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Relato erótico “Mountain Bike” (POR SARAGOZAXXX)
MOUNTAIN BIKE
Aquel verano mi marido y yo nos fuimos de vacaciones a la montaña, elegimos una pequeña casita rural en un pueblo bastante alejado del mundanal ruido. Por desgracia había pocos alicientes, el pueblo carecía de los servicios más básicos, ni piscina, ni biblioteca, ni polideportivo, solo había un bar y un pequeño supermercado. El único encanto del que disfrutaba era salir a pasear en mountain bike por la mañana temprano, mientras que mi marido prefería quedarse durmiendo en la cama hasta mi regreso.
Decir que me llamo Sara, tengo treinta y un añitos, y que podéis saber más sobre mí si consultáis mi blog, cosa que me haría muchísima ilusión.
Recuerdo que para dar mis paseos en bicicleta me ponía unas mallas cortitas que muy bien podían parecer un boxer de tío, y en la parte superior tan solo me ponía un sujetador de esos tipo deportivo. Era verano y hacía calor, y me sentía realmente estupenda con esa ropa.
Como decía, el primer día pensé en no alejarme mucho del pueblo y tratar de visitar los parajes recomendados en las diferentes guías. Durante estos paseos me cruzaba con otros cicloturistas y gente paseando, al final coincidíamos todos visitando los mismos puntos turísticos.
Recuerdo en especial, que al llegar a uno de esos puntos en la carretera que te indican de interés fotográfico, había también un ciclista contemplando el paisaje. Lo recuerdo porque se trataba de un señor de unos cincuenta y tantos años, bastante bien llevados. Era de esos hombres maduros, que se nota cuidan meticulosamente su cuerpo, lo recuerdo también porque lucia un torso desnudo y sobretodo porque me llamo la atención el bulto de su entrepierna. Desde luego mi marido en mallas no marcaba ese pedazo paquete. El tampoco me quito ojo de encima, es más, en varias ocasiones lo sorprendí mirándome el culo. Yo aproveché para beber un poco de agua, reponer sales minerales, y comer alguna barrita energética mientras observaba el paisaje.
Cuando llegó el momento de reanudar la marcha, pude comprobar que él también lo hacía, y de hecho se mantuvo durante un buen rato del trayecto a unos metros de distancia detrás de mí. Supongo que admirando mi figura y mi trasero. No sé en que momento se quedó rezagado, pero era seguro que se encontraba en mejor forma física que yo, y que me podía haber pasado en cualquier momento, pero no lo hizo. He de decir que me sentí un poco observada, y porqué no decirlo algo intimidada.
Para ser el primer día estuvo bastante bien, la paliza fue considerable. Al llegar a la casa rural, me dí una buena ducha y por suerte mi marido me había preparado un estupendo almuerzo. El resto del día transcurrió con total normalidad.
Al día siguiente volví a madrugar para salir a dar mi vuelta diaria en mountain bike. El paseo fue de lo más normalito, pedaleando siempre entre espectaculares arboledas a orillas del río que cruzaba el pueblo. Lo único destacable, es que al regresar al pueblecito me tope con el mismo señor mayor que el día anterior me siguió durante un trozo del trayecto. Para mi sorpresa, pude comprobar que vivía en el mismo pueblo en el que estábamos alojados, y que habitaba en una casita bastante cercana a la nuestra.
Al tercer día ocurrió un hecho que lo cambiaría todo. Como todos los días salí temprano a dar mi paseo matutino, y recuerdo que me quedaba poco para regresar al pueblo cuando debí pinchar la rueda trasera de mi bici. Traté de solucionarlo y aún fue peor, pues tras quitar la rueda no pude reparar el pinchazo, y además luego no supe colocarla de nuevo entre tanto piñón y engranaje. Así que sin planearlo me encontré con la bici desmontada en medio del camino tratando de salir de allí como fuese. Pensé en llamar a mi marido y que viniese a recogerme con el coche, pero me fastidiaba pedir ayuda suya y aguantar su sermón. En esas estaba, cuando apareció por el camino el tipo de los días anteriores, se paró a mi lado del camino y me dijo:
.- “¿Te puedo ayudar en algo?” preguntó amablemente.
.-“Bueno he pinchado y no sé como montar la rueda” dije describiéndole la situación con las manos manchadas de grasa por la cadena.
.-“Si quieres puedo ayudarte” dijo bajando de su bici y quitándose la mochila que llevaba a la espalda, y de la que sacó un pequeño juego de herramientas. Luego se arrodilló junto a mi bici, y comenzó a montar la rueda de nuevo en su sitio.
.-“Perdona que no me haya presentado, mi nombre es Ángel” dijo incorporándose para tenderme la mano. En esos momentos llevaba como en días anteriores el torso descubierto y además de sus abdominales resaltaba su paquete de entre sus mallas.
.-“Ohps, yo me llamo Sara, muchas gracias por ayudarme” dije acercándome para intercambiar dos besos, yo todavía llevaba las manos manchadas de grasa y me pareció más correcto que el estrecharnos la mano. Debido a mi torpeza mis pechos rozaron con sus pectorales, y al separarnos pude apreciar como su mirada se perdía en mi escote.
.-“Encantado de echarte una mano, o mejor dicho, de poder ayudarte” dijo rectificando sus primeras palabras con cierto rin tintín en su entonación y repasando mi cuerpo de arriba abajo. No me importó, supongo que me agradó parecer atractiva a los ojos de un hombre de su edad, era en cierto modo halagador.
El caso es que estuvimos charlando mientras me arreglaba y montaba de nuevo la bici. Pude aprovechar los momentos en los que sólo prestaba atención a mi bici, para mirarle y poder sopesar el tamaño de su paquetorro. ¿Llevaría algún tipo de relleno ese maillot?, me preguntaba.
De la conversación pude saber que Ángel había sido empleado de banca, que estaba prejubilado, y que había enviudado mucho tiempo antes que todo eso. Tenía un único hijo que vivía en Estados Unidos y al que apenas veía. Que la vivienda en la que estaba alojado era suya en propiedad, y que era de una ciudad distinta a la nuestra. Pareció un tipo amable, educado y simpático.
.-“La rueda ya esta de nuevo en su sitio” dijo recogiendo sus herramientas, “si quieres puedo llevarme tu bici a casa y arreglarte el pinchazo, así mañana podrías pasar a recogerla y salir juntos a dar un paseo” dijo ofreciéndome quedar para el día siguiente, y aunque me gustó su sutileza en la invitación, traté de rechazar su propuesta sin parecer muy descortés.
.-“Oh, no sé, no quisiera causarle más molestias” dije tratando de excusarme.
._”Mujer, no es ninguna molestia, al contrario…, sería un placer poder pedalear contigo” dijo insistiendo en su proposición.
.-“Creo que es mejor que intente arreglarlo mi marido” dije tratando de hacerle desistir de su idea y dejándole claro que estaba casada.
.-“Como quieras, pero sería conveniente que mañana al menos no salieses sola a pasear, podrías quedarte tirada por ahí, de no estar bien reparado el pinchazo” dijo en un último intento por tratar de convencerme.
Lo cierto es que sus palabras me hicieron recapacitar, no confiaba mucho en las habilidades de mi esposo para reparar la bici, y no me resignaba a tener que renunciar a mi paseo matutino. Además tenía razón, podía quedarme tirada por ahí, así que al final accedí a su propuesta.
.-“Espero que no le importe” dije aceptando su invitación a pasear juntos.
.-“Oh no, todo lo contrario, comenzaba a resultarme muy aburrido pedalear solo a los mismos lugares de siempre” dijo entusiasmado con mi aceptación. Y acto seguido comenzó a preguntarme acerca de los lugares que había visto por los alrededores.
De esta forma, mientras caminábamos con las bicis de regreso al pueblo, estuvimos charlando acerca de los sitios que se pueden visitar y de las diferentes excursiones y su dificultad que se pueden hacer. Le dije que llevábamos pocos días de vacaciones y que no quería machacarme mucho al principio. Así que acordamos quedar al día siguiente para hacer una excursión que no entrañase mucha dificultad. Por fin llegamos al pueblo, acompañé a Ángel hasta su casa y dejé mi bici en su garaje, quedando para el día siguiente
He de confesar que estuve un poco nerviosa al día siguiente, no le comenté nada de lo sucedido a mi esposo, ni de que había quedado con Ángel, por miedo a un estúpido ataque de celos, además tampoco era para nada del otro mundo. Pero lo cierto es que me arreglé un poco más que de costumbre, me recogí el pelo en una coleta, elegí mi mejor top deportivo, y lo mismo con el culoté. He de reconocer que Ángel además de inteligente me pareció algo atractivo, tenía un no sé qué en la mirada que lo hacía bastante seductor, además de su paquete y su torso marcando tabletas, se conservaba muy bien para su edad. Supongo que era la seguridad y serenidad que transmitía en sus palabras.
.-“Estas estupenda” dijo Ángel nada mas verme, y acto seguido comenzamos a pedalear juntos.
Me llevó por unas pistas y sendas bastante espectaculares, con unas vistas maravillosas. De nuevo pudimos conversar por el camino. Ángel era un orador bastante divertido, me hacía reír con sus comentarios, me pareció una persona inteligente y de conversación bastante agradable, a pesar de la diferencia de edad congeniamos enseguida bastante bien en los temas de conversación.
Al fin llegamos a una poza junto al río muy espectacular, el agua reflejaba el color verde de los árboles de alrededor copiando unas tonalidades francamente preciosas. Ambos estábamos bastante sudados por la pedaleada, por lo que no me sorprendió cuando Ángel me dijo que le apetecía darse un baño.
.-“Lo siento no he traído el bañador” dije arrepentida por no haberlo hecho, pues realmente era muy apetecible el darse un baño y refrescarse.
.-“Es una pena” dijo Ángel mientras se quitaba la camiseta y el maillot quedándose en uno de esos bañadores tipo slip que para mi gozo le resaltaban el paquete.
Me quedé totalmente anonadada contemplando de nuevo su cuerpo, la verdad es que a pesar de su edad se conservaba bastante bien, tenía un cuerpo musculado y sin bello en el torso, aunque las piernas eran bastante peludas, lo que me hizo pensar que había pasado por el láser para depilarse. Algo extraño en un hombre de su edad. Me quedé embobada viendo como se quitaba la ropa y se zambullía en el agua. Marcaba un culo precioso.
.-“¿Seguro que no quieres bañarte? Esta muy buena el agua” gritó mientras nadaba en la poza.
Yo lo contemplaba enrabietada por no llevar el bañador debajo, pues nada me apetecía más en el mundo y en esos momentos que bañarme en el agua. Además estaba bastante sudada. Decidí cometer una pequeña travesura…
De siempre había fantaseado con bañarme de madrugada en la playa junto a un grupo de amigos y amigas todos en ropa interior, en una noche loca. Era algo con lo que me había acariciado en más de una ocasión y que siempre me ponía. Así que como debajo del conjunto de deporte llevaba un sujetador negro de lycra y un tanga a juego, que bien podrían hacer la labor de bikini, pensé que posiblemente resistirían al agua sin que llegase a transparentarse nada. Y si así era poco me importó, me podían las ganas por refrescarme y de dar rienda suelta posteriormente a mis fantasías. Así que me desprendí de mis prendas de deporte bajo la atenta mirada de Ángel, y quedándome en ropa interior me tiré de cabeza al agua.
El agua estaba estupenda, algo fría tras un rato, por lo que Ángel salió relativamente pronto alegando tener frío. Por mi parte me alegré de que mis prendas no se transparentasen al mojarse, así pude disfrutar del baño sin temer las miradas indiscretas de Ángel. Cuando salió del agua, pude contemplar como se secaba en la orilla junto a las bicis con una pequeña toalla de esas de microfibra que llevaba en su inseparable mochila. Otra vez más pude fijarme en su cuerpo, a decir verdad el abuelete estaba bastante bien, de nuevo advertí que marcaba algo de paquete, seguramente el frío le había provocado el inicio de una erección.
Por un momento pensé que dicha erección podía deberse a mi culpa, y me agradó la idea. Yo decidí permanecer un poco más de tiempo dentro del agua, hasta que debido al frío mi piel se puso de gallina y mis pezones de punta. Decidí que era el momento de salir del agua, no quería pillar un pasmo. Ángel fue muy amable, pues acudió a cubrirme con la toalla en cuanto me vio salir del agua. Me rodeo con la toalla y dándome unas friegas con sus manos en mis brazos me dijo:
.-“Ten cúbrete con mi toalla, la salida es muy fría” dijo de forma casi paternal, y en verdad que ese tipo podía ser mi padre.
.-“Gracias” respondí agradeciendo su gesto. Y dicho esto comencé a frotarme con su toalla para secarme. Pude apreciar su olor impregnado en la tela y lejos de desagradarme me resultó excitante.
Recuerdo que lo sorprendí mirándome el culo cuando me giré para secarme las piernas y me agachaba. Pude verlo a través del reflejo de su figura en el agua del río. No sé porque me gustó demorar un poco más la escena y exhibirme ante él comprobando su reacción. Me gustó provocarlo esperando algún comentario por su parte, quería saber si como todos los hombres estaba dispuesto a tirarme los tejos y tratar de insinuar que esperaba llevarme a la cama, pero estos no llegaron. Una vez seca me giré de nuevo terminando el espectáculo, y me desplacé a coger mis prendas deportivas, luego le dije:
.-“Voy a cambiarme por ahí” y dicho esto me perdí tras unos arbustos para quitarme mi ropa interior y ponerme de nuevo tan solo las prendas de deporte secas. Me fui detrás de unos matorrales donde podía observarlo sin ser vista.
Mientras yo me desnudaba detrás de los arbustos, me sorprendió observar desde mi posición como Ángel se desnudaba también quitándose el bañador, sin ningún tipo de pudor, para ponerse un boxer seco. Se quedó en pelota picada en medio del campo. ¡Dios mío!, menudo pedazo de polla que se gastaba el sesentón. El tío estaba muy bien dotado. Por casualidad yo estaba también desnuda en el momento en el que Ángel se quedaba completamente desnudo luciendo cuerpo y miembro, un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo. Era la primera vez en mi vida que observaba completamente desnudo a otro hombre que no fuese mi marido, ¡y yo también desnuda!. He de reconocer que me costó un tiempo recuperarme y salir de detrás de los arbustos. Cuando regresé junto a Ángel, este estaba ya vestido sentado en la toalla sobre la hierba extendiéndose crema solar por los brazos. Al verme me dijo:
.-“Si quieres puedes dejar tu ropa mojada en el interior de mi mochila” dijo tendiendo su mochila hacia mi. No tuve más remedio que hacerlo, pues no llevaba ninguna bolsa en que llevar mis prendas.
.-“¿Quieres?” preguntó ofreciéndome la crema tras dejar mi ropa en su mochila. “El sol comienza a picar” dijo. Y tenía razón, así que para no mancharme con la hierba y tener que frotar luego, decidí sentarme delante de él en el trozo de toalla que me dejó disponible.
Fue Ángel quien me aplicó la crema sobre los hombros y la espalda y comenzó a extenderla. Me resultó agradable el contacto de sus manos en mi cuerpo, al fin y al cabo era la primera vez en mucho tiempo que me acariciaba de esa manera otro hombre que no fuera mi esposo.
.-“Tienes una piel muy fina y sin apenas manchas” dijo mientras me daba crema. Seguramente se daría cuenta de que a pesar de haber comenzado hace poco mis vacaciones, se apreciaba el contraste de piel entre el moreno y la zonas que habitualmente cubre la tela de mi bikini.
.-“Y tú das muy bien los masajes” dije devolviéndole el cumplido. Algunas veces sus manos se aproximaban peligrosamente a mis pechos.
.-“Sabes… hace tiempo realicé un curso de quiromasaje, cuando quieras te doy uno como debe ser” dijo ofreciéndose amablemente, al tiempo que terminaba la zona de la espalda y esperaba a que le dijese algo.
.-“Seguramente me vendría bien antes de regresar al trabajo” dije aplazando su proposición de darme un masaje, y prácticamente quitándole el bote de crema de sus manos, continúe yo misma dándome la protección por el resto del cuerpo. Me pareció la forma mas decente de actuar y de no darle falsas esperanzas a ese hombre.
Regresamos a casa pedaleando más relajadamente y conversando por el camino. Me contaba cosas graciosas que me hicieron reír varias veces. Quedamos para el día siguiente como en veces anteriores. Tras separarnos recordé que mi sujetador y mi tanguita empapados se habían quedado en su mochila.
Al llegar a casa mi marido continuaba durmiendo, me metí en la ducha rápidamente, la imagen de Ángel desnudo en medio del campo, no se marchaba de mi mente. Además, seguía sintiendo sus ojos clavados en mi piel, y recordé el momento en el que decidí armarme de valor y quedarme en ropa interior delante suyo para bañarme. He de reconocer que me excité con mi lado más exhibicionista. De manera inconsciente comencé a acariciarme mientras me extendía el jabón por mi cuerpo. Recordaba el momento en el que Ángel me diera crema, y no podía evitar imaginarme que eran sus manos las que me acariciaban. Uff, me estaba poniendo cachonda yo sola en la ducha, hacía tiempo que no me masturbaba, y sin embargo sentía unas ganas locas de hacerlo. Dirigí el chorro del agua de la ducha hacía mi clítoris como hiciera de adolescente, y comencé a masturbarme pensando en Ángel. Me corrí, me corrí enseguida, y como hacía tiempo que no disfrutaba.
A decir verdad, pasé el resto del día pensando en la visón de Ángel desnudo, era como un mantra que se repetía una y otra vez en mi mente, y al llegar la noche quise hacer el amor con mi marido, por supuesto le fui infiel de pensamiento, y no pude evitar pensar en Ángel mientras mi esposo yacía encima de mí.
Al día siguiente me puse un bikini debajo de las prendas deportivas confiando en que de nuevo nos bañaríamos por el río. Era uno de esos bikinis cuya parte superior son dos triángulos unidos por cuerdecillas, y lo mismo podría decirse de la parte de la braguita, otros dos triangulos unidos por el lazo de las cuerdas laterales. Pero para mi desgracia no me llevo a ningún paraje del río, la jornada transcurrió por acantilados y precipicios hasta llegar a lo alto de un monte con unas vistas espectaculares, donde paramos a beber, descansar, y hacer el alto en el camino.
Estuvimos hablando junto a un precipicio, y recuerdo que estuvimos conversando acerca del valor, de los riesgos a asumir en la vida para disfrutar luego de las metas alcanzadas y todo eso. Creo que me dijo muchas de las cosas con segundas intenciones. Como todos los hombres, al fin insinúo que por su parte estaba dispuesto a que sucediese algo entre nosotros, aunque todo muy sutilmente e interpretando siempre entre líneas, y creo que le dejé claro que me agradaba su compañía mientras pedaleábamos, y que me sentía halagada por que me viese atractiva, pero que no pasaría nada entre nosotros. Yo mencionaba constantemente a mi marido y lo feliz que era a su lado, y que por eso no asumiría ningún riesgo como trataba superfluamente la conversación.
Antes de iniciar el regreso, como iba bastante transpirada y el top deportivo comenzaba a estar empapado, decidí quitármelo quedándome con la parte superior el bikini. No caí en la cuenta de que mis tetas botarían sin la sujeción adecuada con cada bache del camino, y Ángel se pasó todo el camino de regreso sin mirarme prácticamente a los ojos. Además al estar inclinada sobre el manillar, la visión de mi escote debía permitirle verme hasta el ombligo. Por un momento pensé que no había sido buena idea quedarme con la parte superior del bikini, esos dos pequeños triángulos, que apenas sujetaban mis pechos, pero de nuevo me gustó comprobar su mirada clavada en mi cuerpo. Era un sentimiento encontrado, por una parte no quería que sucediese nada, pero por otra me gustaba sentirme deseada y provocarlo para aumentar el deseo y la imaginación.
De nuevo quedamos para el día siguiente. Ya me anticipó que intentaríamos llegar a un pequeño lago, pero que la jornada era bastante dura, y que debíamos cargar las bicis en su coche para adelantar unos cuantos kilómetros en coche. Me pareció buena idea descubrir un sitio nuevo para mí, lo cierto es que hasta ahora me había llevado a parajes muy bonitos, por lo que me dejaba guiar. Al regresar al apartamento rural junto a mi esposo, pasé el resto del día esperando que llegase el día siguiente. Quedar con Ángel se había convertido en el único aliciente durante esas vacaciones, además había despertado mi imaginación de un modo instintivo, fantaseaba en todo momento con la idea de que podía suceder algo entre nosotros, aunque me diese miedo que realmente llegase a acontecer.
Por fin amaneció y nada mas cargar las bicis en el coche de Ángel nos subimos dispuestos a hacer nuestra jornada. Recuerdo que durante el trayecto, la mano de Ángel se rozó con mi pierna en varias ocasiones con motivo de cambiar la marcha del vehículo. Siempre me quedará duda de si buscaba este roce intencionadamente, o por el contrario era algo fortuito.
Ángel tenia razón, fue una auténtica paliza llegar hasta el lago, pero como en anteriores ocasiones mereció la pena. Esta vez no me pilló de sorpresa, y ambos pudimos disfrutar de un refrescante baño en el lago. Yo con mi bikini, y Ángel de nuevo en su bañador slip.
Recuerdo estar tumbados después del baño, cada uno en su respectiva toalla, ambos sobre la hierba tomando el sol para acabar de secarnos, cuando de nuevo Ángel comenzó a extenderse crema solar por el cuerpo. Esta vez fue él quien me pidió que le diese crema en la espalda una vez terminó de darse por donde él mismo alcanzaba. Yo accedí a dársela.
Ángel estaba tumbado boca a bajo en su toalla y yo me situé a un lado suyo para extenderle la crema por la espalda. Me gustó esparcirle la loción solar, por primera vez en mucho tiempo me agradó acariciar otra piel distinta a la de mi esposo. Me gustó poder comprobar la fuerza de sus músculos. Un primer roce fortuito entre su mano y mi cuerpo, hizo que luego fuese yo misma quien provocase otros roces eventuales. Él tampoco hacía ademán de retirar sus manos al notar el contacto de mi piel. Una vez terminé de extenderle la crema, Ángel me preguntó:
.-“¿Puedes darme crema también por la parte posterior de mis piernas?” me sorprendió su propuesta, pero realmente había dado en el clavo, era lo que más deseaba en esos momentos. Sobretodo quería acariciar sus muslos, y recordar su tacto para mis ratos más íntimos.
Decidí avivar el fuego entre ambos, y me senté sobre los talones de Ángel, para comenzar a darle crema por los gemelos de sus piernas. Están eran duras y fibrosas, se notaba que hacía bici con frecuencia. Conforme subía por sus muslos mi temperatura también subía. Para colmo, cuando le extendí la crema por sus muslos, muy cerca ya de sus nalgas, mis pechos rozaron inocentemente con la parte posterior de sus gemelos debido a la postura algo forzada. Creo que comenzaba a humedecerme con el juego y los roces. Decidí que mi peso, descansase sutilmente sobre el talón de Aquiles de Ángel. Uff, el roce de su talones con mi intimidad me estaba poniendo como una moto. Decidí continuar dándole crema por sus muslos, me estaba gustando, y supongo que a él también. De nuevo mis pechos rozaron en sus piernas. Caray!!, que calor me estaba subiendo. No era justo, quise arriesgarme y rocé con mis manos la tela de su slip mientras le daba crema por el interior de sus muslos. Guuau, había sido demasiado, me había atrevido más de la cuenta. Tal vez me había pasado, ¿qué se pensaría?. Estaba colorada, y debía disimular, me dí cuenta de lo sonrojada que estaba cuado terminé, incluso me avergoncé por mi atrevimiento notablemente.
.-“Ya está” dije tumbándome rápidamente de nuevo sobre mi toalla para que no se me notase mi rubor.
.-“Gracias”, dijo Ángel sin moverse de su posición. En esos momentos me pareció raro que no se incorporarse, me fijé detenidamente y pude advertir que le había provocado una erección, y por eso no se incorporó para guardar la crema. Permanecimos un rato en silencio ambos tumbados boca abajo sin decir nada cada uno en su toalla.
Yo comencé a adormilarme un poco, por lo que decidí deshacerme de los nudos de las cuerdecillas que sujetaban mi top del bikini, tanto de la nuca, como de la espalda, para que estas no me dejasen marcas por el sol, como tantas y tantas veces había hecho en la playa. El caso es que estaba tumbada boca abajo en la toalla medio adormilada sin nada que amarrase mi parte superior del bikini, cuando un grillo saltó y se posó en mi espalda a la altura del hombro. A mí en esos momentos me dio bastante impresión y pegué un bote del susto poniéndome en pie gritando como una histérica…
.-“¡¡Quítamelo, quítamelo!!” gritaba mientras me giraba ridículamente de un lado a otro intentando deshacerme del bicho.
.-“Es solo un grillo”, dijo Ángel poniéndose en pie para ayudar a deshacerme del insecto.
.-“Quítamelo por favor, me da mucho asco”, gritaba como una chiquilla sin control. Ángel se acerco a mí con la intención de darle un manotazo para quitármelo de la espalda.
.-“¡¡No!!, ¡No lo mates!, me da mucha pena” le dije mientras continuaba saltando y girando sobre mi misma, tratando de ahuyentar al bicho.
.-“¿En qué quedamos?”, Ángel trató de alargar el momento con la excusa de mi contradicción, para poder contemplar sin reparo como botaban mis tetas y se movían ante su atenta mirada mientras yo trataba de deshacerme del grillo.
Al fin lo apartó y el grillo salió volando. Yo contemplaba al insecto volar hasta perderse entre unas hierbas, mientras Ángel contemplaba descaradamente mis pechos. Cuando regresé del susto lo sorprendí babeando mirándome las tetas.
.-“¡¡Qué!!, ¿te gustan?” le pregunté mientras me cubría los pechos con mis manos en un plan un tanto arisca y de mal rollo, enfadada por que aprovechó sin cortarse un pelo para observarme los pechos sin correr a auxiliarme.
.-“Lo mismo me pica una serpiente, y a tí te da igual con tal de verme las tetas ¿no?” dije enfadada y fuera de mi por el susto.
.-“Lo siento” dijo arrepentido y notoriamente avergonzado “hace tiempo que no veo unos pechos tan de cerca y mucho menos tan bonitos” pronunció al tiempo que recogía su toalla y sus enseres dando por finalizada la jornada.
En esos momentos me sentí arrepentida por haber sido tan borde con él, no se merecía que lo tratase así. En cierto modo si de alguien era culpa, esa era mía, el sólo miraba lo que yo mostraba.
.- ¿En serio?” le pregunté.
.-“Te lo dije completamente en serio, hace tiempo que no veo unas tetas tan de cerca” dijo como si eso fuese algún tipo de pecado en los tíos o algo de lo que no estar orgulloso. De algún modo me había confesado que llevaba mucho tiempo sin estar con una mujer.
.- “No me refería a eso”, dije quitando hierro al asunto, “¿sino a que si te parecen bonitos mis pechos?” le pregunté de nuevo mirándolo de frente a los ojos.
.-“Mira Sara, toda tu eres una mujer hermosa, eres muy guapa y sí, te lo diré; estas muy buena. Reconozco que desde que te conocí no he podido dejar de imaginarme cosas que podrían sucederme contigo, sobretodo porque hace mucho tiempo que no estoy con una mujer, y mucho menos tan atractiva como tu. No he dejado de pensar en tu cuerpo y de rezar porque pudiera verte desnuda. Siento haber sido tan torpe hace unos momentos, espero que lo entiendas…”. Hizo una pequeña pausa y después continuó diciendo… “comprenderé que después de lo que acabo de decirte no quieras acompañarme ningún otro día”, y dicho esto recogió todo, y se montó en la bici esperando a que terminase de recoger lo mío. Quedaba el regresó hasta el coche, esta vez Ángel pedaleó siempre desde delante de mí, e impuso un ritmo muy rápido, se notaba que quería regresar y terminar cuanto antes la excursión.
Yo por mi parte me pasé todo el trayecto de regreso al coche sin parar de darle vueltas a sus palabras y a mi reacción. ¿Que me quería decir?, ¿que se había masturbado pensando en mí?. En una primera reacción sentí repulsa hacia él por pensar obscenidades con mi cuerpo, y me sentí enojada y furiosa. Tal vez con el ejercicio y el cansancio comencé a serenarme ¿De que lo estaba acusado? para ser sincera yo también había fantaseado con él, si incluso la vez que hice el amor con mi marido llegué a pensar en él. Luego sería una hipócrita por mi parte si no le perdonaba lo que me había dicho. Además debía reconocer que incluso yo misma lo había provocado, y me había gustado jugar en cierto modo con este fuego. Además, bien pensado realzaba mi ego de mujer que un hombre se confesase de esa manera. Ni mi marido había sido tan romántico el día que me pidió que nos casáramos. Deduje que debido a su edad le importaban poco las consecuencias, y por eso me había dicho lo que me había dicho. Y si me paraba a pensarlo dos veces, su declaración era muy bonita, puesto que seguramente ni mi esposo cuando se masturbase, pensaría en mí, sino en otras.
Tras muchos pensamientos llegamos al coche. Ángel me había cogido la delantera por lo que prácticamente había terminado de recoger sus cosas, y esperó cortésmente para ayudarme a recoger las mías. Aquel gesto terminó por confirmarme que me encontraba ante un buen hombre, y posiblemente el más sincero que había conocido hasta el momento.
.-“Por si lo quieres saber estaré muy contenta de quedar mañana contigo para ir en bici”, mis palabras rompieron el silencio entre ambos a pesar de que llevábamos un tiempo juntos recogiendo sin decir nada.
.- “¿Que dices?” preguntó sorprendido por mis palabras.
.-“Siento haber sido tan desagradable antes y que me gustaría quedar mañana contigo para otra excursión” dije sincerándome y mirándolo a los ojos.
.-“Yo también siento lo que te dije” dijo disculpándose
.-“No tienes porqué, tus palabras fueron muy bonitas, de verdad”, y me acerqué a él para darle un abrazo en señal de paz. El correspondió mi abrazo.
Terminamos de recoger y subimos al coche. Ángel puso la radio, y ambos pactamos mutuamente sin mediar palabra comentar la actualidad y no hablar más del tema.
Esa tarde me asaltaron muchas dudas sobre lo ocurrido. ¿Qué se imaginaría Ángel conmigo?. ¿Acaso se imaginaría que me folla? y ¿cómo?, ¿en que postura le gustaría hacerlo conmigo?, ¿cómo se movería?, ¿sería dulce y cariñoso? o ¿a lo bestia y duro?, ¿en serio me veía tan atractiva?, ¿qué es lo que mas le gusta de mi cuerpo?, ¿y lo que menos?. Ufff… de nuevo la visión de su polla y de su cuerpo en mi mente. Era ya toda una obsesión en mi imaginarme a ese hombre desnudo.
Al día siguiente de nuevo fuimos en coche hasta el inicio de otra excursión. Esta vez la meta era un pueblecito abandonado, en el que se podía pasear entre sus calles semirruinosas. A ambos nos llamó la atención colarnos en su iglesia semiderruida, pero en la que aún se apreciaba la torre del campanario.
.-“Es una pena” dije una vez en el interior de la iglesia sentada sobre la piedra del altar.
.-“Sí, con el tiempo todo se derrumba en pedazos y ya no se conserva el esplendor “dijo estableciendo un símil entre la iglesia y él mismo.
.-“No digas eso, tú te conservas bastante bien” dije sincerándome con él.
.-“¿En serio lo dices?” preguntó.
.-“Sí”, respondí.
.-“Yo creía que me veías como un viejo verde” dijo en alusión a la conversación del día anterior.
.-“Al contrario, supongo que si ayer reaccioné así, es porque temía que te hubieses enamorado de mí o haberte creado falsas esperanzas”, le dije esta vez.
.-“Mira…” dijo confesándose “…yo sigo enamorado de mi difunta esposa, créeme pienso en ella todos los días de mi vida, pero eso no quita para que tú seas una mujer guapa y que me guste tu compañía” concluyó.
.-“Lo mismo digo, me alegro de haberlo aclarado”, y de nuevo nos dimos un abrazo en medio de esa iglesia en ruinas.
El resto del día transcurrió de lo más normal. Bueno, ese día y los siguientes, hasta que llegamos al penúltimo día antes de terminar mis vacaciones. He de confesar que durante el resto de días, se mantuvo cierto grado de picardía y jugueteos entre ambos, pero nada fuera de tono y siempre con mucha sutilidad, de manera que ninguno pudo reprochar nada al otro.
Llegó ese penúltimo día, y de nuevo realizamos una excursión hasta llegar a una poza en el río. Debido al grado de confianza entre ambos, y mis ganas por disparar mi imaginación sobre lo que podría haber sucedido al regresar de nuevo a la rutina en mi ciudad, le pregunté si le importaba que hiciese top less, y me respondió que todo lo contrario. Hubo un momento en que yo estaba tumbada boca arriba y él de lado observándome.
.-“¿En que piensas?” le pregunté. Todo esto en un tono de muy buen rollete
.-“Nada en concreto, simplemente me gusta admirar la belleza” dijo amablemente.
.- “Gracias” le contesté “¿te importaría darme crema?” dije tratando de demostrar nuestra complicidad.
.-“Será un placer” dijo. Al principió se sitúo a mi lado de rodillas sentado sobre sus talones, y comenzó a darme crema por la espalda como si me estuviera dando un masaje
.-“¿Te dije que hice un curso de quiromasaje?” volvió a recordármelo.
.-“Sí, lo haces muy bien, por mí continúa” dije tratando de relajarme y de disfrutar del masaje.
La verdad es que lo hizo muy profesional, mejor incluso que algunos masajistas a los que había acudido, por eso no me importó cuando se atrevió a bajar la goma de mi bikini llegando a acariciar la parte mas alta de mi culo. Una vez terminó con la espalda, me preguntó si continuaba por las piernas, lo cierto es que a pesar de todo me pareció muy profesional y le dije que sí, que podía continuar por mis piernas.
Comenzó por mis gemelos, y continúo subiendo poco a poco por mis muslos. Acarició sin pudor mis nalgas por el lado externo, y su mano rozó en varias ocasiones la tela de mi braguita del bikini por el interior de mis muslos, al igual que había hecho yo con él en días anteriores. Por eso mismo no pude reprocharle nada. Al principio mis piernas estaban más bien cerradas, y al final terminé por abrirlas facilitándole la labor. En esos momentos no tuve más remedio que disimular mi estado, pero su toqueteo me había puesto de lo más cachonda.
No se porqué al llegar a casa tuve que acariciarme de nuevo en la ducha, otra vez el chorro de agua dirigido hacia mi clítoris hizo sus maravillas, incluso tuve que taparme la boca para que no se escuchasen mis gemidos. Al terminar, decidí rasurarme mi pubis por completo, era algo que había hecho antes, y que hacía siempre que quería sorprender a mi esposo. Esa noche quise hacer el amor con mi esposo, fue fácil convencerlo de que posiblemente sería nuestra última noche allí de vacaciones y que por eso le tenía preparado algo especial. Me puse mi mejor camisón e incluso le hice un pequeño baile antes de meterme en la cama con él. Yo en todo momento pensaba que quien me observaba bailar, y quien estaba metido en la cama era Ángel, sobretodo pensaba en él con cada embestida de mi esposo. Desde luego ese hombre me había hecho disfrutar de unas vacaciones inolvidables, aunque fuese de manera imaginaria, acerca de todo cuanto había podido ser y no fue. Aunque era mi marido quien me penetraba me corrí pensando en Ángel, de nuevo se produjo un estallido maravilloso de mi cuerpo.
El último día, y para finalizar las excursiones, decidimos subir hasta lo alto de un monte con unas vistas espectaculares. De nuevo debíamos cargar las bicis en el coche de Ángel y conducir unos kilómetros hasta alcanzar la explanada de inicio de la ruta. Anunciaban mal tiempo por la radio, aunque nos importó poco para iniciar la marcha, nada podía impedir nuestra excursión de despedida por muy dura que esta se tornase. Lo malo es que de regreso efectivamente comenzó a llover, y lo que es peor a granizar, por lo que decidimos desviarnos hasta lo que parecía un albergue próximo a nuestra posición, con esas condiciones meteorológicas no llegaríamos hasta el coche sin sufrir ningún percance.
Se trataba de un albergue en toda regla, estábamos completamente empapados y no tenia pinta de parar de llover en un buen rato. Nos atendió un señor mayor y bastante antipático tras un mostrador desordenado, era una especie de conserje. Nos informó que era la única persona en todo el edificio, pues estaban reformando algunas partes a pesar de ser verano, entre ellas el bar, y que por eso sentía no poder servirnos unos cafés o algo caliente. Le pedimos que encendiera el fuego de la chimenea que decoraba una esquina del bar para entrar en calor, pero no le dio la gana. Dijo que no tenía leña preparada a pesar de haberla visto a la entrada. Ángel le preguntó si había algún otro modo de entrar en calor, y el señor le sugirió interesadamente que lo mejor sería alquilar una habitación para poder enchufar los radiadores eléctricos que había y hacer tiempo hasta que amainase el temporal.
Ambos intercambiamos una mirada sabiendo que el tipo trataba de timarnos, yo miré a Ángel desaprobando la sugerencia del anciano, era una estafa, yo al menos no estaba dispuesta a pagar una habitación por unas horas. Ángel insistió un par de veces más, pero el anciano dejó claro que sólo nos dejaría usar las instalaciones si pagábamos.
.-“Está bien…” dijo Ángel “…sino queda otro remedio” dijo sacando su cartera e indicándome con la mirada que no le importaba pagar, con tal de entrar en calor. El hombre le cogió el DNI a Ángel e hizo la reserva, por suerte no era mucho dinero, me pareció más bien barato comparado con un hotel. Cuando terminó dijo:
.-“Las habitaciones están en la planta de arriba, no tiene perdida, elijan la que quieran” dijo dando a entender una vez más que éramos los únicos huéspedes en todo el edificio. No me extraño en absoluto dada su simpatía.
Subimos al piso de arriba donde estaban las habitaciones, para mi indignación las habitaciones eran de esas comunitarias, para diez o doce personas por estancia, con literas y respectivas taquillas a su lado. Yo nunca había estado en un albergue, Ángel en cambio no parecía tan decepcionado. Tras inspeccionar las diferentes estancias pudimos comprobar que los radiadores funcionaban tan sólo en tres de ellas. Cada estancia tenía su propia zona de baños y aseos. Esto es, cada habitación de literas tenía unos baños adecuados a la capacidad de esas diez o doce personas, había cuatro o cinco espejos con sus lavabos, cuatro o cinco reservados, y unas duchas preparadas para cuatro o cinco personas. Dedujimos que había aseos de chicos y de chicas diferenciados, por que en la mitad de ellos había tacitas contra la pared y en la otra mitad tan sólo eran habitáculos reservados. Por lo que pensamos que las habitaciones estaban diseñadas para albergarse por sexos.
Decidimos que Ángel se acomodaría en una estancia con baños de chicos y yo en otra para chicas, por suerte había una de cada en la que funcionaban los radiadores.
Una vez me separé de Ángel y me quedé sola en la estancia reservada a chicas, decidí comprobar si además del radiador funcionaba el agua caliente. Por suerte el agua de las duchas llegaba a salir casi hirviendo, como a mi me gusta. Decidí darme una ducha bien caliente, por lo que dejé el grifo del agua caliente abierto para que se crease un ambiente de vapor mientras dejaba mi ropa mojada sobre el radiador para que se secase. Total, si habíamos pagado que menos que hacer gasto. Así que me desnudé y fui dejando mi ropa plegada y tendida cuidadosamente sobre el radiador.
Cuando regresé a las duchas había vapor por todas partes, casi costaba distinguir las paredes. Había creado una especie de hamam casero. Uuhmm, era muy agradable sentir el agua caliente resbalando por mi cuerpo, por fín estaba entrando en calor. Me abandoné a las sensaciones, resultó placentero cerrar los ojos y apoyarme contra la pared mientras el agua caía sobre mi cuerpo desnudo. Al fin lograba entrar en calor, era tan agradable la sensación en esos momentos que cerré los ojos y llegué a quedarme adormilada. Recordé las veces que durante esos días me había acariciado bajo la ducha en el apartamento, y de los maravillosos orgasmos que había alcanzado pensando en Ángel. Inevitablemente comencé a tocarme. Yo misma acariciaba mi cuerpo, y me detenía de poco en poco en mi clítoris. Llegué a pellizcarme los pechos en varias ocasiones.
Hasta que la voz de Ángel me sobresaltó a mi espalda despertándome de mi ensoñación.
.-“¿Te importa?” preguntó asustándome por su intromisión, y antes de que pudiera darme la vuelta sorprendida dijo… “las duchas de hombres no funcionan”.
Cuando me giré para comprobar su presencia, aún me quedé más boquiabierta, Ángel estaba justo detrás de mi completamente desnudo. Reaccioné tratando de cubrirme como pude mis pechos y mi pubis, de forma algo ridícula, dí por supuesto que llevaba un rato observando y que me había sorprendido acariciándome. No supe que decir muerta de vergüenza, sólo permanecía en frente de él tratando de taparme mis pechos con una mano, mientras con la otra trataba de ocultar mi pubis, con las piernas ligeramente flexionadas.
.-“¿Te importa?” preguntó de nuevo “necesito entrar en calor, estoy helado de frío” dijo con carita de niño bueno. Me costó reaccionar.
.-“Oh, no, claro“ dije dándome inmediatamente la vuelta y dándole la espalda. Durante unos instantes permanecí de cara a la pared dejando caer el agua por mi cuerpo, sin saber qué hacer. Maldecía mi torpeza, tal vez debería haberle hecho esperar a que terminase. Me preguntaba si me había podido llegar a ver masturbándome. Por suerte me había sorprendido al comienzo donde mis caricias eran todavía muy sutiles. Por su reacción inocente no parecía haberme espiado, pero quería salir de dudas.
Me atreví a mirar a mi acompañante, por suerte él también estaba de cara a la pared dándome la espalda. Al parecer tenía buenas intenciones, seguramente era como decía y sólo tratase de entrar en calor sin intentar ninguna maniobra obscena. La cantidad de vapor entre ambos hizo que no percibiese muy nítida su figura. Temí que me sorprendiese mirándolo, así que volví a girarme contra la pared. ¡¡Dios mío que situación!!, ¡qué podía hacer!. Si el pobre tenía frío no iba a dejarlo temblando, consideré que había hecho lo correcto.
La curiosidad quiso que me girase una vez más para observar su cuerpo desnudo. Por suerte continuaba de espaldas. Esta vez pude fijarme en su cuerpo con más detenimiento, a través del vapor se apreciaba su culito blanquito y bien modelado, estaba realmente bueno. Por unos momentos me quedé hipnotizada observando su cuerpo. De repente Ángel se dio media vuelta y me sorprendió observándolo. Yo me giré inmediatamente avergonzada por mi comportamiento. ¡¡Dios mío!!, no sabía que hacer, me había pillado observándolo.
Estaba de nuevo contra la pared, tratando de disimular, cuando noté unas manos en mis hombros al mismo tiempo que percibí la presencia de Ángel en mi espalda.
.-“Perdona” escuché su voz justo detrás de mí. No tuve más remedio que girarme.
.-“¿Si?” pregunté dándome la vuelta. Ahora estábamos desnudos uno frente al otro. Esta vez no quise cubrirme ridículamente ante su presencia, decidí voltearme mostrando mi cuerpo desafiantemente.
.-“¿Te importa enjabonarme la espalda?” dijo tendiendo un bote de gel hacia mi.
.-“No, claro” dije como si nada. Ángel se dio la vuelta al escuchar mis palabras, y yo puse en mis manos la cantidad de gel necesaria para comenzar a enjabonarlo por los hombros. Así lo hice.
De nuevo gel en mis manos, y ahora le enjabonaba por la zona dorsal. Otra vez gel para enjabonarle los lumbares. De nuevo me puse gel en las manos dudando si enjabonarle ya a la altura de su culo o por el contrario repetir zona. Repetí en su zona lumbar, aunque no podía dejar de admirar su blanquecino culo ante mis ojos. Me entraron unas ganas irrefrenables de enjabonarle esos magníficos glúteos. Reconozco que me entretuve en enjabonarle la zona lumbar mientras en ningún momento dejaba de admirar su culazo. De nuevo gel en mis manos, y esta vez armándome de valor decidí enjabonar esas firmes y blancas nalgas. Así lo hice, enjaboné sin ningún reparo sus majestuosos glúteos. Una vez satisfecha mi curiosidad, de nuevo gel en mis manos, y esta vez me agaché para enjabonarle la parte posterior de sus piernas. UUuhhhmmm, comencé a enjabonar sus muslos, y luego sus gemelos. A esas alturas yo estaba totalmente fuera de control, no respondía de mí si en esos momentos Ángel hubiese intentado algo, incluso rezaba para que tomase la iniciativa de una vez por todas.
Todavía de rodillas sobre el suelo, me puse de nuevo gel en las manos con la intención de repetir y enjabonarle la parte posterior de sus piernas, cuando en esas Ángel se giró sobre si mismo y su miembro golpeó sin querer en mi frente. Yo me quedé totalmente estupefacta.
.-“Opps lo siento, creí que habías terminado” dijo retirándose sobre sus pasos.
Yo me incorporé sin saber que decir. Su polla había quedado hacía unos instantes delante de mis ojos, nunca antes en mi vida había tenido otra polla tan cerca que no fuese la de mi marido. Menuda impresión. Me incorporé totalmente alucinada. No podía dejar de mirar su miembro. Un silencio se hizo entre ambos mientras yo contemplaba como esa polla comenzaba a adquirir vigor ante mi atenta mirada.
.-“Vaya, esta vez eres tú quien no puede dejar de mirarme” dijo rompiendo el cortante silencio y despertándome de mi ensoñación.
.-“Yoooh, estoooh, lo siento” dije tratando de atreverme a mirarlo a los ojos a pesar de estar totalmente avergonzada.
Ángel me miró fijamente a los ojos, tomó una de mis manos con la suya, y la guió hasta su polla, la cual aprecié instantáneamente que dio un respingo al notar el contacto de mi mano.
.-“¿Qué haces?” pregunté tratando de retirar mi mano de su miembro. Ángel me lo impedía, y yo no opuse mucha resistencia a desprenderme de mi trofeo.
.-“¿Te gusta?” me preguntó mirándome fijamente a los ojos. Yo comencé a subir y bajar mi mano a lo largo de su miembro mientras afirmaba con la cabeza sin lograr articular palabra. Mi respiración era entrecortada delatando mi estado de excitación.
Ángel, cogiéndome con ambas manos fuertemente por los antebrazos me acercó a él y me besó. Me besó en la boca de manera apasionada. He de reconocer que nunca antes me habían besado así. No sé cómo describir su lengua recorriendo cada rincón de mi boca. Fue un estallido de sensaciones, era una mezcla de satisfacción y de alivio, pues al fin estaba ocurriendo cuanto había soñado. Volví en mi cuando su boca se separó de la mía. Ángel continuaba cogiéndome por los brazos y yo continuaba masajeando su miembro del que no había podido desprenderme ni un segundo. Me miró a los ojos buscando mi aprobación a cuanto había sucedido, y yo le correspondí acariciando su pene a dos manos, queriendo notar como alcanzaba toda su vigorosidad y dureza reaccionando a mis caricias.
Ángel me beso de nuevo, esta vez me rodeó con sus brazos, y sus manos comenzaron a descender acariciando mi espalda y mi cuerpo hasta alcanzar mi culo. No sé como describir ese momento, el agua caliente recorriendo nuestros cuerpos, sus manos amasando mis nalgas, su miembro endureciéndose por momentos entre mis manos,… era todo tan maravilloso en esos instantes.
Ángel me apoyó contra la pared, comenzó a besarme por el cuello, los lóbulos de mis orejas, mi mentón, a veces bebía agua que resbalaba por mi cuerpo, hasta que su boca llegó a la altura de mis pechos y comenzó a succionar uno de ellos, luego el otro, otra vez el primero y así sucesivamente. Yo por mi parte no dejaba de aferrarme a su polla, como si me fuese la vida en ello.
He de decir que tengo los pezones muy sensibles, y notar las caricias de mi amante con su lengua me llevaron hasta el éxtasis. A veces los succionaba, otras jugueteaba con su lengua alrededor de mis pezones, otras movía su lengua arriba y abajo torturando mis pezones y arrancando los primeros gemidos de mi cuerpo…
.-“Ooh, siiih” comencé a gemir al tiempo que mis manos comenzaban un ritmo frenético en su polla. Quería proporcionarle el mismo placer que recibía. Quería que se corriese cuanto antes.
.-“¿Te gusta?” interrumpió su juego para mirarme a los ojos y preguntarme.
.-“Ooh siih, continúa” pronuncié entre gemidos.
Ángel comenzó a besarme el cuello, luego el escote, un pezón, el otro, y descendió besándome por el vientre y el ombligo, estaba claro donde quería llegar. Mi respiración se entrecortaba y mi vientre daba pequeñas sacudidas de deseo. Mi marido solo me había practicado sexo oral de novios, hace ya mucho tiempo, y nunca me lo hizo tan bien como yo deseaba en mis momentos de intimidad y soledad.
Por fín Ángel se arrodilló ante mí. No me quedó más remedio que soltar lo que me traía entre manos. Apenas tuve tiempo de pensar, cuando su boca comenzó a besarme en el delicado límite entre mi vientre y mi pubis. Se sonrió al ver que tenía mi pubis completamente rasurado y comenzó a besarlo ávidamente. Hizo que pusiera una pierna sobre su hombro para facilitarle sus intenciones, y yo tuve que agarrarme a la alcachofa de la ducha como pude para no caerme.
.-“UUuuhhmmm” no pude evitar gemir cuando un primer lengüetazo de Ángel recorrió mis labios vaginales de abajo arriba. Repitió esta maniobra por segunda y tercera vez antes de que mis labios cediesen y le despejasen el camino hacia mi clítoris.
Lo agarré por la cabeza cuando sus labios aprisionaron mi botoncito del placer. Luego jugueteó con su lengua, arriba, abajo, dando círculos, a un lado, al otro, como si de un caramelo en la boca de un niño se tratase.
.-“Paraaah” articulé como pude tratando de detener esa locura, pero mi amante me sujetó aún con más fuerza por mis caderas.
.-“Paraaah, me corrooh, no aguanto más” musitaba resistiéndome levemente, dando a entender que preferiría terminar de otra manera. Pero Ángel me sujetaba con fuerza para que no me moviese. Aumentaba la frecuencia de su ritmo y la fuerza de presión de su lengua sobre mi clítoris.
.-“Me corro, me corroooh” grité al tiempo que me aferraba a su cabello para no caerme. Ángel no dio la más mínima tregua hasta que mis espasmos terminaron. Nunca imaginé que un señor de su edad fuese capaz de arrancarme tanto placer, pero resultó sorprenderme por su habilidad.
Una vez terminaron mis convulsiones Ángel se incorporó para mirarme victorioso a los ojos. Yo no podía mirarlo a la cara muerta de vergüenza. Fue entonces cuando sujetándome por la barbilla alzó mi cara para besarme de nuevo. Pude apreciar el sabor de mi propio sexo en mi boca. Uuhhmm, eso me puso como una moto, era como si desatase la diosa oculta que hay en mí. Ahora era yo quien quiso explorar cada rincón de la boca de mi amante en busca de mi sabor más íntimo. Incluso rodeé a Ángel con una pierna y le arañaba en la espalda. A esas alturas era una gata en celo.
Ángel aprovechó mientras lo rodeaba con mi pierna para aprisionarme con su cuerpo de espaldas contra la pared. Pude notar su miembro completamente endurecido rozándose por mis labios vaginales. Ángel comenzó a mover su culo adelante y atrás lentamente como si me estuviese penetrando mientras su polla golpeaba en mis intimidades. Yo me agarré a su culo acompañando con mis manos su moviendo. Llegué a clavarle las uñas en sus blanquecinas nalgas.
.-“¿Quieres hacerlo?” interrumpió sus besos para preguntarme fijamente a los ojos. Me quedé gratamente sorprendida, era la primera vez en mi vida que me preguntaban si podían penetrarme. Aquel hombre desde luego era todo un encanto, un ángel que me llevaba al cielo.
.-“Claro” dije mientras afirmaba con la cabeza al mismo tiempo que cogía su polla entre mi mano, y la guiaba hasta la entrada más caliente de mi cuerpo.
.-“Quiero que me folles” le susurré al oído lascivamente mientras yo misma me introducía su polla. Me gustó ver la cara de Ángel cuando se abrió paso en mi interior. Poco a poco fui ensartándome en su miembro.
Al principio se movía lentamente, como esperando mi reacción. Temiendo lastimarme o como si yo fuese una muñeca de porcelana que temiese hacer añicos. Yo lo rodeaba con una pierna en su cintura y de nuevo me aferré a su culo para marcarle un ritmo más vigoroso.
.-“Vamos, muévete, fóllame, quiero que me folles” le alentaba a que se moviese más deprisa. El por su parte hundió su cabeza entre mis pechos y se concentró en su faena. Me gustó restregar mis tetas por su cara mientras el trataba de alcanzar con la punta de su lengua mis pezones. Me tenía agarrada por ambos cachetes del culo manteniendo una de mis piernas alrededor de su cintura.
.-“¿Te gusta?” me preguntó de nuevo con cierta ternura. A mí en esos momentos me desesperaba tanto cariño, quería que me penetrase con fuerza, necesitaba que me embistiese con cierta violencia, con la misma desesperación de la que yo era presa. Necesitaba más, más y más fuerte. Necesitaba dar rienda suelta al pedazo de zorra que llevaba dentro y que durante tantos años había reprimido. Decidí acariciarme yo misma con una mano. Ángel al notar mi mano entre los dos cuerpos dijo:
.-“¿Qué pasa?, ¿acaso no te gusta como te follo?” inquirió algo molesto, y detuvo sus movimientos. Abrí los ojos alertada por su interrupción.
.-“Vamos ¿qué haces?, muévete, vamos..” dije tratando de moverme yo misma como podía, pero apoyada en un solo píe me resultó imposible. Lo miré a los ojos cabreada por su comportamiento.
.-“¿Por eso tienes que tocarte tan a menudo?, ¿verdad?” dijo con una mirada lasciva e irritante. Lo miré indignada, no creí que se atreviese a comentar nada al respecto.
.-“¿Por eso tienes que tocarte siempre?,¿no?, ¿tu marido no te folla como es debido?” dijo con su provocadora mirada clavada en mis ojos. Mi cabreo crecía con sus comentarios.
.-“¿Qué coño te pasa?” dije comenzándome a cabrear.
.-“Te he visto como te tocabas hace un rato, dime…¿en quien pensabas?, eeh zorra…¿en tu maridito?” , nada más pronunciar esas palabras le dí un bofetón en la cara. No tenía porque aguantar eso. Nadie me llamaba zorra, y mucho menos a mí.
.-“¿Quién te has creído que eres?” dije tratando de deshacerme de él, y golpeé su pecho con mis puños tratando de que se retractase de sus palabras. El en cambio me sujetó por las muñecas y retorciendo mis brazos a la espalda me obligó a apoyarme de cara a la pared. Pude sentir su peso contra mi espalda inmovilizándome, y su aliento en mi nuca.
.-“Vas a saber lo que es follar de verdad” me susurró desde su posición al tiempo que comenzaba a darme besos por los hombros. Yo trataba de soltarme de la opresión en mis muñecas.
.-“Suelta me haces daño” grité tratando de deshacerme de él.
.-“Ni lo sueñes, pienso romperte el culo” pronunció en mi nuca. Sus palabras me dejaron helada, ¿qué es lo que pretendía?. Me quedé paralizada, quise creer que no lo decía en serio.
.-“¡No!” se escapó tímidamente de mis labios muerta de miedo.
.-“Apuesto a que el marica de tu marido no te lo ha hecho nunca por el culito ¿verdad?” dijo mientras me sujetaba ambas muñecas de mis brazos a la espalda con una sola de sus manos, y mientras con la otra me cogía del pelo tirando de mi cabeza hacía atrás. Me hizo algo de daño.
.-“No” volví articular en un susurro que se escapó de nuevo de mis labios.
La mano que antes me tiraba del pelo comenzó a descender acariciando mi cuerpo hasta amasar mis pezones. Llegó a pellizcarme uno de ellos.
.-“Uuuhmm” mi gemido delató que a pesar del cambio de comportamiento por parte de mi amante yo continuaba deseando que me follase. Su mano descendió acariciando mi vientre hasta alcanzar mis labios vaginales. Separó habilidosamente mis labios mayores, e introdujo un dedo en mi interior. Aquello terminó por descubrir que pese a la rudeza con la que estaba siendo tratada lo estaba disfrutando.
.-“¿Lo ves?” dijo… “¿ves como eres una putita en celo?” dijo al tiempo que me sujetaba los brazos a la espalda con una mano y con la otra alternaba acariciarme el clítoris e introducirme algún dedo en mi interior. Yo me mordía los labios rezando porque se dejase de jugar al machito y me penetrase de una vez por todas. Por suerte comenzó a restregarme su polla por mi culo. Inconscientemente arqueé mi espalda poco a poco ofreciendo mi cuerpo para que me penetrase de una vez por todas.
La mano de Ángel que antes torturaba mi clítoris me dio una nalgada en el culo que resonó por todas las duchas.
.-“Eso es zorrita, muéstrame ese culito tan rico que tienes” a mi a esas alturas me daba igual sus insultos, comencé a mover mis caderas a un lado y al otro provocando el roce de mis nalgas con su polla. Ángel por su parte se regocijaba viéndome tan necesitada.
.-“Vamos puta, pídemelo” dijo al tiempo que me daba otra cachetada en mi culo. He de reconocer que nunca me habían tratado así y era justo lo que necesitaba. ¿Sería posible que Ángel lo supiese y estuviese jugando conmigo?. Desde luego su comportamiento distaba de la dulzura a la que me tenía acostumbrada mi marido, y muy a mi pesar que era eso lo que me excitaba. Decidí seguirle el juego.
.-“Vamos cabrón, fóllame, fóllame de una puta vez” grité al tiempo que movía mis caderas a un lado y a otro restregando mi culo sobre su polla.
.-“Pero que pedazo de guarra estas hecha, si te viese así tu marido” dijo al tiempo que se deleitaba en acariciar con la punta de su polla entre mis labios vaginales acariciando mi clítoris y jugando con mi cuerpo.
.-“Aaaaaggh” grité al sentir como me penetraba y se abría camino en mi interior. Desde esa posición podía sentir el tamaño de su miembro en todo su esplendor, dilatando mi interior. Ángel me la introdujo de una sola vez y sin compasión hasta el fondo, y para mayor gozo comenzó a moverse frenéticamente.
Liberó mis brazos a la espalda para agarrarme con fuerza de las caderas y embestir con fuerza desde atrás. Yo tuve que apoyar los brazos en la pared para no caerme.
.-“Uuuhm, siii, si, siiih, siiiiiiihhh…” comencé a gemir con cada embestida suya. De nuevo inconscientemente llevé una de mis manos hasta mis intimidades para acariciarme. Aquel gesto de nuevo enfureció a mi amante.
.-“¿Todavía no tienes suficiente?” dijo al tiempo que sacó su polla de mi interior y apuntaba guiándola con una de sus manos a la entrada de mi ano.
.-“Noooh, ¿qué haces?… por ahí no” grité al notar la punta de su polla presionando en mi ano. Ángel hacía caso omiso a mis palabras y continuó empujando su polla contra la entrada de mi ano.
.-“Nooo, no” pronunciaba delatando mis temores a lo que estaba dispuesto a acontecer.
.-“Calla, tonta, te gustará” dijo Ángel al tiempo que inmovilizaba mis caderas y presionaba con más atino contra mi esfínter.
.-“AAAAAaaaaaaaaaaayyyyyhh….” chillé al notar su prepucio abrirse camino en mi culo. Aquello dolía, me dolía y mucho.
.-“Para me duele” dije girándome sobre mi torso suplicante, y rogando con la mirada a Ángel para que no continuase. Para mi suerte mi amante extrajo su miembro de mi culo y se deleitó un tiempo observando como dilataba mi esfínter mientras yo me reponía del dolor.
Pude ver desde mi posición como se chupaba un par de dedos, escupía sobre mi ano, e introducía sin pensárselo dos dedos en mis entrañas. Cerré los ojos rezando porque no me doliese tanto como antes. Para mi sorpresa pude notar como sus dedos se movían adelante y atrás en mi interior sin mucho dolor, pude concentrarme y comprobar que pese a la sensibilidad de la zona, notar sus dedos hurgando en mi interior, tan solo era algo molesto pero no doloroso en comparación con su miembro.
Ángel volvió a escupir sobre mi ano, y pude notar como se abría camino con un tercer dedo en mi interior. ¡Dios mío! No podía creérmelo, estaba a punto de ser enculada, y contrario a lo que me creía aquello no dolía tanto como imaginaba. Permanecí un rato inmóvil abandonada a las sensaciones. Tras un rato dilatando mi esfínter, al fin se decidió a penetrarme.
Sacó sus dedos de mi interior, me agarró de las caderas y guió su polla hasta la entrada de mi ano. Luego hizo la fuerza suficiente para abrirse camino en mi interior e introducirme solo la puntita. Esperó a que me acostumbrase a su grosor, luego empujó un poco más adentro. ¡Dios mío! Podía notar cada milímetro de su carne abriéndose paso en mis entrañas. Repitió la operación un par de veces más, y antes de que pudiera darme cuenta pude notar sus pelotas golpeando en mi culo.
.-“¿Ya está?” pregunté sorprendida al comprobar que me había partido en dos hasta el fondo con semejante pedazo de polla y no me estaba doliendo en demasía como esperaba.
.-“Eso es, pedazo de zorra, la tienes clavada hasta el fondo, ¿a qué no ha sido para tanto?” dijo al tiempo que comenzaba a moverse lentamente.
.-“Estarás contento, ¿no?, cacho cabrón, me estas partiendo en dos, ¿es eso lo que querías?” le dije abandonada a mis sensaciones. Para mi sorpresa podía notar perfectamente como su miembro se movía en mi interior y no me producía dolor, tan solo un ligero picor en mi esfínter.
.-“Qué culito más estrecho tienes, se nota que no te lo han hecho” dijo al tiempo que me agarraba con las dos manos de mis caderas y comenzaba a moverse más rápidamente. Dejé de sentir cualquier tipo de dolor para comenzar a sentir un gozo indescriptible. Sin duda su polla estaba alcanzando la parte posterior de mi punto g, y eso me estaba estimulando de sobremanera.
.”Joder, eso es, rómpeme el culo, vamos” comencé a alentarlo para que no parase.
.-“¿Te gusta?, ¿te gusta eh, zorra?” decía Ángel.
.-“Oooh Diooos, me estas partiendo en dos” gritaba al tiempo que un gustazo indescriptible se apoderaba de mi cuerpo.
.-“Joder me corro” escuché que decía Ángel, lo cierto es que a mi también me quedaba poco.
.-“Eso es, correte” le alentaba a que se moviese y no parase por nada del mundo.
.-“UUUhmm, siii, siiihh ,uuhm, siiiiiiih, uuuuhm, ah, ah , ah ” gemí como una loba en celo mientras me corría en espasmos que sacudían mi cuerpo. Pude notar como casi al mismo tiempo Ángel se salía de mi interior y notaba su esperma resbalando por mi espina dorsal.
.-“Ooh nena ha sido estupendo” me dijo en sus últimos espasmos. Yo tuve que apoyarme contra la pared para recuperarme. Antes de que pudiera reaccionar me dio una nalgada en mi culo y me dijo:
.-“Te espero afuera” dijo al tiempo que podía adivinar como se dirigía hacia la puerta con la intención de abandonar los baños. Pude girarme para contemplar como su polla se balanceaba entre sus piernas mientras andaba. Menudo pedazo de polla me acaba de partir en dos, pensé mientras lo observaba abandonar la estancia.
Un fuerte picor en mi esfínter me hizo volver a la realidad. Estuve un rato más en la ducha, tratando de asimilar lo que había ocurrido. Por suerte el agua de la ducha me hizo sentir limpia, contrastaba esta sensación con una creciente angustia que se apoderaba de mi cuerpo. ¿Debía decirle algo de lo sucedido a mi marido?, ¿cómo podría convivir con lo que había ocurrido?.
Decidí vestirme cuanto antes para detener estas y otras preguntas que martilleaban mi mente una y otra vez. Al salir con mi ropa seca del cuarto de señoras pude comprobar que Ángel me estaba esperando en la planta de abajo. Lo escuché que estaba conversando con el señor que regentaba el albergue.
.-“¿Cariño, te encuentras mejor?” me preguntó. A mi me costaba caminar un poco, y cojeaba ligeramente para mitigar el picor de mi esfínter.
.-“Le he dicho a este hombre que no se preocupe, te has caído en la ducha y te has hecho algo de daño en el tobillo, pero nada serio, no hace falta que avise a una ambulancia” dijo Ángel guiñándome un ojo.
¡Dios mío que vergüenza! Ese hombrecillo se habría enterado de todo, posiblemente lo habría escuchado todo, agradecí la salida de Ángel tratando de convencerlo de lo que no había sido. Yo por mi parte abandoné el albergue sin decir palabra y con mi relativa cojera.
Una vez en el coche de Ángel regresamos al pueblo, nos despedimos intercambiando un par de besos fríamente, momento que Ángel aprovechó para introducirme un papelito con su número de teléfono en mi maillot. Apenas dijimos nada.
Cuando regresé con mi marido me preguntó por la tardanza y mi cojera. Le dije que me había caído. Estuve cerca de una semana dolorida, sobretodo al sentarme en el sillón de la oficina.
Descubrí el papel de Ángel cuando al llegar a mi domicilio eché las prendas a lavar. Recordé que se había quedado con mi tanga y mi sujetador del primer día en la poza. En la nota tan sólo ponía su número de teléfono y un comentario que decía “Llámame”. No sé porqué pero lo guardé.
¿Debería llamarlo?.
Por favor déjame tu comentario. Gracias.
Sara.
Recordar visitar mi blog:
o escribirme a la dirección de correo:
Gracias a todos los que dejéis un comentario o una invitación.
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Relato erótico: “Descubriendo a Lucía (11)” (POR ALFASCORPII)
Comencé la nueva semana experimentando un pequeño inconveniente de ser mujer: el periodo. Aunque me resultó incómodo, por fortuna no fue traumático para mí como hubiera podido ser la primera menstruación de una adolescente. Ya tenía la experiencia de la Lucía original en este tema, y el que tomase la píldora anticonceptiva lo hizo todo mucho más fácil porque, incomodidades aparte, supe exactamente cuándo me iba a llegar, y apenas tuve molestias como las que los recuerdos de Lucía me mostraban de su vida antes de tomar el medicamento que regulase sus ciclos. De hecho, aparte de por el sexo que con relativa frecuencia Lucía había practicado antes de ser yo ella, la razón principal de tomar ese método anticonceptivo había sido la prescripción médica para controlar unos ciclos irregulares y particularmente dolorosos. Por eso, aunque yo pensé que había empezado a tomarla para seguir las rutinas de mi jefa, en realidad había sido mi subconsciente el que me había empujado a ello, conocedor de los efectos que tendría interrumpir el tratamiento.
El trabajo comenzó a volverse, en cierto modo, rutinario. El estrés y las prisas eran el pan de cada día, y siempre tenía que convocar alguna reunión de urgencia para hacer frente a las continuas eventualidades y pulir cuantos aspectos fuesen necesarios.
Mis subordinados aceptaron con agrado mi cambio de actitud, encontrándome más dialogante y con trato más cercano, aunque finalmente mis decisiones y forma de trabajar tampoco distaban mucho de las de la antigua Lucía. Tal vez fuera una estirada exigente y autosuficiente, pero también había sido una gran profesional que había sido capaz de rayar la perfección en cuantos proyectos había abordado, por lo que en ese aspecto yo no podía aportar nada nuevo.
Tengo que confesar que en muchos momentos me sentí abrumada, y que llegué a creer que no sería capaz de soportar el cargo de Subdirectora de Operaciones como mi predecesora lo había soportado. En más de una ocasión tuve que admitirme a mí misma que yo no era tan brillante como ella lo había sido, pero por suerte, mi transformación en Lucía no había consistido en un mero cambio físico, y siempre podía echar mano de sus recuerdos, conocimientos y experiencia, los cuales sumados a los que yo ya tenía siendo Antonio, eran suficientes para cubrir las necesidades que el duro puesto requería.
El trabajo era tan exigente, que durante la semana apenas tenía tiempo más que para dedicarme a ello, hacer algo de ejercicio en mi gimnasio, y hacer algunas compras por internet. Había descubierto que me encantaba ir de compras, y a falta de tiempo, internet era mi aliado. Mi holgadísima situación económica me permitía cuantos caprichos se me antojasen, y sí, descubrí que ahora era un poco caprichosa. El día a día de una mujer y las intensas experiencias vividas desde que era una, habían cambiado muchas cosas en mi propia personalidad. Apenas quedaba rastro del antiguo Antonio que había habitado en mi cabeza. Había sido ahogado en un río de hormonas femeninas cuyo caudal se había descontrolado cada vez que había tenido una nueva experiencia sexual, hasta el punto de convertirse en un mar impredecible en el que, por el momento, no era capaz de tomar el timón para controlar la navegación. Cuando algo me gustaba, me gustaba mucho, y tenía que tenerlo. Ya fueran cosas, dulces u hombres. Por eso siempre había cedido al deseo, porque aún no era capaz de controlarlo, era presa de las pasiones y estaba totalmente desinhibida para hacer cualquier cosa que se me pasase por la cabeza.
Afiancé un inicio de amistad con las chicas con las que tomaba el café de media mañana, especialmente con las dos que eran de mi misma edad. Con una de ellas, Eva, estaba haciendo muy buenas migas. Eva era una chica muy inteligente y bastante tímida, pero una vez que conseguí franquear la barrera de su timidez, empezó a mostrarme su verdadero carácter, cayéndome fenomenal. Supe que sentía cierta admiración por mí en el terreno profesional, y sospeché que también en otros aspectos. Ella era una chica bastante atractiva, pero su timidez le impedía sacarse todo el partido con el que sería capaz de deslumbrar, así que me propuse ayudarle en ese terreno, ya que desde que me había convertido en Lucía, había desarrollado un especial y fino gusto por estar siempre radiante. Mi intención podría parecer frívola, pero en absoluto lo era. Quería hacerme amiga de Eva y ayudarle en lo que estuviera a mi alcance, y un cambio de look y actitud podría ser un comienzo.
Volví a hablar con mi amiga Raquel por teléfono, quien me contó que la relación con su nuevo novio iba viento en popa, disfrutando de la pasión y el descubrimiento mutuo. También me dijo que habían decidido ir a verme, estaba deseando presentarme a Sergio, como se llamaba su chico, aunque eso ya sería para un par de semanas después de aquella conversación, así que quedamos en que ya me avisaría de cuándo podrían visitarme.
También recibí algunos mensajes de Pedro, y tuvimos algunas conversaciones a través de ellos, pero siempre decliné sus invitaciones para quedar. No es que no me apeteciese quedar con él y charlar, pero sabía lo que él realmente deseaba, y la verdad es que yo también, por lo que sabía que si nos encontrábamos no podría reprimirme, en cuanto viera su paquete abultado por mí, dejaría que me follara sin compasión, Y eso no podía ser, tenía que pasar página y dejar aquello como un placentero capítulo pasado de mi vida, puesto que no podía llegar a nada más.
El jueves fui al hospital a ver a Antonio. Yo ya había asumido completamente que era Lucía, y así sería para siempre, pero me reconfortaba encontrarle allí tumbado y poder contarle mis experiencias como a un silencioso amigo que siempre me apoyara.
Cuando iba a marcharme, apareció allí Pedro, y no venía solo, le acompañaba su madre. Me dio un vuelco el corazón cuando vi a ambos. Alicia, su madre, estaba tan guapa como la recordaba, y por un momento despertó al resquicio de hombre que quedaba en mi interior clamando por aquella bella mujer que le había desvirgado. Ya rozaba la cuarentena, pero los amigos de Pedro tenían razón: estaba buena, y fui capaz de apreciarlo tanto desde mi ahogada masculinidad, como desde mi nueva y desbordante feminidad.
Pedro me la presentó como “Alicia”, recordándome lo curioso que me resultaba que siempre la llamase por su nombre; tal vez algún día le preguntaría la razón. Sentí una descarga eléctrica recorriéndome cuando su madre y yo nos dimos dos besos. Ella no pareció sentir lo mismo, tan sólo me observó de la cabeza a los pies sin ningún pudor, haciéndome un completo escáner con el que me clasificó y catalogó, aunque no mostró emoción alguna que me indicase cual era el resultado de esa catalogación.
– “Si supieras lo que he hecho con tu hijo…”- pensé-. “Y… si tu hijo supiera lo que tú hiciste con Antonio…”
Al final, Pedro me convenció para que me quedase un poco con ellos. Le explicó a su madre que yo era jefa de Antonio, y que nos habíamos conocido allí, en el hospital. También le contó que yo había estudiado la misma carrera que Antonio y que él estaba estudiando, y que le había dicho que tenía futuro. Así que de repente, tuvo una idea feliz:
– Lucía podría darme clases particulares de las asignaturas que me resultan difíciles –soltó repentinamente con una sonrisa.-. ¿Qué te parece, Alicia?.
– ¿Ah, sí? – dijo su madre-. La verdad es que te vendría bien, te han quedado tres para Septiembre…
– En dos de ellas me podría ayudar mucho…
– Bueno, no, yo no… -contesté buscando una excusa.
– ¡Sí, sí! –exclamó Pedro visiblemente excitado-. Alicia, convéncela, por favor…
– Si es por el dinero, no hay problema, podemos pagarlas –añadió ella-. Tal vez un par de horas a la semana por asignatura…
– ¡Eso es! –volvió a exclamar Pedro con brillo en sus ojos ante tal perspectiva.
– No, de verdad – contesté-. No es por el dinero, ni mucho menos, no podría cobrarle siendo amigo de Antonio… Es que no sé si soy buena profesora…
– Que sí –dijo Pedro-, eres buena profesora, ¡seguro!.
Ante el incontenible entusiasmo de su hijo, Alicia volvió a mirarme de arriba abajo, y ya sospechó.
– Bueno, cariño –le dijo-, si no quiere no insistas.
– No es que no quiera –traté de suavizar-, es que estoy fatal de tiempo por el trabajo…- traté de excusarme.
– Venga –insistió el chico-. Además, si uno solo te parece poco, se lo puedo decir también a mis amigos Carlos y Luis, seguro que ellos también quieren formar un grupo.
“¡Será cabrón!”, pensé. Mis hormonas se dispararon al instante. La posibilidad de repetir la experiencia con aquellos tres jovencitos calentó mi mente presentándome esa oportunidad como algo muy apetecible. Pero pude sobreponerme a ello, y tras tragar saliva, volví a negarme:
– No, no podría…
– Pedro –le inquirió Alicia con severidad-, deja de ponerla en un compromiso, ¿vale?. Si ya te ha dicho que no, es que no.
Volvió a estudiarme, y ante la insistencia de su hijo, llegó a la conclusión de que lo mejor sería dejar el tema.
Pedro agachó las orejas, y aunque se trataban de igual a igual, guardó un respetuoso silencio ante el toque de atención de su madre.
– Bueno, yo tengo que marcharme –dije rompiendo el incómodo silencio y poniéndome en pie.
– Te acompaño hasta abajo –me dijo Alicia-, voy a fumarme un cigarro. Ahora subo, cariño –le dijo a su hijo guiñándole un ojo con complicidad para suavizar la pequeña tensión que había surgido entre ambos.
Él sonrió asintiendo, estaba claro que sentía adoración por su madre. De hecho, el ponerse a estudiar una carrera, aparte de por el consejo de Antonio, había sido por hacerle feliz a ella.
Le di dos besos de despedida al chico, y salí de la habitación acompañada por su madre.
– Perdona por la insistencia de Pedro- me dijo cuando llegamos a la salida del hospital.
– No te preocupes –le contesté resuelta-. Los chicos de su edad son muy impetuosos.
– Precisamente por eso…
Salimos a la calle, encendió un cigarrillo y me ofreció a mí otro. Por un momento dudé, pero finalmente lo acepté. Llevaba casi una semana sin probar uno, desde aquella noche, y no me apetecía especialmente, pero sí que me apetecía prolongar la compañía de Alicia, me resultaba agradable, así que dejé que me encendiera el cigarrillo ofrecido.
– ¿A qué te refieres con lo de precisamente por eso? –le pregunté con curiosidad.
– ¿Puedo serte totalmente sincera? –me preguntó exhalando suavemente el humo del cigarrillo hacia arriba.
– Claro…
– Si hubieras sido un hombre, Pedro no habría puesto tanto entusiasmo en unas clases particulares.
– Ya…
Aunque no tenía ni idea de la historia entre su hijo y yo, Alicia era una mujer observadora. No sospechaba que hubiera habido nada entre nosotros, pero el comportamiento del chico había sido bastante evidente.
– A su edad, los chicos son un saco de hormonas – le dije-, pero bueno, a mí me ha parecido que Pedro estaba realmente interesado en que le diera esas clases para mejorar…
– Sí, sí- contestó Alicia-. Es muy buen chico, y no dudo de su verdadero interés por las clases, pero de verdad que te agradezco que finalmente hayas rechazado el dárselas.
– ¿Ah, sí?, ¿y eso por qué?.
– Si me permites seguir siendo sincera… Eres demasiado atractiva para darle clases… No creo que consiguieras centrarle en los estudios, y no quisiera pagar para que mi Pedro se pase el tiempo desnudándote con la mirada…
Aquello hirió mi orgullo más allá de lo que jamás hubiera podido imaginar. Lucía había pasado toda su vida luchando por no ser juzgada únicamente por su físico, y yo había asumido esos sentimientos haciéndolos míos. La nueva Lucía también era más que una cara y cuerpo bonitos, y estaba dispuesta a demostrarlo; así que ocultando el haberme sentido ofendida, cambié de opinión contestando con amabilidad:
– Gracias por el cumplido, pero no tienes que preocuparte por el tema económico… No me hace falta el dinero, y seguro que puedo sacar algún hueco para darle las clases a tu chico…
– De verdad, no hace falta que te molestes –me contestó sorprendida por mi cambio de opinión.
– No es molestia, lo haré encantada por vosotros. Sois amigos de Antonio, y me gustaría hacer algo por él, aunque sea ayudando a su amigo…
Alicia se quedó totalmente desarmada, y no pudo rechazar el generoso ofrecimiento. No estaban económicamente sobrados, y el que su hijo recibiese clases de apoyo gratuitas para aprobar las asignaturas que se le habían atragantado, ayudaría a rebajar la factura de matrícula en la universidad para el siguiente curso.
– Tranquila –concluí apagando el cigarrillo-, conseguiré que se concentre en los estudios.
No tenía nada que perder, y sí mucho que ganar, así que finalmente Alicia aceptó de buen grado, por lo que quedamos para la tarde del día siguiente en su casa con el objetivo de ver junto a Pedro las asignaturas en las que necesitaba ayuda, con vistas a empezar las verdaderas clases la siguiente semana.
Por la noche, recibí un entusiasta mensaje de Pedro:
– ¡Me vas a dar clases!. No sabes las ganas que tengo de volver a estar a solas contigo… ¡Eres mi diosa!.
– Sí, te voy a dar clases –le contesté-, y nada más. Tu madre estará en casa también, y me aseguraré de que aprovechas las clases para aprobar los exámenes.
– Seguro que las aprovecharé. El aliciente de verte me hará aplicarme. Gracias, Lucía.
Realmente Pedro era un buen chico, y la experiencia de darle clases también podría ser enriquecedora para mí. Me demostraría a mí misma que podía hacerlo y, por supuesto, también se lo demostraría a Alicia, quien a pesar de haberme ofendido por unos momentos, seguía cayéndome bien.
El viernes lo pasé en el trabajo de reunión en reunión, con un par de clientes importantes y, finalmente, con los Jefes de Sección para hacer un balance del trabajo semanal. Esta última reunión, de la última hora del día, del último día de la semana, la hice mucho más distendida, lo cual mis subordinados agradecieron. Discutimos de forma amable los pormenores de la semana, y me permití la frivolidad de coquetear un poco con aquellos tres hombres. Me encantaba sentirme deseada, y alenté los deseos de aquellos tres hombres para que acabaran la reunión regalándome la vista de sus entrepiernas abultadas al desfilar ante mí mientras les invitaba a salir de la sala de reuniones. Puesto que mi jefe y el Subdirector Económico no habían estado ese día en la oficina, habíamos tenido la planta entera para nosotros solos, y he de confesar que si en lugar de Rafael, Julio y Andrés, dos sexagenarios y un cincuentón, en aquella reunión hubiera tenido a tres hombres más jóvenes en la misma situación, les habría brindado todos mis agujeritos para que me los llenasen con sus duras y gordas vergas. La experiencia disfrutada con los tres jovencitos el fin de semana anterior, había dejado huella en mí, y cada vez que mi mente la evocaba, las hogueras rugían en mi interior. En el transcurso de la reunión, entre aleteos de pestañas, jugueteos de bolígrafo en mis labios, y algún que otro reclinado sobre la mesa mostrando abertura de camisa, mi mente recordaba una y otra vez la sensación de sentirse poseída por tres hombres, así que yo también salí de la reunión con un buen calentón.
Tras comer en casa, me di un satisfactorio baño en el hidromasaje, disfrutando de los cálidos chorros de agua incidiendo en mi piel mientras mis manos la acariciaban y mi mente fantaseaba con tres atractivos hombres tomándome vigorosamente en la sala de reuniones. Con dos dedos de una mano metidos en el coñito, y el corazón de la otra metido por detrás, alcancé un breve pero relajante orgasmo tras el que me quedé medio dormida, parcialmente sumergida en agua caliente.
Al salir de mi ensoñación, me di cuenta de que se me había pasado el tiempo sin enterarme. Había quedado con Alicia y Pedro en su casa, y ya que finalmente había sido yo quien había insistido en el asunto de las clases, no quedaría bien si llegaba tarde.
Me presenté en su casa vestida de forma más casual de lo que iría cuando realmente empezara a darle las clases al chico, ya que, cuando saliera de trabajar, comería algo rápido e iría directamente a su casa, ataviada con alguno de los trajes de trabajo que ayudarían a recalcar sobre Pedro mi figura de profesora, y no de amiga.
Alicia me recibió con dos sonoros besos. A pesar de su inicial reticencia en aquel asunto, pensando en que su hijo pondría más atención a mis tetas que a mis explicaciones, me dejó entrever que le había caído bien el día anterior, como ella a mí, aunque yo jugaba con la ventaja de haberla conocido siendo Antonio. Incluso, mi anfitriona comentó que le gustaba mi top veraniego y lo bien que me quedaba.
Su hijo me recibió en el salón con una sonrisa de oreja a oreja, y tras darme dos efusivos besos, no pudo evitar hacerme un escáner completo, tan exhaustivo como el que me había hecho su madre al abrirme la puerta. Así como su madre se había fijado en mis ajustados y caros pantalones vaqueros, y había alabado la colorida prenda superior que llevaba, la mirada del hijo no reparó en la ropa, sólo tenía ojos para la figura que ésta envolvía.
Nos sentamos los tres en el sofá, quedando yo en medio. ¡Qué recuerdos me traía ese sofá!. Tuve que apartarlos inmediatamente de mi mente.
Pedro me explicó en qué asignaturas necesitaba ayuda para aprobar en Septiembre. Como a casi todos los alumnos de primer año, se le había atragantado una asignatura de Física aplicada a la ingeniería, y una de Cálculo Integral. Juntos, bajo la atenta mirada de Alicia, que no entendía nada, echamos un rápido vistazo a sus apuntes y separatas sacadas de libros. Yo necesitaría recordar algunas cosas que no utilizaba en mi día a día profesional, pero en general, no tendría ningún problema para explicarle al chico cualquiera de las dos asignaturas. No en vano, Antonio había sido un alumno aplicado, y Lucía, directamente, había sido brillante. Entre los tres acordamos que le daría cuatro horas semanales de clase, dos de Física los Martes y dos de Cálculo los Jueves. Alicia volvió a insistirme con lo de pagarme, pero amablemente rechacé la oferta alegando un principio de amistad.
Como era viernes, Pedro había quedado con sus amigos, así que se disculpó ante mí por marcharse, dejándome sus apuntes para que pudiese hojearlos tranquilamente en casa y, dándome dos besos, se despidió de mí expresándome las ganas que tenía de comenzar las clases. Le dio un beso a su madre y, sorprendentemente, me dejó a solas con Alicia. Supuse que el chico estaba ansioso por ir a contar a los dos amigos que ya conocía quién sería su profesora particular.
– Yo también debería marcharme ya –le dije a la madre del joven.
– ¿Tienes algún plan? – me preguntó encendiéndose un cigarrillo y ofreciéndome otro-. Al menos podrías dejarme que te invite a tomar algo, yo no tengo ningún plan.
– Bueno, en realidad no tengo nada- le contesté dudando si coger el cigarrillo para finalmente aceptarlo.
– ¡Pues perfecto!. ¿Te apetece una cerveza o eres más de copas?. Ahora que Pedro se ha marchado podemos tomar algo aquí tranquilamente y conocernos más.
Me gustó la idea, me caía realmente bien, y ya que iba a pasar muchas tardes en su casa, me encantaría conocerla mejor, especialmente desde mi nueva perspectiva tratando con ella de mujer a mujer.
– Pues si tienes –le contesté-, me tomaría un ron-cola.
– Tú eres de las mías- me dijo guiñándome un ojo y levantándose para ir a la cocina.
Tomándonos una copa cada una, entablamos conversación. Con ella era muy fácil, era una persona extrovertida y vitalista. Le conté sobre mi trabajo, y ella me habló del suyo como jefa de tienda de una franquicia de moda. Le hablé de mi familia (la de Lucía, por supuesto), y ella me habló de la suya y de cómo había tenido que criar sola a Pedro. Conectamos enseguida, y comprobamos que nos íbamos a entender muy bien. Salvando ciertas distancias, coincidíamos bastante en forma de pensar y gustos, y la conversación fluía incesantemente, entre tragos y cigarrillos, pasando de la música a la cocina, del cine al arte, del deporte en gimnasio a la moda…
– La verdad es que esos vaqueros te quedan divinos – me dijo dando un trago de su segunda copa cuando yo volvía del servicio.
– ¿Ah, sí?- le dije girando sobre mí misma presumidamente para que los viera bien, y comprobando que el alcohol ya afectaba un poco a mi equilibrio-. Son los primeros que he pillado del armario…
– ¡Uf!, pues debes tener un armario bien surtido, porque esos cuestan una pasta…¡Menudo culazo te hacen!.
Alicia también sentía ya los efectos del alcohol, y sumándolos a la complicidad que habíamos asentado entre ambas, estaba muy desinhibida.
– ¿Me hacen el culo gordo?- le pregunté poniéndome en jarras simulando enfado.
– ¡Qué gamberra!- exclamó entre risas-, sabes que me refiero a que te hacen un culo precioso.
– Gracias, guapa, seguro que a ti también te quedarían genial.
– Uy, no creo, ojalá volviera a tener tu edad, entonces sí que hubiera podido ponérmelos, pero ahora… no me entrarían…
– ¡Venga ya! –le dije haciéndole ponerse en pie para poder observarla bien-, ¡si somos casi de la misma edad!. ¿A qué edad tuviste a Pedro?, ¿a los 15?.
Sabía que no era así, pero si realmente la hubiera conocido el día anterior, aquello sería lo que habría pensado.
– ¡Jajajaja!. Qué encanto eres. A Pedro lo tuve a los 21, así que imagínate… En un mes cumplo los 40… ¡Menudo palo!.
– ¡Vaya, pues quién lo diría!. Parece que los que cumplirás serán 30, ¡estás tremenda!.
– Gracias –me contestó con una amplia sonrisa-. Sí que es verdad que nadie acierta con mi edad, todo el mundo me cree mucho más joven. Será porque trato de cuidarme –me guiñó un ojo indicándome el paquete de tabaco y la copa sobre la mesa.
Me reí a carcajadas.
– Ahora en serio – me dijo-. Sí que me cuido con la alimentación, salgo a correr, voy al gimnasio… Ya sabes. Y siempre intento estar bien arreglada.
Alicia llevaba un vestido de color rosa palo, con tirantes y media falda con vuelo. Le quedaba perfecto. En su cuarentena conservaba un precioso cuerpo trabajado en el gimnasio, prieto pero no musculado, y era evidente que se había arreglado para estar guapa ante mi visita. Tal vez no fuera explosiva, pero era una mujer muy atractiva a la que seguramente muchas jovencitas envidiarían.
Observando su bien proporcionado cuerpo, sus grandes ojos color miel, su sedoso cabello castaño recogido con esmero para ensalzar su cuello y hombros, y sus sensuales labios, el hombre recluido en lo más profundo de mi ser se despertó para aclamar su belleza.
– Ojalá llegue yo a tu edad estando así de buena –añadí guiñándole un ojo.
Las dos nos reímos y volvimos a sentarnos para dar sendos tragos a nuestras copas. Nos sentíamos cómodas juntas, entablando una prometedora amistad que la Lucía original jamás habría logrado.
– Bueno- me dijo entre risas-, he de reconocer que sigo teniendo mi puntito. Pretendientes no me faltan…
– Cuenta, cuenta… -le pedí animada.
-¡Jeje!. Bueno, tengo mis cosillas por ahí, para darme algún homenaje esporádico, pero nada serio. Estoy muy desengañada de los tíos y no necesito ninguna relación estable. ¿Y tú tienes novio?.
– No, no, ¡qué va!- contesté resoplando-. Ahora mismo no me siento preparada para ningún romance… Sólo tomo lo que va surgiendo.
– Eso está bien, disfruta cuanto puedas, aún eres joven y no tienes por qué arruinar tus mejores años, como me pasó a mí. Soy feliz, pero si hubiese podido elegir, mi vida habría sido diferente…
– ¿No habrías tenido a Pedro? –le pregunté interesada.
– Bueno, sí, seguramente, pero no siendo tan joven. Habría tenido un hijo con un tío que realmente mereciera la pena, no con aquel cobarde que me dejó tirada para desaparecer de la faz de la tierra.
– Entiendo… Tienes un chico estupendo, y muy guapo… Se parece a ti.
– Gracias, la verdad es que estoy muy orgullosa de él. Nuestra vida no ha sido fácil, pero creo que he conseguido criar a un buen chico que se está convirtiendo en un auténtico hombre… Y sí, es muy guapo –añadió con un suspiro.
En aquel momento, me pareció percibir en ella que algo se cruzaba por su mente.
– Buen chico, guapo, y con un futuro prometedor por delante –le dije-. Y yo me aseguraré de que apruebe esas asignaturas que se le han atragantado para sentar las bases de ese futuro.
– Eres un encanto… –me contestó encendiéndose otro cigarrillo-. Aunque cuidado con él, está saliendo de la adolescencia y no piensa más que en lo único…
– Lo sé, lo sé… “Y no te imaginas cuánto”- pensé.
– Confío en que sepas centrarle en los estudios… Me he dado cuenta de cómo te mira…Y le gustas mucho, lo cual no me extraña…
Su gesto se había tornado serio, y me pareció ver un atisbo de celos en su mirada que se disipó al darle un último trago a su segunda copa. Se sirvió otra, ofreciéndome a mí también, pero yo apenas había empezado esa segunda.
– Tranquila –le dije con una sonrisa-. Podré manejarlo… Tu niño está a salvo conmigo…
– Precisamente porque ya no es un niño te prevengo. Sé por propia experiencia lo tentadores que pueden ser estos yogurines…
– ¿Ah, sí? –pregunté inocentemente sabiendo a la perfección de qué hablaba.
– Sí, y sé muy bien lo que es caer en la tentación…
La conexión que se había establecido entre nosotras, y la velocidad con la que Alicia consumía su bebida, le estaban proporcionando una sinceridad apabullante.
– ¡No me digas!- exclamé tratando de expresar sorpresa-. ¿Y cómo le conociste?. Y fue… ¿bien?.
– Era el hijo de una amiga… – contestó tras dudar unos instantes.
En aquel momento supuse que su duda se debía a que se había dado cuenta de que yo conocía a aquel jovencito al que se refería, de hecho, era la causa de que nos hubiésemos conocido, por lo que no quería revelarme su identidad.
– Digamos que fue un calentón… -prosiguió rememorando-. Tampoco es que fuera un polvazo, el chico era virgen y se notó, pero cumplió bien. Pero lo mejor de todo es que una experiencia así te da un auténtico subidón de autoestima.
Le dio otro trago a su bebida, y el hombre oculto en lo más profundo de mi mente comenzó a dar saltos de alegría ante tal revelación.
– Me alegro por ti –le dije con sinceridad-. A veces hay que soltarse la melena para disfrutar de la vida, pero no te preocupes, que yo no lo voy a hacer con Pedro, por muy tentador que pueda llegar a parecerme. Se ve que eres una madraza y le quieres mucho, es normal que quieras proteger a tu chico…
– “Si supieras la verdad…”- pensé-. “Pero no volverá a pasar”.
– Sí, es mi chico –dijo Alicia pensando en voz alta-. Y ya es todo un hombre… Y eso se nota en que nuestra relación ya ni siquiera parece de madre e hijo, más bien somos muy buenos amigos.
– Entiendo. Él, prácticamente, es un adulto, y tú aún eres joven. Os queréis mucho, y como la diferencia de edad no es tan grande, es normal que hayáis evolucionado así.
– Sí, supongo que sí –contestó manteniendo el aire pensativo y dándole un nuevo trago a su copa-. Es cierto que nos queremos muchísimo, siempre nos estamos dando muestras de cariño, tomamos decisiones juntos y tenemos nuestras peleas… En realidad, si lo piensas detenidamente, ahora somos más como una pareja de novios… solo que no follamos. -concluyó con una sonrisa en la que adiviné cierta ironía.
Estaba descubriendo algo en Alicia, algo que empezaba a intuir en sus palabras y señales, aunque me parecía increíble. Así que envalentonada por el alcohol ingerido y su arranque de sinceridad, favorecido por la mayor cantidad de alcohol que ella había consumido, me atreví a pregunta:
– ¿Pero a ti te gustaría?.
El silencio que se hizo por unos momentos fue revelador, y vi cómo un oscuro y profundo deseo prohibido se reflejaba por unos instantes en su mirada. Alicia apuró su copa de un trago.
Me quedé de piedra. Aquella bella mujer, a la que durante toda mi adolescencia masculina me había pasado admirando y deseando, tenía un lado muy oscuro. No sólo había sido capaz de desvirgar al mejor amigo de su hijo (Antonio, yo en aquel entonces), sino que ahora deseaba secretamente a su propio hijo… Mi fascinación por Alicia aumentó exponencialmente, y corroboré que, desde que me había convertido en Lucía, tenía la capacidad de hacer aflorar los más profundos deseos de cuantos me rodeaban.
– Y aquel yogurín que te comiste –traté de reencauzar el tema para que no se sintiese violenta-, ¿volverías a hacerlo?.
– No, claro que no –contestó aliviada viendo que yo había obviado su velada respuesta-. Primero porque es imposible…
– “Claro –pensé yo-, está en coma”.
– …y segundo porque es hijo de una amiga, y más de una vez acabaría con malas consecuencias… Aparte de que han pasado los años y ya no es tan yogurín –añadió con una carcajada.
Reí con ella.
– Creo que tengo un alto impacto en los chavalitos –añadió entre risas-. Ahora hay un par de compañeros de Pedro que vienen de vez en cuando por aquí, que noto que me comen con la mirada.
– ¡Jaja!. Seguro que para ellos eres una MQMF (Madre Que Me Follaría).
Alicia rio a carcajadas conmigo. De verdad que parecíamos amigas de toda la vida, y nos lo estábamos pasando en grande.
– Eso me temo, ¡jaja!. Sobre todo para uno de ellos, Luis, ese directamente me desnuda con los ojos, ¡jajaja!.
– ¡Le conozco! – exclamé-. “Y tampoco imaginas cuánto”- pensé-. Es monillo ese chico, ¿no?.
– Sí, no está mal… Pero lo que de verdad me pone “on fire” es su forma de mirarme. A veces tiene una expresión de salido que, no sé por qué, me pone burrísima.
– Sí, tienes razón. A mí también me pone mucho esa expresión de pervertido. Tal vez, si se me pusiera a tiro, sí que me comería ese yogurín. “Otra vez”- dije para mis adentros.
– La verdad es que si se dieran las condiciones, creo que yo también caería –afirmó mi nueva amiga apagando su cigarrillo-. No sé, supongo que esa cara de salido que se le pone, y su forma de desnudarme con la mirada, me dan para pensar que haría conmigo toda clase de guarradas…
– Mmmm, entiendo a qué te refieres –afirmé recordando mi experiencia con él-. Y si te pregunto qué guarradas le dejarías hacerte, ¿me contestarías?.
– Pues claro que sí, chica, no seas tan políticamente correcta. Ahora somos amigas, y creo que vamos a ser grandes amigas… Pues te contestaría que le dejaría follarme de todas las formas posibles…
La lengua de Alicia estaba totalmente desatada, ya no sentía ninguna necesidad de moderar su lenguaje, estábamos en confianza, y el alcohol nos permitía, sobre todo a ella por las tres copas que ya se había tomado por una y media que me había tomado yo, hablar sin ningún tipo de tapujo, expresando las cosas tal y como nos venían a la cabeza. Estábamos realmente cómodas las dos en compañía de la otra.
– ¡Ufff! –suspiré yo-. Eso suena de lo más excitante… ¡Al final va a resultar que eres una perra cachonda!.
Las dos nos partimos de risa.
– ¡Uy!, ¡y tanto!, ¡jajaja!. He estado casi 20 años criando a un niño yo sola, sin tiempo para mí misma, por lo que ahora que empiezo a tener tiempo para mí, me gustaría hacer cuanto no pude en su momento. Sí, soy una perra cachonda, y si pudiera pillar al “pervertido” de Luis…
– Te lo follabas sin compasión, de todas las formas posibles –le dije entre risas y continuando su lenguaje desinhibido-. No te ibas a dejar ningún agujerito sin explorar…
Esa última frase me recordó que precisamente eso era lo que yo había hecho en ese mismo sofá, y lo que esa misma tarde había fantaseado con hacer en la sala de reuniones… Me sentí excitada, muy excitada.
– ¡Exacto! – dijo Alicia casi tan excitada como yo.
Su respiración estaba acelerada, los pezones se le marcaban en el vestido subiendo y bajando al ritmo de su pecho, y arrastraba las palabras por su lengua saboreándolas como si al pronunciarlas pudieran hacerse reales.
– Me has preguntado qué guarradas le dejaría hacerme – me dijo bajando el tono de voz e indicándome con el dedo que me acercase para poder escucharle bien-, y ahora te lo voy a decir sin cortarme, porque veo que tú eres como yo…
Salvé la escasa distancia entre ambas, y coloqué mi rostro mejilla con mejilla, sintiendo la suavidad de su cutis sobre el mío.
– Soy toda oídos – le susurré sintiendo una ebullición en mi entrepierna al contactar sus duros pezones con la dureza de los míos.
Con delicadeza, apartó mi negro cabello de mi oreja, y su aliento se coló en mi oído produciéndome un exquisito cosquilleo:
– Le comería la polla hasta conseguir que se corriera en mi boca… Y le dejaría explotar dentro de ella para que me la llenase con su pervertida leche… ¿A ti te gusta eso?.
– Mmmm, a mí me encanta…
– Sabía que tú eras de las mías… Y después de sentir su corrida repentina dentro de mi boca, me lo tragaría todo mientras sigue follándomela hasta quedarse seco…
– Uffff…me calienta muchísimo que me llenen la boca de leche y me la hagan tragar…
– Y luego le dejaría comerme el coño, que me lo explorase con la lengua, y me pusiera el clítoris en carne viva…
Yo ya sentía la braguita mojada, y percibí que nuestros cuerpos, inconscientemente, se pegaban más el uno al otro. Nuestros pechos se aplastaban sobre los de la otra, y podía sentir cómo nuestras respiraciones se sincronizaban, subiendo y bajando a la vez nuestros femeninos atributos.
– …después dejaría que me pasara su dura polla por todo el cuerpo, se la cogería entre mis tetas, y le haría una paja con ellas…
– Ummm, creo que eso no lo he probado nunca –le susurré dubitativa.
– Yo tampoco, pero suena muy divertido. Recuerdo que hace años una amiga me contó que se lo había hecho a su chico…
– ¡No me digas!, ¿y qué tal fue?.
– Pues a ella no demasiado bien, ¡jaja!. La pobre no tiene mucho con lo que coger así una polla…
– ¡Jajaja!. Bueno, tú no tendrías ese problema, tienes un buen par de tetas –le dije sintiéndolas contra las mías-. Seguro que sí sería divertido.
– ¡Jaja!. Y tú tampoco tendrías ese problema con este par de melones que tienes –me contestó presionándome aún más los pechos con los suyos.
Las dos reímos.
– Sí, seguro que sería muy divertido cogerle la polla con mis tetas y ver el capullo aparecer y desaparecer por el canalillo –prosiguió-, viendo su cara de gusto mientras le estrujo el rabo con ellas…
– “¡Me encantaría que me lo hiciera a mí!”- gritó mi oculto macho interior.
– …y le pajearía y pajearía con las tetas, y le miraría a los ojos con cara de zorra para hacerle correrse otra vez. Dejaría que Luis, con lo pervertido que parece, se corriera en mi cara para que disfrutara disparando su semen sobre mi rostro, tratando de hacer diana en mi boca desde mis lolas…
– Joder, sí que le dejarías hacerte guarradas.
– Ya te lo he dicho… ¿Pero a que a ti también te gustaría?.
– Uuuufffff… – suspiré- Sí, creo que sí… Ahora mismo estoy cachondísima escuchándote e imaginándolo.
– Uuufffff, yo tengo el coñito hecho agua –confesó Alicia-. Pero espera, que aún hay más. –añadió rodeándome la cintura con uno de sus brazos para impedir que me separase de ella.
Yo no tenía ninguna intención de separarme y perderme esa íntima y excitante confesión-relato.
– Cuenta, cuenta, e imaginemos que no necesita descansar entre corridas. ¿Qué más dejarías que te hiciera ese chavalito salido?.
– Le dejaría frotarme el clítoris con la punta de la polla, para que me lo hiciera vibrar, y luego le dejaría que me la metiese salvajemente hasta clavármela entera en el coño.
– Uuuuuffff… cómo me gusta que me den caña…
Yo también le tomé a ella por la cintura, estaba tan excitada que necesitaba agarrarme a algo para que la cabeza no se me fuese, y hallé la bien delineada cintura de mi nueva amiga.
– Eso es, le dejaría darme caña sin parar, y le dejaría correrse dentro de mí para que me abrasase por dentro.
– Alicia, me estás matando…
– Después, volvería a comerle la polla, embadurnada de mis jugos y su leche, pero en lugar de correrse en mi boca, esta vez le dejaría que se corriese sobre mis tetas. Me encanta cómo quema la leche de hombre sobre la piel según cae…
– Y a ellos les encanta correrse sobre nosotras –completé su frase-. Eso también tendré que probarlo…
– A mí se me corrieron encima una vez, por accidente, y fue una sensación deliciosa…
– Alicia, estoy demasiado cachonda…
– Yo también…
Sin ser realmente consciente de ello, mi mano libre se deslizó entre los muslos de Alicia. Su piel estaba febril, y avanzando bajo su falda, llegué hasta sus húmedas braguitas.
– Mmmmm –gimió.
Correspondió mi gesto llevando su mano libre a la bragueta de mi pantalón vaquero. Con habilidad metió sus dedos entre los botones y los desabrochó para tocar con la punta de sus dedos mis también mojadas braguitas. Gemí como ella.
– No me van las tías –me susurró suspirando con mis caricias en su íntima prenda-. Pero estoy tan cachonda…
– Creo que a mí tampoco –le susurré suspirando yo también con sus caricias-. “¡A mí sí!” -gritó mi resquicio de masculinidad-. Pero me estás poniendo tanto con lo que me estás diciendo…
Nuestras mejillas se frotaron, hasta que nuestros labios se encontraron. Una descarga eléctrica recorrió nuestras espinas dorsales, esa característica descarga que se produce cuando algo que parece prohibido se prueba. Sus labios eran suaves y carnosos, y acariciaron los míos con la misma dulzura con la que los míos rozaron los suyos, una delicia de tenue y tímido encuentro. Recorrimos con los labios nuestros rostros, y volviendo a estar mejilla con mejilla, su voz se coló por mi oído con un cosquilleo:
– Qué labios tan suaves tienes… me gustan…
– A mí me gustan los tuyos –le contesté en el mismo tono-, son tan jugosos… Sigue contándome qué más guarradas dejarías que te hiciera el amigo de tu hijo.
– Después de correrse sobre mí –prosiguió manteniendo sus caricias en mi braguita como yo en la suya-, le tumbaría y le montaría con ganas. Dejaría que me estrujase las tetas hasta llegar al límite del dolor, y dejaría que me apretara el culo con sus manos para ensartarme su polla hasta el fondo…
– Uuuuffff, te gusta tan duro como a mí.
Mis dedos se colaron por un lateral de su ropa interior, y palparon los mojados y abultados labios vaginales de mi narradora.
– Ooooohhhh –gimió.
Sus dedos, tomando mi ejemplo, se abrieron paso por mi encharcado coñito, y dos de ellos lo penetraron arrancándome un gemido que coreó al suyo. Nuestras mejillas volvieron a frotarse, y nuestros labios se reencontraron en suaves caricias. La punta de mi lengua delineó su carnoso labio inferior, y la punta de la suya recorrió mi labio superior. Nuestras lenguas apenas llegaron a rozarse, tan sólo un efímero avance de lo que podría ser después. Aquellos besos de mujer eran un exquisito manjar prohibido, que postergaban el encuentro final prolongándolo y haciendo desearlo aún más.
– Le cabalgaría con fuerza, ensartándome más y más en su polla –continuó susurrándome al oído tras el beso-, y dejaría que me metiera un dedo por el culo mientras me lo follo…
Nuestros dedos ya estaban bien alojados en el coñito de la otra, y nos derretíamos mutuamente metiéndolos y sacándolos sin ningún pudor, entregadas a la satisfacción que mutuamente nos estábamos dando mientras nuestras imaginaciones volaban con el relato de Alicia.
– Vas a hacer que me corra en cualquier momento –le confesé.
– Y tú a mí…
– No pares, por favor –le supliqué-, esto me está gustando demasiado.
– Y a mí también –contestó entre jadeos-. Esto no significa que ahora nos gusten las mujeres…
– No, claro que no –le respondí alcanzando su duro clítoris con mis dedos para acariciarlo arriba y abajo-. Sólo somos dos amigas pasándolo bien mientras fantasean con una polla…
– Sí, eso es. Dos amigas que disfrutan de su nueva amistad…
Nuestros labios fueron nuevamente al encuentro, y nuestras lenguas dejaron de lado su timidez para acariciarse húmedamente la una a la otra, mientras nuestros pétalos de rosa seguían buscándose para acariciarse.
– ¿Dejarías que el chico se te corriera otra vez dentro? – le pregunté cuando volvimos a estar mejilla con mejilla.
– Uuuum, sí, dejaría que se corriera dentro de mí con su abundante y ardiente semen llenándome todo el coño mientras su dedito se me clava por el culo…
– Es una sensación increíbleeeeeee – dije prolongando la palabra al sentir sus dedos jugueteando hábilmente con mi clítoris.
– Sí, y después me tumbaría y le dejaría que me follase la boca haciéndome saborear su leche y mi flujo mezclados, sin darme casi tiempo a respirar, siendo él quien me la metiese y sacase penetrándome los labios y obligándome a comérmela entera a base de golpes de cadera. Hasta que me la llenase de repente otra vez de semen, obligando a tragármelo todo. Así de guarra soy…
– Yo también soy así de guarra, me encanta sentir cómo se corren en mi boca, aunque tan violento no lo he llegado a hacer… ¡Ufffff!, suena salvaje…
– Así de salvaje tampoco me lo han hecho nunca, pero… uuuummmmm… -gimió interrumpiéndose al disfrutar con mis dedos acariciando la rugosidad interna de su encharcado coño.
– Aún te falta un agujero por ser follado… -le dije con una carcajada de satisfacción al sentir sus dedos haciendo lo mismo dentro de mí.
– Por supuesto, es que me lo reservo para el final. Antes de que me follase ese agujerito, me pondría a cuatro patas, y dejaría que me comiera todo el culo…
– Mmmmm…
– …dejaría que me metiese la lengua y me lamiese el agujerito haciéndome cosquillas. Luego permitiría que su lengua entrase húmeda y jugosa dentro de él, cuanto pudiera metérmela…
Sus dedos salieron de mí y volvieron a penetrarme con decisión, arrancándome un gemido que ella coreó cuando mis dedos la perforaron del mismo modo.
– …y después dejaría que su gorda polla se metiera entre mis nalgas y me perforase el culito hasta taladrármelo…
Nuestros pechos se restregaban contra la voluptuosidad de los de la otra. Apretándose nuestras turgencias, mientras nuestros erizados pezones se rozaban a través de las finas prendas veraniegas.
– Me daría por el culo sin compasión, muy duro y profundo, porque es un pervertido. Y yo le apretaría tanto esa polla que me parte en dos, que se correría otra vez, sacándomela para colocarla en lo alto de mi culito y descargar su hirviente semen sobre mi espalda, haciendo que se me doble por la sensación…
-¡Guau!, ¡qué guarro y excitante suena eso!. ¿Te lo han hecho alguna vez?.
– No, siempre me han acabado dentro, y con condón, así que me encantaría que me lo hicieran. Seguro que a Luis le gustan esas guarradas…
– Seguro… Creo que a mí también me gustaría que me lo hicieran. Somos tan pervertidas o más que él…
Las dos nos reímos, y nuestras carcajadas hicieron que nuestros pechos se presionasen con mayor fuerza y nuestros dedos alojados dentro de la otra fueran estrujados por nuestros potentes músculos vaginales. ¡Qué delicia de mutua masturbación!.
– Me encanta tu forma de pensar –me contestó Alicia dándome un beso en la mejilla y recorriéndola para que nuestros labios y lenguas pudieran encontrarse de nuevo.
Sus jugosos labios acariciaron la suavidad de los míos, la punta de mi lengua jugueteó con la suya sintiendo la calidez de su aliento. La atrapó entre sus labios, y la succionó invitándola a entrar en su boca, donde su húmedo músculo la recibió trazando círculos sobre ella. Nuestros pétalos de rosa se acoplaron, y nuestras bocas se fusionaron. Nos fundimos en un tórrido beso con el que exploramos cada rincón de la voracidad de la amiga que nos masturbaba y era masturbada.
– Alicia, mmmmm -le dije al oído entre jadeos tras dejar un reguero de saliva mezclada en su rostro-, estoy a punto de correrme…
– Uuuuffff, yo también…
– Termina de contarme tu fantasía, y corrámonos juntas, uuuufffff….
– Para terminar, como nunca me han follado el culo sin condón, dejaría que me la clavara entera, a pelo y salvaje, que me montase poniéndome a cuatro patas, cogiéndome del culo y empujándome con tanta fuerza que me hundiría la cara en el colchón… Dejaría que me diese unos azotes en las nalgas mientras su polla se me clava en las entrañas, y finalmente le dejaría que me llenase las tripas con una corrida brutal que me dejase empotrada en el colchón, quemándome por dentro mientras yo me corro una y otra vez…
Su boca buscó la mía y me besó con urgencia. Nos devoramos mutuamente. Mis dedos entraban y salían de su chorreante coñito a toda y velocidad, y los suyos perforaban el mío cuanto podían profundizar.
– Mmmmmm, mmmmm, mmmmm….- gemía Alicia con su lengua en mi boca-. Oooh, ooooh, ooooooohhhh… –emitió separándose de mis labios para poder respirar.
– Aaaah, aaaaaah, aaaaaaaaah… – jadeé yo.
El aire entre ambas olía poderosamente a hembra y, gimiéndonos la una a la otra cara a cara, sincronizamos nuestros orgasmos embadurnando nuestras manos con los cálidos fluidos del placer alcanzado. Alicia me dio un tierno beso en los labios.
– Uuuuuffff, hacía años que no me masturbaba con una amiga –me dijo.
– Ha sido genial –le contesté recuperando la respiración normal-. Esto es empezar bien una amistad y lo demás son tonterías.
Las dos nos reímos a carcajadas.
-¡Y todo por fantasear con un chavalito que probablemente no sea ni la mitad de pervertido de lo que creemos! – exclamó Alicia entre risas.
Ambas nos recompusimos y adecentamos en el baño. Al volver al salón, el olor a sexo de hembra mezclado con el aroma del tabaco era tan evidente, que Alicia tuvo que abrir la ventana para que la estancia se ventilara.
– Ya te quedarás a cenar, ¿no? – me preguntó.
– Ahora mismo no estaría más a gusto en ningún otro lugar –le contesté.
Ayudé a Alicia a preparar una buena ensalada, y cenamos tranquilamente, hablando y riendo sin parar. Mi nueva amiga era tan golosa como yo, con especial preferencia por el chocolate, mi mayor debilidad, por lo que de postre disfrutamos juntas de un delicioso helado de chocolate que Alicia sirvió generosamente para ambas.
Nos despedimos con dos cariñosos besos, quedando en que volveríamos a vernos el martes siguiente, el primer día que le daría clases a su hijo.
Ya metida en mi cama, rememoré cada minuto del día. Me sentía llena de vida, encantada por todo lo vivido. Iba a poder ayudar a Pedro con sus estudios y eso me daría una gran satisfacción personal. Su madre me había fascinado, pasando de ser el amor platónico de mi masculina adolescencia, a lo que prometía ser una verdadera amiga en mi joven madurez femenina. Me dormí feliz.
CONTINUARÁ…
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YO, CAZADOR. LA PRIMERA NOVELA DE GOLFO
Sinopsis:
La fiscal Isabel Iglesias es secuestrada por un psicópata que trae en jaque a las policías del mundo y al que se le acusa de ser responsable de más de un centenar de muertes. Jefe indiscutible de una oscura secta de fanáticos ha sembrado de sangre las calles de Madrid.
Conociendo su siniestra fama la mujer ya se veía asesinada pero Manuel Arana la sorprende con una extraña propuesta:
“Quiere saldar sus deudas con la sociedad, usándola a ella como instrumento pero antes ¡Debe conocerlo!”.
A partir de ahí, se ve involucrada en un mundo lleno de violencia y muerte que nunca buscó ni deseó. Una historia sobre brujería y erotismo.
PRECIO EN FORMATO DIGITAL: 2.99€ KINDLE
Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:
Capítulo uno
Si en ese momento un desconocido hubiera prestado atención a las gotas de sudor que recorrían la frente de Mariana Zambrano, con seguridad hubiese asumido que las mismas eran producto del nerviosismo por estar rodeada de delincuentes. Nada más alejado de la realidad, la mujer por su trabajo de psicóloga forense estaba habituada a mezclarse con esa clase de individuos, esos que por diversas causas son catalogados como la lacra de nuestra sociedad.
La verdadera razón de su transpiración era mucho más mundana y residía en los veintiséis grados de temperatura que había que soportar en los pasillos de los juzgados centrales de la Plaza de Castilla. Tanto calor era un contraste excesivo con el frío polar que castigaba inmisericorde a los pocos peatones que se aventuraban a deambular a esas horas por las calles de Madrid.
Esa mañana al despertarse, Mariana Zambrano se había abrigado a conciencia al recordar que había quedado con la fiscal Iglesias y que la calefacción de ese edificio llevaba estropeada más de una semana. Construido en los estertores del franquismo, hoy en día es un elefante al que hay que inyectar constantemente enormes caudales de dinero con el objeto de tratar de paliar su deterioro.
Supo nada más traspasar el control de seguridad de la puerta principal que se había equivocado: « Mierda», gruñó para sí al sentir sobre su pelo el sofocante chorro que manaba del circuito de ventilación.
El sudor hizo su aparición en su frente, aún antes de llegar a la puerta del despacho donde había concertado la cita. Un estudiante de sociología vería en esos pasillos abarrotados de público, el contexto perfecto donde realizar su tesis doctoral pero para Marina esa fauna formaba parte de su vida diaria y por eso le resultaba sencillo distinguir a los procesados, de sus familiares; y a estos, de los letrados. Con solo mirarlos y debido a su lenguaje no verbal, podía discriminar cual era función de cada uno dentro de la opereta judicial. No era solamente que sus gestos los marcara como miembros de uno de esos grupos, también los delataba su expresión facial o el modo en que entraban en contacto visualmente con los de su alrededor.
Esa sociedad en miniatura se manejaba por un sistema de castas cuya rigidez haría palidecer a cualquier autóctono de la India. La cúpula de la pirámide está dominada por los magistrados y los miembros del ministerio fiscal; justamente debajo, los funcionarios; después los defensores, familiares, procesados y por último, los condenados. Las funciones, los deberes y los derechos de cada grupo estaban predeterminados y ninguna actuación individual podía atentar contra ese orden preestablecido.
Tras saludar a la secretaria, tuvo que esperar sentada a que la fiscal la recibiera, lo que le dio la oportunidad de aclarar sus ideas antes de encontrarse bis a bis con esa mujer. Su llamada la había cogido desprevenida. Nunca había creído posible que esa engreída tuviese los suficientes arrestos para bajarse del pedestal de diosa justiciera en el que se había subido para pedirle ayuda. No era que tuvieran una mala relación personal, era que no tenían ninguna. Aunque habían coincidido varias veces en un juicio, ella siempre había actuado como perito de la parte defensora, es decir, siempre que se habían cruzado profesionalmente, ella había fungido como adversaria y siendo honesta, la psicóloga tenía que reconocer que consideraba que la fiscal era una perra dura e insensible que no tenía ningún escrúpulo en manipular la justicia a su beneficio. Su único objetivo era conseguir sentencias condenatorias. Para ella, Isabel Iglesias era ese tipo de servidor público al que no le importaban las personas que mandaba a la sombra porque, en su retorcida forma de pensar, no eran más que un número dentro de un expediente. Por eso le sorprendió su llamada. Marina era dentro de la carrera judicial y sobre todo a los ojos de esa fiscal, una loquera que tenía la vergonzosa costumbre de justificar los más abyectos crímenes, dándoles la coartada de una enfermedad mental.
«En pocas palabras, me tiene por una blanda», pensó para sí mientras se desanudaba el pañuelo del cuello. Todavía recordaba la mirada que esa mujer le dirigió cuando dos años atrás Joaquín Berrea, un presunto parricida, quedó en libertad gracias a su testimonio: « ¿Qué querrá?».
Cuanto más lo pensaba, más difícil le resultaba difícil justificar que habiendo docenas de psicólogos forenses se hubiese dirigido a ella; sobre todo porque se había labrado la fama de ser proclive a los intereses de los procesados. Supo que iba a saber en pocos instantes el motivo de esa llamada; la puerta del despacho se acababa de abrir y con paso firme, la fiscal se dirigía hacia ella.
Con un deje de envidia no pudo evitar compararse con ella. Mientras a esa mujer le sentaba como un guante el ajustado traje de chaqueta que portaba, ella parecía embutida dentro del suyo.
― Mariana, gracias por venir― dijo la fiscal extendiendo su mano y dándole un fuerte apretón.
Ese gesto casi masculino y que teóricamente denota confianza y seguridad, la hizo sentirse aún más hundida al tener que asumir que por mucho que lo intentase, iba a ser la otra quien llevase la iniciativa. Era y se sabía inferior, por eso no pudo más que obedecer y sumisamente sentarse en la silla que le había señalado.
Un silencio incómodo se adueñó de la habitación. Ninguna de las dos quería empezar la conversación.
― Usted dirá― se atrevió a decir Mariana cediendo el testigo a su interlocutora.
Isabel Iglesias comprendió que no podía dilatar el motivo que le había llevado a citarla y por eso entrando al trapo, le soltó:
― Le habrá sorprendido que le haya citado después de nuestras pasadas divergencias. Desde hace años, me hice a la idea que usted, a pesar de ser una persona con demasiado buen corazón, tiene una mente abierta que no se deja influenciar por prejuicios.
La muy puta estaba utilizando la estrategia del palo y la zanahoria. Primero le confirma que la opinión que tenía de su persona y como suponía la consideraba una cagarruta, para acto seguido alabar su manera de pensar. Por mucho que la fachada fuera la de una atractiva cuarentona, era un maldito bicho que disfrutaba jodiendo la vida al prójimo. Era mejor tener cuidado en el trato con ella.
― Gracias por ambos piropos― contestó sin dejarse intimidar.― Usted dirá.
― Espere que cierre la puerta para así poder hablar con mayor tranquilidad sin que nadie nos moleste.
Esa actitud tan reservada en esa mujer era algo nuevo. A la señora Iglesias se la conocía por sus bravuconadas y por su prepotencia casi rayana en el exhibicionismo. La psicóloga tuvo claro que el tema que quería tratar debía ser importante y por eso se mantuvo en silencio mientras se acomodaba en el asiento.
― Como le estaba diciendo, necesito su consejo experto respecto a un sujeto ― respondió dejando entrever un cierto nerviosismo. ―Pero antes de nada me tiene que prometer que nada de lo que se hable en esta habitación será comentado con nadie. Es demasiado serio y cualquier filtración puede resultar peligrosa.
― Se lo prometo. Mantendré un secreto absoluto sobre lo que tratemos pero no porque me lo pida, sino porque es mi forma de actuar― contestó molesta por el insulto que escondían las palabras de esa mujer.
La fiscal supo que se había pasado de la raya pero no le importó y haciendo caso omiso a los sentimientos de la psicóloga, se centró en lo que le parecía importante que no era otra cosa que el motivo de esa entrevista:
― ¿Qué sabe de Manuel Arana?
La sola mención de ese nombre produjo un escalofrío en la psicóloga. Escalofrío comprensible porque todo el mundo conocía que ese asesino estaba acusado de ser, entre otros muchos crímenes, el principal responsable de desencadenar de la sangrienta guerra entre mafias que asolaba Madrid. Su carrera delictiva había empezado hacía tres años y actualmente era el enemigo público número uno en al menos una docena de países. Creía recordar que incluso existía una abultada recompensa para quien pudiese aportar cualquier dato que llevase a su captura.
― Solo lo que he leído en los periódicos. Se le acusa, además de ser el causante y máximo responsable de una guerra entre bandas, de fundar y dirigir una secta satánica…
― Bien, pero me refería a cuál es su opinión profesional respecto a ese sujeto.
Esta vez se tomó su tiempo. Sabía que la fiscal le estaba pidiendo una opinión preliminar y no un dictamen pero, aun así, intentó ser todo lo precisa que se podía:
― Como usted sabe no me gusta sacar conclusiones sin haber tenido tiempo de estudiar al sujeto. Pero si me pide una primera valoración: creo que se trata del típico caso de personalidad narcisista y mesiánica.
Al escucharla, involuntariamente desde su sillón orejero Isabel asintió. Era básicamente su misma opinión. Envalentonada por tal reacción, la psicóloga prosiguió diciendo:
― La nota predominante del carácter del señor Arana es su autoritarismo. Ejerce su liderazgo sin padecer ningún tipo de remordimiento por la violencia ejercida por su gente y sin que llegado el momento, le importe manchar sus propias manos con la sangre de sus enemigos. Según se dice es también intensamente narcisista, con sueños de gloria, que se cree ungido por Dios y que a menudo ha mostrado tendencias paranoicas.
― Estoy de acuerdo contigo― contestó tuteándola por primera vez. ― Ahora, quiero que ahora me escuches con atención ― esperó unos segundos antes de continuar: ― Ayer en la noche, ¡Arana me secuestró!
“A las fiesta de tus amigos ve despacio, pero a sus desgracias deprisa”.
Refrán popular.
Los muros de la facultad de economía fueron testigos del día en que nos conocimos Pedro y yo. Deseosos de triunfar y sin otra alforja que la ilusión que otorga la juventud, ambos nos inscribimos en Empresariales porque nos queríamos comer el mundo a mordiscos. Estábamos convencidos que nuestro paso por esa universidad solo era un escalón obligatorio que había que transitar para llegar a cumplir nuestros sueños.
Recuerdo todavía cómo cruzó la puerta de la que iba a ser nuestra clase esa mañana con sus pantalones militares y su corte de pelo al uno, avergonzado por llegar tarde y buscando un hueco libre donde sentarse, la casualidad hizo que ese día nos colocáramos juntos. No teníamos nada en común y aun así nos hicimos amigos en seguida. Proveníamos de distintos círculos sociales pero entre los raídos pupitres de la clase no se notaba. A él no le importó que yo fuera el clásico niño bien, ni yo le di importancia a que su madre le hubiese tenido sin un padre reconocido. Esos convencionalismos estaban obsoletos y fuera de lugar a finales del siglo XX.
Físicamente tampoco nos parecíamos, su pelo casi albino y su constitución delicada hacían resaltar mi tez morena y el metro noventa que los genes heredados de mis progenitores me habían conferido y que yo me había ocupado de perfeccionar con largas horas de gimnasio. Lejos de esas superficiales diferencias, lo que creo que nos unió fue el ser unos críos de dieciocho años con toda una vida por delante. Juntos nos corrimos juergas, sufrimos desengaños e hicimos realidad gran parte de nuestras ilusiones. Nunca llegamos a ser socios; nuestra amistad, demasiado valiosa para estropearla por unos euros, no nos lo hubiera permitido pero cada uno compartió los éxitos del otro como si fueran propios.
La vida nos había sonreído, o eso creí hasta que un funesto día contesté su llamada. Por su tono supe que Pedro estaba hundido. La confirmación llegó al decirme que esa mañana le habían dictaminado que el cáncer, que había mantenido oculto, se le había reproducido. Desgraciadamente, ese pequeño bulto del costado que le indujo a ir al médico había demostrado ser uno de los carcinomas más virulentos. No había nada que hacer, era una sentencia de muerte. La única duda, que quedaba, era el tiempo que ese verdugo irracional se iba a tomar para hacerla efectiva. La quimioterapia y los demás tratamientos no habían servido de nada, su único efecto realmente visible consistió en el dolor insoportable que con una infinita fortaleza tuvo que soportar. Los médicos al ver su inoperancia habían claudicado. El diagnóstico era definitivo, le pronosticaron tres meses de vida, de los cuales ya habían transcurrido dos.
Esa tarde fui a visitarle con Pepe, mi mano derecha en la empresa y otro buen amigo. Al llegar al hospital de la Moncloa, el cielo estaba encapotado. Parecía como si el sol, compartiendo mi ánimo, no se hubiese dignado a salir. Negro presagio. Su estado había empeorado. Del hombre duro y vital que se comía los problemas a bocados, sólo quedaba un despojo de piel y huesos tumbado en una cama. Lleno de cables y con una vía conectada en su brazo izquierdo, sonrió al verme entrar en la habitación. Jimena, su mujer, le acompañaba.
Con un rictus de dolor, me pidió que me acercara a su lado:
― ¿Cómo estás?― pregunté, sabiendo que me iba a mentir. Nunca podría reconocer su estado. Los machos, como él, nunca se quejan. Por eso me sorprendió que agarrándome la mano, contestara que se moría, que le quedaban pocas horas de vida y que necesitaba dejar todo atado para cuando él no estuviera.
― No exageres― respondí. ― De peores hemos salido―. Pero en mi interior, supe que tenía razón. Pedro se moría y nada podía hacer para remediarlo, solo aguardar lo inevitable.
― Manuel, necesito que me ayudes― su voz era un susurro, ― durante los últimos años mi compañía ha ido de mal en peor y mi enfermedad solo ha hecho adelantar su colapso. He perdido hasta mi casa. Cuando muera, los bancos como aves de rapiña se lanzaran por todo. No tengo dinero ni para el entierro.
― Por eso, no te preocupes― contesté estupefacto. Hasta ese momento, siempre había creído que Pedro era un hombre de negocios con un gran palmarés, inmune a las crisis. Estaba convencido que su mujer iba a heredar un emporio.
― ¡No es eso lo que quiero!― confesó con voz entrecortada por el dolor ― ¡Quiero que me prometas que te harás cargo de Jimena! ¡Te lo pido por nuestra amistad!
― Te lo juro― respondí. Era como mi hermano en vida, por lo que jamás podría negarle nada en su lecho de muerte.
Agradecido al escuchar de mis labios esa promesa, cerró los ojos para no volverlos a abrir. Tardó tres horas en fallecer. Tres horas durante las cuales, permanecí sujetándole la mano mientras su mujer se asía desesperadamente a la otra. Destrozado, observé cómo se dejaba la vida en cada respiración y cómo su pareja desde los veinte años veía que se iba apagando bocanada a bocanada y con él, ella.
A las seis con cuarenta y un minutos, los aparatos que le mantenían vivo empezaron a sonar. Una jauría de médicos intentaron reanimarle sin éxito. Ruido, gritos, carreras… tras las cuales una rutinaria frase certificando su muerte:
― Lo siento, el paciente ha fallecido.
¡Se había ido! Sólo su cuerpo vacío nos acompañaba.
Jimena me abrazó llorando al oírlo. Como una muñeca rota, la tuve que sujetar para que no se cayera al suelo. Al estrecharla entre mis brazos, palpé lo desmejorada que estaba. Donde debía haber carne, no encontré más que huesos. Los meses de la agonía de su marido habían hecho mella en su organismo; nada quedaba de la mujer explosiva que había enamorado a Pedro.
«Pobrecilla», pensé mientras la consolaba, « era todo lo que tenía».
Unidos en nuestro dolor fueron pasando los minutos, durante los cuales no pude dejar de pensar en mi promesa y en que pasara lo que pasase, iba a cumplirla. A esa mujer, que mis brazos rodeaban, no le iba a faltar de nada aunque eso arruinara mi vida.
Aproveché la oportuna llegada de unos amigos para escaparme de allí; tenía que arreglar el entierro y pagar la deuda contraída con el hospital. No deseaba que lo primero a lo que se tuviera que enfrentar Jimena fuera al dinero.
¡Ya tendría tiempo suficiente!
Dispuse que su despedida fuera cómo él hubiese elegido: por todo lo grande, en la catedral y con un coro cantando. Pedro se merecía una despedida alegre y triunfal acorde con su carácter. Resuelto el desagradable papeleo, retorné a la habitación. Jimena al verme, se lanzó a mis brazos, llorando y diciendo que Pedro había muerto. Estaba tan trastornada que no se acordaba que había estado presente durante su deceso. Por eso no la volví a dejar sola a lo largo de esa noche. No me atrevía dado su estado.
La procesión de amigos y conocidos se prolongó durante horas. Pésames, frases de apoyo y mucha pero mucha hipocresía. Con rabia pensé que algunos de esos que mostraban sus condolencias, en vida de Pedro no hubiesen dudado en clavarle una daga por unos pocos euros.
Ya bien entrada la madrugada, Jimena se durmió apoyando su cabeza en mis rodillas.
Al día siguiente era la incineración, sabiendo su pena hice traer de su casa un vestido negro. En su dolor, se negaba a separarse del cadáver de su marido. Su duelo, mudo e introspectivo, era total. La depresión en la que estaba inmersa la había paralizado. Absorta y con la mirada fija en Pedro, no reaccionaba. La enfermera de guardia, quizás acostumbrada a ese tipo de derrumbes, tuvo que ocuparse de ayudarla a cambiarse de ropa.
Fue una ceremonia triste, estábamos despidiendo a la mejor persona que había conocido. Su mujer, se dejaba llevar de un lado a otro sin quejarse como una zombi. No creo que fuera realmente consciente de lo que ocurría a su alrededor. Habíamos tenido que suministrarle un calmante, no fuese a hacer una tontería. Aun así en el momento de cerrar la tumba, se desmoronó del dolor y gritando, nos rogó que la enterráramos con él porque su vida carecía de sentido.
Entre todos conseguimos tranquilizarla y tras unos minutos de forcejeo, logramos montarla en el coche. Al salir del cementerio, el chófer preguntó por nuestro destino. No supe que responder; menos mal que Pepe, conocedor de la situación, le contestó:
― A casa de Don Manuel.
Durante la media hora que tardamos en llegar a mi chalet, Jimena se mantuvo callada, llorando en silencio. Ya en casa, con cuidado, la subimos a la habitación de invitados donde nuevamente mi secretario había tenido el buen tino de ordenar al servicio que colocase tanto su ropa como sus objetos personales. Ella no lo sabía pero esa misma mañana el banco había embargado todas sus propiedades. Totalmente vestida, únicamente se dejó que le quitásemos los zapatos, la tumbamos en la cama y aprovechamos que momentáneamente se había quedado dormida para bajar a la cocina y servirnos un café.
Ninguno de los dos se atrevía a hablar. El frágil estado anímico de nuestra amiga era tan patente que no nos cupo duda alguna que iba a necesitar de apoyo largos meses. Estuvimos unos minutos en silencio, reflexionando sobre la situación. Fue Pepe quien pasando su brazo por mi hombro empezó la conversación:
― ¿Sabes dónde te estás metiendo?― dijo preocupado.
― No, pero es mi deber― contesté.
― Manu― por su tono fraternal estaba claro que no me iba a gustar lo que me iba a decir, ― esta mujer está enferma, necesita ayuda. Ayuda que tú no le puedes otorgar aunque quisieras―
― Lo sé pero voy a intentarlo― respondí angustiado.
― ¿Y tu vida?― por la expresión de su cara, compartía y sobretodo comprendía mi sufrimiento. ― Te quiero como un hermano pero conozco tus limitaciones. Tu tiempo lo divides entre el trabajo y tus devaneos. Jimena necesita que le dediques horas, no minutos. Recuerda que en estos momentos, Jimena es una mujer vulnerable.
― ¿A qué te refieres?―pregunté indignado.
― Lo sabes perfectamente. Ahora la miras y solo ves a la esposa de tu amigo pero, el tiempo pasa, es una mujer atractiva…
No le dejé terminar, ¡Cómo podía pensar así de mí! Irritado, me levanté de un salto con sus palabras retumbando en los oídos. Salí de la habitación y encerrándome en el despacho, escuché que cerraba la puerta de la casa no sin antes gritarme que no tardaría en darme cuenta que él tenía razón.
Jimena se pasó el resto de la tarde durmiendo. Usé su descanso para ocuparme de los asuntos que se habían acumulado en los días que llevaba sin pisar mi oficina. Pepe se había ocupado de todo, mis citas las había pasado para el lunes y por medio de un mensajero, me había hecho llegar los cheques que debía firmar. Enfrascado en mi despacho, conseguí dejarlo todo más o menos solucionado.
¿Todo?… ¡No! Durante ese fin de semana no me quedaría más remedio que hablar con ella y explicarle la delicadísima situación económica en que se encontraba para planear su futuro.
Reconozco que me daba terror abordar ese tema. Si despedir a un empleado ya era de por sí difícil; detallar a una amiga cuan preocupante era el escenario con el que se iba a enfrentar era un cáliz que con gusto hubiese dejado que otro bebiera.
No habían dado aún las nueve de la noche cuando subí a despertarla. Al no contestar a mis llamadas, intenté abrir la puerta pero la había atrancado. Temiendo lo peor tomé impulso y usando mi cuerpo como ariete, conseguí derribarla. Lo que vi me dejó helado. Sobre la mesilla había un vaso y un bote de pastillas vacíos. Sabía lo que significaba, grité pidiendo ayuda. Al oír mis gritos, subió corriendo la cocinera. Afortunadamente, Paula, de joven, había sido enfermera y entre los dos conseguimos que vomitara el veneno que había ingerido para suicidarse.
― Hay que ducharla― gritó mientras la desnudaba. Paralizado, sólo podía observar sus maniobras. ― ¡Ayúdeme!
Como un autómata, la levanté en mis brazos metiéndome con ella en la ducha. El agua helada la hizo reaccionar, terminando de echar los barbitúricos que todavía tenía en el estómago.
― Hay que evitar que se duerma, ¡Hágala caminar!― ordenó Paula.
Obedecí sin pensar en la imagen que estábamos dando. Ella desnuda y yo con el traje mojado, andando por la habitación. Durante media hora, la tuve en movimiento. Varias veces se me cayó de las manos, las mismas que la levanté del suelo, obligándola a incorporarse y seguir caminando.
― Váyase a cambiar― dijo mi criada al considerar que ya había pasado el peligro y percatarse del estado de mi ropa. ―Yo me quedo con ella.
Agradecí su sugerencia. Lo primero que hice fue secarme: estaba congelado. Al vestirme, no pude dejar de martirizarme con la certeza de estarle fallando a Pedro. ¡Ni siquiera había podido cuidar de su esposa durante un día!
De vuelta al cuarto, Paula la había conseguido vestir. Jimena estaba consciente pero con la mirada perdida. Sus ojos secos no podían ocultar que su corazón estaba roto y tampoco que en su interior, sangraba.
― Esta cría tiene que comer algo. Voy a la cocina y vuelvo― me explicó la mujer.
Me acerqué a Jimena, sentándome en la cama. Tenerme a su lado provocó que se desmoronara por enésima vez y que llorando empezara a decirme que lo sentía pero que no quería seguir viviendo. Quizás en otra situación o con otra persona, un tortazo hubiese sido mi respuesta para hacerla reaccionar pero al verla tan indefensa sólo pude abrazarla y acariciándole la cabeza, intenté calmarla. Resultó en vano. Cuanto más me esforzaba en tranquilizarla, más lloraba. Sus gemidos y llantos se prolongaron largo rato y ni siquiera se calmaron cuando Paula apareció con la bandeja de la comida.
Cómo la cocinera tenía razón y necesitaba comer, tuve que obligarle a cenar. Jimena se comportó como un bebé al que había que dárselo en la boca, evitando que lo escupiera y exigiéndole que tragara. No recuerdo cuanto tardé en conseguir que cenara. Al final lo logré tras muchos intentos. Con el estómago lleno, la tensión acumulada durante el día consiguió vencerla y gimoteando, se quedó profundamente dormida.
― Esta muchacha está muy mal, jefe.
― Lo sé, Paula, lo sé― respondí con mis manos sujetando mi cabeza mientras me hundía desesperado en el sillón.
Capítulo dos
― ¡No jodas!― soltó Mariana al oír de labios de esa mujer que la noche anterior la habían secuestrado: ― ¿Qué ocurrió?
La fiscal sonrió al oír el exabrupto. Tal y como había deseado, había captado toda su atención:
― Salía de trabajar y en el parking mientras estaba abriendo la puerta de mi coche, dos encapuchados sin darme tiempo a reaccionar me inmovilizaron. Tras lo cual, me metieron en la parte de atrás de una camioneta de reparto con los cristales polarizados. Pienso que eligieron ese tipo de vehículo para que no pudiese ver donde nos dirigíamos pero para serte sincera estaba tan aterrada que aunque hubiese ido en un autobús panorámico, no podría decirte con precisión a donde me llevaron.
Acostumbrada por su profesión a escuchar las violentas vidas de sus clientes, la dureza de la imagen fue lo bastante terrible para provocar en la psicóloga que un brusco estremecimiento recorriera su cuerpo e, incapaz de reprimir su curiosidad, preguntó a Isabel que era lo que había sentido:
― Creí que me había llegado la última hora. Pensé que me iban a matar. Durante la media hora que me estuvieron dando vueltas por Madrid. Supuse que alguno de los delincuentes a los que había mandado a la cárcel se estaba vengado y por eso cuando llegamos al almacén que era nuestro destino y abrieron las puertas, respiré.
― No te comprendo.
― Verás, lo primero que vi fue a Manuel Arana de pie frente a mí. Lo reconocí al instante y aunque te parezca ridículo teniendo en cuenta su sanguinario currículum, saber que nunca había tenido nada que ver con su expediente, me tranquilizó.
― Tiene lógica― contestó la psicóloga.
― Lo extraño fue su comportamiento. Nada más verme, me ayudó a salir mientras me pedía perdón por la forma en que sus hombres me habían obligado a ir a verle.
― No es raro― Mariana volvió a interrumpir. ―Él no comete errores, de forma que proyecta en personas de su entorno las posibles injusticias cometidas.
― ¿Me dejas terminar?― protestó airadamente Isabel. ― Si me interrumpes permanentemente nunca vamos a acabar.
― Perdón― masculló intimidada.
― No hay problema. Como temía una reacción violenta, le contesté que no había problema pero que se habían equivocado de objetivo porque yo no llevaba su caso y por lo tanto no poseía información que le pudiera servir.
― ¿Qué te contestó?
― El muy estúpido se echó a reír, preguntándome si no era acaso la fiscal Iglesias. Como comprenderás en ese momento, ya había perdido mi tranquilidad inicial y volvía a estar muerta de miedo. Solo pude asentir y esperar a que continuara.
Isabel Iglesias se estaba desahogando. Llevaba veinticuatro horas, tratando de asimilar lo sucedido y el exteriorizarlo le estaba sirviendo de catarsis.
― Fue entonces cuando sin parar de sonreír, me soltó que no era el monstruo que habían descrito los periódicos. Por tu experiencia: ¿Cabría la posibilidad que este hombre se entregara?
― ¡Nunca! Dicho acto entraría en contradicción con lo que él considera su misión. Debes de saber que Arana se ve como un defensor mesiánico de sus seguidores. Si se rindiera, estaría traicionándolos y lo que es más importante, traicionándose a sí mismo. Necesita la admiración continua y entregarse sería un fracaso.
― Bien, opino lo mismo pero ese loco me dijo que quería hacer las paces con la sociedad y que yo podía ser el canal por medio del cual se llevara a cabo.
― ¿No le habrás creído?
― No soy tan tonta y dudo mucho que el crea que lo soy. Por eso no comprendo sus palabras… Antes de ordenar a sus esbirros que me devolvieran a casa, dijo que no tenía prisa porque cuando lo conociera comprendería que se vio abocado a actuar así.
― Narcisista de libro― masculló la psicóloga.
― ¿Decías algo?
― Nada, pensaba en voz alta. Concuerda a la perfección con mi primer diagnóstico. Para Manuel Arana, todo el mundo que le conoce le ama. O lo que es lo mismo, si estás en su contra solo se puede deber a que no le conoces―. Sabiendo que estaba pisando suelo resbaladizo, se atrevió a preguntar: ― ¿Qué te pareció?
― Esa es la razón por lo que te he llamado. En teoría Manuel Arana es un tipo peligroso, un asesino en serie que debía de haberme repugnado estar en su presencia pero en contra de la lógica la persona que me encontré resultó ser un hombre agradable y hasta cariñoso.
― No te extrañe, esta clase de enfermos suelen tener una personalidad atrayente y en eso basan una gran parte de su éxito.
― Lo sé y eso es lo que más me cabrea. Soy una persona experimentada que capta a la primera a esta gentuza y con él, he fallado. Debería haber sentido un rechazo frontal y en cambio, incluso me ha resultado simpático.
― Eso es lo que Arana quiere. En su locura desea que sientas empatía por él.
― De acuerdo pero ¿Por qué yo?
― Estos pacientes están permanentemente en busca de reconocimiento y creen que solo pueden ser comprendidos por personas que como él sean especiales. Busca rodearse de talento y belleza y tú: ¡Reúnes esas dos cualidades!
La fantasía nunca arrastra a la locura; lo que arrastra a la locura es precisamente la razón. Los poetas no se vuelven locos, pero sí los jugadores de ajedrez.
Chesterton
El amanecer me sorprendió sentado al lado de su cama. Me había quedado dormido en la butaca. Esa noche, no quise o no pude dejarla sola con su depresión. Al despertarme, Jimena dormía plácidamente mientras el sol de la mañana iluminaba su cuerpo. Las largas horas de sueño habían hecho desaparecer las ojeras pero no así la palidez de su rostro. Debido al calor se había deshecho de las sabanas, dejando su cuerpo al descubierto. Eso me permitió observarla con detenimiento. Una mujer que solo unos pocos meses atrás era bellísima, hoy estaba totalmente demacrada. Los huesos del escote, demasiado marcados, no podían disimular la rotundidad del pecho que había vuelto loco a Pedro cuando se la presentaron. Sus piernas habían perdido sus formas, se habían transformado en dos palillos. Hasta su piel estaba como ajada, mate, sin brillo. ¡Daba pena ver en lo que se había convertido!
Decidí no despertarla y aprovechar su sueño para ducharme. Cerré las persianas para prolongar su descanso y saliendo de la habitación sin hacer ruido, me dirigí a la cocina.
Mi cabeza empezó a funcionar después del segundo café. Reconozco que me cuesta espabilarme por las mañanas; no soy persona hasta que la cafeína corre rampante por mis venas. Ya despierto me desnudé metiéndome en la ducha, no sin antes encenderme un Marlboro.
El vapor del agua, junto con el humo del cigarro, produjo ese ambiente blanquecino y translúcido en el que me sentía tan a gusto. Muchos años de costumbre diaria convierten un hábito insano en una irremplazable y apetecible rutina.
De improviso la mampara de la ducha se abrió, acabando con mi ensoñación y atónito, me encontré con Jimena frente a mí.
― Pedro, ¡Cuantas veces te he dicho lo que me molesta que fumes en el baño!― la oí decir.
Cortado por mi desnudez, me tapé rápidamente con una toalla.
― No soy Pedro― dije mientras salía envuelto en la tela ― Soy Manuel.
― ¿Dónde está mi marido?― preguntó.
En sus ojos no había rastro de tristeza, sino el enfado al encontrarse en una casa ajena sin su compañía. Noté que me flaqueaban las piernas. Para evitar caerme, me senté en la cama tratando de analizar sus palabras.
«No se acuerda», pensé al tiempo que asiéndola de un brazo le pedía que se pusiera a mi vera.
― Jimena, Pedro está muerto, ¿No te acuerdas que le enterramos ayer?― le expliqué con el tono más calmado que pude. Interiormente estaba espantado, acongojado por el equilibrio psicológico de la mujer.
Tras breves instantes de duda, la certeza del recuerdo se reflejó en su cara. El enfado se diluyó en lágrimas que intentó disimular ocultando su cabeza entre las piernas. Se sumergió en un llanto mudo, donde su respiración entrecortada y el movimiento de sus hombros eran la única manifestación del duelo que sentía. Dejé que llorara durante largo rato mientras trataba de consolarla.
Más calmada me preguntó con un hilo de voz qué iba a ser de ella. Con los ojos cuajados de lágrimas, se quejó de que ni siquiera tenía una casa donde vivir.
― Por eso no te preocupes, le juré a tu marido que me iba a ocupar de ti y eso es lo que voy a hacer― contesté con mis manos sobre las suyas, ― lo primero es que te cuides para que no me vuelvas a hacer lo de anoche.
― ¿Qué te hice?― dijo.
Antes de que le respondiera, se acordó.
― ¿Qué me pasa, Manu? ¿Por qué me olvido de las cosas?― preguntó angustiada.
― Es normal― afirmé en un intento de tranquilizarla, ― has sufrido un duro golpe pero con mi ayuda lo vas superar.
Ni yo mismo me lo creía. Su única reacción fue mirarme. En sus ojos vislumbré gratitud y amistad, pero también ansiedad y sufrimiento.
No se podía quedar postrada rumiando su dolor. Si no se movía, podía volverse loca; si es que no lo estaba ya. Levantándola de un brazo, la llevé a la cocina. Me espantaba ver lo delgada que estaba. Huesos sobre huesos. Pensando que gran parte de su estado debía deberse a la debilidad provocada por una deficiente nutrición, decidí que era imperioso que comiera algo.
El olor a café recién hecho inundaba la habitación. La figura bajita y rechoncha de Paula nos saludó con una sonrisa. En la mesa del ante comedor estaba dispuesto un magnífico desayuno, listo para que diéramos buena cuenta de él.
― ¿Cómo se encuentra hoy, la señora?― preguntó con tono alegre.
Mirándola de reojo, tuve que reconocer que era una joya de mujer y admitir que me había tocado la lotería al contratarla hace ya siete años cuando llegó de la República Dominicana con una mano delante y otra detrás. Todavía recuerdo que curiosamente lo que más me había gustado de ella era su timidez. Estaba tan asustada que fue incapaz de levantar la mirada mientras la entrevistaba. Por el aquel entonces, me jodía profundamente perder intimidad y gracias al carácter huidizo de esa mujer, pensé que no iba a tener que soportar su presencia más allá de lo meramente profesional.
― Mejor― debido a la ausencia de respuesta de Jimena, tuve que ser yo quién contestara. ― Siéntate, aquí― ordené a la viuda acercándole la silla.
Me hizo caso sin rechistar y mecánicamente, se bebió el café que le había servido pero rechazó de plano tomar ningún alimento. No tenía ganas.
Por primera vez desde su llegada a mi casa, Paula se sentó en mi mesa y regañándola con cariño, insistió:
― Tiene que cuidarse, los males del corazón se agravan con los males del cuerpo. ¡Hágame caso!, ¡Coma un poco de tostada!― le susurró mientras le metía un trozo en su boca.
Anonadado, observé cómo con una paciencia digna de encomio la negrita conseguía que se terminara el plato que le había puesto enfrente.
― Gracias― fue todo lo que pude decir. Toda la ayuda que me brindaran era poca. Nunca en mi vida había tenido una mascota, siempre había reconocido y asumido mi total incapacidad de hacerme cargo de un ser vivo, por lo que ocuparme de una mujer enferma me sobrepasaba de largo.
En ese momento, caí en la cuenta que como única vestimenta seguía llevando la toalla que me había enrollado al cuerpo al salir de la ducha. Azorado, me excusé diciendo que tenía que vestirme, que no era apropiado el estar así vestido. Con una carcajada, Paula me contestó que hacía bien en irme a vestir, porque estaba demasiado atractivo para una vieja como ella y no fuera a ser que tanta belleza, le hiciera hacer algo de lo que más tarde tuviese que arrepentirse. Ese comentario soez cumplió con su objetivo al conseguir arrancar una débil sonrisa de los labios de Jimena.
Ya solo me afeité con rapidez mientras ellas terminaban de desayunar. Fue a la hora de vestirme cuando me entraron dudas sobre que ponerme. No sabía lo que iba a hacer ese día pero lo que tenía claro era que tenía que intentar que saliera de la casa para que le diese el aire y el frío de Madrid la animara. Cogí del armario unos vaqueros y una camisa azul oscuro. «Los colores son importantes. Está de luto», medité al ponérmelos. Entretanto la cocinera, después de recoger los platos del desayuno, había subido a vestirla. Ella tampoco se fiaba de dejar a mi amiga sola. Con esa ternura que sólo las mujeres que han sido madre pueden tener, le abrió el grifo de la bañera y templó el agua para que se bañara. Jimena se desmoronó otra vez al sentir el calor del agua recorrer su cuerpo. Todo le afectaba, daba lo mismo el motivo.
― Tranquilícese― le pidió Paula y cogiendo una esponja la empezó a bañar, ― el señor no va a permitir que nada le pase. Si usted me deja, yo la cuidaré hasta que se ponga buena.
Sin esperar su autorización, lentamente le fue enjabonando la espalda. Jimena se dejó hacer, no tenía fuerzas ni ganas de oponerse. Al irle a aclarar el pelo, le pidió que se levantara. Verla en pie le permitió percibir en plenitud la extrema delgadez de su cuerpo desnudo. Era una mujer alta. Todo en ella apuntaba las penurias por la que había pasado. Tenía los brazos cruzados intentando tapar sus pechos; tentativa condenada al fracaso tanto por el poco grosor de aquellos, como por el volumen desmesurado de sus senos. No haciendo caso a la vergüenza que sentía la pobre niña, siguió lavándole las piernas dejando que se aseara ella sola su sexo.
Acercando una toalla, la envolvió en ella para secarla. Un quejido salió de su garganta, al observarse en el espejo Jimena fue consciente quizás por primera vez en meses del deterioro de su cuerpo.
― Ya engordará― le soltó sabedora de lo que sentía y cogiendo un bote de crema, empezó a embadurnarla tratando de devolverle la elasticidad perdida a su piel.
El masaje se prolongó durante veinte minutos, durante los cuales, Paula no dejó de recapacitar en la desgracia de la chica: quedarse tan joven viuda, sin dinero y teniendo como único apoyo al amigo de su difunto esposo, el cual, por muy bien que se portase no dejaba de ser un extraño. No era ni normal ni justo. «Pero la vida nunca lo es», pensó recordando a esos hijos que tuvo que dejar al cuidado de la abuela cuando emigró a España con el objeto de darles una vida mejor.
― Vamos a vestirla― le espetó de improviso y revisando su ropa, le eligió un discreto traje de chaqueta gris. ― Voy a decirle al señor que se la lleve a dar un paseo mientras yo ordeno sus cosas― y sin dejarla protestar, la peinó y poniéndole un poco de perfume, la echó del cuarto.
Estaba en el hall de entrada cuando la vi bajando las escaleras. Me sorprendió su transformación. Paula había obrado milagros, la Jimena que descendía por los escalones se parecía más a la mujer impresionante de hace unos meses que a la trastornada de hacía cuarenta y cinco minutos. Su negro pelo enmarcaba un rostro dulce donde sus ojos de color marrón realzaban su belleza.
― Estás deslumbrante.
Un esbozo de sonrisa fue mi recompensa. Nadie es inmune a un piropo, siendo además una inocua pero efectiva medicina para mejorar la autoestima. Ya sea hombre o mujer el receptor de la flor, su efecto es el mismo. Sólo cambian los adjetivos y el aspecto a realzar. No se me ocurriría decirle a un amigo: “¡Qué figura se te ha quedado!”. O a una mujer: “¡Con el ejercicio te estás poniendo cachas!”. Una mujer de cualquier edad siempre acepta de buen grado que se le diga que está atractiva y Jimena no fue diferente. Su propia pose cambió al oírme, levantando la cabeza a la vez que se incrementaba el contoneo de sus caderas.
Tuve que convencerla para salir a dar una vuelta, ella insistía en que no le apetecía y que no le importaba quedarse sola en el chalet. Sólo dio su brazo a torcer cuando poniéndome serio la amenacé con llevármela a la fuerza. A regañadientes se subió al coche. Comportándose como una niña malcriada que está haciendo un berrinche, se negó a colocarse el cinturón de seguridad y tuve que ser yo quién se lo atase e incluso quién le acomodase a su altura el respaldo del asiento.
Sin dirección fija arranqué el vehículo. Adonde no era importante, la mujer necesitaba distraerse. Las musas tuvieron piedad de mí cuando de repente se me ocurrió llevarla al zoo. Enfilando la Castellana, me dirigí hacia la M-30. Hacía un típico día de noviembre en Madrid, frío y con esa luz velazqueña de la que tanto hablan los pedantes. Jimena no había emitido palabra durante el trayecto, se limitó a mirar por la ventana, observando a las personas que andaban por la calle un sábado en la mañana. Intenté darle conversación mostrándole a los guiris que hacían cola en el museo del Prado con sus atuendos de turista y su piel enrojecida por un sol al que no estaban habituados, pero solo obtuve un gruñido por respuesta. El escaso tráfico nos permitió llegar en cinco minutos a la entrada del túnel. Justo cuando iba a entrar a esa obra faraónica de treinta kilómetros de subterráneos que vertebra la ciudad, abrigué miedo que en su estado sintiera claustrofobia y desándara el camino recorrido, hundiéndose de nuevo en su dolor. Para evitarlo, decidí ir a la Casa de campo por el exterior. Las obras inacabadas del Manzanares fueron nuestra compañía.
Lo primero que oímos al estacionar fue la risa y las peleas de los niños que hacían cola para entrar al zoológico. Con morriña, recordé a mi madre llevándome de la mano para que no me perdiera. Instintivamente, cogí la suya. Pero en este caso, no era a mí sino a ella a quien tenía miedo de perder. Lo hice como algo natural sin pensar en que parecíamos dos enamorados visitando el parque y que si alguien nos hubiera visto, hubiese podido pensar en lo pronto que nos habíamos repuesto, o lo que es lo mismo que pudiera inventarse un chisme sabroso que haría las delicias de los cotillas. Jimena, lejos de retirar su mano, me la apretó con fuerza. Para ella, ese sencillo gesto era un apoyo necesario.
Hacía muchos años que no estaba en el zoo. Como a unos críos, los animales nos hicieron olvidar momentáneamente nuestras vidas. Nos impresionó el tamaño de los elefantes, nos reímos en la jaula de los monos y nos asqueamos viendo a las tarántulas. Estábamos acercándonos donde estaban los osos, cuando una oca decidió que había invadido su espacio vital. Yo con mi despiste habitual no la vi venir y sólo cuando sentí un picotazo en mi pierna derecha, me di cuenta de la agresividad del animal. Mi rápida huida provocó la carcajada de la muchacha. Mi enfado se tornó en risa uniéndome a la suya, cuando el puñetero bicho cambio de objetivo y la atacó a ella, dándole un certero mordisco en el trasero. Era una gozada el verla reírse después de lo que había pasado.
Relajados, nos paramos en un chiringuito a comer algo. Sin preguntarle, pedí dos especiales y dos coca―colas. Nunca he sido un forofo de la comida rápida, me parece insulsa y asquerosa, pero tengo que reconocer que los llamados hotdogs son otra cosa; la combinación de pan, salchicha, cebolla, tomate y mostaza me parece una delicia. Es más, cada vez que voy a Nueva York tengo que hacer una parada obligatoria en el puesto de perritos que hay en una de las entradas del Central Park. No sé si será algo freudiano pero me vuelven loco.
Mientras nos atendían, Jimena encontró una mesa en el exterior del local donde sentarnos. La camarera fue eficiente y en menos de dos minutos nos había preparado el pedido. Con la bandeja me dirigí hacia la terraza donde Jimena me esperaba, haciéndome señas con la mano.
Me senté frente a ella.
― No tienes idea de los años que llevo sin comer uno de estos― me comentó cogiendo un perrito y metiéndoselo en la boca.
― ¿No te gustan?― pregunté extrañado, no era posible que no fueran de su agrado. No se lo estaba comiendo sino que lo estaba devorando.
Tuvo que tragar antes de contestarme, cosa que no fue fácil debido al tamaño de la porción que estaba masticando. Bebió un poco de refresco para ayudarse:
― Al contrario, me encantan. Pero Pedro, mi marido, me los tenía prohibidos― en su voz no había ni un deje de protesta, como mucho un atisbo de tristeza.
― Lo vas a echar de menos pero tienes que seguir adelante.
― Lo sé pero es que él era todo para mí― contestó casi a punto de llorar, ―desde que nos hicimos novios dejé que organizara mi vida. Él se ocupaba del día a día mientras yo únicamente vivía para cuidarle y, ahora, no está.
Su confesión me hizo recordar el extraño carácter de un amigo al que desde joven llamábamos Hassan por lo machista y celoso que era. No me extrañaba lo que me había contado; formaba parte de su forma de ser, cuadriculada y perfeccionista. Si creía que algo era perjudicial, lo apartaba sin contemplaciones de su lado. Hace años, cayó en sus manos un reportaje sobre la leche y sus efectos sobre el organismo, donde se hacía una dura crítica a su consumo y desde entonces no volvió a probarla. En cambio, Pedro era un experto enólogo. Cuando tomándole el pelo le recriminaba los perjuicios del alcohol, me rebatía enojado que por sus antioxidantes el vino era el elixir de la inmortalidad. ¡De poco le habían servido los miles de litros que se había bebido!
Volviendo a la realidad, miré a su viuda. Esta lloraba calladamente mientras se terminaba la Coca-Cola. Su soledad y la incertidumbre de su futuro me agobiaron. Me sentía responsable de ella, no sólo por la promesa realizada sino por mi tendencia a involucrarme en los problemas de los demás. Desde niño mi padre me llamaba defensor de causas perdidas.
Me levanté a abrazarla, ella necesitaba consuelo y a mí me urgía el darlo. Jimena hundió su cabeza en mi pecho al sentir que mis brazos la envolvían. Sin cambiar de postura traté de expresarle que no tenía por qué agobiarse, que no estaba sola, pero mis palabras lejos de producir el resultado apetecido azuzaron el volumen de sus lamentos. Entonces decidí callarme. De nada servía seguir hablando, sólo le hacía falta verse arropada mientras descargaba su congoja. Cuando una anciana se acercó a darnos un pañuelo con el que la muchacha secara sus lágrimas, caí en la cuenta que todo el restaurante nos miraba. Incómodo, le pedí que nos fuéramos. El zoo había perdido su magia y nos sentíamos fuera de lugar. La estridente risa de los niños se había convertido en una tortura para nuestros oídos.
Sin mediar palabra, nos subimos en el coche. Un denso silencio nos envolvía. Tratando de romperlo, encendí la radio. Cogiendo mi mano, me rogó que la apagara. No pude contradecirle. Acelerando, deseé llegar a casa cuanto antes. Al igual que a la ida, la ausencia de coches nos permitió hacerlo con rapidez.
Jimena estaba destrozada. Nada más entrar, me suplicó que la dejase sola. Traté que se tomara un té pero no pude insistirle. La puerta cerrada del cuarto no evitó que su llanto se oyera por toda la casa. Sin saber qué hacer encendí la televisión, no tanto en busca de una vana distracción sino como medio de ocultar el sonido de sus lamentos. Haciendo zapping, busqué un programa que aliviara mis propias penas pero me resultó imposible. Todas las cadenas estaban emitiendo programas basura donde unos desgraciados cuentan su inútil vida y sus frívolas experiencias. Todo ello, dentro de un ambiente de morbo y degradación. Cabreado, la apagué. Bastante mierda me rodeaba para que esa bazofia me jodiera aún más.
En ese momento, entró Paula por la puerta y acercándose a mí, en voz baja me preguntó dónde estaba la muchacha. Al contestarle que en su cuarto, respiró pidiéndome que la acompañase a la habitación donde estaban las pertenencias de Jimena que acababan de llegar. Tanto misterio, picó mi curiosidad y como un perrito siguiendo a su ama, fui tras de ella.
No tardé en saber que era aquello que tanto la incomodaba:
― Señor, quiero mostrarle algo― hizo una pausa antes de continuar,― cuando ustedes salieron, estuve ordenando la ropa de su amiga y al terminar, bajé a ver si algo de lo que estaba en esta habitación le podía ser necesario. ¡Mire lo que me encontré!― dijo señalando dos cajas.
Con sensación de cotilla, de estar violando su privacidad, abrí la primera de ellas. Me quedé de piedra al encontrarme un completísimo instrumental de práctica sadomasoquista. No faltaba nada, esposas, bozales, látigos y muchos otros aparejos cuyo uso no quería siquiera imaginar. Avergonzado por mi descubrimiento, cerré la caja. No podía creer que Pedro y Jimena fueran aficionados a esa clase de depravación. Tratando de quitar importancia al asunto, expliqué a mi cocinera que en algunas parejas el sexo duro era normal; que era un modo de entender la sexualidad como cualquier otro. Lo que no me esperaba fue la reacción de la mujer. Sin decirme nada, abrió la segunda caja. Por su actitud, debía ser algo peor aún pero al echar una ojeada a su interior no vi más que objetos inútiles, cuya función si es que la tenían desconocía por completo.
Asumiendo mi total ignorancia al respecto, dijo:
― Todo esto forma parte de los útiles de un brujo.
Si hubiera visto un burro volando, me hubiera extrañado menos que sus palabras.
― ¿Estás insinuando que Jimena, mi amiga, es una bruja?― enojado, repliqué.
― No señor, ella no. Fíjese― insistió señalando un bastón ― es una vara de brujo. En mi país es un símbolo de poder masculino, sólo lo pueden usar los bokors, nunca una mujer.
― Entonces Pedro era un bokor― le contesté sin poder evitar una sonrisa y sin saber con seguridad que significaba ese término.
― No se lo tome a risa― estaba indignada por mi incredulidad,― los bokors son hechiceros que controlan a demonios y que siembran el mal por donde pasan. ¿Sabe Dios, que le ha hecho pasar a esta pobre niña?
― Por favor, Paula, ¡Eso son sólo supersticiones! Debe de haber otra explicación. Seguramente coleccionaba estos chismes como mera diversión. Te puedo asegurar que mi amigo no era un brujo ni nada que se le pareciese.
― Ojalá tenga usted razón― contestó entre susurros y persignándose, cerró la caja, ― pero si es verdad lo que pienso y era un bokor, con su muerte se han liberado los malignos.
Masoquismo, brujería, seguía sin cuadrarme porque de ser así nunca había llegado a conocer a la persona que consideraba un hermano. Ahora no era el momento de preguntar a Jimena. Si quería ayudarla, nada se debía interponer entre nosotros y quizás al saberse descubierta, al estar al corriente que conocía esa oscura afición, eso pudiera convertirse en una barrera imposible de franquear.
― Paula, te voy a pedir que no le digas nada a la señora. No quiero que piense que hemos revisado sus cosas sin su consentimiento.
― No se preocupe― escuché su contestación.
Lo habría negado pero estaba intranquilo por todo lo que había visto. Saliendo de la habitación, me fui directamente al despacho y tras encender el ordenador, me metí en Internet con el propósito de averiguar algo sobre brujería.
Cuanto más me informé, más ridículo me pareció todo. Nadie en su sano juicio podría creer en esas memeces y menos una persona cultivada y educada en el mundo occidental. Todo lo que leía era producto del analfabetismo y la incultura. Zombis, almas encadenadas, ron y mujeres. Chorradas para incautos y turistas que desgraciadamente muchas personas creen. Negocio para gente sin escrúpulos, una forma como otra cualquiera para explotar la incultura. Pero aun así, algo me seguía reconcomiendo y proseguí leyendo. Así me enteré de la diferencia entre houngan y bokor. Lo que simplificando podría ser “mago blanco” y “mago negro”, aunque tal distinción es absurda en el culto vudú. Tanto unos como los otros utilizan la misma magia, siendo la única discrepancia sus fines. A los bokor se les define como seres intrínsecamente perversos, cuya existencia está dirigida a la dominación de los que le rodean.
Seguía todavía absorto en la lectura, cuando escuché que Jimena salía de su habitación. Como no quería que me pillara leyendo sobre ese tema, me salí de las páginas sobre ocultismo entrando en las de un periódico.
― ¿Qué haces?― preguntó.
― Nada, leyendo que ha ocurrido por el mundo. Últimamente todo son malas noticias, ya sabes la crisis…― contesté apagando el portátil.
Mi amiga me dijo que tenía ganas de salir a pasear. La casa le agobiaba, por lo que fuimos a dar una vuelta para distraernos. Durante el paseo, le pregunté por su infancia. Aunque conocía a esa mujer desde hacía muchos años, no sabía nada de sus padres, solo que habían muerto hace tiempo. Esa tarde, me contó que su viejo había sido militar de carrera y que aunque había nacido en Madrid, toda su niñez la pasó deambulando de una ciudad a otra sin domicilio fijo, dependiendo de los destinos que tuviese su padre en cada momento. De su madre no se acordaba, murió siendo ella un bebé, por lo que nunca tuvo una figura materna, como mucho y tras un gran esfuerzo conseguía recordar breves atisbos donde una mujer de pelo largo la cuidaba. Al darme cuenta que esa conversación empezaba a transcurrir por malos derroteros, cambié radicalmente de tema preguntándole si tenía frío. Jimena, con una sonrisa cómplice, me dijo que no hacía falta que me preocupara tanto. Según ella, todos los recuerdos de esa época eran felices y que, lejos de entristecerla, le servían para seguir adelante. Podía estar dolida, jodida y echa papilla pero era una mujer inteligente.
Ya de vuelta, estaba anocheciendo. El sol en el ocaso coloreaba el cielo dándole una tonalidad rojiza. Siempre me había encantado ese fenómeno:
― Mira la puesta de sol.
Noté como la angustia recorría su cuerpo. Angustia que me contagió al escuchar su respuesta:
― Parece sangre.
No me había fijado pero en ese instante las nubes asemejaban una herida que se derramaba en un gran charco formado por el horizonte. La dureza de esta visión, me incomodó. Como estábamos cerca del chalet, acelerando el paso, busqué el familiar cobijo de sus paredes.
Recibí con alegría el olor que provenía de la cocina. Durante nuestra ausencia, Paula nos había preparado la cena y sin apenas quitarnos los abrigos, nos sentamos en la mesa. La caminata me había abierto el apetito por lo que aplaudí efusivamente la llegada de la negra con la sopera. Sin hacer caso a los reproches de Jimena, ordené que nos sirviera bastante a los dos.
― Está claro que me quieres cebar― protestó.
― Estás demasiado delgada y algo de chicha no te vendría mal― contesté bromeando cuando sonó el teléfono.
Disgustado me levanté a contestar. Resultó ser mi secretario para recordarme las citas y demás asuntos que tenía ese lunes. Con su perfeccionismo habitual me entretuvo durante cinco minutos. José es una máquina que en cuanto se pone a funcionar no para.
― Pepe, ¡Estoy cenando! ¿Algo más?― protesté. Por mi tono supo que me había importunado su interrupción y disculpándose se despidió.
Al volver al comedor, Jimena no había probado la sopa.
― Come― le pedí, ― se te debe de haber quedado helada.
― Te estaba esperando― comentó apenada.
― Gracias pero no hacía falta. Ahora come― dije mirándola con curiosidad. En ella había una tensión que no comprendía, seguía sin hacer siquiera intento de llenar su cuchara. Con gestos le azucé que comenzara.
Sus ojos se llenaron de lágrimas:
― No puedo hasta que tu empieces.
Comprendí que era algo condicionado, físicamente se sentía incapaz. Pedro le había enseñado que siempre el primero que debía comenzar era el señor de la casa y ahora esa figura era yo. Por mucho que intenté romper ese hábito diciéndole que era una tontería, no pude. Me parecía inaudita la forma en la que el que consideraba mi mejor amigo se había comportado con su mujer. No era sólo machismo de la peor especie, era sumisión, pura y dura. Sabiendo que era una lucha a medio plazo, probé el guiso. La tirantez desapareció de su rostro y empezó a comer.
No habló durante el resto de la cena. Se sentía avergonzada. En su fuero interno, debía de saber lo grotesco de su postura. Yo, por mi parte, seguía perplejo:
«El dominio ejercido sobre esta mujer debió de ser brutal», pensé recordando las cajas que habíamos descubierto, « no puede seguir así, tengo que explicarle que eso se había terminado».
Desde la adolescencia había sido un golfo, un mujeriego siempre dispuesto a la conquista de un nuevo trofeo pero jamás había considerado a una mujer como un objeto merecedor de ser encerrado en una vitrina con el único propósito de ser observado y valorado como una obra de arte.
Estábamos tomando el café, cuando conseguí armarme de valor y le dije:
― Jimena, tenemos que hablar.
― Estoy muy cansada, ¿Podemos dejarlo para mañana?― la amargura impregnada en su contestación me convenció a la primera. Suficientemente dolorosa era su cruz para que yo le añadiera otro clavo, insistiéndole.
― Claro, no urge― respondí.
Aunque hubiese podido forzarla, no quise que en su mente me viera como un ser injusto que se quería aprovechar de su estado.
«Menos mal que no soy padre», medité viendo a la muchacha levantarse, «me tomarían el pelo sólo con soltar una lágrima de cocodrilo o con darme un besito con abrazo de oso. Siempre me he reído de las mujeres por eso y ahora me doy cuenta que soy igual».
Desde mi silla, observé como Jimena se despedía de Paula diciéndole que se iba a la cama. La cocinera, maternalmente, le dio un beso en la frente, deseando que pasara una noche tranquila.
― Necesita descansar.
Con paso cansino, salió del comedor, subiendo por la escalera. Parecía que tuviera miedo a la noche. La perspectiva de tener que hablar conmigo sobre Pedro y reconocer el grado de sometimiento que había llegado a alcanzar durante su matrimonio, la empujaba a irse contra su voluntad.
Me había quedado solo, como tantas otras noches pero en esta ocasión la soledad me incomodó, por lo que decidí hacer un poco de deporte que mantuviese mi mente ocupada. En mi habitación tenía una bicicleta estática. Desde hacía años, había tomado la aburridísima costumbre de ejercitarme mientras ponía la tele durante al menos una hora todas las noches, haciéndola coincidir con la noticias. Esa noche mientras me dirigía hacia mi cuarto, pasé por delante de la habitación donde dormía la muchacha. La puerta estaba abierta. Jimena debía de estar en el baño. Sobre su cama, perfectamente colocado estaba el camisón que esa noche se disponía a usar. Aunque no llegué a verla, supuse que estaba bien.
Después de ponerme una camiseta y un pantalón corto, empecé a pedalear tranquilamente. Sentí que era el ejercicio lo que necesitaba para relajarme. La monotonía de las pedaladas me permitía concentrarme en mis pulsaciones. Un viaje introspectivo, durante el cual fui notando cómo evolucionaba mi respiración, como mis poros se abrían, permitiendo que mi cuerpo se liberara con la sudoración. Una vez superada esa fase inicial, incrementé la resistencia. Cada uno de los giros de la rueda era una empinada cuesta que vencer. El sudor me caía a chorros, la camisa empapada se pegaba a mi espalda y mis pulmones absorbían el esfuerzo en profundas bocanadas.
En ese momento, supe que estaba acompañado.
Al girarme, vi a Jimena de pie bajo el marco de la puerta sin atreverse a entrar. Se notaba que se había duchado. Su pelo, todavía húmedo, mojaba el camisón casi transparente que se había puesto. Era una visión provocadora, con su escote dejándome entrever las pronunciadas curvas de sus pechos. La luz del pasillo al atravesar la tela, me mostraba su silueta desnuda, convirtiéndose en copartícipe involuntaria de mi lujuria. No sé cuánto tiempo estuve contemplándola, estudiándola de arriba a abajo, deteniéndome en su cuello, en la forma de sus hombros. Pude observar como sus pezones se endurecían al notar la caricia de mi mirada. Adiviné por su tonalidad oscura el inicio de su sexo. Iba descalza. Las uñas de sus pies pintadas de rojo resaltaban con la blancura de su piel.
Incómoda al saberse estudiada pero sobretodo deseada, rompió el silencio:
― Disculpa, venía a decirte que me iba a la cama― me dijo a la vez que con sus labios me daba un beso en la mejilla.
Un beso casto que estuvo a punto de hacerme perder la razón. Faltó poco para, que estrechándola entre mis brazos, la hubiera despojado de su ropa y allí mismo me lanzara entre sus piernas haciéndole el amor. Algo en ella me atraía, me volvía loco. Solo el pensar que era la viuda de mi amigo recién enterrado me detuvo. Excitado, le di las buenas noches. Mi mente me felicitaba por no caer en la tentación, al contrario que todo mi cuerpo que se rebelaba presionando las costuras del pantalón. Algo me estaba cambiando en lo más profundo, el deseo no me permitía respirar.
«No soy un hijo de puta», pensé. Nada de eso era lógico. Asustado por lo que representaba, repasé mentalmente que me podía haber llevado a esa situación sin encontrar respuesta. ¡Jimena nunca me había atraído!. Buscando una explicación plausible, decidí que quizás solo era el morbo a lo prohibido o por el contrario que desaparecido Pedro estuviera aflorando una atracción oculta durante años por ella. Con estos pensamientos torturando mi mente, me metí en la ducha.
Nada mejor que el agua fría para calmarme. Recibí su helado abrazo con impaciencia, las gotas iban cayendo y apaciguando mi calentura. Poco a poco el tamaño de mi pene volvió a la normalidad pero el fuego seguía ardiendo dejando bajo una estrecha capa de ceniza, rescoldos que cualquier gesto podía avivar convirtiendo mi cuerpo en un incendio.
Disgustado conmigo mismo, me acosté tratando que el sueño me hiciera olvidar ese mal rato. Pero lejos de sosegarme, no dejé de recibir en mi cerebro imágenes de Jimena haciéndome el amor. Imágenes donde sumisamente me provocaba, mostrándose y exigiéndome que hiciera uso de ella como hembra. Como si estuviera en el cine por mi imaginación se emitían pequeños episodios. En ellos, me llamaba a su lado pellizcándose los pezones o insistía en que la atara a la cama mientras se introducía toda mi extensión en la boca. Sin poderme aguantar, mi mano se apoderó de mi sexo y en un alarde onanista, liberé mi tensión derramándome sobre las sábanas.
No recuerdo si había conseguido quedarme dormido o no, cuando un grito sobresaltó la quietud de la noche. Saltando de la cama, corrí hacia su cuarto pero nada más salir de mi habitación, me quedé paralizado. La viuda de mi amigo, la mujer que en mi imaginación acababa de hacerme el amor, yacía acurrucada en el rellano de la escalera. Aterrorizada, no dejaba de balbucear incoherencias. Daban miedo sus ojos, colmados de locura y sin vida. Al acercarme a ella, pisé algo líquido. Líquido que descubrí asqueado que brotaba de sus piernas, creando un charco en la alfombra.
Impresionado, cogí a Jimena entre mis brazos. Fuera lo que fuese que hubiese soñado esa mujer, produjo en ella un pavor inexplicable.
― ¡No dejes que vuelva!― fue todo lo que conseguí entender de sus palabras antes que se desmayara.
De no haberla agarrado, se hubiese caído al suelo. Como un peso muerto la deposité sobre mis sabanas. Tratando de auxiliarla, busqué un camisón seco que ponerle. Mi atracción había desaparecido y sólo la urgencia motivó que la desnudase para cambiarla. En sus pechos descubrí marcas de mordiscos que podía jurar ante un juez una hora antes no estaban. Era como si hubiese sido atacada por un salvaje. Cogiendo una esponja mojada, fui limpiando sus heridas mientras ponía en orden mis ideas. Las señales de dientes eran claras, era imposible que ella se las hubiese podido haber auto infligido. Desconocía su origen, quizás Jimena estuviera somatizando sus traumas y que estos solo fueran una forma física de sus dolencias psicológicas, pero nadie me podía negar su existencia:
¡Los mordiscos estaban allí!
Mientras tanto, mi amiga se mantenía en un duermevela, interrumpido frecuentemente por gemidos de angustia que no la llegaban a despertar pero que tampoco permitían que profundizara en el sueño. Aprovechando un momento de quietud en el que parecía que se había dormido, fui en búsqueda de Paula.
Hasta esa noche nunca había entrado en su cuarto, por lo que dudo si fue mayor su sorpresa por encontrarme allí en su puerta o la mía al verla rezando ante un pequeño altar casero realizado a base de imágenes de santos.
― ¡Ven! ¡Te necesito! ― fue todo lo que alcancé a decirle mientras tiraba de ella.
No hallé asombro en sus ojos mientras le explicaba lo sucedido, sino la confirmación de sus peores temores. Al llegar a la habitación, como un médico examinando a una paciente revisó las marcas de mordiscos y pidiéndome ayuda para darle la vuelta, descubrió que también las tenía en espalda y glúteos. Cuando hubo acabado, salió de la habitación, volviendo instantes después con una vela blanca.
― ¿Qué haces?― pregunté alarmado.
Haciendo caso omiso a mis palabras, se arrodilló frente a la muchacha y mientras rezaba en un idioma extraño para mí, encendió la llama. Sólo cuando la luz de la vela ya iluminaba la estancia, se giró para contestarme:
― Tranquilizarla― respondió extrañada de que no supiese interpretar sus actos.
Volví mi cabeza para observarla. Jimena se había hundido en un sueño sosegado. En su cara había desaparecido la rigidez y con gesto sereno, dormía como una niña. Lo sorprendente fue cuando abriendo su escote, Paula me mostró que no quedaba rastro de las señales que tanto me habían asustado. No podía ser real, ¡La piel de sus pechos volvía a tener un aspecto sedoso! ¡Nada quedaba del maltrato que habían padecido!
― Parece cosa de magia― murmuré sin atreverme a alzar la voz.
― Es magia, blanca pero magia― contestó señalándome el pasillo para que saliera de la habitación.
Fui tras ella. Siguiendo sus pasos, pude ver como entraba en el cuarto de invitados olfateando el aire en búsqueda de no tengo ni idea qué vestigio o resto. Deshizo la cama, estudiando las sabanas. Entró en el baño, encendió la luz, escudriñándolo todo. Sin Hacer ruido, cogió una escoba y barrió concienzudamente todas las estancias. Parado en la puerta, sin adivinar la razón de sus acciones, comprendí que de alguna forma estaba tratando de averiguar que le había pasado a la mujer y que no me iba a quedar más remedio que convertirme en un mero espectador de lo que de ahora en adelante pasara en mi casa.
Acto seguido, me preguntó dónde me la había encontrado.
― Ahí, en el centro del pasillo― expliqué.
Fue al lugar exacto donde le había señalado y mojando sus dedos en el charco todavía caliente, se los llevó a la boca. De no haber sido por lo aterrorizado que estaba, no hubiera podido resistir la repugnancia de verla saboreando los orines. Ya nada me escandalizaba por lo que no me pareció raro que me pidiera que me sentara con ella en el suelo y que le explicara con pelos y señales todo lo que había ocurrido.
Tomando aire, empecé con mi relato sin atreverme a ocultarle nada. Le conté con gran vergüenza que, mientras estaba haciendo ejercicio, había entrado Jimena en mi cuarto y que su sola presencia me había excitado hasta lo indecible. Incapaz de mirarla a la cara, le reconocí que no estaba seguro de cómo había conseguido refrenar mis impulsos, que todo mi ser me pedía desnudarla y sin tomar en cuenta su estado, hacer uso de su cuerpo. Paula se mantuvo callada, escuchando sin interrumpirme. Su rostro reflejaba no solo concentración sino un claro conocimiento de lo que le estaba contando. Al terminar mi relato, me hizo repetir la frase que había llegado a entender de sus balbuceos. Cuando llegué al final de mi exposición, ella se quedó pensando un momento antes de contestar:
― Señor, no me pida que le explique ahora lo que ha ocurrido, debemos descansar para que mañana tengamos fuerzas pero mientras tanto póngase esto― me ordenó a la vez que se quitaba su medalla.
La recogí de sus manos sin protestar. Podía ser una locura pero, en cuanto la toqué, me sentí seguro y haciéndole caso me la puse, no sin antes jurarle que por ningún motivo me la iba a quitar. Dio la impresión que había quedado satisfecha con mi respuesta. Susurrándome al oído, me pidió que me fuera a la cama de inmediato y canturreando una triste melodía por el pasillo, me dejó solo.
Como Jimena estaba durmiendo en la única cama del cuarto, no me pareció apropiado el acostarme a su lado, tenía demasiado reciente mi reacción y temí que si compartía su lecho, ésta se volviera a repetir y no pudiese hacer nada por pararla. Cogiendo mi almohada y una manta, hice lo único que podía permitirme, tumbarme en el suelo a dormir.
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Relato erótico: “LA FÁBRICA (11)” (POR MARTINA LEMMI)
Quedé helada y muda; un gritito de horror se ahogó en mi garganta sin llegar a salir.
“Jaja – rió Evelyn -. Vamos, Ro, no te hagas la tonta. Bien sabés lo que es eso…”
Rocío giraba en su mano el objeto de forma de falo como buscando apreciarlo desde todos los ángulos; lo miraba con expresión intrigada y rostro ceñudo.
“Te juro que no sé lo que es” – dijo sacudiendo su rubia cabellera.
“Jaja, qué boluda que sos… Digamos que es un juguetito con el cual entretengo a Luchi”
“¿Luchi? ¿El hijo de Di Leo?” – preguntó Rocío abriendo grandes los ojos.
“¿Cuántos Luchi conocés, tarada?”
Rocío quedó en silencio; seguía inspeccionando el objeto.
“¿Y… qué le hacés con esto? ¿Por qué tiene forma de pija?”
“¡Porque es un consolador, pedazo de pelotuda!”
La expresión de asombro en el rostro de Rocío aumentó. Pareció como si sintiera una súbita repulsión y hasta estuvo a punto de dejar caer el objeto sobre el escritorio, pero lo mantuvo entre sus dedos a pesar de ello.
“¿Un consolador? – preguntaba, con los ojos saliéndosele de las órbitas -. ¿Y… se lo metés en el culo?”
“Jaja, sí tonta… Es un hombre, ¿dónde sino?”
“Y… ¿a él le gusta?”
“Le en-can –ta – remarcó Evelyn -. Yo hice que le gustara, jiji… aunque eso es algo que en la mayoría de los hombres está latente. Mueren por tener una pija enterrada en el culo. Alguna vez leí en internet que durante los primeros meses del embarazo el sexo no se define y hasta entonces todos los nonatos son básicamente mujeres. El sexo masculino se define más tarde… y a mí me parece que algo de nenita siempre les queda, jeje”
“¿Vos decís?” – preguntó Rocío, volviendo su atención hacia el objeto que tenía en mano.
“Es así”
La rubia se mantuvo en silencio. De pronto su rostro pareció iluminarse.
“¿Y no le podemos meter esto en el culo?” – preguntó de sopetón.
“¿A quién?”
“A ella” – señaló hacia mí; el peor de mis temores comenzaba a confirmarse. Otra vez el helor recorriéndome la espalda.
“Jaja… ¿A Sole? ¿A nadita? – carcajeó Evelyn -. ¡Nena! Al final sos más perversa que yo…”
“¿No estaría bueno?” – preguntaba Rocío, quien no reía en absoluto sino que parecía hacerse cargo de su plan con absoluta seriedad.
Se produjo un silencio de algunos instantes durante los cuales yo no sabía cómo contener ni mi ansiedad ni mis nervios.
“La verdad que es… una excelente idea – dijo finalmente Evelyn, con la cadencia propia de quien está pensando -. Brillante idea, Ro. No me arrepiento en absoluto de haberte pasado el control de las cuentas más fuertes que tenía nadita…”
Las palabras eran tanto o más lacerantes que los actos o los sádicos planes de ambas. Supe que mi suerte estaba definitivamente sellada desde el momento en que a Evelyn le había gustado la idea de su amiga. No tenía más remedio que entregarme a lo que vendría. Apoyando las palmas de sus manos sobre mis nalgas, Evelyn tiró de ellas hacia afuera de tal modo de separarlas y dejar al descubierto mi orificio anal.
“Ya está la puerta abierta; que pase el invitado…” – dijo Evelyn en un tono de sorna que sonaba casi diabólico.
Sentí de inmediato cómo la punta del objeto se apoyaba sobre mi orificio y, acto seguido, ingresó sin piedad dentro de mí. Rocío era totalmente inexperta: se movía como una adolescente descubriendo el placer por las cosas nuevas, pero no tenía ni la experiencia ni la más mínima idea acerca de cómo hacer esas cosas. No jugueteó en absoluto ni mucho menos lubricó; no se dedicó a ir dilatando los plexos poco a poco: simplemente entró, como una chiquilla torpe y ansiosa…
Mi grito de dolor hendió el aire; crispé los puños y pataleé.
“Jaja – rió Evelyn -. ¡Ro, sos una bestia! ¿Cómo le vas a entrar así?”
Su amiga, sin embargo, no parecía oírla o bien estaba tan fascinada por el nuevo juguete que seguía adelante sin ningún miramiento. Lo hizo girar dentro de mí y el dolor fue tan grande que mi cuerpo se retorció por completo; creo que eso la debió haber excitado ya que insistió particularmente en ese movimiento y lo repitió una y otra vez, primero en el sentido de las agujas del reloj, luego en contrario. No sé durante cuánto tiempo estuvo haciéndome eso y, aun cuando Evelyn la regañó varias veces, no se detuvo; los retos de Evelyn, de todos modos, daban más impresión de burlarse de mí que de buscar realmente detener a su amiga.
“¿Cómo lo estás pasando, nadita? – preguntó súbitamente Rocío alzando el tono de su voz; la desconocía por completo -. ¿Bien? Así me gusta. Te voy a dejar de tal forma que no te vas a poder sentar a tu escritorio por varias semanas, jiji… Abrile más el culo Eve, que a esta zorra le voy a meter la caquita para adentro”
Eve no repuso absolutamente nada. ¿Qué esperaba yo después de todo? Por el contrario, soltando una risita, abrió más aún mis plexos haciendo que el consolador entrase por completo y, por supuesto, un nuevo alarido brotara de mi garganta.
Cuando todo hubo terminado, yo casi no podía dar un paso. Había sido azotada y luego penetrada; el dolor era tanto que no me permitía casi caminar erguida y mis rodillas se doblaban todo el tiempo. A duras penas conseguí llegar hasta la puerta y salir de allí una vez que Evelyn nos ordenó, tanto a Rocío como a mí, que volviéramos al trabajo.
Una vez en el pasillo, la rubia ni siquiera me dedicó una mirada: simplemente echó a andar en dirección hacia la zona de escritorios. Yo permanecí en el lugar apoyada contra una de las paredes. El dolor era realmente terrible. Miré hacia la puerta de la oficina de Hugo. ¿Qué debía hacer? Luciano me había manifestado, en algún momento, que ni él ni su padre eran afectos a los castigos corporales y, de hecho, en ello había radicado el conflicto con Luis luego de que yo fuera azotada. Caminando como pude me acerqué hasta la puerta y apoyé la mano sobre el pomo; planeaba, incluso, entrar sin golpear a los efectos de que Hugo fuera puesto rápidamente al corriente de lo ocurrido. ¡Dios! No soportaba el dolor en mis nalgas. De pronto recordé el ungüento y pensé en lo bien que me vendría en ese momento; e inevitablemente, ello me llevó a pensar también en Luciano. ¿No sería mejor acudir a él antes que a Hugo? Lo que me detenía era el choque de sensaciones y sentimientos que se libraba en mi interior pues, de ser cierto lo dicho por Evelyn, Luciano había abogado por mi despido.
Mi cabeza estaba hecha un matete; no sabía qué hacer: por lo pronto, lo único que sabía era que necesitaba hablar con Luciano ya fuera para ponerle al tanto de lo ocurrido en la oficina de Evelyn o para, simplemente, mandarlo a la mierda como hijo de puta que era. Solté el pomo de la puerta y miré hacia el final del pasillo en dirección a la planta. ¿Estaría Luciano allí? Me detenía el hecho de que yo jamás había estado en la planta y no sabía realmente cómo podría caer el hecho de ir allí por cuenta propia y sin orden alguna ni autorización.
Me encaminé hacia el final del pasillo, en dirección contraria a la que había tomado Rocío. Caminaba de un modo casi quebradizo como si mis piernas fueran a ceder de un momento a otro y sabiendo que mi culo debía estar rojo como un tomate. Al llegar al límite, abrí la puerta y, súbitamente, me hallé en un mundo nuevo: era como haber cruzado a través del ropero hacia Narnia pero infinitamente más perverso…
Equipos, máquinas, cintas de embalar, cintas transportadoras: ¿qué otra cosa esperaba encontrar? Claro, obreros, por supuesto, y los había por donde mirase. No puedo describir la expresión generalizada en sus rostros al verme allí, luciendo una falda tan corta. No sólo me devoraban sino que además me penetraban con ojos lascivos y llenos de lujuria. Fue entonces cuando tuve la horrible sensación de haber dado un paso equivocado al haber ido a la planta: aquel lugar no era, por cierto, un sitio en el cual fuera grato estar. Estaba a punto de girarme y alejarme rápidamente de allí aun a costa de que mi defectuosa marcha les brindase a la vista el espectáculo de mis cachas. Y en eso se me apareció Luciano…
Salió de entre los operarios como si hubiera sido uno más de ellos y, de hecho, yo no había notado su presencia en el lugar. Su semblante lucía desencajado por el asombro; se acercó para hablarme en voz baja:
“¡Soledad! – me susurró entre dientes -. ¿Qué… estás haciendo acá?”
Yo seguía aterrada mirando en derredor hacia todos aquellos tipos que, habiendo suspendido momentáneamente sus labores, me miraban tal como lo haría una jauría de lobos famélicos. Resultaba loco y paradójico que, ante tal panorama, necesitase yo de la ayuda de Luciano, quien había tenido hacia mí un comportamiento horrendo y miserable. Lo miré…
“Necesito el ungüento” – le dije.
Luciano miró nervioso en derredor y, rápidamente, me tomó por un brazo para acompañarme fuera de la planta. Yo caminaba mal y no tengo la menor duda de que, apenas me giré, mis nalgas quedaron a la vista de todos. Poco después recorríamos el pasillo.
“Vamos a la oficina de mi viejo – dijo él -. No está”
Ingresamos, en efecto, a la oficina de Hugo Di Leo y pude comprobar que no había nadie, lo cual convertía en inútil mi plan de unos minutos antes. Recién cuando estuvimos adentro, Luciano me soltó el brazo y se encaró conmigo; en la expresión de su rostro se conjugaban su curiosidad por saber acerca de lo ocurrido y su furia por haberme yo presentado en la planta de ese modo. Fue lo primero que me recriminó, de hecho:
“¿Te volviste loca? ¿Cómo se te ocurre caer así en la planta? ¿A qué fuiste?”
“Te estaba buscando” – respondí.
“No se te ocurra volver a hacerlo. No andes detrás de mí: me puede traer problemas, ¿me entendés? Mi esposa me tiene desconfianza y si nos ve con tanto secreteo, en fin…”
Oyéndole, pensaba que si su esposa desconfiaba no era sin justa razón; volvió a campanillearme por un segundo en el cerebro aquel plan que yo había tenido de ponerla a ella al tanto de lo que él hacía en la fábrica, pero alejé, de momento, la idea de mi cabeza: no había ido en busca de Luciano para eso.
“¿Qué pasó?” – me preguntó.
A pesar de todo lo que lo odiaba, algo me hacía subir y bajar el pecho cuando estaba frente a él y, en ese momento, justamente, me di cuenta de cuánto lo había extrañado todos esos días y, por principio transitivo, de cuánto me habían dolido sus engaños y traiciones. Era tal mi estado de conmoción y confusión que no lograba articular una palabra. Impaciente, Luciano giró sobre mi espalda y me levantó la falda.
“¿Quién te hizo esto?”
Ése era mi momento. Recordaba perfectamente cuánto se había molestado al enterarse del exceso de atribuciones que se había tomado Luis al azotarme en las nalgas. El caso de Evelyn era incluso peor ya que ella era allí tan sólo secretaria y no jefa. Contarle a Luciano lo ocurrido podía significar abrir el camino para librarme de ella y volver a poner las cosas más o menos como estaban antes; incluso, y en parte me odiaba por pensarlo, se me cruzaba la idea de recuperar la confianza de Luciano y, recíprocamente, volver a confiar yo en él.
“Evelyn me golpeó” – dije, fríamente y casi sin deje alguno de emoción en la voz.
“¿Qué hizo qué?” – preguntó incrédulo, elevando la voz y arrugando por completo todo su rostro.
“Me… azotó, del mismo modo en que lo hiciera Luis en su momento”
Con gesto de perplejidad, se llevó una mano a la cabeza y se restregó la sien, a la vez que comenzaba a ir y venir nerviosamente por la oficina.
“No lo puedo creer. No puedo creerlo – repetía incesantemente -. Esta fábrica parece una gran cañería en la que uno repara en un sitio y al instante comienza a perder por otro. ¿Y por qué lo hizo?”
“Dijo que… era un castigo. Además llamó a Rocío y entre ambas me… penetraron por la cola con un consolador”
“¿Me estás jodiendo? – rugió Luciano a grito partido -. No lo puedo creer, insisto. ¡Esa mina es una enferma!”
Por dentro sonreí, pero busqué no exteriorizarlo. No debía demostrar a Luciano que me estaba alegrando de que mi plan de hacer echar a Evelyn pareciera, por el momento, ir sobre ruedas.
“¡Vamos ya mismo a hablar con ella! – bramó volviendo a tomarme por el brazo; le aparté la mano con delicadeza.
“Luchi…” – dije.
Se giró hacia mí notablemente sorprendido. ¿Debía yo decirle que Evelyn ya me había puesto al tanto de que el plan de él era sacarme de en medio? Me moría, por supuesto, de las ganas de hacerle saber que yo lo sabía, pero debía ser inteligente y morderme la lengua.
“¿No me vas a aplicar el ungüento?” – le pregunté haciendo una caída de ojos que, claramente, lo dejó turbado.
Se quedó durante un rato mirándome fijamente; seguía nervioso pero alguno de los tantos colores que había tomado su rostro parecía estar mutando. Echando un vistazo en derredor, buscó con la mirada el pomo de ungüento y, una vez que lo ubicó, fue por él.
“Date la vuelta” – me dijo.
Me giré y, de inmediato, volví a sentir el roce de las yemas de sus dedos masajeando las redondeces de mis nalgas. ¡Cuánto había extrañado eso! De hecho, había llegado a pensar que no experimentaría esa sensación nunca más. Cerré los ojos y me entregué al momento; de pronto fue como si todos los dolores se alejaran…
Una vez que, para mi pesar, hubo terminado con su trabajito sobre mi cola, me tomó ya no por el brazo sino por la mano y prácticamente me arrastró fuera de la oficina y luego en dirección hacia la de Evelyn. Irrumpió intempestivamente y sin llamar; ella estaba allí, al otro lado del escritorio y no pareció turbarse en demasía por lo inesperado de la irrupción: por el contrario, se mantuvo serena.
“¿Qué ocurrió con esta chica?” – preguntó, enardecido, Luciano, mientras levantaba mi mano entrelazada con la suya. Por dentro, yo lo estaba viviendo como un triunfo.
Evelyn, en tanto, sólo atinó a encogerse de hombros y fruncir la boca.
“¿Con nadita? – preguntó -. ¿Por…?”
“Por esto “– espetó él al tiempo que me hacía girar por completo para levantar mi falda y enseñar mi cola enrojecida.
“Ah, eso… – dijo desdeñosa Evelyn -; recibió un castigo simplemente”
“¡Bien sabés que a mi viejo no le gustan ese tipo de métodos! – replicó él, siempre enérgico -. ¡Puede traernos problemas legales! ¿Qué pasa si hay una denuncia en nuestra contra?”
“Jaja, justo vos hablando de denuncias, Luchi – rió ella -; sos el menos indicado. ¿O creés acaso que sería provechoso para la empresa que se supiese que le hacés la colita a las empleadas?”
“Yo no soy su superior formalmente – objetó él -; no existe figura de acoso en ese caso; sólo fue… común acuerdo. Lo tuyo es muy diferente: es difícil pensar en agresión física por común acuerdo”
Ella levantó las cejas.
“En eso te doy la razón – dijo ella -; no me caben dudas de que nadita gozó como loca cuando se la dabas por el culo y que seguramente te lo pidió. De hecho, en esos videos tan instructivos que vi se puede apreciar bien que ella está a full mientras le hacés el orto. No parece que lo hiciera obligada…”
Vergüenza y a la vez odio. Eso era lo que yo sentía. Tenía, sin embargo, que controlar mis ganas de saltarle encima como una fiera y arañar su rostro hasta dejarle marcas de por vida. Luciano estaba allí y se lo notaba alterado; yo simplemente debía obrar con cautela y dejar que las cosas siguieran su curso: un impulso de mi parte podía estropearlo todo. Evelyn ya tenía, a mi entender, un pie fuera de la fábrica…
“A propósito de eso – dijo Luciano, siempre dando la impresión de estar muy enfadado -. Me he enterado que, además de golpearla, entre Rocío y vos hicieron algunas otras cosas con ella”
Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en el rostro de Evelyn. Tomó de encima de su escritorio el consolador con el cual me había penetrado y recién entonces cobré conciencia de que lo tenía allí a la vista y yo ni siquiera me había percatado de ello.
“Le metimos esto, justamente – reconoció Evelyn, con gesto de picardía -, pero, je, a vos no necesito presentártelo, ¿no?”
Miré en ese momento a Luciano y pude ver cómo su rostro se transformaba totalmente; fue como si de pronto hubiera quedado sujeto a un trance hipnótico o algo parecido. Bastó que viera el consolador en manos de Evelyn para que quedara mudo, absorto, como estúpido…
“Te dieron celos, ¿no?” – se mofó ella mientras movía el objeto en el aire como trazando círculos.
Yo no podía creer que ella fuera capaz de exhibir tanta insolencia. Esperaba una airada y visceral respuesta por parte de Luciano pero, sin embargo, ésta no llegaba. Había empalidecido. ¿Podía ser tanto el poder que ese objeto tenía sobre él? Yo tenía ganas de golpearlo, de traerlo a la realidad, de que despertase.
“Acercate Luchi…” – le conminó ella, flexionando otra vez su dedo índice como en su momento lo había hecho conmigo.
Con absoluta incredulidad, tuve que ver cómo él caminaba alrededor del escritorio y se ubicaba junto a ella quien, siempre sentada, giró su silla. Evelyn le guiñó un ojo.
“De rodillas, bebé hermoso” – le dijo ella.
Yo seguía esperando ilusamente el momento en que todo aquello terminase, en que él decidiese, de una vez por todas, cruzarle el rostro de una bofetada por su increíble insolencia y disponer todo ante Hugo para que se la despidiera de su puesto. Pero no: nada de eso ocurría. Por el contrario, él se arrodilló tal como ella le había pedido que lo hiciese.
Evelyn lo miró, encendidos sus ojos e iluminado su rostro, que exhibía una sonrisa que se iba haciendo cada vez más perversa. Acercó el objeto a la boca de Luciano y frunció sus labios, como indicándole que hiciera lo propio para besar la punta del consolador. Ante mi total incredulidad, él lo hizo. Ella rió y sonó como la risa de una bruja; luego empujó con el objeto por entre los labios de Luciano hasta separarlos y se lo introdujo en la boca sin más miramientos mientras él se encargaba de lamerlo y chuparlo. En ese momento recordé que ese mismo objeto había estado en mi culo algún rato antes y que muy probablemente no hubiera sido aseado después de ello, lo cual, de modo inexplicable, me produjo alguna excitación dentro de mi rabia y mi consternación. Evelyn, sin dejar de juguetear y hacer círculos con el consolador dentro de la boca de Luciano, se inclinó hacia él para besarlo en la frente.
“De pie – le dijo luego – y date la vuelta, lindo. Abajo el pantalón que quiero ese culito… y estoy segura que tu culito también quiere esto, ¿verdad?”
Removió una y otra vez alocadamente el objeto en la boca de él tras hacer su pregunta, a la cual Luciano respondió con un asentimiento y alguna interjección ahogada: se lo veía como si fuese un juguete de Evelyn, absolutamente entregado a la voluntad de ella; costaba creer que quien estaba en tan indigna posición era el hijo de Di Leo. Cuando ella le retiró el consolador de la boca, él se puso en pie tal como Evelyn le requería y, tras girarse, desabrochó y bajó su pantalón junto con el slip. Por primera vez vi la cola de Luciano desnuda y me pareció hermosa, deseable, perfecta en su redondez: casi podía entender el perverso deseo de Evelyn de penetrarla con ese demencial objeto.
La escena que siguió fue de lo más bizarro y decadente que me tocó ver dentro de la fábrica. Ella le jugueteó un poco con el consolador rozándole una y otra vez la zanja del ano; luego le pidió que separara las nalgas y, despaciosamente y como con experiencia, se lo fue enterrando poco a poco. Yo miraba la expresión del rostro de Luciano y sinceramente no podía creer lo que estaba viendo. No era un hombre; era un adefesio sin voluntad.
“¿Qué sos?” – le preguntaba ella, sonriente.
“Un… putito” – respondía él entre jadeos y gemidos casi femeninos.
“Mmm, sí, un putito, MI putito”
“Sí, Evelyn, sí… tu putito”
“¿Y ese culito de quién es?”
“Mmmmmm… tuyo, Evelyn, mi culito es tuyo”
Era más de lo que podía soportar. Ver a Luciano entregado de esa forma tan indecorosa era realmente intolerable y, más allá de ello, los celos volvieron a atacarme al ver que ella lo hacía gozar de ese modo. Por otra parte, y para terminar de coronar el cuadro, mi esperanza de que Luciano intercediera para despedir a Evelyn daba definitivamente por tierra: sólo era un puto sumiso en manos de ella…
Una vez más bajé la cabeza y me sentí vencida; no quise seguir mirando, así que di media vuelta y, sigilosamente, abrí la puerta para marcharme de la oficina mientras a mis espaldas sólo se escuchaban los jadeos de él en los que se mezclaban el dolor y el placer.
Me detuve en el pasillo; no tenía casi fuerzas para caminar: no se trataba ya sólo de la paliza recibida de parte de Evelyn sino del shock provocado por lo que acababa de ver. Eché un vistazo hacia las otras oficinas; ya sabía que Hugo no estaba. ¿Qué sería de Luis? Era, desde ya, un enfermo que gozaba masturbándose viendo a chicas manosearse pero, aun así, él era casi mi única esperanza allí dentro. Evelyn ya no era empleada suya desde luego y no era posible pensar entonces en que la despidiese, pero un nuevo plan comenzó a carburar en mi cerebro. Golpeé con los nudillos en la puerta y apenas un segundo después la voz de Luis me invitaba a pasar.
“¡Soledad! – me saludó alegremente Luis -. ¡Qué agradable sorpresa verle por aquí! ¿Algún problema? ¿Falda rota? ¿Tanga perdida?”
“No… nada de eso – dije, tratando de mantenerme lo más calma posible -. Es… es Evelyn el problema”
“¿La colorada ésa? – preguntó Luis, pareciendo sorprendido aunque sin despegar del todo la vista de algo que miraba en su monitor -. ¿Qué le pasa ahora?”
“Abusa de su poder – respondí enérgicamente -. Se… excede en sus atribuciones”
“Eso fue justamente de lo que me acusaron a mí en su momento – señaló Luis frunciendo la boca -. De todos modos, ya no es mi empleada; está fuera de mi competencia; tendría que hablarlo con…”
“Hugo está enfrascado en lo suyo y no es fácil hablar con él – repuse anticipándome a lo que diría -; ya ni siquiera me llama a la oficina; parece que Evelyn fuera ahora mi jefe y no él…”
“Insisto, no puedo hacer nada”
“¡Luis! – pronuncié su nombre con tanta fuerza que le obligué prácticamente a sacar la vista de su monitor para mirarme a los ojos -. P… perdón, señor Luis… Usted despidió a Evelyn y Hugo la tomó; ella sigue en la fábrica”
“No entiendo a qué apunta, Soledad; ya hablé la cuestión con Hugo y estamos en paz: es su empleada ahora y no hay nada que decir”
“¿No podría usted hacer lo mismo?”
Me miró, claramente confundido.
“¿Lo mismo? No entiendo, Soledad”
“Así como Hugo tomó a una empleada que usted despidió, ¿no podría usted tomar a alguna que fuera despedida por él?”
Se me quedó mirando fijamente aunque de reojo, con la cabeza algo ladeada: el gesto era de aún no entenderme del todo.
“¿La despidieron?” – me preguntó.
“No, pero…”
“¿Sospecha que va a ser despedida muy pronto?”
Tragué saliva.
“En realidad, señor Luis, me…. estoy planteando el renunciar”
Luis asintió; empezaba a comprender.
“¿Y qué le hace pensar que yo tengo interés en usted como empleada?”
“Bueno, es que… justamente usted despidió a Evelyn y no tomó a nadie para suplantarla. Eso me llama la atención…”
“Nos hemos repartido un poco el trabajo entre las otras chicas y yo, pero eso no quiere decir que no vaya a tomar a nadie; ya incorporaré a alguien…”
“¿Y no podría ser yo?” – pregunté a bocajarro.
Luis se quedó pensativo, acariciándose el mentón.
“Está claro que quiere escapar de las garras de la colorada” – dijo, finalmente -. Verá, Soledad, en realidad… no quiero problemas con Hugo en este momento”
“A él no le importó mucho cuando tomó a Evelyn” – repliqué.
“Pero es que… no había ningún problema con eso. Él estaba tomando a una empleada de quien yo había prescindido: algo así como tomar a la mujer que ha sido abandonada por el esposo. Lo que usted, en cambio, propone es algo así como dejar a su esposo para irse con otro: suena más desleal, ¿no cree?”
Bajé la cabeza; él tenía razón: su lógica era impecable y, aun así, si de algo yo estaba segura era de que quería, por todo y por todo, escapar de la influencia de Evelyn.
“Además – continuó -; los límites no están tan precisos en esta fábrica. Eso mismo le dije a Hugo cuando me vino a cuestionar por lo ocurrido aquel día con usted. Cuando conviene, son dos empresas; cuando no conviene, es sólo una”
“Parece molesto con Hugo”- le espeté; dio un respingo.
“¡No! – desdeñó con un exagerado ademán -. Simplemente yo le señalo a él las cosas que, a mi juicio, no le hacen bien a la empresa del mismo modo que él me indica las que no les parecen correctas”
“¿Zurrar a las empleadas por ejemplo?”
Luis soltó una risotada, obviamente sorprendido por mi inesperado cinismo. Con la vista perdida en algún punto indefinido de la oficina giró su silla alternadamente a un lado y a otro mientras asentía con la cabeza.
“Diga la verdad, Soledad, ¿no la excitó?”
Ahora era él quien me tomaba por sorpresa. Bajé la cabeza y no contesté nada; de cualquier modo me dio la impresión de que él había planteado la pregunta sin esperar una respuesta. Poco a poco su rostro fue recuperando la seriedad.
“Pensaré en su propuesta, Soledad – dijo, al fin -, pero no le prometo nada”
Mi rostro se iluminó; al menos no me iba con un rotundo “no” de mi incursión a su oficina.
“¡Le… agradezco enormemente, señor Luis” – dije sin poder contener mi alegría y mientras daba media vuelta para retirarme.
“Aguarde un momento, Soledad” – me dijo él en el preciso momento en que comenzaba a caminar hacia la puerta.
Me giré. Él estaba con la vista en el monitor, tal como cuando yo había entrado algunos minutos antes. Tomando el mismo con ambas manos, lo giró hacia mí.
“¿Qué le parece? Séame sincera”
Al fijar mis ojos sobre la imagen, descubrí que lo que en ella había era una escultural mujer rubia, alta; la foto la mostraba de cuerpo entero y con un corto pero elegante vestido blanco. ¿Una modelo tal vez?
“M… muy bonita, señor Luis, pero…”
“¿Se revolcaría con ella si yo se lo pidiera?”
La pregunta, claro, me caía como un balde de hielo. Creí, sin embargo, entender rápidamente cuál era el juego de Luis. A él nada le gustaba más que ver a dos chicas manoseándose entre sí y su pregunta apuntaba a indagar hasta qué punto sería capaz de llegar yo en mi lealtad como empleada. La mujer del monitor no era nadie en especial de acuerdo a como yo lo veía: oficiaba más bien como ejemplo y si algo yo en ese momento sabía era que si respondía negativamente a la pregunta que Luis, mis posibilidades de entrar a trabajar en su empresa se verían sensiblemente reducidas.
“Sí… – dije, sin saber hasta qué punto estaba mintiendo y hasta qué punto no -; lo haría, señor Luis”
Una sonrisa de satisfacción se le dibujó en el rostro; luego, tomando el mouse siguió pasando las distintas imágenes que, por cierto, todas eran de mujeres bonitas aunque ni por asomo había alguna como la de blanco. Sin decir nada más y excusándome con un ademán, me retiré.
CONTINUARÁ
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Relato erótico: “Historias de la B. La heroína” (POR ALEX BLAME)
Había llegado el momento. Para eso nos habían adiestrado, desde los cuatro años habíamos sido entrenadas, primero en el baile, luego en la guerra encubierta usando todas las armas disponibles.
Ahora estábamos ante el que podía ser el reto de nuestras vidas, una misión por la que una de nosotras pasaría a la historia. Sus descendientes escribirían libros sobre ella y sería recordada como la heroína que liberó a su pueblo del yugo de sus opresores.
-Seré la elegida –pensaba mientras hacía estiramientos con el resto de mis compañeras, -y disfrutaré de ello cada segundo aunque muera en el intento.
A una señal del jefe, entramos en el círculo del banquete y con un paso grácil y ligero, nos paramos en el centro formando un semicírculo entorno al fuego y frente al invitado.
-Como muestra de respeto ante nuestro Juez y conquistador, las seis muchachas más bellas de la ciudad bailaran esta noche para él, -gritó para que los asistentes dejaran sus conversaciones y le hicieran caso –Elegidas desde pequeñas por su belleza y adiestradas, primero en el arte de la danza y luego en su adolescencia, en el del amor, nuestro insigne invitado podrá disfrutar de ellas como más guste, de una, de varias, o de todas ellas.
Con unas palmadas de nuestro jefe comenzó la música, y con ella comenzamos a movernos al son de los instrumentos. Sin separar los ojos de mi odiado enemigo y con una sonrisa que mostraba mis dientes jóvenes y blancos retorcí mis brazos y agite mis caderas al ritmo de la música, dulce e hipnótica. Por mi piel morena y brillante por los afeites que nos habían aplicado, resbalaban las gotas de sudor confluyendo en el interior de mis muslos y haciéndome deliciosas cosquillas.
Al principio el hombre movía sus ojos preñados de lujuria de un cuerpo cimbreante a otro, sin pararse demasiado en ninguno en particular, pero al cabo de unos minutos empezó a fijarse especialmente en mí. Cada vez que notaba su mirada sobre mí, agitaba mi cuerpo con toda la sensualidad y frenesí del que mi cuerpo era capaz.
De las seis, yo no era la más alta, tampoco la más exótica, pero mi pelo negro mis ojos grandes y azules y mi figura voluptuosa me daban ventaja. Sin quitar mis ojos de los suyos, me acerqué a él y al ritmo de la música y moviendo los brazos empecé a retrasar mi tronco hasta que note que empezaba a perder el equilibrio. Cuando volví a erguirme, él estaba mirando el relieve que marcaba mi sexo en el diminuto taparrabos que llevaba puesto. Con la punta de la lengua entre mis dientes me incline sobre él y cogí una uva del racimo que tenía en sus manos. El Juez se limitó a mirar como la empujaba dentro de mi boca y la estrujaba con mis dientes dejando que su jugo resbalase por la comisura de mis labios.
A partir de ese momento, ese necio sólo tuvo ojos para mí. Al final iba a tener la oportunidad, ahora tenía que quedarme a solas con él y descubrir su secreto.
La música terminó y nos quedamos quietas, jadeando entorno al fuego, esperando expectantes la decisión del invitado.
El hombre, con un gesto de cortesía por su parte, se levantó un poco borracho y se acercó a nosotras. Una a una nos preguntó nuestros nombres, nos felicitó por nuestra actuación y repartió algunas caricias. Cuando me tocó, simulé un ligero temblor. El bajo la vista y la paso por mis pechos grandes y turgentes y por mis incitantes caderas cubiertas por un minúsculo taparrabos.
Unos segundos después estaba sentada en su regazo comiendo uvas y bebiendo un poco de vino para adquirir un poco de valor. Mientras tanto las manos ásperas de aquel hombre recorrían mi cuerpo sudoroso provocándome escalofríos de miedo y de placer.
La velada termino con un interminable y rastrero discurso de nuestro jefe alabando todas las cualidades de las que nuestro invitado carecía. Nos levantamos y cogiéndole de la mano con suavidad le llevé hasta una pequeña cabaña en el jardín del pequeño palacio del jefe.
La habitación era pequeña pero había sido preparada especialmente para alojar discretamente al Juez y un alegre fuego la caldeaba y la inundaba con una suave luz dorada. En el centro había una cama con sábanas del más fino lino y varios cojines. Con aparente impaciencia le quite la capa y no pude por menos que admirar aquel cuerpo musculoso y duro como una roca. Su nariz aquilina y sus ojos penetrantes, junto con su melena negra le daban el aspecto de los legendarios leones del Atlas.
Luego me desnudé yo. Las dos pequeñas bandas de tela cayeron a sus pies como años antes habían caído las armas de mis ascendientes tras la cruenta batalla que había acabado en nuestra esclavitud.
Con un ademán fingí que iba a taparme los pechos pero lo que hice fue agarrármelos y juntarlos apuntando mis pezones erectos contra su cara. El invitado sonrió con malicia y admiro mi cuerpo juvenil y elástico, mi vientre liso y mis piernas finas.
Con otro gesto malévolo se quitó el taparrabos mostrándome una tremenda erección. El tamaño de su miembro me intimidó en un principio pero me tranquilicé sabiendo que había sido entrenada durante años para seducir a aquel animal.
El hombre se acercó y sacándome de mis pensamientos me cogió como si fuese una pluma y me beso los pechos.
-Mmm que fuerte, -dije mientras me agarraba a él y le acariciaba la melena. -¿Cuál es el secreto de tu fuerza?
-Comer carne de ternera asada todos los días –respondió el Juez obviamente mintiendo.
Sin hacer caso de su mentira, abracé su cintura entre mis piernas con más fuerza. La punta de su pene rozaba mi sexo excitándome hasta convertirme en puro fuego. Él magreaba mi cuerpo y chupaba mis pezones con tal fuerza que creí que me los iba a arrancar.
Me soltó y yo quedé de rodillas frente a aquel enorme falo. Lo cogí entre mis manos y lo acaricie mientras introducía su glande en mi boca. Sabía a sudor y a vino. Chupé con fuerza y me retiré dejando su pene oscilando húmedo y congestionado. Lo volví a coger y lo lamí, primero en la base y luego en la punta, mordisqueando ligeramente su glande. El Juez se tensó y soltó un resoplido.
Me metí de nuevo su miembro en la boca y chupé de nuevo con fuerza, subiendo y bajando todo lo que podía por su pene duro como una estaca mientras con mis manos acariciaba sus huevos. El, empezó a gemir con fuerza y a acompañar mis chupetones con el movimiento de sus caderas. Ayudada por sus manos, mis movimientos se hicieron más superficiales y rápidos hasta que sin previo aviso y empujando con fuerza su pene hasta el fondo de mi garganta eyaculó con un gemido bronco.
Retiro su pene mirándome como tosía y escupía semen y saliva.
-¿Eso es todo? –pregunté desafiante.
-Sólo acabo de empezar –respondió el invitado tirándome en la cama con la erección aún intacta.
Se tumbó encima de mí y me beso. Su lengua se introdujo en mi boca con apremio, llenándola con el sabor del vino y el cordero especiado de la cena al tiempo que frotaba su pene contra la parte inferior de mi pubis. Sus labios fueron bajando primero por mi cuello y luego por mis pechos provocando un primer gemido por mi parte, cuando bajó hasta mi ombligo sus manos ya estaban acariciando mi bajo vientre con una habilidad que no esperaba de alguien acostumbrado a tomar lo que desea. Finalmente sus labios se cerraron en torno a mi sexo haciéndome gritar y temblar. Agarré su melena y empujé su cabeza en el interior de mis piernas.
-Tómame –dije anhelante –te quiero ya entre mis piernas, mi señor.
Obediente cogió su pene, lo acerco a mi sexo, acaricio mi clítoris inflamado con su glande y lo golpeó con suavidad arrancándome nuevos gemidos. Finalmente me penetro, su polla se abrió paso poco a poco en mi vagina. La angostura de mi sexo abrazaba estrechamente su pene haciéndonos gemir a ambos. Me apreté contra él y le abracé con fuerza clavando mis uñas en su espalda mientras empezaba a moverse dentro de mí, primero lentamente, luego al ver que no me disgustaba más rápido y más profundo.
Hirviendo de lujuria levantó mi piernas y las puso sobre sus hombros penetrándome aún más profundamente metiendo su polla hasta que su pubis hacia tope contra mi clítoris con una especie de húmeda palmada. El ritmo del aplauso se convirtió en una ovación justo antes de que volviese a correrse, yo asustada comprobé como después de depositar su carga, su polla seguía dura y firme palpitando dentro de mí. Sabiendo que yo estaba a punto de correrme agarró con fuerza mis muñecas y me propinó repetidos y profundos empujones provocándome un violento orgasmo. Yo gritaba y mi cuerpo se arqueaba con todas las sensaciones que atravesaban y arrasaban todos mis nervios mientras él me inmovilizaba y seguía penetrándome sin piedad.
-¿Vas a seguir eternamente? –pregunté yo.
-Sólo hasta que te rindas –Respondió el con una sonrisa.
-Antes me dirás cuál es el secreto de tu fuerza. –le dije yo desafiante, provocando una nueva carcajada por su parte.
El invitado sacó su polla y cogiéndome por las caderas me dio la vuelta poniéndome a cuatro patas sobre la cama. Yo agaché la cabeza y con las piernas separadas levanté mis caderas expectante. Él se limitó a mirar mi cuerpo jadeante y brillante de sudor esperando abierta y sumisa cumplir sus deseos. Aún estremecida noté como sus dedos acariciaban mi sexo tenso y vibrante como las cuerdas de un violín. Yo gemí y separe aún más las piernas esperando su polla, sin embargo no lo hizo inmediatamente sino que se limitó a penetrar con sus dedos en mi interior haciéndome olvidar el reciente orgasmo y preparando mi sexo para el siguiente.
Se puso en pie y cogiéndome por las caderas tiro de mí hasta poner mi culo en el borde de la cama. Su pene volvió a entrar de nuevo, igual de duro y caliente que antes. Me estiré y clave mis dedos en la ropa de la cama para estabilizarme. Mi coño, lubricado por su eyaculación admitió su polla con más facilidad y él aprovecho para realizar una serie de salvajes embestidas que casi me cortaron la respiración. Sin darme tregua me cogió el pelo y arqueando mi cuerpo con un fuerte estirón siguió entrando y saliendo a un ritmo frenético. El dolor de mi pelo hacía que se me saltasen las lágrimas pero no era nada comparado con el frenético placer que aquel hombre me estaba proporcionando. Esta vez yo me corrí primero. Aun estremecida y con mi vagina contrayéndose espasmódicamente gire mi cabeza intentando ver como aquella polla bombeaba dentro de mí.
-Ya se tu secreto, no te lavas nunca. –dije yo entre jadeos fijándome en su torso cubierto de sudor y polvo del viaje…
-Muy bueno. -dijo él sin parar de embestirme y quitando sus manos de mis caderas para apartar aquella brillante melena de su cara justo antes de correrse… otra vez.
El semen resbalaba por mis piernas procedente de mi vagina ya rebosante. Una fugaz mirada me permitió asegurarme de que él seguía empalmado.
El cansancio no mermo mi determinación. Salí de la cama y lo tumbé con un empujón. Me quedé parada ante el cogiendo aire con fuerza y dejando que admirase mi cuerpo moreno y sinuoso.
-Sé que me has mentido pero me da igual. Yo si te voy a enseñar mi secreto. –Dije poniéndome a horcajadas sobre él.
-Seguro que ninguna de tus novias judías te ha hecho esto nunca. –dije cogiendo su verga e introduciendo la punta en mi ano.
El Juez se puso rígido pero no intentó rechazarme. Yo con un gemido de dolor lo fui introduciendo pulgada a pulgada, tratando de respirar lentamente como me habían enseñado y así poder relajar mi cuerpo. Finalmente la tenía entera dentro de mí. Empecé a moverme lentamente, mientras me concentraba en la respiración mi ano se contraía furiosamente intentando expulsar aquel cuerpo extraño. El dolor se atenuó permitiéndome aumentar el ritmo con el que subía y bajaba por aquella polla dura y candente. Comenzaba a divertirme, soltando quedos gemidos empecé a acariciarme el clítoris y lo que empezó con mucha precaución se convirtió en una cabalgada salvaje. El Juez gemía anonadado y recorría mi cuerpo con sus manos. Sus manos sobaban mi cuerpo, sus dedos entraban en mi boca, acariciaban mi vulva totalmente abierta para él y retorcían y tironeaban de los pezones haciéndome hervir la sangre de deseo.
Me incliné para besarle y al apartar su pelo un denso olor a mirra se quedó prendido a mis manos. Un nuevo orgasmo tenso mi cuerpo y me hizo olvidarme por unos segundos. Pero una vez repuesta lo recordé y agarre un mechón con una sonrisa traviesa en mi cara:
-¡El pelo! ¡Es tu melena! –dije aumentando aún más el ritmo de mis caderas.
-Sí, sí… -respondió el intentando parecer lo más falso posible, pero con una inequívoca mirada de fastidio en la cara.
-Esta vez estoy segura, -dije mientras el comenzaba a correrse otra vez – ¿Puedo cogerla?
Sin esperar su respuesta cogí su melena con una mano y tire de ella, el eyaculando con violencia en mi interior no hizo nada por evitarlo. Metiendo mi mano libre entre los cojines, con un movimiento fulminante, saque una daga y se la corte de un sólo tajo llevándome con ella un trozo de cuero cabelludo.
Sorprendido, se quedó quieto mientras la sangre resbalaba por su frente y su erección desaparecía aliviando mi culo ardiente.
Finalmente reaccionó y me dio un blando empujón al mismo tiempo que yo gritaba con todas mis fuerzas llamando a la guardia.
Se levantó dispuesto a atacarme y yo retrocedí al fondo de la habitación con la cabellera aún en mi mano.
En ese momento entraron en la habitación los guardias aún temerosos de la fuerza de aquel superhombre. Sin embargo dos porrazos en el vientre bastaron para convencerles de que había perdido toda su energía.
Al fin, Sansón, el hombre que había esclavizado a mi pueblo estaba atado ante mí como un fardo recibiendo una paliza y llorando, no de dolor, sino de frustración.
-Yo, Dalila de los Filisteos, te he vencido –dije limpiándome los restos de semen del interior de mis piernas con su melena para luego tirarla al suelo.
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Relato erótico: “El pueblo de los placeres 1” (POR CABALLEROCAPAGRIS)
Cuando a sus treinta y cuatro años Luís ganó quince millones de euros en un juego de loterías a nivel europeo, tuvo claro que dejaría su aburrido y mal pagado trabajo de comercial.
Nunca se acostumbró a vivir en la gran ciudad. No estaba hecho para los atascos, ni las muchedumbres del metro, ni los codazos en el autobús. No soportaba ser atracado una media de tres veces al año, y sus pulmones no aguantaban más la contaminación de centenares de miles de coches.
El pueblo de su madre. Siempre lo tuvo en mente y nunca se planteó volver. Sobre la mesa fotografías del pueblo. Encalado en la serranía de Aracena, en la provincia de Huelva. Sus raíces seguían allí, arraigadas como los bellos alcornoques de la dehesa onubense a su tierra.
“comprar una parcela, criar cochinos, construirme una confortable casa en el pueblo. Respirar cada mañana el aire puro. Vivir la vida.”
Su mente volaba, quería emigrar antes que el cuerpo. Hasta le pareció sentir el frescor de la brisa de una mañana de otoño, cuando la sierra de Huelva se inunda de colores rojos, amarillos, dorados y verdes. Compartiendo con la humanidad el escenario de un cuento de hadas.
Dio un golpe en la mesa con el puño cerrado, desordenando las fotos. Luís sonreía, estaba feliz, acababa de tomar la decisión que cambiaría su vida para siempre.
Cuando llegó al pueblo, éste estaba tal y como lo recordaba de niño. Como si se hubiera detenido en el tiempo. Pequeño, unos dos mil habitantes, acogedor. Con cuestas retorcidas que suben a la iglesia; como ramas de árboles ascienden al cielo. Suelo de piedra, siempre humedecido, y casas blancas.
Eligió un viejo caserón en las afueras. Un pequeño sendero le llevaba al pueblo en diez minutos andando. Sin vecinos, o casi, pues tras una curva se levantaba una humilde hilera de cinco casas, una tras otra, más metidas en el bosque.
Ofreció al dueño, que no vivía en ella, una suma razonable de dinero por su vieja y abandonada casa. Contrató un arquitecto que la cambiaría por completo. Por fuera tendría el mismo aspecto rural. Por dentro, se distribuirían trescientos metros cuadrados de hogar, divididos en dos plantas conectadas por ascensor y escaleras de caracol. Parqué de primera calidad, chimenea, bodega en el sótano. Con una amplia terraza desde la que se podía ver la mayor parte del pueblo.
Allí viviría solo y envejecería como siempre quiso hacerlo.
Estuvo un año viviendo en Huelva capital, mientras se construía su casa y contrataba en el pueblo a las personas que necesitaría para sacar adelante su nuevo negocio ganadero. Criaría cochinos y haría jamones de bellota pura. Se compró una enorme parcela llena de alcornoques, encinas, olivos, castaños y jara. Un riachuelo la atravesaba en su parte sur. Y una bella y solemne montaña separaba la zona de criado de ganado, de la fábrica de jamones recién construida y las casas de los trabajadores.
Una vez se hubo instalado y el negocio de la dehesa hubo iniciado su fructífero camino, Luís decidió ir a visitar a su tía abuela Leonor. La cual estaba emocionada por la llegada al pueblo, por todo lo alto, del nieto de su hermana.
Sobre la mesa de una humilde casa de pueblo café y pastas. Leonor y Luís charlando.
¿Y tu madre no se viene al pueblo?
– No, ella de momento sigue en Madrid. Aunque creo que vendrá de vez en cuando, en este pueblo está ahora toda su familia. ¿La tita Ana sigue en Aracena verdad?. ¿conserva su hotel?.
Hotel por llamarlo de alguna manera hijo mío. Nunca tuvo iniciativa empresarial. Se conforma con la estrella de mala muerte que luce en la fachada. Solo cinco habitaciones y baratas. Aunque se les llena, siempre tiene clientes la muy afortunada. Y casi nunca viene a verme, ni siquiera viene al pueblo, este pueblo está muy perdido Luís, me ha alegrado mucho que te hayas venido aquí.
La tita ana es la única hermana de la madre de Luís. Dos años menor que su madre, a sus cincuenta y cuatro años, Ana vivía en el más puro respeto por su difunto marido. El pequeño hotel le ayudaba a tirar adelante en el pueblo de Aracena, situado a una decena de quilómetros del pequeño pueblo donde se narra esta historia. Sola, desde que su última hija, Inés, se fue a hacer las américas con un ingeniero uruguayo.
Luís vio como empezó a caer un pequeño pero continuo chirimiri, a través de la puerta que separaba la sala de estar con el descuidado patio de la casa de su tía-abuela Leonor.
Vaya, parece que otra vez se va a poner a llover. Dijo
Tendrás que acostumbrarte, en esta época del año lo normal es que los días sean así. Peor será cuando el mes que viene entre el invierno, lleva años nevando. Prepárate.
Unos nudillos aporrearon la puerta entreabierta de la casa.
Esa debe ser Tomasa. Dijo Leonor. Le dije que vendrías a verme y tenía ganas de conocerte.
Tomasa entró y dio dos besos a la anciana Leonor. Luego le dio dos besos fuertes a Luís. Luís pensó que Tomasa tendría unos cuarenta y cinco años aproximadamente. Aunque aparentaba alguno más. Era alta y entrada en carnes. Morena y con un bello rostro que empezaba a arrugar por los ojos, frente y labios. No obstante conservaba una mirada lúcida y sana. Tenía los cachetes enrojecidos. Del mismo color del abrigado chaleco que vestía.
A luís le impresionaron los inmensos pechos que ese chaleco albergaba. Como dos ubres de vaca, como dos cántaros como los que había visto en la cocina de su tía. Le gustó esa mujer. Se sintió cómodo con ella durante la charla. Era guapa, divertida y dicharachera. Su cuerpo de hembra regordeta y pechugona, la belleza de su rostro y lo agradable de su compañía; recordó a Luís que aun no había tenido sexo desde que decidió cambiar de vida. De repente deseó probar a aquella mujer, pero el pudor y la prudencia le hacían estar tranquilo.
Pero los planes de Tomasa empezaban a ser diferentes a la prudencia.
– Dime chico, ¿Vinistes al pueblo con tu mujer?
– No, no tengo mujer. Vine solo.
– Vaya, chico. Yo estoy divorciada y sola. Mi marido se largó con una turista alemana, la muy puta vino buscando gente con dinero, y mis hijos están los tres en Sevilla. Pero me va bien. Tengo mi casa y mi tienda. Cuando quieras comprar algo ya sabes, la tienda de Tomasa, la mejor y única tienda del pueblo. Pan, verduras, dulces, carnes, todo para ti cuando quieras. Jajajajajajaja
Su risa sonó exagerada y forzada. Luís le dio las gracias y empezó a barajar la opción de irse antes de que se hiciera de noche y lloviera con más intensidad. Pero Tomasa se adelantó.
En casa tengo una buena morcilla, de pura cepa. Ven que te doy un trozo para que cenes esta noche.
Su casa colindaba con la de Leonor. “Vecinas de toda la vida, aunque en el pueblo todos nos conocemos, todos somos vecinos al fin y al cabo”. Le dijo mientras abría la puerta.
La casa parecía estar anclada en el pasado. Techo de madera y el salón lleno de trofeos de caza disecados. “recuerdos de mi marido, ojalá su cabeza fuera una de esas:” Dijo chillando. Luís se preguntó por qué tenía que chillar.
Tómala mírala que rica. Huele, huele.
Luís se acercó a olerla y se quedó mirando sus pechos sin darse cuenta.
Que pasa joven, te gustan los pechos de la Tomasa eh. Cuando era joven todos los chicos del pueblo y de los pueblos vecinos morían por catarlos. Pero ya ves, el tiempo pasa. Jajajajaja
De nuevo voces y aquella risa desorbitada. Luís se esforzó por soltar una frase amable, quería irse.
Aun estás bien, Tomasa. Y seguro que todavía muchos jóvenes estarían encantados de catarte.
Jajajaja. ¿Tu querrías pasar un buen rato con la Tomasa?.
Esto último lo dijo meneando las tetas con las manos. Lo dijo con tanta facilidad y naturalidad, que Luís sospechó de que se ganara la vida con algo más que la tienda.
Se sintió tentado pero incómodo. Se mostró dudoso e hizo un movimiento de despedida.
Pero Tomasa le tomó por las manos y tiró de él.
Tómalo como un regalo de bienvenida. En este pueblo la vida es muy aburrida. Nadie tiene por qué saberlo y yo no me voy a molestar si no repites. Jajajajajaja.
Luís no sabía que decir, así que no dijo nada. Estaba fuera de juego, se dejó llevar.
Le llevó a una habitación que se encontraba al fondo de otra habitación mayor. “Alcoba, le dijo ella que se llamaba a esa estancia”. La cama era grande y las paredes frías. Encendió una pequeña luz con un sistema de encendido que le pareció primitivo. Lo sentó en la cama y se desvistió de cintura para arriba.
Dos enormes pechos se mostraron ante Luís. Grandes de solemnidad, no como las falsas operaciones de las chicas de ciudad. Grandes, naturales y con unos pezones que no parecían humanos.
Los acarició sin decir nada. Estaba fascinado. Eran cálidos y suaves al tacto. Confortables. Esa mujer le inspiraba una extraña confianza, a pesar de sus voces y sus risas escandalosas.
Tomasa se levantó y se quedó en bragas. Amplias, pero a penas guardaban su gran culo, ni su coño peludo. Luego se sentó a su lado de nuevo agarrándole los pechos.
Vamos nene, cómele los pechos a la tomasa. Prueba el producto de este pueblo.
Luís se acomodó y los lamió. Ella le trataba con cariño, acariciándole el pelo, cada vez más caliente. Él se centró en disfrutar de esos melones. Sabían dulces y seguían siendo suaves a pesar de la dureza formidable que acababan de ganar sendos pezones.
Luís se levantó y se desnudó deprisa. Tomasa se tumbó y se cogió el pelo con una orquilla mientras Luís se desnudaba. Se bajó las bragas y se abrió de piernas, mostrando su peludo coño.
Luís se masturbó un poco para que se le pusiera más dura. Tomasa se incorporó y le ayudó metiéndosela en la boca y haciéndole una mamada estándar. Estaba demasiado caliente, quería que ese chico la follara cuanto antes, llevaba meses sin sexo, hacía meses que no veía una cara nueva por el pueblo.
Cuando se le puso la polla dura Tomasa volvió a tumbarse boca arriba y se abrió mucho de piernas. Luís se colocó sobre ella y le clavó la punta. Ella le rodeó con sus piernas para que no se escapara.
Cuando la metió, Tomasa se estremeció. Notó un agradable calor húmedo envolviendo su pene. Entró con suma facilidad. Pronto empezó a follar con fuerza. Tomasa resistía las envestidas con gemidos constantes y los ojos casi cerrados. “fóllate a la tomasa chico de Madrid”. “Dale placer a la tomasa, cabrón.”. “vamos, folla puto perro, folla fuerte, así eso es, eso es.”
Le mantenía a ralla. Sus piernas no le dejaban escapar y ella cada vez pedía más. Solo se le escuchaba a ella exigir cada vez más y gemir.
Al cabo del rato se pudo librar y se incorporó visiblemente excitado y sudoroso. Masturbándose, para no perder el ritmo, se tumbó a su lado y la abrió de piernas. Ella se ladeó hacía el lado contrario y le dejó accesibilidad levantando mucho la pierna que quedaba encima. Luís se enchufó y empezó a follar de nuevo. A penas metía medio pene en esa postura, pero sentía que el capullo rozaba mejor en ese amplio coño. Le quedaban las nalgas a mano, así que las azotó constantemente.
Bailonas y coloradas nalgas de tomasa.
Cuando sentía que iba a correrse se incorporó de nuevo y se puso de pié en la cama. Señaló su boca.
Quiero correrme ahí. Dijo con voz excitada
Estos chicos de ciudad, que gustos más raros tenéis. JAJAJAJAJAJ.
Ella abrió la boca y luís se la metió. Ella cerró los labios, él empezó a meterla y sacarla. Ella le tenía agarrado fuerte por los huevos, como exprimiendo un fruto que estaba a punto de soltar su zumo. Luís sintió mucho dolor, pero le gustaba.
Tuvo una corrida brutal, tomasa sintió como un flujo pegajoso, caliente y espeso le inundaba la boca. Tragó cuanto pudo, pero no pudo evitar que algo se le cayera por la comisura de sus labios.
Como si no hubiera pasado nada se levantaron y vistieron. Tomasa le dio la morcilla y le despidió en la puerta de su casa. Fuera seguía la constante lluvia fina y era de noche.
Adiós chico de ciudad. Ya sabes donde estoy. Cuando quieras Tomasa, ven y te daré Tomasa.
Luís asintió sin decir nada y se despidió inclinando la cabeza. Se colocó el gorro del chaquetón, se metió las manos en el bolsillo, y se fue pegado a la pared de esa pequeña calle. Camino de su casa en las afueras del pueblo.
Se tomó lo ocurrido como una necesaria canita al aire. Le sentó bien ese polvillo con esa curiosa mujer.
Los días siguientes los dedicó a mover hilos por la zona. Visitó empresas de turismo para incluir su dehesa en un paquete de visitas organizadas. También habló con el alcalde del pueblo para que su negocio, el mejor que tendría esa villa en muchos años, fuera completamente respaldado y apoyado por los que mandaban.
Paseó por toda la zona para conocerla bien y todas las mañanas salía a correr temprano por un sendero de tierra que se adentraba mucho en el bosque, regresando al pueblo por una carretera comarcal mal cuidada.
Poco a poco se fue sintiendo más cómodo y fue conociendo mejor al pueblo. Sus gentes eran reservadas ante los forasteros y tuvo problemas de adaptación pues su presencia siempre resultaba incómoda. A sus espaldas había gente que le defendía por traer dinero al pueblo, en cambio otros avisaban de que no iba a traer nada bueno, poniendo a los vecinos con más prejuicios en contra de Luís.
Para comprar iba a la tienda de Tomasa, la única del pueblo. Ella le despachaba con alegría y a gritos, como en ella era habitual. Siempre le guiñaba un ojo cuando salía de la tienda, y Luís pudo notar que estaba empezando a vestir prendas escotadas para despacharle.
Los días pasaban y su negocio empezaba a tener beneficios. Su capital crecía mientras él apenas salía de su confortable hogar. El Invierno había entrado muy duro, de forma que siempre que no estaba liado con trabajo, o supervisando el trabajo de los empleados en la dehesa, estaba en casa. Navegando por Internet, viendo películas, leyendo, cocinando…..
Cada día pensaba más en Tomasa. El recuerdo de su cama le venía a la mente con calidez. Le apetecía repetir.
Una noche de lluvia, cuando no había un alma en las calles del pueblo, se puso el abrigo y salió caminando hacia su casa.
Las chimeneas del pueblo daban un aroma a leña quemada y el viento frío se llevaba con rapidez el humo de los tejados. El piso estaba muy mojado y, a pesar del chubasquero, llegó empapado a la puerta de la casa de tomasa. ´
Con precaución llamó secamente a la puerta. Miró la puerta de su tía abuela, estaba cerrada. Dio un vistazo alrededor. Todas las casas estaban cerradas y no había nadie.
Llamo otra vez, un poco más fuerte. Miró de nuevo alrededor. Pudo ver una figura quieta tras una ventana de una de las casas de la acera de enfrente. Era una silueta de mujer, pero no podría verle bien la cara. Esa extraña figura le miraba en silencio, ocultada tras la oscuridad de la noche. Su sombra resaltaba sobre la sombra del fondo de su casa.
En ese instante Tomasa abrió la puerta. Cuando vio a Luis sonrió con picardía; sin duda se alegraba de que hubiera ido a repetir.
Hola Luís, pasa chico, que te estás poniendo perdido. ¡Todos repiten con Tomasa!.
Luís entró. Antes de dar el último paso de entrada se giró buscando encontrar de nuevo esa misteriosa figura femenina, pero al mirar de nuevo, ya no estaba.
Una vez dentro se quitó la ropa mojada. Y se arrimó a la chispeante chimenea que Tomasa había encendido poco tiempo antes.
¿A qué se debe el honor de tu visita?. Dijo Tomasa, que vestía un camisón largo y grueso.
Me gustó esa morcilla que me distes. No la tienes en la tienda y he pensado que tal vez pudiera comprarte un buen trozo, si aun te queda.
Por supuesto que me queda, ven conmigo.
Atravesaron el patio interior y llegaron a una caseta llena de jamones, chorizos, morcillas y demás embutidos y quesos. Luís se quedó maravillado.
Aquí tienes todo cuanto quieras. Coge, no te cortes.
Luís se fue hacia ella y le metió mano. Le agarró el culo y las tetas. Ella se dejaba hacer sonriente.
¿uy como has venido no chico?
Quiero un poco más de tomasa.
JAJAJAJAJAJAJA. No hace falta que lo jures cabronazo.
Tras la escandalosa risa y la descomunal voz, dejó caer el camisón, quedándose completamente desnuda. Alta, pechugona, entrada en carnes, y el coño bien peludo. Tremendo cuerpo maduro. Exquisita hembra. Diosa de la serranía.
Luís se desnudó deprisa, estaba ya bien armado. Ella se puso de rodillas y le dio una mamada que a Luís se le antojó excelente. Tras ella, se tumbó sobre una pila de jamones que había en una esquina y se abrió de patas como pudo.
Ven a casa, Luís. Bienvenido, ven con mami.
Follaron como locos. Retozando sobre la pila de jamones. Sus cuerpos acabaron impregnados de grasa.
Probaron muchas posturas. Luís tuvo la suerte de verla pedir polla a cuatro patas. El inmenso culo se abrió mientras ella mordía una pata de jamón para no chillar de dolor.
Tras la gran follada de los jamones, ella preparó un baño de agua caliente en una amplia bañera. Entraron los dos. Tomasa aprovechó la situación para cabalgar un rato sobre Luís. El agua salpicaba por todos lados tras cada sentada de la Tomasa. Y sus pechos bailaban desordenadamente sobre la cara de Luís, el cual aprovechó para comerlos y lamerlos mientras ella se movía con torpeza por la falta de espacio donde dejar caer sus dos inmensos muslos.
Cuando se despidió, Luis recordó la silueta misteriosa que vió en la casa de enfrente justo antes de entrar a ver a Tomasa.
Una pregunta. ¿Quién vive ahí?. Le preguntó señalándole la casa en cuestión.
¿Por qué lo preguntas?. Tomasa parecía incómoda.
Es que antes me pareció ver a alguien mirándome tras la ventana.
Se llama Alba. Tendrá tu edad la chica. Todos dicen que mató a su madre para quedarse con esa casa. Lo cierto es que ella dice que está en una residencia de Cádiz, pero en el pueblo todos saben que hasta que no la mató no paró. Hay quien dice que escondió su cadáver en un pozo que tiene en el patio, y después lo selló con cemento. Ahora vive sola y a penas sale a la calle. A veces se oyen lamentos tras sus paredes. Algunos dicen que es el espíritu de su madre, que la tiene atemorizada. Es una loca, no le hagas caso.
Luís se despidió y se fue camino de su casa, mientras un escalofrío le recorría toda la espalda. ¿Sería el espíritu de la madre quien lo observaba tras la ventana?
Estuvo unos días fuera del pueblo promocionando las oportunidades empresariales y turísticas de su dehesa. Al regresar visitó a sus trabajadores y les dio las buenas noticias que traía. Varias tiendas charcuteras de la capital onubense se habían comprometido a vender sus productos. Desde Sevilla trajo un acuerdo con la junta de Andalucía en la que paquetes de turistas descubrirían cómo viven los cerdos en la dehesa y todo el proceso de elaboración del jamón ibérico de bellota. Además, había invertido una buena suma de dinero en la construcción de cabañas en el extremo norte de la finca, tras la montaña, que iría destinada a turismo rural.
Un día fue a Aracena a ver a su tía Ana y a proponerle negocios.
Vende el hotel y vente a la dehesa. Estoy construyendo una casa y varias cabañas de madera, ideal para el turismo. Tú serás la encargada de llevar esas cabañas. Necesito tu experiencia en hospedaje y nunca te faltará de nada. Te pagaré el 50 % de lo que ganemos con las cabañas, más un sueldo base de mil euros mensuales. Podrás irte cuando quieras si no estás a gusto. En ese caso te ayudaría económicamente para que fueras donde quieras.
Su tía Ana se quedó pensativa. Estaba muy cambiada, pensó Luís. Los años le habían ensanchado las caderas y arrugado un poco el rostro y las manos. Siempre fue una mujer muy guapa y eso es algo que nunca se pierde. Luís valoró mucho su pelo teñido de negro. Su tía Ana se seguía cuidando exactamente igual como la recordaba; cuando pasaba los veranos en el pueblo. Muchas veces fue protagonista de sus pajas adolescentes. Y, en cierto modo, una gran parte de aquella mujer estaba ahí delante de él, bebiendo pensativa el café que acababa de servir. Con el castillo de Aracena al fondo, tras una amplia ventana, con las cortinas corridas.
No me gusta el pueblo. No suelo ir.
No tendrías que ir para casi nada, vivirías en la dehesa. Tendrás una casa llena de comodidades. Mañana mismo la ordenaré construir, a tu gusto.
Se levantó y se asomó a la ventana. De espaldas parecía una mujer mucho más joven. A pesar de las caderas amplias, su cuerpo era delgado y bien cuidado. Luís recordó sus reiteradas pajas pensando en ella. Las recientes experiencias con la extraña Tomasa le habían despertado el apetito sexual que un día tuvo, y que tenía escondido en algún lugar de su interior. Tomasa se lo había despertado y ahora Luís volvía a desear disfrutar de las mujeres; de cuantas más mujeres mejor.
Se levantó y se situó detrás de su tía. Ella sintió su presencia y no se movió, seguía pensativa. Luís se pegó hasta casi posar su paquete en su agrandado y bello trasero. Reposó su mano derecha sobre el hombro derecho de su tía Ana.
Ven conmigo. Me siento solo en el pueblo. Creo que casi todo el mundo me odia. Y no sé por qué.
Yo sí se por qué. Es un pueblo envidioso que odia a los forasteros. Confórmate con que no te hagan la vida imposible.
Luís se acercó un poco más. Percibió la soledad de su tía. Supo entender a aquella mujer, entendió que se conformara con lo poco que le dejaba su negocio. Entendió el aburrimiento de una vida que solo espera que llegue la muerte. Todos los días tendrían que ser iguales, viendo atardecer tras ese castillo. Se preguntó cuanto tiempo hacía que no estaba con un hombre.
Le agarró por la cintura y ahora sí pegó su paquete al trasero. No sabía por qué hacía eso, una fuerza que no controlaba le impulsaba a hacerlo. Como si su alma estuviera dominada por otra alma diferente a la suya.
Su tía suspiro y echó un poco el culo hacia atrás. Luís se lo agarró por las nalgas, restregando su polla crecida bajo el pantalón. Su tía notaba el bulto y se movía para restregar todo su culo por ella. De repente se giró.
Miró lacónica y triste a su sobrino. Le acarició la mejilla.
No me has dicho como está mi hermana. ¿Mamá está bien?. ¿Participará de tu negocio?.
Ella no quiere saber nada de aquí. Solo vendrá de vez en cuando.
Entonces necesitas una madre, alguien que se encargue de ti.
Lo miró con ternura. Y se arrodilló. Llevaba unas faldas marrones largas, con una blusa azul marino. Clásica, como su entorno, como su vida. Acarició el paquete y desabrochó los botones de la bragueta del pantalón vaquero de Luís.
Sacó su polla y la masajeo. Miró a Luís con una mueca inexpresiva. La polla estaba muy erguida. La lamió lentamente mientras la masturbaba.
Luís estaba muy excitado, no lograba entender nada de aquello, pero se dejó llevar.
Ana estuvo un largo rato lamiendo y engullendo la polla del hijo de su hermana, recreándose en cada momento. Al cabo del rato se incorporó y susurró un convincente “fóllame” al oído de su sobrino.
A continuación luís le arrancó la ropa. Le destrozó la camisa y le sacó la falda. Ana se quedó en medias negras y braga y sostén blanco. Le arrancó el sujetador y lelamió las pequeñas y aun elegantes tetas. Ella le empujó sobre el sofá y se quitó las bragas, dejándose las medias puestas; las cuales acababan en la mitad de sus muslos. Bellos muslos, veinteañeros muslos.
Ana se acomodó sobre él. Quedando sus cuerpos muy unidos. El calor del cuerpo femenino que tenía encima, proporcionó a Luís un calor familiar agradable. Ella empezó a moverse y a gemir silenciosamente. Solo se oían los choques de las carnes en cada bajada. La polla entraba y salía del coño de Ana al buen ritmo que ella daba en su movimiento.
Luís se llenó de sus muslos y de su trasero. Lo agarró con firmeza mientras ella aumentaba el ritmo.
Ana se incorporó y se colocó en el sofá como una perrita. Luís se acomodó detrás. Le pasó la mano por el culo y el coño tras haberse escupido en ella. Le pidió la polla con un movimiento insistente de caderas. Él le dio lo que quiso y se la clavo en una follada bestial.
Ana se sentía taladrada por su sobrino. Ahora gemía como una perrilla, medio llorando. Su cuerpo empezaba a desencajarse sobre el sofá mientras Luís la follaba cada vez más encima de ella.
Cuando eyaculó sobre su espalda y culo, Luís se sentó a descansar sobre el sofá. Su tía se levantó y fue a cambiarse. Al volver se sentó al lado de Luís.
Acepto tu propuesta. Trabajaré para ti. Solamente una cosa, me gustaría vivir contigo. Llevo mucho tiempo viviendo sola. Si esperamos a que construyas mi casa puede pasar demasiado tiempo. No aguanto más el ver como se pone el sol tras ese castillo.
Conforme. Te prepararé una habitación. Vendré a recogerte la semana que viene. Pon en venta el hotel. Jamás te verás más atrapada por él.
Gracias sobrino.
Adiós.
Cuando llegó a su casa había una carta sobre la alfombrilla de la puerta de entrada. La abrió y quedó algo estupefacto:
“Cuidado con Tomasa. No es de fiar”.
Miró alrededor, todo estaba en silencio, no había nadie por ningún lado. Meneó la cabeza quitándole importancia. Sería alguien que le habría visto bromear con ella en la tienda. Ya le ha avisado su tía de que intentarían hacerle la vida imposible. Arrugó y tiró el papel; no pensaba hacer caso a una nota cobarde.
Pasaron unos días tranquilos mientras Luís preparaba el traslado de su tía Ana. Se dedicó a intentar ganar simpatías en el pueblo, y alguna consiguió al pagar de forma íntegra la remodelación de una antigua ermita de las afueras. Lo cual permitiría al pueblo retomarse tradicional romería del mes de abril.
En un par de ocasiones hizo uso de Tomasa. Siempre al caer la noche y siempre tomando las suficientes precauciones para no ser descubierto. Se lo pasaba bien con ella y follaban con una agradable compenetración. Los polvos de Tomasa eran directos; no era una mujer que se andase por las ramas. No se entretenía mucho en prolegómenos y no le gustaba alargar mucho la despedida tras saciarse. Era la mejor de las putas. Directa, honesta, precavida, discreta, buena folladora, y gratis. Muchas mujeres deberían aprender de hembras como Tomasa.
Cuando su tía Ana se trasladó Luís estuvo un tiempo sin aparecer por el pueblo. No volvieron a acostarse, ni a hablar del tema. Su única preocupación era que su tía estuviera cómoda y comprobar que tenía las suficientes herramientas para llevar con éxito el negocio de las cabañas de la dehesa. La vida de Ana era ir a la dehesa por la mañana y volver a la casa de Luís al caer la tarde.
Luís le había preparado una habitación en la planta baja de la casa. Ella estaba a gusto y se mostraba ilusionada con su ocupación.
Al cabo de unos días Ana se despertó en mitad de la madrugada, merced a la excitación de un sueño húmedo. Fue a la cocina a beber un poco de agua. Al volver a su habitación se detuvo ante unas de las escaleras que subían a la parte superior de la lujosa vivienda.
“Soy una mujer. Tengo mis necesidades. Necesito Un hombre. No aguanto más.”
Dejó caer el camisón y subió las escaleras desnuda. Entró en la habitación de su sobrino y encendió la luz de la mesilla de noche. El resplandor hizo que Luís despertara. Cuando logró enfocar la vista pudo contemplar a su tía desnuda. Le miraba deseosa.
Hola luís. Había pensado que a penas hemos charlado desde que me mudé. Las obligaciones nos tienen muy separados. Vine aquí a cuidar de ti. Se lo he prometido a tu madre. ¿Puedo entrar en tu cama?
Luís notó como una salvaje erección se acercaba acelerada. Siempre dormía desnudo. Una tremenda verga esperaba a la tía Ana bajo las sábanas, a modo de regalo.
Por supuesto tita Ana, adelante.
Gracias pequeñín.
Ana echó mano al paquete de manera inmediata. Llevándose la agradable sorpresa de sentir la polla enorme de su sobrino, Le sonrío.
Guau, se te ve muy estresado. Y se nota dónde se acumula el estrés. Ahora tu tita va a darte una sesión de relax. Quiero que estés sin estrés, será bueno para nuestro negocio. Tómalo como un servicio extra, en agradecimiento por haberme contratado.
Tras la charla empezó a masturbar a Luís. Mientras su mano se movía de arriba abajo, y de abajo arriba, Ana le dio besitos por el cuello y pechos. Deslizó su lengua de pezón a pezón y de nuevo al cuello.
Continuó masturbándole un poco más. Al cabo del rato se dejo caer hasta los pies de la cama donde inició una mamada a su sobrino. Su lengua recorrió los huevos y las venas marcada del pene de Luís. Ana estaba sedienta, necesitaba más y más. Sentía a esa polla como una especie de tótem. Era más mujer lamiéndola. Sería más mujer clavándosela.
Así que se incorporó y comenzó a cabalgar.
Ummmmmm eso es mi semental. Eres todo un semental. Ummm sí, eso es. ¿Te gusta como te monta tu amazona?
Síii, síiii, eres la mejor amazona.
Pam, pam, pam, pam. Choques de carne, golpes en el culo de Ana, gemidos desproporcionados.
Mientras en la puerta de la casa, una joven de unos treinta años, está sentada abierta de piernas. Tocándose. Excitada por los gemidos de Ana.
Tras tener varios orgasmos, la chica escribe una nota y la deja sobre la alfombrilla de la entrada. A continuación se dirige apresurada a su casa; frente por frente de la casa de Tomasa.
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Relato erótico “El cura” (POR SARAGOZAXXX)
Hacía tiempo que sospechaba que mi marido tenía una amante. Seguramente la nueva secretaría, una chica joven con ganas de trepar. Terminé dándome cuenta el día que ví el extracto de su visa y había un cargo por parte de una joyería, pensé que sería mi regalo de cumpleaños pues estaba cercana la fecha. Pero llegó mi cumpleaños y mi regalo fue un cd y un libro. Nada de joyas ni nada por el estilo. Desde ese día, sus camisas olían a otro perfume, y llegaba tarde alegando trabajo. ¿Trabajo?, ¿con esta crisis?. Infeliz de mí, ¿Qué más necesitaba para darme cuenta?.
Las vacaciones en familia estaban cerca, sabía que yo no podía cambiar las fechas, me era imposible dado el ambiente de trabajo crispado en mi empresa, y una tarde vino a casa diciendo que no podría cogerse vacaciones en esas mismas fechas. Me dio lástima, pues me hacía especial ilusión estar los tres en la playa según lo planeado: mi marido, mi hijo y yo. Seguro que una temporada a mi lado y olvidaba a esa buscona. Luego pensando y dándole vueltas, deduje que lo que pretendía el muy hijo de ***** , era quedarse sólo en casa toda la quincena, seguramente para traerse esa pelandrusca a casa. Lo de la infidelidad sabría sobrellevarlo, todo fuese por mi hijo. Seguramente la niña, en que obtuviese su buscado ascenso lo dejaría y todo pasaría, y mi marido de nuevo se refugiaría entre mis piernas, pero lo que no soportaba era que lo hiciesen en mi casa, en mi cama matrimonial. Que se buscasen hoteles o lo quisiesen, pero en mi casa, eso sí era superior a mis fuerzas.
Así que me pasaba lo días rezando para que un milagro diese al traste con las intenciones de mi marido, y sus maquiavélicas vacaciones resultasen fallidas. Las vacaciones estaban cerca, y de no impedirlo se saldría con la suya.
Para los que no me conocéis decir que me llamo Sara, y podéis saber más sobre mí si consultáis mi blog, cosa que me haría muchísima ilusión:
Tenéis alguna foto mía colgada en el blog.
Aquel día me encontraba caminando por la calle, con tiempo de sobra para ver alguna tienda e ir de compras antes de que mi marido y mi hijo llegasen a casa. He de confesar que lo recuerdo porque esa tarde me compré un bikini pensando en las vacaciones. Lo cierto es que era bastante atrevido, la braguita apenas era un triángulo para cubrir mis intimidades, lo mismo decir del trozo del tela que debía cubrir mi culete, la parte posterior casi era un tanga, ambas partes unidas por finas cuerdecillas a los laterales. El top también eran un par de triángulos que apenas tapaban mis pezones unidos por finas tiras, y para colmo el bikini era color carne, por lo que puesto y de lejos frente al espejo daba la impresión de estar desnuda. Pensé en ponérmelo siempre que me acordase del sinvergüenza y estúpido de mi marido cuando estuviese en la playa. Seguro que más de un hombre clavaba sus ojos en mí y me hacía sentir deseada. Quien sabe, tal vez pudiese pasar algo, al menos dejaría volar mi imaginación pensando que yo también podría tener una aventura. A fin de cuentas no me conservo tan mal.
Recuerdo que paseaba por el centro comercial cuando ví a lo lejos a mi amiga Patricia. Ella también me vió, al principio costó reconocernos porque hacía muchísimo tiempo que no nos veíamos. Decir que Patricia era amiga mía desde el colegio, ambas estudiamos en la misma clase. Nos educamos juntas en un colegio de monjitas, y continuamos viéndonos por la universidad. Su facultad quedaba cercana a la mía en el campus.
El caso es que hacía ya unos años que no nos veíamos. Patricia estudió medicina y en cuanto terminó sus estudios viajó por todo el mundo en busca de causas perdidas. Nos fundimos en un abrazo nada más vernos e intercambiamos un par de besos con mucho entusiasmo.
.-“Pero chica… ¿Cuánto tiempo?” nos preguntamos la una a la otra.
Me invitó a tomar un café, realmente me apetecía haberme reencontrado con ella. Así pude saber que estuvo unos años colaborando con una ONG por varios pueblos de África. Hasta que conoció a un chico con el que hizo planes de bodas, regresaron a España hará un par de años con la intención de casarse, pero el tipo en qué consiguió la nacionalidad, la dejó casi plantada a pocos meses de la boda.
Yo por mi parte le dije que mi vida era muy simple, me casé con el mismo hombre que ella conocía de tiempos de la universidad, tuve un hijo, y cambié varias veces de curro.
Ella me contó que colaboraba en la parroquia de su barrio en temas de pastoral juvenil y todas esas cosas. Siempre le fue bastante ese tipo de historias. Y que estaba plenamente involucrada en el proyecto de hermanamiento con un pueblecito africano. Intercambiábamos preguntas y respuestas. Yo le dije que mi mayor preocupación en esos momentos era qué hacer en el verano, mis planes se habían ido al carajo, y fue ella quien dio respuesta a mis oraciones…
.-“¿Por qué no te vienes conmigo?. Así podremos recuperar el tiempo perdido de todos estos años” me dijo.
.-“Yoooh, ¿a dónde?” pregunté asombrada pensando en que me proponía acompañarla a algún sitio perdido por Africa.
.-“¿Si no recuerdo mal tu también te sacaste el título de monitora de tiempo libre?” me preguntó como dudando.
.-“Ufh, a saber dónde estará” respondí yo.
.-“Ooh Sara, tienes que ayudarme” me suplicó con la mirada.
.-“¿Cómo?” dije sin entender a lo que se refería, y comenzó a explicarse.
.-“Como te dije antes colaboro con la parroquia del barrio, de hecho soy la responsable del hermanamiento de la parroquia con un pueblecito en el que pasé un largo periodo como médica en la ONG. Todos los años organizamos unos campamentos donde intentamos integrar chicos de entorno conflictivos con otros de familias normales…” y antes de que terminase la interrumpí:
.-“¿Y qué pinto yo en todo esto?” dije sin acabar de entender su propósito.
.-“El caso es que de esos campamentos recaudamos el dinero suficiente para la construcción de un pozo de agua en la aldea, como entenderás es muy importante” dijo esperando mi reacción.
.-“Sigo sin entender” dije.
.-“Mira, son unos campamentos subvencionados por el departamento de acción social del ayuntamiento, cuya aportación económica es fundamental. Por el contrario exigen unas condiciones particulares para donar el dinero, entre los requisitos exigen un número determinado de monitores por chavales inscritos, y es ahí dónde puedes ayudarme. Según los chavales apuntados necesitamos más monitores de los previstos inicialmente, de lo contrario el ayuntamiento amenaza con retirar la subvención” terminó por explicarse.
.-“No sé, no sé” le dije. Desde luego no me apetecía nada en absoluto pasarme las vacaciones en plena naturaleza sin ningún tipo de comodidades.
.-“Por fá” me suplicó poniendo carita de niña buena a la vez que juntaba las manos tipo oración. Yo negaba con la cabeza.
.-“Piensa en todos estos niños sin un pozo de agua” dijo enseñándome algunas fotos que llevaba en el móvil de cuando estuvo en la aldea. Lo cierto es que me conmovieron las imágenes que me enseñaba.
.-“¿No era tu madre quien te animaba siempre a dar catequesis en el cole y colaborar en las diferentes campañas?” me dijo recordando viejos tiempos en la escuela.
¡¡¡Bingo!!!. Patricia había dado en el clavo. Tenía razón, a mi madre siempre le gustó que participase de este tipo de actos. Para ella Patricia era el ejemplo a seguir, siempre me animaba a que hiciese lo mismo. Seguro que si le pedía que se hiciese cargo esos días de mi hijo no le importaría, máxime si era por una buena causa como esta. De esta forma mi marido tendría que regresar a casa temprano a cuidar de nuestro hijo, siempre habría alguien en casa, dificultando que esa zorra entrase en mi cama. Ya me imaginaba la cara de mi marido cuando se enterase del cambio de planes. Decidí aprovechar la ocasión. Le dije a Patricia que si lograba convencer a mi madre para que interrumpiese sus vacaciones y cuidase de mi hijo esos días la ayudaba encantada. Así que en caliente llamé a mi madre, si ponía alguna resistencia Patricia terminaría por convencerla.
.-“Hola mamá. ¿A que no sabes con quien estoy en estos momentos?” comencé la conversación. Se alegró mucho de poder saludar a Patricia. Yo continuaba a lo mío…
.-“¿Te importaría hacerte cargo unos días de tu nieto?” la pregunté. Por el tono de voz deduje que no le hacía mucha gracia, hasta que la puse a hablar con Patricia y enseguida cambió de opinión aceptando cuidar de su nieto por unos días.
Al final, quedé con Patricia en vernos otro día en la parroquia donde tenían lugar las reuniones de preparación de los campamentos, conocería al resto de monitores y a Fernando, el cura. Intercambiamos teléfonos y direcciones, y nos despedimos hasta el día señalado.
Al llegar a casa no le dije nada aún a mi esposo. Quise ver la cara que ponía mi marido al domingo siguiente, cuando comimos en casa de mis padres y era mi madre quien le daba la noticia. Disfruté viendo como su semblante cambiaba a medida que su suegra le explicaba no sé que de los niños de una aldea, según el lió que mi madre llevaba en su cabeza de lo que le había contado Patricia.
El caso es que llegó el día de la reunión de preparación en la parroquia, donde pude conocer al resto de monitores y monitoras. Al primero en presentarme Patricia fue a Fernando, el cura de la parroquia. Llevaba puesto un pantalón negro y una camisa gris en la que destacaba el típico alzacuellos. La verdad es que me sorprendió gratamente Fernando, era un tipo atractivo pese a ser cura, y tenía cierto puntazo vestido de negro con el alzacuellos. Luego conocí a Ángel, un profesor alrededor de los cincuenta y tantos años, y que sería legalmente frente a las organizaciones el jefe de campamentos. Luego estaban Alberto y Jorge, dos chavales de veintipocos años, junto con Patricia, mi amiga, Paloma, Ana y Ester que también tendrían alrededor de los veintipocos años.
De alguna forma se estableció un vínculo por edades, por las conversaciones, inquietudes y experiencias. Ángel, Fernando, Patricia y yo de un grupito, y luego los chavales más jóvenes de otro. Más tarde supe que Fernando tenía treinta y cuatro años, esto es, unos pocos más que nosotras. Comenzamos a organizarnos y quedamos en vernos regularme más días hasta la fecha de los campamentos.
Recuerdo que al salir de esa primera reunión, Patricia me acompañó un rato de camino a mi casa.
.-“¿A qué es una pena?” me dijo cogiéndome por el brazo mientras caminábamos por la calle.
.-“Si, pobrecitos todos esos niños sin agua” dije sin entender a lo que se refería.
.-“No, tonta. Me refiero a Fernando. ¿A qué es una pena que hombres así se hagan curas?” dijo confesándome que a ella también le resultaba atractivo.
.-“No sé” dije tratando de disimular que efectivamente a mí también me había llamado la atención. Era la primera vez que hablamos del tema.
.-“Está para hacerle un favor” dijo mordiéndose el labio inferior.
.-“Vamos mujer, no es para tanto” pero mentí. No sé porqué no quería que Patricia supiese de mi impresión acerca del cureta. Tal vez porque quería aparentar ante ella que había triunfado en mi matrimonio, a pesar de que este hiciese aguas por todas partes.
.-“Sabes….” Acercó su cuerpo al mío dando a entender que me contaba un secreto.
.-“Dime” dije ansiosa por conocer su secreto.
.-“Dicen que Fernando es muy mujeriego, que lo han visto frecuentar casas de citas” dijo bajando el tono de voz como si lo que acababa de decirme fuese un secreto de estado.
.-“Y los que lo han visto en esos sitios ¿qué hacían alli?. No puede ser”. Dije dudando de sus palabras.
.-“Dicen que va muy a menudo” dijo susurrándome de nuevo.
.-“Hay chica, será que las ayuda o algo por el estilo. La gente es muy mal pensada” dije defendiendo a Fernando argumentando una razón lógica a todo eso. Después la conversación desvió por otros derroteros, hasta que nos separamos cada una a su casa.
Al fín llegó el día de partida. Ya os podéis imaginar los grupitos antes de subir al autocar, las canciones de guitarra, las despedidas a píe de autobús de los familiares… hasta que llegamos a las instalaciones.
Se trataba de un campamento en plena montaña. Las instalaciones constaban de varios edificios. En uno de ellos, era una construcción de dos plantas, donde la parte de abajo era un comedor enorme con mesas, sillas y bancos de madera, junto con una cocina industrial. La planta de arriba eran dos habitaciones, un baño y un cuarto enorme que hacía de almacén de las tiendas de campaña y demás muebles de jardín. El otro edificio eran los baños, aseos y duchas comunitarios. No estaba nada mal, la verdad es que yo recodaba mucho peor de mis tiempos más jóvenes de campamentos las temidas letrinas.
Nada más llegar levantamos una gran tienda de campaña central tipo militar que haría las labores de centro de reunión y de actividades. Alrededor de esta gran tienda plantamos el resto de tiendas distribuidas por equipos. Los chavales tenían edades comprendidas entre los diez y los dieciocho años. Los agrupamos más o menos por edad y por sexos en las tiendas, hasta que llegó el momento de repartirnos las habitaciones del edificio de las dos plantas y las tiendas de campaña entre los monitores.
Ángel, el señor mayor y con espíritu eternamente joven, dijo el primero que no le importaba dormir en tienda de campaña. Se sumaron el resto de chicos a su propuesta. Patricia insinuó que tal vez deberíamos dejar a Fernando una de las habitaciones, por el tema de organizarse mejor sus sotanas y enseres. Enseguida comprobé que el resto de féminas apoyaban esta decisión, y el siguiente paso fue rifarnos entre las chicas la otra habitación. Me percaté que casualmente sólo éramos nosotras las que estábamos interesadas en dormir en la habitación junto al cura. Tuve suerte y me tocó a mí. La verdad agradecí no tener que dormir en el suelo durante quince días, además de disponer de un baño con ciertos privilegios.
El día transcurrió rápido entre tanto preparativo. Por la noche acordamos tener reunión de monitores tras dormir al resto del campamento. Como siempre en estos casos hablamos de mucho y de nada, terminando yéndonos por las ramas. Los chavales más jóvenes, Jorge y Alberto, enseguida se animaron a sacar algo de whisky, ron y tequilas, pues llevaban un par de mochilas cargadas. Acordamos dejar bajo llave el alcohol para que solo los monitores tuviésemos acceso. Evitando tentaciones entre los acampados más mayores próximos a los dieciocho años. En especial un tal Javier, un chico de diecisiete años algo conflictivo, y que ya había tenido algún que otro encontronazo con otros muchachos por hacerse el chulito. Propusimos que lo mejor sería que Ángel fuese el monitor de su grupo. A mí me tocó otro grupo de chicos entorno a los catorce – quince años, repartiéndonos el resto de gente.
Lo único que recuerdo de esa noche es que me acosté en mi habitación bastante cansada, y que para colmo hacía un calor sofocante que impedía conciliar el sueño. Para mi sorpresa comprobé que me dejé los pijamas en casa, no los debí meter en la mochila. Así que decidí dormir en braguita y camiseta. En alguna ocasión dormía así en casa. Las noches de calor insoportable, solía dormir con braguitas de esas con dos triángulos adelante y atrás, unidos por finas tiras laterales. Y en la parte superior una camiseta fina también de tirantes. Esa noche serían a juego de color negro.
La mañana siguiente sería un calco de cómo transcurrirían el resto de días. Una oración al desayunar, luego alguna actividad, y hacía el mediodía un baño en las pozas del río, el que quisiese. Como las orillas más accesibles estaban a un par de kilómetros del campamento, comíamos algo tarde. El que quería se quedaba en el campamento, había duchas para combatir el calor. Luego una buena siesta, algo de pastoral juvenil y a preparar la cena. Algunas canciones con las guitarras antes de acostar el campamento, y luego reunión de monitores.
Después de la reunión todo el mundo se retiraba a dormir. A mi me costaba conciliar el sueño debido al calor, así que hacía algo de tiempo hasta que desaparecía todo el mundo, momento en el que bajaba a la cocina, con la intención de prepararme un cola cao con leche antes de retirarme verdaderamente a dormir.
Recuerdo esa segunda noche porque bajé con mis braguitas y camiseta puestas a tomar el vasito de cola cao. Creí estar sola. Me senté en el salón, en uno de los bancos de madera próximos a las escaleras y la cocina, dispuesta a degustar mi vasito de leche, cuando por los ruidos pude ver como bajaba Fernando por las escaleras. Todavía llevaba su típica camisa gris y el alzacuellos.
.-“Veo que tú tampoco puedes dormir” dijo nada más verme. Yo me sentí algo incómoda ante su presencia, al estar prácticamente en ropa interior. Pude comprobar que también se preparaba un vaso de leche, salvo que sin cacao y con mucho azúcar.
.-“¿Te importa?” dijo pidiendo permiso para sentarse a mi lado. Pude apreciar como su mirada se clavaba en mis piernas al sentarse en el mismo banco en el que estaba yo.
.-“No claro” dije haciéndole algo de sitio y sentándome correctamente.
Lo cierto es que era la primera vez desde que lo conocí que me quedaba a solas con Fernando. Me pareció un tipo de conversación agradable y fluida, bastante simpático además de atractivo. “Lástima de alzacuellos” pensé. Aunque bien mirado le daba un morbo que no veas.
Estuvimos hablando un buen rato acerca de muchas cosas. Conforme Fernando bebía su vaso de leche, un fino bigotillo blanco se le formaba encima de los labios. Para mi era algo hipnotizador, no podía dejar de mirar y mirar ese blanco bigotillo que se le formaba. No sabría decir si no podía dejar de mirarlo porque estaba gracioso y ridículo, o porque lo hacía aún más atractivo. El caso es que no pude evitar la tentación de limpiarle los labios con una servilleta de papel. Interrumpí lo que estaba contándome para acercarme a limpiarlo, por descuido mis pechos rozaron con su antebrazo, casi con sus manos.
Lo que nunca olvidaré fue la forma en que me miró cuando me separé después de limpiarlo. Sentí que me desnudaba con la mirada, y por la poca ropa que llevaba no le sería difícil adivinar mi cuerpo de mujer. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo. Para colmo mis pezones se pusieron de punta, y permanecieron así el resto de la conversación. Fernando no les quitaba ojo de encima. Por otra parte la conversación transcurría relajada y amena. Me hizo reír en varias ocasiones contándome alguna anécdota suya.
.-“¿Tienes frío?” preguntó de repente interrumpiendo la conversación.
.-“No ¿porqué?” respondí inocentemente.
.-“Por nada, por nada” pronunció sin dejar de mirar mis pezones que se marcaban a través de la camiseta, y dicho esto retomó la charla dónde la dejamos. Yo no quise darle mayor importancia, al fin y al cabo Fernando era sólo algo mayor que yo, y a todas todas, yo debía parecerle una mujer atractiva.
El caso es que esa noche entre unas cosas y otras nos retiramos a dormir bastante tarde.
A la mañana siguiente más de lo mismo, oración con el desayuno, alguna dinámica y luego baño en el río. Recuerdo ese día porque fue la primera vez que Fernando vino a las pozas con todos. Pudimos verlo en bañador, y para sorpresa de todas usaba uno de esos bañadores tipo slip, que le marcaban un paquete de lo más apetecible. Además resaltaban sus abdominales, se notaba que se cuidaba. Una de las muchachas más atrevidas incluso hizo algún comentario nada más verlo, Fernando lo escuchó y tratando de restar importancia dijo:
.-“Men sana in corpore sano” dijo “ hay que cultivar cuerpo y mente”. Luego explicó que le gustaba practicar ejercicio, en especial acudía un par de días a la semana a nadar, de ahí el bañador.
Mientras el cura se explicaba, pude darme cuenta que estaba rodeado de féminas, y creo que era consciente y disfrutaba de su magnetismo para con las mujeres. ¿Sería verdad el rumor que me dijo Patricia acerca de las debilidades del cura?.
Al terminar la jornada, y de camino de regreso al campamento, mi amiga Patricia corrió a mi lado para cuchichear un rato. Me cogió de nuevo por el brazo y bajando el tono de voz me dijo:
.-“Qué, ¿a qué está bueno el cura?” susurró dándome un codazo.
.-“Chica, que quieres que te diga” traté de fingir indiferencia.
.-“Pues que está para hacerle un favor” dijo medio riéndose. Yo también me reí siguiéndole el juego. Luego continuó hablándome:
.-“Si, el y tú habéis sido la comidilla de todo el campamento” dijo agarrándome fuerte del antebrazo.
.-“¿Yooo?” pregunté sorprendida.
.-“Si tu, ¿no me dirás que no te has dado cuenta?” se reafirmó en sus palabras.
.-“¿De qué?” dije totalmente despistada.
.-“Caray chica, es que no te enteras de nada. Con ese modelito de bikini que te gastas ningún chaval te quitaba la vista de encima. ¡¡Si incluso Fernando se fijaba en ti!!” dijo Patricia para mi sorpresa.
.-“Es el bikini que me había comprado para ir a la playa” traté de justificarme frente a mi amiga.
.-“Tu di que sí mujer” dijo mi amiga defendiéndome por ponerme lo que me diese la gana. Y continuó explicándose…
.-“El caso es que Alberto ha sorprendido al tal Javier grabándote con el móvil y haciendo comentarios obscenos ante otros chicos, y claro, lo ha castigado a limpiar los baños. Me ha dicho Alberto que entre otras cosas te has ganado el título de “eme, cu eme, efe” o algo así entre los chavales” dijo llamándome la atención.
.-“¿Qué es eso de “eme, cu, eme, efe”?” pregunté atónita por cuanto me estaba contando.
.-“Al parecer son las siglas con las que Javier quiere decir “madre que me follaría”, y claro, ha calado entre el resto de chiquillos que le siguen la corriente.
.-“Pues no veo porqué” respondí perpleja por sus palabras.
.-“No me dirás que con ese modelito de bikini no te has ganado el título de supermaciza del campamento” respondió mi amiga con cierta envidia.
Mientras Patricia continuaba hablándome, yo repasé mentalmente al resto de monitoras. Lo cierto es que Paloma y Ester, estaban algo rellenitas, e incluso utilizaban bañador de una sola pieza para disimular sus celulitis. Ana, a pesar de tener buen tipillo, no era muy agraciada de cara, y pese a su edad aún tenía el rostro con acné. Por otra parte Patricia siempre daba el aspecto de monja pese a no serlo, pero a la vista de los chavales era mucho más seria y con mucha mala leche. Así que supuse que efectivamente sería la top model del campamento sin quererlo. Me hizo gracia pensar que todo un grupo de chavalillos con las hormonas aceleradas se fijasen en mi, mientras que el imbécil de mi marido se fijaba en otra. Luego mis pensamientos se detuvieron en las palabras de mi amiga: “Si incluso Fernando se ha fijado en ti”, frase que se repetía una y otra vez como un mantra en mi cabeza.
El resto del día transcurrió con total normalidad, casi incluso aburrido. Hasta que llegó la noche. De nuevo un calor sofocante impedía conciliar el sueño. Esa noche llevaba puesto un conjunto de braguita y camiseta blancos cuando bajé a prepararme mi cola cao. Al poco tiempo Fernando apareció por las escaleras. De nuevo con su impecable pantalón negro, camisa gris y alzacuellos. Contrastaba con la persona que esta mañana se bañaba en el rio. Lo observé mientras se preparaba su vaso de leche en la cocina, al terminar de nuevo me pidió permiso para sentarse a mi lado. Así lo deseaba, y lo invité a charlar.
No sé porque quise interesarme más por su trabajo. E incluso insinúe el comentario de Patricia acerca de sus visitas a casas de citas. El me explicó que entre otras cosas colaboraba con los centros sociales de ayuda a la mujer para intentar apoyar a este colectivo. Poco a poco me fue comentado algún por menor acerca de su día a día. Me llamó la atención alguna de sus palabras sobre el tema. Incluso me contó alguna situación dramática acerca de mujeres con las que había tratado.
Ambos estábamos sentados en el mismo banco uno frente al otro a cierta distancia. Fernando con una pierna a cada lado del banco, y yo inconscientemente, me encontraba sentada con las piernas totalmente flexionadas y los pies encima del banco, con los brazos rodeando mis piernas a la altura de las rodillas, y sosteniendo la taza de leche con una mano.
Me percaté de mi postura porqué en un momento dado la mirada de Fernando se fijó en mis intimidades. Seguramente se fijaba en el triangulo de tela blanca que se adivinaba entre mis piernas y que destacaba en la oscuridad. Mis piernas se mostraban totalmente desnudas de la forma en que estaba sentada. Una y otra vez no dejaba de mirar mis labios vaginales que yo misma notaba marcarse a través de la fina tela de mis braguitas. Me gustó seguirle la mirada, pues se fijaba inconscientemente casi interrumpiendo sus palabras. En esos momentos me agradó juguetear con el pobrecillo. Debía estar mucho más necesitado que incluso yo misma. Cuando se vio sorprendido se ruborizó notablemente y trató de disimular como pudo continuando con la conversación.
He de reconocer que en esos momentos mi ego de mujer estaba por la nubes, ¡¡estaba siendo el objeto de atracción de un cura!!. Uhhhm, la situación era tan tentadora. Separando un poco las piernas para que pudiera verme mejor le pregunté…
.-“¿Alguna vez se te han insinuado esas mujeres?… no sé, ¿han tratado de ofrecerte sus servicios? o cosas por el estilo…” pregunté mirándolo fijamente a los ojos. El me sostuvo la mirada un tiempo que se me hizo eterno. Se percató del doble sentido de mi pregunta y de mi jueguecito de insinuación .Luego mordiéndose el labio inferior dijo:
.-“En la viña del Señor, hay mujeres para todo” pronunció al tiempo que se acercó a mi sin dejar de mirarme a los ojos y con cierto tono desafiante. No sé porque me sentí mal en esos momentos, y bajé la cabeza. Tal vez había sido demasiado tentadora. Fernando me dio una palmada en mi muslo muy cerca ya de mis cachetes, y cogiendo mi taza de leche con la otra mano, en un tono muy jovial que nada tenía que ver con el de antes, levantándose dijo:
.-“Es tarde, deberíamos acostarnos” y dicho esto se incorporó a dejar los vasos en la cocina y subió a dormir.
Yo me quedé un rato más en el comedor tratando de restar importancia al momento relativamente tenso que habíamos tenido, hasta que también me retiré a dormir.
El resto de días transcurrieron con mayor o menor normalidad. Las actividades matutinas, el baño en la poza y las miradas de todos los chiquillos clavadas en mi cuerpo, la siesta, los juegos de la tarde, la reunión de monitores y el vaso de leche junto al cura antes de acostarnos. He de decir que tal vez fuese ese el mejor momento del día. La charla con Fernando mientras tomábamos el vaso de leche. Así pasaron algunos días más en el campamento.
Hasta que llegó un día clave que nunca olvidaré. Aquel día realizamos una excursión hasta Peña Alta. Una caminata ascendente de gran desnivel y que me dejó verdaderamente cansada. Al llegar la noche y tras la reunión de monitores, me retiré a mi cama a descansar un rato hasta que se hiciese la hora de tomar mi consagrado vasito de cola cao. Pero me quedé adormilada sobre la cubierta. Cuando desperté pude comprobar que era muy tarde, me asomé por la ventana para ver que todo el campamento estaba completamente apagado, no había ninguna luz, ninguna linterna, y todo estaba en silencio.
Traté de dormir de nuevo, pero mi cabeza daba vueltas y vueltas. Me preguntaba que estaría haciendo en ese mismo momento mi marido. Si estaría con su amante o no. Sentí rabia. Como no lograba parar mi cabeza, decidí darme una ducha. Estaba cansada, empapada en sudor y una ducha seguramente ayudaría a mis propósitos. Al cruzar el pasillo desde mi cuarto al baño pude comprobar que la luz del cuarto del cura también estaba apagada.
Me encerré en el baño, colgué sobre el manillar de la puerta mi braguita y mi camiseta y dejé sobre el lavabo la toalla de baño para secarme. Uhhm era agradable sentir el agua fresca sobre mi piel. Al salir de la ducha, mientras me miraba en el espejo del lavabo, me percaté de que mi pubis estaba algo descuidado. Normalmente me gusta lucir una fina tira de pelillos que indiquen el camino hacia mi zona más sensible. Supongo que debido a la falta últimamente de apetito sexual, a los preparativos del campamento y varios días fuera de casa, que había descuidado mi jardincito. Decidí arreglármelo.
Cogí mi cuchilla y traté de marcar esa fina tira que habitualmente decora esa zona. La luz era muy débil en el baño, no me veía bien. El caso es que no lograba dibujar una línea recta, ni de compensarla, supongo que debido a la escasa luz. No sé porqué lo hice, pero fue como un impulso instintivo que no pude parar. ¡Ris!, ¡ras!, mi pubis estaba completamente rasurado. Me miré en el espejo, aunque ya lo había llevado así en alguna ocasión me gustó verlo desnudito. Me fijé que algunos de los pelillos habían caído al suelo. Decidí terminar mi obra de arte antes de recogerlos y repasar bien toda la zona.
Recuerdo que estaba dando los últimos retoques a mis pliegues más íntimos cuando la puerta se abrió de par en par. Fernando abrió la puerta por completo y se quedó de piedra al verme totalmente desnuda en el baño. Fue todo muy rápido. Cerró la puerta tras reaccionar, y se disculpó diciendo:
.-“Lo siento tenía ganas de orinar y creí que te habías dejado la luz encendida” dijo del otro lado de la puerta. Yo me enrosqué como pude con la toalla.
.-“Ahora salgo” dije al tiempo que abría la puerta y salía corriendo dispuesta a encerrarme en mi cuarto. Creo que fue el momento de mi vida que más vergüenza he pasado. Tras cerrar la puerta de mi cuarto pude percatarme de que mi braguita, y mi camiseta se habían quedado tras la puerta del baño. ¡Dios mío!, y también había dejado el rastro de ciertos pelillos en el suelo cuando Fernando me sorprendió cuchilla en mano. Decidí esperar a que el cura terminase en el baño para volver a limpiarlo.
Pude escuchar el sonido de la cisterna y la puerta del cuarto de Fernando cerrarse tras finalizar. Cuando regresé al baño, para mi sorpresa el suelo estaba limpio. Deduje que Fernando debió limpiar el suelo con un poco de papel higiénico, pues había restos de mis pelos en el inodoro, y para colmo mi braguita y camiseta yacían en el suelo en un rincón junto a la bañera. Seguramente Fernando las abría dejado así pensando en que estaban sucias. ¡Dios mío que vergüenza!. ¡Qué se pensaría ese hombre de mi!. Para mayor estupor, pude comprobar cuando recogí mis prendas, que había evidencias de mis fluidos vaginales en la parte central de la braguita. ¿Se habría percatado el cura de ese detalle?. Recogí todo como pude y marché corriendo a la cama con ganas de que llegase un nuevo día.
Al día siguiente casi no me atrevía a mirar a la cara del cura. Estaba muerta de vergüenza. No sabría que decirle ni como excusarme. Para colmo nos quedamos por casualidad de los últimos en el río antes de subir al campamento. Recuerdo que yo aún estaba nadando en el agua y el me observaba mientras se secaba desde la orilla, creí advertir que un inicio de erección se dibujaba en su bañador de slip mientras me admiraba con el bikini puesto. Por suerte no me hizo ningún comentario al respecto en ningún momento del día. Así que poco a poco fue transcurriendo la jornada. En la más absoluta normalidad, hasta que llegó la noche. Tras la habitual reunión de monitores decidí dar un paseo por los alrededores y hacer tiempo esperando el momento de tomar mi vasito de leche.
Por suerte había luna llena y no hacía falta linterna para caminar. Llevaba puesto tan sólo mis botas de montaña, un short del coronel tapioca sobre mis braguitas, y la camiseta de tirantes con la que dormiría esa noche.
Tras pasear un rato y disfrutar de la visión de las estrellas en el cielo, me entraron ganas de orinar. Decidí acercarme a los barracones comunitarios pues estos se encontraban más cerca.
Al llegar a los baños escuché unas voces de chicos. Reconocí entre otras la voz del tal Javier y de uno de mis muchachos de aproximadamente quince años. Me llamaron la atención sus comentarios. Decidí acercarme con sigilo. Pude escuchar su conversación tras uno de los muros cercanos sin que me viesen. Me asome con cautela. Javier estaba fumando mientras todos los chiquillos miraban el móvil de Javier. Me escondí para escuchar sus comentarios…
.-“Joder, menudos melones tiene” dijo uno de ellos.
.-“Si tío, tiene que hacer unas cubanas de infarto” dijo otro mientras se codeaban entre ellos.
.-“Esta muy buena” escuché que decía el chaval de mi grupo. Yo me preguntaba mientras los oía, de quién podían estar hablando de esa manera. En principio pensé que se trataría de alguna modelo de Internet o algo así, pero me llevé una sorpresa…
.-“Lo cierto es que tu monitora tiene un polvo que no veas” le dijo otro de ellos al chaval de mi equipo. No podía creer lo que acababa de escuchar.
.-“¿Sabéis que le haría yo a la puta de Sara?” dijo Javier creando cierta expectación entre el resto de chavales. Se notaba que era el líder.
.-“Se la enchufaba por el culo a ese pedazo de zorra” concluyó Javier para sorpresa de todos.
.-“Seguro que chilla como una guarra” se animó a decir otro. Yo no podía creer lo que estaba oyendo.
.-“Pero…, Sara esta casada” dijo el chavalín de mi grupo.
.-“Esas son las peores” interrumpió Javier, “seguro que con su marido se hace la estrecha, y luego le encanta chupar pollas. Tengo que verla desnuda como sea” terminó por decir.
.-“Seguro que se la folla el cura, ¿de qué si no duermen juntos?” espetó otro.
.-“El otro día a poco se cae de morros el cura en la orilla del río por mirarla” añadió otro.
.-“Cuanto os apostáis a que me la follo” dijo Javier de nuevo para expectación de sus seguidores.
Justo en ese momento sonó el móvil en mi bolsillo del pantalón. El timbre puso en alerta a los chicos. Yo salí corriendo en dirección a mi habitación con el fin de saber quien había sido tan inoportuno. Seguramente los chiquillos me habrían visto salir corriendo de los barracones, y yo misma me habría delatado espiándolos.
Una vez en la habitación pude contestar al teléfono. Era mi marido. Llamaba para saber que tal estaba y decirme que me echaba mucho de menos. ¡Hipócrita!. Después de colgarle recordé los comentarios tan soeces que escuché de mi persona. Sobretodo de Javier. No me gustaban sus intenciones, reconozco que tuve cierto temor a que me hiciese algo. Por lo que sabía su madre estaba en prisión y él había sido internado en varias ocasiones. No me podía fiar, debía subir la guardia.
Por lo demás nada destacable. Luego en la noche pude hablar con el cura acerca de Javier y su situación. Fernando me contó que conocía a la madre de Javier, la visitaba junto a otras reclusas con frecuencia en prisión, estaba encerrada por prostitución. Me estuvo contando un montón de cosas hasta que se hizo la hora de dormir.
Tal vez no le hubiese dado mayor importancia a lo que aconteció al día siguiente en el rato de baño en el río, pero dado lo que escuché la noche anterior me puso en alerta.
Ese día, varios chavales de mi grupo comenzaron a jugar conmigo en el agua a hacernos aguadillas y empujarnos unos a otros. Lo cierto es que nos hacíamos aguadillas entre nosotros en un tono bastante jovial y divertido. Todo transcurría con relativa inocencia, hasta que Javier entró a formar parte del juego. Aprovechaba cualquier ocasión de contacto para meterme mano por debajo del agua. Incluso noté un par de pellizcos suyos en mis pechos encubierto por el agua del río. No me agradó su forma de jugar y decidí salir del agua.
Recuerdo que caminaba en dirección a la orilla cuando pude notar un fuerte tirón en las cuerdas anudadas a mi espalda. Era Javier que trataba de deshacer el nudo que sujetaba mi top. Y de hecho consiguió deshacerse del nudo. Los triángulos que cubrían mis pechos salieron de su sitio. Menos mal que logré cubrirme mis pechos con las manos antes de que nadie pudiese ver nada. Todo el campamento vió la maniobra, pude ver muchas bocas abiertas babeando tratando de vislumbrar alguno de mis pezones. Incluidos Fernando y Ángel, quienes castigaron de nuevo a Javier con limpiar los baños y amenazaron severamente con expulsarlo.
De regreso al campamento decidí que lo mejor sería no acompañar a los chavales en unos días al río para que se calmasen los ánimos. Normalmente aclaraba mi bikini en el baño de mi planta y lo dejaba secar junto a la ventana en mi cuarto, pero dadas las circunstancias de ese día, lo lavé minuciosamente en los lavaderos comunitarios y lo tendí en las cuerdas comunes junto al resto de prendas, con la intención de que se secase mejor al sol por unos días. El resto del día transcurrió de lo más normal.
De nuevo a la noche decidí a dar un paseo tras la reunión de monitores. Todavía había luna seminueva y se veía bien en el campo. Caminaba sola en mitad de la noche cuando unos ruidos me llamaron la atención. Parecían unos gemidos, junto a alguna frase que no lograba entender con claridad. Provenían de detrás de unos arbustos y matorrales. Pude acercarme sigilosamente a ver lo que ocurría.
Para mi sorpresa pude ver a Javier de espaldas, con el bañador a media pierna y la camiseta puesta, que estaba embistiendo por detrás a una de las chiquillas del campamento. Ella estaba también en pie contra un árbol, agachada, con las manos apoyadas en sus piernas, aguantando el equilibrio y los empujes de su amante. Pero lo que más me llamó la atención es que ¡¡¡¡llevaba puesto mi bikini!!!!!. ¡¡Cómo era posible!!. Aquello si que no lograba entenderlo.
En ese momento Javier le propinó una cachetada a la muchacha en el culo que resonó en todo el bosque y le dijo:
.-“Vamos, muévete, tienes que hacerlo como lo haría la puta de Sara” escuché que le decía Javier. Mi sorpresa no acababa ahí, fue entonces cuando pude ver que Javier lo estaba grabando con el móvil. La chica por su parte no paraba de gemir y gemir.
.-“oooh, si, siih” se le escapaba a la chiquilla.
.-“Vamos puta, tiene que parecer que es el culo de Sara, que me lo estoy haciendo con ella. Quiero hacerles creer a todos que me la he follado por el culo” dijo Javier con rabia.
.-“No, por el culo no. No habíamos quedado en nada de eso” apuntó a decir la muchacha entre gemidos. Javier le propinó otra cachetada en el culo, dejándoselo a la pobre enrojecido.
.-“Harás lo que yo te diga si no quieres que tu padre se enteré de lo de tu madre con el cura” pronunció Javier chantajeando a la chica.
.-“No por favor” gimoteo ella.
.-“Abre bien tu culo que quiero grabarlo, y recuerda que tienes que parecer Sara” ordenó Javier. La muchacha llevó sus manos atrás, y una a cada lado abrió sus nalgas para que Javier pudiera verle bien su agujero negro.
.-“Menudo culito tienes” dijo Javier, y al tiempo escupió en el esfínter de la niña.
.-“No por favor, por ahí no” suplicó ella. Yo no podía creer lo que veía. En ese momento Javier dejó de penetrar a la chica sacando su miembro del interior de la muchacha. Pude contemplarlo en todo su esplendor. Lo cierto es que el chaval estaba muy bien dotado. ¡¡Si parecía un burro!!. Poco a poco fue acerando su miembro a la entrada del ano de la chica e hizo fuerza para sodomizarla. Yo contemplaba la escena hipnotizada.
Pude adivinar que había logrado introducirle la punta por el gesto de dolor de la chiquilla, la cual hacía un esfuerzo tremendo para no chillar. Yo me tapé la boca para no hacer ruido. Me percaté de que sin querer había comenzado a acariciarme por encima del pantalón y a manosearme los pechos. Nunca creí que observar a otros en momentos íntimos pudiera excitarme tanto, y mucho menos contemplar como la muchacha era sometida sin piedad por un tipo tan maquiavélico como Javier. La escena me estaba poniendo cachonda sin poderlo remediar. De repente se la introdujo hasta el fondo de un solo golpe de riñón por parte de Javier. La chica debió ver las estrellas de dolor…
.-“AAAAaaaaagggghh” un grito desgarrador salió de la garganta de la chiquilla. Javier aprovechó para darle otro manotazo en las nalgas a la chica.
.-“Eso es Sara, así me gusta que chilles” dijo al tiempo que comenzó a moverse frenéticamente y grababa con su móvil, enfocando únicamente la zona en que se podía apreciar mi bikini, y su pollón entrando y saliendo del ano de la chica. Me imaginaba el montaje de video que ese cabrón haría para mostrárselo a sus amigotes.
Estuvieron varios minutos en que la chica interpretaba a la perfección mi papel y Javier no paraba de mencionar mi nombre una y otra vez. Yo sin poder evitarlo me había desabrochado el botón de mi short y mis dedos jugueteaban ya en el interior de mis braguitas. De vez en cuando me pellizcaba yo misma los pezones por debajo de la camiseta contemplando la escena tras los matorrales. Para mi sorpresa pude ver como Javier extraía su miembro de las entrañas de la chica y se corría sobre la tela de mi bikini que cubría el culillo de la muchacha.
Ambos procedieron a vestirse y acomodarse sus prendas, momento en el que yo salí corriendo evitando ser descubierta. Me dirigí a mi habitación tratando de asimilar lo que había presenciado. Al pasar junto a los barracones quise comprobar si mi bikini continuaba en el tendedero. No lo ví, me cercioné en mi convicción de que efectivamente el bikini que llevaba puesto la muchacha era el mío.
Subí a mi cuarto y me encerré. En mi mente se proyectaba una y otra vez la imagen de Javier y su herramienta enculando a la chiquilla. Me tumbé sobre la cama. El botón de mi short continuaba desabrochado. De nuevo introduje mi mano en mis braguitas. Uuufh, estaba empapada.
Mis dedos comenzaron a juguetear con mis pliegues más íntimos. La otra mano acariciaba mis pechos por encima de la camiseta. En mi mente visualizaba una y otra vez el momento en el que Javier sodomizaba a la chiquilla. Me identifiqué con los gestos de dolor de la muchacha en el momento en el que me introducía un dedito en mi interior. Caray, estoy empapada, me sorprendí a mi misma. Necesitaba más y más fuerte. Así que comencé a pellizcarme los pezones y a introducir un segundo y hasta un tercer dedo en mi interior. Alternaba el penetrarme con acariciarme el clítoris. ¡¡¡Dios que gusto de imaginarme que era yo a la que sodomizaban!!!.
.-“UUuuhhmm” no pude evitar gemir. En esos momentos era totalmente ajena a las circunstancias que pudieran acontecer a mi alrededor. Sólo tenía consciencia de mi cuerpo, el cual me pedía más y más. Me deshice de mi short con urgencia para continuar mis maniobras. Hasta me lastimaba ligeramente a mí misma pellizcándome despiadadamente los pezones.
Juro que nunca lo había hecho anteriormente, pero sentí una necesidad inexplicable por introducirme un dedo en mi ano a la vez que me masturbaba. ¡¡¡Dios, que gusto!!!. Tuve que girarme y tumbarme boca abajo para ahogar mis gemidos con la almohada.
.-“Uuuhhhmmm” no pude evitar ronronear de placer. Era una gata en celo.
Por primera vez en mi vida pude sentir como mis dedos se podían acariciar a través de mis entrañas. El dedo que me había introducido en el ano estimulaba de sobremanera mi punto “g” a través de las membranas y paredes vaginales. Sin duda estaba a punto de correrme en uno de los mejores orgasmos de mi vida.
.-“Oooh, sih” tuve que chillar contra la almohada. Mi cuerpo comenzó a temblar en espasmos de placer.
.-“Oh, si, siiii, ooouugh” gemía en cada sacudida de mi cuerpo.
¡¡¡Mierda!!!. Unos nudillos golpearon en la puerta….
.-“Sara ¿estas bien?” escuché la voz de Fernando del otro lado de la puerta. Mi orgasmo se vio interrumpido muerta de vergüenza.
.-“Si, todo bien. Algo cansada” dije para disimular, al tiempo que me cubría mi cuerpo ridículamente con mis manos, temiendo que el cura entrase en mi habitación y me sorprendiese medio desnuda y masturbándome.
.-“Bajo a tomar un vaso de leche. ¿Vienes?” me preguntó.
.-“Enseguida bajo, termino mis estiramientos y enseguida bajo” dije tratando de inventar una ridícula excusa que pudiera justificar mis gemidos. Por suerte escuché el sonido de Fernando bajando por las escaleras en dirección a la cocina. Respiré aliviada por que no hubiese abierto la puerta. Luego me di cuenta de que la excusa del yoga era bastante absurda. Por unos instantes no supe que hacer. Me sentía como una niña que acababa de romper un plato. Recogí mis braguitas del suelo, me las puse de nuevo, y decidí que lo mejor sería bajar y dar la cara, y dejar que todo sucediese como si de un día normal se tratase. Si preguntaba le diría que estaba haciendo yoga y ejercicios, y que tiendo a quejarme cuando me duele y me estiro. Así lo hice.
Bajé como todos los días a tomar mi vasito de cola cao y a conversar un rato con el cura. Por suerte Fernando no preguntó nada y no tuve porque darle ninguna explicación. Se notaba que era bastante correcto y discreto en ese sentido. La conversación transcurrió como en veces anteriores en un tono bastante jovial y divertido. A veces me contaba experiencias que me ponía los pelos de punta, y otras me hacía reír.
El caso es que en una de las veces pude observar como su mirada se fijaba en mis braguitas. En ese momento me percaté de que la zona central de mi braguita estaba manchada de mis propios fluidos. Su mirada se clavaba en mis labios mayores que podían adivinarse marcados en la tela de mis braguitas. Me puse nerviosa de nuevo por la situación, pero decidí continuar como si nada. Por suerte sugirió que nos retirásemos pronto a dormir pues al día siguiente nos esperaba una dura jornada. Esa noche caí rendida en la cama.
Para colmo tuve algún que otro sueño más bien erótico, aunque algo raro. Soñaba que estaba tumbada en la orilla del rio, cuando de repente aparece Fernando de detrás unos arbustos y se abalanza sobre mi con verdadera pasión. Me besa, me acaricia, hace de mi cuerpo lo que quiere hasta que situándose encima mío, a lo misionero, comienza a penetrarme. Yo soñaba que me moría de gusto. Podía visualizar con todo detalle su cara justo enfrente de la mía, disfrutando de mi cuerpo. Poco a poco su rostro se va transformando, comienza a penetrarme con furia, con rabia, y con cada golpe de riñón su rostro se va transformando en el de Javier. Yo trato de deshacerme de él, pero me es imposible. Me está violando en mis propios sueños.
Me desperté justo en ese momento empapada en sudor. Supongo que mi orgasmo interrumpido me estaba jugando una mala pasada. Decidí quedarme con la parte positiva, con la primera parte del sueño en el que era penetrada por el cura. Me quedé de nuevo dormida imaginando que ojala llegara a suceder. Reconozco que el sueño había sido de lo más real y lo había disfrutado hasta que se convirtió en pesadilla.
Pasaron algunos días más. He de reconocer que los mayores alicientes para matar el aburrimiento, era provocar las miraditas de los chicos y de Fernando en bikini en el río. Estimulaban mi imaginación, y al llegar el momento de acostarme, disfrutaba de mi cuerpo, sobretodo tratando de no pensar en el imbécil de mi esposo. Cada noche me masturbaba pensando en Fernando, incluso me gustó provocarlo y jugar con él en cada momento y en especial cuando llegaba el momento de tomar nuestro vasito de leche juntos.
Hasta que una noche mientras me tomaba el vasito de leche con el cura, este dedujo que algo no marchaba bien. Esa noche estaba especialmente sensible y triste al pensar en mi matrimonio. Recuerdo que en un momento dado Fernando me cogió de la mano y mirando hacía mi dedo anular preguntó:
.-“¿Estas casada?” preguntó acariciando mi mano con la suya.
.-“Si” dije agachando la cabeza. Fue fácil deducir que no me iba bien.
.-“¿Quieres hablar del tema?” me preguntó como invitándome a confesar.
.-“Creo que tiene una amante” dije con los ojos sonrojados y lacrimosos.
.-“¡¡Nooo!!. No puede ser” dijo poniendo cara de asombro.
.-“Pues créetelo” dije a punto de llorar. Justo en ese momento escuchamos un ruido desde una de las ventanas. Sospechamos que alguien nos estaba escuchando.
.-“¿Quieres que sigamos hablando?” dijo invitándome a subir a las habitaciones a confesarme y a salvo de cualquier fisgón.
.-“Si por favor, necesito desahogarme” dije acompañándolo a subir a su cuarto.
.-“Espera” dijo, y se desvió hacia la cocina cogiendo dos copas en la mano. Yo no entendí porque cogió las copas hasta que entré en su cuarto. Permanecí un tiempo en píe en medio de su habitación sin saber qué hacer ni que decir, momentos que Fernando aprovechó para sacar una botella de vino de entre sus enseres. Pude fijarme que era una botella de denominación de origen de Toro. La descorchó delante de mí y me tendió una copa, que procedió a rellenar enseguida hasta la mitad con el vino.
Luego chocando su copa con la mía dijo…
.-“El vino ayuda a confesarse, la sangre de Cristo saca lo mejor de nosotros” pronunció mientras me invitaba a sentarme junto a su lado en el borde de la cama. Yo me senté a su lado y dí un primer trago a la copa que efectivamente me ayudó a responder a su pregunta.
.-“¿Por qué piensas que te engaña?” quiso saber.
Yo le conté cuanto sabía. Lo cierto es que el ambiente creado ayudaba a confesarme. Fernando por su parte se dedicaba a escucharme y a rellenar mi copa de vino conforme apuraba los tragos. Casi sin darnos cuenta terminamos la primera botella de vino. Coincidió casi con el final de mi relato.
Fernando abrió otra botella. Rellenó lo que sería mi quinta o sexta copa, y se sentó en el suelo mirando frente a la ventana y con la espalda apoyada en la cama. Yo dí un trago y lo imité, sentándome a su lado. Intuí que quería decirme algo.
.-“¿Has tratado de hablar con tu marido?” preguntó. Yo negué con la cabeza, desechando su sugerencia.
.-“No creo que dé resultado” dije negando taxativamente.
.-“¿Por qué crees que lo ha hecho?” me preguntó.
.-“No tengo ni idea” dije dando otro trago a mi copa.
.-“¿Piensas que busca en esa otra persona algo que tu no puedes darle?” dijo mirándome a los ojos.
.-“La verdad es que no lo entiendo. De acuerdo que ella es mucho más joven que yo, pero siempre he estado dispuesta para él. Incluso ha habido noches en las que el quería sexo y yo sin tener muchas ganas, he hecho un esfuerzo y me he abierto de piernas para él. Ahora me siento como una imbécil”, dije agachando la cabeza entre mis piernas.
.-“Dicen que la confesión siempre causa daño al otro, pero mucho me temo que tu marido no siente ningún arrepentimiento” dijo acariciando mi nuca con su mano.
.-“¿Qué puedo hacer?” pregunté desesperada.
.-“¿Has probado a resarcirte?” preguntó apartando mi pelo de mi cuello y desnudando mi nuca, mientras me acariciaba en esa zona.
.-“¡Me estas sugiriendo que le sea infiel!” exclamé sorprendida por las palabras del cura.
.-“No he dicho tal cosa, sólo te digo que a veces nos sentimos aliviados imitando conductas. Algo así como ojo por ojo y diente por diente” dijo observándome detenidamente mis reacciones.
.-“No entiendo” dije mirándolo a los ojos. Un silencio se hizo entre ambos. Fue ahora el cura quien bajando la cabeza dijo:
.-“Sara, eres una mujer joven y hermosa, deberías disfrutar de tu cuerpo” dijo mientras acariciaba mi cuello desnudo, sin dejar de apartar mis cabellos una y otra vez.
.-“Sigo sin entender” dije de nuevo algo aturdida por sus palabras y apurando el vaso de vino.
.-“Sabes…, antes de ordenarme sacerdote estaba tremendamente enamorado de una chica que se llamaba Maribel. Éramos novios, ambos descubrimos muchas cosas juntos acerca del amor, hasta que un buen día se presentó mi padre en casa con un tío mío cura, y me dijo que me ordenaban sacerdote…” interrumpió su relato para dar un trago a su copa de vino.
.-“¿Qué ocurrió?” había despertado mi interés por su relato.
.-“El caso es que me ordené sacerdote tal y como había dispuesto mi padre” en esta ocasión ambos dimos un sorbito a las copas de vino.
.-“¿Por qué no te negaste?” pregunté por curiosidad.
.-“Cualquiera le llevaba la contraria a mi padre, además a mi madre también le hacía ilusión. No, no tenía otra alternativa” pronunció con resignación.
.-“¿Y Maribel?,¿qué fue de ella?” quise saber.
.-“El caso es que seguimos viéndonos durante un tiempo, hasta que a mí me destinaron a la India. Y claro, con la distancia la relación se fue deteriorando. Además Maribel me contó por carta que conoció a un tipo, ingeniero, bien posicionado y que terminó por casarse con él”.
.-“¿Me quieres decir que estando de novicio mantenías relaciones con esa chica?. Joder, eso si que no me lo esperaba” dije sin meditar mis palabras algo desinhibida por los efectos del vino.
.-“Efectivamente así fue. Nunca me arrepiento de ello. El caso es que un buen día de regreso a España me la encontré por la calle, quedamos en vernos a tomar un café y todas esas cosas, hasta que un día ambos confesamos que seguíamos enamorados el uno del otro. Ella me confesó que no mantenía una relación plena con su marido, y que sólo yo había logrado satisfacerla. El caso es que al principio nos veíamos en hoteles, en su coche, y sitios así, hasta que terminamos haciéndolo en su casa…” no pude dejarlo escapar y se me escapó el inoportuno comentario.
.-“Joder con el cura” se escapó de mis labios. “¿Y cómo acabó la historia?” quise saber al mismo tiempo.
.-“Un día nos pilló su marido in fraganti” dijo poniendo su mano en mi rodilla para continuar narrando su historia.
.-” Lejos de pedir el divorcio y montar el numerito, lo llevó con resignación. Aceptó nuestra relación a tres, hasta que poco a poco su relación entre Maribel y él se fue fortaleciendo. Un buen día me dijo Maribel que lo nuestro tenía que acabar, que gracias a mí había podido conocer mejor a su marido, y su marido mejor a ella. Incluso me propusieron participar en orgías y cosas que ni te imaginas al nivel en el que se movían. Yo poco a poco me dí cuenta de que la Maribel que yo conocí poco tenía que ver con la mujer en que se había convertido, y poco a poco fuimos cerrando la relación” me comentaba a la vez que su mano en mi rodilla comenzaba a subir y bajar por mi pierna.
.-“No me lo puedo creer” dije mientras miraba su mano deslizarse por mi muslo más cercano a su posición. El color de su camisa gris contrastaba entre mis blanquecinos muslos.
.-“A veces la inclusión de un tercero enriquece a la pareja” pronunciaba Fernando mientras una de sus manos subía y bajaba por mi pierna ante mi impasibilidad, y con la otra me apartaba el pelo desnudando mi nuca. Mi indiferencia ante sus caricias se debía en parte a mi incredulidad en su relato.
.-¿Qué sabes ahora de Maribel?” pregunté intentando averiguar si lo que me contaba era cierto o inventado.
.-“Se que atravesaron dificultades económicas graves. La última vez que ví a Maribel se prostituía para pagar las deudas contraídas por su marido. Negocios y juegos en su mayoría. Y de ahí que me interesase colaborar y ayudar a este tipo de mujeres. La sigo viendo a menudo” dijo sin dejar de acariciar mi muslo muy cerca ya de mis intimidades.
.-“¿Por qué lo haces?” pregunté sin poder apartar mi vista de su mano. Ambos continuábamos sentados en el suelo con la espalda apoyada contra la cama.
.-“Me gusta ayudar a mujeres necesitadas” y nada más decir esto me dio un tímido beso en mi cuello. Fernando estaba algo ladeado hacía mi, y se dedicaba a acariciar mi pierna más cercana a su posición con una mano, mientras con la otra desnudaba mi cuello apartando mi pelo de mi nuca. Un segundo beso en mi piel en la zona entre mi cuello y mi hombro me puso la piel de gallina. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Estaban claras sus intenciones. Yo no sabía que hacer, por un lado lo deseaba, pero por otro algo me decía que aquello no estaba bien. Mis dudas hacían que permaneciese inmóvil ante sus caricias.
.-“Yoo, esto, no debería…” musité al tiempo que ladeaba mi cuello para facilitarle la labor y abría un poco más mis piernas para que pudiera acariciarlas sin ninguna dificultad, traicionándome por los gestos a mi misma.
.-“Ssscht” me susurró el cura en la nuca al tiempo que acariciaba la piel desnuda de mi hombro con sus labios, en tímidos besitos que lograban electrizar mi piel por todo el cuerpo.
.-“Esto, yo, nooo…” trataba de negarme por segunda vez, al mismo tiempo que permanecía impasible.
Por su parte deslizó el tirante de mis camiseta sobre el hombro dejándolo caer a un lado, mientras me agarraba con su mano fuertemente por el antebrazo a la altura de mis pechos inmovilizándome, y continuaba dándome besitos por la piel desnuda de mi hombro y de mi cuello, hasta por detrás de la orejas. Mis pechos reaccionaron a sus estímulos y mis pezones comenzaron a marcarse a través de la fina tela de mi camiseta.
.-“Eres tan hermosa” pronunció de su boca al tiempo que su mano que recorría mi pierna se posaba sobre mis intimidades por encima de la tela de mis braguitas. En esos momentos me sentía la mujer más atractiva del paraíso, como Eva invitando a pecar a su Adán.
.-“Yo, estooo, no debería….” negué por tercera y última vez.
.-“Fíjate, estas empapada” dijo nada más poner su mano en mi entrepierna por encima de mis braguitas.
.-“Ummhhh” un tímido suspiro se escapó de mi boca evidenciando mi estado. Fernando aprovechó para colar un dedito por debajo de la tela de mis braguitas. Pudo comprobar que llevaba el pubis rasurado. Se sonrió. Yo cerré los ojos y me abandoné a sus caricias.
La mano que agarraba mi antebrazo se posó encima de mi pecho. Fernando comenzó a sobarme los pechos a la vez que continuaba dándome besitos en el hombro.
.-“Déjate llevar” me susurró en la oreja. Yo eché mi cabeza atrás recostándola sobre la cama, apoyando mi espalda contra la cama acomodándome para dejarme acariciar por el cura. El, adivinando mis intenciones aprovechó para colar un segundo dedo por debajo de la tela de mis braguitas y acariciar mis labios vaginales.
.-“Mírate, lo necesitas” dijo al comprobar mi estado de excitación y humedad en sus manos. Yo cerré mis piernas aprisionando su mano entre mis muslos, pero el se las apañó para separarlas aún más que antes si cabe y apartar a un lado la tela de mis braguitas. Mis intimidades quedaron expuestas ante su vista. Entreabrí los ojos para comprobar que se deleitaba con el momento. Luego recorrió mis labios vaginales arriba y abajo con sus dedos, esparciendo mis propios fluidos. Una vez estuvo todo empapado me introdujo uno de sus dedos.
.-“UUhhm” no pude evitar gemir al notar como su dedo se abría camino en mi interior. Estuvo un rato en el que alternaba estimularme el clítoris con meter y sacar su dedo de mi interior. Yo permanecía con los ojos cerrados dejándome manosear.
En un momento dado giró mi cabeza y me besó en la boca. Fue entonces cuando abrí los ojos para disfrutar del momento. Por fín estaba ocurriendo cuanto había deseado durante todo este tiempo y me negaba a mi misma.
La lengua de Fernando exploraba cada rincón de mi boca. Me besaba con pasión. Se me comía enterita.
Casi a la vez que introducía un segundo dedo en mi interior me bajó la camiseta del todo para poder contemplar mis pechos desnudos. Comenzó a acariciarlos. Los palpaba con una mano como si de amasar pan se tratase.
.-“¿Te gusta?” preguntó haciendo referencia a sus caricias.
.-“Ssiiih” gimoteé con los ojos entrecerrados abandonada a sus toqueteos.
.-“¿Lo estabas deseando?” le gustaba verme sometida a su tortura de placer.
.-“Oh, siih” le respondía gimiendo.
.-“¿Te gustaba provocarme, eh?” preguntó al tiempo que sus dedos se movían en mi interior a un ritmo frenético. Me hizo algo de daño su brusquedad.
.-“Aaah, siiih” chillé próxima a alcanzar un orgasmo.
En ese momento se detuvo. Cesó instantáneamente todas sus maniobras para ponerse en pie. Yo permanecía sentada en el suelo contemplando atónita lo que ocurría. No me explicaba porque se había detenido. ¿Se habría arrepentido?. Unos instantes de tensión se crearon en el ambiente.
Una vez en píe, me miró a los ojos y me dijo:
.-“Ya sabes lo que tienes que hacer” dijo al tiempo que se bajaba la cremallera de su pantalón negro. Lo entendí perfectamente por sus gestos.

.-“Vamos, Sara, chúpamela, lo estás deseando” ordenó con su voz.
Reaccioné de mi ensoñación y tiré de su slip hacia abajo a lo largo de sus piernas. Su polla se bamboleó a la altura de mi cara. Me llamó la atención su tamaño, parecía algo mayor que la de mi esposo. La cogí con una mano, me pareció graciosa y bien descapillada, me gustó su taco, pero sobre todo su olor. Hacía tiempo que no me penetraba por la nariz el olor a macho en celo. Quise saborearla. La recorrí de abajo arriba con mi lengua a lo largo de toda su longitud. El cura me cogió de la cabeza por el pelo y me animó a que continuase. Repetí mi gesto una segunda y tercera vez, hasta que no tuve más remedio que introducírmela en la boca. Al principio solo la puntita, aprisionando su prepucio entre mis labios, recorriendo con mi lengua sus pliegues y recovecos, y luego introduciéndomela hasta el fondo, estimulándolo al máximo de placer.
Fernando por su parte me agarraba fuerte del pelo, mientras marcaba el ritmo de mi sube y baja. Hubo un momento en que dejó de mirarme para cerrar los ojos y echar su cabeza hacía atrás, concentrándose en mis estímulos. Decidí rozar mis pechos por sus piernas, momento en que pronunció…
.-“Oh, para Sara, me corroooh” realmente comencé a sentir los pálpitos de su polla en mi boca. No quería que eso terminase de esa manera, así que paré. Saqué su miembro de mi boca y traté de ponerme de pie.
.-“¿Qué haces?” dijo el ahora estupefacto. Yo estaba en pie enfrente de él. Lo empujé sobre la cama. No me fue nada difícil lograr que cayese tumbado boca a arriba sobre la cama, debido en parte a que sus pantalones anudados en los tobillos le impidieron conservar el equilibrio.
Una vez lo tuve como quería tumbado sobe la cama le quité los zapatos y me deshice de su pantalón negro. El permanecía algo ridículo con su notable erección tumbado sobre la cama aún con la camisa puesta y su morboso alzacuellos. Yo de píe junto a la cama me desnudé por completo sin dejar de mirarlo a los ojos, me gustó observar como se relamía contemplando mi cuerpo. Completamente desnuda me senté a horcajadas encima suyo, acomodé con mis propias manos su miembro entre mis piernas y comencé a moverme como una amazona aprisionando su miembro entre mis labios vaginales sin llegar aún a penetrarme.
El cura por su parte se dedicaba a acariciarme las piernas desde las pantorrillas hasta las caderas, a ambos lados de mi culo. De vez en cuando me acariciaba algún pecho. Yo mientras tanto le desabrochaba los botones de su camisa gris, con alguna dificultad debido a la excitación. Cuando finalicé de desabrocharle todos lo botones hizo el ademán de quitarse el mismo la camisa, pero se lo impedí al tiempo que le decía:
.-“Me dá mas morbo así” le dije, y casi al mismo tiempo su miembro se abría paso el sólo sin ayuda penetrándome sin esfuerzo.
.-“Uuuhm” gemí al notar la punta de su polla abriéndose camino en mi interior. Apoyé mis manos sobre su torso y comencé a moverme. El permanecía sin decir nada, se dejaba hacer. Disfrutaba viéndome como me movía. A mi me provocaba mucho gusto.
Me recliné sobre su torso, clavé mis uñas en su espalda al tiempo que mis tetas se rozaban contra su torso buscando más estímulos. Yo estaba próxima al orgasmo. El permanecía impasible viendo como me restregaba contra él y me movía buscando mi propio placer autopenetrándome yo misma con su polla. Le mordí el hombro mientras me corría.
.-“Oooh, si, siiih” ahogaba mis gritos contra su hombro mientras mi cuerpo daba los últimos espasmos por el orgasmo provocado. Caí agotada contra su cuerpo.
Antes de que pudiera hacer nada me volteó tumbándome boca a bajo sobre la cama. El se puso encima mío, y abriendo mis piernas con las suyas, al mismo tiempo que me sujetaba por las muñecas con una sola mano por encima de mi cabeza, me dijo:
.-“Es mi turno” dijo al tiempo que con su mano libre dirigía su miembro hacía la entrada de mi ano.
No sé porqué en esos momentos me vinieron a la mente las imágenes de Javier enculando a la chiquilla en el bosque. Traté de relajarme y disfrutar.
.-“Seguro que eres virgen por el culo” pronunció el cura como con rabia.
Mi instinto de mujer me hizo pensar que lo que realmente le excitaba era pensar que era virgen por ahí. Traté de seguirle el juego, así que fingí resistirme un poquito:
.-“Noooh, por ahí no” dije al tiempo que una maquiavélica sonrisa se dibujaba en mi cara oculta por el pelo contra el colchón de la cama.
.-“Ya verás te gustará” pronunciaba mi amante con cierta ira.
Lo cierto es que temía que con tanta brusquedad efectivamente me dolería. Es cierto que había practicado con anterioridad el sexo anal, pero siempre con mimo y con cariño, evitando el dolor en la medida posible.
.-“Aaaagh” un grito desgarrador salió de mi boca y se ahogó contra el colchón al notar como su polla se abría paso a través de mi esfínter.
El cura por su parte procedió a moverse con total brusquedad, golpeando sin compasión su pelvis contra mi culo, podía notar el contacto de sus huevos entre mis piernas con cada embestida que me daba. Aquello me excitaba. A pesar de su falta de delicadeza comenzaba a relajarme, sabía que tras el dolor inicial pronto llegaría el placer.
.-“Menudo culito tienes, se nota que eres virgen” pronunció Fernando en mi espalda. Me gustó hacerle creer que estaba logrando su fantasía.
.-“Ohh, siih, nunca me lo han hecho por detrás. Me gustaah, me gusta” gritaba yo para provocarlo.
Arremetió un par de embestidas más, luego su polla comenzó a palpitar en mi interior. Puede notar como una corriente de líquido caliente resbalaba en mi interior. Mi ano estaba dolorido. Unos bufidos de placer del macho a mi espalda me alertaron de que se daba por terminada la faena.
Antes de que pudiera reaccionar Fernando se puso en pie y dijo:
.-“Te ruego que salgas de mi cuarto. Esto nunca debería haber pasado” pronunció mientras recomponía sus ropas.
Yo no daba crédito a lo que acababa de escuchar, me esperaba algún beso cariñoso y algún cumplido en plan “ha estado genial” y cosas por el estilo. Lo miré airadamente, se debió de dar cuenta.
.-“Te pido por favor me dejes a solas” repitió mientras acomodaba su camisa en el interior de sus pantalones.
Yo recogí mis prendas que yacían en el suelo sin mirarlo siquiera a la cara, y salí de su cuarto lo antes posible encerrándome en mi habitación.
Recuerdo que me tumbé sobre la cama y estuve llorando un rato. Estaba decepcionada, no me esperaba que fuese así, lo había imaginado todo de una manera tan distinta, que era frustrante recordar como había terminado.
Cuando amanecí al día siguiente Fernando ya no estaba. Patricia me contó que lo llamaron de la diócesis y tuvo que salir a uno de los pueblos cercanos a sustituir a un párroco ingresado gravemente de repente y necesitaban la presencia de Fernando. Por suerte quedaban pocos días para terminar los campamentos y regresar a casa.
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Relato erótico: “El pueblo de los placeres 2” (POR CABALLEROCAPAGRIS)
El cantar de los pájaros y los primeros rayos de sol despertaron a Luís. Se giró, a su lado dormía su tía. Se levantó con cuidado y la dejó tapada con el abrigado edredón nórdico. Estaba desnuda y el frío crecía por días en ese recién estrenado invierno.
Mientras desayunaba conectó su portátil. Consultó la meteorología: mínimas de menos cuatro grados y máximas de diez en toda la sierra de Huelva. Despejado.
Apuró el desayuno y se preparó para ir a correr. Al salir topó con una nueva nota sobre la alfombrilla exterior de la entrada a su casa. La cogió y la leyó. Tras leerla la sopesó. “mismo papel y mismo tipo de letra que la nota anterior”. Volvió a leerla.
“Auxilio. Sálvame. Llévame contigo.”
Esta vez se la guardó en el bolsillo del chándal. Cerró la cremallera, se ajustó el gorro, se colocó los auriculares y encendió su mp4.
Se adentró en el bosque oyendo su ópera favorita, “La flauta mágica”, de Mozart.. Los árboles iban quedando atrás con la misma elegancia con que la música deleitaba sus oídos. Todo era paz y armonía.
Al finalizar la sinfonía, Luís inició el camino de vuelta. Pero antes de colocarla de nuevo oyó el relinchar de un caballo justo antes de apretar el botón.
Se quitó los cascos y miró alrededor. No había ningún caballo. Solo el bosque y los húmedos matorrales. Con el cantar de mil pájaros como hilo musical. Cuando volvió a colocarse los auriculares, de nuevo un relincho. En esta ocasión pudo orientarse y se dirigió al lugar desde el que entendía que llegaba el sonido.
Avanzó a través de unos matorrales y pudo verlo. En un pequeño claro, protegido por rocas, matorrales y la espesa arboleda, estaba el animal. Se trataba de un precioso caballo andaluz color marrón oscuro, con una elegante melena negra, del mismo color que su amplia cola.
Cuando se empezaba a preguntar qué hacía ese caballo ahí solo, éste volvió a relinchar y se puso de lado. Entonces pudo verla.
Arrodillada en el suelo una mujer agarraba la tranca del animal, meneándosela de arriba abajo. La otra mano le acariciaba el lomo, pretendiendo calmarlo. Luís se fijó en la enorme polla. Descolgaba hasta casi rozar el suelo y tenía un diámetro más que respetable. Aquella mujer le resultaba familiar, a pesar que el caballo se interponía en su visión.
En un momento dado, la mujer se agachó más colocándose justo bajo el caballo; en un momento en el que el animal aguardaba quieto el siguiente paso. “Buen chico”. La voz no le dejó ninguna duda. Cuando esa mujer agachó la cabeza y se metió la tranca del caballo en la boca Luís por fin pudo verla. Era Tomasa.
Tuvo la tentación de correr, pero una morbosa curiosidad hizo que se escondiera un poco más para ver aquella escena.
Tomasa lamía y masturbaba con una viciosa velocidad. Al cabo del rato se levantó y acarició con calma el pelaje del precioso caballo. Luego miró alrededor para comprobar que seguían solos. Luís se tuvo que agachar más para no ser descubierto. De nuevo se levantó un poco para poder ver. Ahora Tomasa estaba desnuda de cintura para abajo. De pié con las piernas abiertas, dándole la espalda al caballo. Se giró y le agarró la tranca; sin soltarla volvió a darse la vuelta y la colocó en su coño. Luís frunció el ceño en señal de dolor. “su coño es grande, pero no tanto”.
A Luís le sorprendió la facilidad con la que el caballo se dejaba hacer. Tomasa se lamió las manos y se frotó el sexo, sin soltar el rabo. Luego se echó un poco hacia delante sin llegar a agacharse del todo. Puso una mano en el suelo para no perder el equilibrio y dejó la polla del animal en la entrada de su coño. Se la mantenía agarrada mientras se movía como pidiéndole que pusiera un poco de su parte. Hasta que el animal, en un movimiento cuidadoso, la metió un poco.
El grito de Tomasa fue desgarrador, pero su cara reflejaba todo el vicio que podría reflejar cualquier rostro humano. Aunque Luís empezaba a dudar que aquella hembra grande y chillona fuera verdaderamente humana.
Tomasa soltó la tranca, y esta se quedó clavada. Y empezó a moverse hacia atrás y hacia delante. El caballo no se movía, se dejaba hacer. Luís contemplo atónito como la mujer, en sus movimientos enculadores, cada vez abarcaba más rabo dentro de su coño. Hasta casi la mitad logró meterse una y otra vez.
Sus gemidos eran atronadores y Luís no pudo soportar ver aquella escena durante más tiempo. Con indignación, y sobre todo con una alta excitación, retrocedió con cuidado para volver al camino que le llevaba a su casa.
Pero pisó una rama seca. El crujido hizo que se quedara paralizado. Tomasa se detuvo en seco, avergonzada y alarmada.
-¿Quién anda ahí?

Avergonzada se levantó y se
vistió apresuradamente. Corrió por el camino hacia el pueblo. Medio lloriqueaba y estaba acalorada. Se sentía cachonda y aturdida. Aun conservaba en su boca el sabor del caballo. Y bajo sus bragas su coño palpitaba escocido, muy abierto, cerrándose poco a poco.
Luís entró en su casa y se fue directamente a la ventana de su despacho, en la planta superior. Por el camino se cruzó con la tía Ana, a la cual saludó sin echar cuenta a algo que le dijo.
Se encerró y miró el pueblo a través de la ventana de su despacho, la cual permitía su vista parcial.
“Qué clase de pueblo es este”. “qué clase de gente vive aquí”. “Está maldito”.
Este último pensamiento lo tuvo mirando a un cuervo sobrevolar un pequeño peral, antes de posarse en una de sus ramas más altas, cara al pueblo.
El pueblo le devolvía la mirada en silencio. Había algo que atraía a Luís en aquellas casas y no sabía el qué. Tal vez se habría encaprichado de Tomasa, aunque no estaba del todo seguro de ser eso lo que sintiese. La escena del caballo le había repugnado tanto como excitado. Pero se obligó a intentar olvidarla; se obligó a hacer prevalecer en su cerebro la mitad de repugnancia, olvidando la otra mitad de excitación. Le iba a costar olvidarse de aquella enigmática mujer.
Por otra parte están las notas. Una de ellas recomendándole precaución con Tomasa. Debe ser alguien del pueblo que sabe que se han acostado, no habría más solución. Por primera vez tomó en consideración esa primera nota. ¿Quién le podría haber avisado?, y lo que es más importante, ¿Por qué lo habría hecho?. Sin duda era alguien que intentaba advertirle de algo; o en cambio podría ser alguien que intentaba que se alejara de ella, por celos o lo que fuese. O alguien que solo quería tocarles las narices. Se acordó del la advertencia de su tía.
Sacó la segunda nota y la releyó.
“Auxilio. Sálvame. Llévame contigo”.
La letra parecía de mujer. ¿Podría haber sido su tía abuela Leonor?. En seguida se quitó esa idea de la cabeza; la pobre vieja es demasiado mayor como para salir de casa. Además cree recordar que es medio analfabeta y casi no sabe escribir. Y menos aun esas letras tan grandes y bien definidas.
Entonces pensó en la sombra que le espió desde la ventana frente a la casa de Tomasa. Alba, ese nombre le había dado. Es la única persona que le había visto entrar en casa de su enigmática amante. Recordó la incomodidad que adoptó Tomasa cuando le preguntó por ella. Recordó la historia de su madre muerta y del fantasma que le hacía la vida imposible.
“Auxilio. Sálvame. Llévame contigo”.
Sin duda debía ser ella. Pero, ¿por qué?, ¿Quién era realmente esa mujer?. ¿Por qué le ha advertido sobre Tomasa?.
Sumido en sus pensamientos se le fue media mañana. Salió para hacer café, Ana ya no estaba; ni siquiera la había escuchado despedirse.
Al acabar el café concluyó que necesitaba desconectar un poco. Decidió irse unos días a Madrid a visitar a su madre, con la idea de ampliar clientela en la capital de España. Preparó la maleta y arrancó su BMW azul de última generación.
Antes se pasó por la dehesa para comunicárselo a Ana y a los demás encargados.
¿Cuándo volverás?.
Dijo Ana casi sin voz y con mala cara.
Serán solo unos días. Te llamaré. Te quedarás a cargo de la casa y el negocio.
No me hace gracia quedarme sola. Es por el pueblo…..
¿Qué le ocurre al pueblo?.
Ana vaciló un instante. Luego se acercó y abrazó a su sobrino. Ladeó un poco su cabeza y le susurró al oído:
Me da miedo.
Luís se separó y rió nervioso.
Tonterías. Volveré en unos días. Hasta pronto.
No hubo más palabras. Ana pudo oír al coche de Luís rugir entre los árboles del bosque, sintiendo como se alejaba. A medida que el motor sonaba más lejano, más crecía el miedo en su interior. El vacío se apoderaba de su alma, y como si el diablo mandase en ella, una excitación sobrenatural la hizo presa. La misma excitación incomprensible que la obligó a abandonar el pueblo. Su coño empezó a palpitar como si fuera el corazón de la tierra que pisaba.
Se sentó y se obligó a serenarse. No podría controlar qué pasaría en esos días. No podía creer que otra vez sintiese eso. “Otra vez no, por favor. Tan pronto no”.
Al caer la tarde Ana se dirigió a su despacho en una de las cabañas. Allí rebuscó en el listado de trabajadores y encontró a la chica que le había parecido ver días antes saliendo de la cocina. Cogió el teléfono y la llamó.
¿Sara?. Eres Sara Sánchez, ¿la hija de Silvia Sánchez?.
Sí señora,…. ¿Pero quién es usted?.
Soy Ana, jefa de cabañas y propietaria al mando de todo el complejo. Ahora que el señor Luís acaba de salir unos días para buscar negocios en Madrid.
Hola señora Ana. A sus pies, no he tenido el gusto de conocerla.
Yo a ti sí te conozco. Estoy en la cabaña despacho. Necesito que vengas.
Señora Ana, perdóneme pero tengo mucho trabajo, estoy preparando la cena a los trabajadores y clientes.
Seguro que el cocinero para el que trabajas lo entenderá. Es una orden superior. Te espero aquí, no tardes.
Colgó sin esperar respuesta y encendió un cigarrillo. Se acomodó en el sillón del despacho haciéndolo correr un poco hacia atrás. Se cruzó de piernas, sus faldas blancas cedieron dejando sus muslos a la vista, oscuros por las medias negras que llevaba. Un río de nervios acudieron a sus pies en forma de movimiento intermitente, aleteando sus tacones. El humo del cigarro envolvía su ambiente. Se le colaba por el recién ajustado canalillo escotado. Sus ojos se enrojecieron por el humo, más diabólicos que humanos, inyectados en sangre. No parecía ella.
Al rato un sonido débil aporreó la puerta de la cabaña.
Adelante. Está abierta.
Ante Ana se presentó Sara. Aspecto juvenil. Linda de cara y muy delgada, aunque con voluminosos pechos. Vestía humildemente con una chaquetilla de cremallera medio deshilachada y unos pantalones grises viejos.
Ana la miró de arriba abajo.
Das pena. Siéntate.
Sara obedeció. Ana se levantó y anduvo paseando por la cabaña, detrás de Ana. Fumando, taconeando despacio, moviendo gustosa sus caderas maduras.
Te vi el otro día y pensé que eras tú. Te sienta mejor el traje de cocinera. ¿No tienes dinero para ropa?
Gano poco señora, al trabajo vengo cómoda pues aquí tengo uniforme de trabajo, como usted bien ha señalado.
Un empleado ha de cuidar su imagen. Cambie la ropa, anótelo.
El señor Luís..
¡El señor Luís no manda ahora mismo!. Está en Madrid, yo me encargo del negocio cuando él está fuera.
Sí, señora.
Sara miró a Ana. Sus ojos parecían los de un gato en la oscuridad. Se asustó un poco.
Ana se sentó y sonrió amistosamente.
¿Sabes?, yo fui amiga de tu madre.
¿Ah sí?. ¡que bien!.
No tan bien, era una buena puta. Me quitó dos novios. Y al final para qué, ¿para hacerse lesbiana?. ¿Sigue viva?.
Claro. Vive en Málaga con su ……
Con su mujer. Jajajajaja. No tengas miedo Ana. Es una pena que siga viva, merece morir. Este pueblo la transformó. Está infectada, como yo.
No sé de que habla señora.
Ya lo sabrás. Si sigues aquí lo acabarás sabiendo. Dime Ana, ¿qué edad tienes?.
Dieciocho.
Pareces más joven.
Eso dicen.
¿vives sola?
Sí. En la calle del agua, en la antigua casa de mis abuelos.
Esta noche te espero a las diez en la casa del señor Luís. Ven cenada pero no comas demasiado.
Sara sintió un extraño escalofrío.
¿Puedo preguntar para qué?.
Revisión de tu contrato. No entiendo por qué, pero Luís quiere pagarte más. Me ha encargado que lo resuelva hoy. Ahora estoy muy ocupada así que tendremos que hacerlo allí. No tardes.
Gracias señora, gracias.
Sara se levantó sonriente y abandonó la cabaña haciendo reverencias.
Ana quedó con una maléfica sonrisa. Entonces cogió el teléfono e hizo otra llamada.
Bebió mucho alcohol. Le sentaba bien y no se le notaba bebida. Solo se le manifestaba en la creciente excitación. No veía la hora de que dieran las diez.
Vestía en camisón rosa transparente. Desnuda debajo. Dejaba ver en un rosa artificial sus pequeñas tetas y ancha cadera. Con un leve color negro en su cuidado coño, y una bella raja por culo.
Ante ella estaban Mario y Roberto, sentados en el sofá del amplio y lujoso salón de Luís. Treinta y cinco y cuarenta y seis años respectivamente. Con músculos de gimnasio y tatuados. Bien armados. Ex presidiarios. Violación y violación repetida. Ambos de un pueblo cercano. Violaron a Ana un día en el que ella volvía andando a su casa cuando tenía quince años menos y aun vivía en el pueblo. Ese día, Ana tenía la misma excitación que ahora, con el mismo color rojo en los ojos. Estaba infectada, como le gustaba llamarlo a ella.
Quedó tan agradecida por aquella gratuita y brutal follada, que les pidió que volviesen cada mismo día de la semana a la misma hora, en el mismo lugar. En total fueron cincuenta y seis polvos con aquellos dos energúmenos, en mitad del bosque. Antes de obligarse a cambiar de vida y huir a Aracena.
Las órdenes eran claras. Ellos violarían a la joven y ella lo observaría desde una cómoda butaca situada frente a la cama. Nada de sangre. Luego la dejarían desnuda sobre la cama y se irían. Nada de preguntas. Jamás han estado ahí. Había extendido un sobre con mil euros para cada uno; toda una fortuna para ellos.
Sonó el timbre. Ana se preparó. Se abrió la bata y cogió una de sus pollas goma. Se acomodó en el butacón, con un posa-pies para poder abrirse cómodamente de piernas.
Ana pudo oír el grito de espanto de la chica, acompañado de forcejeo. Oyó los apresurados pasos acercándose a la habitación de Luís. Hasta que de repente irrumpieron.
Los dos hombres desnudaron a Sara frente a Ana. Sara la miraba incrédula. Le imploró, le suplicó, le lloró. Todo ello provocó un exceso de excitación en Ana. La cual miraba impasible a la chica. Aunque sus pezones estaban duros y su coño empezaba a chorrear un flujo que salía directamente de las entrañas de la tierra, a través de su sexo.
El cuerpo desnudo de Sara era algo contradictorio. Por una parte era un cuerpo débil y flacucho. Por la otra, tenía sendos pechos grandes y estaba bien depilada; se cuidaba.

A pesar de verse obligada, Sara comió aquellas pollas sin hacer la más mínima intención de resistencia. Solo las lágrimas cayendo hacían ver que se trataba de algo obligado. Su lengua relamió cada capullo y su boca engullía ambos penes alternativamente; con un buen ritmo, masturbando el que no tenía en la boca en cada ocasión.
Y así estuvo hasta que recibió la siguiente orden.
Seria, con la esperanza perdida, se dejaba hacer. Ahora el más joven le follaba a cuatro patas. Sara miraba a Ana fijamente, con la mirada vacía, como si tuviera los ojos huecos. Ni la más mínima expresión, ni el más mínimo gemido, parecía no respirar. Las embestidas le hacían tener que agarrarse algunas veces a la cama para no caerse, y en cada momento se esforzaba en mantener el culo bien alto, para facilitar la labor al violador.
Ana experimentó un primer gran orgasmo, follándose duro el coño con su polla de goma.
Ahora Sara estaba cabalgando al más viejo; o menor dicho, el más viejo la follaba desde abajo. Mientras, el más joven se la clavaba en el culo. La polla del más joven era la mayor. Pero ni aun metiéndosela velozmente y fuerte por el culo Sara hizo el menor gesto.
Ana empezó a mirarla con devoción. Su cuerpo se amoldaba a la perfección entre los dos violadores. Dejando caer dos hermosos y amplios pechos en la cara del que empujaba desde abajo. Resistía estoicamente cada embestida, que ahora le llegaban de dos lados diferentes. Su forma de apoyarse en la cama, a la altura del tatuado pecho del que tenía debajo, era de una clase descomunal. Folladora experimentada a pesar de la edad. Ana se follaba fuerte con la polla de goma mientras acariciaba sus pechos, cada vez con más necesidad.
Los dos mantuvieron esa follada. Ana estaba hipnotizada con la mirada profunda y perdida que le dedicaba la chica. Entonces, sin esperárselo, Sara sacó la lengua y se la pasó por los labios. Ana juraría que los ojos cambiaron de color en ese instante. Ahora su mirada era profunda y viciosa. Sara, agachó un poco la cabeza y lamió el torso desnudo y tatuado de Roberto. Pasando su lengua lentamente por una inmensa cicatriz que le atravesaba el pecho en diagonal.
¿Eso es todo lo que sabéis hacer?. Vaya mierda de violadores.
Tras decir eso, Sara se liberó, y tumbó en la cama al más Joven. Le mamó fuerte la polla y se sentó encima, dándole la espalda a él; y siempre sin dejar de mirar a Ana. Se la clavó entera y comenzó a botar con gran soltura. Sus jóvenes carnes se mantenían tersas, y sus pechos ahora estaban muy duros. Pidió polla. El otro se tumbó frente a ella, con lo que empezó a darle una bestial mamada, mientras botaba como la mayor de las putas.
Ana ahora no se tocaba, se dedicaba a disfrutar de cada segundo de la escena que veía. La imagen de esa joven chica pudiendo con esos dos maromos, la calentó como jamás se había calentado, a sus cincuenta y cuatro años.
Tal follada y tal mamada hizo que apenas le duraran. Ambos se corrieron casi a la vez. Sara se vio obligada a cesar en la follada para evitar que el otro se corriera dentro. Los sentó en la cabeza de la cama, uno al lado del otro. Empezó por el más viejo. Se arrodilló levantando mucho las caderas, para que Ana pudiese ver su bello culo completamente depilado, y su coño pequeño y enrojecido.
Mamó la polla mientras la masturbaba, hasta que le salio el semen. Lo tragó todo. A continuación hizo lo mismo con el otro. En esta ocasión lo guardó en su boca.
Se levantó y se fue en busca de Ana. La cual la recibió con los brazos abiertos. La rodeó y sintió el suave calor de su piel madura. La besó, pasándole todo el semen, el cual Ana tragó hasta la última gota. Luego se levantó.
Ana hizo un gesto a los fallidos violadores para que se fueran.
Sara se tumbó en la cama, Ana permaneció en la butaca.
¿Puede explicarme que ha pasado?.
Has superado la prueba y me alegro mucho. Pensaba matarte. Pensaba vengarme de lo que me hizo tu madre. Pero me has demostrado que mereces vivir. A partir de ahora serás mi puta y harás todo lo que te diga.
¿Y si no acepto?.
Perderás tu trabajo.
Podría permitírmelo….
Perderás tu trabajo porque morirás. Si no obedeces, te mataré.
Sara tragó saliva. Ana había resultado muy convincente. De repente volvió a tener miedo.
Al día siguiente Leonor volvía a casa después de comprar algo de pan. Justo antes de entrar en su casa se encontró a una antigua amiga de su misma edad.
Hola Leonor, te veo muy bien. Me he encontrado a Antonio el mecánico. Me ha dicho que tu sobrina Ana ha vuelto al pueblo. Parece ser que vive con Luís y que trabaja para él.
Leonor no dijo nada. Se metió corriendo en casa y se santiguó.
Se llevó toda la tarde rezando. Al irse a dormir, tomó un bote de pastillas para el sueño y durmió eternamente.
En Madrid , a Luís le sonó el móvil cuando iba camino de la casa de su madre para darle una sorpresa.
Descolgó, le cambió el rostro, y colgó. Se quedó apesadumbrado y triste. Continuó caminando despacio, hacia el piso de su madre en Madrid.
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Relato erótico “Culeandose a su recatada madre por desquite.” (POR ROGER DAVID)
–Esto no puede ser…!, no es justo…!!, yo estoy primero…!!, yo siempre seré el primero…!! Tu misma lo dijiste!!!, se gritaba silenciosamente el joven Laureano mientras le daba puñetes a su cama y en la soledad de su habitación, ya eran casi las 5 de la madrugada.
Desde su más inexperta adolescencia, el muchachón había tenido mucha suerte en el amor según entendía, debido a que fueron varias las atractivas jovencitas que estuvieron interesadas en ser su novia, a lo que el inexperto adolescente reaccionaba de la misma forma en que respondería cualquier joven de su edad y con las hormonas más que alborotadas.
Lo malo del asunto es que todas estas damiselas fueron rechazadas por la madre del joven pretendido, por lo tanto también fueron desechadas por este luego de leves penetraciones que no pasaban mas allá de simples cogiditas y besuqueos por parte de él y de sus jóvenes enamoradas, ya que la relación con su ascendiente femenino era tan estrecha y bien llevada que el joven no se hacía problemas para darle en el gusto.
Los motivos?
Desde la muerte de su padre cuando él era solo un niño de edad pre escolar, él y su hermana Jessica (dos años mayor que Laureano), quedaron al cuidado de Mónica, la madre de ambos.
Entre ellos, madre e hijos se creó una relación más que cohesionada, debido a que la joven progenitora se propuso a defender con dientes y uñas a sus dos retoños que habían quedado a su único cuidado.
Sin embargo y a pesar de la excelente relación entre madre e hija, fue con Laureano con quien la llamativa Mónica tuvo más apego, tanto así que hasta su hermana a veces pensaba que en la relación de ellos algo había del Complejo de Edipo, ya que veía a su hermano totalmente dependiente de Mónica, al grado que al haber este ya llegado a los 18 años de edad, eran muchas las ocasiones en que inventaba cualquier pretexto para dormir el habitación de su madre, aduciendo estar triste, o enfermo, o cualquier cosa con tal de quedarse a su lado.
Hasta ahí todo normal.
Pero habían pasado los años, Mónica ya contaba con 37 años de edad, y trabajaba de secretaria administrativa en una empresa de asesorías. Jessica con 20 años ya estaba en la enseñanza superior, mientras que Laureano con 18 años había terminado los estudios secundarios y aun no decidía que era lo que iba a ser con su vida, además que al haber sido siempre el niño predilecto de la jefa de hogar este se permitía ciertos privilegios en comparación con su hermana. Por esos tiempos el joven en cuestión se había dado vacaciones con carácter de indefinidas, o sea no hacía nada más que holgazanear en su casa disfrutando de las regalías que se le ofrecían al vivir el solo con su madre y su hermana.
En relación a lo anterior se puede decir que ellos eran una normal familia donde la madre era la jefa de hogar y que a pesar de ser ella el único sustento para los tres, el haber sido bien organizada y para nada despilfarradora de dineros, ella como sus dos hijos vivían sin apuros de ningún tipo. No obstante a lo anterior, no todo podría ser color de rosas para ellos, ya que ciertos sucesos vinieron a alborotar en forma abominable la tranquila vida que hasta hace muy poco tiempo ellos habían tenido.
Pero antes hablemos de la madre, y de la primera tragedia que altero su vida.
Fue cuando ella rondaba los 26 años de edad en que la desgracia llego a sus seres queridos, de la constructora en que trabajaba su esposo avisaban que este había sufrido un grave accidente. Cuando la candorosa esposa apenas llegaba al hospital los médicos le dieron cuenta del deceso, habían sido 7 metros desde donde había caído el joven constructor encontrándose con la muerte en forma casi instantánea.
Luego de eso vinieron los trámites de sepultación, responsos y palabras del pesar para la cándida viuda quien desde ese momento quedaba a la más triste deriva y en sus faldas dos pequeños retoños que solo le pedían comida sin saber muy bien lo que estaba pasando.
Una vez que la joven y desamparada madre dio por superado el sufrimiento de haber perdido al único hombre que ella había amado, se dio a realizar los trámites de rigor para ver en qué situación quedaba con sus dos hijos.
Pero algo bueno salió de toda aquella desgracia, porque aparte de las indemnizaciones laborales y legales, la desprotegida viuda se enteró que el buenito de su fallecido esposo había dejado un seguro de vida para ella y sus hijos que superaban 10 veces el valor de todo lo que ella recibió como indemnización.
Con el dinero de los seguros la previsora mujer compro una casa lo bastante cómoda para que ellos tres vivieran sin problemas, también se compro un automóvil, que si bien no era 0 kilometro, este estaba en muy buenas condiciones, incluso quedándole dinero para subsistir por unos buenos años.
Sin embargo Mónica anticipándose a los hechos o situaciones, saco de su armario su certificado que la autorizaba a ejercer como técnica en contabilidad, por lo que en muy poco tiempo, y después de buscar una vieja con pinta de chaperona para el cuidado de sus hijos ya se encontraba trabajando de administrativa en un prestigioso estudio contable.
La atractiva mujer en más de una ocasión también fue pretendida por compañeros de trabajo, que apenas se enteraban de que la bella y recién llegada Mónica, con su largo cabello castaño oscuro; con unas piernas potentes y bien moldeadas era una mujer viuda, estos hacían lo imposible por invitarla a salir.
O también cuando los ex amigos de su marido tomaban conocimiento de la trágica muerte de este y que una estupenda hembra quedaba al más crudo desamparo y con dos críos en su regazo, estos comenzaron a dejarse caer como perros en estado de leva por el hogar de la suculenta madre de familia.
No obstante la viuda al ir pasando los años y percatándose de esta situación no dio cabida para que ninguno de esos galanes se le acercara más de lo debido, ni ellos ni tampoco el señor Juárez que era el jefe que tenía para esos entonces, ya que en las ocasiones en que la imponente mujer de rojos labios y de tez clara se dejaba caer en su oficina con la documentación que estaba para firmar, este no se podía aguantar las ganas de admirarla en la forma más libidinosa posible.
El viejo que por esos años rayaba los 50 años de edad, y que era bastante panzón, calvo y bajo de estatura en comparación al metro 73 que se gastaba la soberbia amazona que por aquel tiempo ya rondaba los 30, y que con el paso de los años parecían otorgarle más femineidad y belleza, este luego de deleitarse con ese formidables par de nalgas bien paradas y con esos muslos carnosos y enfundados en medias debajo de un sobrio traje de administrativa, después de devorársela de la forma más calentona que podía se daba a tratarla como solo lo era ella, como toda una dama.
–Como están los niños Mónica, alguna novedad en el colegio…!?
–Todo bien don Octavio… los chicos no me dan problemas gracias a Dios, además que su nana los cuida muy bien.
–Que bien…!, -le contestaba el jefe a su bella trabajadora intentando ser lo más respetuoso posible. El viejo se sentía excitado con solo observar su imponente figura de hembra femeninamente bien formada, a la vez que casi se la comía con ojillos de roedor desde atrás de su lujoso escritorio. –Ya sabes que cualquier cosa que necesites cuentas con mi ayuda… verdad?.
Mónica ya conocía esa mirada devoradora que por años le pegaba su jefe a su cuerpo cuando ella iba a su oficina, aunque sabía que no corría peligro alguno no dejaba de ponerse nerviosa ante el brillo de vicio que creía ver en los negros ojos de don Octavio.
–Gracias señor Juárez, -le contesto finalmente, –de verdad que se lo agradezco pero estamos bien… y cambiándole un poquito el tema le recuerdo que hoy tiene reunión de Gerencia… la sala ya está preparada con todo lo que pueda hacer falta, y si surgiera algún tipo de improviso solo debe llamar a mi anexo.
–Lo sé Mónica… llevas casi 4 años preparando mis reuniones y nunca ha faltado nada, más que una buena secretaria me has resultado ser una excelente compañera de labores… cuando te decidirás y aceptarás mi invitación a cenar?, -diciéndole esto último el vejete se saco sus lentes y se la quedo mirando penetrantemente a los ojos café claros de la mística y hermosa mujer viuda.
–Ehhhh… ya se lo he dicho don Octavio, mi mayor preocupación son mis hijos, por nada del mundo los descuidare por motivos propiamente míos o sentimentales… es mas… -el avejentado jefe no la dejó terminar para ponerse de pie e ir caminando peligrosamente hacia el lugar en donde estaba parada la bella ejecutiva, y que ahora sin esos gruesos lentes que usaba mas lo hacían ver como el hombre topo, que como un hombre de verdad.
–Lo sé…!, lo sé Mónica…!!, es solo que para cuando ellos ya estén creciditos quiero ser la primera opción que tengas para salir y para… no sé… para que nos acompañemos, recuerda que yo también soy viudo, conmigo no te faltara nada… incluso hasta podríamos llegar a contraer matr…
–Si, si…!, lo sé…!!, ya me la ha dicho en varias ocasiones…!, – le decía la hembra mientras en forma sobresaltada retrocedía hacia la puerta de salida de la oficina de su jefe, –Y gracias por su ofrecimiento pero por ahora no estoy interesada, será mejor que prepare sus cosas para la reunión… y cualquier cosita me visa Ok, -diciéndole esto último la asustada secretaria en aquella oportunidad hiso abandono de la oficina del señor Juárez, ya que en una ocasión anterior el apasionado viejito no se había aguantado de tomarla desde la cintura y haberse perdido en las fragancias de sus duros pechos, y donde ella se lo tuvo que sacar con fuertes empujones para hacer que este se separara de su cuerpo, para que a posterior de esto el arrepentido viejo se deshiciera en disculpas y explicaciones.
Don Octavio Juárez desde los años en que la había contratado se había interesado en ella, ya que Mónica a parte de poseer una belleza desbordante y mas que criminal, le había resultado muy eficiente en sus labores, así que al poco tiempo la había ascendido para ser su secretaria, y debido a la cercanía que ahora contaba con ella intentaba por todos los medios seducirla para así poder llegar a acostarse con ella.
Habían sido muchas las ocasiones en que el pobre hombre debió controlarse ante los continuos impulsos que sentía de abalanzarse sobre su cuerpo, despojarla de todo lo que llevara puesto por ropa y de una sola vez poseerla hasta el cansancio en la misma alfombra de su oficina, y para una vez de fertilizarla y ya estar recuperado, volver a poseerla con mas fuerzas que antes y hasta morir.
Pero todo se le fue al traste cuando a raíz de unas malas decisiones de su parte la empresa estuvo a punto de irse a la quiebra por lo que en forma obligatoria se tuvo que asociar con otro gigante de las asesorías financieras que lo salvaron de la miseria absoluta. En esta coalición es donde aparece su rival más peligroso.
El dueño de esta nueva empresa que se asociaba con la de Octavio Juárez, era Carlos García, tres años mayor que Mónica, típico hombre soltero y seguro de sí mismo, cazador de hembras y ganador innato en apuestas de quien se coge a quien y ese tipo de mamadas.
Fue el día en que fue a visitar la nueva empresa de la cual el ya poseía el 51 % de las acciones, cuando le salió a recibir la secretaria de su nuevo socio. Era una hembra de lujo se dijo luego de saludarla con un leve apretón de manos y de soltarse el nudo de la corbata para poder tomar aire, mientras caminaba un paso mas atrás de ella sintiendo el fresco aroma a mujer que parecía emanar desde algún sintió de su cuello, se preguntaba como esa hembra era capaz de atraer su mirada a pesar de ir vestida con un formal traje de administrativa, en donde su falda no dejaba ver mas allá de un poco más arriba de sus rodillas, pero que estaba claro según podía ver que más arriba lo saludaban unos muslos muy bien estilizados, y que su atuendo a pesar de no ser muy ajustado este igual dejaba ver que aquella hembra se debía gastar un cuerpazo de esos que alborotan los sentidos.
Desde aquel día el tal don Carlos se prometió a el mismo que esa mujer debía terminar acostada con él, por lo que se daba a inventar cualquier pretexto para reunirse con su nuevo socio hasta que por fin se instalo en una oficina en las dependencias de don Octavio aduciendo que el mismo debía estar al frente del negocio para su mejor fiscalización.
En cambio lo único que tuvo por respuesta el pobre hombre por parte de la lujuriosa pero bien recatada hembra ante sus salidas indirectas, fueron argumentos solamente referidos al ámbito laboral, tal cual como también lo había hecho ella con su otro jefe, lo que lo hicieron caer en un angustiante estado de desesperación, puesto que por lo general siempre obtenía como respuesta de cualquier hembra de similares características antes sus palabras y ofrecimientos era que al pasar de unos cuantos días ellas terminaban encueradas y abierta de patas en cualquiera de sus departamentos de soltero.
No obstante a todo lo narrado con anterioridad, Mónica como toda una mujer que era, integra y luchadora, sacaría ella sola a sus hijos adelante y sin la ayuda de nadie, así se lo había propuesto y así lo cumpliría, ya que pensó que de esa forma los protegería de cualquiera, ya habría tiempo para pensar en ella cuando estos ya fueran mayores.
Y así pasaron los años hasta que comienza esta historia con un joven Laureano ya con la mayoría de edad recién cumplida refunfuñando en su habitación y herido hasta el alma por la traición de su madre.
Las imágenes habían sido escalofriantes, su progenitora… su amada madre se había estado besando en la boca con un hombre que era de lo más desagradable para él, ya que por cada vez que lo había visto en las reuniones de final de año que hacían en la empresa de su mamá siempre lo escuchó alardeando de sus horas de gimnasio, de que cambiaba su carro cada 6 meses, de las seguidas invitaciones que él le hacía a Mónica para ir a esquiar, y ahora por primera vez y después de muchos años la veía que este al fin la había conquistado en el momento en que este la vino a dejar cerca de la media noche.
Recordaba haber visto como ella muy risueña se había puesto dos peldaños más arriba de la escalerilla que daba al portal de su casa, con la única finalidad de quedar a la misma altura de aquel fortachón y musculoso mastodonte que a pesar de la estrategia de la mujer, esta igual tenía que mirarlo hacia arriba, era un animal tremendo se decía el acongojado y celoso chamaco.
Don Carlos por su parte no daba más de gozo, habían sido más de 5 años cortejando a esa Diosa que hace solo tres meses por fin había aceptado iniciar una relación formal con él.
La mujer de 37 años de edad, le había pedido a su enamorado pretendiente que fueran de a poco, ella debía preparar a sus hijos para darles la noticia, sobre todo a Laureanito que era el más apegado a ella y que había sido su regalón desde pequeñito.
Pero Laureanito ya de niño no tenía nada, él fue el primero en darse cuenta en los pasos en que andaba su progenitora, ya que si bien ella siempre había sido muy preocupada de su presentación personal, en los últimos meses la había observado algo extraña en la forma de maquillar su cutis, y de estar mirándose al espejo más de lo debido.
Habían días en que llagaba un poco más tarde de lo habitual, y desde hacía como tres viernes seguidos que no cenaban los tres juntos como lo habían hecho siempre, y lo más extraño de todo era que le había dicho que ya era hora que se fuera buscando una novia, y que también retomara los estudios, que ya estaba bastante crecidito para estar dándoselas de mamón en la casa y sin hacer nada.
Ahora todo le cuadraba al dolido muchacho de 18 años, su madre, su abnegada madre estaba saliendo con un hombre, y este para rematarla había resultado ser su otro jefe, un típico galán de esos que miran en menos a todo el mundo, y profesional en andar haciendo gala de lo bien que le iba en la vida para llamar la atención de todos los que lo rodeaban.
Ya más tranquilo y tendido de espaldas en su cama pensaba en todo lo que había visto y escuchado hace 4 horas atrás:
–Carlos… realmente lo he pasado muy bien en los tres meses que llevamos saliendo, y ya pienso en darle conocimiento a mis hijos sobre lo nuestro, -le había dicho la atractiva hembra al maceteado hombrón que se había llegado a ganar un gran cariño por parte de ella.
–No te preocupes Mónica… si te he esperado más de 5 años para que te decidieras a casarte conmigo creo que no tendré problemas para esperar uno o dos días más, -le dijo el morenazo con su ronca voz de fumador empedernido.
–Solo quiero que Usted esté tranquilo, en todos estos años lo he aprendido a conocer y sé que es un hombre bueno, y que es el indicado para yo poder rehacer mi vida, mis hijos ya están grandes y en poco tiempo ya sabrán valerse por sí mismo, así que solo deme un par de días y ya todo estará en orden.
–Princesa no estamos en el trabajo solo dime Carlos a secas… y tutéame, no tienes para que tratarme de Usted…
–A si claro… es que aun no me acostumbro, tú sabes que a mí no me gusta mezclar las cosas personales con las laborales, dame un tiempo para acostumbrarme…
–Si, si, pero Mónica… que hay con eso que te he pedido…?, ambos ya somos más que adultos y pienso que…, -Carlos debido a las muchas ocasiones en que había recibido la más rotunda negativa por parte de Mónica para las continuas invitaciones de todo tipo que él le había hecho con anterioridad en los años anteriores, estaba muy nervioso diciéndole esto último cuando fue cortado por la femenina voz de Mónica.
–Lo sé, y también lo he pensado… y mi respuesta es “si” don Carlos, mañana mismo y luego de darles a conocer mi decisión les avisare a mis hijos que para el próximo mes nos iremos de viaje por 4 días, solo Usted y yo…
–Pero Mónica… por favor entiéndeme… no quiero que mal interpretes mis palabras, pero debo hacer las reservaciones en el hotel en que nos vamos a quedar… y es por eso que necesito saber…. –otra vez fue interrumpido por la mujer.
–Ya no le sigas…!, solo pide una habitación matrimonial y punto…
El ganador hombre que estaba vestido con un caro traje casual y de corte europeo estaba que se cagaba, con lo último que le decía esa hembra de ensueño,
–Con una sola cama…!!!!??, le pregunto estúpidamente, -Mónica había sido la única mujer en su vida que lo había hecho sentirse inseguro de el mismo.
–Si Carlos con una sola cama…
Por fin!… Por fin…!! Por finnn…!!!, pensaba el excitado y enamorado mastodonte, estaba a solo una semana de por fin acostarse y cogerse a esa tentadora mujer viuda de la cual sin ni siquiera proponérselo se había enamorado hasta las patas.
Habían sido años de regalarle rosas para el día de la madre, para su cumpleaños, despidiendo de la empresa a los hombres solteros y bien parecidos para que estos no fueran a lograr cogérsela antes que él; les había enviado regalos a sus dos hijos, o como también en más de una ocasión estuvo acompañado a la mujer en la sala de un hospital velando la enfermedad de cualquiera de sus dos retoños, para luego de él ir a cumplir con sus obligaciones empresariales darle el día libre a esa tremenda mujer con cuerpo de Diosa de la cual quedo prendado el día en que llegó a una reunión con su otro socio, el cual había quedado relegado en su oficina, ya que Octavio Juárez muy a su pesar debió reconocer que él no era rival para ese típico macho latino que lo había salvado de la miseria, por lo que se tuvo que conformar con compartirla como secretaria y a solo fantasear de que algún día lograría llegar a cogérsela aunque estaba seguro que ese día nunca llegaría.
Volviendo a la persona de Carlos García, lo que más le había gustado de Mónica en aquellos tiempos de su llegada a la empresa fue que a pesar de sus continuas indirectas de subirle el sueldo o de la cancelación de algún bono, para el poder llegar a hacerle algo indebido, la mujer nunca mostro interés por ello, es más, se había dicho para él solo el petulante hombrón, -la hembra estaba tan al pendiente solo de su familia que ni cuenta se daba de sus salidos ofrecimientos, por lo que determino que esa era la mujer ideal para compartir los bienes económicos y raíces que había logrado amasar en los años de solitario trabajo desde que había salido de la Universidad.
Volviendo al instante en que la pareja había llegado de una de sus salidas a cenar, y mientras el musculoso hombrón con la suculenta hembra hacían planes para su futuro, desde la ventana de corredera de la casa de Mónica, un muy dolido Laureano escuchaba con el corazón latiéndole a mil por hora como su madre se ponía de acuerdo con uno de sus jefes para a fin de mes irse a acostar ambos a quizás qué tipo de motel de la mala muerte, así mismo como lo hacían todos los jefes con las putas de sus secretarias, pensaba para el mismo.
Y tras llevar su vista hacia la persona de su madre quien estaba dos peldaños más arriba de la escalerilla de la entrada a la casa para intentar quedar un poco mas nivelado con ese tremendo oso, vio como ellos asquerosamente se daban un largo beso en la boca, y como el tal Carlos con sus dos manos las posaba en la cintura de su mamá, paseándolas entre su cintura, sus ancas y el nacimiento de sus nalgas.
Cuando el infeliz chamaco vio que el beso por fin se terminaba y que la pareja ya se despedía, como un rayo corrió a su habitación para encerrarse en ella.
Ya habían pasado horas desde que sintió cerrarse la puerta de la habitación de su madre, había checado también que aquel pesado pelafustán se fuera en su Mercedes del año, y por más que pensaba en todo lo escuchado no se daba una explicación del porque su madre que a ojos de cualquiera era un verdadero manjar de mujer se hubiese podido fijar en un hombre tan arrogante y mirador en menos como lo era el tal Carlos, si hasta recordaba de cómo hace algunos años y cuando conversaban en la mesa los tres se reían de lo fresco y pesado que era.
Pero lo que más lo tenía afectado era eso de que su amada madre se pensaba largar por 4 días con ese infeliz, y que para rematarla había sido ella misma quien le había solicitado una habitación matrimonial con una sola cama. El solo imaginarse a su bella madre desnuda y abierta de piernas esperando a que el Gigante egoísta se la metiera, al dolido muchacho le vinieron arcadas, se sentía impotente y asqueado. Mónica había sido todo para él desde que su papaíto los había dejado, y la muy fresca ahora que ya los veía a él y a su hermana con la mayoría de edad, simplemente los desechaba y los dejaba de lado para mandarse a cambiar con el primer aprovechado que se le cruzaba por su camino.
Su mente no descansaba en pensar e intentar de entender que era lo que le había encontrado Mónica al tal Carlos. Habría sido por todos los regalos que este les había enviado a ellos tres en todos estos años!?, o seria por su moderno Mercedes Benz; o por todo el dinero que este se gastaba?, si era así… esto… esto?; en que convertía a su progenitora…? acaso en una puta?.
–Si…!!!, era Esoooo…!!!, la muy sinvergüenza de su madre se pensaba acostar y casar con un hombre endemoniadamente arrogante solo por su dinero, además…! además…!! que la muy fresca siempre se había interpuesto en sus noviazgos, y el creyendo en una amistad y complicidad incondicional con ella, se decía y maldecía, a la vez que ahora entendía que él le había seguido el juego como el rey de los imbéciles, y que para rematarla la muy zorra ahora que se había aburrido de verle la cara, ahora lo mandaba a estudiar y a buscarse una novia para ella poder hacer tranquila todas las puteadas que se le vinieran en gana, -Solo era una zorraaa…!, se decía para el mismo, mientras pensaba que él seguía teniendo más derechos sobre Mónica que ese sobrado tipejo que su mamaíta ahora tenía por novio.
El muchacho sudaba y se daba vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, las imágenes de ver a su madre desnuda y en los brazos de aquel miserable no lo dejaban tranquilo.
Cuando al fin ya se serenó un poco, pero aun pensando en lo que haría su madre con el tal Carlos en la habitación del hotel en el cual se acostarían con sorpresa se dio cuenta nuevamente su verga se la había ido poniendo tiesa y bien parada a causa de su madre, otra vez estaba excitado, y esto le venía ocurriendo desde hace tiempo. Mientras más imaginaba a su madre siendo cogida por tan tremendo animal, una tremenda rabia le iba comiendo los sentidos, a la vez que sentía pulsar su verga mas aceleradamente, por lo que se dio a masturbarse imaginándola desnuda tal como lo hacía desde los tiempos en que se dio cuento de lo atractiva que era su progenitora.
Al siguiente día ambos chamacos esperaban a su madre sentados en el living de la casa. Mónica le había pedido a Jessica que de alguna forma lograra que el dormilón de su hermano se levantara ya que ella tenía una importante noticia que darles.
La estudiante universitaria esperaba leyendo un libro del cual tendría examen, mientras el vago de su hermano esperaba aun en pijamas somnoliento y de mal humor que su madre de una vez les comunicara la pendejada que estaba planeando desde quizás hace cuanto tiempo atrás.
–Pues yo no estoy de acuerdo…!!! Me niego…!!!, así que deja de decir estupideces y este mismo lunes te deberás cambiar de trabajo, -fue lo primero que dijo Laureano una vez que su madre les daba a conocer su determinación.
–No seas así Laureano…!, como te atreves…!?, aquí el que debe buscar trabajo o hacer algo es otro, o acaso piensas estar vegetando hasta que a tus bolas le salgan raíces en los sillones o en tu cama!?, le decía Jessica a su hermano menor que se había puesto como un energúmeno en el momento que Mónica les dijo abiertamente que estaba de novia con don Carlos García, su otro jefe.
–Laureano… hijo… solo entiéndelo… yo a él lo quiero mucho…, -la hembra intentaba de alguna forma llegar por la vía diplomática hacia el celoso de su hijo,
–No quiero escuchar…! Lo que hablas solamente son webadas…!, ese pendejo es de lo más desagradable…!!, no sé cómo te has podido fijar en el mamá…!
–Como sea…!, el es un hombre bueno…!, –le contesto la madre al hijo ya algo molesta, –Y aunque no lo quieras reconocer desde que se hiso cargo de la empresa siempre ha estado al pendiente de los tres y nunca me ha faltado el respeto… eres un desconsiderado…!!!
–Pues yo no lo permitiré…! me rehúso…!!
–Bien…!, si con esas estamos te diré que yo a ti no tengo que porque pedirte permiso, eres mi hijo y te he cuidado y alimentado desde que tu padre murió, con Carlos ya tenemos una relación desde hace tres meses…
–Carlosssss…?!!!, o sea que ahora ya no es tu jefe, o sea que ahora es Carlos a secas…!!??, eres una desvergonzada, pues aunque no te gusta la idea yo no est…
–Plafffff…!!, -retumbo el certero tortazo en la cara del encaprichado muchacho, –Cállate…!!!, y no me insultes de esa forma…!!, yo soy tu madre y debes respetarme…!!!
–M… me has pegadooo!?
–Si…!, te pegue para que te controles, y aquí ya no hay nada más que hablar, y para que sepas desde ya… el mes que viene me voy de viaje con “mi jefe”…!, así te gusta…!?, pues si…!, me voy con el por 4 días así que busquen en que entretenerse… y tú te me vas a tu habitación ahoraaa…!!
–No me ireeeee…!!!, le contesto el adolorido chamaco mirándola con odio, y con su mano en la parte de su cara en que recibió lo cachetada.
–Pues te me vas orita mismo chiquillo mal enseñado…!, -le dijo Mónica a su hijo agarrándolo de una oreja y arrastrándolo a su habitación, a la misma vez que le iba diciendo, –Debí haberte zurrado mucho antes… eres un mal agradecido.
La nerviosa y salida hembra volvió toda llorosa al living de su casa, era la primera vez que tenía un problema de tal magnitud con uno de sus hijos, Jessica por su parte encontraba que lo hecho por su madre estaba muy bien, desde hace rato que al vago de su hermano le hacía falta que lo pusieran en su lugar, o que le dieran una madriza, por lo que se dio a alentar a su abnegada madre.
–Tranquila mama…!, yo te apoyo en todo lo que tú quieras hacer con tu vida, ya verás que a Laureano se le pasara y luego también lo aceptará , solo son celos de chamaco mal criado, y tú tienes la culpa Ehhh… yo te lo había advertido antes…
–Lo sé hija… es solo que se parece tanto a tu padre que siempre me aferre a él como si lo viera a través de sus ojos….
–Ya no hablemos de ese ocioso… además que de chiquillo no tiene nada, ya hace rato que cumplió los 18, oye mira que me has sorprendido…!, y desde cuándo que sales con don Carlos…?
–Desde hace tres meses…, sabes?… me ha regalado un anillo de compromiso precioso… quieres verlo?, -le propuso Mónica a su chamaca a la misma vez que se limpiaba una pequeñas lagrimas que corrieron por sus mejillas.
–Claro que si…!!, enséñamelo…!!!, -Jessica estaba muy contenta y emocionada por todo lo que estaba ocurriendo en su hogar.
–Vamos a mi habitación… ahí te lo enseño.
Y así ambas mujeres madre e hija se fueron casi corriendo a la habitación de Mónica como si ambas fueran dos amigas quinceañeras quienes iban a encerrase a hablar cosas de chicas.
Mientras tanto en la habitación de Laureano:
–Putaaaa…!, solo eres una puta…!!, y te has atrevido a pegarme por culpa de tus poterías…!?, pues yo no lo permitiré… te hare la vida imposible y no te saldrás con la tuya, ya lo veras zorraaaaa…!!!, el chamaco estaba herido hasta el alma por la forma en que estaba actuando su madre.
Pero el dolido muchacho mientras más maldecía a su progenitora y a sus alocadas ideas este aun la recordaba cómo había salido de su habitación vestida con un soberbio vestido rojo ceñido a su cuerpo y con tirantes en las tetas, pensamientos que se entremezclaban con las palabras de ella cuando se ponía de acuerdo en ir a acostarse con su jefe, y el solo pensar en verla a ella desnuda esperando a que el pesado con cara de chulo de poca monta se le subiera a su cuerpo con claras intenciones de meterle la verga, nuevamente su propia verga estaba que explotaba, así que ya sin pensársela mas, le puso cerrojo a la puerta de su habitación se saco el pijamas hasta quedarse desnudo y se mando otra brutal y compulsiva paja imaginando el desnudo cuerpo de su madre a la espera de que le metieran una verga.
El celoso muchacho se la chaqueteaba como un verdadero mal nacido pero por mas que se la jalaba aceleradamente no podía correrse, su madre era muy bella, el lo sabía ya que habían sido casi todos sus amigos quienes se lo habían hecho saber, pero por mas que la imaginaba completamente desnuda más le costaba la faena, eso de que se acostara con el ganador de su jefe lo ponían mal, pero entre medio de tantos pensamientos salidos fue cuando recordó que alguna vez su mami les había contado que el otro jefe que ella tenía, ese con cara de topo y mucho más viejo y asqueroso que el tal Carlos también la había pretendido, estos solos pensamientos lo llevaron a imaginarla a ella teniendo relaciones sexuales con el señor Juárez, lo que elevaron su morbo hasta las estrellas, la imaginaba a ella gozando y culiando con el viejo con cara de roedor montado sobre su curvilíneo y tentador cuerpo, fue en eso que sus acalorados ímpetus hacia la mujer que lo había concebido lo llevaron ahora a imaginar que el posaba sus rodillas en la cama para ser el mismo quien se la cogería tras el pase que le daba el señor Juárez quien lo invitaba que el también se montara y probara con su verga lo que aquella soberbia hembra tenía en la parte más intima de su persona, pero no alcanzo a mas ya que fue asaltado por intensas chorreadas de semen que por poco casi se estrellan en el techo, ni siquiera alcanzo a pensar en tocarla, su mente le otorgo los placeres de un intenso orgasmo con solo imaginar que tal vez el también se la podría coger.
Sin más se dio a limpiar todo lo que había quedado salpicado con sus mocos, para luego darse una ducha con agua helada, lo que había imaginado era más que descabellado y desnaturalizado hasta la insania, una cosa era que se masturbara imaginando el cuerpo desnudo de su madre, y otra muy distinta era pajearse pensando en que realmente se la cogería, pero no podía negar el tremendo gozo que le había causado a su sistema nervioso dichas ideas.
Los días fueron pasando y poco a poco la relación madre e hijo iba volviendo a la normalidad según lo veía Mónica, quien había puesto cuidado de no llegar tan a deshora como lo días que antecedieron a los sucesos recientemente acontecidos.
Sin embargo por el lado del Laureano las cosas no cambiaban en nada, el solo imaginar que en poco tiempo su progenitora se iba a acostar con don Carlos, ya sea por noviazgo o por los motivos que fuesen esto no dejaba a que él la encasillara como una vulgar puta.
Y lo más extraño de todo para el infeliz y perdido chamaco era que si bien antes le encantaba admirarla de lo muy buena y hermosa que estaba su mami, ahora se daba a andar espiándola por cada vez que ella salía de darse un ducha, ataviada con una corta toalla bajo sus desnudos hombros; o de cómo iba vestida a su trabajo; imaginaba también que ella a espaldas de su novio mientras este hablaba de negocios en su despacho, su madre haciéndolas de putita de oficina cada vez que podía se iba a encerrar a la oficina de don Octavio para mamarle la verga a cambio de una subida de sueldo, y que el vejete una vez de haber vaciado sus testículos en los rojos labios de Mónica, este le ponía unos arrugados billetes entre medio de sus tetas, lanzándola de su oficina para que no volviera hasta que el nuevamente requiriera de sus servicios sexuales, pensamientos que lo elevaban a un excitante estado de calentura que lo hacían masturbarse pensando en ella por lo menos día por medio, este tratamiento que el solo se había auto medicado le ayudaban a mitigar y abstraerse a la cruda realidad y en parte vengarse del par de novios.
Claro que todo esto eran solo fantasías que flotaban en la ya desequilibrada mente del salido chamaco, porque la realidad de todo este asunto era muy distinta a lo que el imaginaba. Mónica cuidaba muy bien su imagen de hembra bien portada tal como lo había hecho siempre, incluso fue Carlos quien la relevo de su puesto de secretaria dándole otras obligaciones hasta el día en que se casaran.
Aun así en la dependencias administrativas era muy comentado por lo bajo el noviazgo de la atrayente administrativa con el hombre que había salvado la compañía de la quiebra.
Algunos decían que la llamativa y decente mujer solo lo estaba haciendo por el dinero de este, y que era normal de alguna forma, otros la tildaban de puta aprovechada, comentarios comunes y corrientes que se suceden en cualquier trabajo ante este tipo de situaciones.
Pero la verdad era una sola, Mónica quien nunca tuvo ojos para ningún hombre después de la muerte de su marido, había llegado a estimar e incluso de alguna forma hasta querer a ese hombre que había aparecido por su trabajo alardeando de todos sus bienes y de refregarle a todos los trabajadores que gracias a él ahora ya todos podían estar tranquilos, pero a pesar de todo eso, no podía negar lo muy atento que había sido con ella desde el primer día que este tomo las riendas del negocio, incluso pensó que este mismo hasta la despediría de la compañía por no darse por aludida ante las indecentes propuestas que este le había hecho sobre todo al principio de su estadía en la empresa.
Luego vio que con el tiempo las propuestas habían cesado y que este seguía tan preocupado por ella y su familia, y después con el paso de los años y sabiéndose una mujer atractiva estimo que ya era tiempo de pensar un poco en ella y buscarse un compañero leal y desinteresado de las cosas que ella podría ofrecer con su cuerpo, esto la llevo a pensar que el pobre hombre se la había ganado, además que desde su aparición en la empresa don Octavio había dejado de acosarla, y ese viejo sí que era asqueroso. Por esos tiempos había sido tan desagradable la situación que ella viendo que la empresa en cualquier momento quebraba había estado a punto de renunciar con tal de no tenerle que ver nunca más su cara de roedor en estado de calentura en los momentos que ella entraba en su oficina.
Mónica solo había amado a su fallecido marido y eso no cambiaria nunca, con Carlos se sentía querida y protegida de alguna forma, independiente de esa extraña conducta que este tenía.
Lo que primaba para la hembra en aquellos momentos era que don Carlos a pesar de que en primera instancia este había puesto ante sus ojos todo el dinero que el manejaba, el hombre igual era la persona que más decente se había portado desde que había enviudado, ni sus familiares se habían preocupado de ella y de sus hijos, aparte de cada cierto tiempo telefonearle para preguntar cómo estaban los niños.
Mientras lo anterior acontecía en el trabajo y en la mente de la suculenta madre de familia, en su hogar y en la conciencia de su hijo menor la historia era totalmente distinta. El chamaco por cada día que pasaba mas desquiciado y caliente se ponía. Este era preso de unos celos enfermizos, tenia sed y ganas de venganza, lo inevitable se aproximaba a pasos agigantados y el no encontraba la fórmula para impedirlo.
Las ganas de cogerse a su madre ya lo superaban, fantaseaba con violársela mientras él le gritaba todas las cosas que tenía preparada para decirle, luego desechaba la idea por lo descabellada que era, o se imaginaba seduciéndola con ella abriéndoles sus relucientes muslos de hembra hecha y derecha, diciéndole lo equivocada que había estado en pensar unir su vida con otro hombre que no fuera él; o eso otro que lo prendían hasta la locura que era imaginar a su madre siendo violada por el señor Juárez; o con ella acostada con el vejete si como fueran un feliz matrimonio, y así muchas cosas más, pero el joven estaba claro que todas sus ideas eran casi imposibles de llegar a concretarlas, así que muy a su pesar se daba a pajearse pensando en estas con lo cual llegaba a paliar en cierto modo las tremendas ganas que tenia de acostarse con la mujer que le había dado el ser.
Fue que en una mañana en que Laureano terminaba de estar posteando por Face con sus amigos, antes de apagar el PC y motivado por sus extravagantes ideas puso en buscador de Web lo siguiente:
“Como puedo seducir a un amor prohibido?”
Después de estar navegando por más de una hora entre todas esas mamadas afrodisiacas, consejos antropológicos y secretos naturales que ahí aparecían hubo solo una que le llamo la atención y que hiso que sus hormonas se le revolucionaran al grado de endurecerle la verga a tal grado que hasta le dolía, y mientras mas leía anuncios similares al que había encontrado en primera instancia, las ganas de correrse ahí mismo al frente del computador ya casi lo consumían.
Con sus manos totalmente temblorosas se dio a enviar un correo con su solicitud a la dirección electrónica que aparecía en el anuncio. Luego de un par de horas en que el caliente chamaco estuvo paseándose como león enjaulado, en forma extasiada vio que se lo habían contestado, una vez de leer los precios, el modo de uso y las recomendaciones sobre la discreción del asunto, se dio a notar la dirección en donde le harían la venta del producto, el sabia que podría llegar fácilmente.
Después de ducharse y vestirse lo más rápido que pudo, tomo algo del dinero que ahorraba y fue en busca del milagroso fármaco que le estaban ofreciendo a un precio muy razonable en comparación a lo que se podía lograr con este.
–Escúchame bien pendejo…!, esto solo lo estoy haciendo porque estoy endeudado, pero de que funciona con las mujeres… funcionaaaa…!!!, -le decía el veterinario a Laureano mientras le pasaba las 6 tabletas que le estaba vendiendo.
–Y cuanto dura el efecto…!?, el corazón del caliente y retardado chamaco latía a mil por hora.
–Ya te dije… este medicamento se les da a las vacas y a las yeguas para forzarlas a que entren en celo, o sea para que se calienten y se apareen con ganas con cualquier macho de su misma especie que se le ponga por delante, jejejeje, me imagino que tú la aplicaras con una de tus yeguas… verdad…?, jejejeje…
–Ehhhhh… si… la verdad es que creo que por ahora la ocupare con una de mis yeguas… jijiji, -reía estúpidamente el chamaco ahora recordando también el pedazo de hembra que tenia por hermana, –Veré los resultados que me dé con la primera y luego lo pensare si usarla o no con la otra que tengo, Jejeje.
–Uffff… ya me lo imagino… escúchame bien, como ya te dije antes, este fármaco está hecho para animales hembras de gran tamaño, así que como me imagino que tú la aplicaras con hembras normales solo bastara con dos raspaditas y las tendrás saltando encima de tu verga por toda una noche, ni se te ocurra darle una dosis más alta de la que te dije, mira que la puedes matar de calentura, dos raspadas y con eso es suficiente… queda claro…!?
–Si señor totalmente claro…
–Con esas 6 pastillas te las podrás estar culeando por años, y hasta preñarlas todas las veces que tu quieras, jejejeje, -le decía el anciano mientras contaba el dinero que le había dado el muchacho.
Luego de despedirse a la par de las últimas recomendaciones sobre el uso y la discreción en el tema por parte del viejo veterinario, el eufórico muchacho simplemente se marcho.
Laureano regresó a su casa en total estado de excitación, ahora venia la parte de planear cuando y como usar con su madre el poderoso fármaco que se les daba a las vacas y las yeguas para hacer que se calentaran.
Cuando ya estaban a solo dos semanas del gran viaje de Mónica con su exclusivo novio, la hembra puso al tanto a sus dos hijos, que para ese mismo fin de semana ella se pondría los anillos de compromiso con Carlos por lo tanto harían una recepción con los pocos amigos que tenían y con los familiares de ambos lados.
El descriteriado hijo de la mujer que hasta ese día no se había atrevido a buscar la ocasión de administrarle los dos raspados de pastilla a su madre, pensó que con esta noticia ya le iba quedando menos tiempo antes de que ella se acostara con su jefe, por lo tanto debía tomar una decisión sobre el asunto lo antes posible.
La semana paso y el ojeroso muchacho estaba desesperado.
El día de la recepción Laureano se mostro tosco tanto con amigos y familiares, solo se daba a admirar a la suculenta mujer de pelos castaños que estaba ataviada en un exquisito vestido negro con encajes, muy ceñido a su cuerpo, por primera vez en su vida se daba a tasarla como un hombre mira a la mujer que desea para tenerla en su cama, si bien ya se había masturbado pensando en su cuerpo desnudo, ahora la situación era totalmente distinta, ahora no la pensaba desnuda, sino que la tenía ante sus ojos y sentía que esa mujer era a la que más había amado en su vida y ahora era que un perfecto desconocido pretendía robársela para siempre, a la vez que pensaba en las 6 pastillas que tenia guardadas en su armario.
De lejos la veía reír tomada de la mano de su engreído novio, la observaba a veces sentada conversando con compañeras del trabajo, subiendo un muslo sobre el otro, o luego intercambiándolos. Fue en eso vio también que desde un rincón de la sala don Octavio Juárez estaba en la misma situación que él.
Según veía Laureano el viejo Octavio se la estaba devorando con sus ojillos de roedor, este también se daba a tasarla y a comérsela entera, mientras que por cada sorbo que le daba a una copa se relamía los labios como si estuviera saboreando quizás que parte del curvilíneo cuerpo de su madre.
El chamaco de pronto sintió la imperiosa necesidad de ir y tomar a su madre de sus hombros desnudos para gritarle nuevamente que él no quería que ella se metiera con ese pesado, pero sabía que aparte de hacer el ridículo no lograría nada con ello.
A pesar de todo Laureano estaba más excitado que nunca debido a que desde hace algún tiempo por cada vez que era tomado por este tipo de sentimientos los insanos deseos de poseer a su madre lo asaltaban no dejándolo en paz hasta que no se masturbara, además que ahora con la presencia de ese viejito que ya le caía muy bien, viéndolo de la forma en que miraba a su progenitora le daban ideas para las tremendas pajas que se mandaría en la noche imaginándolos a ambos teniendo relaciones, con el viejo tomándola como su mujer y cogiéndola hasta preñarla.
Con todos estos lujuriosos pensamientos el caliente chamaco prefirió darse a estudiar cual era la situación, y esta era que su madre por cada copa de champagne que le servían ella no dudaba en bebérsela, analizo también que todos los invitados en algún momento se deberían ir incluyendo al jefe de su mamá, por lo tanto ella se quedaría en casa vestida como una verdadera fulana y algo ebria.
En su mente comenzó a revolotear esa insana idea de las dos raspadas de pastilla, estos impulsos le venían por cada vez que se ponía celoso al caer en cuenta que en poco tiempo la perdería, y mientras más admiraba cada centímetro del soberbio cuerpazo que se gastaba Mónica, su fantasía sexual mas prohibida como aberrante comenzaba a tomar forma como algo real y que se debía hacer lo antes posible.
Fue así como lo decidió, se la iba a coger para esa misma noche y cuando ya estuvieran solos, con sigilo y en forma nerviosamente temblorosa camino hacia su habitación y estando más alterado que nunca tomo una de las famosas tabletas veterinarias para guardársela en uno de sus bolsillos.
El único problema era su hermana, y pensando cual sería la mejor forma de sacarla de combate salió a la calle en busca de una farmacia, le metería en el vaso una pastilla que hiciera dormir hasta a una yegua pensaba, a la vez que reía al ya ser consciente del nuevo apelativo en que en forma normal y natural ya comenzaba a catalogar en su mente a su madre y a su hermana.
Cuando ya estuvo de vuelta en la casa y en el momento en que vio que los invitados ya comenzaban a retirarse decidió que ese era el mejor momento de hacer dormir a Jessica, el farmacéutico de turno le había indicado que con solo una pastilla sería suficiente para hacerla dormir por toda la noche, pero él prefirió ser precavido por lo que aumentó la dosis a tres pastillas, no fuese a ser que la metiche de su hermana se despertara al medio de la tremenda cogida que él pensaba darle a su madre cuando ella ya estuviera caliente y con ganas de aparearse según le había dicho el veterinario, su verga la había mantenido parada desde que la insana idea de la pastilla se le había metido en mente.
–Que tal hermanita te bebes un whisky con tu hermano chico, Jejeje…, el caliente chamaco ya veía con cara de cordero degollado a su hermana mayor, Jessica también era un verdadero bombón de mujer, una jovial amazona de características muy parecidas a la de su madre pero algo más finita debido a su edad.
–Ja… claro que si… si es la fiesta de compromiso de mamá… sabes? Estoy muy contenta por ella…!, le decía mientras su hermano junto con admirarla de pies a cabeza llenaba dos vasos de alcohol y en donde en uno de estos le había disuelto las pastillas para dormir.
–Si yo también lo estoy…, -le contestó Laureano ahora con los dos vasos aun en sus manos.
–Mmmm… pero se nota que tu no lo has estado pasando muy bien con todo esto… te pusiste algo celoso… no?
–Claro que si…!, acaso que no vez que me ha cambiado por Brad Pitt!?
–Jijijiji…!, No seas bobo, anda bebámonos un trago a la salud de ambos, aunque yo ya estoy bastante mareada.
–Tranquila hermana solo siéntate un rato y bebe…, si es que se te pasan las copas yo te llevo a tu habitación.
Cerca de las 23 horas, ya se retiraban los últimos invitados incluyendo a don Octavio. En el momento en que estos por fin se fueron, una muy enfiestada Mónica daba un último suspiro por todo lo que le estaba ocurriendo últimamente, y tras de dejar a Carlos en la misma puerta de su lujoso automóvil, ella simplemente dio media vuelta e ingreso a su casa cerrando la puerta por dentro.
Desde su ubicación muy cercana a la puerta vio que Laureano llevaba agarrada a Jessica desde la cintura, al parecer a la chica se la habían pasado las copas según veía, pero no la culpo por ello, ella también se sentía algo pasadita de tragos.
Mientras se servía una última copa de champagne y se sentaba en uno de los sillones, se dio a pensar en todos los últimos acontecimientos, hiso un rápido recorrido de todos los años que conocía a Carlos, si bien el hombre no era muy simpático que digamos con sus familiares y amigos en general, estaba segura que a su lado iba a estar bien, además que como ya se dijo el anti patico hombre siempre había estado atento a lo mas mínimo que ella hubo necesitado. Sin embargo sabía que solo estaba a días del viaje que tenía programado con él, por lo que estaba más que claro que se tendrían que acostar.
Pensando en esto cayó en cuenta que desde la muerte de su esposo que ella no mantenía relaciones sexuales con nadie.
Apenas recordaba haberse tocado en un par de ocasiones, esta situación la ponían muy nerviosa, en eso sintió que debido a tan libidinosos pensamientos su vagina parecía despertar al fin de un largo y lánguido sueño, ya que sintió unas muy ricas sensaciones punzantes justo al medio de su femenina intimidad, y no era porque ahora el tal Carlos la excitara ni nada por el estilo, era simplemente que por la sencilla razón de saber que después de tantos años ella nuevamente compartiría una cama con un macho dispuesto a poseerla a lo animal, ya que recordaba claramente las primeras propuestas que le había hecho el egocéntrico hombre en forma indirecta, esos pensamientos la llevaron a pensar que tal vez ella también quería acostarse con él a pesar de su singular temperamento.
Fue en eso que el hijo de la mujer reaparecía en la sala donde su madre totalmente relajada y con una copa en su manita se daba a pensar en tan íntimas situaciones.
Laureano quien temblaba en nerviosismo por la desequilibrada forma en que estaba actuando, se dio a contemplar a la mujer que pretendía cogerse esta misma noche por celos, por desquite y a la mala.
La vio sentada en el sofá de la casa con su negro vestido ceñido a su cuerpo, estaba con sus blancos muslos uno subido sobre el otro moviéndolo levemente, situación que lo hicieron tragar saliva, ya que una parte de su mente le decía que se arrepintiera y que no hiciera algo que después seria irremediable, que esa atractiva hembra era su madre, la mujer que lo había traído al mundo, no obstante a ello la parte más perversa de su libido le indicaba que simplemente era una puta, que se había reído de él y que ahora estaba dispuesta dejarlo para largarse con un hombre caliente y extremadamente pesado, así que le debía dar los trozos de la tableta si o si.
–Cariño…! Aun estas levantado…, por un momento pensé que también te ibas a ir a la cama al igual como lo hiso tu hermana, iba bastante bebida por lo que vi.
Las palabras de su madre lo sacaban de su enajenado estado de abstracción.
–Ehhh… no aun no quiero irme a la cama…, y tú qué haces!?, pensé que tu novio se quedaría un rato mas…!
–Pues no… tú ya sabes… tendremos 4 días para estar juntos y hablar de nuestras cosas…
Esas simples e inofensivas palabras emitidas por su progenitora fueron como un brutal mazazo en la nuca para el celoso chamaco, la muy puta era ella misma quien le refregaba en la cara que solo estaba a días de ir a revolcarse con uno de sus jefes, por lo que la decisión desde ese momento ya estaba tomada.
–Ahhh…, ok entonces pensé mal…, –le contesto haciéndose el que la conversación no le afectaba para nada.
–Ven cariño siéntate a mi lado… si quieres bébete una cerveza conmigo…
El muchacho cambio la opción que le ofrecía su madre por un whisky, una vez que se sirvió el vaso, se acerco al sillón y se sentó a su lado, el solo hecho de estar a centímetros de aquellas preciosas piernas enfundadas en medias de color natural pero brillantes, le elevaban el libido a niveles estratosféricos, por lo que tuvo que contenerse de no tomarla a la fuerza en el mismo living de su casa.
–Laureano… tu ya tienes más de 18 años y eres todo un hombre, debes entender que yo necesito rehacer mi vida, y Carlos me ha ofrec…
–Lo entiendo y no te preocupes, -le corto el chamaco de una, ya que no quería seguir escuchando todo eso que le decía Mónica.
–De verdad!?, de verdad lo entiendes…!!??
–Si…!, de verdad que lo entiendo, -le contesto el hijo dándole un trago a su vaso y mirando hacia cualquier parte.
–Gracias cariño… de verdad gracias, -le contesto hembra abrazando a su chamaco, la pobrecita en esos momentos ni se imaginaba que su propio hijo estaba midiendo la situación para ver cuál sería el mejor momento para culearla sin miramientos filiales ni mamadas parecidas, claro que después de darle parte del famoso fármaco solo utilizables para vacas y yeguas. –Quiero que sepas que tu padre siempre será el primer hombre para mí…
–Lo sé… lo sé…!, que tal si aprovechamos este momento para celebrar los dos juntos, ya en un par de días tu estarás mas ocupada con tu novio y ya no tendrás tiempo para nosotros…, -le dijo el aprovechado muchachón para lograr hacer que su madre siguiera bebiendo y así le sería mucho más fácil meterle la pastilla.
–Quieres celebrar conmigo!?, me parece una gran idea mi cielo… claro que celebrare contigo…!
–Un Jack entonces…!?
–Lo que tú quieras hijo… hoy seré solo para ti… así que aprovéchame, jijiji
“Claro que serás solo para mi zorra conche tu madre… te aprovechare tan bien que hasta te daré por el culo por maraca”, eran los pensamientos que imperaban en la mente del insano muchacho mientras llenaba dos vasos, uno con alcohol, y el otro con jugo del mismo color que el trago, obviamente este último era para él.
A sabiendas que su madre estaba a sus espaldas el desnaturalizado hijo saco la tableta de uno de sus bolsillos para echarle una raspada al vaso de su mama, luego una segunda, y hasta una tercera raspadita, -por si acaso no mas, -se dijo para el mismo y al grado de estar casi ya orinándose producto de los nervios debido a lo que estaba a punto de realizar.
Mónica quien a pesar de que en algún momento pensó en irse a la cama, ahora estimaba que este era un excelente momento para hacer las paces con su retoño regalón, por lo que nunca se imagino que el perverso de su hijo solamente quería calentarla a la fuerza y embriagarla aun más de lo que ya estaba con la única intención de cogérsela bien cogida.
Luego de unos pocos minutos de conversación sin sentido, que a Laureano se le estaban haciendo eternos ya que no veía ningún tipo de cambio de conducta en la segura personalidad de su madre. Ella se había bebido el vaso con el calentón fármaco de tres largos sorbos, mientras él con la verga totalmente parada veía como su manzanita se movía al estar tragándose el líquido con los tres raspados de pastilla.
Mientras el salido chamaco ahora se encontraba nuevamente llenándole el vaso a Mónica cayó en cuenta de la suave música de fondo que ahora al estar todo en el más completo silencio la escuchaban a un volumen muy agradable, así que para darle más emoción al asunto dejo ambos vasos en la mesa, para luego darse vuelta al lugar en donde se encontraba sentada una muy sonriente Mónica para estirarle su mano y decirle.
–Me concedería esta pieza…
Su madre quien se la estaba pasando realmente bien con su hijo ya que al parecer este daba por superado lo traumático que fue cuando ella le dio conocimiento de su noviazgo con don Carlos, simplemente acepto.
Mónica se puso de pie para luego de estirar su vestido darle la mano a Laureano hasta juntar su cuerpo con el de él, para al instante empezar a moverse muy suavecito, al mismo ritmo del lento baile que en esos momentos salía melodiosamente por los parlantes del equipo musical.
–Te vez muy linda así como estas…, le decía el caliente muchachón a la misma vez que paseaba sus temblorosas manos en la estrecha cintura de su madre, sintiendo la suavidad de sus carnes por sobre su vestido negro, y como un poco mas debajo de donde tenía puestas sus manos comenzaba una marcada curva que se ensanchaba, era esta parte el nacimiento de las nalgas de la mujer, y cuando el pendejo ya se decidía a de una buena vez bajarlas y agarrarle el culo en toda potestad este se arrepentía y volvía a subirlas a su espalda.
–Te gusta como bailamos…?, -le consultaba Mónica que no prestaba atención de la forma en que su hijo a veces bajaba sus manos peligrosamente.
–Claro que me gusta, así como estas vestida y como bailas puedes enamorar a cualquiera, -le contesto tragando saliva y ya comenzando a sudar, tenía su verga tan erecta que ya hasta le dolía un poco, además de hacer los tremendos esfuerzos para no apegarse tanto al cuerpo de Mónica para que no se fuera a dar cuenta que la tenia parada a causa de ella.
–No me digas esas cosas… yo no soy así, y tú lo sabes bien.
La pareja siguió bailando lentamente y algo apegados entre uno y el otro, aun no ocurrían novedades.
Luego de que se termino ese baile madre e hijo separaron sus cuerpo de la forma más normal, y fue la hembra quien le daba conocimiento a su hijo que por ahora la juerga llegaba a su término.
–Creo que ya es suficiente cariño, he bebido mucha champagne y tu sabes que yo no estoy acostumbrada a beber, así que me iré a la cama, ya es algo tarde…
–Ok… no hay problema, ya también estoy muy cansado.
El decepcionado muchacho pensó en que el vejete ese que se las daba de veterinario lo había estafado, quizás que mamada le había vendido y el estúpidamente le había creído todo eso de andar calentando vacas y yeguas para que se aparearan solo por instinto. Así que ya algo decepcionado pero aun con pequeñas esperanzas de que un milagro sucediera, lanzo su última opción que le quedaba,
–Mami… quiero pedirte un favor…
–Claro mi rey… solo dime qué quieres…!
–Esta noche podría dormir contigo… así como en los viejos tiempos…?
La hembra le sonrió dulcemente ya que veía la cara de regalón en que su retoño se lo pedía…
–Claro que puedes acostarte conmigo… como en los viejos tiempos amor…, además que mañana no trabajo así que podremos levantarnos a la hora que se nos venga en gana, o podemos quedarnos en cama por todo el día viendo películas, que te parece…?
Dicho y hecho Laureano casi se fue corriendo a su habitación en busca de un pijamas, algo era algo, se decía mientras se desvestía y se lo ponía, ya que si lograba verla con sus cortas camisas de dormir tendría para un mes de pajas por lo menos, pensaba ya dando por hecho que su anterior proyecto había sido un rotundo fracaso.
Cuando Laureano ya estaba metido en la cama de Mónica agarrándose la verga para sentir rico, ya que esta se negaba a bajarse, y estando cubierto hasta más arriba de la mitad de su cuerpo vio que su madre salía del baño, con un interesante vestuario de dormir. Este era blanco brillante, muy parecido a un minivestido, o al que usan las novias en su primera noche de recién casadas, este le llegaba hasta un poquito más arriba de la mitad de sus potentes muslos de ensueño, y se le ajustaba exquisitamente a su cuerpo. El mismo chamaco comprobaba como este al ser de una tela muy parecida a la seda se pegaba deliciosamente a la piel de su madre, formándole un coqueto triangulo en el sector de su vagina, además de marcarle la pequeña ropa interior que se notaba que llevaba puesta, con unos delgados tirantes en sus hombros que le sujetaban unas tetas grandes y que se notaban bien firmes.
La verdad que aquellas femeninas imágenes de mujer alistándose para pasar a la cama con aquel casi normal atuendo para dormir, y ahora con sus castaño-oscuros cabellos enarbolados y sueltos, eran de por si mas que cautivantes.
Una vez que Laureano la vio apagar la luz de la lámpara ubicada en el velador la sintió posar su tibio cuerpo de mujer a un lado del de él, por lo que no se aguanto las ganas de voltear su cuerpo para quedar frente a ella, así que en la forma más natural posible poso su cabeza muy cerca de sus atrayentes chichotas, que se notaban esponjosas y de un tamaño muy tentador, abrazándola del mismo modo en que un nene abraza a su mami, a lo que ella respondió el gesto de la forma más natural y maternal que le nació en ese momento, abrazándolo también y comenzando a hacerle cariño en el pelo.
Lo malo de esta maternal y normal escena entre madre e hijo fue que desde hacían minutos que la hembra progenitora había comenzado a sentirse un poco mareada, situación que la atribuyo a la mezcla de champagne con el único vaso de whisky que había bebido, y en ese momento le daba la razón a su madre cuando en antaño le había explicado que una “chica bien” nunca debía pasarse de copas ya que el alcohol la podría desinhibir y quizás que tipos de cosas le haría hacer.
Pero la preocupación empezó a crecer justo en el momento en que ya llevaba algunos minutos regaloneando al caliente pailón de su hijo, este en aquellos alucinantes momentos no se aguantaba ya las ganas de posar una de sus manos en uno de los muslos de ella.
Por su parte la ya casi infartada hembra escuchaba claramente como en sus oídos retumbaban los acelerados latidos de su corazón.
Y como era que no, si la “Y…bina” ya estaba haciendo el mejor de los efectos en su sistema hormonal, mental y neurálgico, las ganas y deseos por aparearse con cualquier macho de su especie se acercaban a pasos agigantados, claro que ella aun no lo sabía, pero faltaba muy poco para ello.
Laureano se sorprendió cuando su madre de un solo jalón abrió toda la ropa de cama dejándolos a ambos destapados, por lo que en forma desconcertada se dio a preguntar,
–Ehhh… que es lo que pasa mamá…!, porque nos destapas…
–No lo sé cariño…!, es solo que me siento ahogada…!!, necesito algo de aire… por favor ve a abrir la ventana,
–Claro…!, -dijo el expectante muchacho creyendo acertadamente que esa reacción se podría deber al efecto de los raspaditos de pastilla.
Una vez que ya estuvo devuelta en la cama se volvió a acomodar tal cual como lo había estado hace algunos momentos, la hembra por su parte ya sentía como su sistema cardiaco poco a poco bajaba de ritmo, pero si estancándose en forma aceleradamente más de lo normal, lo que la llevo a calmarse un poco, sin embargo sentía que su cara le ardía, la sensación era la misma de cuando ella se ruborizaba por algo pero multiplicado por 10.
Una nerviosa adrenalina la recorrían entera, desde la punta de sus pies hasta el nacimiento de sus cabellos, los cuales sentía que se le erizaban sin haber motivo alguno para ello, luego sintió una extraña sensación en sus chichotas, era algo así como si las sintiera crecer y endurecer al mismo tiempo, causándole algo de dolor en estas.
Pero lo más extraño de todas aquellas reacciones que sentía en su cuerpo eran que de un momento a otro le vinieron unas tremendas sensaciones de cómo querer orinarse ahí mismo en el lecho, pero sabía que eso era casi imposible ya que antes de pasar a la cama y cuando estuvo en el baño había vaciado su vejiga, por lo tanto sabía que estaba vacía.
Los minutos pasaban y Mónica no se daba una explicación lógica a su ansioso estado de ánimo, sentía como su frecuencia cardiaca a veces aumentaba, al igual que su presión arterial, y estando en estas acaloradas disyuntivas fue asaltada por una tremendas ganas de masturbarse que no tenían explicación alguna, de un momento a otro ya quería y necesitaba abrirse de piernas para tocarse la concha, su cuerpo se lo demandaba imperiosamente, pero no podía hacer eso, si su propio hijo estaba abrazado a su cuerpo, se decía, a la vez que buscaba una explicación razonable a la extraña forma en que estaba reaccionando su cuerpo.
Laureano, quien estaba atento a todas las reacciones que estaba evidenciando Mónica en su cuerpo, supo que la pastilla estaba haciendo su trabajo ya que fue testigo presencial del momento en que su progenitora quien respiraba agitadamente, fue levantando uno de sus blancos y soberbios muslos, para una vez de ser ella misma quien se lo acariciaba lo dejaba caer hacia un lado quedándose semi abierta, y ahora paseando una de sus manitas en su bajo vientre, por lo que encontró que sería una excelente estrategia por ahora hacerse el dormido, para medir bien cuál sería el mejor momento para comenzar a cogérsela.
Dos minutos antes de lo anterior, Mónica que por su parte ya estaba más que desesperada, una vez de haber abierto uno de sus muslos en la forma más disimulada que pudo, sentía una tremenda necesidad de abrirse ahora con sus dos piernas y recogerlas para quedarse en la misma posición de cómo si estuviese pariendo, con la diferencia de que ahora necesitaba que le metieran algo para adentro. Aunque las ganas por refregarse cualquier cosa en la zorra eran tremendas, sabía que no podía hacerlo ya que su hijo de 18 años reposaba a un lado de su cuerpo y muy apegado a ella.
Con las fosas nasales semi tapadas recordó que este le había dicho estar cansado, por lo que ya debía estar durmiendo profundamente, así que sin pensarlo mucho y al verlo con sus ojos cerrados se dio a ir abriendo su otro muslo, para una vez hecho esto recogerlos de par en par, lo que hiso que su corto atuendo de dormir se le subiera hasta la altura de su vientre.
En tanto el desquiciado chamaco que se hacia el dormido estaba que vomitaba de autentica calentura, con sus ojos entre cerrados veía los bien formados muslos de su madre completamente abiertos y bien recogidos, y creyó morir de excitación cuando vio que Mónica con la manita que tenia al otro lado de su cuerpo comenzaba a bajarla decididamente hasta su coño para comenzar a masturbarse por encima de la tela de su tanga que era de un material muy parecido al de su coqueta ropa de dormir.
Laureano era testigo de cómo su madre se comenzaba a correr una paja como si estuviese desesperada, la vio como cerraba fuertemente sus ojos, para luego abrirlos y quedarse mirando agitadamente el techo como si estuviese ante una visión apocalíptica, mientras su manita no paraba de hacer rápidos y desquiciantes círculos en la ya mojada tela de su prenda intima, así que ya atreviéndose a dar un paso más para ver qué era lo que pasaba, siempre haciéndose el que dormía acerco su tiesa verga a la mano libre de Mónica, a la misma vez que el mismo se la tomaba y la puso en su verga para que ella se la sintiera impúdicamente.
La hembra en el mismo momento que sintió como su hijo le ponía su verga en la mano, sin parar de pajearse la zorra se lo quedo mirando aterrada al sentir la dureza caliente que le había puesto su chamaco para que ella se la palpara, pero al verlo supuestamente durmiendo bajo su vista para percatándose que su hijo estaba con el pijamas bajado hasta las rodillas y que era ella sola quien aún se mantenía asida a su verga apretándosela y sin tener ganas de querer soltársela.
Mónica no sabía qué era lo que le estaba pasando, estaba muy caliente y sentía unas tremendas ganas de ponerse a culear con quien fuera, y el único disponible en aquellos diabólicos momentos era su hijo regalón, así que ya no aguantándose más las ganas de aparearse a como dé lugar, sin soltarle la verga a su retoño y no pensando en consecuencias futuras, levanto sus caderas y con su otra mano bajo su pequeña pantaletas hasta terminar retirándoselas con sus pies.
Luego de ponerse de rodillas en la cama y a un lado del cuerpo de Laureano, siguió su breve camisola de dormir lo que fue aun más dificultoso que sus calzones, ya que por ningún motivo pensaba en soltarle la verga a su hijo.
Una vez que con mucho trabajo la logro pasar por su cabeza su femenina ropa de dormir libero la verga de su opresivo apretón para agárrasela con su otra manita, y con la otra retirarse por fin su intima ropa, para después como toda una profesional meter su mano por detrás de su espaldas y destrabar el sujetador, por lo cual sus tetas fueron liberadas casi en el acto, quedando por fin totalmente desnuda y como ella quería.
La hembra con su mente literalmente nublada por unos intensos deseos de lujuria, sin pensar en los nefastos efectos que le causarían lo que ahora estaba decidida a realizar, acomodo el cuerpo de su hijo de espaldas sobre la cama, y tras comprobar que esa tiesa masa de nervios por cada momento que pasaba dejaba salir grandes cantidades de flujos seminales, se dispuso a lo que su cuerpo y vagina le estaban pidiendo a gritos, se lo iba a violar ella a él.
Mónica toda desnuda y arrodillada en la cama acerco con mucha cautela su nariz a la punta del glande, quería olerlo, el fuerte aroma de aquellos varoniles líquidos la atraían y la enloquecían en aquellos febriles momentos, y en un acto de natural y autentico instinto animal saco su lengua para por primera vez en su vida recorrer con esta 21 centímetros de verga, y que para rematarla esta era la de su propio hijo, ni a su difunto marido se la había chupado antes de su fallecimiento.
El asunto fue que se la recorrió desde los testículos hasta la punta del glande, sus rojos labios de descendiente de italiana como lo era ella sorbieron y rodearon tibiamente toda la extensión del morado e hinchado glande, a la misma vez que con sus lengua retiraba todo aquel exquisito aceite medio saldo que lo bañaba, pensó ahora en chupársela, pero el miedo a que el joven se despertara y no alcanzara a probarle la verga con el coño, la hicieron querer ensartarse lo antes posible.
Mónica aun con el sabor a verga salada en su boca, paso una de sus bien delineadas piernotas por sobre el vientre de su muchacho, y a sabiendas de lo que ella necesitaba fue acomodando su cuerpo para la penetración, ya no había nada más que esperar se decía para ella misma, y justo en el momento en que estaba por rozar el glande de la verga de su hijo con sus sedosos pelitos crespos y castaños que adornaban su ardiente vagina, fue encandilada por la luz de la lámpara que estaba en la mesita de noche.
Laureano se había despertado y la había encendido cayó en cuenta la caliente hembra en forma escandalizada, pero la calentura se negaba a abandonarla.
–Mamá… que mierda me vas a hacer…!?, -le grito el astuto chamaco haciéndose el desentendido…
–Cariñoooo… no sé qué es lo que me pasa… pero tengo tantas ganas…, le dijo aun con la verga apuntando a su hoyo vaginal.
–Ganas de que…!?, si se puede saber…!, le exclamo el muchacho empujándola y poniéndose de pie a un lado en la cama.
El muy caliente pendejo la veía desnuda y en toda su majestuosidad, en donde ella sin ninguna gota de pudor se exhibía ante él mostrándole en toda crudeza los encantos femeninos que poseía y que con tanto celo había guardado en sus años de viudez.
–Tengo ganas de hacerlo cariño… yo se que está mal pero necesito que me lo hagan… vamos quieres hacérmelo amor…!? Solo será un ratito…!? Pero por Dios que estoy diciendo…!?, se auto recrimino en forma más que escandalizada.
–Eso es lo que yo no sé…! no sé lo que dices… y que era lo que ibas a hacer cuando me desperté…!?, tu estas enferma, iré a despertar a Jessica para que te llevemos al médico…!
–Nooooo…! no lo hagas…!!, solo ven y acuéstate aquí conmigo… tengo tantas ganas de hacerlo… por favor entiéndelo… ven y si alguna vez me quisiste de verdad como decías tanto ven y métemela por Dios…!!!!
–Pero mamaaa…!! Que cosas me dices… o sea tu quieres que yo te culie…?, -el muchacho sabia en el estado en que se encontraba su madre por lo tanto tenía claro que ella no estaba para andarlo recriminando en la forma de hablar, y fue la propia respuesta de la excitada mujer la que le daba la razón al chamaco en sus planteamientos.
–Siiiiiiii… quiero que me hagan el amor…!!!
–Pus yo no hare eso contigo… si soy tu propio hijo…!, además que tú tienes novio… así que no pienso hacértelo, y mejor me voy para mi habitación…
–Nooo…!!!, por favor no me dejes así… no te vayas amor…!!!, Mira ven con mami…!!!!
Laureano en el mismo momento de su actuación en que hacía como si de verdad se retiraba girando el pomo de la puerta, fue detenido por Mónica que desnuda como estaba la empujo para atrás y se interpuso entre él y la puerta, para seguir suplicándole.
–Por favor Laureanito… yo sé que esto está mal… pero por cada momento que pasa siento más deseos de que me lo hagan… así que te lo ruego… acostémonos y hagámoslo, -le pedía la enardecida hembra cargando su curvilíneo cuerpo contra la puerta y masturbándose desvergonzadamente ante la calenturienta y teatral mirada de su hijo.
–Mmmm… veo que estas desesperada…!!, jejejeje.
–Si amor estoy más que desesperada… de verdad que necesito que alguien me la meta…!, esto es incorrecto pero me bajaron tantas ganas por Dios!!!!
–Está bien yo te la meteré, pero con tres condiciones, jejejeje
–Solo dilas cariño…!!!, yo te cumplireeee…!!!, le decía la hembra con cara de compungida calentura.
–La primera… tu ya no te casas con tu jefe…!!!
–Lo juro… no me casareee…!!! Solo acostémonos por Dios…!!!! Que ya no me aguantoooo…!!!
–Segundo… iré a buscar mi cámara para grabar mientras culeamos…, no vaya a ser cosa que después que lo hagamos andes diciendo que yo te obligue, jejejeje…
–De acuerdo…! de acuerdo…! graba todo lo que tú quieras…!!!
–Y por ultimo quiero que en todo momento estés pidiendo que te meta la verga por cualquiera de tus hoyos, jejejejeje.
–Ok… nene pero apúrate en ir a buscar la cámara, creo que me muero de calentura… necesito moverme con algo adentro mío, como no lo entiendes…!!??
–Jejejejjej… espérame en la cama y mastúrbate para ver si así te calmas un poquito, jejejeje. –Voy y vuelvo…
Mónica se lanzo como una poseída en la cama para comenzar a masturbarse como una verdadera endemoniada, mientras su aprovechador vástago iba por su cámara digital para grabar todo lo que iba a ocurrir en el dormitorio.
Cuando el desnaturalizado hijo volvió a la habitación con la cámara, su madre estaba montada sobre un cerro de almohadas que ella misma había hecho, en el cual se refregaba la zorra con desesperación.
Mientras el ansioso chamaco la observaba de reojo y ubicaba los trípodes buscando el mejor ángulo que abarcara toda la cama, ella no paraba de moverse como culebra sobre las almohadas, en otras palabras estaba culeándose ella sola pero sin nada que meterse, el chamaco se dio a contemplar por algunos segundos el tremendo y voluptuoso cuerpo que él estaba a punto de tomar.
Laureano una vez que le dio play a la grabación, se saco la ropa de la forma más natural posible, ya que su madre no estaba para llamarle la atención en nada, y al contrario, ella iba a ser quien le iba a cumplir sus más bajos deseos instintivos.
–Bien mamá… deja de culearte esas almohadas y date la vuelta que desde este momento vas a ser mi putita personal, jejejeje
–Lo que tu digas mi amor… que deseas hacerme…!!??
–Ábrete de patas… que te voy a chupar la zorra hasta hartarme, jejejeje…
–Ohhhhhh… si bebe chúpamela todo lo que tú quieras amor…, le iba diciendo Mónica a su hijo mientras se acomodaba de espaldas en la cama y procedía a abrirse de patas todo lo que pudiera.
Laureano ya estando tendido a los pies de la cama con su madre abierta de piernas y ofreciéndole su mas preciado tesoro intimo que desde la muerte de su padre no lo había compartido con nadie, ahora estaba dispuesta a prestárselo a él, dejándose grabar y todo.
El caliente y salido chamaco le echo una última mirada a la cámara para después simplemente abrir su babeante boca, sacar la lengua lo más afuera que pudo y la fue acercando a los castaños pelitos crespos que su madre tenía en su femenino triangulo intimo.
Mónica sintió la tibia boca de su hijo lamerle toda su hendidura que había estado por años con la faena detenida, y al sentir las primeras penetraciones linguales sintió tan rico que no le quedo más remedio que aferrarse con ambas manitas a las sabanas de la cama empuñándolas con fuerzas, a la misma vez que después de enarcar y casi quebrar su espina dorsal ante las gratificantes sensaciones que la recorrieron cuando su hijo le comió la panocha ahora comenzaba a meneársela para ser ella quien se iba a culear la deliciosa lengua que se le movía en su interior deliciosamente.
–Ayyyyy siiii Laureanito chúpamela así…! Así…!!!, así…!!!!, así…!!!!! Mmmmmm…!!! d… de… de… liciosoooo…!!!!
–Tenia muchas ganas de chuparte el coño mamá…!!, tienes un sabor muy ricooo…!! Srppssss…!!!, -mientras el chamaco le decía esas desvergonzadas palabrotas a la mujer que lo había traído a este mundo, sentía que su verga estaba tan dura como un garrote de esos que usaban los cavernícolas, mientras a ella el único efecto que le causaban las palabras de su hijo era el de casi enloquecerla de excitación.
–Hijoooo…!, por favor ya no me hagas sufrirrrr…! metemelaaaaa…!!
–Dime que deseas la vergaaaa…!, jejejeje, le pedía el chamaco para luego seguir comiéndole la zorra, y sintiendo como ella le movía su pelvis en sus labios.
–Siiii…! deseo la vergaaaa…!!, por favor que alguien me meta una Snifsssss…!!, la hembra ya comenzaba a llorar de calentura y desesperación porque la culearan lo antes posible.
–No está mal pedazo de puta…!, me gusta que hasta llores por que te metan una buena tranca por el coño, pero quiero escucharte decir que deseas culiar conmigo, jejejeje.
–Si Laureano… Snifffss… estoy desesperada por una verga, no sé qué es lo que me pasa, pero quiero coger contigo…!!! Snifffs quiero que me culies tal como lo hacías con tus novias…!
El ya más que caliente y degenerado chamaco trepo por el curvilíneo cuerpo de Mónica, mientras ella totalmente emocionada por fin presentía que ahora si le iban a meter una buena verga,
–Bien mamá…!!; ahora te la voy a meter tanto como me la habías pedido…, lo deseas?
–Si mi amor lo deseo tantoooo…!, métemela de una buena vez y dediquémonos a culear por toda la nocheeee…!!
–Sera un honor mamá…!!, desde hay serás mi putita…!, mi perra caliente…!!, solo vivirás para que nos apareemos…!!, me darás un hijo, porque quiero tener un hermanito…!!, jejejeje, o sea un hermano que también sea mi hijo, jajajaja reía el desquiciado y perverso muchacho, mientras Mónica a quien le quedaban muchas horas por mantenerse en peor estado lujurioso que su hijo le aceptaba todas las estupideces que este le hablaba.
–Si amor yo te daré un hijo que a la misma vez será tu hermanito… te daré todos los chamaquitos que tú quieras… solo métemela yaaaaa…!!!
Laureano montado sobre el cuerpo ofrecido de su madre, metió su mano por entre medio de ambos cuerpos, se agarro la verga que estaba tan dura y caliente como un fierro incandescente y la dirigió a la apretada vagina de su progenitora. (Ya se ha dicho que a la hembra no se la pisaban desde los 23 años).
–Ahí te voy Mónica… vas a recibir la verga…!!!, -el chamaco se concentro y cerro sus ojos, sintió también como los tibios pliegues vaginales de su madre le daban la bienvenida a su joven herramienta, para luego simplemente empujar hacia adentro.
Poco a poco la hembra se fue comiendo la verga de 21 centímetros de su hijo, primero y con algo de dificultad entró el glande, luego y con esfuerzo también por parte de ambos lograron que se deslizara hacia el interior una buena parte del tronco, para finalmente mientras la hembra se esforzaba por abrirse de muslos lo que más le permitieran sus ligamentos, el chamaco con un brutal movimiento de estacamiento terminó por perforarla hasta la misma base de su tranca para terminar quedándose pegados y ondulando despaciosamente sintiendo ambos como se frotaban y enredaban entre ellos los pelos púbicos de cada uno.
Laureano al sentirse al fin literalmente clavado en el soberbio cuerpazo de Mónica se quedo estáticamente enterrado en su vagina, sus ojos vidriosos y con su boca abierta y babeándose sin darse cuenta de ello, sentía como su tranca era abrazada exquisitamente por la zorra de su propia madre que de vez en cuando pero en forma continua para el momento le mandaba una serie de deliciosos apretones vaginales regalándoles a ambos sensaciones gratificantemente indescriptibles.
Por su parte Mónica disfrutó al máximo el incestuoso y prohibido acople del cual ella era principal protagonista junto a su hijo, además de estar conscientemente sintiendo la gratificante fricción de carnes en el momento en que se la fueron metiendo, hasta que ya sintiéndose profundamente ensartada por la verga de Laureano, y luego de que instintivamente le empezara a contraer el coño como si de verdad quisiera agarrarle la verga de la forma más placentera posible, ya no se pudo aguantar más y le soltó un abundante chorro de líquidos vaginales con los cuales le baño la verga entera.
–Ohhhh…!! Diosssssssss…!!! Me acabo de correrrrrrrrrr…!!! Mmmmmm… q… que… r… ri… ri… cooooo!!!
Una vez de haber gritado esto último la perdida hembra en forma desesperada lo agarro de la cabeza buscando con su boca la de él, hasta que de un momento a otro ya estaban cogiendo y besándose apasionadamente con sus lenguas entrelazadas, desenredándolas y volviéndolas a enredar con lujuriosa impaciencia.
Laureano la penetraba lento pero firme, se movía de atrás y adelante sin parar en ningún momento, y Mónica simplemente se dejaba culear por él, estaba sintiendo exquisito.
Mientras el intenso besuqueo continuaba sin ánimos de parar por parte de ambos, el hijo de la mujer paso sus dos manos por debajo de sus duras y suaves nalgas para que por cada arremetida que le pegaba empujarla hacia arriba y hacia su verga con firmeza.
Entretanto el sonido de la cama que ya crujía se unía al gemido de disfrute que escapaba por entremedio de sus labios unidos, sumados a los chapoteos de la verga por cada vez que se hundía en el caliente coño de la hembra.
Laureano había comenzado a acelerar su mete y saca, haciendo que el vaivén de los sudorosos cuerpos cada vez fuera más morboso, eran madre e hijo culiando de la mejor forma en que lo harían una pareja de recién casados.
Femeninos y sensuales gemidos de autentico placer eran los que salían audiblemente de los labios de la atractiva Mónica, y que se entre mezclaban con resoplidos y jadeos que hacia su hijo quien la ensartaba montado sobre su cuerpo.
A Laureano le faltaban manos para recorrerla, la manoseaba a su total antojo, ahora mientras la taladraba con fuerzas desmedidas también se daba a sobajearle las tetas.
Mientras su madre por cada estocada que él le ponía sus gemidos eran más fuertes aun, hasta que a los pocos minutos ya no eran gemidos sino que eran gritos de éxtasis y calentura de la mas carnal y mundana de la que ustedes se puedan imaginar, al sentirse tan sobada y manoseada por su propio chamaco.
–Así mi amorrrrrr…!!! Así mi vidaaaaa…!!!! Métemela mas fuerteeeee…!!!! Mas fuerteeeee…!!!! Ohhhhh… Mmmmmm…!!!, le gritaba Mónica con sus hermosas piernas bien abiertas y clavándole sus uñas en ambas nalgas del chamaco, empujándolo hacia ella por cada impulso que este mismo le daba con la única finalidad de ayudarlo a que se la metiera lo más profundo que pudiera.
–Te gusta mamaaaaa…!!!???, -la cara del Laureano mientras le hacia esas infames preguntas era la de un autentico pervertido.
–Si hijoooo…!! Soy tuyaaaa…!!! Soy toda tuyaaaaaa…!!!! Ohhhh… Diosssssssss…!!!!
Mónica quien estaba extrañamente consciente de que todas estas cosas que ella le decía eran totalmente desnaturalizadas e innombrables, y a sabiendas también que estaba siendo grabada, todo esto ni le importaba, es mas el único efecto que lo anterior le producía a ella era el de elevarle el libido a niveles de calentura hasta el momento desconocidos para ella, pero si muy ricos, ella quería estar en esa posición por toda la noche si es que se podía, pero como los efectos de la pastilla eran mas poderosos que su propia voluntad, fue ella quien comenzó a cambiar de posición ya que las ganas de moverse coitalmente eran desesperantes.
Una vez en que la hembra ya estaba ubicada a horcajadas sobre la cintura de Laureano fue una verdadera erupción de lujuria lo que estallo entre madre e hijo al interior de aquella morbosa habitación, ya que esta, siendo cerca de las 1:30 am aun se mantenía con la luz encendida según se podía apreciar desde la calle, claro que ningún automovilista o transeúnte que pasara por al frente de la casa a esas horas se imaginaria lo que ahí estaba ocurriendo.
Mónica con sus ojos cerrados se daba a sentir la verga de su hijo enterrado hasta su misma matriz, solamente se daba a menear la pelvis intentando adivinar cuál sería el diámetro de la circunferencia que en esos momentos la abrían, sus jugos chorreaban por ambos bordes internos de sus muslos, hasta que Laureano a sabiendas que su madre en aquellos momentos no era nada más que una verdadera putita caliente se dio a solicitarle.
–Mónica antes de que me cabalgues como lo estas deseando quiero que te salgas de la cama y te masturbes de pie para yo verte, je…! Que o si no… me correré y hasta ahí no mas llegaremos, tú no quieres eso aun verdad?
–Ohhh… si nene lo que tu digas… pero luego… me la volverás a meter…!?, -el chamaco veía que aquella furcia con cuerpo de Diosa y cabellos castaños tirando para caoba, y que no se cansaba de pedir verga era su propia madre, esto mas lo calentaban y sabía que estaba en condiciones de ponerle por lo menos sus tres cachas en la noche, pero él quería verla haciendo otro tipo de cosas, ya que aun no sabia y no quería saber cuál sería la reacción de Mónica cuando se le pasara el efecto del fármaco que hasta este momento estaba resultando a las mil maravillas.
–Claro que culiaremos hasta bien tarde, si es que no nos amanecemos, ojala te dejara preñada a la primera, jejejeje…
–Le pondré todo el empeño posible para que eso ocurra hoy mismo mi rey, -le respondía la perdida madre a su diabólico hijo, mientras ella misma se desclavaba de la verga para ubicarse de pie y aun lado de la cama.
–Bien… por ahora solo mastúrbate bien rico al frente de la cama hasta que te corras, jejejeje…!
–Si… amor lo que tu digas…!! Así esta biennnn…!?
Mónica separo sus pies unos 40 centímetros uno del otro, y parada al lado de la cama comenzó a refregarse la vagina para que se hijo la viera como ella lo hacía, primero con una de sus manitas, luego con la otra, y para después con las dos juntas.
–Te gusta hacerte la paja z… zo… zorraaaaa…!!??
–Siiii me g… gustaaaaa… Ahhhh ahhhhh…!, -le contestaba Mónica al caliente de su hijo, mientras que con su cabeza mirando al techo de la habitación solo se daba a auto complacerse tal como se lo habían ordenado.
–Dilo completo quiero escucharte… di que te gusta pajearte la zorra tu solita, jejejeje… -Laureano se la chaqueteaba como un mal nacido semi recostado en la cama viendo la enajenante función masturbatoria que le estaba dando la mujer que lo había traído al mundo.
La hembra no se hacía problemas en hacer y decir todo lo que su hijo le demandaba,
–Siiiiii…!!!, me gusta pajearme la zorraaaaa yo solitaaaaa…!!!! Mmmmmmm…!!!!
–Lo haces rico zorraaaa…!!!, mira hacia la cámara, jejejeje, que cuando se te pase la calentura te obligare a ver el video para que veas tu misma todas las puteadas que harás esta noche, jejejeje.
–No, no, no, no se me pasara mi vida…!!, no quiero que se me paseeee…!!!, e… es… esto es muy r… ri… ricoooooo…!!!, -dijo eso ultimo mirando a la cámara, para luego la enardecida hembra comenzar a masturbarse más rápidamente al grado que hasta se le desfiguraba la cara por las fuerzas y las ganas que le ponía.
–Jejejeje bueno eso lo veremos , por ahora solo disfruta perraaaa…!!!
Mónica semi flectaba sus poderosas piernas subiendo y bajando su cintura al ritmo que se masturbaba para que su hijo la viera tal como él lo quería,
–Que te imaginas putitaaaa… que te la metennnn!!??
–Siiiii…!, imagino que me están violando…!!! Ohhhhh…!!! Ohhhhhhh…!!!, -le decía y gemia con sinceridad…
–Quiero que te imagines que es el señor Juárez quien te está violando… Je…!
Mónica en un pequeño instante pensó en negarse a lo que su hijo le pedía, pero el solo hecho de imaginarse a ese repugnante hombre montado sobre su cuerpo tomándola a la fuerza y cosechando todo lo que ella tenía para darle, la idea finalmente le resulto espeluznantemente tentadora y riquísima para su temperamento,
–Ohhhhh siiiiii…!! Señor Juárez no me viole…!!! No me violeeeee!!!, decía eso ultimo pajeandose mas rápidamente aun…, –Por favor no me lo haga que me puede dejar embarazadaaaaa!!!!!
Extrañamente el chamaco veía que su madre al pronunciar aquellas palabras más rápidamente se refregaba la concha haciendo raros movimientos de apareamiento en el aire, mientras Mónica seguía pidiéndole al señor Juárez que no se la violara,
–Ohhhhhh…!! Su vergaaaa…!!! Señor Juaressss su vergaaaa…!!! Está muy r… ri… caaaaa…!!! Ohhhh…!!! Dios me corrrooooooo…!!!!!
Simplemente su sistema nervioso colapso y la hizo estallar en un delicioso orgasmo, y justo en el momento en que su vagina iba a comenzar a soltar sendas cantidades de jugos el chamaco ya no se aguanto más por tanta tentación que le ofrecían y se lanzó como un hambriento a lamerle el coño ya que este estaba botando jugos como si fuese un manantial.
La hembra mientras se estaba yendo cortada, con solo ver a Laureano de rodillas y comiéndole la concha en forma exquisita estando ella de pie y corriéndose como una perra en leva, paso sus dos poderosas piernas por delante de los hombros del chamaco para luego agarrarlo desde la nuca con sus manitas entrelazadas y empujarlo hacia su chorreante hendidura comenzando ella a refregársela en la boca y por distintas partes de su cara.
La resbalosa almeja de Mónica se paseaba por todo el rostro del chamaco rociándolo eróticamente con los líquidos que ella dejaba salir por su derretida panocha en aquellos mágicos y ardientes momentos, y cuando sentía la lengua del chamaco penetrarla otra vez por esta por esta, le pegaba tres a cuatro clavadas pélvicas, ondulando y refregándosela en la boca de este para ambos lados, su hijo por su parte estaba encantado con todas las puterias que hacia su progenitora.
Hasta que aquella brutal corrida por parte de la hembra menguo. Laureano estuvo lamiéndole la concha tal cual como lo hace un perro en aquellas asquerosas películas zoofilicas.
Una vez que se dio por satisfecho se puso de pie para quedar al frente del desnudo y tembloroso cuerpo de Mónica, para agarrarla desde sus nalgas y contraerla contra su cuerpo besándola con la misma pasión en que lo hace un hombre enamorado, y claro ella aun estaba desesperada por seguir cogiendo así que no decía nada solo se dejaba hacer, a la misma vez que correspondía el beso como una posesa y sintiendo en su suave estomago la dura estaca de carne de su hijo.
El chamaco la llevo caminando desnuda y siempre besándola hasta dejarla atracada contra uno de los muros de la habitación, hasta que su boca se apodero de una de sus tetas, para luego hacer lo mismo con la otra, su madre solamente se daba a mirarlo con una sonrisa y una mirada en las cuales solo predominaban el vicio y la lujuria, esa mujer nada tenía que ver con la cándida hembra que hace algunas horas había dado a conocer su noviazgo a familiares y amigos.
Mientras tanto Laureano le chupaba y mordía los melones en forma exquisita para ella. La hembra por su parte lo agarraba de sus nalgas empujando su cintura hacia ella, su sed de verga aun no estaba saciada ni en la cuarta parte, en eso fue que sintió la mano de su hijo masturbarla deliciosamente.
–Mónica… que rica y mojada la tienes…!
–Te gusta amor…?, le preguntaba con sus bellos ojos cerrados dándose a sentir lo que Laureano le hacía allí abajo.
–Es riquísima, y la tienes toda encharcada… creo que te cogeré así mismo como estamos… Je…!
–Si, amor hagámoslo de pie… y hazme todo lo que quierassssssss…!!!, estoy tan calienteeee…!!! Ohhhh…!!! Ohhhhh…!!!!, -la hembra nuevamente comenzaba a perder los sentidos ante los gratificantes dedos de su hijo metidos en lo más intimo de su persona, a la misma vez que sentía su otra mano acariciarle el culo, solo con eso la ardiente madre de familia empezó a tener orgasmos múltiples, como nunca antes le había sucedido, fueron varias las acabadas que se sintió en su cuerpo mientras su hijo la masturbaba.
Laureano experimentaba en toda su mano los movimientos pélvicos que hacia Mónica, dándose cuenta en el acto que su hembra nuevamente se iba a comenzar a orgasmear sin ni siquiera tener la verga metida en el coño, por lo que el chamaco se dio a afianzársela con su otra mano abrazándola par la cintura y posar su mano en su cadera mientras que la otra que le mantenía perdida en la zorra ya estaba siendo bañada con líquidos y todo tipo de caldos calientes.
El perverso chamaco al verla con su cara apoyada sobre el muro sacaba su mano chorreante de jugos femeninos y se las llevaba a su boquita para darle a probar de su propia esencia, a lo que ella respondía chupando y lamiéndole los dedos una y otra vez.
Luego de eso el desnaturalizado hijo hiso que su madre levantara uno de sus poderosos muslos y que lo apoyara en el velador que estaba a un lado de ellos, Mónica que entendió al instante que ahora si se la iban a coger de pie fue ella misma quien tomo la verga de su vástago y la apunto en la entrada de su vagina, hasta que nuevamente se la metieron.

–Te gusta la verga perraaaa!!??, -le consultaba para ver qué tipo de guarrada le contestaba su portento de madre.
–Siiiiiiiii…!, métemela mas fuerte hijo de putaaaaa…!!!, le contestaba a grito limpio la ardiente hembra insultándose inconscientemente a ella misma, por lo que el chamaco le respondía pegándole brutales arremetidas intentando traspasarla y sacarle la verga hasta por la boca si es que eso se podía.
Los jugos vaginales entremezclados con los incestuosos líquidos pre seminales corrían por la brillante pierna de Mónica que estaba apoyada en el suelo formando un asqueroso y llamativo charco al lado de su pie.
–Bien zorraaaa… esto está realmente bueno… es solo que ahora quiero que me mames la verga… luego me la podrás cabalgar todo lo que tú quieras…, -le dijo Laureano a Mónica antes de sacarle la verga, ya que ahora quería sentir esos rojos labios succionarle la verga.
Su madre como una verdadera dependiente de las infames ocurrencias de su hijo bajo en el acto su pierna que había estado levantada, para siempre estando ensartada pegarse ella sola una serie de 10 arremetidas por lo menos, a veces ondulando con sus caderas, o para luego arremeter ella misma con fuerzas de atrás y hacia adelante, y para finalmente ser ella misma quien se la desclavaba despaciosamente echando su brillante culazo hacia atrás hasta que la tranca de Laureano quedo bamboleándose en el aire y estilando los jugos de ambos y de todos tipos.
Mónica con todo su cuerpo desnudo y brillando por la traspiración en forma apasionada y como si realmente quisiera comérselo se dio a besarlo en el pecho que algo de pelos tenia, luego bajo hasta su ombligo lamiendo todo lo que encontraba a su paso, hasta quedar maravillada con la brillosa herramienta con la que la estaban haciendo gozar, la verga de su hijo se mantenía bien parada e inflamada por un tremendo deseo aun no saciado, así que ya no aguantándose más y en forma auténticamente refleja con una de sus manitas se la garro con fuerzas sintiéndola tan dura como poderosa, y con la otra tomo posesión de sus testículos, sentía y estaba segura de tener entre sus manos un objeto de valor incalculable, la verga de Laureanito estaba palpitando exquisitamente en su manita.
La eufórica hembra veía como los varoniles e incestuosos líquidos pre seminales de su hijo chorreaban verga abajo hasta contaminarla, vio también que la caliente verga tenia las venas muy hinchadas, y mientras ella mas se la apretaba mas líquidos salían de esta, y justo en el momento en que un grueso goterón de esta valiosa esencia amenazaba con chorrear hasta el piso, ella con un felino movimiento de cabeza fue por esos mocos sacando su lengua y recatándolos del abismo por lo que se dio a probarlos y llegando a la conclusión de que ese salado sabor masculino era realmente delicioso, así que ya sin pensársela mas abrió su boca y se puso a chuparle el pico como una verdadera puta a su retoño regalón.
Sin que nadie se lo pidiera con su lengua hacia rápidos movimientos circulares alrededor del glande y del tronco. En los momentos en que sentía su boca llana de líquidos que salían de la verga ella se la retiraba y se daba a nuevamente probarlos degustándolos hasta saciarse de sus sabores, y para luego tragárselos golosamente, para después llenarse de verga nuevamente, apretar sus labios sobre la venosa circunferencia y darse a succionar, chupar y mamar el cipote de su Laureano, quien al notar con excitación las ganas que le ponía su madre para mamarle la verga no se aguanto más al verla de rodillas ante el por lo que la tomo férreamente desde sus cabellos castaños oscuros y empezó a hacer un acelerado movimiento de mete y saca, prácticamente se la estaba cogiendo por la boca, en algún momento la cabeza de su progenitora era solamente una cosa utilizable para él darse placer en la verga, y ella por su parte simplemente se dejaba a la misma vez que con sus dos manitas se masturbaba la panocha como una enajenada.
Hasta que en el momento en que el desencajado muchacho sintió que el orgasmo se le avecinaba, simplemente le saco la verga despiadadamente haciendo que Mónica cayera de espaldas en el piso de la habitación, tosiendo y botando por sus narices copiosas cantidades de babas mezcladas con semen, el enajenado chamaco se apretaba la verga a la misma vez que sacaba fuerzas de continencia para no irse cortado. Una vez logrado el objetivo se dio a seguir diciéndole sus leperadas,
–Eres una puta exquisita Mónica, ninguna de mis noviecitas quiso jamás mamarle la verga, Ja…!!, quien iba a pensar que chupabas la verga así de rico.
Diciéndole esto último tomo fuertemente a su madre desde sus cabellos y en forma brutal la arrastro hasta levantarla y lanzarla sobre el lecho,
–Bien putita… ahora viene la parte que más te gusta a ti por lo que me he dado cuenta, Je…!!! Me vas cabalgar como si fueras una autentica yegua, lo harás de la misma forma en que planeabas hacerlo con ese maricon con el que andabas caliente, je…!
Mónica aun bajo los efectos de los tres raspados de pastilla y siempre sonriendo con cara de viciosa ni le importaba la bestial forma en que su hijo la estaba tratando, solo se dio a montase rápidamente sobre su cuerpo agarrarle la verga y encajársela ella misma de un puro sentón hasta nuevamente hacer que sus suaves pendejitos brillosos y castaños se enredaran con los gruesos pelos negros de su hijo.
–Ya zorraaaa… comienza a menearte… y hazlo bien rico que esta cogidota que nos vamos a pegar será para que no se te olvide nunca mas quien es tu verdadero macho, Ja…!
Mónica ya convertida en una verdadera Diosa del sexo incestuoso comenzó a menearse deliciosamente, mientras Laureano la acariciaba desde el nacimiento de sus nalgas, pasando por sus caderas cintura y tronco, aquella tremenda mujer lo tenía embrujado, y al parecer los efectos del fármaco para calentar yeguas y vacas no pensaban aun desaparecer del sistema hormonal de su madre.
Todo en la habitación crujía y se cimbraba al ritmo de la cogida que se estaban pegando los amantes. La hembra subía y bajaba sus caderas por el deliciosos mástil erecto de su hijo con sus ojos cerrados y mordiéndose fuertemente el labio inferior, mientras este mismo le chupaba sus turgentes tetas tal cual como si quisiera dejárselas desinfladas, se cambiaba una y otra vez las chichotas de su boca, incluso hasta le costaba trabajo agárraselas por lo resbalosas que estaban al estar mojadas por la sudoración corporal.
Y cuando Laureano noto que ya estaba próximo a un enajenante orgasmo, con fuerzas la tomo para ahora nuevamente quedar el encima de ella, comenzando a arremeter con fuerzas desmedidas a la vez que le notificaba,
–Falta poco putaaaa… te llenare el estomago con semennnnnn…!!!
–Si… hasloooooo…!!! Dámelo yaaaaa, rápido que es lo que necesitoooooooooo…!!!
Laureano quien se la afianzo con poderío sentía las tetas de su madre comprimirse contra su pecho, su aliento a hembra en los momentos que ella gemia muy cerca de su cara le llegaba de pleno en sus narices calentándolo aun más de lo que ya estaba, se la metía profundamente para luego de sacarla volver a metérsela con mas energías, parecía como si realmente se la estuviese violando, se la introducía y se la sacaba sin compasión.
Mientras la misma hembra se la sentía demasiado gruesa, sentía como su hijo le raspaba las paredes vaginales con su parada vergota, al mismo tiempo que este la besaba en la boca, le estaban dando la cogida de su vida, y ella lo demostraba gritando y gimiendo bien fuerte, no le importaba que su hija la escuchara desde su habitación, ella prefería seguir sintiendo como la estaban haciendo gozar.
Pero su hijo seguía con sus embestidas, aumentando la velocidad de la cacha que le estaba pegando, la complaciente hembra ya se sentía desfallecer, un brutal orgasmo se aproximaba con las mismas fuerzas en que lo hace un Tsunami en las playas después de un terremoto.
Laureano vio como su madre tensaba todos los músculos de su cuerpo a la misma vez que con sus ojos en blanco arqueaba su espalda llegando incluso a levantarlo a él que por nada del mundo cejo en dejar de ensartarla con fuerzas, estaba claro su progenitora iba a tener el orgasmo más fuerte y delicioso de la noche, por lo que se dio a comenzar a animarla,
–Así, puta, gózalo… y correteeeeee…!!!, que no tardo en soltarte todos mis mocossss…
–Si, amor, me voy cortadaaaaa… estoy a puntooooo…!!! Dame tu semennnnn…!!!!, inúndame la concha de ti amorrrrrr…!!!!, le gritaba Mónica con sus ojos cerrados y abriéndose de patas lo que más podía, ya que sentía como la verga de Laureano se inflama al interior de su vagina.
–Ahí te voy zorraaaaaaaaa…!!!! Gozaloooooooo…!!!! Arghhhhhhhhhh…!!!!, Aaaaahhhhaaaaaa…!!!! Mamaaaaaaa… me corrooooooooo…!!!!, -después de este bestial grito el chamaco le mando una brutal clavada para quedarse ensartado en ella a la misma vez que comenzaba a soltarle incestuosas chorreadas de semen en las profundidades de sus mares calientemente vaginales, mientras que la exasperada hembra sentía que su cuerpo se desintegraba ante las delicias de un intenso y bestial orgasmo que estaba sintiendo a la par con su hijo.
–Siiiiiiiiii…!!! Mmmmmm…!!!! Mi vidaaaa…!!!! Mi tesorooooo…!!! Diossssss…!!!!, que rico es estooooo…!!!! Me corrrooooooo… me corrooooo…!!!!
Mónica sentía y experimentaba como el semen caliente de Laureano salía a presión desde su caliente manguera de carne y como le llenaba su útero, su matriz y las cavidades de su vagina con unas fuertes chorreadas de espeso y blanco semen, la hembra sentía a cabalidad el calor de leche y como esta salía a raudales de la verga y sin parar, mientras ambos gritaban de gusto y de calentura.
Pasados unos buenos minutos de aquella bestial cogida entre madre e hijo, este ultimo vio que ella con todo su cuerpo mojado seguía haciendo movimientos copulatorios en el aire a la misma vez que se masturbaba ahora más lentamente y como con su otra mano se daba a masajearse las tetas, el chamaco fue único testigo de ver como su madre caía en un profundo sueño con una de sus manitas puesta en su vagina y la otra en una de sus chichotas.
Cuidadosamente este la tapó con la ropa de cama, retiró la cámara de grabar y despues de comprobar que Monica respiraba normalmente, como un verdadero delincuente se escabullo hacia su habitación para encerrase con llave. Se la había culiado.
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“NO SON DOS SINO TRES LAS ZORRAS CON LAS QUE ME CASÉ” (POR GOLFO) SERIE SIERVAS DE LA LUJURIA VOL. II LIBRO PARA DESCARGAR
El pastor de la secta descubre que una de sus esposas le es infiel y en secreto la repudia. Para mantener las apariencias obliga a su hijo, nuestro protagonista, a casarse con ella. Aunque en un principio se niega, la amenaza de ser desheredado le obliga a consentir esa unión CON SU MADRASTRA….
TOTALMENTE INÉDITA, NO PODRÁS LEERLA SI NO TE LA BAJAS.
ALTO CONTENIDO ERÓTICO
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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:
Introducción
A raíz de mi llegada a Madrid mi vida cambió. Tres meses antes era solo un joven estudiante de provincias, cuyo único interés era vivir la vida y al que su madre había instalado contra su voluntad en una casa de huéspedes regentada por Doña Consuelo, una viuda que acababa de perder a su marido. La intención de mi jefa había sido buscar un sitio donde tuvieran a su hijo controlado. Lo que nunca previó fue que esa mujer y su hija vieran en mi presencia una señal de Dios y a mí, en particular, al hombre que había venido a sustituir al difunto.
Tardé poco en descubrir que la dueña del hostal era una fanática religiosa de una secta fundada por un tal Pedro, que veía en el sexo una forma de combatir los demonios que la consumían por dentro y qué desde que me vio poner los pies en su casa, asumió que mi misión en este mundo era exorcizarla a base de polvos. Por eso solo tuvieron que pasar un par de días para que esa cuarentona se convirtiera en una asidua visitante de mi cama.
Laura, su hija, fue un caso diferente. Tratada como criada, era incapaz de llevarle la contraria a su madre y aunque no era tan creyente, compartía con su progenitora una sexualidad desbordada, producto de los continuos abusos que había sufrido de manos de su padre muerto. En un principio, reconozco que quise convertir a esa rubia en otra putilla a mi servicio pero sus traumas y la manía que tenía de considerarme su padre, despertaron al hombre bueno que hay en mí y me negué a participar en sus juegos, deseando cortar tantos años de explotación paterna.
Esa buena acción llevó a la cría al borde de la depresión y fue entonces cuando su vieja pidió mi ayuda. A pesar de sus rarezas, Consuelo era una buena mujer y como su amante, me vi obligado a explicarle el siniestro comportamiento con el que su esposo había tratado a su propia hija.
La viuda al enterarse, escandalizada pero sobre todo avergonzada por no haberse percatado de lo que ocurría antes sus narices, fue a hablar con su retoño para pedirle perdón y buscar una solución a sus males. Fue al volver cuando me informó que las dos juntas habían llegado a una solución y que como la Iglesia en la que creían permitía la poligamia, habían decidido que lo mejor era que yo me casara con las dos.
Cómo podréis comprender, me negué a tamaño disparate pero ante su insistencia, esa viuda consiguió que me lo pensara. Todavía hoy desconozco si hubiese aceptado finalmente, si no llego a recibir la visita de D. Pedro y de sus tres esposas. Tras una breve discusión teológica, ese pastor me mostró los aspectos prácticos que tendría esa hipotética boda: Además de tener a mi disposición a dos hermosas mujeres, sería el administrador de una fortuna valorada en más de quince millones de euros.
Si la belleza madura de Consuelo y el inocente atractivo de Laura eran motivos suficientes, tener mi futuro asegurado con ese dinero fue el empujoncito que necesitaba para aceptar. Por ello con un apretón de manos, cerré el pacto con ese sacerdote y comprometí mi asistencia al enlace que tendría lugar esa misma noche.
Al llegar a la iglesia de esa secta me quedé impresionado con el lujo de esa construcción pero lo que realmente me dejó anonadado fue la veneración con las que sus fieles trataban al anciano. Lo creáis o no, lo consideraban un profeta casi a la altura de Jesucristo. Como no podía ser de otra forma, decidí obviar el fanatismo de esa gente y concentrarme que a partir de esa noche sería rico y tendría a dos estupendos ejemplares de mujer a mi servicio.
La boda en sí fue parecida a las católicas que tantas veces había asistido por lo que en un principio nada me alteró hasta que en mitad del sermón, Don Pedro anunció que estaba enfermo ante ese gentío y que desde ese momento me nombraba a mí como su sucesor. Imaginaros mi cara cuando lo escuché pero la cosa no quedó ahí y micrófono en mano, insinuó que yo era su hijo bien amado. Como nunca había conocido a mi progenitor, me quedé pensando en si era verdad y por ello al terminar la ceremonia, lo busqué.
Ese tipo, sin perder la compostura, me reconoció que él me había engendrado y que si había caído en esa casa de huéspedes había sido cosa suya en colaboración con mi madre, la cual me había prometido siendo niño que con la mayoría de edad conocería a mi padre.
Esa revelación me dejó perplejo y me sentí una puta marioneta en sus manos. Tras unos segundos en los que dudé si salir corriendo de ahí, le comenté que me resultaba imposible aceptar ser su sustituto porque entre otras cosas era agnóstico.
Fue entonces cuando soltó una carcajada y bajando la voz, susurró en mi oído que me lo pensara ya que además de disponer de cientos de mujeres entre las que elegir para que formaran parte de mi harén, con ese “peculiar” oficio mis ingresos anuales superarían el medio millón de euros. Soy joven pero no tonto y por ello no tuve que pensármelo mucho para olvidarme de cursar Ingeniería Industrial y convertirme en un estudioso de Teología.
Despidiendo a mi padre, el pastor de esa iglesia y mi futuro profesor, fui a cumplir con mis deberes conyugales pero Consuelo, que sabía que esa noche era primordial para su hija, me pidió que la dejara quedarse en el banquete que había montado en nuestro honor.
Una vez con Laura y en la que ya era por derecho mi casa, descubrí dos cosas que marcarían el rumbo de mi vida en un futuro: la primera es que tras esa fachada de zorra manipuladora, se escondía una tierna amante necesitada de cariño y la segunda que reconozco me puso los pelos de punta, que esa secta creía en el levirato por lo que si finalmente moría don Pedro, como su heredero tendría que adoptar a sus esposas como mías…
Capítulo 1
Esa mañana seguía dormido cuando entre sueños, sentí que una dulce humedad se apropiaba de mi pene. Rápidamente vino a mi mente, el recuerdo de la noche anterior y el modo tan pleno con el que Laura se había entregado a mí. Asumiendo que era ella, deseé comprobar hasta donde llegaba su calentura y por ello, mantuve mis ojos cerrados como si no fuera consciente que mi joven esposa me estaba haciendo una mamada.
Sus manos todavía indecisas comenzaron a recorrer mi cuerpo desnudo mientras su pene cada vez más duro era absorbido una y otra vez por su boca. La maestría de sus labios era tal que parecían conocer cada centímetro de mi piel.
«Es toda una experta», pensé poniendo en duda su afirmación que mi miembro era el primero que había visto y es que la lengua de esa novicia se concentró en lamer los puntos sensibles de mi verga como si realmente lo hubiese hecho multitud de veces.
Durante un par de minutos y a pesar que entre mis piernas crecía una brutal erección, seguí disimulando hasta que sacándosela del fondo de la garganta, comenzó a mordisquear mi capullo con sus dientes. Esa caricia la conocía y por ello supe de mi error aun antes de oír a Laura saludar a su madre, muerta de risa:
― Se nota que has llegado con ganas de follarte a mi marido.
Doña Consuelo, la mayor de mis esposas, recriminó la procacidad de su hija diciendo:
―No seas vulgar. Jaime es también mío y debo complacerlo. Cuando una esposa cumple con su deber, es una forma de agradecer a nuestro señor por habernos mandado alguien que nos cuide y tú deberías hacer lo mismo.
Ni siquiera abrí los ojos, era una discusión entre ellas dos y no debía intervenir, no fuera a ser que saliera escaldado. Lo que no me esperaba fue que tomando sus palabras literalmente, la menor de mis mujeres se incorporara sobre el colchón y dijera:
―Tienes razón, échate a un lado que yo también quiero santificar mi matrimonio.
Defendiendo cada una sus derechos, mi pobre pene, mis huevos y la totalidad de mi cuerpo se vieron zarandeados por esas dos gatas. Cada una quería su porción de terreno y no se ponían de acuerdo. Aguanté estoicamente hasta que una de las dos me arañó involuntariamente con sus uñas cerca de la entrepierna y temiendo por mis partes nobles, decidí intervenir y de muy mala leche les grité:
―¿Se puede saber qué coño hacéis?
Madre e hija dejaron de discutir al momento, aunque no por ello dejaron de mostrar su cabreo con sendas miradas cargadas de reproche. Supe que debía de cortar por lo sano esa actitud y por ello, recordando las enseñanzas de él que era mi padre, les pregunté cuál era el problema.
La cuarentona de inmediato comenzó a protestar diciendo que ella se había autoexcluido para que Laura tuviera su noche de bodas y que por lo tanto, le tocaba a ella disfrutar de mis caricias.
«Tiene lógica», asumí en silencio.
Pero entonces la más joven de mis esposas echa una furia rebatió sus argumentos diciendo que entre ellas habían acordado que si un día era una, la primera en satisfacer a su marido, al día siguiente el turno era para la otra.
Dando por sentado que ambas tenían parte de razón, comprendí que debía de imponer unas reglas que las dos se vieran obligadas a cumplir en un futuro o mi vida sería un desastre y abusando de sus irracionales creencias, me inspiré en las Sagradas Escrituras para decir:
―Tal y como planteáis el asunto, decidir de quien tiene más derecho es complicado por lo que no me queda otra que adoptar una decisión salomónica y como no pienso ni quiero partir mi pene en dos, como vuestro marido, he resuelto no tocaros ni dejaros que os acerquéis a mí hasta que lleguéis a un acuerdo que se mantenga en el tiempo.
Consuelo me replicó, casi llorando, que el deber de una buena sierva del señor era cuidar de su marido. Su hija uniéndose a su madre, la secundó recitando unos versículos de la biblia:
―Está escrito: “No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración”.
Reconozco que me pasé dos pueblos pero no me pude contener al oír esa cita y soltando una carcajada, repliqué:
―Vosotras rezad porque si me entran las ganas, no os preocupéis por mí, me haré una paja.
Mi falta de devoción las indignó y creyendo que era una prueba que les ponía, nuevamente se pusieron a discutir entre ellas mientras se achacaban la una a la otra la culpa que llegado el caso me tuviera que masturbar teniendo dos mujeres obligadas a hacerlo. Dándolas por imposibles, me levanté de la cama y me fui a desayunar.
Veinte minutos después, volví al cuarto y no encontrando a ninguna, comprendí que todavía no habían llegado a un pacto.
«Mientras no se maten entre ellas, debo dejarlas que entre ellas lo arreglen», pensé y por eso, me vestí y me fui a ver a don Pedro.
Mi padre vivía en una mansión dentro de los terrenos de la iglesia y por eso no me extrañó que al llegar me pararan un par de sus feligreses y me pidieran que les bendijera. Aunque me sentí ridículo haciéndolo, no me quedó más remedio que imitar lo que le había visto hacer a mi viejo y posando mis manos sobre sus cabezas, recité en silencio una plegaria. Habiendo cumplido con mi papel de heredero del “profeta”, toqué en su puerta.
Quien me abrió fue Judith, la segunda esposa que tenía la edad de Consuelo.
―¿El Pastor?
Con su gracejo caribeño, me informó que don Pedro todavía no se había levantado. Interesándome por él, preocupado le pregunté si había recaído. La cubana, muerta de risa, contestó que no pero que tras mi boda, estaba tan contento que se empeñó a cumplir con todas sus esposas.
«Joder con el anciano, todavía funciona», dije para mí.
La mulata me debió de leer los pensamientos porque, con una sonrisa de oreja a oreja, comentó:
―Debimos decirle que no pero insistió tanto que una tras otra nos satisfizo a las tres― y siguiendo con la guasa, se dio una palmada en el trasero mientras me decía: ― A su edad no es bueno tantos esfuerzos.
Descojonado por cómo esa cuarentona me había insinuado que la había tomado por detrás, no pude dejar de curiosear en la vida privada de mi progenitor y directamente la pregunté cada cuanto “santificaba” su matrimonio.
―Menos de lo que me gustaría… dos o tres veces por semana.
Haciendo cuentas, si multiplicaba esa cantidad por las mujeres de mi padre, eso suponía que el setentón era capaz de echar ¡más de un polvo diario! Pero no fue eso lo que me perturbó sino saber que una vez que faltase, yo al menos debía mantener su ritmo y si a esas tres le sumaba las mías, mi pobre pene se vería en problemas para follar a tantas y tan frecuentemente. La expresión de mi cara debió de ser tan evidente que adivinó mi problema y muerta de risa, me dijo:
―Cada una somos diferentes, ahí donde la ve, Raquel sufre de insomnio y cuando no puede dormir le ruega a nuestro esposo que le regale un poco de su néctar. En esas noches da igual a quien le toque, es la primera en… “comulgar”.
―¿Y es frecuente que le pase?
Descojonada, respondió:
― Todas las noches pero Don Pedro solo acede a complacerla noche sí, noche no.
«¡Qué caradura!», pensé. Aunque me hacía gracia el eufemismo que usaba para no decir “hacerle una mamada”, no pude más que alucinar al comprender que solo entre ellas dos le exigían eyacular casi a diario y ya escandalizado, tuve que averiguar cuantas veces Sara, la veinteañera, requería las atenciones de mi pobre viejo.
―¡Esa es la más devota! Ora con don Pedro en cuanto puede. Al menos una por día y si el Pastor no está en condiciones, viene a mi habitación y reza conmigo.
«¡La madre que las parió! Aunque se alivien entre ellas, tienen al anciano consumido. ¡Son tres putas de lo peor!», sentencié preocupado porque me veía incapaz de mantener esa frecuencia.
Como mi padre estaba indispuesto, estaba a punto de volverme a casa pero entonces Raquel apareció y me pidió que la acompañara. Dado que esa rubia era la favorita de mi padre y su primera mujer, la obedecí y junto ella, entré en un despacho. De inmediato, encendió un ordenador y mirándome a los ojos, me explicó que su marido le había ordenado mostrarme los números de la “iglesia” para que me fuera familiarizando con su obra. Aunque mi viejo me había anticipado los enormes beneficios que daba, nada me contó sobre la labor con los desfavorecidos que realizaban y por eso cuando su mujer me fue detallando lo que habían gastado en alimentos y demás ayudas, reconozco que no supe que decir.
«Han repartido más de dos millones y eso solo durante lo que va de año», recapitulé y por vez primera admití que además de un buen negocio, ese tinglado cumplía una labor social.
Durante más de dos horas, actuando como una financiera de primer nivel, Raquel desmenuzó todos y cada una de las fuentes de ingresos, recalcando también los fines a los que se dedicaban los fondos. Por ello mi idea preconcebida que mi viejo era un golfo y un estafador cambió y comprendí que a pesar de ser un putero, había fundado una gran ONG bajo el paraguas de unas creencias.
Al terminar su exposición, Raquel cerró el portátil y me miró. Por su rostro supe que iba a decirme algo importante y por eso esperé que empezara. Os juro que por mi mente habían pasado muchas cosas pero jamás me imaginé que esa mujer me dijera.
―Tu padre es un santo y debemos intentar que nos dure muchos años. Es demasiado orgulloso para decírselo personalmente por lo que me ha pedido que le diga que necesita su ayuda.
Como no podía ser de rápidamente me ofrecí a arrimar el hombro en lo que fuera. Fue entonces cuando ese supuesto modelo de rectitud me dijo sin ningún tipo de rubor que tendría que hacerme cargo de algunas labores. Creyendo que se refería a algo relacionado con su labor pastoral, accedí sin pensármelo, diciendo:
―Cuenta conmigo. Aunque necesito unas cuantas lecciones, me puedo ocupar de parte de su trabajo con los creyentes.
Ni siquiera pestañeó cuando quiso sacarme de mi error diciendo:
―Lo que su padre necesita es algo más personal. Como usted sabe anda delicado de salud y aunque quiera ya no puede aguantar el ritmo de actividad al que nos tenía acostumbradas.
Lo creáis o no, todavía seguía pensando que hablaba de temas de administrativos y por ello, no tuve reparo en insistir que no tenía inconveniente en cumplir con lo que él quisiera aunque eso supusiera quedarme hasta tarde.
Al darse cuenta que no había sabido como plantear el problema para que yo me enterara, esa cincuentona decidió que no podía seguir perdiendo el tiempo y entrando al trapo, me soltó:
―No sé si sabes que cuando él muera, tú ocuparás su lugar con nosotras, sus tres esposas…
―Lo sé― intervine cortándola al temer el rumbo que estaba tomando la conversación.
Molesta pero sabiendo que no había marcha atrás, me miró con ira y sin darme tiempo a huir, reveló a lo que había venido, diciendo:
―El pastor quiere que te anticipes y que le liberes, asumiendo desde ya la mayor parte de sus responsabilidades como marido.
Alucinado por lo que me acababa de decir, quise defenderme recordando a esa mujer que el adulterio estaba prohibido pero entonces y sin alterarse, contestó:
―Don Pedro sabía que eso iba a contestar y por eso me pidió que le recitara parte “Eclesiástico 3” ― tras lo cual sacando una biblia, leyó: ―La ayuda prestada a un padre no caerá en el olvido y te servirá de reparación por tus pecados.
No sabiendo donde meterme, contesté francamente aterrorizado:
―Haber si lo entiendo, ¿me está diciendo que si me acuesto con cualquiera de vosotras cometo un pecado pero como lo hago para ayudar a mi padre, mis errores serán perdonados?
―Así es. Sé que es difícil de comprender pero si alguien tan santo como su padre afirma que sería licito, ¿quién somos sus esposas para opinar lo contrario? ―la expresión expectante de esa madura me hizo dudar si era realmente una petición de su marido o era en realidad su propia necesidad la que hablaba.
No sabiendo a qué atenerme, comprendí que al final de cuantas solo estaba acelerando lo inevitable y que si me negaba quien iba a sufrir las consecuencias era el corazón maltrecho del padre que acababa de conocer. Al no verme capaz de soportar la culpa de sentirme responsable de su muerte antes de tiempo, pregunté:
―¿Quiénes sois las que necesitáis comulgar más a menudo?
Que directamente le preguntara si ella también necesitaba saciar su lujuria, la hizo sonrojar y totalmente colorada, evitó mi mirada al contestar:
―Las tres
Se notaba que estaba pasando un mal trago con esa conversación pero cuando estaba a punto de dejar de insistir para no incrementar su vergüenza, descubrí que bajo su camisa habían aparecido como por arte de magia dos relevadores bultos. El tamaño de los mismos fue prueba suficiente para vislumbrar hasta donde llegaba la urgencia de esa mujer y olvidando que era mi madrastra, resolví comprobar los límites de su lujuria diciendo:
―¿Te apetece que te dé de comulgar ahora mismo?
Raquel no se esperaba esa pregunta por lo que tardó unos segundos en comprender a qué me refería. Cuando lo hizo, sus pezones crecieron todavía más y completamente aterrada quiso evitar ser ella la primera en convertirse en adúltera, diciendo:
―¿No sería mejor que consolara a Sara? Ella es más joven y por tanto más necesitada.
―No― contesté disfrutando de su nerviosismo― eres la favorita de mi padre y por tanto debes de ser tú quien peque antes que ninguna.
Se quedó paralizada al asumir que nada podía hacer para convencerme. En su retorcida mente había supuesto que dedicaría mis esfuerzos a las más jóvenes, dejando para ella sola las menguadas fuerzas de su marido. Al percatarme de sus planes, decidí chafárselos desde el principio. Acercándome a su silla, me puse detrás ella y metiendo mis manos por dentro de su escote, me apoderé de sus pechos mientras le comentaba que aún no había descargado esa mañana.
Raquel no pudo evitar que un suspiro se le escapara al sentir la caricia de mis dedos en sus gruesos pezones pero al escuchar que mis huevos estaban llenos, fue cuando realmente se puso cachonda y comenzó a gemir como una loca.
Por mi parte, os tengo que reconocer que me sorprendió la dureza de esas dos ubres ya que erróneamente había supuesto que debido a su edad, esa madura debía de tenerlos caídos. Por ello y queriendo confirmar mis sospechas, los saqué de su encierro ante el espanto de esa mujer.
―¡Están operadas!― exclamé al comprobar que la firmeza que demostraban solo era posible si habían pasado por las manos de un cirujano.
Raquel asintió avergonzada y me reconoció que mi padre había insistido en que la remozaran por completo. Sus palabras me hicieron intuir que la operación había ido más allá de colocarle las tetas y francamente interesado, le exigí que se desnudara ante mí:
―Soy la mujer de tu padre― protestó ante mi exigencia.
Mi carcajada resonó en sus oídos e imprimiendo un suave pellizco en sus areolas, le dije:
―Eso no te importó cuando me informaste que era mi deber el compensar con mi carne vuestras carencias.
El tono duro que usé y la certeza que de no obedecer se autoexcluiría del trato, forzó la sumisión de Raquel. Temblando como si fuera una primeriza, se puso en pie y con la cabeza gacha, comenzó a desabrochar su falda mientras la observaba.
En cuanto dejó caer esa prenda, acredité el buen trabajo que el médico había realizado también en su trasero y llamándola a mi lado, usé mis yemas para testar la dureza de esas nalgas.
―Tienes un culo de jovencita― sentencié.
La estricta rubia me agradeció el piropo sin moverse, lo que me dio la oportunidad de profundizar en ese examen, separando sus dos cachetes. Ante mí apareció un rosado agujero al que de inmediato quise comprobar si estaba acostumbrado a ser usado sometí y sin pedir su opinión, introduje un dedo en su interior.
―No seas malo― murmuró con patente deseo al experimentar que comenzaba a jugar con su entrada trasera.
Que no solo no se opusiera sino que en cierto modo aprobara mis métodos, azuzó el morbo que me daba estar jugando con mi madrastra e incrementando la presión sobre ella, llevé mi otra mano hasta su entrepierna donde descubrí un poblado bosque pero también que su coño rezumaba una densa humedad.
«Esta zorra está caliente», me dije mientras insistía en estimular ambos agujeros con mayor intensidad.
En un principio los suspiros de la madura eran casi inaudibles pero con el paso de tiempo, se fueron incrementando siguiendo el compás con el que mis dedos la estaban masturbando.
―Ummm― sollozó al sufrir en sus carnes los embates del placer al que le estaba sometiendo su teórico hijastro.
Mi pene se contagió de la calentura de esa madura y como si tuviese vida propia, con una brutal erección presionó las costuras de mi pantalón. Sin nada que me retuviera, me bajé la bragueta liberando al cautivo. Raquel que había seguido mis maniobras, se quedó embelesada al verlo aparecer. Y refrendando con hechos lo que me había dicho Judith respecto a su obsesión por el semen, me rogó si podía recibir mi bendición. No tuve problema en interpretar que estaba usando una figura retórica y que lo que realmente quería preguntarme era si podía mamármela.
―Toda tuya― reí al tiempo que ponía mi verga a su disposición al sentarme con las piernas abiertas en una silla.
Los ojos de esa cincuentona brillaron al obtener mi permiso y puesta de rodillas, fue gateando hasta donde yo me encontraba sin dejar de ronronear. A pesar de sus años Raquel tenía, además de un par de apetitosos melones, un par de viajes y por ello cuando acercó su mano a mi entrepierna, todo mi ser estaba deseando comprobar in situ que es lo que sabía hacer.
―¡No tendrás queja de esta vieja! ¡Te lo juro!― exclamó en voz baja al coger mi pene entre sus dedos.
Al oírla estuve tentado de humillarla pero con mis hormonas a plena actividad, me quedé callado cuando, acercando su cara a mi miembro, sacó su lengua y se puso a recorrer con ella los bordes de mi glande. Para facilitar sus maniobras, separé mis rodillas y acomodándome en mi asiento, la dejé hacer. La madura al advertir que no ponía ninguna pega, me miró sonriendo y besando mi pene, me empezó a masturbar.
Quise protestar cuando usó sus manos en vez de sus labios pero entonces esa rubia incrementó la velocidad de su paja, desbaratando mis recelos. Para entonces me daba igual que parte de su cuerpo usara, necesitaba descargar mi excitación y más cuando sin dejar de frotar mi miembro, me dijo:
―¡Dame tu néctar y yo me ocuparé de ordenar los turnos de tus otras siervas!
Su promesa me tranquilizó porque de seguro en cuanto Sara y la mulata se enteraran, vendrían a por su ración de leche. Demostrando la puta que en realidad era, llevó la mano que le sobraba entre sus piernas y cogiendo su clítoris con los dedos, lo empezó a magrear con fiereza. Os juro que me quedé impresionado por la forma en que esa alegremente nos masturbaba a ambos. Debía llevar tanta la calentura acumulada que no tardé en observar que estaba a punto de alcanzar el orgasmo sin necesidad de que yo interviniera.
Supe que mi viejo la tenía bien educada al comprobar que el placer la estaba rondando y que era inevitable, esa guarra me pidió permiso para correrse.
―Hazlo.
Nada más escuchar que daba mi autorización, la madura se entregó a lo que dictaba su cuerpo y dando gritos colapsó ante mi atenta mirada. Ni que decir tiene que al verla estremecerse, me terminé de excitar y sin esperar a que terminara el clímax que la tenía dominada, cogiendo su cabeza, la obligué a embutirse mi miembro hasta el fondo de su garganta mientras le decía:
―¡Adúltera! ¡Comulga de una puta vez!
Mi improperio lejos de apaciguar su lujuria, la exacerbó y poseída por la necesidad de catar su pecado, buscó mi placer con ahínco, usando su boca como si de su sexo se tratara. La maestría con la que se metía y se sacaba mi pene de sus labios, me informó sin lugar a equívocos que era una mamadora experta por lo que aceptando que ella iba a ser la encargada de hacérmelas cuando viviera bajo mando, cerré mis ojos para concentrarme en lo que estaba mi cuerpo experimentando.
El morbo que fuera mi madrastra la mujer que me estaba regalando esa felación provocó que mi espera fuese corta. Al sentir que estaba a punto de explotar y que no iba a aguantar más, le dije:
―Bébetelo todo ¡Puta!
La favorita de mi viejo recibió mi orden con alborozo y metiendo mi pene en su boca, buscó mi semen con desesperación. No os podéis hacer una idea de la alegría que sintió al sentir la primera descarga sobre su paladar. Solo deciros que pegó un grito relamiéndose, para acto seguido disfrutar de cada explosión y de cada gota que salió de mi miembro hasta que consiguió ordeñar por entero mis huevos. Una vez comprobó que no salía más, usó su lengua para asear mi extensión a base de largos y sensuales lametazos que además de dejar mi polla inmaculada, tuvo como efecto no deseado que se me volviera a poner dura como una piedra.
Aunque suene raro, cuando al terminar le felicité por su habilidad y le insinué que iba a follármela, esa cincuentona sintió nuevamente que su cuerpo era sacudido por el placer y de improviso se vio sacudida por un segundo orgasmo todavía más brutal que el anterior. Al verla berrear como una cierva en celo, creí que era el momento de tomar lo que tarde o temprano sería mío. Por eso levantándome de la silla, puse mi erección entre los pliegues de su sexo pero cuando ya iba a hundir mi estoque en su interior, la rubia se separó bruscamente y casi llorando, me rogó que no lo hiciera.
―¿Qué diferencia hay con lo que acabamos de hacer?― susurré en su oído tratando de convencerla.
Fue entonces cuando con lágrimas en sus ojos, la favorita del pastor me soltó:
―Ya he tropezado en demasía. Por favor no incrementes mi pena, sumando a la lujuria el pecado del egoísmo.
―No te comprendo― insistí.
Completamente deshecha, la rubia comenzó a vestirse sin darme una contestación a su actitud y solo cuando ya estaba junto a la puerta, se dio la vuelta y me dijo con tristeza:
―Me encantaría sentirte pero no es posible, antes que pueda repetir, es el turno de las otras mujeres de tu padre.
Tras lo cual, me dejó solo, insatisfecho y con mi verga pidiendo guerra. Juro que estuve a un tris de llamar a la mulata para que me ayudara pero con el último rastro de cordura decidí que era mejor volver a casa y que de ese problema se ocupara cualquiera de mis dos esposas…
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Relato erótico: “La difícil decisión de la rica Erika Garza de Treviño 3 ” (POR RAYO MC STONE)
LA DIFICIL DECISIÓN DE LA RICA ERIKA GARZA DE TREVIÑO
- 1. Introducción
Esta es la historia real de una bella mujer “normal” de la clase alta mexicana que me fue contada por una amiga entrañable de la ciudad de Monterrey, Nuevo León y con quien en algún momento de mi vida tuve cierto contacto. La segunda ciudad en tamaño de México. Centro neural de negocios y empresas de alto nivel del país. Orgullo de sus habitantes por los logros económicos y sociales que han logrado. Rival eterno de la Capital del país, el Distrito Federal (DF). Actualmente es una de las ciudades más peligrosas de la nación mexicana por las constantes balaceras entre elementos del narcotráfico, el ejército, la policía, además de los constantes accidentes de tráfico que se dan por la manera desquiciada en que la mayoría transita en sus autos y sobre todo, sus camionetas. Monterrey, junto con otras ciudades del norte
mexicano como Tijuana, Ciudad Juárez, Torreón, Durango, Chihuahua, Tampico y otras se han hecho más conocidas por las noticias de muertos, descabezados, desmembrados, secuestros y robos que han llegado incluso a nivel nacional y mundial. Es la historia de una serie de decisiones que en su recién juventud madura iniciada tuvo y que tendrá que ir tomando a manera de mantener la imagen sobria y sí decirlo que genera admiración, pero también mucha envidia
- 2. Contexto
Erika Garza de Treviño la rica señora de sociedad regiomontana es una mujer rubia muy hermosa con 32 años. Con dos bellos hijos, el primogénito de nombre José Carlos Treviño Garza de 12 años y la menor, una preciosa niña llamada Lizbeth Treviño Garza de 10 años. Su afamado marido es el gran empresario, prototipo del hombre mexicano del norte, del joven hombre de negocios Carlos Treviño Fernández, ganador del ejecutivo en los 30´s que otorgan diversos organismos de empresas de México e incluso de Estados Unidos. Con un poco más de 12 años de matrimonio, representan una de las parejas más sólidas y reconocidas del jet set de Monterrey, Nuevo León. En diversas ocasiones han sido portada de conocidas revistas de sociales de dicha ciudad ya sea en familia o de manera individual. Son muy reconocidos en las altas esferas de la sociedad del municipio más rico de todo México: San Pedro Garza García, Nuevo León aledaño al de Monterrey.
Erika es Licenciada en Diseño Industrial egresada del prestigiado Tecnológico de Monterrey desde hace prácticamente 13 años. Obtuvo mención honorífica, ya que se trata de una mujer muy inteligente y muy dedicada a lo que hace. Con solo un año de haber salido de la carrera contrajo nupcias con Pablo Treviño Garza, Ingeniero Mecatrónico de la misma institución educativa con tan solo dos años más que ella y de quien se hizo novia desde que estaban en los inicios de la preparatoria, mucho a instancias de su propia familia que fue creando el contexto necesario para que de forma muy “natural” se diera el mencionado noviazgo para posteriormente llegar a concretarse en boda. En otras palabras, sin que ellos se dieran cabal cuenta, se trató de un matrimonio “arreglado” por las familias de ambos, situación que es muy común en dicho estrato social, aunque ahora manejado de una manera muy sutil, para que no se haga tan evidente e incluso como para que ni los mismos involucrados estén a plenitud sabedores de ello. Si en algo se parecen la clase alta y la baja (o más bien “rural”) de México es que aún hoy en el siglo XXI existen matrimonios de conveniencia.
Pues bien, Erika era una amazona rubia de aproximadamente 1.72 mts. (Estatura no normal para una mexicana común y corriente, pero si usual entre las que pertenecen a la clase pudiente). Su rostro era más bien parecido a la de una sueca de esas que salen en las postales, su cuerpo es escultural, muy bien formado, por naturaleza Dios le dio una belleza de cuerpo inusual, es decir de campeonato, de concurso de belleza para ser más precisos…Solo tenía que hacer ejercicio de manera moderada para reforzar aún más su espléndido cuerpo…situación que por supuesto no era así, porque como se ya se dijo, ella era muy “intensa” en todo lo que hacía…por lo que ella le dedicaba dos horas cada día a ejercitare a conciencia, por lo que estos dones otorgados por la diosa naturaleza no hacían más que convertirla a ella en toda una diosa de carne y hueso. Sus ojos son de color miel, lo cual hace un juego perfecto con su caballera de un cuidado y esmerado largo. Sus labios son rojos con un color intenso, los afamados labios de Angelina Jolie se quedan cortos ante este, que decir de sus partes nobles…sus pechos son como decía la vieja canción nicaragüense: “ son como cantaros de miel…”, sus nalgas son llamativas indudablemente, totalmente paradas, bien formadas, haciendo una sinergia completa con el resto del cuerpo, que son unas piernas que cualquier jugadora profesional de tenis envidiaría y que cualquier actricita “operada” quisiera que su cirujano le diera. En conjunto era una mujer que siempre llamaba la atención en el lugar en donde estuviera. Tal vez lo que más resaltaba ere ese aire como ausente de este mundo que por lo general tenía. Aunque sonreía y con frecuencia, normalmente estaba seria, como distante, como alejada de la realidad. A algunos hasta les podría parecer fría y altiva. Más cuando arqueaba una de su cejas, por lo que si daba la impresión de ser una mujer presumida. Pero no nos equivoquemos, es común en las mujeres hermosas y sobre todo en las de vidas resueltas desde la óptica económica, ver esa clase de desplantes, pareciéndolas a otras personas que estaban con un témpano de hielo, con alguien muy orgulloso y que los veía de “arriba abajo” (que es una posición muy asumida por las clases más humildes del país). En realidad, Erika no era presumida, pero si estaba muy distante de las problemáticas ajenas a su círculo de referencia y si contaba con una serie de prejuicios, paradigmas e ideas que veremos cómo en su vida se irán derrumbando, dando pie a una persona más sensible a las enormes diferencias que existen en esta canija y a veces difícil vida.
Erika estudio en los colegios más caros y exclusivos de la capital nuevoleonesa. Su círculo de amistades siempre fue muy cuidado por sus padres. Su padre, el reconocido empresario José Garza de la Rimada, hombre ahora ya retirado de los negocios de 72 años y su madre, la noble impulsora del arte y la cultura, la bella Señora Lilian Murra de Garza ahora de 62 años habían esmerado su “educación”, amén de que sus otros dos hermanos eran hombres, uno el mayor y el otro el menor, siendo ella la de en medio y que resultaron fieles guardianes del honor y la reputación de la niña de la familia.
- 3. Formación de Erika: explicaciones
¿Cómo puede una familia en la actualidad blindar de la realidad a sus hijos? Es muy difícil lograrlo, pero Don José y Doña Lilian procuraron darle fuertes principios morales, religiosos (todos los colegios, excepto la Universidad, fueron católicos), y de trabajo a su familia…cuidando con quien convivían, cuidando que siempre estuvieran activos, ya sea en la escuela, en la clase de música, en la clase de deporte, o en alguna actividad social para que el ocio…a ese terrible enemigo, causa de muchos males de la sociedad entrará en sus vidas…el ocio…si lo podían controlar, lo que no pudieron prever fue un tanto el aburrimiento, el hastío y la ignorancia de otras cosas que le ponen la sal y la pimienta a la vida de cualquier ser humano en el planeta. Evidentemente que para lograr esto, se tiene que tener mucho dinero, control y poder, dinero del cual disponían los padres de Erika con facilidad y poder que si llegaron a tener. ¿Han conocido personas así? Estoy seguro que sí…personas que transitan por este mundo, a diferencia de otros muchos (incluyéndome yo mismo) que no sufren percance alguno, no ven perturbada su vida color de rosa, como de película americana con final feliz. Afortunadamente para Erika, no así tal vez para los “puritanos” o “falsos recatados” (entre los que podrían estar su propios padres, familiares y ciertas amistades) este final de película no se vería, sino al contrario nacería una nueva mujer, claro no antes, de llevar a cabo una difícil decisión que trastocaría por completo el giro de esta posible y predecible realidad.
¿Cómo en la actualidad alguien puede crecer con el desconocimiento de pecados, maldades, vicisitudes? Pues viviendo en esa burbuja rosa, teniendo la mente y el cuerpo ocupados en actividades nobles como lo son el estudio, y el trabajo social, por ello Erika desde niña ocupaba su tiempo en estudiar, aprender a tocar piano, bailar danza clásica, hacer deporte…ya jovencita, pues el estudio la absorbía más, además tiene talento para la pintura. Cuando su noviazgo, ya que su futuro marido Carlos Treviño tuvo una educación prácticamente igual a la de ella, eran muy parecidos, muy similares en sus ideas y puntos de vista…a veces su preocupación en que restaurante de lujo irían a comer o cenar, que traje o vestido se pondrían en tal o cual fiesta, que tipo de ayuda darían en el club o en la sociedad civil en la que colaboraban. Aunque todo esto lo hacían con gusto, en realidad no lo hacían con plena conciencia de las desventajas que los “otros” tenían, más bien lo hacían porque era parte de su formación, parte de si educación, parte de sus vidas ya estructuradas.
También contribuye a ello el hecho de que trabajar para ganarse el pan nuestro de cada día no es una necesidad, en donde esforzarse para estar bien, no es detalle alguno y no es una crítica a la clase alta, ya que desafortunadamente este tipo de vidas también se dan en la clase media y baja, en donde los padres procuran que sus hijos vivan de alguna manera “aislados” de la realidad de los “otros”. En México son famosos los “ninis” (ni trabajan, ni estudian) y la mayoría de ellos son de la clase media y baja.
Erika por ello normalmente era muy seca con los demás, casi siempre de grandes gafas de sol y en su camioneta extranjera de último modelo si parecía distante, y aunque sus amigas eran de una cara frente a ella, a sus espaldas sobre todo envidiaban esa naturalidad con la que llevaba su vida sin contratiempos. No tenía problemas con el marido, mucho menos con sus hijos que aún eran pequeños y en su educación ayudaban bastante los suegros y sus propios papás. Al parecer era una mujer ajena a los avatares y sinsabores del sexo, a ese tremendo ingrediente en la vida de hombres y mujeres, causa de felicidad para unos y de infelicidad para otros.
- 4. La vida actual de Erika
Erika tenía una pandilla de 6 amigas (todas ellas ricas, sin necesidad de trabajar en forma seria, aunque algunas si lo hacían, mas por pasatiempo que por otra cosa, todas ellas profesionales y guapas, aunque la que sobresalía notoriamente era nuestra Erika) que se reunían de dos a tres veces por semana, casi nadie faltaba a dichas reuniones, ya sea a desayunar, a tomar café, al cine, a intercambiar noticias, a “comer” gente, a chismear , a perder “sanamente” el tiempo…eran unas dos horas por reunión, por lo general. En las pláticas entre las mencionadas amigas, claro que había dos de ellas: Susana y Clara que sin ambigüedades comentaban o más bien intentaban comentar con las otras: Marisa, Cecilia, Ana y Amanda acerca de sexo…de que tenían “amantes” ocasionales (además de que era sabido por el resto de mujeres, de que habían sido muy “novieras”), pero el resto del grupo ya sea por guardar las apariencias, ya sea por mojigatería (sobre todo, Amanda) evitaban el tema, no sin dejar de “regañar amistosamente” como decir “fresamente” a las otras dos niñas de que eran unas pérdidas, unas “locas” por hacerles eso a sus maridos…aunque, en el grupo también tenían sus quereres “ocultos” la misma Marisa, Cecilia y Ana…es decir, en la realidad solo Amanda y Erika no engañaban ni pensaban hacerlo, ni les preocupaba en realidad en lo más mínimo el tema del sexo.
Sin embargo, no podían evitar que estas Susana y Clara hicieran comentarios, tales como: “ay manitas, si supieran lo rico que es sentir la verga de ese hombrazo de allá” “tuve un orgasmo que casi me desmayo” “Sabían que el entrenador de tenis, la tiene bien chiquita, jajaja” “El viejo jardinero de la Sra. Rosales si tiene una que te hace ver la luna y las estrellas, jajaja”, “Dicen que en la Colonia Country Norte hay una casa de citas de lujo, donde van todos los hombres de dinero de Monterrey…dizque que son mujeres extranjeras, uff…de lo que se pierden, de verdadera carne norteña, jajaja”
…Ante dichos comentarios Erika, solo reía y lo veía como algo lejano, como una tontera de sus amigas, como una pérdida de tiempo, ya que estas aunque de buen ver y mucho mejor tocar, habían descuidado la educación de sus hijos, sus entrenamientos y rutinas diarias,,, ”ay…que pérdida de tiempo, se decía”…
Las otras en el fondo envidiaban a estas dos, ya que se habían liberado y al parecer si gozaban de ese anhelado y a veces desconocido fenómeno erótico y sexual llamado orgasmo femenino…Lo cierto, es que los maridos de estas mujeres tienen lo que suele llamarse “workalcoholismo” o síndrome de trabajar en demasía, en palabras más mundanas, viven para trabajar y no trabajan para vivir, por lo que tienen descuidado a sus bellas señoras.
Así mismo, todas, excepto Amanda envidiaban a Erika, ya por su belleza sobresaliente, o por su notoria inteligencia y eso que estas mujeres también tenían lo suyo…pero más bien por su indiferencia ante este tema, que a ellas les inquietaba, y les inquietaba porque no todas estaban satisfechas con su vida sexual…algunas veces habían rozado el cielo y la plenitud en ese terreno, pero no con sus esposos como lo hubieran querido y lo dictan las buenas costumbres y sus prejuicios y eso sí un tanto de discriminación hacia los “otros” las hacía sufrir de más en ello, pero cuidaban de no hacérselo evidente a la dulce, fría y hasta altiva belleza rubia de la norteña, de la regiomontana Erika.
¿Cómo había logrado mantenerse ajena a este tema, el del sexo, la belleza de Erika? Si es lo más lógico hoy en día, ante los mensajes masivos de los medios de comunicación, si es uno de los principales temas de los mexicanos, si es una cuestión de la que casi todo el mundo habla…pues si es complejo de explicar, pero es lógico y totalmente creíble…miren, si la niña siempre estuvo resguardada por los canes de sus hermanos, los padres le procuraron un ambiente idílico y luego si el novio que se cargó que era de mucho más dinero que su familia, de mucho mayor poderío político que la suya, pues “asustaba” y alejaba a los más atrevidos, que si los hubo, sobre todo en la Universidad, hubo dos que tres chavos de clase media que la pretendieron, pero se tuvieron que alejar al ver el peligro que corrían de meterse en broncas con familias de prestigio y poderío en la ciudad.
Claro que cuando estaba en el gimnasio, en el club deportivo, incluso en la Iglesia, en un mall, en cualquier espacio público no faltaban las lisonjas, los piropos o incluso el atrevimiento de abordarla, pero el mujerón simplemente estaba indiferente a este tema, ya que no lo consideraba importante…le daba risa y más bien le sacaba provecho al indudable atractivo que sabía ejercía en el sexo opuesto e incluso en otras mujeres para de una manera muy desarrollada, en un estilo muy provocativo, pero sutil, casi sensual, sin que ella lo supiera, ya que en esta clase de hembras, es un proceso innato, natural y que se da como flores en un jardín del edén. Usaba ese poderío para lograr pequeños caprichitos que se daba y de hecho le gustaba usarlo para su beneficio y el de quien le cayera bien.
¿Cómo fue que con su novio y ahora marido no se despertó esa fuerza avasalladora del sexo? Pues el pobre hombre también recibió una educación muy especial como la que se ha explicado, lo enfocaron más al trabajo y a la búsqueda de la riqueza económica, y así fue como Carlos se desarrolló en el concepto de que el sexo es solo un medio para procrear y formar una familia…su noviazgo fue muy limpio, de manita sudada como se dice, a él más bien le interesaba que se dijera de la hermosa mujer que tenía como novia y ahora como esposa y de los bellos hijos que tenía…le dedicaba grandes horas al trabajo…aunque si había hecho deporte y se había cuidado en su juventud temprana…ahora era un calvo incipiente aún a sus escasos 34 años…y tenía una pequeña panza, la llamada “panza de la felicidad” que no viene del sexo, sino del bien comer y de una vida de oficina y de viajes constantes. Tampoco sabía lo que era el verdadero sexo y como tal pues nunca le enseño, ni mucho menos pretendió junto con su novia, ahora esposa aprender juntos…era muy respetuoso en la cama y eso si la halagaba a cada rato y le hacía regalos simbólicos porque sabía que de esa manera siempre podía tener contenta a su mujer…no le interesaban otras, sino más bien el manejo de sus empresas…incluso a sus hijos tampoco les dedicaba gran tiempo o importancia…solo le interesaba la imagen bonita que de ellos tenía la sociedad en que se desenvolvía..
Sus encuentros de novios se concretaban a besos muy cándidos, a masajes suaves casi tímidos en las nalgas y senos de la mujer, ya de casados casi siempre el encuentro duraba pocos minutos, sin que supiera se trataba de un eyaculador precoz…solo en una ocasión, que se había pasado un poco de tragos, logro que la rubia se excitará un poquito más, logrando sacarle pequeños gemidos que le dieron miedo bajándole de inmediato la briaga y detenerse, contenerse, en esa ocasión, tardo un poco más en masajear, acariciar, a veces rudo a veces tierno en las protuberancias perfectas de su mujer, le recorrió las piernas, el vientre, el nalgatorio, los senos a plenitud, con calma, pero en cuanto su mujer empezó a convulsionarse, le dio miedo y se detuvo, penetrándola ipso facto para venirse después de unos cuatro o cinco empellones…en esa vez, la diosa rubia, sintió por primera vez en su vida lo más cercano que estuvo a un orgasmo, le gusto, pero al ver el miedo en los ojos de su marido se quedó con la idea de que eso no era adecuado, ni bueno…lo único cierto, es que de esa follada fugaz nació su hija…
Como Erika se movió con un círculo muy cerrado de amistades desde su niñez hasta la fecha, pues no tenía contacto con otras experiencias, en la Universidad a pesar de la diversidad de alumnos y compañeros, no se llevó en demasía, más que con sus compañeras. Además, Amanda siempre fue su amiga fiel y estudio lo mismo que ella, así que no la dejaba para que pudiera convivir con otros…su grupo de amigas es desde niñas.
Sus contactos actuales en gimnasio, clubes, Iglesia, escuela no dejaban de ser lo que las reglas sociales de civilidad permitían, era muy difícil acercarse, por ello ella lucia más bien como una reina nórdica.
Claro que había lobos hambrientos de carne humana cercanos a ella, mucho más cercanos de lo que ella misma se hubiera podido imaginar aún en sus más recónditos pensamientos, pero que por el momento y por no meterse en problemas sobre todo familiares y hasta económicos, no dejaban ver sus más oscuros propósitos, solo se contentaban con verla, con convivir con ella, con estar cerca de ella, verla sonreír de vez en vez y bailar de vez en vez con ella…claro, siempre el peligro está durmiendo cerca de ti…se trata de familiares políticos, de familiares de su esposo, quienes la deseaban, ¿quiénes? Poco a poco se irá explicando la vida de esta impresionante beldad, de esta amazona espacial.
¿Cómo era la vida de esta exquisitez de mujer? Pues era llevar y traer hijos, asistir a juntas escolares, ir al gimnasio del club todos los días, misa los domingos, daba tres veces a la semana clases de pintura y de diseño en una pequeña academia de lujo de la colonia a niños y niñas de sociedad…lo hacía más como pasatiempo que otra cosa…también cada semana asistía a diversas empresas de carácter social de su marido, suegro y de sus papás a ofrecer diversos tipos de servicio y ayuda, que veía como parte de su vida más que por una real necesidad de solidaridad con los demás, con los “otros”…así transcurría la vida de esta buenísima mujer, hasta que un viaje detonaría un proceso de aprendizaje que la llevaría a tomas de decisiones que nunca pensó se tendrían que llevar a cabo en su cálida y tranquila vida.
Empecemos…
- 5. El proceso de reaprendizaje en la vida de Erika

Erika: ¿Por qué amor?
Carlos: Se trata de que me van a dar a un premio por ser el empresario del año, además de que será ahora en el DF donde afortunadamente se liga con un Congreso al que quiero asistir, así que estaremos cerca de semana y media en el DF…será en quince días
Erika: Bueno, a lo mejor ya nos hace falta ese tiempo para nosotros dos, ¿no crees, querido? Y a lo mejor mis amigas también podrían asistir, me voy a poner de acuerdo con ellas para los días en que estarás en tus conferencias….
Carlos: Así es…es un Congreso de negocios, no creo que te guste asistir, ¿verdad?
Erika: Claro, déjame ponerme de acuerdo con Amanda y las chicas…
Días después…
Erika: solo Amanda y Clara podrán asistir y solo a los festejos de la generación, después se tienen que regresar a Monterrey, que lastima, ya teníamos planes para ir de compras y a turistear por ahí…está el Concierto de Luis Miguel en el Auditorio Nacional…no me gustaría ir sola, ¿me acompañas?
Carlos: Veremos, tengo la agenda muy apretada, que lastima, pero así podrías estar solita y hacer lo que quisieras…a lo mejor te está muy bien, unos días sin hacer nada en concreto, sin plan alguno…
Ya en el festejo de la generación 1998- 2002 del Tec de Monterrey de todos sus campus a lo largo y ancho de México en un prestigioso y lujoso hotel de la mejor zona del DF con cerca de doscientos hombres y mujeres de alrededor de 32 a 36 años con cierto y relativo éxito en sus vidas convivían en la comida de cierre del evento, Erika (su marido no podía estar ya que estaba en otro hotel en una reunión de negocios con otros empresarios del DF), Amanda, Clara y a invitación de esta última un matrimonio muy divertido. La mujer de nombre Elsa era Arquitecta, habiendo tomado algunas clases con Clarita…si eran amigas de esa época, aunque ahora ya no convivían para nada, si estaban recordando viejos momentos… era oriunda de Villahermosa, Tabasco. Su marido, Ricardo era Licenciado en Administración de Empresas, de Córdoba, Veracruz…Ambos vivían en la ciudad de Veracruz, en donde tenían un pequeño negocio…él era ejecutivo importante de Ventas de una empresa de dulces y ella daba clases a nivel universitario. Tenían dos hijos, y como buenos sureños, eran más liberales, más divertidos, menos serios, menos “intensos” que los del norte (esto no es un prototipo o perfil generalizado, más bien es un patrón cultural que más o menos se da entre Norte y Sur en México, no es bueno ni malo, simplemente existen diferencias que si no se acentúan no se perciben o causan ningún mal a nadie).
La principal diferencia entre este matrimonio y las otras mujeres…es que ellos eran morenos, siendo ella ya casi una morena oscura como buena tabasqueña…Ella es más baja, 1.68 mts., él de 1.74 mts. Ella muy pero muy exuberante de curvas, de una cara muy tropical, casi de rasgos similares a los de las brasileñas…muy bella, en su peculiar estilo, pensaba la rubia y divertida Erika, que se maravillaba de como un matrimonio de su edad pudiera llevarse tan bien, tan natural, sin estiramientos que se daban con sus conocidos.
Él muy atlético, pero muy natural, en su ciudad se da mucho el que los hombres se llenan de bolas enormes exagerando sus músculos, cosa que para nada gustaba a la bella rubia…su cara aunque no fea, no le agradaba, ya que ella estaba acostumbrada a otro tipo de rostro, pero no podía dejar de reconocer que el hombre que alegremente albureaba (término que después entendería Erika, ya que en algunas ocasiones no sabía de qué se reían y tuvieron que explicárselo y fue cuando comprendió) hasta a su mujer, tenía muy buen cuerpo. Vale explicar que la rubia por su inclinación al diseño y a lo estético, a lo bello, si reconocía cuando alguien era bien parecido…este no lo era, pero su cuerpo sí…En Monterrey quien tenía buen tipo, tenía una alta probabilidad de ser gay, ya que si algo tenía la capital de los negocios es una clasificación masculina más o menos en esta proporción, según había leído en alguna ocasión en un artículo de una revista de circulación local: 80 % de los hombres jóvenes en edad de casarse son gays, del 20 % restante, 15 % tienen sobrepeso, otro 5 % se mete anabólicos para parecer fisicoculturista y el otro 5 % es indefinido….Y ya en el total de los masculinos la cifra de homosexuales alcanza hasta un 45 %, lo que deja un 55 % de los cuales casi el 70 % son obesos…es decir, es la capital de los gordos, es la reina de las operaciones para disminuirlo, es la reina de las aseguradoras ya que los ejecutivos y empresarios tienen que operarse para poder dar el peso que exigen dichas empresas para poder hacer válidas las pólizas de seguros, jajaja
Eso a Erika le chocaba de su ciudad, la ciudad de mayor consumo de refresco y de comida chatarra, la primera en obesidad infantil…por eso, ella era muy cuidadosa con su cuerpo…eso pensaba la rubia distanciando otra vez de la conversación…cuando
Elsa: Pues Ricardo y yo vamos mañana a ver al tal Luis Miguel…ya ven es de nuestra época, jajaja que lástima que mañana te vas temprano Clarita…
Erika que si había comprado un par de boletos con la esperanza de asistir con su marido, se apresto y se apuntó para ir con el matrimonio al evento, ya que en definitiva Carlos, su esposo no podría ir…
Ricardo: Pues ya está, mañana te esperamos en el lobby desde temprano ya que tenemos todo un tour por la ciudad…
Así transcurrió la velada, Amanda se tuvo que disculpar ya que empezó a sentirse un tanto mal, quedándose Clara, Elsa y su marido Ricardo y nuestra belleza, por lo que los comentarios subidos de tono entre Clara y Elsa empezaron a correr…nunca en su vida, por increíble que parezca Erika había escuchado una conversación tan larga de contenido sexual y al no tener apoyos en otros iguales a ella, no le quedó más que escuchar todo, varias cosas no las entendía y mucho menos entendía cómo es que se reían con tantas ganas, también le gusto como bailaron la pareja de sureños, se veían tan felices, tan espontáneos, tan naturales…no sabía cómo explicarlo…también se maravilló como Clara se estaba ligando a un hombre que estaba solo en la mesa cercana y como en el baile ya de plano se abrazaban con todo…riéndose y murmurando entre sí..de verdad que Clara no se mide, pensaba y que diría Cesar, su esposo si supiera que su mujer era toda una vampiresa…A Erika, la sacaron a bailar, pero con ninguno bailo, porque no quería dar pie a murmuraciones a sus nuevos conocidos.
Ya en su cuarto, Erika pensaba que sería raro convivir con sus nuevos conocidos ya que eran de otro mundo, muy diferentes a ella, cuando se percató de que no había traído una crema limpiadora extra y no se había dado cuenta de que la que usaba ya se terminaba. Carlos le había hablado de que la reunión todavía estaba como para dos horas más y que ya no lo esperara, que descansará…Bueno, iré a ver a Clara a sus cuarto para que me preste su crema, se dijo a sí misma la beldad, sin saber que presenciaría una de las escenas que más la marcarían de allí en adelante en un nuevo camino sin retorno alguno ya.
Toc, toc, toc tocaba la rubia en el cuarto de su amiga Clara sin recibir respuesta alguna y es que eran un toques muy discretos, como no queriendo molestar, cuando la mujer se sobresaltó al empezar a escuchar con bastante claridad unos gemidos que le pusieron la piel de gallina, empujo levemente la puerta y oh…esta se abrió…hay un pequeño recibidor en estos lujosos cuartos que dan un pequeño espacio entre la puerta de acceso, la del baño y el cuarto mismo, por lo que los sonidos, gemidos y palabras ya fueron bastante evidentes y claros para la hermosa mujer como para dejarla paralizada haciéndola retroceder antes de entrar a la estancia propia del cuarto, su primer intención fue salirse de inmediato, pero pensó que si se salía rápido tal vez se dieran cuenta y la pena no la hubiera podido aguantarse, por lo que no le quedó otra que quedarse sin asomarse a la recamara para escuchar en toda plenitud:
Papiii…dale fuerte, asíiii, asiiii que ricccoooo…
Nadie contesto ante esos gemidos de espanto que emitía su amiga Clara, solo se escuchaba una especie de glog, glog, glog….
La curiosidad se despertó en la rubia y es que ni siquiera en películas se había acercado este mujerón de 32 años a vivir esta experiencia totalmente desconocida, totalmente nueva…se asomó para ver como una fuerte espalda morena se veía con las dos piernas blancas y bellísimas de su amiga sobre sus hombros, de hecho solo veía los pies de Clara, estando oculta la cabeza del hombre en la entrepierna de la mujer y haciendo ese ruido tan raro de glog, glog, glog y los gemiditos que emitía la mujer…¿Qué era eso?, ¿que veía? El hombre estaba tal vez besando con su boca las partes de su amiga…que asco, pensó, ella no sabía que eso pudiera pasar….lo que si la inquietaba es que su amiga parecía estar gozando mucho ya que alcanza a decir entre gemido y gemido…riccooo, commeemmee, mi machoooo, mi hombreeee..ahiiiiii, asiiii, seguiiiii sin llegar a terminar exhalar muy fuerte y sacudirse como convulsionándose….ayyyyyyy
Erika volvió a retroceder toda asustada, cuando de pronto escucho la voz del hombre que reconoció era la del tipo con la que Clara había estado bailando en la velada, supo que era un tipo casado del mismo DF que asistió sin pareja al evento y que al parecer era abogado de la misma generación (aunque ella nunca se acordó de haberlo visto o conocido, y como no, si su círculo de amigos era muy cerrado y no prestaba atención en los demás, en los “otros”), porque por momentos el susodicho se había sentado en su mesa…
Ahora si putita….a mamar verga que es a lo que venías, ¿verdad zorrita?
Volvió a asomarse para ver al tipo totalmente desnudo y con un cuerpo moreno ya brilloso por el sudor que resaltaba sin duda el trabajo de gimnasio que hacía, no era exagerado, al contrario era armonioso, atlético, no pudo dejar de abrir los ojos la rubia al ver la parte masculina del hombre ya que tenía claramente un pene mucho más largo y grueso que el de su marido y como su amiga también casi en cueros, solo tenía un liguero y una pequeña tanga que se veía toda desmadejada ya, sin estar en su lugar, como que la habían estirado rompiendo su elástico hincada empezando a besar ese aparato reproductor del hombre…quedo paralizada, nunca en su vida había visto algo semejante…el hombre empezó a hacer una caras de gozo, luego como de sufrimiento, luego como que se reía y también emitía pequeños gemidos, aunque ciertamente muy masculinos….vio cómo su amiga totalmente arrodillada ante el hombre empezaba a meter y sacar con cierto ritmo agarrando con sus manos los costados de la cadera del hombre y empezando incluso a amasar y masajear el cuerpo del mismo, alternando el costado con incluso las nalgas del hombre que no dejaba de decir: asssíi….ahiii reiniitta….no sabes cuantas me hiceee de joveeen en el Tecc,,,,te teníiaaa unas ganassss,,,pinchheee putitita…estas biennn buennaaa…
A lo que en un momento, Clara se detuvo y hablándole con una calma pasmosa al hombre decirle, pues aquí me tienes, nunca es tarde para ponerse al corriente, aprovechemos esta noche, con una voz y tono que no le reconoció a su amiga….continuando con la actividad de succionar, chupar, no supo definir la hermosa voyeur (después aprendería que eso era una felación).

Hummmm, hummm, humm empezó a escucharse, el ruidito empezó a despertar otra vez la natural curiosidad de toda hembra, para volverse a asomar al cuarto y ver como ahora la rubia estaba colocada sobre la cama en una de sus orillas con sus dos brazos estirados sobre la misma y las piernas abiertas y el hombre por atrás de ella empujándole su pene…como si fueran perros, solo que ella en la cama y él de pie…ella ya había visto que los perros hacen el sexo de esa manera, pero nunca hubiera creído que las personas lo hacían así…ya que ella no lo hacía de esa manera con su Carlos.
Ahiiii. Ahiii , ayyyyy escuchaba que su amiga emitía y veía como sus senos se movían al ritmo que el hombre imprimía en sus embistes…no dejo de reconocer que su amiga tenía un muy buen cuerpo, muy trabajado, muy blanco y que contrastaba con el moreno del hombre que le estaba haciendo el amor…¿amor? Pensó la mujer, ese hombre no es su marido, lo acaba de conocer, al parecer se conocían de la Universidad, pero como era posible que hiciera esto…
Dioosss que gozooooo, estooo es cogeeer y no chingaderas, se asustó la niña-mujer inocente de Erika, que en una sola exhibición real estaba viviendo hasta ahora algo desconocido para ella
Se asustó aún más cuando el hombre se detuvo para subirse a la cama y darle una vuelta completa a la mujer para acostarse él y subirse encima a su amiga con una agilidad y rapidez pasmosa, para decirle: a cabalgar se ha dicho, potranquita norteña….a lo que su amiga con una de sus manos agarrar el pene del hombre e introducírselo en la punta de la vagina dándose un sentón ella misma, exhalando ajuaaa….este si es un potro…ahhhhh, mi potrrorooo rabiosososoo….ahiiii….y empezar a moverse como una licuadora sobre del hombre
Duraron así un rato largo, mucho más largo que lo que ella con su marido Carlos empleaba para estos actos…De pronto, su amiga se viró para quedar sobre el hombre pero ahora dándole la espalda y seguirse moviendo a un ritmo acelerado, en esta posición Erika pudo ver el rostro todo desmadejado de su amiga, pero evidentemente un rostro lleno de felicidad…Así mismo, la joven casada empezó a sentir mucho calor en su cuerpo, los senos se le habían erectado sin siquiera haberse tocado, sintió cosquillas en su entrepierna y en un momento fugaz se dijo a si misma:¡Que se sentirá estar así? Mi amiga se ve muy feliz…y yo siento ahora muchas cosas raras en mí…
….ahhhh alcanzo a decir la pecadora infiel…..y empezó un movimiento frenético hasta que el hombre exhalando…ahiii te voyyyy…ahiiiii con lo que la amiga también gimió más y más cayendo sobre el varón, para voltearse a abrazarse a su amante recostando su cabeza en el pecho de él y aparentemente dormidos lo que hizo que Erika decidiera ya salir de ese cuarto de pecadores infieles…para irse casi corriendo a su cuarto, donde su marido aún no llegaba…vio el reloj abriendo más los ojos para calcular que el sexo que su amiga había estado haciendo había durado cerca de la hora, no pudiendo evitar comparar que con su esposo eso duraba cerca de diez minutos…se acostó de inmediato para tratar de calmarse por lo que había visto y escuchado…
Fue una noche muy intranquila, sintió a su marido llegar tal y como había dicho en un lapso de dos horas desde que le había hablado antes de ir al cuarto de Clara.
Al día siguiente, su marido a su Congreso, sus amigas Amanda y Clara desde más temprano ya se habían trasladado al aeropuerto…y ella esperando en el lobby a la pareja de Ricardo y Elsa…le habían comentado que en el día se vistiera cómoda ya que caminarían bastante, por lo que se había vestido con un pantalón de mezclilla corte clásico, ya que no le agradaban los que se ponían a la cintura por considerarlos incomodos y muy pecaminosos, por lo que el pantalón cubría por completo su maravilloso nalgatorio, pero sin dejar de resaltarlo, de dejarlo expuesto y atractivo, ya que se puso una blusa ligera también de mezclilla, pero más ligera y metida en el pantalón por lo que su cinturita, sus nalgas y portentosas piernas lucían en todo su esplendor, en las manos llevaba colgada un pequeño bolso en donde tenía una chamarra ligera…el pelo se lo había recogido en una coqueta melena, por lo que realmente lucía mucho más joven, casi no tenía maquillaje, ya que no lo requería, sus gafas de sol no podían faltar y ocultaban las pequeñas ojeras que si se le habían formado ya que no había podido dormir después de los cerca de 60 minutos que estuvo en el cuarto de Clara…uff…mi amiga es tremenda, pero se ve que gozaba como un animal, pensaba la rubia cuando vio llegar muy abrazados y sonrientes a sus nuevos compañeros de un nuevo día en su vida…día que tampoco podría olvidar en mucho tiempo…
Elsa: ahora si amigocha…a vivir un poco, a darse un “baño de pueblo”…jajajaja
Erika no entendió esto último pero estaba decidida a pasársela bien con ellos para olvidar el trauma de la noche anterior.
Lo primero que hicieron fue salir a caminar por la calle Reforma y desayunar al aire libre en una de las callecitas cercanas a esta gran avenida en un puesto de comida informal, cosa que por primera vez hacía en su vida la bella casada sola…se dijo la rubia: otra primera vez, ohhh diosss que más me puede pasar hoy….no dejando de ver las miradas muy distintas que le lanzaban los hombres que estaban en el puesto, miradas que no veía en sus ocasionales encuentros con otros hombres como maestros, directores de escuela, o en su academia, en donde los dos que había de plano eran gays declarados. Si acaso en ocasiones, se decía se lo había descubierto a su suegro, el poderosos y omiprescente Don José, el papa de su Carlos…y al Tío Alberto…hermano de la mama de su marido…miradas que en su momento atribuyo a que como todo hombre sabía les gustaba su belleza, que a cada rato le recordaban todos, sobre todo su mismo esposo, que siempre le andaba halagando.
Después la sorprendieron diciéndolo que subirían al metro de la ciudad, transporte que ni de chiste Erika había abordado ahí en el DF o en el de Monterrey…como ellos estaban en pareja no se quisieron separar en los vagones en donde separan a hombres y mujeres, decidiéndose subir al de hombres (es bien sabido que en las principales estaciones del metro de la ciudad de México separan a hombres y mujeres para evitar los posibles manoseos y molestias sobre todo de varones a las féminas). Además a esa hora en esa estación no había casi usuarios. Dicho y hecho, se subieron, ella se sentía totalmente fuera de lugar…observaba a los pocos que había y solo veía rostros cansados, algunos durmiendo, rostros que no se atrevían a mirar directamente a los ojos…por otro lado, la pareja de compañeros parecía estar en lo suyo, como si estuvieran de novios, es más eso parecían, un par de novios y una pareja de casados ya con tiempo y con dos hijos…siempre se estaban abrazando y besando, en más de una ocasión pillo como él le daba una nalgada a ella o como esta de plano también le sobaba el trasero a su marido. Ni en los más remotos pensamientos, ella hubiera tenido ese comportamiento con su esposo Carlos.
La incomodidad fue cuando en dos estaciones más, el vagón se llenó a la exageración…y todos en su mayoría eran hombres, identifico de inmediato a dos gays que por su escultural figura y exagerado trasero, aunque realmente bien puesto, no pudo dejar de reconocer.. Le llamo la atención una jovencita que también entro, era blanca sin llegar a ser rubia, evidentemente el pelo lo tenía tiñado de ese color, tenía una minifalda de mezclilla que resaltaba unas bonitas piernas y un buen trasero. También ingreso una mujer muy maquillada y con curvas muy pronunciadas…se ve que fue bella, ahora era evidente su madurez, traía un vestido un poco arriba de la rodilla muy entallado y con un escote muy pronunciado…también vio como acto seguido dos hombres se colocaron de inmediato atrás de dichas mujeres que estaban separadas entre sí para empezar a moverse rítmicamente pero lento sin que fuera evidente para otros que se estaban restregando sobre los nalgatorios de las mujeres que evidentemente se empezaban también a repegar, eso mismo lo vio con los dos gays cuando vio que otros dos hombres se ponían atrás de ellos para empezar a simular lo que la noche anterior vio entre el hombre abogado y Clara, es decir, como si estuvieran cogiéndose unos perros. La mujer después supo que eso se llamaba “perreo”. Todo esto lo podía ver ya que ella era más alta que la mayoría de los presentes. Sus amigos se colocaron delante de ella, aunque un hombre se interpuso entre la espalda de Ricardo que también empezó hacer lo mismo con Elsa, por lo que está por ser chaparrita y estar de espaldas a ella no la podía ver a ella, mucho menos Ricardo que solo atino a medio voltear para decirle que faltaban como cinco estaciones para llegar a su destino, que no era otro que el Palacio de Bellas Artes. Que él le avisaría cuando bajar por lo que a la rubia no le quedo más que volver a ver como ellos, la pareja de gays, la joven y la madura empezaron un sutil meneo y alcanzo a ver rostros de felicidad y gozo como los que Clara tenía la noche anterior.
En eso estaba, cuando sintió como el hombre de enfrente se aplasto contra ella…como era más bajo podía casi sentir el aliento de su boca por encima de sus senos, situación que le incomodo por lo que en un acto reflejo hacerse hacia atrás y sentir como su nalgatorio se enterraba sin querer en las ingles de otro hombre que estaba detrás de ella y que poco a poco ya pensaba empezar a puntear las mejores y más grandes nalgas que había visto en su vida entera…este hombre era casi de la misma estatura que el de la rubia por lo que el encuentro entre verga ya totalmente parada y ranura de nalgas fue totalmente válido, totalmente exacto, como si se estuvieran esperando de toda la vida. La rubia casi brinca al sentir en su trasero con plena conciencia un pene muy duro y grande, nunca su marido le había pedido o insinuado siquiera poner su aparato en esa parte de su anatomía…lo sintió totalmente, sintió como se acomodaba en su trasero, como se aplastaba en sus nalgas que por ser grandes y muy paradas acojinaron y de alguna manera acogieron el miembro masculino, es más hasta sintió como palpitaba, del susto solo atino a exhalar un ayyyy…que le arranco una malévola sonrisa al puntillador de atrás, la rubia se hecho rápidamente para adelante para ver como la cara del otro sujeto casi se entierra en la canalura de sus pechos…el puntillador de adelante ya había visto que había otro sujeto dándole un perreo al mujerón que le puso por suerte Diosito en su trayecto diario a vender al centro de la ciudad sus humildes productos…era un vendedor de chucherías cualquiera, por lo que sin reparo alguno poso sus labios sobre la textura de la camisola de mezclilla y de plano se empujó hacia adelante…el de atrás al ver que la rubia había gemido interpreto que era una de esas busconas que le encanta subirse al metro a buscar que las cachondeen, que las manoseen, que las calienten, así que con valentía inusitada se restregó por completo flexionando sus piernas para impulsar su verga que sintió coincidía exactamente con las nalgas de esa diosa caída del cielo…Gracias virgencita pensaba el individuo que en su trinche vida había tenido ante si unas nalgas tan divinas como estas, empezando así un empuje fuerte y vigoroso por dos desconocidos a la portentosa rubia que ya sonrojada ante la situación no sabía si gritar y pedir auxilio a sus amigos que veía estaban en lo suyo…
La hermosa hembra pensaba que si gritaba se armaría un escándalo de primera, que todos se burlarían de ella, ya que prácticamente se percató de que otros hombres se estaban dando un agasajo visual con las arrimadas a ella misma y a los gays, sus amigos, y las otras dos mujeres, casi todos los que estaban en el vagón eran conscientes de lo que estaba pasando, pudo ver como un joven desaliñado veía con enorme satisfacción como los otros hombres la estaban empujando entre sí…sin más decidió guardar silencio y agachar su cabeza para dejar que esto ya terminara…paso una estación larga, oscura, como de cinco minutos en donde los besos sutiles del hombre de enfrente a parte de sus senos eran más que claros, sentía además el pene también grande y durísimo del sujeto en sus muslos que el mencionado se alternaba para acariciarlos por encima de la ropa con su aparato. También, sentía como el pene del de atrás estaba ya encajado entre sus nalgas haciendo un movimiento oscilatorio de atrás hacia adelante, de un lado a otro…inició otra estación como de otros cinco minutos para de pronto detenerse por completo y estar a oscuras (esto es común en algunas partes del metro del DF), con lo cual sintió como de plano el hombre de atrás con sus dos manos empezaba a masajear, a palpar, a acariciar y toquetear sus nalgas, sus piernas, su cintura….empezó despacio, como pidiendo permiso, al ver que la rubia solo tenía la cabeza agachada pensó que era un consentimiento a sus avances, de pronto el joven de al lado también con una de sus manos empezó a rozar sus manos, él si más tímidamente…el de adelante al ver esto, también inició un manoseo con sus dos manos a la cintura y nalgas de la joven hembra…parecía que los tres hombres se coordinaban, se ponían de acuerdo para no tener sus manos juntas o estorbarse…la mujer pensó que solo sus masajistas (una mujer muy grande y un gay muy suave) habían tocado así su cuerpo, ni su marido, solo en esa ocasión en que empezó a sentir un hormigueo, un calor raro que le recorría el cuerpo al tener un poco más de tiempo de preámbulo, antes de penetrarla…situación que empezaba a sentir…al ser un toqueteo no tan exagerado para guardar las apariencias, esa situación de suavidad, le empezaron a ser gratificantes, al grado que con los ojos semi cerrados no pudo evitar exhalar el gemido más sensual, más erótico que los tres pobres infelices habían escuchado en sus vidas, a ella le pareció como un desahogo ante tantas experiencias y esta situación tan anormal en su vida, a ellos fue una invitación a continuar con el magreo, siguieron y siguieron, aun cuando el vagón volvió a iniciar su trayectoria, paso otra estación, la mujer alcanzo a calcular que llevaban así como veinte minutos, alzando su rostro para con una sorpresa inaudita ver como los dos gays tenían bajado sus pantalones apenas cubriendo con manos de los sujetos que los punteaban y de ellos mismos las partes de carne humana que dejaban ver dos glúteos más parecidos a los de una mujer que a los de un varón, también vio que la joven de mezclilla y la otra mujer dejaban ver parte de sus nalgas, con sus respectivas prendas subidas a la cintura, era ¡evidente, se las estaban cogiendo ahí mismo! Diosss, no pudo dejar de mencionar, con lo que ya liberadas las barreras de los hombres de delante y del de detrás empezaron a meter su mano en su entrepierna de manera alternada, casi se cae, si no es porque los mismos hombres la detenían al tenerla prácticamente empalada, como si fuera el relleno de un sándwich…ante este nuevo ataque, la rubia sintió un escalofrío que la recorrió por completo, ya llevaba así cerca de media hora, diooss que calor sentía la hembra, sin querer pretenderlo, como en un acto natural este bello ejemplar femenino empezó a moverse al compás de sus agresores, su mente ágil e inteligente no podía evitar a que su cuerpo entero empezará a sudar finamente, a ponerse con la carne chinita, chinita, a que empezará a temblar sin control alguno y lo peor, oh diosss a moverse al ritmo de la fenomenal metida de mano y sobajeo a sus nalgas, piernas, senos, entrepierna ya al 100 % de los dos hombres de cuyos nombres desconocía y que al de frente ni siquiera se atrevía a mirar hacia abajo, alcanzo a escuchar a Ricardo que le casi grito: ¡ Faltan dos estaciones más!, mensaje que fue captado de inmediato por los astutos y sagaces varones que redoblaron el magreo, la mujer ya no pensaba , ya se meneaba al ritmo que le dictaban los hombres, sentía a plenitud las vergas de los mismos y en un acto que la sorprendió a ella misma, con una de sus bellas y cuidadas manos, la izquierda atrapo el miembro del chico que al lado también la manoseaba sintiendo un largo, aunque delgado aparato masculino, aunque mucho más largo y ancho que el de su esposo, se viro para ver al joven y este solo alcanzo a sonreírle como agradecido con un ojos que se clavaron en la mente de la fémina, el meneo de los cuatro continuo, se llegó a una estación en donde más gente subía y bajaba…ufff…ya solo falta una más para acabar esto, exhalando un sensual gemido..humm, que prendió a los tres hombres que continuaron con su ardua y sencilla tarea, al grado que el primero en estallar y hacer sentir su humedad a través de la tela delgada del pants que llevaba fue el joven que Erika de inmediato sintió en su mano izquierda, después el hombre de enfrente se paró casi de puntas para venirse convulsionando y ya prácticamente abrazado por las nalgas de la portentosa diosa rubia con la cual se perreo, la rubia sintió como el miembro palpitaba haciéndose como más duro y más grande, claro que lo sintió en uno de sus exquisitos muslos, finalmente el de atrás apuro los movimientos de restregarse en el nalgatorio y la rubia paraba más su culo apoyándose para ello en los fuertes antebrazos de su agresor delantero al cual por primera vez, descubriendo un rostro de rasgos claramente indígenas con arrugas notorias en la frente pero con unos ojos de gratitud que nunca había visto en su vida, al tiempo que sentía en su parte trasera como ese pene le palpitaba haciendo que su orificio anal palpitará de una forma que no conocía en su cuerpo y que ya el hormigueo, el calor, el sudor ya notorio en su frente le inundarán de una sensación en todo el cuerpo como de liberación, sobre todo en su vagina que también palpitaba, sentía algo dentro de ella, algo duro que le hizo reprimir ya un gemido más notorio, sintiendo que estallaba algo dentro de ella, dejándole una sensación super agradable, se sintió relajada, feliz, plena al tiempo que el de atrás la puntillaba más fuerte y también sentía como se agrandaba como lanzando algunos latigazos que sintió como pequeños picazones similares a los de las agujas de acupuntura que luego utilizaba en sus múltiples tratamientos de cuidado.
Ahí en el vagón de un metro de la ciudad de México a manos de tres desconocidos que nunca volvería a ver seguramente en su acomodada vida había tenido el primer orgasmo (aunque no el último) de sus 32 años…fue una sensación nueva e increíble…solo se necesitó cerca de 40 minutos para tener una sensación mucho mejor a hacer ejercicio que era lo que más se le acercaba a ello y sin tener sexo en realidad. La rubia estaba maravillada.
Se llegó al final de la estación en donde bajarían, en ese instante casi brinco de su posición para alcanzar la salida no sin antes voltear para ver que su agresor trasero era un hombre casi de su estatura con el pelo gris, de un rostro moreno también de rasgos indígenas que sonriendo le lanzo un beso con sus labios no pudiendo ver los ojos extasiados del hombre y sin dejar de escuchar como una señora sentada en unos de los asientos cercanos al espacio del magreo alcanzaba a decirle en voz baja: Pinche putita que buen faje te pusieron esos pinches cabrones, jajaja se ve que te encarga la verga mijita…pues gózale mientras puedas, eso es vida mijita no como un regaño sino al contrario guiñarle sonriéndole de que eso estaba bien….¡Vieja caliente y alcahuete, pensó asustada la rubia! Que se llegó a la salida para alcanzar a sus compañeros de día.
Las primeras dos horas siguientes fueron normales para la rubia ya que visitaron el Palacio de Bellas Artes y un museo cercano, aunque no pudo evitar estar como apenada y otra vez distante con la pareja de acaramelados sureños. En un momento Elsa solicito ir al baño del museo en que estaban, a lo cual se quedó un rato a solas con el hombre Ricardo que empezó a mirarla con atención para decirle: ¡Pues yo también tengo ganas de ir al baño, así que si me disculpas!, quedándose así a solas otro rato…se empezó a extrañar de que no llegarán sus nuevos conocidos cuando decidió ir al baño de mujeres a buscar a Elsa…entró y no vio a nadie, pero sí pudo escuchar con claridad la voz de Elsa que decía: Ricardooo…estas como burro en primavera…lo de ayer no fue suficiente…so cabrocinto..a lo que Ricardo decía: ¡Sabes que me tienes loquito, estas bien buena cabrona…ya quiero que llegue la noche para volverte a dar otras cogidas como bien te mereces!…a lo que su esposa respondió: claro amorcito…claro, para que quiero carne, si tengo la carnicería completa en casa, ya vez la puta de Clara aventándote los canes y al que se dejara, de seguro se cogió al tipo con el que estuvo bailando…Seguramente así fue, pero ya sabes mientras yo te cumpla y sea tu señor en la cama, no tienes porqué andar de buscona por ahí.. aquí tienes macho pa toda la vida, mi negra santa….dejándose oír unos sonidos que evidenciaban que se estaban besando con todo….
La rubia sonriendo salió discretamente del baño pensando que esa pareja era el ideal de pareja ya que al parecer se entendían en todos los terrenos, cosa que ella empezaba a descubrir desconocía ya que el tema del sexo era un tema muy superficial, ,muy ligero en su vida marital, de hecho en su vida misma.
La siguiente hora fue otro rompimiento en los paradigmas de la casada apetecible, ya que ellos la invitaron a un centro de comercios pequeños que indudablemente eran de “piratería” cercano al Palacio de Bellas Artes en donde le explicaron comprarían unas películas eróticas que le recomendaban para alentar la vida marital y que era difícil encontrar en internet o a precios que ellos no estaban dispuestos a pagar, ya que su pequeño negocio y las deudas típicas de la clase media alta como casa, colegiaturas, seguros y pequeñas diversiones no permiten ese tipo de inversiones y gastos. Su sorpresa fue por la compra ilegal de productos piratas y por la compra en sí de películas que en su vida había soñado acercarse a ver…ella, por no querer quedar mal y por un interés compro “La dama del autobús” de la afamada actriz brasileña Sonia Braga que fue la que le llamó la atención de un conjunto como de cerca de 30 películas.
Comieron en un buen restaurante, regresaron al hotel ya en taxi a cambiarse para prepararse al concierto de la noche. El concierto estuvo sensacional…el cantante prendía a las mujeres con sus frenéticos movimientos y la rubia no entendía como algunas de ellas parecían estar extasiadas con ello. El regreso ya fue normal, se despidió de sus amigos que le cayeron tan bien, sobre todo, porque el tal Ricardo nunca se le insinúo, ni le lanzaba miradas que ya descubría la mayoría de los hombres le hacía, era como si le hubieran quitado de sus ojos esas eternas gafas de sol que tenía o una venda. Ellos ya se regresaban a su ciudad y ella tendría otros dos días para ella sola, ya que Carlos todavía seguía en su Congreso.
Al día siguiente, martes, su día empezó con dos horas de estudio en internet del tema sexual. La noche anterior se dijo a sí misma la rubia que no era posible que estuviera a ciegas en el tema. Intento tener sexo con su marido sin tener éxito ya que el hombre no quiso alegando que estaba muy cansado. Reaprendió términos vistos desde la preparatoria, pero como en esa época todavía se manejaban con poca profundidad no les había hecho mucho caso al no tener interés alguno en ello. Recordemos que esta mujer es muy intensa en lo que hace y que cuando se decide a estudiar algo, lo hace a fondo…así que se quedó en su cuarto a analizar el tema…después vio la película de la Braga que le causo una fuerte impresión de como la protagonista se buscaba los hombres para que la satisfacieran. De alguna manera ella vivió algo parecido en el metro.
Por la tarde siguió su exploración en internet el cual manejaba a la perfección, llegando en una de sus lecturas a la página de “todorelatos” en donde descubrió los diversos géneros de sexo, llamándole la atención la sección de heterosexual y de infidelidad. Se leyó bastantes relatos (ya que tenía una habilidad para leer bien y rápido, su estándar era de 3 o 4 libros por semana, aunque siempre de otros géneros)…le llamaron la atención despertando su deseo sexual los relatos de Gabriela escritos por Ragnas1 y la continuación de Rayo Mc Stone, también el de Una Familia Decente de Roger David ya que eran situaciones de alguna manera parecidas a la que ella empezaba a descubrir. Fue un día intenso, solo se detuvo para comer en el mismo cuarto.
En la noche volvió a intentar tener sexo con su amado Carlos, quería poner en práctica algo de lo estudiado. No pensaba serle infiel, ni andar buscando hombres por ahí…eso lo tenía super claro más bien pensaba que con sus artes y con lo analizado podría llevar a su esposo por el camino de la sexualidad bien practicada. De cierta forma quería parecerse a Elsa y Ricardo…desafortunadamente, solo logro que Carlos le dijera: Guuauu que bien te ves en ese conjunto, ¿es nuevo? Erika solo bajo a la recepción a la tienda de regalos a comprarse un conjunto un tanto discreto pero diferente a los que usaba para ver si así despertaba algo más en el esposo. No se frustro, hace falta mucho más para que la mujer se dé por vencida, pensó que le faltaba analizar más el tema.
El día siguiente, miércoles sería el último completo en el DF, ya que el jueves marcharían temprano a Monterrey…así que decidió que se auto exploraría ella misma en la soledad de su habitación…le impresiono la escena narrada por Roger David en el primer capítulo de Una Familia Decente en donde la protagonista iniciaba su aprendizaje sexual al masturbarse de una manera natural.
Después de estar una hora en el gimnasio del Hotel, se dispuso a su primera masturbación, dios, a sus 32 años en la habitación. Se bañó lentamente, haciendo énfasis en la limpieza de su vagina y de su orificio anal…se introdujo sus finos dedos empezando a friccionarse en su clítoris que fácilmente detecto donde y cual era…el toqueteo fue como una descarga eléctrica que casi hace que se resbale de la regadera…por lo cual así húmeda como estaba se sentó en la taza del baño estirando sus largas y bellísimas piernas haciéndose un toqueteo y un friccionamiento más intenso…se escuchó lanzar gemidos, que decir, casi bramidos que una nueva voz ronca que nunca se había percatado a si misma podría llegar a tener…con su otra mano se pellizcaba suavemente sus senos en sus aureolas rosaditas…así estuvo con los ojos semi cerrados y gimiendo como vio hacían las actrices de los videos sexuales que había visto en su PC el día anterior, hasta que todo su cuerpo se estiro cuan largo era para emitir un gemido animal…ayyyyy….y ver como salían fluídos abundantes de su vagina…había descubierto por sí misma como masturbarse, había tenido así su segundo orgasmo…
Se vio al espejo, era otra mujer, se había comprado una falda corta que sin llegar a ser minifalda si descubría parte de sus piernas de portento, unas sandalias deportivas y una blusa tipo polo, claro de marca…todo el conjunto era de Chemise Lacoste y se lo había comprado en una de las boutiques cercanas al hotel…había decidido ver su poder sexual volviendo al metro de la ciudad de México y al centro en donde estuvo con sus amigos del Sur…su decisión era indudable, quería saber más, quería poner en práctica cosas estudiadas…quería vivir…quería saber, aprender y ver su grado de control…tenía claro que no se metería con nadie…le escandalizaban las historias en donde la protagonista fácilmente caía en manos de otro (s) hombre (s)…ella conquistaría a su hombre y le enseñaría que era una mujer en toda la extensión de la palabra…tomando su bolso se apresto a salir a conquistar el monstruo de ciudad que era la ciudad de México…
¡Hombres allá va una mujer que nunca tendrán…una real hembra…pensó audazmente la rubia ya dirigiéndose al elevador del Hotel…!
Continuará…
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Relato erótico: “Mi madre y el negro V: Aprendizaje” (POR XELLA)
Alicia durmió plácidamente. Tanto como no lo había hecho en las ultimas semanas. Cuando se despertó, en cambio, se dio cuenta de que estaba reventada: le dolía la cabeza, las piernas y el coño. Realmente la polla de Frank era MUY grande.
Se levantó y se miró al espejo, una pequeña mancha de sangre en su nariz la intranquilizó. ¿Como había sido capaz de meterse una raya? Estaba claro que ayer había estado fuera de sí…
Bajó a desayunar y se tomó una aspirina para aliviarse.
Durante el día, comenzó a fijarse en su hermana pensando en las palabras de Frank, ¿Deberia hablar con ella? Pero… ¿Que le diría?
“Oye, que este chico que se folla a tu madre y además a tu hermana, me ha dicho una cosa sobre ti que me ha preocupado”
Era ridículo…
También observó a su madre. ¿Que diría si se enterase de todo? ¿Se sentiría avergonzada ante su hija? ¿Se sentiría celosa? ¿Se enfadaría con ella? Ni lo sabía ni lo quería saber…
Bip Bip.
Su móvil. Otro mensaje de Gonzalo. Se arrepentía mucho de lo que hizo el fin de semana anterior, había sido un error terrible. Solo había servido para hacerle daño a ella y a él. No le contestó, pensó que lo mejor era alejarse definitivamente de él.
Pasó el sábado entero descansando, tirada en el sofá, recordando la noche anterior. El domingo solamente salió a correr para que la diese un poco el aire y cuando llegó a casa tenia un nuevo mensaje.
“Que pesado es Gonzalo” Pensó. Pero cuando vio lo que ponía se puso pálida.
Hija de la gran puta, cuando te encuentre te voy a matar. Eres una zorra de mierda.
Era un número desconocido. Se intentó tranquilizar pensando que se habrían equivocado.
Creo que te has confundido. – Escribió.
¿Acaso no eres Alicia?
Ahora sí. Dejó caer el móvil al suelo de la impresión. ¿Que cojones estaba pasando?
No contestó más. Dejó el móvil en la habitación y pasó el resto del día encerrada allí, preocupada.
El lunes fue a la universidad nerviosa, desconcertada. Al principio estaba atenta a todo el mundo pero a lo largo del día se fue calmando. Todo parecía normal, no veía nada ni nadie raro… Seguro que había sido algún tipo de broma.
El martes, a mitad de la mañana sonó su móvil y soltó un pequeño gritito de miedo debido al sobresalto. Cuando el profesor y los compañeros dejaron de observarla se atrevió a mirar el mensaje. Una indescriptible sensación de alivio la embargó cuando vio que no era el número desconocido, sino Frank.
Ven a tu casa ahora mismo. Me da igual lo que estés haciendo. No entres, acercate por la ventana de atrás y espera. Voy a estrenar algo y quiero que lo veas.
¿Queria que saliese de clase así por que si? No… No podía… Aunque…
—————–
Tardó menos de lo que pensaba, a esas horas no había tráfico. Rodeó silenciosamente la casa y se situó donde el chico le había dicho.
Ahí estaba.
A través de la ventana podía ver el salón perfectamente y Frank estaba sentado en el sofá. Cuando la vio, le hizo un ligero movimiento de cabeza y le guiñó un ojo.
Alicia estuvo observando unos minutos en los que no pasaba nada hasta que vio como el chico sacaba el móvil.
Bip Bip.
La había escrito a ella.
¿Has sido una chica buena? ¿Has aprendido la lección? ¿O te has puesto unas putas bragas de nuevo?
Se puso roja como un tomate, por un lado por lo que iba a hacer ahora mismo, por otro por haber cometido el mismo error dos veces. Por suerte llevaba una minifalda vaquera, lo que facilitaría la tarea. Se apartó de la ventana y se quitó las bragas enseguida. Blancas, de algodón… de Hello Kitty… Se avergonzó un poco más…
Volvió a mirar por la ventana y enseño un segundo a Frank las bragas en su mano, antes de guardarlas en su mochila. Todo seguía igual excepto….
Excepto que su madre estaba entrando por la puerta.
Alicia se asustó por si la veía, intentó esconderse lo más posible pero le resultó imposible dejar de mirar. Nunca había visto así a su madre…
Llevaba puesto un conjunto de lencería negro, con ribetes rojos, a juego con el color de su pintalabios. Llevaba una mezcla de sujetador y corpiño de encaje, que la cubría hasta un poco por encima del ombligo, un liguero sujetando unas medias negras a medio muslo, un tanga diminuto y unos tacones de aguja de vértigo. El pelo suelto le caía sobre los hombros.
Llevaba en las manos un bote de cerveza y otro bote que Alicia no sabia bien lo que era. Se sentó al lado de Frank dándole la cerveza y dejó el otro bote a un lado. El chico la besó, abrió la lata y se acomodó. Estuvieron hablando unos minutos mientras Elena le acariciaba melosa.
“¿Que estarán hablando?” Se preguntaba Alicia. Aunque ya había visto a Frank con su madre, no dejaba de resultar impactante. Sabia perfectamente lo que iba a pasar, pero esa certeza no rebajó la extraña sensación que recorrió su cuerpo cuando vio como su madre bajaba los pantalones del chico y cogía su enorme polla entre sus manos. Se sentía rara… Era una mezcla de humillación, vergüenza, excitación y… celos… Se imaginaba a ella en el lugar de su madre.
Elena estaba reclinada sobre el regazo de Frank, comenzando a masturbarle lentamente mientras con la lengua recorría el glande del chico. Su culo estaba a la altura y distancia perfecta para que el negro tuviese total acceso a él, cosa que no desaprovecho. Agarraba sus nalgas con ansia, con pasión, de vez en cuando soltaba algún azote que Alicia escuchaba ahogado a través de la ventana.
La chica, hipnotizada ya ante la depravación de la escena que estaba contemplando, se comenzó a fijar en la maestría de su madre. Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, comenzó a introducir la tranca en su boca hasta que la tuvo completamente dentro. Aguantó unos segundos y comenzó un movimiento de vaivén, arriba y abajo. La sacaba entera, lamía el glande y volvía a tragársela hasta el fondo.
Frank miraba de vez en cuando hacia la ventana y sonreía viendo como la chica no perdía ojo del espectáculo que tenia delante. Apartó un poco el tanga de Elena y comenzó a acariciar su coño, notando complacido que estaba empapado. A los pocos segundos las caderas de la mujer empezaron a acompañar el movimiento de su mano, acompasando la mamada, manteniendo el ritmo.
Alicia no se lo podía creer, su madre se movía como una gata en celo, cada vez más agitada mientras ese cabrón bebía tranquilamente de la lata de cerveza.
Pasaron unos minutos en los que su madre no despegó los labios ni un segundo del rabo de Frank, hasta que el chico tirándola ligeramente del pelo hacia arriba, la indicó que parase.
Elena esperó arrodillada en el sofá mientras su amante rebuscaba algo.
“No puede ser… Eso no… Mi madre no…” Pensó Alicia cuando veía como el chico sacaba el espejito y preparaba un par de rayas.
Elena esnifó la suya sin dudar un segundo, lo que hizo pensar a su hija que no era la primera vez…
Frank se levantó, acarició la cabeza de Elena como si fuera la de su mascota y ésta inmediatamente se apoyó sobre el respaldo del sofá, lo que dejaba su culo en pompa y a disposición del chico.
El negro cogió el bote que había traído la mujer y comenzó a manipularlo, pero Alicia había visto algo raro y no podía apartar la mirada.
Su madre tenia un tatuaje en la nalga izquierda. No lo sabía, nunca se lo había visto ni se lo había oído mencionar. Parecía una pica, como las de la baraja de poker, pero no lo veía bien. Entonces Frank la sacó de sus pensamientos. Se situó tras su madre y, después de darle un fuerte azote que incluso la dejó marca, comenzó a untarle el contenido del bote en… en… en el culo…
¡Ese cerdo iba a sodomizar a su madre! ¡Y la había llamado para que lo viera! Voy a estrenar algo, le había dicho… Alicia estaba roja de rabia, pero la situación era tan depravada y morbosa que no podía apartar la mirada… Estaba cachondísima…
Elena se separó ella misma las nalgas, mostrando a su hombre el camino que debía seguir, mostrando su rosado y cerrado ojete, preparado para que esa enorme polla lo reventara.
Frank se embadurnó el rabo con el lubricante y después metió un par de dedos en el culo de Elena. Ésta estaba inmóvil, esperando pacientemente su desvirgación anal. Alicia vio perfectamente como el hombre apoyaba la punta de su polla y, lentamente, muy lentamente, comenzaba a introducirla. Su madre se tensó, Frank se detuvo unos segundos, la acarició la espalda para tranquilizarla y después continuó.
Centímetro a centímetro desaparecía en las entrañas de Elena. Alicia se fijó en su cara, tenía los ojos fuertemente cerrados y mordía la tela del sofa, pero no se quejaba, aguantaba estoicamente la brutal invasión en su recto. Cuando la pelvis de Frank chocó contra Elena, ésta soltó un gemido mezcla de dolor y alivio: ya había entrado entera.
El negro sacó lentamente la tranca y la volvió a introducir. Cada repetición aumentaba el ritmo ligeramente, estando al poco tiempo sodomizando a Elena violentamente. Esta se había soltado las nalgas para agarrarse con fuerza al respaldo del sofá, Alicia pensó que lo iba a arrancar.
Pero la expresión de su cara estaba cambiando. Mantenía la boca ligeramente abierta, dejando escapar pequeños suspiros y miraba hacia el fondo de la sala sin enfocar. Sus tetas se bamboleaban de un lado a otro y al poco los suspiros se convirtieron en sonoros gemidos que incluso Alicia podía oir.
No podía creer que estuviese viendo impasible como un chaval rompía el culo de su madre y ésta lo permitía y lo disfrutaba, pero era un hecho, y lo peor de todo es que la escena la excitaba. Sus manos levantaron la falda y rápidamente encontraron su coño empapado. Se movió veloz, buscando su clítoris, sin andarse con rodeos y rápidamente tubo un orgasmo en el que se tuvo que tapar la boca para no hacer ruido, mientras veía como Frank gritaba como un animal mientras derramaba todo su semen dentro del culo de su madre.
El negro sacó el móvil, la polla e hizo una foto para recordar el momento.
Bip Bip.
El móvil de Alicia.
Lo cogió con la mano todavía pringada de su flujo y vio que aquel cabrón le había enviado la foto que acababa de hacer.
Se veía la polla de Frank sobre el ojete completamente abierto y enrojecido de su madre. Un hilo de semen colgaba desde el glande hasta el interior de aquel pozo sin fondo. Y se veía la cara de su madre, deshecha y deslavazada, pero satisfecha.
Ahora pudo contemplar el tatuaje con claridad, efectivamente era una pica negra, pero dentro tenía pintada un F mayúscula.
¿Ese cabrón le ha tatuado su inicial a su madre? ¿En el culo? ¡Como si fuera de su propiedad! ¡Como a una vulgar zorra!
La ira la embargaba.
“Pues claro que es de su propiedad, imbécil” Decía una voz en su cabeza. “No hay mas que verla… Y tu estás deseando seguir el mismo camino…” Ese pensamiento había salido de lo mas hondo de su mente, dando forma a una idea que sabia cierta pero que (todavía) no aceptaba.
La ira se convirtió en vergüenza, miró a su madre, todavía tirada en la misma postura. Su ojete esta recuperando su tamaño normal y parte de la corrida del negro comenzaba a resbalar por sus muslos. Entonces sonó el timbre.
Alicia se sobresaltó, pero Elena no mostró ningún tipo de inquietud por estar como estaba. Frank fue a abrir la puerta. La chica rodeó la casa para ver quien era. Casi se cae de culo alnver que era Gonzalo.
Frank salió de la casa y cerró la puerta tras él, Alicia no era capaz de escuchar lo que estaban hablando, pero veía que Frank negaba con la cabeza.
Verles uno al lado del otro le hizo conpararles inevitablemente, Gonzalo era guapo, delgado y atlético, no le sobraba ni pizca de grasa. Frank era un poco mas alto y tampoco le sobraba un gramo. La diferencia estaba en que Frank era mucho más musculoso, tenía mas espaldas que su ex novio.
“Es mucho más hombre…” Pensó.
Gonzalo parecía decepcionado, dio media vuelta y se fue.
Alicia le dejó alejarse unos segundos y después salió tras él.
– ¡Gonzalo!
– A-Alicia. Frank me dijo que no estabas.
– Estaba llegando y vi como te marchabas… ¿Que quieres?
– Hablar contigo, no me coges el teléfono, ni contestas mis mensajes… No se nada de ti desde…
– No te molestes. – Cortó la chica. – Fue un error. Me equivoqué y además te metí en un lío. Ahora tienes novia y yo… He sido una imbécil. No debí llamarte…
– Yo ya… Ya no tengo novia. Lo he dejado con Rebeca.
– ¿Qué? ¿Por qué has hecho eso?
– ¡Por ti! Joder, ¿Que esperabas? Hace meses me dejaste en la estacada y ahora, cuando por fin estaba rehaciendo mi vida, cuando empezaba a levantar el vuelo, vuelves. ¿Que querías que hiciera?
– Yo… L-Lo siento…
– Después de lo del otro día me di cuenta de que estaba viviendo un engaño. Y estaba arrastrando a Rebeca a él. Ella no se merecía esto, así que lo hablé con ella. Todo ha terminado, ahora lo único que quiero es estar contigo.
Alicia estaba asustada y arrepentida, ¿En qué momento se le ocurrió llamar a su ex? Había cometido un error horrible.
– Gonzalo, yo… Lo siento… De verdad que lo siento, pero…
– No me digas pero. Por favor. Te quiero Alicia. Nunca he dejado de quererte, y se que tu también sientes algo por mí.
– No… Yo no… Gonzalo por favor, no sigas…
– La semana pasada viniste a mí, me buscaste y me hiciste ver la realidad. No intentes ocultarlo, yo te quiero y tu me quieres, volvamos a lo que teníamos antes, volvamos a intentarlo.
– Gonzalo… No puedo… Hay…
– ¿Hay que? – El chico la miró y entonces comprendió. – ¿Otro? ¿Hay otro? ¿Y lo del otro día? ¿Ya estabas con él? ¿O empezaste con él justo después de chuparmela?
Alicia se puso roja. Gonzalo estaba poniéndose furioso.
– No lo entiendes. No es tan fácil.
– ¿Que no es tan fácil? ¿Por que me buscaste el otro día? ¿Para comparar? ¿O por que llevabas tanto tiempo sin follar que querías calentar? – Alicia bajó la mirada. – Eres una jodida zorra. Y pensar que he dejado a Rebeca por ti…
Alicia se fijó en el chico. Estaba cabreado pero sus ojos estaban enrojecidos y humedos.
– Solo una pregunta – continuó. – ¿Que tiene el que no tenga yo?
A la cabeza de Alicia vinieron los orgasmos y la excitación que le había provocado Frank, la sensación de sentirse protegida por un verdadero hombre, de sentirse… sometida a él…
“¿Por donde empiezo?” pensó. Pero no dijo nada y se dio la vuelta, dejando al chico sólo en mitad de la calle.
Claudia llegó a casa después de ver como su hermana discutía con su ex en mitad de la calle. No se había acercado a ellos, no quería entrometerse. Cuando fue a abrir la puerta, Frank la abrió desde el otro lado.
– ¡Ah! Hola Frank. No sabía que estabas en casa. ¿Ya te vas?
– Si, ya he acabado con lo que tenía que hacer. ¿Has hecho novillos para ir de compras? – Preguntó, señalando una pequeña bolsa negra que llevaba la chica.
– Si, necesitaba algunas cosillas nuevas. – Contestó, guiñando un ojo al negro. – ¿Esta mi madre en casa?
– Si, pero no te preocupes, está un poco cansada, no creo que se fije mucho.
– Perfecto… Bueno, pues ya nos veremos.
– Si, sale recuerdos a tu hermana de mi parte.
Claudia entró y vio a su madre andando hacia la cocina. Caminaba de manera extraña, como si le molestase algo.
– Hola mamá. – Saludó escondiendo un poco la bolsa. – ¿Te pasa algo? Andas de forma extraña…
– No te preocupes hija, me he hecho daño haciendo unos ejercicios de yoga…
– Yoga… Claro… No se como no se me había ocurrido. – Claudia mostró una sonrisa mientras hablaba. – Subo a mi habitación, ¿De acuerdo?
– Vale hija, voy a preparar la comida.
Claudia subió a su cuarto y escondió la bolsa en el fondo del armario mientras oía como su hermana llegaba a casa.
Sacó el móvil y escribió un mensaje.
– ¿Habeis tenido una mañana dura mi madre y tu? La has reventado, no podía ni andar.
Como única respuesta le llegó una foto. Una foto con su madre arrodillada, con el ojete obscenamente abierto y lleno de semen en primer plano.
Claudia se rió ligeramente, echó el móvil a un lado de la cama y se puso el pijama.
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Relato erótico: “Pillé a mi vecina recién divorciada muy caliente” (POR GOLFO)
En todos los edificios hay una mujer buenorra que levanta el ánimo de sus vecinos cuando la ven pasar por el portal. Si por casualidad la comunidad tiene piscina, su mera presencia tomando el sol provoca que aumente el número de hombres que por casualidad bajan a darse un chapuzón. Parece algo connatural a los tíos, sabiendo que es peligroso acercarse a ella, olvidan que su esposa puede pillarlos y se pavonean metiendo tripa por el borde del jardín, con la inútil esperanza que se fije en ellos.
Así era Paloma. Una impresionante hembra de enormes senos y mejor culo. Todo lo que os diga es quedarse corto. Con sus treinta años y su melena morena era todo un espectáculo el verla andar al ser dueña de un trasero grande y duro que excitaba y estimulaba las mayores fantasías de todos aquellos que teníamos el privilegio de observarla.
Era tanto el morbo que producía entre los casados del bloque que corrió como la pólvora la noticia que se había divorciado de su marido. Curiosamente, esa buena nueva me llegó antes que por los amigotes por mi esposa cuando en una cena, me soltó como si nada ese bombazo diciendo:
―¿A que no sabes de lo que me he enterado en la peluquería?
Harto de chismes de vecindad seguí comiendo sin preguntar, pensando que iba a contarme una historia sobre un hijo de algún vecino, pero entonces poniendo cara de asco me reveló que el marido de esa belleza la había dejado por su secretaría. Reconozco que ya interesado, le pregunté cómo había sido.
Satisfecha de que le hiciera caso, me explicó:
―Por lo visto, le pilló una factura de un hotel e investigando descubrió que le ponía los cuernos con una jovencita que resultó ser su empleada.
Aunque me parecía inconcebible que alguien dejara a ese monumento, me quedé callado no queriendo hablar de más y que mi mujer se enterara que la encontraba irresistible. María ya envalentonada, prosiguió diciendo:
―Ya le he dicho que el que pierde es él porque siendo tan guapa, no le costará encontrar alguien que le sustituya.
En ese momento, mi mente trabajaba a mil por hora al imaginarme a mí remplazando a ese cretino en su cama y por eso casi me atraganto cuando sin darle mayor importancia, me dijo que había invitado a esa preciosidad a nuestra casa en la playa.
Tratando de mantener la cordura, pregunté únicamente cuando había pensado que nos acompañara:
―La pobre está tan sola que le he dicho que puede pasarse con nosotros todo el mes.
« ¡No puede ser!», pensé al comprender que se refería a nuestras vacaciones.
Asustado por tener esa tentación tan cerca, protesté diciendo que con ella en el chalet nos limitaría nuestras entradas y salidas pero entonces, insistiendo me respondió de muy mala leche:
―Seguro que ahora me dirás que si su marido la ha abandonado es por algo. Tú verás que haces pero ella viene.
Reculando di mi brazo a torcer temiendo que de insistir mi esposa sospechara que indudablemente me sentía atraído por nuestra vecina y como quedaban dos meses para el verano, lo dejé estar suponiendo que llegada la hora, Paloma no nos acompañara.
Tan desolada se había quedado esa monada con el divorcio que, buscando compañía, se convirtió en habitual de mi casa. Rara era la noche que al llegar de trabajar, no me encontraba a María y a Paloma charlando en el salón de mi casa. Afortunadamente en cuanto yo aparecía por la puerta, nuestra vecina se excusaba y desaparecía rumbo a su apartamento. Tan cotidiana era su huida que con la mosca detrás de la oreja, pregunté a mi mujer si Paloma tenía algo en contra de mí.
―¡Qué va!― contestó riendo― lo que pasa es que es muy tímida y se corta en tu presencia.
Aun pareciéndome ridículo que se sintiera cohibida ante mí, no dije nada porque me convenía que María no se percatara de lo mucho que me gustaba esa mujer. Lo que no pude evitar fue pensar que difícilmente aceptaría acompañarnos a la playa si llevaba tan mal el verme.
Contra todo pronóstico una semana antes de salir de vacaciones, mi mujer me confirmó que la vecina iba a acompañarnos. Confieso no sé si esa noticia me alegró o por el contrario me molestó, porque sentía una sentimiento ambiguo. Por una parte una pequeña porción de mi cerebro deseaba que viniera soñando con que el roce entre nosotros la hiciera caer entre mis brazos mientras el resto temía con razón que mi esposa me pillara mirándole el culo o algo peor.
«Tengo que evitar que se me note», sentencié viendo que era inevitable que esa morena tentación pasara treinta días en nuestra casa.

« ¡Está buenísima!», sentencié mientras trataba de descubrir de reojo el tamaño y el color de sus pezones.
El destino o la suerte quisieron que ni ella ni mi mujer advirtieran el sudor que recorría mi frente mientras intentaba evitar la excitación que me nublaba la mente, de forma que en un cuarto de hora y con todo el equipaje en el coche emprendimos la marcha hacia nuestro lugar de vacaciones.
Ya frente al volante y mientras María y Paloma charlaban animadamente, usé el retrovisor para recrearme la vista con la belleza de esa mujer.
«Es perfecta», admití tras notar que todas mis hormonas estaban en ebullición por el mero hecho de observarla.
Sus ojos negros y sus carnosos labios eran el aditamento necesario para que esa mujer fuera el ideal de una hembra. Para colmo hasta su voz era sensual, dotada de un timbre grave casi varonil con escucharla era suficiente para que cualquier hombre soñara con que ella te susurrara al oído que te deseaba.
«Estoy jodido», maldije mentalmente al darme cuenta que mi atención no estaba en la carretera sino en las dos piernas y en el pantaloncito de Paloma.
Las cuatro horas que tardamos en llegar a nuestro destino me resultaron un suplicio. Por mucho que intentaba olvidar a nuestra pasajera, continuamente mis ojos volvían a quedar fijos en ella. Tantas veces, la miré a través del espejo que la morena se percató e involuntariamente se puso roja.
«Estoy desvariando», pensé al ver que bajo su top dos pequeños bultos habían hecho su aparición y creer que se había sentido excitada por mi mirada. «Ni siquiera me soporta, en cuanto me ve sale por piernas».
La confirmación de mi error vino cuando charlando entre ellas, María le preguntó porque no se echaba un novio:
―Estoy bien así, no necesito un hombre que me vuelva a hacer daño― contestó mientras fijaba sus ojos en los míos.
El desprecio con el que se refirió a todos los de mis género fortaleció mi primera impresión y comprendí que sintiéndose una víctima, odiaba a todo el que llevara un pene entre sus piernas.
« ¡Qué desperdicio!», mascullé entre dientes al sentir que no existía posibilidad alguna de poner mis manos sobre esas dos nalgas.
Al llegar al chalet entraron hablando entre ellas, dejándome solo para subir las maletas. Cabreado subí primero las nuestras y fue al volver a por las de Paloma cuando localicé un consolador en una de sus bolsas.
―¡Qué calladito se lo tenía la muy puta!― reí tras asimilar la sorpresa de hallar ese enorme aparato entre sus cosas.
Ese descubrimiento me abrió los ojos e intuí que su supuesto desprecio por los hombres era una fachada con la que luchar contra su sexualidad, por eso mientras recorría el jardín rumbo a la casa decidí que haría todo lo posible por excitarla sin que mi mujer se diera cuenta…
Como era temprano María y Paloma decidieron darse un baño en la piscina. La morena ignorando lo que se le venía encima tuvo a bien plantarse un bikini azul tan provocativo que temí no poder aguantar semejante provocación y lanzarme sobre ella sin importarme que mi esposa estuviera presente.
Os puede parecer una exageración pero si hubieseis contemplado como yo cómo la tela de su parte de arriba apenas conseguía ocultar de mi vista sus pezones estaríais de acuerdo. Sabiendo que de quedarme cerca María hubiese adivinado mi excitación, resolví dar una vuelta por la urbanización corriendo para borrar de mi mente su cuerpo.
Desgraciadamente por mucho que me esforcé tanto física como mentalmente, al volver todo sudado por el ejercicio seguía pensando en su culo y sus tetas.
Ya de vuelta me acerqué a la piscina y al saludarlas, el modo en que esa morena se quedó mirando a mis pectorales llenos de sudor me hizo ratificar que su desdén por los hombres era ficticio.
« ¡Está bruta!», con alegría asumí el exhaustivo examen al que me sometió y queriendo forzar su calentura, me acerqué a donde estaban y me lancé sobre mi mujer a darle besos.
―¡Para!― gritó muerta de risa por esa muestra de afecto― ¡Eres un guarro! ¡Estás empapado!
Obviando las quejas de María, la besé mientras miraba fijamente a los ojos de nuestra invitada. Esta sintió la lujuria con la que mi mirada recorrió su anatomía y mientras se ponía roja, involuntariamente cerró sus piernas para que no descubriera que había incitado su calentura. Desgraciadamente para ella, no dejé de comerla con la vista mientras descaradamente acariciaba los pechos de mi mujer por encima de su bañador. Al verlo, no pudo evitar morderse los labios exteriorizando su deseo.
―¡Vete a duchar!― me echó María de su lado sin que nada en su actitud demostrara enfado por mi exhibición ante su amiga.
Satisfecho, me despedí de las dos y subí a mi cuarto de baño. Ya bajo el chorro de agua, el recuerdo del brillo de sus ojos me hizo desearla aún más y sintiendo una brutal erección entre mis piernas, me puse a pajearme mientras planeaba mis siguientes pasos para conseguir hundir mi cara entre las tetas de la morena.
Lo que nunca preví fue saliendo de la ducha y mientras me secaba en mi habitación que mi esposa llegara y sin hablar, se arrodillara ante mí en ese momento y que viendo mi pene estaba lo suficiente erecto, sin más prolegómenos, se lo metiera de un golpe hasta el fondo de su garganta.
―¿Te ha puesto cachonda que te tocara frente a Paloma?― pregunté descojonado al comprobar la virulencia con la que me hacía esa mamada.
Azuzada por mis palabras, usó su boca para imitar a su sexo y gimiendo, comenzó a embutirse y a sacarse mi miembro con una velocidad endiablada. Era tal su calentura que mientras metía y sacaba mi extensión cada vez más rápido, usó una de sus manos para acariciarme los testículos mientras metía la otra dentro de su bikini y ya totalmente excitada, gritó en voz alta:
―¡Necesito tu leche!
Al exteriorizar su deseo elevó mi excitación y sin poderme retener me vacié en su boca. Andrea, al sentir mi semen chocando contra su paladar, se volvió loca y sin perder ni una gota, se puso a devorar mi simiente sin dejar de masturbar.
―¡Qué gusto!― la oí chillar, mientras su cuerpo convulsionaba de placer a mis pies.
Absorta en su gozo, no le preocupó el volumen de sus gritos. Berreando como si la estuviese matando, terminó de ordeñarme y aún seguía masturbándose sin parar. Al ver que se comportaba como una ninfómana en celo, me excitó nuevamente y levantándola del suelo, la llevé hasta la cama.
Desde el colchón, me miro llena de lujuria y quitándose la braga se puso a cuatro patas mientras me pedía que la follara. Ver a mi mujer en esa postura, fue motivo suficiente para que mi verga recuperara todo su esplendor y acercándome hasta ella, jugueteé con mi glande en su entrada antes de que de un solo empujón se lo metiera hasta el fondo.
María, al sentir su interior hoyado por mi herramienta, gimió de placer y sujetándose a la cama, me pidió que la tomara sin piedad. Justo en ese momento percibí un ruido y al levantar mi mirada descubrí a nuestra vecina espiando desde la puerta. Mirándola a los ojos, agarré la melena de mi mujer y usándola como si fueran mis riendas y María, mi montura, la cabalgué con fiereza. Sin dejar de verla de pie en mitad del pasillo, mi pene empaló una y otra vez a mi esposa mientras Paloma se tocaba uno de sus enormes pechos ya excitada.
Sabiendo que la morena no perdía ojo de nuestra pasión, pregunté a mi mujer dejando caer un azote en sus nalgas:
―¿Te gusta?
―¡Sí!― aulló y levantando todavía más su culo, chilló: ―¡Me encanta que me folles como un animal!
Sé por la cara de sorpresa que lució Paloma al oír a su amiga que nunca se le pasó por la cabeza que pudiera ser tan zorra y por eso, deseando azuzar la calentura de mi vecina, incrementé mis embistes sobre el sexo de mi mujer siguiendo el ritmo de los azotes. Nalgada tras nalgada, fui derribando las defensas de ambas hasta que María aulló de placer con su trasero enrojecido mientras se corría. Paloma viendo que íbamos a acabar, se tuvo que conformar con huir con una inmensa calentura hasta su cuarto.
Ya solos sin espías, cogí a mi mujer de sus pechos y despachándome a gusto, dejé que mi pene se recreara en su interior pero con mi mente soñando que a la que me estaba tirando era a la morena que se acababa de ir. El convencimiento que Paloma iba a ser mía, fue el acicate que necesitaba para no retrasar más mi propio orgasmo. Y mientras María aullaba de placer, sembré con mi semen su interior mientras mi cuerpo convulsionaba pensando en la otra. Mi mujer al sentir las descargas de mi verga en su vagina se desplomó agotada contra el colchón.
Contento y queriendo ahorrar fuerzas no fuera a ser que nuestra vecina cayera antes de tiempo en mis brazos, me acurruqué a María y mientras le acariciaba tiernamente me pareció escuchar el ruido al encenderse de un consolador. Sonriendo, pensé:
«Ya falta menos».
Pasado un rato y viendo que mi mujer se había quedado dormida, decidí levantarme e ir en busca de una cerveza fría. Al llegar a la cocina, me topé de frente con Paloma que al verme bajando su mirada intentó huir pero reteniéndola del brazo, le pregunté si le había gustado.
―¿El qué?― contestó haciéndose la despistada y sin querer reconocer que ambos sabíamos su pecado.
Me hizo gracia su amnesia y acercándola a mí, llevé su mano hasta mi entrepierna mientras le decía:
―Conmigo cerca no tienes que usar aparatos eléctricos.
Asustada, intentó retirar sus dedos de mi pene pero queriendo que sintiera una polla real, mantuve presionada su muñeca hasta que bajo mi pantalón pudo comprobar que mi miembro crecía. Cuando ya había alcanzado un tamaño decente la solté y susurrando en su oído, le dije:
―Si necesitas algo, ya sabes dónde estoy.
Indignada me recriminó mi comportamiento recordando que María era su amiga. Siendo cruel, acaricié su pecho al tiempo que le contestaba:
―Eso no te importó cuando te quedaste mirando ni tampoco cuando ya excitada te masturbaste pensando en mí.
Esa leve caricia provocó que bajo su bikini, su pezón la traicionara irguiéndose como impulsado por un resorte y viéndose acorralada intentó soltarme una bofetada. Como había previsto tal circunstancia, paré su golpe y atrayéndola hacia mí, forcé su boca con mi lengua. Aunque en ese instante, abrió su boca dejando que mi lengua jugara con la suya, rápidamente se sobrepuso y casi llorando se apartó de mí diciendo:
No queriendo violentarla en exceso, la dejé ir pero cuando ya desaparecía por la puerta, riendo le solté:
―Soy un hombre paciente. ¡Tengo un mes para que vengas rogando que te haga mía!
Consciente que esa zorrita llevaba más de cuatro meses sin follar y que su cuerpo era una bomba a punto de explotar, sabía que solo tenía que tocar las teclas adecuadas para que Paloma no pudiese aguantar más y cayera entre mis piernas. Para hacerla mía, debía conseguir que sus reparos se fueran diluyendo a la par que se incrementaba su calentura y curiosamente, María se convirtió esa noche en involuntaria cómplice de mis planes. Os preguntareis cómo. Muy sencillo, al despertar de la siesta, decidió que le apetecía salir a cenar fuera de casa y eso me dio la oportunidad de calentar esa olla a presión sin que pudiese evitarlo.
Cuando mi mujer me comentó que quería ir a conocer un restaurante que habían abierto, me hice el cansado para que no me viera ansioso de compartir mantel con ellas dos. Mi vecina al escuchar que no me apetecía, vio una escapatoria a mi acoso y con gran rapidez, aceptó la sugerencia.
―Si crees que te vas a escapar de mí, ¡Estas jodida!― susurré en su oído aprovechando que María había ido a la cocina mientras con mi mano acariciaba una de sus nalgas.
La morena no pudo evitar que un gemido saliera de su garganta al sentir mis dedos recorriendo su trasero. Me encantó comprobar que esa mujer estaba tan necesitada que cualquier caricia la volvía loca y sin ganas de apresurar su caída, me separé de ella.
―¡Maldito!― masculló entre dientes.
En ese instante, no estuve seguro si el insulto venía por haberle magreado o por el contrario por dejar de hacerlo. De lo que si estoy seguro es que esa mujer tenía su sexualidad a flor de piel porque ese leve toqueteo había provocado que sus pitones se pusieran duros como piedras.
―Estás cachonda. ¡No lo niegues!― contesté sin sentir ningún tipo de piedad.
La vuelta de María evitó que siguiera acosándola pero no me importó al saber que dispondría de muchas otras ocasiones durante esa noche. Paloma por el contrario vio en mi esposa su tabla de salvación y colgándose de su brazo, me miró retándome. El desafío de su mirada me hizo saber que se creía a salvo.
« ¡Lo llevas claro!», exclamé mentalmente resuelto a no darle tregua.
Desgraciadamente de camino al restaurante, no pude atacarla de ninguna forma porque sería demasiado evidente. Mi pasividad le permitió relajarse y por eso creyó que si se sentaba frente de mí estaría fuera del alcance de mi hostigamiento. Durante unos minutos fue así porque esperé a que hubiésemos pedido la cena y a que entre ellas ya estuvieran charlando para quitarme el zapato y con mi pie desnudo comenzar a acariciar uno de sus tobillos.
Al no esperárselo, pegó un pequeño grito.
―¿Qué te pasa?― pregunté mientras iba subiendo por su pantorrilla.
Mi descaro la dejó paralizada, lo que me permitió continuar acariciando sus muslos camino de mi meta. Su cara lívida mostraba su angustia al contrario que los dos botones que lucía bajo su blusa que exteriorizaban su excitación. Ya estaba cerca de su sexo cuando metiendo la mano bajo el mantel, Paloma retiró mi pie mientras con sus ojos me pedía compasión.
Ajena a la agresión a la que estaba sometiendo a nuestra vecina, María le comentó que estaba muy pálida.
―No me pasa nada― respondió mordiéndose los labios al notar que mi pie había vuelto a las andadas pero esta vez con mayor énfasis al estar acariciando su sexo por encima de su tanga.
La humedad que descubrí al rozar esa tela ratificó su calentura y por ello, olvidado cualquier precaución busqué con mis dedos su clítoris y al encontrarlo, disfruté torturándolo mientras su dueña disimulaba charlando con mi señora.
«Está a punto de caramelo», me dije al notar su coño totalmente encharcado, « ¡No tardará en correrse!».
Nuevamente, Paloma llevó su mano bajo la mesa pero en esta ocasión no retiró mi pie sino que empezó a acariciarlo mientras con uno de sus dedos retiraba la braga dándome acceso a su sexo. Como comprenderéis no perdí la oportunidad y hundiendo el más gordo en su interior, comencé a follarla lentamente.
« ¡Ya es mía!», pensé y recreándome en su mojada cavidad, lentamente saqué y metí mi dedo hasta que en silencio la morena no pudo evitar correrse por primera vez.
Satisfecho, volví a ponerme el zapato, al saber que ese orgasmo era su claudicación y que no tardaría en pedir que la follara. Habiendo conseguido mi objetivo, me dediqué a mi esposa dejando a Paloma caliente e insatisfecha.
Al terminar de cenar, María estaba cansada y por eso nos fuimos a casa. Y allí sabiendo que la morena nos oiría, hice el amor a mi esposa hasta bien entrada la madrugada….
A la mañana siguiente me desperté sobre las diez totalmente descansado y sabiendo por experiencia que María no iba a amanecer hasta las doce, me levanté sin levantar las persianas y me fui a desayunar. En la cocina me encontré a Paloma con cara de haber dormido poco y sabiendo que yo era el causante de su insomnio, la saludé sin hacerle mucho caso.
―¿Dónde está tu mujer?― preguntó dejando traslucir su enfado.
―Por ella no te preocupes. Seguirá durmiendo hasta el mediodía― respondí dando a entender que podía entregarse a mí sin miedo a ser descubierta.
La superioridad que encerraba mi respuesta, la cabreó aún más y llegando hasta mí, se me encaró diciendo:
―¿Quién coño te crees? ¡No voy a ser tuya!
Soltando una carcajada, la atraje hacia mí y pegando mi boca a la suya, forcé sus labios mientras mis manos daban un buen repaso a ese culo que llevaba tanto tiempo volviéndome loco. Durante un minuto, forniqué con mi lengua el interior de su boca mientras mi vecina se derretía y empezaba a frotar su vulva contra mi muslo. Habiendo demostrado a esa zorrita quien mandaba, le solté:
―Ya eres mía, solo falta que lo reconozcas.
Tras lo cual, la dejé sola y café en mano me fui a la piscina. Llevaba solo unos minutos sobre la tumbona, cuando la vi salir con un bikini azul aún más diminuto que el del día anterior con el que parecía completamente desnuda. Interesado en saber que se proponía, me quedé observando como sus pechos se bamboleaban al caminar.
―Reconozco que tienes un par de buenas tetas― solté sonriendo al ver que arrastraba su tumbona junto a la mía
―Lo sé― contestó mientras dejaba caer la parte superior de su bikini.
Girando mi cabeza, la miré. Sus pechos eran tal y como me había imaginado: grandes, duros y con unos pezones que invitaban a ser mordidos. Sabiendo que si me mantenía calmado la pondría aún más cardiaca, me reí en su cara diciendo:
―¿Me los enseñas para que te los coma o solo para tomar el sol?― fingiendo un desapego que no sentía al contemplarla.
¡Paloma era perfecta! Su escultural cuerpo bien podría ser la portada de un Playboy. Si de por si era bellísima, si sumábamos su estrecha cintura, su culo de ensueño, esa morena era espectacular. Sonriendo, se acercó a mí y pegando su boca a mi oído, dijo con voz sensual:
―No me sigas castigando. Sabes que estoy muy bruta― Tras lo cual, sacando una botella de crema bronceadora de su bolso, se puso a untarla por sus tetas mientras me decía: ―¿Qué tengo que hacer para que me folles?
Su cambio de actitud me divirtió y mostrando indiferencia, le ordené:
La morena sonrió y cogiendo sus areolas entre sus dedos, se dedicó a complacerme con una determinación que me hizo saber que podría jugar con ella.
―¡Quiero ver tu coño!― le dije mientras bajo el traje de baño mi pene iba endureciéndose poco a poco.
Bastante más cachondo de lo que mi cara reflejaba, esperé a que esa zorrita se desprendiera de esa prenda. Paloma al comprobar mis ojos fijos en su entrepierna, gimió descompuesta mientras se bajaba la braga del bikini lentamente.
―¡Acércate!― pedí.
Rápidamente obedeció poniendo su sexo a escasos centímetros de mi boca. Al comprobar que lo llevaba exquisitamente depilado y que eso lo hacía más atrayente, saqué mi lengua y le pegué un largo lametazo mientras mi vecina se mordía los labios para no gritar. Su sabor me enloqueció pero asumiendo que no estaba lista, separé mi cara y con voz autoritaria, ordené:
―Mastúrbate para mí.
Por su gesto supe que esa zorrita había advertido que no iba a poseerla hasta que todo su cuerpo estuviera hirviendo. Esperaba una queja pero entonces se sentó frente a mí y separando sus rodillas dejó que su mano se fuera deslizando hasta que uno de sus dedos encontró el botón que emergía entre sus labios vaginales y mirándome a los ojos, preguntó:
―Si te obedezco, ¿Me vas a follar?
―Sí, putita― respondí descojonado por la necesidad que su rostro reflejaba.
Mis palabras la tranquilizaron y con sus mejillas totalmente coloradas por la calentura que sentía, deslizó lentamente un dedo por su intimidad. El sollozo que surgió de su garganta ratificó mi opinión de que Paloma estaba hambrienta y gozoso observé que tras ese estremecimiento de placer, todos los vellos de su cuerpo se erizaron al sentirse observada.
―Date placer― susurré.
En silencio, mi vecina dibujó los contornos de su sexo con sus dedos mientras pensaba en el polvo con el que le regalaría después. La imagen de verse tomada tras tantos meses de espera provocó que toda su vulva se encharcara a la par que su mente volaba soñando en sentir mi verga rellenando ese conducto.
―Eres un cerdo― protestó necesitada al percatarse de la sonrisa que lucía mi rostro mientras la miraba.
Lo quisiera reconocer o no, Paloma comprendió que nunca había estado tan excitada y por eso decidió dar otro paso para conseguir que yo la complaciera. Sabía que en ese instante, estaba mojando la tumbona con su flujo y que desde mi lugar podía advertir que tenía los pezones duros como piedras. Decidida a provocarme, llevó sus dedos empapados a la boca y me dijo mientras los succionaba saboreando sus propios fluidos.
―¿No quieres probar?
Asumiendo que sus comentarios subidos de tono iban destinados a calentarme aún más, me negué y poniendo un tono duro, le exigí que se metiera un par de dedos en el coño. Al obedecer, esa zorrita notó que el placer invadió su cuerpo y gimiendo de gusto, empezó a meterlos y sacarlos lentamente. La calentura que asolaba su cuerpo la obligó a aumentar el ritmo de su masturbación hasta alcanzar una velocidad frenética.
―¡Me voy a correr!― aulló al tiempo que sus caderas se movían buscando profundizar el contacto con sus yemas.
Pero entonces, levantando la voz le prohibí que lo hiciera y recreándome en el poder que tenía sobre ella, le solté:
―Ponme crema.
Reteniendo las ganas de llegar al orgasmo, cogiendo el bote de protector, untó sus manos con él y me obedeció. Sus ojos revelaban la lujuria que dominaba toda su mente cuando comenzó a extender con sus manos la crema sobre mi piel.
―¡Necesito que me folles!― murmuró en mi oído mientras acariciaba mi pecho con sus yemas.
Cerrando los ojos, no me digné a contestarla al saber que con solo extender mi mano y tocar su vulva, esa morena se correría sin remedio. Envalentonada por mi indiferencia, recorrió con sus manos mi pecho, mi estómago y mis piernas. Al acreditar que bajo mi bañador mi pene no era inmune a sus caricias, me rogó que le diera permiso para subirse encima de mí y así poderme esparcir con mayor facilidad la crema bronceadora:
―¡Tú misma!― contesté al saber que era lo que esa guarrilla buscaba.
No tardé en comprobar que estaba en lo cierto porque sin pedir mi permiso y poniéndose a horcajadas en la tumbona, incrustó el bulto de mi entrepierna en su sexo y haciendo como si la follaba, se empezó a masturbar. No quise detenerla al saber que eso solo la haría más susceptible a mi poder ya que a tela de mi bañador impediría que culminara su acto, eso solo la haría calentarse aún más. Muerto de risa, me mantuve a la espera mientras Paloma se frotaba con urgencia su clítoris contra mi pene.
―Me encanta― berreó mientras se dejaba caer sobre mi pecho, haciéndome sentir la dureza de sus pezones contra mi piel.
Sus primeros gemidos no tardaron en llegar a mis oídos. La temperatura que abrasaba sus neuronas era tal que buscó mis labios con lujuria. Sin responder a sus besos pero deseando dejar esa pose y follármela ahí mismo, aguanté su ataque hasta que pegando un grito se corrió sobré mí dejando una mancha sobre la tela de mi bañador.
Entonces y solo entonces, le ordené:
―Ponte a cuatro patas.
Mi vecina no necesitó que se lo repitiera para adoptar esa posición. Su cuerpo necesitaba mis caricias y ella lo sabía. Verla tan dispuesta, me permitió confesar:
―Llevo años deseando follarte, zorra.
Mi confesión fue el acicate que necesitaba para entregarse totalmente y por eso aun antes de que mi lengua recorriera su clítoris, Paloma ya estaba berreando de deseo e involuntariamente, separó sus rodillas para facilitar mi incursión. Su sabor dulzón al llenar mis papilas incrementó aún más si cabe mi lujuria y separando con dos dedos los pliegues de su sexo, me dediqué a mordisquearlo mientras la morena claudicaba sin remedio. Su segundo orgasmo fue casi inmediato y derramando su flujo por sus piernas, mi vecina me rogó que la tomara.
―Todavía, ¡No!― respondí decidido a conseguir su completa rendición. Para ello, usando mis dientes torturé su botón mientras mis dedos se introducían una y otra vez en su interior.
Al notar que su cuerpo convulsionaba sin parar, vi llegado el momento de cumplir mi fantasía y cogiendo mi pene entre mis manos, lo acerqué hasta su entrada. La morena al advertir que me eternizaba jugando con su coño sin metérselo chilló descompuesta:
―¡Hazme tuya! ¡Lo necesito!
Paloma era un incendio sin control. Berreaba y gemía sin pararse a pensar que mi esposa podría oír sus gritos. Lentamente, le fui metiendo mi pene. Al hacerlo, toda la piel de mi verga disfrutó de los pliegues de su sexo mientras la empalaba. La estrechez y la suavidad de su cueva incrementaron mi deseo pero fue cuando me percaté de que entre sus nalgas se escondía un tesoro virgen y aun no hoyado cuando realmente me volví loco. Mi urgencia y la necesidad que tenía de ser tomada provocaron que de un solo empujón se la clavara hasta el fondo:
―¡Házmelo como a tu esposa!― gritó al notar su sexo lleno.
Su grito me hizo recordar la tarde anterior e imitando mi actuación de entonces, la cogí de la melena y dando un primer azoté en su trasero, exigí a Paloma que empezara a moverse. Mi vecina al oírme se lanzó en un galope desenfrenado moviendo sus caderas sin parar mientras se recreaba con mi monta.
―¡Sigue!― relinchó al sentir que me agarraba a sus dos tetas y empezaba a cabalgarla.
Apuñalando sin piedad su sexo con mi pene, no tardé en escuchar sus berridos cada vez que mi glande chocaba con la pared de su vagina. Para entonces, su calentura era tal que mi pene chapoteaba cada vez que forzaba su vulva con una nueva penetración. Contagiando de su pasión, agarré su a modo de riendas y con una nueva serie de azotes sobre su trasero, le ordené que se moviera. Esas nalgadas la excitaron aún más y comportándose como una puta, me pidió que no parara.
Disfrutando de su estado de necesidad, decidí hacerla sufrir y saliéndome de ella, me tumbé en la tumbona mientras le decía que se sirviera ella misma.
―Eres un cabrón― me soltó molesta por la interrupción.
Con su respiración entrecortada y mientras paraba de quejarse, se puso a horcajadas sobre mí y cerrando los ojos, se empaló con mi miembro. No tardó en reiniciar su salvaje cabalgar pero esta vez mi postura me permitió admirar sus pechos rebotando arriba y abajo al compás de los movimientos de sus caderas.
―¡Chúpate los pezones!― ordené.
Desbocada como estaba, mi vecino me obedeció y estrujando sus tetas, se los llevó a su boca y los lamió. Ver a esa zorra lamiendo sus pechos fue la gota que necesitaba para que el placer se extendiera por mi cuerpo y derramase mi simiente en el interior de su cueva. Paloma al sentir que las detonaciones que bañaron su vagina aceleró los movimientos de sus caderas y mientras intentaba ordeñar mi miembro, empezó a brutalmente correrse sobre mí. Con su cara desencajada por el esfuerzo, saltó una y otra vez usando mi pene como eje hasta que ya agotada, se dejó caer sobre mí mientras me daba las gracias diciendo:
―Me has hecho recordar que soy una mujer.
Viendo su cara de alegría, acaricié su culito con ganas de rompérselo pero entonces miré el reloj y me percaté que mi mujer debía estar a punto de despertar. Sabiendo el riesgo que corría si María veía a su amiga tan feliz porque podría sospechar algo, le pedí que desapareciera durante un par de horas. Paloma comprendió mis razones pero antes de irse y mientras sus manos jugueteaban con mi entrepierna, me rogó:
―Espero que esto se repita. ¡Me ha encantado!
Muerto de risa, contesté:
―Dalo por seguro. ¡Estoy deseando estrenar tu pandero!
Mi vecina sonrió al escuchar mi promesa y cogiendo su ropa, se fue a vestir mientras yo subía a despertar a mi esposa. Ya en mi habitación me tumbé a su lado y pegando mi cuerpo al suyo, busqué sus pechos. María abrió los ojos al notar mis manos recorriendo sus pezones. Por su sonrisa comprendí que debía cumplir con mis obligaciones conyugales para que no sospechara y sin más prolegómeno, me desnudé mientras ella se apoderaba de mi sexo. Al contrario del día anterior, esa mañana mi mujer y yo hicimos el amor lentamente, disfrutando de nuestros cuerpos y solo cuando ambos habíamos obtenido nuestra dosis de placer, me preguntó por Paloma:
―Se ha levantado pronto y ha salido― contesté con más miedo que vergüenza que algo en mí hubiese hecho despertar su desconfianza.
Pero entonces, María soltando una carcajada comentó:
―Tenemos que buscarla un novio.
Su pregunta me cogió fuera de juego y deseando saber por qué lo decía pero sin ganas de mostrarme muy interesado, pregunté por qué:
―Ayer nos estuvo espiando cuando hacíamos el amor. La pobre lleva tanto tiempo sin un macho que está caliente- respondió en voz baja creyendo que podía enfadarme.
Haciéndome el despistado me reí y sin darle mayor importancia, contesté:
―Te lo juro: ¡No me había fijado!
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog: http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
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Relato erótico “Paris” (POR SARAGOZAXXX)
Gracias a Marie Pape y a este vídeo que encontré en internet, tuve una de las experiencias más excitantes de mi vida. Me gustaría que lo vieses para entender mejor lo que me sucedió. Te adjunto el enlace para verlo en mi blog, cosa que me haría muchísima ilusión que lo visitases. De paso, también podrás conocerme un poco mejor y ver algunas fotos mías que espero que te gusten. Para los que no me conozcan decir que me llamo Sara y tengo treinta y un años. Estoy casada, aunque no satisfactoriamente, al menos no como a mí me gustaría.
Como ya os dije anteriormente he estado un tiempo fuera de casa por motivos de trabajo. Durante una temporada me alojaron en un modesto apartamento en Saint Germain en Laye a las afueras de Paris (Francia), aunque relativamente cercano a mi lugar de trabajo en esos días. Mi empresa sabía que debía pasar una temporada larga allí, y pensaron que para tantos días me encontraría más cómoda alojada en un apartamento que no en un hotel. Ya en el aeropuerto pude alquilar también un coche reservado a mi nombre en el mostrador de AVIS, para mis desplazamientos. Lo cierto es que el apartamento tenía lo justo e imprescindible, carecía de ciertas cosas, pero se encontraba muy bien situado. Se trataba de un edificio típico del siglo pasado con unos pocos vecinos, cercano a una parada de metro, próximo al centro de trabajo, en una zona residencial rodeada de espacios verdes, y a un paseo andando de un modesto centro comercial para mis compras.
Aquella tarde pude regresar pronto del trabajo a mi nueva casa, y me encontraba con ganas de dedicar un tiempo especial a cuidar y disfrutar de mi cuerpo. Llevaba ya unos días sola y estaba más que aburrida de tanta formación y reuniones. En esos momentos, me encontraba tumbada sobre la cama de la habitación, y acababa de salir de la ducha.
Cremitas por todo el cuerpo, especialmente en mi recién rasurado pubis para aliviar el picor. Me gusta llevarlo así a temporadas, otras en cambio me dá por decorarlo con alguna forma, o bien con una fina tira de pelillos. El caso es que allí tantos días solita me apeteció arreglármelo, no sé porque me apetecía cuidarme. Me acababa de hacer la manicura, francesa claro está, y una vez con el albornoz puesto me tumbé sobre la colcha a esperar que se secasen las uñas, y ojear por mi portátil alguna página interesante por internet. Tenía la televisión puesta, aunque apenas le prestaba atención, tan sólo la enchufaba para familiarizarme con el idioma. Hasta que me llamó la atención un trailer en la TV5 que anunciaba la proyección de la película de la actriz Marie Pape.
Podéis ver el vídeo en el blog.
Cautivó mi atención al instante, me excité pensando que podía ser yo la protagonista y vivir una experiencia de ese tipo. Quise saber más sobre la película y así di con el trailer que os he colgado. Ya sabéis que una página lleva a la otra, y poco a poco me encontraba navegando por páginas de contenido adulto, sobretodo dedicadas a temas de exhibicionismo.
No pude evitar comenzar a acariciarme. Mi mano se perdió por debajo de la lycra de mis braguitas. Cada imagen y cada vídeo que visionaba hacían que mi mente comenzase a imaginarse fantasías al respecto, a cual más morbosa y excitante. Recuerdo que mis dedos jugueteaban con mi clítoris por el interior de mi prenda más íntima mientras navegaba por internet. Sin quererlo comencé a masturbarme, acariciaba mis pliegues lentamente dejando volar mi imaginación. Siempre me gusta comprobar cómo me voy humedeciendo poco a poco.
Mi mente comenzaba a fantasear visualizándome a mi misma paseando desnuda en medio de las calles de Paris. Llegué a un punto en que ya no podía remediarlo, tuve que recostarme sobre la cama para dejar de acariciar el exterior de mis labios más íntimos, y comenzar a introducirme mis propios dedos. Uno no era suficiente, necesitaba más, mis dedos corazón e índice se removían en mi interior a la vez que machacaba mi clítoris presionándolo con furia, con urgencia. El sonido característico de mi frenético movimiento resonaba en el silencio de la habitación. Me acaricié los pechos, e incluso me pellizqué en un pezón. Siempre me ha gustado que mis amantes me estrujen los senos y los amasen como si de pan se tratase. A mí en cambio me gustaba estirarme de la puntita de mis pezones hasta hacerme daño. No lo pude evitar…
.-“Uuuuhmm” un primer gemido se escapó de mi boca. Estaba aconteciendo lo irremediable. Mi olor a hembra en celo impregnaba desde mis manos todo el cuarto.
.-“Uuuummmhhh” de nuevo otro gemido, esta vez tuve que ahogar mi desesperación contra la almohada, temerosa de que algún vecino pudiera escucharme, de lo contrario comenzaría a gritar presa del placer que yo misma proporcionaba a mi cuerpo.
.-“Oooh, si, sihh, siiiihhh” grité definitivamente mientras mi cuerpo se convulsionaba gozoso. Las sacudidas de mi cuerpo fueron remitiendo.
Poco a poco me fui recuperando del orgasmo, aunque mi mente continuaba dándole vueltas a la idea de pasear desnuda por las calles de Paris.
Recuerdo que me incorporé de la cama de un salto y me desnudé por completo. Sin pensarlo. Como empujada por un extraño impulso. Recuerdo a cámara lenta en mi cabeza el momento en el que me deshice de mis braguitas. Las dejé caer sobre la moqueta del dormitorio. Me dirigí al vestidor del pasillo, abrí el armario y comprobé los abrigos que había en su interior. A decir verdad eran todos más bien cortitos, salvo una levita de cuero que compré recientemente y que me llegaba a medio muslo. Decidí probármela, así, desnuda, tal como estaba. ¡Cuánta excitación!.
Quise sentir el contacto directo del cuero sobre mi piel. Me miré en el mismo espejo de la puerta del vestidor. Realmente me pareció muy agradable, incluso pude percibir como el olor a cuero me penetraba por cada poro de mi piel. Pensé que con unas botas de piel estaría más que espectacular. Lo cierto es que con el abrigo abrochado y las botas, no parecía que debajo estuviese completamente desnuda, sin absolutamente nada de ropa. Bien podía llevar una minifalda o short. Las botas me daban un aire de bdsm que todavía me agradaba más. Como si fuese la sumisa de un amo imaginario.
Me miré de nuevo en el espejo, esta vez examinando meticulosamente si podría salir así a la calle, comprobando una vez más que con la levita abrochada no podía verse nada. Llegué a la conclusión de que no tenía porque levantar sospecha, y comencé a preguntarme si sería capaz de salir sólo con la levita, y las botas a la calle. ¡Dios mío!, creo que me estaba obsesionando con la idea.
Me gustó contemplarme frente al espejo posando en diferentes posturas, como si fuesen las ordenes de ese amo que solo existía en mi calenturienta imaginación.
.-“Te ordeno que te desabroches la levita” imaginaba mi mente, y yo procedía como si fuese la protagonista de una película de Andrew Blake.
Recuerdo que por primera vez sopesé de verdad la posibilidad de salir de esa forma a la calle. Nunca creí que el hecho de exhibirme paseando media desnuda por las calles me estuviese poniendo tan dispuesta a cometer semejante locura.
Quise comprobar por última vez que realmente la levita me cubría el cuerpo lo suficiente como para no llamar la atención, así que me hice unas fotos a mi misma posando frente al espejo del vestidor en medio del pasillo. Como queriendo autoconvencerme. Quise disfrutar del momento. En plan selfie de celebrity. Me gustaba contemplarme a mi misma frente al espejo. Opté por utilizar el temporizador de mi cámara de fotos. Así me daba tiempo a posar entre foto y foto. Tuve que bajar la persiana de la ventana que había enfrente y que daba a un viejo patio, o de lo contrario algún vecino podría sorprenderme. Imaginaba que algún viejo verde me observaba, y a mí me gustaba exhibirme, fantaseando con que alguien me espiaba, imaginaba alguna que otra perversión particular, y un montón de cosas más.
(Podéis ver algunas de las fotos en el blog).
Con cada flash de la cámara me entraban más ganas de salir así vestida a la calle. De nuevo mi imaginación me estaba gastando una mala jugada. Ese amo imaginario me ordenaba una y otra vez que me atreviese a salir así a la calle. Me gustó adquirir el roll de ser mi propia sumisa. A las ordenes de mi imaginación y mi necesidad. Incluso pude notar mis propios fluidos empapando de nuevo mi rasurado coñito. ¡¡Caray que caliente estaba!!.
.-“Lo que pasa es que no te atreves, eres tan puritana y recatada como todas tus amigas del colegio de monjas en el que te educaste. ¡Mojigata!, ¡santurrona! ” me gritaba a mi misma en mi loca cabeza. Ese tipo de adjetivos siempre me han sublevado, aunque fuese yo en persona quien se los repetía una y otra vez mentalmente.
¡¡Ya está!!. Estaba decidida, debía atreverme a salir a la calle. Necesitaba intentarlo. Necesitaba correr el riesgo, acabar con esa obsesión.
.-“Una vuelta a la manzana y regreso” me repetía una y otra vez en la cabeza, al tiempo que me miraba en el espejo.
.-“¿Qué puede pasar?, estás en una ciudad que nadie te conoce” me preguntaba repetidamente. El temor a ser descubierta aún me excitaba más.
.-“Sal a la calle así” me ordenaba mi propio yo más maquiavélico.
Me miré por última vez en el espejo de la habitación justo antes de salir, y armándome de valor me atreví a abrir la puerta del apartamento. Recuerdo que me temblaban las piernas cuando llamé al viejo ascensor del edificio. Por suerte no se oían ruidos de vecinos, y cuando llegó el elevador no había nadie dentro. Pude bajar sola desde mi tercer piso. El olor a madera rancia impregnaba mis sensaciones, mientras mi cabeza no paraba de repetir una y otra vez que eso era una locura. Todos mis temores se cruzaban por mi cabeza sin cesar.
Al salir, nada más abrirse las puertas del ascensor, con los nervios, las prisas, y la excitación, tuve un encontronazo con Alain, un vecino bastante mayor, jubilado, alrededor los setenta años, y que trataba de entrar en ese momento al elevador. Siempre que me cruzaba con él intercambiaba alguna palabra. Manteníamos pequeñas conversaciones insulsas. Las típicas charlas de ascensor. Le hacía gracia mi acento de española, y siempre me recordaba que le encantaba la costa del sol. Siempre lo sorprendía mirándome el culo o el escote. Esta vez choqué de frente contra él muerta de miedo.
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No me lo podía creer pero estaba en plena calle medio desnuda protegida únicamente por la levita de cuero. Acababa de hacerlo.
.- “Esto es una locura” pensé, pero lo más difícil ya estaba conseguido, y comencé a caminar llena de vergüenza.
Tenía la sensación de que todo el mundo me miraba y deseaba que la tierra se abriese y me tragase allí mismo. Caminaba mirando fijamente al suelo, sin levantar la cabeza para nada. Comencé a sentir frío, mis pezones reaccionaron poniéndose de punta y totalmente sensibles a cualquier roce con el cuero de mi levita, provocando que incluso llegasen a dolerme. No sé cuantos pasos llevaba ya. El frío y la humedad hicieron que al fin me atreviese a levantar la cabeza y mirar a mi alrededor.
Me tranquilicé cuando pude observar que no había nadie en la calle, y me sentí mejor conmigo misma, felicitándome porque había sido capaz de atreverme a cometer semejante disparate. Era como lograr una pequeña victoria. Aminoré el paso y traté de disfrutar el momento. Podía notar el contraste de temperatura en mi piel, entre el frío de la calle y la calentura de mi cuerpo.
A lo que quise darme cuenta había dado la vuelta a la manzana y me encontraba de nuevo en el portal del apartamento. Recordé mi encontronazo con Monsieur Alain al entrar en el ascensor de casa, y una pícara sonrisa de satisfacción se dibujó en mi rostro frente al espejo del elevador. Estaba ansiosa por llegar a mi apartamento, necesitaba masturbarme de nuevo.
Nada más entrar al apartamento, me recosté sobre el sofá del cuarto de estar, abrí mi levita de cuero, y observé mis botas de piel enfundando mis piernas. Me acaricié con verdadera urgencia, y enseguida tuve un primer orgasmo, casi antes incluso de penetrarme con mis propios dedos.
No me detuve, continué. Ese primer orgasmo no era suficiente, sabía a poco, muy poco, quise demorar el momento, esta vez introduciéndome yo misma varios dedos a la vez, y enseguida experimenté otro maravilloso orgasmo. Nunca antes había tenido dos orgasmos tan seguidos. El segundo algo más intenso que el primero. Tras relajarme un poco, continúe acariciándome, casi por acto reflejo, la exigencia corporal estaba remitiendo, al mismo tiempo que aumentaba la necesidad mental.
Mi cabeza no podía dejar de darle vueltas a los sucedido e imaginaba una situación tras otra, a cual más excitante. De repente me sobrevino un brutal orgasmo, y luego otro, y otro, seguidos, encadenando uno tras otro. Era maravilloso, de una intensidad que no recordaba en mi vida. No sé cuánto tiempo estuve gritando y convulsionándome de placer. Al final, caí rendida al instante. Me quedé dormida desnuda sobre el sillón…
Al día siguiente no pude dejar de pensar durante todo el día en el trabajo en lo sucedido en la tarde anterior. Me costó concentrarme. Incluso llegué a imaginarme a mis compañeros franceses desnudos por la oficina y cosas por el estilo. La experiencia de la tarde anterior había sido de lo más excitante, acompañada de lo que posiblemente habría sido mi mejor orgasmo en los últimos meses.
Con mi marido hacía ya más de un año que no hacía el amor, creo que ni siquiera se fija en mí. Así que necesitaba de nuevas experiencias. Me dije que aquello tenía que repetirlo.
Dicho y hecho, nada más llegar a casa esa tarde me desnudé por completo con la intención de volver a dar un paseo únicamente con mi levita como prenda de vestir. Aún recuerdo la sensación tan excitante de ver caer de nuevo la ropa que llevaba puesta sobre la moqueta del dormitorio. La última prenda de la que me desprendí fueron mis braguitas. Me temblaba todo el cuerpo de los nervios mientras las deslizaba por mis muslos al igual que la tarde anterior. Pude ver que estaban ya manchadas en su parte central de mis propios fluidos. ¡Hay que ver lo caliente que estaba!. Incluso repasé mi pubis rasurado de la tarde anterior. Quería sentirme bien desnudita.
Esta vez, bajo la levita, me puse tan solo unos zapatos de tacón antes de abandonar el apartamento. Necesitaba sentir mis piernas desnudas. Necesitaba exponerme algo más al peligro.
Una vez en el ascensor me aseguré varías veces de que todos los botones de mi abrigo estaban bien abrochados. Pude comprobar en el espejo del elevador que mi respiración era agitada fruto de mi excitación. Estaba temblando hecha un manojo de nervios. No sé porqué me sentía algo más insegura que la otra vez, y eso me excitaba aún más. Tal vez el hecho de no llevar ni tan siquiera medias. Por suerte no me topé con nadie al salir esta vez del ascensor. De ser así, creo que hubiese abandonado.
Me paré por unos momentos en el interior del portal de la casa antes de salir. Miré pegada a la puerta, y advertí que algo de vaho se produjo en los cristales. Estaba ardiendo por dentro, y mi calor empañaba los cristales del portalón. Me felicité porque gracias a dios no se veía gente en la calle. Algo más o menos normal en las afueras de Paris a esas horas. Abrí la puerta y comencé a andar sin rumbo fijo.
No sabía a dónde ir, sólo sabía que esta vez estaba dispuesta a prolongar algo más mi paseo que la tarde anterior, y disfrutar de las sensaciones por más tiempo. Necesitaba demostrarme a mi misma que dominaba mis miedos. De nuevo el frío hizo que mi sangre circulase más deprisa, mis pezones estaban hipersensibles a cualquier roce, y los muslos de mis piernas comenzaban a enrojecerse por el frío. Pensé en regresar al apartamento, cuando me dí cuenta de que había andado verdaderamente despistada, totalmente concentrada en mis pensamientos, no me había dado cuenta de por dónde había comenzado a caminar, y no sabía exactamente dónde me encontraba.
El caso es que estaba en una especie de parque, con zonas ajardinadas y algún que otro banco repartido por los senderos que hacían de paseo. No recordaba haber pasado por esa zona en días anteriores. Tan sólo pude divisar a lo lejos un hombre que paseaba a su perro en una zona con césped.
Por unos momentos no supe que hacer, sopesé la idea de regresar al apartamento, pero por otra parte tenía ganas de continuar con esa locura. De hacerlo realidad, de atreverme y lograr la satisfacción por haber sido capaz de superar mis dudas. Lo cierto es que nunca me había sentido así, tan temerosa y tan caliente al mismo tiempo. Decidí continuar un poco más con mi propio juego.
Caminé despacio hacia el tipo que paseaba el perro sin dejar de mirarlo. El señor estaba en medio del césped mientras el perro deambulaba dando vueltas a su alrededor oliendo el suelo todo el rato. Por la forma de reconocer el terreno y de levantar la pierna para mear en los árboles cercanos, pude ver que se trataba de un pastor alemán macho. El dueño no pareció advertir mi presencia, miraba fijamente como se consumía su cigarrillo bastante pensativo, absorto tal vez en sus problemas cotidianos.
Parecía un señor de unos cincuenta y muchos años, con buena presencia, elegantemente vestido, lo que me relajó un poco. Me gustó observarlo sin que advirtiera mi presencia. ¡Qué pensaría el pobrecillo si supiera que estoy desnuda bajo mi levita!. Me excitaban hasta mis propios pensamientos.
Justo enfrente de él, al otro lado del sendero junto a la hierba, había un banco. Decidí sentarme a observarlo, estaría a unos veinticinco o treinta metros del individuo. El tipo continuaba ensimismado en sus pensamientos con la mirada perdida en su cigarrillo, sin advertir mi presencia.
Llegué a plantearme la posibilidad de exhibirme ante aquel desconocido. La idea de mostrarle mi cuerpo comenzaba a excitarme. Pero… ¿cómo?. Tampoco quería parecer una cualquiera, y mucho menos que avisase a la policía o algo por el estilo. Aún con todo dudaba de que yo misma fuese capaz de mostrarle alguna parte de mí. Una nueva lucha en mi interior entre la razón y la excitación. De momento me conformaba con permanecer sentada a observar al dueño del perro a unos metros de distancia, y disfrutar de mis pensamientos.
Debió de transcurrir un tiempo en silencio observándolo, preguntándome cosas como si estaría casado, tendría hijos, cómo lo haría con su mujer, si parecía imaginativo, cariñoso, si le gustaba a lo misionero o prefería a lo perrito, si sería fogoso…, y cosas por el estilo, hasta que un mensaje sonó en mi móvil.
El característico sonido del whatssap resonó en medio de aquel parque, y por primera vez el tipo del perro miró hacia donde yo estaba advirtiendo mi presencia.
.-“Hola cariño. Qué tal estas?” ponía en la pantalla de mi móvil. Era mi marido. Alcé la vista antes de contestar para asegurarme de que el hombre me miraba. Pude comprobar que había fijado su mirada en mí mientras apuraba su cigarrillo.
.-“Estoy bien gracias” escribí en mi móvil, al tiempo que cruzaba las piernas a lo Sharon Stone en instinto básico. Siempre quise hacer lo mismo y esta vez me salió instantáneo, sin pensarlo. Después del cruce de piernas, dejaba ver gran parte de mis desnudos muslos mientras me acomodaba de nuevo en el banco. Además, fue como si el mero hecho de chatear con mi esposo me animase instintivamente a provocar al tipo del perro.
Simulé mirar la pantalla del móvil, pero lo que realmente miraba era la reacción del hombre a lo lejos mostrándole mis piernas de manera tan indecorosa. Creo que el tipo no se creía del todo lo que veía. Incluso se restregó varias veces los ojos no dando crédito a lo que yo le estaba mostrando. Seguramente pensaba que debía llevar medias color carne o algo que él no lograba divisar. Me gustó observar su reacción, me estaba excitando el hecho de exhibirme de esa manera ante ese desconocido mientras chateaba con mi esposo. La situación parecía controlada. Abrí y cerré varias veces las piernas, insinuándole a la vista mi cuidado pubis. El tipo me miraba a intervalos entre calada y calada de su cigarro, como no dando crédito a lo que veía, cosa que me excitaba aún más a mí.
Dios!!, pese al frío de la noche mi cuerpo estaba ardiendo. Hacía un rato que no sonaba el whatssap.
.-“Te hecho mucho de menos” pude leer en la pantalla. Desperté de mi ensimismamiento.
.-“Yo también te echo mucho de menos” me costó teclearle a mi esposo.
Al entretenerme en escribir un mensaje tan largo en la pantalla, no advertí que el tipo, apurando del todo su cigarrillo y pisándolo contra el suelo, comenzó a caminar en la dirección en la que yo me encontraba. Probablemente en dirección a su casa, pero pasando por mi lado, como queriendo comprobar lo que le pareció ver y no acababa de creerse. El perro lo precedía corriendo unos metros delante suyo.
Al ver aquel pedazo de perro dirigirse en mi dirección a toda prisa, no se me ocurrió otra cosa que cruzar bruscamente las piernas y tratar de cubrirme cuanto pude con la levita. Mi reacción alertó aún más al pastor alemán que corrió hasta donde yo estaba, anunciando mi presencia a su dueño con algún que otro sonoro ladrido. Seguramente reaccionó alertado por la brusquedad de mis movimientos.
El maldito perro comenzó a husmearme nada más alcanzar mi posición, creo que incluso pudo diferenciar el olor de mis fluidos corporales más íntimos. Se le veía algo excitado. Yo trataba de ocultarme agarrada con los brazos cruzados a mi levita. El perro se acercó a olerme varias veces y comenzó a jadear nervioso sacando la lengua.
.-“Calme, ne mordez pas. Est un bon chien” escuché la voz del dueño que se encontraba ahora en píe justo enfrente mío. Su mirada se clavó en mis desnudas piernas, todavía quedaba más de medio muslo sin cubrir por la levita. Yo lo miré en silencio, rezando porque cogiese el maldito chucho y se fuese de allí. Estaba paralizada presa del pánico. La situación se había tornado del todo inesperada. Nunca pensé cuando me senté en el banco, que pudiera entablar contacto con el dueño del perro.
El tipo al ver que no reaccionaba se sentó a mi lado, con su mirada fija en mis piernas desnudas. Yo sólo podía preguntarme una y otra vez en mi mente si se estaría dando cuenta de algo.
.- “Dios mío que se vaya, que se vaya” repetía como un mantra mentalmente en mi cabeza, a la vez que me impedía que pudiese pensar y reaccionar con claridad.
.-“ Est-ce que je peux vous aider? (¿Le puedo ayudar en algo?)” preguntó el tipo pensando que me ocurría algo. Yo cruzando los brazos y mirando hacia otro lado sólo pude decir…
.-“Non, merci” mi acento delató que no era francesa, además al cruzar los brazos por debajo de mis pechos en señal de rechazo, la levita se abrió a la altura de la cintura desnudando aún más si cabe mis piernas ante su atenta mirada. Tapando sólo lo justo, y destacando gran parte de mi muslo en la pierna cruzada de por encima. Antes de que pudiera cubrirme de nuevo, el tipo puso una de sus manos sobre la rodilla de mi pierna cruzada superiormente.
.-“Vous êtes très belle (eres muy hermosa)” dijo acariciándome la pierna sobre mi piel desnuda. Yo quedé paralizada sin saber cómo reaccionar. Aquello no estaba en mis planes, mientras continuaba bloqueada repitiendo una y otra vez en mi cabeza “que se vaya, por favor dios mío, que se vaya”.
.-“Oh, merci” pronuncié como una chiquilla muerta de miedo. De repente mi particular voyeur había pasado a acosarme, antes de que mi cerebro lograse asimilar el cambio de roll en el juego.
.-“ Je peux vous aider si vous ovules (Yo puedo ayudarte si quieres)” ahora lo miré como asustada a los ojos sin entender lo que quería decir.
.-“ Il peut vous donner de l’argent si vous avez besoin (Te puedo dar dinero si es lo que necesitas) “ fue entonces cuando tuve claras sus intenciones, ¡no me lo podía creer!, ¡me estaba confundiendo con una puta!.
Me quedé aún más perpleja totalmente incrédula a sus palabras. Boquiabierta, y con cara de tonta. El tipo por el contrario aprovechó mi pasividad para deslizar su mano a lo largo de mi pierna tratando de alcanzar mi zona más íntima. Por suerte pude detener su mano aprisionándola entre mis muslos.
Pero para mi desgracia, por el movimiento de mis piernas, la levita se abrió del todo a ambos lados, evidenciando que estaba desnuda, y exhibiendo mi rasurado pubis ante la atenta mirada de ese desconocido. El tipo quedó sorprendido, se le salían los ojos de sus órbitas.
Ahora fui yo quien aprovechó su pasividad para incorporarme, ponerme de pie enfrente suyo y decirle mientras me cubría con la levita lo siguiente:
.-“ Je pense qu’il a error (creo que se equivoca)” pronuncié en mi francés, a la vez que le daba la espalda airada y salía de allí corriendo en dirección a mi apartamento.
.-“Pute, chienne (puta, zorra)” pude escuchar que murmullaba el tipo al tiempo que yo me alejaba.
Corrí cuanto pude directamente a casa colorada por el bochorno que acababa de pasar, muerta de vergüenza, gracias a dios no había nadie más por la calle.
Llegué con la respiración totalmente entrecortada al portal, recuerdo que abrí la puerta echa un manojo de nervios, me temblaba todo el cuerpo y me costaba atinar con la llave en la cerradura. Una vez crucé el umbral de mi casa cerré de portazo y me apoyé de espaldas contra la puerta respirando aliviada. Dos cosas se repetían una y otra vez en mi mente, una era la palabra “pute”, y la otra la visión de la mano de aquel tipo aprisionada entre mis piernas desnudas mientras sus ojos se clavaban en mi entrepierna. No sé muy bien porqué, pero una vez a salvo, aquellos dos pensamientos repitiéndose una y otra vez en mi mente me mantenían excitadísima al máximo. Dejé caer mi levita al suelo en la misma entrada del apartamento y corrí aún con los zapatos de tacón a tumbarme sobre la cama, dispuesta a acariciarme pensando en cuanto había ocurrido. Nada más explorar mis intimidades pude advertir que estaba ya muy mojadita.
Pronto comencé a acariciarme mi pierna recordando tal y como lo hiciese ese desconocido. Quise recordar cada pequeño detalle. El tacto de su mano en mi piel, el olor a cigarrillo, su mirada profunda y penetrante clavada en mis piernas, pero sobretodo el momento en el que mi levita se abrió de par en par y mi conejito quedó desnudo ante su vista. Estaba claro que durante ese instante el tipo me penetró con la mirada.
.-“Uuuhmm” comencé a gemir a la vez que me acariciaba sin piedad mi clítoris.
Pronto introduje uno de mis dedos en mi interior. ¡¡Dios mío estaba totalmente empapada!!.
Necesitaba más, y más, y mucho más, me urgía de nuevo alcanzar el orgasmo, así que comencé a pellizcarme los pezones. Me dolían debido todavía al frío sobre mi piel, y a la vez era de lo más placentero. Me imaginaba que hubiera podido pasar de permitir que ese hombre continuase acariciándome. Me excitó fantasear con la idea de que me hubiese podido contemplar completamente desnuda en medio de aquel parque. Trataba de recordar una y otra vez el tacto de su mano en mi pierna. Una palabra resonaba en mi mente, que me repetía al mismo ritmo con el que mis propios dedos entraban y salían de mi cuerpo chapoteando:
.-“Pute, pute, puteeeehhhh” me repetí mentalmente a la vez que alcanzaba mi esperado orgasmo, y mi cuerpo se convulsionaba de placer.
Permanecí rendida sobre la cama durante un buen rato tan solo con los zapatos de tacón puestos tratando de recuperarme. Cuando pude tranquilizarme y calmar mis pensamientos, me dí una buena ducha. Al fin y al cabo al día siguiente debía madrugar para acudir al trabajo.
El día se pasó volando, anhelaba todo el rato que llegase la tarde para cometer alguna nueva locura. Era obsesivo, un pensamiento único se repetía en mi mente una y otra vez, y era la idea de pasear medio desnuda por las calles de una ciudad en la que apenas nadie me conocía.
Nada más llegar al apartamento se repitió el ritual de siempre. Llevaba todo el día esperando el momento en el que desnudarme frente al espejo, y observarme tan sólo con la levita de cuero puesta. Esta vez abrí una botella de vino para acompañar el momento. Las escenas de Jean Marie Pape se repetían en mi cabeza. Quise probarme otros abrigos.
.-“Huy no, este no, que es muy corto”, y enseguida me volvía a poner mi levita de cuero. Aprovechaba cada vez que cambiaba de abrigo para dar un largo trago a mi copa de vino.
Había logrado dar grandes pasos, me había atrevido a hacer mucho más de lo que nunca hubiera imaginado, y sin duda había sido lo más excitante en toda mi vida. Me adornaba con algún complemento, tipo pañuelos en el cuello, collares, pulseras, y cosas por el estilo, pero siempre con mis medias y las botas puestas. No sé cuánto tiempo había podido transcurrir contemplándome frente al espejo, el necesario para que terminase la botella de Burdeos.
En medio de mi alegría, me percaté de que todo comenzó por culpa del video de Jean Marie Pape, y que lo que realmente me excitó la primera vez, fué imaginarme al igual que ella medio desnuda en el metro de Paris. Fué como un deja vou en mi mente. Me senté en el viejo butacón y apuré las últimas gotas de mi botella de vino. Recordar las imágenes del video, en que la protagonista viajaba sin ropa por el metro, lograban que me excitase de manera irracional.
Supongo que sería por culpa del vino francés…
.-“Que carajo” me dije a mi misma, y sin pensarlo dos veces cogí las llaves del apartamento, las introduje en mi bolso, y salí de allí dispuesta a hacer realidad mis fantasías. Así que salí prácticamente como estaba, con las medias y las botas, en dirección a la boca del metro más cercana.
Caminé decidida, totalmente envalentonada, seguramente a causa del vino y el exceso. Apenas note frío esta vez, todo lo contrario. Me costó mucho menos de lo imaginado. Una vez en las compuertas de acceso al metro me percaté de que había salido tan deprisa de casa que no había cogido nada más que las llaves. Dentro del bolso apenas llevaba unos pañuelos de papel, un pintalabios que llevaba allí desde no sé cuánto tiempo, unos salva slip, y pocas cosas más.
Por suerte recordé que en uno de los bolsillos de la levita llevaba también un bono del metro que utilicé en los primeros días de visitas por Paris. No llevaba ni cartera ni documentación. Total, no lo necesitaba. Una vez superada la barrera, me dirigí nerviosa al andén sin fijarme muy bien en la línea que cogía.
El tren llegó enseguida, había poca gente, aún estábamos distantes del centro de la ciudad. Me fijé en las personas que estaban dentro del vagón y de cómo estaban situadas. Decidí sentarme en el asiento más cercano a las puertas de acceso. Se trataba de una fila de asientos en dirección paralela a la marcha y me situé en el asiento más pegado a la puerta, dejando el asiento de al lado libre. Al frente, en el otro lado del vagón, había otra hilera de asientos. Estos estaban ocupados por un par de matrimonios de ancianos que se notaba iban todos juntos, por lo que respiré aliviada al comprobar que estaban distraídos hablando de sus cosas entre los cuatro componentes.
Al sentarme mis piernas quedaron al descubierto peligrosamente, y decidí cruzarlas. Por unos momentos recordé la situación en el parque, no podía evitar excitarme al recordar las manos de aquel desconocido del perro manoseando mi pierna. Los pensamientos y el vino me estaban jugando una mala pasada y comenzaba a ponerme caliente. Conforme avanzábamos en paradas hacía el centro de la ciudad subía más gente al vagón. En una de ellas subió un grupo numeroso de jóvenes que ocupó la parte central. Eran adolescentes, y deduje que serían del mismo instituto por la forma de hablar, y porque prefirieron permanecer en pie y hablar entre sí todos con todos que ocupar los asientos.
En la siguiente parada subió un joven con rasgos argelinos que se sentó a mi lado. Olía a sudor. Era un olor fuerte y penetrante. Se notaba que salía de trabajar. Se sentó con las piernas abiertas y las manos apoyadas sobre sus rodillas. Apenas me dedicó una mirada. Luego se ocupó observando a las chiquillas del instituto que chillaban mientras hablaban con sus compañeros. Pero sobretodo se fijaba, en las que llevaban minifalda.
Lo cierto es que mientras permanecía sentada en el trayecto me sentía más segura de mi misma. Hubiese permanecido todo el trayecto ensimismada en mis fantasías, de no ser porque el olor a macho sudado del argelino distraía mis pensamientos. No pude evitar fijarme en el chaval y en sus peculiares rasgos como moro. Bien mirado tenía cierto atractivo. Por un momento me indignó que ni siquiera se hubiese fijado en mi, y que sólo tuviese miradas para las piernas de las jovencitas que ocupaban el pasillo central del vagón.
De vez en cuando se acomodaba el paquete bajo sus jeans mientras repasaba visualmente de arriba abajo a las chiquillas con sus minifaldas. Sus vastos modales se hacían evidentes. Incluso se relamía inconscientemente imaginando yo qué sé que perversión. Advertí como aumentaba el bulto de su entrepierna. Me dió rabia. Me fijé en su mano. Era grande y fuerte. Me pregunté si su miembro sería igual de grande. Los moritos siempre han llevado su fama. Comencé a imaginármelo mientras trataba de adivinar cómo sería su miembro entre los pliegues de su pantalón. Ese era un juego con el que siempre me gustaba distraerme.
Pero su olor. Su olor a sudor me estaba penetrando por cada uno de los poros de mi piel. Lo cierto es que comenzaba a excitarme la situación. Me imaginaba esas firmes y grandes manos del argelino recorriendo mi cuerpo. Una vez más recordé la imagen de la mano del tipo del perro acariciando mi pierna, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Recordar su tacto en mi piel….uhhhmm, pero que cachonda me ponía al imaginar y recordar que un desconocido acariciase mi pierna.
Decidí descruzar mis piernas buscando el máximo contacto con la pierna más cercana del argelino. Junte mis rodillas y dispuse mi bolso sobre mi regazo, tratando de ocultarme por si pudiera verse algo. En la maniobra, la mano del muchacho que estaba sobre su rodilla próxima a mi posición, quedó atrapada entre su pierna y la mía. Esta vez me miró como comprobando si yo era consciente del contacto que acababa de producirse, y le esquivé la mirada intencionadamente, como haciendo entender que no me daba cuenta de que su mano estaba ahí, en pleno contacto con mi media. Disimulé mirando al infinito.
El muchacho me observó de reojo y movió su dedo meñique buscando acariciar mi pierna sutilmente, como si nada. Uuuffhh!!, como me estaba poniendo.
Yo continué impertérrita mirando al infinito, fingiendo no darme cuenta de sus movimientos. Pero en mi interior trataba de grabar a fuego en mi mente el recuerdo del tacto de su mano sobre mi pierna. Me tuve que contener para no moverme al son de sus caricias, pues estaba como una moto.
El chaval comenzó a ser algo más descarado y simulando masajearse los músculos de su pierna, movió sus manos enérgicamente de abajo arriba a lo largo de su pierna, aunque lo que realmente buscó desde un principio, era el roce del torso de su mano con mi pierna.
Poco a poco sus movimientos se volvieron más suaves, hasta que fue subiendo sus manos lentamente desde su rodilla hasta alcanzar los bolsillos de sus jeans. Concentrándose al igual que yo, en el roce entre el torso de su mano en mis piernas. Una vez con su mano en el bolsillo, y a esa altura, mis medias terminaban desnudando mis muslos bajo la levita. El torso de su mano sobrepaso el límite del borde elástico de lycra entrando en contacto directo con mi piel.
Se quedó sorprendido y esta vez me miró descaradamente. El tipo sabía que era imposible que yo no me diese cuenta de nuestro roce. Yo disimulaba agarrándome con las dos manos al bolso que reposaba encima de mi regazo, y que ocultaba la maniobra del muchacho en mi pierna del resto de pasajeros. Siempre con la mirada en el infinito, sin dar importancia al contacto entre nuestros cuerpos.
El argelino no tenía intención de retirar su mano para nada, simulaba posar con su pulgar por dentro del bolsillo de su vaquero, mientras buscaba el roce de su piel con la mía. Se notaba que le gustaba lo que acariciaba en la parte alta de mis muslos, incluso buscó descaradamente el final de mis medias para cercionarse de que había sobrepasado el límite de lo decente.
Ahora me miraba fijamente. Me sentí observada, debió apreciar que mi respiración era más agitada de lo que el rostro reflejaba, además yo debía realizar verdaderos esfuerzos para no reflejar el estado de mi calentura. Esta vez buscó osadamente el contacto de su mano con la piel más fina de mis muslos. Deslizó su mano por debajo de la levita acariciándome descaradamente la piel desnuda de mis muslos. Solo pude morderme el labio inferior levemente rezando porque esa tortura tan satisfactoria terminase cuanto antes.
El chico de origen argelino debió percatarse de mi estado, y ante mi impasibilidad movió su mano por debajo de mi levita acariciándome sin pudor ni reparo. Su maniobra continuaba oculta por mi bolso al resto de pasajeros que ocupaban el vagón.
Guauuuh, me hubiese corrido allí mismo de gusto de no ser porque el tren estaba lleno de gente que no se daba ni cuenta de nuestra pequeña aventura. El chaval presionó un par de veces mi pierna entre sus dedos pulgar e índice como cerciorándose definitivamente que era imposible que no me diese cuenta, y asegurándose de que mi mirada al infinito era tan sólo una coartada frente al resto de pasajeros.
Se entretuvo jugando con el borde elástico de lycra de las medias durante un tiempo, y luego subió y bajo levemente un par de veces su mano sobre mi trozo de muslo desnudo entre el final de la media y el comienzo de lo indecente. Creo que descubrió que no llevaba ropa interior siquiera, y de que yo misma era una fuente que no paraba de chorrear. Lo miré de reojo y pude apreciar como con la otra mano se acomodaba su paquete entre la tela de sus jeans. Por fin su erección se debía a mi culpa. Me encontré como más satisfecha conmigo misma.
De repente la voz característica del metro alertó de que estábamos llegando a la parada en Strasbourg. Decidí que era el momento preciso de detener el avance del argelino en sus caricias. Yo ya tenía demasiado que recordar y con lo que fantasear.
Me incorporé súbitamente y me dirigí hacia la puerta con la intención de abandonar el vagón cuanto antes. Le costó tiempo frenar al metro. El tiempo suficiente para que el muchacho se levantase también y se situase justo detrás de mí ante la puerta. Con el frenazo final el argelino aprovechó para refrotarme su miembro por todo mi culo.
¡¡¡Dios mío!! pude notar su polla clavada entre mis cachetes, desde luego el argelino llevaba un empalme considerable, se la había puesto bien dura. Me pareció dotado de enormes proporciones mientras notaba su miembro aplastado contra mi trasero.
Las puertas se abrieron, todo el mundo salió y entró. Todo el mundo excepto yo y el muchacho argelino, de hecho hice el ademán de comenzar a caminar pero me frené en seco. Todo con la intención de que inevitablemente el muchacho argelino me envistiese por detrás y sentir como su miembro se clavaba una vez más en mi culo. Incluso puse mi culo en pompa para notarle mejor. El moro enseguida se dió cuenta de mis intenciones. Sabía perfectamente que yo era una hembra en celo en esos momentos. Ahora fue él quien permanecía quieto, y era yo la que buscaba refrotar mi culo por todo su miembro, en una actitud totalmente vergonzante para mí en otras circunstancias Su mano se agarraba por encima de nuestras cabezas a la barra del vagón rozándose con la mía, y tenía su aliento clavado en mi nuca. La gente terminó de entrar al vagón.
Ambos estábamos aprisionados entre el resto de pasajeros. Yo cerraba los ojos tratando de concentrarme en su olor a sudor y en comprobar el tamaño de su miembro con mi culo. Era yo quien le daba pequeñas nalgadas hacia tras provocándole tremendísima erección que podía sentir entre mis cachetes. Incluso el tipo se apartó levemente hacia atrás en varias ocasiones relamiéndose y regocijándose por mi estado de emputecimiento.
De repente pude notar su mano apretando con fuerza una de mis nalgas por encima de la levita. Quise voltearme pero la aglomeración de gente en el vagón me lo impedía. Tan solo pude girar la cabeza por encima del hombro para lanzarle una mirada recriminándole su osadía. Su maniobra me parecía demasiado descarada. Pero a pesar de mi enfado, el chico me devolvió una sonrisa al tiempo que me apretaba aún más mi culo con su mano.
Volví a darle la espalda, esta vez con la intención de salir en la próxima parada. Durante medio minuto estuvo tocándome el culo a su antojo mientras yo perdía la mirada por la ventanilla del tren tratando de disimular. Su mano se dirigió lenta y firmemente hasta el final de mi levita. Una vez alcanzó el extremo de mi abrigo, introdujo su mano en el interior y comenzó un ascenso rápido, acariciando la parte trasera de mis muslos, directo hasta alcanzar su único propósito: mi culo. En su maniobra mi levita subió arrugándose y desnudando mis cachetes en medio de la gente. Yo trataba de bajarla disimuladamente para que no se pudiese ver nada. Pero las caricias del morito manoseándome el culo apretujados entre la gente lo impedía. Miré a uno y otro lado, y para mi suerte la gente parecía no darse cuenta de nuestro juego. Le gustó acariciar sobretodo la zona donde terminan las piernas y comienzan las nalgas.
Me dió un tímido pellizco que me hizo daño. Dí un respingo por el dolor. De nuevo me giré para recriminarle con la mirada su acción, y de nuevo me devolvió una sonrisa impermutable en su rostro. Pude apreciar que se estaba acariciando el paquete con la otra mano. No se conformó con manosear a su antojo mi culo, quiso explorar otras zonas. Sin dejar de acariciar la piel de mi culo, deslizó su mano hacia delante queriendo alcanzar mi entrepierna. Logró deslizar su mano desde mi vientre hasta el interior de mis muslos, acariciándome de pasada por encima de mi pubis, y comprobando que no llevaba ropa interior, ni había apreciado pelo alguno en su recorrido. Creo que estaba tan encelado que tenía la clara intención de hacerme un dedo allí mismo.
Por suerte el tren llegó a su parada y las puertas se abrieron de golpe, logré aprovechar la confusión y el barullo de gente para tratar de perderlo de vista. Subí a toda prisa por las escaleras mecánicas, una vez en lo alto pude girarme y ver que trataba de seguirme, aunque el tumulto de gente se lo dificultaba.
La situación ya no me gustaba, debería saber que nuestro jueguecito había terminado, decidí perderlo en el nudo de líneas, intencionadamente volví a bajar a la misma línea y en la misma dirección en la que me había salido. Ahora no había nadie en el andén. Me dirigí lo más al fondo posible tratando de esconderme, pues había una columna al final del andén tras la que me sentí relativamente protegida.
Para mi sorpresa pude ver como al otro lado de las vías, en el andén de enfrente, bajaba por las escaleras mi acosador. Se quedó totalmente perplejo al verme del otro lado. Miró a ambos lados buscando una forma de saltar las vías, pero era imposible, no había manera. Yo respiré aliviada. Una voz avisó por los altavoces que el metro de mi andén llegaría en dos minutos. Decidí cometer una última locura, y sin dejar de mirar al muchacho de rasgos argelinos al otro lado de la vía, comencé a desabrocharme los botones de mi levita. El chico me miraba expectante. En un abrir y cerrar de ojos separé las solapas de mi levita de par en par mostrándole al muchacho mi cuerpo totalmente desnudo. Me dió tiempo de lanzarle un besito desde la palma de mi mano, mientras mi levita permanecía abierta de par en par exhibiéndole mi cuerpo. Pude comprobar cómo se acariciaba el paquete por encima del pantalón al otro lado de las vías y me hacía gestos obscenos. Luego le dediqué una peineta, y me cubrí de nuevo con la levita justo antes de que el gentío procedente de otra línea, comenzase a llegar al final del andén y sobrepasar el espacio tras la columna que me ocultaba.
Enseguida llegó mi metro. Bajé en la próxima parada y repasé la combinación de líneas que tenía para regresar a mi apartamento. Podía volver sin tener que pasar de nuevo por la estación anterior, lo malo es que la ruta alternativa era por otra línea que me dejaba relativamente distante de mi apartamento. Preferí esta segunda opción de retornar dando un paseo andando, que volver a pasar por dónde había venido, y enfrentarme a tener que topar de nuevo con el muchacho argelino. Así que poco a poco las paradas y los intercambios de línea se fueron sucediendo.
Siempre miraba a uno y otro lado temerosa de que el argelino hubiera podido seguirme. Tenía un no sé qué metido en el cuerpo que me hacía presagiar que el muchacho no se habría dado por vencido tan fácilmente. De esta forma, parada a parada, el tiempo se me pasó volando. Por suerte, conforme me alejaba del centro de la ciudad, el número de gente en el interior de los vagones era menor, y por algún extraño motivo me sentía más segura.
Al fin alcancé la parada objeto de mi destino. Respiré aliviada mientras subía las escaleras del metro. Me volteé en una última mirada para asegurarme de que definitivamente nadie me seguía. Gracias a dios que me giré guiada por mi sexto sentido, o por mi instinto de mujer. El caso es que pude divisar a lo lejos como mi perseguidor saltaba los controles de acceso con una agilidad espantosa y corría en mi dirección.
.-“Oh!!!, nooOOO!!!, mier…, no puede ser cierto” pensé al tiempo que corría hacia la calle.
Nada más salir despavorida de la boca del metro, me llamó la atención una jovencita que se encontraba abandonando un taxi en medio de la calle. Pensé que podía ser mi salvación, y antes de que la chiquilla cerrase la puerta del coche me introduje en el interior del vehículo, cerrando desesperadamente tras ocupar el asiento trasero y dando un portazo. Mi maniobra sorprendió al conductor, que me miró extrañado por el retrovisor mientras trataba de contar y ordenar los cambios que le había dado su clienta anterior. Me desesperó su lentitud. Luego me preguntó en un riguroso francés a dónde íbamos.
.-“Rapide, a Avenue a Saint Fiacre, de Saint Germain en Laye, s’il vous plait” dije nada más subir al taxi. Y nada más pronunciar la dirección de mi apartamento, giré la cabeza para mirar por la ventanilla y comprobar cómo el muchacho argelino lograba alcanzar el vehículo. Justo en el momento en el que el taxi se puso en marcha, mi perseguidor golpeó un par de veces contra el cristal de mi ventanilla mientras gritaba:
.-“Salope, salope” (puta, puta) dijo un par de veces antes de que el taxi se alejase definitivamente.
.-“ Est quelque chose de mal? (¿Ocurre algo?)” preguntó el chófer al tiempo que me miraba de nuevo a través del retrovisor.
.-“ Non, je ne sais pas si vous pouvez aller à cet homme.( No, no sé que le podía pasar a ese hombre.)” mi pronunciación no fué nada correcta dado mi estado de nerviosismo por la situación, lo que provocó una mueca de desaprobación en el rostro del conductor.
El taxista frunció el ceño mientras me observaba detenidamente por el retrovisor. Probablemente pensó que le estaba mintiendo. Lo que estaba claro es que me estaba juzgando. Seguramente mi acento de extranjera, y mis explicaciones con tono jadeante de la carrerita, no debieron convencerlo. Era evidente que me miraba todo el rato por el retrovisor mientras trataba de adivinar de dónde provenía, y a qué venía todo ese jaleo.
.-“ Ne soyez pas l’espagnol?? (¿No será usted española?)” preguntó el taxista a través del espejo.
.-“Ouais, pourquoi ne demandez-vous?( Sí, ¿por qué lo pregunta?)” dije cruzando nuestras miradas a través del retrovisor.
Por su cara y sus gestos manifestó claramente que no le agradaba en absoluto la situación.
.-“ Je parle un peu de leur langue (Yo hablo un poco su idioma)” dijo captando mi atención.
.-“Me alegro mucho. ¿Cómo lo aprendió?” le pregunté en español pensando que quería practicar el idioma.
.-“Estuve un tiempo trabajando en la España” dijo con su peculiar acento francés. Yo lo miré preguntándome que podía haber sucedido.
.-“Incluso me casé” dijo en un tono ciertamente desconcertante para mí. No sabía si estaba enfadado por algo o simplemente es que era así. El caso es que me llamaron la atención sus palabras.
.-“¿Qué paso?” le pregunté movida por la curiosidad.
.-“Un día regresé antes a casa del trabajo porque me encontraba mal, y al regresar sorprendí a mi mujer en la cama con otro” pronunció con su particular entonación, y mirándome muy serio por el retrovisor.
.-“Ohps, lo siento” pronuncié con cierta lástima por mi parte.
Yo no supe que decir. Sin duda entendía su malestar y prejuicio para conmigo. Opté por guardar silencio y mirar a mi alrededor. Pude fijarme entonces en los detalles del taxi y su conductor.
El chófer se trataba de un señor mayor, a punto de jubilarse diría yo, entorno a los sesenta y tantos años de edad. Tenía algo de calva en su coronilla, el pelo canoso a los lados, las cejas pobladas, y muchas arrugas en su rostro. Su barriga era prominente, se notaba que pasaba muchas horas en el taxi. El vehículo estaba tan desordenado como el aspecto de su dueño. Olía a una mezcla entre tabaco y polvo. No pude ver ningún ambientador por ninguna parte. Desde luego, no me extrañó que su ex mujer lo dejase por otro más ordenado y limpio. Cautivo mi atención el palillo que mordisqueaba entre sus amarillentos dientes. Era todo una malabarista, su visión moviéndolo a un lado y a otro de su boca llegó a ser algo hipnótica para mí. Traté de desviar mi atención y tratar de fijarme en otros puntos. Estuve un rato mirando por la ventanilla, en silencio, sin decir nada.
Hasta un momento en el que no sé porqué me fijé en sus manos. Seguramente me llamaron la atención en algún cambio de marcha. Eran unas manos fuertes, grandes y algo callosas, justo como a mí me gustan. Tal vez porque estábamos llegando a casa y me sentía más tranquila conmigo misma, comencé a imaginarme esas manos acariciando mis piernas. Y es que mi loca cabecita no tiene remedio, ya estaba fantaseando otra vez. Si ese malhumorado y despechado hombretón supiese que voy desnuda bajo mi levita, seguramente se abalanzaría a devorarme.
Por un momento imaginé la posibilidad de que sus dedazos recorriesen mis piernas. Los dedos de sus manos eran tan regordetes como su cuerpo. Se veían unas manos fuertes y peludas. Uhfff, me estaba poniendo otra vez como una moto, creo que lo que necesitaba era llegar a mi apartamento y aliviar mi tensión acumulada de una vez por todas.
Durante mis pensamientos tuve que cruzar y descruzar un par de veces mis piernas presa de mi calentura, y claro está, el conductor no se perdió detalle alguno vigilante siempre a mis movimientos. La última vez que cruzamos nuestras miradas por el espejo retrovisor lo sorprendí tratando de apreciar algún detalle más allá de mis piernas. Así que volví a perder mi vista por la ventanilla.
A través del cristal se sucedieron las calles y luces de la ciudad, reconocí la salida de la periférica del centro de Paris por Le Port Marly, y contemplé cómo subía la cuesta que rodeaba el Château de Monte Cristo. Me alegré porque estábamos llegando a nuestro destino.
.-“ Quel numéro je pars, mademoiselle?( ¿En qué número la dejo, señorita?)” el taxista interrumpió el silencio reinante entre ambos . A mí me pilló distraída en mis pensamientos y algo sorprendida.
.-“ Oh, es junto a la Rue de la Justice” Respondí en una mezcla entre español y francés. Un nuevo carraspeo de desaprobación se escuchó de la garganta del conductor. Traté de desviar la mirada del espejo intimidada una vez más por su repaso visual.
Enseguida llegamos a nuestro destino. El taxista detuvo el vehículo antes de que le hiciese ninguna indicación. Se ladeó en una zona de grava bajo unos árboles, se trataba de un espacio reservado para los contenedores de basura de los vecinos. Era la única zona dónde podía detener el coche sin entorpecer la circulación a otros vehículos en medio de la calzada.
.-“ Nous sommes venus (Hemos llegado)” dijo al tiempo que paraba el contador dando por finalizada la carrera y me observaba de nuevo a través del retrovisor.
En esos momentos recordé que había salido sin efectivo de casa, y traté de encontrar las palabras adecuadas con las que explicarle a ese hombre que debía esperar mientras subía a casa por dinero.
.-“ Ils sont cinquante-cinq ans avec trente-sept cents (Son 55 euros con 37 céntimos)” indicó señalando el contador con nerviosismo dada mi pasividad, y observando atentamente mi reacción.
Supe por su gesticulación que había algo por lo que ansiaba cobrar con prisa. Sentí desilusionarlo, y traté de contrarrestarlo siendo muy amable con él.
.-“Je crains que je n’ai pas assez d’argent. Je vous prie de bien vouloir attendre pour moi de venir jusqu’à mon appartement et le dos de l’argent. ( Me temo que no llevo el dinero suficiente encima. Le ruego que sea tan amable de esperarme a que suba a mi apartamento y regrese con el efectivo)” dije al tiempo que trataba de salir del vehículo.
Pero el sonido del cierre centralizado impidió que pudiese ni tan siquiera abrir la puerta.
.-“¿Qué ocurre?” pregunté algo sorprendida al verme de repente con las puertas bloqueadas y sin poder bajar del coche.
.-“ Ainsi personne ne bouge jusqu’à ce que j’ai payé pour le voyage. (De aquí no se mueve nadie hasta que me hayas pagado el viaje)” dijo el taxista algo malhumorado alzando el cuello para mirarme a través del retrovisor.
.-“Ya se lo he dicho, no llevo dinero encima” dije algo nerviosa por su comportamiento.
.-“ Malédiction, est la troisième course, je ne fais pas cette semaine (Maldición, es la tercera carrera que no me pagan en esta semana)” murmuró enfadado maldiciendo su mala suerte, y me miró nuevamente por el retrovisor con cara de pocos amigos. Tras observarme detenidamente por unos instantes dijo:
.-“Está bien, sube a tu casa por mi dinero, pero déjame esa levita de cuero que llevas en prenda para asegurarme de que regresas, seguro que cuesta algo más de lo que me debes” dijo sin apartar la mirada ni un segundo del retrovisor.
Pudo comprobar que me ponía nerviosa tras escuchar sus palabras. Yo no encontraba los argumentos con que explicarle toda aquella locura. Mi demora en cumplir la petición, lograron poner aún más nervioso al taxista.
.-“¿Qué ocurre?” preguntó alzando la voz.
Yo continuaba callada sin saber por dónde comenzar a exponerle la situación, lo único que tenía claro es que no podía dejarle mi levita como señal, me quedaría totalmente desnuda.
.-“No tienes ninguna intención de pagarme, ¿eh?” dijo al tiempo que se agachaba a coger no sé que de debajo de su asiento con gestos algo intimidatorios para mí.
.-“No, no es eso, el caso es que yo…” no encontraba la forma de explicárselo.
.-“Vamos, dime” ordenó el abuelo quitándose el palillo de su boca.
.-“No puedo prestarle mi levita porque debajo no llevo nada de ropa” pronuncié avergonzada con la cabeza baja y la mirada perdida en la moqueta del suelo del coche.
.-“¿Cómo?” preguntó incrédulo el taxista. Yo no sabía qué más podía decir, ni qué tipo de explicaciones podía darle a aquel hombre que me observaba atónito al otro lado del retrovisor.
.-“Por favor, déjeme subir a casa por dinero y regreso enseguida, se lo prometo” le dije esta vez en tono suplicante, totalmente desesperada.
.-“Es la excusa más ridícula que he escuchado nunca, si no me pagas llamaré a la gendarmería” pronunció al tiempo que estiraba la mano para alcanzar la emisora de radio.
.-“No por favor, no haga eso, es verdad, ¡¡se lo juro!!” dije esta vez totalmente desesperada y prácticamente entre sollozos. El tipo me miró incisivamente de nuevo a través del espejo retrovisor.
.- “Demuéstrame que es verdad lo que dices” dijo expectante a mi reacción alzando la cabeza para verme mejor a través del espejo.
Sentí rabia al escuchar sus palabras. Estaba claro que aquel tipo no me iba a dejar marchar. Por alguna razón que no lograba entender se mostraba totalmente desconfiado de que regresase con su dinero. No daba la impresión de que se creyese ninguna de mis palabras, y de creérselas, estaba claro que tenía la intención de aprovecharse.
Llegados a ese punto supongo que no tenía otra alternativa para convencerlo que mostrarle mi desnudez. Dudé. Por supuesto que dudé, y mucho. Dudaba si debía hacerlo o no.
Pensaba en si podía haber otra salida, otra solución, pero si la había, yo no la encontraba. Aquel señor mayor, calvo, gordinflón, y dejado, se estaba aprovechando. Pero… ¿cómo podía salir del lio en el que me había metido?.
Quise pensar que si me atrevía de algún modo a mostrarle mis pechos, se daría cuenta de que le decía la verdad y me dejaría subir a casa a por el maldito dinero. Era la única esperanza que tenía. Ese pensamiento era mi único consuelo. Me aferré a esa idea para armarme de valor y plantearme seriamente la posibilidad de mostrarle mi cuerpo.
Resoplé. Me atreví a mirarlo desafiante a través del espejo retrovisor, al mismo tiempo que comenzaba a desabrocharme los botones de mi levita por la parte superior. Desde luego que me veía capaz de salir airosa de esa situación, y acepté el desafío.
A partir de ese momento, fue como si el tiempo transcurriese a cámara lenta. Nuestras miradas se cruzaban por el retrovisor en un duelo entre mi orgullo y su deseo. Tuve que contemplar como el tipo se mojaba expectante los labios con la lengua. Las manos me temblaban, entorpeciendo mis movimientos y retrasando el momento. De alguna forma alentaba la expectación del taxista que comenzaba a creerse su suerte.
Una vez desabotoné los cuatro botones superiores de mi levita, retiré las solapas y le mostré mis pechos desnudos ante su atenta mirada. Sus ojos se abrieron como platos y la boca se le abrió cayéndosele la baba de la sorpresa. Casi se le sale la dentadura postiza.
.-“Vé, ya se lo dije, no llevo nada de ropa debajo”, dije al tiempo que me cubría de nuevo los pechos avergonzada ante su atenta mirada.
Un silencio se hizo dentro del coche…
.-“Joder, es verdad” musitó el anciano sorprendido.
.-“Por favor, abra el coche, déjeme marchar” le supliqué mientras trataba de abotonarme de nuevo la levita.
.-“No te cubras aún, quiero verlos otra vez” ordenó haciendo caso omiso a mis súplicas.
.-“No por favor, no me pida eso, me da mucha vergüenza, le prometo que regresaré con su dinero” dije tratando de convencerlo.
.-“Vamos mujer, no seas así. Si ya los he visto, ¿por qué no me los enseñas otra vez?” dijo poniendo carita de niño bueno ansioso porque accediese de nuevo a su petición.
.-“No por favor” le repetí al tiempo que comprobaba que me encontraba encerrada en el coche, tratando de abrir repetidas veces la manivela de la puerta.
.-“Vamos, sólo un poquito más. Hace tiempo que no veo unos pechos así. Sabes…, me han parecido muy bonitos. Venga mujer, una vez más y te dejo salir” dijo el taxista tratando de mostrar confianza entre ambos.
Dejé de tratar de abrir inútilmente la puerta del coche y me detuve a mirarlo sopesando sus últimas palabras. De nuevo un duelo de miradas a través del retrovisor. No sé porqué lo hice, sabía que no estaba siendo sincero conmigo y que trataba de engañarme, pero en cierto modo me dio lástima.
.-“¿Luego me dejará marchar?” le pregunté a pesar de que temía que me mintiese en su respuesta.
.-“Pues claro mujer” dijo tratando de aparentar ser un honorable ancianito.
Yo procedí a tirar de nuevo de las solapas de mi levita hacia los lados, mostrándole mis pechos por segunda vez. De nuevo bajé la mirada al suelo, y conté mentalmente el tiempo que transcurría tratando de no pensar en otra cosa para pasar de forma tan absurda el mal rato.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve… pero el tipo no decía nada.
Doce, trece, catorce, quince… ¿hasta cuando pretendía que estuviese así?, me preguntaba inquieta sin apartar la mirada de la moqueta del suelo.
.-“¿Dijiste antes que no llevabas nada de ropa debajo?” interrumpió el anciano el silencio entre ambos.
.-“¿Cómo?” le pregunté sorprendida por sus palabras alzando la vista para retarlo de nuevo con la mirada a través del retrovisor. Quise pensar que mi fulminante mirada sería lo suficientemente disuasoria, como para que no se atreviese a proponerme ninguna barbaridad.
.-“Quiero saber a qué te referías con eso de nada de ropa debajo” dijo ahora algo más claro y en tono desafiante, para que lo entendiese bien.
.-“No me lo puedo creer, ¿qué es lo que quiere saber?” gesticulé exagerando mis movimientos malhumorada por sus intenciones.
.-“Pues no sé…”, dijo ahora algo titubeante “¿me preguntaba por el tipo de braguitas que podías llevar puestas, por ejemplo” dijo con ganas por salirse con la suya.
Yo lo miré airada. No daba crédito a lo que me estaba proponiendo, el tío quería verme desnuda. Seguramente estaba excitado tan sólo de ver mis pechos y quería más. Por un momento me auto culpé al pensar que mis cruces de piernas durante el trayecto alentaron su curiosidad.
.-“No llevo bragas” solté por mi boca sin pensarlo dos veces presa de mi mal humor.
.-“ Oh, mon dieu!” musitó el ancianito, “no me lo creo” dijo esta vez en español con su peculiar acento francés.
Ahora era yo quien lo miraba alucinada, negando a un lado y a otro con la cabeza, y tratando de resignarme al hecho de que aquel viejo gordinflón, no me dejaría salir de su taxi hasta que le mostrase mi cuerpo desnudo.
.-“Vamos mujer, alegra la noche a este viejo taxista” trató de convencerme otra vez, poniendo carita de niño bueno.
.-“Si lo hago, …,¿me dejará marchar?” le pregunté tratando de creer que esta vez sí decía la verdad y se quedaría conforme definitivamente.
El asintió con la cabeza un par de veces.
Desde luego, debía hacer algo para salir de allí, y por más que trataba de encontrar una salida, no se me ocurría otra forma que no fuese cumplir con sus malditos deseos.
.-“Vamos Sara” pensé, “lo que tengas que hacer hazlo rápido. Total es un anciano, ¿no lo ves?, ¿qué puede pasar?” pensaba para mis adentros, y comencé a desabotonarme la levita por completo.
No pude evitar fijar de nuevo la mirada en el suelo, mientras abría mi levita de par en par en el asiento trasero, para que ese desconocido conductor pudiese contemplarme completamente desnuda. Incluso me incorporé del asiento levantándome levemente para retirar mi levita y arrugarla a mi espalda.
Una vez expuesta a sus miradas, casi por acto reflejo me tapé mi depilado pubis con las manos, mientras juntaba mis rodillas todo lo que podía muerta de vergüenza. Un calor sofocante en mi cuerpo hizo que mi cara comenzase a enrojecerse.
.-“Caray, era verdad, vas desnuda” dijo el taxista al tiempo que comenzaba a acariciarse disimuladamente por encima del pantalón mientras me miraba por el retrovisor.
Yo permanecía inmóvil muerta de vergüenza. Lo que estaba sucediendo no entraba en mis planes, ni tan siquiera hubiera imaginado nada por el estilo. Durante esos momentos, alzaba mi vista el tiempo justo para verificar como aumentaba el bulto de su pantalón, y luego volvía a fijar mi mirada en la moqueta del suelo del coche. Dios mío aquello era…, no sabía que pensar.
Por una parte me parecía repugnante que aquel anciano se estuviese acariciando sus partes mientras me observaba desnuda, aunque fuese por encima del pantalón. Y por otra parte….tenía que reconocer que había algo de morbo en todo eso. No quería admitirlo. No quería ni pensar en la idea de que la situación pudiera agradarme lo más mínimo, aunque…, aunque mi cuerpo reaccionara de forma distinta a mis pensamientos.
Aquello era repugnante y ya está. No sé cuánto tiempo transcurriría, me pareció una eternidad, hasta que escuché al abuelo decir:
.-“¿Porqué no abres un poquito más las piernas para que pueda verte mejor?” dijo al tiempo que se volteaba sobre su asiento, y trataba de separar mis rodillas con sus manos, a través del reposabrazos que separa los asientos delanteros. Lo intentaba pero yo me resistía.
.-“No por favor se lo ruego, me da mucha vergüenza. Ya es suficiente, por favor déjeme marchar” le supliqué mientras apartaba su mano de mis piernas, y juntaba con toda la fuerza con la que podía mis rodillas.
.-“Vamos mujer, si ya te he visto que vas desnuda, tan sólo quiero verte mejor y lo dejamos” dijo tratando de separar de nuevo mis rodillas con sus manos por el hueco de entre los asientos delanteros. El pequeño forcejeo que nos traíamos entre manos no me agradaba en absoluto.
.-“Esta bien” le dije “pero a condición de que no me toque” le propuse tratando de evitar el contacto de sus manos. El tipo detuvo su maniobra y acomodándose de nuevo sobre su asiento dijo:
.-“Très bien” pronunció al tiempo que reajustaba el espejo retrovisor para verme mejor las piernas y mi zona más íntima.
Yo separé mis piernas, obedeciendo a su petición. Tampoco mucho. Pero lo que sí es que mi rasurado pubis quedó suficientemente expuesto ante sus miradas lascivas. Continuaba muerta de vergüenza, por lo que inevitablemente cerré los ojos tratando de ausentarme mentalmente de aquella situación tan embarazosa. Lo último que pude ver del taxista era como se relamía los labios con su asquerosa lengua, mientras se acariciaba su miembro con total descaro. Era como si mi recato aún lo excitase más. Mientras tenía los ojos cerrados solo podía pensar en dos cosas, que aquel tipo se estaba acariciando su miembro mientras me observaba por el retrovisor, y en que todo eso acabase cuanto antes.
.-“¿Por qué no te acaricias los pechos un poco para mí?” propuso como si fuese la cosa más natural del mundo. De nuevo lo miré airada por su osadía.
“¡Acaso no tenía suficiente con verme desnuda!” pensé para mi, “¿Acaso pretende que le dé un espectáculo?”,me preguntaba yo misma.
Opté por no llevarle la contraria, ni hacer ninguna pregunta. Me concentré en la forma de conseguir que todo eso terminase de una maldita vez. Así que torpemente, me pasé las manos por encima de mis pechos. Más con la intención de cubrirme, que de montarle un espectáculo al viejo baboso. Trataba de evadirme cerrando los ojos con fuerza, tratando de pasar como fuese el bochorno y la vergüenza a la que estaba siendo sometida.
De repente pude escuchar cómo se abría la puerta del conductor y se cerraba en tan solo un instante, prácticamente a la vez que se abría la puerta de mi izquierda y se acomodaba el taxista a mi lado en el asiento trasero. Yo lo miré aterrorizada.
.-“¿Pero qué hace?” le espeté indignada por su maniobra cubriéndome el cuerpo con mis propias manos.
.-“Sssscht” el taxista me hizo gestos para que no me alarmase y me tranquilizase.
.-“Tan solo quería verte más de cerca” dijo sin darme ninguna otra opción, “por qué no continuas, lo estabas haciendo muy bien” pronunció mientras terminaba de acomodarse a mi lado.
.-“Yoooo…, estooo, creo que deberíamos dejarlo. Debería subir por su dinero.” dije temerosa por su presencia a mi lado.
.-“Olvídate del dinero, yo estaba pensando en otra forma de solucionar esto ahora” dijo haciendo caso omiso a mis palabras, y posando su mano en mi rodilla.
Yo me quedé paralizada al notar el contacto de su mano en mi pierna. Era tal y como había imaginado en tantas ocasiones en los últimos días. En mis fantasías visionaba continuamente la imagen de unas manos grandes, fuertes, y callosas recorriendo mis suaves piernas. En esos momentos temí porque mi cuerpo se descontrolase. Mi respiración comenzó a agitarse notablemente. Mis pechos subían y bajaban al mismo ritmo con el que el aire penetraba en mi cuerpo. Y lo peor es que cada vez necesitaba tomar más y más aire, por lo que el movimiento de mis pechos comenzó a ser más que evidente. El tipo se dio perfectamente cuenta de mi reacción. Una sonrisa saboreando su particular victoria se dibujó en su cara.
Yo permanecí impertérrita a sus caricias. El viejo taxista observándome se atrevió a subir su mano acariciando mi pierna, aventurándose a comprobar la suavidad de mis muslos.
.-“¿Era verdad, no?, lo que dijo ese chaval al subirte al coche, ¿era verdad?” preguntó al tiempo que me miraba a los ojos.
Yo tuve que apartar mi mirada de su mano deslizándose por mi pierna para contestarle mirándolo a la cara.
.-“¿El qué?”pregunté como una tonta sin saber a qué se refería.
.-“¿Era cierto, verdad?, ¿eres una puta?” preguntó mirándome a los ojos mientras su mano trataba de alcanzar lo indecente. Tuve que aprisionar su mano entre mis muslos para detener su avance.
.-“¡Noooh!” exclamé sorprendida por sus conclusiones mientras la palabra “puta” resonaba desde su boca en mi mente una y otra vez.
.-“Vamos, no trates de engañarme” dijo el anciano ahora con cierto tono paternalista, “¿cuánto le cobraste al morito?” preguntó haciendo referencia al muchacho que golpeó los cristales del taxi.
.-“Yooo, no…, no….no es lo que cree” trataba de encontrar la manera de convencerlo de lo contrario, pero tan solo lograba titubear.
.-“¡Vé!, soy una mujer casada” dije alzando mi mano entre ambos para mostrarle la alianza que relucía sobre mi dedo anular de la mano izquierda.
El hombre se quedó pensativo mirando por unos instantes mi anillo de compromiso que brillaba entre mis dedos. Aquello no le había encajado. Me alegré al suponer que podría hacerlo entrar en razón.
Pero para mi sorpresa el viejo cogió mi mano con la suya y la guió hasta posarla sobre su regazo, a la altura de su miembro por encima del pantalón.
.-“Mira como me tienes” pronunció el muy cerdo.
Yo retiré mi mano nada más notar el contacto, haciendo evidente mi repulsa por lo que acaba de hacer.
.-“Oiga yo no…” dije tratando de recuperar el roll de una mujer decentemente casada.
Pero el viejo, sin ningún tipo de reparo mientras yo trataba de excusarme, se incorporó un poco sobre el asiento trasero a mi lado, y procedió a bajarse la cremallera del pantalón. Rebuscó con su mano entre su ropa interior hasta extraer su miembro, que lució orgulloso para mi total sorpresa.
.-“¿Por qué no la acaricias un poco?” dijo sacudiéndose su miembro ante mi incrédula mirada por lo que acababa de hacer.
.-“¡Pero que hace, guarde eso!, se confunde, ¡ya se lo dije!, soy una mujer casada” dije haciéndome la recatada sin dejar de mirar estupefacta como el anciano se meneaba su verga ante mis ojos.
Pude fijarme bien. Mostró un miembro semiflácido, rodeado de un pelo blanquecino descuidado. Pero sobretodo un olor nauseabundo que enseguida inundó todo el aire del coche. Para mí era algo totalmente esperpéntico, y sin embargo por alguna extraña razón no podía evitar fijarme en su miembro.
.-“¿Te gusta, eh?” dijo acompañando mis ojos al tiempo que se la sacudía nuevamente ante mi atenta mirada. Esta vez lo observaba como hipnotizada. Estaba totalmente desconcertada por lo que estaba pasando.
.-“Vamos, no irás a decirme ahora que no quieres trabajar para mí” dijo sin hacer ningún tipo de caso a mis explicaciones, al tiempo que acariciaba de nuevo mi pierna a la altura de la rodilla.
Me dio reparo al pensar que la misma mano con la que se había sacudido hacía unos instantes su sucia polla, me estaba acariciando ahora mi pierna. Aunque por otra parte…, por otra parte debía reconocer que llevaba fantaseando con algo como eso desde hacía unos días.
.-“Estoooh…, es que se confunde señor, yo no soy una cualquiera” dije al tiempo que trataba de apartarle su sucia mano de mi pierna y fingir de nuevo mi papel de esposa recatada.
.-“Ya, eso lo dicen todas para subir el precio” dijo haciendo caso omiso a mis palabras y avanzando en las caricias de su mano por mis piernas.
.-“¡Es usted un pervertido!” le dije ofendida por sus palabras y tratando de arrearle un bofetón. Pero el anciano estuvo más rápido que yo esta vez, y reteniendo mi mano por la muñeca, la guió de nuevo hasta su miembro, obligándome ahora por la fuerza a tener que rozarla con mi propia mano.
.-“Mira preciosa, tú me haces un servicio y yo me olvido de la carrera, ¿qué te parece?” dijo reteniendo mi mano por la fuerza, mientras me obligaba a acariciarlo sin remedio. Por una parte me hacía verdadero daño, y de otra no podía apartar mi mirada de su miembro.
En esas condiciones era incapaz de pensar con claridad. Si hay algo que temo, es el dolor. Así que absurdamente pensé que si lograba que se corriese de una maldita vez, todo aquello habría terminado.
Pensé que después de todo, la situación no parecía tan mala. Dadas las circunstancias, si se conformaba con una simple paja, me daba por satisfecha, habría salido más o menos triunfante de la situación. Así que no me quedó más remedio que rodear su polla con mis dedos y comenzar a meneársela.
Era la primera vez en mucho tiempo que acariciaba otra polla que no fuese la de mi marido. Me pareció algo más gorda, y eso que todavía estaba algo flácida. Estaba bien descapullada, con un prepucio algo más recio que el resto del tronco. Al contacto de mi mano pude apreciar como su polla daba un respingo y comenzaba a bombear sangre entre sacudidas.
.-“Tienes las manos frías” dijo en viejote al tiempo que guiaba mi mano rodeándola con la suya en sus movimientos de arriba y abajo a lo largo de su miembro, marcándome el ritmo.
Yo no sabía qué hacer, el anciano llevaba toda la iniciativa. Me cubrí los pechos tímidamente, mientras juntaba mis rodillas de nuevo. Sólo pensaba en que todo eso terminase, tratando de ganar tiempo.
.-“Déjame que te acaricie un poquito” pronunció el anciano al percatarse de mi pudor mientras su mano se posaba en mi pierna de nuevo, y se deslizaba por mi muslo desde mi rodilla hasta mi zona más íntima.
Logró separar mis piernas de nuevo. No ofrecí resistencia y las deje abiertas a su antojo, obedecía como una tonta a sus indicaciones, rezando por qué sucediese algo que terminase con esa locura.
Lo único que pensaba es que tenía que ganar tiempo. Debía ganar tiempo y hacer que terminase cuanto antes.
“¿Qué puedo hacer?, ¿qué es lo que puedo hacer?” me repetía una y otra vez mientras dejaba que aquel desconocido, viejo y dejado me manosease.
En medio de mis pensamientos y sus caricias no podía evitar fijarme en sus atributos. Desde luego el abuelete estaba bastante bien dotado, y eso que su polla todavía no estaba del todo dura, se encontraba en un estado de semierección pese a mis caricias. Me llamó la atención la abundante mata de pelo que la rodeaba, era de color gris, todo canas. Nunca había visto una polla así de canosa. Pero sin duda, lo que más me llamó la atención fue el tamaño de sus pelotas. Cada una sería del volumen de mis puños. Eran enormes. Era como si con el paso del tiempo los atributos de ese hombre hubieran continuado creciendo mientras el resto de su cuerpo menguaba.
Durante un buen rato de tiempo, me quedé ensimismada contemplando como su miembro crecía entre los dedos de mi mano, alcanzando lentamente un tamaño más que considerable. El taxista liberó mi mano de su opresión por primera vez en todo el rato, y procedió a retirarme el pelo de la cara para acariciar mi rostro.
Yo alternaba entre mirarlo a los ojos, y contemplar incrédula como pajeaba con mis manos a ese desconocido. No podía creérmelo ni yo misma. ¡Le estaba haciendo una paja a un desconocido!, y lo peor es que no me estaba resultando tan desagradable como había pensado. El por su parte tenía sus ojos clavados en los míos y su mano recorría mi cuerpo.
Sopesó el tamaño de mis pechos varias veces, apretujó entre su mano uno de ellos, y me pellizcó en el otro. Mis muecas de dolor y repulsa fueron de su agrado. Así que volvió a estrujarlos y amasarlos como si fuesen pan, siempre atento a mis gestos de sumisión. De alguna forma le hice evidente que me gustaba que me tocasen de esa manera tan tosca, y el muy cerdo trató de aprovecharse cuanto pudo. Todo esto sin dejar de masturbarlo por mi parte.
Cuando se cansó de sobarme los pechos deslizó su mano por mi vientre hasta alcanzar mi zona más íntima. Me acariciaba de una pierna a otra pasando siempre su mano con la palma bien abierta por todo mi pubis rasurado, haciéndome indicaciones para que abriese bien las piernas. Sin duda le llamó la atención la suavidad de esa zona al no haber ningún pelo.
Yo lo miraba totalmente sometida a sus caricias. Por mi boca entreabierta se escapaban tímidos gemidos, y mis caderas se movían en pequeños círculos acompasando las caricias del viejo taxista, haciendo evidente mi grado de excitación. Mis movimientos de sube y baja a lo largo de su polla ya no eran acompasados, eran torpes y carecían de sincronización, era como si no tuviera fuerzas para masturbarlo mientras me derretía por dentro.
Se detuvo por un momento a juguetear con sus dedos y los pliegues de mis labios vaginales. Se regocijó comprobando el calor que desprendía mi cuerpo en esa zona. Se dedicó a abrir y cerrar mis labios mayores con sus dedos, mientras la yema de otro de ellos trataba de abrirse camino entre ellos. Me restregaba frenéticamente la palma de su mano de un lado a otro, repitiendo varias veces las mismas maniobras. Hasta que…
.-“Uuuuhm” gemí al notar cómo me penetraba el viejecito con uno de sus rechonchos dedos.
Cerré los ojos abandonada a sus caricias, y dejé de masturbarlo. En esos momentos estaba totalmente abandonada a que ese viejecito aliviase con sus caricias mi urgente necesidad.
El tipo se entretuvo en sacar y meter un par de veces su dedo en mi interior, observando mis demostraciones de placer y comprobando que me encontraba sumisa a sus caricias.
Dejó de masturbarme para besarme en la boca. Aquello sí que no me lo esperaba. Me pilló por sorpresa. Me cogió por el cuello, aprisionando mi garganta, mientras su lengua exploraba cada rincón de mi boca. Era inútil resistirme. Me ahogaba. Yo trataba de separar con mis dos manos y todas mis fuerzas, su mano que oprimía mi garganta.
Cuando al fin dejó de besarme, sin mediar palabra, me agarró esta vez del cuello por la nuca, y me obligó a reclinarme hasta que mi cara quedó a la altura de su entrepierna. De repente todo se tornó algo violento.
Yo intentaba resistirme y tratar de recuperar mi posición, trataba sentarme de nuevo correctamente, pero me era imposible. El taxista era bastante más fuerte que yo.
.-“ Venez me sucer la bite. (Vamos chúpamela)” repitió al tiempo que aumentaba su fuerza en mi nuca, y me forzaba a que mi cara se restregase por toda su polla.
Su olor, su olor me penetraba por cada poro de mi cuerpo sin dejarme pensar. Era una mezcla de orina y sudor reconcentrado. Al principio me pareció nauseabundo. Yo me resistía como podía a sus intenciones. Cerraba mis labios con fuerza, mientras el anciano me obligaba a restregar mi cara por todo su miembro. Mis labios se cerraban tratando de impedir lo inevitable. El por su parte me aprisionaba contra su regazo. Prácticamente me ahogaba contra su bragueta.
.-“mmmmmmhh” era el sonido que se escuchaba mientras sellaba mis labios con todas mis fuerzas. Me faltaba el aire.
El viejo, hizo todavía más fuerza con las dos manos obligándome a hundir completamente mi rostro entre sus piernas, sin hacer ningún caso a mis súplicas. Desde luego era más fuerte que mi ineficaz resistencia. Me costaba incluso respirar, y lo único que conseguía era que su repugnante aroma se impregnase por cada poro de mi rostro.
.-“ Ok, je suis d’accord, mais laissez-moi mal (Está bien, acepto, pero no me haga más daño)” le supliqué para que me dejase respirar tranquilamente. El taxista dejó de sujetarme y pude incorporarme de nuevo sobre el asiento. Volvía a estar sentada, y al fin respiraba aliviada. Lo miré tratando de encontrar una explicación a su cambio de comportamiento.
Mentalmente traté de encontrar la manera en que ese hombre se corriese enseguida. Pensé en desnudarme para aumentar su excitación. Así que me deshice de mi única prenda de vestir, de mi levita, tratando de ganar algo de tiempo. Lo hice despacio, siempre ante su atenta mirada mientras él mismo se acariciaba su polla. Trataba de excitarlo al máximo con mi particular striptease.
.-“No tenías más que habérmelo pedido” le dije tratando de tranquilizarlo mientras me quitaba la levita. Pero el viejo empezaba a impacientarse deseoso por que cumpliese mi parte del trato.
Luego me recogí el pelo enredándolo a un lado, para desesperación del anciano que observaba mis preliminares algo nervioso. Nunca me ha gustado comerme mis propios pelos. Además, no quería que mi media melena se enredase por todo el miembro de ese cabrón y se impregnase de su olor. Me puse de rodillas sobre el asiento trasero del taxi para estar más cómoda, y armándome de valor me recliné de nuevo sobre el regazo del abuelete.
Recuerdo que me apoyé sobre una mano mientras con la otra procedí a agarrar de nuevo el miembro del viejo taxista. Pude notar como nada más rodearla con mis dedos su polla daba otro respingo y adquiría algo más de dureza. Subí y bajé unas cuantas veces mi mano a lo largo de su polla, comprobando que esta se endurecía ahora sí con cada maniobra. En ese momento no me quedó ninguna duda: aquella polla era de lo más grande que había visto en mi vida.
No tuve más remedio que proceder resignada a lo acordado. Le dí un primer lametazo de abajo a arriba con cierto pudor. Pude notar como la sangre corría a través de las hinchadas venas de su miembro. Luego le dí un segundo, y un tercer lametazo en toda su longitud, desde la base hasta la punta.
“Bueno no ha sido para tanto” pensé, y procedí a introducirme su capullo entre mis labios. Fue una sensación extraña, pues a diferencia de otras ocasiones, tan sólo su prepucio me llenaba la boca por completo.
.-“Uuuhmm, très bien (Uhm, qué bien)” suspiró el anciano.
Me agradó escuchar su gemido de satisfacción, pensé que si me esforzaba en proporcionarle verdadero placer, todo aquello terminaría pronto de una maldita vez. Así que me esforcé por hacerlo lo mejor que sabía.
Procedí a introducirme cuanto pude de su miembro en mi boca, hasta que su polla alcanzó mi campanilla al final de mi garganta. Me produjo algunas arcadas, pero a pesar de mis nauseas continué con mi felación. Me concentré en mi maniobra de sube y baja. Traté de acompasarlo con el movimiento de mi mano. Traté de aprisionar su cabezota entre mis labios, buscando siempre estimularlo al máximo y que se corriese cuanto antes.
Al poco, su polla dejó de tener el sabor salado de su sudor y comenzó a saber a mi propia saliva. Ya no me resultaba tan desagradable. Pude pensar, y decidí que debía esforzarme por proporcionarle algo más de placer, mi obsesión era que terminase cuanto antes y se corriese.
.-“Menuda zorra estas hecha” pensé en mi interior, mientras extrañamente para mí, lo más importante en ese momento fuese tratar de demostrar mis habilidades.
Para mi sorpresa pude notar como el anciano comenzaba a acariciar mi culo en pompa con su mano. En un principio lo dejé hacer. Seguramente se excitaría más al apreciar la suavidad de mi piel en esa zona, y se correría de una vez por todas. Su mano me acariciaba desde la espalda hasta mis nalgas, y se recreaba en ellas comprobando su tacto.
.-“ Cul incroyable doux vous avez (Menudo culito más suave que tienes)” dijo al tiempo que sobaba de lado a lado mi culo con su mano. Yo por mi parte me concentraba en hacer mi felación lo mejor posible para que eyaculase cuanto antes. Supongo que mi pasividad ante sus provocaciones lo envalentonó a avanzar un poco más en sus caricias, e hizo intención de jugar con sus dedos y mi esfínter.
Me incorporé como un resorte al notar sus dedos acariciar mi anillo más sagrado. Interrumpí súbitamente la felación, necesitaba incorporarme para quitarme algún pelo suyo que me molestaba en la boca, y de paso recriminarle con la mirada su atrevida maniobra mientras recogía mi melena a un lado de mi cuello.
.-“ Ces très humide (Estas muy mojadita)” dijo al tiempo que se llevaba los dedos con los que se había atrevido a explorar la entrada de mi ano a su nariz.
Me pareció un cínico en sus comentarios.
.-“Oui, sucer très bien (Y la chupas muy bien)” dijo el taxista reclinando su cuerpo hacia detrás, y cogiendo de nuevo mi cabeza por los pelos con sus dos manos hizo fuerza para que continuase.
No me quedó más remedio que comenzar a recorrer de nuevo la longitud de su polla con mi lengua. Esta vez pude reconocer claramente el sabor de mi propia saliva. Empezaba a gustarme a mi misma verme así, tan puta, tan sometida,… tan necesitada. Llegados a ese punto el sabor era ya el de mis propios fluidos.
Después de tanta saliva resultaba lo mismo chupársela a ese anciano que a mi esposo.
El viejo taxista se dedicó a recogerme el pelo en una coleta, y a marcarme el ritmo con el que debía subir y bajar mientras chupaba su polla. Usaba las dos manos para forzarme a un ritmo más rápido. Comencé a distinguir el sabor a líquido preseminal. Creo que estaba a punto de venirse en mi boca. Yo en esos momentos me concentraba por apartarme en el momento preciso.
Fue entonces cuando tiró de mi coleta hacia arriba, obligándome a incorporarme, y mientras yo trataba de recuperarme por el tirón de pelo, el tipo se abalanzó sobre mí, tirándome de espaldas contra la parte del asiento trasero que quedaba detrás de mí. No tuve tiempo a reaccionar.
El viejo gordinflón pesaba lo suyo, traté de apartarlo de encima, pero era inútil mi esfuerzo por zafarme de él. Por su parte aprovechó que era capaz de inmovilizarme con su propio peso para bajarse a una mano los pantalones y calzoncillos incluidos, mientras con la otra separaba mis piernas una a cada lado de su cintura. Luego pude notar como acomodaba su miembro entre nuestros cuerpos
Pude sentir su polla completamente dura aprisionada entre su barriga y mi vientre. ¡Dios mio!, pude apreciar como su polla apoyada desde mi pubis contra mi cuerpo alcanzaba a superar mi ombligo. Aquello me asustó, máxime cuando pude comprobar cómo cogía su propia polla con la mano y la dirigía a la entrada de mis labios vaginales. ¡Aquel tipo se había propuesto penetrarme!
.-“No” dije al tiempo que me revolvía como podía en el asiento, debajo de su peso. Lo golpeaba con todas mis fuerzas con los puños cerrados en su espalda, pero tan solo eran caricias que excitaban aún más a ese macho fuera de sí.
Para su suerte y mi desgracia mis labios estaban lo suficientemente hidratados como para facilitarle la penetración.
.-“AAaaaaahhhyy!!!!!” tuve que gritar cuando me penetró de un solo golpe y hasta el fondo. Se movió un par de veces más tratando de alcanzar la máxima penetración. Luego se detuvo a contemplar mi rostro dolorido y saborear las sensaciones que mi cuerpo le proporcionaba.
Sentí como me abría por dentro al borde del desgarro. Menos mal que se detuvo, durante esos instantes pude comprobar cómo mis paredes vaginales dilataban lo suficiente como para albergar todo eso dentro de mí.
.-“Puta española. No sé a coño estás jugando, pero estoy seguro que te gusta que te follen como a una puta” pronunció con cierto desprecio antes de empezar a moverse de nuevo.
Mi respuesta fue un arañazo a dos manos en su peluda espalda y un mordisco en su hombro. Pensé que desistiría, pero mi maniobra no hizo más que envalentonar a esa fiera. Me sujetó fuerte con las dos manos por mis caderas, y comenzó a moverse con rabia, me embestía con todas sus fuerzas. Con cada golpe de riñón se regocijaba en el movimiento de mis pechos bamboleándose al ritmo que él marcaba.
Se abalanzó sobre mí para chuparme los pechos. Al principio se dedicó a juguetear con la punta de su lengua y mis pezones. Luego comenzó a babearlos. Recorría cada poro de mi piel con su lengua, pringándome toda con su saliva.
Yo todavía no acababa de asimilar lo que estaba sucediendo. No me podía creer que estuviese siendo follada por un desconocido en el asiento trasero de su coche. Solo sé que mi cuerpo reaccionaba a los estímulos que le sobrevenían.
En esos momentos debía aceptarlo muy a mi pesar, siempre me ha gustado eso que llaman sexo duro. Estaba harta de los mimos y carantoñas de mi esposo. Necesitaba más pasión, más fuego, más entrega…, y ese viejo taxista sabía satisfacer mi urgencia. Llegados a ese punto lo único que podía hacer era abrirme cuanto pudiera de piernas para que ese cabrón terminase cuanto antes y tratar de disfrutarlo por mi parte.
Una vez se cansó de babear por todo mi escote, recorrió mi cuello con su lengua, hasta alcanzar el lóbulo de mi oreja. Chupeteó mi pendiente, y jugó con él en el interior de su boca. Lo sacaba y lo metía en su boca al tiempo que me lamía por el cuello con su lengua.
.-“¿De verdad estás casada?” me preguntó en un susurro al oído.
.-“Siiiih” le respondí entre gemidos.
.-“Nunca te han follado como te mereces, ¿eh?” susurró de nuevo en mi oreja.
Esta vez no le respondí. El tipo aceleró sus embestidas como queriendo demostrarse a sí mismo que era un auténtico macho. En esos momentos me dí cuenta de que todo se trataba para él, como si estuviese teniendo su particular revancha con su ex mujer. Pues bien, si lo que le ponía era saber que le estaba poniendo los cuernos a mi marido, no sería yo quien lo defraudase.
.-“¿No sabes follar mejor?” lo provoqué mientras lo rodeaba con mis piernas por su cintura y le marcaba un ritmo más rápido con mis manos en su culo. El taxista hizo un esfuerzo por aumentar el ritmo de sus embestidas.
.-“Vamos, eso es, fóllame duro cabrón. Fóllame como se follaron a tu mujer” lo incitaba al tiempo que deslicé una de mis manos hasta estimular mi clítoris buscando alcanzar mi esperado orgasmo. Mis palabras lograron enfadarlo. Arremetió con más ímpetu.
.-“Putain, no eres más que otra puta española” bufaba el anciano con todo su peso encima mío, mientras se movía con toda la rabia del mundo.
.-“Oh, siii, siiih,” gemía yo próxima al orgasmo.
El viejo taxista dio un par de golpes de riñón más, luego tuvo la sutileza de salirse de mi interior para correrse sobre mi vientre. Yo aproveché sus últimas gotas de semen salpicando mi cuerpo para correrme mientras torturaba mi clítoris.
.-“Sssssiiiih” grité al correrme y alcanzar un maravilloso orgasmo entre sacudidas y espasmos, abierta de piernas ante su atenta mirada.
Todo terminó.
Ambos nos miramos sin cruzar palabra mientras nos recuperábamos. Era más que evidente lo que acababa de pasar.
El taxista se acomodó de nuevo sobre el asiento trasero a mi lado mientras se subía los pantalones. Luego estiró su mano para desbloquear las puertas presionando el botón del cierre centralizado, y abriendo la puerta sobre la que yo apoyaba parte de mi cuerpo dijo:
.-“Ya puedes irte” pronunció al tiempo que me empujaba a mí, y a mi levita fuera del coche.
Yo caí sobre la mezcla de grava y asfalto que conformaban el suelo, lastimada por el empujón, pero más aún por el trato recibido. La caída ocasionó algún raspón en mi piel. Me sentí humillada.
Supongo que me incorporé del suelo y me puse la levita al mismo tiempo que el taxista pasaba a los asientos delanteros, pues nada más terminar de abrocharme mi abrigo el vehículo se puso en marcha abandonándome por la espalda.
Ni un adiós, ni un hasta luego, ni nada de ha estado genial ni sutilezas por el estilo. Se fue, y ya está.
Me costó caminar hasta el apartamento. Estaba dolorida por todas partes. Nada más llegar me puse una bañera. Necesitaba hacer desaparecer los restos de fluidos de ese hombre, del que ni siquiera sabía su nombre, de mi cuerpo. Sus restos de semen, sus babas, su sudor…. Al mirarme frente al espejo me percaté de los moratones en mi cadera, los raspones en mi piel, sentí mi vagina desgarrada, y sobretodo mi orgullo herido.
Pero a pesar de todo, una maléfica sonrisa se dibujó en mi cara. Al fín me habían follado como me merecía.
Besos,
Sara.
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“TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA DE PÓKER” (POR GOLFO) Libro para descargar
Mi destino quedó sellado en una jodida partida de póker. En una mano en la que un pobre desgraciado se jugó lo único que tenía en la vida. Niño rico que creyó que el dinero heredado de sus padres no tenía fin y así malgastó su herencia en juergas y en putas. Esa noche al ver sus cartas, pensó que su suerte había cambiado. Sin nada con lo que avalar su apuesta, insistió a los presentes que aceptáramos como garantía a su mujer.
Cómo amigó de ese insensato quise darle un escarmiento, acepté su puja sin saber que al hacerlo mi vida quedaría irremediablemente unida a Laura…..
TOTALMENTE INÉDITA, NO PODRÁS LEERLA SI NO TE LA BAJAS.
ALTO CONTENIDO ERÓTICO
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Para que podías echarle un vistazo, os anexo la introducción y el primer capítulo:
Introducción
Mi destino quedó sellado en una jodida partida de póker. En una mano en la que un pobre desgraciado se jugó lo único que tenía en la vida. Niño rico que creyó que el dinero heredado de sus padres no tenía fin y así malgastó su herencia en juergas y en putas. Esa noche al ver sus cartas, pensó que su suerte había cambiado. Sin nada con lo que avalar su apuesta, insistió a los presentes que aceptáramos como garantía a su mujer.
―¡No seas idiota!― exclamé cabreado e intenté hacerle cambiar de opinión porque una cosa es que no tuviera donde caerse muerto y otra cosa es que apostara a Laura, su esposa.
Desgraciadamente no pude convencer a Mariano y emperrado en sus cartas, insistió en que la aceptáramos incluso como pago.
―¿Cómo pago?― pregunté viendo que en mi mano tenía una jugada ganadora.
―Sí― contestó y dirigiéndose al resto, dijo: ―Me comprometo que si pierdo, mañana a las nueve haré entrega de mi mujer al que gane la apuesta.
De haber sido un desconocido, jamás hubiese aceptado el trato pero deseando darle un escarmiento a ese infeliz para que nunca volviera a jugar con lo sagrado, di por buenas sus condiciones. ¡No en vano era su mejor amigo!
El resto de la mesa trató de hacernos entran en razón y viendo que ambos seguíamos firmes en nuestra decisión, renunciaron a seguir jugando y se quedaron mirando el resultado.
―¿Estás seguro?― pregunté metiendo todo el dinero que tenía sobre la mesa ― Si pierdes, ¡tendrás que cumplir!
El insensato no lo dudó un instante y levantando las cartas, mostró que llevaba un full. El silencio se adueñó de la habitación, la tensión se mascaba en el ambiente y como mi intención era darle un escarmiento, fui una a una bajando las mías. El semblante optimista de Mariano se fue diluyendo al ver cuando llevaba cuatro levantadas que era un proyecto de escalera de color.
―¿Es un rey de corazones? – preguntó pálido por la quinta carta.
―Así es― repliqué mientras depositaba la última a la vista de todos.
Nadie se movió al ver que ese pirado había perdido. Os juro que se hubiese podido oír el sonido de una mosca por lo que tuve que ser yo el que rompiera ese mutismo al decirle mientras recogía mis ganancias:
―Recuerda tu promesa, mañana a las nueve.
―Ahí estaré― contestó destrozado y huyendo como perro apaleado, se fue de la partida.
Nada más desaparecer por la puerta, todos sin distinción se echaron sobre mí y me pidieron explicaciones por ser tan cerdo y haber aceptado que apostara a Laura.
―¿Quién coño creéis que soy?― respondí – Por supuesto que nunca ha sido mi intención quedarme con ella, solo lo he hecho para darle una lección. ¡Qué pase esta noche un mal rato! Mañana vendrá con el rabo entre las piernas buscando que me olvide de esta apuesta. Pienso hacerle sufrir antes de ceder― y alzando la voz, comenté: ―Pensad que hoy ha caído entre amigos pero ¿qué ocurriría si comete esta estupidez entre desconocidos?
Al igual que todos había salido en manada contra mí, al escuchar de mis labios los motivos que me habían llevado a jugar, me dieron la razón y sirviéndome una copa, el más avispado de ellos me soltó:
―Cabrón, ¡qué mal me lo has hecho pasar! Te veía tan serio que realmente pensaba que te querías quedar con Laura.
Soltando una carcajada, respondí de broma:
―Por un momento lo pensé, porque hay que reconocer ¡qué está muy buena!
Los cinco presentes rieron mi gracia y dejando a un lado lo que había pasado, repartí la siguiente mano…
Capítulo 1
El sonido del timbre de mi casa me despertó esa mañana. Con una resaca de mil demonios miré el reloj y al ver que marcaba las nueve y un minuto, recordé entre brumas la apuesta.
«Joder con Mariano, podía haberme llamado», pensé creyendo que venía a disculparse una vez se le había pasado la borrachera. Sin ganas de bronca, me puse un albornoz y abrí la puerta. Imaginaros mi sorpresa al encontrarme a Laura de pie en el descansillo y con una maleta a cuestas.
―¿Qué narices haces aquí?― pregunté totalmente confundido.
La rubia, de muy malos modos, me empujó a un lado y mientras trataba de entrar a mi piso con todo su equipaje, me soltó:
―¡Pagar la apuesta de mi marido!
Ni que decir tiene que me desperté de golpe al escuchar semejante insensatez. No queriendo discutir en mitad de la escalera, haciéndola pasar, la llevé a la cocina y me serví un café mientras intentaba acomodar mis ideas.
«¿Cómo le explico lo de anoche?», mascullé en mi mente buscando una solución al ver que la esposa de mi amigo se sentaba en una silla y me miraba con ojos de desprecio.
Viendo que no quedaba otra, tras dar un sorbo a mi taza, entré al trapo diciendo:
―Ayer tu marido iba pedo y como sabes te apostó.
―Lo sé― respondió con voz gélida – y perdió contigo, por eso estoy aquí.
Os juro que hubiese deseado estar a mil kilómetros de esa airada mujer pero asumiendo que venía a por una explicación, tomando asiento junto a ella, le expliqué que mi intención era dar una lección a su marido pero que en absoluto quería hacer efectiva la apuesta.
Laura al oír que lo que quería era hacer recapacitar a Mariano para que se centrara, perdió la compostura y echándose a llorar, me contó la discusión que habían tenido la noche anterior. Por lo visto, mi “querido” amigo se fue directo a casa y despertándola, le había contado que había perdido todo el dinero que les quedaba. Si ya de por sí eso fue duro, lo que más le dolió a ella, fue que perdiendo los papeles, su marido me echaba en cara el haberle obligado a arriesgarla a ella.
―¡Eso no es cierto! ¡Tengo testigos que intenté hacerle entrar en razón!― protesté indignado por la poca hombría que mostró al decírselo.
―Ahora lo sé― sollozando contestó: ―Mi marido es un enfermo. Por el juego hemos perdido todo nuestro patrimonio. Llevo años aguantando pero se acabó. ¡No pienso volver con él!
Comprendiendo el cabreo de Laura, dejé que se explayara a gusto y así me enteré del modo en que había despilfarrado tanto su herencia como el amor que ella le tenía. Pensando que era pasajero y que cuando se le pasase el enfado volvería con él, pregunté a esa mujer qué tenía pensado hacer.
―No lo sé, no tengo a donde ir y si lo tuviera, no podría pagarlo― respondió con amargura.
Viendo su dolor y recordando los tiempos en que era únicamente la novia cañón que me presentó mi amigo, cometí el mayor error de mi vida al ofrecerle que se quedara en el cuarto de invitados mientras decidía su futuro.
―¿Estás seguro?― secándose las lágrimas, susurró: ―Seré un estorbo.
Tratando de quitar hierro al asunto y en plan de guasa, contesté:
―De eso nada, imagina su cara cuando se entere que vives aquí, ¡tu marido pensará que me he cobrado la apuesta!
Aunque era broma, le gustó la idea y cogiendo mis manos entre las suyas, me soltó:
―¿Me harías ese favor? ¿Me dejarías simular que he aceptado ser el pago?
Jamás debía de haber dicho que sí. Pero sabiendo que Mariano necesitaba un empujón para dejar la ludopatía y si su mujer creía que así él aprendería, como buen amigo debía de correr el riesgo. No supe cuánto me cambiaría la vida al decir:
―De acuerdo, tómate un café y acomódate en la habitación de la derecha mientras me ducho.
El chorro de la ducha me hizo reaccionar y fue entonces cuando me percaté que la presencia de Laura en mi casa despertaría no solo las suspicacias de su marido sino también la de todos nuestros conocidos.
«La noticia que vive aquí va a correr como la pólvora», determiné francamente preocupado, «y lo peor es que todo el mundo va a pensar mal». La certeza que la reputación de ambos iba a correr peligro me hizo recapacitar; por eso al salir, me vestí rápidamente y fui en busca de mi invitada.
El destino quiso que al entrar en su cuarto, no la encontrara pero que justo cuando iba a salir de allí, viera que la puerta del baño estaba entreabierta. Sin otra intención que hablar con ella, me acerqué y fue entonces cuando la vi entrando a la ducha.
Sé que hice mal pero no pude dejar de observarla. Ajena a estar siendo espiada, Laura dejó caer su vestido, quedando desnuda sobre los azulejos mientras abría el agua caliente.
«¡Dios!», exclamé para mí.
Era la primera vez que la veía en cueros y jamás me había imaginado que la esposa de Mariano tuviese un cuerpo tan espectacular. Todos sus conocidos sabíamos que estaba buena pero ni en mis sueños más calenturientos, hubiese supuesto que tras la ropa ancha que solía llevar se escondieran esos impresionantes pechos.
«¡Menudas tetas!», sentencié al disfrutar de la visión de esas maravillas. Grandes y bien colocadas, sus pechugas terminaban en punta y estaban adornadas por unas areolas rosas que invitaban a llevárselas a la boca.
Estaba a punto de escabullirme cuando sus nalgas me dejaron anonadado. Os juro que jamás en mi vida había visto un culo tan impresionante y más excitado de lo que debería estar, me pregunté si el diablo había creado esos cachetes para tentar a los humanos. Y digo humanos porque viendo ese trasero no me quedó duda que hubiese dado igual que fuera un hombre o una mujer quien tuviese la suerte de contemplarlas, nadie en su sano juicio podía quedar indiferente.
Para colmo Laura, canturreando y creyendo que estaba sola, se metió en la ducha y empezó a enjabonarse. Ante tal sugerente escena no pude evitar que mi pene reaccionara y totalmente acalorado, seguí embobado cómo esparcía el jabón por su piel. Estaba intentando sacar fuerzas para dejar de espiarla cuando a través del resquicio de la puerta, observé a esa rubia jugueteando con sus pezones al aclararlos.
Mientras la razón me pedía salir de allí, mi bragueta me hizo permanecer inmóvil. Sé que fue un acto inmoral pero es que ver a esa mujer pellizcándose los pechos mientras se duchaba, fue superior a mis fuerzas y cayéndose mi baba, seguí mirando:
«¡Qué buena está», reconocí al tratar de asimilar tanta belleza. Para que os hagáis una idea y sin que sea una exageración, os tengo que decir que en Laura hasta su coño perfectamente recortado es bello.
Por suerte advertí que estaba a punto de terminar de ducharse y no queriendo que me pillara espiándola, tuve tiempo de salir huyendo con mi rabo erecto entre las piernas. Ya en mi habitación el recuerdo de su cuerpo desnudo, me hizo imaginar a Laura masturbándose. En mi cerebro, esa rubia comenzó a toquetear entre los pliegues de su sexo hasta encontrar un pequeño botón. Una vez localizado y mientras se pellizcaba con dureza las tetazas que me habían dejado sin respiración, comenzó lentamente a acariciarlo.
Poco a poco sus dedos fueron incrementando el ritmo y lo que había empezado como un suave toqueteo, se convirtió en un arrebato de pasión. En mi cerebro, la esposa de Mariano se dejaba llevar y separando sus rodillas, torturó su ya henchido clítoris. De su garganta comenzaron a emerger unos suaves suspiros que fueron transmutándose en profundos gemidos mientras llevando mis manos entre mis piernas, cogía mi pene y me ponía a pajear.
«¡Quién pudiera comerle el coño!», pensé mientras por primera vez sentía envidia de mi amigo, sin saber todavía que esa mujer se convertiría en mi obsesión.
Esa idílica y espectacular rubia estaba temblando de placer fruto del orgasmo que asolaba su cuerpo cuando sobre mi cama, me corrí soñando que era yo el que la tocaba…
¿Simulación o realidad?
La torpeza de Mariano no terminó con la apuesta porque, al no volver su mujer a casa, supuso que la ausencia de Laura era resultado de su ludopatía. Siendo eso parcialmente cierto, nunca se le ocurrió pensar en que su pareja y su amigo le estaban haciendo sufrir para que recapacitara y erróneamente asumió que estaba haciendo uso de mis derechos y me estaba cobrando en carne su error.
«Este tío es un cretino», sentencié cuando a la hora de comer no había llamado.
Para entonces, las paredes de mi hogar me parecían los muros de una celda al tener a Laura deambulando por ellas y no queriendo que a ella le ocurriese lo mismo, decidí invitarla a comer fuera. Al comentárselo, aceptó pero puso como salvedad que nadie nos acompañase y que fuéramos solos. Reconozco que me extrañó esa condición y por ello le pregunté el porqué.
―Si vamos con amigos, tendremos que explicarles qué tramamos y no quiero que Mariano se entere que todo es una pantomima.
Sus razones, aunque de peso, me ponían en una difícil situación, ya que si alguien nos veía, podría malinterpretarlo. No queriendo ser el causante y menos el protagonista de ese sabroso chisme, metí la pata por segunda vez en el día y llevé a esa rubia a un coqueto restaurante de las afueras donde no nos íbamos a encontrar con ningún conocido. Sabía a la perfección que era un lugar seguro porque era el garito al que acudía cuando mis conquistas o yo teníamos algo que perder si nos pillaban. En pocas palabras, era a donde llevaba a las casadas o con pareja.
Supe de lo desacertado de esa elección al verla salir de la casa y comprobar que Laura se había arreglado a conciencia:
«Viene vestida para matar», mascullé entre dientes.
Y no era para menos porque la pareja de Mariano apareció con un entallado vestido que lejos de ocultar las excelencias de su cuerpo las realzaba.
«Ahora sí, ¡cómo nos vean van a pensar que hay algo entre nosotros!», murmuré de muy mala leche al darme cuenta que era incapaz de retirar mis ojos de su escote.
Sé que Laura se percató del efecto que la poca ropa que llevaba causó en mí porque con una sonrisa de oreja a oreja, riendo, me soltó:
―¿Te parece que voy un poco descocada?
―Un poco― con una mezcla de vergüenza y excitación, reconocí.
Mi respuesta satisfizo a esa rubia y dejando meridianamente claro que esas eran sus intenciones, comentó:
―Llevaba años sin ponerme este traje. Me parecía demasiado sexy para una mujer casada.
«¡La madre que la parió!», exclamé mentalmente mientras encendía el automóvil, «¡parece una puta cara!
Descompuesto, enfilé la Castellana rumbo a la carretera de Burgos. Os juro que mi corazón vio incrementado su ritmo exponencialmente cuando en un semáforo, descubrí que si giraba un poco la cara podía ver sus patorras en plenitud.
«Joder, ¿qué se propone está tía?», me pregunté.
Laura debía saber que, en esa postura, podía ver el inicio de sus bragas pero no hizo nada por taparse y de buen humor, me interrogó sobre nuestro destino.
―A un restaurant― fue mi lacónica respuesta.
Afortunadamente, no insistió porque no ve veía capaz de conversar con ella ya que al hacerlo, mi mirada irremediablemente se enfocaría entre sus muslos.
Comprendí que había sido un error el elegir ese lugar cuando al entrar, oí a José, el maître, decir con sorna:
―Don Pedro, viene hoy muy bien acompañado.
«¡Puta madre! Ha supuesto que Laura es una de mis pilinguis», maldije para mí temiendo que lo hubiera oído y se diera por aludida. La suerte quiso que o bien no lo escuchó o bien no se lo tomó en cuenta porque nada más sentarse alegremente le pidió que le pusiera un tinto de verano.
El empleado aleccionado por mí otras tantas veces, contestó:
―Señorita, iba a descorchar una botella de Dom Pérignon.
Poco habituada a esos excesos por la difícil situación económica a la que les había abocado la afición al juego de su marido, Laura me miró con picardía y contestó:
―Siempre me olvido de lo detallista que es mi Pedro― tras lo cual dirigiéndose a José, respondió: ―Ábrala.
No que decir tiene que ese “mi Pedro” hizo despertar todas mis suspicacias y preocupado por el rumbo que iba tomando esa comida, deseé nunca haberme ofrecido a sacarla a comer mientras el maître abría ese champagne.
A partir de ese momento, la situación se fue relajando al ritmo en que vaciábamos nuestras copas. Todavía hoy no sé si fue por el efecto del alcohol o por la natural simpatía de esa rubia pero lo cierto es que al poco tiempo, empecé a disfrutar de su compañía y a reírle las gracias.
Por otra parte la fijación con la que los camareros rellenaban nuestras copas, avivaron el descaro de esa monada y susurrando en mi oído, preguntó:
―¿Me estás intentando emborrachar?
La dulzura de su tono hizo reaccionar al dormilón entre mis piernas y desperezándose se irguió bajo mi pantalón mientras le contestaba:
―No entiendo, ¿con que fin lo haría?
Muerta de risa, entrecerró sus ojos al decirme:
―No sé, se nota que traes aquí a tus amiguitas.
Tratando de echar balones fuera, solté una carcajada y cogiéndole de la mano, quité importancia al hecho diciendo:
―Jamás he venido con una mujer tan guapa― mi piropo tuvo un efecto imprevisto y ante mis ojos los pezones de la esposa de Mariano se fueron poniendo duros por momentos.
Alucinado por ello, no pude retraer mi mirada de esos dos montículos cuando siguiendo con la guasa, Laura insistió:
―¿Y han sido muchas las incautas que han caído en tus brazos en este lugar?
―Algunas― respondí un tanto incómodo.
Descojonada por el mal rato que me estaba haciendo pasar, ese engendro del demonio incrementó mi turbación al contestar:
―¿Eso es lo que pretendías al traerme aquí?
Como comprenderéis, lo negué pero dando otra vuelta de tuerca, Laura me soltó:
―¿No me encuentras atractiva?
Viendo que me tenía contra la pared y que daría igual lo que contestara, contrataqué con una broma:
―Eres preciosa pero no necesito seducirte, recuerda que te gané jugando a las cartas.
Mi burrada consiguió ruborizarla al no esperársela pero reponiéndose al instante y de bastante mala leche, respondió:
―Si eso opinas, a lo mejor deberías intentar cobrar la apuesta.
El cabreo de Laura era tan evidente que traté de disculparme diciendo:
―Para mí eres territorio vedado.
Ese comentario inocente empeoró las cosas y con voz gélida, me rogó que la llevara a casa. Como no podía ser de otra forma, pedí la cuenta y en menos de cinco minutos, estábamos en el coche de vuelta a mi piso.
«¿Qué he dicho para cabrearla así?», me pregunté mientras a mi lado, la rubia permanecía mirando por la ventana y sin dirigirme la palabra.
Tras mucho cavilar, llegué a la conclusión que su enfado venía al haberla hecho recordar el modo en que Mariano se había jugado no solo su patrimonio sino su relación en una timba de póker. Por ello decidí dejarlo pasar y no volver a mencionarlo. Al llegar a mi apartamento, Laura se encerró en su habitación y sintiéndome parcialmente culpable de su dolor, decidí ponerme una copa mientras intentaba buscar una solución satisfactoria para los tres. Y digo los tres porque con el whisky en mis manos, no pude dejar de pensar en que mi amigo también lo debería estar pasando fatal al no saber nada de la que había sido tantos años su pareja.
«¿Qué le pasa a Mariano? ¡Son las cinco y todavía no ha llamado!», refunfuñé al no comprender que no hubiese hecho acto de presencia.
«De ser yo, estaría de rodillas, pidiéndole perdón», pensé para mí.
Fue entonces cuando me di cuenta que sentía algo por esa mujer. Enojado conmigo mismo, vacié mi vaso y levantándome del asiento, fui a la barra a rellenarlo. Me parecía inconcebible el sentir algo por la esposa de un amigo y más que tuviera que haber ocurrido todo eso para darme percatarme de ello.
«Estoy como una puta cabra», sentencié molesto, «Laura, después de lo que pasó con ese insensato, necesita espacio».
Sin pérdida de tiempo me bebí esa segunda copa y me puse una tercera, intentando quizás que el alcohol apaciguara los sentimientos recién descubiertos por esa mujer. Desgraciadamente, ese whisky me hizo rememorar su cuerpo desnudo al entrar a la ducha y comportándome como un cerdo, deseé que su marido nunca volviera por ella.
«¡No se la merece!», murmuré afectado por el recuerdo mientras se enjabonaba sus pechos, ya que en mi mente como si fuera realidad, esa rubia se estaba acariciando las tetas mientras me sonreía.
Estaba soñando con los ojos cerrados cuando de pronto, el sonido del timbre me despertó y por ello, me levanté a ver quién era. Tal y como me temía, me encontré a Mariano tras la puerta.
«Viene a disculparse», mascullé y mientras le hacía pasar, me fijé en sus ojeras, «se le nota arrepentido».
Sin darle opción a negarse, le puse un whisky. Tras lo cual, ambos tomamos asiento sin que ninguno de los dos tomara la iniciativa y rompiera el hielo, entrando al trapo. El silencio mutuo me permitió observarle con detenimiento. Además de venir sin afeitar, mi amigo parecía apesadumbrado.
«No me extraña», medité, «yo estaría avergonzado».
Durante un par de minutos, solo nos miramos. Era tal la tensión que se mascaba en el ambiente que decidí cortar por lo sano y directamente, pregunté:
―¿A qué has venido?
Incapaz de mirarme y mientras se frotaba las manos con nerviosismo, contestó:
―A negociar contigo que me devuelvas a Laura.
Todavía hoy desconozco que me cabreo más; que no mostrara un claro arrepentimiento o que hablara de su esposa como fuera un objeto. Disimulando mi ira, le di una segunda oportunidad al preguntarle que me ofrecía, pensando que quizás entonces se desmoronaría y prometería dejar el juego. Lo cierto es que nunca me imaginé que ese tonto de los cojones dijera que me pagaría con lo que ganara esa noche en otra partida y que encima me pidiera dos mil euros para invertir en ella.
Estaba a punto de echarle de casa a empujones cuando escuché a Laura decir:
―Dáselos pero que sepa que, gracias a él, he encontrado alguien que me mima y que nunca volveré a ser suya porque ya tengo dueño.
Al girarme me quedé tan sorprendido como horrorizado porque esa mujer se había cambiado de ropa y se mostraba ante nosotros, vestida únicamente con un picardías negro totalmente transparente.
«¡Qué coño hace!», exclamé creyendo que se iba a montar la bronca. Durante unos segundos, no sabía si mirar la reacción de Mariano o por el contrario admirar las rosadas areolas de Laura que se conseguían adivinar a través de la tela.
Consciente del efecto que esa nada sutil entrada había producido, sonriendo, me pidió si podía ponerse una copa. No pude contestar porque temía que en cualquier momento, su marido me saltara al cuello. Laura no esperó mi respuesta y meneando su trasero, se acercó hasta la barra.
«¿De qué va esto?», medité perplejo mientras miraba de reojo tanto al que había sido su pareja tantos años, como a las impresionantes nalgas que con todo descaro estaba exhibiendo.
Mariano estaba al menos tan sorprendido cómo yo. Jamás había supuesto encontrar a su mujer casi desnuda en mi casa y enfocando su cabreo en ella, exclamó:
―¡No llevas bragas!― y rojo de rabia, le ordenó que se tapara.
Sabiendo que solo podía empeorar si intervenía, me quedé callado. Era algo entre ellos dos y si decía algo, a buen seguro saldría escaldado.
―Te recuerdo que ayer me vendiste y que ahora tengo un nuevo dueño― contestó su esposa y sin mostrar un ápice de cabreo, le dijo: ―Solo Pedro puede decirme cómo debo ir vestida.
Para colmo, luciéndose, Laura se acercó a mí y como si fuera algo pactado, se sentó en mis rodillas. Mariano al ver a su mujer abrazándome casi en pelotas, supuso que ya éramos amantes y demostrando su falta de hombría, me recordó que necesitaba esos dos mil euros.
―Trae mi cartera― pedí a Laura― ¡la tengo en el cuarto!
Dejando su copa, me besó en la mejilla y siguiendo estrictamente el papel de flamante sumisa, dejándonos solos, fue en busca de lo que le había pedido. Para entonces, os tengo que reconocer que estaba indignado con Mariano y por ello cuando su preciosa mujer me trajo la billetera, saqué la suma que me pedía y demostrando todo el desprecio que sentía por su persona, se la di diciendo:
―Ya no eres bienvenido en esta casa. No vuelvas o tendré que echarte a patadas.
El impresentable de mi conocido cogió los billetes de mi mano y enseñando nuevamente la clase de hombre que era, desde la puerta, me soltó:
―Esta puta no vale tanto dinero. Cuando la uses, te darás cuenta que te he timado.
Sé que me extralimité pero era de tal magnitud mi cabreo, que cogiendo de la cintura a su esposa, respondí:
―Te equivocas, llevamos todo el día follando y te puedo asegurar que no tengo queja.
Para dar mayor realismo a mis palabras, besé a la mujer, hundiendo mi lengua hasta el fondo de su garganta. Sorprendentemente mientras su marido salía de la casa pegando un portazo, Laura respondió con pasión a mi arrumaco pegando su pecho al mío.
Si esa mañana, alguien me hubiese dicho que pocas horas más tarde estaría besando a esa mujer no le hubiese creído pero si llega a afirmar que estaría acariciando su impresionante culo, lo hubiese tildado de loco. La verdad es que en ese momento, yo tampoco me terminaba de creer el tener a mi disposición semejantes nalgas y no queriendo perder la oportunidad durante cerca de un minuto, dejé que mis dedos recorrieran sin limitación alguna ese trasero con forma de corazón.
Lo malo fue que eso provocó que mi pene reaccionara a ese desproporcionado estímulo, irguiéndose bajo mi pantalón. Laura recapacitó al notar la presión de mi entrepierna sobre ella y separándose, se sentó frente a mí diciendo:
―Tenemos que hablar.
Todavía con la respiración entrecortada, traté de ordenar mis ideas pero la belleza de esa mujer casi desnuda me lo impidió. Para entonces mis hormonas eran dueñas de mi mente y en lo único que podía pensar era en hundir mi cara entre sus tetas pero la seriedad con la que me miraba, me devolvió a la realidad y la culpa me golpeó en la cara y me eché en mis hombros la responsabilidad de lo sucedido.
―Lo siento― conseguí murmurar.
Mi sorpresa se incrementó por mil cuando cogiendo su cubata, la esposa de mi amigo me sonrió y dijo:
―No tienes nada de que arrepentirte, gracias a ti me he librado de mi marido― y recalcando sus palabras, prosiguió diciendo: ―Tendría que haberlo hecho antes pero nunca me atreví a dar ese paso.
A pesar de estar de acuerdo con ella, sabía que a partir de ese momento, tanto ella como yo, estaríamos tachados socialmente porque todos nuestros conocidos supondrían erróneamente que éramos amantes desde antes. Al explicárselo, la rubia contestó:
―Te equivocas, Mariano me perdió en esa partida y hoy al escuchar tu ira, me ganaste a mí.
―No entiendo― alucinado respondí.
La chavala, soltando una carcajada, se explicó:
―Hasta esta tarde, seguía guardándote rencor por haberte prestado a jugar con mi futuro pero al ver como reaccionabas con mi ex, me di cuenta que tenía que hacer que cumplieras con tu obligación y exigirte que me aceptes como tu mujer.
Durante unos pocos segundos, creí que estaba bromeando pero al ver la entereza de su mirada, me hizo comprender que iba en serio y aterrorizado por su significado, exclamé:
―¡Estás loca!
Su reacción a mi exabrupto fue insólita porque imprimiendo un tono duro a su voz, me soltó:
―Mi decisión es firme, ¡seré tuya!
Tratando de hacerla razonar, le expliqué que era inmoral, que me negaba y que ella no podía obligarme. Creí que al escuchar mis razones, Laura daría marcha atrás pero en vez de hacerlo, incrementó la presión diciendo:
―Sé lo mucho que te gusta el juego por lo que te propongo una apuesta…
―¿Qué apuesta?― casi gritando pregunté.
Descojonada, se levantó del asiento y dejando caer su ropa, se quedó completamente desnuda, mientras me decía:
―Durante una semana me quedaré en esta casa, si en ese tiempo no consigo que te acuestes conmigo, buscaré otro sitio donde vivir.
Temblando al comprender lo duro que me resultarían esos siete días, contesté:
―¿Y si pierdo?
Solemnemente, respondió:
―Nunca volverás a jugar a las cartas y te casarás conmigo.
A regañadientes al saber que no podía dejarla en la estacada ya que no tenía donde caerse muerta, acepté su oferta creyendo que en cuanto recapacitara, ella misma anularía tamaña insensatez…
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Relato erótico: “La difícil decisión de la rica Erika Garza de Treviño ” (POR RAYO MC STONE)
LA DIFICIL DECISIÓN DE LA RICA ERIKA GARZA DE TREVIÑO
- 1. Introducción
Esta es la historia real de una bella mujer “normal” de la clase alta mexicana que me fue contada por una amiga entrañable de la ciudad de Monterrey, Nuevo León y con quien en algún momento de mi vida tuve cierto contacto. La segunda ciudad en tamaño de México. Centro neural de negocios y empresas de alto nivel del país. Orgullo de sus habitantes por los logros económicos y sociales que han logrado. Rival eterno de la Capital del país, el Distrito Federal (DF). Actualmente es una de las ciudades más peligrosas de la nación mexicana por las constantes balaceras entre elementos del narcotráfico, el ejército, la policía, además de los constantes accidentes de tráfico que se dan por la manera desquiciada en que la mayoría transita en sus autos y sobre todo, sus camionetas. Monterrey, junto con otras ciudades del norte mexicano como Tijuana, Ciudad Juárez, Torreón, Durango, Chihuahua, Tampico y otras se han hecho más conocidas por las noticias de muertos, descabezados, desmembrados, secuestros y robos que han llegado incluso a nivel nacional y mundial. Es la historia de una serie de decisiones que en su recién juventud madura iniciada tuvo y que tendrá que ir tomando a manera de mantener la imagen sobria y sí decirlo que genera admiración, pero también mucha envidia
- 2. Contexto
Erika Garza de Treviño la rica señora de sociedad regiomontana es una mujer rubia muy hermosa con 32 años. Con dos bellos hijos, el primogénito de nombre José Carlos Treviño Garza de 12 años y la menor, una preciosa niña llamada Lizbeth Treviño Garza de 10 años. Su afamado marido es el gran empresario, prototipo del hombre mexicano del norte, del joven hombre de negocios Carlos Treviño Fernández, ganador del ejecutivo en los 30´s que otorgan diversos organismos de empresas de México e incluso de Estados Unidos. Con un poco más de 12 años de matrimonio, representan una de las parejas más sólidas y reconocidas del jet set de Monterrey, Nuevo León. En diversas ocasiones han sido portada de conocidas revistas de sociales de dicha ciudad ya sea en familia o de manera individual. Son muy reconocidos en las altas esferas de la sociedad del municipio más rico de todo México: San Pedro Garza García, Nuevo León aledaño al de Monterrey.
Erika es Licenciada en Diseño Industrial egresada del prestigiado Tecnológico de Monterrey desde hace prácticamente 13 años. Obtuvo mención honorífica, ya que se trata de una mujer muy inteligente y muy dedicada a lo que hace. Con solo un año de haber salido de la carrera contrajo nupcias con Pablo Treviño Garza, Ingeniero Mecatrónico de la misma institución educativa con tan solo dos años más que ella y de quien se hizo novia desde que estaban en los inicios de la preparatoria, mucho a instancias de su propia familia que fue creando el contexto necesario para que de forma muy “natural” se diera el mencionado noviazgo para posteriormente llegar a concretarse en boda. En otras palabras, sin que ellos se dieran cabal cuenta, se trató de un matrimonio “arreglado” por las familias de ambos, situación que es muy común en dicho estrato social, aunque ahora manejado de una manera muy sutil, para que no se haga tan evidente e incluso como para que ni los mismos involucrados estén a plenitud sabedores de ello. Si en algo se parecen la clase alta y la baja (o más bien “rural”) de México es que aún hoy en el siglo XXI existen matrimonios de conveniencia.
Pues bien, Erika era una amazona rubia de aproximadamente 1.72 mts. (Estatura no normal para una mexicana común y corriente, pero si usual entre las que pertenecen a la clase pudiente). Su rostro era más bien parecido a la de una sueca de esas que salen en las postales, su cuerpo es escultural, muy bien formado, por naturaleza Dios le dio una belleza de cuerpo inusual, es decir de campeonato, de concurso de belleza para ser más precisos…Solo tenía que hacer ejercicio de manera moderada para reforzar aún más su espléndido cuerpo…situación que por supuesto no era así, porque como se ya se dijo, ella era muy “intensa” en todo lo que hacía…por lo que ella le dedicaba dos horas cada día a ejercitare a conciencia, por lo que estos dones otorgados por la diosa naturaleza no hacían más que convertirla a ella en toda una diosa de carne y hueso. Sus ojos son de color miel, lo cual hace un juego perfecto con su caballera de un cuidado y esmerado largo. Sus labios son rojos con un color intenso, los afamados labios de Angelina Jolie se quedan cortos ante este, que decir de sus partes nobles…sus pechos son como decía la vieja canción nicaragüense: “ son como cantaros de miel…”, sus nalgas son llamativas indudablemente, totalmente paradas, bien formadas, haciendo una sinergia completa con el resto del cuerpo, que son unas piernas que cualquier jugadora profesional de tenis envidiaría y que cualquier actricita “operada” quisiera que su cirujano le diera. En conjunto era una mujer que siempre llamaba la atención en el lugar en donde estuviera. Tal vez lo que más resaltaba ere ese aire como ausente de este mundo que por lo general tenía. Aunque sonreía y con frecuencia, normalmente estaba seria, como distante, como alejada de la realidad. A algunos hasta les podría parecer fría y altiva. Más cuando arqueaba una de su cejas, por lo que si daba la impresión de ser una mujer presumida. Pero no nos equivoquemos, es común en las mujeres hermosas y sobre todo en las de vidas resueltas desde la óptica económica, ver esa clase de desplantes, pareciéndolas a otras personas que estaban con un témpano de hielo, con alguien muy orgulloso y que los veía de “arriba abajo” (que es una posición muy asumida por las clases más humildes del país). En realidad, Erika no era presumida, pero si estaba muy distante de las problemáticas ajenas a su círculo de referencia y si contaba con una serie de prejuicios, paradigmas e ideas que veremos cómo en su vida se irán derrumbando, dando pie a una persona más sensible a las enormes diferencias que existen en esta canija y a veces difícil vida.
Erika estudio en los colegios más caros y exclusivos de la capital nuevoleonesa. Su círculo de amistades siempre fue muy cuidado por sus padres. Su padre, el reconocido empresario José Garza de la Rimada, hombre ahora ya retirado de los negocios de 72 años y su madre, la noble impulsora del arte y la cultura, la bella Señora Lilian Murra de Garza ahora de 62 años habían esmerado su “educación”, amén de que sus otros dos hermanos eran hombres, uno el mayor y el otro el menor, siendo ella la de en medio y que resultaron fieles guardianes del honor y la reputación de la niña de la familia.
- 3. Formación de Erika: explicaciones
¿Cómo puede una familia en la actualidad blindar de la realidad a sus hijos? Es muy difícil lograrlo, pero Don José y Doña Lilian procuraron darle fuertes principios morales, religiosos (todos los colegios, excepto la Universidad, fueron católicos), y de trabajo a su familia…cuidando con quien convivían, cuidando que siempre estuvieran activos, ya sea en la escuela, en la clase de música, en la clase de deporte, o en alguna actividad social para que el ocio…a ese terrible enemigo, causa de muchos males de la sociedad entrará en sus vidas…el ocio…si lo podían controlar, lo que no pudieron prever fue un tanto el aburrimiento, el hastío y la ignorancia de otras cosas que le ponen la sal y la pimienta a la vida de cualquier ser humano en el planeta. Evidentemente que para lograr esto, se tiene que tener mucho dinero, control y poder, dinero del cual disponían los padres de Erika con facilidad y poder que si llegaron a tener. ¿Han conocido personas así? Estoy seguro que sí…personas que transitan por este mundo, a diferencia de otros muchos (incluyéndome yo mismo) que no sufren percance alguno, no ven perturbada su vida color de rosa, como de película americana con final feliz. Afortunadamente para Erika, no así tal vez para los “puritanos” o “falsos recatados” (entre los que podrían estar su propios padres, familiares y ciertas amistades) este final de película no se vería, sino al contrario nacería una nueva mujer, claro no antes, de llevar a cabo una difícil decisión que trastocaría por completo el giro de esta posible y predecible realidad.
¿Cómo en la actualidad alguien puede crecer con el desconocimiento de pecados, maldades, vicisitudes? Pues viviendo en esa burbuja rosa, teniendo la mente y el cuerpo ocupados en actividades nobles como lo son el estudio, y el trabajo social, por ello Erika desde niña ocupaba su tiempo en estudiar, aprender a tocar piano, bailar danza clásica, hacer deporte…ya jovencita, pues el estudio la absorbía más, además tiene talento para la pintura. Cuando su noviazgo, ya que su futuro marido Carlos Treviño tuvo una educación prácticamente igual a la de ella, eran muy parecidos, muy similares en sus ideas y puntos de vista…a veces su preocupación en que restaurante de lujo irían a comer o cenar, que traje o vestido se pondrían en tal o cual fiesta, que tipo de ayuda darían en el club o en la sociedad civil en la que colaboraban. Aunque todo esto lo hacían con gusto, en realidad no lo hacían con plena conciencia de las desventajas que los “otros” tenían, más bien lo hacían porque era parte de su formación, parte de si educación, parte de sus vidas ya estructuradas.
También contribuye a ello el hecho de que trabajar para ganarse el pan nuestro de cada día no es una necesidad, en donde esforzarse para estar bien, no es detalle alguno y no es una crítica a la clase alta, ya que desafortunadamente este tipo de vidas también se dan en la clase media y baja, en donde los padres procuran que sus hijos vivan de alguna manera “aislados” de la realidad de los “otros”. En México son famosos los “ninis” (ni trabajan, ni estudian) y la mayoría de ellos son de la clase media y baja.
Erika por ello normalmente era muy seca con los demás, casi siempre de grandes gafas de sol y en su camioneta extranjera de último modelo si parecía distante, y aunque sus amigas eran de una cara frente a ella, a sus espaldas sobre todo envidiaban esa naturalidad con la que llevaba su vida sin contratiempos. No tenía problemas con el marido, mucho menos con sus hijos que aún eran pequeños y en su educación ayudaban bastante los suegros y sus propios papás. Al parecer era una mujer ajena a los avatares y sinsabores del sexo, a ese tremendo ingrediente en la vida de hombres y mujeres, causa de felicidad para unos y de infelicidad para otros.
- 4. La vida actual de Erika
Erika tenía una pandilla de 6 amigas (todas ellas ricas, sin necesidad de trabajar en forma seria, aunque algunas si lo hacían, mas por pasatiempo que por otra cosa, todas ellas profesionales y guapas, aunque la que sobresalía notoriamente era nuestra Erika) que se reunían de dos a tres veces por semana, casi nadie faltaba a dichas reuniones, ya sea a desayunar, a tomar café, al cine, a intercambiar noticias, a “comer” gente, a chismear , a perder “sanamente” el tiempo…eran unas dos horas por reunión, por lo general. En las pláticas entre las mencionadas amigas, claro que había dos de ellas: Susana y Clara que sin ambigüedades comentaban o más bien intentaban comentar con las otras: Marisa, Cecilia, Ana y Amanda acerca de sexo…de que tenían “amantes” ocasionales (además de que era sabido por el resto de mujeres, de que habían sido muy “novieras”), pero el resto del grupo ya sea por guardar las apariencias, ya sea por mojigatería (sobre todo, Amanda) evitaban el tema, no sin dejar de “regañar amistosamente” como decir “fresamente” a las otras dos niñas de que eran unas pérdidas, unas “locas” por hacerles eso a sus maridos…aunque, en el grupo también tenían sus quereres “ocultos” la misma Marisa, Cecilia y Ana…es decir, en la realidad solo Amanda y Erika no engañaban ni pensaban hacerlo, ni les preocupaba en realidad en lo más mínimo el tema del sexo.
Sin embargo, no podían evitar que estas Susana y Clara hicieran comentarios, tales como: “ay manitas, si supieran lo rico que es sentir la verga de ese hombrazo de allá” “tuve un orgasmo que casi me desmayo” “Sabían que el entrenador de tenis, la tiene bien chiquita, jajaja” “El viejo jardinero de la Sra. Rosales si tiene una que te hace ver la luna y las estrellas, jajaja”, “Dicen que en la Colonia Country Norte hay una casa de citas de lujo, donde van todos los hombres de dinero de Monterrey…dizque que son mujeres extranjeras, uff…de lo que se pierden, de verdadera carne norteña, jajaja”
…Ante dichos comentarios Erika, solo reía y lo veía como algo lejano, como una tontera de sus amigas, como una pérdida de tiempo, ya que estas aunque de buen ver y mucho mejor tocar, habían descuidado la educación de sus hijos, sus entrenamientos y rutinas diarias,,, ”ay…que pérdida de tiempo, se decía”…
Las otras en el fondo envidiaban a estas dos, ya que se habían liberado y al parecer si gozaban de ese anhelado y a veces desconocido fenómeno erótico y sexual llamado orgasmo femenino…Lo cierto, es que los maridos de estas mujeres tienen lo que suele llamarse “workalcoholismo” o síndrome de trabajar en demasía, en palabras más mundanas, viven para trabajar y no trabajan para vivir, por lo que tienen descuidado a sus bellas señoras.
Así mismo, todas, excepto Amanda envidiaban a Erika, ya por su belleza sobresaliente, o por su notoria inteligencia y eso que estas mujeres también tenían lo suyo…pero más bien por su indiferencia ante este tema, que a ellas les inquietaba, y les inquietaba porque no todas estaban satisfechas con su vida sexual…algunas veces habían rozado el cielo y la plenitud en ese terreno, pero no con sus esposos como lo hubieran querido y lo dictan las buenas costumbres y sus prejuicios y eso sí un tanto de discriminación hacia los “otros” las hacía sufrir de más en ello, pero cuidaban de no hacérselo evidente a la dulce, fría y hasta altiva belleza rubia de la norteña, de la regiomontana Erika.
¿Cómo había logrado mantenerse ajena a este tema, el del sexo, la belleza de Erika? Si es lo más lógico hoy en día, ante los mensajes masivos de los medios de comunicación, si es uno de los principales temas de los mexicanos, si es una cuestión de la que casi todo el mundo habla…pues si es complejo de explicar, pero es lógico y totalmente creíble…miren, si la niña siempre estuvo resguardada por los canes de sus hermanos, los padres le procuraron un ambiente idílico y luego si el novio que se cargó que era de mucho más dinero que su familia, de mucho mayor poderío político que la suya, pues “asustaba” y alejaba a los más atrevidos, que si los hubo, sobre todo en la Universidad, hubo dos que tres chavos de clase media que la pretendieron, pero se tuvieron que alejar al ver el peligro que corrían de meterse en broncas con familias de prestigio y poderío en la ciudad.
Claro que cuando estaba en el gimnasio, en el club deportivo, incluso en la Iglesia, en un mall, en cualquier espacio público no faltaban las lisonjas, los piropos o incluso el atrevimiento de abordarla, pero el mujerón simplemente estaba indiferente a este tema, ya que no lo consideraba importante…le daba risa y más bien le sacaba provecho al indudable atractivo que sabía ejercía en el sexo opuesto e incluso en otras mujeres para de una manera muy desarrollada, en un estilo muy provocativo, pero sutil, casi sensual, sin que ella lo supiera, ya que en esta clase de hembras, es un proceso innato, natural y que se da como flores en un jardín del edén. Usaba ese poderío para lograr pequeños caprichitos que se daba y de hecho le gustaba usarlo para su beneficio y el de quien le cayera bien.
¿Cómo fue que con su novio y ahora marido no se despertó esa fuerza avasalladora del sexo? Pues el pobre hombre también recibió una educación muy especial como la que se ha explicado, lo enfocaron más al trabajo y a la búsqueda de la riqueza económica, y así fue como Carlos se desarrolló en el concepto de que el sexo es solo un medio para procrear y formar una familia…su noviazgo fue muy limpio, de manita sudada como se dice, a él más bien le interesaba que se dijera de la hermosa mujer que tenía como novia y ahora como esposa y de los bellos hijos que tenía…le dedicaba grandes horas al trabajo…aunque si había hecho deporte y se había cuidado en su juventud temprana…ahora era un calvo incipiente aún a sus escasos 34 años…y tenía una pequeña panza, la llamada “panza de la felicidad” que no viene del sexo, sino del bien comer y de una vida de oficina y de viajes constantes. Tampoco sabía lo que era el verdadero sexo y como tal pues nunca le enseño, ni mucho menos pretendió junto con su novia, ahora esposa aprender juntos…era muy respetuoso en la cama y eso si la halagaba a cada rato y le hacía regalos simbólicos porque sabía que de esa manera siempre podía tener contenta a su mujer…no le interesaban otras, sino más bien el manejo de sus empresas…incluso a sus hijos tampoco les dedicaba gran tiempo o importancia…solo le interesaba la imagen bonita que de ellos tenía la sociedad en que se desenvolvía..
Sus encuentros de novios se concretaban a besos muy cándidos, a masajes suaves casi tímidos en las nalgas y senos de la mujer, ya de casados casi siempre el encuentro duraba pocos minutos, sin que supiera se trataba de un eyaculador precoz…solo en una ocasión, que se había pasado un poco de tragos, logro que la rubia se excitará un poquito más, logrando sacarle pequeños gemidos que le dieron miedo bajándole de inmediato la briaga y detenerse, contenerse, en esa ocasión, tardo un poco más en masajear, acariciar, a veces rudo a veces tierno en las protuberancias perfectas de su mujer, le recorrió las piernas, el vientre, el nalgatorio, los senos a plenitud, con calma, pero en cuanto su mujer empezó a convulsionarse, le dio miedo y se detuvo, penetrándola ipso facto para venirse después de unos cuatro o cinco empellones…en esa vez, la diosa rubia, sintió por primera vez en su vida lo más cercano que estuvo a un orgasmo, le gusto, pero al ver el miedo en los ojos de su marido se quedó con la idea de que eso no era adecuado, ni bueno…lo único cierto, es que de esa follada fugaz nació su hija…
Como Erika se movió con un círculo muy cerrado de amistades desde su niñez hasta la fecha, pues no tenía contacto con otras experiencias, en la Universidad a pesar de la diversidad de alumnos y compañeros, no se llevó en demasía, más que con sus compañeras. Además, Amanda siempre fue su amiga fiel y estudio lo mismo que ella, así que no la dejaba para que pudiera convivir con otros…su grupo de amigas es desde niñas.
Sus contactos actuales en gimnasio, clubes, Iglesia, escuela no dejaban de ser lo que las reglas sociales de civilidad permitían, era muy difícil acercarse, por ello ella lucia más bien como una reina nórdica.
Claro que había lobos hambrientos de carne humana cercanos a ella, mucho más cercanos de lo que ella misma se hubiera podido imaginar aún en sus más recónditos pensamientos, pero que por el momento y por no meterse en problemas sobre todo familiares y hasta económicos, no dejaban ver sus más oscuros propósitos, solo se contentaban con verla, con convivir con ella, con estar cerca de ella, verla sonreír de vez en vez y bailar de vez en vez con ella…claro, siempre el peligro está durmiendo cerca de ti…se trata de familiares políticos, de familiares de su esposo, quienes la deseaban, ¿quiénes? Poco a poco se irá explicando la vida de esta impresionante beldad, de esta amazona espacial.
¿Cómo era la vida de esta exquisitez de mujer? Pues era llevar y traer hijos, asistir a juntas escolares, ir al gimnasio del club todos los días, misa los domingos, daba tres veces a la semana clases de pintura y de diseño en una pequeña academia de lujo de la colonia a niños y niñas de sociedad…lo hacía más como pasatiempo que otra cosa…también cada semana asistía a diversas empresas de carácter social de su marido, suegro y de sus papás a ofrecer diversos tipos de servicio y ayuda, que veía como parte de su vida más que por una real necesidad de solidaridad con los demás, con los “otros”…así transcurría la vida de esta buenísima mujer, hasta que un viaje detonaría un proceso de aprendizaje que la llevaría a tomas de decisiones que nunca pensó se tendrían que llevar a cabo en su cálida y tranquila vida.
Empecemos…
- 5. El proceso de reaprendizaje en la vida de Erika

Erika: ¿Por qué amor?
Carlos: Se trata de que me van a dar a un premio por ser el empresario del año, además de que será ahora en el DF donde afortunadamente se liga con un Congreso al que quiero asistir, así que estaremos cerca de semana y media en el DF…será en quince días
Erika: Bueno, a lo mejor ya nos hace falta ese tiempo para nosotros dos, ¿no crees, querido? Y a lo mejor mis amigas también podrían asistir, me voy a poner de acuerdo con ellas para los días en que estarás en tus conferencias….
Carlos: Así es…es un Congreso de negocios, no creo que te guste asistir, ¿verdad?
Erika: Claro, déjame ponerme de acuerdo con Amanda y las chicas…
Días después…
Erika: solo Amanda y Clara podrán asistir y solo a los festejos de la generación, después se tienen que regresar a Monterrey, que lastima, ya teníamos planes para ir de compras y a turistear por ahí…está el Concierto de Luis Miguel en el Auditorio Nacional…no me gustaría ir sola, ¿me acompañas?
Carlos: Veremos, tengo la agenda muy apretada, que lastima, pero así podrías estar solita y hacer lo que quisieras…a lo mejor te está muy bien, unos días sin hacer nada en concreto, sin plan alguno…
Ya en el festejo de la generación 1998- 2002 del Tec de Monterrey de todos sus campus a lo largo y ancho de México en un prestigioso y lujoso hotel de la mejor zona del DF con cerca de doscientos hombres y mujeres de alrededor de 32 a 36 años con cierto y relativo éxito en sus vidas convivían en la comida de cierre del evento, Erika (su marido no podía estar ya que estaba en otro hotel en una reunión de negocios con otros empresarios del DF), Amanda, Clara y a invitación de esta última un matrimonio muy divertido. La mujer de nombre Elsa era Arquitecta, habiendo tomado algunas clases con Clarita…si eran amigas de esa época, aunque ahora ya no convivían para nada, si estaban recordando viejos momentos… era oriunda de Villahermosa, Tabasco. Su marido, Ricardo era Licenciado en Administración de Empresas, de Córdoba, Veracruz…Ambos vivían en la ciudad de Veracruz, en donde tenían un pequeño negocio…él era ejecutivo importante de Ventas de una empresa de dulces y ella daba clases a nivel universitario. Tenían dos hijos, y como buenos sureños, eran más liberales, más divertidos, menos serios, menos “intensos” que los del norte (esto no es un prototipo o perfil generalizado, más bien es un patrón cultural que más o menos se da entre Norte y Sur en México, no es bueno ni malo, simplemente existen diferencias que si no se acentúan no se perciben o causan ningún mal a nadie).
La principal diferencia entre este matrimonio y las otras mujeres…es que ellos eran morenos, siendo ella ya casi una morena oscura como buena tabasqueña…Ella es más baja, 1.68 mts., él de 1.74 mts. Ella muy pero muy exuberante de curvas, de una cara muy tropical, casi de rasgos similares a los de las brasileñas…muy bella, en su peculiar estilo, pensaba la rubia y divertida Erika, que se maravillaba de como un matrimonio de su edad pudiera llevarse tan bien, tan natural, sin estiramientos que se daban con sus conocidos.
Él muy atlético, pero muy natural, en su ciudad se da mucho el que los hombres se llenan de bolas enormes exagerando sus músculos, cosa que para nada gustaba a la bella rubia…su cara aunque no fea, no le agradaba, ya que ella estaba acostumbrada a otro tipo de rostro, pero no podía dejar de reconocer que el hombre que alegremente albureaba (término que después entendería Erika, ya que en algunas ocasiones no sabía de qué se reían y tuvieron que explicárselo y fue cuando comprendió) hasta a su mujer, tenía muy buen cuerpo. Vale explicar que la rubia por su inclinación al diseño y a lo estético, a lo bello, si reconocía cuando alguien era bien parecido…este no lo era, pero su cuerpo sí…En Monterrey quien tenía buen tipo, tenía una alta probabilidad de ser gay, ya que si algo tenía la capital de los negocios es una clasificación masculina más o menos en esta proporción, según había leído en alguna ocasión en un artículo de una revista de circulación local: 80 % de los hombres jóvenes en edad de casarse son gays, del 20 % restante, 15 % tienen sobrepeso, otro 5 % se mete anabólicos para parecer fisicoculturista y el otro 5 % es indefinido….Y ya en el total de los masculinos la cifra de homosexuales alcanza hasta un 45 %, lo que deja un 55 % de los cuales casi el 70 % son obesos…es decir, es la capital de los gordos, es la reina de las operaciones para disminuirlo, es la reina de las aseguradoras ya que los ejecutivos y empresarios tienen que operarse para poder dar el peso que exigen dichas empresas para poder hacer válidas las pólizas de seguros, jajaja
Eso a Erika le chocaba de su ciudad, la ciudad de mayor consumo de refresco y de comida chatarra, la primera en obesidad infantil…por eso, ella era muy cuidadosa con su cuerpo…eso pensaba la rubia distanciando otra vez de la conversación…cuando
Elsa: Pues Ricardo y yo vamos mañana a ver al tal Luis Miguel…ya ven es de nuestra época, jajaja que lástima que mañana te vas temprano Clarita…
Erika que si había comprado un par de boletos con la esperanza de asistir con su marido, se apresto y se apuntó para ir con el matrimonio al evento, ya que en definitiva Carlos, su esposo no podría ir…
Ricardo: Pues ya está, mañana te esperamos en el lobby desde temprano ya que tenemos todo un tour por la ciudad…
Así transcurrió la velada, Amanda se tuvo que disculpar ya que empezó a sentirse un tanto mal, quedándose Clara, Elsa y su marido Ricardo y nuestra belleza, por lo que los comentarios subidos de tono entre Clara y Elsa empezaron a correr…nunca en su vida, por increíble que parezca Erika había escuchado una conversación tan larga de contenido sexual y al no tener apoyos en otros iguales a ella, no le quedó más que escuchar todo, varias cosas no las entendía y mucho menos entendía cómo es que se reían con tantas ganas, también le gusto como bailaron la pareja de sureños, se veían tan felices, tan espontáneos, tan naturales…no sabía cómo explicarlo…también se maravilló como Clara se estaba ligando a un hombre que estaba solo en la mesa cercana y como en el baile ya de plano se abrazaban con todo…riéndose y murmurando entre sí..de verdad que Clara no se mide, pensaba y que diría Cesar, su esposo si supiera que su mujer era toda una vampiresa…A Erika, la sacaron a bailar, pero con ninguno bailo, porque no quería dar pie a murmuraciones a sus nuevos conocidos.
Ya en su cuarto, Erika pensaba que sería raro convivir con sus nuevos conocidos ya que eran de otro mundo, muy diferentes a ella, cuando se percató de que no había traído una crema limpiadora extra y no se había dado cuenta de que la que usaba ya se terminaba. Carlos le había hablado de que la reunión todavía estaba como para dos horas más y que ya no lo esperara, que descansará…Bueno, iré a ver a Clara a sus cuarto para que me preste su crema, se dijo a sí misma la beldad, sin saber que presenciaría una de las escenas que más la marcarían de allí en adelante en un nuevo camino sin retorno alguno ya.
Toc, toc, toc tocaba la rubia en el cuarto de su amiga Clara sin recibir respuesta alguna y es que eran un toques muy discretos, como no queriendo molestar, cuando la mujer se sobresaltó al empezar a escuchar con bastante claridad unos gemidos que le pusieron la piel de gallina, empujo levemente la puerta y oh…esta se abrió…hay un pequeño recibidor en estos lujosos cuartos que dan un pequeño espacio entre la puerta de acceso, la del baño y el cuarto mismo, por lo que los sonidos, gemidos y palabras ya fueron bastante evidentes y claros para la hermosa mujer como para dejarla paralizada haciéndola retroceder antes de entrar a la estancia propia del cuarto, su primer intención fue salirse de inmediato, pero pensó que si se salía rápido tal vez se dieran cuenta y la pena no la hubiera podido aguantarse, por lo que no le quedó otra que quedarse sin asomarse a la recamara para escuchar en toda plenitud:
Papiii…dale fuerte, asíiii, asiiii que ricccoooo…
Nadie contesto ante esos gemidos de espanto que emitía su amiga Clara, solo se escuchaba una especie de glog, glog, glog….
La curiosidad se despertó en la rubia y es que ni siquiera en películas se había acercado este mujerón de 32 años a vivir esta experiencia totalmente desconocida, totalmente nueva…se asomó para ver como una fuerte espalda morena se veía con las dos piernas blancas y bellísimas de su amiga sobre sus hombros, de hecho solo veía los pies de Clara, estando oculta la cabeza del hombre en la entrepierna de la mujer y haciendo ese ruido tan raro de glog, glog, glog y los gemiditos que emitía la mujer…¿Qué era eso?, ¿que veía? El hombre estaba tal vez besando con su boca las partes de su amiga…que asco, pensó, ella no sabía que eso pudiera pasar….lo que si la inquietaba es que su amiga parecía estar gozando mucho ya que alcanza a decir entre gemido y gemido…riccooo, commeemmee, mi machoooo, mi hombreeee..ahiiiiii, asiiii, seguiiiii sin llegar a terminar exhalar muy fuerte y sacudirse como convulsionándose….ayyyyyyy
Erika volvió a retroceder toda asustada, cuando de pronto escucho la voz del hombre que reconoció era la del tipo con la que Clara había estado bailando en la velada, supo que era un tipo casado del mismo DF que asistió sin pareja al evento y que al parecer era abogado de la misma generación (aunque ella nunca se acordó de haberlo visto o conocido, y como no, si su círculo de amigos era muy cerrado y no prestaba atención en los demás, en los “otros”), porque por momentos el susodicho se había sentado en su mesa…
Ahora si putita….a mamar verga que es a lo que venías, ¿verdad zorrita?
Volvió a asomarse para ver al tipo totalmente desnudo y con un cuerpo moreno ya brilloso por el sudor que resaltaba sin duda el trabajo de gimnasio que hacía, no era exagerado, al contrario era armonioso, atlético, no pudo dejar de abrir los ojos la rubia al ver la parte masculina del hombre ya que tenía claramente un pene mucho más largo y grueso que el de su marido y como su amiga también casi en cueros, solo tenía un liguero y una pequeña tanga que se veía toda desmadejada ya, sin estar en su lugar, como que la habían estirado rompiendo su elástico hincada empezando a besar ese aparato reproductor del hombre…quedo paralizada, nunca en su vida había visto algo semejante…el hombre empezó a hacer una caras de gozo, luego como de sufrimiento, luego como que se reía y también emitía pequeños gemidos, aunque ciertamente muy masculinos….vio cómo su amiga totalmente arrodillada ante el hombre empezaba a meter y sacar con cierto ritmo agarrando con sus manos los costados de la cadera del hombre y empezando incluso a amasar y masajear el cuerpo del mismo, alternando el costado con incluso las nalgas del hombre que no dejaba de decir: asssíi….ahiii reiniitta….no sabes cuantas me hiceee de joveeen en el Tecc,,,,te teníiaaa unas ganassss,,,pinchheee putitita…estas biennn buennaaa…
A lo que en un momento, Clara se detuvo y hablándole con una calma pasmosa al hombre decirle, pues aquí me tienes, nunca es tarde para ponerse al corriente, aprovechemos esta noche, con una voz y tono que no le reconoció a su amiga….continuando con la actividad de succionar, chupar, no supo definir la hermosa voyeur (después aprendería que eso era una felación).

Hummmm, hummm, humm empezó a escucharse, el ruidito empezó a despertar otra vez la natural curiosidad de toda hembra, para volverse a asomar al cuarto y ver como ahora la rubia estaba colocada sobre la cama en una de sus orillas con sus dos brazos estirados sobre la misma y las piernas abiertas y el hombre por atrás de ella empujándole su pene…como si fueran perros, solo que ella en la cama y él de pie…ella ya había visto que los perros hacen el sexo de esa manera, pero nunca hubiera creído que las personas lo hacían así…ya que ella no lo hacía de esa manera con su Carlos.
Ahiiii. Ahiii , ayyyyy escuchaba que su amiga emitía y veía como sus senos se movían al ritmo que el hombre imprimía en sus embistes…no dejo de reconocer que su amiga tenía un muy buen cuerpo, muy trabajado, muy blanco y que contrastaba con el moreno del hombre que le estaba haciendo el amor…¿amor? Pensó la mujer, ese hombre no es su marido, lo acaba de conocer, al parecer se conocían de la Universidad, pero como era posible que hiciera esto…
Dioosss que gozooooo, estooo es cogeeer y no chingaderas, se asustó la niña-mujer inocente de Erika, que en una sola exhibición real estaba viviendo hasta ahora algo desconocido para ella
Se asustó aún más cuando el hombre se detuvo para subirse a la cama y darle una vuelta completa a la mujer para acostarse él y subirse encima a su amiga con una agilidad y rapidez pasmosa, para decirle: a cabalgar se ha dicho, potranquita norteña….a lo que su amiga con una de sus manos agarrar el pene del hombre e introducírselo en la punta de la vagina dándose un sentón ella misma, exhalando ajuaaa….este si es un potro…ahhhhh, mi potrrorooo rabiosososoo….ahiiii….y empezar a moverse como una licuadora sobre del hombre
Duraron así un rato largo, mucho más largo que lo que ella con su marido Carlos empleaba para estos actos…De pronto, su amiga se viró para quedar sobre el hombre pero ahora dándole la espalda y seguirse moviendo a un ritmo acelerado, en esta posición Erika pudo ver el rostro todo desmadejado de su amiga, pero evidentemente un rostro lleno de felicidad…Así mismo, la joven casada empezó a sentir mucho calor en su cuerpo, los senos se le habían erectado sin siquiera haberse tocado, sintió cosquillas en su entrepierna y en un momento fugaz se dijo a si misma:¡Que se sentirá estar así? Mi amiga se ve muy feliz…y yo siento ahora muchas cosas raras en mí…
….ahhhh alcanzo a decir la pecadora infiel…..y empezó un movimiento frenético hasta que el hombre exhalando…ahiii te voyyyy…ahiiiii con lo que la amiga también gimió más y más cayendo sobre el varón, para voltearse a abrazarse a su amante recostando su cabeza en el pecho de él y aparentemente dormidos lo que hizo que Erika decidiera ya salir de ese cuarto de pecadores infieles…para irse casi corriendo a su cuarto, donde su marido aún no llegaba…vio el reloj abriendo más los ojos para calcular que el sexo que su amiga había estado haciendo había durado cerca de la hora, no pudiendo evitar comparar que con su esposo eso duraba cerca de diez minutos…se acostó de inmediato para tratar de calmarse por lo que había visto y escuchado…
Fue una noche muy intranquila, sintió a su marido llegar tal y como había dicho en un lapso de dos horas desde que le había hablado antes de ir al cuarto de Clara.
Al día siguiente, su marido a su Congreso, sus amigas Amanda y Clara desde más temprano ya se habían trasladado al aeropuerto…y ella esperando en el lobby a la pareja de Ricardo y Elsa…le habían comentado que en el día se vistiera cómoda ya que caminarían bastante, por lo que se había vestido con un pantalón de mezclilla corte clásico, ya que no le agradaban los que se ponían a la cintura por considerarlos incomodos y muy pecaminosos, por lo que el pantalón cubría por completo su maravilloso nalgatorio, pero sin dejar de resaltarlo, de dejarlo expuesto y atractivo, ya que se puso una blusa ligera también de mezclilla, pero más ligera y metida en el pantalón por lo que su cinturita, sus nalgas y portentosas piernas lucían en todo su esplendor, en las manos llevaba colgada un pequeño bolso en donde tenía una chamarra ligera…el pelo se lo había recogido en una coqueta melena, por lo que realmente lucía mucho más joven, casi no tenía maquillaje, ya que no lo requería, sus gafas de sol no podían faltar y ocultaban las pequeñas ojeras que si se le habían formado ya que no había podido dormir después de los cerca de 60 minutos que estuvo en el cuarto de Clara…uff…mi amiga es tremenda, pero se ve que gozaba como un animal, pensaba la rubia cuando vio llegar muy abrazados y sonrientes a sus nuevos compañeros de un nuevo día en su vida…día que tampoco podría olvidar en mucho tiempo…
Elsa: ahora si amigocha…a vivir un poco, a darse un “baño de pueblo”…jajajaja
Erika no entendió esto último pero estaba decidida a pasársela bien con ellos para olvidar el trauma de la noche anterior.
Lo primero que hicieron fue salir a caminar por la calle Reforma y desayunar al aire libre en una de las callecitas cercanas a esta gran avenida en un puesto de comida informal, cosa que por primera vez hacía en su vida la bella casada sola…se dijo la rubia: otra primera vez, ohhh diosss que más me puede pasar hoy….no dejando de ver las miradas muy distintas que le lanzaban los hombres que estaban en el puesto, miradas que no veía en sus ocasionales encuentros con otros hombres como maestros, directores de escuela, o en su academia, en donde los dos que había de plano eran gays declarados. Si acaso en ocasiones, se decía se lo había descubierto a su suegro, el poderosos y omiprescente Don José, el papa de su Carlos…y al Tío Alberto…hermano de la mama de su marido…miradas que en su momento atribuyo a que como todo hombre sabía les gustaba su belleza, que a cada rato le recordaban todos, sobre todo su mismo esposo, que siempre le andaba halagando.
Después la sorprendieron diciéndolo que subirían al metro de la ciudad, transporte que ni de chiste Erika había abordado ahí en el DF o en el de Monterrey…como ellos estaban en pareja no se quisieron separar en los vagones en donde separan a hombres y mujeres, decidiéndose subir al de hombres (es bien sabido que en las principales estaciones del metro de la ciudad de México separan a hombres y mujeres para evitar los posibles manoseos y molestias sobre todo de varones a las féminas). Además a esa hora en esa estación no había casi usuarios. Dicho y hecho, se subieron, ella se sentía totalmente fuera de lugar…observaba a los pocos que había y solo veía rostros cansados, algunos durmiendo, rostros que no se atrevían a mirar directamente a los ojos…por otro lado, la pareja de compañeros parecía estar en lo suyo, como si estuvieran de novios, es más eso parecían, un par de novios y una pareja de casados ya con tiempo y con dos hijos…siempre se estaban abrazando y besando, en más de una ocasión pillo como él le daba una nalgada a ella o como esta de plano también le sobaba el trasero a su marido. Ni en los más remotos pensamientos, ella hubiera tenido ese comportamiento con su esposo Carlos.
La incomodidad fue cuando en dos estaciones más, el vagón se llenó a la exageración…y todos en su mayoría eran hombres, identifico de inmediato a dos gays que por su escultural figura y exagerado trasero, aunque realmente bien puesto, no pudo dejar de reconocer.. Le llamo la atención una jovencita que también entro, era blanca sin llegar a ser rubia, evidentemente el pelo lo tenía tiñado de ese color, tenía una minifalda de mezclilla que resaltaba unas bonitas piernas y un buen trasero. También ingreso una mujer muy maquillada y con curvas muy pronunciadas…se ve que fue bella, ahora era evidente su madurez, traía un vestido un poco arriba de la rodilla muy entallado y con un escote muy pronunciado…también vio como acto seguido dos hombres se colocaron de inmediato atrás de dichas mujeres que estaban separadas entre sí para empezar a moverse rítmicamente pero lento sin que fuera evidente para otros que se estaban restregando sobre los nalgatorios de las mujeres que evidentemente se empezaban también a repegar, eso mismo lo vio con los dos gays cuando vio que otros dos hombres se ponían atrás de ellos para empezar a simular lo que la noche anterior vio entre el hombre abogado y Clara, es decir, como si estuvieran cogiéndose unos perros. La mujer después supo que eso se llamaba “perreo”. Todo esto lo podía ver ya que ella era más alta que la mayoría de los presentes. Sus amigos se colocaron delante de ella, aunque un hombre se interpuso entre la espalda de Ricardo que también empezó hacer lo mismo con Elsa, por lo que está por ser chaparrita y estar de espaldas a ella no la podía ver a ella, mucho menos Ricardo que solo atino a medio voltear para decirle que faltaban como cinco estaciones para llegar a su destino, que no era otro que el Palacio de Bellas Artes. Que él le avisaría cuando bajar por lo que a la rubia no le quedo más que volver a ver como ellos, la pareja de gays, la joven y la madura empezaron un sutil meneo y alcanzo a ver rostros de felicidad y gozo como los que Clara tenía la noche anterior.
En eso estaba, cuando sintió como el hombre de enfrente se aplasto contra ella…como era más bajo podía casi sentir el aliento de su boca por encima de sus senos, situación que le incomodo por lo que en un acto reflejo hacerse hacia atrás y sentir como su nalgatorio se enterraba sin querer en las ingles de otro hombre que estaba detrás de ella y que poco a poco ya pensaba empezar a puntear las mejores y más grandes nalgas que había visto en su vida entera…este hombre era casi de la misma estatura que el de la rubia por lo que el encuentro entre verga ya totalmente parada y ranura de nalgas fue totalmente válido, totalmente exacto, como si se estuvieran esperando de toda la vida. La rubia casi brinca al sentir en su trasero con plena conciencia un pene muy duro y grande, nunca su marido le había pedido o insinuado siquiera poner su aparato en esa parte de su anatomía…lo sintió totalmente, sintió como se acomodaba en su trasero, como se aplastaba en sus nalgas que por ser grandes y muy paradas acojinaron y de alguna manera acogieron el miembro masculino, es más hasta sintió como palpitaba, del susto solo atino a exhalar un ayyyy…que le arranco una malévola sonrisa al puntillador de atrás, la rubia se hecho rápidamente para adelante para ver como la cara del otro sujeto casi se entierra en la canalura de sus pechos…el puntillador de adelante ya había visto que había otro sujeto dándole un perreo al mujerón que le puso por suerte Diosito en su trayecto diario a vender al centro de la ciudad sus humildes productos…era un vendedor de chucherías cualquiera, por lo que sin reparo alguno poso sus labios sobre la textura de la camisola de mezclilla y de plano se empujó hacia adelante…el de atrás al ver que la rubia había gemido interpreto que era una de esas busconas que le encanta subirse al metro a buscar que las cachondeen, que las manoseen, que las calienten, así que con valentía inusitada se restregó por completo flexionando sus piernas para impulsar su verga que sintió coincidía exactamente con las nalgas de esa diosa caída del cielo…Gracias virgencita pensaba el individuo que en su trinche vida había tenido ante si unas nalgas tan divinas como estas, empezando así un empuje fuerte y vigoroso por dos desconocidos a la portentosa rubia que ya sonrojada ante la situación no sabía si gritar y pedir auxilio a sus amigos que veía estaban en lo suyo…
La hermosa hembra pensaba que si gritaba se armaría un escándalo de primera, que todos se burlarían de ella, ya que prácticamente se percató de que otros hombres se estaban dando un agasajo visual con las arrimadas a ella misma y a los gays, sus amigos, y las otras dos mujeres, casi todos los que estaban en el vagón eran conscientes de lo que estaba pasando, pudo ver como un joven desaliñado veía con enorme satisfacción como los otros hombres la estaban empujando entre sí…sin más decidió guardar silencio y agachar su cabeza para dejar que esto ya terminara…paso una estación larga, oscura, como de cinco minutos en donde los besos sutiles del hombre de enfrente a parte de sus senos eran más que claros, sentía además el pene también grande y durísimo del sujeto en sus muslos que el mencionado se alternaba para acariciarlos por encima de la ropa con su aparato. También, sentía como el pene del de atrás estaba ya encajado entre sus nalgas haciendo un movimiento oscilatorio de atrás hacia adelante, de un lado a otro…inició otra estación como de otros cinco minutos para de pronto detenerse por completo y estar a oscuras (esto es común en algunas partes del metro del DF), con lo cual sintió como de plano el hombre de atrás con sus dos manos empezaba a masajear, a palpar, a acariciar y toquetear sus nalgas, sus piernas, su cintura….empezó despacio, como pidiendo permiso, al ver que la rubia solo tenía la cabeza agachada pensó que era un consentimiento a sus avances, de pronto el joven de al lado también con una de sus manos empezó a rozar sus manos, él si más tímidamente…el de adelante al ver esto, también inició un manoseo con sus dos manos a la cintura y nalgas de la joven hembra…parecía que los tres hombres se coordinaban, se ponían de acuerdo para no tener sus manos juntas o estorbarse…la mujer pensó que solo sus masajistas (una mujer muy grande y un gay muy suave) habían tocado así su cuerpo, ni su marido, solo en esa ocasión en que empezó a sentir un hormigueo, un calor raro que le recorría el cuerpo al tener un poco más de tiempo de preámbulo, antes de penetrarla…situación que empezaba a sentir…al ser un toqueteo no tan exagerado para guardar las apariencias, esa situación de suavidad, le empezaron a ser gratificantes, al grado que con los ojos semi cerrados no pudo evitar exhalar el gemido más sensual, más erótico que los tres pobres infelices habían escuchado en sus vidas, a ella le pareció como un desahogo ante tantas experiencias y esta situación tan anormal en su vida, a ellos fue una invitación a continuar con el magreo, siguieron y siguieron, aun cuando el vagón volvió a iniciar su trayectoria, paso otra estación, la mujer alcanzo a calcular que llevaban así como veinte minutos, alzando su rostro para con una sorpresa inaudita ver como los dos gays tenían bajado sus pantalones apenas cubriendo con manos de los sujetos que los punteaban y de ellos mismos las partes de carne humana que dejaban ver dos glúteos más parecidos a los de una mujer que a los de un varón, también vio que la joven de mezclilla y la otra mujer dejaban ver parte de sus nalgas, con sus respectivas prendas subidas a la cintura, era ¡evidente, se las estaban cogiendo ahí mismo! Diosss, no pudo dejar de mencionar, con lo que ya liberadas las barreras de los hombres de delante y del de detrás empezaron a meter su mano en su entrepierna de manera alternada, casi se cae, si no es porque los mismos hombres la detenían al tenerla prácticamente empalada, como si fuera el relleno de un sándwich…ante este nuevo ataque, la rubia sintió un escalofrío que la recorrió por completo, ya llevaba así cerca de media hora, diooss que calor sentía la hembra, sin querer pretenderlo, como en un acto natural este bello ejemplar femenino empezó a moverse al compás de sus agresores, su mente ágil e inteligente no podía evitar a que su cuerpo entero empezará a sudar finamente, a ponerse con la carne chinita, chinita, a que empezará a temblar sin control alguno y lo peor, oh diosss a moverse al ritmo de la fenomenal metida de mano y sobajeo a sus nalgas, piernas, senos, entrepierna ya al 100 % de los dos hombres de cuyos nombres desconocía y que al de frente ni siquiera se atrevía a mirar hacia abajo, alcanzo a escuchar a Ricardo que le casi grito: ¡ Faltan dos estaciones más!, mensaje que fue captado de inmediato por los astutos y sagaces varones que redoblaron el magreo, la mujer ya no pensaba , ya se meneaba al ritmo que le dictaban los hombres, sentía a plenitud las vergas de los mismos y en un acto que la sorprendió a ella misma, con una de sus bellas y cuidadas manos, la izquierda atrapo el miembro del chico que al lado también la manoseaba sintiendo un largo, aunque delgado aparato masculino, aunque mucho más largo y ancho que el de su esposo, se viro para ver al joven y este solo alcanzo a sonreírle como agradecido con un ojos que se clavaron en la mente de la fémina, el meneo de los cuatro continuo, se llegó a una estación en donde más gente subía y bajaba…ufff…ya solo falta una más para acabar esto, exhalando un sensual gemido..humm, que prendió a los tres hombres que continuaron con su ardua y sencilla tarea, al grado que el primero en estallar y hacer sentir su humedad a través de la tela delgada del pants que llevaba fue el joven que Erika de inmediato sintió en su mano izquierda, después el hombre de enfrente se paró casi de puntas para venirse convulsionando y ya prácticamente abrazado por las nalgas de la portentosa diosa rubia con la cual se perreo, la rubia sintió como el miembro palpitaba haciéndose como más duro y más grande, claro que lo sintió en uno de sus exquisitos muslos, finalmente el de atrás apuro los movimientos de restregarse en el nalgatorio y la rubia paraba más su culo apoyándose para ello en los fuertes antebrazos de su agresor delantero al cual por primera vez, descubriendo un rostro de rasgos claramente indígenas con arrugas notorias en la frente pero con unos ojos de gratitud que nunca había visto en su vida, al tiempo que sentía en su parte trasera como ese pene le palpitaba haciendo que su orificio anal palpitará de una forma que no conocía en su cuerpo y que ya el hormigueo, el calor, el sudor ya notorio en su frente le inundarán de una sensación en todo el cuerpo como de liberación, sobre todo en su vagina que también palpitaba, sentía algo dentro de ella, algo duro que le hizo reprimir ya un gemido más notorio, sintiendo que estallaba algo dentro de ella, dejándole una sensación super agradable, se sintió relajada, feliz, plena al tiempo que el de atrás la puntillaba más fuerte y también sentía como se agrandaba como lanzando algunos latigazos que sintió como pequeños picazones similares a los de las agujas de acupuntura que luego utilizaba en sus múltiples tratamientos de cuidado.
Ahí en el vagón de un metro de la ciudad de México a manos de tres desconocidos que nunca volvería a ver seguramente en su acomodada vida había tenido el primer orgasmo (aunque no el último) de sus 32 años…fue una sensación nueva e increíble…solo se necesitó cerca de 40 minutos para tener una sensación mucho mejor a hacer ejercicio que era lo que más se le acercaba a ello y sin tener sexo en realidad. La rubia estaba maravillada.
Se llegó al final de la estación en donde bajarían, en ese instante casi brinco de su posición para alcanzar la salida no sin antes voltear para ver que su agresor trasero era un hombre casi de su estatura con el pelo gris, de un rostro moreno también de rasgos indígenas que sonriendo le lanzo un beso con sus labios no pudiendo ver los ojos extasiados del hombre y sin dejar de escuchar como una señora sentada en unos de los asientos cercanos al espacio del magreo alcanzaba a decirle en voz baja: Pinche putita que buen faje te pusieron esos pinches cabrones, jajaja se ve que te encarga la verga mijita…pues gózale mientras puedas, eso es vida mijita no como un regaño sino al contrario guiñarle sonriéndole de que eso estaba bien….¡Vieja caliente y alcahuete, pensó asustada la rubia! Que se llegó a la salida para alcanzar a sus compañeros de día.
Las primeras dos horas siguientes fueron normales para la rubia ya que visitaron el Palacio de Bellas Artes y un museo cercano, aunque no pudo evitar estar como apenada y otra vez distante con la pareja de acaramelados sureños. En un momento Elsa solicito ir al baño del museo en que estaban, a lo cual se quedó un rato a solas con el hombre Ricardo que empezó a mirarla con atención para decirle: ¡Pues yo también tengo ganas de ir al baño, así que si me disculpas!, quedándose así a solas otro rato…se empezó a extrañar de que no llegarán sus nuevos conocidos cuando decidió ir al baño de mujeres a buscar a Elsa…entró y no vio a nadie, pero sí pudo escuchar con claridad la voz de Elsa que decía: Ricardooo…estas como burro en primavera…lo de ayer no fue suficiente…so cabrocinto..a lo que Ricardo decía: ¡Sabes que me tienes loquito, estas bien buena cabrona…ya quiero que llegue la noche para volverte a dar otras cogidas como bien te mereces!…a lo que su esposa respondió: claro amorcito…claro, para que quiero carne, si tengo la carnicería completa en casa, ya vez la puta de Clara aventándote los canes y al que se dejara, de seguro se cogió al tipo con el que estuvo bailando…Seguramente así fue, pero ya sabes mientras yo te cumpla y sea tu señor en la cama, no tienes porqué andar de buscona por ahí.. aquí tienes macho pa toda la vida, mi negra santa….dejándose oír unos sonidos que evidenciaban que se estaban besando con todo….
La rubia sonriendo salió discretamente del baño pensando que esa pareja era el ideal de pareja ya que al parecer se entendían en todos los terrenos, cosa que ella empezaba a descubrir desconocía ya que el tema del sexo era un tema muy superficial, ,muy ligero en su vida marital, de hecho en su vida misma.
La siguiente hora fue otro rompimiento en los paradigmas de la casada apetecible, ya que ellos la invitaron a un centro de comercios pequeños que indudablemente eran de “piratería” cercano al Palacio de Bellas Artes en donde le explicaron comprarían unas películas eróticas que le recomendaban para alentar la vida marital y que era difícil encontrar en internet o a precios que ellos no estaban dispuestos a pagar, ya que su pequeño negocio y las deudas típicas de la clase media alta como casa, colegiaturas, seguros y pequeñas diversiones no permiten ese tipo de inversiones y gastos. Su sorpresa fue por la compra ilegal de productos piratas y por la compra en sí de películas que en su vida había soñado acercarse a ver…ella, por no querer quedar mal y por un interés compro “La dama del autobús” de la afamada actriz brasileña Sonia Braga que fue la que le llamó la atención de un conjunto como de cerca de 30 películas.
Comieron en un buen restaurante, regresaron al hotel ya en taxi a cambiarse para prepararse al concierto de la noche. El concierto estuvo sensacional…el cantante prendía a las mujeres con sus frenéticos movimientos y la rubia no entendía como algunas de ellas parecían estar extasiadas con ello. El regreso ya fue normal, se despidió de sus amigos que le cayeron tan bien, sobre todo, porque el tal Ricardo nunca se le insinúo, ni le lanzaba miradas que ya descubría la mayoría de los hombres le hacía, era como si le hubieran quitado de sus ojos esas eternas gafas de sol que tenía o una venda. Ellos ya se regresaban a su ciudad y ella tendría otros dos días para ella sola, ya que Carlos todavía seguía en su Congreso.
Al día siguiente, martes, su día empezó con dos horas de estudio en internet del tema sexual. La noche anterior se dijo a sí misma la rubia que no era posible que estuviera a ciegas en el tema. Intento tener sexo con su marido sin tener éxito ya que el hombre no quiso alegando que estaba muy cansado. Reaprendió términos vistos desde la preparatoria, pero como en esa época todavía se manejaban con poca profundidad no les había hecho mucho caso al no tener interés alguno en ello. Recordemos que esta mujer es muy intensa en lo que hace y que cuando se decide a estudiar algo, lo hace a fondo…así que se quedó en su cuarto a analizar el tema…después vio la película de la Braga que le causo una fuerte impresión de como la protagonista se buscaba los hombres para que la satisfacieran. De alguna manera ella vivió algo parecido en el metro.
Por la tarde siguió su exploración en internet el cual manejaba a la perfección, llegando en una de sus lecturas a la página de “todorelatos” en donde descubrió los diversos géneros de sexo, llamándole la atención la sección de heterosexual y de infidelidad. Se leyó bastantes relatos (ya que tenía una habilidad para leer bien y rápido, su estándar era de 3 o 4 libros por semana, aunque siempre de otros géneros)…le llamaron la atención despertando su deseo sexual los relatos de Gabriela escritos por Ragnas1 y la continuación de Rayo Mc Stone, también el de Una Familia Decente de Roger David ya que eran situaciones de alguna manera parecidas a la que ella empezaba a descubrir. Fue un día intenso, solo se detuvo para comer en el mismo cuarto.
En la noche volvió a intentar tener sexo con su amado Carlos, quería poner en práctica algo de lo estudiado. No pensaba serle infiel, ni andar buscando hombres por ahí…eso lo tenía super claro más bien pensaba que con sus artes y con lo analizado podría llevar a su esposo por el camino de la sexualidad bien practicada. De cierta forma quería parecerse a Elsa y Ricardo…desafortunadamente, solo logro que Carlos le dijera: Guuauu que bien te ves en ese conjunto, ¿es nuevo? Erika solo bajo a la recepción a la tienda de regalos a comprarse un conjunto un tanto discreto pero diferente a los que usaba para ver si así despertaba algo más en el esposo. No se frustro, hace falta mucho más para que la mujer se dé por vencida, pensó que le faltaba analizar más el tema.
El día siguiente, miércoles sería el último completo en el DF, ya que el jueves marcharían temprano a Monterrey…así que decidió que se auto exploraría ella misma en la soledad de su habitación…le impresiono la escena narrada por Roger David en el primer capítulo de Una Familia Decente en donde la protagonista iniciaba su aprendizaje sexual al masturbarse de una manera natural.
Después de estar una hora en el gimnasio del Hotel, se dispuso a su primera masturbación, dios, a sus 32 años en la habitación. Se bañó lentamente, haciendo énfasis en la limpieza de su vagina y de su orificio anal…se introdujo sus finos dedos empezando a friccionarse en su clítoris que fácilmente detecto donde y cual era…el toqueteo fue como una descarga eléctrica que casi hace que se resbale de la regadera…por lo cual así húmeda como estaba se sentó en la taza del baño estirando sus largas y bellísimas piernas haciéndose un toqueteo y un friccionamiento más intenso…se escuchó lanzar gemidos, que decir, casi bramidos que una nueva voz ronca que nunca se había percatado a si misma podría llegar a tener…con su otra mano se pellizcaba suavemente sus senos en sus aureolas rosaditas…así estuvo con los ojos semi cerrados y gimiendo como vio hacían las actrices de los videos sexuales que había visto en su PC el día anterior, hasta que todo su cuerpo se estiro cuan largo era para emitir un gemido animal…ayyyyy….y ver como salían fluídos abundantes de su vagina…había descubierto por sí misma como masturbarse, había tenido así su segundo orgasmo…
Se vio al espejo, era otra mujer, se había comprado una falda corta que sin llegar a ser minifalda si descubría parte de sus piernas de portento, unas sandalias deportivas y una blusa tipo polo, claro de marca…todo el conjunto era de Chemise Lacoste y se lo había comprado en una de las boutiques cercanas al hotel…había decidido ver su poder sexual volviendo al metro de la ciudad de México y al centro en donde estuvo con sus amigos del Sur…su decisión era indudable, quería saber más, quería poner en práctica cosas estudiadas…quería vivir…quería saber, aprender y ver su grado de control…tenía claro que no se metería con nadie…le escandalizaban las historias en donde la protagonista fácilmente caía en manos de otro (s) hombre (s)…ella conquistaría a su hombre y le enseñaría que era una mujer en toda la extensión de la palabra…tomando su bolso se apresto a salir a conquistar el monstruo de ciudad que era la ciudad de México…
¡Hombres allá va una mujer que nunca tendrán…una real hembra…pensó audazmente la rubia ya dirigiéndose al elevador del Hotel…!
Continuará…
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Relato erótico: “LA FÁBRICA (12)” (POR MARTINA LEMMI)
Al otro día, Evelyn me convocó a su oficina. ¿Se habría enterado de mis tratativas secretas con Luis? No, yo no podía ser tan paranoica: ¿acaso requerir mi presencia no era lo que hacía todos los días? Cuando entré en la oficina, fue como si me encontrara con la indecencia en su máxima expresión; parecía que nada había cambiado desde que me retirara de allí la tarde anterior. En realidad, lo único diferente era que Luciano se hallaba a cuatro patas sobre el escritorio de Evelyn; el resto de la escena era básicamente lo mismo: ella lo estaba penetrando por detrás con el consolador mientras tenía una perversa sonrisa dibujada en su rostro; él, en tanto, lucía como embobado, fuera de sí, en otro mundo…
Apenas me vio, Evelyn retiró el objeto del ano de la cola de Luciano al tiempo que con su otra mano le propinaba una palmada.
“Bueno – le dijo -; suficiente por hoy, bebé. Quiero hablar a solas con nadita”
A Luciano se lo notó decepcionado, casi como un chiquillo al que le retiraban el juguete; en realidad se lo habían retirado pero de adentro del culo. Aun en cuatro patas, giró la cabeza hacia Evelyn y la miró con gesto implorante.
“Vamos, abajo – le conminó ella propinándole una nueva palmada -; ya habrá tiempo de seguir. Ahora dejanos solas, bebé”
Era increíble ver a Luciano reducido a eso. Y no se trataba tan sólo de la patética imagen que daba siendo penetrado a cuatro patas sobre un escritorio sino además el modo sumiso en que se comportaba para con Evelyn; ella era, virtualmente, la jefa de la fábrica ahora, aun cuando formalmente fuese sólo la secretaria. Luciano se bajó del escritorio y se acomodó la ropa; me miró de soslayo, como avergonzado, y se marchó de la oficina. Yo no cabía en mi incredulidad: Evelyn, literalmente, lo había echado.
“Está hecho un vicioso – dijo ella sonriendo una vez que él se retiró -; cada vez quiere más, jiji”
No comenté nada; sólo quedé a la espera de que ella me transmitiera el motivo por el cual había requerido mi presencia.
“Sole querida – dijo, al cabo de una pausa -; he vuelto a decidir algunos cambios en la distribución del trabajo”
Me vi venir lo peor. O, al menos, lo que yo imaginaba que podía ser lo peor: más sobrecarga para mi escritorio. Me equivoqué:
“He encontrado más errores en tus cuentas, Sole… y entiendo que eso puede ser producto de que estás muy sobrecargada; quizás haya sido excesivo el número de cuentas que te pasé: son cosas que voy viendo poco a poco con el correr de los días porque te darás cuenta que soy nueva en esto y aún se me escapan unos cuantos detalles. He decidido transferir algunos de tus clientes a Milagros: y no es un número menor; son unos doscientos cincuenta”
Me tomó tan de sorpresa que no pude evitar que una desconfianza repentina me invadiera. ¿A qué venía tanta amabilidad? ¿Le habría Luis puesto al tanto de mi intención de renunciar para pasar luego al servicio de él? De hecho, desde que Luciano se había retirado de la oficina, había vuelto a llamarme en cada oportunidad “Sole”, sin utilizar el odioso apodo que ella misma me había puesto
“Pero hay algo más – continuó -. Esta mañana tuve que despedir a alguien de planta: el encargado de codificar los motores y también de hacer buena parte del embalado de las cortinas”
Yo no entendía por qué me contaba eso, pero fingí estar interesada en el tema por mera cortesía:
“¿Pasó algo?” – pregunté.
“Habló cosas de más – me explicó Evelyn -, sobre mí, sobre Luciano, en fin: en la planta todo circula muy rápidamente y hay que cortar la cabeza de la serpiente rápido antes de que se extienda. Si los demás ven que él ha sido despedido, sabrán bien que deben mantenerse callados”
Claro; todo me cerraba: difícil era pensar que en la planta no fueran a notar que Luciano ya casi no estaba ahí y que pasaba mucho tiempo en la oficina de Evelyn, sobre todo considerando que a él se lo veía embobado y no daba la impresión, en tal estado, de ser muy capaz de disimular.
“Entiendo, señorita Evelyn – dije -, pero… ¿tiene eso algo que ver conmigo?”
“Así es, querida Sole. Quiero que pases a encargarte del codificado de los motores y de supervisar todo lo que tenga que ver con el embalado”
Tal como imaginaba, la muy perra se venía reservando un nuevo baldazo de agua helada para arrojarme encima. Lo que me estaba diciendo era una locura a todas luces. Su amabilidad había sido sólo una más de sus trampas.
“Pero, Evelyn…” – comencé a protestar.
“Señorita Evelyn”
“S… sí, p… perdón, señorita Evelyn. Yo… no tengo idea de ese trabajo…”
“No es complicado y, de hecho, es bastante más simple que lo que hacés en el escritorio y los errores no son tan graves. El que despedimos hoy era poco menos que un analfabeto, Sole. ¿Cómo, entonces, no vas a poder hacer su trabajo vos siendo una chica capacitada e inteligente? – había un deje de ironía en sus palabras -. Lo vas a aprender muy rápido; yo algo te voy a explicar”
Yo seguía turbada, conmocionada.
“Pero… ese trabajo… lo tengo que hacer en planta, ¿no?”
“Exacto”
La angustia se apoderó de mí; bajé la vista y me miré de los pies a la cintura.
“¿Vestida así?”
“Jajaja… cierto es que los vas a distraer un poco, pero por otra parte puede ser que estando vos allí trabajen con más ganas e incluso tengan más presentismo: lo normal es que falten al trabajo apenas estornudan…”
Yo estaba atónita; no conseguía salir de mi asombro.
“Pero…¿y mi trabajo de oficina?”
“Lo seguirás haciendo, al menos durante la mañana y algún rato de la tarde, pero la idea mía es que a partir de las quince te cruces a la planta para encargarte de esas tareas; no te va a requerir más de dos horas por día y, ahora que estás más aliviada en escritorio, podrás dedicarte sin problemas”
Quedé sin palabras: estaba claro que oponerse no tenía sentido. Fijé la vista en el consolador que aún permanecía sobre el escritorio. Ella se dio cuenta y lo tomó. Avergonzada, miré para otro lado.
“¿Extrañás esto? – preguntó, sonriente y, a la vez burlona – Mmm, no te estarás volviendo viciosa como Luciano, ¿o sí? Mirá que no me cuesta nada decirle a Ro que venga: es levantar el tubo nomás”
Todo mi cuerpo comenzó a temblar y di un paso atrás. Negué con la cabeza; ella amplió aún más su sonrisa.
“Vamos a la planta, nadita – dijo, como si súbitamente recordara el apodo que me había puesto -. Te voy a explicar en qué consiste tu trabajo allí”
Hecha un tembleque, seguí a Evelyn a través del pasillo hasta llegar a la planta. Una vez más la jauría de lobos famélicos clavó los ojos sobre mí; pude comprobar que Luciano no estaba en el lugar: ¿se estaría masturbando en el baño luego de haber sido penetrado por el consolador? De todos modos, el pensar en él me trajo a la memoria cómo se había puesto al verme a mí en planta; ése era un antecedente de peso que yo bien podía utilizar a mi favor: me acerqué a Evelyn para hablarle al oído.
“La última vez que me presenté aquí – dije -, Luciano se puso como loco. No sé si será buena idea que…”
“A Luchi lo controlo yo; ya te lo dije” – replicó ella girándose ligeramente hacia mí para guiñarme un ojo.
Haciéndome seña de que la siguiese, avanzó hasta una mesa que se hallaba en el centro del gran recinto. No se trataba de una mesa de altura normal sino más bien baja, apenas medio metro por encima del piso: algo así como una mesa ratona pero alargada. Evelyn solicitó a uno de los operarios que colocara uno de los motores sobre la misma y éste así lo hizo. En derredor, el resto no paraban de mirarme y ello me ponía muy nerviosa: ¿acaso no iban a regresar nunca a sus tareas normales? ¿Por qué Evelyn no les decía algo al respecto ya que tanta posición parecía haber alcanzado dentro de la fábrica? Y, por otra parte, ¿tendría que soportar esas miradas todos los días de allí en más?
Ella se inclinó hacia la mesa y, tomando un destornillador, quitó los tornillos de una tapita metálica en la parte superior del motor para, a continuación, explicarme en dónde debía ir el código y de qué manera debía yo realizar la codificación. Durante el momento en que estuvo inclinada, noté que algunas de las molestas miradas me dejaron en paz por un rato y se posaron en ella pero lo cierto era que la falda de Evelyn, más larga que la mía, no llegaba nunca a mostrar lo esencial por mucho que ella se insinuara.
“¿Entendiste? – me preguntó.
Asentí con la cabeza; tal como ella había dicho, no parecía difícil en sí: lo incómodo era, desde luego, el tener que inclinarse hacia una mesa tan baja a la vista de todos aquellos sujetos ávidos de ver partes íntimas femeninas.
“¿No… se pueden colocar los motores sobre una mesa más alta?”
“Hmm, no hay, como verás – respondió ella mientras echaba un vistazo en derredor -, pero, además, los motores son bastante pesados y cuanto más alta la mesa más va a costar subirlos”
Sonaba a excusa, desde ya, y en el supuesto caso de que tanto quisieran cuidar la espalda del operario que alzase los motores, no parecía haber la misma preocupación por la mía.
“A ver, nadita – me conminó Evelyn, volviendo a utilizar el odioso apodo -. Intenta hacerlo”
A una seña suya, el mismo operario que había subido el motor hasta la mesa, lo bajó y lo ubicó a un costado de la misma para, seguidamente, colocar otro. Evelyn se puso las manos a la cintura, en clara actitud expectante, pero también de poder: ya no me quedaba más remedio que inclinarme.
Apenas me doblé, supe que mi cola entangada había quedado expuesta a los ojos de todos y, por si quedaba alguna duda al respecto, un coro de murmullos me lo terminó de confirmar. Alguien, muy desagradablemente, chifló. Esperé alguna respuesta o recriminación por parte de Evelyn pero no ocurrió. En el momento en que apoyé mi mano derecha sobre el motor, Evelyn estalló súbitamente en un aullido de alegría:
“¡Aaaay, nadita! ¿Qué es eso que tenés en la mano?”
Al bajar la vista, me quise morir. Mi anillo: el que me había regalado Daniel y que era indicativo de la proximidad de mi boda. Todos los días me lo quitaba apenas entraba a la fábrica pero, entre tanta conmoción reciente, me había olvidado.
“¿Hay boda dentro de poco?” – preguntó en tono pícaro, sin importarle en lo más mínimo que los demás escuchasen.
“S… sí – respondí -. En un mes…”
“¡Qué bueno! ¡Esa sí que es una gran noticia! Bien, volvamos a lo nuestro; a ver, quitale los tornillos a esa tapa…”
Si faltaba algo para hacerme sentir una mierda en ese momento, era un recordatorio de que Daniel existía y que, en poco tiempo más, yo me uniría a él en matrimonio. No sé por qué pero me dio la impresión que la noticia, tan poco disimulada por Evelyn, contribuyó a alimentar aún más el morbo de quienes me devoraban con los ojos.
Lo hice bien. Ella se mostró satisfecha. Una vez que me hube incorporado nuevamente, me tomó por la mano conminándome a girar.
“Chicos, les presentó a Soledad – anunció Evelyn a viva voz -; le pueden decir “nadita”, que es como la conocemos en administración. Desde hoy compartirá algunas horas de trabajo con ustedes así que espero que la traten bien”
“La vamos a tratar bien, señorita Evelyn, no se preocupe, je” – dijo alguien de voz cavernosa y todos rieron detrás, festejando su repugnante broma mientras yo no sabía en dónde meterme de la vergüenza que sentía.
Evelyn apoyó la yema del dedo índice sobre uno de sus párpados y ensayó una recriminación que, en realidad, sonó más bien a cómplice mofa.
“Ojito, eh – dijo, con una expresión seria que todos sabían que era deliberadamente fingida -. ¡Cuidadito, que la chica dentro de muy poquito va a ser señora!”
Risas y aplausos coronaron su comentario. Ella me tomó por la mano y me guió hacia la sección de embalajes para explicarme cómo era el trabajo que yo debía supervisar; de algún modo, me estaba confiriendo allí una cierta posición jerárquica y, sin embargo, yo no podía verlo de ningún modo como una concesión o un privilegio que me daba: más bien era como si me estuviese arrojando en el zoo dentro de la jaula de los orangutanes.
“Bueno, nadita – dijo, una vez que hubo terminado con su explicación -. Te dejo porque tengo que volver a la oficina”
El terror se apoderó de mí; me puse blanca y eché un vistazo en derredor: la atmósfera del lugar se me antojó de pronto más espesa y lóbrega que nunca. Una repentina claustrofobia me invadió.
“S… señorita Evelyn – balbuceé -. ¿Me… va a dejar acá? ¿Sola?”
“Sola, no, están todos ellos – repuso en tono burlón mientras trazaba un semicírculo con su dedo índice -. Ja, no te preocupes, linda: lo que quiero es que te vayas familiarizando con la nueva tarea que TE ASIGNÉ – remarcó bien esas dos palabras -, así que me gustaría que te quedes aquí hasta la hora de salida. Después de todo – se encogió de hombros, sonriente -, es lo que vas a tener que hacer todos los días”
Una vez más ella ganaba la partida; era como si se complaciera sádicamente en seguirme humillando, como si no le alcanzase aun con todo lo que me había hecho. Nunca sentí más ganas de renunciar pero no podía hacerlo sin saber qué determinación iba a tomar Luis con respecto a mí.
Cuando Evelyn se marchó, resonando sus tacos por toda la planta, me sentí terriblemente desvalida, indefensa. Eran increíbles las paradojas que generaba en mí la fábrica: el día anterior había tenido que acudir buscando ayuda a Luis, ahora me lamentaba de que Evelyn ya no estuviera allí conmigo. Era como si con cada nueva pesadilla que me tocaba vivir, más y más sintiera el deseo de regresar a la pesadilla anterior: la fábrica era un gigantesco monstruo que me engullía y de cuyas fauces ya no era posible salir; creaba tanto perversiones como necesidades.
Allí estaba yo, a la vista de todos; sé que era mi imaginación, pero hubiese podido jurar que en sus rostros veía fauces babeantes… Traté de desviar la vista y pensar lo menos posible. Éramos yo y mi trabajo; punto: debía mentalizarme en que alrededor no había nadie. Al dirigirme hacia la mesa comprobé que un operario muy joven ya había colocado sobre ella un nuevo motor y, automáticamente, daba dos pasos hacia atrás con la más que obvia intención de ubicarse a mi retaguardia. Más aún: de pronto me percaté de que, contrariamente al panorama que yo había visto al entrar con Evelyn, ahora resultaba que, de pronto, todos los operarios de la fábrica tenían que hacer sospechosamente sus actividades a mis espaldas. Sentí repulsión. Conté hasta diez. Y me incliné.
Los murmullos y chiflidos arreciaron nuevamente, como era de esperar, y más aún que antes al no estar ya Evelyn cohibiéndoles con su presencia. Codifiqué un par de motores y, mientras lo hacía, fue como si toda la planta hubiese suspendido sus actividades: no había ruido de máquinas ni de cintas o rondanas; todo lo que se oía eran los incesantes y odiosos murmullos… y los silbidos… y los chiflidos… y algún comentario desubicado que, de tanto en tanto, era dicho a viva voz no sólo para que yo lo oyese sino también para que fuera festejado por el resto.
“Eso que tenés atrás, si querés, te lo codifico yo”
“Me parece que vamos a tener que traer una mesa todavía más baja, jaja”
“Por si te interesa, yo tengo un destornillador más grande que ése”
“¿De qué color es esa tanguita? Está tan metida adentro que no llego a verla, jeje”
Cada una de esas guarradas era seguida y celebrada por un coro de risas que comenzaron bajas pero terminaron en estruendo a medida que los comentarios siguieron sucediéndose. Aun cuando estuviera lejos de ser fácil, busqué ignorarlos y concentrarme en lo mío. Estaba, precisamente, a punto de quitar uno de los tornillos cuando sentí claramente una mano apoyarse sobre una de mis nalgas. Me giré hecha una furia y, aun cuando fui rápida, ya no había nadie detrás de mí o, mejor dicho, estaban todos allí pero ninguno lo suficientemente cerca como para ameritar ser el culpable. Los miré uno a uno; todos reían: algunos se cubrían el rostro y otros fingían, disimuladamente, mirar para otro lado. Eran como un curso de estudiantes en el cual todos eran cómplices de una diablura y se cubrían entre sí a través del silencio.
Estuve a un solo paso de mandarlos a todos a la mierda pero me contuve: tal como Evelyn me había dicho, yo iba a trabajar allí todos los días. Tomé aire, crispé los puños y tragué mi rabia; me giré para volver a mi trabajo. Como era de esperar los comentarios, silbidos y chiflidos volvieron a poblar el lugar apenas les di la espalda; yo retomé lo mío y, una vez más, busqué hacer oídos sordos. En eso, otra vez sentí cómo una mano se apoyaba sobre mi cola pero no sólo eso sino que además entraba con sus sucios dedos en mi zanja y la recorría completa de arriba abajo. Apreté los dientes y me giré pero otra vez me encontré con la misma escena: todos estaban allí, los más cercanos a unos dos metros y medio pero ninguno lo suficientemente cerca como para quedar en evidencia. Risitas, miradas cómplices, actitud distraída… No pude más: roja por el odio, eché a andar en dirección a las oficinas…
Entré intempestivamente en la oficina de Evelyn; estaba tan fuera de mí que olvidé golpear y me di cuenta al instante de mi descuido. Quedé allí, en el vano de la puerta, petrificada y como avergonzada, sin saber si debía terminar de entrar o bien recular y volver a llamar. El rostro de Evelyn, sin embargo, parecía mostrar más sorpresa que enfado.
“¡Nadita! – exclamó, abriendo grandes los ojos; comprobé que frente a ella se hallaba sentada Rocío, cruzada de brazos y, desde luego, sin hacer nada salvo charlar con su amiga, lo cual debía ser justamente lo que estaban haciendo antes de que yo irrumpiera tan abruptamente -. ¿Qué te pasa?”
Miré a Rocío; me dio pudor hablar en su presencia. Evelyn adivinó de inmediato mi pensamiento:
“Podés hablar delante de Rocío – dijo -; es de absoluta confianza”
Yo no sabía hasta qué punto podía ser de confianza alguien que, por lo que recordaba, se lo pasaba cuchicheando con Evelyn en administración cuando ambas trabajaban juntas allí. De cualquier modo, una cosa era cierta: esa rubiecita que estaba sentada allí había visto cómo yo era azotada y luego se había divertido como adolescente descontrolada penetrándome con un consolador. Después de todo eso, casi era ridículo de mi parte sentirme avergonzada por lo que debía decir delante de ella.
“En… la planta – tartamudeé -; me… to… tocaron el c… culo”
Roció se llevó una mano al rostro para cubrir una risita. Evelyn, por su parte, abrió los brazos en jarras y pareció mostrar aun mayor sorpresa que antes.
“¿Y reaccionaste del mismo modo cuando te lo tocó Hugo? ¿O Luciano? No recuerdo haberte visto salir corriendo de las oficinas…”
Me descolocó por completo; hasta di un paso atrás. Evelyn siguió hablando:
“Tal como siempre supuse, sos la clase de zorrita que no tiene problema en dejarse manosear por tipos de dinero pero se hacen las monjitas ofendidas cuando les pone la mano encima un operario que cobra un sueldo de miseria. ¡Son obreros, nadita! ¡O-bre-ros! ¿Entendés? ¿Qué esperás? ¿Qué te traten como a una lady? Tenés que comprenderlos; trabajan horas y horas en esa planta para después volver a su casa y tal vez encontrarse con un adefesio gordo y fofo al que tienen como esposa y junto a quien tienen que dormir esa noche. De pronto les caés en la fábrica, con esa faldita tan cortita y mostrando ese culito que, por cierto, es bastante apetecible y no me olvido que me ganaste un duelo, jaja… Aunque perdiste el otro, je… Pero es lógico, nadita, que tengan ganas de mirarte, de tocarte y… bueno, en fin, jiji…”
Su respuesta era lo suficientemente contundente. ¿Qué podía yo decir? Sólo sentía odio y quería renunciar cuanto antes pero, de momento, sólo me quedaba agachar la cabeza y… seguir inclinándome en la planta a codificar motores.
“¿No estás de acuerdo, nadita?” – me preguntaba Evelyn, siempre abriendo enormes los ojos y con los brazos en jarras.
“Sí – dije con resignación -; lo entiendo perfectamente, señorita Evelyn”
“¡Bien! – celebró ella palmoteando el aire -. ¡Qué bueno saber eso! Sos algo tontita pero a la vez inteligente y, a la larga, logro hacerte entender cómo son las cosas aquí dentro. Ahora… ¡vuelta a la planta!”
Chasqueó los dedos como si yo fuera un perro.
“Si, señorita Evelyn” – dije, apesadumbrada.
Di media vuelta y me marché de allí para desandar nuevamente el pasillo en dirección a la planta.
Demás está decir que tuve que acostumbrarme a lo denigrante, tanto en lo que restaba de ese día como en los sucesivos. Los manoseos, obviamente, se siguieron repitiendo y cuando llegaba la hora de ir a la planta, yo ya sabía lo que me esperaba. A Luciano se lo veía muy poco y, de todas formas, su presencia no ayudaba en nada a cohibir al resto; se lo veía desentendido, como en otro mundo y yo bien sabía que tenía su cabeza puesta en ese consolador con el cual, día a día, Evelyn lo hacía gozar. Ni siquiera fue capaz de recriminarme nada por mi presencia allí; lo más posible era que ya hubiera sido puesto en vereda de antemano por ella. ¡Dios! ¡Y pensar que yo había sido tan ingenua de creerle cuando me dijo que había logrado imponerse a Evelyn en lo referente a mi posible despido! Después de haberlo visto a cuatro patas sobre el escritorio de ella, me quedaba más que claro que Luciano no le podía imponer absolutamente nada; estaba totalmente perdido y bajo su control.
La noticia de mi boda corrió, obviamente, rápido y ya no tenía sentido seguir ocultando el anillo; debo decir que en realidad si hasta el momento lo había hecho no era por vergüenza sino por negación y por esa distancia cada vez mayor que sentía crecer entre Daniel y yo.
Nos veíamos muy poco y cuando lo hacíamos la comunicación era fría, insípida; él se esforzaba por hacerla más fluida pero era yo la que le rehuía. Los fines de semana, incluso, prefería salir a caminar sola: de hecho, lo necesitaba ante la marea de cosas que me venían ocurriendo y la tormenta que tenía en la cabeza. Cuando eso ocurría, me vestía lo más recatada que fuera posible, casi como queriendo construir mi propia antítesis de lo que ocurría en la fábrica: usaba pantalones bien amplios, que no resaltasen las formas.
Un sábado, cuando pasaba por la puerta de un gimnasio, vi salir a alguien cuyo rostro me resultó familiar. Tardé un rato en darme cuenta que se trataba de la esposa de Luciano pero, claro, costaba reconocerla al verla fuera de contexto: era la primera vez que la veía fuera de la fábrica, con ropa deportiva y calzas ajustadas al cuerpo. Ella me miró muy fugazmente pero creo que tampoco me reconoció. De inmediato reflotó en mi cabeza aquel plan que alguna vez había urdido acerca de contarle a ella todo lo referente a Luciano y así llevar a cabo mi venganza ante el comportamiento horrible y desleal que él había tenido hacia mí. La seguí un par de cuadras; al parecer, no había ido en auto por lo cual no debía vivir lejos de allí. En un momento aceleré el paso y me ubiqué a la par; se giró hacia mí.
“Te conozco, ¿no? – me preguntó, con el ceño fruncido -; pero no logro darme cuenta de dónde”
“De la fábrica” – respondí con una sonrisa.
“¡Claro! – se golpeó la frente -. Ya está: sos una de las chicas de administración; una que entró hace bastante poco, creo”
“Así es; mi nombre es Soledad”
“El mío es Carolina. ¿Me estabas siguiendo?”
“Hmm, bueno, sí – admití con vergüenza -. Es que… quería hablar con vos”
“¿Conmigo?” – preguntó sorprendida apoyándose la mano en el pecho.
“S… sí, es sobre… Luciano”
“Ah” – la cara se le trastocó totalmente; ya no lucía afable y jovial sino algo sombría y, hasta me atrevería a decir, aburrida.
“Carolina: yo… tengo algo que contarte y no sé cómo hacerlo. Es que… Luciano…”
“Ya lo sé todo” – me cortó, con un encogimiento de hombros.
La miré azorada.
“¿Q… qué?”
“Ya no estamos juntos – dijo, para aumentar mi sorpresa -; no es fácil encontrar a tu esposo a cuatro patas sobre un escritorio mientras una colorada cualunque le mete un consolador por detrás”
Fue como caer a tierra. Yo ni siquiera le había llegado a hablar de lo ocurrido entre Luciano y yo… y ahora me parecía que ya no tenía sentido hacerlo.
“Sí… imagino” – dije, en tono de lamentación.
“Yo no. O sea: sí, me duele… y sobre todo por mi hijo, pero… no tiene sentido tener una venda sobre los ojos creyendo que tu esposo es una cosa cuando es otra. Y además, si te soy sincera, ya hace rato que se venían acumulando sospechas y rumores. Lo que quiero decir es que de algún modo ya me venía preparando psicológicamente para esto”
“Entiendo… ¿Y él ahora…?”
“Está con ella. Son pareja. Pareja muy particular, hay que decir, porque pareciera ser ella el macho y él la hembrita, pero bueno, será que ésa era su naturaleza oculta”
Fue como si de pronto me cayeran todas las fichas juntas. Me mordí la lengua para no decirle que su ex esposo me había penetrado analmente y, por otra parte, ya no tenía sentido. Ella estaba al tanto de lo de Evelyn y no había por qué echar más leña al fuego, sobre todo cuando ya no había fuego; se la veía, en apariencia, bastante bien y hasta superada. Y en cuanto a Luciano, ya ni siquiera podía yo perjudicarlo ni aun contando lo que contase. Me despedí de ella amablemente e incluso me correspondió con un beso en la mejilla; me pareció una persona sumamente agradable y me produjo un cierto remordimiento el haber sido parte de las infidelidades de su ex marido. Me quedé preguntándome cómo era posible que Luciano hubiera desperdiciado una relación así y habiendo, incluso, un hijo de por medio entre ambos, pero, en fin, es algo bastante común en los hombres el buscar cosas novedosas o excéntricas sin valorar a la mujer que tienen a su lado.
Fue al lunes inmediatamente siguiente cuando, estando en la fábrica, me dirigí poco antes del mediodía hacia la oficina de Luis. Su demora en hacerme saber su decisión acerca de la propuesta que yo le había hecho comenzaba a exasperarme y la ansiedad me estaba matando. Yo no podía soportar seguir trabajando en esas condiciones y bajo las órdenes de Evelyn. Esperaba todos los días un llamado de él pero nunca llegaba, así que me dirigí por cuenta propia para preguntarle al respecto. Grande fue mi sorpresa cuando, al golpear con los nudillos, me invitó a pasar una voz que no era la suya y ni siquiera era de hombre sino de mujer: una voz insinuante y sensual en extremo.
Abrí la puerta ganada por la curiosidad y me encontré con que Luis no estaba allí. A su escritorio había sentada una rubia despampanante a la que me pareció conocer pero sin estar segura de dónde: un deja vu muy semejante al que había tenido al cruzarme en la calle con la esposa de Luciano. Su belleza era admirable hasta a los ojos de una mujer y cuando digo que estaba sentada al escritorio debería corregirme y decir que estaba sentada en realidad sobre él, con sus largas y formidables piernas pendiendo hacia un costado. Me quedé mirándola sin saber qué decir y ella pareció darse cuenta rápidamente de mi desorientación.
“Soy Tatiana, la novia de Luis – se presentó -; él va a venir de un momento a otro. No tengo mucha idea pero, hmm, ¿hay algo en que pueda ayudarte?”
Recién entonces la reconocí. Era la mujer que él me había mostrado en el monitor y de la cual yo había pensado que no era nadie en particular; resultaba ser que no sólo lo era sino que además era… su nueva novia: debía tener como treinta años menos que él. Un súbito respingo se apoderó de mí y me recorrió la espalda al recordar que Luis me había preguntado si me revolcaría con ella en caso de que él me lo pidiera. ¡Qué cerdo!
“N… no, está bien – tartamudeé -; no hay problema, ha sido… un… g… gusto co…nocerla”
Yo ya había empezado a recular con la intención de marcharme, pero ella me detuvo.
“¿Cómo es tu nombre? Es para decirle quién lo anduvo buscando”
“S… Soledad, ése es mi nombre”
Su cara pareció llenarse de una repentina alegría al tiempo que juntaba las manos por encima de su pecho.
“¿Soledad? ¿Vos sos Soledad? Él me habló mucho de vos”
“¿Ah, sí? B… bueno, espero que bien, je”
“¡Muy bien! – exclamó con tono grandilocuente -. ¿Es verdad que te gusta toquetearte con chicas?”
Tierra, trágame, pensé para mis adentros…
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Relato erótico: “Mi madre y el negro VI : Venganza” (POR XELLA)
Alicia pasó la tarde en casa sin ser capaz de mirar a su madre a la cara. Se fijó que caminaba con dificultad y, al sentarse, lo hacía con el máximo cuidado. “No me extraña” pensó “Con el rabo que gasta Frank ha debido romperla por dentro…”
En cambio Claudia soltaba de vez en cuando algún comentario sarcástico sobre el estado de su madre, al parecer le había dicho que había sido haciendo yoga…
“Si, claro… La postura del perrito…”
Pero al parecer Claudia se lo había creído… Realmente no tenia motivos para no hacerlo.
Esa noche, mientras Alicia jugaba con Manolo, no podía dejar de pensar en lo que había visto por la mañana. Su madre había sufrido. Al menos al principio, por que después no había dudas de que lo había disfrutado. ¿Frank le pediría lo mismo a ella?
Se estremeció de arriba a abajo, se le puso la carne de gallina al imaginar aquella enorme polla forzando su culo, abriéndose paso por un lugar que nadie había tenido permiso a investigar y, aunque le daba pánico que eso sucediera, una parte de ella estaba deseando saber que se sentía. Extrajo el consolador empapado de su coño, separó y levantó sus piernas para abrirse paso y situó la punta sobre su ano. Cerró los ojos, respiró hondo y empujó suavemente. El consolador era grande y al vencer la resistencia inicial de su culo, se le escapó un gritito de dolor. Rápidamente se tapó la boca con una mano. Intentó introducirlo un poco más, despacito y con calma, pero era como si su culo se estuviese desgarrando al paso de Manolo.
Sacó el juguete de su culo e intentó calmarse. ¿Por que no podía? Si Frank quería… Si Frank intentaba… Sería imposible… La polla de Frank era más grande que el consolador, ¿Como había sido capaz su madre?
Lo intentó de nuevo embadurnando el consolador con un poco de crema hidratante que tenía en la mesilla, esperando que actuase de lubricante. Cambió de posición, se puso a cuatro patas y con el culo en pompa apuntó de nuevo a su ojete. Apretó los dientes cuando vio su culo forzado de nuevo, pero no paró esta vez, aguantando el dolor comenzó a introducir el juguete casi hasta la mitad, una vez había vencido la primera resistencia, el resto entraba con mas facilidad, aunque el dolor no disminuyó. Cuando notó que había introducido por completo el aparato, lo sacó y se quedó tendida en la cama. No quería moverse. Le dolía horrores, ¿Se suponía que tenia que disfrutar con eso?
“Tu madre ha disfrutado” Se dijo a si misma.
Nuevamente la envidia y los celos la atacaron. Miró el consolador y vio que tenía algo de sangre. No era mucha, pero eso la convenció de no volver a intentar nada esa noche.
—————–
Al día siguiente, casi al final de la mañana mientras estaba en clase, su móvil vibró de nuevo. Era Frank otra vez.
– Hola Ali. ¿Te gustó lo de ayer?
– ¿Ahora que quieres? ¿Otra vez quieres que vuelva a ver como enculas a mi madre?
– No, no, no te preocupes por eso. Hoy no quería espectadores
![]() A Alicia le llegó una foto. Miró alrededor por si alguien le prestaba atención y, notando un ligero cosquilleo en el coño, la abrió.
Se veía la espalda y el culo de su madre en primer plano. Al parecer Frank estaba sentado en el sofá y Elena estaba sentándose sobre él, empalándose ella sola con la enorme polla del chico.
– Eres un cerdo… ¿Por qué nos haces esto? – La cara de la chica se había puesto roja.
– ¿Que por qué? Como si no lo disfrutaseis… Ha sido tu madre la que me ha pedido repetir, parece que ayer le gustó mucho que la diera por el culo y creía que hoy lo podía hacer mejor aún.
A la chica le daban ganas de tirar el móvil al suelo.
– ¿Obligado? Yo no la he obligado a nada, es un pequeño símbolo que representa que es mi zorrita, y que le encanta serlo. Ahora estábamos planteandonos que tal sería anillarle los pezones. Está encantada con la idea…
– ¡Deja a mi madre en paz!
– ¿Tienes celos de ella? ¿Te habría gustado que ayer fuese tu culito el que hubiese estrenado? No te preocupes ricura, tendremos tiempo para todo…
La chica recordó cómo la noche anterior había insertado a Manolo en su culo… Solo por… Solo por ver que se sentía… Por si acaso en algún momento ella lo hacía… No lo había hecho para prepararse para Frank, o eso quería pensar… Aunque no quería admitirlo, si que había comparado el tamaño del juguete con el de la polla del chico.
– Tengo ganas de ver si tu culo tiene tanta hambre cómo el de tu madre… – Seguía escribiendo el chico.
– ¡Señorita Alicia! – Se escuchó a voz en grito. Era el profesor. – ¿Sería tan amable de leer eso tan interesante que tiene en su móvil?
– ¿Q-qué…? ¡No! – Toda la clase la miraba ahora.
– Así todos podremos saber que tiene ahí que es más importante que el temario que estoy explicando. – Alicia guardó el móvil rápidamente en el bolsillo, negando con la cabeza. – Por favor, deme el móvil y continuemos con la clase. Al final de la hora se lo devolveré después de tener una charla con usted.
– N-No… No le voy a dar mi móvil.
– Entonces haga el favor de irse de la clase y dejar de molestar.
Alicia recogió sus cosas y salió, roja de la vergüenza.
– ¡Imbécil! – Escribió al chico. – Por tu culpa me han echado de clase.
– Yo no he hecho nada, pero gracias a eso tienes algo de tiempo libre… ¿Que te parece si pasamos un buen rato?
Alicia se dio cuenta de que aunque no quería admitirlo, aunque le asqueaba lo que ese chico estaba haciendo con su madre y con ella, en el fondo lo estaba deseando. La sola idea de dejarse poseer por Frank la comenzó a excitar.
– Pero antes quiero saber si has sido una buena zorrita. No quiero perder el tiempo.
Alicia sabia perfectamente a lo que se refería, después de las dos últimas veces, esta vez si se había puesto tanga.
– Hoy si. – Contestó de manera escueta.
– ¿Hoy si, qué?
– Hoy si que me he puesto tanga. – Estaba deseando que se la tragara la tierra.
– Así me gusta, que vayas aprendiendo. Pero no me fío. Mandame una foto.
– ¿Cómo?
– ¿No sabes leer? Mandame una foto tuya en la que vea que llevas tanga. Si no, ni te molestes en venir por aquí.
– ¿Estás loco?
Frank no volvió a contestar. Le daba igual, no pensaba hacerlo.
Se dirigió al servicio a lavarse un poco la cara y se quedó mirándose en el espejo.
“¿A quien quieres engañar? Sabes perfectamente que lo vas a hacer…”
Debía estar volviéndose loca, ese chico ejercía una fuerte influencia sobre ella. Miró a los lados para asegurarse de estar sola, bajó sus shorts negros hasta la mitad del muslo y, dándose la vuelta para que se le viera el culo a través del espejo, se sacó una foto.
– ¡Oh! ¡Perdona! No sabía que…
Una chica había entrado en el baño y salió de allí azorada, al ver la tarea de Alicia. Ésta rápidamente subió sus pantalones de nuevo y salió de allí. Cuando estuvo fuera del edificio envió la foto.
– Buena chica. – Contestó Frank. – Ahora ven a mi casa, que tienes la comida preparada.
Recibió una foto de la enorme polla de Frank a continuación. Estaba completamente empalmada, apuntando al cielo. Su entrepierna se humedeció aún más.
Había aparcado en el fondo del parking, que ahora estaba lleno de coches pero no había nadie. Nadie excepto una oportuna chica apoyada en la puerta de su coche, fumando. – Perdona, – Dijo Alicia, impaciente. – ¿Me permites?
La chica del coche la miró con desdén mientras echaba el humo del cigarro hacia su cara.
– Hola, ¿Eres Alicia? – Preguntó mientras la examinaba de arriba a abajo.
Alicia no la conocía. Era una chica guapísima, alta y delgada, ¿Era de su facultad? No recordaba haberla visto… Tenía el pelo largo y liso cayendo sobre sus hombros, una nariz respingona y rodeada de pequeñas pecas que la daban una apariencia algo aniñada. Llevaba una camisa que dejaba entrever unas tetas no demasiado grandes y unos vaqueros de pitillo que realzaban su culo y sus piernas. Unas cuñas de 10 centímetros hacían que esto ultimo destacase todavía más.
– Si… Soy Alicia… ¿Quien eres tu?
La chica sonrió, echó el cigarro al suelo y lo apagó, separándose del coche y acercándose a Alicia.
– Encantada de conocerte. Yo soy Rebeca.
Acompañó su nombre de una fuerte bofetada que hizo perder el equilibrio a Alicia.
“¿Rebeca la exnovia de Gonzalo?”
Sin darle tiempo a reaccionar Rebecca se tiró encima suya y comenzó a golpearla, gritandola.
– ¡Eres una zorra! ¡Te has tirado a mi novio! ¡Te voy a matar, puta!
Alicia a duras penas podía defenderse, la sorpresa le había dado demasiada ventaja a su contrincante, y además, Alicia no es que se hubiese pegado muchas veces en su vida…
– ¡D-Dejame! ¡Te lo puedo explicar!
– ¡Me ha dejado! ¡Por tu culpa me ha dejado! ¡Me las vas a pagar!
Los golpes llovían sobre la cara de Alicia. ¿Como esa chica tan delgada podía tener tanta fuerza? Se limitó a intentar cubrirse la cara para evitar mas golpes, y entonces alguien gritó a lo lejos.
– ¡Eh! ¿Que está pasando ahí?
Rebeca paró de golpear y levantó la cabeza.
– Como vuelva a ver que te acercas a Gonzalo, lo de hoy te va a parecer un juego de niños.
Y diciendo eso salió corriendo.
Alicia fue vagamente consciente de que el que había gritado llegaba a su lado y pedía una ambulancia. Después cayó inconsciente.
———-
Cuando despertó, estaba en una cama de hospital. Frank estaba sentado en un pequeño sofá a un lado de la cama, al sentir que la chica se movía se levantó rápidamente.
– ¡Alicia! ¿Que ha pasado? – Nunca le había visto así, estaba compungido y mostraba abiertamente su preocupación. – ¿Me oyes? ¿Te encuentras bien?
– Eh… Creo que si… – La chica hizo una mueca de dolor al incorporarse. – ¿Estas tu sólo?
– Si. Tu madre se quedó toda la noche, le dije que se fuera a descansar. Ahora en un poco viene tu hermana. El chico que llamó a la ambulancia dijo que había una chica dándote una paliza… ¿Que pasó?
– Si… Era… Era Rebeca… La ex novia de Gonzalo. – Apuntilló al ver que el chico no tenía ni idea de quién hablaba. – Decía que por mi culpa le había dejado.. Y yo… Yo…
Alicia rompió a llorar y Frank la acogió entre sus brazos.
– Sshhh, tranquila – Susurró a su oído. – Ya ha acabado todo. Sólo te tienes que preocupar de recuperarte rápido, ¿Eh? – La chica nunca había visto ese lado tierno de Frank, y era… reconfortante. – Voy a ocuparme de todo. – Estaba completamente serio y no había sombra de duda o burla en sus palabras.
Mientras hablaba llegó Claudia.
– ¿Por fin te has despertado? ¡Todos aquí preocupados por ti y tu durmiendo! Anda que…
Claudia dio un cariñoso achuchón a su hermana, hacía mucho tiempo que no se daban una muestra de cariño tan evidente. “Debía haber estado muy preocupada por mí.” Pensó Alicia.
– Puedes ir a descansar Frank, ya me quedo yo con ella.
El chico echó una última mirada a las dos jóvenes y se fue dejándolas a solas.
– Gracias por venir, hermanita.
– No digas tonterías, ¿Quien más te iba a aguantar a parte de mí? – Alicia sonrió a su hermana. – Y que… ¿Que pasó? ¿Por qué alguien querría hacerte esto? No te han robado nada…
Alicia tragó saliva y le contó todo lo que había pasado con Gonzalo y cómo éste había dejado a su novia por ella. Omitió todo lo relacionado con Frank y, por supuesto, con su madre.
—————-
Claudia despertó en su cama bastante cansada, hacia dos días que su hermana había despertado y desde que estaba ingresada había dormido bastante poco. Por suerte no había tenido ninguna lesión grave y sólo querían mantenerla en observacion, por si acaso.
Cuando apartó las sábanas cayó al suelo el consolador con el que había estado masturbándose la noche anterior. Una sonrisa apareció en sus labios al pensar en lo que estaba a punto de hacer, desde que había empezado a pensar en ello vivía en un estado de excitación constante.
“Ahora solo falta que me avise Frank” Pensó.
El chico había estado durmiendo en su casa desde que su hermana estaba ingresada, para que ella o su madre no estuviesen solas en casa. Pero hacía un tiempo que había salido.
Como si estuviese programado y no fuese casualidad, su móvil sonó. Era un mensaje de Frank.
– El conejo ha entrado en la madriguera.
La sonrisa de Claudia se hizo mas pronunciada aún.
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Relato erótico: “El despertar sexual de cassandra 2” (POR PERVERSO)
Una disculpa por la demora y espero que el relato cumpla con las expectativas….
Algunas horas antes de lo acontecido en el relato anterior…
En una humilde vivienda característica de una familia de clase media tirándole a baja, un emocionado jovencito post puberto y de cuerpo semidesarrollado, con un rostro en donde algunas imperfecciones se negaban a desaparecer aun usando jabones anti acné de última generación, se acicalaba cuidadosamente, se vestía con una camisa azul y pantalón negro de estilo muy moderno, se calzaba con zapatos Nike de imitación y depositaba kilos de gel en su cabello buscando el peinado perfecto, perfumaba su aun infantil anatomía con una loción tomada prestada a su padre sin que este se enterara, el joven metía en su mochila un perro de peluche comprado con algunos ahorros suyos en su trabajo como cerillo en un supermercado, muy emocionado suspiraba por la dichosa afortunada quien en pocas horas tendría entre sus delicadas manos ese lindo detalle, el jovencito salía de su casa no sin antes darle un amoroso abrazo a su madre y recibiendo la bendición de ella para posteriormente tomar el autobús que lo llevaría a su escuela.
En otra casa con un nivel económico un poco más alto, el viejo Marce se levantaba después de dormir prácticamente todo el día después de haberse desvelado tomando en su casa con algunos viejos conocidos que le habían caído de sorpresa, un aspecto crudesco y malhumorado predominaba en el feo rostro del viejo, la barba de tres días compuesta en su gran mayoría por pelos blancos y tiesos era más que notoria, le dio flojera abrir la tienda ese día ya que la semana había dejado buena venta además de que le había ido muy bien en el juego de barajas de la noche anterior sin mencionar la solicitud de un préstamo bancario que le había sido aprobado con la intención de actualizar su pyme, así que decidió ver un poco de porno para masturbarse después de algo de tiempo de no hacerlo, recordaba a una tierna niña alumna de la escuela de enfrente y el solo visualizarla mentalmente y recordar cuando la abrazó casi metiéndole su sucias mano a escasos centímetros de su sexo su miembro se levantó como un poste, pensaba en la lejana posibilidad de algún día tenerla en el sillón arrodillada y vestida con lencería fina mamándole su miembro mientras el bebe una cerveza y brama disfrutando de la húmeda y suavecita lengua, el viejo cernía sus peludas bolas testiculares atascadas de espeso líquido que estaba a pocas horas de descargar, el viejo podía sentir en cada meneo el chocar del líquido contra las paredes testiculares.
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EL DESPERTAR SEXUAL DE CASSANDRA
EL SEÑOR DE LA TIENDA II
……………El que Don Marcelino se quitara su sudada camiseta dio oportunidad a la joven de alejar un poco su tremendo cuerpo de las cercanías del caliente viejo, la jovencita estaba desconcertada por la osadía a la que se había atrevido Don Marce y por un momento pasó por su mente la idea de retirarse pero, por otro lado, quería seguir disfrutando las prohibidas escenas que veía en el monitor y además de que sentía un rico cosquilleo en su sexo gracias a las experimentadas caricias que el viejo Marcelino le había regalado, a pesar de que estas tenían minutos que habían cesado aun podía sentirlas como si todavía las estuviera recibiendo, un cosquilleo aun mas delicioso en comparación a sus todavía inexpertas masturbaciones.
El viejo ahora mediría el terreno, no atacó desesperado ya que podría asustar a la nena, tenía que ir poco a poco, se dispuso nuevamente a observar la película desparramando su desaseado cuerpo ya sin camisa sobre el sillón, quería darse cuenta del impacto que había tenido en la jovencita ese acto impuro y depravado, el viejo se sentía satisfecho (por el momento) al haber sentido con sus sucios dedos esas partes íntimas, calientitas y nunca antes manoseadas (por otro) de la adolescente, le bastaba por el momento con ver dos de sus dedos cubiertos de un néctar brilloso de olor exquisito, en caso de que la joven se retirara, ya elaboraría un nuevo método para con el cual volverla a engañar y que se dejara manosear otra vez aprovechándose de la ingenuidad y la edad de la calentura por la que Cassandra atravesaba.
El viejo esperó y esperó, observado de reojo a la nena quien no se incorporaba, se mantenía quieta, como si no hubiese ocurrido nada, todavía la jovencita acomodó su faldita pues se le había subido prácticamente toda y enconchándose de hombros subía el tirante de su blusa muy delicadamente, una buena cantidad de su azulado cabello cubría la parte de su rostro que daba hacia el viejo, Don Marce solo alcanzaba a ver una perfecta naricita delineada con los más finos y profesionales trazos así como un par de carnositos labios que según él mostraban una sencilla pero coqueta risita.
“de que se reirá esta putita” pensaba el viejo
La jovencita acariciaba su cabello a manera de peinarlo muy femeninamente con sus dedos; por lo tanto Don Marce acechaba como un león hambriento cazando a un indefenso y herido ciervo, las facciones pervertidas de su rostro hacían verlo como un auténtico animal, Don Marce en ese momento poseía esa mirada retorcida de un hombre desnudando con la vista a una jovencita, además lo feo de la cara le daban un toque especialmente morboso.
El viejo no aguantó tener tan cerca a la tentación convertida en mujer y decidió avanzar, sabía que no tenía toda la tarde-noche si quería hacer algo más que un simple manoseo, y si bien no tenía intención de violar a la chamaca, ¿Cómo contenerse teniendo a dos metros de él a una jovencita como Cassandra?, cuyo cuerpecito despedía un calorcito acogedor y cuya desarrollada y femenina anatomía sumada a sus movimientos y posturas sugestivas que sin querer realizaba despertaba los más bajos y primitivos instintos en los jovencitos y no tan jovencitos.
Cassandra decidió no abandonar el lugar, la curiosidad le pudo mas, a menudo le daba tímidos sorbos a su bebida alcohólica sabor durazno muchas veces negándole su venta en otros establecimientos pues la jovencita se atrevía a pedirla enfundada en su ajustado uniforme escolar que poco alcanzaba a disimular su impresionante anatomía.
Cassandra no sabía que era, nunca había experimentado esa extraña sensación, pero algo pasaba dentro de su cuerpecito, sentía algo que la obligaba a quedarse, a permanecer sentada y vulnerable e incluso disponible para el viejo, algo que la hacía comportarse más provocativa de lo normal, algo que le decía “quédate, lo vas a disfrutar” y tímidamente volvió a acariciar su desnudo muslo para después seguir con su húmedo sexo, a su vez, su lengua repasaba muy sugestivamente el contorno del chipo de la botella calentando sin querer al viejo Marcelino, una tímida gota sabor durazno rodaba por toda la extensión del envase, Cassandra se dio cuenta de ello y de forma tremendamente erótica lamió desde la base de la botella hasta su chipo, recogiendo todo el dulce líquido con su mojadita lengua y, obedeciendo a esa sensación de lujuria volteo a ver al viejo mientras realizaba esta provocadora acción con unos ojitos que casi podía jurar Don Marce le estaban invitando a tomarla sexualmente, una sensación de cosquilleo invadió a la nena y su panochita pulsaba casi rogando por que se dedeara, a pesar del sostén sus pezones ya asomaban por su blusa y sus ojitos no pudieron evitar repasar la protuberancia pulsante que se formaba debajo del short del viejo tendero.
“ahhhh, pinche chamaca, como no le pasas la lengua a esta” decía el empalmado viejo mientras su asquerosa lengua se movía de un lado a otro por entre sus bembos labios empujando las babas por sus comisuras, a su vez su verga explotaba de lo hinchada que se encontraba así como expulsaba cantidades monumentales de viscoso líquido.
Con esas femeninas miraditas el viejo sentía cada vez más cerca la oportunidad de tener sexo en mucho tiempo de inactividad, de destensar los casi nulos músculos de su cuerpo, volteaba a ver la imagen de un Santo que tenía clavada en la pared y casi lo escuchaba decirle: “si no aprovechas hoy es porque eres un maricón pendejo”, el viejo volteó a ver a Cassandra y otra vez la descubrió tocándose, la niña rápidamente quitó su mirada y manita pues estaba expectantemente cuidadosa de que el viejo no la descubriera masturbándose, sin embargo dejó su tanguita mal acomodada, de esta manera el viejo podía ver la prenda atorada en medio de los carnositos labios vaginales.
“ora si hija de la chingada, nada más me estas calentando y yo aquí mirando como un pendejo”, decía el viejo en sus cochinos pensamientos, decidido, había llegado el momento de hacer un segundo ataque.
El viejo levantó su peludo trasero y se repegó mas a la niña, ganado más terreno en ese sillón, mientras Cassandra se corrió más hacia la orilla del mismo; el viejo se corrió otro poco y la chiquilla se separó casi en la misma distancia, la chiquilla parecía hipnotizada por la película y jugaba con un mechón de su cabello haciéndole forma de rizo, a la vez que disimulada, observaba si Don Marce se juntaba más hacia ella mientras una ligera risita traviesa aparecía en su rostro.
Cassandrita grababa en su joven mente las extrañas posiciones (para ella) en que los musculosos actores se cogían a las atractivas actrices, veía las exageradas corridas de leche sobre los bellos rostros de las chicas y como ellas se tragaban ese blanco líquido como si fuese el más fino y delicioso manjar, todo esto si bien a la nena le parecía obsceno, prohibido y hasta asqueroso; por otra parte lo veía interesante, con ganas de seguir aprendiendo y porque no, practicarlo; por un momento llegó a curiosearse sobre el sabor de ese extraño líquido procedente del aparato reproductor masculino (como ella conocía a la verga); su mente no comprendía cómo es que lo obsceno podía ir de la mano con lo excitante, ponía más atención a esto que a las clases impartidas por sus maestros.
Don Marce había acorralado a Cassandra en el sillón, a la nena ya no le quedaba más espacio para seguir arrinconándose, la única opción era levantarse del asiento pero era más que obvio que a pesar de estar con un pervertido acosándola ella no se iba a levantar, el viejo llevó su mano a la pierna de Cassandra, quien se asustó al principio pero no hizo por quitarla, Don Marce levantó de mas la faldita de la niña y ella no hacía nada por bajarla, de vez en cuando Cassandra tomaba su blusa y la movía rápidamente para sacar el calor que estaba dentro de ella y volteaba para todos lados del cuarto como no queriendo darse cuenta de lo que estaba sucediendo.
-tienes calor?- preguntó el viejo, Cassandra movió la cabeza dándole la razón al vejestorio.
-yo también, por eso me quité la camisa jejejeje, por qué no te quitas la blusita?,- dijo el lujurioso viejo con una mirada y una sonrisa que desafiaban los límites de la depravación mientras subía lentamente la blusita de la nena hasta que se le permitió ver el ombligo de ella, la nena aun sentada mostraba un vientre plano, sin esas antiestéticas llantas que se forman aun en las personas delgadas al estar sentadas y mal acomodadas.
Cassandra le contestó moviendo la cabeza en forma de negación, volteó a ver al viejo y observó detenidamente un cuerpo muy alejado de lo atlético, un cuerpo delgado flácido, pero con una pancilla prominente, un pecho levemente peludo y canoso, unas chiches ligeramente caídas que superaban en volumen a las de muchas de sus compañeritas menos desarrolladas y coronadas por unos oscuros pezones con enormes pelos gruesos saliendo de ellos, a los costados de ese desatendido cuerpo se notaba un poco el costillar, si bien Don Marce rondaba los 50 años de edad, su descuidado cuerpo daba la impresión de pertenecer a un hombre de más de 60, todo gracias a llevar una vida de excesos y pereza sumados a una alimentación desbalanceada y falta de ejercicio, sin mencionar que sus axilas despedían un característico olor de un viejo que no tiene la costumbre de echarse antitranspirante ya que en todo lo que iba del día aun no se daba un baño.
Don Marce subió su arrugada mano por toda la pierna de la mujercita sintiendo esa suavidad y tersura que brindan unos muslos perfectos y físicamente trabajados, acercó lentamente su crudesco rostro a la sensible oreja de Cassandra y le preguntó en voz baja:
-te gusta lo que ves?- dijo con su cervecero aliento.
Cassandra no contestó nada, solo se relamía los labios y ladeaba su cabeza para alejarla del viejo, pero sin mostrar signos de incomodidad ni asco.
-te gustaría sentir lo mismo que sienten esas muchachas?- volvió a repetir el enfermo viejo quien nuevamente sacaba su herramienta y la masturbaba enfrente de la nena mientras ella le miraba disimuladamente y juntando coquetamente sus labios.
Cassandra se quedó callada, Cassandra era una jovencita que como todas soñaba con que algún día llegara el hombre perfecto para ella, su príncipe azul, aquel que con solo verlo la hiciera sentir cosquillitas en el estómago y según lo que le habían enseñado las películas de amor, aquel a quien le estaba guardando el más preciado de sus tesoros; pero ese apuesto caballero estaba más que claro que no contemplaba las características físicas de Don Marce, un hombre viejo y feo, que ni en su mejor momento llegó a presentar algún tipo de atractivo, que incluso de pequeño siempre fue visto como un niño gordo y sin chiste, sin embargo la oportunidad estaba ahí, lo que podría pasar entre esas dos contrastantes personas era una moneda tirada al aire.
Cassandra salió de su trance cuando sintió nuevamente unos dedos acercarse a su húmeda intimidad, intentaba cerrar las piernas para que estos no avanzaran pero la vieja mano se colaba como agua, con una de sus manitas intentó débilmente empujar la mano de Don Marce, aunque lo consiguió, el descarado Don Marce aprovechó para tomar a la nena de su delicada manita, la pareja se quedó unos minutos así, viendo la porno tomados de la mano, en un acto en verdad depravado el viejo Marce colocó la joven manita cerca de su frondoso bosque púbico, la niña solo volteó y vio que su mano estaba a escasos centímetros del miembro del viejo mientras veía como algunos de sus dedos se perdían entre ese enroscado matorral negro con blanco.
Don Marce se relamió los labios solo con sentir esa suavidad de la mano de la joven, su verga se había levantado tanto que casi se recostaba en su peluda panza, entonces en otro acto impúdico por parte del viejo que aprovechó la pasividad de la nena, llevó esa manita justo al tronco de su palpitante miembro.
“aaaahhhhhhhh, que mano de calientita” Don marce casi se vaciaba con solo sentir el calorcito manual de la señorita, su verga era un auténtico volcán a punto de hacer erupción, la caliente lava blanca hervía dentro de sus testículos casi al grado de evaporarse.
“que duro…….. y que grande” pensaba la nena, era la primera vez que la chiquilla tocaba un miembro, así que en cuanto a grosor y longitud, el viejo no decepcionaba.
La pequeña manita de la nena comenzó a sudar, ya que entre su mano y la verga del viejo se generó un calor infernal, sin embargo la nena apretó con fuerza ese asqueroso palo, como si no quisiera despegarse de ella, con la otra mano llevó uno de sus dedos a su boca y mantenía un coqueto movimiento con este alrededor de sus carnosos y brillosos labios mientras seguía mirando la película.
El viejo Marce llevó su arrugada mano para depositarla sobre la de la muchachita, de esta manera la tapaba debido a la gran diferencia de dimensiones, además la diferencia de pigmentación de ambas pieles era notoria hasta en las manos, una tonalidad cobriza cubriendo a una pequeña manita blanca como la leche.
Fue entonces cuando el viejo en su afán por seguirse masturbando, comenzó a mover su mano sobre su verga, dicho desplazamiento originó en la femenina mano un meneo similar, el viejo veía a esa pequeña niña con una corrompida cara sintiendo como prácticamente la niña le masturbaba la verga, de la generosa verga enormes ríos viscosos brotaban y resbalaban por todo su tronco hasta llegar a la joven manita, esta parte del cuerpo de Cassandra se lleno de aceitoso líquido que se escurría también por debajo de ella, llegando el momento en que la manita de la niña chapoteaba en líquido preseminal cada que subía y bajaba por el tronco del aparato y se cubría de un tipo de babilla que no era otra cosa que el mismo líquido batido, el viejo y la joven estuvieron así unos pocos minutos hasta que Cassandra simuló rascarse, liberándose de esa asquerosa labor y observando como su mano brillaba por efecto de la lubricación y como una especie de olorosa espuma cubría buena parte de su manita, esta manoseada solo originó que el viejo se calentara mas y decidido buscó el sexo de la niña.
El viejo Marce había logrado llegar hasta esas preciadas partes, su mano era apretada por ambos muslos que le impedían su avance, pero muy hábil logró estirar dos de sus dedos para comenzar con leves cosquilleos en donde se marcaba una cerradita zanjita sobre un minúsculo triangulo rosita.
-nooo Don Marceeeee,- decía la jovencita al insistente al viejo, era la primera vez que la jovencita hablaba en varios minutos.
Don Marce no decía nada, solo intentaba dominar a esa potencial putita, afortunadamente para él, la negatividad de la nena no era muy convincente como para dejarla en paz, él estaba dispuesto a que si llegase a sentir asco y desprecio por parte de la muchachita no insistiría mas, el pervertido era consciente de que si la situación se le escapaba de las manos podía meterse en muy, pero muy serios problemas.
-nooo Don Marce, saque la mano, por favooooor,- decía Cassandra, aunque su forma de decirlo no era enojada, hasta cierto punto era sensual y coqueta, los ricos cosquilleos estaban haciendo que poco a poco la nena comenzara a abrir sus piernas para de este modo permitirle el acceso libre a la mano del viejo.
-shhhh, cállate Cassandrita, déjame tocarte otra vez, anda, anda déjame, te va a gustar- decía el viejo babeando del gusto.
-Don Marceeeee, nooo, no me toquee ahiiiiii,- el viejo se había apoderado nuevamente del sexo de Cassandra y lo manoseaba de tal modo que apretaba obscenamente los labios vaginales uno contra el otro, haciendo que la panochita se le abultara perfectamente por debajo de la humedecida y rosita prenda.
-que mojadita estás Cassandrita, ya ves, te gusta que te toque ahí verdad?- decía el viejo.
-nooooo, déjemeee, Don Marce usted no es así,- decía la chiquilla respirando entrecortada y recordando aquellas lejanas palabras que alguna vez le dijo su amiga Karla Guadalupe, que le daban la razón de que el viejo era un acosador de niñas.
-si te gusta, cuando una niña se moja de su cosita cuando se la tocan es porque le gusta, solo que te da pena admitirlo jejejeje- decía el calenturiento viejo.
-nooo, no me gusta- decía la colegiala.
Pero Cassandrita se contradecía ella misma, sus labios decían esas negativas palabras, pero su cuerpo se movía de forma espectacular y provocativa, su espalda se arqueaba hacia adelante contrario a su culito que se hacía para atrás, haciendo que su exquisito cuerpo mostrara una impresionante curvatura.
El viejo tomó con su mano libre la cintura de Cassandrita para pegarla muy bien a él, aprovechando el hueco que dejaba la niña entre su breve espalda y el sillón, y acercó su feo rostro al de la chamacona, le dio un ligero beso en su sonrojada mejilla y empezó a oler el aromático cuello de tan descomunal hembra, el viejo estaba despertando en la jovencita sensaciones que nunca antes había experimentado.
El viejo repasaba a diestra y siniestra ese cuellito olfateándolo como un perro y de vez en cuando lamiéndolo, hablándole al oído muy despacito y mordiendo levemente el pabellón de su oreja haciendo a un lado los bonitos aretes que adornaban a la princesita mientras ella estaba empezando a dejarse llevar por tales sensaciones y sus manitas apretaban la gruesa tela que tapizaba el sillón, el viejo sabia como atacar cada uno de los puntos débiles de la inexperta chamaca.
Cassandra logró medio zafarse y encontró la manera de incorporarse, no para irse pero si en un afán de desacalorarse un poco, pero el viejo muy hábil la tomó por la cintura y sin dejarla que se enfriara la atrajo de nuevo hacia el sillón, sentándola en sus peludas piernas, el culito de Cassandra cayó exacto sobre la verga del viejo, la niña sintió eso duro, caliente y que palpitaba mientras parecía acomodarse entre sus glúteos, el viejo al tener su verga fuera de su short y Cassandra al llevar una tanguita demasiado minúscula y casi encarnada hacia que sintiera el calor de la verga y el roce de la pelucera púbica directamente en sus blancas y firmes nalgotas.
Las tremendas nalgotas de la nena cayeron pesadas sobre el abultado vientre del viejo y aplastaban la gruesa verga de este, aun así el viejo podía ver como de entre ese bien formado portento de culo que parecía haber aumentado en dimensiones sobresalía una brillante cabezota morada que se perdía en el canal que se formaba entre los apretados y blancos glúteos.
El viejo panzón aprovechó la posición en que se encontraban y nuevamente manoseaba el sexo de Cassandrita, los dedos del viejo se notaban perfectamente cuando tallaban el virginal sexo por debajo de la tela, la otra de sus manos de aventuró por debajo de la blusa y sostén a manosear uno de sus perfectos senos, tomándolo desde la base y recorriéndolo hasta la punta de su rosadito pezón, deteniéndose en esta erizada punta y jugándola con sus cabezones dedos como quien trata de sintonizar una estación de radio en un aparato antiguo.
El viejo sacó la mano que masturbaba la joven panochita y la llevó a su apestosa boca, degustando desesperado el sabor del líquido agridulce de la nena y volviéndolos a tallar superficialmente en esa celestial entrada para embarrarlo nuevamente de lubricante femenino, la nena no podía ver los inmorales actos de su “amigo”, pues estaba de espaldas a él y mantenía los ojos cerrados y mejillas coloradas debido a la calentura que la envolvía mientras sus labios emitían ligeros gemidos.
Don Marce sacó su mano del sexo de Cassandra y ladeó el rostro de la bella jovencita hacia el de él, rápidamente la besó metiéndole la lengua lo más adentro de su boca, la niña solo abrió al máximo sus ojos para después entrecerralos, Cassandra con las manos trataba de disque empujar a Don Marce pero el viejo a pesar de lo flácido pesaba mucho, además los empujones de Cassandra eran más que nada como para no verse tan facilita ya que sorprendentemente el beso llegó a gustarle pues el viejo cosquilleaba cada centímetro de esa dulce boquita, poco le importaba a la nena el olor a cerveza, lo rico que sentía dentro de su boquita era motivo suficiente para soportar el desaseado aroma, entre el casi fingido forcejeo la falda de Cassandra se subió tanto que enseñaba toda su pequeña y mojada prenda, estaba tan mojada que los labios vaginales se trasparentaban y podían verse a simple vista, de nada servía que la llevara puesta.
La hábil lengua del viejo, que se había profesionalizado y había alcanzado su titulación besando a puras señoras gordas y viejas, seguía alojándose como si fuera su casa dentro de la fresca boquita de ahora una jovencita hermosa y con un cuerpo tallado por los mismos Ángeles, por momentos la lengua de Cassandra correspondía el lascivo beso, y por momentos dejaba de hacerlo, no porque le diera asco, sino porque le era imposible igualar la velocidad y maestría con la que se desempeñaba su vulgar amante.
Esa lengua la estaba haciendo entrar en una confusión terrible, ella misma se desconocía besando a ese señor más viejo que su padre y que parecía apenas haber sido ayer cuando platicó con él por primera vez, pero es que los morbosos besos del viejo la estaban calentando de sobremanera y más cuando el viejo también decidió al mismo tiempo volver a atacar su sensible panochita, mientras más se moviera esa venenosa lengua dentro de su boquita más elevada era la necesidad de la niña de mantenerla dentro de su boca, las asquerosas babas del viejo parecían contener algún elemento adictivo al cual la jovencita se mostraba vulnerable y caían como rio de entre ambos pares de labios, nada se comparaban esos lujuriosos y salivosos besos del viejo a la inocencia de aquel primero que Cassandra dio a un muchacho de su salón en un juego de la botella.
Don Marce aprovechó la lubricación natural de la chica para incrustarle delicadamente el dedo medio dentro de su apretada cuevita, comenzó a moverlo en forma circular dentro de ella mientras que su pulgar jugaba con el hinchado clítoris, los seminegatividad de la chiquilla estaban empezando a desaparecer, sus manos habían dejado de luchar desde hace rato y ahora se abrazaban tímidamente al sucio cuello del viejo mientras su cuerpo se exprimía retorciéndose arriba del vejete.
Cassandra estaba tan excitada como nunca antes, por primera vez en su vida su delicioso cuerpecito sentía los manoseos de un hombre, un viejo hombre que sabía muy bien donde manosear, entonces en un acto innato proveniente como respuesta a todas esas deliciosas sensaciones, comenzó a mover su culito sobre la verga del viejo, haciendo que en cada roce el prepucio dejara visible el brilloso y apestoso glande, jalándoselo mientras sus nalgotas se embarraban del lúbrico líquido, tanto tiempo estuvo moviéndose así hasta que la verga se acopló de manera perfecta entre esas carnosas nalgas.
-Donnnn, Marceeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee,- dijo la nena en uno de sus delicados suspiros.
-que mi amor- dijo el caliente viejo.
-eso durooooooooo, es su……………………. vergaaaaaahhhhh- dijo Cassandra nuevamente en forma de suspiro, Cassandra ya conocía esa mala palabra, cuantas veces había escuchado a sus puros y castos compañeritos albureándose unos a otros utilizando esa palabra o implementándola a la hora de mandarse muy lejos, sin embargo era la primera vez que su tentadora boquita la pronunciaba, siempre había sido una niña que no decía groserías.
-si mi amor, y a partir de hoy será tuya también, ya verás como te va a hacer feliz y no vas a querer despegarte de ella y vendrás a buscarla para que te de mas y yo aquí estaré para dártela las veces que tu quieras- decía el traspirado viejo, Cassandra no contestó nada, solo suspiraba sensualmente y se movía arriba de la verga del viejo cada vez más rápido mientras el viejo levantaba los tablones de su falda.
Don Marce se dio cuenta de que ya tenía a Cassandra en su bolsa y prosiguió a despojarla de su blusa, deslizando la prenda hacia arriba mientras aparecía poco a poco un sostén de encaje apretando esos jugosos melones, Cassandra ni siquiera hizo por impedir su semidesnudamiento, solo levantó sus frágiles brazos para permitir a ese repulsivo viejo despojarla y dejarla solo en un sexy sostén que transparentaba en partes lo blanco de sus perfectos y ya amamantables senos.
-ahh, Cassandrita que chichotas te cargas, casi te revientan la blusa, antes y no te caes de frente- dijo el viejo Marce cuando aparecieron ante sus afortunados ojos esos dos carnosos, redonditos y muy voluminosos atributos que poseía la nena y que tantos se habían imaginado lamiéndolas, no pudo contenerse el relamerse sus cochinos labios haciéndosele agua la boca y dejando caer babas como una manguera
-ahhh, ahhhh ahhhh, ahhhh,- Cassandra gemía débilmente debido a los apretones de Don Marce daba ya en sus provocativos melones.
Don Marce desabrochó el sostén y salieron liberadas esas chiches moviéndose de forma bamboleantemente exquisita, rápidamente Don Marce las tomó, una en cada mano amasaba ese par de tetas que muchos en algún momento soñaron en manipular, tantos muchachos bien parecidos y deportistas, hombres mayores con porte, personalidad y con buena posición económica (maestros incluidos), personalidades importantes del ámbito local, miembros de la sociedad de padres de familia de la escuela, obreros o empleados que tenían la suerte de laborar en la misma ruta que Cassandra seguía para llegar a su casa y que la veían pasar dos veces al día y algunos hasta cuatro veces cuando regresaba a practicar, todos se quedaban en eso, un sueño, ahora la posibilidad era de un viejo degenerado que ninguna muchachita, ni la más urgida, se atrevían a considerar por lo menos como una posibilidad para quitarse la calentura, preferían meterse un desodorante roll-on a probar la verga de tan antiestético intento de hombre, ahora sí que la naturaleza había trabajado sin ganas, claro está que estas muchachitas desconocían la capacidad y conocimientos que el viejo poseía en materia sexual y el grado de éxtasis al que el viejo podía llevarlas.
Así como Cassandra, muchas de las jovencitas de su edad se la pasaban admirando jóvenes artistas y cantantes adolescentes, adornando su cuarto con cantidad incalculable de posters con grupos y solistas del momento, “estas niñas de hoy” pensaba Don Marce, “no sé que le ven a esos chiquillos si a simple vista se ven raritos, mira que pintarse los labios y plancharse su pelito, eso es de viejas, lo que estas niñas necesitan es un verdadero macho con un buen trozo de carne que ni les quepa, esos críos la han de tener chiquiiiiiiita, jejejejeje,” decía el asqueroso viejo cada que le tocaba ver algún reportaje en televisión sobre estos artistas y sus fanáticas.
Don Marce seguía manoseando ese par de tetas, sus dedos se hundían en esas chichotas hasta casi desaparecer, apretaba los rosaditos pezones sacándoles gemidos a Cassandra quien seguía moviéndose provocativamente sobre el viejo con los ojos cerrados, sus cejas fruncidas y sus pómulos enrojecidos.
Si bien las manos del viejo no eran tan callosas, si estaban lo suficientemente grandes y pesadas para que la jovencita sintiera los masculinos magreos en sus senos los cuales comenzaron a tildarse de manchas rojas simulando los dedos y a veces la mano completa del viejo.
Después de manosearle los pechos a su antojo, el viejo continuo con su asquerosa boca, mamaba como un becerro esas chiches dejándolas empapadisima en babas, las mordía, chupaba, lamia toda su circunferencia sin dejar un solo centímetro sin ensalivar, su boca realizaba movimientos succionadores que casi le arrancaban el pezón a la jovencita.
Los movimientos de Cassandra eran cada vez mas endemoniados, movía sus desarrolladas caderas y estas hacia pendular sus tremendas nalgas de una forma que prácticamente masturbaba con sus glúteos la verga del viejo, sus nalgas al estar tan apretaditas casi agarraban la verga de Don Marce como con la mano, por momentos el viejo tenía que hacer a un lado el hilo trasero de la tanguita de la niña para que no le lastimara y empezó a acompañar a su bella amante con ligeros movimientos de simulación coital mientras la tomaba firmemente de su sirenesca cintura, llegando a un punto en que ambos se movían de manera tan sincronizada que ya solo faltaba que el miembro del viejo estuviera dentro de ella, el sillón comenzó a crujir y rechinar debido a los cada vez más pesados movimientos que ejercía arriba de él la caliente pareja.
La respiración de ambos hacía rato que se había vuelto más intensa, por un lado el pervertido viejo podía sentir la frescura y pulcritud natural del aliento de la nena que llegaba a sus enormes fosas nasales atascadas de pegajosos mocos y rudos pelos mientras la joven doncella podía sentir la desaseada sensación bucal y aliento cervecero del viejo Marcelino en su limpia y perfecta naricita.
Después de tanto movimiento de cadera superiores en sugestión que los que la nena realizaba bailando, tanto lubricante que soltaba el apestoso aparato, tanto sube y baja del prepucio, tanta sangre que empezó a llenar el tejido esponjoso y cavernoso del miembro, el viejo comenzó a sentir que esta niña totalmente inexperta en el ramo de la masturbación masculina, le estaba sacando la leche solo con sus nalgas, así que procedió a detenerla o terminaría vaciándose y todavía no era hora, todavía quería disfrutarla otro rato mas, ahora en su mente ya estaba la idea de penetrarla, así que la tomó de la cintura y la acostó en el sillón, la niña en un acto de pudor sacado quien sabe de donde cubrió a duras penas con sus manos sus senos pues estos habían quedado expuestos ante los lujuriosos ojos de Don Marce.
-Cassandrita todavía no- dijo el sudado viejo.
-no qué?- la inocente niña no había entendido a lo que el viejo se refería.
-todavía no es hora de batir el requesón, ahora voy a quitarte la faldita, está haciendo mucho calor y no queremos que tu ropita se sude verdad?- dijo el acalorado viejo, sin saber que la niña ya intuía hacia donde se dirigía su viejo compañero amoroso.
-Don Marce- dijo la nena, pues ya desde hace mucho había comprendido las desequilibradas intenciones del viejo, algo dentro de ella le decía que estaba a punto de experimentar por primera vez el sexo, o como ella lo conocía, “hacer el amor”, así que con una simple frase le dejó en claro al vejestorio que ya no estaba como para los dobles sentidos con los que el viejo se expresaba, como si la estuviera tratando de retrasada.
-que Cassandrita?- preguntó el viejo mientras sus dedos ya habían adquirido la posición como para despojar a la nena de su prenda, Cassandra tomó aire para poder expresar con claridad las siguientes palabras:
-Don Marce…………. en verdad……………… en verdad……………….. quiere que usted y yo……. lo hagamos?- dijo la nena bajando su mirada algo apenada, sonrojada por su pregunta y tapándose no muy bien sus manoseados y salivados senos ya que sus manitas no le daban para abarcarlos en su totalidad.
Esa inocente pregunta casi desarrolla en el viejo un daño cerebral permanente, sin embargo logró recomponerse.
-eeehhhhh…….claro que si Cassandrita, siempre he soñado con este momento, desde que ibas en primer año todavía con una carita de niña y te paseabas por mi acera corriendo con tus amiguitos, siempre soñé ser yo el primer hombre en tu vida y nunca pensé que podría serlo debido a mi edad,- decía el viejo intentando disimular su calentura y estructurando esas sencillas oraciones pero que al viejo le había costado mucho trabajo construir pero con un falso acento de tristeza al considerarse muy viejo para ella, todo esto para que la nena se conmoviera del viejito.
-estoy nerviosa, yo también quiero hacerlo pero nunca pensé que……………… mi primera vez sería con usted- afirmó la nena mientras apretaba sus senos en su desarrollado cuerpo de mujer, el viejo asimilaba que Cassandra ya tenía contemplada en su mente la idea de entregarse a un hombre, y se sentía un Todopoderoso el ver cómo le había ganado la partida a toda esa bola de chiquillos que según él no hubieran sabido ni qué hacer en el momento en que una hembra tan imponente como Cassandrita se les desnudara enfrente de ellos, “lo más seguro es que saldrían corriendo” pensaba el viejo.
-tu tranquila, como hace ratito- dijo el viejo tomando la falda de la chiquilla quien se sonrojaba aun mas, la sangre le hervía gracias a la calentura que la envolvía, hasta pareciera que su cuerpo aumentó su voluptuosidad como preparándose para recibir por primera vez a un hombre.
El viejo procedió a bajar la falda de su compañera de manera bruta solo intentando jalarla hacia abajo, al principio no pudo pues le ajustaba bastante, sin embargo sorprendentemente Cassandra levantó sus caderas y la desabrochó de la parte de atrás, ayudándolo a bajársela y arrojándola lo más lejos que pudo para volverse a acostar en el sillón, dejando expuestos sus senos para deleite del viejo.
El viejo se dedicó a admirar ese femenino cuerpo que yacía acostado en su viejo y sucio sillón, un sillón manchado de comida y cerveza, en partes atacado por las polillas y en donde una de sus patas era improvisada por un block de construcción, esa sería la cama de rosas para esta fornicadora chiquilla, no una cama marital cubierta de pétalos y fragancias aromáticas y adornada con las más finas y sedosas sabanas, sino un viejo sillón ya en la última etapa de su vida, próximo a terminar en un basurero o en las afueras de la casa del viejo esperando el carro de la basura, el mueble más antiguo en ese cuarto.
La boca del viejo babeaba como una catarata al visualizar a una inocente nenita desnuda a excepción de su tanguita, con su tierna mirada ligeramente hacia un costado, sus hermosos ojitos brillosos, sus mejillas rojitas y sus manitas pegadas a su cuerpo en posición de defensa como si quisiera protegerse de algo, la nena ya no miraba la porno, no le interesaba por ahora, solo se concentraba en lo que estaba a punto de experimentar.
La misma suerte que la falda tuvo su tanguita, el viejo juntó las interminables y torneadas piernas de la niña y las levantó mientras por ellas deslizaba lentamente un apenas visible hilo rosita, Don Marce al sacársela por completo se la llevó a la nariz para aspirar ese encantador aroma juvenil, Cassandra volvió a taparse con un brazo sus senos y con una mano su sexo, mientras veía apenada como un viejo cincuentón aspiraba sin ningún pudor una de sus prendas que servían como protección de su zona más íntima.
-quien fuera este cachito de tela, para ir pegado a tu panocha todo el día- decía el viejo dando otro respiro a esa prenda y enrollándola alrededor de su verga.
Don Marce quitó esa pequeña manita y al ver el sexo de Cassandra cubierto por unos cuantos finísimos vellos, palpitante, rosadito y brilloso por la lubricación se abalanzó sobre él ahora si desesperado, lamia ese exquisito platillo de arriba a abajo haciendo sonidos extraños con su boca, como un cochino masticando su alimento, haciendo círculos con su lengua, rellenando ese hueco con saliva, escupía y desparramaba su saliva con los dedos o con su lengua mientras sus manos abrían lo mas que podían los perfectos y blancos muslos ya que la niña intentaba volver a cerrarlos, el viejo acostaba su arrugado rostro sobre el esbelto vientre de la joven y desde ahí estimulaba con dos de sus dedos la sensible conchita de Cassandra, por momentos mordía levemente la vulva de la nena dejándole tímidas marcas de dientes.
-ahhhhh, que delicia, que delicia, que rico, es el mejor bizcochito que me he comido en toda mi vida- dijo Don Marce no por presunción, en verdad era el mejor manjar que había degustado.
-jijijiji, Don Marce, me hace cosquillas- dijo la nena quien no comprendía cual era la razón para la cual este viejo se concentraba en lamer esa zona íntima de ella, siempre le dio curiosidad el porqué los hombres en los videos se pegaban como autenticas chatillas en los sexos femeninos.
Cassandra al principio reía por las cosquillitas que sentía, pero después conforme avanzaban las cochinas caricias las inocentes risas fueron poco a poco desplazadas por tímidos gemidos, Cassandra permanecía callada y por momentos fruncía sus cejas como si algo la lastimara, sin embargo de su boca se escapaban gemidos placenteros cada vez mas audibles y prolongados acompañados de gestos risueños, de vez en cuando la niña daba una especie de respingo como si recibiera algún pinchazo en su cuerpo, la inocente criaturita estaba disfrutando ser estimulada oralmente por un hombre, comprendía ahora el porqué el viejo se había pegado a su sexo como una garrapata.
Conforme el viejo seguía chupándola la dulce niña se mostraba más estimulada, movía su cabeza de un lado a otro, se arqueaba retorcidamente, se manoseaba sus senos a raíz de una desconocida situación que la llevó a auto manipulárselos ella misma, apretaba sus muslos contra la cabeza de Don Marce, se mordía su mano, se relamía los labios, exhalaba sensualmente, temblaba ligeramente cada que esa endemoniada lengua pasaba directo sobre su frijolito, intentaba quitarse el envolvente calor soplándose con sus manos, la niña volteaba hacia su sexo solo para ver un brilloso coco moviéndose raramente con apenas unas cuantas comunidades de cabellos cubriéndolo y escuchaba esos animalescos y chapoteantes sonidos que emitía la lengua en su inundada vagina.
-aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh,- -mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm-
-Dooooooooooooon Marceeeeeeeeeeeeeeeeee- -quee esssss, estooooooooo, me gustaaaaaaaaaaaaaaaa-
Al escuchar esos sonidos y palabras de la boquita de la nena, Don Marce se atrevió a jugar con ella, a torturarla a partir de frases en donde Cassandra le demostrara lo bien que lo estaba pasando y de esta manera confundirla sentimentalmente.
“ya caíste pendeja jejejejejejeje” reía mentalmente el viejo.
-de veras te gusta mi niña?- dijo el viejo
“te gusta que te laman el bollo puta calenturienta jejejejeje, vas a ver cuando te lo reviente” la malvada mente del viejo elaboraba esas malsanas palabras.
-siiiiiii, se….. , se…….., se siente bonitoooooooooooooo,- decía la jovencita levantado un poco su cuerpo y moviéndolo sugestivamente de arriba hacia abajo y de atrás hacia adelante, como si fuera ella la se tallara en esa babosa lengua.
-quieres que siga?- preguntó el viejo mientras de su boca se escapaba un pocinesco sonido.
-siiiiiiiiiiii, sigaaaaaaaaaaa, mmmmmmmmmmmmm- respondía la estimulada nena y movía sus caderas ondulatoriamente intentando agarrarle el ritmo el vejete.
-porque si quieres paro- decía el viejo sabiendo que Cassandra no aceptaría eso, el viejo se reía sabiéndose ganador y mostrando una asquerosa boca que escurría en jugos vaginales solo para volverla a hundir entre esa carnosa panochita.
-nooo, no pareee, sígame haciendo esto que se siente tan ricoooooooooooooooooooo- dijo la nena al tiempo que se arqueaba mientras tomaba con sus manos los escasos y casi canos cabellos de Don Marce, queriendo intervenir de esta manera en caso de que el viejo quisiera abandonar la gloriosa posición en donde se encontraba, aunque a estas alturas al viejo no se le despegaba de ahí ni con una pata de chivo, la lengua del viejo y la panochita de Cassandra en estos momentos eran un solo órgano.
-noooo, Don Marceeeee, no deje de chuparmeeeeeeeeeeee,- decía descontroladamente la nena y ahora enrollaba sus muslos en la nuca del viejo y los apretaba al grado de marcársele ligeramente sus músculos pero sin que sus piernas perdieran esa condición femenina, casi queriendo meterse a Don Marce entero dentro de su aniñada vagina.
-de todo lo que te he hecho que es lo que más te ha gustado ehhh?- preguntó el jadeante viejo.
-q… que me chupeeeeeeeee ahiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii- dijo Cassandra retorciéndose criminalmente.
-Donnnnn Marceeeeeeeeeeeeeee, ahí vieneeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee- dijo Cassandra mostrando convulsiones orgásmicas.
-quien viene mi niña?- preguntó el viejo.
-eso, esooo, mmmmhhhh algo calienteeeeeee que sientooooo cuando me tocoooooooooooooo, ahhhh ahhhhhh, Don Marceeeeee que ricooooooooooooooooooooo,- dijo la estimulada nena y no aguantando comenzó a tocarse también ella para disfrutar más de la corrida que estaba por experimentar, sus delicados dedos eran lamidos también por la babosa lengua del viejo pervertido.
-échamelos mi Cassandrita- decía el viejo con su asquerosa boca bien abierta, tan abierta que casi parecía que se iba a comer a Cassandra.
-ahhhhhhhh, mmmmmmmm, Don Marce ahhhiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii vieneeeeeeeeeeeeeeeeeeee- Cassandra se arqueó tanto que parecía que le estaban robando el alma, pero no, lo que le había robado Don Marce fue un intenso orgasmo nunca antes experimentado por la joven, una acalorada sensación de placer la invadió en toda la extensión de su cuerpecito para después desbordarse en calientes fluidos lubricantes en cantidades nunca antes producidas que fueron acompañados por importantes movimientos temblorosos que indicaban que la nena seguía corriéndose aun después de varios minutos, la pequeña jovencita abrió ligeramente sus ojos mostrando una mirada placenteramente estrábica y con una de sus manitas hacía a un lado su sudado cabello mientras reía de manera orgásmica y temblaba como si tuviera frio.
Don Marce no se abastecía absorbiendo jugos, se había bajado su short y calzón un poco quedando semidesnudo, su verga se erigía poderosa y la masturbaba al mismo tiempo que su boca gargareaba y se bebía el elixir expulsado por la jovencita, los bebía como un desesperado, como aquel que hubiera encontrado un oasis en el desierto, su lengua parecía querer salirse de su boca, los bebía y untaba en su fea y arrugada cara como si los jugos de Cassandra le fueran a regresar su juventud perdida.
-ahhhh, que rico te saben mi niña, y cuanto te brota, siempre te vienes así de intensa?- preguntaba el viejo.
La nena seguía convulsionándose de manera menos notoria mientras sus suaves manitas bajaban y regalaban a su feo amante un ligero masaje en su coco, como si lo estuviera recompensando por haberla hecho correr tan rápido y tan rico, la nena jalaba aire para poder contestar la pregunta de viejo.
-nooo, eees la primeeeera vez que hecho tanto de esooo,- dijo la nena con su respiración entrecortada, sus anteriores masturbadas le habían enseñado que eso que le brotaba no era orina.
-eso se llama “venirse” mi niña, siempre cuando te vaya a pasar eso avísame diciendo “me vengo” entendiste- decía el viejo.
-si Don Marce, yo le aviso- respondió la acalorada nena.
-bueno ahora lo que sigue- decía el viejo quien en su programa seguía la penetración, sin embargo no contaba con lo que Cassandra quiso hacerle.
El viejo se masturbaba de forma obscena y hacía gestos en su rostro típicos de una persona mentalmente enferma, se escuchaba un sonido húmedo cada vez que se jalaba el pescuezo, el olor que desprendía esa apestosa verga llegaba hasta la respingadita nariz de Cassandra y poco a poco el cuarto del viejo se iba impregnando de los olores que soltaban ambos órganos reproductivos, el ambiente se estaba volviendo completamente carnal.
Cassandra ya casi recuperada volteó hacia la pantalla y sus ojos visualizaron una fogosa escena de sexo oral por parte de una joven actriz, veía a esa chica casi dos años mayor que ella tragarse de un solo bocado esa cosota sin molestia alguna, retenerla dentro de su boca por un gran lapso de tiempo para después sacarla empapada en saliva mientras de su boca cantidades enormes de babas caían, entonces dijo a Don Marce señalando con su dedo:
-Don Marce, mire-
-qué?, ahh, le está pegando un mamey- dijo el viejo.
-quiero intentarlo- dijo la nena quien creía que le tocaba recompensar al viejo por el orgasmo tan exquisito que le regaló y pensando que esa salivada felación era parte del arte amoroso, la inocente jovencita estaba confundiendo el hacer el amor con el tener sexo pornográficamente, esto solo beneficiaba a futuro al viejo Marce.
El viejo recibió una especie de descarga eléctrica en su hirviente verga, instantáneamente su musculoso aparato (la única parte del cuerpo del viejo que si era músculo puro) se erigió como si hubiera escuchado a la chiquilla, le escurría tanto lubricante que un flujo moqueaba elásticamente hasta casi llegar al sillón, el viejo se quitó el short y calzón al mismo tiempo y sin perder tiempo se recostó llamando con su mano a Cassandra.
La muchacha se acercó gateando arriba del sillón moviendo su trasero infartantemente sin dejar de ver esa palpitante monstruosidad, todos estos movimientos y acciones provocativas y femeninamente sugestivas Cassandra las realizaba de manera innata, no porque quisiera calentar al viejo, sino porque una especie de conocimiento dentro de ella le decía como moverse y como actuar en determinado momento, especificándole detalladamente su condición de hembra.
Cassandra tomó la verga del viejo, su suave manita se enrolló en la base del venudo aparato, instantáneamente este cochino palo volvió a babear lubricante del puro gusto, Cassandra podía sentir el pulso del viejo proveniente de la venuda palanca, no pudo evitar relamerse los labios al ver semejante trozo, pareciera como si sus glándulas salivales se estimularan con la visión de la poderosa herramienta pues su boquita se inundó en saliva, volteó a ver hacia la pantalla y vio a la actriz escupiéndola, así que procedió a hacer lo mismo, arrojó un escupitajo (pensó que para eso se ensalivó su boca) a muy corta distancia y atinó al glande y con uno de sus deditos esparcía la saliva finamente por toda la cabeza mientras la revolvía con el lubricante que salía a raudales, entonces preguntó a su longevo mentor.
-Don Marce, porque las muchachas de las pornos se la chupan a los hombres?- decía curiosa la niña mientras su dedito no paraba de hacerle círculos al morado glande.
-para que resbale mejor cuando se las atraviesan y no les duela tanto- respondió el sabio instructor a una concentrada estudiante que jugaba con la sorprendente elasticidad del líquido preseminal.
-ahhh….. entonces…. si se la chupo no me dolerá tanto cuando……… me……. atraviese?- preguntó Cassandra mientras reía tímidamente sin voltear a ver al viejo, sentía pena, sin embargo no dejaba de ver el punzante y carnoso instrumento lleno de nervios que rugía entre sus manos.
El viejo no daba crédito a las pervertidas frases que se escapaban de la pudorosa boca de Cassandra, nunca que el recordara la había escuchado decir frases comprometedoras ni palabras groseras, ni siquiera comportarse tan hembrita como lo hacían en esos calurosos momentos.
-así es mi niña, no te dolerá nada- decía el embustero viejo, pues era más que obvio que Cassandra sufriría el más doloroso suplicio que hasta ahora conocido, la jovencita acercó su carnosita boca a la verga del viejo solo para dejar caer sobre el glande otra cantidad considerable de saliva.
La niña después de tanto estar desparramando su saliva y el lubricante del viejo por toda la cabeza y parte del tallo (otro conocimiento innato que le indicaba que debía de hacerlo) decidió que era hora me metérselo a la boca, así que mirando como la enorme uretra de esa pestilente verga parecía reír, poco a poco fue acercando su hermoso rostro a la morada cabeza.
Cassandra abría su perfecta boquita y al principio besó apasionadamente la cabeza como si de unos labios masculinos se tratara, sin importar que estuviera viscosa, para después poco a poco ir introduciendo esa pestilente verga a su boca, el olor a miembro viejo no era repulsivo a la nariz de la niña, era un olor raro pero nada incómodo, al contrario, le parecía masculino y cautivante, ese aroma la enamoraba y la hacía comportarse aun mas femenina.
La niña sintió la babosa cabeza descansar sobre su lengua y con este músculo procedió a enrollarla, la jovencita empezó a moverse prudentemente muy despacio hacia abajo, tragándose esa enorme tranca hasta que llegó a un punto en donde sintió que una arcada le advertía que ya era suficiente para su capacidad y comenzó un lento retroceso, al mismo tiempo su lengua también retrocedía pero sin despegarse del caliente tallo, el viejo sentía como esa caliente lengüita recorría su hirviente miembro mientras subía por todo el largo del mismo.
La tiernita Cassandra se detuvo en el glande para proceder a lamerlo pasando su lengua sigilosamente por toda su extensión hasta la corona del mismo, para después solamente con los puros labios rozar la cabezota de manera exquisita y metérsela a la boca muy lentamente, subiéndolos de la misma forma hasta sacarse la cabeza por completo emitiendo un leve quejido, solo para voltear a ver al viejo y regalarle una sexy y lubricada sonrisa y quitarse de su lengua un enroscado vello púbico cubierto por una rara sustancia que le daba un color amarillento que encontró durante su oral recorrido, la nena quiso repetir la felación solo que esta vez el viejo sintió unos dientes recorrer su glande, lo que hizo que se medio incorporara y apartara a Cassandra de su lastimado aparato.
-ouuuhhhh, ouuuuhhhhh, ouuuuhhhhh, ouuuuhhhhhh así no Cassandrita, con los dientes no,- dijo el viejo.
-con los dientes no?- preguntó la nena.
-no, solo con los puros labios, procura no tocar mi verga con tus dientes- decía el calenturiento viejo dándole una rápida clase de cómo chupar una verga.
-porqué?- preguntó Cassandra.
-tú haz lo que te digo,- dijo el viejo
-perdón Don Marce, no sabía, es que, como, nunca había hecho esto, no sabía- decía la nena.
-tranquila, vas muy bien, solo haz lo que te digo, solo con los labios y la lengua- decía el viejo volviéndose a acomodar con los brazos cruzados atrás de su nuca y enseñando a la niña unas axilas sobrepobladamente peludas y llenas de pelusa, con enormes y toscos vellos casi igual de tiesos que una brocha.
Cassandra volvió a meterse ese salivado mástil como el viejo le dijo, esta vez mirándolo a sus ojerosos ojos, su cabello circunstancialmente se hizo hacia adelante y le daba un aspecto muy atractivo, digno del alto modelaje, si la nena hubiera sido vista por algún busca talentos sin duda le hubieran hecho la oferta como imagen de alguna marca publicitaria, Don Marce nunca en su pervertida vida se imaginó un momento así, ni en sus húmedos sueños lograba crear a una hembra tan perfecta y hermosa como Cassandra, sin duda el hombre más afortunado en ese momento en todo el globo terrestre.
Poco después de estar realizando esa labor la nariz de Cassandra comenzó a congestionarse, como si se fuera a enfermar respiratoriamente, además sus hermosos ojitos comenzaron a empañarse para después cada uno dejar rodar una lágrima por sus mejillas, no porque se sintiera humillada, sino por la falta de experiencia y el no saber medir el espacio dentro de su boca con respecto al largo del miembro, aun así Cassandra seguía emocionada por lo que estaba realizando y ponía todo su empeño, era la primera mamada que le hacía a un hombre y debía de hacerla lo mejor posible y mas por lo buen amante que se había comportado el viejo, ahora si comprobaba por ella misma lo que era chupar una verga, y ya no tenía porque escuchar a aquellas compañeras suyas que se daban aires de expertas a la hora de platicar temas sexuales.
La niña seguía en su labor, ligeros gemidos se escapaban por entre las comisuras de sus labios y llegaban audibles al viejo, disfrutándolos como si se tratara de la más hermosa pieza clásica aun no compuesta, Cassandra empezó a masturbar la verga con su delicada mano mientras sus apetitosos labios creaban un recubrimiento perfecto casi hecho a la medida de la verga del viejo, toda esta inexperta pero apasionada felación la llevaba a cabo con su cuerpo en posición de perrito manteniendo su desnudo culito bien levantado y moviéndolo cadenciosamente hacia los lados, sus piernas cruzadas en los tobillos creaban a lo largo una perfecta “V” y terminaban con unas zapatillas que las mantenían muy estilizadas.
Don Marce sabía que el tiempo comenzaba a ser un enemigo para él, Cassandra tenía que regresar a la escuela antes de que acabara la fiesta y así evitar sospechas por parte del alumnado y magisterio por si llegaran a verla salir de su casa, si por él fuera se quedaba en esa posición hasta el día de su muerte (que por su vicio al cigarro, la cerveza y su prematuro envejecimiento tal vez no había que esperar mucho), pero había que actuar, así que procedió a sacar la verga de la boquita de su joven amante muy lentamente y de manera cuidadosa pues en varias ocasiones la nena parecía como si se fuera a vomitar mientras la verga se deslizaba de reversa por sus labios, la niña veía curiosa como la verga del viejo salía empapadisima en saliva y aprovechaba para secarse esas lágrimas y aspirar para quitarse el exceso de mucosa que se había formado dentro de su perfecta nariz.
-ya es hora Cassandrita, acuéstate,- decía el pervertido.
-así?- preguntó Cassandra acostada boca arriba en el sillón y abriéndose un poco de piernas, el viejo asintió con la cabeza, la niña estaba dispuesta a entregarse a ese viejo tan feo, algo que no cabía en la lógica, sin embargo al viejo poco le importaba la mentalidad de la jovencita, el solo iba tras un objetivo, penetrarla.
Don Marce tomó su verga, así como estaba de babosa y la colocó en la entrada de la vagina, Cassandra al sentir el vergudo contacto se asustó y con sus manos tomó esa verga para intentar detener su avance asi como sus muslos se cerraron instantáneamente, Don Marce quería grabar ese momento en su retorcida mente y miraba a la nena como un auténtico sádico.
-que pasa Cassandrita?, tienes miedo?- preguntó el morboso viejo.
Cassandra asustada asintió con la cabeza,
-tranquila, procuraré ser cuidadoso,- decía el hipócrita pervertido mientras con una de sus manos limpiaba las gotas de sudor que habían aparecido en la lisa frente de la chiquilla, él lo que deseaba era escuchar gritar a la chamaca cuando la desquintara.
Don Marce abrió al máximo las piernas de Cassandra, ella resistió un poco pero al final cedió y ya no hizo por cerrarlas, el viejo acomodó su prominente barriga entre las esculpidas piernas de la jovencita quien mantenía una carita seria pero expectante a lo que aconteciera, la jovencita se preparaba emocionalmente para ese dolor que se supone sentiría, ese dolor que había escuchado manifestado en sus amigas que ya habían tenido su primera vez, esa que las marca de por vida.
El viejo Marce apuntó su verga en donde todavía se enrollaba la pequeña prenda, el mismo temblaba de nervios y excitación mucho más que su joven y hermosa doncella, intuía que Cassandra estaría completamente cerradita, así que debía de tener paciencia e ir muy lento pero considerando el trascurrir del tiempo, dependiendo del trato que le diera hoy a su adorada podría significar el nacimiento de una malsana aventura sexual de ensueño.
Cassandra solo se quedaba quieta, poniendo rostro de dolor sin siquiera ser penetrada; todo su hermoso rostro se enrojeció, el calor de su cuerpo era insoportable y se propagaba al viejo a través de su conductividad corporal, Cassandra llevaba sus delicadas manos a los costados del cuerpo de Don Marce, acariciándolo, pasaba muy sensualmente las yemas de los dedos por esa parte en donde se marcaban sus costillas así como la abultada, malformada y sudada panza del viejo que casi parecía un saco deforme, sintiendo la guanga piel del que sería el primer hombre en su vida.
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A solo una calle de ahí, en el baile que se llevaba a cabo en la cancha de la escuela, para ser exacto en las gradas que sirven para disfrutar de un buen encuentro deportivo, un tímido jovencito se acercaba a la inocente Guadalupe aprovechando que la chiquilla se encontraba sola, momentos muy raros considerando lo también muy hermosa que era esta otra muchachita.
-hola Lupita de casualidad has visto a Cassandra?,- se expresó el joven.
-ay, porque será que hoy todos preguntan por Cassandra?- decía la risueña Lupita poniendo colorado al jovencito.
-no pienses mal, yo solo quería preguntarle sobre el trabajo en pareja que es para fin de semestre, me tocó con ella y ya mero es y no lo hemos empezado- decía el preocupado adolescente.
-jejeje, no te hagas si ya se tu secreto, ya me dijeron que dibujaste una rosa en una de tus libretas y la adornaste con su nombre- decía Lupita codeando al chamaco.
-ehh, quién te lo dijo?, por favor Lupita no le vayas a decir nada- decía el sonrojado muchacho.
-tu tranquilo, como crees, pero si tanto te gusta Cassandra ya deberías de empezar por algo, mira que tienes mucha competencia, no vaya a ser que otro te la esté ganando en este momento- decía Lupita sin saber absolutamente nada de lo que acontecía en el negocio de enfrente, propiedad de un viejo rabo verde.
-no cállate, no digas eso, es que no se, te juro que siempre ensayo lo que le voy a decir pero cuando la tengo enfrente siento algo en la garganta que no me deja hablar, además veo que se junta mucho con Alexis y eso desmotiva mucho- el jovencito se refería a uno de los alumnos cuya familia era de las mejores posicionadas económicamente, el clásico niño rico y con verbo que acapara toda la atención.
-eso no es cierto, Alexis se le pega a ella, pero no te preocupes, no le gusta, Cassandra me lo dijo; es lindo con ella pero es muy presumido con los demás, y eso a ella no le gusta,- decía Lupita.
-de veras, y…. y de mi que te ha dicho?- preguntaba ilusionado Armando (el admirador secreto de Cassandra, ya que todos los demás alumnos no eran tan secretos).
-de ti nada, pero no te preocupes le voy a preguntar qué piensa de ti y te pongo al tanto, sale- decía Lupita.
-sí, pe…. pero que….. que no se vea tan obvio, ya sabes, que salga de una conversación natural, ay Lupita todas las noches sueño con ese beso que me dio cuando jugábamos a la botella en tu casa,- decía el nervioso muchacho mientras chocaba contra si ambas yemas de sus dos dedos índices y su pie izquierdo hacia un círculo en el suelo.
-todavía te acuerdas, yo me acuerdo que no se te podía quitar lo rojo de la cara jijiji; tú deja, yo te voy a echar porras,- decía Lupita.
-aguanta, te voy a dar algo- dijo el joven Armando y salió corriendo para su salón.
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De regreso al vaporoso cuarto del viejo……….
El viejo la veía y no podía creer lo que se estaba cenando, una muchachita con un físico increíble y un rostro no perteneciente a ese subdesarrollado suburbio, una jovencita que nada la pedía a las edecanes que vemos en el box cada sábado, o a las famosas actrices que salen por televisión, o a las hermosas jovencitas que se acuestan con los viejos políticos corruptos a cambio de una buena tajada proveniente de nuestros impuestos, no le pedía nada a ninguna de ellas, y la diferencia era que Cassandra no le estaba cobrando ni un peso.
La verga de Don Marce punteó los labios externos, Cassandra juntó sus manitas en forma de puño cerca de su rostro cuando sintió el golpecito, el viejo comenzó a tallar su verga muy despacio por toda esa virginal zanjita, la punta del glande abría esos exquisitos labios casi infantiles en cada uno de sus recorridos mientras el líquido preseminal que se escapaba de la uretra rellenaba con su viscosidad esa estrecha y rosada zanjita, la niña por su parte gemía delicadamente y veía curiosa los maestros movimientos del viejo.
Después de tanto sucio movimiento, el viejo ubicó las coordenadas exactas en donde se encontraba la entrada que lo llevarían a ese mundo inexplorado de carnes apretadas, ese territorio virgen en donde ninguna otra verga había asomado antes, claro que se enorgullecía de ser el primero en reclamar para sí ese divino aposento que quería convertir en un refugio muy utilizado para que su apestosa verga se alojara continuamente, su rostro mostraba una fanfarrona sonrisa compuesta por dientes en distintas tonalidades amarillentas y una que otra muela picada.
El viejo hizo el primer intento, acomodó la cabeza de su verga y presionó con la intención de penetrar a la nena, desafortunadamente para él, su miembro se resbaló hacia afuera y perdió dureza en este intento aunque por poco tiempo pues en fracciones de segundos volvió a estar inconteniblemente rígida y pulsante como si fuera a reventar, la verga del viejo estaba tan dura que incluso su mismo dueño le parecía que había ganado más grosor de lo normal, sus venas se hinchaban a dimensiones medicamente imposibles, su cabeza estaba monstruosamente enorme que hizo pensar al viejo sobre alguna anormalidad, intentó penetrarla un par de veces más pero consiguió el mismo infructuoso resultado, mientras la inmaculada Cassandra pedía que ya no lo hiciera, comenzaba a sentir un dolorcito mientras era presionada con esa cosota tan grande.
El viejo ensalivaba constantemente esa entrada así como la cabeza de su miembro, con sus dedos aplicaba un salivoso masaje en los labios externos y los abría a modo de hacerse de más espacio para su miembro, el viejo nunca desistió hasta que después de varios intentos, todo sudado y caliente logró meter solo el glande, un doloroso “ayyyy” se escapó de los labios de Cassandrita.
-jejejejejeje, ya va entrando Cassandrita, ya va entrando- decía el presumido viejo mientras un hilo de baba caía de su morbosa boca, dentro de esa cuevita el líquido preseminal se fusionaba con los lubricantes vaginales.
Casi al instante la nena comenzó a sudar de todo su cuerpo, más que cuando practicaba voli, el viejo entonces prosiguió a avanzar por esa apretadísima cavidad, el conducto vaginal estaba tan estrecho que casi se podía escuchar los sonidos húmedos y los movimientos contractorios y rechinantes de la verga friccionándose en las paredes vaginales y que indicaban el acoplamiento coital llevándose a cabo, el espacio no era lo suficiente como para que su verga se desplazara libremente, sin embargo él se negaba a desistir, ya había llegado tan lejos estando a escasos centímetros de la gloria absoluta como para dejarlo así y quedarse con esa calentura y posiblemente el día de mañana un intenso dolor de huevos.
Los ojos de Cassandra se empañaban por el nacimiento de un dolor que poco a poco se volvía cada vez más agudo, hasta el punto que su lógica la llevó a decirle al viejo que parara, que siempre no.
-Donnn Marceeee, noooooooo, sáquelaaaaaaa, dueleeeeeeeeeeeeeee- dijo la nena, poniendo esa carita tierna que expresa el nacimiento del llanto en una jovencita.
-no Cassandrita, tenemos que terminar esto, no sé cuánto tiempo pasará para que vuelva a tener una oportunidad así- decía el extasiado viejo fuera de sí.
-nooo Donnn Marceeeee, si quiere se la sigo chupandoooooo, o usted siga chupándome ahiiii, pero esto noooooooo- decía la nena ofreciendo ofertas tentadoras, pero que mas tentador que tener el privilegio de desquintarla.
El viejo apenas llevaba metido el glande y poco mas, el conducto vaginal se abría forzadamente para poder alojar el grueso miembro del viejo que se movía revolcadamente y de forma similar a un destornillador que entra a fuerza en un espacio reducido, los ojos de Cassandra veían directamente a los del viejo con la diferencia de que los de la jovencita ya inundaban en llanto y su carita mostraba molestia mientras los del viejo parecían como si estuviera enfurecido por no poder atravesarla, de pronto el viejo que nunca dejó de avanzar dentro de ella abriendo esas carnes que por primera vez dejaban de tocarse pared con pared y que abrazaban la intrusa monumentalidad casi queriendo fusionarse ambos órganos como uno solo llegó a una parte en donde la punta de su verga tocaba lo que al parecer era una débil barrera que protegía la cueva, el viejo se relamió los labios al saber que estaba solo a un empujón de desquintar a la inocente doncella.
-jejejejejejejejejejejejeje- una risa maliciosa se escapó de los viejos y resecos labios de Don Marce, Cassandra estaba tan ida, tan concentrada en el dolor que ni siquiera escuchó la pervertida risa y aunque la hubiera escuchado no hubiera impedido su entrega.
-discúlpame Cassandrita pero solo así tiene que ser- dijo el viejo y preparó su cuerpo haciendo para atrás su plano y peludo trasero tomando impulso de esta manera.
-Don Marce noooooooooo- dijo la nena al ver al viejo tomar vuelo para darle una estocada casi mortal con la finalidad de robarle el tesoro más sagrado que poseía esta mujercita.
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En ese mismo momento, Armando se acercaba nuevamente a Guadalupe,
-mira Lupita- dijo Armando enseñando el perro de peluche.
-para mí?, gracias- decía Lupita.
-para ti no, para Cassandra, crees que le guste?- preguntó el joven.
-no sé, yo digo que sí, todos los días recibe uno de esos, jijijijiji, no es cierto- decía Lupita mientras el joven la miraba raro.
-se lo das porfa, pero no le digas quien se lo manda- decía el joven rojo del rostro.
-si yo se lo doy,- dijo Lupita, pensando guardar el secreto.
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De regreso al sillón de Don Marcelino…….
Conforme el viejo tomaba impulso parte de su miembro salía forzadamente empapado en lubricante de la nena, el viejo podía sentir las paredes vaginales rozándole la corona del glande y cosquilleándolo de forma exquisita, entonces el viejo sin sacar completamente su verga tomó vuelo y con todas sus fuerzas dio un mortífero empujón hacia adentro de la panochita de la niña a medida que con sus manos la atraía hacia él de su cintura, la verga por un momento chocó con algo, una tenue pero elástica barrera junto a un espacio aun más reducido que impidieron su avance, pero la fuerza del empujón fue tan bestial que la verga logró atravesar esos obstáculos, la verga entró de manera directa escuchándose el golpe entre ambos vientres bajos, toda la longitud de esa irregular tranca penetró la suave conchita, la tanguita quedó atrapada entre ambos órganos sexuales, Don Marce casi se imaginó escuchar una especie de tronido en el interior de la colegiala como si le hubiera fracturado algún hueso de la pelvis.
Cassandra reaccionó con un desgarrador grito que resonó en todo el cuarto y que no fue oído por nadie debido a la música que de la escuela provenía, sus ojitos asustados se abrieron al máximo, su respiración se cortó de repente y por un prolongado tiempo, sus manitas se movían desesperadamente como queriendo aferrarse de algo y al encontrar la malformada masa corporal del vejete no lo pensó dos veces y se agarró de ella apretándola con todas sus fuerzas mientras se revolcaba de manera desnaturalizada en el viejo sillón que servía de cama a la caliente pareja de amantes.
La niña sentía en su cuerpecito un dolor tan intenso en forma de pinchazos que nacían en su vagina y se expandían por todo su cuerpo a través de sus nervios, no debía moverse pues ante el menor movimiento el dolor se multiplicaba, sentía que algo dentro de ella se había roto, no sabía qué, pero estaba segura que algo malo había pasado dentro de ella, como si un cuchillo la hubiera cortado por dentro y una hemorragia interna se estuviera derramando, era un dolor tan insoportable que estaba haciendo perder el conocimiento a la cálida muchachita.
La niña comenzó a moverse desesperadamente elevando su cuerpo y convulsionándolo como si le estuvieran practicando un exorcismo valiéndole poco el aumento del dolor, ella lo que quería era liberarse de esa equina verga que prácticamente la partía a la mitad así que para liberarse realizaba movimientos que no se veían muy normales, y es que la recién desvirgada panochita de Cassandra se estaba comiendo un trozo de poco mas de 20 centímetros y de grosor desmesurable y no como sus amigas a las que escuchaba dolerse de su primera vez y que se comían trocitos subdesarrollados y de dimensiones insultantes.
Don Marce se quedó dentro de la nena, los contrastantes cuerpos habían adquirido un aspecto brilloso gracias al sudor que los cubrió, Don Marce se quedó quieto viendo como Cassandra con los ojos cerrados respiraba por la boca agitadamente jalando aire de donde pudiera, como su cuerpecito se movía intentado zafarse sin éxito pues él se lo impedía, la niña volteaba para todos lados mientras sus ojitos parecían cerrarse como si se estuviera desmayando, abría sus sensuales labios para quejarse o pronunciar el nombre del viejo, sus femeninos brazos temblaban como si esa penetración le hubiera destrozado los nervios.
-¡Donn Marrrrrcee!, ¡mmmdueleeee!, ¡fffffffffffduele muchoooo!, ¡ffffffffsáquelaaaa, por fffffffffffavoooooooooooooor!- decía la niña llorando adolorida en los momentos en que mostraba conciencia.
La muchachita llevó sus manos a sus ojos, comenzó a llorar sin tapujos por semejante desgarro interno, el llanto era tan convincente que hasta el mismo viejo se sintió culpable por lo que había hecho, o será que a lo mejor sentía la presión sobre una posible visita por parte de las autoridades.
-shhhhh, tranquila Cassandrita, es normal que te duela, es tu primera vez, ya verás que dentro de poco pasa, tranquila ya no chilles- decía el reprobable viejo intentando calmar a la niña.
-Donnnn Marceeeee, me engañooooooooooooooó iiiiffffffffffffff, me dijoooooo que nfffffffff… no mmme iba a ffffdoleeeer- decía la nena.
-es que mi verga está demasiado garruda, y tú estabas bien cerradita, por eso te duele- decía el viejo presumiendo sus naturales dotes.
-ffffffffDon Marceeeeee, sáquela, poooor fffffffffffffavoooor o ffffffmeeee voy a enojar con ffffffffusteddd- decía un rostro descompuesto por el llanto, sus ojos eran auténticos grifos.
-no digas eso mi niña, yo qué más quisiera Cassandrita pero no puedo, tengo que moverla dentro de ti, solo así se te pasará el dolor- decía el viejo mientras con sus dedos limpiaba delicadamente las lágrimas de Cassandra.
Don Marce comenzó con un mete y saca muy despacio, hacía que el cuerpo de Cassandra se moviera levemente, sentía como las paredes vaginales apretaban su verga casi al punto de cortarle la circulación, la niña se llevó su dedo índice a la boca y lo utilizaba como mordaza, en cada movimiento Cassandra expresaba un doloroso:
-ayyyyyyyy, ayyyyyy, ayyyyyyy-
El viejo se relamía sus labios del gusto de tener ensartada en su miembro a una dulce muchachita podría decirse consentidamente, pues aunque Cassandra ahora pedía por que se la sacaran ella misma fue la que permitió que el viejo llegara hasta este punto.
De repente Cassandra, en su afán por detener la penetración, con su mano alcanzó a rozar levemente su clítoris, pero lo suficiente como para regalarse un ligero cosquilleo, algo ya experimentado por ella pero que sintió más estimulante ahora teniendo una verga adentro, pareciera como si hubiera despertado una inusual comezón con este roce pues la ansiedad por rascarse aumentaba a cada contacto, continuo con este roce pues también le ayudaba a olvidarse un poco del dolor y Don Marce al verla dedeándose empezó a penetrarla un poco más fuerte.
-aaaaaaayyyyyyyyy, mmmmmmmm, aaaaaaaaaayyyyyyyyy- era lo único que Cassandra podía expresar.
El viejo paró, dejó que Cassandra siguiera tocándose, vio que la nena había dejado de llorar y eso lo aliviaba un poco, aunque su carita todavía mostraba ese aspecto lastimoso, el viejo poco después comenzó a moverse lentamente y después un poco más rápido; a diferencia de momentos antes, el semblante lastimoso de la nena desaparecía poco a poco para darle espacio a un semblante tímidamente placentero.
-ya está pasando el dolor Cassandrita?- preguntó el viejo
-un poco- respondió la acalorada nena
-que bueno- decía el viejo mientras la miraba como si realmente estuviera enamorado de ella al mismo tiempo que con una de sus manos peinaba los sudados cabellos de la chamaca.
El viejo siguió bombeándola, cada vez más rápido pero sin que su verga regalara ni un centímetro fuera de ella, la niña se limpiaba las lágrimas de sus ojitos, para después voltear a ver al viejo y regalarle una traviesa sonrisa mientras sus ojos aun mostraban un aspecto lagrimoso, el viejo le devolvió la sonrisa y se dedicaba a alabar lo hermosa que se veía su escultural princesa.
“lo estoy haciendo, estoy haciendo el amor” pensaba la tierna niña.
-que hermosa eres Cassandrita, eres un ángel caído del cielo, eres la niña más linda que visto en mi vida, no existen palabras para describir tu belleza- decía el poético viejo.
“me estoy cogiendo a esta pendeja, si yo sabía que esta niña iba a salir bien putita” era lo que en realidad pensaba el viejo y no las cursilerías con las que chuleaba a su hermosa compañera coital.
Cassandra en cambio regalaba sonrisas al viejo por considerarlo tan caballeroso y atento con ella y por decirle todas esas cosas bonitas, sin imaginar lo que el viejo realmente pensaba de ella.
La mano del viejo bajó para estimular el botoncito de Cassandrita, de una manera ágil y circulatoria, el estimulado botoncito adquirió un movimiento similar al que mantenía el dedo del viejo, como una especie de danza que solo ambas partes comprendían y sincronizaban, haciendo que Cassandra sintiera unas corrientes placenteras recorrer todo su cuerpo, a estas alturas el dolor casi desaparecía, los ojos de Cassandra demostraban una mirada cachonda nunca antes expresada; la niña gemía, aspiraba su sudada naricita y sonreía constantemente mientras el viejo seguía tocándola sin tregua.
A Don Marce poco le importaba su amistad, en la mente del viejo solo predominaba una idea, convertir a esta niña en una putita obediente y disponible para todas sus aborrecibles y pederastas fantasías, estaba tan concentrado imaginándose su futuro con Cassandra que su cara mostraba una enferma risa que venía a partir de esos cínicos pensamientos al mismo tiempo que penetraba a la tiernita chiquilla, la nena, sin esa malicia, imaginaba que Don Marce reía porque se sentía feliz al estarle haciendo el amor y sexualmente entregada cerraba sus ojitos al momento que también reía para seguir disfrutando de las ya placenteras embestidas que el viejo le regalaba.
-te gusta Cassandrita?- preguntaba el viejo mientras seguía penetrando a la nena.
-sí, me gustaaahhhh, mmmmmmm, me gusta mucho- respondía le nena.
-ahh, a mi también, que rico me la aprietas, jejejejeje- reía el degenerado Marcelino.
-ya no te duele?- dijo el viejo.
-no ya casi noooo uuuhhhhhh, desde que me tocaaaaaa de ahí ya noooo aaahhh-decía la nena.
Después de un rato así, Cassandra comenzó a sentir el nacimiento de otro orgasmo, su cuerpo empezaba a entrar en un calórico estado propio del aproximado clímax, Don Marce aumentaba tanto sus embestidas como su manoseo en el clítoris y lanzaba bramidos abominables, como si provinieran del mismo infierno, caso contrario a los delicados y femeninos suspiros de Cassandra, para esto Cassandra comenzó a respirar más fuerte, así como a moverse ondulantemente emitiendo deleitosos y auténticos gemidos de hembra siendo satisfecha.
El viejo se aferraba de la fina cintura de la nena, las grandes manos manchadas del viejo casi la abarcaban en su totalidad, era tal la perfección de esa mujeril cintura y lo grande de las viejas manos que solo quedaba una distancia de casi 5 cms para que los pulgares del viejo se alcanzaran uno con el otro.
De repente el bello rostro de Cassandra se frunció orgásmicamente, apretó lo mas que pudo sus piernas en contra el bofo cuerpo de Don Marce, se abrazó a él con una fuerza increíble logrando levantar ella misma su propio cuerpo, juntándolo con el del pegajoso viejo quien arrodillado arriba del sillón la aferraba a su transpirado cuerpo mientras los exquisitos labios de la nena pronunciaban la frase enseñada por Don Marce.
-Don Marceeeeeeeee, meeeeeeee, me vengooooooooo- gritaba Cassandra.
“grita todo lo que quieras chiquilla caliente que nadie escucha tus puterias” pensaba el viejo.
-que ricooooooo, Don Marceeeeee, me vengoooooooooooooooo- decía la jovencita, sus labios se abrían al máximo y dejaban caer gran cantidad de saliva y en esa posición ella misma intentaba penetrarse en la desproporcionada verga del viejo.
“ahhh, que chiquilla, algo me dice que va a ser una excelente compañía en tiempos de guerra jejejejeje” pensaba el viejo al verla intentar sin mucho éxito enterrarse esa tranca dentro de ella.
Cassandra arqueó su exquisita anatomía y se aferraba al viejo como si quisiera meterse dentro de su cuerpo, los voluminosos melones carnosos de la desarrollada jovencita se aplastaban en contra del peludo y caído pecho del viejo perdiendo su encantadora forma redonda y cambiándola por una silueta elíptica para después desplomarse con un escandaloso gemido cayendo de nuevo al sillón, Don Marce se acercaba a la nena para besarla sin sacarle su verga de adentro, Cassandra estaba tan alterada orgásmicamente que correspondió ese beso de una manera tan lasciva casi como la del viejo, las lenguas de ambos amantes se entrelazaban dentro de las contrastantes bocas mientras la niña emitía una alargada aaahhhhhhhhhhhhhhh.
Don Marce dejó de besarla solo para abrazarla de manera dominante, mientras el rostro de Cassandra se perdía entre los hombros de su amante, sintiendo la ruda pelucera axilar y llegando a besar tiernamente los brazos y pecho de su codiciado hombre, el viejo podía sentir la agitada respiración de su enamorada chocar contra su nada trabajado físico, la niña tímidamente repegaba su cuerpo al de su viejo emitiendo una especie de ronroneo como una gatita agradecida.
El viejo notó que después de tanto estar metiendo y sacando su apestoso miembro, un tenue caminito rojo corría por la base de este y unas cuantas gotas resbalaban por sus testículos y caían hacia el sillón, el viejo sabía que era la sangre de la nena que ayudada por los fluidos había encontrado un reducto por donde salir, la tanguita también se llenó de unas cuantas manchas de sangre.
Don Marce retiró su erecta verga de la vagina de Cassandra muy lentamente, al salir, su aparato venia completamente ensangrentado, lo que corroborara la pérdida de la virginidad de la niña, virginidad que había sido robada por un viejo lujurioso a base de una falsa amistad, un viejo que solo se la quería tirar y que gracias a su paciencia y haber sabido aprovechar las debilidades de la nena y aventajarse de uno de los tantos momentos en que Cassandra andaba caliente ahora lo había conseguido, mientras tanto Cassandra respiraba entrecortadamente, parecía como si se hubiera quedado dormida, sus amamantables senos se elevaban majestuosos en cada una de sus respiraciones, el viejo la veía y sacaba su lengua muy vulgarmente para después chupar cada una de las enormes colinas como un desesperado.
“nunca pensé que esta pendeja llegaría a caer tan fácil, ni siquiera tuve que llegar a chantajearla, se nota que ya quería verga jejejejeje y así como esta debe de ser su amiguita, bien dicen que Dios las hace y ellas se juntan, nombre, si las niñas de hoy andan mas urgidas que los chamacos, se apendejan y les terminan metiendo los dedos ellas a ellos, con razón ahora sale mucho putito si han de ser ellas las que se los traban, habiendo troncos de hembritas como esta, jejejejejejejeje, ahora no hay que aflojarla, ya la probó y por lo que veo, le gustó, jejejejejejejejejejejeje” pensaba el marrano viejo.
El viejo miró el reloj que colgaba de un clavo, ya se estaba haciendo tarde, así que tomando su calzón se limpió la sangre que empapaba su verga, quiso volver a penetrar a la nena pero vio que de su sexo escurría más sangre y le dio cosa, así que comenzó a masturbar enérgicamente su tronco; con la visión de Cassandra acostada, desnuda, semiinconsciente y aun en estado orgásmico no le fue difícil sentir en poco tiempo su esperma correr por sus conductos seminales.
Empezó a sentir ese dolor en el vientre bajo que caracteriza una corrida después de mucho tiempo de no tener una, según se la iba a hacer con la porno pero terminó haciéndosela con la visión del cuerpo desnudo y recién desvirgado de Cassandra, su verga escupió un potente y abundante chorro de semen sobre el rostro de la hasta hace poco “señorita” casi cubriéndole en su totalidad medio cachete mientras bramaba por el dolor que sentía, seguido de otro que cayó cerca de su boca formándosele a la nena una barba a base de semen para después terminar de descargarse sobre sus pechos, cubriéndolos completamente con la sustancia espermática.
Cassandra sintió el caliente líquido sobre ella despertándola de su semiinconsiencia, observó al viejo en un estado completamente descompuesto, sudado, cansado, despeinado, babas cayendo de su maloliente boca, una pervertida risa que con solo verlo asustaría a cualquier jovencita, sin embargo Cassandra la veía como una risa de un hombre satisfecho y se enorgullecía de haber sido ella la responsable de eso, la niña también veía como la verga del viejo se terminaba de descargar sobre sus pechos, reconocía ese extraño líquido que tantas veces había visto en las pornos, una sensación de calor invadió su entorno así como un pestilente olor a semen, claro que para ella este olor era nuevo y pensaba que así debían de oler todos, la nena visualizaba los huevos del viejo contraerse mientras seguía expulsando la asquerosa mezcla.
La niña podía ver de reojo la masculina sustancia cubriendo parte de su rostro y sus pechos, con las yemas de sus dedos comenzó a revolver la rara consistencia de esa mezcla mientras el viejo se quejaba por el dolor y su miembro expulsaba todavía cantidades aceptables de leche amarga.
Con su delicada mano Cassandra quitó parte del semen de su rostro así como el que se encontraba sobre sus senos, observó que el semen se le pegaba entre los dedos, veía de cerca curiosa como gruesos grumos colgaban de entre sus dedos formando una especie de telaraña seminal entre ellos, acercó sus dedos a su nariz y aspiró ese enigmático aroma, esta vez, el olor del semen si le resultó un poco desagradable, aunque de todas formas se atrevió a hacer lo siguiente:
-Don Marce, esto es el semen?- preguntó la nena, pues ya lo conocía en videos, pero no en persona.
-así es Cassandrita?- con una ligera sonrisa Cassandra respondió.
-parece resistol, o mocos pero blancos jijijiji,- dijo la nena refiriendo a la mucosa nasal.
-de hecho también se les dice así, mocos o leche- decía el sabio maestro.
-leche?,- Cassandra puso un rostro pensativamente coqueto y dijo:
-con razón, ahora entiendo cosas- decía recordando algunos albures que sus compañeritos se hacían entre ellos.
Entonces sin importarle que el viejo la viera y recordando a las actrices de la porno que acababa de observar beberse esa rara sustancia, se llevó sus lechosos dedos hacia su boca chupándolos sensualmente, pasando su lengua por entre sus dedos recogiendo el caliente y fértil líquido añejado por días dentro de los testículos de Don Marce, una vez acabándoselo volvía a recoger con su mano mas semen estancado en sus pechos, para de nueva cuenta volver a llevarlo hasta su boquita y degustando el raro sabor espermático así como su grumosa consistencia, así hasta dejar sus senos cubiertos por un aceitoso brillo pero sin rastro del blanco líquido.
El viejo casi entra en shock, un ligero tic se apoderó de su ojo izquierdo, veía como esa princesita sacada del más inocente cuento de hadas se comía esa porquería como cualquier puta barata, veía los tragos con los que Cassandra se bajaba sin escalas a su estómago la asquerosa sustancia aun fértil, todavía el repugnante viejo le dijo:
-Cassandrita, todavía quedó otro poco embarrado en mi verga-
Cassandra dirigió su angelical mirada hacia el carnoso aparato y vio que efectivamente todavía seguía expulsando sus últimas gotas de esperma, así que se acercó al trozo y sin pensárselo dos veces se lo metió a la boca mientras suspiraba y cerraba los ojos, comenzó a chuparlo haciendo que el viejo Marce casi se doblara de piernas, varias veces su tanguita chocaba con su naricita debido a los movimientos de su cabeza mamando la semierecta verga
La sensación era de debilidad pura, parecía que esta niña le estuviera robando toda la fuerza física al viejo con esa chupada, las piernas del viejo temblaban como las de un potrillo recién nacido, después de unos minutos la niña se lo sacó de su boca escuchándose un sonido similar como si se destapara un frasco, miró al viejo y le sonrió como una niña que hizo bien su tarea, como si estuviera esperando que el viejo le pusiera una estrella en la frente, el viejo veía ese hermoso rostro sonriente y cubierto por líquidos como saliva y restos de semen.
Pasaron unos 10 minutos, Don Marce estaba desnudo sentado en su sillón viendo la televisión normal y mirando orgulloso la pequeña mancha de sangre que decoraría su malgastado mueble a partir de ahora como un trofeo así como con la tanga de la niña enrollada en su mugroso cuello, Cassandra ya casi vestida se disponía a ponerse su blusa, con un poco de papel de baño había limpiado su sangriento sexo, no estaba asustada pues ya sabía que en su primera vez posiblemente sangraría, con la yema de sus dedos se acomodaba su azulado cabello y con un poco de agua del lavabo se limpiaba el sudor y restos de semen en su rostro, de vez en cuando leves punzadas atacaban su vientre como resultado de la batalla.
-Don Marce, me tengo que ir, deme mi tanga- dijo Cassandra.
-noo, déjamela, como prueba de nuestro amor- dijo el viejo.
-Don Marce, no puedo salir así me van a ver que no llevo puesto nada debajo- decía le nena.
-a ver camina para allá- dijo el viejo, Cassandra caminaba de manera lastimosa evidenciando que físicamente no estaba entera, el hecho de dar un paso era un logro para ella.
-se ve?- preguntó la nena.
-no se ve, solo ten cuidado de no agacharte a recoger nada, jajajajajajajajajajaja,- reía el viejo mientras se paraba para irle a abrir la puerta a su jovencita amante.
La pareja llegó a la puerta de lámina, el viejo se asomó para todos lados y comprobó que el camino estaba despejado.
-anda mi amor, antes de que te vean,- dijo el viejo
Cassandra antes de irse y después de peinar a su amante un poco se despidió de él con un cálido beso en la mejilla, ahora no tuvo que pararse de puntillas pues las zapatillas la ayudaban a tener una altura prácticamente idéntica a la del viejo Marcelino.
-Cassandrita antes de que te vayas me gustaría que me dijeras si se repetirá lo de hoy- dijo el viejo tomando de la mano a su encantadora y acariciando su fino rostro, la tierna Cassandra no contestó nada, solo desvió su hermosa mirada y mostraba una sencilla risita.
Cassandra se daba la vuelta sin soltar la mano del viejo, este la jaló y sin importarles que la puerta de la cortina estuviera abierta y que él estuviera desnudo a excepción de una tanga rodeando su cuello se fundieron en un caloroso y empapado beso que hizo que su miembro resucitara de su letargo, la jovencita se lo acariciaba impúdicamente mientras que el viejo con una mano atraía ese artístico cuerpo hacia él de su cintura y con la otra le sobaba sus desnudas nalgas.
-Don Marce me tengo que ir, nos van a ver- dijo la nena separándose de él bucalmente.
-que nos vean,- respondió el viejo.
-nooo, lo puedo meter en problemas- decía la nena pensando primero en el viejo que en ella.
-si es cierto, pero prométeme que lo volveremos a hacer- dijo el viejo.
-jijiji, está loco- reía la niña.
-prométeme que lo volveremos a hacer o no te dejo ir y salimos a besarnos afuera- decía el vejete riendo con la niña.
-sí, lo volveremos a hacer, lo prometo pero ya déjeme ir o lo pueden ver- dijo la nena recostándose en el pecho de su macho y abrazándolo de su lombricienta panza.
-anda vete mi amor, estaré pensando en ti- dijo el viejo mientras regaló otro beso en la boca a la nena y que ella ya correspondía como si de una pareja de novios se tratara.
La jovencita risueña besaba a ese baboso viejo con los ojos cerrados, movía su cuerpo muy coqueta de un lado a otro sin soltar al viejo de la mano para terminar alejándose mientras su lengua paladeaba las asquerosas babas del viejo, solo para volver a besar a tan horroroso y pervertido sujeto, simplemente no quería irse de ahí.
Después de varios besos mas Cassandra por fin se despidió y llegó al portón de la escuela, para su suerte la prefecta no se encontraba, así que disimuladamente regresó a la escuela para tomar su mochila y quedarse parada en un rincón sin realizar peligrosos movimientos solo para diez minutos después subirse cuidadosamente a la moto de su amiga mientras le echaba la culpa a los zapatos de su lastimoso andar, en cada momento pensaba en la posibilidad de sentir alguna gota de sangre correr por sus muslos (razón por la que los tenia bien cerrados) y que alguien se diera cuenta, afortunadamente para ella eso nunca pasó.
-Cassandra donde estabas que te estuve buscando?- preguntaba su amiga Lupe.
-ahhh, es que el maestro Pepe nos juntó para una plática sobre un partido,- respondió la nena.
Ya en la tranquilidad de su cuarto….
Cassandra estaba acostada en su cama recordando lo sucedido con las luces apagadas, solo una tenue luz proveniente de una lámpara de la calle iluminaba su desnudo cuerpo, parecía como si se hubiera despertado de un sueño, no podía creer lo que había vivido, su cabeza era una revolución de sensaciones y recuerdos que chocaban unas con otras y despertaban unas ganas intensas por volver a la casa del viejo, además a pesar de haberse limpiado su sufrida panochita aun podía sentir las babas del viejo pegadas a su sexo cada que apretaba sus muslos.
Emocionada y confundida se decía en su mente:
“lo hice, lo hice, tuve relaciones”
“fui suya, fui suya”
“y ahora qué?, que tengo que hacer?, como me debo de comportar con él? debo
regresar?” desnuda, desorientada y muy, muy sonrojada, la adolorida jovencita se fue quedando dormida, cual princesa que ha caído en un maligno hechizo, ni que decir del estado físico con el que se despertaría la mañana siguiente, afortunadamente para ella mañana sería sábado, tendría dos días para reponerse.
Casi en el mismo momento en la casa del viejo Marce, el afortunado hombre no podía dejar de manosear su instrumento, podía sentir los jugos vaginales aun frescos empapar su desagradable tronco, con otra mano degustaba unos cacahuates arrojándolos al aire y atrapándolos con su boca mientras se dirigía a su tienda para tomar otra lata de cerveza, el vulgar hombre aun no se la creía, hasta se pellizcaba, de tres tragos terminaba su alcoholizada bebida y carcajeándose apagaba todas las luces de su casa mientras se rascaba el culo para por fin dirigirse a su cama.
-jejejeje esa putita se salvó, para la otra le dejo su tlacoyo escurriendo en relleno cremosito,- pensaba el viejo.
-pero, y si la preño- recapacitó Don Marce.
-ahh que verga, porque me preocupo por eso, tan simple como decirle a esa pendeja que se deje coger por uno de sus amiguitos y que le eche a él el paquete, que a mí me metería en líos, jejejejejeje- el viejo Marce se metía a la cama enfundado solo en un apretado calzón blanco que poco escondía su poderosa herramienta desvirgadora, una herramienta que se ponía nuevamente dura con la idea de empanzonar a tan hermosa muchachita y palpitaba descontroladamente por debajo del calzón dando la impresión de que Don Marce poseía bajo su prenda un ser viviente luchando por salir.
-te imaginas una cría mía creciendo en la pancita de esa mocosa, echándole a perder su educación superior, la cara que pondrían sus padres jejejeje, pa´que se abre de patas- el viejo estaba tan zafado que le hablaba a su verga.
-siiiii, pero primero me divertiré otro poco con ella hasta que la deje bien abierta y ya después puro vaciarme dentro de ella, hasta que solita me diga que no le ha bajado, y con lo putita que es de seguro va aceptar acostarse con un pendejo de esos que andan oliéndole los pedos, y como no tiene pendejos atrás de ella, jejejejejejejejejeje- hablaba para sí el viejo Marcelino, sus ojos habían adquirido una forma ahuevada.
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Mientras tanto, muy lejos de ahí, otro viejo depravado se masturbaba con la imagen de Cassandra vestida tal y como fue a la tardeada y gracias a su afortunada ubicación había podido visualizar mas allá de lo que tapaba esa faldita cuando ella se bajaba de la moto de su amiga, el impactado viejo recordaba solo ver un minúsculo triangulo tapando a medias una carnosa conchita.
-ahhhh, que sapote se te marca Cassandrita, que rico has de apretar las vergas jejejejejeje- decía el pervertido viejo.
El viejo despescuezaba su gruesa y venuda verga como un poseído hasta que su gordo cuerpo empezó a temblar, su espalda se jorobó adquiriendo un aspecto tortuguesco, el enfermo viejo simuló que su mano era la conchita de Cassandra así que metía y sacaba su miembro por entre su mano la cual había adquirido la forma de un puño y se había llenado de líquido preseminal, el viejo se cogía su propia mano imaginándose que era la calientita panochita de su más sabrosa pupila hasta que su verga empezó a soltar chorros de fertilizante semen dentro del retrete.
-¡viejooooooo!, ¡ya vente a dormir!- decía una voluminosa señora con tubos enroscando su cabello recostada en una matrimonial cama viendo el final de su telenovela e interrumpiendo la laboriosa ocupación de su gordo marido.
-¡ay voy!,- gritó malhumorado el sudado vejete, “cállate pinche vieja gorda” pensaba para sí mismo.
-ahhhhhhhh, abre la boquita Cassandra,- decía el depravado haciendo húmedos sonidos obscenos con su lengua mientras su agria leche caía lentamente a borbotones dentro de la taza del baño, mezclándose con el vital líquido sin perder su consistencia, imaginándose él que su maloliente esperma caía en la boca de la preciosa chiquilla quien la recibía gustosa, este emocionalmente perturbado sujeto no era otro más que el maestro Pepe, maestro de educación física y entrenador del equipo de voli…………..
Para contactar con el autor:
vordavoss@outlook.com
vordavoss@outlook.com
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Relato erótico: “Obsesión por mi cuñado (Parte 2 de 2) ” (POR TALIBOS)
OBSESIÓN POR MI CUÑADO (PARTE 2 DE 2)
A la mañana siguiente desperté bastante descansada, pues dormí como un bebé. Al acostarme, bastante nerviosa e inquieta por todo lo acontecido, temí desvelarme dándole vueltas al coco; pero qué va, me quedé frita casi de inmediato, durmiendo toda la noche de un tirón.
Me desperté como nueva.
De todas formas, estaba un poquito alterada por tener que encontrarme de nuevo con Iván, después de todo lo que había pasado, pero el chico nuevamente me sorprendió, pues se mostró en todo momento tranquilo y natural, como si nada hubiera sucedido entre nosotros.
No sé, esperaba que intentara seducirme de nuevo; que, una vez probadas las mieles de mi cuerpo, estuviera deseando venir a por más; pero no, Iván respetó al milímetro mis deseos, sin llegar siquiera a mencionar de pasada que el día anterior hubiera pasado nada raro.
Casi me sentí ofendida.
Jo, lo sé, no tiene sentido lo que digo, pero era así. Esperaba que el inexperto chico estuviera muriéndose de ganas, que intentara algo; incluso había ideado unas cuantas excusas para pararle los pies si llegaba a insinuar algo.
Pero nada.
Me saludó como siempre y, tras desayunar, reanudamos el trabajo con la pintura. Yo me sentía un poco tensa, allí a solas con él, pero Iván en cambio se mostraba relajado. Más que otras veces. No pude evitar pensar que había madurado mucho en un solo día.
Seguimos como siempre, pintando y ordenando trastos y, en cuanto yo misma me serené un poco, recuperamos nuestro comportamiento habitual de bromas y compadreo mientras trabajábamos.
Por mencionar algo fuera de lo normal, lo único que se me ocurre es que nuestras bromitas eran un poquito menos picantes de lo habitual. Hasta la mañana anterior, yo siempre trataba de avergonzarle con chistecitos subidos de tono, consiguiendo ruborizarle, cosa que me divertía enormemente, pero ese día pensé que no era muy apropiado hacerlo.
Total, los chistecitos acerca de si era virgen o no ya habían perdido su gracia.
Ese día tocaba visita de las limpiadoras, así que no estábamos solos en casa. Aunque, como siempre, las dos mujeronas nos hicieron poco caso, limitándose a mirar con desagrado cómo ensuciábamos lo que después iban a tener que limpiar ellas.
Y los siguientes días fueron igual. Iván parecía perfectamente tranquilo en mi compañía, mientras yo, en cambio, sentía cierto desasosiego porque el chico parecía no sentir ya interés por mí.
– ¿Qué le pasa a este niñato? ¿Que como ya me ha follado pasa de mí? – pensaba, sin atreverme a decirlo en voz alta.
Pero no era así.
…………………….
El sábado, Juanjo, para variar un poco, regresó bastante pronto, con lo que pudimos almorzar los tres juntos. Mi marido estaba bastante contento ese día y, contrariamente a su costumbre, se pasó un pelo con la bebida, poniéndose más cariñoso de lo habitual.
Recuerdo que hizo un par de bromitas subidas de tono, tratando de burlarse un poco de su hermano como solíamos hacer, pero Iván no se mostraba tan jovial como acostumbraba, aunque no protestó en absoluto.
Y esa noche, aprovechando que había tenido un día tranquilo y descansado, Juanjo pensó que era buena idea hacerse cargo de sus obligaciones maritales.
Juntos, pasada la medianoche, en la intimidad de nuestro dormitorio, dimos rienda suelta a la pasión que habíamos acumulado. Juanjo llevaba casi dos semanas sin ponerme la mano encima, con lo que iba bien cargadito y yo, por mi parte, sentía sobre mí todo lo sucedido con Iván, con lo que el deseo, la voluptuosidad, hicieron presa en mí, entregándome con ganas a la tarea de complacer a mi marido.
Creo que, en todo aquello, jugó un papel de relevancia el mismo remordimiento. Me sentía mal por haberle sido infiel a Juanjo, así que, inconscientemente, trataba de compensarle haciéndole disfrutar.
No tuvo que pedirme como otras veces que se la chupara; antes de que se diera cuenta, su mujer ya tenía el rostro enterrado entre sus muslos, devorando con ansia su rígida verga, acariciándola y estimulándola con mi lengua y mis labios, haciéndole gemir y jadear de placer.
Sin embargo, mientras se la mamaba, mientras su carne invadía mi boca y mi garganta, no podía dejar de pensar en que no era como la de Iván, no era tan dura, no era tan… me daba asco de mí misma.
Juanjo, sorprendido por mi frenesí, tuvo que detenerme para evitar acabar enseguida. En eso tampoco se parecía a su hermano, pues, una vez alcanzado el primer orgasmo, su entusiasmo se enfriaba bastante, costándole cierto esfuerzo recuperar el brío para brindarle a su mujercita una segunda faena… y a veces si conseguirlo.
Queriendo metérmela ya, Juanjo me apartó de su excitado y bien ensalivado falo, haciéndome colocar en su postura favorita: a cuatro patas sobre el colchón, brindándole sin recato total acceso a mi retaguardia, eso sí, limitándose la penetración a la vía habitual… nada de cosas raras.
Cuando me la metió, solté un suspiro tal, que hasta las paredes temblaron, consiguiendo con él mi objetivo de enardecer todavía más a mi marido. Empezó a follarme con ansia, agarrando mis caderas y usándolas como asidero para atraerme hacia sí, hundiéndose en mi carne una y otra vez, al ritmo que sabía más me gustaba.
Fue sexo estupendo, Juanjo era muy bueno en la cama… pero la tarde con Iván… había sido mucho mejor.
Joder, a ver si al final iba a ser yo la que acababa pillada con mi cuñado. Su polla… aquella cosa de acero que me deshacía las entrañas…
Entonces tuve una alucinación. Alcé la vista, como me gustaba hacer a veces durante el sexo, para mirar nuestro propio reflejo en el espejo del armario. Me gustaba vernos follando, la cara desencajada por el placer, los cuerpos sudorosos moviéndose como uno solo… Sin embargo, esta vez encontré en el reflejo algo que no me esperaba: a mi cuñado Iván, observándonos con una expresión indescifrable en el rostro desde la puerta mal cerrada del dormitorio.
Mi cuerpo dio un respingo, poniéndome tensa de repente, lo que al parecer enardeció a mi marido, que hizo algo que a los dos nos encantaba…
– Sí, así cordera… cabalga, cabalga potra mía… – aulló mi marido mientras me propinaba un sonoro cachete en el culo.
Esto era un inofensivo juego que a veces practicábamos los dos, pero, en esa ocasión, la sorpresa por el súbito ramalazo de dolor que sentí en el culo, me hizo perder unos segundos preciosos antes de volver la cabeza y mirar directamente hacia la puerta entreabierta.
Allí no había nadie.
Minutos después, exhaustos, nos derrumbamos juntos sobre el colchón, agotados, sintiendo cómo la semilla de mi marido se escurría entre mis piernas tras haberse vaciado a placer en mi interior. No había riesgo, pues yo tomaba precauciones, ya que ambos pensábamos que no era buena idea tener hijos en ese momento de nuestras vidas, con el negocio de Juanjo empezando y tal.
Estaba muy cansada. Juanjo me había dejado bastante satisfecha. Sin embargo, era incapaz de dormir, la incertidumbre acerca de si Iván nos había estado espiando me mantenía desvelada.
Juanjo, por su parte, fatigado por la dura semana que llevaba y la agotadora sesioncita que acabábamos de mantener, cayó enseguida como un tronco, mientras yo, con los ojos como platos clavados en el techo, percibía cómo su respiración iba serenándose a medida que se sumergía más y más en el sueño. Lo envidié.
Esperé un rato más, sin pegar ojo, plenamente consciente de que no podría dormir hasta que comprobara si lo había imaginado todo.
Con mucho cuidado, me levanté de la cama, echándome una bata por encima y salí del dormitorio.
La puerta del cuarto de Iván, al fondo del pasillo, estaba perfectamente cerrada. Eso me tranquilizó.
Entonces me di cuenta de la situación. Pero, ¿qué demonios hacía yo allí? En medio del pasillo, desnuda bajo la bata y con el coño todavía rezumando leche… ¿Qué buscaba? ¿Qué iba a hacer? ¿Meterme en el cuarto de Iván, a preguntarle si había espiado cómo su hermano me follaba?
Meneé la cabeza, sintiéndome enormemente estúpida. Comprendiendo la absurdez de mi comportamiento, decidí dejarlo correr y me di la vuelta, bajando las escaleras para ir a la cocina a beber algo. Necesitaba reponer líquidos.
Una vez en la cocina, me dirigí a la nevera sin necesidad de encender la luz, sacando un refresco sin cafeína. Justo cuando le echaba el primer trago, las luces parpadearon, sobresaltándome.
Allí estaba Iván, sentado junto a la mesa, con un gran vaso de leche medio vacío en la mano.
– ¡Oh, Iván! – exclamé, sintiéndome terriblemente turbada – Me has asustado.
– Perdona, no ha sido mi intención – respondió él, mirándome fijamente.
– Tampoco podías dormir ¿eh? – pregunté, tratando de disimular mi azoramiento.
– No. Aunque por razones distintas a las tuyas.
Su respuesta me inquietó.
– ¿A qué te refieres? – pregunté.
Iván se puso en pie y caminó hacia mí, en silencio. Tuve que recurrir a toda mi fuerza de voluntad para no salir corriendo. Le temía, pero también me moría por saber qué iba a decirme.
– Nieves, yo… Lo siento, no puedo. He tratado de cumplir nuestra promesa, pero no puedo.
– No te entiendo – respondí, aunque sí que le entendía.
– Lo he intentado… He procurado no pensar en ti, en hacer como si nada… pero la otra tarde está grabada a fuego en mi mente… no me resigno…
Me sentí mejor, sus simples palabras bastaron para sosegar mi ego herido. Sí que seguía atrayéndole, sólo que el pobre trataba de resistirse a sus impulsos.
– Iván, cariño. Ya lo hablamos. Lo que pasó fue maravilloso. Pero no puede volver a repetirse. Juanjo no se lo merece…
– Dices que Juanjo no se lo merece, pero no que tú no lo desees… – insistió.
– No tergiverses mis palabras, Iván. Sabes perfectamente lo que quiero decir. Aquello fue un error y me arrepiento – mentí – No porque no piense que eres un chico maravilloso, ni porque no lo pasara bien, sino porque quiero a mi marido que, por si fuera poco, es tu propio hermano.
– Lo sé – asintió él, compungido.
– Sé que te costará un poco; eres muy joven y te falta mucho por vivir y experimentar, pero verás como en el nuevo instituto conocerás a alguna chica y te olvidarás de mí. Con lo guapo que eres, no te faltarán candidatas.
– Y con lo bien que follas – añadí para mí, sin decirlo.
– No. Eso es imposible – dijo él, halagándome.
– Ivááánnnn – dije suavemente, tratando de reconvenirle.
– ¡No! – exclamó – ¡Me da igual lo que digas! ¡Hoy casi me vuelvo loco de celos cuando os vi juntos! Y antes, cuando estabais en la cama… ¡No sabes cuánto me ha costado controlarme y no entrar para deteneros!
Sus palabras me conmovieron y me adularon a un tiempo. Le había dado fuerte, pero yo sabía que todo era fruto del encaprichamiento por haber sido su primera mujer. Los amores juveniles son muy intensos, pero pasan pronto. En cuanto conociera a otras chicas…
– Iván, tienes que aceptar cómo son las cosas. Soy tu cuñada, la mujer de tu hermano y nada más va a pasar entre nosotros – dije acariciándole la mejilla con ternura – Te suplico que te tranquilices y dejes las cosas estar. No quiero hacerle daño a Juanjo.
– Por eso puedes estar tranquila – dijo muy serio – No se me pasaría ni por la imaginación decirle nada de esto a mi hermano. Pero lo que no voy a hacer es conformarme. ¡Te digo que serás mía nuevamente!
Y diciendo esto se dio la vuelta y salió de la cocina, enfadado. Me quedé parada, sin saber cómo reaccionar. Era increíble lo que el chico había cambiado en sólo unos días. No parecía él. Aquel aplomo era completamente nuevo. No tenía miedo de que fuera a chivarse a mi marido, él no era de esos, pero sus palabras me habían intranquilizado bastante… y excitado también.
Cuando regresé a la cama, me quedé dormida en menos de un minuto.
………………………….
El domingo trascurrió tranquilo, Iván se comportó como siempre, con total naturalidad, bromeando y peleándose con su hermano en la piscina. Pensé que lo de la noche anterior ya se le había pasado.
Durante el almuerzo (que preparé yo) estuvimos charlando del instituto en que Iván iba a matricularse. Quedaba un poco lejos, así que Juanjo le ofreció comprar una scooter, cosa que entusiasmó al muchacho.
Hablamos incluso sobre universidades, interesándonos por la vocación del chico y viendo qué era lo que quería estudiar.
Juanjo nos habló de la agencia y de que ya tenían un par de clientes, que les habían encargado unas reformas en sus casas. La cosa empezaba a rodar. Iván, por su parte, nos ilustró sobre cómo era su vida en el internado, lo que me hizo comprender el motivo de que el chico estuviera todavía tan verde (o al menos, lo había estado hasta hacía bien poco).
Por la noche, tras cenar, Juanjo propuso ver una peli, lo que nos pareció buena idea.
Como eran dos chicos contra una sola mujer, perdí la votación, así que escogieron una de acción, encargándose Iván de seleccionarla en el canal digital, mientras Juanjo y yo nos cambiábamos.
Me puse como siempre unos shorts y una camiseta, algo cómodo para una velada de cine.
Iván nos esperaba en el salón, sentado en un extremo del sofá, jugueteando con el mando. Juanjo, como solía hacer, se situó en el otro extremo, así que yo me ubiqué en medio de los hermanos.
Podría haberme sentado en el otro sofá, que estaba vacío, pero a Juanjo le gustaba acurrucarse cuando veíamos una peli. Además, ni se me pasó por la imaginación que algo fuera a pasar.
Sin embargo, cuando me senté, casi se me sale el corazón por la boca. Iván, con disimulo, había plantado su mano encima del cojín del sofá, de forma que, al sentarme, mi trasero aterrizó directamente encima de la palma abierta, aprovechando el pícaro muchacho para darme un estrujón en la nalga que hizo que se me saltaran las lágrimas.
Incrédula con lo que estaba pasando, volví rápidamente la cabeza hacia mi cuñado, comprobando que el angelito estaba como si tal cosa, si acaso con una tenue sonrisilla traviesa bailando en sus labios.
Le miré con enfado, los ojos en llamas, ordenándole en silencio que sacara la mano de allí, pero el puñetero no me hizo el menor caso, continuando el sigiloso magreo de mis posaderas, con mi marido recostado contra mi cuerpo desde el otro lado, completamente ajeno a lo que su hermanito estaba haciendo.
Con disimulo, le di un pequeño codazo a Iván en las costillas, enfadada, pero claro, no pude hacer movimientos muy evidentes, así que lo encajó sin pestañear siquiera.
Mientras, en la tele, los créditos de la peli empezaron a desfilar y se me ocurrió entonces una idea para escapar de la encerrona.
– ¿Os apetecen unas palomitas? – exclamé, haciendo ademán de levantarme – Párala un segundo, Iván, que voy a preparar unas pocas.
Pero el inocentón Juanjo, en Babia, lo estropeó todo.
– No, espera, cariño, ya voy yo. Tengo sed. Voy a tomar algo.
– No, tranquilo, ya te lo traigo yo… – insistí.
– Anda, no seas tonta. Tú ahí sentadita, que hoy has preparado la comida. Además, a meter unas palomitas en el microondas todavía llego.
Sí. Ahí sentadita. Ése era precisamente el problema.
En cuanto Juanjo salió del salón, le propiné a Iván un nuevo codazo, esta vez con más ganas, haciéndole perder el resuello, pero ni aún así el muy cabrito sacó la mano de debajo de mi culo.
– ¿Se puede saber qué haces? – siseé, mientras miraba de reojo las puertas batientes del pasaplatos que conectaba con la cocina, que, por fortuna, estaban cerradas.
– ¿Tú qué crees? – respondió él con toda la pachorra del mundo, apretando mis nalgas con más ganas.
– ¡Me dijiste que no le dirías nada a tu hermano! ¡Va a pillarnos!
– No le estoy diciendo nada – respondió con tranquilidad – Otra cosa es lo que hagas tú. Si quieres, díselo.
Me quedé atónita ante el desparpajo del chico. Había creado un monstruo. Tenía que recuperar el control. Enojada, me levanté bruscamente para obligarle a apartar la zarpa de allí.
– ¡Quita la mano de ahí, capullo! – le dije en voz baja.
– Vale. Como quieras.
Qué habilidoso estuvo el cabrito. Cuando levanté el culo del sofá, aprovechó para deslizar la mano por mi espalda y colarla por la cinturilla de mis shorts y de las bragas, apoderándose directamente de mi trasero.
Boquiabierta, mis ojos se abrieron como platos y un gritito de sorpresa escapó de mi garganta.
– ¿Decías algo, amor? – preguntó Juanjo desde la cocina, abriendo a la vez las puertas del pasaplatos.
Con rapidez, me arrojé de nuevo sobre el sofá, tratando de disimular lo que pasaba, con lo que el mentecato de mi cuñado se salió con la suya, quedando su mano bien enterradita dentro de mi pantalón, pudiendo así sobetearme a gusto.
– Tra… tráeme un refresco – dije, con voz temblorosa.
– ¡A mí otro! – exclamó Iván con desparpajo.
– ¡Tú mueve los cojones, niñato! – respondió Juanjo desde la cocina, llenándome de esperanza.
Pero todo era una broma, así que, menos de un minuto después, mi marido regresaba con una bandeja, portando tres latas y un enorme bol de humeantes palomitas, que dejó sobre la mesita que teníamos frente al sofá.
Iván, con gran habilidad, se las apañó para abrir su lata con la mano izquierda, sin sacar la derecha de su cálido escondite, donde estaba entretenida en cosas más interesantes.
El muy cabrón.
Para acabar de rematar la faena, en cuanto estuvimos los tres colocados, Iván usó el mando para apagar las luces de la sala, porque era así “como había que ver el cine”, con lo que, aprovechando la penumbra, me metió mano todo lo que quiso.
En cuanto se sintió seguro, Iván se las apañó para, buceando con su mano entre mis prietas carnes, deslizar un insidioso dedito entre mis nalgas, moviéndolo con una habilidad y una curiosidad que me enervaron.
Con la boca completamente seca y el corazón atronándome en los oídos, tuve que esforzarme muchísimo para ahogar en mi garganta los gemidos y jadeos que pugnaban por salir. Y peor fue cuando Iván, abriéndose paso poco a poco, logró llevar sus juguetones deditos a mi vagina, empezando a acariciarme y sobarme a placer.
Yo, de manera completamente involuntaria, levanté el trasero un par de veces, como si estuviera poniéndome cómoda, consiguiendo así únicamente dejarle más franco el acceso.
Pero que conste, lo hice sin darme cuenta, ¿eh?
Aquellos dedos, aquella caricia sibilina, me estaban volviendo literalmente loca. No es que fuera especialmente placentera, pero el morbo, el miedo de que Juanjo notara lo que pasaba… me mantenían como una caldera a punto de estallar.
No me enteré de nada de la película, por eso no he citado ni el título. No vi nada. Eso sí, se me hizo eterna, pero, en el fondo, me encantó.
……………………..
– ¡Plas! – resonó la bofetada.
Iván se incorporó en la cama, sobresaltado, sintiendo en su mejilla el súbito dolor del guantazo que acababa de despertarle. Yo, hecha una furia, estaba de pie junto a su lecho, con los ojos echando fuego, justo un minuto después de que Juanjo hubiera salido de casa, rumbo al trabajo.
– Te crees muy machito, ¿verdad, imbécil? – le espeté enfurecida – ¿Se puede saber quién te crees que eres?
El chico me miraba con total tranquilidad, frotándose la mejilla con aire distraído, casi divertido. Muy lentamente, se levantó de la cama y se puso frente a mí, mirándome desde arriba, pues era más alto que yo.
– No me creo nada – dijo – Actúo conforme a lo que te dije. Volverás a ser mía.
– ¡Te has vuelto loco! ¡Ya te he dicho que no va a volver a pasar!
– Bien, será verdad lo que dices, pero no me puedes culpar por intentarlo.
– ¿Intentarlo?
– Sí. No voy a dejar de intentarlo hasta que lo consiga. O bien hasta que se lo cuentes a Juanjo y me mande de nuevo al internado. Tú decides.
– Pero… – balbuceé atónita.
– Eso sí, puedes estar tranquila. Por mi parte no se enterará nunca de lo que pasó. Te lo pongo fácil. Si no quieres que siga con esto, simplemente dile a mi hermano que he intentado propasarme contigo, no tiene que saber nada más, pero si no lo haces…
– Iván, no seas idiota. Si me acorralas, ¿qué opción me va a quedar? ¿Es que quieres volverte a Zaragoza?
– Pues yo creo que tienes otra opción. Una muy… placentera.
Tras decir esto, Iván llevó suavemente su mano a mi barbilla y me atrajo hacia si, besándome tiernamente. Yo me quedé paralizada, sin acertar a reaccionar, mientras sentía cómo su lengua intentaba abrirse paso entre mis labios e invadir mi boca. Me sentía laxa, sin fuerzas, incapaz de resistir…
– ¡NO! – exclamé, apartándole de un empujón – ¡Estás loco!
Iván me miró, sonriendo y entonces se relamió, como si fuera un gatito que acabara de beberse la leche.
– Deliciosa. Nuestro primer beso.
Caí en la cuenta de que era verdad, la otra vez sólo habíamos follado, como animales, pero esta vez… aquel beso había hecho que me temblaran las rodillas.
– Eres un puto niñato salido – le espeté, recobrándome un poco – Ni siquiera sabes besar a una mujer. Te dejo solo, para que puedas meneártela con las fotos, gilipollas.
Y salí del cuarto, derrotada, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no salir corriendo de allí y perder la poca dignidad que me quedaba. Cerré la puerta tras de mí y me recosté contra ella, jadeando, sintiendo todavía en mis labios el dulce sabor de Iván…
………………
Escapé de casa. Oficialmente, fui a hacer la compra, ofreciéndome gentilmente a la cocinera para hacerla yo, con la excusa de que necesitaba comprar algunas cosas.
No regresé hasta la hora de comer, temerosa y al mismo tiempo expectante por lo que podía suceder.
Cuando llegué a casa y vi el coche de Juanjo aparcado, sentí un alivio tal que me mareé un poco. Estupendo, si mi marido estaba allí, podía sentirme segura.
Al parecer, ya se me había olvidado que la noche anterior, mi marido también estaba.
– ¡Hola cariño! – exclamé con entusiasmo, mientras besaba a mi marido – ¿Cómo es que estás aquí?
– Me he escapado, cielo. Mañana tenemos una reunión a primera hora y nos espera un día tremendo, así que nos hemos cogido la tarde libre. Hoy, piscinita y a tomar el sol.
Entonces vi a Iván, que nos miraba sentado en el sofá, dedicándome un guiño que me hizo estremecer.
Más tarde, después de comer, los tres nos reunimos en la piscina. Yo habría escapado de allí con gusto, pero no se me ocurría qué excusa poner para no acompañar a mi marido, la única vez en que el pobre había podido escaquearse del trabajo, así que me resigné a pasar la tarde en compañía del acosador de mi cuñado.
No sé, ahora que lo pienso se me ocurren mil excusas; podría simplemente haber dicho que no me encontraba bien… pero, lo único cierto es que no dije nada, poniéndome en cambio el mismo bikini que llevaba la tarde de mi encuentro con Iván, escogiéndolo de entre los varios que tenía. Un psicólogo sacaría sin duda mucho jugo de esa elección.
Cuando salí a la terraza, Juanjo estaba ya repantingado en una hamaca, mientras Iván se daba un chapuzón, haciendo unos cuantos largos en la piscina.
Bastante nerviosa, ocupé la hamaca que había junto a mi marido y nos pusimos a charlar. Pronto Iván se reunía con nosotros, ubicándose en una hamaca libre a mi otro lado, pero poniéndola por lo menos a un metro, distancia que encontré cuando menos tranquilizadora.
Parecía que no iba a hacer nada raro.
Estuvimos hablando un rato, con calma, hasta que Juanjo empezó a dar cabezadas. Pronto se quedó dormido en la tumbona, lo que me extrañó muchísimo, pues él siempre se quejaba de ser incapaz de dormir fuera de una cama.
Entonces comprendí.
Asustada, miré a mi cuñado, que me miraba sonriente desde su hamaca. Y no era el único que me miraba, pues su erecta polla también tenía clavado su único ojo en mí.
El muy cabrito había drogado a su hermano y se estaba haciendo una paja a mi lado.
– Pero, ¿qué has hecho? – exclamé, acojonada.
– ¿Tú qué crees? No te pongas nerviosa, esos somníferos son muy suaves. Me los recetó el médico del internado, porque no podía dormir. Se despertará en menos de una hora.
– ¡Guárdate eso, imbécil! – le espeté, haciendo un gran esfuerzo por no mirar directamente a su erección.
– ¿Eso? ¡Ah, te refieres a mi polla! No veo por qué, me apetece hacerme una paja, aquí en el solecito, contemplando tu cuerpo serrano. Total, ya me has visto hacerlo antes ¿verdad?
– ¡Pues lo haces tú solito! – exclamé, levantándome con furia y huyendo de la terraza.
El corazón me iba a mil, me sentía enfadada, sí, pero también… lasciva. No podía evitar preguntarme si estaría tan dura como la otra vez, si estaría tan excitado como la otra tarde… Yo sí lo estaba.
Aguanté un par de minutos, resistiéndome a mis impulsos, pero al final no pude más. Subí corriendo la escalera y me precipité en uno de los cuartos cuya ventana daba a la terraza. Escondiéndome tras la cortina, espié desde arriba a mi cuñado, mientras éste se masturbaba tranquilamente tumbado en su hamaca.
No pude resistirlo. Mi mano se deslizó inadvertidamente dentro de la braguita del bikini y, cuando quise darme cuenta, estaba masturbándome con ganas, mientras espiaba cómo aquella polla, que me tenía sorbido el seso, era pajeada por Iván.
Y, aunque no miró ni una vez hacia arriba, estoy segura de que el chico supo en todo momento que estaba espiándole.
…………………………
Por la noche, volvimos a cenar los tres juntos e Iván no desaprovechó la oportunidad de sobarme las piernas bajo la mesa, aunque, por fortuna, no se pasó demasiado y pude evitar que Juanjo notara nada raro.
Los siguientes días se convirtieron en un verdadero infierno, pues el acoso a que fui sometida por Iván iba cada vez a peor.
Aprovechaba cualquier ocasión en que nos quedábamos solos para intentar besarme y, si yo me resistía, se limitaba entonces a darme un buen sobeteo en el culo o en las tetas. Incluso, en un par de ocasiones, se animó a meterme mano directamente en el coño, haciéndome bufar por la sorpresa, mientras luchaba por sacar su mano de dentro de mis bragas.
Sin embargo, a pesar de todo el chico se mostraba cuidadoso. Nunca hacía nada si existía verdadero riesgo de que Juanjo nos pillara y lo mismo con las limpiadoras y la cocinera.
Las mujeres de la limpieza venían 3 veces por semana y, cuando ellas estaban en la casa (o el jardinero en el jardín) Iván no intentaba propasarse en absoluto, concediéndome un respiro.
Con la cocinera, en cambio, no tenía tanta suerte.
La mujer venía todos los días, exceptuando los domingos, pero dado que jamás de los jamases pisaba la planta de arriba de la casa, ésta se convertía en coto de caza del chico, que aprovechaba la menor ocasión para asaltarme.
Bastaba con que yo pusiera un pie en el segundo piso, para tropezarme con mi cuñado, desnudo, con una erección o desnudo con una erección.
O masturbándose alegremente, tumbado en la cama que yo compartía con su hermano.
Ya sé que hubiera bastado con mantenerme en el piso de abajo para haber tenido unos minutos de tregua, pero no estaba dispuesta a permitir que aquel niñato alterara mi ritmo de vida.
Mentira, lo que pasaba era que, en el fondo, estaba deseando que Iván se me echara encima. Sentir su contacto sobre mi piel, estrujando mis senos, sentir su tremenda erección apretándose contra mi cuerpo, cuando me abrazaba y me estrechaba entre sus brazos… me pasaba el día cachonda perdida.
Pero resistí. Vaya si lo hice, era para estar orgullosa. A pesar de que mi cabeza no cesaba en todo momento de evocar hasta el último segundo de la tarde que pasé con Iván, fui lo suficientemente fuerte para mantenerme en mis trece y rechazarle en todos los intentos que hizo de acercarse a mí. Aunque tuviera el coño hecho agua…
……………………….
Pero, a pesar de mi resistencia numantina, algunas cosas habían cambiado en mi comportamiento. Yo era consciente de ello, aunque me negaba a aceptarlo.
Un buen ejemplo es lo que pasó con la limpiadora. No fue nada importante (quiero decir en mi relación con Iván), pero opino que es muy significativo para ilustrar el cambio que se estaba produciendo en mi interior.
Esa mañana me levanté y me metí en el baño, para darme una ducha y quitarme el amodorramiento, tras otra noche de sueño inquieto.
Me encontraba bajo el chorro de agua, sintiendo cómo se borraban poco a poco los restos de cansancio cuando, bruscamente, se abrió la mampara de ducha, haciéndome dar un gritito de sorpresa.
Alcé la vista y me encontré justo con lo que esperaba: mi cuñado de pie en el baño, observando tranquilamente mi cuerpo desnudo, mientras se masturbaba con total tranquilidad.
No me alteré demasiado, pues esa película ya la había visto. No era la primera vez que Iván me asaltaba en la ducha. Ya casi no me turbaba.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano por no desviar la vista hacia su polla, que estaba siendo libidinosamente pajeada, le miré desafiante al rostro y le hablé como si tal cosa.
– ¿Otra vez aquí? Por mí como si estás machacándotela hasta mañana. Ya te he dicho que no vas a conseguir nada – dije, simulando una serenidad que estaba muy lejos de sentir.
– ¿Cómo que nada? Me estoy haciendo una paja admirando uno de los más bellos ejemplares de mujer que he visto en mi vida. Es realmente genial.
Como siempre que me piropeaba, algo se agitó en mi interior, pero fui capaz de disimular perfectamente. Ya tenía mucha práctica.
– ¿Te apartas un poco? – le dije – Tengo que salir.
– Claro – respondió él, dando un paso atrás – No te molesta que siga con esto, ¿verdad?
– Por mí como si la metes en un rallador – dije, aparentando indiferencia.
Pero, en realidad, me moría por comprobar si la tenía tan dura como siempre.
– ¡Ah! Ahora que me acuerdo – dijo Iván como si tal cosa – Hoy era cuando venía la limpiadora nueva, ¿verdad?
Caí en la cuenta de que tenía razón. La semana anterior una de las mujeres que venía a limpiar, la más mayor, nos anunció que no volvería, pues le había surgido la posibilidad de jubilarse por fin. De hecho, Juanjo, al enterarse, insistió en hacerle un buen regalo, pues se había pasado años trabajando para sus padres.
– Sí, tienes razón – asentí mientras me secaba – Anda, ¿por qué no bajas a ver si han llegado ya? Podrías ir a pajearte un poco mirando a la nueva.
– Es verdad – respondió el chico, sorprendiéndome – A lo mejor está buena.
Y, ni corto ni perezoso, interrumpió la masturbación, devolviendo su polla al encierro del pantalón y, silbando alegremente, salió del cuarto de baño, dejándome desconcertada.
– No será capaz – dije en voz alta, sin acabar de creerme lo que acababa de pasar.
Tratando de serenarme, dediqué un buen rato a secar y cepillar mi cabello, vistiéndome a continuación.
Al bajar, tropecé en la cocina con Aurora, la limpiadora que iba a seguir con nosotros, que me saludó educadamente con un buenos días.
– Buenos días, Aurora – le respondí – Otra vez al tajo ¿no? Espero que no hayamos ensuciado mucho la casa.
– Sí, señora. Pero pierda cuidado, son ustedes muy limpios. Al menos, cuando dejan tranquilita la pintura – bromeó la mujer, haciendo gala de la confianza que ya se había establecido entre nosotras.
– ¡Oh! Ahora que caigo, hoy venía tu nueva compañera, ¿no?
– Sí, se llama Carmelita. Es un poco joven, dominicana, pero le aseguro que es muy trabajadora. Está limpiando la cristalera de la terraza.
– ¿Un poco joven? ¿Qué edad tiene?
– Es algo mayor que su sobrino – por alguna razón, a la buena mujer se le había metido en la cabeza que Iván era sobrino mío y no mi cuñado – Tiene 19 años, aunque sabe muy bien lo que se hace. Es muy hacendosa.
Soy incapaz de recordar nada más de lo que me dijo la mujer, pues ya no la escuchaba. ¿19 años? ¡No podía ser!
En cuanto pude, me libré de la cháchara de Aurora y salí disparada hacia la terraza. Desde el salón, vi a la joven en cuestión, afanándose en la limpieza de los cristales desde el lado de fuera, usando con maestría la bayeta y el spray.
¡Mierda! Era realmente joven y bonita. Un bello ejemplar de mujer latina, con labios carnosos, caderas anchas, cabello negrísimo y un par de tetas que… me cayó mal inmediatamente.
Fue justo entonces cuando, de repente, la tal Carmelita miró sobre su hombro y dijo unas palabras a alguien que había tras de ella.
Me puse tiesa como un palo, sintiendo un tremendo nudo en el estómago. Caminando con rigidez, me aproximé a la cristalera, hasta que pude ver un área mayor del patio.
Efectivamente, sentado con total tranquilidad en una de las hamacas, estaba el puñetero Iván, charlando apaciblemente con la limpiadora, a la que no parecía molestar en exceso que el chico la interrumpiera en sus tareas.
………………………
El resto del día, Iván me dejó tranquila. Pude disfrutar de una tarde completa sin sufrir sus ataques, sobeteos o achuchones.
A la mañana siguiente, llamé a la agencia y les solicité que no volvieran a enviar a Carmelita a mi casa. No me gustaba su forma de trabajar. Prefería a una mujer más experimentada.
……………………………
Pronto se reanudaron los intentos de sobrepasarse de Iván, lo que me sosegó muchísimo. Exteriormente, seguía mostrándome hostil al chico, rechazando todos sus avances, pero, en el fondo, me moría de ganas porque se atreviera a propasarse una vez más.
Por fortuna, Iván aceptó mi respuesta de ignorar por completo por qué no habían vuelto a mandar a Carmelita a casa: “Cosas de la agencia”, le dije y, el hecho de que no insistiera demasiado, me tranquilizó muchísimo.
Seguimos unos días con nuestro tira y afloja, siendo perseguida por los rincones por mi salido cuñado, fingiendo intentar ponerme fuera de su alcance, pero metiéndome una y otra vez en esos rincones donde estaba a su merced.
Y Juanjo no ayudó demasiado, pues esos días estuvo hasta arriba de trabajo, por lo que ni siquiera tenía el sexo marital como válvula de escape.
Justo entonces, se produjo un hecho que, a priori, no tenía la menor importancia, pero que acabaría por convertirse en un momento decisivo en mi vida.
Sandra, mi hermana mayor (somos tres hermanos, siendo ella, con 40 años, la mayor y yo la más pequeña) me llamó por teléfono para charlar un rato.
Ella vive en el norte, junto a Aitor, su marido y su hija Julia. Al parecer, iban a pasar un par de semanas en un apartamento alquilado en Murcia y, como habían decidido hacer el viaje en coche, iban a pasar por Madrid.
Entusiasmada, le propuse inmediatamente que pasaran un par de días en casa antes de seguir viaje y, tras un par de conversaciones telefónicas más, aceptaron mi invitación y concretamos los detalles.
Juanjo, como yo esperaba, no puso ni una pega a mi idea, pues tanto Sandra como Aitor le eran muy simpáticos. De hecho, incluso me anunció su intención de escaparse del trabajo ese fin de semana, para poder recibir convenientemente a mi familia.
Esa noche echamos por fin un polvo, poniendo fin a una sequía de más de una semana. Sin embargo, no pude disfrutar plenamente del sexo, pues me pasaba todo el rato preguntándome si Iván estaría espiándonos nuevamente, aunque en ningún momento se abrió la puerta ni nada parecido (lo que me alivió y me inquietó al mismo tiempo).
Iván, por su parte, se mostró también conforme con lo de recibir invitados (le consultamos, pues, al fin y al cabo, también era su casa), aunque él no conocía tan bien a mi familia (de hecho, sólo los había visto una vez, en nuestra boda).
Por fin, el viernes siguiente, llegaron Sandra y los suyos, lo que me llenó de emoción. Hacía tanto que no veía a mi hermanita, que nos conmovimos profundamente, echándonos una en los brazos de la otra y rompiendo a llorar como tontas.
Pronto estuvimos todos reunidos en uno de los salones, bebiendo café, poniéndonos al día de nuestras vidas. Juanjo, como buen anfitrión, procuraba conversar con todo el mundo, tratando especialmente de involucrar en la charla a Julia, que parecía un poco tímida.
Mi sobrina era una chica bastante bonita, rubia, como su madre y yo, aunque con los profundos ojos grises de su padre. Tenía una bonita figura, con unas lindas piernas luciendo espléndidas con un short azul, aunque de tetas no estaba tan bien provista. Eso sí, tenía unos labios carnosos super sensuales, que no pude evitar envidiar un poco. Un encanto de chica, guapa y simpática.
Al principio, después de los saludos de rigor y las preguntas sobre los estudios, no presté mucha atención a mi sobrina, deseando, obviamente, ponerme al día con mi hermana. Sin embargo, cuando me di cuenta de que llevaba un buen rato enfrascada en una charla con Iván, algo se retorció dentro de mí.
De pronto, nada de lo que me decía Sandra me parecía de importancia, escuchándola a duras penas, mientras observaba de refilón a mi sobrina, conversando de forma cada vez más relajada con mi cuñado.
– ¿Habrase visto la niñata? – me decía para mí – Pasando olímpicamente de sus tíos, que han sido tan amables de invitarla a pasar el fin de semana en su casa y dedicándose a flirtear con mi cuñado, con toda la desvergüenza del mundo. Si fuera mi hija se iba a enterar; desde luego, Sandra no la ha educado bien.
Este tipo de pensamientos invadieron mi mente en un instante, provocando que me olvidara de todo lo que ocurría a mi alrededor. Por suerte, Juanjo y Aitor se enzarzaron en una conversación – discusión de fútbol y Sandra, que es muy aficionada (cosa que nunca he entendido) se metió en ella, gracias a lo cual, no se dio cuenta de que mi atención no estaba en absoluto puesta en sus palabras.
Me odié a mí misma, sabía perfectamente lo que me estaba pasando, me estaba volviendo cada vez más ruin, pero, aún así… mucho mayor era el desprecio que estaba empezando a experimentar por mi sobrina.
El resto de la tarde fue una tortura. Iván y Julia hicieron muy buenas migas y, aunque traté varias veces de inmiscuirme entre ellos, a los demás les hizo gracia que hubieran conectado tan bien, por lo que los animaban.
– Oye, Iván, hoy es viernes. ¿Por qué no te llevas a mi hija esta noche, de fiesta por Madrid? Es la primera vez que viene a la capital – dijo Aitor repentinamente, consiguiendo que le odiara con todas mis fuerzas – Eso sí, como le pase algo malo, ¡te la corto!
Todos nos echamos a reír, yo incluida, aunque creo que, en toda mi puñetera existencia, jamás me había reído con menos ganas.
……………………………
Pasé una noche malísima. No pude pegar ojo.
Esa maldita zorrita, con sus juveniles piernas y esos labios de chupapollas. A saber lo que estaría haciendo por ahí con Iván.
– Se merecería que les dieran un buen susto – me decía en medio de mi desvelo – Ojalá les salgan un par de quinquis y les roben… o que la violen…
…………………………….
No supe a qué hora regresaron. Los dos durmieron hasta tarde, mientras yo estaba que me moría por saber qué habían estado haciendo.
Cuando por fin se dignaron en levantarse, los padres de la putilla les interrogaron sobre sus actividades, mientras yo, disimuladamente, me las arreglaba para no perderme detalle.
No dijeron nada especial, una discoteca, unos amigos de Iván… Ya, y yo me lo creo. Seguro que esa guarra se las había apañado para…
Me sentía rabiosa, pero me las apañé para simular serenidad y afecto por la pécora de mi sobrina. Si las miradas matasen…
Después de almorzar, nos fuimos a la piscina.
Los “jóvenes”, como decía Aitor, se mostraban la mar de compenetrados, mientras yo les observaba con disimulo. Cuando mi hermana me dijo que “hacían muy buena pareja”, estuve a punto de mandarla a la mierda, pero, por fortuna, me contuve.
Estar allí, mirando en silencio cómo aquella golfa ponía en marcha todas sus malas artes para seducir al pobre Iván… le tocaba el brazo, le reía los chistes (si el pobre no tenía la menor gracia), escuchaba todo lo que le decía, simulando estar interesadísima… poniendo en juego todo su repertorio de fulana.
Y peor era cuando se metían en la piscina. Se le echaba encima, restregándole bien las tetas por el torso (si casi no tienes, puta), intentaba hacerle ahogadillas, para que él se las devolviera, aprovechando para refregarse bien con él, como la perra en celo que era…
Lo pasé fatal. Y decidí que no podía permanecer quieta, viendo cómo aquella zorra se aprovechaba del pobre chico. Ya lo tenía clarísimo. Tenía que hacer algo.
En cuanto tuve ocasión, me llevé aparte a Iván unos segundos, para poder poner en marcha mi idea.
– Iván – le dije – Necesito hablar contigo de una cosa. Pero no ahora. Esta noche, cuando todo el mundo se vaya a la cama, nos vemos en la cocina.
Mientras le hablaba, posé descuidadamente una mano en su antebrazo, acariciándolo muy sutilmente. El chico se quedó un poco extrañado, pero sintiendo curiosidad, tal y como yo pretendía.
La fase uno se había completado con éxito.
……………………………
Después de la cena, nos reunimos en el salón a tomar unas copas. Aitor, que es un gran bebedor, logró arrastrar a Juanjo a beber más de la cuenta, pero yo, que no quería dejar nada al azar, me las había ingeniado para “aderezar” un poquito sus bebidas. Sabía que mezclar alcohol con somníferos no era muy buena idea, pero, a esas alturas, no me importaba demasiado.
Pasada la media noche, los hombres empezaron a adormilarse, pensando todo el mundo que la causa exclusiva era el alcohol. Aitor, con mayor resistencia natural, aguantó mejor, así que, cuando Juanjo se quedó frito, ayudó a Iván a meter a mi marido en la cama, aunque luego tuvo que ser ayudado por éste para regresar a su dormitorio.
Nos dimos las buenas noches y nos retiramos a descansar, logrando que mis ojos se encontraran una vez más con los del chico, recordándole nuestra cita de más tarde.
Nerviosa y excitada, pero firmemente decidida, me desnudé en la intimidad de mi dormitorio, mientras mi esposo yacía inconsciente sobre el colchón, roncando como un caballo.
Ni caso le hice, concentrada como estaba en examinar mi cuerpo desnudo en el espejo de la habitación. Me di cuenta de que, una vez tomada la decisión, me sentía mucho más tranquila y serena, aunque, al mismo tiempo, cachonda y exaltada.
Me acaricié frente al espejo, deleitándome especialmente en mis durísimo pechos, sintiéndome orgullosa de que fueran mucho más espectaculares que los de la golfa de mi sobrina.
Me cubrí únicamente con una bata, permaneciendo completamente desnuda bajo la prenda, lo que me hizo sentirme un poquito zorra. Me encantó.
Cogí entonces mi móvil y lo manipulé para enviarle un mensaje a Iván: “Ve a la cocina. Nos vemos en 5 minutos”.
Rápidamente, me situé tras la puerta cerrada de mi dormitorio, pegando la oreja a la madera, tratando de percibir cualquier ruido.
Me sentí feliz cuando escuché cómo una puerta se abría y unos ligeros pasos se deslizaban por el pasillo.
La fase dos estaba en marcha.
Esperé unos minutos más, para darle tiempo a Iván a llegar a la cocina y, finalmente, respiré hondo y salí al pasillo, cerrando tras de mí.
El dormitorio de Julia era el que estaba más cerca de la escalera, así que encaminé hacia allí mis pasos. Lo que iba a hacer era una auténtica locura, además de completamente innecesario, pero no me conformaba con quedarme con Iván: también tenía que demostrarle a aquella putilla que la había derrotado por completo.
Al acercarme a su puerta, vi que la luz se filtraba por debajo de su puerta, con lo que comprendí que Julia seguía despierta. Ni a propósito me hubiera salido mejor.
Con cuidado, di un suave golpe en su puerta y, con rapidez, bajé las escaleras, deteniéndome justo al final, esperando.
Si era necesario, volvería a subir para llamar de nuevo, pero no lo fue, pues pronto se abrió su puerta muy despacio, apareciendo mi sobrina bajo el dintel. Simulando no haberme dado cuenta de su presencia, permanecí en mi sitio unos segundos más, hasta que estuve segura de que me había visto y después, caminé subrepticiamente hacia la cocina, convencida de haber logrado atraer su atención.
Sonreí al ver que la luz de la cocina estaba encendida. El corazón me iba a mil.
– Hola Iván – dije simplemente al penetrar en la estancia.
– Hola – respondió él levantándose y caminando hacia mí – Creo que querías hablar conmigo ¿no?
Mientras decía esto, hizo lo que últimamente acostumbraba a hacer: se abalanzó sobre mí, abrazándome y plantando sus dos manos en mi culo sin el menor recato.
Pero en esa ocasión… no le rechacé.
Iván se quedó parado, momentáneamente aturdido por la sorpresa. Se apartó un poco de mí y me miró a los ojos, tratando de descubrir qué había cambiado.
– Iván yo… – dije, simulando sentirme avergonzada – No he podido dejar de pensar en lo nuestro. Tienes razón, me he estado mintiendo a mí misma…
– ¿Cómo? – dijo el chico, sin atreverse a creer lo que acababa de oír.
– No puedo vivir sin ti. Te deseo muchísimo. Amo a tu hermano, pero tú…
Y me abalancé sobre él, aplastando mis labios contra los suyos, deslizando con habilidad mi lengua dentro de su boca, recorriéndola con lujuria.
El chico, sorprendido por mi fogosidad, no atinó a responder y sólo fue capaz de apartarse, para mirarme con ojos incrédulos.
– ¿Lo dices de veras? – preguntó por fin.
– Sí, Iván. Te deseo…
Y, dando un paso atrás, abrí mi bata y la dejé deslizarse por mis hombros, quedando completamente desnuda frente a él. Pude leer la admiración, el deseo en los ojos del chico, lo que me llenó de dicha. En menos de un segundo, Iván se precipitó en mis brazos, abrazándome con tanta fuerza, que llegó a despegar mis pies del suelo, mientras nuestras bocas se fundían en un tórrido beso de pasión.
– ¡Chúpate ésta, puta! – pensé con regocijo, mientras me moría por saber si mi sobrinita estaría disfrutando del espectáculo que había organizado para ella.
Una vez obtenido lo que quería, Iván se convirtió en un auténtico torbellino de lujuria. Me besaba y acariciaba por todas partes, con tantas ganas y entusiasmo, que resultaba hasta doloroso.
Podía sentir perfectamente en mi cadera cómo el bulto de su pantalón corto iba adquiriendo más y más volumen, recuperando la impresionante dureza que me tenía por completo robado el seso. Poseída por la lascivia, empecé a frotar mi cuerpo contra él, estrujando su miembro entre nosotros, haciéndole gemir de deseo, con su boca fundida con la mía en un ardiente beso.
Sus manos no permanecieron ociosas, apoderándose de mi culo, que fue estrujado y sobado con pasión, separando y apretando con tantas ganas mis nalgas, que supe que al otro día luciría unos buenos moratones. Me daba igual, bastaría con fingir haberme caído de culo en la bañera.
Deseando volverle loco de deseo y que así se olvidara por completo de la putilla, abandoné sus labios jadeantes y, lentamente, mirándole a los ojos, fui arrodillándome frente a él, de forma que mis intenciones fueran cristalinas.
Con un gruñido de decepción, las manos de Iván abandonaron mi trasero, permitiéndome deslizarme hasta el suelo, quedando frente a frente con su monumental erección.
Con avidez, bajé de un tirón sus shorts, con lo que su polla, enrojecida y durísima, surgió orgullosa, cabeceando bruscamente y quedando apuntando al techo. Esgrimiendo mi mejor sonrisa de zorra, agarré aquella barra con ambas manos y, empujando con ganas, la descapullé por completo, con lo que el penetrante olor a macho en celo penetró en mis fosas nasales.
El pobre Iván gemía desesperado, deseando que su cuñada se dejara de juegos y cumpliera la promesa no pronunciada. Yo procuraba alargar su tortura, limitándome a deslizar suavemente mis manos por la inconmensurable dureza, recreándome en aquella barra de carne que tanto placer iba a procurarme.
– Nieves, por favor – gimoteó Iván, aguantando en pie a duras penas.
Sonriéndole de nuevo, acerqué mi boca a su polla, consiguiendo que al chico le temblaran las rodillas sólo de expectación. Cuando mis labios se posaron por fin en su hombría, juro que hasta sentí una intensa quemazón, demostrando que el hierro estaba realmente al rojo vivo. Sintiéndome poderosa, deseada, no le hice sufrir más y, con un leve movimiento de cabeza, absorbí el glande entre mis labios, provocando que Iván tuviera que sujetarse a la encimera para no caerse al suelo, derribado por el placer.
Mi lengua no permaneció inactiva ni un segundo, dedicándose a lamer el excitado miembro, recreándose especialmente en la sensible parte inferior del glande, provocando que Iván jadeara y gimoteara como un cachorrillo.
Animada por mi éxito, me atreví a deslizar un buen trozo de rabo dentro de mi boca, llegando hasta la garganta, pero no pude tragarla por completo, pues era demasiado rígida y no quería acabar teniendo arcadas.
Yo estaba más que dispuesta a complacer a mi macho y a tragarme su esencia, todo con tal de lograr que aquella noche quedara grabada a fuego en el alma de Iván, pero él deseaba otras cosas: quería meterse en mi interior y llenarme por completo.
Gimiendo de placer, apoyó una mano en mi hombro y, con gran delicadeza, me apartó de su enardecido falo, haciéndome comprender que estaba más que listo para pasar a la acción.
No me hice de rogar, me puse en pie rápidamente y volví a apretarme contra él, besándole de nuevo, haciéndole sentir su propio sabor impregnando mis labios, para que supiera por fin lo bien que sabía su polla.
Pero Iván ya no estaba para besos, tenía las pelotas a punto de estallar. Estoy segura de que, si en ese momento hubiera intentado pararle los pies, me habría violado sin compasión en el suelo de la cocina. Pero ni se me pasó por la imaginación intentar nada semejante.
Le dejé la iniciativa, que me manejara a su antojo. Con un gruñido, me obligó a darme la vuelta bruscamente, quedando de espaldas a él. Empujándome por la nuca (sin violencia pero con firmeza) hizo que me inclinara un poco hacia delante, lo justo para que mi trasero quedara en pompa, con lo que comprendí que pretendía tomarme allí mismo, de pié en medio de la cocina.
Previendo lo que iba a pasar, apoyé ambas manos en la mesa, separando un poco las piernas para ofrecerme mejor a él. En menos de un segundo, sentí su miembro entre mis muslos, buscando con avidez el sitio por donde clavarse en mi interior.
Esa postura ya la habíamos probado en nuestro primer encuentro y recordaba perfectamente que a Iván le había resultado muy satisfactoria. Lo que no recordaba fue que, en esa anterior ocasión, llevábamos un buen rato de sexo encerrados en su habitación, con lo que el cansancio había hecho algo de mella en el ímpetu del muchacho; pero esa noche, en la cocina, toda la tensión acumulada durante el día (gracias, Julia) se descargó en el momento en que por fin Iván me la metió hasta el fondo.
El pollazo fue de tal envergadura que me levantó hasta del suelo, haciéndome literalmente levitar. Mis pies permanecieron en el aire unos segundos, completamente empitonada en la hombría del muchacho, provocando su increíble dureza que el placer, unido al dolor por lo brutal de la penetración, congestionara por completo mi cuerpo. Me quedé aturdida, sin respiración, incapaz de llevar aire a mis pulmones, lo que bien pensado fue una suerte, pues si no, sin duda habría pegado tal berrido que habría despertado a todo el mundo en la casa, incluyendo a los dos que estaban drogados.
– ¡No! ¡Iván! – gimoteé cuando por fin pude respirar – ¡No tan fuerte! ¡Me vas a partir!
– Lo… lo siento.
El chico se disculpó, sí, pero no por eso dejó de embestirme como si le fuera la vida en ello.
Cada empujón provocaba que su rígida cosota se me clavara hasta el fondo, amenazando con partirme el alma; yo creía que me iba a morir, rogándole que aflojara un poco el ritmo, pero justo entonces me di cuenta de que, en realidad, estaba disfrutando como loca. Estaba tan mojada, que su polla producía un ruido chapoteante al hundirse en mi interior, haciendo al mismo tiempo que mis jugos salieran literalmente a chorros despedidos de mi cuerpo. Podía sentir perfectamente cómo la humedad resbalaba por mis muslos, mientras me afanaba en sujetarme como podía a la mesa.
Por suerte, Iván estaba excitadísimo, así que aquello no duró mucho. De pronto, su cuerpo se tensó, avisándome del inminente orgasmo. Como el día anterior, Iván se dispuso a salirse de mí, pero no era eso lo que yo deseaba.
– ¡No! – exclamé – ¡Córrete dentro de mí! ¡Quiero tu leche! ¡Lléname el coño!
– Pe… pero…
– ¡No pasa nada! ¡Tomo precauciones!
Y entonces me inundó. Fue una auténtica explosión que llenó mis entrañas por completo. Sentí cómo su semilla se desparramaba en mi interior, ardiendo, abrasándome por dentro y transportándome simultáneamente a desconocidos paraísos de placer.
Sentí cómo su polla, todavía vomitando semen, salió repentinamente de mi interior y pude percibir cómo un par de chorros salían aún con suficiente fuerza como para estrellarse sobre mi piel, manchándome así el culo de lefa.
Exhausta, me derrumbé de rodillas en el suelo, tratando de recuperar el resuello y fue justo entonces cuando vi que la puerta batiente del pasaplatos que comunicaba la cocina con el salón, se movía de forma casi imperceptible. Aquello incrementó todavía más el éxtasis.
Iván se dejó caer entonces a mi lado, resollando y buscó mis labios con los suyos, acariciando mi cuello y mi pecho con mucha más delicadeza.
– Estás loco – le dije – ¿Cómo has podido ser tan bestia? Me has hecho daño.
– Lo siento. Pero te lo merecías.
– ¿Cómo? – exclamé con sorpresa.
– Por lo mal que me lo has hecho pasar últimamente, ignorando mis intentos de volver a estar contigo.
– Bueno, yo…
– Y también por haber despedido a Carmelita. Me caía bien.
Me quedé atónita, paralizada. No podía creerme que él supiera lo que había hecho.
– No pongas esa cara. No soy estúpido – me dijo, devolviéndome las palabras que le dediqué en nuestro primer encuentro – Sabía que al final te rendirías. Se te notaba en la cara.
Me sentó un poco mal esa seguridad en si mismo. Me hizo sentir como una cualquiera; una vez follada, no podía vivir sin su polla.
– Pues, si te digo la verdad – dije, tratando de zaherirle – El otro día lo pasé mejor. Hoy has sido muy brusco.
– ¿He sido? ¿Qué te hace pensar que hemos terminado?
Un escalofrío recorrió mi columna. Me sentí feliz, pues, a pesar de lo intenso del encuentro, no había llegado a correrme. Al parecer, no iba a quedarme con las ganas.
– Ahora déjame a mí – dije, mirando de reojo su entrepierna, que lucía espléndida – No quiero que me rompas algo.
– Como gustes.
Me incorporé voluptuosamente, leyendo la admiración y el ansia en su mirada, lo que me volvía literalmente loca. Me sabía vencedora, así que no volví a pensar ni un segundo en Julia, concentrándome por completo en Iván.
No sé, repasándolo ahora todo, después de transcurridos muchos meses, me inclino a pensar que todo lo referente a Julia fue fruto exclusivo de mi imaginación; bueno, mejor dicho… de mis celos… Pero qué más daba, lo único que importaba era Iván… y su polla…
Deslizándome despacio, me senté a horcajadas en su regazo, sintiendo cómo su erección, de nuevo en su máximo esplendor, se apretaba contra mí. Con calma, sin prisa, rodeé su cuello con mis brazos y le atraje hacia mí, fundiéndonos en un nuevo y estimulante beso.
Estuvimos así unos minutos, probándonos el uno al otro, besándonos con pasión, hasta que percibí que su polla literalmente vibraba incrustada contra mi carne. Sonriendo, sabiéndome deseada, aferré el durísimo instrumento, provocando en Iván un gruñido de placer. Incorporándome un poco, lo situé en la posición adecuada y, muy lentamente, fui sentándome de nuevo en su regazo, empalándome en su polla en el proceso.
Qué placer, me faltan las palabras. Cerré los ojos, sintiendo cómo su virilidad me invadía, dilatándome, llenando por completo mi ser. Volví a besarle, sin moverme, limitándonos a sentirnos el uno al otro, brindándonos mutuamente nuestro calor.
Por fin, no aguantando más, comencé un suave vaivén de mis caderas sobre su regazo, aplicando toda mi experiencia en darle placer al chico, experimentándolo yo simultáneamente.
Excitada, eché el cuerpo hacia atrás, apoyando las manos en el suelo, sin interrumpir en ningún momento el baile de mis caderas. Iván, aprovechando la oportunidad, se inclinó también hacia mí, apoderándose de mis durísimos pezones con sus labios, acariciándolos con su lengua, volviéndome loca de placer.
Esta vez fui yo la que no duró nada. Me corrí como una loca, con mis caderas saltando en espasmos de placer, con su durísima barra incrustada en mis entrañas.
Agotada y aún experimentando los últimos estertores del orgasmo, me apreté con fuerzas contra Iván, abrazándole con ganas. Pero él estaba muy lejos de estar satisfecho, así que, cuando quise darme cuenta, el libidinoso chico se las ingenió para obligarme a darme la vuelta, sacando su polla de mi acogedora cueva y colocándome a cuatro patas sobre el frío suelo de la cocina.
Antes de darme siquiera cuenta, Iván volvió a empalarme y, usando mis caderas como agarre, reanudó su enloquecedor bombeo en mi interior, llevándome a nuevas cotas de insondable placer.
Esta vez, sin embargo, no se volvió loco, adoptando un ritmo mucho más sosegado, casi cariñoso. Disfrutando enormemente de aquel sexo, me animé a indicarle a Iván aquello que me gustaba más, consiguiendo que el chico obedeciera mis instrucciones, aplicándose a realizar aquellas acciones que me resultaban más placenteras, incluyendo un buen par de azotes en las nalgas.
Parecíamos una maestra y su alumno, aprendiendo las cosas de la vida y la verdad es que, pensándolo bien, así era en realidad.
En esas estábamos, con la durísima verga de Iván hundiéndose en mí una y otra vez cuando, de repente, sentí como un dedo juguetón se ubicaba justo a la entrada de mi retaguardia, explorando la zona con delicadeza y consiguiendo que se me pusieran los pelos de punta.
– ¡Ah, no amiguito! – siseé, volviendo la cabeza para mirar a Iván con furia – ¡Quítate eso de la cabeza!
– Shssss – susurró él tranquilizándome – Sólo es un dedo. Relájate.
Y antes de que me diera cuenta, el muy cabrito deslizó su insidioso apéndice en mi ano, provocando que mi cuerpo se tensara tanto que estrujó su polla con fuerza, haciéndole resoplar de placer.
Iván reanudó su metesaca, hundiendo su barra en mi carne una y otra vez, mientras su maldito dedo se entretenía jugueteando en mis entrañas. Aunque, justo es reconocer que, una vez superada la sorpresa inicial, no encontraba para nada desagradable aquel jueguecito.
Follamos un buen rato y mi querido cuñado logró llevarme al orgasmo un par de veces más, sin dejar de horadar en mi culo con su dedo, antes de volver a derramarse en mi interior.
Permanecimos exhaustos, abrazados en el frío suelo durante un rato más, con mi cabeza reposando en su pecho, mientras él me acariciaba el cabello y me besaba con cariño en la frente. Yo ronroneaba como una gatita satisfecha.
– Pronto te convenceré de que me dejes hacerte el culito – me dijo medio en broma.
– Ni lo sueñes chaval – respondí en idéntico tono.
Aunque ya no estaba tan segura.
……………………………………
Era bien entrada la madrugada cuando nos despedimos en el pasillo con un profundo beso, antes de regresar a nuestros dormitorios.
En cuanto cerré la puerta, ya le eché de menos. Juanjo permanecía tirado en la cama, justo en la postura en que la había dejado, roncando aún con energía.
Temiendo que por la mañana algún resto me delatase, me colé en nuestro baño y me di una ducha silenciosa, deslizándome después bajo las sábanas junto a mi marido.
Dormí como una bendita.
………………………………..
Al otro día, Julia no se mostró tan amistosa con Iván, cosa que no me sorprendió lo más mínimo. En cuanto a mí, creo que no llegamos a cruzar una sola palabra en todo el día, pues se pasó toda la jornada tratando de evitarme.
Iván, supongo que ignorante de lo que pasaba, se resignó a que Julia se mostrara esquiva, sobre todo cuando le dije que, probablemente, estaba un poco antipática por algún problema de chicas, con lo que eludí nuevas preguntas.
Además, Julia contribuyó a mi mentira por casualidad, pues, aduciendo que no se encontraba bien, se pasó la tarde encerrada en su dormitorio.
Me pareció perfecto.
Sandra y su familia se marcharon al día siguiente muy temprano. Mi hermana y mi cuñado se despidieron efusivamente, agradeciéndonos el haberles invitado a nuestro hogar.
Mi sobrina estuvo un poco más fría en su despedida. Cuando nuestras miradas se encontraron, apartó la vista enseguida, avergonzada.
Me sentí exultante.
…………………………..
A partir de ese momento, todo cambió. Quedaron atrás los juegos del ratón y el gato. Ahora éramos dos animales en celo.
Iván ya no tenía que perseguirme, ahora era yo misma la que le buscaba. Procurábamos tener cuidado, eso sí, comportándonos con total corrección cuando los miembros del servicio estaban en casa; pero cuando nos quedábamos a solas….
Ya no echaba de menos a Juanjo, ni me molestaba que tuviera que pasarse tantas horas en la oficina. Ahora me pasaba las noches deseando que se fuera bien temprano por la mañana, con la esperanza de tener tiempo suficiente para estar un rato con Iván, antes de que llegara la cocinera.
Éramos como bestias, ni siquiera necesitábamos intercambiar palabras. En cuanto podíamos, nos arrojábamos el uno en brazos del otro, arrancándonos prácticamente la ropa (o limitándonos simplemente a apartarla un poco) y follábamos como si no hubiera mañana.
Yo le enseñaba todo lo que sabía a Iván, ampliando su repertorio de técnicas sexuales, pero lo hacía usándome como modelo a mí, es decir, le enseñaba justo aquellas cosas que más me gustaban y que más placer me producían.
En definitiva, fui moldeándole para convertirle en mi perfecto amante, el hombre que era capaz de hacerme vibrar con cualquier cosa.
Y, puedo asegurar que él no se quejó en ningún momento. Sobre todo, después de que el tiempo le diera la razón, acabando por permitirle que… se apoderara de mi culo.
Y la verdad, fue mucho más placentero de lo que me esperaba. Me arrepentí de no haberle permitido nunca a Juanjo que me sodomizara. Nuestras relaciones habrían sido mucho más plenas.
Nos pasamos dos semanas follando como monos, aprovechando la más mínima ocasión para meternos en faena. Mi trabajo empezó incluso a resentirse, pues no avanzaba nada en las traducciones que me habían encargado, incapaz de concentrarme, al pasarme el tiempo fantaseando con mi próximo encuentro con Iván.
Poco a poco fuimos serenándonos, recobrando un poco el control, de forma que pude recuperar un poco el tiempo perdido en el trabajo. Ambos nos amoldamos al ritmo del otro, adquiriendo cada vez mayor confianza y, aunque ya no estábamos todo el día dale que te pego, comenzamos a practicar ciertos juegos que eran un poco… peligrosos.
……………………………
No nos dimos cuenta de cómo sucedía, fue paulatino. Empezamos a encontrar excitante y morboso el riesgo de que nos pillaran, así que fuimos cada vez más atrevidos, excitándonos terriblemente con la posibilidad de que nos trincaran con las manos en la masa.
Recuerdo la primera vez en que Iván me hizo pasar apuros. Estábamos en la piscina, nadando tranquilamente, charlando sobre el instituto, para cuyo comienzo faltaba poco más de una semana y de cómo se sentía ante la perspectiva de integrarse en un centro distinto del internado.
Entonces apareció Manoli, la cocinera, simplemente para hacerme un par de preguntas sobre el almuerzo y la cena, lo que era muy habitual. Sin sospechar nada raro, nadé hasta el borde de la piscina, apoyándome en él, los codos colocados encima del cemento para no hundirme y pudiendo así hablar con tranquilidad con la cocinera, que estaba justo en la entrada de la terraza.
Como el que no quiere la cosa, Iván nadó hasta situarse a mi lado, también aferrado al borde, mientras le comentaba a la mujer que le apetecía mucho probar otra vez sus deliciosas croquetas.
De pronto, noté cómo su mano se deslizaba por mi espalda, colándose dentro de la braguita del bikini y apoderándose con ansia de mi culo.
Di un respingo y un gritito de sorpresa, que por suerte no fueron percibidos por Manoli, inmersa en el disfrute de los halagos que, muy ladinamente, Iván estaba dedicando a su habilidad culinaria.
Mientras tanto, el muy sinvergüenza me magreaba el culo a placer, sin que a mí me quedara otro remedio que dejarme meter mano con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro, disimulando lo mejor que podía para que la empleada no notara nada raro.
Cuando la mujer se fue, me revolví contra Iván, dispuesta a darle aunque fuera un coscorrón, pero el chico, rápido como una serpiente, me aferró por la muñeca y enseguida me encontré aferrada a su polla, la mano metida dentro de su bañador, masturbándole suavemente, mientras vigilaba de reojo la cristalera, no fuera a regresar Manoli de improviso.
Se corrió en menos de un minuto.
……………………………….
Otra mañana, el muy cabrito se metió en mi despacho mientras estaba enfrascada con una traducción. Al principio no hizo nada raro, limitándose a conversar unos minutos conmigo, mientras la asistenta terminaba de limpiar el polvo justo frente a la entrada.
En cuanto la mujer pasó a otro cuarto, Iván cerró la puerta, se sacó la polla y, antes de que me diese cuenta, me montaba como a una potra retrepada sobre el escritorio de mi despacho, tapándome la boca con ambas manos para ahogar los gritos y gemidos de placer, que hubieran podido ser escuchados por la limpiadora, que seguía con sus tareas en el cuarto de al lado.
Ese día me cabreé con él, pues el muy capullo se limitó a correrse en mi coño, sin preocuparse para nada de si yo lo pasaba bien o no y, cuando estuvo satisfecho, me sacó la polla, se la guardó de nuevo y se fue de la habitación, dejándome tirada sobre el escritorio, profundamente insatisfecha, sintiendo cómo su semen resbalaba de mi interior.
Pero no pude seguir enfadada mucho rato, pues esa misma tarde me resarció con creces.
………………………….
Día tras día, iba volviéndose cada vez más audaz, más osado. Y pronto nos encontramos inmersos en ciertos juegos que podían ser descubiertos directamente por Juanjo, pues ya no se cortaba a la hora de asaltarme mientras su hermano estaba en casa.
La primera vez me cogió de sorpresa, pues, desde que éramos amantes, no había vuelto a intentar nada con Juanjo en casa. Pero Iván estaba cada vez más descontrolado.
Esa noche yo estaba afanándome en la cocina, pues era domingo y Manoli no venía ese día.
Estaba tarareando con toda la tranquilidad del mundo, entretenida entre cacharros delante de la encimera. Juanjo estaba sentado en el sofá del salón, de espaldas a mí, viendo los resúmenes del fútbol en la tele.
Como las puertas batientes del pasaplatos estaban abiertas de par en par, me bastaba con alzar la vista para ver a mi marido disfrutando con el deporte. Recuerdo que estaba intentando esmerarme con la cena, para hacerle feliz, quizás sintiéndome un poco culpable por lo mío con su hermano.
No le oí llegar. Iván se deslizó detrás de mi silencioso como un depredador tras su presa. De repente, unas manos me rodearon, apoderándose una de mis pechos mientras la otra me tapaba la boca, logrando ahogar el grito de sorpresa que se me escapó.
No me hizo falta notar su durísima polla apretándose contra mi culo para saber que era Iván de nuevo a la carga, pero aún así me asusté muchísimo, por las consecuencias que aquella locura podía tener.
Me revolví entre sus brazos, intentando zafarme, pero lo único que conseguí fue frotar bien mi trasero contra su erección, lo que hizo que el chico se apretara con más ganas contra mí. Yo forcejeaba, los ojos como platos clavados en la espalda de mi marido, aterrorizada por si le daba por darse la vuelta y nos pillaba en plena acción.
Iván, enardecido, me apretaba con ganas las tetas por encima de la blusa como le encantaba hacer y yo, a mi pesar, empezaba a sentir que aquel asalto inesperado no me disgustaba demasiado.
Entonces Iván, empujándome suavemente, me hizo perder el equilibrio, obligándome a sentarme en el suelo. Él se acuclilló frente a mí, apoderándose de mis labios, hundiéndome la lengua hasta el fondo. Yo respondí al beso con pasión, más tranquila ahora que, al estar tapados por la encimera, quedábamos perfectamente ocultos a Juanjo por si le daba por echar un vistazo a su espalda.
Iván, volviéndome loca de deseo, incrustó una mano entre mis piernas, estrujando mi vagina por encima del pantalón, consiguiendo que me encharcara en un instante.
No sabía lo que quería el chico y, a esas alturas, no iba a pararme a preguntar, completamente rendida a su voluntad y dispuesta a dejarle hacer lo que le viniera en gana.
De pronto, Iván abandonó mis labios, dejándome anhelante, deseosa de que me diera más. Me miró con ojos brillantes, lujuriosos y entonces se puso repentinamente en pie, quedando justo frente a mí.
Me bastó con apreciar el enorme bultazo en su pantalón para comprender sus intenciones y, tras un par de segundos de duda, me abandoné por completo a la lujuria, forcejeando con rabia con la cremallera, hasta que logré extraer su durísima barra de carne de su encierro.
Me quedé mirándola un instante, deleitándome y admirando aquella rígida vara que se estaba convirtiendo en mi dueña. Iván me miró, anhelante y bastó un simple gesto suyo para que me abalanzara sobre su hombría, lamiéndola y chupándola como si me fuera la vida en ello.
Pero Iván no quería lametones ni caricias. Esa noche tenía otra cosa en mente.
Con cierta brusquedad, el chico empujaba una y otra vez con la pelvis, intentando introducir en cada envión una porción mayor de carne entre mis labios. Yo me resistí al principio, temiendo que me llegara hasta el esófago, pero, completamente atrapada entre el muchacho y el mueble de cocina, no tuve más remedio que dejarle hacer, esforzándome en relajar los músculos de la garganta para recibir su durísima estaca entre ellos.
Con un gruñido de satisfacción, Iván se salió por fin con la suya, logrando empotrar por completo mi cara contra su ingle, habiendo alojado enterita su polla en mi garganta.
Me costó menos de lo que esperaba, siendo capaz de soportar toda aquella carne en mi boca, manteniéndome relajada para sofocar las arcadas. Y he de reconocer que me gustó, sentir toda aquella carne, dura, vibrante, alojándose en mi esófago… me sentí una guarra. Me puse caliente.
– Tócate – escuché entonces la voz de Iván, susurrando quedamente.
Y le obedecí. No dudé ni un segundo. Llevé mis manos al botón de mis shorts y lo abrí, deslizando una mano dentro de mis bragas y llevándola hasta mi coño. Estaba literalmente encharcado.
Muy lentamente, Iván echó el culo un poco para atrás, retirando una porción de rabo de mi boca para a continuación volver a hundirlo muy despacio, mientras yo me esforzaba por apretar bien los labios, para que el chico disfrutara a fondo follándose mi boca.
– Oye, ¿dónde está Nieves? – resonó de repente la voz de mi marido en el salón.
Me puse tan tensa que casi doy un salto. A punto estuvo el pobre Iván de quedarse eunuco perdido por el susto que me llevé. El chico, sin embargo, no dio la menor muestra de nerviosismo, respondiéndole a su hermano con total tranquilidad.
– Ha subido un momento a buscar no sé qué. Seguro que ha ido a mirar la receta que Manoli le dio. Como no tiene ni puta idea de cocina…
Escuché cómo mi marido se reía.
– No seas capullo – reconvino a su hermano menor – Sabes que la pobre se esfuerza.
– Ya, hombre. Si es broma. Sabes que aprecio sus esfuerzos y se los agradezco de corazón. De hecho, esta noche se está esforzando muchísimo, que te lo digo yo – dijo sacándome unos centímetros de polla de la boca – Pero reconoce que se le da mucho mejor “comer”, que cocinar.
Mientras pronunciaba “comer” con cierto retintín, Ivancito volvió a hundirme la verga hasta las amígdalas. Yo, completamente entregada al juego, me esforcé en lamérsela bien al mismo tiempo, acariciándole el nabo con la lengua mientras la enterraba en mi esófago.
– ¿Quieres una cerveza? – preguntó Iván helándome la sangre en las venas.
¿Estaba loco? ¿Y si Juanjo se levantaba a por la bebida?
– No, gracias, después de comer. Anda, vente y vemos el resto de los resúmenes.
– Sí. Enseguida voy. En cuanto termine una cosilla aquí.
Y, con toda la tranquilidad del mundo, siguió follándose la boca de su cuñada con parsimonia, disfrutando al máximo de la mamada, mientras simulaba estar trasteando por la cocina, por si a su hermano se le ocurría volver a mirar.
Por fin se corrió, directamente en mi garganta, con al menos tres cuartas partes de su polla enfundadas entre mis labios. No me quedó más remedio que tragar. Lo hice con gusto. Disfruté enormemente sintiendo cómo sus pelotas se vaciaban directamente en mi tráquea, percibiendo cómo su ardiente jugo se deslizaba quemando mi esófago. Ya era por completo su puta.
Cuando terminó, extrajo su todavía bastante duro miembro de entre mis labios, que yo apreté para dejarlo bien limpito y reluciente. Acuclillándose de nuevo, me dio un cariñoso besito, mientras yo le miraba, tratando de serenar mi desbocado corazón, con las lágrimas provocadas por las arcadas deslizándose sin freno por mis mejillas.
Tras besarme, Iván abrió la nevera y sacó un par de latas, reuniéndose con su hermano, que, a pesar de lo que había dicho antes, no rechazó la bebida.
Yo, sacando fuerzas de flaqueza, me las apañé para escapar de la cocina a gatas, usando la puerta que daba a la escalera y me precipité al piso de arriba, refugiándome en el baño de mi dormitorio.
Me miré en el espejo, con ríos de gruesas lágrimas todavía deslizándose por mi rostro, los ojos inyectados en sangre, la saliva y el semen resbalando por la comisura de mis labios.
Me encantó lo que vi. Adoraba sentirme tan sucia. Iván era mío y yo era de Iván.
Tardé un rato en arreglarme lo suficiente para poder volver a bajar. La cena salió asquerosa.
…………………………….
Nuestra relación continuó cada vez más despendolada, los límites que nos marcábamos abarcaban cada vez más, atreviéndonos a ser cada vez más osados.
Iván había dejado despertar el monstruo lujurioso que había dentro de él y había conseguido que a mí me pasara lo mismo. Vivíamos el uno para el otro, sin importarnos para nada los demás.
Una día, molestos porque Juanjo se hubiese tomado la tarde libre, no nos cortamos un pelo en volver a echarle un par de pastillitas en la bebida, dejándole grogui en el sofá. Dominados por la más absoluta impudicia, terminamos follando como locos en el sofá de al lado, conmigo relinchando como una yegua, empalada en la polla de mi cuñado, mientras mi maridito estaba en coma a menos de un metro.
Cuando Iván notó que estaba a punto de correrse, me obligó a arrodillarme frente a él, para poder descargar sus pelotas bien a gusto sobre mi cara. Luego, con la polla todavía goteando, el muy cerdo me hizo una foto con el móvil, sonriendo con la cara llena de lefa, bien pegadita a la de mi marido, que no se enteraba de nada. Salgo hasta haciendo el signo de la victoria con los dedos.
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Otro día, Iván me pidió que le diera unas clases de conducir, para ir aprendiendo para sacarse el carnet en cuanto cumpliera los 18. Al principio se lo pidió a su hermano, pero, como ambos sabíamos, estaba ocupadísimo, así que sin duda lo hizo para disimular.
Nos fuimos juntos por la tarde en mi coche. Primero al centro, a un sex shop cuya web había descubierto Iván unos días antes.
Compramos un montón de juguetes: consoladores de goma, vibradores, unas bolas chinas, un plug anal… todo lo que al chico se le antojó.
Luego nos fuimos a conducir, a un descampado. A los cinco minutos de lección ya me encontraba con la cabeza enterrada entre sus piernas, comiéndole la polla con pasión, mientras él se afanaba en mantener el coche en marcha.
No lo consiguió y terminamos en la cuneta, con una rueda pinchada.
Esa noche tuvimos que soportar las burlas de Juanjo durante la cena, carcajeándose de nosotros por haber tenido que avisar a la ayuda en carretera, por no tener ninguno de los dos ni puta idea de cambiar una rueda.
No me molestó, pues mientras se burlaba, su hermano tenía metida una mano entre mis muslos, acariciándome el coño todo lo que quiso.
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Algunas noches, Juanjo tenía ganas de sexo. Yo le complacía encantada, sintiéndome un poco menos sucia al estar con él.
Pero eso duraba sólo hasta el amanecer, pues, indefectiblemente, todas las mañanas tras haber cumplido con mis deberes conyugales, Iván se presentaba en mi dormitorio segundos después de que su hermano hubiera salido de casa. A veces incluso antes.
Y follábamos, mientras Iván repetía una y otra vez en mi oído: “Eres mía”, lo que me llenaba de felicidad.
Depravados. Eso es lo que éramos.
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Y todo terminó… como tenía que terminar.
Recuerdo que era nuestro último día con entera libertad para estar juntos, pues al día siguiente comenzaban las clases y ambos habíamos acordado que no íbamos a permitir que lo nuestro interfiriera en sus estudios.
Iván, con su recién adquirida perversión, me decía que se esforzaría en seguir sacando buenas notas y que yo, a cambio, le tendría que hacer una mamada por cada sobresaliente.
Qué tontería. Se la habría chupado igualmente aunque las suspendiera todas.
Ese día era para nosotros. Lo habíamos calculado al milímetro. Juanjo estaría todo el día fuera y nosotros anunciamos que saldríamos a comer, con lo que Manoli consiguió un inesperado día libre.
Nos daba igual la comida. Lo que queríamos era follar.
Pero no contamos con la bondad de Juanjo.
Él tenía sus propios planes y había pensado en darle una sorpresa a Iván.
En secreto, le había comprado la moto de la que habían estado hablando y, pensando que la casa estaría vacía, la trajo por la tarde para dejarla en el salón y que su hermano la encontrara a su regreso.
Y la sorpresa se la llevó él.
Estábamos en el cuarto de Iván, conmigo cabalgando despendolada sobre su polla, empalándome una y otra vez en su inconmensurable dureza, estrujándome las tetas en un paroxismo de placer. Iván, conforme a sus deseos libidinosos, se las había ingeniado para meterme uno de los consoladores de látex por el culo, haciéndome disfrutar de sentirme completamente llena.
Entonces escuché una exclamación, un grito que me detuvo el corazón. Ambos nos volvimos hacia la puerta, asustados, encontrándonos con mi esposo que nos miraba atónito, con una expresión de pasmo en el rostro que aún se me aparece en sueños.
No dijo nada, no gritó ni nos amenazó. Tras unos segundos recobrándose, se dio la vuelta y se marchó de casa. No he vuelto a verle.
No voy a mentir. A pesar de que, durante un segundo sentí el impulso de salir detrás de él, bastó con que Iván se moviera debajo de mí, volviendo a follarme, para que me olvidara por completo de mi marido y siguiera montando a su hermano como si fuera el último hombre en la tierra.
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Han pasado 6 meses de aquel fatídico día.
Los abogados de Juanjo me presentaron los papeles del divorcio pasada poco más de una semana. No pude contactar con Juanjo, ni siquiera en el trabajo. El móvil siempre salía desconectado.
Aunque, realmente, lo que me dolía de todo aquello era que Iván había sido fulminantemente enviado de vuelta al internado, quedándome sola en Madrid sin tener adonde ir.
No me quedaba otra, para qué alargar la agonía. Firmé los papeles y me quedé con lo puesto. Mi coche, mi ropa y el dinero que tenía en el banco. El acuerdo prematrimonial que mis suegros insistieron en que firmáramos, le vino de perlas a mi marido. Cabrones. Bien muertos que estáis.
Por fortuna, no perdí mi trabajo, así que, en cuanto pude, me mudé a Zaragoza, reanudando inmediatamente mi relación con Iván.
El chico se esfuerza al máximo por rendir en la escuela, pues los permisos de salida van en función del comportamiento. Así que nos vemos todos los fines de semana. Para no meterle en un lío, no le recojo en la puerta del internado, sino algo más lejos.
Luego nos vamos a mi piso. A follar. O lo hacemos en el coche. Lo que a él le apetezca. Lo que sea para que no salga con otras mujeres. Iván es sólo para mí.
Curiosamente, se ha vuelto muy popular en el colegio. Con una novia mayor… Me ha presentado a unos cuantos compañeros y noté perfectamente cómo me devoraban con los ojos. Me gustó mucho conocerles y no me corté un pelo en comerle la boca delante de sus amigos. Que murmuren tanto como quieran.
Mi familia no me habla. Supongo que, tras el divorcio, Julia se fue de la lengua y le contó a su madre lo que había visto. Ninguno aprueba mi comportamiento. Me da exactamente lo mismo. Menos gasto en navidad.
El otro día fue el cumpleaños de Iván, por fin ha cumplido los 18. Como regalo, me puse un lazo en el pelo y le di una tarjeta en la que ponía: “Hazme lo que quieras”.
Y vaya si lo hizo.
Me contó que los abogados de Juanjo se habían puesto en contacto con él para solicitar su permiso para poder vender la casa de sus padres. Iván les respondió que, en cuanto entrara en posesión de su parte de la herencia, él mismo compraría su parte a su hermano.
Esa misma noche, me pidió que me casara con él.
Pensándolo bien, creo que al final sí que voy a terminar enterrada en el panteón familiar. Me lo habré ganado a pulso. Me he pasado por la piedra a sus dos herederos.
FIN
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