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Relato erótico: ” Deliciosa Venganza” (POR VIERI32)

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Sin título1

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El humo negro de las velas me estaba empezando a causar malestar, parecía dibujar garras oscuras en el aire que encrespaban mis ojos, aquel olor a perfume barato impregnaba el cuarto pequeño, el tic-tac del reloj colocado en la mesa era lo único que sonaba, entrecerré los ojos como queriendo escaparme. No di abasto al silencio, estuve a punto de levantarme de la silla para irme…
– Ya está, muchacho. – dijo la vieja médium, apartándose un mechón de pelo de su rostro. Aquel pedacito de lunar negruzco, justo en la punta de su nariz, le daba una apariencia de bruja. Me estremecí al oír su voz de golpe – y también al ver dicho lunar – habiendo estado tanto tiempo en silencio.
– ¿Ya está qué?
– Ciento cincuenta dólares. – dijo sonriendo y acostando su mano abierta sobre la mesita redonda que se interponía entre nosotros.
– ¡Pero si no hiciste nada! ¡Estuviste murmurando no sé qué boludez como media hora! ¿¡Y tengo que pagarte por eso!?
– Créeme que ha funcionado. Ciento cincuenta dólares.
– Ah, ¿ya puedo dar órdenes mentales? – dije con una sonrisa cínica.
– Que sí. El dinero, vamos. –respondió volviendo a golpear la mano abierta sobre la mesa en un intento descarado de cobrarme.
– Veamos si funciona… – me recosté por la silla y mirándola fijamente di la primera orden que se me ocurrió- Chúpamela.
– ¡Que haga qué! ¿Sólo piensas en eso? Te diré algo, solamente funciona con mentes débiles, así que no intentes hacer algo conmigo.
– Joder con la vieja, mucho “Star Wars”… “¿sólo con mentes débiles?” Me suena a excusa barata.
– Dime… ¿¡qué pensabas cuando viniste aquí!?
– Simple. Pensé que si yo obtenía esos “poderes mentales” podía ordenarle a usted que no me cobrara… pero no tengo esos “poderes”, es obvio que usted no ha cumplido con el aviso que puso en el periódico… ¿Ciento cincuenta dólares? ¡Mi polla!
– Una grosería más y te arrepentirás, muchacho. – dijo levantando su dedo en plan amenazador. Personalmente, lo único que me asustaba de esa vieja era su maldito lunar – ¡He dicho que tienes una habilidad especial para dominar mentes, y así será por una semana! ¡Tienes la fuerza en ti! ¿Y no lo sientes?
– Te jodes, Obi-Wan. No pagaré nada.
– ¿Te encanta faltar el respeto, no? – dijo retirando un arma que estaba escondida debajo de la mesa – De aquí no sales hasta que me pagues los ciento cincuenta dólares.
El arma y su lunar me aterrorizaron. Quedé boquiabierto… ¿en qué me había metido? Temblando como un poseso, me levanté para retirar mi billetera de mi jean;
– Esto… se-señora… no, no me apunte… ¿ve que estoy sacando el di-dinero?
– Más te vale. Rápido que no tengo toda la noche. ¿Tienes todo, no?
– ¡S-s-sí, s-sí! – La verdad es que no tenía más que tres putos dólares en mi billetera.
En un veloz movimiento pateé hacia ella la mesa que se interponía entre nosotros y aproveché para salir corriendo rumbo la puerta y no mirar nunca más atrás. Atravesé con espanto el pasillo lleno de cortinajes coloridos que colgaban del techo y escapé hacia las frías calles nocturnas de la zona céntrica para perderme entre el gentío y las luces de neón, jurándome a mí mismo que nunca volvería a ese lugar.
(Al día siguiente)
Ahí pasaba la señorita Rodríguez, enfundada en esa falda hasta casi las rodillas que enmarcaba sus muslos, una chaquetita que hacía conjunto y sus carpetitas de siempre. El pelo recogido en una coleta y el maquillaje leve. Pulcra, hasta puritana si cabe. Cruzando el pasillo y topándose como siempre por mi cubículo que quedaba contigua a su lujosa oficina.
Me saludó con una forzada sonrisa acompañada de su robótico; “Buenos días.” Eso era todo lo que yo podía sacar de alguien como ella; jugadora de las grandes ligas; Gerente de vayaustedasaberqué. Yo, a mitad de tabla de la última división de la liga; Informática y Ordenanzas.
Casi al rato, la señorita Rodríguez pasó por mi cubículo donde yo no hacía más que jugar “Solitario” pues Julio no era una época con mucho ajetreo en la empresa. Ojeó su carpetilla no sin antes aclarar su garganta
– ¿Puedes pasar por mi oficina? – preguntó sin siquiera mirarme y entregada al test de sus hojas.
– No hay problema. Déjeme cerrar el programa de presupuestos con el que estoy trabajando. – respondí cerrando la ventanilla del “Solitario.”
Fui tras ella hasta su oficina, cerré la puerta y me senté en la silla frente a su escritorio donde la mujer enterró sus ojos pardos en su computadora y sepultó su mano en el mouse.
– ¿No has visto a David? – preguntó ella.
– ¿David? No… no, no lo he visto desde ayer.
– Pues tendrás que suplantarlo tú. ¿No estás ocupado hoy?
– Desde que terminó diciembre estoy disponible para todos. – sonreí mientras ella sólo daba unos clicks a su PC. Al rato prosiguió;
-¿Conoces la oficina del escribano Ibañez? Tiene unos documentos firmados y sellados… pero los necesito hoy. Me harías un enorme favor si pasaras a buscarlos.
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El Ibañez estaba al otro extremo de la ciudad, dos buses de ida y vuelta, cuatro horas bajo los cuarenta y dos grados matutinos más posterior rendición de cuenta. “Ibañez” era sinónimo de “te toca un día de perros.” Ladeé mi cuello y me recosté más por su mullido asiento. ¡Cuánto deseé que la mujer me delegara cualquier otra tarea!
– Aunque puedo ofrecerte otra labor. – dijo sin apartar la mirada de su ordenador. – Sé cuánto odiáis ir hasta su oficina. Y sé por experiencia que el escribano ése no es de los que gusta tratar a la gente con cariño.
Me reacomodé en la silla con un leve suspiro.
– No, lo siento – dijo mirándome – pero necesito los papeles hoy. Irás a lo del escribano.
Me volví a hundir en mis adentros. “¿Por qué no me la mamas, zorra?” pensé sumido en mi rabia. Menudo día me tocaría, llegaría tarde a la Uni gracias al Ibañez de porquería.
– No hay problema, Señorita Rodríguez.
– Quédate. – interrumpió. Se levantó y se me acercó. Me miró con su cabeza inclinada, como un cazador a su presa, sonriendo levemente, para luego dirigirse hasta la puerta y ponerle el seguro.
Nuevamente tomó rumbo parsimonioso hacia mí, moviendo su cadera de las grandes ligas y con las manos gráciles apoyadas en su cintura. Su cuerpo de hembra quedó parado imponente frente a mí, las piernas levemente separadas y plantadas con fuerza;
– ¿Sí? ¿Qué pasa, señorita Rodríguez?
– No quiero hacer lo que voy a hacer.
– ¿Que qué?
Se arrodilló frente a mí, ¡aquella mujer de las grandes ligas estaba entre mis piernas!, llevó su mano con las uñas pintadas de rojo fuego hasta mi entrepierna. Sólo se oyó la cremallera bajando hasta el final más su lengua ensalivándose entre sus labios. Mandó su mano en mis adentros y la sacó a la vista con mi sexo ya a media erección encerrado entre sus dedos. Sus ojos pardos brillaron cuando veían cómo crecía lo mío al son de sus dedos que bajaban y subían la piel de mi hombría. Abrió su boca y se acercó para darme una mamada de lujos… de las grandes ligas.
“Joder… ¿qué le sucede?” pensé, miré la felación, vi su hermosa boca comiéndose golosa mi sexo, el glande reluciendo como una pelotilla bajo su pómulo izquierdo.
– Bueno. – dijo alejando su boca de la que colgaba un hilo de líquido preseminal– Ahora ve a lo de Ibañez. Y esto que aquí sucedió… que quede entre nosotros. Créeme cuando te digo que no quise hacerlo. Caso contrario te arrepentirás.
* * *
Ni bien bajé del bus frente a la oficina del escribano, vi que estaba estacionado un Mustang rojo cerca del lugar. Se me cayó el mundo cuando la vi bajar; Mara Giménez. Mi última novia que me había engañado nada más y nada menos que con un universitario de un par de años superior. Sentí una garra apretarme el pecho… cada vez que la veía me ponía encabronado recordando la tremenda metida de cuerno.
El coche era de su madre, una puta maliciosa que nunca me cayó bien. El sentimiento era recíproco. Ella no bajó. Por último salió la hermanita, uniformada para su colegio que estaba a pocas cuadras… ella era otra de las que nunca podré olvidar. Me hacía la vida imposible cuando visitaba a Mara en su hogar. Al fin y al cabo tanto la madre como la hermanita lograron su cometido; lo mío con mi ex novia había llegado a su fin de manera dolorosa.
Pasé desapercibido e ingresé a lo del escribano Ibañez con un humor de perros. El tío ése era peor… tenerme cuarenta minutos en la sala de espera para recoger unos simples papeles ya era mucho decir.
* * *
Qué noche tan terrible. Llegué tarde a la Uni, me sentía utilizado por mi jefa que me la chupó sin preámbulos, una médium maníaca me había amenazado de muerte con una pistola y aún hervía el recuerdo amargo de ver a mi ex. Me tumbé en el sofá de mi departamento y prendí la televisión… ahí estaba jugando mi equipo, perdiendo como siempre. A ese paso me cortaba las venas, menuda vida la mía.
Y fue cuando por fin tuve tiempo de pensar… ¿para qué carajos una señorita como mi jefa querría tener algo conmigo? Tal vez la médium tenía razón. Todo tendría sentido… mi pensamiento de aquella mañana en la oficina fue que me la mamara… y así lo hizo.
Si era cierto que podía controlar personas frente a frente… ¿por qué no controlarlas vía televisión? Viendo el partido de fútbol, ordené que el árbitro pitara un penal inexistente para mi equipo, en una jugada inocente en el área. Lo conseguí; penal y gol. El juego iba empatado… ¿¡La loca médium tenía razón!? Volví a ordenar otro penal en cuanto el juego se trasladara al área chica. Cinco minutos después lo cobró… y ganamos.
Sonreí… el mundo era mío, la loca tenía razón. ¡El mundo era mío!
* * *
– Quiero verte mientras me la chupas.
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Bajé mi vista y ahí estaban los ojos pardos de la Señorita Rodríguez escrutándome la vista sin vergüenza alguna. La vi de rodillas, haciendo esos ruidos de succión que me volvían loco, solos en su lujosa oficina. Con una mano tomé su cabello para alejarla de mi sexo, pero ella luchaba por succionar como una posesa, estirando la lengua de manera obscena y posándola en la punta de mi sexo para moverlo tal víbora. Decidí soltarla y dejar que siga su mamada. Al instante di un bofetón sonoro en la mejilla que tenía alojado mi glande, para ordenarle;
– Lo haces bien. Chupa los huevos mientras me cuentas cómo has perdido la virginidad.
– No sé por qué crees que seguiré chupándote, mocoso atrevido, pero no pienso lamer tus..
Era todo un espectáculo, ella se rehusaba en palabras pero no en acciones, dirigió su lengua en el lugar ordenado mientras su mano seguía pajeando mi hombría y sus ojos se estacaban en los míos. Empezó a mascullar de manera poco entendible cómo fue su primera vez; una historia con borrachera y novio aprovechado de por medio. Me acomodé en el asiento para pensar en qué podía hacer el día de hoy. Tal vez podría traer en la oficina a Luz Mereles, la chiquilla que realizaba su pasantía en nuestro edifico y que hasta ese entonces no me daba pelotas.
Ordené a la Rodríguez que dejara de chupármela y que me esperase desnuda en su asiento. Lo hizo sin chistar mientras me colocaba nuevamente el pantalón y esperando bajar la erección.
* * *
Ahí estaba Luz Mereles, apartada del resto del mundo en su asiento de la recepción y pintándose las uñas. Alumna de un colegio cercano, con sus ojos atigrados que no tenían más dueño que sus dedos y sus labios carnosos que susurraban una canción.
– Disculpa – dije reposando ambas manos sobre el escritorio. Ella se asustó al verse pillada. Intentó reconocerme, saludarme por mi nombre pero la muy puta no conocía a nadie, sólo se acomodó en su asiento para preguntarme;
– ¿En qué lo puedo ayudar?
Y yo me limité a sonreírle.

* * *

¡Qué bien me la chupaban ambas! La Rodríguez ponía empeño especial en el tronco y los huevos mientras que la chiquilla Luz daba con toda la fuerza en el glande. La primera, completamente desnuda con su cuerpo perfecto de mujer y la otra, con su trajecito de putita recepcionista. Arrodilladas frente a mí en la lujosa oficina.
– ¡Asco, asco, asco! – mascullaba la joven Luz con su rostro arrugado mientras chupaba.
– Mocoso pervertido, cuando averigue qué nos estás haciendo… – atacaba mi jefa.
– Se joden. Protesten lo que quieran, fulanas, pero sigan mamando, ¿eh?
¡Cuánto se lo debía a la médium! Lo siguiente que haría sería que mi jefa pagase los ciento cincuenta dólares que le debía.
El gemido de mis nuevas putas me sacaron de mis adentros. Si la cosa seguía con tanta lengua, saliva y fuerza me llegaría en segundos. Por eso ordené a ambas con mi nuevo espíritu dominante; “Dejad el chupeteo, par de marranas.”
Ambas esperaban de rodillas, sumisas, con sus ojos contemplando en mi sexo que palpitaba a centímetros de sus bocas. Tomé un puñado del cabello de Luz para poner su rostro a escasos centímetros de mi hombría… y ahí me vine.
Uno, dos, tres gotas salpicaron su carita que se arrugó, mezcla de sorpresa y asco. Una gota fue a parar en su ojo, otras dos en sus labios, luego una en su mejilla que corrió hasta su mentón para colgarse de éste. Así quedó el rostro de la pasante, arruinado por mí.
– ¡Qué asco! ¡Mi maquillaje!¡Mi pelo! ¡Mi hermoso pelo está lleno de semen asqueroso!
Solté su cabello y ella, de rodillas, hizo ademán de limpiarse el rostro;
– Ni se te ocurra. – dije con un acento de satisfacción. – Y tú – miré a mi jefa – limpia su rostro con tu lengua.
Ambas me miraron como queriendo llorar, rebelarse, por lo que insistí con voz más poderosa;
– Limpia su rostro con tu lengua, furcia.
– ¡Suficiente! – gruñó mi jefa – Haré algo sencillo; me levantaré y me iré de aquí. No volveré a obedecerte… sencillo.
Sin más, la Rodríguez giró su rostro hacia la chiquilla y la tomó con ambas manos para recorrer su lengua por su cara en busca de mi semen. ¡Qué divertido era verlas rebelarse infructíferamente con palabras! Aquella lengua que con tanto empeñó chupó mi sexo estaba recorriendo con puro fuego la piel lechosa de la niña, sumida en mi “leche”. No disfrutaban, se notaba en los rostros casi deformes que ponían, una recibiendo lengüetazas por toda la cara y la otra lamiendo tal perra en busca de alimento.
– Bueno, ahora a morrearse.
Pude sentir esas ganas reprimidas de contrariarme en ambas, ese asco creciente y un brillo endemoniado en sus ojos como no queriendo obedecer mis órdenes. Me detestaban. Pero mis mandatos eran más fuertes que ellas. Sus lenguas olorosas y brillantes de mi semen empezaron a palparse, luego con más fuerzas… y al rato eran chupadas por sus labios.
Los planes, las obscenidades que practicaría con ambas me empezaban a caer en la cabeza. Recordé a mi ex novia y aquella ocasión en que me puso los cuernos con otro tío. Iba a vengarme también de ella y su familia. Un nuevo mundo se me había abierto… y yo entraba tomándolo como mi nuevo hogar.
Tras ese morreo de dale que dale en la que se vislumbró alguna que otra lágrima de impotencia por parte de mis nuevas esclavas, ordené a Luz que se levantara y buscara dinero en efectivo de mi jefa en su bolso sobre el escritorio. Le debía dinero a la médium;
– Bueno, putas…
– ¡No me llames puta, cretino mocoso!
– ¡Ostras! ¡Qué maleducado eres! ¡Déjame ir al baño para limpiar mi rostro! ¡Asco!
– Te jodes princesita. Y ni se les ocurra contar qué ha sucedido aquí. Iré a venir, mientras, échense otro morreo hasta que vuelva, ¿sí?- y salí a las calles, rumbo a la zona donde trabajaba la médium.
* * *
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– Adelante. – sonó su voz ronca. Atravesé el pasillo de las tiras coloridas y colgantes para entrar en aquel pequeño cuarto. Ahí la vi, sentada y esperando en su mesita redonda con una bola de cristal en el centro.
– Sabía que vendrías, muchacho. – dijo cruzando sus brazos.
– Señora Skywalker.
– Deje de darme nombres de los personajes de “Star Wars.” Menudo friki estás hecho.
– Vine a darle su dinero… esa capacidad de dar órdenes mentales… ¡funciona!
– ¿Y qué te había dicho yo? Vamos, entrega el dinero que no tengo todo el día.
– Sí, sí, sí, tome, tome… y muchas gracias.
– Recuerda que sólo durará una semana.
– Joder… ¿y no puede extenderlo?
– No, eso no funciona así.
– ¿Y por quinientos dólares?
– Dije que no… ¿quinientos? ¿¡quinientos!? Déjame pensarlo… creo… mmm… creo que sí es posible extender el tiempo.
– Genial. Yo volveré uno de estos días, Yoda. No tiene idea de lo que estoy haciendo con esta nueva habilidad. ¡Adiós!
– ¡Pedazo de Friki!
* * *
Dar órdenes a los personajes de la televisión fue una auténtica adicción. Funcionaba de mil maravillas, siempre y cuando la señal fuese en vivo y en directo.
A lo largo de mi existencia fui el responsable de varios acontecimientos de la humanidad, sólo con mi poder y mi viejo televisor de por medio;
¿Paz en el Medio Oriente? Venga. “¿King Kong?” Pues qué bien. ¿Las fallas arbitrales a favor del Real Madrid? Pues no hay de qué. ¿Ratzinger elegido el nuevo Papa? Así es. ¿México cabeza de serie en el Mundial? No nada, cabrones. ¿La mala racha del Schumacher en la fórmula uno? ¡Culpable!
Taxis, desayunos, entradas a clubes con mis dos nuevas putas… todo gratis. Mi principal fuente de ingreso era la casa de apuestas, en donde acertaba casi todas gracias a los “favores mentales” y el sobrante era tremendo debido a los pocos gastos en los que incurría. Cambié mi pobrísimo departamento por una casa lujosa en las afueras de la ciudad, donde exploraba y practicaba guarradas en todos los agujeros de mi jefa y la pasante. La chiquilla no venía al principio porque no tenía permiso de sus padres, aunque bastó una visita a su hogar para cambiar eso.
La empresa no sabía un santo comino del trío que armábamos todos los días en la oficina de la Señorita Rodríguez. Antes de terminar la semana fui junto a la médium con dos mil dólares en mi mano… con sus ojos brillosos me dio el “don mental” para ratos.
Tanto mi jefa como la chica se mudaron a mi lujosa mansión y una vez que entraron no volvieron a salir. Mis órdenes para con ella eran simples; sólo llevarían ropas de fulanas y maquillajes soeces. Tops ceñidos de cuero, falditas y pantaloncillos tan cortos y apretados que se vislumbraban sus traseros, tacos de alturas endemoniadas, etc. Gritaron con saña y enfurecidas cuando vieron las bolsas con sus nuevas ropas que les había traído… pero al par de minutos se vistieron con dichas ropas entre llantos.
Además debían hacer la limpieza, cocina y mantenimiento de la mansión.
Al cabo de un mes ya no ponían resistencias verbales y se prestaban a todo tipo de peticiones mías. Mejor, imposible. Eso sí, se volvieron locas de celo cuando supieron que había elegido a otras tres mujeres como mis nuevas víctimas; Mi ex, su hermana y su madre.
* * *
– ¿Qué haces aquí? – preguntó la madre de mi ex al abrirme la puerta. Una cuarentona que se creía superior al resto del mundo y como ya había dicho, me odiaba con alma y vida.
– Vine a visitar a su hija.
– Ella ya se olvidó de ti… y te aconsejaría que tú hicieras lo mismo. Ahora vete de mi propiedad, inmundicia.
(5 minutos después)
– ¡Carajo Mamá! ¿¡Qué haces!? – gritó la colegiala ni bien entró en la sala. Cayó su mochila al suelo y quedó boquiabierta la nena.
– ¡Hija, no es lo que crees!
– ¿Cómo que no es lo que crees? – dije enojado. Tu madre me la está chupando en tu sofá, niña. ¿No te enseñan esas cosas en el cole?
– ¡Eras el novio de mi hermana Mara! ¿¡Qué haces con mi mamá!?
– Cariño – rogaba su madre sin dejar de lamerme – n-no exageres.
– ¡Voy a llamar a la policía! –gritaba enfurecida la muchachita.
(10 minutos después)
– ¡Santa mierda de todos los cielos! ¡Mamá! ¡Hermanita! – gritó mi ex novia Mara cuando entró en la sala. ¿¡Qué hacen!?
– Ah, Mara – dije con la cabeza recostada en el sofá, gozando del placer-… ¡tanto tiempo!, ¿no? Mira, tu madre me chupa el culo y tu hermanita los huevos… ¿quieres chupar mi verga? Está disponible.
– ¿¡Estás loco!? ¡Hijo de mil putas que te parió! ¿¡Quién te has creído!? ¡No haré nada contigo!
– Entonces… te jodes. – le sonreí.
(10 minutos después)
– ¡Me cago en la virgen! ¡Querida! ¡Hijas! – gritó mi ex suegro cuando entró en la sala. Su maletín cayó al suelo al igual que su orgullo.
– Menuda familia tiene usted, don Cornudo. – dije mientras sus queridas esposa e hijas me la chupaban. – Me llevaré a las tres a mi mansión… serán mis esclavas sexuales.
– ¡Sal de mi hogar ahora mismo, hijo de la putísima madre! – gritaba el hombre, encolerizado y amenazante. Pero bastó una simple orden para tranquilizarlo… al rato nos despidió sonriente hasta la puerta de su casa mientras yo llevaba a mis esclavas en el auto rumbo a mi mansión. Al hombre simplemente le dije que buscara otra mujer y se construyera otra vida.
A diferencia de mis dos putas de la oficina, las tres esclavas tendrían una vida más fuerte. Esa misma noche, se despidieron de sus ropas para siempre. En el medio de la gran sala, a la vista de las celosas Señorita Rodríguez y Luz Mereles, se depilaron sus respectivos coños entre ellas hasta tenerlas completamente rasuradas. Deberíais haber oídos sus quejas y llantos…
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Siguiendo en esa primera noche, contraté a un tatuador para que les grabara sus nuevos nombres de esclavas sobre la zona del cóccix y de paso les introdujera piercings en los labios vaginales y la lengua. Mi ex suegra pasó a llamarse “Vieja Guarra” mientras que su hija menor – o mi ex cuñadita – estrenó su nombre “Putita Viciosa”, follándose con el mencionado tatuador. No quedó atrás mi ex novia Mara, a quien la nombré “Perra en Celo.”
Las tías eran mucho más protestonas que mis putas de oficina, por lo que inmediatamente ordené a mi ex novia y su hermanita que nunca más hablaran. Y por suerte así lo hicieron. A la madre no, me encantaba oírla protestando vanamente, pero luego de unas horas ya ponía rostro de vencida y se limitaba a cumplir su primer mandato; lamer alternativamente los coñitos de sus dos hijas mientras éstas le abofeteaban.
(Días después)
– ¡Pero por favor, te lo ruego, no me deje hacer esto! – me imploraba Vieja Guarra.
– Ya deje de llorar marrana, de rodillas.
Cuando se arrodilló con lágrimas corriéndole como ríos, le puse un collar conectado a una cadena gruesa. Lo enrollé por un retrete y lo aseguré con un candado.
– Bueno, ya sonará la campanilla del receso y pronto vendrán los alumnos del colegio “Sagrada Familia”…
– ¡Es el colegio de mi hija!
– Era… era el colegio de tu hijita, Vieja Guarra. Y sí, estamos en el baño del colegio. He hecho un trato con el director. Sus alumnos te follarán como deseen. Esto será una clase especial de “Educación Sexual”… ya es hora de que usted devuelva un favor a la sociedad, ¿no? Y qué mejor forma que ofreciendo tu cuerpo de puta macizorra a esos chavales.
– ¡No! ¡Haré lo que me pidas en tu mansión! ¡Pero aquí, en público… no!
– Te jodes… y a partir de ahora, no volverás a pronunciar una palabra. Joder con ustedes. Vendré dentro de un par de horas, debo recoger a Putita Viciosa del baño del hogar de Ancianos y luego a Perra en Celo, del baño del campamento de indígenas que está asentado en la ciudad.
* * *
Un domingo vi a Vieja Guarra gatear como una perra a mi alrededor mientras yo leía un periódico, era su particular estilo de pedir una culeada ya que al igual que sus dos hijas, no podía pronunciar palabra alguna y debía ingeniárselas. No me apetecía la mujer ésa, así que sus hijas Putita Viciosa y Perra en Celo se encargaban de ponerse un arnés cada una, con una polla terrible para darle por el culo una y el coño otra, frente a mí. No debían parar de bombearla con fuerza hasta hacerla llegar, haciéndola berrear como cerda al menos cinco veces. Si no, Vieja Guarra no se tranquilizaba.
A lo que iba, me pareció una visión morbosa su cuerpo de cuatro patas y decidí que de ahí en más, las tres andarían sólo y únicamente como perras.
Era orden de todos los días el sesenta y nueve lésbico entre mi suegra y cualquiera de sus hijas, besos negros que duraban horas y el ya mencionado uso de los arneses con penes de plásticos terribles. Al principio se mostraban rebeldes porque tenían prejuicios sobre las relaciones filiales; luego de follar como marranas, lloraban a moco tendido porque la culpa las carcomía pero con el tiempo y más un fuerte proceso de emputecimiento, terminaron acostumbrándose a sus nuevas vidas.
Quedaba claro que yo no les tenía mucho aprecio a las tres, les entregaba a algunos amigos que venían a visitarme y a cederles a algunos directores de películas porno duro con los que había contactado. A los directores les encantaba filmar a Vieja Guarra y Perra en Celo en escenas lésbicas filiales donde se metían dedos y lengua en todos los agujeros, o eran triplemente penetradas por unos negros, mostrando incluso sus DNI durante las películas para demostrar que eran familiares. Joder, hice millones con ellas y los gasté en nuevos autos y la remodelación mi mansión. Los directores siempre me pedían por Putita Viciosa, pero ella era la única con el culo virgen y no quería arriesgarme entregándoselos.
Mis dos putas, la Señorita Rodríguez y Luz Mereles no se terminaban de acostumbrar con mis tres esclavas, siempre causaban alguna que otra peleílla producto de los celos. Pero en líneas generales, la vida en mi mansión era deliciosa.
Pasado un tiempo me asusté de lo ultrajadas que estaban las tres, sus cuerpos antes perfectos estaban tan gastados. Los alumnos le daban duro a Vieja Guarra todos los días y eso se notaba. Por otro lado, los abuelos del hogar de ancianos destrozaron el antes virgen culito de Putita Viciosa y ésta siempre andaba llorando por mi mansión de los dolores. Me molestó saber que le rompieron el culo antes que yo… por otro lado, Perra en Celo era otra de las que lloraba como para morirse, en la alta sociedad donde antes vivía, no se follaba con indígenas y ella se echaba cuatro a cinco polvos por día con éstos en el asentamiento… la conciencia la mataba.
* * *
Con el correr de los días las cosas fueron empeorando. Mi equipo fue acusado de comprar árbitros y lo condenaron a la segunda. Eso lo supe tarde, sino hubiera hecho hasta lo imposible para evitar esa resolución. Los árbitros también fueron expulsados de la asociación de fútbol. Mientras, en el mundo, la Juventus de Italia había sido condenada a la segunda división más alguna “quema” de árbitros por supuesta manipulación de resultados. ¡Joder, todo era culpa mía!
La empresa donde antes trabajaba pintaba a la bancarrota… es que el edificio parecía más bien un burdel, lleno de orgías y vacío de responsabilidades gracias a mí. Marchas y piquetes en mi ciudad, protestando por las arbitrarias desiciones del gobierno… que no eran sino mis desiciones.
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El mundo seguía sufriendo las consecuencias de mis decretos; La situación del medio oriente volvió a causar problemas, la crisis con Corea del Norte, quema de autos en Francia, elecciones presidenciales dudosas alrededor del mundo, “Los 4 Fantásticos”, “Spiderman 3” y demás desastres… ¡no podía cargar tanta culpa!
Al cabo de unos meses el mundo estaba hecho una calamidad. Salí del encierro de mi hogar para ver las calles pues las televisoras no emitían ninguna transmisión desde que una guerra civil estalló hacía unos días. Fui tomado de los brazos con mis dos putas y éstas arrastraban por las correas a mis tres esclavas desnudas que sólo caminaba de cuatro patas.
– ¡Ostras! ¡Qué terrible todo esto! – exclamó Luz que sostenía por una correa a las hijas de Vieja Guarra. – Mira, Putita Viciosa, ¿qué te parece nuestra ciudad? – Putita Viciosa tenía la boca abierta, sorprendida ante el panorama. Si tan sólo supiera hablar.
– Oye mocoso… digo, Amo – me susurró la señorita Rodríguez, quien arrastraba por una correa a Vieja Guarra – ¿por qué nos has permitido salir de la mansión?
Pero yo estaba enmudecido ante lo que veía;
Calles desiertas, papeles revoloteando en la soledad, autos chocados, abandonados, incendios en algunos edificios y el cielo negro gracias a la humareda. Algunos que otros vándalos robándose lo que aún sobraban en las tiendas desmanteladas. Miré a Vieja Guarra y Putita Viciosa… y estaban empezando un sesenta y nueve en plena calle, ya no hacía falta darles órdenes, alcanzaron un grado de emputecimiento tan extremo que no les daba vergüenza el sexo filial como en un principio. Luz y la Rodríguez soltaron sus correas y las dejaron con sus guarradas mientras yo me dirigía al medio de la calle infernal.
¿Qué había hecho? Ya decía yo que fabricar dinero para luego repartirlo iba a causar inflación… ¿¡En qué pensaba!? El abaratamiento de costos de algunos productos sólo trajo más confusión y crisis en los sectores… todo el pandemónium, las guerras civiles, las marchas y protestas… ¿¡Qué había hecho con mi mundo!? Ahora sólo quedaban calles vacías.
– ¡Putas! – llamé a mis cinco mujeres. Se presentaron todas en el medio de la calle donde yo estaba.
– ¿Qué pasa ahora? ¿Tienes más guarrerías en mente, mocoso pervertido? – preguntó la Rodríguez.
– ¡Ostras! – se sobresaltó Luz – ¡Recuerda que Putita Viciosa debe descansar su culo porque lo tiene roto! ¡Y a mí aún me duele mi coño desde que me reventaron con el arnés! ¡Qué asco todo esto! ¡Asco!
– ¡Cállense, joder! A partir de ahora sois libres… sí, sí, ustedes tres ya pueden caminar como personas, pueden hablar y también volver a utilizar ropas, ¿estamos? Y ustedes dos, sois libres también.
– ¿Y adónde te vas tú?
– Voy a intentar arreglar todo este embrollo. – Avancé por aquel infierno rumbo a la zona donde trabajaba la Médium, aunque cuando volví mi vista hacia las calles para ver a mis mujeres, me di cuenta que ellas no se habían movido.
– ¿Que no escucharon? ¡Son libres!
– Pero… ¿qué vamos a hacer? Me estaba gustando la vida en la mansión, mocoso pervertido.
– ¡Ostras! ¡A mí también! ¡Y creo que Putita Viciosa, Perra en Celo y Vieja Guarra también se acostumbraron a sus vidas como perras! ¡Míralas, se rehúsan a actuar como humanas!
– Joder, tenéis el cerebro frito. Todo por mi culpa…
Alguien tocó mi hombro de manera repentina, giré mi vista y sólo vi un puño que paró en mi rostro. Caí en la calle, lo último que vi fue oscuridad, todo quedó silencioso.
* * *
– Despierta… – sonó una voz ronca. Me pareció familiar. Abrí los ojos y frente a mí estaba la mesita redonda con la bola de cristal… levanté la vista y ahí se encontraba la médium.
– Perdón por el golpe – dijo ella – pero no tenía otra alternativa para traerte aquí. Todo fue mi culpa, ofrecí otorgar el “Don del pensamiento” porque estaba necesitada de dinero… ¡y sólo lo iba a hacer por una semana! Pero viniste tú con tus miles de dólares y terminé dándote el don para ratos.
– Señora Yoda… ¿y mis putas?
– Te están esperando afuera… ¿qué les has hecho? Se han encariñado contigo y se rehusan a volver a ser libres. Nunca había visto algo similar.
– Sí, mis putas son especiales. – sonreí.
– Bueno, a lo que iba… te he retirado el don mental. Era lo mejor, ¡destrozaste el mundo con tus desiciones infantiles!
– ¡Joder, gracias Obi-Wan. Era justamento lo que deseaba!
En la habitación habían entrado mis cinco putas. Luz y mi la Rodríguez venían arrastrando por las correas a las otras tres. Fue mi ex jefa quien me miró con sorna;
– Así que tú tenías una habilidad para dominar las mentes, mocoso. ¿Ya no tienes el poder?
– ¡No, no, la médium ésta me libró de esa maldición!
– Calla. – cortó la joven Luz. – Ahora desnúdate ante nosotras.
– ¿Qué? No me hagan reír, fulanas. No voy a desnudarme.
– ¿Y por qué te estás desnudando?
– ¿Pero qué pasa, furcias? ¡Yoda!, ¿por qué estoy obedeciéndolas?
– Ah, sí – cortó la médium, sonriente en su asiento, tocando su bola de cristal y contemplando mi sexo que colgaba a la vista de todas – les he dado el “Don del Pensamiento” a estas dos encantadoras mujeres. Ellas se encargarán de enderezar el mundo… y a ti.
– ¡Apúrate en ponerte éste collar. Iremos a la mansión donde te espera un tatuador! – dijo Luz guiñándome. – Tendrás una nueva vida a los pies de Ama Rodríguez y Ama Luz. Pero no estarás solo, las tres perritas te harán compañía. ¡Ostras, será delicioso!
– ¡No, no, no! Ni se les ocurra… ¡Putas locas!
– ¿Cómo lo decías tú, mocoso pervertido? – dijo la Rodríguez, escrutando sus brillantes ojos pardos en mi vista aterrorizada y meneando su cuerpo de grandes ligas enfundado en esa ropa de puta; Ah, sí… te jodes.
– Deliciosa Venganza –
Si quieres hacer un comentario directamente al autor: chvieri85@gmail.com
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Relato erótico: “Historias de ascensor 01: Te mentí…” (POR TALIBOS)

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HISTORIAS DE ASCENSOR 01: TE MENTÍ…
–          Francisco, pásate por mi despacho un poco antes de salir, a las menos cuarto más o menos – me dijo Gloria, la jefa.
Sin-t-C3-ADtulo31Olé. Ya estaba. Dos años de trabajo de esclavo en la agencia de publicidad por fin habían dado fruto. La jefa iba a cumplir lo prometido y me iba a ofrecer un contrato fijo. Ya estaba bien de contratos de mierda de aprendiz, de becario, de estudiante… de puta para todo, vaya.
Aún recordaba con cuanta ilusión había comenzado a trabajar en la agencia dos años atrás, para encontrarme de bruces con la realidad. Cuántos cafés servidos, cuántas fotocopias hechas antes de que me permitieran trabajar en aquello que había estudiado, antes de poder mostrar mi talento.
Pero había merecido la pena. Meses atrás Gloria me había encargado un trabajo: colaborador junior en una importante campaña publicitaria. Madre mía, jornadas de 12 horas en el curro, para después continuar trabajando en casa. Sin vida social, sin poder ver a mis amigos, sin salir a divertirme…
Había sido un infierno, pero la campaña había sido un éxito y por fin Gloria iba a cumplir su palabra y la empresa me iba a contratar como publicista. La cosa iba a cambiar: ahora sería yo el que dispusiera de becarios a los que explotar, el que se marchara todos los días a su hora para casa, mientras los demás pringados echaban horas extra, el que iba a ganar pasta gansa por disponer de porcentaje de ganancias en las campañas…
Podía sentir en mi espalda las miradas de envidia de mis compañeros… por fin abandonaba el rebaño de los borregos y me iba a convertir en el pastor, ya no tendría que aguantar que el imbécil de Mario me mandara hacer todos los recados que se le ocurrían aunque yo estuviese hasta el cuello de trabajo y por fin podría borrar la sonrisilla condescendiente del careto de Espe, la puta secretaria del dueño de la agencia, que nos miraba con aire de perdonavidas a todos los pobres curritos de la agencia.
Y lo mejor… iba a trabajar codo con codo con Gloria, de igual a igual con el pivón más impresionante de la agencia… y por allí pasaban muchas modelos, ya saben.
Cómo estaba la tía… morena, ojos verdes, medidas de infarto, y con esa sensual manera de vestir, siempre con trajes sastre, faldas entalladas, dando imagen de jefa responsable de cara a la galería… pero con ropa de secretaria porno en mi calenturienta imaginación…
La de veces que había fantaseado con encalomármela a lo bestia, allí mismo, en el trabajo. Entrar en su despacho, barrer todos los papeles de su mesa de un manotazo, retreparla en la mesa, subirle la falda y clavársela hasta el fondo…
Aquel viernes iba a pasar a la historia, iba a firmar el contrato… iba a irme a mi casa… iba a llamar a mis colegas… iba a salir de juerga… iba a cogerme la borrachera más grande desde los tiempos de Boris Yeltzin…
¡¡¡¡¡Y UN MOJÓN!!!!!…………………………………………………….
A las dos y media de la tarde, con la oficina completamente vacía me encontraba en mi cubículo vaciándolo con expresión perpleja (con cara de gilipollas para los de la LOGSE) sin acabar de creerme lo que acababa de pasar.
Gloria, la muy cabrona, había esperado adrede a última hora para convocarme a su despacho, así la oficina se quedaba vacía y yo no podría montarle una escena delante de los compañeros. Allí sólo quedábamos ella, yo y Esteban, el viejo guarda de seguridad que se encargaba de cerrar las oficinas… y con mi suerte, seguro que si llego a montarle algún pollo a la jefa, el vejete de manos temblorosas era capaz de pegarme un tiro.

La madre que la parió. Me había despedido… bueno, eso no es exacto, en realidad “se había decidido la no prorrogación de mi relación contractual con la empresa, toda vez que se trataba de un acuerdo hasta final de obra y servicio y ésta ya había terminado”.

Vamos, que como conforme a la ley ya no era posible seguir haciéndome contratos temporales, pues habían pensado que era más beneficioso para la empresa echarme a la puta calle antes que hacerme fijo con la correspondiente subida de sueldo. Con mi salario podrían contratar a otro gilipollas recién salidito de la escuela al que podrían darle igualmente la patada tras 2 años de cruel explotación, mangoneo y humillación.
En resumen, que además de puta… apaleada.
En estado de shock, repasaba mentalmente la entrevista que acababa de tener con Gloria, recordando cómo me había manipulado, cómo me había utilizado en los últimos meses, usando su atractivo físico para tenerme de perrillo faldero, atento a cualquier cosa que ella necesitara, ofreciéndome siempre voluntario para todas las tareas chungas de la campaña, pensando, imbécil de mí, que aquello me haría ganar puntos para lograr el contrato…
Estaba cada vez más rabioso, enfadado conmigo mismo por haber sido tan inocentón, pero sobre todo con ella, por perra y manipuladora. Y lo que más me cabreaba eran sus palabras cuando le recordé su promesa de hacerme fijo en la empresa:
–          Te mentí – me dijo lisa y llanamente la muy puta mientras me miraba con aires de superioridad, como si no entendiera cómo un capullo como yo podía siquiera soñar con aspirar a trabajar junto a una elegida de los dioses como ella.
Cabreado, seguí metiendo mis tristes pertenencias en una caja de cartón de Ikea. Los muy cabrones, ni se habían dignado en hacerme un regalo de despedida, sólo una puta caja de cartón que cogí del almacén de material… y encima había tenido que montarla yo.
Los muy puercos… incluso me había dicho que, con el fin de no tener que pagarme las vacaciones no disfrutadas, me daban 2 semanas libres en las que seguiría cobrando el sueldo, pasadas las cuales podía pasar por la gestoría a firmar el finiquito. ¡Y lo había dicho con una sonrisa en los labios! ¡Como si me estuviera haciendo un favor!
Poco a poco fui calmándome, a medida que lo abrumador de la situación me fue superando. Madre mía, otra vez al paro… y con lo jodida que estaba la cosa… A punto de echarme a llorar, acabé de meter los pocos objetos personales que había acumulado en mi mesa y cerré la caja. Con un súbito ataque de melancolía, eché un último vistazo a mi alrededor, mirando por vez última el sitio donde había pasado la mayor parte de los últimos dos años, consciente de que, al final, todo el esfuerzo y el trabajo no habían servido para nada.
Apesadumbrado, caminé arrastrando los pies hacia la salida de la agencia, sin apenas prestar atención a lo que había a mi alrededor, cargando con la maldita caja de cartón en la que se agolpaban las fotos, agendas y las cuatro putas mierdas que podía decir que eran mías. No quise ni llevarme un triste boli que perteneciera a la empresa; no iba a darles el gusto de decir que había cogido algo que no fuera mío.
Como un zombie, llegué al rellano de la escalera, y me quedé contemplando el cartel de “AVERIADO” que había en la puerta de uno de los dos ascensores.
–          Como siempre – pensé – No sé por qué me preocupo tanto. Esto es lo mejor que me podía pasar. Abandonar esta cutre agencia de mierda que no tiene pasta ni para instalar un ascensor que funcione.
Con total desgana, alargué una mano y pulsé el botón de llamada del otro ascensor, provocando los típicos chirridos y crujidos que indicaban que el cacharro se ponía en marcha. Por suerte, el ascensor tardó poco en venir, pues a esas horas estaba libre ya que, siendo un edificio de oficinas, a las tres de la tarde de un viernes no pillabas allí ni al Tato.
Justo entonces, escuché unos tacones a mi espalda resonando en el suelo enlosado. Me giré para mirar, aunque estaba bastante seguro de quién era su dueña. Al hacerlo, mi mirada se encontró con la de Gloria, que llevaba unos papeles en las manos, por lo que hasta ese instante, no se había apercibido de mi presencia.
–          ¡Oh! Aún estás aquí… – dijo con voz un tanto incómoda.
–          Tenía que recoger las cosas de mi mesa – respondí.
En ese momento, la puerta del ascensor se abrió. Lentamente, entré en él y me di la vuelta para pulsar el botón, encontrándome con que mi exjefa no se decidía a entrar.
–          Vamos, Gloria – dije dando un suspiro – que no te voy a comer. El otro ascensor está roto y ya sabes lo lentísimo que es este cacharro. Te vas a quedar esperando por lo menos cinco minutos entre que este trasto baja y vuelve a subir. Y a patita son 12 plantas de escalera con esos tacones.
Aún dudando, Gloria se miró los pies, como para verificar que yo había dicho la verdad y llevaba tacones puestos (gilipollas). Se veía incomodísima con la situación, podía leer perfectamente en sus ojos lo que estaba pensando su cerebrito: que cómo había podido ser tan tonta de no darse cuenta de que yo estaba esperando el ascensor. Si hubiera estado atenta se habría podido ahorrar aquella violenta situación.
Por fin, pareció armarse de valor y asintió con la cabeza. Entró en el ascensor y yo me retiré hasta el fondo, apoyándome en el espejo que había, mientras ella me daba la espalda quedándose junto a la puerta, sin duda rezando para que el trayecto fuera lo más rápido posible y que yo no me volviera loco y le dijera algo que la hiciera pasar vergüenza.
 Gloria pulsó el botón del sótano (teníamos nuestros coches en el garaje) y el cacharro se puso en marcha con un crujido. Lentamente, comenzamos a descender, ambos en silencio, sin ganas de decirle absolutamente nada al otro. Por un momento consideré la posibilidad de montarle una escena, pegarle cuatro gritos y acojonarla un poco, pero con mi suerte, seguro que sacaba un spray anti-violación del bolso y me daba una buena rociada. Aquella puta tenía pinta de llevar uno seguro y yo sabía que no le daría ningún escrúpulo utilizarlo.
Pensando gilipolleces semejantes, me dediqué a observar su prieto culito enfundado en aquella faldita entallada que tan bien dibujaba sus curvas. Como estaba de espaldas a mí, podía contemplarla a mi antojo sin que se diera cuenta, aunque a esas alturas me importaba una mierda que se diera cuenta o no.
¡Joder, qué culo! Los cachetes se dibujaban perfectamente, apretando y tensando al máximo la negra tela de la falda. Si tuviera cojones, lo ideal sería aprovechar la postura y agarrarle los mofletes con las manos. Aunque me llevara una ostia, que después me quitaran lo bailado. O mejor, agarrarle la tetas por detrás, seguro que no se esperaba algo como eso y podría incluso arrancarle la blusa de un tirón y dejarle las domingas al aire.
Con semejantes pensamientos el viaje hasta el sótano se me hizo más corto que nunca (y eso que duraba cerca de 2 minutos, cronometrado por mí y por un compañero en cierta ocasión) hasta que por fin, el  display de la pared marcó -1.
Justo entonces, se escuchó un monumental crujido y el ascensor pegó un brinco. Pareció detenerse y, de repente, se hundió un poco, dando una especie de bote.
–          ¡Ahhh! – Gloria profirió un gracioso gritito, tirando el bolso y todos los papeles que llevaba por los suelos y se volvió hacia mí, mirándome con ojos desorbitados.
Yo, más acostumbrado a los caprichos de aquel viejo cacharro, no me alteré en absoluto y mi lado altruista y magnánimo me hizo intentar tranquilizar a aquella zorra, aunque no se lo mereciera en absoluto.
–          No te preocupes – le dije – ya estamos abajo; habrá sido un fallo del motor. Como esta mierda es tan vieja…
–          ¿Y por qué no se abre la puerta? – me respondió con los ojos como platos.
¡Coño, la verdad es que tenía razón! Las puertas seguían cerradas, a pesar de que el display indicaba que habíamos llegado al sótano. Fue entonces cuando me fijé que el -1 que aparecía en la pantallita temblaba, como dudando en si marcar -1 o -2.
–          ¡Joder! – exclamé, me parece que a este cacharro le han fallado los frenos y nos hemos pasado de planta.
–          ¡PERO, ¿CÓMO COÑO VA A PASAR ESO? ¡SI NO HAY MÁS QUE UNA PLANTA DE SÓTANO! – aulló Gloria con expresión aterrorizada.
–          Mira, tía, a mí no me chilles – le espeté bastante cabreado – En el hueco del ascensor queda siempre un espacio, para que entren los técnicos y eso. Ahí es donde están los amortiguadores. Seguro que el bote de antes fue porque estamos apoyados sobre ellos.
La chica se había quedado paralizada, no atinó ni a contestarme. Intuitivamente, comprendí que aquella mujer debía sufrir de claustrofobia, pues si no, no se explicaba tanto follón por quedarse encerrada en el ascensor. Me sorprendió un poco que Gloria, habitualmente tan fría, tan dura, tan segura de sí misma, tuviera una debilidad tan común (y tan intensa), pero la verdad es que me importaba un huevo y lo único que quería era salir de allí.
–          A ver, aparta, que voy a intentar abrir la puerta.
La mirada de loca agradecida que me dirigió me estremeció, hasta me compadecí de ella y todo a pesar de lo que me había hecho. Decidido, dejé la caja con mis cosas en el suelo y aferré las hojas de la puerta, tratando de separarlas. Mis músculos (no demasiado fuertes) se tensaron bajo mi camisa mientras yo apretaba los dientes por el esfuerzo… Nada, las puertas no se movieron ni un centímetro.
–          ¡Joder! – exclamé – ¡Qué duro va esto! ¡Esto no hay quien lo abra!
–          ¡APARTA DE AHÍ! – chilló Gloria empujándome a un lado.
Como loca, se colocó en mi lugar y forcejeó con las puertas, tratando de introducir las uñas en la ranura que quedaba entre ambas. Cuando se convenció de que no iba a lograr nada, se puso histérica y comenzó a dar golpes y patadas en la puerta, gritando pidiendo auxilio.
–          ¡SOCORRO! ¡EEEHHHHH! ¡ESTAMOS ATRAPADOS EN EL ASCENSOR! ¡SACADNOS DE AQUÍ!
–          Sí, sí, tú grita, puta – pensé – Que a estas horas de un viernes va a venir Superman a sacarte.
 Un poco aturdido y soliviantado por los gritos (hasta los cojones de tanto chillido para los de la LOGSE), la agarré por los hombros y la obligué a volverse hacia mí. Pensé en calzarle un par de buenas ostias, que según sale en las pelis es mano de santo para curar el histerismo, pero mi caballerosidad innata provocaba que me resultara incómodo pegar a una mujer, así que me limité a agitarla con fuerza tratando de que se calmara.
–          ¡Deja ya de dar golpes, que estamos en el sótano y no te va a oír nadie! ¡Usa el puto telefonillo, cojones!
El ascensor, como ahora obliga la normativa, tenía instalado un comunicador con la central de emergencias (me parece que con la de la empresa de ascensores) y bastaba con pulsar el botón 5 segundos para establecer comunicación con ellos (o eso decía el cartelito que había junto a los botones). Por desgracia, aquello no bastó para tranquilizar a la tía.
–          ¡ESA PUTA MIERDA NO FUNCIONA! ¡EL MES PASADO CUMPLIÓ EL CONTRATO Y LA JUNTA AÚN NO HA DECIDIDO RENOVARLO! ¿TE CREES QUE SOY GILIPOLLAS O QUÉ? – me aulló en la cara.
Joder, menuda empresa de mierda, en menudo edificio de mierda, rodeada de menudo montón de empresas de mierda era la agencia en la que había estado trabajando. Serían cutres. Tendría que haber probado los malditos extintores antes de salir de la oficina. Seguro que estaban todos vacíos y habría podido denunciarles por incumplir la normativa de seguridad en el trabajo.
–          Pues usa el maldito timbre de llamada – dije, encogiéndome de hombros – Esteban debe andar por ahí y a lo mejor lo oye.
Una repentina luz de esperanza brilló en los ojos de Gloria que, de un tirón, se libró de mí, abalanzándose sobre el cuadro de botones. Como una fiera, hundió su dedo índice en el botoncito amarillo con una campanita dibujada (ya saben cual), y una especie de sirena parecida a un pollo esquizofrénico comenzó a atronar en el ascensor.
–          ¡PIOPIOPIOPIOPIOPIOPIOPIOPIPIOPIO! – resonaba la alarma.
–          ¡SOCORROOO! ¡AYUDAAAA!  – aullaba la loca, con el dedo blanco por la fuerza con que apretaba el botón.
Yo, tapándome los oídos con las manos para proteger mis tímpanos del ruido, intenté (sin éxito) calmarla un poco.
–          ¡Gloria! – grité tratando de hacerme oír por encima de la barahúnda – ¡Que te lo vas a cargar!
Joder, si llego a saber antes que tenía dones proféticos hubiera jugado más a la Primitiva. En cuanto hube dicho esas palabras, al pollo le dio un infarto y se quedó mudo.
–          ¡PIOPIOPIOPIOPIOOOGUAJ…………!
Gloria, ya histérica del todo, comenzó a pulsar una y otra vez el botón, tratando de que volviera a chillar.
–          ¡VAMOS CABRÓN DE MIERDA, SUENA! ¡SOCORROOOOO!
–          Sí, tú dale, dale, que así lo vas a arreglar – dije yo, aunque no creo que ella me oyera.
Siguió chillando y dando golpes por lo menos diez minutos más. Yo, ya bastante cansado de tanto jaleo, me senté en el suelo y me apoyé en una pared, meditando sobre nuestra situación. Al principio yo también esperaba que el viejo Esteban alcanzara a escucharla pero, cuanto más tiempo pasaba, más comprendía yo de que el tipo debía haberse instalado ya en su cuartito de la planta baja, tras haberse asegurado de que las oficinas estaban cerradas y estaría ya viendo la mierda de programación de Tele 5, como yo sabía que hacía en cuanto se vaciaba el edificio. Entre sus obligaciones estaba hacer la ronda un par de veces, pero, estando solo y sin supervisión, quién coño sabía si la haría o no. Y si la hacía ¿para qué cojones iba a bajar al sótano, si allí no había nada?
Aburrido, saqué mi móvil del bolsillo, sólo para comprobar lo que ya sabía; dentro de aquel ascensor no había cobertura. Si habitualmente ya era mala en todo el edificio, ni les cuento cómo era dentro del ascensor, enterrado en lo más profundo del sótano. Al verme, Gloria se abalanzó sobre su bolso y, como loca lo registró en busca de sus dos (el personal y el de empresa) teléfonos móviles. Y una mierda. Ni gota de cobertura. Asustada, arrojó los teléfonos al bolso y volvió a reanudar sus golpes contra la puerta.
Poco a poco, fui haciéndome a la idea de que íbamos a tardar en salir de allí y, al parecer, mi forzosa compañera también, pues cada vez gritaba menos y golpeaba con menos ganas. Por fin, siguió mi ejemplo y se sentó en el suelo, apoyándose en la puerta del ascensor, cosa nada fácil debido a la falda que llevaba. Se abrazó las rodillas y comenzó a sollozar, meciéndose levemente adelante y atrás.
Aquello me conmovió un poco, pero enseguida otro tipo de pensamientos  ocuparon mi mente. Para poder sentarse con aquella falda había tenido que subírsela un poco, por lo que una pequeña parte de sus muslos quedaba expuesta, deliciosamente enfundados en unas medias negras con pinta de caras.
Así funciona la mente masculina, era perfectamente posible que me viera obligado a pasar unas cuantas horas encerrado en un ascensor (hasta que en mi casa me echaran en falta), sin agua ni comida, y me distraía pensando en lo buena que estaba la puta que acababa de despedirme.
La verdad es que Gloria me daba un poco de pena, la poderosa mujer de negocios reducida a una triste criatura sollozante, pero su voz todavía resonaba en mi cabeza, diciéndome:
–          Te mentí… – Justificando con dos simples palabras, la gran putada que me habían hecho.
Fue justo entonces cuando se hizo la luz y la inspiración me inundó de golpe. Mis pupilas se dilataron ante la brillante idea que se me había ocurrido. Me acordé de la charla que había tenido un par de meses atrás con Raúl, un amigo que había estudiado Ingeniería Industrial.
–          Espera, Gloria – dije – Acabo de acordarme de algo.
No me hizo ni caso y siguió abrazada a sus rodillas, meciéndose obsesivamente.
–          Quizás sea capaz de abrir la puerta – continué.
Al decir esto, logré captar por fin la atención de la chica. Bruscamente, clavó su mirada en mí, haciéndome estremecer por la cara de loca que tenía.
–          ¿Cómo? – exclamó con ansia – ¿Qué dices?
–          Recuerdo que un amigo me contó que es posible abrir estos ascensores desde dentro, si se sabe cómo. Por lo visto tienen un seguro interior para evitar este tipo de incidentes. Es sólo cuestión de soltarlo y las puertas quedan sueltas, con lo que se puede abrir con las manos.
–          ¿En serio? – dijo incorporándose – ¿Y a qué esperas?
Mientras hablaba, tironeaba de mi brazo, tratando de obligarme a ponerme en marcha.

Obediente, me puse en pié y me aproximé a las puertas.

Justo encima de las mismas, había un embellecedor medio suelto. Con un par de certeros golpes, logré soltarlo y quitarlo, dejándolo en el suelo. Apareció un amasijo de cables eléctricos, que yo examiné con aire entendido. Por fin, di con la clave.
–          ¡Ah! – exclamé – Ahí está.
–          ¿Ya sabes cómo abrirla? – exclamó Gloria con gran ilusión.
–          Sí, ya he visto el mecanismo. Se trata simplemente  de cortar el manguito del cierre hidráulico de las puertas. Con eso se suelta el cierre y las puertas pueden abrirse.
–          ¿Y a qué esperas? – repitió – ¡Hazlo!
–          Bueno… – dije titubeante – Falta una pequeña cosa.
–          ¿El qué? ¡Dime! – respondió ella, expectante.
Tras hacer una pequeña pausa dramática (siempre he sido muy amante de los efectismos) le espeté:
–          Que me hagas una buena mamada…..
Juro que me costó horrores no descojonarme de la risa al ver cómo su expresión pasaba de la ilusión y alegría más desbordantes a la estupefacción más absoluta.
–          Pero… ¿qué…? – atinó a balbucear.
–          Creo que me has oído perfectamente. Quiero que me la chupes aquí, en este ascensor, para que me lleve al menos un buen recuerdo de esta maldita empresa. Te has pasado dos años chupándome la sangre y ahora, como fin de fiesta, quiero que me chupes otra cosa.
–          Pero ¿qué coño te crees gilipollas? – escupió con furia – ¿Te crees que voy a chupar tu… tu asquerosa polla sólo para salir de aquí?
–          Bueno…  pienso que sí, pero, si no quieres, no hay problema. Hacemos otra cosa.
–          ¿El qué? – exclamó ella con sequedad, supongo que barruntándose mi respuesta.
–          Podemos quedarnos aquí sentaditos hasta que la peña regrese el lunes. Aunque sin comida ni bebida lo tenemos algo chungo.
–          Hijo de puta – siseó Gloria, con el odio refulgiendo en su mirada.
–          Y no hablemos de cuando tengamos que mear – dije agitando la cabeza – Yo todavía podré apañarme, pero lo tuyo va a ser un espectáculo.
Las películas dirán lo que quieran sobre dar ostias para quitar el histerismo, pero les aseguro que el cabrear a la gente es un remedio muchísimo mejor.
–          Te crees muy listo, ¿verdad? – dijo sonriendo – Pero ahora que sé que se trata de cortar un cablecito puedo hacerlo yo misma.
–          ¿De veras? – respondí con suficiencia – ¿Y sabes cual de todos es el que tienes que cortar?
–          Me importa una mierda. Si hace falta los arranco todos.
–          Ya – respondí asintiendo – Y con 1,65 que mides ¿cómo vas a llegar hasta los cables? Porque si crees que te voy a aupar sin algo a cambio… Y el precio ya lo sabes…
Joder. Qué gustazo. Borrar de un plumazo su expresión chulesca fue un placer difícil de olvidar. Poco a poco percibí como el brillo del miedo volvía a asomar en sus ojos.
Bruscamente, Gloria se puso en pié y se arrojó contra la puerta, dando torpes saltitos intentando alcanzar los cables. Tras uno de ellos, pisó mal con los tacones por lo que cayó al suelo con estrépito, quedando de rodillas, la cabeza hundida contra el pecho.
Pronto, su cuerpo se estremeció con los sollozos, mientras yo permanecía de pié a su lado, inconmovible.
Seguimos así unos minutos, mientras ella se hacía a la idea de cómo estaba la cosa. A medida que la situación penetraba en su mente, los sollozos disminuían de intensidad, con lo que comprendí que estaba a punto de salirme con la mía. Un escalofrío mitad excitación y mitad expectación recorrió mi columna.
Por fin, Gloria alzó la cabeza y clavó en mí sus ojos llorosos. La verdad es que estaba muy guapa a pesar del llanto.
–          Eres un cabrón – me dijo mientras se derrumbaban sus últimas defensas.
–          Pues anda que tú – respondí – Dos años, hija de la gran puta, dos años esclavizado en esta puta agencia mientras me mentías prometiéndome un contrato. He tragado mierda por un tubo… y ahora te toca a ti tragarte otra cosa.
–          Hijo de puta.
–          Sí, eso ya lo has dicho. Y bien, ¿nos ponemos a ello o me siento otra vez a esperar que nos rescaten?
–          …………………………..
–          O si lo prefieres puedes empezar a gritar y a dar porrazos otra vez, aunque te noto un poquito afónica – (era verdad).
Aún tardó un par de minutos en ceder, pero, por fin el miedo pudo más que sus escrúpulos.
–          Está bien – concedió – Al menos espero que no le cuentes esto a nadie.
Aquellas sencillas palabras consiguieron que mi pene comenzara a endurecerse dentro del pantalón. No podía creerlo, mi jefa iba a chuparme el nabo (bueno, exjefa, pero quien pensaba en esos detalles).
A regañadientes, Gloria se agachó frente a mí, mientras mi corazón amenazaba con salírseme por la boca de puro nerviosismo.
–          Vamos, sácatela – dijo Gloria evitando mirarme.
–          De eso nada, nena – respondí – Tú te encargas de todas las operaciones. Yo me dedico sólo a disfrutar del momento.
La chica me miró con un acerado brillo de odio en los ojos. Un escalofrío me recorrió la columna, al imaginarme que ella decidiera vengarse de mí cuando tuviera mi polla en la boca. Sacudiendo la cabeza para librarme de esos tétricos pensamientos, le metí un poco de prisa.
–          Aligera, Gloria. Que es para hoy. Y esa polla no se va a chupar sola.
Ella siseó una respuesta cortante, “hijo de puta” creo. Pero no estoy seguro al cien por cien.
Por fin, la chica se acuclilló delante de mí y llevó las manos a la bragueta. Al abrirla, se topó con un bulto ya bastante notable apretado contra la tela del slip. Con manos expertas (se notaba su profundo conocimiento en esas lides), Gloria sacó a mi pequeño general de su encierro, que quedó enhiesto mirando al techo del ascensor mientras la chica le daba unos suaves apretones, para lograr la máxima excitación.
Un tenue rubor teñía las mejillas de Gloria, lo que le confería un aspecto si cabe todavía más erótico. Sus ojos estaban clavados en mi falo y pude detectar un ligero brillo de admiración en su mirada, lo que provocó que mi ego alcanzara las más altas cotas de orgullo masculino. No me malinterpreten, no la tengo como un actor porno, pero no estoy nada mal equipado.
–          Venga, ¿a qué esperas? – la exhorté.
Gloria aún dudó un segundo más antes de decidirse a actuar. Incluso ese segundo se me hizo eterno, hasta que, finalmente, sus labios se entreabrieron para recibir mi ardiente barra entre ellos.
Un ramalazo de placer sacudió mi cuerpo cuando la boquita de zorra de mi exjefa se apoderó de la punta de mi instrumento. Sentir cómo mi verga se deslizaba entre sus carnosos labios me produjo tal placer que la cabeza me daba vueltas. Como pude, mantuve los ojos abiertos, para no perderme detalle de la mamada.
Gloria, queriendo acabar con rapidez, había atrapado la punta con la boca, mientras que su mano derecha me pajeaba el falo con intensidad, para provocarme un orgasmo veloz, y claro, yo no estaba dispuesto a permitirlo.
–          Pero, ¿qué clase de mamada de mierda es ésta? – la interrumpí – ¿Qué te crees? ¿Que estamos en una peli porno y me vas a chupar sólo la punta? De eso nada guapa, lo que yo quiero es una MA-MA-DA, bien a fondo y con sentimiento. No una mamada de puta de 20€.
Gloria me clavó una mirada de odio insondable tan intensa que me hizo temer por la integridad de mi pene, pues, a pesar de todo, la tía no se lo había sacado de la boca. Afortunadamente, decidió claudicar y hacer caso de mis deseos. Para estar más cómoda, se arrodilló directamente en el suelo, en vez de permanecer en cuclillas, con lo que su postura se hizo más firme.
–          Así, mucho mejor – asentí cuando Gloria comenzó a deslizar su lengua lentamente a lo largo de todo el tronco – Eso es, chúpame los huevos. ¿Ves cómo sabes hacerlo? Ni por un momento he dudado de tu habilidad como chupapollas.
Gloria decidió ignorar mi pulla y siguió con su tarea. Su mamada era ahora infinitamente más placentera, su lengua recorría toda mi polla, vibrando levemente provocándome estremecimientos de placer. Al llegar arriba, se entretenía jugueteando con el glande, que absorbía con los labios, haciéndola deslizarse en el interior de su boca, de forma que la punta se apretara contra su mejilla, provocando que ésta se abombara por el exterior de forma harto erótica.
Poco a poco, fue acostumbrándose al grosor del intruso, por lo que cada vez se introducía en la boca una porción mayor de chorizo.
Yo disfrutaba inmensamente de aquello, pero estaba decidido a disfrutar todavía más.
–          Gloria – siseé entre gemidos de placer – Enséñame las tetas.
Ella se sacó mi polla de la boca un instante, lo justo para contestarme.
–          De eso nada, eso no entraba en el trato.
El hecho de que siguiera chupándome la polla con tantas ganas me indicó que sus barreras estaban cayendo.
–          Vamos – insistí – Déjame verlas… Piénsalo, cuanto más cachondo me ponga, antes acabaremos.
Pensé que iba a tener que insistir un poco más, pero no hizo falta. Además, Gloria obedeció mis instrucciones de un modo muy excitante… Sin sacarse mi verga de la boca.
En pocos segundos Gloria desabrochó los botones de su camisa, revelando un encantador sujetador de encaje gris y negro. Sin hacerse de rogar (y sin dejar de paladear mi nabo), la chica desabrochó el broche del sostén y lo dejó caer al suelo, permitiendo así que mis ojos se regalaran con la magnífica visión de sus exquisitos senos.
Qué tetas, madre mía. Rotunas, redondeadas, de piel suave y aterciopelada, con un tono ligeramente moreno, sin duda fruto de sesiones de rayos uva, con areolas redondas, bien delimitadas y unos hermosos y enhiestos pezones que se mostraban desafiantes.
Me hubiera encantado sobar aquellas maravillas, pero en la postura que estábamos, conmigo de pié y con ella arrodillada frente a mí era imposible. Pensé en pedir tiempo muerto y sentarme en el suelo, pero la mamada estaba resultando demasiado buena como para interrumpirla.
A no ser que fuera por obtener un bien mayor…
Gloria ponía cada vez más intensidad en la tarea. Yo sabía que, poco a poco, había empezado a disfrutar de la situación. Era consciente de que aquella furcia se follaba al dueño de la empresa, y el tipo andaba más cerca de los sesenta que de los cincuenta, por lo que debía resultarle un agradable cambio el tener una polla joven y salerosa que llevarse a la boca (y nunca mejor dicho).
Por esto, decidí tentar a la suerte y tensar un poco más la situación.
–          Gloria – le susurré – Quiero ver tus piernas, tu ropa interior, súbete la falda.
Ahí estaba. Si lo lograba iba a sacar mucho más de allí.
–          ¿En serio? – dijo ella con una increíble voz de zorra – ¿Quieres verme las braguitas?
Mientras hablaba, Gloria deslizaba lentamente su cálida mano sobre mi ensalivado falo.
–          Sí, por favor – asentí – Si lo haces seguro que acabo antes…
Sonriendo, Gloria abandonó mi pene, dándole un respiro que les aseguro era muy necesario a esas alturas. Con algo de torpeza por estar de rodillas, Gloria tironeó de su falda entallada hasta subírsela por encima de la cintura. Mientras lo hacía, fue dejando al aire un sexy liguero a juego con el sostén, pues, obviamente, semejante bomba sexual no iba a usar panties corrientes.
Por fin, pude comprobar que sus bragas (tal y como había imaginado cientos de veces) eran de tipo tanga, extraordinariamente sensuales y, por supuesto, parte del mismo conjunto del sostén y el liguero.
Una vez satisfecha mi petición, Gloria intentó reanudar su faena. Hasta el momento se había ganado las dos orejas, pero yo iba a intentar que se llevara también el rabo.
–          Tócate – le dije – Sé que lo estás deseando. Quiero que te masturbes mientras me la chupas. Si lo haces, estoy seguro de que no aguanto ni un minuto.
A esas alturas el argumento de conseguir que me corriera deprisa carecía por completo de peso, pero hay que tener en cuenta que la pequeña Gloria había dado muestras evidentes de estar ya bastante caliente. Así que decidió seguirme la corriente.
Sin decir nada, volvió a enterrar su cara en mi entrepierna, con sus labios apoderándose ansiosamente de mi polla. Mientras, deslizó una de sus manos en el interior de sus braguitas, comenzando a toquetearse entre los muslos justo como su mamá le había dicho que no hiciera.
Yo me daba discretos cabezazos contra la pared del ascensor, para intentar que mi nivel de excitación descendiera. Y es que el espectáculo era para morirse. Tener a la tía más buena que conoces comiéndose tu rabo mientras se hace una paja es uno de las cumbres más altas a las que puede aspirar cualquier hombre. Y si esa mujer es tu superior, mejor…
Gloria ya estaba completamente entregada, disfrutando tanto de la polla que se estaba comiendo como de la paja que se estaba haciendo. Justo entonces se me ocurrió una pequeña idea que me ayudó a centrar mi mente en otras cosas.
Con cuidado, deslicé una mano en el bolsillo del pantalón, agarrando el objeto que buscaba: mi móvil.
Con mucho disimulo, activé la cámara y comencé a grabar en vídeo el tórrido encuentro que estaba manteniendo con mi exjefa. Ella no se daba cuenta, porque, dedicada al máximo a su tarea, tenía los ojos cerrados. No sé por qué, pero verla comerse mi nabo a través del visor del móvil, me excitó todavía más.
Ya no aguantaba, sentí como mis pelotas iban a entrar en erupción. Por un instante, pensé en hacerle caso al diablillo de mi conciencia y pegarle un buen lechazo en la boca a la muy zorra, sabiendo que no le daría tiempo a evitarlo, pues mantenía más de la mitad de mi nabo hundida en la garganta. Sin embargo pensé que era mejor no cabrearla, pues así quizás obtendría algo más.
–          Glo… Gloria – balbuceé – Ya me viene…
Con la rapidez y la habilidad de mil pollas comidas, Gloria sacó mi instrumento de su boca y lo pajeó con destreza, apuntando hacia un lado. Y lo hizo justo a tiempo, pues enseguida mis pelotas comenzaron a derramar su carga. Bueno, a derramar no, más bien a disparar a cañonazos de semen que cruzaron el ascensor de lado a lado, impactando sonoramente contra la pared de enfrente. En mi vida me había corrido tanto.
–          Joder, Francisco. Ibas bien cargado ¿eh? – dijo una sonriente Gloria sin soltar mi polla que expulsaba los últimos lechazos.
–          No es eso – respondí – Es que estás muy buena… y la chupas divinamente.
No estoy del todo seguro, pero creo que Gloria se sintió un poco halagada por mi obsceno piropo. Zorra como pocas, ya lo he dicho antes.
–          Bueno – continuó – Ahora cumplirás con tu parte, ¿no?
Sí, como que se me iba a escapar viva de allí.
–          Claro, Gloria – asentí – Un trato es un trato. Pero sería una lástima que lo dejáramos aquí. Vamos, no me negarás que tienes ganas de un poquito más de marcha ¿eh?
Ella me miró unos segundos con expresión divertida, tratando de decidir si se rendía a su libido o si me mandaba a la mierda por lo que le había hecho. Yo estaba a punto de explotar, pues la chica no había hecho intento alguno por taparse, por lo que seguía con la falda enrollada en la cintura y las domingas al aire.
–          Venga… si lo estás deseando – dije moviendo la cintura, para que mi todavía morcillona polla diera brinquitos de expectación.
Aquello hizo reír un poco a Gloria, mientras negaba con la cabeza con aire divertido. Eso fue suficiente para mí y, como un animal en celo, me abalancé sobre ella, pudiendo por fin echarle mano a su escultural anatomía.
–          ¡UF! Cabrón – siseó Gloria – Me has puesto cachonda. Al final te vas a llevar un finiquito de puta madre, ¿eh?
–          Sí, como se corra la voz en la empresa la mitad de la plantilla se despide mañana mismo.
–          Como se te ocurra contárselo a alguien te la corto en rodajas…
Mientras charlábamos de esa forma, no parábamos de magrearnos el uno al otro. Yo me había situado pegado a la espalda de Gloria, apretando mi levemente mustio miembro viril contra su prieto trasero. Mientras, mis manos se habían apoderado de sus espléndidas mamas, y me dedicaba a amasarlas y estrujarlas con lujuria, provocando que Gloria gimiese quedamente, fruto de la excitación y el deseo.
Jugueteé y tironeé de sus pezones, palpándolos y excitándolos todavía más. Con pasión, besé su cuello y lamí y mordisqueé el lóbulo de su oreja, elevando cada vez más la excitación de la mujer. Justo entonces, una de mis manos se deslizó por su plano vientre y se introdujo en sus braguitas, encontrándose con un enorme charco de humedad y calor entre sus piernas.
Gloria, sorprendida por la súbita intrusión, apretó con fuerza los muslos, atrapando mi mano entre ellos, aunque me daba igual pues mi mano estaba justo donde yo quería que estuviera.
Mientras, Gloria movía sus caderas rítmicamente, frotando su delicioso culito con mi cada vez más duro cipote. Pronto tuve el hacha completamente en pié de guerra, dispuesta a perforarla y horadarla hasta el fondo, pero estábamos disfrutando demasiado del magreo, así que seguimos así unos segundo más.
En ese momento, así la barbilla de Gloria y la giré hacia mí, con intención de hundirle la lengua en la boca y buscarle las amígdalas, pero ella apartó bruscamente el rostro, impidiéndome besarla.
–          Déjate de besos, cretino – me espetó – A ver si te crees que esto va ser algo más que un polvo con el zángano de turno.
La madre que la parió. Hasta allí, con las tetas al aire y el coño empapado, la muy puta se las arreglaba para ser arrogante y autoritaria. No sabéis cómo me tocó los cojones.
Un poquito enfadado, empujé a Gloria apartándola de mí. Sorprendida, estiró las manos para evitar darse de morros con la pared del ascensor. Agarrándola por las caderas, tiré un poco hacia atrás, obligándola a quedar inclinada hacia delante con las manos apoyadas en la pared.
De un tirón, le bajé las bragas hasta los tobillos, dejando al aire su espléndida grupa. Me agaché tras ella y agarré una nalga con cada mano, separándolas para echarle un vistazo a su apretadito ano. Tenebrosos pensamientos circularon por mi mente y la posibilidad de romperle el culo cobró fuerza en mi cerebro. Sin embargo, fue como si ella fuera telépata, pues me dijo:
–          De eso nada, amiguito. Lo que tienes que hacer es comérmelo bien comido.
Mientras decía esto movía el culo de un lado a otro, manteniendo sus muslos bien abiertos, lista para que yo le comiera el coño desde atrás. Pensé en obedecer, pero mi orgullo masculino prevaleció.
Metí una mano entre sus muslos, empapándola bien de sus fluidos vaginales, que luego extendí sobre mi ardiente falo, completamente listo para la acción.
Con habilidad, me incorporé a espaldas de Gloria y deslicé la polla entre sus piernas, colocándola en posición. De un viaje, le clavé el cipote hasta las bolas, sorprendiendo bastante a la chica que esperaba otra cosa por mi parte.
–          ¿PERO NO IBAS A COMÉRMELO? – aulló mientras mi polla la perforaba sin piedad.
No me digné ni a contestar y, con fuerza, comencé a bombearla desde atrás. Para que no se soltara, me agarré a sus caderas y seguí propinándole certeros pollazos a su encharcado coño.
Gloria, desequilibrada, sólo podía apoyar las manos en la pared y dejarse hacer, pero pronto comprendí que eso no le disgustaba en absoluto.
–          ASÍ CABRÓN, ¡FÓLLAME! ¡MÁS DURO! ¡DALE MÁS DURO!
Joder, a eso sí que le hice caso. Pronto me encontré con mi culo bombeando a toda velocidad en la grupa de la chica, hasta creo que se oyó un ruido cuando alcancé el mach uno y rompí la barrera del sonido. En mi vida había echado un polvo más salvaje.
Normalmente, cuando estoy con una chica, me preocupo por ella y por no hacer nada que le desagrade o le moleste, pero con Gloria me desinhibí por completo y me la follé a lo bestia, pues a aquella tía parecía no haber nada que no le gustara.
Pronto se acomodó al ritmo de mis embestidas y afianzándose en su posición, levantó un pié del suelo para apoyarlo en la barandilla que había al fondo del ascensor, donde estaba el espejo. Al hacerlo, quedó con un único pié apoyado en el suelo y con el otro en alto, ofreciéndose completamente abierta a mí.
Giré la cabeza y nos vi a ambos en el espejo; una guarra medio loca despatarrada a lo bestia y un zángano zumbador agarrado a ella cual garrapata. Me acordé del móvil y, sin dejar de bombear, volví a cogerlo y nos grabé follando como conejos aprovechando el reflejo.
–          ¡MECORRO, ME CORRO! – aullaba ella a pesar de estar medio afónica – ¡ME VOY A CORRER HIJO DE PUTAAAAA!
Vale, vale, pensaba yo, pero eso sí, sin dejar de zumbármela.
–          Pero, ¿qué haces cabrón? – gritó de pronto – ¿Nos estás grabando?
Y estallé. Mis huevos volvieron a explosionar justo en el instante en que Gloria, cabreadísima, Me daba un empellón hacia atrás, apartándome de su cuerpo serrano. Desequilibrada por la inestable postura, cayó despatarrada al suelo, en un confuso montón de tetas, coño, piernas y ropa.
Mi mente no daba para más, agotado y confuso por la increíble sesión de sexo, puse la guinda  a la fiesta de la manera más brillante. Agarrándome el nabo, esta vez fui yo quien dirigió los disparos de leche, pero escogí un blanco mucho más excitante que la pared del ascensor.
Gruesos pegotes de semen comenzaron a impactar contra el sudoroso cuerpo de Gloria, que en la confusión, no acertaba a levantarse del suelo. Le impacté en la cara, en las tetas y la visión de su cuerpo pringoso de mi corrida hacía que me corriera todavía más. Y todo esto sin dejar de grabar. Como un profesional.
Finalmente, Gloria logró incorporarse y ponerse a salvo de mis descargas, aunque para ese entonces no me quedaba munición. Con los ojos en llamas, se volvió hacia mí hecha una furia.
–          ¡Hijo de puta, ya estás borrando el vídeo inmediatamente!
–          Vamos, Gloria, que es sólo un recuerdo, no voy a enseñárselo a nadie y me servirá para recordar que, por una vez, conseguí a la más guapa.
No sabía ni qué cojones decía, pero me daba igual. El móvil ya estaba seguro dentro del bolsillo y mi verga volvía a estar a salvo dentro del pantalón.
Gloria, comprendiendo que no podría quitarme el móvil a las bravas, cambió de táctica.
–          Bueno, ya hablaremos de eso luego – dijo mientras se limpiaba mi leche con un pañuelo – eres un cerdo, no veas cómo me has puesto.
–          Lo siento, ha sido la excitación del momento. La verdad es que yo pretendía correrme en tu coño, pero como me has empujado y te has caído delante de mí… Ni me lo he pensado.
–          Qué hijo de puta – masculló con expresión de hastío.
Gloria tardó unos minutos en adecentarse un poco, aunque era imposible hacer milagros. Se echó una mirada en el espejo, lo que aprovechó para eliminar una manchita de semen que le brillaba en el pelo. Por fin, mínimamente satisfecha, se dirigió hacia mí.
–          Bueno, espero que ahora me invites a una copa. Normalmente sería al revés, primero la cita y después el sexo, pero te las has apañado muy bien para liarme.
Esa era su táctica. Iba a intentar recuperar el móvil con un acercamiento pacífico.
–          Claro, nena, te invito a una copa cuando quieras – respondí.
–          Vale, pues vamos, ¿y a qué esperas?
–          ¿A qué te refieres?
–          ¡A la puerta! ¡Ábrela de una vez!
–          Lo siento, Gloria, pero no tengo ni puta idea de cómo se abre.
–          ¡¿QUÉ?! – aulló.
–          Lo que has oído. ¿De veras te creíste lo del manguito del cierre hidráulico? Que esto no es un autobús…
–          Pero tú dijiste… – balbuceó la pobre chica con incredulidad.
–          Te mentí…
Y me quedé más ancho que largo.
……………………………………………….
Nos rescataron un par de horas después. Mi familia se inquietó por mi tardanza y, como no contestaba al móvil, mi hermano vino hasta el trabajo y junto con Esteban bajó al aparcamiento a comprobar si mi coche seguía allí.
Cuando nos sacaron, yo presentaba cortes y magulladuras de diversa especie. Nunca he visto a nadie más parecido a una gata furiosa que a Gloria en aquel ascensor.
Sólo 3 cosas más:
–          Por si se lo preguntan la charla que tuve con mi amigo Raúl fue sobre un polvo que había echado en un ascensor de su facultad.
–          He descubierto una cura infalible contra la claustrofobia.
–          El móvil lo tengo en el bolsillo a buen recaudo.
Un saludo.
FIN
PD: A todos los fans del gran Goyo Jiménez (cuando hace monólogos, no presentando programas cutres), un saludo especial y les pido perdón si les ha molestado el chistecito copiado del genial humorista.
TALIBOS
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“Las jefas, esas putas que todo el mundo desea” (POR GOLFO) Libro para descargar

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JEFAS PORTADA2

Sinopsis:

Seleccion de los mejores relatos de Golfo sobre una jefa. 120 páginas en las que disfrutarás leyendo diferentes historias de ellas disfrutando o sufriendo con el sexo.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Acosado por mi jefa, la reina virgen.
―Manuel, la jefa quiere verte― me informó mi secretaria nada más entrar ese lunes a la oficina.
―¿Sabes que es lo que quiere?― le pregunté, cabreado.
―Ni idea pero está de muy mala leche― María me respondió, sabiendo que una llamada a primera hora significaba que esa puta iba a ordenar trabajo extra a todo el departamento.
“Mierda”, pensé mientras me dirigía a su despacho.
Alicia Almagro, no solo era mi jefa directa sino la fundadora y dueña de la empresa. Aunque era insoportable, tengo que reconocer que fue la inteligencia innata de esa mujer, el factor que me hizo aceptar su oferta de trabajo hacía casi dos años. Todavía recuerdo como me impresionó oír de la boca de una chica tan joven las ideas y proyectos que tenía en mente. En ese momento, yo era un consultor senior de una de las mayores empresas del sector y por lo tanto a mis treinta años tenía una gran proyección en la multinacional americana en la que trabajaba, pero aun así decidí embarcarme en la aventura con esa mujer.
El tiempo me dio la razón, gracias a ella, el germen de la empresa que había creado se multiplicó como la espuma y, actualmente, tenía cerca de dos mil trabajadores en una veintena de países. Mi desarrollo profesional fue acorde a la evolución de la compañía y no solo era el segundo al mando sino que esa bruja me había hecho millonario al cederme un cinco por ciento de las acciones pero, aun así, estaba a disgusto trabajando allí.
Pero lo que tenía de brillante, lo tenía de hija de perra. Era imposible acostumbrarse a su despótica forma de ser. Nunca estaba contenta, siempre pedía más y lo que es peor para ella no existían ni las noches ni los fines de semana. Menos mal que era soltero y no tenía pareja fija, no lo hubiera soportado, esa arpía consideraba normal que si un sábado a las cinco de la mañana, se le ocurría una nueva idea, todo su equipo se levantara de la cama y fuera a la oficina a darle forma. Y encima nunca lo agradecía.
Durante el tiempo que llevaba bajo sus órdenes, tuve que dedicar gran parte de mi jornada a resolver los problemas que su mal carácter producía en la organización. Una vez se me ocurrió comentarle que debía ser más humana con su gente, a lo que me respondió que si acaso no les pagaba bien. Al contestarle afirmativamente, me soltó que con eso bastaba y que si querían una mamá, que se fueran a casa.
―¿Se puede?― pregunté al llegar a la puerta de su despacho y ver que estaba al teléfono. Ni siquiera se dignó a contestarme, de forma que tuve que esperar cinco minutos, de pie en el pasillo hasta que su majestad tuvo la decencia de dejarme pasar a sus dominios.
Una vez, se hubo despachado a gusto con su interlocutor, con una seña me ordenó que pasara y me sentara, para sin ningún tipo de educación soltarme a bocajarro:
―Me imagino que no tienes ni puñetera idea del mercado internacional de la petroquímica.
―Se imagina bien― le contesté porque, aunque tenía bastante idea de ese rubro, no aguantaría uno de sus temidos exámenes sobre la materia.
―No hay problema, te he preparado un breve dosier que debes aprenderte antes del viernes― me dijo señalando tres gruesos volúmenes perfectamente encuadernados.
Sin rechistar, me levanté a coger la información que me daba y cuando ya salía por la puerta, escuché que preguntaba casi a voz en grito, que donde iba:
―A mi despacho, a estudiar― respondí bastante molesto por su tono.
La mujer supo que se había pasado pero, incapaz de pedir perdón, esperó que me sentara para hablar:
―Sabes quién es Valentín Pastor.
―Claro, el magnate mexicano.
―Pues bien, gracias a un confidente me enteré de las dificultades económicas de la mayor empresa de la competencia y elaboré un plan mediante el cual su compañía podía absorberla a un coste bajísimo. Ya me conoces, no me gusta esperar que los clientes vengan a mí y por eso, en cuanto lo hube afinado, se lo mandé directamente.
Sabiendo la respuesta de antemano, le pregunté si le había gustado. Alicia, poniendo su típica cara de superioridad, me contestó que le había encantado y que quería discutirlo ese mismo fin de semana.
―Entonces, ¿cuál es el problema?.
Al mirarla esperando una respuesta, la vi ruborizarse antes de contestar:
―Como el Sr. Pastor es un machista reconocido y nunca hubiera prestado atención a un informe realizado por una mujer, lo firmé con tu nombre.
Que esa zorra hubiera usurpado mi personalidad, no me sorprendió en demasía, pero había algo en su actitud nerviosa que no me cuadraba y conociéndola debía ser cuestión de dinero:
―¿De cuánto estamos hablando?―
―Si sale este negocio, nos llevaríamos una comisión de unos quince millones de euros.
―¡Joder!― exclamé al enterarme de la magnitud del asunto y poniéndome en funcionamiento, le dije que tenía que poner a todo mi equipo a trabajar si quería llegar a la reunión con mi equipo preparado.
―Eso no es todo, Pastor ha exigido privacidad absoluta y por lo tanto, esto no puede ser conocido fuera de estas paredes.
―¿Me está diciendo que no puedo usar a mi gente para preparar esa reunión y que encima debo de ir solo?.
―Fue muy específico con todos los detalles. Te reunirás con él en su isla el viernes en la tarde y solo puede acompañarte tu asistente.
―Alicia, disculpe… ¿de qué me sirve un asistente al que no puedo siquiera informar de que se trata?. Para eso, prefiero ir solo.
―Te equivocas. Tu asistente sabe ya del tema mucho más de lo que tú nunca llegaras a conocer y estará preparado para resolver cualquier problema que surja.
Ya completamente mosqueado, porque era una marioneta en sus manos, le solté:
―Y ¿Cuándo voy a tener el placer de conocer a ese genio?
En su cara se dibujó una sonrisa, la muy cabrona estaba disfrutando:
―Ya la conoces, seré yo quien te acompañe.

Después de la sorpresa inicial, intenté disuadirla de que era una locura. La presidenta de una compañía como la nuestra no se podía hacer pasar por una ayudante. Si el cliente lo descubría el escándalo sería máximo y nos restaría credibilidad.
―No te preocupes, jamás lo descubrirá.
Sabiendo que no había forma de hacerle dar su brazo a torcer, le pregunté cual eran los pasos que había que seguir.
―Necesito que te familiarices con el asunto antes de darte todos los pormenores de mi plan. Vete a casa y mañana nos vemos a las siete y media― me dijo dando por terminada la reunión.
Preocupado por no dar la talla ante semejante reto, me fui directamente a mi apartamento y durante las siguientes dieciocho horas no hice otra cosa que estudiar la información que esa mujer había recopilado.
Al día siguiente, llegué puntualmente a la cita. Alicia me estaba esperando y sin más prolegómenos, comenzó a desarrollar el plan que había concebido. Como no podía ser de otra forma, había captado el mensaje oculto que se escondía detrás de unas teóricamente inútiles confidencias de un amigo y había averiguado que debido a un supuesto éxito de esa empresa al adelantarse a la competencia en la compra de unos stocks, sin darse cuenta había abierto sin saberlo un enorme agujero por debajo de la línea de flotación y esa mujer iba a provecharlo para parar su maquinaria y así hacerse con ella, a un precio ridículo.
Todas mis dudas y reparos, los fue demoliendo con una facilidad pasmosa, por mucho que intenté encontrar una falla me fue imposible. Derrotado, no me quedó más remedio que felicitarle por su idea.
―Gracias― me respondió, ―ahora debemos conseguir que asimiles todos sus aspectos. Tienes que ser capaz de exponerlo de manera convincente y sin errores.
Ni siquiera me di por aludido, la perra de mi jefa dudaba que yo fuera capaz de conseguirlo y eso que en teoría era, después de ella, el más valido de toda la empresa. Para no aburriros os tengo que decir que mi vida durante esos días fue una pesadilla, horas de continuos ensayos, repletos de reproches y nada de descanso.
Afortunadamente, llegó el viernes. Habíamos quedado a las seis de la mañana en el aeropuerto y queriendo llegar antes que ella, me anticipé y a las cinco ya estaba haciendo cola frente al mostrador de la aerolínea. La tarde anterior habíamos mandado a un empleado a facturar por lo que solo tuve que sacar las tarjetas de embarque y esperar.
Estaba tomándome un café, cuando vi aparecer por la puerta de la cafetería a una preciosa rubia de pelo corto con una minifalda aún más exigua. Sin ningún tipo de reparo, me fijé que la niña no solo tenía unas piernas perfectas sino que lucía unos pechos impresionantes.
Babeando, fui incapaz de reaccionar cuando, sin pedirme permiso, se sentó en mi mesa.
―Buenos días― me dijo con una sonrisa.
Sin ser capaz de dejar de mirarle los pechos, caí en la cuenta que ese primor no era otro que mi jefa. Acostumbrado a verla escondida detrás de un anodino traje de chaqueta y un anticuado corte de pelo nunca me había fijado que Alicia era una mujer y que encima estaba buena.
―¿Qué opinas?, ¿te gusta mi disfraz?.
No pude ni contestar. Al haberse teñido de rubia, sus facciones se habían dulcificado, pero su tono dictatorial seguía siendo el mismo. Nada había cambiado. Como persona era una puta engreída y vestida así, parecía además una puta cara.
―¿Llevas todos los contratos?. Aún tenemos una hora antes de embarcar y quiero revisar que no hayas metido la pata.
Tuve que reprimir un exabrupto y con profesionalidad, fui numerando y extendiéndole uno a uno todos los documentos que llevábamos una semana desarrollando. Me sentía lo que era en manos de esa mujer, un perrito faldero incapaz de revelarse ante su dueña. Si me hubiese quedado algo de dignidad, debería de haberme levantado de la mesa pero esa niña con aspecto de fulana me había comprado hace dos años y solo me quedaba el consuelo que, al menos, los números de mi cuenta corriente eran aún más grandes que la humillación que sentía.
Escuché con satisfacción que teníamos que embarcar, eso me daba un respiro en su interrogatorio. Alicia se dirigió hacia el finger de acceso al avión, dejándome a mí cargando tanto mi maletín como el suyo pero, por vez primera, no me molestó, al darme la oportunidad de contemplar el contoneo de su trasero al caminar. Estaba alucinado. El cinturón ancho, que usaba como falda, resaltaba la perfección de sus formas y para colmo, descubrí que esa zorra llevaba puesto un coqueto tanga rojo.
“Joder”, pensé, “llevo dos años trabajando para ella y nunca me había dado cuenta del polvo que tiene esta tía”.
Involuntariamente, me fui excitando con el vaivén de sus caderas, por lo que no pude evitar que mi imaginación volara y me imaginara como sería Alicia en la cama.
―Seguro que es frígida― murmuré.
―No lo creo― me contestó un pasajero que me había oído y que al igual que yo, estaba ensimismado con su culo, ―tiene pinta de ser una mamona de categoría.
Solté una carcajada por la burrada del hombre y dirigiéndome a él, le contesté:
―No sabe, usted, cuánto.
Esa conversación espontánea, me cambió el humor, y sonriendo seguí a mi jefa al interior del avión.

El viaje.
Debido a que nuestros billetes eran de primera clase, no tuvimos que recorrer el avión para localizar nuestros sitios. Nada más acomodarse en su asiento, Alicia me hizo un repaso de la agenda:
―Como sabes, tenemos que hacer una escala en Santo Domingo, antes de coger el avión que nos llevará a la isla privada del capullo de Pastor. Allí llegaremos como a las ocho la tarde y nada más llegar, su secretaria me ha confirmado que tenemos una cena, por lo que debemos descansar para llegar en forma.
―Duerma― le contesté,― yo tengo que revisar unos datos.
Ante mi respuesta, la muchacha pidió agua a la azafata y sacando una pastilla de su bolso, se la tomó, diciendo:
―Orfidal. Lo uso para poder descansar.
No me extrañó que mi jefa, con la mala baba que se marcaba, necesitara de un opiáceo para dormir.
“La pena es que no se tome una sobredosis”, pensé y aprovechando que me dejaba en paz, me puse a revisar el correo de mi ordenador por lo que no me di cuenta cuando se durmió.
Al terminar fue, cuando al mirarla, me quedé maravillado.
Alicia había tumbado su asiento y dormida, el diablo había desaparecido e, increíblemente, parecía un ángel. No solo era una mujer bellísima sino que era el deseo personificado. Sus piernas perfectamente contorneadas, daban paso a una estrecha cintura que se volvía voluptuosa al compararse con los enormes pechos que la naturaleza le había dotado.
Estaba observándola cuando, al removerse, su falda se le subió dejándome ver la tela de su tanga. Excitado, no pude más que acomodar mi posición para observarla con detenimiento.
“No comprendo porque se viste como mojigata”, me dije, “esta mujer, aunque sea inteligente, es boba. Con ese cuerpo podría tener al hombre que quisiera”.
En ese momento, salió de la cabina, uno de los pilotos y descaradamente, le dio un repaso. No comprendo por qué pero me cabreó esa ojeada y moviendo a mi jefa, le pregunté si quería que la tapase. Ni siquiera se enteró, el orfidal la tenía noqueada. Por eso cogiendo una manta, la tapé y traté de sacarla de mi mente.
Me resultó imposible, cuanto más intentaba no pensar en ella, más obsesionado estaba. Creo que fue mi larga abstinencia lo que me llevó a cometer un acto del que todavía hoy, no me siento orgulloso. Aprovechando que estábamos solos en el compartimento de primera, disimulando metí mi mano por debajo de la manta y empecé a recorrer sus pechos.
“Qué maravilla”, pensé al disfrutar de la suavidad de su piel. Envalentonado, jugué con descaro con sus pezones. Mi victima seguía dormida, al contrario que mi pene que exigía su liberación. Sabiendo que ya no me podía parar, cogí otra manta con la que taparme y bajándome la bragueta, lo saqué de su encierro. Estaba como poseído, el morbo de aprovecharme de esa zorra era demasiado tentador y, por eso, deslizando mi mano por su cuerpo, empecé a acariciar su sexo.
Poco a poco, mis caricias fueron provocando que aunque Alicia no fuera consciente, su cuerpo se fuera excitando y su braguita se mojara. Al sentir que la humedad de su cueva, saqué mi mano y olisqueé mis dedos. Un aroma embriagador recorrió mis papilas y ya completamente desinhibido, me introduje dentro de su tanga y comencé a jugar con su clítoris mientras con la otra mano me empezaba a masturbar.
Creo que Alicia debía de estar soñando que alguien le hacia el amor, porque entre dientes suspiró. Al oírla, supe que estaba disfrutando por lo que aceleré mis toqueteos. La muchacha ajena a la violación que estaba siendo objeto abrió sus piernas, facilitando mis maniobras. Dominado por la lujuria, me concentré en mi excitación por lo que coincidiendo con su orgasmo, me corrí llenando de semen la manta que me tapaba.
Al haberme liberado, la cordura volvió y avergonzado por mis actos, acomodé su ropa y me levanté al baño.
“La he jodido”, medité al pensar en lo que había hecho, “solo espero que no se acuerde cuando despierte, sino puedo terminar hasta en la cárcel”.
Me tranquilicé al volver a mi asiento y comprobar que la cría seguía durmiendo.
“Me he pasado”, me dije sin reconocer al criminal en que, instantes antes, me había convertido.
El resto del viaje, fue una tortura. Durante cinco horas, mi conciencia me estuvo atormentando sin misericordia, rememorando como me había dejado llevar por mi instinto animal y me había aprovechado de esa mujer que plácidamente dormía a mi lado. Creo que fue la culpa lo que me machacó y poco antes de aterrizar, me quedé también dormido.
―Despierta― escuché decir mientras me zarandeaban.
Asustado, abrí los ojos para descubrir que era Alicia la que desde el pasillo me llamaba.
―Ya hemos aterrizado. Levántate que no quiero perder el vuelo de conexión.
Suspiré aliviado al percatarme que su tono no sonaba enfadado, por lo que no debía de recordar nada de lo sucedido. Con la cabeza gacha, recogí nuestros enseres y la seguí por el aeropuerto.
La mujer parecía contenta. Pensé durante unos instantes que era debido a que aunque no lo supiera había disfrutado pero, al ver la efectividad con la que realizó los tramites de entrada, recordé que siempre que se enfrentaba a un nuevo reto, era así.
“Una ejecutiva agresiva que quería sumar un nuevo logro a su extenso curriculum”.
El segundo trayecto fue corto y en dos horas aterrizamos en un pequeño aeródromo, situado en una esquina de la isla del magnate. Al salir de las instalaciones, nos recogió la secretaria de Pastor, la cual después de saludarme y sin dirigirse a la que teóricamente era mi asistente, nos llevó a la mansión donde íbamos a conocer por fin a su jefe.
Me quedé de piedra al ver donde nos íbamos a quedar, era un enorme palacio de estilo francés. Guardando mis culpas en el baúl de los recuerdos, me concentré en el negocio que nos había llevado hasta allí y decidí que tenía que sacar ese tema hacia adelante porque el dinero de la comisión me vendría bien, por si tenía que dejar de trabajar en la empresa.
Un enorme antillano, vestido de mayordomo, nos esperaba en la escalinata del edificio. Habituado a los golfos con los que se codeaba su jefe, creyó que Alicia y yo éramos pareja y, sin darnos tiempo a reaccionar, nos llevó a una enorme habitación donde dejó nuestro equipaje, avisándonos que la cena era de etiqueta y que, en una hora, Don Valentín nos esperaba en el salón de recepciones.
Al cerrar la puerta, me di la vuelta a ver a mi jefa. En su cara, se veía el disgusto de tener que compartir habitación conmigo.
―Perdone el malentendido. Ahora mismo, voy a pedir otra habitación para usted― le dije abochornado.
―¡No!― me contestó cabreada,― recuerda que este tipo es un machista asqueroso, por lo tanto me quedo aquí. Somos adultos para que, algo tan nimio, nos afecte. Lo importante es que firme el contrato.
Asentí, tenía razón.
Esa perra, ¡siempre tenía razón!.
―Dúchate tú primero pero date prisa, porque hoy tengo que arreglarme y voy a tardar.
Como no tenía más remedio, saqué el esmoquin de la maleta y me metí al baño dejando a mi jefa trabajando con su ordenador. El agua de la ducha no pudo limpiar la desazón que tener a ese pedazo de mujer compartiendo conmigo la habitación y saber que lejos de esperarme una dulce noche, iba a ser una pesadilla, por eso, en menos de un cuarto de hora y ya completamente vestido, salí para dejarla entrar.
Ella al verme, me dio un repaso y por primera vez en su vida, me dijo algo agradable:
―Estás muy guapo de etiqueta.
Me sorprendió escuchar un piropo de su parte pero cuando ya me estaba ruborizando escuché:
―Espero que no se te suba a la cabeza.
―No se preocupe, sé cuál es mi papel― y tratando de no prolongar mi estancia allí, le pedí permiso para esperarla en el salón.
―Buena idea― me contestó.― Así, no te tendré fisgando mientras me cambio.
Ni me digné a contestarla y saliendo de la habitación, la dejé sola con su asfixiante superioridad. Ya en el pasillo, me di cuenta que no tenía ni idea donde se hallaba, por lo que bajando la gigantesca escalera de mármol, pregunté a un lacayo. Este me llevó el salón donde al entrar, me topé de frente con mi anfitrión.
―Don Valentín― le dije extendiéndole mi mano, ―soy Manuel Pineda.
―Encantado muchacho― me respondió, dándome un apretón de manos, ―vamos a servirnos una copa.
El tipo resultó divertido y rápidamente congeniamos, cuando ya íbamos por la segunda copa, me dijo:
―Aprovechando que es temprano, porque no vemos el tema que te ha traído hasta acá.
―De acuerdo― le contesté,― pero tengo que ir por mis papeles a la habitación y vuelvo.
―De acuerdo, te espero en mi despacho.
Rápidamente subí a la habitación, y tras recoger la documentación, miré hacia el baño y sorprendido descubrí que no había cerrado la puerta y a ella, desnuda, echándose crema. Asustado por mi intromisión, me escabullí huyendo de allí con su figura grabada en mi retina.
“¡Cómo está la niña!”, pensé mientras entraba a una de las reuniones más importantes de mi vida.
La que en teoría iba a ser una reunión preliminar, se prolongó más de dos horas, de manera que cuando llegamos al salón, me encontré con que todo el mundo nos esperaba. Alicia enfundada en un provocativo traje de lentejuelas. Aprovechando el instante, recorrí su cuerpo con mi mirada, descubriendo que mi estricta jefa no llevaba sujetador y que sus pezones se marcaban claramente bajo la tela. En ese momento se giró y al verme, me miró con cara de odio. Solo la presencia del magnate a mi lado, evitó que me montara un escándalo.
―¿No me vas a presentar a tu novieta?― preguntó Don Valentín al verla. Yo, obnubilado por su belleza, tardé en responderle por lo que Alicia se me adelantó:
―Espero que el bobo de Manuel no le haya aburrido demasiado, perdónele es que es muy parado. Me llamo Alicia.
El viejo, tomándose a guasa el puyazo de mi supuesta novia, le dio dos besos y dirigiéndose a mí, me soltó:
―Te has buscado una hembra de carácter y encima se llama como tu jefa, lo tuyo es de pecado.
―Ya sabe, Don Valentín, que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Contra todo pronóstico, la muchacha se rio y cogiéndome del brazo, me hizo una carantoña mientras me susurraba al oído:
―Me puedes acompañar al baño.
Disculpándome de nuestro anfitrión, la seguí. Ella esperó a que hubiéramos salido del salón para recriminarme mi ausencia. Estaba hecha una furia.
―Tranquila jefa. No he perdido el tiempo, tengo en mi maletín los contratos ya firmados, todo ha ido a la perfección.
Cabreada, pero satisfecha, me soltó:
―Y ¿por qué no me esperaste?.
―Comprenderá que no podía decirle que tenía que esperar a que mi bella asistente terminase de bañarse para tener la reunión.
―Cierto, pero aun así debías haber buscado una excusa. Ahora volvamos a la cena.
Cuando llegamos, los presentes se estaban acomodando en la mesa. Don Valentín nos había reservado los sitios contiguos al suyo, de manera que Alicia tuvo que sentarse entre nosotros. Al lado del anfitrión estaba su novia, una preciosa mulata de por lo menos veinte años menos que él. La cena resultó un éxito, mi jefa se comportó como una damisela divertida y hueca que nada tenía que ver con la dura ave de presa a la que me tenía acostumbrado.
Con las copas, el ambiente ya de por si relajado, se fue tornando en una fiesta. La primera que bebió en demasía fue Alicia, que nada más empezar a tocar el conjunto, me sacó a bailar. Su actitud desinhibida me perturbó porque, sin ningún recato, pegó su cuerpo al mío al bailar.
La proximidad de semejante mujer me empezó a afectar y no pude más que alejarme de ella para que no notara que mi sexo crecía sin control debajo de mi pantalón. Ella, al notar que me separaba, me cogió de la cintura y me obligó a pegarme nuevamente. Fue entonces cuando notó que una protuberancia golpeaba contra su pubis y cortada, me pidió volver a la mesa.
En ella, el dueño de la casa manoseaba a la mulata, Al vernos llegar, miró con lascivia a mi acompañante y me soltó:
―Muchacho, tenemos que reconocer que somos dos hombres afortunados al tener a dos pedazos de mujeres para hacernos felices.
―Lo malo, Don Valentín, es que hacerles felices es muy fácil. No sé si su novia estará contenta pero Manuel me tiene muy desatendida.
Siguiendo la broma, contesté la estocada de mi jefa, diciendo:
―Sabes que la culpa la tiene la señora Almagro que me tiene agotado.
―Ya será para menos― dijo el magnate― tengo entendido que tu presidenta es de armas tomar.
―Si― le contesté, ―en la empresa dicen que siempre lleva pantalones porque si llevara falda, se le verían los huevos.
Ante tamaña salvajada, mi interlocutor soltó una carcajada y llamando al camarero pidió una botella de Champagne.
―Brindemos por la huevuda, porque gracias a ella estamos aquí.
Al levantar mi copa, miré a Alicia, la cual me devolvió una mirada cargada de odio. Haciendo caso omiso, brindé con ella. Como la perfecta hija de puta que era, rápidamente se repuso y exhibiendo una sonrisa, le dijo a Don Valentín que estaba cansada y que si nos permitía retirarnos.
El viejo, aunque algo contrariado por nuestra ida, respondió que por supuesto pero que a la mañana siguiente nos esperaba a las diez para que le acompañáramos de pesca.
Durante el trayecto a la habitación, ninguno de los dos habló pero nada más cerrar la puerta, la muchacha me dio un sonoro bofetón diciendo:
―Con que uso pantalón para esconder mis huevos― de sus ojos dos lágrimas gritaban el dolor que la consumía.
Cuando ya iba a disculparme, Alicia bajó los tirantes de su vestido dejándolo caer y quedando desnuda, me gritó:
―Dame tus manos.
Acojonado, se las di y ella, llevándolas a sus pechos, me dijo:
―Toca. Soy, ante todo, una mujer.
Sentir sus senos bajo mis palmas, me hizo reaccionar y forzando el encuentro, la besé. La muchacha intentó zafarse de mi abrazo, pero lo evité con fuerza y cuando ella vio que era inútil, me devolvió el beso con pasión.
Todavía no comprendo cómo me atreví, pero cogiéndola en brazos, le llevé a la cama y me empecé a desnudar. Alicia me miraba con una mezcla de deseo y de terror. Me daba igual lo que opinara. Después de tanto tiempo siendo ninguneado por ella, esa noche decidí que iba a ser yo, el jefe.
Tumbándome a su lado, la atraje hacía mí y nuevamente con un beso posesivo, forcé sus labios mientras mis manos acariciaban su trasero. La mujer no solo se dejó hacer, sino que con sus manos llevó mi cara a sus pechos.
Me estaba dando entrada, por lo que en esta ocasión y al contrario de lo ocurrido en el avión, no la estaba forzando. Con la tranquilidad que da el ser deseado, fui aproximándome con la lengua a una de sus aureolas, sin tocarla. Sus pezones se irguieron esperando el contacto, mientras su dueña suspiraba excitada.
Cuando mi boca se apoderó del pezón, Alicia no se pudo reprimir y gimió, diciendo:
―Hazme tuya pero, por favor, trátame bien― y avergonzada, prosiguió diciendo, ―soy virgen.
Tras la sorpresa inicial de saber que ese pedazo de mujer nunca había probado las delicias del sexo, el morbo de ser yo quien la desflorara, me hizo prometerle que tendría cuidado y reiniciando las caricias, fui recorriendo su cuerpo, aproximándome lentamente a mi meta.
Alicia, completamente entregada, abrió sus piernas para permitirme tomar posesión de su tesoro, pero en contra de lo que esperaba, pasé de largo acariciando sus piernas.
Oí como se quejaba, ¡quería ser tomada!.
Desde mi posición, puede contemplar como mi odiada jefa, se retorcía de deseo, pellizcando sus pechos mientras, con los ojos, me imploraba que la hiciera mujer. Si eso ya era de por sí, excitante aún lo fue más observar que su sexo, completamente depilado, chorreaba.
Usando mi lengua, fui dibujando un tortuoso camino hacia su pubis. Los gemidos callados de un inicio se habían convertido en un grito de entrega. Cuando me hallaba a escasos centímetros de su clítoris, me detuve y volví a reiniciar mi andadura por la otra pierna. Alicia cada vez más desesperada se mordió los labios para no correrse cuando sintió que me aproximaba. Vano intento porque cuando, separando sus labios, me apoderé de su botón, se corrió en mi boca.
Era su primera vez y por eso me entretuve durante largo tiempo, bebiendo de su fuente y jugando con su deseo.
Poseída por un frenesí hasta entonces desconocido, me ordenó que la desvirgara pero, en vez de obedecerla pasé por alto su exigencia y seguí en mi labor de asolar hasta la última de sus defensas. Usando mi lengua, me introduje en su vulva mientras ella no dejaba de soltar improperios por mi desobediencia.
Molesto, le exigí con un grito que se callara.
Se quedó muda por la sorpresa:
“Su dócil empleado ¡le había dado una orden!”.
Sabiendo que la tenía a mi merced, busqué su segundo orgasmo. No tardó en volver a derramarse sobre las sabanas, tras lo cual me separé de ella, tumbándome a su lado.
Agotada, tardó unos minutos en volver en sí, mientras eso ocurría, disfruté observando su cuerpo y su belleza. Mi jefa era un ejemplar de primera. Piernas perfectamente contorneadas, daban paso a una cadera de ensueño, siendo rematadas por unos pechos grandes y erguidos. En su cara, había desaparecido por completo el rictus autoritario que tanto la caracterizaba y en ese instante, no era dureza sino dulzura lo que reflejaba.
Al incorporarse, me miró extrañada que habiendo sido vencida, no hubiese hecho uso de ella. Cogiendo su cabeza, le di un beso tras lo cual le dije:
―Has bebido. Aunque eres una mujer bellísima y deseo hacerte el amor, no quiero pensar mañana que lo has hecho por el alcohol.
―Pero― me contestó mientras se apoderaba de mi todavía erguido sexo con sus manos,―¡quiero hacerlo!.
Sabiendo que no iba a poder aguantar mucho y que como ella siguiera acariciado mi pene, mi férrea decisión iba a disolverse como un azucarillo, la agarré y pegando su cara a la mía, le solté:
―¿Qué es lo que no has entendido?. Te he dicho que en ese estado no voy aprovecharme de ti. ¡Esta noche no va a ocurrir nada más!. Así que sé una buena niña y abrázame.
Pude leer en su cara disgusto pero también determinación y cuando ya creía que se iba a poner a gritar, sonrió y poniendo su cara en mi pecho, me abrazó.

 

Relato erótico: “El obseso. Un pervertido en casa.” (POR RUN214)

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     Giro la llave intentando no hacer demasiado ruido. No quiero que mis padres me sientan entrar en casa, no soportaría que intentaran darme una charla por lo que pasó la tarde de ayer. Bastante mal lo he pasado hoy durante Sin-t-C3-ADtulo29toda la mañana en clase emparanoiado pensando en que todo el mundo me miraba y sabía lo que había pasado.
Una vez dentro de casa cierro la puerta con sigilo. Nada más comenzar a caminar por el pasillo mis esperanzas de pasar inadvertido se van a la mierda. Me cruzo con mi madre que me mira con una mezcla de preocupación y miedo. Aparta la mirada de mí y continúa su camino hacia la cocina. ¿Se lo habrá contado a mi padre?
Al pasar frente a la puerta del salón cruzo la mirada con mi padre. Normalmente me mira durante un segundo mientras separa levemente sus labios intentando articular un saludo que nunca pronuncia antes de volver a ignorarme y continuar mirando al televisor y volver a ser 2 extraños viviendo en la misma casa. Pero hoy es distinto, está de pie, esperándome. Su mirada se queda fija en mí y me penetra. Abre la boca intentando empezar un discurso padre-hijo que tampoco sale. Al menos no como él quisiera.
-Miguel… –me llama.
Le ignoro y continúo mi camino hacia mi cuarto como si no le hubiese oído, como si no me enterase de que me está llamando repetidamente a mis espaldas.
Llego a mi dormitorio, cierro la puerta y me siento en la cama a esperar. Sé que van a entrar, los dos. Primero entrará mi padre, serio, taciturno. Hablará despacio durante el inicio de la charla antes de levantar gradualmente la voz. Mi madre se quedará en la puerta, fuera del ring, observando los acontecimientos, esperando el momento de intervenir en la disputa. Pero hoy no intercederá por mí. No, hoy ella está con la parte acusadora.
Oigo pasos tras la puerta. Estoy intranquilo, me levanto de la cama y camino nervioso por la habitación. Ayer no pensé en las consecuencias de lo que hice y ahora me toca comerme los cojones. Me siento de nuevo pero esta vez lo hago frente a mi escritorio. Disimulo como si estuviera estudiando, como si lo de ayer no tuviera importancia.
Los pasos tras la puerta van y vienen. Parece que mis padres discuten en el pasillo en voz baja. Al final los oigo alejarse entre susurros. Estoy a salvo… por el momento.
– – – – –

No he salido de mi cuarto en todo el día, ni para comer. Sé que ellos esperan que abandone mi refugio e intentarán un nuevo ataque. He permanecido horas a resguardo de esos dos pero aun así debo salir. Ha llegado la hora de la cena y no acudir a ella es aceptar mi culpabilidad. La culpabilidad del que no se atreve a afrontar las consecuencias y se esconde como un cobarde, como un niñato. Porque eso es lo que soy, un puto niñato malcriado y sinvergüenza.

Llego a la cocina. Mis padres están sentados en la mesa. No han tocado sus platos. Intuyo que para ellos la “charla” va a ser tan desagradable como para mí. Me siento entre los dos, compungido, acojonado más bien.
Cenamos en silencio. Apenas ninguno prueba bocado. Nadie abre la boca, nadie dice nada, solamente nos miramos los unos a los otros de reojo. Casi me dan ganas de ser yo el que hable de lo de ayer. Debería mostrarme arrepentido, pedir perdón y después aguantar el chaparrón y las consecuencias. Que acabe de una puta vez este ambiente de cementerio.
-Miguel… –a mi padre le sale un gallo. Se aclara la voz.
-Ejem, Miguel…
No me atrevo a mirarle a la cara y clavo la vista en el plato de donde sigo comiendo sin ganas.
-Miguel, ayer te pasaste de la raya con tu madre.
No contesto, solo escucho.
-La atacaste, la hiciste llorar.
-No la ataqué.
-Sí lo hiciste. La arrinconaste contra la pared y la atacaste.
-No, ella estaba junto a la pared yo solo me acerque un poco…
-¡INTENTASTE VIOLAR A TU MADRE!
Abro los ojos como platos. Separo los labios para decir algo pero no me salen las palabras. Miro a mi madre que me observa con lágrimas en los ojos.
-N…No, no, eso no es cierto. No es verdad. Yo solo quería… A ver, yo solo quería…
Me cuesta respirar. Empiezo a sudar y me paso la mano por la frente. Esto va mucho más lejos de lo que yo pensaba. Mi madre se ha creído que quería violarla, joder, que marrón.
-A ver, papá. Lo que yo hice ayer… lo que pasó…
Vuelvo a mirar a mi madre.
-S…Solo quería verte las tetas, solo eso, nada más. Solo por curiosidad, no quería asustarte. Te lo pedí, ¿te acuerdas? Te pedí que me las enseñaras… no dije nada de querer violarte.
-Te echaste encima de mí y me cogiste un pecho, me restregaste el pene por la falda mientras te masturbabas sobre mí y me empujabas con la cadera. Me pusiste la falda perdida de, de… tu semen.
Mi padre tiene el ceño fruncido y la cara colorada. Aun sostiene los cubiertos en cada mano y los aprieta tanto que los nudillos se han vuelto blancos. Me apunta con el cuchillo. ¿Me va a matar?
-¿Cómo has sido capaz de intentar violar a tu madre?
-Que no, que no. Que te digo que no fue así. Lo que pasó… a ver… dejadme que os explique.
Eso, eso. Explícales lo que hiciste porque ni tú mismo lo sabes, me digo. Tomo aire intentando pensar en una explicación honrosa y plausible, algo que suene dulce a los oídos de mis padres pero solo me viene a la cabeza la verdad. La cruda, amarga y asquerosa verdad.
-Mira, lo que pasa es que últimamente estoy obsesionado con echarme novia, ¿sabéis?
El ceño de mi padre se relaja, o al menos a mí me lo parece. Me envalentono y sigo con mi explicación.
-El caso es que no consigo ligar con ninguna chica y… claro, me como la cabeza con eso, día tras día, noche tras noche. Cuanto menos caso me hacen más obsesionado estoy con ellas y con… con follar, porque yo todavía no he follado nunca… soy virgen.
No he debido decir esto último. Acabo de confesar que quería follar con mi madre, mierda.
-L…Lo que quiero decir… es que nunca he visto a una chica desnuda. Nunca he visto unas tetas ni un coño. Por eso me paso horas y horas mirando porno en internet en lugar de estudiar, es… es como una obsesión.
Me estoy cubriendo de gloria. A mi padre se le está acelerando la respiración y mi madre me mira como las vacas al tren. Resulta que además de pervertido he reconocido ser un vago y un pajillero. Ole tus cojones, Miguel. Mi padre me va a inflar a hostias.
A estas alturas estoy sudando copiosamente, respiro como si quisiera acabar con todo el oxigeno de mi casa y empiezo a marearme. En menudo lío estoy metido. No soporto esta tensión y a mis ojos afloran unas lágrimas que apenas puedo contener. Me quiero morir.
-N…No te quería violar, mamá, de verdad. Lo que pasó… lo que pasó fue que…
A la mierda. Me rompo y me vengo abajo. Comienzo a llorar como una nena.
-Lo que pasa… es que soy un mierda incapaz de ligar con una chica. Soy un friki que se pasa las tardes viendo porno en internet y les miente a sus padres haciéndoles creer que está estudiando. Soy un obseso que les mira el culo a todas las tías y luego se hace pajas con ello.
Soy tan cerdo que hasta he llegado a pajearme con las bragas de mamá por que es la única mujer con quien soy capaz de tener contacto.
Lloro como una nenaza y casi no puedo hablar de la congoja. Soy un manojo de lágrimas y mocos confesando mi culpa, la culpa de un degenerado.
-Joder, soy un pervertido, un enfermo de mierda. Tengo tantas ganas de follar que soy capaz de meterle mano a mi propia madre, follaría con cualquier mujer si pudiera. Pero como no puedo me paso los días haciéndome pajas a todas horas. Al despertarme, al llegar a casa antes de comer, durante la tarde, a la noche… y los fines de semana ni os cuento la de veces que me masturbo.
Mis padres abren la boca en perfecta coreografía. Se miran entre ellos y me miran a mí, al pervertido de su hijo
-No sabéis las veces que he pensado en suicidarme y acabar con mi vida ya que no puedo acabar con mi puñetera virginidad de mierda y follar de una puta vez. Solo tengo que saltar desde mi ventana. Cada mañana cuando levanto la persiana pienso lo mismo. Desde esta altura acabo con todo de un solo hostión. Se acabó el no follar, se acabo mi miserable vida de friki mojigato.
Noto la mano de mi padre en el hombro aunque no le distingo. Tengo los ojos encharcados en lágrimas. Escondo la cabeza entre mis manos y apoyo los codos sobre la mesa.
-B…Bueno, a ver, hijo… no pasa nada, tranquilízate.
-Sí, sí. Tú tranquilo, ¿eh? –acompaña mi madre. –no pasa nada. No-pasa-nada.
-Olvida lo que tu madre y yo te hemos dicho. No estamos enfadados contigo. No pasa nada.
-Claro que no estamos enfadados. Además sabes que te queremos mucho, ¿verdad hijo?
¿Qué?, ¿qué pasa? Levanto la cabeza y los miro a ambos. Mi madre también apoya una mano sobre mi hombro y me da leves masajes sobre él de forma maternal. Me observan como si fuera un bicho raro. Ya no tienen el rictus de enojo en su cara sino todo lo contrario, están asustados. ¿Me tienen miedo?
-A ver Miguel. No hay por que dramatizar tanto. Lo de suicidarte…
-Mira hijo. –le interrumpe mi madre. –Nosotros te queremos muchísimo y solo queremos lo mejor para ti. No estamos enfadados contigo. Anda deja de llorar, por favor. Y lo de ayer… pues nada, no pasa nada. Ya está olvidado, ¿te parece?
Poco a poco lo voy entendiendo todo. No me temen a mí sino lo que pudiera hacer, lo que pudiera hacerme a mí mismo. Temen que me suicide. Pero… si solo era una forma de hablar. Solo quería expresar lo mal que me siento conmigo mismo por ser como soy.
-Vete a tu cuarto, anda. –mi madre es todo amabilidad. -Duerme tranquilo y no te preocupes por lo de ayer. Si al final es algo normal. Estás en edad de querer estar con chicas y… claro.
-Claro que sí. –corrobora mi padre. –eso es algo que les pasa a todos. No llores, hombre. Venga, vete a tu cuarto y descansa. Mañana no vayas a la universidad si no quieres. Total, por un día.
-Eso, eso. Si es que con tantas cosas que os hacen aprender allí no me extraña que no acabes agotado. Vete a la cama Miguel. Y quédate tranquilo que tus padres no están enfadados contigo.
Me tratan como si fuera un poco gilipollas. Aunque con el espectáculo que les he ofrecido no es para menos. Me levanto como un autómata y les obedezco. Voy a esconder lo último que queda de mi autoestima entre las sabanas de la vergüenza.
– – – – –
He dormido toda la noche, me he despertado a la hora de siempre y he ido a la universidad como todos los días, desoyendo el consejo de mis padres. No me he enterado de nada, como es habitual. Me limito a copiar de la pizarra cosas que no entiendo, acumulando más y más conocimientos inservibles en hojas de papel que nunca leo.
Ahora ya estoy de vuelta en casa y estoy parado delante de la puerta de la entrada. He pasado todo el día en la biblioteca de la universidad hasta que se ha hecho de noche. He cenado fuera algunos pinchos y al llegar a mi casa he subido los 5 pisos por las escaleras. No sé si inconscientemente intento atrasar el momento de enfrentarme de nuevo a mis padres. Ya sé que ya no me juzgan por lo que hice antes de ayer pero el hecho de que me consideren un suicida además de un pervertido sexual que ha reconocido querer follarse a todo lo que se mueve incluida su propia madre me hace sentir como un mierda.
No lo retraso más y meto la llave en la cerradura. No me molesto en no hacer ruido, lo que tenga que ser será. A ser posible que sea que no haya nadie en casa.
-¿Miguel?
Mi padre me llama desde la sala. No ha esperado ni a que pase por delante de él. Mal empezamos, otra charla.
Me acerco y veo a mis padres dentro. Mi padre está de pie. Se frota las manos, nervioso. Mi madre está sentada, evita mi mirada y el semblante de su cara no dice nada bueno. Me temo lo peor. Me van a comunicar que han hablado con unos loqueros buenísimos que me acogerán en su puta mierda de “maricomio” para tratar mi afición de salto de ventana. Pero no debo preocuparme, seguro que entre encerrarme con una panda de locos o dejarme en paz ésta era la mejor opción que han encontrado para mí.
-Miguel, tu madre y yo hemos estado hablando de ti y de… tu problema.
-Escucha papá…
-Nos hemos dado cuenta de que no te hemos prestado mucha atención.
-Sí, bueno mira, yo también he pensado en ello…
-Sabemos que estás pasando por una etapa muy complicada de tu vida. Con unos cambios en tu cuerpo que no te esperabas y con unas hormonas que te lo están haciendo pasar mal.
Me pongo colorado. Joder, la etapa a la que se refiere es la adolescencia. Mi padre no tiene ni puta idea de que ya tengo 25 tacos. Me está haciendo sentir peor.
-Sabemos que necesitas canalizar esa energía que recorre tu cuerpo…, ese cúmulo de sensaciones que te desconciertan…
Hasta él mismo se ha dado cuenta de que se está metiendo en un berenjenal del que no sabe como salir. Mira a mi madre pidiendo ayuda.
-Tu problema, Miguel… –mi madre toma el relevo. –Tu problema es que te has obsesionado con algo que debería haber sido normal a los 15 ó 19 años. Conocer chicas, salir con ellas y… disfrutar del sexo.
-S…Sí, bueno, eso es cierto pero veréis…
-Mira Miguel, cuanto más te has obsesionado con ello más introvertido te has vuelto y eso ha hecho que te cueste más relacionarte. Así que te obsesionas más y más, cerrando un círculo vicioso. Ahora tienes 25 años, ya eres un adulto, un hombre con carencias de adolescente.
-Ya, ya, pero si me dejáis hablar…
-Sabemos por qué te pusiste de aquella manera con tu madre el otro día. –Mi padre me interrumpe tajante. –Y te comprendemos, de verdad.
-Eh,… ¿sí?
-En el fondo lo que te pasa es que necesitas cubrir todas tus carencias. Necesitas quitarte, de una vez por todas, ese estigma que te has auto-impuesto de “inadaptado”, de bicho raro. Quieres tener lo mismo que todos los demás para ser igual que ellos, para dejar de ser un excluido, un paria.
Gracias papá. Yo no lo hubiese expresado mejor. Que te den por culo. Joder, ¿no me humillé lo suficiente yo solo ayer mismo?
-Tu madre y yo estamos de acuerdo en ayudarte para desquitarte de tus obsesiones puesto que es eso lo que necesitas.
-Eeeh,… ¿ayudar? No, mirad, de verdad no creo que necesite que ningún…
-Necesitas sexo para romper con todas las barreras que te acorralan y te acomplejan, eso es lo que has estado buscando siempre. –Toma aire y se aclara la voz. -Tu madre y yo hemos hablado. Está dispuesta a darte lo que tu cuerpo está pidiendo a voces, todo lo que necesitas, lo que querías de ella.
Parpadeo varias veces incrédulo. No sé de qué coño están hablando. Mi madre se levanta del sillón y me mira nerviosa, sigue frotándose las manos obsesivamente. Mi padre la mira y después me mira a mí.
-Hoy tengo un turno muy largo. No vendré hasta mañana por la mañana así que podéis utilizar nuestro dormitorio si quieres.
Se acerca a mí y me rodea los hombros con su brazo. Mi madre también se acerca y me coge de las manos. Las manos de mi madre siempre están calientes y secas sin embargo ahora las noto frías y sudadas.
-Solo queremos lo mejor para ti, hijo. Queremos que te pongas bien y recuperes tu ánimo.
“Mis ganas de vivir” quiere decir. Después de decir esto coge la chaqueta y se va hacia la puerta principal. Oigo el “clack” del pesillo al cerrarse. Mi madre continúa cogiéndome de las manos.
-¿Quieres que vayamos a mi dormitorio?
Asiento como un autómata. Todavía no estoy seguro de lo que acaban de proponerme mis padres pero mi subconsciente toma el mando y decide seguir la corriente. ¿Para qué vamos a su dormitorio? ¿Va a darme sexo? ¿Va a enseñarme las tetas? ¿Es eso lo que va a hacer?
Veo a mi madre salir de la sala y la sigo por el pasillo. Camina despacio y creo que sé la causa. Es la misma por la que yo he pasado todo el día fuera y he subido por las escaleras. En el fondo no desea hacer esto, lo detesta y su subconsciente lo retrasa todo lo que puede.
Entramos en su dormitorio y cierra la puerta tras de mí, en silencio. Pasamos un buen rato uno enfrente del otro. Yo no me atrevo a abrir la boca, que sea ella la que lleve la iniciativa y así me entero de lo que vamos a hacer realmente.
-¿Quieres que me quite la ropa?
Casi me cago encima. Hostia, vamos a hacer justo lo que pienso. Asiento con la cabeza porque todavía no soy capaz de hablar, en el fondo estoy acojonado.
Mi madre comienza a soltarse los botones de la camisa. El pulso le tiembla. Agacha la mirada, parece que vaya a llorar. ¿Cómo debe ser para ella tener este tipo de relaciones con su hijo? Me imagino si yo sería capaz de hacer algo tan desagradable para ayudar a alguien a quien quisiera. ¿Dejaría que mi padre me diera por el culo si con ello pudiese curar alguna enfermedad senil que tuviera?
Sacudo la cabeza al visualizar la imagen. Joder que asco me ha dado. Arrugo la cara y me entran ganas de vomitar y escupir. En ese momento miro a mi madre que está soltando los últimos botones de su camisa. Sigue con la mirada baja y el rictus contraído. Para ella esto debe ser algo similar. ¿Tanto me quiere que es capaz de pasar por esto?
Sujeto sus manos justo cuando están a punto de soltar el último botón de la camisa.
-Espera, no sigas. –le digo. –déjame hacerlo a mí.
Suelto el último botón y abro la camisa. La vista de su sujetador es espectacular para mis ojos. Sus tetas son tan grandes como me imaginaba. Apenas puedo distinguir alguno de sus pezones a través de su sujetador blanco tipo “madre-de-las-de-antes”.
Poso una mano sobre su teta y la aprieto levemente. Mi madre no hace nada para detenerme y eso me gusta. La amaso con suavidad y le cojo la otra teta con la otra mano. Mis manos están llenas de tetas. Es la primera vez que se las toco y quiero más.
Paso las manos por detrás de su espalda en un abrazo e intento soltarle el sujetador. Para tener varios años de carrera me muestro bastante inútil a la hora de quitar el puto cierre así que le pido ayuda a mi madre.
Pasa la mano tras su espalda y de un solo gesto suelta el enganche. La prenda se afloja pero no se desliza de su sitio. Cojo el sostén de los tirantes y los deslizo hacia los brazos haciendo que la prenda caiga hasta los pies de ella. Lo que veo me deja sin aliento.
Las aureolas de sus pezones son enormes y oscuras. Mi madre resiste su impulso de taparse sus partes pero no puede impedir abrazarse el vientre en un intento de mitigar la sobre exposición de su cuerpo. Le cojo suavemente de sus muñecas y se las coloco a ambos lados del cuerpo. Noto que su pulso va a cien por hora igual que su respiración.
Vuelvo a coger sus tetazas con mis manos. Las sopeso y las amaso con dulzura nuevamente. Son suaves, calientes y blanditas. Acaricio sus pezones con mis pulgares con la vana esperanza de que se endurezcan pero no lo consigo, normal.
No puedo aguantar más y le chupo un pezón. Después el otro. Paso mis manos por su falda y rodeo su culo, lo aprieto hacia mí. Busco la cremallera en un costado y la suelto. Su falda cae junto a su sujetador.
Me separo levemente para verla de cuerpo entero. Sus bragas sí trasparentan lo suficiente para adivinar que debajo de ellas hay un coño negro y grande. No tardo en posar mi mano sobre ellas. Recorro su pubis y deslizo la mano entre sus piernas. Su primer instinto es juntarlas pero después las va abriendo poco a poco para facilitar mi exploración.
Tengo una mano en una teta y la otra en sus bragas mientras le chupo un pezón. Estoy a punto de correrme y eso que todavía no me he tocado la minga.
Me aparto de mi madre y me quito la parte superior de mi ropa de un tirón. Me descalzo de dos patadas y me bajo los pantalones y los calzoncillos. Leí en internet que follar con calcetines es de horteras. No entiendo por qué es así pero me los quito de todas las maneras. Mi madre me mira atónita con la boca abierta. Ha cerrado las piernas y se cubre sus tetas. Está acojonada de verdad, creo que es ahora cuando se ha dado cuenta de lo que está a punto de hacer. O eso o yo me he colado tres pueblos y no veníamos a follar… mierda puta, ¡que solo iba a enseñarme las peras!
-P…Perdona, mamá… es que creía que… joder, que corte. Ya me visto.
-No, no, tranquilo. Está bien así. Es que me he asustado. No me esperaba verte así. Tú tranquilo hijo, tú tranquilo.
-Ah…, o sea…, puedo seguir…
-Haz todo lo que quieras. Para eso estamos aquí. Para hacer todo, todo.
“Todo”, ha dicho “todo”. Joooooder, me va a dejar follar. De puta madre.
Me vuelvo a acercar a ella. Tengo la polla superdura, la pego a sus bragas y me aprieto contra ella. Mmmm, qué bien se siente y que cuerpo tan calentito, me gusta.
-¿Te puedo bajar las bragas?
-¿Eh? Ah…, claro.
Cojo de los extremos del elástico y tiro hacia abajo. Poco a poco va apareciendo vello púbico negro y rizado. Dejo todo su coño a descubierto, me encanta, estoy en la gloria.
Paso un buen rato mirándola en silencio. Mi madre está incómoda. Si ya es duro que alguien la observe desnuda mucho peor deber ser que sea tu propio hijo el que te coma con los ojos. Pongo mi mano sobre el pelo de su coño y lo acaricio. Siento su suavidad y meto mis dedos entre el matojo.
-Joder mamá, esto, esto… es lo mejor que me ha pasado en mi vida.
Mi madre me dedica una sonrisa forzada y pone una mano sobre mi mejilla. Su cara me da un poco de pena, me da la impresión de que tiene ganas de llorar. La abrazaría pero en este momento la tentación es tan grande que no puedo parar de sobarle el coño.
-Esto que te estoy tocando son los labios del coño, ¿no?
Asiente con la cabeza y abre ligeramente las piernas para que la siga tocando a mi antojo.
-Estoy muy cachondo. Mira como tengo la polla. ¿Mi polla es grande?
-¿Cómo?
-De tamaño digo. Que si la tengo grande.
-Pues… no sé. Normal, creo.
-O sea, comparado con otros, ¿mi polla es grande o pequeña?
-No lo sé. Solo he conocido a tu padre pero… es normal…, normal. Tienes una polla normal.
-Ah, es que solo he visto pollas en las pelis porno y claro, con esos las comparaciones no valen.
Este tipo de conversación la ruboriza más de lo que ya está. Intento meter un dedo entre los pliegues de sus labios y se pone tensa.
-Uy, perdona, ¿te he hecho daño?
-No, no, que va. Solo ha sido la impresión. Puedes seguir, no pasa nada.
-Por aquí está el clítoris, ¿no?
-¿Eh? Pues, pues… no, un poco más arriba.
Se le ha quebrado la voz. Cierra los ojos y se muerde los labios para que no se le note que está a punto de romper a llorar.
-¿Quieres que nos tumbemos en la cama? –Me pregunta.
-Sí, sí, claro. –contesto.
Mi madre se gira pero no va hacia la cama sino hacia la lamparita de la mesilla. La enciende y apaga la luz central. Adivino lo que quiere hacer, no quiere que la vea llorar. Además se cree que con menos luz todo será más fácil, lo que no sabe es que la oscuridad no tapará su vergüenza por mucho que la oculte.
-No, espera. Enciéndela.
-Pero es que…
-Si bajas la luz no puedo verte bien, venga enciélela otra vez. Que haya más luz.
Ambas luces están encendidas lo que provoca no solo que no se haga la oscuridad en el dormitorio sino que haya más claridad. Está incómoda, impunemente desnuda a la vista de su hijo. Y no es solo eso. También sé, porque lo he leído en internet, que la gran mayoría de las mujeres se avergüenzan de alguna parte de su propio cuerpo. Tener menor visibilidad sería igual que ocultar dichas partes.
Para mí el cuerpo de mi madre es precioso. Sus tetas, su culo, su coño… uf, joder como me pone su coño negro. Las marcas blancas que el bañador deja en la piel le dan más morbo. Un triángulo negro dentro de otro triángulo blanco. Igual que sus pezones. Grandes círculos negros dentro de triángulos de piel blancos.
Señalo la cama. Ella duda un instante pero termina tumbándose en ella con las piernas juntas y las manos a cada lado del cuerpo. Sigue respirando agitadamente mientras le tiembla el labio inferior. En su frente brilla algo de sudor. Me tumbo junto a ella y vuelvo a acariciarle las tetas.
Bajo mi mano hasta su coño pero esta vez no abre las piernas para dejarme el camino libre entre ellas. Las separo con suavidad aunque noto su reticencia y no está lo suficientemente abierta de piernas como para que manosee entre ellas.
-¿Podrías abrir las piernas para que te acaricie el coño?
No creo que se acostumbre nunca a oírme hablar así. Las abre con lentitud, retrasando lo inevitable. Me tomo mi tiempo acariciándola. Recorro sus labios con las yemas de mis dedos. No pensaba que pudiera ser tan suave.
-Más, ábrelas más. Quiero ponerme entre ellas. –La he dejado muerta.
-¿Cómo? Ah…, claro, claro. –Las abre un poco más.
-Más, más. Ábrelas mucho más.
Obedece y las abre por completo. En esta posición le veo todo el coño hasta el ano. Es la imagen más guarra que podía esperar ver en mi madre y me excita, me excita muchísimo. Joder, como quiero follar con ella.
Pero primero voy a hacer algo que he deseado siempre, comerle el coño. He leído que si le lames a una tía el clítoris se pone a mil por hora. Ya va siendo hora de que mi madre disfrute un poco, se lo debo.
Acerco mi cara a su coño y me llevo una sorpresa muy desagradable, huele mal. Aquí algo no funciona. Todos los relatos que he leído hablan de lo bien que sabe un coño y no sé cuantas chorradas más. No es que me tire para atrás pero no es el “aroma” que yo esperaba. Creía que sería como aspirar una fragancia embriagadora tipo “chanel” número cinco pero esto, esto no llega ni a “patchouli”.
Es igual, tengo tantas ganas de lamerle el coño que poso mis labios sobre los suyos. Mi madre cierra las piernas de golpe.
-¿Qué haces?
-Pues… iba a lamerte el coño. Solo un poco.
-Pero, pero, eso… eso es una guarrada.
-Que va. Esto lo hacen todas las parejas del mundo. En serio… lo he leído.
-No sé hijo, pero creo que mejor deberías… no sé…
-Déjame, anda. Quiero hacerlo, tengo ganas de comerte el coño.
Arruga la cara cuando me oye hablar así. Pero se resigna y vuelve a su posición inicial. Noto que se relaja, saco la punta de la lengua y recorro su raja. Sé por donde queda el clítoris, más o menos, así que me centro en masajear con toda la suavidad posible esa zona. Por la reacción que ha tenido me doy cuenta de que a mi madre nunca le ha lamido el coño mi padre.
Si internet no miente dentro de unos minutos empezará a lubricar por el coño y se le pondrán los pezones duros. La voy a poner súper cachonda y voy a hacer que se corra como nunca. Va a flipar conmigo.
Llevo varios minutos lamiendo su coño y no sé qué pasa. Sus pezones siguen igual y su coño no lubrica nada. Incluso he lamido a lo largo de toda la raja para ver si así conseguía algún progreso pero nada. No sé el rato que llevo con la nariz aplastada contra el pelo de su pubis respirando el aire filtrado por los pelos de su coño y ya se me está cansando la lengua. ¿Qué hago mal?
Levanto la cabeza y veo con horror que mi madre esta llorando en silencio. Tiene la cabeza girada y se tapa la cara con una mano para evitar que me de cuenta. Pero… ¿por qué no está excitada? ¿Es que la he hecho daño?
No, no es eso. Es algo mucho peor. La respuesta es mucho más sencilla. La he formulado antes pero he estado huyendo de ella todo el tiempo.
¿Cómo actuaría yo si tuviera que dejar que mi padre me diese por el culo para que él pudiera recuperarse de algún problema psicológico? Más aún, ¿me correría si él me chupara la polla por muy bien que quisiera hacerlo? Pues eso mismo es lo que le pasaba a mi madre.
Me quiere tanto que es capaz de dejarse sobar y follar por mí solo para que se me quite la tentación de suicidio, para que pueda ser un poco más normal o menos gilipollas. Ni en mil años voy a conseguir que se corra por mucho que lama su chocho.
Me miro de arriba abajo y por primera vez me veo con otros ojos, con los ojos de una persona normal. Estoy completamente desnudo en la habitación de mis padres acostado sobre mi madre con la polla tiesa intentando tirármela. Mis labios están empapados de mi propia saliva y de su coño. ¡He estado lamiendo el coño de mi madre! Dios mío, ¿pero qué estoy haciendo? ¿Hay algo más patético?
Me tumbo a su lado y empiezo a llorar. Quiero morirme, me digo. Si no tenía suficiente con ser un friki pajillero inadaptado además he tenido que denigrar a mi propia madre conmigo. He hecho que se convierta en una furcia para mí y mi padre en un cornudo consentido. Mi madre está llorando por mi culpa.
¿Cómo he podido consentir que mis padres se rebajen a esto? ¿Cómo puedo tener el corazón tan sucio y permitir que mi madre se humille de este modo?
Pensaba que mi vida era una mierda pero ahora me doy cuenta de que es mucho peor. Es una mierda que salpica más mierda a los que me rodean. Me quiero morir, dios, me quiero morir.
Noto una mano cálida en mi pecho. Abro los ojos y veo a mi madre asustada sobre mí.
-Tranquilízate, hijo. No pasa nada. Todo está bien. Si a mí no me importa hacer esto, de verdad.
No sé cuanto tiempo he estado pensando en voz alta pero mi madre ha escuchado lo suficiente como para salir de su agonía y preocuparse por la mía. Manda cojones que todavía tenga fuerzas para seguir preocupada por el crápula de su hijo.
-No estaba llorando hijo, de verdad, estoy bien. Lo que pasa… lo que pasa… es que tenía suelo y estaba bostezando.
No me lo creo ni yo y las lágrimas se me escapan con más fuerza. Que mal me siento. Ahora sí que saldría corriendo hacia la ventana y me tiraría por ella.
La mano de mi madre que acariciaba mi pecho y baja hasta mi polla y mis huevos. Los agarra con suavidad, después coge mi polla y comienza a masturbarme. Sigue asustada por mí.
-¿Te gusta? ¿Te gusta así? Vamos venga, sigue tocándome. Te prometo que no voy a llorar más. Ha sido solo un momento. Un momento de debilidad pero ya se me pasó. Anda Miguel, hijo, no llores más. Venga, tócame. Tócame las tetas, venga.
Me pone mi mano sobre una de sus tetas y me la mueve amasándosela. Se tumba sobre mí y me besa en el cuello. Coloca sus piernas a cada lado de las mías y comienza a mover la cadera como si me follara. Su coño acaricia mi polla.
-¿Así, te gusta así?
No soy capaz de contestar, estoy algo aturdido y todavía no sé si debo levantarme y marcharme a mi cuarto para suicidarme en soledad.
-Venga, hijo mío. No pasa nada, todo está bien.
Sigo sin reaccionar. Lo curioso es que mi polla tampoco lo hace y eso es porque realmente estoy muy arrepentido. No puedo seguir haciendo daño a mi madre. No, a ella no.
-¿Quieres que te chupe?
-Eh…, ¿Qué?
-¿Qué si quieres que te chupe?
Supongo que se refiere a que si deseo que “me la chupe”. Sopeso la idea de corregir su error gramatical pero me doy cuenta de que no merece la pena poner al día a mi madre en temas que jamás le van a preocupar. Aparto mi mano de su teta y la coloco sobre su hombro. Ya ha tenido suficiente, es hora de acabar con esta patética agonía.
Antes de que la empuje para que se quite de encima, ella se aparta de mí. Se mueve sobre la cama hasta colocar su cara a la altura de mi cadera, coge mi polla y se la lleva a la boca. “HOS–TIAS”
Me mira con la polla metida en la boca intentando ver en mí una reacción positiva a su caricia. Cierro los ojos porque no soporto su mirada, me siento lleno de culpa mientras se esmera en darme gusto y conseguir que me calme. Voy a pedirle que pare. Espero un poco más y alargo el momento antes de terminar con esto. Cuando pasa más de un minuto me doy cuenta de que no se lo voy a pedir. En el fondo soy un cerdo, un cerdo y un hipócrita.
Me relajo y dejo que me la mame, abro un poquito más las piernas para que pueda seguir acariciándome las pelotas con más facilidad. Aunque nunca me han chupado la polla diría que no lo está haciendo bien del todo. Creo que mis padres han follado muy poco en su vida y con muy pocas variaciones. Sus movimientos son torpes, no me da mucho placer. Esto no se parece en nada a lo que he leído en internet. Cuando una tía se la chupa a un tío es lo más “de puta madre” que le pueden hacer en su vida. Yo no tengo los ojos en blanco, no estoy viendo mariposas de colores ni mamonadas de esas. Entre esto y una buena paja, me quedo con la paja.
-¿Te gusta así?
-S…Sí.
-¿Quieres que siga?
-Sí, pero… –no quiero que piense que lo hace mal. –mejor me pongo yo encima de ti, ¿vale?
Mi madre se tumba de nuevo y abre las piernas igual que antes. Esta vez su cara muestra un semblante más alegre aunque sé que es forzado. Se me pone dura de golpe cuando la miro por completo, con el coño negro otra vez delante de mí. Sé que en el fondo ella no lo desea, solo lo hace por mí. Como vea que se pone a llorar otra vez, me pego un tiro, pero de verdad.
Me coloco sobre ella y pego mi polla a su coño. Me la cojo y apunto a su raja. Aprieto y… no entra. Pruebo de nuevo, nada.
-¿Me la metes tú? Yo es que… no sé exactamente…
-No pasa nada, no te preocupes, es normal, yo lo hago.
Me coge la minga con una mano y la otra se la lleva al coño. Hasta ahora lo que más me está gustando es que me coja la polla. Me encanta sentir las yemas de sus dedos toqueteándome.
-Ahí, empuja.
Empujo pero no noto que entre nada. Mi madre contrae un poco la cara de dolor y me asusto. La verdad a mi tampoco me resulta placentero intentar meterla.
-Empuja más.
-Pero… ¿No te hago daño?
-No, venga.
-No te creo. Pones una cara… Te hago daño, paso.
-Que no, hombre. No seas tonto. Espera.
Se chupa los dedos y se los pasa por el coño, después se los vuelve a chupar y me unta la punta de la polla con su saliva.
-A ver ahora.
-Joooe. Ahora sí.
La meto a empujoncitos hasta que se me acaba la polla.
-L…La he metido entera.
Mi madre me mira como si me estuviera viendo destapar un bote de cola-cao con premio.
-Mamá, te he metido la polla entera.
-Sí.
-Tengo la polla en tu coño.
-Sí.
-Te… te la he metido en el coño. En tu coño.
A estas alturas sé que debo parecer medio idiota pero me da igual. Al fin y al cabo es lo que soy, un puto friki idiota que ha conseguido meter la polla en el coño de su madre al segundo intento y con ayuda.
Saco la polla casi hasta el final y la meto de nuevo. Estoy tan feliz que no me doy cuenta de que me estoy riendo. Mi madre sonríe al verme tan alegre y yo me pongo más contento todavía al verla sonreír a ella.
-Esto, esto… no lo voy a olvidar en mi vida, te lo juro.
-Ya lo sé.
-Te lo juro mamá. Sé lo que estás pasando conmigo.
-No pasa nada, hijo. Todo está bien.
-Joder, mamá, joder, qué pasada.
Y empiezo a llorar. Pero esta vez es de alegría. Mi madre se contagia y alguna lágrima asoma a sus ojos.
-Tú tranquilo, Miguel. Y disfruta, venga disfruta.
Y disfruto, joder que si disfruto. La follo despacito, sin prisa. Mi padre pasará toda la noche fuera de casa así que tengo tooodo el tiempo del mundo para follar con mi madre. No quiero correrme en mucho tiempo.
Sus pezones no se endurecen y es una pena porque me hubiese gustado que se excitara y poder lamer sus pezones duros. Me conformo con amasar sus tetazas y con besárselas y con que me deje follarla.
-Cada día me hago unas 4 ó 5 pajas por lo menos.
-¿Que te haces…? ¿Tanto?
-Eso de media. Si es fin de semana y estoy solo en casa me hago el doble.
Mi madre abre los ojos sorprendida. No sé si es porque el comentario no ha venido a cuento o por la cantidad de pajas. Mientras la follo sus tetas se bambolean arriba y abajo rítmicamente.
-No paro de pensar en tías y en follar. Por eso estoy convencido de que un día me voy a volver loco.
-No digas eso, me asustas.
-Y cada vez voy a peor. Me excito con cosas que antes ni me imaginaría.
-Como mi amiga Pilar. ¿Es lo que me dijiste, no? Que te gustaría…
-Sí, como ella. Siempre la he visto como una señora mayor pero de repente un día me fijo en sus tetas y zas, empiezo a hacerme pajas pensando en ellas.
-No me hago a la idea de que te pueda excitar Pilar.
-No, ella no, sus tetas. Bueno… al final ella también. Si pudiera me la follaría.
Mi madre no me entiende, normal.
-Oye, ¿Pilar tiene las tetas tan grandes como tú?
-¿Eh? Pues… no sé. Parecidas, supongo.
-¿No se las has visto?
-Pues claro que no. ¿Por qué tendría que habérselas visto?
-Como sois amigas pensaba…
-¿Y qué tiene eso que ver? ¿Acaso tú te enseñas el pito con tus amigos?
Touché. Eso me ha jodido el doble. No tengo amigos.
Mi madre cierra los ojos y levanta un poco las piernas para acomodarse. Llevo un rato follándola y creo que se está cansando.
-¿Quieres que pare?
-No, no, tú sigue. No te preocupes por mí. Yo estoy bien.
-No, no estás bien ¿Quieres que pare?
-Que no, que no. Estoy a gusto, de verdad. Si esto para mí no es nada.
-¿Te gusta que te folle?
-Claro.
-Mentira.
Se sonroja. La he pillado mintiéndome. Claro que no le gusta.
-Miguel, hijo. –me dice cogiéndome la cara con sus 2 manos. –Te aseguro que esto es lo que quiero hacer. Lo que realmente no soporto, lo que me duele de verdad es verte como estabas el otro día, fuera de ti. Tienes que quitarte todas esas obsesiones que tienes dentro.
-Ya pero…
-Fóllame, fóllame todo lo que quieras. Tu padre y yo lo hemos hablado y creemos que es lo mejor para ti. Preferimos mil veces verte sano entre mis piernas que tener que visitar una lápida con tu nombre.
-Ah, bueno respecto a eso…
-Déjalo ya, miguel. No le des más vueltas. A saber las cosas que harán los demás en sus casas.
No insisto en desmentir que quiera suicidarme y estoy pensando que es mejor no volver a tocar ese tema, sobretodo ahora que me la estoy follando.
Sus tetas siguen moviéndose arriba y abajo con cada empujón y me estoy poniendo cada vez más cachondo. Le sobo el culo con las 2 manos y alargo una mano hasta llegar a su ano.
-¿Qué haces?
-Quería meterte un dedo por el culo.
-¿Por mi…? Pero, ¿por qué?
-No sé, me gustaría follarte así, con el dedo dentro del culo mientras te meto la polla por el coño.
Abre la boca sorprendida. No se esperaba que tuviera unos gustos tan raros. Lo que pasa es que no comprende que el morbo está en detalles como éste, pero tampoco se molesta en entenderlos. Desfrunce el ceño lentamente y noto como relaja su ano. Mi dedo presiona contra él intentando meterse dentro con dificultad y se me ocurre una idea.
-Chúpame el dedo.
Con el dedo embadurnado de saliva intento meterlo de nuevo. Esta vez entra suavemente hasta la segunda falange. Lo meto y lo saco igual que hago con mi polla, como si la estuviera follando el culo.
Mi madre levanta la mirada hacia sus cejas como intentando concentrarse, o mejor dicho evadirse, mientras respira a bocanadas. Yo estoy a punto de empezar a correrme.
-Oye, ayer no me hice ninguna paja.
-¿Qué dices? Ah, me parece muy bien.
-Debo tener las pelotas llenas de semen, ¿Sabes?
-Bueno, creo que no me hacía falta esa información…
-Es que… me voy a correr.
A mi madre se le ilumina la cara. Creo que es porque ve más cerca el final de la follada.
-Pues muy bien, venga, adelante.
-¿M…Me puedo correr dentro?
-Pues claro.
-Te advierto que tengo mucho semen, ¿eh? Igual te lleno.
La veo sonreír. Debo de haber dicho una gilipollez.
-Córrete tranquilo, anda.
-¿Y si te preño?
-¿P…Preñarme? No, eeh…, no, no hay problema.
-¿Seguro?
-Segurísima, córrete dentro de una vez.
-¿Darías a luz un hijo mío?
-¿Cómo? Pues, pues… ¿Qué preguntas son esas? Te he dicho que no mes vas a dejar embarazada.
-Pero ¿Y si te dejara?
-Pues entonces… tu padre y yo… supongo que… Ay hijo, de verdad, deja de preocuparte por eso y córrete dentro de una vez. Te he dicho que no pasa nada y punto.
Empiezo a correrme. El placer invade mi cuerpo hasta hacerme poner los ojos en blanco. Es curioso lo que cambia la percepción humana en ese momento, justo cuando me estoy corriendo. En ese instante el deseo más arrollador se adueña de mí y me invade la necesidad más intensa que he tenido nunca. No puedo evitar besar a mi madre en la boca.
Ella se asusta y se resiste pero después de una breve lucha me deja invadir su boca con mi lengua. No se opone a mí y deja que disfrute con el beso, mi primer beso.
Un beso con lengua es más lascivo que el propio polvo que le estoy echando. Es caliente, húmedo y sorprendentemente placentero. Disfruto con él y no quiero dejar de entrelazar mi lengua con la suya.
Mi madre acompaña mis movimientos dándome todo lo que le pido. Nuestras lenguas juguetean y luchan. Joder, besar a una mujer es lo más caliente que me ha pasado nunca. De esto no hablan los relatos eróticos pero la sensación es acojonante, más que la mamada de antes.
Mi orgasmo termina y la última gota de semen cambia de propietario. Dejo de besarla y separo mi boca de la suya. La miro a la cara horrorizado.
-¿Q…Qué he hecho?
-¿Cómo?
-N…No quería besarte.
-Ah, ¿eso? No pasa nada.
-No, en serio. No sé por qué lo he hecho. No pienses cosas raras ¿eh?
-No tienes que darme explicaciones. –Sonríe.
-Es que,… n…no estoy enamorado de ti, ¿eh?
-Ya lo sé.
-No, en serio…
-¡Miguel! –me corta. –ya sé lo que te ha pasado y es normal, relájate. Te ha apetecido besarme mientras te corrías. Lo hace todo el mundo.
No sé si todo el mundo morrea a su madre como si se la quisiera comer. A mí me parece que no es normal.
-Esto no se lo cuentes a papá.
-¿Acabamos de follar pero no quieres que se entere de que me has besado en la boca?
-Eso.
-Como quieras.
-Y…
-¿Sí?
-¿Me puedo quedar un ratito con la polla dentro?
-Todo el tiempo que quieras. ¿Quieres dormir aquí esta noche?
-Pues… no sé.
– – – – –
No sé cuanto tiempo ha pasado. Me he quedado dormido un ratito con la cabeza apoyada en el cuello de mi madre. Mi mano agarra una de sus tetas que no he soltado durante toda la follada. Recuerdo donde tengo la otra y saco mi dedo lentamente, su cara muestra alivio.
Me despego de mi madre y miro entre mis piernas. Saco mi polla despacio y la pongo sobre el pelo de su coño, sobre su pubis. Me arrodillo frente a ella entre sus piernas y la contemplo de nuevo.
Sonrío. Por alguna razón el cuerpo desnudo de mi madre ya no me atrae y aunque parezca una ironía me siento feliz.
-Me voy a mi cuarto.
-¿Seguro?
-Sí. –sonrío de nuevo.
-¿No quieres quedarte conmigo?
-No.
-Podemos hacer lo que quieras, Miguel. ¿No quieres desquitarte por todo el tiempo que has deseado estar con una chica?
Meneo la cabeza mientras sonrío. Qué buena es mi madre. De repente me doy cuenta de que la quiero muchísimo, tanto que sería capaz de morir si me lo pidiera… pero no deseo follar con ella de nuevo. Ni mi polla tampoco que no se levanta ni para despedirse.
Cojo mi ropa y me voy hacia la puerta. Mi madre se ha sentado en el borde de la cama. Se tapa las tetas y cierra las piernas para que no se le vea el coño. Qué ironía, acabo de follármela, ya le he visto todo.
Llego a mi cuarto y me tumbo en mi cama, noto que mi mente está tranquila. No tengo ese perpetuo dolor de cabeza que no me deja dormir. Noto el sueño que me aplasta contra la almohada, esta noche voy a dormir bien por una vez en muchísimo tiempo.
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Comentarios, alabanzas, insultos y demás apostillamiemtos serán siempre bien recibidos.
Aunque no lo creáis estoy de rodillas besando la imagen de santo Tomás del prepucio rogando por cualquier tipo de comentario o, cuando menos, que voteis el relato si os ha gustado… y si no os ha gustado también, por supuesto.
A sus pies de ustedes: Un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo…
 
 
 
 
 

Relato erótico: “Destructo III Esta guerra tiene tu nombre” (POR VIERI32)

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herederas3I. Año 1368

sin-tituloWezen montaba su caballo, silbando una canción y disfrutando del exuberante paisaje de la llanura; un interminable verde que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. Su estado de ánimo era inmejorable, cabalgando en medio de la legión de jinetes xin de Syaoran y tomando rumbo a su pueblo. A un lado, el sol se ocultaba tras la interminable cadena de montañas y supo que pronto debían acampar. Si fuera por él, continuaría cabalgando durante la noche; faltaban pocos días para alcanzar Congli y estaba ansioso por ver a su hermana tras casi un año de partir rumbo a la guerra.

Desmontó a un costado del camino, viendo a los demás jinetes preparar el campamento con una velocidad y disciplina que nunca dejaba de sorprenderlo. Estaban perfectamente entrenados por Syaoran, pensó, y pronto él también sería un gran guerrero a su lado. Se había convertido en su escudero; estaba presente en todas las reuniones de su comandante, entrenaba con él y se enteraba de las noticias más importantes con rapidez.

Sabía que la prioridad de Syaoran era reunirse con el emisario de Occidente en una expedición en la frontera xin. Sabía, además, que los mongoles no estaban huyendo del reino, sino reagrupándose en algún lugar. Tardarían meses en asestar un ataque contra el nuevo emperador, apostado en Nankín, pero disfrutaría de los días mientras tanto.

Luego se fijó en Zhao, desmontando de su caballo y enfundado en su túnica budista sin ningún tipo de reparo. Buena parte del ejército lo conocía y ya no tenía necesidad de aparentar. Después de todo, la Sociedad del Loto Blanco a la que ahora pertenecían fue fundada por budistas. Lo vio acercarse y el guerrero xin frunció el ceño. Zhao le estaba resultando insoportable en los últimos días. Detestaba que su amigo le hablara sobre Buda y sus conceptos de paz y tranquilidad, que no hacía más que enfadarlo. Al parecer, ahora Zhao sentía una necesidad de predicar su credo a todos los soldados, que lo escuchaban con curiosidad y respeto, pero Wezen no era una persona de fe.

—¿Cómo está tu herida? —preguntó el budista, señalando el hombro que había sido alcanzado por una espada durante la toma de Ciudad del Jan.

—El hombro está bien —se palmeó la zona con fuerza—. Una de las esclavas del comandante se ofreció a curar la herida.

—¿Una esclava? ¿Cuál de las dos?

—La más bonita —asintió.

Zhao enarcó una ceja.

—Procura recordar que ellas entregan sus cuerpos a tu comandante. Syaoran no querrá saber que uno de sus soldados está detrás de…

Wezen hizo un ademán.

—No me sigas.

Se alejó silbando; nada ni nadie le arruinaría su estado de ánimo.

Lanzó su casco sobre la hierba y se acercó a un riachuelo para mear sobre unos matojos, entonando su canción y mirando las pálidas estrellas que asomaban en el cielo. Dio un respingo cuando oyó el chapoteo del agua y luego un par de risillas de algunas muchachas cerca.

Giró la cabeza y se sorprendió de ver a las dos esclavas de su comandante, tomando un baño entre risas. Actuaban como si él no estuviera allí. Eran hermosas, aunque distintas, como si su comandante las hubiera elegido así adrede. Una era exótica por lo alta, de corta cabellera y turgentes senos, de curvas pronunciadas. Toda una mujer. La otra, en cambio, era de rostro aniñado y más menuda, enrollaba su larga cabellera mientras las gotas de agua recorrían su cuerpo de tímidas curvas.

Wezen apretó los labios. Era esta última la que le había hecho una cura con hierbas y vino, la noche anterior en las afueras de la tienda del comandante. Solo sabía el nombre de esta, y era sencillo de recordar. Mei. “La más pequeña”.

Nunca dejaba de preguntarse sobre el extraño origen de las dos, después de todo no era común verlas en campamentos de la caballería, sino más bien en los castillos, sirviendo a emperadores, no a comandantes. Pensó que Syaoran era un hombre afortunado al tener aquellas dos jóvenes a su disposición.

—¿Vas a acompañarnos? —preguntó la más alta, ahora de pie frente a él.

Wezen quedó absorto. Vio los pezones erectos de la esclava y por un momento sintió el impulso de retirarse la armadura y zambullirse junto a ella, pero la cacofonía de martillazos y órdenes lejanas que oía eran un recordatorio de que no estaban solos; si algún soldado lo pillaba con las esclavas sería su muerte.

La mujer rio, volviendo a agacharse para darse un baño mientras que la pequeña le salpicó agua a su amiga, visiblemente molesta. Wezen suspiró y se sentó sobre la hierba, viéndolas.

—Muy graciosa. En Occidente harías de bufón de algún rey.

—¿Qué sabes de Occidente? —preguntó Mei, limpiándose una suciedad en el vientre.

—No mucho. Podrías preguntárselo al emisario cuando lo encontremos.

Mei asintió. No conocía al emisario y dudaba que un hombre tan importante se dignara a hablar con ella, pero lo intentaría. Charlar con Wezen, en cambio, era más agradable y podía ser ella misma, evitando formalidades. Podía hablar de temas que, con su señor, serían imposibles de tocar. Se lavó los brazos, hablando con Wezen sin mirarlo.

—Ese emisario… Tiene que ser un hombre muy importante para mover todo un ejército.

—Lo es. Según Syaoran, es clave para la guerra… Pero dos esclavas no tienen por qué saber detalles.

Aquella broma hizo que Mei frunciera el ceño, no obstante, su amiga se volvió a poner de pie. Brazos en jarras, miró a Wezen con una mueca.

—Vamos a encontrarnos con el embajador del reino de Koryo. Si pacta una alianza con Syaoran, nuestro ejército podría doblar sus efectivos. Koryo es un estado vasallo de los mongoles, así que no podemos entrar a sus tierras. Su emisario sí puede. Y no es ningún occidental, por más que viva allí. Es tan oriental como tú o yo.

Wezen quedó boquiabierto. Planeaba soltar pequeños detalles aquí y allá con tal de prolongar la conversación con aquellas dos ninfas desnudas, pero todo su plan se desbarató por completo.

—¿Qué? —preguntó la esclava, volviendo a bañarse—. Tengo oídos. Escucho.

Wezen chasqueó los labios.

—Ya veo. ¿Qué hacéis dos esclavas sirviendo al comandante en la caballería?

—¿Qué hace un campesino sirviendo como escudero de uno de los hombres más poderosos de la dinastía? Tu pregunta y la mía tiene una misma respuesta. Syaoran es un hombre distinto. Si lo piensas, nuestro emperador también es un hombre afortunado por contar con él en su ejército.

La esclava salió del riachuelo, buscando sus prendas en la orilla. Se giró y miró a Mei.

—Vámonos.

La joven meneó la cabeza.

—Ya te alcanzaré.

La mujer blanqueó los ojos y dispuso a vestirse. Terminó volviendo al campamento con largas zancadas, dejando solos a los dos.

—Wezen —dijo Mei—. Mi señor dice que Congli es tu hogar. ¿Es un lugar bonito?

Wezen sonrió, tirando una piedrecilla al riachuelo.

—Sí. Es donde vive Xue…

—¿Xue?

—Mi hermana. Es menor que yo.

—No sabía que tenías una —lo miró sonriente—. ¿También tiene ojos amarillos como tú?

Wezen asintió.

—Seguro que es bonita. La guerra hace esto. Separa la familia y a veces para siempre. Lo veo todos los días. Tienes suerte de verla de nuevo.

—Bueno… Me alisté en la caballería por ella.

Mei no entendió. Entró más en el riachuelo, hundiendo su cuerpo casi hasta el cuello, y se paseó por allí, mirando al melancólico guerrero. Wezen parecía tener loss ojos en algún punto del río, con aire ausente.

—¿Querías separarte de ella? ¿Fue… vil contigo?

—¿Vil, Xue? No —sonrió meneando la cabeza—. Cuando éramos pequeños, por las noches nos acostábamos sobre la hierba y uníamos los puntos en el cielo. Formábamos figuras. Yo formaba animales, pero Mei era más imaginativa y formaba… dragones… Recuerdo que una noche lloró porque le dije que no existen.

—¿Puntos? ¡Estrellas! —rio Mei.

—Sí. Xue es dulce, no vil.

—Pues me gustaría conocerla.

Pero Wezen miró sus manos, y aunque la esclava no pudiera ver sus ojos, sí percibió una repentina sensación de amargura en el guerrero. Intuitiva con los hombres como era, calló y esperó con paciencia que el joven volviera a hablar.

—Pero cuando el emperador mongol llegó a Tangut, parte de su ejército pasó la noche emborrachándose en nuestro pueblo. Mi madre escondió a Xue en casa. Es lo que siempre hacían los aldeanos con sus hijas cuando venían los mongoles. Eso y agachar la cabeza. Porque si un mongol asesina a un xin, solo le espera una multa. Pero si un xin hace lo mismo, le espera la muerte. Esa era la ley del emperador. Así que cuando mataron a nuestra madre y se llevaron a la pequeña Xue, me acobardé… Temí por mi vida.

Mei tragó saliva.

—Lamento oírlo, Wez…

—Pero cuando oí los gritos —continuó sin hacerle caso, como si hablara con sí mismo—. Cuando oí los gritos de Xue, decidí que yo no iba a agachar la cabeza. Esos perros… Si vieras lo que yo vi, Mei, los odiarías tanto como yo. Los maté a todos. ¡Los maté a todos cuando dormían! La cargué en mis brazos y huimos. Y, ¿cómo crees que estaba ella? Pensé que estaría llorando, o desvanecida o completamente ida…

Mei se estremeció. Entendía perfectamente, no porque fuera víctima de mongoles en su pasado, sino porque en su condición de sirviente sexual lo había vivido y sufrido todo. Olvidándose de su desnudez, se apresuró en salir del riachuelo para ir junto al muchacho.

—¿Estás bien? No tienes que continuar.

—Huíamos. Y en mis brazos, trazó los puntos en el cielo. Sonreía. Pensé que se había vuelto loca… Porque sonreía y me decía que sí había dragones.

Mei lo tomó de la mano. “Detente”, susurró, porque era evidente que Wezen tenía una herida sangrante que no cerraba y que sin querer ella había tocado. No obstante, el guerrero se soltó del agarre. Se levantó, tomando la empuñadura de su sable enfundado en su cinturón; quería disimular la mano temblando.

—Xue me dijo que los dragones existen, y que yo tengo el corazón de uno.

Wezen se rio amargamente de sí mismo, enjugándose las lágrimas. Mei lo oía asombrada. Quería disculparse, que callara, pero Wezen proseguía.

—Pero un dragón no teme, ¿no es así? Pues yo tenía miedo. Y dudas. Tuve dudas cuando oí que una nueva Dinastía planeaba rebelarse contra imperio mongol y que estaban reclutando soldados. Pero cuando recuerdo sus gritos, cuando recuerdo su rostro durante aquella noche, siento que estoy listo para la guerra, Mei. No descansaré hasta que todos y cada uno de esos perros invasores mueran. Esta guerra… ¡Esta guerra tiene el nombre de mi hermana! Así que sí… ¡Si estoy aquí es por ella!

Mei agachó la cabeza, incapaz de sostener la mirada feroz del guerrero. Se sentía culpable de su abrupto cambio de ánimos y deseaba resarcirse.

—Xin volverá a ser una gran nación gracias a hombres como tú.

Hubo un largo y tendido silencio solo cortado por la brisa. La esclava apretó los labios y procedió a vestirse. Era solo una túnica sencilla, que revoleaba al viento y mostraba bastante piel. Se acercó al guerrero y se acarició la cintura, sonriéndole.

—¿Es bonita?

Wezen asintió.

—¿Qué tan bonita? —insistió Mei—. ¿Más que yo?

—Eres bonita, Mei, si es eso lo que quieres saber.

—Pregunté por tu hermana…

Wezen se volvió al campamento, despidiéndose con un ademán. No estaba acostumbrado a mostrar ese lado suyo, tan lejos del salvaje y habilidoso jinete. Y menos con una mujer. Esperaba que su amigo Zhao no lo pillara con esos ánimos, realmente no quería oír de Buda, o de Cristo o de Alá.

—Eres bonita. Xue es hermosa.

Mei por un momento se sintió ofendida, pero era verdad que ella no tenía hermanos así que desconocía qué tipo de lazo especial unía a Wezen y Xue. La ofensa se convirtió abruptamente en envidia, y luego en admiración. Ella también deseaba tener un lazo así.

—¡Wezen! —insistió.

—¿Qué?

—¿Cómo está tu hombro?

—Mejor.

Mei meneó la cabeza.

—Eso ya lo veremos. Esta noche te visitaré.

II. Año 2332

Perla se agarró el hombro derecho y lo sacudió suavemente; ya no le dolía. Luego se vio frente al espejo y dobló las puntas de sus alas. En toda su vida había vestido únicamente túnicas y solo había visto a los demás ángeles vestirlas, aunque era verdad que en los últimos días observó a mortales vestir una variedad de indumentarias que le parecían de lo más extrañas. Mostró poco o nulo interés en las ropas, pero su túnica se había roto por donde quiera que mirase tras su batalla contra el Serafín Rigel, y a falta de alguna confeccionista de los Campos Elíseos, no le quedaba mucha alternativa.

Miró hacia el ventanal de su habitación y perdió la mirada en los árboles de hojas coloridas, rojas en su mayoría. Era un lugar agradable, pensó. La reserva ecológica china contaba con modernas instalaciones en medio del tupido y gigantesco bosque, circundada además por una amplia cadena de colinas; incontables como los colmillos de un dragón. Los pisos superiores, suavemente enraizados por la vegetación, eran acristalados y contaban con amplios balcones para facilitar la ida y vuelta de los ángeles, quienes solían curiosear las actividades de los mortales: una mezcla de estudiantes y doctores de razas y nacionalidades distintas que se habían unido, años atrás, bajo el estandarte de la Academia Pontificia de Ciencias del Vaticano.

La directora de la reserva, Agnese Raccheli, se había acercado por la mañana para dejarle sobre la cama una variedad de vestimentas, la mayoría de ellas de diseño entubado y blanco, de modo que no extrañara su túnica, pero se había olvidado de que para un ángel le resultaría imposible vestir la mayoría de ellas debido a sus alas. Al final, escogió una tradicional china, de las pocas con espalda desnuda que dejaría libre el paso del plumaje. Era azulado, de cierre lateral y ribetes blancos, con el estampado de un dragón plateado cruzando un costado.

El vestido le resultaba molesto por la presión ejercida sobre sus senos, presión a la que no estaba acostumbrada con su habitual indumentaria. No era largo y, en un par de ocasiones, intentó forzarlo para que se acercara más a las rodillas, pero echó a suspirar al ver que no era posible.

Su maestra Zadekiel se situó frente a ella con el ceño fruncido; la ayudó con algunos ribetes y se le escapó un gruñido al terminar. A la instructora de cánticos no le agradaba las vestimentas de los mortales ni mucho menos le gustaba que su alumna las vistiera.

—Parezco una mortal —dijo Perla, plisándose la tela sobre el vientre—. ¿No es así?

—¡Ah! Claro que no. Deja de pensar en cosas raras.

Pero la Querubín no podía desentenderse del hecho de que ella tenía un padre o una madre mortal. Ni ángel ni humana, un híbrido, una alienada en medio de dos mundos, eso pensaba ella de sí misma. Se sintió humillada enfundada en su vestido de mortal. Se sentía menos ángel, sensación acrecentada por su imposibilidad de volar. Si quisiera, su maestra podría salir por la ventana y dar un paseo sobre el gigantesco bosque de afuera mientras ella se quedaría mirándola desde el balcón, acariciando sus alas.

—Piensa en tus amigas Aegis y Dione —continuó la maestra—. Si no las asesinan por traidoras, pronto te traerán una túnica nueva y radiante, ¡así que sonríe!

Solo Zadekiel rio de su propia broma.

—¿Cómo que…? —Perla desencajó la mandíbula—. ¡Ma-maestra! ¿Las van a asesinar?

—Claro que no —hizo un ademán.

A la única que posiblemente podrían despachar en la legión de ángeles era justamente a Perla, pero su maestra no quería sacarlo a colación; la Querubín había asesinado al Serafín Rigel y quién sabría cómo reaccionarían si regresara. Mejor tenerla en el reino de los mortales, concluyó sabiamente.

—Solo digo que será mejor que no te acostumbres a esos harapos que llaman ropa.

Para muestra, se levantó y tomó uno de los vestidos descartados para deshacerlo en varios pedazos sin dificultad alguna. La rubia frunció el ceño de nuevo. ¡Qué débiles! Una túnica, en cambio, era resistente y sobre todo servía como estandarte sagrado. Un recordatorio de la pertenencia a la legión de ángeles. Eso necesitaba Perla con urgencia, pensaba Zadekiel. Lamentablemente, tendría que esperar que sus alumnas volviesen de los Campos Elíseos.

—Bueno… A mí no me parecen tan feas, maestra…

Zadekiel se acercó y olisqueó el vestido. No detectó nada extraño, pero había algo que seguía sin gustarle, e insistió. Se inclinó hacia la Querubín y levantó el vestido. La muchacha dio un respingo al sentir la fría brisa acariciar libremente en su trasero y pasear bajo sus piernas; gimió e intentó sutilmente bajárselo, pero la maestra se mantuvo firme.

—Además de feo y poco resistente, es demasiado corto. Deberías ponerte también esto y evitar ojos perversos.

La Querubín se levantó, volviendo a ajustarse el vestido. Agarró al vuelo una braga y apretó los labios cuando la extendió. No había visto algo como eso y enrojeció al entender su uso. Cómo iba a saber que algo tan sencillo en los Campos Elíseos, como la vestimenta, resultaba ser mucho más complejo en el reino de los humanos.

—No te preocupes —continuó Zadekiel, tomándola de la barbilla—. Cuando salgamos, iré delante de ti y nadie verá nada. Y si ven algo, yo misma los lanzaré por el horizonte. ¿Te parece mejor así?

—Hmm —asintió suavemente, jugando con la pequeña braga—. Gracias, maestra. Parecerá que tengo mi propia guardia.

—Será así, pues. Digan lo que digan, sigues siendo la Querubín, el ser superior de la angelología. Es el título que te dio el Trono y lo será hasta siempre —luego le guiñó el ojo—. Y también eres mi alumna, así que eso me convierte en algo más superior aún.

—No soy una Querubín —miró para otro lado—. Deja de decirlo. Tengo un padre o una madre mortal, y puede que yo también lo sea. Tenga el título que tenga, no durará mucho.

Zadekiel tragó saliva. Realmente le costaba aceptar la verdad acerca de Perla y el misterio de si sería inmortal como los demás ángeles. Todo aquello era como un baldazo de agua fría cada vez que lo recordaba, pero se negaba a tratarla distinto a como acostumbraban en los Campos Elíseos. Era la Querubín, se decía a sí misma.

—Pon buena cara. La mortal ya despertó y de seguro querrá verte. ¿No querrás presentarte con el rostro desganado?

Ámbar avanzaba dentro de las instalaciones de la reserva, blanco radiante y aséptico como un hospital, y todos los que allí se apostaban, tanto desde los balcones internos como desde los pasillos, detenían su rutina para verla, amontonándose en los alrededores. La espada zigzagueante era particularmente llamativa, sujeta en su espalda mediante correas. Se trataba de su nuevo estandarte y se sentía orgullosa de llevarlo.

Hombres y mujeres no la perdían de vista. Ya no solo era el hecho de ser conocida por vencer a un ángel o liberarla luego, sino que su nombramiento como “Protectora del reino de los humanos” era ya una noticia conocida dentro de la organización, por lo que la veían como a una leyenda viva.

A su lado la acompañaba el comandante Alonzo Raccheli, poniéndola al día: su milicia privada contaba con más de treinta mil hombres perfectamente entrenados que seguirían su estela en la búsqueda de los dragones. Además, como “Protectora”, le recalcó que ella tenía la capacidad de solicitar la ayuda de ángeles guerreros para que la acompañasen y protegiesen. Partirían pronto y debían cerrar todos los detalles.

Pero Ámbar se preguntó si debía revelarles su incómoda situación. Ella no profesaba culto a ningún dios; era lo normal, en su natal Nueva San Pablo la práctica religiosa era inexistente. Tras el Apocalipsis y la venida de los ángeles como verdugos, la humanidad se había dividido en dos. Por un lado, en el Vaticano se habían congregado todas las religiones monoteístas, los “creyentes”, cuyos adeptos huían de las naciones en donde el culto a los dioses era considerado delito; las penas variaban desde la detención hasta la condena a muerte. Raccheli, la cabeza visible de la organización, era descendiente directo de los “Primeros niños”, los sobrevivientes del Apocalipsis que fueron inculcados por un hombre que, según las leyendas, tuvo un romance con un ángel antes de la hecatombe.

La otra facción, mayoritaria en el mundo y representada principalmente por el Hemisferio Norte, sí aceptaba la existencia de uno o varios seres superiores pues los ángeles y el Apocalipsis eran prueba de ello; había una fuerza mayor, era indudable, pero no los consideraban deidades y prohibían su culto.

Estos últimos parecían acechar la nación de China, donde gran parte de los creyentes se apostaban. Había una guerra en ciernes, se percibía en el aire incluso, y por ello el Vaticano necesitaba con urgencia a los dragones como medio de persuasión.

Ámbar se detuvo de golpe, justo cuando Alonzo le insistía en llevar al menos cinco mil hombres en su operativo.

—Puedes ofrecer a todo tu ejército si quieres —dijo ella—. Pero solo necesito un pequeño escuadrón de diez soldados y al ángel rastreador. Nada más.

Alonzo se rascó la frente. Ámbar notó su desacuerdo y continuó.

—Somos odiados y considerados enemigos por casi todos los gobiernos. Lo último que deseo es que crean que pretendemos atacar algún territorio. Tus hombres se quedarán aquí y también los pichones. No le des más motivos al Hemisferio Norte de venir aquí para invadir. ¿Querías que yo estuviera al mando? Pues esta es mi condición.

—Tú tendrías el mando hasta en mi cama, mujer. Pero estamos hablando de dragones. Si actúan hostiles, un escuadrón pequeño no sobrevivirá más de dos segundos.

—Si son hostiles, no sobreviviremos seamos diez mil o seamos diez. Hablé con el ángel y él dice que conversará con los dragones. Está convencido de que habrá una alianza y no me ha dado motivos para dudar de él.

—¿Conversará, dices? Trescientos años y me vengo a enterar de que los dragones hablan.

La mujer se encogió de hombros.

—El pichón dice que los dragones gruñen. Pero que él entiende. Cosas más extrañas he visto en estos días, si me preguntas.

Alonzo se frotó el mentón, inseguro del plan. Deseaba movilizar gran parte de su ejército, tal y como había hecho para rescatarla de la milicia de Nueva San Pablo. Aún no se daban cuenta, pero ambos ya estaban cercados por el redondel de científicos que, sencillamente, querían ver a la mujer. Algunas esferas fotográficas flotaban por aquí y allá, capturando imágenes para el recuerdo sin que esta se diera cuenta.

—Tú mandas —concluyó Alonzo—. Pero iré contigo, mujer. Encargaré la gestión de la Reserva a mi hija.

—¿Tienes una hija?

—Es un bombón, como buena Raccheli. Se llama Agnese y es la directora de la Academia Pontifica.

—Una Raccheli. ¿También tendré que tener cuidado con ella?

El redondel de científicos se dispersó entre suspiros y murmullos. Ámbar se sorprendió cuando vio a Perla abriéndose paso con una timidez abrumadora, plegando sus alas para no golpear a los mortales, tenía la mirada baja y, además, el rojo de su rostro estaba al nivel de su cabellera. Notó el vestido azulado que llevaba y sonrió porque no creyó que la vería con otra cosa que no fuera su túnica; seguro era la razón de su vergüenza, concluyó.

Ámbar silbó.

—Te ves bonita, niña.

—¡Ah! ¡Á-ámbar! Al vestido lo llaman Qipao… Se siente apretado.

—Pues te queda bien.

La muchacha apretó los puños, mirando a un lado y otro. No le gustaba estar rodeada de mortales y más que estos la mirasen. Pero ya no le importaba; se lanzó a los brazos de la mujer, quien extendió los brazos para recibirla. Ámbar chilló por la fuerza, aunque luego rio al sentir cómo la muchacha la rodeaba con brazos y alas, en tanto que la cabeza se enroscaba bajo su mentón, sobre sus pechos, como buscando un lugar donde reposar.

Si los ángeles, creados por los dioses, buscaban con desespero el amor de sus desaparecidos creadores, Perla buscaba exactamente lo mismo en la actitud maternal que había descubierto en Ámbar. Y a la mujer le atraía la idea de redescubrir esa madre que fue una vez.

—Me alegra verte, niña.

—Tengo una habitación —dijo la Querubín—. Es bonita. La cama es espaciosa. Mi maestra puede dormir en el sillón, ya hablé con ella.

Ámbar volvió a reír. Para ambas, todos a su alrededor habían desaparecido. Ya hablarían luego sobre la misión de búsqueda de dragones, o sobre la verdadera naturaleza de Perla, mitad ángel mitad humana. Incluso sobre el nombramiento de Ámbar por el propio Serafín Durandal.

—Entonces ya sé dónde dormir esta noche.

III. Año 1368

El ajetreo en los establos de Nóvgorod era prácticamente inexistente. El silencio imperaba y solo de vez en cuando se oían los cascos de algunos caballos, que se removían inquietos dentro de sus corrales. Era cierto que la victoria de los rusos sobre los mongoles había causado un furor desmedido, tanto en los que participaron en la batalla como en los nobles que rezaban en sus hogares, o en la catedral de Santa Sofía, durante la contienda, pero luego sobrevino un ambiente oscuro y triste debido a los caídos.

Bajo una nevada, Mijaíl guiaba un caballo rumbo a los establos, con un desgano evidente en su expresión. Como si caminar en la nieve fuera más pesado que de costumbre. Había pasado toda la mañana en el campo de batalla, recogiendo flechas y espadas, marcando aliados y enemigos para el recuento final. Reconoció un par de amigos, con sus cuerpos tan asestado de saetas que parecían más bien puercoespines. Pero lo que más lo tenía preocupado era no haber encontrado al Orlok entre los muertos. Ni él ni los otros cien jóvenes que fueron al campo consiguieron dar con el paitze, una tabla de oro que solo podía ser propiedad del mariscal mongol.

Pensó que, tal vez, alguno de los jóvenes lo pudo haber encontrado y guardado para venderlo. Al fin y al cabo, estaba hecho completamente de oro. Tal vez el Orlok sí murió, pensó para tranquilizarse.

Luego de guardar al animal, se sentó sobre un banco cerca de los corrales y vio un grupo de monjas recorriendo los establos, reconocibles por sus hábitos completamente negros. Notó que una de ellas tenía unos senos de considerable tamaño, indisimulables bajo su abrigo, y recordó a Anastasia Dmítrievna con un deje de amargura. Aún quedaba la cuestión sobre su peligroso romance con la hija del Príncipe de Nóvgorod.

Deseó por un momento volver a aquella lejana noche en la que el general de la caballería y sus hombres de confianza murieron luchando contra los lituanos, a orillas del Río Don, y él, su escudero, asumiera junto con su hermano el comando para resistir y posteriormente derrotarlos. Tal vez no hubiera sido recibido en el palacio como un héroe y no hubiera conocido a la hija del Príncipe.

Meneó la cabeza. ¿Cómo iba a arrepentirse? Anastasia era la muchacha más hermosa y cariñosa que había conocido. No dejaban intercambiarse miradas cómplices cada vez que se encontraban; eran los más jóvenes en el palacio. A veces se sonreían. Aprovechando que él era el escudero de su hermano, era usual pasear por los pasillos del palacio cada vez que había alguna reunión.

Entonces sucedió.

Mijaíl deseó por un momento enredar sus dedos en aquella larga y ensortijada cabellera dorada, o agarrar esa nariz aguileña entre los dedos porque ella se inhibía debido a que no le gustaba la forma, aunque a él no le importaba, es más, le encantaba su nariz. La destacaba. Y sus senos…

Una monja se acercó a Mijaíl, retirándose la capucha del abrigo.

—Pensé que estarías en la catedral —dijo ella—. Siempre estás en la catedral.

Mijaíl levantó la vista. Era la monja de grandes senos. La levantó aún más y dio un respingo.

—¡Anast…! ¡Su… Su… Su Serenísima!

Anastasia rio, volviendo a esconderse bajo la capucha.

—¡Baja la voz!

—Su Serenísima, no debería estar aquí.

La joven se sentó al lado de Mijaíl. Este se apartó, pero ella insistió en estar junto a él.

—No, no debería estar aquí. Y, sin embargo, lo estoy.

La muchacha arrugó su nariz; realmente no comprendía cómo los hombres podían aguantar ese olor tan fuerte de los establos. Esa mezcla rancia de orín y excremento que mataba cualquier atisbo de romanticismo. Luego miró a su amante, Mijaíl evitaba el contacto visual y estaba visiblemente nervioso. Anastasia frunció el ceño.

—¿Y tu colgante?

—Lo perdí durante la batalla.

—Entonces es verdad. Gueorgui le ha dicho a mi padre que luchaste bravamente. Que catorce mongoles cayeron bajo tu arco, y dos bajo tu espada.

Mijaíl soltó una risa apagada

—¿Eso ha dicho?

—¿Acaso no es verdad?

—No sé si alguno cayó bajo mi arco. Era de noche. Y cuando los tuve de frente, en vez de desenvainar mi espada, lo único que hice fue agarrar mi pendiente y orar.

Anastasia apretó los labios. No era agradable imaginar a Mijaíl en una situación como aquella, completamente sobrecogido ante los enemigos que habían masacrado Nóvgorod. Quiso tomarlo de la mano, pero dudó y miró hacia las monjas. Su dama de compañía había ido junto con ella y también pidió prestado el hábito de las religiosas, pero ahora no la encontraba. Decidió abrazarse a sí misma.

—Fui yo.

—Fuiste tú —Mijaíl repitió sin entender.

—Le dije a mi padre que no quería casarme con el Príncipe de Kholm.

Vació sus pulmones como única respuesta, perdiendo la mirada en sus botas. Así que fue ella, pensó. La culpable de que, tal vez, lo condenaran a muerte. Anastasia era una joven romántica y ensoñadora. Tan ensoñadora que a veces perdía la noción de la realidad. No la culpó de haberlo intentado.

—Me prohibió verte. Así que esta es nuestra última vez juntos —la muchacha miró de nuevo en los alrededores y se lamentó de que fuera en un lugar ordinario como un establo—. Me gustaría… besarte. Y… Y más cosas. Pero mi dama está mirándonos.

El joven ruso se inclinó hacia un lado y buscó entre las monjas. Había una, de aspecto robusto, que lo miraba en la distancia y con ojos feroces.

—¿No será ese jabalí?

Anastasia ahogó una risa. Meneando la cabeza, acarició la mejilla de Mijaíl.

—Pero mi padre me conoce. Si sigo aquí, siempre encontraré mi camino hasta ti. Así que me ha ordenado viajar a Kholm.

Mijaíl sintió el impulso de besarla, realmente era su última vez juntos y lo sabía muy bien. Se inclinó, olvidando a la lejana jabalí, pero vio pasar frente a sus ojos un fulgor plateado. Dio un salto hacia atrás cuando notó una espada clavándose en la nieve, a un lado de Anastasia, quien se volvía a esconder bajo la capucha.

El gigantesco Gueorgui clavó los ojos en su hermano. Estaban inyectados de sangre. ¿Cómo era posible que, a pesar de las advertencias, aún se reuniese con la hija del Príncipe? Pero no estaba allí para recriminárselo. Estaba allí porque debía transmitir las órdenes del hombre más poderoso de Nóvgorod.

—Su Serenísima —el imponente comandante saludó a la joven, pero fijando sus feroces ojos en Mijaíl—. No le corresponde estar en un lugar ordinario como un establo. Su padre la está buscando.

Anastasia se levantó. Pero se mantuvo allí, de pie, como una mediadora silenciosa entre los dos hermanos. Miró a Gueorgui, pero no se estremeció como Mijaíl al notar su mirada.

—Y seguirá buscando.

Gueorgui quiso sonreír por la soltura de la chica. Anastasia le agradaba. No obstante, lo disimuló todo bajo un aspecto serio y continuó sin prestarle atención a la muchacha.

—Mijaíl. Nuestra Serenidad, el Príncipe Dmitri Ivánovic, transmite sus felicitaciones por vuestros actos heroicos en la batalla contra la Horda de Oro. Os ha honrado con una misión de escolta para que representéis con honor a vuestro reino. Acompañaréis a un emisario de vuelta a su nación. Ha vivido durante doce años aquí, ayudando al reino, y ahora desea regresar. Solicitó un acompañante para él y su sirviente.

Mijaíl dejó escapar un largo suspiro de alivio. El anuncio era mucho mejor de lo que había esperado. Cualquier opción que no fuera la muerte era buena. No obstante, con la tranquilidad sobreviniéndole, pensó mejor aquello último que le había dicho.

—¿Escolta? Es decir, ¿me quiere fuera de su vista?

—Os está honrando con una misión importante.

—Es una manera elegante de expulsarme.

“Es más bien un castigo elegante”, pensó Gueorgui.

—¡Soy un héroe y me necesitáis! ¡Coreasteis mi nombre cuando derrotamos a los mongoles!

—Y en el bar corearon el mío. Y luego el de una puta. ¿Qué más da? Eras un simple escudero que tuvo una oportunidad y la aprovechó. Ahora se te honra con una misión importante. Saldrás y conocerás el mundo más allá de Tierra Santa. Muchos desearían estar en…

Mijaíl hizo un ademán para interrumpirlo.

—¿Adónde iré?

—Al Reino de Koryo.

—Habla en serio, por favor.

—En serio. Partiréis mañana al amanecer.

Anastasia miró a un hombre y a otro, completamente incrédula. A diferencia de Mijaíl, quien pensaba que tal reino no existía, ella sí lo ubicaba. Era prácticamente otro mundo. Apretó los puños pensando en su padre.

—Es Oriente, Mijaíl —dijo ella—. Lo llaman el Reino del Dragón.

Mijaíl frunció el ceño y miró a su hermano.

—¿Oriente? Se suponía que íbamos a defender Nóvgorod juntos.

—¿Y acaso no lo hemos hecho? Los mongoles se estarán reagrupando y no los veremos durante meses, quizás años. Por lo que sabemos, la batalla ahora se centrará en Moscú.

—No me interesa Moscú. Además, si Moscú cae, volverán a por nosotros.

—Entonces sobrevive en tu viaje a Koryo. Y vuelve. Juntos aplastaremos hasta el último de ellos.

—Me envía a mi muerte. No sirvo para luchar —sacudió su mano—. Ya lo viste contra los lituanos y contra los mongoles. Sobre todo, esos perros de ojos rayados, esos sí que son dragones. No nací para luchar contra ellos.

Gueorgui desclavó su shaska, una radiante y filosa espada. Inesperadamente, se la ofreció a su hermano.

—Sobrevivirás. Eres demasiado terco para morir.

Mijaíl silbó suavemente por el piropo y el regalo; agarró la empuñadura de la espada y comprobó el filo, marcando un tajo sobre la nieve.

—El mejor regalo, hermano mío —asintió, mirando su propio reflejo en la hoja.

—No es un regalo, perro. Me la devolverás cuando regreses.

Anastasia rio. Había oído a Gueorgui charlando con su padre, en los salones del palacio, y sabía que el oso rogó al Príncipe para que sus mejores hombres acompañaran a su hermano en el viaje al reino de Koryo. Al recibir una negativa, y visto lo visto, la muchacha concluyó que el Gueorgui decidió entregarle al menos su mejor arma.

Mijaíl hizo una mueca, pero la envainó en su cinturón.

—Está bien. Volveré. Sé que me seguirías hasta el infierno solo para recuperar esta estúpida espada.

Gueorgui se inclinó para agarrarle por el cuello, pero Anastasia intercedió. En su mirada había tristeza indisimulada y, sobre todo, resignación. Sabía que no existía manera, que no estaban destinados a estar juntos. Aun así, hizo lo posible para sonreírle al muchacho con el que había descubierto cómo era sentirse mujer.

—Ya no tengo tiempo. Solo he venido a decirte que fuiste mi primer beso, Mijaíl.

Gueorgui se cruzó de brazos y miró para otro lado, tratando de aplacar sus ganas de aplastar a su hermano, en tanto que Mijaíl miró boquiabierto a la Princesa, que soltó una risa amarga luego de confesarlo.

—Y nos imaginé dándonos el último, de viejos —continuó—. Pero tienes razón. Siempre la tuviste. La verdad de este mundo es que nuestros deseos no son nada. Tú eres el inapreciable, el que se sacrifica y sufre para el bien de los nobles; eres el que defiende la libertad de los que nunca te reconocerán. Pero yo te reconozco, Mijaíl. No naciste para luchar contra dragones, es verdad. Tú naciste para guiarlos. Dios contigo, guerrero.

Esa era la Anastasia que él conocía. La romántica y ensoñadora, la de ojos melancólicos. Mijaíl deseó besarla, entre otras cosas, pero entre el oso y la jabalí, poco podía hacer. Hizo una reverencia al ver que la muchacha se giraba para retirarse.

—El Príncipe de Kholm es un hombre afortunado. Sé que no habrá otra como usted, su Serenísima.

IV. Año 2332

Perla entró al gran lago de la reserva, pero solo hasta que el agua le llegó hasta los tobillos. Por más que debía llevar aquel incómodo vestido cada vez que salía afuera, sentirse en un lugar natural que rememoraba al hogar hizo que súbitamente levantara su estado de ánimo. Era un lugar apacible y silencioso, circundado por un frondoso pinar. Muy lejos quedaban las instalaciones. Se giró y miró en los alrededores; no quería que nadie la mirase bañándose.

Luego se inclinó para lavar sus manos y mojar sus alas. Se sentía en cierta manera aliviada de haberse desfogado con Ámbar, como si cientos de piedras amontonadas sobre sus alas hubieran desaparecido. Lo confesó todo cuanto se le había revelado acerca de su verdadera naturaleza y que aún no podía superar el haber asesinado al Serafín Rigel, aunque este fuera un recurso in extremis.

Abrió los ojos cuanto era posible al notar frente a ella una sombra expandiéndose sobre el agua, agrandándose más y más. Vio una pluma balancearse frente a ella. Era más grande, propia de un varón, por lo que descartó que se tratara de su maestra Zadekiel. Se tensó, agudizando los sentidos. Oyó un suave chapoteo tras ella y tragó saliva.

Se giró y notó una espada clavada en el lago; arriba, un ángel bajaba de los cielos, cortando el sol, lo que le imposibilitaba ver el rostro. Pero las alas. Esas seis alas extendidas a cabalidad solo podían ser de otro Serafín.

—¡Ah! ¡No te acerques más!

Retrocedió y pisó una hendidura del lago, tropezando y cayendo. Miró de reojo su sable; era el arma con la que asesinó a Rigel. Se le resbaló de la mano o tal vez ella se asqueó de tocarlo. Cómo pudo ser tan tonta de alejarse de su maestra Zadekiel. Tenía que haber presupuesto que, ahora que había asesinado a Rigel, la legión de ángeles vendría a por ella con ansia de sangre y revancha.

El Serafín bajó suavemente y hundió sus pies en el agua, observándola detenidamente.

Perla quedó inmóvil, acostada boca arriba. La mitad de su cuerpo estaba escondido bajo el agua y se sintió indefensa y torpe. Reconoció a Durandal. Pensó que, como Rigel no había conseguido su objetivo de asesinarla, el Serafín bajó para finalizar su tarea.

—¿Vienes a matarme?

—¿Por qué habría de hacerlo?

—¿Por qué no?

Lo preguntó en tono quejumbroso. Había tantas razones para acabar con su vida. Era un híbrido sin hogar, un ángel destructor despreciada por la legión de ángeles y odiada en el mundo de los mortales. Todo aquello lo tenía asumido, pero solo una razón la amargaba.

—Maté a Rigel.

—Por lo que entiendo, eras tú o él. El Rigel que yo conozco habría preferido que fueras tú la sobreviviente.

Perla frunció el ceño. Sus ojos se volvieron feroces pero humedecidos.

—¿A qué Rigel conocías? Yo también lo conocía… ¡Y allí estaba él, queriendo matarme!

—Cuida tu tono. Él estaba siendo manipulado.

Perla dio un respingo. Entonces eran ciertas sus sospechas acerca de Rigel. Tragó saliva cuando Durandal se inclinó hacia ella, ofreciéndole la mano.

—No he venido para quitarte la vida. Hace milenios que me he prometido no volver a matar a ningún ángel de la legión. Y, aunque tú vistas como una mortal, sigues siendo uno de los nuestros.

a joven se ruborizó. Aceptó la mano y se repuso. Notó su vestido completamente arruinado y mojado, desarreglado y más pegado a su cuerpo que de costumbre. Intentó arreglarse y no se percató de los ojos curiosos del Serafín, que se detuvieron especialmente en los pechos resaltados.

—Se llama Qipao —plisó la tela en el vientre—. Y aprieta demasiado.

Amagó quitárselo, realmente no le agradaba y menos ser vista por otro ángel de esa manera, pero recordó que ahora estaba bajo escrutinio de un varón. Un varón que era secretamente admirado por ella.

Durandal se volvió a inclinar, buscando el sable de Perla.

—La próxima vez no sueltes tu espada.

Se repuso, levantando el sable que parecía irradiar la luz del sol. Luego se la entregó, pero Perla se negó a agarrarla.

—Vine a decirte que vi a tu madre.

Perla abrió los ojos cuanto pudo y avanzó un paso hacia el Serafín, ladeando la mano que sostenía el sable. ¡No podía ser verdad lo que le acababa de decir! Cientos de pensamientos inundaron repentinamente su mente y se amontonaron hasta el punto de sentirse mareada.

—¿Mi madre? ¡Mi madre! Pero, ¿cómo? ¿Cómo?

—Fue en la noche que huiste. El Segador nos mostró el Apocalipsis que asoló hace trescientos años en este reino. Y vimos a tu madre.

—¿Cómo? —avanzó otro paso—. ¿¡Cómo era ella!? ¿Qué la viste hacer? ¡Su nombre! ¡Dime su nombre!

—Tu tono, ángel. Ella era… Era como tú.

Perla intentó tocarse el rostro o mirarse el reflejo en el agua, pero el lago estaba agitado. Su madre. Su madre tenía un rostro. Y el Serafín aseveró que era como ella. En vez de todo eso, volvió a clavar su mirada desesperada en el varón, rogando con los ojos que soltara más.

Durandal prosiguió.

—No vimos mucho. Ella estaba arrodillada en un suelo carbonizado. El cielo era rojo como la sangre y el reino humano caía a pedazos. Todo a su alrededor ardía, y ella…

—¿Qué? ¿Qué hacía ella?

—Lloraba. Sufría.

Perla mordió sus labios.

—Por lo que sabemos, de su odio y sufrimiento surgió el Apocalipsis. Todo lo que vimos fue destrucción provocada por ella. Probablemente tú estabas en su vientre en ese momento.

Nacida en medio del Apocalipsis. Sufrimiento. Llanto. Odio. ¡No podía ser verdad! Su madre era una auténtica destructora. Perla, repentinamente, retrocedió los pasos avanzados, abrazándose a sí misma y meneando la cabeza. Sus labios temblaban y volvió a morderlos intentando calmarlos.

—No quiero oír más.

—No. Lo oirás todo.

La muchacha cambió su semblante y lo miró con un odio irrefrenable. ¿Acaso quería que ella sufriera más escuchando lo aterradora que era su madre? Durandal en cambio ladeó el rostro; ¿cómo era posible que los ojos esa joven cambiaran de dulce a mortificada, y de mortificada a una auténtica fiera? Por un momento se sintió realmente amenazado; no era para menos, por más que le costara verlo, Perla era, al fin y al cabo, Destructo.

—Tu madre fue manipulada. Alguien en las sombras la usó para ponerla allí en el momento y lugar adecuados.

Fue decirlo y ver cómo parecía surgir fuego en los ojos de la Querubín. Cuánta ferocidad en solo la mirada, se dijo el Serafín.

—¿Manipulada? ¿Por quién?

—Solo pienso en el mismo ser que manipuló al Serafín Rigel para asesinarte. El mismo que nos manipuló a todos para que quisiéramos cazarte la noche que huiste. El que manipuló a los Arcángeles trescientos años atrás. Solo pienso en el Segador, el velador del Inframundo. Lo llaman el maestro de las sombras y rinde con creces ese título.

—¿Segador…? Ese ángel con capucha y guadaña. El de alas negras.

El Serafín asintió.

—Utilizó a tu madre para traer el Apocalipsis y llamar la atención a los dioses. No consiguió que volvieran y deduzco que ahora quiere manipularnos para intentarlo de nuevo. Pero tú estás en medio de su ecuación. Tú eres Destructo, aquella que nos matará a todos los ángeles.

En otro momento se reiría al decirlo, al imaginar aquello, pero era verdad que la furia de Perla era claramente percibida por él mismo, cargándose y haciendo pesado el aire, creciendo como el fuego. Por un momento pensó que, de seguir allí, el agua herviría.

—Desde hace demasiado tiempo que no libro una guerra, ángel, y tengo más dudas de las que puedas imaginar. Las vidas de todos mis guerreros pesan sobre mí cada instante, en cada decisión, y a veces me pregunto si valdrá la pena librar una batalla más. Pero cuando recuerdo a los que cayeron por culpa suya, me siento listo para la guerra. Y tú, ¿cómo te sientes?

Perla apretó los puños que temblaban. “¿Que cómo me siento?”, se preguntó. Se sentía destruida. Humillada. Desmotivada. ¿Por qué habría de volver a empuñar un arma y librar aquella guerra de la que le hablaba el Serafín? La muerte de Rigel escocía. Pero oía aquel nombre, “Segador”, y sentía que nunca había experimentado tanto odio por alguien.

Durandal insistió. Levantó nuevamente el sable para que ella lo reclamase.

—Desde que los dioses desaparecieron, el Segador gestó una guerra que aún a día de hoy no termina. Manipuló a tu madre. Manipuló a tu amigo y mentor. Los usó como herramientas para su propio beneficio y los desechó sin miramientos. Ahora busca cazarte. Desde el inicio esta guerra tiene tu nombre, ángel, así que encárala.

El sable desapareció inesperadamente de la mano del Serafín. No entendió qué sucedió, hasta que notó que Perla ya lo tenía empuñado, dando un tajo violento al agua. Era buena invocando armas, concluyó, admirándola en su decisión.

—Lo cazaré —dijo. Sería parte de la guerra. Por los caídos. Por la madre que no conoció.

—Bien. Mi legión y yo nos estableceremos aquí. Hemos venido a este reino en búsqueda de aliados.

Perla achinó los ojos.

—¿Aliados? ¿Quieres aliarte con mortales?

—¿Por qué no? Aquella a quien llamas “Ámbar” se ve capaz.

—Lo es —asintió—. Pero este reino tiene sus propios problemas.

—No podría importarme menos. Dejarán sus problemas a un lado porque esta guerra también les concierne. Confío en la mortal para transmitirles ese mensaje. Tú preocúpate por canalizar ese odio tuyo. Te ayudaré con ello. Seré tu maestro.

De un golpe, toda la furia de la Querubín se desvaneció cuando oyó aquello. Boquiabierta, no supo qué responder. Y no quería responder porque echaría a trastabillar palabras, revelando su nerviosismo. Durandal se alejó caminando hacia la orilla, por lo que Perla abrazó su sable contra sus pechos y se sonrojó. Su semblante dulce volvió. “¿Mi maestro?”, se preguntó, esbozando una pequeña sonrisa.

Durandal elevó la mano y señaló el cielo.

—Y te enseñaré a volar.

Perla dobló las puntas de sus alas al oír aquello. Iba a agradecérselo, pero Durandal se adelantó.

—Ya recuerdo —dijo—. “Rubí”.

—¿Qué?

—“Rubí”. Es así como se llamaba tu madre.

“Rubí”, repitió la Querubín. Y lo repitió varias veces, mentalmente, pero esbozando la palabra con sus labios. Le pareció un nombre hermoso. Su madre tenía un rostro. Y un nombre. Sus ojos se humedecieron y la sonrisa se le volvió más grande.

—¡Durandal!

El Serafín se detuvo.

—¡Te equivocas! Si esta guerra tiene un nombre, entonces ese es “Rubí”.

Continuará.

Nota del autor: El reino de Koryo es Corea. La actual Corea del Norte y Sur.

 

Relato erótico: “La viuda de mi hijo y su madre son ahora mis putas” (POR GOLFO)

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PORTADA ALUMNA2

La relación entre un suegro y su nuera no siempre es idílica. Muchas veces con el paso de los años, el continuo Sin-t-C3-ADtulo30roce hace que se vaya convirtiendo en auténtico odio. Desgraciadamente ese fue mi caso, cuando mi hijo Manuel me presentó a su novia en un principio me pareció una rubita graciosa y bonita incapaz de romper un plato y por eso incluso alenté su noviazgo. Ahora tras diez años de aquello, me arrepiento porque esa cría demostró ser una zorra egoísta e insaciable que solo pensaba en el dinero que algún día heredaría. Si eso era de por sí motivo suficiente para detestarla, que tuviera por madre a un zorrón desorejado que exigía a su yerno cada vez más para mantener su alto nivel de vida, era algo que me sacaba de las casillas.
Cuando me di cuenta que esa niña era un jodido parásito ya era tarde, porque Manuel ya se había casado con ella. Aun así como padre me vi obligado a hablar con mi hijo y de hombre a hombre, explicarle la pésima opinión que tenía de su esposa y sobretodo de su puñetera familia.  Desgraciadamente, Manuel se puso de parte de ella de forma que nuestra relación se fue enfriando hasta el extremo que ni siquiera me invitó al bautizo de su hijo.
Os juro que aunque esa descortesía me dolió, más lo fue el motivo que adujo mi chaval cuando le eché en cara no hacerlo:
-Sonia no tiene por qué aguantarte y quiero que ese día sea perfecto.
Ni siquiera me digné a contestarle lo que opinaba de esa arpía y desde entonces solo había hablado en contadas ocasiones con él.  Gracias a la esmerada educación que le había dado, mi hijo era autosuficiente. Con un buen trabajo y un mejor sueldo, no necesitaba de mi ayuda. Sé que hoy me arrepiento de no haber intentado otro acercamiento pero el propio ritmo de vida en el que estaba inmerso,  evitó que lo hiciera pensando que tendría tiempo para ello en el futuro.
Para que os hagáis una idea más exacta de lo hijo de puta que resultó esa monada, un dato: Habiéndome separado de mi mujer hacía más de diez años,  Sonia consiguió que mi ex y yo nos pusiéramos de acuerdo en algo.
“Mi nuera era un mal bicho”.
Habiéndome apartado de Manuel, se concentró en su madre y por eso cuando mi nieto tenía escasos tres meses de vida, un día la echó de su casa. Todavía recuerdo ese día, fuera de sí, Aurora me llamó para contarme lo sucedido. Por lo visto, había discutido con Teresa, la madre de Sonia y al enterarse su hija, a base de empujones la había puesto de patitas en la calle sin que Manuel hiciera algo por evitarlo.
-Esa mujer está loca y tiene a nuestro hijo embobado- me soltó casi llorando
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No pude estar más de acuerdo y dándole la razón, le pedí que ya que Manuel había roto cualquier puente conmigo, ella al menos intentara seguir en contacto con él. Pero tal y como me temía, mi ex también se vio apartada de su lado y por eso durante dos años, apenas supimos nada de su vida.

En ese tiempo, si obviamos  mi fracaso con mi chaval, la vida no pudo más que sonreírme y aunque el resto del país estaba en crisis, mi empresa fue como un tiro y conseguí convertirla en una perita en dulce por la que diversos inversores empezaron a interesarse. Tras varios meses de negociaciones, conseguí venderla a un precio tan elevado que con cincuenta y cinco años recién cumplidos me jubilé. Con muchos ceros en mi cuenta corriente, creí que había llegado el momento de cumplir esos sueños que el trabajo me había impedido hacer. Desgraciadamente, los hechos se ocuparon de hacerlo inviable.
Estaba celebrando la venta y mi nueva vida  con un amigo cuando recibí la llamada de mi nuera. Supe antes de contestar que algo grave pasaba para que esa egoísta se olvidara del odio que sentía por mí y me llamara.  Mis negros augurios se cumplieron al escuchar que, desde el otro lado del teléfono, Sonia me informaba de que su padre y mi hijo habían sufrido un accidente. Con su voz encogida por el dolor, mi nuera me contó que su viejo había muerto y que Manuel estaba ingresado en la unidad de cuidados intensivos.
Confieso que no supe que contestar y con el alma destrozada, solo pude preguntar por el hospital donde le estaban tratando. Al colgar, como un huracán, la angustia por haber fallado como padre me golpeó en la cara y sin ánimo de ni siquiera conducir, le pedí a mi amigo que me llevara hasta allá. Al llegar al Gregorio Marañón,  la primera persona con la que me topé fue  mi consuegra que ni siquiera me saludó. Pero lo más increíble fue que  cuando sabiendo que había perdido a su esposo, me acerqué a darle el pésame, esa perra hija de siete padres tuvo los santos huevos de echar la culpa de su fallecimiento a mi hijo.
Con inaudita paciencia, la escuché achacar a Manuel ese accidente tras lo cual, le solté:
-¡Qué te den por culo!- tras lo cual me quedé tan ancho y fui a ver a mi hijo.
Al llegar a su planta, pregunté si alguien podía informarme y tras varias gestiones conseguí que saliera un médico. El internista me explicó que el traumatismo craneal de mi chaval era tan importante que era difícil que sobreviviera y que de hacerlo le quedarían graves.  Mi vida se desmoronó en un instante al saber que lo perdía. Todavía estaba intentando asimilar la noticia cuando llegó Sonia  hecha una energúmena y con muy malos modos, me echó de allí y prohibió a los médicos que me permitieran pasar a despedirme de Manuel.
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Ese enésimo enfrentamiento fue la gota que colmó el vaso y os tengo que reconocer que a partir de ese momento, mi rencor se transformó en autentico animadversión y solo podía pensar en cómo joder la existencia a esas dos putas.
Lo primero que hice fue llamar a mi abogado para intentar que un juez me permitiera acceder a donde estaba mi hijo, pasando por alto la orden de esa maldita.   El letrado una vez había terminado de exponerle el asunto, me dio su opinión:
-Manolo, ¡No tienes nada que hacer! Con tu hijo incapacitado, la opinión de tu nuera es la que prevalece.
Cómo comprenderéis, eso no me contuvo y ordenándole que de todas formas lo intentara, comprendí que si quería estar con mi retoño en sus últimos momentos, debía utilizar otros caminos.  Sin salir del hospital, me fui directamente a ver al director. El tipo resultó ser un ser humano excepcional y tras escuchar mi situación, se puso en mi lugar y me dijo:
-Cómo la orden de su nuera es tajante, legalmente no puedo hacer nada- ya creía que me iba a ir de su despacho con las manos vacías cuando le escuche decir: -Pero como padre lo comprendo y por eso le propongo que vea a su hijo cuando tengamos la certeza de que su mujer no va a estar en el hospital.
Esperanzado pregunté:
-¿A qué hora sugiere?
El director me contestó:
-De dos a tres de la madrugada.
Ese fue el motivo por el cual durante los treinta y tres días en que mi hijo tardó en morir, tanto Aurora, su madre, como yo fuimos una presencia nocturna constante en esos pasillos. Aleccionada por su jefe, la enfermera de la noche nos dejaba pasar y sentarnos durante una hora a ver como nuestro Manuel le costaba aspirar del oxígeno al que estaba conectado. Cada uno de esos minutos, no redujo sino  acrecentó mi odio hasta hacerlo mi razón de vivir.
Por eso, os tengo que confesar que antes de que tuviera que enterrar a  mi hijo, ya tenía planeada mi venganza. Las armas con la que les iba a hacer pagar a esas zorras todas sus afrentas, me las dieron ellas mismas. Acostumbradas a vivir al día sin pensar en el futuro, no habían ahorrado. Con sus hipotecas al límite y sin más fuente de ingreso que la pensión de viudedad, esas dos mujeres la iban a pasar mal. Averiguando a través de un detective, descubrí varios malos manejos de mi difunto consuegro y a través de una denuncia anónima, informé de ellos a la agencia tributaria. Sé que hice mal pero falsifiqué un par de papeles para que pareciera que mi hijo había sido su cómplice de forma que Hacienda les instruyó un expediente y embargó incluso esa pensión.
Con la paciencia que da el resentimiento, esperé que fallaran en las cuotas de sus hipotecas y me acerqué a su banco. Tras una brevísima negociación, compré las deudas a través de una de mis compañías y el mismo día del entierro de mi chaval, les metí una demanda de desahucio.
-¡Qué se jodan las muy putas!- pensé nada más firmarla.
km05853b_mUna vez con todo en marcha, me relajé y me puse a buscar una finca donde vivir. Por una vez, la suerte me sonrió y conseguí comprar un cortijo a cincuenta kilómetros de Sevilla, donde no solo iba a vivir con mi nieto sino que era el sitio donde iba a tener lugar mi venganza. Los jueces, como no podía ser de otra forma, me dieron la razón y las echaron de sus casas.
“Sus penurias solo han empezado”, me dije el día que conocí la sentencia  y llamando a mi abogado, le di vía libre para que ejecutara mi siguiente paso.
Basándome en la cuasi indigencia en la que había quedado mi nuera, reclamé la patria potestad de mi nieto. Sabía que esa reclamación teniendo en contra a un buen abogado no tendría éxito pero como esa indeseable no podría pagarlo, me froté las manos por anticipado. Tal y como había previsto, Sonia en cuanto se enteró de mi demanda me llamó hecha una furia y llamándome de todo menos bonito, me juró que no pararía hasta hacerme la vida imposible:
-Mira zorrita- le dije cuando dejó de soltar improperios por su boca- soy mucho más rico e inteligente que tú y encima te llevo ventaja. ¡Llámame cuando quieras negociar!- tras lo cual colgué.
Los acontecimientos a posteriori me dieron la razón y sin dinero con el que pagar a un defensor de prestigio, se tuvo que conformar con acudir a uno de oficio y como dice el viejo dicho: “Al que obra mal, se le pudre el culo”, mi pobre e hija de perra nuera tuvo la mala fortuna de caer en manos de un corrupto. El cual al enterarse de quien era su contrincante, prefirió pasarse por mis oficinas y sacar un buen redito de ese asunto en vez de pelearlo.
Cómo os imaginareis, se vendió traicionándola. El juicio, como no podía ser de otra forma, resultó ser un desastre para sus intereses y justo el día en que mi hijo hacía seis meses muerto, el juez me otorgó la patria potestad y la custodia de mi nieto. Cuando acompañado de un oficial de policía acudí a la pensión donde malvivían esas dos putas a recoger a Manolito, Sonia quiso darme pena y llorando a moco tendido, se arrodilló a mis pies pidiendo que no le quitara a su hijo.
Pateándola a un lado, me deshice de ella y cogiendo a mi nieto en mis brazos, descubrí que para el niño era un desconocido y que no quería venir conmigo. Curiosamente sus lloros y los berridos de la zorra de su madre me sonaron a música de Beethoven y mirando a esa rubia a la cara, le dije:
-Despídete de Manolito, dudo que lo vuelvas a ver. Ahora mismo nos vamos a vivir a Sevilla.
El dolor de esa madre fue inmenso pero no mayor al que sentí cuando esa puta me apartó de mi hijo y por eso en vez de compadecerme de ella cuando desesperada me amenazó con suicidarse, le solté:
-Si quieres matarte, ¡Hazlo! Pero si quieres otra salida, te espero con tu madre esta tarde en mi casa- y dejándola tirada en el suelo, me fui con su hijo.
Mi ex se une a mis planes.
Nada más salir de esa mierda de pensión y ante mi manifiesta incapacidad de acallar los llantos de mi nieto, decidí optar por la solución más fácil y llevé al crío a casa de su otra abuela. Aurora, con la que gracias a mi nuera me había reconciliado y aunque seguíamos sin ser pareja al menos nos hablábamos, se quedó muda al verme entrar con Manolito y cogiéndolo de mis brazos, lo empezó a besar como desesperada.
-¿Cómo has conseguido que esa guarra te lo deje?- me preguntó una vez había calmado su necesidad de cariño.
Muerto de risa le expliqué que desde que nuestro hijo había muerto, me había abocado a hacer que la existencia de esas dos fuera la peor posible y que por fin me habían dado la patria potestad del crío:
-¡Qué se jodan!- exclamó al escucharme y tras unos instantes comprendió que si yo era el tutor del chaval, iba a tener la oportunidad de verlo cuando quisiera, directamente me lo preguntó.
-¡Por supuesto! ¡Eres su abuela!- le respondí y acercándome a ella, aproveché que tenía las manos ocupadas con su nieto para acariciarle el culo, mientras le decía al oído: -Si quieres cuando vengas, puedes dormir en mi cama.
Aurora, al sentir mis caricias, suspiró como una gata en celo y retirando mi mano de sus nalgas me dijo:
-¡No sigas que llevo muchos años a dieta!
Su confesión me extrañó de sobre manera porque mi ex era una cincuentona de muy buen ver y no tenía duda alguna de que debía de haber recibido más de una propuesta al respecto. El morbo de descubrir que llevaba tiempo sin sexo me hizo buscar el provocarla para ver como reaccionaba y pegándome mi pene contra su culo, la abracé y besándola en el cuello, le solté:
-Eso podemos arreglarlo ahora mismo.
Contra toda lógica, no solo no separó sino que forzando el contacto, restregó sus nalgas contra mi entrepierna mientras me pedía que me quedara quieto. Mientras con su voz me pedía paz, el resto de su cuerpo ya había iniciado la guerra, por lo que declaré abiertas las hostilidades cogiendo uno de sus pechos en mi mano. Reconozco que se me puso dura nada mas oír el gemido que salió de su garganta y ya consumido por la pasión, le subí la falda y con mis manos acaricié uno de sus cachetes.
-¡Para o no respondo!- gritó descompuesta.
Incrementando su calentura metí mi mano por su escote y sacando un pecho de su encierro, pellizqué suavemente su pezón.
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-¡Tú lo has querido!- chilló dejando en manos de la cría al crio y antes de darme cuenta se había arrodillado a mis pies y me había bajado la bragueta. -¡Ya no me acordaba de ella!- dijo con una sonrisa al sacar mi polla de su encierro.
Descojonado, le respondí:
-¡Pues yo todavía echo de menos tus mamadas!
Su cara se iluminó al escuchar mis palabras y con un empujón me tumbó en la cama:
-Quítate la camisa, ¡Cabrón!- me dijo con voz suave pero dotada de una autoridad que no me pasó desapercibida.
Ni que decir tiene que obedecí y yendo por delante de sus deseos, me desnudé por entero. Mi ex al verme en pelotas se mordió los labios y subiéndose sobre mí, empezó a besar mi pecho mientras una de sus manos jugueteaba con mis testículos.
-¡Estoy brutísima!- confesó mordisqueando uno de mis pezones.
Sin darme otra oportunidad, su lengua fue dejando un húmedo rastro en dirección a mi sexo. Éste esperaba erguido su llegada. Usando su larga melena a modo de escoba, fue barriendo mis dudas y antiguos recelos, de modo que, cuando sus labios entraron en contacto con mi glande, ya no recordaba la razón por la que me había separado de ella. Aurora, ajena a mis reparos, estaba con su particular lucha e introduciendo a su adversario hasta el fondo de su garganta, no le dio tregua. Queriendo vencer sin dejar prisioneros, aceleró sus movimientos hasta que, desarmado, me derramé en su interior. Mi ex no permitió que ni una sola gota se desperdiciara, como si mi semen fuese un manjar de los dioses y ella una muerta de hambre, recibió mi semen con alborozo y una vez hubo ordeñado mi miembro lo limpió de cualquier rastro de nuestra pasión.
Sus labores de limpieza provocaron que me volviera a excitar. Aurora, admirando mi sexo nuevamente erguido, se pasó la lengua por los labios y sentándose a horcajadas sobre él, se fue empalando lentamente sin separar sus ojos de los míos.
-¡Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez!- gritó.
Al oír que los gemidos de la que había sido mi compañera, recordé que le gustaban los pellizcos y cogiendo un pecho con cada mano, pellizqué sus pezones. Paulatinamente, su paso tranquilo fue convirtiéndose en trote y su trote en galope. Con un ritmo desenfrenado  y cabalgando sobre mi cuerpo, sintió que el placer le dominaba y  acercando su boca a la mía mientras me besaba, se corrió sonoramente sin dejar de moverse. Su clímax llamó al mío y forzando mi penetración atrayéndola con mis manos, eyaculé bañando su vagina.
Abrazados, descansamos unos minutos. Pasado el tiempo, Aurora levantó su cara y mirándome a los ojos, me preguntó si mi oferta seguía en pie. Sabiendo que se refería a compartir mi cama, preferí serle sincero y sin importarme que descubriera el resentido en que me había convertido, le conté los planes que tenía para nuestra nuera y la zorra de su madre.
Si en un principio, se sintió escandalizada con lo que les tenía preparado, recordó que ese par de putas la habían separado de su único hijo y soltando una carcajada, me dijo:
-¡Cuenta conmigo!


La venganza es dulce como la miel.
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Junto con nuestro nieto, Aurora y yo nos fuimos a mi casa a esperar a esas dos. Aunque había convencido a mi ex de que iban a aceptar nuestras condiciones, tengo que reconocer que albergaba muchas dudas. Por lo que sabía, su situación económica era desesperada y si no aceptaban mi ayuda condicionada iban abocadas a la indigencia. Sin oficio ni beneficio, mi nuera y su madre no podrían subsistir en una sociedad tan exigente como la nuestra pero aun así, temía que el carácter altivo y orgulloso que compartían ambas dificultara nuestros planes y les hiciera preferir el harakiri  a cumplir con mis exigencias.
Cinco minutos antes de la hora acordada, llegaron la madre y la hija a la cita. Y ya dentro de mi casa, descubrieron horrorizadas que la madre de Manuel estaba de pie junto a mí cuando las recibí sentado en un sillón.
La primera en reaccionar fue Sonia que sacando fuerzas de la desesperación, me preguntó de qué quería hablarles. Antes de explicarles mi plan, me tomé mi tiempo para recordar a esas dos guarras, las afrentas y los desplantes a los que nos habían sometido tanto a Aurora como a mí, tras lo cual les hice saber que conocía a la perfección sus penurias económicas porque en gran parte yo las había propiciado. Os juro que ver la cara de esas putas al escuchar de mi boca que no solo yo había sido quien las había denunciado ante Hacienda sino que era el propietario de la compañía que las había echado de sus casas ya era un gran premio pero, como quería su absoluta humillación, al terminar de exponer  su negro futuro y dirigiéndome ya solo a mi nuera, le dije:
-Como verás te he vencido.
La mirada de odio con la que me respondió lejos de enfadarme, solo me alegró al saber que estaba indignada y profundizando en esa herida, le dije:
-Si quieres que te ayude y que te permita vivir en la misma casa que tu hijo, tu madre y tú tendréis que comprometeros a una serie de condiciones.
La muchacha se quedó helada al ver que Aurora apoyaba una de sus manos en mi hombro, dando muestra clara que fueran lo que fuesen, nuestras exigencias eran consensuadas. Temiendo la contestación, me preguntó en que consistían:
-Básicamente- le contesté con voz pausada pero firme- en que os comportéis tal y como sois, es decir, ¡Cómo una putas!
Cabreada hasta el extremo, la rubia quiso irse pero Teresa, su madre, la detuvo y sin mostrar el desprecio que le corroía sus entrañas, me pidió que aclarara mi oferta.  Soltando una  carcajada porque supe que había claudicado, le respondí:
-Os ofrezco casa, comida y un sueldo de mil euros a cada una pero en compensación tendréis que satisfacer todos nuestros caprichos…
Mi consuegra captó a la primera que clase de caprichos hablaba y creyendo que mi ex se iba a compadecer de su destino al ser mujer, le dijo:
-Aurora, ¡No me puedo creer que estés de acuerdo!
Os juro que si alguna vez me había arrepentido de divorciarme de mi esposa, fue ese día porque con un tono meloso y colocándose a mi espalda, le respondió:
-¿Por qué no voy a estarlo? Tú y la zorra que tienes por hija, nos habéis jodido la vida.
-Mamá, ¿Por qué discutes? ¡Es un trabajo!- intentó mediar mi nuera totalmente en la inopia.
-¿Un trabajo?- hecha una furia, le contestó: -¡Quieren que seamos sus esclavas sexuales!
Sonia, sin llegárselo a creer, me miró buscando que rectificara a su madre. Pero no encontró lo que esperaba  ya que con una sonrisa de oreja a oreja, le respondí:
-Si quieres sobrevivir, tendrás que vender tu cuerpo. ¿Qué prefieres a un desconocido en un bar de carretera o a nosotros?
Durante unos instantes vaciló pero al escuchar la risa de su hijo en la otra habitación, respondió casi llorando:
-A vosotros.
Desabrochándome la bragueta, saqué mi miembro y poniéndolo a su disposición, le dije:
-Tienes trabajo.
Sorprendida por lo rápido en que quería cerrar nuestro acuerdo, se quedó paralizada por que lo último que podía pensar al llegar a mi casa, era en que iba a hacerme una felación. En ese momento Aurora, yendo hasta su lado, la obligó a arrodillarse ante mí:
-¡Hazle una buena mamada!- ordenó tirando de ella y acercando su cara a mi entrepierna.
Reconozco que me encantó verla coger mi pene entre sus y más aún cuando esa boca acostumbrada a maltratar a la gente, se tuvo que rebajar y abrirse para recibir en el interior de su boca el pene erecto de su suegro.
-Así me gusta, ¡Perra! ¡Cómetela!-
Tremendamente humillada y con su piel erizada cual gallina, la zorra de mi nuera se metió mi miembro hasta el fondo de la garganta mientras su madre y la de su marido miraban la escena. Sin quejarse empezó a meter y sacar mi extensión mientras gruesos lagrimones recorrían sus mejillas. Tratando de reforzar mi dominio pero sobre todo su humillación, le ordené que me enseñara sus pechos.
La rubia miró a su madre antes de empezar a desabrocharse la blusa y al no conseguir el apoyo que buscaba, bajó su mirada y llevando su mano libre a los botones, se fue quitando uno a uno. Confieso sin vergüenza alguna que ver a esa puta obedeciendo mis órdenes sin rechistar, me puso bruto. Mi ex, aunque resulte raro, se había contagiado de mi ánimo de venganza y acuciando el ritmo de la muchacha, le exigió que se diera más prisa tirándole del pelo. La mirada que Sonia le dirigió fue una mezcla de odio y de miedo pero sobre todo de bochorno por lo que estaba siendo obligada a hacer.
Desde mi privilegiado lugar, me encantó disfrutar de como centímetro a centímetro esa maldita iba dándome a conocer esa parte de su anatomía que solo unos pocos habían visto en la vida y que según mi hijo, solo él había saboreado.  Con la camisa completamente abierta, dejó momentáneamente de mamarme el miembro para quitarse el sujetador. No me cupo duda alguna que lo estaba pasando mal al hacerlo y para mortificarla aún más, le dije:
-Vamos putita, ¡Qué sé que lo estás deseando!
Cuando por fin tuve una visión completa de sus pechos, no pude sino maravillarme de la hermosura de ese par de tetas y saboreando de antemano el placer que iban a darme, la obligué a continuar con la felación. La ausencia de excitación que advertí en los rosados pezones que decoraban esos montes me volvió a confirmar que la viuda de mi hijo no estaba disfrutando sino sufriendo y como comprenderéis, eso me alegró. La que si estaba cachonda fue Aurora que sin que se lo tuviera que decir presionó nuevamente la cabeza de la que había sido su nuera sobre mi pene.
-¡Quiero que te la tragues toda!- le gritó mientras lo hacía.
La indefensa muchacha vio forzada su garganta al límite pero aunque sufrió arcadas no hizo ningún intento por retirarse. La que si actuó fue Teresa que intentando que cesara el castigo de su hija, se arrodilló ante Aurora y le pidió que fuera ella. Mi ex al verla postrada, decidió darle una cruel lección y sentándose a mi lado, se levantó la falda y le exigió que le comiera el coño. La expresión de asco de nuestra consuegra no le sirvió de nada y tras unos segundos de indecisión sumergió su cara entre las piernas  de la mujer.
Fue entonces cuando la que había sido mi compañera tantos años sonriendo me soltó:
-¡No ibas a ser tu solo quien disfrutara!
Muerto de risa, la besé y mientras mi nuera y su madre se comían nuestros respectivos sexos, Aurora y yo disfrutamos de nuestro recién estrenado poder. No sé si fue que al ver que su progenitora sufría su mismo castigo, le sirvió para relajarse o que se estaba empezando a acostumbrar a su destino pero lo cierto es que a partir de ese momento, Sonia incrementó el ritmo y la profundidad de su mamada. Usando su boca como si fuera su sexo, metió y sacó mi pene a un ritmo desenfrenado mientras con las manos me acariciaba los huevos, a su lado, su madre lamía el clítoris de mi ex con una pericia que me dejó claro que no era la primera ocasión en que se lo hacía con una mujer.
-¡Qué bien me lo come la zorra!- gimió la madre de mi hijo al sentir que su cuerpo reaccionaba y tratando de maximizar su gozo, se pellizcó los pechos como si estuviera en celo.
Sus palabras, la escena lésbica y ante todo el cumulo de sensaciones que se habían ido acumulando en mi entrepierna hicieron que sin poder retenerme mas, derramara mi semen en el interior de la boca de mi nuera. Avisada por mi ex de que debía tragarlo todo, sufriendo lo indecible, no solo lo consiguió sino que con la lengua retiró cualquier rastro dejando mi pene impoluto.
-¡Ves cómo te ha gustado!- dije con sorna.

La cría no pudo ni mirarme y al retirar su cara, vio que su madre seguía inmersa en su propia agonía y quizás por vez primera, se rompió la armonía que unía a esas dos putas porque creí vislumbrar un inicio de sonrisa en su rostro.
“Por algún motivo, le gusta que su madre sufra”, pensé al tratar de dar un significado a ese involuntario gesto.
Los gemidos de placer de Aurora me volvieron a la realidad, la cual se estaba retorciendo sobre el sofá mientras su consuegra le daba largas lametadas a su clítoris.
-¡Dios! ¡Cómo voy a disfrutar de esta zorra!-  aulló a voz en grito mientras se corría.
La zorra que estaba entre sus piernas prolongó sus caricias hasta que ya satisfecha, Aurora me preguntó:
-Cariño, ¿A qué hora nos llevamos mañana a este ganado?
Descojonado, contesté:
-Sobre las dos. Antes tengo un par de asuntos que resolver.
Mi antigua esposa, dirigiéndose a las arrodilladas, les dijo:
-Os quiero aquí a la una y media para que ayudéis a vuestro amo a hacer el equipaje.
Ya se iban por la puerta con la cabeza gacha al comprender el siniestro futuro que les esperaba cuando oyeron que Aurora les gritaba:
-No traigáis mucha ropa. Andaréis la mayor parte del día, ¡Desnudas!
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Relato erótico: ” La fiera 3″ (POR KAISER)

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no son dos sino tres2LA FIERA
Sin-t-C3-ADtulo24Una despiadada ola de calor azota toda la región justo en el momento en que se inicia la cosecha de los frutales. María va de un lado para otro acarreando gente y equipos así como asegurándose que no falte nada para una labor delicada y que necesita mano de obra en abundancia. Además se asegura que haya agua y todo lo necesario para que sus trabajadores se protejan del sol e incluso dio órdenes de parar todo a la hora de mayor calor. Es una tarea muy cansadora y que recién va en su primera semana y la ola de calor no ha dado señales de querer dar tregua.
María hace de todo, visita el pueblo, regresa por materiales, se reúne con los transportistas y negocia precios con sus clientes habituales. Es un continuo ir y venir que la tiene bastante cansada, situación que se comienza a notar en ella y algunos ya le han recomendado que haga una breve pausa para tomarse un pequeño respiro y recuperar fuerzas.
Regresando a su casa María decide hacer un desvío, precisamente para tomar un poco de aire y descansar aunque sea un momento. Toma una ruta alternativa y se dirige por un camino que solo ella conoce hacia el pie de un cerro dejando su camioneta estacionada entre unos árboles de forma discreta. Camina por entre la maleza y el suelo reseco y polvoriento hasta llegar a una pequeña quebrada donde siente una brisa de aire fresco debido a una caída de agua que brota de un manantial en la roca. María se acerca al borde de la pequeña laguna que se ha formado y se quita su sombrero para sumergir su rostro en las frías aguas para saciar su sed y a la vez refrescarse. Su cabello mojado se suelta y el agua se escurre por su cuerpo.
A la orilla de la laguna y sobre unas rocas María deja su ropa. Sus botas, su camisa, sus jeans, todo hasta quedarse desnuda y zambullirse. Las frías aguas del manantial le hacen olvidar el calor infernal que se siente en el ambiente y María se pone bajo la pequeña cascado cerrando sus ojos y manteniéndose quieta, permitiendo que el agua se deslice por las impresionantes curvas de su cuerpo que tanto hacen suspirar a los hombres del lugar y de las cuales solo un tímido muchacho, y sus atrevidos sobrinos han podido disfrutar. Tras un momento de relajo personal María se viste y regresa a sus labores aunque con un nuevo aire.
Tras pasar a supervisar la cosecha del día María llega a su casa y se sorprende al ver a una muchacha sentada en la entrada. “¿Qué haces aquí?” le pregunta a la chica que se le acerca a saludarla. “Soy sobrina de la señora Estela, ella me dijo que usted podría ayudarme” y le entrega una carta. María la lee con atención, a la tía de esta muchacha la conoce bien, fue una empleada a su servicio por varios años y una de las pocas que se quedo con ella tras su divorcio. “Así que buscas trabajo”, “necesito hacerme de unos pesos antes de volver al internado donde me quedo por mis estudios en la ciudad”. En esta temporada María lo que más necesita es mano de obra y le ofrece trabajo como recolectora aunque tiene sus dudas que sea capaz de lidiar con una labor así de pesada. Su aspecto de “citadina” es evidente en su forma de vestir. Peto, shorts, sus uñas pintadas y su cabello teñido de un color entre amarillo y naranjo no le inspiran mucha confianza. Sin embargo le da la chance y la hace alojarse en su casa en vista que no hay otro alojamiento disponible y también en consideración a su tía que fue muy buen persona con María. “Espero que te guste levantarte temprano, aquí madrugamos” le advierte.
A la mañana siguiente María se levanta como de costumbre antes de las seis. Se ducha y se prepara para otro día de arduo trabajo. Pronto advierte que Karina también está en pie y le pregunta si desea café u otra cosa. Sin pudor alguno Karina se asoma en ropa interior por la puerta, algo que desconcierta de forma evidente a María que aprecia la esbelta y delicada figura de la muchacha. Karina es un poco más baja que María, piel canela, cabello corto hasta los hombros y un cuerpo esbelto y delgado que contrasta con la voluptuosidad de María. Sus pechos pequeños pero bien firmes saltan a la vista así como se trasero bien parado y redondo. “Café con leche” le responde y vuelve a vestirse.
María la lleva a los sitios de trabajo y la deja con otras recolectoras con más experiencia que le explican y le enseñan lo que debe hacer. “Trabaja bien” le comentan más tarde a María mientras supervisa todo. Karina se muestra como una chica alegre y conversa bastante con los demás. En la tarde regresa con María a la cual le hace algo de compañía y charlan de todo un poco. “Me quedo en un internado de mujeres” dice Karina, “tengo muchas amigas ahí y me llevo súper bien con ellas, de hecho espero juntarme con algunas que andan turisteando en la zona, claro después que termine mi trabajo”. María se incomoda un poco cuando Karina le cuenta acerca de las historias que su tía le relataba sobre su persona, “¿así que le rompió el brazo a un sujeto que le agarro el culo?” pregunta ella, “y la nariz también” responde María en medio de las risas de la muchacha, “¡ay qué cosa, por eso prefiero las mujeres, los hombres son unos idiotas!”, tras decir esto decide irse  dormir y se acerca a María dándole un beso en la mejilla de buenas noches tomándola por sorpresa.
En los días siguientes Karina sigue siendo la misma con su alegría y simpatía habitual, aunque María comienza a sentirse intimidada por los gestos de la muchacha que cuando conversan, no deja pasar la oportunidad de decir directamente que es lesbiana aunque, “también he estado con chicos, pero con mujeres es mejor”, esto incomoda a María que de manera inexplicable pierde esa seguridad en sí misma y se muestra algo nerviosa en presencia de la muchacha. Esto se hizo más que evidente cuando María se estaba dando una ducha y de manera imprevista Karina entra al baño, “lo siento, como no estaba la puerta cerrada pensé que no había nadie”. María se queda sin habla, pero de inmediato se percata de la lasciva mirada que Karina le da, es como si la devorara con la vista y eso la deja algo excitada.
Tras dos semanas de arduo trabajo la cosecha esta casi lista, solo falta lo menos y María comienza a despachar a sus trabajadores cancelando sus sueldos. Karina recibe su paga y le pregunta si puede quedarse un par de días más antes de irse. María acepta y esa tarde la muchacha sale a juntarse con sus amigas, “queremos ir a la laguna a pasar la tarde”. María termina con sus labores y por primera vez en días tiene un momento de calma así que aprovecha de disfrutar de una cerveza fría con su gente celebrando el fin de la cosecha. De regreso a su casa y con una mezcla de curiosidad y morbo, María se detiene en la laguna. Ella se acerca ocultándose entre los arbustos y observa a Karina con sus amigas. La muchacha luce realmente hermosa en bikini y un escalofrió recorre su cuerpo cuando una de sus amigas le aplica bronceador en su piel deslizando sus manos de manera bastante libre por su cuerpo, para después comenzar a besarse entre ellas. María casi se derrite al ver esto y un escalofrió la recorre delatando lo excitada que se ha puesto, sin embargo decide seguir con su camino.

Es casi de noche cuando Karina regresa y María está llenando unos papeles en su oficina. “¿Cómo estuvo la tarde?” le pregunta, “de pelos, nos divertimos bastante” responde la muchacha con su típica alegría, “¿y usted es solo trabajo?”, “bueno estos documentos no van a llenarse solos, esto es lo que más detesto, el papeleo de nunca acabar” dice María que se queja de una molestia en su hombro. “Ve, mucho estrés, debe relajarse, déjeme darle una mano”.

Antes que María pueda decir algo Karina se pone detrás y la toma de los hombros, “vamos relájese” le dice al sobresaltarse. Con sus suaves manos le empieza a hacer un masaje en los hombros y el cuello notándola sumamente tensa. “Suelte esos músculos” le dice al oído y María poco a poco va cediendo, “lo ve, se siente mejor ahora”. Delicadamente continúa pasando sus manos sobre la espalda de María, el relajo y la excitación que la invaden se hace evidente y aun más cuando Karina le desabrocha algunos botones de su camisa y se la baja dejándole sus hombros al descubierto así como también parte de sus magníficos y grandes pechos. Las manos de Karina no se detienen y María lisa y llanamente no tiene fuerzas para detenerla quedando a su completa merced. Las pequeñas y suaves manos de la muchacha descienden ligeramente y le rozan la parte superior de sus pechos haciendo que María libere un pequeño suspiro que la delata por completo. Karina acerca su rostro al cuello y la toma del rostro buscando sus labios, pero en ese momento se oyen unos golpes en la puerta.
“Si me disculpa me voy a duchar y a dormir” le dice y Karina se retira dejando a María con los crespos hechos. Se arregla, y aun excitada y desconcertada va a ver lo que sucede.
Es pasada la media noche cuando regresa, problemas con un camión complicaron la salida de parte de sus productos, pero por fortuna el asunto no pasa a mayores. Trata de retomar su trabajo, pero al cabo de un instante deja todo de lado, no puede concentrarse y al mirar la silla recuerda vívidamente lo sucedido. María se va a dormir aunque la situación le ronda en la cabeza. Al pasar frente al dormitorio de Karina abre ligeramente la puerta y la encuentra tendida en la cama, completamente destapada por el calor. Viste solo una polera bien ligera que esta algo levantada dejando parte de sus pequeños, pero hermosos pechos a la vista. Un calzón bien coqueto de color blanco contrasta con la piel canela de Karina y su mano derecha está entre sus piernas. A María la boca se le hace agua y por un momento quiere entrar. Karina se mueve hacia un lado y su trasero salta a la vista. Firme redondo y con sus nalgas bien marcadas debido a que su calzón se pierde entre las mismas. María hace un enorme esfuerzo y cierra la puerta encerrándose en su habitación.
En la mañana María sale temprano y en silencio, ni siquiera toma desayuno para no despertar a Karina y come con sus trabajadores. Trata de enfocarse en su trabajo, pero se le hace casi imposible y siente su cuerpo arder de una manera increíble. A la hora de almuerzo apenas se detiene en la casa y solo cruza un par de palabras con Karina a la que evita mirar a los ojos y que actúa con total normalidad como si nada hubiese ocurrido desconcertándola aun más.
Ya por la tarde y tras terminar sus labores María hace su desvió nuevamente. Es el único lugar donde puede tener paz y tranquilidad. Su cuerpo lisa y llanamente necesita botar esa calentura que tiene y en su rincón privado es la única parte donde puede hacerlo.
En un dos por tres María se desnuda y se mete al agua donde se refresca y suspira profundamente al meter sus dedos en su entrepierna. Su coño lo siente más caliente que nunca y pronto desliza sus manos por todo su cuerpo acariciando sus grandes pechos y su sexo dejando salir esa excitación que Karina le provoca y que además la avergüenza, aun le cuesta convencerse que se haya excitado con una mujer, en especial una tan joven.
“Vaya, veo que la fiera es una mujer después de todo”. Al escuchar esa voz María se da media vuelta y observa atónita a Karina de pie junto a la laguna mirándola fijamente. “Sabe, yo no necesito dinero, ni un lugar donde quedarme, podía perfectamente haberme alojado con mis amigas que ya me habían invitado”, “¿y por qué viniste conmigo?” saca la voz María aunque de forma temblorosa, “pues por usted”. Tras decir esto Karina comienza a desnudarse lentamente mientras María la observa y respira de forma agitada.
“Es claro que no lo recuerda, pero usted me vio en una ocasión hace algunos años, antes que me tiñera el pelo” dice Karina que se va sacando su ropa interior, “a esas alturas yo ya era lesbiana y cuando la vi quede prendida de usted, de inmediato me dije a mi misma tengo que follarmela, tengo que acariciarla, tengo que probar su cuerpo, saborear sus pechos y coño, tengo que hacerla mía aunque sea una vez” le dice Karina a María que no le sale el habla. “Quise venir antes, pero no pude, sin embargo ahora se me presento la ocasión y le invente la historia que buscaba trabajo a mi tía sabiendo que me iba a mandar con usted, es ahora o nunca me dije y así fue como llegue”. Karina se mete al agua y tras darse un buen chapuzón avanza hacia María que retrocede torpemente.
“Debo admitir su reacción me sorprendió, cuando la note tan vulnerable ante unos gestos que hice. El beso en la mejilla, cuando le dije que era lesbiana y esa noche en su oficina de no haber sido por qué un idiota vino a interrumpir me la habría follado ahí mismo, incluso pensé que se animaría a meterse a mi cama cuando estuvo parada en la puerta mirándome”, María abre la boca de pura sorpresa y Karina se ríe, “¡pero claro que sabía que estaba ahí!, sin embargo cuando note su actitud en la mañana supe que estaba caliente, lo supe en el acto y me imagine que vendría a este lugar”, “¿cómo sabes de este sitio?” es lo único que María atina a preguntar, “pues con mis amigas recorrimos estas tierras hace un tiempo y lo descubrimos, si supiera las cosas que hicimos aquí, además el día que fui a su casa yo vine aquí a darme un baño y la vi desnuda refrescándose, tuve que controlarme para no venir a tirármela en esa ocasión, la vi disfrutando y yo me hacia una feroz paja a escondidas, pero ahora, la haré mía si o si” y Karina presiona su cuerpo sobre el de María poniéndola contra la roca mientras el agua cae sobre ambas.
Karina mueve su cuerpo frotándolo con el de María, la diferencia de tamaño del busto de ambas es evidente, sin embargo Karina presiona sus senos sobre los de una atónita María que reacciona ante las caricias que le dan. Karina trata de besarla, pero ella la evade hasta que finalmente la toma del rostro y le da un apasionado beso en la boca mientras presiona su rodilla derecha entre las piernas de María frotándole el coño. “Nada mal” le dice Karina con una sonrisa, “es obvio que nunca lo has hecho con una mujer, pero no importa, yo te voy a enseñar” y nuevamente la muchacha vuelve a la carga ante una María completamente entregada y vulnerable.
Los besos de Karina se hacen más intensos y sus manos se vuelven más inquietas a cada instante acariciando los pechos de María y luego apretándole sus nalgas, “pero que buen culo” le  dice mirándola a los ojos notando el desconcierto y tremenda excitación en ella. Karina le mete mano por donde quiere, la hace darse media vuelta y la toma por detrás frotando su pubis contra el esplendido culo de María al tiempo que le toma los pechos y desciende una mano hasta llegar al coño. María deja escapar un profundo gemido y Karina la besa en el cuello mientras juguetea con su sexo, acariciando su clítoris y presionando un dedo en su vagina. María no puede controlar su cuerpo que se estremece de manera increíble ante semejantes caricias.
Con una mano bien metida entre sus piernas y la otra sobándole los pechos María disfruta una barbaridad. El manoseo de Karina la tiene fuera de control y sus dedos se van metiendo más y más en su sexo. Se voltea un poco y encuentra el rostro de Karina intercambiando un beso con ella por primera vez de forma voluntaria. Sus lenguas se cruzan y María estira sus manos hacia atrás y la presiona contra su cuerpo. El agua del manantial que cae sobre ambas parece hervir mientras follan ahí.
María se da media vuelta de nuevo y ambas se besan con todo, Karina lleva el liderazgo presiona su lengua en la boca de María que trata de seguirle el paso a la fogosa chiquilla. Karina le toma los pechos y se los empieza a chupar, jugando con sus erectos pezones lamiéndolos y frotándolos con sus dedos y con la punta de su lengua, “cuanto quería hacer esto” le dice mientras le devora sus senos. María gime y respira profundamente, las caricias y lamidas que recibe la dejan sin aliento y Karina se muestra insaciable sintiendo la lengua de la muchacha bajar por su cuerpo hasta llegar a su coño, María está ansiosa y expectante. No sabe si pedirle que se detenga o que siga, pero esa decisión no es de ella y Karina pronto envuelve su sexo con su boca y María deja escapar un tremendo gemido. Karina se lo devora con todo, ansiaba hacerle esto y se lo chupa y lame saboreándolo y probando el coño de una mujer madura. María presiona el rostro de la chica entre sus piernas y Karina la toma con fuerza de los muslos y hunde su lengua tan adentro como puede mientras María se retuerce y se sujeta de las rocas ya que sus piernas parecen de hilo. “Delicioso” murmura

Karina que vuelve a la carga perdiéndose su rostro entre los gruesos muslos de María que está en completo éxtasis. Karina la sujeta del culo y va metiendo un dedo entre sus nalgas excitándola aun más de lo que ya esta y le da un nuevo beso en la boca haciéndola probar el sabor de su propio coño.

“¡Contra la pared!” le ordena y la hace inclinarse mostrando su precioso culo y su sexo, María la observa con ansias y sacude su cabello lanzando agua en todas direcciones, separa ligeramente sus piernas y Karina le frota el coño con mucha fuerza deslizando completamente su mano y dándole unas buenas nalgadas. No contenta con ello comienza a follarla usando sus dedos, se los va metiendo rítmicamente y de varios a la vez. María se mueve cargándose sobre ella y Karina usa su pubis para empujar como si la estuviera penetrando, “¡ah, que rico!” exclama María que esta descontrolada ante el intenso placer que siente.
No satisfecha con follarla por un agujero Karina decide darle en el culo y María la incita a ello, “¡vamos dale que mi culo te desea!” le dice y Karina se los va metiendo ahí también. El ser follada por ambos agujeros la tiene a mil a María, sus gemidos se oyen con fuerza y ya no trata de contenerse a sí misma, simplemente se deja llevar de la mano de Karina que al fin se da el gusto de cogerla, algo que ansiaba desde hace tiempo.
Sobre una roca María queda recostada, nuevamente Karina la recorre de arriba abajo con su boca lamiendo sus pechos y su coño. Le separa ampliamente sus piernas y frota su pubis con el de María moviéndose como si la estuviera penetrando. Ambas se enredan entre sí en un ardiente y apasionado abrazo lleno de besos y caricias, pero Karina tiene ganas de seguir y María también.
“Ahora es tu turno” le dice Karina poniéndole su coño en la cara a María haciendo un 69. En un comienzo María se muestra tímida y sorprendida pese a todo lo que ha hecho, pero Karina la incita. Tímidamente María se acerca al coño de Karina y siente su aroma, “vamos que esperas” dice la muchacha y María lo hace, le desliza su lengua en el coño y ahora Karina es quien deja escapar un gemido. Ella sigue presionando y Karina mueve sus caderas restregándole su coño en la cara a María.
Lo único que se escucha son los gemidos y suspiros de ambas con el ruido de la caída de agua en el fondo. Recostadas en la maleza Karina y María se dan bien duro lamiéndose sus coños y metiéndose sus dedos mutuamente. María nunca lo había hecho con una mujer antes y es increíble, nunca nadie le había dado un placer así de intenso. Se corren de tal forma que pierden la noción del tiempo y solo cuando ya se comienza a poner el sol se toman un respiro abrazadas la una a la otra.
“Mañana debo irme” dice Karina que le da un pequeño beso a María, “pues hay que aprovechar la noche” le dice y ambas se van a la casa. Apenas entran se empiezan a desvestir de nuevo. A duras penas llegan al dormitorio de María y Karina se pone con el culo al descubierto y María le regresa el favor follandola duramente con los dedos. “¡Oh si, oh si!” exclama ella y María le devora su pequeño pero hermoso trasero. Ambas mujeres se lo montan en todas las poses posibles, Karina se lamenta de no tener un juguete a la mano, pero a María no le importa. Siguen follando hasta que la luna se aprecia claramente en el cielo nocturno. Karina hace a correrse a María cruzando sus piernas con ella y haciendo que sus coños se froten directamente el uno sobre el otro provocando tremendos gemidos en ambas, en especial en María que nunca había experimentado algo así. Solo el cansancio pone la calma entre ambas con Karina durmiéndose entre los pechos de María.
El ruido de su teléfono despierta a María que trata de poner las cosas en orden en su cabeza. Mira hacia el techo y después a su lado encontrando su cama vacía y se pregunta si todo fue un sueño. Contesta el teléfono y se percata de lo tarde que es, “si estoy bien, solo que se me olvido poner el despertador” se excusa. Se sienta en la cama y ve una nota en la almohada, “estuviste genial, te prometo que volveré, besos Karina”. María sonríe y se recuesta de nuevo, “así que no fue un sueño” y se estira en su cama, preguntándose cuando volverá a ver a su nueva amante que le enseño el amor de mujer.

 

 

Relato erótico: “Las Profesionales – Es tiempo de volver…” (POR BLACKFIRES)

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no son dos sino tres2Notas Aclaratorias:

sin-tituloEl presente trabajo es un relato de ficción. Los nombres, lugares y eventos son producto de la imaginación del autor. Las situaciones descritas aquí son en el mejor de los casos imposibles o muy inmorales en el mundo real.

El presente capítulo es parte de la serie “Las Profesionales” publicada en la categoría Amor Filial y Control Mental. Este capítulo en especificó presenta contenido de Amor Filial, también presenta situaciones de Dominación y Violencia Sexual. Si no es usted afín a estos géneros por favor se le pide no leer este escrito.

Las Profesionales son relatos originalmente escritos en español y no existen versiones en ingles o en otros idiomas por el momento. 

Las situaciones sexuales descritas en estos relatos son producto de la ficción. En el mundo real, existen serios peligros de enfermedades de contagio sexual, practique el sexo seguro. Use preservativos y protéjase usted y a su pareja sexual.

Las Profesionales – Es tiempo de volver…

Nombre: Vanessa Harper.

Profesión: Oficial de Policía.

Ubicación actual: Cuartel General Policía Metropolitana.

Status: Disable – Inactivo.

Había sido un largo día recorriendo las calles de la gran ciudad. Por lo menos había sido un día sencillo, solo dos llamados por hurto menor, dos infracciones de transito, una por estacionar en lugar prohibido, otra por conducción con aliento alcohólico y una falsa alarma de infante extraviado. Solo el asfixiante tráfico de la ciudad era lo suficiente para que la oficial Vanessa Harper anhelara unas vacaciones o si se pudiera un cambio de ambiente algo más tranquilo.

En eso pensaba Vanessa mientras la llave abierta de la ducha, en los vestidores de damas de cuartel general de policía, mojaba su cuerpo limpiando su piel y el jabón dejaba sobre el un rico aroma a flores frescas. No era tarde pero ella si era la última oficial en salir del turno, así que los vestidores estaban literalmente desiertos.

Vanessa cubriendo su cuerpo desnudo con una toalla se miraba al espejo mientras, secador en mano, terminaba de dar forma a su cabello. Mientras se observaba le pareció una tontería pero casi no reconocía a la chica que le devolvía la mirada desde el espejo. Su piel era perfecta y sus pómulos eran ahora más estilizados haciendo juego con su nariz perfilada, su rostro se había acentuado al perder peso siguiendo un estricto régimen de alimentos sanos y ejercicios para tonificar su figura.

Mirando su figura que ahora cubría con la toalla blanca que contrastaba con su piel color ébano, el casi desconocido reflejo del espejo le mostraba un par de redondos, firmes y paraditos pechos que marcaban sus duros pezones en la toalla. La sonrisa picara y perfecta del reflejo casi la hizo ruborizar al ser cómplices del morboso gusto que había desarrollado por estar desnuda, ese pensamiento le hizo sentir más duros sus pezones y sentir como su coño se empapaba a medida que su temperatura aumentaba. Vanessa luchó por concentrarse en su cabello y olvidar su calentura pues dejar que siguiera adelante implicaba volver a tomar otra ducha, esta vez una ducha fría, destruiría todo el trabajo que le había costado que ahora su cabello finalmente estuviera seco.

Se puso a pensar en su trabajo para distraerse. Ya estaba por aplicar para la prueba de detectives y subir su rango a Teniente, fácilmente conseguiría aprobar esa prueba que consideraba hecha para idiotas, ella era una mujer inteligente y hermosa, claro que solo su inteligencia le ayudarían a detener a los chicos malos pues ella era una “buena chica”, solo recordar esa simple frase fue suficiente para que las piernas de Vanessa se debilitaran y su cuerpo se erizara mientras ella sentí como su respiración y su corazón aceleraban su ritmo mientras su coño se inundaba.

Le tomo dos o tres segundos recuperarse agarrando con fuerza la mesa donde descansan los lavamanos y mientras se miraba al espejo y sonriendo le dijo a su reflejo.

– Si no te conociera tan bien como te conozco pensaría que te estas volviendo toda una puta…

En ese momento su teléfono móvil empezó a sonar, reconociendo el numero Vanessa contesto alegremente.

– “Hola”

– “¿Hola Vanessa esta sola?”

– “Si lo estoy, por qu…”

– “DREAMLAND”

Nombre: Dennis Sandoval.

Profesión: Ingeniera Química.

Ubicación actual: Restaurante Italiano, Área comercial.

Status: Disable – Inactivo.

La tarde ya casi moría y Dennis había pasado una amena velada con su nuevo galán, habían tomado un café, reído de lo lindo y mientras seguían mirándose y comiéndose con las miradas la noche se iba apoderando de la ciudad.

Mientras el galán se preguntaba que había sido aquello que hizo cambiar tanto a Dennis, segundos después desecho ese pensamiento y se concentro en imaginarla desnuda sobre él mientras la penetraba, acariciando ese hermoso par de pechos que casi se desbordaban por esos nuevos y reveladores escotes que Dennis ahora gustaba tanto lucir.

Dennis se preguntaba como se había negado tanto tiempo en acostarse con su nuevo galán, ya lo había probado en la oficina, la sesión sobre el escritorio había sido, dura, plena, gratificante pero sobre todo muy corta, debido particularmente a que en cualquier momento podían tocar la puerta y sorprenderlos, aunque en verdad eso era lo que mas morbo y placer daba a la situación… A parte de que ese chico que la desvestía con la mirada desde el otro lado de la mesa era casado.

Sintiendo como su coño volvía a quedar completamente inundado y palpitando de excitación Dennis con una picara sonrisa le comenta a su galán.

– Ve pidiendo la cuenta, mientras voy al baño…

– Crees que podría acompañarte.

– Lo creo posible, pero no creo que los administradores tengan ganas de escuchar mis gemidos, llamarían a la policía para que nos lleven por conducta inmoral… aunque esa sea una de mis fantasías…

– ¿Hacerlo en un baño público?

– También suena bien, yo hablaba de que me esposaran… Pero me gusta como piensas.

– Quiero escucharte gemir…

Sin dejar de sonreír Dennis se levantó de la mesa y moviendo rítmicamente sus caderas se alejó con rumbo al baño, el chico sintió como su pene dio un brinco y se puso más duro al ver como ese par de nalgas latinas, apenas cubiertas por esa minifalda, se balanceaban al compás del “clac-clac” de los tacones de aguja que sostenían esas torneadas piernas de piel canela.

Un momento después Dennis salía de un privado del baño, limpiaba sus manos mientras el reflejo del espejo la miraba complacida pues Dennis hacia varias semanas había aceptado su total cambio de imagen, su color de cabello, su aumento gradual y sustancial de senos, su nueva forma de maquillarse y vestirse que traía locos a más de cuatro hombres y alguna que otra chica en su oficina. Pero lo primordial, Dennis había aceptado que muy por el contrario a toda su educación, principios y valores, el sexo era lo más gratificante en su vida.

En ese momento su teléfono Mobil empezó a sonar Dennis lo saco de su bolso, reconoció el número y contesto alegremente.

– “Hola”

– “¿Hola Dennis esta sola?”

– “Si lo estoy, estoy en el baño, puedo llamarte lueg…”

– “DREAMLAND”

Nombre: Gissel Fanovich.

Profesión: Abogada.

Ubicación actual: Torre 101 – Oficial Centrales de Duval & Asociados.

Status: Disable – Inactivo.

La abogada Gissel había estado con un humor de perros la última semana y media, luego de esperar y dar por hecho que ella sería la ganadora del puesto de acompañante junto al Dr. Duval a la gran gala benéfica que esa noche se daría en la zona cultural de la ciudad. Al final la ganadora había sido “la estúpida” de Noris, quien la había superado por un mínimo margen en las pruebas de desempeño y aptitud profesional de la oficina.

Lo que más enfadaba a Gissel era que ella había quedado como una estúpida perra trepadora ante el propio Dr. Duval, cuando al darse cuenta de que Noris le ganaría, ella se había quedado hasta muy tarde para conversar a solas con el Dr. Duval, todo iba bien hasta que tocaron el tema de la gran gala y ella dijo sin titubear que “haría cualquier cosa con tal de tener el privilegio de acompañarlo en una noche tan importante… cualquier cosa”

Dos minutos después ella estaba topless con su falda ejecutiva enrollada en su cintura, mientras Duval sostenía con una mano una de sus nalgas y con la otra le acariciaba la espalda o le sostenía una teta mientras le mamaba o le mordía delicadamente un pezón, subiendo y bajando ella sentía como el erecto pene de Duval, previamente mamado con maestría por ella, entraba y salía de su húmedo coño. Momentos después, por solo dos o tres segundos una duda razonable paso por su cerebro cuando nuevamente estaba arrodillada en la alfombra esperando que Duval descargara su semen en su cara y en sus duros pechos mientras lo masturbaba con una mano y con la otra se metía tres dedos en el coño. Que carajos hacia ella en el suelo de esa oficina semidesnuda, sintiéndose caliente y excitada, después de recibir una buena sesión de sexo, sostenía la verga de su jefe mientras lo escucha respirar agitado a punto de eyacular. Valía la pena todo esto por ir a una mierda de gala y demostrar ser superior a todas las perdedoras de la oficina.

Ella era la mejor abogada de la firma, educada en las mejores universidades, sabia cuatro idiomas, tenia su apartamento, su auto propio y…. Duval descargo su leche caliente en el rostro de ella cubriéndole el ojo derecho, manchando su cabello, su mejilla, algo cayo en su boca entreabierta y escurrió hacia sus pechos… que más da, era tan excitante ser la puta golfa trepadora de la oficina. Recogió todo el semen que pudo en su boca y mirando desde el suelo arrodillada a su jefe, trago sin pensarlo.

De nada sirvió… la puta parlanchina de Noris iría a la gala y ella solo había sido una muñeca sexual inflable para recibir la leche de su jefe.

En la soledad del ascensor que la llevaba al estacionamiento de ejecutivos de la firma su móvil empezó a timbrar, el incesante repique del móvil le saco de sus pensamientos.

No tenia que mirar el número, de seguro serian Ximena o Kimaura, Xixi y Kiki o Tonta y Retonta como a ella le gustaba pensar de las dos pasantes pechugonas de la firma, estarían abajo en el auto, en la calle, esperando que ella bajara. Las tres se irían a comenzar una noche de copas y discotecas como habían acordado. Al menos en la disco o en el bar ese par de tontas servían para algo más que llevar papeles y traer el café. Ese juego de tetas eran un imán para atraer buenos machos, después de un par de tragos patrocinados por los machos que fanfarronearían de su hombría, su trabajo y su dinero, más un poco de absurda plática, ella escogería al mejor macho y le dejaría las sobras a las tontas.

Dudó por enésima vez acompañar a Puta y Reputa al bar, podía también irse a casa y cambiarse de ropa, algo mucho más cómodo y casual, algo que la hiciera pasar desapercibida. Ella estaba de humor suficiente para visitar “The Red Hand”, un exclusivo club de la ciudad, donde los que podían pagarse el lujo, se entretenían degustando vinos y quesos y las otras exquisiteces que eran la especialidad del lugar. A Gissel esa noche le apetecía una botella de vino blanco y la rubia numero 023 del catalogo.

The Red Hand obviamente era un club de sadomasoquismo donde por un precio justo Gissel podía hacer con 023 todo lo que se le ocurriera para someterla, humillarla y degradarla. Como era de esperarse 023 era lo más parecido físicamente a Noris que Gissel pudo encontrar en el catalogo y ella era la razón por la cual Gissel desde hacia semana y media se había vuelto tan asidua clienta.

Al decir lo “más parecido” entiéndase estatura, peso, tallas de culo, tetas y cintura; Hasta el color de ojos, piel y cabello. Gissel en sus muchas sesiones nunca había visto el rostro de 023 pues una mascara de cuero rojo lo ocultaba. La mascara solo permitía ver sus ojos, parte de su respigada nariz y su boca. Un collar de cuero negro con una argolla y un candado numerado 023 impedían quitarle la mascara, a menos que Gissel pagara en precio nada económico para ver el rostro de la chica.

A Gissel le encantaba esperarla de pie en el cuarto, verla entrar, verla detenerse ante ella y Gissel caminar a su alrededor viéndola solo cubierta con la mascara roja y sus zapatos de tacón de aguja, le encantaba agarrarla por el cuello y mientras la sofocaba un poco preguntarle:

– “¿Cuantas pingas y coños te has comido hoy perra estúpida?”

– “Me comí 7 vergas y 4 cucas mi señora”

Un “Plff” fue el siguiente sonido que lleno la habitación.

– “¿Dime lo que eres?”

– ” Soy una perra estúpida, una simple puta, un culo, una cuca, una boca y un par de tetas”

Otro “Plaff” seguido de otros dos llenó la habitación mientras Gissel descargaba a cachetadas su enojo por perder su lugar en la gala junto al Dr. Duval. A Gissel no le tomo mucho tiempo entender el nombre del local mientras sentía su mano caliente después de varias sesiones de cachetadas y nalgadas que 023 aceptaba con gusto, Gissel se sentía poderosa sentada en la cama con sus manos rojas y su propia “perra Noris” comiéndole el coño acomodada a 4 patas entre las piernas de la gran abogada.

El móvil volvió a sonar esta vez con un timbre diferente al anterior, la insistencia de las llamadas pusieron a Gissel de peor humor. Sin siquiera molestarse en mirar el identificador de llamadas contesto con un tono de voz que no dejaba dudas sobre su enfado.

– “Diiime…”

– “¿Hola Gissel estas sola?”

– “Si estoy sola, como te explico que me molesta que me llames tan…”

– “COCKSUCKER”

Tres pisos más abajo, en un auto estacionado a un costado del edificio, Ximena y Kimaura esperan a que Gissel bajase en su auto último modelo a la calzada para seguirla al bar donde regularmente inician sus noches de copas.

Aburridas de escuchar música y comentar los últimos chismes de la oficina conversaban mientras Gissel, para variar, hace que ellas desesperen por llegar al bar.

– ¿Cuanto más puede tardar?

– No lo sé, no contestó mi llamada, debe estar ocupada.

– O no quiere contestar tú llamada, ¿Dime otra vez por qué salimos con esa víbora de dos patas?

– Por que es tan egocéntrica y pedante que para no humillarse con nuestro dinero, ella termina pagando las cuentas, solo es cuestión de darle suficiente alcohol…

Ambas ríen mientras recuerdan las últimas salidas con Gissel.

– La verdad si no fuera por eso, no iría con ella ni a la esquina. Siempre se hace la importante y se lleva al mejor tipo.

– Si, también me molesta cuando hace eso, aunque algunas veces nos ha ido muy bien.

– Si, pero generalmente nos toca compartir el galán.

Ximena con su mano acaricia la pierna de Kimaura y sonriéndole le dice:

– Por lo general me encanta compartir un galán contigo, me encanta estar los tres en la cama. Sentir como él me bombea y yo meto mi carita entre tus piernas par escucharte gemir.

Lentamente sus rostros se van acercando mientras Kimaura toma la mano de Ximena y la va guiando bajo su falda rumbo a su coño, estando a centímetros de que sus labios y lenguas se toquen, Ximena se separa al ver el auto de Gissel salir del edificio y entrar en el tráfico.

– Mierda, ¿Se olvido de nosotras o qué?

Encendiendo el auto entran al tráfico de la tarde y siguen al auto de Gissel, a dos cuadras ya están por alcanzarlo cuando Gissel gira a la izquierda.

– ¿Pero qué pasa con esa loca? El bar esta hacia el otro lado.

– ¿Será que vamos a un lugar nuevo?

– No tengo idea pero voy a llamarla hasta que conteste.

Ximena está a punto de remarcar cuando su teléfono empieza a timbrar

– Debe ser ella…

Sin dejar de conducir tras de Gissel contesta la llamada.

– “¿Hello Gissel?, hola… Sí… Ella esta a mi lado…Ok”

Kimaura observa como la expresión de Ximena cambia de una radiante sonrisa a lo que podría definirse como una total desconexión de la realidad, sus ojos se vuelven vidriados y opacos mientras su boca queda entreabierta.

– ¿Pero qué carajos te pasa Ximena estas bien?

Ximena no contesta y guía el auto al borde de la calzada y se detienen. Apartando el teléfono de su oído le dice a Kimaura:

– La llamada es para ti…

Kimaura toma nerviosa el teléfono y sigue mirando asustada a Ximena, que sigue allí mirando la nada, con la voz entrecortada contesta el.

– “Hola… ¿Quien es, qué le dijiste a mi ami…?

– “COCKSUCKER”

Lo último que la mente conciente de Kimaura pudo ver fue a Ximena separando las piernas y apartando de su coño sus bragas, mientras ella sentía como su propio cerebro se apagaba y sus piernas se abrían de par en par como las de su amiga.

– “¿Me escuchas claramente perra estúpida mama vergas?”

– “Si escucho claramente…”

– “Haras todo la que te ordene y te sentirás feliz de hacerlo por que la obediencia es placer…”

– “Todo lo que ordenes… La obediencia es placer…”

– “A tu lado esta sentada una perra tan estúpida como tú, con las piernas abiertas masturbándose mientras espera que le llenen en coño, quiero que del bolso de ella saques un huevo vibrador, lo humedezcas un poco y se lo metas en el coño a la zorra”

– “Así lo haré”

Tomando el bolso de su amiga, busca hasta el fondo del bolso y descubre un ovalo de color plata que en un extremo tiene un hilo y el hilo finaliza en una argolla plateada, con total práctica Kimaura empieza a babear y esparcir su saliva sobre toda la superficie del huevo, luego girándolo lentamente escucha un clic y siente como el aparatito cobra vida vibrando con fuerza suficiente para moverse en las manos de Kimaura. Ella lo toma con fuerza y mirando a la cara de Ximena empieza a deslizar el huevo dentro del húmedo coño de su amiga que gime, pero sin moverse ni oponer resistencia. Lentamente el intruso va ganando terreno, lo envuelven los labios vaginales y Ximena lo siente a la mitad del camino y suelta un gemido largo al sentir como con un casi inaudible “Glup” el huevo queda dentro de ella.

– “Esta hecho como me lo ordenaste…”

– “Buena chica, ahora mastúrbate para mi y entrégale el teléfono a tu amiga.”

Kimaura obedece y entrega el móvil a Ximena mientras ella aparta sus bragas y después de mamar y lamer sus tres dedos los introdujo en su coño.

Ximena escucho atentamente las órdenes que recibió por el móvil, tomó el bolso de Kimaura y repitió el proceso con el huevo vibrador que sacó del bolso de Kimaura, babeándolo, activándolo y metiéndolo en el coño de Kimaura.

Ambas permanecieron sentadas y el murmullo de los huevos se hizo casi imperceptible, entre los gemidos y la agitada respiración de las chicas. Ximena cerró el teléfono y dirigiendo el auto a la calzada entró al tráfico de la ciudad tomando el mismo rumbo que hacia minutos habían visto tomar a Gissel.

A varios kilómetros de distancia en una amplia sala parecida a un centro de control de tráfico o un centro de monitoreo espacial, con pantallas gigantes, teléfonos y equipos de última tecnología de Sistema de Posicionamiento Global, varias chicas sentadas en sus estaciones de monitoreo iban cerrando sus llamadas, quitándose los auriculares se levantaban y salían de la sala. Al final solo 6 chicas permanecieron en la sala observando con atención la pantalla principal de la sala donde un mapa mostraba todos los sectores de la ciudad y sus alrededores. En el mapa varios cientos de puntos rojos se desplazaban sin orden o coherencia, pero poco a poco cada uno de los puntos se detenía unos segundos cambiando a un color amarillo y finalmente la luz cambiaba a verde, poco a poco cientos de puntos cambiaban a verde y todos tomaban la misma dirección hacia el nuevo distrito cultural de la ciudad, específicamente hacia el nuevo edificio de conciertos y eventos.

Cuando la luz etiquetada como Vanessa Harper cambio a verde, bajo el nombre se pudo leer “Enable – Activada” y dos minutos después el mapa mostró que salía del cuartel general de la policía de la ciudad, Helen Bells tomó un teléfono y con una voz que no ocultaba su emoción y excitación dijo a quien escuchaba al otro extremo de la línea.

– “Todos los elementos de los lotes están en camino Amo”

– “Buena chica Helen, un trabajo excelente como siempre”

– “Gracias Amo, espero tener mi recompensa pronto”

– “Claro que la tendrás, ahora se una buena chica y encárgate de recibir los paquetes, te veré luego”

Robert Sagel cerro la llamada y observo, a través de un enorme ventanal en el piso más alto del edificio de conciertos y eventos, como la noche devoraba la ciudad, dos luces provenientes de enormes reflectores desplegaron columnas de luz que marcaban el lugar a donde muchísima gente se dirigía esa particular noche. Algunos por voluntad propia, otras sin voluntad, pues no tenían la menor opción y avanzaban hacia las luces como las polillas vuelan a la flama de una vela.

Aquellos primeros años parecían ahora tan lejanos, cuando la operación empezó tan solo con la colaboración de una psiquiatra con intereses ocultos en sus pacientes más hermosas, fue muy fácil convencer a Carol Arellanos de participar en el proyecto, ella llevaba años haciendo mierda los sesos de sus ingenuas pacientes que salían de la consulta de Carol felices sin saber que por hora y media habían sido los hipnotizados juguetes sexuales de la buena doctora.

Ni que hablar de la discreción y excelente oportunidad que ofrecía la Clínica Dental del Dr. Barreto, donde además de un excelente trabajo dental las bellas pacientes, con un poco de ayuda química y drogas, ofrecían al Dr. la oportunidad de acariciarles las piernas, los pies, las tetas y el coño, todo esto bien documentado en video para el posterior deleite del doctor.

Decirle a Barreto que con su contribución obtendría muchísimo más que acariciar o mamar a sus clientas fue como proponerle al lobo cuidar de las ovejas.

Con aquellos dos puntos de selección y reeducación funcionando la operación por fin despegó y en un tiempo que a todos pareció eterno, un par de decenas de lindas esclavas sumisas estuvieron listas para empezar a generar placer y ganancias.

Todo fue bueno al principio y una lista de clientes exclusivos, estudiados a fondo y con un increíble poder adquisitivo se creo con rapidez entorno a la decena de jóvenes profesionales que se ofertaban a los más selectos y morbosos miembros de la sociedad de la ciudad. Pero como en muy pocos casos la perfección es una de las metas más ambiciosas de cierta clase de personas, Robert podía ser un perfeccionista obsesivo.

Aunque el servicio de esclavas sexuales fue rápidamente aceptado y muy solicitado, distaba mucho de lo que Robert había imaginado. El tiempo de reprogramación de aproximadamente 3 meses era demasiado para la creciente demanda de clientes que solicitaban novedades. Igualmente esclavas sumisas que prácticamente eran solo zombies sexuales sin voluntad, a las cuales literalmente había que activar de forma presencial y llevar de la mano hasta donde el cliente solicitara, eran una tarea que hacían impráctica la operación.

El primer golpe de suerte llego cuando Robert haciendo investigaciones dio con los experimentos y desarrollos de pruebas de conductivismo y regeneración neuronal de la Dra. Helen Bells. Tomo muy poco tiempo para que la inocente y visionaria Dra. Bells, fuera convencida de que Robert y su consorcio financiarían las nuevas pruebas y subieran la investigación al siguiente escalón, pruebas en humanos.

Helen podía ser muy inocente pero no estúpida. Poco tiempo le tomó a la doctora darse cuenta que los planes de Robert no eran la regeneración neuronal, eran la reprogramación neuronal. Lamentablemente para ella ya todo el material necesario para continuar pruebas independientes había sido robado por el buen Robert, cuando Robert propuso a Helen un porcentaje de utilidades y le detallo el uso de la nueva tecnología ella lo rechazo de plano.

A Robert no le quedo más remedio que tomar a Hellen como otro espécimen de pruebas. El resultado fue para todos inesperado, debajo de la inocente, recatada y a veces temerosa investigadora dormía en su subconsciente una perra insaciable, adicta al trato duro y sádico, esa otra personalidad devoro la personalidad primaria de Helen, pero mantuvo su altísimo coeficiente intelectual, teniendo ahora por meta demostrar que en cada chica había una puta perra reprimida esperando ser liberada.

Finalmente se conseguía la autonomía suficiente y la capacidad de tener a una chica completamente “conciente” de sus actos, con una personalidad secundaria deseosa de obedecer, adicta al sexo y a ser usada como un mero juguete sexual. Esclavas que podían ser activadas vía telefónica y que con gusto complacerían a cualquier cliente en cualquier lugar, y luego de ser usadas simplemente despertarían a su rutinaria y aburrida vida. Cuando Robert pensó tenerlo todo resuelto, la demanda sobrepaso la oferta.

Un segundo golpe de suerte llego en la figura de uno de sus principales proveedores y posteriormente cliente y socio, James Michael Baxter quien había ya solicitado la ayuda de Robert para resolver un lío de faldas de oficina, ahora se presentaba con la propuesta de entregar el control total de las Clínicas Baxter, que eran financiadas por él, pero administradas por su esposa Susan Baxter.

El motivo, a parte del bien común, era la venganza. James había llegado al límite de la tolerancia sobre los malos manejos de las finanzas por parte de su esposa y sobre la compulsiva necesidad de ella en acostarse con hombres y mujeres, lo que a parte de dejarlo a él como un imbécil, estaba destruyendo la imagen pública de sus compañías. Eso sin contar la actitud prepotente y déspota de sus hijastras y las fiestas desenfrenadas que en más de una ocasión habían sido motivo de primeras planas de tabloides de chismes y escándalos, esas tres perras harían que el apellido Baxter pronto no valiera un solo centavo, en un mundo donde la credibilidad y apariencia lo son todo.

Fue una transacción de lo más conveniente para ambas partes, con un golpe de manos James Baxter se convirtió en un hombre que podía hacer realidad la fantasía de muchos al poder cojerse a su esposa y a su amante al mismo tiempo y en su propia casa, y si eso fuera poco las otras dos invitadas a la cama eran sus hijastras. Turnando a las 4 perras en la habitación mientras se cojia a una o a dos a la vez, las otras dos miraban la escena masturbándose solas o ayudaban mamando coños o la verga de James cuando él lo ordenaba. En pocas palabras La vida era muy buena para James. Por otro lado Robert conseguía apoderarse de todos los centros y salones de belleza del Grupo Baxter, lo que generó miles de nuevas sumisas esclavas a las que se les aplicaba la última tecnología en reprogramación y aunque parecía una gran ironía, ellas felizmente pagaban fuertes sumas por ser reconvertidas en esclavas sumisas. Ir a la sala de belleza se volvía para ellas una droga, un deseo compulsivo que debían saciar.

Finalmente todas las piezas del rompecabezas estaban en su lugar, bueno casi todas, pero Robert miraba satisfecho la pantalla de su smartphone mientras veía como los centenares luces verdes convergían hacia su ubicación. Se aparto de la ventana por donde también podía ver la marea de personas que empezaban a agolparse en ambos lados de la alfombra roja por donde en cuestión de horas desfilarían los ricos, famosos y poderosos de la ciudad.

Robert abrió su saco y de un bolsillo extrajo una foto, observo un momento la imagen y dando un par de pasos atrás se escucho un “plog” cuando Robert sacó su verga de la boca de María Patricia Zurita, la afamada reportera de noticias, que desnuda se mantiene de rodillas mamándole la verga y los huevos a Robert. Él se acomodo el pantalón, guardando su verga y ajustó su smoking guardando nuevamente la foto en su bolsillo, mientras la insatisfecha Patty lo miraba suplicándole por seguir mamando.

– Buena chica, ahora córrete para mí…

Robert volvió a mirar por el ventanal y sonrió al escuchar gemir a la putita reportera que convulsionaba sin control de su cuerpo y sus deseos.

– Levántate, vístete y ve a que te maquillen y alisten para la gala, necesito que hoy te veas más radiante que nunca.

– Siiiii… si mi señor.

Consultando su reloj y volviendo a mirar por la ventana Robert dice en voz alta:

-Ya es tiempo de volver…

Continuara…

En principio agradecerles a todos los que se han tomado su valioso tiempo en leer este relato y les insto escribir sus comentarios. Saber su opinión es la mejor manera de mejorar los relatos.

Esta entrega se publica para celebrar el primer año del blog dedicado a las profesionales:

http://lasprofesionales.wordpress.com/

Agradeciendo las 12,000 visitas al blog y las 183,000 en Todorelatos, espero esta entrega sea el preámbulo al esperado final de la serie.

Blackfires.

blackfires@hotmail.com

 

Relato erótico: “Se precisa mujer seria para trabajo poco habitual 2” (POR CARLOS LÓPEZ)

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PORTADA ALUMNA2

“Se precisa mujer seria y respetable para experiencia poco habitual. 30-50 años. Se garantizan aventuras y discreción.”

Sin-t-C3-ADtulo27Este fue el anuncio por el cual Carmen, una decente esposa y madre pero con muchas inquietudes en materia sexual, cae en las manos del Sr Parker, un hombre respetable pero perverso. El juego al que Carmen se presta consiste en que el Sr Parker sería su dueño durante un mes. En ese periodo ella estaría obligada a poner su cuerpo a disposición del hombre para que practicase con ella sus deseos y fantasías. La segunda parte del acuerdo consiste en que ambos se comprometen a que el juego no afecte a sus vidas personales ni profesionales. Es algo clandestino y Carmen toma el nombre falso de Lorena.
Ella nunca habría pensado que sería capaz de hacer algo así. En el capítulo anterior vive su primera infidelidad a su marido dejándose follar por el Sr Parker en los probadores de unos grandes almacenes. El hecho de que él la obligase a tener los ojos vendados, que se lo hiciese desde atrás, tratándola con firmeza, y que al terminar la deje abandonada y follada en ese probador la ha producido una honda impresión “¿cómo ha sido capaz de ofrecerse a ello?” y lo peor “¿cómo ha podido disfrutar tanto?”.Al día siguiente no puede quitarselo de la cabeza. Reflexiona sobre lo que ha pasado: Ese hombe la ha dominado. La ha hecho sentirse como una auténtica puta y ha gozado como nunca. Recuerda como en esos momentos, se moría de ganas por saber quién era realmente el hombre que la estaba follando, cómo eran sus detalles físicos, pero había de reconocer que el hecho de no saberlo y no poderle ver la había puesto especialmente cachonda.
Ahora ya lo sabía. Le había dejado un recorte de prensa en su bolso y, aunque no tenía pruebas, estaba claro que sólo podía ser él. Un importante cirujano. El tipo la encantaba. Maduro, canoso, con una sonrisa de dientes perfectos… inspiraba confianza y seguridad. La típica persona a quien comprarías un coche usado ¿quién iba a imaginar que una de sus mayores pasiones era dominarla a ella? Pero claro, ¿quién iba a imaginar que ella, una respetable mujer, iba a caer en esta aventura?. Y sólo pensar que ahora se había convertido en su amante, en su amante para todo lo que él quisiera, la tenía en un estado de excitación permanente.

Carmen acaba de volver de llevar a su hija al colegio y espera ansiosamente al ordenador iniciarse. Inmediatamente va a la cuenta de correo secreto que se había creado expresamente para este juego. Allí está el mensaje del Sr. Parker.

“Lorena,

Estoy muy contento contigo.
Estuviste un poco tímida y temblorosa pero lo has hecho fenomenal, corriéndote como una perra en celo en un probador y sin saber quien te estaba disfrutando. ¿lo has pensado? ¿no te hace sentir zorra?
En el próximo juego continuaremos e intensificaremos estos efectos en tu mente. Quiero que te sientas puta. Te vas a vestir con el más corto de tus trajes y quiero que lleves unas medias de rejilla negras con costura atrás. No sé si se llevan o no, pero te quiero ver con ellas. Ah y sin sujetador.
Mañana a las 2 de la tarde irás así vestida al sex-shop de la calle Montera. Sí, ya sé que es una zona donde se ponen las prostitutas y sus clientes, pero tú no tienes que entretenerte con nadie. Cuando entres al sex-shop, irás a la zona de juguetes eróticos y preguntarás por un huevo vibrador con mando a distancia. Pedirás que te enseñen varios modelos. Compras uno y sales de allí. Si no recibes mensajes míos te vas a casa que ya te daré más instrucciones.
Lorena, hoy tienes prohibido tocarte ni que tu marido te folle. Quiero que vayas con cierta ansiedad.
Confirmame que lo has entendido. Atentamente,
Sr Parker
Ps. Hice algunas fotos del episodio de ayer con mi teléfono móvil. Espero que no te importe. Son sólo para mi consumo personal aunque puede que, si me lo pides, te envíe alguna. “
El aluvión de sensaciones la abruma de repente. Por un lado se siente excitada y deseosa de satisfacer al Sr Parker. Le gusta el juego y ansía hacer lo que él la mande. Mucho más volverlo a tener pegado a su cuerpo penetrándola y dominándola. Por otra parte, su sentido del deber la angustia. No quiere arriesgar su modo de vida, su familia, su hija que es lo que más quiere… hasta le molesta el daño que pudiera hacer a su aburrido marido si se entera. ¿Cuántas veces ella había criticado a las mujeres así? Incluso a Ruth, una de sus mejores amigas.
Además, la última frase la deja estremecida. A pesar de que algo le hace confiar en el Sr Parker, el hecho de que la tenga fotografiada en el probador la produce sentimientos encontrados. Por un lado temor a que pueda usar las fotos y destrozar su vida, pero por otro se moría por verlas y usarlas. ¿Saldría también él? ¿Se vería su polla? Desde ayer en el probador no hace más que imaginar su polla. Sabe que es grande y ya la ha tenido dentro, pero no la ha visto.  Contesta al Sr Parker.
“Buenos días,
He entendido el mensaje y así lo haré, aunque moriré de vergüenza en esa calle.
Muchas gracias por lo que me hizo ayer, lo necesitaba. Por favor, le ruego discreción con las fotos.
Saludos, Lorena”
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Ese día transcurre lento. Todo el juego la tiene muy caliente y en varias ocasiones está a punto de desobedecer las órdenes y masturbarse. Sale a una lencería. Sin saber porque busca una alejada de su casa y compra las medias de rejilla negras. De ese modelo sólo tienen las enteras “tipo panty”. Por la noche, como es de esperar su marido la ignora completamente en la cama. Mejor, porque ella nunca le ha negado nada y hoy se iba a sorprender si lo hace.
A la mañana siguiente, se prepara para salir a hacer el encargo del Sr Parker. Está nerviosa. Excitada. Nunca había salido de casa sin sujetador y, a pesar de que su pecho aún es firme. Se pone un vestido veraniego de talle alto y falda por las rodillas.  Así disimula un poco más su pecho, pero el detalle de las medias no se puede disimular. Su aspecto es provocador. Se pone una chaquetita fina por encima para disimular sus pezones y sale de casa. Afortunadamente el día es primaveral.
Toma el metro para ir al centro de la ciudad y nota como los hombres la miran. Escrutan disimuladamente su cuerpo y ella no puede evitar excitarse. Después de muchos años se siente atractiva, deseada. Va perdiendo el miedo. Incluso junta disimuladamente sus piernas para sentir algún efecto de presión en su sexo.
Llega al centro demasiado pronto y se para a tomar un café. Debe ir puntual a la hora indicada, aunque no sabe si el Sr Parker estará por allí. Con decisión afronta el camino a la calle Montera. Pero su valor se resiente cuando ve que hasta los policías que siempre hay por la zona la miran de arriba abajo. Piensa “¡qué vergüenza si me encontrase con alguien conocido!”.
Y con ese sentimiento de inseguridad entra en el Sex-Shop. Para su decepción, no hay mujeres atendiendo, sólo hombres. A ella la atiende un hombre de unos 45 años, con una camiseta negra del establecimiento y con la cabeza completamente afeitada. Él la ve temblar algo desorientada. Ella mira a un lado y a otro. El hombre ha visto a muchos juegos y mujeres como ella. La atiende con desparpajo y amabilidad. Ella, sin atreverse a mirarle a los ojos, le dice que quiere un huevo vibrador con mando a distancia. Que la saque varios modelos. El hombre sale del mostrador y le indica otra zona de la tienda. Al guiarla pone una mano en su espalda, justo donde comienza la curva de su culito, y la empuja moviéndola sutilmente. El mero contacto hace que ella sienta una descarga, un auténtico escalofrío de excitación que hace que sus pezones reaccionen inmediatamente.
Sobre un mostrador más apartado saca varios modelos. Se los explica con palabras amables e incluso se los pone en sus manos para que sienta su tacto. La mano de él toca la de Carmen y pasa rozando un vibrador por su piel del brazo para que note el tacto. Las mejillas de Carmen están rojas como un tomate y los pezones amenazan con romper la tela.  Inconscientemente frota un muslo contra otro. Le recomienda un gel lubricante excitante pero ella, con timidez lo rechaza. No quiere salirse del guión del Sr Parker. Está deseando irse, aunque también se siente atraída por la situación y claramente deseable para él. Le saca cosas y cosas, “has probado el plug-in anal?” y saca otro trozo de silicona… “¿lo quieres probar?”. Pero Carmen coge uno de los huevos y, sacando decisión, dice “me llevo este y nada más, gracias”… La caja es del tamaño de una de zapatos. Se lo pone en una bolsa de color rosa fuerte y, tras pagar, sale aliviada de la tienda. Sin imaginarse lo que iba a pasar a continuación.
Había previsto coger una bolsa que disimulase el paquete comprado y se mete un poco en una bocacalle para esconder la bolsa del sex shop en la que ella, prevenida, llevaba. Pero súbitamente alguien la toma del brazo y la dice… “vamos que tengo ganas de echar un buen polvo…” y la arrastra hacia el callejón. Ella se resiste, pero no sabe como hacerlo sin llamar la atención. Es un chico joven, alto y fuerte, algo grueso, de unos 25 años y con aspecto de trabajador. Lleva un piercing en la ceja y su mirada es intensa. Se puede decir que es atractivo, a pesar del aspecto de macarra que le dan algunos tatuajes. Huele bien. A desodorante y a hombre. Ella trata de soltarse, pero no puede. Las manos del chico son rotundas. Grandes y fuertes con gruesos dedos… la arrastra a un portal… ella lucha, pero él dice algo que hace que su resistencia desaparezca…
“Vamos putita, él me ha dado permiso para usarte… así que OBEDECE”.
El comentario la paralizó. El Sr Parker lo ha solicitado… entonces se deja hacer. El chico la mete en un portal y la hace subir las escaleras. Le nota realmente muy cachondo y, en un hueco la aplasta contra la pared y se pone a manosearla y a llamarla de todo… Se siente abrumada por la situación. No la esperaba, y piensa que quizá debería huir, pero algo la paraliza y se deja hacer incluso cuando él mete la mano dentro de su falda y nota la humedad que rezuma al presionar sus dedazos sobre sus pantys y sus braguitas. “Eres una cerda… tanto resistirte y mira como estás… pero yo sé lo que te gusta… ¿eh?” dice con una sonrisa de triunfo.
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A ella no le cuadra lo que está pasando, siempre ha odiado ese tipo de situaciones, pero la manera en la que la soba, en que la habla… lo que la hace, la presión de su miembro duro y grande contra ella, la humillación, el mando, la hombría… sin poder evitarlo Carmen empieza a jadear. … el chico la manosea… sobre las medias… sobre las bragas… y entonces con las dos manos bajo su falda le rompe las medias lo suficiente para introducir los dedos en ella.
Al principio lo hace bien… masajeando su clítoris… y metiendo y sacando uno de sus dedazos… pero luego empieza a profundizar y empieza a meter dos… se le escapa alguna queja entre sus gemidos… y él dice “¡calla puta!” lo que la hace sentirse aún más guarra… incluso se sorprende acompañando con sus caderas los rudos movimientos de él. Se siente aterrorizada de conocerse así, pero no puede parar. Ya está rozando el orgasmo cuando el chico dice “ya sabía yo que el negro de esta calle tiene siempre buenas putas”… “nada más verte entrar en el sex-shop le pedí precio por ti”…
Entonces el momento se rompe ¡No ha sido el Sr Parker el que la ha mandado a ese degenerado! Sacando fuerzas de flaqueza empuja al chico con todo su ser… y sale corriendo escaleras abajo. No sabe como pero lleva su bolso en la mano y la bolsa con su compra.

Seguramente no lo ha soltado en todo el episodio. “¡Hija de putaaaaaa! ¡ven aquí!” El chico sale corriendo detrás pero se oye cerrarse una puerta… sale un matrimonio de ancianos que hacen que el chico se detenga. Ha tenido suerte. Sale asustada del portal y, por suerte un taxi la espera a la puerta. Lo toma y no sabe qué dirección decirle. Entonces suena su teléfono de nuevo. y justo suena su teléfono… ella lo coge. Es el Sr Parker:

– “Lorena… que has hecho ahí en ese portal… ya puedes tener una buena explicación si no quieres que demos por finalizado el juego en este momento… eres una puta… y yo pedí una mujer seria. Si quiero compartirte con un degenerado lo decidiré yo”
– “Por favor, no… por favor no… Sr Parker… ha sido un error… no puedo hablar ahora…”
– “Vete a casa. Me vas a tener que explicar todo lo que ha pasado. Con todo detalle. Todo. La verdad. Por escrito.”
Con lágrimas en los ojos por las distintas emociones vividas en 20 segundos… llega a su casa.
Estimado Sr Parker…
Creo que he cometido un error… y le cuenta con pelos y señales todo lo ocurrido…” Entonces Carmen describe cómo se sintió vestida con las medias de rejilla y costura atrás, cómo le miraban los hombres en el metro, cómo se notaba los pezones excitados en esos momentos, cómo compró en el sex shop el juguete que él había pedido… describe sus sensaciones dentro de la tienda, con los comentarios del dependiente… describe lo ocurrido al salir, las palabras del chico que la llevó al portal, incluso aclaró lo que estaba gozando con las gruesos dedos de él pensando que se lo había enviado el Sr Parker… También las lágrimas en el taxi pensando en todo lo que había pasado… La sensación de sentirse engañada, manipulada por un jovencito… dejándose hacer en el portal, ella que siempre ha sido una mujer respetable y decente.
… por favor, deme otra oportunidad. No me volveré a equivocar… haré todo lo que usted me diga.
Lorena
15 minutos después, el Sr Parker contesta a su correo… ya en otro tono… el también ha respirado. Había llegado a tiempo de observar a Lorena entrar al Sex-Shop y lo ocurrido a la salida le había dejado completamente desorientado.
Vaya Lorenita… así que te has dejado tocar por un jovencito salido y encima te ha gustado… ummmm eres una putita caliente… creo que tienes muchas cosas que descubrir de ti en este mes, así que viendo que todo ha sido porque pensabas que era yo el que dirigía el juego te voy a dar otra oportunidad.
Mañana a las 3 y media de la tarde quiero que vayas a los grandes almacenes del primer día, y en el probador donde te follé, me dejarás el mando del huevo vibrador bajo el taburete pegado con cinta adhesiva. Me dijiste que a las 4 has de recoger a tu hija al colegio y yo no puedo llegar antes. Así que mañana no lo usarás aún el vibrador, pero el mando ha de estar en mi poder para cuando te lo mande usar.
Sr Parker.
Ps. Tienes permiso para masturbarte pensando en lo puta que has sido hoy dejándote manosear. Pero me lo tienes que contar que estaré aún media hora en el ordenador
Lorena respiró al ver el mensaje del Sr Parker. Se relajó.
El único inconveniente es que al día siguiente sería jueves, y ella tenía las clases de sevillanas junto a sus amigas Ana y Ruth. No quería que ellas sospechasen nada raro en su conducta. Se lo dice al Sr Parker.
Estimado Sr Parker,
Muchas gracias por la oportunidad que me da. No le defraudaré.
En cuanto termine de escribir esto me tocaré… pero pensaré en que los dedos que entraban en mi cuerpo eran los suyos. Tengo un deseo tremendo de que me exploren. También me muero por complacerle, por sentir su miembro en mí de nuevo.
Mañana es jueves y por tanto es un día un poco distinto. Por la tarde voy a clase de sevillanas con mis amigas Ruth y Ana. Después del colegio dejo a la niña en casa de mi madre. A las 5 y media, quedo con ellas para tomar café. Una hora antes de la clase, que es de 6 y media a 7 y media. Como mi madre se queda cuidando a la niña, si me invento una excusa para evitar a mis amigas a la salida, puedo estar hasta las 9 o así a su disposición.
Espero sus instrucciones. Ya me estoy bajando las braguitas. Voy a tocarme ahora mismo.
Atentamente, Lorena
Carmen – Lorena se masturba lenta e intensamente. Disfrutando de cada roce en cada punto y cada pliegue de su cuerpo. Hoy ha experimentado muchas emociones contrapuestas, pero ahora está relajada. Incluso contenta. El Sr Parker la ha perdonado e incluso se siente curioso por su comportamiento y sus sensaciones. Sin darse cuenta, este juego está siendo una parte importante de su vida y tiene miedo de perderlo.
Por su parte, el Sr Parker siente curiosidad por las amigas de Lorena. Como en la gran mayoría de los hombres, una de sus grandes fantasías es hacer un trío con dos mujeres, y el mensaje de Lorena, así como su estado total de sumisión, hace que su cabeza empezase a maquinar. Cuando Carmen arranca el ordenador la mañana siguiente encuentra las instrucciones que el Sr Parker le ha puesto:
“Buenos días Lorena,
Como te dije, tienes que ir por la mañana a dejar el mando a distancia del vibrador en el sitio convenido. Te lo recuerdo: Pegado con cinta adhesiva bajo el taburete del probador de los grandes almacenes. Luego harás tu vida normal e irás al café con tus amigas y a la clase de sevillanas.
He estado pensando en el café con tus amigas… y quiero que lleves puesto en vibrador puesto en él. Necesito que me digas el lugar exacto, porque yo estaré en las proximidades observandoos. No tengas miedo, no lo pondré al máximo. Por lo demás, quiero que te comportes con naturalidad, pero quiero que vuestra conversación sea de hombres y de sexo. Cuando termines la clase de sevillanas, te despides de tus amigas y me llamas a mi teléfono móvil.
Atentamente, Sr. Parker”
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Carmen sabe que no le será difícil mantener ese tema de conversación. Con Ruth casi siempre es el único tema. Tiene dudas de cómo se utlizará el vibrador, pero dedica la mañana a probarlo ella misma. Las instrucciones dicen que puede necesitar un gel lubricante, pero ella en el estado que tiene de excitación, no lo va a necesitar. Tampoco tiene. Cuando lo sitúa dentro de su coñito siente una sensación extraña. Pero cuando pulsa el botón, una corriente eléctrica recorre todo su cuerpo. No quiere apagarlo. Las sensaciones que experimenta son desconocidas para ella, ya que la vibración se produce en un lugar muy muy sensible… sin poder evitarlo, se deja llevar recostándose en el sofá y pasando sus manos sobre sus pechos… segundos antes de llegar al orgasmo pone la intensidad al máximo y su cuerpo se contrae en torno a su sexo. Carmen, la intachable esposa, se corre entre grandes convulsiones e incluso gritos, mientras tira salvajemente de sus sensibles pezones. Un rato después, más calmada, piensa “¿pero qué he hecho yo todos estos años? ¡cuántas cosas me quedan aún por conocer de mí misma!”.
Cumpliendo las órdenes del Sr Parker, se desplaza al Centro Comercial a dejar el mando a distancia en el sitio convenido. Luego se prepara para el encuentro con sus amigas. Está un poco nerviosa… no sabe si va a poder aguantar la vibración si su dueño hace uso del mando a distancia. Al llegar, mira a un lado y a otro pero no ve al Sr Parker. Se sientan las 3 en una mesa de la terraza. El día es casi veraniego.
– “Hola chicas… os tengo que contar lo que me ha pasado con el piloto que conocí el mes pasado… ¡es un salido!” dice Ruth que es la más activa de las 3.
– “Vaya!” dice Ana irónica “sí debe serlo para sorprenderte a ti, jaja”.
– “Mejor no os lo cuento, que no os interesa…” bromea Ruth
– “Vamos cuenta, ¿qué te ha hecho? ¿cómo la tenía? ¿la tenía grande?“ Salta Carmen ayudando a la conversación.
– “Anda, mis dos decentes amigas deseando que les cuente los detalles escabrosos…” Bromea Ruth… “pues sólo hablaré si me contáis como es la de vuestro maridito, jajajajajajaja”
– “¡jajajajajajajajajjajajaja!” Las tres ríen escandalosamente… Carmen está loca por hablar de pollas… la tiene obsesionada el tema estos días. Pero, justo en ese momento, empieza a notar una vibración entre sus piernas y las cierra presionando los muslos y sujetándose a la mesa. Su cara lo dice todo. Ahora sí que hay un hombre maduro, unas mesas más allá que las mira mientras sostiene un periódico entre las manos. La mirada de Carmen hacia él es de súplica. No va a poder aguantar este nivel de vibración. Parker lo nota y lo baja.
– “Venga Ana, cuéntanos tú… ¿es tu marido tan perfecto como parece?”
– “¿la verdad? ¿queréis la verdad?… pues os la digo… Manuel es un tigre en la cama, siempre lo ha sido. Tiene aguante y tacto… pero no está muy dotado. Siempre me he preguntado cómo sería tener un pollón dentro.” dice Ana divertida pero con un punto de amargura en su voz…
– “Pues sal de copas una noche con Ruth y sales de dudas jajajajaja” dice Carmen…
Carmen está mucho más activa de lo normal en las conversaciones… incluso Ana y Ruth se miran entre ellas asombradas. También se sorprenden de ver cómo cambian las expresiones de su cara mientras cuenta lo rutinario del sexo con su marido. Ello es debido a que el Sr Parker está jugando con su juguete. Se divierte pero tampoco fuerza demasiado la situación. Luego la clase de sevillanas discurre con normalidad.  A la salida se ducha con extrema rapidez y se despide, dejando a sus amigas sorprendidas. El Sr Parker la ha citado en un lugar no muy alejado, a 5 minutos andando. Donde comienza un parque y cerca de la casa de Ana. Allí la recoge con su coche. Son las 8 de la tarde y aún es de día… Carmen sube al coche con timidez. Es un coche grande. Un todoterreno de los lujosos, de esos que miras a la gente de la calle a su altura. Se dan dos besos como si fueran amigos. Ella percibe la esencia de su colonia. La misma que sintió en el probador.
– “Hola Lorena ¿qué tal las clases?”
– “Bien gracias…” contesta automáticamente… pero luego se da cuenta y le dice la verdad “se me ha hecho eterna la clase… sólo de pensar en lo que oculto entre mis piernas y que ahora iba a verle… casi tengo que salirme al aseo a tocarme…”
– “Jajajaja Lorena… ¿y por qué no lo has hecho?” Contesta divertido Parker mostrando su sonrisa perfecta tipo George Clooney
– “El próximo día lo hago” dice Carmen decidida “¿qué vamos a hacer hoy? Me muero por saberlo”.
– “Hoy no tenemos mucho tiempo. En una hora nos tenemos que ir, así que  primero cuéntame la conversación de antes… y luego te dejaré que elijas lo que deseas hacer. Tiene que ser algo sucio…  ¿qué quieres hacer Lorena?”
Lorena le cuenta cómo son sus amigas. La sensata Ana. Madre, esposa y subdirectora de sucursal bancaria. Siempre impecable. Hoy las ha confesado que su perfecto marido no está muy dotado. Por otra parte, la loca Ruth. Con una aventura detrás de otra. Salida y divertida. Parker la escucha mientras su mente maquina fantasías con ellas dos. Lo cierto es que las ha visto mientras tomaban café las 3 y son atractivas mujeres. Dice a Lorena “Bien, entonces ¿qué quieres hacer ahora?
Lorena se acobarda un poco… realmente es la primera vez que le ve cara a cara y no se atreve a decir que lo que desea es tener su polla ante ella. Observarla, masajearla… meterla en su boca… Lo cierto es que están aparcados en medio de la vía pública. No pasa demasiada gente, y su coche es alto. Aún así, ella se siente algo expuesta… eso la pone nerviosa… no sabe qué decir.
– “¿Pero te vas a cortar ahora? Lorena” y saca el mando a distacia poniéndolo en marcha dice “a ver…” y lo pulsa al mínimo
Lorena se contrae cerrando las piernas sobre su sexo y poniendo sus manos entre ellas… mira traviesa al Sr Parker… entonces él dice con autoridad.
– “Abre las piernas Lorena” e insiste “¡vamos! Yo te lo pido y tú has de obedecerme, es el trato”.
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Lorena comprueba que no pasa nadie por la calle y las abre lentamente mientras le mira a los ojos… Parker se siente desafiado y divertido. Sube la intensidad súbitamente y ella cierra las piernas en un acto reflejo bajando la mirada…
– “Abre las piernas Lorena, vamos, quiero ver como estás
Ahora sin mirarle, Lorena abre de nuevo las piernas. No mucho, pero lo suficiente para que él introduzca su mano entre ellas por dentro de su falda. Lo que nota le sorprende… Lorena está absolutamente empapada y un calor intenso se concentra en su coñito.
– “Ahora que sé lo zorra que eres… ya no tendrás apuro ¿vas a decirme lo que quieres Lorenita?” e incrementa un poco más la intensidad de la vibración del huevo
– “Ummmmmm” a Carmen se le escapa un gemido… pero le mira desafiante y dice “¡No me llamo Lorena!”
– “Ni yo Parker, pero para mí eres Lorena… mi sumisa Lorena… mi zorra morbosa. ¿Y ahora me lo vas a decir?… espera que te bajo la intensidad, no quiero que te corras aún Lorenita”.
Una vez más, Carmen nota cómo se incrementa su excitación por la forma en que le habla. Es una manera dominante pero amable… no es forzado. Ella sabe que se puede ir cuando quiera y él no lo impedirá, pero no desea hacerlo. El tiempo va pasando y sabe que se va a tener que marchar en poco tiempo… La mano de él sigue entre sus piernas… dentro de su falda, apoyada sobre el interior de su muslo, pero presionando su coñito con la parte lateral… sus braguitas están empapadas y ella no puede evitar mover un poco sus caderas rozándose contra su mano. Lo hace discretamente, están en la calle.
– “Estate quieta Lorena… no quiero que te corras… quiero que por tu boca de respetable mujer casada digas lo que quieres hacer.” Para la vibración con el mando, pero continúa con la provocación con las palabras “lo que quieres hacer mientras estás con un desconocido al que has dado el mando a distancia del vibrador que llevas metido en tu coño, que por cierto, está tan empapado y me va a manchar la tapicería del coche…
– “Quiero verle la polla, tocársela, jugar con ella… meterla en mi boca” Se atreve a decir, aunque le sale una voz débil.
– “¡Ah! ¿era eso?” dice divertido Parker, provocándola… “pues me parece muy buena idea… ya es hora de que tu boca la pruebe la polla de su amo” y sacando la mano de entre sus piernas se abre el pantalón… mirándola…
Ahora no hay nadie por la calle, pero aún así Carmen se debate entre el reparo de hacer eso en la vía pública y las ganas que tiene de inclinarse sobre él. Además están bastante cerca de la academia, no muy lejos de su casa y realmente próximos a la casa de su amiga Ana. No se atreve y se queda mirándo el bulto que se adivina bajo los calzoncillos de él. Lleva su mano hacia su polla y la pone encima, siempre disimulando su pose y sin atreverse a nada más. Parker la deja hacer unos momentos pero luego la toma de la nuca y suavemente la empuja la cabeza hacia su miembro.
– “Vamos Lorenita… ¿no querías cuidarme la polla?… pues a ver cómo lo haces”
Carmen está excitadísima. No ha opuesto resistencia al gesto del Sr Parker mientras la empujaba por la nuca hacia su polla. Ahora la tiene a pocos centímetros y aún enfundada en sus blancos calzoncillos deportivos de algodón. Se adivina grande, gruesa, aún no ha llegado a su máximo pero está excitado como demuestra la mancha de humedad que se ve claramente rodeando el extremo. Nunca había visto en vivo otra polla que no fuera la de su marido y ésta le parece genial… brutal… pasa su mano abierta sobre los calzoncillos y la acaricia suavemente… arriba y abajo…
Parker la contempla unos segundos. Es una mujer fantástica, rotunda… toda una señora, y está en su poder. Dispuesta a hacer lo que él desee y acariciando su miembro. Pero quiere más, su ansiedad le puede. Entonces se la saca de los calzoncillos y tomando a Carmen de nuevo de la nuca dirige su boca a la cabeza de su polla. Ella se resiste débilmente. Aún así, todo lo que él hace la excita y esto aún más. La polla le parece bonita… distinta a la de su marido, y algo más grande. La piel la recubre casi entera y, aunque se notan algunas venas, no son demasiado irregulares. Es preciosa. Empujada por él, no le queda otra opción que abrir la boca e introducirse una polla en la boca por primera vez en su vida. Su sabor es extraño… algo saldado, pero también dulce y amargo a la vez. A pesar de que nunca se habría imaginado a sí misma haciéndolo, no la desagrada. Quiere hacérselo muy bien. Siente que es su dueño, que le ha abierto a un mundo maravilloso y quiere corresponder. Ha visto algunos vídeos de cómo hacerlo. Incluso lo ha leído en una revista femenina con cierta indignación. “¡que tonta he sido!” piensa.
Y recuerda lo que ponía en la revista “has de pensar que es un helado… y con la mano has de envolverla desde la base y moverla suavemente arriba y abajo acompañando a la lengua…”. Se pone a hacerlo… ansiosa pero metódica. Pasando su lengua por toda la punta… envolviéndola… y tragando los líquidos preseminales que emanan de él. Parker sigue con la mano en su nuca… la marca el ritmo y ocasionalmente susurra gemidos y palabras sucias. Carmen está concentrada en la labor y se había olvidado de su propio placer cuando siente repentinamente que Parker arranca de nuevo la vibración de su huevo. Casi se atraganta. Pero él incrementa el ritmo de su mano sobre la nuca e incluso la acompaña de un movimiento de caderas…
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Carmen se da cuenta de que literalmente la está follando la boca. Incluso se lo dice mientras incrementa la potencia del vibrador casi al máximo… “muy bien Lorena, ¿no te gusta como follo tu boquita de niña bien?” e insiste incrementando el ritmo de sus caderas “ah… que no puedes hablar… pues no hables y sigue con tu lengua que lo haces como una profesional Lorenita”.  El comentario y el vibrador la ponen completamente fuera de sí. Entonces, más ansiosa, y mientras sigue haciendo la primera felación de su vida, lleva su otra mano a sus braguitas y se frota su sexo hasta que nota cómo empiezan a entrarle escalofríos que parten de su coño y recorren todo su vientre… todo su ser… entonces nota como la polla de él también empieza a convulsionarse y a expulsar su semen caliente.
Su cerebro no puede procesar en esos momentos. Parker la sujeta firmemente con la verga en su boca y ella traga como puede todo lo que sale de la polla de él… se esfuerza en ello… en que no caiga nada, en no atragantarse, mientras su cuerpo independiente de la labor de su boca, o quizá también influenciado por su comportamiento, sigue contrayéndose en un orgasmo brutal… se muere de placer y desearía que bajase algo la potencia de la vibración del huevo, pero no puede hablar… toda la fuerza de su cuerpo está dirigida a presionar sus piernas juntas atrapando su mano sobre su coño.
Se mantienen así un tiempo que Carmen no acierta a concretar, hasta que Parker saca la polla de su boca y dirige su cabeza cariñosamente dejando su mejilla sobre el muslo de él. Ella no dice nada. No puede hacer nada más que seguir experimentando suavemente los últimos efectos de su orgasmo, con un sabor extraño en su boca y notando como hasta lágrimas se escapan de sus ojos. Son de placer. Se van tranquilizando. Ninguno dice nada. En el coche hay un olor característico de sexo. Sexo puro. Se da cuenta de que sus braguitas están completamente mojadas, e incluso ha llegado la humedad a su falda. En este momento no le importa nada. Está relajada. Adora a su amo. Adora lo que le hace. Cómo le hace sentir tanto física, como psíquicamente. Nunca pensó experimentar sensaciones así.
La hora ha pasado muy rápido y ya es casi la hora de irse. Ya casi ha anochecido. Carmen se incorpora en su asiento. Baja el parasol para mirarse en el espejo y recomponer un poco su peinado. Está tan centrada en lo que ha pasado que no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor. Su amiga Ana está en el parque, al otro lado de la calle. Está sujetando a su perro por la correa, pero mira hacia el coche con cara de asombro. Parker sí se da cuenta. Sin duda es Ana, lleva incluso el mismo vestido que llevaba mientras tomaban café las 3 amigas. Antes de que Lorena se dé cuenta, pone el coche en marcha y suavemente abandona el lugar con una extraña sensación “¿les habrá visto lo que hacían? ¿sabrá que era su amiga la que está en el coche?”.
Muchas gracias por todos los mensajes. Carlos López.
diablocasional@hotmail.com
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Relato erótico: “Y de regalo: una esclava” (POR AMORBOSO)

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dueno-inesperado-1Leído en la prensa local el 13/10/14

HRW denuncia matrimonios forzados y esclavitud sexual por parte del Estado Islámico

Gran parte de las víctimas son yazidíes, una minoría étnica de kurdos no musulmanes.

Human Rights Watch (HRW) ha denunciado que el Estado Islámico ha perpetrado miles de crímenes contra las minorías étnicas de Siria e Irak. La organización terrorista ha separado a cientos de mujeres de sus familias para obligarlas a casarse con sus milicianos o para ser vendidas como esclavas sexuales. Gran parte de las víctimas son yazidíes, una minoría étnica de kurdos no musulmanes, a menudo obligados a convertirse al islam para salvar sus vidas.

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Tengo 28 años, estoy separado desde hace unos años, soy ingeniero electrónico y trabajo en una empresa dedicada a la fabricación de material electrónico de gran precisión.

Todo lo que voy a contar ocurrió hace unos meses, pero no voy a dar nombres ni datos reales porque no necesito ser muy listo para saber que he participado en una operación ilegal, con implicaciones internacionales y que podría suponer el cierre de la empresa y probablemente, mi propio encarcelamiento. No están las cosas para perder el trabajo.

Una mañana me llamó mi jefe para decirme:

-Toma –y me dio un sobre de agencia de viajes- esto son los billetes de avión y los alojamientos de hotel. Sales dentro de dos días hacia Irak, para montar nuestro nuevo sistema de radar antimisiles.

-Pero… ¿Cómo voy a ir, de la forma en la que está la situación en la zona? Puede pasar cualquier cosa.

-Si no quieres, -dijo tirando del sobre- seguro que habrá otro que lo haga. Además la paga es doble.

Leído entre líneas: O vas a Irak o a la puta calle.

-Vale, vale. No hay problema. Voy yo. Al fin y al cabo soy el que mejor conoce el sistema.

-De acuerdo. Tienes dos días para prepararlo.

Me fui del despacho cabreado, acojonado y todos los ados posibles. Recordé las imágenes de prisioneros a los que les cortaban la cabeza y enviaban el vídeo a las televisiones de sus países y casi me da un infarto.

No me podía echar atrás. Necesitaba el dinero para pagar la hipoteca del chalet que mi exmujer se ha quedado, gracias a las triquiñuelas de la hijoputa de su abogada, y el alquiler del mío.

Planee lo que podría hacer y al día siguiente puse mis ideas en marcha. Me hice con un modem-teléfono vía satélite, de los que mi empresa utiliza para el mantenimiento remoto del software de los equipos, así como una serie de componentes y circuitos de transmisión de radio de corto alcance y otro teléfono normal.

Abrí los equipos que iban a ser enviados a Irak, en uno puse el modem-teléfono, conectado a un emisor de corto alcance y un receptor en cada uno de los demás. La misión era que al recibir una señal el teléfono, enviaba un impulso a todos los receptores que bloqueaba los aparatos hasta ser rearmados.

Le dejé el teléfono normal a una amiga. Más bien follamiga, ya que nos pegábamos largas noches de sexo sin compromiso por parte de ambos. En la agenda, un único número, el del teléfono del equipo. Le di instrucciones de que la llamaría o le haría una llamada perdida todos los días. Si durante tres días no tenía noticias mías, debía hacer una llamada con ese teléfono al número de la agenda, y colgar cuando descolgase al otro lado.

Con esto preparado y sin tenerlas todas conmigo, partí para allá.

Cuando llegué, me alojé en el hotel, donde se deshicieron en amabilidades, y donde me esperaban unos militares que me llevaron al lugar donde debía realizar la instalación sin llegar a instalarme.

El sitio se encontraba en una montaña, donde habían preparado unas instalaciones subterráneas para alojar los aparatos y una buena situación para las antenas.

Inmediatamente di instrucciones sobre cómo instalar las antenas de radar y llevar los cables hasta la sala de control, mientras yo, me puse a trabajar montando los equipos.

Una semana después tenía todo instalado y probado, a pesar de los numerosos cambios de última hora sobre la posición de los equipos y las mesas de control. Todo funcionaba perfectamente, incluso llegamos a detectar y bloquear varios ataques de la guerrilla antes de que pudiesen causar daños.

Otra semana más estuve con los técnicos encargados de llevar el sistema, enseñando su funcionamiento. Otra semana más me hicieron estar para controlar que no había problemas con los equipos ni con el personal al cargo y pude volver a mi hotel, llegando al anochecer. En este tiempo, no había dejado de llamar ni un solo día a mi amiga.

Al día siguiente de llegar al hotel me desperté a medio día y pedí la comida en mi habitación, volví a dormir algo de siesta. Cuando me desperté, una relajante ducha y estaba terminando de vestirme cuando llamaron a la puerta. Tras abrir, me encontré con un grupo de cinco policías fuertemente armados.

-Debe venir con nosotros. –Dijo el que estaba al mando, en inglés.

-¿Qué ocurre, oficial?

-En la comisaría será informado.

Yo, pensando que sería algún asunto de última hora de la instalación, les acompañé sin preocuparme.

En la comisaría me encerraron en un calabozo durante varias horas, hasta que me llevaron a una sala de interrogatorios, donde me enteré que me acusaban de espía y estuvieron preguntando por mis contactos y la red de espías que teníamos en su país.

Por más que lo negué, dije a qué había venido, hablé de mi pasaporte español, etc., no conseguí más que me molieran a palos, me abriesen una ceja y me partiesen un labio.

Durante los cinco días siguientes se repitió el “tratamiento” y las preguntas, así como amenazas de ser ejecutado para escarmiento de otros y aviso a mi país. Al sexto, se abrió la puerta de mi celda y entró el oficial del ejército con el que había estado en las instalaciones.

-Señor… ¡Menos mal que lo he encontrado! Le he estado buscando por toda la ciudad. Debe disculparnos, al parecer le han confundido con un espía y… Lamento mucho lo que le ha ocurrido. –Añadió al ver mi lastimoso estado, pareciendo algo cortado al decirlo.

Yo no podía hablar, con los labios hinchados, los ojos sin poder abrirlos y con ningún lugar de mi cuerpo donde no tuviese dolor.

Me llevaron a un hospital militar, en el que estuve dos días más mientras me curaban. Hubo un ir y venir constante de médicos y enfermeras, así como del oficial, interesándose por mi estado y mi pronta recuperación, hasta que me dijeron que podía marcharme, una vez que las inflamaciones bajaron y pude abrir los ojos.

Salí acompañado del oficial, el cual, sin llegar siquiera a la entrada del hospital, me dijo:

-El sistema ha tenido un fallo y se ha detenido y necesitamos que lo ponga en marcha inmediatamente.

-¡Ni hablar! Me largo de este país inmediatamente. ¡Ni siquiera voy a recoger el equipaje!

-No se precipite, piense que todavía está bajo mi protección, y puede volver a la comisaría.

Yo había oído que se habían producido ataques incontrolados que no habían podido identificar a tiempo, por lo que me la jugué a una carta, sabiendo que tendría que reparar los equipos.

-Pues me arriesgaré con ellos, pero no estoy dispuesto a ayudarles cuando me han detenido y tratado de esta forma tan brutal sin tener la más mínima prueba, es más, habiendo venido precisamente a ayudar a su gobierno.

-Hagamos una cosa, descanse esta noche en su hotel y mañana hablamos e intentaré convencerle. Si después no quiere quedarse, podrá irse con entera libertad.

No se por qué acepté, pero me fui al hotel, donde comí y cené en la habitación, sin levantarme de la cama. Ya apunto de dormirme, llamaron a la puerta. No hice ruidos ni contesté. Llamaron varias veces, hasta que una voz de mujer en un español raro dijo:

-Mr. … Agbra pog favogr.

Abrí la puerta y me encontré frente a una rubia despampanante, con vestido mini minifalda ligeramente por debajo de la ingle. Lo justo para no enseñar el coño. Dos hermosos pechos se marcaban bien bajo la tela, cara alargada ligeramente, cejas finas y castañas y unos labios rojos de “bésame ya”.

Cuando entró, vi que el vestido estaba abierto por detrás hasta mostrar la abertura de los glúteos.

-¿Quién eres y a qué has venido? –Le pregunté como pude en inglés, porque todavía me costaba hablar por la inflamación, aunque ya sabía de qué iba aquello.

-Llámame como quieras, y he venido a lo que tú quieras. –Respondió más fácilmente también en inglés, bajando los hombros del vestido y dejándolo caer, quedando totalmente desnuda.

Después de más de un mes de abstinencia y con una mujer escultural delante, mi polla se puso a reventar. Como solamente llevaba un pantalón corto de pijama, solté la sujeción y cayó también al suelo dejando mi polla apuntando al techo y mostrando todas mis moraduras.

-Te llamaré Isabel, como mi exmujer.

-¿Porque todavía la quieres?

-No, porque es una puta.

No dijo más. Vino hacia mí y, arrodillándose, se metió toda mi polla en la boca en toda su extensión (es ligeramente más grande de lo normal, 18 ctms.) dispuesta a teñírmela de rojo hasta los cojones.

Estaba tan cargado que no aguanté mucho. Al poco, la agarré del pelo y comencé a follarle la boca, pero el dolor de mi cuerpo, todavía con magulladuras me hizo desistir.

-AAAAAGGGGGGGG. ¡Qué dolor!

Me separé de ella para acostarme nuevamente en la cama. Ella se subió también, poniéndose arrodillada entre mis piernas para seguir con su mamada.

-MMMMMMMMMMMM. Sigue puta, sigue. Me tienes al límite.

Ella aceleró sus movimientos.

-Siiii. Me corroooo. No pares, no pareeees.

Solté todo lo que llevaba en el interior, y que ella tragó sin rechistar.

Las contracciones de mi cuerpo al correrme me volvieron a producir dolor, por lo que entre unos y otros me dejaron hecho polvo.

Le di las gracias, le dije que ya podía irse y pregunté cuanto tenía que pagarle, a lo que respondió:

-Me han pagado para que pase contigo toda la noche.

-Entonces, déjame recuperarme un momento.

Mi polla estaba morcillona, todavía con ganas de más. Se acostó a mi lado y se dedicó a jugar con ella entre sus dedos y a pajearla.

Quince minutos después volvía a estar preparado. Entonces volvió a meterla en su boca para ensalivarla bien y acto seguido se puso sobre mí, con una pierna a cada lado de mi cuerpo y se ensartó ella misma.

Se movía despacio, como galopando a caballo. Se la clavaba entera, desplazaba el cuerpo hacia atrás, sacando media polla, con fuerte roce para luego elevarse, moverse hacia delante y volver a clavársela.

Sus tetas botaban ante mis ojos, pero no podía levantar las manos para tocarlas. Ella misma se dobló hacia mí colocando sus pezones por turnos en mi boca. No se si fingía o realmente le estaba gustando, porque no paraba de emitir gemidos.

-MMMMMMMMMMMMM.

-AAAAAAAAAAAAAAH

Una y otra vez. Poco a poco fue acercándome al final, que yo le pedía insistentemente.

-Siiii. Sigue.

-¡Qué bien te mueves!

-¡Muévete más! ¡Más! ¡Más!

-Me voy a correr. Siiii.

Empezó a moverse con rapidez, hasta que me hizo alcanzar un tremendo orgasmo.

-Siiii. Me corroooo. AAAAAAAAAAAAAAAAAH

Siguió un poco más hasta que lanzó también un fuerte gemido, dejándose caer sobre mí.

Volvió a acostarse a mi lado y creo que nos quedamos dormidos los dos, yo al menos, me desperté en plena noche con ella chupando mi polla ya dura de nuevo.

Volvió a colocarse a caballo sobre mí y se la metió por el culo. Entró con suavidad y, además del roce, me deleitaba con contracciones de los músculos de su ano. En esta postura podía ponerle el pulgar sobre el clítoris sin que me doliese mucho. Tardé más rato, pero volví a tener una buena corrida.

Ella también gimió, bufó y gritó, pero con las putas nunca se sabe.

Volvimos a dormir hasta casi medio día, momento en que me despertó con una nueva mamada. Cuando desperté del todo, me dijo:

-Venga dormilón, a la ducha, que nos esperan.

-¿Dónde?

-Ya lo verás.

O sea, que ella estaba allí para impedir que me marchara,

Nos fuimos a la ducha, donde nos metimos los dos y allí, bajo el agua, acaricié y enjaboné su cuerpo en las zonas que me dejaban mis magulladuras (tetas y coño) mientras ella también repasaba mi cuerpo, hasta que se puso en cuclillas, con las piernas bien abiertas y empezó una nueva mamada, que no paró hasta que me hube corrido y ella tragado todo. La verdad es que, después de tanto tiempo de abstinencia, tenía las pilas a tope.

Después de secarme, secarse ella, ayudarme a vestirme y hacerlo ella también, además del correspondiente retoque de maquillaje, me dijo que nos esperaba un vehículo que nos llevaría a un lugar donde me iban a dar u regalo que querían hacerme. El vehículo era un coche oficial, con sus cristales tintados y banderitas.

Enseguida llegamos a un cuartel militar bastante cercano y de reciente construcción, según se podía ver, por el que me acompañó hasta un despacho donde se despidió con un fuerte morreo después de llamar a la puerta.

Cuando oí una voz en árabe que no se qué decía, entré en él, donde, tras una enorme mesa, me esperaba el oficial que me atendía siempre. Me pidió un momento de espera y dio una orden por teléfono. Seguidamente se dirigió a mí:

-Buenos días Sr. …, bien venido. ¿Ha pasado buena noche? ¿Le ha gustado la compañía que le facilitamos? ¿Ha sido de su total agrado?

-Si, si, gracias. Todo ha estado muy bien. Pero sigo…

-Espere. Espere. Antes de que me de su opinión, quiero hacerle un regalo. Es independiente de que acepte o no. Solo a modo de desagravio. Acompáñeme.

Me hizo seguirle por un pasillo y bajar varias plantas en un ascensor. Entramos en una sala donde se encontraban doce mujeres totalmente desnudas, tapándose como podían con sus manos, una mujer con un burqa completo, que tapaba incluso los ojos, y una fina vara en la mano y seis soldados con las armas preparadas.

Me quedé paralizado, sin moverme, hasta que la mano del oficial empujando levemente en mi espalda me hizo entrar en ella.

-Verá, Sr. …., sabemos que vive usted solo y que no tiene a nadie que le atienda como es debido, por eso hemos pensado en ofrecerle una mujer para que sea su esclava, sirvienta o esposa, lo que prefiera. Yo le he seleccionado esta de la derecha, 16 años, casi los 17, virgen todavía, pero puede elegir entre todas ellas la que prefiera. Sus edades van desde los 16 de ésta hasta los 28 de la última. Todas son voluntarias que han preferido servir a nuestros soldados…

Ya no escuché nada más. Clavé mis ojos en la muchacha y el resto desapareció. No muy alta, delgada, pechos proporcionados, morena total, no muy guapa de cara, pero escultural de cuerpo.

-Pppero ¿Qué voy a hacer con ella?

-Je, je, je, je. Mi querido amigo, no me diga que no sabe que hacer con una mujer. Como le he dicho, puede ser su esclava, sirvienta, esposa, puta, para follarla, pegarle, la puede alquilar, vender… Lo que quiera. A este grupo todavía lo estamos entrenando, pero puede comprobar ya lo bien preparadas que están.

Todavía estuvimos un rato negociando. El ofreciendo y yo negando, hasta que no me quedó más remedio que aceptar a una, que por supuesto fue la joven.

Hizo una señal a la mujer del burqa, está dio a la joven una orden en árabe y un golpe con la vara en los riñones. La muchacha, dio un salto hacia delante, cayó de rodillas ante mí y empezó a desabrochar mis pantalones. Yo di otro paso para atrás, sujetándomelos y la mujer del burqa le dio varios varazos en la espalda, haciendo que avanzase rápidamente hacia mí de nuevo. Después de la noche y la mañana que había pasado, dudaba que pudiese conseguir levantármela.

-Será mejor que la deje hacer su trabajo, -me dijo el oficial- se le ha dado una orden y no puede parar hasta cumplirla.

Me quedé quieto y continuó soltándome los pantalones y bajando todo hasta que mi polla, tiesa ya con el espectáculo, quedó al aire.

Se la llevó a la boca y comenzó primero lamiendo la punta y metiéndosela rozando con sus labios el borde del glande, luego la sacó y fue recorriendo toda mi polla con la lengua, ensalivándola bien.

Me respondió bastante bien, alcanzando pronto casi su tamaño normal. Un poco floja.

Volvió a metérsela, esta vez entera, hasta que le dio una arcada, siendo respondida por la del burqa con un golpe de vara en su culo.

Lo hacía muy bien y se veía que ponía mucho interés. Sentía su boca como un coño estrecho y suave que me presionaba por todas las partes.

Se movía despacio, metiendo desde la punta hasta que su nariz chocaba con mis pelos. La sacaba y lamía el glande. Con la mano acariciaba mis huevos y con un dedo presionaba mi perineo detrás de los huevos.

Increíblemente me la puso dura otra vez y entonces su presión se hizo más evidente a la par que su suavidad me estaba excitando como nunca.

En un momento sentí que me iba a correr y lo dije:

-MMMMMMMMM. ¡Me corroooo!

Dos golpes sobre su culo hicieron que se la metiese entera y no sé que me hizo que solté todo lo que llevaba dentro y que ella tragó directamente mientras yo presionaba todavía más su cabeza contra mí.

Me la limpió con su boca, me colocó nuevamente la ropa y quedó de rodillas delante de mí.

Otra orden de la del burqa y nuevo golpe, la hicieron volver rápidamente a la fila.

-¿Qué le ha parecido?

-Impresionante, ha sido la mejor mamada de mi vida.

-Entonces no se preocupe, esta noche se la llevarán a su hotel y prepararemos sus papeles para que se lleve a su esclava.

-Pero no la puedo entrar en el país así. En España está prohibido y además, es menor de edad en mi país.

-Eso corre de nuestra cuenta. Mañana tendrá los papeles en regla para entrarla sin problemas. Irá como su esposa.

-Tampoco puede ser. Tendré que ir yo y luego pedir que la dejen entrar.

-¿Para qué estamos los amigos? No se preocupe que mañana estará todo resuelto. Esta noche se la entregará su cuidadora.

Un camarero entró con unas botellas y vasos y se puso a servirnos al oficial y a mí. Me pedí un whisky solo para ver si me recuperaba de la impresión de todo aquello.

-Otra cosa más. -me dijo- También queremos compensarle el tiempo que se quede para reparar el sistema. Si le parece bien le daremos 250.000$ americanos y otros tantos si tiene que permanecer más de un mes. ¿Acepta?

El vaso se me cayó al suelo y se hizo añicos. La mandíbula no se me desencajó porque me dolía demasiado para abrir la boca.

Asentí con la cabeza y el oficial, riéndose, me llevó de nuevo a su despacho donde había un soldado que me acompañó hasta el coche oficial que me llevó al hotel, después de devolverme mis cosas. Lo primero que hice fue llamar a mi amiga.

Al entrar en la habitación fui directo a la cama, caí sobre ella y me quede dormido.

Al despertar miré a mí alrededor algo desorientado al principio. Todo estaba recogido y limpio. Me senté en la cama y empecé a dudar de que todo aquello hubiese sucedido.

-Tiene que ser alguna alucinación producida por una subida de fiebre. Mañana iré al hospital para que me miren. –Me dije.

Al ver que ya anochecía y notar mi estómago cómo rugía de hambre, decidí bajar al restaurante a cenar. Tras una rápida ducha y un cambio de ropa, me dirigí a la puerta y la abrí, encontrándome dos mujeres con burqa y a la que iba delante con la mano levantada, apunto de golpear la puerta.

-(No puede ser) Lo siento, ahora iba a cenar, vuelvan otro día.

-Tgaigo su gegalo.

-Pues déjelo ahí dentro que luego vuelvo. –Y me marché a cenar.

Cené con tranquilidad y aún estuve un buen rato tomando unas copas. Todo con la esperanza de que se cansasen de esperar y se fuesen.

Cuando volví a la habitación, me las encontré a una sentada en la cama y a la otra en un silloncito que había junto a una mesa.

No había cerrado la puerta todavía cuando, a un gesto de la del sillón, la de la cama se quitó el burqa y quedó totalmente desnuda. Era la joven de 16 años que me habían regalado. Ya no pude negar la realidad y decidí aceptarla.

-Esta bien, gracias. Ya me hago cargo yo de ella.

-Serr Habiba. Estagr apgendiendo. Yo vegr si hace bien. –Dijo, sacando la vara de entre sus ropas.

La muchacha se acercó a mí, me fue desnudando y me llevó de la mano hasta la cama, me ayudó a acostarme y le hice sitio a mi lado. Ella se acostó boca arriba y abrió las piernas esperándome.

-No, -le dije, señalando mis moraduras- me duele.

-Entonces ella se volvió hacia mi polla para hacerme una mamada. Tuve que negarlo otra vez. No tenía fuerzas ya.

-No. Descansar. Quiero descansar. –Debió entenderlo, porque se bajó de la cama y se acostó en el suelo.

-Sube aquí. –Le dije abriendo la sábana y dando golpes en el colchón. Se subió y acostó a mi lado.

La vigilante no se movió de la silla.

Tapados ambos, la coloqué de espaldas a mí, la abracé y apagué la luz. Bajo la sábana, tenía una mano bajo su cuerpo, en sus pechos y la otra libre para recorrerlo. Mi polla apoyada en su culo estaba semi-erecta. No tardando mucho, oí un fuerte ronquido y deduje que la vigilante se había dormido.

Aparté su pelo para dejar su cuello y oreja libres para besarlo y lamer el lóbulo de su oreja. Puse ambas manos en sus pechos acariciándolos y frotando sus pezones. Mi polla se endureció y metí una pierna entre las suyas para separárselas y dejar que resbalase hasta su coño, ella emitió un suave gemido.

-mmmm

-Sssssh Le susurré al oído para que callase y no despertar a la vigilante.

Aunque todavía me dolían los morados, estar con una criatura así me hizo olvidarme totalmente de ellos. Hice que colocase su mano sobre mi polla para que hiciese presión sobre su coño y empecé amoverme despacio, mientras acariciaba su cuerpo con una mano, con la otra sus pechos y la vigilante roncaba. Con unos pocos roces, noté cómo su coño se abría y mi polla rozaba toda su raja y hasta el clítoris. Sentí como la mojaba con su excitación.

-ffff, ffff, ffff. –Sentía su respiración acelerada.

Yo también estaba muy excitado, me estaba haciendo una maravillosa paja en el coño de ella.

El roce con ese coñito tan suave y su mano presionando me estaba poniendo a tope

Hubo un momento en que ella hizo más presión y movió la mano en círculos, mientras su respiración se alteraba más

-FF, FF, FF, FF, FF, FF, FF, FF.

Luego siguió normalmente y yo también. Mi polla estaba como si la tuviese metida en una piscina. Poco a poco fui acelerando en busca de mi placer mientras ella volvía a mover la mano en círculos cada vez que mi polla llegaba a su clítoris. Poco más pude aguantar, la apreté contra mí y me corrí en su mano y coño.

-of, of, of, of, of, of, of, of.

Ella movió la mano más rápidamente y también alcanzó un segundo orgasmo.

-FF, FF, FF, FF, FF, FF, FF, FF.

Quedé abrazado a ella y noté como la vencía el sueño. Yo estuve todavía despierto un rato, hasta que me acostumbré a los ronquidos de la vigilante, que no sé cómo podía dormir sentada en aquel sillón.

Por la mañana me despertó un fuerte y doloroso golpe en mi mano, que estaba situada sobre la cadera de Habiba.

-AAAAAAAAAGGGGGGGGGG. Jodeeerr. Maldita puta. ¿Por qué has hecho eso?

-Pegdon sigñor. Queguia despegtag a esclava paga que te despetag con boca. No veg tu mano pog gopa.

-No tenías que haber hecho esto. Se lo diré al oficial para que te castigue.

-¡No, pog favogr, signor! ¡Pegrdegué todo lo que tengo! ¡Hagué lo que quiega paga compensagle, pego no diga a oficial!

Se me ocurrió una idea. Decidí darle de su propia medicina. Cogí su vara y le dije:

-Pon la cabeza sobre la cama con los pies en el suelo y las piernas abiertas y estiradas.

Como la cama era más bien baja, quedó con el culo en pompa. Tomé las sayas por el borde inferior y se las volqué sobre su cabeza y ahí me llevé una gran sorpresa. Donde esperaba ver unas horrendas bragas de cuello alto y unas piernas celulíticas, me encontré con unas braguitas de seda, en un culo de infarto, un liguero y medias negros a juego y con unos zapatos, eso si, horrorosos. Por la postura, los ropajes cayeron dejando ver parte de su sujetador, también a juego con el resto.

La vista de ese culo me hizo dejar la vara y cambiar de idea. Le bajé y quité las braguitas agachándome detrás de ella para hacerlo, me quedé mirando su chocho peludo y su ano ligeramente oscuro. Vi que los pelos se empezaban a humedecer, señal de que estaba empezando a excitarse. Me puse de pie a un lado y pasé mi mano por esos glúteos maravillosos.

-ZAS. –Le di con todas mis fuerzas.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAGGGGG. –Gritó.

Tomé la vara y le di tres fuertes golpes con ella.

-No quiero oír nada.

Volví a acariciar su culo de nuevo y…

-ZAS

-ffff

No moví la mano de su culo. Hice una señal a Habiba para que me fuese chupando la polla. Seguí acariciando su culo, metiendo en su raja mi dedo medio y bajando hasta recorrer los bordes de su coño. Volví a subir realizando el proceso inverso y de nuevo…

-ZAS

-ffff

Nueva bajada y repaso de coño.

-mmmm

Repetí el proceso hasta que tuvo el culo totalmente rojo, entonces me puse tras ella, recorrí su coño con mi polla desde el clítoris al ano, donde hice presión para meterla.

-NOOOOOOO. –Seguido de una parrafada en árabe y levantándose y volviéndose hacia mí.

Sin decir nada tome la vara, la agarré por donde supuse que debía de tener el cuello, porque con esa prenda no enseñaba ni los ojos, y la volví a colocar en posición. Subí de nuevo las prendas y mientras la sujetaba le solté cuatro golpes en su culo.

-¿Si o no?

-No, signor, – seguido de algo en árabe.

Dos golpes más.

-¿Si o no?

-Pog favog, signor, – seguido de algo en árabe.

Dos golpes más.

-¿Si o no?

-Si, -dijo llorando, seguido de algo en árabe.

Volví a ponerme tras ella, escupí sobre mi punta y sobre su ano, realizando un nuevo intento. Tuve que hacer fuerza, pero conseguí que entrase un poco.

-PFFFFFFSSSS. –Soltó aire con fuerza.

-Sssssss. –Le dije yo para que siguiera en silencio.

Un nuevo empujón y entró la cabeza.

-Uuuuuuugggggggggg

Volví a escupir en mi polla y de un nuevo empujón entró hasta dentro. Ella mordió la cama y la arañó con las manos para ahogar su grito. La presión en mi polla era tremenda y mi placer, máximo. Mi ex nunca me dejó encularla. Y luego me enteré de que era otro el que lo hacía.

Disfruté de ella un buen rato, hasta que sentí que hacía fuerza con el esfínter. ¡Se estaba corriendo! y ya no pude aguantar más y me corrí en su culo.

Cuando se la saqué, finas líneas blancuzcas caían por sus muslos. Tiré de las prendas para que se levantase y le dije:

-A partir de ahora no te quiero ver por aquí. ¡Fuera!

-Me has violado. Ahoga segué yo la que te denunsie al ofisial.

-¿Acaso dudas de que considerará injusto el castigo cuando le muestre la marca de mi mano?

-No, pog favor. No digué nada, pero tampoco diga usted.

-¡Vete de una vez!

-¿Mis bagas…?

-Me las quedo. ¡VETE YA!

Al fin nos quedamos solos Habiba y yo. La llevé a la ducha y nos dimos una buena jabonada y luego la estuve secando.

-Gracias señor por llevarme con usted.

-Vaya, hablas muy bien el inglés.

-En mi pueblo estuve ayudando a unos cooperantes. Uno era español y también sé algunas palabras. Ayer temí que no me llevase cuando le vi discutir con el oficial. Por eso me esmeré tanto en la mamada, para que le gustase tanto que quisiera llevarme con usted.

-Te gusta la esclavitud.

-Lo que no me gustaba era mi futuro aquí. Hubiese terminado en un prostíbulo o en manos de algún soldado que me pegaría y prostituiría o casada o vendida a algún campesino pobre que me haría trabajar de sol a sol y paliza tras paliza. Ser su esclava es lo mejor que me podía suceder. Usted es europeo y los europeos son buenos.

Llamaron a la puerta. Era el oficial, que venía con una maletita con los 250.000$ cambiados ya a euros. Me preguntó si había desayunado y si podíamos ir a revisar los aparatos. Bajamos a desayunar los tres, y tras una breve negociación porque él quería que Habiba permaneciese arrodillada a un lado y yo que si era mi esposa debía estar en la mesa con nosotros, al final gané yo, desayunamos y nos fuimos a hacer la reparación.

Estuve dos días entreteniéndome por allí, hasta que les dije que había encontrado el problema y que había sido causado por alguna desviación a tierra del vivo de la corriente en algún lugar de las instalaciones. Tras reiniciar yo el sistema y un broncazo al equipo de electricistas, pudimos volver al hotel, y tres días más tarde nos entregaron la documentación y salimos para España.

Tras todo un día de viaje, llegamos de madrugada a la aduana, donde revisaron la documentación con lupa. Pensé que estaba falsificada y que nos iban a pillar. El funcionario miraba los papeles y miraba a Habiba, a veces a mí. Al final estampó su sello y salimos del aeropuerto.

Había puesto el dinero alrededor de mi cuerpo por si revisaban el equipaje, pero debimos poner cara de buenos porque no nos preguntaron nada.

La llevé a mi casa y llamé a mi amiga para informarle, no fuera que activase todo otra vez.

Puse el dinero a buen recaudo, llamé a la empresa para decir que había llegado y que como era viernes no iría hasta el lunes porque pensaba dormir toda la mañana. Le enseñé pequeño piso donde vivía: cocina pequeña, salón pequeño y dormitorio.

En la puerta de este, empecé a besarla mientras la iba llevando hacia la cama y le quitaba el pañuelo que llevaba en la cabeza, creo que le llaman hijab, así como la chilaba, quedando totalmente desnuda.

Al llegar, cayó sentada y yo empecé a quitarme la camisa. Ella me bajó los pantalones y la ropa interior, llevándose inmediatamente mi polla a la boca.

-MMMMMMM, ¡Qué bien lo haces!

Se la metía en la boca presionando y lamiendo el glande para luego meterla hasta el fondo dejando un hueco estrecho que me volvía loco.

Tuve que separarme para no correrme en su boca. La recosté y coloqué sobre ella, besándola. Sus labios, su cuello sus orejas sus ojos, todo fue besado, lamido o chupado. Bajé a sus pechos que acaricié, besé y lamí sus pezones.

-MMMMMMMMMM. –Gemía ella.

Pasé mi lengua por su estómago, ombligo y pubis depilado. Recorrí los labios de su sexo por los bordes, viendo y sintiendo cómo se abrían para mí

-UMMMMMMMM

Sus gemidos, suspiros y grititos llenaron el ambiente. Cuando metí mi lengua para lamer el clítoris, arqueó su cuerpo buscando más y se corrió con un fuerte orgasmo.

-AAAAAAAAAAAAHHHHH

Cuando se recuperó, seguí con mi tratamiento, pero esta vez le metí un dedo hasta rozar su himen intacto y arrancarle nuevos gemidos de placer.

-MMMMMMM. Siiii.

Con la otra mano acariciaba sus pechos, saltando de uno a otro. Con la lengua hacía círculos tomando como eje su clítoris.

-UUUUUUUUUOOOOOOOOOOOOOOUUUUU.

Cuando su excitación subía, yo bajaba el ritmo, hasta que no pudo más y exclamó:

-Siii. Quiero más, dame máaaaasss

Entonces, me puse sobre ella y fui metiendo mi polla despacio, hasta que encontré resistencia. Resbalaba como si estuviese aceitada. Con un golpe de riñones la metí hasta el fondo, provocando un nuevo orgasmo cuando mi cuerpo presionó su clítoris.

Esperé a que se acostumbrase a mi polla y comencé a moverme. Me situé ligeramente arriba para que le rozase bien el clítoris al sacarla y volverla a meter.

Fui acelerando movimientos. La sacaba completamente, recorriendo la raja y la volvía a meter siguiendo el sentido contrario.

-MMMMMMMM. –Empezó a gemir de nuevo.

Poco a poco iba acelerando un poco más.

-PPFFFFSSSS.

-Másss. Siiii

No paraba de pedir. Hasta que

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH

Con un fuerte alarido, dio salida a su fuerte orgasmo, que a su vez me arrastró a mi, que estaba que no podía aguantar más.

-Siiiiiiiiiiiiiii. Por fin lo he conseguido. No sabes las ganas que tenía. –Le dije.

-Yo también. Estaba excitada y deseándolo desde en que me eligió.
Esa fue mi noche de bodas. No voy a contar, o por lo menos ahora, lo que hemos hecho desde entonces. Al contrario que con mi mujer, no tiene reparos para nada, me siento feliz y realizado. No he sido dominante, pero me encanta la sumisión de esta mujer.

Las cosas van mejorando. Mi ex ha tenido problemas y me ha llamado pidiendo ayuda. Estoy muy bien considerado en la empresa gracias a las cartas que envió el oficial a mi jefe. Me han subido el sueldo. Poco, pero algo es algo. He cobrado mi gratificación. Tengo dinero…

…Y me han regalado una esclava.

Gracias por vuestros comentarios y valoraciones. Comentarios en privado: amorboso@hotmail.com o skype

 

Relato erótico: “Hércules. Prólogo” (POR ALEX BLAME)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2PRÓLOGO

sin-tituloPam le apartó la melena de la cara y le clavó con intensidad esos ojazos azules y profundos. Hércules nunca sabía en qué pensaba. Aquella mujer le desconcertaba tanto como le atraía. Quizás por eso la amaba tanto.

Aquellas manos de dedos finos y suaves acariciaron su nuca y sus labios se fundieron con los de Hércules en un beso largo y profundo que en pocos instantes se hizo ansioso. Las manos de él se deslizaron por su espalda y agarraron su culo apretando el voluptuoso cuerpo de la joven contra él.

Pam se estremeció ante el contacto y separó los labios un instante para respirar. Hércules aprovechó para bajar la cabeza, besar su cuello y mordisquear el tatuaje de su hombro.

Al contrario que con Akanke, el sexo con Pam siempre era intenso y lujurioso. Sería por su oficio, pero el caso es que le gustaban las emociones fuertes. Le encantaba follar en lugares públicos, siempre en peligro de ser descubiertos y las discotecas le volvían loca. El montón de gente saltando, bailando y frotando sus cuerpos sudorosos, en medio del sonido atronador de la música tecno, hacía que la mujer entrara en una especie de éxtasis.

Con un movimiento sorpresivo se dio la vuelta y comenzó a menear sus caderas al ritmo de la música, pegando su culo contra la entrepierna de Hércules, dejando que él repasara su ceñido vestido de lentejuelas. Pam levantó los brazos y los dirigió hacia atrás rodeando la cabeza de Hércules y cerrando los ojos; dejándose llevar por la música y sintiendo como la polla de su novio crecía en contacto con su culo.

Esta vez fue Hércules el que no aguantó más y cogiendo a la joven por los brazos la empujó delante de él, siempre pegado a su cuerpo, a través del gentío, a uno de los reservados. Sin contemplaciones la tiró sobre el sofá. Ella se dio la vuelta y se sentó con esa mirada desafiante que tanto le ponía. Se sentó a su lado y comenzó a besarla de nuevo, metiendo la mano por debajo de su falda. El interior de sus muslos estaba cálido y ligeramente húmedo.

Pam sonrió y abrió sutilmente las piernas, dejando que la mano de su novio avanzase hasta alcanzar su sexo. La joven se sobresaltó al sentir los dedos de Hércules explorando su pubis y jugando con su sexo, pero no dejó de besarle ni acariciarle el pecho por debajo de la camiseta.

Con un movimiento apresurado, montó sobre Hércules mientras hurgaba en sus pantalones desabrochando botones y bajando cremalleras. Los dos sexos se tocaron y se frotaron con fuerza haciendo que los dos amantes suspirasen ahogadamente a la vez.

Hércules cogía uno de los pechos de Pam con sus manos y lo estrujaba con fuerza a través del vestido justo en el momento en que dos chicas se asomaron al reservado. Él levantó la cabeza y las jóvenes se retiraron con una sonrisa nerviosa.

Pam aprovechó el momentáneo despiste para enterrar la polla de él dentro de su coño. La sensación fue deliciosa. Hércules se agarró a las caderas de la joven mientras ella le cabalgaba al ritmo de la música jadeando, revolviéndose el pelo y acariciándose el cuerpo, disfrutando de cada golpe de cadera.

Inclinándose sobre él y mirando a un lado y a otro, se bajó el escote palabra de honor, liberando un pecho y acercándoselo a la boca. Hércules lo chupó con fuerza y lo mordisqueó. Pam soltó un gritito y moviéndose aun más rápido.

La levantó en el aire y la arrinconó contra la pared. Pam apretó sus piernas contra las caderas de Hércules y comenzó a morderle los lóbulos de las orejas gimiendo cada vez más rápida e intensamente.

Consciente de que estaba a punto de correrse Hércules la dio más fuerte y más profundo, agarrándola con suavidad por el cuello y obligándole a mirarle a los ojos, hundiéndose profundamente en ellos sin parar de moverse dentro de la joven.

Hércules fue el primero en correrse eyaculando en el coño de Pam, inundándolo con su calor y provocando que ella se corriese a su vez. El cuerpo de la joven tembló en sus brazos, recorrido por un intenso placer. Hércules no se separó de ella hasta que los últimos relámpagos de placer se extinguieron dejándola exhausta y complacida.

Pam se recolocó el vestido con una sonrisa traviesa y se sentó de nuevo. Hércules, tras abrocharse los pantalones, se sentó a su lado. La música llegaba amortiguada y las luces quedaban lejos, haciendo el ambiente más tranquilo y recogido. Pam se colgó de su cuello y le besó de nuevo. Le miró a los ojos de esa forma inquisitiva que le ponía tan nervioso.

—Me gusta cómo me haces el amor. —empezó acariciándole distraídamente el cuello— En realidad me gusta todo de ti…

—¿Pero?

—Que tu sabes prácticamente todo de mí mientras que yo apenas se nada de ti. y debería ser al revés. Aun tienes que explicarme lo de tu paso por los tribunales. Si quieres que esta relación funcione tendrás que contármelo todo.

—En realidad no hay mucho que contar. —respondió Hércules evasivo.

—No digas tonterías. Soy guardia civil. No me engañarás tan fácilmente. Solo me hace falta observar esos ojos grandes que me miran a veces con una intensa lujuria y otras veces con una inexplicable melancolía para saber que hay algo en tu pasado que debo saber para poder comprenderte y amarte como deseo.

Hércules frunció los labios pensativo y ella le acosó con besos cortos y superficiales sin dejar de hacerle preguntas.

—Vamos, Pam, este no es el lugar adecuado…

—Estupendo, estoy totalmente de acuerdo. Vamos a mi casa. De todas formas, ya hemos bailado suficiente. —dijo la joven levantándose y agitando sus caderas con sensualidad.

Antes de que pudiese volver a negarse, Pam tiró del brazo de Hércules y lo arrastró con decisión, fuera de la discoteca.

***

—Adelante, ahora estamos tranquilos en casa. —dijo ella en cuanto cerró la puerta tras ella— Cuéntame tu historia.

—No sé por dónde empezar…

—¿Qué tal por el principio? —le sugirió ella preparando rápidamente un par de gin tonics y alargándole uno a Hércules.

—Bueno, supongo que es tan buena idea como otra cualquiera. Ponte cómoda porque esto va a durar un buen rato.

—Prometo escucharte y no interrumpirte durante todo el rato. —dijo Pam sacándose los tacones y acurrucándose en los brazos de su amante dispuesta a escuchar.

Hércules acogió su cuerpo menudo con los brazos y empezó a narrar su historia. Contándolo en tercera persona, como si el hombre que era ahora y el que había sido en el pasado fuesen dos personas distintas.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, lo antes posible, publicaré en la categoría entrevistas/info el índice de capítulos y una breve guía de personajes

SIGUIENTE CAPÍTULO AUTOSATISFACCIÓN.

 

Relato erótico: “Cigarrillos y alcohol” (POR VIERI32)

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MALCRIADA2
Madrugada con lluvia, peor mezcla, imposible, al menos para Alicia. Sobretodo si la fiesta con sabor 2punk rock de donde venía, se trataba de una al aire libre (para el público) Lo único que le pasaba por la mente era quitarse tan pronto pudiera las ropas roqueras y mojadas que vestía. Para ello, la diecisieteañera atravesó la sala de su hogar con relativa velocidad, a fin de no despertar a sus padres ni mucho menos al mocoso de su hermano, quien probablemente pegaría un grito al cielo si la veía venir con su aspecto de muerte; maquillajes color negro corroídos por su rostro junto al pelo lacio, la camisa mojada (y ajustada) con el dibujo de Joey Ramone sonriéndole a la nada, las pulseras con tachas, las botas… y el mordisco morado que latía y latía en su cuello.
Por un instante, Alicia frenó su marcha hacia su habitación para tocarse la herida de guerra, y dicha marca tenía dueño, nombre y apellido; Javier Fernández. Una sonrisa. Recordó cómo el chico la separó del gentío para llevarla hasta un lugar apartado para besarla y algo más, lamentablemente para el muchacho nunca fueron tan lejos como él hubiera deseado. Pero Alicia sonreía porque él tenía un parecido genial con su eterno ídolo, padre, dios, puto amo, maestro y creador del punk; Joey… Joey Ramone, el mismo que sonreía a la nada en su camiseta mojada. “Sólo faltaba él” pensó ella. Sólo faltaba Joey para coronar aquel concierto casi inolvidable en tributo a The Ramones, un concierto tan fuerte como para romper huesos y quebrar cabezas. Si sus padres supieran…
Oyó unos pasos, giró con el corazón latiéndole terrible hacia la sala. “¿Papá? No… no, no puede ser, es imposible levantarlo temprano, a estas horas no va a ser él“. Sin saber dónde esconderse, ni mucho menos sin saber qué excusa dar, Alicia se limitó a quedarse quieta esperando que el regaño no fuese tan cruel.
Si es mamá… ¿cómo le explico que no fui a estudiar en lo de Mara? ¡La muy desgraciada, me prometió que no había problemas si me quedaba a dormir con ella luego del concierto! Pero no, no, no… ella tenía que ligar con el primer calentón que se nos topara, dejándome sola.”
Otros pasos. Si era su hermanito, no habría salvación, probablemente la confundiría con uno de los zombies que el pequeño mataba todos los días en su habitación y gritaría por toda la casa. “Si es el friki, al menos lo puedo hacer desmayar de susto… ¿Tengo que pasar por esto? Cuando pille a Mara el lunes, la mato. ¿Acaso creyó que unos “perdóname Ali” la iban a salvar? ¡Lo dicho, maldita!
Tronó terrible un relámpago que casi la hizo gritar del susto, se llevó la mano a la boca, intentando tranquilizarse, intentando preparar un plan para salvarse “A ver, que si me tiro bajo el sofá no me pilla ni Dios… aunque si me descubren… vaya, no me salva ni Dios.. si es que existe… y para mí va a ser que no.”
Y otro relámpago iluminó la sala, fue cuando todo el nerviosismo acumulado terminó desapareciendo, el causante de los pasos no era sino…
– ¡Liam! Shhh… si te atreves a ladrar como poseso, te mato… – dijo apuntándole con el dedo.
El enorme dálmata se paró con sus dos patas traseras para recibir a su ama. A Alicia le costó equilibrarse con el tremendo perro posando sus patas delanteras sobre sus pechos, pero con calma logró sostenerlo.
Cada vez que lo veía solía recordar a la gente que le corregía cuando le preguntaban sobre la edad del perro. Alicia respondía cuatro pero los demás le indicaban que debía multiplicarlo por siete para traducirlo en “edad humana”… el perrucho tenía cuatro, jamás encontró motivo sensato para multiplicarlo, era perro, no un hombre, más allá de que su nombre era algo inusual para su especie.
– Ah, no señor. ¿Recuerdas cuando me solías tumbar fácilmente para comerme a lengüetazos? En esa época tenía doce y no tenía la fuerza de hoy. Así que ponte a cuatro y vete a oler el sofá o algo… perro jodido.
Soltó las patas, y mirando nuevamente en los alrededores de la sala, fue dirigiéndose hacia su habitación. Entró, prendió la luz sin siquiera cerrar la puerta, la ropa le molestaba tanto que lo único que tenía en mente era quitársela. Al instante se retiró el sonriente Joey Ramone y lo lanzó sobre la cama, cayendo justo sobre el montón de ositos de peluche, su mochilita que llevaba las ropas de niña-buena que usó al salir de casa, y que también contenía un par de latas de cerveza que había comprado mas no atrevido a bebérsela, lo lanzó al suelo para posteriormente retirarse las botas que, al igual que su pulsera, tenía tachas adornadas.
Tomó la caja de cigarrillos que estaba escondida en su mesita de luz, prendió uno y se lo llevó a la boca… siempre la ayudaba a pensar mejor, y esa noche más que nunca las necesitaba para encontrar una excusa sensata que convenciese a sus padres. Se miró en el espejo y no pudo evitar fijarse en la mordida del cuello, ¡cuánto excitaba rememorar las manos del muchacho magreando su culo mientras la lengua recorría todos los rincones de su boca! La opción de autosatisfacción no le caía mal para cerrar la noche, sólo faltaría Joey Ramone… nada que la imaginación no pudiera solucionar.
Un relámpago la hizo volver en sí, la puerta tras ella aún no estaba cerrada. Giró así como estaba, con los pechos al descubierto, descalza, mojada, sólo con la falda y con su aspecto de muerte, contempló a su mascota viéndolo de frente.
– A ver, ¿no te había dicho que te fueras? Ya, ya, sé que no me entiendes un ápice pero deberías al menos deberías comprender el tono con el que te lo digo, ¿no? ¡No me mires así, hipócrita!
Quiso espantarlo como siempre, aunque entendió que el perro aún no se acostumbraba a dormir afuera de la casa, si desde cachorro compartió cama con Alicia.
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– Mira perrucho, como que afuera llueve y supongo que a mamá le dio por dejarte entrar en la casa… ¿pero ahora quieres dormir en mi cama? ¿No te parece que estás abusando? ¡Y deja de mirarme como si te fueras a morir de hambre! No me vas a convencer con esa estrategia sicológica barata, listillo…
Otro relámpago, con el pie quiso moverlo hacia fuera, pero el animal era demasiado grande para ceder. Otro relámpago, Alicia desistió, se volvió hacia su mesita de luz para matar el cigarrillo en un improvisado cenicero (la radio), utilizó brevemente un spray para disimular el olor a cigarro, y al cabo de un rato, puso ambas manos en la cintura, con los pechos al aire brillando ante otro relámpago, mascullando entre dientes:
– Ya me vale, perrucho del demonio, por esta noche te quedas conmigo…
Una noche de autosatisfacción con sabor punker quedó truncada. Alicia no tuvo otra alternativa que caer tumbada sobre la cama, aún no se le ocurría un pretexto para explicar a sus padres sobre el porqué no se quedó a dormir en lo de su amiga, ¿tal vez “sus padres pelearon y le incomodó quedarse”? No, sus padres conocían a los de Alicia, jamás se lo creerían, y de ser así, se inmiscuirían sólo para descubrir que era mentira.
Liam, mejor dicho, la lengua de Liam la sacó de sus pensamientos, clavándose, hundiéndose con la tela de su tanga dentro de sus carnes íntimas. Por unos segundos Alicia orbitó los ojos, le temblaron los labios y un cosquilleo con sabor eléctrico le recorrió el cuerpo desde su entrepierna por unos segundos… por unos segundos que murieron cuando se dio cuenta que su perro lamía en donde no debía.
– ¡Aléjate! – “gritó” susurrando, apartándose, aferrándose a sus sábanas y lanzándole un par de peluches que tenía en el escritorio. – ¡¡¡Asco, bizarro, perro pervertido!!!
Por un momento pensó en abrir la puerta y expulsar a Liam a peluchazos, pero la sensación de calentura que le había dejado el chico de la mordida, más aquellos segundos eléctricos la dejaron con un excitante cosquilleo en la panza… algo la detuvo, algo detuvo su mano que sostenía firme un osito.
– Perro malo – dijo mirándolo con malicia, pero retorciendo sus piernas. Nunca se había sentido tan.. tan… tan caliente. Nunca antes había sentido algo tan retorcido, por otros segundos se imaginó cómo sería hacerlo con Liam… asco, asco, era todo lo que entraba en su cabeza, asco, contra natura… tabú, tabú… delicioso como un tabú. Recordó la portada de un par de videos porno-zoofílico que vio entre risas con sus amigas en un videoclub… nunca hubo un acto tan degradante, tan humillante, tan tabú como el hacerlo con un perro…
Un relámpago. Alicia se justificó, el sexo es sexo por donde se lo mire, ¿qué diferencia había en el hacerlo con un hombre o con una mujer? Son seres con apetencias sexuales, buscan y dan placer… ¿qué diferencia había en el hacerlo con Liam? Eso ella lo iba a averiguar, el maldito Javier Fernández la dejó con una calentura terrible latiéndole en el cuello… y Liam lo iba a apaciguar. Otro relámpago la asustó, más fuerte, como profetizando que algo perverso iba a suceder en su cuarto, y otro relámpago, capaz de destruir su mundo.
 
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Buscó su mochila, si pretendía que un perro le lamiese a conciencia, qué mejor manera de quitarse los prejuicios que con algo de cerveza. Eligió la que aún estaba fría, la abrió sin temor alguno y echó unos sonoros sorbos a los ojos de Liam. Se apartó el mechón de pelo que se revelaba por su frente, sentándose en la cama, recogiendo su faldita con la mano derecha, subiendo, subiendo y subiendo por los muslos lechosos… su faldita era la única prenda que llevaba más allá de las pulseras, y con un par de golpes sobre el muslo llamó a Liam;
– Ven, ven aquí…
Abrió sus piernas, viendo cómo Liam acercaba el hocico para oler su sexo, Alicia dejó la latita en el suelo para recostarse, con los pechos sobre la cama, y estirando uno de sus brazos, acertó el PLAY del equipo que estaba pegado a la cama… “LEYENDO DISCO”… giró su rostro hacia atrás, viendo cómo sus piernas estaban obscenamente abiertas ante su perro, viendo cómo éste introducía su lengua para enterrarse en los recovecos de su ama… Un relámpago selló todo, un relámpago destruyó el mundo de Alicia para mostrarle uno nuevo, excitante, prohibido, tabú. Sólo faltaba Joey.
I used to be on an endless run. Believe in miracles ‘cause I’m one. A have been blessed with the power to survive.”
La voz de Joey parecía ser el condimento perfecto para rematar la noche. Liam lamía a conciencia, como todo buen perro mientras su ama retorcía sus piernas, llevándose la mano a la boca para no gritar del placer, del tabú, de todo.

En ese momento Alicia era la chica más obscena del mundo, la más “guarra”, su manito fue bajando lentamente por su espalda hasta toparse con su trasero, buscando su ano, buscando seguir dándose placer al ritmo de la voz de Joey, de la lengua eléctrica de Liam… y un relámpago sonó cuando el dedo corazón se introdujo en su culo mientras Liam se recibía su masterado en el cunnilingus. Esa noche, Joey no fue el puto amo.

“Lived like a fool, that’s what I was about, oh. I believe in miracles.”
Se corrió, otro relámpago, otro mundo destruido, se retorció en su cama al tiempo en que Liam se alejaba de su entrepierna algo asustado. Alicia se había topado con un amante que tenía una habilidad extremadamente inusual… y ella lo iba a aprovechar.
– Liam… Liam… por todos los santos… cómo nos vamos a divertir – dijo reponiéndose para coger la latita de cerveza, mirando de reojo a su fiel mascota. Cuatro años… cuatro años. – Sólo faltaría Joey, ¿no? – rió.
* * * * *
A la mañana siguiente aprovechó para buscar todo tipo de información sobre la zoofilia mediante el ordenador de la sala, especificando la búsqueda con su caso. Casi se mató del susto al leer que los perros tenían una especie de bolilla que se agrandaba dentro de la hembra, en ese instante el perro largaría gotitas de semen y no había forma de escaparse de ello ya que ambos seres quedaban”pegados” por unos minutos.
Se imaginó viéndose de cuatro patas mientras Liam le penetraba el culo, mordiéndose los labios a fin de no gritar del dolor que le causaría el bulbo. Poco a poco fue agradándole la idea, leyendo historias, tips… aquel mundo nuevo era terriblemente morboso y con sorpresas en cada esquina.
Ya para el lunes, decidió faltar a las clases. Tenía clara la idea de que esa noche iba a follar con Liam, por ello fue a una tienda para comprar lo que había anotado en su investigación. Guantes para las patas del perro a fin de que no la arañara ni lastimara, la crema para facilitar la penetración anal no la compraría nunca, jamás tendría el valor de pedírselo a cualquier dependienta, de todos modos ya tenía averiguado que algo casero como la manteca sería suficiente. Y por último, cómo podrían faltar los cigarrillos y cerveza, para eso sí tenía valor, una mezcla letal pero que Alicia necesitaba para poder pasar la noche más eléctrica de su vida.
* * * * *
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– ¿Sabes cuántas latas he tomado esta mañana? Me mandan a un exorcista si se enteran… en fin, tú simplemente no te me pongas bravo, Liam… mira que te ves bonito con guantes… oye, ¡no te lo quites con la boca! ¡Basta! Ay, cómo molestas – lo regañó, acuclillándose frente a su mascota – el friki está en el colegio, mamá vendrá antes del mediodía y papá no vuelve sino a la noche… así que sólo estaremos tú y yo… y claro, The Ramones – señaló con la mirada el equipo de sonido – ahora vente aquí, sobre la cama… vamos, vamos…
No quiso despojarse de sus ropas de colegiala, aquello aumentaba el morbo, el hecho de que una chica con ropa de colegio religioso se entregaba a un perro la ponía a mil, la faldita fue recogiéndose por su torso hasta revelarle sus generosas carnes, se puso a cuatro patas, justo con el culo dándole cara a Liam.
Alicia llevó su brazo bajo su panza para poder alcanzar y restregar algo de manteca en los alrededores de su ano, y antes de apartar su mano, sintió la impaciente lengua de su mascota, lamiendo con fuerza justo en la zona que daba entre su coñito y el culo.
– ¡Ahhh, me tomaste… des-des-desprevenida… Liam!
Inmediatamente el perro posó sus patas delanteras en su espalda, para posteriormente “abrazarla”. Alicia miró hacia atrás, apenas pudiendo notar el enorme miembro que colgaba de las piernas del perro. ¿Cómo había llegado hasta ese punto? ¿Cómo una niña bonita terminaría pervirtiéndose con su propia mascota de 28… no, de 4 años? ¿Cómo? Sencillo, ella era la chica más “guarra” del mundo. Sonrió para sí, para luego volver a fijarse en el aparato del perro;
– ¡Joder! – masculló. Cerró los ojos y esperó que la penetrase de un envión… cosa que no pasaría. Apenas sentía cómo la tibia carne del animal rozaba sus muslos, sus nalgas… cuando ella volvió a fijarse, se dio cuenta que Liam no la penetraría sin ayuda, por lo que con paciencia, fue enviando nuevamente su brazo bajo su panza para poder alcanzar el sexo del perro.
Tras varios intentos pudo tomarlo, lo sujetó firme para no soltarlo debido a que Liam hacía movimientos bruscos. Fue justo como una sensación eléctrica el agarrar aquel tremendo pedazo de carne que pronto la penetraría. A duras penas pudo enviar la punta del pene en su ano… y el resto fue historia. El resto fue puro goce animal, contra natura, tabú, “guarrería” pura, todo al ritmo de The Ramones.
Alicia estiró su brazo hacia la mesita, apenas alcanzando en el escritorio su cigarro, sonreía mientras su pequeño cuerpo seguía desbaratando la cama debido a los embates del animal, la sábana se desarreglaba, las almohadas caían al suelo junto a los peluches… pero nada importaba cuando sintió cómo el bulbo se agrandaba dentro de ella, pronto las tibias gotitas de semen le llenaban el esfínter… supo que había alcanzado su fantasía, de cuatro patas, con su uniforme de colegiala, masturbándose con una mano mientras su perro conquistaba su culito por primera vez, exhalando el humo del cigarro al ritmo de los embates caninos, qué excitante unión, casi eléctrica, casi a punto de derrumbar la habitación, de romper huesos y quebrar cabezas al ritmo de aquellas notas con sabores de relámpagos, de cigarros y alcohol.
“I believe in a better world for me and you. Oh, I believe in miracles.”
– A partir de hoy… no te sue-suelto nunca más, Liam… ¡Ahhh! … Hummm… ¿Sabes qué?, creo… creo que ya no me hace falta Joey…
 
(I Relieve in Miracles. The Ramones)
 
– Cigarrillos y Alcohol –
 
 
 
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“COMO DESCUBRÍ MI NATURALEZA DOMINANTE” (POR GOLFO) LIBRO PARA DESCARGAR

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Sinopsis:

Una universitaria se va a vivir a casa de su tía enferma, cuando muere tiene que hacerse cuidado de un bebé sin saber que terminará entre las sábanas del viudo. Junto con él descubrirá su verdadera naturaleza. Mientras con su amado es todo dulzura, con las mujeres se comportará como una estricta dominante

ALTO CONTENIDO ERÓTICO

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

Capítulo 1.

Mi nombre es Elena y soy una estudiante de medicina de veintidós años. Mi vida sería como la de cualquier otra si no llega a ser porque actualmente caliento las sábanas de mi tío. Muchos se podrán ver sorprendidos e incluso escandalizados pero soy feliz amando y deseando a ese hombre.
Si quiero explicaros como llegué a acostarme con el tío Manuel, tengo que retroceder cuatro años cuando llegué a Madrid a estudiar. Habiendo acabado el colegio en mi Valladolid natal, mis padres decidieron que cursara medicina en la Autónoma de Madrid y por eso me vi viviendo en la capital. Aunque iba a residir en un colegio mayor, mi madre me encomendó a su hermana pequeña que vivía también ahí. La tía Susana me tomó bajo su amparo y de esa forma, empecé a frecuentar su casa. Allí fue donde conocí a su marido, un moreno de muy buen ver que además de estar bueno, era uno de los directivos más jóvenes de un gran banco.
Desde un primer momento, comprendí que eran un matrimonio ideal. Guapos y ricos, estaban enamorados uno del otro. Su esposo estaba dedicado en cuerpo y alma a satisfacer a la tía. Nada era poco para ella, mi tío la consentía y mimaba de tal forma que empecé sin darme cuenta a envidiar su relación. Muchas veces desee que llegado el momento, encontrara yo también una pareja que me quisiera con locura.
Para colmo, mi tía Susana era un bellezón por lo que siempre me sentí apocada en su presencia. Dulce y buena, esa mujer me trató con un cariño tal que jamás se me ocurrió que algún día la sustituiría en su cama. Aunque apreciaba en su justa medida a su marido y sabía que destilaba virilidad por todos sus poros, nunca llegué a verlo como era un hombre, siempre lo consideré materia prohibida. Por eso me alegré cuando me enteré de que se había quedado embarazada.
Esa pareja llevaba buscando muchos años el tener hijos y siendo profundamente conservadora, Susana vio en el fruto que crecía en su vientre un regalo de Dios. Por eso cuando en una revisión rutinaria le descubrieron que padecía cáncer, se negó en rotundo a tratárselo porque eso pondría en peligro la viabilidad del feto. Inútilmente la intenté convencer de que ya tendría otras oportunidades de ser madre pero mis palabras cargadas de razón cayeron en saco roto.
Lo único de lo que pude convencerla fue de que me dejara cuidarla en su casa. Al principio se negó también pero con la ayuda de mi tío, al final dio su brazo a torcer. Por esa desgraciada circunstancia me fui a vivir a ese chalet del Viso y eso cambió mi vida. Nunca he vuelto a dejar esas paredes y os confieso que espero nunca tenerlo que hacer.
La tía estaba de cinco meses cuando se enteró y viéndola parecía imposible que estuviera tan mal y que el cáncer le estuviera corroyendo por dentro. Sus pechos que ya eran grandes, se pusieron enormes al entrar en estado y su cara nunca reflejó la enfermedad de forma clara su enfermedad. Al llegar a su casa, me acogió como si fuera su propia hermana y me dio el cuarto de invitados que estaba junto al suyo. Debido a que mi pared pegaba con la suya, fui testigo de las noches de dolor que pasó esa pareja y de cómo Manuel lloraba en silencio la agonía de la que era su vida.
Gracias a mis estudios, casi a diario le tenía que explicar cómo iba evolucionando el cáncer de su amada y aunque las noticias eran cada vez peores, nunca se mostró desánimo y cuanto peor pintaba la cosa, con más cariño cuidaba a su amor. Fue entonces cuando poco a poco me enamoré de ese buen hombre. Aunque fuera mi tío y me llevara quince años, no pude dejar de valorar su dedicación y sin darme cuenta, su presencia se hizo parte esencial en mi vida.
A los ochos meses de embarazo, el cáncer se le había extendido a los pulmones y por eso su médico insistió en adelantar el parto. Todavía recuerdo esa tarde. Mi tía me llamó a su cuarto y con gran entereza, me pidió que le dijera la verdad:
―Si lo adelantamos, ¿Mi hijo correrá peligro?
―No― contesté sin mentir – ya tiene buen peso y es más dañino para él seguir dentro de tu útero por si todo falla.
Indirectamente, le estaba diciendo que su hígado no podía dar más de sí y que en cualquier momento podría colapsar, matando no solo a ella sino a su retoño. Mi franqueza la convenció y cogiéndome de la mano, me soltó:
―Elena. Quiero que me prometas algo….
―Por supuesto, tía― respondí sin saber que quería.
―….si muero, quiero que te ocupes de criar a mi hijo. ¡Debes ser su madre!
Aunque estaba escandalizada por el verdadero significado de sus palabras, no pude contrariarla y se lo prometí. “La pobre debe de estar delirando”, me dije mientras le prestaba ese extraño juramento porque no en vano el niño tendría un padre. Un gemido de dolor me hizo olvidar el asunto y llamando al médico pedí su ayuda. El médico al ver que había empeorado su estado, decidió no esperar más y llamando a una ambulancia, se la llevó al hospital.
De esa forma, tuve que ser yo quien le diera la noticia a su marido:
―Tío, tienes que venir. Estamos en el hospital San Carlos. Van a provocar el parto.
Ni que decir tiene que dejó todo y acudió lo más rápido que pudo a esa clínica. Cuando llegó, su mujer estaba en quirófano y por eso fui testigo de su derrumbe. Completamente deshecho, se hundió en un sillón y sin hacer aspavientos, se puso a llorar como un crio. Al cabo de una hora, uno de los que la trataban nos vino avisar de que el niño había nacido bien y que se tendría que pasar unos días en la incubadora.
Acababa de darnos la buena noticia, cuando mi tío preguntó por su mujer. El medico puso cara de circunstancias y con voz pausada, contestó que la estaban tratando de extirpar el cáncer del hígado. Sus palabras tranquilizaron a Manuel pero no a mí, porque no me cupo ninguna duda de que esa operación solo serviría para alargarle la vida pero no para salvarla.
La noticia del nacimiento de Manolito le alegró y confiado en la salvación de la madre me pidió que le acompañara a ver al crío en el nido. Os juro que viendo su alegría, no fui capaz de decirle la verdad y con el corazón encogido acudí con él a ver al bebé.
En cuanto lo vi, me eché a llorar porque no en vano sabía que ya se le podía considerar huérfano:
“¡Nunca iba a llegar a conocer a su madre!”
En cambio su padre al verlo no pudo reprimir el orgullo y casi a voz en grito, empezó a alabar la fortaleza que mostraba ya en la cuna. Tampoco en esa ocasión me fue posible explicarle el motivo de mi llanto y secándome las lágrimas, sonreí diciendo que estaba de acuerdo.
Como os podréis imaginar cuatro horas después apareció su médico y cogiendo del brazo al marido de la paciente, le explicó que se habían encontrado con que el cáncer se había extendido de forma tal que no había nada que hacer. Mi tío estaba tan destrozado que no pudo preguntar por la esperanza de vida de su mujer, por lo que tuve que ser yo quien lo hiciera.
―Dudo que tenga un mes― contestó el cirujano apesadumbrado.
La noticia le cayó como un jarro de agua fría a su marido y hundiéndose en un doloroso silencio, se quedó callado el resto de la tarde. Os juro que se ya quería a ese hombre, el duelo del que fui testigo me hizo amarlo más. Nunca había visto y estoy segura que nunca veré a nadie que adore de esa forma a su mujer.
La agonía de mi tía Susana iba a ser larga y por eso decidí exponerle a mi tío que durante el tiempo que me necesitara allí me tendría y que por el cuidado de su hijo, no se preocupara porque yo me ocuparía de él.
―Gracias― contestó con la voz tomada― te lo agradezco. Voy a necesitar toda la ayuda posible.
Tras lo cual se encerró en el baño para que no le viera llorar. Esa noche, dormimos los dos en la habitación y a la mañana siguiente, una enfermera nos vino a avisar que Susana quería vernos. Al llegar a la UCI, Manuel volvió a demostrar un coraje digno de encomio porque el hombre que saludó a su mujer, era otro. Frente a ella, no hizo muestra del dolor que sentía e incluso bromeó con ella sobre el próximo verano.
Su esposa, que no era tonta, se dio cuenta de la farsa de su marido pero no dijo nada. En un momento que me quedé con ella a solas, me preguntó:
―¿Cuánto me queda?
―Muy poco― respondí con el corazón encogido.
Fue entonces cuando cogiéndome de la mano me recordó mi promesa diciendo:
―¡Cuida de nuestro hijo! ¡Haz que esté orgullosa de él!
Sin saber que decir, volví a reafirmar mi juramento tras lo cual mi tía sonrió diciendo:
―Manuel sabrá hacerte muy feliz.
La rotundidad de su afirmación y el hecho que el aludido volviera a entrar en la habitación hizo imposible que la contrariara. Mi rechazo no era a la idea de compartir mi vida con ese hombre sino a que conociéndolo nunca nadie podría sustituirla en su corazón.

CAPÍTULO 2

A los dos días, nos dieron al niño. Siendo sano no tenía ningún sentido que estuviera más tiempo en el hospital por lo que tuvimos que llevárnoslo a casa mientras su madre agonizaba en una habitación. Todavía recuerdo esa mañana, Manuel lo cogió en brazos y su cara reflejó la angustia que sentía. Compadeciéndome de él, se lo retiré y con todo el cariño que pude, dije:
―Tío, déjamelo a mí. Tú ocúpate de Susana y no te preocupes, lo cuidaré como si fuera mío hasta que puedas hacerlo.
Indirectamente, le estaba diciendo que yo lo cuidaría hasta que su madre hubiese muerto pero lejos de caer en lo inevitable, ese hombretón me contestó:
―Gracias, cuando salga Susana de esta, también sabrá compensarte.
No quise responderle que nunca saldría y despidiéndome de él, llevé al bebe hasta su casa. Durante el trayecto, pensé en el lio que me había metido pero mirando al bebe y verlo tan indefenso decidí que debía dejar ese tema para el futuro. Acostumbrada a los recién nacidos por las prácticas que había hecho en Pediatría neonatal, no tuve problemas en hacerme con todo lo indispensable para cuidarlo y por eso una hora después, ya cómodamente instalada en el salón, empecé a darle el biberón.
Eso que es tan normal y que toda madre sabe hacer, me resultó imposible porque el chaval no cogía la tetina y desesperada llamé a mi madre. Tal y como me esperaba mientras marcaba, se rió de mí llamándome novata y ante mi insistencia, me preguntó:
―¿Por qué no intentas dárselo con el pecho descubierto?
Al preguntarle el por qué, soltó una carcajada diciendo:
―Tonta, porque al oír tu corazón y sentir tu piel, se tranquilizará.
Su respuesta me convenció y quitándome la camisa, puse su carita contra mi pecho. Ocurrió exactamente como había predicho, en cuanto Manolito sintió mi corazón, se asió como un loco del biberón y empezó a comer. Lo que no me había avisado mi madre, fue que al sentir yo su cara contra mi seno, me indujo a considerarlo ya mío y con una alegría que me invadió por completo, sonreí pensando en que no sería tan desagradable cumplir la promesa dada.
Una vez se había terminado las dos onzas y al ir a cambiarle ocurrió otra cosa que me dejó apabullada. Entretenida colocando el portabebé, no me percaté que había puesto su cabeza contra mi pecho y el enano al sentir uno de mis pezones contra su boca, instintivamente se puso a mamar. El placer físico que sentí fue inmenso (no un orgasmo no penséis mal). La sensación de notar sus labios succionando en busca de una leche inexistente fue tan tierna que de mis ojos brotaron unas lágrimas de dicha que me dejaron confundida.
No sé si obré mal pero lo cierto es que a partir de entonces después de cada toma, dejaba que el bebé se durmiera con mi pezón en su boca.
“Es como darle un chupete”, me decía para convencerme de que no era raro pero lo cierto es que cuanto más mamaba ese crio de mis pechos, mi amor por él se incrementaba y empecé a verlo como hijo mío.
Lo que no fue tan normal y lo reconozco fue que ya a partir del tercer día, me entraran verdaderas ganas de amamantarlo y obviando toda cordura, investigué si había algo que me provocara leche. No tardé en hallar que la Prolactina ayudaba y sin meditar las consecuencias, busqué estimular la producción de leche con ella.
Mientras esto ocurría, mi tía agonizaba y Manuel vivía día y noche en el hospital solo viniendo a casa durante un par de horas para ver al chaval. Dueña absoluta de la casa, nadie fue consciente de que me empezaba a tomar esa medicina. A la semana justa de nacer, fue la primera vez que mi niño bebió la leche de mis pechos y al notarlo, me creí la mujer más feliz del mundo. No sé si fue la medicina, el estímulo de mis pezones o algo psicológico pero la verdad es que mis pechos no solo crecieron sino que se convirtieron en un par de tetas que rivalizaban con los de cualquier ama de cría.
Mi producción fue tal que dejé de darle biberón y solo mamando de mis pechos, Manolito empezó a coger peso y a criarse estupendamente. El primer problema fue a los quince días de nacido que aprovechando que su madre había mejorado momentáneamente, Manuel decidió bautizarle junto a ella. La presencia del padre mientras le vestía y las tres horas que estuvimos en el Hospital, provocaron que mis pechos se inflaran como balones, llegando incluso, a sin necesidad de que el bebé me estimulara, de mis pezones brotara un manantial de leche dejándome perdida la camisa. Sé que mi tío se percató de algo por el modo en que me miró al darse cuenta de los dos manchones que tenía en mi blusa, pero creo que no quiso investigar más cuando ante la pregunta de cómo me había manchado, le contesté que se me había caído café.
La cara con la que se me quedó mirando los pechos, no solo me intranquilizó porque me descubriera sino porque percibí un ramalazo de deseo en ella. Lo cierto es que más excitada de lo que me gustaría reconocer, al llegar a casa di de mamar al que ya consideraba propio y tumbándome en la cama, no pude evitar masturbarme pensando en Manuel.
Al principio fue casi involuntario, mientras recordaba sus ojos fijos en mi escote, dejé caer una mano sobre mis pechos y lentamente me puse a acariciarlos. Mis pezones se pusieron inmediatamente duros y al sentirlos no fui capaz de parar. Como una quinceañera, me desabroché la blusa y pasando mi mano por encima de mi sujetador, empecé a estimularlos mientras con los ojos cerrados soñaba que era mi tío quien los tocaba.
Mi calentura fue en aumento y ya ni siquiera pellizcarlos me fue suficiente y por eso levantándome la falda, comencé a sobar mi pubis mientras seguía imaginado que eran sus dedos los que se acercaban cada vez más a mi sexo. Por mucho que intenté un par de veces dejarlo, no pude y al cabo de cinco minutos, no solo me terminé de desnudar sino que abriendo el cajón de la mesilla, saqué un consolador.
Comportándome como una actriz porno en una escena, lamí ese pene artificial suspirando por que algún fuera el de él y ya completamente lubricado con mi saliva, me lo introduje hasta el fondo mientras me derretía deseando que fuera Manuel el que me hubiese separado las rodillas y me estuviese follando. La lujuria me dominó al imaginar a mi tío entre mis piernas y uniendo un orgasmo con el siguiente no paré hasta que agotada, caí desplomada pero insatisfecha. Cuando me recuperé, cayeron sobre mí los remordimientos de haberme dejado llevar por esos sentimientos mientras el objeto de mis deseos estaba cuidando a la mujer que realmente amaba y por eso no pude evitar echarme a llorar, prometiéndome a mí misma que eso no se volvería a repetir.
Tratando de olvidar lo ocurrido, intenté estudiar algo porque tenía bastante dejadas las materias de mi carrera. Llevaba media hora enfrascada entre los libros cuando escuché el llanto de mi bebe y corriendo fui a ver que le pasaba. Manolito en cuanto le cogí en brazos, buscó mi pezón y olvidándome de todo, sonreí dejando que mamara.
―Voy a ser tu madre aunque tu padre todavía no lo sepa― susurré al oído del niño mientras mi entrepierna se volvía a encharcar.

 

Relato erótico: “La casa en la playa 3.” (POR SAULILLO77)

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verano inolvidable2A partir de entonces, y durante 3 semanas, fue lo mismo, mi madre tratando de compensar la ausencia de Sara en sin-titulonuestros juegos, mientras se dormía a menudo por las pastillas que la metían en la comida, y así mi tía follaba a todas horas cuando Jaime quería, fumaban porros y se dedicaban a buscar momentos para gozar, al principio les espiaba, llegado un punto me cansé, Jaime se ocupaba de describirme a posteriori cada detalle de sus encuentros. Mi tía parecía en una nube, para ella era un juego inocente, por raro que fuera, mientras que Jaime se aprovechaba, la mitad de las noches dormían juntos.

Los demás iban cada uno a sus cosas, llegando al mes de vacaciones ya tenia todos mis trabajos hechos, Sonia tenia un noviete de verano al que se tiraba alguna que otra vez en casa, le costó pasarse por la piedra, por lo menos, a 4 chicos antes de dar con uno de su agrado, era increíblemente escandalosa, pero por lo visto nadie decía nada de aquello, Marta se iba al piso de abajo a dormir en la cama libre cuando Sonia estaba con él, o cuando iba tan borracha que roncaba como un marinero curtido, yo la acompañaba para dormir como hermanos. Mi padre no se enteraba de nada, solo dormía, comía y alguna que otra vez escuchaba como hacia gozar a mi madre, cuando se ponían serios temblaba la casa. Marta era la única que parecía mostrar interés por mí, pero se cansó de querer animarme, y empezó a disfrutar por su cuenta junto a Sonia, con chicos y fiestas. Mi madre se ocupó de que no me faltara diversión en el agua, pero por muy excitante que fuera, era mi madre.

Una de esas mañanas, en que Jame volvía del cuarto de Sara, se me presentó enfurecido.

-JAIME: estoy hasta la polla de tu tía, dios, me estoy cansando de ella…….

-YO: pues déjala….

-JAIME: no digas jilipolleces, no la voy ha dejar…………no sin otro chocho que follarme.

-YO: pero mi tía……

-JAIME: folla bien, pero hasta el mejor plato de comida te cansa si te lo ponen a diario.

-YO: pues búscate alguna jovenzuela……

-JAIME: ya he pensado algo así, pero Sonia está con ese tipo y tú hermana…..- cambio el rictus al verme la cara – ….tranquilízate capullo, tu hermana está buena, pero no creo que sea su tipo.

-YO: más te vale, ella no, por favor – le rogaba.

-JAIME: dios, si no fuera por tu padre me follaba a tu madre………..- sentí una punzada en el corazón.

-YO: ¡ella no, es mi madre!

-JAIME: y la otra tu tía, y ya me he hartado de llenarla de semen, menos mal que se tomó la pastilla, si no ya tendrías un sobrino de camino jajajaja pero es que tu madre…….

-YO: mientras esté mi padre no te atreverás – era casi un alivio.

-JAIME: ni de coña, jajaja ese hombre me acojona, y tu madre es tan dócil que seguro que se lo dice nada más metérsela.

Como suelen decir las desgracias no viene solas, 4 días después una fuerte discusión en el cuarto de mis padres nos llamó la atención de todos, que en el salón esperábamos, escuché bajar a mi padre, y verle con el traje de oficina me dio pánico.

-ROBERTO: lo siento chicos, pero os tengo que dejar, me necesitan en el trabajo.

-YO: NO – mi padre me abrazó, creía que era por que le echaría de menos, y no por que, sin él, Jaime no mantendría las distancias con mi madre.

-ROBERTO: lo siento hijo, pero son cosas de adultos, pórtate bien y cuida de todos.

-MARTA: jope papa, eres increíble, nos obligas a venir aquí, para irte……

-ROBERTO: tu madre ya me ha dejado claro ese punto, lo siento – se fundieron en un abrazo largo, de esos que me daban envidia no recibir por parte de mi padre, pero estaba mirando a Jaime, y como se frotaba las manos.

Mi padre se despidió de todos, vendría a buscarnos cuando termináramos las vacaciones ya que nosotros nos podíamos quedar allí esos 2 meses que faltaban. Al hablar con mi madre se la notaban las lágrimas en los ojos, y una semana entera la pasó triste y llorando cuando creía que nadie la veía. Ni los esfuerzos de Jaime por consolarla la sacaron de su apatía. Pasado ese tiempo mi hermana logró hacerla salir de fiesta con ellas, irían a la macro discoteca, con música moderna y alcohol fuerte, mi madre accedió solo por complacer a mi hermana, Jaime, Sara y yo nos sumamos en tropel.

Al salir y pasear pude deleitarme, mi hermana iba con un vestido de licra azul claro con zonas oscuras a los lados, tan ajustado como corto, y mostrando gran parte de la espalda, sin escote, apenas maquillada y con su pelo bien cuidado. Sonia no pudo evitarlo y salió sin sujetador, una osadía con aquellas tetas, con un vestido amarillo chillón, un escotazo de infarto acabado en el ombligo y vuelo hasta las rodillas, tenia que recolocarse la prenda todo el tiempo para no enseñar más de lo que se pretendía, mucho más maquillada que mi hermana, cuando a mi entender, con un colorete resaltando sus ojos verdes quitaba el hipo a cualquiera. Mi tía eligió un vestido de rallas descocado, enseñando espalda con escote en palabra de honor, tan corto que al andar se le veían las nalgas, ceñido y con una melena rubia bien lisa, con sus gafas de diseño. Todas con tacones y arregladas, una delicia mejor la una que la otra.

Mi madre salió la 1º vez al salón con un vestido amplio y recatado, el abucheo general la hizo sonreír, y volver a vestirse, esta vez con un traje negro de tela elástica, un traje serio y sobrio, pero más actual, sin escote ni enseñando nada, solo un poco de caderas hacían que por la goma del vestido se le subiera la falda por los muslos, con unas botas altas de tacón. Cualquier hombre mataría por esa compañía, y estabamos solo Jaime y yo, con el otro “amigo” de Sonia. Los 3 con camiseta y bermudas, es injusto para todo el esfuerzo que habían hecho ellas por estar preciosas, pero que le vamos ha hacer.

Como esperaba, al llegar, era una macro discoteca hecha en la playa, apenas 4 verjas y una barra hasta arriba de jóvenes, música alta y un calor agobiante, no era el estilo que más podía encajar en mi madre, se pegó a mí, que tampoco era mi hábitat. Mi madre pidió una copa de vino y el camarero se rió en su cara, se tuvo que conformar con un mojito que habían hecho en toneles y del que, menos el ron, parecía que se habían olvidado de poner el resto de ingredientes, incitada por Sara bebió rápido, para cuando mi madre iba por la mitad, Sara ya llevaba 2, Jaime no se separaba mucho de mi madre, pero se cortaba, tenia trabajo con Sara, y Marta le huía como de la peste, que no tardó en estar acompañada por 2 chicos.

Pasaron los minutos y mientras Sara daba un recital con Jaime de vulgaridad al bailar, mi madre y yo estabamos en un lateral charlando y riéndonos, un chico tras otro venían a sacarla a bailar, y ella se negaba cortésmente, sin darse cuenta de que nadie la oía por el volumen de la música.

-CARMEN: vamos a tener que salir a bailar o no me dejaran en paz – me gritó al oído.

-YO: no se me da bien…….si me ven – me miró acariciándome la barbilla con sus dedos.

-CARMEN: míralos como bailan, si es que eso es bailar, ¿crees que les importa algo como te muevas?

El argumentó era irrefutable, así que, como si tuviera 8 años, mi madre me sacó a bailar, y para mi sorpresa se movía alegre y resulta, era raro por que la música electrónica no casaba con sus gestos de baile clásicos, ¿pero que baile logra casar con un “chunda, chunda”?, así que la seguía con cierto ánimo, hasta que Jaime apreció en escena y me tiró a Sara encima para cambiar de parejas, Sara iba borracha, y no poco, apenas se tenia en pie y tuve que bajarla el vestido para no ir enseñando un tanga fino de seda, se movía aletargada pero pasándome el culo por el miembro, y llevándome las manos a su cadera y su vientre.

Estaba perdido buscando a mi madre, Jaime la estaba animando más de lo que yo pude, y empezó a sonreír, le trajo otra copa y se la bebió de un trago. A la hora, y otros 3 mojitos, mi madre parecía otra guarra más, buscando con su cadera a Jaime y dejándose sobar, Jaime llevaba media hora con su mano en el culo de mi madre, masajeando y dándola azotes sin parar, pero no contó con los demás hombres del lugar, y uno tras otro empezaron a pedir un baile con ella, y cada uno se atrevía a más que el anterior, una copa, un roce en el brazo, una mano en la cadera, otra en el estomago, hasta que uno la agarró del busto, mi madre sonreía halagada, o ida por la bebida, no sabría que decir. Un mulato musculoso emergió, sin camiseta marcando músculos de ébano, me recordó a Ibaka el jugador de baloncesto aunque no tan alto, la cogió de ambas nalgas y comenzó a golpearla con la pelvis cara a cara, ella acarició con sus manos en sus hombros hasta el pecho de aquel hombre, y le dejó hacer lo que quiso. Terminó mi madre con un pierna cogida en el aire, una mano en el culo y otra cerca del pecho, los gestos eran lentos, largos y amplios, sin separar las caderas, casi parecía que la estuviera follando, su pelo botaba y el mulato la tenía en el aire casi colgando. Los ritmos latinos empezaron, el calor y las bebidas hicieron efecto, donde miraras había chicas siendo igual de acosadas, y un par de parejas teniendo sexo a plena vista. Sara me buscaba con los labios, creo que buscaba a Jaime, pero solo me tenía a mí, estaba tan embriagada que se caía, así que la cogí del culo sin escuchar una sola queja. Sonia estaba encajonada contra su chico siendo manoseada, y Marta no aparecía. Jaime estaba resignado sin mi madre, pero no por ello le faltó una chica bajita y con buen culo, montándole cual caballo al bailar.

Aproveché y metí mi mano entre los muslos de Sara, que reaccionó abriéndose de piernas y dejándome palpar su vulva, caliente y húmeda, me quería susurrar algo pero no salía nada de su boca salvo el olor a ron, a la 4º canción me dio la espalda y me dejó masturbarla apretando la tela del tanga, sentí un escalofrío al tocar sus labios mayores y ella se retorció buscando con su culo mi miembro, como una estaca clavase en su carne. Cogí uno de sus pechos y lo estrujé hasta hacerla gemir para luego darse la vuelta y besarme en el cuello, al alzar la vista Sara no podía ni abrir lo ojos, me buscó con los labios y cedí, la besé, y el agrio alcohol no turbó que sus labios se abrieron para sentir recibir su lengua, mi mano se perdió en su culo apartando el tanga y hurgando en ella, que contestó buscando mi polla y acariciándola por encima de la ropa.

-SARA: eres un cerdo……

-YO: y tú una guarra – me enfadé con ella.

-SARA: ¡Jaime!, no me hables así……- la solté y cayó al suelo, ¡creía que era Jaime!

Busqué a mi madre, encontré a 4 chicas siendo folladas por uno, o varios hombres, cada una, y no a mi madre, me volví loco hasta que la encontré, el mulato la seguía desmenuzando, la tenia en volandas cogida del culo subida a su torso, abierta de piernas con sus tacones mirando al cielo, y con un gesto muy similar al sexo, si el tío estaba tieso estaría rozándose con la prenda intima de mi madre, que se aferraba a su cuello como de una rama, se le había subido el vestido y se le veían unas bragas de encaje preciosas, me acerqué a separarlos, pero no me atreví a hacer nada ante aquel bigardo de piel oscura. Media hora viendo como el mulato casi la folla, pero en un momento mi madre me vio, y se zarandeó hasta llegar a mí.

-CARMEN: dios…….que calor…….estoy ardiendo….- el mulato la siguió.

-MULATO: perdona brother, pero la mujer está conmigo….

-YO: pero………. es que……- me callé cuando la cogió del brazo y se la llevaba, mi madre reía, pero se paró a tiempo.

-CARMEN: no, no……..que es mi hijo……. – volvió a mi, la abracé bajándola la falda y oliendo como apestaba a desvergüenza y sudor.

-YO: ¿estás bien? – el mulato se alejaba con mirada furtiva.

-CAMRNE: si, como nunca…….necesito……..necesito otra copa……..

-YO: ya basta de copas, vamos a casa.

Asintió, si la digo que íbamos a la luna lo hubiera hecho igual, me costó un mundo hacerla caminar, y el último tramo lo hizo a mis espaldas montada a caballito, con las botas en las manos, al llegar a casa la dejé en la cama, pero me pidió que la desnudara, así que le quité el vestido, quedando en bragas y sujetador a juego, la arropé y me quedé dormido a su lado.

A la mañana siguiente estaba despierto con mi madre dormida sobre mi pecho, olía a la fiesta y a hembra, y mi erección era clara. No quería despertarla, parecía sonreír en sueños, un rato después vi a Jaime salir del cuarto de Sara, que de refilón la vi en la cama despatarrada y con agujero en el culo como un melocotón, Jaime se asomó y me pidió que habláramos. Salí en silencio y le vi fumándose un porro en la terraza.

-JAIME: pufffffffff, que nochecita niño……..

-YO: ¿trajiste a Sara a casa?

-JAIME: me trajo ella, me la encontré en el suelo de la disco chupándosela a un tipo, cuando le dije que no era yo, me arrastró hasta aquí, y me ha tenido toda la noche follándola. ¿y tú?

-YO: traje a mi madre, estaba muy mal, un mulato casi se la lleva……….

-JAIME: ya jajaja vaya mostrenco, luego le vi zumbándose a una, la tenia de medio metro el cabrón, pilla a tu madre y la parte en dos.

-YO: pobrecilla, casi no bebe…..

-JAIME: ¿y te la has follado?

-YO: ¿a quien?

-JAIME: a mi tía del pueblo………. ¿a quien coño va a ser?, ¡a tu madre!

-YO: ¡que va!, solo la acosté, y me quedé sopa en su cama.

-JAIME: definitivamente eres imbécil, podrías haberla hecho lo que te diera la gana.

-YO: ella no es así.

-JAIME: mira, está resentida y cachonda perdida, lo sabes como yo, ya la viste ayer de mano en mano, necesita polla, y si no se las das tú, se la voy a dar yo, mejor que un mulato desconocido………

-YO: para, ya estás con Sara, deja a las demás o……..

-JAIME: ¿o que?, ahora no está papaito, eres un payaso que no moverá un dedo aunque le parta el culo a tu madre en tu puta cara, me la voy a follar, y pronto, asúmelo.

Quise hacer tantas codas, pegarle, insultarle, echarle de casa, pero al final, agaché las orejas y me limité ha hacer el desayuno, al subir a buscar a la gente me encontré a mi hermana durmiendo sola con el vestido aún puesto, y a Sara dándose una ducha, Sonia estaba dormida, totalmente desnuda, su amigo no estaba pero se olía que había pasado la noche allí, olía a sudor y sexo. Sonia tenía una teta fuera de las sabanas y de solo verla se me endureció, era bestialmente grande, con un pezón enorme, negro y granulado como una galleta campestre, con todo el largo de su melena caoba rozándole la figura. Abrió un ojo y me vio de pie a su lado.

-SONIA: hola renacuajo, ¿que haces?

-YO: nada…..yo solo venia……el desayuno, ¿quieres algo?

-SONIA: dios……me da vueltas todo, algo que meter en el estómago……por favor – se puso en pie sin importar ir totalmente desnuda, vi como iba rasurada y como se metía en la ducha sin cerrar la puerta.

Bajé a terminar el desayuno, la casa parecía una residencia de universitarios un sábado por la mañana, caras largas, cansadas y sonrisas leves, y como cuenta gotas aparecieron todos, comieron y salieron a la terraza, mi madre fue la última, ya casi al medio día, bajó con una bata de seda, mostrando el sujetador, sin apenas cerrar en una lazada en la cintura, al verme sonrió y se abrazó a mi espalda, devorando media tostada y un zumo.

-YO: ¿como estás?

-CARMEN: bien, uffff algo abrumada, pero me divertí mucho ayer……aunque espero no haberme pasado, no recuerdo volver a casa, solo estar acostada contigo.

-YO: ya….es que….bueno…..estabas muy mareada, y te traje a casa, y me dormí a tu lado……espero no haberte molestado.

-CARMEN: ni mucho menos hijo, eres todo un caballero, si hasta me quitaste el vestido, eres un sol, pero podrías haberme quitado el sostén, es incomodo dormir con él, además agradezco una cama cálida a una solitaria…..…ahora que no está tu padre…….necesito alguien a quien abrazar, me siento un poco sola sin él.

-YO: claro….pero te divertiste, ¿no?

CARMEN: jajaja si, muchas gracias, y tengo un hijo que es un santo – su dulce abrazo me reconfortó, pero Jaime era implacable, no me concedía nada, apareció detrás de mi madre, y la levantó la bata para azotarla el culo.

-JAIME: hola Carmen, ¿como se encuentra? Ayer la vi muy alegre……. – mi madre se giró sonriendo y dejándose caer sobre su pecho.

-CARMEN: uf……..es que hacia mucho que no salía.

-JAIME: pues se mueve de cine, me quedé con ganas de bailar con usted…….- “por que el mulato te la quitó”

-CARMEN: ¿de verdad? no me acuerdo de mucho, pero la próxima te reservo un baile – se puso de puntillas para besarle la mejilla, y Jaime la volvió a azotar.

-JAIME: será un placer.

Mi madre se alejó con un medio salto de alegría hacia la terraza, Jaime se lamía la mano con que golpeó el culo de mi madre, estaba solo con el bañador y me miró con sorna.

-YO: déjala en paz.

-JAIEM: jajaja esto no ha hecho más que empezar.

Salimos a la terraza, estaban todos, sentados en las hamacas o en el césped, con caras de agotamiento y sopor, Jaime se sentó con Sara, que estaba tomando el sol y yo al lado de mi madre, escoltándola.

-MARTA: puf…….no vuelvo a beber en mi vida, ¿que mierda nos dieron ayer?

-SONIA: no lo se, pero no me acuerdo de nada jjajjaa

-SARA: el mojito es malísimo, no veas como sube.

-JAIME: pues yo me lo pase bien…….

-CARMEN: y yo, me gustó mucho, ¿sabéis si van a volver ha hacer alguna de esas fiestas este verano? – la miramos casi todos confundidos.

-MARTA: mamá, esas fiestas son todas las semanas, de jueves a domingo, cada día ……- mi madre soltó una carcajada enorme.

-CARMEN: ¿entonces hoy hay otra?

-SONIA: y mañana, y la semana que viene……más.

-CARMEN: ¿y podemos ir?

-SARA: jajajaja ¿te quedaste con ganas de más, hermana?

-CARMEN: un poco, me sentí bien y me gustaría……

-MARTA: míranos mamá, estamos rotos.

-CARMEN: está bien, descansemos – la tristeza en su cara era clara, pero mi madre nunca discutía con nadie, ella se amoldaba a los demás, Marta me miró, y ambos sabíamos que ella quería ir.

-MARTA: no se, podemos ir……….si quieres……

-JAIME: eso, ¡a romper la noche!

-SARA: estáis locos.

-SONIA: puffffff yo, si vais, me apunto.

-CARMEN: ¡bien, pues esta noche fiesta!…– se puso en pie y abrazó a Marta –…. voy a hacer la comida, tenemos que coger fuerzas…..- salió disparada hacia casa.

-SARA: no sabéis lo que habéis hecho, ahí donde la veis es un peligro en las fiestas….de joven no se perdía una.

-SONIA: por favor………- la condescendencia y su incredulidad eran claras.

-JAIME: entonces vamos todos, ¿no?

-YO: claro – no pensaba dejarla sola visto su comportamiento.

La comida fue copiosa, cuando mi madre estaba feliz se convertía en una cocinitas, nos pasamos gran parte de la tarde durmiendo para cargar las pilas, aunque a las 5 de la tarde ya estabamos todos en pie, en el salón, con ganas de marcha.

-SONIA: ¿y que hacemos hasta las 10 que empiezan?

-JAIME: podemos jugar en la playa.

-SARA: ¡si, que gran idea! – todo lo que hacia, decía o pensaba Jaime, era oro para ella.

-CARMEN: por mi perfecto, siempre que vengamos con tiempo para arreglarnos, quiero ir bien mona.

-MARTA: vale, ¿pero a que jugamos?

-JAIME: de eso nos ocupamos nosotros… – me cogió del hombro –… id a la playa, en un rato vamos.

Me arrastró hasta el supermercado del pueblo, donde compro 4 packs de 24 latas de cervezas, hielo y una baraja de cartas, al llegar a la playa estaban todas esperándonos, todas en biquini, mi madre y Sara con un camisón, Sonia con unos shorts vaqueros desabrochados y una camiseta blanca desgastada encima, Marta en cambio solo iba con la parte de arriba del biquini y una minifalda blanca, Jaime y yo con bañador y camiseta. Pese a preguntarle Jaime no me dijo nada del juego, nos sentamos en circulo dejando la nevera cerca, hasta arriba de hielos y latas.

-JAIME: bien, esto va así, repartimos 1 carta a cada persona, quien tenga la de menor valor, tiene que pagar bebiéndose de un tirón una lata de cerveza, y luego puede elegir verdad, atrevimiento o una prenda.

-SARA: ¡jajaja que divertido!.

-MARTA: ¡que cabrón!, podrías haber avisado…….- se habría puesto más ropa de saberlo, su biquini era una obra de ingeniería que contenía sus senos de forma perfecta.

-SONIA: no me voy a despelotar…..

-JAIME: eso es solo si pierdes, además puedes elegir, pero tenemos que jugar bien, tienes que elegir que quieres antes de que se te diga nada, pagas prenda y te libras, pero si eliges atrevimiento, no te puedes negar a lo que digamos, y si es verdad, tienes que ser sincera.

-CARMEN: ¡por mi bien!

-YO: esto…….- me dio una palmada que me dejó mudo, el resto asintió.

-JAIME: comencemos – repartió cartas y perdió Jaime, que cogió un lata del revoltijo de hielos en la nevera portátil y se la bebió de un trago – ahora decido, y elijo verdad.

-SARA: ¿y que te preguntamos?

-MARTA: ya sé, ¿fumas marihuana?

-JAIME: si, y mucha jajaja – el resto se lamentó, era algo casi de dominio publico, volvió a repartir, y perdió Sonia, que se bebió una lata sin pestañear.

-SONIA: elijo atrevimiento.

-YO: puedo….

-JAIME: quiero que te bañes en el mar tal como estás – Sonia le miró confusa, y ante la apatía del resto, lo hizo, regresó calada marcando sus enormes tetas bajo la camiseta y los pezones duros. Otra mano y perdí yo, no bebo, pero cumplí mi parte con la cerveza.

-YO: elijo…– con Jaime allí tenia que tener cuidado – ….atrevimiento.

-CARMEN: pobre mío……

-MARTA: ¿y si nos haces el baile del pato que hacías de pequeño? – me salvó la vida por que el brillo en los ojos de Jaime me heló la sangre, me sentía ridículo pero menos de lo que podría parecer, de golpe era un pato de unos dibujos animados que veía de crío, moviéndome y haciendo ruidos, empezaron a reírse y todo se volvió fugaz.

Una mano tras otra iban cayendo las cervezas, todos bebieron y jugaron, cosas bobas y tontas, pero nos divertíamos, casi parecía que aquello no era nada más que una familia feliz, hasta que la cerveza empezó a hacer su efecto, Sara estaba melosa con Jaime, Sonia tenia hipo y se trababa al hablar, Marta iba con un globo de alegría enorme y mi madre parecía exultante.

-JAIME: bien, pierde Marta, así que bebe.

-MARTA: puf….como sube esto…..- de 2 tragos cayó su 8º lata – elijo….atrevimiento.

-JAIME: bien, pues…..- a esas alturas se había erigido director del juego, se hacia su voluntad – …quiero que te des el lote con Sonia, y con lengua…….- mi madre soltó un bufido y Sara aplaudió.

-MARTA: yo……..no…….

-SONIA: vega tonta, ven aquí…..- la cogió de la cara y vi como se besaban, 2 o 3 cortos hasta que Sonia abrió la boca y le metió la lengua hasta la laringe, Marta la siguió, y pasados unos minutos se separaron, con las mejillas rojas y una sonrisa cómplice.

-JAIME: otra mano… – perdió él y tras beber se quitó la camiseta – ….empieza a hacer calor aquí – otra mano y perdió Sara.

-SARA: verdad – mientras bebía.

-JAIME: ¿has follado en la última semana?, y si es así, ¿te ha gustado? – casi se le sale la cerveza por la nariz.

-CARMEN: ¡que grosero jajjajaa!

-SARA: pues mira, si, me follo a un chico y me deja destrozada cada vez – una sonora risa salió de todos, que se olían que era Jaime, que la besó en el hombro y la azotó en el culo, había empezado su show. Otra mano y perdió mi madre, que se quitó el camisón viendo como se ponía el juego, iba con un biquini rojo tan pequeño que se le salían los pezones.

-JAIME: bufffffff Carmen, está usted buenísima.

-CARMEN: muchas gracias cielo – otra mano y perdió Sonia, que eligió atrevimiento.

-JAIME: vete delante de aquel tipo de allí, y enséñale las tetas – Sonia miró a un hombre paseando a un perro, apuró la cerveza y se fue a él, mostrándole las tetas levantando la camiseta empapada, sacándoselas del biquini y jugueteando con ellas, al volver un aplauso la esperaba. Otra mano, perdió Jaime, que eligió verdad, traté de desenmascararle.

-YO: ¿te gustaría tener sexo con alguna de las presentes? – pretendía que se viera pillado.

-JAIME: ¡con todas y cada una de ellas!, tendría que ser imbécil para no desear a ninguna – en vez de caer en la trampa sacó un suspiro de todas. Otra mano, perdí yo, y elegí prenda, quitándome la camiseta, Jaime me miraba desando pillarme.

-CARMEN: ¡que divertido! – otra mano, perdió mi madre, que eligió atrevimiento.

-JAIME: ya que le gusta bailar, háganos un baile erótico, aquí en medio – mi madre su puso en pie y sin dar quejas se movió, Jaime puso música en su móvil y la aplaudía mientras mi madre movía el culo como una stripper, todos reían y yo me ponía como una piedra viendo como mi madre se puso a 4 patas y se retorcía como una profesional.

-CARMEN: ¡ya está! – al sentarse estaba roja, acalorada y sudando, ruborizada por los aplausos y risas. Otra mano, perdí yo, que tras otra cerveza no podía pensar, verdad elegí.

-JAIME: ¿te la ha puesto dura tu madre?

-YO: esto….yo……….no.

-JAIME: ponte en pie……- me vi pillado, al hacerlo mi erección era clara – ¡MENTIROSO!, por mentir otra cerveza.

-CARMEN: no hagas trampas, hijo – ¿acaso pretendía que lo admitiera?, mi hermana estaba colorada de vergüenza y Sonia se había fijado en mi abultado paquete. Otra mano, perdió Sara.

-SARA: puf……tal como está esto……me quito prenda – ya estaba solo con el biquini y se soltó la parte de arriba, dejándolo a un lado y regalando la visión de sus tetas, no es que no las tuviera vistas, pero de cerca eran casi perfectas, con unos pezones rosados y marcas de dientes de Jaime.

MARTA: jajajaja ¡pero tía!

-SARA: que mire quien quiera, reparte – otras 3 manos perdías seguidas por Sonia, que llevada por la competitividad, y 3 cervezas del tirón, se quitó la camiseta, luego los shorts, y después la parte de arriba del biquini, provocó que Jaime y yo soltamos una exclamación similar, sus pechos eran grandes y protuberantes con sus pezones enormes y oscurecidos, apenas cayeron aunque el peso era considerable.

-SONIA: a esto te gano Sara ………jajajja – de golpe entendí que se habían picado en un momento dado, no sabia cual, quizá cuando Jaime se dio el lote con Sonia en una partida anterior. Otra mano, esta vez perdió mi madre, que eligió verdad.

-JAIME: ¿le ha puesto los cuernos a su marido alguna vez?

-CARMEN: jajajaja pues…………no…..técnicamente – Marta y yo nos miramos.

-JAIME: ¿como que ………técnicamente?

-CARMEN: a ver….mi marido no lo sabe, así que no se lo digáis, pero una vez el chico que traía la compra pasó a ayudarme a colocar las cosas, me había pillado saliendo de la ducha e iba solo con una toalla anudada, y en un momento se me echó encima y nos besamos, me quedé quieta mientras su mano acariciaba mis piernas por debajo de la toalla, que se me escurrió dejando mis pechos al aire, el tipo los lamió mientras le rogaba que parara, gracias a dios me hizo caso y me dejó acalorada, si no para lo mismo me toma allí mismo…….pero no pasó nada, me despedí con cordialidad, pero fue raro.

-JAIME: eso no cuenta mujer, digo si se ha follado a alguien que no sea su marido.

-CARMEN: ¡ah….no!, y ni falta con la polla que gasta jajajajjja…..- la bebida empezaba a afectarnos a todos, la anécdota seria el mayor secreto de mi madre, y aquel comentario sobre el miembro de mi padre sacó a Marta de sitio, se quería enterrar bajo la arena –… no te pongas así hija, es mi marido, y sin él tengo que decir que le hecho de menos…….

-JAIME: jajaja seguimos – ya tenia la información que quería, mi madre estaba deseando ser follada, mi padre estaba lejos y Carmen no se oponía mucho a ser tomada, según su historia. Otra mano y perdió Jaime, sin más se sacó el bañador y se dejó el rabo colgando medio tieso.

-CARMEN: ¡pero Jaime! jajajajajaja

-MARTA: ¡por dios, tápate……!

-JAIME: son las reglas…..- otra mano y perdió mi madre, que se quitó la parte de arriba, sus pechos ya los tenia vistos, pero no Jaime, que se los quedó mirando – …siento si la incomodo, pero reitero, está usted tremenda.

-CARMEN: ya veo….- miraba de reojo la polla creciendo de Jaime. Otra mano y perdió Marta, eligió verdad.

-JAIME: ¿te has acostado con alguien estas vacaciones?

-MARTA: pues no, imbécil…- furiosa no era la palabra, la pregunta la incomodó más que ver el rabo de Jaime o ver a las demás con las tetas al aire.

-JAIME: recuerda que tienes que decir la verdad……

-MARTA: ¡y la he dicho!

-CARMEN: venga, otra mano – esta vez perdió Sonia, que eligió atrevimiento.

-JAIME: quiero comerme tus tetas.

-MARTA: no.

-SARA: ni de coña……- fue suficiente para picar el orgullo de Sonia.

-SONIA: decido yo – se puso en pie y se dejó caer sobre Jaime, que se recostó de cara a ella, iba masajeando y lamiendo los pezones de Sonia, que a su vez se abría de piernas para dejar sobresalir su miembro erecto, seguimos jugando unas partidas más en que no participaron, se estaba dando un festín de ubres, al regresar la cara de Sara era de celos, y la de Sonia de suficiencia, pero ruborizada.

-JAIME: seguimos – otra mano y perdió Marta, que viendo el percal se quitó el biquini de arriba, no pude evitar acomodarme el miembro ante la visión de sus senos, eran como los de mi madre, pero más redondos y subidos, como debió tenerlos Carmen a su edad, con unos pezones heredados diminutos, pero rosas y erectos apuntando al cielo.

-CARMEN: ¡hija, estás como un tren!

-MARTA: calla y sigamos – otra mano, la cerveza corría perdieras o no, mi madre palmó y se quitó la parte de abajo del biquini, estaba ida, el coño de mi madre era fino y elegante, como ella, con una ligera línea de bello cuidado.

-CARMEN: ¡a la mierda!

-JAIME: jajaajajaja – otra mano, apenas quedaba luz y se terminaba la cerveza, Sara perdió, atrevimiento.

-CARMEN: ¿puedo elegir yo?

-JAIME: claro.

-CARMEN: quiero que mi hermanita le de un buen beso de tornillo a mi hijo – eso seria inconcebible en circunstancias normales, pero el globo de cerveza hacia posible todo, Sara se puso en pie y se tumbó a mi lado, caí sobre ella, Sara dedicó una mirada traviesa a Jaime, para luego dejarme besarla, me cogió la nuca y me apretó tan fuerte que su lengua casi me ahoga, nos pasamos 4 manos luchando por invadir la boca del otro “gracias mamá”

-JAIME: bien, últimas manos – casi sin luz y solos, solo yo y Marta conservábamos ropa puesta abajo, el resto estaba desnudo, y por lo tanto, sin posibilidad de escapar, perdió Jaime, atrevimiento.

-SARA: ¡quiero que me comas el coño! – Marta escupió cerveza con babas en una carcajada y Jaime se apresuró a abrirla de piernas y comerle el coño recién rasurado antes de que nadie objetara, Sara le cogió del cabello mientras miraba fijamente a Sonia, gemía de placer, nos quedamos todos mirando y al final Jaime la metía varios dedos, no era una sorpresa, casi todos se olían que Jaime se follaba a Sara a estas alturas, y sin mi padre, no tenían mucho cuidado a la hora de follar en casa, independientemente de quien estuviera, se les escuchaba gritar durante varias horas.

-CARMEN: ¡ya basta, que tensemos que terminar! – señaló el reloj de pulsera, su única prenda.

-SARA: así se juega…- Sonia la miraba rivalizando, mientras Jaime lamía un par de veces su clítoris inflado. Otra mano, predio mi madre y me temí cualquier locura.

-JAIME: pufffff ya solo quedan 2 cervezas, bébase la suya – le costó agarrar la lata y beberla.

CARMEN:………… verdad.

-JAIME: ¿estás cachonda o salida ahora?

-CARMEN: puf…….como el pico de una plancha – la última mano, perdió Sara, que estúpidamente eligió atrevimiento, Jaime miró a todas, y sonrió.

-JAIME: quiero follármela aquí, delante de todos.

-CARMEN: no, aquí no, en casa…..- aquel comentario me hubiera vuelto loco si no llevara 12 cervezas encima, y era el que menos bebió.

-JAIME: aquí y ahora, no puede negarse.

-MARTA: pero…puf………..es que….- no hubo tiempo, Sara se tumbó boca arriba y se abrió de piernas, lamiéndose unos dedos y preparándose el coño a conciencia, Jaime la penetró con tanta facilidad que se notó que no era la 1º vez, y se besaron mientras todos veíamos como se la follaba.

-SARA: ¡ohhhh dios……..fóllame…….si……….dios! — no le rodeó con las piernas como solía, supongo que abrumada de cerveza, simplemente las dejó colgadas en el aire bien abiertas, mientras se pellizcaba un pezón y se frotaba el clítoris.

Todos les rodeamos, y con mayor o menor disimulo, disfrutamos de aquello, Jaime se dio la vuelta boca arriba y Sara le montó de cara a 4 patas, el plano desde atrás era brutal, verlo tras un cristal a oscuras no era lo mismo que aquel espectáculo, Jaime la cogió del culo azotándola, cada golpe provocaba un suspiro en mi madre, y empezó a penetrarla tan fuerte y tan rápido que parecían profesionales, Sonia no aguanto más y se sentó a masturbarse, aquella imagen me partió en dos, tiró a Marta al suelo y la hizo lamerla las tetas, le costó convencerla, pero Jaime se estaba gustando y provocó una ola de lujuria que llegó hasta mi, mi madre me bajó el bañador.

-CARMEN: vamos, hijo, que te va a dar algo, llevas con esto duro 1 hora – había estado pendiente de ello.

-YO: es que, yo………- me la cogió entre sus manos, casi la admiraba.

-CARMEN: es tan ancha como la de tu padre, pero creo que más larga, aunque quizá solo sea que tienes menos bello – y me empezó a hacer una paja que me dejó helado.

La imagen debía de ser un escándalo, Jaime bombeando a Sara, cuyos lamentos se oían por toda la playa, Sonia metiéndose 2 dedos en el coño mientras Marta la dejaba los pezones duros como rocas con los dedos y sus labios, y mi madre masturbándome con brío, totalmente desnudos todos menos mi hermana, que solo levaba las bragas del bañador. Pasados unos minutos llegó la visión de mi hermana a 4 patas comiéndose aquellas ubres y su culo en pompa viendo sus propios dedos abultar por dentro de la parte de abajo del bañador, eso me hizo correrme en el vientre de mi madre, que del esfuerzo cayó al suelo. Sonia me siguió rompiendo a gritar, y Sara terminó haciendo el puente boca arriba siendo perforada por el culo, Jaime la azotó hasta ponerla los ojos en blanco y seguir dándola por detrás mientras la estrujaba los pezones. Pasados 10 minutos de locura Jaime salió de su ano y se la hizo chupar hasta llenarla de semen la boca, la tapó la nariz y la cerró la mandíbula.

-JAIME: traga – Sara hizo gestos negativos, pero poco más resistencia ponía mientras se frotaba el pubis.

-CARMEN: traga mujer, que no sabe mal….- creo que dijo algo así, estaba mareado, la veía de refilón repasar su vientre con los dedos cogiendo mi semilla y llevándosela a la boca.

-JAIME: ¡que tragues! – Sara cerró los ojos, hizo un esfuerzo y tragó repetidamente, la bola de su garganta bajó y al soltarla Jaime, cayó de bruces a la arena.

-SONIA: ¡dios…..como la ha dejado!

-JAIME: jajajaja esto no es nada, solo jugamos, se acercó a Sonia y la puso en pie, la sacudió la arena del culo a manotazos.

-SONIA: por que es una vieja, a mi no me dejas así….

-CARMEN: tenemos que volver, cenar algo para que la cerveza no nos afecte, y prepáranos para la discoteca – Jaime la miró asombrado al ponerse en pie tambaleándose.

-JAIME: claro….. – ahora se fue a por ella, mi madre, de forma clara, se giró y le puso el culo ofrecido esperando su cachete, Jaime sonrío y en vez de azotarla se lo agarró con ambas manos, con firmeza haciendo botar sus nalgas a la vez , para luego pegar el rabo flácido a su culo y rodearla por la cintura –… la noche es joven – y ante la sonrisa boba de mi madre, ahora si, la azotó, pero fue una barbaridad, cogió un arco enorme y la golpeó con su alma, mi madre cayó al suelo, sonó tan fuerte que pareció un obús que cayó del cielo, Jaime siseó al cogerse la mano y mi madre se retorcía en la arena frotándose el culo.

-CARMEN: ¡DIOS, QUE ANIMAL! – tardó 2 minutos en poder recomponerse.

-JAIME: es que vaya culo.

-CARMEN: jajaja que cabrón, me vas a dejar marca para varios días.

-JAIME: me gusta marcar lo mío – le oí susurrar, si era cierto, Sara, mi madre y Sonia, ya eran suyas.

CARMEN: antes de volver, y ya que estamos todos desnudos, ¿un baño a la luz de la luna? La idea le encantó a todos, que torpemente y tropezando nos metimos en el mar, a las 9 de la noche, solos y desnudos, hasta Marta, una vez en el agua, se quitó la parte de abajo.

A Sara Jaime se la volvió a follar en el agua, creo que liberados de esconderse, Sonia y Marta estaban pegadas cuchicheando al ver las tetas de Sara salir y entrar del mar por las embestidas de Jaime. Mi madre casi ni se sostenía, se me pegó como una lapa por no perderse en el mar.

-CARMEN: madre mía, si tu padre se moviera así……

-YO: le oigo hacterte disfrutar.

-CARMEN: bueno…..ahora me deja satisfecha, pero antes……..dios, tu padre de joven era una barbaridad, me dejaba sin aliento durante horas……..Jaime se mueve como lo hacia él.

-YO: mamá, Jaime es un mierda, no quiere nada más que follaros a todas……

-CARMEN: como todos los críos, no pasa nada, es natural.

-YO: pero él….- me besó en la mejilla.

-CARMEN: soy adulta Samuel, puedo manejar esto – su aliento a cerveza y mi mano notando el calor de su nalga magullada decían lo contrario.

-YO: vale mamá.

Cuando Jaime terminó con Sara salimos del agua, nos vestimos, más o menos, el paseo y el aire fresco nos templaron los nervios, cenamos y las chicas desaparecieron en una habitación donde se oía un jaleo enorme de duchas, cambios de ropa y maquillaje. Jaime y yo estabamos sentados abajo, estaba mareado de las cervezas, pero Jaime parecía entero.

-JAIME: jajjjajaja, que fauna, yo me vuelvo loco aquí, no se a quien follarme antes, si a Sonia o a tu madre, no sabia que Sonia tenia ese punto de orgullo jajaja.

-YO: no quiero…….mi madre…..

-JAIME: míralo, si ahora eres un santo, he visto como te ha hecho una paja, está tan necesitada de sexo como todas, ya has visto como se han puesto al vernos a Sara y a mi.

-YO: la bebida……

-JAIME: ayuda……pero los instintos son reales, anda, date una ducha y despéjate, puede que te necesite para que me ayudes a abrir de piernas a tu madre.

-YO: no lo haré – se sentó cerca y me abofeteó.

-JAIME: escucha niñato, me vas ayudar o te vas a pasar lo que queda de verano encerrado en tu cuarto mientras yo hago dios sabe que con ellas, me voy a follar a todas, a tu madre, a Sonia y ya encontraré la manera de tirarme a tu hermana – al decirlo me puse en pie, y él detrás, me encaró, era ridículo, le sacaba 16 kilos y media cabeza, pero al levantar la mano me achanté.

-YO: no me pegues……..

-JAIME: ¿me vas a ayudar o no? – al no contestar me pegó otra vez, y otra, hasta que era una bola en el suelo.

-YO: ¡vale! , lo haré……- dejó de pegarme y me ayudó a ponerme en pie.

-JAIME: así me gusta, ahora dúchate, y vístete bien.

Le odiaba, no sabéis cuanto, pero me tenia entre la espalda y la pared, si no obedecía haría lo que quisiera sin mi vigilancia, pero conmigo tampoco es que pudiera pararlo, las tenia a todas comiendo de su mano, el show de la playa lo había dejado claro, y si alguna no pensaba en él de esa manera, tras verle reventar a Sara en vivo, seguro que hasta a mi hermana se le pasaba por la cabeza ser penetrada por él.

 

Relato erótico:Mi tío me entrega para mi placer a una sumisa.(POR GOLFO)

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 DE LOCA A LOCA PORTADA2
Segunda parte de Sustituí a su esposa en la cama de mi tío.
 
 
Sin-t-C3-ADtulo1Para los que no se hayan leído el primer capítulo, mi historia es un poco complicada. Me llamo Elena, estudio tercero de Medicina y soy la mujer con la que mi tío comparte su cama.
No penséis mal de Manuel, no creáis que es un degenerado que abusó de mí. Todo lo contrario, es el hombre más maravilloso del mundo que mientras su mujer estaba viva nunca le fue infiel ni siquiera con el pensamiento. Y si actualmente estamos juntos, se debe a que fui yo quien lo sedujo.
Para mí, mi tío es mi marido y su niño, no es mi primo sino mi hijo, porque al igual que ya viudo me metí en el lecho de su padre, desde que nació Manolito, he sido yo su madre.
Como comprenderéis nuestra relación no había sido fácil, porque él no había dejado nunca de echar de menos a su esposa y yo me había tenido que comer mis celos de la difunta porque si Manuel se enterara algún día, nunca lo hubiese entendido.
Por otra parte, estaba mi madre. Que si bien en un principio había confiado en mí y en el viudo de su hermana,  ya no lo tenía claro y andaba con la mosca detrás de la oreja. Aunque aceptaba e incluso ella misma había sido la culpable de que viviera con él durante el periodo universitario, no comprendía el motivo por el que también le acompañaba de vacaciones.
-Mamá, no puedo dejar solo a Manolito, me necesita- respondía cada vez que insistía.
Por supuesto, nunca le dije que cuando llegaba Manuel a casa, le recibía casi desnuda y él invariablemente me poseía en mitad del salón o dado el caso que me encontrara cocinando, contra la lavadora. Nos daba igual donde. Al vernos, nuestras hormonas entraban en acción y tanto él como yo, nos veíamos lanzados a renovar de manera brutal esos votos que nos prometimos una noche de madrugada.
Nuestra sexualidad era tal que, para nosotros, siempre estábamos experimentando cosas nuevas. Nuestro mayor placer era descubrir una nueva postura con la que dar rienda a nuestro amor y cuando ya habíamos agotado las diferentes variedades del Kamasutra, decidimos buscar en los sitios más insospechados el morbo con el que seguir afianzando nuestra relación. Lo que nunca supuse fue que encontraríamos el aliciente definitivo para quitarnos nuestras máscaras un día en que, por motivos de estudios, vino a casa una amiga de la universidad.
María, se llamaba la muy zorra y de virgen solo tenía el nombre porque como os comentaré era una puta desorejada que en cuanto vio a mi Manuel lo quiso para ella. Por el aquel entonces, la consideraba únicamente una amiga mas y aunque sabía que vivía con mi tío, nunca le conté que era mi hombre.
Llevábamos  encerradas estudiando desde la mañana, cuando cerca de las nueve de la noche, llegó Manuel a saludarnos. María, al verlo se quedó pálida y por eso nada más cerrar la puerta, me soltó entusiasmada:
-¡Qué bueno está! ¿Ese es tu tío?- y sin prever mi reacción, exclamó: -¡Le echaba un polvo!
Os juro que me encabronó su confesión y tratando de calmarme, le pedí que siguiéramos estudiando, pero ella insistiendo, me dijo:
-¿Sabes si tiene novia?
-No tiene- respondí enfadada sin mentir porque yo no me consideraba su novia sino su mujer.
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Mi media verdad le dio ánimos y dejándome con la palabra en la boca, desapareció de la habitación aludiendo a que tenía que ir al baño. Aunque lo dudéis, la creí pero al cabo de cuarto de hora de no volver, fui a ver que le pasaba. Al llegar a la cocina, me la encontré tonteando con mi tío y quise matarla:
“Zorra, Puta, furcia, fulana, pendón, pelandusca, mujerzuela”
Todos los apelativos a su clase pasaron por mi mente pero cómo no podía montar un escándalo y que se enterara de nuestra relación, tuve que quedarme callada y con una sonrisa, reclamarle que me había dejado sola. Tras pedirme perdón, mintió diciendo que se había acercado por un vaso de agua pero que se había quedado hablando con Manuel.
Mi tío que, además de ser mi marido no oficial, me conocía plenamente, supo que estaba celosa y siguiéndole el juego a esa guarra me dijo que, ya que tenía la cena lista, dejáramos de estudiar y descansáramos un poco. Traté de balbucear una excusa pero poniendo tres platos, nos invitó a sentarnos. Maria, sin llegarse a creer su suerte se  sentó a su lado y por eso me tuve que conformar con sentarme enfrente.
“Será perra” mascullé entre dientes al observar a esa muchacha coqueteando con mi hombre.
Con todo el descaro del mundo, la morena babeaba riéndole las gracias. Su acoso era tan evidente que Manuel me guiñó un ojo al ver a mi compañera reacomodándose las tetas para que el tamaño de sus pechos pareciera aún mayor. Os juro que no sé qué me cabreó  más, María al comportarse como una puta barata o  mi tío, que disfrutando de mi cabreo, la alentaba riéndole las gracias.
En un momento dado, me encontré a ese putón manoseándole por debajo de la mesa. Aunque Manuel solo era un sujeto pasivo de sus lisonjas, me resultó evidente que el jueguecito le estaba empezando a gustar al ver el brillo de sus ojos.
Hecha una furia, me senté en mi silla mientras le fulminaba con los ojos. Fue entonces cuando provocándome a las claras, le informó a mi amiga de que se había manchado de salsa su blusa.  María que no se había dado cuenta de la mancha, preguntó mientras se miraba la camisa:
-¿Dónde?
El cabrón de mi tío poniendo cara de bueno, le señaló el pecho. Aunque el lamparón  era enorme, la muy puta le dijo que no lo veía. Muerto de risa, Manuel llevó sus dedos al manchón y aprovechado que estaba al lado de uno de sus pezones, lo pellizcó suavemente.   La zorra de mi amiga no pudo evitar pegar un gemido al sentir esa dulce caricia y pidiendo perdón, se levantó a limpiarse la blusa. Reconozco que estuve a punto de saltarle al cuello pero mirándome a los ojos, mi tío me prohibió que lo hiciera.
Esperé a que mi compañera saliera del comedor para echarle en cara su comportamiento pero entonces Manuel acercándose a mí, me besó mientras me decía:
-¡Vamos a jugar un poco con esta incauta!
Sé que debí negarme a colaborar pero su promesa de que luego me haría el amor así como el leve toqueteo de su mano en mi entrepierna, consiguieron hacerme olvidar mis reparos y con mi cuerpo en ebullición, esperé a que volviera.
Al volver del baño, María nos informó involuntariamente de que estaba cachonda. Debajo de su blusa, dos pequeños bultos la traicionaban dejando claro que su dueña se había visto afectada por ese pellizco. Si bien había sido algo robado y no pedido, dejó claro nada más sentarse de que no le había resultado desagradable porque no solo pegó su silla a la de mi tío sino que olvidándose de mí, llevó su mano a las piernas de Manuel.
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Curiosamente, si antes me había enfadado su acoso, desde que mi hombre me había dicho que quería jugar con ella, sus ataques no hacían más que calentarme y sin creerme mi reacción, sentí que mi coño se encharcaba al comprobar que bajó su pantalón, el pene que también conocía se estaba empezando a poner duro. Tratando de disimular, me concentré en la comida pero confieso que me resultó imposible no echar un ojo a esos dos.
El zorrón de mi amiga que con descaro masturbaba a Manuel por encima del pantalón, se quedó de piedra cuando mi tío se bajó la bragueta y sacando su miembro al exterior le obligó a continuar llevando su mano hasta allí.  Si en un principio, intentó negarse por vergüenza de que los descubriera, al sentir en su palma el tamaño de la herramienta de mi hombre, no pudo dejar de desear cumplir sus órdenes y con sus pezones como escarpias, recomenzó su paja en silencio.
Para entonces, mi sexo estaba anegado y disimulando saqué mi móvil y me puse a hacer fotos bajo el mantel porque una vez se hubiese ido esa zorra, quería verlas con Manuel y así, rememorar lo ocurrido.  Estaba analizando, el sudor que recorría la frente de mi compañera, cuando percibí en sus ojos nuevamente la sorpresa.
“¡Está bruta!” sentencié al percatarme que su desconcierto se debía a que mi tío le había metido su mano en la entrepierna y que la muchacha no se había opuesto.
Comprendí que si permanecía allí,  iba a resultar más difícil que esa puta se dejara llevar por la lujuria y por eso les dije que iba a hacer el café.
-Tardaré cinco minutos- les informé para que María creyera tener la oportunidad de dar rienda suelta a su calentura.
Saliendo del comedor, me escondí tras la puerta para espiarles. Tal y como había previsto, esa puta en cuanto se quedó sola con mi tío dejó de disimular y berreando separó sus rodillas para dar vía libre a las caricias de mi amado. Me sentí incomoda de espiarles, pero en vez de volver no hacerlo, busqué una posición donde observarles sin que me vieran.
Manuel fue consciente de que al otro lado de la puerta les miraba, y profundizando en la calentura de mi amiga, le pidió que le enseñara los pechos. María, creyendo que yo estaba en la cocina, sensualmente se desabrochó la camisa, permitiendo que mi tío disfrutara de sus melones. Mi hombre recorrió con las yemas de sus dedos sus negras areolas y tras aplicarles un duro correctivo con sendos pellizcos, le dijo:
-¿A qué esperas?
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María supo a qué se refería y poniéndose a cumplir sus deseos se arrodilló entre sus piernas. Desde el pasillo, vi como esa zorra se arrodillaba y desabrochándole los pantalones, sacaba de su interior su sexo. No me podía creer lo que estaba viendo, esa dulce mujer que siempre se había hecho la estrecha, estaba introduciéndose centímetro a centímetro toda su extensión en la boca, mientras con sus manos acariciaba el musculoso culo de mi marido. Lo hizo con exasperante lentitud y por eso mi propia almeja ya estaba mojada, cuando sus labios, se toparon con su vientre.

Como si estuviera viendo en vivo un show porno, casi pego un grito mitad celoso y mitad vicioso, cuando comprobé que esa muchacha era una experta en mamadas y que contra la lógica, se había conseguido introducir todo su pene hasta el fondo de su garganta sin sentir arcadas. Para entonces ya me había contagiado de su fervor y mientras volvía agravarles, llevé una mano entre mis muslos y empecé a masturbarme.
Os juro que estuve a punto de correrme cuando una vez había ensalivado la verga de mi amado, esa zorra extrajo su pene de la boca y sonriendo, le pidió permiso para seguir mamándosela.
-Sigue, puta.
Mi amiga no se vio afectada por el insulto y ante mis ojos, cogió su instrumento con sus manos y empezó a pajearlo suavemente mientras se recreaba viendo crecer esa erección entre sus dedos. Tal y como siempre ocurría cuando era yo quien lo hacía, no tardé en admirar que la polla de mi tío estaba en todo su esplendor.
“¡Qué bella es!” no pude más que sentenciar al observar esa polla que tanto placer me había dado.
Para entonces, María había aumentado el ritmo y moviendo su muñeca arriba y abajo, consiguió sacar los primeros jadeos de su momentáneo amante. Los jadeos de Manuel, me impulsaron a coger entre mis dedos mi hinchado clítoris y sin dejar de espiarlos, me puse a calmar mi calentura.
El sonido de la paja a la que estaba sometiendo a mi hombre, me consiguió alterar de tal modo que me vi impelida a meter dos dedos en mi coño en un intento de anticipar mi orgasmo mientras mi amiga se concentraba en comerse esa maravilla de pene que tenía a su disposición.
“¡No puede ser!” exclamé mentalmente al percatarme de lo bruta que me estaba poniendo ver como ese putón se la comía a Manuel.
Incrementando la velocidad en que mis dedos entraban y salían de mi sexo, saqué mi cabeza para observar mejor esa mamada. Mi tío al verme y comprobar el brillo de mis ojos, profundizó mi morbo presionando la cabeza de mi hasta entonces amiga contra su entrepierna.
Fue entonces, cuando tenía la verga completamente inmersa en la garganta de la muchacha cuando me pidió en voz alta, si le dejaba follársela.
-Sí- respondí descubriendo ante mi compañera que había sido testigo de todo.
María, avergonzada, se quedó paralizada e intentó disculpar su actuación pero mi hombre cortó de cuajo su explicación, levantándola del suelo y sin darle tiempo a negarse, se puso a desnudarla mientras yo me acercaba.
Nunca creí que fuera capaz de hacer lo que hice a continuación: Sentándome en una silla, me seguí masturbando mientras Manuel la ponía a cuatro patas sobre la alfombra. La morena, completamente acalorada, dejó que le quitara las bragas. La aceptación por mi parte de su lujuria venció sus reparos y pegando un grito, rogó a mi tío que se la follara. Mi hombre no se hizo de rogar y cogiendo su pene, lo introdujo de un solo golpe hasta el fondo de su vagina.
El chillido que pegó esa morena me convenció de que pocas veces su coño había sido violado con un instrumento parecido al trabuco que mi tío tenía entre sus piernas y tratando de humillarla le solté acercando mi silla:
-¡Comete mi chocho! ¡Puta!
La rapidez con la que esa muchacha se apoderó de mi sexo, me dejó claro que no era la primera vez que disfrutaba de una mujer.  Yo en cambio, era nueva en esas lides y por eso me sorprendió la ternura con la que mi amiga cogió con su boca mi clítoris.
Sin cortarse un pelo, separó los pliegues de mi sexo mientras Manuel seguía machacando otra vez su cuerpo  con su pene.
-¡Dios!- gemí descompuesta al notar que con sus dientes empezaba a mordisquear mi botón.
Manuel al oir mi alarido, incrementó sus incursiones mientras le exigía a nuestro partenaire que buscara mi placer, diciendo:
-Hazle que se corra.
Cumpliendo a pies juntillas sus deseos, la morena introdujo un par de dedos en mi sexo y no satisfecha con ello con su otra mano, me desabrochó la camisa. Una vez había dejado mis senos al aire, se los llevó a la boca consiguiendo sacar de mi garganta un berrido.
-¡Me encanta!- chillé al notar sus labios mamando de mi pezón.
Mis palabras consiguieron incrementar el ritmo de mi amado hasta extremos increíbles y con el sonido de sus huevos rebotando contra el sexo de mi compañera, me corrí sobre la silla. María que hasta entonces se había mantenido a la expectativa al notar mi orgasmo, como histérica le pidió que arreciara en sus ataques. Manuel satisfecho con su entrega, le dio un azote.
-Dale duro- le exigí mientras disfrutaba de los estertores de mi propio placer.
Mi tío obedeciendo mis deseos, le dio una salvaje tunda en su trasero. Las violentas caricias lejos de incomodar a esa zorra, la puso a mil y con un tremendo alarido, le rogó que continuara pero entonces Manuel decidió darme mi lugar y dejándola tirada en mitad del comedor, me cogió entre sus brazos y me llevó hasta nuestra cama.
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Ya estaba saliendo de la habitación, cuando se giró y viendo que la cría seguía postrada en el suelo, le dijo:
-Acompáñanos.
Mi compañera sonrió al poder seguir siendo participe de nuestra lujuria y con genuina alegría nos siguió por el pasillo. Mi tío, nada mas depositarme suavemente sobre el colchón, se dio la vuelta y sentando a María en una esquina de la cama, le soltó:
-Como te habrás dado cuenta, Elena es mi única mujer. Si quieres disfrutar entre nuestras sábanas debes ser aceptar que tu papel será secundario.
Contra toda lógica, mi hasta entonces amiga nos confesó no solo que era bisexual, cosa que ya sabíamos, sino que disfrutaba siendo usada. No comprendí al principio a qué se refería y por eso interviniendo, le pedí que se explicara. Manuel soltó una carcajada al comprender mi inopia y antes de que María revelara su condición, me explicó:
-Es sumisa.
Hasta entonces lo único que sabía de esa práctica venía a través de lo que había leído en algunos relatos pero os reconozco que la perspectiva de tener una a mi disposición, me hizo mojarme e imprimiendo un tono duro a mi voz, le pregunté:
-¿Estás dispuesta a obedecerme?
La muy zorra adoptando la postura de esclava del placer, contestó:
-Sí, ama.
Con la espalda totalmente recta y los pechos erguidos, María esperó mis órdenes. Alucinada, observé que mi compañera de universidad dejaba patente su sumisión con sus rodillas separadas y sus manos apoyadas en los muslos. Buscando verificar su promesa, le pedí que me besara en los pies.
Sabiendo que era una prueba, María no tardó en acercarse a mi cama y con los brazos a su espalda, acercó su boca a mis pies. Os juro que al sentir sus labios en mis dedos, me excité como pocas veces antes y ya imbuida en mi papel, le dije:
-Quiero que me los chupes mientras veo como mi hombre te da por culo.
Ni que decir tiene que esa sucia puta se metió los dedos de mis pies en su boca mientras Manuel satisfacía mi morbo separándole los cachetes. Al hacerlo y meter un dedo en su ojete, descubrió que nunca había sido usado.
-¿Será tu primera vez?- preguntó extrañado.
-Sí. Nunca me lo han hecho- respondió con su voz teñida de miedo y de deseo.
Que esa cría pusiera a nuestra disposición un culo virgen, me hizo compadecerme de ella y por eso le pedí a mi tío que tuviera cuidado pero para su desgracia, Manuel tenía otros planes y sin hacer caso a mi sugerencia, puso su glande en ese estrecho orificio y de un solo empujón lo desvirgó. El estremecedor grito con el recibió su ataque, lejos de perturbarme me enloqueció y cogiéndola de la melena la obligué a comerse nuevamente mi sexo.
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De esa forma, mientras mi hombre cabalgaba sobre su culo, mi primera sumisa se dedicó a satisfacer mi lujuria. Mi orgasmo no tardó en llegar y recreándome en el placer que me daba el tenerla como esclava, mientras mi cuerpo convulsionaba en su boca, exigí a Manuel que siguiera tomándola. Afortunadamente, eran demasiadas las sensaciones acumuladas en él y por eso se corrió rellenando sus intestinos antes que el daño fuera demasiado grave.
María al sentir el semen de mi tío, lloró de alegría al saber que aunque no le había dado tiempo a gozar, no iba a tardar en sentirlo y sin esperar a que se lo dijéramos, se deshizo de su acoso y dándose la vuelta, empezó a limpiar su pene con la lengua:
-¿Qué haces?- preguntó mi tío al ver el modo en que recogía en su boca los restos de su pasión.
-Prepararlo para que satisfaga a mi ama- contestó como si fuera algo aprendido desde niña.
Esa frase me anticipó algo a lo que no tardé en acostumbrarme: Esa cría había decidido que para ella iba a ver jerarquías. En primer lugar estaba yo, su ama y Manuel, aunque era su superior, lo consideraba así porque era el hombre con el que compartía mi lecho.
Soltando una carcajada, la ordené:
-Límpialo bien y luego quiero que chupes mi ojete, porque tengo ganas que Manuel me tome por detrás.
-Así, lo haré- respondió increíblemente alegre.
Abrazando al que consideraba mi marido, susurré en su oído:
-Esta zorra nos va a dar mucho placer.
Muerto de risa, me besó y mientras María se afanaba en cumplir mis deseos, se dedicó a acariciar mi pecho, diciendo:
-¡Dile que se dé prisa! A mí también me urge usar tu culito.
Desde el suelo, mi compañera sonrió al comprender que desde ese día tenía un ama que la haría alcanzar nuevas cuotas de placer.
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Relato erótico: “Para mi chica, promesa cumplida” (POR JAVIET)

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el-elegido2Madrid, Sábado, Junio 2012, Glorieta de Bilbao.

sin-tituloHabíamos quedado para charlar, yo entraba a trabajar de noche y me presentaba a la cita con mi mochila Gris a la espalda, llevaba puesto un pantalón vaquero oscuro y una camiseta deportiva de color azul, recuerdo que llegaba pocos minutos tarde y te llamé por teléfono para avisarte, me dijiste que estabas en la terraza cercana al Café y té, en ese momento cruzaba la avenida y mis ojos te distinguieron, mi vista se deleito con tu figura sentada cien metros antes de llegar a tu lado.

Llegué por detrás de ti, fijándome en cómo te había quedado el corte de tu pelo rubio claro, te lo habían dejado tipo “marine” me lo habías contado por teléfono pero no había llegado a ver hasta ahora, la verdad es que te favorecía bastante pues dejaba al aire esa nuca tan sensible y esas orejitas que tantas veces he besado, mi intención era soplarte en la nuca para darte una sorpresa pero te volviste justo a tiempo para verme, levantándote asombrada de la silla dijiste:

– No me hagas eso, sabes que no me gusta en público.

– Vale cielo, – Pensé ¡ya empezamos mal! pero dije-cálmate solo era una pequeña sorpresa.

– Ya, pero sabes que no me gusta, ¿Qué tal estas?

Me senté a tu lado en la terraza, estabas tomando una coca, pedí al camarero mayor y regordete lo mismo para mí, charlamos de cómo nos iba la vida mientas a nuestro alrededor pasaba la gente, tu y yo enfrascados en una charla bastante amigable después de… ¿cuánto tiempo de no vernos? no lo sé y no quiero recordar malos tiempos, solo sé que lo nuestro falló y nos dimos una pausa, algo que nos permitiese aclarar las neuronas y decidir si queríamos seguir juntos nuestro viaje por esta vida, aunque jamás dejásemos de llamarnos por teléfono.

Estabas guapa “Mi Dulce Susy” tu cara delgada sin las gafas sigue atrayéndome y desearía besarte, pero miro tu ropa y tu figura mientras hablas, vestías una camiseta de tirantes de dos dedos de ancho de color blanco ocultando tus bonitos pechos sin sujetador, en la parte de abajo un pantaloncito vaquero corto, de color azul muy pálido y cerca de ti tu inseparable bolso blanco, enseñabas orgullosa tus firmes piernas aun sin broncear así como tus brazos algo pálidos, ya que en esa época empezaba a hacer calor pero no demasiado para esta ciudad, un fugaz recuerdo de mejores tiempos me pasó por la cabeza recordándote bronceada y muy sexi con solo la marca clara del tanga, pestañee carraspeando para volver a la realidad y concentrarme en lo que decías, pero fue un simple cambio de perspectiva ya que puse mi atención en tus bonitos labios, lo siento nena pero me perdí la mitad de tus frases en mi mundo de recuerdos.

Mientras hablabas recordaba tus besos que acababan en un mordisquito, ¿pensabas que me molestaba? no cielo aquello siempre me hizo pensar que me marcabas como algo tuyo y solo tuyo, yo lo aceptaba como tu marca de propiedad, fue una pena que durante nuestra relación dejáramos tantas cosas sin decirnos.

Tardé unos minutos pero volví a la realidad, ¿recuerdas? un rato después comenzamos a charlar mas animadamente, nos quedamos en aquella terraza casi dos horas y eso si que es sacarle partido a dos coca-colas, entretanto note como te relajabas volviendo más amena la conversación, quería oírte reír de nuevo así que me centré en conseguirlo.

Cuando nos levantamos de la mesa paseamos un poco, yo no entraba hasta las 23:00 y te lo dije, así que podíamos usar la tarde para estar juntos, callejeamos un poco y nos dimos el primer beso, añoraba tus abrazos y tu boca, necesitaba respirar tu perfume, sentir tu calor a través de nuestra ropa, te separaste mirándome y dijiste:

– He de volver a la oficina, quiero darte un regalo por tu santo, pero lo tengo allí.

– Iremos donde quieras, tenemos tiempo de sobra.

Dicho esto nos encaminamos a la oficina donde trabajas, recuerdo que apenas nos cogíamos de la mano pues aprovechaba para mirarte la cintura y tu bonito culo, esa cintura que sabias que me encantaba y lo sigue haciendo, esa línea de piel de un dedo de ancha entre tu pantalón y la camiseta me atraía como un imán, tu cuerpo es firme y tu silueta es delgada pero atlética, tu firme culito me encanta como siempre, desde el primer dia que te vi me gustaste y lo sigues haciendo.

Llegamos al portal de la oficina y mientras abres la puerta, me quedo mirando alrededor buscando donde esperarte, me dices que te acompañe y tras unos instantes de duda lo hago, te me arrimaste mucho en el ascensor y te di un rápido beso pues enseguida llegamos, usando tus llaves entramos en el recibidor y levantaste la voz saludando pero nadie te contestó, me pediste que te siguiera y recorrimos la planta completa hasta llegar a la sala de juntas, allí había un proyector con su pantalla desplegada al fondo y una mesa ovalada de madera, recuerdo que había unas diez sillas y en las paredes algunos cuadros, la habitación era interior y cuando estuve dentro apagaste la luz quedándonos en una medio penumbra.

Te acercaste y me cogiste de la camiseta acercándome a tu cuerpo mientras me besabas en la boca, reaccione a la sorpresa y colabore en el beso mientras nos abrazábamos ajenos al calor de la habitación, al separar nuestras bocas dijiste:

– ¡yo soy tu regalo! Tonto que eres un tonto, te tengo unas ganas…

– Y yo a ti cielo…

Recuerdo que hablamos poco en los siguientes minutos, nuestras manos competían en una carrera por bajarnos los pantalones, me quite la camiseta y la tire sobre unos documentos, levante la tuya agachándome a besar tus pechos comprobando que los pezones seguían tan sensibles como recordaba, tus gemidos resonaban en la habitación mientras con las manos sujetabas mi cabeza contra tu pecho, estabas contra la mesa y te deje caer suavemente hacia atrás quedando tumbada en ella, así que solo te ayude a subir un poco tu firme culete en ella, quedándote con las piernas abiertas ante mi diciendo con voz febril:

– ¡Cómeme el coñito!

¡Dios mío! Como deseaba oírte decir esa frase de nuevo, naturalmente no me hice de rogar y me deje caer de rodillas, poniendo la cara entre tus muslos y sujetándote las piernas con mis manos, no debías tener pensado lo que ocurriría pues no te habías afeitado el chochete, a mi sinceramente no me importó demasiado pues tenía hambre atrasada, lamí abriendo tus labios externos, metí allí mi lengua ansiosamente recorriéndola mientras tu suspirabas, pegue mis labios a tu clítoris y chupe mientras hacía temblar la lengua contra el botoncito, no tardaste mucho en apretarme la cabeza con tus muslos a la vez que agitabas las caderas, note el sabor de tu corrida en mi boca pero solo afloje el ritmo un instante mientras levantaba la cara mirándote.

Desde mi punto de vista veía tu clítoris y tu vientre plano, algo mas allá el ombligo con el piercing y tus pechos de tensos pezones, la respiración aun agitada los hacía parecer dos montes moviéndose y entre ellos, algo más lejos tu rostro mirándome con la boca entreabierta, recuerdo grabado en mi mente, como la luz que entraba por la puerta proyectando luces y sombras sobre tu cuerpo.

Vuelvo a lamerte, estas hecha un lago cariño mío, tu cuerpo se estremece bajo mi lengua hasta que me dices:

– Métemela dentro.

Me incorporo e intento meterte mi verga el tu rajita, pero estoy a media erección por los nervios, la paso por los labios frotándotela y me apartas un poco bajando de la mesa sin decir nada, te la metes en la boca y me chupas, ¡hostia put..! cuanto tiempo sin notar tu boca cariño, recupero la erección enseguida pero sigues unos minutos más, te separo y te vuelves a subir a la mesa sin prisas exhibiéndote un poco, me coloco entre tus piernas y suavemente entro en tu chochete, ¡está caliente! Y se abre a mi paso, noto las paredes mojadas rodeándome mientras inicio el viejo vaivén del mete y saca, siento como me aprietas con tus contracciones vaginales, te acaricio los pechos mientras follamos a media luz, golpeo con mis muslos el borde de la mesa mientras me hundo en tu cuerpo sin pausa, sudamos a la vez que gozamos, es la hostia de excitante pues veo tu cuerpo medio brillar mientras jadeas de placer.

Hago que te incorpores y me abraces levantándote en vilo, durante un minuto estas empalada en mi miembro sin tocar el suelo y abrazada a mí que no paro de mover las caderas, giramos un poco y te desclavas apoyándote en la pared y sacando el culete, me sitúo detrás de ti e inserto de nuevo mi verga en tu coñito desde atrás, mientras te penetro y recupero el ritmo a la vez que te acaricio los pechos, gimes de nuevo acompañándome con tus movimientos, nuestros cuerpos chocan sin parar mientras te follo con ganas y el sonido hace el momento más excitante, te miro y quiero guardarte en mi memoria así entregada, gozando en la media penumbra de este despacho, gozas y jadeas mientras te tiemblan las piernas, siento que te has corrido de nuevo y te sujeto para que no caigas mientras salgo de ti.

Te ayudo a volver a la mesa tumbándote sobre ella, coloco un rollo de planos o carteles ¿qué se yo? bajo tu cuello para que haga de almohada, te miro y estas como siempre preciosa tras correrte, me inclino sobre ti acariciándote las pezones con mi polla contra tu húmeda rajita, leo en tus ojos que me quieres dentro de ti y empujo suavemente diciendo:

– Te quiero susy.

– Yo también. –Dices.

Vuelvo a estar dentro y se repite la sensación de calidez, me aprietas el miembro en tus entrañas según se mueve, el ritmo aumenta pero no te suelto los pechos y mientras agitas las caderas, es un movimiento suave que se va volviendo frenético poco a poco a la vez que acelero hundiéndome en ti, en breve el ritmo y los jadeos se hacen más fuertes, sabes que me voy a correr me conoces de sobra y sabes que ya no voy a aguantar mucho mas, noto tus ojos mirándome pues no te quieres perder mi corrida, mi mano derecha abandona tus pechos y aprieta tu clítoris sin dejar de meterte mi rabo, estas empapada de flujo y sudor mutuo, siento que me corro y te lo digo me pides que siga y me corra, saco el miembro y me doy un par de meneos contra tu clítoris antes de eyacular contra él, gimes y te retuerces mis chorros calientes empapan tu vientre, vuelvo a meterte la verga y doy unos vaivenes de propina mientras te veo gozar.

Cierro los ojos dejándome caer sobre tu cuerpo, respiramos juntos después de mucho tiempo un “te amo” se queda en el aire al ser dicho flojito, ajena a nuestros empapados vientres que se frotan entre espasmos de placer, la física sigue su curso y por tus caderas resbalan hilos de semen, que forman un charquito blanco en la madera de la mesa uniéndose al que baja desde tu chochete por el surco de tus nalgas.

¿Recuerdas “mi Dulce Susy” que nos levantamos y fuimos al servicio a asearnos? recuerda como nos limpiamos con papel higiénico tras lavarnos un poco, salimos de allí un buen rato después abrazados y felices, fuimos a otra terraza y tomamos otras dos coca colas y un par de bocatas, el tuyo de calamares y el mío de panceta, en la mesa de al lado había un invidente con un perro guía, un labrador negro según recuerdo.

También recuerdo que una hora después tuvimos una medio discusión de nuevo, pero afortunadamente aquel enfado tonto se resolvió enseguida, después te acompañe a casa ya más tranquilos y nos despedimos con un beso.

————————————————

A principios de Julio me pediste que escribiera algo de ese encuentro, te dije que lo haría y aquí lo tienes, aunque debes recordar que tu ya has aparecido en otros relatos míos como secundaria, la protagonista de la serie “la asaltacunas” eres ¡TU! físicamente quiero decir, en la descripción del personaje y su carácter fuerte, no en la descripción de sus hechos y sucedidos en los relatos.

Aquella tarde puede que tú echaras un polvo, yo le hice el amor a la mujer que amo.

Un beso.

 

Relato erótico: “Me hicieron más putita en una noche de fetiches” (POR ROCIO)

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Hola queridos lectores de PORNOGRAFO AFICIONADO me llamo Rocío y soy de Uruguay. Tengo 19 y un cuerpo en forma de guitarra que me ha causado varios problemas. Como comenté en mis otros relatos, mi mejor amiga y yo Sin-t-C3-ADtulo19somos las putitas de un grupo de ocho hombres maduros, compañeros de trabajo de mi papá. Yo para evitar que mi padre fuera echado de la empresa donde trabaja, ella para evitar ser denunciada.
Si bien en mis otros relatos he comentado cómo fui deshaciéndome de mis barreras mentales al exponerme a distintos tipos de guarrerías, desde orgías con viejos, tatuajes, perforaciones, zoofilia, lesbianismo y hasta, armada con un arnés, dar por culo a un hombre, la vida no tardaría en revelarme más sorpresas. Pronto sacaría a la luz mi vena dominante y encontraría un cornudo hombre casado dispuesto a ser mi esclavo con el permiso de su esposa. Mi primer beso negro, hacer pajas con mis pies y hasta una lluvia dorada estaban aguardándome en lo que sería otra noche de sexo duro y extremo.
Nuevamente, trataré de ir por partes. Porque antes de dar mis primeros pasos como Ama, aún debía sufrir los embates de ser una esclava a merced de viejos pervertidos.
Tras haber prácticamente violado al señor López con un arnés, sabía que el cabrón se vengaría de mí a la primera oportunidad que tuviera. La noche luego de que lo sometiera, él y sus trajeados compañeros me cercaron nada más yo y mi amiga Andrea ingresamos a su casa.
De manera poco cortés me llevaron de brazos hasta la mesa de la cocina mientras que otros hombres se llevaban a Andy a la sala, mucho más delicadamente he de agregar. Me acostaron boca abajo sobre la mencionada tabla, y antes de que pudiera protestar por la brusquedad con la que era sometida, me esposaron las manos a la espalda y además me cegaron con una pañoleta negra; tenía ya un olor asqueroso de semen reseco por la falta de lavado.
Estaba muerta de miedo y de excitación. Debo confesar que me vestí con faldita y blusa muy cortitas, ceñidas y sugestivas para mostrarles de manera disimulada mi deseo de ser poseída por ellos; visto lo visto, parecía que estaba funcionando.
—Uff, señoressss… ¿por qué las esposas? —me retorcía lentamente para disimular.
—Es para que no vuelvas a arañarme como la última vez, putón. Mi señora ha visto las marcas —creo que era don Adalberto. Es que me suele tratar muy duro y en una ocasión lo rasguñé.
—¡Auuuchhh! —alguien remangó mi faldita por mi cintura y me dio una fuertísima nalgada que resonó por la sala—. Perdóooon, ¿pero no podéis ser más gentiles?
—Vamos a probar con cuatro dedos hoy, marrana —bajó mi braguita hasta la mitad de mis muslos—. Ya va siendo hora de seguir dilatando tu esfínter.
—¡Jo! —alguien me metía mano y hurgaba en mi capuchón para acariciar mi clítoris —. Parece que a alguien le está gustando mucho y está encharcándolo todo, ¿te pone que te traten duro, Rocío?
—¡Uff, no es verdad! —mentí.
—¡Toma cachetadas, cerda!
—¡Auuchh! ¡No hice nada malooo… Ah, ahhh, aaaahhhh!
Casi todas las noches mis amantes me entrenaban la cola para que algún día pudiera albergar pollas y puños por igual. Eso sí, durante esos “entrenamientos” yo solo era follada por dedos. Primero con uno, que con el correr de los días fueron aumentando de cantidad conforme mi culo se hacía, según ellos, más “tragón”. He llegado a soportar en un momento dado hasta cuatro dedos entrando hasta los nudillos, pero con “soportar” me refiero a que me tenían llorando y retorciéndome de dolor sobre la mesa de la cocina hasta desmayarme.

adq6TWZyEsa noche no sería excepción.

—¡Cuatro dedos, miren cómo se lo traga el culo de la hija de Javier!
—¡Qué gracioso es ver cómo contrae sus nalguitas!
—¡Es porque le estoy haciendo ganchitos en el ano! ¡Miren, voy a izarla!
—¡Aaagghhh, bastaaaaa, me voy a morrrriiiiiir!
—Deja de zarandearte, zorrón, que te vas a rajar la cola—escupió rudamente otro—. Venga, traga mi verga.
—¡Mmmfff!… No gracias, ¡paso!
Alguien me agarró del cabello y calló mis gritos con un pollazo hasta la garganta que hizo retorcerme aún más. Con mi boquita siendo follada bestialmente no tenía muchas chances de decirles que me estaba a punto de desmayar del gusto.
—¡Espereeeeen!… —zarandeé mi cabeza para librar mi boca—, ufff, ¡tiempooo, denme tiempoooo!
—¿Quién puta te crees que eres, niñata? —y volvió a clavármela hasta la garganta.
—Un día de estos cargaremos champagne en tu culo y te pasearás de asiento en asiento para darnos de beber, ¡jajaja!
No pude evitarlo más. Con tan duras palabras, mientras sentía el glande empujando mi campanilla y los circulitos que hacían esos dedos dentro de mi culo, arqueé mi espalda y dejé de contenerme para mi vergüenza total. Me corrí fuertísimo, mojé la mesa, y los infelices, lejos de apiadarse de mí, siguieron dándome con todo.
—¡Puta guarra!
—Quién diría que un día veríamos a la hija de Javier correrse como una puerca tan rápido.
Me revolvía como loca sobre la mesa, creo que tiré algún plato que no retiraron. Una vez que el viejo se corrió brutalmente en mi boca, dejaron de meterme dedos en la cola. Ni siquiera habían pasado cinco minutos y ya estaba agotadísima y vencida por el miedo y la excitación, con el semen escurriéndoseme de mi boca y nariz, tratando de recuperarme y soportar el maltrato anal al que me sometieron.
—Miren cómo quedó el culo, ¡por dios!
—Madre mía, fíjense bien, se le ven las tripas…
—Voy a abrirle las nalgas, quiten unas fotos, vamos.
—Ugggh… me dueeleeee… ¡siento que no puede cerraaaar!…
—A callar, o te meteré mi polla y orinaré adentro, cerda.
—¡Me habéis destrozado la cola para siempre, imbéciles!
—¡Exagerada!, el día que te folle con mi puño tal vez te lo destroce, pero por cuatro dedos…
Cegada y apresada como estaba, me arrancaron mi braguita de un tirón y alguien se encargó de quitarme la falda, dejándome solo con mi blusita ceñida. La vista bien podría ser asquerosa o deliciosa para según qué ojos: mi coñito rojo, depilado (aunque ya se sentía ligeramente el vello creciendo), hinchado y caliente pidiendo guerra, y mi culo aún abierto, revelando mi interior y sin muchas ganas de cerrarse.
Como había dicho, tenía ganas secretas de que me hicieran suya, pero lo cierto es que esos viejos me veían como un juguete roto desde que me hicieron tener sexo con los perros de su jefe. No sé si era por estar ovulando, pero me sentía muy necesitaba de afecto; sin novio ni pretendientes en mi vida, necesitaba sentirme deseada y por ello me había vestido más ligeramente para ver si podía obtener un poco de cariño de parte de esos maduros.
Podía oír a Andrea siendo cepillada en la sala; me ponía como una moto, ¿por qué a ella sí le follaban y a mí no? Mientras escuchaba cómo quitaban fotografías de mi vejado ano, arqueé mi espalda para el deleite de ellos y con voz rota emití unos gemidos sensuales; quería que me hicieran su putita como en los viejos tiempos.
—¿Qué pasa? ¡La nena quiere marcha otra vez!
—Señores, lo último en el mundo que quiero hacer es follar con viejos asquerosos como ustedes —mentí—, pero si para que mi papá siga en vuestra empresa tengo que hacerlo, lo haré… así que adelante…
—Ya veo por qué has venido con ropa tan cortita y ceñida. Sinceramente, me da cosas meter mi polla en el mismo agujero por donde la mete un perro… Así que paso.
—¡Yo también paso, lo siento, Rocío! ¡El culo o nada!
—¡Imbéciles!, ¿no les da vergüenza hablarle así a una chica?, hasta esos perros son más caballeros que ustedes…
—¡Pues está todo dicho, Rocío!
Alguien tomó un puñado de mi cabello y levantó mi cabeza para apresar mi cuello con un collar que lo sentí metálico. Intenté protestar y zarandearme pero fue misión imposible. Me levantaron de la mesa y, de un brazo, me llevaron al jardín para encadenarme a un poste en el centro de lugar.
—Traeré a los dos perros, esos tan “caballerosos”, para que te tranquilices.
—¡Bastaaaa, no quiero perros, quiero hombressss!
—¡Ja! ¿Yo te quitaré las esposas, putita, así vas a poder guiar la polla del perro afortunado para que te monte bien.
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Libre de esposas y de pañoletas, me arrodillé y abracé la pierna del primer madurito trajeado que tuve en frente.
—Ufff, perdóoon, me portaré bien, ¿síii? Quiero volver a la sala… ¡Quiero estar con humanos!
Pero no me hicieron caso; encadenaron a los dos bichos al mismo poste y no tardaron los canes en lanzarse a por mí. Los maduros se alejaron riéndose a carcajadas mientras los animales empezaban a lamer mi coño y dilatado culo con ganas.
La verdad es que, calentísima como estaba, me resigné y pensé que no me caería mal montarme de nuevo con uno de esos perros. Total que ya lo había hecho varias veces; ya estaba emputecida. Así que me puse de cuatro y me sostuve fuerte del suelo, empuñando el gramado y poniendo la cola en pompa: el labrador fue más rápido y logró montarse, pero yo quería al dóberman porque folla más duro, así que me zarandeé para que se saliera de encima y viniera el can deseado.
No tenía fundas y podía rasguñarme, pero podría soportar el dolor con tal de recibir carne. Llevé mi mano bajo mi vientre, y tras guiar su caliente polla hasta mi anhelante grutita, yo y mi amado dóberman nos la pasamos entre caderazos violentos por un espacio de no menos de quince minutos. En lo posible, me buscaba el clítoris para acariciarlo.
En medio de mis chillidos de placer, noté con los ojos lacrimosos que alguien entraba al jardín. Quise aclararme la mirada pero repentinamente grité de dolor porque el bicho me dio una arremetida feroz; me la clavó hasta el fondo porque estaba por correrse. Lo sentía, yo ya me había venido en dos ocasiones durante esos quince minutos pero el muy cabrón tenía mucho aguante y seguía dale que te pego. Para colmo, cada embestida suya me sacudía y las tetas me dolían de tanto zarandearse. Tal vez debí haber elegido al labrador:
—¡Cabróoon!… ¡Auuuchhh! ¿Es que no te vas a cansar nuncaaaa?
Imprevistamente escuché un carraspeo femenino: era la señora Marta quien había ingresado al jardín, fumándose un cigarrillo, mirándome con una sonrisita. A ella no parecía molestarle mucho la orgía que estaban montando los hombres en su sala con mi amiga Andrea.
De cuatro patas como estaba, me acerqué a ella para besar sus pies, y aunque me costó llegar hasta allí debido a que el perro me abrazaba fuerte y además estaba trancado en mi grutita, conseguí cumplir mi cometido y lamí con esmero, metiendo lengua entre los dedos de la madura y chupándolos con fruición, sosteniéndome fuerte del gramado para no caer debido a las embestidas del can.
—Hola vaquita —dijo Marta.
—Ufff… Señora Marta…
—¿Desde hace cuánto que estás follando con mi perro, marrana?
—¡Ahhhgg dios!, por favor señora… su perro me va a matar y no puedo escaparmeee… ellos tienen la llave del candado de mi cadena, quiero salir de aquíiii… —mentí en eso de que quería salir, tenía una imagen de chica decente que mantener.
—Pues se ve que lo disfrutas, vaquita. Y mi dóberman también, ¡todos contentos!
—Por favoooor, está que no paraaaaa… Quiero volver a estar con humanos, ¡ahhhh! Mierdaaa… ¡No puedo estar toda la vida cruzándome con un maldito perroooo!
—Pues parece que estás en aprietos. No tienes novio, y ninguno de los hombres desea estar junto a ti desde que llegó Andrea. No les culpo, su cuerpo es escultural y nació para el sexo. Tú, en cambio…
—¡Uff! ¡Eso es, necesito un novio, señora Marta! ¡Ahhh! ¡Alguien que me trate bonito, no como esos cabrones!
—¡Jaja! Pues si quieres, te puedo conseguir una especie de… “novio” que te trate como a ti te guste. ¿Qué dices? ¿Nos vamos a visitar a una amiga mía?
—Qué clase de… ufff… ¿qué clase de amiga?
—Se llama Elsa. Hace tiempo que me viene preguntando por alguna mujer u hombre que quiera tener a su marido como esclavo, y me parece que es buen momento para tú tengas uno. Para que vayas practicando cómo ser una Ama.
—¿Tiene usted una amiga que ofrece a su marido como esclavo?
—Sí, el problema es que casi nadie quiere a un esclavo casado y con edad, pero bueno eso no te importará a ti, ¿verdad?
No pude pensar mucho más al respecto, el perro empezó a tirar su maldita e interminable leche dentro de mi coñito, lo sentía disparando sin cesar y me pareció la cosa más rica que había sentido en toda la noche. La señora me vio poner una cara rarísima, arrugando mi expresión y perdiendo el control de mi quijada: suelo ser así cuando me corro. Era deliciosa la sensación de tener la tranca del perro dando fuertes pulsaciones dentro de mí, hinchándose, hirviendo, vaciándose todo en mi interior. Sí, me corrí como una perra a los pies de esa mujer, ya no me importaba que me miraran mientras me llegaba siendo montada por un animal, podría hacerlo en medio de una plaza o incluso en la calle a la vista de desconocidos; ya estaba convertida en una putita hecha y derecha, y me importaba un pepino lo que las personas pensaran de mí. Me había convertido en una cerda.
—¡Noooo pareees bichoooo!
—¿Te estás corriendo mientras te hablo, vaquita?
La señora se acercó a mí y se inclinó para tomar de mi mentón; inmediatamente abrí mi boca creyendo que iba a escupirme, pero aparentemente solo quería ver mi rostro corriéndose viciosamente:
—Estaré en la sala. Cuando el perro se desacople de ti, múgeme y vendré a quitarte la cadena para irnos a la casa de mi amiga.
Me retorcí frente a ella mientras el dóberman volvía a clavármela un poco más. El animal me abrazó fuertísimo, como no queriendo que me escapara de su verga, y me corrí otra vez; ni siquiera fui capaz de decirle “Sí, señora Marta” a la mujer, solo salió un mascullo inentendible propio de una poseída.
Varios minutos después, cuando el can por fin se salió de encima, me acosté sobre el gramado, muerta de gusto, tratando de averiguar qué tipo de perversiones me deparaban el resto de la noche: ¿Una mujer me iba a regalar su marido para que fuera mi esclavo? ¿Para qué querría yo un esclavo? ¿Podría tener yo un esclavo, siendo a la vez una putita propiedad de ocho viejos pervertidos? Pero sinceramente, la necesidad de estar con un hombre cariñoso me ganaba terreno; harta de perros, pensé que tal vez debería aceptar su oferta. Además, la idea de ser “Ama” me tenía en ascuas, desde siempre he sido dominada, ya venía siendo hora de ser yo quien llevara algunas riendas.
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El labrador, que aún no me había follado, quiso venir a por una tanda de “su perrita”, pero yo ya estaba hecha un desastre, con el semen goteándome sin parar de mi adolorido coño, escurriéndose por mis muslos y goteando en cuajos hasta el suelo inevitablemente. No tardé en mugir como una maldita vaca para que la señora entrara de nuevo en su jardín y así pudiera apartarme del bicho calentón. Vino con la llave de mi collar en una mano y su temida fusta en la otra.
Los perros se asustaron al ver que ella blandió su arma al aire y se alejaron mansos. Y yo suspiré aliviada, abrazándome a sus piernas para agradecerle su salvación:
—¡Uff! Vayamos a buscar a ese esclavo, señora Marta…
—¡Qué vaquita más puerca! —dijo inclinándose hacia mí para darme un fustazo en las nalgas.
—¡Auuchhh! ¡No he hecho nada malo!
—Vaquita, más vale que te des un buen baño hasta que dejes de chorrear la leche de mi perro. Como vea una manchita en el asiento de mi coche lo vas a limpiar a lengüetazos.
Fue paciente, lo suficiente como para que me aseara en su baño durante más de media hora y me hiciera con mis ropas. Cada vez que pasaba por la sala, ya sea para buscar mi faldita o para devolver los collares y cadenas, los hombres no mostraban mucho interés en mí, sino en la rubia escultural que estaba sentada sobre don Adalberto. La boca se me hizo agua al ver a mi amiga frotándose contra su pecho peludo y montándolo lentamente para delirio de todos.
“Qué verga tan grande tiene usted, don Adalberto. Sus venas, su largor, ¡estoy enamorada!”. Todos se reían y se la cascaban a su alrededor;  él se corrió brutalmente, puso una cara feísima mientras le apretaba la cinturita con fuerza, metiéndosela hasta el fondo: “Ufff, qué mujer estás hecha, ojalá mi señora fuera como tú, princesaaaa”.
A mí nunca me volvieron a decir “Princesa” desde que estuve con los perros; crispé mis puños y me mordí los labios. Cuando Andrea se levantó de don Adalberto, sudada y temblando, otro hombre la tomó de la mano y la puso contra una pared para así darle una follada durísima, dándole embestidas violentas y gritando como un toro.
Don Adalberto vio mi carita de pena y me sonrió. Me llamó con un chasquido de dedos: con el corazón reventando de alegría me acerqué para arrodillarme entre sus piernas, esperando que me ordenara cualquier guarrada. Era la primera vez en mucho tiempo que volvería a ser la putita de uno de ellos, y para qué mentir, lo extrañaba. Ni siquiera me quité mi blusita y falda, me daba igual que me la manchara con su leche, estaba demasiado contenta pues me sentía deseada nuevamente:
—Acércate más, marrana.
—¿A mí no me dice “Princesa”, don Adalberto?
—Quítame el condón con el que follé a tu amiga, furcia, y cómetelo, ¡recién salido del horno, jajaja!
—Cabrón, no lo dirá en serio…
Me cruzó la cara con una mano abierta:
—No me vuelvas a insultar. Venga, sácame el forro y a comer, putón.
Andrea en cambio la pasaba de lujo. Su amante le arrancaba alaridos y gritos que me corroían de celos. Yo, por mi parte, debía conformarme con comer un condón repleto de leche que segundos antes había estado en su coño.
Otra bofetada con insultos varios me volvió a la realidad. Me incliné para chupar sus huevos con fruición mientras le quitaban delicadamente el forro. No tardó el condón en estar entre mis dos manos, caliente, jugoso, repleto de semen que se escurría. No podía ser verdad que debía comerlo, ya lo había hecho anteriormente pero eran condones con los que me follaban a mí, no a otra persona. Pero cuando don Adalberto volvió a abrir la mano para darme una tercera bofetada, di un respingo de sorpresa.
—¡Valeeee, me lo comeréeee!
—Eso es. Pues comienza, Rocío… Venga, rápido que se enfría…
Tomé respiración. Cuando mi papá suele prepararme platos que no me gustan, suelo comerlos rápidamente para no sentir el gusto. Es mi manera de no decepcionarlo, pues la verdad es que es un pésimo cocinero. Así que haciendo fuerzas, hice lo mismo con el condón. Bajé la cabeza y sorbí rápidamente el semen que se escurría; lo tragué en dos tandas interminables, y antes de que amagara potar por lo asqueroso de la situación, tomé el forro con mis dientes y empecé a masticar un poco antes de tragarlo. Jugos de don Adalberto y Andrea en mi boca, ¡por poco no me desmayé! Pero, tragado lo tragado, levanté mi mirada con una sonrisa repleta de leche: cumplí mi misión y don Adalberto iba a felicitarme. Tal vez incluso me volvería a llamar su princesa.
—Don Adalberto, me lo he tragado… fue delicioso —mentí.
Pero el muy cabrón ya no me hacía caso, solo se la cascaba groseramente viendo cómo su colega se cepillaba a Andrea. Molesta, acompañé su paja con mis manos, mirando con melancolía su enorme y venoso pollón:
—Don Adalberto, fólleme por favor…
—Joder, Rocío, no tuviste suficiente con los perros…
—Pero por usted lo puedo soportar. Uno rapidito, por favor, en el sótano está el colchón, yo misma iré a arreglarlo todo.
—Ehm… lo siento, Rocío, ya estoy cansado también. Además doña Marta te está esperando, no la hagas perder el tiempo.
La señora Marta vino hasta mí para tomarme del brazo, y de un zarandeo violento, me levantó y me llevó hacia afuera de la casa para irnos en su coche. Fue frente al portal de su casa cuando la madura vio el cabreo en mis ojos y se detuvo para hablarme:
—¿Por qué tienes esa mirada de vaca asesina?
—Señora Marta, ya nadie me desea, para esos viejos soy un cero a la izquierda.
—¡Ja! Dices que odias a esos hombres, pero sé cuánto deseas estar allí para que te digan lo putita que eres, ¿verdad? Ya me veo oyendo tus quejidos durante todo nuestro viaje…  ¡Uff!
El trayecto no fue precisamente largo. No fueron más de veinte minutos en donde atravesamos un par de barrios residenciales; llegamos a una zona bastante lujosa que me hacía recordar a una especie de Beverly Hills (salvando las evidentes distancias).
Salí del coche y le abrí la puerta a doña Marta para que ella se bajara. Siempre tras ella, nos dirigimos a una ostentosa casa de dos pisos. Tras un carraspeo suyo, entendí que debía tocar el timbre y volverme inmediatamente tras ella. Me preguntaba una y otra vez qué tipo de mujer saldría a atendernos: ¿cómo se vería alguien que ofrece a su propio marido para ser propiedad de otra persona? ¿Acaso su esposo había hecho algo gravísimo?
Se abrió la puerta y se me cayó el alma al suelo al ver a una mujer aparentemente de más de cuarenta años, pero con el detalle especial de que ella estaba embarazada. Me asomé por detrás de la señora Marta para verla mejor: Vaya barrigón de siete u ocho meses enfundado en ese cortito y ajustado vestido de lactancia, sin mangas y de color rojo como su hermosa cabellera salida de una publicidad de Pantene; contemplé luego los enormes senos de la mujer que apenas eran contenidos por la ropa; me mordí los labios; admiré como boba sus hermosos ojos verdes; nariz pequeña, labios finos y sensuales que poco a poco esbozaban una sonrisa. No sé qué me pasaba últimamente, pero me estaba perdiendo en la belleza de muchas mujeres.
—¡Ay, Marta, no te puedo creer, tanto tiempo! –Elsa chilló con alegría y la abrazó con dificultad debido a su panzón—. ¡Me alegra verte! ¡No podía creerlo cuando recibí tu llamada!
—¿Elsa, y esa barriga? ¡Mira con qué me vengo a encontrar!
—Ay, Marta, la verdad es que hemos perdido mucho el contacto y te tengo que contar tantas cosas… —me miró y me puse colorada; era hermosa—, ¡Uy!, ¿y esta preciosidad es tu hija?
—No —dijo Marta—. Esta es la putita de mi marido. Se llama Rocío, pero le gusta que la llamen vaquita.
—N-no soy la putita de nadie ni soy ninguna vaca —dije con una sonrisa forzada, como si todo aquello fuera un chiste.
—¿Putita? ¿Vaquita? —preguntó Elsa con seriedad—. ¿Qué me estás contando, Marta, has vuelto a las andadas con tu marido?
—Sí, bueno, es una larga historia. ¿Podemos pasar? A la vaquita le interesa ser Ama y tener un esclavo, y recuerdo que buscabas a una Ama para tu esposo.
—Señora Marta —interrumpí—, aún no estoy segura de todo esto, yo solo dije que quería un novio, no un esclavo.
—No digas tonterías vaquita, te va a encantar tener a un hombre a tus pies. Elsa además conoce a gente que te puede anillar el coño, es una fantasía que muchos de tus amantes han solicitado, ¿no es así? Tal vez si accedes, puedas volver a ser deseada por ellos. Así matarás dos pájaros de un tiro: tendrás un esclavo, y además serás de nuevo el centro de atención de tus amantes.
Me tomó de la mano y me llevó adentro nada más su amiga Elsa nos invitó a pasar. ¿Anillarme la concha? Era verdad que muchos de esos hombres confesaron que les encantaría que tuviera aritos en mis labios vaginales para que pudieran estirármelos y contemplar mejor mis carnes, de hecho he fantaseado con tenerlos ante tanta insistencia, pero jamás ponderé cruzar esa línea.
Tragué saliva conforme entrábamos a su enorme sala. Tal vez era una buena opción; si decidí que iba a ser mejor putita tenía que superar ciertas barreras. Y vaya que he ido superándolas en los últimos meses. Un par más de piercings no parecía nada fuerte, vivido lo vivido.
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Cuando nos sentamos las tres en el sofá, yo en el medio, no pude sino agachar la mirada temblando de miedo. Si con la señora Marta apenas he sobrevivido a sus guarrerías, con dos mujeres probablemente no saldría viva de allí. Muy para mi sorpresa, la pelirroja Elsa se mostraba muy simpática. Su tono suave y sensual generaba bastante tranquilidad, lejos de la vulgaridad y tono descortés de doña Marta. Tenía además una elegancia que nunca alcanzaría Pilar Romero, la puta que plagia mis relatos y los vende.
—Mi marido estará encantado de conocerte, Rocío —dijo Elsa—. Vamos a divertirnos esta noche, y si todo está en orden, tendrás tu primer esclavo. ¡Qué emoción!
—Señora Elsa, pero ni siquiera sé qué hacer con un esclavo…
—Para eso estoy yo, Rocío. No te pongas colorada, lo vas a hacer bien.
La verdad es que sí tenía vergüenza. Como dije, más que un esclavo, lo que yo necesitaba era un buen hombre que me diera cariño (y carne). Sin novio ni amantes, mi cuerpo estaba empezando a reclamar atenciones que los perros no podían satisfacer. Movida por mis deseos de volver a sentirme deseada por un humano, decidí aceptar la oferta.
—Bueno, niña, párate frente a nosotras y quítate las ropas porque te quiero ver bien –ordenó acariciando su panza.
Lo hice. Frente a ambas maduras que me miraban, una con una sonrisa, la otra con mirada asesina, me quité el cinturón para que la faldita bajara. Como no llevaba ropa interior pues me la habían arrancado, pudieron notar mi chumino peladito y algo hinchado debido a que el dóberman de doña Marta fue un bruto esa noche.
—¿Esas son marcas de fustazos las que tiene ahí, en los muslos?
—Sí, esta vaquita es muy insumisa, pero va aprendiendo. Y eso de allí imagino que son debido a las pezuñas de mi dóberman.
—¿Se lo monta con tu perro, Marta? ¡Uff! Por cierto me gusta que tenga el chochito peladito —continuó Elsa—. Está hinchado, parece como que fue sometido a succión… —se metió la mano entre las piernas, ocultándola bajo su enorme barriga. Entrecerró sus ojos y se mordió los labios, ¿qué estaba pensando Elsa para prácticamente masturbarse frente a mí? Serían las hormonas reventando su preñado cuerpo o algo similar—. Ughmm, ¿cómo lo quieres, Marta?
—Quiero un anillo en cada labio vaginal, y uno último en el capuchón que le cubre el clítoris. ¿Puedes hacerlo, Elsa?
—¡Síiii! —¡la muy guarra estaba masturbándose frente a mí y no disimulaba! —. Venga, Rocío, quítate la blusita, ¡uff!
Al hacerlo, la barrigona se puso loquísima. Me vio el arito en el pezón izquierdo así como mi tatuaje en el vientre. Lógicamente, no pude más que ponerme más que coloradísima.
—¿Y es eso un tatuaje? Se ve borroso —preguntó repasando su lengua por sus labios. Fuera lo que estuvieran haciendo sus dedos en su coño, lo estaban haciendo demasiado bien. A su lado, Marta actuaba como si nada sucediera.
—Es mi tatuaje —respondí acariciándomelo—, pero no es permanente, señora, ya se está borrando.
—¡No te tapes nada, ricura! —exclamó con una sonrisita pervertida que me hacía recordar a mis ocho machos—. Pues va siendo hora de que te lo hagas de nuevo. En mi sótano tengo equipo tanto para perforar como para tatuar.
—¡Perfecto! —agregó doña Marta—. Me gustaría que borraras el “Perra en celo” de su vientre y lo dejaras por “Vaca en celo”, así como el “Putita viciosa” que tiene en el coxis lo cambiaras por “Vaquita viciosa”. ¡Y me gustaría que dibujaras la carita de una vaca regordeta en la cadera!
—¡Bastaaaa doña Martaaaa!
—¡Ay, vaquita, eres una acomplejada!
—¡Uff, qué niña más divina! —dijo la barrigona, retirando su mano de su entrepierna, podía notar un brillo húmedo en sus dedos—. ¡Diosss! Lo haré sin problemas. No te asustes, Rocío, soy una profesional, no te va a doler nada y será muy rápido.
Estaban hablando como si yo fuera un maldito juguete. ¡Un maldito animal! No me importaría anillarme, lo tenía asumido y como dije, fantaseaba con ello pese a que nunca lo admitía, pero vaya maneras tenían de hablar de modificar mi cuerpo como si estuvieran hablando de recetas de cocina.
—No sé, señora, es demasiado para mí… No sé si será cómodo llevar aritos por todos lados…
—Recuerda que sigues siendo la putita de ocho hombres y debes hacer lo posible por complacerlos, vaquita.
—¡Doña Marta, deje de llamarme vaquitaaaa!
—¡Vaquita, vaquita, vaquita!
Elsa, alejada de nuestra discusión, ladeó la cabeza a un costado de la sala y levantó la voz. Yo y la señora Marta dejamos de discutir inmediatamente al oírla:
—¡Ponis, vengan!
Dos hombres vinieron de cuatro patas con las miradas bajas. Ambos estaban desnudos pero tenían una extraña ropa interior con recubrimiento metálico que más tarde sabría que eran cinturones de castidad. Uno de ellos era un viejo, de más de cincuenta años, peludo y con algo de pancita; imagino que era su marido. El otro en cambio era un jovencito negro de cuerpo bastante atlético y fibroso que me hizo babear nada más verlo. Pero había algo que me estaba descolocando muchísimo: ¡Ambos tenían colas de caballo incrustados en sus culos! El del viejo era una cola con tiras de varios colores, como un arcoíris, y el del negro de color blanco. “Ponis”, claro. El cinturón de castidad que tenían les permitía el acceso a sus traseros, pues si bien tapaba sus genitales por delante, este se abría como una letra “V” por detrás.
Yo, boquiabierta, me tironeé el piercing en mi pezón para saber si era un sueño o si realmente estaba viendo a dos hombres sometidos tan vulgarmente por esa preñada mujer. Era la primera vez que me topaba con algo así:
—¡Señora Marta, son esclavos de verdad!
—Pues claro, vaquita. Un día serás tú quien dome a los hombres, si bien ahora eres una simple putita, ya te he dicho que me encargaré de hacerte una Ama regia cuando llegue el momento. Así que vete acostumbrando a ver estas cosas.
—Pero… ¡Se parecen a los de “My Little Pony”! ¡Yo suelo ver ese programa, es mi favorito y ahora estos hombres lo están arruinando!
—¿¡Qué!? ¡Deja de avergonzarme, marrana! Tengo que irme, pórtate bien, ¿sí?
Se levantó y un miedo terrible pobló todo mi cuerpo. ¿Me iba a abandonar con gente pervertida y desconocida? La tomé de la mano y la atajé.
—¿¡Señora Marta, me va a dejar aquí!? ¡No los conozco, no quiero estar con ellos!
—No tengas miedo, Elsa es una mujer amorosa. Te va a enseñar muchas cosas ricas, ¿sí?
—¡Pero no me deje solaaaaa!
—¡Suficiente, vaquita!
Cuando quise seguir protestando, Elsa se levantó y me tomó de mi cinturita. Me giré y vi sus hermosos ojos verdes, su sonrisa sensual y cándida. Inclinó su cabeza y me acarició la mejilla con ternura. Yo estaba con muchísimo miedo y ella lo notaba, por lo que se inclinó para susurrarme con esa voz que derretía:
—¿Por qué crees que les digo “Ponis” a mis esclavos? Yo también veo “My Little Pony”. He coloreado el vello púbico de mi marido como un arcoíris en honor a Rainbow Dash. Cuando le quite el cinturón de castidad lo comprobarás.
—¿Rainbow Dash? ¿Usted también lo ve?
—“Me preguntaba qué era la amistad, hasta que la magia me quiso inundar” —me cantó la preñada pelirroja. Erizada, sorprendida y con la mandíbula desencajada, miré de nuevo a la señora Marta:
—Buenas noches, doña Marta, prometo que me portaré bien.
—Eso es lo que quería oír, vaquita. Si todo sale bien, puedes pedirle a tu nuevo esclavo que te deje en tu casa. ¡Adiós!
Elsa la acompañó hasta la puerta, donde hablaron unos breves minutos más. Pese a que su vestido de lactancia dificultaba la vista, se podía apreciar un trasero grande y bien moldeado por su embarazo. Observé también esos muslos poderosos, luego su hermosa cabellera que la hacía parecer una maldita publicidad de Pantene andante. Me mordí los dientes, no sé por qué me perdía en sus encantos. Aproveché y miré a ambos esclavos que aún estaban de cuatro patas: el negro miraba de reojo mis tatuajes, mientras que el maduro tenía clavada la mirada en mis pies. Cuando Elsa regresó, ambos tensaron su cuerpo y miraron fijos al suelo.
—Rocío, ven aquí junto a mí.
—Claro, señora Elsa.
—Ayúdame a quitarme la ropa, con esta panza apenas puedo moverme.
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Cuando levantó los brazos y le ayudé a retirar el vestido de lactancia, quedó solo con una braguita negra muy ceñida a su prominente vulva: me quedé sin aliento. Obviamente los años hicieron su mella y ya no era una mujer esbelta, pero mantenía una belleza propia de alguien de su edad. Las tetas eran enormes, algo caídas pero imponentes; enormes aureolas oscuras remataban la vista. Era una auténtica preciosidad, aún pese a parecer rellenita, sobre todo el culo, debido a su estado.
Me vio admirándola y sonrió de lado. Me tomó de la temblorosa mano y la hizo posar en su barrigón para que lo acariciara. Tenía un piercing en el ombligo; un arito con piedra preciosa que brillaba e hipnotizaba.
—¿Qué te pasa, Rocío, nunca viste una mujer embarazada?
—Señora Elsa. Bueno, nunca vi a una tan de cerca…
—Quiero que me pongas la lencería. Está en aquella bolsita negra sobre la mesa, tráela.
Tras hacerme con lo indicado, me arrodillé frente a esa imponente mujer para, con delicadeza y sumo cuidado, colocarle la primera prenda en la cintura: una faja negra que haría de portaligas para las largas medias de red. La señora Elsa empezó a dar las primeras lecciones conforme levantaba su pie y se preparaba para ser enfundada:
—Rocío, la dominación es un juego de dos partes. Ambas deben estar en mutuo acuerdo y aceptar su rol para disfrutarse. Tengo la sensación de que tú no estás precisamente muy contenta siendo la puta de ocho hombres.
Me mordí los labios mientras ajustaba la liga de la media a la faja, mirando de reojo su hinchada vulva que parecía querer rebasar su braguita ajustada. Noté una fina mata de vello púbico escapándose por arriba y por los costaditos. Imaginé que con tamaño barrigón dejó de depilarse.
—¿Y bien, Rocío? ¿Te gusta ser sometida por esos hombres?
—Señora Elsa, prefiero no hablar de eso.
Si bien me gustaba ser la puta de ocho maduros, a veces me daba un cabreo monumental que no tuvieran consideración por mí. Las guarradas, cuando eran muy fuertes, me afectaban mi vida diaria, como cuando me sentaba y gruñía de dolor debido al entrenamiento anal: mi papá lo notaba, mis compañeros también. Era una vergüenza constante. Y para colmo a veces mi corazón reclamaba un poco de cariño, que no siempre todo tiene que ser sexo duro.
—Ya veo, no te preocupes, no indagaré más. Pero bueno, esta noche te mostraré en lo que consiste ser una Ama para que puedas cuidar de mi marido.
Sus palabras inspiraban seguridad y confianza. Si bien aún no quería abrirme a ella, sentía más aprecio por esa mujer a la que había conocido hacía solo diez minutos, que por doña Marta o cualquiera de mis ocho machos. Al terminar de enfundarle ambas ligas, procedí a ayudarla a ponerse los guantes largos, negros y también de red. Por último, en la bolsita solo quedó una fusta que se la cedí con mucho miedo, pues por lo general las fustas me aterran debido a las experiencias que tuve.
—¿Y esa carita, Rocío? ¿Usan mucho la fusta contra ti? Si eres tan buenita.
—Señora Elsa, ya ve las marcas que me dejaron…
—No la voy a usar contigo, corazón. Estas se usan solo si tu esclavo hace algo malo, ¿entendido? Para una acción, debe haber una reacción —y azotó al aire con fuerza. El sonido seco me hizo dar un respingo de sorpresa.
—Señora Elsa, antes quiero saber por qué quiere ofrecer a su marido como esclavo…
Avanzó hasta su esposo y tomó una cadenita que estaba sobre la mesita de la sala. Al agacharse para conectarla al collar del hombre, contemplé su tremendo culo; su braguita, prácticamente una fina línea negra, intentaba ocultar sus vergüenzas, pero era imposible contenerlas.
Paseándolo de la rienda, me siguió hablando conforme su esposo meneaba la cadera para mostrar con orgullo su colita arcoíris de poni.
—A mi marido le encanta ser humillado. Pero ya no le resulta suficiente viéndome follar con un jovencito negro, ni comer su semen de mi coño o mi culo, ni siquiera que el negro le dé por culo en su oficina un par de veces a la semana… No, me ha comentado que quiere ir más al fondo de la “cadena alimenticia”.
—Joder, y pensar que solo quería un novio…
—¡Ja! Pues estos son mejores que los novios. Los esclavos te adoran, te escuchan con atención, no se atreverían a mirar a otra mujer que no sea su diosa. Me encantaría que una jovencita tan linda como tú fuera la dueña de mi marido. ¿Cuántos años tienes Rocío?
—Diecinueve.
—Este cornudo tiene cincuenta y ocho. ¡Qué diferencia! Es raro tener una ama más joven, pero seguro que se acostumbrará. ¿Verdad, cornudo?
—No será ningún problema para mí, Ama Elsa —dijo su esposo, besando los pies de su amada.
A mí no me importaba tanto la diferencia de edad, sino más bien temía que mi desconocimiento total de la dominación tuviera consecuencias indeseadas tanto para mí como para mi futurible esclavo. Aunque con Elsa como maestra, podría tratar de encaminar las cosas.
Ella, imponente en su lencería, se apoyó del sofá y, separando las piernas, ordenó a su marido:
—Cornudo, sepárame las nalgas y humedece mi culo. El negrito va a follarme.
—Sí, Ama Elsa.
—Rocío, necesito que me hagas un favor. En la mesita están las llaves de los cinturones de castidad. Quítasela al negro. Me gustaría que pasaras tres pruebas antes de que te ceda a mi esposo.
—¿Pruebas?
—La primera es fácil. Tienes cinco minutos para hacer que el negro se corra.
—Vaya… —observé de reojo al apetecible muchacho de tez oscura que, de cuatro patas, miraba al suelo. No dudé ni un segundo—. Supongo que puedo hacer el esfuerzo.
Le quité el candadito y me encargué de abrir la hebilla del cinturón, que estaba justamente hacia su espalda. Libre de rejas, el muchacho emitió un quejido como de alivio. Se levantó, de espaldas a mí; era altísimo y cada centímetro de su fibroso cuerpo me arrancaba suspiros. Tenía ganas de llevarlo al sofá montármelo, la verdad. Me fijé luego en Elsa para ver si me daba algún consejo pero ella estaba muy metida gozando la lengua de su marido dentro de su culo.
—Oye, negro —susurré—. ¿Y ahora qué?
—Señorita Rocío —dijo él, siempre de espaldas. Su tono portugués delataba que era un brasilero con varios años viviendo en Uruguay—. Ama Elsa ordenó que me hicieras correr en menos de cinco minutos.
—Pues pan comido, chico.
—Solo me corro con el permiso de Ama Elsa, señorita Rocío. Estoy bien entrenado, no le será fácil. Adelante, pruebe.
—Suenas muy confianzudo, negrito. Hago correr a hombres que triplican tu edad, ¡ja! Y tú no serás diferente. Te correrás como un cabroncito en menos de cinco minutos.
—Si quiere puede hasta intentar chuparme el culo, señorita Rocío, para intentar estimularme. Me lo he lavado muy bien esta tarde. Pero no conseguirá que me corra.
—¿Chuparte el culo? ¡Puaj, asqueroso! Venga ya, mucha cháchara, ¡hora de ordeñar, cabrón!
Me arrodillé frente a su culo incrustado con aquella colita blanca de poni. ¿Chupar su ano? ¡Estaba loco! Llevé una mano entre sus piernas y tomé su pollón gigantesco y venoso. Para su tortura, lo traje hacia mí como si de una palanca se tratara para ponerlo en vertical. Iba a ordeñarlo como a una vaca. Con la otra mano, acaricié sus huevos y amenacé:
—Te voy a vaciar estos huevazos, cabrón.
—Lo dudo. El tiempo corre, señorita Rocío.
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Dejé de acariciar el escroto y abrí la palma de mi mano bajo su glande, como esperando que depositara su lefa allí. Con la otra, empecé a hacerle una paja rapidísima y ruidosa. Si quería guerra, la tendría. Incliné mi cabeza para dirigir mi lengua y acariciar el recubrimiento rugoso de sus bolas. Amagué, eso sí, lamer su culo, pasando mi húmeda carnecita entre el ano y los huevos, haciéndole sentir mi arito injertado en mi lengua. Extrañamente, el muchacho ni siquiera se estremeció.
Tras un minuto de violenta paja y chupadas de huevo, el negrito seguía impertérrito y yo estaba sintiendo un ligero cansancio debido a la violencia con la que se la cascaba. Me aparté un rato para tomar respiración; el muy infeliz actuaba como si mis estimulaciones fueran solo una brisa de aire. El tiempo pasaba y no veía otra opción que usar mi arma secreta, la misma que usan mis machos para hacerme correr.
Saqué de un tirón la cola de poni. El infeliz tampoco se inmutó. Metí mi dedo corazón en su culo; noté que entró con facilidad, probablemente tenía un trasero más tragón que el mío, vaya sorpresa la verdad. Follé su culito con saña mientras mi otra mano volvía al ataque para masturbarlo con fuerza. Haciendo círculos adentro, le hablé:
—¿Qué me dices, ahora, eh? ¿Sientes la lechita bullendo en este pollón tuyo?
—Para nada, señorita Rocío.
—¿¡Y ahora, imbécil!? —jamás en mi vida había pajeado tan rápido a un hombre. Normalmente tendría miedo de lastimarlo, pero el chico seguía parado como si nada.
—Es una pena que ni siquiera sea capaz de superar la primera prueba, señorita Rocío. Parece que se quedará sin esclavo.
—¡Cabrón, qué aguante tienes!
Me incliné para chupar y apretujar sus huevos con mis labios, pero nada iba a hacerlo ceder. Con impotencia saqué mi dedo del ano y noté que estaba impoluto. Era verdad, el muchachito se limpió a conciencia. Pero no me atrevería a chupar el culo de nadie, si bien mis machos sí solían hacerlo conmigo.
Sentía cómo la oportunidad de tener a mi primer esclavo se escapaba de mis garras.
—Queda poco tiempo, señorita Rocío. Y aún no me he corrido. Si va a chuparme el culo, mejor que sea ahora.
—Estás deseándolo, ¿verdad? ¡No te daré el gusto, negro!
—Tic tac, tic tac, señorita Rocío.
¡Vaya imbécil! No sé si fue la rabia o el deseo de tener a un hombre a mi servicio, pero para su sorpresa, dejé de pajearlo. Aparté sus dos nalgas duras y metí mi boca allí, ya sabiendo que todo estaba limpio y seguro. Sin pensarlo mucho, pasé la punta de mi lengua por la rugosidad de su agujero, palpando, humedeciendo, armándome de valor… Arañé sus nalgas y enterré mi carnecita haciendo mucha presión. Y así, a ciegas, mis manos soltaron su firme trasero y fueron por debajo de sus piernas en búsqueda de su pollón; iba a ponerla nuevamente en vertical y cascársela.
Por primera vez estaba explorando terrenos anales. Y a decir verdad, el calorcito en mi vientre empezó a extenderse con ricura; empecé a dibujar figuras amorfas adentro de su culo.
—¡Uff, señorita… uff! —exclamó el negro.
Sonreí de lado. Introduje más lengua e incluso me atreví a hacer ganchos y círculos adentro. Mis manos, por su lado, apretaban con fuerza, subía y bajaban por su larga tranca. Lo percibí apenas en sus venas, el chico estaba cediendo a mis encantos y se iba a correr. ¿Que estaba bien entrenado? ¡Ja! No aguantó mucho más, empujó su culo contra mi cara, imagino que para que yo le metiera más lengua, y con un bufido animalesco sentí cómo su pollón se agitaba descontrolado.
Leche por doquier.
Había ganado la primera batalla. Salí de su culo y solté su tranca con una sonrisa, viendo cómo el semen caía sobre el alfombrado sin cesar.
—Lo ha conseguido —dijo el jadeante negrito—, nunca nadie a parte de mi Ama Elsa lo ha conseguido…
—Así es, negro, soy la puta que han temido los profetas desde tiempos inmemoriales… ¡Ya está, cuál es la siguiente prueba!
—Rocío —dijo una excitada Elsa, apartando a su marido también de su culo—. No puedo creer que derrotaste a mi joven esclavo.
—Señora Elsa, ¿me puedo llevar al negro para mi esclavo?
—¡Jaja! No, niña, ya te dije que solo ofrezco a mi marido. Negro, ven aquí, dame por culo que ya lo tengo bien lubricado.
—Sí, Ama Elsa —dijo volviéndose a poner de cuatro y avanzando hasta la preñada dómina.

En tanto, su cornudo marido vino hasta mí también como un perro (o poni, mejor dicho). Yo aún seguía arrodillada y disfrutando de mi primera victoria. Cuando el madurito llegó frente a mí, se quedó de cuatro patas esperando una orden mía.

—¿Y ahora qué debo hacer con usted, señor?
—Señorita Rocío, no me trate con respeto ni me llame señor. Llámeme cornudo, es mi nombre de esclavo.
—¡No me gusta ese nombre! Es muy feo…
—La segunda prueba soy yo, señorita Rocío. También tiene cinco minutos para ordeñar a este pedazo de cornudo.
—Madre mía, más te vale que no insinúes que te chupe el culo porque no pienso volver a hacerlo en mi vida, cabrón.
Me levanté y miré su colita de poni de color arcoíris. Tomé de ella y lentamente fui sacándola, viendo cómo el maduro se retorcía del dolor. Aparentemente no estaba tan bien entrenado como el esclavo brasilero. Cuando saqué hasta la mitad para que descansara del sufrimiento, me volví a inclinar hacia él.
—¿No te molesta que ese negro esté follándose a tu señora ahora mismo? ¿En serio?
—Para nada, señorita Rocío. ¡Ouch!
Arranqué la colita y la puse en una mesa cercana.
—Hmm. Voy a quitarte el cinturón de castidad. Quiero comprobar algo.
—Como desee, señorita Rocío.
Cuando le quité el candado y le libré del cinturón, me quedé boquiabierta al comprobar que efectivamente ese maduro tenía su pelo púbico pintado con los colores de un arcoíris. ¡Como Rainbow Dash! Me reí un montón, para qué mentir, pero cuando el ataque de risa se desvaneció, me arrodillé detrás de él, pasando mis manos por entre sus muslos, y agarré su pollón con mucha fuerza.
—Ya derroté al negrito, poni, ¿te crees capaz de aguantar?
—¿Sinceramente? Espero que puedas superar esta segunda prueba, señorita Rocío.
—Gracias —y rápidamente se la casqué. Fuerte, bruto, sin piedad mientras mi otra mano se abría espacio entre sus nalgas. El dedo corazón ingresó en su ano y me encargué de estimularlo bien. Me mordí los labios al ver que, como el otro esclavo, él tampoco mostraba síntomas de ceder un ápice a mis encantos.
—Señora Elsa… —dije sin dejar de follármelo con un dedo—. ¡Sus esclavos están bien entrenados!
—¡Ufff, Rocío, lo sé, son mi orgullo! —respondió jadeando pues el negrito le daba por detrás.
acwF2cnbRetiré mis manos; concluí que esos dos hombres no iban a correrse de forma cotidiana. Necesitaba explotar sus debilidades: si el negrito era el beso negro, ¿cuál sería el fetiche del viejo? Me repuse y caminé a su alrededor pensando en su punto frágil: ¿azotes? No, no tenía marcas de fustazos, así que era probable que no fuera su fetiche. ¿Puede que también compartiera fetiche con el otro esclavo y amara los besos negros? Mientras me relamía la lengua, armándome de valor para chuparle la cola, noté que el viejo miraba mis pies con atención, siguiéndoles con sus ojos.
—Oye, no paras de mirar mis pies. ¿Te gustan?
—Son preciosos, señorita Rocío.
—¿Por qué te gustan tanto?
—Señorita Rocío, me siento excitado cada vez que veo unos pies hermosos y delicados como los suyos. Tengo un deseo incontrolable casi, de verlos, tocarlos, acariciarlos, chuparlos, besarlos… ¡Uf! Incluso deseo fervientemente que me pise con esas dos preciosidades…
¡Bingo! Me senté en el sofá y lo llamé mientras levantaba mis piernas hacia él y arqueaba mis pies.
Sus ojos se iluminaron. Al fin tras mucho tiempo me sentía deseada por un hombre; saberme amada y admirada me hizo arder el corazón de nuevo. De rodillas frente a mí, dejó que le aprisionara su polla venosa entre mis pies. Con los dedos de uno apretujé su glande, mientras que con el otro acariciaba sus huevos. De vez en cuando llevaba ambos hasta su tronco para pajearlo; era una cosa de lo más rara, pero él estaba feliz, su cara era un poema y la mía era la de alguien que por fin volvía a sentirse el centro del mundo.
La segunda prueba estaba más que asegurada. Cuando el semen del hombre se escurrió todo entre mis dedos del pie, se acomodó y, tomándomelos con delicadeza, me limpió solícito a besos y chupadas. De vez en cuando pasaba su lengua por y entre los dedos con fuerza y pausa. Me dio mariposas en el estómago.
—¡Rocío —gritó su esposa, sorprendida—, has derrotado a mis dos esclavos! ¡En serio eres la puta que han temido los profetas!
—¡Ja, me va a poner colorada señora Elsa!
Como recompensa por limpiarme tan bien, acaricié los genitales del hombre con mi pie, pasando por su vello púbico de colores:
—Pues ya lo sabes. Quiero ser tu dueña si me lo permites. Tengo diecinueve, espero que eso no te moleste.
—Me alegra oírlo… No me molesta, sé que eres novata, pero te ayudaré también. Estoy a tus órdenes, Ama Rocío.
—¡Me dijiste Ama!
—Pues así es como te llamaré de ahora en adelante, Ama Rocío.
—Bueno, está bien, pero en serio a mí no me gustaría llamarte “Cornudo”…
—Son solo apodos, Ama Rocío, no le des mucha importancia.
—Pues sí que les doy mucha importancia a los apodos. A mi amiga Andrea le dicen “Princesa”… ¡”Princesa”! ¡Y a mi me llaman “vaquita”! ¡Puf! Escúchame, te llamaré… ¡“Arcoíris”!
—¿Arcoí…? Supongo… supongo que está bien, Ama Rocío.
Su esposa, que ya había terminado de ser enculada por el negro, se acercó hasta nosotros, mientras que su joven esclavo se arrodilló a su lado. Acariciando su panza, me miró con una sonrisa cándida:
—Rocío, veo que mi marido ya encontró a una diosa a quien adorar.
—¡Sí! ¡Me encanta que me adoren!
—Ya cumpliste las pruebas de mis dos esclavos. Pero aún falta que cumplas la mía, y solo entonces “Cornudo”… quiero decir, “Arcoíris”, será tuyo definitivamente.
—Claro, señora Elsa, ¿cuál es su prueba?
—Ven, arrodíllate ante mí.
Lo hice sin chistar. Estaba demasiado emocionada y además me sentía muy segura oyendo su voz y viendo sus ojos pardos que enamoraban. Probablemente quería una comida de concha, y yo, que ya lo había hecho la noche anterior, me veía muy capaz de complacerla. El negro me cegó con una pañoleta y mi nuevo esclavo me tomó del mentón para besarme con fuerza. Estaba en el paraíso.
Mientras la lengua de Arcoíris empezó a jugar con mi piercing, sentí algo caliente derramarse en mi cabellera y luego caerse en mis hombros, pecho y espalda.
¿Agua?
¿Agua caliente?
No olía a agua, la verdad…
Cuando supe que la hija de puta preñada me estaba orinando, chillé como nunca en mi vida. El negro se acercó a mí para chuparme las tetas (¡pero si estaban manchándose con orín!), mientras que el marido trataba de atajarme pues yo estaba zarandeándome como una poseída y chillando como un pato.
—¡Puaj! ¡Puaj! ¡Puaj!
Fue breve y mi corazón latía rapidísimo. El olor fuerte, el líquido caliente recorriendo mi piel mientras uno empezaba a mordisquear mi pezoncito anillado y el otro enterraba su lengua en mi boca. No sé quién era el que metía dedos en mi grutita y quién me magreaba la cola, pero me daba igual, la verdad.
Cuando recuperé el aliento, me quitaron el vendaje y traté de mandar a la mierda a la señora embarazada, pero se me cayó el alma al suelo al ver tanto a su esclavo como al mío levantándose y tomándose de sus pitos para apuntarme amenazantes.
—Ahora el turno de mis machos, Rocío —dijo llevando su mano bajo su barriga para acariciarse.
En el preciso instante en que vi cómo salían disparados sus orines hacia mí, justo antes de que impactaran contra mis tetas para salpicar inexorablemente, me desmayé de asco. Creo que era lo mejor, sinceramente. Apagarme; olvidarme cuanto antes de una de las mayores cerdadas que había hecho en toda la noche.
—Cabrones… —susurré antes de caerme.
……………………..
Volví a mi casa ya de madrugada, muy adolorida y cansada. Creo que gasté dos pastillas de jabón bajo la ducha, y ni aún así me sentía limpia. Casi me eché a llorar recordando la vejación a la que fui sometida por esa barrigona y sus machos. No porque me sintiera triste, muy al contrario, sino porque no podía ser que me excitara rememorando cada segundo de esos recuerdos obscenos.
Cuando me senté en mi cama me puse a tironear ligeramente el piercing de mi pezón. La preñada me había una tarjetita: era la de un negocio en donde me harían los piercings y tatuajes nuevos de manera gratuita si yo accedía a dejarme follar por los dos dueños. Imaginándome siendo cepillada por dos hombres desconocidos, me dieron ganas de hacerme dedos, pero estaba en compañía y no debía ser tan desconsiderada.
—Ama Rocío, es usted la mejor –dijo mi esclavo Arcoíris. Estaba arrodillado ante mí, dejándose masturbar por mis pies. Como mi papá fue a Brasil por cuestiones laborales, lo traje a mi casa, a mi habitación mejor dicho, para jugar con él toda la noche.
—Pues tú eres un primor, Arcoíris. Te seré sincera, hace rato que no estoy con un chico.
—Pues déjeme complacerle, Ama Rocío.
—¡No! –apretujé sus bolas con mis dedos, arrancándole un alarido—. Esta fue una noche muy larga para mí, Arcoíris. Estuve con un dóberman y luego me habéis orinado encima… Una insinuación más y te pondré el cinturón de castidad. ¡Y me comeré la llave del candadito!
—Entiendo. No dude en usar la fusta o el arnés si desea someterme por insumisión.
—Oye, ¿quieres correrte en mis pies?
—Sí, Ama Rocío. Desde hace rato que está machacándomela con sus hermosos pies.
—¡Ja, es porque sé que te gusta! Toma, esta es la remera de Peñarol de mi hermano. Córrete ahí –dije aumentando las caricias de mis dos pies rodeando su pollón; podía sentir cómo su miembro palpitaba de gozo y descargaba leche sin parar sobre esa camiseta aurinegra de mierda.
—Ufff… ¡Ohhh, gracias Ama Rocío!
—Eso es, córrete sobre el escudo del club… Y basta de llamarme Ama Rocío, Arcoíris.
—¿Y cómo quiere que le llame, mi señora?
—¡No soy señora tampoco! –dije pateando la camiseta, llevando otra vez mi pie en esa tranca anhelante. Para su martirio o gozo, apretujé su glande con mi pie, zarandeándolo lentamente, sintiendo su leche escurriéndose entre mis dedos sin parar—. Me dicen zorrón, putita, marrana y vaquita… ¡No me gustan esos motes! Pero sí hay un nombre que me gustaría que me dijeran al menos una vez. Si adivinas cuál es te daré una sorpresita, Arcoíris.
—Sí, ya veo… ¿mi Princesa? –preguntó para que mi corazón estallara de alegría.
—¡Qué divino eres! Mañana iré a visitarte a tu oficina, tu esposa me dijo que tengo que ir todos los días para quitarte el candado y así puedas ir al baño…¡Ojito!, seré yo quien dirija los chorros de ese pitito anhelante que tienes ahí, ¡es mío y no quiero que te lo toques tú! Y me gustaría darte por culo con el arnés, ¡ja ja!, así que ve preparándote Arcoíris.
—Claro, pero no es necesario que vengas a mi oficina. Puedo ir a buscarte yo, mi Princesa.
—¡Perfecto! Oye, mira cómo te has corrido por mi piso y mis pies. ¡Será mejor que limpies este desastre, cochino!
Mientras solícito limpiaba tanto mi pie manchado con su leche como el piso, estiré mi brazo para alcanzar mi portátil en la cabecera de la cama. Una vez hubo terminado la faena, me encargué de ponerle el cinturón de castidad y asegurarlo con candado. Con una sonrisa le invité a acostarse a mi lado, en mi cama, mientras abría mi portátil.
—Ven, Arcoíris, ponte cómodo. Tal vez sea verdad eso de que tener un esclavo sea mejor que tener un novio. Si mis amigas se enteran que veo este programa por internet se van a morir de risa… ¿Pero tú no te burlaras de mí, verdad? ¡Es que siempre quise verlo con alguien!
—Por supuesto que no, mi Princesa —dijo acomodándose a mi lado, mirando alternativamente mis ojos y la pantalla que poco a poco adquiría colores de tonos pasteles—. Pero… ¿qué es lo que desea que vea con usted?
Yo no paraba de sonreírle mientras una musiquita infantiloide empezaba a oírse.
“My little pony, my little pony /Me preguntaba qué era la amistad / My little pony / Hasta que la magia me quiso inundar”.
Mientras le acomodaba la cola de poni de colores en su culo, le ordené que se callara y que disfrutara del mejor programa que jamás existió en el universo. Tenía ganas de chuparle el ano, la verdad es que fue una experiencia excitante con el negro y de seguro mi piercing en la lengua le pondría muy loco al maduro, pero no era el momento adecuado para hacer guarrerías: ¡el maratón de los ponis iba a comenzar!
Espero que les haya gustado, queridos lectores de PORNOGRAFOAFICIONADO.
Un besito,
Rocío.aczq7NPH
 

Relato erótico: “Las Profesionales – La sumisa de sus fantasías ” (POR BLACKFIRES)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Las Profesionales – La sumisa de sus fantasías

El evento de caridad de la Asociación de Damas Empresarias de la Ciudad se desarrollaba en las sin-titulonuevas instalaciones del distrito cultural de la ciudad. Un moderno complejo de edificios donado por varios filántropos y corporaciones se levantaba justo después del distrito financiero de la ciudad. La gran gala tenía por evento principal la presentación del Ballet Bolshoi.

Las figuras más importantes y celebridades de la gran ciudad estarían en la gala. La limosina del Dr. Duval se unió a la caravana de limosinas que desfilaban hacia la entrada principal del edificio, claro que esta ruta podía ser evitada, pero el hecho de que el Dr. Duval apareciera ante las cámaras aseguraba su status dentro de la sociedad.

Lentamente la limosina se aproximó a su destino siguiendo a las limosinas que la precedían, dentro Noris no había podido dejar de hablar desde que abordo el auto frente a su edificio en una de las zona residenciales de la ciudad.

– Esto es fantástico Dr. Duval, estoy taaaaan emocionada por la gala, llevo semanas imaginando esto. No me mal interprete pero el ganar el sorteo de la oficina era de las cosas que más anhelaba…Es que me han pasado tantas cosas maravillosas… El curso de perfeccionamiento ejecutivo fue fantástico, pero venir a esta gala es todo un honor acompañarlo… Puedo parecerle muy hablantina pero es que no puedo controlarme cuando estoy nerviosa… ¿Le molesta eso?

Duval le sonrió educadamente y el auto empezó a detenerse, un miembro del staff del evento se aproximó y abrió la puerta, ambos pasajeros bajaron y fueron recibidos por los fogonazos de cientos de flashes de las cámaras de periodistas y curiosos.

Noris se quedó petrificada, como un cervatillo ante las luces del auto que esta por arrollarlo, pero el Dr. Duval la tomó por la cintura y la hizo caminar por la alfombra roja, ella se relajó y caminó mientras sonreía ante las cámaras. La figura del Dr. Duval quedó en segundo plano mientras toda la atención se centró en una más de las hermosas mujeres que esa noche habían desfilado sobre la alfombra roja. Había sido todo un acierto el traer como compañía a Noris.

Sus zapatos de tacón de aguja soportaban sus torneadas piernas revestidas de elegantes medias de seda, que se escondían debajo del vestido de noche color plata, que remarcaba por un lado sus generosas caderas y sus redondeadas nalgas en un culo en forma de corazón, mientras que subiendo pasaba por su diminuta cintura e intenta cubrir por el frente alguna parte de los erguidos y redondeados pechos cuyos arcos y siluetas eran visibles a través de la fina tela y del prominente escote, su espalda completamente expuesta desde el cuello a la cintura revelaba que no tenia necesidad de un sostén para mantener erguidos sus senos.

Los periodistas de farándula se aproximaron para ver si se trata de alguna celebridad “digna” de ser mencionada, pero como no lo era solo se limitaron a mencionar algo de los recién llegados.

– “El Dr. Duval es uno de los más prominentes abogados de la ciudad, sus clientes se cuentan entre los más acaudalados ciudadanos… Vemos la siguiente limosina, podría ser a quien todos hemos estado esperando…”

Las cámaras enfocaron la puerta de la siguiente limosina mientras Mr. Duval y Noris alcanzaban la entrada y dos hermosas azafatas les recibieron con deslumbrantes sonrisas.

– Bienvenidos a la gala, serian tan amables de brindarme sus invitaciones.

El Dr. Duval extrajo del bolsillo de su saco una invitación y entregándosela a la hermosa chica y le dijo algo en voz baja, pero el ruido de la multitud no dejó que la chica le escuchara.

– Disculpe ¿cómo dijo?

El Dr. Duval la tomo suavemente de un brazo y le habló casi al oído para que la chica lo escuchara.

El rostro amable y feliz de la chica se volvió casi inexpresivo y sus ojos se tornaron vidriosos, tomando una carpeta de cuero rojo y revisó la lista de invitados, comparó el número cifrado de la invitación con el único y último número faltante en la lista, lo marcó con un bolígrafo y retiró de una caja una bolsa de papel en color metalizado, extrajo una tarjeta electrónica.

– Esto es para usted señor, utilice el último ascensor a la izquierda del pasillo y que disfrute el evento.

Sin decir más el Dr. Duval tomó los objetos y caminó al final del corredor, Noris caminó a su lado sin disimular su curiosidad por la bolsa, pues notó que sólo al Dr. Duval obsequiaron la bolsa en la entrada. ¿Serian esas bolsas con muestras y regalos de productos que solo dan a las celebridades?, con eso en mente entraron el ascenso y el Dr. Duval deslizó la tarjeta en un lector del panel del ascensor, las puertas se cerraron y la boca de Noris volvió a abrirse.

– Aun no puedo creer la suerte que he tenido Dr. Duval, me encanta todo esto… y pensar que la licenciada Gissel estaba convencida de que ella serie quien le acompañaría… la ganadora… yo compré… yo compre, este vestido hace…. dos… tres…

En la entrada del evento la chica que los había atendido continuaba con su mirada vidriosa, recogió la carpeta roja y extrajo el documento y sin decir nada abandonó su puesto rumbo a los sanitarios. Entró en uno de los privados y siguió diciéndose a si misma en voz muy baja “soy una cualquiera, soy una puta cualquiera que debe obedecer”. Sentada en el sanitario extrajo la lista de su bolsillo y rompiéndola en varios pedazos pequeños empezó a comerlos mientras sintió que un orgasmo estaba comenzando a hacer temblar su cuerpo, cuando tragó el último pedazo de papel un orgasmo monumental la hizo gemir y mojarse toda dentro del baño.

En cuanto las puertas del ascensor se cerraron la música instrumental empezó a sonar y Noris intentaba concentrarse y recordar de lo que hablaba, no podía mantener su línea de pensamiento y cada vez le era más difícil pensar. Parpadeos y alguno que otro leve gesto de negación, era todo lo que su cuerpo podía hacer para intentar reaccionar y despejar el estado de aturdimiento en que poco a poco iba hundiéndose.

– Sí… hace dos… semanas… lo compré, la licenciada Gissel… decía… ganar… me gustaría ver su cara… cara… ahora…Gissel…

Noris estaba tan concentrada en recordar y pensar que no se percataba que el ascensor empezaba a marcar SS-1 o SS-2, mientras se iba hundiendo en las profundidades del edificio justo como su mente consciente se perdía en el limbo. Cuando el ascensor marcó SS-4, Noris era incapaz de generar un pensamiento voluntario, en cambio empezó a repetir una orden que había estado escuchando en mensajes subliminales ocultos en la música del ascensor.

Una y otra vez se repite a si misma.

– “Dejar de pensar. Obedecer es placer, solo soy una boca, un culo y un par de tetas que no piensa”

Al llegar el ascensor al nivel SS-5 y abrirse las puertas, el Dr. Duval salió del ascensor sosteniendo una cadenilla de plata enganchada a la argolla del clítoris de Noris, la cadena subía por su plano abdomen y se perdía entre sus senos para reaparecer y entrar en la argolla de plata del collar de cuero que ahora usaba Noris al cuello, en una plaquita plateada puede leerse el nombre de la linda mascota “Nini”. La cadena y el collar de cuero, junto a los zapatos de tacón de aguja, las medias de seda y las ligas era todo cuanto ahora vestía Nini; Su vestido, accesorios, cartera, braga y celular, ahora estaban dentro de la bolsa de donde el Dr. Duval había sacado el collar y la cadena y la plaquita para ella.

En la vacía cabecita de Nini, alguna que otra idea intentaba formarse sin éxito.

– “… boca y un par de tetas… frío… desnuda… obedecer es placer…. solo una boca, un culo y un par de tetas… la licenciada Gissel… dejar de pensar…”

De haber estado conciente Nini se hubiera sorprendido al salir de ascensor y encontrarse cara a cara con la licenciada Gissel… o como decía la plaquita que colgaba en el collar de la licenciada, “Gigi”, Gigi les recibió con una sonrisa.

– Bienvenido a la gran gala, ¿puedo guardar sus cosas o ayudarles en algo más?

Diciendo esto Gigi sacó su lengua de su boca, se lamió los labios mientras los observaba expectante, a diferencia de Nini, Gigi usaba un sostén de encaje que no terminaba de cubrir sus enormes tetas argolladas, la prenda era del mismo color que sus diminutas bragas que con un pequeño triangulo de tejido transparente simulaba cubrir su vulva, mientras por detrás el hilo dental se encajaba y perdía en medio de sus redondas, paraditas y carnosas nalgas, sus ligueros y sus medias vestían sus piernas que calzaban sus tacones de aguja de4 pulgadas.

Duval sintió como su verga se empezó a endurecer al ver a ese hermoso para de hembras vestidas como simples putas, sabiendo que en ese momento ellas solo pueden pensar en ser usadas como meras muñecas sexuales, dispuesta a complacerlo en el momento en que el chasqueara sus dedos y les diera una orden. El poder que ejerce sobre la anulada voluntad de ambas chicas es abrumador y se proyectaba en lo erecto de su verga, no se cansaba de ver como aquellas chicas que le sonreian y miraban, como si el fuera lo único que existiera en el mundo, se olvidaban de sus carreras, logros académicos, sus vidas estables y tranquilas y solo se convierten en esos dos lindos juguetes sexuales que lo observan esperando sus ordenes, sin necesidad de pensar o preocuparse por su destino, pues para ellas es Duval quien mejor puede decidir sobre sus vidas.

– Gracias Gigi, guarda esto para mi, ya te avisare si necesito usarte.

Gigi tomoo la bolsa metalizada de las manos del Dr. Duval y retiroo de un anaquel una pequeña pieza de plástico blanco con un broche y el número 34 grabado en el plástico. Duval tomoo en broche y lo enganchoo al argollado pezón de la teta izquierda de Nini que continuaba de pie semidesnuda esperando la siguiente orden a la entrada del evento sin siquiera prestar atención a lo que pasaba a su alrededor.

Duval siguió observando a ambas putas semidesnudas y recordaba la sesión en su oficina, donde Nini y Gigi en un rico 69 compitieron una contra la otra en medio de la mullida alfombra para ver quien de ellas hacia que la otra se agotara primero de tantos orgasmos, mientras tanto Duval sentado en su escritorio se cogía a Sofía y a Daniella, las dos más hermosas y las mejores abogadas de su firma.

En total cuatro de sus sumisas disfrutando de una rica sesión de sexo de oficina mientras sus otras empleadas continuaban sus tareas diarias. Desde hacia un par de semanas todas y cada una de las secretarias, recepcionistas, abogadas y pasantes que laboraban en ese piso de la firma habían sido condicionadas como sumisas esclavas y “el nivel superior” como lo llamaban había sido aislado del resto del edificio accediendo a el solo con invitación especial o con el pase de seguridad del sistema de ascensores.

Mientras dos hermosas recepcionistas, vestidas en ceñidos y provocativos atuendo ejecutivos que realzaban sus curvas, atendían las llamadas o firmaban los documentos que otra chica “del nivel superior” les traía de los pisos inferiores, Daniella estaba a cuatro patas en la mullida alfombra comiéndole el culo a Sofía y le lamia los huevos a Duval. Sofía solo seguía gimiendo y prácticamente gritando de excitación mientras una y otra vez la verga de Duval bombeaba su coño. Afuera en el lobby de las oficinas, una de las recepcionistas se levantaba y caminaba hacia las puertas dobles, pasó su tarjeta de seguridad y entró a las oficinas contoneando su redondeado trasero mientras sus tacones de aguja marcan con un “clac clac” cada uno de sus pasos que la iban llevando a través de los cubículos donde la mayoría de sus compañeras, redactaban informes, respondían emails, actualizaban bases de datos de clientes o simplemente se masturbaban observando y escuchando videos de adoctrinamiento, todas desnudas o solo vistiendo algunas piezas de encaje o lencería fina.

La recepcionista llegó hasta un escritorio al final del pasillo, colocó un sobre en la bandeja de “documentos entrantes” y se quedó observando un momento a su compañera que con una mano se empujaba un dildo en el coño, con sus piernas separadas y colocadas sobre los apoyabrazos de la silla, y con la otra se acariciaba las tetas. La recepcionista sintió ese rico hormigueo en su coño y sintió como se endurecían sus pezones. Inclinándose sobre su compañera, le plantó un beso de lengua mientras le acariciaba el húmedo clítoris, el beso se prolongó hasta que la chica alcanzó el orgasmo y casi sin aliento la chica sentada le dijo:

– “Gracias… era justo… lo que necesitaba”

Sonriendo la recepcionista se apartó de ella y lamiendo la humedad de sus dedos se despide diciéndole:

– “De nada, es todo un placer para mi”

Rato después era Daniella la que separaba sus carnosas nalgas con sus manos, mientras sus pechos se aplastaban en la sobremesa del escritorio de madera fina de Duval, sus piernas calzadas en tacones de aguja apenas tocaban el suelo. Duval estaba de pie detrás de ella metiendo y sacando rítmicamente su verga en el mojado coño de la abogada, con una mano le sostenía la nuca o tiraba de los cabellos mientras que con la otra mano jugaba con sus pechos o le nalgueaba el trasero, Daniella gemía desesperadamente y soltando sus nalgas se aferraba al escritorio al sentir el siguiente orgasmo. Sofía estaba desnuda con sus piernas sobre los apoyabrazos de una silla ejecutiva, se metía un dildo doble en su coño mientras observaba a las cuatro personas que cojian frente a ella en la oficina, con una mano se insertaba el dildo en el coño y se bombeaba una y otra vez, con su otra mano se sostenía las tetas y se lamia y mamaba los pezones.

Duval la observaba mamarse las tetas y chasqueando los dedos hizo que Sofía se sacara el dildo, se levantara y subiera al escritorio justo después que Sofía se colocara boca arriba, Duval entraba y salía del coño y culo de Daniella mientras Sofía le ofrecía sus tetas que sostenía con sus manos mientras se sentaba en la cara de Daniella que se esforzaba por chuparle y lamerle el coño en cada embestida que Duval le daba. Los tres conectados Duval penetrando a Daniella, Daniella mamando el coño de Sofía y Sofía besando a Duval y ofreciéndoles sus senos a Duval que mamaba, lamia o los mordía suavemente hasta escucharla gemir.

Gigi y Nini seguían en el suelo temblando y sus gemidos se apagaban al mamarse mutuamente los coños, Duval no resistió más y separándose del escritorio se sentó en su sillón y las entrenadas Sofía y Daniella se bajaron rápidamente del escritorio y se colocaron a 4 patas frente a las piernas abiertas de Duval, se intercalaron entre lamerle los huevos y la verga de Duval hasta que levantándose un poco Duval descargó su semen sobre los rostros de sus bellas abogadas, que recibieron la leche complacidas y luego se limpiaron una a la otra con sus lenguas. Cuando estaban totalmente limpias se besaron e intercambiaron su saliva y el semen entre sus bocas.

Finalmente Gigi empezaba a gemir sin control, mientras Nini permanecía pegada al coño de Gigi como se le había ordenado, Gigi empezaba a respirar tan fuerte como podía y sus orgasmos terminaron por agotarla, perdiendo su oportunidad de acompañar al Dr. Duval a la gala.

Daniella y Sofía se levantaron y observaron a las otras dos putas tiradas en el suelo. Tomaron a Gigi la retiraron de encima de Nini, la dejaron desnuda y aturdida a un lado de la oficina. Volvieron y ayudaron a levantarse a Nini y entre las dos la colocaron en medio y la cubrieron de caricias y besos mientras la iban acercando al escritorio de Duval. Desde su espalda Sofía le sostuvo la cara a Noris y Daniella se le aproximó desde el frente y sosteniéndole los pechos la besó y poco a poco abriendo sus bocas depositó el coctel de salivas y semen en la boca de Nini que lo acepto sin resistencia.

Ambas acercaron sus bocas a los oídos de la excitada y aturdida Nini y le ordenaron:

– Trágalo.

Nini tragó todo y finalmente sintió como cuatro manos la hicieron arrodillarse frente a la silla donde Duval seguía sentado observando el espectáculo, la verga de Duval permanecía semi erecta húmeda y brillante y a una orden Nini se encargo de limpiarla.

Había pasado semana y media desde aquella agradable tarde en la oficina del Dr. Duval. Diariamente Nini iba a mamarle la verga a Duval a su oficina y luego pasaba el día mirando el video de la presentación del ballet mientras se masturbaba y grababa en su memoria cada detalle de la presentación que sin duda comentaría una y otra y otra vez hasta colmar la paciencia de quien tuviera la mala suerte de escucharla o de sentarse junto a ella a la hora del almuerzo.

Chasqueando los dedos Duval volvió a la realidad a Nini que parpadeó un par de veces y preguntó.

– ¿Hay algo que quisiera que haga por usted?

– Solo se una buena y linda puta Nini (Noris) y quédate en silencio, esa boquita pronto la usaremos para otras habilidades tuyas. Por el momento pongamos ese cerebro y esa lengua de vacaciones.

Ambos entraron a una enorme habitación muy bien iluminada y con una elegante decoración, por todo el lugar encontraron a varias personas, muchos hombres en su mayoría de mediana edad, y algunas mujeres, en su mayoría ellos vestían de saco y corbata o smoking los hombres y las damas con finísimos vestidos y hermosa joyería de diseñador. Entre ellos desfilaban por lo menos una docena de hermosas profesionales vestidas en lencería y minivestidos que simulan trajes de empleadas francesas, muchas de ellas eran compañeras de oficina de Nini, algunas repartiendo copas y aperitivos en bandejas de plata, otras dedicadas a mamar las vergas o los coños de los y las clientes presentes.

Por toda la amplia sala estaban distribuidas plataformas iluminadas sobre las cuales se exhibían piezas o en este caso chicas en posiciones sugerentes, algunas inmóviles otras más interactivas conectadas a máquinas que bombeaban sus coños o culos con dildos, otras se masturbaban solas, con su mirada perdida o intercambian caricias y besos con la compañera de plataforma que les habían asignado.

Todas luciendo su collar de cuero, denudas o en lencería fina, pero todas en una teta o una nalga llevaban escrito en tinta roja escarlata un número grande compuesto de cinco cifras separadas por guiones “014-9-2” los números correspondían a Número de Pieza, Lote y Tipo de sumisa.

En cada una de las plataformas un letrerito anunciaba al público asistente: “Queda prohibido no tocar las piezas en exhibición”. Siguiendo estas instrucciones se podía ver a varios invitados, acariciando los culos o tocando las tetas de las sumisas. Los gemidos de las sumisas se mezclaban con las hermosas notas de música clásica interpretados por un cuarteto de cuerdas donde destacaban la primera violinista de la sinfónica de Paris, obviamente todas ellas estaban desnudas mientras tocaban.

Sobre una de las amplias e iluminadas plataformas Ximena y Kimaura, ahora Xixi y Kiki, deleitaban al público con su tercera rutina programada en sus cerebros. Era el turno de Xixi arrodillada mirando al público, sus piernas separadas permitían ver perfectamente su depilado y argollado coño, su espalda se arqueaban haciendo resaltar sus bellas tetas que subían y bajaban rítmicamente acompasadas con su agitada respiración, su cabeza ladeada a la izquierda hacia que su dorada melena cayera en cascadas de rizos hacia su pecho, su boquita emitía gemidos de placer y se mantenía entreabierta dejando espacio para que su lengua saliera seductoramente y humedeciera sus carnosos labios mientras en sus ojos color avellanados verdosos la lujuria que proyectaban no dejaban duda a que la penetración que recibía en su culo por parte de un dildo atado a la cintura de Kiki, arrodillada a su espalda, la estaba haciendo pasar un momento de suprema delicia sexual.

Duval avanzaba sosteniendo la cadena de Nini que caminaba tras su dueño, sus pechos se bamboleaban al igual que sus nalgas se mecían con cada paso de los estiletes que rítmicamente hacían un “clac clac” en los pulidos pisos de mármol italiano, Nini solo sentía la leve presión de la cadena que la guiaba atada a su cuello y conectada a su argollado coño, se detuvieron frente a la plataforma y Duval observó complacido como otras dos de sus hermosas empleadas y mascotas, que diario le atendían en su firma de abogados, ahora eran parte de la exposición de sumisas.

Kiki embestía lenta y rítmicamente a Xixi, mientras le besaba el cuello le lamia el lóbulo de la oreja o se besaban y jugaban con sus lenguas, mientras sus manos recorrían la erizada piel de Xixi o simplemente se detenía sosteniéndole los senos con una mano e introduciéndole los dedos en el encharcado coño de Xixi que hacían subir el sonido de sus gemidos para el deleite de los presentes.

Entre los presentes Mr. Loggan y su esposa conversaban mientras acariciaban a una chica de aspecto latino, piel canela y cabellos oscuros al igual que sus ojos, su cuerpo trabajado con ejercicios y un aumento de senos por medio de nano máquinas estaba cubierto por un elegante juego de lencería blanca que contrastaba con su piel canela. En la plaquita de su collar se puede leer “Cuca” (Coño), Dennis Sandoval se mantenía de pie sonriéndoles a sus amos. Loggan le acariciaba el trasero mientras su esposa tomándola de la cintura le plantaba un beso de lengua que la dejó casi sin aliento, al soltarla le dijo a su esposo.

– Que ricura de chocolate latino me conseguiste amor, besa tan rico… no me aguanto las ganas de llevarla a casa.

– Tranquila, si todo sale bien en la junta, la tendremos para nosotros por mas de un año, podremos hacerle todo lo que quieras y tendrás tiempo de sobra, solo espero que no te aburras de ella.

– ¿Aburrirme de ella, ya la viste bien, viste ese trasero y esa tetas es casi como la esposa de ese cantante latino, la del reality show de los chicos cantantes? ¿Podemos comprarle un vestido blanco como el que uso ella cuando bailo en el show y que nos baile a nosotros?

Loggan le sonrió al verle brillar los ojos a su esposa como si fuera la mañana de navidad para una niña y le dice:

– Claro que la vi. La escogí para ti tal como te gustan, claro que podemos comprarle todos los vestidos y juguetes que quieras para divertirnos con ella.

– Por eso te amo…

La Sra. Loggan metiendo su mano dentro de las bragas de encaje de Dennis, metió sus dedos en el coño de “Cuca” y jugando con ella mientras se acercoo a su esposo y lo besoo apasionadamente y Dennis siguío allí totalmente desconectada de la realidad, sintiendo como sus pezones se endurecían y su cuerpo reaccionaba a las caricias de sus amos.

En otra esquina el Sr. Hasegawa y su asistente Akemi Miyake conversaban con Mr. Baxter que sostenía las cadenas de sus hijastras que estaban a cuatro patas una a cada lado de él. Ambas chicas solo visten medias de seda a media pierna, un par de collares de perras del que cuelgan sus respectivas plaquitas y en sus culos llevan insertados dilatadores anales que tienen forma de colas de perro que al ser de hule con cada movimiento que hacen las chicas se mueven de lado a lado como si de perras felices meneando la cola se trataran.

– Debo felicitarlo James-San, sus hijas son tan hermosas y deseables como lo es su esposa Sussy, por cierto ¿por qué ella no se encuentra aquí con nosotros?

Las chicas esperan su siguiente orden a 4 patas mientras sus coños se humedecen y sus tetas cuelgan por la gravedad, tienen prohibido hablar pero son perfectamente consientes de todo lo que pasa a su alrededor.

– Le agradezco sus palabras Sr. Hasegawa, tengo a la puta de Sussy arriba en el evento haciéndose pasar por una empresaria modelo, siendo parte de la organización y la sociedad. Eso es muy bueno para las relaciones públicas. En un rato bajara para ponerse a 4 patas junto a sus hijitas.

– Realmente parecen gemelas…

– Es cierto, son muy parecidas físicamente, la puta de Sussy no espero mucho tiempo para salir preñada de su siguiente cachorra. Para identificarlas mejor les he escrito sus nombres en la frente así sé exactamente cual me chupa la verga y a cual le estoy comiendo el coño.

Escrito en lápiz labial se podía leer Sammy y Mely en las blancas pieles de las frentes de las hermanitas Baxter, mientras ambos hombres ríen, a su lado otro grupo de personas conversaban animadamente. Vestida como todas las otras sumisas Michelle Vanderburgh estaba de pie junto a la juez del tribunal superior de justicia, nominada a ser juez de la suprema corte, Robert Sagel las observaba y les comentaba.

– Como le comentaba su señoría, Mimi ha sido una de las mejores adquisiciones que hemos tenido, nos ha funcionado perfectamente en cada una de las tareas que le hemos asignado. Si no fuera por el contrato que hemos firmado le pediría que me la cediera por un tiempo más.

– Créeme Robert por el gran trabajo que has hecho te la cedería, pero no puedes imaginar las ganas que me he aguantado de tener a esta belleza de rodillas frente a mí, no solo esta temporada que ha pasado en tus manos. Era una verdadera tortura el verla en mi tribunal contoneando este culo, una tortura total soñar con poder cogérmela en mi despacho y mantener la compostura ante todo el tribunal… y ahora.

La Jueza sostenía la cara de Mimi que, con solo el contacto de las manicuradas manos de la jueza, empezó a mojarse como una perra. El Dr. Duval llegoo junto a ellos y saludándoles se unió al grupo mientras Robert, levantando la mano, llamó la atención de una de las desnudas meseras que lleva las copas de champagne. Duval alegremente saludó a Robert.

– ¿Mi querido Robert, como has estado?

– Duval, siempre a tiempo y veo que estrenando tu nuevo juguete. Fue una excelente elección. Permíteme presentarte a Su Señoría Jean Marie DeCroix.

– Es un gusto finalmente conocerla Su Señoría, veo que recibió el encargo que solicitó a Robert.

– Un gusto Dr. Duval, igualmente veo que tiene un excelente gusto para escoger sus acompañantes.

– Honestamente la idea original fue del amigo Robert que siempre esta atento a ver el potencial de nuestras profesionales.

La semidesnuda Dra. en Psicología Carol Arellanos se acercó al grupo y ofreció una copa a Robert y a Duval, ella observaba a Robert excitada y deseosa de obedecer, parecía mentira que solo un par de años antes la misma Carol Arellanos habría estado disfrutando una copa y de alguna de las sumisas que esa noche llenaban el lugar. Carol había sido parte fundamental del sistema de captura de candidatas.

Lamentablemente todo había salido mal cuando en una sesión de adoctrinamiento a una candidata, mientras una sumisa le comía el coño a Carol, la joven profesional empezó a contarle como había empezado a obsesionarse con tener sexo con su compañera cuarto, otra joven en proceso de conversión. Carol sentada en el sillón de su escritorio la miraba comerle el coño, anotó en su blog de notas que los mensajes subliminales que motivaban en la chica el interés por el lesbianismo estaban funcionando como estaba planeado, al terminar las notas le pidió que describiera a su amiguita:

– “¿Dime como es físicamente esa otra puta, zorra, mama coños que es tan sucia como tú?”

Sacando la lengua del húmedo coño de Carol la chica dijo lo único que Carol no esperaba escuchar. Con la boca cubierta de las babas del coño de Carol la chica dijo:

– “Ella es como la chica de la foto”

Sobre uno de los muebles del consultorio de Carol estaba la foto de Carol abrazada a su hija Jennifer, ambas parecerían hermanas, con sus facciones finas y delicadas y sus cabellos castaños casi rubios. Jennifer hacia dos años que había escapado de casa y Carol había perdido completamente el rastro de su rebelde hija.

– “¿Tu amiga se parece a esta chica?”

– “Si mi señora, mi amiga Jennifer se parece a la chica de la foto, ahora es más tetona, su cabello es negro y viste estilo gótico… y es… solo una puta, zorra, mama coños como usted lo dice mi señora, justo como lo soy yo”

Carol apartó a la chica de su entrepierna empujándola con uno de sus pies, que apoyo en uno delos hombros de la sorprendida y aturdida perra. Cerrando sus piernas tomó el primer teléfono que tuvo a mano.

Ese fue el comienzo del fin para Carol Arellano, inmediatamente solicitoo una reunión con Robert para suspender el proceso de adoctrinamiento de su hija y que se la entregaran, Robert le recordó que una vez iniciado un proceso era casi imposible volver a una profesional a su estado original. Lamentablemente ya su hija había terminado el proceso y había sido comprada por uno de los socios.

Carol Arellano en ese momento tomoo la decisión de destruir todo lo que se había logrado en años de trabajo de Industrias Fredensborg, grupo del cual ella formaba parte del consejo directivo. Para tal fin lo único que pudo idear fue contactar a una de sus mejores amigas, miembro del sistema de justicia de la ciudad. Junto a ella y con todas las pruebas que Carol tenía en su poder sería muy sencillo destruir a las Industrias Fredensborg.

Carol sintió como sus pezones argollados se hacían mucho más duros al sentir la presencia de Robert a su lado y Robert le dijo a Carol.

– ¿No vas a saludar como es debido a tu amiga Jean Marie?

La excitada Carol colocó la bandeja de copas en una mesita cercana y cayo de rodilla frente a su antigua amiga que obviamente no le ayudo en nada a destruir a Industrias Baxter, inclinándose empezó a besarle y a lamerle los zapatos a la juez, mientras Robert comentaba.

– Pensar que ella podría estar disfrutando de la velada, una lástima que tomo el camino equivocado, ¿no quiere usarla un rato su señoría?, puede llevarla con usted, total usted la trajo a nosotros.

– Tranquilo Robert, creo que con mi Mimi tengo de sobra para entretenerme y bueno a Carol estoy algo cansada de usarla.

Carol se levantaba en el preciso momento en que el Dr. Barreto se unía al grupo, obviamente el desconectado cerebro de Carol no lograba reconocer a su propia hija, que ahora era el juguete gótico de su antiguo socio el Dr. Luis Barreto. El cual llevaba en la mano la cadena de Jennifer, que esa noche lucia un juego de látex, negro a dos piezas, que contrastaba con su piel clara pero marca perfectamente todas las exquisitas curvas de su cuerpo.

– Parece que llegué en el mejor momento. Jennifer no vas a saludar a Mami Carol.

– Como usted diga señor.

Jennifer se colocó frente a su madre y tomándola por la cintura le besó apasionadamente y con su lengua empezó a explorar su boca mientras las manos de ambas hembras se acarician mutuamente. Finalmente Jennifer rompió el beso y Carol sintió como su coño escurría jugos al sentirse la más puta de las perras reunidas en esa sala.

– Es un gusto verlos reunidos a todos esta noche, espero gocen la velada y nos reuniremos en un par de minutos en el consejo directivo, con su permiso debo atender detalles del evento tras bastidores.

Luego de despedirse, Robert tomando un corto camino pasó a través de los asistentes a la exhibición y de las sumisas en sus plataformas. Un poco más allá del área de exhibición se encontró en un corredor donde de lado y lado, habían nichos o cavidades donde podían verse entre 15 a20 sumisas repartidas en ambas paredes, cada una de las sumisas estaba de pie, vestida solo con la lencería habitual y todas ellas numeradas y con letreros “Tester”. A ambos lado del final del corredor había puertas que brindan acceso a salas cómodamente amuebladas para que los asistentes probaran las habilidades de cualquiera de las sumisas seleccionada.

Robert caminaba por el pasillo poniendo cuidado a cada una de las sumisas, rubias, latinas, morenas, asiáticas, cada una de ellas llevando al límite su belleza. Cirugías estéticas, tratamientos dentales, limpiezas faciales, programas de ejercicios, todo un proceso diseñado para crear las mascotas esclavas hermosas y perfectamente deseables que estaban frente a él. Había sido un trabajo duro el seleccionar a todas esas candidatas y reconvertir sus deseos hasta lograr que no pensaran más que con sus coños, sus culos y sus tetas, esa noche muchas de esas chicas terminarían el “ciclo captura” y empezarían su nueva vida.

Robert sigioo el pasillo y en medio del camino se encontr con un hombre que por su aspecto rondaba los 40 años, vestido con un juego sastre de diseñador italiano y con aspecto de total fascinación, mientras observaba a una chica de cabellos castaños oscuros y ojos verdes que descansaba dentro de uno de los nichos de exhibición.

Colocándose al lado del cliente Robert contemploo a la chica y simplemente le comentoo al hombre.

– Es su primera vez en una gala por lo que veo.

El cliente sale de su contemplación al escuchar a Robert y algo apenado le contesta.

– Sí, sí es mi primera gala… No me canso de admirar estas bellezas.

– Tranquilo todos pasan por lo mismo, se nota que es principiante en esa expresión de un niño en medio de una juguetería.

Ambos ríen al admirar a la muñeca que con expresión distante seguía de pie frente a ellos, sus pechos desnudos subian y bajaban al compas de su respiración, su piel era casi perfecta, y ese casi era solo por unas hermosas pecas de un color levemente más oscuro que su piel que cubrían parte de sus pechos y algunas pintaban su nariz y mejillas, esas pecas junto a su larga melena de tono castaño que caía en cascadas de rizos por su espalda y parte sobre sus pechos, le daban un aspecto exóticamente felino. Las manos de la chica descansaban a ambos lados de sus apetitosas caderas justo debajo de una cintura esculpida a base de semanas de ejercicios en el gimnasio y una dieta que seguía al pie de la letra. El paquete lo completaba un apetecible par de labios vaginales con su vello púbico recortado, un trasero paradito y de nalgas firmes y unas piernas torneadas y tan largas como el suspiro que soltarían algunos al verla caminar.

– En verdad son unas bellezas, nos esforzamos mucho por sacar de cada una de ellas ese toque especial que las hace perfectas. ¿Le gustaría probar el producto?

– Oh gracias, pero no creo que tenga el crédito suficiente para probar una de las chicas de esta sección.

– Tranquilo mi estimado amigo, no hay nada más frustrante que ver y no tocar.

Diciendo esto Robert deslizó una tarjeta en un lector colocado al lado de la chica y parpadeando, los ojos de la sumisa volvieron a enfocar y su expresión se volvió más felina que antes, moviéndose casi en cámara lenta su pierna bajo del escalón donde estaba colocada y se paró frente a los hombres que la admiran y con una sonrisa dijo.

– Hola, ¿puedo servirles en algo?

Su acento extranjero sumado a su lenguaje corporal y al embrujo erótico que irradiaba, no hacen mas que ayudar a la visible erección del cliente que no dejaba de verla. Robert se le acercó a la chica y sacando una agenda electrónica le dijo.

– Hola, hoy vas a atender a mi invitado y le harás pasar la mejor noche de su vida. Le acompañaras a un privado y le mostraras todo lo que has aprendido.

Mirando al invitado con una lujuria que se incrementaba con cada segundo la chica contestó.

– Así lo hare señor.

El cliente miroo a Robert y sin encontrar palabras para agradecerle le dijo.

– Como puedo… gracias, pero..

– La casa invita.

– Gracias… ¿cual es el nombre de la chica?

– En verdad eso no tiene la menor importancia, pero si gusta, ¿Dígame cual es el nombre de alguna novia, compañera, amiga, profesora o familiar que nunca pudo poseer, que se hizo la difícil o que siempre tuvo ganas de usar como a una prostituta barata?

La pregunta tomoo desprevenido al cliente y su expresión de sorpresa poco a poco fue cambiando mientras con deseo miraba a la chica y dijo.

– Leticia.

Robert accionoo su agenda y escribiendo algo en ella activoo un par de botones más, en la chica sus ojos se nublaron un poco, reaccionando un segundo después parpadeando una o dos veces y dirigiéndose a la chica Robert le ordenoo.

– Leticia, escolta a mi invitado a un privado, has lo que se te ha ordenado y lo que el pida.

– Si mi señor.

La chica tomoo del brazo al cliente y Robert los vioo alejarse por el pasillo rumbo a uno de los cuartos privados. Finalmente la última puerta del pasillo lo condujo a una especie de anfiteatro donde estaban reunidas muchas personas, hombres de saco y corbata, y algunas mujeres elegantemente vestidas, todos sentados observando el escenario donde una sonriente María Patricia Zurita anunciaba el siguiente lote de sumisas, sus características y los precios iniciales de subasta…

– La siguiente pieza está numerada “024-9-3”. Alias Lissy, es arquitecta de profesión, tiene 23 años, cuenta con el paquete estándar de conversión, obediencia, sumisión y con preferencias bisexuales. Se le han mejorado quirúrgicamente senos, labios y pómulos, el precio inicial de esta pieza es de $ 656,000 dólares americanos.

Lissy apareció en el escenario vestida de traje sastre tipo ejecutiva y poco a poco fue caminando y desvistiéndose, soltando su cabello rubio y quitándose el saco gris que reveló sus hermosas tetas cubiertas por un sostén de encaje de media copa que no lograba ocultar su pezones, el bamboleo natural de sus nuevas y grandes tetas no deja la menor duda a los presentes que esos pechos están libres siliconas. Luego fue el turno para su falda a juego con su saco, al caer al suelo la falda reveloo sus medias sostenidas por ligueros y sus piernas calzadas en tacones de aguja, ella no llevaba bragas y empezó una rutina de poses programadas en su cerebro para seducir al público. Varias ofertas empezaron a llegar de la sala de subastas y los clientes vía online se disputaban la compra de la sumisa.

Todos podían ver a la nueva Lissy, semidesnuda en medio del escenario, sus grandes pechos subiendo y bajando por la excitación de mostrarse tan puta y caliente ante todas esas personas. Cada movimiento de su escultural cuerpo era un ataque directo al libido de los presentes, su cintura estrecha y sus nalgas respingonas invitaban a ponerla a cuatro patas allí sobre el escenario y llenarle todos sus orificios. Sus cabellos caían en cascadas doradas por su espalda y por el frente, hacia tanto que el tono castaño claro original de su cabello había desaparecido, al igual que desapareció el prejuicio de Lissy a pensar que las rubias eran tontas… tontas rubias tetonas. En realidad la mayoría de los pensamientos independientes y la conciencia de Lissy habían desaparecido, lo importante era que ahora ella se sentía perfectamente feliz con ser la rubia de pechos grandes y carita angelical que todos miraban y deseaban llenar de vergas.

La puja se hizo más fuerte y algunos clientes desistieron de ofertar cuando la subasta por Lissy alcanzó la cifra de $896,000.00.

Robert con una sonrisa se fue tras el escenario a revisar el siguiente lote en subasta mientras los minutos siguieron corriendo y el precio por Lissy siguió su marcado ascenso, ella ya estaba en el suelo del escenario masturbándose frente al público y gimiendo, lo que motiva una siguiente oleada de ofertas.

La siguiente sumisa en lista de subasta era la oficial de policía Vanessa Harper pero hacia unos minutos Robert había ordenado retirarla de la subasta pues un comprador había hecho una muy generosa oferta después de probar a Vanessa en uno de los privados. Ahora Vanessa permanecía tras el escenario de pie y en silencio total, con su mirada perdida y su cerebro apagado mientras vestía un ridículo disfraz que simulaba su uniforme de reglamento. Su blusita azul marino de latex con su plaquita de plástico no lograba retener su enorme par de tetas y justo debajo de esas dos bellas masas de carne, un desnudo torso muestra el perfectamente trabajado abdomen y seguidamente otro pedazo de latex azul marino intentaba simular un pantalón policial que se insertaba en su coño por delante y se adhería a sus nalgas redondas nalgas por detrás. Rematando todo el atuendo un cinturón de cuero de estilo policial colgaba de su cintura pero a diferencia del que usualmente llevaría ella, de ese cinturón colgaban varios dildos de diferentes tamaños y formas.

Lastimosamente los clientes se quedarían con las ganas de ver la presentación de Vanessa que esperaba a que su nuevo dueño pasara por ella. Su carita bonita apuntaba levemente al suelo, ladea su cabecita dejaba escapar de su boca entreabierta un hilillo de saliva que mojaba sus enormes pechos de piel de ébano, sus piernas separadas dejaban ver como el pantalón de latex se encajaba en su coño y sus torneadas piernas terminaban calzadas en unas botas negras de cordones blancos con altas plataformas de tacón.

Robert no podía rechazar la compra directa de Vanessa pues el acaudalado hombre de negocios era literalmente dueño de una prospera ciudad del sur, en los últimos meses había estado haciendo muchas compras de jóvenes sumisas, al grado de conocerlo como el Señor de las Muñecas. Todas sus compras se habían mudado y empezado a trabajar en la ciudad que él estaba construyendo, entre las sumisas compradas figuraban una maestra de primaria, una bibliotecaria, una doctora, y dos abogadas. De estas dos últimas una de las abogadas había sido un pedido especial diseñada y programada exclusivamente para seducir, complacer y entretener a la esposa del Señor de las Muñecas.

La esposa no sabia nada de las actividades extramaritales de su esposo, y mientras él se decidía si incluir o no a su esposa en su colección de muñecas, la abogada se encargaba de ocupar el tiempo libre que su esposa tuviera. Ahora Vanessa se mudaría de ciudad y formaría parte del cuerpo de policía del lugar y de la creciente colección de muñecas. El cliente estaba deseoso de ser detenido por Vanessa y que ella intentara darle una infracción, él conseguiría la forma de convencer a Vanessa y arreglar el asunto de otra manera.

Dejando a Vanessa sola de pie en una esquina tras el escenario, Robert no pudo evitar mirar como sus enormes tetas casi hacían estallar su camisita azul en su uniforme policial, le acarició el redondo trasero y se alejó de ella rumbo al siguiente lote en subasta.

Finalmente un potentado Sheik compró a Lissy, la cual bajo del escenario completamente exhausta pero feliz de ser una buena chica y demostrar todo lo que aprendiera en las últimas semanas.

Así terminaba el “ciclo de reconversión” de Lissy, ella no recordaba la llamada que hiciera a su jefa para renunciar, menos cuando empacó sus cosas y se mudó a casa de Lola y donde estas tres últimas semanas había iniciado una tórrida relación cargada de sexo y placer. Aunque en el fondo ella sabia que eso no duraría pues ella, aun estando enamorada de Lola necesitaba algo más, algo que Lola no podía darle.

En realidad eso era lo que ella debía recordar y pensar pues las últimas tres semanas las había pasado en una instalación dentro de las Clínicas Baxter cariñosamente denominada “La Colmena”.

Todos sus recuerdos y sensaciones habían sido implantados en su memoria por un nuevo software que recreaba realidades. Lissy al igual que un incontable número de sumisas se mantenían casi en animación suspendida dentro de capullos semirígidos, ellas eran alimentadas por tubos o sondas nasogástricas, sedadas, nutridas e hidratadas vía intravenosa, sus excretas y fluidos limpiados por bombas de vacío y chorros de agua. Estos equipos algunas veces eran reemplazados por vibradores y consoladores, al igual que periódicamente los capullos cambiaban su forma alterando su postura para ejercitar sus músculos y evitar atrofia por inmovilidad.

En las semanas siguientes Lissy rompería con Lola y por esos extraños giros del destino recibiría una propuesta de trabajo para diseñar un extremadamente lujoso hotel en un emirato de Arabia, en realidad diseñaría el hotel y los últimos tres niveles del edificio serian el harén de su nuevo dueño, otra propuesta que no podría rechazar. Algunos ajustes especiales y detalles deberían ser incluidos en el perfil de Lissy y para esto se requerirían un par de semanas de implantación y prueba. Esto no le importaría a su nuevo dueño que estaría encantado de tener una Bimbo perfecta a sus pies.

Después de casi una hora de haberse despedido de sus socios, una alarma silenciosa empezó a vibrar en teléfono agenda de Robert, caminando por un corto pasillo que lo sacó del área de subastas entró a un pequeño lobby donde Helen lo recibió en un excitante mini vestido negro y zapatos de tacón de aguja, sosteniendo en sus manos la cadena de Vivi, que descansaba a su lado desnuda de rodillas con sus manos detrás de la nuca, su espalda arqueada y levantando sus pechos.

– Todos han llegado amo, ya han votado y esperan por usted para concluir la sesión.

– Buena chica Helen, ¿cómo se comporta nuestra nueva perrita?

– Se puede decir que se adapta muy bien a su rol de mascota. La medalla se la colgué de la teta y el pergamino se lo iba a meter en el culo, pero luego pensé que se estropearía y no podría colgarlo junto a sus otros reconocimientos.

– Bien pensado, igual hay mejores cosas para meterle y llenarle el culo a Vivi.

En el marco del evento de caridad organizado por la Asociación de Damas Empresarias de la Ciudad, se había hecho un reconocimiento especial a Vivian Deveraux como la mujer empresaria del año. La fotografía de Vivian Deveraux, en un elegante vestido sonriendo al recibir su reconocimiento, que saldría publicada en las páginas de sociales en periódicos y revistas, distaba mucho de la imagen de perra amaestrada que veía Robert en ese momento. En algunos casos esa misma foto elegante decoraría la noticia sobre el millonario donativo que Vivian había realizado a un consorcio privado de investigación científica, donativo al cual ella se refería como “Mi humilde contribución al desarrollo de tecnologías que hagan de este mundo un lugar más agradable”.

Robert acariciaba la cabeza de Vivian como si de un cachorro se tratara.

– Buena chica, buena chica, eres toda una perra de listón azul…

Vivian empezó a soltar babas que mojaban su entrepierna y escurrían por la parte interna de los mulos, Robert atrapó su barbilla y la levantó con fuerza obligándola a mirarlo y le dijo

– Córrete para mi puta.

Robert observó como la empresaria del año empezó a convulsionar y sus ojos rotaron en sus cuencas hasta que solo mostró el pálido blanco, mientras su cuerpo se estremecía producto del orgasmo. Robert sonrió complacido y soltándole la barbilla a Vivi su cabeza se inclino y la saliva se escapó de la comisura de sus labios y fue a parar sobre sus tetas, babeando su piel y haciendo brillar sus pechos. Robert continuó su camino a la sala de juntas.

Entrando a la sala de conferencias se reunió con le Consejo Directivo de Industrias Fredensborg. En la mesa lo esperaban el Dr. Duval encargado de asuntos legales, el Dr. Luis Barreto encargado de la clínica dental y el salón de tatuajes que funcionaban como centro de captura secundario de nuevas candidatas a profesionales, Mr. Logan dueños de la Corporación Loggan Aeroespacial y encargado de transportación, el Dr. Michael James Baxter dueño legal de Biotecnologías y Clínicas Baxter y finalmente el Sr. Tetsu Hasegawa, dueño de Hasegawa Group, encargado de proveer los bioquímicas necesarios para las profesionales.

El primero en tomar la palabra fue el Dr. Duval y dirigiéndose a Robert dijo.

– En las últimas semanas el consejo nos hemos reunido para evaluar la petición que nos hicieras, hemos evaluado la solicitud detalladamente puesto que la tarea no resultaría sencilla desde ningún punto de vista. Después de muchas deliberaciones se ha decidido ejecutar el plan, y por arriesgado que este sea, si no podemos lograr este encargo del Sr. Toscanni no podríamos decir que somos la mejor y única industria de nuestro tipo. Como ves esto se ha convertido en una cuestión más que económica, es una cuestión de egos, honor y tener suficientes “huevos” para hacerlo.

– Les agradezco su confianza y deferencia caballeros.

– Te agradecemos a ti Robert que te has tomado la molestia de idear este plan. Dicho todo lo necesario disfrutemos del final de la velada.

Diciendo esto los miembros del consejo se levantaron, y cada quien tomó a su o sus perras que esperaban ansiosas de rodillas o a cuatro patas bajo la mesa o junto a sus sillas, todos volvieron a la fiesta y Robert se quedó sentado a la mesa. Abriendo un poco su saco extrajo de un bolsillo la foto de una hermosa joven de por lo menos 26 años, de estatura media, piel clara levemente tostada por sesiones de bronceado, cabellos castaños con rayos dorados, un hermoso par de ojos azules verdosos y por lo que se puede ver en la foto un excelente par de senos, una cintura y caderas bien cuidadas y un rico trasero, una sonrisa discreta ilumina su rostro de facciones delicadas. Robert recordaba con exactos detalles la primera vez que había visto esa foto.

“- Eres un hombre inteligente Robert de eso no hay duda. Todo tiene un precio y mi colaboración con ustedes también lo tendrá, pero como sabrás hay cosas que ni todo el oro del mundo puede conseguir para un hombre.

Diciendo esto Bruno extendió un documento a Robert y al revisarlo Robert miró a Bruno fijamente, en el rostro de Bruno no había en menor signo de duda. Luego Robert extrajo del documento una foto y después de meditarlo unos minutos dijo.

– No será fácil pero la vida esta llena de retos a superar.”

Eso había conversado con Bruno Toscanni mientras le entregaba a Robert la foto de Kateryn Francesca Toscanni Tassinari, la hija de Francesca Tassinari. Francesca fue la más hermosa y cotizada modelo de su época, quien se había casado con Alessandro Toscanni, padre de Bruno. Alessandro era un magnate de la industria bancaria que había hecho su fortuna en el negocio de casinos. Esto convertía a Bruno y a Kateryn en hermanastros. Habían vivido juntos por muchos años, siendo una familia normal y feliz pero todo cambio a raíz de la muerte de ambos padres, en un sospechoso accidente de transito, la fortuna Toscanni fue repartida a partes iguales y la custodia y el manejo del fideicomiso de ambos adolescentes fue otorgado a su tío Giusseppe Toscanni.

Obviamente Robert conocía cada detalle de la familia Toscanni pues por meses había evaluado y estudiado la posibilidad de incluir a Bruno en las operaciones de Industrias Fredensborg. Claro que estas invitaciones no se hacían a cualquiera. Era todo un honor ser seleccionado por el consejo para ser un integrante más, ni siquiera esos chicos (o chicas en algunos casos) ricos, egocéntricos y malcriados eran tomados en cuenta para alquilar una esclava, mucho menos para integrar el consejo.

Lo que Robert desconocía era que Bruno Toscanni siempre había fantaseado con la idea de hacer a Kateryn su mujer. Desde su adolescencia se había fijado la meta de poseer a Kateryn y ya siendo adultos Bruno había hecho su mejor avance pero Kateryn le había rechazado de forma muy directa y diplomática. Desde ese momento la relación entre ambos había cambiado a una verdadera lucha de poder y cuando la propuesta de Robert entro en la escena, Bruno Toscanni finalmente encontró la pieza clave para cobrar su venganza y adueñarse de Kateryn.

Robert guardo la foto nuevamente en su bolsillo y tomando otros documentos pudo leer en ellos “Proyecto Fénix”, y ver más fotos que presentaban a Kateryn en ropa de oficina y en actividades comunitarias, varias fotos en campamentos de refugiados brindado ayuda internacional, o varias fotos donde se le ve en un traje de neopreno deportivo saliendo del mar en una playa, en una de las muchas competencias de triatlón en las que participaba, en la mayoría de las veces en eventos con premios donados a la caridad.

Un recorte de prensa la presentaba en la alfombra roja de una actividad de beneficencia. Llevaba puesto un elegante vestido de noche que hacia juego con sus joya y accesorios, entre esos accesorios el que más destacaba era su acompañante vestido de smoking con una banda escarlata cubriendo parte de su camisa blanca, el artículo se titulaba “Noche de Cuento de Hadas, el Príncipe y su prometida se presentan en sociedad”. Se rumoraba fuertemente que Kateryn Toscanni y el Príncipe Friederic Ernest VanAule, heredero de la corona de Bretonslavia, anunciarían en cuestión de días su compromiso y contraerían nupcias en los próximos meses, luego de concluir el príncipe una misión de ayuda humanitaria internacional.

Robert cerro la carpeta de documentos y se levanto para unirse a sus clientes y socios, mientras avanzaba por el pasillo iba reenumerando cada detalle del plan a ejecutar, ahora era el turno de Robert para demostrar cuan inteligente podía ser el dragón para arrebatare la princesa al príncipe y confinarla a la torre más alta.

Oficinas del Grupo Toscanni.

Sala de Reuniones

Sesión de la Junta Directiva del Grupo Toscanni.

Hacia escasos quince minutos desde que la reunión había iniciado y habían pasado solo diez minutos desde que comenzó la habitual discusión de metas y directrices entre Bruno Toscanni y Kateryn Toscanni. Era tan habitual que el carácter tan dominante de estos dos personajes chocaran en la mesa de juntas que asistir a una reunión sin presenciar una buena pelea entre ellos, era como sentarse a mirar la TV sin encenderla. A Kateryn le parecía absurdo invertir tanto dinero un el nuevo proyecto de casinos online que Bruno había presentado. Bruno defendía su proyecto diciendo.

– Pues esa es una cifra irrisoria en comparación a los beneficios que obtendremos en cuanto el sistema se posicione en el mercado, con la reputación de nuestros casinos la competencia se ira a pique en solo un par de meses.

Kateryn lo observaba y sin la menor muestra de irritación o apasionamiento le contestó:

– Bruno no creo que debamos seguir discutiendo esto, no me parece que esto sea más importante que la restructuración de nuestros casinos reales. No creo que tengamos tiempo para tus casinos virtuales…

Antes de que Bruno saltara sobre la mesa y apuñalara el cuello de Kateryn con su bolígrafo de oro, o por lo menos eso había pensado hacer, Giusseppe Toscanni tomó la palabra para apaciguar los ánimos. Con voz pausada y tranquila como era su costumbre, mirándolos a ambos dijo.

– Si me permiten expresarles mi opinión, creo que deberíamos tomarnos un tiempo y revisar con más detalle y cuidado la propuesta de Bruno y poder dale espacio a la ejecución de la restructuración que Kateryn tiene ya en desarrollo.

Voces y murmullos de aceptación llenaron la sala de conferencias y una sonriente Kateryn se levanto de la junta diciendo.

– En ese caso estaremos revisando el tema en cuanto me reintegre a la oficina, luego de mis vacaciones.

Sonriéndole a Bruno terminó por salir y se dirigió a su despacho, Giusseppe intentó decirle alguna frase de animo a Bruno para calmarlo, pero Bruno lo detuvo con un gesto de manos, ambos salieron de la sala de reuniones y Bruno volvió a su despacho.

Kateryn llegó sonriendo a su oficina encontrándose con Malena, su secretaria y asistente personal, a la cual saludó alegremente.

– Buona sera Malena ¿come stai?

– Buona sera Kateryna, tutto bene.

Malena se notaba algo nerviosa por la repentina llegada de su jefa, quien la observaba de manera inquisitiva. Malena bajó la vista al teclado de su computadora como si fuera una niña atrapada en una travesura.

– Malena ¿qué hemos conversado sobre las redes sociales en horas de oficina?

– Solo entre un momento a revisar los comentarios a mis fotos…

– No quiero ni saber como lograste burlar el firewall de la oficina pero te recuerdo que los chicos de informática no estarán contentos ni contigo ni conmigo.

– Solo contestaré unos comentarios de mis fotos de vacaciones y me desconecto jefa y no lo volveré a hacer.

Kateryn le sonrió cariñosamente al verla sentada frente a la computadora revisando su cuenta.

– Intenta terminar rápido con eso, aunque creo que te tomará algo de tiempo. Tienes más documentadas tus vacaciones que las misiones a la luna. ¿Cuantas fotos tomaste en dos semanas?

– Emmmm… Solo un par de cientos pero la pase de maravilla…

– Eso se nota en las fotos y en ese lindo bronceado… Ahora será mi turno.

– Me cuesta creer que hoy sea el primer día en dos años que su agenda este completa y absolutamente vacía, no hay reuniones, no hay video conferencia, ni siquiera una cita para tomar un te… jefa puedo decirle que esta todo listo para su viaje.

– Gracias Malena no te preocupes por la agenda, recuperaremos todo el tiempo “perdido” a mi regreso, prepárate por que la siguiente semana será de las más pesadas.

– Pero jefa eso no será tiempo perdido… Menos si estará en compañía de su príncipe.

Ambas rieron pícaramente y la curiosidad de Malena se impuso y le preguntó con franqueza a Kateryn.

– Esa felicidad no solo es por su viaje jefa, ¿Cuénteme que ha pasado en la reunión?

Kateryn sonriéndole con aire triunfador le dijo.

– Volví a demostrarle a Bruno que debe pensarlo dos veces antes de enfrentarme en una reunión de junta directiva.

– ¿Otra vez jefa, Pero es que el Sr. Bruno no logra aprender?

– Al parecer no logra entender que yo soy la del carisma y de las buenas ideas. Espero que algún día se de por vencido.

– Me alegra que este tan contenta jefa.

– Como no estarlo Malena, bueno debo disfrutar estos días de libertad… En cuanto se anuncie el compromiso y la fecha de la boda, todo será otro mundo y ya se me agotaron las excusas para rechazar la protección de la guardia real.

Malena la despidió con una sonrisa y Kateryn entró a su oficina para hacer las llamadas de rutina antes de salir de la oficina rumbo a sus vacaciones, Los minutos pasaron y ella conversaba con sus clientes.

– Si señora McMuller, los documentos estarán mañana en su despacho para la firma…. Sí, me iré de vacaciones, sí ya sé que trabajo demasiado…. No, no solo será una semana… Con gusto le saludare al príncipe… Gracias que amable. Sí, es verdad, en televisión nos vemos más altos…

La puerta de la oficina se abrió y fue interrumpida por la llegada de Bruno, se le notaba más calmado. Ella acostumbrada a esas visitas inesperadas levantó un dedo indicándole que la espere mientras seguía hablando…

– Sí, con gusto nos reuniremos a mi regreso, igualmente ciao.

Un momento después cerró la llamada y antes de atenderlo el teléfono sonó, ella accionó el intercom, una exaltada Malena dijo.

– “Lo siento jefa, fue más rápido que yo, esta vez no pude detenerlo”.

Bruno levantando la voz dijo.

– Siempre soy más rápido que tu Malena, no sé por que insistes en intentar retrazarme en la entrada.

– “¿Esta puesto el intercom? Que pena Sr. Bruno…”

La línea quedó en silencio, y Kateryn le interrogó mientras Bruno sonreía.

– Supongo que no vienes a desearme un buen viaje…

– Claro que a eso he venido ¿Por qué siempre a la defensiva?

– Porque me enseñaste y aprendí muy bien de ti. Aunque mi técnica es más sutil, dulce y delicada.

– Touché… En realidad vine a mostrarte estas cifras y a pedirte que firmes el contrato de ejecución de la plataforma online.

Kateryn iba a iniciar su planeado ataque cuando el intercom empezó a sonar insistentemente.

– “Jefa lo peor, lo peor a pasado…”

– ¿Qué ha pasado Malena no me asustes?

– “Jefa han llamado del aeropuerto, el jet privado para su viaje no puede despegar han descubierto un problema en una turbina…”

– ¿Eso es lo peor? Alquila otro avión y que Richie este listo par salir…

– “Jefa he llamado a todos los servicio de vuelos y no tienen nada disponible hasta mañana… creo que deberíamos llamar al príncipe y …”

Kateryn recogiendo el teléfono desesperadamente dijo.

– NO, ni hablar, la presentación del proyecto humanitario es mañana, tengo que viajar hoy, no le puedo dar este dolor de cabeza ahora.

Bruno sonrió mientras dijo:

– Sin contar que no podrías aceptar tu error de viajar a última hora…

Kateryn le lanzó una mirada asesina que Bruno respondió con una sonrisa y le ignoró sacando su celular para hacer una llamada.

– No importa que tengas que hacer Malena pero consígueme algo que vuele y me saque de aquí, please – cerrando la llamada, miró a Bruno y le dijo – ¿Algo más que necesites?, como ves no es el mejor momento para…

Bruno la interrumpió con el mismo gesto de manos que ella uso para hacerle esperar.

-”… Si, claro que te estaría agradecido… sí, pero necesito ese favor ahora…” – bajando su teléfono miró a Kateryn y le dijo – Estoy salvando tu trasero para que puedas lucirle tu bikini a tu sangre azul y tomen el sol juntos. Tengo el jet de un amigo saliendo de la ciudad, puede llevarte si quieres…

Kateryn lo miró molesta por el comentario pero dudosa de los benévolos motivos de Bruno.

– Qué considerado de tu parte pero ¿dime qué ganas con ayudarme?

– Yo nada, no sé que te hace pensar que hay algo de por medio en esto, no sé por que lo dices.

– Por que eres Bruno y te conozco.

– Buen punto, en ese caso y siendo completamente honesto, te pediré un favor. Quiero que estudies la propuesta…

– ¿Solo eso? Ok prometo leerla…

– No, no quiero que la leas y la olvides, quiero que la estudies y la analices.

Pensándolo unos segundos Kateryn le contestó.

– ¿No me dejaras en paz hasta que acepte, no es así?

– Que bien me conoces – Bruno levantó el celular y dijo – ” OK estaremos allí en unos 20 minutos, bueno ciao”. Andiamo, nos esperan…

– Pero yo no acepte…

– ¿Qué opciones te quedan?

Bruno salió de la oficina y Malena entró alterada diciéndole a Kateryn.

– Malas noticias jefa, no he podido conseguir nada para usted. Nada esta por salir, ni siquiera un vuelo con cabras o algo así – Kateryn la miró severamente pero a punto de reír y Malena dijo – claro que esa sería la última opción.

– Descuida Malena ya tengo como viajar.

– ¿Pero, como, cuando, quien?

– Como: En un jet privado, Cuando: Justo en este momento me esta esperando, Quien: Pues aunque no lo creas ha sido Bruno.

– Bruno, ¿El mismo Bruno que acabó de salir?

– Sí, ese, el mismo Bruno, ahora ayúdame por favor a sacar esta maleta…

– Pero jefa ¿esta segura de esto? yo me lo pensaría dos veces, es… es que es Bruno.

– Créeme, si tuviera tiempo te dejaba una declaración firmada haciendo responsable a Bruno si me rompo una uña, pero no tengo tiempo así que andiamo.

Ambas rieron mientras bajaban y al llegar al estacionamiento se encontraron con Giussepe, Bruno y Franchesco el chofer y escolta de Bruno. Un minuto después Richie el chofer de Kateryn apareció conduciendo el vehiculo que la llevaría al aeropuerto.

Giussepe con la serena voz que lo caracteriza se despidió de su sobrina.

– Espero verte pronto de vuelta y disfruta del viaje.

– No se diviertan mucho sin mí.

– Descuida me desconectaré de los negocios un tiempo mientras vuelves, iré a la granja a cuidar de mis hermosos animales.

– Cuidado al montar Giussepe. Te hará bien un cambio de aire.

– A todos nos hace bien un cambio. Ciao Bela.

– Ciao Giussepe, nos veremos pronto.

Dándole un beso se despidió y lo vio caminar con paso lento y el característico sonido del “plic plic” de la punta de su bastón al golpear el suelo, luego ella se aproximó a los autos, Bruno le entregó el sobre de documentos a Kateryn para que los estudiara.

– Yo no tendré tiempo para ver eso en mis vacaciones…

– Kateryn es un largo vuelo a tu destino y tú, yo y medio mundo sabemos que ese maletín no lleva cosméticos… Vives pegada a la red y viajas con la oficina a cuestas, ahora hazme el favor y guarda esto con tus cosas.

Bruno tomó el maletín de diseñador de la mano de Kateryn lo sostuvo mientras Kateryn de mala gana abrió el maletín y guardó los documentos junto a las demás cosas de su oficina portátil, entre ellas su computadora y un teléfono satelital.

Bruno abrió la puerta de su auto y le indicó que entrara.

– Gracias, pero viajo con Richie.

– Ok entonces viajo contigo, necesito conversar varias cosas, Franchesco cuida de esto y síguenos al aeropuerto, presto.

Bruno entregó el maletín de diseñador a su chofer y este lo guardó en el auto de Bruno.

Subieron al auto y tomaron ruta al aeropuerto. 12 minutos y varios arrepentimientos después, Kateryn y Bruno llegaron al aeropuerto. Terminados los trámites de rigor llegaron a la pista donde el jet les esperaba. Una sonriente chica rubia en uniforme de piloto les recibió en la pista.

– Bienvenidos, soy Daniella, les esperábamos. Pueden subir inmediatamente si gustan pero estaremos despegando en 15 minutos por una nave que declaró una emergencia y el aeropuerto esta en contingencia. Esperemos que solo sea algo de rutina y no afecte nuestro itinerario.

– En ese caso que suban el equipaje mientras conversamos.

Richie subió las maletas que casi llenaban el maletero del auto y Franchesco salió del auto y subió el maletín de Kateryn.

Minutos después Kateryn abordaba el jet y Bruno se despedía de ella en la escalera.

– Recuerda que me debes una, a tu vuelta arreglamos cuentas.

– Como si por un minuto hubiera pensado que no me recordarías esto cada 20 minutos, los siguientes 20 años, hablaremos al volver…

Diciendo esto entró al avión, la puerta se cerró operada por una hermosa asistente de vuelo.

– Bienvenida a bordo mi nombre es Angélica, ¿desea algo de tomar o de comer?

– Gracias pero así estoy bien, quisiera mi maletín para seguir trabajando mientras esperamos.

– Lo lamento pero en cualquier momento estaremos por despegar, esta prohibido el uso de equipo electrónico mientras el vuelo no alcance altura de crucero.

– OK, entonces esperaré.

Minutos después el despegue se realizó sin inconvenientes y el avión empezó a elevarse para alcanzar altura de crucero, momentos después Kateryn sacó su teléfono inteligente y se conectó al sistema de red de la nave, empezó a revisar su correo y a contestar su correspondencia, revisó las noticias y leyó reportes financieros que le llegan en automático a su correo electrónico.

El viaje continúo sin contratiempos y horas después Kateryn recordó su computadora en su maletín, pero solo de pensar en que allí estaban los documentos de Bruno fue suficiente para desanimarla y seguir solo en su teléfono.

Tiempo después la azafata se le acercó con un teléfono y le dijo que tiene una llamada.

– “Hola jefa ¿cómo va el viaje? Intenté comunicarme a su móvil pero ya esta fuera de cobertura, el Sr. Bruno me dio el número de satelital del avión.”

– “Hola Malena ¿qué tal, pasa algo en la oficina?”

– “No, todo esta bien, lamento molestarla pero tengo al Príncipe Friederic en la otra línea, ¿Quiere hablar con él?”

– “Listo, transfiere la llamada. Malena gracias por todo.”

Dos segundos después

– “Hola mi dama ¿cómo estas?”

– “Hola caballero, yo muy bien, ¿qué tal estas tú, cuéntame?”

– “Cuéntame tú preciosa, Malena me dijo que te tenia en la línea para hablar conmigo.”

– “Que raro, eso mismo me dijo a mí… Bueno el viaje un poco aburrido hasta hace unos segundos…”

La conversación continúo hasta que se empezó a perder algo de señal.

– “Casi no te puedo escuchar linda, te llamaré en unos minutos.”

– “Esta bien, de todas formas en un par de horas estaremos juntos…. ufff”

Una sacudida hizo que el avión se inclinara un poco a la izquierda.

– “¿Qué sucede, esta todo bien?, casi no te escucho.”

– “Todo bien, creo que fue una bolsa de aire…”

– Señorita debo pedirle se coloque el cinturón, estamos entrando a una zona de turbulencias.

– “Hablaremos después mi cielo debo cerrar.”

– “Mandare por ti al aerop…”

La conversación se corto y Kateryn miró asustada a la azafata.

– ¿Es normal tanto movimiento?

La azafata de pie intentó tranquilizarla.

– Sí es bastante normal en esta área, debe terminar en breve.

Otra sacudida, la azafata perdió pie y cayo al lado de uno de los sillones en el cual se sentó y rápidamente abrochó su cinturón, en el momento en que la nave se inclinaba a la derecha y caía en vacío. Kateryn se arrepintió de las bromas con Malena sobre culpar a Bruno si algo le sucedía. El avión vibraba en forma descontrolada, Kateryn se aferraba a su asiento y miraba como la azafata luchaba por abrir un compartimiento en el lateral de su sillón y sacaba un mascarilla de oxigeno, antes de ponerla sobre su rostro le gritó a Kateryn.

– Sáquela y póngasela.

Kateryn buscó desesperadamente el compartimento en su asiento, abrió y sacó la mascarilla, se la colocó y una nueva sacudida remeció el avión y ella inspiró profundamente apreciando el olor del que pudiera ser su último aliento. El avión siguió moviéndose, siguió aspirando y en segundos su respiración se empezó a estabilizar y sintió como si empezara a flotar, siguió sintiendo la vibración del avión y sus ojos dejaron de enfocar hasta cubrirse de una total oscuridad…

Club Ejecutivo de la Cuidad.

Salón VIP

En una de las elegantes salas del club ejecutivo de la cuidad, los poderosos hombres de negocios discutían alianzas y estrategias comerciales, mientras bebían o fumaban un buen habano. El Dr. Sagel se mantenía a una distancia prudente y revisaba con desgano un dossier de documentos, mientras en una de las muchas pantallas gigantes de TV pasaban las noticias más destacadas de la última hora, una sonriente María Patricia Zurita anunciaba el final del Noticiero con un pase en vivo hasta el Hotel Crowell Plaza de la ciudad, donde desde hace algunos días se hospedan uno más de los grupos de las mujeres más hermosas del planeta. Ese era el tercero de cinco grupos de concursantes que audicionarían ante los jueces del certamen Miss Belleza Internacional, este certamen seleccionaría las representantes más bellas de todo el planeta y en un evento tipo Realty Show estarían en los próximos meses, en giras, promociones, competencias y capacitaciones y donde la mejor de todas se llevaría en codiciado título de Miss Belleza Internacional. En pantalla las concursantes desfilaban en pasarelas ante los jueces, atendían entrevistas privadas con los jueces y organizadores y en la última escena todas las chicas del tercer grupo posaban en traje de baño en la piscina del hotel proyectando su mejor sonrisa y portando la banda que llevaba escrito el nombre del país al que representan. Los camarógrafos apuntaban sus lentes, mientras ellas posaban para las fotos teniendo de fondo el hotel o los banners con los logos de los patrocinadores del concurso, banners donde se destacaban el logo de Clínicas Estíticas Baxter.

Esta última cobertura de noticias llamó la atención de más de la mitad de los ejecutivos presente, Robert sonrío para si mismo mientras sostenía un informe de una candidata a profesional el cual contenía la siguiente información:

Miss Venezuela.

Nombre: Scarlet Rodríguez.

Ocupación: estudiante y modelo.

Medidas: 105-67-93.

Perfil psicosexual: La paciente es bisexual, presenta una marcada tendencia a la sumisión, figuras masculinas o femeninas que le representen poder para ella, pueden abusarle al tener un inusitada predilección por una variedad de fetiches que incluyen el Bondage, Máquinas sexuales y Humillación pública. Esto la hace masturbarse 3 o 4 veces al día, esto la mantiene calmada y así puede conservar su imagen publica intacta.

Diagnostico: Perra reprimida en público buscando la forma de balancear sus dos mundos.

Informe redactado por H. Bell

Nota: Revisar video adjunto a este documento.

Robert retiró una micro memoria de datos de un bolsillo del sobre, la insertó en su Teléfono inteligente y ajustó el volumen de su audífono bluetooth.

El video presentaba un primer plano de una puerta en un oficina bien iluminada con posters y fotos de reinas de bella es sus paredes, en un escritorio una chica esperaba sentada y una hermosa mujer entraba a la oficina. Una banda de color blanco y la palabra VENEZUELA cubrían transversalmente su ajustado vestido, sonriendo le dio la mano a su interlocutora y se sentó iniciando un par de preguntas y respuestas y una superflua conversación que en pocos minutos se convierte en un monologo. Los ojos de la chica se tornaron vacuos y su mirada se veía perdida, estonces Helen se levantó y colocándose a su lado empieza a acariciarle una teta y con la otra mano le peinaba los cabellos, la chica no reaccionaba y siguió contestando cada pregunta mientras Helen colocada a su espalda le masajeaba las tetas.

Todo era producto de un potente narcótico hipnótico administrado de forma cutánea como un gel aromático en el momento que dio la mano a Helen. Ahora Helen grababa toda la entrevista y la chica respondía sin resistencia a cada pedido u orden de Helen, incluyendo la orden de desnudarse completamente y colocarse frente a una pared blanca mientras Helen tomaba fotografías de cuerpo entero, desde todos los perfiles y ángulos.

Luego le ordenó sentarse y Miss Venezuela comenzó a contar su más morbosas fantasías sexuales respondiendo a la pregunta de Helen, empezó a masturbarse frente a la cámara mientras habla de como le gusta masturbarse 3 o 4 veces al día.

Al terminar de la entrevista la potente droga que la mantenía sumisa y obediente necesitaba ser contrarestada para que ella adquiera sus inhibiciones, su conciencia y control.

Ya vestida nuevamente la chica siguió con la mirada perdida y Helen se disponía a aplicarle el antídoto y observando la cámara sonrió al tener una idea. Levantó su elegante pierna hasta el escritorio y con un gotero dejó caer dos gotas del químico en los dedos de sus pies, manchando con un gel azul sus dedos. Mirando a la indefensa chica sentada frente a ella le ordenó:

– Lame mis pies putita de mierda.

Miss Venezuela cayó a 4 patas y su rostro se acercó al pie de Helen y su hermosa lengua inició a degustar cada dedo de una cada vez más excitada Helen, la chica siguió lamiendo y Helen le ordena.

– Chupa el pulgar…

Helen tuvo que sacar fuerza de voluntad para no correrse mientras la chica succionaba el dedo de su pie.

Un momento después ambas estaban sentadas en sus respectivos lugares y Helen hizo chasquear sus dedos y Miss Venezuela parpadeó de vuelta a la realidad.

– Disculpe, me repite la pregunta, debo estar un poco nerviosa me he quedado en blanco…

Helen le dijo sonriendo.

– Descuida linda obtengo esa misma reacción en muchas chicas que conozco.

Ambas chicas rieron por el comentario aunque solo una de ellas entendía el chiste.

Robert sonrió al revisar el juego de 8 fotos de la aturdida chica y un post-it el la última foto tiene marcado un beso en carmín y dice en letras manuscrita, “Me encanta mi trabajo, XoXo. Helen.”

Unos 3 a5 minutos habían pasado desde el final del noticiero y Robert se disponía a revisar los siguientes 4 dossiers etiquetados Miss Filipinas, Miss Ucrania, Miss México y Miss Australia.

La atención de Robert se desvió nuevamente a la pantalla de TV cuando luego de presentar por unos segundos la pantalla titulada Breaking News apareció en pantalla una agitada María Patricia Zurita. Muy pocos de los televidentes imaginarían que esa agitación era debida a que la hermosa Patty acostumbraba volver a su privado al terminar el noticiero y masturbarse como una gran puta, esta vez obviamente había sido interrumpida antes de acabar.

El masturbarse a diario en su camerino había sido uno de varios cambios en su comportamiento, pues luego de su aumento de busto había empezado vestir extremadamente sexy y varias veces se había atrapado coqueteándole a la cámara. Esos cambios no pasaban desapercibidos para nadie, hasta el raiting del noticiero había saltado 8 puntos de incremento.

Ella asustada por su comportamiento había buscado ayuda profesional y desde hacia semanas visitaba a la Dra. Carol Arellanos. “La Dra. de las estrellas” como le llamaban, pues se había convertido en la consultora de salud emocional (mental) de los ricos y famosos de la ciudad.

Solo hicieron falta dos sesiones con la doctora para entender claramente que todo su comportamiento era normal y que masturbarse luego del noticiero no era más que su forma de liberar tensión.

Tan natural era el masturbare que cuando en la tercera sesión la Dra. le pidió que se masturbara frente a ella en la consulta, ella no lo tuvo que pensar mucho, abrió sus piernas y metió dos dedos en su depilado coño frente la Dra. Fue una de las cosas más morbosas y humillantes que había hecho jamás, pero lo había disfrutado tanto. La buena Dra. le ayudo tanto que no paso mucho tiempo para que arrodillada entre las piernas de Patty la doctora le comiera el coño relajándola y liberándola de tanto estrés.

La ultima semana Patty había estado fantaseando con cambiar de roles y comerle el coño a su terapeuta, como una muestra de agradecimiento a todo lo que había disfrutado en manos de su terapeuta.

– “Interrumpimos nuestra programación regular para hacer un enlace en vivo con nuestra cadena hermana INN. Que nos informan de un desafortunado incidente. Francesco Bonatelli nos informa en vivo desde el lugar de los hechos…”

– “Así es María Patricia como bien dices y para quienes nos acaban de sintonizar lamentamos profundamente anunciar que las autoridades reportan la perdida de un jet privado, que se presume se precipitara al mar en aguas internacionales, la aeronave tripulada por al menos 3 personas había sido rentada para transporta a Kateryn Toscanni, ejecutiva senior de varias importantes empresas, miembro de varias instituciones filantrópicas y conocida por todos los medios de comunicación como la futura princesa de Bretonslavia, al estar comprometida con el príncipe Friederic heredero al trono de Bretonslavia, en este momento no tenemos reportes confirmados de decesos o supervivientes y un contingente de aeronaves y buques parte hacia el lugar donde se presume se desplomara la aeronave…”

Para ese momento todos los Televisores mostraban casi las mismas imágenes, el mismo modelo de avión, tomas lejanas de un aeropuerto o un periodista hablando con el edificio de la terminal o un avión de fondo, en el salón del club ejecutivos todos observaban la TV o hablaban de lo sucedido vía celular, varias de las camareras y alguno que otro camarero lloraban cubriéndose el rostro o la boca, las imágenes y videos de archivo de Kateryn se superponen al recuadro donde el presentador o el corresponsal explican los últimos sucesos.

Un hombre mayor de saco gris se acercó a la mesa de Robert y le dijo.

– ¿Puede creer esto?, esa mujer era… una santa.

Robert lo observó y pensó para si mismo, “Hace cinco minutos la hubieras mirado como mirabas a Miss Venezuela, solo un pedazo de carne al cual querías ensartarle tu verga, ahora que esa mujer esta muerta y es una santa. La hipocresía humana es inconmensurable.”

– Lamentable – dice Robert mientras revisaba un mensaje que hizo vibrar su teléfono, lo abrió, leyó “En Camino” volviendo a observar al hombre mayor dijo – Vaya, que cierto es eso de que las malas noticias llegan más rápido que las buenas noticias… discúlpeme debo irme.

Levantándose tomó los archivos, les guardó en un maletín y se dirigió a la salida dejando a todo el mundo “pegado” a la TV.

Continuara…

Muchas gracias a todos los que se han tomado su valioso tiempo en leer este relato y les insto escribir sus comentarios. Saber su opinión es la mejor manera de mejorar los relatos.

Blackfires.

blackfires@hotmail.com

 

Relato erótico: ” Se precisa mujer seria para trabajo poco habitual 3″ (POR CARLOS LÓPEZ)

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“Se precisa mujer seria y respetable para experiencia poco habitual. 30-50 años. Se garantizan aventuras y discreción.”

Sin-t-C3-ADtulo16Después de haber realizado varios juegos morbosos fruto de la imaginación del Sr Parker, Carmen había entrado en el papel que él le había asignado. En su vida cotidiana fingía ser una decente esposa y madre, pero en su interior se moría de ganas por recibir las instrucciones de su “compañero de juegos”. En esos momentos se convertía en Lorena, el nombre que ella había elegido para comportarse así.
 
Ocasionalmente sentía remordimientos por su comportamiento. Entonces, se engañaba a sí misma recordándose que el acuerdo es que el juego duraría sólo un mes. Que su marido no iba a enterarse de nada y que su familia estaba a salvo. Que era una experiencia que necesitaba vivir, pero que luego volvería a su normalidad. Pero lo cierto era que Carmen estaba descubriendo cosas que ni siquiera imaginaba que existían y eso la mantenía en un estado de excitación constante, y siempre a las órdenes marcadas por las fantasías del Sr Parker.
 

En estas fantasías del Sr Parker siempre había algo morboso que se hacía en público. Aunque nunca era explícito, el riesgo de ser sorprendidos en ello hacía que su libido se incrementase hasta límites insospechados. Nunca habría imaginado comportarse así, pero eso encajaba como anillo al dedo a su naturaleza. Se sentía puta, y sentía que eso le gustaba. Como el día que la penetró en un probador de unos grandes almacenes sin dejarla verle el rostro, o cuando la tuvo tomando café con sus amigas con un huevo vibrador con mando a distancia introducido en el sexo, o el último de sus juegos donde la obligó a hacerle una mamada dentro del coche aparcados en una calle de la ciudad. En este último episodio, aunque ella no lo sabía, había sido vista por su amiga María. Al día siguiente recibió un nuevo mensaje al correo electrónico que había creado para este juego:

Sin-t-C3-ADtulo17
 
Hola Lorena!
Muchas gracias por lo que me hiciste el ayer en el coche. La verdad es que me la mamaste como una profesional… como una auténtica puta. ¿Te imaginas el anuncio? “Lorena, casada insatisfecha… hago de todo”. No, no te asustes… el siguiente juego no va de esto. No tengo ganas de compartirte, aunque nunca se sabe… puedo pedirte lo que quiera ¿no eso es lo que te pone tan cachonda?.
La siguiente aventura va a ser mucho más teatral. Tengo ganas de pillarte en una cama. Así que tu papel va a ser el de típica casada infiel de clase alta que va a un motel de mala muerte a encontrarse con un amante ¿te gusta? Quiero que las personas que te vean entrar al motel sepan que estás ahí porque buscas lo mismo que todas las personas que van… que detrás de tu imagen de señora bien sepan que hay una zorra que no tiene reparo en ir a un sitio así.
Tendrás que vestirte con uno de tus trajes de chaqueta. Con medias negras y un pañuelo de seda en el cuello. Muy bien maquillada y recién salida de la peluquería. Y hablando de peluquerías… quiero que te depiles tu sexo de forma integral. ¿Has entendido las instrucciones?
Pues será el próximo lunes. A las 13 horas te presentarás en la recepción del Motel Tropical, en la calle Ballesta, y tomarás una habitación únicamente para 3 horas. Subirás a ella y asearás tu sexo en el bidé, secándote con una de sus toallas. Ma da igual que vengas duchada, quiero que lo hagas. Luego te volverás a vestir y me esperarás.
Ya sabes que las reglas te permiten salir en cualquier momento del juego y eso sería un abandono definitivo.
Sr Parker
 
Carmen al leerlo se sintió feliz pero algo inquieta. Ella también tenía muchas ganas de que su “dueño” la tuviese en una cama. Se moría de ganas de que eso ocurriese. Pero claro, también le preocupó lo de ir a un motel de esos. Incluso el asunto de la depilación de su sexo. Nunca lo había hecho aunque sí lo había pensado. No sabía qué le iba a decir a su marido y, además, en su esteticista habitual le daría corte hacerlo.
 
Con todo, lo que más la había hecho estremecerse es que Parker dejaba caer que podría ser compartida por otro hombre. Nunca había pensado en esa posibilidad. Una vez más le producía a la vez excitación y reparo. Incluso miedo a que el juego llegase al límite de su esencia como persona. Pero también miedo a que le gustase tanto que luego no pudiese prescindir de ello. Sin darse cuenta, el mero pensamiento de ser compartida con un tercer hombre, o incluso de mantener sexo con 2 hombres a la vez la había puesto muy caliente… se sorprendió a sí misma con la mano sobre su pantalón… “Joder, ¿qué me pasa?” pensó… pero no se concedió ningún desahogo. Ya era viernes y durante el fin de semana su vida familiar no le permitiría hacer ningún preparativo. Tenía que darse prisa. Confirmó por correo electrónico a Parker que allí estaría el lunes.
 
A continuación pidió hora en una peluquería alejada de su domicilio. Para peinarse y hacerse la cera, incluidas las ingles (que es el nombre eufemístico que se emplea para depilar su sexo íntegramente). A su marido le diría que lo ha hecho para darle una sorpresa. Quizá lo tomase bien y pusiese un poco de emoción a su sexo conyugal.
 
Cuando llegó de la peluquería se sentía extraña. Nunca había llevado el sexo totalmente depilado y el roce de la ropa interior sobre la piel le parecía curioso. Aprovechando la soledad de su domicilio, se despojó de sus braguitas y, recostada en el sofá, con las yemas de los dedos se puso a acariciar su suave y carnoso monte de Venus. La sensación era desconocida para ella. Poco a poco los dedos iban avanzando más y más hacia su sexo, no lo podía evitar… ya habían tomado posesión de su botoncito y su mente volaba libre. Se imaginaba a sí misma siendo penetrada salvajemente por Parker contra la pared de un baño público, llamándola puta, zorra, perra caliente… se introdujo dos dedos en su empapado sexo acompañando al masaje que se estaba dando en su clítoris. No necesitó mucho para sentir como su cuerpo llegaba al punto de no retorno y se corrió intensamente, quedando desmadejada en su moderno sofá.
 

big_12Alucinaba de cómo se había disparado su sexualidad. Incluso pensó en hacerse una foto y porque su imagen de ese momento sería un buen regalo para el Sr Parker: De fondo su moderno salón, aparecería ella, una mujer seria bien vestida y peinada, con la falda de su vestido subida sobre su abdomen, sin ropa interior y con una mano estirando la piel de su sexo y con la otra dándose obscenamente placer. Tomó su teléfono móvil y lo colocó sobre la mesita, para que disparase una foto en 10 segundos. Hizo Click, y se lo envió al móvil del Sr Parker con un mensaje escueto “Así tiene a su zorra”.
 
El fin de semana transcurrió sin pena ni gloria. Familiar. Sólo reseñar que además del habitual polvo de los sábados, el domingo en la siesta prácticamente violó su sorprendido marido, al que los efectos del depilado coño de su mujer habían activado mucho más de lo normal. Carmen también estaba activada. El sexo extra del fin de semana no la calmó. El lunes por la mañana, nada más volver de llevar a su hija al colegio, se puso a preparar la ropa que llevaría al motel. Empezó por las medias, negras y hasta la mitad del muslo. Luego la ropa interior, un fino conjunto también negro de tanga y sujetador, con tejido rizado y de formas sencillas… se lo probó y se miró frente al espejo. La verdad es que se veía bien. Rebosante de vitalidad y sensualidad. Quizá este juego fuera lo que la mantenía así. El traje de chaqueta elegido era de color arena, pero suave, como todos los suyos.
 
Esta vez Carmen no usó el metro para ir a su cita, tomó un taxi hasta la Puerta del Sol y desde allí iría andando. Según se acercaba a la dirección indicada el ambiente era más desagradable. Instintivamente amarró su bolso y procuró no mirar mucho a los lados. Pero al llegar al “Motel Tropical” entendió el juego del Sr Parker. Aquello era básicamente un burdel. En la recepción había dos “esbeltas” prostitutas negras con minipantalones ajustados hablando en una actitud sumisa con el recepcionista, un negro gigante y musculoso que desprendía un fuerte olor. No era un olor a sudor o así, era un olor intenso, “olor a macho” pensó Carmen, que en otro momento la habría desagradado, pero hoy no le importó. Tratando de aparentar seguridad dijo:
– “Quiero una habitación para 3 horas
– “¿Para ti sola? No te conozco, ¿quién es tu chulo, guapa?” contestó el negro con un fuerte acento caribeño
– “!No tengo chulo!” La pregunta la había indignado y contestó agresivamente.
– “¿ah no? ¿Y qué vienes a hacer aquí? ¿Eh? Anda, vete por donde has venido que esto no es un sitio para curiosas insatisfechas…” Respondíó el hombré, haciendo un gesto despectivo con la mano y dándose la vuelta hacia las chicas que se reían siguiéndole la corriente.
Carmen se quedó callada. No esperaba que esto ocurriese y de buena gana habría protestado, o pedido el libro de reclamaciones… “se suponía que eso era un hotel… cutre pero un hotel”… pero no podía irse, se moría por tener un encuentro con el Sr Parker. Llevaba días pensándolo, se había depilado… no quería que Parker se enfadase. El negro insistió:
– “¡que te vayas! Vamos guapa ¡que te pires! ¿qué es lo que no entiendes?”
– “Quería una habitación… por favor, le pagaré el doble” Dijo Carmen en actitud más conciliadora.

– “No sé quien eres rica… y no doy habitaciones a cualquier zorrita que venga por aquí a no ser que conozca a su chulo
– “Pero… es que… ” Carmen no acertaba a contestar. La hostilidad del negro la había desconcertado. No quería mencionar a Parker. Además, hacerlo era recoconcer su papel de puta… como las otras dos chicas que se reían a lo que decía el gigante.
– “¿No tienes?… jajajaja anda, a ver si quieres trabajar aquí y no te atreves a decirlo… ven putitla” Dijo el negro acercando su mano a acariciar su mejilla… “ven que vamos a ver qué se puede hacer contigo”. Carmen no se atrevió a retirar la mano del hombre, estaba temblando, pero sacando fuerzas de flaqueza se atrevió a decir…
– “Vengo de parte del Sr Parker” al oir ese nombre y la actitud del negro cambió. Siguió sonriendo burlonamente, pero esta vez la atendió
– “¿Sólo habitación?”.
– “¿Cómo dice?”
– “hoy tenemos oferta especial, jajaja, habitación más hombre, habitación más mujer, … ¿más hombre y mujer…?” dijo con una mueca atrevida y mientras presentaba sujetando del pelo a una de las prostitutas a la que hacía mantener su mirada fija en Carmen.
– “..no, no, gracias, sólo habitación” contestó azorada
– “El pago es por adelantado, 20 Euros
 
Aún le tiemblan las piernas a Carmen cuando subía a la habitación. No acababa de estar acostumbrada a este tipo de situaciones con este tipo de personas con las que jamás pensó que se vería mezclada. Tenía que reconocer que se combinaba el morbo con el reparo, pero por más que quería aparentar ser una mujer resuelta no era capaz. Se notaba excitada, pero por la expectación de su cita con el Sr Parker llevaba así todo el día.
 
Cuando abrió la puerta, comprobó que el sitio no era especialmente desagradable. Se asemejaba a un hotel humilde. Una cama de matrimonio con un cabecero de barrotes de madera, perfectamente hecha con sábanas blancas y sin colcha, la pared blanca también aunque un poco sucia -no se acercaría, pensó- dos mesillas y una mesa escritorio sencilla con una silla. Abrió la puerta del baño y la imagen era similar. Estaba limpio, pero los pavimentos y sanitarios tenían al menos 20 años. No le produjo una sensación de asco, pero sí de estar en un sitio cutre. Con sumo cuidado se despojó de sus braguitas y medias y se acercó al bidé. Era una petición del Sr Parker. Primero lo enjuagó exhaustivamente, usando unas toallitas que traía expresamente en el bolso y luego, con agua caliente, hizo lo que le había mandado Parker con su sexo. Estaba excitada y no pudo evitar mantener la mano sobre algunos puntos algo más de lo necesario.
 
Estaba pensando “si alguien me contara sólo hace un mes que estaría haciendo esto, le habría mandado al manicomio“… cuando sonó un mensaje en su teléfono móvil. Era Parker: “Lorena, ¿cómo te has sentido? Jaja, ahora quiero que estés vestida pero sin ropa interior. Los botones de la blusa abiertos completamente y, pase lo que pase, no los cierres. Se buena“. Al leerlo se puso a temblar. Parker ya tenía otra cosa rara preparada para ella. Estaba nerviosa y excitada. Entonces ocurre lo que a continuación se describe:
 
En apenas 2 minutos llaman a la puerta “toc toc” y, muerta de vergüenza va a abrir. Sabe que es parte del juego. Abre y ante ella está el recepcionista negro sonriendo mientras sostiene un paquete de regalo. “Pórtate bien, Lorena” dice. Ella, roja como un tomate, baja la mirada ante la presencia de ese gigante. Sabe que está allí para lo que Parker diga y la situación la desborda. Se siente excitada, caliente. No lo puede evitar. Sus pezones también se rebelan y están erectos contra la tela de su blusa abierta. Casi se salen de ella.
 
El negro saca un pañuelo oscuro del paquete de regalo y le hace un signo para que se dé la vuelta. “Yo te ayudaré a ponértelo” y se sitúa tras ella atándole el pañuelo a sus ojos. Entonces, como cobrándose un peaje por el trabajo, desde su posición deja pasar los dedos sobre sus pezones y los pellizca. Es un experto. Carmen siempre ha sido muy delicada, pero en este momento la forma en que se los toca la tiene completamente fuera de sí. Cierra los ojos y tiembla, jadea… no puede determinar el tiempo que está así. Junta las piernas, pero el hombre las empuja con su pié obligándola a mantenerlas abiertas. Está detrás de ella, puede olerle, sentir su respiración en su oído… poco a poco, una de sus manazas baja por su abdomen y se mete bajo su falda. Carmen se deja, está nerviosa y excitadísima. Los dedos de recorren expertamente el entorno de su parte más íntima. Unos segundos después ya están comprobando lo mojada q está… entra y sale de su raja y con su flujo hace sus dedos resbalar sobre su carne suave y blandita, sobre sus labios… sin centrarse demasiado en su clítoris, pero sólo con ese contacto nota que está a punto de sobrevenirle un orgasmo.
 
La situación es extraña. Ella tiene los ojos vendados y el hombre sabe lo que hace. Es gigante y es fuerte. Ahora está apretando fuertemente su pezón pero no la duele. La encanta, está loca por que no reduzca la presión. El negro la susurra cosas al oido. Cosas que no entiende, como si fuese en un idioma distinto, hasta que empieza a entender lo que dice: “Eres una buena yegua…a este coño le hace falta una buena polla negra… voy a tener que hablar con tu chulo, putita….”. El olor a sexo es intenso. Justo en ese momento en que se va a dejar ir, el negro la suelta diciendo “Pórtate bien, Lorena” y se va, dejándola con una sensación extraña, agridulce… hubiera deseado que siguiese unos segundos, sólo unos segundos… a punto está de suplicarle que siga…
 
No sabe qué hacer. Con los ojos vendados no sabe lo que pasa a su alrededor, pero nota que hay una presencia en la habitación. Alguien ha entrado al salir el recepcionista ¿será Parker?… lo es. Comienza a hablar “Muy bien Lorena, te estás comportando muy bien… a ver cómo estás?” dice mientras desde detrás de ella introduce la mano entre sus piernas que ella abre obedientemente. “Vaya, no sabía que te iba a gustar tanto esto… estás empapada” y cambiando el tono tira de su brazo prácticamente arrastrándola a la cama “¡Vamos!”… “¡Eres una puta y yo sé tratar a las putitas como tú“… “¡vamos!”… y la tumba boca arriba. Entonces se pone a horcajadas sobre ella y tomando su muñeca la sube sobre su cabeza y la ata a la cama con un pañuelo.
 

big_16Toma la otra mano y Lorena se deja hacer… al estar a horcajadas sobre ella nota como
 él está excitado, y nota como su propio cuerpo reacciona a las sucias palabras que él dice… cuando la tiene atada de ambas manos le hace subir sus caderas. Ante su extrañeza, sitúa una almohada bajo su cuerpo. Situado entre sus piernas, con suma delicadeza, las coloca ligeramente flexionadas. No se ha molestado en quitarla las medias y, como si estuviese abriendo un regalo descubre su sexo subiendo su falda… y dice cariñosamente “esto te lo debo, Lorenita“… y nota como la lengua de él empieza a recorrer despacio sus muslos… la piel, la cara interior, acercándose a su sexo pero sin alcanzarlo… ahora Carmen entendía el porque de la depilación integral. La sensibilidad de su piel es máxima. Cada pasada con la lengua la hace estremecer. Poco a poco cada vez se acerca más a su hendidura y Carmen, inconscientemente, mueve sus caderas buscando que la lengua de Parker encuentre sus labios… su clítoris. Pero las manos firmes de él la sujetan por las rodillas manteniéndola abierta, expuesta… a su completa disposición, temblando. Luchando por no dejarse ir. En el momento justo, la lengua de Parker se apodera de la parte central de su cuerpo. Desde su ano hasta su suave monte de venus. De abajo a arriba. Una vez y otra vez más. Y otra más… deteniéndose. Otras más… profundas. Otras más… rápidas. Otras más… acompañando sus dedos expertos. Uffffff qué la estaba haciendo ahora?? algo la penetra el ano… pero no era eso… algo se mueve dentro de su coño, los dedos de él, masajeando el punto justo donde ella es más sensible, mientras su lengua explora todos los recovecos de sus labios para detenerse en su punto mágico.
 
Ella ya no puede aguantar más… no puede con la lucha que tiene por llegar al máximo y sin contenerse y estalla en un placentero orgasmo. Literalmente estalla. Se deja ir entre convulsiones y gritos. Ahora su cuerpo no le pertenece. Hasta se le escapa algo de orina, pero no le importa. Algo la hace tratar de atrapar entre sus muslos la cabeza de él, que sigue con su labor, ahora extremadamente suave. Abriendo sus piernas y trabajando con su lengua y dedos en sus agujeros. Jamás habría pensado correrse así. Cuando ya se está relajando, aunque sin dejar de tener contracciones, Parker se yergue sobre ella. La venda sobre sus ojos no le deja verle, pero sabe que está allí entre sus piernas y, de una embestida, le mete su verga completa en su gruta. Y comienza a follarla profundamente… saliendo casi del todo para volver a entrar a fondo… la llama puta, ansiosa, salida, zorra irremediable… “¿esto es lo que quieres de mí? pues te lo voy a dar…” y, con las manos en las caderas de ella, la maneja como a una muñeca. En ese momento, Carmen no puede pensar nada. Se encuentra completamente en éxtasis. A punto de experimentar su segundo orgasmo del día y con la extraña sensación de no ver el rostro de la persona que le estaba haciendo sentir así.
 
Él continúa metódicamente. Sujeta sus muslos con sus manos y la embiste sin pausa. Ella se acerca a otro orgasmo. Sacude la cabeza a un lado y a otro queriendo soltar sus manos atadas al cabecero. Está casi fuera de sí. Le implora que la suelte… que se muere por subirse encima de él y cabalgarle… clavarse en él y cabalgarle… Pero Parker es el dueño de la situación, quizá para eso la ha atado “tranquila putita, ya te mandaré otro día que me demuestres lo que sabes hacer, pero hoy soy yo el que manda…”. Entonces coloca las piernas de ella sobre sus hombros de modo que las penetraciones aún son más profundas. A continuación sitúa ambas manos abiertas sobre sus pechos y presionándolos comienza a acelerar los movimientos de sus caderas contra ella. Más fuerte cada vez. Más duro cada vez… así durante unos minutos que la hacen subir al cielo. Se siente tratada como una hembra… llenada… y empieza a correrse entre sollozos. No sabe lo que la pasa pero es el sonido que sale de su garganta mientras nota como corrientes eléctricas la recorren entera partiendo de su coño, de su sexo depilado por orden de su “dueño”.
 
Entonces él deja su verga deslizarse del sexo de ella, completamente inundado de fluidos y, sin decir palabra alguna, la apoya sobre su agujerito más cerrado. Carmen sólo acierta a decir… “no, por ahí no… “, pero Parker actúa con decisión y firmeza “tú estás aquí para lo que yo quiera Lorenita… y quiero usar tu culito de puta… es mío ¿no?”. Y le clava cuidadosamente la cabeza de su polla que se desliza entre la humedad. Carmen, tumbada boca arriba, con los ojos vendados y las piernas sobre los hombros de él se siente literalmente “empalada” experimentando un sentimiento entre dolor y placer. Algo difícil de describir que la mantiene sin palabras… Parker insiste“¡No me has contestado!… este culito es mío ¿no?” y la dá un azote fuerte con su mano abierta en las nalgas mientras su miembro se va introduciendo más y más en ella que sigue sin palabras… una vez más él da una palmada… y otra… a las que ella no puede reprimir contestar con gemidos de placer… joder, jamás habría pensado que disfrutase tanto una situación así. La está desvirgando su culito… la está tratando como una auténtica puta y ella está loca de placer… este tratamiento… los azotes… incluso la desconocida sensibilidad que tiene en esa parte de su cuerpo la hacen sentir otra vez cerca del orgasmo. “¡Contesta zorra!” zassss “¡vamos!”…. “Síiiiiii, es suyo… mi culito es suyo… hágame lo que quiera… deme más… por favoooorrrr”… Parker ya la está embistiendo salvajemente… clavándosela hasta que los huevos chocan en el culo de ella que se debate entre gemidos… su culito se ha adaptado perfectamente a la polla de su amo, que sigue combinando alguna palmada y alguna palabra malsonante sobre ella…
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Poco a poco, Carmen siente como él comienza a ralentizar el ritmo y como su miembro comienza a tener espasmos dentro de ella. No lo puede soportar más y con la primera descarga de semen ardiendo se viene de nuevo consiguiendo lo que nunca había sido capaz: Que las contracciones de ambos estuviesen completamente sincronizadas en el tiempo. “Síiiiii!! Síiiiiiiii!!” Se escucha a sí misma gritar. Jamás había tenido un orgasmo ruidoso… jamás hasta ahora… uffff… es bestial… el sigue empujando y ambos están envueltos en sudor… sudor y olor a sexo… a sexo puro. Hasta que se derrumba sobre ella y se queda abrazado a ella apoyado sobre su pecho… tomándose unos momentos para descansar antes de soltarla. Él quita la venda de sus ojos y se tumba a su lado. Ella, hecha un ovillo le agradece el momento dando pequeños besos sobre el pecho de él, que sube y baja recuperándose del esfuerzo. El acaricia su pelo, tomando otra actitud distinta que la de hombre dominante, que es la que suele representar en el sexo.
 
Lo que pasó a continuación fue típico de amantes que ya tienen una cierta continuidad siéndolo. Se ducharon y vistieron empleando frases amables. Y salieron juntos del Motel Tropical diciendo adiós al negro de recepción. Parker paró un taxi y, dándole un beso en la mejilla, le sujetó cortésmente la puerta como algo propio de un caballero de su madurez. Ella, sonriendo y con el rostro aún transfigurado por lo ocurrido, dio al taxista la dirección de su domicilio y tiró un beso a Parker con un soplo. Al llegar a casa, Carmen aún está en una nube. Tiene agujetas en las piernas de la sesión de sexo de esta tarde y un ligero escozor en su zona íntima, aparte de alguna molestia en su recién desvirgado culito. Piensa “uffff cuántos años me he perdido esto… “. Se descalza, pone música suave y se sienta en el sofá con las piernas sobre la mesita. Está alucinada. Después de muchos años de matrimonio está experimentando el sexo verdadero. Y no se arrepiente. Ahora se siente más segura de sí misma. No quiere renunciar a su familia, pero algo va a cambiar… En estos pensamientos está cuando suena el teléfono.
 
Es su amiga Ana. Ana casi no había podido dormir después del jueves anterior. El día en que había visto a Carmen dentro del coche de un extraño. La había visto inclinarse sobre el regazo de él en un gesto claro de lo que ahí estaba pasando y, no podía negarlo, eso la había extrañado y excitado. Jamás habría pensado eso de Carmen. Ana sólo había conocido a su marido y, a pesar de que siempre hablaba bien de él ante sus amigas, últimamente su sexo no era bueno. Muchos días necesitaba fantasear con situaciones distintas para llegar al orgasmo. Fantasías en las que su marido no aparecía y, sin embargo, sí aparecían extraños e incluso otras mujeres con ella. En el sexo con su marido, cada vez se acordaba más de una frase que solía decir Jose, su compañero de trabajo en el banco “yo estoy harto de dar siempre misa en la misma iglesia“. Ana le pidió quedar esta tarde a tomar un café. “Lo necesito. Por favor, no me falles” dijo.
 
– “Hola Ana” dijo amable Carmen cuando llegó a la terraza donde solían tomar café
– “Hola Carmen, ¿qué tal estás?”
– “Bien, jiji, hoy todo el día ordenando los armarios. Ya sabes, vida de ama de casa… si hasta tengo agujetas.” -Carmen obvió la causa real que la había producido las agujetas…
– “Jo, no te imaginas la envidia que me das a veces.” -Dijo Ana pensando más en el episodio del coche que en el del armario- “Pero te noto feliz. Carmen, nosotras nos contamos todo y hay algo que creo que no me estás contando”.
– “No, estoy como siempre…” –Mintió Carmen-
– “¿Seguro que no hay nada raro en tu vida?” –insistió Ana-
– “Nada raro…
– “A ver, Carmen, te voy a decir la verdad… el otro día te vi subida en el coche de un extraño… vi cómo te inclinabas sobre él y lo que le hacías… pero si fue en plena calle. Justo delante de mi casa…
– “Yo… yo…” balbuceaba Carmen sin saber cómo empezar a justificar su historia… y a punto de empezar a llorar.
– “No cielo… no te reprocho nada… todo lo contrario…” Ana puso su mano sobre el brazo de Carmen… “lo cierto es que siento envidia de ti, de verte así, feliz… haciendo locuras…” –y continuó con una sonrisa amarga- “continuamente pienso que ojalá fuera yo quien estuviese en ese coche…
– “Perdona, entenderás que no te lo podía contar” dijo Carmen ya tranquila por las confidencias de Ana “es verdad que me pasa algo que me está haciendo disfrutar de la vida y conocerme a mí misma… por favor, sólo te pido que no se lo cuentes a nadie ¿lo harás?”

big_17– “Claro que mantendré el secreto Carmen. Te lo juro.” Confirmó Ana… “Me muero por que me cuentes todo… pero no tienes porque hacerlo si no quieres. Tu secreto está a salvo”
 
Entonces Carmen se sinceró. Ella también lo necesitaba. Llevaba muchas emociones seguidas y se desahogó contando a Ana punto por punto todo lo que había pasado: El anuncio en la prensa que comentaron las 3 amigas, cómo ella escribió, cómo fue dando instrucciones el Sr Parker, su primer encuentro en el probador de unos grandes almacenes, el episodio del sex-shop, el del vibrador con mando a distancia… hasta el momento en que él, Parker, desvirgó su culito… Cuando terminó la relación de los hechos, Ana no podía articular palabra. Estaba muy azorada con las piernas cruzadas frotándose nerviosamente entre sí, y sólo pudo decir
– “¡Qué envidia me das!… jo, qué envidia… estoy excitadísima… Dios, qué vergüenza…” –
– “Jajajaja no te preocupes Ana, si supieras las semanas que llevo yo… parezco una adolescente en celo” Contestó Carmen quitando hierro al asunto.
– “A mí nunca me han hecho juegos así… Manuel siempre ha sido muy efusivo, pero últimamente no me excito con él, siempre es igual.” Y volvía a curiosear en los episodios de Carmen “¿Y qué es lo que más te ha gustado?
– “Uffffffff es muy difícil tu pregunta porque el morbo de cada momento ha sido muy grande, pero en cuanto al sexo puro lo tengo claro… lo que me ha hecho esta mañana con su boca y con su lengua ha sido brutal, y lo que ha hecho luego… por ahí… Ana, no sé como lo ha hecho pero nunca he tenido un orgasmo tan intenso. Aún me duelen los músculos de contraerse… jajaja
– “Joder, Carmen, qué suerte tienes
(continuará 🙂
 
 
Muchas gracias por leer hasta aquí… y gracias por los comentarios y sugerencias.
Carlos López

diablocasional@hotmail.combig_26

 

Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada y a mi mujer 2” (POR GOLFO)

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Sé que no me creeréis o al menos os resultará raro, pero os tengo que confesar que tener a ambas hermanas Sin-t-C3-ADtulo7desnudas en mi cama, me cortó. Aunque había disfrutado del culo de Nuria con anterioridad, para mi mujer esa iba a ser la primera vez. Para ella, yo la estaba haciendo un favor porque, desconociendo lo ocurrido durante el congreso, seguía pensando que odiaba a su hermanita.
Me diréis que tener a una rubia preciosa y a una morena espectacular pegadas a mi cuerpo, debería haberme hecho reaccionar pero un tanto abochornado, reconozco que no. Aterrorizado por dicha circunstancia, mi pene se negó a reaccionar. Flácido y encogido hasta su mínima expresión, no reaccionó a las caricias de Inés.
Muerta de risa, mi esposa le soltó a Nuria:
-Te juro que mi marido es una fiera en la cama, ¡No se le ocurre!
No pudiéndole confesar que conocía en carnes propias, mi maestría entre las sabanas, se unió a su risa, diciendo:
-¡Déjame probar!
Sin pedir mi opinión, tomó mi verga con su mano sustituyendo a la de Inés, la cual la soltó para que Nuria pudiera seguir. Entonces con una sonrisa en sus labios, la contempló brevemente como quien observa algo que largo tiempo estuvo vedado pero que necesita, para acto seguido inclinar su cabeza y mimándola  como a un bebé, empezó a darle besos a mi extensión con una ternura que me dejó helado. Poco a poco, mi cuerpo fue reaccionando mientras ella se afanaba en reactivar mi maltrecho miembro.
Pidiendo su aprobación, miré a mi esposa y descubrí en su mirada una extraña excitación:
“¡Le pone cachonda que su hermana me la mame!”, pensé.
Su tácito permiso fue lo que necesitaba mi falo para ponerse erecto y ya luciendo como en las mejores ocasiones, erguido esperó el siguiente paso de mi cuñada. Nuria al comprobar el éxito de sus besos, sonrió y lentamente se lo fue introduciendo en su boca. La parsimonia que uso para embutírselo hasta el fondo, me permitió sentir la tersura de sus labios recorriendo mi extensión.
-¡Bésame!- pedí a mi mujer.
Inés, al escucharme se lanzó sobre mí y con una urgencia que me dejó sorprendido, buscó el consuelo de mis labios mientras su hermana me estaba dando una mamada de campeonato a pocos centímetros de ella. Viendo su grado de excitación, llevé mi mano a su entrepierna para descubrir que su sexo estaba completamente empapado y convencido de que necesitaba mis caricias, me apoderé de su clítoris con mis dedos.
-¡Dios!- gimió para acto seguido berrear como una cierva en celo al sentir mis yemas sobre su botón.
La calentura de Inés se incrementó de sobremanera cuando le introduje un dedo en su abertura y ya completamente desbocada, se zafó de mis toqueteos y colocándose a horcajadas sobre mi cara, puso su sexo en mi boca para que se lo comiera.  Al entrar mi lengua en contacto con los pliegues de su vulva, mi querida y fiel esposa se creyó morir y a voz en grito me pidió que no parara mientras azuzaba a mi cuñada diciendo:
-¡Demuéstrale a mi marido que sabes mamarla!
Estimulada por las palabras de su hermana, Nuria incrementó el ritmo y la profundidad de su mamada, incrustándose mi miembro hasta el fondo de su garganta. Os juro que creí estar en el paraíso al tener el coño de mi esposa en la boca mientras mi cuñada me daba tamaña felación y ya totalmente verraco, usé mi lengua como si fuera mi pene para penetrar con ella el estrecho conducto que tenía a mi disposición. Metiendo y sacando ese húmedo apéndice conseguí que Inés llegara al orgasmo pegando un alarido.
-¡Me corro!- gritó derramando su flujo por mi cara.
Queriendo prolongar su éxtasis, me dediqué a absorber el manantial que brotaba de entre sus piernas pero reconozco que fui incapaz porque cuanto más lo intentaba mayor era el caudal que salía de su sexo. Mis maniobras, si bien no pudieron secar el rio en el que se había convertido su vulva, provocaron que mi mujer enlazara un orgasmo con el siguiente hasta que dándose por vencida, se dejó caer sobre la cama.
Liberado de la obligación de seguir satisfaciendo a Inés, me concentré en Nuria y llevando mi mano a su cabeza, empecé a acariciarle el pelo mientras le decía:
-¡Mi cuñadita no sabe ni  hacer una mamada!
La reacción de la muchacha no se hizo esperar y elevando el ritmo de su boca, lo convirtió en infernal mientras con una de sus manos, me acariciaba los testículos. Supe que el hecho de no haber eyaculado aún se debía a que con anterioridad a su llegada, le había hecho el amor a mi mujer pero achacándolo a su falta de pericia, le susurré:
-Si no puedes, ¡Pídele ayuda a tu hermana!
Habiendo sido aludida, Inés se incorporó y acercándose a donde la morena se afanaba en busca de mi placer, se juntó a ella diciendo:
-¡Dejemos seco a esta bocazas!- tras lo cual su boca se unió a la de Nuria y entre las dos, empezaron a competir en cuál de las dos absorbía mayor extensión de mi miembro.
Mirando hacia mis pies, la visión de esas dos melenas maniobrando como locas en búsqueda de un premio fuel bruta y completamente absorto, comprendí que de ese día en adelante se abría ante mí un futuro lleno de placer. Si nunca habéis conocido la sensación que dos bocas y cuatro manos se dediquen a exprimir vuestro miembro, es algo que os aconsejo:
“¡No hay nada tan maravilloso ni tan excitante!”
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La ayuda que prestó mi mujer a mi cuñada no tardó en conseguir su objetivo y percibiendo los primeros síntomas, le avisé que me iba a correr. Entonces esas dos hicieron algo que me terminó de convencer de que mi destino iba a ser halagüeño, uniendo sus bocas en un beso cogiendo entre medias a mi glande,  esperaron que explotara para así compartir como buenas hermanas mi simiente. Las oleadas de semen que brotaron de mi pene fueron engullidas por ambas ante mi atenta mirada y solo cuando confirmaron que ya habían dejado secos mis huevos, se dedicaron a base de lamidas a limpiar mi miembro.
Sus carantoñas no cesaron cuando ya habían retirado cualquier resto de semen sino que las prolongaron con el propósito firme de reanimar mi pene. Lo creáis o no, ¡Lo consiguieron! Y entonces mi mujer me susurró al oído:
-¡Necesito que te la folles!- y bajando aún más la voz, dijo: -Sé que nunca te has llevado bien con ella, pero Nuria lo necesita.
Viendo mi disposición cogió mi miembro entre sus manos y llamando a su hermana, la ayudó a empalarse con él. La lentitud con la que se empaló, me permitió notar cada uno de sus pliegues; percibir como fue desapareciendo mi pene en su interior y como mi capullo rozaba la pared de su vagina, llenándola por completo.
No sé si al verla así abierta de piernas con mi sexo en su interior, despertó en Inés el amor de hermana y la quiso ayudar a completar su sueño o por el contrario fue algo demasiado atrayente para desperdiciarlo, pero lo cierto fue que simultáneamente al inicio de los movimientos de las caderas de mi cuñada, mi mujer se adueñó del clítoris de su hermana y empezó a masturbarla frenéticamente.
-¡No es posible!, seguid así ¡soy vuestra puta! -, gritó Nuria, increíblemente excitada por nuestros dobles manejos y acelerando su loco cabalgar, buscó el fundirse con nosotros antes que su interior explotara en brutales sacudidas de placer.
Con su respiración totalmente entrecortada y el corazón latiendo desenfrenadamente, gemía pidiéndonos que continuáramos, mientras su vulva se derretía por el calor y sus manos pellizcaban sus pezones en busca de un plus de excitación. Pero fue cuando Inés incrementó sus manejos, metiendo uno de sus dedos en el ojete de la morena cuando estalló retorciéndose como posesa.
Mi mujer al verla agotada y exhausta, creyó que debía ratificar totalmente su disposición a compartirme con ella y con un extraño fulgor en sus ojos, me preguntó viendo que mi pene seguía erecto:
-¿Te sientes con ganas de darla por culo?
Al oírme decir que sí, metió dos dedos en el coño de la morena y recogiendo parte de su flujo, empezó a embadurnar el esfínter de su hermana. Confieso que todavía no me puedo creer lo rápido que aceptó mi esposa a Nuria como partenaire sexual pero lo cierto es que viendo que su entrada trasera seguía tensa:
¡Usó su lengua para relajarla!
Mi cuñada al notar tan poco fraternal caricia por parte de la que era de su sangre, como una perturbada, le pidió que siguiera pero entonces llamándome a su lado, Inés me dijo:
-¡Dale fuerte!- y no satisfecha con ello, se cambió de sitio y poniendo su coño en la boca de su hermanita, le ordenó: -¡Cómeme!
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Nuria no se lo pensó dos veces y poniéndose a cuatro patas abrió las piernas de Inés para hundir a continuación su lengua hasta el fondo del sexo de mi mujer. La temperatura de la escena iba subiendo por momentos. Desde mi posición, pude percibir como del fondo del coño de la zorra de mi esposa fluía sin control un riachuelo que discurría por sus piernas, yendo a morir sobre las sábanas. Aproveché ese instante para  nuevamente desflorar la maravilla de culo de mi cuñada y abriendo sus nalgas, de un solo golpe la penetré analmente.
Nuria se quedó paralizada al sentir que le rompía el culo. Había supuesto que iba a revelarse a mi agresión por no tenerlo suficientemente relajado, pero en contra de mi previsión, esperó pacientemente a que yo marcara el ritmo. Mi mujer cabreada al sentir que su hermana había dejado de comerle el coño, tirándole del pelo llevó su boca nuevamente hasta su sexo mientras me decía:
-¡Fóllate a la puta!.
No sé si fue que al no reaccionar Nuria al insulto, me terminó de convencer pero lo cierto es que dándole un azote en las nalgas, empecé a mover mi pene en su interior de sus intestinos.
-Agg…-gimió al notar que sus músculos eran forzados por los movimientos de mi extensión en su trasero.
Hice caso omiso a ambas mujeres, la posesión de ese ansiado trasero me espoleó y acelerando mis penetraciones tiré de su negra melena, mientras seguía castigando sus cachetes con mi mano. La presión de su esfínter se fue relajando facilitando que mi cuñada se fuera acostumbrando a sentir mi verga en su interior. Paulatinamente, el dolor fue dando paso al placer, hasta que completamente rendida a mi acoso, clavando las uñas en el colchón reanudó la mamada a Inés. Ésta al sentir la lengua de su amada hermana hurgando en su clítoris, me miró buscando mi aceptación.
-Está bien-, al escuchar que no me importaba que fuera su boca quien la hiciera gozar, mordiéndose los labios y cerrando los ojos, se puso a disfrutar sin sentir celos de mi montura.
La guarra estaba a punto de correrse y al constatarlo, me pidió que no parara. Obedeciendo a mi instinto, mordí su cuello coincidiendo con el orgasmo mutuo de mis dos mujeres. Cabreado por no haber conseguido desahogarme, continué acuchillando su cuerpo con mi sexo, prolongando su clímax más allá de lo razonable hasta que mi verga explotó anegando el culo de Nuria con mi semen, mientras su dueña caía desplomada sobre la cama.
Satisfechos y exhaustos permanecimos unos minutos sin decir nada, hasta que rompiendo el silencio, Inés me dijo al oído:
-No te quejarás, ¡Le has roto el culo a mi pobre hermanita!
Soltando una carcajada, las abracé a las dos.
Nuestros primeros días como un trio.
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Si cuando me enteré de las intenciones de Nuria de convencer a su hermana de que me compartiera con ella, había supuesto que iba a ser imposible, ya conseguido, reconozco que creí que iba a durar más bien poco y que de alguna forma iba a  afectar a la estabilidad de mi matrimonio. Pero contra todo pronóstico, me equivoqué por que las dos hermanas demostraron que no solo eran capaces de olvidarse de sentir celos una de la otra sino que descubrieron que podían conseguir entre ellas un placer distinto al que yo podía darles.
Si os preguntáis cuando me enteré, es sencillo:
¡Desde la primera mañana que amanecimos juntos!
Después de pasarnos toda la noche follando, al día siguiente, estaba agotado, pero la cercanía de mis dos mujeres me excitó y nada más despertarme, me levanté al baño con ganas de liberar mi vejiga, pero también tratando de calmarme. Al volver me quedé extasiado al observarlas. Eran dos hembras de bandera, diferentes, pero no se le podía negar que eran las dos bellas. Inés, la mayor, era con creces la que prefería y no solo por ser mi verdadera esposa sino porque a ella me unía además de la atracción física el amor. Lo me cabía en la cabeza  era que hubiese cedido ante su hermana. Nuria, en cambio, era más delgada con cara de no haber roto un plato. Con unos enormes pechos  que te invitan a besarlos, se había revelado como una fiera en la cama.
Sin haberlo planeado y aún somnolienta, mi cuñada abrió los ojos sorprendiéndose de ver que yo que estaba despierto.
Buenos días-, me empezó a decir cuando cerrándole la boca con un beso le dije: –Quiero verte haciéndole el amor a Inés-.
Me sonrió al escucharme, y dándose la vuelta, se concentró en la mujer que tenía a su lado. Sus pequeñas manos, comenzaron a recorrer el cuerpo desnudo y aun dormido de mi esposa. Me encantó ser el convidado de piedra de sus maniobras. Cogiendo uno de sus pechos con las manos, empezó a acariciarlo mientras la otra seguía soñando. Sin poderlo evitar y creyendo quizás que era yo quien lo hacía, sus pezones se erizaron al sentir la lengua de su hermana recorriéndolos. Poco a poco se fue calentando e inconscientemente entreabrió sus piernas facilitando la labor a la morena. Desde mi privilegiado puesto de observación vi como esta le separó los labios y acercando su boca se apoderó de su clítoris. Mi mujer recibió las caricias con un gemido, mientras se despertaba. La muchacha al notarlo, usó su dedo para penetrarla mientras seguía mordisqueando el botón del placer. Al abrir sus ojos, me vio mirándola mientras que su hermana la poseía.
Disfruta-, le dije tranquilizándola, pasando mi mano por un pecho,-me encanta ver cómo te hace el amor.
Un poco cortada, se concentró en sus sensaciones. Estaba siendo acariciada por nosotros dos, pero alucinada se dio cuenta que le gustaba la forma en que su consanguínea le estaba haciendo el sexo oral. Nunca se lo habían hecho con tanta delicadeza, meditó al notar que le metía el segundo dedo. Algo que no había sentido nunca empezó a florecer en su interior y con un jadeo presionó a su cabeza, exigiéndole que la liberara para acto seguido girarse  en la cama y cogiendo mi miembro ya totalmente erecto por lo que estaba viendo, empezó a acariciarlo con su lengua.
Una descarga eléctrica surgió de mi entrepierna. Me enloqueció la forma en la que su boca fue engullendo mi miembro. Con una lentitud exasperante, sus labios recorrían la piel de mi sexo, mientras su lengua jugaba con mi glande. Decidido a que mi mujer fuera la primera en correrse, separando sus piernas puse la cabeza de mi pene en la entrada de cueva y aunque ella me pedía entre gemidos que la penetrara no lo hice. Al contrario usando mi glande, me dediqué a minar su resistencia, jugando con su clítoris mientras mi cuñada, sin dejar de acariciar a su dueña y buscando su propio placer se masturbaba. Los gemidos y jadeos mutuos las retroalimentaba, y el olor a hembra caliente recorrió la habitación.
Paulatinamente, las dos hermanas fueron cayendo en el placer, sus cuerpos se retorcían entre sí.
Hazme el amor-, me exigió mi esposa.
La fuerza de su orden me hizo comprender su urgencia pero percatándome que debía permitir que llegaran al orgasmo ellas dos solas, me levanté de la cama y le dije:
-Me pediste que te permitiera compartirme con tu hermana. ¡Ahora te lo pido Yo! Si quieres que siga siendo el hombre de ambas, tú debes de ser la mujer de los dos.
Comprendiendo mis razones y dominada por la lujuria, decidió complacerme y llamando a su hermana, la besó. No sé si fue mi orden o que ya abducida por el deseo no pudo evitarlo, pero la realidad es que comportándose como una autentica lesbiana, obvió que la lengua que ese mujer  era su hermana y metiendo dos dedos en su interior, buscó darle placer.
-¡Dios!- gritó la Nuria mordiéndose sus labios de gozo.
Olvidándose las dos de mi presencia, se convirtieron en amantes. Mi esposa cogiendo uno de los pechos de su hermana, sacó su lengua y con delicadeza fue recorriendo su negra areola mientras seguía follándola con los dedos.Su acción dejó a Nuria sin aliento, jadeando con los ojos cerrados. Conociendo la excitación que corroía a su hermana le dio  en un nuevo beso, esta vez mucho más largo.
Fue entonces cuando decidí incrementar la temperatura de esa escena y abriendo el cajón de la mesilla, saqué el consolador con el que jugaba con mi esposa y dándoselo a ella, le dije:
-Fóllatela.
Sin más dilación, Inés enterró el aparato en la vagina de Nuria. La morena gruñó al sentirse clavada. Cerró los ojos y apoyó su cabeza en la almohada, para disfrutar de esa penetración.
-Méteselo más hondo- le exigí.
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Mi mujer no necesitó que le dijera nada más, cumpliendo mis deseos sacó y hundió el consolador con fuerza en el interior de mi cuñada. Esta al sentirlo, culeó haciéndole saber que estaba a punto de correrse. Sus gemidos se convirtieron en aullidos cuando tomando de nuevo el consolador, le imprimió un ritmo fuerte y rápido. Su amada víctima intentó seguir el compás al que estaba sometida. Pero cuando mi mujer, atrapando con una mano un pezón lo retorció con tal fuerza que Nuria empezó a retorcerse y gritar mientras alcanzaba un tremendo orgasmo. Tras lo cual de bruces sobre el colchón.
Fue entonces cuando Inés mirándome me dijo:
-Ahora ¡Fóllame!
Como había cumplido con creces mis deseos, decidí complacerla y cogiendo mi pene lo acerqué a su vulva. Mi esposa me rogó que me diera prisa por lo que de un solo arreón, se lo introduje hasta el fondo. Excitada como estaba, su coño me recibió empapado.
Éramos dos máquinas perfectamente coordinadas, a cada uno de los movimientos de mis caderas, ella respondía pidiéndome el siguiente mientras intentaba introducirse aún más mi lanza en su interior. Nuria que se había quedado momentáneamente satisfecha, volvió a sentir furor uterino y sin pedir permiso colocó sus labios inferiores al alcance de la boca de su hermana.
Ésta fue incapaz de negarse y sin pensar se apropió con su lengua del apetecible clítoris que tenía a centímetros de su cara. Y la morena en agradecimiento se dedicó en cuerpo y alma a conseguir que la mujer que tanto placer le estaba dando recibiera parte de lo que ella misma estaba sintiendo.
El olor a sexo ya hacía tiempo que había inundado la habitación, cuando escuché que se avecinaba como un tifón el clímax de Inés. Aceleré el ritmo de mis ataques al sentir que un río de ardiente lava, manaba del interior de mi esposa. Ella en cuanto notó ese incremento en la cadencia con la que era salvajemente apuñalada su vagina, se convirtió en una posesa, y llorando me rogaba que me derramase dentro de ella.
Su completa entrega hizo que me calentase aún más si cabe y agarrando la cara, le mordí sus labios mientras mi pene se solazaba en su interior. Siguiendo el ritmo de mi galope, sus pechos rebotaban en un compás sincronizado con el movimiento de su cuerpo. De esa forma, los tres nos fuimos acercando al orgasmo hasta que explotando dentro del coño de mi mujer, di el banderazo de salida para que mis dos mujeres se corrieran. Dando gritos y berreando de placer, una tras otra obtuvieron su recompensa y ya agotados, nos dejamos caer sobre las sábanas.
Llevábamos diez minutos reponiendo fuerzas, cuando vi que Inés se levantaba y desde la puerta del baño, nos dijo con una sonrisa en sus labios:
-¿Nadie quiere ducharse conmigo?
Ni que decir tiene que tanto Nuria como yo, corrimos a unirnos a ella bajo la ducha. Una vez allí, volvimos a hacer el amor con mayor frenesí y solo el hecho de que teníamos que irnos a trabajar, impidió que nos pasáramos todo el día renovando una y otra vez nuestros tácitos votos de ser los tres, los integrantes de ese incestuoso trio.
Ya vestidos, desayunamos y cuando con tristeza, Nuria y yo nos marchábamos a la oficina, mi esposa nos despidió dándonos un beso a cada uno en la boca, diciendo:
-Trabajad y ganad dinero que vuestra hembra se ocupara de gastarlo.
Soltando una carcajada, le di un azote y pegándola a mi cuerpo, susurré en su oído:
-Ya que vas de compras, piensa en algo con lo que disfrutemos los tres.
-Eso haré- respondió entendiendo mis intenciones. 
Ya en el coche, Nuria me hizo una confidencia:
-Te juro que nunca pensé cuando te propuse obligar a mi hermana a que te compartiera conmigo que esto iba a ocurrir….
-¿A qué te refieres?
Cuidando sus palabras, me contestó:
-A que nuestro acuerdo se hiciera extensivo a todos. Te reconozco que nunca pensé que acostarme contigo incluyera a Inés.
Intentando comprender su supuesta queja, le pregunté si acaso se arrepentía de lo ocurrido.  Poniendo una expresión picara, respondió:
-¡Para nada! ¡Me ha encantado! Pero aun así todavía no me lo creo- y muerta de risa, me dijo:-Pensaba que mi hermana era una mujer chapada a la antigua y ha resultado, ¡Todavía más puta que yo!
Satisfecho por su respuesta, la besé mientras pensaba que o mucho me equivocaba o esa tarde, Inés volvería a sorprenderla.
Durante todo el día, no pude quitarme de la cabeza que nos tendría preparado mi esposa cuando volviéramos a casa y por eso me encabronó que cuando estaba a punto de salir de la oficina, mi jefe me llamara desde Estados Unidos. Sabiendo que me podía tomar una o dos horas, tuve que decirle a mi cuñada, que no me esperara y que se fuera adelantando.
Tal y como había previsto, la conferencia se alargó en demasía y por eso eran cerca de las diez, cuando por fin entré en casa. Nada más verme, Inés me dijo si quería una cerveza y pidiéndome que me sentara en el salón, me dijo que nuestra nueva criada en seguida me la traería,
-¿Tenemos una chacha nueva?- pregunté divertido.
-Sí, espero que te guste- respondió mientras salía de la habitación.
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No tardé en ver su nueva adquisición. Entrando con la cerveza, llegó Nuria ataviada con un uniforme de sirvienta puta. Siguiéndole el juego, esperé que estuviera a mi lado para acariciar su culo por debajo del escueto vestido. No me sorprendió hallar que bajo la minifalda, la morena no trajese ropa interior y disfrutando de sus nalgas desnudas, las masajeé mientras ella me servía la bebida sin inmutarse y solo cuando ya había terminado, volteándose me dijo:
-La señora me avisó de que su marido tenía las manos muy largas pero nada me dijo de que también tenía un trabuco entre las piernas- tras lo cual, dejando la bandeja sobre la mesa, se agachó y me desabrochó la bragueta.
Acababa de meterse mi falo en la boca, cuando escuché un ruido y al mirar hacia ese lugar, de pronto vi aparecer a mi esposa en picardías. Os juro que me sorprendió verla aparecer así pero aún mas cuando acercándose a donde estábamos, me dijo:
-¿Quieres ver que he comprado?- y sin darme tiempo a responder sacó de una bolsa un arnés.
Al ver el tamaño del pene que tenía adosado, me reí y mientras Nuria me estaba haciendo una mamada, le pregunté:
-¿Qué esperas a estrenarlo?
 Por el brillo de sus ojos, supe que era lo que le apetecía hacer y sin tener que insistirle, vi que se lo empezaba a poner. Fue entonces cuando me percaté que era doble porque antes de colocárselo, se tuvo que incrustar un pene de tamaño natural en su propia vagina.
-¡Es casi de tu tamaño!- me dijo masturbándose un poco para que entrara bien.
Mientras tanto, entre mis piernas su hermana se afanaba en la felación y por eso, no fue consciente de lo que se le avecinaba hasta que con él ya colocado, mi esposa puso la cabeza del enorme bicho entre los labios de su vulva.
-¡Dios! ¡Es gigantesco!- chilló al sentir que con solo meterle el glande, su sexo se ensanchaba para recibir su tamaño.
-No te quejes y sigue mamando- le ordené presionando su boca contra mi pene.
Afortunadamente para Nuria, su hermana se apiado de ella y retirando el tremendo falo, cogió un bote de vaselina y  se puso se puso a embadurnar el aparato que iba a usar. Al hacerlo y necesitar de las dos manos, me apiadé de su víctima. Su grosor debía de doblar al mío y por eso asustado pero interesado, me deshice de su boca y me levanté a ver desde cerca como narices la vagina de esa cría iba absorber semejante atrocidad.
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Mi ausencia le permitió a mi cuñada observarlo por primera vez. Con los ojos abiertos de par en par, se quedó alucinada al saber que iba a ser usada con él, pero en vez de cabrearse e irse, hizo su culo  mientras pedía a mi esposa que tuviese cuidado.
“Es una pasada”, pensé al ver que Inés volvía a  posar ese enorme glande en la entrada de la morena, “¡Es demasiado grande!”.
No tardé en comprobar que me había equivocado. Mi señora ni siquiera preguntó si estaba dispuesta y cogiendo a su hermana por sus caderas, lentamente, lo fue introduciendo mientras Nuria no dejaba de gritar.  Realmente me sorprendió no solo que entrara la cabeza sino que al cabo de menos de un minuto, Inés consiguiera meterlo por completo ese portento en el coño de mi cuñada. Contra lo que había previsto, el sexo de la morena había sido de absorberlo y cuando ya se hubo acostumbrado, se giró para decirle que podía empezar.  
La sensación de  tener la completa sumisión de su víctima, desbordó Inés que obviando toda prudencia empezó a cabalgar sobre la muchacha. Fue acojonante, comportándose como un jinete avezado imprimió a su cabalgar de un ritmo endiablado mientras Nuria no paraba de gritar. Reconozco que no creí que fuera capaz de soportarlo pero cuando estaba a punto de intervenir, incomprensiblemente mi cuñada se puso a berrear de placer. Chillando con toda la fuerza de sus pulmones, la morena pidió a su hermana que continuara mientras llevando su mano a la entrepierna se empezaba a masturbar.
Su entrega hizo desaparecer mis reparos y colocándome detrás de mi esposa, me apoderé de sus pechos mientras le preguntaba qué era lo que quería que hiciera.
-Fóllame- contestó.
Excitado como pocas veces, llevé mi propio pene hasta su sexo y de un solo golpe de caderas, se lo introduje hasta el fondo. El chocho de mi esposa me recibió empapado, mi polla no tuvo problema en encajarse hasta el fondo de su vagina e imitando a Inés, me sincronicé con ella de forma que cuando sacaba el arnés del coño de su hermana, yo le metía a ella toda mi extensión en su interior.  Esa postura la terminó de volver loca y azotando el trasero de su víctima, me pidió que hiciera lo propio con el suyo.
El brutal tren que montamos, fue demasiado para los tres y casi al mismo tiempo, nos corrimos sobre la alfombra. La primera fue mi mujer que, desplomándose agotada sobre la morena, le incrustó dolorosamente el siniestro arnés mientras su sexo era machaconamente golpeado por mi pene. Nuria, al sentir su estrecho conducto totalmente ocupado, gimió desconsoladamente mientras sus piernas se empapaban de placer. Y por último, yo sin poder retener mi eyaculación por más tiempo, me derramé en la vagina de mi esposa esparciendo mi simiente mientras pegaba gritos de placer.
Ese fue el inicio de una noche en la que nos dedicamos sin pausa a disfrutar cada uno de los otros dos y en la cual de alguna manera, salí indemne porque fui el único que no sintió en sus propias carnes la acción de tan siniestro arnés. En cambio, ninguno los agujeros de mis dos mujeres se escapó de sentir la agresión de ese trabuco de plástico y así, sus bocas, sus culos y sus sexos a lo largo de esa velada sufrieron alternativamente la acción de ese aparato.
Lo único que os puedo asegurar es que a partir de ese  día, tuve a dos mujeres dispuestas a cumplir cualquier fantasía que se me ocurriera…..
 
….¡Y MI IMAGINACIÓN ES INAGOTABLE!imagen35
 
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