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La madre que la parió. Me había despedido… bueno, eso no es exacto, en realidad “se había decidido la no prorrogación de mi relación contractual con la empresa, toda vez que se trataba de un acuerdo hasta final de obra y servicio y ésta ya había terminado”.
Obediente, me puse en pié y me aproximé a las puertas.
Sinopsis:
Seleccion de los mejores relatos de Golfo sobre una jefa. 120 páginas en las que disfrutarás leyendo diferentes historias de ellas disfrutando o sufriendo con el sexo.
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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:
Acosado por mi jefa, la reina virgen.
―Manuel, la jefa quiere verte― me informó mi secretaria nada más entrar ese lunes a la oficina.
―¿Sabes que es lo que quiere?― le pregunté, cabreado.
―Ni idea pero está de muy mala leche― María me respondió, sabiendo que una llamada a primera hora significaba que esa puta iba a ordenar trabajo extra a todo el departamento.
“Mierda”, pensé mientras me dirigía a su despacho.
Alicia Almagro, no solo era mi jefa directa sino la fundadora y dueña de la empresa. Aunque era insoportable, tengo que reconocer que fue la inteligencia innata de esa mujer, el factor que me hizo aceptar su oferta de trabajo hacía casi dos años. Todavía recuerdo como me impresionó oír de la boca de una chica tan joven las ideas y proyectos que tenía en mente. En ese momento, yo era un consultor senior de una de las mayores empresas del sector y por lo tanto a mis treinta años tenía una gran proyección en la multinacional americana en la que trabajaba, pero aun así decidí embarcarme en la aventura con esa mujer.
El tiempo me dio la razón, gracias a ella, el germen de la empresa que había creado se multiplicó como la espuma y, actualmente, tenía cerca de dos mil trabajadores en una veintena de países. Mi desarrollo profesional fue acorde a la evolución de la compañía y no solo era el segundo al mando sino que esa bruja me había hecho millonario al cederme un cinco por ciento de las acciones pero, aun así, estaba a disgusto trabajando allí.
Pero lo que tenía de brillante, lo tenía de hija de perra. Era imposible acostumbrarse a su despótica forma de ser. Nunca estaba contenta, siempre pedía más y lo que es peor para ella no existían ni las noches ni los fines de semana. Menos mal que era soltero y no tenía pareja fija, no lo hubiera soportado, esa arpía consideraba normal que si un sábado a las cinco de la mañana, se le ocurría una nueva idea, todo su equipo se levantara de la cama y fuera a la oficina a darle forma. Y encima nunca lo agradecía.
Durante el tiempo que llevaba bajo sus órdenes, tuve que dedicar gran parte de mi jornada a resolver los problemas que su mal carácter producía en la organización. Una vez se me ocurrió comentarle que debía ser más humana con su gente, a lo que me respondió que si acaso no les pagaba bien. Al contestarle afirmativamente, me soltó que con eso bastaba y que si querían una mamá, que se fueran a casa.
―¿Se puede?― pregunté al llegar a la puerta de su despacho y ver que estaba al teléfono. Ni siquiera se dignó a contestarme, de forma que tuve que esperar cinco minutos, de pie en el pasillo hasta que su majestad tuvo la decencia de dejarme pasar a sus dominios.
Una vez, se hubo despachado a gusto con su interlocutor, con una seña me ordenó que pasara y me sentara, para sin ningún tipo de educación soltarme a bocajarro:
―Me imagino que no tienes ni puñetera idea del mercado internacional de la petroquímica.
―Se imagina bien― le contesté porque, aunque tenía bastante idea de ese rubro, no aguantaría uno de sus temidos exámenes sobre la materia.
―No hay problema, te he preparado un breve dosier que debes aprenderte antes del viernes― me dijo señalando tres gruesos volúmenes perfectamente encuadernados.
Sin rechistar, me levanté a coger la información que me daba y cuando ya salía por la puerta, escuché que preguntaba casi a voz en grito, que donde iba:
―A mi despacho, a estudiar― respondí bastante molesto por su tono.
La mujer supo que se había pasado pero, incapaz de pedir perdón, esperó que me sentara para hablar:
―Sabes quién es Valentín Pastor.
―Claro, el magnate mexicano.
―Pues bien, gracias a un confidente me enteré de las dificultades económicas de la mayor empresa de la competencia y elaboré un plan mediante el cual su compañía podía absorberla a un coste bajísimo. Ya me conoces, no me gusta esperar que los clientes vengan a mí y por eso, en cuanto lo hube afinado, se lo mandé directamente.
Sabiendo la respuesta de antemano, le pregunté si le había gustado. Alicia, poniendo su típica cara de superioridad, me contestó que le había encantado y que quería discutirlo ese mismo fin de semana.
―Entonces, ¿cuál es el problema?.
Al mirarla esperando una respuesta, la vi ruborizarse antes de contestar:
―Como el Sr. Pastor es un machista reconocido y nunca hubiera prestado atención a un informe realizado por una mujer, lo firmé con tu nombre.
Que esa zorra hubiera usurpado mi personalidad, no me sorprendió en demasía, pero había algo en su actitud nerviosa que no me cuadraba y conociéndola debía ser cuestión de dinero:
―¿De cuánto estamos hablando?―
―Si sale este negocio, nos llevaríamos una comisión de unos quince millones de euros.
―¡Joder!― exclamé al enterarme de la magnitud del asunto y poniéndome en funcionamiento, le dije que tenía que poner a todo mi equipo a trabajar si quería llegar a la reunión con mi equipo preparado.
―Eso no es todo, Pastor ha exigido privacidad absoluta y por lo tanto, esto no puede ser conocido fuera de estas paredes.
―¿Me está diciendo que no puedo usar a mi gente para preparar esa reunión y que encima debo de ir solo?.
―Fue muy específico con todos los detalles. Te reunirás con él en su isla el viernes en la tarde y solo puede acompañarte tu asistente.
―Alicia, disculpe… ¿de qué me sirve un asistente al que no puedo siquiera informar de que se trata?. Para eso, prefiero ir solo.
―Te equivocas. Tu asistente sabe ya del tema mucho más de lo que tú nunca llegaras a conocer y estará preparado para resolver cualquier problema que surja.
Ya completamente mosqueado, porque era una marioneta en sus manos, le solté:
―Y ¿Cuándo voy a tener el placer de conocer a ese genio?
En su cara se dibujó una sonrisa, la muy cabrona estaba disfrutando:
―Ya la conoces, seré yo quien te acompañe.
Después de la sorpresa inicial, intenté disuadirla de que era una locura. La presidenta de una compañía como la nuestra no se podía hacer pasar por una ayudante. Si el cliente lo descubría el escándalo sería máximo y nos restaría credibilidad.
―No te preocupes, jamás lo descubrirá.
Sabiendo que no había forma de hacerle dar su brazo a torcer, le pregunté cual eran los pasos que había que seguir.
―Necesito que te familiarices con el asunto antes de darte todos los pormenores de mi plan. Vete a casa y mañana nos vemos a las siete y media― me dijo dando por terminada la reunión.
Preocupado por no dar la talla ante semejante reto, me fui directamente a mi apartamento y durante las siguientes dieciocho horas no hice otra cosa que estudiar la información que esa mujer había recopilado.
Al día siguiente, llegué puntualmente a la cita. Alicia me estaba esperando y sin más prolegómenos, comenzó a desarrollar el plan que había concebido. Como no podía ser de otra forma, había captado el mensaje oculto que se escondía detrás de unas teóricamente inútiles confidencias de un amigo y había averiguado que debido a un supuesto éxito de esa empresa al adelantarse a la competencia en la compra de unos stocks, sin darse cuenta había abierto sin saberlo un enorme agujero por debajo de la línea de flotación y esa mujer iba a provecharlo para parar su maquinaria y así hacerse con ella, a un precio ridículo.
Todas mis dudas y reparos, los fue demoliendo con una facilidad pasmosa, por mucho que intenté encontrar una falla me fue imposible. Derrotado, no me quedó más remedio que felicitarle por su idea.
―Gracias― me respondió, ―ahora debemos conseguir que asimiles todos sus aspectos. Tienes que ser capaz de exponerlo de manera convincente y sin errores.
Ni siquiera me di por aludido, la perra de mi jefa dudaba que yo fuera capaz de conseguirlo y eso que en teoría era, después de ella, el más valido de toda la empresa. Para no aburriros os tengo que decir que mi vida durante esos días fue una pesadilla, horas de continuos ensayos, repletos de reproches y nada de descanso.
Afortunadamente, llegó el viernes. Habíamos quedado a las seis de la mañana en el aeropuerto y queriendo llegar antes que ella, me anticipé y a las cinco ya estaba haciendo cola frente al mostrador de la aerolínea. La tarde anterior habíamos mandado a un empleado a facturar por lo que solo tuve que sacar las tarjetas de embarque y esperar.
Estaba tomándome un café, cuando vi aparecer por la puerta de la cafetería a una preciosa rubia de pelo corto con una minifalda aún más exigua. Sin ningún tipo de reparo, me fijé que la niña no solo tenía unas piernas perfectas sino que lucía unos pechos impresionantes.
Babeando, fui incapaz de reaccionar cuando, sin pedirme permiso, se sentó en mi mesa.
―Buenos días― me dijo con una sonrisa.
Sin ser capaz de dejar de mirarle los pechos, caí en la cuenta que ese primor no era otro que mi jefa. Acostumbrado a verla escondida detrás de un anodino traje de chaqueta y un anticuado corte de pelo nunca me había fijado que Alicia era una mujer y que encima estaba buena.
―¿Qué opinas?, ¿te gusta mi disfraz?.
No pude ni contestar. Al haberse teñido de rubia, sus facciones se habían dulcificado, pero su tono dictatorial seguía siendo el mismo. Nada había cambiado. Como persona era una puta engreída y vestida así, parecía además una puta cara.
―¿Llevas todos los contratos?. Aún tenemos una hora antes de embarcar y quiero revisar que no hayas metido la pata.
Tuve que reprimir un exabrupto y con profesionalidad, fui numerando y extendiéndole uno a uno todos los documentos que llevábamos una semana desarrollando. Me sentía lo que era en manos de esa mujer, un perrito faldero incapaz de revelarse ante su dueña. Si me hubiese quedado algo de dignidad, debería de haberme levantado de la mesa pero esa niña con aspecto de fulana me había comprado hace dos años y solo me quedaba el consuelo que, al menos, los números de mi cuenta corriente eran aún más grandes que la humillación que sentía.
Escuché con satisfacción que teníamos que embarcar, eso me daba un respiro en su interrogatorio. Alicia se dirigió hacia el finger de acceso al avión, dejándome a mí cargando tanto mi maletín como el suyo pero, por vez primera, no me molestó, al darme la oportunidad de contemplar el contoneo de su trasero al caminar. Estaba alucinado. El cinturón ancho, que usaba como falda, resaltaba la perfección de sus formas y para colmo, descubrí que esa zorra llevaba puesto un coqueto tanga rojo.
“Joder”, pensé, “llevo dos años trabajando para ella y nunca me había dado cuenta del polvo que tiene esta tía”.
Involuntariamente, me fui excitando con el vaivén de sus caderas, por lo que no pude evitar que mi imaginación volara y me imaginara como sería Alicia en la cama.
―Seguro que es frígida― murmuré.
―No lo creo― me contestó un pasajero que me había oído y que al igual que yo, estaba ensimismado con su culo, ―tiene pinta de ser una mamona de categoría.
Solté una carcajada por la burrada del hombre y dirigiéndome a él, le contesté:
―No sabe, usted, cuánto.
Esa conversación espontánea, me cambió el humor, y sonriendo seguí a mi jefa al interior del avión.
El viaje.
Debido a que nuestros billetes eran de primera clase, no tuvimos que recorrer el avión para localizar nuestros sitios. Nada más acomodarse en su asiento, Alicia me hizo un repaso de la agenda:
―Como sabes, tenemos que hacer una escala en Santo Domingo, antes de coger el avión que nos llevará a la isla privada del capullo de Pastor. Allí llegaremos como a las ocho la tarde y nada más llegar, su secretaria me ha confirmado que tenemos una cena, por lo que debemos descansar para llegar en forma.
―Duerma― le contesté,― yo tengo que revisar unos datos.
Ante mi respuesta, la muchacha pidió agua a la azafata y sacando una pastilla de su bolso, se la tomó, diciendo:
―Orfidal. Lo uso para poder descansar.
No me extrañó que mi jefa, con la mala baba que se marcaba, necesitara de un opiáceo para dormir.
“La pena es que no se tome una sobredosis”, pensé y aprovechando que me dejaba en paz, me puse a revisar el correo de mi ordenador por lo que no me di cuenta cuando se durmió.
Al terminar fue, cuando al mirarla, me quedé maravillado.
Alicia había tumbado su asiento y dormida, el diablo había desaparecido e, increíblemente, parecía un ángel. No solo era una mujer bellísima sino que era el deseo personificado. Sus piernas perfectamente contorneadas, daban paso a una estrecha cintura que se volvía voluptuosa al compararse con los enormes pechos que la naturaleza le había dotado.
Estaba observándola cuando, al removerse, su falda se le subió dejándome ver la tela de su tanga. Excitado, no pude más que acomodar mi posición para observarla con detenimiento.
“No comprendo porque se viste como mojigata”, me dije, “esta mujer, aunque sea inteligente, es boba. Con ese cuerpo podría tener al hombre que quisiera”.
En ese momento, salió de la cabina, uno de los pilotos y descaradamente, le dio un repaso. No comprendo por qué pero me cabreó esa ojeada y moviendo a mi jefa, le pregunté si quería que la tapase. Ni siquiera se enteró, el orfidal la tenía noqueada. Por eso cogiendo una manta, la tapé y traté de sacarla de mi mente.
Me resultó imposible, cuanto más intentaba no pensar en ella, más obsesionado estaba. Creo que fue mi larga abstinencia lo que me llevó a cometer un acto del que todavía hoy, no me siento orgulloso. Aprovechando que estábamos solos en el compartimento de primera, disimulando metí mi mano por debajo de la manta y empecé a recorrer sus pechos.
“Qué maravilla”, pensé al disfrutar de la suavidad de su piel. Envalentonado, jugué con descaro con sus pezones. Mi victima seguía dormida, al contrario que mi pene que exigía su liberación. Sabiendo que ya no me podía parar, cogí otra manta con la que taparme y bajándome la bragueta, lo saqué de su encierro. Estaba como poseído, el morbo de aprovecharme de esa zorra era demasiado tentador y, por eso, deslizando mi mano por su cuerpo, empecé a acariciar su sexo.
Poco a poco, mis caricias fueron provocando que aunque Alicia no fuera consciente, su cuerpo se fuera excitando y su braguita se mojara. Al sentir que la humedad de su cueva, saqué mi mano y olisqueé mis dedos. Un aroma embriagador recorrió mis papilas y ya completamente desinhibido, me introduje dentro de su tanga y comencé a jugar con su clítoris mientras con la otra mano me empezaba a masturbar.
Creo que Alicia debía de estar soñando que alguien le hacia el amor, porque entre dientes suspiró. Al oírla, supe que estaba disfrutando por lo que aceleré mis toqueteos. La muchacha ajena a la violación que estaba siendo objeto abrió sus piernas, facilitando mis maniobras. Dominado por la lujuria, me concentré en mi excitación por lo que coincidiendo con su orgasmo, me corrí llenando de semen la manta que me tapaba.
Al haberme liberado, la cordura volvió y avergonzado por mis actos, acomodé su ropa y me levanté al baño.
“La he jodido”, medité al pensar en lo que había hecho, “solo espero que no se acuerde cuando despierte, sino puedo terminar hasta en la cárcel”.
Me tranquilicé al volver a mi asiento y comprobar que la cría seguía durmiendo.
“Me he pasado”, me dije sin reconocer al criminal en que, instantes antes, me había convertido.
El resto del viaje, fue una tortura. Durante cinco horas, mi conciencia me estuvo atormentando sin misericordia, rememorando como me había dejado llevar por mi instinto animal y me había aprovechado de esa mujer que plácidamente dormía a mi lado. Creo que fue la culpa lo que me machacó y poco antes de aterrizar, me quedé también dormido.
―Despierta― escuché decir mientras me zarandeaban.
Asustado, abrí los ojos para descubrir que era Alicia la que desde el pasillo me llamaba.
―Ya hemos aterrizado. Levántate que no quiero perder el vuelo de conexión.
Suspiré aliviado al percatarme que su tono no sonaba enfadado, por lo que no debía de recordar nada de lo sucedido. Con la cabeza gacha, recogí nuestros enseres y la seguí por el aeropuerto.
La mujer parecía contenta. Pensé durante unos instantes que era debido a que aunque no lo supiera había disfrutado pero, al ver la efectividad con la que realizó los tramites de entrada, recordé que siempre que se enfrentaba a un nuevo reto, era así.
“Una ejecutiva agresiva que quería sumar un nuevo logro a su extenso curriculum”.
El segundo trayecto fue corto y en dos horas aterrizamos en un pequeño aeródromo, situado en una esquina de la isla del magnate. Al salir de las instalaciones, nos recogió la secretaria de Pastor, la cual después de saludarme y sin dirigirse a la que teóricamente era mi asistente, nos llevó a la mansión donde íbamos a conocer por fin a su jefe.
Me quedé de piedra al ver donde nos íbamos a quedar, era un enorme palacio de estilo francés. Guardando mis culpas en el baúl de los recuerdos, me concentré en el negocio que nos había llevado hasta allí y decidí que tenía que sacar ese tema hacia adelante porque el dinero de la comisión me vendría bien, por si tenía que dejar de trabajar en la empresa.
Un enorme antillano, vestido de mayordomo, nos esperaba en la escalinata del edificio. Habituado a los golfos con los que se codeaba su jefe, creyó que Alicia y yo éramos pareja y, sin darnos tiempo a reaccionar, nos llevó a una enorme habitación donde dejó nuestro equipaje, avisándonos que la cena era de etiqueta y que, en una hora, Don Valentín nos esperaba en el salón de recepciones.
Al cerrar la puerta, me di la vuelta a ver a mi jefa. En su cara, se veía el disgusto de tener que compartir habitación conmigo.
―Perdone el malentendido. Ahora mismo, voy a pedir otra habitación para usted― le dije abochornado.
―¡No!― me contestó cabreada,― recuerda que este tipo es un machista asqueroso, por lo tanto me quedo aquí. Somos adultos para que, algo tan nimio, nos afecte. Lo importante es que firme el contrato.
Asentí, tenía razón.
Esa perra, ¡siempre tenía razón!.
―Dúchate tú primero pero date prisa, porque hoy tengo que arreglarme y voy a tardar.
Como no tenía más remedio, saqué el esmoquin de la maleta y me metí al baño dejando a mi jefa trabajando con su ordenador. El agua de la ducha no pudo limpiar la desazón que tener a ese pedazo de mujer compartiendo conmigo la habitación y saber que lejos de esperarme una dulce noche, iba a ser una pesadilla, por eso, en menos de un cuarto de hora y ya completamente vestido, salí para dejarla entrar.
Ella al verme, me dio un repaso y por primera vez en su vida, me dijo algo agradable:
―Estás muy guapo de etiqueta.
Me sorprendió escuchar un piropo de su parte pero cuando ya me estaba ruborizando escuché:
―Espero que no se te suba a la cabeza.
―No se preocupe, sé cuál es mi papel― y tratando de no prolongar mi estancia allí, le pedí permiso para esperarla en el salón.
―Buena idea― me contestó.― Así, no te tendré fisgando mientras me cambio.
Ni me digné a contestarla y saliendo de la habitación, la dejé sola con su asfixiante superioridad. Ya en el pasillo, me di cuenta que no tenía ni idea donde se hallaba, por lo que bajando la gigantesca escalera de mármol, pregunté a un lacayo. Este me llevó el salón donde al entrar, me topé de frente con mi anfitrión.
―Don Valentín― le dije extendiéndole mi mano, ―soy Manuel Pineda.
―Encantado muchacho― me respondió, dándome un apretón de manos, ―vamos a servirnos una copa.
El tipo resultó divertido y rápidamente congeniamos, cuando ya íbamos por la segunda copa, me dijo:
―Aprovechando que es temprano, porque no vemos el tema que te ha traído hasta acá.
―De acuerdo― le contesté,― pero tengo que ir por mis papeles a la habitación y vuelvo.
―De acuerdo, te espero en mi despacho.
Rápidamente subí a la habitación, y tras recoger la documentación, miré hacia el baño y sorprendido descubrí que no había cerrado la puerta y a ella, desnuda, echándose crema. Asustado por mi intromisión, me escabullí huyendo de allí con su figura grabada en mi retina.
“¡Cómo está la niña!”, pensé mientras entraba a una de las reuniones más importantes de mi vida.
La que en teoría iba a ser una reunión preliminar, se prolongó más de dos horas, de manera que cuando llegamos al salón, me encontré con que todo el mundo nos esperaba. Alicia enfundada en un provocativo traje de lentejuelas. Aprovechando el instante, recorrí su cuerpo con mi mirada, descubriendo que mi estricta jefa no llevaba sujetador y que sus pezones se marcaban claramente bajo la tela. En ese momento se giró y al verme, me miró con cara de odio. Solo la presencia del magnate a mi lado, evitó que me montara un escándalo.
―¿No me vas a presentar a tu novieta?― preguntó Don Valentín al verla. Yo, obnubilado por su belleza, tardé en responderle por lo que Alicia se me adelantó:
―Espero que el bobo de Manuel no le haya aburrido demasiado, perdónele es que es muy parado. Me llamo Alicia.
El viejo, tomándose a guasa el puyazo de mi supuesta novia, le dio dos besos y dirigiéndose a mí, me soltó:
―Te has buscado una hembra de carácter y encima se llama como tu jefa, lo tuyo es de pecado.
―Ya sabe, Don Valentín, que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Contra todo pronóstico, la muchacha se rio y cogiéndome del brazo, me hizo una carantoña mientras me susurraba al oído:
―Me puedes acompañar al baño.
Disculpándome de nuestro anfitrión, la seguí. Ella esperó a que hubiéramos salido del salón para recriminarme mi ausencia. Estaba hecha una furia.
―Tranquila jefa. No he perdido el tiempo, tengo en mi maletín los contratos ya firmados, todo ha ido a la perfección.
Cabreada, pero satisfecha, me soltó:
―Y ¿por qué no me esperaste?.
―Comprenderá que no podía decirle que tenía que esperar a que mi bella asistente terminase de bañarse para tener la reunión.
―Cierto, pero aun así debías haber buscado una excusa. Ahora volvamos a la cena.
Cuando llegamos, los presentes se estaban acomodando en la mesa. Don Valentín nos había reservado los sitios contiguos al suyo, de manera que Alicia tuvo que sentarse entre nosotros. Al lado del anfitrión estaba su novia, una preciosa mulata de por lo menos veinte años menos que él. La cena resultó un éxito, mi jefa se comportó como una damisela divertida y hueca que nada tenía que ver con la dura ave de presa a la que me tenía acostumbrado.
Con las copas, el ambiente ya de por si relajado, se fue tornando en una fiesta. La primera que bebió en demasía fue Alicia, que nada más empezar a tocar el conjunto, me sacó a bailar. Su actitud desinhibida me perturbó porque, sin ningún recato, pegó su cuerpo al mío al bailar.
La proximidad de semejante mujer me empezó a afectar y no pude más que alejarme de ella para que no notara que mi sexo crecía sin control debajo de mi pantalón. Ella, al notar que me separaba, me cogió de la cintura y me obligó a pegarme nuevamente. Fue entonces cuando notó que una protuberancia golpeaba contra su pubis y cortada, me pidió volver a la mesa.
En ella, el dueño de la casa manoseaba a la mulata, Al vernos llegar, miró con lascivia a mi acompañante y me soltó:
―Muchacho, tenemos que reconocer que somos dos hombres afortunados al tener a dos pedazos de mujeres para hacernos felices.
―Lo malo, Don Valentín, es que hacerles felices es muy fácil. No sé si su novia estará contenta pero Manuel me tiene muy desatendida.
Siguiendo la broma, contesté la estocada de mi jefa, diciendo:
―Sabes que la culpa la tiene la señora Almagro que me tiene agotado.
―Ya será para menos― dijo el magnate― tengo entendido que tu presidenta es de armas tomar.
―Si― le contesté, ―en la empresa dicen que siempre lleva pantalones porque si llevara falda, se le verían los huevos.
Ante tamaña salvajada, mi interlocutor soltó una carcajada y llamando al camarero pidió una botella de Champagne.
―Brindemos por la huevuda, porque gracias a ella estamos aquí.
Al levantar mi copa, miré a Alicia, la cual me devolvió una mirada cargada de odio. Haciendo caso omiso, brindé con ella. Como la perfecta hija de puta que era, rápidamente se repuso y exhibiendo una sonrisa, le dijo a Don Valentín que estaba cansada y que si nos permitía retirarnos.
El viejo, aunque algo contrariado por nuestra ida, respondió que por supuesto pero que a la mañana siguiente nos esperaba a las diez para que le acompañáramos de pesca.
Durante el trayecto a la habitación, ninguno de los dos habló pero nada más cerrar la puerta, la muchacha me dio un sonoro bofetón diciendo:
―Con que uso pantalón para esconder mis huevos― de sus ojos dos lágrimas gritaban el dolor que la consumía.
Cuando ya iba a disculparme, Alicia bajó los tirantes de su vestido dejándolo caer y quedando desnuda, me gritó:
―Dame tus manos.
Acojonado, se las di y ella, llevándolas a sus pechos, me dijo:
―Toca. Soy, ante todo, una mujer.
Sentir sus senos bajo mis palmas, me hizo reaccionar y forzando el encuentro, la besé. La muchacha intentó zafarse de mi abrazo, pero lo evité con fuerza y cuando ella vio que era inútil, me devolvió el beso con pasión.
Todavía no comprendo cómo me atreví, pero cogiéndola en brazos, le llevé a la cama y me empecé a desnudar. Alicia me miraba con una mezcla de deseo y de terror. Me daba igual lo que opinara. Después de tanto tiempo siendo ninguneado por ella, esa noche decidí que iba a ser yo, el jefe.
Tumbándome a su lado, la atraje hacía mí y nuevamente con un beso posesivo, forcé sus labios mientras mis manos acariciaban su trasero. La mujer no solo se dejó hacer, sino que con sus manos llevó mi cara a sus pechos.
Me estaba dando entrada, por lo que en esta ocasión y al contrario de lo ocurrido en el avión, no la estaba forzando. Con la tranquilidad que da el ser deseado, fui aproximándome con la lengua a una de sus aureolas, sin tocarla. Sus pezones se irguieron esperando el contacto, mientras su dueña suspiraba excitada.
Cuando mi boca se apoderó del pezón, Alicia no se pudo reprimir y gimió, diciendo:
―Hazme tuya pero, por favor, trátame bien― y avergonzada, prosiguió diciendo, ―soy virgen.
Tras la sorpresa inicial de saber que ese pedazo de mujer nunca había probado las delicias del sexo, el morbo de ser yo quien la desflorara, me hizo prometerle que tendría cuidado y reiniciando las caricias, fui recorriendo su cuerpo, aproximándome lentamente a mi meta.
Alicia, completamente entregada, abrió sus piernas para permitirme tomar posesión de su tesoro, pero en contra de lo que esperaba, pasé de largo acariciando sus piernas.
Oí como se quejaba, ¡quería ser tomada!.
Desde mi posición, puede contemplar como mi odiada jefa, se retorcía de deseo, pellizcando sus pechos mientras, con los ojos, me imploraba que la hiciera mujer. Si eso ya era de por sí, excitante aún lo fue más observar que su sexo, completamente depilado, chorreaba.
Usando mi lengua, fui dibujando un tortuoso camino hacia su pubis. Los gemidos callados de un inicio se habían convertido en un grito de entrega. Cuando me hallaba a escasos centímetros de su clítoris, me detuve y volví a reiniciar mi andadura por la otra pierna. Alicia cada vez más desesperada se mordió los labios para no correrse cuando sintió que me aproximaba. Vano intento porque cuando, separando sus labios, me apoderé de su botón, se corrió en mi boca.
Era su primera vez y por eso me entretuve durante largo tiempo, bebiendo de su fuente y jugando con su deseo.
Poseída por un frenesí hasta entonces desconocido, me ordenó que la desvirgara pero, en vez de obedecerla pasé por alto su exigencia y seguí en mi labor de asolar hasta la última de sus defensas. Usando mi lengua, me introduje en su vulva mientras ella no dejaba de soltar improperios por mi desobediencia.
Molesto, le exigí con un grito que se callara.
Se quedó muda por la sorpresa:
“Su dócil empleado ¡le había dado una orden!”.
Sabiendo que la tenía a mi merced, busqué su segundo orgasmo. No tardó en volver a derramarse sobre las sabanas, tras lo cual me separé de ella, tumbándome a su lado.
Agotada, tardó unos minutos en volver en sí, mientras eso ocurría, disfruté observando su cuerpo y su belleza. Mi jefa era un ejemplar de primera. Piernas perfectamente contorneadas, daban paso a una cadera de ensueño, siendo rematadas por unos pechos grandes y erguidos. En su cara, había desaparecido por completo el rictus autoritario que tanto la caracterizaba y en ese instante, no era dureza sino dulzura lo que reflejaba.
Al incorporarse, me miró extrañada que habiendo sido vencida, no hubiese hecho uso de ella. Cogiendo su cabeza, le di un beso tras lo cual le dije:
―Has bebido. Aunque eres una mujer bellísima y deseo hacerte el amor, no quiero pensar mañana que lo has hecho por el alcohol.
―Pero― me contestó mientras se apoderaba de mi todavía erguido sexo con sus manos,―¡quiero hacerlo!.
Sabiendo que no iba a poder aguantar mucho y que como ella siguiera acariciado mi pene, mi férrea decisión iba a disolverse como un azucarillo, la agarré y pegando su cara a la mía, le solté:
―¿Qué es lo que no has entendido?. Te he dicho que en ese estado no voy aprovecharme de ti. ¡Esta noche no va a ocurrir nada más!. Así que sé una buena niña y abrázame.
Pude leer en su cara disgusto pero también determinación y cuando ya creía que se iba a poner a gritar, sonrió y poniendo su cara en mi pecho, me abrazó.
No he salido de mi cuarto en todo el día, ni para comer. Sé que ellos esperan que abandone mi refugio e intentarán un nuevo ataque. He permanecido horas a resguardo de esos dos pero aun así debo salir. Ha llegado la hora de la cena y no acudir a ella es aceptar mi culpabilidad. La culpabilidad del que no se atreve a afrontar las consecuencias y se esconde como un cobarde, como un niñato. Porque eso es lo que soy, un puto niñato malcriado y sinvergüenza.
Wezen montaba su caballo, silbando una canción y disfrutando del exuberante paisaje de la llanura; un interminable verde que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. Su estado de ánimo era inmejorable, cabalgando en medio de la legión de jinetes xin de Syaoran y tomando rumbo a su pueblo. A un lado, el sol se ocultaba tras la interminable cadena de montañas y supo que pronto debían acampar. Si fuera por él, continuaría cabalgando durante la noche; faltaban pocos días para alcanzar Congli y estaba ansioso por ver a su hermana tras casi un año de partir rumbo a la guerra.
Desmontó a un costado del camino, viendo a los demás jinetes preparar el campamento con una velocidad y disciplina que nunca dejaba de sorprenderlo. Estaban perfectamente entrenados por Syaoran, pensó, y pronto él también sería un gran guerrero a su lado. Se había convertido en su escudero; estaba presente en todas las reuniones de su comandante, entrenaba con él y se enteraba de las noticias más importantes con rapidez.
Sabía que la prioridad de Syaoran era reunirse con el emisario de Occidente en una expedición en la frontera xin. Sabía, además, que los mongoles no estaban huyendo del reino, sino reagrupándose en algún lugar. Tardarían meses en asestar un ataque contra el nuevo emperador, apostado en Nankín, pero disfrutaría de los días mientras tanto.
Luego se fijó en Zhao, desmontando de su caballo y enfundado en su túnica budista sin ningún tipo de reparo. Buena parte del ejército lo conocía y ya no tenía necesidad de aparentar. Después de todo, la Sociedad del Loto Blanco a la que ahora pertenecían fue fundada por budistas. Lo vio acercarse y el guerrero xin frunció el ceño. Zhao le estaba resultando insoportable en los últimos días. Detestaba que su amigo le hablara sobre Buda y sus conceptos de paz y tranquilidad, que no hacía más que enfadarlo. Al parecer, ahora Zhao sentía una necesidad de predicar su credo a todos los soldados, que lo escuchaban con curiosidad y respeto, pero Wezen no era una persona de fe.
—¿Cómo está tu herida? —preguntó el budista, señalando el hombro que había sido alcanzado por una espada durante la toma de Ciudad del Jan.
—El hombro está bien —se palmeó la zona con fuerza—. Una de las esclavas del comandante se ofreció a curar la herida.
—¿Una esclava? ¿Cuál de las dos?
—La más bonita —asintió.
Zhao enarcó una ceja.
—Procura recordar que ellas entregan sus cuerpos a tu comandante. Syaoran no querrá saber que uno de sus soldados está detrás de…
Wezen hizo un ademán.
—No me sigas.
Se alejó silbando; nada ni nadie le arruinaría su estado de ánimo.
Lanzó su casco sobre la hierba y se acercó a un riachuelo para mear sobre unos matojos, entonando su canción y mirando las pálidas estrellas que asomaban en el cielo. Dio un respingo cuando oyó el chapoteo del agua y luego un par de risillas de algunas muchachas cerca.
Giró la cabeza y se sorprendió de ver a las dos esclavas de su comandante, tomando un baño entre risas. Actuaban como si él no estuviera allí. Eran hermosas, aunque distintas, como si su comandante las hubiera elegido así adrede. Una era exótica por lo alta, de corta cabellera y turgentes senos, de curvas pronunciadas. Toda una mujer. La otra, en cambio, era de rostro aniñado y más menuda, enrollaba su larga cabellera mientras las gotas de agua recorrían su cuerpo de tímidas curvas.
Wezen apretó los labios. Era esta última la que le había hecho una cura con hierbas y vino, la noche anterior en las afueras de la tienda del comandante. Solo sabía el nombre de esta, y era sencillo de recordar. Mei. “La más pequeña”.
Nunca dejaba de preguntarse sobre el extraño origen de las dos, después de todo no era común verlas en campamentos de la caballería, sino más bien en los castillos, sirviendo a emperadores, no a comandantes. Pensó que Syaoran era un hombre afortunado al tener aquellas dos jóvenes a su disposición.
—¿Vas a acompañarnos? —preguntó la más alta, ahora de pie frente a él.
Wezen quedó absorto. Vio los pezones erectos de la esclava y por un momento sintió el impulso de retirarse la armadura y zambullirse junto a ella, pero la cacofonía de martillazos y órdenes lejanas que oía eran un recordatorio de que no estaban solos; si algún soldado lo pillaba con las esclavas sería su muerte.
La mujer rio, volviendo a agacharse para darse un baño mientras que la pequeña le salpicó agua a su amiga, visiblemente molesta. Wezen suspiró y se sentó sobre la hierba, viéndolas.
—Muy graciosa. En Occidente harías de bufón de algún rey.
—¿Qué sabes de Occidente? —preguntó Mei, limpiándose una suciedad en el vientre.
—No mucho. Podrías preguntárselo al emisario cuando lo encontremos.
Mei asintió. No conocía al emisario y dudaba que un hombre tan importante se dignara a hablar con ella, pero lo intentaría. Charlar con Wezen, en cambio, era más agradable y podía ser ella misma, evitando formalidades. Podía hablar de temas que, con su señor, serían imposibles de tocar. Se lavó los brazos, hablando con Wezen sin mirarlo.
—Ese emisario… Tiene que ser un hombre muy importante para mover todo un ejército.
—Lo es. Según Syaoran, es clave para la guerra… Pero dos esclavas no tienen por qué saber detalles.
Aquella broma hizo que Mei frunciera el ceño, no obstante, su amiga se volvió a poner de pie. Brazos en jarras, miró a Wezen con una mueca.
—Vamos a encontrarnos con el embajador del reino de Koryo. Si pacta una alianza con Syaoran, nuestro ejército podría doblar sus efectivos. Koryo es un estado vasallo de los mongoles, así que no podemos entrar a sus tierras. Su emisario sí puede. Y no es ningún occidental, por más que viva allí. Es tan oriental como tú o yo.
Wezen quedó boquiabierto. Planeaba soltar pequeños detalles aquí y allá con tal de prolongar la conversación con aquellas dos ninfas desnudas, pero todo su plan se desbarató por completo.
—¿Qué? —preguntó la esclava, volviendo a bañarse—. Tengo oídos. Escucho.
Wezen chasqueó los labios.
—Ya veo. ¿Qué hacéis dos esclavas sirviendo al comandante en la caballería?
—¿Qué hace un campesino sirviendo como escudero de uno de los hombres más poderosos de la dinastía? Tu pregunta y la mía tiene una misma respuesta. Syaoran es un hombre distinto. Si lo piensas, nuestro emperador también es un hombre afortunado por contar con él en su ejército.
La esclava salió del riachuelo, buscando sus prendas en la orilla. Se giró y miró a Mei.
—Vámonos.
La joven meneó la cabeza.
—Ya te alcanzaré.
La mujer blanqueó los ojos y dispuso a vestirse. Terminó volviendo al campamento con largas zancadas, dejando solos a los dos.
—Wezen —dijo Mei—. Mi señor dice que Congli es tu hogar. ¿Es un lugar bonito?
Wezen sonrió, tirando una piedrecilla al riachuelo.
—Sí. Es donde vive Xue…
—¿Xue?
—Mi hermana. Es menor que yo.
—No sabía que tenías una —lo miró sonriente—. ¿También tiene ojos amarillos como tú?
Wezen asintió.
—Seguro que es bonita. La guerra hace esto. Separa la familia y a veces para siempre. Lo veo todos los días. Tienes suerte de verla de nuevo.
—Bueno… Me alisté en la caballería por ella.
Mei no entendió. Entró más en el riachuelo, hundiendo su cuerpo casi hasta el cuello, y se paseó por allí, mirando al melancólico guerrero. Wezen parecía tener loss ojos en algún punto del río, con aire ausente.
—¿Querías separarte de ella? ¿Fue… vil contigo?
—¿Vil, Xue? No —sonrió meneando la cabeza—. Cuando éramos pequeños, por las noches nos acostábamos sobre la hierba y uníamos los puntos en el cielo. Formábamos figuras. Yo formaba animales, pero Mei era más imaginativa y formaba… dragones… Recuerdo que una noche lloró porque le dije que no existen.
—¿Puntos? ¡Estrellas! —rio Mei.
—Sí. Xue es dulce, no vil.
—Pues me gustaría conocerla.
Pero Wezen miró sus manos, y aunque la esclava no pudiera ver sus ojos, sí percibió una repentina sensación de amargura en el guerrero. Intuitiva con los hombres como era, calló y esperó con paciencia que el joven volviera a hablar.
—Pero cuando el emperador mongol llegó a Tangut, parte de su ejército pasó la noche emborrachándose en nuestro pueblo. Mi madre escondió a Xue en casa. Es lo que siempre hacían los aldeanos con sus hijas cuando venían los mongoles. Eso y agachar la cabeza. Porque si un mongol asesina a un xin, solo le espera una multa. Pero si un xin hace lo mismo, le espera la muerte. Esa era la ley del emperador. Así que cuando mataron a nuestra madre y se llevaron a la pequeña Xue, me acobardé… Temí por mi vida.
Mei tragó saliva.
—Lamento oírlo, Wez…
—Pero cuando oí los gritos —continuó sin hacerle caso, como si hablara con sí mismo—. Cuando oí los gritos de Xue, decidí que yo no iba a agachar la cabeza. Esos perros… Si vieras lo que yo vi, Mei, los odiarías tanto como yo. Los maté a todos. ¡Los maté a todos cuando dormían! La cargué en mis brazos y huimos. Y, ¿cómo crees que estaba ella? Pensé que estaría llorando, o desvanecida o completamente ida…
Mei se estremeció. Entendía perfectamente, no porque fuera víctima de mongoles en su pasado, sino porque en su condición de sirviente sexual lo había vivido y sufrido todo. Olvidándose de su desnudez, se apresuró en salir del riachuelo para ir junto al muchacho.
—¿Estás bien? No tienes que continuar.
—Huíamos. Y en mis brazos, trazó los puntos en el cielo. Sonreía. Pensé que se había vuelto loca… Porque sonreía y me decía que sí había dragones.
Mei lo tomó de la mano. “Detente”, susurró, porque era evidente que Wezen tenía una herida sangrante que no cerraba y que sin querer ella había tocado. No obstante, el guerrero se soltó del agarre. Se levantó, tomando la empuñadura de su sable enfundado en su cinturón; quería disimular la mano temblando.
—Xue me dijo que los dragones existen, y que yo tengo el corazón de uno.
Wezen se rio amargamente de sí mismo, enjugándose las lágrimas. Mei lo oía asombrada. Quería disculparse, que callara, pero Wezen proseguía.
—Pero un dragón no teme, ¿no es así? Pues yo tenía miedo. Y dudas. Tuve dudas cuando oí que una nueva Dinastía planeaba rebelarse contra imperio mongol y que estaban reclutando soldados. Pero cuando recuerdo sus gritos, cuando recuerdo su rostro durante aquella noche, siento que estoy listo para la guerra, Mei. No descansaré hasta que todos y cada uno de esos perros invasores mueran. Esta guerra… ¡Esta guerra tiene el nombre de mi hermana! Así que sí… ¡Si estoy aquí es por ella!
Mei agachó la cabeza, incapaz de sostener la mirada feroz del guerrero. Se sentía culpable de su abrupto cambio de ánimos y deseaba resarcirse.
—Xin volverá a ser una gran nación gracias a hombres como tú.
Hubo un largo y tendido silencio solo cortado por la brisa. La esclava apretó los labios y procedió a vestirse. Era solo una túnica sencilla, que revoleaba al viento y mostraba bastante piel. Se acercó al guerrero y se acarició la cintura, sonriéndole.
—¿Es bonita?
Wezen asintió.
—¿Qué tan bonita? —insistió Mei—. ¿Más que yo?
—Eres bonita, Mei, si es eso lo que quieres saber.
—Pregunté por tu hermana…
Wezen se volvió al campamento, despidiéndose con un ademán. No estaba acostumbrado a mostrar ese lado suyo, tan lejos del salvaje y habilidoso jinete. Y menos con una mujer. Esperaba que su amigo Zhao no lo pillara con esos ánimos, realmente no quería oír de Buda, o de Cristo o de Alá.
—Eres bonita. Xue es hermosa.
Mei por un momento se sintió ofendida, pero era verdad que ella no tenía hermanos así que desconocía qué tipo de lazo especial unía a Wezen y Xue. La ofensa se convirtió abruptamente en envidia, y luego en admiración. Ella también deseaba tener un lazo así.
—¡Wezen! —insistió.
—¿Qué?
—¿Cómo está tu hombro?
—Mejor.
Mei meneó la cabeza.
—Eso ya lo veremos. Esta noche te visitaré.
II. Año 2332
Perla se agarró el hombro derecho y lo sacudió suavemente; ya no le dolía. Luego se vio frente al espejo y dobló las puntas de sus alas. En toda su vida había vestido únicamente túnicas y solo había visto a los demás ángeles vestirlas, aunque era verdad que en los últimos días observó a mortales vestir una variedad de indumentarias que le parecían de lo más extrañas. Mostró poco o nulo interés en las ropas, pero su túnica se había roto por donde quiera que mirase tras su batalla contra el Serafín Rigel, y a falta de alguna confeccionista de los Campos Elíseos, no le quedaba mucha alternativa.
Miró hacia el ventanal de su habitación y perdió la mirada en los árboles de hojas coloridas, rojas en su mayoría. Era un lugar agradable, pensó. La reserva ecológica china contaba con modernas instalaciones en medio del tupido y gigantesco bosque, circundada además por una amplia cadena de colinas; incontables como los colmillos de un dragón. Los pisos superiores, suavemente enraizados por la vegetación, eran acristalados y contaban con amplios balcones para facilitar la ida y vuelta de los ángeles, quienes solían curiosear las actividades de los mortales: una mezcla de estudiantes y doctores de razas y nacionalidades distintas que se habían unido, años atrás, bajo el estandarte de la Academia Pontificia de Ciencias del Vaticano.
La directora de la reserva, Agnese Raccheli, se había acercado por la mañana para dejarle sobre la cama una variedad de vestimentas, la mayoría de ellas de diseño entubado y blanco, de modo que no extrañara su túnica, pero se había olvidado de que para un ángel le resultaría imposible vestir la mayoría de ellas debido a sus alas. Al final, escogió una tradicional china, de las pocas con espalda desnuda que dejaría libre el paso del plumaje. Era azulado, de cierre lateral y ribetes blancos, con el estampado de un dragón plateado cruzando un costado.
El vestido le resultaba molesto por la presión ejercida sobre sus senos, presión a la que no estaba acostumbrada con su habitual indumentaria. No era largo y, en un par de ocasiones, intentó forzarlo para que se acercara más a las rodillas, pero echó a suspirar al ver que no era posible.
Su maestra Zadekiel se situó frente a ella con el ceño fruncido; la ayudó con algunos ribetes y se le escapó un gruñido al terminar. A la instructora de cánticos no le agradaba las vestimentas de los mortales ni mucho menos le gustaba que su alumna las vistiera.
—Parezco una mortal —dijo Perla, plisándose la tela sobre el vientre—. ¿No es así?
—¡Ah! Claro que no. Deja de pensar en cosas raras.
Pero la Querubín no podía desentenderse del hecho de que ella tenía un padre o una madre mortal. Ni ángel ni humana, un híbrido, una alienada en medio de dos mundos, eso pensaba ella de sí misma. Se sintió humillada enfundada en su vestido de mortal. Se sentía menos ángel, sensación acrecentada por su imposibilidad de volar. Si quisiera, su maestra podría salir por la ventana y dar un paseo sobre el gigantesco bosque de afuera mientras ella se quedaría mirándola desde el balcón, acariciando sus alas.
—Piensa en tus amigas Aegis y Dione —continuó la maestra—. Si no las asesinan por traidoras, pronto te traerán una túnica nueva y radiante, ¡así que sonríe!
Solo Zadekiel rio de su propia broma.
—¿Cómo que…? —Perla desencajó la mandíbula—. ¡Ma-maestra! ¿Las van a asesinar?
—Claro que no —hizo un ademán.
A la única que posiblemente podrían despachar en la legión de ángeles era justamente a Perla, pero su maestra no quería sacarlo a colación; la Querubín había asesinado al Serafín Rigel y quién sabría cómo reaccionarían si regresara. Mejor tenerla en el reino de los mortales, concluyó sabiamente.
—Solo digo que será mejor que no te acostumbres a esos harapos que llaman ropa.
Para muestra, se levantó y tomó uno de los vestidos descartados para deshacerlo en varios pedazos sin dificultad alguna. La rubia frunció el ceño de nuevo. ¡Qué débiles! Una túnica, en cambio, era resistente y sobre todo servía como estandarte sagrado. Un recordatorio de la pertenencia a la legión de ángeles. Eso necesitaba Perla con urgencia, pensaba Zadekiel. Lamentablemente, tendría que esperar que sus alumnas volviesen de los Campos Elíseos.
—Bueno… A mí no me parecen tan feas, maestra…
Zadekiel se acercó y olisqueó el vestido. No detectó nada extraño, pero había algo que seguía sin gustarle, e insistió. Se inclinó hacia la Querubín y levantó el vestido. La muchacha dio un respingo al sentir la fría brisa acariciar libremente en su trasero y pasear bajo sus piernas; gimió e intentó sutilmente bajárselo, pero la maestra se mantuvo firme.
—Además de feo y poco resistente, es demasiado corto. Deberías ponerte también esto y evitar ojos perversos.
La Querubín se levantó, volviendo a ajustarse el vestido. Agarró al vuelo una braga y apretó los labios cuando la extendió. No había visto algo como eso y enrojeció al entender su uso. Cómo iba a saber que algo tan sencillo en los Campos Elíseos, como la vestimenta, resultaba ser mucho más complejo en el reino de los humanos.
—No te preocupes —continuó Zadekiel, tomándola de la barbilla—. Cuando salgamos, iré delante de ti y nadie verá nada. Y si ven algo, yo misma los lanzaré por el horizonte. ¿Te parece mejor así?
—Hmm —asintió suavemente, jugando con la pequeña braga—. Gracias, maestra. Parecerá que tengo mi propia guardia.
—Será así, pues. Digan lo que digan, sigues siendo la Querubín, el ser superior de la angelología. Es el título que te dio el Trono y lo será hasta siempre —luego le guiñó el ojo—. Y también eres mi alumna, así que eso me convierte en algo más superior aún.
—No soy una Querubín —miró para otro lado—. Deja de decirlo. Tengo un padre o una madre mortal, y puede que yo también lo sea. Tenga el título que tenga, no durará mucho.
Zadekiel tragó saliva. Realmente le costaba aceptar la verdad acerca de Perla y el misterio de si sería inmortal como los demás ángeles. Todo aquello era como un baldazo de agua fría cada vez que lo recordaba, pero se negaba a tratarla distinto a como acostumbraban en los Campos Elíseos. Era la Querubín, se decía a sí misma.
—Pon buena cara. La mortal ya despertó y de seguro querrá verte. ¿No querrás presentarte con el rostro desganado?
Ámbar avanzaba dentro de las instalaciones de la reserva, blanco radiante y aséptico como un hospital, y todos los que allí se apostaban, tanto desde los balcones internos como desde los pasillos, detenían su rutina para verla, amontonándose en los alrededores. La espada zigzagueante era particularmente llamativa, sujeta en su espalda mediante correas. Se trataba de su nuevo estandarte y se sentía orgullosa de llevarlo.
Hombres y mujeres no la perdían de vista. Ya no solo era el hecho de ser conocida por vencer a un ángel o liberarla luego, sino que su nombramiento como “Protectora del reino de los humanos” era ya una noticia conocida dentro de la organización, por lo que la veían como a una leyenda viva.
A su lado la acompañaba el comandante Alonzo Raccheli, poniéndola al día: su milicia privada contaba con más de treinta mil hombres perfectamente entrenados que seguirían su estela en la búsqueda de los dragones. Además, como “Protectora”, le recalcó que ella tenía la capacidad de solicitar la ayuda de ángeles guerreros para que la acompañasen y protegiesen. Partirían pronto y debían cerrar todos los detalles.
Pero Ámbar se preguntó si debía revelarles su incómoda situación. Ella no profesaba culto a ningún dios; era lo normal, en su natal Nueva San Pablo la práctica religiosa era inexistente. Tras el Apocalipsis y la venida de los ángeles como verdugos, la humanidad se había dividido en dos. Por un lado, en el Vaticano se habían congregado todas las religiones monoteístas, los “creyentes”, cuyos adeptos huían de las naciones en donde el culto a los dioses era considerado delito; las penas variaban desde la detención hasta la condena a muerte. Raccheli, la cabeza visible de la organización, era descendiente directo de los “Primeros niños”, los sobrevivientes del Apocalipsis que fueron inculcados por un hombre que, según las leyendas, tuvo un romance con un ángel antes de la hecatombe.
La otra facción, mayoritaria en el mundo y representada principalmente por el Hemisferio Norte, sí aceptaba la existencia de uno o varios seres superiores pues los ángeles y el Apocalipsis eran prueba de ello; había una fuerza mayor, era indudable, pero no los consideraban deidades y prohibían su culto.
Estos últimos parecían acechar la nación de China, donde gran parte de los creyentes se apostaban. Había una guerra en ciernes, se percibía en el aire incluso, y por ello el Vaticano necesitaba con urgencia a los dragones como medio de persuasión.
Ámbar se detuvo de golpe, justo cuando Alonzo le insistía en llevar al menos cinco mil hombres en su operativo.
—Puedes ofrecer a todo tu ejército si quieres —dijo ella—. Pero solo necesito un pequeño escuadrón de diez soldados y al ángel rastreador. Nada más.
Alonzo se rascó la frente. Ámbar notó su desacuerdo y continuó.
—Somos odiados y considerados enemigos por casi todos los gobiernos. Lo último que deseo es que crean que pretendemos atacar algún territorio. Tus hombres se quedarán aquí y también los pichones. No le des más motivos al Hemisferio Norte de venir aquí para invadir. ¿Querías que yo estuviera al mando? Pues esta es mi condición.
—Tú tendrías el mando hasta en mi cama, mujer. Pero estamos hablando de dragones. Si actúan hostiles, un escuadrón pequeño no sobrevivirá más de dos segundos.
—Si son hostiles, no sobreviviremos seamos diez mil o seamos diez. Hablé con el ángel y él dice que conversará con los dragones. Está convencido de que habrá una alianza y no me ha dado motivos para dudar de él.
—¿Conversará, dices? Trescientos años y me vengo a enterar de que los dragones hablan.
La mujer se encogió de hombros.
—El pichón dice que los dragones gruñen. Pero que él entiende. Cosas más extrañas he visto en estos días, si me preguntas.
Alonzo se frotó el mentón, inseguro del plan. Deseaba movilizar gran parte de su ejército, tal y como había hecho para rescatarla de la milicia de Nueva San Pablo. Aún no se daban cuenta, pero ambos ya estaban cercados por el redondel de científicos que, sencillamente, querían ver a la mujer. Algunas esferas fotográficas flotaban por aquí y allá, capturando imágenes para el recuerdo sin que esta se diera cuenta.
—Tú mandas —concluyó Alonzo—. Pero iré contigo, mujer. Encargaré la gestión de la Reserva a mi hija.
—¿Tienes una hija?
—Es un bombón, como buena Raccheli. Se llama Agnese y es la directora de la Academia Pontifica.
—Una Raccheli. ¿También tendré que tener cuidado con ella?
El redondel de científicos se dispersó entre suspiros y murmullos. Ámbar se sorprendió cuando vio a Perla abriéndose paso con una timidez abrumadora, plegando sus alas para no golpear a los mortales, tenía la mirada baja y, además, el rojo de su rostro estaba al nivel de su cabellera. Notó el vestido azulado que llevaba y sonrió porque no creyó que la vería con otra cosa que no fuera su túnica; seguro era la razón de su vergüenza, concluyó.
Ámbar silbó.
—Te ves bonita, niña.
—¡Ah! ¡Á-ámbar! Al vestido lo llaman Qipao… Se siente apretado.
—Pues te queda bien.
La muchacha apretó los puños, mirando a un lado y otro. No le gustaba estar rodeada de mortales y más que estos la mirasen. Pero ya no le importaba; se lanzó a los brazos de la mujer, quien extendió los brazos para recibirla. Ámbar chilló por la fuerza, aunque luego rio al sentir cómo la muchacha la rodeaba con brazos y alas, en tanto que la cabeza se enroscaba bajo su mentón, sobre sus pechos, como buscando un lugar donde reposar.
Si los ángeles, creados por los dioses, buscaban con desespero el amor de sus desaparecidos creadores, Perla buscaba exactamente lo mismo en la actitud maternal que había descubierto en Ámbar. Y a la mujer le atraía la idea de redescubrir esa madre que fue una vez.
—Me alegra verte, niña.
—Tengo una habitación —dijo la Querubín—. Es bonita. La cama es espaciosa. Mi maestra puede dormir en el sillón, ya hablé con ella.
Ámbar volvió a reír. Para ambas, todos a su alrededor habían desaparecido. Ya hablarían luego sobre la misión de búsqueda de dragones, o sobre la verdadera naturaleza de Perla, mitad ángel mitad humana. Incluso sobre el nombramiento de Ámbar por el propio Serafín Durandal.
—Entonces ya sé dónde dormir esta noche.
III. Año 1368
El ajetreo en los establos de Nóvgorod era prácticamente inexistente. El silencio imperaba y solo de vez en cuando se oían los cascos de algunos caballos, que se removían inquietos dentro de sus corrales. Era cierto que la victoria de los rusos sobre los mongoles había causado un furor desmedido, tanto en los que participaron en la batalla como en los nobles que rezaban en sus hogares, o en la catedral de Santa Sofía, durante la contienda, pero luego sobrevino un ambiente oscuro y triste debido a los caídos.
Bajo una nevada, Mijaíl guiaba un caballo rumbo a los establos, con un desgano evidente en su expresión. Como si caminar en la nieve fuera más pesado que de costumbre. Había pasado toda la mañana en el campo de batalla, recogiendo flechas y espadas, marcando aliados y enemigos para el recuento final. Reconoció un par de amigos, con sus cuerpos tan asestado de saetas que parecían más bien puercoespines. Pero lo que más lo tenía preocupado era no haber encontrado al Orlok entre los muertos. Ni él ni los otros cien jóvenes que fueron al campo consiguieron dar con el paitze, una tabla de oro que solo podía ser propiedad del mariscal mongol.
Pensó que, tal vez, alguno de los jóvenes lo pudo haber encontrado y guardado para venderlo. Al fin y al cabo, estaba hecho completamente de oro. Tal vez el Orlok sí murió, pensó para tranquilizarse.
Luego de guardar al animal, se sentó sobre un banco cerca de los corrales y vio un grupo de monjas recorriendo los establos, reconocibles por sus hábitos completamente negros. Notó que una de ellas tenía unos senos de considerable tamaño, indisimulables bajo su abrigo, y recordó a Anastasia Dmítrievna con un deje de amargura. Aún quedaba la cuestión sobre su peligroso romance con la hija del Príncipe de Nóvgorod.
Deseó por un momento volver a aquella lejana noche en la que el general de la caballería y sus hombres de confianza murieron luchando contra los lituanos, a orillas del Río Don, y él, su escudero, asumiera junto con su hermano el comando para resistir y posteriormente derrotarlos. Tal vez no hubiera sido recibido en el palacio como un héroe y no hubiera conocido a la hija del Príncipe.
Meneó la cabeza. ¿Cómo iba a arrepentirse? Anastasia era la muchacha más hermosa y cariñosa que había conocido. No dejaban intercambiarse miradas cómplices cada vez que se encontraban; eran los más jóvenes en el palacio. A veces se sonreían. Aprovechando que él era el escudero de su hermano, era usual pasear por los pasillos del palacio cada vez que había alguna reunión.
Entonces sucedió.
Mijaíl deseó por un momento enredar sus dedos en aquella larga y ensortijada cabellera dorada, o agarrar esa nariz aguileña entre los dedos porque ella se inhibía debido a que no le gustaba la forma, aunque a él no le importaba, es más, le encantaba su nariz. La destacaba. Y sus senos…
Una monja se acercó a Mijaíl, retirándose la capucha del abrigo.
—Pensé que estarías en la catedral —dijo ella—. Siempre estás en la catedral.
Mijaíl levantó la vista. Era la monja de grandes senos. La levantó aún más y dio un respingo.
—¡Anast…! ¡Su… Su… Su Serenísima!
Anastasia rio, volviendo a esconderse bajo la capucha.
—¡Baja la voz!
—Su Serenísima, no debería estar aquí.
La joven se sentó al lado de Mijaíl. Este se apartó, pero ella insistió en estar junto a él.
—No, no debería estar aquí. Y, sin embargo, lo estoy.
La muchacha arrugó su nariz; realmente no comprendía cómo los hombres podían aguantar ese olor tan fuerte de los establos. Esa mezcla rancia de orín y excremento que mataba cualquier atisbo de romanticismo. Luego miró a su amante, Mijaíl evitaba el contacto visual y estaba visiblemente nervioso. Anastasia frunció el ceño.
—¿Y tu colgante?
—Lo perdí durante la batalla.
—Entonces es verdad. Gueorgui le ha dicho a mi padre que luchaste bravamente. Que catorce mongoles cayeron bajo tu arco, y dos bajo tu espada.
Mijaíl soltó una risa apagada
—¿Eso ha dicho?
—¿Acaso no es verdad?
—No sé si alguno cayó bajo mi arco. Era de noche. Y cuando los tuve de frente, en vez de desenvainar mi espada, lo único que hice fue agarrar mi pendiente y orar.
Anastasia apretó los labios. No era agradable imaginar a Mijaíl en una situación como aquella, completamente sobrecogido ante los enemigos que habían masacrado Nóvgorod. Quiso tomarlo de la mano, pero dudó y miró hacia las monjas. Su dama de compañía había ido junto con ella y también pidió prestado el hábito de las religiosas, pero ahora no la encontraba. Decidió abrazarse a sí misma.
—Fui yo.
—Fuiste tú —Mijaíl repitió sin entender.
—Le dije a mi padre que no quería casarme con el Príncipe de Kholm.
Vació sus pulmones como única respuesta, perdiendo la mirada en sus botas. Así que fue ella, pensó. La culpable de que, tal vez, lo condenaran a muerte. Anastasia era una joven romántica y ensoñadora. Tan ensoñadora que a veces perdía la noción de la realidad. No la culpó de haberlo intentado.
—Me prohibió verte. Así que esta es nuestra última vez juntos —la muchacha miró de nuevo en los alrededores y se lamentó de que fuera en un lugar ordinario como un establo—. Me gustaría… besarte. Y… Y más cosas. Pero mi dama está mirándonos.
El joven ruso se inclinó hacia un lado y buscó entre las monjas. Había una, de aspecto robusto, que lo miraba en la distancia y con ojos feroces.
—¿No será ese jabalí?
Anastasia ahogó una risa. Meneando la cabeza, acarició la mejilla de Mijaíl.
—Pero mi padre me conoce. Si sigo aquí, siempre encontraré mi camino hasta ti. Así que me ha ordenado viajar a Kholm.
Mijaíl sintió el impulso de besarla, realmente era su última vez juntos y lo sabía muy bien. Se inclinó, olvidando a la lejana jabalí, pero vio pasar frente a sus ojos un fulgor plateado. Dio un salto hacia atrás cuando notó una espada clavándose en la nieve, a un lado de Anastasia, quien se volvía a esconder bajo la capucha.
El gigantesco Gueorgui clavó los ojos en su hermano. Estaban inyectados de sangre. ¿Cómo era posible que, a pesar de las advertencias, aún se reuniese con la hija del Príncipe? Pero no estaba allí para recriminárselo. Estaba allí porque debía transmitir las órdenes del hombre más poderoso de Nóvgorod.
—Su Serenísima —el imponente comandante saludó a la joven, pero fijando sus feroces ojos en Mijaíl—. No le corresponde estar en un lugar ordinario como un establo. Su padre la está buscando.
Anastasia se levantó. Pero se mantuvo allí, de pie, como una mediadora silenciosa entre los dos hermanos. Miró a Gueorgui, pero no se estremeció como Mijaíl al notar su mirada.
—Y seguirá buscando.
Gueorgui quiso sonreír por la soltura de la chica. Anastasia le agradaba. No obstante, lo disimuló todo bajo un aspecto serio y continuó sin prestarle atención a la muchacha.
—Mijaíl. Nuestra Serenidad, el Príncipe Dmitri Ivánovic, transmite sus felicitaciones por vuestros actos heroicos en la batalla contra la Horda de Oro. Os ha honrado con una misión de escolta para que representéis con honor a vuestro reino. Acompañaréis a un emisario de vuelta a su nación. Ha vivido durante doce años aquí, ayudando al reino, y ahora desea regresar. Solicitó un acompañante para él y su sirviente.
Mijaíl dejó escapar un largo suspiro de alivio. El anuncio era mucho mejor de lo que había esperado. Cualquier opción que no fuera la muerte era buena. No obstante, con la tranquilidad sobreviniéndole, pensó mejor aquello último que le había dicho.
—¿Escolta? Es decir, ¿me quiere fuera de su vista?
—Os está honrando con una misión importante.
—Es una manera elegante de expulsarme.
“Es más bien un castigo elegante”, pensó Gueorgui.
—¡Soy un héroe y me necesitáis! ¡Coreasteis mi nombre cuando derrotamos a los mongoles!
—Y en el bar corearon el mío. Y luego el de una puta. ¿Qué más da? Eras un simple escudero que tuvo una oportunidad y la aprovechó. Ahora se te honra con una misión importante. Saldrás y conocerás el mundo más allá de Tierra Santa. Muchos desearían estar en…
Mijaíl hizo un ademán para interrumpirlo.
—¿Adónde iré?
—Al Reino de Koryo.
—Habla en serio, por favor.
—En serio. Partiréis mañana al amanecer.
Anastasia miró a un hombre y a otro, completamente incrédula. A diferencia de Mijaíl, quien pensaba que tal reino no existía, ella sí lo ubicaba. Era prácticamente otro mundo. Apretó los puños pensando en su padre.
—Es Oriente, Mijaíl —dijo ella—. Lo llaman el Reino del Dragón.
Mijaíl frunció el ceño y miró a su hermano.
—¿Oriente? Se suponía que íbamos a defender Nóvgorod juntos.
—¿Y acaso no lo hemos hecho? Los mongoles se estarán reagrupando y no los veremos durante meses, quizás años. Por lo que sabemos, la batalla ahora se centrará en Moscú.
—No me interesa Moscú. Además, si Moscú cae, volverán a por nosotros.
—Entonces sobrevive en tu viaje a Koryo. Y vuelve. Juntos aplastaremos hasta el último de ellos.
—Me envía a mi muerte. No sirvo para luchar —sacudió su mano—. Ya lo viste contra los lituanos y contra los mongoles. Sobre todo, esos perros de ojos rayados, esos sí que son dragones. No nací para luchar contra ellos.
Gueorgui desclavó su shaska, una radiante y filosa espada. Inesperadamente, se la ofreció a su hermano.
—Sobrevivirás. Eres demasiado terco para morir.
Mijaíl silbó suavemente por el piropo y el regalo; agarró la empuñadura de la espada y comprobó el filo, marcando un tajo sobre la nieve.
—El mejor regalo, hermano mío —asintió, mirando su propio reflejo en la hoja.
—No es un regalo, perro. Me la devolverás cuando regreses.
Anastasia rio. Había oído a Gueorgui charlando con su padre, en los salones del palacio, y sabía que el oso rogó al Príncipe para que sus mejores hombres acompañaran a su hermano en el viaje al reino de Koryo. Al recibir una negativa, y visto lo visto, la muchacha concluyó que el Gueorgui decidió entregarle al menos su mejor arma.
Mijaíl hizo una mueca, pero la envainó en su cinturón.
—Está bien. Volveré. Sé que me seguirías hasta el infierno solo para recuperar esta estúpida espada.
Gueorgui se inclinó para agarrarle por el cuello, pero Anastasia intercedió. En su mirada había tristeza indisimulada y, sobre todo, resignación. Sabía que no existía manera, que no estaban destinados a estar juntos. Aun así, hizo lo posible para sonreírle al muchacho con el que había descubierto cómo era sentirse mujer.
—Ya no tengo tiempo. Solo he venido a decirte que fuiste mi primer beso, Mijaíl.
Gueorgui se cruzó de brazos y miró para otro lado, tratando de aplacar sus ganas de aplastar a su hermano, en tanto que Mijaíl miró boquiabierto a la Princesa, que soltó una risa amarga luego de confesarlo.
—Y nos imaginé dándonos el último, de viejos —continuó—. Pero tienes razón. Siempre la tuviste. La verdad de este mundo es que nuestros deseos no son nada. Tú eres el inapreciable, el que se sacrifica y sufre para el bien de los nobles; eres el que defiende la libertad de los que nunca te reconocerán. Pero yo te reconozco, Mijaíl. No naciste para luchar contra dragones, es verdad. Tú naciste para guiarlos. Dios contigo, guerrero.
Esa era la Anastasia que él conocía. La romántica y ensoñadora, la de ojos melancólicos. Mijaíl deseó besarla, entre otras cosas, pero entre el oso y la jabalí, poco podía hacer. Hizo una reverencia al ver que la muchacha se giraba para retirarse.
—El Príncipe de Kholm es un hombre afortunado. Sé que no habrá otra como usted, su Serenísima.
IV. Año 2332
Perla entró al gran lago de la reserva, pero solo hasta que el agua le llegó hasta los tobillos. Por más que debía llevar aquel incómodo vestido cada vez que salía afuera, sentirse en un lugar natural que rememoraba al hogar hizo que súbitamente levantara su estado de ánimo. Era un lugar apacible y silencioso, circundado por un frondoso pinar. Muy lejos quedaban las instalaciones. Se giró y miró en los alrededores; no quería que nadie la mirase bañándose.
Luego se inclinó para lavar sus manos y mojar sus alas. Se sentía en cierta manera aliviada de haberse desfogado con Ámbar, como si cientos de piedras amontonadas sobre sus alas hubieran desaparecido. Lo confesó todo cuanto se le había revelado acerca de su verdadera naturaleza y que aún no podía superar el haber asesinado al Serafín Rigel, aunque este fuera un recurso in extremis.
Abrió los ojos cuanto era posible al notar frente a ella una sombra expandiéndose sobre el agua, agrandándose más y más. Vio una pluma balancearse frente a ella. Era más grande, propia de un varón, por lo que descartó que se tratara de su maestra Zadekiel. Se tensó, agudizando los sentidos. Oyó un suave chapoteo tras ella y tragó saliva.
Se giró y notó una espada clavada en el lago; arriba, un ángel bajaba de los cielos, cortando el sol, lo que le imposibilitaba ver el rostro. Pero las alas. Esas seis alas extendidas a cabalidad solo podían ser de otro Serafín.
—¡Ah! ¡No te acerques más!
Retrocedió y pisó una hendidura del lago, tropezando y cayendo. Miró de reojo su sable; era el arma con la que asesinó a Rigel. Se le resbaló de la mano o tal vez ella se asqueó de tocarlo. Cómo pudo ser tan tonta de alejarse de su maestra Zadekiel. Tenía que haber presupuesto que, ahora que había asesinado a Rigel, la legión de ángeles vendría a por ella con ansia de sangre y revancha.
El Serafín bajó suavemente y hundió sus pies en el agua, observándola detenidamente.
Perla quedó inmóvil, acostada boca arriba. La mitad de su cuerpo estaba escondido bajo el agua y se sintió indefensa y torpe. Reconoció a Durandal. Pensó que, como Rigel no había conseguido su objetivo de asesinarla, el Serafín bajó para finalizar su tarea.
—¿Vienes a matarme?
—¿Por qué habría de hacerlo?
—¿Por qué no?
Lo preguntó en tono quejumbroso. Había tantas razones para acabar con su vida. Era un híbrido sin hogar, un ángel destructor despreciada por la legión de ángeles y odiada en el mundo de los mortales. Todo aquello lo tenía asumido, pero solo una razón la amargaba.
—Maté a Rigel.
—Por lo que entiendo, eras tú o él. El Rigel que yo conozco habría preferido que fueras tú la sobreviviente.
Perla frunció el ceño. Sus ojos se volvieron feroces pero humedecidos.
—¿A qué Rigel conocías? Yo también lo conocía… ¡Y allí estaba él, queriendo matarme!
—Cuida tu tono. Él estaba siendo manipulado.
Perla dio un respingo. Entonces eran ciertas sus sospechas acerca de Rigel. Tragó saliva cuando Durandal se inclinó hacia ella, ofreciéndole la mano.
—No he venido para quitarte la vida. Hace milenios que me he prometido no volver a matar a ningún ángel de la legión. Y, aunque tú vistas como una mortal, sigues siendo uno de los nuestros.
a joven se ruborizó. Aceptó la mano y se repuso. Notó su vestido completamente arruinado y mojado, desarreglado y más pegado a su cuerpo que de costumbre. Intentó arreglarse y no se percató de los ojos curiosos del Serafín, que se detuvieron especialmente en los pechos resaltados.
—Se llama Qipao —plisó la tela en el vientre—. Y aprieta demasiado.
Amagó quitárselo, realmente no le agradaba y menos ser vista por otro ángel de esa manera, pero recordó que ahora estaba bajo escrutinio de un varón. Un varón que era secretamente admirado por ella.
Durandal se volvió a inclinar, buscando el sable de Perla.
—La próxima vez no sueltes tu espada.
Se repuso, levantando el sable que parecía irradiar la luz del sol. Luego se la entregó, pero Perla se negó a agarrarla.
—Vine a decirte que vi a tu madre.
Perla abrió los ojos cuanto pudo y avanzó un paso hacia el Serafín, ladeando la mano que sostenía el sable. ¡No podía ser verdad lo que le acababa de decir! Cientos de pensamientos inundaron repentinamente su mente y se amontonaron hasta el punto de sentirse mareada.
—¿Mi madre? ¡Mi madre! Pero, ¿cómo? ¿Cómo?
—Fue en la noche que huiste. El Segador nos mostró el Apocalipsis que asoló hace trescientos años en este reino. Y vimos a tu madre.
—¿Cómo? —avanzó otro paso—. ¿¡Cómo era ella!? ¿Qué la viste hacer? ¡Su nombre! ¡Dime su nombre!
—Tu tono, ángel. Ella era… Era como tú.
Perla intentó tocarse el rostro o mirarse el reflejo en el agua, pero el lago estaba agitado. Su madre. Su madre tenía un rostro. Y el Serafín aseveró que era como ella. En vez de todo eso, volvió a clavar su mirada desesperada en el varón, rogando con los ojos que soltara más.
Durandal prosiguió.
—No vimos mucho. Ella estaba arrodillada en un suelo carbonizado. El cielo era rojo como la sangre y el reino humano caía a pedazos. Todo a su alrededor ardía, y ella…
—¿Qué? ¿Qué hacía ella?
—Lloraba. Sufría.
Perla mordió sus labios.
—Por lo que sabemos, de su odio y sufrimiento surgió el Apocalipsis. Todo lo que vimos fue destrucción provocada por ella. Probablemente tú estabas en su vientre en ese momento.
Nacida en medio del Apocalipsis. Sufrimiento. Llanto. Odio. ¡No podía ser verdad! Su madre era una auténtica destructora. Perla, repentinamente, retrocedió los pasos avanzados, abrazándose a sí misma y meneando la cabeza. Sus labios temblaban y volvió a morderlos intentando calmarlos.
—No quiero oír más.
—No. Lo oirás todo.
La muchacha cambió su semblante y lo miró con un odio irrefrenable. ¿Acaso quería que ella sufriera más escuchando lo aterradora que era su madre? Durandal en cambio ladeó el rostro; ¿cómo era posible que los ojos esa joven cambiaran de dulce a mortificada, y de mortificada a una auténtica fiera? Por un momento se sintió realmente amenazado; no era para menos, por más que le costara verlo, Perla era, al fin y al cabo, Destructo.
—Tu madre fue manipulada. Alguien en las sombras la usó para ponerla allí en el momento y lugar adecuados.
Fue decirlo y ver cómo parecía surgir fuego en los ojos de la Querubín. Cuánta ferocidad en solo la mirada, se dijo el Serafín.
—¿Manipulada? ¿Por quién?
—Solo pienso en el mismo ser que manipuló al Serafín Rigel para asesinarte. El mismo que nos manipuló a todos para que quisiéramos cazarte la noche que huiste. El que manipuló a los Arcángeles trescientos años atrás. Solo pienso en el Segador, el velador del Inframundo. Lo llaman el maestro de las sombras y rinde con creces ese título.
—¿Segador…? Ese ángel con capucha y guadaña. El de alas negras.
El Serafín asintió.
—Utilizó a tu madre para traer el Apocalipsis y llamar la atención a los dioses. No consiguió que volvieran y deduzco que ahora quiere manipularnos para intentarlo de nuevo. Pero tú estás en medio de su ecuación. Tú eres Destructo, aquella que nos matará a todos los ángeles.
En otro momento se reiría al decirlo, al imaginar aquello, pero era verdad que la furia de Perla era claramente percibida por él mismo, cargándose y haciendo pesado el aire, creciendo como el fuego. Por un momento pensó que, de seguir allí, el agua herviría.
—Desde hace demasiado tiempo que no libro una guerra, ángel, y tengo más dudas de las que puedas imaginar. Las vidas de todos mis guerreros pesan sobre mí cada instante, en cada decisión, y a veces me pregunto si valdrá la pena librar una batalla más. Pero cuando recuerdo a los que cayeron por culpa suya, me siento listo para la guerra. Y tú, ¿cómo te sientes?
Perla apretó los puños que temblaban. “¿Que cómo me siento?”, se preguntó. Se sentía destruida. Humillada. Desmotivada. ¿Por qué habría de volver a empuñar un arma y librar aquella guerra de la que le hablaba el Serafín? La muerte de Rigel escocía. Pero oía aquel nombre, “Segador”, y sentía que nunca había experimentado tanto odio por alguien.
Durandal insistió. Levantó nuevamente el sable para que ella lo reclamase.
—Desde que los dioses desaparecieron, el Segador gestó una guerra que aún a día de hoy no termina. Manipuló a tu madre. Manipuló a tu amigo y mentor. Los usó como herramientas para su propio beneficio y los desechó sin miramientos. Ahora busca cazarte. Desde el inicio esta guerra tiene tu nombre, ángel, así que encárala.
El sable desapareció inesperadamente de la mano del Serafín. No entendió qué sucedió, hasta que notó que Perla ya lo tenía empuñado, dando un tajo violento al agua. Era buena invocando armas, concluyó, admirándola en su decisión.
—Lo cazaré —dijo. Sería parte de la guerra. Por los caídos. Por la madre que no conoció.
—Bien. Mi legión y yo nos estableceremos aquí. Hemos venido a este reino en búsqueda de aliados.
Perla achinó los ojos.
—¿Aliados? ¿Quieres aliarte con mortales?
—¿Por qué no? Aquella a quien llamas “Ámbar” se ve capaz.
—Lo es —asintió—. Pero este reino tiene sus propios problemas.
—No podría importarme menos. Dejarán sus problemas a un lado porque esta guerra también les concierne. Confío en la mortal para transmitirles ese mensaje. Tú preocúpate por canalizar ese odio tuyo. Te ayudaré con ello. Seré tu maestro.
De un golpe, toda la furia de la Querubín se desvaneció cuando oyó aquello. Boquiabierta, no supo qué responder. Y no quería responder porque echaría a trastabillar palabras, revelando su nerviosismo. Durandal se alejó caminando hacia la orilla, por lo que Perla abrazó su sable contra sus pechos y se sonrojó. Su semblante dulce volvió. “¿Mi maestro?”, se preguntó, esbozando una pequeña sonrisa.
Durandal elevó la mano y señaló el cielo.
—Y te enseñaré a volar.
Perla dobló las puntas de sus alas al oír aquello. Iba a agradecérselo, pero Durandal se adelantó.
—Ya recuerdo —dijo—. “Rubí”.
—¿Qué?
—“Rubí”. Es así como se llamaba tu madre.
“Rubí”, repitió la Querubín. Y lo repitió varias veces, mentalmente, pero esbozando la palabra con sus labios. Le pareció un nombre hermoso. Su madre tenía un rostro. Y un nombre. Sus ojos se humedecieron y la sonrisa se le volvió más grande.
—¡Durandal!
El Serafín se detuvo.
—¡Te equivocas! Si esta guerra tiene un nombre, entonces ese es “Rubí”.
Continuará.
Nota del autor: El reino de Koryo es Corea. La actual Corea del Norte y Sur.
No pude estar más de acuerdo y dándole la razón, le pedí que ya que Manuel había roto cualquier puente conmigo, ella al menos intentara seguir en contacto con él. Pero tal y como me temía, mi ex también se vio apartada de su lado y por eso durante dos años, apenas supimos nada de su vida.
Es casi de noche cuando Karina regresa y María está llenando unos papeles en su oficina. “¿Cómo estuvo la tarde?” le pregunta, “de pelos, nos divertimos bastante” responde la muchacha con su típica alegría, “¿y usted es solo trabajo?”, “bueno estos documentos no van a llenarse solos, esto es lo que más detesto, el papeleo de nunca acabar” dice María que se queja de una molestia en su hombro. “Ve, mucho estrés, debe relajarse, déjeme darle una mano”.
Karina que vuelve a la carga perdiéndose su rostro entre los gruesos muslos de María que está en completo éxtasis. Karina la sujeta del culo y va metiendo un dedo entre sus nalgas excitándola aun más de lo que ya esta y le da un nuevo beso en la boca haciéndola probar el sabor de su propio coño.
El presente trabajo es un relato de ficción. Los nombres, lugares y eventos son producto de la imaginación del autor. Las situaciones descritas aquí son en el mejor de los casos imposibles o muy inmorales en el mundo real.
El presente capítulo es parte de la serie “Las Profesionales” publicada en la categoría Amor Filial y Control Mental. Este capítulo en especificó presenta contenido de Amor Filial, también presenta situaciones de Dominación y Violencia Sexual. Si no es usted afín a estos géneros por favor se le pide no leer este escrito.
Las Profesionales son relatos originalmente escritos en español y no existen versiones en ingles o en otros idiomas por el momento.
Las situaciones sexuales descritas en estos relatos son producto de la ficción. En el mundo real, existen serios peligros de enfermedades de contagio sexual, practique el sexo seguro. Use preservativos y protéjase usted y a su pareja sexual.
Las Profesionales – Es tiempo de volver…
Nombre: Vanessa Harper.
Profesión: Oficial de Policía.
Ubicación actual: Cuartel General Policía Metropolitana.
Status: Disable – Inactivo.
Había sido un largo día recorriendo las calles de la gran ciudad. Por lo menos había sido un día sencillo, solo dos llamados por hurto menor, dos infracciones de transito, una por estacionar en lugar prohibido, otra por conducción con aliento alcohólico y una falsa alarma de infante extraviado. Solo el asfixiante tráfico de la ciudad era lo suficiente para que la oficial Vanessa Harper anhelara unas vacaciones o si se pudiera un cambio de ambiente algo más tranquilo.
En eso pensaba Vanessa mientras la llave abierta de la ducha, en los vestidores de damas de cuartel general de policía, mojaba su cuerpo limpiando su piel y el jabón dejaba sobre el un rico aroma a flores frescas. No era tarde pero ella si era la última oficial en salir del turno, así que los vestidores estaban literalmente desiertos.
Vanessa cubriendo su cuerpo desnudo con una toalla se miraba al espejo mientras, secador en mano, terminaba de dar forma a su cabello. Mientras se observaba le pareció una tontería pero casi no reconocía a la chica que le devolvía la mirada desde el espejo. Su piel era perfecta y sus pómulos eran ahora más estilizados haciendo juego con su nariz perfilada, su rostro se había acentuado al perder peso siguiendo un estricto régimen de alimentos sanos y ejercicios para tonificar su figura.
Mirando su figura que ahora cubría con la toalla blanca que contrastaba con su piel color ébano, el casi desconocido reflejo del espejo le mostraba un par de redondos, firmes y paraditos pechos que marcaban sus duros pezones en la toalla. La sonrisa picara y perfecta del reflejo casi la hizo ruborizar al ser cómplices del morboso gusto que había desarrollado por estar desnuda, ese pensamiento le hizo sentir más duros sus pezones y sentir como su coño se empapaba a medida que su temperatura aumentaba. Vanessa luchó por concentrarse en su cabello y olvidar su calentura pues dejar que siguiera adelante implicaba volver a tomar otra ducha, esta vez una ducha fría, destruiría todo el trabajo que le había costado que ahora su cabello finalmente estuviera seco.
Se puso a pensar en su trabajo para distraerse. Ya estaba por aplicar para la prueba de detectives y subir su rango a Teniente, fácilmente conseguiría aprobar esa prueba que consideraba hecha para idiotas, ella era una mujer inteligente y hermosa, claro que solo su inteligencia le ayudarían a detener a los chicos malos pues ella era una “buena chica”, solo recordar esa simple frase fue suficiente para que las piernas de Vanessa se debilitaran y su cuerpo se erizara mientras ella sentí como su respiración y su corazón aceleraban su ritmo mientras su coño se inundaba.
Le tomo dos o tres segundos recuperarse agarrando con fuerza la mesa donde descansan los lavamanos y mientras se miraba al espejo y sonriendo le dijo a su reflejo.
– Si no te conociera tan bien como te conozco pensaría que te estas volviendo toda una puta…
En ese momento su teléfono móvil empezó a sonar, reconociendo el numero Vanessa contesto alegremente.
– “Hola”
– “¿Hola Vanessa esta sola?”
– “Si lo estoy, por qu…”
– “DREAMLAND”
Nombre: Dennis Sandoval.
Profesión: Ingeniera Química.
Ubicación actual: Restaurante Italiano, Área comercial.
Status: Disable – Inactivo.
La tarde ya casi moría y Dennis había pasado una amena velada con su nuevo galán, habían tomado un café, reído de lo lindo y mientras seguían mirándose y comiéndose con las miradas la noche se iba apoderando de la ciudad.
Mientras el galán se preguntaba que había sido aquello que hizo cambiar tanto a Dennis, segundos después desecho ese pensamiento y se concentro en imaginarla desnuda sobre él mientras la penetraba, acariciando ese hermoso par de pechos que casi se desbordaban por esos nuevos y reveladores escotes que Dennis ahora gustaba tanto lucir.
Dennis se preguntaba como se había negado tanto tiempo en acostarse con su nuevo galán, ya lo había probado en la oficina, la sesión sobre el escritorio había sido, dura, plena, gratificante pero sobre todo muy corta, debido particularmente a que en cualquier momento podían tocar la puerta y sorprenderlos, aunque en verdad eso era lo que mas morbo y placer daba a la situación… A parte de que ese chico que la desvestía con la mirada desde el otro lado de la mesa era casado.
Sintiendo como su coño volvía a quedar completamente inundado y palpitando de excitación Dennis con una picara sonrisa le comenta a su galán.
– Ve pidiendo la cuenta, mientras voy al baño…
– Crees que podría acompañarte.
– Lo creo posible, pero no creo que los administradores tengan ganas de escuchar mis gemidos, llamarían a la policía para que nos lleven por conducta inmoral… aunque esa sea una de mis fantasías…
– ¿Hacerlo en un baño público?
– También suena bien, yo hablaba de que me esposaran… Pero me gusta como piensas.
– Quiero escucharte gemir…
Sin dejar de sonreír Dennis se levantó de la mesa y moviendo rítmicamente sus caderas se alejó con rumbo al baño, el chico sintió como su pene dio un brinco y se puso más duro al ver como ese par de nalgas latinas, apenas cubiertas por esa minifalda, se balanceaban al compás del “clac-clac” de los tacones de aguja que sostenían esas torneadas piernas de piel canela.
Un momento después Dennis salía de un privado del baño, limpiaba sus manos mientras el reflejo del espejo la miraba complacida pues Dennis hacia varias semanas había aceptado su total cambio de imagen, su color de cabello, su aumento gradual y sustancial de senos, su nueva forma de maquillarse y vestirse que traía locos a más de cuatro hombres y alguna que otra chica en su oficina. Pero lo primordial, Dennis había aceptado que muy por el contrario a toda su educación, principios y valores, el sexo era lo más gratificante en su vida.
En ese momento su teléfono Mobil empezó a sonar Dennis lo saco de su bolso, reconoció el número y contesto alegremente.
– “Hola”
– “¿Hola Dennis esta sola?”
– “Si lo estoy, estoy en el baño, puedo llamarte lueg…”
– “DREAMLAND”
Nombre: Gissel Fanovich.
Profesión: Abogada.
Ubicación actual: Torre 101 – Oficial Centrales de Duval & Asociados.
Status: Disable – Inactivo.
La abogada Gissel había estado con un humor de perros la última semana y media, luego de esperar y dar por hecho que ella sería la ganadora del puesto de acompañante junto al Dr. Duval a la gran gala benéfica que esa noche se daría en la zona cultural de la ciudad. Al final la ganadora había sido “la estúpida” de Noris, quien la había superado por un mínimo margen en las pruebas de desempeño y aptitud profesional de la oficina.
Lo que más enfadaba a Gissel era que ella había quedado como una estúpida perra trepadora ante el propio Dr. Duval, cuando al darse cuenta de que Noris le ganaría, ella se había quedado hasta muy tarde para conversar a solas con el Dr. Duval, todo iba bien hasta que tocaron el tema de la gran gala y ella dijo sin titubear que “haría cualquier cosa con tal de tener el privilegio de acompañarlo en una noche tan importante… cualquier cosa”
Dos minutos después ella estaba topless con su falda ejecutiva enrollada en su cintura, mientras Duval sostenía con una mano una de sus nalgas y con la otra le acariciaba la espalda o le sostenía una teta mientras le mamaba o le mordía delicadamente un pezón, subiendo y bajando ella sentía como el erecto pene de Duval, previamente mamado con maestría por ella, entraba y salía de su húmedo coño. Momentos después, por solo dos o tres segundos una duda razonable paso por su cerebro cuando nuevamente estaba arrodillada en la alfombra esperando que Duval descargara su semen en su cara y en sus duros pechos mientras lo masturbaba con una mano y con la otra se metía tres dedos en el coño. Que carajos hacia ella en el suelo de esa oficina semidesnuda, sintiéndose caliente y excitada, después de recibir una buena sesión de sexo, sostenía la verga de su jefe mientras lo escucha respirar agitado a punto de eyacular. Valía la pena todo esto por ir a una mierda de gala y demostrar ser superior a todas las perdedoras de la oficina.
Ella era la mejor abogada de la firma, educada en las mejores universidades, sabia cuatro idiomas, tenia su apartamento, su auto propio y…. Duval descargo su leche caliente en el rostro de ella cubriéndole el ojo derecho, manchando su cabello, su mejilla, algo cayo en su boca entreabierta y escurrió hacia sus pechos… que más da, era tan excitante ser la puta golfa trepadora de la oficina. Recogió todo el semen que pudo en su boca y mirando desde el suelo arrodillada a su jefe, trago sin pensarlo.
De nada sirvió… la puta parlanchina de Noris iría a la gala y ella solo había sido una muñeca sexual inflable para recibir la leche de su jefe.
En la soledad del ascensor que la llevaba al estacionamiento de ejecutivos de la firma su móvil empezó a timbrar, el incesante repique del móvil le saco de sus pensamientos.
No tenia que mirar el número, de seguro serian Ximena o Kimaura, Xixi y Kiki o Tonta y Retonta como a ella le gustaba pensar de las dos pasantes pechugonas de la firma, estarían abajo en el auto, en la calle, esperando que ella bajara. Las tres se irían a comenzar una noche de copas y discotecas como habían acordado. Al menos en la disco o en el bar ese par de tontas servían para algo más que llevar papeles y traer el café. Ese juego de tetas eran un imán para atraer buenos machos, después de un par de tragos patrocinados por los machos que fanfarronearían de su hombría, su trabajo y su dinero, más un poco de absurda plática, ella escogería al mejor macho y le dejaría las sobras a las tontas.
Dudó por enésima vez acompañar a Puta y Reputa al bar, podía también irse a casa y cambiarse de ropa, algo mucho más cómodo y casual, algo que la hiciera pasar desapercibida. Ella estaba de humor suficiente para visitar “The Red Hand”, un exclusivo club de la ciudad, donde los que podían pagarse el lujo, se entretenían degustando vinos y quesos y las otras exquisiteces que eran la especialidad del lugar. A Gissel esa noche le apetecía una botella de vino blanco y la rubia numero 023 del catalogo.
The Red Hand obviamente era un club de sadomasoquismo donde por un precio justo Gissel podía hacer con 023 todo lo que se le ocurriera para someterla, humillarla y degradarla. Como era de esperarse 023 era lo más parecido físicamente a Noris que Gissel pudo encontrar en el catalogo y ella era la razón por la cual Gissel desde hacia semana y media se había vuelto tan asidua clienta.
Al decir lo “más parecido” entiéndase estatura, peso, tallas de culo, tetas y cintura; Hasta el color de ojos, piel y cabello. Gissel en sus muchas sesiones nunca había visto el rostro de 023 pues una mascara de cuero rojo lo ocultaba. La mascara solo permitía ver sus ojos, parte de su respigada nariz y su boca. Un collar de cuero negro con una argolla y un candado numerado 023 impedían quitarle la mascara, a menos que Gissel pagara en precio nada económico para ver el rostro de la chica.
A Gissel le encantaba esperarla de pie en el cuarto, verla entrar, verla detenerse ante ella y Gissel caminar a su alrededor viéndola solo cubierta con la mascara roja y sus zapatos de tacón de aguja, le encantaba agarrarla por el cuello y mientras la sofocaba un poco preguntarle:
– “¿Cuantas pingas y coños te has comido hoy perra estúpida?”
– “Me comí 7 vergas y 4 cucas mi señora”
Un “Plff” fue el siguiente sonido que lleno la habitación.
– “¿Dime lo que eres?”
– ” Soy una perra estúpida, una simple puta, un culo, una cuca, una boca y un par de tetas”
Otro “Plaff” seguido de otros dos llenó la habitación mientras Gissel descargaba a cachetadas su enojo por perder su lugar en la gala junto al Dr. Duval. A Gissel no le tomo mucho tiempo entender el nombre del local mientras sentía su mano caliente después de varias sesiones de cachetadas y nalgadas que 023 aceptaba con gusto, Gissel se sentía poderosa sentada en la cama con sus manos rojas y su propia “perra Noris” comiéndole el coño acomodada a 4 patas entre las piernas de la gran abogada.
El móvil volvió a sonar esta vez con un timbre diferente al anterior, la insistencia de las llamadas pusieron a Gissel de peor humor. Sin siquiera molestarse en mirar el identificador de llamadas contesto con un tono de voz que no dejaba dudas sobre su enfado.
– “Diiime…”
– “¿Hola Gissel estas sola?”
– “Si estoy sola, como te explico que me molesta que me llames tan…”
– “COCKSUCKER”
Tres pisos más abajo, en un auto estacionado a un costado del edificio, Ximena y Kimaura esperan a que Gissel bajase en su auto último modelo a la calzada para seguirla al bar donde regularmente inician sus noches de copas.
Aburridas de escuchar música y comentar los últimos chismes de la oficina conversaban mientras Gissel, para variar, hace que ellas desesperen por llegar al bar.
– ¿Cuanto más puede tardar?
– No lo sé, no contestó mi llamada, debe estar ocupada.
– O no quiere contestar tú llamada, ¿Dime otra vez por qué salimos con esa víbora de dos patas?
– Por que es tan egocéntrica y pedante que para no humillarse con nuestro dinero, ella termina pagando las cuentas, solo es cuestión de darle suficiente alcohol…
Ambas ríen mientras recuerdan las últimas salidas con Gissel.
– La verdad si no fuera por eso, no iría con ella ni a la esquina. Siempre se hace la importante y se lleva al mejor tipo.
– Si, también me molesta cuando hace eso, aunque algunas veces nos ha ido muy bien.
– Si, pero generalmente nos toca compartir el galán.
Ximena con su mano acaricia la pierna de Kimaura y sonriéndole le dice:
– Por lo general me encanta compartir un galán contigo, me encanta estar los tres en la cama. Sentir como él me bombea y yo meto mi carita entre tus piernas par escucharte gemir.
Lentamente sus rostros se van acercando mientras Kimaura toma la mano de Ximena y la va guiando bajo su falda rumbo a su coño, estando a centímetros de que sus labios y lenguas se toquen, Ximena se separa al ver el auto de Gissel salir del edificio y entrar en el tráfico.
– Mierda, ¿Se olvido de nosotras o qué?
Encendiendo el auto entran al tráfico de la tarde y siguen al auto de Gissel, a dos cuadras ya están por alcanzarlo cuando Gissel gira a la izquierda.
– ¿Pero qué pasa con esa loca? El bar esta hacia el otro lado.
– ¿Será que vamos a un lugar nuevo?
– No tengo idea pero voy a llamarla hasta que conteste.
Ximena está a punto de remarcar cuando su teléfono empieza a timbrar
– Debe ser ella…
Sin dejar de conducir tras de Gissel contesta la llamada.
– “¿Hello Gissel?, hola… Sí… Ella esta a mi lado…Ok”
Kimaura observa como la expresión de Ximena cambia de una radiante sonrisa a lo que podría definirse como una total desconexión de la realidad, sus ojos se vuelven vidriados y opacos mientras su boca queda entreabierta.
– ¿Pero qué carajos te pasa Ximena estas bien?
Ximena no contesta y guía el auto al borde de la calzada y se detienen. Apartando el teléfono de su oído le dice a Kimaura:
– La llamada es para ti…
Kimaura toma nerviosa el teléfono y sigue mirando asustada a Ximena, que sigue allí mirando la nada, con la voz entrecortada contesta el.
– “Hola… ¿Quien es, qué le dijiste a mi ami…?
– “COCKSUCKER”
Lo último que la mente conciente de Kimaura pudo ver fue a Ximena separando las piernas y apartando de su coño sus bragas, mientras ella sentía como su propio cerebro se apagaba y sus piernas se abrían de par en par como las de su amiga.
– “¿Me escuchas claramente perra estúpida mama vergas?”
– “Si escucho claramente…”
– “Haras todo la que te ordene y te sentirás feliz de hacerlo por que la obediencia es placer…”
– “Todo lo que ordenes… La obediencia es placer…”
– “A tu lado esta sentada una perra tan estúpida como tú, con las piernas abiertas masturbándose mientras espera que le llenen en coño, quiero que del bolso de ella saques un huevo vibrador, lo humedezcas un poco y se lo metas en el coño a la zorra”
– “Así lo haré”
Tomando el bolso de su amiga, busca hasta el fondo del bolso y descubre un ovalo de color plata que en un extremo tiene un hilo y el hilo finaliza en una argolla plateada, con total práctica Kimaura empieza a babear y esparcir su saliva sobre toda la superficie del huevo, luego girándolo lentamente escucha un clic y siente como el aparatito cobra vida vibrando con fuerza suficiente para moverse en las manos de Kimaura. Ella lo toma con fuerza y mirando a la cara de Ximena empieza a deslizar el huevo dentro del húmedo coño de su amiga que gime, pero sin moverse ni oponer resistencia. Lentamente el intruso va ganando terreno, lo envuelven los labios vaginales y Ximena lo siente a la mitad del camino y suelta un gemido largo al sentir como con un casi inaudible “Glup” el huevo queda dentro de ella.
– “Esta hecho como me lo ordenaste…”
– “Buena chica, ahora mastúrbate para mi y entrégale el teléfono a tu amiga.”
Kimaura obedece y entrega el móvil a Ximena mientras ella aparta sus bragas y después de mamar y lamer sus tres dedos los introdujo en su coño.
Ximena escucho atentamente las órdenes que recibió por el móvil, tomó el bolso de Kimaura y repitió el proceso con el huevo vibrador que sacó del bolso de Kimaura, babeándolo, activándolo y metiéndolo en el coño de Kimaura.
Ambas permanecieron sentadas y el murmullo de los huevos se hizo casi imperceptible, entre los gemidos y la agitada respiración de las chicas. Ximena cerró el teléfono y dirigiendo el auto a la calzada entró al tráfico de la ciudad tomando el mismo rumbo que hacia minutos habían visto tomar a Gissel.
A varios kilómetros de distancia en una amplia sala parecida a un centro de control de tráfico o un centro de monitoreo espacial, con pantallas gigantes, teléfonos y equipos de última tecnología de Sistema de Posicionamiento Global, varias chicas sentadas en sus estaciones de monitoreo iban cerrando sus llamadas, quitándose los auriculares se levantaban y salían de la sala. Al final solo 6 chicas permanecieron en la sala observando con atención la pantalla principal de la sala donde un mapa mostraba todos los sectores de la ciudad y sus alrededores. En el mapa varios cientos de puntos rojos se desplazaban sin orden o coherencia, pero poco a poco cada uno de los puntos se detenía unos segundos cambiando a un color amarillo y finalmente la luz cambiaba a verde, poco a poco cientos de puntos cambiaban a verde y todos tomaban la misma dirección hacia el nuevo distrito cultural de la ciudad, específicamente hacia el nuevo edificio de conciertos y eventos.
Cuando la luz etiquetada como Vanessa Harper cambio a verde, bajo el nombre se pudo leer “Enable – Activada” y dos minutos después el mapa mostró que salía del cuartel general de la policía de la ciudad, Helen Bells tomó un teléfono y con una voz que no ocultaba su emoción y excitación dijo a quien escuchaba al otro extremo de la línea.
– “Todos los elementos de los lotes están en camino Amo”
– “Buena chica Helen, un trabajo excelente como siempre”
– “Gracias Amo, espero tener mi recompensa pronto”
– “Claro que la tendrás, ahora se una buena chica y encárgate de recibir los paquetes, te veré luego”
Robert Sagel cerro la llamada y observo, a través de un enorme ventanal en el piso más alto del edificio de conciertos y eventos, como la noche devoraba la ciudad, dos luces provenientes de enormes reflectores desplegaron columnas de luz que marcaban el lugar a donde muchísima gente se dirigía esa particular noche. Algunos por voluntad propia, otras sin voluntad, pues no tenían la menor opción y avanzaban hacia las luces como las polillas vuelan a la flama de una vela.
Aquellos primeros años parecían ahora tan lejanos, cuando la operación empezó tan solo con la colaboración de una psiquiatra con intereses ocultos en sus pacientes más hermosas, fue muy fácil convencer a Carol Arellanos de participar en el proyecto, ella llevaba años haciendo mierda los sesos de sus ingenuas pacientes que salían de la consulta de Carol felices sin saber que por hora y media habían sido los hipnotizados juguetes sexuales de la buena doctora.
Ni que hablar de la discreción y excelente oportunidad que ofrecía la Clínica Dental del Dr. Barreto, donde además de un excelente trabajo dental las bellas pacientes, con un poco de ayuda química y drogas, ofrecían al Dr. la oportunidad de acariciarles las piernas, los pies, las tetas y el coño, todo esto bien documentado en video para el posterior deleite del doctor.
Decirle a Barreto que con su contribución obtendría muchísimo más que acariciar o mamar a sus clientas fue como proponerle al lobo cuidar de las ovejas.
Con aquellos dos puntos de selección y reeducación funcionando la operación por fin despegó y en un tiempo que a todos pareció eterno, un par de decenas de lindas esclavas sumisas estuvieron listas para empezar a generar placer y ganancias.
Todo fue bueno al principio y una lista de clientes exclusivos, estudiados a fondo y con un increíble poder adquisitivo se creo con rapidez entorno a la decena de jóvenes profesionales que se ofertaban a los más selectos y morbosos miembros de la sociedad de la ciudad. Pero como en muy pocos casos la perfección es una de las metas más ambiciosas de cierta clase de personas, Robert podía ser un perfeccionista obsesivo.
Aunque el servicio de esclavas sexuales fue rápidamente aceptado y muy solicitado, distaba mucho de lo que Robert había imaginado. El tiempo de reprogramación de aproximadamente 3 meses era demasiado para la creciente demanda de clientes que solicitaban novedades. Igualmente esclavas sumisas que prácticamente eran solo zombies sexuales sin voluntad, a las cuales literalmente había que activar de forma presencial y llevar de la mano hasta donde el cliente solicitara, eran una tarea que hacían impráctica la operación.
El primer golpe de suerte llego cuando Robert haciendo investigaciones dio con los experimentos y desarrollos de pruebas de conductivismo y regeneración neuronal de la Dra. Helen Bells. Tomo muy poco tiempo para que la inocente y visionaria Dra. Bells, fuera convencida de que Robert y su consorcio financiarían las nuevas pruebas y subieran la investigación al siguiente escalón, pruebas en humanos.
Helen podía ser muy inocente pero no estúpida. Poco tiempo le tomó a la doctora darse cuenta que los planes de Robert no eran la regeneración neuronal, eran la reprogramación neuronal. Lamentablemente para ella ya todo el material necesario para continuar pruebas independientes había sido robado por el buen Robert, cuando Robert propuso a Helen un porcentaje de utilidades y le detallo el uso de la nueva tecnología ella lo rechazo de plano.
A Robert no le quedo más remedio que tomar a Hellen como otro espécimen de pruebas. El resultado fue para todos inesperado, debajo de la inocente, recatada y a veces temerosa investigadora dormía en su subconsciente una perra insaciable, adicta al trato duro y sádico, esa otra personalidad devoro la personalidad primaria de Helen, pero mantuvo su altísimo coeficiente intelectual, teniendo ahora por meta demostrar que en cada chica había una puta perra reprimida esperando ser liberada.
Finalmente se conseguía la autonomía suficiente y la capacidad de tener a una chica completamente “conciente” de sus actos, con una personalidad secundaria deseosa de obedecer, adicta al sexo y a ser usada como un mero juguete sexual. Esclavas que podían ser activadas vía telefónica y que con gusto complacerían a cualquier cliente en cualquier lugar, y luego de ser usadas simplemente despertarían a su rutinaria y aburrida vida. Cuando Robert pensó tenerlo todo resuelto, la demanda sobrepaso la oferta.
Un segundo golpe de suerte llego en la figura de uno de sus principales proveedores y posteriormente cliente y socio, James Michael Baxter quien había ya solicitado la ayuda de Robert para resolver un lío de faldas de oficina, ahora se presentaba con la propuesta de entregar el control total de las Clínicas Baxter, que eran financiadas por él, pero administradas por su esposa Susan Baxter.
El motivo, a parte del bien común, era la venganza. James había llegado al límite de la tolerancia sobre los malos manejos de las finanzas por parte de su esposa y sobre la compulsiva necesidad de ella en acostarse con hombres y mujeres, lo que a parte de dejarlo a él como un imbécil, estaba destruyendo la imagen pública de sus compañías. Eso sin contar la actitud prepotente y déspota de sus hijastras y las fiestas desenfrenadas que en más de una ocasión habían sido motivo de primeras planas de tabloides de chismes y escándalos, esas tres perras harían que el apellido Baxter pronto no valiera un solo centavo, en un mundo donde la credibilidad y apariencia lo son todo.
Fue una transacción de lo más conveniente para ambas partes, con un golpe de manos James Baxter se convirtió en un hombre que podía hacer realidad la fantasía de muchos al poder cojerse a su esposa y a su amante al mismo tiempo y en su propia casa, y si eso fuera poco las otras dos invitadas a la cama eran sus hijastras. Turnando a las 4 perras en la habitación mientras se cojia a una o a dos a la vez, las otras dos miraban la escena masturbándose solas o ayudaban mamando coños o la verga de James cuando él lo ordenaba. En pocas palabras La vida era muy buena para James. Por otro lado Robert conseguía apoderarse de todos los centros y salones de belleza del Grupo Baxter, lo que generó miles de nuevas sumisas esclavas a las que se les aplicaba la última tecnología en reprogramación y aunque parecía una gran ironía, ellas felizmente pagaban fuertes sumas por ser reconvertidas en esclavas sumisas. Ir a la sala de belleza se volvía para ellas una droga, un deseo compulsivo que debían saciar.
Finalmente todas las piezas del rompecabezas estaban en su lugar, bueno casi todas, pero Robert miraba satisfecho la pantalla de su smartphone mientras veía como los centenares luces verdes convergían hacia su ubicación. Se aparto de la ventana por donde también podía ver la marea de personas que empezaban a agolparse en ambos lados de la alfombra roja por donde en cuestión de horas desfilarían los ricos, famosos y poderosos de la ciudad.
Robert abrió su saco y de un bolsillo extrajo una foto, observo un momento la imagen y dando un par de pasos atrás se escucho un “plog” cuando Robert sacó su verga de la boca de María Patricia Zurita, la afamada reportera de noticias, que desnuda se mantiene de rodillas mamándole la verga y los huevos a Robert. Él se acomodo el pantalón, guardando su verga y ajustó su smoking guardando nuevamente la foto en su bolsillo, mientras la insatisfecha Patty lo miraba suplicándole por seguir mamando.
– Buena chica, ahora córrete para mí…
Robert volvió a mirar por el ventanal y sonrió al escuchar gemir a la putita reportera que convulsionaba sin control de su cuerpo y sus deseos.
– Levántate, vístete y ve a que te maquillen y alisten para la gala, necesito que hoy te veas más radiante que nunca.
– Siiiii… si mi señor.
Consultando su reloj y volviendo a mirar por la ventana Robert dice en voz alta:
-Ya es tiempo de volver…
Continuara…
En principio agradecerles a todos los que se han tomado su valioso tiempo en leer este relato y les insto escribir sus comentarios. Saber su opinión es la mejor manera de mejorar los relatos.
Esta entrega se publica para celebrar el primer año del blog dedicado a las profesionales:
http://lasprofesionales.wordpress.com/
Agradeciendo las 12,000 visitas al blog y las 183,000 en Todorelatos, espero esta entrega sea el preámbulo al esperado final de la serie.
Blackfires.
blackfires@hotmail.com
“Se precisa mujer seria y respetable para experiencia poco habitual. 30-50 años. Se garantizan aventuras y discreción.”
Carmen acaba de volver de llevar a su hija al colegio y espera ansiosamente al ordenador iniciarse. Inmediatamente va a la cuenta de correo secreto que se había creado expresamente para este juego. Allí está el mensaje del Sr. Parker.
“Lorena,
Seguramente no lo ha soltado en todo el episodio. “¡Hija de putaaaaaa! ¡ven aquí!” El chico sale corriendo detrás pero se oye cerrarse una puerta… sale un matrimonio de ancianos que hacen que el chico se detenga. Ha tenido suerte. Sale asustada del portal y, por suerte un taxi la espera a la puerta. Lo toma y no sabe qué dirección decirle. Entonces suena su teléfono de nuevo. y justo suena su teléfono… ella lo coge. Es el Sr Parker:
Leído en la prensa local el 13/10/14
HRW denuncia matrimonios forzados y esclavitud sexual por parte del Estado Islámico
Gran parte de las víctimas son yazidíes, una minoría étnica de kurdos no musulmanes.
Human Rights Watch (HRW) ha denunciado que el Estado Islámico ha perpetrado miles de crímenes contra las minorías étnicas de Siria e Irak. La organización terrorista ha separado a cientos de mujeres de sus familias para obligarlas a casarse con sus milicianos o para ser vendidas como esclavas sexuales. Gran parte de las víctimas son yazidíes, una minoría étnica de kurdos no musulmanes, a menudo obligados a convertirse al islam para salvar sus vidas.
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Tengo 28 años, estoy separado desde hace unos años, soy ingeniero electrónico y trabajo en una empresa dedicada a la fabricación de material electrónico de gran precisión.
Todo lo que voy a contar ocurrió hace unos meses, pero no voy a dar nombres ni datos reales porque no necesito ser muy listo para saber que he participado en una operación ilegal, con implicaciones internacionales y que podría suponer el cierre de la empresa y probablemente, mi propio encarcelamiento. No están las cosas para perder el trabajo.
Una mañana me llamó mi jefe para decirme:
-Toma –y me dio un sobre de agencia de viajes- esto son los billetes de avión y los alojamientos de hotel. Sales dentro de dos días hacia Irak, para montar nuestro nuevo sistema de radar antimisiles.
-Pero… ¿Cómo voy a ir, de la forma en la que está la situación en la zona? Puede pasar cualquier cosa.
-Si no quieres, -dijo tirando del sobre- seguro que habrá otro que lo haga. Además la paga es doble.
Leído entre líneas: O vas a Irak o a la puta calle.
-Vale, vale. No hay problema. Voy yo. Al fin y al cabo soy el que mejor conoce el sistema.
-De acuerdo. Tienes dos días para prepararlo.
Me fui del despacho cabreado, acojonado y todos los ados posibles. Recordé las imágenes de prisioneros a los que les cortaban la cabeza y enviaban el vídeo a las televisiones de sus países y casi me da un infarto.
No me podía echar atrás. Necesitaba el dinero para pagar la hipoteca del chalet que mi exmujer se ha quedado, gracias a las triquiñuelas de la hijoputa de su abogada, y el alquiler del mío.
Planee lo que podría hacer y al día siguiente puse mis ideas en marcha. Me hice con un modem-teléfono vía satélite, de los que mi empresa utiliza para el mantenimiento remoto del software de los equipos, así como una serie de componentes y circuitos de transmisión de radio de corto alcance y otro teléfono normal.
Abrí los equipos que iban a ser enviados a Irak, en uno puse el modem-teléfono, conectado a un emisor de corto alcance y un receptor en cada uno de los demás. La misión era que al recibir una señal el teléfono, enviaba un impulso a todos los receptores que bloqueaba los aparatos hasta ser rearmados.
Le dejé el teléfono normal a una amiga. Más bien follamiga, ya que nos pegábamos largas noches de sexo sin compromiso por parte de ambos. En la agenda, un único número, el del teléfono del equipo. Le di instrucciones de que la llamaría o le haría una llamada perdida todos los días. Si durante tres días no tenía noticias mías, debía hacer una llamada con ese teléfono al número de la agenda, y colgar cuando descolgase al otro lado.
Con esto preparado y sin tenerlas todas conmigo, partí para allá.
Cuando llegué, me alojé en el hotel, donde se deshicieron en amabilidades, y donde me esperaban unos militares que me llevaron al lugar donde debía realizar la instalación sin llegar a instalarme.
El sitio se encontraba en una montaña, donde habían preparado unas instalaciones subterráneas para alojar los aparatos y una buena situación para las antenas.
Inmediatamente di instrucciones sobre cómo instalar las antenas de radar y llevar los cables hasta la sala de control, mientras yo, me puse a trabajar montando los equipos.
Una semana después tenía todo instalado y probado, a pesar de los numerosos cambios de última hora sobre la posición de los equipos y las mesas de control. Todo funcionaba perfectamente, incluso llegamos a detectar y bloquear varios ataques de la guerrilla antes de que pudiesen causar daños.
Otra semana más estuve con los técnicos encargados de llevar el sistema, enseñando su funcionamiento. Otra semana más me hicieron estar para controlar que no había problemas con los equipos ni con el personal al cargo y pude volver a mi hotel, llegando al anochecer. En este tiempo, no había dejado de llamar ni un solo día a mi amiga.
Al día siguiente de llegar al hotel me desperté a medio día y pedí la comida en mi habitación, volví a dormir algo de siesta. Cuando me desperté, una relajante ducha y estaba terminando de vestirme cuando llamaron a la puerta. Tras abrir, me encontré con un grupo de cinco policías fuertemente armados.
-Debe venir con nosotros. –Dijo el que estaba al mando, en inglés.
-¿Qué ocurre, oficial?
-En la comisaría será informado.
Yo, pensando que sería algún asunto de última hora de la instalación, les acompañé sin preocuparme.
En la comisaría me encerraron en un calabozo durante varias horas, hasta que me llevaron a una sala de interrogatorios, donde me enteré que me acusaban de espía y estuvieron preguntando por mis contactos y la red de espías que teníamos en su país.
Por más que lo negué, dije a qué había venido, hablé de mi pasaporte español, etc., no conseguí más que me molieran a palos, me abriesen una ceja y me partiesen un labio.
Durante los cinco días siguientes se repitió el “tratamiento” y las preguntas, así como amenazas de ser ejecutado para escarmiento de otros y aviso a mi país. Al sexto, se abrió la puerta de mi celda y entró el oficial del ejército con el que había estado en las instalaciones.
-Señor… ¡Menos mal que lo he encontrado! Le he estado buscando por toda la ciudad. Debe disculparnos, al parecer le han confundido con un espía y… Lamento mucho lo que le ha ocurrido. –Añadió al ver mi lastimoso estado, pareciendo algo cortado al decirlo.
Yo no podía hablar, con los labios hinchados, los ojos sin poder abrirlos y con ningún lugar de mi cuerpo donde no tuviese dolor.
Me llevaron a un hospital militar, en el que estuve dos días más mientras me curaban. Hubo un ir y venir constante de médicos y enfermeras, así como del oficial, interesándose por mi estado y mi pronta recuperación, hasta que me dijeron que podía marcharme, una vez que las inflamaciones bajaron y pude abrir los ojos.
Salí acompañado del oficial, el cual, sin llegar siquiera a la entrada del hospital, me dijo:
-El sistema ha tenido un fallo y se ha detenido y necesitamos que lo ponga en marcha inmediatamente.
-¡Ni hablar! Me largo de este país inmediatamente. ¡Ni siquiera voy a recoger el equipaje!
-No se precipite, piense que todavía está bajo mi protección, y puede volver a la comisaría.
Yo había oído que se habían producido ataques incontrolados que no habían podido identificar a tiempo, por lo que me la jugué a una carta, sabiendo que tendría que reparar los equipos.
-Pues me arriesgaré con ellos, pero no estoy dispuesto a ayudarles cuando me han detenido y tratado de esta forma tan brutal sin tener la más mínima prueba, es más, habiendo venido precisamente a ayudar a su gobierno.
-Hagamos una cosa, descanse esta noche en su hotel y mañana hablamos e intentaré convencerle. Si después no quiere quedarse, podrá irse con entera libertad.
No se por qué acepté, pero me fui al hotel, donde comí y cené en la habitación, sin levantarme de la cama. Ya apunto de dormirme, llamaron a la puerta. No hice ruidos ni contesté. Llamaron varias veces, hasta que una voz de mujer en un español raro dijo:
-Mr. … Agbra pog favogr.
Abrí la puerta y me encontré frente a una rubia despampanante, con vestido mini minifalda ligeramente por debajo de la ingle. Lo justo para no enseñar el coño. Dos hermosos pechos se marcaban bien bajo la tela, cara alargada ligeramente, cejas finas y castañas y unos labios rojos de “bésame ya”.
Cuando entró, vi que el vestido estaba abierto por detrás hasta mostrar la abertura de los glúteos.
-¿Quién eres y a qué has venido? –Le pregunté como pude en inglés, porque todavía me costaba hablar por la inflamación, aunque ya sabía de qué iba aquello.
-Llámame como quieras, y he venido a lo que tú quieras. –Respondió más fácilmente también en inglés, bajando los hombros del vestido y dejándolo caer, quedando totalmente desnuda.
Después de más de un mes de abstinencia y con una mujer escultural delante, mi polla se puso a reventar. Como solamente llevaba un pantalón corto de pijama, solté la sujeción y cayó también al suelo dejando mi polla apuntando al techo y mostrando todas mis moraduras.
-Te llamaré Isabel, como mi exmujer.
-¿Porque todavía la quieres?
-No, porque es una puta.
No dijo más. Vino hacia mí y, arrodillándose, se metió toda mi polla en la boca en toda su extensión (es ligeramente más grande de lo normal, 18 ctms.) dispuesta a teñírmela de rojo hasta los cojones.
Estaba tan cargado que no aguanté mucho. Al poco, la agarré del pelo y comencé a follarle la boca, pero el dolor de mi cuerpo, todavía con magulladuras me hizo desistir.
-AAAAAGGGGGGGG. ¡Qué dolor!
Me separé de ella para acostarme nuevamente en la cama. Ella se subió también, poniéndose arrodillada entre mis piernas para seguir con su mamada.
-MMMMMMMMMMMM. Sigue puta, sigue. Me tienes al límite.
Ella aceleró sus movimientos.
-Siiii. Me corroooo. No pares, no pareeees.
Solté todo lo que llevaba en el interior, y que ella tragó sin rechistar.
Las contracciones de mi cuerpo al correrme me volvieron a producir dolor, por lo que entre unos y otros me dejaron hecho polvo.
Le di las gracias, le dije que ya podía irse y pregunté cuanto tenía que pagarle, a lo que respondió:
-Me han pagado para que pase contigo toda la noche.
-Entonces, déjame recuperarme un momento.
Mi polla estaba morcillona, todavía con ganas de más. Se acostó a mi lado y se dedicó a jugar con ella entre sus dedos y a pajearla.
Quince minutos después volvía a estar preparado. Entonces volvió a meterla en su boca para ensalivarla bien y acto seguido se puso sobre mí, con una pierna a cada lado de mi cuerpo y se ensartó ella misma.
Se movía despacio, como galopando a caballo. Se la clavaba entera, desplazaba el cuerpo hacia atrás, sacando media polla, con fuerte roce para luego elevarse, moverse hacia delante y volver a clavársela.
Sus tetas botaban ante mis ojos, pero no podía levantar las manos para tocarlas. Ella misma se dobló hacia mí colocando sus pezones por turnos en mi boca. No se si fingía o realmente le estaba gustando, porque no paraba de emitir gemidos.
-MMMMMMMMMMMMM.
-AAAAAAAAAAAAAAH
Una y otra vez. Poco a poco fue acercándome al final, que yo le pedía insistentemente.
-Siiii. Sigue.
-¡Qué bien te mueves!
-¡Muévete más! ¡Más! ¡Más!
-Me voy a correr. Siiii.
Empezó a moverse con rapidez, hasta que me hizo alcanzar un tremendo orgasmo.
-Siiii. Me corroooo. AAAAAAAAAAAAAAAAAH
Siguió un poco más hasta que lanzó también un fuerte gemido, dejándose caer sobre mí.
Volvió a acostarse a mi lado y creo que nos quedamos dormidos los dos, yo al menos, me desperté en plena noche con ella chupando mi polla ya dura de nuevo.
Volvió a colocarse a caballo sobre mí y se la metió por el culo. Entró con suavidad y, además del roce, me deleitaba con contracciones de los músculos de su ano. En esta postura podía ponerle el pulgar sobre el clítoris sin que me doliese mucho. Tardé más rato, pero volví a tener una buena corrida.
Ella también gimió, bufó y gritó, pero con las putas nunca se sabe.
Volvimos a dormir hasta casi medio día, momento en que me despertó con una nueva mamada. Cuando desperté del todo, me dijo:
-Venga dormilón, a la ducha, que nos esperan.
-¿Dónde?
-Ya lo verás.
O sea, que ella estaba allí para impedir que me marchara,
Nos fuimos a la ducha, donde nos metimos los dos y allí, bajo el agua, acaricié y enjaboné su cuerpo en las zonas que me dejaban mis magulladuras (tetas y coño) mientras ella también repasaba mi cuerpo, hasta que se puso en cuclillas, con las piernas bien abiertas y empezó una nueva mamada, que no paró hasta que me hube corrido y ella tragado todo. La verdad es que, después de tanto tiempo de abstinencia, tenía las pilas a tope.
Después de secarme, secarse ella, ayudarme a vestirme y hacerlo ella también, además del correspondiente retoque de maquillaje, me dijo que nos esperaba un vehículo que nos llevaría a un lugar donde me iban a dar u regalo que querían hacerme. El vehículo era un coche oficial, con sus cristales tintados y banderitas.
Enseguida llegamos a un cuartel militar bastante cercano y de reciente construcción, según se podía ver, por el que me acompañó hasta un despacho donde se despidió con un fuerte morreo después de llamar a la puerta.
Cuando oí una voz en árabe que no se qué decía, entré en él, donde, tras una enorme mesa, me esperaba el oficial que me atendía siempre. Me pidió un momento de espera y dio una orden por teléfono. Seguidamente se dirigió a mí:
-Buenos días Sr. …, bien venido. ¿Ha pasado buena noche? ¿Le ha gustado la compañía que le facilitamos? ¿Ha sido de su total agrado?
-Si, si, gracias. Todo ha estado muy bien. Pero sigo…
-Espere. Espere. Antes de que me de su opinión, quiero hacerle un regalo. Es independiente de que acepte o no. Solo a modo de desagravio. Acompáñeme.
Me hizo seguirle por un pasillo y bajar varias plantas en un ascensor. Entramos en una sala donde se encontraban doce mujeres totalmente desnudas, tapándose como podían con sus manos, una mujer con un burqa completo, que tapaba incluso los ojos, y una fina vara en la mano y seis soldados con las armas preparadas.
Me quedé paralizado, sin moverme, hasta que la mano del oficial empujando levemente en mi espalda me hizo entrar en ella.
-Verá, Sr. …., sabemos que vive usted solo y que no tiene a nadie que le atienda como es debido, por eso hemos pensado en ofrecerle una mujer para que sea su esclava, sirvienta o esposa, lo que prefiera. Yo le he seleccionado esta de la derecha, 16 años, casi los 17, virgen todavía, pero puede elegir entre todas ellas la que prefiera. Sus edades van desde los 16 de ésta hasta los 28 de la última. Todas son voluntarias que han preferido servir a nuestros soldados…
Ya no escuché nada más. Clavé mis ojos en la muchacha y el resto desapareció. No muy alta, delgada, pechos proporcionados, morena total, no muy guapa de cara, pero escultural de cuerpo.
-Pppero ¿Qué voy a hacer con ella?
-Je, je, je, je. Mi querido amigo, no me diga que no sabe que hacer con una mujer. Como le he dicho, puede ser su esclava, sirvienta, esposa, puta, para follarla, pegarle, la puede alquilar, vender… Lo que quiera. A este grupo todavía lo estamos entrenando, pero puede comprobar ya lo bien preparadas que están.
Todavía estuvimos un rato negociando. El ofreciendo y yo negando, hasta que no me quedó más remedio que aceptar a una, que por supuesto fue la joven.
Hizo una señal a la mujer del burqa, está dio a la joven una orden en árabe y un golpe con la vara en los riñones. La muchacha, dio un salto hacia delante, cayó de rodillas ante mí y empezó a desabrochar mis pantalones. Yo di otro paso para atrás, sujetándomelos y la mujer del burqa le dio varios varazos en la espalda, haciendo que avanzase rápidamente hacia mí de nuevo. Después de la noche y la mañana que había pasado, dudaba que pudiese conseguir levantármela.
-Será mejor que la deje hacer su trabajo, -me dijo el oficial- se le ha dado una orden y no puede parar hasta cumplirla.
Me quedé quieto y continuó soltándome los pantalones y bajando todo hasta que mi polla, tiesa ya con el espectáculo, quedó al aire.
Se la llevó a la boca y comenzó primero lamiendo la punta y metiéndosela rozando con sus labios el borde del glande, luego la sacó y fue recorriendo toda mi polla con la lengua, ensalivándola bien.
Me respondió bastante bien, alcanzando pronto casi su tamaño normal. Un poco floja.
Volvió a metérsela, esta vez entera, hasta que le dio una arcada, siendo respondida por la del burqa con un golpe de vara en su culo.
Lo hacía muy bien y se veía que ponía mucho interés. Sentía su boca como un coño estrecho y suave que me presionaba por todas las partes.
Se movía despacio, metiendo desde la punta hasta que su nariz chocaba con mis pelos. La sacaba y lamía el glande. Con la mano acariciaba mis huevos y con un dedo presionaba mi perineo detrás de los huevos.
Increíblemente me la puso dura otra vez y entonces su presión se hizo más evidente a la par que su suavidad me estaba excitando como nunca.
En un momento sentí que me iba a correr y lo dije:
-MMMMMMMMM. ¡Me corroooo!
Dos golpes sobre su culo hicieron que se la metiese entera y no sé que me hizo que solté todo lo que llevaba dentro y que ella tragó directamente mientras yo presionaba todavía más su cabeza contra mí.
Me la limpió con su boca, me colocó nuevamente la ropa y quedó de rodillas delante de mí.
Otra orden de la del burqa y nuevo golpe, la hicieron volver rápidamente a la fila.
-¿Qué le ha parecido?
-Impresionante, ha sido la mejor mamada de mi vida.
-Entonces no se preocupe, esta noche se la llevarán a su hotel y prepararemos sus papeles para que se lleve a su esclava.
-Pero no la puedo entrar en el país así. En España está prohibido y además, es menor de edad en mi país.
-Eso corre de nuestra cuenta. Mañana tendrá los papeles en regla para entrarla sin problemas. Irá como su esposa.
-Tampoco puede ser. Tendré que ir yo y luego pedir que la dejen entrar.
-¿Para qué estamos los amigos? No se preocupe que mañana estará todo resuelto. Esta noche se la entregará su cuidadora.
Un camarero entró con unas botellas y vasos y se puso a servirnos al oficial y a mí. Me pedí un whisky solo para ver si me recuperaba de la impresión de todo aquello.
-Otra cosa más. -me dijo- También queremos compensarle el tiempo que se quede para reparar el sistema. Si le parece bien le daremos 250.000$ americanos y otros tantos si tiene que permanecer más de un mes. ¿Acepta?
El vaso se me cayó al suelo y se hizo añicos. La mandíbula no se me desencajó porque me dolía demasiado para abrir la boca.
Asentí con la cabeza y el oficial, riéndose, me llevó de nuevo a su despacho donde había un soldado que me acompañó hasta el coche oficial que me llevó al hotel, después de devolverme mis cosas. Lo primero que hice fue llamar a mi amiga.
Al entrar en la habitación fui directo a la cama, caí sobre ella y me quede dormido.
Al despertar miré a mí alrededor algo desorientado al principio. Todo estaba recogido y limpio. Me senté en la cama y empecé a dudar de que todo aquello hubiese sucedido.
-Tiene que ser alguna alucinación producida por una subida de fiebre. Mañana iré al hospital para que me miren. –Me dije.
Al ver que ya anochecía y notar mi estómago cómo rugía de hambre, decidí bajar al restaurante a cenar. Tras una rápida ducha y un cambio de ropa, me dirigí a la puerta y la abrí, encontrándome dos mujeres con burqa y a la que iba delante con la mano levantada, apunto de golpear la puerta.
-(No puede ser) Lo siento, ahora iba a cenar, vuelvan otro día.
-Tgaigo su gegalo.
-Pues déjelo ahí dentro que luego vuelvo. –Y me marché a cenar.
Cené con tranquilidad y aún estuve un buen rato tomando unas copas. Todo con la esperanza de que se cansasen de esperar y se fuesen.
Cuando volví a la habitación, me las encontré a una sentada en la cama y a la otra en un silloncito que había junto a una mesa.
No había cerrado la puerta todavía cuando, a un gesto de la del sillón, la de la cama se quitó el burqa y quedó totalmente desnuda. Era la joven de 16 años que me habían regalado. Ya no pude negar la realidad y decidí aceptarla.
-Esta bien, gracias. Ya me hago cargo yo de ella.
-Serr Habiba. Estagr apgendiendo. Yo vegr si hace bien. –Dijo, sacando la vara de entre sus ropas.
La muchacha se acercó a mí, me fue desnudando y me llevó de la mano hasta la cama, me ayudó a acostarme y le hice sitio a mi lado. Ella se acostó boca arriba y abrió las piernas esperándome.
-No, -le dije, señalando mis moraduras- me duele.
-Entonces ella se volvió hacia mi polla para hacerme una mamada. Tuve que negarlo otra vez. No tenía fuerzas ya.
-No. Descansar. Quiero descansar. –Debió entenderlo, porque se bajó de la cama y se acostó en el suelo.
-Sube aquí. –Le dije abriendo la sábana y dando golpes en el colchón. Se subió y acostó a mi lado.
La vigilante no se movió de la silla.
Tapados ambos, la coloqué de espaldas a mí, la abracé y apagué la luz. Bajo la sábana, tenía una mano bajo su cuerpo, en sus pechos y la otra libre para recorrerlo. Mi polla apoyada en su culo estaba semi-erecta. No tardando mucho, oí un fuerte ronquido y deduje que la vigilante se había dormido.
Aparté su pelo para dejar su cuello y oreja libres para besarlo y lamer el lóbulo de su oreja. Puse ambas manos en sus pechos acariciándolos y frotando sus pezones. Mi polla se endureció y metí una pierna entre las suyas para separárselas y dejar que resbalase hasta su coño, ella emitió un suave gemido.
-mmmm
-Sssssh Le susurré al oído para que callase y no despertar a la vigilante.
Aunque todavía me dolían los morados, estar con una criatura así me hizo olvidarme totalmente de ellos. Hice que colocase su mano sobre mi polla para que hiciese presión sobre su coño y empecé amoverme despacio, mientras acariciaba su cuerpo con una mano, con la otra sus pechos y la vigilante roncaba. Con unos pocos roces, noté cómo su coño se abría y mi polla rozaba toda su raja y hasta el clítoris. Sentí como la mojaba con su excitación.
-ffff, ffff, ffff. –Sentía su respiración acelerada.
Yo también estaba muy excitado, me estaba haciendo una maravillosa paja en el coño de ella.
El roce con ese coñito tan suave y su mano presionando me estaba poniendo a tope
Hubo un momento en que ella hizo más presión y movió la mano en círculos, mientras su respiración se alteraba más
-FF, FF, FF, FF, FF, FF, FF, FF.
Luego siguió normalmente y yo también. Mi polla estaba como si la tuviese metida en una piscina. Poco a poco fui acelerando en busca de mi placer mientras ella volvía a mover la mano en círculos cada vez que mi polla llegaba a su clítoris. Poco más pude aguantar, la apreté contra mí y me corrí en su mano y coño.
-of, of, of, of, of, of, of, of.
Ella movió la mano más rápidamente y también alcanzó un segundo orgasmo.
-FF, FF, FF, FF, FF, FF, FF, FF.
Quedé abrazado a ella y noté como la vencía el sueño. Yo estuve todavía despierto un rato, hasta que me acostumbré a los ronquidos de la vigilante, que no sé cómo podía dormir sentada en aquel sillón.
Por la mañana me despertó un fuerte y doloroso golpe en mi mano, que estaba situada sobre la cadera de Habiba.
-AAAAAAAAAGGGGGGGGGG. Jodeeerr. Maldita puta. ¿Por qué has hecho eso?
-Pegdon sigñor. Queguia despegtag a esclava paga que te despetag con boca. No veg tu mano pog gopa.
-No tenías que haber hecho esto. Se lo diré al oficial para que te castigue.
-¡No, pog favogr, signor! ¡Pegrdegué todo lo que tengo! ¡Hagué lo que quiega paga compensagle, pego no diga a oficial!
Se me ocurrió una idea. Decidí darle de su propia medicina. Cogí su vara y le dije:
-Pon la cabeza sobre la cama con los pies en el suelo y las piernas abiertas y estiradas.
Como la cama era más bien baja, quedó con el culo en pompa. Tomé las sayas por el borde inferior y se las volqué sobre su cabeza y ahí me llevé una gran sorpresa. Donde esperaba ver unas horrendas bragas de cuello alto y unas piernas celulíticas, me encontré con unas braguitas de seda, en un culo de infarto, un liguero y medias negros a juego y con unos zapatos, eso si, horrorosos. Por la postura, los ropajes cayeron dejando ver parte de su sujetador, también a juego con el resto.
La vista de ese culo me hizo dejar la vara y cambiar de idea. Le bajé y quité las braguitas agachándome detrás de ella para hacerlo, me quedé mirando su chocho peludo y su ano ligeramente oscuro. Vi que los pelos se empezaban a humedecer, señal de que estaba empezando a excitarse. Me puse de pie a un lado y pasé mi mano por esos glúteos maravillosos.
-ZAS. –Le di con todas mis fuerzas.
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAGGGGG. –Gritó.
Tomé la vara y le di tres fuertes golpes con ella.
-No quiero oír nada.
Volví a acariciar su culo de nuevo y…
-ZAS
-ffff
No moví la mano de su culo. Hice una señal a Habiba para que me fuese chupando la polla. Seguí acariciando su culo, metiendo en su raja mi dedo medio y bajando hasta recorrer los bordes de su coño. Volví a subir realizando el proceso inverso y de nuevo…
-ZAS
-ffff
Nueva bajada y repaso de coño.
-mmmm
Repetí el proceso hasta que tuvo el culo totalmente rojo, entonces me puse tras ella, recorrí su coño con mi polla desde el clítoris al ano, donde hice presión para meterla.
-NOOOOOOO. –Seguido de una parrafada en árabe y levantándose y volviéndose hacia mí.
Sin decir nada tome la vara, la agarré por donde supuse que debía de tener el cuello, porque con esa prenda no enseñaba ni los ojos, y la volví a colocar en posición. Subí de nuevo las prendas y mientras la sujetaba le solté cuatro golpes en su culo.
-¿Si o no?
-No, signor, – seguido de algo en árabe.
Dos golpes más.
-¿Si o no?
-Pog favog, signor, – seguido de algo en árabe.
Dos golpes más.
-¿Si o no?
-Si, -dijo llorando, seguido de algo en árabe.
Volví a ponerme tras ella, escupí sobre mi punta y sobre su ano, realizando un nuevo intento. Tuve que hacer fuerza, pero conseguí que entrase un poco.
-PFFFFFFSSSS. –Soltó aire con fuerza.
-Sssssss. –Le dije yo para que siguiera en silencio.
Un nuevo empujón y entró la cabeza.
-Uuuuuuugggggggggg
Volví a escupir en mi polla y de un nuevo empujón entró hasta dentro. Ella mordió la cama y la arañó con las manos para ahogar su grito. La presión en mi polla era tremenda y mi placer, máximo. Mi ex nunca me dejó encularla. Y luego me enteré de que era otro el que lo hacía.
Disfruté de ella un buen rato, hasta que sentí que hacía fuerza con el esfínter. ¡Se estaba corriendo! y ya no pude aguantar más y me corrí en su culo.
Cuando se la saqué, finas líneas blancuzcas caían por sus muslos. Tiré de las prendas para que se levantase y le dije:
-A partir de ahora no te quiero ver por aquí. ¡Fuera!
-Me has violado. Ahoga segué yo la que te denunsie al ofisial.
-¿Acaso dudas de que considerará injusto el castigo cuando le muestre la marca de mi mano?
-No, pog favor. No digué nada, pero tampoco diga usted.
-¡Vete de una vez!
-¿Mis bagas…?
-Me las quedo. ¡VETE YA!
Al fin nos quedamos solos Habiba y yo. La llevé a la ducha y nos dimos una buena jabonada y luego la estuve secando.
-Gracias señor por llevarme con usted.
-Vaya, hablas muy bien el inglés.
-En mi pueblo estuve ayudando a unos cooperantes. Uno era español y también sé algunas palabras. Ayer temí que no me llevase cuando le vi discutir con el oficial. Por eso me esmeré tanto en la mamada, para que le gustase tanto que quisiera llevarme con usted.
-Te gusta la esclavitud.
-Lo que no me gustaba era mi futuro aquí. Hubiese terminado en un prostíbulo o en manos de algún soldado que me pegaría y prostituiría o casada o vendida a algún campesino pobre que me haría trabajar de sol a sol y paliza tras paliza. Ser su esclava es lo mejor que me podía suceder. Usted es europeo y los europeos son buenos.
Llamaron a la puerta. Era el oficial, que venía con una maletita con los 250.000$ cambiados ya a euros. Me preguntó si había desayunado y si podíamos ir a revisar los aparatos. Bajamos a desayunar los tres, y tras una breve negociación porque él quería que Habiba permaneciese arrodillada a un lado y yo que si era mi esposa debía estar en la mesa con nosotros, al final gané yo, desayunamos y nos fuimos a hacer la reparación.
Estuve dos días entreteniéndome por allí, hasta que les dije que había encontrado el problema y que había sido causado por alguna desviación a tierra del vivo de la corriente en algún lugar de las instalaciones. Tras reiniciar yo el sistema y un broncazo al equipo de electricistas, pudimos volver al hotel, y tres días más tarde nos entregaron la documentación y salimos para España.
Tras todo un día de viaje, llegamos de madrugada a la aduana, donde revisaron la documentación con lupa. Pensé que estaba falsificada y que nos iban a pillar. El funcionario miraba los papeles y miraba a Habiba, a veces a mí. Al final estampó su sello y salimos del aeropuerto.
Había puesto el dinero alrededor de mi cuerpo por si revisaban el equipaje, pero debimos poner cara de buenos porque no nos preguntaron nada.
La llevé a mi casa y llamé a mi amiga para informarle, no fuera que activase todo otra vez.
Puse el dinero a buen recaudo, llamé a la empresa para decir que había llegado y que como era viernes no iría hasta el lunes porque pensaba dormir toda la mañana. Le enseñé pequeño piso donde vivía: cocina pequeña, salón pequeño y dormitorio.
En la puerta de este, empecé a besarla mientras la iba llevando hacia la cama y le quitaba el pañuelo que llevaba en la cabeza, creo que le llaman hijab, así como la chilaba, quedando totalmente desnuda.
Al llegar, cayó sentada y yo empecé a quitarme la camisa. Ella me bajó los pantalones y la ropa interior, llevándose inmediatamente mi polla a la boca.
-MMMMMMM, ¡Qué bien lo haces!
Se la metía en la boca presionando y lamiendo el glande para luego meterla hasta el fondo dejando un hueco estrecho que me volvía loco.
Tuve que separarme para no correrme en su boca. La recosté y coloqué sobre ella, besándola. Sus labios, su cuello sus orejas sus ojos, todo fue besado, lamido o chupado. Bajé a sus pechos que acaricié, besé y lamí sus pezones.
-MMMMMMMMMM. –Gemía ella.
Pasé mi lengua por su estómago, ombligo y pubis depilado. Recorrí los labios de su sexo por los bordes, viendo y sintiendo cómo se abrían para mí
-UMMMMMMMM
Sus gemidos, suspiros y grititos llenaron el ambiente. Cuando metí mi lengua para lamer el clítoris, arqueó su cuerpo buscando más y se corrió con un fuerte orgasmo.
-AAAAAAAAAAAAHHHHH
Cuando se recuperó, seguí con mi tratamiento, pero esta vez le metí un dedo hasta rozar su himen intacto y arrancarle nuevos gemidos de placer.
-MMMMMMM. Siiii.
Con la otra mano acariciaba sus pechos, saltando de uno a otro. Con la lengua hacía círculos tomando como eje su clítoris.
-UUUUUUUUUOOOOOOOOOOOOOOUUUUU.
Cuando su excitación subía, yo bajaba el ritmo, hasta que no pudo más y exclamó:
-Siii. Quiero más, dame máaaaasss
Entonces, me puse sobre ella y fui metiendo mi polla despacio, hasta que encontré resistencia. Resbalaba como si estuviese aceitada. Con un golpe de riñones la metí hasta el fondo, provocando un nuevo orgasmo cuando mi cuerpo presionó su clítoris.
Esperé a que se acostumbrase a mi polla y comencé a moverme. Me situé ligeramente arriba para que le rozase bien el clítoris al sacarla y volverla a meter.
Fui acelerando movimientos. La sacaba completamente, recorriendo la raja y la volvía a meter siguiendo el sentido contrario.
-MMMMMMMM. –Empezó a gemir de nuevo.
Poco a poco iba acelerando un poco más.
-PPFFFFSSSS.
-Másss. Siiii
No paraba de pedir. Hasta que
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH
Con un fuerte alarido, dio salida a su fuerte orgasmo, que a su vez me arrastró a mi, que estaba que no podía aguantar más.
-Siiiiiiiiiiiiiii. Por fin lo he conseguido. No sabes las ganas que tenía. –Le dije.
-Yo también. Estaba excitada y deseándolo desde en que me eligió.
Esa fue mi noche de bodas. No voy a contar, o por lo menos ahora, lo que hemos hecho desde entonces. Al contrario que con mi mujer, no tiene reparos para nada, me siento feliz y realizado. No he sido dominante, pero me encanta la sumisión de esta mujer.
Las cosas van mejorando. Mi ex ha tenido problemas y me ha llamado pidiendo ayuda. Estoy muy bien considerado en la empresa gracias a las cartas que envió el oficial a mi jefe. Me han subido el sueldo. Poco, pero algo es algo. He cobrado mi gratificación. Tengo dinero…
…Y me han regalado una esclava.
Gracias por vuestros comentarios y valoraciones. Comentarios en privado: amorboso@hotmail.com o skype
Pam le apartó la melena de la cara y le clavó con intensidad esos ojazos azules y profundos. Hércules nunca sabía en qué pensaba. Aquella mujer le desconcertaba tanto como le atraía. Quizás por eso la amaba tanto.
Aquellas manos de dedos finos y suaves acariciaron su nuca y sus labios se fundieron con los de Hércules en un beso largo y profundo que en pocos instantes se hizo ansioso. Las manos de él se deslizaron por su espalda y agarraron su culo apretando el voluptuoso cuerpo de la joven contra él.
Pam se estremeció ante el contacto y separó los labios un instante para respirar. Hércules aprovechó para bajar la cabeza, besar su cuello y mordisquear el tatuaje de su hombro.
Al contrario que con Akanke, el sexo con Pam siempre era intenso y lujurioso. Sería por su oficio, pero el caso es que le gustaban las emociones fuertes. Le encantaba follar en lugares públicos, siempre en peligro de ser descubiertos y las discotecas le volvían loca. El montón de gente saltando, bailando y frotando sus cuerpos sudorosos, en medio del sonido atronador de la música tecno, hacía que la mujer entrara en una especie de éxtasis.
Con un movimiento sorpresivo se dio la vuelta y comenzó a menear sus caderas al ritmo de la música, pegando su culo contra la entrepierna de Hércules, dejando que él repasara su ceñido vestido de lentejuelas. Pam levantó los brazos y los dirigió hacia atrás rodeando la cabeza de Hércules y cerrando los ojos; dejándose llevar por la música y sintiendo como la polla de su novio crecía en contacto con su culo.
Esta vez fue Hércules el que no aguantó más y cogiendo a la joven por los brazos la empujó delante de él, siempre pegado a su cuerpo, a través del gentío, a uno de los reservados. Sin contemplaciones la tiró sobre el sofá. Ella se dio la vuelta y se sentó con esa mirada desafiante que tanto le ponía. Se sentó a su lado y comenzó a besarla de nuevo, metiendo la mano por debajo de su falda. El interior de sus muslos estaba cálido y ligeramente húmedo.
Pam sonrió y abrió sutilmente las piernas, dejando que la mano de su novio avanzase hasta alcanzar su sexo. La joven se sobresaltó al sentir los dedos de Hércules explorando su pubis y jugando con su sexo, pero no dejó de besarle ni acariciarle el pecho por debajo de la camiseta.
Con un movimiento apresurado, montó sobre Hércules mientras hurgaba en sus pantalones desabrochando botones y bajando cremalleras. Los dos sexos se tocaron y se frotaron con fuerza haciendo que los dos amantes suspirasen ahogadamente a la vez.
Hércules cogía uno de los pechos de Pam con sus manos y lo estrujaba con fuerza a través del vestido justo en el momento en que dos chicas se asomaron al reservado. Él levantó la cabeza y las jóvenes se retiraron con una sonrisa nerviosa.
Pam aprovechó el momentáneo despiste para enterrar la polla de él dentro de su coño. La sensación fue deliciosa. Hércules se agarró a las caderas de la joven mientras ella le cabalgaba al ritmo de la música jadeando, revolviéndose el pelo y acariciándose el cuerpo, disfrutando de cada golpe de cadera.
Inclinándose sobre él y mirando a un lado y a otro, se bajó el escote palabra de honor, liberando un pecho y acercándoselo a la boca. Hércules lo chupó con fuerza y lo mordisqueó. Pam soltó un gritito y moviéndose aun más rápido.
La levantó en el aire y la arrinconó contra la pared. Pam apretó sus piernas contra las caderas de Hércules y comenzó a morderle los lóbulos de las orejas gimiendo cada vez más rápida e intensamente.
Consciente de que estaba a punto de correrse Hércules la dio más fuerte y más profundo, agarrándola con suavidad por el cuello y obligándole a mirarle a los ojos, hundiéndose profundamente en ellos sin parar de moverse dentro de la joven.
Hércules fue el primero en correrse eyaculando en el coño de Pam, inundándolo con su calor y provocando que ella se corriese a su vez. El cuerpo de la joven tembló en sus brazos, recorrido por un intenso placer. Hércules no se separó de ella hasta que los últimos relámpagos de placer se extinguieron dejándola exhausta y complacida.
Pam se recolocó el vestido con una sonrisa traviesa y se sentó de nuevo. Hércules, tras abrocharse los pantalones, se sentó a su lado. La música llegaba amortiguada y las luces quedaban lejos, haciendo el ambiente más tranquilo y recogido. Pam se colgó de su cuello y le besó de nuevo. Le miró a los ojos de esa forma inquisitiva que le ponía tan nervioso.
—Me gusta cómo me haces el amor. —empezó acariciándole distraídamente el cuello— En realidad me gusta todo de ti…
—¿Pero?
—Que tu sabes prácticamente todo de mí mientras que yo apenas se nada de ti. y debería ser al revés. Aun tienes que explicarme lo de tu paso por los tribunales. Si quieres que esta relación funcione tendrás que contármelo todo.
—En realidad no hay mucho que contar. —respondió Hércules evasivo.
—No digas tonterías. Soy guardia civil. No me engañarás tan fácilmente. Solo me hace falta observar esos ojos grandes que me miran a veces con una intensa lujuria y otras veces con una inexplicable melancolía para saber que hay algo en tu pasado que debo saber para poder comprenderte y amarte como deseo.
Hércules frunció los labios pensativo y ella le acosó con besos cortos y superficiales sin dejar de hacerle preguntas.
—Vamos, Pam, este no es el lugar adecuado…
—Estupendo, estoy totalmente de acuerdo. Vamos a mi casa. De todas formas, ya hemos bailado suficiente. —dijo la joven levantándose y agitando sus caderas con sensualidad.
Antes de que pudiese volver a negarse, Pam tiró del brazo de Hércules y lo arrastró con decisión, fuera de la discoteca.
***
—Adelante, ahora estamos tranquilos en casa. —dijo ella en cuanto cerró la puerta tras ella— Cuéntame tu historia.
—No sé por dónde empezar…
—¿Qué tal por el principio? —le sugirió ella preparando rápidamente un par de gin tonics y alargándole uno a Hércules.
—Bueno, supongo que es tan buena idea como otra cualquiera. Ponte cómoda porque esto va a durar un buen rato.
—Prometo escucharte y no interrumpirte durante todo el rato. —dijo Pam sacándose los tacones y acurrucándose en los brazos de su amante dispuesta a escuchar.
Hércules acogió su cuerpo menudo con los brazos y empezó a narrar su historia. Contándolo en tercera persona, como si el hombre que era ahora y el que había sido en el pasado fuesen dos personas distintas.
NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, lo antes posible, publicaré en la categoría entrevistas/info el índice de capítulos y una breve guía de personajes
SIGUIENTE CAPÍTULO AUTOSATISFACCIÓN.
En ese momento Alicia era la chica más obscena del mundo, la más “guarra”, su manito fue bajando lentamente por su espalda hasta toparse con su trasero, buscando su ano, buscando seguir dándose placer al ritmo de la voz de Joey, de la lengua eléctrica de Liam… y un relámpago sonó cuando el dedo corazón se introdujo en su culo mientras Liam se recibía su masterado en el cunnilingus. Esa noche, Joey no fue el puto amo.
Sinopsis:
Una universitaria se va a vivir a casa de su tía enferma, cuando muere tiene que hacerse cuidado de un bebé sin saber que terminará entre las sábanas del viudo. Junto con él descubrirá su verdadera naturaleza. Mientras con su amado es todo dulzura, con las mujeres se comportará como una estricta dominante
ALTO CONTENIDO ERÓTICO
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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:
Capítulo 1.
Mi nombre es Elena y soy una estudiante de medicina de veintidós años. Mi vida sería como la de cualquier otra si no llega a ser porque actualmente caliento las sábanas de mi tío. Muchos se podrán ver sorprendidos e incluso escandalizados pero soy feliz amando y deseando a ese hombre.
Si quiero explicaros como llegué a acostarme con el tío Manuel, tengo que retroceder cuatro años cuando llegué a Madrid a estudiar. Habiendo acabado el colegio en mi Valladolid natal, mis padres decidieron que cursara medicina en la Autónoma de Madrid y por eso me vi viviendo en la capital. Aunque iba a residir en un colegio mayor, mi madre me encomendó a su hermana pequeña que vivía también ahí. La tía Susana me tomó bajo su amparo y de esa forma, empecé a frecuentar su casa. Allí fue donde conocí a su marido, un moreno de muy buen ver que además de estar bueno, era uno de los directivos más jóvenes de un gran banco.
Desde un primer momento, comprendí que eran un matrimonio ideal. Guapos y ricos, estaban enamorados uno del otro. Su esposo estaba dedicado en cuerpo y alma a satisfacer a la tía. Nada era poco para ella, mi tío la consentía y mimaba de tal forma que empecé sin darme cuenta a envidiar su relación. Muchas veces desee que llegado el momento, encontrara yo también una pareja que me quisiera con locura.
Para colmo, mi tía Susana era un bellezón por lo que siempre me sentí apocada en su presencia. Dulce y buena, esa mujer me trató con un cariño tal que jamás se me ocurrió que algún día la sustituiría en su cama. Aunque apreciaba en su justa medida a su marido y sabía que destilaba virilidad por todos sus poros, nunca llegué a verlo como era un hombre, siempre lo consideré materia prohibida. Por eso me alegré cuando me enteré de que se había quedado embarazada.
Esa pareja llevaba buscando muchos años el tener hijos y siendo profundamente conservadora, Susana vio en el fruto que crecía en su vientre un regalo de Dios. Por eso cuando en una revisión rutinaria le descubrieron que padecía cáncer, se negó en rotundo a tratárselo porque eso pondría en peligro la viabilidad del feto. Inútilmente la intenté convencer de que ya tendría otras oportunidades de ser madre pero mis palabras cargadas de razón cayeron en saco roto.
Lo único de lo que pude convencerla fue de que me dejara cuidarla en su casa. Al principio se negó también pero con la ayuda de mi tío, al final dio su brazo a torcer. Por esa desgraciada circunstancia me fui a vivir a ese chalet del Viso y eso cambió mi vida. Nunca he vuelto a dejar esas paredes y os confieso que espero nunca tenerlo que hacer.
La tía estaba de cinco meses cuando se enteró y viéndola parecía imposible que estuviera tan mal y que el cáncer le estuviera corroyendo por dentro. Sus pechos que ya eran grandes, se pusieron enormes al entrar en estado y su cara nunca reflejó la enfermedad de forma clara su enfermedad. Al llegar a su casa, me acogió como si fuera su propia hermana y me dio el cuarto de invitados que estaba junto al suyo. Debido a que mi pared pegaba con la suya, fui testigo de las noches de dolor que pasó esa pareja y de cómo Manuel lloraba en silencio la agonía de la que era su vida.
Gracias a mis estudios, casi a diario le tenía que explicar cómo iba evolucionando el cáncer de su amada y aunque las noticias eran cada vez peores, nunca se mostró desánimo y cuanto peor pintaba la cosa, con más cariño cuidaba a su amor. Fue entonces cuando poco a poco me enamoré de ese buen hombre. Aunque fuera mi tío y me llevara quince años, no pude dejar de valorar su dedicación y sin darme cuenta, su presencia se hizo parte esencial en mi vida.
A los ochos meses de embarazo, el cáncer se le había extendido a los pulmones y por eso su médico insistió en adelantar el parto. Todavía recuerdo esa tarde. Mi tía me llamó a su cuarto y con gran entereza, me pidió que le dijera la verdad:
―Si lo adelantamos, ¿Mi hijo correrá peligro?
―No― contesté sin mentir – ya tiene buen peso y es más dañino para él seguir dentro de tu útero por si todo falla.
Indirectamente, le estaba diciendo que su hígado no podía dar más de sí y que en cualquier momento podría colapsar, matando no solo a ella sino a su retoño. Mi franqueza la convenció y cogiéndome de la mano, me soltó:
―Elena. Quiero que me prometas algo….
―Por supuesto, tía― respondí sin saber que quería.
―….si muero, quiero que te ocupes de criar a mi hijo. ¡Debes ser su madre!
Aunque estaba escandalizada por el verdadero significado de sus palabras, no pude contrariarla y se lo prometí. “La pobre debe de estar delirando”, me dije mientras le prestaba ese extraño juramento porque no en vano el niño tendría un padre. Un gemido de dolor me hizo olvidar el asunto y llamando al médico pedí su ayuda. El médico al ver que había empeorado su estado, decidió no esperar más y llamando a una ambulancia, se la llevó al hospital.
De esa forma, tuve que ser yo quien le diera la noticia a su marido:
―Tío, tienes que venir. Estamos en el hospital San Carlos. Van a provocar el parto.
Ni que decir tiene que dejó todo y acudió lo más rápido que pudo a esa clínica. Cuando llegó, su mujer estaba en quirófano y por eso fui testigo de su derrumbe. Completamente deshecho, se hundió en un sillón y sin hacer aspavientos, se puso a llorar como un crio. Al cabo de una hora, uno de los que la trataban nos vino avisar de que el niño había nacido bien y que se tendría que pasar unos días en la incubadora.
Acababa de darnos la buena noticia, cuando mi tío preguntó por su mujer. El medico puso cara de circunstancias y con voz pausada, contestó que la estaban tratando de extirpar el cáncer del hígado. Sus palabras tranquilizaron a Manuel pero no a mí, porque no me cupo ninguna duda de que esa operación solo serviría para alargarle la vida pero no para salvarla.
La noticia del nacimiento de Manolito le alegró y confiado en la salvación de la madre me pidió que le acompañara a ver al crío en el nido. Os juro que viendo su alegría, no fui capaz de decirle la verdad y con el corazón encogido acudí con él a ver al bebé.
En cuanto lo vi, me eché a llorar porque no en vano sabía que ya se le podía considerar huérfano:
“¡Nunca iba a llegar a conocer a su madre!”
En cambio su padre al verlo no pudo reprimir el orgullo y casi a voz en grito, empezó a alabar la fortaleza que mostraba ya en la cuna. Tampoco en esa ocasión me fue posible explicarle el motivo de mi llanto y secándome las lágrimas, sonreí diciendo que estaba de acuerdo.
Como os podréis imaginar cuatro horas después apareció su médico y cogiendo del brazo al marido de la paciente, le explicó que se habían encontrado con que el cáncer se había extendido de forma tal que no había nada que hacer. Mi tío estaba tan destrozado que no pudo preguntar por la esperanza de vida de su mujer, por lo que tuve que ser yo quien lo hiciera.
―Dudo que tenga un mes― contestó el cirujano apesadumbrado.
La noticia le cayó como un jarro de agua fría a su marido y hundiéndose en un doloroso silencio, se quedó callado el resto de la tarde. Os juro que se ya quería a ese hombre, el duelo del que fui testigo me hizo amarlo más. Nunca había visto y estoy segura que nunca veré a nadie que adore de esa forma a su mujer.
La agonía de mi tía Susana iba a ser larga y por eso decidí exponerle a mi tío que durante el tiempo que me necesitara allí me tendría y que por el cuidado de su hijo, no se preocupara porque yo me ocuparía de él.
―Gracias― contestó con la voz tomada― te lo agradezco. Voy a necesitar toda la ayuda posible.
Tras lo cual se encerró en el baño para que no le viera llorar. Esa noche, dormimos los dos en la habitación y a la mañana siguiente, una enfermera nos vino a avisar que Susana quería vernos. Al llegar a la UCI, Manuel volvió a demostrar un coraje digno de encomio porque el hombre que saludó a su mujer, era otro. Frente a ella, no hizo muestra del dolor que sentía e incluso bromeó con ella sobre el próximo verano.
Su esposa, que no era tonta, se dio cuenta de la farsa de su marido pero no dijo nada. En un momento que me quedé con ella a solas, me preguntó:
―¿Cuánto me queda?
―Muy poco― respondí con el corazón encogido.
Fue entonces cuando cogiéndome de la mano me recordó mi promesa diciendo:
―¡Cuida de nuestro hijo! ¡Haz que esté orgullosa de él!
Sin saber que decir, volví a reafirmar mi juramento tras lo cual mi tía sonrió diciendo:
―Manuel sabrá hacerte muy feliz.
La rotundidad de su afirmación y el hecho que el aludido volviera a entrar en la habitación hizo imposible que la contrariara. Mi rechazo no era a la idea de compartir mi vida con ese hombre sino a que conociéndolo nunca nadie podría sustituirla en su corazón.
CAPÍTULO 2
A los dos días, nos dieron al niño. Siendo sano no tenía ningún sentido que estuviera más tiempo en el hospital por lo que tuvimos que llevárnoslo a casa mientras su madre agonizaba en una habitación. Todavía recuerdo esa mañana, Manuel lo cogió en brazos y su cara reflejó la angustia que sentía. Compadeciéndome de él, se lo retiré y con todo el cariño que pude, dije:
―Tío, déjamelo a mí. Tú ocúpate de Susana y no te preocupes, lo cuidaré como si fuera mío hasta que puedas hacerlo.
Indirectamente, le estaba diciendo que yo lo cuidaría hasta que su madre hubiese muerto pero lejos de caer en lo inevitable, ese hombretón me contestó:
―Gracias, cuando salga Susana de esta, también sabrá compensarte.
No quise responderle que nunca saldría y despidiéndome de él, llevé al bebe hasta su casa. Durante el trayecto, pensé en el lio que me había metido pero mirando al bebe y verlo tan indefenso decidí que debía dejar ese tema para el futuro. Acostumbrada a los recién nacidos por las prácticas que había hecho en Pediatría neonatal, no tuve problemas en hacerme con todo lo indispensable para cuidarlo y por eso una hora después, ya cómodamente instalada en el salón, empecé a darle el biberón.
Eso que es tan normal y que toda madre sabe hacer, me resultó imposible porque el chaval no cogía la tetina y desesperada llamé a mi madre. Tal y como me esperaba mientras marcaba, se rió de mí llamándome novata y ante mi insistencia, me preguntó:
―¿Por qué no intentas dárselo con el pecho descubierto?
Al preguntarle el por qué, soltó una carcajada diciendo:
―Tonta, porque al oír tu corazón y sentir tu piel, se tranquilizará.
Su respuesta me convenció y quitándome la camisa, puse su carita contra mi pecho. Ocurrió exactamente como había predicho, en cuanto Manolito sintió mi corazón, se asió como un loco del biberón y empezó a comer. Lo que no me había avisado mi madre, fue que al sentir yo su cara contra mi seno, me indujo a considerarlo ya mío y con una alegría que me invadió por completo, sonreí pensando en que no sería tan desagradable cumplir la promesa dada.
Una vez se había terminado las dos onzas y al ir a cambiarle ocurrió otra cosa que me dejó apabullada. Entretenida colocando el portabebé, no me percaté que había puesto su cabeza contra mi pecho y el enano al sentir uno de mis pezones contra su boca, instintivamente se puso a mamar. El placer físico que sentí fue inmenso (no un orgasmo no penséis mal). La sensación de notar sus labios succionando en busca de una leche inexistente fue tan tierna que de mis ojos brotaron unas lágrimas de dicha que me dejaron confundida.
No sé si obré mal pero lo cierto es que a partir de entonces después de cada toma, dejaba que el bebé se durmiera con mi pezón en su boca.
“Es como darle un chupete”, me decía para convencerme de que no era raro pero lo cierto es que cuanto más mamaba ese crio de mis pechos, mi amor por él se incrementaba y empecé a verlo como hijo mío.
Lo que no fue tan normal y lo reconozco fue que ya a partir del tercer día, me entraran verdaderas ganas de amamantarlo y obviando toda cordura, investigué si había algo que me provocara leche. No tardé en hallar que la Prolactina ayudaba y sin meditar las consecuencias, busqué estimular la producción de leche con ella.
Mientras esto ocurría, mi tía agonizaba y Manuel vivía día y noche en el hospital solo viniendo a casa durante un par de horas para ver al chaval. Dueña absoluta de la casa, nadie fue consciente de que me empezaba a tomar esa medicina. A la semana justa de nacer, fue la primera vez que mi niño bebió la leche de mis pechos y al notarlo, me creí la mujer más feliz del mundo. No sé si fue la medicina, el estímulo de mis pezones o algo psicológico pero la verdad es que mis pechos no solo crecieron sino que se convirtieron en un par de tetas que rivalizaban con los de cualquier ama de cría.
Mi producción fue tal que dejé de darle biberón y solo mamando de mis pechos, Manolito empezó a coger peso y a criarse estupendamente. El primer problema fue a los quince días de nacido que aprovechando que su madre había mejorado momentáneamente, Manuel decidió bautizarle junto a ella. La presencia del padre mientras le vestía y las tres horas que estuvimos en el Hospital, provocaron que mis pechos se inflaran como balones, llegando incluso, a sin necesidad de que el bebé me estimulara, de mis pezones brotara un manantial de leche dejándome perdida la camisa. Sé que mi tío se percató de algo por el modo en que me miró al darse cuenta de los dos manchones que tenía en mi blusa, pero creo que no quiso investigar más cuando ante la pregunta de cómo me había manchado, le contesté que se me había caído café.
La cara con la que se me quedó mirando los pechos, no solo me intranquilizó porque me descubriera sino porque percibí un ramalazo de deseo en ella. Lo cierto es que más excitada de lo que me gustaría reconocer, al llegar a casa di de mamar al que ya consideraba propio y tumbándome en la cama, no pude evitar masturbarme pensando en Manuel.
Al principio fue casi involuntario, mientras recordaba sus ojos fijos en mi escote, dejé caer una mano sobre mis pechos y lentamente me puse a acariciarlos. Mis pezones se pusieron inmediatamente duros y al sentirlos no fui capaz de parar. Como una quinceañera, me desabroché la blusa y pasando mi mano por encima de mi sujetador, empecé a estimularlos mientras con los ojos cerrados soñaba que era mi tío quien los tocaba.
Mi calentura fue en aumento y ya ni siquiera pellizcarlos me fue suficiente y por eso levantándome la falda, comencé a sobar mi pubis mientras seguía imaginado que eran sus dedos los que se acercaban cada vez más a mi sexo. Por mucho que intenté un par de veces dejarlo, no pude y al cabo de cinco minutos, no solo me terminé de desnudar sino que abriendo el cajón de la mesilla, saqué un consolador.
Comportándome como una actriz porno en una escena, lamí ese pene artificial suspirando por que algún fuera el de él y ya completamente lubricado con mi saliva, me lo introduje hasta el fondo mientras me derretía deseando que fuera Manuel el que me hubiese separado las rodillas y me estuviese follando. La lujuria me dominó al imaginar a mi tío entre mis piernas y uniendo un orgasmo con el siguiente no paré hasta que agotada, caí desplomada pero insatisfecha. Cuando me recuperé, cayeron sobre mí los remordimientos de haberme dejado llevar por esos sentimientos mientras el objeto de mis deseos estaba cuidando a la mujer que realmente amaba y por eso no pude evitar echarme a llorar, prometiéndome a mí misma que eso no se volvería a repetir.
Tratando de olvidar lo ocurrido, intenté estudiar algo porque tenía bastante dejadas las materias de mi carrera. Llevaba media hora enfrascada entre los libros cuando escuché el llanto de mi bebe y corriendo fui a ver que le pasaba. Manolito en cuanto le cogí en brazos, buscó mi pezón y olvidándome de todo, sonreí dejando que mamara.
―Voy a ser tu madre aunque tu padre todavía no lo sepa― susurré al oído del niño mientras mi entrepierna se volvía a encharcar.
A partir de entonces, y durante 3 semanas, fue lo mismo, mi madre tratando de compensar la ausencia de Sara en
nuestros juegos, mientras se dormía a menudo por las pastillas que la metían en la comida, y así mi tía follaba a todas horas cuando Jaime quería, fumaban porros y se dedicaban a buscar momentos para gozar, al principio les espiaba, llegado un punto me cansé, Jaime se ocupaba de describirme a posteriori cada detalle de sus encuentros. Mi tía parecía en una nube, para ella era un juego inocente, por raro que fuera, mientras que Jaime se aprovechaba, la mitad de las noches dormían juntos.
Los demás iban cada uno a sus cosas, llegando al mes de vacaciones ya tenia todos mis trabajos hechos, Sonia tenia un noviete de verano al que se tiraba alguna que otra vez en casa, le costó pasarse por la piedra, por lo menos, a 4 chicos antes de dar con uno de su agrado, era increíblemente escandalosa, pero por lo visto nadie decía nada de aquello, Marta se iba al piso de abajo a dormir en la cama libre cuando Sonia estaba con él, o cuando iba tan borracha que roncaba como un marinero curtido, yo la acompañaba para dormir como hermanos. Mi padre no se enteraba de nada, solo dormía, comía y alguna que otra vez escuchaba como hacia gozar a mi madre, cuando se ponían serios temblaba la casa. Marta era la única que parecía mostrar interés por mí, pero se cansó de querer animarme, y empezó a disfrutar por su cuenta junto a Sonia, con chicos y fiestas. Mi madre se ocupó de que no me faltara diversión en el agua, pero por muy excitante que fuera, era mi madre.
Una de esas mañanas, en que Jame volvía del cuarto de Sara, se me presentó enfurecido.
-JAIME: estoy hasta la polla de tu tía, dios, me estoy cansando de ella…….
-YO: pues déjala….
-JAIME: no digas jilipolleces, no la voy ha dejar…………no sin otro chocho que follarme.
-YO: pero mi tía……
-JAIME: folla bien, pero hasta el mejor plato de comida te cansa si te lo ponen a diario.
-YO: pues búscate alguna jovenzuela……
-JAIME: ya he pensado algo así, pero Sonia está con ese tipo y tú hermana…..- cambio el rictus al verme la cara – ….tranquilízate capullo, tu hermana está buena, pero no creo que sea su tipo.
-YO: más te vale, ella no, por favor – le rogaba.
-JAIME: dios, si no fuera por tu padre me follaba a tu madre………..- sentí una punzada en el corazón.
-YO: ¡ella no, es mi madre!
-JAIME: y la otra tu tía, y ya me he hartado de llenarla de semen, menos mal que se tomó la pastilla, si no ya tendrías un sobrino de camino jajajaja pero es que tu madre…….
-YO: mientras esté mi padre no te atreverás – era casi un alivio.
-JAIME: ni de coña, jajaja ese hombre me acojona, y tu madre es tan dócil que seguro que se lo dice nada más metérsela.
Como suelen decir las desgracias no viene solas, 4 días después una fuerte discusión en el cuarto de mis padres nos llamó la atención de todos, que en el salón esperábamos, escuché bajar a mi padre, y verle con el traje de oficina me dio pánico.
-ROBERTO: lo siento chicos, pero os tengo que dejar, me necesitan en el trabajo.
-YO: NO – mi padre me abrazó, creía que era por que le echaría de menos, y no por que, sin él, Jaime no mantendría las distancias con mi madre.
-ROBERTO: lo siento hijo, pero son cosas de adultos, pórtate bien y cuida de todos.
-MARTA: jope papa, eres increíble, nos obligas a venir aquí, para irte……
-ROBERTO: tu madre ya me ha dejado claro ese punto, lo siento – se fundieron en un abrazo largo, de esos que me daban envidia no recibir por parte de mi padre, pero estaba mirando a Jaime, y como se frotaba las manos.
Mi padre se despidió de todos, vendría a buscarnos cuando termináramos las vacaciones ya que nosotros nos podíamos quedar allí esos 2 meses que faltaban. Al hablar con mi madre se la notaban las lágrimas en los ojos, y una semana entera la pasó triste y llorando cuando creía que nadie la veía. Ni los esfuerzos de Jaime por consolarla la sacaron de su apatía. Pasado ese tiempo mi hermana logró hacerla salir de fiesta con ellas, irían a la macro discoteca, con música moderna y alcohol fuerte, mi madre accedió solo por complacer a mi hermana, Jaime, Sara y yo nos sumamos en tropel.
Al salir y pasear pude deleitarme, mi hermana iba con un vestido de licra azul claro con zonas oscuras a los lados, tan ajustado como corto, y mostrando gran parte de la espalda, sin escote, apenas maquillada y con su pelo bien cuidado. Sonia no pudo evitarlo y salió sin sujetador, una osadía con aquellas tetas, con un vestido amarillo chillón, un escotazo de infarto acabado en el ombligo y vuelo hasta las rodillas, tenia que recolocarse la prenda todo el tiempo para no enseñar más de lo que se pretendía, mucho más maquillada que mi hermana, cuando a mi entender, con un colorete resaltando sus ojos verdes quitaba el hipo a cualquiera. Mi tía eligió un vestido de rallas descocado, enseñando espalda con escote en palabra de honor, tan corto que al andar se le veían las nalgas, ceñido y con una melena rubia bien lisa, con sus gafas de diseño. Todas con tacones y arregladas, una delicia mejor la una que la otra.
Mi madre salió la 1º vez al salón con un vestido amplio y recatado, el abucheo general la hizo sonreír, y volver a vestirse, esta vez con un traje negro de tela elástica, un traje serio y sobrio, pero más actual, sin escote ni enseñando nada, solo un poco de caderas hacían que por la goma del vestido se le subiera la falda por los muslos, con unas botas altas de tacón. Cualquier hombre mataría por esa compañía, y estabamos solo Jaime y yo, con el otro “amigo” de Sonia. Los 3 con camiseta y bermudas, es injusto para todo el esfuerzo que habían hecho ellas por estar preciosas, pero que le vamos ha hacer.
Como esperaba, al llegar, era una macro discoteca hecha en la playa, apenas 4 verjas y una barra hasta arriba de jóvenes, música alta y un calor agobiante, no era el estilo que más podía encajar en mi madre, se pegó a mí, que tampoco era mi hábitat. Mi madre pidió una copa de vino y el camarero se rió en su cara, se tuvo que conformar con un mojito que habían hecho en toneles y del que, menos el ron, parecía que se habían olvidado de poner el resto de ingredientes, incitada por Sara bebió rápido, para cuando mi madre iba por la mitad, Sara ya llevaba 2, Jaime no se separaba mucho de mi madre, pero se cortaba, tenia trabajo con Sara, y Marta le huía como de la peste, que no tardó en estar acompañada por 2 chicos.
Pasaron los minutos y mientras Sara daba un recital con Jaime de vulgaridad al bailar, mi madre y yo estabamos en un lateral charlando y riéndonos, un chico tras otro venían a sacarla a bailar, y ella se negaba cortésmente, sin darse cuenta de que nadie la oía por el volumen de la música.
-CARMEN: vamos a tener que salir a bailar o no me dejaran en paz – me gritó al oído.
-YO: no se me da bien…….si me ven – me miró acariciándome la barbilla con sus dedos.
-CARMEN: míralos como bailan, si es que eso es bailar, ¿crees que les importa algo como te muevas?
El argumentó era irrefutable, así que, como si tuviera 8 años, mi madre me sacó a bailar, y para mi sorpresa se movía alegre y resulta, era raro por que la música electrónica no casaba con sus gestos de baile clásicos, ¿pero que baile logra casar con un “chunda, chunda”?, así que la seguía con cierto ánimo, hasta que Jaime apreció en escena y me tiró a Sara encima para cambiar de parejas, Sara iba borracha, y no poco, apenas se tenia en pie y tuve que bajarla el vestido para no ir enseñando un tanga fino de seda, se movía aletargada pero pasándome el culo por el miembro, y llevándome las manos a su cadera y su vientre.
Estaba perdido buscando a mi madre, Jaime la estaba animando más de lo que yo pude, y empezó a sonreír, le trajo otra copa y se la bebió de un trago. A la hora, y otros 3 mojitos, mi madre parecía otra guarra más, buscando con su cadera a Jaime y dejándose sobar, Jaime llevaba media hora con su mano en el culo de mi madre, masajeando y dándola azotes sin parar, pero no contó con los demás hombres del lugar, y uno tras otro empezaron a pedir un baile con ella, y cada uno se atrevía a más que el anterior, una copa, un roce en el brazo, una mano en la cadera, otra en el estomago, hasta que uno la agarró del busto, mi madre sonreía halagada, o ida por la bebida, no sabría que decir. Un mulato musculoso emergió, sin camiseta marcando músculos de ébano, me recordó a Ibaka el jugador de baloncesto aunque no tan alto, la cogió de ambas nalgas y comenzó a golpearla con la pelvis cara a cara, ella acarició con sus manos en sus hombros hasta el pecho de aquel hombre, y le dejó hacer lo que quiso. Terminó mi madre con un pierna cogida en el aire, una mano en el culo y otra cerca del pecho, los gestos eran lentos, largos y amplios, sin separar las caderas, casi parecía que la estuviera follando, su pelo botaba y el mulato la tenía en el aire casi colgando. Los ritmos latinos empezaron, el calor y las bebidas hicieron efecto, donde miraras había chicas siendo igual de acosadas, y un par de parejas teniendo sexo a plena vista. Sara me buscaba con los labios, creo que buscaba a Jaime, pero solo me tenía a mí, estaba tan embriagada que se caía, así que la cogí del culo sin escuchar una sola queja. Sonia estaba encajonada contra su chico siendo manoseada, y Marta no aparecía. Jaime estaba resignado sin mi madre, pero no por ello le faltó una chica bajita y con buen culo, montándole cual caballo al bailar.
Aproveché y metí mi mano entre los muslos de Sara, que reaccionó abriéndose de piernas y dejándome palpar su vulva, caliente y húmeda, me quería susurrar algo pero no salía nada de su boca salvo el olor a ron, a la 4º canción me dio la espalda y me dejó masturbarla apretando la tela del tanga, sentí un escalofrío al tocar sus labios mayores y ella se retorció buscando con su culo mi miembro, como una estaca clavase en su carne. Cogí uno de sus pechos y lo estrujé hasta hacerla gemir para luego darse la vuelta y besarme en el cuello, al alzar la vista Sara no podía ni abrir lo ojos, me buscó con los labios y cedí, la besé, y el agrio alcohol no turbó que sus labios se abrieron para sentir recibir su lengua, mi mano se perdió en su culo apartando el tanga y hurgando en ella, que contestó buscando mi polla y acariciándola por encima de la ropa.
-SARA: eres un cerdo……
-YO: y tú una guarra – me enfadé con ella.
-SARA: ¡Jaime!, no me hables así……- la solté y cayó al suelo, ¡creía que era Jaime!
Busqué a mi madre, encontré a 4 chicas siendo folladas por uno, o varios hombres, cada una, y no a mi madre, me volví loco hasta que la encontré, el mulato la seguía desmenuzando, la tenia en volandas cogida del culo subida a su torso, abierta de piernas con sus tacones mirando al cielo, y con un gesto muy similar al sexo, si el tío estaba tieso estaría rozándose con la prenda intima de mi madre, que se aferraba a su cuello como de una rama, se le había subido el vestido y se le veían unas bragas de encaje preciosas, me acerqué a separarlos, pero no me atreví a hacer nada ante aquel bigardo de piel oscura. Media hora viendo como el mulato casi la folla, pero en un momento mi madre me vio, y se zarandeó hasta llegar a mí.
-CARMEN: dios…….que calor…….estoy ardiendo….- el mulato la siguió.
-MULATO: perdona brother, pero la mujer está conmigo….
-YO: pero………. es que……- me callé cuando la cogió del brazo y se la llevaba, mi madre reía, pero se paró a tiempo.
-CARMEN: no, no……..que es mi hijo……. – volvió a mi, la abracé bajándola la falda y oliendo como apestaba a desvergüenza y sudor.
-YO: ¿estás bien? – el mulato se alejaba con mirada furtiva.
-CAMRNE: si, como nunca…….necesito……..necesito otra copa……..
-YO: ya basta de copas, vamos a casa.
Asintió, si la digo que íbamos a la luna lo hubiera hecho igual, me costó un mundo hacerla caminar, y el último tramo lo hizo a mis espaldas montada a caballito, con las botas en las manos, al llegar a casa la dejé en la cama, pero me pidió que la desnudara, así que le quité el vestido, quedando en bragas y sujetador a juego, la arropé y me quedé dormido a su lado.
A la mañana siguiente estaba despierto con mi madre dormida sobre mi pecho, olía a la fiesta y a hembra, y mi erección era clara. No quería despertarla, parecía sonreír en sueños, un rato después vi a Jaime salir del cuarto de Sara, que de refilón la vi en la cama despatarrada y con agujero en el culo como un melocotón, Jaime se asomó y me pidió que habláramos. Salí en silencio y le vi fumándose un porro en la terraza.
-JAIME: pufffffffff, que nochecita niño……..
-YO: ¿trajiste a Sara a casa?
-JAIME: me trajo ella, me la encontré en el suelo de la disco chupándosela a un tipo, cuando le dije que no era yo, me arrastró hasta aquí, y me ha tenido toda la noche follándola. ¿y tú?
-YO: traje a mi madre, estaba muy mal, un mulato casi se la lleva……….
-JAIME: ya jajaja vaya mostrenco, luego le vi zumbándose a una, la tenia de medio metro el cabrón, pilla a tu madre y la parte en dos.
-YO: pobrecilla, casi no bebe…..
-JAIME: ¿y te la has follado?
-YO: ¿a quien?
-JAIME: a mi tía del pueblo………. ¿a quien coño va a ser?, ¡a tu madre!
-YO: ¡que va!, solo la acosté, y me quedé sopa en su cama.
-JAIME: definitivamente eres imbécil, podrías haberla hecho lo que te diera la gana.
-YO: ella no es así.
-JAIME: mira, está resentida y cachonda perdida, lo sabes como yo, ya la viste ayer de mano en mano, necesita polla, y si no se las das tú, se la voy a dar yo, mejor que un mulato desconocido………
-YO: para, ya estás con Sara, deja a las demás o……..
-JAIME: ¿o que?, ahora no está papaito, eres un payaso que no moverá un dedo aunque le parta el culo a tu madre en tu puta cara, me la voy a follar, y pronto, asúmelo.
Quise hacer tantas codas, pegarle, insultarle, echarle de casa, pero al final, agaché las orejas y me limité ha hacer el desayuno, al subir a buscar a la gente me encontré a mi hermana durmiendo sola con el vestido aún puesto, y a Sara dándose una ducha, Sonia estaba dormida, totalmente desnuda, su amigo no estaba pero se olía que había pasado la noche allí, olía a sudor y sexo. Sonia tenía una teta fuera de las sabanas y de solo verla se me endureció, era bestialmente grande, con un pezón enorme, negro y granulado como una galleta campestre, con todo el largo de su melena caoba rozándole la figura. Abrió un ojo y me vio de pie a su lado.
-SONIA: hola renacuajo, ¿que haces?
-YO: nada…..yo solo venia……el desayuno, ¿quieres algo?
-SONIA: dios……me da vueltas todo, algo que meter en el estómago……por favor – se puso en pie sin importar ir totalmente desnuda, vi como iba rasurada y como se metía en la ducha sin cerrar la puerta.
Bajé a terminar el desayuno, la casa parecía una residencia de universitarios un sábado por la mañana, caras largas, cansadas y sonrisas leves, y como cuenta gotas aparecieron todos, comieron y salieron a la terraza, mi madre fue la última, ya casi al medio día, bajó con una bata de seda, mostrando el sujetador, sin apenas cerrar en una lazada en la cintura, al verme sonrió y se abrazó a mi espalda, devorando media tostada y un zumo.
-YO: ¿como estás?
-CARMEN: bien, uffff algo abrumada, pero me divertí mucho ayer……aunque espero no haberme pasado, no recuerdo volver a casa, solo estar acostada contigo.
-YO: ya….es que….bueno…..estabas muy mareada, y te traje a casa, y me dormí a tu lado……espero no haberte molestado.
-CARMEN: ni mucho menos hijo, eres todo un caballero, si hasta me quitaste el vestido, eres un sol, pero podrías haberme quitado el sostén, es incomodo dormir con él, además agradezco una cama cálida a una solitaria…..…ahora que no está tu padre…….necesito alguien a quien abrazar, me siento un poco sola sin él.
-YO: claro….pero te divertiste, ¿no?
CARMEN: jajaja si, muchas gracias, y tengo un hijo que es un santo – su dulce abrazo me reconfortó, pero Jaime era implacable, no me concedía nada, apareció detrás de mi madre, y la levantó la bata para azotarla el culo.
-JAIME: hola Carmen, ¿como se encuentra? Ayer la vi muy alegre……. – mi madre se giró sonriendo y dejándose caer sobre su pecho.
-CARMEN: uf……..es que hacia mucho que no salía.
-JAIME: pues se mueve de cine, me quedé con ganas de bailar con usted…….- “por que el mulato te la quitó”
-CARMEN: ¿de verdad? no me acuerdo de mucho, pero la próxima te reservo un baile – se puso de puntillas para besarle la mejilla, y Jaime la volvió a azotar.
-JAIME: será un placer.
Mi madre se alejó con un medio salto de alegría hacia la terraza, Jaime se lamía la mano con que golpeó el culo de mi madre, estaba solo con el bañador y me miró con sorna.
-YO: déjala en paz.
-JAIEM: jajaja esto no ha hecho más que empezar.
Salimos a la terraza, estaban todos, sentados en las hamacas o en el césped, con caras de agotamiento y sopor, Jaime se sentó con Sara, que estaba tomando el sol y yo al lado de mi madre, escoltándola.
-MARTA: puf…….no vuelvo a beber en mi vida, ¿que mierda nos dieron ayer?
-SONIA: no lo se, pero no me acuerdo de nada jjajjaa
-SARA: el mojito es malísimo, no veas como sube.
-JAIME: pues yo me lo pase bien…….
-CARMEN: y yo, me gustó mucho, ¿sabéis si van a volver ha hacer alguna de esas fiestas este verano? – la miramos casi todos confundidos.
-MARTA: mamá, esas fiestas son todas las semanas, de jueves a domingo, cada día ……- mi madre soltó una carcajada enorme.
-CARMEN: ¿entonces hoy hay otra?
-SONIA: y mañana, y la semana que viene……más.
-CARMEN: ¿y podemos ir?
-SARA: jajajaja ¿te quedaste con ganas de más, hermana?
-CARMEN: un poco, me sentí bien y me gustaría……
-MARTA: míranos mamá, estamos rotos.
-CARMEN: está bien, descansemos – la tristeza en su cara era clara, pero mi madre nunca discutía con nadie, ella se amoldaba a los demás, Marta me miró, y ambos sabíamos que ella quería ir.
-MARTA: no se, podemos ir……….si quieres……
-JAIME: eso, ¡a romper la noche!
-SARA: estáis locos.
-SONIA: puffffff yo, si vais, me apunto.
-CARMEN: ¡bien, pues esta noche fiesta!…– se puso en pie y abrazó a Marta –…. voy a hacer la comida, tenemos que coger fuerzas…..- salió disparada hacia casa.
-SARA: no sabéis lo que habéis hecho, ahí donde la veis es un peligro en las fiestas….de joven no se perdía una.
-SONIA: por favor………- la condescendencia y su incredulidad eran claras.
-JAIME: entonces vamos todos, ¿no?
-YO: claro – no pensaba dejarla sola visto su comportamiento.
La comida fue copiosa, cuando mi madre estaba feliz se convertía en una cocinitas, nos pasamos gran parte de la tarde durmiendo para cargar las pilas, aunque a las 5 de la tarde ya estabamos todos en pie, en el salón, con ganas de marcha.
-SONIA: ¿y que hacemos hasta las 10 que empiezan?
-JAIME: podemos jugar en la playa.
-SARA: ¡si, que gran idea! – todo lo que hacia, decía o pensaba Jaime, era oro para ella.
-CARMEN: por mi perfecto, siempre que vengamos con tiempo para arreglarnos, quiero ir bien mona.
-MARTA: vale, ¿pero a que jugamos?
-JAIME: de eso nos ocupamos nosotros… – me cogió del hombro –… id a la playa, en un rato vamos.
Me arrastró hasta el supermercado del pueblo, donde compro 4 packs de 24 latas de cervezas, hielo y una baraja de cartas, al llegar a la playa estaban todas esperándonos, todas en biquini, mi madre y Sara con un camisón, Sonia con unos shorts vaqueros desabrochados y una camiseta blanca desgastada encima, Marta en cambio solo iba con la parte de arriba del biquini y una minifalda blanca, Jaime y yo con bañador y camiseta. Pese a preguntarle Jaime no me dijo nada del juego, nos sentamos en circulo dejando la nevera cerca, hasta arriba de hielos y latas.
-JAIME: bien, esto va así, repartimos 1 carta a cada persona, quien tenga la de menor valor, tiene que pagar bebiéndose de un tirón una lata de cerveza, y luego puede elegir verdad, atrevimiento o una prenda.
-SARA: ¡jajaja que divertido!.
-MARTA: ¡que cabrón!, podrías haber avisado…….- se habría puesto más ropa de saberlo, su biquini era una obra de ingeniería que contenía sus senos de forma perfecta.
-SONIA: no me voy a despelotar…..
-JAIME: eso es solo si pierdes, además puedes elegir, pero tenemos que jugar bien, tienes que elegir que quieres antes de que se te diga nada, pagas prenda y te libras, pero si eliges atrevimiento, no te puedes negar a lo que digamos, y si es verdad, tienes que ser sincera.
-CARMEN: ¡por mi bien!
-YO: esto…….- me dio una palmada que me dejó mudo, el resto asintió.
-JAIME: comencemos – repartió cartas y perdió Jaime, que cogió un lata del revoltijo de hielos en la nevera portátil y se la bebió de un trago – ahora decido, y elijo verdad.
-SARA: ¿y que te preguntamos?
-MARTA: ya sé, ¿fumas marihuana?
-JAIME: si, y mucha jajaja – el resto se lamentó, era algo casi de dominio publico, volvió a repartir, y perdió Sonia, que se bebió una lata sin pestañear.
-SONIA: elijo atrevimiento.
-YO: puedo….
-JAIME: quiero que te bañes en el mar tal como estás – Sonia le miró confusa, y ante la apatía del resto, lo hizo, regresó calada marcando sus enormes tetas bajo la camiseta y los pezones duros. Otra mano y perdí yo, no bebo, pero cumplí mi parte con la cerveza.
-YO: elijo…– con Jaime allí tenia que tener cuidado – ….atrevimiento.
-CARMEN: pobre mío……
-MARTA: ¿y si nos haces el baile del pato que hacías de pequeño? – me salvó la vida por que el brillo en los ojos de Jaime me heló la sangre, me sentía ridículo pero menos de lo que podría parecer, de golpe era un pato de unos dibujos animados que veía de crío, moviéndome y haciendo ruidos, empezaron a reírse y todo se volvió fugaz.
Una mano tras otra iban cayendo las cervezas, todos bebieron y jugaron, cosas bobas y tontas, pero nos divertíamos, casi parecía que aquello no era nada más que una familia feliz, hasta que la cerveza empezó a hacer su efecto, Sara estaba melosa con Jaime, Sonia tenia hipo y se trababa al hablar, Marta iba con un globo de alegría enorme y mi madre parecía exultante.
-JAIME: bien, pierde Marta, así que bebe.
-MARTA: puf….como sube esto…..- de 2 tragos cayó su 8º lata – elijo….atrevimiento.
-JAIME: bien, pues…..- a esas alturas se había erigido director del juego, se hacia su voluntad – …quiero que te des el lote con Sonia, y con lengua…….- mi madre soltó un bufido y Sara aplaudió.
-MARTA: yo……..no…….
-SONIA: vega tonta, ven aquí…..- la cogió de la cara y vi como se besaban, 2 o 3 cortos hasta que Sonia abrió la boca y le metió la lengua hasta la laringe, Marta la siguió, y pasados unos minutos se separaron, con las mejillas rojas y una sonrisa cómplice.
-JAIME: otra mano… – perdió él y tras beber se quitó la camiseta – ….empieza a hacer calor aquí – otra mano y perdió Sara.
-SARA: verdad – mientras bebía.
-JAIME: ¿has follado en la última semana?, y si es así, ¿te ha gustado? – casi se le sale la cerveza por la nariz.
-CARMEN: ¡que grosero jajjajaa!
-SARA: pues mira, si, me follo a un chico y me deja destrozada cada vez – una sonora risa salió de todos, que se olían que era Jaime, que la besó en el hombro y la azotó en el culo, había empezado su show. Otra mano y perdió mi madre, que se quitó el camisón viendo como se ponía el juego, iba con un biquini rojo tan pequeño que se le salían los pezones.
-JAIME: bufffffff Carmen, está usted buenísima.
-CARMEN: muchas gracias cielo – otra mano y perdió Sonia, que eligió atrevimiento.
-JAIME: vete delante de aquel tipo de allí, y enséñale las tetas – Sonia miró a un hombre paseando a un perro, apuró la cerveza y se fue a él, mostrándole las tetas levantando la camiseta empapada, sacándoselas del biquini y jugueteando con ellas, al volver un aplauso la esperaba. Otra mano, perdió Jaime, que eligió verdad, traté de desenmascararle.
-YO: ¿te gustaría tener sexo con alguna de las presentes? – pretendía que se viera pillado.
-JAIME: ¡con todas y cada una de ellas!, tendría que ser imbécil para no desear a ninguna – en vez de caer en la trampa sacó un suspiro de todas. Otra mano, perdí yo, y elegí prenda, quitándome la camiseta, Jaime me miraba desando pillarme.
-CARMEN: ¡que divertido! – otra mano, perdió mi madre, que eligió atrevimiento.
-JAIME: ya que le gusta bailar, háganos un baile erótico, aquí en medio – mi madre su puso en pie y sin dar quejas se movió, Jaime puso música en su móvil y la aplaudía mientras mi madre movía el culo como una stripper, todos reían y yo me ponía como una piedra viendo como mi madre se puso a 4 patas y se retorcía como una profesional.
-CARMEN: ¡ya está! – al sentarse estaba roja, acalorada y sudando, ruborizada por los aplausos y risas. Otra mano, perdí yo, que tras otra cerveza no podía pensar, verdad elegí.
-JAIME: ¿te la ha puesto dura tu madre?
-YO: esto….yo……….no.
-JAIME: ponte en pie……- me vi pillado, al hacerlo mi erección era clara – ¡MENTIROSO!, por mentir otra cerveza.
-CARMEN: no hagas trampas, hijo – ¿acaso pretendía que lo admitiera?, mi hermana estaba colorada de vergüenza y Sonia se había fijado en mi abultado paquete. Otra mano, perdió Sara.
-SARA: puf……tal como está esto……me quito prenda – ya estaba solo con el biquini y se soltó la parte de arriba, dejándolo a un lado y regalando la visión de sus tetas, no es que no las tuviera vistas, pero de cerca eran casi perfectas, con unos pezones rosados y marcas de dientes de Jaime.
MARTA: jajajaja ¡pero tía!
-SARA: que mire quien quiera, reparte – otras 3 manos perdías seguidas por Sonia, que llevada por la competitividad, y 3 cervezas del tirón, se quitó la camiseta, luego los shorts, y después la parte de arriba del biquini, provocó que Jaime y yo soltamos una exclamación similar, sus pechos eran grandes y protuberantes con sus pezones enormes y oscurecidos, apenas cayeron aunque el peso era considerable.
-SONIA: a esto te gano Sara ………jajajja – de golpe entendí que se habían picado en un momento dado, no sabia cual, quizá cuando Jaime se dio el lote con Sonia en una partida anterior. Otra mano, esta vez perdió mi madre, que eligió verdad.
-JAIME: ¿le ha puesto los cuernos a su marido alguna vez?
-CARMEN: jajajaja pues…………no…..técnicamente – Marta y yo nos miramos.
-JAIME: ¿como que ………técnicamente?
-CARMEN: a ver….mi marido no lo sabe, así que no se lo digáis, pero una vez el chico que traía la compra pasó a ayudarme a colocar las cosas, me había pillado saliendo de la ducha e iba solo con una toalla anudada, y en un momento se me echó encima y nos besamos, me quedé quieta mientras su mano acariciaba mis piernas por debajo de la toalla, que se me escurrió dejando mis pechos al aire, el tipo los lamió mientras le rogaba que parara, gracias a dios me hizo caso y me dejó acalorada, si no para lo mismo me toma allí mismo…….pero no pasó nada, me despedí con cordialidad, pero fue raro.
-JAIME: eso no cuenta mujer, digo si se ha follado a alguien que no sea su marido.
-CARMEN: ¡ah….no!, y ni falta con la polla que gasta jajajajjja…..- la bebida empezaba a afectarnos a todos, la anécdota seria el mayor secreto de mi madre, y aquel comentario sobre el miembro de mi padre sacó a Marta de sitio, se quería enterrar bajo la arena –… no te pongas así hija, es mi marido, y sin él tengo que decir que le hecho de menos…….
-JAIME: jajaja seguimos – ya tenia la información que quería, mi madre estaba deseando ser follada, mi padre estaba lejos y Carmen no se oponía mucho a ser tomada, según su historia. Otra mano y perdió Jaime, sin más se sacó el bañador y se dejó el rabo colgando medio tieso.
-CARMEN: ¡pero Jaime! jajajajajaja
-MARTA: ¡por dios, tápate……!
-JAIME: son las reglas…..- otra mano y perdió mi madre, que se quitó la parte de arriba, sus pechos ya los tenia vistos, pero no Jaime, que se los quedó mirando – …siento si la incomodo, pero reitero, está usted tremenda.
-CARMEN: ya veo….- miraba de reojo la polla creciendo de Jaime. Otra mano y perdió Marta, eligió verdad.
-JAIME: ¿te has acostado con alguien estas vacaciones?
-MARTA: pues no, imbécil…- furiosa no era la palabra, la pregunta la incomodó más que ver el rabo de Jaime o ver a las demás con las tetas al aire.
-JAIME: recuerda que tienes que decir la verdad……
-MARTA: ¡y la he dicho!
-CARMEN: venga, otra mano – esta vez perdió Sonia, que eligió atrevimiento.
-JAIME: quiero comerme tus tetas.
-MARTA: no.
-SARA: ni de coña……- fue suficiente para picar el orgullo de Sonia.
-SONIA: decido yo – se puso en pie y se dejó caer sobre Jaime, que se recostó de cara a ella, iba masajeando y lamiendo los pezones de Sonia, que a su vez se abría de piernas para dejar sobresalir su miembro erecto, seguimos jugando unas partidas más en que no participaron, se estaba dando un festín de ubres, al regresar la cara de Sara era de celos, y la de Sonia de suficiencia, pero ruborizada.
-JAIME: seguimos – otra mano y perdió Marta, que viendo el percal se quitó el biquini de arriba, no pude evitar acomodarme el miembro ante la visión de sus senos, eran como los de mi madre, pero más redondos y subidos, como debió tenerlos Carmen a su edad, con unos pezones heredados diminutos, pero rosas y erectos apuntando al cielo.
-CARMEN: ¡hija, estás como un tren!
-MARTA: calla y sigamos – otra mano, la cerveza corría perdieras o no, mi madre palmó y se quitó la parte de abajo del biquini, estaba ida, el coño de mi madre era fino y elegante, como ella, con una ligera línea de bello cuidado.
-CARMEN: ¡a la mierda!
-JAIME: jajaajajaja – otra mano, apenas quedaba luz y se terminaba la cerveza, Sara perdió, atrevimiento.
-CARMEN: ¿puedo elegir yo?
-JAIME: claro.
-CARMEN: quiero que mi hermanita le de un buen beso de tornillo a mi hijo – eso seria inconcebible en circunstancias normales, pero el globo de cerveza hacia posible todo, Sara se puso en pie y se tumbó a mi lado, caí sobre ella, Sara dedicó una mirada traviesa a Jaime, para luego dejarme besarla, me cogió la nuca y me apretó tan fuerte que su lengua casi me ahoga, nos pasamos 4 manos luchando por invadir la boca del otro “gracias mamá”
-JAIME: bien, últimas manos – casi sin luz y solos, solo yo y Marta conservábamos ropa puesta abajo, el resto estaba desnudo, y por lo tanto, sin posibilidad de escapar, perdió Jaime, atrevimiento.
-SARA: ¡quiero que me comas el coño! – Marta escupió cerveza con babas en una carcajada y Jaime se apresuró a abrirla de piernas y comerle el coño recién rasurado antes de que nadie objetara, Sara le cogió del cabello mientras miraba fijamente a Sonia, gemía de placer, nos quedamos todos mirando y al final Jaime la metía varios dedos, no era una sorpresa, casi todos se olían que Jaime se follaba a Sara a estas alturas, y sin mi padre, no tenían mucho cuidado a la hora de follar en casa, independientemente de quien estuviera, se les escuchaba gritar durante varias horas.
-CARMEN: ¡ya basta, que tensemos que terminar! – señaló el reloj de pulsera, su única prenda.
-SARA: así se juega…- Sonia la miraba rivalizando, mientras Jaime lamía un par de veces su clítoris inflado. Otra mano, predio mi madre y me temí cualquier locura.
-JAIME: pufffff ya solo quedan 2 cervezas, bébase la suya – le costó agarrar la lata y beberla.
CARMEN:………… verdad.
-JAIME: ¿estás cachonda o salida ahora?
-CARMEN: puf…….como el pico de una plancha – la última mano, perdió Sara, que estúpidamente eligió atrevimiento, Jaime miró a todas, y sonrió.
-JAIME: quiero follármela aquí, delante de todos.
-CARMEN: no, aquí no, en casa…..- aquel comentario me hubiera vuelto loco si no llevara 12 cervezas encima, y era el que menos bebió.
-JAIME: aquí y ahora, no puede negarse.
-MARTA: pero…puf………..es que….- no hubo tiempo, Sara se tumbó boca arriba y se abrió de piernas, lamiéndose unos dedos y preparándose el coño a conciencia, Jaime la penetró con tanta facilidad que se notó que no era la 1º vez, y se besaron mientras todos veíamos como se la follaba.
-SARA: ¡ohhhh dios……..fóllame…….si……….dios! — no le rodeó con las piernas como solía, supongo que abrumada de cerveza, simplemente las dejó colgadas en el aire bien abiertas, mientras se pellizcaba un pezón y se frotaba el clítoris.
Todos les rodeamos, y con mayor o menor disimulo, disfrutamos de aquello, Jaime se dio la vuelta boca arriba y Sara le montó de cara a 4 patas, el plano desde atrás era brutal, verlo tras un cristal a oscuras no era lo mismo que aquel espectáculo, Jaime la cogió del culo azotándola, cada golpe provocaba un suspiro en mi madre, y empezó a penetrarla tan fuerte y tan rápido que parecían profesionales, Sonia no aguanto más y se sentó a masturbarse, aquella imagen me partió en dos, tiró a Marta al suelo y la hizo lamerla las tetas, le costó convencerla, pero Jaime se estaba gustando y provocó una ola de lujuria que llegó hasta mi, mi madre me bajó el bañador.
-CARMEN: vamos, hijo, que te va a dar algo, llevas con esto duro 1 hora – había estado pendiente de ello.
-YO: es que, yo………- me la cogió entre sus manos, casi la admiraba.
-CARMEN: es tan ancha como la de tu padre, pero creo que más larga, aunque quizá solo sea que tienes menos bello – y me empezó a hacer una paja que me dejó helado.
La imagen debía de ser un escándalo, Jaime bombeando a Sara, cuyos lamentos se oían por toda la playa, Sonia metiéndose 2 dedos en el coño mientras Marta la dejaba los pezones duros como rocas con los dedos y sus labios, y mi madre masturbándome con brío, totalmente desnudos todos menos mi hermana, que solo levaba las bragas del bañador. Pasados unos minutos llegó la visión de mi hermana a 4 patas comiéndose aquellas ubres y su culo en pompa viendo sus propios dedos abultar por dentro de la parte de abajo del bañador, eso me hizo correrme en el vientre de mi madre, que del esfuerzo cayó al suelo. Sonia me siguió rompiendo a gritar, y Sara terminó haciendo el puente boca arriba siendo perforada por el culo, Jaime la azotó hasta ponerla los ojos en blanco y seguir dándola por detrás mientras la estrujaba los pezones. Pasados 10 minutos de locura Jaime salió de su ano y se la hizo chupar hasta llenarla de semen la boca, la tapó la nariz y la cerró la mandíbula.
-JAIME: traga – Sara hizo gestos negativos, pero poco más resistencia ponía mientras se frotaba el pubis.
-CARMEN: traga mujer, que no sabe mal….- creo que dijo algo así, estaba mareado, la veía de refilón repasar su vientre con los dedos cogiendo mi semilla y llevándosela a la boca.
-JAIME: ¡que tragues! – Sara cerró los ojos, hizo un esfuerzo y tragó repetidamente, la bola de su garganta bajó y al soltarla Jaime, cayó de bruces a la arena.
-SONIA: ¡dios…..como la ha dejado!
-JAIME: jajajaja esto no es nada, solo jugamos, se acercó a Sonia y la puso en pie, la sacudió la arena del culo a manotazos.
-SONIA: por que es una vieja, a mi no me dejas así….
-CARMEN: tenemos que volver, cenar algo para que la cerveza no nos afecte, y prepáranos para la discoteca – Jaime la miró asombrado al ponerse en pie tambaleándose.
-JAIME: claro….. – ahora se fue a por ella, mi madre, de forma clara, se giró y le puso el culo ofrecido esperando su cachete, Jaime sonrío y en vez de azotarla se lo agarró con ambas manos, con firmeza haciendo botar sus nalgas a la vez , para luego pegar el rabo flácido a su culo y rodearla por la cintura –… la noche es joven – y ante la sonrisa boba de mi madre, ahora si, la azotó, pero fue una barbaridad, cogió un arco enorme y la golpeó con su alma, mi madre cayó al suelo, sonó tan fuerte que pareció un obús que cayó del cielo, Jaime siseó al cogerse la mano y mi madre se retorcía en la arena frotándose el culo.
-CARMEN: ¡DIOS, QUE ANIMAL! – tardó 2 minutos en poder recomponerse.
-JAIME: es que vaya culo.
-CARMEN: jajaja que cabrón, me vas a dejar marca para varios días.
-JAIME: me gusta marcar lo mío – le oí susurrar, si era cierto, Sara, mi madre y Sonia, ya eran suyas.
CARMEN: antes de volver, y ya que estamos todos desnudos, ¿un baño a la luz de la luna? La idea le encantó a todos, que torpemente y tropezando nos metimos en el mar, a las 9 de la noche, solos y desnudos, hasta Marta, una vez en el agua, se quitó la parte de abajo.
A Sara Jaime se la volvió a follar en el agua, creo que liberados de esconderse, Sonia y Marta estaban pegadas cuchicheando al ver las tetas de Sara salir y entrar del mar por las embestidas de Jaime. Mi madre casi ni se sostenía, se me pegó como una lapa por no perderse en el mar.
-CARMEN: madre mía, si tu padre se moviera así……
-YO: le oigo hacterte disfrutar.
-CARMEN: bueno…..ahora me deja satisfecha, pero antes……..dios, tu padre de joven era una barbaridad, me dejaba sin aliento durante horas……..Jaime se mueve como lo hacia él.
-YO: mamá, Jaime es un mierda, no quiere nada más que follaros a todas……
-CARMEN: como todos los críos, no pasa nada, es natural.
-YO: pero él….- me besó en la mejilla.
-CARMEN: soy adulta Samuel, puedo manejar esto – su aliento a cerveza y mi mano notando el calor de su nalga magullada decían lo contrario.
-YO: vale mamá.
Cuando Jaime terminó con Sara salimos del agua, nos vestimos, más o menos, el paseo y el aire fresco nos templaron los nervios, cenamos y las chicas desaparecieron en una habitación donde se oía un jaleo enorme de duchas, cambios de ropa y maquillaje. Jaime y yo estabamos sentados abajo, estaba mareado de las cervezas, pero Jaime parecía entero.
-JAIME: jajjjajaja, que fauna, yo me vuelvo loco aquí, no se a quien follarme antes, si a Sonia o a tu madre, no sabia que Sonia tenia ese punto de orgullo jajaja.
-YO: no quiero…….mi madre…..
-JAIME: míralo, si ahora eres un santo, he visto como te ha hecho una paja, está tan necesitada de sexo como todas, ya has visto como se han puesto al vernos a Sara y a mi.
-YO: la bebida……
-JAIME: ayuda……pero los instintos son reales, anda, date una ducha y despéjate, puede que te necesite para que me ayudes a abrir de piernas a tu madre.
-YO: no lo haré – se sentó cerca y me abofeteó.
-JAIME: escucha niñato, me vas ayudar o te vas a pasar lo que queda de verano encerrado en tu cuarto mientras yo hago dios sabe que con ellas, me voy a follar a todas, a tu madre, a Sonia y ya encontraré la manera de tirarme a tu hermana – al decirlo me puse en pie, y él detrás, me encaró, era ridículo, le sacaba 16 kilos y media cabeza, pero al levantar la mano me achanté.
-YO: no me pegues……..
-JAIME: ¿me vas a ayudar o no? – al no contestar me pegó otra vez, y otra, hasta que era una bola en el suelo.
-YO: ¡vale! , lo haré……- dejó de pegarme y me ayudó a ponerme en pie.
-JAIME: así me gusta, ahora dúchate, y vístete bien.
Le odiaba, no sabéis cuanto, pero me tenia entre la espalda y la pared, si no obedecía haría lo que quisiera sin mi vigilancia, pero conmigo tampoco es que pudiera pararlo, las tenia a todas comiendo de su mano, el show de la playa lo había dejado claro, y si alguna no pensaba en él de esa manera, tras verle reventar a Sara en vivo, seguro que hasta a mi hermana se le pasaba por la cabeza ser penetrada por él.
María supo a qué se refería y poniéndose a cumplir sus deseos se arrodilló entre sus piernas. Desde el pasillo, vi como esa zorra se arrodillaba y desabrochándole los pantalones, sacaba de su interior su sexo. No me podía creer lo que estaba viendo, esa dulce mujer que siempre se había hecho la estrecha, estaba introduciéndose centímetro a centímetro toda su extensión en la boca, mientras con sus manos acariciaba el musculoso culo de mi marido. Lo hizo con exasperante lentitud y por eso mi propia almeja ya estaba mojada, cuando sus labios, se toparon con su vientre.
Madrid, Sábado, Junio 2012, Glorieta de Bilbao.
Habíamos quedado para charlar, yo entraba a trabajar de noche y me presentaba a la cita con mi mochila Gris a la espalda, llevaba puesto un pantalón vaquero oscuro y una camiseta deportiva de color azul, recuerdo que llegaba pocos minutos tarde y te llamé por teléfono para avisarte, me dijiste que estabas en la terraza cercana al Café y té, en ese momento cruzaba la avenida y mis ojos te distinguieron, mi vista se deleito con tu figura sentada cien metros antes de llegar a tu lado.
Llegué por detrás de ti, fijándome en cómo te había quedado el corte de tu pelo rubio claro, te lo habían dejado tipo “marine” me lo habías contado por teléfono pero no había llegado a ver hasta ahora, la verdad es que te favorecía bastante pues dejaba al aire esa nuca tan sensible y esas orejitas que tantas veces he besado, mi intención era soplarte en la nuca para darte una sorpresa pero te volviste justo a tiempo para verme, levantándote asombrada de la silla dijiste:
– No me hagas eso, sabes que no me gusta en público.
– Vale cielo, – Pensé ¡ya empezamos mal! pero dije-cálmate solo era una pequeña sorpresa.
– Ya, pero sabes que no me gusta, ¿Qué tal estas?
Me senté a tu lado en la terraza, estabas tomando una coca, pedí al camarero mayor y regordete lo mismo para mí, charlamos de cómo nos iba la vida mientas a nuestro alrededor pasaba la gente, tu y yo enfrascados en una charla bastante amigable después de… ¿cuánto tiempo de no vernos? no lo sé y no quiero recordar malos tiempos, solo sé que lo nuestro falló y nos dimos una pausa, algo que nos permitiese aclarar las neuronas y decidir si queríamos seguir juntos nuestro viaje por esta vida, aunque jamás dejásemos de llamarnos por teléfono.
Estabas guapa “Mi Dulce Susy” tu cara delgada sin las gafas sigue atrayéndome y desearía besarte, pero miro tu ropa y tu figura mientras hablas, vestías una camiseta de tirantes de dos dedos de ancho de color blanco ocultando tus bonitos pechos sin sujetador, en la parte de abajo un pantaloncito vaquero corto, de color azul muy pálido y cerca de ti tu inseparable bolso blanco, enseñabas orgullosa tus firmes piernas aun sin broncear así como tus brazos algo pálidos, ya que en esa época empezaba a hacer calor pero no demasiado para esta ciudad, un fugaz recuerdo de mejores tiempos me pasó por la cabeza recordándote bronceada y muy sexi con solo la marca clara del tanga, pestañee carraspeando para volver a la realidad y concentrarme en lo que decías, pero fue un simple cambio de perspectiva ya que puse mi atención en tus bonitos labios, lo siento nena pero me perdí la mitad de tus frases en mi mundo de recuerdos.
Mientras hablabas recordaba tus besos que acababan en un mordisquito, ¿pensabas que me molestaba? no cielo aquello siempre me hizo pensar que me marcabas como algo tuyo y solo tuyo, yo lo aceptaba como tu marca de propiedad, fue una pena que durante nuestra relación dejáramos tantas cosas sin decirnos.
Tardé unos minutos pero volví a la realidad, ¿recuerdas? un rato después comenzamos a charlar mas animadamente, nos quedamos en aquella terraza casi dos horas y eso si que es sacarle partido a dos coca-colas, entretanto note como te relajabas volviendo más amena la conversación, quería oírte reír de nuevo así que me centré en conseguirlo.
Cuando nos levantamos de la mesa paseamos un poco, yo no entraba hasta las 23:00 y te lo dije, así que podíamos usar la tarde para estar juntos, callejeamos un poco y nos dimos el primer beso, añoraba tus abrazos y tu boca, necesitaba respirar tu perfume, sentir tu calor a través de nuestra ropa, te separaste mirándome y dijiste:
– He de volver a la oficina, quiero darte un regalo por tu santo, pero lo tengo allí.
– Iremos donde quieras, tenemos tiempo de sobra.
Dicho esto nos encaminamos a la oficina donde trabajas, recuerdo que apenas nos cogíamos de la mano pues aprovechaba para mirarte la cintura y tu bonito culo, esa cintura que sabias que me encantaba y lo sigue haciendo, esa línea de piel de un dedo de ancha entre tu pantalón y la camiseta me atraía como un imán, tu cuerpo es firme y tu silueta es delgada pero atlética, tu firme culito me encanta como siempre, desde el primer dia que te vi me gustaste y lo sigues haciendo.
Llegamos al portal de la oficina y mientras abres la puerta, me quedo mirando alrededor buscando donde esperarte, me dices que te acompañe y tras unos instantes de duda lo hago, te me arrimaste mucho en el ascensor y te di un rápido beso pues enseguida llegamos, usando tus llaves entramos en el recibidor y levantaste la voz saludando pero nadie te contestó, me pediste que te siguiera y recorrimos la planta completa hasta llegar a la sala de juntas, allí había un proyector con su pantalla desplegada al fondo y una mesa ovalada de madera, recuerdo que había unas diez sillas y en las paredes algunos cuadros, la habitación era interior y cuando estuve dentro apagaste la luz quedándonos en una medio penumbra.
Te acercaste y me cogiste de la camiseta acercándome a tu cuerpo mientras me besabas en la boca, reaccione a la sorpresa y colabore en el beso mientras nos abrazábamos ajenos al calor de la habitación, al separar nuestras bocas dijiste:
– ¡yo soy tu regalo! Tonto que eres un tonto, te tengo unas ganas…
– Y yo a ti cielo…
Recuerdo que hablamos poco en los siguientes minutos, nuestras manos competían en una carrera por bajarnos los pantalones, me quite la camiseta y la tire sobre unos documentos, levante la tuya agachándome a besar tus pechos comprobando que los pezones seguían tan sensibles como recordaba, tus gemidos resonaban en la habitación mientras con las manos sujetabas mi cabeza contra tu pecho, estabas contra la mesa y te deje caer suavemente hacia atrás quedando tumbada en ella, así que solo te ayude a subir un poco tu firme culete en ella, quedándote con las piernas abiertas ante mi diciendo con voz febril:
– ¡Cómeme el coñito!
¡Dios mío! Como deseaba oírte decir esa frase de nuevo, naturalmente no me hice de rogar y me deje caer de rodillas, poniendo la cara entre tus muslos y sujetándote las piernas con mis manos, no debías tener pensado lo que ocurriría pues no te habías afeitado el chochete, a mi sinceramente no me importó demasiado pues tenía hambre atrasada, lamí abriendo tus labios externos, metí allí mi lengua ansiosamente recorriéndola mientras tu suspirabas, pegue mis labios a tu clítoris y chupe mientras hacía temblar la lengua contra el botoncito, no tardaste mucho en apretarme la cabeza con tus muslos a la vez que agitabas las caderas, note el sabor de tu corrida en mi boca pero solo afloje el ritmo un instante mientras levantaba la cara mirándote.
Desde mi punto de vista veía tu clítoris y tu vientre plano, algo mas allá el ombligo con el piercing y tus pechos de tensos pezones, la respiración aun agitada los hacía parecer dos montes moviéndose y entre ellos, algo más lejos tu rostro mirándome con la boca entreabierta, recuerdo grabado en mi mente, como la luz que entraba por la puerta proyectando luces y sombras sobre tu cuerpo.
Vuelvo a lamerte, estas hecha un lago cariño mío, tu cuerpo se estremece bajo mi lengua hasta que me dices:
– Métemela dentro.
Me incorporo e intento meterte mi verga el tu rajita, pero estoy a media erección por los nervios, la paso por los labios frotándotela y me apartas un poco bajando de la mesa sin decir nada, te la metes en la boca y me chupas, ¡hostia put..! cuanto tiempo sin notar tu boca cariño, recupero la erección enseguida pero sigues unos minutos más, te separo y te vuelves a subir a la mesa sin prisas exhibiéndote un poco, me coloco entre tus piernas y suavemente entro en tu chochete, ¡está caliente! Y se abre a mi paso, noto las paredes mojadas rodeándome mientras inicio el viejo vaivén del mete y saca, siento como me aprietas con tus contracciones vaginales, te acaricio los pechos mientras follamos a media luz, golpeo con mis muslos el borde de la mesa mientras me hundo en tu cuerpo sin pausa, sudamos a la vez que gozamos, es la hostia de excitante pues veo tu cuerpo medio brillar mientras jadeas de placer.
Hago que te incorpores y me abraces levantándote en vilo, durante un minuto estas empalada en mi miembro sin tocar el suelo y abrazada a mí que no paro de mover las caderas, giramos un poco y te desclavas apoyándote en la pared y sacando el culete, me sitúo detrás de ti e inserto de nuevo mi verga en tu coñito desde atrás, mientras te penetro y recupero el ritmo a la vez que te acaricio los pechos, gimes de nuevo acompañándome con tus movimientos, nuestros cuerpos chocan sin parar mientras te follo con ganas y el sonido hace el momento más excitante, te miro y quiero guardarte en mi memoria así entregada, gozando en la media penumbra de este despacho, gozas y jadeas mientras te tiemblan las piernas, siento que te has corrido de nuevo y te sujeto para que no caigas mientras salgo de ti.
Te ayudo a volver a la mesa tumbándote sobre ella, coloco un rollo de planos o carteles ¿qué se yo? bajo tu cuello para que haga de almohada, te miro y estas como siempre preciosa tras correrte, me inclino sobre ti acariciándote las pezones con mi polla contra tu húmeda rajita, leo en tus ojos que me quieres dentro de ti y empujo suavemente diciendo:
– Te quiero susy.
– Yo también. –Dices.
Vuelvo a estar dentro y se repite la sensación de calidez, me aprietas el miembro en tus entrañas según se mueve, el ritmo aumenta pero no te suelto los pechos y mientras agitas las caderas, es un movimiento suave que se va volviendo frenético poco a poco a la vez que acelero hundiéndome en ti, en breve el ritmo y los jadeos se hacen más fuertes, sabes que me voy a correr me conoces de sobra y sabes que ya no voy a aguantar mucho mas, noto tus ojos mirándome pues no te quieres perder mi corrida, mi mano derecha abandona tus pechos y aprieta tu clítoris sin dejar de meterte mi rabo, estas empapada de flujo y sudor mutuo, siento que me corro y te lo digo me pides que siga y me corra, saco el miembro y me doy un par de meneos contra tu clítoris antes de eyacular contra él, gimes y te retuerces mis chorros calientes empapan tu vientre, vuelvo a meterte la verga y doy unos vaivenes de propina mientras te veo gozar.
Cierro los ojos dejándome caer sobre tu cuerpo, respiramos juntos después de mucho tiempo un “te amo” se queda en el aire al ser dicho flojito, ajena a nuestros empapados vientres que se frotan entre espasmos de placer, la física sigue su curso y por tus caderas resbalan hilos de semen, que forman un charquito blanco en la madera de la mesa uniéndose al que baja desde tu chochete por el surco de tus nalgas.
¿Recuerdas “mi Dulce Susy” que nos levantamos y fuimos al servicio a asearnos? recuerda como nos limpiamos con papel higiénico tras lavarnos un poco, salimos de allí un buen rato después abrazados y felices, fuimos a otra terraza y tomamos otras dos coca colas y un par de bocatas, el tuyo de calamares y el mío de panceta, en la mesa de al lado había un invidente con un perro guía, un labrador negro según recuerdo.
También recuerdo que una hora después tuvimos una medio discusión de nuevo, pero afortunadamente aquel enfado tonto se resolvió enseguida, después te acompañe a casa ya más tranquilos y nos despedimos con un beso.
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A principios de Julio me pediste que escribiera algo de ese encuentro, te dije que lo haría y aquí lo tienes, aunque debes recordar que tu ya has aparecido en otros relatos míos como secundaria, la protagonista de la serie “la asaltacunas” eres ¡TU! físicamente quiero decir, en la descripción del personaje y su carácter fuerte, no en la descripción de sus hechos y sucedidos en los relatos.
Aquella tarde puede que tú echaras un polvo, yo le hice el amor a la mujer que amo.
Un beso.
Esa noche no sería excepción.
En tanto, su cornudo marido vino hasta mí también como un perro (o poni, mejor dicho). Yo aún seguía arrodillada y disfrutando de mi primera victoria. Cuando el madurito llegó frente a mí, se quedó de cuatro patas esperando una orden mía.
Las Profesionales – La sumisa de sus fantasías
El evento de caridad de la Asociación de Damas Empresarias de la Ciudad se desarrollaba en las nuevas instalaciones del distrito cultural de la ciudad. Un moderno complejo de edificios donado por varios filántropos y corporaciones se levantaba justo después del distrito financiero de la ciudad. La gran gala tenía por evento principal la presentación del Ballet Bolshoi.
Las figuras más importantes y celebridades de la gran ciudad estarían en la gala. La limosina del Dr. Duval se unió a la caravana de limosinas que desfilaban hacia la entrada principal del edificio, claro que esta ruta podía ser evitada, pero el hecho de que el Dr. Duval apareciera ante las cámaras aseguraba su status dentro de la sociedad.
Lentamente la limosina se aproximó a su destino siguiendo a las limosinas que la precedían, dentro Noris no había podido dejar de hablar desde que abordo el auto frente a su edificio en una de las zona residenciales de la ciudad.
– Esto es fantástico Dr. Duval, estoy taaaaan emocionada por la gala, llevo semanas imaginando esto. No me mal interprete pero el ganar el sorteo de la oficina era de las cosas que más anhelaba…Es que me han pasado tantas cosas maravillosas… El curso de perfeccionamiento ejecutivo fue fantástico, pero venir a esta gala es todo un honor acompañarlo… Puedo parecerle muy hablantina pero es que no puedo controlarme cuando estoy nerviosa… ¿Le molesta eso?
Duval le sonrió educadamente y el auto empezó a detenerse, un miembro del staff del evento se aproximó y abrió la puerta, ambos pasajeros bajaron y fueron recibidos por los fogonazos de cientos de flashes de las cámaras de periodistas y curiosos.
Noris se quedó petrificada, como un cervatillo ante las luces del auto que esta por arrollarlo, pero el Dr. Duval la tomó por la cintura y la hizo caminar por la alfombra roja, ella se relajó y caminó mientras sonreía ante las cámaras. La figura del Dr. Duval quedó en segundo plano mientras toda la atención se centró en una más de las hermosas mujeres que esa noche habían desfilado sobre la alfombra roja. Había sido todo un acierto el traer como compañía a Noris.
Sus zapatos de tacón de aguja soportaban sus torneadas piernas revestidas de elegantes medias de seda, que se escondían debajo del vestido de noche color plata, que remarcaba por un lado sus generosas caderas y sus redondeadas nalgas en un culo en forma de corazón, mientras que subiendo pasaba por su diminuta cintura e intenta cubrir por el frente alguna parte de los erguidos y redondeados pechos cuyos arcos y siluetas eran visibles a través de la fina tela y del prominente escote, su espalda completamente expuesta desde el cuello a la cintura revelaba que no tenia necesidad de un sostén para mantener erguidos sus senos.
Los periodistas de farándula se aproximaron para ver si se trata de alguna celebridad “digna” de ser mencionada, pero como no lo era solo se limitaron a mencionar algo de los recién llegados.
– “El Dr. Duval es uno de los más prominentes abogados de la ciudad, sus clientes se cuentan entre los más acaudalados ciudadanos… Vemos la siguiente limosina, podría ser a quien todos hemos estado esperando…”
Las cámaras enfocaron la puerta de la siguiente limosina mientras Mr. Duval y Noris alcanzaban la entrada y dos hermosas azafatas les recibieron con deslumbrantes sonrisas.
– Bienvenidos a la gala, serian tan amables de brindarme sus invitaciones.
El Dr. Duval extrajo del bolsillo de su saco una invitación y entregándosela a la hermosa chica y le dijo algo en voz baja, pero el ruido de la multitud no dejó que la chica le escuchara.
– Disculpe ¿cómo dijo?
El Dr. Duval la tomo suavemente de un brazo y le habló casi al oído para que la chica lo escuchara.
El rostro amable y feliz de la chica se volvió casi inexpresivo y sus ojos se tornaron vidriosos, tomando una carpeta de cuero rojo y revisó la lista de invitados, comparó el número cifrado de la invitación con el único y último número faltante en la lista, lo marcó con un bolígrafo y retiró de una caja una bolsa de papel en color metalizado, extrajo una tarjeta electrónica.
– Esto es para usted señor, utilice el último ascensor a la izquierda del pasillo y que disfrute el evento.
Sin decir más el Dr. Duval tomó los objetos y caminó al final del corredor, Noris caminó a su lado sin disimular su curiosidad por la bolsa, pues notó que sólo al Dr. Duval obsequiaron la bolsa en la entrada. ¿Serian esas bolsas con muestras y regalos de productos que solo dan a las celebridades?, con eso en mente entraron el ascenso y el Dr. Duval deslizó la tarjeta en un lector del panel del ascensor, las puertas se cerraron y la boca de Noris volvió a abrirse.
– Aun no puedo creer la suerte que he tenido Dr. Duval, me encanta todo esto… y pensar que la licenciada Gissel estaba convencida de que ella serie quien le acompañaría… la ganadora… yo compré… yo compre, este vestido hace…. dos… tres…
En la entrada del evento la chica que los había atendido continuaba con su mirada vidriosa, recogió la carpeta roja y extrajo el documento y sin decir nada abandonó su puesto rumbo a los sanitarios. Entró en uno de los privados y siguió diciéndose a si misma en voz muy baja “soy una cualquiera, soy una puta cualquiera que debe obedecer”. Sentada en el sanitario extrajo la lista de su bolsillo y rompiéndola en varios pedazos pequeños empezó a comerlos mientras sintió que un orgasmo estaba comenzando a hacer temblar su cuerpo, cuando tragó el último pedazo de papel un orgasmo monumental la hizo gemir y mojarse toda dentro del baño.
En cuanto las puertas del ascensor se cerraron la música instrumental empezó a sonar y Noris intentaba concentrarse y recordar de lo que hablaba, no podía mantener su línea de pensamiento y cada vez le era más difícil pensar. Parpadeos y alguno que otro leve gesto de negación, era todo lo que su cuerpo podía hacer para intentar reaccionar y despejar el estado de aturdimiento en que poco a poco iba hundiéndose.
– Sí… hace dos… semanas… lo compré, la licenciada Gissel… decía… ganar… me gustaría ver su cara… cara… ahora…Gissel…
Noris estaba tan concentrada en recordar y pensar que no se percataba que el ascensor empezaba a marcar SS-1 o SS-2, mientras se iba hundiendo en las profundidades del edificio justo como su mente consciente se perdía en el limbo. Cuando el ascensor marcó SS-4, Noris era incapaz de generar un pensamiento voluntario, en cambio empezó a repetir una orden que había estado escuchando en mensajes subliminales ocultos en la música del ascensor.
Una y otra vez se repite a si misma.
– “Dejar de pensar. Obedecer es placer, solo soy una boca, un culo y un par de tetas que no piensa”
Al llegar el ascensor al nivel SS-5 y abrirse las puertas, el Dr. Duval salió del ascensor sosteniendo una cadenilla de plata enganchada a la argolla del clítoris de Noris, la cadena subía por su plano abdomen y se perdía entre sus senos para reaparecer y entrar en la argolla de plata del collar de cuero que ahora usaba Noris al cuello, en una plaquita plateada puede leerse el nombre de la linda mascota “Nini”. La cadena y el collar de cuero, junto a los zapatos de tacón de aguja, las medias de seda y las ligas era todo cuanto ahora vestía Nini; Su vestido, accesorios, cartera, braga y celular, ahora estaban dentro de la bolsa de donde el Dr. Duval había sacado el collar y la cadena y la plaquita para ella.
En la vacía cabecita de Nini, alguna que otra idea intentaba formarse sin éxito.
– “… boca y un par de tetas… frío… desnuda… obedecer es placer…. solo una boca, un culo y un par de tetas… la licenciada Gissel… dejar de pensar…”
De haber estado conciente Nini se hubiera sorprendido al salir de ascensor y encontrarse cara a cara con la licenciada Gissel… o como decía la plaquita que colgaba en el collar de la licenciada, “Gigi”, Gigi les recibió con una sonrisa.
– Bienvenido a la gran gala, ¿puedo guardar sus cosas o ayudarles en algo más?
Diciendo esto Gigi sacó su lengua de su boca, se lamió los labios mientras los observaba expectante, a diferencia de Nini, Gigi usaba un sostén de encaje que no terminaba de cubrir sus enormes tetas argolladas, la prenda era del mismo color que sus diminutas bragas que con un pequeño triangulo de tejido transparente simulaba cubrir su vulva, mientras por detrás el hilo dental se encajaba y perdía en medio de sus redondas, paraditas y carnosas nalgas, sus ligueros y sus medias vestían sus piernas que calzaban sus tacones de aguja de4 pulgadas.
Duval sintió como su verga se empezó a endurecer al ver a ese hermoso para de hembras vestidas como simples putas, sabiendo que en ese momento ellas solo pueden pensar en ser usadas como meras muñecas sexuales, dispuesta a complacerlo en el momento en que el chasqueara sus dedos y les diera una orden. El poder que ejerce sobre la anulada voluntad de ambas chicas es abrumador y se proyectaba en lo erecto de su verga, no se cansaba de ver como aquellas chicas que le sonreian y miraban, como si el fuera lo único que existiera en el mundo, se olvidaban de sus carreras, logros académicos, sus vidas estables y tranquilas y solo se convierten en esos dos lindos juguetes sexuales que lo observan esperando sus ordenes, sin necesidad de pensar o preocuparse por su destino, pues para ellas es Duval quien mejor puede decidir sobre sus vidas.
– Gracias Gigi, guarda esto para mi, ya te avisare si necesito usarte.
Gigi tomoo la bolsa metalizada de las manos del Dr. Duval y retiroo de un anaquel una pequeña pieza de plástico blanco con un broche y el número 34 grabado en el plástico. Duval tomoo en broche y lo enganchoo al argollado pezón de la teta izquierda de Nini que continuaba de pie semidesnuda esperando la siguiente orden a la entrada del evento sin siquiera prestar atención a lo que pasaba a su alrededor.
Duval siguió observando a ambas putas semidesnudas y recordaba la sesión en su oficina, donde Nini y Gigi en un rico 69 compitieron una contra la otra en medio de la mullida alfombra para ver quien de ellas hacia que la otra se agotara primero de tantos orgasmos, mientras tanto Duval sentado en su escritorio se cogía a Sofía y a Daniella, las dos más hermosas y las mejores abogadas de su firma.
En total cuatro de sus sumisas disfrutando de una rica sesión de sexo de oficina mientras sus otras empleadas continuaban sus tareas diarias. Desde hacia un par de semanas todas y cada una de las secretarias, recepcionistas, abogadas y pasantes que laboraban en ese piso de la firma habían sido condicionadas como sumisas esclavas y “el nivel superior” como lo llamaban había sido aislado del resto del edificio accediendo a el solo con invitación especial o con el pase de seguridad del sistema de ascensores.
Mientras dos hermosas recepcionistas, vestidas en ceñidos y provocativos atuendo ejecutivos que realzaban sus curvas, atendían las llamadas o firmaban los documentos que otra chica “del nivel superior” les traía de los pisos inferiores, Daniella estaba a cuatro patas en la mullida alfombra comiéndole el culo a Sofía y le lamia los huevos a Duval. Sofía solo seguía gimiendo y prácticamente gritando de excitación mientras una y otra vez la verga de Duval bombeaba su coño. Afuera en el lobby de las oficinas, una de las recepcionistas se levantaba y caminaba hacia las puertas dobles, pasó su tarjeta de seguridad y entró a las oficinas contoneando su redondeado trasero mientras sus tacones de aguja marcan con un “clac clac” cada uno de sus pasos que la iban llevando a través de los cubículos donde la mayoría de sus compañeras, redactaban informes, respondían emails, actualizaban bases de datos de clientes o simplemente se masturbaban observando y escuchando videos de adoctrinamiento, todas desnudas o solo vistiendo algunas piezas de encaje o lencería fina.
La recepcionista llegó hasta un escritorio al final del pasillo, colocó un sobre en la bandeja de “documentos entrantes” y se quedó observando un momento a su compañera que con una mano se empujaba un dildo en el coño, con sus piernas separadas y colocadas sobre los apoyabrazos de la silla, y con la otra se acariciaba las tetas. La recepcionista sintió ese rico hormigueo en su coño y sintió como se endurecían sus pezones. Inclinándose sobre su compañera, le plantó un beso de lengua mientras le acariciaba el húmedo clítoris, el beso se prolongó hasta que la chica alcanzó el orgasmo y casi sin aliento la chica sentada le dijo:
– “Gracias… era justo… lo que necesitaba”
Sonriendo la recepcionista se apartó de ella y lamiendo la humedad de sus dedos se despide diciéndole:
– “De nada, es todo un placer para mi”
Rato después era Daniella la que separaba sus carnosas nalgas con sus manos, mientras sus pechos se aplastaban en la sobremesa del escritorio de madera fina de Duval, sus piernas calzadas en tacones de aguja apenas tocaban el suelo. Duval estaba de pie detrás de ella metiendo y sacando rítmicamente su verga en el mojado coño de la abogada, con una mano le sostenía la nuca o tiraba de los cabellos mientras que con la otra mano jugaba con sus pechos o le nalgueaba el trasero, Daniella gemía desesperadamente y soltando sus nalgas se aferraba al escritorio al sentir el siguiente orgasmo. Sofía estaba desnuda con sus piernas sobre los apoyabrazos de una silla ejecutiva, se metía un dildo doble en su coño mientras observaba a las cuatro personas que cojian frente a ella en la oficina, con una mano se insertaba el dildo en el coño y se bombeaba una y otra vez, con su otra mano se sostenía las tetas y se lamia y mamaba los pezones.
Duval la observaba mamarse las tetas y chasqueando los dedos hizo que Sofía se sacara el dildo, se levantara y subiera al escritorio justo después que Sofía se colocara boca arriba, Duval entraba y salía del coño y culo de Daniella mientras Sofía le ofrecía sus tetas que sostenía con sus manos mientras se sentaba en la cara de Daniella que se esforzaba por chuparle y lamerle el coño en cada embestida que Duval le daba. Los tres conectados Duval penetrando a Daniella, Daniella mamando el coño de Sofía y Sofía besando a Duval y ofreciéndoles sus senos a Duval que mamaba, lamia o los mordía suavemente hasta escucharla gemir.
Gigi y Nini seguían en el suelo temblando y sus gemidos se apagaban al mamarse mutuamente los coños, Duval no resistió más y separándose del escritorio se sentó en su sillón y las entrenadas Sofía y Daniella se bajaron rápidamente del escritorio y se colocaron a 4 patas frente a las piernas abiertas de Duval, se intercalaron entre lamerle los huevos y la verga de Duval hasta que levantándose un poco Duval descargó su semen sobre los rostros de sus bellas abogadas, que recibieron la leche complacidas y luego se limpiaron una a la otra con sus lenguas. Cuando estaban totalmente limpias se besaron e intercambiaron su saliva y el semen entre sus bocas.
Finalmente Gigi empezaba a gemir sin control, mientras Nini permanecía pegada al coño de Gigi como se le había ordenado, Gigi empezaba a respirar tan fuerte como podía y sus orgasmos terminaron por agotarla, perdiendo su oportunidad de acompañar al Dr. Duval a la gala.
Daniella y Sofía se levantaron y observaron a las otras dos putas tiradas en el suelo. Tomaron a Gigi la retiraron de encima de Nini, la dejaron desnuda y aturdida a un lado de la oficina. Volvieron y ayudaron a levantarse a Nini y entre las dos la colocaron en medio y la cubrieron de caricias y besos mientras la iban acercando al escritorio de Duval. Desde su espalda Sofía le sostuvo la cara a Noris y Daniella se le aproximó desde el frente y sosteniéndole los pechos la besó y poco a poco abriendo sus bocas depositó el coctel de salivas y semen en la boca de Nini que lo acepto sin resistencia.
Ambas acercaron sus bocas a los oídos de la excitada y aturdida Nini y le ordenaron:
– Trágalo.
Nini tragó todo y finalmente sintió como cuatro manos la hicieron arrodillarse frente a la silla donde Duval seguía sentado observando el espectáculo, la verga de Duval permanecía semi erecta húmeda y brillante y a una orden Nini se encargo de limpiarla.
Había pasado semana y media desde aquella agradable tarde en la oficina del Dr. Duval. Diariamente Nini iba a mamarle la verga a Duval a su oficina y luego pasaba el día mirando el video de la presentación del ballet mientras se masturbaba y grababa en su memoria cada detalle de la presentación que sin duda comentaría una y otra y otra vez hasta colmar la paciencia de quien tuviera la mala suerte de escucharla o de sentarse junto a ella a la hora del almuerzo.
Chasqueando los dedos Duval volvió a la realidad a Nini que parpadeó un par de veces y preguntó.
– ¿Hay algo que quisiera que haga por usted?
– Solo se una buena y linda puta Nini (Noris) y quédate en silencio, esa boquita pronto la usaremos para otras habilidades tuyas. Por el momento pongamos ese cerebro y esa lengua de vacaciones.
Ambos entraron a una enorme habitación muy bien iluminada y con una elegante decoración, por todo el lugar encontraron a varias personas, muchos hombres en su mayoría de mediana edad, y algunas mujeres, en su mayoría ellos vestían de saco y corbata o smoking los hombres y las damas con finísimos vestidos y hermosa joyería de diseñador. Entre ellos desfilaban por lo menos una docena de hermosas profesionales vestidas en lencería y minivestidos que simulan trajes de empleadas francesas, muchas de ellas eran compañeras de oficina de Nini, algunas repartiendo copas y aperitivos en bandejas de plata, otras dedicadas a mamar las vergas o los coños de los y las clientes presentes.
Por toda la amplia sala estaban distribuidas plataformas iluminadas sobre las cuales se exhibían piezas o en este caso chicas en posiciones sugerentes, algunas inmóviles otras más interactivas conectadas a máquinas que bombeaban sus coños o culos con dildos, otras se masturbaban solas, con su mirada perdida o intercambian caricias y besos con la compañera de plataforma que les habían asignado.
Todas luciendo su collar de cuero, denudas o en lencería fina, pero todas en una teta o una nalga llevaban escrito en tinta roja escarlata un número grande compuesto de cinco cifras separadas por guiones “014-9-2” los números correspondían a Número de Pieza, Lote y Tipo de sumisa.
En cada una de las plataformas un letrerito anunciaba al público asistente: “Queda prohibido no tocar las piezas en exhibición”. Siguiendo estas instrucciones se podía ver a varios invitados, acariciando los culos o tocando las tetas de las sumisas. Los gemidos de las sumisas se mezclaban con las hermosas notas de música clásica interpretados por un cuarteto de cuerdas donde destacaban la primera violinista de la sinfónica de Paris, obviamente todas ellas estaban desnudas mientras tocaban.
Sobre una de las amplias e iluminadas plataformas Ximena y Kimaura, ahora Xixi y Kiki, deleitaban al público con su tercera rutina programada en sus cerebros. Era el turno de Xixi arrodillada mirando al público, sus piernas separadas permitían ver perfectamente su depilado y argollado coño, su espalda se arqueaban haciendo resaltar sus bellas tetas que subían y bajaban rítmicamente acompasadas con su agitada respiración, su cabeza ladeada a la izquierda hacia que su dorada melena cayera en cascadas de rizos hacia su pecho, su boquita emitía gemidos de placer y se mantenía entreabierta dejando espacio para que su lengua saliera seductoramente y humedeciera sus carnosos labios mientras en sus ojos color avellanados verdosos la lujuria que proyectaban no dejaban duda a que la penetración que recibía en su culo por parte de un dildo atado a la cintura de Kiki, arrodillada a su espalda, la estaba haciendo pasar un momento de suprema delicia sexual.
Duval avanzaba sosteniendo la cadena de Nini que caminaba tras su dueño, sus pechos se bamboleaban al igual que sus nalgas se mecían con cada paso de los estiletes que rítmicamente hacían un “clac clac” en los pulidos pisos de mármol italiano, Nini solo sentía la leve presión de la cadena que la guiaba atada a su cuello y conectada a su argollado coño, se detuvieron frente a la plataforma y Duval observó complacido como otras dos de sus hermosas empleadas y mascotas, que diario le atendían en su firma de abogados, ahora eran parte de la exposición de sumisas.
Kiki embestía lenta y rítmicamente a Xixi, mientras le besaba el cuello le lamia el lóbulo de la oreja o se besaban y jugaban con sus lenguas, mientras sus manos recorrían la erizada piel de Xixi o simplemente se detenía sosteniéndole los senos con una mano e introduciéndole los dedos en el encharcado coño de Xixi que hacían subir el sonido de sus gemidos para el deleite de los presentes.
Entre los presentes Mr. Loggan y su esposa conversaban mientras acariciaban a una chica de aspecto latino, piel canela y cabellos oscuros al igual que sus ojos, su cuerpo trabajado con ejercicios y un aumento de senos por medio de nano máquinas estaba cubierto por un elegante juego de lencería blanca que contrastaba con su piel canela. En la plaquita de su collar se puede leer “Cuca” (Coño), Dennis Sandoval se mantenía de pie sonriéndoles a sus amos. Loggan le acariciaba el trasero mientras su esposa tomándola de la cintura le plantaba un beso de lengua que la dejó casi sin aliento, al soltarla le dijo a su esposo.
– Que ricura de chocolate latino me conseguiste amor, besa tan rico… no me aguanto las ganas de llevarla a casa.
– Tranquila, si todo sale bien en la junta, la tendremos para nosotros por mas de un año, podremos hacerle todo lo que quieras y tendrás tiempo de sobra, solo espero que no te aburras de ella.
– ¿Aburrirme de ella, ya la viste bien, viste ese trasero y esa tetas es casi como la esposa de ese cantante latino, la del reality show de los chicos cantantes? ¿Podemos comprarle un vestido blanco como el que uso ella cuando bailo en el show y que nos baile a nosotros?
Loggan le sonrió al verle brillar los ojos a su esposa como si fuera la mañana de navidad para una niña y le dice:
– Claro que la vi. La escogí para ti tal como te gustan, claro que podemos comprarle todos los vestidos y juguetes que quieras para divertirnos con ella.
– Por eso te amo…
La Sra. Loggan metiendo su mano dentro de las bragas de encaje de Dennis, metió sus dedos en el coño de “Cuca” y jugando con ella mientras se acercoo a su esposo y lo besoo apasionadamente y Dennis siguío allí totalmente desconectada de la realidad, sintiendo como sus pezones se endurecían y su cuerpo reaccionaba a las caricias de sus amos.
En otra esquina el Sr. Hasegawa y su asistente Akemi Miyake conversaban con Mr. Baxter que sostenía las cadenas de sus hijastras que estaban a cuatro patas una a cada lado de él. Ambas chicas solo visten medias de seda a media pierna, un par de collares de perras del que cuelgan sus respectivas plaquitas y en sus culos llevan insertados dilatadores anales que tienen forma de colas de perro que al ser de hule con cada movimiento que hacen las chicas se mueven de lado a lado como si de perras felices meneando la cola se trataran.
– Debo felicitarlo James-San, sus hijas son tan hermosas y deseables como lo es su esposa Sussy, por cierto ¿por qué ella no se encuentra aquí con nosotros?
Las chicas esperan su siguiente orden a 4 patas mientras sus coños se humedecen y sus tetas cuelgan por la gravedad, tienen prohibido hablar pero son perfectamente consientes de todo lo que pasa a su alrededor.
– Le agradezco sus palabras Sr. Hasegawa, tengo a la puta de Sussy arriba en el evento haciéndose pasar por una empresaria modelo, siendo parte de la organización y la sociedad. Eso es muy bueno para las relaciones públicas. En un rato bajara para ponerse a 4 patas junto a sus hijitas.
– Realmente parecen gemelas…
– Es cierto, son muy parecidas físicamente, la puta de Sussy no espero mucho tiempo para salir preñada de su siguiente cachorra. Para identificarlas mejor les he escrito sus nombres en la frente así sé exactamente cual me chupa la verga y a cual le estoy comiendo el coño.
Escrito en lápiz labial se podía leer Sammy y Mely en las blancas pieles de las frentes de las hermanitas Baxter, mientras ambos hombres ríen, a su lado otro grupo de personas conversaban animadamente. Vestida como todas las otras sumisas Michelle Vanderburgh estaba de pie junto a la juez del tribunal superior de justicia, nominada a ser juez de la suprema corte, Robert Sagel las observaba y les comentaba.
– Como le comentaba su señoría, Mimi ha sido una de las mejores adquisiciones que hemos tenido, nos ha funcionado perfectamente en cada una de las tareas que le hemos asignado. Si no fuera por el contrato que hemos firmado le pediría que me la cediera por un tiempo más.
– Créeme Robert por el gran trabajo que has hecho te la cedería, pero no puedes imaginar las ganas que me he aguantado de tener a esta belleza de rodillas frente a mí, no solo esta temporada que ha pasado en tus manos. Era una verdadera tortura el verla en mi tribunal contoneando este culo, una tortura total soñar con poder cogérmela en mi despacho y mantener la compostura ante todo el tribunal… y ahora.
La Jueza sostenía la cara de Mimi que, con solo el contacto de las manicuradas manos de la jueza, empezó a mojarse como una perra. El Dr. Duval llegoo junto a ellos y saludándoles se unió al grupo mientras Robert, levantando la mano, llamó la atención de una de las desnudas meseras que lleva las copas de champagne. Duval alegremente saludó a Robert.
– ¿Mi querido Robert, como has estado?
– Duval, siempre a tiempo y veo que estrenando tu nuevo juguete. Fue una excelente elección. Permíteme presentarte a Su Señoría Jean Marie DeCroix.
– Es un gusto finalmente conocerla Su Señoría, veo que recibió el encargo que solicitó a Robert.
– Un gusto Dr. Duval, igualmente veo que tiene un excelente gusto para escoger sus acompañantes.
– Honestamente la idea original fue del amigo Robert que siempre esta atento a ver el potencial de nuestras profesionales.
La semidesnuda Dra. en Psicología Carol Arellanos se acercó al grupo y ofreció una copa a Robert y a Duval, ella observaba a Robert excitada y deseosa de obedecer, parecía mentira que solo un par de años antes la misma Carol Arellanos habría estado disfrutando una copa y de alguna de las sumisas que esa noche llenaban el lugar. Carol había sido parte fundamental del sistema de captura de candidatas.
Lamentablemente todo había salido mal cuando en una sesión de adoctrinamiento a una candidata, mientras una sumisa le comía el coño a Carol, la joven profesional empezó a contarle como había empezado a obsesionarse con tener sexo con su compañera cuarto, otra joven en proceso de conversión. Carol sentada en el sillón de su escritorio la miraba comerle el coño, anotó en su blog de notas que los mensajes subliminales que motivaban en la chica el interés por el lesbianismo estaban funcionando como estaba planeado, al terminar las notas le pidió que describiera a su amiguita:
– “¿Dime como es físicamente esa otra puta, zorra, mama coños que es tan sucia como tú?”
Sacando la lengua del húmedo coño de Carol la chica dijo lo único que Carol no esperaba escuchar. Con la boca cubierta de las babas del coño de Carol la chica dijo:
– “Ella es como la chica de la foto”
Sobre uno de los muebles del consultorio de Carol estaba la foto de Carol abrazada a su hija Jennifer, ambas parecerían hermanas, con sus facciones finas y delicadas y sus cabellos castaños casi rubios. Jennifer hacia dos años que había escapado de casa y Carol había perdido completamente el rastro de su rebelde hija.
– “¿Tu amiga se parece a esta chica?”
– “Si mi señora, mi amiga Jennifer se parece a la chica de la foto, ahora es más tetona, su cabello es negro y viste estilo gótico… y es… solo una puta, zorra, mama coños como usted lo dice mi señora, justo como lo soy yo”
Carol apartó a la chica de su entrepierna empujándola con uno de sus pies, que apoyo en uno delos hombros de la sorprendida y aturdida perra. Cerrando sus piernas tomó el primer teléfono que tuvo a mano.
Ese fue el comienzo del fin para Carol Arellano, inmediatamente solicitoo una reunión con Robert para suspender el proceso de adoctrinamiento de su hija y que se la entregaran, Robert le recordó que una vez iniciado un proceso era casi imposible volver a una profesional a su estado original. Lamentablemente ya su hija había terminado el proceso y había sido comprada por uno de los socios.
Carol Arellano en ese momento tomoo la decisión de destruir todo lo que se había logrado en años de trabajo de Industrias Fredensborg, grupo del cual ella formaba parte del consejo directivo. Para tal fin lo único que pudo idear fue contactar a una de sus mejores amigas, miembro del sistema de justicia de la ciudad. Junto a ella y con todas las pruebas que Carol tenía en su poder sería muy sencillo destruir a las Industrias Fredensborg.
Carol sintió como sus pezones argollados se hacían mucho más duros al sentir la presencia de Robert a su lado y Robert le dijo a Carol.
– ¿No vas a saludar como es debido a tu amiga Jean Marie?
La excitada Carol colocó la bandeja de copas en una mesita cercana y cayo de rodilla frente a su antigua amiga que obviamente no le ayudo en nada a destruir a Industrias Baxter, inclinándose empezó a besarle y a lamerle los zapatos a la juez, mientras Robert comentaba.
– Pensar que ella podría estar disfrutando de la velada, una lástima que tomo el camino equivocado, ¿no quiere usarla un rato su señoría?, puede llevarla con usted, total usted la trajo a nosotros.
– Tranquilo Robert, creo que con mi Mimi tengo de sobra para entretenerme y bueno a Carol estoy algo cansada de usarla.
Carol se levantaba en el preciso momento en que el Dr. Barreto se unía al grupo, obviamente el desconectado cerebro de Carol no lograba reconocer a su propia hija, que ahora era el juguete gótico de su antiguo socio el Dr. Luis Barreto. El cual llevaba en la mano la cadena de Jennifer, que esa noche lucia un juego de látex, negro a dos piezas, que contrastaba con su piel clara pero marca perfectamente todas las exquisitas curvas de su cuerpo.
– Parece que llegué en el mejor momento. Jennifer no vas a saludar a Mami Carol.
– Como usted diga señor.
Jennifer se colocó frente a su madre y tomándola por la cintura le besó apasionadamente y con su lengua empezó a explorar su boca mientras las manos de ambas hembras se acarician mutuamente. Finalmente Jennifer rompió el beso y Carol sintió como su coño escurría jugos al sentirse la más puta de las perras reunidas en esa sala.
– Es un gusto verlos reunidos a todos esta noche, espero gocen la velada y nos reuniremos en un par de minutos en el consejo directivo, con su permiso debo atender detalles del evento tras bastidores.
Luego de despedirse, Robert tomando un corto camino pasó a través de los asistentes a la exhibición y de las sumisas en sus plataformas. Un poco más allá del área de exhibición se encontró en un corredor donde de lado y lado, habían nichos o cavidades donde podían verse entre 15 a20 sumisas repartidas en ambas paredes, cada una de las sumisas estaba de pie, vestida solo con la lencería habitual y todas ellas numeradas y con letreros “Tester”. A ambos lado del final del corredor había puertas que brindan acceso a salas cómodamente amuebladas para que los asistentes probaran las habilidades de cualquiera de las sumisas seleccionada.
Robert caminaba por el pasillo poniendo cuidado a cada una de las sumisas, rubias, latinas, morenas, asiáticas, cada una de ellas llevando al límite su belleza. Cirugías estéticas, tratamientos dentales, limpiezas faciales, programas de ejercicios, todo un proceso diseñado para crear las mascotas esclavas hermosas y perfectamente deseables que estaban frente a él. Había sido un trabajo duro el seleccionar a todas esas candidatas y reconvertir sus deseos hasta lograr que no pensaran más que con sus coños, sus culos y sus tetas, esa noche muchas de esas chicas terminarían el “ciclo captura” y empezarían su nueva vida.
Robert sigioo el pasillo y en medio del camino se encontr con un hombre que por su aspecto rondaba los 40 años, vestido con un juego sastre de diseñador italiano y con aspecto de total fascinación, mientras observaba a una chica de cabellos castaños oscuros y ojos verdes que descansaba dentro de uno de los nichos de exhibición.
Colocándose al lado del cliente Robert contemploo a la chica y simplemente le comentoo al hombre.
– Es su primera vez en una gala por lo que veo.
El cliente sale de su contemplación al escuchar a Robert y algo apenado le contesta.
– Sí, sí es mi primera gala… No me canso de admirar estas bellezas.
– Tranquilo todos pasan por lo mismo, se nota que es principiante en esa expresión de un niño en medio de una juguetería.
Ambos ríen al admirar a la muñeca que con expresión distante seguía de pie frente a ellos, sus pechos desnudos subian y bajaban al compas de su respiración, su piel era casi perfecta, y ese casi era solo por unas hermosas pecas de un color levemente más oscuro que su piel que cubrían parte de sus pechos y algunas pintaban su nariz y mejillas, esas pecas junto a su larga melena de tono castaño que caía en cascadas de rizos por su espalda y parte sobre sus pechos, le daban un aspecto exóticamente felino. Las manos de la chica descansaban a ambos lados de sus apetitosas caderas justo debajo de una cintura esculpida a base de semanas de ejercicios en el gimnasio y una dieta que seguía al pie de la letra. El paquete lo completaba un apetecible par de labios vaginales con su vello púbico recortado, un trasero paradito y de nalgas firmes y unas piernas torneadas y tan largas como el suspiro que soltarían algunos al verla caminar.
– En verdad son unas bellezas, nos esforzamos mucho por sacar de cada una de ellas ese toque especial que las hace perfectas. ¿Le gustaría probar el producto?
– Oh gracias, pero no creo que tenga el crédito suficiente para probar una de las chicas de esta sección.
– Tranquilo mi estimado amigo, no hay nada más frustrante que ver y no tocar.
Diciendo esto Robert deslizó una tarjeta en un lector colocado al lado de la chica y parpadeando, los ojos de la sumisa volvieron a enfocar y su expresión se volvió más felina que antes, moviéndose casi en cámara lenta su pierna bajo del escalón donde estaba colocada y se paró frente a los hombres que la admiran y con una sonrisa dijo.
– Hola, ¿puedo servirles en algo?
Su acento extranjero sumado a su lenguaje corporal y al embrujo erótico que irradiaba, no hacen mas que ayudar a la visible erección del cliente que no dejaba de verla. Robert se le acercó a la chica y sacando una agenda electrónica le dijo.
– Hola, hoy vas a atender a mi invitado y le harás pasar la mejor noche de su vida. Le acompañaras a un privado y le mostraras todo lo que has aprendido.
Mirando al invitado con una lujuria que se incrementaba con cada segundo la chica contestó.
– Así lo hare señor.
El cliente miroo a Robert y sin encontrar palabras para agradecerle le dijo.
– Como puedo… gracias, pero..
– La casa invita.
– Gracias… ¿cual es el nombre de la chica?
– En verdad eso no tiene la menor importancia, pero si gusta, ¿Dígame cual es el nombre de alguna novia, compañera, amiga, profesora o familiar que nunca pudo poseer, que se hizo la difícil o que siempre tuvo ganas de usar como a una prostituta barata?
La pregunta tomoo desprevenido al cliente y su expresión de sorpresa poco a poco fue cambiando mientras con deseo miraba a la chica y dijo.
– Leticia.
Robert accionoo su agenda y escribiendo algo en ella activoo un par de botones más, en la chica sus ojos se nublaron un poco, reaccionando un segundo después parpadeando una o dos veces y dirigiéndose a la chica Robert le ordenoo.
– Leticia, escolta a mi invitado a un privado, has lo que se te ha ordenado y lo que el pida.
– Si mi señor.
La chica tomoo del brazo al cliente y Robert los vioo alejarse por el pasillo rumbo a uno de los cuartos privados. Finalmente la última puerta del pasillo lo condujo a una especie de anfiteatro donde estaban reunidas muchas personas, hombres de saco y corbata, y algunas mujeres elegantemente vestidas, todos sentados observando el escenario donde una sonriente María Patricia Zurita anunciaba el siguiente lote de sumisas, sus características y los precios iniciales de subasta…
– La siguiente pieza está numerada “024-9-3”. Alias Lissy, es arquitecta de profesión, tiene 23 años, cuenta con el paquete estándar de conversión, obediencia, sumisión y con preferencias bisexuales. Se le han mejorado quirúrgicamente senos, labios y pómulos, el precio inicial de esta pieza es de $ 656,000 dólares americanos.
Lissy apareció en el escenario vestida de traje sastre tipo ejecutiva y poco a poco fue caminando y desvistiéndose, soltando su cabello rubio y quitándose el saco gris que reveló sus hermosas tetas cubiertas por un sostén de encaje de media copa que no lograba ocultar su pezones, el bamboleo natural de sus nuevas y grandes tetas no deja la menor duda a los presentes que esos pechos están libres siliconas. Luego fue el turno para su falda a juego con su saco, al caer al suelo la falda reveloo sus medias sostenidas por ligueros y sus piernas calzadas en tacones de aguja, ella no llevaba bragas y empezó una rutina de poses programadas en su cerebro para seducir al público. Varias ofertas empezaron a llegar de la sala de subastas y los clientes vía online se disputaban la compra de la sumisa.
Todos podían ver a la nueva Lissy, semidesnuda en medio del escenario, sus grandes pechos subiendo y bajando por la excitación de mostrarse tan puta y caliente ante todas esas personas. Cada movimiento de su escultural cuerpo era un ataque directo al libido de los presentes, su cintura estrecha y sus nalgas respingonas invitaban a ponerla a cuatro patas allí sobre el escenario y llenarle todos sus orificios. Sus cabellos caían en cascadas doradas por su espalda y por el frente, hacia tanto que el tono castaño claro original de su cabello había desaparecido, al igual que desapareció el prejuicio de Lissy a pensar que las rubias eran tontas… tontas rubias tetonas. En realidad la mayoría de los pensamientos independientes y la conciencia de Lissy habían desaparecido, lo importante era que ahora ella se sentía perfectamente feliz con ser la rubia de pechos grandes y carita angelical que todos miraban y deseaban llenar de vergas.
La puja se hizo más fuerte y algunos clientes desistieron de ofertar cuando la subasta por Lissy alcanzó la cifra de $896,000.00.
Robert con una sonrisa se fue tras el escenario a revisar el siguiente lote en subasta mientras los minutos siguieron corriendo y el precio por Lissy siguió su marcado ascenso, ella ya estaba en el suelo del escenario masturbándose frente al público y gimiendo, lo que motiva una siguiente oleada de ofertas.
La siguiente sumisa en lista de subasta era la oficial de policía Vanessa Harper pero hacia unos minutos Robert había ordenado retirarla de la subasta pues un comprador había hecho una muy generosa oferta después de probar a Vanessa en uno de los privados. Ahora Vanessa permanecía tras el escenario de pie y en silencio total, con su mirada perdida y su cerebro apagado mientras vestía un ridículo disfraz que simulaba su uniforme de reglamento. Su blusita azul marino de latex con su plaquita de plástico no lograba retener su enorme par de tetas y justo debajo de esas dos bellas masas de carne, un desnudo torso muestra el perfectamente trabajado abdomen y seguidamente otro pedazo de latex azul marino intentaba simular un pantalón policial que se insertaba en su coño por delante y se adhería a sus nalgas redondas nalgas por detrás. Rematando todo el atuendo un cinturón de cuero de estilo policial colgaba de su cintura pero a diferencia del que usualmente llevaría ella, de ese cinturón colgaban varios dildos de diferentes tamaños y formas.
Lastimosamente los clientes se quedarían con las ganas de ver la presentación de Vanessa que esperaba a que su nuevo dueño pasara por ella. Su carita bonita apuntaba levemente al suelo, ladea su cabecita dejaba escapar de su boca entreabierta un hilillo de saliva que mojaba sus enormes pechos de piel de ébano, sus piernas separadas dejaban ver como el pantalón de latex se encajaba en su coño y sus torneadas piernas terminaban calzadas en unas botas negras de cordones blancos con altas plataformas de tacón.
Robert no podía rechazar la compra directa de Vanessa pues el acaudalado hombre de negocios era literalmente dueño de una prospera ciudad del sur, en los últimos meses había estado haciendo muchas compras de jóvenes sumisas, al grado de conocerlo como el Señor de las Muñecas. Todas sus compras se habían mudado y empezado a trabajar en la ciudad que él estaba construyendo, entre las sumisas compradas figuraban una maestra de primaria, una bibliotecaria, una doctora, y dos abogadas. De estas dos últimas una de las abogadas había sido un pedido especial diseñada y programada exclusivamente para seducir, complacer y entretener a la esposa del Señor de las Muñecas.
La esposa no sabia nada de las actividades extramaritales de su esposo, y mientras él se decidía si incluir o no a su esposa en su colección de muñecas, la abogada se encargaba de ocupar el tiempo libre que su esposa tuviera. Ahora Vanessa se mudaría de ciudad y formaría parte del cuerpo de policía del lugar y de la creciente colección de muñecas. El cliente estaba deseoso de ser detenido por Vanessa y que ella intentara darle una infracción, él conseguiría la forma de convencer a Vanessa y arreglar el asunto de otra manera.
Dejando a Vanessa sola de pie en una esquina tras el escenario, Robert no pudo evitar mirar como sus enormes tetas casi hacían estallar su camisita azul en su uniforme policial, le acarició el redondo trasero y se alejó de ella rumbo al siguiente lote en subasta.
Finalmente un potentado Sheik compró a Lissy, la cual bajo del escenario completamente exhausta pero feliz de ser una buena chica y demostrar todo lo que aprendiera en las últimas semanas.
Así terminaba el “ciclo de reconversión” de Lissy, ella no recordaba la llamada que hiciera a su jefa para renunciar, menos cuando empacó sus cosas y se mudó a casa de Lola y donde estas tres últimas semanas había iniciado una tórrida relación cargada de sexo y placer. Aunque en el fondo ella sabia que eso no duraría pues ella, aun estando enamorada de Lola necesitaba algo más, algo que Lola no podía darle.
En realidad eso era lo que ella debía recordar y pensar pues las últimas tres semanas las había pasado en una instalación dentro de las Clínicas Baxter cariñosamente denominada “La Colmena”.
Todos sus recuerdos y sensaciones habían sido implantados en su memoria por un nuevo software que recreaba realidades. Lissy al igual que un incontable número de sumisas se mantenían casi en animación suspendida dentro de capullos semirígidos, ellas eran alimentadas por tubos o sondas nasogástricas, sedadas, nutridas e hidratadas vía intravenosa, sus excretas y fluidos limpiados por bombas de vacío y chorros de agua. Estos equipos algunas veces eran reemplazados por vibradores y consoladores, al igual que periódicamente los capullos cambiaban su forma alterando su postura para ejercitar sus músculos y evitar atrofia por inmovilidad.
En las semanas siguientes Lissy rompería con Lola y por esos extraños giros del destino recibiría una propuesta de trabajo para diseñar un extremadamente lujoso hotel en un emirato de Arabia, en realidad diseñaría el hotel y los últimos tres niveles del edificio serian el harén de su nuevo dueño, otra propuesta que no podría rechazar. Algunos ajustes especiales y detalles deberían ser incluidos en el perfil de Lissy y para esto se requerirían un par de semanas de implantación y prueba. Esto no le importaría a su nuevo dueño que estaría encantado de tener una Bimbo perfecta a sus pies.
Después de casi una hora de haberse despedido de sus socios, una alarma silenciosa empezó a vibrar en teléfono agenda de Robert, caminando por un corto pasillo que lo sacó del área de subastas entró a un pequeño lobby donde Helen lo recibió en un excitante mini vestido negro y zapatos de tacón de aguja, sosteniendo en sus manos la cadena de Vivi, que descansaba a su lado desnuda de rodillas con sus manos detrás de la nuca, su espalda arqueada y levantando sus pechos.
– Todos han llegado amo, ya han votado y esperan por usted para concluir la sesión.
– Buena chica Helen, ¿cómo se comporta nuestra nueva perrita?
– Se puede decir que se adapta muy bien a su rol de mascota. La medalla se la colgué de la teta y el pergamino se lo iba a meter en el culo, pero luego pensé que se estropearía y no podría colgarlo junto a sus otros reconocimientos.
– Bien pensado, igual hay mejores cosas para meterle y llenarle el culo a Vivi.
En el marco del evento de caridad organizado por la Asociación de Damas Empresarias de la Ciudad, se había hecho un reconocimiento especial a Vivian Deveraux como la mujer empresaria del año. La fotografía de Vivian Deveraux, en un elegante vestido sonriendo al recibir su reconocimiento, que saldría publicada en las páginas de sociales en periódicos y revistas, distaba mucho de la imagen de perra amaestrada que veía Robert en ese momento. En algunos casos esa misma foto elegante decoraría la noticia sobre el millonario donativo que Vivian había realizado a un consorcio privado de investigación científica, donativo al cual ella se refería como “Mi humilde contribución al desarrollo de tecnologías que hagan de este mundo un lugar más agradable”.
Robert acariciaba la cabeza de Vivian como si de un cachorro se tratara.
– Buena chica, buena chica, eres toda una perra de listón azul…
Vivian empezó a soltar babas que mojaban su entrepierna y escurrían por la parte interna de los mulos, Robert atrapó su barbilla y la levantó con fuerza obligándola a mirarlo y le dijo
– Córrete para mi puta.
Robert observó como la empresaria del año empezó a convulsionar y sus ojos rotaron en sus cuencas hasta que solo mostró el pálido blanco, mientras su cuerpo se estremecía producto del orgasmo. Robert sonrió complacido y soltándole la barbilla a Vivi su cabeza se inclino y la saliva se escapó de la comisura de sus labios y fue a parar sobre sus tetas, babeando su piel y haciendo brillar sus pechos. Robert continuó su camino a la sala de juntas.
Entrando a la sala de conferencias se reunió con le Consejo Directivo de Industrias Fredensborg. En la mesa lo esperaban el Dr. Duval encargado de asuntos legales, el Dr. Luis Barreto encargado de la clínica dental y el salón de tatuajes que funcionaban como centro de captura secundario de nuevas candidatas a profesionales, Mr. Logan dueños de la Corporación Loggan Aeroespacial y encargado de transportación, el Dr. Michael James Baxter dueño legal de Biotecnologías y Clínicas Baxter y finalmente el Sr. Tetsu Hasegawa, dueño de Hasegawa Group, encargado de proveer los bioquímicas necesarios para las profesionales.
El primero en tomar la palabra fue el Dr. Duval y dirigiéndose a Robert dijo.
– En las últimas semanas el consejo nos hemos reunido para evaluar la petición que nos hicieras, hemos evaluado la solicitud detalladamente puesto que la tarea no resultaría sencilla desde ningún punto de vista. Después de muchas deliberaciones se ha decidido ejecutar el plan, y por arriesgado que este sea, si no podemos lograr este encargo del Sr. Toscanni no podríamos decir que somos la mejor y única industria de nuestro tipo. Como ves esto se ha convertido en una cuestión más que económica, es una cuestión de egos, honor y tener suficientes “huevos” para hacerlo.
– Les agradezco su confianza y deferencia caballeros.
– Te agradecemos a ti Robert que te has tomado la molestia de idear este plan. Dicho todo lo necesario disfrutemos del final de la velada.
Diciendo esto los miembros del consejo se levantaron, y cada quien tomó a su o sus perras que esperaban ansiosas de rodillas o a cuatro patas bajo la mesa o junto a sus sillas, todos volvieron a la fiesta y Robert se quedó sentado a la mesa. Abriendo un poco su saco extrajo de un bolsillo la foto de una hermosa joven de por lo menos 26 años, de estatura media, piel clara levemente tostada por sesiones de bronceado, cabellos castaños con rayos dorados, un hermoso par de ojos azules verdosos y por lo que se puede ver en la foto un excelente par de senos, una cintura y caderas bien cuidadas y un rico trasero, una sonrisa discreta ilumina su rostro de facciones delicadas. Robert recordaba con exactos detalles la primera vez que había visto esa foto.
“- Eres un hombre inteligente Robert de eso no hay duda. Todo tiene un precio y mi colaboración con ustedes también lo tendrá, pero como sabrás hay cosas que ni todo el oro del mundo puede conseguir para un hombre.
Diciendo esto Bruno extendió un documento a Robert y al revisarlo Robert miró a Bruno fijamente, en el rostro de Bruno no había en menor signo de duda. Luego Robert extrajo del documento una foto y después de meditarlo unos minutos dijo.
– No será fácil pero la vida esta llena de retos a superar.”
Eso había conversado con Bruno Toscanni mientras le entregaba a Robert la foto de Kateryn Francesca Toscanni Tassinari, la hija de Francesca Tassinari. Francesca fue la más hermosa y cotizada modelo de su época, quien se había casado con Alessandro Toscanni, padre de Bruno. Alessandro era un magnate de la industria bancaria que había hecho su fortuna en el negocio de casinos. Esto convertía a Bruno y a Kateryn en hermanastros. Habían vivido juntos por muchos años, siendo una familia normal y feliz pero todo cambio a raíz de la muerte de ambos padres, en un sospechoso accidente de transito, la fortuna Toscanni fue repartida a partes iguales y la custodia y el manejo del fideicomiso de ambos adolescentes fue otorgado a su tío Giusseppe Toscanni.
Obviamente Robert conocía cada detalle de la familia Toscanni pues por meses había evaluado y estudiado la posibilidad de incluir a Bruno en las operaciones de Industrias Fredensborg. Claro que estas invitaciones no se hacían a cualquiera. Era todo un honor ser seleccionado por el consejo para ser un integrante más, ni siquiera esos chicos (o chicas en algunos casos) ricos, egocéntricos y malcriados eran tomados en cuenta para alquilar una esclava, mucho menos para integrar el consejo.
Lo que Robert desconocía era que Bruno Toscanni siempre había fantaseado con la idea de hacer a Kateryn su mujer. Desde su adolescencia se había fijado la meta de poseer a Kateryn y ya siendo adultos Bruno había hecho su mejor avance pero Kateryn le había rechazado de forma muy directa y diplomática. Desde ese momento la relación entre ambos había cambiado a una verdadera lucha de poder y cuando la propuesta de Robert entro en la escena, Bruno Toscanni finalmente encontró la pieza clave para cobrar su venganza y adueñarse de Kateryn.
Robert guardo la foto nuevamente en su bolsillo y tomando otros documentos pudo leer en ellos “Proyecto Fénix”, y ver más fotos que presentaban a Kateryn en ropa de oficina y en actividades comunitarias, varias fotos en campamentos de refugiados brindado ayuda internacional, o varias fotos donde se le ve en un traje de neopreno deportivo saliendo del mar en una playa, en una de las muchas competencias de triatlón en las que participaba, en la mayoría de las veces en eventos con premios donados a la caridad.
Un recorte de prensa la presentaba en la alfombra roja de una actividad de beneficencia. Llevaba puesto un elegante vestido de noche que hacia juego con sus joya y accesorios, entre esos accesorios el que más destacaba era su acompañante vestido de smoking con una banda escarlata cubriendo parte de su camisa blanca, el artículo se titulaba “Noche de Cuento de Hadas, el Príncipe y su prometida se presentan en sociedad”. Se rumoraba fuertemente que Kateryn Toscanni y el Príncipe Friederic Ernest VanAule, heredero de la corona de Bretonslavia, anunciarían en cuestión de días su compromiso y contraerían nupcias en los próximos meses, luego de concluir el príncipe una misión de ayuda humanitaria internacional.
Robert cerro la carpeta de documentos y se levanto para unirse a sus clientes y socios, mientras avanzaba por el pasillo iba reenumerando cada detalle del plan a ejecutar, ahora era el turno de Robert para demostrar cuan inteligente podía ser el dragón para arrebatare la princesa al príncipe y confinarla a la torre más alta.
Oficinas del Grupo Toscanni.
Sala de Reuniones
Sesión de la Junta Directiva del Grupo Toscanni.
Hacia escasos quince minutos desde que la reunión había iniciado y habían pasado solo diez minutos desde que comenzó la habitual discusión de metas y directrices entre Bruno Toscanni y Kateryn Toscanni. Era tan habitual que el carácter tan dominante de estos dos personajes chocaran en la mesa de juntas que asistir a una reunión sin presenciar una buena pelea entre ellos, era como sentarse a mirar la TV sin encenderla. A Kateryn le parecía absurdo invertir tanto dinero un el nuevo proyecto de casinos online que Bruno había presentado. Bruno defendía su proyecto diciendo.
– Pues esa es una cifra irrisoria en comparación a los beneficios que obtendremos en cuanto el sistema se posicione en el mercado, con la reputación de nuestros casinos la competencia se ira a pique en solo un par de meses.
Kateryn lo observaba y sin la menor muestra de irritación o apasionamiento le contestó:
– Bruno no creo que debamos seguir discutiendo esto, no me parece que esto sea más importante que la restructuración de nuestros casinos reales. No creo que tengamos tiempo para tus casinos virtuales…
Antes de que Bruno saltara sobre la mesa y apuñalara el cuello de Kateryn con su bolígrafo de oro, o por lo menos eso había pensado hacer, Giusseppe Toscanni tomó la palabra para apaciguar los ánimos. Con voz pausada y tranquila como era su costumbre, mirándolos a ambos dijo.
– Si me permiten expresarles mi opinión, creo que deberíamos tomarnos un tiempo y revisar con más detalle y cuidado la propuesta de Bruno y poder dale espacio a la ejecución de la restructuración que Kateryn tiene ya en desarrollo.
Voces y murmullos de aceptación llenaron la sala de conferencias y una sonriente Kateryn se levanto de la junta diciendo.
– En ese caso estaremos revisando el tema en cuanto me reintegre a la oficina, luego de mis vacaciones.
Sonriéndole a Bruno terminó por salir y se dirigió a su despacho, Giusseppe intentó decirle alguna frase de animo a Bruno para calmarlo, pero Bruno lo detuvo con un gesto de manos, ambos salieron de la sala de reuniones y Bruno volvió a su despacho.
Kateryn llegó sonriendo a su oficina encontrándose con Malena, su secretaria y asistente personal, a la cual saludó alegremente.
– Buona sera Malena ¿come stai?
– Buona sera Kateryna, tutto bene.
Malena se notaba algo nerviosa por la repentina llegada de su jefa, quien la observaba de manera inquisitiva. Malena bajó la vista al teclado de su computadora como si fuera una niña atrapada en una travesura.
– Malena ¿qué hemos conversado sobre las redes sociales en horas de oficina?
– Solo entre un momento a revisar los comentarios a mis fotos…
– No quiero ni saber como lograste burlar el firewall de la oficina pero te recuerdo que los chicos de informática no estarán contentos ni contigo ni conmigo.
– Solo contestaré unos comentarios de mis fotos de vacaciones y me desconecto jefa y no lo volveré a hacer.
Kateryn le sonrió cariñosamente al verla sentada frente a la computadora revisando su cuenta.
– Intenta terminar rápido con eso, aunque creo que te tomará algo de tiempo. Tienes más documentadas tus vacaciones que las misiones a la luna. ¿Cuantas fotos tomaste en dos semanas?
– Emmmm… Solo un par de cientos pero la pase de maravilla…
– Eso se nota en las fotos y en ese lindo bronceado… Ahora será mi turno.
– Me cuesta creer que hoy sea el primer día en dos años que su agenda este completa y absolutamente vacía, no hay reuniones, no hay video conferencia, ni siquiera una cita para tomar un te… jefa puedo decirle que esta todo listo para su viaje.
– Gracias Malena no te preocupes por la agenda, recuperaremos todo el tiempo “perdido” a mi regreso, prepárate por que la siguiente semana será de las más pesadas.
– Pero jefa eso no será tiempo perdido… Menos si estará en compañía de su príncipe.
Ambas rieron pícaramente y la curiosidad de Malena se impuso y le preguntó con franqueza a Kateryn.
– Esa felicidad no solo es por su viaje jefa, ¿Cuénteme que ha pasado en la reunión?
Kateryn sonriéndole con aire triunfador le dijo.
– Volví a demostrarle a Bruno que debe pensarlo dos veces antes de enfrentarme en una reunión de junta directiva.
– ¿Otra vez jefa, Pero es que el Sr. Bruno no logra aprender?
– Al parecer no logra entender que yo soy la del carisma y de las buenas ideas. Espero que algún día se de por vencido.
– Me alegra que este tan contenta jefa.
– Como no estarlo Malena, bueno debo disfrutar estos días de libertad… En cuanto se anuncie el compromiso y la fecha de la boda, todo será otro mundo y ya se me agotaron las excusas para rechazar la protección de la guardia real.
Malena la despidió con una sonrisa y Kateryn entró a su oficina para hacer las llamadas de rutina antes de salir de la oficina rumbo a sus vacaciones, Los minutos pasaron y ella conversaba con sus clientes.
– Si señora McMuller, los documentos estarán mañana en su despacho para la firma…. Sí, me iré de vacaciones, sí ya sé que trabajo demasiado…. No, no solo será una semana… Con gusto le saludare al príncipe… Gracias que amable. Sí, es verdad, en televisión nos vemos más altos…
La puerta de la oficina se abrió y fue interrumpida por la llegada de Bruno, se le notaba más calmado. Ella acostumbrada a esas visitas inesperadas levantó un dedo indicándole que la espere mientras seguía hablando…
– Sí, con gusto nos reuniremos a mi regreso, igualmente ciao.
Un momento después cerró la llamada y antes de atenderlo el teléfono sonó, ella accionó el intercom, una exaltada Malena dijo.
– “Lo siento jefa, fue más rápido que yo, esta vez no pude detenerlo”.
Bruno levantando la voz dijo.
– Siempre soy más rápido que tu Malena, no sé por que insistes en intentar retrazarme en la entrada.
– “¿Esta puesto el intercom? Que pena Sr. Bruno…”
La línea quedó en silencio, y Kateryn le interrogó mientras Bruno sonreía.
– Supongo que no vienes a desearme un buen viaje…
– Claro que a eso he venido ¿Por qué siempre a la defensiva?
– Porque me enseñaste y aprendí muy bien de ti. Aunque mi técnica es más sutil, dulce y delicada.
– Touché… En realidad vine a mostrarte estas cifras y a pedirte que firmes el contrato de ejecución de la plataforma online.
Kateryn iba a iniciar su planeado ataque cuando el intercom empezó a sonar insistentemente.
– “Jefa lo peor, lo peor a pasado…”
– ¿Qué ha pasado Malena no me asustes?
– “Jefa han llamado del aeropuerto, el jet privado para su viaje no puede despegar han descubierto un problema en una turbina…”
– ¿Eso es lo peor? Alquila otro avión y que Richie este listo par salir…
– “Jefa he llamado a todos los servicio de vuelos y no tienen nada disponible hasta mañana… creo que deberíamos llamar al príncipe y …”
Kateryn recogiendo el teléfono desesperadamente dijo.
– NO, ni hablar, la presentación del proyecto humanitario es mañana, tengo que viajar hoy, no le puedo dar este dolor de cabeza ahora.
Bruno sonrió mientras dijo:
– Sin contar que no podrías aceptar tu error de viajar a última hora…
Kateryn le lanzó una mirada asesina que Bruno respondió con una sonrisa y le ignoró sacando su celular para hacer una llamada.
– No importa que tengas que hacer Malena pero consígueme algo que vuele y me saque de aquí, please – cerrando la llamada, miró a Bruno y le dijo – ¿Algo más que necesites?, como ves no es el mejor momento para…
Bruno la interrumpió con el mismo gesto de manos que ella uso para hacerle esperar.
-”… Si, claro que te estaría agradecido… sí, pero necesito ese favor ahora…” – bajando su teléfono miró a Kateryn y le dijo – Estoy salvando tu trasero para que puedas lucirle tu bikini a tu sangre azul y tomen el sol juntos. Tengo el jet de un amigo saliendo de la ciudad, puede llevarte si quieres…
Kateryn lo miró molesta por el comentario pero dudosa de los benévolos motivos de Bruno.
– Qué considerado de tu parte pero ¿dime qué ganas con ayudarme?
– Yo nada, no sé que te hace pensar que hay algo de por medio en esto, no sé por que lo dices.
– Por que eres Bruno y te conozco.
– Buen punto, en ese caso y siendo completamente honesto, te pediré un favor. Quiero que estudies la propuesta…
– ¿Solo eso? Ok prometo leerla…
– No, no quiero que la leas y la olvides, quiero que la estudies y la analices.
Pensándolo unos segundos Kateryn le contestó.
– ¿No me dejaras en paz hasta que acepte, no es así?
– Que bien me conoces – Bruno levantó el celular y dijo – ” OK estaremos allí en unos 20 minutos, bueno ciao”. Andiamo, nos esperan…
– Pero yo no acepte…
– ¿Qué opciones te quedan?
Bruno salió de la oficina y Malena entró alterada diciéndole a Kateryn.
– Malas noticias jefa, no he podido conseguir nada para usted. Nada esta por salir, ni siquiera un vuelo con cabras o algo así – Kateryn la miró severamente pero a punto de reír y Malena dijo – claro que esa sería la última opción.
– Descuida Malena ya tengo como viajar.
– ¿Pero, como, cuando, quien?
– Como: En un jet privado, Cuando: Justo en este momento me esta esperando, Quien: Pues aunque no lo creas ha sido Bruno.
– Bruno, ¿El mismo Bruno que acabó de salir?
– Sí, ese, el mismo Bruno, ahora ayúdame por favor a sacar esta maleta…
– Pero jefa ¿esta segura de esto? yo me lo pensaría dos veces, es… es que es Bruno.
– Créeme, si tuviera tiempo te dejaba una declaración firmada haciendo responsable a Bruno si me rompo una uña, pero no tengo tiempo así que andiamo.
Ambas rieron mientras bajaban y al llegar al estacionamiento se encontraron con Giussepe, Bruno y Franchesco el chofer y escolta de Bruno. Un minuto después Richie el chofer de Kateryn apareció conduciendo el vehiculo que la llevaría al aeropuerto.
Giussepe con la serena voz que lo caracteriza se despidió de su sobrina.
– Espero verte pronto de vuelta y disfruta del viaje.
– No se diviertan mucho sin mí.
– Descuida me desconectaré de los negocios un tiempo mientras vuelves, iré a la granja a cuidar de mis hermosos animales.
– Cuidado al montar Giussepe. Te hará bien un cambio de aire.
– A todos nos hace bien un cambio. Ciao Bela.
– Ciao Giussepe, nos veremos pronto.
Dándole un beso se despidió y lo vio caminar con paso lento y el característico sonido del “plic plic” de la punta de su bastón al golpear el suelo, luego ella se aproximó a los autos, Bruno le entregó el sobre de documentos a Kateryn para que los estudiara.
– Yo no tendré tiempo para ver eso en mis vacaciones…
– Kateryn es un largo vuelo a tu destino y tú, yo y medio mundo sabemos que ese maletín no lleva cosméticos… Vives pegada a la red y viajas con la oficina a cuestas, ahora hazme el favor y guarda esto con tus cosas.
Bruno tomó el maletín de diseñador de la mano de Kateryn lo sostuvo mientras Kateryn de mala gana abrió el maletín y guardó los documentos junto a las demás cosas de su oficina portátil, entre ellas su computadora y un teléfono satelital.
Bruno abrió la puerta de su auto y le indicó que entrara.
– Gracias, pero viajo con Richie.
– Ok entonces viajo contigo, necesito conversar varias cosas, Franchesco cuida de esto y síguenos al aeropuerto, presto.
Bruno entregó el maletín de diseñador a su chofer y este lo guardó en el auto de Bruno.
Subieron al auto y tomaron ruta al aeropuerto. 12 minutos y varios arrepentimientos después, Kateryn y Bruno llegaron al aeropuerto. Terminados los trámites de rigor llegaron a la pista donde el jet les esperaba. Una sonriente chica rubia en uniforme de piloto les recibió en la pista.
– Bienvenidos, soy Daniella, les esperábamos. Pueden subir inmediatamente si gustan pero estaremos despegando en 15 minutos por una nave que declaró una emergencia y el aeropuerto esta en contingencia. Esperemos que solo sea algo de rutina y no afecte nuestro itinerario.
– En ese caso que suban el equipaje mientras conversamos.
Richie subió las maletas que casi llenaban el maletero del auto y Franchesco salió del auto y subió el maletín de Kateryn.
Minutos después Kateryn abordaba el jet y Bruno se despedía de ella en la escalera.
– Recuerda que me debes una, a tu vuelta arreglamos cuentas.
– Como si por un minuto hubiera pensado que no me recordarías esto cada 20 minutos, los siguientes 20 años, hablaremos al volver…
Diciendo esto entró al avión, la puerta se cerró operada por una hermosa asistente de vuelo.
– Bienvenida a bordo mi nombre es Angélica, ¿desea algo de tomar o de comer?
– Gracias pero así estoy bien, quisiera mi maletín para seguir trabajando mientras esperamos.
– Lo lamento pero en cualquier momento estaremos por despegar, esta prohibido el uso de equipo electrónico mientras el vuelo no alcance altura de crucero.
– OK, entonces esperaré.
Minutos después el despegue se realizó sin inconvenientes y el avión empezó a elevarse para alcanzar altura de crucero, momentos después Kateryn sacó su teléfono inteligente y se conectó al sistema de red de la nave, empezó a revisar su correo y a contestar su correspondencia, revisó las noticias y leyó reportes financieros que le llegan en automático a su correo electrónico.
El viaje continúo sin contratiempos y horas después Kateryn recordó su computadora en su maletín, pero solo de pensar en que allí estaban los documentos de Bruno fue suficiente para desanimarla y seguir solo en su teléfono.
Tiempo después la azafata se le acercó con un teléfono y le dijo que tiene una llamada.
– “Hola jefa ¿cómo va el viaje? Intenté comunicarme a su móvil pero ya esta fuera de cobertura, el Sr. Bruno me dio el número de satelital del avión.”
– “Hola Malena ¿qué tal, pasa algo en la oficina?”
– “No, todo esta bien, lamento molestarla pero tengo al Príncipe Friederic en la otra línea, ¿Quiere hablar con él?”
– “Listo, transfiere la llamada. Malena gracias por todo.”
Dos segundos después
– “Hola mi dama ¿cómo estas?”
– “Hola caballero, yo muy bien, ¿qué tal estas tú, cuéntame?”
– “Cuéntame tú preciosa, Malena me dijo que te tenia en la línea para hablar conmigo.”
– “Que raro, eso mismo me dijo a mí… Bueno el viaje un poco aburrido hasta hace unos segundos…”
La conversación continúo hasta que se empezó a perder algo de señal.
– “Casi no te puedo escuchar linda, te llamaré en unos minutos.”
– “Esta bien, de todas formas en un par de horas estaremos juntos…. ufff”
Una sacudida hizo que el avión se inclinara un poco a la izquierda.
– “¿Qué sucede, esta todo bien?, casi no te escucho.”
– “Todo bien, creo que fue una bolsa de aire…”
– Señorita debo pedirle se coloque el cinturón, estamos entrando a una zona de turbulencias.
– “Hablaremos después mi cielo debo cerrar.”
– “Mandare por ti al aerop…”
La conversación se corto y Kateryn miró asustada a la azafata.
– ¿Es normal tanto movimiento?
La azafata de pie intentó tranquilizarla.
– Sí es bastante normal en esta área, debe terminar en breve.
Otra sacudida, la azafata perdió pie y cayo al lado de uno de los sillones en el cual se sentó y rápidamente abrochó su cinturón, en el momento en que la nave se inclinaba a la derecha y caía en vacío. Kateryn se arrepintió de las bromas con Malena sobre culpar a Bruno si algo le sucedía. El avión vibraba en forma descontrolada, Kateryn se aferraba a su asiento y miraba como la azafata luchaba por abrir un compartimiento en el lateral de su sillón y sacaba un mascarilla de oxigeno, antes de ponerla sobre su rostro le gritó a Kateryn.
– Sáquela y póngasela.
Kateryn buscó desesperadamente el compartimento en su asiento, abrió y sacó la mascarilla, se la colocó y una nueva sacudida remeció el avión y ella inspiró profundamente apreciando el olor del que pudiera ser su último aliento. El avión siguió moviéndose, siguió aspirando y en segundos su respiración se empezó a estabilizar y sintió como si empezara a flotar, siguió sintiendo la vibración del avión y sus ojos dejaron de enfocar hasta cubrirse de una total oscuridad…
Club Ejecutivo de la Cuidad.
Salón VIP
En una de las elegantes salas del club ejecutivo de la cuidad, los poderosos hombres de negocios discutían alianzas y estrategias comerciales, mientras bebían o fumaban un buen habano. El Dr. Sagel se mantenía a una distancia prudente y revisaba con desgano un dossier de documentos, mientras en una de las muchas pantallas gigantes de TV pasaban las noticias más destacadas de la última hora, una sonriente María Patricia Zurita anunciaba el final del Noticiero con un pase en vivo hasta el Hotel Crowell Plaza de la ciudad, donde desde hace algunos días se hospedan uno más de los grupos de las mujeres más hermosas del planeta. Ese era el tercero de cinco grupos de concursantes que audicionarían ante los jueces del certamen Miss Belleza Internacional, este certamen seleccionaría las representantes más bellas de todo el planeta y en un evento tipo Realty Show estarían en los próximos meses, en giras, promociones, competencias y capacitaciones y donde la mejor de todas se llevaría en codiciado título de Miss Belleza Internacional. En pantalla las concursantes desfilaban en pasarelas ante los jueces, atendían entrevistas privadas con los jueces y organizadores y en la última escena todas las chicas del tercer grupo posaban en traje de baño en la piscina del hotel proyectando su mejor sonrisa y portando la banda que llevaba escrito el nombre del país al que representan. Los camarógrafos apuntaban sus lentes, mientras ellas posaban para las fotos teniendo de fondo el hotel o los banners con los logos de los patrocinadores del concurso, banners donde se destacaban el logo de Clínicas Estíticas Baxter.
Esta última cobertura de noticias llamó la atención de más de la mitad de los ejecutivos presente, Robert sonrío para si mismo mientras sostenía un informe de una candidata a profesional el cual contenía la siguiente información:
Miss Venezuela.
Nombre: Scarlet Rodríguez.
Ocupación: estudiante y modelo.
Medidas: 105-67-93.
Perfil psicosexual: La paciente es bisexual, presenta una marcada tendencia a la sumisión, figuras masculinas o femeninas que le representen poder para ella, pueden abusarle al tener un inusitada predilección por una variedad de fetiches que incluyen el Bondage, Máquinas sexuales y Humillación pública. Esto la hace masturbarse 3 o 4 veces al día, esto la mantiene calmada y así puede conservar su imagen publica intacta.
Diagnostico: Perra reprimida en público buscando la forma de balancear sus dos mundos.
Informe redactado por H. Bell
Nota: Revisar video adjunto a este documento.
Robert retiró una micro memoria de datos de un bolsillo del sobre, la insertó en su Teléfono inteligente y ajustó el volumen de su audífono bluetooth.
El video presentaba un primer plano de una puerta en un oficina bien iluminada con posters y fotos de reinas de bella es sus paredes, en un escritorio una chica esperaba sentada y una hermosa mujer entraba a la oficina. Una banda de color blanco y la palabra VENEZUELA cubrían transversalmente su ajustado vestido, sonriendo le dio la mano a su interlocutora y se sentó iniciando un par de preguntas y respuestas y una superflua conversación que en pocos minutos se convierte en un monologo. Los ojos de la chica se tornaron vacuos y su mirada se veía perdida, estonces Helen se levantó y colocándose a su lado empieza a acariciarle una teta y con la otra mano le peinaba los cabellos, la chica no reaccionaba y siguió contestando cada pregunta mientras Helen colocada a su espalda le masajeaba las tetas.
Todo era producto de un potente narcótico hipnótico administrado de forma cutánea como un gel aromático en el momento que dio la mano a Helen. Ahora Helen grababa toda la entrevista y la chica respondía sin resistencia a cada pedido u orden de Helen, incluyendo la orden de desnudarse completamente y colocarse frente a una pared blanca mientras Helen tomaba fotografías de cuerpo entero, desde todos los perfiles y ángulos.
Luego le ordenó sentarse y Miss Venezuela comenzó a contar su más morbosas fantasías sexuales respondiendo a la pregunta de Helen, empezó a masturbarse frente a la cámara mientras habla de como le gusta masturbarse 3 o 4 veces al día.
Al terminar de la entrevista la potente droga que la mantenía sumisa y obediente necesitaba ser contrarestada para que ella adquiera sus inhibiciones, su conciencia y control.
Ya vestida nuevamente la chica siguió con la mirada perdida y Helen se disponía a aplicarle el antídoto y observando la cámara sonrió al tener una idea. Levantó su elegante pierna hasta el escritorio y con un gotero dejó caer dos gotas del químico en los dedos de sus pies, manchando con un gel azul sus dedos. Mirando a la indefensa chica sentada frente a ella le ordenó:
– Lame mis pies putita de mierda.
Miss Venezuela cayó a 4 patas y su rostro se acercó al pie de Helen y su hermosa lengua inició a degustar cada dedo de una cada vez más excitada Helen, la chica siguió lamiendo y Helen le ordena.
– Chupa el pulgar…
Helen tuvo que sacar fuerza de voluntad para no correrse mientras la chica succionaba el dedo de su pie.
Un momento después ambas estaban sentadas en sus respectivos lugares y Helen hizo chasquear sus dedos y Miss Venezuela parpadeó de vuelta a la realidad.
– Disculpe, me repite la pregunta, debo estar un poco nerviosa me he quedado en blanco…
Helen le dijo sonriendo.
– Descuida linda obtengo esa misma reacción en muchas chicas que conozco.
Ambas chicas rieron por el comentario aunque solo una de ellas entendía el chiste.
Robert sonrió al revisar el juego de 8 fotos de la aturdida chica y un post-it el la última foto tiene marcado un beso en carmín y dice en letras manuscrita, “Me encanta mi trabajo, XoXo. Helen.”
Unos 3 a5 minutos habían pasado desde el final del noticiero y Robert se disponía a revisar los siguientes 4 dossiers etiquetados Miss Filipinas, Miss Ucrania, Miss México y Miss Australia.
La atención de Robert se desvió nuevamente a la pantalla de TV cuando luego de presentar por unos segundos la pantalla titulada Breaking News apareció en pantalla una agitada María Patricia Zurita. Muy pocos de los televidentes imaginarían que esa agitación era debida a que la hermosa Patty acostumbraba volver a su privado al terminar el noticiero y masturbarse como una gran puta, esta vez obviamente había sido interrumpida antes de acabar.
El masturbarse a diario en su camerino había sido uno de varios cambios en su comportamiento, pues luego de su aumento de busto había empezado vestir extremadamente sexy y varias veces se había atrapado coqueteándole a la cámara. Esos cambios no pasaban desapercibidos para nadie, hasta el raiting del noticiero había saltado 8 puntos de incremento.
Ella asustada por su comportamiento había buscado ayuda profesional y desde hacia semanas visitaba a la Dra. Carol Arellanos. “La Dra. de las estrellas” como le llamaban, pues se había convertido en la consultora de salud emocional (mental) de los ricos y famosos de la ciudad.
Solo hicieron falta dos sesiones con la doctora para entender claramente que todo su comportamiento era normal y que masturbarse luego del noticiero no era más que su forma de liberar tensión.
Tan natural era el masturbare que cuando en la tercera sesión la Dra. le pidió que se masturbara frente a ella en la consulta, ella no lo tuvo que pensar mucho, abrió sus piernas y metió dos dedos en su depilado coño frente la Dra. Fue una de las cosas más morbosas y humillantes que había hecho jamás, pero lo había disfrutado tanto. La buena Dra. le ayudo tanto que no paso mucho tiempo para que arrodillada entre las piernas de Patty la doctora le comiera el coño relajándola y liberándola de tanto estrés.
La ultima semana Patty había estado fantaseando con cambiar de roles y comerle el coño a su terapeuta, como una muestra de agradecimiento a todo lo que había disfrutado en manos de su terapeuta.
– “Interrumpimos nuestra programación regular para hacer un enlace en vivo con nuestra cadena hermana INN. Que nos informan de un desafortunado incidente. Francesco Bonatelli nos informa en vivo desde el lugar de los hechos…”
– “Así es María Patricia como bien dices y para quienes nos acaban de sintonizar lamentamos profundamente anunciar que las autoridades reportan la perdida de un jet privado, que se presume se precipitara al mar en aguas internacionales, la aeronave tripulada por al menos 3 personas había sido rentada para transporta a Kateryn Toscanni, ejecutiva senior de varias importantes empresas, miembro de varias instituciones filantrópicas y conocida por todos los medios de comunicación como la futura princesa de Bretonslavia, al estar comprometida con el príncipe Friederic heredero al trono de Bretonslavia, en este momento no tenemos reportes confirmados de decesos o supervivientes y un contingente de aeronaves y buques parte hacia el lugar donde se presume se desplomara la aeronave…”
Para ese momento todos los Televisores mostraban casi las mismas imágenes, el mismo modelo de avión, tomas lejanas de un aeropuerto o un periodista hablando con el edificio de la terminal o un avión de fondo, en el salón del club ejecutivos todos observaban la TV o hablaban de lo sucedido vía celular, varias de las camareras y alguno que otro camarero lloraban cubriéndose el rostro o la boca, las imágenes y videos de archivo de Kateryn se superponen al recuadro donde el presentador o el corresponsal explican los últimos sucesos.
Un hombre mayor de saco gris se acercó a la mesa de Robert y le dijo.
– ¿Puede creer esto?, esa mujer era… una santa.
Robert lo observó y pensó para si mismo, “Hace cinco minutos la hubieras mirado como mirabas a Miss Venezuela, solo un pedazo de carne al cual querías ensartarle tu verga, ahora que esa mujer esta muerta y es una santa. La hipocresía humana es inconmensurable.”
– Lamentable – dice Robert mientras revisaba un mensaje que hizo vibrar su teléfono, lo abrió, leyó “En Camino” volviendo a observar al hombre mayor dijo – Vaya, que cierto es eso de que las malas noticias llegan más rápido que las buenas noticias… discúlpeme debo irme.
Levantándose tomó los archivos, les guardó en un maletín y se dirigió a la salida dejando a todo el mundo “pegado” a la TV.
Continuara…
Muchas gracias a todos los que se han tomado su valioso tiempo en leer este relato y les insto escribir sus comentarios. Saber su opinión es la mejor manera de mejorar los relatos.
Blackfires.
blackfires@hotmail.com
“Se precisa mujer seria y respetable para experiencia poco habitual. 30-50 años. Se garantizan aventuras y discreción.”
En estas fantasías del Sr Parker siempre había algo morboso que se hacía en público. Aunque nunca era explícito, el riesgo de ser sorprendidos en ello hacía que su libido se incrementase hasta límites insospechados. Nunca habría imaginado comportarse así, pero eso encajaba como anillo al dedo a su naturaleza. Se sentía puta, y sentía que eso le gustaba. Como el día que la penetró en un probador de unos grandes almacenes sin dejarla verle el rostro, o cuando la tuvo tomando café con sus amigas con un huevo vibrador con mando a distancia introducido en el sexo, o el último de sus juegos donde la obligó a hacerle una mamada dentro del coche aparcados en una calle de la ciudad. En este último episodio, aunque ella no lo sabía, había sido vista por su amiga María. Al día siguiente recibió un nuevo mensaje al correo electrónico que había creado para este juego:
diablocasional@hotmail.com