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Relato erótico “La estudiante universitaria” (POR ROGER DAVID)
Esa mañana Anais, una tierna nena de 18 años, se dedicó en forma considerable a maquillar su cutis con un cuidado que la sorprendió. Aunque sus padres eran de clase trabajadora Anais tenía todo para considerarse una niña fresa, o una niña bien, para que se entienda mejor. En aquellos momentos sus exóticos ojos celestes ponían especial atención en que su rostro quedara apenas sombreado y lo más natural posible. Su sedoso pelo largo y rubio lo había secado, este lucía ondulado y brillante hacia un lado de su cara, aun se mantenía envuelta en la toalla después de una reparadora ducha matutina.
Una vez que se sintió satisfecha de la imagen de su rostro frente al espejo, se puso de pie y camino descalza y en forma naturalmente cadenciosa hacia su armario, la ropa para este día ya la había dejado seleccionada desde la noche anterior según era su costumbre.
Dejo caer la toalla a un lado de la cama quedándose por unos minutos completamente desnuda frente al espejo que se encontraba a un lado del armario, la imagen que sus ojos veían en esos momentos era la de una verdadera hembra y ella a pesar de su candorosa y tímida personalidad lo tenía muy claro.
Tampoco diremos que Anais era una inocentona, o que no sabía nada de la vida, ella era una chica normal, le gustaba vestir bien y salir con amigas, a veces fumaba uno que otro cigarrillo, y cuando bebía para celebrar algo su cuota eran dos cervezas individuales, le gustaba ir al cine y salir con chicos como toda nena de su edad, estudiaba derecho, pero al ser una chica venida desde provincia y al no ser de condición económica acomodada como casi la gran mayoría de sus compañeros de estudios, esto la hacían ser un poco tímida y algo cohibida.
De 1.70 mt de estatura, caderas amplias y cintura perfecta, una piel suave y de tonos dorados, con un par de tetas hermosas y de buen tamaño: firmes, duras, y escasamente manoseadas, con todo esto la nena sencillamente estaba hecha para comérsela y muchas cosas más.
Todo su cuerpo al desnudo expelía una sensualidad infinita aquella mañana, su apetitosa carne, sus marcadas curvas, el pequeño y femenino piercing de cadena adornando su ombliguito, y un poco más abajo un endemoniado triangulo de escasos pelitos rubios y encrespados, que denotaban la recién terminada pubertad de la tierna jovencita, su trasero, ni para que decirlo, estaba hecho por un escultor profesional, del tamaño perfecto para su cuerpo, duro, bien formado y paradito, en fin y como ya se dijo anteriormente Anais con solo 18 añitos de edad expelía por todos sus poros una sensualidad enloquecedora, haciéndola ser una hembra sexualmente llamativa.
Era el cuerpo de una joven doncella contemporánea con un mínimo de uso en lo que a los placeres de la carne se refiere, ya que a pesar de su extraordinaria belleza no gustaba de tener novio, solo salía con un chico pero no le daba pie para que lo de ellos llegase a más allá, a veces se permitía con él unos apasionados besos con uno que otro toqueteo, pero nada más que eso.
Daniel, el pretendiente de esta encantadora muchachita, era un joven dedicado a sus estudios, su sueño era recibirse de arquitecto lo antes posible para poder por fin hacerse novio y algún día casarse con la joven. La llevaba cortejando por casi un año entero, año en el cual la joven había aprendido a conocerlo, por lo que viendo las serias intenciones de su pretendiente, termino por convencerse y ya estaba por aceptar ser la novia de Dan, como le llamaba ella (Daniel era uno de los muchos que la pretendían, entre estudiantes y profesores, ya que en la facultad en donde la nena estudiaba eran muchos los machos que soñaban con tener a tan encantadora y jovial hembra desnuda y con las piernas abiertas).
Anais era una joven que cautivaba a cualquiera, de gestos delicados y femeninos, pertenecía a una familia de clase media baja, pero decentes y muy trabajadores, sus abnegados padres se partían el lomo trabajando para pagarle sus estudios y para que ella no pasara necesidades en la ciudad, la nena se había esforzado mucho para lograr entrar a la facultad de derecho en una prestigiosa y conservadora Universidad capitalina, situación que había llenado de orgullo a sus progenitores.
Todo el esfuerzo que ponía la nena en los estudios no se veía muy reflejado en sus calificaciones, la carrera era complicada, mucha información que leer, arduos trabajos en los cuales Anais se amanecía para poder cumplir, y a pesar de todo el empeño que le ponía, solo sacaba la nota suficiente para mantenerse vigente, pero ella no estaba dispuesta a dimitir ni nada parecido, el día que volviera a la casa de sus padres lo haría convertida ya en toda una profesional, así se los había prometido y ella cumpliría.
Pero había una situación que la abatía desde hace ya casi una semana entera, y que era el motivo del porque tanta precaución a la hora de maquillarse, intentando no pensar en ello se calzo unos preciosos y pequeños calzoncitos blancos, albos como la nieve y con llamativos encajes, brassier del mismo color y estilo, luego se puso las medias, estas parecían aumentar aún más el volumen de sus torneadas y apetecibles piernas, y ya casi terminando se vistió con una de sus mini faldas más ajustadas, esta le llegaba hasta la mitad de sus adorables muslos, para luego calzarse unos zapatos de medio taco que eran los que más le gustaban y que, según Daniel, engrandecían su hermosura y belleza esplendorosa a sus escasos 18 años.
Se puso una camiseta blanca no muy transparente, y una chaquetilla de mezclilla que hacia perfecto juego con la endiablada mini falda que dibujaban pecaminosamente las líneas de su cuerpo que en esos momentos entallaba.
Cuando nuevamente se vio reflejada en el espejo, puso atención en su atuendo, se veía estupenda, se dijo para sí misma. Frunciendo los labios como niña mimada se dio media vuelta, solo para poder ordenar aún más su ropa y comprobar que a pesar de lo ajustada de esta no dejara ver más de la cuenta a aquellos horrendos vagabundos que la desnudaban en la calle diciéndole vulgaridades cuando ella se dirigía a tomar sus clases, y ni qué decir de los piropos salidos que le otorgaban aquellos calientes y viejos maestros con los cuales debía compartir las aulas estudiantiles, pero hoy debía verse seductora para los ojos del Jefe de Carrera con quien tendría una reunión.
Antes hare un breve recorrido de situaciones acaecidas en la vida universitaria de la nena para que se entienda la citación de Anais a la oficina del académico.
Los días transcurrían relativamente normal en la facultad, eran muchas las situaciones que estando la joven en la sala de clases todos sus compañeros de estudios se le acercaban para solicitarle esta materia o aquella otra, esto solo eran viles patrañas para solo estar cerca de tan sugerente anatomía, cada hombre que se cruzaban con ella por los pasillos de la institución estudiantil sentían como la calentura los invadía al ver a tan suculenta estudiante, y no era para menos, verla por los patios sentada en algún banco con un lápiz en la boca concentrada en algún complicado libro de Derecho Romano, o detrás de su escritorio con esas minifaldas con las cuales mostraba las suavidades de sus relucientes muslos, o con vestidos que se ceñían a su figura remarcando cada una de sus curvas, o cuando iba con apretados pantalones de mezclilla, o cuando miraba fijamente a sus profesores poniendo atención en las explicaciones de ellos, en donde estos pensaban que Anais los miraba con otras intenciones, en resumen lo que se pusiera la joven estudiante la hacían verse endemoniadamente apetecible y encamable para los ojos de cualquiera.
Ella al ser una chica de pueblo, y el haber sido muy bien educada, respondía en forma atenta a las consultas de sus compañeros, y también de sus maestros, sumado a que ella le encantaba sumirse en el mundo de los estudios, era una nena muy simpática y sociable.
Pero no todo sería tan perfecto, a pesar de todas las virtudes de nuestra bella estudiante de segundo año de la carrera de Leyes, había algo negativo en su personalidad, y esto era que muy en su interior no aceptaba sus orígenes humildes.
A Daniel su pretendiente aparte de ser muy buen mozo, lo estaba escogiendo también por la carrera que él estudiaba, pero aun así se sentía algo enamorada de él, sabía que una vez recibido el joven tendría un futuro brillante, claro que ella no lo daba a demostrar, y se lamentaba de sentir esas tremendas ganas de querer ser más que sus semejantes, o de desear tener aquel reloj, o aquellas caras ropas que los padres de tal compañera se los habían comprado por ser gentes adineradas, y no como ella que era una chica pueblerina, y que sus padres a punta de trabajo y esfuerzo le enviaban en forma mensual el dinero para pagar la universidad y otro tanto para darle a sus tíos con los cuales vivía desde que comenzó sus estudios.
A comienzos del segundo año académico, fue cuando cometió un inocente error que en forma lamentable cambiaría el curso de su existencia. Había notado que desde que había llegado a la capital el dinero enviado por sus padres le alcanzaba solo para lo justo y lo necesario, tenía compañeras que cada dos meses lucían ropas nuevas, y se vanagloriaban mostrando modernos Smartphone, Tablet, I Phones, etc., que sus papis les compraban, Anais solo tenía un antiguo teléfono con tarjeta de prepago que le servía únicamente para mantener una escueta comunicación con sus padres.
Por esos días, ya no aguantando más las ganas de ella también lucir ropas nuevas, o un moderno teléfono retiro el dinero enviado por sus progenitores y fue a dejar a la casa de sus tíos el dinero que les correspondía, y cuando llego el momento de ir a pagar la mensualidad universitaria, sencillamente se fue a un céntrico mall, y gasto una buena parte de la mensualidad en comprarse ropa.
Pasados unos días el remordimiento de conciencia la desconcentraba en los estudios, ya que no tenía forma de reponer el dinero sustraído de la mensualidad. Luego toco la casualidad de ir a almorzar con un grupo de compañeras que por lo general eran ellas la que siempre pagaban la cuenta, y ya habían comentarios de pasillo que Anais debía venir de una familia pobre, y sobre esto y lo aquello, en esa oportunidad la joven provinciana se ofreció para ser ella quien cancelara la cuenta, ya que también le habían llegado los cuchicheos sobre sus orígenes y de su familia, con esto daría a demostrar que ella también estaba a la altura de sus pares, y la sensación vivida de poder y tener el dinero suficiente para darse ese tipo de lujos con sus amigas casi la hechizaron, no dudo en volver al Mall y gastarse todo el resto del dinero en cosas que le hacían falta.
Al siguiente mes y al tercero la misma situación, solo le daba el dinero a sus tíos, y la parte para pagar la Universidad se lo había gastado en ropas juveniles, con sus nuevas amigas y con algunas invitadas al cine a su pretendiente, hasta los sentimientos de culpa se le habían olvidado por lo tan bien que la hacía sentir al verse ella bien catalogada y en tan buen status económico.
Así pasaron 7 meses, hasta que el coordinador académico de asuntos estudiantiles, le fue a dejar la citación para reunirse con el jefe de la carrera, Anais supo al instante para que la estaban llamando, era para cobrarle el dinero de la Universidad.
Es aquí donde comienza la historia, este era el día de ir a dar las explicaciones del excesivo retraso en los pagos de las mensualidades, por lo que ya no queriendo pensar más en el asunto por último, y como no era su costumbre habitual para cuando ella iba a estudiar, puso unas gotas del perfume más caro de los que se había comprado últimamente, se lo aplico a la altura de su cuello, detrás de las orejas, y en las muñecas.
Su sonriente mirada ante el espejo era casi triunfal, pero sin embargo la intranquilidad en su mente iba en aumento y ya casi la consumían, agravada por las consideraciones que hizo en intentar verse lo más apeteciblemente posible sobre todo para este día.
El día antes de la citación le había confiado sus problemas a Sabina una de sus amigas, una chamaca pelirroja hermosa, y de cuerpo exuberante, algo más baja que Anais, pero que a lo lejos se le notaba que no era ninguna santurrona, tenía una sonrisa de viciosilla que no se la sacaban ni a palos, demostrando así que ella ya se manejaba con honores en las artes carnales, ambas jóvenes eran polos opuestos en aquel sentido, la colorina amiga de Anais también vivía sola, con la diferencia que está siempre andaba con dinero en los bolsillos, y vestía ropas caras y hermosas, Sabina también de 18 añitos era menor solo por unos meses que Anais, pero no tenía el candor y sensualidad de nuestra antojable estudiante de derecho.
–Y que vas a hacer amiga…!? Ese es mucho dinero… pero como te lo fuiste a gastar todo?
–No lo sé snifss, sollozaba Anais, solo necesitaba comprarme algunas cosas que me hacían falta… y luego compre más… y no me di cuenta cuando ya me había gastado toda la mensualidad… luego vinieron los demás meses, y al darme cuenta que nadie en la U me decía nada… cometí el error de pensar que tal vez no se darían cuenta, pero ya vez que no, mañana debo ir a hablar con el profesor jefe de carrera, y todos sabemos que cuando el cita a los estudiantes es por no pago, sniffs… sniffsss!!
–Y si le pidieras dinero a tu novio… a lo mejor él te podría hacer un préstamo, le sugirió Sabina…
–Ay Sabi, Daniel aun no es mi novio… además… te imaginas lo que el pensaría de mi…!?, no…! eso no puedo hacerlo…, y menos ahora que la próxima semana piensa llevarme a conocer a sus abuelitos que con tanto esfuerzo lo criaron y le han pagado sus estudios…
–Mira Anais… yo te lo proponía porque pareciera que ya lo fueran, la colorina se quedó pensando mientras veía como su amiga se limpiaba algunas lágrimas que caían por sus mejillas, para luego decirle, –Anais… escúchame bien lo que te voy a decir… yo te conozco un poquito y sé que tú no eres como algunas de las chicas que nos hemos criado en la ciudad, pero viendo tu situación no me queda más remedio que sugerírtelo…
–Que cosa… vamos dime…, la carita de Anais se ilumino al ver que tal vez su amiga tendría una solución para su problema.
La pelirroja luego de pensárselo por otros segundos se lo dijo,
–Mañana es tu reunión con el maestro Gilberto verdad?
–Si es mañana…y de verdad que no sé qué explicación darle…
–Veras ese es un viejo verde empedernido, jijiji, a lo mejor si sabes manejar la situación le logres sacar un poco más de plazo…
–No te entiendo Sabi… no sé a qué te refieres…, Anais se la quedó mirando con preocupación…
–Que lo seduzcas pues mujer… es la única forma de que te dé tiempo para reunir el dinero…
–Pero amiga que cosas me estás diciendo…!, yo no puedo hacer eso… él es un profesor respetable y de edad avanzada… además que yo tengo a Daniel, pensaba en aceptar ser la novia de él para el día que iríamos a cenar con sus abuelos, y no puedo hacerle una cosa de ese tipo, la cara de la chamaca era de preocupación absoluta por las salidas propuestas de su amiga,
–Anais… no te estoy diciendo que te vayas a acostar con él, pero se coqueta cuando estés en la reunión… si sabes calentarlo bien estoy segura que le sacaras un buen plazo para cancelar las mensualidades… escúchame… ese viejo no tiene nada de respetable, yo sé de varias chicas que se han tenido que acostar en forma obligada con él para pasar los ramos y que ahora son exitosas abogadas, pero tú no tienes que llegar a tal extremo, solo es un plazo el que le vas a pedir, además que Daniel no tiene que por que enterarse, si no es nada malo lo que vas a hacer…
–Ay no lo sé amiga, eso es muy atrevido… no sé si pueda hacer algo parecido, fue lo último que le dijo Anais a su amiga, antes de despedirse y de quedar de pensar en el asunto…
Antes de salir de su habitación la consciencia de la estudiante estaba más que alterada, aunque sus ojos le evidenciaban su belleza y el magnífico arreglo que su hermosura recibió por parte y a voluntad de ella misma, su extraño desconcierto casi la hacen declinar en sus intenciones y de los consejos recibidos por Sabina, pero pensó en sus padres, que decepcionados se sentirían ellos al enterarse que su hija favorita, la misma que hace un par de años había comenzado estudios profesionales, los había engañado y se había gastado el dinero que ellos con tanto esfuerzo le enviaban para financiar sus estudios, por lo que se dijo que ella tenía que cumplir, a pesar de lo espeluznante que sentía al solo imaginarse a ella intentando de seducir a un honorable viejito de 65 años, ella no creía lo que le había dicho Sabina sobre el profesor Gilberto Troncoso y las otras chicas.
Sin tener claridad suficiente del porqué de tantas cosas que pasaban por su mente, prefirió no pensar más en aquello, sacudiendo la cabeza en forma negativa tomo sus libros y carpetas para salir de la casa de sus tíos y ponerse en camino al centro de la ciudad.
En el momento en que ella ya estaba por salir de la casa, sintió el fuerte vozarrón de su tío,
–Que tal sobrinita… jejeje como van los estudios?, el viejo tío de Anais la miraba en forma calientemente fascinerosa recorriéndola de pies a cabeza, la joven lo fue a saludar en forma normal, ella no sabía mucho de estas cosas,
–Todo bien tío Cornelio, le dijo acercándosele y dándole un femenino beso en la cara.
Don Cornelio, el tío de Anais era un gigantesco vejete de 57 años que trabajaba en la construcción, y desde que la encomiable hembrita llego a vivir con ellos, hacia todo lo posible por espiar a la tierna chamaca, incluso en una de sus incursiones, la había visto completamente desnuda secándose su cabello al frente del espejo de su habitación , en esa oportunidad Anais no había tomado la precaución de cerrar la puerta de su dormitorio después de haberse duchado, y el viejo quien es esos momentos se aprontaba para irse a trabajar y al sentir que su curvilínea sobrina hija de su hermano, que se aprestaba para irse a estudiar fue a echar una miradita encontrándose con semejante espectáculo, fueron 3 minutos en que estuvo admirándola en forma lujuriosa, recorriéndola centímetro a centímetro, imaginándose de todo lo que a él le gustaría hacerle, poniendo especial atención en aquel precioso triángulo dorado que lucía unos escasos pelitos áureos y encrespados.
Desde aquel día soñaba con tener una sola oportunidad para poder cogérsela, pero eso era casi imposible, su mujer vivía con ellos y casi no habían oportunidades, y lo segundo era que Anais era la hija de su propio hermano, pero él no la veía como sobrina, el solo veía en ella un tremendo cuerpo de curvilínea y femenina carne hecho para recibir verga por todos sus orificios.
–Hoy te veo preocupada sobrinita, jejeje no andarás metida en problemas verdad?, le decía a la vez que se rascaba su panza peluda por debajo de su sebienta y hedionda camisa impregnada de traspiración seca. Don Cornelio era muy fijón, y sobre todo con su sobrina que lo tenía obsesionado con las bondades de su cuerpo,
–Ehhh… no tío… no hay problema, solo me tienen preocupada algunos exámenes de termino del semestre… eso es todo…
–Pues manda los exámenes a la misma mierda y vayámonos a mi cuarto a culear, aprovechando que tu tía no esta casa…, pensaba el viejo Cornelio acomodándose la verga por debajo de sus ropas, esta había reaccionado casi por instinto cuando su dueño sintió el juvenil aroma a hembra en el momento en que su sobrina le saludo con un inocente beso en la mejilla, y lo que más le calentaba al depravado familiar de la nena era ver ese tremendo cuerpo de Diosa, pero con cara de pendeja, ni el mismo se la creía que la chamaquita ya había cumplido los 18 años.
–Tío que le ocurre!?, porque me mira de esa forma?, Anais nunca se habría imaginado de los oscuros deseos carnales de su tío, ya que era el hermano de su padre, por lo que la lujuriosa mirada del viejo no la asociaba con la del deseo…
–Nada sobrina… no es nada… es solo que te veo y me recuerdas a tu madre cuando era más joven, jejejeje, (como me hubiese gustado reventarle el culo a esa otra puta la vez que me dio a probar de su zorra, tal cual como ahora te lo quiero probar y reventar a ti ricura, el viejo no podía dejar de recordar la oportunidad en que se había acostado con la madre de la joven, como también en muchas otras morbosidades de igual connotación al tener frente a él a su impresionante sobrina),
–Bueno tío… ya me voy que estoy un poco retrasada… nos vemos en la noche…
–A qué hora llegas preciosa?, el vejete sacaba fuerzas de flaqueza para no abalanzarse sobre ella y violársela en el mismo comedor de su casa…
–Después de clases saldré con Daniel…así que llegare un poquito tarde…
–Ahhh claro… Daniel… el chamaco ese con el que sales…, desde que Anais se había puesto a salir con Daniel, don Cornelio había caído en un profundo estado celo patico, ya que él veía a su sobrina como de su propiedad, y aunque sabía que lo de el con ella eran solo sueños, le gustaba fantasear que de una buena vez despachaba del hogar a su mujer para el quedarse viviendo solo con su sobrina como marido y mujer y llenarla de chamacos.
Con la calentura saliéndole por los ojos y las fosas nasales el caliente tío de Anais la vio alejarse sonriente y feliz, no le quedo más opción que ir a correrse una paja a su nombre en la soledad de su habitación, aprovechando que su mujer se había ido a tempranas horas a ver a una amiga enferma.
Mientras la joven y escultural estudiante caminaba armoniosamente sin dejar de pensar en el asunto que la afligía, se percató rápidamente que casi todas las miradas masculinas iban dirigidas como siempre a su perfecto trasero y a sus piernas.
Otros días no prestaba ni la más mínima atención a esto, solo caminaba altivamente y de vez en cuando miraba a esos viejos babosos en forma avergonzada, pero hoy era distinto, esas calientes miradas de deseo se mezclaron con las asquerosas imágenes que le produjeron lo dicho por Sabina, no concebía que ese viejo gordo y feo que era el profesor jefe de la carrera se acostara con hermosas jovencitas a cambio de pequeños favores que ellas le pedían a él, y el hecho de que ella en estos momentos fuese en dirección a su oficina para también pedirle un favor, le enervaban los sentidos, de lo que si estaba clara era que ella por nada del mundo le entregaría su virginidad a un vejete asqueroso a cambio de que le dieran más plazo para pagar la U.
Caminaba lentamente y en forma cadenciosa, lo hacía de forma inconscientemente sensual, simplemente no supo por qué pero no quería llegar a esa entrevista con el profesor Gilberto Troncoso, y mientras más lentamente caminaba, más provocativamente se veía, situación que hizo a que varios tipejos comenzaran a gritarle ordinarieces.
Cuando estaba por llegar a una esquina para cruzar la calle, desde un camión que iba cargado con materiales de construcción que pasaba lentamente con la ventanilla baja le gritaron un par de peladeces desde el interior de este,
–¡¡Que rica y putona te ves pendeja… como nos gustaría destrozarte la ropita y romperte ese tremendo culo que te gastas, jajajaja!!, reían y le gritaban los cuatro albañiles que iban en la cabina del camión, quienes no se cansaban de admirarla en forma calentona, hasta que desaparecieron obligados por el tráfico.
Anais solo los miro de reojo y muy ruborizada, solamente llevo una de sus manos para arreglarse el cabello por detrás de una de sus perfumadas orejas, los viejos creyeron morir de amor, ante el sensual y femenino gesto que aquella endiablada jovencita les había regalado para ellos, ese pequeño gesto de femineidad les había alterado en forma morbosa el sistema hormonal.
La rica estudiante no se explicaba el porqué de su creciente nerviosismo, solo debía entrevistarse con su profesor jefe y explicarle que ella de alguna forma reuniría el dinero para pagar los aranceles, y asunto solucionado, pero las palabrotas y las miradas de lascivia con que la miraban sobre todo los viejos de más avanzada edad, le volvían hacer pensar en las palabras dichas por Sabina, ella no lograba entender y dar credibilidad sobre el enfermizo temperamento de ese señor que podría ser hasta su abuelito, pero aun así ella se había arreglado para él, para ver si así lograba que el anciano académico le diera un poco más de plazo para pagar la deuda estudiantil.
Mientras seguía en su recorrido en dirección a su entrevista y pensando en todo aquello, la joven universitaria vio a otros cuatro viejos que eran de lo más asquerosos, todos ellos vestidos con llamativos overoles naranjos, y que estaban destapando un alcantarillado a un costado de la calle, en el acto intento no caminar en forma provocadora, quería pasar desapercibida, los hombres todos fofos y obesos, de entre 50 y 60 años se percataron de su presencia y de su provocativa forma de menear sus caderas con sus libros tomados con ambas manos, estos comenzaron a babear de calentura inusitada, cuando la encomiable hembra ya iba casi al frente de donde estaban ellos trabajando, el que parecía ser el jefe de la cuadrilla no se aguantó las ganas de gritarle las cochinadas que pasaron en forma refleja por su cerebro, mientras sus compinches no dejaban de empelotarla con sus lascivas miradas, y murmurando por lo bajo de lo tan buenota que estaba aquella pendeja que iba pasando por al frente de sus ojos,
–¡¡Pero que putilla más rica es la que tenemos aquí muchachos… como me gustaría chuparle y partirle la zorra a vergazos a ese pedazo de putaaaa!!
La joven estudiante camino más rápidamente, se asustó un poco al verle la cara de degenerado al viejo que le había gritado las ultimas groserías, pero por nada del mundo dejo de moverse en forma cadenciosa, hasta que doblo por la esquina que daba a la Universidad y pudo al fin estar más segura de tanta ordinarieces y vulgaridades de la que era víctima diariamente en el trayecto de la casa de sus tíos hasta su facultad, era día sábado y tenía solo dos clases, lo primero que haría sería solucionar el problema de las mensualidades.
La encantadora nena camino por los solitarios pasillos de aquel enorme y antiguo edificio señorial, solo el eco de sus zapatos retumbaban por el cielo y las paredes de la colonial arquitectura, hasta que por fin entro en aquella sobria oficina que era espaciosa, esta tenía una vista espectacular hacia los patios de la Universidad, sus estanterías estaban llenas de libros, a otro costado había un gran sofá, y justo al medio de esta se encontraba el escritorio del Profesor jefe de la carrera de Derecho,
–Tome asiento señorita Castillo, dijo el profesor Gilberto, quien estaba sentado en un tremendo sillón detrás de su escritorio.
–Gracias señor, contesto Anais, a la vez que tomaba asiento, y cruzaba sus torneadas piernas, con sus libros tomados en ambas manos, el viejo estaba atento a todo tipo de movimientos que hacia la chica.
Luego de haber mirado a su antojo esos formidables muslos bien delineados que se doblaron y se sentaron solo a un metro de sus fauces, el vejete se relamió sus resecos labios, para recomponerse y comenzar con aquella sórdida entrevista,
–Usted ya bien me conoce, soy su jefe de carrera, Gilberto Troncoso para servirle, pero me puede llamar don Jilo, así estaremos más en confianza, le decía el salido maestro a una de sus más llamativas alumnas, intentando que la joven entrara más en confianza.
–Para mí es un gusto conocerlo personalmente… don Jilo, la nena pensaba que todo pintaba para bien, el maestro se estaba mostrando muy simpático, ahora estaba más segura que Sabina estaba totalmente equivocada con sus apreciaciones.
Gilberto Troncoso era un vejete de alrededor de los 65 años, de estatura normal un poquito más bajo que Anais. Hacían 4 meses que a don Jilo le habían informado de la deuda de Anais Castillo, pero el viejo zorro había estudiado muy bien la situación, ya que había llamado por teléfono a los padres de la chamaca para ver qué pasaba con el asunto de los pagos, ellos le dijeron que seguramente era un error ya que ellos mensualmente le enviaban el dinero a su hija, el astuto maestro casi adivinando cual era la situación les había dicho que seguramente era un error del sistema, y que volvería a revisar los documentos y que no tomaran en cuenta su llamada, como el viejo no volvió a llamar a los padres de la joven, ellos dieron por hecho que solo había sido eso, un error.
En aquella ocasión Don Jilo antes que nada mando a buscar la ficha académica de Anais, cuando por fin esta estuvo en sus manos y con solo ver la foto de cuerpo entero de la joven al viejo casi se le reventó la verga a lecherazos, sentenciando que debido a la información que el ya manejaba, esa tremenda zorra con cuerpo de Diosa y que se mal gastaba el dinero que le enviaban sus padres para pagar la Universidad la tendría que convertir en su puta los años que le quedaran de estudios, ya lo había intentado con otras chicas, pero estas le salían adineradas y fácilmente se le habían escapado de sus manos, no sin antes haberlas manoseado y obligarlas a que les chuparan la verga, pero Anais Castillo era una chica normal, no era de familia pudiente, y sus padres vivían lejos, con esto estimaba que le sería muy fácil embaucarla e iniciarla en un mundo lleno de vejámenes en el cual su retorcida mente ya deseaba tener sumida a tan candorosa jovencita.
El viejo luego de estarla mirando y comiéndosela de pies a cabeza, decidió que ya era hora de entrar de lleno a lo que él había planeado para este día,
–Vera señorita Castillo, yo creo que Usted ya sabe el motivo del porque está en esta oficina, verdad?
–Me imagino que debe ser por el asunto de los pagos, le contesto la chamaca intentando no demostrar su nerviosismo…
–Y que me dice?, ya lleva 7 meses en los que nuestra casa de estudios le ha estado formando profesionalmente, y usted o su familia no han pagado nada… creo que debe existir una muy buena explicación para esto no cree?, el viejo la miraba fijamente a sus hermosos ojos celestes que ya se notaban asustados, y esto a él le encantaba.
Anais por su parte intento buscar una explicación que pareciera lógica, para que su jefe de carrera le diera más plazo en los pagos,
–Vera don Jilo, mis padres han estado pasando por una seria crisis económica… yo me comprometo a telefonearles lo antes posible para que ellos me digan cuando me depositaran el dinero para poder cancelar lo adeudado.
El viejo quien no paraba de desnudarla con sus ojos de viejo verde, se volvía a relamer los labios imaginándose el sabor que tendrían aquellos suaves y relucientes muslos al momento de lengüeteárselos, a la vez que le contesto.
–Esa es una muy buena idea mi niña, le dijo el viejo profesor a la misma vez que se paraba de su asiento y caminaba en dirección hacia la joven, –Lo único malo de toda esta situación es que yo ya me comunique con tus padres, y ellos me han asegurado que te han enviado el dinero… el vejete puso especial atención a las reacciones de la joven a medida que él le hablaba, así que continuo, –Seguro que todo esto es un mal entendido, ahora mismo los llamaremos para que todos quedemos claros y tranquilos… te parece pequeña?
La asustada joven con solo imaginarse a sus padres dando explicaciones de que ellos le habían enviado el dinero a ella, y asegurando que todo era un mal entendido, todo su cuerpo comenzó a temblar, el vejete por su lado tomo el teléfono y la carpeta con los datos personales de Anais, e hiso como si de verdad estuviera llamando a los padres de ella, obviamente no los iba a llamar, lo del dinero le daba lo mismo, existían miles de formas de arreglar el asunto de los pagos, pero quería medir la situación para ver que provecho personal podría sacar el de toda esta situación.
–Por favor señor… no los llame…!, al viejo le pareció que la voz de la estudiante se quebraba, o que le faltaba el aire, por lo que no cejo en su plan,
–Pero que es lo que me dices muchacha!?, me acabas de decir que tú misma les telefonearías para arreglar la situación, y ahora me sales que no quieres que los llame?, o hay algo que no me has dicho?, la cara del viejo cada vez más se iba transformando en la de un sátiro, ya hasta sudaba de emoción calenturienta.
–Don Jilo… la verdad es que ellos me enviaron el dinero y fui yo quien no ha pagado las mensualidades… me lo he gastado en otras cosas… sniffsss, por favor no se los diga, ya no aguantando más Anais se puso a llorar de arrepentimiento apoyándose en el escritorio del viejo y caliente académico.
El lujurioso profesor aprovecho en el acto la situación que se le estaba dando, en forma que pareciera paternal le hiso que se levantara y comenzó a consolarla,
–Ya…ya… no llores chiquita, juntos encontraremos una solución para esto, le decía a la vez que la muchacha se echaba a llorar en sus brazos al notar las confortantes palabras de su maestro que al parecer estaba dispuesto a ayudarla, el vejete la abrazaba sintiendo en sus resquebrajadas manos de viejo las firmes carnes de la joven, a modo de consuelo la sobaba tiernamente a la altura de sus caderas, le encantaba sentir aquella marcada curvatura que había entre su esbelta cintura y el nacimiento de la parte en que se termina la espalda, su verga ya se le había parado.
–Gracias don Jilo… de verdad gracias por ser tan comprensivo… y le juro que nunca más me atrasare en los pagos…, le decía a la vez que ya la joven se comenzaba a separar de ese no tan paternal abrazo que le había pegado su profesor,
–Eso está muy bien lindura… pero tu situación es muy delicada le decía el caliente profesor, volviendo al ataque ya que estaba decidido a llevarse a la joven a su casa para estar culeandola por todo ese fin de semana, no sin antes presentársela a sus amigos y sacarla a dar una vueltita por la ciudad para que aprendiera cuales serían sus nuevas obligaciones para con él a partir de este trágico día.
–Pero Ud. Me acaba de decir que me daría más plazo… eso es lo que yo le entendí, le dijo Anais a la vez que con un pañuelo desechable limpiaba las lágrimas de sus ojos,
–O sea yo estoy dispuesto a ayudarte… pero tú también me debes dar algo a cambio, lo justo es justo ricura…
–No le entiendo… y que puedo darle yo a Usted…!? a la mente de Anais lentamente volvían las palabras de su amiga, como a su vez también notaba el cambio de vocabulario en que don Jilo le comenzaba a dirigir al hablarle,
–O sea… podríamos comenzar con unos besitos, yo seré bueno contigo, pero tú te deberás portar muy bien conmigo, mira podríamos comenzar aquí sentaditos en el sillón, veras que te vas a sentir muy cómoda.
El viejo se había sentado en el enorme sofá en el momento en que en forma descarada invitaba a Anais a que se fuera a besar con él. La joven poco a poco fue cayendo en razón a cuales eran las asquerosas pretensiones de aquel aprovechador vejestorio que estaba sentado en el enorme sofá mirándola con cara de calentura, lo que la hizo reaccionar en el acto,
–Pero que es lo que me está diciendo… yo no hare eso ni por todo el plazo o el dinero del mundo…!, para esto fue por lo que me cito a su oficina!?, fue un error haber venido a esta cita, así que con su permiso señor pero yo me retiro, cuando la exaltada y llorosa joven ya estaba por abrir la puerta de la oficina para largarse de ahí y volver a sus clases, escucho la voz del vejete que le gritaba desde el sillón,
–Bien…! si esa es tu última palabra te puedes largar de aquí chamaca sin vergüenza…!!, y no olvides de pasar por tu casillero y retirar todas tus porquerías porque a esta Universidad no vuelves a poner un solo pie… estas expulsada…!! Te queda claro pendeja estúpida!!, Ahorita mismo llamare a los de seguridad para que te saquen a patadas de este edificio maldita zorraaaa!!!.
Anais no entendía el brusco cambio de personalidad del maestro Gilberto Troncoso, si bien el viejo no la estaba forzando físicamente, lo último dicho sobre que no volvería a poner un solo pie en la facultad de derecho la hicieron recular por algunos segundos, no sabía si iba a estar segura de ir y sentarse en aquel sillón para besarse con el vejete, pero sabía que si ponía un solo pie afuera de su oficina todo el esfuerzo de sus padres por haberla enviado a estudiar serian echados a la basura, y con qué cara volvería derrotada a su pueblo, arrastrando una deuda de la cual solo ella era la culpable.
–Don Jilo… por favor no me haga esto…, la joven volteo y quedo de cara al viejo aprovechador, –Debe haber otro tipo de solución… de verdad que yo le pagare hasta el último centavo… pero no me expulse de la Universidad, yo y mis padres nos hemos esforzado mucho para yo poder estudiar…
El viejo solo la miraba con desprecio, había vuelto hacia su enorme sillón detrás de su escritorio,
–Pus ya te di una oportunidad… y la has desaprovechado, no es llegar y cancelar la deuda que tú misma te has acarreado… y yo solo te pedí unos besos en la boca… no era nada más que eso y te iba a dar todo el plazo que quisieras… pero claro una joven tan agraciada como tú no es capaz de besarse con un viejo tan feo como yo verdad?, Pues ahora te me largas… y hoy mismo le aviso a tus padres que estas despachada de esta universidad por sin vergüenza, ahora largo de aquí!!, el viejo echaba espumarajos de lo exaltado que estaba, pero por debajo de la mesa cruzaba sus dedos por que la chamaca no se le fuese a escapar de sus garras.
–Don Jilo… por favor no me eche…, la chamaca estaba punto de arrodillarse si es que era necesario y si es que el viejo así lo pedía, las lágrimas nuevamente ya asomaban por sus ojos,
–Tú sabes cuales son mis condiciones desde ahora…, así que tú decides…
Ahora la tierna estudiante lo veía tal como él era, un viejo verde asqueroso y narigón, que se estaba aprovechando de ella por el error cometido, mirándolo fijamente lo estudio, don Jilo era realmente feo, de labios gruesos y moreno, con una nariz alargada y ganchuda, calvo en la parte central de la cabeza, pero con unos hirsutos mechones canosos en ambas partes de las orejas y que le bajaban a modo de patilla formándole una especie de barba plomiza, ni siquiera le ayudaba el traje de chaqueta y corbata, y tan respetable que lo encontraba antes de este día, pensaba la contrariada jovencita.
–Está bien… me besare con Usted…, le dijo finalmente con sus ojos cerrados, no quería verle la cara de degenerado con que el vejete la miraba desde que había ingresado a su oficina, y que a estas alturas ya la tenía casi desfigurada de calentura…
–Jajajaja así me gusta preciosura… serás una excelente abogada el día que te recibas si sigues así de disciplinada, pero quiero que vengas hasta aquí y me lo pidas como corresponde, depende de la forma en que lo hagas yo tomare mi decisión, aún queda la opción de que te puedas largar por si te doy asco muñeca, jajaja…, se burlaba don Jilo desde atrás de su asiento…
Anais armándose de valor pensó en que solo se debía besar con el vejete hasta que el estuviera satisfecho y este le daría más plazo para ella reunir el dinero, lentamente comenzó a caminar hacia el escritorio donde don Jilo la esperaba,
–Un momento lindura… que tal si le pones tú misma el seguro a la puerta, no querrás que alguien entrometido llegue y entre a la oficina y vea como una puta estudiante se está besando con su profesor a cambio de algo verdad?
Anais se sentía humillada hasta mas no poder por lo como la estaban tratando, y de lo que estaba a punto de hacer por propia voluntad, pero ella necesitaba que le dieran más plazo para reunir el dinero, y lo principal que por nada del mundo a este viejo maldito se le ocurriera llamar a sus padres para acusarla que se había gastado el dinero de casi un año del cual ella debió haber cancelado las mensualidades.
Nuevamente se giró hacia la puerta de la oficina y con su blanca manita puso el seguro de esta para que nadie osara a ingresar mientras ella se estaría besando en la boca con el vejete, luego casi como una sonámbula se encamino hacia el escritorio en donde la esperaba un excitado don Jilo.
El viejo no se la quería creer estaba a punto de dar rienda suelta a sus más bajos instintos y con una chamaca que tenía un cuerpazo de concurso, como un verdadero hipnotizado vio venir a ese excepcional par de muslos relucientes para ponerse a su disposición.
Cuando Anais estuvo de pie justo al lado de su escritorio, el viejo solo la miraba sonriente, la nena no se atrevía a tomar la iniciativa como el vejete se lo había ordenado.
–Vamos… que esperas putita invítame al sillón para ir a besarnos en la boca, jejeje…
Anais viendo que ya no le quedaba más opción, solo repitió lo que el vejete quería escuchar…
–Don Jilo…lo invito a su sillón a que vayamos a besarnos en la boca…, le dijo con sus ojos cerrados y no creyendo aun de lo que ella misma estaba diciendo…
–Mmmm no está mal putilla, pero quiero que me lo digas con tus ojos abiertos y mirándome directamente a la cara, jejeje…
La chica tomo aire, esto ya era colmo, pero no tenía más alternativa, abrió sus ojos celestes, su semi ondulado cabello rubio caía frondoso a un lado de su cara, se lo quedo mirando fijamente a su detestable y arrugada faz, para luego repetirle…
–Don Jilo… lo invito a su sillón para que vayamos a besarnos en la boca…
–Así está un poco mejor pendeja… pero te falto la palabra mágica…
–Por favor don Jilo, sniffs… lo invito…snifss…snifsss a que nos vayamos a besar en la boca…Sniffssss…, a estas alturas la nena ya estaba totalmente entre asqueada y chaqueada con ella misma por lo que estaba a segundos de hacer,
–Jajajaj claro que si lindura… avanza tú primero que yo te sigo, jejeje…
Anais lloraba por el profundo asco que sentía por lo que estaba a punto de realizar, a estas alturas recién se acordó que existía Daniel y que fueron meses en que el joven tuvo que cortejarla para ella darle el primer beso, pero ahora estaba a solo segundos de hacerlo con un asqueroso y repulsivo vejete de 65 años de edad, que por primera vez en su vida entablaba una conversación con él, pensaba que ella ni su familia se merecían tanta bajeza, pero si quería tener una alternativa de ella seguir en los estudios superiores tendría que atracar su boca con la de un viejo hipócrita y aprovechador.
La jovencita quien ahora se limpiaba las lágrimas con sus manitas se sentó en un extremo del sillón, y su profesor en el otro extremo, hasta que ella nuevamente escucho la pastosa voz del viejo académico,
–Qué esperas cosita rica, jejeje ven acercándote que ya quiero probar tu lengüita, para ver si bien vale la pena cumplir con el favor que tú me estas solicitando, el viejo le miraba las piernas, con fascinación recorría las líneas de aquella corta falda de mezclilla que dibujaban el portentoso culo que se gastaba la pendeja…
A la estudiante ya no le quedaba más opción, poco a poco se fue acercando al viejo quien ya estaba casi desesperado por manosear ese fabuloso cuerpo que ya se encontraba solo a centímetros, ya no aguantándose más y en forma desesperada la tomo de uno de sus brazos jalándola hacia él,
–Eres una perra exquisita Anais, jejeje vas a ver que lo vamos a pasar muy rico, le decía el viejo mientras se entretenía en olerla como un poseído por las fragancias de su cuello, a la misma vez que la manoseaba por distintas partes de cuerpo. Anais no sabía qué hacer, no podía pensar claro por la extraña situación en la que se encontraba. –Mira como me tienes la verga putita, le dijo corriéndose la chaqueta hacia un lado, en donde ella con espanto pudo notar fácilmente un gran bulto que sobresalía desde su pantalón. –Eres una zorrita bien rica, jejejeje, con solo verte de como venias vestida haces que tenga ganas de hacerte miles de cosas, que rico se siente tocar tus piernotas enfundadas en medias mamacita, y tus tetas ni que se diga, de todas las alumnas que estudian en esta facultad tu eres la que mejores chichotas tienes, desde hace 4 meses que te estaba observando lindura, y con solo deletrear tu nombre ya se me paraba la verga… qué opinas bonita?, no es una maravilla que al fin podamos estar juntos.
La joven quien se vio sorprendida por todas las peladeces que el viejo profesor le estaba diciendo rápidamente cambio de opinión no importándole las consecuencias, se dio cuenta que el vejete tenía un extraño brillo en sus ojos, determinando que tenía que abandonar lo más pronto posible aquella oficina,
–Es Usted un viejo pelado y cochino… un pervertidooo, como se atreve a…
En ese mismo instante don Jilo viendo que la chica hiso intentos de pararse del sofá, se recostó sobre ella casi asfixiado el cuerpo de Anais, para comenzar a sobarla por todas las partes de su cuerpo,
–Suélteme don Jiloooo!, que haceee!?… auxilioooo!!, auxiliooo!!!, ayúdenme…!!!!, gritaba la joven intentando que alguien la escuchara y viniese a socorrerla del sátiro que pretendía violársela,
–Jajaja grita todo lo que quieras zorra… nadie vendrá a ayudarte, hoy es sábado y todo el personal administrativo esta libre, solo estamos tu y yo y encerrados en mi oficina, jajajaja, aparte que me calienta aún más escucharte como pides ayuda para que no te metan la verga, jajajaja!!!.
–Nooooo…!! Usted me dijo que solo serían besos… lo otro nooo…!!
Anais forcejeaba por intentar liberarse de las garras del caliente y sulfurado vejete, este por su parte ya había comenzado a lamerle la cara, le pasaba su asquerosa lengua de viejo por todas sus mejillas dejándola ensalivada y baboseada, a la vez que le seguía diciendo en forma desvergonzada todo lo que él pensaba de aquella caliente situación,
–Pues mentí pendeja sinvergüenza, esto es lo que les pasa a las zorras como tú, que se gastan el dinero que no es suyo, jajajaja, el viejo seguía lengüeteándola, oprimiéndola contra el sofá de la elegante oficina, no le permitía que se moviera, la nena estaba muy asustada y nerviosa, el asqueroso viejo ahora la miraba directamente a los ojos y le sonrió burlonamente, mientras con mucho cuidado empezó a acariciarle las tetas por encima de la polera, con sus dos manos haciendo círculos con ellas.
–Que me está haciendo don Jilo…por favor déjeme ir, por favor…, la actitud de la nena era suplicante, ya sabía que estaba casi perdida, el viejo no se iba a conformar con solo unos besos tal como él le había dicho, entendía claramente que se la iban a culear en la misma facultad en donde ella había entrado a estudiar tan llena de sueños e ilusiones.
–Nuestra pequeña fiesta apenas comienza pendeja, le dijo en tono burlón, la chica ya sentía en sus mismas fosas nasales el aliento a viejo que el maestro dejaba salir de su pestilente boca, –Mmmmm guachitaaa!! que ricas tetas tienes, como me moría de ganas por sobártelas, le dijo mientras se las apretaba cada vez con más fuerzas, y justo en el momento en que Anais abrió su fresca boquita para volver a pedir auxilio, el excitado y lujurioso profesor aprovecho esto para meterle la lengua en toda su estrecha boca, se la introdujo hasta casi provocarle arcadas, su aliento a tabaco y dientes podridos inundó su paladar, el viejo ahora la sujetaba de su rubio cabello, con sus gruesos labios de lobo feroz bien pegados a los rosados y sensuales labios de la nena, haciendo rítmicos y chapoteantes círculos con su lengua alrededor de la de ella que lo esquivaba en forma desesperada, la nena sentía la puntiaguda nariz del vejete como se le clavaba en su cara, se la sentía helada y húmeda, como si este estuviera resfriado o con romadizo cuando se rosaba con la respingona nariz de ella, luego para coronar el erótico ritual lingüístico el degenerado profesor se separó de su boca y le mando un repulsivo escupo el cual impacto en pleno rostro de la asqueada Anais.
Don Jilo después haberla escupido y besuqueado a su total antojo y de haberle estado sobando las tetas todo lo el que quiso, comenzó a subirle la camiseta lentamente, Anais con su carita escupida y con sus manitas temblorosas en forma desesperada trataba de impedírselo pero el viejo profesor no encontró nada mejor que levantar una de sus manos y darle una fuerte bofetada en el rostro que prácticamente la hicieron ver rayos y centellas, la chica ya no quiso seguir con sus estupideces, ahí fue que supo que el viejo aparte de caliente también era agresivo.
Por su parte don Jilo al notar que la joven hembra ya había entendido cuál era su posición siguió subiendo sus ropas, primero le quito la chaqueta de mezclilla para luego continuar con la blanca polera, y sin dejar de mirarla directamente a sus ojos metió sus manos por debajo del sujetador blanco y comenzó a sobajearle las tetas con ansias animalescas.
–Mmm… que suavecitas se sienten tus tetotas mamasota…!, que rico par de melones tienes mi pendejita rica…!! –No se ven tan grandes cuando están cubiertos por toda tu ropa, pero te las encuentro perfectas… están duritas y suavecitas… como a mí me gustan jejeje.
Anais miraba aterrada todo lo que le estaban haciendo, y de vez en cuando ponía atención en la insana expresión de su rostro. Ese vejete desgraciado era horrible, y ahora tenía una mirada aún más lujuriosa que al principio, le daba la impresión de que este estaba imaginando miles de cochinadas que haría con ella a partir de estos momentos.
De pronto la asustada jovencita noto como el viejo con una de sus manos le destrabo el sujetador liberando por fin esa frescas montañas de carne tersa y juvenil, a la misma vez que sacaba un cigarrillo desde su apolillada chaqueta, para luego más trabajosamente aun proceder a encenderlo y tirarle todo el humo en su cara, a la vez que le mostraba la roja braza de la punta del cigarrillo, para decirle,
–Si continuas portándote mal y haciendo mamadas que a mí no me parezcan, de ahora en adelante tendré que utilizar esto, el desequilibrado vejestorio acercaba su cigarrillo encendido a las relucientes carnes de sus tetas, Anais estaba que se meaba de pavor al imaginarse el dolor que sentiría si a ese endemoniado viejo se le ocurría quemarle las tetas, en ese momento la atractiva estudiante de leyes ya no aguanto más se puso a llorar desconsoladamente, estaba temiendo lo peor.
El viejo vio como sus lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas, entendió que con eso ya era suficiente por lo que apago el cigarrillo en el suelo para luego ir acercando su boca a la cara de la nena en donde lamio todas las lágrimas que de sus ojos brotaban como así mismo el rastro acuoso que estas dejaban, siguió incursión abajo para llegar a lo que él ya quería degustar,
–Te gastas las tremendas chichotas pendeja, te las voy a chupar hasta lograr sacarte leche, jajajaja, y uniendo la acción con las palabras fue abriendo su bocota para pegarse la mejor chupada de tetas que en su vida se había mandado.
El viejo llevaba unos buenos minutos chupándole las tetas a Anais, quien estaba en un lamentable estado de shock por lo traumático de la situación, el viejo la tenía casi inmovilizada recostada en el sillón y el sobre su cuerpo, la nena sentía como esa rasposa lengua se paseaba a su antojo por las suavidades de sus tetas, era la primera vez en su vida que se las chupaban, poco a poco empezó a tener una sensación que invadía todo su cuerpo, pudo sentir como su cara se ruborizaba por alguna razón, y esa razón era una sola, ella nunca había estado en tales circunstancias con ningún hombre, y ahora si lo estaba con un espantoso vejete casi 50 años mayor que ella, el resbaloso lengüeteo en las tetas que este le estaba pegando le hacían sentir algo rico, y esto la hacían sentir de lo peor.
Su mente le decía que no se permitiera sentir eso, que no se dejara avasallar por tan despreciable vejestorio, un verdadero lobo con piel de oveja, pero su cuerpo ya comenzaba a decirle lo contrario, a la nena por primera vez en su vida le estaba comenzando a gustar esa agradable sensación de placer.
Horrorizada por estar sintiendo tales sensaciones, gruesas lágrimas comenzaron a brotar de sus bellos ojos celestes, en forma desesperada nuevamente comenzó a moverse e intentar escapar de las garras de ese viejo degenerado antes que se le ocurriera sacar su cosa y metérsela, el viejo casi no sentía los esfuerzos de la nena, solo se daba a chupar, lamer, succionar, mordisquear y luego volver a chupar y seguir chupando.
Anais quien llevaba unos buenos minutos contorsionándose y pataleando para salirse de aquel sofá, ya casi estaba entregada ahora solo sentía como le succionaban las tetas, con sus ojos cerrados se dejaba hacer sin saber qué hacer ni cómo reaccionar, el viejo la estuvo chupando por un buen rato, la jovencita no se dio ni cuenta cuando el depravado ya le tenía la falda subida hasta la altura de su cintura, lo que si sintió fue cuando de pronto percibió que algo se metía por entre sus muslos, como pudo levanto su cabeza para ver como el viejo asqueroso había puesto su mano encima de su vagina y comenzaba a masturbarla por arriba de sus medias y su blanca prenda íntima, hasta que el vejete se separó de sus mojadas tetas para decirle,
–Mira nada mas como estas de mojada putita… jajaja, tus jugos hasta atravesaron la tela de tus calzones y medias pendeja caliente, jajaja, le dijo mientras le mostraba sus arrugados dedos en donde se notaba una reluciente humedad, –Esto significa que tu zorra ya está pidiendo verga a gritos…, jajaja!! No llevo manoseándote ni 15 minutos, y vaya que te calientas muy rápido.
–Eso… eso… no es verdad, le contesto Anais con su voz muy bajita, le extraño que el vejete ya casi no la estaba sujetando y ella ahora no hacía nada por huir de aquel lugar, el viejo notando la pasividad de la tierna chamaca, aprovecho para bajar el cierre de la falda, y luego comenzar a retirársela hacia abajo junto con las medias y la ropa interior, Anais reacciono al instante,
–Nooo!! Eso sí que noooo…!! Por favor don Jilooo no lo hagaaaa…!!!, le decía mientras con sus manos luchaba con las del vejete para que este no terminara por desnudarla por completo,
–Siii, si lo hare preciosura y ya no te hagas la decente conmigo, jejeje se nota que estas desesperada por que te metan la verga, jajajaja, le decía mientras ya había logrado bajarle las vestimentas una buena cantidad de centímetros.
Se vinieron más manoteos y unos buenos jadeos por parte de ambos y la nena ya sintió el aire en su vagina, hiso el último esfuerzo por subirse los calzones, y fue el viejo quien salió victorioso, ya que al notar la férrea resistencia que opuso su joven oponente simplemente se los destrozo junto con las medias, la falda y los zapatos salieron volando y cayeron cerca del escritorio, la había terminado de empelotar.
Anais al saberse desnuda por primera vez en su vida ante la presencia de un hombre solo atino a taparse la cara con sus dos manitas y juntar lo que más pudo sus muslos para proteger lo que sabía que ya estaban a punto de usurpar.
El viejo se lanzó sillón abajo y quedo arrodillado contemplando el soberbio cuerpazo al desnudo de Anais, hace mucho tiempo que el destino no le había provisto un tan suculento bocado de carne fresca y juvenil que él solito ya estaba a minutos de degustar para él solo. Sin dejar de recorrerla en forma lasciva tragaba abundantes cantidades de saliva que se le formaba en la boca, veía esos atrayentes pelitos dorados que escasamente adornaban la pelvis de aquella exquisita criatura, sintió unas tremendas ganas de comérsela, de meterle la verga a la fuerza, culearla hasta la locura, pero sabía que era día sábado, y que ni siquiera era medio día, o sea… tenía todo el tiempo del mundo.
Don Jilo llevo su temblorosa mano al palpitante vientre de la muchacha, al posarla pudo sentir una suavidad jamás sentida en sus resquebrajadas manos, con sus dedos índice y pulgar se dio a jugar con el piercing, era la primera vez que tocaba uno, solo los había visto cuando por Tv miraba a las nenas bailar Axe hace algunos años, y Reggaetón, o cuando veía alguna película porno, su verga pulsaba por la ansiedad de meterse por entre medio de aquellas jóvenes carnes,
–Mmmmm que suavecita que eres pendejaaa… y te ves más rica todavía con esta mamada puesta en tu ombliguito, le decía jugando aun con el piercing entre sus dedos, –Y tu coñito se ve más rico todavía mi amor, se ve limpiecito, bien depiladito como a mí me gustan jejeje, (el viejo no sabía que por naturaleza propia a la joven le salían pocos pelos en la zorra), –No sabía que eras tan maraca para tus cosas jejeje, le continuaba diciendo mientras ya palpaba suavemente con la yema de sus dedos los rubios pelitos encrespados de la vagina de Anais. –Ahora prepárate porque vas a comenzar a disfrutar como una mal nacida, jajajaja!!!.
Dicho esto último don Jilo comenzó a sobarla con sus dos manos, los ojos de Anais lo miraban tratando de adivinar que le haría ahora, en eso vio como la mano del vejete bajaba hacia al medio de sus cerrados muslos para comenzar a tocarla en su rayita muy suavemente, ella desde hace rato que estaba mojada más por la turbación del momento que por realmente sentirse deseosa de que ese vejete asqueroso le hiciera algo, por nada del mundo pensaba en abrirle sus piernas, el viejo por su parte sintió una tibia acuosidad entre los apretados labios vaginales de la chica, así que le dijo,
–Pero mira que caliente me saliste pendeja… tu conchita está más mojada que antes, si hasta parece que te estuvieras miando, jajajaja!!! A la nena entre asustada y asqueada le daba rabia de como ese viejo asqueroso se burlaba de ella, ahora lo veía como se chupaba los dedos luego de volver a meterlos de su rajadita intima, noto que cada vez don Jilo incursionaba más en su panochita y ni se dio cuenta ella misma cuando el caliente maestro sencillamente comenzó a masturbarla, para conocer el mismo y con sus propias manos cada rincón de su inexplorada zorrita.
–Te la siento muy apretada pendeja, dime… alguna vez has probado la verga?, el viejo le consultaba con el vicioso brillo de la maldad saliéndole por los ojos. Anais no le respondió, solo tenía su celeste mirada puesta en cualquier parte del techo de la oficina, –Contesta maldita zorra!!! Le grito el viejo muy enojado, pero aun así ella se negó en darle una respuesta, el viejo como pudo rápidamente se montó sobre su cuerpo a la altura de las tetas y,
–Plaffff!!! Retumbo el certero tortazo en pleno rostro de la chamaca, la chica en el acto comenzó a llorar de susto y dolor, pero esto al viejo no le importo, Plaffff!!! Plaffff!!! Plaffff!!! Plaffff!!!, fueron indeterminadas las feroces bofetadas que Anais siguió recibiendo en el rostro,
–Ahora contéstame perra asquerosa, o te seguiré pegando hasta desfigurarte la cara, al viejo se le habían enrojecido los ojos, y su rostro lo tenía descongestionado, parecía como si en estos momentos fuera un verdadero demonio más que un respetable y serio decano de alguna Universidad, –En mi juventud estuve internado en el hospital psiquiátrico, y tengo carnet de loco…jajaja!!, para que vayas sabiendo tengo doble personalidad, de lunes a viernes soy un serio profesor, pero los fines de semana me vienen mis crisis de calentura y de agresividad si es que no me tomo mis pastillas, y te aviso que hoy no me las tome porque sabía que vendrías, jajajaja!!!, así que si me denuncias estaré solo unas semanas internado en una lujosa clínica, por lo que ahorita me contestas cuando yo te pregunte algo porque si no lo haces soy capaz de matarte, has entendido zorra inmunda, y para que no se te olvide… tomaaaa!!!!….Plaffffffff!!!!!!, resonó la más fieras de las cachetadas que Anais recibió en su angelical carita de niña buena.
–Has probado la vergaaa..!?, te han culeado alguna vezzzz!!???, el viejo estaba salido como un verdadero energúmeno,
–Sniffsss…! Por favor don Jilo ya no me pegue más…Sniffssss, Anais ya tenía su rostro enrojecido por los fieros guantazos recibidos,
–Entonces contéstame putaaaa…!!! te han metido alguna vez la vergaaa!!??
–Noooo… nuncaaaa don Jiloooo, nunca he hecho el amor con nadieeee, sniffssss!!!
–No te estoy preguntando eso putaaa!!, te he preguntado si alguna vez te has puesto a culear con algún chamaco de tu edad… o con el que sea… los ha hecho!!??
–No don Jilooo!! Yo nunca me he puesto a culear con nadie…snifffsss, la joven poco a poco entendía que tenía que contestarle como al viejo le gustaba…
–Jajajaja!! Así está mejor putita… pues hoy día mismo te voy a convertir en mi mujer, jajajaja, te voy a meter la verga mamitaaa…!! Te voy a poner a culear con quien a mí se me ocurra… jajajja!!! todos los fines de semana o cuando a mí se me ocurra… hasta que termines tus estudios en esta prestigiosa Universidad, así que ándate preparando dulzura, porque desde hoy pasas a ser mi puta, terminaras tus estudios puteando en las calles, y culiando con mis amigos…jajajaja!!! Ahora sí que te voy a emputecer zorra asquerosa, jajajaja!!!!
El viejo una vez que termino de poner en conocimiento a la joven de cual ahora serían sus deberes para con él, como pudo se bajó del desnudo cuerpo de Anais, como si la muchacha fuese una muñeca de goma le abrió con fuerzas los muslos, la primera reacción de la joven fue cerrarlas en señal de protección de su vagina, pero con la feroz mirada que le pego don Jilo, recordó que aquello eran parte de sus nuevas obligaciones, así que no le quedó más remedio que dejarle sus bellas piernas abiertas y mostrándole su tajito rosáceo en toda majestuosidad.
El viejo con solo mirar aquella pequeña grieta rosada apenas jaspeada por pelitos rubios comenzó a babear como un mal nacido, abriendo lo que más pudo su pestilente y carnívora bocota se fue acercando hacia ella hasta que se zampo de un puro bocado la hermosa vagina de la muchacha hundiendo su cabeza en aquella rosada fisura de carne y sumergiéndose en las profundidades de aquellos preciosos muslos que estaban abiertos solo para él.
Don Jilo chupaba zorra con ahínco, metía y sacaba su lengua lo que podía en forma rápida, sorbiéndose todos los jugos que la nena ya desde hace rato estaba produciendo por su panochita en forma inconsciente, el viejo chupaba y lamia sin darle tregua, mas parecía un perro lamiendo la comida de un plato, que un hombre practicándole sexo oral a una mujer.
Anais solo se dejaba chupar su cosita con la cara contraída por el asco y la repulsión que le ocasionaba aquel horrendo vejete, se maldecía por el precio que estaba pagando por el error cometido, nunca había dejado que un chico la tocara más de lo necesario, de sus novios anteriores la mayoría le había pedido la prueba de amor, en la cual ella se negó rotundamente, para guardar ese preciado tesoro que ella sabía que poseía para el hombre que se casara con ella, pero todo esto ahora se había ido al traste, la tenían desnuda y abierta de patas con un exaltado viejo con características de psicópata chupándole lo que ella tanto había cuidado y protegido.
En la espaciosa oficina solo se oían los insistentes chapoteos de lengua de don Jilo, acompañados de los continuos reclamos y gimoteos de Anais para que el viejo la dejara tranquila de una buena vez por todas, pero el feliz profesor no estaba dispuesto a parar de chuparla por nada del mundo, esa vagina era un verdadero manjar solo hecho para príncipes se decía para el mismo, y mientras la nena más se quejaba para que la soltaran, el viejo más empeño le ponía en los lengüeteos.
Anais puso atención en la rasposa lengua que la asaltaba en la parte más femenina y bella de su cuerpo, se preguntaba porque a ese viejo le gustaba tanto estarla lamiendo en esa zona, no estaba muy segura si todos los hombres serian iguales, pero se notaba que a este sucio y vil vejete le encantaba, una rara sensación muy parecida a la de los nervios que a veces ella había experimentado en su estómago, se le empezó a instalar en su cuerpo, pero con la diferencia que esta vez no era en su estómago, la sensación se le había ido instalando en su panocha, situación que le alarmaron los sentidos, aquella gratificante sensación por cada segundo que pasaba se iba agudizando, hasta que al mismo ritmo de las lamidas sintió una exquisita secuencia de punzadas que se le instalaron adentro de su coñito, acompañado de unas tremendas ganas de dejar salir algo por su ranurita, nuevamente caía en cuenta que era una sensación muy parecida a como si tuviera verdaderas ganas de mearse.
Ajeno a esto el vejete ya tenía la lengua casi dormida de tanto lengüetear la belleza intima de la chamaca, las mandíbulas ya las tenía totalmente adoloridas de tanto abrirlas y cerrarlas mientras devoraba aquel aromático y místico tajito de carne, se sumía en aquella apretada panocha, al hacerlo movía su cabeza hacia los lados, como también hacia círculos sobre esta siempre intentando adentrar su lengua lo más posible, se notaba a la legua que el viejo la estaba pasando genial mientras se comía el coño de la joven, pero su felicidad fue sublime cuando sus oídos parecieron escuchar un femenino y casi apagado gemido de éxtasis por parte de su compañera sexual.
Y no era para menos, en un principio Anais veía que el viejo tenía su reluciente y arrugada cabeza sumida entre medio de sus muslos que estaban abiertos de par en par, sentía la gorda y resbalosa lengua de este como le acariciaba rápidamente la vagina como si esta fuese una batidora, como a su vez también sentía la helada nariz del vejete rasparse una u otra vez contra su pelvis, sus primeras sensaciones fueron de asco y rechazo, pero ya en estos momentos su sistema neuronal estaba a punto de colapsar antes los continuos cosquilleos y punzadas que desde hace un rato le estaban haciendo sentir en distintas partes de su grácil anatomía, ella no quería, pero su joven cuerpo casi se lo estaba imponiendo, hasta que su mente ya no pudo resistirse más y sencillamente se entregó a las delicias de la carne, sintiendo esa exquisita lengua como le revolvía los caldos que se habían instalado en su vagina y que parecían provenir desde lo más profundo de sus entrañas.
La nena lentamente comenzó a menear su pelvis, en un principio lo hacía muy despacito, no quería que el vejete se diera cuenta que ella ya casi aceptaba que el la estuviera lamiendo, pero todo era tan rico y tan nuevo para ella, que inconscientemente llego al estado de encontrarse moviendo e intentando hacerlo al mismo ritmo en que aquella lengua entraba y salía de su tajito masturbándola y haciéndola gemir ahora más audiblemente, no importándole que el viejo la escuchara, su respiración ya era muy pesada y a la misma vez acelerada, sus fosas nasales se cerraban y sentía que le costaba respirar, a la vez que soltaba unos quejidos ya un poco fuertes y que hicieron que ella se comenzara a moverse en forma más acelerada, siendo participe de todo lo que le estaban haciendo, ahora parecía que como si la nena estuviese poseída por algún ser maligno, y al viejo le gustaba mirarla de como ella gozaba, de cómo retorcía su cintura buscando con su pelvis la punta de su lengua, Anais ya estaba más que caliente, y el vejete ya lo tenía claro.
La chamaca ya no daba más de calentura, pero sentía pena de ella misma por estar sintiendo algo tan rico con un asqueroso hombre que apenas conocía, y que para rematarle tenia desordenes psiquiátricos, en vano intentaba acallar sus gemidos de calentura con una de sus manitas puesta en la boca, estos ya resonaban por toda la oficina del decano, su otra mano que la tenía puesta en la cabeza del vejete en un principio con la finalidad de empujarlo para que ya le dejara de lamer, ahora en forma inconsciente había comenzado a deslizar sus dedos por entre medio de los enmarañados pelos blancos que este tenía por los lados, como si le estuviera haciendo cariño, sus piernas temblaban, se sentía extasiada, por su mente cruzaban miles de imágenes, sus propios gemidos los escuchaba como si estos estuvieran en otra dimensión, mientras se seguía retorciendo de placer en aquel imponente sillón de cuero donde la tenían acostada desnuda, se imaginaba la pestilente boca del viejo pegada a sus rosadas carnes intimas, con sus amarillentos dientes de fumador impregnados por la nicotina arrancando sus carnes vaginales y comiéndosela en total sentido de la palabra, estos últimos pensamientos la llevaron a que fuese ella misma quien agarrara los escasos mechones blancos que el viejo poseía detrás de sus orejas y se lo enterrara con fuerzas en lo más profundo de su zorra, punteándoselo y más bien dicho vulgarmente culeandole la boca con su afiebrado tajito de carne, el maestro estaba encantado con su alumna.
El vejete notando que la chamaca se le había unido a la fiesta, como pudo subió una de sus manos para agarrarle las tetas, se las apretaba, las sobaba, y volvía a apretar con más fuerzas, hasta que Anais sintiendo en sus poros algo que nunca antes había sentido pego una punteada magistral sobre la chapoteante boca de su maestro, uniendo esta acción con un gutural y ronco bramido de hembra siendo satisfacida sexualmente,
–Ahhhhhhhhhhhhyyyyyyyyyyyyyyy!!!!!!!, los jugos explotaron hacia afuera de la vagina de la joven y fueron a dar en forma directa hasta la misma garganta del feliz profesor quien se los bebía como un mendigo perdido en el desierto, el grito se debió haber escuchado en varias de las salas en donde aquel día sábado se estaban realizando clases, Anais luego de haberle mandados otras tres firmes punteadas de zorra en las mismas fauces del viejo aprovechador, poco a poco fue dejando de moverse, hasta que sus tensados muslos se fueron aflojando lentamente, para quedar prácticamente casi desmallada y a patas abiertas en el sillón, por primera vez en su vida había sentido un orgasmo, y este había sido tremendo.
El vejete luego de beberse los abundantes chorros de caldos ácidos y calientes que Anais le regalo desde sus entrañas, solo se quedó observándola tirado aun lado del sillón con su boca rebosantes de fluidos vaginales, estaba claro que el por su parte aun no terminaba con la encantadora y virgen universitaria, solo encendió un cigarrillo y se dedicó a masajearse la verga por sobre el pantalón, mientras admiraba aquel tremendo monumento de mujer que tenía para regodearse en el a su total antojo, y que había conseguido embaucar aprovechándose del candor e inocencia pueblerina de su dueña.
Luego de unos 10 minutos existía un silencio casi sepulcral al interior de la oficina, Anais continuaba con sus muslos abiertos, y de sus ojos caían lágrimas de rabia por haberse permitido sentir algo tan rico con un viejo de tan malos sentimientos, su respiración ya había vuelto a la normalidad, los espasmos habían desaparecido, y la sensación de placer en todo su curvilíneo cuerpo también se había extinguido, pero no del todo. Hasta que sintió la avejentada y desagradable voz del jefe de carrera hablarle.
–Me doy cuenta que disfrutaste la chupada de zorra que te pegue verdad putita?, jejeje, te quejas y gimes muy rico lindura, me hiciste sentir que a pesar de mi edad aun me la puedo con una zorra lujuriosa como tú, Mmmmm aun recuero el sabor de los meados que me soltaste por la concha, de verdad que fue un honor habérmelos bebido, jejeje, recién salidos y manufacturados desde tu zorrita, no recuerdo haberme bebido unos mejores y más calientitos que los tuyos, así que para la próxima que me los sueltes avísame para poner dos vasos y así podríamos hacer un brindis los dos juntos, ya que los sueltas a chorros, te parece preciosa?, jajajaja!!!.
El vejete viendo que la nena ni siquiera se dignaba a mirarlo cuando él hablaba, puso en práctica lo que él deseaba hacerle desde hace rato, –Mmmmm veo que ya has descansado lo suficiente, así que ahora terminaremos lo que hemos empezado. Anais en forma espantada vio como el vejete diciendo esto último se puso de pie y ya comenzaba a sacarse la ropa, lo supo al instante… se la iban a culear.
La estupefacción y el cansancio no le dieron tiempo a reaccionar a la rubia muchachita. Luego de ver en forma despavorida como ese obeso y fofo cuerpo desnudo lleno de pelos canosos terminaba de empelotarse al frente de sus ojos, algo la hiso bajar su vista hacia esa parte en que ella sabía que estaba la asquerosidad que le iban a meter, pero lo que vio fue algo más repugnante y repulsivo todavía, el viejo tenía una gran mata de gruesos pelos plomos tirando para blancos, y entre medio de esta abundante y grotesca maraña de pendejos largos y semi encrespados una verga totalmente parada, el vejete no la tenía grande ni corta, entre 10 o 15 centímetros más que eso no era, pero para la nena era suficiente para casi desmallarse al imaginarse que esa asquerosidad que pulsaba rápidamente de desesperación estaba solo a minutos de hacer ingreso al interior de su cuerpo.
Don Jilo viendo que la hembra casi no se había movido pensó que tal vez ella también lo deseaba, en la forma más normal del mundo se subió al sillón y se acomodó entre medio de esos muslos abiertos que parecían estar esperándolo.
Anais nuevamente comenzaba a llorar por lo que le iba a suceder, sintiendo el peso del cuerpo del hombre que la iba a convertir en mujer echarse sobre el suyo, casi sin aire le quiso solicitar,
–Por favor don Jilooo… sniffssss, no me lo haga… mi sueño era llegar virgen al matrimonio, sniffssss…
–Jajajajaja, no me salgas con esas mamadas, esas son solo pendejadas de zorrasss románticas chamaca… y tú no estás para eso, además que ya estás en edad de recibir la verga… y eso es lo que harás desde hoy día… recibirás verga por todos tus orificios…jajaja, así que relájate y disfruta porque en este mismo momento te la voy a meter, jajajaja te estoy estrenando cosita rica, y todo gracias a que te gastaste la plata de la U, jajajaja!!!! Diciendo esto último el viejo poso su erecto falo en la íntima y nunca antes vulnerada entrada intima de Anais.
–Nooooo…!! Por favor no lo hagaaa!!, ahhhhgggg!!!, gimió de dolor Anais cuando sintió la primera compresión de carne sobre la entrada de su vagina…
–Siii pendeja… tu tranquilita que ya vas a ver de lo muy rico que vas a sentir, jejeje, ganaremos mucha lana cuando andes prestando la zorra por dinero y parada en las esquinas…, deberías estarme agradecida de todo lo que te estoy enseñando gratis, jajajaja, quizás hasta abandones los estudios para dedicarte a andar culeando por los callejones jajajaja… Uffff que apretadas la tienes putaaaaa!!!, el viejo ya le había propinado tres empujones sin lograr ni siquiera meterle un solo centímetro de verga al interior de su panochita.
–Profesorrrr…!! Ya noooo…!! me duele muchooooo…!! Sniffssss… salgase… dejemeee… sniffsssss!!!
–Jajajaja… relájate y distiéndeme los músculos de la zorra pendeja… desde hoy tú me perteneces, y este es solo el comienzo putita, no sabes cuantas veces me eh corrido la paja viendo tu foto de la ficha académica, jajaja, tendremos que sacar una nueva por que la actual ya la tengo toda moqueada de las veces que me corrí en ella cuando te imaginaba follandote aquí mismito de donde te tengo ahora, ahí te voy pendeja…aguantaaaa…!!
Anais no daba crédito de todo lo que le estaba sucediendo, las morbosas palabrotas del viejo que estaba dando su vida por follarsela le causaban un profundo asco, pero lo que más repulsión le causaba era imaginarse al viejo masturbándose mirando su fotografía de la ficha académica, de pronto cuando sintió otra feroz pero fallida arremetida contra su vagina, vio al vejete como se echaba sobre ella con todo el peso de su cuerpo, en donde la comenzó a besar en el cuello y en la cara, sentía los gruesos pelos del pecho pegársele en las suavidades de sus tetas, la nena desde hace rato que traspiraba, por los continuos jadeos que hacia cuando intentaba escabullírsele al desalmado vejestorio, pero sus esfuerzos no hacían mella con las fuerzas del profesor Jilo, ya viendo que casi no tenía escapatoria simplemente se puso a llorar más audiblemente que antes, pensó que ya todo estaba perdido,
– Déjemeee don Jiloooo…!! Snifffs… Ahhh… Me está lastimandooo… Sniffsss!!!…… auxilio por favor… me están violandoooooo!!!, grito como última medida de salvación…
– Jajajaja!! Eso putita… gritaaaa!!!, gritaaaaa todo lo que quieras…!!! Ya te dije que eso me enerva y me calienta aun masssss…, Jajajajaja!!!! Eres una criatura riquísima… una verdadera hembra en todas sus letras…, le decía el vejete totalmente poseído por la calentura.
El viejo le mando el más firme de todos los empujones que ya le había propinado, y cuando sintió una leve sensación de como si los apretados labios vaginales de la chamaca se fuesen por fin a abrir para él, su verga ya no aguanto más, haciendo que su dueño sintiera algo tan exquisito al imaginarse las tibiezas que lo esperaban al interior de aquel infartante cuerpazo que él ya quería poseer, que acompañado de un ahogado y sufrido grito de placer le mando tres sendos lecherazos que impactaron en el vientre de Anais, ensuciándola y regándola con tres gruesos cordones de blanco semen, el primero le llego casi hasta la altura de las tetas, el segundo y el tercero a su ombligo, el piercing se perdió ante las blancas condensaciones que impactaron en él, otras 4 chorreadas de menor potencia pero si muy espesas, escurrieron desde la verga del vejete para caer y bañar los rubios pelitos crespos de la vagina de la joven, el apesumbrado vejestorio aún estaba con los ojos en blanco por la emoción.
Estos 4 últimos goterones de semen tal como ya se dijo cayeron en forma acompasada sobre los dorados pelitos íntimos de la escandalizada nena al estar viendo ella misma y con sus propios ojos como aquel esperpento humano se corría asquerosamente sobre su cuerpo. Su pelvis y su escaso bello íntimo quedaron bañados de la inmundicia varonil del casi anciano y caliente profesor.
El viejo luego de haberse recuperado de aquel fatídico orgasmo, se hecho de mal humor a un lado del cuerpo de la joven, había quedado insatisfecho, se corrió antes de abrirla y metérselo, luego de unos minutos refunfuñando se paró del sillón y comenzó a vestirse.
La nena por su parte con sus ojos llorosos no sabía que hacer su vientre estaba bañado en semen del vejete, lo sentía pegajoso, y expelía un extraño y fuerte olor que ella nunca antes en su vida había sentido.
–Límpiate con eso y vístete, le ordeno don Jilo a una psicológicamente destruida Anais, a la vez que le lanzaba sus destrozados calzones blancos.
La joven como pudo limpio su cuerpo con su destrozada ropa íntima de aquel asqueroso liquido blanco con el cual la habían impregnado, en silencio se puso el resto de su ropa, las medias también habían quedado inutilizables.
Cuando la estudiante intento recoger sus libros para retirarse, supo que aún faltaba mucho para que su profesor la dejara tranquila.
–Deja tus libros aquí en mi oficina el lunes los puedes venir a retirar, ahorita mismo nos largamos a pasar el fin de semana juntos, jajajaja!!!
–Profesor… me quiero ir a mi casa… me duele todo el cuerpo…
–Me importa una verga como te sientas…!!, además que aun ni siquiera te he metido la verga, no sé de qué te quejas tanto,
–Señor…mis tíos se pueden preocupar si no llego a la casa…
–Pues diles que te quedaras a estudiar en la casa de alguna compañera… no son esas las zorrerías que ustedes las putas inventan cuando se quieren ir de parranda con los estúpidos chamacos que conocen… además que me da lo mismo si avisas o no, la cosa es que ahora iremos a mi casa para que te bañes, luego iremos a comprarte unos trapitos que yo quiero que uses, ya que en la tarde iremos a una fiesta con unos amigos, jajajaja!!!!
–Don Jilo… por favor déjeme ir… ya fue suficiente… además que he decidido irme a mi pueblo, ya no quiero seguir estudiando en esta universidad, así que no se moleste en darme más plazo,
–No pendeja…! te equivocas…!! si no quieres seguir estudiando es problema tuyo, la cosa es que desde ahora tu eres mi putita…, Anais se fijaba como los hoyos de la tremenda nariz del viejo se abrían y se cerraban a medida que este le hablaba, esta parecía que fuera la de un pelicano, esa sensación le daba a ella, el viejo continuaba hablando, –Y lo que no pude hacerte esta mañana si lo hare esta misma noche y en mi casa, y cuando yo me sienta totalmente saciado de tu cuerpo y de todos tus agujeros te llevare a putear por las calles hasta que reúnas el dinero que me debes, yo pagare tu deuda, así que a quien le debes desde este momento es a mí, te queda claro dulzura?, el viejo la miraba con una cara llena de maldad…
–Don Jilo de verdad que se lo agradezco pero no necesito que Ud. pague mi deuda, solo me iré y no le diré a nadie de lo que me hiso, se lo juro…
–Acaso piensas que soy un pendejooo!!!, ves esa cámara que está en esa esquina, el viejo camino rápidamente hacia donde estaba puesta la cámara que aún seguía grabando, –Que crees que pensaran tus papis cuando vean el video que acabamos de grabar los dos juntos pendeja, verán como casi te measte de calentura en mi boca cuando te fuiste cortada jajajaja!!!…
Anais como una verdadera zombi se volvió a sentar en el sillón donde casi se la violan, se llevó sus dos manitas hacia su cara, luego las perdió en el follaje de sus aromáticos y semi ondulados cabellos rubios pensando en todo lo que le había aclarado el chantajeador de su profesor, pensaba en la reacción de sus padres al ver ese escandaloso video, que dirían al saber que a su hija la habían expulsado de la Universidad por haberse gastado el dinero de las mensualidades y por andar acostándose con profesores?.
Un fuerte nudo se le formo en la garganta, en eso sintió cuando el viejo la tomo poderosamente del brazo casi arrastrándola para llevársela a donde a él le diera la gana, y ella simplemente se dejó llevar, su suerte ya estaba echada.
Una vez que salieron del campus universitario, el viejo hiso parar un taxi en donde se subió en compañía de una casi muda Anais, el joven taxista dio por hecho que la pareja que acababa de subir era una nena con su abuelito, y que este seguro que la había ido a matricular ya que los tomo a la salida de una casa de estudios, determino que la joven era dueña de una belleza inigualable, pero en su semblante denotaba que iba triste muy triste, a lo mejor no les había ido bien en el proceso de selección, cosa común en universidades tan remilgadas como lo era aquella en donde los había tomado.
Una vez que se bajaron del taxi, don Jilo la llevo a su departamento, este era pequeño y se encontraba en un buen sector residencial, estaba bien para un viejo solterón como el, a pesar de su fea apariencia el viejo vivía en forma decente, así por lo menos lo vio Anais, mientras se bañaba la joven temía que en cualquier momento el viejo se le metiera en la ducha y se la follara ahí mismo al interior del baño, o que este cambiara de opinión y la obligara a acostarse con él ya que estaban en su propia casa, pero esto no sucedió.
Cuando Anais salió del baño don Jilo la estaba esperando, listo para volver a salir, la nena se dio cuenta que el viejo se había cambiado de ropas. Cruzaron casi todo el centro con Anais tomada de la mano del viejo, ya desde hace rato que había pasado el mediodía, y la nena iba preocupada ya que ni se imaginaba para que parte la llevaba ese siniestro vejete, que prácticamente en solo un par de horas se había adueñado de su vida.
Ingresaron a un céntrico edificio, ella solo lo seguía en silencio, bajaron por unas escaleras mecánicas, el edificio estaba muy concurrido de gentes que realizaban compras o se encontraban haciendo algún tipo de trámite.
Anais conocía aquel edificio, ya que en muchas oportunidades había concurrido a este a comprar ropa en los pisos superiores, una vez que bajaron la joven se dio cuenta que en aquel subterráneo también habían variados locales comerciales, pero a medida que más avanzaban por los pasillos, los locales iban cambiando de giro, hasta que al doblar al fondo de la galería subterránea, se dio cuenta que en este sector estaba plagado de night clubs, que aún no abrían sus puertas a la clientela, no entendía muy bien por qué el viejo la llevaba por aquellos lugares, ¿acaso este viejo desgraciado pensaba convertirla en prostituta en este mismo día?, se preguntaba en el momento en que nuevamente estaba a punto de largarse a llorar.
Hasta que llegaron a destino, el viejo la metió al interior de un Sex Shop, la joven quedo ensimismada viendo todas aquellas luces rojas y verdes que iluminaban las vitrinas del lugar, Anais daba gracias a Dios que el local estuviese vacío a esas horas de la tarde, hasta que nuevamente escucho la vos de su caliente profesor,
–Espérame aquí pendeja, y no se te ocurra largarte, o si no nuestro video terminara a la venta en este mismo local, jejejeje, no sin antes mandar una buena cantidad de copias gratis a la sucursal de tu pueblo, jejeje, así tu papis sabrían que su hija llego al estrellato en la capital, jajajaja!!!!
Anais vio como el viejo hablaba con mucha confianza con un tipo que parecía ser el dueño de aquel antro, los vio que cuando conversaban la miraban y se reían, obviamente se estaban burlando de ella y ya imaginaba lo que le podía estar diciendo don Jilo a ese otro tipejo, le dieron unas tremendas ganas de ir ella misma donde ese viejo asqueroso y apretarle su nariz de pajarraco, pero solo se volteo dándoles la espaldas, lo que le llamo mucho la atención y la descolocaban era ver la enorme cantidad de películas xxx que ahí se exhibían para la venta, y unos sachets que contenían en su interior unas vergas plásticas de distintos tipos de tamaño y colores, había oído hablar a sus amigas y compañeras de U de los famosos consoladores, y este día los veía en vivo y en directo, a fin de cuentas aquel exótico lugar le daba miedo por las perversidades que ahí se vendían.
De pronto la asustada Anais vio que su profesor le indicaba a que se acercara a donde estaban ellos, el hombre que lo acompañaba tenía pinta de chulo, sobre todo por un delgado bigotillo que se dejaba.
–Qué medidas tienes pendeja!?, jejeje…
Anais se sorprendió por el tipo de pregunta que le estaba haciendo don Jilo, no sabía que contestarle, ella nunca había puesto atención a sus “medidas”…
–Esteee ehhh… no lo sé don Jilooo…, le contesto muerta por la vergüenza ya que el otro tipo extraño no paraba de mirarles las tetas debajo de su camiseta blanca…
–Tómale tú mismo las medidas Brandon jejeje,
Anais ahí se enteró del nombre de aquel sujeto, se llamaba Brandon.
Brandon saco de abajo del mesón una huincha amarilla de esa que usan las costureras y procedió sin ni siquiera decirle permiso a tomar sus medidas anatómicas…
–Mmmm… a ver a ver… 86 en las tetas…, dijo Brandon con cara de ser un experto en la materia, para luego continuar, –De cintura tenemos 61… y 89 de culo… –Es bien caderona la puta… pero sí, creo que tengo algo para ella. Luego de decir esto último desapareció por detrás de una cortina…
–Don Jilo… de que se trata todo esto…?, Anais estaba muy preocupada al no tener ni la más mínima idea de los planes que el vejete tenia para ella…
–Tu cállate putaaa!… solo te voy a comprar ropa… hoy iremos a una fiesta en el club de unos amigos y quiero que te veas bien putona… mañana volverás a tu casa y te puedes dedicar a tus asuntos hasta el viernes…tus fines de semana son míos… te queda claro zorraaaa!!!
Anais a la misma vez que tragaba saliva solamente asintió muy avergonzada, sabía que no sacaba nada con intentar de suplicarle compasión a ese viejo desgraciado que estaba haciendo lo que él quería con ella.
Brandon aprecio con dos cajas por la misma puerta por la cual había desaparecido, don Jilo las tomo y se llevó a la joven a una especie de probador, le pasó una de las cajas a la joven y le dijo,
–Pruébate esto… cuando estés lista nos avisas para ver cómo te queda…
Ya estando sola al interior del pequeño probador, la joven abrió la caja y lo que vio la puso aún más nerviosa, era un pequeño conjunto de portaligas, con unos calzoncitos y bracier, todo de color negro…
–Estas listaaa!!, lo pastosa voz del profesor la estaba apurando. La avergonzada chamaca supo que eso era lo que tenía que ponerse, al menos no iba a andar sin calzones como lo estaba haciendo hasta este momento, eso le dio un poco de seguridad.
–Nooo!, aun no!!, espere… ya casi…
–Cuando estés en condiciones ve al mesón ahí te esperaremos, y apúrate!!
Rápidamente se deshizo de la falda y la polera y procedió a ponerse el erótico conjunto, las finas piezas de encaje negro, le quedaban a la perfección, al parecer Brandon sabía hacer muy bien su trabajo, se lamentaba la situación en que debería lucir estas prendas, ya que siempre había tenido la intención de alguna vez usarlas para el hombre del cual verdaderamente hubiese estado enamorada. Una vez que ya estuvo en condiciones, tomo aire y se propuso a salir del probador,
Don Jilo y Brandon vieron cuando se abrió la puerta del cubículo, y lo que vieron fue como si estuviesen presenciando un verdadero encuentro cercano del 3° tipo, aquella tremenda Diosa rubia, de cara angelical y ojos celestes que se les acercaba con aquel precioso conjunto de portaligas negros no pertenecía a este mundo, la veían tal cual como era ella, un verdadero prodigio de mujer, ambos balbuceaban palabras lujuriosas apenas perceptibles para el oído humano, hasta que la hermosa nena que los cautivaba estuvo a medio metro de donde estaban ellos. Don Jilo fue el primero que saco el habla,
–Te lo dije Brandon… no esta buena la putita!?, jejejeje…
Brandon solo gesticulaba con sus mandíbulas abriéndolas y cerrándolas, el bigotito se le movía como una culebra, al pobre no le salía el habla ya que su vista no la podía sacar del pequeño triangulo de tela negra que apenas cubría lo justo para que a la nena no se le asomaran el nacimiento de los primeros pelitos dorados que ella poseía en su parte intima.
–Esta buenisimaaaa, fue lo primero que dijo el Brandon una vez recuperado, sin dejar de comérsela con cara de violador, –Y de dónde sacaste a esta puta…!!!
–Es una alumna… estaba un poco falta de dinero, y yo la estoy ayudando, jajaja!!!
Anais viendo y escuchando como esos dos pervertidos hablaban de ella, solamente llevo su dedo índice a su labio inferior mirando hacia el piso, demostrando lo muy nerviosa que se encontraba por estarse exhibiendo en esas condiciones ante un viejo casi anciano, y otro que por primera vez en su vida lo veía…
–Cuanto cobras por la hora zorraaaa!?, le consulto Brandon a la rubia chamaca, para ver si se podía pegar un raund con ella antes que el viejo se la llevara…
–Esteeee… ehhhh yo no seeee…
–Por ahora no está a la venta pendejo!, interrumpió el viejo profesor a Anais que no sabía que contestar ante tan salida pregunta, para luego continuar, –Así que no te hagas ilusiones, confórmate con haber visto la mercadería en su envase original, jajajaja!!!
–Y para cuándo estará entonces!?, consultaba Brandon quien ahora la rodeaba lentamente sin quietarle los ojos de su triangulito, y del suave culo que mostraba la nena, su reluciente piel dorada se veía apetitosa entremedio de los ligueros negros que parecían que se cortarían en cualquier momento de lo tensados en que se veían, o al más mínimo movimiento que hiciera Anais…
–Aun no lo sé… por ahora esta putilla es mía… cuando esté lista para ser emputecida profesionalmente te la puedo traer, si quieres ahí te la dejo por un fin de semana completo, el precio lo podemos conversar, pero será muy barato, así que no te preocupes, jajajaja…
La segunda caja contenía lo que parecía ser un pequeño trozo de tela roja, Anais ya estando nuevamente en el probador, descubrió que esa pequeña prenda era un mini vestido, el cual se le encajo en su cuerpo como si este hubiese sido hecho a su misma medida.
Nuevamente la imagen de aquella joven Diosa era de infarto, el ajustado vestido rojo parecía aumentar las voluptuosidades que se gastaba la tierna estudiante, sus marcadas curvas en la parte de las caderas y cintura parecían llamar a las manos de cualquier macho para que la manosearan bien manoseada, don Jilo a estas alturas ya se sentía capaz de nuevamente darle guerra a esa tremenda chamaca que aún se mantenía virgen, esta noche sí que no se le escaparía, solo iría a pavonearse con aquella rubita delante de sus amigos, y luego de beberse unos buenos tragos se la llevaría hasta su casa en donde pretendía estarla follando por lo menos hasta la tarde del día Domingo, el viejo ya se sobaba las manos al saber que tenía bajo sus garras a toda esa carne de primer corte que le había caído del cielo.
Antes de retirarse del Sex Shop Brandon le consulto al vejete,
–Y que hago con su ropa!?
–Me da lo mismo… si quieres bótala!, jajajaja!!, una vez dicho esto último don Gilo tomo a la joven del brazo y la saco de ese lugar.
Una vez que el viejo profesor con Anais llegaron al “Club”, la joven se dio cuenta que este era solamente un vulgar antro muy parecido a una taberna, situación que la rubia chamaca ya había intuido, ya que el trayecto que hicieron nuevamente en otro taxi, la nena se fijó que el sector en que estaban era de lo más marginal y ordinario de lo que ella podía imaginar, al bajarse del vehículo los ojos de la joven dieron un rápido recorrido al sector, el antro estaba ubicado al interior de una callejuela muy angosta, en las veredas ya se podía ver que en las puertas de unos locales habían grupos de mujeres todas vestidas de como si estuviesen listas y dispuesta para irse de parranda, se fijó en los letreros que ya estaban encendidos parpadeaban con la palabra “HOTEL”, la pobre ni siquiera sabía en qué parte de la ciudad estaba parada.
–Ni se te vaya a ocurrir intentar escaparte pendeja, este barrio es muy peligroso, y los más seguro que te ocurriría si sales sola de aquí, es que te culien en un callejón o te lleven presa por puta, jejeje… pero tranquila y pasemos, lo vamos a pasar re bien ya veras, jejejeje…
Anais pensaba que como era posible que aquel señor que hasta solo el día de ayer ella lo veía como un serio profesor Universitario fuera tan desquiciado, se suponía que tenía conocimientos de leyes, por algo era el jefe de la carrera, además que ella muchas veces lo vio conversando con alumnos, y su vocabulario era el de un verdadero académico, nunca se imaginó que este asqueroso y pervertido viejo tenía una doble vida, cada vez se convencía más que eso de su extraña enfermedad era cierto, muy raro, pero cierto.
Al ingresar al antro a la Universitaria casi se le nublaron los ojos por el intenso humo y olor a tabaco, todo olía a alcohol rancio, la música que predominaba en esos momentos eran rancheras de Antonio Aguilar, aquel lugar estaba lleno de hombres borrachos, y de otros que jugaban al domino sentados en las mesas, atendidos por unas mujeres vestidas no tan sugerentes como las que había visto en la calle, pero si mostrando una buena parte de sus fláccidas carnes, notándose en sus rostro muestras de cansancio y de como si estuviesen heridas del alma.
Mientras caminaba tomada de la mano por don Jilo, todos los viejos se la quedaron mirando con cara de perros con rabia, no estaban acostumbrados a ver hembras de ese calibre por aquellos lugares, Anais solo miraba al suelo, esos hombres la intimidaban con sus lujuriosas miradas.
Mientras don Jilo consultaba por alguien en la barra, la nena vio como un extraño personaje no dejaba de mirarla de pies a cabeza, era un hombre más o menos joven, también era moreno, pero parecía estar más ennegrecido por la mugre que por la tez oscura tez de sus pellejos, era de abundante pelo crespo y enmarañado, en su rostro demacrado por los excesos le resaltaban unas llamativas ojeras, daba el aspecto que llevaba por lo menos una semana sin dormir ni bañarse, vestía en forma ordinaria, jeans azules y desgastados que le quedaban un poco grandes, con una camisa que pretendía ser blanca pero que estaba percudida por la tierra y la traspiración, y con una chulesca chaqueta de cuero negra abierta, que hacia distinguirse de los demás, de unos 30 años según lo calculaba Anais, sus zapatillas Nike estaban todas rotosas, pero para su dueño así estaban bien.
Este asqueroso y mugriento tipejo estaba parado justo al lado de ella mientras el vejete conversaba algo con el hombre que atendía la barra, la estudiante quedo asombrada y asustada por lo que sus ojitos celestes estaban viendo.
Por su parte cuando el vulgar hombre que tenía toda pinta de ser un maleante vio que la joven hembra que venía acompañada por don Jilo lo estaba mirando, este siempre sonriéndole con una sonrisa de maldad que reflejaban sus oscuros ojos, y mostrándole un reluciente diente de oro que engalanaba su amarillenta dentadura llevo el billete que tenía enrollado en sus manos que eran más mugrientas todavía, hasta la altura de su nariz para luego inhalar un polvo de color blanco que había en el sucio mesón.
Luego de haber consumido la droga, el vicioso delincuente después de mover la cabeza en forma extraña según lo vio Anais, se atrevió a hablarle a la hembrota de vestido rojo que en esos momentos acompañaba a don Jilo,
–Hola muñeca… me llamo Gregorio…, pero por aquí me conocen como el flaco Gregorio, desde cuando que trabajas por aquí putilla…?, le decía mientras no paraba de comérsela con su caliente y exaltada mirada de adicto a las drogas…
–Ehhh… buenas tardes don Gregorio yo no trabajo… soy estudiante…
–Jejejeje… se nota que no eres de por aquí cosita rica… cuanto me cobras por botar a ese vejestorio que anda contigo e ir a acostarte conmigo… tengo mucha droga… nos podríamos drogar juntos, y después lo pasaríamos muy rico… o si quieres te puedo pagar la follada con mercancía… que me dices putaaa, tienes un culo espectacular, y yo ya te lo quiero probar,
–Yo no consumo drogas señor, Anais estaba muy asustada el tipo ya se le había acercado bastante y sentía en sus narices el apestoso olor boca y a cuerpo sin asear…
Don Jilo al percatarse de que el flaco Gregorio, un conocido micro traficante de poca monta de aquel lugar, estaba acosando a su hembra, quiso ponerlo en su lugar en el acto,
–Que te pasa pendejo… esta mujer no está a la venta… A propósito andas con mercancía…?
–De la mejor anciano…cuanto va a querer,
–Dame 10 bolsas hoy la fiesta será en grande y hasta bien tarde, jajajaja, le decía don Jilo al traficante, refiriéndose a lo de bien tarde debido al tipo de hembra que lo acompañaba, el delincuente no le quitaba los ojos de encima a esa angelical nena de cabellos dorados, que se gastaba un tremendo cuerpo lleno de curvas lujuriosas, el flaco Gregorio nunca en su vida había probado el cuerpo de una jovencita tan encomiable como la que se estaba devorando con sus exaltados ojos de vicioso en esos momentos, ese tipo de putas no se veían por aquellos sectores, así que decidió que a esta la iba probar sí o sí, ya vería la forma de hacerse de ella.
Una vez que hicieron el intercambio de dinero y de droga, el flaco Gregorio vio como el viejo Gilo se llevaba a esa mamasota hacia el privado, en donde lo esperaban sus amigos, el maleante preso por los deseos carnales que la joven había despertado en su caliente y desequilibrado temperamento, se lamentaba de no tener tal status como para el también haber estado junto con ellos disfrutando de ese joven cuerpo femenino tan lleno de vida.
Una vez que estuvieron en el privado y cuando el vejete cerró la puerta de este, Anais vio que en este el olor a cigarrillo era más pesado aun, al ser un espacio cerrado y de menor tamaño, los 6 vejetes que ahí estaban encerrados jugando al póker, se pararon a saludar a los recién llegados.
La chamaca vio una gran cantidad de dinero en la mesa, fichas de múltiples colores, botellas de wiski, de cervezas y de distintos tipos de tragos, a un lado y solo a un metro de donde estaba la mesa había una especie de pequeño escenario alfombrado y de color morado oscuro, con espejos en el muro y con un caño, sus apreciaciones fueron alteradas por la pastosa voz del viejo,
–Como les baila a la tropa de viejos califas, jajajaja, miren el regalito que les traigo, dijo al mismo tiempo que exhibía a Anais enfundada en el vestido rojo y en todo el esplendor de su juventud,
Anais los vio uno por uno, muy sorprendida se dio cuenta que tres de ellos eran profesores de la Universidad, a los otros tres no los había visto nunca,
–Yo conozco a esta niña…!, dijo uno de los reunidos, –Pero si es alumna de mi clase…!, que mierda estás haciendo aquí pendeja, si a estas horas deberías estar haciendo un trabajo que te di para el lunes, jajajajaja!!!!, todos los vejetes se miraron y reían en coro, mientras la pobre Anais se ponía roja como un tomate y no hallaba donde meterse, para que esos calientes viejos no la siguieran mirando de la forma en que lo estaban haciendo…
–Salúdalos a todos, pendeja…, le ordeno don Jilo a su estudiante…
La joven saludo con un beso en la cara a cada uno de aquellos salidos hombres, todos casados y con hijos incluso mayores que Anais, estos ahora y después de la primera impresión recibida ante semejante beldad, la saludaban adoptando reacciones de como si ellos tuvieran la misma edad que la joven, no falto el que le quiso tocar el culo cuando la nena los saludaba, Anais rápidamente le saco la mano de su trasero y se puso a la defensiva,
–No me toque viejo cochino!!, le exclamo la asustada joven mirándolo con cara de angustia y de asco, como también miraba a don Jilo para ver si el intercedía por ella,
–Que te pasa putilla no es eso a lo que viniste acaso!?, creo que tendré que mandar a llamar a tu apoderado, jajajaja!!! Reían nuevamente todos los viejos incluyendo a don Jilo, que no hacía nada por defender a la joven, hasta que una vez que terminaron de reírse de Anais, fue el jefe de carrera quien puso orden en el asunto,
–A ver camaradas, se aceptan todo tipo de manoseos siempre y cuando sean por encima de la ropa, en las piernas solo una cuarta más arriba de la rodilla, pero nada de cachondeos, besuqueos ni cosas raras, esta putilla aun esta en rodaje, y la traje para que nos sirva los tragos, y si se portan bien hare que nos regale un baile, ahora a jugar póker se ha dicho, jajajaja!!!!, –Y tu zorra con cara de pendeja… ahí está el bar tienes que mantenernos los vasos llenos de trago, y limpiarnos los ceniceros, también tienes que preocuparte de la música, en esa pared están los controles, puedes beber lo que te apetezca, cuando te encuentres desocupada debes esperar en el escenario, y trátame bien a don Braulio que es el dueño de este lugar y muy amigo mío, ahora menea ese culo, que para eso te traje, jajajaja!!!!
Don Braulio que era un tremendo hombre con cara de Nerd, sufría de obesidad mórbida y se peinaba hacia un lado, este le levanto la mano a Anais para que supiera que era el quien tenía un poquito más de privilegios que los demás.
Todos los vejetes le agradecían a don Jilo por semejante chamaca que les había traído, y lo felicitaban por tener tan buen gusto, mientras jugaban la primera partida de póker el vejete les comentaba los pormenores de todo lo que hiso para poder adueñarse de la chica, los viejos lo escuchaban atentos como si estuviesen en el más importante seminario académico.
Anais mientras les servía trago, limpiaba ceniceros y encendía cigarrillos para los viejos, pensaba en todo lo que le había sucedido en este día, casi se la habían violado, había sufrido un orgasmo, el primero de su vida mientras un asqueroso viejo le lamia en forma forzada su vagina, la habían vestido de puta en un sex shop, y ahora esto último que casi la estaba haciendo de zorra para un grupo de viejos desconocidos para ella, ya los 6 viejos le habían tocado su trasero y las piernas, y ella solamente se tenía que dejar, para que a don Jilo no se le fuese a ocurrir llamar sus padres y darle conocimiento de los problemas en que ella andaba metida, conocía bien a sus progenitores y sabía que la condenarían por haberse gastado el dinero de la U, y del resto obviamente no le creerían a ella le darían la razón al jefe de carrera, todo esto pensaba mientras servía y limpiaba los ceniceros de los jugadores mientras sentía en sus piernas grasientas manos que la sobaban con desesperación antes de que ella se separara de la mesa.
–Oye Gilberto aún queda mucha noche por delante, son recién las 9 de la noche y esa puta aun no nos muestra nada, que tal si haces que nos baile un poco, así aprovechamos para descansar la mente un rato.
Anais al escuchar la caliente solicitud que le hacía don Braulio a su amigo, se quedó mirando con turbación a don Jilo, con solo ver el extraño brillo en sus ojos ese mismo que ella ya había visto esa misma mañana supo cuál sería la respuesta del vejete,
–Ya escuchaste a don Braulio zorra, al escenario y a mover ese tremendo culo que te gastas,
–Don Jilooo… por favor… noooo… yo no estoy acostumbrada a esto… ya es suficienteeee… es tarde y me quiero irrrr. La joven notando la pasividad del viejo que le estaba destruyendo la vida, miro a los demás para continuar con sus suplicas, –Por favor ayudenmeeee, este hombre me está obligando a hacer todo esto, les decía la acongojada jovencita a los demás vejetes para ver si alguno se compadecería de ella y la salvaban de tales humillaciones…
Don Jilo ya no aguantando más tanta mamada de suplicas, se levantó de su lugar y fue acercándose a Anais que con solo verle la animalesca expresión de su rostro se le quitaron en forma instantánea las ganas de seguir pidiendo ayuda, la joven comenzó a retroceder, a la vez que le suplicaba presa por el pánico,
–Nooo… no por favor don Jilo no me vaya a pe… ¡¡¡Plaffffff!!!, resonó el firme y fuerte bofetazo en el rostro, Anais armándose de valor y para demostrarle que ella ya había entendido se quiso comprometer en la causa, –Don Jilo ya no me pegue…ya le enetend… ¡¡¡Plaffffff!!!, fue el segundo, la chica fue a dar al piso que estaba todo sucio con restos de tragos, mugres y un sin fin de colillas de cigarrillos, tirada en el piso, y aun no recuperada, sintió cuando fue tomada de sus rubios cabellos y sin tener tiempo a nada el exaltado vejete, la arrastro hacia el pequeño escenario en donde la hiso que se parara para luego de ponerla contra el muro, asestarle otro tortazo aún más fuerte, ¡¡¡Plaffffff!!!, Anais quedo agachada y temblando de estupor tapándose la cara a la espera a que la siguieran zurrando, para su suerte escucho la voz del vejete, a la vez que nuevamente la hacía ponerse de pie agarrada de sus cabellos, el viejo le vociferaba a solo un centímetro de su cara,
–Escucha bien perra asquerosa, tu aquí estas para hacer todas las zorrerías que nosotros te pidamos… así que ahora tienes 5 minutos para ir a servirnos los vasos, nos enciendes un cigarrillo a cada uno, pones música y nos bailas hasta que te quedes encuerada, entendisteee!!!!
–Si, si don Jiloooo… claro que si… yo puedo hacer eso que Usted me pideee…
–Bien!, ahora has tu trabajo putaaaa!!!!
Anais se acomodó el vestido rojo que el vejete le había comprado, para luego de ordenar sus cabellos, y limpiarse las lágrimas de la cara, acercarse donde los otros 6 vejetes se refregaban las vergas ante la excitación que sintieron cuando don Jilo puso en su lugar a la rebelde chamaca, esta vez ninguno se atrevió a tocarles las piernas o el culo, daban por hecho que esa magnífica hembra era de propiedad de don Gilberto, y ellos eso lo respetaban como amigos que eran, además sabían que luego que el vejete se aburriera de ella, ellos tendrían su oportunidad para también gozarla.
La joven Universitaria les encendió ella misma un cigarrillo a cada uno, tal como se lo había pedido el viejo profesor causante de sus desdichas, para luego ir y poner una música lenta y volver a subirse al pequeño escenario que estaba solo a medio metro de donde estaban las 7 calientes miradas a la espera del espectáculo que ella les iba a brindar, y cuando al son de una conocida canción en inglés, la rubia estudiante de leyes comenzó a mover su cuerpo tal cual como lo hacia ella en las discotecas cuando quería seducir a un guapo chico, para que la invitara a salir, y a si no aburrirse tanto en la casa de sus tíos.
Los 7 viejos babeaban al ver semejante escultura moviendo su cuerpo en forma sugerente y cadenciosa, Anais a pesar de no ser de familia adinerada siempre paso por ser una niña fresa, nunca le había faltado nada, gracias a sus trabajadores padres siempre tubo todo lo que quiso tener, y era típico en ella que cuando iba a la Disco y no le gustaba ningún joven, solo se ponía a bailar sola en donde sabía que eran muchas las miradas que recaían en ella, y en eso se concentraba ahora, se imaginaba estar bailando sola en una discoteca y que todas las miradas de admiración eran de atractivos chicos que harían todo por conseguir su teléfono, y no esos 7 horrendos vejestorios que prácticamente ya se estaban masturbando viendo como ella les bailaba, pero el temor más grande de la nena en esos momentos era lo que se venía ahora, sabía que ya había llegado el momento de sacarse la ropa.
Con expectación los viejos vieron cuando la atractiva chamaca comenzó a subir su vestido lentamente, la nena lo hacía así por la tremenda disyuntiva que tenía en su mente, no quería sacárselo, no sabía que con esto lo único que estaba logrando era volver loco de calentura a sus 7 asquerosos espectadores, hasta que armándose de valor lo retiro completamente, sacándoselo por la altura de sus hombros y luego por la cabeza.
Los viejos quedaron fascinados al tener ese cuerpo casi al desnudo, esas relucientes piernotas enfundadas en las eróticas portaligas los cautivaban, sus amplias caderas, sus chichotas que ya estaban a punto de ser liberadas, la calentura estaba a mil al interior de aquel ordinario privado, la música que había escogido la joven se entremezclaba con las rancheras que se oían desde afuera, pero este solo era un detalle , lo importante era lo que se venía a continuación ya que Anais había llevado sus dos manos hacia la espalda y sin más que esperar se retiró el sostén mostrándole sus bien formadas tetas a las 7 enloquecidas miradas, todo sin dejarse de moverse eróticamente.
Los viejos ya se habían parado de sus lugares y se había acercado a la barra que delimitaba el pequeño escenario, cuando la joven se acercaba a ellos no faltaba la mano que tímidamente acariciaba cualquier parte de las suavidades de su cuerpo, la temperatura del ambiente cada vez subía más y más, hasta que Anais sabiendo que ya no había nada más que hacer lentamente se fue apoyando en el muro posterior para ir gradualmente bajando el calzoncito negro, lo bajo hasta sus tobillos, en donde primero subió una pierna y luego lo retiro de la otra, se alzó rápidamente en donde sus rubios cabellos producto de la inercia se le movieron haciéndola ver como una felina, no sabía que más hacer, solamente siguió moviendo su cuerpo al ritmo de la música, en eso se dio cuenta que los 7 hombres estiraban su manos en la misma forma que lo hacen los mendigos cuando piden comida, le estaban pidiendo sus calzones, los miro a uno por uno, hasta que sin saberlo porque escogió a don Braulio, caminando cadenciosamente hacia él se los entrego, el viejo no cabía más de felicidad, como un verdadero insano se los llevo a la narices para aspirarlos, se los pasaba por la cara con desesperación, a Anais medio asqueada y sintiéndose humillada igual le dieron ganas de reírse, al ver el semblante de urgido en el obeso vejete cuando se pasaba por la cara sus calzones, hasta que simplemente la música se terminó y ella quedo desnuda y apoyada en el muro posterior.
El estruendo de aplausos y vítores en agradecimiento por tremendo baile erótico no se hicieron esperar, Anais toda sudada por el tremendo calor que hacía en el encerrado lugar recogió el sostén y el vestido rojo, y cuando ya estaba dispuesta a vestirse, fue la voz de don Jilo quien se lo impidió,
–No te vistas pendeja… quédate así un momento…, el viejo se dirigió hacia donde estaba ella y le dijo ahora te vas a tomar un trago con nosotros así tal como estas… encueradita, jejeje…
–Pero don Jilo… yo no quiero beber…
El vejete estaba de buen humor por tan tremendo espectáculo que la joven les había regalado, por lo que no quiso aplicar la fuerza para convencerla,
–Solo será un trago… mira si quedaste toda acalorada, y no temas, estando yo presente nadie te hará nada, jejeje…
La joven solo se dejó llevar, uno de los viejos corrió la mesa de las fichas para que la escultural hembra se sentara en el viejo sillón y así estuviera más cómoda, y para también ellos poder mirarla a sus anchas.
Una vez sentada Anais toda avergonzada por estar desnuda con 7 viejos calientes, que más de uno ya tenían notorias manchas viscosas en los pantalones a la altura de sus paquetes, vio que don Jilo le servía hasta la mitad un tremendo vaso con distintos tipos de licores, entre ellos Wiski, Ron, Gin, Vodka, y otros no tan conocidos, para luego llenar una mínima parte del vaso con un poco de Coca-Cola, Anais no entendía muy bien qué clase de trago era ese, pero lo obvio de la situación era una sola el vejete la quería emborrachar.
–Tomate un refrigerio chamaca… de verdad que te lo mereces…, le dijo el vejete pasándole el trago a la joven.
–Que trago es este?… yo solo bebo cervezas…
–Es solo un traguito para que recuperes fuerzas lindura, aún es temprano y dentro de un rato vamos a querer otro show, jejeje… solo bébetelo y una vez que lo hayas hecho te puedes vestir…
Anais se vio rodeada de los 7 viejos, ninguno le hablaba salvo don Jilo, el resto se sentían intimidados ante la imponente belleza desnuda de la rubia Universitaria, solo se daban a devorársela en sus mentes.
La joven al saber que una vez que se tomara el brebaje se podría vestir, se llevó el vaso a los labios y se lo mando hasta la mitad, noto el ardiente recorrer del alcohol por su garganta y hasta el estómago, y sintió como su cuerpo rechazaba esa tremenda bomba etílica que le habían preparado, estiro una de sus manos para coger un cigarrillo, para ver si con el tabaco podía palear las sensaciones de arcadas que sentía su estómago, al llevar el cigarrillo a sus labios, al instante vio 6 peludas manos al frente de su rostro, cada una con un encendedor encendido, don Jilo solo la miraba sonriéndole.
La joven una vez que se fumó el cigarrillo en silencio y escuchando todo tipo de palabrotas y peladeces por parte de los vejetes, en donde le decían de la tan buenota que estaba y que apenas don Jilo lo decidiera cual sería el primero en cogérsela, se bebió el resto del vaso, esta vez lo soporto un poco más, y por fin pudo ir por su vestido, don Braulio se negó rotundamente a devolverle los calzones.
La noche pasaba y Anais veía como los viejos jugaban a las cartas, don Jilo ya le había preparado el tercer trago de las mismas características del anterior y por lo que hablaban los vejetes se daba cuenta que ya se acercaba la hora para un nuevo baile, la nena como que ya se sentía en más confianza, simplemente esperaba apoyada en la barra mareada y sonriente ante las bromas que hacían los calientes vejetes.
El alcohol estaba haciendo su trabajo en la mente de la Universitaria, hasta que la pastosa voz de don Jilo le anunciaba que nuevamente le llegaba la hora de empelotarse delante de ellos,
–Estamos pendeja, le dijo el vejete acercándosele y dándole un beso en la frente, –Qué tal si de nuevo nos bailas y nos muestras tus cositas… luego te vistes y nos vamos a acostar a mi departamento, le dijo el viejo profesor pero esta vez en sus oídos.
Anais que no estaba para oponerse a nada, solo le dijo…
–Ok don Jilo, pero tengo ganas de ir al baño antes que nada…, la nena producto de su estado medio etílico ni se acordó de lo que ella tendría que hacer con don Jilo una vez que ya estuvieron acostados.
–El baño está afuera pendeja, pero yo te acompañare para que no se te ocurra hacer algún tipo de mamada y te nos arranques. La joven no había pensado en esa posibilidad, así que mientras don Jilo con su hembra iban al baño el resto de los vejetes ya tomaban ubicación cerca de la barra para ver todo el espectáculo bien de cerca.
Ya estando afuera del privado en caliente y perverso profesor guio a la nena hacia el sector de los baños, Anais vio que ya quedaban muy pocas personas en el local, debía ser bastante tarde pensaba la turbada muchacha, no estaba del todo ebria pero sí bastante chisporroteada.
Al llegar a los baños de mujeres don Jilo reviso en su interior, quería asegurarse que este no le diera ninguna opción a la joven para que se pudiera escapar, así que la hiso entrar y el espero afuera.
Al cerrase la puerta el viejo lo único que sintió fue un fuerte dolor en la nuca, se le nublo la vista y simplemente se desplomo quedando tirado en el suelo.
Horas antes
El flaco Gregorio veía como esa hermosa putita se le escapaba de su verga, de la mano de un viejo que era conocido por aquellos lugares, pero solo era eso un conocido, no tenía que porque tenerle miedo, se quedó merodeando por el sector para ver si a los viejos se les ocurría soltar a la zorrita del vestido rojo, pero al pasar las horas se dio cuenta que estos la debían haber contratado por toda la noche y era tal el estado de calentura en que lo había dejado tan soberbia chamaca que había decidido de que de alguna forma él se la llevaría esa misma noche para cogérsela, por las buenas o por las malas, incluso estaba dispuesto a pagarle todas sus ganancias de la semana con tal de estar metiéndole la verga por toda una noche.
Sentado en una de las mesas llevaba varias horas esperando a que la putilla saliera del privado para seguirla y ver cuánto era lo que cobraba por la hora, temía que cerraran el local y lo botaran, ahí sería más difícil la situación, hasta que por fin vio que la puerta se abría y salía ella muy sonriente y de la mano del mismo viejo con el cual había llegado, en esto se percató que la pareja aún no se retiraba ya que estos había doblado hacia el sector de los baños, recordó la puerta trasera del local que el bien conocía, y las ardientes ganas que ya le había acumulado a la joven eran tantas, que simplemente lo decidió, tomo la botella de cerveza que tenía en la mesa y como un verdadero delincuente como lo era se propuso a poner fuera de combate al vejete quien se creía el dueño de tan linda chamaca.
Agazapado detrás de unas javas de bebidas, vio cuando la nena entraba al excusado y como el viejo la esperaba dándole la espalda, no lo pensó dos veces, con paso seguro camino intentando no hacer ruido, y le planto el feroz botellazo en plena cabeza de don Jilo, dejándolo totalmente fuera de competencia.
Anais una vez que hiso sus necesidades, se refresco la cara, el agua le ayudo un poco a aclarar las ideas, pensó en que la noche ya estaba muy avanzada y ni siquiera había avisado para su casa que hoy llegaría tarde. Media ebria y media sobria pensó en ir a darles el baile de sus vidas a esos calientes viejos que se estaban aprovechando de ella, así tal vez don Jilo una vez que llegaran a su Departamento, la dejaría dormir y ya no la molestaría.
Cuando la nena salió del baño con estupor vio a don Jilo tirado en el suelo, y que detrás de su cabeza había un pequeña poza de sangre, al instante pensó en escapar, pero realmente le preocupaba ver a ese viejito tirado en el piso, quizás hasta lo hayan matado pensó en forma alarmada, declinando sus intenciones de huir predomino en su persona la virtud de la solidaridad, y cuando ya se proponía a ir a pedir ayuda, sintió como una delgada mano la tomaba firmemente por la cintura, y otra que sintió salada ya que justo iba a gritar cuando le taparon la boca,
–Quietecita putita… tranquilita que no te va a pasar nada malo siempre y cuando te portes bien… Anais con sus alarmados ojos celestes pudo ver los gruesos y crespos cabellos del flaco Gregorio a un lado de su cara, este la tenía tomada por detrás de su espalda, –Ahora vamos a caminar hasta la puerta trasera y vamos a negociar cuánto vale tu noche.
Una vez que salieron por la puerta trasera del local el delincuente se la llevo a punta de cuchilla pasadas tres cuadras de donde estaba ubicado el local de don Braulio, Anais caminaba aterrada, veía que la calle estaba casi solitaria, solo se veían algunos borrachos durmiendo en la vereda y contra los muros, Gregorio la guio hasta un solitario callejón en donde solo predominaban contenedores de basuras y todo alrededor de ellos eran desperdicios, hasta que una vez bien adentrados en este el ajado criminal por fin la libero,
–Don Gregorio… que hace…?, le pregunto la joven Universitaria presa por el pánico al no tener la más mínima idea de lo que pretendía ese mugriento hombre que fugazmente había conocido hace unas cuantas horas…
–Nada putita… solamente te rescate de esos viejos, porque yo también quiero coger contigo… dime cuanto cobras por la noche completa…?
–Don Gregorio… esto es un mal entendido… yo no soy prostituta como Usted lo piensa… ese señor que Usted mato me estaba obligando a hacer cosas que yo no quería…, le decía la nena muy turbada por las extrañas situaciones que estaba viviendo,
–Jajajajaja!, no te preocupes por el anciano pendeja, solamente lo puse a dormir por una horas, solo se despertara con un fuerte dolor de cabeza… y déjate de pendejadas, que acaso piensas que soy un tarado!!, yo vi por un oyó de la pared cuando te estabas sacando la ropa delante de todos esos viejos hasta quedar encuerada, luego cuando te fuiste a sentar con ellos ya no pude ver nada más porque me taparon, lo único malo fue no poder ver todo el Show, llegue cuando le estabas mostrando las tetas, y no te vi para nada asustada, jajajaja, déjate de estupideces y dime cuanto me vas a cobrar por la noche putaaa!!!, el flaco Gregorio saco una buena cantidad de billetes para que la nena viera que el estaba dispuesto a pagarle por sus servicios.
–Don Gregorio se lo juro… yo soy estudiante de leyes… esto es un error… yo no puedo cobrarle nada a Usted porque no soy una p…
–Bien pedazo de zorra si quieres hacerte la difícil, mejor para mí, eso me recalienta aún más de lo que ya me tienes… si tu no me quieres cobrar, yo veré cuanto te pago dependiendo de cómo me muevas la zorra cuando ya estemos culeando, jajajaja, ven dame unos besitos, jejeje…
–No don Gregorio se lo jur…srpsss…oooo sropssss…, cuando la nena intentaba decirle al drogadicto que ella no era una puta, este sencillamente guardo su dinero en su chaqueta de cuero, y la tomo por la cintura para comenzar a intentar besarla en la boca…
–Vamos cosita dame esa lengüita que tienes, le decía mientras que con su boca buscaba la de Anais, ella por su parte intentaba por todos los medios esquivarlo.
El flaco Gregorio al posar sus manos negras por la mugre en la marcada cintura de la nena, sintió la extrema suavidad de su piel, se preguntó cómo sería está por debajo del vestido si con el puesto aun así ya percibía sus suavidades a través del tacto, lentamente las fue bajando hasta agarrarle el culo, Anais luchaba y se retorcía entre los brazos del desmadejado drogadicto, este ya prácticamente la estaba punteando, y mientras la nena más se le resistía este más se calentaba, pero el flaco Gregorio quería que ella también gozara, si por algo le iba a pagar por sus servicios, se decía para el mismo.
Desgraciadamente para Anais su actitud de no querer cooperar para las sucias intenciones del desalmado y asqueroso hombre, este metió la mano a su pantalón y saco una filosa navaja la cual abrió en forma automática frente a los despavoridos ojos de Anais, para luego decirle lo que él pensaba,
–Mira zorra estúpida… he intentado ser bueno contigo, el flaco Gregorio la tenía bien tomada de la cintura con una mano, y con la otra paseaba el filo de la cuchilla por la suave cara de Anais quien en este momento había quedado paralizada por el solo hecho de pensar que este chulo asqueroso se le pudiese ocurrir marcarle la cara, –Pero tú te empeñas en hacerte la difícil, así que desde ahora te vas a empezar a comportar como lo que eres, como una verdadera putaaa!!!
El drogadicto acerco su cara a la de Anais, mientras ella estaba ida, se acercó más y más, con la hoja de la cuchilla le levanto la cabeza para meterle el beso que el tanto deseaba, la nena muerta de miedo solo lo dejo entrar en sus labios, sintió como Gregorio iba metiendo su lengua en su boca, en ese instante reacciono e intento resistirse, pero el frio de la navaja en su barbilla la hicieron recapacitar, Anais sentía como la lengua de ese vulgar sujeto buscaba la de ella y que esta comenzaba a jugar dentro de su cavidad oral, el sabor de la lengua y de su boca eran repugnantes, la nena sentía tanto asco que estaba que casi vomitaba de lo asqueroso que sabían sus besos, la pobrecita nuevamente comenzaba a llorar lágrimas de asco.
Una vez que el flaco Gregorio noto la pasividad de la chica este simplemente determino llevársela para su casa, la conmino a que lo acompañara, poniéndole la navaja en su cintura, Anais supo que nuevamente estaba perdida, ahora era otro sujeto aún más asqueroso que el anterior que también quería meterle su cosa al interior de su persona,
–Ahora nos vamos a mi casa putonaaa…, y nada de lloriqueos y mamadas parecidas, nos vamos a drogar y después vamos a culear bien rico así que andando!!
Caminaron otras tres cuadras alejándose aún más del antro en que Anais había estado bailando desnuda para 7 pelafustanes, hasta que por fin llegaron a la casa del flaco Gregorio, Anais quedo aún más sorprendida que antes, el lugar donde vivía el delincuente era peor de lo que esperaba, el portón de entrada y que estaba que se caía daba paso a un patio grande de piso de tierra y barro, lleno de cosas como sacadas de un basurero, habían neumáticos usados, maderas podridas, desperdicios de muebles baratos, hasta un colchón ya sin el forro solo con los alambres asomados, y al fondo de aquel infierno marginal estaba su casa hecha de paredes de un material muy parecido al cartón, parecía que el drogadicto vivía solo, y lo que más le llamo la atención a la nena fue ver la puerta de entrada, esta solo era una cortina de tela.
En el momento en que el delincuente cerro el portón Anais supo que ya no habría vuelta atrás, el flaco Gregorio la empujo hacia el interior de su miserable morada tras de la cortina, para luego encender la luz de una débil ampolleta que colgaba de unos alambres pelados, Anais vio que el interior de su malévola casa no era muy diferente al exterior, o al sucio callejón en donde solo hace unos minutos la había obligado a que lo besara, al interior de lo quizás se podría llamar vivienda habían muchos muebles amontonados, el olor imperante era nauseabundo muy similar a la comida avinagrada, que se entremezclaba con un pasoso olor a humedad y moho, no existían las ventanas y había ropa amontonada por todo el piso, las paredes solo estaban decoradas con posters e imágenes de mujeres desnudas o de revistas pornográficas. Para Anais esta era la primera vez que veía tantas obscenidades.
Aquel sucio delincuente no perdió detalle de cómo reacciono la nena al ver su casa, y haciendo una mueca de como si no le importara le dijo,
–Disculpa el desastre y el olor putita, no he tenido tiempo de limpiar, pero ponte cómoda, siéntete como en tu casa y has lo que se te dé la gana, yo me pondré listo en un momento, diciéndole esto último la tomo del brazo y la empujo a su cama que era solamente un colchón tirado en el piso y todo rotoso, a este también se le veían algunos alambres salidos en distintas partes, luego de esto se masajeo la verga por arriba del pantalón mirando las bellas piernas de Anais que estaba semi recostada de como si lo estuviese esperando para que comenzaran, luego se encamino hasta donde había una pequeña mesa de centro, la joven estudiante vio como aquel ordinario tipejo tomaba la mesa y la ubicaba a un lado del colchón, poso en esta la navaja abierta y una pequeña pistola calibre 22 toda oxidada, para luego sacar de sus ropas unas bolsas con droga, en donde después de abrirlas dibujo tres líneas blancas para luego decirle con su cara llena de excitación,
–Quieres un poco, es de la buena… así lo haremos con más ganas, le dijo con una mirada de desequilibrado.
Anais estaba muy asustada y nerviosa, su celeste mirada no la podía quitar de donde estaba la cuchilla la pistola y la droga, lo único que ella sabía de drogas fue que en una ocasión con sus compañeros de Universidad, había fumado un cigarro de marihuana, pero aparte de eso sus conocimientos eran nulos en esta materia, por lo que solamente le negó con la cabeza, el flaco Gregorio sin esperar nada más se jalo dos líneas y saco más droga dejando en total 5 líneas para más tarde.
Anais con asco y repulsión vio que una vez que el flaco Gregorio termino de drogarse, este sencillamente se comenzó a sacar la ropa siempre mirándola a ella. Su drogada mirada y su semblante eran de un malévolo desenfreno.
La vista de la nena fue impresionantemente repulsiva, el drogadicto ya estaba desnudo y parado junto al colchón, este era de lo más asqueroso, la estudiante vio que era extremadamente delgado, sus pellejos eran caídos, su negra piel era lampiña y llenas de tatuajes azules oscuros que no se lograba saber qué era lo que habían intentado dibujar cuando lo tatuaron, y lo más repulsivo para la nena fue descubrir una verga muy distinta a la que ella había visto aquella misma mañana, esta era por lo menos de unos 20 centímetros, flaca y alargada, Gregorio la tenía tan parada que esta se golpeaba contra el propio abdomen de su dueño debido a las rápidas pulsaciones que hacía, Anais estaba desesperada preguntándose qué iba a ocurrir ahora, solo atino a suplicar,
–No, no por favor…don Gregorio déjeme ir, estoy muy cansada por favor, se lo supl… La nena no termino de decir la frase de súplica cuando el flaco Gregorio se acercó a ella y sin darle tiempo a nada sencillamente le metió la verga en la boca… –Mmmmmmnnnnn… Ahhhggg… Noooggg… Mnmnmnmn…!!
–No te lo saques de la boca putaaa!!, ahora empieza a mamar la verga…!!!
Era el inicio de una brutal batalla de cuerpos en donde habría un solo triunfador, Anais intentaba por todos los medios hacer que esa calamidad de hombre le sacara la verga de la boca, el villano delincuente como si supiera las intenciones de la joven la tomo de la nuca y empujo muy fuerte tocando el fondo de su boca haciéndola sentir que estaba perdida y sometida, el flaco Gregorio le metía la verga hasta más allá de la garganta y se la sacaba por completo dándole apenas tiempo de tomar aire para luego volver a introducírsela por completo hasta comenzar a ahogarla, luego de un rato la saco por completo y le abofeteo el rostro con su verga varias veces haciendo que ella lo mirara hacia arriba y el mirándola con una sonrisa malévola, sin darle tiempo a nada la volvió a tomar firme de su cabeza con sus 2 manos metiéndole la verga nuevamente en su boca y la comenzó a empujar hacia adelante y atrás concentrándose solo en la angelical carita de pendeja que se gastaba la puta a la cual según el tenia contratada, luego de follarle la boca por unos minutos le dijo,
–Vamos putaaaa… juega con mi verga, mueve tu lengua y chupa bien mi pedazo de carne…
Anais totalmente perturbada tanto por los golpes recibidos aquel día, el baile erótico, las lamidas no consentidas en su sexo, un orgasmo no deseado pero si muy rico, el sex shop, la navaja, el alcohol ingerido, la droga y la pistola puestas en la mesa, todo para ella fue una conjunción letal y mortífera, supo que ya no tenía más opción e hizo lo que le pedían, simplemente empezó a chupar la asquerosidad que en forma forzada le habían metido en su fresca boquita, inconscientemente con su lengua limpiaba los prolíficos sedimentos que Gregorio tenía impregnados un su falo producto del desaseo, el sabor era salado y repulsivo para la chica, pero no le quedaba más remedio que ir tragándose toda esa mezcla de nauseabundos sedimentos de sabor fuerte que ella retiraba con su lengua de la verga de Gregorio y que se mezclaban con su saliva, a la vez que ya podía escucharlo gemir de placer,
–Eres toda una puta guachita ricaaaa!!!, mira que buena eres mamándola, Ummmm… tu lengua es realmente deliciosa…
Mientras Anais se esforzaba por hacer sentir bien al drogadicto, el solo atinaba a sonreír con lujuria, y mirar hacia el techo, aun la mantenía bien agarrada de la cabeza, realmente esa puta sí que era buena mamando la verga, el delincuente ni se imaginaba que la nena realmente era una joven estudiante de derecho, y que era la primera vez en su vida que tenía una vergota puesta en la boca.
Anais seguía succionado verga, al parecer ya se había adecuado a una técnica, la primera de su vida, succionaba unas 4 o 5 veces, para luego mover su cabeza de atrás y hacia adelante por tres veces seguidas y en la tercera dejaba sus labios rosando los negros pelos encrespados de Gregorio para regalarle una exquisitas circunferencias lingüísticas, sintiendo esa delgada vara de carne traspasarle la campanilla, luego repetía la operación, en eso estaba cuando de repente sintió que algo tibio le mojaba la frente y a un costado de su nariz escurriendo hacia su boca, era el delincuente asqueroso que mientras recibía sus atenciones bucales, de lo muy rico que estaba sintiendo, este se había comenzado a babear y dejaba caer un hilo de asquerosa saliva desde su boca hasta la cara de la nena a la vez que la miraba con lujuria y deseos malsanos, de un solo movimiento retiro su verga de la ya hambrienta boquita de Anais.
–Y como que no eras puta!??, si hasta da la impresión que tuvieras hambre de verga, jajaja!!! Ya entendí ese es el truco que usas para hacer sentir bien a tus clientes, jajajaja…!!!, le dijo Gregorio cuando desnudo tal como estaba se hincaba en el colchón para comenzar a besarla,
–Noooo, no es eso señorrr…usted no me entiendeeeee…, Anais no hallaba que explicación darle al delincuente…
–Jajajaja sigue actuando putita eso que vas inventando de que eres una estudiante me calienta aún más, vamos dale unos besitos a tu macho, y te prometo que te daré más verga…
Así hincados como estaban en el desvencijado colchón, el drogadicto la atrajo hacia su desgastados y desnudos pellejos para comenzar a besarla en la boca, Anais en su fuero interno aun quería explicarle que ella no era ninguna puta, pero cada vez que lo intentaba el negro Gregorio lo tomaba como si esto fuese un juego por parte de ella, sintió nuevamente como esa puntiaguda y mal oliente lengua le invadía la boca, mientras que en su vientre y por sobre el vestido rojo sentía como se le clavaba la verga dura y parada de aquel sucio hombre, la nena pensaba mil cosas, recordó el asco que le había producido haberle chupado la verga, pero nuevamente hacia el repaso de sus desdichas y sin darse cuenta nuevamente y quizás también por encontrase media borracha, simplemente correspondió el beso que el ajado drogadicto le estaba mandando.
El flaco Gregorio estaba en el cielo, la putita estaba exquisita y sabia besar bien rico, sentía como esa fresca lengua se enredaba con la de él, fue el mismo quien subió los brazos de la chamaca para que lo abrazara, mientras él se daba a seguir besuqueándola con más ahínco, y recorriéndola desde el culo y por toda su espalda, la imagen parecía como si de verdad ellos dos estuviesen enamorados por la forma en que atracaban sus bocas una contra la otra.
Una vez que el delincuente se separó del erótico beso con lengua la dio media vuelta y la agarro por las tetas, de la boca de Anais colgaban gruesas cantidades de saliva producto de lo acuoso que estaban siendo los besos cuando Gregorio se separó de ella, la chamaca sintió como la estaca de carne se alojaba entre las junturas de sus nalgas, está la hicieron entrar un poco en razón,
–Ya basta don Gregorio déjeme ir, le decía mientras ella misma veía las mugrientas manos con uñas negras por la tierra como le masajeaban las tetas, de la misma forma en que lo hacen los japoneses en sus películas porno.
–Tienes las medias tetas putaaa… de seguro que todos tus clientes te deben decir lo mismo, jajajaja!!!
–Ya se lo dije… yo no soy putaaaa… Anais sentía la dureza que tenía puestas en las nalgas y que le embutía la tela del vestido hacia dentro, haciéndole sentir cosquillas en esa parte…
–Jajajaja… si no eres puta entonces dime que eres!?…
–Soy estudianteeee de derechooooo… Anais respondía casi en susurros, sentía como el mugriento sujeto hacia círculos en su trasero con la puntiaguda verga, mientras con sus manos continuaba magreandole sus chichotas…
El delincuente sentía que su verga se acomodaba a la perfección en ese culo esponjoso, este se movía como si verdaderamente ya la estuviese culeando, la joven por su parte sentía en su trasero algo muy rico, pero la hediondez a cuerpo que expelía de los pellejos del sujeto la tenían asqueada, ahora sentía que Gregorio la tomaba de sus caderas y se daba a apuntalarla con fuerzas, mientras el caliente drogadicto le metía su asquerosa legua en una de sus oídos dejándoselo bien ensalivado, una serie de escalofríos recorrían su cuerpo por el ardiente accionar del drogadicto que ya casi la tenía en sus manos, la nena sin saber porque simplemente comenzó a parar más el culo hacia atrás, estaba sintiendo muy rico, pero la apenaba que don Gregorio se fuese a dar cuenta.
El desmadejado criminal con pinta de chulo no se la quería creer, la putita ya había comenzado a moverle el culo, señal inequívoca que ella ya estaba pidiendo verga a gritos, por lo que ya queriendo sentir más tomo el vestido de la nena, y se lo comenzó a subir, Anais nuevamente volvía a la realidad,
–Noooo don Gregorioooo…, no lo hagaaaaa…, le decía Anais sin dejar de mover el culo haciendo círculos, no entendía por qué no podía dejar de hacer eso si ella no lo quería, pero su cuerpo no le respondía,
–Lo siento zorraaa, a mí me gusta culearme a las putas en pelotas, y sobre todo a las que están tan rebuenotas como tú, pero mira nada más que rica eres para menearme el culazo que te gastas ajjajajaja!!!!!
–Don Gregorio de verdad… yo no estoy acostumbrada a todo estooooo… por favor dejemeeee…, le repetía sintiendo la inmensa necesidad de pararle su trasero lo que más podía,
–Como me calientas con tus salidas putita… ahora entiendo por qué aquellos viejos no te querían soltar, jajajaja!!!! Pero sigue, me gustan tus historias… de verdad que me calientan más rico todavía, hasta estoy pensando en convertirme en tu chulo… jajajaja en tu cafiche… ganaríamos mucho dinero pedazo de putaaaa!!!… te gustaría!!??
–Ya se lo dije…yo no soy putaaaa!!!
Cuando el drogadicto por fin logro subirle el vestido hasta la cintura y se pudo percatar que la nena andaba sin nada abajo del vestido y con un sexi portaligas casi le viene un paro cardiaco sumado a lo drogado en que se encontraba, Anais al sentir el contacto de la flaca y caliente verga de Gregorio hacer contacto con la suavidad de sus nalgas, automáticamente se quedó paralizada pero muy pegada a la verga del delincuente se la sentía larga y caliente, si como lo que estuviera alojado en sus junturas de las nalgas fuese un palo caliente y no una verga…
–Ohhhhhhhhh!!!!! Tu sí que eres bien zorra para tus cosas mamitaaa…!!! Qué manera de tratar a la clientela… debes ser muy solicitada… eres toda una puta profesional!!!!, le dijo cuándo aleonado de ver tan esplendida figura termino por sacarle el vestido por sobre la cabeza.
La visión fue impactante para el afortunado drogadicto, se había hecho de una hembra de las que nunca iban por esos sectores, y él la tenía en su pulguiento colchón desnuda y con portaligas, lista para disfrutarla el solo y hasta la hora que él lo quisiera, sus relucientes carnes, las caderas, esa cintura exquisita y bien formada, ese ombliguito coqueto con el piercing de cadenita adornándolo hicieron que la calentura del drogo se le elevara hasta la estratosfera, ya no aguantando más se propuso a hacerle lo que tanto había deseado desde aquella tarde,
–Yaaaa putaaaa…!! Es hora de ponernos a culear así que prepárate. El flaco Gregorio se inclinó hacia la mesita que estaba a un lado del roñoso y mugriento colchón para agarrar el tubo de un lápiz y mandarse otra porción de droga, para tener las fuerzas necesarias para gozar de ese tremendo cuerpo que lo esperaba.
Cuando estuvo a punto de pegarse la inhalada se quedó mirando a la rubia joven con la cual iba a tener sexo, la vio desnuda e hincada en su colchón, la estudio y recorrió su cuerpo, vio esos bellos y torneados muslos juntos uno al lado del otro, y los tímidos pelitos dorados que se iban escondiendo hacia el interior de estos, recordó la suavidad del culazo que se gastaba que no era grotesco a pesar de ser grande y bien formado, estaba hecho a la medida de su cuerpo, y atrayente para los ojos de cualquiera, hasta que se dijo para el mismo… es ahora o nunca.
Anais vio que el asqueroso sujeto que pretendía convertirla en mujer, tomo una buena parte de la droga y se le venía acercando con cara de pervertido, verlo flaco, ajado, con la mugre pegada en su cuello y en distintas partes de su cuerpo casi la hicieron vomitar, se preguntaba como ella había sido capaz de haberse estado besando con él, y hasta moviendo su cuerpo sintiendo algo extraño pero muy rico en su trasero, si hasta la hediondez de su boca y de su cuerpo aun la tenía pegada en sus fosas nasales, la rubia chamaca ni se imaginaba que ese fétido olor a cuerpo y a sobacos marcarían su vida para siempre.
–Ponte en 4 patas zorraaaa! y parame bien el culo…, le dijo el Flaco Gregorio cuando ya estuvo junto a ella nuevamente,
–Noooo! qué es lo que me va a serrrr…, consultaba Anais presa del pánico ya que el alcohol estaba desapareciendo de su mente…
–Nada putita, jajajaja es solo que pienso darme un gusto contigo el cual será para mí solo, es algo que vi en una película de Leonardo D C, jajajaja!!!! Solo has lo que te dije, parame bien el culo, jajajaja!!!
La rubia viendo el filo de la cuchilla puesta en la mesa y a un lado del cuerpo del delincuente, lentamente se fue poniendo en la posición que le estaban ordenando…
–Parame más el culo y baja las tetas hasta que se aplasten en el colchón, la mirada del flaco era brillosa, la lujuria, las drogas, el pecado, mezclados con la exuberante belleza de la joven, prometían una desenfrenada sesión de sexo sin límites…
La verga de Gregorio estaba que se reventaba como desde hace mucho tiempo que no lo hacía, antes de hacer lo que en su mente se había instalado se dio a manosear por todos lados aquel escultural cuerpo de Diosa que se encontraba en posición de sumisión absoluta, mientras ella con sus ojos cerrados aguantaba las humillantes tocaciones sin oponer resistencia.
Hasta que ordinario delincuente de poca monta determino que ya pondría en práctica la fantasía que tanto deseaba, y que había visto en una película solo hace algunos días atrás, se acomodó detrás del suave y brilloso trasero de Anais, con una de sus asquerosas manos abrió las nalgas de las nena hasta descubrir aquel precioso puntito rosado que parecía estar saludándolo, inmensas cantidades de saliva se le formaron en la boca invitándolo a que paladeara el exquisito sabor que podría haber en esa mística parte del cuerpo de la joven, pero eso lo dejaría para luego, ya sin esperar más y con el mismo cuidado que ponían los alquimistas para preparar sus soluciones, deposito una buena cantidad de droga en aquel precioso punto rosado que se encontraba justo al medio de las nalgas de la chica, el polvo blanco lo cubrió todo hasta perderse, para luego temblando de emoción el mismo se tapó con un dedo una de sus fosas nasales posando la otra en el ojete posterior de la joven y de una fuerte aspirada nasal limpio toda la droga que él había puesto en el rosado ano de Anais. El ajado drogadicto se sintió un Dios por lo que acababa de hacer.
Anais puesta como estaba sentía que aquel asqueroso sujeto algo le hacía, en su trasero, y cuando supuso lo peor, sintió algo que nuevamente le producía cosquillas, se preguntaba qué cosa le estaría haciendo, en resumidas cuentas lo único que sintió fue el agradable cosquilleo justo al medio de sus nalgas.
Cuando el flaco Gregorio inhalo el narcótico desde el mismo esfínter de la nena se propuso a aprovechar la excelente posición en que se encontraba la putilla esa, y le puso en conocimiento de lo que le haría,
–Bueno putita llego el momento que tanto he esperado. Te la voy a meter muy rico preciosa, empezaremos por el culo, jajaja!!
Anais levanto su vista hacia atrás con desesperación por lo que acababa de escuchar, para luego comenzar a oponer una débil resistencia entre ruegos y lloriqueos, lo que quería el drogadicto era descabellado, en su corta juventud nunca se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que alguien se atreviera a hacérselo por esa zona, entre sollozos suplicaba,
–Nooooo, por favor don Gregorio no me lo haga por ahí, que me va a dolerrr!!, Anais lo miraba desde su posición hacia atrás, con las lágrimas corriéndole por la cara,
–Jajajaja, que buena eres para actuar pedazo de zorra… mejor así preciosa, me calientas tanto que te lo voy a romper con ganas, jajajaja!!!
Y sin decirle más acomodo la cabeza de su delgada verga en el muy apretado y cerrado puntito rosado de Anais, mientras le decía,
–Sientes eso atrás de ti, jajajaja… esa es mi verga, y ya estoy ansioso por encajártela en el culo, no están gruesa como otras más gordas que tú ya debes haber probado, pero sé que te encantara, jajaja!!.
El drogadicto la agarró firmemente por la cintura y con fuerzas producidas por la droga empujo bruscamente,
–Noooo!…… déjeme!!… Me dueleeeee!!!… Por favor ya noooooo!!!, a la Universitaria se le llegaron a poner los ojos blancos por el inmenso dolor que sintió con la primera apuntalada. La tiesa verga de Gregorio dio en el blanco pero el culo de la rubia Anais estaba tan apretado, que esta hasta se arqueo para saltar hacia arriba como un resorte.
El flaco Gregorio la volvió a tomar con su mano y la poso nuevamente en la entrada posterior de la nena,
–Toma putaaaaa de mierda… recibe mi verga que para eso estas hechaaaa!!!, volvió a empujar y la punta se introdujo a la fuerza violando la entrada anal de la adolorida chamaca.
Anais al sentir la irrupción, cerro fuertemente sus ojos y abrió su boquita en forma desencajada aguantando la perforación que le acababan de hacer en su trasero, lo sentía horrible, como si le estuvieran desgarrando las paredes de su recto, el drogadicto ahora empujaba con más fuerzas, se lo quería enterrar por completo, cada embestida que le daba era más fuerte que la anterior.
Las lágrimas empezaron a correr por la cara de la Universitaria sentía que le metían y sacaban un palo caliente por el culo. El delincuente echándose para atrás tomo fuerzas y le mando la clavada triunfal en donde termino por metérselo por completo.
Con un ahogado quejido de pavor Anais termino por recibirlo por completo, Gregorio creyó escuchar los sonidos de carne que se rompían, se le quedo enterrado por algunos segundos, hasta que lo empezó a sacar con cuidado, se dio cuenta que algo extraño ocurría con la putilla esa que estaba enculando, y en el momento en que ya se lo tenía afuera dejando solo la punta adentro, vio su verga bañada en sangre, que escurrió por el lacerado esfínter de la chamaca, su impresión mezclada con alegría elevaron su nivel de calentura,
–Mira nada más… jajajaja!! Estas sangrando putita!!!, Viendo que Anais estaba totalmente quieta y con sus alborotados cabellos rubios tapando su cara decidió que iba por terminar de destrozarle el hoyo.
–Tomaaaaa!… toma zorraaaaaa!!, tomaaaaa!!!, no tenía idea que eras virgen del culo, jajajaja!!! Entiendo que esto me saldrá más caro, pero tú no te preocupes, yo soy derecho para mis cosas y te pagare lo que vale tu culazoooo, Tomaaaaa!!!!
–Aaaaaaahh!… Aaaaaaahh!!!… Ahhhh!!!…Sniffffss!!!! Por favor don Gregorioooo deténgase…!!! Sniffsssss!!!!! Me dueleeee… mu… chooooooo!!!
Al drogadicto no le importaba nada él seguía dándole por el culo más y cada vez más fuerte, Anais intentaba arrancársele pero el con sus manos negras que contrastaban con las tonalidades doradas de las caderas de la chica, la empujaba con más fuerzas hacia su verga, enterrándosela cada vez más profundo.
Los gritos de Anais adentro de aquella miserable vivienda en la cual le estaban partiendo el culo por primera vez en su vida, eran guturales, la imagen del contraste de ambos cuerpos dándose era de lo más morbosa, eran la de un mugriento drogadicto de pellejos ajados, contra el tonificado y curvilíneo cuerpo de una chamaca rubia y de ojos celestes.
El flaco llevaba culeandola como 15 minutos por lo menos, y debido a los intensos lloriqueos y gritos de dolor por cada clavada que le pegaba, se le ocurrió una idea aún más malévola que en su desorientada mente de vicioso le hacían que se calentara aún más, ya desde hace rato se había dado cuenta o creía saber que aquella nena era una quizás una puta primeriza y no le importaban los motivos con los que aquellos viejos la hubiesen engatusado para que les bailara desnuda, pero a él también le encantaba tratarla como tal, además que con sus gritos lo desconcentraba y no lo dejaba follarsela tranquilo, aún quedaba mucha noche por delante, así que fue aminorando sus aserruchadas.
La respiración de la chamaca era agitada, aun sentía la verga del delincuente alojada en sus intestinos, hasta que escucho su voz,
–Toma esto zorraaa… te hará sentir bien y ya no sentirás tanto dolor… Gregorio había tomado una buena cantidad de droga y la había puesto en la hoja de la cuchilla y se la estaba ofreciendo a Anais para que la inhalara, todo esto sin sacarle un centímetro de verga desde el culo de la chamaca, la nena como pudo miro hacia atrás y lo vio con su cara negra toda sudada y con una malévola sonrisa de vicio encajada en su rostro de delincuente,
–Don Gregoriooo… por favor ya dejemeee… yo no soy una putaaaa… y nunca me he drogadooo… no quiero hacerlooooo…sniffssss
–Aspírala putaaaa ya verás que te va a encantarrrr, le decía a la vez que le ofrecía el tubo de un lápiz…
En su desesperación Anais pensó que tal vez consumiendo aquella sustancia su dolor se vería menguado, pero recapacitó en el acto…
–Nooooo de verdad que se lo agradezco pero prefiero que noooo!!!…
–Escúchame zorraaaa si no la aspiras ahora mismo te juro que te marco la cara con la cuchillada que está al frente de tu rostro, le dijo con un tono siniestramente amenazante.
Anais viendo el filo de la navaja solo a centímetros de su cara se imaginó rasgándole su rostro, tomo el tubo del lápiz con sus delicadas manitas temblorosas y apunto donde estaba esa cochinada blanca, y así enculada como estaba se pegó la primera inhalada de su vida, cuando aspiro esa asquerosidad sintió como se le dormía algo muy adentro de sus fosas nasales, para luego sentir como algo amargo bajaba por su garganta. Para ser primeriza en esas lides la hoja de la navaja quedo completamente limpia.
El flaco Gregorio no daba más de gozo, no se explicaba como aquella estupenda chamaca había ido a dar a esos lugares con aquellos viejos, la cosa era que en estos momentos la tenía como él se la había imaginado desde que la vio en el antro de don Braulio, desnuda enculada y drogándose con él.
–Jajajaja así me gustas putaaaa…ya verás que en un momento te vas a poner culiar con más ganas, jajajaja!!!!
El flaco se puso a follarla con más ganas todavía sabía que era solo cuestión de minutos para que la hembra sintiera en su cuerpo los primeros efectos del narcótico, y se pondría a culiar como desesperada…
Anais sentía como le flagelaban las carnes de su trasero, al poco rato su cuerpo lo sentía como adormecido, el dolor comenzaba a disminuir y en unos instantes concentrándose en todo lo que le estaban haciendo por detrás, una extraña excitación se apodero de toda su perfecta anatomía, esto la animaron a que ella también se comenzara a mover junto con Gregorio, que al parecer ya hasta le caía bien, por la exquisita forma en que le estaba partiendo el culo.
La sustancia ya había hecho su trabajo, la joven de 18 años ya sentía como la verga que le ensartaban se inflaba dentro de ella, esto le ocasionaban que tuviera una dosis de excitación extra, la calentura se estaba apoderando completamente de ella, por lo que comenzó a gemir cada vez más fuerte, eran los momentos de enardecimiento sexual que hacían que se olvidara de oponer todo tipo de resistencia y hacían que se entregara al placer y a todo tipo de desenfreno que se le ocurriera al tipo que la había drogado.
Sus gemidos ya eran de auténtica calentura mientras ella con fuerzas se echaba para atrás con todo su culo para hacerle la tarea más rica y más fácil al negro de mierda que la había llevado a tal estado.
–Siiiii zorraaaaaaa… Siiii… ahhh… Toma…toma… putaaaaa…!!! La animaba el drogadicto para que ella se pusiera a culiar más rico de lo que ya lo estaba haciendo.
Anais solo recibía las estocadas con una sonrisa nunca antes vista en su bello rostro, era una sonrisa de vicio, con sus ojos cerrados y puesta en 4 patas, con sus chichotas bamboleándose hacia atrás y hacia adelante, se vio en la necesidad de comenzar a pedir más, estaba sintiéndose como nunca, esto era lo mejor que le podía haber pasado, pensaba su distorsionada mente…
–Ohhhh que ricoooo don Gregoriooooo… no pareeeeeee…!!
–Te gusta zorraaaaaa…!!!!
–Siiiii papiiiiiiiii… no pares nuncaaaaaa!!!!
–Jajajajaja!!!! Te voy a dejar desculada ya vas a ver!!!!… el flaco aserruchaba, empellaba, la agasajaba con su verga llegando hasta lo más profundo del recto de la muchacha…
–Guauuuuu…!!! Esto es muy buenooooo don gregoriooooo!!!!
–Jajajajaja… solo llámame flaco Gregorioooo… o negro de mierdaaaaa… o como tú quieras mamasotaaaa!!!, así me llaman mis amigosssss… y tú ya eres mi amigaaa jajajajaja!!!!
–Así… asiiiii…métemelo mas fuerte negro de mierdaaaaaa!!!! Párteme el culo tal como lo hiciste al principiooooo!!! Auchhhhhh que me dueleeee… pero es muy ricoooooo!!!! Pa…pi…toooooo!!!!
El drogadicto poco a poco fue aminorando las embestidas, Anais se preguntaba porque Gregorio se estaba deteniendo si lo estaban pasando tan bien…
–Que pasa!!??…yo quiero seguirrrr…
–Tranquila putaaaa… ahora quiero probarte la zorra… me la pasaras…!!??
Anais por un momento se quedó pensativa, estaba drogada y media ebria, pero aun así sabía que eso era algo que ella debía proteger, pero se lo estaba pasando tan re bien con su amigo Gregorio que le puso una sola condición para ofrecerle lo más sagrado que hasta ese momento le quedaba en esa acalorado noche de lujuria, sexo, alcohol y drogas…
–Solo con una condición…, le dijo una vez puesta de rodillas en el colchón y toda sudada…
–Que cosa quieres lindura…!!??
El negro que también estaba puesto de rodillas con la verga palpitándole a mil, pensó que le iba pedir que se lo hiciera con cuidado, o que usara condón, o por último que eyaculara fuera de su cuerpo, pero quedo aún más fascinado con la respuesta de la chica…
–Deme un poco más de droga!!!!
El flaco Gregorio quedo encantado, con esa respuesta supo que habría sexo para rato,
–Toda la que tú quieras mi amorrrr!!!!…
Como desesperado se lanzó hasta la mesa, se pegó otra jalada de cochinada y con mucho cuidado tomo una doble porción de droga para ofrecérselo a la rubita caliente que el destino había puesto en su miserable destino,
La rubia se extrañó de lo que estaba haciendo aquel asqueroso hombre, el alucinógeno no le permitía pensar claramente sobre la tremenda equivocación que estaba a punto de cometer, pero a estas altura ya todo le daba lo mismo, su suerte ya estaba echada, al menos por esta noche, lo vio como el negro se ponía la droga con mucho cuidado en el largo de su verga, Anais muy sonriente supo desde donde tendría que inhalarla,
–Ya está puta… inhálala desde mi verga, te la mereces por ser tan buena puta…, jajajaja…!!!
La universitaria estudiante de derecho tomo el tubo del lápiz, con su otra mano tapo el hoyito de su nariz que quedaba libre, y sin pensarlo dos veces aspiro una buena cantidad polvo blanco desde la tiesa verga, cerrando sus ojos y sintiendo nuevamente como el alucinógeno invadía el interior de su cuerpo, pero aún quedaba más en la verga, se mandó la segunda dejando la verga totalmente limpia, solo unas vistosas manchas blancas fueron los vestigios de lo retirado por la rubia, y ella viendo esto sin pensarlo se llevó la verga a la boca para retirar con sus labios y su lengua todo lo que quedara y para que así no se perdiera nada.
Su cuerpo y su mente volaban en dimensiones desconocidas para ella producto del estupefaciente ingerido, que acrecentaban su nivel de extraña calentura que sentía su cuerpo por sentir lo que ya sabía de lo que a continuación tenía que hacer con el flaco Gregorio. Se la estuvo chupando por algunos minutos, y ya totalmente convencida que había llegado el momento de ella cumplir con lo que se había comprometido por un poco de droga, sencillamente se fue poniendo de espaldas.
Anais totalmente convencida de ella querer saber que era lo que se sentía tener metida una verga dentro de su vagina, femeninamente se recostó de espaldas en el mugriento colchón, sin pensarlo y sin ninguna preocupación se abrió de muslos recogiéndolos para quedar lo más expuesta dentro de lo que le permitiera su cuerpo y para que también su amigo el flaco quedara lo más cómodo posible en el momento en que se la metiera con total aceptación por parte de ella.
El drogadicto ya no dando más de felicidad y calentura por lo que estaba a punto de probar con su verga, se quedó mirando a la sonriente muchacha que lo esperaba con mirada de deseo y deliciosa vulgaridad para que el hiciera lo que quisiera con ella y con su cuerpo.
–Quítate el liguero y las medias putilla, te quiero tal como llegaste a este mundo, jajaja!!!
La sonriente Anais lo hiso sin juntar las piernas, abierta como estaba retiro con sus manos las ligas para luego continuar con las medias lanzándolas hacia un lado de la colchoneta en la cual se la iban a culiar, el flaco la miraba con deseos de maldad, quería hacerle miles de cosas, pero iría por partes, solo no quitaba su vista de aquel atrayente tajo de carne que al menos por esta noche tenía un solo dueño, o sea él.
Sin más preámbulos el delgado y ajado drogadicto se hecho sobre los ofrecidos muslos de la jovencita que se los tenia abiertos de par en par, preso por la acalorada ansiedad de colarse hacia el interior de aquel esbelto cuerpo, Gregorio tomo su puntiagudo instrumento y lo ubico en la entrada intima de Anais, y simplemente empujo hacia adentro.
El resultado fue el mismo que con el del profesor en la mañana de aquel fatídico día, la verga a pesar de ser más delgada que la del viejo salió expulsada, los labios de la nena se negaban a abrirse, otro intento y el mismo resultado, Anais esperaba el momento de la irrupción con una nerviosa calentura, extrañamente ella quería que Gregorio fuese su primer hombre, quería y sentía la imperiosa necesidad de ponerse a culiar con él por una eternidad sí es que fuese posible, por lo que sabiendo que ella necesitaba esa vega adentro de ella porque así tenía que ser, se propuso a ayudarlo.
Fue Anais quien metió su mano por entre ambos cuerpo y tras agarrarle la verga a su amigo delincuente, pasear su blanca manita por toda aquella extensión de carne delgada pero si muy dura y caliente la apunto en la zona de su vagina en donde ella como mujer sabía que tenía que entrar más fácilmente, y le dijo,
–Ahora flaco, métemela con fuerza…
El flaco mirándola a su Angelical cara de niña fresa pero que en esos momentos sus ojos celestes estaban con el brillo de la exaltación, simplemente empujo con seguridad.
Anais sintió el dolor de carnes abiertas cuando la verga del drogadicto colisiono con su himen, pero una extraña fuerza la animaba que su amigo tenía que terminar por convertirla en mujer, por lo que no le soltó la verga, para que no se le fuera a salir, Gregorio con menos de un cuarto de verga enterrada, ya sabía que eso ya era algo, se limpió la traspiración de su frente con una mano y se dispuso a darle la estocada mortal,
–Estas lista zorraaa!??, porque ahora sí que te entra todaaaa, jajajaja!!!
–Siiiii, Gregorioooo… dámela conviérteme en tu mujerrrrr… tú te lo merecessss…!!
El drogadicto ya no daba más de lujuria, concentrándose le mando el segundo espolonazo, con el cual hiso triunfal ingreso en aquel soberbio cuerpazo de una joven rubia y de 18 años, la delgada y brillosa verga fue rompiendo el himen de la chamaca poco a poco, entrando centímetro a centímetro perdiéndose por completo en el rubio coñito de la joven que le acababa de regalar su virginidad a cambio de un poco de droga, la acababa de descartuchar, Anais ya era su mujer en todas sus letras, y no importaban los artilugios que este haya utilizado para lograrlo…
–Aaaaaaaaghhhhhhhhhh… flaco sácala que me dueleeeeee!!!!, grito la chamaca al sentir el dolor de cómo le rasgaban sus carnes vaginales…
A la ensartada universitaria se lo habían mandado a guardar limpiamente y en su totalidad, la verga flaca pero bien parada había roto el himen de la esplendorosa joven, quien adolorida al máximo aguantaba y experimentaba aquella extraña irrupción de carne hacia el interior de su cuerpo, el asqueroso delincuente por su parte estaba echado sobre sus muslos abiertos, paso sus negras manos por debajo de sus hombros blancos y femeninos de ella para poder contraerla más hacia su asquerosa herramienta, con la punta de sus pies se daba fuerzas para mantenerse bien ensartado en ella hasta que su cuerpo se acostumbrara a su larga y flaca herramienta viril.
Anais como pudo llevo una de sus temblorosas manitas hasta su boca abierta por la extraña sensación de nerviosidad que sentía al sentirse ensartada, su cuerpo sentía dolor pero algo le impedía quejarse y gritar, sentía los testículos del drogadicto comprimirse con su ano, y ella en vez de impedir que la siguiera mancillando, se esforzaba por mantenerse lo más abierta posible para él y solo para él, en su mente no existían sus padres ni su familia, tampoco Daniel, solo existía ella, el asqueroso delincuente y aquella mesa llena de drogas, esto la hacían calentarse más y dejar a un lado el inmenso dolor que estaba sintiendo.
El flaco Gregorio estando consiente de la pasividad de la hermosa joven que casi se le había regalado, comenzó a apuntalarla en forma gradual, a la vez que le preguntaba,
–A todo esto cuales tu nombre putitaaa!!??, jajajaja aún no me lo has dicho y ya me has pasado la zorra, jajajaja!!!!
La nena quien al fondo de su mente, pero muy al fondo sentía algo de humillación, le contesto…
–A…nais…me llamo Anaisssss!!!
–Anaissss…!!! Hasta tu nombre está hecho para andar parando vergas, jajajaja!!!! –Toma entonces Anaissss, esto es lo que te has ganado por estar tan buenotaaa!!! Tan ricaaaa!!! Tan sexy guachitaaaaa…!!!! Si desde que te vi en aquel antro con tu vestido rojo que me dieron ganas de meterte la vergaaaaa!!!!. –Que rico se siente quitarle la virginidad a una niña fresa como tuuuuuuu, le dijo esto mandándole una estocada recia atravesándola hasta lo más profundo de su estómago…
Anais solo se quejaba eróticamente, a pesar del dolor cerraba los ojos suplicando que todo esto no se terminara nunca, el flaco Gregorio se daba cuenta que su verga ya entraba y salía sin complicaciones del cuerpo de la nena…
–Listo preciosa ya estas lubricada, desde ahora te voy hacer gozar como una cerda en el barro, jajajaja…, le decía el mal nacido mientras comenzaba a sacar su espumeante verga hasta más de la mitad para volver a metérsela en forma profunda, Anais solo lo escuchaba con sus ojos bien cerrados y sus delineados labios semi abiertos, –Que apretadita tienes la zorra mi amor, de seguro nunca te metiste un consolador por aquí verdad!! –Te gusta perra!?… ehhhh!? Sí que te gusta mucho esto que te estoy metiendo verdad zorraaaa!!??
Fueron tantas las peladeces de grueso calibre que el drogadicto le estaba diciendo a la nena, que su nublada mente colapso en favor de su violador, de pronto ya no sintió más dolor, este se convirtió en excitación, calentura en todas sus letras, lo que la llevo a comenzar a gemir como nunca antes lo había hecho, ni siquiera como lo había hecho hace un rato cuando este mismo tipejo le había dado por el culo, esta vez ya no podía reprimir sus auténticos gemidos de placer. La calentura nuevamente se comenzaba a posesionar de su cuerpo.
–Uuuhhhhmmmm…! Uuuhhmmmmm!!… ahhhh!!!…. Huuummm….!!!! Siii…… ahhhhhh!!!! Ri… cooooooohhhhh, Uuuhhmmmmm!! Volvía a gemir por cada clavada que sentía al interior de su vientre
–Eso es putaaaaa!!!, eres toda una zorra!!!!!, vamos… sigue gimiendo, que me calienta aún más escuchar tus gemidos de perraaaaa!!!!!.
Anais con sus bellos muslos abiertos y con el drogadicto encima de ella culiaban ensimismados, ambos con los ojos cerrados solo concentrados en el inmenso placer en el cual cada uno por su lado estaban sumidos y que se regalaban uno al otro, gotas de sudor se acumulaban por los lados de la nariz de la hermosa nena, se besaban asquerosamente, gozando, gimiendo, uno metiendo verga y la otra recibiendo la misma, sus cuerpos sudaban a mares, por el blanco cuerpo de la rubia chorreaban vistosas cantidades de sudoración mescladas con mugre y la traspiración que su cuerpo recibía de parte de los negros pellejos del que en esos momentos la montaba y que era su pareja de apareamiento.
–Te gusta culiarrrr zorraaaaaa…, le consultaba de pronto el flaco Gregorio, pero Anais estaba tan caliente que su cuerpo y mente solo eran gemidos y eróticos movimientos que demostraban lo muy bien que se lo estaba pasando mientras la follaban al interior de esa pocilga, sus ojos celestes semi abiertos miraban solo a centímetros el reluciente diente de oro que el flaco le mostraba cuando le hablaba sus ordinarieces, esto la calentaban aún más,
–Uuuuummmmm…!! Sssshhhhtttttt!!! Shhhhttttttt!!!! Ummmmmhhhhh!!!!!, Anais no podía parar de gemir.
El drogadicto viendo en el lujurioso estado en que se encontraba su eventual compañera de juergas determino que ya era hora de cambiar de posición.
–Bien pedazo de zorraaaa, ahora me vas a cabalgar le dijo cuándo rápidamente saco su mojada verga de la ensangrentada panocha de la joven.
El colchón ahora tenía una gran mancha de sangre al medio de donde estaba la pareja, sangre que se entremezclaba con otros tipos de líquidos, que desde hace rato salían expulsados desde la vagina de la universitaria, pero a Anais esto pareció no importarle, simplemente al ver que su casi esquelético amigo estaba de espaladas con la verga apuntando hacia el cielo, solo ordeno sus cabellos por detrás de sus oídos y se montó sobre el deteriorado cuerpo del hombre que la estaba convirtiendo en hembra.
El mugriento drogadicto tomándola de la cintura se la acomodo encima de él para meterle la verga, Anais por supuesto que no oponía resistencia haciéndosela muy fácil para el meterle la verga, se la metió despacio dentro de su zorrita que nuevamente se la comió por completo, con ella sintiendo la irrupción nuevamente con risa de viciosa, y con la mirada perdida hacia el techo, Gregorio le dijo lo que ahora tenía que hacer,
–Escúchame perraaa… ahora quiero que me des tus mejores refregadas de conchaaaaa, jajaja!!!
Anais que estaba sintiendo muy rico y que también le agradaba la forma en que el asqueroso sujeto se refería a ella, comenzó a moverse lentamente encima de él, haciendo un exquisito vaivén pélvico de adelante hacia atrás, el flaco hipnotizado por cómo se movía el piercing de cadenita a la altura de su curvilínea cintura, comenzó a acariciarla en el vientre, la recorría con sus mugrientas manos, luego las subió hasta sus tetas, por más que quería cerrar sus ojos para gozar no podía, ya que para el en esos momentos era pecado cerrar los ojos y perderse esa imponente Diosa drogada, que prácticamente estaba culiando por inercia, esto lo calentaban y lo exasperaban aún más, sabía que ya faltaba poco para llegar a la gloria acompañado de aquel monumento de hembra, que en estos momentos lo cabalgaba en forma exquisita, como nunca antes lo había hecho otra mujer.
–Que ricas tetas tienes zorrita, son perfectas, grandecitas, bien formadas y duritas, me gusta ver como se te mueven en estos momentos, prométeme que cuando te vayas me dejaras tu teléfono y dirección, para ir a verte cuando me den ganas de probarte de nuevo, jejejeje…
Anais con solo imaginarse al flaco acostado y culiando con ella y en su propia casa, con sus tíos viendo Tv, o haciendo cualquier cosa nuevamente la excitación empezó a invadir su cuerpo, comenzando a menear sus caderas de arriba y hacia abajo, dejándose caer con brutalidad sobre la pelvis del delincuente, el drogadicto por su parte notaba lo que se avecinaba quito sus manos de sus tetas, para afianzarla de las caderas y empezó a rematarla con bestialidad, prácticamente Anais estaba saltando arriba de su flaca verga, sus chichotas rebotaban de un lado a otro de tan fuerte que a su dueña le estaba dando al flaco Gregorio, la rubia nenota comenzó a gemir y a pedir descontroladamente que le dieran más verga,
–Ahora Gregorioooo dame más vergaaaa, te la siento todaaaaa… me vieneeee… me vieneeeee… ohhhhh que es esto por Diosssss!!!! Yaaaa!!! Yaaaa!!!! Yaaaa!!!!… yaaaaaaaa!!!!, gritaba por cada sentada que se pegaba sobre la cintura del drogadicto, el flaco se enderezo como pudo para besarla mientras ella gemía de calentura, Anais lo abrazo con una pasión verdaderamente descontrolada para empezar prácticamente a comérselo en húmedos besos con lengua, y sucedió lo más intensamente placentero para ella, sentía una serie de ricos orgasmos uno seguido del otro,
–Ohhhhh que rico negro de mierdaaaaa!!!! Me estas mandando cortadaaaaa!!!! Ahhhhhh…!!! Ahhhhhhhh!!!!, comenzaba a gemir y a gritar con sus ojos en blanco perdida en el placer que estaba sintiendo en sus carnes, el drogadicto viendo que su hembra se estaba yendo cortada acerco su cabeza hasta sus tetas y comenzó a chupárselas como un insano mental, mientras a la universitaria se le nublaba la mente y veía como toda la habitación se iba oscureciendo hasta que cayo desmayada sobre el ajado cuerpo del flaco Gregorio quien no daba más de tanto placer que le estaba dando la fogosa hembra.
Como pudo se abalanzo y se puso sobre el cuerpo de la muchacha para quedar montado sobre ella, y sin ya nada más que esperar se lo enterró lo más profundo que pudo y descargo torrentes de semen espeso y caliente que llenaron el útero de la muchacha,
–Toma zorraaaaaaa ahí te van mis mocos putaaaaa!!!! Ohhhhhhggggrgrgrgg!!!!, la rubia quien aún estaba sintiendo sus últimos orgasmos contrajo sus muslos lo que más pudo y dio su vida por contraerle la verga lo que más pudo con los músculos de su vagina con la sola necesidad de arrebatarle hasta la última gota de semen que este tuviera en su verga.
Anais quedo tirada aun lado del delincuente con sus bellos muslo abiertos, en esos momentos no le sentía vergüenza al estar en esas condiciones al lado de aquel hombre, y era lógico, los efectos de la droga aun no abandonaban su mente ni su cuerpo, de su vagina salían espesas gotas de semen, poco a poco su cuerpo comenzó a recuperar la compostura, miro al drogadicto con todos sus cabellos rubios alborotados, sentía su corazón latiendo a mil por hora, y no entendía lo que le pasaba, había sentido un intenso orgasmo por segunda vez en su vida, pero este era 20 veces mejor que lo que el viejo le había hecho sentir esa mañana, y no se explicaba esa extraña necesidad que sentía su cuerpo por seguir apareándose con aquel mugriento sujeto que la miraba masajeándose la ya fláccida verga, tenía una inmensas ganas a que se la siguieran culiando.
El mugriento negro sabía muy bien por lo que estaba pasando la nena,
–Jajajaja…tienes ganas de seguir follando verdad?
–Siii don Gregoriooo tengo tantas ganas de que Usted me culie bien culiadaaa…! no sé qué es lo que me pasaaaa…!!
–Tranquila putilla, me voy a pegar otra dosis para poder calmar la calentura que estas sintiendo en la zorraaaa, jajajaja… Anais de rodillas y masturbándose veía al flaco Gregorio como se venía acercando al colchón con más droga, a la vez que le decía, –Límpiate la zorra, la rubia miro en todas direcciones por si encontraba algo para limpiarse solo vio el vestido rojo, sin pensarlos dos veces lo tomo y se comenzó a quitar los restos de semen desde su vagina, para luego escuchar al drogadicto,
–Quieres seguir drogándote preciosa, jejeje…
Anais relamiéndose los labios pensaba que todo eso que estaba haciendo estaba mal, muy mal, pero no supo el porqué de su respuesta,
–Si, la quierooo, dame más drogaaaa!!…
–Jajajaja…que viciosilla me saliste, te daré la última, eres nueva en esto y no quiero que te vaya a dar un patatús aquí en mi casa y te me mueras, tendría que ir a botarte a algún canal, ajajajaja!!!!
El malvado drogo se hecho el estupefaciente en su asquerosa mano e hiso que Anais la inhalara desde ella, una vez que la perdida universitaria la hubo inhalado, el salido mequetrefe le ordeno,
–Lengüetéame la mano, retira con tu lengüita toda la droga que haya podido quedar… y cuando termines te me acuestas de espaldas y te abres de patas.
Anais no lo dudo, ella misma tomo la mano del delincuente y se la comenzó a lamer, pasándole la lengua hasta dejársela bien limpia, el sabor de la mugrienta mano era entre amarga y salada, luego de eso se puso de espaladas y abrió sus muslos, tal como se lo había solicitado el flaco Gregorio.
Desde su posición la rubia estudiante vio cómo su amigo el flaco depositaba en su pelvis y entre medio de los pelitos dorados de su zorra, otra cantidad de droga de la cual se la jalo directamente desde su montecito jaspeado con bellitos rubios, extrañas situaciones que a ella le elevaban su libido, ese mugroso drogadicto hacia cosas que extrañamente la calentaban hasta mas no poder.
–Flaco culiameee!…tengo tantas ganas de culiarrrrr…!!, le dijo de una, y era verdad, ella realmente quería que se lo volvieran a hacer,
–Jajajaja!!, es tu primer día y mira como estas de caliente, jajajaja…
–No sé qué es lo que me pasa de verdad… pero necesito estar moviendomeeee…!!
–Que edad tienes zorraaa!!??
–18…, este otro mes cumplo los 19…
–Ve a ese cajón y anótame tu número y tu direccionnn…
Anais no lo pensó dos veces, rápidamente se paró desnuda como estaba su brilloso cuerpo aun relucia por la sudoracion, y al estar de pie sintio unas copiosas cantidades del semen que el drogo le habia depositado muy al interior de su intimidad, sintio como el varonil liquido ya helado escurria desde el interior de su vagina y resbalaban por el interior de sus muslos, no importandole nada fue en esas vulgares condiciones hasta el mueble que le indicaba su amigo el flaco y le anoto su dirección y número de teléfono, su mente estaba tan perdida que hasta le apunto los horarios en que salía de clases y las horas en que perfectamente la podía ir a buscar.
–Jajajaja, gracias zorrita rica a ver si cuando se te pase el efecto vas a tener ganas de verme, jajajaja!!!!
La rubia no entendió muy bien a que se refería el flaco, si se suponía que ellos eran amigos, pensaba, de lo que si estaba segura era de las tremendas ganas y de lo desesperada que estaba por ponerse a culiar nuevamente con el flaco Gregorio.
La mente del flaco ya tenía lista la nueva sesión de sexo y vejámenes que se daría con tan magnifica hembra, por lo que se recostó en el colchón y le pidió,
–Ven a chuparme la verga zorraaaa!!!… y no olvides de lamerme las bolas…
Anais que aún estaba parada en el mueble en donde había anotado su dirección, camino como desesperada para casi arrojarse en el mugriento colchón y quedar a 4 patas mamándole la verga al asqueroso drogadicto, esa era la otra nueva droga aún más poderosa que había descubierto aquella noche.
(Continuará)
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“16 días… cambiaron mi vida” LIBRO PARA DESCARGAR POR PABLO ANDRADE (SOLITARIO)
Sinopsis:
Un buen marido y padre, casado con una, aparentemente, buena esposa y madre, descubre, de una forma brutal, que toda su vida está basada en una monumental mentira. Su mundo se hunde. Los valores, la ética, la moral; de corte fundamentalmente cristianas, que han sido su guía y su norma vital, se derrumban como un castillo de naipes. Las alternativas que se plantea son drásticas, algunas de ellas chocan, frontalmente con su personalidad. ¿Qué hará? ¿Cuál será la respuesta a los duros retos a los que se enfrenta? ¿Qué soluciones aportará a sus gravísimos problemas? Este es el desafío de José.
Para bajartelo puedes hacer click en el baner o ir a este link
http://espanol.free-ebooks.net/ebook/16-Dias-Cambiaron-mi-Vida
Os anexo el primer capítulo para que os hagais una idea.
Capitulo 1
16 días cambiaron mi vida
16 días en que mi vida dio un vuelco.
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Lunes, 22 de abril de 2013.
Me llamo José, tengo treinta y nueve años y voy a acabar con mi vida.
Mi juventud transcurre en un pueblo de la provincia de Jaén, en el seno de una familia muy conservadora que explotaba algunas tierras de olivar.
Vivíamos desahogadamente. Estudié el bachillerato en un instituto religioso y mi formación fue bastante rígida en lo referente al sexo.
Para mí era lo normal, tocarse es pecado, la fornicación conduce al infierno, etc.
Me fue inculcada y yo acepte y asumí, la más estricta moral católica. Al finalizar mis estudios en el instituto me traslade a Madrid e ingresé en la Politécnica en el 93. Me hospedaba en una residencia gestionada por religiosos.
En el 97 conocí a Milagros, Mila, una muchachita preciosa, alegre, simpática y desenfadada y me enamoré de ella.
Estudiaba psicología en la Complutense. Tras unos meses de relaciones, durante los cuales nos vimos muy poco ya que los estudios no me lo permitían, se quedó embarazada y nos casamos.
Con la ayuda de nuestros padres alquilamos un piso y nos fuimos a vivir juntos pero seguimos estudiando hasta que yo terminé la carrera.
Tuvimos una niña preciosa, Ana, a finales del 99.
Conseguí un trabajo en una empresa importante de telecomunicación, donde ganaba lo suficiente para vivir bien.
Cuando en 2002 se quedó de nuevo embarazada decidimos cambiar de vivienda puesto que la que teníamos era muy pequeña. No se aun como Mila se enteró de que vendían un piso en una zona céntrica de Madrid, con cuatro dormitorios, dos baños, en fin, un sueño y sin pensarlo mucho lo compramos.
Tuvimos a José, Pepito, un crio maravilloso.
Dos años después vino al mundo Milagritos, Mili.
Llevaba cinco años trabajando en la misma empresa cuando decidimos, entre otro compañero y yo, asociarnos y crear una empresa para independizarnos. Nos fue bien hasta hoy. .
Este es un relato resumido de la que fue mi vida hasta hace dos semanas
Hoy le he vendido mi parte a Fede, el socio y he abandonado el negocio, con tristeza.
Estoy sentado en el saloncito donde tengo instalado mi puesto de observación.
Ante mi, en una mesa, varias pantallas de ordenador me ofrecen una vista casi total de la que, hasta hace quince días, era mi casa y la de mi familia.
Estoy viviendo los peores días de mi existencia.
Ni en la peor de mis pesadillas podría haber soñado lo que la realidad me ha deparado.
A lo largo de estos 16 días he recopilado en video y escrito en libretas de forma ordenada y cronológica, lo que he vivido, sentido, visto y oído y sufrido.
No soy muy bueno redactando, soy de ciencias y las letras no me atraen, pero voy a intentar describir, con la mayor claridad posible, unos hechos que han acabado con mi vida, mi mundo, mis intereses y mis ilusiones.
Ahora mismo, la vida, mi vida, carece de sentido.
Debo tomar la decisión más importante de toda mi existencia y barajo distintas opciones, a cual peor.
Si no creen lo que digo, lean y juzguen.
Lunes 8 de Abril de 2013
Suena el despertador, son las seis de la mañana me levanto con cuidado para no despertar a nadie, me ducho, me visto y recojo el equipaje, que tengo preparado en el recibidor, para salir de viaje.
Soy ingeniero electrónico y trabajo como representante de una marca conocida de sistemas de seguridad, atiendo una extensa zona del país haciendo las demostraciones pre-venta, instalando, supervisando y llevando el mantenimiento de las instalaciones en empresas, bancos, centros oficiales…
Hoy me desplazare a la provincia de Zamora donde tengo concertadas varias entrevistas con clientes durante tres días.
Algunas veces tengo que quedarme con un cliente hasta tarde, invitarlo a copas, clubs de striptease. Y en ocasiones he tenido que pagar alguna prostituta para que los acompañen y así facilitar el contrato. A mí el contacto con una profesional del sexo me repele. Solo tuve una experiencia a los dieciséis años y no la he repetido nunca más.
Todas las semanas viajo a una zona u otra, de lunes a miércoles y vuelvo el jueves a casa. Los viernes trabajo en la oficina. Así llevo tres años, es mucho esfuerzo pero lo hago con gusto, porque mi familia lo merece.
El negocio lo creamos Fede, un amigo, compañero de facultad y yo, hace ocho años y nos va bastante bien. De hecho en casa no hay problemas económicos para llegar a fin de mes, como les ocurre a otros.
Antes de salir entro en la habitación de los pequeños y les doy un beso sin despertarlos, Pepito de 10 años y Milagritos de 8, duermen como angelitos en sus camas.
Después paso por la habitación de mi niña, Ana, casi una mujer de 14 años. Al acercarme he tocado el ratón de su portátil y se ha iluminado la pantalla, la tenue luz me permite ver su rostro, le aparto el pelo castaño claro que cubre su cara y le doy un beso. Es preciosa.
Recojo el equipaje y me dirijo al garaje lo cargo en el coche y antes de subirme realizo una comprobación que ya se ha convertido en rutina y así asegurarme de que llevo todo lo necesario.
Mi equipaje, maleta con muestras, ordenadores.. En fin parece que esta todo.
Yo.-¡Vaya!. Me falta lo principal, la cartera con la documentación, tarjetas, dinero…! Pufff!, menos mal que me he dado cuenta antes de salir.
Subo al piso, abro la puerta lentamente y entro despacio, no quiero encender la luz, localizo la cartera en el mueble situado a mi izquierda en el recibidor.
Oigo hablar en la habitación.
Avanzo por el pasillo hasta llegar a la puerta de mi dormitorio que esta medio abierta, tal y como la deje al salir, me acerco por el pasillo, si Mila está despierta entrare a darle un beso.
Al acercar mi mano al pomo de la puerta la oigo reírse, parece que está hablando con alguien. ¿Tan temprano?. Me acerco y presto atención…
Mila.- ((Que si tonto, ya se ha ido, pero no puedes venir ahora, vete a casa a dormir la mona que yo tengo que levantar a los niños para llevarlos al colegio. -………- Que sí, que esta noche os espero , a Jorge también-……..- jajaja-…….-vale Manolo, como tú me digas, te esperaré con las piernas abiertas y sin bragas. A las once ya se habrán dormido los niños,-…….-si, seguro, porque les pongo una gotita del somnífero que me receta mi médico para dormir disuelto en la leche y no se despiertan ni a tiros,-…….- No, la mayor tampoco molestara, ella ya sabe que no debe decir nada, -……..- Vale pues os espero. Un beso en la puntita.))
Oigo colgar el teléfono, estoy a punto de desmayarme, los latidos del corazón me golpean el pecho como si fueran martillazos, las sienes me van a estallar, me mareo y estoy a punto de caerme.
Las manos me tiemblan y siento hormigueos en el dorso.
No puedo pensar, tengo escalofríos. Me apoyo de espaldas en el mueble del pasillo.
Doy la vuelta despacio, a tientas y salgo al recibidor abro la puerta principal salgo del piso y cierro sin hacer ruido.
En el garaje, subo al coche y me siento con la cabeza sobre el volante tratando de alejar de mi mente lo que ha ocurrido.
No puedo creerlo, Mila, la esposa perfecta, la que no se deja ver desnuda, que jamás me ha hecho una mamada, que ya hace años tengo que pedirle, por favor, que me deje hacerle el amor apenas una vez al mes..
¿Me engaña?. Y ¿con dos a la vez?.
Tengo que estar equivocado, he malinterpretado lo que he oído, esto debe tener una explicación sencilla y después me reiré de lo mal pensado que soy…
¡¡JODER!! Pero que estoy diciendo..
He oído a mi mujer decirle a alguien que lo esperará “con las piernas abiertas y sin bragas”.
Esto debe ser una broma de mal gusto.
Mi delicada esposa, a la que solo una vez desde que nos casamos he visto desnuda, incapaz de una palabra malsonante, hablando de bragas, piernas abiertas, besos en la puntita.
¿Qué puntita? ¿De quién?
Ha nombrado a Manolo y a Jorge
¿Quiénes serán Manolo y Jorge?
Mi cabeza es un torbellino de ideas confusas. Tengo que hacer algo. Intento serenarme y trato de pensar fríamente. Necesito averiguar qué está pasando.
¿Cómo puedo enterarme de lo que pasa en mi casa?.
¡¡Hostia, lo tengo a la mano!! ¡¡Si es a lo que me dedico!!
Trabajo en seguridad electrónica y dispongo de los medios para ver, oír y grabar, todo lo que quiera, solo tengo que instalar las cámaras de demostración en el piso y observar desde otro lugar.
Pero ¿desde dónde?.
Tengo que salir de aquí, dentro de un rato Mila vendrá por su coche para llevar los niños al colegio y no debe verme.
Salgo del garaje y estaciono el coche a dos manzanas, en un aparcamiento de pago, cojo la maleta de demostraciones y me dirijo a la cervecería cercana situada al otro lado de la calle __________, desde donde diviso el portal de mi bloque.
Pido un café, Mentalmente realizo un esquema de la instalación a realizar, donde situar los equipos, cuantos, que zonas me interesa controlar…
Son casi las ocho. Veo como sale mi hija Ana, corriendo hacia la esquina de la calle, a coger el autobús para su instituto.
Minutos después veo salir a Mila con los niños en su coche, un Peugeot 205, camino del colegio.
Mila tardará más de una hora en volver, es el tiempo del que dispongo. Pago el café que apenas he probado. Tengo la garganta cerrada.
Con la maleta me dirijo a casa, espero no encontrarme con ningún vecino, aunque en la planta solo está ocupado nuestro piso y la distribución de los accesos hace muy independiente la entrada y tenemos poca o ninguna relación con la vecindad.
Realmente no conozco a ningún vecino.
Entro en mi casa y me golpea el familiar aroma a desayuno, los olores matutinos de los baños.
Llevo cuatro cámaras, de última generación y alta definición, conectadas vía radio, con señal codificada en la banda de 2,4 GHz, un concentrador de cámaras conectado mediante modem móvil a la red de móviles e Internet.
Desde la puerta de entrada se accede al recibidor, a la derecha está situada la puerta de mi despacho, a la izquierda un mueble bajo y un espejo y a continuación la puerta del salón.
Frente a la puerta de entrada principal otra puerta permite el acceso al pasillo, donde, a la derecha, están las puertas de la habitación de los niños y a continuación la de Ana.
Al fondo del pasillo, al frente el baño pequeño y a la izquierda la puerta de mi habitación, a la que se llega por un pasillo de unos dos metros y medio, con la entrada al baño grande a la derecha.
Mi habitación tiene acceso a la terraza como también el salón y la ventana de la cocina.
La habitación de Ana y mi despacho tienen salida a la terraza de atrás y la de los niños, en medio, tiene la ventana orientada a la misma terraza.
Coloco la primera cámara en el salón, en el interior, sobre la puerta, apuntando hacia la zona del sofá y la terraza, aprovechando la moldura de escayola.
La entrada a la cocina que queda bajo la cámara, queda fuera de campo y no la puedo ver.
En el pasillo coloco la cámara sobre la puerta para ver al fondo la puerta del baño, la de Ana y la entrada a mi habitación.
El baño que queda dentro de mi dormitorio es alargado, la entrada tiene al frente un lavabo doble, a continuación, hacia la derecha, el bidet y el wáter, con la bañera al fondo, separada por una mampara de metacrilato.
Situó la cámara sobre la puerta, en el rincón desde donde se capta el bidet, WC y bañera.
En el dormitorio, el cabecero de la cama de un metro y medio de ancho, está a la derecha, vista desde la entrada, a los pies, separado por unos setenta centímetros, el armario empotrado que ocupa toda la pared.
Dejo la cámara, oculta, en la moldura del techo sobre la puerta, en el rincón que linda con el armario. Se divisa toda la cama, las mesillas de noche y gran parte de la habitación.
Instalo el concentrador, en un doble techo de escayola en el baño que da al pasillo.
Tuve que reparar una fuga de agua y deje un registro por si se repetía.
Llevo conmigo una Tablet PC preparada para supervisar toda la instalación.
Realizo algunos ajustes, reorientando las cámaras.
Salgo tras recoger todo y comprobar que no dejo nada que pueda hacer sospechar lo que he hecho.
Al salir llamo a Eduardo, un amigo y compañero, para pedirle prestado por unos días un apartamento que tiene cerca de mi piso.
Por supuesto no le digo para qué, pero que por favor no le comente nada a nadie.
Me dice, riéndose, que soy un golfo y que me pase por su casa a en una hora para recoger las llaves. Su mujer Amalia, está en casa. Hoy no ha ido a trabajar.
Llamo a mi socio a la oficina.
Yo.- Fede?
Fede.- Si, dime José.
Yo.- Mira me ha surgido un problema del que ahora no te puedo hablar, solo te pido que no lo comentes con nadie. Necesito unos días para resolver. No voy a ir a Zamora. El viernes hablamos. Cúbreme. Y repito, nada a nadie.
Fede.- Coño, José, ¿En qué lio te has metido?. Vale, no te pregunto nada, confía en mi discreción, ya nos veremos.
Me traslado a un bar cerca de la casa de Eduardo, que vive con su esposa Amalia y dos hijos de ocho y seis años, no quiero que me vean, lo llamo por el móvil, le indico donde estoy y que por favor me acerque las llaves.
La mañana está fría y parece que va a llover.
Diez minutos después lo veo entrar en el bar, con un chándal y botines de deporte, alto y delgado, algo encorvado, con una cara angulosa.
Trabaja en mi empresa como administrativo pero realiza los trabajos desde su casa, teletrabajo, su mujer es profesora de instituto y él se hace cargo de los niños y la casa.
Se acerca con una sonrisa de complicidad en los labios y nos damos la mano. Pedimos unas cervezas y unos pinchos, charlamos de cosas intrascendentes, al despedirse me guiña un ojo.
El apartamento era su piso de soltero y yo sabía que se lo prestaba a algunos amigos para sus encuentros furtivos, seguramente pensaría que yo tenía algún lío y por eso lo necesitaba. Y no andaba equivocado. Tenía un solo dormitorio una sala con cocina americana y baño. En el mueble de la sala vi algunas botellas de licores.
Desde aquí, aunque cerca, no puedo ver mi piso, pero para Internet no hay barreras. Instalo el equipo de recepción de datos, y una vez en funcionamiento compruebo que tengo una visión muy buena del salón, el dormitorio, el baño grande, situado en mi habitación y el pasillo principal.
Y a esperar. Me extraña que Mila no haya vuelto de llevar a los niños, es tarde. Normalmente tarda una hora en ir y venir. A las diez suele estar en casa.
Son las tres de la tarde. Oigo el ruido de la puerta de entrada, no tengo visión del recibidor. Oigo hablar a Mila con alguien.
Mila.- Carlitos, métemelas aquí.
Carlitos.- ¿Aquí? Aquí te voy a meter otra cosa mira cógela. Y no me llames Carlitos que en el súper se ríen.
La pantalla me da una imagen de Mila entrando en el salón desde la cocina.
Alguien la sigue a su espalda, un muchacho que aparenta unos dieciocho o veinte años, de complexión atlética, de gimnasio, alto y rubio.
Pero ¿Qué es esto?. ¡¡ESTÁ ABRAZANDO A MILA POR DETRÁS, COGIENDO SUS TETAS Y ESTRUJANDOLAS, MIENTRAS ELLA SE RIE Y LE ACARICIA LA BRAGUETA CON UNA MANO!!.
Me paso las manos por la cara y los ojos, no puedo creer lo que veo.
El chico le sube el vestido, que es de una sola pieza, y se lo saca por la cabeza, ella le ayuda, se quita el sujetador, se queda con las medias de color arena y el tanga. Yo no sabía que utilizara tanga y menos tan pequeño.
Se arrodilla frente al chico, desabrocha el cinturón y la bragueta del chaval, le baja los pantalones y los calzoncillos hasta los pies, mientras él se quita la camiseta y se deshace de los zapatos, aparece una pija morcillona que ella se apresura a acariciar con las dos manos y a lamer desde los huevos al prepucio.
El la empuja y se sienta en el suelo quitándose la ropa que le estorba por los pies, le arranca el tanga de un tirón y en un santiamén están los dos desnudos revolcándose sobre la alfombra.
Mila, arrodillada lo empuja hacia atrás tendiéndole boca arriba, se sitúa con las rodillas separadas sobre sus piernas, coge el pene del muchacho con una mano mientras la otra masajea sus pelotas, empieza a pasar la lengua a lo largo del tronco, lamiendo sus bolas, metiéndose la polla en la boca y chupándola como si de un manjar se tratara.
¡¡Es absolutamente asqueroso!!
Tiene el pene fláccido pero en pocos segundos se endurece y alcanza un tamaño considerable.
Ella se desliza de rodillas, con sus piernas abiertas a los lados de las caderas del muchacho, hasta hacer coincidir su coño sobre la polla y se la introduce lentamente, recreándose, subiendo y bajando como si una cuerda invisible tirara de ella hacia arriba y abajo. Cabalga sobre él como una amazona. Veo su espalda y como por debajo entra y sale de su coño aquella polla.
El muchacho le pellizca los pezones. Le amasa las tetas.
Que a mí me tenía prohibido tocárselas.
Veo su precioso cuerpo siendo penetrado por aquel mozalbete, quince años menor que ella. Sus pequeñas tetas botando arriba y abajo al ritmo de los movimientos de la copula.
Gruesas lágrimas que inundan mis ojos difuminan la terrible imagen que muestra la cámara, es indignante. Me resulta insoportable la visión de la pareja. No veo nunca porno, no me atrae, y esto es peor, porque es mi delicada mujercita la que está ahí follándose a un crio. Siento desgarrarse mis entrañas.
Cada vez que se deja caer sobre la picha, Mila exhala una especie de gemido gatuno, ronco.
El chico alarga su mano y le introduce un dedo en el culo al tiempo que ella acelera el ritmo, el chaval se mueve al compás empujando hacia arriba, ella grita
¡Más! ¡Más! ¡Dame máaaas!
Hasta alcanzar a un orgasmo que la derriba, quedando tendida sobre el pecho del chico.
Se besan con verdadera ansia, sus lenguas se entrelazan. El masajea los glúteos. Las tetas. Ella se incorpora.
Se sienta en el suelo frente a la cámara, eleva sus rodillas y las separa, acaricia su coño, llena los dedos de flujos y se los lleva a la boca, relamiéndose.
Se acaricia los pezones, se los pellizca y embadurna de los líquidos de su vulva y su saliva.
Carlitos.- Ponte de “perrito”.
Ella obedece, se arrodilla separa las piernas, se inclina hasta apoyar la cara en la alfombra, mueve los brazos hacia atrás hasta coger con una mano cada nalga y las separa ofreciendo el orificio abierto al chaval.
Mila.- Fóllame despacio que duele.
El introduce un dedo, lentamente, dos, tres, lo engrasa restregando su polla por el culo, recoge con los dedos el semen vertido en la espalda y lo unta en el recto, mete su verga en el coño y la saca bañada por los flujos, vuelve a acariciar el culo, escupe en el agujero, se masajea la polla hasta alcanzar la dureza adecuada, la coloca en el orificio de mi mujer y la introduce paulatinamente hasta la mitad en su rosado y redondo agujero.
Mila.- Quiero más.
El chico empuja despacio hasta enterrarla por completo en su culo.
Mila.- Más, necesito mucho más. ¡¡Rómpemelo!!
El chaval arremete con todas sus fuerzas. Su verga parece el pistón de un motor entrando y saliendo del cilindro, cada vez a mayor velocidad.
Parece que Mila está llorando, Carlitos se asusta.
Carlitos.- ¿Qué te pasa Mila? ¿Estás llorando?
Mila.- ¡¡Si, cabrón, lloro de gusto!! ¡¡No te pares!!
Mila grita, se retuerce, pero él la sujeta por las caderas.
Son unos minutos interminables para mí.
Mila profiere un grito y se estira a lo largo, sacando con su movimiento aquel aparato de su culo, en medio de convulsiones espasmódicas de su cuerpo, con la boca abierta parece que le falta el aire, queda como desmayada, mientras él con la verga en la mano termina meneándosela y derramando su esperma sobre las nalgas y la espalda de mi mujer.
Se deja caer en el suelo, al lado de mi esposa, se besan, se acarician.
Mila se levanta con cara desencajada.
Mila.-!!Dios, que tarde es, tengo que ir por los niños!!
Carlitos, la cuenta ya sabes.
Carlitos.- Si Mila, ya lo sé. La camuflaré, como siempre. Algún día me pillarán y acabaré en la calle.
Mila.- No te preocupes, si te despiden ven a verme que te encontrare trabajo. Con ese cuerpo y esa polla tienes futuro.
Se visten a toda prisa sin limpiarse y salen a la carrera del piso.
Estoy destrozado, las imágenes grabadas no dejan lugar a dudas, mi mujer es toda una puta, me ha estado engañando no se desde cuándo, pero tengo que averiguarlo.
Tengo que hacer algo. Parte de mi trabajo es la planificación, el análisis científico de los problemas, la búsqueda y aplicación de soluciones. Tengo que aplicar mis conocimientos fríamente.
La primera idea que se me viene a la cabeza es la de entrar esta noche en plena faena y pegarles cuatro tiros de escopeta a los que estén en la cama.
Pero ¿y luego?, yo a la cárcel, mis hijos abandonados…
No, no puedo hacer eso. Tengo que averiguar qué ocurre en mi casa.
Debo actuar con la cabeza y no permitir que mis emociones me cieguen.
Por cierto, ¿mis hijos, serán míos?…
Primero tengo que recabar la mayor información posible, con cautela.
Hacer pruebas de ADN a mis hijos, eso me lo puede solucionar mi amigo Andrés.
Es médico en un servicio que trabaja para la policía, me debe un favor y creo que lo podrá hacer sin pedir demasiadas explicaciones.
Mientras tanto puedo estar controlando la vivienda y los movimientos de Mila por la calle.
Hasta que estén las pruebas de ADN y sepa a qué atenerme, tengo que disimular y fingir que no sé nada.
Mientras puedo seguir vigilando la casa, tendré que instalar más cámaras, en la cocina el recibidor y las habitaciones de los niños, que están fuera de visión.
También tengo que buscar otro lugar donde pueda establecer el centro de vigilancia. Tengo que dejar el apartamento de Edu en tres días y la vigilancia puede alargarse semanas.
Mientras elaboraba el plan a seguir, con un nudo en el estómago y una opresión en el pecho, sin dejar de llorar, me preguntaba por qué.
Porqué mi querida esposa me ha hecho esto.
¿Acaso tengo algo de culpa?, ¿Qué puedo haber hecho mal para empujarla a comportarse así? ¿O ella ha sido siempre así y yo no lo he visto, no he sabido verlo?.
Las preguntas y las dudas me roían las entrañas.
Encontré una botella de whisky de Eduardo y tome un trago, que bajo arañándome la garganta.
Sentado en el sillón de la sala no quiero pensar, no puedo pensar con claridad. Intento relajarme.
Algo se mueve en la pantalla, veo entrar a mi mujercita con los dos pequeños.
Nada anormal. Meriendan y se ponen a hacer los deberes y a jugar.
Deje de grabar cuando salieron los dos amantes de casa y conectare la grabadora cuando haya “acción”.
Llega Ana y se encierra en su habitación. No puedo ver que hace pero se oye la música, “My only chance” de Eminem, que conozco porque la escucha continuamente.
Mila llama a los niños para cenar. Veo cómo se van a su habitación. Mila le lleva un vaso de leche a cada uno.
Supongo que llevan el somnífero que los aturde durante la noche, mientras ella se divierte.
Ana va a su cuarto.
Una sensación de ardor de estómago me invade. Siento fuego en mi pecho.
Intento calmarme.
Imágenes de lo visto por la tarde bombardean mi mente.
Mila mamándole el miembro a ese chaval.
Él dándole por el culo.
La rabia me corroe.
Mila entra en el baño, se desnuda.
Al ver su cuerpo un ramalazo de pasión hace que mi polla se endurezca.
Su cuerpo de curvas suaves, pechos pequeños se mantienen duros, a pesar de los embarazos. Un culo respingón precioso, suave.
Es muy bonita, me enamoré desde el primer momento que la vi en el campus de la universidad y la he amado desde entonces. Fue en el otoño del 97, ella tenía 19 años, estudiaba segundo curso de psicología y me la presentaron unos amigos comunes en el bar de mi facultad.
Alegre, vivaracha, me cautivó.
Poseía una elegancia natural, una seguridad en sí misma y una frescura, nada sofisticada. De media estatura, ojos oscuros y profundos, pelo castaño, recogido en un moño que realzaba la belleza de su rostro. Hablaba con pasión de sus estudios, mientras yo la miraba como un tonto a los ojos.
En la pantalla veo que coge algo de un cajoncito del mueble del baño, no puedo ver qué es. Entra con él en la ducha y los vapores no me dejan ver que hace. Coge la toalla y se seca. Se pone unas medias negras, sujetador “media copa” que deja sus pechos a la vista y encima un camisón que apenas le llega a las caderas, también negro, casi transparente que contrasta con la blancura de su piel, realzándola y dejando a la vista su delicioso cuerpo, sin bragas.
Hace quince años, en la noche de bodas, la vi así, pero ya me advirtió que era la primera y la última vez. Y así ha sido.
Yo respeté sus deseos por amor.
Hasta hoy, en que he podido verla a través de unas cámaras y preparándose para otro u otros. Traicionándome.
Algo que jamás se me pasó por la cabeza hacerle a ella. Y que ni en las peores pesadillas imaginé que me hiciera a mí.
Son las once y algo de la noche suena el portero electrónico.
Mila atraviesa el salón y responde desde el recibidor. Poco después abre la puerta y se oye una pequeña algarabía, risas, palmadas, grititos…entran en el salón dos individuos con Mila en medio, ella colgando, con un brazo sobre el hombro de cada uno de ellos, sus piernas abiertas y con las rodillas flexionadas como si fuera en una silla en alto y sin asiento. Le palmean el culo con la mano libre. Ella se vuelva para besarlos a uno y otro lado, le lamen la cara, la boca, los ojos.
De frente veo su coño abierto, reluciente.
¡!Esta mojada, brilla la parte interior de los muslos con su flujo!!.
¡!Conmigo siempre estaba seca!!.
La depositan en el sofá y uno de ellos, el más bajo, se arrodilla y mete la cabeza entre sus piernas chupando ruidosamente el coño y el culo, mientras el otro de pie a su lado le acerca su pija a la boca y ella, sin dudarlo, se la traga entera, con glotonería, con cara de viciosa, con la cara desencajada por la lujuria. Babeando y atragantándose.
Le dan arcadas pero ella sigue tragándose, hasta el fondo de su garganta la polla del alto. Su cara refleja la lujuria, el vicio.
Yo no la he visto así en quince años de matrimonio y uno de noviazgo.
¿Quién era Mila? ¡¡Una total desconocida para mí!!.
¿Me habría querido alguna vez?.
Y yo ¿La podría seguir amando tras conocer su faceta perversa?.
De pronto me fijo en el más alto, que está de pie, lo conozco, es Manolo, uno de los padres de la APA del colegio de los niños, al otro no lo conozco, supongo que será el tal Jorge y también estará relacionado con el colegio.
El trió se mueve con un extraño compás.
Mila llega al primer orgasmo con una facilidad pasmosa.
Conmigo era raro que llegara, yo pensaba que era frígida, ahora veo que no.
Me viene a la mente la frase “No hay mujer frígida, solo hombre inexperto”.
Pero me consuela recordar que yo intentaba, por todos los medios, que ella me permitía, hacerla llegar al orgasmo, pero solo lo lograba en contadas ocasiones. ¿Fingia?
Jorge se incorpora intentando la penetración mientras ella sigue sentada en el sofá pero no lo logra.
Manolo se sienta al lado de Mila, le pasa un brazo por su espalda, la levanta y ella se abre de piernas y se coloca sobre sus rodillas, dándole la espalda.
Con la mano, ella misma, coge su polla y se la lleva al coño sentándose encima y clavándosela hasta el fondo, mientras soltaba aire con un ¡¡AAHHHHH!!
Jorge sigue arrodillado y hunde su cara entre las piernas de los dos, lamiendo el coño de ella y la polla del otro cuando se sale, siendo él mismo quien la coge con la mano y la vuelve a meter. Mila grita al llegar al clímax, que coincide con el de Manolo.
Se deshace el grupo, se levantan y se desplazan hasta el dormitorio, “MI dormitorio”, observo como entran, gastándose bromas, con risas, con toques en su pubis, en las tetas, mientras ella agarraba un miembro con cada mano y tiraba de ellos hasta la cama.
Mila se deja caer de espalda, levantando y abriendo las piernas en V, ofreciendo, a los dos afortunados la vista de su sexo abierto y mojado.
Cada uno se dirige a una pierna y le quitan las medias.
Se lanzan sobre ella los dos a la vez, Jorge logra colocarse entre sus piernas y la penetra con violencia, con grandes golpes de cadera que producen un ruido, Chof, Chof, combinación del aire y los líquidos de su vulva al ser golpeados por la polla de él.
Mientras el otro se la folla por la boca provocándole nuevas arcadas, sin embargo ella no se queja, al contrario, intenta que entre mas y mas profundamente en su garganta.
De pronto lo empuja se saca el miembro de la boca para gritar de placer en un orgasmo que la empuja a levantar sus caderas, apoyando sus pies en la cama, buscando una mayor penetración. Levantando en vilo a Jorge.
Queda desmadejada sobre la cama, mientras ellos se tienden a ambos lados de ella, que acaricia sus pollas, una en cada mano, a su vez ellos se reparten sus tetas, chupándolas, amasándolas y pellizcándolas, mientras meten los dedos en su chorreante coño.
Manolo saca los dedos de su almeja chorreando de flujo y semen y se los mete en la boca.
Ella los saborea relamiéndose y cerrando los ojos con la cara de una niña traviesa, chupándolos como un sabroso caramelo.
Puedo ver moratones en sus pechos, claro, ese era el motivo por el que me decía que le dolían y no me permitía verlos y menos tocarlos. Por eso era tan púdica y recatada, siempre tapada como una monja. Y yo pensando que era por pudor.
Tras unos minutos hablando y riendo, haciéndose cosquillas, Manuel tendido como estaba de espaldas pasa un brazo por debajo y se la sube encima, frente a frente, ella rodea con sus piernas las caderas de Manuel, se deja caer sobre su pecho, pasa su mano entre los dos vientres le agarra la polla y se la introduce en su coño, iniciando un sensual movimiento de caderas adelante y atrás.
Mila.- ¡¡Ponte detrás Jorge, ponte detrás!!.
Jorge se coloca a su espalda acariciando sus pechos, uno en cada mano, fricciona su verga por la espalda y el culo.
Mila.- ¡METEMELA POR EL CULO!! ¡Cabrón, métela ya!.
Se deja caer sobre el pecho de Manuel, dejando su anito a la vista, el otro no se lo hace repetir, escupe en el culo, pasa su mano desde la vulva a su ano y de un golpe la penetra, haciéndola proferir un grito ¡!AAAAGGHH!!, e iniciando un vaivén al que se acoplan los tres, siendo penetrada por la vagina y el ano a la vez.
La cama cruje, parece que se va a desvencijar.
Por eso me decía que la cama tenía poco aguante y había que cambiarla.
Los gritos de los tres resuenan en la habitación, los vecinos deben oírlo todo.
Tras varios minutos moviéndose, Jorge la saca de su culo y se corre sobre la espalda, arqueándose y profiriendo un ronco rugido.
Mila.- Métemela hijo de puta no la saques, ¡AAHHHHGG! Llevo corriéndome desde que me la metiste por el culo, mamón, métela.
Jorge intenta meterla, pero esta floja y no entra.
Manuel debajo no puede más y se corre dentro de su coño.
¿Dentro de su coño? ¿Sin condón?. Y los embarazos, las enfermedades, Dios mío.
Se tienden en la cama y se quedan dormidos los tres despatarrados, uno a cada lado de ella. Las manos de ellos en sus tetas y coño, las de ella agarrando sus pollas.
No apagan la luz y media hora después, sobre las cuatro de la mañana, se levantan los dos amigos, entran en el baño y se duchan, lavándose, sospechosamente, uno a otro.
Al salir del baño entran en el dormitorio y despiertan a Mila a golpes de polla en su cara.
Pasan al salón donde se quitaron la ropa y se visten, ella sale desnuda, les besa en la boca y los acompaña a la puerta.
Vuelve al salón, trae en las manos el sostén y el camisón que se puso tras la ducha. Se va a la habitación y se acuesta desnuda, sin lavarse, huele la ropa de cama donde se ven las manchas de flujo y semen…
Apaga la luz y poco después se queda dormida, desnuda, sin taparse.
Debe tener la calefacción a tope para no tener frio así. Ahora entiendo en porque de las facturas de la electricidad.
La luz infrarroja me permite verla con una mórbida palidez.
¿Podre dejar de quererla algún día?.
A pesar de los acontecimientos me obligo a descansar, vestido, sin deshacer la cama me tumbo y me quedo dormido.
Tengo sueños extraños, me despierto empapado en sudor.
Hombres sin rostro me arrebataban a mi mujer y mis hijos, yo les cogía las manos pero ellos tiraban y tiraban de los míos para llevárselos.
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Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 18. Primera Misión.” (POR ALEX BLAME)
El dossier no decía mucho de la mujer. Se llamaba Francesca Lobato y cantaba en un sórdido club de las afueras. No tenía antecedentes de arrestos, pero el club en el que trabajaba era famoso por ser un lugar de encuentro de las mafias chinas.
Los servicios secretos habían puesto el club bajo vigilancia, y sospechaban que usaban a las mujeres como correo para pasar secretos industriales y militares, el problema es que eran extremadamente cautos y no sabían exactamente como lo hacían, ni cual era la mujer que lo hacía.
Tras unos meses de vigilancia habían restringido las sospechosas a cuatro mujeres. Una de ellas era especialmente prometedora. A principios de mes, nunca el mismo día, la mujer llegaba al trabajo con un bolso especialmente grande y salía a la hora del cierre con el bolso más abultado de lo normal.
Su misión era seducir a la mujer y hurgar en el contenido del bolso hasta encontrar el material, fotografiarlo y dejarlo todo en su sitio para detenerla posteriormente en caso de que resultase ser lo que esperaban.
Revisó el resto de las hojas del informe. Estaba claro que habían hecho un extenso trabajo de documentación, aunque curiosamente, la mayoría de la información era bastante reciente, no había apenas nada que tuviese más de cinco años de antigüedad.
Observó de nuevo la foto y se preguntó que ocultaban esos ojos grandes enmarcados por unas pestañas largas y rizadas. ¿Por qué no había datos anteriores? ¿Cómo haría para acercarse a ella?
Se acostó en la cama mirando al techo pensativo. Era su primera misión y no quería cagarla. Aunque dudaba mucho que aquello mejorase su estado de ánimo, estaba dispuesto a cumplir las misiones que le encomendasen. Al menos no tenía que matar a nadie, no quería empezar su nueva vida como había terminado al anterior.
Se acercó al teléfono y estuvo tentado de llamar a sus madres, pero no se sentía con fuerzas para enfrentarse de nuevo a ellas. Volvió a colgar el aparato y se quedó mirando al techo, con la mente en blanco, hasta que se quedo dormido.
Aquel garito era bastante más acogedor por dentro de lo que parecía por fuera. La iluminación era suave y la música disco de los ochenta y noventa no estaba demasiado alta, solo lo suficiente para que las bailarinas semidesnudas que se agarraban a las barras, contorsionando sus cuerpos, pudiesen seguir el ritmo.
Entre el público había bastantes individuos de aspecto oriental que veían evolucionar a las mujeres con lujuria y esperaban ganarse su favor a base de introducir billetes entre las tiras de sus tangas.
Hércules se dirigió a la barra, pidió un Glennfidich con hielo y acodado en ella esperó a que Francesca saliese al escenario que ocupaba el fondo del establecimiento.
Antes de su actuación tuvo que fingir interés en una torpe imitación del baile de Flashdance por parte de una rubia cuya enorme pechuga estaba más dotada para usar los pechos como los flotadores de un hidroavión que para realizar los relativamente complicados pasos de un baile moderno. Todo quedó compensado cuando el agua cayó sobre la mujer haciendo que la camiseta revelase el tamaño real de los pechos y erizase unos pezones de tamaño titánico.
Cuando se hubieron apagado los silbidos y los aplausos, la mujer se retiró dejando que un operario recogiese el agua del suelo con una fregona.
Pidió otra copa mientras observaba como el hombre dejaba la fregona y cogiendo un micrófono presentaba a Francesca. Después de describirla como la heredera de Sade y ensalzar su belleza se retiró para dejar paso a la mujer que aparecía en ese momento en el escenario.
Llevaba un vestido rojo de lentejuelas cruzado en la cintura con un escote en v estrecho y profundo. La falda era larga y tenía una raja en el lado derecho que le llegaba casi hasta la cintura y se cerraba justo en la cadera con un bordado plateado.
Hércules observó el pelo largo, negro y ligeramente ondulado que reposaba sobre su hombro izquierdo, tapando aquella parte de su pecho. La mujer se inclinó para saludar y sus pechos se movieron pesados y jugosos evidenciando que no llevaba sujetador.
El público aplaudió hasta que la cantante, con un ligero mohín de sus labios gruesos y rojos como la sangre, les invitó a callar y comenzó a cantar. Su voz era suave y acariciadora, pero Francesca le añadía un toque grave y ligeramente ronco que hacía que la canción de Sade tuviese un punto más sensual.
Apenas se movía, pero sus ojos recorrían la sala con intensidad haciendo que cada hombre presente se sumergiese en la melodía y creyese ser el protagonista. Durante unos instantes calló y dejó que el saxofonista que la acompañaba se marcase un solo. La melancolía del instrumento llenó la sala haciendo que todo el mundo se sintiese embargado por una profunda emoción.
Francesca fijó el micrófono al pie y acariciándolo con unas manos de dedos largos y suaves comenzó a cantar de nuevo, esta vez meciéndose suavemente, sin dejar de envolver con sus manos el aparato y acercando sus labios sensualmente hasta casi tocar la superficie cromada, dejando que la raja de su vestido se abriese dando a los presentes una visión de unas piernas largas y morenas encaramadas a unas sandalias de tacón alto.
Hércules bebió el resto del whisky de un trago mirando a la mujer fijamente a los ojos a pesar de que sabía perfectamente de que ella no le podía ver, cegada como estaba por los focos.
Cuando la canción terminó se impuso un silencio que se prolongó un instante antes de que la parroquia prorrumpiese en una sonora aclamación.
Hércules dejó el dinero sobre la barra y se escabulló antes de que las luces volvieran a encenderse.
A la mañana siguiente se dirigió al domicilio de Francesca, que figuraba en el informe y aparcó dos puertas más abajo su coche alquilado. Como esperaba, Francesca no se levantó hasta tarde y hacia el mediodía la vio salir del portal vestida con uno vaqueros, una sencilla blusa y calzando unas bailarinas. Abandonó la terraza del bar de la esquina en el que había pasado buena parte de la mañana y la siguió calle abajo. Tras unos doscientos metros dobló una esquina y entró en un supermercado.
Hércules entró a su vez y cogió un carrito. Paseó por los pasillos y eligió varios productos al azar mientras la buscaba. Finalmente la encontró en la sección de congelados. Se colocó a su lado y hurgó con interés entre las terrinas de helados mientras la observaba de reojo.
Era la primera vez que la observaba de cerca, aun en bailarinas era casi tan alta como él. Llevaba el pelo atado en una apretada cola de caballo dejando a la vista una tez morena y tersa, sin apenas arrugas o imperfecciones. Dos grandes aros de oro colgaban de sus orejas y una pequeña piedra en la aleta de su nariz junto con sus ojos grandes y ligeramente rasgados le daban un aire exótico y un inconfundible atractivo.
—Una mujer tan bella merece algo más que una comida congelada. —dijo Hércules mientras fingía inspeccionar una terrina de stracciatella.
—¿De veras? —preguntó ella con una sonrisa escéptica mientras metía una pizza y un par de cajas de canelones.
Su voz ronca y sensual, y la forma pausada de hablar hizo que Hércules sintiese como crecía su excitación.
—Pues claro, hay un montón de comida prefabricada sin tener que comerla ardiendo por fuera y hecha un témpano de hielo por dentro.
Sabía que no era una respuesta muy inteligente, pero había conseguido que ella le mirase por fin y rápidamente detectó en sus ojos una chispa de interés. Continuó charlando con ella y haciendo chistes malos sobre la comida preparada mientras elegían productos de los estantes.
Francesca hablaba poco y escuchaba lo que Hércules decía con una sonrisa irónica, pero se dejaba guiar por el supermercado en un tortuoso circuito por los distintos pasillos del establecimiento. Finalmente Hércules se presentó y le invitó a tomar algo en una terraza.
La mujer miró el reloj frunciendo el ceño pero finalmente aceptó y le sugirió el local dónde había pasado la mañana. Hércules fingió un poco de embarazo y le dijo que en aquel bar había hecho un simpa hacía poco para forzarla a elegir otro.
Finalmente acabaron en la terraza de una cafetería a un par de manzanas de allí. El calor del mediodía empezaba a ser intenso así que Hércules pidió una caña mientras ella pedía una cola sin hielo.
Fingiendo inocencia le dijo que se le iba a calentar muy rápido el refresco. Ella respondió que tenía que proteger su garganta ya que era cantante. Hércules aprovechó para interrogarla y mostrar su admiración. Inmediatamente le preguntó dónde podía ir a oírla cantar. Ella, al principio quiso negarse a contárselo, lo que le dio indicios de que quizás se avergonzaba un poco del lugar donde cantaba, pero al final terminó confesándolo.
Tras apurar las bebidas, Hércues pagó la cuenta y se despidieron con dos besos. El cálido contacto con su piel provocó otro pequeño chispazo como si la atracción creciente entre ellos se descargase con el contacto.
—¿No me vas a pedir el número de mi móvil? —preguntó ella al ver que él se daba la vuelta dispuesto a alejarse de ella.
—¿Para qué si ya sé dónde encontrarte? —respondió Hércules girándose y despidiéndose de ella para a continuación seguir su camino.
Aquella misma noche se presentó en el local de nuevo. Había cambiado de indumentaria. Se había puesto uno de los trajes de Armani del armario y se había llevado un Porsche Cayenne del garaje de La Alameda.
Esta vez había elegido un lugar cerca del escenario para poder ver a la mujer más de cerca y que ella pudiese verle a él. Francesca no tardó en salir de nuevo. Esta vez llevaba un vestido de seda de corte oriental color marfil con una raja en el lateral tan vertiginosa como la del día anterior.
Antes de que comenzasen los primeros acordes y la luz volviese a cegarla, la mujer exploró el lugar con la mirada y no tardó en localizarle. Con un sonrisa se acercó al micrófono y comenzó a cantar Sweetest Taboo. Al contrario que en otras ocasiones, la mirada de Francesca casi no se apartó del lugar donde estaba Hércules mientras acariciaba el micrófono posesivamente.
La canción terminó y el público rugió unos segundos antes de volver su interés de nuevo a las bailarinas. Francesca bajó del escenario y repartió algunos besos y confidencias con empleados y clientes hasta que por fin llegó a él.
—¿Te ha gustado? —pregunto ella sin poder disimular su interés por la respuesta.
—Has estado fantástica, derrochas tanta sensualidad que me han entrado ganas de lanzarme al escenario y hacerte el amor allí mismo, delante de todo el mundo.
La cantante sonrió satisfecha durante un instante pero su gesto se volvió rápidamente entre ansioso e inseguro.
Notaba que estaba a punto de echarse atrás así que Hércules se adelantó y mientras acariciaba su pelo negro y sedoso le preguntó a qué hora terminaba.
Francesca dudó, estaba claro que había algo que parecía sumirla en la indecisión. La mano de Hércules se desplazó por su cara y rozó los labios de la mujer recorriendo la abertura de su boca acabando por convencerla.
—Tengo otra actuación dentro de una hora y habré terminado. —respondió ella con un ronco suspiro.
Charlaron un rato más y él la invitó a una copa de Champán antes de que se retirara a prepararse para la siguiente actuación. Cuando salió de nuevo al escenario, Hércules había abandonado el local. Francesca lo buscó entre el público sin éxito así que terminó sumida en un mar de dudas.
Al salir se encontró con el joven apoyado en el todoterreno con una sonrisa traviesa consciente de que ella, por un momento, había dudado que se hubiese quedado a esperarla.
Con un “estúpido” se introdujo en el Cayenne dejando que el hombre cerrase la puerta. El acogedor interior y el olor a cuero se mezclaron con el aroma del perfume del hombre aumentando su excitación. Mientras se dejaba llevar, no le importaba dónde, Francesca pensaba en el siempre crítico momento de descubrir su secreto.
Odiaba ser así, odiaba tener que pasar por aquel trago cada vez que conocía a un hombre que le interesaba. Nunca sabía lo que pasaría. En ocasiones había terminado muy mal y viendo los músculos que amenazaban con romper el traje de Armani de Hércules un escalofrío recorrió su espalda.
Hércules la llevó a un pub del centro. Pidieron un par de copas y charlaron, la música estaba tan alta que les obliga a acercar la boca a la oreja del otro para poder entenderse y él lo aprovechó rozándola con sus labios y sus dientes mientras le hablaba.
Tras unos minutos Hércules no se contuvo más y abrazando a la mujer por la cintura le besó el cuello y la mandíbula. Francesca suspiró excitada, pero a pesar de todo Hércules notó cierta resistencia. Ignorando las indecisiones de la mujer la abrazó y la besó en la boca, explorándola con suavidad y saboreándola sin apresurarse, mientras sus manos acariciaban su espalda.
Sin dejar de besarla deslizó las manos por la resbaladiza seda del vestido hasta agarrar su culo apretándolo y acercando sus caderas contra él, deseoso de que ella pusiese sentir la erección que ocultaban sus pantalones.
—No, aquí no. —dijo Francesca apartándose sofocada como si las caderas de Hércules le quemaran.
Hércules estaba tan excitado que hubiese ido al mismo infierno con aquella mujer. Asiéndola por la cintura la llevó fuera del ruidoso pub y la guio hasta el todoterreno. Antes de arrancar se inclinó sobre ella y la besó mientras acariciaba el muslo que asomaba por la raja del vestido. Ella suspiró y le apartó diciéndole que le llevase a un sitio más íntimo.
Aun tenía las llaves de su viejo apartamento así que la llevó allí. Cuando abrió la puerta la imagen de Akanke recibiéndolo con una sonrisa le asaltó haciéndole vacilar. Francesca lo notó y para evitar unas preguntas que no quería responder se lanzó sobre ella y acorralándola contra la pared la besó con violencia. La mujer sorprendida respondió al beso con la misma ansia dejando que las manos de Hércules estrujaran con violencia sus pechos a través de la seda del vestido.
Abrazándose y tropezando avanzaron hacia el dormitorio. Por el camino Francesca fue quitándole hábilmente la ropa hasta que cuando llegaron a la cama Hércules se vio totalmente desnudo.
Aquel hombre tenía el cuerpo de un héroe griego. Sus músculos se marcaban bajo su piel incitándole a arañarlos y mordisquearlos. Lo tumbó sobre la cama y tras ponerse encima de él le besó durante unos instantes antes de comenzar a recorrer su cuerpo con su boca, sabia a sal y a perfume. Mordisqueó sus tetillas haciéndole suspirar y fue bajando por su vientre, acariciando con sus uñas cada uno de los abultados músculos antes de llegar a su pubis.
Levantó la vista y con una sonrisa traviesa cogió el tallo de su polla con una mano. Sin dejar de mirarle levantó el miembro y lamió su base para continuar con sus huevos. Hércules suspiró de nuevo dejándole hacer y acariciándole suavemente el cuello.
Poco a poco, con desesperante lentitud fue avanzando por el tronco de su polla hasta que al fin llego a su glande. Lo recorrió juguetona con la punta de su lengua, rozándola con sus dientes, sintiendo como crecía por momentos.
Sin aguantarse más lo rozó ligeramente con sus labios antes de abrir la boca y meterse la polla dentro. Dejándose llevar comenzó a chuparla primero suavemente, luego con más fuerza subiendo y bajando por aquel mástil palpitante y sintiendo como todo el cuerpo de Hércules se estremecía y sus músculos se contraían debido al intenso placer.
Había llegado la hora de la verdad. El momento que más odiaba, pero si lo retrasaba más sabría que no sería capaz. Ese chico le gustaba de verdad y lo deseaba con todo su ser. Esperando que los estremecimientos de miedo los interpretara como excitación se puso en pie y se desabrochó los botones que tenía el vestido en el hombro izquierdo.
Intentando librarse de la desagradable sensación de vulnerabilidad que sentía al descubrir su secreto, se bajó la cremallera del vestido quedando desnuda salvo por un culotte delicadamente bordado y las sandalias de tacón.
Sintió los ojos de él clavados en sus pechos redondos, del tamaño de pomelos con los pezones pequeños y erectos por su intensa excitación. Le miró un instantes a los ojos antes de inclinarse para bajarse el culotte. Se incorporó con las piernas muy juntas dejando que observara el pelo oscuro y rizado que cubría sus piernas.
Respiro hondo y cerrando los ojos separó las piernas.
Mudo de sorpresa, Hércules observó como de su entrepierna caía un pene semierecto. Francesca se quedó quieta esperando, con los ojos cerrados y temblando de la cabeza a los pies. Por un momento no supo qué hacer, se quedó petrificado, pero luego se centró en la misión y hasta agradeció que fuese tan diferente a Akanke. Eso le ayudaría a apartar las constantes comparaciones entre las dos mujeres de su mente.
Se levantó y se acercó a Francesca que seguía esperando con la cabeza baja y los ojos cerrados. La mujer, al sentir su presencia, se puso rígida y tembló expectante. Hércules adelantó la mano y acarició su mejilla con suavidad. Francesca reaccionó defensivamente ante el contacto hasta que se dio cuenta de que era una caricia, se relajó y abrió los ojos.
Las manos de Hércules rozaron sus labios antes de introducirlos en su boca. Sintió como los chupaba con fuerza envolviéndolos con su densa y cálida saliva. Al fin relajada, Francesca se dio la vuelta y apoyando las manos sobre un viejo tocador separó las piernas.
Hércules acarició los muslos de Francesca y separó sus cachetes introduciendole con suavidad los dedos embadurnados en su propia saliva en el ano. La mujer soltó un ronco gemido mientras dejaba que Hércules explorara y dilatara su esfínter.
Los gemidos y los estremecimientos de Francesca hicieron que su deseo creciese. Con suavidad acercó la punta de su polla al oscuro y estrecho agujero y con delicadeza la penetró. El calor y la estrechez del culo de Francesca eran deliciosos. Poco a poco comenzó a meter y sacar el miembro de las entrañas de la mujer, cada vez más rápido, cada vez con más fuerza, viendo la cara de intenso placer de ella en el espejo.
Asiendo su melena empujó con todas sus fuerzas mientras Francesca se agarraba con desesperación al tocador para no perder el equilibrio.
Dándose un descanso Hércules tiró de su melena y obligó a la artista a volver la cabeza para besarle de nuevo el cuello la mandíbula y la boca. Cuando se separaron, ella soltó un gemido de insatisfacción al sentir como escapaba el miembro de su culo.
Dándose la vuelta lo besó desviando la atención de Hércules de su miembro semierecto y lo tumbó en la cama. Dándole la espalda se ensartó su polla de nuevo con un largo gemido. Deshaciéndose de las sandalias coloco piernas y brazos a ambos lados del cuerpo de Hércules y comenzó a subir y bajar cada vez más rápido mientras su polla erecta se balanceaba golpeando su vientre.
El placer volvía a ser intenso y apenas se dio cuenta cuando las manos de Hércules agarraron su miembro y comenzaron a sacudirlo con fuerza mientras se corría en su culo. El calor de la semilla del joven unido a sus caricias hicieron que no pudiese contenerse más y se corriese derramando su semilla sobre su propio vientre.
Durante esos instantes sintió una intensa felicidad que pronto se vio disminuida por la sensación de no sentirse una mujer completa.
Hércules apartó a Francesca con suavidad y se tumbó de lado, abrazando su cuerpo para quedarse casi inmediatamente dormido.
Los días siguientes fueron una vorágine de sexo. Hércules la atosigaba y buscaba su contacto constantemente, haciendo el amor una y otra vez hasta que ella rendida y dolorida le pedía una tregua.
Él insistía en ir a todas sus actuaciones fingiendo no poder separarse de ella ni un minuto hasta que por fin un día la llevó al trabajo y observó que llevaba el bolso que aparecía en las fotos del dossier. Era tan grande que bromeó preguntándole qué diablos llevaba allí dentro. Francesca consiguió ocultar bastante bien la tensión cuando escuchó la broma, pero a Hércules no le pasó desapercibida.
No volvió a hablar del tema durante toda la noche y cuando llegaron al piso le hizo el amor consiguiendo que se corriera dos veces y acabara durmiéndose totalmente exhausta.
En total silencio, cogió el bolso y se lo llevó a la cocina. Una vez allí, en la oscuridad, lo abrió descubriendo varios fajos de documentos. Los inspeccionó y los fotografío con el móvil antes de volver a colocarlos en su interior, junto con un diminuto dispositivo de localización por GPS.
Dos días después unos hombres se encargaron de llevársela. Nunca la volvió a ver.
NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/
PRÓXIMO CAPÍTULO: SEXO CON MADUROS
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alexblame@gmx.es
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Relato erótico: “Infiel a mi mujer con la hermana de mi amigo” (POR GOLFO)


¡Me follé a la hermana pequeña de un amigo!
No lo busqué, me lo encontré sin más y me consta que gran parte de la culpa la tuvo esa zorrita con cara de ángel de Luisa. Todo comenzó durante una comida en casa de Manuel. Mi amigo nos invitó a mi mujer y a mí a una barbacoa en su jardín y allí mientras alternábamos con los amigotes, se presentó esa criatura. No la reconocí cuando entró porque llevaba más de diez años sin verla. La última vez que la vi fue cuando tenía catorce años y la niña mona se había convertido en una diosa. Reconozco que me la quedé mirando pero sin otra intención que disfrutar de la maravillosa castaña de uno setenta que hablaba con el dueño de la casa.
-Javier, ¡Ven! ¿Recuerdas a mi hermana?- me soltó Manuel al ver que los estaba observando.
-¡Coño! ¡Cómo has cambiado!- respondí acercándome y dando un beso en la mejilla a esa monada.
La chavala sonrió al verme y dándose una vuelta completa para que la observara bien, me contestó:
-¿He cambiado para bien?
Estuve a punto de soltar una burrada pero al ser la hermana de mi amigo me corté y respondí:
-¡Por supuesto! ¡Estas guapísima!
La puñetera cría puso cara de satisfacción y prosiguiendo con un flirteo del que yo no me había dado cuenta, dijo:
-Eso, ¡Se lo dirás a todas!
-¡Ni de coña!- contesté: -Si Carmen me oye, me corta los huevos.
Soltó una carcajada y despidiéndose momentáneamente, fue a saludar a otros amigos. Mientras se iba me quedé extasiado con su culo. Siendo muy delgada, la chavala tenía un pandero cojonudo y solo su parentesco con Manuel, evitó que hiciera el oportuno comentario soez que se merecía. Lo estrecho de sus caderas, dotaba a su trasero de una espectacularidad que me hizo seguirlo con la mirada.
“¡Qué buena está!” exclamé mentalmente al no poder exteriorizar mi opinión en público.
Otro amigo me distrajo al preguntarme algo y por eso me olvidé de ella durante unos minutos. Cuando la volví a ver, estaba con mi esposa charlando amigablemente por lo que me junté con ellas sin levantar suspicacias a mi alrededor.
Al llegar, mi esposa le estaba dando nuestro teléfono y extrañado por que lo hiciera pregunté el motivo:
-Luisa acaba de llegar a Madrid y está buscando un piso. Le he explicado que tenemos uno vacío en espera de ser alquilado.
Os tengo que confesar que me pareció estupendo porque nos vendría estupendamente el dinero si llegábamos a rentarlo y por eso me declaré dispuesto a enseñárselo en cualquier momento. En ese momento no le dí importancia a que dicho apartamento estuviera puerta con puerta con el nuestro.
-Si te gusta, hablaríamos de precio- oí que mi mujer le decía a modo de confidencia.
La cría se mostró entusiasmada porque le gustaba la zona y el tenernos de vecinos, por eso quedó con Carmen en irlo a ver al día siguiente. El resto de la comida transcurrió sin nada digno de mencionar a excepción de que Luisa no se separó de nosotros, riéndole las gracias a mi mujer y demostrando que además de estar buena, era una joven con la cabeza bien amueblada.
Cuando nos íbamos y ya en el coche, mi querida esposa, sin saber en qué lio nos estábamos metiendo, me dijo:
-Me apetece la idea de alquilárselo y no solo por la pasta. Me parece encantadora, aunque después de tantos años fuera, un poco sola.
No pude estar más de acuerdo con ella porque obviando nuestras dificultades de llegar a fin de mes, Manuel me había contado que su hermana había retornado a España porque su novio alemán la había dejado y que estaba bien jodida. Al contárselo, eso afianzó la determinación de Carmen que como buena samaritana decidió ayudarla.
A la mañana siguiente, Luisa llegó puntualmente y tras ver el apartamento, decidió quedárselo sin pensar en otras opciones. De forma que me convertí sin saberlo en el casero de la que causante de mi primera infidelidad. La verdad es que ese día y mientras tomábamos el aperitivo con ella, yo también estaba encantado con la idea.
La chavala tardó una semana en mudarse y todavía recuerdo esa tarde como si fuera ayer porque estábamos ayudando a acomodar sus cosas, cuando me pidió que le llevara una caja a su habitación. Estaba cargándola cuando al tropezarme, la caja se abrió dejando desparramado por el suelo su contenido. Al irlo a recoger, me quedé acojonado al comprobar que consistía en su ropa interior. Más excitado de lo que me gustaría reconocer, fui metiéndola otra vez en su caja pero con tan mala suerte que justo al terminar y cuando solo faltaba por meter un coqueto tanga de encaje, me pilló con él en la mano. Avergonzado le expliqué lo ocurrido y ella soltando una carcajada, quitó importancia al incidente. El problema fue que al enterarme que esa mujer usaba unas prendas tan sugerentes por debajo de la ropa, no pude seguirla viendo como la hermana pequeña de mi amigo sino como el pedazo de hembra que era.
Para terminarla de joder, a partir de ese día su presencia en mi casa fue algo habitual porque habiéndose hecho amiga íntima de mi esposa, raro era el día que no se quedaba a cenar. El continuo trato lejos de aminorar su atractivo lo incrementó, llegándose a convertir en una obsesión. Esa melena larga, esos pequeños pechos y sobre todo ese culo con forma de corazón se erigieron en parte esenciales de mis sueños. En cuanto Carmen se dormía, no podía dejar de imaginarme como sería poseer a esa niña y en un vano intento por quitármela de la cabeza, me recriminaba por tener tan oscuros pensamientos sobre ella. Desgraciadamente, noche tras noche, su figura aparecía en mi mente y solo liberando mi excitación con una paja, conseguía dormir.
Mi mujer nunca se enteró de la atracción que su nueva amiga producía en mí y por eso una noche a mediados de Julio, le contó que se iba de vacaciones en agosto y que como yo no podía tomármelas en verano, le pidió que me cuidara. Entre risas, le contestó que no se preocupara y que velaría porque no me comportara como el clásico Rodríguez y dirigiéndose a mí, dijo:
-No te voy a dejar que te desmadres y para cerciorarme, vendrás a casa a cenar mientras Carmen esté fuera.
La aludida se mostró encantada porque así se aseguraba que estaría acompañado. Por mi parte, no vi mayor problema porque aunque me sentía atraído por Luisa, no pensé nunca en la clase de marcaje que me sometería aprovechando la ausencia de mi esposa. Por eso esa conversación pasó a segundo plano hasta el viernes en que Carmen se fue. Estaba en el trabajo cuando recibí su llamada recordándome que esa noche tenía cena en su casa:
-Allí estaré- contesté sin darle mayor importancia.![]()

Tras lo cual me sumergí en el día a día. Al salir del trabajo, decidí comprar una botella de vino para no llegar con las manos vacías. Una vez en casa, me cambié de ropa y directamente, toqué a su puerta. Mi inquilina no tardó en abrirla y cuando lo hizo, me quedé anonadado al ver que se había vestido como para salir de copas. Con un escotado traje rojo, se veía a simple vista que se había pasado toda la tarde arreglándose.
-¿Y eso?- pregunté – ¿No íbamos a cenar aquí?
-Sí- contestó medio confundida- ¿Por qué lo dices?
Sin poder dejar de observarla con detenimiento, le respondí que era una pena que solo yo pudiera disfrutar de tanta belleza. Luisa al oír mi piropo me soltó:
-Tú te mereces esto y más.
Os juro que no caí en la cuenta de que estaba flirteando conmigo. Absorto mirando el cuerpo que lucía esa muchacha, no me fijé en su cara de deseo ni en que involuntariamente había juntado sus rodillas al sentir mi mirada acariciando sus pechos. Rompiendo en silencio que se había instalado entre nosotros, me llevó al comedor. Mientras la seguía por el pasillo, me quedé extasiado al comprobar el meneo que esa mujer daba a su trasero al caminar.
“¡Menudo culo!”, exclamé mentalmente dudando si bajo el vestido llevaba o no ropa interior. Las nalgas duras y bien puestas que se adivinaban al contraluz, me hicieron rememorar el día de la mudanza y las sensuales braguitas que descubrí en esa caja. Luisa, ajena al examen que estaba siendo objeto su anatomía, se entretuvo abriendo una botella de vino mientras yo no cejaba en la contemplación de sus piernas.
La raja a medio muslo de su falda me dejó entrever que la cría tenía una piernas de ensueño y ya bastante excitado, me acomodé el pantalón para que no notara que tenía mi pene medio empalmado. Desgraciadamente, se le dificultó el descorche y poniendo cara de circunstancias, me pidió que le ayudara. Al levantarme, la erección de mi miembro fue patente a sus ojos y relamiéndose los labios, insistió en que la auxiliara. Desconociendo de antemano que iba a aprovechar ese momento, me acerqué a ella. Al ir a coger la botella, pasé mis brazos por detrás de Luisa. Fue entonces cuando echándose para atrás pegó su pandero a mi sexo y ante mi mirada atónita, lo colocó entre sus cachetes y se empezó a restregar.
Olvidando que esa mujer además de ser amiga de mi esposa, era la hermana pequeña de Manuel, dejé que continuara durante unos segundos profundizando esa caricia. Mi polla a punto de estallar, me imploraba que cogiera a esa cría entre mis manos y allí mismo la tomara pero tras unos instantes de confusión, me separé de ella y haciendo como si no hubiese ocurrido nada, quité el jodido corcho. La cría al ver mi estado, muerta de risa, me soltó:
-Poco has tardado en comportarte como un clásico Rodríguez.
-No sé a qué te refieres- contesté confundido por su actitud.
-A mí no me engañas- respondió:-Como todos los hombres, no puedes negar tu género. En cuanto veis una oportunidad os dejáis llevar por vuestro pene.
Cabreado por su insulto y sobretodo porque aunque me jodiera tenía razón, le solté:
-No serás acaso tú, la que aprovechando la ausencia de Carmen, deseas probar lo que es suyo.
-Quizás- respondió y dejando deslizar los tirantes de su vestido, me preguntó: -¿No te parezco atractiva?
Alucinado por su descaro, vi cómo se abría el escote y tapándose su pecho con las manos, insistía:
-¿Te gustaría verme las tetas?- y poniendo cara de putón verbenero, se empezó a acariciar los pezones mientras decía: -Sé que llevas deseando comerme entera desde que me viste en casa de mi hermano.
Involuntariamente y siguiendo los dictados de mis hormonas, me acerqué a ella y agachando mi cara, me puse a mamar de sus pechos. Descojonada por mi rápida claudicación, me retiró de un empujón y subiéndose el vestido, me soltó:
-¡No te he dado permiso!
Que se comportara como una estrecha cuando me había provocado, me terminó de enervar y cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta su cuarto. En el pasillo y mientras la llevaba en los hombros, no paró de insultar y de gritarme que le iba a contar tanto a su hermano como a mi esposa, lo ocurrido. Dominado por la lujuria, no pensé en las consecuencias y tirándola sobre la cama, me puse a desnudar.
Desde el colchón, Luisa seguía actuando y mientras no perdía ojo de mi striptease, me amenazaba con ir a la policía si la violaba. Cabreado y excitado por igual, me acerqué a ella y desgarrando su vestido con las manos, la dejé desnuda sobre las sábanas.
-¿Qué vas a hacer?
-Lo que llevas deseando desde que aparecí en tu puerta. ¡Voy a follarte! ¡Puta!- respondí separando sus rodillas.
Al hacerlo, descubrí que llevaba el pubis depilado e incapaz de contenerme, bajé mi cabeza entre sus piernas y sacando mi lengua, probé por vez primera el sabor agridulce de su sexo.
-¡Por favor! ¡No lo hagas!- me imploró intentando repeler mi ataque dando manotadas.
Su violenta reacción no hizo más que incrementar el morbo que sentía y dándole un sonoro bofetón, le ordené quedarse callada. La humedad que encontré en su sexo, me informó que esa mujer estaba cachonda y sabiendo que todo era un paripé y que yo era el hombre que había elegido para calmar su calentura, me puse a recorrer con mi lengua los bordes rosados de su vulva.
-¡Eres un cerdo!- gritó al sentir que me apoderaba del botón escondido entre sus labios.
Satisfecho por su silencio, cogí su clítoris entre mis dientes. Ni siquiera llevaba unos segundos mordisqueándolo cuando esa zorra empezó a gemir como una guarra. Azuzado por sus gemidos, seguí comiendo esa maravilla e incrementando el volumen de mis caricias, metí un dedo en su vulva.
– ¡Maldito!
Violentando mi acoso, incrementé la dureza de mi mordisco mientras unía otro dedo en el interior de su sexo. Tras unos minutos, follandola con mis manos y lengua, percibí que esa bruja ya mostraba indicios de que se iba a correr por lo que acelerando la velocidad de mi ataque, empecé a sacar y a meter mis yemas con rapidez. Tal como había previsto, la hermana de mi amigo llegó al orgasmo y berreando de placer, su cuerpo empezó a convulsionar sobre la cama mientras de su sexo brotaba un manantial. Al beber del flujo que salía de su cueva, profundicé y alargué su clímax, de manera que uniendo un orgasmo con otro fui demoliendo sus supuestas reticencias.
-¡Cabrón!- aulló al experimentar la rebelión de sus neuronas y presionando con sus manos mi cabeza, chilló con voz entrecortada: -Ya me has demostrado quién manda pero ¡No me folles!
Aunque de sus palabras se podía deducir que rechazaba la idea, su tono me informó que estaba ya dispuesta y por eso, me incorporé sobre el colchón y cogiendo mi pene entre mis manos, lo acerqué a su vulva.
-Te lo ruego, ¡No me violes!- gritó al sentir mi glande jugueteando con su entrada.
Incapaz de contenerme de un solo empujón, hundí mi extensión en su interior. La calidez que me encontré, me reafirmó su disposición y por eso, sin darle tiempo a acostumbrarse inicié su asalto. El olor a hembra excitada llenó las papilas de mi nariz mientras Luisa no dejaba de chillar que no siguiera follándola.
-¡Soy la hermana de tu amigo!- aullaba mientras sus caderas convertidas en un torbellino, buscaban mi contacto con mayor énfasis.

-¡Estás disfrutando puta!- grité mientras mis dedos pellizcaban los rosados pezones de la cría: ¡Deseabas ser mía!
-¡No!- chilló descompuesta.
Su mentira espoleó mis movimientos y poniendo sus piernas en mis hombros, seguí tomando lo que sabía que era mío con mayor ardor. La nueva posición hizo que su cuerpo empezara a temblar y pegando enormes gritos, se volvió a correr. Esté enésimo orgasmo, me contagió y uniéndome a ella, mi pene explotó regando su sexo de blanca simiente. La muchacha al sentirlo, lloró de placer y pegando alaridos se dejó caer sobre el colchón.
Agotado, me tumbé en la cama liberándola, momento que Luisa aprovechó para huir de mi lado y levantándose, me dejó solo en el cuarto. Su huida apresurada me hizo temer lo peor y abrumado por los remordimientos, llegué a pensar que había malinterpretado a la cría. Asustado y cabreado por mi actuación, estaba a punto de ir a buscarla para pedirle que me perdonara, cuando la vi entrar con una bandeja.
Ella al ver mi cara de asombro y luciendo una sonrisa, dijo:
-Tenía hambre-
Aliviado por sus palabras, solté una carcajada y ayudándola cogí la comida de sus manos. Luisa, sin esperar a acomodarse en la cama, empezó a comer mientras me decía:
-Me ha encantado que me violaras- y recalcando su respuesta, me soltó: -Después de cenar, quiero que me rompas el culo. ¿Podrás hacerlo?
Solté una carcajada al comprobar su descaro y por medio de un sonoro azote en sus nalgas, le informé de mi disposición. Entonces la chavala me volvió a sorprender y haciendo a un lado la bandeja, se acercó a mí cogiendo mi sexo entre sus manos, se lo llevó a su boca y sensualmente, lo empezó a besar mientras acariciaba mis testículos.
De pie sobre la alfombra, sentí sus labios abrirse y cómo con una tranquilidad pasmosa, esa chavala lo iba introduciendo en su interior. Devorando cada uno de los centímetros de mi piel, la hermanita de mi amigo fue absorbiendo mi extensión hasta que consiguió besar la base. Con él completamente embutido en su garganta, empezó a sacárselo lentamente para acto seguido volvérselo a meter.
-¡Eres una mamadora de lujo!- le espeté al comprobar que estaba utilizando su boca como si de su sexo se tratara y cada vez más rápido me estaba haciendo el amor sin usar ninguna otra parte de su cuerpo.
Me cuesta horrores describir su maestría. Luisa usó su lengua para presionar mi pene, conseguiendo que su boca se convirtiera por arte de magia en un estrecho coño. Forzando el placer que sentía, llevé mis manos a su cabeza y comencé un brutal mete-saca en su garganta. Satisfecha y estimulando mi reacción, clavó sus uñas en mi culo. El dolor mezclado con la excitación que asolaba mi cuerpo, me dio alas y salvajemente seguí penetrando su garganta. Mi orgasmo no tardó en llegar y conseguí descargar en su boca la tensión acumulada, momento que aprovechó la chavala para recriminarme el modo en que la había usado.
-Perdona- le dije al comprender que me había pasado.
Luisa soltó una carcajada y con un brillo en sus ojos, sonrió mientras me pedía que quería que cumpliera con su otra fantasía:
-¿Cuál?- pregunté.
-Quiero que me tomes por el trasero- contestó poniéndose a cuatro patas sobre la cama.
Al verla separándose los glúteos con sus manos mientras me exigía que tomara posesión de su ano, fue demasiado la gota que reactivó mi lujuria y agachándome entre sus piernas, me acerqué y recorrí con la lengua los bordes de su ano. La cría pegando un gemido, se puso a acariciar su clítoris con su mano. Temiendo dejarme llevar demasiado pronto por el deseo y tratando de no desgarrarla, le pregunté si no tenía crema:
-Tengo algo mejor- contestó sacando del cajón de la mesilla un bote de lubricante anal.
Al ver la enorme sonrisa que iluminó su cara, comprendí que esa mujer había más que fantaseado y que al seducirme, tenía previsto entregarme su culo. Su entrega me permitió no tener que convencerla de algo que deseaba desde que había visto su culo desnudo y por eso abriendo el bote, cogí un poco de gel entre mis dedos. Sin más prolegómenos, unté su ano y con la tranquilidad que da la experiencia, empecé a relajar su esfínter.
-¡Cómo me gusta!- aulló descompuesta al sentir uno de mis dedos abriéndose camino en su interior paso. Disfrutando del momento, cerró los ojos y apoyó su cabeza en la almohada mientras levantaba su trasero.
La nueva posición me permitió observar que sus piernas temblaban al sentir mi yema en su interior y seguro de lo que estaba haciendo, decidí incrementar el rumbo de mis caricias. Dándole un azote a una de sus nalgas, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.
-Ahhhh- gritó al notar un azote en una de sus nalgas mientras metía dos dedos dentro de su orificio.
Su gemido me alertó de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. Luisa, pegando un gemido, me informó que estaba dispuesta. Con cuidado de no romper el encanto, moví mis falanges alrededor de su cerrado ano, dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar.
-¡No puede ser!- aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.
Dominada por una lujuria insana, la hermana de Manuel se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente no esperó a que terminara de meter los dos dedos y pegando un alarido, se corrió sonoramente mientras su cuerpo se estremecía sobre las sábanas. Sin dejarla recuperarse, embadurné mi pene con el lubricante y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada:
-¡Tienes un culo estupendo!- le solté mientras jugueteaba con su esfínter.
-Lo sé- respondió y sin esperar a terminar de hablar, llevó su cuerpo hacia atrás.

-¡Lo tienes enorme!- exclamó mientras se dejaba caer sobre el colchón.
Aunque no os tengo que contar las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que fuera ella quien decidiera cuando comenzar. Mientras lo hacía, aceleré mis caricias sobre su clítoris, de manera que, en medio minuto, la muchacha no solo se había relajado sino que ya estaba claramente excitada. Entonces levantando su cara de la almohada, me ordenó que comenzara mi ataque.
La expresión de deseo reflejada en su rostro, me convenció de empezar y dotando a mi cuerpo de un ritmo pausado, fui extrayendo mi sexo de su interior. Al sentir que casi había terminado de sacarlo, Luisa con un movimiento de sus caderas se lo volvió a introducir. Repitiendo la operación cada vez más rápido, el compás con el que la cabalgaba se fue acelerando, convirtiendo nuestro trote en galope, mientras ella no dejaba de gritar.
-¡No pares!- ordenó a voz en grito al sentir que disminuía el ritmo de mis acometidas.
-¡No lo haré!- contesté tomando aire.
Fue entonces cuando cogiendo su melena, le di un fuerte azote y usando su pelo como riendas, reinicié mi loco cabalgar.
-¡Me encantan tus azotes!- gritó al sentir mi mano y meneando su trasero, me pidió más.
Convencido por su respuesta que le gustaba el sexo duro, alternando de un cachete a otro, marqué el ritmo de mis incursiones con sonoras cachetadas. Sus nalgas recibieron una caricia cada vez que sacaba mi pene de su interior, de manera que su cuarto se llenó del sonido de gemidos, azotes y suspiros mientras yo seguía machacando con gozo su trasero. Con el culo completamente rojo Luisa empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal y no contenta con ello, me chilló que siguiera.
Si de por si era impresionante ver a esa cría, temblando de placer entre mis piernas, lo fue aún más cuando convertida en un torrente de deseo me gritó:
-¡Llevo años soñando con esto! ¡Maldito!- y mientras el placer desgarraba su interior, prosiguió diciendo. –Desde niña he estado colada por ti y ahora que te tengo, ¡No voy a dejarte escapar!.
Su confesión fue el aguijón que necesitaba y reanudando mis maniobras, pellizqué sus pezones con dureza mientras usaba su culo para desahogarme. Luisa al sentir la rudeza de mis dedos, perdió el control y agitando sus caderas, se corrió. Olvidándome de ella, empecé a usar mi miembro como si de un cuchillo de se tratara y rebanando su cuerpo, seguí violando su esfínter mientras mi víctima no dejaba de aullar desesperada.
El cúmulo de sensaciones y sus gritos me llevaron al borde de la histeria y derramándome en su interior, llegué a un brutal orgasmo mientras disfrutaba de su entrega. Agotado y exhausto, me tumbé al lado de Luisa, la cual me recibió con las brazos abiertos.
-Siempre te he amado- dijo mientras me besaba.
Asustado por la fuerza de sus sentimientos, le recordé que era un hombre casado y que quería a mi esposa. Entonces la puñetera cría, me contestó con una sonrisa en sus labios:
-Carmen me pidió que te cuidara y pienso hacerlo. Voy a ser tu mujer durante este mes y luego ya decidiremos qué hacer cuando vuelva.
La tranquilidad con la que me habló, me dejó helado y temiendo que esa chavala fuera la causante de que mi matrimonio se rompiera, me levanté y terminándome de vestir, salí huyendo de su piso. No había entrado en mi casa cuando escuché el sonido del teléfono.
Al contestar, descubrí con horror que era ella.
-¿Qué quieres?- pregunté mosqueado.
La cría soltó una carcajada y me dijo:
-¡Mira el mail que te acabo de enviar! Cuando lo hayas visto, vuelve. ¡Te espero en la cama!
Sin saber a qué se refería abrí mi correo. Temblando como un niño pillado haciendo pellas, visualicé el video que me había mandado. Aterrorizado comprobé que me había grabado y que ante otros ojos, no cabría ninguna duda que la había violado. Sabiéndome en sus manos, volví a su piso y llamando a su puerta, esperé oír las condiciones de su chantaje.
-Amor mío, ¡Se está enfriando la cena!- respondió totalmente desnuda y sin hacer mención a lo ocurrido, me llevó de vuelta a su cuarto.
Mientras la seguía, fui consciente de que tenía un mes para convencerla que me dejara en paz o de lo contrario me podía dar por jodido.

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Relato erótico: “El florista” (POR WALUM)
Florista
Hola soy Laura y esto sucedió hace como unos meses atrás, le cuento que soy profesora, tengo 31 años vivo en una linda casa que esta en el centro de la ciudad casi, es muy acogedor y para ser una mujer que vive sola nunca había tenido problemas con ningún vecino, mas que alguno que por ahí intentara invitarme a salir, porque creo que soy una mujer bastante llamativa a los ojos de los hombres, aunque me estatura es mas bien baja 1,60 con tacos altos que siempre ando, hacen que tenga la estatura perfecta, mientras que mis años de gimnasio, en total 5 años de gimnasio han hecho de mi cuerpo que siempre fue bastante desarrollado, algo mas marcado y bien proporcionado con unos pechos normales o grandes, una cintura muy estrecha que me encanta y mi parte posterior que es lo mejor que he tenido siempre, mi cola bien salida para afuera y bien redonda y parada que es una de las causa de las cosas que escucho en la calle y las miradas, me encanta, es mi orgullo en total mis medidas son 90-56-97. Siempre supe que llamaba mucho la atención masculina, pero no siempre me favoreció. Mi vida estaba muy bien, conozco a mucha gente y cosas así.
No había nada que afectara mal mi vida, el único problema y algo que me desagradaba mucho era que siempre para ir a trabajar paso por unos locales comerciales, donde había uno que odiaba sobre todo, un local de flores donde siempre estaban un grupo de señores como de unos 45 – 55 años y siempre se la pasaban bebiendo alcohol, y el dueño de la florería era un gordo pesado, bien panzón medio pelado y baboso a mas no poder y cuando yo salía siempre se me quedaban viendo como queriéndome desvestir.
Pero no había tanto de que quejarme. Los ignoraba, pero un día que yo salí para ir a casa de mis papás de visita como de costumbre, y realmente me gusta vestir bien, me puse un pantalón rosadito súper ajustado y un top blanco, al salir de mi casa estaban otra vez la bola de viejos borrachos riendo y también como era costumbre bebiendo, al pasar por ahí el gordo asqueroso, se paró y me miró fijamente, yo me asuste pero no seguí caminando rápido, cuando pase me dijo -¡¡Mamacita que buen culo, me gustaría tocártelo!! Yo hice como que no oí nada y seguí caminando mas aprisa y solo oí que los viejos reían por que había dicho ese tipo, de regreso a mi casa temí encontrarlos de nuevo pero mi alivio fue que el local estaba cerrado imagine que habían acabado borrachos y se habían ido a dormir.
Después de unos días yo me tranquilice porque no los veía muy seguidos, un día como cualquier otro, fui al local que esta al lado de la florería que es de un amigo de mi padre, don Javier que es un viejito muy bueno que lo conozco de toda la vida, hablamos un rato largo, me contó que estaba mal económicamente que no sabia cuanto mas iba a poder mantener el local y cosas por el estilo, yo me sentí muy mal, de pronto escuche un grito de dolor fuertísimo y un golpe, parecía que venia de al lado, de la florería, yo hice una cara pero no pregunte hasta que se volvió a producir un golpe mas fuerte, entonces don Javier me dijo en tono bajito, que seguramente era el florista que le estaba pegando a su mujer, que era un loco agresivo y la golpeaba seguido.
Yo me sentí con mucho odio, me daba mas asco aun el maldito gordo asqueroso, pero no podía hacer nada, luego la charla duro un rato mas y me fui. Me había quedado media mal, pensaba en esa pobre mujer y ese asqueroso y maldito sujeto. Paso una semana y llego un lunes, pensé en ir a ver a don Javier a la cerrajería, sabia que no estaban los borrachos así que fui a buscarlo. Entre al local y no había nadie, me resulto extraño, dije hola, pero nadie contestó, pensé que tal vez había salido a comprar algo, así que decidí esperar un poco.

Lo peor es que tenia que ir a ver a don Javier para darle unas cosas de mi papá, pensé en positivo y pensé que tal vez no había visto y mucho menos reconocido del todo y no supiera que era yo la que había estado observando, otra vez fui para lo de don Javier con una velocidad impresionante, pensé en dejar los papeles y correr a casa de nuevo, cuando estaba llegando a la cerrajería de el, estaba afuera el gordo florista sentado en la puerta de su local, el corazón latía por que tendría que pasar cerca de ahí y imagine tal vez me diría algo por haberlo espiado a el y a su mujer, pero no podía voltear, así que al verlo solo camine y al pasar me miró, se sonrió con una sonrisa bastante burlona y con eso y su mirada me di cuenta que el ya sabia que yo había sido la que había estado observándolo, voltee la mirada y seguí caminando, me metí en lo de don Javier le deje los papeles sin explicarle mucho y salí rápidamente hacia otro lado, cuando llegue a mi casa estaba asustada pensaba miles de cosas, como de que pensaría de mi el gordo que yo estaba ahí viéndolo y un sin fin de cosas. Como pude intente evitar ese pensamiento y seguí preparando todo para el otro día de clases. Al otro día luego de dar largas jornadas de clases me olvide un poco del asunto, así pasaron los días yo trataba no salir tanto, tenia miedo de toparme con el florista y otra vez sentir su mirada, los días fueron pasando seguía todo bien y de manera simple fui olvidando un poco lo que me había pasado unos días antes.
Una semana después era un lunes salí tarde de mi casa porque no llegaba a clases y en el momento de salir, con la violencia de sacar la llave se me cortó por la mitad, maldije mi suerte pero debía llegar al trabajo, ese día me había puesto una diminuta tanga porque me puse un pantalón ajustado blanco y no tenia que notarse tanto y una camisita ajustada rosadita con mis altos tacos, me veía muy bien, luego que trascurrió todo el día era obvio que tenia q arreglar la cerradura y la llave, así que tenia que ir a lo de don Javier a decirle tenia un pequeño temor de encontrarme con el florista, pero con fortuna mía estaba cerrada la florería, entre a lo de don Javier mucho mas tranquila, le explique lo que me había pasado y el fue hasta mi casa y en unos minutos arreglo todo, cambio la cerradura y me dio nuevas llaves, mientras que hablábamos y me contaba que el negocio seguía muy mal y hasta debía varios meses de alquiler, realmente estaba duro el trabajo. Luego lo acompañe hasta el local sabiendo que la florería estaba cerrada y el seguía contándome sus altibajos, me hacia sentir mal el pobre, pero nada podía hacer, luego de unos minutos mas de charla decidí volver a casa a comer algo, me fui saliendo tranquilamente, pero cuando salí el corazón volvió a latir fuertemente al ver al florista, justo sacando los carteles de su local a la calle, yo pasé caminando rápido y el me miró sonriendo, yo giré la cara y vi a través del vidrio del local como me devoraba con la vista mi trasero, con muy poca discreción, una mirada de morbo total, camine mas aprisa, no me desagrada que miren, pero con discreción, no como ese asqueroso sujeto.
Esa noche, no tenia mucho sueño, así que me quedé en el comedor leyendo una revista y escuchando música, ya me había olvidado de lo que había visto estaba mucho mas relajada, a eso de las 10 me agarró sueño, apagué la luz del comedor, fui al baño y me acosté. Estaba con la luz del velador prendida leyendo hasta que vi que me dormía, justo que la iba a apagar, miré a la ventana y había la sombra de alguien parado justo en la ventana. Lo veía entre las hendijas de la persiana, juntando fuerzas dije “Quien está ahí?, nadie me respondió y la sombra siguió ahí. Cuando me dispuse a tomar el teléfono, la sombra desapareció sin hacer ruido. Me quede muerta de miedo, sin saber que hacer. Esa noche fue terrible, me moría de miedo sin saber que hacer. Pero paso, el otro día fue mas normal, no me tope con el maldito florista, que me daba cuenta que últimamente estaba cerrada la florería, seguramente debía impuestos o cosas por el estilo ese maldito. No le preste mucha atención igual.
Cuando iba llegando la noche todo estaba tranquilo, iba a salir a tomar algo seguramente, así que luego de ver varias veces si todas las puertas estaban cerradas, decidí darme una ducha, preparé el baño y llevé ropa nueva que me había comprado para cambiarme adentro luego de salir de la ducha. Terminé de ducharme, me puse una tanga rosadita bien chica, un pantalón blanco finito y unos tacos altos, arriba me puse una remerita negra media escotada. Fui saliendo acomodándome el pelo y cuando termine de salir del baño sentí un ruido en el comedor, fui rápido y allí lo vi. Quedé dura del terror al ver a un tipo gordo con una pasamontañas que le cubría la cabeza, quise correr a la puerta pero me agarró del brazo y me dio una trompada en el estómago que me hizo perder la respiración, me tiró sobre un sillón, luego se puso delante mío y me dijo -¡¡Mira te portas bien, o te mato a golpes, esta todo cerrado y nadie me ha visto, así que es muy fácil!! Yo llorando lo escuchaba y mire para todos lados dándome cuenta de que estaban todas las cortinas y persianas cerradas, algo que yo no acostumbro a hacer, porque no se ve nada de afuera.
Temblaba de miedo, el sujeto seguía con su pasamontañas en la cabeza dando vueltas. Era bien grande, yo empecé a recuperar el oxigeno y antes de que pudiera gritar me dio un cachetazo diciéndome -¡¡Ni lo intentes zorra!! Yo temblaba de miedo entre lágrimas sin saber que hacer, mi corazón estaba a mil de miedo. Luego de mirarme fijamente mientras yo temblaba de miedo dijo -¡¡Si haces todo lo que te diga, nada malo te va a pasar!! Estaba con el pasamontañas, me levanto del sillón, intenté hacer un movimiento con la mano y me dio un cachetazo tan fuerte que me dobló la cara.
Yo lloraba sin saber a que me sometería ese sujeto. Entonces el sujeto mientras me tenia del brazo dijo -¡¡Sabes Laura, tienes unas piernas preciosas!! Me quede helada, sabía mi nombre. -¡¡Y esa cintura!! ¡¡Y esa cola, es fantástica!! Sentí como dio un paso hacia mí y luego paso sus manos en mi cintura. Yo rogaba un milagro mientras seguía quieta, presa del pánico. De pronto apoyo su bulto en mi trasero, pude sentir sobre mis nalgas su excitación, una fuerte excitación. El maldito me estaba apoyando descaradamente. Mientras me decía al oído -¡¡Tenes un cuerpazo, y siempre lo estas mostrando descaradamente….deberías cuidarte, podría pasarte algo!! El sujeto se reía descaradamente, ante mi miedo total. Luego de estar así, sin saber que intentaría conmigo me dijo al oído -¡¡Tenés un culo divino, paralo y movelo contra mi bulto!! Yo le dije -¡¡No, por favor basta!! El sujeto me apretó fuertemente el cuello y me contesto -¡¡Hacelo o te mato a trompadas!! Yo con muchísimo miedo y sintiéndome totalmente humillada comencé a menear mi cola como me había obligado, su bulto era grande, se podía percibir, yo temblaba mientras seguía haciendo lo que el maldito sujeto me pedía, me decía al oído
-¡¡Que precioso culo tenes Laura redondo, grande y paradito te tengo que decir que es excitante vértelo mover por la calle!! Yo supe entonces que el maldito sujeto me tenia estudiado los movimientos, tal vez era un psicópata, el miedo se apodero aun mas de mi, que no sabia que hacer. Mientras seguía admirando mi hermosa cola, tomo mis nalgas y las separó, para apoyar mejor, su grueso bulto que se le notaba en los pantalones. Mi cola se enterraba bajo su barriga horrible, mientras me apoyaba su miembro con mas fuerza, y decía -¡¡Uyyy….mueve tu culo Laura…menéalo como a los hombres nos gusta!! Yo seguía con su humillante petición y pare lo mas que pude mi cola, la empecé a mover suavemente de lado a lado mientras rozaba su pantalón. De pronto aparto su bulto de mi cola, se paro junto a mí, apoyo su mano sobre mi cola y empezó a estrujar cada una de mis pompas. Deje de mover mi cola, pero el sujeto dijo -¡¿Qué pasa?! ¡¡No he dicho que pares!! ¡Sigue meneando el culo PUTA! Yo seguí moviéndolo, mientras el disfrutaba apretándolo, estrujándolo y sobándolo a mas no poder. Luego volvió a ponerse detrás mío y sus manos me rodearon hasta atrapar mis pechos, yo no hice nada, permanecí inmóvil, mientras que el sujeto decía a viva voz -¡¡Que buenas tetas tenes Laura!! Me apretaba los pechos con énfasis, los amasaba fuertemente murmurándome al oído -¡¡Que tetas!..¡Son enormes y están bien duras! El sujeto me estaba humillando completamente, sabiendo que me doblaba en tamaño, todas las puertas y ventanas estaban cerradas de modo de que nadie escuchara ni viera nada, en otras palabras en esos momentos el sabia que me tenia absolutamente impotente entre sus manos, era suya, a no ser que me salvara un milagro, era suya para gozarme a su voluntad.
Eso me hacia llorar completamente sintiéndome casi muerta. De pronto el maldito sujeto me tomó del pelo fuertemente, tirandoló y me dijo al oído -¡¿Laura que te pareció como mi mujer me la estaba chupando!? ¿¡¡Te gusto!!? ¡¡ Y por eso observabas con la boca abierta!! Yo ahí recordé eso, entonces el sujeto era el maldito florista de la otra cuadra, me empecé a sacudir para todos lados y a gritar, entonces el tiró mi pelo y me dio un cachetazo fuertísimo que me hizo callar, se sacó el pasamontañas y volvió a amenazarme, pero esta vez con una navaja que tenia, mis posibilidades eran nulas, el sujeto tenia mucha fuerza, y me sacaba mucho en tamaño, estaba totalmente indefensa, justo cuando iba a gritar nuevamente el me dijo con vos violenta -¡¡Si gritas te mato a golpes!! Yo me quede helada con su amenaza, no sabia que hacer.
El se puso delante mío, y entonces me rodeo con sus brazos e hizo bajar sus gordas manos mis nalgas agarro cada una con una mano y las apretó fuertemente, en ese instante grité -¡¡Auxiliooo!! ¡¡Soltame loco!! El soltó mi cola y me agarró fuertemente del cuello y volvió a amenazarme apretando fuertemente casi dejándome sin aire, luego me miró fijamente y me dijo -¡¡No me importa nada ricurita, estas bien buena y te voy a gozar, yo te voy hacer gozar y vas a pedir mas verga como mi mujer lo pide a gritos!! Y rió vilmente, yo comencé a llorar sin sentido diciéndole que me soltara, pero el sujeto estaba como poseído completamente. Después el gordo mugriento de decir eso metió su cabeza sobre mis pechos y en un movimiento fugas mordió levemente uno de ellos a través de la tela, como un perro hambriento mordía levemente y succionaba mis pechos por encima de la camisa mientras que sus manos masajeaban rítmicamente mi cola, yo estaba quieta sin reaccionar ante aquella tremenda manoseada que me estaba dando aquel gordo feo y asqueroso sujeto, no podía creer como me podía estar pasando esto a mi, de pronto sentí como el sujeto aparto su boca de mis pechos y en un movimiento rápido jaló mi camisita, dejándome con mi sostén blanco y nuevamente volvió hacia mis pechos lamiendo y mordiéndolos ahora con un poco mas fuerza.
El sujeto lentamente empezó a conducirme a una pequeña mesita donde preparo a mis alumnos, de pronto sentí como sus manos se apartaron de mis nalgas y las llevo donde estaba el botón de mi pantalón, yo furiosa aunque aturdida por la situación saque sus manos violentamente, pero el mordió súbitamente mi pecho y me hizo intentar cubrirme arriba sacando mis manos de abajo a lo cual, el pudo desprender mi pantalón, luego sus manos subieron hacia mis pechos y rompió mi sostén, quedando mis pechos al aire libre. El me miró y dijo -¡¡Estás muy buena de verdad.
Tenés unas tetas divinas y un culo espectacular. Te voy a perforar toda muñeca!! ¡¡Tus tetas las voy a saborear como nunca te lo han hecho!! Agarro con sus gordas manos mis pechos, los chupaba y lengüeteaba yo sentía mucha repulsión, lo observaba como el locamente no paraba de chupar mis pechos, yo estaba casi sobre la mesa, de pronto el gordo asqueroso se aparto de mis pechos y vi como jaló violentamente mi pantalón, dejándome solo en tanga y tacos, el sujeto al ver mi pequeña tanga dijo
-¡¡Heee Laura si que sos una calienta pijas mira la tanguita que usas!! Yo seguía llorando ante sus viles comentarios, totalmente desmoralizada sintiéndome una cualquiera, estaba en sus manos completamente seguramente el asqueroso gordo que siempre odie me iba a poseer y hacer lo que el quisiera conmigo, como lo hacia con su gorda esposa, pero ahora tenia a una mujer mucho mas joven de 33 años y con un buen cuerpo, quizás el siempre estuvo con mujeres viejas y gordas como su mujer, pero ahora era todo lo contrario, ahora iba a gozar un cuerpo joven que en su vida hubiera soñado con tenerlo.
Luego el sujeto dijo en tono de burla y superioridad -¡¡Ahora si mami, prepárate a gozar como nunca!! ¡¡Te voy a clavar como nunca vas a pedir más!! Yo solo lo mire con cara de odio y resentimiento pero no dije nada, enseguida se aparto de mi y bajo su pantalón negro sucio y quedo en slip, yo miré hacia abajo y vi un gran bulto, como que algo intentaba salir pronto, luego se colocó entre mis piernas y pude sentir su enorme bulto en pequeños vaivenes me lo restregaba a la altura de mi vagina por encima de la tanga, estuvo un rato así hasta que se aparto de mi y se bajo el slip, ante mi apareció un enorme miembro de unos 25 cm. gorda, muy gorda y venosa, con la cabeza brillante debido al liquido preseminal que había arrojado, el sujeto me dijo con vos fuerte -¡¡Ahora mámala puta, sabia que te gusto mi verga por eso me estabas espiando el otro día!! ¡¡Ahora es toda para ti cometela!! Me dio asco hacer eso, le grite con violencia y seguridad -¡¡Estas loco degenerado!! El rápidamente con violencia agarró mi mano y la puso en su miembro, estaba caliente me empezó a dirigir mi mano de arriba abajo, el sujeto tomo mis hombros y los hizo hacia abajo y por mas que puse mucha resistencia, me terminó dejando arrodillada como el quería, mi mano subía y bajaba de su enorme miembro, yo estaba justo enfrente de aquel miembro, me daba asco el olor a mugre que tenia, la situación era muy morbosa y bastante asquerosa, nunca habría yo podido imaginar estar en una situación así, el me tomó la mandíbula me obligo a abrir mi boca, como pude ante su violencia en mi, empecé a chupársela, el sabor me desagrado completamente, quería vomitar, era muy desagradable y humillante, ese pedazo de carne no cabía en mi boca así que no me lo metía todo. Miré hacia arriba mirando al maldito sujeto y al verlo llore con mas fuerza al verlo con una sonrisa grande y cara de total locura y placer, mientras que comenzó a decir
-¡¡Así mamita ahhh ahgg mas rápido putita!! Eso me torturaba aun mas, eran escalofriantes sus viles comentarios, el acariciaba mi cabeza dirigía mis movimientos cada vez más rápidos, mientras que gemía fuertemente y yo seguía chupando lamiendo y succionando su asqueroso miembro, no podía pensar en nada que en lo asqueroso de la situación, yo chupándole el miembro a aquel gordo morboso, dándole mucho placer con mi boca algo que nunca había hecho porque me parecía humillante, sin saber porque, el sujeto paró y me levanto, me agarro de mi cintura y me volteo hacia la mesa de espaldas a el, sentía mucho miedo y asco, el dijo fuertemente -¡¡Tenes un culo perfecto, quiero que lo pares para mí!! Luego agarro su miembro duro y empezó a dar pequeños golpes en mis nalgas, luego dijo -¡¡Mové tu colita!! Yo con miedo empecé a menear mi cola en círculos levemente, el rápidamente empezó a golpear mas fuerte mi cola con su miembro. Era lo más bajo que pensé que me sometería, no podía creer que ese gordo se aprovechara completamente de todo mi cuerpo. Yo antes de que el sujeto siguiera torturándome dije -¡¡No por favor ya basta váyase, déjeme se lo suplico!! Pero el hizo oídos sordos a mis suplicas y se burlo contestando -¡¡No te preocupes Laura te va a gustar, vos solo para bien el culo y disfrútala!! Luego con sus manos jalo de los tirantes de mi tanga dejándola a medio muslo, el sujeto se quedo quieto y casi gritó -¡¡Ahhh bueno, que cola impresionante tenes Laura!! ¡¡Esta bien rico paralo más putita!! El sujeto estaba apunto de violarme, estalle en mas lagrimas y luego sentí que la punta de su miembro estaba en la entrada de mi vagina, yo me quede estática esperando que el hiciera la violación y se marchara, poco a poco fue metiendo su miembro dentro de mi vagina el dolor se hizo insoportable y grite un poco
-¡¡Aahhhyyy!! Entonces volví a suplicar gritándole entre dolor y bronca -¡¡Nooooo soltame por favor, basta!! El siguió metiendo su miembro gordo dentro de mi ser mientras que decía burlándose -¡¡AAhhh que apretadita estas Laura, que rico me la aprieta AHHH!! ¡¡Solo falta un poco mas para que te la clave toda putita!! El sujeto llego a meterla toda, haciéndome sentir un dolor terrible y la dejo ahí un rato esperando que mi vagina se acoplara un poco a aquella enorme verga en ese momento miré hacia atrás y vi como el maldito sujeto me tenia totalmente expuesta para el, después me tomo por las caderas y empezó a moverse rápidamente casi violento, yo rebotaba de atrás adelante sintiéndome una cualquiera, totalmente entregada por la violencia y el sometimiento, ahí estaba aquel gordo repugnante haciéndome, disfrutándome y gozándome a su antojo. Luego el sujeto soltó mis caderas y me tomó por los brazos y los jalo hacia atrás y ahí impuso un ritmo violentísimo haciéndome morir de dolor, yo gritaba adolorida y con mucho odio pero el seguía mas fuerte y gritaba -¡¡AAhhh que bonita te vez asiiiii disfrutándoola como una putita!! El me seguía violando con mucha fuerza metía y sacaba su miembro de mi vagina de una manera salvaje increíble yo solo gritaba, luego de un rato de ese enfermizo movimiento se detuvo, sacó su miembro, me volteó y me puso de nuevo de rodillas diciéndome -¡¡Ahora te toca tomarte esta leche que esta guardada para vos puta!!
Su miembro seguía parada igual, parecía no cansarse, la tome con una mano y la empecé a chupar con odio y humillada, quería morir, el al ver mi falta de cooperación grito -¡¡Más rápido putita mas rápido!! Yo seguí igual, entonces el maldito tomó mi pelo desde atrás, lo anudo a su mano e impuso el ritmo que el quería mientras gemía -¡¡AAhh Aohhh así perra asiii ahhhhh mas rápido!! Mis mejillas me dolían de estar chupando ese miembro tan grande y rápidamente hasta que sentí que el cuerpo del vil sujeto comenzó a convulsionarse y grito -¡¡Me vengo putita abre tu boquita yaaaaa ahhhh!!
Saco su miembro, tomó mi cara obligándome a abrir mi boca y comenzaron a caer sus disparos de semen, yo cerré los ojos y sentí los chorros, sentí un liquido caliente y viscoso en mis ojos, nariz y boca. El sujeto me trataba peor que a una puta haciendo cosas que no haría ni por dinero. El luego de terminar de humillarme dijo -¡¡Yaaa, ahhh ahora si Laura has quedado bien cogida y bañada de semen como vos querías!! Yo como pude lo mire con odio de muerte, el sonrío y siguió burlándose diciendo -¡¡Te vez linda con tu cara llena de leche!! Luego fuimos al baño donde me limpio la cara y los restos de semen de mi pelo. Luego me llevo a mi pieza, y seleccionó un pantalón rosado bien ceñido al cuerpo con una mini tanga roja y una remerita ajustada de varios colores, luego me dijo -¡¡Que rica estas!! ¡¡Laura me gusta mucho tu culo y tus tetas bien paraditas, parece mentira que te acabo de culiar!! Yo pensaba lo mismo parecía mentira como yo una mujer soltera de 33 años, linda con un cuerpo envidiable había caído en sus manos, en las manos de un gordo baboso y sucio, que debería haber sido un sueño algún día tocarme y poseerme y que ahora lo había logrado.
El sujeto se aproximo a mi me tomó por la cintura y me aferro a su gordo cuerpo mientras decía -¡¡Ay Laura sabes que, tengo mucha leche para darte y disfrutarte!! Sus palabras vulgares en el tono de burla como me las decía producían mas odio en mí, quería matarlo a ese sujeto asqueroso, pero no podía hacer nada y me quedaba quieta esperando que se marchara, pero el maldito tomó mi mano y la puso sobre su pene, diciendo -¡¡Sentí como me pongo de verte!! Yo lloraba solamente, mientras que el sujeto comenzó a acariciarme un pecho y luego empezó a morder mis senos por encima de mi remerita y los estrujaba desaforadamente, de pronto me arrancó mi remerita de un tirón salvaje, dejando mis pechos libres totalmente el miro mis pechos diciendo -¡¡Que preciosa estas putita eres una muñequita!! Y luego empezó a chupar mis pechos y morderlos como un desesperado total. Eso me asustaba mucho y me daba mucho asco lo vil del sujeto. Luego dijo en todo fuerte -¡¡Quiero que mi pene disfrute estos limones!! Y me tomo de los hombros, me hizo agacharme, ponerme de rodillas enfrente de el, luego el agarro su pene y empezó a golpear mis pechos, era una humillación de sometimiento, pero no podía hacer nada, de pronto dijo -¡¡Ahora quiero que me hagas una paja con tus lindas tetas, quiero ver lo puta que sos!! Puso su miembro hinchado entre mis pechos y tomándome de los hombros comenzó a moverme de arriba abajo rítmicamente. El sujeto me miraba y decía -¡¡Aaahhh que rico Laura sos toda una putita, te encanta la verga se nota mucho que necesitabas algo de esto, pero no te preocupes que yo te voy a dar una culiada que nunca olvidaras!!
Eso era más humillante todavía sus humillaciones verbales, su ironía y que el sujeto se sentía mi dueño, lloraba y no podía creer que esto me pasara a mí. En medio de la humillación que me daba dijo -¡¡Ahora voy a disfrutarte mas todavía, vas a tener toda esta verga adentro de nuevo, pero primero quiero disfrutar mas todo tu cuerpo!! Me levanto de donde estaba agarro mis piernas y sus manos fueron su subiendo hasta agarrar mi cola con sus gordas manos, la estrujo fuertemente y luego me giró violentamente y me agarró por detrás apoyando todo su asqueroso miembro sobre mi pantalón, podía sentir completamente la rigidez de su miembro entre mis glúteos, el sujeto estaba excitadísimo y sus manos recorrían mis pechos y todo mi cuerpo mientras seguía apoyando su asqueroso miembro en mi cola diciéndome al oído -¡¡Tenes un culo perfecto putita quiero que lo pares de nuevo!! Y me sujeto fuertemente del pelo tirando de el, yo lo hice sin dudar por el dolor y el siguió con su tarea de seguir disfrutando de tener a mi cola paradita completamente sobre su asqueroso miembro, el sujeto me refregaba su miembro y decía vilmente algo que me dejo helada y muerta de miedo -¡¡Laura siempre te veía pasar, con este hermoso culito, cuando usas estos pantalones de putita y pasas calentando a todos, no hago mas que pensar en él, pensando en mi pene todo adentro de este divino culito, y ahora por fin lo tengo!! Yo estalle en mas lagrimas, no lo podía creer el sujeto me iba a violar analmente también y le suplique que no, que por favor no, pero el estaba poseído por el deseo y me gritaba que me callara o me mataba a golpes, luego con respiración agitada comenzó a bajar el cierre del pantalón y bajándolo dio un violento tirón dejando mis pantalones en los tobillos, dejándome solo con la diminuta tanga roja que me había hecho poner el maldito, el sujeto se babeo mirándome, luego dijo -¡¡Te ves bien putita con esa tanguita!!
Siguiendo con su miembro apoyado en mi cola, se sentía el calor que despedía ese aparato, yo miraba el espejo de mi pieza viendo a ese gordo teniéndome completamente entre sus asquerosas manos, era indignante. De repente tomándome por la cintura me tiró violentamente sobre la cama, cayendo boca abajo rápidamente intente levantarme pero el sujeto ya estaba arrodillado casi encima mío con una de sus manos sobre la espalda yo mire al gordo baboso que estaba excitadísimo, no podía creer que su miembro estaba totalmente erecto con su cabezota completamente roja, el sujeto comenzó a acariciar mis glúteos agresivamente apretándolos y sobandolos a mas no poder mientras decía -¡¡Que buen culito tenes Laura, grande, duro y bien paradito!! Luego me dio par de palmadas en mis glúteos, para después seguir acariciandolos, el sujeto se puso de rodillas y empezó con su miembro duro a golpearla, el sujeto se divertía conmigo entonces dijo -¡¡Tenés un culito rico, volvelo a sacar para afuera, paralo!! Yo lo hice con mucho miedo, entonces el con sus manos abría mis nalgas y metía su miembro entre medio de ellas, yo sentía su enorme miembro y me invadía un escalofrió terrible y muchísimo pánico, mientras que moría de resentimiento al ver a ese maldito sujeto a través del espejo, veía a ese gordo inmundo teniendo mi cola bien paradita para el.
Luego siguió con sus caricias a mi cola mientras que seguía balbuceando cosas como -¡¡Que bonito culo!! ¡¡Quiero cogerte por acá, te lo voy abrir todo mamita!! De repente en un movimiento violento tomo mi tanga y la jaló dejándola en tobillos, luego empezó a acariciarse su miembro duro y empezó a ponerlo con su dedo dentro de mi cola, yo me movía para todos lados intentado huir, el sujeto se enojó y grito -¡¡Quédate quieta zorra!! ¡¡No te preocupes que te lo voy hacer delicioso, vas aullar de placer cuando lo tengas bien adentro!! Yo veía fijamente al espejo para ver todo lo que pasaba atrás de mí, con sus manos separo mis glúteos y fue poniendo la cabeza de su enorme miembro en la puerta de mi esfínter, luego presiono contra mi haciendo entrar su glande en mi cuerpo, yo con lagrimas solté un grito fuerte de dolor -¡¡AAAhhhyyyyyy aahhh aahhh!! El sujeto seguía lentamente introduciendo su enorme miembro dentro mío desgarrándome mientras decía -¡¡Quédate tranquila putita ahora vas a gozar cuando te lo meta todo, cuando entre toda voy a ser quien mas desearas que te culee estoy seguro!! Yo lloraba mas aun por sus comentarios y por el desgarre de mi hermosa cola que no aguantaba mas el dolor mientras que el gritaba de placer al sentir mi estreches -¡¡AAaaahhh putita, que rico me lo estas apretando, hooooo haaaa!!
Poco a poco siguió metiendo su enorme miembro dentro de mi pequeño esfínter, yo sentía un dolor increíble, mire hacia atrás y ya estaba casi toda dentro de mí, grite suplicando al maldito que me dejara -¡¡AAAhyyyyy ah soltame por favor!! ¡¡¡Soltame!!! Pero su miembro ya estaba dentro de mi, y se perdía entre mis glúteos, después de eso dejo su enorme miembro dentro de mi por un rato sin moverse, mientras que yo miraba por el espejo como me veía, era lo mas terrible que había visto, no lo podía creer, veía mi hermosa cola clavada por la enorme verga de ese gordo asqueroso y sucio que sonreía con aire de victoria, luego comenzó a moverse contra mi despacio, subía sacando casi todo su miembro y lo volvía a meter completamente en mi ser haciéndome dar gritos de dolor fuertísimos -¡¡AAAyy!! ¡¡AAAyy!! ¡¡AAAyy!! ¡¡AAAyy!! Luego el sujeto comenzó a moverse mucho mas fuerte contra mi mientras gritaba de gozo y decía -¡¡AAAhhh tómala putitaaa aaahh que rico se ve tu culito ensartado aaaaaahhhh siempre había soñado este momento asiiiiiiii ahhhh!! Yo lloraba y gritaba de dolor y humillación mientras el sujeto gozaba a más no poder teniendo mi cuerpo a su disposición y aprovechándolo completamente. El sujeto luego comenzó un movimiento desenfrenado, puso sus manos gordas sobre mi espalda y se monto sobre mí aplastándome, su pelvis se movía violentamente contra mí, mientras que gritaba fuertemente
-¡¡Que culo infernal tenes Laura, por Dios!! Y se escuchaba ese asqueroso ¡plop! ¡plop! ¡plop! Por las estocadas salvajes que recibía, los cachetes de mi cola vibraban con cada penetración. El sujeto estaba todo traspirado y medio cansado pero seguía gozando y gritando cosas, me dijo -¡¡Te vez mas linda así, con un macho clavándote así… Ooooohhh, que rico me lo aprietas, este culito es mío!! El gordo asqueroso aullaba de placer, y así estuvo por lo menos 20 minutos aplastándome y penetrándome violentamente, cuando de repente dijo -¡¡Prepárate putita que te voy a bañar de leche!! Y grito -¡¡AAahhhhhhhhhhh!! Yo sentí como un chorro de semen caliente invadía mi interior, después saco su miembro dirigiendo las siguientes descargas hacia mis nalgas, las baño de semen, luego empezó a esparcírmela y a golpearlas con su verga en todo el contorno de mis nalgas. Luego cayó rendido agitado al costado mío, y me explico como había planeado todo, como había conseguido la llave, mientras que yo no podía hacer nada estaba muerta de dolor, el sujeto luego se vistió y me amenazo de muerte diciéndome que sabía todos mis movimientos y tenia varios amigos que podían hacer el trabajo sucio. Yo me quede llorando a más no poder muerta de dolor y miedo.
Hechos ficticios.
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ESTAMOS HACIENDO CAMBIOS EN LA WEB. DISCULPAD LAS MOLESTIAS
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Relato erótico: “El pueblo de los placeres 4” (POR CABALLEROCAPAGRIS)
“Hola Luís, soy mamá. Esto que voy a contarte es algo que jamás te tendría que haber contado. Pero me veo en la obligación, pues llevo días muy preocupada por ti y mi hermanita.
Se trata del pueblo. Estoy convencida que a estas alturas ya te habrás dado cuenta que ocurre algo anormal. También estoy segura que estás acostándote con la tita Ana. Ella se pone muy enferma en ese pueblo. Tenéis que salir de allí cuanto antes.
Cuando me comentases que ibas a vivirte allí, tuve que controlar el impulso de explicarte por qué estabas en un error. Tal vez guardaba la esperanza de que el pueblo hubiese cambiado. Pero cuando fui al entierro de mi tía Leonor, supe que esto no era así. Sentí en mis venas el fuego, al solo bajarme del coche, y me tuve que ir para no quedar atrapada de nuevo en él.
Hace siglos que el pueblo está maldito. La herencia se ha ido transmitiendo de generación en generación. Todos allí son conscientes de lo que ocurre. Solo le afecta a las mujeres, y no a todas; pero sí a la mayoría. Viven en una excitación constante. Como si el Diablo hubiera elegido nuestra pequeña villa, como sucursal para que el ser humano cometa el pecado carnal, sin censura.
Es como si la tierra fuera parte del infierno y se manifestara a través del sexo de las mujeres que Lucifer ha seleccionado. Sé que suena a ciencia ficción, pero es tal y como te lo cuento. Lamentablemente es así.
La sed de sexo hace que muchas mujeres acaben quitándose la vida, al no ser capaces de saciarse jamás. Habrás comprobado que la gente es reservada y a penas sale de casa. Viven en una lujuria sin desenfreno. Constantemente hay relaciones sexuales entre madres e hijos, abuelas y nietos, entre vecinos. Hay hombres que tienen a sus mujeres amarradas a la cama para que no puedan ver a otros hombres.
En ocasiones las mujeres organizan orgías clandestinas, y las llevan a cabo en la iglesia. Te habrás fijado que la campana de la iglesia nunca llama a misa. No hay ningún sacerdote en el pueblo. Utilizan la casa del señor para llevar a cabo sus brutales orgías donde participan varias mujeres y decenas de hombres. Siempre ante el altar. Como una especie de rito preparado por el diablo, y que las gentes del pueblo llevan a cabo sin saber muy bien por qué.
Hay hombres que son felices con la situación, pero otros viven atormentados. Todos están amenazados de muerte para que jamás le cuenten a nadie lo que ocurre. Por eso odian a los forasteros, no quieren que se descubra su secreto para poder seguir actuando a sus anchas, para que el diablo pueda seguir manejando el pueblo a su antojo.
No hay un patrón claro. Hay mujeres a las que nunca les ocurre. Mujeres a las que les ocurre tardíamente. Y mujeres que caen en el instante. Lo único claro es que solo son infectadas aquellas mujeres nacidas en él, o con antepasados nacidos allí.
Cuando una mujer siente el magnetismo del pueblo, se le enrojecen los ojos y se le transforma la expresión. Mientras más folle más lo necesitará, hasta acabar matándose. Las más afortunadas se esfuerzan y logran huir del pueblo. Muchas somos las que conseguimos huir de aquella pesadilla; entre ellas estamos tu tía Ana y yo. Pero Ana ha vuelto y mucho me temo que ha recaído por completo.
Estoy segura de que mi tía Leonor se quitó la vida por temor al diablo cuando se refleja en Ana. Hubo un tiempo en el que Ana se dejó llevar demasiado, es débil ante la carne y ese pueblo magnifica su frecuente apetito sexual. Se comportaba de forma errática y violenta. Leonor la pilló con dos hombres en un callejón oscuro, una noche de verano. A partir de ahí Ana le hizo la vida imposible. Quiso seducirla varias veces pero la vieja no se dejó. El diablo, a través del cuerpo de Ana, juró que algún día la mataría; pues a Leonor nunca le sucedió. El miedo hizo tomar ese bote de pastillas a esa pobre mujer, no te quepa la menor duda.
Pero mi hermana es una mujer buena, te ruego que la salves, te ruego que la saques del pueblo. Ten en cuenta que no es ella la que se acuesta contigo, es el diablo a través de ella.
Para que entiendas lo duro que ha sido contarte esto, te revelaré un secreto con el que lleva viviendo nuestra familia toda la vida. Mi madre, tu abuela, no murió de infarto como siempre hemos contado.
A sus sesenta años, tras décadas de enfermedad, acabó yéndose con veinte hombres del pueblo hasta la vieja ermita. Se encerraron y ella empezó a follar con todos. Se llevaron dos días encerrados; hicieron con ella lo que quisieron. La tomaron como una mártil de la cruz que los hombres del pueblo siempre han vivido, dejándose convencer para ir todos ellos con ella sola. La follaron y todos se corrieron dentro. A medida que se iban recuperando iban volviendo a follársela. La muy desgraciada estaba feliz. Se llevo muchas horas seguidas chupando pollas, recibiendo por todos lados y tragando semen. Acabaron matándola. Murió de tanto follar. Su cuerpo desnudo lo clavaron en la entrada de la ermita como trofeo de guerra. El mensaje fue claro. “Si no podemos huir del diablo, le mandaremos a sus putas de vuelta”.
Duró poco la rebelión. Se escucharon casos de hombres asesinados. En un mes los veinte que participaron habían muerto en extrañas circunstancias. Eso calmó a los hombres para siempre, aceptando su destino. Prisioneros del pueblo.
Una noche mi hermana y yo decidimos huir. Saciamos nuestra sed con unos amigos de la infancia. Y luego corrimos antes de que los ojos volvieran a enrojecerse. Corrimos como nunca lo habíamos hecho. Pudimos salir del área de influencia, solo necesitamos atravesar el bosque. Jamás nos volvió a pasar. Ella se instaló en Aracena y yo me fui a Huelva, donde conocí a tu padre.
Ahora entenderás por qué los veranos los hemos pasado siempre en Aracena, y a penas hemos pisado el pueblo; a pesar de que éramos de allí y a ti te encantaba.
Sálvate. Salva a mi hermana. Os espero en Madrid. Y recuerda, solo tenéis que atravesar el bosque.
Borra este correo.”
Pulsó el botón de borrar. Siguió un rato pensativo. Escuchó ruido en la puerta de entrada. Salió y había otra nota. Corrió para ver si veía a alguien en los alrededores, pero no hubo suerte.
Regresó y abrió la nota. Que tenía la misma letra y estaba escrito en el mismo tipo de papel que las anteriores.
“Si sabes quien soy ven a mi casa. Esta madrugada, entre las dos y las dos y media, dejaré la puerta de entrada abierta. Solo tienes que empujar. Por favor, trata de que no te vea nadie.”
Luís pensó en Alba. Rompió y quemó el papel. Permaneció todo el día nervioso, su mente empezó a urdir un plan de fuga. Por la noche Ana regresó, pero no vino sola.
Luís escuchó el ruido de la puerta y fue al encuentro de Ana. Pero al llegar al recibidor se quedó de piedra. Ana estaba acompañada de Sara, la joven cocinera de las cabañas. Ambas le miraban sonrientes, pero sus ojos no eran humanos. Estaban encharcados de sangre y a penas movían sus pupilas negras y muy dilatadas.
Sara vestía una minifalda que enseñaba todo. No llevaba nada debajo. Y arriba solo tenía una camiseta muy escotada, sin sujetador. Marcando mucho los dos pezones. Sus pechos eran muy amplios.
Ana vestía con la elegante ropa con la que va al trabajo.
Hola Ana. Debías haberme avisado que teníamos visita y habría preparado algo.
No te preocupes sobrinito. Le he hablado a Sara de ti y quería conocerte. Le he dicho lo bueno que eres en la cama. Esta noche dormirá con nosotros.
Luís sintió miedo. Temió por su vida. No se veía capaz de satisfacer a las dos. Un sexto sentido le decía que Ana le había preparado una especie de prueba.
Ana se retiró y Sara se sentó en el sofá del salón. Luís le ofreció algo para beber y ella lo negó moviendo solos los ojos de lado a lado. Había algo de prohibido en ella. Ana regresó completamente desnuda.
Levantó a Luís y lo desnudó. Luego se sentó en el sofá al lado de Sara. La fue desnudando poco a poco. La chica se dejaba hacer. Engulló sus melones y la abrió de piernas sobre el sofá, para comerle el coño. La chica se retorcía como una serpiente ante la humedad de la lengua de la tía de Luís.
Vamos a la habitación.
Luís se sentía excitado. Avanzaron cada una a un lado suyo. Él las agarró de los culos. Duros y deliciosos, mientras avanzaban.
Luís empezó a sentirse extrañamente cómodo y con ganas de esa sesión que iban a tener. Durante un instante sintió miedo y se miró en un espejo del pasillo. Suspiró aliviado al ver sus ojos normales.
Una vez en la cama, Sara comenzó a cabalgar a Luís. Sus cuerpos se acoplaron perfectamente y se dejó llevar por la follada de aquella deliciosa chica. Su piel era blanca y aterciopelada. Su flaqueza recorría todo el cuerpo hasta desembocar en unos pechos grandes y dulces. Como un pequeño río que desemboca en una preciosa cascada.
Sintió que tocaba el cielo con las manos al dejarse llevar por los movimientos, mientras agarraba sus pechos como si fuera lo último que iba a hacer en su vida. A su lado, Ana le animaba con comentarios dulces y cariñosos a su oído.
Sara empezó a cabalgar ahora más erguida. Formando noventa grados con el cuerpo horizontal de Luís. Ana se levantó y se dejó caer, sin sentarse del todo, sobre su cara. Bajó un poco más hasta posar su coño en la boca de su sobrino. Luís lo comió con avidez, moviendo mucho la lengua, casi sin poder respirar. Ana se echó un poco hacia delante para dejarle respirar, quedando a la altura de Sara, la cual no paraba de botar. Le agarró los melones y los lamió despacio. Dejando su lengua recorrerlos lentamente, sintiendo cada poro.
Luís se sentía prisionero. Solo podía dejarse follar y mover la lengua. Se tragó todos los flujos que iba soltando el coño de su tía.
Se corrió un rato más tarde, mientras se follaba a su tía a cuatro patas, Sara estaba abierta ante ella, dejándole comer su exquisito y pequeño, aunque tragón, coño.
Se tomó un respiro. Fue al baño. Al regresar, Ana y Sara seguían con la faena. Ahora estaban acostadas de lado, con el coño en la boca de la otra. Se comían con muchas ganas y tuvieron varios orgasmos a la vez. Siguieron besándose y Ana estuvo amamantando un rato a Sara como si fuera un bebé.
Ea ea, mi niña tiene más tetas que mamá. Pero mamá le da la teta a mi niña.
Luís las observaba sentado en una butaca situada ante la cama. Empezó a calentarse de nuevo. Regresó a la cama masturbándose. Al verlo, las dos se tumbaron boca abajo en la cama, una al lado del otro. Levantando solo el culo. Lo movían pidiendo polla. Luís empezó por la que más le gustaba, Sara. Follaba el culo de cada una durante unos dos minutos y luego cambiaba. Así estuvo largo rato.
Ambas se dieron la vuelta y se abrieron de piernas. Ahora hizo lo mismo con sendos coños. Dos minutos con uno y otros dos minutos con otro. La que estaba sin polla, se pasaba los dos minutos refregándose salvajemente con la mano y gimiendo desproporcionadamente.
Tardó muchísimo en correrse. Se sentía orgulloso de su aguante. Cuando por fin le vino les ordenó que lo quería distribuir entre sus caras. Las dos se pusieron de rodillas en el suelo y juntaron sus mejillas con las bocas abiertas. Luís comprobó feliz que el rojo de sus ojos había desaparecido y ahora eran ellas. Ana y Sara esperaban su corrida, las de verdad. Ello le llenó de morbo y disminuyó la paja. Las mujeres se empezaron a besar viendo que la cosa se retrasaba, sacaban mucho la lengua para poderse besar bien. Luís les acarició las mejillas y metió la polla un poco en cada boca. Cuando por fin le vino, la tía Ana y la jovencita Sara se prepararon de nuevo juntando las mejillas y abriendo mucho las bocas con las caras hacia arriba.
La corrida les salpicó en los ojos, el pelo, la frente y la nariz. Lo poco que cayó en sus bocas lo intercambiaron con un beso largo. Se quedaron besándose en el frío suelo. Luís les orinó encima.
Para que estéis calentitas.
Siguieron un rato liándose, mezcladas con el semen y el pis de Luís.
A la mañana siguiente se despertó en la cama junto a las dos. Estaban todos desnudos. Se metió en la ducha, lo recordaba todo como un sueño. De repente se acordó.
“¡ No he ido a casa de Alba!.”
Los días pasaron en aparente tranquilidad. Luís seguía urdiendo el plan de fuga. Mientras tanto, intentaba portarse bien con Ana. Repitieron varias veces más con Sara hasta que Luís le propuso que se fuera a vivir con ellos.
“también salvaría a esa chica”.
Con Sara en casa, Ana se mostró muy interesada en ella. Se acostaban a menudo solas y tenían largas noches de sexo entre ellas. Luís podía escucharlas cada madrugada. Otras veces dormían los tres en la cama de Luís. Y a diario tenía sexo con las dos por separado. Vivían en un desenfreno de sexo oral, anal, follada tradicional y orgasmos. Luís disfrutaba entusiasmado; aunque sin olvidar que el tenerlas contentas formaba parte del plan. Aunque el peligro de que quisieran cada vez más y más, le hacía tener cierta prisa en acelerar la marcha. No iba a ser nada fácil.
Buscó comprador para su negocio, encontrándolo en un multimillonario holandés. Al cual le pareció una ganga el precio que Luís le había puesto a todo. Pero no dijo nada a nadie. No iba a estropear el plan. No hasta que no estuvieran lejos los tres.
Empezó a dar paseos por el pueblo de madrugada. En todos ellos empujaba la puerta de la casa de Alba por si estuviera abierta, nunca hubo suerte. Paseando en la soledad de la madrugada pudo oír respirar al pueblo, como si tuviera vida propia. Era un gemido constante que inundaba cada calle. En cada esquina un chillido. En cada callejón un lamento. Tras cada puerta un océano profundo de secretos, placer y sufrimiento.
Siempre aprovechaba cuando Sara y Ana dormían juntas para dar esos paseos. En los que no sabía muy bien qué esperaba encontrar.
Un día, mientras regresaba con la compra de Aracena, se topó con otra de las notas. Apresurado, dejó caer las bolsas y la abrió con ansia.
“Ven esta tarde. A las cuatro. No te dejes ver, tápate la cara. De madrugada es más peligroso. He oído que andas solo por las calles de madrugada. Planean matarte, nadie me lo ha dicho pero sé que lo planean; no serás el primero. Entra en mi casa a las cuatro en punto. Te espero.”
Sara estaba trabajando y Ana se quedó viendo un rato la televisión. Luís se disculpó, iría un rato a correr.
A las cuatro en punto Luís empujó la puerta de la casa de Alba, la cual cedió. A la misma hora Tomasa observaba a Ana ver una película, a través del ventanal del salón de la casa de Luís.
La casa estaba a oscuras. Todas las persianas estaban bajadas. Luís avanzó hacia la parte trasera de la casa. De repente escuchó como la puerta de la calle se cerraba con llave. Cuando quiso reaccionar, una chica le tapó la boca con la palma de la mano.
“tssssssssssssssssssssssssssss. Ven”.
Le guió hasta la habitación más interior de la casa. Encendió la luz. Luís miró a esa chica. Era más o menos de su edad y muy guapa. Pelo castaño rizado. vestía como si fuera una mujer de los años treinta, aunque llevaba un peinado moderno y tenía un piercing en la nariz.
¿eres Alba?
La chica se puso a la defensiva.
Joder, ¿cómo sabes mi nombre?.
Me lo dijo Tomasa.
Alba se relajó.
No debiste acostarte con ella, no debiste hablar con ella. No debiste venir al pueblo.
Mientras tanto, Tomasa llamó al timbre. Ana bajó el volumen de la tele y acudió a la puerta.
Luís se sentó en una silla. Su respiración era acelerada. Alba se sentó frente a él.
No tienes ni idea de lo que es este pueblo.
Algo sí sé. Mi madre es del pueblo…… me lo ha contado.
¿Y cómo es que sigues aquí?.
Planeo fugarme con mi tía. Ella está infectada. También me llevaré a una chica.
Luís se fijó en los ojos de Alba, eran azules y muy bellos. Ni rastro de color rojo.
¿Tú estás bien?
Sí, a mí nunca me ha pasado.
¿Y por qué sigues aquí?
Porque Tomasa ha jurado matarme si alguna vez me ve fuera de esta casa.
Ana abrió la puerta y se encontró a una mujer de unos cuarenta y cinco años. Alta y entrada en carnes, guapa. La miró de arriba abajo. Notó como el coño se le abría como una flor.
Hola. Soy Tomasa. Vivo en el pueblo. Vengo a ver si el señor Luís me da trabajo en su dehesa.
Pasa cariño. El señor Luís no está. Pero yo pudiera ofrecerte algo,….. aunque está muy difícil pues no tenemos nada libre.
Tomasa se sentó en el sofá mientras Ana preparaba algo de café. Antes de prepararlo se cambió y se puso un fino camisón blanco, que dejaba todas sus piernas al aire, y bajo las alas de la parte de arriba una camiseta blanca ajustada y escotada.
No te importará que me haya puesto cómoda ¿Verdad?.
Para nada, está en su casa. ¿Es usted la señora de Luís?.
Soy su tía. Encargada del negocio. He enseñado a Luís todo cuanto sabe en negocios…. Y en otros asuntos.
Tomasa seguía su plan a la perfección. Debía aparentar que no sabía nada de la infección, Ana no se acordaría de ella. Cuando se fue del pueblo solo era una niña.
Verá usted. Yo no tengo marido, pues mis gustos son diferentes al del resto de las mujeres. Vivo de lo poco que me quedó de la herencia de mis padres. Necesito trabajo como sea. Haré cualquier cosa para conseguirlo.
Vestía una falda larga y un chaleco algo escotado. Conocedora de sus encantos, se había agarrado bien los pechos para que pareciesen más grandes aún, y se abultaran bastante en el escote. La falda era de corte clásico pero al cruzarse de piernas dejó uno de sus muslos al aire.
Ana la miró con vicio y sus ojos se enrojecieron. Había picado en la trampa y Tomasa lo sabía.
Alba sirvió una jarra de vino dulce con dos vasos. Tomó aire y comenzó a hablar.
No sé que te habrá contado Tomasa de mí, pero seguro que es falso. Lo cierto es que ella sufre esa extraña infección, aunque es muy lista y sabe disimularlo. Sabe más que el diablo, que se supone que las controla.
Luís bebió el vino de un tirón y se echó más. Se mareó levemente, todo aquello era una mala pesadilla.
Cuando yo era niña, Tomasa empezó a follar con mi padre. Siempre supo elegir una víctima para sus calentones. Intenta disimularlo. Se echa una especie de colirio que ella misma fabrica, el cual le quita la rojez. Además, suele ir a calmarse con un caballo robado, que tiene amarrado en algún lugar del bosque.
Eso le sonó familiar a Luís. Rió irónicamente.
cuando yo tenía dieciséis años mi madre los descubrió. La pobre nunca se dio cuenta. Pensaba que Tomasa era una no infectada, como ella. Ambas hablaban a menudo de cómo poder combatir al pueblo sin tener que abandonar sus raíces. Se hicieron muy amigas. Pero no se enteraba que su marido follaba a Tomasa una vez al día durante años y años. Hasta que los pilló.
Sigue.
Mi madre se puso histérica y amenazó con matar a los dos. Tomasa no aceptó que aquella mujer se pusiera así. “no atiendes a tu marido como es debido y te enfadas con una mujer que le da lo que necesita”. Es lo que le dijo, recuerdo esas palabras porque presencié las escena escondida. Tomasa cayó presa de una furia inhumana. Estranguló a mi padre y acuchilló a mi madre con un cuchillo jamonero. Los enterró en su patio.
¿Tu dónde estabas?.
Mi madre me pidió que la acompañara a casa de Tomasa para pedirle un poco de pan. A esa hora la tienda estaba cerrada y se suponía que mi padre andaba de cacería. Cuando entramos, oímos gemidos que provenían de la caseta del patio. Estaban follando sobre una pila de jamones. Mi madre enloqueció y yo me escondí tras una amplia butaca situada en una esquina, al lado de la puerta de entrada.
¿lo presenciaste todo?
Sí. Cuando intenté huir ella me gritó. Me quedé paralizada en mitad del patio. Me dijo que si no decía nada perdonaría mi vida, y que si se me ocurría abandonar el pueblo no pararía hasta matarme. Cuando me lo dijo sus ojos no eran normales. Es como si me lo dijera una especie de diablo a través de ella. La creí. Durante todos estos años ha estado viniendo a acostarse conmigo cada vez que le ha apetecido. Se sacia conmigo y con el caballo. Y disimula con el colirio para el resto del pueblo. Solo yo sé que está infectada. Eres la primera persona a la que se lo cuento.
¿Y por qué lo has hecho?
Cuando vi que te estabas viendo con ella temí que su infección se disparara. Llevaba años sin acostarse con un hombre. En las últimas semanas ha venido a verme más a menudo. Cada vez me pide más, temo que acabe matándome. Tenemos que huir como sea. Los dos estamos en peligro.
Ana se sentó al lado de Tomasa con una respiración muy agitada.
No te voy a engañar. No hay trabajo. Pero si eres una buena mujer conmigo, yo te buscaré algo.
Le acarició los pechos sobre el chaleco, pasando su mano por el abultado escote.
Tienes unas tetas excesivamente grandes. ¿Son naturales?.
Sí. Todo es de la Tomasa.
Nunca he visto unas así en mi vida. Las mías son pequeñitas mira.
Ana se levantó y se despojó del camisón; quedándose solo con unas estrechas bragas blancas. Sus pechos pequeños quedaron al alcance de tomasa.
Me encantaría que fueran como las tuyas. ¿me dejas verlas?.
No se. ¿encontraría trabajo?
Sin duda. Estás en tu día de suerte.
Tomasa se levantó y dejo caer su falda. Se quedó en tanga. Luego se despojó del chaleco y sus pechos bailaron por todo el salón. Permaneció de pié junto a Ana, que flipaba sentada en el sofá.
El espectáculo era morbosamente grotesco, como Tomasa. Unos pechos descomunales y debajo, un coño peludo mal tapado por un pequeño tanga, el cual desaparecía dentro de la raja de su amplio culo flácido.
Sin decir nada se arrodilló sobre el sofá delante de Ana. Plantándole los pechos en la cara.
¿No te parecen demasiado grandes?.
Para nada. Son el cielo para mí.
Refregó su cara entre ellos. Los lamió, escupió, masajeó y mordió a placer. Luego la sentó y la abrió de piernas. Aguantó la respiración y se sumergió en el mar de pelos de su coño. Lo lamió con avidez y se dejó embriagar con el aroma que soltaban los flujos que de él manaban. Como si fuera la entrada al infierno. La entrada a una eternidad de sexo y lujuria.
Se la llevó a su cama. Ana estaba perdida en sus pechos y Tomasa empezó a gemir, y a gemir, y a gemir. Las voces eran atronadoras. Juntaron sus coños haciendo la tijera. Ambas se movieron con destreza, poseídas por el diablo.
Tras un largo rato se follaron con los consoladores que guardaba Ana. Tomasa le llenó el culo y el coño. Y ana pudo meter los dos más grandes que tenía, a la vez, en el chocho de la Tomasa.
Ana estaba entregada y feliz. El rojo de sus ojos iba desapareciendo poco a poco. Tomasa llevaba el ritmo de la sesión, realmente lo llevó desde el principio.
Túmbate boca arriba, abre la boca y no te muevas.
Ana obedeció. Tomasa se puso en cuclillas sobre su pecho y le orino en las tetas. El pis le resbaló por el abdomen mojando su sexo, y recorrió las piernas hasta las rodillas. Luego se movió hasta dejar su ano a la altura de la boca.
Abre bien la boca, puerca.
Hizo fuerzas. Tras varios pedos, salió un mojón alargado. El cual entró en la boca de Ana con la misma lentitud con la que salían del culo de la Tomasa.
Ana lo masticó y tragó. No sin vomitar varias veces seguidas. Tomasa se tumbó a su lado y la besó. Ana llenó de vómitos y mierda las inmensas tetas y luego las lamió.
Tomasa empezó a mirarla con asco. Ana la miraba feliz.
Gracias por darme tu mierda. Soy feliz. Tendrás el mejor trabajo.
Eres una asquerosa puerca de mierda.
Ummm sí. Seré tu puerca si lo deseas.
Eres una puerca quita novios, y voy a matarte.
La cara de terror de Ana desapareció bajo la almohada que Tomasa sostenía. La apretó con fuerza hasta que dejó de patalear. Luego, tras comprobar que estaba muerta, se dio una ducha, se vistió y se fue sin la más mínima señal de arrepentimiento.
Luís pidió más vino. Su cabeza bullía.
Escúchame Alba, tenemos que salir de aquí. Ahora voy a irme. Me inventaré una historia relacionada con el trabajo, para que Ana acceda a acompañarme. Antes la follaré fuerte para que no este muy infectada en el momento de irnos. Haré lo mismo con Sara. Les pediré un trío y luego las montaré en el coche. Eso será esta madrugada. Estate preparada sobre las cuatro. Pararé el coche junto a tu puerta con la puerta del copiloto abierta. Ana y Sara estarán detrás, amordazadas si fuese necesario. Móntate rápido y nos iremos a toda prisa.
Es peligroso, no nos dejarán ir tan fácilmente.
Correremos ese riesgo. Estate lista a las cuatro de la madrugada. No te cargues de equipaje. Yo te ayudaré económicamente en tu nueva vida. Estoy forrado.
Alba le pidió con las manos que se callase. Luís se quedó en silencio, no escuchaba nada.
¿Qué pasa?
Le susurró.
Es Tomasa, está entrando en su casa. Vamos, en cuanto entre tendrás que irte corriendo, si te ve estamos perdidos.
¿Cómo pudo oír el ruido de una llave en una cerradura?. Luís comprendió que aquella chica había desarrollado un sentido del oído sobrenatural. Atormentada por su diabólica vecina de enfrente.
Alba se asomó tímidamente a la ventana desde la que había observado a Luís aquella madrugada. Luís estaba en la puerta preparado para salir.
¡Ahora!
Luís se enfundó en su discreto chándal y salió andando calle arriba a paso ligero. Camino de su casa.
Al llegar a casa le extrañó el completo silencio. Llamó dos veces a su tía, sin obtener respuesta.
Subió por las escaleras. Imaginaba que se lo estaba montando con Sara sobre su cama. Pero al entrar en su habitación se le desencajó la cara y se le partió el alma.
“Por Dios tita, ¿quién te ha hecho esto?”.
Una inmensa pena cayó sobre él como la niebla sobre el bosque. Lavó el cadáver con mimo y le vistió. Lo maquilló y lo peinó. Lo enterró en mitad del bosque.
“En este pueblo no hay culpables ni asesinos”. “Los vivos han de abandonarlo”.
Lloró un rato la tierra removida en la que se había convertido su tía. No tenía ganas de investigar ni denunciar. Las pocas fuerzas que le quedaban las pensaba emplear en fugarse con Sara y Alba.
Cuando Sara llegó tras la agotadora jornada laboral, preguntó a Luís por Ana con los ojos enrojecidos.
“Pobre desgraciada”.
Ana fue a las cabañas. Un cliente quiso algo de ella. Vendrá mañana.
Ummm sí ¿eh?. Pues no me ha dicho nada, la muy perra.
¿Cómo dices?.
Nada, nada. Cosas nuestras. Seguro que hasta mañana no vuelve. Pues estamos solos tú y yo, Luís.
Luís no cenó. Solo bebió vino. Sara comió con mucha hambre. Tras la cena se desnudó y buscó a Luís.
Vamos cabronazo, dame caña, no aguanto más.
Luís la folló con vigor. Sin ganas pero con intensidad. Hasta que no le desapareció el rojo de los ojos, no se detuvo. Se obligó a eyacular tres veces sobre su blanquecino, flaco, joven y pechugón cuerpo. Toda una bella chica si no estuviera infectada.
Cuando acabaron de follar Luís miró el reloj. Eran las tres y media de la madrugada.
Sara. Vístete y coge algo de equipaje. Nos espera un avión en Sevilla a las siete de la mañana. Vamos a promocionar nuestro negocio en una feria de turismo de Florencia.
Sara puso cara de extrañeza.
Ana no me ha comentado nada, y nos hemos llevado toda la mañana follando.
Luís no tenía ganas de dar explicaciones. Buscó un objeto contundente y se lo estrelló contra la cabeza. Sara perdió el conocimiento.
La amarró hasta inmovilizarla y metió en una maleta algo de su ropa. A continuación la introdujo en el asiento trasero del coche.
A las cuatro menos cinco minutos de la madrugada arrancó el coche con cuidado. Avanzó con los faros apagados por las desiertas y siempre mojadas calles de piedra del pueblo. Tuvo cuidado de no acelerar más de la cuenta, tenía que pasar desapercibido. Cuando llegó a la calle de Alba, suspiró.
“joder, que todo salga bien”.
Se detuvo justo en la puerta. Alba no salía. Luís se puso nervioso. Miró en la parte de atrás, Sara seguía inconsciente, le tomó el pulso, estaba viva. Sobreviviría.
Miró la casa de Tomasa y le pareció ver moverse algo tras las cortinas.
“Vamos Alba, sal de una vez”.
De repente escucho el rugir de una puerta abriéndose despacio. Contento, miró hacia la casa de Alba, pero permanecía cerrada. Asustado, se giró hacia la puerta de la casa de Tomasa, estaba entreabierta.
Se bajó del coche y lo cerró con llave para que Sara no pudiese salir. A continuación entró muy despacio, y en silencio, en casa de Tomasa.
Un olor a velas perfumadas le embriagó. Muy despacio, avanzó hasta la alcoba donde estuvo la primera vez con Tomasa, siguiendo un tenue resplandor. Allí encontró a Tomasa totalmente desnuda. Embadurnada de aceite, y masajeando el cuerpo desnudo de Alba, la cual también estaba embadurnada de ese aceite perfumado.
Luís tuvo una erección incontrolable. Ambos cuerpos eran majestuosos. El cuerpo de Alba era verdaderamente bello. El brillo de las velas reflejado en los cuerpos llenos de aceite, y el olor embriagador, le provocaron una excitación mayúscula.
Alba también tenía un busto bastante grande. Más bello que el de Tomasa. Y su sexo estaba muy depilado. Ambas miraron a Luís con cara de deseo.
¿Buscabas a alguien?
Dijo Tomasa.
Pasaba por aquí y vi la puerta abierta.
Luís no acababa de entender la situación. Miró a Alba. Sonreía dulcemente pero movía levemente los labios. A Luís le parecido entender “sigue la corriente”.
Ven con nosotras.
Dijo Alba con voz aterciopelada y dulce. Tras decirlo se metió los pechos de Tomasa en la boca y los lamió como un sediento lame una sandía en mitad del desierto. A continuación mojó sus manos en una cuba de aceite, que tenían sobre una mesita al lado de la cama, y lo expandió sobre los brillantes y brillosos pechos de la cuarentona.
Luís se desnudó y se unió. Guiado por una fuerza sobrenatural que tiraba de su polla. Más enorme que nunca. Con el capullo muy rojo.
Tomasa y Alba lo acogieron con dulzura. Le besaron y le hicieron un sexo oral relajado y de altísima calidad, tras haberle llenado todo el pene de aceite. Se alternaron en cabalgarle y le llenaron de aceite todo el cuerpo. Para después lamérselo de arriba abajo, hasta los dedos de los pies. Las dos lenguas recorrieron traviesas todo su cuerpo y a Luís le pareció ver las estrellas en el techo mal pintado de esa vieja habitación.
Ahora Luís se centraba en trabajar el culo de Tomasa, la cual recibía las embestidas posada como si fuera una inmensa perra. Alba acarició sus cuerpos con las manos llenas de aquel aceite mágico y de rico aroma.
Alba abrió un pequeño bolso y sacó unos cigarrillos. Encendió uno y lo fumó un poco. Se lo dio a probar a Luís y a Tomasa. Fumaron y fumaron. Poco a poco Luís sintió que su mente volaba. Se hicieron sexo oral los unos a los otros. Luís intentó darle otra calada pero Alba se lo impidió agarrándole la muñeca y diciendo que no con un ligero movimiento de cabeza.
Tomasa estaba tumbada boca arriba, con los ojos cerrados y sonriente. Alba inició otra mamada a Luís, animó a Tomasa a que le acompañara. Ambas mujeres recorrieron la polla con sus lenguas y se besaron constantemente dejando la polla en medio. Ahora Alba se subió a cabalgar a Luís. Acarició y lamió sus hermosos pechos. Amplios y bien puestos. Tomasa miraba agachada como el coño de Alba engullía la polla de Luís en un movimiento lento pero continuo. Tenía el cigarrillo en las manos. Le daba una calada y le lamía los testículos, dejando emanar el humo en torno al paquete y el coño de Alba, la cual seguía follando con parsimonia.
No fumes nada del cigarrillo que voy a sacar dentro de un rato.
Alba se lo susurró muy bajo a Luís. Estaba mareado y alucinaba un poco. Alba le folló más fuerte y le dio dos bofetadas para intentar espabilarle un poco. Se incorporó y dejó a Tomasa follar un rato.
Tomasa botaba y botaba, con sus cántaros recorriendo el cuello, el pecho y la cara de Luís. Alba llegó con un nuevo cigarrillo y se lo dio a Tomasa. La mujer lo cogió con ganas y le dio dos profundas caladas mientras seguía moviéndose sobre Luís.
Apretó fuerte y siguió fumando. Mientras más fumaba más fuerte le follaba. Cuando Luís empezó a correrse, ella puso los ojos en blanco. Luís la agarró fuerte por las nalgas y empujó hacia arriba clavándosela profundamente mientras se corría dentro.
Cuando terminó, Tomasa cayó desplomada sobre Luís. Alba la apartó. Estaba profundamente dormida.
Vámonos, corre. ¡Vístete!.
¿Qué le pasa?
Puse veneno en ese cigarrillo. Tardará en despertarse, si lo hace. Vámonos por favor, antes que amanezca.
Miró el reloj, estaba a punto de amanecer.
Se vistieron y salieron en silencio de la casa. El coche seguía en mitad de la calle y Sara seguía en el asiento de atrás, aturdida.
Arrancó el coche con sumo cuidado y lo dejó rodar en primera. El pueblo seguía en silencio y no había nadie en la calle. Parecía un pueblo fantasma.
Luís y Alba aguantaban la respiración a medida que el coche avanzaba despacio. Sara seguía despertándose muy lentamente.
Encararon la última calle del pueblo. Era cuesta abajo. Al fondo el bosque, con la vieja carretera comarcal adentrándose en él como una serpiente. Dejó el coche en punto, para no hacer ruido, y lo dejó rodar calle abajo.
¡Cuidado!.
Gritó susurrando Alba. Al final de la calle se dibujaron tres figuras blancas borrosas y difusas.
Luís puso en marcha el motor y encendió las luces para poder ver. Ante ellos aparecieron tres mujeres jóvenes. Vestidas únicamente con una bata blanca y larga, hasta los pies. Con la cuenca de los ojos vacías, de las que brotaba un pequeño hilo de sangre, que derramaba por sus mejillas.
Era como si estuvieran ante las guardianas del infierno.
Luís cerró con seguro todas las puertas del coche.
Ni se te ocurra bajarte.
Avanzó muy lentamente. Las tres misteriosas figuras femeninas levantaron sus manos pidiendo que se detuviesen.
Se detuvo justo antes de llegar a ellas.
Rodearon el coche, como analizándolo. Una de ellas empezó a dar gritos cuando vio a Sara. En seguida las otras dos empezaron a chillar también. Luís miró por el espejo retrovisor y pudo ver a una muchedumbre que avanzaba corriendo calle abajo. Con antorchas.
¡Arranca, por lo que más quieras!. ¡Vámonos de aquí!.
Luís aceleró con fuerza dejando a las tres mujeres atrás. Cuando se adentraron en el bosque, volvió a mirar por el espejo retrovisor. No había nadie.
El coche seguía avanzando rápido a través de la tortuosa carretera que atravesaba el bosque. De repente miró por el espejo retrovisor central, dándose un susto de muerte.
Sara se había incorporado y ahora era como una de esas tres mujeres. Sus ojos estaban huecos y chorros de sangre salían a borbotones de ellos. Gritaba amargamente. Intentando que Luís detuviese el coche. Alba cerró los ojos y se tapó los oídos. Luís ignoró en la medida de lo posible a la chica.
“El objetivo es atravesar el bosque”.
Sara, o el demonio a través de ella, aumentó los decibelios de sus chillidos y empezó a intentar librarse de las cuerdas que la amordazaban. La sangre no paraba de brotar de la cuenca de sus ojos vacíos, ahora lo hacía a chorros, pringando todo el coche.
Tras una pronunciada curva hacia la derecha, Luís pudo ver como la hilera de árboles terminaba al final de una larga recta.
“Ahí termina el bosque, y nuestra pesadilla.”
Cerró los ojos y pisó a fondo el acelerador. Sara empezó a librarse de las cuerdas, mientras sus chillidos empezaban a romper los cristales del vehículo.
El coche alcanzó su objetivo.
Pasaron unas horas cuando sara sintió como un radiante sol calentaba su cara. Abrió los ojos. Pudo ver un cielo azul, limpio. No recordaba la última vez que pudo ver un cielo así. El coche en el que se encontraba no tenía ventanas¿Dónde estaba?.
Se incorporó. El coche avanzaba lentamente por una carretera bien asfaltada. Luís lo conducía. En el asiento de copiloto dormía una mujer que no conocía.
No temas Sara. Estás en buenas manos. Todo pasó. Somos libres.
La voz amable de Luís le hizo sentir felicidad.
En unas horas llegaremos a Madrid. Duerme un poco más si lo deseas.
Gracias.
Y de nuevo se quedó dormida. Todo había sido una pesadilla.
Cuando llegaron a Madrid Luís llevó a su casa a las chicas.
A dormir, mañana iniciamos una nueva vida.
Telefoneó a su madre, la cual se mostró muy feliz de la noticia. Aunque se quedó preocupada por el “ya te contaré” que le soltó su hijo cuando le preguntó por su hermana.
Luís cenó algo y tomó una copa de ron. Pronto se fue a dormir, preso del más puro agotamiento.
En mitad de la madrugada sintió un movimiento en su cama. Se despertó de un brinco y encendió la luz de la mesita de noche. Alba estaba sentada a su lado.
Ah, eres tú.
No podía dormir, me preguntaba si tienes hueco para mí en tu cama.
Luís sonrió y le hizo hueco en la cama.
Pero su sonrisa se heló cuando Alba se acostó y lo miró de frente.
FIN.
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Relato erótico: “Dos mujeres y la espada de Damocles” (POR GOLFO)
Capitulo uno. Conozco a Claudia y a Gloria.
La primera vez que tuve constancia de su existencia, fue al recibir un email en mi cuenta de correo. El mensaje era de una admiradora de mis relatos. Corto pero claro:
“Hola soy Claudia.
Tus relatos me han encantado.
Te he agregado a mi MSN, por favor, me gustaría que un día que me veas en línea, me digas algo cachondo, que me haga creer que tengo alguna oportunidad de ser tuya”.
Estuve a punto de borrarlo, su nick me decía que tenía sólo veinte años, y en esos días estaba cansado de enseñar a crías, me apetecía más disfrutar de los besos y halagos de un treintañera incluso tampoco me desagradaba la idea de explorar una relación con una mujer de cuatro décadas. Pero algo me hizo responderle, quizás el final de su correo fue lo que me indujo a jugar escribiéndole una pocas letras.
“Si quieres ser mía, mándame una foto” .
Nada más enviarle la contestación me olvidé del asunto. No creía que fuera tan insensata de contestarme. Ese día estuve completamente liado en la oficina, por lo que ni siquiera abrí mi Hotmail, pero la mañana siguiente nada más llegar a mi despacho y encender mi ordenador, vi que me había respondido.
Su mensaje traía una foto aneja. En internet es muy común que la gente envié imágenes de otros para simular que es la suya, pero en este caso y contra toda lógica, no era así. La niña se había fotografiado de una manera imposible de falsificar, de medio cuerpo, con una copia de mi respuesta, tapándole los pechos.
Claudia resultaba ser una guapa mujer que no aparentaba los años que decía, sino que incluso parecía más joven. Sus negros ojos parecían pedir cariño, aunque sus palabras hablaban de sumisión. Temiendo meter la pata y encontrarme tonteando con una menor de edad, le pedí que me enviara copia de su DNI, recordando los problemas de José, que había estado a punto de ir a la cárcel al ligar con una de quince años.
No habían pasado cinco minutos, cuando escuché el sonido de su contestación. Y esta vez, verdaderamente intrigado con ella, abrí su correo. Sosteniendo su DNI entre sus manos me sonreía con cara pícara. Agrandé la imagen, para descubrir que me había mentido, no tenía aún los veinte, ya que los iba a cumplir en cinco días. ![]()

El interés morboso me hizo responderla. Una sola línea, con tres escuetas preguntas, en las que le pedía una explicación.
-Claudia: ¿quién eres?, ¿qué quieres? Y ¿por qué yo?-.
La frialdad de mis palabras era patente, no quería darle falsas esperanzas, ni iniciar un coqueteo absurdo que terminara cuando todavía no había hecho nada más que empezar. Sabiendo que quizás eso, iba a hacerla desistir, me senté a esperar su respuesta.
Esta tardó en llegar más de media hora, tiempo que dediqué para firmar unos presupuestos de mi empresa. Estaba atendiendo a mi secretaria cuando oí la campanilla que me avisaba que me había llegado un correo nuevo a mi messenger. Ni siquiera esperé a que se fuera María para abrir el mensaje.
No me podía creer su contenido, tuve que releerlo varias veces para estar seguro de que era eso lo que me estaba diciendo. Claudia me explicaba que era una estudiante de ingeniería de diecinueve años, que había leído todos mis relatos y que le encantaban. Hasta ahí todo normal. Lo que se salía de la norma era su confesión, la cual os transcribo por lo complicado que es resumirla.
“Amo:
Espero que no le moleste que le llame así.
Desde que la adolescencia llegó a mi cuerpo, haciéndome mujer, siempre me había considerado asexuada. No me atraían ni mis amigos ni mis amigas. Para mí el sexo era algo extraño, por mucho que intentaba ser normal, no lo conseguía. Mis compañeras me hablaban de lo que sentían al ver a los chicos que les gustaban, lo que experimentaban cuando les tocaban e incluso las más liberadas me hablaban del placer que les embriagaba al hacer el amor. Pero para mí, era terreno vedado. Nunca me había gustado nadie. En alguna ocasión, me había enrollado con un muchacho tratando de notar algo cuando me acariciaba los pechos, pero siempre me resultó frustrante, al no sentir nada.
Pero hace una semana, la novia de un conocido me habló de usted, de un autor de internet llamado GOLFO, de lo excitante de sus relatos, y de la calentura de las situaciones en que incurrían sus protagonistas. Interesada y sin nada que perder, le pedí su dirección, y tras dejarlos tomando unas cervezas me fui a casa a leer que es lo que tenía de diferente.
En ese momento, no tenía claro lo que me iba a encontrar. Pensando que era imposible que un relato me excitara, me hice un té mientras encendía el ordenador y los múltiples programas que tengo se abrían en el windows.
Casi sin esperanzas, entré en su pagina http://www.todorelatos.com/perfil/39902/, suponiendo que no me iba a servir de nada, que lo mío no tenía remedio. Mis propias amigas me llamaban la monja soldado, por mi completa ausencia de deseo.
Contra todo pronostico, desde el primer momento, su prosa me cautivó, y las horas pasaron sin darme cuenta, devorando línea tras línea, relato tras relato. Con las mejillas coloradas, por tanta pasión cerré el ordenador a las dos de la mañana, pensando que me había encantado la forma en que los personajes se entregaban sin freno a la lujuria. Lo que no me esperaba que al irme a la cama, no pudiera dejar de pensar en como sería sentir eso, y que sin darme cuenta mis manos empezaran a recorrer mi cuerpo soñando que eran las suyas la que lo hacían. Me vi siendo Meaza, la criada negra, disfrutando de su castigo y participando en el de su amiga. Luego fui protagonista de la tara de su familia, estuve en su finca de caza, soñé que era Isabel, Xiu, Lucía y cuando recordaba lo sucedido con María, me corrí.
Fue la primera vez en mi vida, en la que mi cuerpo experimentó lo que era un orgasmo. No me podía creer que el placer empapara mi sexo, soñando con usted, pero esa noche, como una obsesa, torturé mi clítoris y obtuve múltiples y placenteros episodios de lujuria en los que mi adorado autor me poseía.
Desde entonces, mañana tarde y noche, releo sus palabras, me masturbo, y sobre todo, me corro, creyéndome una heroína en sus manos.
GOLFO, soy virgen, pero jamás encontrará usted en una mujer, materia más dispuesta para que la modele a su antojo. Quiero ser suya, que sea su sexo el que rompa mis tabúes, que su lengua recorra mis pliegues, pero ante todo quiero sentir sus grilletes cerrándose en mis muñecas.
GOLFO, sé que usted podría ser mi padre, pero le necesito. Ningún joven de mi edad había conseguido despertar la hembra que estaba dormida. En cambio, usted, como en su relato, ha sacado la puta que había en mi, y ahora esa mujer no quiere volver a esconderse.”

La crudeza de sus letras, me turbó. No me acordaba cuando había sido la ultima ocasión que había estado con una mujer cuya virginidad siguiera intacta. Puede que hubieran pasado más de veinte años desde que rompí el último himen y la responsabilidad de hacerlo, con mis cuarenta y dos, me aterrorizó.
Lo sensato, hubiera sido borrar el mensaje y olvidarme de su contenido, pero no pude hacerlo, la imagen de Claudia con su sonrisa casi adolescente me torturaba. La propia rutina del trabajo de oficina que tantas veces me había calmado, fue incapaz de hacerme olvidar sus palabras. Una y otra vez, me venía a la mente, su entrega y la belleza de sus ojos. Cabreado conmigo mismo, decidí irme de copas esa misma noche, y cerrando la puerta de mi despacho, salí en busca de diversión.
La música de las terrazas de la Castellana nunca me había fallado, y seguro que esa noche no lo haría, me senté en una mesa y pedí un primer whisky, al que siguieron otros muchos. Fue una pesadilla, todas y cada una de las jóvenes que compartían la acera, me recordaban a Claudia. Sus risas y sus coqueteos inexpertos perpetuaban mi agonía, al hacerme rememorar, en una tortura sin fin, su rostro. Por lo que dos horas después y con una alcoholemia, más que punible, me volví a poner al volante de mi coche.
Afortunadamente, llegué a casa sano y salvo, no me había parado ningún policía y por eso debía de estar contento, pero no lo estaba, Claudia se había vuelto mi obsesión. Nada más entrar en mi apartamento, abrí mi portátil, esperando que algún amigo o amiga de mi edad estuviera en el chat. La suerte fue que Miguel, un compañero de juergas, estaba al otro lado de la línea, y que debido a mi borrachera, no me diera vergüenza el narrarle mi problema.
Mi amigo, que era informático, sin llegarse a creer mi historia, me abrió los ojos haciéndome ver las ventajas que existían hoy en día con la tecnología, explicándome que había programas por los cuales podría enseñar a Claudia a distancia sin comprometerme.
-No te entiendo-, le escribí en el teclado de mi ordenador.
Su respuesta fue una carcajada virtual, tras la cual me anexó una serie de direcciones.
-Fernando, aquí encontrarás algunos ejemplos de lo que te hablo. Si la jovencita y tú, los instaláis, crearías una línea punto apunto, con la cual podrías ver a todas horas sus movimientos y ordenarla que haga lo que a ti se te antoje-.
-Coño, Miguel, para eso puedo usar la videoconferencia del Messenger-.
-Si, pero en ese caso, es de ida y vuelta. Claudia también te vería en su pantalla-.
Era verdad, y no me apetecía ser objeto de su escrutinio permanente. En cambio, el poderla observar mientras estudiaba, mientras dormía, y obviamente, mientras se cambiaba, me daba un morbo especial. Agradeciéndole su ayuda, me puse manos a la obra y al cabo de menos de medía hora, ya había elegido e instalado el programa que más se adecuaba a lo que yo requería, uno que incluso poniendo en reposo el ordenador seguía funcionando, de manera que todo lo que pasase en su habitación iba a estar a mi disposición.
La verdadera prueba venía a continuación, debía de convencer a la muchacha que hiciera lo propio en su CPU, por lo que tuve que meditar mucho, lo que iba a contarle. Varias veces tuve que rehacer mi correo, no quería parecer ansioso pero debía ser claro respecto a mis intenciones, que no se engañara, ni que pensara que era otro mi propósito.
Clarificando mis ideas al final escribí:
“Claudia:
Tu mensaje, casi me ha convencido, pero antes de conocerte, tengo que estar seguro de tu entrega. Te adjunto un programa, que debes de instalar en tu ordenador, por medio de él, podré observarte siempre que yo quiera. No lo podrás apagar nunca, si eso te causa problemas en tu casa, ponlo en reposo, de esa forma yo seguiré teniendo acceso. Es una especie de espía, pero interactivo, por medio de la herramienta que lleva incorporada podré mandarte mensajes y tú contestarme.
No tienes por qué hacerlo, pero si al final decides no ponerlo, esta será la última vez que te escriba.
Tu amo.”
Y dándole a SEND, lo envié, cruzando mi Rubicón, y al modo de Julio Cesar, me dije que la suerte estaba echada. Si la muchacha lo hacía, iba a tener en mi propia Webcam, una hembra que educar, si no me obedecía, nada se había perdido.
Satisfecho, me fui a la cama. No podía hacer nada hasta que ella actuara. Toda la noche me la pasé soñando que respondía afirmativamente y visualizando miles de formas de educarla, por lo que a las diez, cuando me levanté, casi no había dormido. Menos mal que era sábado, pensé sabiendo que después de comer podría echarme una siesta.
Todavía medio zombi, me metí en la ducha. El chorro del agua me espabiló lo suficiente, para recordar que tenía que comprobar si la muchacha me había contestado y si me había hecho caso instalando el programa. A partir de ese momento, todo me resultó insulso, el placer de sentir como el agua me templaba, desapareció. Sólo la urgencia de verificar si me había respondido ocupaba mi mente, por eso casi totalmente empapado, sin secarme apenas, fui a ver si tenía correo.
Parecía un niño que se había levantado una mañana de reyes y corría nervioso a comprobar que le habían traído, mis manos temblaban al encender el ordenador de la repisa. Incapaz de soportar los segundos que tardaba en abrir, me fui por un café que me calmara.
Desde la cocina, oí la llamada que me avisaba que me había llegado un mensaje nuevo. Tuve que hacer un esfuerzo consciente para no correr a ver si era de ella. No era propio de mí el comportarme como un crío, por lo que reteniéndome las ganas, me terminé de poner la leche en el café y andando lentamente volví al dormitorio.
Mi corazón empezó a latir con fuerza al contrastar que era de Claudia, y más aún al leer que ya lo había instalado, que sólo esperaba que le dijera que es lo que quería que hiciera. Ya totalmente excitado con la idea de verla, clickeé en el icono que abría su imagen.
La muchacha ajena a que la estaba observando, estudiaba concentrada enfrente de su webcam. Lo desaliñado de su aspecto, despeinada y sin pintar la hacía parecer todavía más joven. Era una cría, me dije al mirar su rostro. Nunca me habían gustado de tan tierna edad, pero ahora no podía dejar de contemplarla. No sé el tiempo que pasé viendo casi la escena fija, pero cuando estaba a punto de decirle que estaba ahí, vi como cogía el teclado y escribía.
¿Me estará escribiendo a mí?, pensé justo cuando oí que lo había recibido. Abriendo su correo leí que me decía que me esperaba.
Fue el banderazo de salida, sin apenas respirar le respondí que ya la estaba mirando y que me complacía lo que veía.
“¿Qué quiere que haga?, ¿quiere que me desnude?-, me contestó.
Estuve a punto de contestarle que si, pero en vez de ello, le ordené que siguiera estudiando pero que retirara la cámara para poderla ver de cuerpo entero. Sonriendo vi que la apartaba de modo que por fin la veía entera. Aluciné al percatarme que sólo estaba vestida con un top y un pequeño tanga rojo, y que sus piernas perfectamente contorneadas, no paraban de moverse.
-¿Qué te ocurre?, ¿por qué te mueves tanto?-, le escribí.
-Amo, es que me excita el que usted me mire-.
Su respuesta me calentó de sobremanera, pero aunque me volvieron las ganas de decirle que se despojara de todo, decidí que todavía no. Completamente bruto, observé a la muchacha cada vez más nerviosa. Me encantaba la idea de que se erotizara sólo con sentirse observada. Claudia era un olla sobre el fuego, poco a poco, su presión fue subiendo hasta que sin pedirme permiso, bajando su mano, abrió sus piernas, comenzándose a masturbar. Desde mi puesto de observación sólo pude ver como introducía sus dedos bajo el tanga, y cómo por efecto de sus caricias sus pezones se empezaban a poner duros, realzándose bajo su top.
No tardó en notar que el placer la embriagaba y gritando su deseo, se corrió bajo mi atenta mirada.
–Tu primer orgasmo conmigo-, le dije pero tecleándole mi disgusto proseguí diciendo, –Un orgasmo robado, no te he dado permiso para masturbarte, y menos para correrte-.
–Lo sé, mi amo. No he podido resistirlo, ¿cuál va a ser mi castigo-. Su mirada estaba apenada por haberme fallado.
-Hoy no te mereces que te mire, vístete y sal a dar un paseo-.
Casi lloró cuando leyó mi mensaje, y con un gesto triste, se empezó a vestir tal y como le había ordenado, pero al hacerlo y quitarse el top, para ponerse una blusa, vi la perfección de sus pechos y la dureza de su vientre. Al otro lado de la línea, mi miembro se alborotó irguiéndose a su plenitud, pidiéndome que lo usara. No le complací pero tuve que reconocer que tenía razón y que Claudia no estaba buena, sino buenísima.
Totalmente cachondo, salí a dar también yo una vuelta. Tenía el Retiro a la vuelta de mi casa y pensando que me iba a distraer, entré al parque. Como era fin de semana, estaba repleto de familias disfrutando de un día al aire libre. Ver a los niños jugando y a las mamás preocupadas por que no se hicieran daño, cambió mi humor, y disfrutando como un imberbe me reí mientras los observaba. Era todo un reto educarlos bien, pude darme cuenta que había progenitoras que pasaban de sus hijos y que estos no eran más que unos cafres y otras que se pasaban de sobreprotección, convirtiéndoles en unos viejos bajitos.
Tan enfrascado estaba, que no me di cuenta que una mujer ,que debía acabar de cumplir los cuarenta, se había sentado a mi lado.
–Son preciosos, ¿verdad?-, me dijo sacándome de mi ensimismamiento, –la pena es que crecen-.
Había un rastro de amargura en su voz, como si lo dijera por experiencia propia. Extrañado que hablara a un desconocido, la miré de reojo antes de contestarle. Aunque era cuarentona sus piernas seguían conservando la elasticidad y el tono de la juventud.
-Si-, le respondí, –cuando tengo problemas vengo aquí a observarlos y sólo el hecho de verlos tan despreocupados hace que se me olviden-.
Mi contestación le hizo gracia y riéndose me confesó que a ella le ocurría lo mismo. Su risa era clara y contagiosa de modo que en breves momentos me uní a ella. La gente que pasaba a nuestro lado, se daba la vuelta atónita al ver a dos cuarentones a carcajada limpia. Parecíamos dos amantes que se destornillaban recordando algún pecado.
Me costó parar, y cuando lo hice ella, fijándose que había unas lágrimas en mi mejilla, producto de la risa, sacó un pañuelo, secándomelas. Ese gesto tan normal, me resultó tierno pero excitante, y carraspeando un poco me presenté:
–Fernando Gazteiz, y ¿Usted?-.
–Gloria Fierro, encantada-.
Habíamos hecho nuestras presentaciones con una formalidad tan seria que al darnos cuenta, nos provocó otro risotada. Al no soportar más el ridículo que estábamos haciendo, le pregunté:
-¿Me aceptas un café?-.
Entornando los ojos, en plan coqueta me respondió que sí, y cogiéndola del brazo, salimos del parque con dirección a Independencia, un pub que está en la puerta de Alcalá. Lo primero que me sorprendió no fue su espléndido cuerpo sino su altura. Mido un metro noventa y ella me llegaba a los ojos, por lo que calculé que con tacones pasaba del metro ochenta. Pero una vez me hube acostumbrado a su tamaño, aprecié su belleza, tras ese traje de chaqueta, había una mujer de bandera, con grandes pechos y cintura de avispa, todo ello decorado con una cara perfecta. Morena de ojos negros, con unos labios pintados de rojo que no dejaban de sonreír.
Cortésmente le separé la silla para que se sentase, lo que me dio oportunidad de oler su perfume al hacerlo. Supe al instante cual usaba, y poniendo cara de pillo, le dije:
–Chanel número cinco-.
La cogí desprevenida, pero rehaciéndose rápidamente, y ladeando su cabeza de forma que movió todo su pelo, me contestó:
–Fernando, eres una caja de sorpresas-.
Ese fue el inicio de una conversación muy agradable, durante la cual me contó que era divorciada, que vivía muy cerca de donde yo tenía la casa. Y aunque no me lo dijera, lo que descubrí fue a una mujer divertida y encantadora, de esas que valdría la pena tener una relación con ellas.
–Mañana, tendrás problemas y te podré ver en el mismo sitio, ¿verdad?-, me dijo al despedirse.
–Si, pero con dos condiciones, que te pueda invitar a comer…-, me quedé callado al no saber como pedírselo.
-¿Y?-.
-Que me des un beso-.
Lejos de indignarle mi proposición, se mostró encantada y acercando sus labios a los míos, me besó tiernamente. Gracias a la cercanía de nuestros cuerpo, noté sus pezones endurecidos sobre mi pecho, y saltándome las normas, la abracé prolongando nuestra unión.
-¡Para!-, me dijo riendo,-deja algo para mañana-.
Cogiendo su bolso de la silla, se marchó moviendo sus caderas, pero justo cuando ya iba a traspasar la puerta me gritó:
-No me falles-
Tendría que estar loco, para no ir al día siguiente, pensé, mientras me pedía otro café. Gloria era una mujer que no iba a dejar escapar. Bella y con clase, con esa pizca de sensualidad que tienen determinadas hembras y que vuelve locos a los hombres. Sentado con mi bebida sobre la mesa, medité sobre mi suerte. Acababa de conocer a un sueño, y encima tenía otro al alcance de mi mano, pero este además de joven y guapa tenía un morbo singular.
Aprovechando que ya eran las dos, me fui a comer al restaurante gallego que hay justo debajo de mi casa. Como buen soltero, comí sólo. Algo tan normal en mí, de repente me pareció insoportable. No dejaba de pensar en como sería compartir mi vida, con una mujer, mejor dicho, como sería compartir mi vida con ella. Esa mujer me había impresionado, todavía me parecía sentir la tersura de sus labios en mi boca. Cabreado, enfadado, pagué la cuenta, y salí del local directo a casa.
Lo primero que hice al llegar, fue ir a ver si Claudia había vuelto a su habitación, pero el monitor me mostró el cuarto vacío de una jovencita, con sus póster de sus cantantes favoritos y los típicos peluches tirados sobre la cama. Gasté unos minutos en observarlo cuidadosamente, tratando de analizar a través de sus bártulos la personalidad de su dueña. El color predominante es el rosa, pensé con disgusto, ya que me hablaba de una chica recién salida de la adolescencia, pero al fijarme en los libros que había sobre la mesa, me di cuenta que ninguna cría lee a Hans Küng, y menos a Heidegger, por lo que al menos era una muchacha inteligente y con inquietudes.
Estaba tan absorto, que no caí que Miguel estaba en línea, preguntándome como había ido. Medio en broma, medio en serio, me pedía que le informara si “mi conquista” se había instalado el programa. Estuve a un tris de mandarle a la mierda, pero en vez de hacerlo le contesté que si. Su tono cambió, y verdaderamente interesado me preguntó que como era.
–Guapísima, con un cuerpo de locura-, le contesté.
-Cabrón, me estás tomando el pelo-.
-Para nada-, y picando su curiosidad le escribí,- No te imaginas lo cachonda que es, esta mañana se ha masturbado enfrente de la Webcam-.
-No jodas-.
-Es verdad, aunque todavía no he jodido-.
-¿Pero con gritos y todo?-.
-Me imagino, por lo menos movía la boca al correrse-.
-No me puedo creer que eres tan bestia de no usar la herramienta de sonido. ¡Pedazo de bruto!, ¡Fíjate en el icono de la derecha!. Si le das habilitas la comunicación oral.
Ahora si me había pillado, realmente desconocía esa función. No sólo podía verla, sino oírla. Eso daba una nueva variante a la situación, quería probarlo, pero entonces recordé que la había echado de su cuarto por lo que tendría que esperar que volviera. Cambiando de tema le pregunté a mi amigo:
-¿Y tú por que lo sabes?, ¿Es así como espías a tus alumnas?-.
Debí dar en el clavo, por que vi como cortaba la comunicación. Me dio igual, gracias a él, el morbo por la muchacha había vuelto, haciéndome olvidar a Gloría. Decidí llevarme el portátil al salón para esperarla mientras veía la televisión. Afortunadamente, la espera no fue larga, y al cabo de medía hora la vi entrar.
La vi entrar con la cabeza gacha, su tristeza era patente. No comprendía como un castigo tan tonto, había podido afectarle tanto, pero entonces recordé que para ella debió resultar un infierno, el ver pasar los años sin notar ninguna atracción por el sexo, y de pronto que la persona que le había despertado el deseo, la regañara. Estaba todavía pensando en ella, cuando la observé sentándose en su mesa, y nada más acomodarse en su silla, echarse a llorar.
Tanta indefensión, hizo que me apiadara de ella.
-¿Por qué lloras?, princesa-, oyó a través de los altavoces de su ordenador.
Con lágrimas en los ojos, levantó su cara, tratando de adivinar quien le hablaba. Se veía preciosa, débil y sola.
-¿Es usted, amo?-, preguntó al aire.
–Si, y no me gusta que llores-.
-Pensaba que estaba enfadado conmigo-.
-Ya, no-, una sonrisa iluminó su cara al oírme, -¿Dónde has ido?-.
-Fui a pensar a Colón, y luego a comer con mi familia a Alkalde –.
Acababa de enterarme que la niña, vivía en Madrid, ya que ambos lugares estaban en el barrio de Salamanca, lo que me permitiría verla sin tenerme que desplazar de ciudad ni de barrio. Su voz era seductora, grave sin perder la feminidad. Poco a poco, su rostro fue perdiendo su angustia, adquiriendo una expresión de alegría con unas gotas de picardía.
-¿Te gusta oírme?-, le pregunté, sabiendo de antemano su respuesta.
-Si-, hizo una pausa antes de continuar, -me excita-.
Solté una carcajada, la muchacha había tardado en descubrir su sexualidad pero ahora no había quien la parase. Su pezones adquirieron un tamaño considerable bajo su blusa.
-Desabróchate los botones de tu camisa-
El monitor me devolvió su imagen colorada, encantada, la muchacha fue quitándoselos de uno en uno, mientras se mordía el labio. Pocas veces había asistido a algo tan sensual. Ver como me iba mostrando poco a poco su piel, hizo que me empezara a calentar. Su pecho encorsetado por el sujetador, era impresionante. Un profundo canalillo dividía su dos senos.
–Enséñamelos-, le dije.
Sin ningún atisbo de vergüenza, sonrió, retirando el delicado sujetador de encaje. Por fin veía sus pezones. Rosados con unas grandes aureolas eran el acabado perfecto para sus pechos. Para aquel entonces mi pene ya pedía que lo liberara de su encierro.
–Ponte de pie-.
No tuve que decírselo dos veces, levantándose de la silla, me enseñó la perfección de su cuerpo.
-Desnúdate totalmente-.
Su falda y su tanga cayeron al suelo, mientras podía oír como la respiración de la mujer se estaba acelerando. Ya desnuda por completo, se dedicó a exhibirse ante mí, dándose la vuelta, y saltando sobre la alfombra. Tenía un culo de comérselo, respingón sin ninguna celulitis.
–Ahora quiero que coloques la cámara frente a la cama, y que te tumbes en ella-.
Claudia estaba tan nerviosa, que tropezó al hacerlo, pero venciendo las dificultades puso la Webcam, en el tocador de modo que me daba una perfecta visión del colchón, y tirándose sobre la colcha, esperó mis órdenes. Estas tardaron en llegar, debido a que durante casi un minuto estuve mirándola, valorando su belleza.
Era guapísima. Saliéndose de lo normal a su edad, era perfecta, incluso su pies, con sus uñas pulcramente pintadas de rojo, eran sensuales. Sus piernas largas y delgadas, el vientre plano, y su pubis delicadamente depilado.
–Imagínate que estoy a tu lado, y que son mis manos las que te acarician-, le dije sabiendo que se iba a esforzar a complacerme.
Joven e inexperta, empezó a acariciarse el clítoris.
–Despacio-, le ordené,- comienza por tu pecho, quiero que dejes tu pubis para el final-.
Obedeciéndome, se concentró en sus pezones, pellizcándolos. La manera tan estimulante con la que lo hizo, me calentó de sobre manera, y bajándome la bragueta, saqué mi miembro del interior de mis pantalones. No me podía creer que fuera tan dócil, me impresionaba su entrega, y me excitaba su sumisión. Aun antes de que mi mano se apoderara de mi extensión ya sabía que debía poseerla.
-Mi mano esta bajando por tu estomago-, le ordené mientras trataba que en mi voz no se notara mi lujuria. En el monitor, la jovencita me obedecía recorriendo su cuerpo y quedándose a centímetros de su sexo.
-Acércate a la cámara y separa tus labios que quiero verlo-.
Claudia no puso ningún reparo, y colocando su pubis a unos cuantos palmos del objetivo, me mostró su cueva abierta. El brillo de su sexo, y sus gemidos me narraban su calentura.
-Piensa que es mi lengua la que recorre tu clítoris y mi pene el que se introduce dentro de ti-, le ordené mientras mi mano empezaba a estimular mi miembro.
La muchacha se tumbó sobre la cama, y con ayuda de sus dedos, se imagino que era yo quien la poseía. No tardé en observar que la pasión la dominaba, torturando su botón, se penetraba con dos dedos y temblando por el deseo, comenzó a retorcerse al sentir los primeros síntomas de su orgasmo.
Para aquel entonces, yo mismo me estaba masturbando con pasión. Sus gritos y gemidos eran la dosis que me faltaba para conducirme hacía el placer.
-Dime lo que sientes-, le exigí.
-Amo-, me respondió con la voz entrecortada,-¡estoy mojada!, casi no puedo hablar…-.
Con las piernas abiertas, y el flujo recorriendo su sexo, mientras yo la miraba, se corrió dando grandes gritos. Me impresionó ver como se estremecía su cuerpo al desbordarse, y uniéndome a ella, exploté manchando el sofá con mi simiente.
Tardamos unos momentos en recuperarnos, ambos habíamos hecho el amor aunque fuera a distancia, nada fue virtual sino real. Su orgasmo y el mío habían existido, y la mejor muestra era el sudor que recorría sus pechos. Estaba todavía reponiéndome cuando la oí llorar.
-Ahora, ¿qué te pasa?-
-Le deseo, este ha sido el mayor placer que he sentido nunca, pero quiero que sea usted quien me desvirgue-, me dijo con la voz quebrada.
Debería haberme negado, pero no lo hice, no me negué a ser el primero, sino que tranquilizándola le dije:
-¿Cuándo es tu cumpleaños?-
-El martes-, me respondió ilusionada.
–Entonces ese día nos veremos, mañana te diré como y donde-.
Con una sonrisa de oreja a oreja me dio las gracias, diciéndome que no me iba a arrepentir, que iba a superar mis expectativas…
Ya me había arrepentido, me daba terror ser yo ,el que no colmara sus aspiraciones, por eso cerré enfadado conmigo mismo el ordenador, dirigiéndome al servibar a ponerme una copa.
Capitulo dos. Gloria.

Me desperté con una resaca tan espantosa que tardé al menos media hora en abrir las persianas. Todo me dolía, debía de haber sido terrible la borrachera de la noche anterior porque al mirarme al espejo, mis ojos estaban completamente rojos.
–Nunca aprenderé-, pensé al echarme el colirio,-bebo demasiado-.
Sabía cual era la causa, al contrario de mis amigos con pareja, no había nadie que me parara, que me dijera hasta aquí, y por eso cuando empezaba a beber, no paraba hasta que dejaba seca Escocia. Siempre me ocurría igual, al servirme la primera copa decía “ésta nada más”, pero antes de terminarla, ya estaba pidiendo la segunda.
Medio repuesto, abrí el grifo de la bañera y mientras se llenaba, me fui a la cocina a ponerme un café doble. Debí de pensar que una buena inyección de cafeína me vendría estupendamente. Cuando ya volvía con la taza en la mano, vi el portátil en el salón.
-¿Qué estará haciendo?-, me pregunté mientras lo cogía.
Antes de sumergirme en el agua, encendí el ordenador, dejándolo sobre el bidé, de forma que podía ver la pantalla desde la tina. Como siempre tuve que esperar, primero aparecía el logo de windows, tras lo cual y durante un par de minutos se iban actualizando y abriendo los diferentes programas y antivirus. Cada día se me hacía más pesada la espera.
Había colocado el programa espía en el menú de inicio, de manera que no tuve que tocar nada para que automáticamente apareciera la habitación de Claudia. Me estaba enjabonando las piernas cuando vi como la pantalla temblaba y aparecía durmiendo. La muchacha, únicamente vestida con unas braguitas, dormía a pierna suelta, ajena a que la estaba observando. Su belleza y juventud se realzaban con el sueño. Hacía calor en Madrid, y ella para refrescarse había retirado las sábanas, dejándome estudiar sus curvas sin ningún impedimento.
–Mira que estás buena-, dije en alto sin darme cuenta.
Desperezándose del otro lado, se incorporó diciendo:
–Buenos días, amo, me fascina gustarle-.
-No sabía que estabas despierta-, le contesté medio cortado.
Riéndose me dijo que llevaba un rato, pero que por pereza, no se había levantado. Su risa era franca, Claudia se reía sin turbarse, con la boca abierta y enseñando los dientes, no como normalmente hacen las niñas bien, ladeando la cabeza y tapándose los labios, pensando que es eso lo que nos gusta a los hombres.
-¿Dónde está?, oigo ruido de agua-.
–Dándome un baño-.
Poniendo cara picara y haciendo como que corría a acompañarme me dijo:
-¿Me invita?, prometo frotarle dulcemente la espalda-.
Solté una carcajada, está niña tenía algo que me volvía loco. Y siguiendo con su broma, le dije:
-Pon la bañera y llévate ahí la cámara-.
Frunció el ceño al oírme, y pidiéndome perdón, me contestó que no podía que el cable era muy corto y no llegaba. Se le notaba apenada por no poder seguir con el juego, y tratando de contentarme, me preguntó si me podía complacer con otra cosa.
Tardé unos momentos en responderle, me apetecía verla bañándose, imaginado que estaba allí conmigo, y tras pensarlo mejor, le dije:
–No, vístete y sal a comprar una webcam con conexión bluetooth, asi no me podrás poner la excusa que no te llega. Para esta tarde quiero que la tengas-.
-Se lo prometo-, me contestó levantándose y vistiéndose en el acto.
Desilusionado por habérmelo perdido, me desentendí de ella, al recordar que en menos de dos horas había quedado con Gloría. Tenía tiempo suficiente, pero como quería estar como un pincel, me di prisa en terminar.
Siempre me ha gustado dar una buena impresión y por eso tras afeitarme, me acicalé con cuidado. Es mentira, eso de que los hombres no son coquetos, yo lo soy, y no me da vergüenza reconocerlo. Detenidamente elegí mi vestuario, la mujer con la que me iba a encontrar era toda una señora, por lo que debía ir elegante, pero sin parecer que iba de boda. Por eso me incliné por una chaqueta sport beige, y unos pantalones claros.
Al terminar, me miré al espejo.
-Estoy buenísimo-.
Y con el ánimo insuflado de nuevos bríos, salí a la calle. Hacía un día soleado, todo me sonría, y canturreando recorrí el trayecto hasta el parque. El Retiro estaba abarrotado, parecía como si todo el mundo se hubiese puesto de acuerdo en ir a pasear por él, esa mañana. Los caminos estaban repletos de gente, parecía Gran Vía a las siete de la tarde. Con disgusto observé que el banco, donde había conocido a Gloria, estaba ocupado.
Preocupado por que no quería que ella pensara que había faltado a la cita, permanecí dando vueltas cerca de allí.
Estaba viendo a unos saltimbanquis actuar, cuando alguien me tapó los ojos. Supe que era ella, su olor era inconfundible.
-Hola, preciosa-, le dije.
-¿Cómo sabías que era yo?-.
-¿Cómo sabías que me refería a ti?, con lo de preciosa, le contesté muerto de risa.
Haciéndose la indignada, hizo un puchero, y entornando los ojos me respondió:
-Pensaba que yo era la única-.
Su actitud falsamente dolida volvió a hacerme reír, y agarrándola del brazo, le pregunté que quería hacer.
–Eso es una proposición indecente-.
-¿Por qué?-, no sabía a lo que se refería.
Sonriendo me contestó:
–A una dama no se le puede hacer una pregunta, cuya única respuesta sea algo indecoroso-.
Me maravilló la inteligencia de su contestación, usando el doble sentido y sin decirlo claramente, me abría las puertas. Más seguro de mi mismo, me fijé en ella.
Gloria venía de manera informal, con un vestido con tirantes, bastante veraniego que le quedaba estupendamente. Lo ligero de su tela, hacía que se le pegase al cuerpo, realzando sus formas, pero sobretodo haciendo que mi mirada se concentrase en sus pechos. Su escote sin ser exagerado, dejaba entrever un profundo canal que dividía unos senos grandes y firmes, que no necesitaban de un sujetador para mantenerse en su sitio. Definitivamente, estaba muy buena. Las sandalias que llevaba con su gran tacón, dotaban a sus piernas de una belleza espectacular, que concordaban perfectamente con el moreno de su piel.
Me estaba excitando sólo con mirarla. Creo que ella se dio cuenta, porque un poco avergonzada me preguntó que quería comer. Solté una carcajada, y abrazándola de la cintura, le respondí:
-No deberías hacer a un caballero una pregunta cuya única respuesta sea ¡a ti!-
Ese fue el detonante, el inicio de una larga sesión de bromas e insinuaciones, que continuaron durante la comida y que nos fue preparando para lo que ambos sabíamos que iba a ocurrir. Nadie que no estuviera en la conversación se hubiera podido dar cuenta que tras las indirectas, se iba caldeando el ambiente. A veces un roce de nuestras manos sobre el mantel, en otras su pierna rozando la mía como si fuera por error, me decían que estaba dispuesta, pero como esa mujer me gustaba, no sabía como plantearle que la deseaba. Por eso, no me decidía y tuvo que ser ella quien, cuando le pregunté si quería un café, me respondió:
-Sí, pero en tu casa-.
Afortunadamente, y previendo terminar en mi apartamento, la había llevado a un restaurante en Serrano, que estaba a la vuelta de mi casa, de tal forma que no tardamos ni cinco minutos en entrar por el portal. Con los nervios a flor de piel, abrí la puerta del ascensor, cediéndole el paso. Al entrar en el estrecho cubículo y quedar nuestros cuerpos a menos de dos palmos de distancia, sonriendo me susurró al oído:
-¿Qué esperas para besarme?-
Sin importarme que algún vecino se escandalizara de pillarnos como dos adolescentes metiéndonos mano, la agarré de la cintura y pegándola a mi cuerpo, empecé a besarla. La mujer dejándose llevar por el deseo, me recibió ansiosa, restregando su pubis contra mi sexo, mientras me desabrochaba la camisa.
Me faltó tiempo para levantarla entre mis brazos y llevándola en volandas, abrir mi apartamento y depositarla en mi cama. Con sus manos consiguió quitarme la camisa, antes incluso de que yo terminara de bajarme los pantalones. Poseídos por un deseo irrefrenable, nos desnudamos sin darnos tiempo a pensar que es lo que estábamos haciendo.
Sus enormes pechos eran una tentación demasiado fuerte para que no los estrujara con mis dedos mientras mi lengua recorría sus pezones, por eso lanzándome encima de ella, estaba mordiéndolos cuando sentí que Gloria agarrando mi sexo, se lo colocaba en la entrada de su cueva. No nos hicieron falta preparativos, llevábamos horas tonteando y calentándonos por lo que sin contemplaciones la penetré al sentir sus piernas abrazándome. Gritó sintiéndose llena, sus uñas se clavaron en mi espalda, y moviendo sus caderas, me pidió que la amara.
Lo que en un principio había sido brutal, de repente se convirtió en algo tierno, y disminuyendo el ritmo de mis embestidas, comencé a acariciarla y besarla. Estábamos hechos el uno para el otro, mi pene se acomodaba en su cueva como una mano en un guante, y nuestros cuerpos parecían fusionarse sobre las sábanas, mientras ella iba siendo poseída por el placer. Gloria resultó ser una mujer muy ardiente. La podía sentir licuándose entre mis piernas cada vez que mi extensión se introducía rellenando su vagina. Poco a poco, fui incrementando tanto el compás como la profundidad de mis estocadas, hasta convertirlo en vertiginoso.
Entonces y sin previo aviso, se aferró a los barrotes de mi cama, y gritando se corrió. La violencia de su orgasmo, y el modo en que vi retorcerse a su cuerpo, me excitó aún más, y cogiendo sus pechos entre mis manos, me enganché a ellos y sin dejar de penetrarla, le exigí que siguiera.
Mis palabras surtieron el efecto deseado y reptando por el colchón, consiguió cerrar sus piernas teniéndome a mi dentro. La presión que sus músculos ejercieron en mi miembro y sus jadeos rogándome que me viniera, era algo nuevo para mí, y sin poder aguantar más exploté sembrando su interior. Todavía seguía derramándome cuando noté que se me unía y que con sus dientes mordía mi cuello al hacerlo. El dolor y el placer se sumaron y desplomado caí sobre ella, mientras le decía que la adoraba y Gloria conseguía su segundo clímax de la tarde.
-¿No veníamos a por un café?-, le dije en son de guasa mientras mis dedos se perdían en su cabellera.
Mirándome sin levantar su cara de mi pecho, me respondió:
-Bobo, no sabes como necesitaba sentirme querida-.
No, no lo sabía, pero también ella desconocía la propia necesidad que yo tenía de cariño. Esa mujer tenía todo lo que me resultaba enloquecedor. No era su cuerpo, ni su belleza, ni su simpatía, era todo y nada. Su olor, su piel, la manera tan sensual con la que andaba, todo me gustaba.
Estaba todavía pensando en eso, cuando noté como desprendiéndose de mi abrazo, se incorporaba y separando mis brazos, me decía:
–No te muevas, déjame-.
Con los brazos en cruz, la vi bajar por mi cuerpo, mientras sus dedos jugaban con mis pelos. Sabía lo que iba a pasar, y mi sexo anticipándose a su llegada, se desperezó irguiéndose sobre mi estómago. Delicadamente cogió mi extensión con su mano, y descubriendo mi glande, recorrió con su lengua todos sus pliegues antes de metérselo en la boca. Lo hizo de un modo tan lento y tan profundamente que pude advertir la tersura de sus labios deslizándose sobre mi piel, hasta que su garganta se abrió para recibirme en su interior.
Sus maniobras, desde mi puesto de observación, parecían a cámara lenta. Podía ver como sacaba mi sexo para volvérselo a embutir hasta el fondo, mientras mantenía los ojos fijos en mí. Era como si esa mamada fuera lo más importante de su vida, como si su futuro dependiera del resultado de sus caricias y no quisiese fallar. Totalmente concentrada, y mientras me regalaba el fuego de su boca, sus manos se dedicaron a masajear mis testículos, quizás deseando que cuando expulsara mi simiente, no quedara resto dentro de ellos.
Fue como si unas descargas eléctricas que naciendo en mis pies, recorrieran todo mi cuerpo alcanzando mi cerebro, para terminar bajando y aglutinándose en mi entrepierna. Ello lo notó incluso antes que pasara y forzando su garganta como si de su sexo se tratara, metió hasta el fondo mi pene, justo cuando empecé a esparcir mi simiente. Lejos de retirarse, disfrutó cada una de mis oleadas, bebiéndoselas con fruición mientras cerraba sus labios para evitar que parte se desperdiciara. Insaciable, jaló de mi sexo, ordeñándome, hasta que, dejándolo limpio, se convenció que había sacado todo lo que era posible de su interior, entonces y sólo entonces paró y sonriendo me preguntó si me había gustado.
-Mucho-, le respondí, debía haber sido más elocuente, explicarle que me había llevado a una cotas de placer inexploradas por mí, pero cuando quise decírselo, ella poniendo un dedo en mis labios, me calló diciendo.
-Me divorcié hace cinco años, y eres mi primer hombre desde entonces, no hables, sólo abrázame-.
Saciados momentáneamente, nos quedamos tumbados un rato sin decir nada, sólo nuestras pieles fundidas hablaban. Me sentía rejuvenecido, vital, contento de forma que reaccionando a sus caricias el deseo volvió a mi mente, pero entonces sonó su movil, y el encanto se rompió.
Gloria se apresuró a contestar, y tras discutir con la persona que había al otro lado, puso un gesto compungido y me explicó que tenía que irse.
-No puedes dejarme así-, protesté.
Acercándose a la cama, mientras se vestía me dio un beso, diciendo:
-¿A que hora llegas a casa?-.
-¿Mañana?, a las ocho-.
-Aquí estaré-.
Viendo que no valía la pena discutir, la acompañé a la puerta, sin poder creer la mala suerte, pero ilusionado por saber que mañana la iba a volver a ver. Nos besamos al despedirnos, y viendo como cogía el ascensor, cerré la puerta. Todavía desnudo, fui la nevera a por una cerveza, y apesadumbrado, con el ánimo por los suelos, volví a mi habitación a ponerme algo de ropa.
Estaba poniéndome un pantalón, cuando de pronto escuché a través de los altavoces del ordenador a Claudia diciendo:
-Amo, ¿por qué me ha hecho escuchar eso?-.
Entonces me di cuenta que no lo había apagado y que la muchacha nos había oído mientras hacíamos el amor. No lo había hecho a propósito, al contrario no me podía creer el fallo tan enorme que había tenido. ¿Cómo era posible que hubiese sido tan bruto?, ¡ahora la muchacha sabía que tenía una mujer con la que compartía la cama!. Tardé unos momentos en contestarle, debía de buscar una excusa convincente, o si no todo se podía ir al traste.
-Quería que supieras que no eres la única-, le respondí esperando que se lo creyera.
Llorando me respondió que podía haberla avisado, por que había sufrido pensando que su amo se había olvidado de su promesa de hacerla mujer, pero que al final se había excitado con los gritos de placer de la mujer. Su sinceridad y entrega junto con la calentura que me había dejado Gloria al irse tan apresuradamente, me hizo decirla, quizás pensando que era mejor tenerla cuanto antes, que viniera a mi casa al día siguiente.
–Pero… Amo, ¡Mañana ha quedado con esa guarra!-, me contestó medio mosqueada.
-No es ninguna guarra-, protesté, aunque tenía razón en lo del lunes, por lo que improvisando le expliqué, –te estaba queriendo decir que quiero verte a las dos, y así tendremos tiempo suficiente antes que la otra llegue-.
Nada más terminar supe que había metido la pata, lo del trabajo no era problema, era fácil buscarme un motivo para ausentarme, pero era muy peligroso el acostarme con dos mujeres con tan poco tiempo entre medias y más si lo iba a hacer en la misma cama. “Estoy gilipollas”, pensé, pero aun así le di mi dirección, antes de enojado cerrar el puto ordenador.
Capitulo tres. Claudia.
Casi no pude dormir esa noche, estuve dando vueltas a la cama sin poder conciliar el sueño, por lo que iba a pasar al día al día siguiente. En mi mente se mezclaba la excitación de lo desconocido, iba a conocer a Claudia en persona, con el miedo a perder a Gloria, si se enteraba. Era como si atado a dos caballos, cada uno de ellos tirara en dirección contraria, despedazándome al hacerlo.
Al terminarme de bañar y mientras me afeitaba, me miré al espejo. Debajo de los ojos, dos oscuras ojeras delataban mi cansancio. “Estoy hecho una pena”, pensé al enjuagarme la cara, “será mejor que me apuré”.
Desde el propio coche, llamé a Clara, mi asistenta, una mujer de pueblo, gorda y fea, pero encantadora que llevaba más de diez años trabajando para mí. Le expliqué que tenía visita, y que necesitaba que me dejara comida tanto para la comida como la cena.
-Jefe, se le acumula la faena-, fue su escueta respuesta, la señora me había pillado al vuelo, no en vano me conocía como nadie y era ella quien siempre arreglaba mis desaguisados. No sería la primera vez, que al limpiar el apartamento se encontrara unas bragas o las sábanas manchadas tras una velada de pasión.
Tenía que planificar cuidadosamente mi jornada, por lo que nada más llegar a mi despacho, informé a mi secretaria que cancelara todas mis citas posteriores a las doce, por que no iba a poder ir trabajar esa tarde. Por la forma en que me miró, adiviné que ella también me había cazado.
“Joder, ¡que mala fama!”, dije para mis adentros, mientras salía la mujer de la habitación.
Estaba molesto, me jodía que todo el mundo pensara que era un golfo sin remedio. Sabía que la culpa la tenía yo, no en vano nunca había ocultado mis conquistas, e incluso había hecho alarde de ellas, obligándolas a recogerme a la salida del trabajo. Como solterón era una forma de espantar los chismes y bulos en los que se dudaba de mi sexualidad, no es que tuviera nada contra los homosexuales, pero prefería que nadie se confundiera y pensaran que perdía aceite, tras esa fachada de hombretón.
La mañana transcurrió como cualquier otra, pura rutina. Presupuestos que revisar, facturas que autorizar, cheques que firmar. Y, yo, mientras tanto mirando que el reloj no paraba de avisarme que quedaba menos para conocer a la muchacha. Dando carpetazo a todos mis asuntos, decidí irme a las doce y medía, quería estar listo cuando Claudia apareciera.
Afortunadamente no había tráfico, y era poco más de la una cuando abrí mi piso. El aroma a comida recién hecha inundaba el apartamento, por lo que lo primero que hice fue airear, no me gustaba llegar a un sitio y que se me impregnara los olores en la ropa. Luego revisé que todo estaba en su sitio, la mesa puesta, la cama hecha, pero ante todo que mis juguetes estuvieran al alcance de mi mano, por si los necesitaba.
La media hora restante me la pasé pensando en como tenía que tratarla, no podía olvidar que era virgen y que aunque lo que la motivaba era el aspecto brutal de mis relatos, debía al menos la primera vez intentar no ser excesivamente duro. La primera experiencia es importante y marca de por vida.
Todos mis planes se fueron al traste en cuanto le abrí la puerta. Al hacerla pasar, me encontré con que la muchacha no sólo venía peinada al estilo afro, con múltiples trenzas, sino que o bien había tomado rayos uva o se había maquillado con un color muy oscuro. Si tenía sospechas de que es lo que ocurría , no tuve ya ninguna duda, cuando se quitó la gabardina, al ver que venía disfrazada de Meaza, la criada negra de mis relatos.
Vestida únicamente con la túnica etíope que había descrito en ese relato, pasó al salón sin hablar, lo que me hizo saber que quería actuar como la protagonista. Realmente estaba preciosa, con sus pechos al descubierto y ese aire de inocencia que había sabido adoptar. La poca tela que la cubría me dejaba ver todas sus piernas e incluso el inicio de sus nalgas.
Por gestos, le hice saber que me iba a duchar. No es que lo necesitara, sino que si íbamos a ser fieles a la historia, ahí es donde debía comenzar nuestro idilio. Bastante excitado, me metí en la bañera, sabiendo que en cuanto saliera ahí iba a estar mi sumisa. El duchazo fue rápido, era un juego, por lo que tras mojarme un poco, salí a encontrarme con ella.
Me esperaba arrodillada en el suelo , a esperando.
-Sécame-
Sus ojos me dijeron que necesitaba servirme, y por eso alzando mis brazos esperé que se levantara, y que con la toalla corriera por mi cuerpo secándome. Con sus ojos cabizbajos, incapaz de sostener mi mirada , fue recorriendo mi cuerpo con sus manos. No me contestó con palabras, su respuesta fue física, olvidándose de sus prejuicios, bebió de las gotas que poblaban mi piel, antes de secar cuidadosamente toda mi piel. Sin que ella hablara ni yo le dijera mis deseos, fue traspasando los tabúes normales, pegando su cuerpo a mis pies.
Pude notar como se derretía al verme desnudo, y como sin que yo se lo pidiera empezó a besarme en los pies, deseando complacerme. La humedad de su lengua, recorriendo mis piernas fue suficiente para excitarme, de manera que al llegar a mis muslos, mi pene ya se alzaba orgulloso de su caricias. Nada le importaba y dejándose llevar por la lujuria, se saltó el guión que tenía preparado, acercando su boca a mi sexo con la intención de devorarlo. No le prohibí hacerlo. Sus labios se abrieron besándome la circunferencia de mi glande, antes de introducírselo. De pié en mitad del baño, vi como paulatinamente mi miembro desaparecía en su interior.
Claudia se creía Meaza, suspiraba como había relatado que hacía mi criada cuando me practicaba el sexo oral. Pero entonces recordé que en mi cuento, yo me sentaba y ella se empalaba al malinterpretar mis intenciones. Me apetecía penetrarla pero debía de tener más cuidado al saber que tenía su himen intacto, por eso levantándole del suelo la llevé a la cama.
Tumbándola sobre el colchón, saqué una crema hidratante y empecé a untarla por su piel. Ella no opuso resistencia. Por vez primera le acaricié lo pechos. Eran enormes en comparación con su delgadez, sus rosadas aureolas se erizaron en cuanto sintieron mis yemas acercándose. Cogiéndolos con mis dos manos sopesé su tamaño, apretándolos un poco conseguí sacar el primer gemido de su garganta. Entusiasmado por su calentura, procedí a pellizcarlos, esta vez sus jadeos se prolongaron haciéndose más profundos.
Estaba dispuesta, recorriendo con mi lengua los bordes de sus senos, bajé por su cuerpo para encontrarme un pubis depilado, no me sorprendió que se hubiese dejado un pequeño triangulo y separando sus labios, me apoderé de su botón. Mientras mordisqueaba su clítoris aproveché para meterle un dedo en su vagina, encontrándomela totalmente empapada, y moviéndolo con cuidado para no romper su virginidad, empecé a masturbarla.
Su placer no se hizo esperar y reptando por las sabanas, la muchacha intentaba profundizar en su orgasmo, mientras yo bebía el flujo que manaba de su interior. Sus piernas temblaban y su cuerpo se retorcía al experimentar como mi lengua la penetraba, y licuándose en demasía, comenzó a gritar en un idioma inteligible.
Fue entonces cuando la vi preparada y colocando mi sexo en su entrada, jugueteé unos instantes antes de introducirme unos centímetros dentro de ella. Sus ojos me pedían que continuara, que la hiciera mujer de una vez, pero haciendo caso omiso a sus ruegos, proseguí tonteando en sus labios. Tal y como me esperaba, se corrió gritando, momento que aproveche para de una sólo golpe meterme por completo en su interior. Gimió desesperada al sentirse desgarrada. Su himen roto sangró un poco, y su dueña derramó unas lagrimas, sintiéndose llena. Esperé a que se tranquilizara, y iniciando un lento movimiento fui sacando y metiendo mi falo en su cueva. Claudia estaba como poseída, clavando sus uñas en mi espalda, me abrazaba con sus piernas, intentando que acelerara mis incursiones, pero reteniéndome seguí al mismo ritmo.
-¿Te gusta Meaza?-, le pregunté siguiendo el juego,-para ser una virgen inexperta te mueves excelentemente-.
Se la veía desesperada, quería recuperar el tiempo perdido y agarrándose a los barrotes de mi cama, se retorcía llorando de placer. Mi propia excitación me dominó, y poniendo sus piernas en mis hombros forcé su entrada con mi pene, chocando mi glande contra la pared de su vagina. La oí gritar al sentir que mis huevos rebotaban contra su cuerpo, pero no me importó, y viendo que se acercaba mi orgasmo, me agarré a su cuello, apretando. La falta de aire, la asustó y tratando se zafarse, buscó escaparse pero de un sonoro bofetón paré sus intentos. Indefensa, mirándome con los ojos abiertos, me pedía piedad, pero cuando Claudia creía que no iba a soportar el castigo, su cuerpo respondió, agitándose sobre la cama. Fue increíble, rebotando sobre el colchón se deshizo en un brutal orgasmo, que coincidió con el mío, de forma que su flujo y mi simiente se mezclaron en su interior mientras ella se desmayaba.
Al principio creí que seguía actuando pero al ver que no se recuperaba, me empecé a preocupar. La muchacha permanecía con la mirada ausente, mientras su pecho jadeando trataba de respirar. Fue entonces cuando me di cuenta de que le ocurría. Lo había escuchado de boca de algún amigo, pero nunca había estado con una mujer cuyo clímax se prolongara durante minutos. Claudia no estaba desmayada sino que su orgasmo continuaba, dejándola incapacitada para nada más. Abriéndole las piernas vi como seguía manando su placer, manchando las sábanas, y sabiendo que no podía hacer nada para que parase, la dejé tumbada mientras iba a limpiarme los restos de sangre que manchaban mis piernas.
Desde el baño, escuché un grito desgarrador que en otros casos me hubiera aterrado, pero en cambio sonreí al saber que era el final de su tortura, y volviendo al cuarto mientras me secaba las manos, le pregunté:
-¿Tienes hambre? -, la entonación de mis palabras, medio en broma medio en serio la hizo sonreír, e incorporándose en la cama me respondió:
–Amo, si se refiere al sexo por ahora estoy servida, pero ahora mismo le preparo la comida-.
Su voz sonaba satisfecha. Alegremente se levantó y colocándose el vestido corrió a la cocina. Se notaba que había disfrutado de su primera vez. Mi ego de hombre se infló al observar su alegría y se lo hice saber dándole un azote en el trasero al pasar.
La muchacha había preparado sólo un sitio en la mesa, quería seguir jugando, pero se había equivocado al ponerse la ropa. El vestido seguía anudado a su cuello, y ahora al pertenecerme, según las costumbres etíopes, debía de estar sujeto solamente a las caderas.
-Meaza-, le grité jalándole del brazo,- Eres mía y sólo las putas una vez que tienen dueño, siguen comportándose como solteras-.
Cayó rápidamente en su error, y acomodándose correctamente su ropa, se arrodilló pidiéndome perdón.
–Levántate el vestido-, le ordené.
Supo que iba a castigarla, pero aún así adoptando la postura de sumisa se arremangó la tela dejándome ver su trasero desnudo. En silencio, me acomodé detrás de ella, y abriéndole las nalgas, comprobé que no me había mentido y que también era virgen analmente. Su entrada trasera estaba totalmente cerrada, su color rosado y lo estrecho de su conducto estuvo a un tris de obligarme a tomarla allí mismo, pero decidí que no era el momento y dándole un azoté le pregunté:
-¿Sabes el porqué?-.
-Si, amo-, me respondió casi llorando, pero sin hacer ningún ademán de evitarlo.
Mis manos cayeron repetidamente sobre su piel. Claudia me había pedido ser mi sumisa y yo la había aceptado, por eso no se quejó al recibir la reprimenda sino que lo consintió como parte de su adiestramiento. Sólo paré al percibir que su piel tomaba el color rojizo que me desvelaba que era suficiente. En cuanto terminé, la oí decirme llorando:
-No volveré a fallarle-.
Apiadándome de ella, la levanté del suelo y poniéndola en mis rodillas, la besé. Al sentir sus labios en los míos, me di cuenta que era la primera vez que la besaba. Lo que en un inicio fue un beso dulce, se tornó posesivo al percatarme de su total entrega, pegando su pubis a mi sexo, buscó calentarse frotándolo sin parar. Mi pene que hasta ese momento se mantuvo en letargo, se despertó con sus maniobras y bajándome los pantalones, separé su piernas, dejando que se empalara.
Sufrió al forzar su entrada, la falta de costumbre y lo brutal de su primera experiencia le habían rozado por completo, pero ella olvidándose del dolor que sentía, se acomodó encima mío, introduciéndose lentamente toda mi extensión. Gimió al notar como mi grosor separaba sus labios, destrozándola, pero sintiéndose deseada comenzó a moverse suavemente. Era preciosa, sus ojos negros me miraban con lujuria como exigiéndome que fuera suyo, mientras sus pechos rebotaban contra el mío, al compás de sus embistes. Me encantaba sentir sus pezones clavándose contra mí, y su cuerpo temblando por mis caricias. Poco a poco su resistencia fue desapareciendo y su sexo aceptaba mi intrusión con mayor facilidad.
-¡Amo!-, me susurró al percibir los primeros signos de placer recorriendo su columna. ¡Dios mio!, gritó al notar que su sexo se licuaba. ¡Me corro!,gimió desesperada cuando recibió las primeras descargas. ¡Le necesito!, dijo al sentir que era mía.
Todo su ser se estremeció admitiendo mi dominio, no sólo era su sexo, su vida, su mente y su alma se fundieron en un ardiente magma que desbordando su propia epidermis se alzó grandiosa mostrando su sumisión.
Su sexo envolvía el mío con una inhumana calidez, y mientras se derretía gimiendo, mi virilidad golpeaba las paredes de su gozo, consiguiendo que su clímax alcanzara cotas impensables. No pude soportarlo más, y cogiendo sus dos pechos y usándolos como ancla los mordí buscando mi propia excitación. Convertida en un volcán, explotó vertiendo su entrega en un erupción sin par. El sudor que recorría su cuerpo era una leve expresión de la caldera que quemaba su interior, y chillando a los cuatro vientos se fundió entre jadeos y gemidos de placer.
Claudia no pudo reprimir su orgasmo y clavando su uñas en mi espalda, se desplomó exhausta sobre mis rodillas. Su peso muerto en mis piernas, se cerró presionando mi sexo. Tanto estímulo desbordó mi apetito y usando sus pezones como biberón, me corrí reclamando a mi hembra.
–Eres una maquina-, le dije cuando conseguí reponerme.
Claudia se abrazó a mí, gimoteando.
-Amo, gracias,- todo su cuerpo siguió temblando durante una eternidad, tras lo cual me expresó su gratitud diciendo: –No sabe lo que he soñado este momento-.
La ternura de su entrega casi me hizo olvidar el tiempo, pero al levantarnos de la silla, y entrar en la cocina, vi el reloj.
La cinco de la tarde…., habían pasado tres horas sin darnos cuenta mientras nuestros cuerpos disfrutaban pero ahora la realidad me recordaba que no había comido y que se acercaba nuestra despedida. Con mi casa hecha un desastre, y mi estómago rugiendo del hambre, tenía poco tiempo para organizar la llegada de mi segunda invitada.
-¿Comemos?-, le pregunté mientras me levantaba.
Claudia se dio cuenta del problema y soltando unas lágrimas, me contestó:
-¡Viene la guarra!-.
Estuve a punto de abofetearla, pero lo genuino de nuestra experiencia me lo impidió y abrazándola le dije:
-Si, pero no te preocupes, tu eres especial y nadie puede cambiarlo-.
Dolida, lloró , y mirando a su alrededor, incapaz de protestar, se vistió en silencio. La había llevado al cielo y bruscamente le había lanzado de bruces a la tierra. No me dijo nada, aunque sabía a la perfección de su dolor.
Usada y despreciada, deseada y desdeñada en cuestión de minutos, sabía cual era su papel y poniéndose la gabardina me pidió:
-Quiero volverle a ver-.
Era tanta su angustia , que me vi obligado a decirle que no te tenía que dudar que la necesitaba y que mi agenda era suya, de manera que era ella quien tenía que decirme cuando quería verme.
Mis palabras consiguieron reanimarla y levantando su mirada me respondió mientras cerraba la puerta:
-¿Mañana?-
Sonriendo le respondí:
-Si, pero al las diez. ¡Tengo que trabajar!-.
Capítulo cuatro. De las dudas al paraíso.
Tres horas parece mucho pero apenas tuve tiempo de comer un poco, ducharme y quitar todos los rastros de la presencia de Claudia antes de que llegara Gloria. Lo principal era mi cuarto. Tras hacer la cama y darle una pasada al baño, me concentré en revisar que nada pudiera delatarme. Cuando ya salía convencido que tenía todo bajo control, se me ocurrió mirar bajo la cama, y tirado en la alfombra, había un pendiente. No recordaba habérselo visto a la muchacha puesto, es más estaba casi convencido que no llevaba, pero cuidando no dejar ninguna prueba, lo guardé en un cajón.
El salón no tenía problema, casi no habíamos pasado por allí, por lo que tras airearlo un poco, decidí que ya estaba bien y que podía sentarme a esperar.
Gloria llegó con media hora de adelanto, venía enfadada, por lo visto había tenido bronca en casa, y había preferido irse a seguir discutiendo.
–Tranquila-, le dije mientras le daba un beso de bienvenida,-Te sirvo una copa y me cuentas-.
Sentándose en el sofá, me empezó a explicar cual había sido la razón de su cabreo, por lo visto al llegar a su casa, se había encontrado con las camas deshechas y la ropa tirada, ni su madre ni su hija se habían dignado a hacerlo antes de salir esa mañana. Me pareció una nimiedad, una tontería pero no se lo dije. Lo malo ser madre es que tienes que luchar a diario con lo trivial, y eso termina cansando. Por eso preferí cambiar de tema:
-Tu madre, ¿vive contigo?-
–Si, desde que se quedó viuda-, me respondió, no sabía que se le había muerto el viejo. Por lo visto, su padre había sido un alto directivo del banco popular, al que la presión y el estrés le habían jodido el corazón y tras varias intervenciones se había quedado en el quirófano.
–Lo siento-
-No te preocupes pasó hace cinco años-.
Recordar su muerte, le había puesto triste. Y tratando de rehacerse, levantó la copa, brindando conmigo, con tan mala suerte que se le cayó encima, empapando su blusa.
-Lo has hecho a propósito-, le dije riendo.
-¿Por qué lo dices?-, me preguntó.
-Porqué así no te queda más remedio que quitártela para secarla-.
Soltó una carcajada, y poniéndose de pie me soltó que era yo, quien tenia que desabrochársela. Verla insinuarse de esa forma, me confirmó lo que pensé al tomarme un viagra hacía un rato, iba a tener faena y dos mujeres en una sola tarde era mucho para un cuarentón como yo. Botón a botón, fui descubriendo su piel. Gloria no pudo reprimir un jadeo, al sentir que le quitaba el último.
–Tengo que hablar con Alberto Ruiz Gallardón-.
Lo absurdo de mi frase, la mosqueó.
-¿Para qué?-, me preguntó, sin saber a que venía lo de hablar con el alcalde de la ciudad.
–Porque no es lógico que tus pechos no sean un monumento de Madrid, y que no aparezcan en todas las guías turísticas-.
–Eres tonto-, me contestó encantada por el piropo. Ninguna mujer es inmune a una alabanza y más cuando se hace con inteligencia, – Pues aunque no te lo creas, ligo poquísimo-.
-Tienes razón, no me lo creo-.
Ese fue el final de nuestra conversación . Cerrando su boca con un beso, la abracé. Como la primera vez, Gloria no pudo aguantar el tipo, al notar a mi mano recorriendo su trasero, se lanzó como una loba contra mí, despojándome de mi camisa con urgencia. Bajo esa fachada de señora bien y tradicional, se escondía una mujer ardiente. No me hice de rogar y tumbándola en el sofá, le quité el tanga negro, descubriendo que se había depilado totalmente.
–¿Te gusta?, ¡lo hice por ti!-, me susurró al ver mi desconcierto.
-Me encanta-, podía haber hecho un discurso, pero en vez de eternizarme con loas y cumplidos, me interné entre sus piernas a probar su sabor.
Mi lengua recorrió todos su pliegues, antes de llegar a tocar su clítoris. La lentitud, con la que me fui acercando y alejando de mi meta, hizo que al apoderarme de su erecto botón, su sexo ya estuviera empapado. Sabía que le gustaba el sexo duro, no en vano conservaba la señal de sus uñas en mi espalda, pero jamás se me hubiese ocurrido pensar que al mordisquearle allí abajo, se pusiera como loca, y me pidiera que fuera más brutal. Sus palabra exactas fueron:
–Muérdeme con fuerza-.
Apretando con mis dientes, le hice retórcerse de dolor, pero antes de que dejara de gritar ya se había corrido, mojando la tapicería. Ya totalmente excitado, le metí dos dedos dentro de su vagina, mientras seguía torturando su sexo con mi boca. Esta vez no se quejó sino que usando sus manos, separó sus piernas dándome vía libre a hacer con ella lo que quisiera. Viendo que le gustaba no dude en introducir un tercer y hasta un cuarto, no obteniendo de ella más que gemidos de placer, por lo que envalentonado forcé su ya dolorida cueva con los cinco dedos a la vez. En esta ocasión el grito fue brutal, con lágrimas en los ojos, me pidió que esperara.
-¿Quieres que te los saqué?-, pregunté pensando que me había pasado.
-No, pero déjame que me acostumbre -.
Paulatinamente, su vagina se fue dilatando, hasta que la resistencia a mi avance cedió y me encontré con toda mi mano en su interior. Su reacción fue inmediata, gimiendo de gozo, me rogó que continuara, que nunca se lo habían hecho. Envalentonado, cerré mi puño dentro de ella, y tal y como se hace en la películas porno, hice el intento de sacarlo. La brutalidad de mi acto, la enervó y sin darse cuenta llevó sus propias manos a sus pezones, torturándolos. Toda la seriedad y decencia que le enseñaron desde niña, se evaporó al ritmo de su orgasmo y gritando como posesa, me pidió mientras se corría por segunda vez, que la tomara.
Mi sexo totalmente empalmado me pedía acción, pero tuvo que esperar a que la mujer se recuperara porque aunque me pedía que continuara al sacar mi mano, me di cuenta que era imposible por lo dilatado de su sexo. Mientras volvía a su estado natural, me dediqué a recorrer su cuerpo con mis manos, ella sobrexcitada no dejaba de gemir y de jadear cada vez que mis yemas, se acercaban o acariciaban uno de sus puntos sensibles. Si ya me había dejado gratamente sorprendido su calentura, al pasar distraídamente mis dedos cerca de su entrada trasera, me alucinó. Suspirando y con la voz entrecortada por la lujuria que la dominaba, me musitó:
-Quiero dártelo pero me da miedo-.
Un poco asustado por la responsabilidad, pero entusiasmado por ser quien hoyara por primera vez su esfínter, la besé:
-Tu me dices cuando paro-.
Tenía que hacérselo con cuidado, si para ello tenía que usar toda la noche, lo haría, pensé mientras abría el cajón de la mesita de noche, de donde saqué un bote de crema. Gloria me encantaba y no quería joder nuestra relación con un mal polvo, por eso abrazándola por detrás, acaricié sus pechos tranquilizándola. Su reacción fue pegarse a mí, de forma que mi pene entró en contacto con su hoyuelo.
-Túmbate boca abajo-, le pedí al darme cuenta de su urgencia.
Obediente, se tumbó dándome la espalda. Y poniéndome a horcajadas sobre ella, con una pierna a cada lado, comencé a darle un masaje. Fue entonces, cuando realmente percibí hasta donde llegaba su calentura. Parecía por sus gritos, que mis manos la quemaran. No dejó de suspirar implorando que siguiera mientras mi lengua recorría su espalda. Todo en ella era deseo. El sudor que surcaba su espalda, no era nada en comparación con el flujo que manaba de su sexo. Totalmente anegada, me pidió que la desvirgara cuando mis manos separaron sus dos cachetes.
Ya había visto lo inmaculado de su esfínter con anterioridad, pero de pasada, nunca me había puesto a observarlo con detenimiento. Totalmente cerrado y de un color rosa virginal, me resultó una tentación irresistible y acercándome a él, comencé a transitar por sus rugosidades.
–Por favor-, me dijo agarrándose a los barrotes de la cama.
Su ruego me excitó, y perdiendo el control, forcé su entrada con mi lengua. Incapaz de soportar su calentura, bajó su mano masturbándose. Su completa entrega me permitió que cogiendo un poco de crema entre mis dedos, pulsase su disposición untándola por los alrededores. No encontré resistencia a mis caricias, al contrario ya que la propia Gloria separando sus nalgas facilitó mi avance. Cuidadosamente unté todo su esfínter antes de introducir un primer dedo en su interior.
Jadeó al sentir como forzaba sus músculos pero no se quejó, lo que me dio pie a irlo moviendo en un intento de relajarlos. Poco a poco, la presión fue cediendo y su excitación incrementando hasta que chillando me pidió que la penetrara.
–Tranquila-, le dije sabiendo que si le hacía caso, la iba a desgarrar.
Sin decirle que iba a hacer, le introduje un segundo, mientras que con mi mano libre le acariciaba su sexo. La reacción de la mujer a mi incursión no se hizo esperar y levantando el trasero, gimió desesperada. En esta ocasión encontré menos oposición señal de que iba por el buen camino. Si continuaba relajándola, iba a sufrir menos, por lo que me mantuve firme haciendo oídos sordos a sus ruegos, metiendo y sacando mis dedos. Tanta excitación tuvo sus consecuencias y retorciéndose sobre las sabanas se corrió. Ese fue el momento que aproveché para ponerla a cuatro patas y con delicadeza jugar con mi pene sin meterlo en su interior.
Era increíble como su cuerpo reaccionaba a mis caricias. Completamente en celo, movía sus caderas buscando que la penetrara, pero en vez de ello sólo consiguió calentarse aún más. De manera que apiadándome de ella, le exigí que dejara de moverse y poniendo mi sexo en su esfínter, le introduje lentamente la cabeza. Gloria mordió sus labios intentando no gritar, pero fue en vano, el dolor era tan insoportable que chilló pidiéndome una pausa.
Aunque lo había previsto, no por ello dejó de sorprenderme que en vez de apartarse, la mujer decidiera pasar el mal trago rápidamente, presionando mi incursión al echarse hacia atrás. Su maniobra provocó que mi pene entrara por entero en su interior desgarrándola cruelmente. Gritando me exigió que la sacara, diciéndome que no podía aguantar esa tortura, pero supe que si le obedecía jamás iba a poder volver a hacer con ella el sexo anal, por lo que agarrándome de sus pechos, evité que consiguiera zafarse de mí.
Esperé a que se desahogara insultándome, tras lo cual le dije que se relajara. Paulatinamente me hizo caso, de forma que su dolor se fue diluyendo al acostumbrarse a tenerme dentro de ella. Cuando supuse que estaba lista, empecé a moverme lentamente. Sus protestas desaparecieron cuando dándole un azote le pedí que se masturbara. Al igual que antes la violencia le excitó y un poco cortada me rogó que continuara. Creyendo que se refería al sexo anal, aceleré mis penetraciones y entonces ella gritando me aclaró que quería más azotes. Eso fue el detonante de la locura, marcándole el ritmo con mis golpes sobre su trasero, fuimos alcanzando un velocidad brutal mientras ella no dejaba de gritar su calentura.
La fiereza de nuestros actos no tuvieron comparación con los efectos de su orgasmo, porque cayendo de bruces sobre el colchón, Gloria empezó a temblar al sentir que mi extensión se clavaba en su interior mientras ella de derramaba en un clímax bestial. Fue alucinante escuchar su pasión y sentir como se corría bajo mis piernas, coincidiendo con mi propia culminación.
Mi cuerpo dominado por la lujuria, se electrizó al percatarme que la mujer estaba disfrutando y sin poder retener más mi explosión, regué con mi simiente sus intestinos mientras ella se desplomaba sobre la cama. La nueva postura me dio más bríos, y aumentando mis envites conseguí vaciarme por entero, llenando de semen el, hasta esa noche, casto conducto.
Derrumbados por el esfuerzo permanecimos abrazados mientras nos recuperábamos. Tiempo que aproveché para pensar en que esa mujer me volvía loco, y en la suerte que había tenido al encontrármela.
–Eres un cabrón-, me dijo.
Asustado, pensé que se había enfadado por la forma en que la forcé.
–Lo siento-, alcancé a responderle.
Levantándose, me miró diciendo:
-Me has violado, te pedí que pararas y no lo hiciste-, y cuando ya pensaba que me estaba mandando a la mierda, la oí decir, –ahora, no podré dejar de pensar…. en cuando volverás a hacerlo-.
Estaba insultantemente feliz, me había tomado el pelo. Sin llegármelo a creer, la abracé besándola . Ella me respondió acurrucándose entre mis brazos, mientras me susurraba que la dejase descansar por que luego se vengaría. Y con esa promesa, nos quedamos dormidos.
Esa noche, Gloria se quedó conmigo. Fue un acuerdo tácito, ni yo la invité ni ella me lo pidió, sino que salió natural, ambos estábamos tan a gusto que ninguno dudo en hacerlo. Fueron largas horas de pasión mezcladas con ternura y risas. Era como si nos conociéramos de toda la vida. Nadie que hubiese visto como nos compenetrábamos, hubiera creído que nos conocíamos sólo desde hace cuarenta y ocho horas antes. La noche salió perfecta, por eso en la mañana cuando nos despedimos me dio pena mentirle al decirle que no podía quedar con ella ese día. Como no podía decirle que había quedado con otra mujer, me inventé que tenía una cena de amigotes.
-No bebas mucho-, fue lo único que me dijo. No era un reproche, parecía como si realmente le importase.
Tuve que retenerme para no decirle que volviera esa tarde, pero el miedo a no poder localizar a Claudia y que se me juntaran las dos, me hizo recapacitar y decirle solamente que no se preocupara que iba a ser niño bueno.
Su sonrisa al decirme adiós, me torturó toda la mañana. No pude dejar de pensar que era la primera vez que alguien me importaba y que le había pagado con una infidelidad. Hasta a mi mismo me sorprendió el usar esa palabra. Infidelidad. Y con un sabor agridulce me di cuenta que estaba colado por esa mujer. Me resultó imposible el concentrarme, mientras el cuerpo me pedía llamarla, el cerebro me decía que no fuera insensato, ya que esa era la mejor forma que me descubriera. Por eso las horas fueron pasando con una lentitud exasperante, mientras se me acumulaba el trabajo.
Al mediodía, recordé que era el cumpleaños de Claudia, y pensando que era una buena forma de distraerme, me fui a un gran almacén a comprarle su regalo. No tardé en encontrar lo que quería. Una vez pagado y con él en la bolsa, estaba convencido que esa misma noche iba a hacer uso del sensual body de raso negro que le compré. La suavidad de su tejido, hizo que me imaginación volara y ya con la mente ocupada me olvidé de Gloria, de mis sentimientos de culpabilidad, quedando sólo la imagen de la muchacha vestida con ese atuendo.
En la oficina todo se complicó, no vi el modo de escaparme por lo que tuve que esperar hasta casi las nueve de la noche para liberarme, de modo que al salir de mi despacho me di cuenta que casi no me quedaba tiempo para llegar a casa antes de que la muchacha llegara. Conduciendo como un loco, llegué con apenas un cuarto de hora de adelanto, por lo que cuando escuché el timbre, apenas me había dado tiempo a cambiarme.
Al abrir la puerta, me encontré a Claudia totalmente empapada y llena de barro. Tardé unos segundos en darme cuenta que venía disfrazada de Carmen la protagonista de otro de mis cuentos. Hacía más de seis meses que había escrito “Descubrí a mi secretaria…”, pero recordaba a la perfección la trama de la historia. En ese relato, los ladridos de mi perro me sacaban de casa para descubrir a mi asistente en estado de shock y por mucho que intenté que reaccionara fui incapaz.
Sabiendo de antemano mi papel la metí dentro, no me apetecía que mis vecinos pensaran que le había hecho algo. Directamente, la llevé a la ducha mientras no dejaba de pensar en las variantes que le podía dar a la historia. Como actriz era excelente, con la mirada ausente y tiritando realmente uno podía creer que estaba ida.
El agua caliente al caer sobre su pelo, empezó a arrastrar el barro que la cubría. De nada me iba a servir hablarla, esa noche no iba a tener mucha conversación. Por lo que sentándola en la bañera, fui a buscar un poco de ropa seca para después. Al volver seguía en la misma posición que le había dejado, con el chorro cayendo sobre su cabeza y las pierna cruzadas.
-Tengo que hacerte entrar en calor-, le dije en voz alta mientras la ponía de pie.
Realmente estaba preciosa sin maquillaje, pensé al verla con el pelo mojado. Claudia se había puesto para la ocasión un espléndido traje, que le daba el aspecto de una yuppie de una multinacional. La blusa de encaje al mojarse, trasparentaba por completo, dejándome observar la rotundidad de sus pechos. Sus pezones reaccionaron cuando le quité la chaqueta, poniéndose duros y erguidos.
–Me estás poniendo bruto– le susurré.
En la historia, la desnudaba fuera de la ducha, pero decidí alterar el guión y hacerlo bajo el agua. Como no quería echar a perder mi ropa, me desnudé antes de entrar con ella, dejándome sólo los boxer a cuadros que me había puesto. Uno a uno fui desabrochando los botones de su camisa. Era una gozada verla inmovil mientras hacía aflorar su canalillo.
-Mi secretaria es una putita indefensa-.
Mi pene ya se alzaba orgulloso, cuando le quité la blusa por completo. Desnuda de cintura hacía arriba seguía ausente.
-Que preciosidad-, le dije sopesando sus senos con mis manos.
Sin poderme aguantar, pasé mi lengua por sus bordes esperando que la muchacha reaccionara. Pero no pude sacar ni un gemido de su garganta. Eso me dio la idea, ya que era un juego, resolví jugar, iba a conseguir que Claudia dejara de actuar. Teniéndolo clarísimo, le bajé la falda, descubriendo que el tanga de esa noche, además de minúsculo era de color rojo como el de la protagonista.
–Has pensado en todo-, le dije mientras se lo quitaba.
Teóricamente debería de secarla y llevarla a mi cuarto pero en vez de ello, le puse las manos sujetándose a la pared y me arrodillé bajo la ducha. Improvisando separé su labios, y acercando mi boca a su sexo, empecé a mordisquear su clítoris mientras acariciaba su trasero. Su sabor consiguió enervarme, y sin darle tiempo a reaccionar, la puse a cuatro patas, penetrándola. La calidez de su cueva al presionar mi miembro, contrastaba con el mutismo de su dueña, por mucho que aceleré mis movimientos fue imposible oír nada.
-¡Con que eso quieres!-, grité mientras salía de la ducha. Bastante picado, totalmente excitado y sin haberme podido correr, resolví que esa niña no me iba a ganar. Quisiera o no, iba a hacerla hablar. Dejándola sola, empapada y desnuda me fui a poner una copa.
Eso me dio tiempo de pensar en mi siguiente paso. Carmen sólo se desenmascaró a la mañana siguiente, mientras yo desayunaba. Si Claudia conseguía mantenerse en su papel hasta esa hora me había ganado, por lo que debía de idear algo que le hiciera fracasar. Mi imaginación nunca me había fallado, y esa no iba a ser la primera vez, por lo que al volver a su lado ya había ideado más de cinco perversas formas de vencerla.
Nuevamente entré con ella en la bañera, La muchacha seguía agachada por lo que sólo tuve que abrirle la boca, para empezar mi venganza. Cogiendo mi pene entre mis manos, se lo incrusté en su garganta. Sonreí al ver que no reaccionaba, debía de pensar que quería que me hiciera una mamada, pero no era ese mi plan. Sin avisarle, empecé a orinar en su interior. Claudia, sin alterarse, comenzó a bebérselo, tragándose todo mi orin sin emitir ni una sola queja.
Por primera vez, la duda de un posible triunfo de ella y mi consiguiente derrota afloró en mi mente. Echo una furia la saqué del baño y la llevé a mi habitación pero en vez de ponerle una película, la tumbé en la cama, atándola a sus barrotes.
–Uno a cero-, pensé mientras aferraba sus tobillos.
Cogiendo mi teléfono hice una llamada. Una niña no me iba a vencer, y menos con ayuda. Mi segundo plan requería tiempo, por lo que mientras llegaba decidí aprovechar la espera, pasando al siguiente. Claudia me dijo al conocerme que quería ser mi sumisa, que deseaba que lo la moldeara, pues iba a tener la oportunidad de demostrarlo.
Lo primero que hice fue fijar bien los grilletes. Ya con la seguridad que no se iba a poder escapar, pasé mis manos por su sexo, encontrándomelo completamente anegado.
–La muy perra está disfrutando-, me dije mientras le separaba los labios e introducía un enorme consolador en su interior.
No esperaba ninguna reacción, por lo que no me sorprendí al percatarme que seguía impertérrita. Especulé con meterle otro por su entrada trasera, pero el recordar que era virgen disipó mis dudas, iba a ser mi miembro quien hoyara por primera vez su rosado agujero. En vez de ello, cogí unas pinzas de la ropa con las que torturé sus pechos, colocándoselas en los pezones. Creí escuchar un gemido, pero al voltear a mirarla, sus cara no reflejaba el mínimo disgusto.
–Tranquila, hay mucho tiempo-, le musité al oído, mientras le mordía el lóbulo.
Por experiencia sabía que era cuestión de minutos, el que el dolor y el placer le hiciera reaccionar, por lo que yendo a mi bar, me rellené la copa. Tenía que reconocer que era un adversario formidable, tras esa fachada de niña buena se escondía una mente al menos tan sucia como la mía. Cogiendo el cubo de los hielos y una vela, volví a su lado.
-¿Sabes para que es esto?-, le pregunté mientras encendía la mecha.
No me contestó. Su gallardía me llenó de orgullo, pero no era momento para sentimentalismos, era una guerra y en la guerras no hay cuartel. Acercando la vela a su cuerpo, derramé unas gotas sobre su estómago. Dio un respingo al sentir su quemazón, pero soportó admirablemente el castigo. Pasando el hielo, por la quemaduras conseguía un doble efecto, por una parte estas no dejaban marca y encima el contraste de temperatura debía ser insoportable. Estuve más de cinco minutos torturándola y cuando ya creía que no le afectaba, percibí como se corría en silencio, sin moverse pero empapando las sábanas con su flujo.
-Esto no sirve-, y recapacitando le saqué el consolador de su sexo. Al hacerlo fue como una catarata que se precipitó por el colchón, dejando a su paso un húmedo rastro.
“Tendré que esperar”, me dije a mi mismo, y buscando que no se enfriara empecé a meterle y sacarle el dildo, mientras le retiraba las pinzas. Fue entonces cuando escuché que mi ayuda tocaba la puerta. Tranquilamente, salí del cuarto a abrir a los refuerzos.
-¡Cuánto tiempo!-, me soltó Patricia al entrar con Nicolás al piso, –explícame que es eso tan importante que no me podía perder-.
Paty era una amiga de la infancia, bisexual, con la que había tenido algo más que escarceos. A sus cuarenta años, seguía conservando una figura envidiable producto de largas horas de gimnasio, y unos pechos perfectos que se los debía a la generosidad de su último marido. Nicolás era su actual pareja, según ella la lengua más maravillosa de la creación.
-Cariño deja que antes te dé un beso-, le dije abrazándola y masajeando su duro culo.-Te tengo una sorpresa, estoy adiestrando a una sumisa, y su lección de hoy es mantenerse imperturbable mientras una mujer la posee-.
Una sonrisa apareció en su cara, y tras pensárselo unos momentos me preguntó:
-Y ¿Nicolás?-.
-Por si fallas-.
Sin más demora, la llevé a mi cuarto, dejando a su pareja en el salón. Sabía que Claudia nunca había estado con una mujer, y menos con una tan experta como mi conocida, por lo que esperaba o que se negara o que reaccionara a sus caricias. Mi amiga al ver como le había preparado a la muchacha, al percatarse que debido a las ataduras la tenía a su entera disposición, se dio la vuelta diciéndome:
-No fallaré y ¡Gracias!-.
Ahora sólo tenía que esperar, y en plan mirón, acerqué el sillón a la cama y me senté a observar. Era algo nuevo, el estar de convidado de piedra mientras Patricia se desnudaba. “Se nota que acababa de llegar de la playa”, pensé al ver el dorado de su piel. Bailando en frente de su víctima se fue despojando de su ropa y lo hizo con una sensualidad tan pasmosa, de forma que antes que acabara, yo al menos, estaba excitado. Claudia, en cambio, si lo estaba no lo demostró.
–Está bien educada, lo vas a tener difícil-, le grité a la mujer, picándole el amor propio.
-Nunca te he defraudado-, me respondió mientras acercaba su lengua a los pechos de la muchacha.
Estos se erizaron al contacto, poniéndose duros. La reacción de Claudia la envalentonó y sin ningún recato se apoderó de ellos mamando mientras le acariciaba el resto del cuerpo. “Es una maestra”, tuve que reconocer al fijarme de la manera tan experta que tomaba los indefensos pezones de la niña entre sus dientes, y como su boca succionaba hambrienta. Con el deseo de lo prohibido, su mano completamente ensortijada recorrió su estómago acercándose al depilado sexo. La muchacha no hacía ningún ademán. Vi como cambiándose de posición, Paty le separó los labios probando del néctar que ya manaba de su cueva.
-¡Está riquísimo!-, le alcancé a escuchar antes de que, usando su lengua como si fuera un micro pene, la penetrara.
Desde mi sillón, la perspectiva no podía ser más excitante. Veía el culo moreno de mi amiga meneándose al compás de una masturbación mientras se lo comía por entero. Era alucinante, el estudiar la maestría con la que recorría sus pliegues, teniendo en primer plano un exquisito trasero, que me llamaba para que lo tomara a la vez. Poco a poco, el sudor fue recorriendo el pecho de Claudia, y su cueva anegándose bajo el atento dominio de Patricia, y ésta sabedora de los efectos que sus caricias estaban provocando, decidió dar un paso más introduciéndole un dedo en su ano.
-Con cuidado-, le grité informándole que eso era mío.
-Sólo te lo estoy preparando-, me contestó riéndose pero sin dejar de masajearlo.
A estas alturas, nuestra víctima ya se derretía. Sus piernas temblaban al ritmo de su orgasmo, pero de su garganta no salía ningún ruido.
-Es dura, pero yo más– me dijo mi amiga al percatarse que se corría sin moverse.
La velocidad con la que mamaba su coño se incrementó a la par que su calentura, y cogiendo el consolador de la sabanas, me pidió que lo usara en ella, para motivarla aún más. Haciéndole caso me senté al lado de las dos mujeres, y cogiendo el aparato le separé las nalgas de la cuarentona forzando su entrada trasera. Su esfínter estaba educado, por lo que entró hasta el final sin esfuerzo.
–Ya sabes lo que me gusta-, exclamó mientras se separaba el trasero.
Claro que lo sabía, no en vano había disfrutado de ese culo muchas veces. Metiendo y sacando con rapidez el consolador empecé a azotarle. Cada vez que mi mano golpeaba sus cachetes, su lengua se introducía en la vagina de Claudia, consiguiendo que los gritos de mi amiga se mezclaran con los de mi azotes.
La temperatura de nuestros tres cuerpos llegó a su punto máximo cuando soltando el pene artificial, y asiendo el mío con las manos le pedí que se aproximara al borde de la cama que ya no aguantaba más y que iba a poseerla.
Fue entonces cuando vencí, porque con la voz entrecortada por el orgasmo que la consumía oí decir a mi sumisa:
-A ella no, amo, ¡a mí!-.
Fue su fracaso, incapaz de ver que tomaba a otra, prefirió perder a sufrir siendo ella una mera observadora.
-Suéltala y prepárame su culo– , le exigí a Paty alzando la voz.
Como si ella fuera la verdadera sumisa, me obedeció poniendo de rodillas sobre el colchón a Claudia con los brazos hacía delante de manera que su trasero quedaba a mi alcance.
-¡He dicho que me lo prepares!-.
Mirándome entendió lo que quería y separándole las nalgas forzó su entrada con la lengua.
-¡Que gusto!-, gritó Claudia a sentir hoyado su agujero. Al no tener que refrenarse, no dejó de jadear y gemir de gusto mientras Patricia se lo relajaba. Mi amiga, muy alborotada, no se límitó a su esfínter sino que apropiándose de su coño, usó su mano para penetrarlo también.
Colocándome a su lado, estaba a punto de desvirgarla analmente cuando escuché a mi amiga decir:
-Te importa que pase Nicolás, ¡es que estoy muy bruta!-.
Solté una carcajada dándole permiso pero advirtiéndole que se lo montara sobre la alfombra. Levantándose de la cama, abrió la puerta. No tardamos en escuchar como entraba. Su presencia asustó a Claudia, que alucinada por su tamaño me preguntó:
-¿Que hace aquí?-
-Era mi plan alternativo-, le contesté mientras acariciaba la cabeza del fiel sabueso, explicándole que era el verdadero amante de Patricia que cansada de tanto fracaso sentimental había hallado la felicidad en las caricias caninas del animal. Aprovechando su desconcierto forcé su entrada con mi pene, introduciéndolo de un sólo arreón.
-¡Que cabrón!-, me dijo mientras sentía como se desgarraba su trasero.
Capítulo cinco. Todo se complica. La espada de Damocles.

Ese fue el inicio de una noche memorable. Patricia, tras aliviarse con su fiel “amigo”, se dio cuenta que sobraba, y sin despedirse nos dejo que continuáramos con nuestra pasión. Hicimos el amor, jodimos, follamos, nos reímos , incluso elucubramos sobre mis siguientes relatos, sobre que papel o que actitud le gustaría a Claudia representar. Fue realmente una velada inolvidable, en la que ya no éramos amo y sumisa sino dos amantes que se entregaban sin límite a la pasión. Agotados, nos quedamos dormidos, abrazados, sin darnos cuenta.
El sonido estridente del despertador nos devolvió a la tierra y de que forma. Claudia, al abrir los ojos, sonriendo me pidió un beso. Se la veía preciosa con el pelo despeinado y unas ojeras que me recordaban lo poco que la había dejado dormir.
-¿Cómo está mi querido amo?-, me dijo todavía medio dormida.
-Muy bien, mi querida esclava-.
Era un juego, interpretando unos papeles que habíamos traspasado, nos besamos y acariciamos mientras nos despejábamos. Creyéndose caballo ganador, quiso aprovechar su ventaja diciéndome:
-Amo, ¿verdad que prefieres pasar la noche con tu sierva?-.
Si me hubiese callado no hubiera pasado nada, pero mi ego me hizo preguntarle, esperando que su respuesta fuera un piropo o algo parecido.
-¿A qué te refieres?-
-Ya sabes, ayer dormiste con la guarra. ¿Quién es mejor?-, mi cara de sorpresa la malinterpretó, y tratando de aclararlo, prosiguió diciendo, –Ella salió de aquí a las siete, y en cambio ahora son las ocho, ¿eso debe de significar algo? o ¿no?-.
Mi reacción fue brutal, agarrándola del brazo, la zarandeé gritando que quien se creía para espiarme, que la que ella llamaba “guarra” era una dama, y que la verdadera puta era ella, que como hembra en celo se me había ofrecido. Claudia se dio cuenta que había metido la pata. Trató de justificarse diciendo que lo sabía porque me había vuelto a dejar el ordenador encendido.
-Eso es mentira, búscate otra excusa por que fue lo primero que apagué cuando te fuiste-, le respondí indignado, -¡Vístete! Y ¡vete!, no te quiero volver a ver-.
Con lágrimas en los ojos, se levantó, se sabía culpable, y sin hablar se vistió con la cabeza gacha. Sólo al salir por la puerta de mi apartamento se volvió diciéndome:
–Fernando, eres mío y yo soy tuya. Eso no lo puedes cambiar. Verás como tarde o temprano nos volveremos a ver y entonces sabrás que no podrás evitar que vuelva–
-¡Jamás!-, le contesté, cerrándole la puerta en las narices.
La desfachatez de la chica profetizando que volvería arrastrándome como un perrito en su busca terminó de cabrearme. Nunca me había gustado que me controlaran y menos una muchachita recién salida de la adolescencia. Hecho una furia me metí bajo una ducha de agua fría, tratando de calmarme pero fue en vano, nada ni nadie podía evitar que mi sangre hirviera al recordarlo.
La mañana fue un suplicio. No dejaba de mortificarme, diciéndome que la culpa la tenía yo por liarme con una niña. Lo que realmente me molestaba era que antes de enrollarme con ella, ya sabía que eso no podía salir bien. Mi estupidez era total, había creído que podía compatibilizar dos relaciones tan distintas, asumiendo que Claudia poseía una madurez que jamás podría tener una joven de su edad.
Sólo me calmé sobre la una, cuando recibí la llamada de Gloria, preguntando como me había ido mi noche loca.
-Muy bien-, le respondí tratando que no se notara mi enfado, –lo clásico en una cena de amigotes, alcohol, charlas y chistes sobre mujeres-.
-¿Me has echado de menos?-
-Mucho-, y tratando de cambiar de tema le pregunté: ¿Comes conmigo?-
Me contestó que si, pero que le resultaba imposible antes de las tres.
-No hay problema-.
Tras lo cual quedamos en vernos en Amparo, un restaurante muy conocido de Madrid que está en la calle Jorge Juan. Su llamada cambió mi humor al darme cuenta que no todo estaba perdido y que me había quedado con la mejor, una mujer de mi edad, que además de estar buenísima, era un encanto y con la cual podía compartir algo más que sexo.
Mirando el reloj, calculé que tenía una hora y media, por lo que me lancé en picado a resolver los problemas de la oficina, y por primera vez desde que había llegado, realmente rendí en el trabajo. Con todo los asuntos encauzados, salí de mi despacho alegre por irla a ver, pero al llegar a la calle, me surgió una duda:
-¿Me estará espiando?-.
Observando hacia ambos lados traté de descubrir si Claudia, estaba por los alrededores, no me apetecía que al llegar al restaurante, me montara un espectáculo. Afortunadamente no estaba y ya más tranquilo pero sin dejar de estar alerta, me dirigí adonde habíamos quedado.
Gloria entró al local hablando por teléfono. Se la veía contenta, vestida de manera informal, estaba guapísima. Divertido vi como todos los ejecutivos, que poblaban el lugar, se daban la vuelta para observarla al pasar. Eso alivió mi maltrecho ego, y recibiéndola con un beso, le solté un merecido piropo.
Con una risa franca y ojos coquetos, me agradeció el halago. De esa forma, empezó el mejor rato que he pasado en mucho tiempo. Bromas y carantoñas, con una mezcla de picardía, se sucedieron durante dos horas, tiempo durante el cual no recordé a Claudia. Sólo al pagar, temí que al salir nos encontráramos con ella, por lo que adelantándome a la mujer que estaba conmigo, revisé que no estuviera plantada fuera del local, lista para reclamarme. Nuevamente no la encontré, y pensando que estaba paranoico, me calmé.
“Tranquilo”, me dije deseando que tuviese razón y que la Niña se hubiese olvidado de mí.
Aduciendo que tenía prisa, me despedí de Gloria, quedando para el día siguiente. Le extrañó mis prisas, pero poniendo una mueca, me dijo en plan de broma, que se pasaría toda la noche llorando mi ausencia. Estuve a punto de mandar todo a la mierda y pedirle que nos viéramos esa misma noche, pero recapacitando que era no mejor el arriesgarse, le solté:
-Yo en cambio, sentiré tu cuerpo al lado mío, mientras duermo-
Menos mal que no cedí, porque al llegar a mi oficina, tenía un email de Claudia en el que me preguntaba como me había ido comiendo con la “guarra”. Fuera de mí, abrí el programa espía que me permitía ver y hablar con ella en su cuarto, quería cantarle las cuarenta y exigirle que dejara de seguirme. No pude, no estaba en su casa pero asustado leí el mensaje que me había dejado garabateado en un papel:
–Amo, ¡vuelva!, ¡le extraño!-
Realmente la chavala esta loca, se había obsesionado conmigo y me iba a resultar imposible librarme de ella, sólo ignorándola. Debía de pensar como convencerla que me olvidara y que se enrollara con un chico de su edad, porque sino lo conseguía iba a mandar al traste mi relación con Gloria. Analizando detenidamente el asunto, creí encontrar la solución, ella me había encontrado y encaprichado por mis relatos, por lo que debía ser por esa vía por medio de la cual iba a escaparme de esa pesadilla.
Esa noche, nada más llegar a casa puse manos a la obra. Debía de ser mi mejor relato, mi mejor historia. Muchas veces empecé y muchas tuve que borrar lo que había escrito, nada me convencía. Pero como a las doce me llegó la inspiración, me había emperrado en pensar en un jovencito como mi sustituto, pero a Claudia lo que realmente le gustaban eran los maduros como yo, y que mejor que la figura de un catedrático para reemplazarme. Un profesor que le estuviera dando clase, esa era la clave. Alguien con poder, que estuviera a su alcance y por el que tuviera respeto, sólo así podría librarme de ella.
Entusiasmado por la idea, me dediqué por entero a la faena. No debía de personalizar ni describir a mi recambio, para que fuera ella misma la que le pusiera nombre y cara.Más o menos a las tres terminé y tras releerlo quedé convencido que era mi mejor escrito.
El argumento era sencillo. En la universidad, Claudia estaba asistiendo a una clase, cuando se da cuenta que su maestro la mira con deseo. Nunca se había fijado que ese tipo no dejaba de recorrer con sus ojos su cuerpo, y excitada decidió conquistarle. Por eso aprovechando la hora de tutoría se plantaba en su despacho.
Iba preparada, en el baño se había despojado del tanga y antes de entrar había desabrochado su blusa. El resto era lo típico. El profesor se percataba de la forma que ella se le insinuaba e indignado le había llamado al orden, pero en vez de echarle para atrás, su rechazo le había espoleado, desnudándose por completo. En mi relato, Claudia amenazo al docto catedrático con acusarle de haberla violado sino la tomaba en ese mismo instante. El pobre tipo, incapaz de negarse por miedo al escándalo, se la tiró sobre su mesa, no una sino muchas veces, consiguiendo que la muchacha se corriera y gracias al placer obtenido se olvidara del viejo que la había desvirgado.
Encantado por el resultado, lo publiqué en todorelatos. Después de eso, dormí como un niño seguro de que había acertado. A la mañana siguiente revisé mi email, y al no haber recibido ningún otro mensaje de ella, pensé que quizás había acertado. Durante todo el día no tuve noticias de ella, ni siquiera tuve la sensación de que me espiaban pero aún así al recoger a Gloria en el portal de su casa, en vez de llevarla a mi apartamento, alquilé una habitación en el Ritz .
-¿Y eso?-, me pregunto al ver que entrábamos al establecimiento.
-Es mi fantasía, llevar a la mujer que adoro al mejor hotel de Madrid-
Mi respuesta le satisfizo, y besándome en la boca, mientras cerrábamos la puerta de la habitación, me dijo que era un romántico empedernido. Sólo os puedo contar que durante esa velada, terminé de enamorarme de Gloria. No sólo fue pasión, fue aventura ternura y mucho, pero mucho, sexo. Al desayunar, tumbados en la cama, se lo dije. Ella al oír que la amaba, se echó a llorar diciendo que la había hecho la mujer más feliz del mundo porque ella sentía lo mismo por mí.
Sólo la tenue amenaza de Claudia, evitó que yo también fuera el hombre más feliz de la tierra, pero algo me decía que al igual que Damocles, tenía sobre mi cabeza una espada sujeta por un sólo hilo, y que en cualquier momento se iba a romper, destrozando a su paso mi felicidad.
Jodido por la angustia, volví a mi oficina sin pasar por casa. Con el traje y la camisa del día anterior, me pasé todo el día revisando cada cinco minutos mi Outlook, esperando una mensaje que no quería recibir. Al no llegarme ninguno, creo que llegué a creerme que había tenido éxito, pero al llegar a casa y abrir mi portátil, ahí estaba. Cinco escuetas líneas que me hundieron en la depresión.
-Gracias, Amo. He hecho lo que usted me ha pedido. Me he tirado a mi maestro de termodinámica, el pobre viejo ha disfrutado como un perro, tenía que haber visto como aullaba al correrse en mi coño. Estoy esperando el siguiente relato, prometo cumplir lo que me ordene. Postdata: ME HA PUESTO MATRÍCULA, pero aún así, sigo odiando a la Guarra –
La muy lunática había malinterpretado mi historia. Había supuesto que era parte del juego, una forma de congraciarse conmigo, sin olvidar el rencor que sentía por Gloria. Sin saber que hacer, me serví la primera copa de muchas, y no cejé hasta, que totalmente borracho, caí desplomado sobre la cama.
Al despertar, la cabeza me estallaba. El alcohol de la noche anterior me estaba pasando factura, mientras no dejaba de pensar en como podía afrontar el problema. Tras mucho pensar y recapacitar no hallé otra salida que decir a Gloria una parte de la verdad. Por eso nada más llegar a mi trabajo la llamé, pidiéndole que se tomara la tarde libre porque quería hablar con ella de un tema importante.
Iba a echar un órdago y por eso la cité en mi casa. Después de hablar conmigo era irrelevante si Claudia nos sorprendía, por que iba a confesarle todo. Previendo que era una puesta arriesgada, ya que de salirme mal perdería a una mujer que me volvía loco, pero que si me iba bien significaría que el asedio al que estaba sometido no tendría importancia, decidí reforzar mi posición comprándole un regalo. No sé si mi estado de nervios influyó en mi decisión pero salí de mi oficina directo a una joyería.
Comiéndome la uñas histérico perdido, esperé su llegada. Debía suponerse algo, porque en contra de lo usual en ella, no me besó al entrar. Sin atreverme a entrar directamente al tema, le puse un vermut, sentándola en el salón.
-¿Qué es eso de lo que querías hablarme?-, me preguntó nada más acomodarse en el sillón.
-Dos cosas-, le respondí muy nervioso,- primero y antes que nada confesarte algo, y segundo si me perdonas pedirte otra cosa-.
Mi cara debía ser un poema porque poniéndose muy sería esperó que empezara en silencio. Sabiendo que ya no me quedaba otra, entré directamente al trapo contándole una media verdad, que antes de conocerla a ella, había entablado amistad con una mujer muy joven con la que había tenido un romance y que tras dejarla no dejaba de acosarme.
-¿Acosarte?-
–Si, no puedo moverme sin que sepa mis pasos-
-Entonces sabe que estamos juntos-, me dijo enfadada.
–Si y he querido avisarte, porque está loca y cualquier día nos monta un espectáculo-.
La perspectiva de ser abochornada en público la molestó, y levantándose de su asiento recorrió el salón sin decirme nada. Estaba tratando de asimilar las novedades y debía de hacerlo sola, por eso esperé a que ella diera el siguiente paso.
-Dime-, me ordenó más que preguntarme, -¡Aclárame!, ¿Fue antes de conocerme y ya la has dejado?-
-Si-, no le informé que me seguía acostando con la loca cuando ya lo hacia con ella.
Tras meditarlo unos instantes, mirándome a los ojos, respondió:
–Pues entonces que se vaya a la mierda-, estaba tan enfadada que no le importó ser vulgar, y sin dejar su tono, me preguntó: –Y ¿que coño quieres pedirme?-.
Sacando de mi bolsillo un estuche, me arrodillé a su lado.
-¿Quieres casarte conmigo? -.
Esta vez si que la sorprendí. Abriendo el paquete, sacó el anillo y poniéndoselo en su dedo índice, vi que le caían unas lágrimas.
–Estás trastornado, apenas nos conocemos– me contestó y cuando ya creía que se iba a negar me dijo: -Debes de atraer a toda las chifladas, porque si quiero. ¡Si quiero casarme contigo!-.
-¿Estás segura?-, no creía en mi suerte.
-Si, tonto-, me respondió lanzándose a mis brazos.
Con cuarenta y dos años, nueve meses y tres días me até por vez primera una soga alrededor del cuello, pero eso sí, una cuerda que al posar sus pechos contra mi cuerpo hizo que mi virilidad reaccionara al contacto, y cogiéndola en volandas, la llevé a la cama.
La urgencia con la que le desnudé fue brutal, sin importarme que se desgarrara su ropa. Ella estaba igual, ni siquiera me dejó terminarme de bajar los pantalones cuando su boca ya se había apoderado de mi sexo. Parecía como si mi oferta la hubiese poseído, porque sino no se entiende que sin haberla tocado, su cueva estuviera ya empapada de flujo, ni que sin preliminares se incrustara mi pene en su interior. Gritó al sentir como mi extensión chocaba contra la pared de su vagina y arañándome en la espalda, me chilló que era mía.
Su entrega me excitó y asiéndome a sus pechos, comencé a cabalgarla. Mis penetraciones no podían ser más profundas, al notar que mi estomago chocaba contra su pubis y que mis huevos golpeaban sus nalgas. Sus jadeos fueron convirtiéndose en berridos a la par que su calentura subía de nivel, hasta que sintiendo que se le acercaba el orgasmo, aulló tan alto que creí que se iban a enterar los vecinos.
Sin dejarla descansar, la seguí apuñalando consiguiendo alargar su éxtasis, mientras buscaba mi propio placer. Este tardó en llegar pero al arribar fue una explosión que me absorbió por completo, nublando mi mente mientras anegaba su estrecha abertura con mi simiente.
Tumbados en la cama, estábamos descansando cuando me preguntó:
-¿Cómo la conociste?-
-¿A quien?-, le respondí.
–A la loca-
Un poco asustado, decidí decirle la verdad, que en mis ratos libres era escritor erótico y que “la loca” era una de mis admiradoras. Lejos de enfadarle le interesó esa faceta, e indagando más en ella, me pidió que le dejara leer mis relatos. En un principio me negué, ya que al escribir dejaba volar mi imaginación y describía verdaderas salvajadas, pero fue tanta su insistencia, que tuve que ir a por el portátil, y mostrarle mi historias.
Sentada en la cama, en silencio se pasó más de media hora leyendo relato tras relato, hasta que dejando a un lado el ordenador, me miró diciendo:
-No me extraña que tengas admiradoras, es de lo más caliente que he leído nunca-.
Su piropo me halagó, pero no quedó allí, por que me rogó que quería que le escribiera una historia para ella. Quería decirle que no, porque me daba miedo repetir el mismo error, pero me dio corte, no fuera a pensar que había otro motivo, y por eso le dije que en dos semanas tendría su historia. Se me erizaron los pelos de todo mi cuerpo al oír su respuesta:
-Y si te parece cuando ya la tengas , podemos jugar a que soy tu protagonista-.
Me quedé mudo, y asintiendo con la cabeza, me juré a mis mismo que jamás tendría su relato.
Afortunadamente, cambiando de tema me dijo que tenía hambre, por lo que aproveché para decirla que la invitaba a cenar en un restaurante. La atmósfera de mi piso se había vuelto agobiante. La idea le atrajo pero al vestirnos se dio cuenta que le había desgarrado la blusa por lo que le tuve que prestar una camisa. Aunque ella es alta, yo soy enorme, y por lo tanto al ponerse mi ropa le quedaba gigantesca.
-Mejor me voy a casa-, me contestó apenada.
–Si quieres nos quedamos aquí-.
-No, tengo que pensar como le voy a contar a mi familia lo nuestro. Aunque ya hace cinco años que me divorcié y mi ex es un perfecto cretino, no quiero hacerles daño-.
Tenía un motivo de peso, y sabiendo que no la podía hacer cambiar de opinión, ni siquiera lo intenté. Me daba pena pero no podía hacer nada por evitarlo, por lo que aún sintiéndolo mucho, la acompañé hasta la puerta. No había terminado de cerrarla, cuando escuché el sonido de entrada de un correo, y sabiendo quien era, fui a abrirlo.
Cabreado lo leí:
-¿Otra vez con la guarra?-
Era el colmo, y fuera de mis casillas le contesté, lo más hiriente que pude, diciendo:
–Claudia, no volveré contigo, entérate. Te aconsejo que en vez de seguirme te compres un enorme consolador y cada vez que te apetezca espiarme, te lo metas en el coño o en el culo y te másturbes hasta que se te pasen las ganas-.
Y dándole al send, esperé su contestación. No tardó nada en llegar, me había escrito:
-Lo haré frente a mi cámara web para que mi amo disfrute viendo como se corre su sierva-.
Era imposible dialogar con ella, pensé mientras cerraba el portátil apenado. La pobre muchacha estaba perturbada, y parte de la culpa era mía al despertar con mis relatos la bestia que tenía dentro. Lo bueno era que al ya saber Gloria de su existencia, realmente era poco lo que podía hacer para joderme. Un chantaje es efectivo sólo cuando el motivo de la coacción permanece en secreto. A un homosexual se le puede chantajear si no ha salido del armario, pero difícilmente le puedes presionar si ya es vox populi su tendencia. Por eso, la actitud de Claudia que antes me producía una gran desazón, lo único que esta vez me provocó fue un sentimiento de frustración por no haber podido convencerla.
Y pasando página, decidí salir a cenar, ya que no tenía nada en casa. Como nunca me ha gustado estar sólo llamé a un amigo, de manera que al cabo de tres horas, llegué a casa bien comido y mejor bebido, ya que tras la cena fuimos directamente a un pub, a seguir con la juerga. Eso me sirvió para olvidarme de todo, y con un alto grado de alcoholemia dormir como un bebé.
Al día siguiente estaba en plena forma. Completamente soleado, sin una nube en el cielo, parecía una copia exacta de mi ánimo, alegre y satisfecho. La vida me sonreía. Nada más llegar a mi oficina, me enfrasqué en el trabajo, rindiendo por vez primera en una semana. La larga lista de asuntos pendientes fue desvaneciéndose a la par que trascurría la mañana. Hasta mi propia secretaria se quedó extrañada de mi recién recuperada diligencia.
-¿Qué te ocurre?-, me preguntó viendo que no paraba de resolver problema tras problema, -¿te has dopado?-.
No le podía contar la verdad, y en vez de ello, la abracé diciéndola que la veía estupenda.
-Tú te has tomado algo-, me dijo mientras cerraba la puerta de mi despacho.
Ya metido en la rutina, ni siquiera salí a comer, y como a las seis de la tarde al no quedarme nada que resolver, recordé que no había llamado a Gloria en todo el día. Tardó en contestarme , pero cuando lo hizo su voz sonaba a felicidad.
-¿Cómo te fue con tu familia?-.
-Mejor imposible, todos en casa habían notado que salía con alguien y recibieron la noticia con agrado. Hasta mi madre me dijo que ya era hora que rehiciera mi vida-.
-Me alegro cariño, ¿te parece que cenemos para celebrarlo?-.
-Claro, ¿dónde vas a invitar a esta dama?-
No lo había pensado, pero improvisando recordé que había un restaurante típico en Cava Baja, que me encantaba.
-¿Te gusta Lucio?-.
-Si-, me respondió,- nos vemos ahí-.
El resto de la conversación fue acerca de cómo le había ido, y lo mucho que sentía haberme dejado sólo la noche anterior, comprometiéndose a resarcirme por ello. Tuve que cortar la llamada por que me pasaron un mensaje del gran jefe, que decía que quería verme para discutir unos proyectos, de manera que estuve ocupado hasta las ocho y media.
Saliendo de la oficina, el tráfico era caótico por lo que decidí ir directamente al lugar donde habíamos quedado al no darme tiempo de pasar por mi casa.
Como siempre, el dueño estaba en la entrada recibiendo a los comensales. Lucio es quizás uno de los hombres más entrañables que conozco, atlético de corazón y salido de las clases más bajas, se afanaba por hacer agradable la estancia de la gente en su local. Normalmente, me dan una mesa en la planta baja pero ese día estaba lleno, y sintiéndolo mucho me dijo que sólo me podía ofrecer una en el primer piso.
-No hay problema-, le contesté mientras ordenaba a un camarero que me llevara a mi lugar.
Lo que en un principio no era más que una tasca, se había convertido a lo largo de los años en un lugar de culto de la noche madrileña. No era raro ver cenando entre sus cuatro paredes a políticos de todo signo o a artistas famosos. Por eso no me extrañó, reconocer a varios personajes de la farándula disfrutando de los tradicionales huevos rotos, que tanta fama le habían otorgado al restaurante.
Acababa de sentarme, cuando espantado vi aparecer subiendo la escalera a Claudia. Y esperando que fuera casualidad nuestro encuentro traté de disimular, creyendo que a lo mejor no me veía. Pero el alma se me cayó al suelo cuando como si fuera ella, la persona con la que había quedado, tuvo la caradura de acomodarse en mi mesa.
-¿Qué coño haces aquí?-, le pregunté enfadado.
-Amo, vengo a cenar con usted-, me respondió sonriendo malévolamente. La seguridad de su respuesta me espantó, y alzando la voz, le dije que hiciera el favor de levantarse, que ella y yo ya no teníamos nada en común.
-Se equivoca otra vez, ¿Recuerda que me hizo escuchar como le hacía el amor a la guarra?-.
-Fue un error, Claudia, lo admito, pero por favor, no montes un drama y vete-.
-No voy a montar ninguna drama, esa noche reconocí a mi oponente-.
Confuso, le pregunté:
-¿La conoces?-.
Soltó una carcajada antes de responderme:
-Claro, ¿como no voy a reconocer la voz de mi madre?-, su cara reflejaba su completo dominio de la situación y tras soltarme esa bomba, me dijo riendo: – Mañana, terminaremos de hablar en su casa mientras me posee, ¿No querrá que la Guarra se entere que se anda tirando a su hija?-.
Me quedé helado, me tenía en sus manos y tratando de que entrara en razón, apelé a su cordura diciéndole:
–Pero, ¿No te das cuenta que le he pedido a tu madre que se case conmigo?-.
-Si y me encanta. Así le tendré a usted más cerca-.
En ese momento, vimos llegar a Gloria, por lo que ambos cambiamos de conversación. Mi novia nos vio sentados conversando y sin saber de lo que hablábamos me dijo al darme un beso:
-Disculpa la encerrona, pero mi hija insistió en conocerte-
-Mama-, soltó la muchacha, –Ahora comprendo por que te gusta tanto. ¡Está buenísimo!-.
La risa cómplice de las mujeres no me hizo gracia. Estaba enamorado de una de ellas, pero la que realmente me tenía cogido por los huevos era la otra. Tener a dos bellas hembras a su entera disposición era el deseo de todo hombre, pero en este caso no era agradable saber que en cualquier momento una palabra de la menor, podía mandar al traste toda mi felicidad. Y hecho polvo, vi que no tenía escapatoria y menos al sentir que un pie desnudo, que sabía que no era el de Gloria, me estaba acariciando la entrepierna y para colmo, contra todo pronóstico, que me estaba excitando.
-Vamos a ser muy felices-, dijo Claudia y mirándome a los ojos, recalcó, –cuando Fernando sea el hombre de nuestra casa-.
Posdata:
Tengo que hacer mención y agradecer a tres personas:
A Claudia por mandarme el email que me dio la idea.
A Moonlight por picarme con sus comentarios
Y a LunaAzul de grupobuho.com , por ser ella mi musa. La mujer en la que me inspiré para describir a Gloria.
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“La esposa de un amigo me pide que la ayude” (LIBRO PARA DESCARGAR POR GOLFO)
Mi vida se ve alterada cuando un buen día Patricia, la esposa de un amigo, acude a mí pidiendo mi ayuda y me cuenta que quiere divorciarse porque Miguel la ha pegado. Viendo las marcas de la paliza en su cara, me creí su versión pero al ir a recriminar a su marido su comportamiento, esté me confirmó que era cierto pero que si le había puesto la mano encima había sido por ser infiel.
No sabiendo a qué atenerme, la pongo bajo mi protección sin tener claro si esa rubia buscaba en mí a un protector o a un sustituto de su ex.
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PARA QUE PODÁIS HACEROS UNA IDEA OS INCLUYO LOS DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:
CAPÍTULO 1.―
Sentado un viernes en mi oficina, enfrascado en mi trabajo, no me había dado cuenta que estaba sonando el teléfono. Al contestar la voz de la telefonista de mi empresa me informó:
― Don Manuel, una señora pregunta por usted, dice que es personal.
Molesto por la interrupción, le pedí que me la pasara. Esperaba que fuera importante y no la típica empleada de una empresa que utiliza esta estratagema con el objeto que le respondas. Era Patricia, la esposa de Miguel, mi mejor amigo. Nunca me había llamado por lo que al oírla pensé que algo grave ocurría.
― Pati, ¿en qué te puedo ayudar?― pregunté extrañado al escuchar su tono preocupado.
― Necesito hablar contigo― en su voz había una mezcla de miedo y vergüenza― ¿me puedes recibir?
― Por supuesto, te noto rara, ¿ocurre algo?― respondí tratando de sonsacarla algo, ya que su hermetismo era total.
Me fue imposible descubrir que es lo que le rondaba por la cabeza, debía de ser algo muy íntimo y necesitaba decírmelo en persona. Viendo el tema, quizás lo mejor era el encontrarnos en algún lugar donde se sintiera cómoda, lejos de las miradas de mis empleados, en un sitio que se pudiera explayar sin que nadie la molestara. Le pregunté si no prefería que le invitara a comer, y así tendría tiempo para explicarme tranquilamente su problema sin las interrupciones obligadas de mi trabajo. La idea le pareció bien, por lo que quedamos a comer ese mismo día en un restaurante cercano.
El resto de la mañana fue un desastre. No me pude concentrar en los temas, continuamente recordaba su llamada, la tensión de sus palabras. Conocía a Pati desde los tiempos del colegio y siendo una niña empezó a salir con Miguel. Todavía me es posible verla con el uniforme del Jesús Maestro, una camisa blanca con falda a cuadros que le quedaban estupendamente. En esa época, todos estábamos enamorados de ella, pero fue él quien después de un partido de futbol quien tuvo el valor de pedirla salir y desde entonces nunca habían terminado. Eran la pareja perfecta, él un alto ejecutivo de una firma italiana, ella la perfecta esposa que vive y se desvive por hacerle feliz.
Llegué al restaurante con cinco minutos de adelanto, y como había realizado la reserva no tuve que esperar la larga cola que diariamente se formaba en la entrada. Tras sentarme en la terraza para así poder fumar y previendo que tendría que esperar un rato, debido al intenso tráfico que esa mañana había en Madrid, pedí al camarero una cerveza. No tardó en llegar, como siempre venia espléndida, con un traje de chaqueta y falda de color beige, perfectamente conjuntada con una blusa marrón, bastante escotada y unas gafas de sol que le tapaban totalmente sus ojos.
Me saludó con un beso en la mejilla. Todo parecía normal, pero en cuanto se sentó se desmoronó, por lo que tuve que esperar que se calmara para enterarme que es lo que le ocurría.
Estaba un poco más tranquila cuando me empezó a contar que es lo que le ocurría.
― Manu, necesito tu ayuda― me dijo entrando directamente al trapo ― Miguel lleva unos meses bebiendo en exceso y cuando llega a casa, se pone violento y me pega.
No me lo podía creer hasta que quitándose las gafas, me mostró el enorme moratón que cubría sus ojos por entero. Nunca he aguantado el maltrato y menos cuando este involucra a dos personas tan cercanas. Si Miguel era mi mejor amigo, su mujer no le iba a la zaga. Eran muchos años compartiendo largas veladas y hasta vacaciones en común. Les conocía a la perfección y por eso era más duro para mí el aceptarlo.
― ¿Quieres que hable con él? ― le indiqué sin saber que realmente que decir. Esa situación me desbordaba.
― No, nada que haga me hará volver con él― me dijo echándose a llorar ― no sé dónde ir. Mis padres son unos ancianos y no puedo hacerles eso. ¡Está loco! Si voy con ellos es capaz de hacerles algo, en cambio a ti te respeta.
― ¿Me estas pidiendo venir a mi casa?― supe lo que me iba a responder, en cuanto se lo pregunté.
― Serán solo unos días hasta que se haga a la idea de que no voy a regresar a su lado.
En sus palabras no solo me estaba pidiendo cobijo, sino protección. Su marido siempre había sido un animal, con más de un metro noventa y cien kilos de peso cuando se ponía agresivo era imposible de parar.
No pude negarme, tenía todo el sentido. Miguel no se atrevería a hacerme nada, en cambio sí se enfadaba con su suegro con solo soltarle una bofetada lo mandaba al hospital, pensé confiando en que la amistad que nos unía fuera suficiente, ya que no me apetecía el tener un enfrentamiento con él. Por eso y solo por eso, le di mis llaves, y pagando la cuenta le expliqué como desactivar la alarma de mi piso.
Salí frustrado del restaurante, con la imagen de mi amigo por los suelos, cabreado con la vida y con ganas de pegar al primer idiota que se cruzara en mi camino. Tenía que hacer algo, no podía quedarme con las manos cruzadas, por lo que cogiendo mi coche me dirigí directamente a ver a Miguel. Quería que fuera por mí como se enterara que lo sabía todo y que no iba a permitir que volviera a dar una paliza a su mujer.
Me recibió como siempre, con los brazos abiertos, charlando animadamente sin que nada me hiciera vislumbrar ni un atisbo de arrepentimiento. En cuanto cerró la puerta de su despacho, decidí ir al grano:
― He comido con Patricia, y me ha contado todo― le dije esperando una reacción por su parte.
Se quedó a cuadros, no se esperaba que su mujer contara a nadie que su marido la había echado de su casa al descubrir que tenía un amante, y menos a mí. Sorprendido, al oír otra versión de lo ocurrido, le dije que no me podía creer que ella le hubiera puesto los cuernos y que en cambio sí había visto las señales de la paliza en su cara. Sin inmutarse, abrió el cajón de su mesa y sacando un sobre me lo lanzó para que lo viera. Eran fotos de Patricia con un tipo en la cama. Por lo visto llevaba más de un año sospechando sus infidelidades y queriendo salir de dudas contrató a un detective, el cual en menos de una semana descubrió todo, con quien se acostaba y hasta el hotel donde lo hacían.
«¡Qué hija de puta!», la muy perra no solo se los había puesto sino que me había intentado manipular para que me cabreara con él.
Hecho una furia, le conté a mi amigo como su mujer me había mentido, como me había pedido ayuda por miedo a que le diera una paliza, no podía aceptar que me hubiera intentado usar. Miguel me escuchó sin decir nada, por su actitud supe que no se había enfadado conmigo por haber dado crédito a sus mentiras. Al contrario mientras yo hablaba el no dejaba de sonreír como diciendo “fíjate con quien he estado casado”. Al terminar, con tranquilidad me contestó:
― Esto te ocurre por ser buena persona― mientras me acompañaba a la puerta― pero ahora el problema es tuyo. Lo que hagas con Patricia me da igual, pero lo que tengo claro es que no quiero saber nada de ella nunca más.
Cuando me subí en el coche todavía no sabía qué carajo hacer, no estaba seguro de cómo actuar. Lo que me pedía el cuerpo era volver a la casa y de una patada en el trasero echarla, pero por otra parte se me estaba ocurriendo el aprovechar que ella no tenía ni idea que su marido me había contado todo por lo que podía diseñar un castigo a medida, no solo por mí sino también por Miguel.
Llegué a casa a la hora de costumbre, la mujer se había instalado en el cuarto de invitados, donde justamente yo había colocado en la mesilla una foto de su ex. Al verla me hirvió la sangre por su hipocresía, si necesitaba un empujón para mis planes, eso fue suficiente.
Se iba a enterar.
La encontré en la cocina. En plan niña buena estaba cocinando una cena espléndida, como intentando que pensase lo que había perdido mi amigo al maltratarla. Siguiéndole la corriente, tuve que soportar que haciéndose la víctima me contara lo infeliz que había sido en su matrimonio y como la situación llevaba degenerando los últimos tres años, yendo de mal en peor y que la paliza le había dado el valor de dejarle.
― Pobrecita― le dije cogiendo su mano― no sé cómo pudiste soportarlo tanto tiempo. He pensado que para evitar que Miguel te encuentre lo mejor que podemos hacer es irnos unos días a mi finca en Extremadura.
Su cara se iluminó al oírlo, ya que le daba el tiempo para lavarme el cerebro y que cuando me enterara de lo que realmente había ocurrido, ya estuviera convencido de su inocencia y no diera crédito a lo que me dijeran. Todo iba a según sus planes, lo que no se le pasó por la cabeza es que esos iban a ser los peores días de su vida. Esa noche llamó a sus padres, diciéndoles que no se preocuparan que se iba de viaje y que volvería en una semana.
Nada más despertarnos, cogimos carretera y manta. Patricia esa mañana se había vestido con unos pantalones cortos y un top. Parecía una colegiala. Los largos años de gimnasio le habían conservado un cuerpo escultural. Sus pechos parecían los de una adolescente, la gravedad no había hecho mella en ellos. Se mantenían erguidos, duros como una piedra y sus piernas seguían teniendo la elasticidad de antaño, perfectamente contorneadas. Era una mujer muy guapa y lo sabía.
Durante todo el camino no paró de ser coqueta, provocándome finamente, sin que nada me hiciera suponer lo puta que era pero a la vez buscando que me calentara. Sus movimientos eran para la galería, quería que me fijara en lo buena que estaba, que me encaprichara con ella. Nada más salir se descalzó poniendo sus pies en el parabrisas con el único objetivo que mis ojos se hartaran de ver la perfección de sus formas.
Poco después, se tiró la coca cola encima y pidiéndome un pañuelo se entretuvo secándose el pecho de forma que no me quedara más remedio que mirar sus senos, que me percatara como sus pezones se habían erizado al tomar contacto con el frio de su bebida.
Medio en broma le dije que parara, que me iba a poner bruto. A lo que ella me contestó que no fuera tonto, que yo solo podía mirarla como un hermano. Si lo que buscaba era ponerme a cien, lo había conseguido. Mi pene estaba gritando a los cuatros vientos que quería su libertad. Ella era conocedora de mi estado, ya que la descubrí mirándome de reojo varias veces mi paquete.
Llegamos a “El averno”, la finca familiar que heredé de mi familia. La mañana era la típica de septiembre en Cáceres, seca y caliente, por lo que le pregunté si le apetecía darse un remojón en la piscina. Aceptó encantada yéndose a poner un traje de baño mientras yo daba las órdenes oportunas al servicio.
Me quedé sin habla cuando volvió ataviada con un escasísimo bikini que difícilmente lograba esconder sus areolas pero que ni siquiera intentaba tapar las rotundas curvas de sus pechos. Si la parte de arriba tenía poca tela, qué decir del tanga rojo que al caminar se escondía temeroso entre sus dos nalgas y que por delante tímidamente ocultaba lo que me imaginaba como bien rasurado sexo.
Solo verla hizo que mi corazón empezara a bombear sangre hacia mi entrepierna, y que mi mente divagara acerca de que se sentiría teniendola encima. Patricia sabiéndose observada se tiró a la piscina. Durante unos minutos estuvo dando unos largos pero al salir sus pezones se marcaban como pequeños volcanes en la tela.
Viendo que me quedaba mirando, sonrió coquetamente mientras me daba un besito en la mejilla. Tuve que meterme en el agua, intentando calmarme. El agua estaba gélida por lo que contuvo momentáneamente el ardor que sentía pero no sirvió de nada porque al salir, esa zorra infiel me susurró que le echara crema por la espalda.
Estaba jugando conmigo, quería excitarme para que bebiera como un gatito de su mano. Sabiéndolo de antemano me dejé llevar a la trampa pero la presa que iba a caer en ella, no era yo. Comencé a extenderle la crema por los hombros. Su piel era suave y estaba todavía dorada por el verano. Al sentir que mis manos bajaban por su espalda, se desabrochó para que no manchara su parte de arriba, dejando solo el hilo de su tanga como frontera a mis maniobras.
Teniendo claro que no se iba a oponer, recorrí su cuerpo enteramente, concentrándome en sus piernas, deteniéndome siempre en el comienzo de sus nalgas. Notando que no le echaba ahí, me dijo que no me cortara que si no le ponía crema en su trasero, se le iba a quemar.
Esa fue la señal que esperaba. Sin ningún pudor masajeé su trasero sensualmente, quedándome a milímetros de su oscuro ojete pero recorriendo el principio de sus pliegues. Mis toqueteos le empezaron a afectar y abriendo sus piernas, me dio entrada a su sexo. Suavemente me apoderé de ella, primero con timoratos acercamientos a sus labios y viendo que estaba excitada, me puse a jugar con el botón de su clítoris mientras le quitaba la poca tela que seguía teniendo.
Su mojada cueva recibió a mi boca con las piernas abiertas. Con mis dientes empecé a mordisquear sus labios, metiéndole a la vez un dedo en su vagina. Debía de estar caliente desde que supo que nos íbamos de viaje por que no tardó en comportarse como posesa y cogiéndome la cabeza, me exigió que profundizara en mis caricias.
Siguiendo sus dictados, mi lengua como si se tratara de un micropene se introdujo hasta el fondo de su vagina, lamiendo y mordiéndola mientras ella explotaba en un sonoro orgasmo.
Me gritó su placer derramándose en mi boca.
Patricia estaba satisfecha pero yo no. Me urgía introducirme dentro de ella y cogiendo mi pene, coloqué el glande en su entrada mientras colocaba sus piernas en mis hombros. Despacio, sintiendo como cada uno de los pliegues de sus labios acogían toda mi extensión me metí hasta la cocina, no paré hasta que la llené por completo.
Ella al sentirlo, empezó a mover sus caderas en busca del placer mutuo, acelerando poco a poco sus movimientos. Era una perfecta máquina. Una puta de las buenas que en ese momento era mía y no la iba a desperdiciar, por lo que poniéndola a cuatro patas me agarré a sus pechos y violentamente recomencé mis embestidas.
La ex de Miguel seguía pidiéndome más acción, por lo que sintiéndome un vaquero, agarré su pelo y dándole azotes en el trasero, emprendí mi cabalgada. Nunca la habían tratado así pero muy a su pesar tuvo que reconocer que le encantaba y aullando de gozo, me pidió que siguiera montándola pero que no parara de pegarle, que era una zorra y que se lo merecía.
Su sumisión me excitó en gran manera y clavando cruelmente mis dientes en su cuello, sembré con mi simiente su útero. Eso desencadenó su propia euforia y mezclando su flujo con mi semen en breves oleadas de placer se corrió por segunda vez.
Agotado me tumbé a su lado en la toalla, satisfecha mi necesidad de sexo. Solo quedaba por complacer mi sed de venganza. Sabiendo que tenía una semana, decidí dejarlo para más tarde. Patricia por su parte tardó unos minutos en recuperarse del esfuerzo pero en cuanto su respiración le permitió hablar, no paró de decirme lo mucho que me había deseado esos años y que solo el respeto a su marido se lo había impedido. Es más en un alarde de hipocresía, se permitió el lujo de decirme que ahora que nos habíamos desenmascarado, quería quedarse conmigo, no importándole en calidad de qué. Le daba igual ser mi novia, mi amante o mi chacha pero no quería abandonarme.
Mi falta de respuesta no le preocupó, supongo que pensaba que me estaba debatiendo entre mi amistad por Miguel y mi atracción por ella y que al igual que yo, tenía una semana para hacerme suyo. Lo cierto es que se levantó de buen humor y riendo me dijo:
― Menudo espectáculo le hemos dado al servicio― y acomodándose el sujetador, me pidió que nos fuéramos a vestir porque no quería quedarse fría.
Entramos en el caserío y ella al descubrir que nos habían preparado dos habitaciones, llamó en plan señora de la casa a la criada para que cambiara su ropa a mi cuarto. María, mi muchacha, no dijo nada pero en sus ojos vi reflejada su indignación, mi cama era su cama y bajo ningún concepto iba a permitir que una recién llegada se la robara.
«Coño, esta celosa», pensé sin sacarlas de su error. Error de María y error de Patricia. Mi colchón era mío y yo solo decidía quien podía dormir en él.
Comimos en el comedor de diario porque quería la cercanía de la cocina permitiera a la muchacha el seguir nuestra conversación y convencido que no se iba a perder palabra, estuve todo el tiempo piropeando a la esposa de mi amigo, buscando un doble objetivo, el cabrear a mi empleada y que Patricia se confiara.
Nada más terminar la comida, le propuse salir a cazar diciendo que me apetecía pegar un par de tiros de pólvora antes que por la noche mi otra escopeta tuviera faena. Aceptó encantada. Nunca en su vida había estado en un rececho por lo que recogiendo mis armas, nos subimos al land―rover. En el trayecto al comedero no dejaba de mirar por la ventana comentando lo bonita que era la finca, creo que sintiéndose ya dueña de las encinas y los alcornoques que veía.
Durante todo el verano mis empleados habían alimentado a los guarros en un pequeño claro justo detrás de una loma, por lo que sabía que a esa hora no tardarían en entrar o bien una piara, o bien un macho. No se hicieron esperar, apenas tuvimos tiempo de bajarnos cuando un enorme colmilludo, ajeno a nuestra presencia, salió de la espesura y tranquilamente empezó a comer del grano allí tirado.
Tuve tiempo suficiente para encararme el rifle y con la frialdad de un cazador experimentando, le apunté justo detrás de su pata delantera, rompiéndole el corazón de un disparo.
Al girarme, en los ojos de Patricia descubrí la excitación del novato al ver su primera sangre. Su expresión me hizo comprender que era el momento de empezar mi venganza y acercándome al cadáver del jabalí, saqué mi cuchillo de caza y dándoselo a la mujer le exigí, que lo rematara.
Ella no sabía que había muerto en el acto y temiendo que la atacara, se negó en rotundo. Cabreado la abofeteé, diciendo que no se debe hacer sufrir a un animal y recuperando el cuchillo, le abrí sus tripas sacándole el corazón. Patricia estaba horrorizada por mi salvajismo. Aterrada, no se pudo negar cuando le ordené que se acercara. Ya a mi lado, le dije que como era su primera vez, tenía que hacerla novia y agarrándole del pelo, le introduje su cara en las entrañas del bicho.
Su reacción no se hizo esperar. Estaba asqueada por el olor y la sangre pero la cosa no quedó ahí y obligándola a abrir la boca, le hice comer un trozo del corazón crudo que había cortado.
La textura de la carne cruda la hizo vomitar. Solo el sentir como se pegaba a su paladar le provocó las arcadas, pero cuando se tuvo que tragar la carne, todo su estómago se revolvió echando por la boca todo el alimento que había ingerido.
Yo solo observaba.
Al terminar, se volvió hecha una furia, y alzando su mano, intentó pegarme. Me lo esperaba por lo que no me fue complicado el detener su mano e inmovilizándola la tiré al suelo. Patricia comenzó a insultarme, a exigirme que la llevara de vuelta a Madrid, que nunca había supuesto lo maldito que era. Esperé que se desfogara y entonces me senté a horcajadas sobre ella, con una pierna a cada lado de su cuerpo. Tras lo cual dándole un tortazo le dije:
― Mira putita, nunca me creí que tu marido te maltratara― mentira me lo había tragado por completo― es más, al ver las fotos tuyas retozando con tu amante decidí convertirte en mi perrita.
Dejó de debatirse al sentir cómo con el cuchillo, botón a botón fui abriéndole la camisa. El miedo la tenía paralizada al recordar cómo había destripado al guarro con la misma herramienta con la que le estaba desnudando.
«Realmente, esta zorra está buena», medité mientras introducía el filo entre su sujetador y su piel, cortando el fino tirante que unía las dos partes. Su pecho temblaba por el terror cuando pellizqué sin compasión sus pezones erectos. Me excitaba verla desvalida, indefensa. Sin medir las consecuencias, le despojé de su pantalón y desgarrándole las bragas, terminé de desnudarla. Al ver que liberaba mi sexo de su prisión intentó huir, pero la diferencia de fuerza se lo impidió.
― Patricia, hay muchos accidentes de caza― le dije con una sonrisa en los labios― no creo que te apetezca formar parte de uno de ellos, ahora te voy a soltar y tendrás dos posibilidades, escapar, lo que me permitiría demostrarte mi habilidad en el tiro, o ponerte a cuatro patas para que haga uso de ti.
Tomó la decisión más inteligente, no en vano había estado presente cuando de un solo disparo acabé con la bestia y con lágrimas en los ojos, apoyándose en una roca, esperó con el culo en pompa mi embestida. Me acerqué donde estaba, y con las dos manos le abrí las nalgas de forma que me pude deleitar en la visión de su rosado agujero. Metiéndole un dedo, mientras ella no paraba de llorar comprobé que no había sido usado aun, estaba demasiado cerrado para que alguna vez se lo hubieran roto. Saber que todavía era virgen analmente, me encantó, pero necesitaba tiempo para hacerle los honores, por lo que dándole un azote le dije:
― Tu culito se merece un tratamiento especial, y la berrea no empieza hasta dentro de unos días― me carcajeé en su cara, dejándole claro que no solo no iba a ser la dueña, sino que su papel era el de ser objeto de mi lujuria.
El primer acto había acabado, por lo que nos subimos al todoterreno, volviendo a la casa. Esta vez fue un recorrido en silencio, nunca en su vida se había sentido tan denigrada, era tal su humillación que no se atrevía ni a mirarme a la cara. Yo por mi parte estaba rumiando la continuación de mi venganza.
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Relato erótico: “Mi madre y el negro II: Asimilación” (POR XELLA)
Daba vueltas de un lado a otro. No podía dormir.
Aun era de día y la luz se filtraba por las rendijas de las persianas, pero no era eso lo que la impedía dormir.
“Ven aquí, puta. Ya tienes la merienda preparada. Una buena ración de leche.”
Oía la voz de Frank en su cabeza, y veía la imagen de su madre, arrodillada ante su enorme polla, esperando su “merienda”.
¿Como había podido pasar eso? Ni en sus peores pesadillas se habría podido imaginar algo así. ¿Su madre estaba loca? Y encima con ese… ese…
La imagen de la enorme polla del chico, justo antes de penetrar a su madre la asaltó y un escalofrío la recorrió de arriba a abajo. El contraste de aquel enorme falo negro y la pálida piel de su madre se le había quedado grabado a fuego en las retinas. Recordó como antes de ver quien era en realidad la “zorrita” la escena la había calentado, incluso se había comenzado a tocar… Incluso ahora, notaba como movía inconscientemente sus muslos, intentando aplacar las sensaciones que la invadían.
Se sentía horrible. ¿Como podía calentarla eso? Así era imposible dormir. Se levantó y fue directa a su móvil.
– Hola. Se que es algo repentino pero… Tengo que hablar contigo.
—————–
Todavía faltaban 10 minutos para que llegase pero no había podido esperar, las paredes de su habitación la aprisionaban y no podía quitarse lo que había visto de la cabeza. Ni eso ni la calentura que la abordaba.
Muchas veces había pensado en hacer lo que estaba haciendo en ese momento pero siempre se echaba atrás. Cuando alguien toma una decisión, debe atenerse a las consecuencias. A todas.
Vio como el coche se acercaba y sentimientos enfrentados abordaron su mente.
– Hola Alicia.
– Hola, Gonzalo.
Fue extraño darle dos besos a su ex. No se veían desde que Alicia le había dejado.
– ¿Que tal estás? – Preguntó el chico. – Parecías preocupada cuando me llamaste.
– No es nada. – Alicia apartó la mirada, todavía no estaba convencida de estar haciendo lo correcto. – Sólo… Tenía ganas de verte… ¿Quieres que cenemos algo?
– Esta bien, yo invito.
Se dirigieron a un restaurante cercano. No había mucha mas gente en el sitio.
– ¿Que tal te va todo? No se nada de ti desde… – Alicia no acabó la frase. “Desde que te dejé tirado” era lo único que venia a su cabeza.
– No te voy a mentir, al principio lo pasé muy mal… – La chica notaba el resentimiento en las palabras de Gonzalo. La hizo sentir muy culpable. – Pero después lo superé. Ahora estoy con otra persona. Se llama Rebeca. Me ayudó mucho.
Alicia no se esperaba eso, fue un duro golpe, creía que iba a seguir sólo, al igual que ella. Que tonta había sido, era un chico magnifico, ¿Como iba a seguir sólo?
– Me alegro. – Se obligó a decir. – Quería verte para ver si podíamos ser amigos al menos. Has sido una parte importante de mi vida y no querría perderte. – Alargó la mano y acarició suavemente la del chico. Éste, después de un momento de duda, la retiró.
– Alicia…
– Lo siento… No quería incomodarte…
La cena transcurrió entre comentarios anodinos e intrascendentes. Alicia había pensado en volver a intentar algo con Gonzalo, pero ya no estaba libre, así que se tragó su orgullo y puso su mejor cara ante él. Debería buscar otra manera de aplacar su libido.
– Me alegra que podamos ser amigos al menos. – Dijo el chico. – Realmente lo he pasado muy mal pero, te echaba de menos. – Una sonrisa afloró en la cara de Alicia. A lo mejor… – Me gustaría que conocieras a Rebeca, seguro que os caeis bien.
Un jarro de agua fría cayó sobre la chica, le había malinterpretado. La idea de conocer a su novia era lo mas lejano a pasar un rato agradable que se le pudiese pasar por la mente.
– Voy al servicio y te llevo a casa, ¿De acuerdo?
La chica asintió mientras veía como se alejaba, maldiciendose por lo estupida que había sido.
“Ya tienes la merienda”
Se estremeció. Las imágenes volvían a su mente después de la decepción de la cena. Tenia que hacerlo, era ahora o nunca.
– Pero, ¿Que…? – Exclamó Gonzalo. No le había dado tiempo ni a subirse la bragueta.
Alicia irrumpió en el baño de hombres y, asegurándose de que estaba vacío se abalanzó sobre su ex, comiéndole la boca.
– ¡Alicia! ¿Que estás haciendo? No podemos…
– ¡Calla! No me digas que tú no lo deseas. – Su mano se dirigió rauda al rabo del chico, agarrándolo con firmeza y notando como se ponía duro enseguida.
– Pero yo… ¡No puedo! Rebeca…
– Olvídate de ella, aunque sea por un instante. No tiene por que enterarse de nada, no hay nadie más por aquí. – Alicia, que recordaba cuanto le gustaba eso, comenzó a recorrer con su lengua la oreja de Gonzalo mientras le susurraba. – Hazme tuya una vez más, por los viejos tiempos.
El chico estaba confuso. Confuso y cachondo. Realmente había soñado durante mucho tiempo con la posibilidad de estar de nuevo con Alicia, pero nunca se lo había imaginado de esa forma…
La chica bajó de golpe los pantalones y los calzoncillos y se arrodilló ante el miembro del chico. Cuando lo tuvo entre las manos, soltó un pequeño gemido de placer, estaba realmente caliente y por fin tenia una polla que la saciara, aunque…
La imagen de la enorme polla de Frank antes de penetrar a su madre volvió a ella. A su lado, la de Gonzalo parecía un juguete…
Desechó esos pensamientos y comenzó a lamer el rabo que tenía delante, lentamente, disfrutando del olor y el sabor que casi tenia olvidado.
Se entretuvo jugando con el glande, arrancando suspiros de la boca de Gonzalo.
– Oh, Dios… Estás loca… – Decía éste. – ¿Como hemos llegado a est… ¡Ah!
Un pequeño mordisco le hizo dar un gritito, él entendió la advertencia: No continúes por ahí.
Engulló la polla de golpe, manteniéndola en el fondo de su garganta unos segundos, paró para coger aire y vuelta a empezar. Las manos de Gonzalo se situaron en la nuca de su ex, acompañando con ellas sus movimientos.
– Alicia… Si sigues así… Bufff…
La chica se levantó, agarró a Gonzalo de la pechera y le sentó sobre un retrete. Se quitó el top que llevaba, arrojándolo a un lado, levantó su falda y se quitó el tanga, que quedó enganchado en uno de los tobillos solamente.
Se sentó a horcajadas, introduciéndose la polla de golpe. Estaba tan empapada que no le costó nada hacerlo.
Sus tetas estaban a la altura de la boca de Gonzalo, que no dudo en bajar el sujetador y empezar a lamer los erectos pezones de la chica.
Un incauto cliente del restaurante entró en el servicio. Se quedó anonadado cuando vio a la chica cabalgando como si no hubiera un mañana.
– P-Perdon… – Se excusó, saliendo de nuevo.
Esto no interrumpió a los fogosos amantes que siguieron con su faena.
– Oh dios… Alicia..
– Aquí me tienes… Fóllame… Haz que me corra…
El chico estaba a 100, aunque el sexo con Rebeca era genial, Alicia…
– ¡Me voy! ¡Alicia!
La chica rápidamente desmontó y se arrodilló entre las piernas de su ex.
– ¿Que haces? – Preguntó este. Alicia nunca había hecho nada parecido, se la había chupado, pero nunca después de follar, y mucho menos con esa cara de vicio. – ¿No iras a…?
La chica le masturbaba con vehemencia, con el glande metido en su boca y mirándole con ojos de deseo. Ante esa imagen, Gonzalo no pudo mas que correrse de inmediato.
Alicia recibió el semen de su ex por primera vez. ¿Que coño estaba haciendo? ¿Por que se había comportado así? No parecía ella, pero estaba tan caliente…
“Tu también has tomado tu merienda…”
La imagen de su madre arrodillada acudió a su mente. Rápidamente escupió la corrida de Gonzalo a un lado y se levantó.
– Yo… Yo… Esto está mal… – Balbuceó.
– No… Realmente había estado esperándolo mucho tiempo… Yo… – Gonzalo la miraba a los ojos. – Te quiero, Alicia. Volvamos a intentarlo.
Alicia entró en un estado de pánico. ¿Por que había llamado a Gonzalo? Se vistió apresuradamente y salio murmurando una disculpa.
Tuvo que volver en metro. Notaba las miradas de la gente sobre ella aunque, suponía, sólo eran imaginaciones suyas.
Lo único que estaba claro es que era una imbécil. Había actuado de manera impetuosa y había hecho una estupidez. Eso y que todavía seguía caliente…
No sabía por qué, el sexo con Gonzalo siempre había sido muy satisfactorio… Pero… Esta vez se había quedado a medias…
Llegó a su casa y volvió a subir a su habitación sin dirigirle la palabra a nadie. Se arrebuñó entre las sabanas y se echó a llorar.
“¿Por que me está pasando esto?” Alicia no lo entendía. Solo tenia clara una cosa: Todo había sido por culpa de Frank. El haberse encontrado a ese hijo de puta con su madre había dinamitado su mente. ¿Como se atrevía? ¡Era su madre!
Todavía veía a aquel cabrón ante ella. “Toma tu merienda, zorrita.”
¿Por que su madre había caído tan bajo?
No se dio cuenta de lo que estaba pasando hasta que los gemidos se escapaban sonoramente de su boca. Entonces reaccionó y vio que estaba masturbándose. Necesitaba correrse, necesitaba desahogarse. Abrió el cajón de la mesilla. Ahí estaba.
Manolo.
Cogió el vibrador rosa que le había dado su hermana. Rápidamente lo dirigió hacia su coño y, de un solo empujón lo introdujo hasta el fondo. Se encogió al sentirse penetrada de aquella extraña manera por primera vez pero, en pocos segundos, se tumbó boca arriba y se abrió completamente de piernas. Nunca había pensado que un simple trozo de plástico le podría dar tanto placer. Su hermana era mas lista de lo que pensaba…
Entonces se acordó de algo. Buscó un poco con sus dedos hasta encontrarlo y pulso el botón que conectaba la vibración.
– Mmmmmpppfpfff.
Intentó ahogar el gemido que salió de su boca, pero tuvo que ponerse boca abajo y morder la almohada para no despertar a toda la casa. Aquél aparato era maravilloso. La vibración la recorría entera desde lo mas hondo de sus entrañas.
Una pequeña idea apareció en su mente de manera inesperada, sin que ella lo buscase, al menos de forma consciente. Comenzó a pensar que Manolo no era de color rosa, si no que era negro. Negro y enorme. Llevó una mano a sus pezones y comenzó a pellizcar los mientras pensaba como una enorme tranca negra la follaba desde atrás. Podía notar los huevos golpeando contra su coño, las manos de su amante agarrando sus caderas, usándolas para meter su rabo mas adentro en cada embestida.
“Aquí tienes tu merienda, zorrita” Oyó en su cabeza la voz de Frank mientras su cuerpo estallaba en un tremendo orgasmo. Alicia se retorcía en estertores de placer mientras intentaba o impedir que loa gemidos escapasen de su boca y despertasen a todo el vecindario.
Se mantuvo unos minutos en la misma posición, con el vibrador todavía encendido entre sus manos temblorosas hasta que algo la sobresaltó: le dio la impresión de que l puerta se había movido. Un ligero e imperceptible crujido y, con el rabillo del ojo, le pareció haber visto una sombra alejarse.
¿La habían visto?
El rubor acudió a su cara mientras apagaba y guardaba a Manolo. ¿Su madre? ¿Su hermana? … ¿Frank?
No… No podía ser él… No se habría quedado a dormir… Aunque a lo mejor… Se había quedado con su madre…
Incluso con esos pensamientos en la cabeza se durmió rápidamente.
Había sido un día agotador.
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Relato erótico: “LA FÁBRICA (5)” (POR MARTINA LEMMI)
Al salir de la oficina de Luis pasé frente a la de Hugo. Con la conmoción reciente, había olvidado totalmente que Luciano me había dicho que pasara. Quizás, pensé, ya se habría marchado y, de no ser así, bien podía hacerme la distraída e irme simplemente: ya no faltaba mucho para la chicharra de salida. Pasé frente a la puerta sigilosamente o, al menos, lo más sigilosamente que mis tacos me permitían; no resultó…
“¡Sole! – exclamó en el momento mismo de asomarse por la puerta entreabierta; me llamó así: Sole, como si fuera su amiga de toda la vida -. La estaba esperando; pase, por favor…”
Fue como si me hubieran arrojado un nuevo peso sobre mis ya castigadas espaldas. Acababa de salir de una pesadilla en la oficina contigua y vaya a saber a qué nueva pesadilla me enfrentaría ahora. Con abatimiento y resignación, bajé mi cabeza y entré en la oficina.
“¿Qué pasó ahí? – quiso saber Luciano apenas cerró la puerta -. ¿Qué les hizo Luis?”
Yo no quería hablar; simplemente negué con la cabeza, como llamándome a silencio.
“No tengas miedo, Sole – me dijo, con un tono que pretendía ser tranquilizador -. Tenés un amigo acá… Podés contar conmigo; a mí no me gustan algunos de los tratos que Luis tiene para con las empleadas. Además, vos no sos empleada de él…”
Me mordí el labio inferior. ¿Tenía que contarle? ¿Sería posible que, después de todo y contrariamente a la primera impresión que me había dado, Luciano no fuera tan malo? ¿Sería realmente sincero en su interés o simplemente un morboso deseoso de disfrutar con el relato de lo ocurrido? Quizás de verdad quería ayudarme y tal vez existiera entre los dueños de la fábrica alguna interna que yo desconocía. De ser así, Luciano bien podía interceder ante su padre. No era la mejor ayuda del mundo, desde ya, pero…
“Me… golpeó” – balbuceé.
Su rostro se contrajo en una mueca que parecía mezclar sorpresa e indignación.
“¿Qué?” – preguntó.
“Me golpeó… Me dio una zurra”
“¿En la cola?”
“En la cola…” – respondí, tragando saliva y con un apenas audible hilillo de voz.
“¡Es un enfermo! – vociferó -. Ni a mi viejo ni a mí nos gusta su tendencia perversa a aplicar castigos corporales. Además, ¡nos puede traer problemas legales! En fin: ¿a ambas las castigó?”
“No… -, sólo a mí”
“¿A Eve no?”- preguntó extrañado y abriendo grandes los ojos.
“No”
“¿Por qué?”
“Ella se… fue simplemente. No se quedó para recibir su castigo”
“¡Y lo bien que hizo! Deberías haber hecho lo mismo”
“Sí, tal vez, pero bueno…, temí por mi trabajo y pensé que…”
“Dejame ver ese culo”
Fue un balde de hielo. Cuando empezaba a creer que Luciano era distinto a los demás e inclusive a la idea que de él mismo yo me había hecho a priori, cayó la frase más desubicada y guarra que podía esperar oír. Arrugué el rostro y fruncí el entrecejo:
“¿Q… qué?”
“Dejame ver cómo está… ¿Duele?”
Lo insólito e insolente del pedido no cuadraba en absoluto con la caballerosidad y generosidad con que lo hacía. Quizás fue esa contradicción lo que, de algún modo, me llevó a aflojar las defensas.
“Sí… – respondí -; duele”
“¿Me dejás ver?”
Con la cara de todos colores, me giré y, una vez más, llevé hacia arriba mi falda para, luego, bajar mi tanga y enseñarle mis nalgas.
“¡Hijo de puta! – rugió -. ¡Te la dejó roja! Aguardame un instante…”
Salió a toda prisa de la oficina con destino impreciso. Se me ocurrió pensar que, tal vez, hubiera ido en busca de Luis para molerlo a palos; sin embargo, en ningún momento llegó a mis oídos el sonido de la puerta contigua abriéndose. Por otra parte, el quedarme allí sola con mi cola al aire estaba lejos de ser una situación cómoda: ni siquiera había dejado bien cerrada la puerta; comencé a intranquilizarme y rogué que Luciano volviera pronto. Al cabo de un rato y para mi alivio apareció; llevaba en sus manos un pote blanco:
“Aquí lo encontré – me dijo -. Es un ungüento muy útil para contusiones. Lo usamos seguido aquí en la fábrica porque, cada tanto, algún operario termina con una mano o un pie aprisionado debajo de un motor o de un rollo de cortina. Inclinate un poco hacia adelante así te lo puedo aplicar”
¡Dios! Qué situación extraña. Su tono y su actitud eran de caballerosa solidaridad, pero por otra parte…,¡estaba a punto de aplicarme una pomada en las nalgas! ¿Era posible que hasta para ayudarme tuvieran que humillarme?
Me incliné tal como él pedía y al instante sentí el contacto de sus embadurnados dedos sobre mi piel. Al principio estuvo bien claro que estaba desparramando el ungüento; luego comenzó a masajear y a trazar círculos con las yemas de sus dedos. Me sentí muy extraña. Lo hacía bien, con ternura y, a mi pesar, provocaba en mí una sensación placentera. Cerré mis ojos y me entregué al acto; la suavidad de sus dedos era relajante y, de manera impensada, parecía exorcizar algunos de los temores y traumas que la fábrica venía instalando en mí. De pronto sonó la chicharra: lo increíble del asunto fue que lo lamenté. Luciano, casi de manera automática, retiró la mano de mi trasero como habilitándome a irme.
“No se detenga, Luciano… – dije, sin reconocerme -; siga, por favor”
No supe la reacción de él a mis espaldas ya que no podía verlo; se me dio por pensar que debió haber sonreído, pero quizás fue sólo una sensación o simplemente mi imaginación. Por lo pronto, y para mí eso era lo importante, retomó el tan fino trabajo que estaba haciendo con mi cola. Parecía que, de manera mágica, los dolores que me había dejado la paliza en la otra oficina estuvieran quedando atrás. No quería que se detuviera y, de hecho, perdí noción del tiempo y hasta de que Daniel me esperaba en el auto. Fue el sonido de mi celular lo que me trajo de vuelta a la realidad. En efecto, al echar un vistazo a la pantalla, comprobé que era Daniel.
“Es mi novio” – dije y creo que, de manera involuntaria, se me escapó un deje de tristeza en el tono.
“Contestale – me instó Luciano -, o se va a preocupar”
Sí, él tenía razón; llevando el celular a mi oído escuché la voz de Daniel preguntándome si tenía para mucho. Me dio culpa, mucha culpa, pero el delicado masaje de ungüento que Luciano estaba haciendo sobre mi cola lograba incluso erradicar eso.
“Un momento, amor – dije, al teléfono -. Termino con un balance y ya estoy. Bancame, ¿sí?”
Daniel, por supuesto, era un amor y me tenía infinita paciencia en todo; era capaz, si yo se lo pedía, de quedarse fuera esperando hasta que fuera ya noche cerrada. Así que aceptó sin quejas. Una vez que corté la comunicación, volví a entregarme al placer. Luciano lo hacía mejor a cada momento y, verdaderamente, yo no tenía ganas de que terminara nunca. Hasta me incliné aun un poco más hacia adelante para ofrecer mi cola al placentero masaje. Fue él, finalmente, quien lo dio por terminado al cabo de algunos minutos porque, de ser por mí, quizás no se lo fuera a pedir jamás.
“Bien, Soledad – me dijo, hablando muy cerca de mi oído -. Va a ser mejor que vaya porque su novio la espera”
Estoy segura de que en ese momento mi expresión debió haber sido la de una niñita a la que sus padres ordenan que entre a la casa luego de haber estado jugando todo el día en la calle: la misma decepción. Pero, pensándolo con frialdad, Luciano tenía toda la razón y, por otra parte, la culpa volvió a invadirme al momento en que él interrumpió el masaje. Me acomodé la ropa.
“Si sigue el dolor, mañana te sigo aplicando” – me dijo él en un tono que era pura dulzura.
Antes de irme me giré un poco hacia él y fue inevitable que nos sostuviéramos la mirada durante algún rato. De pronto lo veía a él de un modo totalmente distinto a cómo lo veía hasta una media hora antes. Me guiñó un ojo y, como para aumentar aún más mis culpas, el gesto me calentó. Me despedí sin demasiadas palabras y me encaminé hacia el auto, en donde Daniel me aguardaba…
Como era dable esperar, el siguiente fue un día de bastante revuelo en la fábrica. Aun en el supuesto caso de que lo ocurrido conmigo no hubiera trascendido demasiado, difícil era pensar que Evelyn se hubiera quedado en el molde sin decir palabra, no después de la actitud orgullosa con que había dado media vuelta para marcharse de la oficina de Luis en la tarde del día anterior. Y aun en el suponiendo que se hubiera mantenido callada, el propio Luis había anticipado que Evelyn ya no iba a seguir trabajando allí, lo cual era en sí una forma de comenzar a hacer público lo ocurrido. Por cierto, el eventual despido de Evelyn me producía una doble sensación: me generaba por un lado, alegría y no era para menos pues ella me había odiado desde el primer momento; su salida de la fábrica, tal vez, podría hacer más fácil mi inserción en el trabajo y la convivencia armoniosa con el resto del personal. Pero por otra parte la cuestión me generaba un fuerte sentimiento de culpa e inclusive de vergüenza, pues ella se iba por no haber cedido ante los degradantes requerimientos de sus patrones. Más allá de ello y aun si Luis hubiera dado marcha atrás con la decisión de la que tan convencido parecía el día anterior, estaba también Luciano, quien se había mostrado indignado al enterarse de la paliza y era posible que intercediera a mi favor. Ninguna de todas esas posibilidades era, a decir verdad, completamente halagüeña para mí, ya que en todos los casos implicaba que la noticia de mi culo al aire recibiendo una paliza se iba a hacer vox populi dentro de la fábrica, llegando incluso a los operarios de planta: en verdad, no conocía a ninguno de ellos más que de vista pero, aun así, la perspectiva de imaginar mi historia en boca de todos ellos sólo me generaba espanto… y, una vez más, vergüenza.
Varias veces vi a Hugo salir de su oficina y entrar en la de Luis; se lo notaba alterado, a decir verdad. Evelyn, contrariamente a lo que yo podría haber esperado, se presentó a trabajar y estaba ubicada a su escritorio, lo cual significaba que, o bien la decisión de Luis había sido revisada o bien ella aún no había sido formal y debidamente notificada de su despido. Luego de la primera hora de jornada, sin embargo, Estela se acercó y le pidió que la acompañara en un par de oportunidades; las seguí con la vista y pude comprobar que fueron a la oficina de Hugo; luego Evelyn volvió sola; se la notaba contrariada pero serena. Un rato después fue nuevamente convocada, pero en este caso a la oficina de Luis, luego otra vez a la de Hugo y cuando volvió lo hizo definitivamente; nadie más vino para llamarla ni tan siquiera le sonó el conmutador.
Estela también parecía tener una mañana agitada entrando y saliendo de ambas oficinas de manera continua. El dato curioso: nadie en ningún momento me llamó a mí; la sensación, una vez más, era que poco importaba lo que yo dijese u opinase. El problema central no parecía ser tanto el castigo a mí aplicado sino más bien un conflicto de jurisdicciones: Hugo (o al menos ésa era la impresión que me daba viendo todo de lejos y sólo guiándome por los movimientos y gestos) no toleraba que Luis se hubiera tomado atribuciones sobre una empleada que, en realidad, era suya. ¿Debía de ello sacar yo la conclusión de que entonces él me veía como su propiedad? ¿Como un mueble? ¿Un objeto? En todo caso, fuera como fuese, no dejaba de sonar como algo demente el que yo tuviera que refugiarme en Hugo que era quien, en definitiva, me había obligado a practicarle sexo oral en mi entrevista de trabajo y a lamerle el culo en mi segundo día laboral. Era como si yo necesitase un monstruo para protegerme de otro: me vino a la cabeza la película “Godzilla”.
Luciano estuvo ese día por la fábrica pero no pareció aportar por las oficinas, de lo cual podía yo inferir que no estaba participando abiertamente en lo que se estaba discutiendo o bien que no tenía voz ni voto. No era desdeñable, sin embargo, la posibilidad de que hubiera sido él y no Evelyn ni Luis quien había iniciado esa mañana la aparente tormenta de dimes y diretes. Debo confesar que, al verlo a la distancia, un cosquilleo me recorrió; él me sonrió y volvió a guiñarme un ojo, pero no se acercó a mi escritorio como lo había hecho en las dos ocasiones anteriores, lo cual, tengo que admitir, me generó una cierta decepción. Sin embargo, casi al instante, vi entrar a su esposa y a su hijo, lo cual me clarificó un poco más la situación y el porqué de su comportamiento. Qué extraño puede ser todo y cuán cambiante: apenas dos días atrás me había sentido aliviada ante la presencia de la esposa de Luciano y hasta la había visto como mi “salvadora”. De pronto, sin embargo, su presencia me molestaba y hasta me despertaba algo de celo. ¡Dios! Me estaba volviendo loca. Yo, que tenía planes de casarme (aunque postergados), estaba teniendo celos de un hombre que era casado: toda una locura…
Floriana, por su parte, miraba algo extrañada el revuelo que parecía estarse viviendo dentro de la fábrica. Por lo que aparentaba, nadie la había puesto al tanto ya que un par de veces se me acercó para preguntarme, en voz baja, si sabía qué estaba ocurriendo. Yo negué con la cabeza y me desentendí, pero me dio la impresión de que luego, alguna de las chicas algo le debió haber dicho y, desde ese momento, dejó de insistirme: quizás, si estaba ahora al corriente de lo que me había ocurrido, no quería hablarlo ni seguirme preguntando para no someterme a una humillación mayor que la que yo había pasado. ¡Pobre Floriana! Lejos estaba de pensar que ya, para esa altura, ésa era la menor humillación por la que yo podía llegar a pasar.
Poco antes del receso del mediodía Estela se acercó a Evelyn y le dijo algo al oído. Luego de ello Evelyn se puso en pie y comenzó a juntar sus cosas; su rostro se mantenía impertérrito aunque ello parecía ser una cáscara, como si por dentro estuviera llena de resentimiento y odio. La situación era más que clara: la acababan de despedir. Siento culpa de decir que me alegré. Y mi culpa tiene que ver, en buena medida, con el hecho de que ella era despedida por no haber accedido a aquello que yo sí: la que había mostrado dignidad y firmeza se estaba yendo, la que se había sometido sin dignidad alguna se quedaba. Rocío, su amiga, lucía preocupada y compungida; hasta me dio la impresión de que fuera a romper a llorar de un momento a otro. Habló algunas pocas palabras con Evelyn pero ésta siempre pareció comportarse como si no le diera verdadera importancia al asunto. “Es lo mejor que me puede pasar”, le escuché decir en algún momento con aire de superación, lo cual aumentó todavía más mis culpas. Las sensaciones en mí eran contradictorias; Evelyn se despidió del resto de las chicas, incluso de Floriana, pero no se acercó a mi escritorio. Y aunque pareciera paradójico, yo sentía ganas de ponerme de pie y despedirme para que, al menos, las cosas quedaran bien entre nosotras. Es que por un lado me alegraba su despido pero por el otro sabía bien que recaerían en mí buena parte de las culpas de ello. Lo concreto fue que no me animé a saludarla; una vez más demostré cobardía y bajeza; ella se marchó sin siquiera volver la mirada hacia mí.
Alejando fantasmas y culpas volví a concentrarme en mi trabajo, pero no pasó mucho antes de que volviera a escucharse el clásico taconeo de Estela acercándose. Ya para esa altura y habiéndose marchado Evelyn, su proximidad me producía una cierta inquietud. ¿A quién vendría a llamar ahora? ¿Y si era yo? ¿Qué pasaba si finalmente Hugo había decidido despedirme una vez anoticiado de la reyerta del día anterior? Estela se plantó entre los escritorios y echó una mirada en círculo hacia todas nosotras. Aun cuando no hubiera aún dicho nada, cada una de nosotros interrumpió lo que estaba haciendo y se mantuvo en silencio ante la inminencia de que, con toda seguridad, se había ubicado allí para decirnos algo.
“Chicas…- dijo finalmente -. Tengo que comunicarles que… renuncié”
Las expresiones en los rostros fueron, obviamente, de una gran consternación y una exclamación de asombro brotó al unísono de nosotras.
“¿Cómo que… renunciaste?” – preguntaba Floriana absolutamente boquiabierta y arrugando el rostro.
“Pero… ¿por qué?” – preguntaba Rocío, quien ni siquiera se había recuperado aún del despido de su amiga.
“¿Renunciaste o te despidieron?” – indagó, más incisiva, Milagros.
“Renuncié, chicas… repitió Estela levantando las cejas y asintiendo con pesadumbre -. Es largo de explicar y no sé si viene a cuento hacerlo en este momento pero… para hacerlo simple digamos que tiene que ver con algo que pasó ayer y con un problema entre Hugo y Luis”
Al igual que ocurría con el resto de las chicas, una gran tristeza se apoderó de mí al ver a Estela de esa forma. La realidad era que había sido mi superior jerárquico en esa fábrica por muy corto tiempo y, sin embargo, su presencia había significado, para mí, una cierta contención en aquel ámbito; sé que suena extraño decir eso: Estela había sido, después de todo, quien había recortado mi falda, como también quien me había llevado, según el caso, a la oficina de Hugo o de Luis para entregarme en sus garras o incluso quien había hecho de intermediario con Luciano. Y, sin embargo, su trato amable se había convertido, en esos pocos días, en una cierto “refugio” para mí. Pero, claro, no dejaba de ser cierto que, ya lo hiciera consciente o inconscientemente (o bien simplemente como parte de su trabajo), Estela había actuado de algún modo como mi “entregadora”, prácticamente envolviéndome como para regalo y colocándome un moño encima para ser disfrutada por aquellos perversos jefes que me habían tocado en suerte. Y no me cabía ninguna duda de que, precisamente, en ese punto debía estar lo nodal de su renuncia. Ella era, después de todo, empleada de Hugo, al menos desde el punto de vista formal; no era difícil suponer que, si realmente él se había molestado por lo ocurrido en la tarde anterior, también la habría acusado a ella por entregarme a disposición de Luis. No la habría despedido, seguramente; se notaba que entre ella y él había una relación bastante estrecha y una gran confianza. Pero Estela, quizás, no habría soportado el planteo o la acusación…
Todo esto que yo armaba en mi mente era, desde ya, una cadena de suposiciones que se iban ensamblando una con otra y, sin embargo, ya para esa altura yo estaba plenamente convencida de no estar muy lejos de lo realmente sucedido. Por eso fue que mientras algunas de las chicas (sobre todo Floriana) no paraban de arrojarle preguntas a Estela o de indagar al respecto, yo me sumí en el triste mutismo propio de quien ya ha entendido todo. Y si Estela no quería ahondar en detalles, eso podía tener que ver, por un lado, con la ética del secreto empresarial pero también con el hecho de no humillarme más de lo que ya había sido yo humillada.
Se despidió muy efusivamente de nosotras y hubo lágrimas en los ojos tanto de ella como de algunas de las chicas, sobre todo de Floriana. Y en el momento en que la ahora ex secretaria abandonó la fábrica me asaltó una angustiante sensación de soledad y desprotección: de pronto tenía ganas de que Luciano estuviera allí. De seguro que el hijo de Hugo andaría rondando por algún sector de la fábrica pero yo deseaba tenerlo allí, pues no estando ya Estela, él pasaba a ser ahora casi mi único “protector” dentro de la fábrica; era terriblemente paradójico verlo de ese modo, pero las circunstancias, tan particulares y cambiantes a cada momento, me arrojaban a tal paradoja . Por suerte Luciano no tardó mucho rato en aparecer: habiendo renunciado Estela, él se movió, por lo menos en aquella tarde y algunos de los días posteriores, como si fuera el secretario. Un cosquilleo me invadió cuando, en un momento, inclinándose y acercándose a mi oído, me preguntó cómo estaba mi cola. Otra vez la paradoja y las sensaciones extrañas: la pregunta era terriblemente insolente…y sin embargo me sonó cargada de una gran caballerosidad. La realidad era que mi trasero se había recuperado bien luego de que él me aplicara el ungüento, pero, no sin culpa, mentí:
“Más o menos – dije, casi en un cuchicheo -. Es decir…, bastante mejor pero aún duele”
Qué mal me sentí luego de haber dicho eso; el rostro de Daniel se dibujó en mi mente.
“Bien – asintió Luciano -. Después hablamos entonces”
Y otra vez me hizo ese guiño de ojos que me ruborizaba. Apenas Luciano se fue, Floriana, desde su escritorio, se estiró lo más que pudo para hablarme cerca del oído.
“¿Qué onda con Luchi, Sole?” – preguntó, con una sonrisa que fusionaba complicidad y curiosidad.
Me ruboricé aún más.
“¡Nada! ¡Nada, tarada!” – respondí también sonriendo, pero a la vez fingiendo estar sorprendida por la pregunta.
En tanto, Rocío, la amiga de Evelyn, me dirigió desde su lugar una mirada fulgurante. Aun cuando no dijo nada, sentí en ese momento que era Evelyn quien me miraba a través de sus ojos. Y era como si dijera “ahora también te vas a voltear a éste”.
Bajé la cabeza, avergonzada. Cuando levanté la vista nuevamente, ya Rocío estaba nuevamente inmersa en lo suyo.
Respondí varios llamados de clientes y traté de sonar ante cada uno lo más solícita y servicial que fuera posible; tuve bien en cuenta los consejos que me había dado Hugo en aquella entrevista laboral de la cual parecía haber pasado una eternidad. No tuve, sin embargo, necesidad de recurrir a formas de hablar lascivamente procaces o que implicaran una autodegradación frente al cliente. Así fue, al menos, hasta que llamó Inchausti, el cliente de Corrientes que había quedado en volver a comunicarse.
“¿Cómo estás, Sole? Extrañé tu voz…” – me dijo.
“Hola, señor Inchausti. Yo también extrañé la suya” – mentí, dándole a mi voz un tono amable pero también muy sugerente.
La operación estaba casi hecha; preguntó acerca de las formas de llevar a cabo el pago a través de un “clearing” bancario así como también la forma de entrega, pero en el medio de dichas cuestiones, siempre se le escapaba alguna pregunta referente a detalles como, por ejemplo, cómo iba yo vestida o si me miraban mucho allí en la fábrica; se trataba, desde ya, de una insolencia a todas voces a pesar de lo cual traté de responder siempre lo más amablemente posible y buscando un cierto equilibrio entre “mantenerlo calentito” y manejar la operación con profesionalidad: después de todo se trataba de vender y la realidad era que Inchausti estaba a muchos kilómetros y no iba a verlo nunca. Volvió a insistir en pedirme el número de celular y volví a negárselo con la mayor cortesía del mundo aun a pesar de los puntapiés que, por debajo del escritorio, me propinaba Floriana.
Poco después de haber colgado el tubo, Luciano volvió a acercarse a mi escritorio; al igual que antes, una sonrisa algo boba se dibujó en mi rostro.
“Hugo no está. Va a tardar algún rato – me dijo -. ¿Vamos a la oficina así te aplico eso?”
En efecto, yo había visto unos minutos antes a su padre salir con algo de prisa y notablemente contrariado. Demás está decir que me puse en pie prestamente apenas Luciano me hizo la propuesta. Mientras lo acompañaba a la oficina de Hugo, eché un vistazo a las chicas y pude detectar una vez más en los ojos de Floriana ese brillo cómplice y pícaro que tenía cada vez que me preguntaba sobre Luciano. En Rocío, en cambio, noté un gesto de desprecio que, una vez más, me hizo por un momento sentir que Evelyn seguía allí. De todas formas, Rocío no era Evelyn: lo suyo nunca iba a pasar de una mirada.
Una vez dentro de la oficina, Luciano volvió a pedirme que levantara mi falda y bajara mi tanga, a lo cual obedecí rápidamente. Sentir otra vez el contacto de su mano embadurnándome las nalgas con el ungüento fue hermoso: cerré los ojos entregándome al momento mientras me mordía el labio inferior e, involuntariamente, una de mis piernas se flexionaba apoyándose sobre la otra.
“Una pena lo de Estela…” – dijo él, con pesar y sin dejar de masajearme la cola; fue como un súbito ataque de realidad en medio del goce.
“Sí…- convine -. La conocí poco pero me caía bien. ¿Qué… pasó realmente?”
“Simplemente que a mi viejo no le gusta que Luis decida sobre empleadas que no corresponden a su ámbito. Algo de eso ya te había dicho…”
“Evelyn sí es de su ámbito” – dije asintiendo con la cabeza.
“Claro, en ese caso él es libre de despedirla porque es… o, bueno, era su empleada, pero a vos no tiene por qué golpearte. No puede dejarte a la miseria tan lindo culito…”
En el momento en que dijo eso sentí que me mojaba. Otra vez el rostro de Daniel se me cruzó como una sombra; tenía que controlarme.
“Y ahora se han quedado sin secretaria…” – agregué, como para desviar el tema.
“Sí… y no va a ser fácil reemplazarla”
“Qué pena… ¿No tienen siquiera a nadie en vista? ¿Vos no te animás a ocupar ese puesto? – giré la cabeza ligeramente sobre mi hombro con una sonrisa complaciente -. Se nota que sos muy inteligente y capaz y bien podrías…”
“No, no es lo mío – negó él, firmemente -. No estoy para oficinas; me gusta estar cerca de los operarios de planta controlándolos… o bien cerca de las empleadas administrativas, je”
Me estampó un beso muy delicado sobre la mejilla al momento de pronunciar su última frase y mi cara se puso de todos colores.
“Y… entonces, ¿no tienen a nadie?” – desvié otra vez el eje de la conversación.
“Mi viejo salió de la fábrica para hablar con alguien pero no sé si será fácil de convencer. En lo personal, me da la impresión de que la nueva secretaria saldrá de aquí dentro, de la fábrica…”
“¿De la fábrica? Hmm, ¿quién?”
“Demasiadas preguntas, muchachita – dijo él riendo y con la voz entrecortada en el mismo momento en que uno de sus dedos, de manera en principio innecesaria aunque supuestamente accidental, se deslizaba todo a lo largo de mi zanja. A mi pesar me arrancó un jadeo; él no pudo haberlo ignorado pero siguió hablando como si nada -. De todas maneras, puedo adelantarte algo aunque, desde luego, no deja de ser sólo mi parecer. Yo creo que hay dos candidatas fuertes: una es Floriana…”
“¿Flori?” – exclamé con alegría mientras mi rostro se encendía.
“Sí, Flori, es muy seria, honesta y conocedora del trabajo”
“¡Sí que lo es! Me pone alegre por ella…”
“Tomalo con pinzas, no es seguro”
“Sí, sí, por supuesto, entiendo. ¿Y la otra candidata?”
Interrumpió por un instante su masaje sobre mi cola y acercó la boca a mi oreja como para hablarme al oído; parecía no haber necesidad de tal cosa pues no había nadie cerca.
“La otra se llama Soledad Moreitz” – dijo, propinándome un nuevo beso en la mejilla y retomando el masajeo de mis nalgas que, por unos instantes, había abandonado.
Yo no sabía qué decir; estaba como tonta. No cabía en mí de la excitación no sólo por lo placentero de su delicado trabajo sobre mi cola sino también por lo inesperado de la noticia que acababa de soltar así, tan de sopetón.
“¿Vas a decirme que no lo habías pensado?” – preguntó.
“N…no, honestamente no… Nunca se me hubiera ocurrido” – respondí yo sin necesidad alguna de mentir.
“Mi viejo quedó muy impresionado por lo eficiente que sos y lo rápido que te acostumbraste a tus nuevas tareas”
Me quedé meditando sobre aquellas palabras en busca de su real significado. ¿A qué tareas se referiría Hugo? Me vino a la cabeza aquello que dijo acerca de la necesidad de aprender a lamer el culo del jefe. ¿Sería que yo lo había hecho tan bien que eso me incluía en la lista de candidatas? No obstante, la idea de que se pensara en mí para un puesto tan importante se me hacía harto demente considerando que yo me había peleado con Evelyn en las oficinas, pero a la vez había a la vez un plus que jugaba a mi favor: Luciano.
Continuó masajeándome la cola y volvió a deslizar la punta de un dedo por entre mis nalgas, lo cual me hizo descartar de plano que antes lo hubiera hecho por accidente. Sin embargo, lo extraño fue que, lejos de ofenderme, lo que me hizo me gustó y el pensar que se trataba de una acción deliberada ponía mi excitación por los aires. Supongo que Luciano lo notó ya que insistió en repetir el acto un par de veces más. Me humedecí.
“Te gusta, ¿verdad?” – preguntó poniendo su boca junto a mi oído.
Me sobresalté y hasta estuve a punto de acomodarme la ropa e irme; algo inexplicable, sin embargo, me detuvo.
“No lo ocultes; se nota que te gusta mucho” –insistió, besándome por detrás del lóbulo de la oreja.
Como cada vez que la culpa volvía a invadirme, el rostro de Daniel me apareció otra vez en la mente. Pero la manera en que Luciano me tocaba era muy especial y, por momentos, me aislaba del mundo, llevándome a un planeta en el que no existía traba ni límite alguno sino que estábamos sólo yo, él… y el placer. Me devané los sesos pensando qué hacer. ¿Qué era lo mejor?. ¿Huir de allí? ¿Quedarme callada y simplemente dejarlo hacer? Elegí contestar:
“Sí – dije -, me… gusta mucho”
Luciano rió y me besó en el cuello. Había hecho conmigo un trabajo perfecto, sutil y maquiavélico al mismo tiempo: me preparó, me calentó, me hizo desearlo… y ahora me tenía entregada en sus manos sin necesidad de dar órdenes. A diferencia de lo que me había ocurrido con Hugo o con Luis, en este caso yo sí deseaba el contacto. Y él se daba perfecta cuenta de ello.
Puso ante mis ojos un dedo índice con la punta totalmente embadurnada en el ungüento que me aplicaba. Una vez que me lo mostró, bajó luego la mano llevándola lentamente hacia mi retaguardia y, súbitamente, sentí el dedo entrándome en el orificio anal. Un gritito se me escapó de la garganta pero el placer tapaba cualquier sensación de dolor. El dedo ingresó haciendo círculos y pude sentir cómo se doblaba dentro mío. Estrellé varias veces uno de mis tacos contra el piso; no podía más de tanta excitación: sólo deseaba ser cogida.
“Nunca te hicieron la cola, ¿verdad?” – preguntó mientras su dedo seguía serpenteando por entre mis cada vez más separados plexos.
La pregunta me hizo sentir mucha vergüenza. Negué con la cabeza, nerviosamente.
“Mi esposa jamás me entrega esa parte de su cuerpo – continuó él -. Y eso es algo que me fastidia…”
No había más que decir: sus palabras eran algo más que insinuación; eran lisa y llanamente invitación. Aun así, yo seguía muda, entregada al inconmensurable placer de dejarlo hacer a su antojo. En un momento retiró el dedo de mi entrada trasera y lo lamenté en el alma. Quería que volviera a introducirlo, pero… ¿podía rebajarme al grado de pedírselo? No hizo falta de todos modos: estaba aún en pleno debate conmigo misma cuando sentí el esponjoso y húmedo contacto de su pene contra mi cola y sólo deseé tenerlo dentro; el rostro de Daniel volvía a dibujarse en mi cabeza pero aparecía cada vez más difuso, como alejándose. Luciano jugó un poco con su miembro sobre el orificio; luego me tomó por los cabellos y por un brazo y así, con delicadeza pero a la vez imponiéndose como el macho sobre su hembra, me llevó hasta el escritorio de Hugo haciéndome inclinar y apoyar mi vientre sobre el mismo. Con Daniel jamás me había sentido de ese modo; yo era, en ese momento, una hembra en celo: Luciano me hacía sentir de ese modo.
De cualquier modo, la inminencia de ser penetrada por detrás no dejaba de generarme temor ante lo desconocido. Y había algo más: al inclinarme sobre el escritorio hasta apoyar mi mejilla detuve la vista en el pomo de la puerta y un súbito terror me asaltó:
“Lu… ciano” – musité.
“¿Sole?”
“¿Q… qué p… pasa si… alguien entra? No sé, tu esposa, o Hugo…”
“Hugo va a tardar – respondió desdeñoso -. Y, si por alguna razón decidiera volver antes de tiempo, no pienso de todas formas perderme ese culito precioso – me propinó una suave palmada -, así que correré el riesgo, jeje… En cuanto a mi esposa no está en la fábrica así que podemos trabajar tranquilos”
No agregó nada más ni tampoco me dio a mí tiempo de hacerlo porque su verga ya había comenzado a entrar en mi culo. Placer y dolor fueron una misma cosa; su miembro avanzaba dentro de mí e, indudablemente, el ungüento que Luciano había aplicado unos minutos antes, estaba facilitando el trabajo. Clavé las uñas contra el borde del escritorio hasta casi arrancar astillas de la madera en tanto que mi boca profirió un grito ultra agudo que no pude contener a pesar de todo cuanto intenté recordar que estábamos en un ámbito de trabajo y que podía haber gente deambulando fuera de la oficina. Él me siguió entrando y entrando mientras yo pataleaba y arrojaba manotazos al aire sin poder contener el frenesí que me invadía y me descontrolaba; jamás había vivido algo así. No era lo mismo que cuando hacía el amor con Daniel, no. El modo en que Luciano lo hacía era totalmente distinto y si a eso se le agregaba que yo nunca había sido penetrada analmente, la sensación que me invadía era la de ser una hembra tomada por el macho, poseída en el real sentido de la palabra. De pronto sentí que él estaba hablando; giré apenas la cabeza sobre mi hombro para mirarlo por el rabillo del ojo y noté que tenía un celular en la oreja.
“Sí, linda… – decía -, nos estamos arreglando dentro de todo aunque no es fácil porque Estela era irreemplazable… No, no… No, todavía no hay nadie; veremos qué decide mi viejo… ¿Y el enano ése fue al colegio o se hizo el otario?”
Yo no podía creerlo. Estaba hablando con su esposa y lo hacía con absoluta naturalidad; las palabras ni siquiera le salían entrecortadas. ¿Podía ser tan morboso de llamarla mientras me cogía por el culo? Y lo peor de todo fue que su depravada ocurrencia hizo subir bien alto la temperatura de mi morbo porque la situación me excitó. Mi entrepierna estaba totalmente húmeda y yo sólo quería tocarme. Al momento de cortar la comunicación con su esposa, Luciano le envió muchos besos y varias palabras edulcoradas. Jamás dejó de bombearme por el culo y, en todo caso, lo que hizo fue intensificar el ritmo una vez que cortó la llamada. Ya tenía yo su verga tan adentro que podía sentir sus huevos aplastándose contra mí.
“Llamá a tu novio” – me ordenó, de pronto.
Despegué mi rostro del escritorio y levanté levemente la cabeza; abrí enormes los ojos.
“¿Q… qué?”
“Llamalo, dale… Es muy divertido y muy excitante, vas a ver”
Yo no daba crédito a mis oídos y, por cierto, no podía hacer esa locura que me acababa de ordenar. Me parecía terriblemente enfermo pero, además, lo cierto era que yo no podría nunca mantener el tono de mi voz así de sereno y natural como lo había hecho él al hablar con su mujer.
“N… no, no puedo hacerlo – dije… -. Además, dejé mi celular en mi bolso”
Era una excusa, desde ya, y por cierto terminó siendo una mala idea recurrir a ella.
“¿Recordás el número de memoria? – me preguntó sin dejar de penetrarme.
“S… sí – respondí entre jadeos -, pero… ¿por qué…?”
“Llamalo con el mío” – dijo, apoyando su celular sobre el escritorio y haciéndolo deslizar hasta que se detuvo a escasos centímetros de mi rostro.
En ese momento me di cuenta de lo tonta que había sido al decirle que recordaba el número aunque, de todas formas, ni en mi más perverso cálculo hubiera podido yo pensar que Luciano iba a pedirme una locura así.
“Lu… ciano – balbuceé, con la voz entrecortada -. N…no puedo. Por favor te p… pido que…”
“Llamalo – insistió -; ya vas a ver cómo el placer aumenta diez veces por lo morboso de la situación- Cuando estés hablando con él estando ensartada por el culo, te vas a sentir una verdadera puta”
Con gran culpa, tuve que admitir para mí misma que la idea era perversamente atrayente.
“Pero… Luciano – dije -. ¿cómo voy a hacer p… para que no se dé cuenta que…”
“Algo se te va a ocurrir. Llamalo”
El tono de él era tan firme y concluyente que no me dejaba lugar a opción o, al menos, así lo sentía yo, pero por otra parte y como ya dije antes, la idea me empezaba a despertar mucho morbo. No fue fácil mover mis dedos sobre el teclado mientras Luciano me seguía bombeando; de hecho, un par de veces me equivoqué y tuve que volver a empezar. Finalmente logré comunicarme. Casi se me paró el corazón al oír la voz de Daniel al otro lado:
“Hola…”
“Ho… hola, Dani, s… soy Sole…”
“¿Sole? ¿Pasa algo? ¿De qué celular me estás llamando?”
“N… no, no p… pasa nada, mi dulce. Es que… tenía muchas ganas de hablar con vos”
“Pero… es raro que me llames a esta hora. ¿No estás trabajando? Y repito, ¿de quién es ese teléfono?”
“El t… teléfono es de un amigo, un compañero de trabajo que me lo prestó de onda acá en la fábrica… – mentí yo y en ese exacto momento sentí una palmadita sobre la nalga en señal de cómplice felicitación -. Y… simplemente: ¡tenía ganas de oír tu voz, Dani!”
“Pero… es todo muy raro. Se te nota nerviosa, Sole”
“Es que… no es que esté nerviosa, Dani. ¡Es que… estoy caliente! ¡Aaaah!”
Justo en el momento de decirle eso, la verga de Luciano entró en mí incluso mucho más que antes. Yo ya no podía contener mis jadeos ni evitar que se convirtieran en gritos. Al otro lado de la comunicación se produjo un momento de silencio; era obvio que Daniel debía estar más que sorprendido. Cuando volvió a hablar, lo hizo con la voz deliberadamente baja, lo cual era bastante lógico considerando que se hallaba en su ámbito de trabajo.
“Sole…; no entiendo nada, estás loca. ¿En dónde estás ahora?”
“Estoy… encerrada en un baño; no te preoc… aaah, no te preocupes, nadie me ve ni me oye”
“¿Y… qué estás haciendo?” – preguntó Daniel quien, a juzgar por su tono de voz, debía estar pensando que yo estaba por entero fuera de mis cabales.
“M… me estoy t… tocando”
Nuevamente silencio al otro lado.
“¿Que te estás qué…?” – preguntó finalmente, corroída su voz por la incredulidad.
“Estoy tocándome, Dani… M… masturbándome…”
Alcancé a oír detrás de mí una leve risita de Luciano; rogué que Daniel no la hubiera escuchado. Por suerte pareció no ser así.
“P… pero, n… no entiendo, Sole, te desconozco. ¿Qué…?”
“De pronto comencé a pensar en vos – lo interrumpí -. Y no pude contenerme; tuve que venir al baño a masturbarme, p… pero… mmm… necesito oír tu voz para hacerlo mejor”
En ese momento Luciano me enterró la verga aun con más fuerza que antes y me hizo soltar un largo y ahogado gemido. No quería pensar qué cara pudiese estar poniendo Daniel al otro lado de la comunicación.
“Un momento, Sole – dijo -… voy a ir a un lugar donde pueda hablar más en privado”
Tardó unos segundos y volvió al habla:
“Ya está. Sole, te juro que no logro entender nada”
“No hay que en… tender nada, dulce… Quiero oír de tu voz cosas que me pongan… mmm… muy caliente, más de lo que ya estoy”
Un silencio se produjo al otro lado de la línea mientras Luciano seguía bombeándome por la retaguardia. Daniel no decía nada, lo cual aumentaba el riesgo de que escuchara, así que fui yo quien habló:
“Dani…, tengo ganas de… t… tener tu pija entre mis p… piernas, ahora…”
“¡Sole! – aulló Daniel desde el otro lado -. ¡Insisto en que te desconozco! Ése no es tu lenguaje…”
“Así, así, quiero tu pija, dámela…” – no paraba de repetir yo en lo que era, en realidad, un claro mensaje para Luciano, quien no paraba de penetrarme como una máquina. Pero fuesen mis palabras para quien fuesen, surtieron efecto: después de tanto insistirle, Daniel se sumó al juego.
“¿Asi que querés mi pija? – preguntó, de pronto, en el teléfono — Ahí la tenés, atorranta…”
Sonreí. Ahora era yo quien lo desconocía a él: eso que acababa de decir estaba muy lejos de su estilo. Aproveché, no obstante, el momento propicio y di rienda suelta a tanta explosión contenida que tenía en mi garganta y en mi sexo:
“Mmmm, así, así, ¡Sí! Más, más… ¡más!”
Excitado al oírme, Luciano incrementó el ritmo de la cogida que me estaba dando y me hizo jadear el doble. Me vi obligada a soltar el celular aunque lo dejé junto a mi oído y me aferré otra vez con fuerza a los bordes del escritorio.
“Mmmm, ¿así te gusta? – me llegaba la voz de Daniel desde el otro lado de la comunicación -. ¿Así, putita, así? ¿La querés más adentro todavía?”
“¡Sí! – aullé -. ¡La quiero toda adentrro! ¡Así! Aaaaah, mmmm, sí, sí, mmmm, sin piedad, sí…. ¡Aaaay! ¡Qué grande y hermosa la tenés! Mmmm…”
Los gritos que se intercalaban entre mis palabras y jadeos se debían a que Luciano, ya para esa altura, más que penetrarme, me estaba lisa y llanamente perforando. ¿Hasta dónde era capaz de llevar su verga? Daniel, por su parte, seguía diciéndome cosas lascivas al teléfono en la ingenua creencia de que era él quien me estaba excitando; me llevé una mano hacia la vagina y comencé a masturbarme mientras mantenía la cara aplastada contra el escritorio. El final fue apoteótico: los gritos de Daniel en el celular (¿se estaría masturbando?) se mezclaron con mis gemidos y con los cada vez más cavernícolas jadeos de Luciano, los cuales yo rogaba que no fueran oídos por Daniel. La sensación de ser una hembra tomada quedó rubricada cuando el tibio líquido invadió mi canal trasero. Mi último grito, prolongado y lastimero pero también placentero, debió sin dudas haber preocupado a mi novio.
“¿Sole? ¿Sole? – preguntaba, con claros signos de angustia en la voz -. ¿Estás ahí? ¿Estás bien?”
Yo durante algún rato no dije palabra (en realidad no podía) sino que sólo emití jadeos que se fueron espaciando cada vez más en la medida en que iba recuperando, poco a poco, el ritmo de la respiración. Aun ensartada en el falo de Luciano, me las arreglé para tomar el teléfono y responder:
“Sí, Dani, estoy bien, fue fantástico. Muaaa, besito, te quiero, dulce”
Y corté la comunicación sin siquiera darle chance a preguntar algo más. No me sentía en condiciones de hablar ni por el estado en que estaba ni por la culpa que, luego del éxtasis, volvía a hacer presa de mí. De todas formas, no se podía negar que había vivido un momento fantástico y en eso no le había mentido a mi novio: acababa de tener el mejor orgasmo de mi vida, mal que me pesara… y mal que le pesara a Daniel.
CONTINUARÁ
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¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
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El cambio de mi vida: De auditora a puta (POR GOLFO Y VIRGEN JAROCHA)


virgenjarocha@hotmail.com
Nunca debí iniciar ese juego. Me pareció fácil provocar a ese hombre, negando la existencia de sus poderes y ahora estoy en sus manos. Antes de explicaros lo que me pasó y como caí en las manos de ese tipo, quiero presentarme. Me llamo Patricia y soy una chava mexicana que habiéndome reído, desde niña, de la gente que creía en facultades paranormales, llegué una desdichada tarde a una conferencia que daba él con unas amigas.
Todavía recuerdo el recelo con el que escuché su discurso donde no solo aceptaba que hubiese personas superdotadas capaces de manipular la mente de los demás sino que casi al final de su conferencia, reconoció ante el público que el mismo poseía ese poder. Ahora me arrepiento pero ante semejante insensatez fui incapaz de reprimir una carcajada al oírlo.
-Parece que entre el público tenemos una escéptica- respondió bastante enfadado- ¿Puede pasar al estrado?
Confiada en la inexistencia de esos poderes, subí los cuatro escalones riéndome. En mi fuero interno estaba nerviosa pero fingiendo un aplomo que no sentía, me enfrenté con descaro a su presencia. Todavía recuerdo que ese día me había vestido con un vestido rojo con un escote que hacía las delicias de todos los que me miraban. Fernando no fue una excepción, al verme subir se me quedó mirando el canalillo como ya habían hecho mis compañeros de trabajo esa mañana.
-Se equivoca señorita si cree que soy un farsante- me dijo nada más llegar a su lado.
-Disculpe si no le creo- respondí con una sonrisa en mis labios y tratando de hacerme la dura, le pregunté si sabía lo que estaba pensando.
Mirándome con desprecio, me contestó:
-Pídame algo más difícil. Cuando subió, se fijó en el modo en que la miré y decidió que era igual que sus subordinados del departamento de auditoría.
Reconozco que me quedé perpleja de que supiera a que me dedicaba pero pensando que conocía a alguien de los que me acompañaban, di por sentado que ese cabrón había hecho trampa. Ya enfadada, me planté frente a él y le pedí que me dominara.
El muy cabrón soltó una carcajada y dirigiéndose a su audiencia, les preguntó:
-¿Desean una demostración?
Unánimemente, el gentío respondió que sí y entonces el orador se dio la vuelta y mirándome a los ojos, me soltó:
-Señorita, ¿Da su email personal al primero que se lo pida?
Indignada, contesté que no. Tras lo cual, destornillándose de risa, me preguntó:
-Entonces ¿Por qué me lo acaba de gritar?
-No lo he hecho- respondí ya francamente enojada.
-Me lo ha dado mentalmente- contestó luciendo una sonrisa- ¿virgenjarocha@hotmail.com no es el correo que usa para sus andanzas?

Sin darme cuenta del paso de los minutos, la conferencia terminó y entonces perdiendo la oportunidad de escapar, Fernando se acercó a mí, diciendo:
-Le pido perdón por si me he pasado pero es que llevo muy mal que la gente se ría de mis poderes.
Quise contestarle una fresca pero al mirarle a los ojos, no fui capaz y disculpando su falta de tacto, le dije que no pasaba nada. Ahora me doy cuenta que ese patán se aprovechó de su físico y consciente de que le había examinado a fondo, me preguntó si me molestaría que él me escribiera de vez en cuando. Ante mi cara de pavor, siguió diciendo:
-Patricia no tienes nada que temer. Yo vivo en Madrid y tú en Xalapa. Ya que no crees que tenga las facultades de las que hablo, los ocho mil kilómetros que no separan serán tu garantía.
Aturdida por lo sucedido pero sobre todo por qué me hubiese pillado intentando averiguar si el bulto que lucía bajo su pantalón era o no una erección, ni siquiera me digné a contestarle y cogiendo mi bolso, salí despavorida del lugar. Ya en mi carro, me di cuenta que me había llamado por mi nombre y todavía con más confusión en mi mente, me fui directamente a la cantinita, un bar de mi ciudad donde suelo ir a despejarme.
Nada más entrar, pedí al mesero una cerveza y con ella en la mano, me senté a recapacitar sobre ese extraño suceso. Ya en la mesa, traté de comprender como sabía tanto de mí e increíblemente empecé a pensar en él como hombre.
“Está bueno y nada más” me dije para convencerme que la atracción que sentía por ese desconocido no tenía nada de paranormal. Desgraciadamente bajo mis pantaletas, mi sexo opinaba diferente e intentando evitar que alguien me notara que estaba cachonda, cerré mis piernas. Fue un error porque al hacerlo y mis muslos apretar mis labios, sentí que me venía. “¡No puede ser”, exclamé mentalmente al notar los primeros síntomas del orgasmo y ya totalmente acalorada tuve que refrescar mi vulva con el frio de la botella de Corona.
Eso fue mi perdición, al sentir la dureza del cristal, me imaginé que era su pene y sentada en esa butaca mientras me tapaba con la falda, me masturbé pensando en ser suya. No me reconozco en la mujer que esa noche se corrió en público y menos en esa muchacha asustada que tratando de olvidar el placer que acababa de sentir, se lanzó a bailar y a coquetear con los presentes.
Afortunadamente, uno de los ejecutivos que estaban en ese lugar al verme tan “desenvuelta”, intentó aprovechar la feliz circunstancia y mientras hacía que bailaba conmigo, me tocó el trasero. Al notar su mano en mi nalga, se rompió el embrujo y sumida en el llanto, salí corriendo rumbo a mi departamento. Me avergüenza confesar que ya en la seguridad de sus paredes me tumbé en mi cama a llorar pero al hacerlo y buscar un motivo a mi actitud, volví a pensar en ese oscuro sujeto y nuevamente me volví a excitar.
Tratando de calmar la calentura que recorría mi entrepierna, me fui a duchar. Bajo el chorro de la regadera, seguí pensando en ese tipo e involuntariamente, dejé que mis manos acariciaran mis pechos. Como si fuera una película, le vi desnudándome lentamente y separando mis rodillas, soñé que era él quien me estaba tocando. Al sentir mis yemas separando los pliegues de mi sexo y mis propios dedos dentro de mi vulva, comprendí que estaba perdida si en verdad ese hombre tenía los poderes de los que hablaba. Sin ser capaz de reprimir el deseo que me corroía, me apoderé de mi hinchado botón y jadeando bajo la ducha, me corrí por segunda vez en una hora.
Intento averiguar cosas de él y eso fue su entrada.
Después de una noche en vela, en la que apenas pude dormir, me dirigí más cansada de lo normal a las dependencias de gobierno donde trabajo. Una vez allí, me encerré en mi despacho y con la soledad que eso me confería, decidí descubrir como ese capullo había sabido mi nombre, mi mail y mi chamba. Alguien debía de habérselo contado y por eso lo primero que hice fue llamar a cada una de las amigas con las que había acudido a ese salón de conferencias.
Después de una hora, estaba totalmente confusa al haber recibido puras negativas. Ninguna de las chavas con las que fui aceptó ser ella la que hubiese hecho esas confidencias. Encabronada por minutos, colgué el teléfono a la última con el convencimiento de que mentían y olvidándome de la rutina, me puse a bucear en internet con la intención de averiguar algo más de ese hombre.
Desgraciadamente, la web tampoco me sirvió de nada. Lo único que encontré fue su biografía y varios artículos en los que le tachaban de farsante. Por lo visto Fernando Alcázar había sido un reputado catedrático de psicología de Universidad hasta que sus novedosas ideas sobre el comportamiento de masas habían provocado una dura polémica por lo que el rector de esa institución creyó conveniente cesarle. En ellas, Alcázar sostenía que solamente con televisión se podía manejar a un país a su antojo, nadie podría llevar la contraria al gobierno si utilizaba las técnicas que él proponía.
Su cese fue contestado por una gran mayoría de los estudiantes a su cargo y tras unos disturbios en lo que hubo hasta un muerto, el profesor decidió pedir una excedencia. Ya fuera de la universidad, empezó a dar conferencias y parecía ser que había creado un grupo de opinión que todo el mundo consideraba una secta. Había recibido muchas denuncias por parte de las familias de sus adeptos. Según ellas, Fernando Alcázar no era más que un gurú que había lavado el cerebro a sus hijos. Lo cierto es que si leías sus ideales, parecía una panda de fanáticos antisistema.
Bastante desilusionada, decidí zanjar el asunto y olvidarme de ese sujeto. De forma que la rutina del trabajo y los problemas que me estaba causando una auditoria a la secretaria de seguridad pública, me hicieron aparcar en un rincón de mi mente a tan extraño individuo. Durante todo ese día, estuve francamente atareada y fue al terminar de trabajar cuando volví a pensar en él y en la rara excitación que me produjo.
Afortunadamente, de mi mente había desaparecido por completo dicha atracción y ya más relajada, me fui a tomar unas birras con un amigo. Como Alberto era un encanto, esa noche fue muy agradable y tras varias cervezas y unos tacos en “El Asador”, decidí volver a casa. Había estacionado mi carro en Ávila Camacho y por eso le dije a mi conocido que no hacía falta que me diera un aventón.
Iba tranquilamente caminando por sus aceras al no ser tarde, cuando de pronto vi bajar a ese tipo de un destartalado Malibú. Alucinada por encontrármelo en ese sitio, le pregunté si me estaba siguiendo. El sujeto me miró como si estuviera loca y bastante enfadado, contestó:
-Seño, a usted no la conozco-.
Me quedé aterrada, aunque estaba convencida que era él, su voz tenía un marcado acento chilango que para nada se parecía al tono duro que los españoles tienen al hablar. Creyendo que me estaba tomando el pelo, insistí:
-¿No es usted Fernando Alcázar?
-Se confunde. Mi nombre es Aurelio Valle.

Confusa y desconcertada, abrí mi auto y casi histérica, me metí en él. Durante unos minutos fui incapaz de arrancar. No me podía creer que me hubiese confundido pero el modo en que se había reído de mí al ver mi error, me hizo dudar. Os juro que llegué a pensar que todo era una broma. Con los nervios de punta, manejé hasta mi departamento y ya en él, me encerré. El sonido de los cerrojos me dio una tranquilidad ficticia que no tenía y acomodándome en el sofá del salón, me puse a ver la tele. En el canal de las estrellas, estaban pasando una telenovela y sin ganas de tragarme ese aburrimiento, decidí encender mi computadora.
Al abrir el Outlook, hallé que Alcázar me había escrito y con una mezcla de asombro, espanto y curiosidad, vi que era un archivo de video. Nada más empezar, me encontré que era un primer plano de ese hombre donde se dirigía a mí, diciendo:
-Patricia, me he tomado el atrevimiento de contactar contigo de esta manera porque sigo creyendo que la escritura en menos personal y mas fría. Me imagino que ahora mismo tendrás dudas sobre si tengo o no poderes. ¿Verdad?
Para entonces, un sudor frio me recorría de arriba abajo. Estuve a punto de apagar pero algo me obligó a continuar.
-Siento que tenga que ser de esta forma. Me hubiese gustado que te hubiera acercado a mí con respeto pero teniendo en cuenta tu descortesía, tendrás que perdonar la mía. Cómo ya habrás descubierto, no solo eres incapaz de dejar de pensar en mí sino que estoy seguro que me estás empezando a ver en todas partes. Lo siento pero va a ir a peor, llegará el momento que todos los hombres con los que te encuentres tendrán mi cara.
El muy cabrón tomó un sorbo de agua para continuar:
-El castigo a tu osadía, consistirá también en que te vas a encontrar en un estado permanente de excitación y solamente masturbarte pensando en mí, podrá aliviar el escozor de tu entrepierna. Pero como no soy un ser perverso, si deseas que acabe, solo tienes que pedírmelo personalmente. Te espero en Madrid.
Tras lo cual, Fernando Alcázar me lanzó un beso a través de la pantalla. Indignada, cerré la computadora y fuera de mí, maldije a ese malnacido mientras me estremecía por la sentencia que escondían sus palabras.
“¿Quién narices se cree ese condenado para hablarme así?” pensé mientras me iba a la cama y tratando de convencerme de que había usado un doble para hacerme caer en una trampa, me reí de su amenaza. “Tengo que reconocer que se trabajó la broma”, me dije buscando un sentido a lo ocurrido.
Esa excusa, me permitió dormir aunque en mitad de la noche, ese mentalista se introdujo en mi sueño y sin poderlo evitar me vi con él entre las sábanas:
-¡Estoy soñando!- exclamé en mi sueño al sentir sus manos acariciándome los pechos.
-¿Tú crees?- contestó muerto de risa mientras sus dedos se apoderaban de mis pezones.
Aunque era consciente que nada de eso era real, sentí un latigazo en mi entrepierna al notar su caricia. La forma tan sensual con la que me pellizcó mis aureolas, asoló mis defensas y convencida que no había ningún peligro en dejarme llevar por mi imaginación, sentí su lengua recorriendo los bordes de mis pechos mientras sus manos bajaban por mi espalda. La temperatura de mi cuerpo subía por momentos. Ese tipejo era capaz de calentarme a distancia con sus besos y yo los sentía tan reales que incluso me daba miedo. Rendida a sus encantos, gemí al sentir que sus dedos se hacían fuerte en mi trasero.
Traté de despertarme al sentir que si ese sueño se prolongaba iba a correrme:
-No quiero- grité temiendo que mi cabeza sería incapaz de pensar con claridad, si seguía tocándome.
– Patricia, ¡Relájate!- me soltó en voz baja ese Fernando irreal- soy parte de tu imaginación.
– Estoy nerviosa y tengo miedo- contesté.
– Lo sé, pero no tienes nada que temer –dijo sonriendo- ¡Estoy al otro lado del mundo!
Sus palabras no consiguieron tranquilizarme y por eso cuando separándome el pelo, Alcázar me mordió en la oreja, me estremecí. Mi amante ficticio no se quedó ahí y bajando sus labios por mi cuello, lo recorrió lentamente, poniéndome cada vez más nerviosa pero también más excitada. Su mano había vuelto a apoderarse de mi pecho y lo acariciaba rozándolo con sus yemas. Fue entonces cuando puso mis manos en su cintura y me ordenó que le quitara la ropa.
Reconozco que obedecí y desbocada por la pasión, me mordí los labios al verle con el dorso descubierto. Apreciando mi calentura, me agarró y me sentó sobre él a horcajadas. Sin casi poder respirar, le miré pidiendo una tregua.
-Lo estas deseando- me soltó – Desde que me viste, deseas ser mía.
-¡No es cierto!- exclamé a la defensiva.
-Te voy a follar, putita- susurró a mi oído -¡Desnúdate para mí!
-¡No!- contesté con la voz pero mis manos desobedeciendo a mi mente, desabrocharon mi camisón y sacándomelo por la cabeza, me quedé en pelotas sobre el colchón.
Tragando saliva, esperé su siguiente paso. Fernando me miró y cogiéndome de la cabeza, acercó su boca a la mía mientras ponía su mano en mi pecho, ahora desnudo y con una sonrisa en sus labios, escuchó el gemido que salió de mi garganta.
-Tienes una tetas perfectas- dijo satisfecho de mi entrega mientras su lengua se volvía a apoderar de mi erecto pezón. Al verle bajar por mi cuerpo comprendí cual iba a ser su siguiente paso y por eso sabiéndolo estaba más nerviosa me ponía.
– Tranquila, vas a disfrutar como nunca- me soltó sabiendo de mis reparos.
– ¡Esto no es real!- exclamé al sentir noté una mano bajando por mi estómago mientras la otra me acariciaba los muslos. Al percatarme de que me estaba separando las rodillas, traté de evitarlo pero una orden directa suya evitó que las cerrara.
Fue entonces cuando su mano derecha bajó por el ombligo y rozó el interior de mis muslos. Al sentirlo, temblé de placer y ya dominada por la excitación, quité todos mis reparos. Ese hombre, comprendió su victoria y separando con sus yemas los pliegues de mi sexo, acarició mi humedad. Al escuchar mi suspiro, sonrió y me hizo mirar a sus ojos mientras sus dedos no dejaban de torturar mi clítoris.
Intenté morderle como un último intento de evitar sus caricias:
-No puedes hacer nada por evitarlo… -dijo muy seguro: -Lo quieras o no, ¡Vas a ser mía!
-Por favor, ¡No!

Seguía negando que estaba cachonda pero aun así separé mis muslos ofreciéndome por completo. Fernando Alcázar no se hizo de rogar y deslizándose por mi cuerpo, me besó los bordes de mis pliegues mientras volvía a recoger mi botón entre sus dedos. Al escuchar mi nuevo gemido, se dejó de prolegómenos y lo acarició, sorbió y lamió todo el tiempo que quiso. Completamente excitada, comprendí que no podría seguir aguantando mucho más. Al borde del colapso, moví mis caderas deseando que llegara. Fernando lo notó y acelerando el ritmo de su lengua, me llevó desbocada hacia mi primer orgasmo con su lengua mientras, avergonzada, me agarraba a las sábanas y trataba de que no lo notara.
-Tienes un conejito muy rico – me soltó relamiéndose los labios.
-¡Eres un cerdo!- contesté a ese hombre producto de mi imaginación
A modo de respuesta, Alcázar metió con suavidad dos dedos en mi coño, provocando un nuevo suspiro y sin dejarme de mirar con una sonrisa en sus labios, me susurró:
-Aunque lo niegues, ¡Me deseas!-
Siendo cierto, no se lo podía confirmar por mucho que la humedad de mi entrepierna me traicionara. Asustada y deseosa, le vi incorporarse y cogiendo su pene entre sus manos, acercarlo a la entrada de mi chocho:
-¡Hijo de perra! ¡Ni se te ocurra!
Mi lenguaje soez y mi negativa espolearon su lujuria y colocando la punta de su enorme glande en la entrada de mi cueva, la forzó lentamente, de forma que pude sentir el paso de toda la piel de su tranca rozando mis adoloridos labios, mientras me llenaba.
¡Dios Mío!- aullé al mismo tiempo que el magnífico pene chocaba con la pared de mi vagina.
No tardé en sentir sus huevos rebotando contra mi culo al ritmo de sus embestidas. Con mi coño convertido en un frontón, sollocé dominada por el placer. Mi captor, conocedor de mi total sumisión, siguió apuñalando mi interior con su estoque. Mi orgasmo fue brutal, desgarrador al coincidir con el suyo. Su templado semen me quemó al sentirlo rellenando conducto. Cada una de las descargas con las que regó mi interior, me produjo un estertor y licuándome al sentirlo, chillé y lloré a los cuatro vientos mi placer.
Fue entonces cuando diciéndome: – ¡Hasta mañana! ¡Putita mía!- se despidió de mí, desapareciendo de mi lado.
Avergonzada por añorar su presencia, me desperté sola entre mis sabanas. No sé si lloré dando gracias porque todo había sido un sueño o del dolor que sentí al percatarme que nada había sido real.
Su dominio se extiende:
Sin haber casi descansado, me desperté ese viernes con la sensación de que mi vida estaba hecha pedazos. No podía dejar de pensar en él y aunque me doliera reconocerlo, estaba cachonda. Al recordar el sueño, mi entrepierna se llenó de humedad y con una mezcla de disgusto y de terror, terminé de vestirme combatiendo las ganas de masturbarme.
“¡No es posible!” exclamé al hacer la cama y ver en la sábana una enorme mancha de flujo que asemejaba una corrida. “¡Alcázar no ha estado aquí!”, me dije mientras la quitaba y la llevaba a la lavadora.
Temblando, desayuné mientras deseaba que todo quedara en una siniestra pesadilla producto de mi subconsciente. Agarrando las llaves de mi carro, salí del departamento. Ya en el ascensor, me reí histérica de mis miedos y más confiada por la luz del día, salí al portal.
Pedro, el conserje, estaba limpiando los cristales. Al verme, me saludó como hacía todos los días pero al voltearme a devolverle el saludo, la cara que me sonreía tras ese uniforme, no era la suya sino la de ese pérfido sujeto.
-¿Se encuentra bien Doña Patricia?- preguntó el portero extrañado de la cara de espanto con la que le miré.
No pude contestarle y saliendo a trompicones hacía el aparcamiento, me subí en mi coche. Hecha un mar de nervios, arranqué y hui despavorida de allí. Aal llegar a las dependencias de gobierno donde trabajaba, respiré aliviada al ver que mis compañeros seguían siendo ellos y que esa maldición todavía no me había afectado hasta esos extremos.
Tratando de conseguir ayuda, recordé que “Golfo”, un amigo de la web vivía en Madrid. “Quizás él sepa algo de ese maldito”, pensé ya que ese autor de relatos eróticos estaba bien conectado en la ciudad donde Fernando Alcázar, tenía su base. Y saltándome una norma auto impuesta que me prohibía usar mi mail personal en el trabajo, nada más acomodarme en mi silla, entré en Hotmail y le escribí pidiendo su auxilio.
“Golfo, ¡Necesito tu ayuda!” tecleé en el título, tras lo cual brevemente le expliqué que me ocurría y al acabar, le rogué que me averiguara si sabía de casos semejantes al mío o como combatirlo, tras lo cual le día al enviar. No había terminado de salir, cuando ya me había arrepentido:
-¡Va a creer que estoy loca!- maldije en silencio, pensando que de recibir yo un correo semejante, eso sería lo que pensaría.
Cómo no podía hacer nada más, decidí ponerme a trabajar y llamando a mi asistente, le pregunté si ya había llegado mi visita. Esa mañana había quedado con el Coronel Ramirez, un sujeto poco recomendable sobre el que tenía pocas dudas. Era un corrupto pero estaba bien relacionado.
-No, señora. Ha llamado que llega tarde.
Su retraso me permitió repasar el expediente. Ese militar tenía que aclarar una serie de gastos de difícil justificación pero aunque le había pillado, debía de andar con pies de plomo porque su padrino era el Secretario de Seguridad Pública del Estado. Conociendo que en estos casos había que nadar guardando la ropa, decidí que si ese hombre no podía justificar esos montos, haría dos únicas copias del informe, una que se la mandaría a mi jefe y otra que guardaría bajo buen recaudo. Si de ese escrito se deducía una imputación, que fuera mi superior quien lo acusara. La política en México, además de sucia, es peligrosa.

Sobre las diez de la mañana, mi secretaria me avisó de su llegada y previendo problemas, le pedí que le llevara a una sala de reuniones. Antes de encontrarme con ese “servidor del orden” pedí a un subalterno que me acompañara. No quería quedarme a solas con él, no fuera a ser que aprovechara la oportunidad para amenazarme.
Al entrar en la habitación con Miguel, volvió por tercera vez la pesadilla. En vez del gordo seboso de Ramirez, era Fernando Alcázar el que estaba cómodamente sentado en una de las sillas. Supe de quien se trataba al estar vestido de militar y fingiendo una tranquilidad que no tenía, me acomodé frente a él. Con un sudor frio recorriendo mi cuerpo, empecé a exigirle que me aclarara los dispendios de su departamento.
El sujeto francamente alterado, me soltó que él solo tenía que rendir cuentas a su superior y negando mi autoridad en ese asunto, se levantó encabronado y pegando un portazo, abandonó la sala. Respiré aliviada cuando lo hizo y mirando a mi ayudante, le pedí que hiciera un acta de lo sucedido, tras lo cual, le dejé haciéndolo y sin levantar sospechas me dirigí al baño.
Una vez encerrada en uno de sus compartimentos, me eché a llorar. No solo mis alucinaciones iban de mal en peor sino que con ansiedad recordé que mientras estaba con ese corrupto, me había excitado porque en vez del gordo quien me había devuelto la mirada era el maldito mentalista. Al cabo de un rato, volví a mi despacho completamente desmoralizada. Si tal y como había predicho ese hijo de perra, en pocos días solo vería su cara en los demás hombres, me sería imposible conservar un mínimo de cordura.
Al mirar mi email, Golfo me había respondido. Creyendo que podría ser importante, dejé todo a un lado y abrí su email.
-Querida Virgenjarocha- me contestaba. –Me sorprende que me preguntes si conozco a Fernando Alcázar. No recuerdas que hace más de dos meses, te envié un video con una de sus conferencias y a raíz de ello, hemos discutido sus teorías.
Al leerlo, un escalofrío recorrió mi espalda. Y sabiendo que mi amigo no ganaba nada mintiéndome, releí los correos que me había cruzado con él durante el último mes. Cada vez más aterrorizada, descubrí que durante los últimos treinta días, Golfo y yo habíamos polemizado sobre la verosimilitud de sus planteamientos ya que Alcázar, antes de dejar la universidad, sostenía que se podía lavar el cerebro a gran escala a una multitud solo con imágenes subliminales.
Mis prejuicios me habían hecho negar esa posibilidad y por eso, Golfo me había estado mandando toda la información que pudo recopilar. Según el historial de mi computadora, había visualizado al menos dos docenas de sus conferencias.
-¡No me acuerdo!- exclamé totalmente confundida.
Pero lo que realmente me dejó aterrorizada fue mi último mail. En él, le decía a mi amigo que esa tarde iba a acudir a con una amigas a verlo in situ y muerta de risa, le informaba que pensaba desenmascararle.
-Ten cuidado. Ese tipo es un mal bicho- me había contestado mi amigo desde Madrid.
Para entonces, mi estado de nervios era tal que no podía seguir trabajando e inventándome que estaba enferma, volví a mi departamento. Nada más llegar, me tomé un tranquilizante y tumbándome en la cama, me quedé dormida hasta bien entrada la tarde. Al despertar, estaba hambrienta y como no tenía comida en casa, decidí irme a un restaurante. Os juro que al salir de la seguridad de mi hogar, temí que se volviera a reproducir la pesadilla pero al ver en la portería que era Pedro quien estaba leyendo el periódico y no ese maldito, respiré más serena.
-Lo único que necesitaba era descansar- pensé mientras salía a la calle.
Y en la acera, miré a mi alrededor. Nada parecía ir mal, los sujetos con los que me cruzaba eran personas anónimas con sus rostros y no la siniestra cara de ese jodido español. Con una alegría desbordante, entré al centro comercial de Las Américas y ya en él, me decidí por un Sanbor´s. como tenía hambre, pedí una arrachera con nopales y me puse a comer. Recapacitando sobre lo ocurrido en los últimos dos días, comprendí que de no solucionarse, iba a tener que acudir a un psiquiatra.
-¡Me estoy volviendo loca!- exclamé en voz alta.
Al terminar, pagué la cuenta y como todavía eran las seis, decidí tomarme una cuba en una de las terrazas del centro comercial. Reconozco que la primera no me duró casi nada porque tratando de aguar mis penas en alcohol, me la bebí de un tirón. Ya con relajada por el Ron y mientras pedía al mesero que me trajese otra, me puse a mirar a mi alrededor. En una esquina descubrí que un bellezón de hombre me observaba. Al sentir su mirada, me entró una calentura brutal y obviando cualquier tipo de decoro, lo invité a mi mesa. Víctor no se hizo de rogar y acercándose a donde yo estaba, se sentó a mi lado. El sujeto resultó que además de estar bueno era un encanto y por eso tras otras dos cubas, lo invité a mi casa.
-¿Estas segura?- preguntó dotando a su voz de un tono pícaro: -Si voy, ¡Seré muy travieso!
-Eso espero- respondí pasando mi mano por su entrepierna.
La dureza que hallé bajo su pantalón, me hizo suspirar de gusto anticipando el placer que iba a obtener. Mi acompañante, también excitado, pagó la cuenta y llevándome hasta su coche, me besó con pasión. Afortunadamente, ese centro comercial estaba cerca porque de haber tardado dos minutos más, me lo hubiera tirado en mitad de la calle.
Nada más entrar a mi departamento, me lancé a su cuello y restregando mi seco contra su cuerpo, descubrí una verga enorme y dura. Atenazada por los nervios, me agaché y desabroché su bragueta. Su polla salió disparada como por un resorte y al verla tan rígida frente a mí, me relamí los labios al imaginarme cómo me sentiría con ella en mi boca. Deleitándome de antemano con su sabor, me levanté y abriéndome el vestido, le ofrezco mis pechos.
Sonriendo, el desconocido rozó mis pezones con la punta de sus dedos y pegando un suspiró, observé a sus manos metiéndose por mi escote. Ya con sus dedos sopesando mis chichis, bajó su cara y besó mis pechos. Fue delicioso sentir su lengua lamiendo mi pezón. El gemido que salió de mi garganta, azuzó sus caricias y ya sin ningún recató, se puso a mamar alternando de un seno a otro.
Ya totalmente dominada por la lujuria, me quité las pantaletas y desesperada, le pedí que me follara. Con mis niveles de excitación al máximo, me apoye contra la mesa del comedor y separando mis rodillas, sonreí al ver que cogía su pene entre las manos y acercándolo a mi sexo, se disponía a penetrarme.
El tipo colocó su polla a la entrada de mi coño, recreándose en esos últimos instantes previos y pegando un suave empujón, comenzó a penetrarme lentamente. Nunca había estado tan excitada y por eso al sentir ese enorme maromo abriéndose camino en mi interior, deseé que se diera prisa y rellenara mi estrecho conducto con su extensión. Viendo mi entrega, me la enterró por completo, lo que me hizo pegar un grito que tuve que ahogar mordiéndome el labio.
-¡Te gusta putita!- me dijo satisfecho.
Al mirarle, me quedé gélida al descubrir que era Fernando Alcázar el que me estaba follando. Mi primera reacción fue de rechazo y pegándole un empujón me zafé de su acoso. El sujetó creyó que era parte de un juego y atrayéndome nuevamente, volvió a meter su miembro en mi interior. Llorando le pedí que no siguiera pero él no solo no me hizo caso, sino que acelerando el movimiento de sus caderas, forzó mi sexo con salvajes penetraciones. Tratando de huir, le clavé mis uñas en su espalda.
Al sentirlo, sonrió y retorciendome el brazo, me dio la vuelta mientras me decía:
-¡Te gusta la violencia!- y sin hacer caso a mis suplicas, me separó las nalgas con sus manos y de un solo empujón, desfloró mi virginidad trasera. Aunque intenté protestar, el desconocido me embistió con su cuerpo, penetrándome. Mis gritos no se hicieron esperar. Sentía que me estaba rompiendo por dentro. El dolor era insoportable y por mucho que le imploré que parara, no lo hizo y como un energúmeno, empezó a moverse con su verga clavada en mi interior. Mi culo, mientras tanto, se resistía a ser invadido.
–Me encanta lo estrecho que lo tienes- me soltó sin compadecerse de mis lágrimas y tomándome de la cintura y buscó una mejor posición para seguir forzando mi culo.
Mis alaridos eran tales que para evitar que llamaran la atención de algún vecino, ese sujeto me tapó la boca con su mano mientras aceleraba el ritmo de sus penetraciones. Incapaz de soportar el dolor, pataleé tratando de escapar de ese suplicio. Pero entonces pegándome una dura nalgada, dijó con tono amenazador:
-¡Quédate quieta! ¡Puta!
Inmovilizada contra la mesa, no pude hacer nada ante su agresión por lo que cediendo, dejé de protestar y cerré los ojos mientras deseaba que todo pasara con rapidez. Sabiendo que no iba a hacer caso a mis suplicas, me quedé quieta. Mi agresor creyó ver en mi parálisis una aceptación que no existía e imprimiendo a su voz con el orgullo de un macho triunfante, me soltó:
–¿Te gusta cómo te rompo el culo?
Fui incapaz de responder porque el dolor me había dejado muda. Entonces, me obligó a abrir un poco más las piernas mientras seguía penetrándome sin para. Con mi ano ya totalmente destrozado, consiguió meterlo por completo y usándome con una tiranía atroz, tiró de mí clavando su estoque hasta el fondo.
¡Me duele!- grité
Como siempre, me ignoró y machacando sin cesar mi entrada trasera, buscó su placer. El dolor seguía siendo agudo y a lágrima viva, eché la culpa al mentalista de estar siendo sodomizada por ese sujeto. Mi triste situación se prolongó durante largos minutos mientras mi violador disfrutaba de mi desdicha. Supe que faltaba poco para que terminara esa torturo al sentir que me mordía el cuello. La explosión de su miembro no me cogió desprevenida y por eso al notar que eyaculaba en mi interior, recibí agradecida su semen.
Al terminar de eyacular, ese sucio tipo se limpió los restos de mierda que embadurnaban su verga con mis cortinas y con la satisfacción de haber cumplido como hombre, dejó mil pesos en la mesa, diciendo:
-Cuando quieras, ¡Repetimos! Ya sabes dónde encontrarme.
Asqueada, tardé una eternidad en moverme. Me sentía la puta que ese sujeto creía que era y llorando mi desgracia, me tomé una ducha en un vano intento de quitar la degradación que impregnaba todos mis poros. Al salir del baño, había decidido que no podía seguir viviendo así y aunque me resultara humillante, iría a ver a Fernando Alcázar a Madrid.
Mi encuentro con ese maldito:

El mesero, el portaequipajes e incluso el policía que me selló el pasaporte, todos lucían el mismo rostro. La belleza de sus facciones no aminoraban el odio que corroía mi cuerpo al contemplarlos y por eso recibí como una bendición que mi acompañante durante el vuelo, fuera una gorda. Al menos, al girarme, me encontraría con una mujer y no con el clon de ese capullo.
Ya en mi asiento, me puse a recordar la llamada que hice la noche anterior a mi amigo “Golfo”. Contando mi situación con todo lujo de detalles, le pedí ayuda para localizar al mentalista.
-No me será difícil, tengo un amigo en su secta- respondió y anticipándome que ese tipo era un verdadero hijo de perra, me preguntó si quería que él me acompañase a la entrevista.
-Te lo agradecería- le dije antes de echarme a llorar conmovida por su gentileza, tras lo cual y a duras penas pedí verle en su casa.
-¿No prefieres que te vea en el aeropuerto?
-No- respondí, explicándole que temía no ser capaz de reconocerle.
Asumiendo que tenía razón, me dio su dirección de tal forma que quedé con él, al día siguiente.
Nada más despegar me chuté un somnífero para no seguir sufriendo la angustia de verme rodeada de tantos Alcázares y por eso no me enteré nada del vuelo, hasta que aterricé en Barajas. Por el cambio horario, eran las seis de la mañana del domingo y debido al retraso de las maletas y a los pesados de la aduana española, agarré el taxi que me llevaría a Madrid, cerca de las ocho.
Para entonces, el no distinguir un hombre de otro me parecía hasta normal y por eso no me molestó dar la dirección al gemelo taxista de mi acosador. La ausencia de tráfico me permitió llegar a la casa de “Golfo” en quince minutos. Aunque había supuesto que mi conocido estaba montado en el dólar, por el modo tan desenvuelto con el que hablaba de dinero, aun así me sorprendió toparme con que vivía en una mansión. El enorme jardín y el tamaño de la casa debían de haberme advertido de que no era normal pero quizás debido al jet-lag del vuelo, tampoco caí cuando una rubia despampanante, me abrió la puerta.
Acomplejada por su belleza, fue entonces cuando me percaté que solo conocía su Nick de internet y bastante cortada, pregunté por “Golfo”. La muchacha sonrió y dejándome pasar, dijo:
-Me imagino que eres Patricia, has llegado ante de tiempo y el jefe todavía sigue en la cama.
-No hay problema, espero- contesté sintiéndome una piltrafa por resultar una molestia al hombre que se había ofrecido a ayudarme sin pedirme nada a cambio.
La mujer cumpliendo como exquisita anfitriona, me llevó hasta un salón y antes de dejarme sola, preguntó si quería un café:
-Se lo ruego- contesté necesitada de cafeína en mis venas.
Al irse, me senté en un sofá a esperar pero al cabo de cinco minutos, decidí levantarme y chismear a mi alrededor. Reconozco que la curiosidad me pudo y tratando de averiguar algo sobre mi amigo, me puse a mirar unas fotos que había en una de las repisas. Eran imágenes tomadas a un grupo y con un escalofrío descubrí a mi captor en mitad de todas ellas. Se veía a la legua que los restante eran parte de su grupo y no solo por su lugar prominente sino por el modo en que le miraban.
Fue entonces cuando caí en que había conocido de la existencia de cabrón a través de “Golfo” y creyendo que me había metido en la boca del lobo sin saberlo, agarré mi bolso y me dirigí hacia la puerta. Desgraciadamente, en ese momento apareció ese sujeto. Sin saber si era mi supuesto amigo o el mentalista, me quedé paralizada y temblando pregunté:
-¿Eres Golfo?
-Sí- respondió muerto de risa- pero también me conoces por Fernando Alcáraz.
Aterrorizada, traté de huir pero entonces, tomando asiento, me lo impidió diciendo con voz dulce:
-No tienes donde ir.
Sentí sus palabras como una sentencia de muerte y retrocediendo sobre mis pasos, me enfrenté a él pidiéndole explicaciones. Soltó una carcajada al oír mis reproches y señalando un hueco a su lado, me ordenó que le acompañara a desayunar. Juro que intenté desobedecer pero no pude llevar la contraria a esos ojos negros que me taladraban con la mirada.
-Querida Patricia. Espero que no lo hayas pasado muy mal pero como te dije en Xalapa, odio que alguien me lleve la contraria.
Cabreada y sacando fuerzas de mi interior, le pedí perdón por haber dudado de él para acto seguido exigirle que me liberara y me dejara volver a mi rutinaria vida. Riéndose de mí en mi cara, me respondió:
-¿Perdonarte? No tengo nada que perdonar. Tenía razón cuando me dijiste que no tenía poderes.
-¿Entonces? ¡Porqué he sufrido estas alucinaciones!, ¡Porqué le veo en los rostros de todos con los que me topo!- contesté confusa.
Destornillándose de risa, soltó mientras ponía su mano en mi rodilla.
-Te he lavado el cerebro por medio de mis teorías. Cada vez que veías una de mis conferencias, quedaba impresa en tu mente la necesidad de servirme. Valiéndome de imágenes subliminales he dispuesto que seas mía.
Asustada e indignada por igual, le recordé su promesa:
-Me prometió que si le pedía perdón en persona, me dejaría en paz.
Frunciendo el ceño, me dio la razón pero poniendo una sonrisa de oreja a oreja, me propuso un trato:
-Durante los próximos diez minutos, me quedaré sentado frente a ti sin tocarte. Si luego quieres que te libere, lo haré encantado.
No creyéndome la suerte contesté sin pensar que aceptaba, pero nada más salir la conformidad de mi boca, me di cuenta que esa oferta escondía gato encerrado.
-¿En qué va a consistir?- pregunté sabiendo que habría una prueba.
-Vas a sentir placer- contestó tranquilamente y chasqueando los dedos, dijo: ¡A partir de ahora!
Como un huracán, me vi envuelta en un mar de sensaciones que naciendo de mis entrañas se extendió por todo mi cuerpo. Una a una, todas mis células explotaron en un clímax que me desarboló por completo. Sin ser capaz de asimilar tanto gozo, me vi lanzada a una vorágine que me llevó en volandas de un orgasmo a otro sin pausa. Convulsionando sobre la alfombra, sentí que moría y renacía un millar de veces antes de alcanzar un éxtasis, donde yo era suya y él era mío. Los diez minutos se alargaron hasta parecerme una eternidad y cuando habiendo transcurrido el periodo prometido fui echada de ese paraíso, caí a sus pies diciendo:
-Por favor, “Golfo” quiero seguir siendo tuya.
Fernando Alcázar, mi supuesto amigo, se levantó de su asiento y ordenándome que lo siguiera, me llevó hasta su cama. Allí me hizo su feliz esclava y más obediente servidora. Desde entonces vivo entre sus brazos y aunque soy inmensamente dichosa, sigo añorando mi libertad perdida.
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“Mi esposa se compró dos mujercitas por error” (LIBRO PARA DESCARGAR POR GOLFO)
Cuando por motivo de trabajo te desplazan a un lugar exótico es importante antes de hacer nada conocer la cultura del país. En caso contrario, ¡es muy fácil meter la pata! Eso le ocurrió a mi mujer al poco tiempo de irnos a vivir a Birmania. Queriendo contratar dos muchachas de servicio, al desconocer la idiosincrasia de esa gente, lo que realmente hizo fue comprárselas. Los problemas surgen cuando esas crías actúan según ellas creen que deben hacerlo y deciden complacer a su dueña.
Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:
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PARA QUE PODÁIS HACEROS UNA IDEA OS INCLUYO LOS DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:
INTRODUCCIÓN
Cuando por motivo de trabajo te desplazan a un lugar exótico es importante antes de hacer nada conocer la cultura del país. En caso contrario, ¡es muy fácil meter la pata! Eso le ocurrió a mi mujer al poco tiempo de irnos a vivir a Birmania.
Dejando nuestro Madrid natal, nos habíamos desplazado hasta ese lejano país porque mi empresa me había nombrado delegado. Entre las prestaciones del puesto se incluía un magnifico chalet de casi quinientos metros para nuestro uso y disfrute.
Recuerdo que desde que María visitó las reformas de la casa donde íbamos vivir los siguientes cinco años, me avisó que no pensaba ocuparse ella de la limpieza.
―Si quieres que vivamos aquí, voy a necesitar ayuda.
Cómo me pagaban en euros y los salarios en esas tierras eran ridículos, no vi ningún inconveniente y le di vía libre para resolver ese problema como considerara conveniente, no en vano ella era la que iba a tener que lidiar con el servicio.
No siendo un tema inmediato por los retrasos en las obras, María aprovechó que durante los dos primeros meses vivíamos en un hotel para conocer un poco la ciudad. Fue durante uno de sus paseos por Yangon cuando conoció a una anciana que siendo natal de ese país, hablaba un poco de inglés. María vio en ella a su salvación y la medio contrató como asesora para todo. De esa forma en compañía de MAung compró los muebles que le faltaban, conoció las mejores tiendas de la ciudad e incluso le presentó a un par de occidentales con las que ir a tomar café. Convencida que había hallado una mina al llegar el momento de la mudanza, también le planteó su problema con el servicio.
―Yo conseguir. Mujeres de mi pueblo, dulces, guapas, jóvenes y obedientes. ¿Le parece bien?
Mi mujer que es de la cofradía del puño agarrado, preguntó:
―¿Y cuánto me va a costar al mes?
―No mes, usted pagar 800 dólares americanos por cada una y luego solo comida y casa.
Creyendo que ese dinero era la comisión de la anciana por conseguirle unas criadas y que estas eran de un origen tan humilde que con la manutención se daban por satisfechas, hizo cálculos y comprendió que con que duraran cuatro meses habría cubierto de sobra el desembolso. Por eso y por la confianza que tenía en la mujer, aceptó sin medir claramente las consecuencias.
―Me mudo en dos semanas, ¿cree que podré tenerlas para entonces?
―Por supuesto, MAung mujer seria. Dos semanas, mujeres en su casa….
CAPÍTULO 1. AUNG Y MAYI LLEGAN A CASA.
Tal y como habían quedado a las dos semanas exactas la anciana llegó al chalet con las dos criadas. Debido a mi trabajo, ese día estaba de viaje en China y por eso tuvo que ser María quien las recibiera. Mi señora al verlas tan jovencitas lo primero que hizo fue preguntarle su edad.
La vieja creyendo que la queja de mi esposa era porque las consideraba mayores, contestó:
―Veintiuno y dieciocho. Pero ser vírgenes, ¿usted querer comprobar?
Tamaño desatino incomodó a María y creyendo que en esa cultura una chica de servicio virgen era un signo de estatus, le contestó que no hacía falta. Tras lo cual, directamente las puso a limpiar los restos de la obra. Al cabo de tres horas de trabajo en las pobres crías no se tomaron ni un respiro, mi señora miró su reloj y vio que ya era hora de comer. Como no había preparado nada por medio de señas, se llevó a las orientales a comer a un restaurante cercano.
Las chavalas que no comprendían nada se dejaron llevar sumisamente pero al ver que entraban a un restaurante se empezaron a mirar entre ellas completamente alucinadas. Mi mujer creyó que su confusión se debía a que aunque era un sitio popular, al ser de un pueblo en mitad de la sierra nunca habían en estado en un sitio de tanto lujo pero cuando intentó que se sentaran a su lado, sus caras de terror fueron tales que tuvo que llamar a la jefa que hablaba inglés para que le sirviera de traductora. Tras explicarle la situación, la birmana comenzó a charlar con sus compatriotas. Como las dos crías eran de una zona tan remota, su dialecto fue entendido a duras penas por la mujer y luego de traducirlo, dijo:
―Señora, estas dos niñas se niegan a sentarse a comer con usted. Según ellas estarían menospreciando a la esposa de su dueño. Prefieren permanecer de pie y comer cuando usted acabe.
Desconociendo la cultura, no dio importancia a la forma en que se habían referido a ella y temiendo ofender alguna de sus costumbres, comenzó a comer. Las dos orientales se tranquilizaron pero asumiendo que ellas eran las sirvientas se negaron a que los empleados del local se ocuparan de su señora y por eso cada vez que le faltaba agua en su vaso, ellas se lo rellenaban y cuando trajeron los siguientes platos, se los quitaron de las manos y ellas fueron quien se lo colocaron en la mesa.
María, que al principio estaba incómoda, al notar el mimo con el que ambas niñas la trataban, aceptó de buen grado ese esplendido trato y se auto convenció que había acertado contratándolas. Habiendo terminado, pidió que prepararan para unas bandejas con comida para ellas y pagando salió del local mientras Aung y Mayi la seguían cargando con las bolsas.
Ya en la casa y deseando tomarse un respiro, las dejó en la cocina comiendo mientras ella se iba a tomar un café con las dos británicas que había conocido. Como otras tardes se citó con esas amigas en un café cercano a la embajada americana famoso por sus gin―tonics.
El calor que ese día hacía en Yagon junto con la amena conversación hizo que sin darse cuenta, mi esposa bebiera demasiado y ya casi a la hora de cenar, tuviera que pedir un taxi para irse al chalet. Al bajar del vehículo, se encontró que Aung la mayor de las dos muchachas había salido a recibirla y viendo el estado en que se encontraba, la ayudó a llegar hasta la cama.
Borracha hasta decir basta, le hizo gracia que las dos crías compitieran por ver quién era quien la desnudaba pero aún más sus miradas cómplices al comprobar el tamaño de sus pechos. Como las asiáticas son más bien planas, se quedaron admiradas por el volumen exagerado de sus tetas y por eso les resultó imposible retirar sus ojos de mi esposa mientras involuntariamente los comparaban con los suyos.
―¡No son tan grandes!― protestó muerta de risa e iniciando un juego inocente cuyas consecuencias nunca previo, los cogió entre sus manos y les dijo: ―Tocad, ¡son naturales!
Cómo no entendieron sus palabras, fueron sus gestos los que malinterpretaron y creyendo que mi mujer les ordenaba que se los chuparan, un tanto cortadas la miraron tratando de confirmar que eso era lo que su jefa quería.
―Tocadlos, ¡no muerden!― insistió al ver la indecisión de las dos chicas.
Mayi, la menor y más morena de las dos, dando un paso hacia delante obedeció y cogiendo uno de los dos pechos que le ofrecían entre sus manos, lo llevó hasta su boca y empezó a mamar. Totalmente paralizada por la sorpresa, mi mujer se la quedó mirando mientras su compañera asiendo el otro, la imitó.
María tardó unos segundos en reaccionar porque en su fuero interno, sentir esas dos lenguas recorriendo sus pezones no le resultó desagradable pero al pensar que sus teóricas criadas lo único que estaban haciendo era obedecer, se sintió sucia y separándolas de sus pechos, las mandó a dormir.
Las birmanas tardaron en comprender que mi mujer las estaba echando del cuarto y creyendo que la habían fallado, con lágrimas en los ojos desaparecieron por la puerta mientras en la cama María trataba de asimilar lo ocurrido. El dolor que reflejaban sus caras era tal que supo que de algún modo las había defraudado.
«En Birmania, la figura del patrón debe de ser parecida un señor feudal», masculló entre dientes recordando que estos tenían derecho de pernada: «Han creído que les ordenaba satisfacer mis necesidades sexuales y en vez de indignarse lo han visto como algo natural».
La certeza que eran diferencias culturales no disminuyó la calentura que sintió al saber que podría hacer con ellas lo que le viniera en gana. Aunque nunca se había considerado bisexual y su único contacto con una mujer habían sido unos inocentes magreos con una compañera de colegio, María se excitó pensando en el poder que tendría sobre esas dos niñas y bajando su mano hasta su entrepierna, se empezó a masturbar soñando que cuando volviera del viaje, me sorprendería con una noche llena de placer…
A la mañana siguiente, mi mujer se despertó al oír que alguien estaba llenando el jacuzzi de su baño. Al abrir sus ojos, la claridad le hizo recordar las muchas copas que se había tomado y por eso le costó enfocar unos segundos. Cuando lo consiguió se encontró a las dos birmanas, arrodilladas junto a su cama sonriendo.
―Buenos días― alcanzó a decir antes de que Mayi la obligara a levantarse de la cama, diciéndole algo que no pudo comprender.
La alegría de la chavala disolvió sus reticencias y sin quejarse la acompañó hasta el baño. Una vez allí, la mayor Aung desabrochándole el camisón, se lo quitó dejándola completamente desnuda sobre las baldosas y llamando a la otra oriental entre las dos, la ayudaron a meterse en la bañera.
«¡Qué gozada!», pensó al sentir la espuma templada sobre su piel y cerrando los ojos, creyó que estaba en el paraíso.
Estaba todavía asumiendo que a partir de ese día, sus criadas le tendrían el baño preparado para cuando se despertara cuando notó que una de las mujercitas había cogido una esponja y la empezaba a enjabonar.
«¡Me encanta que me mimen!», exclamó mentalmente satisfecha al experimentar las manitas de Maya recorriendo con la pastilla de jabón sus pechos.
Aunque las dos crías no parecían tener otra intención que no fuera bañarla, María no pudo reprimir un gemido cuando sintió las caricias de cuatro manos sobre su anatomía.
«Me estoy poniendo cachonda», meditó y ya con su coño encharcado, involuntariamente separó sus rodillas cuando notó que Aung acercaba la esponja a su entrepierna.
La birmana interpretó que su jefa le estaba dando entrada y sin pensárselo dos veces, usó sus pequeños dedos para acariciar el depilado coño de la occidental. Con una dulzura que impidió que mi mujer se quejase, separó los pliegues de su sexo y se concentró en el erecto botón que escondían.
―¡Dios! ¡Cómo me gusta!― berreó cuando la otra cría se hizo notar llevando su boca hasta uno de los enormes pechos de su jefa.
El doble estímulo al que estaba siendo sometida venció toda resistencia y pegando un grito les exigió que siguieran con las caricias lésbicas. Aung quizás más avezada que la menor, incrementó la velocidad con la que torturaba el clítoris de mi esposa mientras Mayi alternaba de un pecho a otro sin parar de mamar.
«¡Me voy a correr!», meditó ya descompuesta y deseando que su cuerpo liberara la tensión acumulada, hizo algo que nunca pensó que se atrevería a hacer: olvidando cualquier resto de cordura introdujo su mano bajo el vestido de la mayor en busca de su sexo.
«¡No lleva ropa interior y está cachonda!», entusiasmada descubrió al sentir que estaba empapada cuando sus dedos hurgaron directamente la cueva de la diminuta mujer. Aung lejos de intentar zafarse de esa caricia, buscó moviendo las caderas su contacto mientras introducía un par de yemas en el interior del chocho de mi señora.
Saberse al mando de una no le resultó suficiente y repitiendo la misma maniobra bajo la falda de la menor, confirmó que también la morenita tenía su coñito encharcado y con una sensación desconocida hasta entonces, se corrió pegando un gemido no se quejó al sentir la caricias. Aun habiendo conseguido el orgasmo, eso no fue óbice para que mi señora siguiera hirviendo y mientras masturbaba con cada mano a una de las orientales, quiso comprobar hasta donde llegaba su entrega y por medio de señas, les ordenó que se desnudaran.
La primera en comprender que era lo que María estaba diciendo fue la mayor de las dos que con un brillo especial en sus ojos se levantó y sin dejar de mirar a su jefa, se quitó la camiseta que llevaba.
Mi esposa, con posterioridad me reconoció, al admirar los diminutos pechos de la birmana no pudo aguantar más y sin esperar a que se quitara la falda, le exigió que se acercara a ella y al tenerla a su lado, por vez primera, abriendo su boca saboreó el sabor de un pezón de mujer.
La pequeña areola de la muchacha reaccionó al instante a esa húmeda caricia contrayéndose. María al comprobarlo buscó el otro y con un deseo insano, se puso a mamar de él mientras Aung se terminaba de desnudar. En cuanto la vio en pelotas, la hizo entrar con ella en la bañera y colocándola entre sus piernas, se recreó la vista contemplando el striptease de la segunda.
―¡Qué buena estás!― exclamó aun sabiendo que la cría era capaz de entenderla al admirar la sintonía de sus menudas y preciosas formas.
Dotada con unos pechos un poco más grandes que los de la otra oriental era maravillosa pero si a eso le sumaba la cinturita de avispa y su culo grande y prieto, Mayi le resultó sencillamente irresistible. Azuzada por la sensación de poderío que el saber que esas dos no le negarían ningún capricho, la llamó a su lado diciendo:
―¡Estás para comerte!
La cría debió comprender el piropo porque al meterse en el jacuzzi en vez de tumbarse junto a María, se quedó de pie y acercando su sexo a la cara de mi mujer, se lo ofreció como homenaje. Durante unos instantes mi esposa dudó porque nunca se había comido un coño pero al observar esos labios tan apetitosos se le hizo la boca agua y sacando su lengua se puso a degustar el manjar que esa niña tenía entre sus piernas.
―Joder, ¡está riquísimo!― exclamó confundida al percatarse de la razón que tenía su marido al insistir en comerle el chumino cada dos por tres.
Aung que hasta entonces había permanecido entre las piernas de su dueña sin moverse, vio la oportunidad para comenzar a besar a mi mujer con una pasión desconocida.
María estaba tan concentrada en el sexo de Mayi que apenas se percató de los besos de esa otra mujer. Os preguntareis el porqué. La razón fue que al separar los pliegues de la chavala, se encontró de improviso con que tenía el himen intacto.
«¡No puede ser!» pensó y recordando las palabras de la anciana, por eso, dejando a la niña insatisfecha, exigió a la mayor que le mostrara su vulva. Levantándose y separando los labios, le enseñó el interior de su coño.
Tal y como le había asegurado, ¡Aung también era virgen!.
Fue entonces cuando como si una losa hubiese caído sobre ella, ese descubrimiento le confirmó que de alguna manera que no alcanzaba a comprender esas dos niñas creían que era su obligación el satisfacer aunque no lo desearan todos y cada uno de sus deseos. Su conciencia apagó de un soplo el fuego de su interior y en silencio salió de la bañera casi llorando.
«Soy una cerda. ¡Pobres crías!», machacó su cerebro mientras se ponía una bata.
A María no le cupo duda que una joven que siguiera teniendo su himen intacto, no se comportaría así sin una razón de peso. Por eso y aunque las birmanas seguían sus movimientos desde dentro de la bañera, salió del baño rumbo a su habitación.
La certeza que algo extraño motivaba dicho comportamiento se confirmó cuando al cabo de menos de un minuto esas dos princesitas llegaron y cayendo de rodillas, le empezaron a besar sus pies mientras le decían algo parecido a “perdón”.
Admitiendo que no había ningún motivo por el que Anung y Mayi sintieran que le habían fallado, no pudo mas que comprobar que eso las aterrorizaba y eso afianzó sus temores por lo que decidió que iría a hablar con la anciana que se las había conseguido―
«Tengo que hacerles ver que no estoy enfadada con ellas», se dijo y dotando a su voz de un tono suave y a sus gestos de toda la ternura que pudo, las levantó del suelo y les secó sus lágrimas.
La reacción de las muchachas abrazándola mientras en su idioma le agradecían el haberlas perdonado ratificó su decisión de averiguar que pasaba y por eso, nada más vestirse, fue a entrevistarse con MAung.
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Relato erótico: “Vacaciones Frustradas” (POR WALUM)
Hola soy Vivian, tengo 34 años, realmente siempre me encanto la independencia, es por eso que me independice de mis padres aunque ya tarde tuve que hacerlo, aunque estaba viviendo con una amiga, decidimos cambiarnos por separado, yo conseguí un lindo departamento a muy bajo precio a unas cuadras de mis padres, era hermoso el departamento. Tengo que aclarar que soy muy atractiva, demasiado, o sea en realidad mi cuerpo tuvo mucho que ver mis años de gimnasio, ya que siempre quise mantener todo en su lugar. Junto con mi cabello rubio bien claro y suavemente enrulado. Mis ojos color miel y grandes, mis pechos bien erguidos, desafiantes, incitan, mi perfecta cola, bien parada, resaltada por la ropa que me coloco realmente es tan notorio que es inevitable las miradas continuas cuando ando por la calle, obvio seguidas de mis buenas piernas, no pasan desapercibidas, realmente mis medidas quedaron en 90-55-93.
Buscaba la aventura, rechazar pretendientes, nunca traer hombres a mi departamento, solo tener la cabeza puesta en mis metas, convertirme en una excelente profesora de matemáticas, ir a bailar, salir de compras, era lo que me gustaba.
Comencé a trabajar en un colegio importante de la ciudad, fue un buen salto. Luego de pasar un año excelente había juntado una determinada cantidad de dinero, suficiente como para emprender un lindo viaje a la costa, ya estábamos a fines de Diciembre, y esperábamos con una amiga las vacaciones ansiosamente, organizamos todo, conseguimos un excelente departamento estaba un poco apartada de las otras, pero era hermosa, teníamos la playa casi para nosotras solas.
Se nos hizo bastante corto el viaje y sin problemas por suerte, cuando llegamos me acosté en el dormitorio, mientras que mi amiga se quedo acomodando algunas cosas. Estábamos realmente muy felices. Al fin vacaciones. Al otro día estuvimos en la playa y con el ardor del primer día de sol, nos acostamos bastante temprano. Al otro día fuimos temprano a la playa. Las 2 íbamos vestidas con faldas muy cortitas y los comentarios de los jóvenes que pasaban no dejaban de escucharse, ya en la playa casi desierta estaba con una bikini negra chiquita que me quedaba bárbaro a pesar de ser bastante chica. Luego de ese excelente día de playa decidimos volver para comer algo temprano y salir a la noche, hacer algo. Cuando llegamos a la puerta de nuestro departamento, apareció de atrás de un árbol y de repente asustándonos mucho, un tipo que nos miro fijamente, yo sin saber le pregunte -¿Que desea?
El tipo alto flaco, pelo medio largo, bastante sucio enrulado, de tez media oscura, su ropa parecían harapos. Sus manos tenían las uñas largas y sucias. Con el pantalón como todo sucio y manchado. Luego de un rato en silencio y con mucha dificultad, como tartamudeando, dijo con una voz de ultratumba -¿Tienen algo de comer? Con un fuerte olor a alcohol, mientras nos miraba de arriba abajo sudando, mi amiga rápidamente contestó -Ah si, espere un poquito que le traemos algo de la casa. Las dos entramos rápidamente hacia el departamento. Mientras íbamos, me di vuelta y vi al tipo con sus ojos clavados en mi cola. Típico pero me dio risa verlo así con cara de tonto. Luego bajamos y le llevamos unos sándwich. Luego a la noche decidimos quedarnos a descansar porque el sol nos había cansado mucho, mi amiga se fue a dar un baño y yo me fui a ver el mar desde el balcón y escuchar las olas romper en la playa, como hacía calor, estaba solo con ropa interior, compuesta por una tanguita muy chiquita blanca y un corpiñito de levante blanco. Luego de terminar mi ceremonia me fui a acostar.
Al otro día volvimos a ir a la playa, salimos a comer de todo un poco, cuando volvimos al departamento casi al anochecer, apareció de nuevo el sujeto medio raro pidiendo comida nuevamente, las dos volvimos a ir a buscar algo, dándome cuenta como sus ojos se clavaban en mi cola de nuevo. Esa noche había buena tele así que vimos la tele y después a dormir, antes me fui al balcón como siempre lo hacia, siempre con ropa interior, contemplando la paz. Así pasaron dos o tres días, siempre muy parecido, el sujeto siempre iba a buscar comida, yo me reía de la cara de tonto al mirar mi cola, mientras que yo la movía mas aun para que pusiera esa cara. Un día íbamos con mi amiga con pantalones bien ajustados, ella verde claro y yo rosadito de gasa bien livianito hermoso, y nos encontramos con el mendigo en la puerta como siempre, fuimos a buscar algo, mientras que seguía mirando como se quedaba con cara de tonto, hasta que cuando volvimos, mire en su parte baja, un bulto sobre su bolsillo, pensé que seria algo que tenia guardado, igual no le di mucha importancia. Al otro día paso lo mismo, solo que ahí me di cuenta de que el sujeto se excitaba de sobre manera al vernos y era su bulto ese bulto, yo me reía con la idea y me movía mas vivamente. A la noche mi ceremonia en el balcón y así.
Llego el viernes y nos levantamos temprano, de repente a eso de las 10 de la mañana suena el celular de mi amiga. Veo que su cara empieza a cambiar para mal, corta y me cuenta que necesitaba volver para arreglar un tema en el trabajo si o si y volvía. Yo le dije que bueno nos fuéramos, pero ella me dijo que no tardaba, seguramente el domingo a la noche estaba acá. Yo con medio desgano acepte porque todavía nos quedaban días para disfrutar.
El día sin mi amiga fue distinto, la playa me aburrió así q fui a dar unas vueltas por ahí, después volví al departamento, para mi sorpresa no estaba el mendigo, me pareció muy raro. A la noche hice lo de siempre contemplando el mar y la soledad. Fue aburrido en realidad, al otro día hice lo mismo, volví a la hora de siempre, el mendigo tampoco estaba, me pareció mejor al estar sola. Cayó la noche rápidamente, salí al balcón con una tanguita rosadita bien calada, y un sostén de levante bien lindo rosadito también, era unos de mis conjuntos de ropa interior más lindas y chiquita de todas.
Estaba muy tranquila fumando un cigarrillo, cuando de repente escucho gritos de ayuda bien fuertes -¡¡Ayuda!! ¡¡Me muero!!Yo empecé a mirar para todos lados, hasta que pude asomarme sin que se viera mi cuerpo y vi que estaba el mendigo este de siempre, tirado casi en la puerta del departamento gritando y gritando -¡¡Me muero!! ¡¡Ayuda!! Yo me quede quita entonces el me vio justo, y gritó -¡¡Por favor señorita me muero de hambre!! ¡¡Ayudeme!! Y su voz se entre cortaba, yo me sentí muy presionada y con cargo de conciencia si no hacia nada, así que rápidamente me metí adentro, agarre la primer ropa que encontré, que era una remerita blanca media ajustada, un pantalón celeste ajustadito y unos tacos bien altos porque no encontré los otros, saque un sándwich de la heladera y baje rápidamente. Mientras seguía escuchando sus gritos de ayuda, baje, salí rápido a abrir la puerta del consorcio, cuando salí no había nadie, me pareció muy extraño así que salí unos metros mas, pero cuando iba menos de un metro una mano me tapó la boca violentamente desde atrás, entre en pánico extremo no sabia que pasaba, el miedo me invadió completamente intente gritar o morderlo pero quien me tenia, tenia mucha fuerza, me volteo y me metió al consorcio nuevamente yendo hacia el departamento, yo intentaba soltarme, pataleaba me sacudía, pero me tenia muy fuerte agarrada.
No sabia que hacer, llegamos al departamento y vi por el espejo que se trataba del mendigo, el que me sujetaba desde atrás fuertemente, entonces ya dentro del departamento me dijo al oído con su asquerosa y mal oliente voz -¡¡Tranquila gatita, me parece que no entendés. Estoy acá porque te vengo a coger toda la noche, me tenés loco yegua, te quiero romper el culo!! ¡¡Te cagabas de risa de mí y me mostrabas tu rico culito, pero ahora lo tengo en mis manos!! Y metió su asquerosa mano en mi hermosa cola. Yo estalle en llantos al escuchar sus aberrantes intenciones, el miedo me sobrepaso no sabia q hacer lloraba desesperada, el me dijo al oído nuevamente -¡Si gritas te mato a golpes! Y luego me empujo fuertemente, cuando estaba por gritar me dio un cachetazo fuertísimo, y otro así me dejo mas muerta de miedo sin saber que hacer, solo llorar. Luego me tomó fuertemente del brazo con su enorme y áspera mano, mientras me decía
-¡¡Todas las noches mirando el mar y con esas ricas tanguitas, me has estado calentado puta!! Yo lloraba, solamente las lagrimas se esparcían por mi rostro, mientras el se baboseaba, estaba aislada en un departamento sin nada para defenderme, el sujeto se debía sentir triunfador, al tenerme absolutamente impotente entre sus manos, era suya, suya para gozarme a voluntad, suya para satisfacer cualquier capricho de sus depravados instintos y desenfrenados deseos. No sabia que hacer el miedo era superior a cualquier cosa, el de pronto me giró y me tomó por detrás fuertemente apoyando todo su miembro en mi cola, se refregaba de lado a lado mientras me decía
-¡¡Estas infernal, putita, tenes un culo perfecto, quiero que lo pares para mí!! Yo escuchaba sus sucios comentarios y no hacia nada, entonces el me dio un golpe diciendo nuevamente -¡¡Vamos para tu culito zorra!! Yo ante el fuerte golpe lo hice sin dudar nuevamente y sentía su bulto que era bastante sobre la delgada tela del pantalón celeste, mientras el disfrutaba teniendo mi cola en popa totalmente. De pronto jaló mi remerita blanca arrancándola, yo sentí mucho miedo estaba solo con mi sostén blanco que rápidamente lo arrancó al no poder abrirlo, sus manos se apoderaron de mis pechos completamente y los comenzó a estrujar desesperadamente, mientras que seguía apoyando su enorme bulto en mi hermosa cola riéndose y diciéndome al oído -¡¡Estás muy buena de verdad. Tenés unas tetas divinas y un culo espectacular. Te voy a perforar toda muñeca!! Yo me moría de miedo sabia que iba a cumplir con lo que decía y le suplicaba contaste mente pero a el maldito solo le causaba risa. El silencio de afuera era espantoso, nadie en muchos kilómetros, el vil sujeto lo sabia, que por mas que gritara era poco probable que alguien me escuchara, el sujeto lo sabia y en esos momentos lo estaba haciendo saber, sabia que en ese momento era como mi dueño, que podía hacerme lo que quisiera, que podía apoderarse completamente de mí, y que sólo me iba a violar cuando y como él quisiera, y cuantas veces quisiera. Eso me daba un bajón emocional que casi me desmayo.
El sujeto de pronto me tomó del pelo y me dijo al oído fuertemente -¡¡Hace todo lo que te digo o te mato a golpes!! Luego jaló de mi pelo fuertemente hacia la pared, el dolor fue enorme, el sujeto me soltó y se apoyó contra la pared, yo estaba muerta de miedo frente a el no sabia que hacer, entonces el sujeto dijo -¡¡Vamos puta de rodillas!! Yo lo hice ante sus fuertes gritos y el miedo me invadió completamente al estar debajo de él, sometida completamente sin saber que se le ocurría hacer al maldito sujeto. Luego se bajó sus pantalones y su slip dejando su enorme miembro colgando, todo sucio y muy gordo, lo tomó con su mano teniéndolo fuerte riéndose, y me pegó con él en la cara, me lo pasó por la nariz, los ojos y luego se detuvo en mis labios, como demostrando su poder. El olor de su miembro era asqueroso y la humillación mas asquerosa todavía. Yo lloraba desconsoladamente sin remedio alguno. Luego me tomó por la mandíbula y a duras penas pudo colocar sólo parte de la gigante cabeza en mi boca, yo no hice nada, entonces el gritó
-¡¡Vamos chupa rápido o te mato!! Yo con mucho miedo obedecí rápidamente y chupaba rápidamente haciéndolo gemir desenfrenadamente. Luego de un largo rato, me sujetó la cabeza, gritó y acabó dentro de mi boca, manteniéndome sujeta a su pene para que ella trague todo. El líquido espantoso me lleno la boca, y como pude saque mi boca de allí, escupiendo mientras que chorreaba su asqueroso líquido blanquecino. Yo lloraba a más no poder, quería vomitar, era espantoso, el sujeto como si nada y rápidamente, él me tomó de la cintura, y me llevó a la cama, con su pene todavía duro, me dijo -¡¡Ponete en cuatro nena!! Yo completamente sometida lo hice, entonces el jaló mi pantalón dejando mi tanguita diminuta a su devoción. Rápidamente comenzó a acariciarme desenfrenadamente mientras que decía -¡¡Que rica estas, estas tanguitas de puta que usas demuestran que te gusta!! Yo lloraba desconsoladamente, pero poco a poco mi cuerpo empezaba a jugarme en contra, de prontos él se acomodó atrás y apuntó su pene a mi vagina. Yo con el último aliento grité -¡¡Noo, por favor!! Pero el maldito sujeto metió la cabezota de un golpe, y seguía metiendo el resto lo que me provocó un grito fuerte
-¡¡Noooooo, hijo de puta me reventaste, me duele sacala!! El tipo riéndose, metió mas hasta el fondo y comenzó a gran velocidad a meter y sacar. Mis gritos eran dolorosos -¡¡Ahhyyyy!! ¡¡Ahhyyyy!! ¡¡Ahhyyyy!! Mientras que intentaba acomodarme, porque cada empujón me tiraba para adelante. Después de seguir con la tortura del vaivén acelerado logré mantenerme, y despacio comencé a moverme para adelante y atrás acompañando su inmundo ritmo. Mis gemidos eran cada vez mas fuertes en cada empujón, mezcla de dolor y un calor extraño que empezaba a sentir todo mi cuerpo y no podía disimular, el sujeto se percató de eso rápidamente y gritaba al mismo ritmo que me embestía brutalmente
-¡¡Pero que puta sos, te gusta que te cojan como a una zorra!! Yo lloraba, pero mis gemidos seguían sin poder controlarlos para su asqueroso placer y seguía gritándome barbaridades -¡¡Ves como te gusta, puta!! ¡¡Querías que te cogiera!! ¡¡Desde el primer día que te vi, querías que te la meta toda!! ¡¡Puta!! ¡¡Tomá!! ¡¡Como te gusta!! Yo me sentí totalmente humillada frente a sus insultos y el vaivén asqueroso que mantenía sobre mi y grite como pude -¡¡Noooooo… no me digas asiiiii… aaaahhhhhh… por favooooor….. Ahhhhhh… ya bastaaaaaaahhhhhhh!! El sujeto siguió con sus violentos movimientos no sé cuanto tiempo, pero me pareció una eternidad, hasta que él volvió a gritar fuerte y acabó dentro mío. Esperó un rato atrás mío y sobre mí, bombeó otro poco, y la sacó, provocándome un dolor y una repulsión total. Luego se levantó para mi alivio, yo me quede tirada, rendida en la cama, el reviso un poco y tiró sobre mi pantalón rosado de gasa ajustadísimo, diciéndome -¡¡Vestite!! Yo rápidamente accedí sin preguntar suponiendo que por lo que me dijo pronto partiría, me levante, me puse el pantalón y el se acercó nuevamente, era enorme, me intimidaba su presencia, se puso bien adelante mío y llevó una de sus asquerosas manos a mis glúteos, apretándolos fuertemente, mientras me miraba libidinosamente y me decía babeando
-¡¡Me mostrás la concha y el culo y te reís de mí desde el primer día, te voy a destrozar puta!! Yo solo lagrimeaba sabiendo que la pesadilla no había terminado aun, de pronto tomó mi mano y la puso sobre su enorme miembro que ya estaba duro nuevamente, yo con bronca y muchas lagrimas en los ojos le dije -¡¿Que carajo querés ahora hijo de puta?! Las palabras me salieron del alma, el resentimiento era enorme, pero me quede muerta de miedo cuando el sucio sujeto contestó sádicamente -¡¡Quiero tu deliciosa colita!! Yo me morí de bronca y grite -¡¡Noooooo, hijo de puta, cualquier cosa menos eso!! Pero el sujeto me giró violentamente y apoyó su miembro sobre mi pantalón y comenzó a refregarlo vilmente, yo peleaba por impedirlo pero el sujeto me tenia fuertemente, mientras que comenzaba a decirme cosas al oído, el muy maldito disfrutaba completamente de la situación diciéndome –¡¡Desde que ví tu hermoso culito, cuando entrabas a buscarme comida, no hago mas que pensar en él, no dormí pensando en mi pene todo adentro de este divino agujerito, y ahora lo tengo aquí totalmente indefenso esperando que lo entierre hasta el fondo!! Yo estalle en mas lagrimas, no podía contenerme ante sus asqueroso comentarios, me superaban, estaba a punto de un ataque de nervios, cuando de repente jaló mi pantalón hasta abajo y me dio un empujón hacia la cama diciéndome –¡¡Volvete a ponerte en cuatro, pero apoyá el pecho en la cama para no irte para adelante!! Yo no lo hice, pero el me levantó de los pelos violentamente y enfurecido, luego me dejó como el quería, con mi cola apuntando hacia arriba, completamente indefenso, me sujetaba fuertemente del pelo sometiéndome a su antojo y me decía burlándose -¡¡Mirá como lo tengo a tu culo, parado, desafiándome para que lo rompa!! Se reía completamente, hasta que se puso detrás mío y dijo
-¡¡No te quisiera asustar mas, pero te digo que te lo voy a romper, porque estoy desesperado por penetrarlo, te voy a bombear peor que por la concha!! Yo cerré los ojos, y pedí un milagro, pero no iba a llegar, puso una de sus manos sobre mi espalda y me apretaba contra el colchón y con la otra empezó a dirigir su enorme y asqueroso miembro hacia mi cola. Empezó a empujar, sentía el calor de su miembro detrás mío, hasta que sentí que la cabeza de su miembro empezaba a romper mi orificio para entrar, solté un grito fuertemente con desesperación -¡¡Noooooo, pará hijo de puta que no entra!! ¡¡AAahhhhhyyyy!! Pero el seguía metiendo ese enorme miembro sin compasión y yo seguía gritando desaforadamente de dolor -¡¡Sacala turro degenerado, aaaayyyyyyyyy!! El maldito enfermo nuevamente como antes empujó violentamente, haciéndome ver las estrellas del terrible dolor, le daba trompadas al colchón mientras abría toda la boca buscando desesperadamente aire. Parecía que me iba a morir, cuando metió todo su miembro en mí, con su boca en mi nuca me dijo burlándose -¡¡Sentila bien yegua que te va a quedar el culo bien abierto!! Y comenzó a meter y sacar violentamente.
A un ritmo acelerado, haciéndome gritar de puro dolor, era impresionante, pensé que me iba a desmayar, gritaba de dolor permanentemente. No podía mas le grité suplicando casi -¡Aaaaaaaahhh!… Aaaaaaaaaaayyy….deja mi culo, por favor me duele!! ¡¡Ya no aguanto más!! El sujeto largo una carcajada espeluznante, asustándome más aun y dijo -¡¿A quién crees que engañas?! ¡¡Sé muy bien que té esta gustando, si me pides que te suelte es para calentarme y que té de más duro!! Y acelero su ritmo mas aun, haciéndome morir completamente de dolor, era insoportable y brutal. Estuvo casi dos horas así hasta que con un grito fuertísimo acabó en mi interior. Luego sacó su miembro, provocándome otro grito al salir la cabeza, y una vez afuera con los dedos le abrió los costados de agujero. Al ver que mi orificio estaba súper abierto, largó una carcajada y dijo -¡¡Que rica estaba tu colita zorra, ha sido deliciosa!! Luego se vistió rápidamente y salió sin dejar rastro, dejándome casi muerta física y psíquicamente, seguí llorando hasta el amanecer.
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Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe”(POR GOLFO)

La entrevista resultó un éxito, Don Julián, el máximo accionista, se quedó encantado no solo por mi currículum, sino por mis respuestas y mi visión de futuro. Y tras un corto proceso de selección, fui contratado como Director General de la compañía.
Durante el primer año, trabajé doce horas diarias codo con codo con el anciano, logrando darle la vuelta a la sociedad. Donde solo habían números rojos y perdidas, con una situación cercana a la quiebra, conseguimos beneficios y lo que es mas importante que los bancos volvieran a confiar en nosotros.
El segundo año fue espectacular, como si fuera una locomotora la compañía se había comido a su competencia y éramos quienes poníamos los precios y las condiciones, no aceptando ya que los clientes dictaran nuestras políticas. Los otros accionistas no se podían creer que tras muchos años palmando dinero, de pronto no solo recuperaran su inversión sino que el valor de esta se hubiese multiplicado.
No fue solo labor mía, Don Julián era un zorro al que solo le faltaba tener un buen segundo que le comprendiera, que aplicara sus ideas, llevándole la contraria cuando no estaba de acuerdo con ellas. Éramos un tándem perfecto, experiencia y juventud, conservadurismo y audacia. Demasiado bueno para perdurar, y el comienzo del fin fue la fiesta que organizó en su casa para celebrar los resultados cojonudos de la compañía.
Nunca me había invitado al chalet que tenía en la zona mas exclusiva de la ciudad, por lo que me preparé con esmero para mi particular fiesta de presentación en sociedad. Por primera vez en mi vida me hice un traje a medida, me corté el pelo e intenté parecer de esa alta sociedad a la que no pertenezco.
Nervioso, por mi falta de experiencia, toqué el timbre de la casa.
Fue la primera vez que vi a Natalia, la hija pequeña del jefe, una preciosidad de veintidós años, recién salida de una universidad americana . Ver a esa hermosura con su metro setenta y cuerpo de escándalo, ya valía lo que me había gastado en vestuario, realmente me había impactado, por lo que apenas pude articular palabra, y tuvo que ser ella quien hablara:
-¿Qué desea?-, me preguntó educadamente.
–Vengo a la fiesta de Don Julián-, le contesté cortado, pensando que a lo mejor me había equivocado de hora.
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Lo que no me esperaba era su respuesta:
–Perdone, pero los camareros entran por la puerta de atrás-.
Menos mal, que en ese momento, mi jefe hizo su aparición y pegándome un abrazo me introdujo en la reunión, porque si no, no sé si me hubiese atrevido a entrar. Como dice el viejo refrán, “la mona aunque se vista de seda, mona se queda”, y por mucho que había intentado aparentar, seguía siendo un chico de barrio. La incomodidad que sentí en ese momento, se fue diluyendo con el paso del tiempo, sobretodo por que gracias al trabajo conocía a la mayoría de los hombres de la fiesta y a un par de las mujeres. Poco a poco fue cogiendo confianza y al cabo de un rato, fui el centro de atracción, ya que era el segundo de la organización y el mas que probable sucesor del jefe en el cargo. Por ello, a nadie le extrañó que me sentaran a su derecha, justo al lado de su hija mayor, Eva.
Durante la cena, tuve un montón de trabajo, teniendo que alternar entre darle conversación al viejo y entretener a su niña. Por un lado, Don Julián me pedía constantemente mi opinión sobre los mas que variados temas y por el otro, la muchacha no hacía otra cosa que coquetear conmigo. Todo iba sobre ruedas, hasta que al terminar, empezó el baile, y sin pedirme opinión, Eva me sacó a bailar. En un principio, rechacé su ofrecimiento pero su padre viendo mi incomodidad me pidió que bailara con ella.
Si Natalia me había impresionado, Eva todavía mas. Rubia, guapa, inteligente y simpática, con unas curvas de infarto, convenientemente envueltas en un vestido escotado que mas que esconder, revelaba la rotundidad de sus pechos y caderas. Cuando bailaba, era una tortura el observar como sus senos seguían el ritmo de la música, y mas de una vez tuve que hacer un esfuerzo conciente para dejar de mirarlos. Ella estaba encantada, se sabía atractiva y para ella, yo era una presa, por lo que como una depredadora tejió sus redes y como un imbécil caí en ellas. Era la mujer maravilla, y yo su mas ferviente admirador.
El culmen de mi calentura esa noche, fue cuando iniciando las canciones lentas, le pedí volver a la mesa con su padre, pero ella se negó y pegándose a mi, empezó a bailar. Al notar sus pechos clavándose en mi camisa, y sus caderas restregándose contra mí, sentí como una descarga eléctrica recorría mi cuerpo. Todo mi cuerpo reaccionó a sus maniobras, y desbocado mi corazón empezó a bombear sangre a mi entrepierna. Ella, al notarlo sonrió satisfecha, y lejos de detener su juego, como una hembra en celo, se las arregló para sin que nadie se diera cuenta y como quien no quiere la cosa, rozarlo con su mano, palpando toda su extensión.
Afortunadamente, cuando casi estaba a punto de cometer la estupidez de besarla, la niñata me pidió una copa, por lo que como un criado obediente, fui a la barra a por su bebida y al volver había desaparecido. Molesto pero excitado, no pude mas que esperarla. Después de diez minutos de espera y viendo que no volvía, decidí ir al baño.
Nada mas entrar y sin haberme bajado la bragueta todavía, unas voces de mujer que venían del jardín, llamaron mi atención. Eran las dos hermanitas, que riéndose comentaban la pinta de rufián que tenía el favorito de su padre, y descojonadas oí como se cachondeaban de cómo ganando la apuesta, Eva había conseguido excitarme. Se me cayó el mundo en ese momento, al darme cuenta de que había sido objeto de una broma y cual era la verdadera opinión de las muchachas. Cabreado, me fui de la cena sin despedirme de nadie.
Al día siguiente, con mi carta de dimisión en el bolsillo, fui a ver a Don Julián, y este al ver mi cara de pocos amigos, me pidió que antes de decirle nada le escuchara unos minutos. Me caía bien el viejo, por lo que en ese momento no me importó esperar, antes de presentarle mi renuncia.
–Fernando, tengo que agradecerte lo que has hecho por mí durante estos dos años-.
“¡Coño! Me va a despedir”, pensé al oírle pensando que algo había pasado para que de pronto cambiara radicalmente su opinión de mí, por lo que sin interrumpirle esperé a que continuara.
–Sé que es mas de lo que un jefe puede pedir, pero me gustaría que me hicieras un favor–
–Lo que usted quiera, Don Julián-, le dije intrigado.
–Mira muchacho, has sabido ganarte mi confianza, eres quizás ese hijo varón que nunca tuve-, algo le preocupaba, y no le resultaba fácil el decirlo,- Como padre soy un fracaso, he criado a dos hijas que son dos monstruos, bellos pero altaneros, egoístas, y creídos, que se han olvidado que su padre viene de orígenes modestos y que se creen tocadas por la gracia divina. Y para colmo, se han buscado como novios a dos inútiles, que lo único que esperan es heredar-.
Algo debía de haber llegado a sus oídos de la broma que me habían preparado el día anterior. Totalmente descolocado, por que no tenía de la menor idea de lo que se proponía le pregunté que quería que yo hiciera, ya que no era mas que su empleado.-Es muy sencillo, quiero que las eduques-, me espetó de pronto.
-¿Y como ha pensado que lo haga?-, le respondí ya totalmente intrigado.
–Ese es tu problema, no el mío. A partir de hoy a las tres, voy a desaparecer con Mariana durante seis meses y solo tú vas a saber donde estoy y como comunicarte conmigo. He firmado esta mañana la renuncia a mi puesto en la empresa, te he nombrado presidente, y aquí tienes el contrato de alquiler de mi casa, solo te pido, que al menos, les des tres días para que se busquen un sitio donde vivir-.
No me podía creer que era lo que me estaba pidiendo, antes de responderle, me entretuve leyendo los documentos que me había dado. En una primera lectura, era un traspaso de poderes, pero analizándolos con detenimiento, eran unos poderes de esos llamados de quiebra, si quisiera le podía dejar de patitas en la calle.
–Jefe, se da usted cuenta de lo que ha firmado-, le dije impresionado.
–Chaval, confío en ti-, me contestó, y sin darme tiempo de protestar me pidió que le dejara solo, ya que tenía muchas cosas que resolver.
“Joder, con el viejo”, pensé, “se va seis meses con su amante dejándome un marrón”. Me sentía halagado por su confianza, jamás me hubiera imaginado el aprecio que me tenía, no podía fallar a una persona que me había dado tanto.
Quise llevarle al aeropuerto, pero Don Julián se negó diciendo que tenía mucho que pensar y hacer, que solo tenía seis meses para llevarlo a cabo. Por mucho que insistí, no dio su brazo a torcer, por lo que me quedé en la oficina rumiando mis planes.
Como me había explicado que sus hijas llegaban todos los días a las nueve de la noche, decidí adelantarme a ellas. Aparqué mi coche en la entrada del chalet, de forma que obstaculizaba el paso al garaje. Lo primero que hice fue darle dos meses de vacaciones pagadas al servicio, con la condición de que quería que se fueran en ese mismo momento. Aceptaron encantadas, por lo que quedándome solo, me tomé mi tiempo en trasladar mis pertenencias a la habitación de su padre.
Me acababa de servir un whisky, cuando las oí entrar despotricando por que alguien había dejado una tartana de coche en el jardín. Venían con sus novios, se les veía muy felices, pronto iban a cambiar de humor al enterarse de mis planes. Al no responderles las muchachas, empezaron a buscarlas por la casa. Pero no hallaron lo que esperaban, ya que al entrar en la biblioteca, me vieron a mi sentado en el sillón de su padre.
-¿Qué haces aquí?, ¿no sabe que mi padre está de viaje?-, me soltó de una manera impertinente Natalia, la menor de las hermanas.
-Si lo sé-, y mirando a los dos muchachos que les acompañaban, les pregunté,- me imagino que sois Fefé y Tony-, al no contestarme supe que había acertado.-Bien, entonces lo que les tengo que decir a ellas, os interesa. Por favor tomar asiento-, no era una pregunta, era una orden. Nadie les había hablado nunca así, por lo que no supieron que contestar, y obedeciendo tomaron asiento.
–Estáis desheredadas-, les solté sin suavizar la dureza de mi afirmación y sin alzar la voz.
Tras unos instantes, en los que la incredulidad inicial dio paso a la perplejidad, y ésta a la ira descontrolada, Eva, la mayor de las dos, me gritó que no me creía. Sin mediar palabra, les extendí mis poderes y una carta de su padre, en la que les decía que se buscaran la vida, que estaba harto de sus tonterías.
-¡No puede hacernos esto!-, dijo Natalia con lágrimas en los ojos.
–Claro que puede, y lo ha hecho-, le respondí, y dirigiéndome a los dos niños pijos, – A partir de este momento, todo es mío, por lo que si esperabais compartir el dinero de ellas, os aviso que éste no existe-.
Si a las muchachas se les había desmoronado todo, a Fefé y Tony (hasta sus nombres eran ridículos), de un plumazo se les había acabado el chollo. En sus caras se podía vislumbrar el desconcierto. Fefé, realmente enojado, le pidió a su novia que le dejara ver los papeles y tras estudiarlos, su semblante adquirió el tono blanquecino de quien ha visto un fantasma.
–Tiene razón-, sentenció el muchacho, –es una donación intervivos, no tenéis nada que hacer. Vamos Tony, dejemos que hablen solas con él, ya que ni tu ni yo tenemos nada que ver-.
Y saliendo de la habitación se cumplió el viejo dicho de que las ratas son la primeras en abandonar el barco. Las dos hermanas estaban juntas en su desgracia, y si sus, hasta entonces, les abandonaban, no podían esperar que nadie las ayudara.
–Las cosas han cambiado en esta casa, para empezar os he anulado las tarjetas, me tenéis que dar las llaves de los coches y si queréis seguir viviendo aquí, vais a tener que ganároslo, para empezar, Eva haz la cena, mientras tu hermana pone la mesa-, les dije con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Cerdo!-, me contestó intentando el pegarme, pero como me lo esperaba, le sujeté la mano y retorciéndole el brazo, la besé en los labios de forma posesiva antes de empujarla al sofá.
-¡Hoy!, no cenas– le espeté y mirando a su hermana le dije:- Natalia haz comida solo para dos, porqué tu hermana quiere irse a dormir– .
Llorando me dejaron solo en la biblioteca, cada una se marchó a donde les había ordenado. Satisfecho, me terminé la copa, degustando el amargo sabor de la venganza.
Cuando la cena estuvo lista, me senté en la mesa disfrutando de cómo la odiosa muchacha me servía. Era una delicia el observarla, con su top de niña bien y su minifalda parecía hasta humana, pero esa belleza de cuerpo encerraba a una arpía. Su padre me había pedido que la educase y eso era lo que iba a hacer.
Me había preparado unos huevos con jamón, mientras ella se iba a tomar un sandwich . Su actitud servil no me cuadraba, pero cuando con el tenedor cogí un poco de comida, en su mirada descubrí la traición.
-¿Qué has hecho?-, le dije cabreadísimo.
–Nada-, me contestó ella nerviosa.
–Comételo-, le dije extendiéndole el plato.
Intentó negarse, pero cogiéndola de la cintura, la puse en mis piernas, y subiéndole la falda, empecé a azotarla. Gritó y lloró como loca, al sentir los golpes en su trasero, creo que mas por la humillación que sentía que por el dolor mismo. No tuve piedad de ella, como llevaba un minúsculo tanga, pude notar como su culo se enrojecía con cada azote. Por mucho que intentó escapar, no pudo, y tuvo que soportar el castigo. No paré hasta que todo su trasero tenía el color de un tomate, entonces y solo entonces la liberé.
-¿Qué has hecho?-, le volví a preguntar.
–Te he echado un laxante-, me contestó llorando.
–Comételo-, le ordené nuevamente. Esta vez, sin dejar de sollozar se metió un trozo en la boca,-Todo, ¡Que no quede nada en el plato!-.
Sabiendo que si no lo hacía, le iba a ir como en feria, se lo acabó sin rechistar. Al terminar me pidió permiso para irse a su cuarto, pero no la dejé diciendo:
–No, bonita. Si te vas, iras al baño a vomitar, y lo que quiero es que te haga efecto–
Tardó tres minutos en hacerlo, los tres minutos mas duros de su vida, ya que como si fuera un condenado a muerte, tuvo que estar sentada mientras su estómago digería el laxante. Al sentir que se venía por la pata abajo, me rogó que la dejara ir al baño, ni siquiera tuve que negarme, porque como si fuera una explosión, por su esfínter se vació totalmente, manchando de mierda sus piernas, la silla y la alfombra.
–Quítate la ropa, y limpia lo que has manchado-.
-¿Aquí?-, me preguntó asustada ante la perspectiva de tener que hacerlo en mi presencia.
–No, en el baño, vete que ya te llevo yo lo que debes ponerte- le respondí, y marchándome al cuarto de servicio, saqué un uniforme de criada. Como no lo encontré de mi gusto, con unas tijeras corté lo que le sobraba, y tocando la puerta, se lo entregué por el hueco que había dejado al abrirla.
-¡Cabrón!-, alcancé a oír antes de que la cerrara. Acto seguido me senté a comerme el sándwich, mientras ella se cambiaba. Fue una espera corta, pero el resultado resultó mejor de lo que me esperaba. Le quedaba estupendamente el uniforme, la poca tela que dejé en la falda, no podía mas que esconder una parte de sus nalgas, dejando al aire todas sus piernas y el pronunciado escote hacía resaltar la rotundidad de sus formas.
Pero fue al agacharse a limpiar la alfombra, cuando caí en la cuenta que no llevaba el tanga, un afeitado sexo, resultado de muchos cuidados, se mostraba glorioso junto con un rosado agujero entre sus nalgas. No me pude aguantar, y acariciando su maltratada piel, le pregunté si le dolía. Ella reaccionó a mis caricias, poniéndose tensa, pero sin retirarse siguió con su labor. Su actitud sumisa me envalentonó, y con la yema de mis dedos, empecé a jugar cerca de sus labios. Ella se dejaba hacer y yo totalmente excitado hacía. Sus piernas se entreabrieron para facilitar mis maniobras y bruscamente le introduje dos dedos en su sexo. La que hasta hace unos minutos creía una mojigata, estaba disfrutando, su cueva manaba flujo, mientras su dueña se retorcía buscando su placer. Mi pene, ya me pedía acción, cuando ella se dio la vuelta diciéndome:
–Si me acuesto contigo, ¿Me devuelves mis tarjetas?-
–No, pero te liberaría de las labores en la casa-.
–Con eso basta-, me respondió y abriéndome la bragueta, liberó mi extensión de su encierro.

-¿Te gusta, Putita?- le dije al oído.
Su rebeldía había desaparecido, todo en ella me pertenecía ahora. Su sexo era todo liquido y su respiración entrecortada presagiaba su placer.
–No me has contestado si te gusta-, le susurré mientras mis dedos pellizcaban cruelmente uno de sus pezones.
–Me encanta-, me contestó.
Satisfecho por su respuesta, la premié con una tanda de azotes en el trasero, mientras ella no dejaba de gritar de dolor e excitación. Pero fue cuando le susurré al oído que esa noche le iba a romper el culo, el momento en que sin poder evitar que brutalmente y reptando por mi cuerpo, se corriera a manos de su ahora peor enemigo.
Todavía con mi pene erecto, la levanté de mis rodillas, y tirando los platos de la mesa, la puse dándome la espalda. Tenia unas nalgas poderosas, duras por su juventud, y enrojecidas por el maltrato sufrido. Solo podía pensar en la forma que me había tratado, en como me habían humillado su hermana y ella con esa broma cruel. Tenía que hacerla ver quien era el jefe, y cogiendo la aceitera, vertí una buena cantidad sobre el canalillo que formaba la unión de sus dos cachetes.
-¡No!, ¡por favor!, ¡nunca lo he hecho!-, sollozó al sentir como un dedo se introducía en su intacto agujero. -¡Dios!-, gimió desesperada al notar como un segundo se unía en la tortura. Y finalmente cuando de un solo embiste, la penetré brutalmente, me gritó que la sacara, que la estaba partiendo por la mitad.
Vano intento, toda mi extensión ya estaba en su interior, y no pensaba parar. Con lágrimas en los ojos, tuvo que soportar que me empezara a mover. Siguió berreando cuando tomando sus pechos como asa, comencé a cabalgarla. Lejos de compadecerme, su actitud me estimulaba. Me excitaba la idea de estar follándome a la hija pequeña de mi jefe pero mas el saber que tenía seis meses para usarla a mi antojo.
Al sentir, como mi propio orgasmo se aproximaba, incrementé la velocidad de mis penetraciones. E inundando todo su intestino, eyaculé dentro de ella. Mis gemidos de placer y sus gritos de dolor se unieron en una sinfonía perfecta, que anticipaba el trato que iba a recibir.
Al sacar mi miembro, mi semen y su sangre recorrieron sus pantorrillas.
-Dile a tu hermana, que quiero que me lleve el desayuno a la cama, me levanto a las ocho de la mañana-, le ordené mientras salía del comedor, dejándola a ella llorando desplomada sobre la mesa.
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Relato erótico: “Descubriendo a Lucía (6)” (POR ALFASCORPII)
– Desnudaos – les ordené.
Después de cuanto acababa de ocurrir, los chicos habían perdido cualquier rastro de vergüenza o timidez. Pedro y Luis se deshicieron de sus prendas, y el primero nos guio a ambos al dormitorio de su madre. Los dos entraron, pero yo me quedé a la puerta al ver que Carlos no nos seguía.
– ¿Tú no vienes? – le pregunté-. Cuento contigo – le dije utilizando un tono meloso que ni yo misma sabía que podía tener.
Sabía que con Luis y Pedro ya tendría suficiente. Aunque su juventud e inexperiencia les hiciera correrse con rapidez, su capacidad de recuperación (precisamente por su juventud casi adolescente) era casi igual de rápida. Y aunque ya me hubiese tragado una corrida de cada uno, sabía con certeza (porque yo también había sido un chico de 19 años), que serían capaces de darme unas cuantas más turnándose para regalarme algún orgasmo que aplacara mi fogosidad. Pero este otro chico también me gustaba, y quería saber qué cantidad de placer sería capaz de proporcionarme. Tres mejor que dos, pensaba en aquellos momentos.
– Tengo novia. Irina… – me contestó Carlos subiéndose la ropa y tratando de vestir su desafiante erección.
Me acerqué a él, y viendo que aunque lo deseaba con todo su cuerpo, el chico no quería llegar más allá por un sentimiento de fidelidad. Estuve tentada de contarle la verdad, pero estaba segura de que tarde o temprano la descubriría por sí mismo, y su reticencia me estaba incendiando más de lo que podía soportar. Le deseaba como se desea una fruta prohibida, y tenía que ser mío.
– Te has corrido en mi boca – le susurré eróticamente en el oído-. ¿Ahora no te gustaría follarme? – añadí pegando mi cuerpo al suyo para sentir la dureza de su falo.
– Jodeeerrrr – resopló cogiéndome de la cintura.
Con la punta de mi lengua acaricié sus labios y mis manos volvieron a soltar el único botón de sus pantalones que había abrochado, para hacerlos caer hasta los tobillos.
– Ella no está – seguí susurrándole-, pero yo sí, y estoy deseando que me folles….
Ya no respondió, era completamente mío. Me tomó con violencia y metió su lengua en mi boca hasta la campanilla, dándome un beso apasionado y visceral. Tiré de su ropa interior, y le ayudé a quitarse la camiseta. Se deshizo del calzado y se dejó guiar de mi mano al dormitorio, donde los otros dos esperaban sentados en el borde de la cama. Le dejé tras de mí, acercándome a él para que volviese a cogerme por la cintura mientras mi culito se apoyaba en la dureza de su asta de bandera.
– Ahora sí que os tengo a los tres… – les dije-. ¿Por dónde queréis empezar? – añadí levantando mis brazos para ofrecerles todo mi cuerpo.
A Luis se le había bajado un poco la erección por la espera, pero con esa invitación, se le puso la verga otra vez como una pértiga. Pedro, que había sido el último en darme su leche, ya se había recuperado, y su reacción fue exactamente la misma que la de su amigo.
– Divina juventud – pensé.
Sentí cómo las manos de Carlos recorrían mi cintura desde atrás, mientras apretaba su dureza contra mis nalgas. Sin girarme, yo le cogí por la nuca, y le ofrecí mi sensible cuello para que depositara en él unos besos que me produjeron escalofríos. En esa posición mi culito se restregaba contra su verga, haciéndome sentir toda su longitud y contundencia. Con mis brazos en alto sujetándole la cabeza, mis pechos se mostraban alzados, aún más prominentes de lo que ya eran, y con sus duros pezones marcándose en mi precioso vestido como el colofón de dos magníficas montañas.
Pedro se levantó, y se acercó a mí para poner sus manos sobre mis tetazas y recorrerlas como si fuera una escultura. Luis se le unió, y poniéndose a mi lado derecho, recorrió mi silueta de perfil metiendo una de sus manos entre la cadera de Carlos y mi culito para agarrarme con fuerza de una nalga.
Me sentí en el paraíso del tacto. Seis manos recorrían mi anatomía acariciando todas mis formas para transmitirme una mezcla de agradables y electrizantes sensaciones. Esos chicos me trataban como a una diosa a la que reverenciar, y yo estaba dispuesta a ser su afrodita para que derramasen en mí el néctar y ambrosía que su mortal juventud podía ofrecerme, volviéndome terrenal con el poder de sus pasiones desatadas.
Mientras sus manos acariciaban todas mis curvas memorizando cada una de mis femeninas formas, sus voces alimentaban mi vanidad regalando mis oídos con toda clase de apreciaciones: “Pero qué buena estás”, “qué pedazo de tetas tienes”, “eres preciosa”, “tienes un culito riquísimo”, y un largo etcétera de piropos de chiquillos excitados ensalzando mi anatomía.
Estaba flotando en un cielo de suaves caricias, pero en mi interior me estaba consumiendo en un infierno de rugientes hogueras de lujuria. A pesar de haber mancillado mi boca y garganta con sus orgásmicos fluidos, parecía como si ninguno de los tres jóvenes se atreviera a dar el siguiente paso, como si me fuera a desvanecer siendo tan sólo un sueño que se esfuma cuando trata de alcanzarse. Por lo que tuve que tomar la iniciativa y tirar del borde de la falda de mi vestido para sacármelo por la cabeza. Me quité también el empapado tanguita, pero no me saqué los zapatos, ya que los tres eran más altos que yo y los tacones me propiciaban la altura perfecta para ser más fácilmente accesible. Cogiéndome de una mano, Pedro, que ya había disfrutado de la visión de mi cuerpo desnudo dos días atrás, me hizo dar un giro de 360 grados para que sus amigos se embebiesen de mi desnudez.
Mi coñito estaba tan lubricado que, sin el tanga, mi zumo de mujer excitada corrió por la cara interna de muslos, inundando el dormitorio con su aroma. El inconfundible perfume de hembra excitada pareció sacar de su ensoñación a los tres jóvenes, haciéndoles ver que era muy real, lo que provocó que me atacasen los tres a la vez como si fueran lobos que rodean a su presa. Pedro me atacó desde el lado izquierdo, punzando con su lanza mi cadera mientras con una mano me cogía de una nalga, y con la otra se llevaba mi pecho izquierdo a la boca. Luis me abordó por el lado derecho, me hizo gemir cuando sentí que dos de sus dedos penetraban en mi vulva y exploraban la humedad de mi entrada vaginal mientras su otra mano me sujetaba del hombro, y su boca atrapaba con voracidad el pecho libre. Carlos me atacó por detrás, sujetándome con una mano por la cintura y atenazando la nalga libre con la otra. Se pegó a mí, y colocó la cabeza de su polla entre mis glúteos, empujando para presionarme con ella, abriéndose paso por la raja que tanto la mano de Pedro, como la suya, abrían estrujando mis redondas posaderas.
Estaba totalmente inmovilizada, y no podía más que disfrutar de las múltiples y excitantes sensaciones que estaba experimentando, dejándome hacer. La boca y mano de Pedro exprimían mi pecho izquierdo, y su forma de mamar de él con gula, llenándose la boca con cuanto volumen podía succionar, conseguían hacer que el sensible pezón ardiese y vibrase cada vez que su lengua lo lamía. Como ya ocurriera la vez anterior que había tenido mis pechos a su alcance, el chico mamó como si quisiera extraer de mí la leche maternal. Su fijación por comerse así mis tetas me hizo pensar que tal vez le recordasen a los bonitos pechos de su madre, Alicia, transformando el innato instinto de ser amamantado en un fetichismo sexual que debía satisfacer.
Luis chupaba mi otro pecho con más suavidad, rodeando el pezón con sus labios y lamiendo la erizada cúspide, dándome unas deliciosas y húmedas caricias, Su mano derecha exploraba mi coño, acariciándome la vulva, masajeándome el clítoris y metiéndome la primera falange de un par de dedos a través de mi abertura. Me hacía gemir con sus íntimas caricias, y a la vez me hacía desear con mayor intensidad el ser penetrada con más profundidad, manteniéndome en un placentero limbo.
Carlos me sujetaba por la cintura mientras su otra mano masajeaba mi glúteo derecho. El izquierdo era propiedad de Pedro, quien me lo acariciaba concentrado en saciar su apetito por mis tetas. La verga de Carlos empujaba con su cabeza la raja entre mis nalgas, alojándose entre ellas para darme la magnífica impresión de tener algo duro introduciéndose por mi trasero, lo cual se había convertido en una de mis sensaciones favoritas, especialmente desde la experiencia con mi cuñado. Los dedos de Luis en la parte delantera me hacían moverme con el placer que me proporcionaban, pero ese atrevido ariete que se friccionaba entre mis carnes, era el que me hacía empujar con mi cadera hacia atrás para que su punta incidiese sobre mi angosta entrada. Deseaba que esa polla me empalase por el culo, pero la ausencia de lubricación lo hacía casi imposible, por lo que disfruté de las continuas presiones sobre mi ano mientras mis manos tiraban de su nuca tratando de atraerlo más hacia mí.
Luis abandonó mi pecho dejándome el pezón listo para rayar cristal, sacó los dedos de mi lubricada cueva de placer, y descendió por mi anatomía acariciando mis muslos con sus manos, mientras su legua recorría el valle de mi vientre tomando rumbo sur.
– Essso essssss – susurré-. Que no puedas volver a beber con: “Yo nunca le he comido el coño a una tía”.
Se puso de rodillas en posición de samurái, y yo abrí mis piernas ligeramente, franqueándole el acceso. Sus labios se acoplaron a mis labios mayores besándolos y haciéndome estremecer, y cuando la punta de su lengua se introdujo entre ellos, suspiré de gozo:
– Uuuuuuffffffff…
Se llenó la boca acariciando mi vulva con sus labios mientras su lengua exploraba la entrada produciéndome un delicioso cosquilleo. Lamió la raja arriba y abajo con algo de torpeza (sólo tenía como referencia la exquisita comida que me había hecho mi amiga Raquel), pero al agradarle mi sabor se aventuró a introducirme su escurridizo músculo cuanto pudo, arrancándome un gemido. Su suave lengua cobró vida propia, y empezó a retorcerse en la antesala de mi vagina, con lo que esta le obsequió manando su zumo en respuesta. El chico aprendía rápido.
Carlos recorrió toda mi espalda con sus manos, provocándome un escalofrío que me obligó a arquear la columna incrustándome la punta de su barrena con tanta fuerza, que ésta venció levemente la resistencia de mi pequeño orificio dilatándomelo para asomarse a su interior. Me ardió el ano, y sentí un calambre que me dejó sin respiración por un segundo.
– ¡Joder! – se me escapó, y ante su reacción retirándose asustado, suavicé el tono-. Así no…
– ¡Lo siento! – contestó-, tienes un culito tan rico que no podía pensar más que en follármelo…
– Uuuuummmm– gemí antes de poder contestar.
Luis seguía mejorando su técnica lingual en mi coñito, y Pedro se estaba dando un festín con mis tetazas, moldeándolas con manos de alfarero y alternando succiones y leves mordiscos de un pezón a otro.
– Dessspuéeeessss – dije entre jadeos-. Uuuuufffff, lubricaaaaahhhh…
Los otros dos me estaban consumiendo de gusto y, para mi sorpresa, Carlos se tomó mi sugerencia/orden al pie de la letra. Se arrodilló tras de mí y sentí eróticos mordiscos en mis sensibles nalgas. Sus manos abrieron el camino y su rostro se situó entre mis redondeces para que la punta de su lengua alcanzase a acariciar la suave piel de mi ojal.
– ¿Ummm? – gemí con sorpresa.
Esa lengua en tan recóndito lugar me brindó unas maravillosas cosquillas afanándose en lamer la estrecha entrada, embadurnándola de saliva, y estimulándola de tal modo, que toda mi piel se puso de gallina con mi espalda arqueándose para ofrecerle a Carlos todo mi culito.
Aquellas tres bocas comiéndome como un manjar de dioses me estaban transportando hacia el nirvana. Mi piel respondía febrilmente a las caricias de aquellas escurridizas lenguas y el incesante masaje en mis pechos, acelerándose mi respiración. Cerré los ojos dejándome llevar por las sensaciones, y agradecí al cielo el haberme convertido en una sensual mujer y brindarme la oportunidad de experimentar aquello. El placer recorría cada una de las fibras de mi ser, hasta que se hizo tan insoportable, que alcancé el clímax en el instante en que la inquieta lengua de Luis dio con mi clítoris haciéndolo vibrar con un lametazo.
– Oooooooooohhhhhhh – grité orgásmicamente descargando la tensión sexual que llevaba toda la noche acumulando.
Inundé la boca del cunilingüista con mis cálidos fluidos y agarré a Pedro de la cabeza para separarle de mis pechos, y unir mis labios a los suyos con el irrefrenable deseo de besar y ser besada. Carlos se levantó, y me abrazó desde atrás cogiendo mis liberados pechos mientras su verga se apretaba contra mi culo haciéndome sentir toda su longitud.
Luis abandonó mi vulva y, succionando el labio inferior de Pedro, aparté a éste con dulzura para tomar a Luis y poder degustar de su boca el intenso sabor de hembra orgásmica, satisfaciendo así a lo poco de hombre que quedaba en mí.
– Eres la cosa más deliciosa que he probado jamás – me dijo tras compartir mis propios jugos conmigo.
– ¿Te has corrido? – preguntó Carlos dándome sensuales besos en el cuello.
– Mmmm, sí – le contesté-. Me habéis puesto malísima entre los tres… aprendéis rápido. Ahora sí que me alegro de haberme quedado.
– ¿Entonces, hasta aquí hemos llegado? – preguntó Pedro mostrando decepción.- Yo quiero follarte…
Su decepción me pareció totalmente injusta, puesto que no sólo había podido disfrutar toqueteándome o comiéndome a placer, sino que también había gozado del sexo oral igual que los otros dos. Es más, él ya me había tenido montada sobre él dos días atrás, por lo que ya había obtenido mucho más de lo que jamás habría imaginado. Sin duda, yo no tenía ninguna intención de dejarlo en ese punto. Una vez que me había lanzado, estaba dispuesta a llegar hasta donde pudiese para descubrir mis propios límites, puesto que cada nueva experiencia no hacía más que abrirme puertas hacia nuevos mundos llenos de placeres. Tenía a tres chicos para mí sola, dispuestos a darme cuanto gustase, y era una oportunidad que no debía desperdiciar.
Su ansia por volver a tenerme, por un lado me resultaba halagadora y estimulante, pero por otro, me indignaba el que pudiese pensar que podía disponer de mí cuando quisiera. Aunque yo hubiera fomentado la impresión de que estaba allí para satisfacer sus deseos y los de sus amigos, la realidad era que quien tenía el control era yo. Esos tres yogurines estaban allí para satisfacer mis propios deseos, por lo que tomé la determinación de dejárselo claro.
– Ni mucho menos hemos terminado. Pero tal vez tú seas el menos indicado para exigir nada – le contesté con el autoritario tono de Lucía “La jefa”.
Pedro se sonrojó como un niño al que han echado una reprimenda, y los otros dos le miraron sin entender nada. Su reacción fue exactamente la que esperaba, su rubor me indicó que seguía respetándome.
– Ahora me voy a follar a Luis – continué cogiendo la dura polla de éste-, y Carlos podrá tocarme… pero tú no.
A Luis se le dibujó una enorme sonrisa en los labios, y Carlos asintió apretándome levemente los pechos. El tono rojizo del rostro de Pedro se hizo más patente.
– Y después voy a follar con Carlos – proseguí-, y Luis podrá tocarme… pero tú no.
Luis se relamió y Carlos me dio un excitante y succionante beso en la sensible zona de mi clavícula derecha.
– Sólo podrás mirar – continué-. Y no podrás masturbarte, porque si cumples estas sencillas órdenes, podrás follarme. ¿Entendido?.
– Sí, señora – respondió dando un paso hacia atrás.
Ejercer ese dominio sobre él me resultó de lo más gratificante. Una cosa era que me comportara como una puta, y otra muy distinta que lo fuera. Yo era dueña de mí y de mis actos, y lo que quería hacer era por mi propia voluntad, aunque me dejase llevar por las circunstancias.
– Vamos, lengua juguetona – le dije a Luis-. Quiero montarte – sentencié empujándole sobre la cama.
Se quedó tumbado boca arriba, con las piernas colgando de la cama y la polla erecta esperándome. Me despegué del cuerpo de Carlos y le hice soltar mis pechos cogiéndole la mano para invitarle a seguirme. Subí a la cama colocándome a horcajadas sobre Luis, y cogí su duro miembro para que apuntase hacia mi húmedo coñito. Carlos, desde atrás, se tomó la molestia de quitarme los zapatos para que estuviera más cómoda, lo que le agradecí agarrándole la cabeza para que mis jugosos labios tomasen los suyos dándole un tórrido beso. Y poco a poco me fui dejando caer, viendo la cara de salido que en ese momento tenía el chico que tenía debajo, y sintiendo cómo el que tenía tras de mí me cogía de la cintura para ayudarme a bajar lentamente. La redonda cabeza rosada que me había hecho tragar más leche que ninguna, fue abriéndose paso entre mis pliegues y penetrándome con suavidad para que mi conejito engullera pausadamente la zanahoria, hasta que se la tragó entera.
– Uuuuufffffffff – suspiré de gusto con Luis haciéndome el coro.
Me quedé sentada sobre él, completamente ensartada, disfrutando de esa sensación, y volví a agradecer al cielo el haberme convertido en una mujer.
– No te imaginas la cantidad de pajas que me he hecho imaginándome que una mujer como tú me montaba así – me dijo.
– ¿Ah, sí? – le pregunté levantando los brazos para echar hacia atrás mi melena – ¿Y qué te parece la realidad?.
– Ufffff… ¡Mucho mejor!. Estás tan caliente y mojada… Y las vistas desde aquí son espectaculares… ¡Joder, es que no me puedo creer lo buena que estás!.
– Gracias – le contesté con una sonrisa-. Pero ahora es cuando empieza lo bueno…
Moví las caderas de atrás hacia delante, recreándome en el gustazo de tener una dura polla dentro de mí. El chico gruñó, y mis potentes músculos vaginales se contrajeron apretando esa dureza que les estimulaba. Comencé un suave vaivén hacia atrás y hacia delante, disfrutando del movimiento de esa verga deslizándose en mi interior como una anguila en una gruta, con mis labios mayores frotándose sobre su suave vello púbico.
– Uummmm – gemí mordiéndome el labio.
– Joooodeeeerr, Lucíaaaa… – verbalizó el muchacho atenazando mis muslos.
De pronto sentí cómo unas manos recorrían mi cintura desde atrás, acariciaban mi región lumbar, y proseguían descendiendo para masajear mi culo en suave movimiento. Con la satisfacción de ser penetrada, me había olvidado por completo de Carlos, que permanecía a un paso de la cama.
– No te cortessss, mmmm… – le susurré girando la cabeza hacia él mientras me clavaba la estaca de Luis en lo más profundo – …acércate.
Se acercó aún más quedándose al borde de la cama, y pude sentir el contacto de su glande en mi espalda. Se agachó un poco, y cogiéndome las tetas me metió la lengua en la boca para enredarla con la mía y devorar mis suaves labios con los suyos. Ese chico besaba realmente bien. Sus besos eran eróticos y apasionados, unos besos que aceleraron el ritmo de mis caderas y que saboreé follándome a su amigo. Sus manos acariciaban mis pechos, recorriendo su contorno, sopesándolos, apretándolos, masajeándolos y estimulando mis pezones con sus dedos.
Las manos de Luis recorrieron mis muslos y caderas para, finalmente, cogerme de las nalgas y tirar de mí consiguiendo que el extremo de su falo me punzase en la máxima profundidad.
Mis gemidos se ahogaban en la boca de Carlos, y este liberó mi lengua y labios para oírlos con claridad:
– Ummm, mmmm, ummmm…
Miré hacia mi izquierda, y me di cuenta que, concentrada en mi gozo de follarme a un jovencito mientras el otro le complementaba con caricias y besos, me había olvidado de Pedro. Mi amigo se había sentado en una silla, y contemplaba la escena haciendo un auténtico esfuerzo por no agarrarse el obelisco con el que me apuntaba.
– Muy bien – le dije-. Sigue aguantando y tendrás tu premio.
– Eres mala – contestó -. Verte follar es el mejor espectáculo que he tenido jamás delante… pero no poder hacer nada…
– ¡Oh! – exclamé de gusto al sentir cómo Luis elevaba su cadera taladrándome con su pértiga – . A este ya le queda poco, sé paciente…
Efectivamente, Luis me apretaba del culo con fuerza. Ya no podía soportar la lenta cabalgada con la que yo me estaba deleitando mientras mis músculos exprimían su miembro, y su cuerpo empezó a pedir más intensidad dándome golpes de cadera con los que me hizo botar sobre él.
– Ah, ah, ah, ah – expresé mi placer con interjecciones.
– Lucía, Lucía, Lucía… – apelaba mi empalador.
Su polla me presionaba una y otra vez con un delicioso repiqueteo en el fondo de mi coño, consiguiendo que la sintiese más intensamente para mi propio disfrute. Aunque para mí era demasiado pronto para llegar al orgasmo, él ya estaba a punto.
Carlos seguía aferrándome los pechos, que ahora botaban en sus manos, y comenzó a susurrarme al oído:
– Haz que se corra, haz que se corra, haz que se corra…
Me hizo saber cuánto deseaba follarme apretando su rabo contra mi espalda, aumentando mi deseo de querer follármelo a él también, así que le aparté las manos de mis pechos y se las entrelacé tras su nuca junto a las mías, de tal modo que me estiré completamente arqueando un poco la espalda para apoyar mi cabeza sobre su pecho. Mis tetas se alzaron y botaron libres subiendo y bajando. Aquello fue lo máximo para Luis, mientras mi coño estrangulaba con crueldad la dura barra de carne que se movía en su interior, los ojos del muchacho se llenaron con la contemplación de mi cuerpo respondiendo a su pasión, grabándosele a fuego en el cerebro la imagen y las sensaciones para explotar en una gloriosa corrida.
– Lucíaaaaaaaaaaaaahhhhhh… – gritó.
Sentí un estallido de calor en mis entrañas, y el placer de su leche escaldándome por dentro fue tal, que a punto estuve de irme con él. Pero el polvo en sí había sido corto, y aún necesitaba más para llegar al clímax.
– Cabrón con suerte… – oí que comentaba Pedro desde su silla.
Mi montura bajó la cadera y todo su cuerpo se relajó mientras resoplaba. Me separé de Carlos y me tumbé sobre Luis para darle un dulce beso en los labios.
– Muy bien, tigre – le susurré al oído-. Ahora deja sitio al siguiente.
Me levanté poniéndome a cuatro patas sobre la cama para que el chico saliera de mí. Obedeciendo mi orden, se deslizó hacia el cabecero de la cama pasando todo su cuerpo ante mis ojos. Cuando sus caderas estuvieron a la altura de mis manos, el aroma procedente de su verga llegó a mi olfato estimulándolo. Olía deliciosamente a sexo, y cuando siguió subiendo la vi aparecer, aún erecta y recubierta de mis fluidos y los suyos; no me pude reprimir, y me sorprendí a mí misma acercando mi boca a ella para envolverla con mis labios y succionarla.
– ¡Diosssssss! – exclamó Luis sintiendo la succión como un placer cercano al dolor.
Me saqué la polla de la boca dejándosela limpia y degustando su corrida mezclada con mi jugo. Una delicatesen que satisfizo a mis papilas gustativas.
– ¡Qué tía! – oí exclamar a Pedro.
Carlos esperaba su turno, pero la impaciencia empezaba a adueñarse de él, así que sentí como me tomaba por las caderas y su glande comenzaba a abrirse camino entre mis glúteos. ¡Cómo me gustaba esa sensación!.
Luis por fin salió de debajo de mí y fue junto a Pedro.
– Ha sido la hostia… – le dijo -. Me voy a pasar toda la vida agradeciéndote el que me hayas invitado hoy a tu casa y me hayas presentado a Lucía. ¡Es una diosa!.
– Lo sé… Pero cállate, que ya estoy sufriendo bastante con sólo mirar…
La lanza de Carlos abrió mis nalgas y su punta alcanzó mi ano. Le resultó fácil, aún tenía la rajita húmeda por su saliva, y cuando sentí que presionaba para perforarme el agujerito, me gustó tanto, que tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para reprimirme y no ayudarle yo misma empujando hacia atrás con mi culo para que me lo penetrase salvajemente. Estaba lubricada por su trabajito lingual de antes, y mi ojal estaba relajado por la cabalgada que le acababa de dar a Luis, por lo que me encontraba preparada para una rica enculada, pero mi coñito se había quedado a medias y pedía más polla que le llenase, así que miré hacia atrás y dije:
– Por el culo aún no… Si quieres cabalgar, antes tendrás que aprender a montar…
– ¡Apunta más bajo, chaval! – le dijo Pedro con envidia e impaciencia.
Carlos no dijo nada, es cierto que tenía mi culito a punto y dispuesto, y a pesar de mi negativa podría habérmelo perforado y yo lo habría aceptado con gusto, pero aunque me tenía a cuatro patas, a su entera disposición, su voluntad se doblegó a la mía.
Sentí cómo su glande se deslizaba hacia abajo y encontraba mis abultados labios mayores. Penetró suavemente a través de ellos, y estos lo envolvieron invitándole a continuar con su avance.
– Uuuuffff – suspiró sintiendo la humedad y el roce en su suave piel.
Su cadera sucumbió a la placentera sensación y, con un espasmo reflejo, arremetió repentinamente haciendo que todo el tronco de su dura verga me invadiese, clavándomela entera con un delicioso azote de su pubis en mis nalgas: “¡Plas!”.
– Uuummmm – gemí de puro gusto acompañado de un gruñido suyo -. Eso essss, móntame.
El chico de la novia rusa no necesitaba más indicaciones. Sacó lentamente su sable de la vaina que era mi cuerpo, arrastrando por mi interior su longitud y estimulando con su gruesa punta una rugosa región de mi vagina desconocida para mí, proporcionándome tal placer, que llegué al borde del orgasmo. Los brazos me flaquearon y tuve que apoyar mi cabeza sobre la cama, quedando todo mi coñito expuesto a él para su deleite y el de los dos espectadores que observaban con muda fascinación. Resoplé por la fuerte impresión de esa sobreexcitación tan repentina, y sentí cómo las manos de Carlos subían de mis caderas a la parte más elevada de mi culo en pompa, agarrándome de las nalgas como si fueran unas riendas a las que aferrarse antes de incitar al galope…
Y me arreó. Me dio una embestida con tal violencia que su polla me penetró salvajemente hasta que se clavó en mis profundidades y su pelvis me golpeó el culito, empujándome para que mi cara quedase pegada al colchón mirando hacia los otros dos chicos.
– ¡Aaaaaaaaaaahhhh!h! – grité extasiada.
– Joder, ¡qué bestia! – exclamó Luis mirándome alucinado, con Pedro a su lado mordiéndose los labios y haciendo un sobrehumano esfuerzo por no masturbarse a conciencia.
No tuve tiempo de reponerme, porque Carlos me cogió con ganas y empezó a bombearme el coño repetidamente, a un ritmo tan frenético que me hizo jadear mientras me tenía postrada con mi rostro hundido en la cama, sintiendo cómo su ariete entraba y salía de mi chorreante coñito en endiablado frenesí.
El cabrón follaba como un conejo, y me estaba matando. Mis pechos rebotaban como locos sobre la cama, su cadera golpeteaba mis nalgas mientras sus manos casi me clavaban las uñas en ellas, y su glande repercutía insistentemente en mis adentros, haciendo que mi goce fuera in crescendo hasta hacerme explotar en un brutal orgasmo con el que aullé como una loba en celo en noche de luna llena. El clímax alcanzó unas cotas a las que aún no había llegado, siendo increíblemente intenso, pero a la vez, extremadamente corto.
– Qué pedazo de cabrón – comentó Luis-, ha hecho que Lucía se corra. Claro, como ya se la había dejado yo a punto…
– Calla – le contestó Pedro-, que al final veo que no llego a mi turno. Y yo sí que voy a hacer que se corra…
Carlos no me dio tregua, y siguió follándome al mismo ritmo, reiniciando mi ciclo de placer para ir entonándome nuevamente.
Conseguí hacer fuerza con las palmas de mis manos sobre la cama y pude estirar los brazos para incorporarme y quedarme nuevamente a cuatro patas, guiñándole un ojo a Pedro, con lo cual casi se me derrite. Al levantarme, mis músculos vaginales estrangularon con tanta crueldad la barra de carne que los abría, que mi particular conejito de pilas alcalinas no pudo soportarlo, y se corrió dentro de mí llenándome con su cálido semen en una última embestida que me obligó a esforzarme para no volver a dar con mi cara contra el colchón.
Al sacarme la polla, tuve la sensación de vacío que me indicaba que seguía excitada y necesitaba más para estar completamente satisfecha. El chico se había portado bien, y aunque, al igual que su predecesor, se había corrido bastante rápido, me había provocado un intensísimo aunque breve orgasmo, por lo que ya estaba lista para más, y Pedro estaba mordiéndose las uñas esperando su turno para dármelo. Sin duda, el poder disponer de esos tres casi adolescentes para satisfacerme y complementarse, era un auténtico lujo que debía aprovechar.
Me giré poniéndome de cara a mi jinete, que resollaba mirándome con su instrumento aún erecto a mi alcance, recubierto por nuestros fluidos mezclados. Así que, como ya hiciera con su amigo Luis, no pude reprimirme en degustar esa selecta mezcla de sabores en mi paladar, por lo que me metí toda su verga en la boca haciéndole gruñir mientras se la chupaba, dejándosela totalmente limpia.
Me puse en pie para dirigirme al que me faltaba, mi postre tras un ligero entrante y un buen segundo plato. Al recuperar la verticalidad, sentí cómo el néctar que acababa de paladear sobre la piruleta de Carlos, rebosaba de mi coñito y resbalaba por mis muslos. Tomé al jovencito de la cabeza, y tirando de él hacia abajo le susurré: “Cómetelo”. Obedeció sin dudar, arrodillándose para lamer la cara interna de mis muslos produciéndome un maravilloso escalofrío que se transmitió por toda mi columna vertebral. Recorriendo el rastro dejado por la mezcla de zumos de fruta de la pasión, subió hasta mi carnosa vulva besándola e introduciendo su lengua entre sus pliegues para libar de ella.
– Mmmmmm – gemí.
Tuve que sujetar su cabeza y obligarle a detener su trabajito oral tirando de él hacia arriba, podría hacer que me corriese en su boca, y tenía una dura polla esperando con impaciencia para penetrarme. Se levantó obedeciendo mis deseos.
– Sería un buen esclavo – pensé-, si yo quisiera ser su ama…
La imagen de una explosiva Lucía dominatrix ataviada con sugerentes prendas de cuero negro se materializó en mi mente, y como consecuencia, el resquicio masculino que en ella quedaba, confinado en un oscuro y distante rincón de mi ser, se corrió con sólo contemplarla.
Mis labios fueron al encuentro de los de Carlos, y nuestros sabores se fusionaron en un tórrido beso. Qué bien sabían nuestros orgasmos en su boca, cómo me ponía su forma de besar…
– Lucía – oí la voz de Pedro a mi derecha-. No puedo más, levántame el castigo…
Aparté suavemente a Carlos a un lado, e invité a Pedro a acercarse a mí para ocupar su lugar. Agarré su tremenda erección con una mano, y le susurré al oído para que los otros no lo escuchasen:
– El otro día te follé yo a ti… Ahora quiero que seas tú quien me folle a mí.
– Es lo único que quiero desde que te conocí – me contestó agarrándome del culo con firmeza.
Me atacó con fiereza, atrapando mis suaves labios entre los suyos para devorarlos y meterme la lengua hasta casi tocarme la campanilla. Rodeé su cuello dejándome llevar por su ímpetu, y su cuerpo se pegó al mío hasta aplastar mis pechos contra su pecho e incrustar su asta en mi abdomen haciéndome sentir toda la extensión de su empalmada. Mientras nos besábamos, me restregué contra su mástil, posicionándolo y sintiendo su dureza en mi vulva, hasta que él directamente lo agarró y apuntó con la gruesa cabeza para acariciarme el clítoris con ella y recorrer toda mi entrada embadurnándose con mi jugo. Esa agradable sensación me hacía pedir más de él, aunque no me fue necesario decírselo. Me tomó de un muslo obligándome a levantar la pierna y ponerla sobre su cadera mientras esta empujaba para que su glande penetrase entre mis labios vaginales, alojándose entre ellos. Intentó metérmela entera así, pero la postura lo impedía, así que tiró de mi otro muslo para que me subiese sobre él.
Me colgué de su cuello y él me alzó del suelo abriéndome de piernas y colocándomelas alrededor de su cintura. Aguantó mi peso flexionando ligeramente las rodillas y poco a poco me fue dejando caer para que me deslizase sobre su barra de carne clavándome en ella. Suspiré sintiendo cómo el grosor de su polla expandía las paredes de mi coño, y una carcajada de satisfacción se me escapó al corroborar con mis propias carnes que Pedro tenía una verga más gruesa que la de los otros dos.
– ¿De qué te ríes? – me dijo con el esfuerzo de seguir aguantándome en vilo.
– De lo que me gusta tu gorda polla – le susurré al oído-. ¡Clávamela! – grité para que también lo oyeran los otros dos.
Me dejó caer más y estiró sus piernas para, por fin, ensartarme completamente.
– Uuuummmmm – gemí mordiéndome el labio.
– Joder, tío, se la ha metido de pie – le comentó Luis a Carlos.
– Y mira cómo goza ella – le contestó éste-. Qué cara de gusto…
– A mí ya se me empieza a levantar con sólo ver cómo se muerde el labio… – concluyó Luis.
Me quedé mirando fijamente a los ojos de Pedro, y éste me hizo dar un pequeño salto sobre su lanza, dejándome sin respiración. Él jadeó e intentó repetir el movimiento, pero atenazando mis piernas a sus caderas se lo impedí.
– Me encanta – le dije-. Pero si no nos apoyamos en ningún lado acabarás haciéndote daño en la espalda. Túmbame en la cama y fóllame a gusto.
Sin que saliera de mí, bajé mis piernas por las suyas, pero no pude llegar al suelo, pues era unos diez centímetros más alto que yo, así que seguí colgada de su cuello hasta que, de pronto, me hizo caer sobre la cama y terminé arrastrándole conmigo.
– Aaaaaauuuuhhhh – aullé de gusto.
Sentí todo el peso de su cuerpo sobre el mío aplastándome, pero lo que me hizo aullar fue el magnífico gustazo de su pértiga dando con el fondo de mi gruta. Nos acomodamos, levantándose él con los brazos para dejarme respirar, y empezó a empujarme suavemente con las caderas.
Me encantaba cómo su polla me dilataba y se movía dentro de mí estimulando mi cueva para que ésta acogiese al invasor estrangulando su longitud. Su pelvis me masajeaba el clítoris con cada empujón, proporcionándome destellos de placer que me hacían aferrarme a sus caderas con mis piernas para sentirlo con más intensidad.
Agarré su joven y duro culo, y clavé mis uñas en él, incitándole a que me empujara con más fuerza, que me incrustase su verga más adentro, que me hiciera sentir toda su longitud sacándola casi entera de mí para volver a metérmela a fondo, invitándole a compartir conmigo la deliciosa sensación de toda esa pétrea carne deslizándose por mi cálido interior como una anaconda en su húmedo refugio. Y así le marqué el ritmo de un pausado sube y baja de sus caderas con el que me deleitó haciendo que la gruesa punta de su taladro apareciese de entre mis rosados labios vaginales para volver a perforarme con ella, recorriendo el túnel y frotándose por su paredes hasta tocar fondo y presionarlo.
– Uuuuuummm, aaaaah, uuuuuuummmm, aaaaah… – me hacía gemir y jadear con cada entrada y salida.
Con mis uñas marcándose en la piel de sus glúteos en cada bajada, y relajándose en la subida, le di la pauta que debía seguir para follarme lentamente y que el placer se acumulara en nuestros cuerpos experimentándolo en su máxima extensión. Tras dos polvos más o menos apresurados, quería recrearme en el hecho de ser penetrada, quería sentir claramente la forma del glande entre mis labios y cómo iba entrando lentamente, con mis músculos recibiéndole en una oleada de placenteras contracciones mientras toda la longitud de esa gruesa polla era acogida en mi interior para llenarme.
Pedro estaba demostrando tener más aguante que sus compañeros para poder proporcionarme lo que en ese momento necesitaba. No es que fuera más diestro en el sexo o superior físicamente a los otros, era prácticamente igual de inexperto e impetuosamente joven, pero yo ya tenía claro que ese día se había dado un homenaje manual pensando en mí, y eso estaba propiciando el que pudiera regalarme varias penetraciones tan lentas y profundas, que yo podía disfrutar cada una de ellas individualmente.
Luis y Carlos nos observaban en silencio, sabiendo que el severo castigo al que yo había sometido a Pedro, acatándolo este estoicamente, le concedía el privilegio de tenerme para él solo en ese momento.
Tras un glorioso tiempo de pausado y profundo mete-saca, los dos ya necesitábamos aumentar el ritmo de las penetraciones para empezar a descargar la adrenalina que se había ido acumulando en nuestros cuerpos con ese relajado sube y baja de caderas. El chico se incorporó sentándose sobre sus talones mientras me sujetaba firmemente de las caderas, tirando de ellas sin sacar su miembro de mí. Esto hizo que su músculo hiciera de palanca en mi interior, presionándome en mis más recónditas profundidades con tal intensidad, que me dejó sin aliento por la impresión y el increíble placer que me proporcionó. Estuve nuevamente el borde del abismo, aunque sólo fue un atisbo fugaz.
– Te ha molado, ¿eh? – me preguntó desde las alturas al ver mi cara de sorpresa y gusto.
– ¡Uuuuufffff!, me ha encantado… Por un momento he pensado que podías levantarme con la polla. Ha sido increíble…
– Eres la tía más cachonda que he conocido nunca … ¡Cómo me gusta follarte, Lucía!. Quiero matarte a polvos…
– Pues hazlo – sentencié mordiéndome el labio.
Sujetándome por las caderas, comenzó a manejar mi cuerpo para que su palpitante verga me penetrase una y otra vez, haciendo que nuestros pubis se fusionaran atrayéndome hacia él. La postura hacía que sintiese el golpeteo constante en mi vulva mientras su glande me perforaba hasta el abdomen, por lo que no podía parar de jadear con cada embestida como si estuviese corriendo en una maratón. Era un juguete en su poder, un instrumento que utilizaba para darse satisfacción marcando él el ritmo de las embestidas que a ambos nos hacían vibrar.
Mi culito estaba sobre sus muslos, frotándose adelante y atrás, y mi espalda arqueada de tal modo, que sólo mis brazos, hombros y cabeza permanecían apoyados sobre la cama. Sentía mis pechos bailar como dos grandes masas de gelatina coronadas con puntiagudos pezones que, desde mi perspectiva, se asemejaban a las cumbres del Himalaya apuntando hacia el cielo. Cogí las dos bamboleantes masas, y me las acaricié y masajeé descubriendo que eso exacerbaba el placer y lo extendía por cada fibra de mi cuerpo.
– Joder, cómo me mola cuando las tías se soban así las tetas – oí que comentaba Luis.
Pedro estaba aumentando el ritmo de sus acometidas, atrayéndome hacia él con una violencia y velocidad que me estaban haciendo enloquecer en un maremágnum de gemidos, jadeos e incluso pequeños gritos. Mis manos se afanaban estrujando frenéticamente mis pechos, y las contracciones de mi vagina se sucedían tan rápidamente, que todo mi coño ardía extendiéndose su calor por cada milímetro cuadrado de mi piel en febril delirio. Estaba a punto, estaba tan a punto, que ya necesitaba liberarme de la carga de placer que saturaba todos mis sentidos. El mundo giraba en torno a mí y sentía que me despegaba de la realidad, hasta que, de pronto, Pedro detuvo su vertiginoso ritmo, me dio tres violentas y profundas estocadas, y gritó:
– ¡¡¡Diooooooossssssss, Lucíaaaaaaaaaaa!!!.
Su corrida escaldó mis profundidades, y actuó como un perfecto catalizador para desencadenar la reacción que me elevó hasta los campos elíseos del orgasmo femenino. Sin voz, en mudo grito de satisfacción, mi columna vertebral se contorsionó, y me corrí por tercera vez aquella noche.
Me relajé apoyando toda mi espalda sobre el lecho, y Pedro salió de mí dejándome tumbada. A cuatro patas subió por mi cuerpo, y cuando su polla, aún dura, llegó a la altura de mi rostro, bajó la cadera, me colocó la brillante punta sobre los labios, y me penetró la boca sin contemplación. Degusté la mezcla de fluidos sobre su piel, y al succionar mientras me la sacaba de entre los labios, me obsequió con un leve lechazo que regó mi lengua para alimentar mi recientemente descubierto vicio.
Estaba haciendo realidad las fantasías que como hombre había deseado cumplir con una mujer. Ahora yo era esa mujer, y mi nueva realidad estaba superando con creces a cualquier fantasía.
CONTINUARÁ…
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Relato erótico:” La cuñada de mi compañera” (POR ELMISMO)
LA CUÑADA DE MI COMPAÑERA
La cuñada de mi compañera se llama Mercedes y tiene 33 años, y una hija de 15 años que se llama Ainara, por supuesto esta casada, y su marido Francisco, tiene 37 años.
Son un matrimonio casi perfecto, por que solo cuenta y se hace lo que ella quiere y como quiere.
Mercedes, es una mujer, que va de progre, liberal y sexy. Pero es una autentica caprichosa, que solo disfruta siendo ella el centro de todo y cuando todo se hace según ella quiere y decide, cuando a ella le apetece y como le apetece.
Ya he dicho, es muy sexy, es algo natural en ella, y cuando se esfuerza, es una calienta pollas excepcional; no puedes quedarte indiferente a sus “coqueteos”
Como mujer no esta mal, mide unos 165 cm, cintura de avispa, pechos grandes y culo muy bien formado, piernas largas y torneadas. Guapa de cara con unos ojos claros que ni son grises, ni verdes, ni azules, su color es indefinido, pero oscila entre esas tonalidades y su boca casi grande para el ovalo de su cara, destaca entre unos pómulos muy marcados y una barbilla alargada; resulta sobretodo atractiva.
Viste muy convencional, aunque resulta muy sexy, faldas normales siempre con aberturas, si son amplias, dos y si son estrechas una, que siempre dispone muy estratégicamente, de forma que los ojos se van y están pendientes de la abertura. El pecho y la cintura siempre muy prietos, yo diría que con una o dos tallas menos en el sujetador y los jerséis sobretodo, pero luego siempre por encima, camisa o chaqueta amplia, una o dos tallas mas, de forma que se disimula y solo aparece cuando ella decide mostrarlo. En invierno siempre con zamarras o chaquetas largas o abrigos muy largos bastante amplios; que pocas veces se quita, pero siempre por debajo enfundada en prietas mallas de licra y tops, jerséis o sudaderas muy ajustadas. Muy pocos hombres le negarían un favor, incluso mas de una mujer tampoco.
La miran, o se hace mirar, eso si con gran naturalidad, igual por hombres que mujeres.
Pero como he dicho es muy caprichosa.
Yo soy dominante por naturaleza; de hecho he tenido una relación dominante con mi anterior pareja, mujer ya que estuve casado, aunque ahora mi relación es de lo mas normal. Pero a ella no la puedo aguantar, por que siempre, para conciliar la vida familiar, hay que hacer lo que ella quiere.
No nos resultamos mutuamente simpáticos, por no decir que nos somos claramente antipáticos. Yo lo disimulo todo lo que puedo, pero ella se esfuerza por todo lo contrario. Menos mal que yo, por carácter, paso olímpicamente de mujeres como ella. Y eso a ella la saca de quicio y se esfuerza todo lo posible para machacarme, y hacer evidente que le caigo mal y que soy una mierda; cuestionando mi hombría y dejando entrever que si estoy con su cuñada es por que a ella le doy pena, y yo no tengo otra cosa.
Así después de cuatro años de relación, de esto hace ya 7 años, en Navidades, durante la cena de Nochebuena, surge el contacto o se abre la puerta de la forma mas extraña y antinatural, para que ahora ella se haya convertido en mi sumisa, en mi esclava, que solo hace aquello que yo deseo y le mando o incluso solo le tengo que insinuar.
Por que cuento esto ahora, pues bien, por que lo mismo que antes, cuando una relación de esclavismo o sumisión sexual, llega a los limites mas extremos acaba estallando y haciéndose visible, es decir acabando al ser de conocimiento publico, y teniendo que cambiar de aires, por que todos te dan la espalda, por que has conseguido todo lo que ellos, muchas veces, ni consiguen soñar aunque lo deseen con toda su alma; y por otro lado, aunque desearían ser tus aprendices, están aterrorizados, con la idea de que puedas someter a las mujeres de su entorno mas próximo.
Pues como decía, durante la cena de Nochebuena, a Mercedes, se le ocurrió, hablando de su tío, en aprovechando las fiestas, hacerle una visita y pasar unos días con el.
Su tío vive en Gerona, es soltero y tiene muchísima pasta, tiene una masía en la zona de Roses, hacia las ultimas estribaciones del pirineo que es un primor y un piso esplendido en plena rambla de Gracia en Barcelona. Un hombre mayor, en aquella época ya tenia 77 años.
Y todo surge al decir mi compañera que yo tenia que ir a Barcelona una semana, por motivos de trabajo, la semana siguiente de Reyes.
Se le ocurre la brillante idea de ir a visitar a su tío como regalo de Reyes, y volver con un buen regalo ella.
Hace todos los planes, tema monográfico en la cena; aunque su marido, le dice que el no puede ir por motivos de trabajo, y lo mismo le pasa a sus padres, que son otros de los fieles lacayos de ella; ya que aunque no es hija única ya que tiene dos hermanos, hermano y hermana para los efectos es como si no existieran.
Mercedes a lo suyo, planifica el viaje y sin mas, toda la noche su película. Va a hablar con su tío, y decidirá si sale el día 27 y esta hasta el día 2 de enero, ya que Francisco la ira a buscar el día 31 y pasaran allí la Noche vieja; o ira el día 2 y estará hasta el día 7 de enero, que la ira a buscar su maridito el día 6 que no tiene que trabajar. La niña ya es mayor y su madre, es decir la abuela la cuidara; que hablara con el tío el día de Navidad y cerrara el calendario. Con el tío, no es caprichosa, pero si muy mimosa, dice su madre, ya que el es muy bueno con ella y le hace regalos impresionantes, pero rechaza profundamente a la gente caprichosa.
El día de Navidad, sigue con su película. Ya ha hablado con su tío; el esta ahora y hasta la despedida de año en la masía, ya que le encanta la nieve y esta todo nevado, casi completamente aislado, el en la Masía y el matrimonio que se la cuida en la casita de jornaleros, para cuidarle en lo que se le antoje y cuando se le antoje, que para eso paga, pero sin que le molesten, a su disposición, pero lejos, que ni lo escuchen, ni que les escuche. Así lo describe Mercedes.
Y por supuesto, Mercedes, esta toda contrariada, por que sus planes del día anterior se han estropeado, ya que el acceso a la Masía es en coche, y el tío no se ha ofrecido a ir a buscarla a Gerona. Y el pobre Francisco, no puede trabajar y llevarla, pues desde Santander hasta Gerona ida y vuelta sin parar, no le da, para desde que sale de trabajar volver a la hora de trabajar otra vez.
Ella, yo no se porque, la toma conmigo, como si yo fuera el culpable, solo porque yo digo, que si no puede ser la alternativa A del día anterior, ella ya había previsto la alternativa B también. Así que queda, el 2 de enero se va y vuelve el día 7 y en paz; incluso y de la forma mas inocente digo: que la puede llevar Francisco el día 1 de Enero y así aunque este en la masía el tío, ella puede ir con el, aunque no la valla a buscar a Gerona. Y, por la boca muere el pez, nunca digas nada dándolo por hecho, para que se vuelva irrealizable, ni des algo por desecho, para que sea completamente realizable al instante siguiente.
Hubo de todo, menos tiros, la comida fue mas un funeral que una celebración. Tuvimos que aguantar a la niña, y digo niña, por que y le saco 15 años de diferencia, toda la comida y encima quedarnos a la tarde para consolarla; y todos eran pocos a consolarla, su madre, su hermana, sus cuñadas, mi compañera incluida.
Y como los imposibles, o desgracias no vienen solos, a mi que estaba de vacaciones, el día 27 me llega un correo electrónico cambiándome la fecha del viaje, del 7 de enero, me lo adelantan al 3 de enero, para concluir el día 5 y sino continuar el día 7.
Yo cuando recibo el correo, me pillo un cabreo, ya que me jode las vacaciones navideñas, y además Nieves mi compañera no podrá acompañarme, ya que empieza a trabajar el día 2 de enero.
Cuando se lo digo a Nieves, lo primero que me dices, que no se puede uno reír de las desgracias ajenas, que después se convierten en las nuestras.
Yo que ni entiendo ni me imagino de que va; me quedo todo extrañado, y le digo de mala leche, ni que lo estuvieses deseando, para quedarte sola a complacer a la borde de tu cuñada. Y ella con una carcajada, me responde: haber si el que va a tener que complacerla eres tu.
La semana, sigue de fiesta, y de putamadre, de compras, de comidas, de cines y de reuniones, no da para mas. Estoy mas relajado cuando estoy trabajando; y eso que me suele decir que con mi trabajo la mayoría, acabarían reventando como una olla exprés sin válvula de escape.
Y llega el gran día, Noche vieja, con los amigos, desde primera hora de la tarde, hasta las 10 de la noche del día de Año nuevo, nos hemos cogido una casa rural en Fuente De, desde el día 30 hasta el día 2.
Primer tropezón, Nieves, me dice que el día 31, ya que no vamos a estar a la noche, el 30 tenemos cena con su hermano y sus suegros.
Segundo tropezón, llegamos a cenar, perdiendo un día con los auténticos amigos, y Mercedes esta de un humor de perros, por que su tío, ha decidido continuar en la masía hasta el día 7 u 8 de enero, disfrutando del aislamiento que es casi total en la masía. Y ella no puede ir, ya que el tiempo es malísimo y Francisco, su marido, no se atreve a llevarla en el coche, y ella tampoco se fía de el, porque es un inútil conduciendo, que se pierde hasta con GPS y además su coche es pequeño y no esta preparado para viajar con este tiempo de temporal.

Cuarto tropezón, durante la cena de Nochevieja, a Nieves, no se le ocurre mejor cosa, que comentar el cambio de mis fechas de viaje al día 3 de enero en lugar del 7 previsto, fastidiándome la semana de vacaciones, el descanso previsto, y lo que mas me fastidiaba a mi que era el romper la planificación hecha. Y todo para consolar a Merceditas, que estaba dándonos la noche, con el desconsuelo de su viaje cancelado.
Se desata la tormenta, y viene la caída en vertical.
El día de Año Nuevo, Mercedes estaba feliz y radiante en la comida, tanto, que le comente a Nieves, tu hermano merece un monumento, menudo polvo que le ha echado a su mujer esta noche, la ha puesto en la gloria, mira que cara trae, y además esta de un cariñoso subido, dando besos a diestro y siniestro, acompañados de dulces palabras; haber si hay suerte y acaba el año como lo empieza. No acababa de decirlo cuando se acerco a nosotros y me planto dos besos en la cara, bueno uno en todo el morro y con boca abierta, debido a mi sorpresa, y a pesar de que de un modo reflejo, yo bese su boca, sorprendiéndola también, en aras a que todo era algo inocente y no premeditado, no dijo nada, ni mostro señal de disgusto.
Nieves se apresuro a decirme que no me podía quejar, que la reina casi me había dado un beso de tornillo, ella no se había dado cuenta de que aunque era una situación fruto de la casualidad, yo de manera refleja, le había dado un carácter sexual profundo, aunque no intencionadamente.
Quinto tropezón, y como colofón de los postres. Mercedes, le pregunta a Nieves, si ella tendría inconveniente en que ella, Mercedes, y yo pasásemos 2 ó 3 días juntos. Y Nieves, de mala pipa, le respondió, le había tocado la fibra mas sensible, que ningún inconveniente, como si era si salir de la cama; que el que podía poner o no inconvenientes era yo
Mercedes, toda cariñosa y muy mimosa, le respondió, en vez de dándose por ofendida, disculpándose y pidiéndole perdón, por la pregunta, mejor dicho, según ella, por la forma de plantear la pregunta. Yo intuí el temporal, la catástrofe y trate de mediar, diciendo que no tenia importancia, que el destinatario de la puya era yo y que estaba suficientemente acostumbrado para tomármelo a mal.
Mercedes, como si yo no existiera, se levanto de la mesa y se acerco a Nieves y le dio un beso y le hizo cuatro carantoñas, añadiendo, no me he explicado bien, lo que yo quería decir Nieves era:
Si podrías convencer a tu novio, que ya que tiene que ir a Barcelona el día 3, para que me acercara a la masía del tío, que esta entre Camprodon y la Alta Garrotxa, cerca de Figueres y Rosas y me recoja a la vuelta, el día.
Nieves, muy hábil, pero con algunas personas nunca se es lo suficientemente hábil, le dijo, seguro que ni yo ni el tendríamos ningún inconveniente, pero para ese “pequeño” desvió o rodeo, necesitaríais salir ya, ya que Miguel tiene que estar en Barcelona el día 3 antes de las 10 de la mañana de mañana.
Y la muy zorra de Mercedes, me pregunta, ¿Ya me llevaras?; y añade, yo ya lo tengo todo preparado.
Francisco tímidamente dice, eso es mucho esfuerzo, además el tiempo es de perros, hay un temporal de nieve impresionante, incluso no se si podréis llegar, y a buen seguro que harán falta cadenas.
Y la cosa se complica, Nieves me mira y dice cómplice, a José se le da muy bien la nieve y el frio, los maneja por igual de bien, aquí esta la prueba, y seguro que no tiene ningún inconveniente.
Me coge del brazo y me separa y dándome un beso, me dice en plena boca, llévala por favor, hazlo por mi, dame esa satisfacción, una semana tranquilos todos, y si vienes dentro de 2 semanas mejor que de una, ya te recompensare.
Y como frase lapidaria, me dice y si la jodes bien jodida, eso si que no proteste, no diré nada y te dejare que la jodas todo cuanto quieras, como si quieres embarazarla, esto ultimo era en referencia a que le respondiera a sus pullas, dejándola incluso en ridículo, algo que yo ya le había comentado a Nieves que me gustaría hacerle a Mercedes, y Nieves siempre me respondía con lo mismo, si la jodes y se da por jodida, tu y yo acabamos.
Volví a decir, lo que quieras cariño, y mirando a Mercedes claramente y a Nieves a la vez, no vallas a enfadarte y me des puerta, haber que va a ser entonces, solo y en la calle, y sin una mujer que me haga caso, ni siquiera que me mire. Nieves con una sonrisa maquiavélica, añadió, cariño vete a preparar las cosas y no te hagas de rogar, a ver si la dejas en casa del tío hoy a la noche, que ya se que tu puedes.
Francisco añadió, no creo que podáis llegar a la noche, parar en Vielha, si vas por la Seo de Urgell o en Toulouse o Ax les Thermes si vas por Puigcerda, aunque lo mas seguro seria ir por Perpiñán y Figueras; ya que en los otros sitios no es seguro que tengan los alojamientos abiertos. Por lo que se ve Francisco sabia muy bien de lo que hablaba. Incluso, en un aparte me dio las gracias, diciéndome que se había pasado toda la noche haciendo los planes con Merceditas, bueno la que hacia los planes era ella, hasta la hora de la comida.
Cuando volví listo para salir, eran las 6 de la tarde, Francisco, con unas copas de mas y en un arranque de solidaridad y de compasión hacia mi, me dijo que fuese con mucho cuidado, que la mayor parte del recorrido desde Andorra, no había cobertura de teléfono, y que no le hiciese caso para nada a Mercedes, por que cuando se le metía una cosa en la cabeza era insoportable, que el había lamentado muchas veces, no haberle dado un par de tortas o incluso una paliza, la primera vez que se puso así, para que no fuera costumbre como ahora.
También me pidió perdón , por que no llegaría a Barcelona para las 12, ya que según el era Imposible y que si llegaba para el día siguiente igual era mucho, que seguro que nos quedábamos tirados en mitad de ninguna parte, con la tormenta un par de días, que ese era el pronostico del tiempo. Me recomendó que fuera por Francia, por la autopista de los pirineos, y que hasta la frontera en Bagneres de Luchón o Llivia, tendría “bien” el viaje, ya que los franceses se curraban mucho la zona de esquí, y solo en contados casos los desbordaba la naturaleza. Y volvió a insistir, en que fuera por Perpiñán y Figueres, a pesar de hacer muchos mas kilómetros.
COMIENZA EL VIAJE
Salimos de viaje, con toda la familia despidiéndonos, eran las 18:30.
Mercedes toda simpática, diciendo que íbamos a tener un buen viaje y que llamaríamos si había algo o sino cuando llegáramos.
Nada mas arrancar, se puso a enredar en la radio, y cambio a la música, como todo lo que encontraba, nada le gustaba paso a enredar de nuevo en la radio, despotricando todo el rato y dedicándome comentarios a cada cual mas despectivo e incluso humillante; yo soportando la tentación cada vez mas fuerte de parar y tirarla del coche, incluso, sin gran esfuerzo, tirarla sin parar el coche.
Al cabo de un par de horas y cerca de San Sebastián se durmió, llego la calma, se durmió profundamente, quedando toda despatarrada en el asiento, con el abrigo abierto, y la falda se le fue abriendo poco a poco, hasta mostrar las bragas, la muy cabrona, se había puesto una falda larga con dos aberturas casi, o sin casi, hasta la cintura, que cuando andaba, le permitían exhibir sus largas y torneadas piernas, pero en esa posición desmadejada, lo que permitían era enseñar los muslos y sobretodo la parte baja de sus braguitas, que apenas tapaban su coño, que parecía estar casi rasurado, ya que no se veía, ni un solo pelo en los laterales, a pesar de lo exiguo del triangulito de trapo.
Puse la radio y me relaje, 2 horas después, ya pasado Bayona, tuve que renunciar a oír la radio, y puse música, una música, no se porque, Relajante y romántica, muy sensual; y digo que no se por que, ya que yo conduciendo, siempre pongo música muy rítmica, ya que me ayuda a mantenerme despierto, activo y dinámico, alejando sueño, distracciones y cansancio.
Pero que cierto es que las cosas buenas duran poco; después de pasar Tarbes y llegando a Lannemezan, la ventisca arrecio, casi no se veía la autopista y el piso ya tenia casi 5 cm de nieve, decidí, parar y poner las cadenas, unas cadenas textiles con clavos, muy buenas, que me compre en Suecia, hace un par de años que estuve allí en un trabajo. Pero para eso debía de parar, y a poder ser sin salir de la autopista, porque corría el riesgo que me encontrase con algún coche de la gendarmería, que me aconsejase parar hasta el día siguiente, ya que eran casi las 2 de la madrugada. Y como los males nunca vienen solos, Merceditas se despertó, consciente de su postura, arremetió contra mi diciéndome que era un pervertido, que me iba a enterar, que le iba decir a su marido y a Nieves que me había aprovechado de ella, y que la había tocado mientras dormía. Yo no me había dado cuenta, pero por lo que ella decía, se había puesto cachonda con la música y estaba toda mojada.
Calmada un poco me pregunto, donde estábamos, y que hora era, le dije que estábamos llegando a Saint Gaudens, y que eran casi las 2 de la madrugada. Me dijo que saliéramos en Montrejeau y que iríamos a dormir a Bagneres de Luchón, justo llegábamos al indicador de a 1000m sorti Montrejeau.
Salimos y en el peaje ella se entendió con la del peaje, y esta le dijo que el acceso de Bagneres de Luchón a Vielha, estaba impracticable desde hacia 2 días, que tendríamos que ir por Melles.
La frustración de no poder ir por donde quería, la frustración de no poder hacer lo que le daba la gana, la hizo ponerse insoportable e insultarme sin parar, el tiempo empeoraba y mi malhumor también; a la vez que la carretera se complicaba, impidiéndome darle una buena hostia como respuesta a su actitud. Pero el coche se me iba de un lado a otro de la carretera. Trate de parar en Fos, pero se puso histérica diciendo que si parábamos, no podríamos arrancar, y allí no había ni posada.
Seguimos rumbo a España, en Melles unos cuantos kilómetros mas adelante me salí de la calzada, delante de una casa, llamamos, llamamos en dos o tres puertas mas, pero nadie nos hizo caso. No se como conseguí volver a la calzada y continuar. Seguía el rosario y cada vez peor.
Yo me puse a pensar, que tranquilos se habían quedado todos, ya que nadie se había molestado en llamar, ni para preguntar que tal íbamos, y mi cabeza mas negra, continuaba pensando que bien se quedarían todos, si no volvíamos.
Sin darme cuenta estábamos en la que había sido la antigua frontera, las edificaciones de la Gendarmería, parecían resguardadas de la nieve y con una especie de nave abierta. Se me encendieron las luces a la vez que el coche me daba varios bandazos. Dirigí el coche a la nave, entre y lo detuve, en el fondo, no había nieve y parecía muy iluminado, ya que la luz del coche reverberaba en la pared.
Era una oportunidad única, para poner las cadenas, para poder seguir con un mínimo de seguridad, hasta la primera población española, que seguro que encontraríamos alojamiento hasta que pudiéramos continuar.
Me baje, Mercedes seguía chillando e insultándome, saque las cadenas, así como el gato y demás herramienta, y procedí a poner las cadenas, primero en las ruedas traseras, el coche es un A8 Tracción Total, por eso lo del día anterior con Francisco y la diferencia de coche. Puestas las cadenas en las ruedas traseras, procedo a ponerlas en las ruedas delanteras; entonces me fijo en Mercedes, colocada delante del coche, abierta de piernas, en una postura agresiva y desafiante, que no para de insultarme, con la melena alborotada; y pienso, esta impresionante, que a gusto la violaba ahora y la sometía. Sigo poniendo las cadenas. Ya solo me falta una, suelto la rueda, la rodeo con la tela de la cadena y la cierro, cojo la rueda para poner y se me escapa rodando, tengo que ir a buscarla barios pasos mas allá, al fondo de la nave.
Mercedes, grita mas, gesticula, me insulta y cuando me doy la vuelta con la rueda, lo que veo me deja sin aliento, la polla me causa dolor contra el pantalón, y mi cabeza grita, fállala, viólala, demuéstrale quien manda, menuda hembra mal alimentada tienes delante.
Sigo coloco la rueda, ni le hago caso a mi cabeza, ni le hago caso a Mercedes. Acabo de colocar las cadenas, recojo la herramienta y la guardo.
Me doy cuenta que estoy chorreando de sudor, por que debido al frio, noto el sudor que se esta quedando helado en mi cuerpo.
Rápidamente, abro una maleta y cojo una toalla y ropa interior seca que llevo allí, y cojo también un cobertor, tipo edredón que tengo siempre en el maletero, para cualquier contingencia, picnic, siesta campestre, siesta en el coche en pleno viaje etc.; y miro alrededor y me fijo que hay una pequeña puerta que da a una especie de pequeña habitación.
Cojo la linterna y me dirijo allí para cambiarme. Mercedes sigue con su letanía, cada vez mas enfadada, cada vez mas excitada viendo que no le hago caso.
Estoy desnudo secándome enérgicamente con la toalla, cuando entra Mercedes, no se si me ve o no, pero se calla de pronto; y enseguida se pone a chillar, que no la vaya follar, que no va dejarme que la viole. Me doy cuenta de que tengo la polla como un hierro; me acerco a ella, cuando ella trata de escapar, la cojo de la melena, le doy una bofetada, luego otra; Mercedes, se calla, esta aterrorizada; yo la contemplo en su máxima expresión, al contraluz, parece desnuda, se marca una figura perfecta. La tiro encima del edredón, forcejamos, le arranco la braga y noto que no esta depilada del todo, le doy una nueva bofetada; y al tratar de escapar ella, teniéndola sujeta del pelo, le doy una palmada en el culo, con todas mis fuerzas, ella se queda quieta, desmadejada, suplicándome que la deje.
Yo le respondo, Merceditas, te voy a follar, por las buenas o por las malas; voy a disfrutar de tu cuerpo y me vas a hacer disfrutar, como desagravio a todo lo que me has hecho sufrir; tu elijes como lo hacemos; si por las buenas, o te muelo a palos primero, y lo hacemos después; Si me vas a dar placer tu disfrutando, o yo disfrutando contigo y a cuenta tuya, y la verdad es que cada vez que te doy una bofetada o zurra, casi me corro; podemos probar cuantas te tengo que dar y donde antes de correrme.
Mercedes, dejo de suplicar, paso a decir que no le haría daño, que ella no se resistiría, pero que por favor no le hiciera daño, ni le dejase marcas. Se tumbo en el edredón y se abrió de piernas en una clara invitación a que la penetrase.
La cogí de un pie le di la vuelta y le volví a dar una zurra en el culo, que a mi me dolió la mano, diciéndole, tu harás lo que yo diga, hasta que me canse, y no te marcare la cara mientras me obedezcas y me des placer, es lo único que te voy a garantizar; y te vas a desnudar inmediatamente y te sentaras encima de mi polla y te la clavaras hasta que ter salga por la boca.
Mercedes, me dijo, pero estoy seca, me va a doler y no te voy a dar placer. Me levante la levante del pelo y le volví a pegar otra zurra en el culo. La solté y me tumbe boca arriba, y no es por presumir, pero a la luz de la linterna, mi polla, parecía una de esas estacas, que Vlad el Empalador, usaba para empalar a sus enemigos.
En esa guisa, mire a Mercedes y ella sin dudarlo ni un solo segundo, gimiendo y llorando a moco pleno, se dirigió hacia mi, se coloco y se la aboco, se la metió poco a poco, que dolor, era como meterla entre ropa de lo mas áspero, para ella tenia que ser dolorosísimo. Con un grito se la clavo hasta casi el final, a la vez que se levantaba de golpe fruto del gran dolor que debía de haberle producido.
Sin piedad, la sujete delas caderas y se la hundí de golpe de nuevo, pero esta vez completamente, Mercedes aulló, y se la casi saco de golpe, cosa que yo aproveche para volverla a empalar, así, hasta una docena de veces.
Me escocia la polla, que no aguantaba, a ella debía de arderle su coño; así que con ella completamente clavada, con Mercedes chillando como una loca; pare y le dije lo mas cariñoso que pude; Merceditas, si quieres seguimos así un par de horas, hasta que me aburra, o me corra por equivocación, o te la saco y me la mamas, hasta que me corra en tu boca o con ella bien lubricada decida volverte a follar y correrme en tu asqueroso coño. Tu decides de nuevo. Ella tratando de sacarse el hierro que la abrasaba el coño, sin dejar de llorar, me dice que me la chupara, pero que nunca lo ha hecho. Que intentara tragar la corrida, pero que no me corra en su coño, que no toma anticonceptivos, que los ha dejado hace mucho tiempo, por que la hacían engordar. Y que con Francisco solo lo hace con condón, desde que dejo los anticonceptivos hace ya casi 14 años.
La suelto y se arrodilla y me la empieza a mamar, no tiene ni puta idea, de cómo se mama una polla, ni como se da placer a un hombre, pero la chupa y se la mete en la boca. No aguanto el dolor de huevos; este placer hace años que no lo sentía, desde que deje a mi mujer y su familia concretamente.
Lo decido en un instante, lo mismo que decidí follarla, decido someterla.
Le guio la cabeza, le doy instrucciones básicas de cómo chuparla, como dejarla entrar en su boca cada vez mas, guio su cabeza, la acaricio, trato de calmarla, de relajarla, cosa que parece que va consiguiendo, desde que se la quite del coño.
Se la clavo mas profundamente en la boca sujetándole la cabeza; le digo que estoy para correrme, que lo hare en su boca, que si derrama una gota que la próxima corrida se la daré en el coño, y que no será la única; esta aterrorizada con quedarse preñada. Le digo que voy a empezar y que si me muerde en el intento de quitársela de la boca, le daré una paliza hasta matarla. Me meo, poco a poco primero, mas fuerte después, se la clavo profundamente y se la tengo que retirar, por que con las arcadas casi se ahoga.
Ha devuelto, le doy los restos de su braguita para que se limpie. Me siento y la invito a continuar chupando, le retiro la boca y le digo que se siente en ella, acede dócilmente, esta llorando en silencio. La polla se desliza en su interior con mas suavidad de la esperada, sus babas son mas abundantes y ella parece mas relajada. Le como la boca, le como los pechos, mientras entro dentro de ella suavemente, en una postura tan forzada para ella, que no puede hacer casi resistencia.
Comiéndole las lagrimas, le digo, Merceditas, eres una niña consentida, que ni sabe follar, ni sabe mamarla, y que con este amanecer se va a quedar preñada, por que tal y como la tengo, antes de que salgamos de aquí me correré en tu interior media docena de veces y no habrá pastilla del día después hasta después de 24 horas, y probablemente haya alguna corrida mas. Mercedes llora con mas fuerza, y yo termino diciéndole, salvo que como imagino tu culo sea virgen y me lo ofrezcas para taladrar; aunque tengo que decirte que lo de la anterior penetración, no habrá sido nada comparado con lo que te espera.
Me responde, mas en un gemido que en otra cosa, lo que tu quieras.
Mercedes gime, ha notado el crecimiento, que con su respuesta, ha experimentado mi polla en su interior.
La levanto, extrayendo mi polla de su interior.
La pongo de rodillas, se deja hacer.
Abro sus nalgas, escupo en su ano.
Escupo en su culo.
Escupo en mi polla.
Escupo en mi polla, una, dos , tres veces.
Vuelvo a escupir en su ano, se deja hacer.
Se la acoplo en el agujerito y empiezo a presionar.
Intento clavársela de golpe.
Merceditas aúlla como un perro, cosa que le evita oír mi grito de dolor.
Tanto es mi placer que se la he hundido de golpe en el culo casi hasta la mitad, pero parece que mi prepucio, fuera a romper, por no poder entrar.
Mercedes, grita a voz en cuello, gime chilla, y forceja por soltarse.
Yo sigo penetrando milímetro a milímetro, cada vez mas empalado por la excitación del momento.
Al cabo de no se cuanto tiempo, Mercedes esta desmadejada, no se mueve, quieta y abandonada a mis instintos y deseos; mi polla la ha taladrado completamente y estoy a punto de correrme, derramándole toda mi leche, que tiene que ser mucha, dada la presión de mis huevos, cuando suena su teléfono, suena en su abrigo al lado de nuestras cabezas.
Yo dejo de penetrarle, fijo mi polla en lo mas profundo de su culo dispuesto a regarle los intestinos. Es lo único que se me ocurre.
Mercedes extrae el teléfono del bolsillo, lo mira y dice, es Francisco y son las 8 de la mañana.
Se acaba la llamada.
Mercedes dice: creo que había tenido que haber cogido la llamada.
Yo le agarro los pechos, estrujo sus pezones por primera vez, y le digo; lo que tienes que hacer es dar muestras de normalidad; al menos si quieres salir de esta.
El Placer, con mayúscula, me rompe.
Suena de nuevo el teléfono.
Mercedes responde, diciendo, que quieres a estas horas, empezando una bronca con su marido, que se disculpa apresuradamente, diciéndole de su preocupación.
Yo deslizo la polla, que no he dejado de moverla, de su culo a su coño, y mordiéndole el lóbulo de la oreja, le digo, sigue hablando, que me voy a correr en tu coño puta, te voy a hacer un hijo de puta, en las mismas narices del cornudo de tu marido; y me vacío dentro de ella.
Mercedes sigue la conversación, con suspiros, con su marido, diciéndole que esta muy jodida, mas que jodida, que la situación la desborda como un embarazo y llora suavemente.
Mi polla que se había vaciado y perdido su tamaño, estaba casi fuera despierta y empieza a coger tamaño y volver a introducirse dentro de Mercedes. Y yo le digo: zorra, sigue así que voy por el segundo intento.
Mercedes, sigue desahogándose con su marido, que ni se imagina por lo que ella acaba de pasar, y esta pasando.
Le doy la vuelta, le recojo las piernas, y la penetro lo mas profundo que puedo; esta perfecta, súper lubricada con mi corrida anterior. Le muerdo los pechos y le digo, si no quieres que te arranque los pezones, sigue, sigue hablando hasta que me vuelva a vaciar dentro de ti zorra, que garanticemos un hijo de puta; y me vacío de nuevo dentro de ella.
Le quito el teléfono, me hecho encima de ella y se la meto en la boca, la tengo a reventar, de ganas de mear, juego con su clítoris, y vacío mi vejiga en su boca mientras no paro de jugar con su clítoris.
La dejo, y le digo, vístete, te quiero vestida como una puta, no se cuanto tiempo tendremos que estar aquí, hay medio metro de nieve y encima esta helada.
Te quiero con falda corta y sin bragas; y el mas pequeño de tus sujetadores te lo pones de sostén, es decir, por debajo de las tetas, sujetándolas bien altas y con los pezones en oferta.
Mercedes me replica, que hace mucho frio, que esta casi helada; y me doy cuenta que con el ardor de los polvos ni me he dado cuenta del frio.
La tumbo sobre el capot del coche y le doy media docena de azotes en la nalgas, poniéndoselas a punto de sangre, y le digo eres mi juguete, hasta que salgamos de aquí, así que sufres complaciéndome o te hago sufrir para complacerme.
Entramos en el coche y pongo la calefacción a tope; y le digo ábrete de piernas y mastúrbate, juega con tus tetas y tu coño, que yo lo vea bien.
Son las 10 de la mañana.
Se masturba y enseguida alcanza un orgasmo, me quedo sorprendido, solo acierto a decirle, sigue, ya te diré yo cuando pares; y ante la duda de ella, le retuerzo un pezón de forma brutal, arrancándole un grito bestial.
No se lo piensa y continua masturbándose, segundo orgasmo, tercer orgasmo, cuarto orgasmo, quinto orgasmo, son las 11:00 y caemos rendidos de sueño.
A las 12:00 suena el teléfono y me despierto, estoy de nuevo empalmado y me duelen los huevos, tengo necesidad de vaciar, tanto las pelotas como la vejiga.
Mercedes se despierta y coge el teléfono todavía medio dormida, es su madre.
Me hecho encima de Mercedes y la penetro, ella sigue hablando con su madre, pero Toñi, nota algo raro en su hija y empieza a preguntarle si esta bien y demás zarandajas.
Mercedes esta empapada, mis anteriores corridas pugnan por salir; la obligo a darse la vuelta y la penetro por el culo, le entra mucho mas fácil, mitad por el desfloramiento, mitad por la lubricación; pero todavía se le escapan unos grititos de dolor, y vuelve a llorar, cuando le digo, perra, mas que perra, primero delante de tu marido, te dejas preñar y ahora delante de tu madre, te dan por el culo; no se si disfrutarías mas así comiéndole el coño, a la Toñi, o haciéndole a ella que te coma el coño a ti mientras ofreces su culo. Perra, mas que perra.
Mercedes, me sorprende, replicándole a su madre, como quieres que este, follada, y no solo por el coño, sino mas que nada por el culo y con riesgo eminente de quedarme preñada, aquí en mitad de ninguna parte, con el estomago lleno de leche y siendo un juguete para el placer de alguno.
Yo asustado, se la deslice en el coño y me corrí profundamente, de nuevo dentro de ella.
Y Mercedes continuaba diciéndole a su madre, y a cada minuto que pasa, mas atada, mas sometida, y con mas posibilidades de quedarme embarazada.
Yo estaba a reventar, no podía mas y encima su conversación donde me estaba denunciando, me excitaba mas y mas.
Le dije para de hablar, y trágate la polla, que me acabe de vaciar en tu boca, y que no caiga una gota que te deslomo puta zorra. Que a gusto, se lo hacia también a tu madre, aunque a ella no la podría preñar como a ti; podríamos incluir a tu hermana y preñarla a ella; que es mas inútil que tu, y no vale ni para tener hijos.
Mercedes, con calma y recochineo, le dijo a su madre, espera un momento, que me van a dar de beber ahora y no se me puede caer ni una gota, si no quiero que me rompan.
La ahogue con mi meada, todavía devolviendo, le dijo a su madre, que la tenia que dejar, pues se había derramado la leche y que se tenia que cambiar.
Salió del coche y se puso a cambiar, justo en el momento que un gendarme asomaba la cabeza y nos preguntaba si estábamos bien
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
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Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe 2” (POR GOLFO)
Esa noche estaba contento, la primera parte de mi venganza había ido sobre ruedas, no solo me había apoderado de sus vidas, sino que había ya forzado a la mas joven de ellas. Natalia, no siendo la mas dura de mis oponentes, era en cambio la que mejor cuerpo tenía. Un metro setenta de hembra de infarto al que acababa de ver retorcerse entre mis brazos cuando de una manera cruel le desvirgué su parte trasera.
Eva era diferente, sus curvas menos perfectas, pero mas atractivas, me subían la libido solo con pensar en como me apoderaría de ellas. Pechos grandes, duros. Caderas poderosas, donde agarrarse. Y una mala leche que tenía que domesticar.
Pobre destino el de las dos hermanas, su padre me había confiado una misión, educarlas, y por dios que iba a conseguir que esas dos pijas bebieran de mis zapatos antes que terminara la semana. Nada ni nadie me lo impediría.

Tras dejar tirada a Natalia, me entretuve en revisar el cuarto que iba a ser mío al menos seis meses. El armario constaba de tres cuerpos, el principal estaba repleto de ropa de Don Julián, sus trajes perfectamente planchados, sus corbatas de Armani y sus zapatos de Gucci lo llenaban por completo. La criada había acomodado mi ropa en el que estaba a la izquierda, pero mi sorpresa fue al abrir el de la derecha, descubrir un enorme surtido de instrumentos de sado. Puto anciano, me había conseguido engañar durante tres años, nunca hubiese supuesto que entre sus gustos estuviera el sexo duro, pero sonreí al pensar el uso que le iba a dar yo a ese arsenal.
Pero eso iba a ser mañana, por lo que decidí irme a la cama. El colchón era excesivamente duro, de esos que recomiendan los médicos pero en lo que resulta imposible dormir hasta que te acostumbras. Gracias a lo cual, dos horas después seguía dando vueltas en la cama sin poder dormir, y digo gracias por que me permitió oír como las hermanas salían del cuarto, y tomaban el pasillo en dirección al de su padre.
Sabiendo que eran unas arpías y que la visita que tenían planeada a donde supuestamente yo estaba descansando, no era de cortesía, sino que sus intenciones no podían ser otras que castigarme y humillarme, me levanté en silencio a esperarlas. Pero antes de esconderme en el baño, coloqué las almohadas de forma que parecía que seguía frito bajo las sabanas, y aguardé.
No tuve que permanecer mucho tiempo refugiado tras la puerta, por que al minuto escuché que entraban a la habitación. A través del resquicio, oí como entraban de puntillas, y poniéndose enfrente de la cama, susurraban entre ellas, cuando de repente sonó un tiro.
Eva sostenía una pistola humeante, con la que había disparado al bulto que ellas pensaban que era yo. Natalia gritó asustada, diciéndola que si estaba loca, que eso no era lo planeado. Su hermana soltando el arma se encaró a ella, contestándola:
–Te acababa de violar, y yo al escuchar tus gritos llegué a defenderte, fue en defensa propia-.
“Será zorra”, pensé desde mi escondite. Sabía que no iba a aceptar mi autoridad a la primera, pero su violenta reacción desbordó todas mis previsiones. Todavía en el baño, vi como después de discutir unos momentos las dos hermanas se dirigían a comprobar el resultado, momento que aproveché para salir y apoderarme del arma.
Si esperaban encontrar mis sesos desparramados, se llevaron una desilusión, al descubrir que le habían atinado a la almohada y que en vez de sangre lo que estaba esparcido por el colchón no era sangre sino plumas.
-¡No es él!-, dijo Natalia al recobrarse de su estupor.
Una cruel carcajada resonó entre las cuatro paredes. Las dos hermanas al oírla, se dieron la vuelta para descubrirme de pie, en medio de la habitación, en mi mano el pedazo de metal las apuntaba.
La mas pequeña se arrodilló en el suelo diciendo que no había sido idea suya, que su hermana le había obligado. En cambio Eva se mantenía erguida demostrándome su valor.
–Creo que voy a llamar a la policía, veamos quince años por intento de asesinato, mas otros cinco por nocturnidad, alevosía y ventaja, en total veinte-.
Sus rostros empalidecieron con la perspectiva, incluso la mas altiva de las dos se desmoronó llorando, pidiéndome perdón. Cuanto más lloraban, más estaba disfrutando la situación. Y recreándome en su desgracia le expliqué:
–Fijaros, vuestro padre en un viaje de seis meses, no podrá hacer nada por vosotras, y para cuando se entere y os pueda buscar un abogado ya habréis sido sentenciadas y seréis las cachorritas de alguna celadora o de alguna presa en la cárcel. Os prometo iros a visitar, a través de un enorme cristal oír de vuestros labios como os tocan y violan tras las rejas-.
Su orgullo había desaparecido, las dos niñas bien, que no habían tenido reparos en reírse del segundón de su padre, hincadas sobre la alfombra me imploraban. Me prometían que no volvería a suceder, que si las perdonaba, me obedecerían, harían todo lo que yo quisiera.
-¡Con eso no basta!- les grité.
A Eva que era la inteligente de la pareja, se le iluminó su cara al oírme, “está negociando” debió de pensar, y por eso levantándose del suelo, me preguntó:
-¿Qué quieres?-
-Vuestra completa sumisión, durante los seis próximos meses seréis mis esclavas–
Ni siquiera preguntó en que consistía, ni tampoco discutió ningún término del acuerdo, ayudando a su hermana pequeña a incorporarse, me contestó:
–Hecho, durante seis meses seremos tus esclavas-.
-Zorrita, ¡ para ti!, ¡soy Amo!-
Le saltaron dos lágrimas, cuando rectificando dijo:
–Hecho, durante seis meses seremos tus esclavas, Amo-.
Con otra carcajada, cerré el pacto antes de decirlas:
–Desnudaros, quiero revisar la mercancía-.
Después de unos instantes de perplejidad, dos camisones cayeron al suelo dejándome disfrutar de sus cuerpos. Dos preciosas mujeres me mostraban tímidamente sus encantos. Acercándome a ellas, sin soltar en arma, retiré los brazos de Natalia que me impedían contemplar con libertad sus pechos y obligando a Eva a abrir las piernas, le introduje el cañón, entre sus muslos. Ambas mujeres se mantuvieron en silencio, todo el tiempo que duró mi exploración, ni siquiera se quejaron cuando les abrí las nalgas para contemplar sus ojetes, sabían lo que se jugaban, pero no hasta donde podía llegar mi perversión.
-Tumbaros en la cama-, les ordené.
Mientras ellas lo hacían acerqué una silla, desde donde tener una perfecta visión de los que les iba a obligar a hacer. Sentándome en ella, me acomodé antes de darles otra orden. Cuatro ojos me contemplaban asustados, sin saber a ciencia cierta que les iba a pedir, pero concientes que no le iba a gustar.
-¿Os queréis?-, mi pregunta absurda, les destanteó,-Quiero verlo-.
-¡Somos hermanas!-, intentó protestar Natalia.
-¡No somos lesbianas!-, le secundó la otra.
Cabreado, me levanté dándole un tortazo a la que tenía mas cerca.
–Mejor el chocho de una persona amada, que el de una carcelera–
Me entendieron a la primera, era eso o pasarse los próximos veinte años entre rejas. Eva, la mayor, fue la primera en rehacerse, y tratando de tranquilizar a su hermana, le susurró al oído algo que no pude oír, pero si contemplar el resultado.
La muchacha se tumbó en la cama, con la piernas abiertas, dejando que la tocase.
Venciendo su reluctancia, le dio un beso en los labios antes de bajar por su cuello. Su lengua recorrió lentamente la piel que separaba el hombro de los pechos, lo que provocó que se le erizara la piel, y en consecuencia el negro pezón se endureciera. No era por deseo, tampoco por asco, quizás lo que le ocurría es que era una novedad.
–Juega con él-, le ordené.
Supo al instante a que me refería. Y dejando un húmedo rastro, fue acariciando las rugosidades de la aureola antes de que abriendo la boca, succionara su pecho en su interior. Primer gemido. Natalia no pudo reprimir a su garganta, al sentir la lengua jugando con su botón.
-Muérdelo-, dije desde mi sillón.
Los dientes de Eva se cerraron sobre el seno de su hermana, mientras que su mano recorría su estómago acariciándola. No dije nada, pero me encantó ver como su sexo empezaba a brillar por la excitación. Había dicho que no era lesbiana, pero esa forma tan experta de mamar un pecho, le delataba.
–Cómete su coño-.
Nuevamente, su lengua reinició su camino, centímetro a centímetro se fue acercando a su destino. El depilado sexo le esperaba. Con una tranquilidad pasmosa, fue separando los labios con la punta, antes de que su aliento ni siquiera lo tocara. La reacción de la niña fue la que me esperaba, los dedos de sus pies de tensaron al notar su cercanía, pero no hizo ningún intento de cerrar la piernas.
Viendo su tranquilidad, se apoderó de su clítoris recorriendo todos su pliegues mientras lo humedecía con su saliva. Esta vez, el gemido fue más profundo, surgiendo desde su interior salió despedido como un ciclón de su garganta. Con su cueva inundada y mordiéndose el labio, dejó que su hermana continuara.
Eva, envalentonada, mordisqueó la pepita de placer, con sus dientes, para sorprendida recibir en su boca, la primera oleada de flujo. Solo viendo como disfrutaba bebiendo el elixir que manaba de la almeja, se acabaron mis dudas, esta mujer al menos era bisexual.
–Usa tus dedos–
La larga cabellera rubía se incorporó, para rogarme. Pero no obteniendo clemencia, se volvió a agachar entre las piernas de su querida. Con el dedo índice en el interior y como si de un pene se tratara fue introduciéndolo y sacándolo al compás de los chillidos de su victima.
–He dicho ¡dedos!-.
El segundo se incrustó al escucharme. Y tras acomodarse en su interior, recorrió su vagina, acariciándola. La excitación de Natalia ya era palpable. Con los brazos extendidos sobre las sábanas, sus manos se cerraban y abrían de placer al sentir como el tercer dedo se introducía dolorosamente en el interior de su vaina. Esta vez, ya con la vagina llena se retorcía con cada envite de su hermana, gimiendo lloraba la degradación que sentía al derramarse hirviendo en su interior, producto de tan fraternal atención.
-¡Más!-, grité a Eva. La cara de sorpresa de ambas muchachas, se transformó en indignación al escucharme decir: -¡Toda la mano!-.
El placer se convirtió en tortura cuando intentó delicadamente introducir otro mas. El estrecho coño no admitía nada mas. Por mucho que intentó dilatarlo con caricias, había llegado a su máximo. Su lengua, su saliva fracasaron en el intento. Gruesas lágrimas, recorrían las mejillas de ambas mujeres. Pero sobre todo las de Eva. En la suerte, le había tocado el papel de verdugo, y al igual que su víctima sufría con sus maniobras.
-¿Quieres que lo haga yo?-, le dije riéndome en su cara.
La mueca de espanto que vi en su rostro, fue suficiente respuesta.
-Lo siento-, le escuché que le decía a Natalia, y cerrando los ojos, forzó su vulva con sus cinco dedos.
Los gritos estallaron en la habitación. Chillidos de dolor sufrido y de espanto provocado por la culpa de suministrarlo. Aria majestuosa a mis oídos, música alegre que me hablaba de mi venganza.
Incapaz de soportar el castigo, la morenita trataba de zafarse, reptando por el colchón, pero la rubia sabedora de que si lo conseguía, un correctivo aún más cruel y brutal recaería sobre las dos se lo impidió. Olor a sumisión y a sexo. Paulatinamente, los gritos se fueron transformando en sollozos, gemidos ahogados que dejaron de resultarme divertidos.
-Ven aquí-, le dije suavemente a la rubia, pero en cuanto vi que se levantaba, le grité: -A cuatro patas-.
No tardó nada en llegar a mi lado, gateando sobre la alfombra. Con el rimel corrido, dejando tras de sí oscuros riachuelos que bajando desde sus ojos recorrían su cara, se puso a mi vera.
-Bien hecho, zorrita-, le susurré acariciándole la melena.-Has sido una buena esclava y te mereces una recompensa-.
Poniéndome de pié, le acaricie el lomo, recorriendo sus caderas, llegué a sus poderosas nalgas, a las cuales regalé un doloroso azote. No escuché ningún quejido. Separándole las nalgas, verifique el estado de su oscuro agujero, llevándome el presente de descubrir que al igual que el de su hermana era virgen. Introduciéndole un dedo, le cuchicheé que me gustaba pero que lo iba a reservar para mas tarde. Tenía un objetivo claro y un instrumento que usar. Dándole otro cachete en su trasero, le exigí que se abriera mas y que levantara el culo.
Vi como esa mujer, antes altiva y orgullosa, sumisamente se ponía en posición de castigo. “Me esta gustando esta nueva zorrita”, pensé mientras le recorría con el frío cañón su piel. Eva al darse cuenta cual era el instrumento que la tocaba, empezó a temblar de miedo.

Gritó de dolor, pero no hubo ni un pestañeo por su parte. Dejé que se fuera relajando antes de cómo si fuera un mortífero consolador empezar a sacar y a meter la pistola.
–Tengo miedo-, me rogó.
No me digné a contestarla, la muchacha no sabía que la había descargado para evitar accidentes. La tenía donde quería. A mis pies, llorando por su vida. Otro azote tuve que darle para que se moviera.
-Piensa que es mi pene-, le dije mordiéndole una oreja.
Cerró los ojos, tratando de imaginarse que el duro tubo que la penetraba era en realidad de carne endurecida por acción de la sangre bombeada. Poco a poco, percibí que sus movimientos al principio circulares, se iban convirtiendo a ritmo de su excitación en lineales, de adelante hacia atrás, y como sus caderas sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo, terminaron presionando sobre mi mano para que profundizara su empalamiento.
“La muy puta, ha conseguido ponerme bruto”, tuve que reconocer cuando visualicé que la calentura había empapado su sexo y que le estaba sobreviniendo un orgasmo brutal. Sus muslos vibraban al recibir las descargas de su clímax, y berreando como una cerda, se corrió en la alfombra.
Sacando el arma de su interior, le agarré del pelo, y llevándola donde su hermana, le obligué a arrodillarse. Echando a Natalia de la cama, me senté en la cama.
-Ya sabéis que hacer-, les dije quitándome los pantalones.
Mi extensión estaba en todo su esplendor. Las muchachas a mi lado esperando que les ordenara apoderarse de ella. Silencio en el cuarto. Todo era tensión. Un brillo en sus ojos me hizo pensar que quizás creían que podían jugármela, por eso apuntando a la mas joven en la sien, les informé:
-Sin tonterías, no quiero decorar su cara con un agujero-, mensaje recibido, -no quiero que dejéis una gota-.
El paraíso. Dos bocas y dos lenguas afanándose en ser la mejor. Eva, reclamando su primogenitura, fue la encargada de jugar con mi glande, mientras su hermana se dedicaba a masajear con su boca mis testículos. No hubo pliegue ni milímetro de todo mi pene, que no fuera humedecido por ellas.
Me resultó curioso, la manera tan exquisita y dulce que lo hicieron, temiendo mi reacción se esforzaban en hacerlo bien, consiguiendo que en breves minutos empezara a sentir los primeros síntomas de mi propio orgasmo. Las mujeres al notarlo se entregaron sin pausa a su tarea, incrementando el ritmo y la profundidad de sus caricias, de forma que las primeras gotas de líquido preseminal aparecieron en mi glande. Eso desató su locura, cada una de ellas quería congraciarse conmigo debido al terror que las atenazaba, y por eso pugnaban por ser ellas quien recibiera en su boca mi semilla. Cuando exploté lo hice repartiendo mi semen entre las dos, ambas tuvieron su parte y se lo tragaron golosas, mientras sus manos terminaban de ordeñar mi miembro. Fue brutal, la mejor mamada de mi vida.
Tal era su pavor que se mantuvieron chupando y succionado mis partes, bastante tiempo después de haberme dejado seco. Lo que aproveché para reponerme.
–Natalia, abre ese armario y saca dos esposas-.
La joven se levantó de la alfombra y abrió las puertas del mueble. Alucinada descubrió una faceta desconocida de su progenitor, al ver que estaba lleno de aparatos de sado, pero sin hacer ningún comentario, buscó y recogió lo que le había pedido.
-Ahora, ataros, zorras mías, a las columnas de la cama-
Con lágrimas en los ojos, puso uno de los extremos de una esposa en la muñeca de Eva y el otro a uno de los soportes del pie de la cama. Cuando iba a hacer lo propio con su muñeca, me oyó decir:
-No perrita, tu átate aquí arriba, no vaya a ser que esta noche me apetezca usarte-.
Esa noche, dormí acompañado por dos mujeres humilladas, dolidas y usadas. En mi fuero interno sabía que no era suficiente, debía de someterlas, dominarlas y adiestrarlas para que pasados los seis meses y su padre volviera, ya estuvieran condicionadas y fueran mis esclavas por voluntad propia.
Pensando en ello, me acosté al lado de la cachorrita de pelo negro, que muerta de miedo me esperaba en el colchón, desnuda, pero sobretodo dispuesta.
Capitulo dos.
La noche transcurrió sin novedad, nada que valga la pena contarse, excepto un par de polvos a la muchacha, mas por satisfacción personal que por necesidad. Natalia, tiene una constitución atlética, su culo duro y un cuerpo escultural, que provoca que cualquier hombre que la tenga desnuda a su lado no pueda evitar follársela. Lo único destacable fue que observé un pequeño cambio, la segunda vez que la tomé, no solo se dejó hacerlo sino que participó activamente e incluso creí descubrir un deje de protesta cuando conseguí correrme, como si se hubiese quedado insatisfecha y deseara mas.
El despertador sonó a las ocho de la mañana, tenía trabajo, por lo que sin dirigirles la palabra me levanté a ducharme. El agua caliente cayendo sobre mi cara consiguió espabilarme. Siguiendo mi plan preconcebido, me afeité y me vestí tranquilamente, sin hacer caso a las dos mujeres que atadas a la cama me miraban expectantes. No sabían que les deparaba mi perversa mente, pero esperaban angustiadas mi siguiente paso.
No tuvieron que esperar mucho, por que después de desayunar opíparamente, volví a la habitación con dos litros de leche.
–Zorritas, tenéis que desayunar-, dándole a cada una un tetrabik, me senté a observar mientras les decía- bebéroslo entero, que no quede gota-
No se hicieron de rogar, cogiendo la leche con ambas manos, se bebieron todo, por miedo a enfadarme. Viendo que habían obedecido dócilmente, me despedí de ellas diciéndoles:
-Hasta esta noche-
Eva, asustada, me preguntó que si las iba a dejar así. Cogiéndola del pelo le dí un beso posesivo, mi lengua forzó su boca y durante un minuto me entretuve magreándola antes de contestarle:
-¿Tú, que crees?-
Al cerrar la puerta, escuché su desamparo.
Durante el día no me dejaron parar, diversos asuntos se amontonaban en mi mesa, no hay que olvidar que el jefe me había dejado solo y ahora tenía que hacer el trabajo de los dos. Reunión tras reunión se fueron pasando las horas sin que me diera cuenta, la actividad del día a día me impidió pensar en las dos bellas muchachas que me esperan pacientemente en casa. Mi secretaria no me dejó descansar durante toda la jornada, que si tenía que autorizar una obra, que si tenía que firma unos cheques….
Isabel llevaba trabajando conmigo desde que llegué a la empresa y era quizás la persona que mejor me conocía. No tenía que decirle nada, que ella sabía en cada momento lo que me ocurría. La confianza con ella era máxima, hasta tal grado que cuando humillado por las hermanitas estuve a punto de dimitir, hablé con ella, para que se viniera conmigo al siguiente trabajo. Por eso cuando al volver, le conté que no la había presentado, tuve que explicarle lo que había pasado, y lo que pensaba hacer.
Ella, al igual que yo era de origen humilde, por lo que la idea de hacer pagar a esas dos pijas con su propia cosecha, le pareció una idea estupenda, y lejos de tratar de convencer para que no lo hiciera, se prestó voluntaria para lo que necesitara. En ese momento, le dije que por ahora no me hacía falta, pero que no me olvidaría de ella si me urgía ayuda.
Por eso no me extrañó, cuando ya estábamos a punto de salir de la oficina que me preguntase como me había ido con las dos fierecillas.
-Bien, son unas niñatas tontas, pero están aprendiendo-,le contesté.
-No seas malo, ¡cuéntame!-.
Me hizo gracia su interés, y como no tenía nada que perder, ya que si me salía mal el adiestramiento, tanto a ella como a mi nos pondrían de patitas en la calle, le hice un pequeño resumen. Le expliqué la reacción de sus novios al enterarse de que no tenían un duro, el castigo que le di a Natalia por echarme un laxante en la comida. A esa altura sus ojos ya brillaban, pero fue cuando le conté como me habían tratado de asesinar y cual había sido mi venganza, cuando ya sin reparos me pidió que le diera detalles.
A un hombre no le hace falta que le piquen en demasía para que cuente los detalles de sus conquistas, y yo no era una excepción, de forma que le explique como les había obligado a regalarme un Show Lésbico, como me habían hecho el sexo oral, y sobretodo como les había dejado atadas a la cama desde la mañana.
-¡Que envidia!-, le escuché decir cuando ya se iba.
En ese momento, no supe que era lo que envidiaba, si a mí por tener a dos mujeres a mi disposición o a ellas por el tratamiento que les había dado. No me preocupó el descubrir la causa, por que recapacitando sobre ello, decidí que en menos de una semana, la haría participe de mi juego y entonces lo sabría. La idea no me desagradaba, por que aunque Isabel estaba un poco gordita tenía unos pechos y un culo de escándalo.
Satisfecho con el trabajo realizado y caliente tras la conversación con mi secretaria, salí de mi despacho y bajando al garaje cogí mi coche. Las calles y los semáforos pasaban a mi lado sin darme cuenta, mi mente solo podía pensar en mis dos juguetes esperando atadas a la cama la llegada de su amo.
Las luces del chalet, estaban apagadas. “Buena señal”, pensé ya que al salir de la casa era de día y si ellas no habían conseguido zafarse de sus esposas, nadie podía haberlas encendido. Subiendo por las escaleras, lo hice con precaución porque bien podrían haberse soltado y estar esperándome en el rellano.
Pero al abrir la puerta de mi cuarto, y antes de encender la luz, ya supe que no lo habían logrado al llegarme el olor a orín reconcentrado.
Era parte de mi plan, un litro de leche por cada una y la imposibilidad de ir al baño, no podía tener otro resultado que ambas mujeres lo hubiese tenido que hacer sobre la alfombra persa de su viejo. Deben de estar aterrorizadas y hambrientas, anoche les impedí cenar por lo que deben de llevar mas de treinta horas sin probar bocado.
Al encender la luz, cerraron los ojos del dolor. Me dieron hasta un poco de pena al observar el resultado de su castigo. Despeinadas, con el rimel corrido, los labios agrietados de la sed, y asustadas, terriblemente asustadas.
-¿Cómo están mis putitas?-, les pregunté alegremente.
-Muy bien, amo-, me contestaron al unísono.
Su recibimiento me sonó a música celestial, al no tener que recordarles mi título. Decidí darles un premio, y yendo al baño, me serví un vaso de agua.
–¿Tenéis sed?-, sus ojos casi se salieron de sus orbitas al contemplar el preciado líquido, -Tumbaros-.
Como perras bien amaestradas, me obedecieron sin tener que repetir la orden, y cuando las vi perfectamente acostadas sobre el colchón, derramé el agua sobre sus cuerpos. No les había terminado de decir: -Bebed-, cuando como posesas se lanzaron una sobre otra, absorbiendo el agua que corría por sus cuerpos. Tanto me gustó el ver como se lamían una a otra los pechos, las piernas, el estómago e incluso el coño en busca de satisfacer su sed, que siendo magnánimo, les volví a premiar con otro vaso.
Ya con menos sed, me imploraron que las liberase, que me juraban que iban a cumplir el pacto. Fueron tan insistentes y tan sinceras, que llegué ……a cabrearme.
–Silencio-, les grité,-no os he dado permiso para hablar-.
Todavía no estaban listas, decidí saliendo del cuarto y yéndome a cenar. Después de comerme un pollo recalentado, y dos cervezas, no tuve mas remedio que hacer caso a mis niñas, no fueran a desmayarse de hambre, ya que esta noche las necesitaba enteras. Por lo que abriendo el refrigerador me proveí de lo necesario.
-¿Tenéis hambre?-, les pregunté, pero al no recibir contestación abriendo la bolsa fui poniendo sobre el aparador lejos de su alcance jamón, queso e incluso un bote de nata montada. Y haciendo que me iba volví a interrogarles diciendo:- ¿seguro?-.
-Si, mi amo, estoy hambrienta-, me contestó Eva.
-Y yo, amo-, me dijo su hermana llorando de vergüenza.
Sin responderlas, me acerqué primero a la mayor y soltándole la esposa que estaba sujeta al dosel de la cama, y volviéndosela a cerrar sobre su otra muñeca, poniéndola los brazos hacia atrás, la tumbé en la cama. Ninguna de las dos conocía mi plan, por lo que sumisamente Natalia se dejó que repitiera con ella la misma operación.
Una vez en posición de manera que no pudiesen usar sus manos, les abrí las piernas y enchufándoles el bote de nata montada, en su sexos , se los llené de forma que sus vaginas y entrepiernas quedaron anegadas.
-Ahora comed-.

fueron comiendo entre ellas en un ágape totalmente sexual. Sus lenguas no tuvieron mas remedio que buscar el alimento dentro de la vagina de la otra, y contra su voluntad tanto deseo hizo que se excitaran, lo que era mi intención. En esa posición las dejé unos cinco minutos, hasta que ya no quedaba ni rastro de la crema.
-¿Queréis mas?-
A las dos se le había abierto el apetito, y las dos me contestaron que sí.
-Bien, pero ahora de una en una-.
Y obligando a Eva a tumbarse de cara, le abrí las nalgas y rociando abundantemente su ojete, se lo puse en la cara a su hermana. Natalia no tuvo reparos en comenzar a chuparle el culo, tanta era su hambre que creo que incluso metió la lengua por el negro agujero. Una vez que había acabado repetí la operación intercambiando los papeles, pero en esta ocasión, Eva no se conformó con la nata, sino que cuando ya no quedaba rastro siguió con el flujo que manaba de la cueva de la morena.
La visión de su culo en pompa, mientras le comía todo, me hizo poner bruto, pero tuve que reprimir las ganas de pegarle un buen polvazo ya que tenía otros planes, y separándolas les dije:
-Jamón y queso solo hay para una, ¿a cual creéis que debo de dárselo?-.
Se formó un alboroto, las dos mujeres me pedían que fuera ella la elegida, llorando y chillando se echaba una a la otra la culpa de todo. Que si había sido culpa de Natalia la idea de humillarme, que si Eva había intentado pegarme un tiro, etc… No se daban cuenta pero estaba consiguiendo separarlas, por lo que después de escuchar sus tonterías le ordené callar.
-Homo hominis lupus-
Hubiese pagado por haber grabado sus caras, ninguna de las dos había oído nunca esa sentencia latina, por lo que tuve que explicársela.
-El hombre es un lobo para el hombre-
Acto seguido, agarré a la rubia y atándole una mano a cada columna de la cama, liberé a la morena.
–Gracias, te prometo obedecer-, suspiró aliviada Natalia al sentir sus muñecas libres.
El consuelo le duró poco, porque poniendo en sus manos una pequeña fusta, le susurré al oído:
-Veinte latigazos, y que sean fuertes-.
Eva empezó a chillar pidiéndole a su hermana pequeña que no lo hiciera, mientras me insultaba diciendo que me arrepentiría.
-Treinta-, grité.
Mi voz autoritaria sacó a Nati, del ensimismamiento en que había caído y acercándose a su hermana, le contestó:
-Te digo lo que tú me dijiste ayer, ¡lo siento!-, empezando a descargar toda su furia y frustración reprimida sobre el trasero de su hermana.
Latigazo tras latigazo, se vengó de mi, de ella, y de la vida. Gemidos de dolor, insultos, ruegos de Eva, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas al hacerlo, pero sus ojos mostraban una firma resolución que solo se aplacó cuando habiendo terminado vio el resultado de su ira. Ambas nalgas estaban al rojo vivo.
–Come-, le dije dándole su premio, al atarla nuevamente.
Devoró las lonchas de jamón y los trozos de queso, mientras yo descolgaba a su hermana. La pobre muchacha estaba llorando, no comprendía que alguien de su propia sangre hubiese sido tan bestial solo por tener algo que llevarse a la boca.
Sacándola de la habitación y llevándola a su cuarto, se llevo la sorpresa que sobre la cama, había una cena completa, con su sopa, su pan, el pollo que había dejado e incluso una botella de vino.
–Túmbate en la cama, y come mientras te curo-, le dije dulcemente mientras le daba un beso en la mejilla.
No creyendo en su fortuna, empezó a cenar mientras yo extendía una crema hidratante en su maltratado culo. -“¡Pobrecita!”, “¡Que bestía!”, “¡Como se ha pasado!”-, no dejé de decirla mientras la atendía, –pero bebe un poco de vino te vendrá bien-.
Con el estómago lleno, y bastante alcohol en el cuerpo, la muchacha no pudo reprimir su dolor y se echó a llorar. Consolándola la abracé acariciándola durante minutos hasta que se hubo repuesto un poco, y entonces le ordené que fuera al baño a hacer sus necesidades.
Me miró agradecida y sin que yo se lo pidiera me dio un beso en los labios diciéndome: -Gracias, amo-.
Aproveché a desnudarme mientras se levantaba al aseo, y al volver era otra, perfectamente peinada y maquillada, venía dispuesta a conquistarme. Yo por supuesto, me dejé, y dando una palmada en el colchón le dije:
-Hoy dormirás conmigo-.
Una sonrisa iluminó su cara, y coquetamente se acerco a la cama, tratándome de calentar. No hacía falta, la rubia ya me había puesto a cien, por lo que por primera vez pude disfrutar de esos pechos enormes y de sus negras aureolas.
Buscando el efecto de la zanahoria y el palo, mi lengua recorrió lentamente su cuello, y como si le diera miedo el acercarse a su pezón, tardó una eternidad en decidirse a atacar sus rugosidades y su oscura superficie, pero cuando lo hizo y mis dientes mordisquearon suavemente sus botones, Eva me regaló un suspiro y una buena ración del flujo que manaba de su cueva.
-Amo-, le oí decir, antes de que bajando por mi cuerpo su boca se hiciera fuerte en mi miembro, y humedeciéndola empezara a practicar la ancestral penetración oral. La muchacha, no solo sabía comerse una almeja, sino que además era una experta mamadora, que sin sentir arcadas se incrustó todo mi pene en su garganta.
Me apetecía correrme dentro de su boca, pero aún mas hacerlo dentro de su culo, por lo que sacándolo de su prisión, la puse de espaldas, y rociándola con aceite, empecé a relajar su ojete.
–Soy virgen de ahí-, me dijo sin protestar, como pidiéndome que se lo hiciera despacio.
Su sumisión me agradó, y haciéndole caso me entretuve acariciando sus músculos circulares hasta que mi dedo entraba y salía con facilidad. Fue entonces cuando le introduje el segundo. Eva notando que no la iba a forzar, se dejó hacer de forma que rápidamente estaba lista para que la desvirgara.
Acariciando su cabeza, le dije:
-Ponte en pompa-.
Cuidadosamente le separé las nalgas, y colocando mi lengua al principio de su espalda, recorrí el canalillo bordeado por sus rotundas nalgas. Su garganta emitió un suspiro cuando mis dientes le dieron un pequeño mordisco a ese glúteo tan apetecible, siguiendo a continuación su camino hacia mi objetivo. Inconscientemente levanto un poco mas su trasero para facilitarme las cosas, y por fin pude disfrutar del olor a hembra insatisfecha que manaba su sexo.
Poniendo la punta de mi glande en su entrada trasera, me entretuve jugando con los rebordes de su ano, hasta que viéndola completamente relajada, forcé la entrada de su anillo.
-Por favor-, gritó al sentir la cabeza de mi pene en su interior. Pero sin pausa hice caso omiso de su dolor y lentamente fui completando mi penetración de manera que toda mi piel pudo sentir la dureza de su esfínter al traspasarlo.
Con mi verga completamente en su interior, dejé que se relajara, dándole besos y diciéndole cosas agradables. El dolor era grande, pero soportable, y rápidamente su ano se acostumbró al castigo. Viéndola aliviada, empecé a moverme. Era un movimiento continuo sin brusquedades, de manera que poco a poco su resistencia fue cediendo y mi pene entraba y salía con mayor facilidad.
El placer fue desplazando al dolor, y Eva tomando impulso con sus brazos incrementó el ritmo de nuestra cabalgada, diciendo:
-No me lo puedo creer, ¡Pero me encanta!-.
Sus palabras fueron el banderazo de salida, a un galope frenético. Con mis testículos golpeando su trasero como si fuera un frontón, y con mis manos apoyadas en su hombros, éramos yegua y jinete. Y como buena cabalgadura, relinchó de gusto, cuando azotándole el culo le exigí que incrementara su velocidad.
-Mas fuerte-, me pidió. No sabía a que se refería si al azote o a mis penetraciones por lo que no tuve mas que aumentar la fuerza de ambas para complacerla.
Era alucinante verla moverse, gimiendo de placer con mi vara en su interior. Totalmente fuera de sí, apoyándose con un solo brazo, usó su mano libre para masturbarse ferozmente, mientras me pedía que me corriera.
Todo en ella, anticipaba su climax, por lo que acelerando todavía mas mis embistes, y usando mi pene como si fuera una espada, la acuchillé cruelmente mientras se desplomaba sobre las sabanas. Su almeja totalmente empapada por el flujo, no pudo contener tal cantidad y brotando como un geiser, me mojó las piernas. Tanta calentura, terminó por excitarme y en intensas oleadas de placer, me derramé en su interior, llenando su intestino con mi semilla.
Escucharla decir:-Gracias amo-, nuevamente, fue como cuando recibí mi primer sobresaliente en la carrera, una pasada, y dándole la vuelta, le coloqué las esposas diciéndole:
-Ves esclava, como si obedeces puedes disfrutar-.
Bajó los ojos ruborizada, pero escuché como de sus labios en bajito salía un avergonzado: -Si, amo-.
Sin darse cuenta, Eva se estaba convirtiendo en mi sierva, paulatinamente la violencia, las privaciones estaban transformando a la pija. Pero la fuerza mas potente, con la que contaba era con su espíritu de supervivencia, hermana contra hermana compitiendo por mis favores.
–Quiero verte guapa-, le ordené, -¿cuál es tu camisón mas sexi?-.
-El rojo-.
Abriendo el cajón de la cómoda, lo saqué, diciéndole que se lo pusiera. La muchacha suspiró aliviada al sentir el tacto de la primera ropa en mas de veinticuatro horas.
–Amo, ¿cómo te puedo agradecer esto?-, me dijo insinuándose.
–Durmiendo, mañana será otro día-.
Su cara de felicidad era completa, creía que por fin me había conquistado, se veía ya como mi preferida. Y acomodándose él colchón, se relajó cayendo dormida al instante.
Esperé a que su sueño fuera profundo antes de levantarme. Comprobando que seguía profundamente adormecida, coloqué las sábanas de forma que taparan las esposas, pero mostrando claramente sus piernas apenas tapadas por el camisón.
Salí al pasillo, con dirección al cuarto del viejo. Al abrir la puerta, el tufo a orín, me resultó insoportable. Natalia, totalmente sucia y despeinada, lloraba en silencio.
-Nati-, le dije usando su apelativo familiar, mientras la liberaba, -no alces la voz, no vaya a ser que nos oiga tu hermana, vamos al baño que te debes de estar a punto de hacer encima-.
La niña, me miró con una mezcla de agradecimiento y de suspicacia, no se fiaba de mis intenciones, pero al ver que la acercaba al váter, sin importarle mi presencia, se sentó en él, y violentamente descargó sus intestinos.
–Lo siento, mi niña, pero no puedo hacer nada más por mejorar tu estado, porque he llegado a un acuerdo con tu hermana-, le dije mientras se limpiaba, -no sé como decírtelo pero tu hermana te ha vendido-.
Alzó la cabeza para gritarme:
-¡No te creo!-.
-Ese es tu problema, eres demasiado inocente. Eva se ha entregado a mis brazos, quiere ser mi favorita, sin importarle tú. Es mas mientras se duchaba, y maquillaba se reía de lo sucia que tu estabas-.
-¿Se ha duchado?-, me respondió alucinada.
–No solo eso, está durmiendo en su cama, sin esposas, con un precioso camisón, contenta de servirme, y además ha cenado como una dama, y no las obras que tú has comido-.
-¡Es imposible!, ¡cerdo!, mi hermana no lo haría-.
Le solté un bofetón, –Soy amo-, y colocándole las esposas y un trapo en la boca para que no hablara, la llevé a la otra habitación.
-¡Mira!-, le espeté señalándole a Eva,-No te he mentido, está limpia, suelta, y dispuesta. Te ha engañado, mientras tú sufres, ella disfruta-.
La angustia de la muchacha se multiplicó por mil al ver sobre la mesa, los restos de la cena. Totalmente convencida, se dejó llevar de vuelta al cuarto de su viejo. Mentalmente estaba humillada, hundida.
Atándola otra vez a la cama, repleta de orín, al quitarle el bozal hecho con el pañuelo, le di un suave beso en los labios, mientras le decía:
–Tu ibas a ser la primera, pero ella se te ha adelantado-.
-¡Amo!, dime lo que tengo que hacer para ser tu mejor esclava-.
Solté una carcajada al escuchárselo decir, y dándole otro beso en los labios, le solté:
-Dormir, mañana será otro día-.
Misma frase, distinto significado. “Le queda poco para ser totalmente mía”, pensé mientras cerraba la puerta dejándola hundida en la miseria.
↧
Relato erótico: “EL LEGADO (12): La familia Vantia.” (POR JANIS)
La familia Vantia.
Estoy dedicado a preparar el almuerzo, cuando Maby llega de su sesión de preparación. Se acerca, me agarra una nalga y me besa dulcemente. Huele a aceites exóticos. La verdad es que las sesiones están dando buen resultado. Puedo ver los cambios en ella, aún siendo una jovencita. ¿Qué harán esas sesiones en modelos con más edad? Maby se muestra más dinámica, más fresca. Su cuerpo está tonificado y entrena sus músculos a diario. El preparador hace hincapié sobre el equilibrio y la importancia de los estiramientos. Así mismo, las somete a baños depurativos y tratamientos naturales para su piel.
Parece que los socios de la agencia han decidido invertir en su verdadero activo, sus chicas.
― He recibido una llamada de Víctor…
― ¿Víctor? – pregunto, sin comprender, mientras pruebo el caldo de la paella.
― Víctor Vantia, el búlgaro con el que salía cuando nos hicimos novios – me dice Maby, mirándome con intensidad.
― Algo de eso me contó Pam, pero no me acordaba del nombre.
― Rompí con él, pero quedamos como amigos. Le hablé de ti.
Dejo la cuchara y la miro. Espero que termine.
― Está interesado en conocerte. Nos ha citado este fin de semana en su casa.
― ¿Un trabajo?
― Seguramente, pero no tengo ni idea de lo que puede ser. Víctor es un tío muy cerrado con sus negocios. No sé en que está metido, aunque te puedes hacer una idea. Está rodeado de tipos duros del este.
― Bueno, iremos a ver que tiene pensado – le digo.
― Tienes que estar guapo vestido como un gangster – se ríe ella.
Pone la mesa para nosotros dos y abre una lata de cola Light para compartirla. Llevo la pequeña paellera hasta la mesa.
― Tiene una pinta magnífica – la alaba Maby, sentándose.
― Sabe mejor, ya verás.
Charlamos sobre lo que puedo esperar que Víctor me ofrezca. Le digo que no me importa, mientras no sea demasiado ilegal. Me comenta los rumores que corren en la agencia sobre nuevos proyectos. Puede que haya algo de Dior para febrero. Finalmente, tocamos el tema candente: Pamela y Elke.
La gira por las estaciones de esquí termina la semana que viene y regresaran. Pam nos llama todos los días, sobre todo después de habernos confesado su relación con Elke. Se lo ha contado todo a la noruega, pero aún no se decide. Le he aconsejado que inicien la cuenta a partir de su vuelta a Madrid, pues comprobarán los pros y los contras realmente.
Es lo que Maby y yo comentamos: las implicaciones. Lo cierto es que todo sería mucho más fácil, para ellas, si se decidieran a vivir juntas, pero, en ese caso, perderíamos a Pam totalmente. No veo más salida. Tendré que inmiscuirme, lo siento por Elke.
Esa misma tarde, merendando como siempre en casa de Dena, Patricia me da una sorpresa que no esperaba lo más mínimo. Mientras arrebaña con un dedo el sirope de chocolate que mancha su plato, nos dice, a su madre y a mí:
― He quedado con una amiga de clase para ir al parque.
Dena y yo nos miramos. ¿Una amiga? Patricia no tiene amigas.
― Se llama Irene y las dos… nos escondemos en los recreos – me mira al decirlo. Sonríe suavemente. – Se ha incorporado a clase en este trimestre. Es de Albacete…
― … y es como tú, ¿no es eso? – acabo la frase.
― Si. Nos caemos bien.
― Llévate el abrigo, hace frío – le dice su madre.
Patricia se levanta de su silla, recoge los platos y los pone en el fregadero, y, entonces, viene la sorpresa. Se acerca a su madre y se inclina, mirándola a los ojos.
― Te quiero, mamá – y le da un pico lento en los labios.
Dena se queda inmóvil, sin saber qué hacer. Finalmente, contesta:
― Yo también, cariño.
Patricia rodea la mesa y se para ante mí.
― Creo que he sido muy egoísta. No os dejado tiempo a solas. Lo siento – y me besa también, mordiendo fugazmente mi labio inferior.
Cuando la jovencita se marcha, su madre y yo no sabemos qué pensar. ¿Una nueva táctica? ¿Se ha rendido? ¿Ha visto la luz? Es pronto para decirlo.
Víctor Vantía vive en Aravaca, un distrito periférico de Madrid, lindando con Pozuelo de Alarcón. Maby me hace tomarla A-6, en direcciónLa Coruña, y tras media hora, abandonamos la interurbana y nos alejamos del área habitada. Pronto me encuentro con una alta valla metálica, toda sembrada de cipreses y altos setos. La longitud de la impenetrable cerca es kilométrica, pues se sale de mi vista. Maby me indica el camino asfaltado que desemboca en la carretera. El camino corre paralelo a uno de los costados de la enorme finca, de la que solo se puede ver setos por fuera, y tupidos árboles en el interior; árboles ancestrales que ocultan una gran estructura, de la que se apercibe un enorme tejado rojizo.
El solitario camino me lleva ante un pórtico con una gran verja doble. Hay un vídeo comunicador bajo una cámara, a la altura de la ventanilla de la camioneta. Puedo ver más cámaras desplegadas, así como las he ido viendo a lo largo de la valla metálica. Esto parece Fort Knox, madre mía…
― Dale al botón – me dice Maby, colocando su rostro sobre mi hombro. – Tenemos una cita con el señor Vantia. Sergio Talmión y Maby Ulloa.
Dos minutos después, con un crujido, las grandes puertas de acero se abren lentamente. Una voz surge del altavoz: “Conduzca sin salirse del camino asfaltado y aparque donde le indiquen.”
― ¡Este tío está podrido de dinero! – le susurro a Maby.
― Uufff – agita ella su mano. — ¡Ni te imaginas!
Sigo las indicaciones. El camino está recién asfaltado, liso y suave como el culito de un bebé. Atravesamos un bosque totalmente cuidado por la mano del hombre. Finalmente, desembocamos en un gran aparcamiento asfaltado, que, en pleno centro, tiene una gran H pintada en el suelo. Un helipuerto. Un tipo bien vestido, nos indica un lugar para aparcar. Cuando me bajo de la camioneta, me doy cuenta que el hombre es tan grande como yo. Lleva uno de esos transmisores en el oído, con el cable metido dentro de la chaqueta.
La gran mansión, a sus espaldas, atrae mi atención. Es enorme, colosal y antigua. La mayoría de la fachada, al menos en el primer piso, está recubierta de serpenteante hiedra, que le presta un cierto aire victoriano. La planta baja no tiene ventanas, sino grandes pórticos acristalados. Cuento diez de estos, solamente en la cara que podemos ver.
La mansión tiene un piso superior – el cubierto con la hiedra – y el piso abuhardillado, bajo las pendientes tejas. Las bocas de las chimeneas erizan los diferentes planos del tejado. Al menos, hay veinte ventanas en el primer piso, y la mitad de estas en el segundo. ¿Cuántas habitaciones tendrá este palacio?
Maby tironea de mi manga, mostrándome lo que se encuentra a mi derecha y que no había visto, atraído por la mansión. Estatuas, setos recortados, parterres de flores, bancos, fuentes, un estanque, y no sé que más, porque mi vista no abarca la mayoría.
― Los jardines – dice ella, simplemente.
― ¿Cuántos jardineros emplea? – jadeo.
Ella se ríe.
― Detrás de la mansión, está el cenador al aire libre, la piscina y el invernadero – me señala con un gesto. – Al otro lado, el campo de golf y el campo de tiro.
― ¡Esto hace dos granjas como la mía, por lo menos!
― Víctor me contó que compró todo esto a causa de una deuda que un noble tenía con él. No sé quien es ese noble, ni quiero saberlo – me dice, al subir los escalones que realzan la gran entrada, bajo el escudo de armas. Sería fácil averiguar a que rama de la nobleza española pertenecía este palacete.
El enorme vestíbulo es apoteósico, al menos para mí. Una doble escalera, con un ramal a cada lado, asciende a los pisos superiores. Baranda de roble y pasamanos de ébano. Peldaños de buen mármol de Macael. Dos enormes lámparas presiden el techo, a diferentes alturas, entre los dos tramos de escaleras. Las grandes y curvadas paredes están pintadas con frescos debidamente cuidados. No sé mucho de artistas, pero quien fuera el artista, era bueno, muy bueno.
Seguimos la espalda del elegante armario. El vestíbulo da paso a una larga galería, cuyas paredes aparecen salpicadas de pequeños retratos y elaboradas escenas de la vida nobiliaria de antaño. A cada docena de metros, en ambos laterales del imponente pasillo, se abren puertas de oscura madera que encierran supuestos salones o, quizás, misteriosas bibliotecas. La galería parece cruzar y dividir la mansión, hasta desembocar en las instalaciones traseras, o sea, lo más reservado de la finca, ya que varias estructuras – sin duda antiguas cuadras y cobertizos – amparan el lugar de miradas indiscretas.
Un grupo de hombres se inclinan ante las patas de un llamativo pura sangre, de pelo alazán. Palpan sus músculos y opinan. Dos de ellos parecen expertos, pues llevan calzado apropiado. El que sujeta la brida del caballo es, sin lugar a dudas, un mozo. Así que Víctor Vantia tiene que ser uno de los dos que quedan. Me inclino por el barbudo.
¡Bingo!
El hombre de la barba levanta la cabeza, ve a Maby y abre los brazos, sonriendo. Avanza hacia nosotros, a grandes zancadas.
― Maby, querrida – pronuncia con un gracioso acento eslavo.
Se besan las mejillas y yo le examino.
Tendrá unos cuarenta y cinco años y está cercano al metro ochenta. Es delgado pero parece fuerte. Tiene algunas canas en las sienes y patillas de su oscuro cabello y su barba, bien recortada, presenta un mechón blanco en el mentón. Viste informalmente, pero con elegancia.
― Este es Sergio, mi novio – nos presenta Maby.
Víctor me estrecha la mano y aprieta, mirándome fijamente con sus oscuros ojos. Si espera verme torcer el gesto por su apretón, va dado. Me abstengo de apretar, vayamos a joder la oportunidad.
― Tu herrmosa novia me ha contado grrandes cosas de ti – me dice, mientras indica, con un gesto, que se lleven el caballo.
― ¿Ah, si?
― Por supuesto – nos empuja hacia el interior de la mansión. – Vayamos dentrro y tomemos un aperritivo.
Nos conduce al que debe de ser su despacho, porque hay un gran cuadro de él sobre la gran chimenea; un Víctor Vantia posando con las manos sobre la empuñadura de un bastón. Viste un traje de levita Príncipe Alberto y el artista ha sabido captar su mirada inquisitoria. Me giro, contemplando la estancia. Buenos muebles, muchos libros, un gran escritorio con muchos papeles. El lugar rebosa trabajo y dinamismo. Víctor no parece un mafioso del este, tiene más pinta de rico inversor.
Nos sentamos ante el escritorio y la puerta se abre. Una sonriente chica, vestida de doncella, trae una bandeja con finas copas. No sé en que momento el hombre ha dado esa orden. Víctor levanta su copa.
― Na zdrave! – exclama.
― Na zdrave! – repite Maby, por lo que supongo que será el brindis búlgaro, así que hago lo mismo.
― Bien, vayamos al grrano. Maby me cuenta que buscas trrabajo – dice finalmente el búlgaro, entrando en materia.
― Así es, señor Vantia.
― Pero no tienes experriencia en trratar con el público. Provienes de una grranja.
― Así es, pero aprendo rápido.
― Eso es bueno – sonríe. – Maby me ha comentado también que tomas decisiones muy rrápidas y acerrtadas, que no te pones nerrvioso y sabes actuar en ocasiones difíciles.
― Bueno. No sé exactamente a qué se refiere, pero me he criado en una granja, llevando prácticamente el peso de ello yo solo. Soy joven, pero tengo experiencia. En una granja, cuando necesitas arreglar algo con rapidez, dependes más de tu imaginación que de las herramientas necesarias. Soy bueno con eso.
― Parra mi es suficiente que Maby te recomiende. Valorro mucho su opinión y buen juicio. Tengo varrios negocios en Madrrid y necesito alguien de confianza para controlar la rentabilidad del último local estrrenado.
Asiento, indicándole que estoy interesado.
― Se trrata de un club temático en Aluche, en el distrrito Latina. Todo para clase alta. Se llama “Años20”. Tengo a todo el personal necesarrio, pero no dispongo de contrrolador.
― ¿Qué hace un controlador?
― ¡Contrrolar por supuesto! – se ríe el búlgaro. – Es un espía, un inforrmador.
― Comprendo. El chivato del dueño.
― ¡Exactamente! El encarrgado del local prroviene de otrro país. No está acostumbrrado ni al idioma, ni a las costumbrres. Me dicen que es de confianza, pero necesito que le vigilen. Ahí entrras tú, Serrgio. Serras el interrmediario entre él y los distrribuidores de licores. Ya sabes, pedidos, pagos, entrregas. Tu decides y él firrma.
― Si, no hay problema.
― No tendrras acceso al librro de registrro, pero quierro que anotes todo lo que pides y lo que llega al almacén. También quierro que apuntes las cantidades de las posibles facturras que lleguen. La mayorría se harrá mediante talones de caja, así que no tienes que preocuparrte por eso. Pero, sé que, de vez en cuando, algún distrribuidor vendrrá a cobrar en perrsona y tendrrá que ponerrse en contacto contigo, porque vas a ser el chico del gerrente.
― Quiere una especie de doble contabilidad.
― Si, burrda, pero efectiva.
― Si no se fía de él, ¿porque no le despide? – me arriesgo a preguntarle.
― ¿Por qué crrees tú?
― Mmm… es un compromiso ineludible – está claro.
― ¡Chico listo! ¡Me gusta tu novio, Maby! – se ríe, mirándola.
― ¡A mí también! – se ríe ella, en respuesta.
― Ahorra comprrendo porrque me dejaste solo…
― No estás solo, Víctor. Tienes a tu esposa.
― Si, cierrto, Maby. Anenka, mi bella esposa rrusa… y ahorra también está Katrrina…
― ¿Katrina? – el nombre no parece sonarle a Maby.
― Es mi hija, mi única hija. Estaba estudiando en Parris, pero la he trraído conmigo. Mi ángel Katrrina – musita finalmente, mirando su copa vacía. No sé yo, pero, por su tono, me parece que la vida de Víctor no es demasiado alegre.
― Volvamos al trabajo, señor Vantia – le llamo a la realidad. – Así que debo ocuparme de los pedidos de almacén e intentar controlar, fuera de libro, lo que se consume y lo que se paga.
― Si, si, así es.
― ¿Algo más?
― Con eso es suficiente. Erres muy joven y prretendo hacerte pasar por otro comprromiso. Quizás el hijo de una amiga o de un pequeño asociado… ya sabes…
― Si, haciéndome el favor de darme una ocupación.
― Has dado en la diana. De ese modo, erres el último mono en el negocio. Nadie se prreocupa por ti y tú podrrás fisgonear. No te prreocupes del tema de las chicas. El hombrre que las tiene a su carrgo es de toda confianza. Perro si me gustarría que prrestaras atención al tema de la segurridad del local y de los clientes.
― Está bien. No se preocupe.
La verdad es que yo imaginé cosas peores de los negocios de Víctor Vantia. Me vi, por un momento, rompiendo dedos y cobrando créditos. Pero, al parecer, Vantia está en el negocio de los clubes nocturnos, y, por lo visto, de los de lujo. Así que todo iba a ser legal… ¡Mejor!
Nos estrechamos la mano y me dice que me incorpore el lunes.
― Maby, ¿Por qué no enseñas mi casa a tu novio? Así mi secrretario puede prreparar tus papeles. Los firrmarás antes de irte y Basil te darrá la dirrección y lo que necesites.
― Gracias, señor Vantia. No le defraudaré.
― Eso espero, chico – dice, dando media vuelta y saliendo de su despacho.
― Bueno, cariño, ¡ya tienes trabajo! – exclama Maby, saltando a mi cuello.
― Si, y es mejor de lo que esperaba.
― Umm… no sé… tú, metido en un puticlub… ¡qué peligro! – entrecierra los ojos.
― No seas mala, Maby. No iré a divertirme, sino a trabajar.
― Ya veremos. Vamos a explorar todo esto. Yo tampoco la conozco entera – me incita.
¡Por todos mis muertos! ¡Es enorme! ¡Tan enorme que resulta demencial! Hay escaleras principales y secundarias, un enorme salón de baile, con parqué natural y espejos en las paredes. Una sala de música, y otra para los aperitivos. Dos bibliotecas, un gimnasio profesional, dos despachos personalizados, un enorme salón comedor, con una mesa de una docena de metros, y una cocina capaz de alimentar a un regimiento de cosacos. Dios, ¿he dicho cosacos?
Arriba tiene dormitorios para ilustres y dormitorios para criados o vasallos, o como se diga. Los más rimbombantes tienen ventanas al exterior. Los más simples, se encuentran en el interior, cercados por los pasillos, sin ventanas. Cada dormitorio ilustre tiene su propio baño y los menos ilustres comparten baño, uno para cada cuatro habitaciones.
En el piso bajo, hay varios “toilettes”, o sea, cuartos de baño, sin baño, jeje. Solo para refrescarse o desaguar… El piso abuhardillado es verdaderamente interesante. Las ventanas de cada fachada constituyen una sola habitación, enorme, larguísima, con suelo de madera y una separación de yeso y cañas. Ninguna de las cuatro habitaciones está amueblada, ni contiene objeto alguno. Según Maby, Víctor piensa dedicar el último piso a acoger huérfanos de guerra del este. Está pendiente de los permisos necesarios, para reconvertir todo eso. Pienso en un dormitorio colectivo, para una veintena de niños, o bien dos, si hay también niñas. Otra sala para estudiar. Otra para comedor y la cuarta como ocio. Todo el espacio interior, junto a las dos escaleras que suben, está dedicado a desván, lleno de cajas de cartón. Aquí se podrían instalar unas duchas y unos aseos. Espacio hay de sobra.
Tengo que reprimir mi mente con las posibilidades. Con dinero y espacio, se puede hacer lo que se quiera. Pero piensa mal y acertarás. ¿Huérfanos de guerra? ¿Por qué sacarlos de sus países, ahora que las cosas se han calmado? ¿No sería mejor y más barato invertir en ayudas sociales in situ?
Maby me lleva de nuevo al piso medio, pasando por los dormitorios principales y se detiene ante una puerta cerrada. La miro, intrigado.
― Es el boudoir de Anenka – me dice, y llama suavemente con los nudillos.
¿Qué coño es un boudoir? Pero, inmediatamente, se me viene a la cabeza un recuerdo. Parece un recuerdo mío, pero sé que no lo es. Es del viejo, seguro. Es anacrónico, muy viejo, como polvoriento, pero intensamente vivido. Veo muebles torneados y bellos y livianos cortinajes. Una mujer quitándose una elaborada bata verde con filigranas doradas. Lleva el pelo recogido, cayéndole en ondas y caracoles sobre un lado de su cara. ¿La zarina? Creo que sí.
― Adelante – contesta una voz ronca pero femenina, con otro marcado acento, pero diferente al de Víctor.
Bueno, este boudoir es algo diferente del que he recordado, pero su función es la misma. Es una mezcla entre camerino, sala de relax, y despacho para la dueña de la casa. Un amplio diván, un pequeño sofá, un par de sillas junto a un mini escritorio, un biombo de seda, una gran bañera antigua en un rincón, con grifería al aire, un antiguo comodín con un enorme espejo… A todo eso hay que sumarle cortinas vaporosas, una alfombra, un espacio con muchas perchas donde cuelgan batas, negligés, y largos y sensuales camisones, pequeños estantes con perfumes, cremas, polvos cosméticos, abanicos, y bisutería varia. Libros y revistas descansan en cualquier rincón, un Ipod libera suaves notas musicales, y, en medio de todo ese maremagno de detalles, una auténtica diva, escultural y libidinosa, nos sonríe.
Anenka Vianta, la joven esposa rusa de Víctor.
¿Qué deciros de Anenka?
¿Qué puedo decir de una mujer que es capaz de enloquecer a un magnate de la prostitución y de la pornografía?
¿Qué clase de temperamento y que grado de seducción maneja una mujer así?
Por mucho que Maby me hubiera advertido, no habría sido capaz de prepararme para la impresión que deja en mí.
Debe de haber estado montando a caballo, porque aún se está quitando las altas botas de equitación, sentada en una de las sillas. Ya se ha despojado de la chaquetilla rojiza, dispuesta en el respaldar. Los ajustados pantalones de montar ponen de manifiesto sus poderosos muslos.
― ¡Maby! – exclama alegremente. — ¡Me alegro de verte, pequeña!
Mi morenita se le acerca, se inclina sobre ella y le da un muerdo en los labios. ¡Impactante! ¿Cuánto se conocen estas dos? Maby la ayuda a tirar de la bota.
― ¡Este hombretón es Sergio? – pregunta, poniéndose en pie.
― Si, mi novio Sergio. Ella es Anenka – nos presenta Maby.
― Dame un abrazo – exige ella, cordialmente.
La estrecho entre mis brazos. Capto su aroma a hembra, mezclado con el sudor y un acre olor animal. Su cuerpo voluptuoso esconde una dureza que no me espero. Es un cuerpo trabajado hasta la saciedad, aunque no lo parezca. Hay algo en ella que me pone nervioso. Debo de tener cuidado y paciencia, me repito.
― Ahora me explico que te alejaras de nosotros, pequeña. Con un tiarrón como este, tienes más que suficiente – la cosquillea la mujer. Maby se aleja, entre risitas.
Me guardo para después las preguntas que cruzan por mi mente. Es evidente que Maby tiene muchas cosas que contarme. Anenka se desabotona la camisa mientras sigue hablando con mi chica, sin importarle que yo esté delante. La examino mejor, más de cerca.
Posee una de esas cabelleras alabastrinas, largas y ensortijadas, de princesa de cuento, o puede que de gitana zíngara. La lleva recogida en un alto moño que casi se ha disuelto. Por el contrario, su piel es muy clara, no blanca, ni pálida, sino clara, como si fuera algo genético. Sus ojos, que no dejan de mirarme de reojo, son muy azules, casi violetas, de un tono muy raro que me recuerdan los de Elizabeth Taylor. ¿Lentillas?
Realmente es hermosa, con unos pómulos marcados y una nariz respingona, que no revelan nada de su herencia étnica. Una boca pequeña, de labios perfilados, sonríe con confianza. Cuando se quita la camisa, muestra su torso, igualmente blanco, de piel inmaculada, en el que el sujetador rosa destaca suavemente. Tiene unos senos pequeños y puntiagudos, que se mantienen firmes sin necesidad de aprisionamiento.
Anenka se cuela detrás de uno de los biombos, tras escoger una larga bata de seda anaranjada. Maby sigue hablando con ella, con el biombo de por medio.
― Víctor me ha hablado de Katrina – le dice.
― ¡Oh, mi bella ahijada Katrina! Ha venido de París…
― No sabía que Víctor tenía una hija.
― Es fruto de su primera esposa – Anenka aparece a nuestra vista, atándose el cordón de la bata. Sabe como lucirla, no hay duda. – Se casó con la jefa de un clan albanés, Sasha. En aquellos tiempos, Víctor estaba interesado en asumir territorios. Era joven e idealista. Esa boda fue un arreglo de poder para unir fuerzas. Aún así, Sasha quedó preñada y acabó volviéndose loca. A los dos meses de tener a Katrina, Víctor tuvo que meterle una bala en la cabeza, cuando la sorprendió intentando asfixiar al bebé.
― ¡Joder! – exclama Maby.
Anenka nos invita a sentarnos en el sofá mientras ella desliza su cuerpo sobre el diván. Sigue contando la historia.
― Víctor no ha tenido más hijos que Katrina. Siempre dice que los hijos son puntos débiles. A Katrina no le ha faltado de nada. Desde pequeña, ha tenido ayas y madrinas que se encargaban de criarla, sirvientas que la vestían y la bañaban, verdaderas esclavas. Su padre la visitaba cada día, durante una hora, hasta que la envió a Paris, a un internado privado muy exclusivo, de donde la ha sacado hace apenas un mes.
― Toda una princesa – digo.
― Si. Malcriada, egoísta, muy altiva, y mucho más cruel que su padre. Es lo que ha mamado desde pequeña – sonríe Anenka. – Como comprenderéis, Víctor se ha casado más veces. Conmigo, cinco veces. Es doblemente viudo y doblemente divorciado. Intento convencerme de que seré la última, pero no hay nada seguro. Sin embargo, Katrina me ha asegurado de que, de todas sus madrastras, yo soy a la que más odia.
― ¡Por qué? – pregunta Maby.
― Porque no le consiento nada.
“Porque Anenka es aún peor que ella”, me digo. Tenía razón en mi primera impresión. No solo es hermosa, es manipuladora y imaginativa. Una perfecta estratega.
― Pero, basta de hablar de la familia. ¿A qué se debe esta visita, pequeña?
― Sergio va a trabajar para Víctor.
― ¿De verás? ¿En que, si se puede saber?
― En el club Años 20. De seguridad.
― Oh, estarás muy bien. Ese club es muy selecto. Nunca hay problemas graves, todo lo más algún político borracho – se ríe deliciosamente. – Entonces, quizás nos veamos en más ocasiones.
― Posiblemente, debo informar al señor Vantias regularmente.
Noto como su mirada cambia sobre mí. Eso de los informes no le ha gustado o le ha sorprendido, una de dos.
― Yo quería pedirte que le echaras un vistazo cuando esté por aquí – me sorprende Maby, poniendo una de sus manos en mi muslo. – El chico se ha criado en una granja y no conoce mucho de la etiqueta social, ya sabes.
― No te preocupes, Maby, estaré muy pendiente de él…
No me gusta nada como me ha mirado al decir eso. Esta tía es peligrosa, lo noto. Deberé tomar precauciones. Tras otra charla de chicas, nos despedimos y bajamos hasta encontrar a Basil. Este me hace firmar un par de compromisos legales y me entrega una carpeta con documentación del club que debo aprenderme, y varias tarjetas: tarjeta sanitaria, tarjeta de identificación, llave electrónica, y una tarjeta de crédito a nombre de Staxter.
― Es el nombre del grupo de empresas que dirige el club – me dice el hombre, que es el otro que estaba al lado de Víctor, cuando examinaban el caballo. Su hombre de confianza.
― Perfecto – le digo. En verdad, es todo legal.
No me ha contratado legalmente, primero por mi edad, y segundo para no infringir ninguna ley si tengo que actuar con dureza. Así me llevaría toda la culpa y el club saldría limpio. A cambio, pagan una buena sanidad privada y cubren todos los aspectos legales. Algo muy típico de las organizaciones criminales. En verdad, ya me lo esperaba.
Maby y yo esperamos, en la T4, la llegada de Pamela y Elke. Estamos de pie ante una de las cristaleras. Abrazo por detrás a mi novia, cubriéndola completamente con mis brazos. Mucha gente nos mira al pasar, pensando que somos una extraña pareja. ¡Que les den!
He empezado con mi trabajo. No está mal. Tengo que acudir un par de veces entre semana, sobre las ocho de la tarde. Reviso el almacén y hablo con las camareras, así estimo los pedidos necesarios. Después, dejo una nota para Konor, quien no suele llegar hasta las diez de la noche, al menos.
Konor Bruvin, un albanés con mala leche. Cincuenta y tantos años, bajito y robusto, con pequeños ojos crueles que no dejan de evaluar. Lleva un peluquín de pelo natural que le tapa la frente y coronilla, ocultando así dos grandes cicatrices sobre las que no crece pelo alguno. Cuando me presenté, el primer día, me miró con fijeza, vio mi juventud y mi inexperiencia, y sonrió con desprecio, comprendiendo el motivo por que se supone que he conseguido el empleo. Es lo que me dio a entender la chica que siempre va con él, como traductora, Mirta.
Se que tengo que tener cuidado con ese tipo. En el momento en que sospeche que soy un informador del jefe, mi vida peligrara.
Me incorporo como refuerzo de seguridad a partir de los viernes, que es cuando el club se llena. La verdad es que es un buen local, con mucha clase y lujo. Ocupa un edificio de tres plantas, con más de quinientos metros cuadrados cada una, y el almacén y los camerinos, acaparan lo que queda de manzana. En el primer piso, se sitúan la barra, el pequeño restaurante, el escenario, la pista de baile, así como los baños, la cocina, el almacén y los camerinos. El club tiene un aforo de casi 500 personas. En el segundo piso, están los reservados. Penumbrosos, cómodos y cálidos, con mirillas de cristal estratégicamente situadas en el suelo para poder disfrutar de los shows, y con amplios divanes sobre los que retozar con las chicas.
En el tercer piso, se encuentran las habitaciones de tales chicas, donde duermen, viven, y trabajan.
Para comprender el espíritu de tal club, debo hablaros más de las chicas. Todas ellas proceden de Hungría, Rumania, Albania, Polonia, Checoslovaquia, la antigua Yugoslavia, e incluso Rusia. Todas sacadas de los países del este. Muy bellas y espigadas, con cuerpos tremendos y muy bien educadas. Son carne de primera, realmente. Víctor Vantia solo quiere lo mejor. Las prefiere universitarias o más o menos cultas, chicas que conocen su potencial, y como superarse ellas mismas. Verdaderamente, mima a sus chicas, tengo que decirlo. Eso no quita que las explote y que las consiga de forma ilegal, pero no trafica con ellas.
Las chicas que acaban en poder de Víctor disponen de unos años para pagar su deuda y se les permite escoger a qué se quieren dedicar: prostitución o show. Como prostitutas, pueden escoger especializaciones: masajistas, acompañantes, expertas en vicios, e incluso camareras… dependiendo de su físico y aptitudes. Como showgirls, también pueden escoger varios caminos: actrices porno, bailarinas sexuales, strippers, y sexo en directo.
Sea como sea, estas mujeres disponen de su habitación, de sus horas de ocio, pueden salir de compras, a peluquerías, al cine… Claro que todas están controladas con chips implantados para que no escapen. Pasan una revisión médica una vez cada quince días y están muy bien alimentadas. Víctor no permite drogas entre sus chicas. A lo sumo, unas copas cuando deben alternar. También disponen de una orientadora que vive con ellas, una especie de psicóloga que las ayuda con sus ocasionales traumas.
El club Años 20 se inspira en la loca década que conmovió la sociedad mundial con el Charleston, los cortos vestiditos con flecos, la liberalización femenina, y toda la juerga superficial y alocada que trajo. Los trajes de las chicas están muy bien diseñados y ellas hacen muy bien su papel. Los espectáculos que se dan en su escenario son subidos de tono pero, en absoluto, burdos ni procaces. Aunque son una minoría, algunas amantes y acompañantes de clientes, frecuentan el club, pero, evidentemente, la mayoría de la clientela es masculina. El cenador se abre a partir de las ocho de la tarde, y muchos clientes prefieren cenar allí, en compañía de sus amigos o de alguna chica elegida, que en sus propias casas.
El mobiliario y la decoración están cuidados al detalle, con calidad cinematográfica, y el sonido, aunque actual, resuena como si proviniera de una gramola.
Las normas de seguridad del local son bien sencillas. Las chicas no pueden follar en él, ni siquiera en los reservados. Se admiten pajas y mamadas, pero no más. Para ello, las chicas deben invitar a los clientes a sus habitaciones, con un procedimiento y un precio adecuado, claro. En el club, se baila, se magrea, se hacen stripteases, y, en la penumbra de los reservados, algún trabajito rápido. Todo ello, tiene otro precio.
No se permiten gritos, ni altercados. Si algún cliente desea celebrar una fiesta más ruidosa, disponemos de reservados adecuados. Tampoco se permiten discusiones acaloradas, ni conatos de pelea. En ese caso, todos los implicados van al callejón de atrás. Estas son las normas básicas.
Desde el primer momento, me he trabajado a las chicas de la barra y las de la cocina, así como el chef. Ha sido fácil hacer que confíen en mí, pues, en verdad, lo único que he hecho ha sido ofrecerles mi amistad y mi posible ayuda en caso de cualquier necesidad.
Por el momento, no tengo acceso al tercer piso, pero estoy entablando amistad con Pavel, un viejo homosexual a cargo de las chicas, y con Irina, la madura orientadora. Sin embargo, sonrío a las camareras y a las chicas que andan desocupadas, cada vez que me cruzo con ellas.
Hay que darle un tiempo a todo, pero creo que pronto tendré mi propia red de confesiones allí dentro, red que Konor no podrá controlar.
― Va a aterrizar – me dice Maby, sacándome de mis pensamientos.
Miro el panel informativo y asiento. Tendremos que esperar aún un rato.
― Tengo muchas ganas de estar con ella.
― Yo también, Maby.
― Pero estará Elke. ¿Qué haremos? – me dice, girándose y mirándome a los ojos.
― No lo sé. Pamela nos ha dicho que se lo ha contado todo lo que hacemos y lo que somos. Además, Elke compartió nuestra cama en Año Nuevo. Supongo que todo depende de ella…
― Entonces, ¿Beso a Pam cuando la vea, o no?
― Tú actúa con naturalidad, niña. Si la has besado siempre, ¿Por qué no hacerlo ahora?
― Tienes razón, corazón – dice con una sonrisa y pegando su cabecita a mi pecho.
Pero yo me pregunto lo mismo. ¿Cómo debo actuar con mi hermana? Ahora trae novia. Una novia que me conoce, que sabe de nuestra relación. Me encojo de hombros. La respuesta que le he dado a Maby sirve también para mí. Habrá que esperar a ver. Lo mismo ocurre con Dena y Patricia. Estamos en la fase de esperar reacciones.
La niña ha cambiado su actitud, parece más comprensiva, más participativa, aunque no sé a que es debido este cambio. Le hemos pedido que traiga a su nueva amiguita a casa, para conocerla, pero, por el momento, se niega, y cuando lo hace, me mira a mí.
¿Tendrá miedo de que impresione a su amiga, o de que esta vea algo impropio hacia su madre? Tengo que garantizarle a Patricia que no haré nada extraño ante su amiga si decide traerla.
― ¡Allí están! – exclama Maby, saltando y agitando la mano.
Me he perdido en mis cosas de nuevo. Pamela y Elke, junto con otras dos hermosas chicas morenas arrastran sus maletas. Destacan poderosamente entre los demás viajeros. Nos han visto y sonríen. Bueno, al menos Pam sonríe.
Maby se arroja materialmente sobre mi hermana. Funden sus labios, sin importarles que la gente las mire. Elke se queda al lado, confusa. Intervengo y, con una mano, atrapo a Maby por la chaqueta, apartándola de Pam, y con la otra tomo a Elke de la cintura, para darle un suave beso en los labios.
― Bienvenida de nuevo, Elke – le digo.
Su sonrisa me anima. Es una jovial sonrisa, amplia y amistosa. Buena señal. Un torbellino rojizo se cuelga de mi cuello, besuqueándome por todas partes. Freno a mi hermana por un segundo y miro a Elke.
― ¿Puedo? – ella asiente, enrojeciendo.
Entonces muerdo la boca de Pamela, con ansias, largamente, hasta hacerla jadear.
― ¡Eso es un beso! – chilla Maby, dándole una palmada a Pam en las nalgas. Después de eso, se acerca a Elke. Las dos parecen no saber que decirse. — ¿Puedo besarte? – le pregunta, poniendo cara de niña buena.
― ¡Pues claro! ¡Somos amigas y compañeras! – responde Elke, abriendo los brazos.
Maby la besa tiernamente, pero metiéndole la lengua, por lo que puedo ver. Cuando se separan, Elke sigue confusa. Maby aún sigue abrazada a ella.
― Eres la novia de mi amante. ¿En qué nos convierte eso a nosotras? – le dice bajito a la noruega.
― Aún no lo sé… espero averiguarlo pronto.
Sus palabras me dan buenas vibraciones. Creo que podré influir con facilidad, solo necesito una ocasión perfecta. Atrapo las maletas y todos nos dirigimos a los aparcamientos, donde espera la camioneta.
― Dejamos primero a Elke en su piso – nos dice Pam, desde el estrecho asiento trasero, con Elke a su lado.
― ¿Te quedas con ella? – no puede aguantarse Maby.
― No. Hemos decidido que seguiremos un tiempo más así, como novias. Cada una en su casa y quedando para salir.
― Elke, sabes que puedes quedarte en nuestra casa cuando quieras. Podemos separar las camas e incluso volver a quitar el vestidor…
― Gracias, Sergio – me contesta, poniendo una mano sobre mi hombro. – Ya hemos decidido que así estará bien. Si tengo que quedarme en vuestro piso, dormiré con vosotros. De todas formas, ya lo hemos hecho, ¿no?
― Claro, claro. Está bien. ¡A casa, señoritas!
Al llegar a nuestro piso, tras dejar a Elke en el suyo, Maby hizo la pregunta que nos quema los labios.
― ¿Qué pasa con nosotros? ¿Elke te deja acostarte con nosotros o te ha pedido limitaciones?
― Me ha pedido que le comunique cuando lo haga con Sergio. Es extraño, creí que se disgustaría, pero no lo hizo.
― ¿Ah, no? — sonreí.
― Sabe que me va a ser muy difícil. Así que yo le he prometido, por decisión propia, que esta noche voy a follar con vosotros, pero que no lo haré más hasta que no lo hablemos más a fondo.
― ¿Solo esta noche? – Maby hizo un puchero.
― Es lógico – intervengo. – Creo que Elke ha sido muy comprensiva. Te deja que tengas una buena bienvenida y, a la misma vez, una despedida.
― Si… una despedida – el tono de Pam es triste.
― Veo que estás enamorada – le digo, abrazándola.
― Si, Sergio. Lo estamos, pero… te pertenezco, lo sabes. No quiero alejarme de ti. No sé si podría… Solo tienes que pedírmelo…
― ¿Pedirte que te quedes con nosotros? ¿Qué no la vieras más?
Pam asiente, bajando los ojos. Su cuerpo tiembla entre mis brazos, esperando.
― No pienso hacerlo. Es decisión vuestra – le digo, con toda hipocresía. No pienso dejar que mi hermana me abandone, cuando toda esta historia empezó con ella.
― Pero, ¿tenemos que esperar hasta esta noche? ¿Por qué no empezamos ya? Son las cinco de la tarde y yo llevo lista todo el día – sonríe Maby, con picardía, tocándonos el trasero.
Es una noche para recordar, para enmarcar en el recuerdo. Tomo a mi hermana en brazos y Maby se sube a mis espaldas. De esta guisa, recogiendo besitos en mi cara, las llevo al dormitorio.
― Estarás hambrienta, ¿verdad? – le pregunta Maby a mi hermana, cuando la deposito sobre la cama.
― Llevo a régimen de esta polla desde hace un tiempo – se ríe, aferrando mi bulto, aún cubierto por el pantalón. – Solo almeja al vapor…
― Pues esta noche te vas a hartar – susurra Maby, reptando hacia ella y besándola. – Te voy a ceder mis turnos…
― No es necesar…
― Calla y dame tu lengua.
Me desnudo mirándolas. No hay nada más bello en el mundo. Son mis chicas y me aman, y se aman entre ellas. ¿Acaso se puede pedir más? Jamás, en mis ensoñaciones solitarias, allá en mi desván, hubiera llegado a imaginar una ocasión similar, lo que el futuro podía depararme. No sé a quien dar las gracias… ¿a Dios? ¿A Rasputín? ¿Al diablo?
Me da igual, si hay que pagar al final de la experiencia, lo haré con mucho gusto. Siento que me estoy poniendo intenso y filosófico, y no es el momento adecuado. Las chicas ya se están revolcando, sin mí. Pero no puedo dejar de mirarlas y de pensar en ello. Me doy cuenta que ese es mi privilegio como su dueño y, en una súbita inspiración, me reafirmo con mi plan sobre Elke. ¡Quiero que se una a nosotros! ¡La quiero en mi cama! ¡Por el bien de Pam y por mi propio y egoísta placer!
Aprovecho que se están besando, una sobre la otra, para colocar mi miembro entre sus bocas. Lo acogen con risitas y mimos. ¡Viva la armonía!
Maby deja que mi hermana siga con el trabajo bucal y ella se coloca a mi espalda, besando y acariciando. Pellizca mis pezones y soba mis testículos, admirando, a su vez, la tarea de Pam. Es cierto, parece hambrienta de mi verga. Intenta abarcarla con sus labios como nunca ha conseguido antes. La noto estremecerse mientras traga centímetros, ignorando las arcadas. Cuando no puede más, se saca el pedazo y escupe sobre él las babas que se han creado en su garganta, y vuelta a empezar.
― Dios, como chupa la mamona – susurra Maby en mi oído.
Yo solo me estremezco, apoyado contra su pecho. Pam está succionando mi glande con fuerza. Le da mordisquitos, poniéndolo cada vez mas morado. Maby abandona mi espalda y busca las piernas de mi hermana, comprobando que está muy mojada. La prepara para mí, con una diligencia y un cariño inigualables.
― Ven – me dice, a los pocos minutos. – Ya está a punto de chillar…
Siento la ansiedad de Pam cuando me retiro de su boca. Me abarca entre sus blancos muslos, jadeando de impaciencia. Sus manos acarician mi vientre, mi pecho, mi cuello, y, finalmente, mi rostro, al deslizarme sobre ella. No aparta sus ojos de los míos mientras me hundo en ella. Veo sus pequeñas expresiones de dolor, de tensión, de placer. ¡Dios, como la amo! Bufa como una gata al llenarla toda. Intenta apretarse más contra mí, con su primer orgasmo. No la dejo recuperarse. Empiezo a moverme, casi fuera del todo, lento, y luego adentro, con empuje. La hago chillar a cada embiste, pero ella sigue mirándome. Le tiembla el labio inferior y tiene los ojos muy húmedos, pero no deja de musitar: “te quiero… te amo”.
Maby, que está tumbada a nuestro lado, no se pierde ni un solo detalle de nuestros roces, miradas y susurros. Ella también lagrimea, emocionada. Me pide que le deje sitio. Se abre el coñito sobre la boca de mi hermana, arrodillándose de cara a mí. Yo me quedo de rodillas, penetrando aún a Pam, con sus caderas sobre mis muslos. Maby y yo nos miramos y sonreímos, felices de estar juntos los tres.
― ¿Echabas mi coñito de menos, amor mío? – le pregunta Maby a mi hermana.
Pam solo gruñe, su boca atareada en comerse ese dulce coñito.
― Él a ti, si te ha echado en falta. Necesitaba nuestros despertares, las caricias matutinassss… nuestras sesiones de rasurados… las confesiones…
Las manos de Pam suben hasta abarcar los pechitos de su amiga, atormentándolos.
― He tenido a Sergio para mí solaaa… durante este mes, pero… aún siendo mi Amo… aún queriéndole más que a mi vida… te he echado mucho de menos… Pamelaaaa…
Escuchar aquella declaración de puro amor de labios de Maby, me retuerce el corazón. Casi me siento indigno de ellas. Casi, por un segundo… luego, se pasa.
― Córrete, mi amor… vacíate en mi boca… méame, si lo deseas – gime mi hermana, apartando un poco su boca. – Soy tuya esta noche…
Atrapo a Maby por la cintura cuando me doy cuenta que se está corriendo como una loca, sin sujeción, agitada por las palabras de Pam. Sus uñas se clavan en mis antebrazos. Maby se queda abrazada a mi cuello, levantando sus nalgas de la cara de Pam, mientras yo me muevo con urgencia en su coño, buscando eyacular.
― Así, así… campeón… riégala entera – jadea Maby en mi rostro, animándome. — ¡Préñala!
Me corro con fuerza, gruñendo y mordiendo los labios de mi morenita. Siento como el coño de Pam se contrae, alcanzado de nuevo por el placer extremo de sentir mi descarga contra su útero.
― Algún día – susurro. – Algún día, la preñaré…
CONTINUARÁ
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