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Relato erótico “Mi esposa no supo negarse y acabó disfrutando”. (POR MARIANO)

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Me llamo Eloy, tengo 35 años y estoy casado desde hace diez con Olga, una mujer preciosa de 32 años, morena, de pelo bastante largo, ojos castaños y boca grande y de labios bastante carnosos: su cara es realmente bonita; mide cerca de 1,70 y tiene un cuerpo muy sensual, sus pechos son grandes de pezones oscuros. Llama mucho la atención de los hombres que se la comen con la mirada.

Olga es una mujer extrovertida y que difícilmente es capaz de contrariar a alguien sacrificándose ella con frecuencia con tal de no tener que dar una negativa en cualquier aspecto de su vida cotidiana. Esta forma de ser también es aplicable al sexo en el que aun comportándose de manera muy pasiva, prefiriendo dejarse hacer que participar activamente, no rechaza casi nunca lo que yo pueda hacerle; no he conseguido sin embargo que me chupe la polla pues la primera vez que se lo propuse me dijo que le daba asco el agüilla del capullo cuando está en erección, de modo que nunca volví a insistir en ello.
Este último invierno decidimos hacer una obra en la casa de modo que tras contactar con varias empresas nos decidimos por una de ellas para que se encargara del trabajo.
El día que empezaron la obra mi mujer me dijo que de ella se estaban encargando dos chicos de origen rumano que no hablaban casi nada de español; me comentó también que al terminar la jornada les había ofrecido una cerveza y algo de embutido, cosa habitual en mi mujer y que ellos le agradecieron amablemente.
Un par de días regresé a casa antes de lo normal coincidiendo con la hora de salida de los dos trabajadores y al entrar observé a través del cristal de la puerta que daba al salón desde el hall, que mi esposa y los dos operarios se estaban tomando el tradicional tentempié que ella les ofrecía al terminar la jornada de trabajo. Al estar la puerta cerrada y la luz del hall donde yo me encontraba apagada, mientras que la del salón estaba encendida ellos no me habían oído llegar ni podían verme a través de la puerta.
Tras colgar el abrigo en el armario ropero me dirigí hacia el salón para saludar pero al acercarme a la puerta observé como uno de los dos obreros se acercaba a Olga por su espalda y le ponía la mano sobre la cabeza acariciándole el cabello. Iba a entrar pero lo insólito del hecho me frenó y me mantuve quieto observando lo que pasaba.
Mi esposa se sorprendió indudablemente con las caricias del chico, pero no hizo movimiento alguno de modo que el chaval se animó aun mas y tras cogerle la cabeza con ambas manos empezó a acariciarle las sienes con los dedos; entonces su compañero se levantó, se aproximó también a Olga y tras ponerle sus grandes manos en la cara empezó a acariciarle suavemente las mejillas. Ella permanecía sentada e inmóvil sin saber que hacer y yo pasmado viendo la escena y dudando en intervenir.
Unos instantes después, y viendo que Olga no reaccionaba negativamente, el que estaba a su espalda la levantó de la silla mientras que el otro apoyaba sus manos sobre los hombros de ella; pero no tardaron mucho en proseguir su avance y al cabo de unos minutos el que estaba detrás de ella paseaba sus manos por los brazo y hombros de ella y empezaba a besarle el cuello; por su parte el otro chico ya había bajado sus manos por el costado del cuerpo de ella hasta agarrar suavemente sus caderas mientras también besaba sus mejillas acercando su boca a la de Olga.
Mientras la magreaban y besaban me fijé que los dos tíos eran muy distintos: el que estaba delante de Olga era moreno con el pelo muy rizado y de cuerpo bastante fuerte aunque no excesivamente alto; el otro chico era rubio, mas alto y delgado que su compañero, y llevaba el pelo bastante corto.
Los dos hombres estaban cada vez mas animados toda vez que Olga no ponía reparos a los sobeteos de modo que intensificaron sus caricias por encima de la ropa. El rubio paseó sus manos por el cuello de ella hasta alcanzar sus pechos; el moreno llegó con su boca a la de Olga y comenzó a besarla en los labios; al principio Olga no respondió al beso pero la insistencia del hombre consiguió que ella entreabriera los labios y de inmediato él lo aprovechó para meterle su lengua y besarla con mas intensidad, mientras ya le acariciaba el trasero.
A través de sus monos de trabajo se podía constatar que los dos hombres se estaban empalmando mientras seguían acariciando a Olga e imaginaban lo que podía a venir a continuación. Mi esposa permanecía quieta entre los dos hombres respondiendo ligeramente al beso del rumano moviendo los labios mientras la lengua del tío exploraba el interior de su boca.
Yo ya había decidido no intervenir pues el morbo de la situación empezaba a ser enorme y quería ver hasta donde era capaz de llegar ella; me mantuve agazapado contemplando la escena.
Los dos rumanos no tardaron mucho tiempo en buscar un mejor acomodo para seguir progresando en sus acciones sobre el cuerpo de ella, de modo que la fueron lentamente acercando al sofá del salón; yo me desplacé a la cocina que también comunicaba al salón con un gran ventanal situado justo encima del sofá; desde ahí podía seguir observando todo sin que me descubrieran.
Los dos hombres sentaron a Olga en el sofá, ellos se pusieron cada uno a un lado y volvieron rápidamente el ataque; ahora fue el rubio el que buscó el beso en la boca mientras le acariciaba las mejillas; mi esposa aceptó también tímidamente el contacto bucal con el hombre que la besaba con intensidad; el moreno por su parte la besaba en el cuello y en el lóbulo de la oreja mientras que sus manos se posaban sobre de los pechos de Olga palpándoselos por encima de la blusa.
Mi mujer seguía dejándose hacer y los dos rumanos ya se convencieron del todo de que tenían el campo libre de modo que la tumbaron boca arriba sobre ellos; la cabeza de Olga reposaba ahora sobre los muslos del moreno mientras que sus piernas se apoyaban sobre las del chico rubio; este ultimo puso sus manos sobre su falda y tras acariciarle las piernas por encima de la tela , bajó una de ellas hasta el tobillo y tras introducirla por debajo de la falda empezó a subir por dentro de la misma; Olga mantenía las piernas cerradas notando como los dedos del chico iban subiendo inexorablemente hacia su sexo, recorriendo las piernas y luego los muslos, dejando con su avance al descubierto la carne desnuda de las piernas.
El otro chaval tampoco perdía el tiempo, y mientras con una de sus manos sujetaba la cabeza de Olga para acercar su rostro al suyo y poder besarla en la boca, la otra se metía una y otra vez por el escote de su camisa acariciando sus tetas por encima del sujetador y amagando meter sus dedos directamente sobre ellas; no tardó mucho en comenzar a desabrochar los botones de la blusa de ella dejando al descubierto el canal de sus pechos y el sujetador de encaje blanco que los cubría.

Los dos chicos se deleitaban contemplando y tocando ya al desnudo buena parte del cuerpo de mi mujer, hasta que noté un leve estremecimiento en Olga cuando el rubio alcanzó sus bragas y empezó a pasear sus dedos sobre ellas; pronto toda la falda quedaba a la altura de la cintura y sus bragas blancas al descubierto mientras que la mano del rubio intentaba escurrirse hacia su entrepierna que ella mantenía cerrada.

El hombre moreno ya había desabrochado todos los botones de la blusa de Olga y acariciaba y apretaba sus pechos por encima del sostén; el bulto de su polla erecta por debajo del mono de trabajo era evidente y acercó la cara de Olga hacia su cintura para que ella comprobara su calentura; cuando ella notó la erección de él giró la cabeza hacia el lado contrario, como si se hubiera asustado de la dureza de la polla del tío; él intentó de nuevo apoyar la cara de ella sobre su vientre pero mi esposa rechazó de nuevo la invitación; el rumano entonces se escurrió hacia abajo en el sofá hasta conseguir que la cabeza de Olga quedara apoyada sobre su miembro empalmado; luego metió sus manos por debajo del sujetador para agarrar directamente sus dos pechos; los masajeó varias veces y luego los liberó del sostén dejándolos por completo al descubierto.
Mientras el rubio seguía acariciando su entrepierna por encima de la braga introduciendo de cuando en cuando los dedos por debajo de esta y acariciando su vello púbico; al poco rato le agarró sus bragas y las bajó por las piernas de Olga dejando al aire la pelambrera negra de su coño.
Los dos chicos cada vez mas excitados contemplaban el cuerpo semidesnudo de ella paseando una y otra vez sus manos por él. Ella permanecía quieta sintiendo como ambos le metían mano sin parar, pero sin hacer prácticamente nada por su parte como era tradicional en ella.
Después de sobarla durante un largo rato el rubio se incorporó y se situó de rodillas sobre el sofá delante de ella; luego le agarró las rodillas con ambas manos y empujando hacia afuera le fue abriendo las piernas; Olga se resistió un poco pero al final cedió a la operación y la raja de su precioso coño apareció ante la vista del chaval que de inmediato llevó allí su mano para comenzar a acariciarle los pliegues de sus labios; cuando subió sus dedos y alcanzó el clítoris percibí claramente el gimoteo de gusto por parte de ella.
El rumano moreno se fue deslizando aun mas hacia abajo en su asiento en el sofá hasta conseguir que la cabeza de Olga reposara sobre su vientre; el chico entonces mientras con una mano seguía recorriendo el cuerpo desnudo de mi esposa con la otra se desabrochó los botones de la bragueta de su mono de trabajo y metiendo su mano en ella se sacó el miembro erecto; tenía una polla muy gruesa y oscura aunque no demasiado larga pero sobre todo lo que mas me llamó la atención fue el abundante vello oscuro que circundaba los cojones cuando también deslizó al exterior sus pelotas. Tras sacarse la verga la soltó de sus manos y de inmediato ésta se desplazó hacia arriba chocando contra la oreja de Olga; el chico entonces acarició suavemente el rostro de mi esposa y lo fue desplazando hacia el lado por el que su polla asomaba al exterior; era evidente que el rumano estaba intentando conseguir que ella llevara su boca a su tieso cipote para chupársela; su miembro tocó la cara e Olga a la altura de su nariz de modo que él se la cogió de nuevo y la guió despacio hacia los labios de ella, pero cuando Olga sintió el contacto apartó la cara hacia el lado contrario.
Mientras ambos porfiaban, él en el intento de meterle la picha en la boca y ella en su negativa de hacerlo, el otro chico ya se había tumbado boca abajo en el sofá sobre las piernas de Olga y lamía sus muslos acercándose cada vez mas hacia el sexo entreabierto de ella; alternaba sus lamidas de una pierna a otra mientras con sus dedos seguía jugueteando en el coño de ella: cuando ya estuvo próximo a alcanzar con su lengua las ingles de ella le agarró los muslos por debajo y le alzó ambas piernas abriéndoselas al mismo tiempo: el chocho de Olga estaba plenamente abierto a él: por fin llegó con su boca a los pelos que rodeaban su raja y abriéndole los labios introdujo la lengua en su chocho recorriéndolo de arriba a abajo repetidamente mientras mi mujer suspiraba sintiendo el gusto de la comida de coño que el hombre le estaba obsequiando.
El moreno acercó entonces su boca a los pezones erectos de sus tetas apoderándose de uno de ellos y lo lamió y mordisqueó mientras le manoseaba el pecho con una mano y con la otra seguía intentando inútilmente acercar la boca de Olga a su miembro; ella estaba cada vez mas caliente y no pudo evitar agarrar con sus manos la cabeza del rubio para empujarla hacia su conejo; este ya metía su lengua por completo en el agujero de su coño para luego salir y frotarle repetidamente el clítoris, aumentando cada vez mas la calentura de ella.
Al cabo de un rato el chico abandonó la comida del coño de mi esposa y agarrándola de las caderas volteó en un rápido movimiento el cuerpo de ella para dejarla boca abajo en el sofá; la maniobra hizo por un lado que el precioso trasero respingón de ella quedara a la vista del chaval rubio y por otro que el rostro de Olga impactara con la gruesa polla del moreno que no perdió la ocasión y sujetándole la cabeza con una mano la inmovilizó sintiendo con gran placer como los labios de ella se posaban en sus huevos sin poder despegarse de ellos.
Tras acariciarle las nalgas el rubio se entretuvo unos instantes en pasarle los dedos por la raja de su culo hasta que se levantó y con rapidez se despojó del mono de trabajo y de los slips; tenía un cuerpo delgado y atlético; su polla ya en plena erección no era demasiado gruesa pero tenía una considerable longitud; el chico se acercó de nuevo a mi mujer y apoyando su polla sobre el trasero de ella la frotó suavemente de arriba a abajo sobre la raja del culo y luego la dirigió aun mas abajo hasta alcanzar el chocho con la punta de su nabo; mi esposa gimió al notar el contacto de su polla, pero su grito fue mucho mayor cuando el rubio apretó y le introdujo su larga vara por el coño mientras la agarraba por las caderas y la levantaba para dejarla de rodillas sobre el sofá; entonces empezó a moverse follándosela muy despacio mientras con sus manos le desabrochaba el sujetador y la falda y luego le agarraba los dos pechos que le colgaban por la posición en que ella se encontraba; mientras seguía con la lenta follada empezó a besarle con su lengua la espalda recorriéndola de arriba abajo y con los dedos de sus dos manos a pellizcarle los erectos pezones de sus pechos.
El buen hacer del chico rubio hizo que la excitación de Olga aumentara de tal modo que ella empezó también a participar mas activamente: vi como con los labios empezaba a besar los peludos cojones del chico moreno que sonriendo suspiraba quedamente mientras con ambas manos acariciaba el rostro de mi mujer; luego sin dejar que ella apartara la boca de sus pelotas se incorporó y arrodillándose también el en el sofá movió con sus manos la cara de mi esposa hacia arriba a lo largo de su endurecida lanza; ella le besó con los labios la caña de la picha pero cuando él intentó acercar la boca de mi mujer hacia su grueso capullo esta hizo un claro ademán de rechazo dando a entender una vez mas que no tenía intención de mamársela.

El hombre, cada vez mas ansioso, siguió intentándolo durante un rato hasta que de repente sonó un móvil y él se incorporó para atender una breve llamada; cuando colgó se desnudó por completo dejando al descubierto su velludo cuerpo oscuro.

El rumano rubio se la estaba follando ya mas intensamente, metiendo y sacando su picha del coño de mi mujer con creciente rapidez mientras no dejaba de sobarle la espalda y los pechos; en ese momento Olga les avisó con un gesto que no podían correrse dentro de ella; el moreno, ya sin ropa alguna, se acercó de nuevo al sofá y tras hacerle un ademán a su compañero para que se saliera del interior de mi mujer se colocó tumbado boca arriba y manteniéndola a ella sujeta por la cintura y de rodillas apuntó el nabo hacia su coño, paseó la punta unas cuentas veces por su encendida raja y luego de un fuerte golpe se la introdujo por completo; Olga gritó al sentir la gorda polla del rumano abrirse paso dentro de ella pero no tardó en volver a gemir cuando sintió que él comenzaba a joderla rítmicamente; el rubio entonces volvió de nuevo a la carga y tras acariciarle con los dedos su ano aproximó su polla a él y empujó con intención de encularla; mi mujer hacía tiempo que no hacía sexo anal de modo que sintió dolor el notar el empuje del hombre pero como su polla no era demasiado gruesa fue entrando poco a poco en su recto; a los pocos instantes los dos hombre se follaban a mi mujer con entusiasmo en un precioso sandwich que la estaba enloqueciendo de placer.
El rubio llevaba el compás de la follada agarrando y moviendo de arriba abajo las caderas de mi mujer mientras que el otro tras chupetearle las dos tetas se las agarró con ambas manos mientras acercaba su boca a la de mi mujer; ahora sí que ella respondió, presa de excitación, al beso del hombre abriendo su boca y entrelazando la lengua con la de él mientras le acariciaba el velludo torso. La violencia en los movimientos se fue acentuando y Olga no tardó mucho en venirse entre gritos y suspiros aferrándose a la espalda del que tenía encima de su cuerpo y echando la cabeza hacia atrás.
Cuando comenzaron a apagarse los gemidos de mi mujer después de su orgasmo el chico moreno le dijo algo a su compañero al oído y tras salirse de ella la cogieron entre ambos y la tumbaron boca arriba sobre el sofá. Inmediatamente el rubio se colocó sobre ella y le enchufó la polla en el coño empezando de nuevo a follársela; por su parte el chaval moreno se subió al sofá y arrodillándose a ambos lados de su pecho se cogió la picha con una mano y la acercó a la cara de Olga; el tío empezó a tocar con su polla el rostro de mi mujer que recuperándose aún del orgasmo anterior prácticamente ni se inmutaba: rozaba con movimientos muy lentos sus mejillas, su frente, la barbilla, mientras que con la otra mano le acariciaba el pelo con suavidad: era evidente que una vez mas el hombre lo que buscaba era el contacto bucal pero sabedor ya de la reticencia de mi mujer a ello se extendió en acariciarle la polla por el rostro con extremada ternura.
Tras un buen rato de pasarle la polla por el rostro el hombre acercó la punta a la boca de Olga esperando que con la dulzura demostrada en sus actos pudiera haber vencido la manifiesta negativa de ella; sin embargo en cuanto mi esposa notó el contacto de su miembro húmedo en sus labios movió la cabeza hacia un lado en clara demostración de su falta de interés en metérsela en la boca.
Cuando el chico comprobó que sus intentos habían sido de nuevo inútiles acercó la caña de su tranca a los labios de mi mujer que tras titubear comenzó a besarla e incluso a lamerla pero procurando evitar arrimarse a la mojada punta de su miembro.
En cualquier caso el contacto de los labios y sobretodo de la lengua de Olga sobre su polla fueron encendiendo cada vez mas al hombre, a juzgar por los gemidos de gusto que éste mostraba, y su verga parecía que iba a explotar, pero el chico aún no debía tener intención de correrse puesto que de repente adelantó su posición colocándose sobre la cara de mi mujer poniéndole las pelotas sobre su boca en un claro deseo de obtener el mismo tratamiento en sus cojones que el que poco antes había conseguido en su picha. Mi mujer no se opuso y empezó a lamerle también sus peludos huevos recorriéndolos con su lengua de lado a lado mientras el tío cada vez más excitado se masturbaba lentamente con una mano mientras que con la otra seguía acariciando las mejillas de mi esposa.

El rumano rubio seguía mientras tanto con su lento mete-saca agarrado a las caderas de ella hasta que tras un ademán de su compañero llevó sus manos a los pechos de Olga, agarrándolos primero con firmeza y manoseándolos después por completo. Las caricias en las tetas junto al rítmico vaivén de la follada del rubio chaval empezaron a surtir efecto y Olga empezó a excitarse de nuevo soltando pequeños gemidos de placer.

Mientras tanto el chico moreno, acariciando ahora con ambas manos la cabeza de mi mujer, adelantó aun mas su cuerpo para facilitar las maniobras de su compañero con lo que sus huevos quedaron a la altura de la nariz de ella con el tieso capullo por encima de su frente y su recto a la altura de la boca de ella; el chico bajó cautamente su trasero hasta la altura de los labios de ella apoyando sus cojones sobre la nariz y empezó a moverlo lentamente hacia arriba y abajo; extrañamente mi mujer no puso pega alguna, lo que debió sorprender al hombre que seguramente pensaba que ella iba a apartar su rostro hacia un lado.
Entretanto el otro hombre se la seguía follando sin descanso mientras le sobaba las tetas a placer hasta que acercó su boca a una de ellas y apoderándose de su rosado pezón se lo chupó con fuerza mientras le pellizcaba el pezón libre con una de sus manos; la calentura de mi mujer aumentó con los lametazos que le propinaba el rubio y en un determinado momento agarró con ambas manos a la cintura del hombre moreno: éste, animado al notar el contacto de las manos de Olga sobre su cuerpo, bajó aun mas su culo presionando con mas fuerza sobre el rostro de mi mujer con lo que consiguió apoyar su ojete en los labios de ella; entonces empezó a restregar su trasero sobre la cara de Olga con movimientos circulares lo que le produjo una gran satisfacción y empezó a menearse de nuevo su polla mientras jadeaba y farfullaba palabras en su idioma de origen; alentado por las inesperadas últimas reacciones de mi esposa bajó su cipote de nuevo a la cara de ella para restregárselo por la frente mientras seguía moviendo y apretando el agujero de su ano sobre su boca, hasta que con un movimiento arqueó el culo hacia arriba y bajó rápidamente su capullo hacia los labios de Olga intentando de nuevo introducírsela por la boca, pero mi mujer se mantuvo firme y aunque esta vez no apartó la cara tampoco abrió los labios con lo que la enrojecida punta del nabo del tío se quedó apoyada sobre la boca de ella, y él tuvo que limitarse a restregárselo por los labios sin que ella, probablemente por la excitación que le producían las maniobras del rubio, opusiera resistencia a ello; el tío recorrió una y otra vez la punta de su nabo sobre los labios de Olga con la esperanza de que en algún momento ella abriera la boca, pero ésta siguió mostrándose inflexible a la mamada que el hombre moreno estaba desesperadamente intentando conseguir.
Cuando se dio cuenta de que no iba a conseguir su propósito, se giró hacia el compañero y le comentó algo que no pude entender; rápidamente el rubio se incorporó de su posición saliéndose del coño de mi mujer mientras que el otro bajó su cuerpo hasta la cintura de ella, le colocó la endurecida polla en su pechos para a continuación cogerle ambas tetas con las manos y acercándoselas entre sí apretar su miembro.
El rubio mientras tanto se había cogido la larga polla con la mano derecha y acercándola a la almeja de Olga empezó a frotarla sobre la raja mojada sin llegar a penetrar en su húmedo agujero, mientras que con los dedos de la otra mano le acariciaba el trasero; cuando el rumano que estaba sobre el pecho de Olga empezó a follársela entre las tetas el otro chaval arrodillado sobre una de sus piernas en el sofá y la otra de pie sobre el suelo, la agarró por los muslos y le introdujo de nuevo la verga en el culo empezando a joderla una vez mas, cosa a lo que mi esposa reaccionó de inmediato con suaves suspiros.
Durante un buen rato los dos hombres se movieron sobre el cuerpo de Olga cuya calentura iba en aumento a juzgar por la intensidad que empezaban a alcanzar sus gemidos. El aguante que estaban demostrando los dos rumanos era encomiable pero al cabo del tiempo observé que el moreno empezaba a acelerar el ritmo de la follada en el pecho de mi mujer y que empezaba a jadear mas alto, señal inequívoca de que se estaba acercando al orgasmo. El rubio había acercado una de sus manos a la raja completamente abierta de mi mujer, mientras su picha le taladraba el agujero del culo con continuos embistes; tras apoyar su dedo índice sobre el clítoris empezó a masajearlo alternando la caricia con la introducción del pulgar en su almeja; noté que también el hombre se estaba calentando por momentos pero los toqueteos que le estaba propinando a Olga en su inflamado clítoris junto a la penetración anal produjeron un gran efecto en mi mujer que empezó a mover su cuerpo a y gemir con mas fuerza.
El moreno, a punto de estallar, soltó entonces uno de los pechos de ella y, sin dejar de mover su tranca de arriba abajo entre sus tetas, cada vez con mas violencia, acercó su mano libre a las mejillas de Olga para acariciarlas; cuando ésta sintió el contacto de los dedos del hombre sobre su cara tenía tal grado de calentura que la movió hacia un lado apoderándose con su boca de uno de los dedos del rumano engulléndolo con placer, pues esta es una de las cosas que mas le gusta mientras folla; el hombre, sorprendido ante la inesperada reacción de mi mujer que le pareció del todo inusual, de inmediato redujo el ritmo de la follada que le iba a llevar a correrse sin remedio; acto seguido empezó a juguetear con sus dedos sobre los labios y la boca de Olga notando el gusto que le proporcionaba esta caricia a mi esposa; empezó entonces a introducir y sacar suavemente de la boca de mi mujer primero uno de sus dedos, luego dos y después hasta tres al mismo tiempo: los movimientos eran suaves hacia dentro y fuera de la boca mientras observaba como ella seguía entusiasmada con los vaivenes de sus dedos.
Se volvió a su compañero haciéndole gestos de que se moviera con cautela y siguiera acariciando el clítoris de Olga; él ya había dejado de restregar su tranca sobre el pecho de Olga y tras enderezarse sobre sus rodillas empezó a aproximar su capullo hacia la cara de mi esposa mientras seguía moviendo rítmicamente sus dedos en la boca de esta; la maniobra la realizó con una gran lentitud hasta situar el cipote a escasos centímetros de sus labios; había crecido todavía mas y le asomaba el glande que por efecto de la excitación estaba totalmente mojado de un liquido blanquecino.
Olga, con los ojos cerrados y ensimismada en las caricias de los dos tíos no se había ni percatado de que ya no la follaban por las tetas de modo que el moreno estudió el ultimo movimiento a realizar: mientras le acariciaba con una mano el pelo, con la otra le introdujo tres dedos en la boca, los movió dentro de ella y los sacó viendo como ella dejaba entreabiertos sus labios para recibir de nuevo la caricia; repitió varias veces mas la operación y cuando notó que la ocasión era propicia acercó su polla a los labios y tras deslizar los dedos fuera de su boca se cogió la picha y de un rápido empujón le introdujo la punta del rabo entre los labios.
Mi esposa no esperaba encontrarse el mojado cipote del rumano de modo que su reacción instintiva fue liberarse cerrando los labios y moviendo la cara de un lado a otro pero el hombre había estudiado perfectamente la situación y con el cuerpo presionaba su verga hacia dentro de la boca de ella mientras que con las manos le tenía sujeta la cabeza. Mi esposa porfió durante un rato intentando mover la cabeza de un lado a otro para librarse del grueso miembro del individuo pero él la tenía perfectamente atenazada con la presión de su cuerpo y manos sobre su cabeza.
Una vez frenados los iniciales intentos de ella por sacarse la verga de su boca, el hombre, quedándose quieto, la miró fijamente a los ojos con aire de triunfo dándola a entender que por fin te he metido el nabo en la boca; ella imploraba con su mirada que le sacara el pollón, pero los ojos suplicantes de mi mujer lo único que hacían era acrecentar la calentura del hombre cuya excitación era enorme; había conseguido lo que durante todo el tiempo había deseado y mi esposa le había negado, e iba a disfrutar plenamente de ello; miró al rubio y ambos sonrieron.
Los labios de mi esposa estaban completamente ocupados por el grosor de la polla del hombre que había conseguido introducir con su empujón cerca de un tercio de su tranca; tras unos instantes en los que solo se movió el rumano rubio follándose lentamente el trasero de Olga, el otro se posicionó mejor sobre sus rodillas subiéndolas a la altura de los hombros de ella y con el tronco bien erguido, y sin dejar de presionar su verga sobre la boca de mi esposa llevó una de sus manos a su polla agarrando la caña que sobresalía de los labios de ella; después empezó a juguetear con su cipote moviendo la piel de arriba abajo, pajeándose lentamente mientras suspiraba a cada movimiento de su mano.
Los movimientos que el hombre se estaba haciendo no provocaban una mayor penetración de su picha, puesto que mi mujer presionaba con sus labios el capullo para evitarlo, pero cuando también empezó a sacudirse el pene de arriba abajo provocó que su mojado glande totalmente dentro de la boca de mi esposa soltara en cada sacudida toda el agüilla que por la excitación se había ido acumulando en la punta de su capullo; el contacto salado del líquido no le gustó, como es obvio, a mi esposa e intentó de nuevo tímidamente escapar del tormento, pero pese a sus esfuerzos no tenía forma alguna de evitar la penetración de la gorda polla del rumano que empezó a masturbarse de nuevo dentro de su boca.

Durante un buen rato se la meneó despacio, hasta que de repente el hombre empezó a acelerar el ritmo del movimiento de la mano sobre su polla mientras su calentura aumentaba con la paja que se estaba haciendo dentro de la boca de mi esposa; los jadeos del individuo se acrecentaron conforme se acercaba al orgasmo, y vi en el rostro de mi mujer su expresión de pavor viendo que el tío iba a correrse dentro de su boca e iba a tener que degustar inevitablemente toda su lefa, pero cuando él notó que la corrida estaba cerca dejó de masturbarse, para alivio de mi esposa; pero tras descansar durante unos segundos, empezó de nuevo a pajearse; pese a la excitación que llevaba acumulada él hombre iba a seguir disfrutando durante mas tiempo de la penetración oral que tanto le había costado conseguir.

El rubio mientras tanto seguía su follada: el largo miembro entraba y salía del agujero del culo de ella mientras no paraba de masturbar su coño con los dedos de su mano, recorriendo la raja de arriba a abajo con el índice, acariciando los pelos de su almeja y deteniéndose en el clítoris para presionar suavemente el mismo; la jodía sin violencia, despacio, saboreando el contacto de su caña con las paredes del recto e intentando con el movimiento de sus dedos que ella volviera a ser presa de la excitación que había perdido al sentir la polla del hombre moreno introduciéndose por sorpresa en su boca: en comparación con su compañero parecía menos pasional, se movía sin cesar pero sin dar síntomas en ningún momento de estar cercano a correrse, aunque en su rostro sí se podía entrever que disfrutaba enormemente con el cuerpo de Olga y sobretodo con su chocho que acariciaba y manejaba a su antojo.
Tras varios minutos de pajearse el rumano de pelo negro soltó su polla y sujetando con ambas manos la cabeza de Olga empezó a apretar su tronco con más fuerza contra el rostro de ella intentando introducirle aun mas su gorda picha en la boca.
La posición arrodillada sobre el sofá y la resistencia que ofrecía mi mujer empujando con sus manos sobre la cintura de él no le permitían progresar en sus pretensiones, de modo que bajó su pierna izquierda y la apoyó sobre el suelo, echando a continuación su cuerpo hacia delante; con una pierna bien anclada sobre el suelo sí pudo empujar con mas fuerza sobre el rostro de mi esposa.
Ella se esforzó en evitar los avances, pero la fuerza que el hombre ponía en la presión se fue acentuando y pronto observé que su tranca se deslizaba poco a poco aun mas dentro de la boca de mi desesperada mujer que pugnaba por evitar la introducción de la gorda polla; el forcejeo que los dos mantenían se fue decantando sin remisión a favor del macho que empujando sin cesar consiguió introducir la mitad de su grueso pollón entre los labios de ella; en ese momento el rumano paró, pero mantuvo sujeta con ambas manos la cabeza de ella para impedir que ésta consiguiera liberarse, y tras descansar un rato reanudó el empuje de su polla hacia dentro de la boca de Olga intentando introducirla todavía mas dentro de ella; en esta ocasión facilitó su propósito presionando la cabeza de mi esposa, que tenía bien cogida con ambas manos, hacia su pubis.
Olga notaba con desesperación como, a pesar de sus esfuerzos, la gorda tranca del tío invadía centímetro a centímetro el interior de su boca mientras que el hombre pugnaba, sudando y jadeando, casi al borde del éxtasis, por metérsela lo máximo posible; sus esfuerzos estaban siendo recompensados pues pronto observé que tan solo una cuarta parte de su picha quedaba fuera del húmedo recinto de ella.
Olga, que comenzaba a tener dificultades para respirar, se resignó a su suerte al percatarse de que el hombre quería meterle el pollón por completo en su boca y de que no se iba a detener hasta conseguirlo, de modo que para intentar acabar cuanto antes dejó de luchar y tras apoyar ambas manos sobre el trasero del tío dejó de oponerse a la presión que él ejercía sobre ella.
Cuando el rumano notó que las manos de mi esposa no oponían ya resistencia supo que ya no iba a tener dificultades y al momento dio un fuerte golpe de riñones mientras emitía un ronco grito de triunfo; de inmediato su tranca desapareció por completo en el interior de la boca de mi mujer, sus pelotas chocaron contra la barbilla de ella y la nariz de Olga también desapareció dentro de la mata negra del abundante vello púbico del rumano.
El hombre estuvo disfrutando durante unos segundos del húmedo calor de la boca de mi mujer en todo su miembro hasta que notó que ella le ponía las manos en el vientre y le instaba a retirarse pues prácticamente no podía respirar; había por fin llegado el ansiado momento de comenzar a follársela por la boca; arqueó lentamente el cuerpo hacia atrás y parte de su picha fue reapareciendo de los labios de ella, pero de inmediato empujó de nuevo y se la introdujo de nuevo por completo; repitió la operación una y otra vez, jadeando cada vez con mayor intensidad mientras el placer invadía todo su cuerpo.
El otro hombre entretanto había cambiado de agujero y ahora la jodía por el chocho sin dejar de acariciar con uno de sus dedos la raja de su coño: sus embestidas se fueron acentuando al tiempo que inclinándose sobre ella se apoderó de nuevo de uno de sus pechos y empezó a succionar repetidamente su inflamado pezón.
Mi esposa se estaba habituando ya a la follada en su boca del moreno y sus labios soltaban y engullían sin problemas la gruesa vara del macho; empezaba de nuevo a calentarse mientras los dos tíos la jodían sin descanso y decidió abandonarse al placer; empezó a mover su pelvis de arriba abajo acompasándose al mete-saca del rubio rumano; alzó una de sus manos hacia el velludo torso del macho que tenía sobre su cabeza rozando la piel y la pelambrera negra de su pecho; con la otra mano empezó a acariciarle suavemente los cojones acompañando los movimientos de su follada.
El hombre empezó a pronunciar frases en su idioma y comenzó a pararse entre cada embestida para evitar derramarse; mi mujer ya era consciente de que no iba a poder evitar recibir por primera vez en su vida la eyaculación de un hombre en su boca y además iba a ser la leche de un extraño la que iba a tener que saborear y beberse sin remisión; decidió entonces intentar provocarle la corrida cuanto antes; la mano que acariciaba el peludo cuerpo del hombre se detuvo en una de sus tetillas recorriéndola suavemente con sus dedos, mientras que deslizó la otra mano desde los huevos hasta la abertura anal y movió uno de sus dedos en circulo alrededor del ano del tío.
Las caricias de Olga acabaron con la resistencia del macho, que se dio cuenta que aunque frenara sus movimientos iba a correrse sin remedio; comenzó a follarse la boca de Olga con violencia sujetándole la cabeza mientras ella no cejaba en sus caricias. Consiguió aguantar una docena de embestidas hasta que finalmente apretó su pubis todo lo que pudo sobre la cara de ella escondiéndole una vez mas su tranca en la boca y tras emitir un tenue suspiro su cuerpo quedó tenso durante unos segundos hasta que finalmente con un enorme rugido relajó sus músculos y empezó a eyacular.
El grito que acompañó el inicio de su corrida fue prolongado, señal evidente de que su polla estaba escupiendo en su primer envite una gran cantidad de leche que Olga recibía directamente en su boca; tras este primer y prolongado espasmo el hombre contrajo el cuerpo hacia atrás para de inmediato rugir de nuevo y empujar su picha hasta el fondo soltando una nueva oleada de esperma que llenó de nuevo la garganta de Olga obligándola a beberse todo el liquido. Se folló la boca de Olga varias veces mas gritando y descargando toda la leche que había ido acumulando en sus huevos y que en mas de un momento había estado a punto de derramar con anterioridad; ella, muy a su pesar, tuvo que tragarse todo el liquido que el pollón del rumano soltaba cada vez que con un golpe de riñones penetraba por completo entre sus labios.
Cuando él termino de vaciar sus cojones se incorporó permaneciendo quieto con el cipote aún dentro de ella mientras que el rubio se follaba cada vez mas impetuosamente el chocho de mi mujer sin dejar de amorrarse a sus pechos; la fuerza de la jodienda y los lametones del rumano en sus tetas estaban llevándola de nuevo al orgasmo, cosa que observó el rumano moreno pues retiró la polla ya morcillona de su boca y se apartó de Olga para dejarla orgasmar a gusto.
Mi esposa explotó al poco tiempo y con un grito contenido se corrió por segunda vez mientras agarraba al moreno por el culo intentando atraerle hacia ella.
Cuando ella empezó a relajarse observé que el rubio estaba a punto de correrse en su coño pero el moreno le advirtió que ahí no podía hacerlo; el rubio se salió y ocupó entonces inmediatamente el lugar que había dejado el moreno y agarrándose su estrecha pero larga picha empezó a pelársela sobre la cara de ella.
Se la meneó durante un buen rato jadeando intensamente: curiosamente movía su larga caña de arriba abajo sin dejar asomar el capullo; pronto la punta de su polla comenzó a cubrirse de un liquido blanco muy espeso hasta que él la apoyó en los labios entreabiertos de Olga; mi esposa, que acababa de correrse con la follada en su coño del hombre decidió recompensarle, y cuando notó que la vara del tío mojaba sus labios con el espeso moco blanco adherido a su capullo sacó su lengua al exterior y lamió suavemente la zona inferior de su pene; el roce de la lengua de mi mujer en su picha hizo estremecerse al rubio rumano que suspiró profundamente mientras llegaba al orgasmo: dejó asomar por fin el glande de su cipote y empezó a correrse.
De la boca de su polla comenzaron a brotar grandes borbotones de esperma bastante viscoso que se depositaron sobre la lengua de mi mujer y resbalando sobre ésta de inmediato se deslizaron hacia el interior de su boca hasta la garganta; la eyaculación del macho era lenta pero abundante y fue descargando su caliente y espesa leche en la boca de ella; la pringosa lefa que no paraba de fluir de su capullo seguía depositándose en la lengua de Olga sobre la que mantenía apoyada su larga polla para luego bajar hacia el interior de su boca.
Olga, que ya antes había tenido que tragarse sin poder evitarlo la corrida del otro hombre, no puso obstáculos a beberse por segunda vez la leche de otro extraño y se la fue tragando gota a gota mientras él suspiraba y jadeaba viendo como todo su esperma se introducía en la boca de mi esposa; cuando por fin su capullo dejó de soltar semen le metió la vara en la boca terminando de meneársela y sacudírsela dentro de ella para depositar en su interior los últimos restos de la corrida.
El rumano de pelo oscuro viendo el espectáculo que ofrecía mi esposa con toda la boca llena de la leche de su compañero mientras ella se la iba tragando, tenía otra vez su gruesa polla muy tiesa de modo que empezó también él a cascársela de nuevo; no tardó mucho en rugir de nuevo mientras se corría por segunda vez soltando tres o cuatro chorros de esperma caliente sobre la cara de ella.
Cuando los dos tíos se relajaron se miraron sonriéndose y mientras restregaban sus pollas y dedos por todo el rostro de Olga, recogieron y dirigieron a su boca los restos de leche acumulada por toda su cara. Mi esposa permanecía tumbada sobre el sofá, con los dos machos junto a ella, saboreando el semen que los dos tíos le daban a beber mientras les acariciaba tiernamente los huevos.
No voy a mencionar el estado en el que yo me encontraba, mezcla de excitación e incredulidad por lo que había visto, pero percatándome de que todo había terminado, salí de la cocina y de la casa y me metí en el coche hasta que, pasado un rato, los dos obreros salieron de mi casa con una amplia sonrisa de satisfacción.
Mi esposa se mostró en los siguientes días algo distante, pero al poco volvió a ser la de siempre, preguntándome yo si se habría repetido de nuevo la follada en los días que duró la obra.
Y la gran duda es si volver a proponerle que me la chupe, cosa que ahora deseo mas que nunca, sin decirle nada de lo que he visto, o contarle todo y ver como reacciona. ¿Vds. que harían? Por favor envíen sus comentarios.
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Gracias a todos los que dejéis un comentario o una invitación.
 
 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

 

Relato erótico: “Me cogieron en el taller.” (POR INDIRA)

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Hola mis queridos amigos, ¡calenturientos chamacos!
Nuevamente muchas muchas gracias por sus correos, fotos, invitaciones, flores, videos, etc. Muchos de ustedes me hacen pasar noches muy húmedas y otros tantos ya me conocieron J y eso es lindo.
Sé que les debo la continuación de mi fin de semana pero surgió un imprevisto que tengo que platicar por qué fue muy excitante, loco, hasta podría decir que es de lo más extremo que he hecho.
Pues bien, tuve la necesidad de salir el fin de semana pasado a Puebla, me fui con unas amigas de antro en la noche, todo normal, chicos, alcohol, baile, etc.
Como eh mencionado con mis amigos cercanos, familia, novios, etc soy una chica “normal” por lo tanto no pude llevarme a nadie a la cama esa noche, aunque ganas no me faltaron porque había cada tipo más sabroso en el antro, uf.
El asunto es que tenía que estar temprano, a las 9 am en un lugar en el cual iba a firmar un documento y de ahí tendría que esperar dos horas para regresar y continuar con los trámites.
El asunto es que cuando tomo bastante, pues, digamos, se me afloja el estómago al otro día, siempre me ha pasado y pues nada, en la casa voy al baño rico y todo en orden, pero en esta ocasión llegue del antro a las 4 am, dormí poco y salí volada por que se me hacía tarde.
No me arreglé mucho, tome un pantalón blanco pegadito a la cadera, una blusa de licra con encaje color chocolate y una torera, un sostén rosita claro de algodón cómodo y una tanga de encaje a juego con el sostén, tacones altos, me maquillé un poco y solo me cepillé rápido el cabello y me fui.
Llegué a mi cita volando, casi casi la pierdo, pero llegué, firmé y bueno, me disponía a ir hacia una plaza cercana a desayunar para matar el tiempo pero de la nada sentí un retortijón en el estómago, UFFF, “ganas del baño”, normalmente una se aguanta pero debido a lo que ya platiqué yo no puedo cuando es por “borrachera”, tengo que ir.
Me empecé a poner verde, no llegué al coche por que dije, no voy a aguantar, ¡no voy a aguantar!
Empecé a caminar para ver negocios abiertos, un café, algo que me salvara, camine dos cuadras a la redonda de donde estaba y como aún era temprano no había casi nada abierto.
Uf comencé a sudar, ya no aguantaba, caminaba con cara de desesperada, si alguno le ha pasado lo que me pasó sabe de qué hablo, ya estaba desesperada y vi a lo lejos un taller de bicicletas, SI de bicicletas y me acerqué y tenía el típico letreo al fondo de baño.
Había 3 tipos, un señor como de 55 feo y flaco, un tipo como de 32 con un muy buen cuerpo, alto, muy alto y con manos grandes y rudas (me encantan las manos grandes, sobre todo los dedos), moreno, espalda ancha y no tan feo y un chico de unos 16 años flaco y no tan feo. No se cómo me atreví porque después lo pensé bien, no sé cómo de verdad me atreví y les pedí que me dejaran pasar a su baño, ES UNA URGENCIA les dije contoneándome, casi doblándome por el estómago lo cual hacia que sacara más mi culito.
Ellos solo asintieron con la cabeza y me dieron el paso, obviamente me devoraron con la mirada, intenté abrir y no abría la puerta como si estuviera atorada, la puerta del baño estaba atrás del mostrador, y había un espacio relativamente pequeño.
Rápidamente el tipo alto fue a donde estaba yo y se puso a tras de mí, me rozaba las nalgas con su cuerpo y empujó fuerte la puerta, listo me dijo mientras me ponía una de sus manos en la cintura.
Entré lo más rápido que pude sin cerrar la puerta puesto que no aguantaba, él pudo ver cuando me baje el pantalón con la tanga, alcé la vista y le dije ¿cierras? Lo hizo y me dejó….
Uf, era la gloria, no me tarde mucho pero para mi sorpresa no había papel, así que les tuve que gritar a los chicos si tenían, entro el mismo tipo que me había visto antes y me aventó el papel, hice lo propio y no saben cómo descanse.
Me lavé las manos y entonces capté dónde estaba, era un lugar sucio, con el piso lleno de agua, con cubetas de agua por todos lados y ropas colgadas en las paredes, los muebles de baño estaban percudidos y note que me había mojado el pantalón al bajarlo completamente, puta madre pensé.
Tenía una mancha de agua y se veía bastante, ¿cómo iba  a salir así? Tomé papel y comencé a secar el pantalón pero la mancha no se quitaría fácilmente. Llevaba ya más de 20 minutos en el baño intentando secar la mancha y los chicos tocaron preguntando si todo estaba en orden.
Adelante dije ya que la puerta estaba dura y la tenían que empujar fuerte, era el mismo tipo, le dije me manche el pantalón de agua y me voltee enseñándole el culo.
Hasta este momento mi lívido volvió a funcionar, recordé que ya me había visto bajarme el pantalón y me había visto sentada en el baño, y ahora le estaba mostrando mi culo, vaya puta que soy debe pensar.
Me había quitado la torera y solo estaba en blusa sexy J
Me recorrió todo el cuerpo y se agarró el pito, uff, como me excita ver eso, comencé a mojarme…
¿Tienes secadora? O ¿Plancha? Le dije.
No, pero a una cuadra hay una lavandería si quieres lo podemos llevar, o puedes ir… Pero te lo tendrías que quitar allí de todos modos.
Vaya dilema pensé, o me voy con los pantalones mojados como si me hubiera orinado caminando una cuadra y de todas formas me lo tendría que quitar allí, o me lo quito aquí, lo observé bien, grandes brazos, tórax, piernas fuertes, y ya me había visto dos veces la tanga, como dicen más vale malo conocido que bueno por conocer así que mientras se lava el pantalón puedo “jugar” un poco con este “machote” pensé.
Como el piso estaba mojado extendí mi brazo tocando su hombro para agarrar equilibrio y evitar poner un pie en el piso, me puse frente a él y desabroche el botón del pantalón dejando ver mi tanguita rosadita de encaje muy sexy, ya estaba excitada y comenzaba a escurrir mis juguitos.
Me bajé los pantalones lentamente y su cara decía todo, me comía con la mirada y se acaricia el pito descaradamente, lo jale un poco para no tener el brazo tan estirado y quedamos a escasos 30 centímetros, saque una pierna y luego la otra, con la excusa de ayudarme puso su mano en mi cintura al final de la blusa y tocando un poco de piel, eso me electrizo.
Saque el pantalón y se lo di, ahora imaginen la escena, yo en tanga de encaje rosa con tacones, una blusa de encaje, se me  veían los tirantes del sostén rosas y por mi grado de excitación y el sostén de algodón mis pezones ya se marcaban bastante, la raja de mi panochita se marcaba en mi tanga y por atrás se me veía perfecto el contorno de mis nalgas, me veía como puta de calendario de taller mecánico, y vaya que estaba en uno parecido.
Él dijo, ahora vuelvo y me soltó sacando el pantalón y gritándole a su chalan, el chico de 17 años se  acercó y me recargué sobre el lavabo sacando mi culo, el chico me pudo ver semidesnuda, abrió los ojos como platos y mi “protector” le ordenó que lo llevara a la lavandería y que se esperara a que lo lavaran y secaran, saco un billete de 100 pesos mexicanos y se lo dio, también le grito al otro señor: “abuelo” vete a la casa un rato, no hay nada hoy.
En cuanto ambos se fueron se metió al baño conmigo, cerró la puerta y muy decidido me tomó de la cintura para pasar al baño y sin más se lo sacó y se puso a orinar enfrente de mí, vaya pedazo de puta pensé. Pero pude ver su pene, gordo y grande, un poco parado, él se lo sacudió viéndome a los ojos mientras yo alzaba la vista a sus ojos.
–          ¿Te gusta?
Me sonroje un poco la verdad, recuerden que me gusta sentirme “domada”, no supe que contestar, solo baje la mirada y él se lo jalaba un poco para que creciera, se acercó a mi así con el pene de fuera.
Yo me puse frente a él de espaldas a la puerta, estaba ya muy caliente, él se acercó y me dio latigazos con su pene en mi vientre y en mi tanga, ufff, dios.
Se quitó la playera y tenía un tórax hermoso, moreno pero lleno de músculos, se quitó el pantalón y sus nalgas estaban muy ricas y sus piernas duras, de verdad era un muy buen macho, se quedó solo en calzón con el pito de fuera y me tomó de la cintura, yo lo esperaba ya con los labios entre abiertos, nos fundimos en un beso súper cachondo, jadeante, excitante, su pene chocaba con mis piernas, vientre y dependiendo los movimientos de repente se ponía entre mis piernas.
Me desabotonó el sostén como un experto, con una mano, cuando me hacen eso sé que la pasaré muy bien, me alzó la blusa y empezó a mamarme las tetas, uy, qué rico, papi, así, con una mano manoseaba mis nalgas sobre la tanga que se metía un poco entre ellas y con la otra apretaba una de mis tetas mientras succionaba la otra, su pene me “punteaba” ya bastante grande, yo no perdía el tiempo y le agarraba las nalgas con una mano y con la otra lo masturbaba lo más que podía debido a la posición.
Así estuvimos un rato, la mano que acariciaba mis nalgas invadió mi espacio delantero, son la punta de sus dedos rozaba la entrada de mi vagina por atrás, estaba ya muy empapada, sacando jugos espesos, lubricante al máximo, quería tener una verga adentro.
Me comenzó a dedear por atrás y como él era más alto me alzo literalmente de mi panocha, una mano con la punta de sus dedos dentro de mí y la otra en las nalgas, quede separada del piso, me mordía las tetas, puse mis brazos en su cuello y con mis piernas rodee su cintura, era muy fuerte y me aguantaba sin problemas.
Como pudo hizo a un lado la tanga y sin guiar su pene me punteba, uffff, gemí como loca cuando sentí su cabeza en mi vagina, me deje caer y sentí como entró completamente su pito en mí, me llenaba bastante, era grueso, lindo, me apretaba (y para que a estas alturas sienta esa presión en mi panochita debe ser un gran miembro, jiji)
A las que se las han cogido así saben lo excitante que es que un macho te cargue, te sientes indefensa, a su merced y eso me excita bastante.
Me tomó por las nalgas y me empezó a dar duro, rápido, uff, yo solita me quité la blusa para que pudiera lamer cuanto quisiera y así lo hizo en cuanto me la quité volvió al ataque con mis tetas, las lamía, una y otra, el gemía también muy rico.
Nos besábamos cada que podíamos, besos calientes, cachondos, de lengua, nos lamiamos, sus dedos empezaron a jugar con mi ano, jalaba la lubricación de mi panochita y metía la punta de un dedo, eso me excita mucho, estaba realmente perdida, quería verga, más verga, se la pedía.
–          Dame, dame, mas, cógeme, papi, que rica verga tienes, me encanta, así, así, así, así …
–          Cógeme, ah, ahhhhh, ahhhh, ahhhhhh, ahhhhh, papi….
El estaba sudando bastante ya que me estaba cargando y llevábamos 15 minutos en esa posición, imagino que se cansó y me recargó de espaldas en la pared, al hacerlo me pudo coger aún más rápido, yo acariciaba su tórax, y él me la metía muy rápido.
–          Mami, estas bien buena, desde que te vi se me paró el pito
–          Estas bien rica, me encantas, quiero cogerte diario
Me daba muy duro y el tamaño que tenia de verga me excitaba demasiado, comencé a tener mi primera venida.
–          Ahhh papi me vengo, ahh me vengo, papi
Vente putita, vente putita, ¿me puedo venir adentro? Me dijo.
–          Aja, vente donde quieras amor, tomo pastillas
Me dio más duro mientras comenzó a pegarme en las tetas unas cachetadas, ahh como me excita que me den de golpesitos, me daba cada vez más duro.
Con una mano me jalaba de las nalgas hacia él y con la otra me pegaba y a veces la metía para acariciar mi clítoris ahhh, me vine una segunda vez muy rico, ahh, quería que me cogiera siempre este tipo, cogía delicioso.
–          Me voy a venir me dijo
Lo empuje con las piernas y lo “zafé” de mi panochita, él me intentó volver a ensartar pero me tiré al piso, no me importaba que estuviera lleno de agua, me tiré al piso y de rodillas con las piernas abiertas y me metí su enorme pedazo de carne a la boca.
–          Ahh que puta, así mami, eres increíble, mámamela putita, así …
En cuanto empecé a succionar su pene soltó mi premio, una enorme cantidad de semen que no me cupo en la boca y me empezó  desbordar por los lados, yo no tragué nada, solo la seguía mamando para extraer hasta la última gota.
Tenía la comisura de los labios llena de lechita, como pude me trague esa enorme verga hasta llegar con mis labios a sus huevos, los manchaba de su propio semen con mi labio inferior.
Me tomó de la cabeza y me lo metía hasta el fondo, casi me atraganto.
–          Ahhg, ahhg, ahgg se escuchaba
Me la sacó completa y la escena desde su ángulo debió ser de película porno, una putita de rodillas sin sostén, sin blusa, con unas tetas rojas por los golpes, la cara de salida, la boca llena de semen, un poco de semen escurrido en el pecho, en el pelo, con tanga puesta, con la panocha completamente abierta y con la boca abierta esperando más.
No aguanto más y me soltó aún más semen en la cara, yo abría la boca y le lamía los huevos, mientras me metía lo más que podía de dedos en mi pepita.
Uff me vine por tercera vez, esta vez sobre mi tanga y mano, solté muchos jugos.
–          Ahhhh, ahhhh, ahhhh, ahhhhh
Me recargue en la pared sacando mi mano de la panochita y dándosela a lamer, él como buen macho la aceptó y la lamió hasta dejarla limpia.
Su semen comenzaba a hacerse aguado y escurría por mis tetas, cara y piernas.
Lo tomé con mi mano y me lo esparcí por todas mis tetas y vientre, posteriormente lo lamía como una perra en celo
Su pene aún no se “bajaba” así que me lo llevé de nuevo a la boca para limpiarlo, le jale el pellejo hacia atrás y con la punta de la lengua lo lamí cuidadosamente, la base, los huevos, me comí cada mililitro de semen.
Él estaba en otro mundo, por lo puta que era y por la mamada y el show que le estaba dando.
Se me empezaban a entumir las piernas y me tuve que parar, ya parada él me manoseo las nalgas nuevamente mientras nos fundimos en un beso de lengua encantador, se pegaba a mí para sentir mis tetas en su pecho.
Así parados me hizo a un lado la tanga (como la vez en el probador con el taxista ¿recuerdan?) sin meterme la verga, solo la sentía con mis labios empapados y hacia como que me cogía pero sin meterla, mi panochita quedaba encima de su verga, la acariciaba horizontalmente, mis labios la envolvían, muy rico.
Estuvimos así besándonos y dándonos mimos como dos novios un buen rato, obviamente su pene ya estaba otra vez parado y mi panochita estaba lista siempre para la guerra.
Me volteo con besos, quede de espaldas a él, me beso el cuello, me lamió el cuello mientras de manoseaba las tetas desde atrás, apretaba mis nalgas fuerte, ufff.
Bajo con su boca por toda mi espalda, eso me calienta aún más, subía y bajaba lamiéndome la espalda llenándome de saliva cada rincón, con su mano jugaba con mis jugos y me los embarraba en el ano, sabía lo que quería y se lo iba  a dar gustosa.
Me bajo la tanga a medio muslo y me empezó a lamer el culito, ufff, ufff, los hombres no lo hacen muy a menudo pero lo deberían hacer más seguido, es súper excitante.
Me abría las nalgas y metía su lengua, lamia desde mi panochita hasta arriba, tomaba los jugos de mi panochita y los metía en mi ano, despacio, con calma, no era  brusco, era paciente, metía poco a poco la punta del dedo, iba por mas jugos y de nuevo, ayudaba con sus lamidas y su saliva.
Yo estaba en la gloria, gemía como una puta, alzaba mi culo para que pudiera hacerlo mejor, el ya metía un dedo completo en mi apretadito culo, lo sacaba y lo metía, lubricaba, lamia, ufff
Guio su pene a mi vagina y entró muy fácil esta vez, me tomó de las caderas y me cogía así desde atrás, yo me incliné y me separé las nalgas, quería que me cogiera por atrás así que le facilite las cosas, le mostraba mi ano y facilitaba que me siguiera dedeando en el.
Comenzó a cogerme lento, la metía completa y la sacaba completa, luego la punta de su verga la ponía en mi ano y hacia un poco de presión y la volvía  a meter por el frente.
Estuvo así un rato, yo me abría las nalgas con las manos y me movía para atrás, quería que me ensarta ya, él lo entendió perfecto y metió poco a poco su cabeza.
Ay, ay, ay, eso sí dolía por el tamaño de su pene, se quedó quieto y yo solita me empecé a mover, en círculos, despacio, mientras el me dedeaba la panocha para jalar jugos hacia arriba.
Se recargó en la pared y me dejó moverme, solita me echaba hacía atrás, sentía ese enorme pedazo de carne partirme en dos, me ardia el culito, pero me gustaba el dolor, ah, ah, ahhhh, ahhh, gemía.
El comenzó a darme nalgaditas, ufff eso fue lo que me hizo armarme de valor y comencé a moverme más rápido mientras él me nalgueaba más.
Tenía casi la mitad de su verga a dentro cuando él tomó el control y me tomo de las nalgas y me empujó fuerte hacía el, yo grité de dolor, un grito entre de calentura y dolor, pero él me nalgueo diciéndome ¿esto querías no puta?
Me comenzó a decirme cosas sucias, eres una puta, te encanta la verga, dime que te gusta mi verga, pide verga puta…
Yo le contestaba a todo lo que me pedía con gemidos.
–          Si papi me encanta tu verga, soy tu puta, cógeme por donde quieras papi, cógeme, dame más, ay, ay, ay gritaba cuando me daba nalgadas.
Se movía rápido metiendo su verga al fondo y sacando la mitad, me encantaba como me lo hacía puso sus dedos en mi boca y se los comencé a lamer de la calentura que traía, quería mamar una verga y sus dedos grandes y gordos eran perfectos para mi fantasía.
Me cogió así solo un rato más cuando a ambos nos empezó a doler por la falta de lubricación pero queríamos más así que me jaló del cabello y me llevo así ensartada hacia el piso, me puso de rodillas y me agache lo más que pude sin que me cara tocara lo mojado del piso, en esa posición sacaba más mi culo y el de un solo jalón me la sacó toda y escupió mi culito, su saliva me ardió un poco y me queje pero inmediatamente me la metió por la vagina.
–          Ahh que rico sentía de nuevo, como resbalaba fácilmente a la vez que me daba placer, me estuvo cogiendo así un rato, jalándome las nalgas hacia los lados, sabía lo que haría.
De repente en una embestida la saco de mi vagina y me la metió en el culo, ahhh, ahhh, que rico, me daba dos metidas por el ano y la regresaba a mi vagina.
Uff eso es lo máximo, que te cojan por los dos hoyitos a la vez, con mi vagina empapada se lubricaba el pene y luego me lo metía en al ano, rítmicamente, 4 o 5 metidas en la panocha 2 por el ano.
Me cogía rápido, lo metía al fondo de mi vagina varias veces, su pene largo y grueso se sentía delicioso, lo sacaba casi completo y lo metía de nuevo al fondo de mi panochita, lo hacía varias veces y luego lo sacaba enterito para meterlo en mi culo un rato, ufff dolía delicioso, abria mi ano al máximo, me sentía llena de verga, me encantaba como lo hacía, luego me volvía a coger por la panocha, me estaba usando muy rico y me sentía sucia, en el piso de un baño, cogida por un desconocido, sin condón, por el culo y por la vagina, roja de las nalgas y las tetas de los golpes y pidiendo más verga, me sentía una verdadera puta de taller mecánico.
Me nalgueaba, literalmente me cabalgaba y me pegaba nalgadas, me jalaba el pelo hacia atrás y me daba a lamer sus dedos a veces, cuando lo hacía más rápido me soltaba y se movía muy rápido, me empecé a venir por 4 vez, para él era su segunda creo, ah ay ay gemía, me vengo me vengo le dije.
Uf, ay ay ay siiiiii puta, eres increíble…
Gemí muy fuerte y nos venimos al mismo tiempo, él se vacío en mi culito, mi panocha palpitaba de la excitación, de la venida tan rica que me acaban de regalar y que seguía teniendo, escurría jugos parecía que estaba orinando un poco.
Saco el peno de mi culo y aun parado me lo metió un rato en la vagina, debido a lo sensible que estaba aún ese simple hecho me hizo prolongar mi venida, ufff, me vine como 2 minutos seguidos, sacaba jugos en exceso, embarraba sus bolas completamente entre mis jugos y su semen, estuvimos así un rato, moviéndonos suavemente.
Recogía el semen que salía por mi ano y me lo daba de beber con sus dedos, yo los chupaba como toda una puta caliente.
Estaba súper cansada, súper cogida, súper abierta por los dos hoyos, súper puta.
Mi vagina estaba súper sensible, yo temblaba de la venida que seguía teniendo.
Así como estaba me cargó fácilmente y se sentó en la taza del baño, yo encima de él, me recosté hacia atrás en su pecho moviéndome despacio, sintiendo aun palpitar esa rica verga.
El me lamia el cuello  me masajeaba las tetas, uff.
–          Eres increíble, de verdad increíble, quiero cogerte diario me decía.
Nos quedamos un rato así, casi me duermo recargada en él, su pene perdió fuerza y salió de mi vagina, nos despertó un grito de fuera.
Rodrigo, Rodrigo, eso nos sobre saltó y nos paramos, yo me subí la tanguita, estaba echa un asco, llena de semen de él y fluidos míos.
Él se paró rápido se puso su calzón, su pantalón, su playera y salió, ¿Qué paso? Dijo sin cerrar la puerta
El chalán estaba del otro lado del mostrador frente al baño por lo que me pudo ver en tanga y con las tetas al aire.
–          Ya, ya está, balbuceo y subió una bolsa en que seguramente traía el pantalón
Yo me cubrí escasamente con una mano pero le sonreí, siempre me han dado morbo los jovencitos, me imagino como se matan a “chaquetas” pensando en mí y cuando he tenido oportunidad de dejarme coger por uno de ellos se les para muy rico aunque regularmente se vienen muy rápido.
Rodrigo volteó a verme y vio mi mirada picara y que no me cubría lo suficiente por lo que entendió que no me molestaba en lo más mínimo si me compartía, aunque no sabía que yo ya no quería que me penetraran ¡me ardía todo!
Me sonrío y le dijo al chavito, ¿me ayudas? , necesito que seques el baño para que mi amiga se pueda cambiar a gusto.
Yo solo me reí y empecé a buscar mis cosas, me puse el sostén justo en el momento que el chalán entraba.
Tomó un trapeador y se disponía  a hacer lo que le ordenaron cuando lo detuve y le dije que no era necesario, solo ayúdame le dije.
Alcánzame mi bolso, siempre traigo calzones de repuesto ya que me gusta regalarlosJ, saque uno negro y lo extendí, ¿me combina le pregunte?
El solo decía si con la cabeza y podía ver un bulto en su pants, ok, le dije, puse mi mano en su hombro para no perder el equilibrio y me comencé a sacar la tanga rosa con cuidado mientras la tanga negra la agarraba con la boca.
Él estaba atónito, me veía con morbo y sus manos querían tocarme pero no se atrevía, hice como que perdía el equilibrio y tuvo que agarrarme con una mano de la cintura desnuda, me pegue a él y sentí su pene con mi pierna.
Gracias le dije, mi tanga aún estaba en mis muslos, mi panochita depilada completamente se veía deliciosa y el intentaba vérmela, lo mire a los ojos y me dijo: “perdón”, ¿perdón? Jaja, me dio risa y se me ocurrió regalarle el mejor momento de su día  este chico.
Se escuchó un “buenos días”, cierra la puerta que me pueden ver le dije, él la entrecerró mientras Rodrigo veía la escena desde afuera fumándose un cigarrillo y al darse cuenta que cerrábamos movió su cabeza de un lado a otro y me dijo con los labios “puta”.
Me tenía tomada de la cintura y su pene rosaba mi pierna, solo nos separaba su pants, su respiración era agitada, yo sentía un poco de morbo, su respiración incrementaba cada vez más, él no sabía que hacer así que decidí ayudarlo.
¿Quieres ver mis tetas de nuevo le dije? Él no lo podía creer y asintió con la cabeza, me desabotone el sostén y lo jale para que las lamiera, al principio hizo un gesto raro, como no, deberían saber a semen de su jefe, pero después me las empezó a lamer con mucha delicadeza, contrario a Rodrigo, me lamía con cariño, despacio, con la pura lengua.
Yo me empezaba  a mojar de nuevo y le tomé el pene encima del pantalón, le abrí el pants y metí mi mano, en cuanto agarré su pene soltó muchisisismo semen, ¡se vino con solo tocarlo!
Me embarró la mano entera, era demasiado semen, uf, yo nunca me he podido resistir al semen, le baje el pants, me hinqué y lamí su bóxer para probar su semen, luego lamí su pito, largo largo pero delgado, lo limpié con mucho esmero, él no podía ni hablar.
Se la mamaba rico, al fondo, acaricie sus huevos y me lleno de semen la boca, eso es lo bueno de los jóvenes pensé entre mí, nunca dejan de sacar semen, me comí hasta la última gota y para mi sorpresa aún seguía duro.
Bendita juventud ¿no? El me acariciaba las tetas desde arriba, me paré y le di probar su semen con mi boca, me beso como si fuera yo su novia, tiernamente, rico, despacio.
Su pene seguía muy duro, yo ya no podía la verdad meter algo más a mi conchita pero bueno, él está haciendo lo suyo pensé, jale su pito así como estábamos parados y lo comencé a meter en mi vagina, solo pudo entrar la cabeza, me recargué con las manos en el lavabo y abrí mis piernas, el me agarro las nalgas y me dio 3 embestidas, me metió todo su pene y sentí como “bufaba”, se estaba viniendo de nuevo dentro de mí, ¡vaya muchacho precoz!
Yo apenas comenzaba a sentir “rico” y él ya me había inundado de lechita, no quise seguir más, ya que estaba cansada y seguramente ya habían pasado dos horas y tenía que continuar con mis trámites, me separé de él, me quite la tanga y me limpié los restos de semen con ella.
Me puse mi tanga limpia, tomé el pantalón, me puse mi sostén y blusa, me acomodé el pelo un poco, me maquillé, me pinte, en fin todas las cosas que una mujer tiene que hacer después de una cogida de ese tamaño, y no me refiero a la del chico, si no a la del “grande” jaja.
Tome la tanga y se la di, “para tus próximas chaquetas” mientras le plantaba un beso de lengua en la boca.
Tomé mi bolso y salí como si nada hubiera pasado, Rodrigo atendía a un señor, yo pasé contoneándome, su cliente me veía con descaro, llegué con Rodrigo y le di un piquito diciéndole, me encantó tanto que te vendré a visitar.
El sonrío y me pidió mi número, que como me llamaba, etc. Yo solo sonreí y le dije nada de eso tendrás, pero prometo regresar y te daré todo lo demás.
Salí de allí camino a la esquina moviéndome como una puta y al dar vuelta voltee y estaban los tres tipos, Rodrigo, el joven y el cliente asomados viéndome.
Ufff, vaya historia, real, aunque no la crean, 100% real, he visitado a Rodrigo ya dos veces más desde ese día y sigo encantada con él.
Besitos a todos y espero hayan disfrutado mi relato.
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Relato erótico: “Enemigo público IV” (POR ALEX BLAME)

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Después de la reunión con Ingrid, Mario tenía dos objetivos en mente, seguir con su campaña de hombre violento y peligroso y aliviar su tensión sexual creciente sin recurrir a sodomizar ningún puto.
La mañana siguiente,  cuando paseaba en el patio, se presentó la oportunidad.  Edu el majadero  estaba  sentado en un  banco haciendo pesas.
Edu era un viejo conocido, había hecho algunos trabajitos con el hacía años pero le daba tanto a los porros y a los esteroides que se terminó convirtiendo en un tío imprevisible. Llevaba en la cárcel dos años y aún le quedaban otros tres. Su novia era una colombiana más caliente que la superficie del sol y no se había logrado adaptar a la nueva situación de pseudoviudez. Seguía visitándole todos los fines de semana y gastando su dinero pero no podía evitar ir saltando de cama en cama cada vez que tenía picor de ingles, cosa que le ocurría con cierta frecuencia.
Antes de hacer el último atraco Mario estuvo vigilando el banco un par de días con un tal Antonio que además de ser uno de los amantes ocasionales de la colombiana era un gran narrador de historias. Entre todas las historias que le contó, una de las que más le gustó fue precisamente la de un polvo que echó con Opalina que así se llamaba la mujer.
La narración fue tan detallada y minuciosa que sólo un video podía haber mejorado la imagen que tenía de la novia de Edu.
Aunque sólo la había visto una vez y por unos segundos en una fiesta hacía años,  gracias a Antonio ahora Mario conocía hasta el lunar del lugar más recóndito de su anatomía, e iba a aprovecharlo.
Tras dar cuatro vueltas al patio corriendo y lanzando golpes con sus puños al aire como todas las mañanas, se acercó a Edu que seguía concentrado en lo suyo, levantar pesas y besar sus bíceps:
-Hola Edu ¿Qué tal te va?  -dijo a modo de saludo.
-Bien, bien. Aquí haciendo un poco de ejercicio.
-¡Ah! Eso está bien, no hay que dejarse sólo porque estés en este cuchitril –Dijo en tono conciliador antes de soltarle la bomba. –pero en realidad no quería hablarte de eso.
-Verás  -dijo Mario empezando una disculpa al más puro estilo “Me llamo Earl” –resulta que hace dos meses justo antes del juicio estaba estresadisimo y me encontré con tu mujer.
Edu dejo las pesas de repente y le miró fijamente con el ceño fruncido pero no dijo nada.
-No me mires así tío  –dijo Mario levantando las manos en actitud defensiva  -la culpa no fue del todo mía. ¿Quién se pude resistir a un culo y unas tetas así?
-Me estás tomando el pelo –replicó Edu levantándose del banco de pesas.
-¡Ojalá! –dijo Mario mientras  alrededor de ambos se formaba un corro que ya era capaz de oler la sangre. –no sabes cuánto lo siento y precisamente por eso y porque te considero mi colega tengo que contártelo.
-El caso es que yo estaba a punto de entrar en la vista para mi libertad condicional y me la encontré saliendo de un juicio rápido por unas multas de tráfico impagadas. Así que ella cabreada y yo nerviosísimo colisionamos en el pasillo provocando una nube de papeles en forma de hongo. Al agacharnos a recogerlos nuestras cabezas chocaron y en ese momento nos reconocimos y nos echamos a reír.
-La verdad es que en aquella cena apenas le puse los ojos encima –continuó Mario –pero en los juzgados los nervios y la conmoción cerebral no fueron capaces de evitar admirarme de lo buena que está tu mujer. La piel color tabaco, los labios gruesos, los ojos oscuros y profundos, el culo enorme y prieto que tienen las mulatas y esos pechos enormes. Encima llevaba un minúsculo vestidito amarillo  que dejaba ver sus muslos firmes y atléticos y que se cruzaba justo por debajo de su busto levantando y apretujando sus enormes melones contra un escote profundo haciendo que el Cañón del Colorado, comparado con su canalillo, pareciese un surco para plantar espárragos…
En ese momento Edu no pudo contenerse más y se lanzó contra Mario con toda la fuerza y la torpeza que le proporcionaba su ira. Mario, excampeón provincial de peso Crucero en su juventud, lo esquivó sin dificultad y aprovechó para hacerle la zancadilla cuando  aquella inmensa mole de ciento diez quilos de puro músculo pasaba a su lado  trastabillando levantando una nube de polvo y detritus al caer.
 -…Nos pusimos a charlar y en unos minutos Opalina me había contado su triste…  vuestra triste situación. –Dijo Mario sin inmutarse mientras dos buenos samaritanos ayudaban a levantarse a Edu y le sacudían el polvo del mono penitenciario mientras la parroquia sonreía disimuladamente –Me contó lo mal que lo pasaba por las noches y se echó a llorar desconsoladamente en mis brazos. Yo sin saber que hacer la abracé y en el justo momento que sus pechos y sus caderas se apretujaron contra mí me di cuenta de mi error…
Edu recuperado del batacazo, esta vez fue más listo y se acercó a Mario con más prudencia.
-… La reacción de mi polla fue instantánea y me hubiese muerto de vergüenza allí mismo si no fuese por la mirada y la sonrisa lujuriosas de tu hembra. –continuó Mario a la vez que esquivaba dos directos demoledores de Edu y le largaba un directo al plexo solar que le hacía retroceder unos pasos jadeante. –inmediatamente se dio la vuelta y apretó su enorme culo contra mi polla dura y caliente como un hierro al rojo…
A todo esto, no hay nada mejor para reunir a una multitud en una cárcel que la sangre y el sexo. Hasta los guardias se acercaron dispuestos a disfrutar del espectáculo y con las porras preparadas para evitar que la cosa se desmandase.
Tras los dos primeros minutos la gente ya estaba apostando, no sólo por el resultado de la pelea, cuantos heridos habría aparte de ellos dos o en que parte de su anatomía descargaría el contenido de sus testículos. Mientras tanto Mario seguía hablando, esquivando puñetazos y bailando alrededor de Edu sin siquiera jadear:
-… La casualidad quiso que justo enfrente de nosotros saliese una mujer de una pequeña habitación con material de oficina. Sin parar de frotarnos y sobarnos el uno contra el otro cogimos la puerta antes de que se cerrase y nos colamos dentro. La habitación era oscura cuadrada y pequeña pero estaba iluminada con una bombilla de sesenta vatios y lo mejor, contra la pared había apiladas tres cómodas sillas de oficina. Cogí una de ellas y me senté a ver como Opalina se meneaba y se iba desnudando poco a poco…
-¡Hijo la gran puta! ¡Cabrón! ¡Voy a arrancarte  los ojos y te los meteré por el culo! –Chilló Edu fuera de sí lanzándole un gancho que no le dio por milímetros.
Mario, sin perder su sangre fría interrumpió su relato para lanzarle un directo que impacto con un desagradable crujido en la nariz de Edu, la cual se puso inmediatamente a sangrar.
-El rápido estriptease termino con el orondo y turgente culo de tu novia a la justa altura de mi cara, -reanudo Mario su relato –así que separe sus nalgas dejándome obnubilado la vista del interior de su sexo rosado y húmedo contrastando con el intenso moreno de su piel y el abundante matojo de pelo negro que lo rodeaba. Ella, creyendo que yo dudaba agitó su culo como una avispa  gimiendo con el placer anticipado…
La sangre manaba en abundancia de la nariz torcida de Edu pero esto no impedía que redoblara sus ataques aunque siempre con escaso éxito. Mario mientras tanto, se limitaba, gracias a su envergadura, a mantenerlo a distancia con combinaciones de jabs y directos.
-…No me hice esperar y recorrí su sexo con mi lengua hasta terminar aprisionando su clítoris entre mis labios. Ella grito y se sujetó a una estantería temblando. Continué explorando su anatomía con mis dedos y mi boca, su sexo vibraba y expulsaba fluidos que yo chuperreteaba golosamente…
Edu seguía insultándole y con un buen amago logró superar la guardia de Mario impactando con su puño en el pecho. Mario vaciló y se dejó caer contra el círculo de espectadores para recuperarse. Edu se lanzó sobre él como una bestia y le lanzó un directo capaz de derribar un árbol pero Mario ya se había movido y en lugar de él,  un gilipollas del bloque tres volaba por un lado y sus dientes por el otro.
-… ¡Caray! Eso ha dolido Edu. –Dijo Mario sonriendo –Por dónde íbamos… ¡Ah! Sí. Como ambos teníamos algo de prisa ella se giró y se sentó encima de mí a la vez que se metía mi polla en su coño con un largo suspiro…
-Tan largo como tu polla, ¿eh tío? –dijo un payaso en primera fila justo antes de que Edu se volviese y le rompiese la mandíbula.
 -Gracias por pedir silencio Edu –dijo Mario ante la rechifla general –no sabes lo que me cuesta contarte esto y que me interrumpan constantemente lo hace más duro todavía.
-… Con toda mi polla en su interior comenzó a bailar una cumbia sobre mí. Su culo se agitaba y se retorcía a un ritmo endiablado mientras yo chupaba y mordisqueaba sus pezones duros y grandes con esas areolas del tamaño de galletas María…
-Tu chorba es tan caliente que en pocos minutos ya se había corrido  un par de veces y ante mi estupefacción  se levantó y agarrándose a la estantería y separando las piernas me dijo “follame el culo”.
-Ni corto ni perezoso lubrique un poco mi polla y la introduje poco a poco, suavemente en el culo de tu compañera. –Continuó Mario –A pesar de tener un culo tan grande Opalina tiene un ojete deliciosamente estrecho, su esfínter se contrajo varias veces intentando expulsar aquel cuerpo duro y caliente pero rápidamente se dilató permitiéndome penetrarla sin dificultad. Los primeros gemidos y lamentos de dolor  de Opalina rápidamente se convirtieron en suplicas para que entrase más rápido y más profundo…
Mario, que se estaba empezando a cansar, cambio de táctica y empezó a machacar a Edu a conciencia para poder derribarlo con el fin de la historia.
-…  Con cada nueva acometida, Opalina se agarraba con más fuerza a la estantería hasta que un nuevo orgasmo, más fuerte que los anteriores, le recorrió todo el cuerpo haciéndole temblar de pies a cabeza con una violencia tal, que acabó con la mayor parte del contenido de la estantería en el suelo.
La cara de Edu era un poema. Tenía un ojo hinchado y por el otro apenas podía ver y la sangre corría, proveniente de su nariz, por su mono manchando todo el pecho de un rojo intenso, arterial.
-… Sudorosa y jadeante Opalina se arrodilló ante mí y mirándome a los ojos se metió mi polla profundamente en su boca,  hasta casi atragantarse. Cuando la sacó, la rodeó delicadamente con sus manos  y empezó a jugar con sus labios y su lengua en mi glande. Mi polla palpitaba y se retorcía a punto de reventar. Opalina, consciente de que ya no podía aguantarme un segundo más, se la metió de nuevo en la boca y la chupó con fuerza hasta que me corrí.
-…Esta vez fue ella la que sorbió con gusto mi semen mientras me acariciaba los huevos con suavidad como queriendo exprimir hasta la última gota de su contenido…
En ese momento un último intento de Edu por alcanzarle falló estrepitosamente y  Mario aprovecho para sacudirle un violento crochet de derechas que le dio entre la sien y la oreja dejándole totalmente sonado. Un último directo acabó con Edu en el suelo totalmente inconsciente.
En pocos segundos la gente empezó a cobrar sus apuestas. Un pequeño malentendido degeneró en una reyerta que acabó con otras tres personas más en la enfermería, una por un pincho y las otras dos por las porras y los táseres de la policía.
No estaba mal, había empezado una pelea con innumerables testigos que había terminado con seis reclusos en la enfermería, uno de los cuales, Edu, estaba bastante más que abollado.
Dentro de dos días vería a Cat, y dentro de una semana… la libertad.
 
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Relato erótico: “Entrenador de putas 4” (POR BUENBATO)

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Leticia seguía chocando su lengua contra la entrada de mi ano. Yo sentía su fresca saliva y debo admitir que no se sentía nada mal que aquella estudiante mía, que ya muy bien me había demostrado lo caliente que era, me limpiara a conciencia la zona de mi pene a mis nalgas. Estuvimos así un par de minutos más pero volví a recordar la cita con Paola y esta vez sí decidí que era momento de irme. Le explique a Leticia que tenía un trabajo de la facultad y entre dudas término por creerme. Le di un último vistazo y pude comprender que esa tarde me había follado a, quizás, la mujer con mejor cuerpo que pude haber visto. Sus tetas, sus nalgas y su cuerpo entero parecían despedirse de mí con el mismo esplendor con que me recibieron. Leticia se acerco a mí y me dio un profundo beso que me pareció la cereza del pastel, yo aproveché ese último instante para recorrer su cuerpo con mis manos una última vez. Alejó sus labios y me sonrió y miró profundamente.
– ¿Volverá a darme clases particulares?
Pensé rápidamente en que responderle y de pronto se me ocurrió una idea que quizás hubiese sido algo atrevida pero que poco importaba ya con lo atrevida que era Leticia de todos modos.
– ¿Qué te parece si vienes a tomar esas clases a mi departamento?
– ¿En serio profesor? – me dijo con una sonrisa incrédula.
– Si – le respondí – aunque debo admitir que mi departamento no cuenta con tantos lujos.
– Eso no importa profesor – me dijo – no hacen falta lujos.
Me despedí y salí. Habíamos quedado que viniera cuándo yo le dijese, y es que todo parecía tan poco probable que ni siquiera me vino a la mente una fecha posible. Subí al auto y me dirigí a toda prisa a mi cita con Paola. Al llegar me constate de la gravedad del asunto: media hora tarde y yo sin bañarme. Cuando llegué me encontré con Paola que estaba sentada. Me sonrió al verme por lo que comprendí que quizás era demasiada buena persona.
– Se le hizo tarde profesor, ya hasta inició la película.
– Perdóname Paola, ¿crees que aun vendan boletos?
– No creo profesor, y no importa, mejor vayamos a cenar algo.
En efecto, fuimos a cenar en uno de los restaurantes de aquella plaza. La pasamos bien y entre la charla justifiqué la tardanza con un problema del auto. Me creyó sin problemas. Durante la noche noté lo realmente linda que era. Paola en si era una mujer bonita en general. Tenía un cuerpo no delgado pero si bien proporcionado. La razón por la que no se veía delgada era porque no era muy alta, debía medir a lo mucho un metro cincuenta y cinco, y tenía, además, dos senos enormes en proporción a su cuerpo que esa noche no escondió para nada. Era de piel muy clara y cabellos oscuros y lacios. Tenía, quizás como virtud, una sonrisa de lo más simpática y llamativa que podía mantener siempre. Y era esa zona justamente la que aquella noche lucia de maravilla, su hermosa y gran sonrisa acompañada de sus tetas grandes en un escote de lo más provocativo.
Terminamos de cenar y seguimos paseando un rato. Ya más tarde nos dirigimos a su casa. Estábamos llegando cuando me pidió que nos detuviéramos y girara a la derecha. Le pregunté el porqué y ella no me respondió y a cambio sonrió. Seguí avanzando hasta que llegamos a una calle bastante solitaria me pidió ahora que entrara a una especie de terreno baldío. Yo estaba un tanto nervioso y por un momento llegué a pensar que Paola era una especie de criminal o algo por el estilo. Tras unos cinco segundos se abalanzó sobre mí y comenzó a besarme. Estuvimos así hasta el punto en que comencé a tocarla pero no duré mucho así por que de inmediato se acomodó como pudo de modo que su cara estaba al alcance de mi para entonces erecto pene que no tenía que ser un genio para saber que recibiría otra inesperada mamada.
Evidentemente Paola se dispuso a sacar mi pene e inmediatamente lo introdujo en su boca. Apenas podía verla en la oscuridad pero su húmeda boca se sentía a la perfección en aquella bruma y la manera tan experimentada con la que chupaba mi verga me aclaró que Paola era una asidua mamadora. Seguía tragándose mi falo y parecía que nos habíamos puesto de acuerdo porque ningún comentario ni palabra había salido de nuestras bocas.
Yo ya estaba bastante excitado cuando de repente deje de sentir el frescor de aquella boquita para sentir el calor de dos suaves y enormes masas. Volteé hacia abajo y aun ante la poca visibilidad me percate de que aquello eran sus dos enormes senos aplastando mi pene; no debía ser tampoco la primera paja que Paola hacia en su vida porque lo hizo de tal manera que le bastó poco menos de un par de minutos para provocarme una erección que debió estallar en buena parte de sus tetas y su cara.
Por fin, se irguió y con la sonrisa de siempre se recargo sobré el asiento; la luz por fin mostró el resultado de aquella mamada, su cara estaba un poco manchada de mi semen pero sus tetas, aun desnudas al aire, estaban completamente mojadas con mi leche.
– ¿Te gustó? – preguntó
Le respondí que si con la cabeza y en seguida se alzó una teta con su mano y comenzó a lamer mis fluidos que en ella estaban pegados. Acabo completamente y siguió con la otra, lambia lentamente, como a propósito, y me miraba fijamente con una mirada de lo más sexy. Era curioso como una chica con aquel rostro tan angelical podía también ser una diablilla.
Cuando terminó de lamberse y comerse también el semen de su linda cara, Paola se alzó de nuevo la blusa y se sentó con toda normalidad, como si nada hubiese pasado. Mi mano se dirigió a su cintura y la llevé hacia mí, nos besamos largamente y de pronto mis manos se posaron y alcanzaron a darle un apretón a sus senos, grandes y hermosos ambos tenían una suavidad acorde a la angelical y tierna Paola. Al ver esto, Paola alejó mis manos.
– En este momento, profesor – me dijo sonriendo – me lleva a mi casa, ya habrá tiempo de hacer otras cosas.
No insistí, en parte para darle su tiempo y por otro lado porque mi pene estaba realmente cansado por la sesión de sexo con Leticia.
Dejé a Paola a su casa y, cansado, me dirigí a mi departamento. Allá estaba Ignacio viendo TV. Solo lo salude y después me acosté y dormí como un tronco.
Al otro día me levanté tarde, pero era sábado. Casi todos los sábados salía con mis compañeros de la carrera y obviamente iba con Ignacio. Esa tarde comenzamos yendo al cine; íbamos Ignacio, yo y, Federico, otro amigo. También iban cuatro de nuestras compañeras de clases. Después de la película platicamos un rato y después Federico y otra de nuestras compañeras, novia suya, se fueron por su lado.
También nosotros nos íbamos a ir, quizás a un bar a pasar el rato pero a alguien se le ocurrió la idea de ir a la playa a beber. Casi no me gusta ir a la playa y mucho menos de noche, pero la plática era tan entretenida que Ignacio y yo terminamos por quedarnos.
Nuestra relación con nuestras compañeras era muy de camarería, hasta donde sabia Ignacio a principios de la carrera fue novio de una de ella, Rocío, pero todos nos llevábamos muy bien. Aunque Rocío era un tanto introvertida sus amigas, Lucia y Gina eran más bien alocadas, les gustaba mucho ir a bares a cantar en el karaoke y les gustaba tomar alcohol todos los sábados. Era muy divertido salir con ellas aunque no quedábamos de salir con regularidad.
Aquella noche no fue la excepción y pasamos riendo y tomando en aquella playa por casi dos horas. De vez en cuando pasaban policías pero no nos decían nada, solo nos vigilaban un rato y al tiempo se iban. Lucia y Gina se pusieron un poco alocadas después de varias cervezas y decidimos mejor llevarlas a su casa. También Ignacio había tomado y los únicos que parecíamos consientes éramos Rocío y yo.
– Vale – dije – esto ya se está saliendo de control, las llevare a su casa.
Nadie me hizo caso pero Rocío se acerco un poco preocupada.
– Mira, Pablo – lo que pasa es que teníamos pensado ir a mi casa – pero así como están de tomadas no sé si sea buena idea. Vivo con mis padres.
– Pues no sé, ¿entonces dices que no las puedo llevar a su casa tampoco?
– Es lo que no se, así como están lo más seguro es que ni lleguen a entrar a sus casas, se van a ir a no sé donde a seguir pasándola.
Rocío, aunque exageraba, se veía preocupada. Entonces, después de mucho pensar planeamos que lo mejor sería llevarlas al departamento y que ahí pasaran la noche. Primero los llevaríamos a ellos y después yo pasaría a dejar a Rocío a su casa que estaba un poco más alejado. Por suerte aquellos se habían emborrachado rápidamente y no era tan tarde para Rocío. Con trabajo los subimos al auto y nos fuimos de ahí.
Para contactar con el autor:

buenbato@gmx.com
 

“La obsesión de una jovencita por mí” LIBRO PARA DESCARGAR

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LA OBSESION 2Sinopsis:

Todo da comienzo cuando una admiradora de mis relatos me envía un email. Sin prever las consecuencias, entablo amistad con ella el mismo día que conocí a una mujer de mi edad. la primera de veinte años, la segunda de cuarenta. Con las dos empiezo una relación hasta que todo se complica. Relato de la obsesión de esa cría y de cómo va centrando su acoso sobre mí.

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

http://www.amazon.es/s?_encoding=UTF8&field-author=Fernando%20Neira%20(GOLFO)&search-alias=digital-text

Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo uno.

La primera vez que tuve constancia de su existencia, fue al recibir un email en mi cuenta de correo. El mensaje era de una admiradora de mis relatos. Corto pero claro:

Hola soy Claudia.

Tus relatos me han encantado.

Leyéndolos, he disfrutado soñando que era, yo, tu protagonista.

Te he agregado a mi MSN, por favor, me gustaría que un día que me veas en línea, me digas algo cachondo, que me haga creer que tengo alguna oportunidad de ser tuya.

Estuve a punto de borrarlo. Su nick me decía que tenía sólo veinte años, y en esos días estaba cansado de enseñar a crías, me apetecía más disfrutar de los besos y halagos de un treintañera incluso tampoco me desagradaba la idea de explorar una relación con una mujer de cuatro décadas. Pero algo me hizo responderle, quizás el final de su correo fue lo que me indujo a jugar escribiéndole una pocas letras:

Si quieres ser mía, mándame una foto.

Nada más enviarle la contestación me olvidé del asunto. No creía que fuera tan insensata de contestarme. Ese día estuve completamente liado en la oficina, por lo que ni siquiera abrí mi Hotmail, pero la mañana siguiente nada más llegar a mi despacho y encender mi ordenador, vi que me había respondido.

Su mensaje traía una foto aneja. En internet es muy común que la gente envié imágenes de otros para simular que es la suya, pero en este caso y contra toda lógica, no era así. La niña se había fotografiado de una manera imposible de falsificar, de medio cuerpo, con una copia de mi respuesta, tapándole los pechos.

Claudia resultaba ser una guapa mujer que no aparentaba los años que decía, sino que incluso parecía más joven. Sus negros ojos parecían pedir cariño, aunque sus palabras hablaban de sumisión. Temiendo meter la pata y encontrarme tonteando con una menor de edad, le pedí que me enviara copia de su DNI, recordando los problemas de José, que había estado a punto de ir a la cárcel al ligar con una de quince años.

No habían pasado cinco minutos, cuando escuché el sonido de su contestación. Y esta vez, verdaderamente intrigado con ella, abrí su correo. Sosteniendo su DNI entre sus manos me sonreía con cara pícara. Agrandé la imagen, para descubrir que me había mentido, no tenía aún los veinte, ya que los iba a cumplir en cinco días.

El interés morboso me hizo responderla. Una sola línea, con tres escuetas preguntas, en las que le pedía una explicación.

― Claudia: ¿quién eres?, ¿qué quieres? Y ¿por qué yo?

La frialdad de mis palabras era patente, no quería darle falsas esperanzas, ni iniciar un coqueteo absurdo que terminara cuando todavía no había hecho nada más que empezar. Sabiendo que quizás eso, iba a hacerla desistir, me senté a esperar su respuesta.

Esta tardó en llegar más de media hora, tiempo que dediqué para firmar unos presupuestos de mi empresa. Estaba atendiendo a mi secretaria cuando oí la campanilla que me avisaba que me había llegado un correo nuevo a mi messenger. Ni siquiera esperé a que se fuera María para abrir el mensaje.

No me podía creer su contenido, tuve que releerlo varias veces para estar seguro de que era eso lo que me estaba diciendo. Claudia me explicaba que era una estudiante de ingeniería de diecinueve años, que había leído todos mis relatos y que le encantaban. Hasta ahí todo normal. Lo que se salía de la norma era su confesión, la cual os transcribo por lo complicado que es resumirla:

Amo:

Espero que no le moleste que le llame así.

Desde que la adolescencia llegó a mi cuerpo, haciéndome mujer, siempre me había considerado asexuada. No me atraían ni mis amigos ni mis amigas. Para mí el sexo era algo extraño, por mucho que intentaba ser normal, no lo conseguía. Mis compañeras me hablaban de lo que sentían al ver a los chicos que les gustaban, lo que experimentaban cuando les tocaban e incluso las más liberadas me hablaban del placer que les embriagaba al hacer el amor. Pero para mí, era terreno vedado. Nunca me había gustado nadie. En alguna ocasión, me había enrollado con un muchacho tratando de notar algo cuando me acariciaba los pechos, pero siempre me resultó frustrante, al no sentir nada.

Pero hace una semana, la novia de un conocido me habló de usted, de lo excitante de sus relatos, y de la calentura de las situaciones en que incurrían sus protagonistas. Interesada y sin nada que perder, le pedí su dirección, y tras dejarlos tomando unas cervezas me fui a casa a leer que es lo que tenía de diferente.

En ese momento, no tenía claro lo que me iba a encontrar. Pensando que era imposible que un relato me excitara, me hice un té mientras encendía el ordenador y los múltiples programas que tengo se abrían en el windows.

Casi sin esperanzas, entré en su página, suponiendo que no me iba a servir de nada, que lo mío no tenía remedio. Mis propias amigas me llamaban la monja soldado, por mi completa ausencia de deseo.

Contra todo pronóstico, desde el primer momento, su prosa me cautivó, y las horas pasaron sin darme cuenta, devorando línea tras línea, relato tras relato. Con las mejillas coloradas, por tanta pasión cerré el ordenador a las dos de la mañana, pensando que me había encantado la forma en que los personajes se entregaban sin freno a la lujuria. Lo que no me esperaba que al irme a la cama, no pudiera dejar de pensar en cómo sería sentir eso, y que sin darme cuenta mis manos empezaran a recorrer mi cuerpo soñando que eran las suyas la que lo hacían. Me vi siendo Meaza, la criada negra, disfrutando de su castigo y participando en el de su amiga. Luego fui protagonista de la tara de su familia, estuve en su finca de caza, soñé que era Isabel, Xiu, Lucía y cuando recordaba lo sucedido con María, me corrí.

Fue la primera vez en mi vida, en la que mi cuerpo experimentó lo que era un orgasmo. No me podía creer que el placer empapara mi sexo, soñando con usted, pero esa noche, como una obsesa, torturé mi clítoris y obtuve múltiples y placenteros episodios de lujuria en los que mi adorado autor me poseía.

Desde entonces, mañana tarde y noche, releo sus palabras, me masturbo, y sobre todo, me corro, creyéndome una heroína en sus manos.

Soy virgen pero jamás encontrará usted, en una mujer, materia más dispuesta para que la modele a su antojo. Quiero ser suya, que sea su sexo el que rompa mis tabúes, que su lengua recorra mis pliegues, pero ante todo quiero sentir sus grilletes cerrándose en mis muñecas.

Sé que usted podría ser mi padre pero le necesito. Ningún joven de mi edad había conseguido despertar la hembra que estaba dormida. En cambio, usted, como en su relato, ha sacado la puta que había en mí, y ahora esa mujer no quiere volver a esconderse».

La crudeza de sus letras, me turbó. No me acordaba cuando había sido la última ocasión que había estado con una mujer cuya virginidad siguiera intacta. Puede que hubieran pasado más de veinte años desde que rompí el último himen y la responsabilidad de hacerlo, con mis cuarenta y dos, me aterrorizó.

Lo sensato, hubiera sido borrar el mensaje y olvidarme de su contenido, pero no pude hacerlo, la imagen de Claudia con su sonrisa casi adolescente me torturaba. La propia rutina del trabajo de oficina que tantas veces me había calmado, fue incapaz de hacerme olvidar sus palabras. Una y otra vez, me venía a la mente, su entrega y la belleza de sus ojos. Cabreado conmigo mismo, decidí irme de copas esa misma noche, y cerrando la puerta de mi despacho, salí en busca de diversión.

La música de las terrazas de la Castellana nunca me había fallado, y seguro que esa noche no lo haría, me senté en una mesa y pedí un primer whisky, al que siguieron otros muchos. Fue una pesadilla, todas y cada una de las jóvenes que compartían la acera, me recordaban a Claudia. Sus risas y sus coqueteos inexpertos perpetuaban mi agonía, al hacerme rememorar, en una tortura sin fin, su rostro. Por lo que dos horas después y con una alcoholemia, más que punible, me volví a poner al volante de mi coche.

Afortunadamente, llegué a casa sano y salvo, no me había parado ningún policía y por eso debía de estar contento, pero no lo estaba, Claudia se había vuelto mi obsesión. Nada más entrar en mi apartamento, abrí mi portátil, esperando que algún amigo o amiga de mi edad estuviera en el chat. La suerte fue que Miguel, un compañero de juergas, estaba al otro lado de la línea, y que debido a mi borrachera, no me diera vergüenza el narrarle mi problema.

Mi amigo, que era informático, sin llegarse a creer mi historia, me abrió los ojos haciéndome ver las ventajas que existían hoy en día con la tecnología, explicándome que había programas por los cuales podría enseñar a Claudia a distancia sin comprometerme.

― No te entiendo― escribí en el teclado de mi ordenador.

Su respuesta fue una carcajada virtual, tras la cual me anexó una serie de direcciones.

― Fernando, aquí encontrarás algunos ejemplos de lo que te hablo. Si la jovencita y tú los instaláis, crearías una línea punto a punto, con la cual podrías ver a todas horas sus movimientos y ordenarla que haga lo que a ti se te antoje.

― Coño, Miguel, para eso puedo usar la videoconferencia del Messenger.

― Si, pero en ese caso, es de ida y vuelta. Claudia también te vería en su pantalla.

Era verdad, y no me apetecía ser objeto de su escrutinio permanente. En cambio, el poderla observar mientras estudiaba, mientras dormía, y obviamente, mientras se cambiaba, me daba un morbo especial. Agradeciéndole su ayuda, me puse manos a la obra y al cabo de menos de medía hora, ya había elegido e instalado el programa que más se adecuaba a lo que yo requería, uno que incluso poniendo en reposo el ordenador seguía funcionando, de manera que todo lo que pasase en su habitación iba a estar a mi disposición.

La verdadera prueba venía a continuación, debía de convencer a la muchacha que hiciera lo propio en su CPU, por lo que tuve que meditar mucho, lo que iba a contarle. Varias veces tuve que rehacer mi correo, no quería parecer ansioso pero debía ser claro respecto a mis intenciones, que no se engañara, ni que pensara que era otro mi propósito.

Clarificando mis ideas al final escribí:

Claudia:

Tu mensaje, casi me ha convencido, pero antes de conocerte, tengo que estar seguro de tu entrega. Te adjunto un programa, que debes de instalar en tu ordenador, por medio de él, podré observarte siempre que yo quiera. No lo podrás apagar nunca, si eso te causa problemas en tu casa, ponlo en reposo, de esa forma yo seguiré teniendo acceso. Es una especie de espía, pero interactivo, por medio de la herramienta que lleva incorporada podré mandarte mensajes y tú contestarme.

No tienes por qué hacerlo, pero si al final decides no ponerlo, esta será la última vez que te escriba.

Tu amo

Y dándole a SEND, lo envié, cruzando mi Rubicón, y al modo de Julio Cesar, me dije que la suerte estaba echada. Si la muchacha lo hacía, iba a tener en mi propia Webcam, una hembra que educar, si no me obedecía, nada se había perdido.

Satisfecho, me fui a la cama. No podía hacer nada hasta que ella actuara. Toda la noche me la pasé soñando que respondía afirmativamente y visualizando miles de formas de educarla, por lo que a las diez, cuando me levanté, casi no había dormido. Menos mal que era sábado, pensé sabiendo que después de comer podría echarme una siesta.

Todavía medio zombi, me metí en la ducha. El chorro del agua me espabiló lo suficiente, para recordar que tenía que comprobar si la muchacha me había contestado y si me había hecho caso instalando el programa. A partir de ese momento, todo me resultó insulso, el placer de sentir como el agua me templaba, desapareció. Sólo la urgencia de verificar si me había respondido ocupaba mi mente, por eso casi totalmente empapado, sin secarme apenas, fui a ver si tenía correo.

Parecía un niño que se había levantado una mañana de reyes y corría nervioso a comprobar que le habían traído, mis manos temblaban al encender el ordenador de la repisa. Incapaz de soportar los segundos que tardaba en abrir, me fui por un café que me calmara.

Desde la cocina, oí la llamada que me avisaba que me había llegado un mensaje nuevo. Tuve que hacer un esfuerzo consciente para no correr a ver si era de ella. No era propio de mí el comportarme como un crío, por lo que reteniéndome las ganas, me terminé de poner la leche en el café y andando lentamente volví al dormitorio.

Mi corazón empezó a latir con fuerza al contrastar que era de Claudia, y más aún al leer que ya lo había instalado, que sólo esperaba que le dijera que es lo que quería que hiciera. Ya totalmente excitado con la idea de verla, clickeé en el icono que abría su imagen.

La muchacha ajena a que la estaba observando, estudiaba concentrada enfrente de su webcam. Lo desaliñado de su aspecto, despeinada y sin pintar la hacía parecer todavía más joven. Era una cría, me dije al mirar su rostro. Nunca me habían gustado de tan tierna edad, pero ahora no podía dejar de contemplarla. No sé el tiempo que pasé viendo casi la escena fija, pero cuando estaba a punto de decirle que estaba ahí, vi como cogía el teclado y escribía.

« ¿Me estará escribiendo a mí?», pensé justo cuando oí que lo había recibido. Abriendo su correo leí que me decía que me esperaba.

Fue el banderazo de salida, sin apenas respirar le respondí que ya la estaba mirando y que me complacía lo que veía:

― ¿Qué quiere que haga? ¿Quiere que me desnude? ― contestó.

Estuve a punto de contestarle que si, pero en vez de ello, le ordené que siguiera estudiando pero que retirara la cámara para poderla ver de cuerpo entero. Sonriendo vi que la apartaba de modo que por fin la veía entera. Aluciné al percatarme que sólo estaba vestida con un top y un pequeño tanga rojo, y que sus piernas perfectamente contorneadas, no paraban de moverse.

― ¿Qué te ocurre?, ¿por qué te mueves tanto?― escribí.

― Amo, es que me excita el que usted me mire.

Su respuesta me calentó de sobremanera, pero aunque me volvieron las ganas de decirle que se despojara de todo, decidí que todavía no. Completamente bruto, observé a la muchacha cada vez más nerviosa. Me encantaba la idea de que se erotizara sólo con sentirse observada. Claudia era un olla sobre el fuego, poco a poco, su presión fue subiendo hasta que sin pedirme permiso, bajando su mano, abrió sus piernas, comenzándose a masturbar. Desde mi puesto de observación sólo pude ver como introducía sus dedos bajo el tanga, y cómo por efecto de sus caricias sus pezones se empezaban a poner duros, realzándose bajo su top.

No tardó en notar que el placer la embriagaba y gritando su deseo, se corrió bajo mi atenta mirada.

― Tu primer orgasmo conmigo― le dije pero tecleándole mi disgusto proseguí diciendo. ― Un orgasmo robado, no te he dado permiso para masturbarte, y menos para correrte.

― Lo sé, mi amo. No he podido resistirlo, ¿cuál va a ser mi castigo. Su mirada estaba apenada por haberme fallado.

― Hoy no te mereces que te mire, vístete y sal a dar un paseo.

Casi lloró cuando leyó mi mensaje, y con un gesto triste, se empezó a vestir tal y como le había ordenado, pero al hacerlo y quitarse el top, para ponerse una blusa, vi la perfección de sus pechos y la dureza de su vientre. Al otro lado de la línea, mi miembro se alborotó irguiéndose a su plenitud, pidiéndome que lo usara. No le complací pero tuve que reconocer que tenía razón y que Claudia no estaba buena, sino buenísima.

Totalmente cachondo, salí a dar también yo una vuelta. Tenía el Retiro a la vuelta de mi casa y pensando que me iba a distraer, entré al parque. Como era fin de semana, estaba repleto de familias disfrutando de un día al aire libre. Ver a los niños jugando y a las mamás preocupadas por que no se hicieran daño, cambió mi humor, y disfrutando como un imberbe me reí mientras los observaba. Era todo un reto educarlos bien, pude darme cuenta que había progenitoras que pasaban de sus hijos y que estos no eran más que unos cafres y otras que se pasaban de sobreprotección, convirtiéndoles en unos viejos bajitos.

Tan enfrascado estaba, que no me di cuenta que una mujer ,que debía acabar de cumplir los cuarenta, se había sentado a mi lado.

― Son preciosos, ¿verdad?― dijo sacándome de mi ensimismamiento, ― la pena es que crecen.

Había un rastro de amargura en su voz, como si lo dijera por experiencia propia. Extrañado que hablara a un desconocido, la miré de reojo antes de contestarle. Aunque era cuarentona sus piernas seguían conservando la elasticidad y el tono de la juventud.

― Sí― respondí ― cuando tengo problemas vengo aquí a observarlos y sólo el hecho de verlos tan despreocupados hace que se me olviden.

Mi contestación le hizo gracia y riéndose me confesó que a ella le ocurría lo mismo. Su risa era clara y contagiosa de modo que en breves momentos me uní a ella. La gente que pasaba a nuestro lado, se daba la vuelta atónita al ver a dos cuarentones a carcajada limpia. Parecíamos dos amantes que se destornillaban recordando algún pecado.

Me costó parar, y cuando lo hice ella, fijándose que había unas lágrimas en mi mejilla, producto de la risa, sacó un pañuelo, secándomelas. Ese gesto tan normal, me resultó tierno pero excitante, y carraspeando un poco me presenté:

― Fernando Gazteiz y ¿Tú?

― Gloria Fierro, encantada.

Habíamos hecho nuestras presentaciones con una formalidad tan seria que al darnos cuenta, nos provocó otro risotada. Al no soportar más el ridículo que estábamos haciendo, le pregunté:

― ¿Me aceptas un café?

Entornando los ojos, en plan coqueta me respondió que sí, y cogiéndola del brazo, salimos del parque con dirección a Independencia, un pub que está en la puerta de Alcalá. Lo primero que me sorprendió no fue su espléndido cuerpo sino su altura. Mido un metro noventa y ella me llegaba a los ojos, por lo que calculé que con tacones pasaba del metro ochenta. Pero una vez me hube acostumbrado a su tamaño, aprecié su belleza, tras ese traje de chaqueta, había una mujer de bandera, con grandes pechos y cintura de avispa, todo ello decorado con una cara perfecta. Morena de ojos negros, con unos labios pintados de rojo que no dejaban de sonreír.

Cortésmente le separé la silla para que se sentase, lo que me dio oportunidad de oler su perfume al hacerlo. Supe al instante cual usaba, y poniendo cara de pillo, le dije:

― Chanel número cinco.

La cogí desprevenida, pero rehaciéndose rápidamente, y ladeando su cabeza de forma que movió todo su pelo, me contestó:

― Fernando, eres una caja de sorpresas.

Ese fue el inicio de una conversación muy agradable, durante la cual me contó que era divorciada, que vivía muy cerca de donde yo tenía la casa. Y aunque no me lo dijera, lo que descubrí fue a una mujer divertida y encantadora, de esas que valdría la pena tener una relación con ellas.

― Mañana, tendrás problemas y te podré ver en el mismo sitio, ¿verdad?― me dijo al despedirse.

― Si, pero con dos condiciones, que te pueda invitar a comer…― me quedé callado al no saber cómo pedírselo.

― ¿Y?

― Que me des un beso.

Lejos de indignarle mi proposición, se mostró encantada y acercando sus labios a los míos, me besó tiernamente. Gracias a la cercanía de nuestros cuerpos, noté sus pezones endurecidos sobre mi pecho, y saltándome las normas, la abracé prolongando nuestra unión.

― ¡Para!― dijo riendo ― deja algo para mañana.

Cogiendo su bolso de la silla, se marchó moviendo sus caderas, pero justo cuando ya iba a traspasar la puerta me gritó:

― No me falles.

Tendría que estar loco, para no ir al día siguiente, pensé, mientras me pedía otro café. Gloria era una mujer que no iba a dejar escapar. Bella y con clase, con esa pizca de sensualidad que tienen determinadas hembras y que vuelve locos a los hombres. Sentado con mi bebida sobre la mesa, medité sobre mi suerte. Acababa de conocer a un sueño, y encima tenía otro al alcance de mi mano, pero este además de joven y guapa tenía un morbo singular.

Aprovechando que ya eran las dos, me fui a comer al restaurante gallego que hay justo debajo de mi casa. Como buen soltero, comí sólo. Algo tan normal en mí, de repente me pareció insoportable. No dejaba de pensar en cómo sería compartir mi vida, con una mujer, mejor dicho, como sería compartir mi vida con ella. Esa mujer me había impresionado, todavía me parecía sentir la tersura de sus labios en mi boca. Cabreado, enfadado, pagué la cuenta, y salí del local directo a casa.

Lo primero que hice al llegar, fue ir a ver si Claudia había vuelto a su habitación, pero el monitor me mostró el cuarto vacío de una jovencita, con sus pósters de sus cantantes favoritos y los típicos peluches tirados sobre la cama. Gasté unos minutos en observarlo cuidadosamente, tratando de analizar a través de sus bártulos la personalidad de su dueña. El color predominante es el rosa, pensé con disgusto, ya que me hablaba de una chica recién salida de la adolescencia, pero al fijarme en los libros que había sobre la mesa, me di cuenta que ninguna cría lee a Hans Küng, y menos a Heidegger, por lo que al menos era una muchacha inteligente y con inquietudes.

Estaba tan absorto, que no caí que Miguel estaba en línea, preguntándome como había ido. Medio en broma, medio en serio, me pedía que le informara si “mi conquista” se había instalado el programa. Estuve a un tris de mandarle a la mierda, pero en vez de hacerlo le contesté que si. Su tono cambió, y verdaderamente interesado me preguntó que como era.

― Guapísima, con un cuerpo de locura― contesté.

― Cabrón, me estás tomando el pelo.

― Para nada― y picando su curiosidad le escribí,― No te imaginas lo cachonda que es, esta mañana se ha masturbado enfrente de la Webcam.

― No jodas.

― Es verdad, aunque todavía no he jodido.

― ¿Pero con gritos y todo?

― Me imagino, ¡por lo menos movía la boca al correrse!

― No me puedo creer que eres tan bestia de no usar la herramienta de sonido. ¡Pedazo de bruto!, ¡Fíjate en el icono de la derecha! Si le das habilitas la comunicación oral.

Ahora si me había pillado, realmente desconocía esa función. No sólo podía verla, sino oírla. Eso daba una nueva variante a la situación, quería probarlo, pero entonces recordé que la había echado de su cuarto por lo que tendría que esperar que volviera. Cambiando de tema le pregunté a mi amigo:

― ¿Y tú por qué lo sabes? ¿Es así como espías a tus alumnas?

Debí dar en el clavo, por que vi como cortaba la comunicación. Me dio igual, gracias a él, el morbo por la muchacha había vuelto, haciéndome olvidar a Gloría. Decidí llevarme el portátil al salón para esperarla mientras veía la televisión. Afortunadamente, la espera no fue larga.

Al cabo de media hora la vi entrar con la cabeza gacha, su tristeza era patente. No comprendía como un castigo tan tonto, había podido afectarle tanto, pero entonces recordé que para ella debió resultar un infierno, el ver pasar los años sin notar ninguna atracción por el sexo, y de pronto que la persona que le había despertado el deseo, la regañara. Estaba todavía pensando en ella, cuando la observé sentándose en su mesa, y nada más acomodarse en su silla, echarse a llorar.

Tanta indefensión, hizo que me apiadara de ella.

― ¿Por qué lloras?, princesa― oyó a través de los altavoces de su ordenador.

Con lágrimas en los ojos, levantó su cara, tratando de adivinar quien le hablaba. Se veía preciosa, débil y sola.

― ¿Es usted, amo?― preguntó al aire.

― Si y no me gusta que llores.

― Pensaba que estaba enfadado conmigo.

― Ya no― una sonrisa iluminó su cara al oírme, ― ¿Dónde has ido?

― Fui a pensar a Colón, y luego a comer con mi familia a Alkalde .

Acababa de enterarme que la niña, vivía en Madrid, ya que ambos lugares estaban en el barrio de Salamanca, lo que me permitiría verla sin tenerme que desplazar de ciudad ni de barrio. Su voz era seductora, grave sin perder la feminidad. Poco a poco, su rostro fue perdiendo su angustia, adquiriendo una expresión de alegría con unas gotas de picardía.

― ¿Te gusta oírme?― pregunté sabiendo de antemano su respuesta.

― Sí― hizo una pausa antes de continuar ― me excita.

Solté una carcajada, la muchacha había tardado en descubrir su sexualidad pero ahora no había quien la parase. Sus pezones adquirieron un tamaño considerable bajo su blusa.

― Desabróchate los botones de tu camisa.

El monitor me devolvió su imagen colorada, encantada, la muchacha fue quitándoselos de uno en uno, mientras se mordía el labio. Pocas veces había asistido a algo tan sensual. Ver como me iba mostrando poco a poco su piel, hizo que me empezara a calentar. Su pecho encorsetado por el sujetador, era impresionante. Un profundo canalillo dividía su dos senos.

― Enséñamelos― dije.

Sin ningún atisbo de vergüenza, sonrió, retirando el delicado sujetador de encaje. Por fin veía sus pezones. Rosados con unas grandes aureolas era el acabado perfecto para sus pechos. Para aquel entonces mi pene ya pedía que lo liberara de su encierro.

― Ponte de pie.

No tuve que decírselo dos veces, levantándose de la silla, me enseñó la perfección de su cuerpo.

― Desnúdate totalmente.

Su falda y su tanga cayeron al suelo, mientras podía oír como la respiración de la mujer se estaba acelerando. Ya desnuda por completo, se dedicó a exhibirse ante mí, dándose la vuelta, y saltando sobre la alfombra. Tenía un culo de comérselo, respingón sin ninguna celulitis.

― Ahora quiero que coloques la cámara frente a la cama, y que te tumbes en ella.

Claudia estaba tan nerviosa, que tropezó al hacerlo, pero venciendo las dificultades puso la Webcam, en el tocador de modo que me daba una perfecta visión del colchón, y tirándose sobre la colcha, esperó mis órdenes. Estas tardaron en llegar, debido a que durante casi un minuto estuve mirándola, valorando su belleza.

Era guapísima. Saliéndose de lo normal a su edad, era perfecta, incluso su pies, con sus uñas pulcramente pintadas de rojo, eran sensuales. Sus piernas largas y delgadas, el vientre plano, y su pubis delicadamente depilado.

― Imagínate que estoy a tu lado y que son mis manos las que te acarician― ordené sabiendo que se iba a esforzar a complacerme.

Joven e inexperta, empezó a acariciarse el clítoris.

― Despacio― insistí ― comienza por tu pecho, quiero que dejes tu pubis para el final.

Obedeciéndome, se concentró en sus pezones, pellizcándolos. La manera tan estimulante con la que lo hizo, me calentó de sobre manera, y bajándome la bragueta, saqué mi miembro del interior de mis pantalones. No me podía creer que fuera tan dócil, me impresionaba su entrega, y me excitaba su sumisión. Aun antes de que mi mano se apoderara de mi extensión ya sabía que debía poseerla.

― Mi mano está bajando por tu estomago― le pedí mientras trataba que en mi voz no se notara mi lujuria. En el monitor, la jovencita me obedecía recorriendo su cuerpo y quedándose a centímetros de su sexo. ― Acércate a la cámara y separa tus labios que quiero verlo.

Claudia no puso ningún reparo, y colocando su pubis a unos cuantos palmos del objetivo, me mostró su cueva abierta. El brillo de su sexo, y sus gemidos me narraban su calentura.

― Piensa que es mi lengua la que recorre tu clítoris y mi pene el que se introduce dentro de ti― ordené mientras mi mano empezaba a estimular mi miembro.

La muchacha se tumbó sobre la cama, y con ayuda de sus dedos, se imaginó que era yo quien la poseía. No tardé en observar que la pasión la dominaba, torturando su botón, se penetraba con dos dedos y temblando por el deseo, comenzó a retorcerse al sentir los primeros síntomas de su orgasmo.

Para aquel entonces, yo mismo me estaba masturbando con pasión. Sus gritos y gemidos eran la dosis que me faltaba para conducirme hacía el placer.

― Dime lo que sientes― exigí.

― Amo― me respondió con la voz entrecortada,― ¡estoy mojada! ¡Casi no puedo hablar!… 

Con las piernas abiertas, y el flujo recorriendo su sexo, mientras yo la miraba, se corrió dando grandes gritos. Me impresionó ver como se estremecía su cuerpo al desbordarse, y uniéndome a ella, exploté manchando el sofá con mi simiente.

Tardamos unos momentos en recuperarnos, ambos habíamos hecho el amor aunque fuera a distancia, nada fue virtual sino real. Su orgasmo y el mío habían existido, y la mejor muestra era el sudor que recorría sus pechos. Estaba todavía reponiéndome cuando la oí llorar.

― Ahora, ¿qué te pasa?

― Le deseo, este ha sido el mayor placer que he sentido nunca, pero quiero que sea usted quien me desvirgue― contestó con la voz quebrada.

Debería haberme negado, pero no lo hice, no me negué a ser el primero, sino que tranquilizándola le dije:

― ¿Cuándo es tu cumpleaños?

― El martes― respondió ilusionada.

― Entonces ese día nos veremos, mañana te diré cómo y dónde.

Con una sonrisa de oreja a oreja me dio las gracias, diciéndome que no me iba a arrepentir, que iba a superar mis expectativas…

Ya me había arrepentido, me daba terror ser yo, el que no colmara sus aspiraciones, por eso cerré enfadado conmigo mismo el ordenador, dirigiéndome al servibar a ponerme una copa.

 

 

Relato erótico: “MI DON: Raquel – Elisabeth Y Amigas –Últimas 2 semanas (3)” (POR SAULILLO77)

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Hola, este es mi 4º relato y como tal pido disculpas anticipadas por todos lo errores cometidos.Estos hechos son mezcla de realidad y ficcion, no voy a mentir diciendo que esto es 100% real.Lo primero es contar mi historia, intentare ser lo mas breve posible.
Mi nombre es Raul, tengo 25 años y lo ocurrido empezó en mis ultimos años de Instituto, 17-18 años, considero mi infancia como algo normal en cualquier crió, familia normal con padre, chapado a la antigua y alma bohemia, madre devota y alegre , hermana mayor , mandona pero de buen corazon, todos de buen comer y algo pasados de peso, sin cosas raras, vivo a las afueras de madrid actualmente, aunque crecí en la gran ciudad. Mi infancia fue l normal, con las connotaciones que eso lleva, sabemos de sobra lo crueles que son los críos y mientras unos son los gafotas, otros los empollones, las feas, los enanos….etc. Todos encasillados en un rol, a mi me toco ser el gordo, y la verdad lo era.Nunca me prive de nada al comer pero fue con 12 años cuando empece a coger peso, tampoco es que a la hora de hacer deporte huyera, jugaba mucho al futbol con los amigos y estaba apuntado a muchas actividades extra escolares, ya fuera natación , esgrima, taekwondo, o karate, pero no me ayudaba con el peso. Lo bueno era que seguía creciendo y llegue muy rapido a coger gran altura y corpulencia, disimulaba algo mi barriga, todavia no lo sabia pero esto seria muy importante en adelante.Siempre me decían que era cosa de genes o familia, y así lo acepte.Como casi todo gordo en un colegio o instituto al final o lo afrontas o te hundes, y como tal siempre lo lleve bien, el estigma del gordo gracioso me ayudo ha hacer amigos y una actitud simpática y algo socarrona me llevo a tener una vida social muy buena.Eso si, con las chicas ni hablar, todas me querían como su amigo, algo que me sacaba de quicio.Pues no paraba de ver como caían una y otra vez en los brazos de amigos o compañeros y luego salían escaldadas por las tonterías de los críos, siempre pensando que yo seria mucho mejor que ellos, pero nunca atreviéndome por mi aspecto a dar ese paso que se necesitaba.Un tío que con 17 años y ya rondaba el 1,90 y los 120 kilos no atraía demasiado, cierto es que era moreno de ojos negros y buenas espaldas, pero no compensaba.
Ademas, tengo algo de educación clásica, por mi padre, algo mayor que mi madre y chapado a la antigua, algo que en el fondo me gustaba ya que me enseño a pensar por mi mismo y obrar con responsabilidad sin miedo a los demás, pero también a tratar con demasiado celo a las damas, y lo mezclaba con una sinceridad brutal, heredada de mi madre, “las verdades solo hacen daño a los que la temen, y hace fuerte a quien la afronta”, solía decirme.Una mezcla peligrosa, no tienes miedo a la verdad ni a lo que piensen los demás. También, o en consecuencia, algo bocazas, pero sin mala intención , solo por hacer la gracia puedo ser algo cabrón.Nunca he sido un lumbreras, pero soy listo, muy vago eso si, si estudiara sacaría dieces, pero con solo atender un poco sacabas un 6 por que molestarme, al fin y al cabo es informacion inútil que pasado el examen no volvere a necesitar.
Con el paso de mi infancia empece a sufrir jaquecas, achacadas a las horas de tv, ordenador o a querer faltar a al escuela, ciertamente algunas lo serian pero otras no, me diagnosticaron migrañas, pero cuando me daban ningun medicamento era capaz de calmarme, así que decidieron hacerme un escaneó y salto la sorpresa, Con 17 años apunto de hacer los 18 e iniciar mi ultimo curso de instituto, un tumor benigno alojado cerca da la pituitaria, no era grande ni grave pero me provocaba los dolores de cabeza y al estar cerca del controlador de las hormonas, suponían que mi crecimiento adelantado y volumen corporal se debía a ello.Se decidió operar, no recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida como las horas previas a la operacion, gracias a dios todo salio bien y con el apoyo de mi familia y amigos todo salio hacia delante y es donde realmente comienza mi historia.
Después de la operacion, y unos cuantos días en al UCI de los que recuerdo bien poco, me tenían sedado, con un aparatoso vendaje en la cabeza e intubado hasta poder verificar que no había daños cerebrales.Me subieron a planta y pasadas una semana empece ha hacer rehabilitación, primero ejercicios de habla, coordinacion y razonamiento, y despues físicamente, era un trapo, no tenia fuerzas y había mucho que mover, pero pasaron los días y casi sin esfuerzo empecé a perder kilos, cogí fuerzas, en mi casa alucinaban de como me estaba quedando y ante esa celeridad muchos médicos me pedían calma, yo no queria, me encantaba aquello, pero tenia que llegar el momento en que mi tozudez cayo ante mi fisico , a pocos días del alta, en unos ejercicios de rutina decidí forzar y mi pie cedió, cisura en el empeine y otra semana de reposo total. Aquí ocurrió la magia, debido a mi necesidad de descansar me asignaron un cuarto y una enfermera en especial para mis cuidados,se llamaba Raquel, la llevaba viendo muchos días y había cierta amistad hasta el punto de que en situaciones en que mi familia no podía estar era ella quien me ayudaba a…..la higiene personal, solía solicitar la ayuda de algun celador pero andaban escasos de personal, y yo hinchado de orgullo trataba de hacerme el duro moviéndome con la otra pierna.
Como os conté en mi anterior relato, ella fue mi 1º relación sexual, y la que me abrió los ojos, el tumor y su extracción me provoco una serie de cambios físicos, perdida de peso y volumen, ademas de, sin saber muy bien como, una polla enrome entre mis piernas.Pero las situacion con ella, no dio para mas, me recupere perfectamente y llego el día de irme del hospital. Después toco poner en practica la teoria y Eli, la fisioterapeuta que me estaba ayudando con un problema en el pie, me la confirmo. Ahora era mi profesora y me enseñaba todo lo que se podria necesitar, y con unas amigas llego la magia.
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Ya he leído algunos comentarios, gracias por los consejos, tratare de corregir, pero la historia debe continuar.Después de mis 2 primeras semanas de aprendizaje y teoria, llegaba la hora del examen practico.
Pido disculpas, se me colo el 1º día de la 3º semana en el final del anterior relato, copio y pego. También pido disculpas por los tochazos que escribo, estos primeras experiencias llevan mucha informacion, y es importante a mi entender.Alguno mas así y os prometo que los siguientes no serán tan grandes.
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3º SEMANA PRACTICA.
Polla estancada en las medidas iniciales.La comparación mas simple es que en reposo era algo mas grande que un baso de cubata y en ereccion era como una botella de refresco de 1,5 litros si le quitaras el tapón.
El fin de semana voló, había futbol y se me paso rapidísimo.Cuando entre al gym no me percate, pero al fondo había un par de chicas, algo mas jovenes que nuestros acompañantes habituales, de la edad de Eli diría yo.Nada mas ver a Eli me lance a preguntar.
ELI: son clientas y amigas mías, normalmente vienen por las mañanas pero las he convencido de que vengan ahora para ser pares e iniciar ejercicios de parejas y bailes.
YO: ¿BAILES?
ELI: eso siempre ayuda a al gente a soltarse un poco y moverse
YO: tu sabras, pero ellas saben de mi………… vamos, de nuestro “acuerdo”
ELI: ya lo veras……- me miro con cara lasciva y poniéndome un dedo en le pecho se fue con actitud chulesca hacia su zona.
ELI: Bien, escuchen todos, hoy tenemos chicas nuevas en al ciudad, son Carla y Lara, UN aplauso fuerte para ellas y no las tratéis mal ehhhhh.
Eli puso algo de música suave como siempre, y se empezó con la rutina de siempre, las chicas no lo hacian mal, era cierto que eran clientas, conocían la rutina de ejercicios, durante media hora de ejercicios me dio tiempo a escanearlas a fondo, como todos los hombres de la sala, alguno no llego ni a los 10 minutos antes de sentarse.
Carla era un mico, propiamente dicho, no se si llegaría al 1,60, iba vestida con un chandal bastante holgado pero se podía notar que le sobraban algunos kilos, era pelirroja, con dos coletas , una a cada lado de la cabeza, llevaba gafas amplias y la cara bastante redonda.Si bien su figura no era facil de intuir, en varios ejercicios de repetición el suéter amplio que llevaba se le metía por debajo de la tetas, y se le notaban, debían de ser enormes.
Lara era el polo opuesto, era rubia, alta, casi 1,75 pude deducir, figura esbelta, los brazos eran muy delgados, se le veía bien la parte de arriba ya que llevaba un top ceñido, nada provocativo pero no dejaba lugar a engaños, pechos normales, quizá algo mas pequeños que Eli, eso si, en las piernas llevaba una especia de pantalones bombachos que no permitían mas divagaciones.
La clase fue como siempre la primera media hora, yo ya directamente salia con nada debajo del pantalon, no tardaron en venirse abajo los hombres y mujeres de siempre.Los hombre se hartaron de admiran a las nuevas, que estúpidos, Eli iba tan ceñida y ajustada como siempre. Algunos ejercicios me levantaron el animo y las nuevas no tardaron en fijarse en mi, alguna se paraba de vez en cuando fingiendo colocarse la ropa mientras comentaba algo a la otra.A la media hora de clase Eli paro.
ELI: esta bien, veo que nos quedamos muy pocos ya – apenas 10 hombres y 12 mujeres- vamos a probar algo nuevo, ejercicio por parejas¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Eso levanto la mirada de todos, como Suricatas en el desierto.
ELI: he preparado una ristra de canciones, duran 30 minutos , cada x tiempo habrá un cambio de canción, cuando ocurra, quiero que las mujeres paséis al hombre de la derecha y cuando lleguéis al ultimo hombre de la fila, empezáis con la fila de detrás, así todos bailaremos con todos.movimientos simples, y nada raro he don Manuel……..-sabia ganarse al publico-….ESTAMOS???¡¡¡¡
todos corrieron a posiciones iniciales. Eli se fue acercando cada uno y fue haciendo parejas por filas para que fuera sencillo.Obviamente yo empezaba con ella.
ELI : uno, dos y tres¡¡¡¡¡¡¡
Empezó la música y me deje guiar por ella, muchas risas de fondo y torpes movimientos.
YO: ¿y ahora que?
ELI: si queremos que funcione vamos a tener que ceder, nos van a frotar y restregar, procura hacerlas felices, y voy a ayudarlas- me guiño un ojo, se me froto como una perra en celo , me la puso como un mástil y toco cambio de canción.Solo pude sonreír
Sobra decir que hubo pelea sobre a que mujer le tocaba conmigo y que hombre se quedaba con alguna de las 3 “jovenes”, los 3 primeros turnos fueron algo caóticos pero se fue cogiendo velocidad y la verdad nos lo pasamos bomba, mas obviedad era que a Eli Carla y Lara, las metieron mano hasta en el carne de identidad.Y a mi , bueno no iba a ser menos, no era ningun, galán pero era alto, joven y sabían de sobra que iban a hacer, no creo que haya un record pero sin duda anduve cerca del tío al que mas veces le has restregado el culo, la cadera o directamente la mano en la polla. Aquello me divertía, y a ellas, siempre que se iban de mi turno se iban haciendo aspavientos al resto.
Llego el momento en queme toco a Lara, me hice el cortes regalando un saludo clasico de baile y la ofrecí mi mano, ella se sonrojo y se acerco mordiéndose el dedo indice de su mano derecha, dándome la otra, y con la vista baja clavada en mi mas que obvio pene.De tanto baile se me había salido de la pernera y casi era una tienda de campaña, ella al inicio no pegaba mucho su cuerpo y miraba hacia todos lados sonriendo, pero pasado unos segundos, me harte de llevarla como un pegote y la pegue a mi de un tirón, mi polla, aplastada entre nuestros cuerpos, la llegaba de lado a lado de la cintura, ella se sonrojo mas aun si cabe pero ahora me miro a la cara, e intercalaba con vistazos rápidos a su vientre, con la boca abierta, soltó pequeños golpes de aire, totalmente impresionada, estaba avisada pero no lo suficiente, la hice dar un par de giros sobre su propio eje pero sin separarme mucho dejado que mi barra golpeara casi toda su circunferencia, esto ya era practica de las enseñanzas de Eli, la llegue a poner de espaldas a mi pero cuando fui a acercarme cambio de canción. La oí mascullar.
LARA:……………..jo.
YO: te has librado por poco, otro día no fallo- la mire a los ojos y la repetí el saludo de baile clasico, la bese la mano, y la pase al siguiente.¿De donde había salido esa auto confianza y seguridad al tratarla? Eli era buena profesora.
Mi sorpresa fue que nada mas darme la vuelta para ver a mi siguiente dama, no vi a nadie, andaba pendiente de Eli, la vi agarrada de un hombre por cada brazo, se la estaban rifando.De nuevo mire y mi derecha y ya vi a Carla, se acerco como un obús, y casi sin reaccion me prepare para el impacto, se me tiro encima como si fuera papa noel y ella un crió de 6 años.
YO: bueno¡¡¡¡¡¡ ¿vienes con ganas o que?
CARLA: no te hagas el tonto, Eli me ha dicho que la tienes enorme y quiero constatarlo.- Su honestidad y firmeza me descoloco.
YO: venga -me tuve que agachar- pues si te portas bien, soy todo tuyo.
Ella no paraba de intentar pegarse a mi, y yo de alejarla con el baile, no la iba a dejar el premio tan facil, se lo tenia que ganar. Entendió mi propósito y se empezó a mover como no creía posible, le sobrarían kilos pero tenia ritmo.Al final la deje acercarse, no perdió el tiempo y se pego como una lapa, directamente me cogió la polla y la palpo de arriba abajo a través de la tela.
CARLA: madre de dios¡¡¡¡¡ que suerte tiene la muy guerra.- supuse que se refería a Eli.
Me la coloco de tal manera que era horizontal pero hacia abajo, me la volvió a meter en la pernera del pantalon cosa que le agradecí, se coloco de lado a esa pierna y se me pego de nuevo, ni me miraba a mi, solo constataba distancias, Yo no veía nada, sus 2 prominentes pechos hacian un angulo ciego en su estomago pero haciendo gala de mi capacidad de deducción espacial, mi cintura le llegaba a la altura de sus pechos, y mas de un movimiento note su muslo en mi punta del glande.No se molesto en decir nada, solo se restregaba contra mi, eso me ayuda a cerciorarme, cada vez que se movía de arriba a bajo sus pechos hacian efecto brocha en mi cadera, debía de pasar de la talla 100 segurisimo.
De nuevo cambio de canción, Eli salio despavorida del fondo de la sala y se me hecho a los brazos, ya habíamos dado una vuelta entera, todos con todos, y se acababa la hora. Eli era lista y puso el ultimo turno largo y pausado.
YO: ¿que tal, profesora? – levanto algo la mirada, pero no me miraba ami, si no a mi pecho.
ELI: ha …ha sido mas duro de lo que creía, no se si podre repetir, me siento…… me siento mal.- incluso la note temblar
YO: hey hey, tranquila morena mía; ya esta a salvo conmigo, aqui no te va a pasar nada malo – trate de calmarla- si no quieres no se repite esto.- de la impresión se me bajo el empalme que llevaba 30 minutos sin bajar.
ELI: ha sido duro, ¿para ti?
YO: no te voy a mentir Eli, me lo he pasado genial, y que sepas que tus amigas van bien servidas.- le saque una medio sonrisa.
ELI: siento si te molesto pero, tenia que convencerlas de venir a esta clase y eras el mejor argumento.
YO: no pasa nada, ahora cálmate y prepárate para terminar la clase.Si no quieres hoy descansamos, no hace falta que te quedes.- alzo la mirada de nuevo, ahora si amis ojos, la sentí débil así que le trasmití la mayor seguridad posible. Sonrió ampliamente.
Acabó la música, volvió a ser ella de repente, pidiendo aplausos y felicitaciones, se fue y pregunto por todos lados, que les había parecido. Mientras ella lo hacia yo cogí mis cosas y ni corto ni perezoso me fui directo a donde estaban Carla y Lara. Puse mis cosas al lado y sin decir nada me senté a esperar.Ellas cuchicheaban, bueno, Lara lo hacia, a Carla se le oían las burradas que decía claramente.Estaba claro que Carla era todo un carácter.
Eli termino de despedir a todos y se fue a nuestra zona, su rutina antes, cerro todo y comprobó los baños. Se me acerco directamente como la misma cara pálida y asustada de la ultima canción, la mire fijamente, miro a sus amigos y estallo señalándome con el dedo y saltando de alegría.
ELI: MUAHAAAAA HAS PICADO IDIOTA¡¡¡¡¡¡
CARLA Y LARA: jajajjaajjaj te la acaban de meter hasta el fondo.
YO : ¿PERO QUE COJONES PASA¡¡¡?
ELI: nada tonto, que estaba todo preparado.
YO: ¿todo que?
ELI: pues todo, mi debilidad al final de la clase……
CARLA: …….la timidez de esta pava- señalando a Lara
LARA: ……y tu atrevimiento, cerda – dijo algo molesta con Carla.
Las tres se echaron a reír, yo me quede a cuadros, como seria si me robaran en casa conmigo dentro y no me entraba, las miraba atónito, y alguna palabra mal sonante se me fue a la cabeza pero guarde calme.
ELI: ayyyyyyy¡¡¡¡ mírale que cara de mustio se le ha quedado………….. jijijiji. Te crees que una mujer como yo no puede soportar que la magreen un poco, eso me pasa a diario.- mientras decía eso agarro mi mejilla con una mano, a lo abuela, se la quite de mala manera, estaba cabreado, me la habían jugado, ¿por que? ¿que ganaban?.
Eli se acerco con ternura se puso de espaldas y se me sentó encima de forma lateral, de cara a sus amigas, yo miraba hacia su espalda, no queria saber nada.

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Relato erótico: “La difícil decisión de la rica Erika Garza de Treviño 7” (POR RAYO MC STONE)

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Erika miraba impaciente hacia el ventanal de ese restaurante céntrico de la ciudad de Monterrey. Vio maravillada como los hombres y hasta mujeres volteaban a ver a esa despampanante  “mujer” alta, bellísima que en un atuendo eminentemente provocativo y contoneándose a más no poder sonreía a todos y a ninguno…nadie parecía darse cuenta de la real condición de “ella”.
Solo Erika sabía que se trataba de su amiga “virtual” Natalia, que se trataba de una escort transexual de lujo, que en realidad era un hombre con pene, pero en un cuerpo de mujer perfecta, realmente podía pasar fácilmente por una bella modelo de pasarela.
Al ser lunes y no tener reunión con sus “otras amigas”, se había citado con ella. Esteban estaba cerca del lugar, lo sabía, porque la vino siguiendo en el automóvil de vigilancia que le habían asignado. Ella manejo sola desde San Pedro hasta el lugar.
Había tenido ya tiempo para repensar una y otra vez más los sucesos del último mes y medio. Como ríos de agua hirviendo venían a su cabeza los recuerdos nostálgicos de su amor con Roger. En definitiva, debía reconocer que en los breves momentos que estuvo con él, si se llegó a enamorar. Los acosos leves de Esteban y su Tío Alberto. No era una ingenua, sabía el poder que despertaba su cuerpo y su ser en ellos. Se preguntaba cómo había sido capaz la noche del viernes pasado de haber tenido relaciones sexuales con Rodrigo. Estaba apenadísima, cuando fue a visitarlo solo quería tener una auto-justificación para su amorío con el Profesor Rogelio.
Significaba que aún no se convencía a si misma de los pasos que había tomado, sin embargo, al ver al joven, reconocer su valía de correr al acosador y hostigador del negro Luis y verlo soñando con ella, se le despertó esa lujuria que sabía poseía en lo más recóndito de su esencia, estaba consciente de ello, lo tenía anidado en su alma como el tatuaje que Natalia tenía arribita de sus femeniles glúteos.
Claro que recordaba el cuerpo de esta, si estuvo arrodillada ante “ella” aprendiendo la felación. Acto que tuvo su noche de graduación, precisamente el viernes pasado con Rodri, al ponerle una mamada de super campeonato.
Solo pudo ver una vez más a Rodri que el domingo se marchó ya. Le regalo una película vieja de los años 70 y dos CD de los llamados soundtracks. Le platico que había dos películas que le habían impactado en su amor juvenil hacia ella.
Una es el “Graduado” con un incipiente Dustin Hoffman, en donde un joven universitario tiene amoríos con una mujer mucho mayor que ella. Pero que en esa película no se veía él reflejado, lo único que le llamaba la atención es la diferencia de edades del hombre y la mujer y la música de la misma. Sus canciones preferidas de la misma son Sra. Robinson, Los sonidos del silencio  y Cántico de Scarborough del dueto americano Simon & Garfunkel. Por eso le regalaba el disco con dichas canciones de la mencionada película. Sabía que a Erika le encantaba la música.
Pero la película que le regalaba si reflejaba lo que sentía. Se trataba de Verano del 42…en donde una mujer enviuda y la noche en que le es anunciada la muerte de su esposo en la 2° Guerra Mundial tiene relaciones con un casi niño, que era su amigo, en ese acto si se veía como protagonista de su propia experiencia, así mismo la música es simplemente hermosa, Erika se escuchó una y otra vez la música del Graduado, así como la de Verano del 42,  tarareaba la canción, tal vez para acallar la pena y vergüenza que le representaba ahora la relación que tuvo por  casi 6 horas con su joven sirviente, a pesar de que este la calmo lo más que pudo y le intentaba explicar que entendía su comportamiento, mientras ya entraba Natalia a su encuentro…
The summer smiles
The summer knows
And unashamed
She sheds her clothes
The summer smoothes
The restless sky
And lovingly
She warms the sand
On which you lie
The summer knows
The summer’s wise
She sees the doubts
Within your eyes
And so she takes
Her summertime
Tells the moon to wait
And the sun to linger
Twist the world
Round her summer finger
Lets you see
The wonder of it all
And if you’ve learned
Your lesson well
There’s little more
For her to tell
One last caress
It’s time to dress
For fall…
And if you’ve learned
Your lesson well
There’s little more
For her to tell
One last caress
It’s time to dress
For fall…
Un recuerdo que le laceraba la mente como hierro candente, fue que en el velorio de Roger, antes de subir a la recamara en donde el negro Luis la puntillo a gusto por cerca de 20 minutos y que le hizo incluso soñar con que se la beneficiaba a gusto en la misma cama de su amor perdido, pensó que su atribulada mente le jugaba una jugarreta de los mil demonios.
Le extraño sobremanera una conversación que escucho entre dos hermosísimas mujeres que sobresalían del resto, ya por su clase y porte, ya por su vestimenta. Nunca supo quiénes eran, ni porque estaban ahí, ni de que conocían a Rogelio. Las dos mujeres solo la abrazaron dándole el pésame, en donde pudo constatar lo hermosas que eran, así como sus cuerpos super esculturales y bien formados.
Recuerda incluso hasta los nombres. Esta fue la conversación que escucho:
Una mujer trigüeña, que ubico se llamaba Cristina le decía a otra que era rubia como ella y que evidentemente se encontraba muy nerviosa: No te entiendo, Gabriela, me dices que has gozado con ese señor y ya no quieres verlo más, pues que no has entendido lo que te he venido diciendo…
La otra bella mujer rubia que fue llamada Gabriela, le contesto: Es que no entiendes Cristy, que yo amo a  mi esposo, lo de Cipriano solo ha sido un grave error, el desgraciado me ha hecho ser una mujer distinta, me ha citado para el sábado a un Bar llamado “Zanzibar”
Erika, si algo tenía, era una excelente memoria, el nombre de Gabriela y Cipriano eran los de dos personajes de un relato erótico que había leído al estar en el DF en esa tarde encerrada en el Hotel en donde aprendió a masturbarse y se documentaba acerca de los temas sexuales. Se le hizo demasiada coincidencia, aunque con tantas cosas que se le vinieron después, ya no le dio importancia hasta que recibió el sábado muy temprano, la llamada de su suegro.
Claramente se le vino a la mente el imperativo, orden que el viejo le indico.
Don José: Hola putita, como amaneció hoy mi reina.
Erika: Buenos días Don José, que se le ofrece, que quiere, por favor ya no me moleste
Don José: Ve el correo que te acabo de enviar. De ese audio video tengo el original, así que ya sabes que tendrás que obedecerme. Mira tendré que salir unos pocos  días, pero a mi regreso el sábado próximo te deberás preparar. La cita será en uno de mis negocios “ocultos”, jajajaja Apréndete el nombre, porque serás por un día la reina del Zanzibar. Ya te hare llegar más indicaciones, mientras cuídame esas nalgotas que serán mías, jajaja
Zanzibar, Zanzibar, Zanzibar retumbaba en sus oídos combinándose con la tonada de la canción The summer knows . Era el nombre del Bar del cual platicaban esas mujeres en el velorio.
Natalia llego a su encuentro para darle un beso en la mejilla y piropearla: Diablos, condenada, la única mujer que me pone eres tú, no sé que tienes pero eres la única que despierta lo poco que me queda de ser hombre, jajajaja
Ay como eres, Natalia, que bueno que llegas, necesito que me ayudes a ordenar mis pensamientos.
¿Tus pensamientos? O ¿Tus calenturas, chiquita?
Si algo tienen las buenas escorts es que entienden de la naturaleza humana a la perfección. Al estar enterada de las vivencias de su amiga Erika, Natalia entendía a las mil maravillas los sentimientos que la embargaban.
Bueno, entonces te gusta lo que tu suegro te dio de placer, pero tu mente se resiste a aceptarlo como amante, te entiendo, ha de ser un desgraciado, digo para rechazar a alguien que te puede hacer vibrar…le decía Natalia a la compungida amiga.
Platicaron largo y tendido, Erika salió más reconfortada, Natalia la acompañaría al Bar Zanzibar el próximo sábado. Incluso le menciono que lo conocía al ser uno de los lupanares de mayor éxito en la ciudad de la clase media “congalera”. Su concurrencia era de personajes que muy poco sabrían de la existencia de Erika al no tener referencias de la clase alta. Aunque para mayor seguridad se disfrazaría (de hecho Don José le anunció que le enviaría un paquete con la vestimenta que quería vistiera en dicha ocasión, ella no podría escoger, era un mandato) y Natalia estaría cerca de ella para ver en qué momento podrían entrar en acción. Habían urdido un interesante plan de defensa para la adinerada mujer que no quería dar su brazo a  torcer con el suegro.
Reconocía que le había prodigado mucho placer, pero por ningún motivo quería caer en sus garras. Incluso, Natalia  le hablo por celular a un amigo suyo de Monterrey, experto en computadoras y todo lo relacionado a sistemas electrónicos que incluía la filmación, llamado Armando. Cosa curiosa, le comento que su amigo también conocía muy bien el lugar ya que incluso hace como tres semanas atrás tuvo una situación muy interesante en dicho congal, agenciándose a su nueva novia, una mujer casada, le decía que era bellísima llamada Cristina. También esa mujer los acompañaría, ya que dentro del plan podría ser de utilidad el contar con su presencia y conocimientos del sitio. Solo le pedía, que consiguiera un hombre fuerte, por si existía la necesidad de entrar al quite. Viendo por la ventana, Natalia, le pregunto: Oye, manita, ¿Y ese hombretón tan guapo de allá fuera? Mira insistentemente hacia acá…Ah…es Esteban, mi guardaespaldas…Ufff, preséntalo, chulita, está  buenísimo, el cabrón…oye él podría ser de bastante ayuda a lo que pienso podemos hacer.
Erika que en ese momento estaba pensando en la conversación que escucho en el velorio de Roger, casi brinca de la silla cuando escucho el nombre de Cristina, hecho que solo acrecentó en ella el deseo de que le  hubiera gustado saber quiénes eran esas mujeres y cual habría sido su experiencia en el citado bar. Seria coincidencia, pensó…
Al despedirse, ya que se verían hasta el mencionado día, Natalia lanzó su as escondido, en el sentido de querer tener un “agasajo completo” con su amiga, pero esta desistió amablemente.
Bueno chulis, ya sabes que si quieres calmar tus ansías de novillera, yo estoy puesto..oyetelo, puesto, en masculino, ehhhh para darte por ese cuerpito que te cargas, para que sin que nadie se diera cuenta darle un buen agasaje a las suculentas nalgas de la hembra cuando se abrazaron.
Ayyy, amigaaaa, no tengo mente para eso ahorita…
Por el instante, su concentración estaba en la pena que le dejaba el hecho de haberse encamado con Rodrigo y del inminente chantaje que su suegro se cobraría el fin de semana. Sus sentimientos eran muy encontrados, estaba a punto de darlas y todo por calentona, por no haberse sabido controlar. En el caso de Rodrigo, este insistió en que entendía lo que había pasado, sin embargo, no dejaba de sentir vergüenza.
La semana transcurría lenta, anodina, en la reunión con las amigas, ni siquiera ponía atención a los comentarios subidos de tono, sobre todo de Clara, en relación a su guardaespaldas Esteban.
El jueves, con Tío Alberto fueron de compras para renovar el guarda ropa, en esta ocasión la vestimenta sin dejar de ser elegante, si era más atrevida que la de la otra ocasión, aunque solo visitaron una sola tienda y muy rápidamente opto por las compras, como dándole el avión a su viejo pariente político.
A tal efecto, como estaba acompañada de él, además de que  casualmente a Esteban su marido lo había requerido, ya que el fin de semana completo se iría de viaje de negocios,   aprovecho para ingeniárselas con su regordete familiar para quedarse un instante a solas, necesitaba ordenar sus pensamientos, estaba a punto de dar un paso difícil dentro de dos días, no sabía cómo reaccionaría ante el suegro, tenía que ir, no le quedaba de otra, la tenía bien agarrada para perjudicarla sobremanera, su  mundo se derrumbaría, decidió tomarse un café a solas  en un pequeño lugarcito de ese inmenso centro comercial de lujo. Apenas eran las once y quince, se había despachado rápido al Tío Alberto, sus hijos estaban fuera de la ciudad por motivos escolares y regresaban hasta el domingo por la noche, así que como decía el novelista brasileño Paulo Coelho: “Cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla”, aunque ahora  parecía que todo el universo conspiraba pero en su contra  para ser enculada por su padre político.
No sabiendo que hacer, y al ver que varios hombres la miraban con insistencia y sin querer saber nada de ellos, recordó que la hermana de Roger le había dado las llaves de la casa del fallecido para solicitarte que en la primera oportunidad que tuviera fuera a darle una vuelta y ver que todo estuviera en orden. La hermana estaba demostrado ser una buena mujer y muy discreta. En su celular busco la dirección y ruta apropiadas para dirigirse a esa añorada casita de su querido y poco duradero amor. Además recién, en la noche anterior su suegro le hizo llegar un paquete regalo en donde seguramente venían las indicaciones y vestimenta que tendría que ocupar ya dentro de dos días. El tiempo se le hacía eterno. Parecía buena idea ir a la casa de Roger y a solas calmar un poco su congoja y pesadumbre por la inminente entrada a las estadísticas de las mujeres infieles que Don José se ha pasado por las armas. Lo peor que presentía, es que sabía que al final le gustaría, hasta llego a maldecir por la muerte de Roger, de no haber pasado eso, seguramente él la podría ayudarla a salir de esto.
Al parecer su único apoyo sería Natalia, pero su desenfado y la naturalidad con que tomaba las cosas no le inspiraban confianza alguna de poder evitar lo del sábado. Tendría que ver que vestimenta le mandaba el viejo, pero ya se imaginaba que sería el de una piruja cualquiera. Dios mío, murmuraba para sí, sabía que se venía un evento difícil.
Sin más se enfilo en su auto para dirigirse a la casa de Roger, cuidando de tener a la mano la lata de spray de defensa en caso de recibir ataque alguno, iría prevenida, ya sabía que el peligro podría surgir de cualquier lado.
Sin mayor contratiempo llego, no sin antes pasar dos retenes. Uno de militares y otro de policías estatales…Carajo, tanta exhibición de poder y nunca agarran a nadie, además de que se sabe que existen bajas con ellos y nada de los criminales, no se ve por donde se componga esto. Ahora la noticia era la detención de la corrupta, odiada y desagradable Maestra Gordillo, a ver cuando llegaba otra “bomba mediática” para aletargar al pueblo.
Su amiga Marisa que visitaba Torreón seguido, también le comentaba que la Comarca Lagunera estaba hasta peor que Monterrey y lo curioso es que la gente de aquí pensaba que el lugar ya no podía ponerse más mal de lo que ya estaba y al parecer si había otra ciudad cercana peor que esto,,,ufff…malditos fueron los que provocaron la muerte de mi Roger…Ahora estaban diciendo que habían detenido 21 personas en la Laguna, presuntos culpables de todos los desmanes que se daban, habría que ver qué pasaba en los siguientes días.
Llego a la casa, acciono el portón automático, pequeña la casa pero con todo el confort del mundo, eso ya lo sabía. Bajo de inmediato y se sorprendió…parecía que no había pasado nada en ella, todo lucía limpio,  ordenado. Solo el Cross Fox que tenía Roger sabía se lo había regalado a Rodri, ya que en la carta que dejo en caso de fallecer decía con claridad que solo a él le dejaría el auto…por supuesto que la buena mujer de la hermana así lo cumplió. El espacio del garaje sin embargo daba para dos autos…vio visibles huellas de que había sido usado…quizás el hijo soltero de 26 o 27 años de Roger venía de visitaba y dejaba todo así de impecable.
También vio que incluso el refrigerador y la cocina estaban surtidas.
Tenía un poco de hambre así que decidió prepararse algo ligero y tomarse un trago de tequila, acto seguido subió a la recamara con el paquete que el suegro le envío y con la poca ropa que llegó a comprarse. Acciono el equipo de música, decidió que como en aquella ocasión en que por primera vez convivio como mujer completa en el terreno de los actos amatorios de la cama, fuera el azar quien fuera seleccionando las piezas que se escucharían en esa bonita estancia.
En otra jugarreta del al parecer cruel destino empezó a escuchar:
Yo sufro lo indecible si tú entristeces,
no quiero que la duda te haga llorar,
hemos jurado amarnos hasta la muerte
y si los muertos aman,
después de muertos amarnos más.
Si yo muero primero, es tu promesa,
sobre de mi cadaver dejar caer
todo el llanto que brote de tu tristeza
y que todos se enteren de tu querer…
Carambas lo que menos pensaba escuchar, aunque la canción “Nuestro Juramento” era bellísima como que no era la apropiada para este momento, pero bueno, en fin…puso el paquete regalo del suegro sobre la cama.
Al abrir el paquete, no pudo evitar estremecerse, era un conjunto rojo de mini bikini y brasier que seguramente no dejarían casi nada a la imaginación. Un minivestido negro con generoso escote y bordeados en plateado, así como medias, ligueros, zapatillas altísimas completaban el por decir así, ajuar…también un sobre en donde encontró una especie de audífono para sus oídos con un pequeño aparatito, venía la dirección del Bar…el viejo era sabio, le comentaba que tendría que llegar por sus propios medios, a Esteban lo tendría ocupado enviándolo con su marido al viaje, así que su idea de pedir apoyo a este se derrumbaba, tendría que ingeniárselas para ver donde encontraba al hombre fuerte que le solicito Natalia o en su defecto hablarle para que ella buscará e involucrará a alguien más, si de por sí ya estaría esta, con el tal amigo Armando y su novia casada Cristina…no abrigaba esperanza alguna de tener éxito en evitar que el suegro se saliera con la suya, de recordar se le humedecía la vagina, ya que en el fondo había gozado de los dos escarceos anteriores con el padre de su marido, estaba excitadísima, el encuentro con Rodri lo único que logro es un sentimiento de vergüenza, pero más allá de ello, un avivamiento como hoguera que no se apaga de sus ansías de mujer, de sentir, de coger, de vibrar, de ayuntarse con un verdadero hombre y no con un remedo en este tema como lo es su esposo Carlos.
Un viejo cantante suponía, ya que no supo quién era, cantaba con una claridad “Te odio y te quiero”…otra vez todo parecía recordarle su situación actual. Al verificar en el equipo vio que se llamaba Julio Jaramillo. Nada que ver con los actuales, la voz era nítida y hermosa. Se acordó cuando en el DF fue al Auditorio Nacional a ver a Luis Miguel y como no entendía a las mujeres que enloquecían, cuando incluso en varias canciones no se entendía lo que estaba cantando.
Suspirando fuertemente, y apurando el trago que tenía en la mano, solía tomar muy ligero, nada del otro mundo,  pero ahora con todo esto, y con apenas un trago en la breve comida y el que sorbía lentamente, todo lo veía nublado…sin más se vistió. Su coquetería innata, no resistió el hecho de maquillarse de una manera más a tono con la vestimenta. Al verse al espejo, debió reconocerse a sí misma como otra mujer, se veía mucho más sensual, más alta, muy diferente, mucho mejor que la primera vez que estuvo con Roger, en donde vivió de todo en menos de un día. Para el sábado claro que se pondría peluca, no quería arriesgar su ya de por si precaria situación, pudiendo dar pie a que alguien la reconociera. Se paseaba delante del espejo coquetamente.
Su calentura subía de tono, en definitiva tendría que hacerse justicia por su propia mano…sus manos recorrían sus senos, los estrujaban y se detenían en su rajadura, jugueteando sabrosamente en esa intimidad vibrante que ya palpitaba…su cara de momento se ponía rosada, casi roja, sus sensaciones se estaban elevando…el olor, la limpieza del cuarto, el casi aislamiento del mundo de afuera y sobre todo la música contribuían a ese estado de cachondez y eroticidad elevadas.
La imagen que veía en el espejo era increíblemente sensual, erótica, evidentemente sexual y caliente,  se dio miedo a sí misma, sabía que se podía encender en cualquier momento y con cualquiera que supiera del arte de coger como Dios manda. Sin embargo, la educación recibida y sus principios humanos le indicaban que no podía convertirse en una cualquiera, en una puta más.
El mismo miedo que sintió cuando por primera vez vio a su amiga en el DF copulando como animal salvaje con un casi desconocido, la primera y segunda vez que se dejó manosear y perrear en el metro de dicha ciudad, llegando incluso al orgasmo.
La vez que dejó mamar un poquito en su vaina al pobre policía de la estación, miedo que sintió al agasajarse, fajarse, besarse, magrearse, y mamar el pene de su “amiga” Natalia, en donde también supo de la cúspide del orgasmo.
Los orgasmos provocados por su suegro, muy a su pesar tenía que reconocer que la había sabido calentar, cuando su Tío Alberto también casi se la coge y que llorando suplico por clemencia. Cuando el negro Luis en Veracruz estuvo a punto de mancillarla…todo esto y los últimos sueños se le revelaron a la inteligente, cerebral, pero cachonda Erika. Al fin era una mujer que había gozado aún a su edad muy poco de los placeres de la carne. Sin más se soltó a llorar de una manera desconsolada que cualquier ser humano que hubiera visto en esa cama donde ella estaba ahora sentadita, la hubiera cobijado sin más ni más.
En eso estaba, cuando sintió escalofríos y un miedo de muerte cuando se dio cuenta  que alguien la abrazaba…Juan Gabriel cantaba ahora:
NECESITO UN BUEN AMOR
PORQUE YA NO AGUANTO MAS
VEO LA VIDA CON DOLOR
QUÍTENME ESTA SOLEDAD.
NECESITO QUE ALGUIEN ME HAGA COMPAÑÍA
YA NO QUIERO NOCHES QUE SON DE AGONIA
YO NO TENGO NADA, NADIE TODAVIA
Y YO NECESITO QUE ALGUIEN ME REVIVA? ESCUCHEN.
AY QUE SOLEDAD, AY QUE SOLEDAD
AY QUE SOLEDAD, AY QUE SOLEDAD
No había escuchado ningún ruido ni nada parecido, la puerta de la habitación estaba abierta como la había dejado, cuando tuvo que casi brincar para separarse del abrazo que le daba, quien más…el Negro Luis que no atinaba a decir palabra alguna.
Pero, pero, ¿qué haces aquí?…poniéndose de pie y de alguna manera taparse parte del busto y de las piernas, ya que de inmediato se sintió casi desnuda ante ese hombretón que solo llevaba una trusa ajustada, estando desnudo del resto de su cuerpo.
El negro Luis ya llevaba tiempo observando a la mujer vestirse y pasearse delante del espejo, había entrado de manera sigilosa sin que ella se percatara y ya se había agasajado cuando se desvistió, maquillo y vistió, cuando posaba naturalmente frente al espejo
Al ser época de calor, el negro llego por la puerta principal en donde entraba como Pedro por su casa, ya que desde que fue corrido de la residencia de los Treviño Garza se fue a vivir a esta casa, a sabiendas de que estaba inhabitada. No se percató de que hubiera alguien hasta que escucho la música que se escuchaba en la parte alta de la casa. Para cuando se dio cuenta, él ya se había casi desnudado, ya que le agradaba andar así por la casa.
El aludido Luis solo atino a murmurar casi en un susurro raro para su tamaño: Negro, solo sabe que eres una mujer infeliz, triste por tu hombre muerto ya y que está necesitada de varón…
¿Qué, qué quieres?
Negro solo sabe que te puede hacer feliz el tiempo que quieras, Negro sabe que estabas gozando las otras veces…ahora lo que necesitas es una buena cogida que Negro te va a dar…poniendo su mano en su duro y grande paquete
Pero, ¿qué piensas hacer?
Negro solo pensar que tú debes decidir, a Negro realmente no le gusta forzar nada, si lo tuvo que hacer fue porque tú también provocaste…acuérdate como hacías en el bar del pueblo y la cabaña y como te paseabas por donde andaba en tu casa…Negro no saber mucho de cosas de mujeres, pero si entiende que yo gustarte y mucho…Negro nunca ha presumido en su pueblo a cuantas mujeres ha hecho feliz, Negro nunca ha usado la fuerza, solo contigo   ser la primera vez…es que eres una diosa y el diablo al mismo tiempo…
Erika, estaba aturdida, ciertamente le provocaba nerviosismo el hombre y más que se encontraba casi desnuda, el minivestido era eso, un minivestido de toda una señora piruja…
Por un momento hubo un silencio fuerte entre los dos…el aire se podía cortar con un machete de ser necesario.
No, no , no yo no quiero…de donde sacas todo esto…Erika bajo la mirada, le turbaba el dorso musculoso, esos brazos fuertes que ya la habían cargado, sobre todo ese miembro viril que ya estaba en firmes formando un tremendo bulto en la entrepierna de Luis.
Erika empezó a sollozar, acto que fue aprovechado por la inercia bruta del hombretón que diligente fue hacia ella para abrazarla, ella sin más remedio y a pesar de las zapatillas se acuno en el hombre para empezar a sollozar quedito…
Es que no sé qué me pasa, estoy confundida y me duele pensar lo que me va a pasar el sábado…o que me quieras violaaarr…
Negro puede ayudarte, solo tienes que pedir, sé que no puedo volver con mi mujer, el domingo me regreso a mi pueblo, sabía que sería difícil que ella me aguantara, pero Negro no tiene la culpa, las mujeres me buscan y yo solo las hago felices…Negro no busca dañar a nadie, para en un acto natural de calidez acariciar el suave cabello de la rubia, así como sus mejillas…la caricia venida de una mano ruda y grande fue como una descarga eléctrica fulminante que derribo los pocos muros de contención que la mujer libraba en su mente y en su alma.
Negro saber que tu ser una verdadera hembra en celo, eso sí lo sabe, Negro sabe que ahora si no te podrás salvar de una buena cogida, conocerás verdadero macho, hasta tu hombre muerto vas olvidar…pero tú tienes que pedir..
Negro no quiso lastimar muchacho en tu casa, me cae bien, vi que venía mi mujer y no quise armar más escándalo, pero fácilmente podía haber lastimado a Rodrigo, pero él me ayudo a encontrar trabajo y yo ser agradecido.
Negro sabe que cuando toma se pone un poquito loco como el otro día, pierde, por eso no toma seguido y esta fuerte como toro, para haciendo gala de ello, cargarla de las nalgas cómo se dice “de cartón de cerveza” y darle un giro completo de 360 ° en el aire y atraparla con agilidad pasmosa.
A Erika le sorprendió la seguridad con que ese rudo e ignorante le decía esto último, así como su pequeña demostración de fuerza.
El hombre fue un poco más, en su ignorancia, realmente entendía la naturaleza femenina al estar ya con bastantes mujeres en su haber, además de que era cierto que por su potencia sexual y fama, eran ellas las que lo buscaban, se trataba de un hombre rudo, pero sincero: Negro decirte que no debes preocuparte, ser muy limpio, ya el domingo me regreso, no molestarte nunca más, pero si tú me pides la luna, voy hasta allá y te la bajo. Por ti si puedo hacer lo que quieras…sé que tu marido verdadero nunca te ha atendido como debe ser. Negro estar loco por ti, eres una diosa blanca, nunca ha tenido una mujer como tu…puras negras como yo, mujeres de pueblo…sobando ya fuerte las nalgas de la mujer.
Otra vez a Erika se le vino una frase de unos de sus autores favoritos, Paulo Coelho:”Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia”.
Erika pensaba y pensaba, pero también se repegaba más y más a ese musculoso hombre, su olor a macho encendido, la fuerza con que sentía el bichote que se cargaba le resultaba placentero y halagador en medio justo de su rajadura íntima. Las caricias, más que caricias, amasamientos que las manotas hacían en su culo le empezaban a dar calor. La combinación de rudeza y aspereza de las manos, con un intento de ternura la sobrecogían.
Sentía las palpitaciones de él y las suyas propias. Sin querer también empezaba a acariciar con sus manos los brazos y hombros fuertes. Nunca había sido abrazada por un hombre tan fuerte y más alto que ella, salvo con su suegro, pero el Negro era como de su edad y estaba muy firme, a diferencia de Don José, que a pesar de ser muy fuerte, si se le notaba y sentía la edad que tenía. Rodri tenía un cuerpo delgado, de casi adolescente aún. No podía evitar comparar. Su difunto hombre era alto, pero delgado y musculoso, este negro no, era un hombre super fornido, sin llegar a la exageración, que sabemos le choca a la mujer, era una musculatura bien proporcionada. Hasta eso, el hombre en realidad no era feo, tenía los rasgos africoides, pero muy bien definidos, se podía decir que hasta podía pasar por guapo en su estilo. De alguna manera hasta se parecía al actor estadounidense de color Denzel Washington. La mujer era coherente con su personalidad, su perfil y sus principios. En su mente todo eso entraba en juego: analizaba y comparaba. Su inclinación estética no podía evitar dejar de hacer analogía. Luis no era feo ciertamente, simplemente era de otro color, más alto y muy fuerte. Erika ya solo musitaba quedito…no, no, esto no está bien…pero seguía repegada al hombretón y sus manitas acariciaban pecho y brazos. 
Erika quería dar el paso, estaba totalmente consciente, sabía que el sexo era una droga poderosa, su adrenalina ya estaba al cien, sintió como su cara estaba roja de la vergüenza de reconocer que necesitaba macho y que otra vez el destino le ponía en charola de plata la ocasión. Entendía los argumentos del veracruzano, hasta le parecieron muy atinados, en realidad ella casi no había hablado, pero como era posible, que se estuviera dejando atrapar por las artimañas de ese hombre muy diferente a los que ha conocido hasta entonces.
Recordó a un compañero de clases de clase baja, por cierto, también veracruzano que al ser becado en el Tec fue muy mal tratado por sus gruñones y vigilantes hermanos cuando busco e intento acercarse a ella en esa época de la Universidad. Otra vez su maestro preferido en el Tec, el Profe Raymundo se le vino a la mente, cuando le decía que a una verdadera mujer se le conocía en sus decisiones, en el nivel de conocimiento que tenía de todo tipo de personas. Debía reconocer que le era sumamente atractivo el hombre y que sus explicaciones de su proceder pasado la estaban convenciendo de su honestidad.
Para reforzar las  caricias ya subidas de tono del Negro Luis, la canción “Sinceridad” que se escuchaba acabo por derrumbar como un tsunami arrasa un pueblo costero, las pocas dudas que la mujer albergaba. Al parecer el azar junto los llamados boleros, ya que ahora Marco Antonio Muñiz le acabo por despertar esa libido de mujer plena, extensa, cósmica y ciertamente sexual:
Ven a mi vida con amor,
qué no pienso nunca en nadie más que en ti,
ven te lo ruego por favor te adoraré
¡Cómo me falta tu calor!,
si un instante separado estoy de ti;
ven te lo ruego por favor, que esperándote estoy.
De inmediato Erika se abrazó con todo al negro y fue ella misma la que busco con su boca fundirse en un beso infiel, infernal, caliente, deseoso de experimentar nuevas y ya viejas pero poco transitadas sensaciones en su vida de treintona. No necesitaba hablar, fue muy claro el mensaje.
Erika ahora si sentía que crecía, aprendía  que ya había defendido mucho sus propias  mentiras y reticencias, sabía que ya no  se engañaría a si  misma o sufriría  por nimiedades, como el hecho de pensar que al ser infiel era culpable. Como todo buena mujer sabía que no debía culparse por ello, en todo caso, no había un hombre lo suficientemente hombre para evitar y ayudar a ello. Lo único que estaba haciendo era una elección, la elección de gozar como hembra en brama, como la puta que es en la cama. Al fin el hombre que la devoraba a besos, le había dado a elegir y ella había elegido que este la haría sentir bien…
Solo alcanzo a decir con una coqueta sonrisa: ¡Hazme sentir bien!, tal y como lo había soñado días atrás…no fue una pregunta, fue un imperativo, una casi orden.
Pero tampoco dejaría que sus propios errores se repetirían, sabía que al decidir darle las nalgas a este hombre, aprendería a buscar con sabiduría un buen hombre que la hiciera feliz como en su momento lo fue Roger, lo fue Rodri y seguramente lo sería este Luis. Con ello adquiría fuerzas para enfrentar a su suegro, al que si estaba dispuesto en no darle la razón y mucho menos el gusto de verla caer en sus manos, claro que no sería juguete de su colección.
Este cabrón ignorante con un discurso rudo, corto, pero efectivo la había convencido, y no habría marcha atrás en gozar con él por largo rato. Ya lo había decidido.
Respirando un poco agitada por esa comida de bocas que se dieron, No, No, No, espera, déjame quitarme esta ropa, no debo maltratarla y no quiero ni siquiera tener la molestia de tener que mandarla a arreglar, ya que el hombre ya la estrujaba y acariciaba por todas partes.
Separándose un poquito de él, y sin dejarlo de mirar a los ojos: Solo una cosa Negro, ni una palabra de esto a nadie, entiendes, ya soy una nueva mujer y no quiero problemas…además me vas a ayudar el sábado en un asuntito. Otra cosa, será la única vez, de alguna forma te estoy pagando por adelantado el servicio de ese sábado. Es mi elección.
El Negro al ver el cambio y conocedor innato de la esencia de la hembra, asintiendo con su cara: Tu mejor que nadie sabes quién soy y como soy, tú eres una mujer lista…solo te digo una cosa, te voy hacer bramar como una perra en celo, tus alaridos se escucharán, así que mejor súbele el volumen a la música, si no queremos tener molestia o que se asuste  la gente de afuera.
Estando así las cosas, el negro se empezó a bajar el mismo su trusa, dejando salir disparada como un resorte su enorme y fuerte víbora de carne sin hueso, mientras que Erika con un cuidadoso esmero se desprendía de toda su ropa ya sin pudor alguno…hasta el tequila y medio ya se le había bajado. Ahora solo quería vivir y sentir…
Ambos desnudos se vieron frente a frente…era de película, dos cuerpos perfectamente perfectos si vale la frase, contrastando, ella, blanca, él, negro, haciendo simetría, no hacía falta el que hablaran, sin más caminaron la corta distancia a encontrarse.
Así estando esta pareja alta y proporcionada, al promedio del país, de pie, desnudos por completos  y estando cara a cara, fue ella la que decidió el “arrancaaamoososs”…del juego amatorio.
La mujer ya no presta atención a la música, ahora está concentrada en ese hombre que esta frente a ella con una erección de super grado alto. Va a ser su primer hombre, de hecho, que es de edad similar a ella…los otros dos que cuentan: uno más viejo y otro muy joven…Carajo, en que cosas se pone a pensar la hembra en celo, sus comparaciones y análisis de siempre. Sería el cuarto en su record, aunque el primero no cuenta, solo la fecundo, pero nunca la ha hecho vibrar ni sentir mujer…alcanzo escuchar a Eydie Gorme con Los Panchos:” Si tuviera cuatro vidas, cuatro vidas serían para ti…”
Erika  trepa ágilmente a Luis por los hombros y abraza su cuerpo con las piernas. Luis toma a la rubia de sus turgentes y cálidas nalgas y la atrae a su cuerpo para penetrarla de un solo sopetón….Ahhhhhhh, cabrónnnnnnn, despacciiooooo, bruuutoooooo, ayyyyyy.
El abrazo total es parte de un sexo pasional y creativo, donde el contacto corporal es muy completo. La fuerza extrema de Luis, hace que la mujer se empiece a bambolear como un péndulo, un remolino que de inmediato empieza a machacar esa gran verga que le entra y sale de su humedecida vaina que ya escurre copiosamente. En sus sueños, su intuición de mujer divina había pronosticado que solo ese hombre la podía hacer como quisiera…ahhhhh, de forma rápida le llegaron los placeres de lava hirviente, de ríos de color purpura que le recorrían toda su bella anatomía.
El ritmo del coito era descomunal, violento, frenético…aún así la mujer percibe a la afamada Gloria Lasso cantando “Bésame con frenesí…” Luis imprime de dos maneras el acoplamiento, el allanamiento, la cogida fenomenal que se ésta dando con una verdadera diosa de carne y hueso: de arriba hacia abajo y de atrás para adelante, haciendo que la intensidad de placer que ambos experimenten con cada opción sea de un premio Oscar.
Es una postura que no deja al negro cansado, pero ni por un momento,  por la fuerza que tiene, para Erika  mereció la pena su elección.
Graciasss Dioossss míoooo, alcanzaba a gritar la rubia…dando mentalmente gracias por haber conocido espécimen humano de poderío sexual.
Luis caminando se llegó hacia uno de los muros de la recamara para ayudarse apoyándose en la pared, con lo cual sus embestidas adquirieron mayor velocidad, intensidad, así como la combinación de la disminución para pasar a un ingreso de su virilidad lento, pero firme y seguro a esa funda femenina que se amoldo al 100 % a su grosor y tamaño….Uffff….hummmm, los gemidos de su mujer eran también de una película XXX.
Más fuerza, provocaba más placer en la hermosa dama,  pero más por la intensidad mental y emocional que le pone Luis a su accionar…además los gemidos eróticos y frases que su mujer apareada le dice lo ponen a mil:
Ayyyyy, ayyy negrittotooo, que riccocoooooo, ppappppiittotootot, puedeees haceerr estttoo las veceeeess queee quierrassss
La mujer al primer round ya las estaba dando por completo, ya estaba pidiendo que se la surtiera para siempre, que fuera su macho, su querer, su quelite, su verga de cabecera…y es que el placer que daba ese duro miembro y la destreza con que la estaba manejando eran increíbles, fácilmente Luis podía trabajar de actor porno…
Palccc, plaaac, placcc, plaaccc, la mujer ya sudaba y realmente no se sentía manipulada con dificultades….ahhhhhh, ayyyyyy negrrrriiiitoo, ppapapappapiiitotootoo,,ricococoo, no parreesssss, mi rrrreyyyyyy…tuuu sisiisis sabbeessss…aajjjjjjhhhhhhhh
Ayyyyyy, hummmmm le llego su primer orgasmo de varios que tendría en esta su graduación máxima con alguien homólogo en estructura física y en edad…Luis seguía firmes, estaban así ya como veinte minutos…sin dejar de bombearla Luis virando se la llevo copulando a la cama.
Recostándola hasta eso con suavidad y como no queriéndola lastimar, ahora la bella y rica mujer rubia con las piernas elevadas y abiertas, ella aguarda a que el negro Luis le meta su  pene en su vagina para coquetamente colocar sus piernas en los hombros de él, que apoya sus manos en la suave cama para controlar a su antojo la copula infiel.
A muchas mujeres puede parecerles complicada, incómoda o dolorosa la visualización de esta postura, la llamada “patitas al hombro” pero vale la pena probarla porque ofrece la penetración absoluta y un contacto genital único: los testículos se posan suavemente entre las grandes y sabrosas nalgas de la caliente hembra y el clítoris comelón se encuentra presionado por la abertura de las piernas. Sin dificultad para ambos, gracias  a su atlético cuerpo, empiezan un mete-saca frenético, violento, virulento acompañados del ruido de sus propios cuerpos y fluidos…cerca de unos diez minutos bastaron para que la rica femenina estalle en otro glorioso y bastardo orgasmo. La mujer estaba haciendo catarsis tremenda, ya había llegado dos veces a la meta. Hummmmmm, queriiiidododoodd….fue lo que exhaló en un grito animal.
El negro tenía para largo, por lo que emitiendo gruñidos que no se entienden deja que su mujer permanezca desfallecida acostada boca arriba con las piernas abiertas y solo se las flexiona con sus grandes y toscas manos, haciendo que la hembra que ya jadeaba recuperándose  apoyara sus brazos detrás de los hombros, le eleva sus maravillosas caderas y la coloca para que ella misma se pose sobre las piernas flexionadas de él. Esta postura es la llamada “arco”.
El placer que Erika empieza a  recibir se centra en la penetración profunda y en la particularidad de sentir toda la zona vaginal y abdominal envuelta de la piel del hombre.
Plac, plac, plac, plac…al mismo tiempo combinado con las notas de: “reloj, no pierdas las horas…de Roberto Cantoral en la voz del trío  Los Panchos en dueto con el venezolano José Luis Rodríguez, “El Puma”…así como los cachondos gemiditos de la angelical voz de la rica Erika, su decisión estaba siendo ejecutada de manera sencilla por un rudo, pobre e ignorante pueblerino. Ella rica, rubia, blanca y educada; él, pobre, negro y sin educación académica alguna…como el agua y el aceite, solo que en este caso, si se estaban combinando a la perfección, ahora el Negrón metía sus dedos gruesos en el chiquito estrecho de su hembra…el cual succionaba cual si fuera aspiradora esa invasión.
Ayyyyyyy, ayyyyyy negritootoooo, ereees un tenttttónnn….dallellelee, dalleeee, másssss, queririiidoooo…calllmaaa, caaallmmmaaa..cambiememososs,,,estasss muy fuerteeeee, esperraaaa porrrr favvoorrrr…desapaaaciiiitoooooo, despaccciittooooo
Ahora ella se acuesta en el borde de la cama tal y como lo soñó la otra vez en su lujoso y amplio cuarto, solo que ahora tiende sus piernas flexionadas a un costado de su cuerpo, esto permite mantener su clítoris atrapado entre sus mejores aliados para llegar al preciado orgasmo: los labios vaginales.
Así, Erika ofrece su nalgatorio con su rosado orificio que ya palpita con el dedo gordo introducido de su amante en turno. Así la calenturienta mujer puede contraer y relajar toda su zona vaginal, mientras él la empieza a penetrar arrodillado frente a ella en su culote y tocando, magreando, estrujando, acariciando  sus pezones y pechos, en toda su extensión.
Un manjar de los dioses. Es la afamada postura del “tornillo”. Se requiere de condición física privilegiada, de flexibilidad, de cuerpos de dioses del sexo, y estos dos claro que lo son, y en exceso….ufffff….el calor de verano, el no accionar el clima, y su lujuria llevada al extremo hacen que  sus sudores se mezclen, parecía que estaban en un sauna.
El negro Luis se la seguía afilando, serruchando, copulando, cogiendo, culeando, sodomizando, y todos los adjetivos calificativos que le pudiéramos poner. Ningún hombre, de los dos que contaban le había aguantado este trote al mujerón, a la diosa rubia. Parecía que no se vendría nunca, ella estaba a punto de su tercer orgasmo…El hombre de hecho no musitaba palabra alguna, solo le daba y le daba, y ella extasiada, en suma, no se la estaba acabando….Yaaaaaa, miii reeeyyyy yaaaa veennnnteee,,,yyyaaa quierrrooo tu lechheeee , mi amoorrrr, yaaaaaa…ufffff….estallo el tercer gol, la tercera estocada. Los ricos cero, los pobres tres, pudiera haber sido un titular para la faena que se estaba dando en la cama de Roger, Erika y el Negro Luis.
En estas poses, el ritmo lo imprimía este semental, por lo que casi en un gruñido con voz media, le dice: Chiquittaaa, casiii llegoooo, eresss magnifica, simplemente la mejor mujer que Dios me ha dado, matate tú a gusto, para salirse de su apreciada funda e irse a sentar en la alfombra limpia que estaba al pie de la cama con las piernas flexionadas y se toma la parte posterior de sus rodillas.
Estando así sentado su pene parecía un periscopio, gateando la hambrienta Erika va tras su verga para empezar a lamerla, a chuparla, a hacerle una felación, tal y como se la hizo el otro día en su pueblo de Veracruz y tal y como se la hizo a Rodrigo en su cuarto.
Pero solo fue un instante breve, ambos querían llegar a lo que habían decidido: coger como animales, como burros en primavera, como animales que saben están en peligro de extinción.
Estando así sentado, Luis recibe al mujerón, a esa estatua de carne humana viva
perfecta que se hace penetrar acomodándose en el espacio que queda entre las piernas de él y su tronco. El presiona con las rodillas el cuerpo de ella, la atrae hacia el suyo provocando el vaivén de ambos aprovechando para lamer, besar y chupar  los pechos que están a la altura de su rostro.
Pero ahora es ella la que con su buena condición físico-atlética es la que se está penetrando, es con fuerza y precisión, ayuda el largo del pene que la profana, ciertamente, es ella la que se está matando a puro gusto, a base de puro bien, de buen coger, de buen sexo, de uno de los placeres terrenales más preciados…ufffff, de lo que se estaba perdiendo, este acto consumaba su noche de graduación, en definitiva ya era una maestra, la vinculación teoría-práctica llegaba a una nota alta, ya no era una asignatura pendiente para ella, mucho menos para él, que se estaba dando un banquete, viendo como esa diosa se le bamboleaba, como tenía los ojos semi cerrados, como goteaba salivita de esos rojos labios, como su pelo se le emarañaba en su bello rostro, no dejaba de mirarlo como perra agradecida a su amo, hummmmm, hummmm, ayyyy, además nunca había escuchado una voz tan tierna y lujoriosa a la vez, simplemente de escucharla, sentía el Negro Luis que ya estaba por venirse….lo sentía….por lo que por primera vez empezó a hablar: negriiiitaaaa, ersssss unaaa diossaaaaa, hummmm, hummmm sus gemidos ya se mezclaban, ahora la canción era una de la época disco de los 70´s: Gloria, gloriaa, cantas en el aire…..
Gloria es la que sentían los dos, una sensación única que recuerda el tierno ir y venir de las hamacas de la infancia, de la hamaca de su querido Roger en el pueblito de Veracruz en donde también se la beneficio en una hamaca, ese recuerdo le despertó el agradecimiento de que gracias a él conocía ahora a este hombretón que simplemente le estaba dando el mejor sexo de su vida…hummmm, hummmmm, yyayyyayayyaa, yayyaaaaa Erika sintió la Gloria tal y como la canción repetía una y otra vez, sus sensaciones eran escalofriantes, le recorrían cada poro de su ser, fue un orgasmo de Gloria….a tal efecto, Luis seguía muy firme aunque ya con visibles huellas de cansancio, pero por ningún motivo se quejaba, o daba signos de decaer…quería seguir disfrutando, era su oportunidad.
Al dejarse de bambolear y penetrar Erika, acaricio tiernamente la cabeza de ese hombre que la estaba haciendo sentir muy bien, para que parándose invitarlo en un mudo lenguaje a seguirla a la cama, abrazándose a él, caminaron cual si fueran novios de nueva cuenta hacia el tálamo nupcial de esa ya noche.
Erika estaba consciente de que Luis ya estaba a punto de venirse, ya que sentía entre sus dedos el líquido preseminal, por lo se decidió por una opción más relajada para ambos. Esto va para largo, por lo que también tomo la decisión de que la volviera a encular, al no ir prevenida no quería tener problemas con un posible embarazo…aún dentro de su calentura, era una mujer prevenida y cerebral.
De tal manera que se acostó, tal y como estaba, toda encueradita con las piernas juntas y recogidas de costado y relaja su cabeza hacia atrás, es decir, estaba adoptando la postura de “cucharita”, se viró y con una sonrisa maliciosa decirle, Te acuerdas, negrito, la otra vez estuviste a punto de cogerme, quieres saber la verdad, muchas veces he pensado que en el fondo si quería que me encularas, bueno ahora es una realidad para ti y para mí, así que dale papito, ahora si soy toda tuya, dale, encúlame, entiérrame esa cosota que tienes, para que siendo ella la que tomando ese viborón con su manita se lo fuera enterrando poco a poco en sus nalgas, hummmm, ayyyyyy  gime. Entendido el nuevo juego, enterrado ya parte de la verga de Luis en esas grandes montañas de carne blanca humana, es ella la que  se abre  con una de sus manos un poco más para que él la penetre por completo una vez más  por su ano.
Los movimientos deben ser suaves y coordinados y la penetración lenta y profunda: ambos cuerpos se amoldan como dos piezas perfectas de un rompecabezas… Esta pose de la cucharita también conocida como “El molde” es ideal para ellos que ya acostados se acompasan en el mete-saca, por momentos es él quien imprime esos movimientos de suaves a fuertes, por momentos es ella quien accionando su cintura y nalgatorio cual si fuera bailarina de hawaiano quien logra meterse esa virilidad fuerte, dura y grande, además de sentir como le entraba a placer, se causaba la fricción de su ardido clítoris, las piernas juntas logran este efecto tan placentero, al estar ella en mejor condición que él ya que Luis fue el que llevo en gran parte el esfuerzo en los anteriores escarceos, se deja querer, para lo cual se acuesta cómodamente entregando su placer a la voluntad de la alta mujer que se da unos repegones y reculadas tremendas, una vez más sus gemidos le enervan hasta el máximo.
Aprovechar este juego de sometimiento masculino puede ser un estimulante total para ambos, para ella porque se estaba dando un gustazo, para él también, así que estuvieron otro buen rato culeando de esta manera, plac, plac, plac, plac, los sonidos que hacían las nalgas de ella sobre las ingles de él eran ya fuertísimas, la fuerza que imprimía Erika era de campeonato, sus gemidos ya eran francamente escandalosos, sus frases ya eran de una entrega total, alcanzo a escuchar las notas de la canción “Entrega Total”….ufff….todo coincidía a las maravillas, hummmm, hummmm, ayyyyy, ayyyyyyy…ambos llegaron al mismo tiempo al orgasmo, la venida de Luis fue copiosa al ser la primera, hasta escurría de las nalgotas de la mujer, ni se diga de ella, que emanaba fluidos de ano y vagina,  uufff ambos cayeron rendidos y así abrazaditos se quedaron dormidos largo rato.
La mujer ya había decidido desde casi el inicio que se quedaría toda la noche y hasta el viernes se iría, por lo que cerca de las 3 am del viernes en un acto natural de espontanea similitud ambos volvieron a despertar para iniciar de nueva cuenta:
Ahora fue de todo, mamada entre ambos, llegando a realizar un sabroso 69, experiencia
que por primera vez probaba la rubia.
Largo tiempo cogieron como los perros: en la cama y en el suelo. Ya ella en cuatro patas, ya de pie y él atrás de ella dándole para sus tunas de una forma increíble.
También experimentaron la que había soñado Erika, ella encima de él estando de frente y también  de espaldas, se la volvió a coger cargada, repitieron la de cuchara, en suma estuvieron copulando hasta cerca de las 6 de la mañana, cuando ambos ya exhaustos volvieron a dormir otro rato más. Todavía la regadera fue testigo, al igual que ese infernal cuarto de los gemidos, sollozos, frases cachondisimas, arremetidas que esos dos se dieron, una y otra vez, Erika le suplico, le pidió, gimió como una gata en celo que podía hacer con ella lo que le viniera en gana, que la podía buscar cuando quisiera, es más hasta dejo que se viniera dentro de ella, ya que alcanzo a atisbar que podría tomarse la píldora de un día después.
Más tarde por la mañana de ese viernes,  ya calmados del trajín tarde-noche del jueves y madrugada de ese día y platicando como viejos amigos, la mujer desnuda recostada en el hombre, le dice: Bueno, Luis te espero en el Zanzibar, no nos podemos hablar, lleva esta libreta para poder apuntar…ahí te indicare a Natalia y ella a Armando y Cristina. Me tengo que ir, cuídate, dándole un beso cariñoso de puntita en la boca…al arreglarse vio visibles huellas del maratónico escenario sexual que aconteció. Sonriendo, se dijo: nada que una buena comida y descanso de aquí a mañana se pueda arreglar. El sábado era el día en que enfrentaría la inminente cogida de su suegro: ni en sus más remotos sueños, se hubiera imaginado que llegaría  a ese evento, super cogida y satisfecha, hummm, como que me está gustando ser putita….y se asustó de sus sentimientos y pensamientos…hasta sintió como se le volvía a humedecer la entrepierna: carajo, la tenía muy atrasada por lo visto, en pocos días ya se había mandado, encamado y disfrutado: primero con un joven hombre inexperto pero intuitivo y de rápido aprendizaje y el otro de su edad, muy corrido en esos lares.
La imagen que le devolvía el espejo de ese baño de un OXXO cercano al Zanzibar estremeció profundamente a la mujer. De algo estaba segura, ese sábado o el domingo volvería a tener sexo, lo llegaba incluso hasta oler, lo presentía en el fondo de sus pezones ya erectos y vagina humedecida.
Lo más probable es que daría un paso para ya convertirse en toda una redomada puta. En una mujer que en el fondo deseaba comprobar si lo que se decía del suegro era verdad, que era un auténtico garañón. Sonriendo con un dejo de nostalgia, se dijo a si misma: En fin, solo se vive una vez, ya me gusto y qué más da si es Don José u otro el que me haga gozar como me merezco…pero no, Don José, no….él, no…yo tengo que escoger.
Por un instante su mente le mando la señal de empatía hacia sus amigas Marisa, Clara y Susana, al entender porque se encamaban y buscaban macho cada que podían, al fin las entendía un tanto, aunque no justificaba, salvo en el caso de la primera, el que fueran muy “busconas” o declaradamente putas…no ella no caería en eso: de ir brincando de cama en cama y de hombre en hombre, era lo suficiente mujer en toda la extensión de la palabra, como para buscarse un buen hombre, que fuera quien la llenará en ese aspecto, era hora de dejar ir a Roger de su ser, y buscar un nuevo “amante”, el concepto no dejo de intimidarla y de que empezará a temblar, hasta la piel se le puso “chinita”. Sería ese hombre Don José…su piel se puso aún más sensible al aire fresco de la casi ya noche.
Saliendo, recibió un chiflido de un jovenzuelo que compraba en el expendio…el despachador, no pudo evitar: “Mammacccitta, si quieres te doy mi quincena”.
Al subirse a su auto, otro tipo, parecido a un indigente le alcanzo a gritar: “Si como lo meneas, lo bates, a que rico chocolate….mamiiittaaa, te comoooo enterrraa”.
Erika sonreía como disculpando a esos lobos hambrientos de carne humana de primera, ella lo era y con creces. Se dirigió al famoso y citado Bar Zanzibar: será algo parecido al Le Barón, pensó y empezaba a comparar…
 
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Relato erótico: “Me comí el culo de mi abogada, una madura infiel” (POR GOLFO Y PAULINA)

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Aunque Paulina llevaba años siendo mi abogada, nunca pensé en que llegaría un día en el que la tendría tumbada en mi cama desnuda mientras le comía el culo sin parar. Es más para mí, esa mujer era inaccesible y no solo porque era mayor que yo sino porque en teoría estaba felizmente casada.

Rubia de peluquería y grandes pechos, era una gozada verla durante los juicios defendiendo con  vehemencia a mi empresa. Profesional de bandera, se preparaba los asuntos  con tal profundidad que nunca habíamos perdido un juicio teniéndola a ella como letrada.

Por todo ello, cuando me llegó la citación para presentarme en un juzgado de Asturias, descolgué el teléfono y la llamé. Como era habitual en ella, me pidió que le mandara toda la información que tenía sobre el asunto, comprometiéndose a revisarla. Así lo hizo, al día siguiente me llamó diciendo que no me preocupara porque según su opinión la razón era nuestra y lo que era más importante, que sería fácil de demostrar.

Como el juicio estaba programado pasados dos meses, me olvidé del tema dejándolo relegado para el futuro…

La preparación del juicio.

Una semana antes de la fecha en cuestión quedé con ella en su oficina un viernes a las tres. Como Paulina tenía programado irse de fin de semana, me sorprendió que me recibiera vestida de manera informal. Acostumbrado a verla siempre de traje de chaqueta, fue una novedad verla con una blusa totalmente pegada y con minifalda.  Fue entonces cuando realmente me percaté que además de ser una profesional sería, mi abogada era una mujer con dos tetas y un culo espectaculares.

« ¡Qué calladito se lo tenía!», pensé mientras disimuladamente examinaba a conciencia la maravillosa anatomía que acababa de descubrir.

Mirándola sus piernas de reojo, confirmé que esa cuarentona  hacía ejercicio en sus horas libres porque si no era imposible que a su edad tuviese esos muslos tan impresionantes.

«Está buena la cabrona», sentencié y tratando de concentrarme en el juicio, me puse a repasar con ella los papeles que iba a presentar al juez.

Nuevamente comprendí que Paulina había hecho un buen trabajo al ordenar cronológicamente toda la información que le había pasado de forma que a cualquier extraño le quedaría clara mi inocencia así como la mala fe del que me demandaba.

Ya casi habíamos acabado la reunión cuando esa abogada recibió una llamada personal en su móvil. Sé que era personal porque se levantó de la mesa y dirigiéndose a un rincón, contestó en voz baja. Supuse que era su marido quien la llamaba al notar que su voz adoptaba un tono meloso y sensual que nada tenía que ver con el serio y profesional con el que se dirigía a mí.

Curiosamente esa ave de presa que devoraba  a sus adversarios en un abrir y cerrar de ojos, se comportó como una muñequita coqueta y vanidosa durante la conversación. Y lo que es más importante o al menos más me impactó, la charla debió bordear algo erótico porque al colgar  y volver a la mesa, ¡tenía los pitones duros como piedras!

Incapaz de retirar los  ojos de esos pezones erectos que la blusa no pudo disimular, me quedé alucinado por no haberme dado cuenta nunca de los melones que mi abogada atesoraba.

«¡Menudo tetamen!», exclamé mentalmente mientras terminábamos con los últimos flecos del asunto, tras lo cual, me acompañó a la puerta.

Ya nos estábamos despidiendo y esperaba al ascensor,  cuando al abrirse salió su marido. Este, después de los saludos de rigor y mientras yo le sustituía en su interior,  le pidió perdón por no haberla llamado  aduciendo que tenía su móvil sin batería.

-No te preocupes- contestó  mi abogada y diciéndome adiós con su mano, le acompañó de vuelta a su oficina.

La inocente disculpa de ese hombre me reveló que no había sido él la persona con la que Paulina había estado hablando, pero también me hizo sospechar que esa rubia tenía un amante.

« ¡No puede ser!», mascullé entre dientes al no tener certeza de su infidelidad, «Paulina es una mujer seria».

Aun así, al llegar a casa, tuve que pajearme al imaginar que esa rubia madura llegaba a mi habitación y ponía a mi disposición esas dos ubres…

Tras el juicio, perdemos nuestro vuelo.

El día del juicio teníamos reservado el primer vuelo que salía de Madrid rumbo a Oviedo para que nos diera tiempo a llegar con la suficiente antelación. Nuestra idea es que después del juicio, nos fuéramos a comer para saliendo del restaurant coger el avión de vuelta sobre las ocho de la noche.

Por eso, eran cerca de las siete cuando nos encontramos en el aeropuerto. Estaba imprimiendo nuestras tarjetas de embarque cuando la vi llegar con su maletín de abogado corriendo por los pasillos.

-No hace falta que corras- comenté divertido al ver su agobio por su tardanza: -Está lloviendo a mares en Asturias y nuestro vuelo sale con retraso.

-¿Cuánto?- preguntó angustiada pensando que íbamos a faltar a la celebración del juicio.

-Es solo media hora. ¡Llegamos sin problema!- contesté tranquilizándola.

Mis palabras la alegraron y regalándome una sonrisa, me insinuó si la invitaba a desayunar al preguntar dónde podíamos tomar un café.  Camino de la cafetería, observé disimuladamente el vaporoso vestido que se había puesto Paulina mientras pensaba en lo buena que estaba. Me resultaba curioso que no habiéndome fijado en ella como mujer durante años, ahora desde que descubrí que era infiel a su marido, mi abogada se hubiese convertido en una obsesión. Cabreado conmigo mismo, intenté dejar de admirar su belleza pero me resultó imposible, una y otra vez desviaba la mirada hacia el profundo canalillo de su escote.

« ¡Tiene unas tetas de lujo!», sentencié molesto por mi poca fuerza de voluntad.

Si la rubia se percató de la naturaleza de mis miradas, no lo demostró porque en cuanto se sentó en la mesa, se puso a repasar conmigo el juicio sin que nada en su actitud me hiciera intuir que se había dado cuenta que su cliente babeaba con su delantera. Por mi parte, me forcé a reprimir las ganas que tenía de hundir mi cara entre esos dos portentos y mecánicamente fui contestando sus dudas y preguntas.

Acabábamos de terminar ese repaso cuando mirando el reloj, me informó que teníamos que irnos. Sin esperar a que yo recogiera mis cosas, Paulina salió rumbo a la puerta de embarque. Al seguirla por la terminal, el sensual movimiento de su pandero me absorbió y totalmente hipnotizado por su vaivén, mantuve mis ojos fijos en esa maravilla temiendo a cada instante que mi abogada se diera la vuelta  y descubriera la atracción que sentía por ella. Con sus nalgas duras y su culo con forma de corazón impreso en mi mente, entregué a la azafata mi billete mientras usaba mi chaqueta para tapar el apetito que crecía sin control bajo mi pantalón.

Ya en el avión, la rubia se dejó caer en su asiento sin advertir que la falda de su vestido se le había recogido dejando al aire una buena porción de sus muslos. Al percatarme mi lado caballeroso se despertó y señalándoselo a mi abogada, ésta los cubrió sonriendo y sin darle importancia.

« ¡Hay que joderse! ¡Qué patas!», exclamé mentalmente sabiendo que quizás nunca tuviera otra oportunidad de contemplar esas maravillas.

Os confieso que durante los siguientes cuarenta y cinco minutos que tarda ese trayecto, me quedé con los ojos cerrados, intentando de ese modo no volver a echar una ojeada a mi acompañante. Era demasiada buena como profesional para perderla por una calentura.

Al llegar a nuestro destino, nos dirigimos directamente a los juzgados. Una vez allí Paulina, la abogada, tomó el mando y comportándose como una fiera machacó a su oponente mientras desde el estrado, yo babeaba imaginando que mordía esos labios y me follaba esa boca con mi lengua. Confieso con vergüenza que para entonces me daba lo mismo el discurrir del juicio y solo pensaba en cómo hacerle para conseguir meter mi cara entre sus tetas.

Como no podía ser de otra forma, la rubia al terminar su alegato contra el juez estaba radiante pero al mirarme sonriendo descubrí que estaba excitada y que bajo la toga, sus pezones la delataban.

« ¡Coño! ¡Le pone cachonda ganar juicios!», sentencié maravillado.

Ese descubrimiento provocó que como un resorte, mi verga se alzara hambrienta entre mis piernas y solo la tardanza del inútil del abogado de la otra parte en sus conclusiones permitió que al levantarme no exhibiera a todos mis mástil tieso.  La razón de esa repentina emoción fue que caí en la cuenta que quizás alagándola su trabajo, podría llevar a cabo mi propio sueño.

Con ello rondando en mi mente, salí con ella hacia el restaurante. La futura víctima de mi lujuria se mostraba feliz con su triunfo y por eso nada más sentarse en la mesa, llamó al camarero y le pidió una botella de champagne. Junto a ella, ilusionado pensé que con alcohol en su cuerpo sería más sencillo el seducirla y por eso en cuanto el empleado sirvió nuestras copas, brindé con ella diciendo:

-Por la mejor y más bella de las abogadas.

Como si fuera algo pactado entre nosotros, Paulina apuró su copa de un trago y pidió que se la rellenaran antes de contestar muerta de risa:

-Con una de las mejores basta.

Su cara reflejó su satisfacción por el piropo y eso me permitió insistir diciendo:

-De eso nada, no te imaginas lo impresionante que te ves frente al juez, ¡hasta el demandante te miró babeando!

-Exageras- respondió ruborizada pero deseosa que siguiera alagando su profesionalidad.

Por ello, incité su vanidad con otro nuevo piropo:

-¡Qué voy a exagerar! Tenías que haberte fijado en cómo te comía con los ojos mientras machacabas su demanda con tu elocuencia- la involuntaria irrupción de sus areolas en su camisa me informó que iba por el buen camino y brindando con ella nuevamente mientras observaba unas gotas de sudor recorriendo su escote, terminé diciendo: -Hasta yo que debía estar acostumbrado al conocerte, me quedé maravillado con tu forma de defender mis intereses.

Mis palabras y ese furtivo repaso a sus pechos la pusieron colorada pero también despertó algo en su interior y reponiéndose al instante, en plan coqueta, preguntó:

-¿Solo te quedaste maravillado con eso?

Dudé si usar esa pregunta para iniciar mi ataque pero creyendo que era el momento, cuidando mis palabras le solté:

-¿Quieres saber la verdad?- y haciendo un inciso, susurré posando mi mano sobre las suyas: -Siempre me has parecido una mujer bellísima pero subida al estrado me recordaste a la diosa de la justicia.

Mi exagerado piropo le hizo sonrojarse nuevamente y ya interesada en saber mi opinión real sobre ella, insistió:

-¿En serio te parezco bella? Soy mayor que tú y encima estoy casada.

El brillo de sus ojos me dio los ánimos de contestar:

-Durante años te había admirado en silencio, pensando que jamás podría siquiera soñar en que te fijaras en mí. Para mí eras inaccesible y por eso nunca te había dicho nada- indirectamente le estaba diciendo que algo había cambiado y por eso me atrevía a confesárselo pero queriendo que fuera ella quien lo preguntara rellene su copa con más champagne y brinde con ella, diciendo: ¡Por la más impresionante abogada que conozco!

Partiéndose de risa brindó pero tras dar un sorbo a su bebida, su curiosidad le hizo preguntarme que era lo que había cambiado para que me atreviera  a confesar mi atracción por ella.

-Prométeme que no te vas a enfadar cuando te lo cuente- contesté manteniendo mi mirada fija en la suya. Agachando su cabeza, respondió en silencio que sí  y sin nada más que perder con excepción de una buena letrada, confesé: – El otro día en tu despacho una llamada te excitó y tus pezones involuntariamente se pusieron duros. Te juro que creí que era tu marido diciéndote guarradas al oído y sentí celos por no ser yo. Pero al salir y encontrarme con él, comprendí que quien te había puesto así era tu amante.

Mi confesión elevó el rubor de sus mejillas y vaciando su copa, me pidió que se la rellenara mientras trataba de cambiar de tema hablando de lo mucho que llovía en el exterior. Sabiendo que una vez había descubierto el imán que sentía por ella no podía dejarla escapar, acerqué mi boca a la suya y suavemente la besé mientras le decía:

-Te deseo.

Durante unos instantes, Paulina dejó que mi lengua jugueteara con la suya en el interior de su boca, tras lo cual, levantándose de la mesa, me soltó:

-Vámonos, me he quedado sin hambre.

Os confieso que al oír a mi abogada se me cayó el alma a los pies y dejando el dinero de la cuenta sobre la mesa salí corriendo tras ella. Ya en la calle me esperaba con gesto serio. Acercándome a ella, estaba a punto de pedirle perdón cuando fijando su vista en mis ojos, me soltó:

-No se lo puedes contar a nadie. Nadie debe saberlo.

Sin saber a qué se refería,  le juré que no lo haría. Y entonces dejándome boquiabierto, señaló un hotel que había en la esquina, diciendo:

-Vamos a registrarnos.

No creyendo todavía que se fuera a hacer realidad mi sueño, pedí una habitación y entregué mis papeles mientras la rubia disimulaba esperando en el hall.  Habiendo firmado ya, me uní con Paulina que aprovechando que se había abierto la puerta se había metido en el ascensor. La presencia de otra pareja no permitió que habláramos de lo que iba a ocurrir y por eso estaba totalmente cortado al abrir la habitación.

Ni siquiera había cerrado a puerta cuando Paulina saltó sobre mí y empezó a besarme con una calentura tal que parecía que ya quería sentir mi pene en su interior. Comprendiendo que para ella excitante acostarse conmigo, decidí aprovechar la oportunidad y disfrutar de esa mujer. Respondiendo a su pasión, llevé mis manos hasta su culo y me puse a magrearlo mientras con mi boca intentaba desabrochar los botones de su blusa. Ella al sentir mis dientes cerca de su escote, riendo me soltó:

  • No seas malo, recuerda que estoy casada…
  • Sabes que eso no me importa. Tu estado civil lejos de cortarme, me excita por el peligro que un día mientras te estoy follando, nos sorprenda tu marido-respondí muerto de risa.

Mis palabras elevaron su calentura justo cuando ya había conseguido liberar sus pechos y por eso pegó un gemido al notar un suave mordisco en un pezón mientras mi mano se introducía por debajo de su braga. Con mis dedos recorrí los duros cachetes que formaban su culo al tiempo que haciéndome fuerte en uno de sus senos, empezaba a mamar. Mi abogada al experimentar ese doble ataque aulló:

  • ¡Apriétame las nalgas! ¡Enséñame quien manda!

Al escucharla no solo la obedecí sino que sobreactuando forcé con una de mis yemas su ojete mientras estrujaba sus dos nalgotas.  Paulina no se esperaba esa intrusión pero lejos de quejarse se puso a dar lametazos a mi cara mientras me decía:

  • Me encanta que me trates como una perra.

Su entrega era tal que comprendí que a esa rubia le ponía el sexo duro y por eso dándole la vuelta, le bajé el tanga y con su trasero ya desnudo, apreté mis dientes contra su grupa dejando mi mordisco bien marcado sobre su piel.

  • Cabrón, no me dejes marcas. Mi marido puede enterarse- chilló tan molesta como excitada.

Su tono lujurioso me impulsó a darle un par de azotes en cada una de sus ancas mientras le decía:

  • Eres una putita infiel a la que le encantan los hombres rudos, ¿No es verdad?
  • Sí- aulló descompuesta y más al sentir que metía nuevamente dos dedos en su esfínter.

Moviendo sus caderas de un modo sensual, Paulina me informó taxativamente que estaba encantada con la idea que la tomara por atrás y por eso, separando sus dos nalgas con mis manos, hundí mi lengua en su ojete mientras le pedía que se masturbara al mismo  tiempo.

  • Ten cuidado, pocas veces me han roto el culo- gritó gozando cada uno de los lengüetazos con los que la regalé.

Al conocer de sus labios que su marido apenas le había dado por ahí y usando  mi húmedo apéndice como instrumento, jugué con los músculos circulares de su esfínter con mayor énfasis. El sabor agrio de su culo lejos de molestarme, me excitó  y por eso follándola más profundamente, solté una carcajada diciendo:

  • Mañana cuando veas a tu marido, podrás decir que es medalla de oro por la cornamenta que lucirá.

Fue entonces cuando mi abogada chilló:

  • ¡Para! O me vas a convertir en tu puta.

Esa confesión me hizo gracia y por eso te contesté:

  • No te voy a convertir, ya eres mi puta – tras lo cual seguí calentándote ya que teniéndola abierta de piernas, acaricié brevemente su trasero mientras la alzaba en mis brazos, para acto seguido llevarla con un dedo dentro de su culo hasta la cama donde pensaba poseerla.

La sorpresa no le dejó reaccionar cuando tirándola sobre el colchón, la cogí de su rubio pelo y sin darle tiempo, la ensarté violentamente de un solo empujón. Paulina protestó por la violencia de mi asalto pero no hizo ningún intento de quitarse el mango que llenaba brutalmente su pandero, al contrario cuando ya llevaba unos segundos siendo sodomizada por mí, me soltó:

  • Sigue… ¡cómo me gusta!

 Su entrega me permitió usar mi pene para machacar sin pausa su trasero mientras me agarraba de sus pechos para comenzar a cabalgar sobre ese culo soñado mientras me reía de sus sollozos.

  • Eres un cabrón….¡Estoy brutísima!

Aunque no necesitaba su permiso, me complació escuchar que estaba cachonda y tratando de dar todo el morbo posible a mis palabras, susurré en su oído:

  • No te da vergüenza, entregar tu culo a un extraño mientras tu marido está en casa pensando que su mujercita es una santa. ¡Menuda zorra está hecha mi abogada!

Ese insulto junto con la certeza que estaba disfrutando al ponerle los cuernos hizo que su cuerpo entrara en ebullición y sin que yo se lo tuviera que exigir, llevó su mano hasta su sexo y mientras mi miembro campeaba libremente por su entrada trasera, se puso a masturbar con una fiereza brutal. Sus gemidos se debían escuchar desde el pasillo y gozando con mi pene destrozando su ojete, se dio la vuelta con la cara sudada y sonriendo, me dijo:

    – ¿Te gusta encularme?

    – ¿Tú qué crees?- respondí incrementando la velocidad con el que castigaba una y otra vez su cuerpo.

La facilidad con la que la empalaba me hizo conocer que esa puta había hecho uso de su culo mas veces de lo que decía y por eso me lancé en un galope desenfrenado buscando mi placer al tiempo que ella se estremecía debajo de mí. La lujuria de ambos era tal que en ese instante comencé a arrear a mi montura con una serie de duros azotes sobre sus nalgas mientras ella no paraba de rogar que no parara.

  • Sigue- chilló. – Dame duro.

Los berridos que salieron de su garganta al ser vapuleada fueron la gota que hizo que mi cuerpo colapsara y derramando mi semen en el interior de sus intestinos, me corrí. Paulina al sentir su trasero bañado, se unió a mí aullando de placer.

  • ¡Qué gozada!- rugió sin dejar de menear su pandero en busca de las últimas oleadas de mi leche.

Una vez había vaciado mis huevos, me dejé caer sobre ella abrazándola. Mi abogada todavía empalada por mi verga, dejó que mis brazos la acogieran entre ellos y luciendo  una sonrisa, me soltó:

  • Tendremos que llamar a Madrid y explicarles que hemos perdido el vuelo.

Sorprendido, miré el reloj y al ver que todavía nos quedaba tiempo para llegar al aeropuerto, comprendí lo que realmente la rubia quería decir y soltando una carcajada, respondí:

  • ¿Para cuándo reservo? ¿Para mañana o para pasado?

Muerta de risa, contestó:

  • Para mañana. No quiero que mi marido sospeche de su mujercita.

Su descaro me hizo reír y recordando que todavía no había hecho uso de su coño, llevé una de mis manos a su entrepierna mientras con la otra, pellizcaba sus pezones.  La rubia al experimentar esa doble ofensiva, maulló de gozo y pegó su culo a mi pene intentando reanimarlo. Separando sus cachetes, se lo incrustó en la raja y meneando su trasero, comenzó a pajearme mientras yo hacía lo propio con ella. Cuando notó que mi verga ya había consguido alcanzar su extensión máxima, poniendo tono de puta, me preguntó:

  • ¿Vas a follarme?

Desnudos como estábamos, esa pregunta era al menos extraña y eso me llevó a suponer que quería que la calentara de algún modo. y por ello mientras seguía torturando su clítoris acerqué mi boca a su oído y le susurré:

  • Te has quedado para eso. O ¿no es así? ¡Putilla!

Al escucharme, dio un prolongado suspiro y retorciéndose sobre las sábanas insistió:

  • ¿Te caliento??
  • Sí, y lo sabes. Me gusta verte desnuda y disfrutar de tus pechos mientras separo los pliegues carnosos que escondes entre tus piernas.

El gemido que salió de su garganta me informó que iba por buen camino y que lo que Paulina necesitaba era que la estimulara tanto física como verbalmente. Por ello, mordiendo su oreja, dije en voz baja:

  • Me calientas porque eres una zorra ninfómana que buscas en mí a tu macho. Sé que después de esta noche soñarás conmigo, aunque estés con el cornudo de tu marido.

Nada más oírlo, mi abogada se corrió nuevamente formando con su flujo un gran charco sobre el colchón.  Habiendo resuelto mis dudas, retorcí una de sus aureolas diciendo:

  • El cornudo de tu marido nunca ha sabido valorar a la guarra con la que se casó.

Mi enésimo insulto la molestó y levantándose de la cama se empezó a vestir mientras me decía que me había pasado.  Su enfado lejos de tranquilizarme, me excitó y viendo que quería marcharse, la perseguí hasta la puerta.  Una vez allí, la lancé contra la pared y aprovechando su sorpresa, la besé metiendo mi lengua hasta el fondo de su boca mientras le estrujaba su culo con mis manos. La  pasión con la ella reaccionó, me hizo saber que le excitaba mi violencia  y mientras Paulina intentaba que llevar mi pene hasta su coño, le grité:

  • Lo quieras o no, te voy a folllar como la puta que eres.

Fue entonces cuando mordiéndose los labios, la rubia me contestó:

  • Sí…….soy tu puta.

Envalentonado por el rubor que cubría sus mejillas al confesarlo, le pregunté mientras hundía mi verga entre los pliegues de tu sexo:

  • Y las putas ¿Que hacen?

–        Son folladas por su macho- respondió gritando mientras ponía sus dos esplendidas peras al alcance de mi boca.

Siguiendo tanto mis deseos como los suyos. Comencé a moverme con  mi pene golpeando la pared de su vagina mientras me la tiraba  con su espalda presionando la misma puerta que quiso cruzar al huir de la evidencia que era mi zorrita. Los aullidos de placer con los que me regaló azuzaron el morbo que sentía por estar tirándome a esa madura y recreándome en sus tetas, usé mis dientes para mordisquearlas.

  • ¡Muérdelas! – aulló descompuesta- ¡Hazme chupetón!

«Esta zorrita está excitada», pensé mientras intentaba dar cauce a su excitación mamando de sus pechos sin parar al tiempo que con mi pene recorro una y otras vez el interior de su vagina. Un renovado chillido por su parte, hizo que sacando la lengua, lamiera su cara, sus mejillas y su boca dejando el olor de mi saliva sobre su rostro.

  • Sigue….te deseo. Me pones bruta.

Sus palabras despertaron mi lado perverso y deleitándome en su confesión, la obligué a abrir su boca. Al hacerlo dejé que mis babas cayeran dentro de ella mientras Paulina se sorprendía al notar que mi salivazo había mojado aún más su coño.

  • Dime que soy tu hembra- chilló.

– A una hembra se la marca- respondí y antes que me respondiera  llevé mi boca nuevamente a su cuello con la intención de dejarte un chupetón.

En ese momento me sorprendes al ponerte de rodillas y decirme con voz sensual:

  • Márcame, ¡Soy tu zorra!.

Al escuchar su entrega, solté una carcajada y metiendo un dedo en su culo, la llevé ensartada con él hasta la cama. Una vez allí, la dejé un instante esperando y volví sobre mis pasos para dejar la puerta de la habitación entre abierta. Al verlo la rubia, me preguntó el por qué. Muerto  de risa, cojí el teléfono y llamando a la cocina del hotel, pedí que nos subieran unos sándwiches.

  • ¡No tengo hambre!- protestó deseando volver a empalarse con mi pene.

Descojonado, le contesté que el pedido  es una excusa para que el camarero vea lo puta que es mi abogada mientras salta sobre mi verga. La sola idea que el empleado del hotel la viera follando, la puso cachonda y como una posesa se puso a lamerme la polla para que cuando llegara nos pillara con sus tetas botando sobre mi mientras se empalaba con mi miembro. A los cinco minutos, escuchamos que el muchacho tocaba la puerta.  Fue entonces cuando acoplándose sobre mí y usando mi verga como silla de montar, la abogada le dio permiso para entrar.

Ni que decir tiene que el crio se quedó acojonado con la escena y solo al cabo de unos segundos pudo reaccionar, trayendo hasta la cama la cuenta para que se la firmara. Queriendo forzar su calentura, dije al empleado que quería  pagar con mi tarjeta y que la agarrara de mi cartera.

Totalmente cortado, el muchacho respondió sin dejar de observar el movimiento de las pechugas de mi acompañante:

-¿Dónde la tiene?

Muerto de risa, contesté  que estaban bajo las bragas chorreadas de la puta a la que me estaba follando. El tipo rojo como un tomate, las cogió con dos dedos y al hacerlo le llegó el aroma a hembra que manaba de ellas. Los gritos de Paulina al saberse observada, así como el modo tan brutal con el que se empalaba, le hicieron preguntar mientras me pasaba el bolígrafo:

  • ¿Le importaría apuntar el teléfono de su puta en el recibo? Está muy buena la rubia y se nota que es una zorra dispuesta.

Soltando una carcajada, firmé la nota sin acceder a su deseos pero poniendo en su mano una buena propina, Al verlo salir girándose continuamente para fijar en su retina la imagen del vaivén de sus pechos, descojonada me soltó:

  • Eres un cabrón, folla casadas.

Esa salida me hizo gracia y por eso la tumbé sobre las sabanas y sin pedirle opinión, agarré dos de mis corbatas y la até al cabecero con ellas. Muerta de risa y excitada, se reía mientras me preguntaba qué iba a hacerle. La indefensión y saber que la puerta seguía abierta de forma que cualquiera que pasara por el pasillo, la vería en pelotas y atada sobre el colchón, la excitó y más cuando me vio llegar del baño con una maquinilla de afeitar y un bote de espuma en la otra mano.

  • ¿Qué vas a hacer?- preguntó intrigada.

Sin hacerla caso, esparcí la espuma por su sexo y mientras le acariciaba su clítoris mojado, susurré en su oido:

-Te voy a afeitar ese coño peludo que tienes. A ver que le dices a tu marido cuando vea que lo tienes depilado como una puta.

Exagerando su reacción, intentó liberarse de sus ataduras mientras me rogaba que no lo hiciera. Obviando sus quejas, cogí la guillete y comencé a retirar el antiestético pelo púbico de su coño. Los chillidos de la mujer menguaron a la par que retiraba una porción de la crema de su vulva y con ello, una parte del bosque que cubría su chocho. No queriendo que se enfriara esa puta, le fui dando unos lametazos consoladores sobre cada fracción afeitada, consiguiendo de esa forma que de su garganta brotaran gemidos de placer.

  • Eres un hijo de puta- berreó ya con una sonrisa- ¿Qué voy a decirle a mi marido cuando me vea así?
  • Ese es tu puto problema- respondí lamiendo su coño casi exento de pelos.

Poco a poco, las maniobras sobre su sexo, hicieron que este se encharcara y sabiéndola indefensa, seguí arrasando con el rubio vello que enmascaraba ese coño.

  • Te lo voy a dejar como el de una quinceañera- murmuré en su oreja mientras la mordía.

Su calentura y la imposibilidad de moverse, hizo que la rubia meneando sus caderas me pidieras que la follara pero haciendo oídos sordos a sus deseos, pacientemente terminé de afeitarle el coño y tomando mi móvil, lo fotografié repetidamente mientras le amenazaba con mandar esas imágenes al cornudo de su marido. Sus gemidos se hicieron gritos cuando cogiendo mi pene, se lo incrusté a su máxima potencia, diciendo:

  • Sonríe que quiero dejar constancia del estreno de tu nuevo chocho.

La cara de mi abogada fue un indicio del morbo que le daba ser inmortalizada con mi aparato en su interior y por ello comencé a menearlo sacando y metiéndolo mientras  le pellizcaba las tetas. Su expresión de placer indujo a liberar una de sus manos y voltearla sobre el colchón, tras lo cual, la volví a atar mientras le decía:

  • ¿Estás preparada para que te dé por culo a pelo?

Mi abogada tan elocuente otras veces, no respondió y comprendiendo que con su silencio me daba el permiso que necesitaba,  le separé las dos nalgas con mis manos y acercando mi glande a su ojete, apunté y de un solo empellón se lo clavé hasta el fondo. Su grito se debió de oír hasta la recepción del hotel pero no por ello me compadecí de ella y sin dejar que se acostumbrara a tenerlo campeando en sus intestinos, machaqué sin pausa ese culo mientras la rubia me pedía que cerrara la puerta.

  • Ahora, no. Primero quiero demostrarte que eres mi hembra y que yo soy tu dueño- respondí cogiendo su melena y forzando su espalda al tirar de ella.

El dolor y el placer se mezclaron en su mente mientras temía que en cualquier momento alguien entrara por la puerta, alertado por el volumen de los gritos que ella misma emitía. Después me reconoció que en esos instantes, todo su ser combatía la sensación de sentirse feliz al ser usada como hembra. Durante toda su vida, ella había luchado por hacerse un hueco y de pronto al experimentar el estar indefensa y sometida a mí, había disfrutado como nunca.

Ajeno al discurrir de los pensamientos de la rubia, seguí solazándome en ese trasero y llevando mis manos hasta sus hombros, me afiancé en ellos para incrementar el ritmo con el que la sodomizaba. La nueva postura hizo que la rubia rugiera de placer y dejándose caer sobre el colchón, llegó a su enésimo orgasmo al mismo tiempo que mi pene descargaba su cargamento en el interior de su culo.  Paulina al notar mi explosión en su interior, meneó sus caderas de arriba abajo para ordeñar mi miembro mientras ella disfrutaba como la perra infiel que era de cada una de gotas de mi lefa templando su trasero.

Agotado, me deslicé sobre ella y forzando sus labios con mi lengua, jugueteé con la suya mientras con mis manos estrujaba las dos maravillosas tetas que la naturaleza le había dotado. Su respuesta rápida y pasional me informó que no estaba molesta y que a partir de ese día, Paulina sería mi abogada, mi puta y mi hembra aunque al terminar el día durmiera con el cornudo de su marido….

 

Para comentarios, también tenéis mi email:

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Relato erótico “Las apariencias engañan: Lucía y Pedro”. (POR MARIANO)

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Las apariencias engañan: Lucía y Pedro.
 
Lucía abrió perezosamente los ojos y miró el reloj eléctrico sobre su mesita de noche. Con dificultades por la somnolencia en la que aún estaba sumida comprobó que ya habían pasado quince minutos desde que sonara el despertador.
 
Durante unos segundos meditó la posibilidad de alargar ese maravilloso sopor al que solía acogerse todas las mañanas al despertar, pero la idea fue fugaz. Había un montón de cosas por hacer ese día y, aunque sabía que Pedro se iba a ocupar de casi todo, era consciente de que ciertas tareas solo podía hacerlas ella.
 
Torpemente se puso en pié y tiró de las cortinas para iluminar la habitación. Cuando sus ojos se habituaron a la cascada de luz observó su cuarto de toda la vida semivacío y un leve sentimiento de nostalgia le invadió. La mayoría de sus pertenencias ya estaban en lo que iba a ser su nueva casa, aunque aún iban a pasar unos días antes de ocuparla. Había sido duro el traslado pero Pedro y su hermano se habían encargado casi por completo de ello.
 
Quedaba algo de ropa en el armario y un leoncito amarillo de peluche que conservaba desde que era niña y que, pese a los años transcurridos, mantenía un aspecto impecable.
Eso sí, aún estaba ahí su ordenador personal, uno de los pocos caprichos que se había podido permitir desde que cuatro años antes se pusiera a trabajar en la fábrica para apoyar económicamente a su familia, y que le permitía comunicarse con Estrella, su gran amiga y confidente.
 
Hacía tres años que Estrella había abandonado el pueblo en el que ambas habían compartido su infancia y juventud. El espíritu inquieto de su amiga y las disputas familiares que, sobretodo tras la muerte de su padre, mantenía de continuo con su madre, una mujer exuberante y de vida disipada y libertina, le habían hecho abandonar el pueblo natal para desplazarse primero a la capital y posteriormente a Londres donde actualmente vivía. Allí se había buscado la vida dignamente encontrando trabajo en una tienda de modas y alojamiento junto con otras dos chicas, una venezolana y otra italiana, en un piso alquilado.
 
A Lucía le apenaba que las obligaciones laborales y la distancia hubieran impedido a su gran amiga acompañarle ese día. Se detuvo ante la pantalla de su ordenador dudando en encenderlo y releer el contenido del mensaje que Estrella le había mandado el día anterior: un chiste muy malo, un par de anécdotas de sus compañeras de piso, muchas palabras de ánimo para el futuro y sobretodo su última locura nocturna en la capital británica.
 
Apenas se había alejado dos pasos de la mesa cuando se detuvo y volvió a ella decidiendo finalmente abrir de nuevo el último E-Mail que había recibido de Estrella. El chiste y las vivencias de las dos chicas que vivían con ella los ojeó muy deprisa, casi sin mirar, sonriéndose. Luego leyó un par de veces, conteniendo a duras penas las lágrimas por la emoción, las felicitaciones y manifestaciones de sincero convencimiento por parte de la amiga de que todo le iba a ir muy bien con Pedro.
 
Una vez recuperado el sosiego se dispuso a repasar la última parte del mensaje de su amiga. Un ligero estremecimiento recorrió su cuerpo antes de comenzar la lectura y es que Estrella tenía el don especial en sus narraciones de hacerle sentir casi como propias todas sus locas aventuras sexuales. En realidad Estrella siempre se había caracterizado por su abierta inclinación a todas las manifestaciones del sexo.
 
Lucía recordó como con catorce o quince años, estando en casa de su amiga, ésta las había conducido a ella y a Elisa, otra amiga, al dormitorio de su madre para mostrarles el curioso juguete que guardaba en su armario, un pene de plástico cuyas dimensiones dejó a ambas perplejas al nacerles la incertidumbre de que en la realidad pudieran alcanzar semejante tamaño. Estrella se había puesto a juguetear en guasa con el instrumento haciéndolo resbalar repetidamente por su cuerpo mientras simulaba un baile erótico que culminó con un beso en la punta del magnifico pene. En ese momento, con sus labios apoyados sobre el juguete y viendo la estupefacta expresión del rostro de sus dos amigas que la contemplaban, había estallado en grandes carcajadas a las que se unieron rápidamente las risas de Elisa y las suyas propias.
 
Luego el instrumento empezó a pasar de las manos de una amiga a la de otra y las risas se multiplicaban en cada postura erótica adoptada. Lucía recordaba como se le quedó grabada la tersura casi humana de ese plástico con el que estaba confeccionado el juguete sexual.
 
Unos días después, al salir del instituto Estrella volvió a reunirlas en las afueras del pueblo para mostrarles un nuevo hallazgo, una revista guarra. Su amiga comenzó a hojear las páginas y se sucedieron las fotos que mostraban las inimaginables cosas que se podían hacer con un hombre o incluso con más de uno a la vez. Estrella no paraba de alabar las excelencias del sexo y proclamaba abiertamente su predisposición a probar todo lo que allí se exponía y aún más. Lucía, por el contrario, experimentó en ese momento una repulsión generalizada hacia semejantes actos de copulación antinatural y de grupo, por no hablar de las escenas finales en las que los protagonistas masculinos depositaban su semen en cualquier lugar menos donde realmente debían.
 
Lucía iba a comenzar a leer la última parte del mensaje de Estrella cuando oyó las voces de su madre instándola a apresurarse. De mala gana apagó su ordenador y se dirigió al único cuarto de baño que había en la casa, para ducharse.
 
Mientras se enjabonaba, su mente no pudo evitar volver al relato de la noche loca de su amiga.
 
Estrella había salido de la tienda junto con otra compañera de trabajo y, tras cenar, las dos se fueron a un conocido pub de la city. La amiga le decía que se había enrollado con un chico guapísimo, alto y rubio de ojos azules. Lucía siempre dudaba de la veracidad de las descripciones de los amantes de su amiga, pero le daba igual, porque nunca veía en ello un intento de pavonearse por sus conquistas.
 
El príncipe rubio la había invitado a su casa y ella por supuesto no se había opuesto. Mientras él conducía ya se exploraron mutuamente por encima de la ropa, ella con las dos manos y él con la única que la permitía la conducción. El recorrido por el cuerpo musculoso del chico le permitió comprobar la excitación de éste cuando le alcanzó con sus manos el sexo que por la erección provocaba un notable abultamiento en sus pantalones. Estrella también estaba caliente, como pudo comprobar el chaval cuando tras acariciarle los muslos había subido una de sus manos a su pubis para constatar la humedad sexual concentrada en sus bragas. Ella se lanzó directamente a liberar la henchida verga del chico de la opresión de los pantalones, estudiando la posibilidad de hacer algo mas con ella, pero él le retuvo las manos ansiosas dándole a entender que no había prisa.
 
Ya en la casa del apuesto chaval los dos se lanzaron a tumba abierta a gozar del placer desnudando sus cuerpos y dando rienda suelta inicial a todo tipo de caricias. Las manos primero, luego los labios y finalmente las lenguas se entretuvieron en obtener y dar el placer de acariciar la piel desnuda hasta quedar ambos en posición invertida, ella encima de él, devorando cada uno el sexo del otro hasta degustar el resultado del frenesí final alcanzado por ambos.
 
Recordando las andanzas de su amiga Lucía ni se había percatado que sus manos estaban recorriendo su propio cuerpo bajo el agua templada de la ducha, como si fueran las del rubio chaval del que su amiga había disfrutado un par de noches antes.
 
Seguía rememorando el relato de Estrella que le describía cómo tras el natural reposo ambos habían reiniciado las caricias besándose ardientemente y recuperando el deseo de sentirse de nuevo unidos el uno al otro, y cómo durante buena parte de la noche ella había sentido como él la penetraba con su verga de cien maneras distintas llevándola al cielo en mas de una ocasión hasta que él consumó su propio placer dentro de ella
 
La placentera sensación que Lucía sentía mientras se acariciaba su sexo imaginando la escena de su amiga fundida sexualmente con su conquista londinense, se truncó con dos fuertes golpes en la puerta del baño. Su madre le reiteraba de nuevo que iba a llegar tarde a la prueba de maquillaje, primera de sus obligaciones en ese día tan especial para ella.
 
Aunque ya no le repugnaban las tórridas escenas sexuales de aquella primera revista, que su amiga le contaba haber realizado con todo lujo de detalles más de una vez, Lucía se sentía incapaz de ponerlas en práctica.
 
Un año antes de empezar a salir con Pedro había tenido un primer contacto amoroso con un chico que había conocido en una discoteca de un pueblo cercano al suyo. El buen saber estar del chaval, guapo y divertido, y las palabras obscenas de ánimo de su amiga Estrella la estaban convenciendo de aventurarse hacia lo desconocido.
 
Una última copa en el momento justo terminaron de vencer su natural reticencia y llevada de la mano del chico se encontró en un rincón oscuro de la discoteca. Aceptó con gusto besarse con él en la intimidad del escondido lugar, pero se le hacía difícil dejarse tocar por las ansiosas manos del chaval.
 
Cuando éstas le subieron la falda lo suficiente para poder tomar posesión de su sexo, Lucía ya comenzó a dudar en seguir adelante, y cuando el chico se afanó aun más abiertamente para primero acariciarle por encima de las bragas y deslizar después dos de sus dedos por el extremo de éstas deslizándose por su vello púbico hasta alcanzar su mas íntimo recodo, ella no pudo soportarlo y separándose bruscamente se alejó de allí sin dar explicaciones ni a su sorprendido amante ni a su propia amiga que estaba a lo suyo con uno de los amigos de él.
 
Una vez fuera de la discoteca y recuperada la calma se dio cuenta de que, pese a sus propias objeciones, el episodio la había extrañamente excitado y notó en su entrepierna la misma humedad que debió haber sentido en sus dedos el pobre chaval, y se culpó de haberle dejado, como a ella misma, en esa situación en la que se mezclaban la confusión y la frustrada excitación.
 
Sus pensamientos volvieron a Pedro, que le había demostrado en los tres años que llevaban saliendo juntos un cariño y una ternura que la llenaban plenamente sin tener que adentrarse, tal vez afortunadamente, en los obscuros secretos del sexo.
 
Tras unos primeros meses en los que la relación sentimental se basó más en largas conversaciones que en gestos amorosos, llegaron los primeros besos y las púdicas caricias que Pedro le prodigaba con repetida constancia.
 
Lucía esperaba que tarde o temprano él se aventurara mas allá en sus manifestaciones sexuales, aunque ella tampoco tenía mucha prisa en ello y eso que su amiga del alma, como no podía ser de otro modo, la empujaba continuamente, en sus misivas o por teléfono, a que tomara ella misma la iniciativa.
 
De hecho un día, apenas un mes antes, en el interior del coche de Pedro, éste, mostrándose extrañamente acalorado en sus caricias, le había comenzado a recorrer bajo las ropas zonas de su cuerpo que hasta ese momento permanecían inexploradas. Lucía se sintió gratamente sorprendida por el atrevimiento de su chico y dejándose llevar comenzó a experimentar esas sensaciones de placer que ya conocía.
 
Intentando corresponder, siguió los consejos de su amiga y ella misma adentró sus ligeras y femeninas manos bajo la camisa de él, acariciándole el torso y las tetillas, para luego ir mas abajo en busca de su virilidad. Llegó a desabrocharle la cremallera del pantalón y consiguió introducir sus manos por debajo del slip degustando entre sus dedos el crecido pene que tembló al contacto de éstos.
 
Fue en ese momento cuando Pedro le cogió la mano y tras retirarla de su apreciado aposento, frenó sus propias caricias y con un dulce beso en la boca dio por concluido el paseo por el más allá del sexo que ellos mismos se habían tácitamente impuesto, dejando a Lucía perpleja y en cierto sentido culpable, sin saber muy bien la causa, de lo que había pasado. No hubo palabras sobre el hecho y todo continuó siendo como antes.
 
Lucía sabía que esa noche los dos iban a tener que ir mucho más allá en el amor aunque desconocía hasta donde serían capaces de llegar. Mirándose desnuda en el espejo, tras la dilatada ducha, se sintió hermosa: su pelo corto y oscuro, sus ojos castaños, de cejas densas pero bien arregladas, la nariz recta a juego con los rasgos generales de su rostro y la boca de labios rosados y no demasiado anchos. Un lunar de pequeñas dimensiones bajo uno de sus ojos junto a la nariz daba a su cara un toque peculiar que se acrecentaba cuando al sonreír se le marcaban los hoyuelos en los pómulos.
 
A sus veinte años su cuerpo, aún esbelto, le resultaba algo delgado y sus pechos pequeños, aunque firmes y de puntiagudos pezones. El triángulo de su sexo aparecía bien marcado por una estrecha y alargada mata de pelo que ella se encargaba regularmente de mantener alejada de las ingles utilizando sus pinzas de depilar.
 
Los nuevos gritos de su madre delataban ya la desesperación. Lucía se percató de lo tarde que era y decidió no pensar mas en el pasado y dedicarse de lleno a su futura vida en común con Pedro. Cuando salió del baño le guiñó un ojo a su enfadada mami y le envió un beso al aire. Después, sonriendo, volvió a su cuarto para vestirse y empezar a disfrutar de ese hermoso día.
 
 
* * * * *
 
Pedro no recordaba el sueño que le había hecho despertarse sobresaltado. A decir verdad no estaba ni tan siquiera seguro de que hubiera sido un sueño. En los últimos días siempre había apagado el despertador mucho antes de que éste cumpliera su misión, pero ese día le pareció especialmente temprano. Encendió la lamparita de noche que colgaba de la cima del cabecero de su cama y comprobó con malestar que en efecto aún no eran ni las 6 de la mañana y que faltaban más de dos horas para el momento en que se había propuesto ponerse en pie.
 
Se incorporó de la cama y se dirigió al baño a orinar regresando luego a su cama con el firme propósito de aprovechar durmiendo el tiempo que aún le quedaba antes de levantarse. Quería dejar la mente en blanco, pero pese a sus esfuerzos, un torbellino de pensamientos se le venía a la cabeza. Cuando finalmente se convenció de que iba a serle imposible conciliar el sueño decidió aprovechar para repasar todo los acontecimientos del día siguiente.
 
A las nueve de la mañana tenía que acercarse a la iglesia. Don Cristóbal, el cura, le había pedido que se acercara para concretar los últimos preparativos de la ceremonia litúrgica. Pedro sabía que esa no era la intención del viejo clérigo, sino la de sermonearle una vez mas sobre las excelencias del matrimonio y su obligación de estar siempre con su futura mujer, de cuidarla y, por supuesto, de no serle jamás infiel.
 
Pedro ya había escuchado reiteradamente todo eso en los últimos meses. El cura visitaba con frecuencia la casa paterna no solo por la amistad que mantenía con su padre desde que eran niños sino, sobretodo, por el apoyo financiero que éste ofrecía a la económicamente mal nutrida parroquia de la localidad. Tampoco le importaban demasiado las peroratas de Don Cristóbal con cuyo mensaje, por otra parte, estaba totalmente de acuerdo y convencido de poder cumplir a rajatabla.
 
La floristería era el siguiente lugar al que debía acudir con el fin de pagar las flores que iban a adornar la iglesia. Lucía, con el gusto que solo una mujer podía tener, había elegido básicamente rosas, belladonas, orquídeas y lirios.
 
Necesitaba después un ratito para saludar a Antonio, su entrenador de fútbol, al que una inoportuna, aunque no grave enfermedad, le iba a impedir asistir a la ceremonia. Pedro siempre había sido un buen deportista aunque algo endeble muscularmente. Antonio le había convencido para visitar con frecuencia el gimnasio que él mismo regentaba y, como en todo lo que hacía, Pedro se lo tomó bien en serio acudiendo tres días en semana. Apenas un año después de iniciar sus ejercicios gimnásticos podía ya presumir de haber desarrollado un cuerpo más atlético y vigoroso.
 
Los preparativos finales del banquete también le iban a llevar parte de la mañana. El convite se iba a celebrar en el gran jardín de su casa donde, al estilo americano, ya se había instalado una carpa, pero las mesas de los invitados aún se agolpaban en la entrada a la espera de ser colocadas cada una en su sitio. Pedro tenía anotado en un folio la situación y composición de cada mesa, pero lo había estudiado tantas veces junto a Lucía que en su mente se dibujaba perfectamente la estructura final del lugar de celebración.
 
Lo que mas le incomodaba de todo era tener que acudir también esa mañana a la fábrica. Su padre le había comentado la noche anterior que había surgido un problema que solo él podía solucionar y que no le llevaría mucho tiempo. De nada sirvió protestar y exponerle al padre el significado del día que ya comenzaba a despuntar. Los trabajos informáticos efectivamente eran su tarea fundamental en la empresa que su padre había construido con esfuerzo y dedicación y que habían convertido a su familia en una de las más ricas del pueblo.
 
Pedro recordó como se inició en esa actividad. Cuando tenía doce años lo único que le interesaba era jugar con los chicos de su edad, quedando los estudios en un segundo lugar y sus malas calificaciones más de una vez le supusieron un serio castigo.
 
Sin embargo el día en que su hermano mayor abandonó el hogar le regaló una extraña consola de juegos que había desempolvado de algún lugar de su habitación. El chisme se conectaba a la televisión pero para jugar se utilizaba una casete como las de música que emitía unos ruidos insoportables antes de poner en marcha el juego.
 
Su hermano le mostró un juego en el que había que desplazar una nave de izquierda a derecha para evitar que unos meteoritos impactaran contra ella. Cuando Pedro le indicó que era muy simple en comparación con los juegos de su videoconsola, su hermano le miró con aire desafiante y pulsó un par de teclas hasta que unas líneas de números y letras aparecieron en la tele. Después modificó un par de líneas y le devolvió el control a Pedro instándole a jugar de nuevo. La velocidad y número de meteoritos se había incrementado de tal manera que aquello no había quien lo controlara.
 
Pedro consiguió que su hermano le explicara qué había hecho y él mismo empezó a adentrarse en el lenguaje Basic de ese simple jueguecillo. Desde entonces se apasionó por el mundo de los ordenadores, los estudió y ahora manejaba todos los temas informáticos de la empresa paterna.
 
A medida que repasaba sus quehaceres matutinos y se acercaba la hora de incorporarse de la cama, Pedro se sentía cada vez mas inquieto. Intentaba echar la culpa de su nerviosismo a la amplia y variada programación del día de su boda, pero internamente sabía que el origen de esa inquietud radicaba e su propia relación con Lucía, su futura esposa.
 
La había conocido en la fábrica donde ambos trabajaban. Un día en el que se acumulaba los problemas en la red de ordenadores de la empresa, bajó a desayunar a la cafetería mas tarde de lo habitual. Era la hora del desayuno de los operarios de la fábrica y para él resultaba desconocido el gentío y desfile de batas de colores allí existente en ese momento.
 
En una de las mesas más cercanas a donde él había conseguido sentarse, observó a cuatro chicas bastante jovencitas que conversaban animadamente. Ninguna le llamó inicialmente la atención hasta que alguna dijo algo que las hizo reír. Entonces sí que le llamo la atención la sonrisa de una chica morenita de pelo corto, una sonrisa franca y limpia adornada por unos preciosos hoyitos en sus mofletes. Hasta que se terminó su pulguita de atún y su café Pedro estuvo observando, con algo de disimulo para no ser descubierto, a aquella chica cuyo rostro, de momento le había hechizado.
 
Su hora de desayuno se retrasó a partir de ese día para poder coincidir con ella. En los días siguientes siguió observándola de soslayo, y se fue prendando no solo de rostro, sino de sus gestos, de su modo de caminar, de su bata de trabajo azulona y hasta de lo que aún no conocía de ella pero podía imaginar.
 
Por supuesto que no comentó nada a ninguno de sus compañeros de trabajo y amigos más cercanos. Siempre había sido muy reservado con sus amigos a la hora de entrar en detalle sobre sus sentimientos amorosos. Incluso cuando en las habituales tertulias se hablaba de sexo, por lo general él se escondía de la conversación y sus escasas intervenciones solían acabar, incluso sin motivo alguno, con un enrojecimiento general de su rostro que solo su rizada barba y bigote dorados conseguían parcialmente ocultar.
 
Afortunadamente ninguno de sus amigos se aprovechaba de su natural timidez ante todo lo relacionado con el amor y sexo. Cuando alguno de ellos le instaba a echarse novia o a tirarse una canita al aire, él les decía que no lo necesitaba y que todo lo haría cuando encontrara y se casara con la mujer de su vida. Bien porque realmente creían sus explicaciones, o solo por no incomodarle, ninguno de ellos se metía con su evidente mojigatería y, como mucho, bromeaban compadeciendo a esa mujer por lo que pudiera pasarle el día que él se soltara.
 
En realidad Pedro no desechaba el amor y el sexo, ni mucho menos, simplemente tenía miedo a no saber encarar correctamente una relación con una mujer y, especialmente, a recibir una respuesta negativa de ésta. Recordaba como a los 18 años, unos chicos de su pandilla le convencieron para ir con ellos a un club de carretera cercano a su pueblo natal. Mientras se dirigían allí su mente comenzó a cavilar sobre lo que se encontraría al entrar en el tugurio, y sobre lo que debería hacer si, como parecía inevitable, se le acercaba alguna de las chicas del club, y eso le puso casi enfermo.
 
Su inútil arrepentimiento no iba a sacarle de esa situación, pero por suerte para él, cuando llegaron allí uno de los cuatro amigos decidió no entrar y Pedro se ofreció gustosamente a acompañarle. Los dos se quedaron en el coche, en silencio, esperando el regreso de los otros dos. La espera fue demasiado breve, sobretodo teniendo en cuenta todo el provecho que decían haber sacado al tiempo los dos valientes y presumidos amigos.
 
Pedro volvió a recordar la cafetería de la fábrica y el día en que, como de costumbre, espiaba a su amor platónico. En un momento dado una de las compañeras de ella se percató de la directa atención que él la prestaba, y emocionadamente le susurró algo en los oídos. Muchos de los trabajadores de la empresa sabían que él era el hijo del dueño y Pedro estaba convencido de que ese era el mensaje que estaba recibiendo la chica de sus sueños. Con una clara mirada de incredulidad ella fijó su vista en él y le envió una sonrisa que, además de ruborizarle, le desarmó por completo.
 
Dos días más de escondidas miradas cómplices le convencieron de dar el paso que jamás había imaginado ser capaz de afrontar. Aprovechando un momento de despiste de las amigas la invitó a un café a la salida del trabajo. La contestación afirmativa de Lucía, acompañada de esa preciosa sonrisa, provocó que también se enamorara de su voz y, lo más importante, que se revitalizara su deteriorada autoestima en lo que al amor se refería.
 
A partir de entonces se sucedieron los encuentros y con el pasar del tiempo llegó a alcanzar con ella el grado de confianza suficiente para atreverse a plantearle formalizar su relación, algo que Lucía aceptó encantada y que además tranquilizó a los padres de Pedro que empezaban a inquietarse ante la astenia amorosa de su hijo menor.
 
Pedro reconocía que su noviazgo se asentaba en una buena compenetración entre ambos, con conversaciones variadas y buenas dosis de humor. Sin embargo su temor a la posible reacción de ella ante cualquier tipo de manifestación puramente sexual, incluso la más liviana, alimentaban la existencia de un total desconocimiento mutuo de la actitud de cada uno de ellos en esa parcela.
 
Pedro ponía todo su afán en mantener viva la relación a través de todo tipo de detalles y manifestaciones de tierno cariño hacia ella, considerando que incluso su “castidad” contribuía a enriquecerla.
 
Su buen hacer pudo estropearlo aquel día en el que al salir de la fiesta de cumpleaños de su compañero Ángel se sentía extrañamente desinhibido, posiblemente por llevar unas copillas de más. Mientras la acariciaba y besaba tiernamente en la boca, algo en su interior le animó a romper los límites y se atrevió a meter una de sus manos por el escote del jersey de pico que Lucía vestía. La sensación que le produjo sentir la suave piel desnuda de ella no hizo sino acrecentar sus reprimidos deseos y dejándose llevar le acarició los pechos primero por encima del sujetador y luego directamente sobre ellos constatando como los puntiagudos pezones se erizaban al contacto de sus dedos.
 
Embriagado por la excitación, casi ni se había percatado de que se besaba con su novia con una pasión hasta entonces desconocida y de que una de sus manos se había adentrado bajo las ropas en lo más recóndito del cuerpo de ella, cuando notó como Lucía también iniciaba su propia exploración en el torso de él, bajo la camisa, para luego apoyar una de sus manos sobre su entrepierna recorriendo con sus dedos toda la longitud alcanzada por su crecido miembro. La intensidad de su placer alcanzó el punto más álgido cuando ella, sorprendentemente, se las ingenió para atravesar las barreras de sus pantalones y slip y, apoderándose de su pene, le acarició con dos de sus dedos el babeante glande.
 
Lleno de confusión y contemporánea excitación, Pedro se dio cuenta de que con poco que ella siguiera maniobrando iba a mancharla y ante esa cruel posibilidad abandonó sus propias caricias en el sexo de ella, le sacó la atrevida mano de su pene a punto de explotar, entrecruzándole los dedos como cuando caminaban en el parque. Tras darle un dulce beso en los labios arrancó el coche deseando estar solo cuanto antes para poner en orden sus pensamientos.
 
Desde ese día su absurdo miedo a un posible rechazo de ella se convirtió en un temor, no sabía si igual de absurdo, a no estar a la altura esperada el día en que inevitablemente tuvieran que adentrarse en los misterios del sexo.
 
Y ese día acababa de llegar, le anunció el despertador sacándole de sus últimas y mas preocupantes reflexiones.
 
 
* * * * *
 
Pedro, molesto con sus compañeros de trabajo, les había abroncado delante de todos los invitados. Aunque sabía que era un gesto tradicional no le había gustado la permanente insistencia de aquellos en quitarle la corbata para cortarla en trocitos y subastarla entre los invitados. Finalmente lo habían conseguido, pero, a su entender, demasiado pronto, aún faltaban las fotos del baile y él no podía aparecer en ellas con chaqueta y la camisa desnuda.
 
Mientras subía por la escalera culpó a los nervios, que le acompañaban desde la mañana, de su fácil irascibilidad y decidió poner todo su empeño en disfrutar del resto de la fiesta. Agradeciendo la suerte de haber hecho la celebración en el hogar paterno, se dirigió a su dormitorio con objeto de buscar entre sus ya escasas ropas una corbata que le ayudara a salir dignamente del paso.
 
Al entrar en su cuarto escuchó unos ruidos en el aseo contiguo. Cuando abrió la puerta se topó con la imagen de una mujer agachada sobre el lavabo. Llevaba una falda azul turquesa aterciopelada pero su espalda apenas aparecía cubierta por el tirante del sujetador. La blusa turquesa que debía completar el vestuario estaba entre las manos de la mujer que, percatándose de la presencia de él, se giró y le explicó que estaba intentando limpiar una inoportuna mancha sufrida durante el brindis por los novios.
 
Pedro ni llegó a escuchar los motivos de aquella intrusión. Al girarse la mujer había puesto ante sus ojos unos enormes pechos que, aún suficientemente recogidos en el sostén blanco, dejaban al descubierto buena parte de sus carnes. Sujeto al marco de la puerta él permanecía callado, admirando la voluptuosidad de aquellos senos y deseando irracionalmente liberarlos. Como si le leyera el pensamiento ella, dándose cuenta del efecto producido, soltó la prenda que los encerraba exponiendo todo lo que él deseaba ver. Pedro contemplaba, ya al desnudo, esas voluminosas tetas, algo caídas por el peso, pero suficientemente firmes, y coronadas por unas no menos grandes aureolas en cuyo centro apenas sí se conseguían distinguir los pezones.
 
Hipnotizado por la visión, Pedro se encontró de repente empujado sobre su cama y con aquella mujer con sus rodillas plantadas a ambos lados de su cintura, moviendo sensualmente sus globos mamarios y acercándolos a su cara. Sabía que debía parar aquello pero no encontraba el modo de sustraerse a la excitación que aquella mujer le estaba provocando. Perdió toda resistencia cuando uno de los pezones cayó apoyado sobre sus labios y, como un bebé hambriento, aferró su boca a él chupándolo y lamiéndolo mientras sus manos asían los dos pechos atrayéndolos aún más, como queriendo evitar que ella pudiera quitarle semejante manjar.
 
 
* * * * *
 
Lucía seguía recibiendo toda clase de cumplidos de los invitados. La boda estaba cubriendo, con nota, todas sus expectativas y se sentía la protagonista principal del acontecimiento. Tenía tal alegría que, incluso cuando se acordaba del error cometido por Pedro en la ceremonia de la iglesia aturullándose al pronunciar una de las consabidas frases, le daban ganas de reír.
 
En uno de los pocos momentos en que dejó de recibir atenciones se le acercó el maestro de ceremonia para advertirle que en apenas un cuarto de hora debía empezar el baile. El carrusel de personas a su alrededor le había hecho olvidarse por completo de Pedro después de la trifulca de éste con los amigos, pero el baile debía empezarlo lógicamente con él. Tras otear sin éxito entre las mesas y los invitados preguntó a los más allegados si sabían de él. A la cuarta o quinta tentativa le informaron haberle visto entrar a la casa.
 
Extrañada de que su meticuloso y previsor recién esposo pudiera cometer el desliz de desatender a los invitados, aún estando molesto por la tontería de la corbata, se adentró en la gran casa. Su intuición femenina le llevó en primer lugar ya directamente al dormitorio de él y conforme se acercaba se extrañó por los suspiros y gemidos que se escuchaban al final del pasillo y que procedían del cuarto de Pedro.
 
Su extrañeza se tornó en sorpresa cuando, acechando cuidadosamente por la puerta entreabierta, contempló a Irene, la madre de su amiga Estrella, e invitada a la boda como acompañante de un amigo del padre de Pedro, jadeando de rodillas sobre la cama con el torso desnudo, el oscuro y rizado pelo agitándose al aire y cabalgando sobre el rostro de un hombre al que inicialmente no pudo reconocer por estar su cara escondida bajo la falda turquesa de la mujer.
 
Una vez analizada la figura emergente de ella, Lucía se concentró en el hombre sin rostro que, boca arriba, yacía sobre la cama con las manos bien aposentadas sobre las nalgas de Irene. Un rápido estudio fue suficiente para que se le hiciera un nudo en el estómago y tuviera que agarrarse, para no caerse, al pomo de la puerta del dormitorio que indiscretamente había violado con su mirada. No había duda, aquel era Pedro, su Pedro, las ropas y las manos le delataban, y le estaba comiendo el coño a esa guarra, a la madre de su mejor amiga.
 
Tras unos breves instantes en los que, incrédula, no pudo apartar la vista del caliente espectáculo que se le ofrecía, su opresión en el estómago se acrecentó a un límite tal que le obligó a acudir al baño del dormitorio del hermano mayor al que llegó a duras penas antes de dejar allí el postre con el que había finalizado el festín nupcial.
 
 
* * * * *
 
Ella había deslizado su cuerpo al compás de sus rodillas recorriendo su torso de abajo a arriba con el borde de la falda turquesa. Pedro, pesaroso por haber perdido de vista los excitantes pechos que con ansia se comía, tenía ahora sobre su cara el regazo de ella.
La mujer se subió la falda, mostrándole la ausencia de bragas, y tras sujetarla sobre la cintura dejó caer suavemente su cuerpo hasta enmarañar el denso y negro vello púbico que cubría su sexo con los cortos rizos dorados de la barba y bigote de él.
 
Pedro se encontró de golpe con su boca en contacto con los húmedos y salados labios sexuales de ella. Luego sintió la falda caer sobre su rostro, y en la casi total oscuridad, apenas matizada de azul, se concentró en llenarse del aroma cálido, húmedo y penetrante que el ardiente sexo de la mujer desprendía.
 
Besó y lamió la totalidad de la raja que ella generosamente le ofrecía moviéndose de arriba a abajo sobre su boca, sintiendo con orgullo como conseguía extraerle tempranamente el licor del éxtasis.
 
 
* * * * *
 
Sintiéndose algo mejor, Lucía intentaba reflexionar sobre la situación. Movida por la ira, su primera e impulsiva idea fue bajar al jardín y hacer público lo que estaba ocurriendo en el dormitorio contiguo.
 
Después su mente se centró en Pedro y no pudo evitar contener las lágrimas ante la traición a la que la estaba sometiendo. Conocía la mojigatería de su ya marido y además estaba segura de que Irene era una absoluta desconocida para él. Su impensable comportamiento esa noche debía tener una explicación aunque jamás justificable
 
Conforme cavilaba se dio cuenta de que lo que mas le dolía no era tanto el hecho de que estuviera con esa mujer, sino que en los años que llevaban de noviazgo jamás se hubiera atrevido a aventurarse en el sexo con ella de esa forma.
 
Su mente volvió a revivir la escena de su marido subyugado por el sensual cuerpo de Irene y comprobó con sorpresa que en el fondo deseaba estar en el lugar de ella, y que pensar en ello incluso le producía ciertas vibraciones más abajo del estómago.
 
Con ese torbellino de pensamientos y sensaciones en su cuerpo, Lucía no pudo evitar volver al escenario de la infidelidad y comprobar hasta donde era capaz de llegar su esposo.
 
 
* * * * *
 
Pedro estaba a punto de derramarse en el interior de la boca de la mujer que, obtenido su placer, parecía querer recompensarle con idéntico trato en su erecto miembro viril.
 
Pese al gozo que estaba recibiendo de la experta lengua de aquella mujer, su mente pugnaba entre seguir adelante o acabar con aquello y reservar ese mágico momento del orgasmo para Lucía. Por suerte para él, ella abandonó su presa y con una hábil maniobra en la base de su pene impidió lo que ya le parecía, por desgracia, inevitable. Después se incorporó y le ofreció un nuevo y más excitante habitáculo para su atribulada verga.
 
 
* * * * *
 
Lucía contemplaba, ya presa de su propia excitación, los últimos momentos de aquella impensable cópula. Irene se movía con frenesí sobre la polla de Pedro en cuyo rostro Lucía podía, o mejor aún quería, percibir un conflicto de sentimientos a caballo entre la culpabilidad y el absoluto disfrute sexual.
 
La madre de su amiga Estrella dejó de moverse justo en el momento de dar rienda suelta al mayor de sus placeres con un ronco y glorioso grito. Rápidamente se ajustó de nuevo las ropas y salió de allí, apenas un instante después de que Lucía hubiera abandonado su mirador, y dejando a Pedro tumbado sobre la cama y de nuevo al borde de culminar su propio placer.
 
 
* * * * *
 
Pedro se levantó con el fuerte temblor de piernas provocado por la alucinante situación que acababa de vivir. Como en un malévolo carrusel sus miedos habían cambiado de nuevo de dirección. Ya no temía fallarle sexualmente a su esposa, había colmado por dos veces a su improvisada profesora de sexo resistiendo estoicamente sin venirse él. Ahora le espantaba la reacción de Lucía cuando le contara, y pensaba hacerlo, lo que acababa de sucederle. Era consciente de que podía perderla, pero también sabía que no podía iniciar su matrimonio ocultándoselo.
 
Se llevó un gran susto cuando al salir se encontró a su esposa de pie sobre el último peldaño de la escalera que daba acceso a los dormitorios y escrutándole con la mirada.
 
Lucía se percató de la obvia turbación de su marido. Sin poderla mirar a los ojos, él se le acercó y con un hilo de voz le dijo que tenían que hablar. Ella, con una pícara sonrisa le contestó que por supuesto, que lo harían más tarde.
 
Mientras bajaban por la escalera de nuevo al jardín, Lucía se repetía a si misma “Por supuesto que hablaremos, mi amor, pero antes tenemos que hacer muchísimas cosas esta noche”.
 
 
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relato erótico: “la puta de mi maestro” (POR VALERIA313 Y GOLFO)

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El día que agarré el vuelo que me llevaría a vivir a San Diego no podía imaginarme como cambiaría mi vida en pocos meses. Mis padres desaparecieron en una tormenta en alta mar y no han encontrado sus restos. Por lo tanto al no tener más familia me tuve que ir a vivir a EUA con mi tía Angélica, la hermana pequeña de mi papá. A pesar de que no era la mejor de las tías, me aceptó muy a regañadientes. Tras muchas discusiones, entre quién se quedaría con las ganancias y la empresa de mi padre, se optó por tomar la decisión de que yo me haría cargo de todo una vez que cumpliera 22 años. Me mudé con ella, su marido y su hijo de 6 años para además seguir con mis estudios.
San Diego me gustó desde que puse mis pies allí. Cosmopolita y poblada por gente de muchos países, se parece a mí, que entre mis genes podéis encontrar los aquellos españoles, portugueses e italianos que buscaron en el nuevo mundo otra oportunidad para hacer dinero. Según mi padre, mi pelo rubio oscuro se lo debo a mi abuela Luciana una mujerona del norte de Provenza, mi cuerpo pequeño y proporcionado a su marido, Antonio, un diminuto brasileño nacido en Río pero de padres lisboetas y lo que nunca me ha dicho pero sé bien es que mi pecho grande y duro que tantas miradas provoca en los hombres viene de mi abuela Amara, una gallega cuyos exuberantes senos eran legendarios en mi familia.
Gracias a esa mezcolanza, hablo inglés, español y brasileiro y por eso no me costó adaptarme al instituto donde estudio el último año antes de entrar a la universidad aunque llegué ya empezado el semestre.
El instituto donde estudio, no se parece en nada en el que estaba antes; gracias a la buena posición de mi padre y sus ganancias estudiaba en un colegio privado y nunca me hacía falta nada, sin embargo, al querer ingresar ya iniciado el ciclo, muchos colegios no me aceptaron por lo que tuve que ingresar en una escuela pública y ésta está muy descuidada.
El primer día me presenté y muchos se me quedaban viendo, todos mis compañeros y compañeras eran de piel morena y cabello oscuro, siendo yo la única rubia del salón. Me sentí un poco incómoda mientras todos me miraban pero el maestro de matemáticas les pidió que me trataran bien y que me hicieran sentir como en casa.
Los días pasaban y me fui adaptando bien a mi nueva escuela, rápido hice amigas y amigos y todos me trataban bien. En cuanto a los maestros algunos eran a todo dar y otros no tanto. Tal es el caso de mi maestro de Biología III, Carlos. Un tipo de 53 años, de anatomía robusta y gran panza, cabello oscuro grasoso y con barba descuidada. Sentía que era un viejo asqueroso y lascivo, ya que siempre en clase me pedía que me pusiera de pie para leer un texto y mientras lo hacía podía sentir como me miraba de forma pervertida. Sin cortarse, ese cerdo recorría mis piernas, mi culito y para terminar recreándose en mis senos sabiendo que eso me hacía morir de vergüenza.
Lo único bueno era que después de su clase teníamos clase de deporte y era la clase que más me gustaba. Siempre me han gustado los deportes y en esta clase destacaba mucho en Voleibol, tanto así que el maestro de deporte me pidió que me integrara al equipo femenil.
Antes de empezar la clase mis amigas y yo nos fuimos a cambiar los vestidores. Como hacia algo de calor me hice una cola en el cabello y me puse un top azul junto con un short corto de color rojo y unos tenis para deporte. Me estaba mirando en el espejo y podía notar como mis pechos resaltaban por el top azul, así que decidí ponerme una camiseta holgada que los cubriera un poco y parte de mi vientre y mi tatoo.


Cuando salimos el maestro de deporte nos puso a calentar y después dijo que haríamos un partido de futbol entre hombres y mujeres, muchas renegaron de la decisión del maestro pero no quedaba de otra. El partido empezó y a pesar de la diferencia del sexo en este deporte, nos defendíamos bien y yo al ser de un país donde se nace con futbol en la sangre me destacaba más que los chicos en las entradas, jugadas y los goles. Al final el encuentro quedo 8 a 5, ganando los chicos, pero esos 5 goles fueron míos.
Mientras recogíamos todo, pude ver que el maestro de deporte platicaba con el maestro de Biología, pero no le di importancia y seguí con lo mío. Antes de entrar a las regaderas, el maestro me habló y me dijo:
–Celia, quiero verte mañana en el campo de arena de voleibol a las 17:00 hrs para que empieces a entrenar con el equipo. Yo emocionada le contesté que me parecía bien y que ahí nos veríamos.
El resto del día transcurrió bien; en casa mis tíos trabajan todo el día por lo que mi primo y yo estamos solos en casa, mientras él jugaba sus videojuegos yo buscaba en internet trabajo en alguna tienda ya que no contaba con tanto dinero como antes y mi tía me exigía que ayudara en los gasto de la casa.
Al día siguiente me quedé después de clases para el entrenamiento. Como esta ocasión seríamos puras chicas, no me contuve y me puse otro top de color azul, un mini short negro, unas zapatillas de color azul y esta vez me hice un pequeño chongo en el cabello. Esta vez me sentía un poco más libre y mis tatuajes se podían ver mejor.
Eran las 17:00 hrs cuando llegué al campo pero no había nadie aun, así que decidí esperar. Alrededor no se veía ninguna persona, ya que era viernes y nadie se queda en la escuela, el tiempo pasaba y no llegaba nadie, traté de entrar a internet desde mi iPhone pero no tenía red. Cuando me dieron las cinco y cuarto pensé que había equivocado de día y decidí regresar a los vestidores para cambiarme y regresar a casa cuando de pronto veo al maestro Carlos con Lucy saliendo de uno de los salones. Me extrañó ver a esa negrita con ese cerdo y más a esas horas. Y no queriendo que me viera, me escondí:
«¿Qué hará con ella?» pensé y sin pensar las consecuencias, los seguí por los pasillos.
A buen seguro si el director me pillaba allí, me ganaría una buena regañina pero la curiosidad de saber que iban a hacer, me llevó a perseguirlos hasta su despacho.
«¡Qué raro!», me dije viendo la expresión de la pobre niña.
La morenita parecía feliz pero curiosamente no paraba de temblar mientras seguía al maestro por el colegio. Su nerviosismo se incrementó cuando Don Carlos abriendo la puerta de su oficina, le ordenó con voz seria que pasara. Mi compañera bajó la cabeza y entró obedeciendo a esa habitación. Os confieso que creía que iba a recibir una amonestación por algo que había hecho pero al pasar por frente del maestro, ese gordo le dio un azote en el trasero mientras le decía:
-Te quiero como a mí me gusta, apoyada contra la mesa.
Si ya me sorprendió ese castigo corporal al estar prohibido en todo Estados Unidos, mas fue ver antes de cerrarse la puerta la postura de mi compañera. Con su pecho apoyado sobre el despacho de madera, tenía su falda levantada la falda, dejando al aire sus negras nalgas sin ni siquiera un tanga que lo cubriera.
El ruido de la puerta al cerrarse, me sacó de mi parálisis y actuando como una idiota, quise observar lo que iba a pasar en ese cubículo. Por ello, acerqué una silla y desde un ventanuco, obtuve una vista razonablemente buena de todo.
« ¡No puede ser!», exclamé mentalmente al ver con mis ojos al maestro de Biología bajándose los pantalones mientras escuchaba a Lucy pedirle que la castigara muy duro.
Alucinada, le vi sacar su pene de su calzón y cogiéndolo entre sus manos, apuntar a la entrada trasera de la negrita para acto seguido, de un solo golpe, metérsela hasta el fondo. Los chillidos de Lucy se debieron escuchar por los pasillos pero al no hacer nadie en ellos, solo fui yo la testigo de la angustia de la pobre y de la cruel risa de don Carlos mientras la sodomizaba.


Estuve a un tris de intervenir pero cuando ya había tomado la determinación de estrellar la silla contra la ventana, la morenita le gritó que siguiera castigándola porque se había portado mal.
« ¡Está loca!» sentencié al percatarme que su voz no solo translucía aceptación sino lujuria. « ¡Pero si es un cerdo panzón!», me dije sabiendo que esa monada podía tener al chico que deseara.
Fue entonces cuando Lucy terminó de trastocar mi mente al recibir con gozo y pidiendo más, una serie de duras nalgadas. Asustada tanto por la violencia de los golpes como por los gemidos de placer que salieron de la garganta de la morena al ver forzado su trasero y sus cachetes, me bajé de la silla y salí huyendo de allí, deseando olvidar lo que había visto.
Ya estaba fuera del edificio cuando al cruzar el parque, me encontré de frente con el equipo de futbol que venía de dar una vuelta corriendo al estadio de Béisbol. El entrenador al verme me echó la bronca por llegar tarde e incapaz de contarle lo que acababa de ver, me uní a esas muchachas en silencio pero con mi mente todavía recordando el despacho de mi profesor de Biología.
« ¿Cómo es posible que le guste que la traten así?», me pregunté sin saber que en mi rápida huida había dejado mi estuche tirado junto a su puerta.
El duro entrenamiento me hizo olvidar momentáneamente lo ocurrido. Una hora después y totalmente sudada llegué junto a mi nuevo equipo al vestuario. Con ganas de pegarme una ducha, abrí el grifo y mientras el agua se calentaba, me desnudé. No llevaba ni dos minutos bajo el chorro cuando de pronto el ruido de la puerta de la ducha me hizo abrir los ojos y escandalizada ver a Lucy entrando donde yo estaba.
Antes que pudiese quejarme esa negrita me jaló del pelo y empujándome contra los azulejos, me amenazó diciendo:
-Sé que nos has visto. Si se te ocurre decírselo a alguien, ¡Te mato!
-¡No sé de qué hablas!- protesté aterrorizada.
Sin importarle el que se estuviera empapando su ropa Lucy presionó mi cara contra la pared y acercando su boca a mi oído, me soltó:
-Lo sabes bien. Si me entero que te has ido de la lengua, sufrirás las consecuencias.
E incrementando mi miedo me acarició el trasero para acto seguido darme un doloroso azote como anticipo a lo que me ocurriría si iba con el chisme. El miedo que sentí por su violencia aumentó cuando saliendo de ese estrecho cubículo, la negrita gritó al resto de las muchachas que estaban en el vestuario:
-Si alguien os pregunta, ¡No me habéis visto!
Ninguna de las presentes osó rebatirla ni tampoco ninguna se atrevió a consolarme cuando tirada bajo la ducha me quedé llorando durante un rato….
Tras un periodo de tranquilidad, meto la pata.
Durante dos semanas cada vez que llegaba a clase temía que Lucia volviera a agredirme pero no fue así, parecía que se había olvidado de mí y por eso mis miedos fueron pasando a un segundo plano. En cambio con Don Carlos, la situación fue otra. En sus clases, ese panzón se dedicó a acosarme a través del estudio. Raro era el día que no me sacaba a la pizarra para ponerme en ridículo frente a mis compañeras mientras sentía como me desnudaba con su mirada.
Creyendo que era un tipo ruin pero inofensivo, no podía comprender que esa negrita hubiese accedido a acostarse con un cerdo como aquel:
«Vomitaría si me tocara», me decía al observar su papada.
Harta de su maneras decidí coger el toro por los cuernos y enfrentarme con ese maestro. Aprovechando el final de una de sus clases, me acerqué y le informé que quería hablar con él.
«¡Qué asco!», maldije al sentir el repaso que hizo a mi anatomía, mirándome de arriba abajo sin cortarse.
Sé que Don Carlos se percató de la repulsión que me provocaba pero en vez de enfadarse, me preguntó qué era lo que quería comentarle:
-Usted lo sabe- contesté envalentonada por su tono suave.
Captó mi indirecta a la primera porque no pudo evitar mirar a Lucia que en ese momento salía del aula buscando su ayuda. En ese momento concluí que sin el auxilio de mi compañera, ese maduro era un pobre hombrecillo que temía a las mujeres. Por eso cuando me dijo que no podía atenderme porque tenía prisa, le solté:
-Si quiere puedo irle a ver a su casa.
Don Carlos se negó en un principio a recibirme en su hogar por lo que insistí hasta que dando su brazo a torcer, accedió a verme esa misma tarde al salir del instituto. Satisfecha por haberle obligado a verme y asumiendo que iba a obligarle a cambiar su actitud hacía mí, quedé con él que llegaría sobre las seis porque antes tenía entrenamiento con mi equipo.
Mi plan era chantajearle con lo que sabía para que dejara de meterse conmigo. Tan convencida estaba del éxito que no queriendo que se me escapara, esa tarde ni siquiera me duché al acabar de entrenar y todavía vestida de deporte, fui a verle a su oficina. Mi profesor ni siquiera levantó su mirada cuando entré y eso me hizo creer en que lo tenía en mis manos.
-Estoy harta de cómo me trata- dije en voz alta tratando que me hiciera caso.
Fue entonces cuando poniéndose en pie, cerró la puerta con pestillo y acercándose a mí, me preguntó a qué me refería. Sin ser consciente del embolado en el que me metía, respondí:
-Desde que le vi tirándose a su putita, no ha dejado de meterse conmigo en público.
-Y ¿qué quieres?- Insistió con su cuerpo excesivamente pegado al mío.
Molesta con su cercanía, retiré mi silla y contesté en plan altanero:
-Si no quiere que le denuncie, me tratará con respeto.
Carlos, soltando una carcajada y mientras pellizcaba uno de mis pezoncitos, me refutó:
-Te equivocas zorrita. En primer lugar, nadie te creería y en segundo lugar, estoy pensando en cambiar de puta.
-Quíteme sus sucias manos de encima – le grité. Y sin avisarme el sr. Carlos me dio una bofetada que me tiró al piso y me quedé paralizada del mismo golpe.
En eso el Sr. Carlos comenzó a desabrocharse el pantalón.
–Ahora vas a saber quién soy hija de perra, con qué crees que puedes venir a mi cubículo y chantajearme, ya verás cómo te garcho hasta que llores.
Al verlo acercarse hacia mí lo único que podía hacer era arrastrarme hacia atrás para alejarme de él, pero todo terminó cuando choqué con un estante de libros.
El Sr Carlos me tomó de mi cabello y me hizo ponerme de pie para seguidamente lanzarme a su sillón. Sin darme tiempo de levantarme se abalanzó sobre mí y comenzó a besarme el cuello y manosearme toda.
-Auxiiiliiooo…. Ayudenmeee… -gritaba desesperada.
– No gastes tus fuerzas putita, a esta hora no hay nadie cerca que pueda escucharnos- me estaba contestando cuando de pronto sentí que metía su mano debajo de mi top y comenzaba a apretarme uno de mis pechos. -Mmmm… qué ricas tetas tienes zorrita… cómo me moría por sentirlas en mi mano.
Poco a poco fue levantando mi top hasta que mis pechos quedaron al aire y el sr. Carlos pudo contemplarlos de manera más libre.
-Eres una Diosa Celia, mira que tener ese par de tetas a tu edad y con unos pezones pequeños y rosados, eres perfecta.
Impidiéndome que me levantara y tomándome de mis muñecas, el asqueroso profesor comenzó a succionar y morder mis pezones. La sensación de placer comenzó a expandirse desde mis pechos a todo mi cuerpo, víctima de las depravaciones que estaba haciendo en mí. De pronto el sr. Carlos se puso de pie y rápidamente se sacó el cinturón. Sin dejarme reaccionar me tomó de ambas muñecas con su cinturón y me amarró para impedir que lo golpeara con mis manos.


-Ahora si te tengo como quiero preciosa- susurró con su voz cargada de lujuria.
Tomándome de los bordes de mi calza comenzó a sacármela lentamente, al llegar a mi conchita se detuvo y mirándome a los ojos me dijo:
–No sabes las ganas que tengo de probar tu rajita putita. –y sin decir más continuó bajando hasta que me dejó completamente desnuda en el sillón.
Trataba de patearlo pero el miedo y la desesperación no me dejaban reaccionar. Tomándome de los muslos, el sr. Carlos fue abriéndome lentamente hasta que mi conchita quedó expuesta completamente a su mirada lasciva y depravada.
Con lágrimas en los ojos le rogaba que me dejara, que no lo acusaría. Pero no me escuchaba, ni siquiera volteaba a verme. Y sin más hundió su cara en mi sexo y comenzó a devorarlo frenéticamente.
El placer que sentí fue instantáneo y explosivo. Podía sentir como su lengua recorría cada parte de mí y de vez en cuando me penetraba con ella, sus mordidas en mis labios, ocasionaba ligeros espasmos y cada vez oponía menos resistencia. Aunque no lo quisiera, el placer me estaba venciendo y de vez en cuando dejaba escapar inconscientemente algún gemido, cosa que a mi maestro parecía gustarle.
-Ves lo puta que eres- dijo al tiempo que con su lengua penetraba una y otra vez en mi conchita. -¡Estás disfrutando!
Para entonces mi mente daba vueltas. Aunque me resistía a reconocerlo, el tratamiento que me estaba dando ese cerdo me estaba gustando y solo mordiendo mis labios pude evitar gritar de placer al notar sus sucios dedos pellizcando mis tetitas mientras continuaba devorando mi coño.
-Tu chochito es tan dulce como me imaginaba- masculló entre dientes al notar el sabor del flujo que ya encharcaba mi cueva.
Me sentía humillada e indefensa. Con mis manos atadas y echadas hacia atrás, mi profesor me tenía a su entera disposición sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Recreándose en el dominio que ejercía sobre mí, me obligó a separar aún más mis muslos y mientras me empezaba a follar con uno de sus dedos, susurró en mi oído:
-Pídeme que te folle como la guarrilla que eres.
Su tono lascivo me asqueó y sacando las pocas fuerzas que me quedaban, respondí:
-¡Nunca! Antes prefiero morir.
Mi aullido le divirtió y acercando su boca, se puso a lamer mi cara dejando un rastro de su saliva sobre mis mejillas, mis ojos y mi boca. Aunque sus lametazos tenían la intención clara de denigrarme, en realidad tuvieron un efecto no previsto porque al sentir su lengua recorriendo mi piel me excitó y sin poder retenerlo sentí un orgasmo que nacía de mi entrepierna y que me dominaba por completo.
-¡Por favor!- chillé descompuesta -¡Déjeme!
Don Carlos al notar que mi vulva se encharcaba y que mi cuerpo temblaba de placer, se rio y llevando una de sus manos hasta mis tetitas, me dijo acercando su boca a un pezón:
-Nunca te dejaré mientras sigas teniendo estos pechos tan apetecibles.
Tras lo cual empezó a mamar de mi seno al mismo tiempo que seguía masturbándome con sus dedos. Ese asalto doble consiguió prolongar mi gozo durante largo rato, rato que mi agresor aprovechó para ir demoliendo mis defensas contándome lo mucho que iba a disfrutar cuando él me poseyera. Susurrando en mi oído, Don Carlos me explicó que todo lo que estaba ocurriendo estaba siendo grabado y que si no quería que fuera de dominio público tendría que ser su zorrita lo que quedaba de curso.
Pensar en que mis compañeros vieran como ese cabrón abusaba de mí me aterrorizó y casi llorando le rogué que no lo publicara y qué yo haría lo que él quisiera. Mi entrega le satisfizo y colocándose entre mis piernas, ese cerdo jugó con su glande en los pliegues de mi sexo mientras me ordenaba:
-Ruégame que te folle.
Todavía hoy no comprendo como pude humillarme de esa forma pero lo cierto es que obedeciendo, rogué a mi captor que me tomara. El capullo de mi profesor se destornilló de risa antes de poseerme y retorciendo uno de mis pezoncitos entre sus dedos, lentamente fue metiendo su asqueroso trabuco dentro de mí.
«Me va a romper por la mitad», pensé extrañamente satisfecha al notar su extensión forzando los pliegues casi virginales de mi sexo, «¡Qué delicia!».
Lo quisiera o no, disfruté como una perra al experimentar por primera vez de ese pene haciéndome suya e involuntariamente comencé a gemir en voz alta sin importarme que él lo escuchara. Por su parte mi coñito colaboró con él al anegarse de flujo, de forma que las penetraciones se hicieron más profundas y largas. Al sentir la cabeza de su polla chocando contra la pared de mi vagina, me creí morir y solo el hecho de estar atada de manos evitó que las usara para obligar a ese viejo a incrementar el ritmo con el que me follaba. Ya dominada por mi calentura, di otro paso hacia mi denigración al chillarle que me tomara.
Don Carlos sonrió al oírme e imprimiendo a sus caderas un movimiento brutal consiguió que me corriera mientras gruesos lagrimones caían por mis mejillas al saberme y sentirme su puta. Mi total emputecimiento llegó cuando enardecido por el dominio que tenía sobre mí, ese profesor sacó su verga de mi coñito y rozó con ella mis labios. Lo creáis o no, supe que se esperaba de mí y como una posesa abrí mi boca y comencé a engullir ese miembro deseando con todo mi corazón saborear su semen.
Por la pasión con la que devoré su instrumento, ese cerdo supo que ya era mi dueño y presionando con sus manos mi cabeza, me lo metió hasta el fondo de la garganta. Os juro que aunque tuve que reprimir las arcadas que sentí cuando su glande rozó mi campanilla, algo en mi interior se transformó y disfruté de su agresión como si fuera una sucia sumisa. Retorciéndome de placer, me corrí al saborear la explosión de semen que golpeó mi paladar y como si me fuera la vida en ello, usé mi lengua para evitar que ni una sola gota de ese manjar se desperdiciara.
Mi profesor esperó a que terminara de limpiar su verga y entonces, sonriendo, hundió su lengua dentro de mi boca mientras estrujaba mi trasero. Confieso que al sentirlo, me derretí y colaboré con él, jugando con la mía mientras deseaba que ese cabrón me volviera a hacer suya. Lo humillante para mí fue que separándome, ese cabrón me obligara a vestirlo y que ya con toda su ropa puesta, me dejará desnuda en su despacho diciendo:
-Limpia toda tu porquería y mañana te quiero aquí antes de entrar a clase.
Os confieso que lloré al cerrar la puerta y comenzar a secar el sillón donde él me poseyó. Pero no por estar recogiendo mi flujo sino porque sabía que al día siguiente y siempre que ese maldito quisiera, ahí estaría yo para ser SU PUTA.

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Relato erótico: “Mamadas gratis” (POR INDIRA)

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Hoy es un día de esos que me despierto muy caliente, mis bragas amanecen mojadas, mis pezones erectos y siento una comezón en la vagina y en mi culito increíbles.
Desde qué me desperté tengo ganas de ser cogida, más bien no, de ser manoseada, poseída, deseada pero sin ser penetrada, eso me baja la calentura y hoy quiero chorrear de caliente.
Estando caliente se me ocurren mil cosas para hacer,  tomar un autobús lleno, dejarme meter mano, que algún desconocido me dé un “ride” y se la mame por el favor.
Marcar a la compañía de gas y dejarme ver un poco, llamar al plomero con cualquier pretexto y mostrarle mi culo o mis piernas, o tal vez llegar a más y dejarme coger por cualquiera de los antes mencionados.
Tomo una mallas grises delgadas, una minifalda muy pegada de tela negra y muy corta, tacones altos y un camisón largo, sexy,  holgado de esos que de un lado puedes bajarlo hasta mostrar mí sostén sexy sin llegar a lo vulgar y que son largos de abajo pero puedes controlar su longitud subiendo o bajándolo de la cintura.
Como siempre un juego coqueto de Bra y panty y mucha actitud para calentar hombres y sentirme muy puta el día de hoy.
Enciendo el coche y voy a la oficina, el día pasa como cualquier otro excepto que tengo que ir a una bodega de una sucursal a verificar unas propagandas que llegaron.
El chofer de la oficina no está y para manejar en esta ciudad del DF en horas pico se necesita estar loco.
¿Taxi? No mejor metrobús, a esta hora está a reventar y seguramente estaremos todos pegaditos y no faltará quien se atreva a meterme mano como ya otras veces lo han hecho.
Me subo e inmediatamente me rodean, altos, bajos, guapos  y feos no me importa hoy sólo quiero ser sobada, manoseada y deseada por extraños.
El camión avanza y nadie hace nada, solo se me quedan viendo con ganas de violarme pero nadie se “acomide” así que suspiro de resignación pero en la siguiente parada muchos de los que me rodean bajan y sube un grupo de chicos de prepa, 8 aproximadamente, todos me ven y se me pegan, quedo exactamente en la unión de los vagones, pegada a la ventana y completamente rodeada por ellos.
Quedó de frente a la ventana y empieza el primer atrevido, se pone detrás de mí y siento el dorso de su mano en mis nalgas, siguiente parada sube más gente y todos nos tenemos que apretar, quedo completamente pegada a él y paro el culito, veo como le hace señas a sus amigos para que vean mi culito.
Empieza el vaivén nuevamente, un chico a mi lado roza mis tetas con su hombro, las roza varias veces fingiendo acomodarse, mis pezones se endurecen y yo me esfuerzo por que me las toque más haciéndome de lado.
Un tropiezo del camión y me voy de espaldas hacia el chico de atrás, como reflejó lleve mi mano atrás y toqué su pene y también pudo sentir todas mis nalgas en su verga.
El movimiento del camión me hace moverme, rozar su pantalón que debajo de esa tela delgada esta una verga parada por mí.
Entre ellos se empujan entre juegos tontos pero eso hace que me peguen arrimones, están jugando a empujarse para tocarme, estoy jugosa, con ganas que me manoseen y paro el culito más y me subo mi falda por el frente, atrás me ven el inicio de las nalgas enfundadas en mis mallas delgadas, el chico detrás de mí se anima y me dice al oído: “señorita con todo respeto pero esta buenísima”, todos ríen.
Su mano toma mi cintura con el pretexto de que no me caiga con el vaivén, la siento en mi vientre y me electriza, la tomo y yo misma la bajo a mi panochita, me la acaricia sobre la falda, empuja fuerte para sentir mi rajita, al hacerlo me mete la tanga en la panochita.
Esta completamente pegado a mi mientras sus amigos están babeando, juegan como niños pero les dice el que me manosea “fíjense pendejos” pidiéndoles que tapen lo suficiente para que nadie se dé cuenta.
Mi blusa muestra la mitad de mi sostén y todo un hombro descubierto, me muerdo los labios y el al notarlo lo entiende como una clara invitación a que haga más.
Mete su mano bajo  mi blusa y sube hasta mis tetas, las estruja fuerte y yo me pego lo más que puedo a él por atrás como perra en celo, quiero sentir su verga dura en mis nalgas, como quisiera poder mamársela y sentir su lechita.
Bajo una mano y siento su bulto, mi parte externa lo acaricia, comienzo a acariciar con descaro y siento el cierre, lo bajó y acaricio sobre su bóxer, él tiene una mano en mis tetas y otra en mi panochita bajo mi minifalda pero encima de las mallas, aun así el contacto es delicioso, placentero, prohibido, meto mi mano dentro del bóxer y siento su verga dura, palpitante, lo masturbo lo más que puedo y al hacerlo siento como se viene en mi mano, muchos chorros de espeso semen, desperdiciados, mi calentura está al máximo, mis dedos están llenos de semen, espeso, caliente, ufff.
Retiro mi mano llena de su semen y viéndolo a los ojos me chupo los dedos, sus amigos están que no se la creen, mi amante ocasional casi se desmaya.
La parada próxima anuncia mi retirada, le doy un beso de piquito en la boca y comienzo la retirada, siento como aferra sus dedos a mí, a mi panochita, camino aún con su mano dentro de la mini, pero no puede hacer nada más por desgracia para él y para mí, al pasar siento toqueteos por todos lados de todos los demás amigos, seguro querrían lo mismo y no se los hubiera negado pero no se “apuraron”.
Me bajo más caliente de lo que subí, caminar con mi calzón metido en la panocha me excita más, mi olor, mis ganas, mi calentura.
Termina el día laboral sin mayor cosa que contar pero todo el día estoy caliente y al llegar a casa a las 7:30 pm aún tengo ganas, todo el día caliente, es increíble ….
Tomó mi laptop para ver algún video que me inspire meterme los dedos.
A mi mente se vienen recuerdos de mis doce años, cuando conocía gente por chat y para comprarme mis caprichos a veces los dejaba toquetear un poco y a veces más, teclee en Google: chat df, le dí click al primero que salió.
Nombre: Indira69
Sexo: Femenino
Al entrar a la sala muchos mensajes sin sentido, emoticones sin sentido y nada interesante que leer.
Lo único que se me ocurre escribir es, “Tengo una dieta estricta y necesito voluntarios que quieran donar un poco de su lechita para apoyarme un poquito, requisitos: foto de su instrumento parado, foto de cara, que tenga coche y que pueda llegar a la plaza ##### en menos de 20 minutos, soy mujer buena, bonita y muy caliente”, yo vivo enfrente de esa plaza así que para mí no es problema.
De inmediato recibo miles de ventanitas que atender, contesto algunas pero sólo hago caso a una que me manda exactamente lo que pedí.
No me importa el nombre ni la edad con lo que me mandó me basta, y le contesto:
  • Te veo en el estacionamiento techado, 2do piso en el rincón del otro lado de la rampa de subida.
  • Ve higiénico para chupartela delicioso, en cuanto llegues pásate al asiento de atrás que yo me subiré contigo.
  • Llego en 10 minutos como te reconozco.
  • Estaré en un coche ###### blanco, te estacionas a mi lado y me paso a tu coche.
  • ¿Es en serio?
  • Claro, no me dejes plantada.
  • Nunca lo haría me preparo y llego de volada.
Me lavé los dientes, me puse perfume, me retoqué un poco y me dirijí al lugar.
No espere mucho y un coche se pone a mi lado, el estacionamiento esta semi vacío a esta hora y es fácil hacer esto, ya me han cogido en ese estacionamiento muchas veces.
El hace lo acordado y yo me subo con el atrás, al sentarme mi minifalda se sube bastante y mis mallas muestran la forma de mi panochita, está caliente.
  • Hola, Indira, soy Jorge.
    • Mucho gusto, ves como yo no juego con esto, ¿y bien? ¿Te gusto?
    • Jaja esa pregunta es por demás tonta, eres preciosa, pero, bueno, antes de empezar o no sé cómo decirlo, ¿me va a costar?
      • Jaja, claro que no, tú me ayudarás a mi recuerdas, tengo una dieta estricta de (y señale a su pene) y necesito de su contenido para mantenerme así, la realidad es que tengo 100 años y ese es mi secreto para mantenerme joven, jaja ambos reímos.
Él estaba nervioso y yo estaba ardiendo así que sin más me acerqué a él y le plante un beso en la boca mientras mi mano se dirigió directamente a su pene, se sentía duro.
Mientras lo besaba él no sabía qué hacer con las manos, jaja, me dada ternura y flojera pero yo iba por algo solamente así que empecé a desabrochar su cierre y lo saqué.
Una verga curva, uy, esas te raspan rico, que lástima que no me la iba  a meter, quería seguir caliente hasta el final.
Me baje la blusa y saque mis tetas mientras bajaba a mamar, ay que rico, por fin una verga en mi boca, todo el día lo estuve deseando, me la metí completa a la boca, hasta la garganta, mis tetas chocaban con su pierna y él se recostó a gozar de mi boquita, no hizo nada, solo se recostó a gozar.
Yo devoraba su verga, me la sacaba completa y me la volvía a meter, le pasaba la lengua en la punta, bajé a lamerlo los huevos mientras se la jalaba arriba con la mano, el gemía, me la volvía meter en la boca y me agarró la cabeza para cogerme por la boca, me encanta cuando me cogen la boca, embestidas fuertes, que me atraganten, ay dios de recordarlo me mojo, estaba ardiendo, ahhg, ahhhg, ahhhg, se escuchaba ya que me entraba hasta el fondo.
  • Que rico la mamas, así putita, me voy a venir, ahhh, ahhh.
Se la mamé más rápido, hasta sentir sus primeros chorros en mi lengua, que rico, todo el día esperando esto en mi boca, la chupé con desesperación, deje que se me escurriera la lechita por los labios, me separé de el para que viera mi boca semi abierta llena de su semen, ver la cara de ustedes cuando una hace ese tipo de cosas es lindo, no saben cómo “agradecer” jaja.
Sentí aún unos chorros directo a mi boca salpicando un poco mi nariz y mejillas, me la volvía a meter y tragué, tragué como si tuviera sed, pasaba mi lengua en círculos por su cabeza, estaba palpitante, roja.
Alcé la cara y con los dedos me limpié los restos de su semen den mi cara, me los chupe, mi mano seguía en su pene, comenzaba a bajarse, lo lamí despacio agradeciendo esa cantidad de lechita que me había regalado.
Metí mis tetas en su lugar, no tuvieron suerte esta vez, jaja.
Me alcé y le planté un beso muy cachondo para que probara su semen, el me besó con locura, le di las gracias por la lechita y me bajé, él me quiso detener metiéndome mano pero yo coquetamente me zafé y le dije “bye” con la mano.
Ufff, estaba caliente, mi panochita palpitaba, mis tetas pedían a gritos ser manoseadas, mis nalgas, mi ano, mi cuello pedía ser lamido, me subía mi coche, lo encendí y regresé a mi casa, el solo roce entre mis piernas al caminar me excitaba, me animaba a querer más ese día.
Volví a entrar al chat y puse la misma frase con las mismas condiciones, de nueva cuenta me llovieron ventanitas pero solo hice caso a las que mandaron lo que pedí, me llamo la atención un tipo guapo de cara, güerito, ojos claros, barbón, de esas barbas de dos días, se veía muy sexy, y lo mejor de todo se le veía un pene descomunal, uyyy palpitó mi amiguita solo de imaginarlo entrando en mí.
Quedamos, me lavé los dientes, y al salir me vi en el espejo, chupe mi dedo, me quite las mayas y la mini, me había quedado solo en el blusón, no me gustó así que tomé un vestido pegadito azul, hermoso, de tela elástica, se me pegaba al cuerpo muy rico, lo acomodé y me llegaba 3 o 4 dedos abajo de las nalgas, solté mi sujetador y lo retire, se me marcaban los pezones, la tanga me la dejé puesta xD.
Me subí al auto y mientras esperaba me tocaba la entre pierna, estaba muy caliente, con ganas de un hombre, con ganas de coger, con ganas de ser una puta y la imagen de él en mi mente me excitaba más, era guapo, muy guapo.
Un motor se escucha a mi lado, era una camioneta familiar grande, con vidrios polarizados atrás, asientos de piel, lujosa, WoW pensé, aparte de guapo con dinero, jiji, combinación perfecta.
Nos vimos, él se bajó y se dirigió a mi vehículo para abrirme la puerta, lo cual le sumó a todo lo antes mencionado: caballeroso, me vio las piernas y al inclinarme para salir pudo notar que no traía sostén.
Israel, me dijo y me plantó un beso en la mejilla, abrió la puerta de su camioneta y me ayudo a subir en ella, al sentarme en al asiento el vestido se me subió bastante.
–       Que rica estás mami
Mientras metió sus manos en mis piernas y me alcanzó la boca con un beso, uff, con decisión el chico, otra cualidad más.
Nos besamos como novios un buen rato mientras me metía mano en un tipo “pre” para calentarme, él no sabía que yo ya venía ardiendo, empezó a bajar por mi cuello, lamiendo despacio y sus manos juguetonas recorrían la redondez de mis nalgas y la firmeza de mis piernas, subían también por mi ingle hasta sentir la entrada de mi vagina sin llegar a ella, parecía un amante perfecto, que disfrutaba el momento, un cazador que quería poner a su presa justo en el lugar preciso para atacar.
Yo abría la boca en señal de excitación y echaba mi cabeza hacia atrás, abrí un poco las piernas invitándolo a que me dedeara y así lo hizo, me empezó a meter mano abajo mientras bajaba mi vestido sacando ambas tetas, con su lengua se apoderó de un pezón, solo un pezón, la lengua hacía círculos en él y eso me hacía chorrear, me recosté en el asiento y el en una maniobra rápida movió algo y el asiento prácticamente quedo reclinado casi como cama, alcé una pierna para recargarla en al asiento y el bajó, de mi pezón a mi abdomen, lamió sobre la blusa mi ombligo, hizo a  un lado mi tanguita y me dio lamidas deliciosas en mi panochita.
Madre mía, este tipo era único, me la chupaba delicioso, tenía una lengua riquísima y su barba me raspaba, era una sensación muy rica, me metía un dedo mientras su lengua y sus labios se apoderaban de mi clítoris, me hizo terminar riquísimo, arqueaba la espalda en señal de que estaba viniéndome, estaba dominada por él, haría lo que él quisiera.
Terminé y el subió a besarme, para pasarme el olor penetrante de mi sexo, uy, lo recibí como perra en celo, lamí sus labios, su boca, chupe su lengua y tenía que agradecerle, de muy buena manera así que sin pensarlo saque su pene del pantalón y me hinque en el piso para mamársela, él se sacó el pantalón con todo y su bóxer, se la mamé lo mejor que podía, desde la base hasta la punta, los huevos, la lengua en la cabeza y de la nada me la tragaba completa sintiéndola en mi garganta, mi labio inferior trataba de meterse los huevos a mi boca lo más que podía, pero con cada embestida crecía más, llego un momento que al metérmela completa me ahogaba, debía medir no se unos 23 centímetros o algo así, no era muy gorda pero si lo suficiente como para llenar por completo mi boca, era como mi tamaño ideal, me llenaba perfectamente.
Seguí en mi labor por 20 minutos algo así, me encanta chupar la verga, él estaba recostado disfrutando y desde arriba me metía mano en las tetas.
–       ¿Te quieres subir?
Pensé que nunca lo diría y mi panochita estaba ansiosa, al sacármela de la boca tomó un condón y se lo puso, me extraño y me “decepcionó” un poco porque a mí me encanta al natural, pero no me importó, me paré, me bajé la tanga, me quité él vestido y me subí en él, desnuda completamente, él se retiró la playera también quedando desnudo completamente.
Ay, mi vagina sitió la primer verga del día, y estaba deliciosa, al estar de frente me manoséo las tetas a placer, me las lamía y yo me movía como puta en celo sobre él, me panochita soltaba muchos, muchos jugos, empapaba su pene de ellos, me jalaba de las nalgas, me metió un dedo en el culito y me jalaba de él para moverme, uy, estaba a reventar.
Me movía frenéticamente sobre él y el me lamía las tetas, paso a los costados de mis tetas, las costillas, ufff, que rico me calentaba, se fue saliendo y me la sacó, quedé recargada sobre el asiento en 4, se puso de tras de mí y me empezó a lamer la vagina en esa posición, obviamente su nariz tacaba mi culito, ay que rico.
Subía con su lengua de mi panochita a mi culito, los lamía delicioso, su lengua entraba lo más que podía en mi culito, yo como buena zorrita me abrí las nalgas para que pudiera maniobrar más ahí, me punteaba con la lengua en el culo, luego metió un dedo completo, yo gemí, gemí muy cachondo.
Me movía solita hacia atrás queriendo sentir más, con mi mano acariciaba sus huevos y sentí la dureza de su verga, yo solita me la acomodé en la entrada de mi culto, él me ayudó y metió la cabeza en él, yo me aventé hacia atrás para sentirla toda de un solo jalón, ay dios, que rico, que rico, me ensartaba yo solita, el solo cerraba los ojos y me decía: Que rica estás mami, así me gusta así, dale.
Me ensarté solita por un muy buen rato, gemía de placer, y comencé a gritar literalmente cuando me empezó a  dar nalgadas, uy que rico, cada vez que me ensartaba en él hasta atrás sentía una nalgada fuerte, que rica sensación, me encanta el sexo duro cuando estoy ardiendo.
Me jaló hacia él, mi culito lleno de su verga y me empezó a sobar las tetas, muy duro, presionó mis pezones, los pellizco, ufff, más dolor, que rico, me pegaba en las tetas también y me mordía la espalda, cuando me soltaba me daba nalgadas, yo estaba en la gloria.
Empezó a gemir muy fuerte, estaba a punto de venirse pero yo no quería desperdiciar esa lechita así que me zafé de él y le quite el condón, me voltee y la puse entre mis tetas, con la lengua  abierta para que en cada embestida sintiera su verga grande, palpitando en mí.
Me dedee yo sola y con la otra mano agarra mis tetas para ponérselas en su verga, la escena era demasiado morbosa, una rubia güerita muy rica dedeandose sola y ofreciendo sus tetas como una puta, el no aguantó mucho y me soltó sus chorros de leche, dios, eran demasiados, me cayeron en la boca, en la cara, agarró su verga y dirigió sus chorros a mis tetas, a mi ombligo, a mi panochita, prácticamente me baño en su lechita.
La sensación de ser bañada literalmente me excita demasiado y yo me comencé  a venir también con él, gemía y sacaba la lengua para recibir más chorros, lo miraba a los ojos, el me pegó con su verga en la boca, yo trababa de aprisionarla para limpiarla.
Tome los restos de semen de mis tetas y me los embarre en ellas como si fuera una crema cara, la que cayó cerca de mi vagina me la metí, sí, me la metí en mi panochita para sentirla, la que estaba cerca de la boca la jale con los dedos y la saboree, la cara de mi nuevo amigo lo decía todo, aparte de que había terminado ver una escena así de cachonda lo tenía boqui abierto.
Se acercó a mí, nos besamos, se recostó encima de mí, cansado, había sido una muy buena sesión de sexo de casi una hora recibiendo verga muy rico.
Nos abrazamos como novios, me besaba, me manoseaba, su verga aún estaba semi parada y no la quise desaprovechar, me le monté encima, esta vez sin condón, ay que rico, me movía despacio, en círculos, el me veía con cara de sorpresa, no decíamos nada, el lenguaje corporal lo decía todo, me moví rápido, hice todo el trabajo, el soló cerró los ojos y me acariciaba las tetas.
Sentí como se infló de nuevo su instrumento y me inundó la panochita, que rico, que rico ….
Caí rendida sobre él, con su verga ensartada en mí, el auto apestada a sexo, mi cuerpo más, mi sudor y el suyo estaban mezclados igual que nuestros fluidos, era suya y él era mío.
Qué extraña, rica y placentera situación sentía con un extraño, con mi extraño, porque a partir de ese día lo haría mi extraño, y de ese día a hoy he repetido ….
Anexo una foto de la última visita que tuvimos, aún me mojo de recordarlo, aún lo siento como si fuera ayer.
Me vestí, le regalé mi tanga, mi teléfono, le agradecí bastante y le pedí, le rogué que me buscara, que con gusto lo atendía.
Ese día dormí completamente feliz como novia de secundaria …. Llenita, satisfecha, cansada …..
Indira.
Aquí unas fotitos.
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Relato erótico: “Enemigo público V” (POR ALEX BLAME)

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Nunca en su vida Cat se había puesto a fumar antes de desayunar pero se despertó tan ansiosa que su primer movimiento al sonar el despertador fue acercar la mano al paquete de tabaco. Sólo después de dar dos intensas caladas se serenó lo suficiente para darse cuenta que el despertador seguía aullando. Lo apagó y se dirigió al baño para darse una ducha.
La determinación de los primeros días se había ido esfumando y las noches se llenaban  de pesadillas violentas y lujuriosas.
Al  final, el día que tanto ansiaba y temía había llegado. Desnuda delante del espejo notaba como todo su cuerpo hormigueaba y bullía de una excitación que ni siquiera la nicotina había conseguido calmar. Se acercó al armario y se miró al espejo que cubría uno de sus paneles.  Allí parada y desnuda ante el espejo se rindió y se preparó para un nuevo encuentro con Mario.
Con el cuerpo aun tibio por la ducha eligió un conjunto de ropa interior con medias a juego que había comprado carísimo y que aún no había estrenado. El día prometía ser tórrido así que se decantó por una minifalda negra que  llegaba justo por debajo  del elástico de las medias y una blusa de seda blanca y translúcida que se cerraba por detrás. Satisfecha se miró una vez más al espejo y tras maquillarse, hacerse un apretado moño con su pelo y ponerse una gabardina y los zapatos de tacón negros salió suspirando a la calle.
Cuando entró en el Alfa notó como le temblaban las manos al introducir la llave en el contacto. Se había entretenido demasiado preparándose, así que excitada por la prisa y por el inminente reencuentro, se deslizó entre el tráfico velozmente esquivando coches y camionetas de reparto, adelantando por la derecha e incluso saltándose un par de semáforos.
Aún así llego diez minutos tarde. Cuando pasó el control de la entrada ya había un funcionario esperándola.
-Hola Caterina, hoy llegas un poco tarde. –dijo el funcionario a modo de saludo.
-Hola Melecio, me dormí y el tráfico está fatal. ¿Está Mario esperando ya? –preguntó intentando que no le temblara la voz.
-Sí, pero antes tienes que pasar un momento por el despacho del alcaide, quiere verte por no sé qué asunto urgente.
-Dios –pensó Cat tragando saliva mientras seguía en silencio al guardia hasta el despacho del alcaide.
A medida que se acercaba la angustia le atenazaba y no podía imaginar otra razón para ir allí que no fuese su sesión de sexo ilícito. Intentó preparar un discurso de disculpa y un modo de despedirse de aquel trabajo con dignidad pero su mente era un revoltijo y lo único en lo que podía pensar era en que ya no podría volver a abrazar el cuerpo desnudo  de Mario.
Melecio abrió la puerta del despacho del alcaide sin ceremonias y le franqueó el paso.
-Hola Cat,  –dijo el alcaide saliendo de detrás del escritorio y dándole la mano. – adelante quítate la gabardina y siéntate por favor.
Cat se sentó pero no se atrevió a quitarse la gabardina enseñando su atrevida indumentaria y  dio una excusa imprecisa para dejarla puesta mientras se sentaba. Ante ella, con su impecable traje de raya diplomática y sus gafas redondas en la mano, el alcaide la miraba con algo más que curiosidad.
-Te preguntaras por qué estás aquí –comenzó el alcaide mientras echaba una fugaz mirada a Cat en el momento en que ésta cruzaba las piernas y estiraba su gabardina. –Bien, ¿Ves ese montón de expedientes en mi mesa? Son los candidatos que se han presentado para tu puesto.   Entre ellos hay muchos con mejor currículo y otros tantos con insistentes recomendaciones, hasta he recibido la llamada de un secretario de estado, pero te he elegido a ti.
-No entiendo…
-¡Oh! Es muy sencillo. –le interrumpió posando sus gordezuelas manos en los hombros de Cat.

-Eres una mujer muy hermosa –continuó el alcaide acariciando la mandíbula de Cat haciéndola recurrir a toda su fuerza de voluntad para no crispar todo su cuerpo ante el contacto. –y eso no abunda por aquí. Yo soy de la opinión de que en una población de setecientos reclusos salidos,  esto puede llegar a ser muy útil. Precisamente he estado pensando estos días en uno de tus pacientes ese tal Frías.

-Si Mario Frías, un tipo de cuidado. –intervino Cat intentando fingir desapego y profesionalidad. –pero si lo que quiere es saber algo de lo que hablamos en las sesiones, sabe de sobra que está amparado por el secreto profesional.
-Mmm, sí, eso  es un pequeño inconveniente, pero deje que le explique y luego podemos volver a lo del secreto profesional. Supongo que ya habrá leído su expediente,  así que no hace falta que le recuerde que ese hombre atracó un banco con extrema violencia. Lo que no conoce son las circunstancias de la detención. Ese hombre acompañado de dos cómplices, uno de ellos una mujer entraron en el Barclays y después de reducir a los guardias  se dirigieron directamente al despacho del director y le arrebataron la llave de la sala de las cajas de seguridad. Una vez allí ignorando un montón de dinero en efectivo abrieron solamente tres cajas y se llevaron todo su contenido. En tres minutos estaban fuera, se largaron en un RS3 robado y no le hubiésemos pillado si no se hubiese demorado a la hora de cambiar de coche. Según parece fueron al polígono industrial donde tenían escondido el segundo coche pero éste no arrancó, así que Mario optó por dejar a sus compinches en distintos puntos del barrio e ir a deshacerse del coche a otro lugar. Entonces fue cuando tuvo el accidente, nadie resultó herido pero tres personas le vieron la cara, con lo que sabiendo que tarde o temprano iba a ser identificado, abandonó  el coche y escondió el botín.
-Un día después fue detenido, se le sometió a un escrupuloso interrogatorio, se registró su apartamento y se interrogó a todos sus familiares y conocidos pero no se consiguió dar ni con sus cómplices ni con el botín.  Nadie sabe lo que había en las cajas de seguridad pero la aseguradora ofrece casi dos millones de recompensa por su contenido y ahí es dónde entras tú. Estaría dispuesto a ofrecerte, digamos, el treinta por ciento de esa recompensa por tu colaboración.
Fingiendo meditarlo, Cat se tomó su tiempo para contestar.  Cambió de postura descruzando las piernas para ganar un poco más de tiempo y tras lanzar una mirada valorativa al alcaide dijo:
-El cincuenta.
-Imposible, el plan es mío y estoy asumiendo muchos riesgos.
-No tanto como los que yo voy a tomar. Tú puedes acabar despedido pero yo voy a la cárcel de cabeza, además el setenta por ciento de cero es cero, bastante menos que el cincuenta por ciento de dos millones.
-Está bien –replicó el alcaide mortificado –pero quiero resultados rápido. Haz lo que haga falta, si necesitas algo…
-De momento no necesito nada –dijo Cat evasivamente
– ¿En qué piensas?
-En que esto va a llevar su tiempo. Ese hombre es astuto, obstinado y extremadamente violento. Debemos hacerlo con cautela. Si se huele algo incluso podría correr peligro. Si se me ocurre algo ya te llamaré.
-Muy bien pero el tiempo no nos sobra,  no lo desperdicies. –dijo el hombre intentando ocultar sin éxito el brillo de avaricia de sus ojos tras los redondos cristales de sus gafas. –Hay mucha gente detrás de esa recompensa.
Cuando Cat entró en su despacho, Mario ya estaba cómodamente repantigado en el tresillo con los ojos cerrados pero indudablemente alerta. Sin hacer caso de su taconeo el hombre siguió tumbado con sus manos encadenadas reposando en su regazo.
-¿Estás cómodo? –preguntó Cat mientras se sentaba al otro lado del escritorio.
-Llegas tarde –respondió Mario lacónico.
-Tuve una reunión con el alcaide. –dijo Cat ligeramente irritada por la actitud del hombre.
-Ajá, -dijo Mario incorporándose. –Me imagino de que habrás hablado con ese viejo verde.  ¿Te gusta la sensación de  esas manos gordezuelas sobre tu cuerpo? Por lo que me han dicho tiene especial fijación por los pezones y tú los tienes muy bonitos…
Cat no respondió ante la provocación y cogió el expediente de Mario que por lo visto no paraba de crecer. En él se incluía un nuevo y detallado informe sobre la pelea en el patio hacía dos días.
-Tú también has estado entretenido por lo que veo –dijo Cat  hojeando el informe para aparentar una calma que no sentía.
-¿De veras quieres hablar de eso? –replicó Mario levantándose y acercándose a Cat. –Si quieres podemos matar el tiempo que tenemos hablando sobre mi infancia. Sobre cómo me violaba mi abuelito y como eso llevo a un niño inocente a convertirse en un delincuente sin escrúpulos o…
Sin terminar la frase agarró a Cat por la gabardina y levantándola la beso con intensidad.  Cat intento separarse para respirar pero Mario tenía aprisionada su cabeza entre sus manos. Notó como Mario le quitaba las horquillas que mantenían su moño sin dejar de explorar su boca provocando una avalancha de pelo rubio por su espalda.
Cat se separó y se quitó la gabardina tirándola sobre la silla, Mario se quedó parado  admirándola y haciendo sonar las cadenas de sus esposas.
El tiempo inactivo no había mermado sus capacidades y en cuestión de medio minuto las horquillas de Cat le sirvieron para abrir las esposas.  Sin darle tiempo a que  la joven se apercibiera, Mario se acercó y la besó de nuevo, todavía con las esposas puestas pero no cerradas. Con un movimiento rápido se sacó las esposas y tirando de las muñecas de Cat la esposo con las manos  a la espalda.
-¿Qué haces? –Preguntó Cat de nuevo sorprendida por aquel hombre. –¡Quítame esto ahora mismo!
-Tranquila sólo te estoy proporcionando una valiosa experiencia. –Dijo Mario con una mueca de diversión –Quiero que experimentes lo que se siente ante la privación de libertad.
Cat intentó decir algo pero Mario le tapó la boca:
-Uno de las primeras consecuencias es que no siempre puedes decir lo que deseas.
-Tampoco puedes defenderte –continuó Mario agarrando a Cat por el pelo y obligándola a arrodillarse.
Humillada Cat permaneció arrodillada en silencio mientras observaba como Mario se desnudaba. Un gran cardenal adornaba el centro de su pecho  recordándole la violencia de que era capaz aquel hombre. Sin saber por qué le vino a la memoria un artículo de un viejo libro de la biblioteca de la facultad en la que se asociaba la asimetría de los rostros con la brutalidad de los asesinos.
-En la vida pocas veces tienes lo que quieres, en la cárcel conseguir una sola cosa es la excepción que confirma la regla. Hasta la más pequeña minucia que en una vida normal no apreciarías aquí se convierte en un privilegio. –dijo Mario mientras terminaba de quitarse toda la ropa.
Cat vio cómo su pene casi totalmente erecto se balanceaba mientras Mario se acercaba a ella. Arrodillada y con las manos a la espalda no pudo evitar que Mario le agarrase de nuevo del pelo y le metiese la polla en la boca sin contemplaciones. Sin sus manos para controlar la profundidad de su penetración. Notó como la polla de Mario se alojaba en el fondo de su garganta y crecía de tamaño hasta sofocarla.
-Lo primero que notas cuando te privan de la libertad es lo poco que la valoras cuando disfrutas de ella, y cuando te la quitan es como si te faltase el aire. ¿No crees? –dijo Mario mientras retiraba un poco su pene para permitirla respirar.
Cat, medio ahogada tosió y escupió sin decir nada, únicamente concentrada en respirar. A pesar de todo el maltrato y lo incómodo de su situación, todo su cuerpo hervía de deseo por aquel hombre. Aún jadeante acerco su cara al miembro cárdeno y palpitante de Mario y lo acarició suavemente con la lengua recorriendo y chupando lentamente toda su longitud hasta llegar al escroto.
Mario se dejó hacer cerrando los ojos para concentrarse en el placer profundo y primario que le proporcionaba Cat al chupar sus testículos. Poco a poco volvió a la realidad y cogiendo su pelo lo utilizó para obligarla a ponerse de pie.
El dolor de su cuero cabelludo al levantarse utilizando el pelo como único puto de apoyo le hizo soltar a Cat un gritito ahogado. Una vez en pie Mario empujo su cuerpo indefenso hasta topar con el escritorio.
-Otra cosa que experimentas casi desde el primer momento es que la fuerza es la que gobierna todo tu mundo.
Cat indefensa como estaba con la mano de él pegándole el rostro contra la brillante superficie del escritorio no hubiese podido evitar que Mario hiciese lo que le viniese en gana aunque hubiese querido. Inmovilizada y con el culo al aire  no pudo evitar que Mario le separase las piernas con varios cachetes en la sensible piel del interior de sus muslos y acariciase rudamente e exterior de su sexo estremeciéndola de placer. Cat  agito el culo  y gimió excitada intentando incitar a Mario a follarla.
Ignorándola pero sin soltarla, Mario le acaricio la vulva y el ano sin poder apartar la mirada de sus piernas torneadas enfundadas en las finas medias, y  con los muslos rojos por sus azotes. Incapaz de resistirse pellizcó y mordió su culo con fuerza arrancándole gritos de dolor y excitación.
Cuando Mario la penetró finalmente, todo su cuerpo se estremeció. Su polla dura y caliente resbalaba en su interior excitando todas sus terminaciones nerviosas y provocándole una avalancha de sensaciones que apenas podía abarcar.  No se movía, no pensaba, sólo se dejaba llevar  y gemía al ritmo de las embestidas de Mario incapaz de contener su placer.
Mientras Cat se abandonaba al placer Mario tiro de su pelo  y con un empujón calculado, la estrello contra la pared. Con satisfacción vio como Cat trastabillando e incapaz de parar su caída impacto contra la pared con el pecho perdiendo el aliento.
-Otra cosa que crispa los nervios a una persona cautiva son los registros. –dijo Mario mientras aprovechaba la sorpresa de Cat para arrancarle los botones de la blusa y desabrocharle el sujetador.– Suelen ser sorpresivos y violentos. No sólo tienen el objetivo de detectar objetos o substancias ilícitas también son un eficaz medio de coerción y humillación.
Las manos de Mario la abrazaban por dentro de la blusa amasando sus pechos, acariciando y pellizcando sus pezones. En ese momento Mario  cogió su polla y con un empujón seco  la introdujo en el culo de Cat.
Cat grito de dolor e intentó apartarse pero Mario la aprisiono con su cuerpo contra la pared inmovilizándola con lo que Cat sólo podía hacer leves intentos con las manos que tenía inmovilizadas a su espalda.
Cat, con todos los músculos contraídos por el dolor intento relajarse y respirar con normalidad para mitigarlo. Poco a poco su ano fue adaptándose al miembro de Mario y el dolor se hizo soportable. Antes de empezar a moverse en su interior Mario comenzó a acariciar su sexo con habilidad inflamándola. Sin darse cuenta fue ella la que empezó a moverse acompañando las caricias de Mario. Pronto comenzó a sentir un contraste delicioso. Por detrás el dolor que le producía el pene de Mario abriéndose paso por sus entrañas, por delante sus manos acariciándola, encendiéndola y excitándola, por detrás el calor y la suavidad firme del cuerpo de Mario, por delante   la dureza fría y húmeda de la pared de la oficina.
Esta vez con más delicadeza Mario comenzó a empujar dentro de Cat. Su culo virgen rodeaba y apretaba su miembro con fuerza haciéndole gemir. Cogiéndole de los brazos la separo de la pared y siguió penetrándola cada vez con más fuerza. Cat  emitía leves quejidos y contraía los músculos de  las piernas intentando instintivamente mantener el  equilibrio. Sin dejar de penetrarla finalmente le quito las esposas.
Cat se separó  de  él inmediatamente y sin dejar de frotarse las muñecas maltratadas se volvió  y le escupió. Le escocia el culo pero ya no podía parar. Le quería otra vez en su interior pero se tomó su tiempo.
-¿A qué adivino que es lo peor? –dijo ella dándole la espalda y quitándose la falda y las bragas. –Lo peor es la espera, cuanto menos tiempo queda más lento se arrastra el tiempo y más locuras se te pasan por la cabeza. Ahora te quedan más de diez años y no lo piensas –dijo acercándose a él de nuevo y acariciando y observando a su antojo el cuerpo desnudo de Mario.
Haciéndole una seña con la mano para que se sentase se sacó el sujetador quedándose desnuda delante de él salvo por la tenue blusa y empezó a masturbarse. Se acercó a Mario y dándole la espalda se inclinó para que  pudiese ver su sexo dolorosamente excitado justo antes de que volviese a meter el pene en su culo. El dolor había quedado ya muy atrás y Cat subía y bajaba con fuerza sintiendo oleadas de placer cada vez más intenso.
Finalmente Cat se corrió pero Mario, incansable, siguió acariciándole su sexo abierto hasta que Cat con un segundo orgasmo noto como su coño se inundaba  y expulsaba un chorro de líquido al exterior.
Cat se levantó, sus pierna brillaban  y su blusa se pegaba a sus pechos como en un concurso de camisetas mojadas. Adivinando sus deseos, Cat le acerco los pechos  y le dejo chupar los pezones. Después del segundo orgasmo había quedado satisfecha y sólo quería que el disfrutase. Se agachó y sin dejar de mirarle con esos ojos profundos y avellanados metió su polla bajo la blusa y la introdujo entre sus pechos tibios y suaves. Ayudándose con sus manos los apretó contra la polla  de Mario dejando que el la deslizase entre ellos hasta que Mario empezó a dar señales de que no iba  aguantar mucho más.
Cat volvió a coger la polla de Mario   y se la metió en la boca chupándola y lamiéndola con suavidad mientras Mario eyaculaba  con todo su cuerpo crispado por el placer…
-¿De qué hablaste con el alcaide? –pregunto Mario mientras se abrazaban y descansaban desnudos en el tresillo.
-Oh, nada, tiene la estúpida idea de que te puedo sacar información a base de polvos. Peor para él. Así podre pedir una supervisión más frecuente de un  caso tan límite como el tuyo.
-Mmm –intento disimular Mario sin terminar de creer en su buena suerte.
-¿Qué pasa? ¿No te gusta la idea? –Preguntó Cat incorporándose y mirándole a los ojos.
-No, es que se me acaba de ocurrir que si me ingresases en una institución psiquiátrica podrías someterme a una observación constante y el alcaide no podría interrumpir nuestra relación a su capricho.
-No te soltará tan fácilmente. Cree que eres la gallina de los huevos de oro.
-Puedes sugerirle que me puedes sacar la vedad más rápidamente con las drogas.
-¡Joder como no se me había ocurrido! Mañana mismo le llamo. Estoy segura de que esa garrapata avariciosa aceptara sin pensarlo dos veces. Pero hay un inconveniente, para hacerlo hay que pasar por un tribunal médico en el que no puedo influir. Tendré que prepararte para que lo pases.
-¿Y dónde es?
-Suelen hacerse todos en el Hospital de la Piedad, a unos quince quilómetros de aquí. Está relativamente cerca y tienen un buen servicio de psiquiatría siempre dispuesto a colaborar.
Cuando finalmente se separaron la satisfacción de Cat era enorme pero la de Mario no podía medirse. Estaba a dos pasos de la libertad. Sólo un detalle  ensombrecía su exultante alegría, la imagen del cuerpo frio y muerto de Cat…
 
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Relato erótico: “El pueblo de los placeres 3” (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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El funeral fue íntimo. A la vuelta del cementerio Luís iba del brazo de su madre caminando despacio, pues estaba solo a un paseo del pueblo. Detrás iba la tía Ana, la cual mantenía una seriedad atípica y alejada del propio luto.

 

No puedo creer que lo haya hecho, ¿cómo ha podido quitarse la vida?

 

 

Comentó Luís, ya de mejor ánimo. Los últimos días habían sido agotadores. En todo momento Luís había colaborado con la policía para esclarecer los hechos del hipotético suicidio. Finalmente se concluyó que la anciana no quería ser un estorbo para la familia, debido a su creciente invalidez.

 

¡Hay tantas cosas que no se entienden en la vida!.

 

 

Le respondió, mística, su madre. La cual se había desplazado al pueblo únicamente para el entierro.

 

¿De verdad no quieres quedarte mama?. Es mucha paliza de coche para hacerla en un mismo día.
De verdad hijo mío, lo mejor es que me vaya, créeme. Estaré en casa para la cena si salgo ya.

 

 

La madre de Luís se despidió de su hermana, la cual solo le dio un frío beso, sin palabras. Luís acompañó a su madre al coche. Y le dio un abrazo antes de que entrase. Cuando el abrazo concluyó Luís le hizo un gesto señalándole los ojos.

 

Tienes los ojos enrojecidos.
Estoy bien, tengo que irme cuanto antes. Todos estamos muy tristes. Adiós, hasta pronto.
Adiós mamá.

 

 

Arrancó a toda prisa y se fue lo más rápido que pudo. Cuando a penas había avanzado un par de quilómetros por la única carretera comarcal que llegaba al pueblo, vio a un joven pastor que cuidaba de un pequeño rebaño de ovejas, sobre la montaña en cuya ladera se encontraba la carretera. Detuvo el coche en el arcén y avanzó hacia él.

 

Buenas tardes, no soy de por aquí. Busco la salida hacia Sevilla.
Va bien señora, debe seguir todo recto. Es una carretera sinuosa y mal asfaltada pero es la única. En unos sesenta kilómetros llegará a la carretera nacional que comunica con la autopista que va a Sevilla un poco más adelante. Gire siempre a la izquierda en cada cambio de carretera.

 

 

El joven pastor observó que aquella mujer a penas le había escuchado. Pudo notar que tenía los ojos muy rojos.

 

¿Se encuentra bien señora?
Sí. Dime chico, ¿aquella caseta es tuya?.

 

 

Le señaló una pequeña casita situada a unos cincuenta metros, montaña arriba. Rodeada de matorral bajo y jara, con un burro amarrado en la puerta.

 

Sí señora, es para dormir algunas noches que tengo que encargarme de las ovejas.
¿Serías tan amable de darme algo de agua?. Llevo horas sin beber.
Por supuesto, acompáñeme.

 

 

El chico entró antes y luego le siguió la madre de Luís. Ésta cerró la puerta y se desnudó por completo ante la mirada sorprendida del joven.
Sus cincuenta y seis años se mostraban en todo su esplendor. Pechos bellos y caídos. De un tamaño perfecto, ni grandes ni pequeños. El coño totalmente depilado y unas bonitas curvas algo rellenas. Trémula y apetecible como pocas mujeres de su edad. Altamente voluptuosa, gran amante de más de un joven madrileño.

 

Llevo más horas sin catar una buena polla. Veamos qué guardas ahí.

 

 

Se acercó despacio, imitando la forma de andar de las modelos, totalmente desnuda. Sus ojos rojos y su coño palpitando, como si fuera el corazón de la tierra que pisaba.
Se arrodillo y sacó su polla del grueso pantalón de pana. Estaba flácida. La chupó como si fuera un globo desinflado. Poco a poco la fue despertando y no tardó en tenerla en plenitud.

Era considerablemente grande y gruesa. La masturbó feliz por el regalo que tenía ante sí. Se mantenía arrodillada ante él. El chico solo podía verle su larga melena morena, cayendo ondulada sobre su espalda. Ella levantó la vista sonriente mientras seguía abarcándole toda la polla en una lenta paja.

 

Estás bien armado chico. ¿Eres de por aquí?.
Soy de Aracena, aunque suelo cuidar el ganado de un señor del pueblo.
Muy bien. Ahora dime, ¿alguna vez has estado con una mujer como yo?.
No, tan…. Mayor no.
Entonces no sabes qué es follar. En tu pueblo desde luego no creo que folles mucho. Es un pueblo de frígidas.

 

 

Volvió a comerla. Sus labios se apretaban contra la carne de la gorda polla del joven pastor. Su lengua lamía el capullo cuando sus labios se movían alejándose de la pelvis, y su boca reventaba de polla cuando la abarcaba entera, llegándole hasta la garganta.
Al cabo del rato lo empujó sobre una raquítica, fría y sucia cama. Él joven se quedó medio incorporado con los codos apoyados sobre el viejo colchón. Ella se inclinó permitiéndole que probara el dulce sabor de sus pechos.
Estaba totalmente entregada y el chico cada vez fue superando más el desconcierto inicial. Ella le desnudó el torso. Era más fuerte de lo que aparentaba bajo los ropajes de pastor y su aspecto juvenil. Le acarició antes de subirse a cabalgar.
El chico se vio follado por aquella mujer. Ella no le dejó más que agarrarle las caderas y el trasero, pues sus movimientos eran perfectos. Solo movía el culo de atrás adelante, con elegancia. Se movía muy rápido, dejando al chico agarrado a sus caderas para no caer al abismo, haciendo fuerzas para no correrse.
“joder menuda perra vieja, que bien folla la muy puta”.
Se levantó y se tumbó boca arriba.

 

Descárgate dentro de mí. Úsame. Fóllame hasta correrte y luego no me digas nada. Me iré y se acabó.

 

 

Se abrió de piernas y el chico se colocó sobre ella. Se la clavó y se concentró en correrse. La penetró profundamente mientras ella le chupaba los pezones y lamía los músculos del pecho. El tacto húmedo de la lengua hizo que el chico llegara antes al final. Tras una pequeña parada cambió de ritmo en lo que era la clavada final.
La madre de Luís sintió como un río cálido llenaba su interior. El chico deceleró hasta no poder meterla más. Luego se dejó caer en la cama.
La mujer se levantó, se vistió y se fue.
Arrancó el coche y se fue a toda prisa. Se miró los ojos en el espejo retrovisor, estaban claros. Suspiró aliviada y no dejó de conducir hasta llegar a Madrid.
En el pueblo pasaron unos días de relativa calma. Luís se concentró en el trabajo, mientras que Ana seguía con el mismo horario de cabañas, las cuales parecían ir muy bien.
Luís estaba enganchándose al sexo de calidad y de confianza que le daba su tía. Se había olvidado de Tomasa.
Tomasa en cambio echaba de menos las visitas de Luís. No se quitaba de la cabeza la vez que le vieron con el caballo. Estaba segura que había sido Luís, tal vez por ello había dejado de buscarla. No se encontraba bien y había días en los que no salía de casa, descuidando su tienda.
Luís desconocía el lado oculto que atormentaba a Ana. Volvía a ser una mujer infeliz, solo vivía para follar y se entretenía organizando la vida de la joven Sara. La cual había estrenado su profesión de puta de lujo por todo lo alto, con unos ricachones de Sevilla. Una fiesta de viejos que hicieron buen uso de la bella Sara.
Ana le había hecho unas fotos y las había colocado en una página web de scorts de lujo. Bajo el nombre de “Sarita, jovencita”. Cobraba muchísimo y casi todo el dinero se lo quedaba Ana. Sara vivía en una permanente amenaza de muerte si le traicionaba, aunque poco a poco fue cogiéndole el gusto a la situación.
En una ocasión en el que llevaba unos días sin clientes Sara se dirigió a Ana con el coño ardiendo y un leve color rojo asomando a sus ojos.

 

No aguanto más. ¿no llama nadie?.
Aguanta cariño. Cuídate, haz algo de ejercicio y engorda aun más las tetas. Podrías comer para ganar un par de quilos.

 

 

Sara vaciló un momento, adoptando una actitud de secretismo. Bajó la voz.

 

Podrías ofrecer a los clientes de las cabañas un servicio extra.

 

 

Ana lo entendió al instante.

 

Olvídalo, Luís se está portando muy bien conmigo. Sigo aquí por él. Esto solo es un puto juego de mierda.
Piénsalo. En las cabañas solo mandas tú. Él a penas se acerca y tú llevas las cuentas íntegras, él se limita a creer que eso son los ingresos sin investigarlos. Un papelito escondido en la caja fuerte de cada habitación. Ofrece mis servicios….. hasta puedes ofrecer los tuyos. Joven y madura. Pon que somos madre e hija. Hay mucho vicio en la vida. Ganaríamos un buen dinero y mantendríamos a ralla la infección.
No vuelvas a nombrar más la infección. Esa palabra es mía. Luís me sacia y tú eres puta, qué más quieres.
Piénsalo. Cada vez querremos más. ¿Qué fue de la aterradora Ana que mandó que me violaran?

 

 

Ana dio por finalizada la conversación. Ordenó que saliera de su despacho y se quedó un rato pensativa.
“esta chica me supera, la he hecho jugar con fuego y se ha quemado. Este maldito pueblo se supera generación tras generación. Que Dios nos perdone”.
Tras finalizar sus pensamientos escribió una nota en el ordenador y la imprimió varias veces. A continuación las metió en sobres.
A medida que las habitaciones se iban vaciando, entre cliente y cliente, Ana se encargó personalmente de dejar los sobres en las cajas fuertes de cada cabaña. En todos los sobres la misma nota.
“Servicio extra”
Y en su interior la misma oferta.
“Soy Ana, vuestra casera, deseo que su estancia en nuestras cabañas sea de su agrado. Yo misma puedo encargarme de que todo mejore si usted es un hombre soltero y con ganas de pasar un buen rato. O bien si sois un matrimonio en busca de nuevas experiencias. Tampoco rechazo ambientar la estancia a mujeres.
Además, pongo en la misma disposición los maravillosos servicios de mi hija. O de ambas a la vez.
Guarden en secreto el servicio extra que os ofrecemos. Y no duden en adquirirlo acudiendo a la cabaña despacho en el horario abajo indicado.
Precios razonables. Sin más se despiden:
Ana, 54 años.
Sara, 18 años.”
Los ojos se le enrojecieron más que de costumbre y su coño parecía querer salírsele del cuerpo. Cuando llegó a casa de Luís, se abalanzó sobre él sin dejarle decir nada.
Estuvieron follando toda la noche y ambos regresaron al trabajo al día siguiente, casi sin dormir.
El tiempo avanzaba y el pueblo parecía congelado en él. Luís aumentaba sus negocios y su cuenta corriente crecía descontrolada. Estaba feliz y empezó a trabajar más desde casa. Se sentía cómodo con la compañía que le otorgaba su tía y se había olvidado de Tomasa. En alguna ocasión visitó uno de los bares del pueblo e hizo algún amigo, aunque apenas hablaban. Los hombres del pueblo no hablaban con él. Se sentía admitido porque no le miraban mal. Todos bebían y se iban sin dar explicaciones. La extraña soledad del pueblo le seguía despertando mucho respeto. Las calles siempre estaban vacías y la gente a penas levantaba la cabeza cuando se cruzaba con alguien.
En alguna ocasión se había cruzado con mujeres que avanzaban despacio, escondidas en sus abrigos, más que abrigadas. En una ocasión se cruzó con una con la que compartió una mirada. Sus ojos atemorizaron a Luís. Parecían los de un tigre, rojos y dilatados. Le miró sin verle. Como si le mirase el diablo a través de los ojos vacíos de aquella mujer.
Cayó en la cuenta que desde que llegó siempre había llovido. La lluvia envolvía al pueblo de una forma continua y constante. Alguna madrugada se había despertado sobresaltado en un sueño que se le venía repitiendo. En él, el bosque agitaba los brazos de todos los árboles, movidos por un gélido viento. El aire resbalada entre las ramas, y, como si fueran cuerdas vocales, éstas emitían un quejido diabólico que llegaba a los oídos de Luís. Cada vez que le llegaba una ráfaga de viento le parecía entender un “sal del pueblo” “abandónanos” “vuelve a tu tierra”. Al despertar, la sensación de no ser un sueño le inundaba al escuchar el viento en el exterior.
Ana y Sara satisfacían oscuros deseos de todo tipo de clientes a espaldas de Luís. Les llamaban más veces de las esperadas; la mayoría de las veces para pedir los servicios de las dos a la vez. Ambas acudían sin alma. A penas miraban a los ojos. Cada vez estaban más infectadas. Tras cada polvo aumentaban las necesidades de echar otro. A veces acababan follándose la una a la otra en la cabaña despacho.
Los clientes fueron muy variados: Un turista ornitólogo que pidió los servicios de la joven. Un maduro matrimonio inglés que pidió que ambas se acostaran con el hombre, asistiendo la mujer a la escena con cara de felicidad. Una pareja de lesbianas de Asturias que quisieron abusar de la chica en presencia de la “madre”. Y un número elevado de hombres solos y misteriosos que empezaban a acudir a las cabañas solo para hacer uso de ellas.
Sara y Ana se habían convertido en la mayor atracción de aquellas perdidas cabañas tras la montaña de la finca. Más que la cría de cochinos, más que la elaboración del jamón, más que vivir de la tranquilidad del bosque de la serranía. Y todo sin que Luís lograra enterarse, ocupado en todos los demás aspectos que mantenía con una brillante capacidad empresarial.
De esta forma Ana se mantenía bastante satisfecha. Ello le permitía disfrutar del sexo con Luís de forma más artística e inspirada. Lo hacían todos los días al menos una vez. Luís estaba bastante contento y Ana se sentía una buena tía, una buena compañera, una buena amante, una buena mujer cuando estaba con él.
La soledad fría del pueblo hacía que Luís estuviera más tiempo en casa, y solo salía para atender al trabajo que no podía resolver desde casa.. Tenía todo lo que necesitaba. Un buen negocio que funcionaba muy bien, una casa lujosa y confortable y una buena mujer que sabía atenderle en la cama como nunca lo habían atendido.
Pero algo en su interior le impedía estar del todo tranquilo. El recuerdo de Tomasa y el caballo, y sobre todo las notas. Hacía tiempo que no recibía notas y eso le escamaba más que tranquilizarle. Anotó mentalmente el ir a visitar a esa tal Alba. Pero no se atrevía porque no quería ver a Tomasa, no le apetecía darle explicaciones. La compra la hacía en Aracena, así que tampoco necesitaba ir a su tienda para nada.
Fue un domingo cuando empezó a derrumbarse todo.
Aquel día de nuevo llovía de forma fina y constante. Ana y Luís pasaron todo el día en casa.
Tras el almuerzo en seguida se hizo de noche. Miraban una película tumbados en el sofá. El amplio ventanal del salón, situado en la planta baja de la casa, tenía las cortinas descorridas. Fuera la lluvia llenaba de gotas los cristales y la tormenta iluminaba el bosque generando figuras fantasmagóricas.
A Ana empezó a palpitarle el coño y buscó a Luís.

 

Sobrino, amor. ¿me follas un rato?

 

 

Se lo dijo con voz mimosa y puso cara de gatita triste cuando Luís le miró haciendo una mueca chistosa.

 

No me mires así, hoy solo lo hemos hecho una vez.

 

 

Luís rió. Pudo ver como la calentura de la tía aumentaba por segundos. Estaba tumbada boca arriba en el sofá y empezó a hacer movimientos de cadera, despegando el culo del sofá, poniendo muy alto el coño, que pedía polla bajo el pijama con el que llevaba todo el día.
Sin decir nada se levantó y se desnudó. Luís la observaba en silencio. Su cuerpo brillaba y parecía haber rejuvenecido últimamente. Le notaba los pechos más tersos y las caderas mejor puestas. Ana estaba en un buen momento de su vida, sin lugar a dudas; a pesar de sus casi cincuenta y cinco años.
Se arrodilló ante el sobrino y se la sacó. Estaba empalmado, su tía siempre se la ponía muy dura rápidamente. La mamó largo rato. Luego se levantó y se dejó caer sobre una silla al lado del ventanal. Se colocó de rodillas sobre la silla y se echó hacia delante hasta apoyar las manos en el suelo hacia el otro lado. Su culo quedó muy alto. Coño y culo quedaron perfectamente accesibles a la polla de Luís. Se mantenía en esa posición con una flexibilidad absoluta, más propia de una gimnasta adolescente que de una mujer madura, Su cabeza se descolgaba hasta casi legar al suelo, donde se apoyaba con las manos.

 

Aquí me tienes. Fóllame por donde quieras, pero fóllame, Luís.

 

 

Luís se acerco y se coloco tras ella. Sucumbió a la maravillosa presencia de su coño y su culo bien depilados y cuidados. Luís estaba feliz de que su tita se cuidase tanto para él, en una edad donde es fácil dejarse llevar. Se arrodilló y pasó su lengua por el coño. Notó como su tía se estremecía tras el contacto. “ummmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm”.
Siguió lamiéndolo, extendiendo los lametones hasta el ano. Lo abrió y le metió los dedos, follándolo. Salía mucho flujo, más de lo normal. Luís se dio cuenta de lo caliente que estaba su tía y decidió darle ya la buena follada que aquella mujer había merecido.
Se colocó detrás y le folló el coño. Ana se esforzó por mantener la posición de la mejor manera que pudo, relamiéndose, con la cara colorada por la postura. Tenía que ser la mayor puta posible, la mujer que Luís nunca imaginara tener bajo su mismo techo. La posición no le era cómoda pero le hacía sentir bien porque facilitaba que su sobrino se la clavara profundamente.
Alternaba folladas al coño con folladas al culo. En ambos sitios su polla entraba magníficamente. En el culo, Ana admitía que le entrara toda. Luís se mostraba muy satisfecho. Le azotó un poco en las nalgas a modo de premio por lo bien que entregaba su cuerpo.
Se concentró un rato en el culo. Mientras se lo penetraba miró a través de la ventana que tenía ante sí. No se veía nada, los esporádicos truenos iluminaban su porche y el bosque del fondo por completo. Todo estaba muy mojado y llovía bastante.
Luís volvió al coño para correrse. Estaba preparado para hacerlo ya. Empezó poco a poco, deleitándose. Fuera llevaba un rato sin relampaguear y tenía la vista perdida en el fondo negro.
Pero de repente, de nuevo un rayo. Luís se quedó de piedra. Pudo ver a Tomasa observándoles a través de la ventana. Totalmente mojada y con maliciosa mirada.
Luís se quedó petrificado. En seguida de nuevo la oscuridad y otro rayo casi inmediato. Ya no estaba, y de nuevo solo pudo ver el campo encharcado y más al fondo, el bosque.
Luís dejó de follar y la sacó. Ana se incorporó.

 

¿Qué ocurre Luís?.
Nada, nada. Me asustó un trueno y me desconcentré.
Cariño, no pasa nada.

 

 

Ana miró a través del ventanal. Sintió algo raro en su interior.

 

¿Acaso has visto a alguien ahí fuera?
¿Por qué dices eso?
No lo sé.

 

 

Luís pensó que tal vez era fruto de su imaginación. Pensó que algo en su interior seguía encaprichado de Tomasa; decidió no darle importancia. Pero estaba aterrado.

 

¿Nos vamos ya a la cama?. Creo que necesito dormir, quiero que vengas conmigo.

 

 

Ana accedió y le acompañó. Tras un rato de insistencia logró que Luís volviera a follarla antes de dormir.
Aunque Luís no pudo dormir en toda la noche.
A la mañana siguiente, cuando Ana se marchó a atender el negocio de las cabañas, Luís conectó su portátil y accedió a Internet. Abrió el correo electrónico y se fijo en uno que le había mandado su madre. El asunto le llamó la atención. “muy importante”.
Lo abrió y lo leyó. Tardó toda la mañana en reponerse y asimilar lo que su madre acababa de contarle. Se hizo café y volvió a leerlo antes de borrarlo, como ella le pedía:
“Hola Luís, soy mama. Esto que voy a contarte es algo que jamás te tendría que haber contado. Pero me veo en la obligación, pues llevo días muy preocupada por tí y mi hermanita……………………………………… CONTINUARÁ.
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
caballerocapagris@hotmail.com

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“Las órfidas” (POR CÁRLOS ANTÓN) LIBRO PARA DESCARGAR

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Sinopsis:

Ciencia-ficción erótica

Las primeras naves órfidas llegaron a la galaxia en el año 9600. Eran comerciantes y se interesaron por los metales, las piedras preciosas y la carne, y ofrecían a cambio avances tecnológicos y energía. Su carácter sociable y generoso los hizo muy populares y, en algunos planetas, llegaron a venerarlos. La luna de miel entre ellos y la humanidad duró hasta que descubrieron el sabor de la carne humana. Aquello alteró para siempre la relación entre las dos especies. Las primeras partidas de carne alcanzaron precios exorbitantes en sus mundos de origen y atrajeron a millones de órfidas. Su penetración en los planetas era siempre pacífica. En cada país pactaban la entrega de un cupo de personas por año a cambio de su tecnología. Los gobernantes solventaban el problema entregándoles delincuentes y mendigos. Al principio cubrían el cupo con los grandes criminales y los pobres de solemnidad, pero, debido al continuo incremento de la demanda de carne, terminaban estableciendo un impuesto y quien no lo pagaba iba a manos de los órfidas. El impuesto subía por meses, y muchos ciudadanos hacían una carrera contra reloj para obtener el dinero antes de que expirase el plazo.

El terror y la degeneración se propagaron en la colonización terrestre. Por todas partes, los mismos humanos abrieron carnicerías y restaurantes para vender carne de sus semejantes. Los óphidas pagaban bien y no se molestaban en averiguar si las personas pertenecían al cupo pactado.

Varias naciones humanas se aliaron contra el terrible opresor, pero la desigualdad tecnológica hacía muy difícil su supervivencia. En el año 9985 un príncipe corio recorrió la galaxia en busca de aliados para luchar contra los órfidas. Descubrió diferentes y extraordinarios mundos, donde sucedían realidades terribles, y sufrió mil aventuras. Y, de manera sorprendente, y en el lugar menos indicado, también encontró el amor.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo EL PRIMER CAPÍTULO:

Capítulo 1

Valeria

Valeria, el tercer planeta de la estrella Alexandra, destacaba por los soberbios navegantes que se formaban en su famosa Escuela del Espacio. El navegante, según la definición clásica, es quien fija el rumbo de la nave espacial; pero esta definición resultaba insuficiente en los tiempos revueltos que corrían a finales del siglo cien. Un navegante tenía que saber todo lo referente al itinerario, desde posibles zonas de meteoritos a contingentes enemigos que pudieran aparecer. En definitiva, controlaba el movimiento de la nave y, salvo el capitán, no había nadie más importante.

Cuando el imperio de Horgón conquistó el sistema solar de Alexandra, muy pronto apreció la valía de los astronautas valerianos y los integró en su ejército. Por ello, Valeria obtuvo un trato de favor y se permitieron en su territorio actividades prohibidas en otras colonias, como la elección de los dirigentes por sufragio universal o la libertad de expresión.

Tras la destrucción de Horgón, el reino de Bahía adquirió importancia en esa zona de la galaxia. Al principio los bahiianos recelaban de quienes habían servido al imperio, pero pronto se dieron cuenta de que los valerianos eran fieles a quien les pagara, y comenzaron a contratar a los magníficos técnicos formados en la Escuela del Espacio de Ciudad Luz.

Valeria era muy diferente de los países de su entorno. Chintia, nación que dominaba los dos primeros planetas, era belicosa y estaba regida por un régimen dictatorial. Y lo mismo se podía decir de Delfos y Donara, las otras dos naciones independientes del sistema solar.

En los años posteriores a la caída de Horgón, Chintia intentó imponer su ley. Sus tropas conquistaron Donara, el cuarto planeta, y, meses más tarde, atacaron Valeria. La armada valeriana malogró los intentos de invasión, pero lo habrían pasado mal si no llega a ser por el tratado de Ciudad Luz, en el que Bahía garantizó su seguridad frente a las agresiones de Chintia. Tras la paz, comenzó una magnífica época para Valeria que sólo se vio interrumpida con el advenimiento de los órphidas.

Historia del Universo

Universidad Central de Sama

Marino Meler nació en Ciudad Luz, capital de Valeria, en 9950, el año de la paz. Bahía, ya todopoderosa, obligó a la siempre hostil Chintia a rendirle vasallaje, con la prohibición expresa de hostigar a Valeria.

La infancia de Marino fue tan feliz como la de los demás niños del planeta; siempre mirando al cielo. La mayor aspiración de todos los jóvenes era ser astronautas. Muchos navegantes formados en Valeria trabajaban en las armadas, o en las naves mercantes, de otras naciones, y eran la principal fuente de ingresos del país.

Marino ingresó a los diez años en la Escuela del Espacio. Los estudios estaban encaminados desde el principio a su futura profesión. A los quince años sabía de memoria los nombres de las estrellas que se divisaban desde la ciudad, y distinguía a la mayor parte en el firmamento. También conocía las líneas comerciales más frecuentes y destacaba en teoría hiperespacial.

Siempre recordaría la ilusión que sintió cuando, como segundo navegante, hizo su primer viaje espacial al planeta Chintia. Fue magnífico apreciar por primera vez la maravillosa quietud del espacio, pero le impresionó mucho más el gran planeta donde aterrizaron. Era un mundo extraño, más luminoso que el suyo e infinitamente más comercial. En Chintia se podía comprar casi todo.

Acompañado por otros jóvenes visitó Chai-Lah, la capital del país. Quedó estupefacto al ver las tiendas de esclavos. Hombres, mujeres y niños se vendían al mejor postor. En Valeria estaba prohibida la esclavitud y sus leyes garantizaban que todos los hombres fueran iguales. También le sorprendió el extraordinario comercio carnal, cosa que tampoco se permitía en Valeria aunque siempre había rumores sobre su existencia solapada. En Chai-Lah, no sólo había puestos de prostitución con mujeres desnudas en medio de la calle, sino que las bellas nativas, vestidas con poquísima ropa, ofertaban sus cuerpos a los viandantes a cambio de unas monedas.

Aquel día vio por primera vez a los órphidas. Una nave acababa de llegar a Chintia y negociaban con el gobierno su asentamiento en el planeta. Ellos tropezaron con un grupo en la calle principal. Despertaban la curiosidad de los viandantes. Parecían grandes osos. Muchos se burlaban de

su extraño aspecto, y la sorna callejera no era más agresiva porque iban armados hasta los dientes.

Hizo una fotografía del grupo que, cuando regresó a Valeria, fue muy solicitada por sus amigos y durante un tiempo la guardó como si fuera un tesoro.

Dos años después, a los pocos días de ser ascendido a primer navegante, los órphidas visitaron Valeria. En cuanto aterrizaron en el espacio-puerto de Ciudad Luz, comenzaron a repartir preciosos regalos entre la muchedumbre que acudió a conocerlos. Durante varios días anunciaron las maravillas que traían para el pueblo valeriano, entre las que destacaban ingentes cantidades de energía. Habían desarrollado unas ruedas de molino, de un metro de diámetro y cincuenta centímetros de grosor, capaces de suministrar la energía necesaria para mantener una ciudad de doscientos mil habitantes durante un año. A la semana, manifestaron su intención de entrevistarse con los dirigentes del país. Pronto circularon rumores de que los extraños visitantes pretendían dedicarse al comercio de personas como carne. A cambio de que les entregaran un determinado número de ciudadanos al año, ofrecían adelantos tecnológicos y energía suficiente para el mantenimiento del planeta.

Su padre, que en aquel tiempo era ministro del gobierno, le confirmó la veracidad de la noticia, así como la rotunda negativa del presidente y la expulsión de los órphidas con orden de no volver jamás.

Ya se habían instalado en los demás planetas del sistema solar, y los tripulantes de las naves hiperespaciales decían que estaban en toda la galaxia y su poder era inmenso.

Marino vio como degeneraban las naciones donde se habían establecido. Los mismos humanos abrían carnicerías y restaurantes dedicados a vender carne de sus semejantes. Los órphidas eran ricos y pagaban bien. Pasear por las calles de cualquier ciudad era muy peligroso para los extranjeros. Los nativos buscaban carne con entusiasmo.

El gobierno de Chintia, el primero en permitir la instalación de las factorías, sólo garantizaba la vida a los forasteros que no salieran de sus naves, para no interrumpir el comercio interplanetario que tantos beneficios producía. Todos los espacio-puertos presentaban el mismo aspecto. Las naves

comerciales esperaban que las descargasen con toda la tripulación a bordo. Y, alrededor de ellas, los nativos intentaban atraer al exterior a los pasajeros. Chicas desnudas los invitaban a bajar para hacer el amor con ellas. Los incautos que aceptaban desaparecían para siempre.

Los órphidas pactaban con los dirigentes de cada nación la entrega de un cupo de personas por año pero, como cada vez instalaban más factorías, siempre necesitaban más carne. Los gobernantes solventaban el problema de muy diversas formas, aunque lo común era entregarles delincuentes y mendigos. Al principio, cubrían el cupo con los grandes criminales y los pobres de solemnidad, pero, debido al continuo incremento de la demanda de carne, casi todos los países establecían un impuesto y quien no lo pagaba iba a manos de los órphidas. Cometer el menor delito acarreaba la misma suerte. El impuesto subía por meses, y muchos ciudadanos hacían una carrera contra reloj para obtener el dinero antes de que expirase el plazo.

Valeria, mientras tanto, se mantenía libre de órphidas. En el año 9981, era el único planeta del sistema solar donde todavía no se conocían las famosas factorías.

En agosto de ese mismo año Marino conoció a Manara. Era azafata de tierra de su misma compañía y fue su ayudante en un curso de perfeccionamiento obligado para los navegantes. Su belleza y simpatía le cautivaron. Salieron un par de veces y se enamoraron. Marino ya era primer navegante. Pronto la compañía pondría a su cargo una nave hiperespacial. Estaba en las mejores condiciones económicas para casarse y formalizó su compromiso con Manara. Contraerían matrimonio en la primera fecha que les viniera bien a ellos y a sus respectivas familias.

En diciembre de 9981, Chintia amenazó a Valeria con invadirla si no permitía que los órphidas se instalaran. El gobierno pidió auxilio a sus protectores de Bahía, pero los dirigentes bahiianos, al contrario que en anteriores ocasiones, manifestaron que no intervendrían y aconsejaron que facilitaran el asentamiento.

El presidente, hombre honorable y de profundos principios, mantuvo su tajante negativa. La flota valeriana salió al espacio para defender a la nación, pero los órphidas la destrozaron en el primer combate y aterrizaron Ciudad Luz. El presidente desapareció, y nadie supo más de él, y colocaron en

su lugar a un chintiano que autorizó la instalación de tres factorías en las principales ciudades del planeta.

El director de Orphelenka, la compañía propietaria de las factorías, y el nuevo presidente pactaron la entrega de hombres a cambio de energía. Los órphidas permitían al gobierno elegir a los desafortunados y el número de personas no era muy elevado. Parecía que el siniestro intercambio no afectaría a la mayoría de los valerianos. El gobierno no se cansaba de repetir que sólo entregaría delincuentes y enfermos. Pero, en cuanto se inauguró la primera factoría, comenzaron a desaparecer personas. Los órphidas pagaban muy bien toda la carne que les llevaban.

El terror imperó en Ciudad Luz. Nadie se atrevía a salir de noche por las numerosas bandas que buscaban carne para los órphidas. Los jefes se enriquecían rápidamente y pronto se convirtieron en los nuevos potentados de la ciudad. Cada vez cometían mayores tropelías. Ante el abandono de las calles por parte de la población, comenzaron a asaltar domicilios para capturar a sus ocupantes. La policía local no podía hacer nada pues los bandidos poseían armas superiores, entregadas por los órphidas, y los agentes entrometidos se convertían en unos kilos más de carne.

Un día, al regresar de un viaje al planeta Casablanca, Marino se encontró con que habían asaltado su casa. Sus padres y hermanos estaban ilesos, pues se escondían todas las noches en un sótano secreto, pero la casa estaba destrozada. Los habitantes de la vivienda contigua no tuvieron tanta suerte. La mansión estaba intacta pero habían desaparecido sus moradores. Eran amigos de toda la vida.

Marino decidió instalarse en otro planeta. Decían que en Bahía, aunque también había órphidas, estos se comportaban de manera más civilizada. Acordó con Manara que las dos familias se irían en cuanto fuera posible. La encantadora Ciudad Luz se había convertido en un centro de terror. Se multiplicaron los restaurantes para órphidas. Las carnicerías exponían, ya sin recato alguno, cuerpos y miembros humanos en sus escaparates. El que podía emigraba a las afueras, o a ciudades lejanas donde no existían factorías, pero cada vez era más frecuente que las bandas operasen por todo el planeta.

El nuevo presidente, a pesar de ser chintiano, intentó controlar el salvajismo pero poco pudo hacer. Los órphidas, airados por la resistencia de los valerianos, habían decidido que recibieran un castigo ejemplar.

Corrían rumores de que se iba a cerrar Ciudad Luz para que nadie escapase. Urgía abandonarla lo antes posible.

En la compañía le asignaron una de las mejores naves hiperespaciales, la que comunicaba Ciudad Luz con Dorado, la capital de Bahía, y decidió buscar un empleo en ese planeta.

Todos estuvieron de acuerdo. En el primer viaje iría solo. Intentaría conseguir trabajo y alquilar una vivienda. Después, se trasladarían Manara y sus respectivas familias.

El director de la compañía no le puso ningún impedimento. Él y su familia pensaban emigrar cuanto antes. Ya le había desaparecido un hijo y, aunque su casa estaba acorazada, temía en todo momento por la seguridad de los suyos.

Manara fue a despedirle al espacio-puerto. La noche anterior habían estado en su casa y faltó poco para que hicieran el amor, pero decidieron dejarlo para cuando llegasen al nuevo mundo. Las jóvenes valerianas eran muy recatadas y era difícil tener relaciones sexuales antes del matrimonio.

Marino quedó encantado por la magnificencia de Dorado, la capital de Bahía. Una hermosa ciudad con cinco mil años de historia. Los bahiianos no eran comestibles para los órphidas y debían a éstos gran parte de su enorme desarrollo.

Habló con una compañía comercial. Le hicieron unas pruebas muy selectivas y las supero sin dificultad. Los directivos quedaron tan contentos que le contrataron, triplicándole el sueldo que ganaba.

Al tener un trabajo especializado todo se facilitó. Consiguió un permiso de residencia y le autorizaron a llevar a su familia y a la de Manara. La burocracia de Dorado trabajaba de forma muy eficiente, en sólo dos días arregló el papeleo.

Alquiló una bonita mansión en uno de los mejores barrios residenciales de Dorado. Tenía dos plantas y un amplio y frondoso jardín, lleno de flores y árboles frutales, donde había una piscina de agua caliente

perfumada por decenas de jazmines. Ya imaginaba a Manara nadando desnuda en aquel agua cristalina. La casa era lo suficientemente grande para albergar a las dos familias. También era muy cara, pero con su nuevo salario podía permitirse pagar el elevado alquiler. Por primera vez en muchos meses se sintió feliz.

Le cayeron simpáticos los bahiianos a pesar de que estaban convencidos de ser el centro del universo. De hecho era verdad, pues hasta los mismos órphidas se comportaban correctamente. Había muchas factorías pero se nutrían de criaderos hechos con personas procedentes de otros mundos. Jamás cazaban humanos, aunque fuesen comestibles, en todo el ámbito del imperio de Bahía.

Al regresar a Valeria, en el escaparate de la principal carnicería órphida de la ciudad, vio por primera vez desnudo el cuerpo de Manara. Bella hasta en el rigor de la muerte. Pronto alguno de los conquistadores disfrutaría con aquella blanca y preciosa carne. Vio como el carnicero la retiraba. No podía moverse. Sus músculos se negaban a obedecer las órdenes que les enviaba. Permaneció inmóvil un tiempo indefinido. Cuando devolvieron a Manara le faltaban un pecho y una pierna.

Cayó al suelo sin sentido.

Unos compañeros lo rescataron de una banda de muchachos que, viéndolo desvanecido, quisieron aprovecharse y venderlo a los órphidas.

En el siguiente y tristísimo viaje a Bahía el pirata Lars asaltó su nave. Marino se sorprendió de que no le afectara encontrarse en manos de aquellos hombres de rostros patibularios. Desde la muerte de Manara estaba fuera de la realidad, no sentía nada.

Los piratas se comportaron correctamente con los pasajeros. Les preguntaron por su dinero y por la posibilidad de que alguien pagase un rescate por ellos. A él lo llevaron ante un gigante pelirrojo, de aspecto descuidado, que parecía tener alguna cultura y era muy amable. Le interrogó sobre su vida en Ciudad Luz y se mostró muy interesado por las maldades de los órphidas. Marino, sin saber por qué, estalló en sollozos y le relató su historia. El pelirrojo se mostró muy afligido por la muerte de Manara. Era un hombre comprensivo que entendía las penas de los demás. Después de

charlar un rato le preguntó si quería ser su navegante. Marino aceptó y, desde entonces, fue el navegante de la nave pirata “Halcón del Infinito”

Semanas más tarde supo que Lars, el Rojo, no sólo le había ofrecido un puesto de navegante, sino también su propia vida. Todos los restantes pasajeros de la nave habían sido incinerados, sólo dejaron con vida a varias mujeres que posteriormente vendieron en Orgaz.

Los piratas confiaron en él muy pronto y se convirtieron en su familia. Marino, con su magnífica formación como navegante, contribuyó a que Lars fuera cada vez más osado en sus correrías, y a que escapara en múltiples ocasiones de las flotas que enviaron en su busca.

Un día, en una taberna de Orgaz, escuchó a Lars, ya muy borracho, presumir delante de otros capitanes piratas de tener un navegante valeriano, como las mejores naves de la galaxia.

 

Relato erótico: “Entrenador de putas 5” (POR BUENBATO)

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En el auto iban hechos un escándalo. Los tres ebrios iban atrás gritando tonterías y riendo a carcajadas por asuntos muy triviales. Ignacio parecía el maestro de ceremonias de aquella borrachera y cada cosa que se le ocurría hacia que Gina y Lucia se murieran de la risa. Rocío y yo solo sonreíamos de aquellas bobadas.
Finalmente llegamos al departamento, bajamos a los tres del auto y a lucha los logramos subir al departamento. Rápidamente oculté las botellas de licores que teníamos ahí aunque no parecía tan necesario porque, apenas llegamos, Ignacio cayó rendido en el sofá y se quedo dormido. Gina y Lucia no fueron la excepción, entre Rocío y yo las llevamos a la cama de Ignacio donde las dos se quedaron dormidas, no sin antes entonar una canción de la manera más desentonada.
Con aquellos tres durmiendo Rocío se sentó en el comedor y me pidió un vaso de agua.
– Menos mal que se han dormido – dijo – creí que esos locos iban a hacer su escándalo.
– De hecho, aquí los vecinos son un poco sensibles.
– Ándale.
– Por cierto, en cuanto quieras te llevo a tu casa. No sea que te vayan a regañar.
– Calma Pablo, no corre prisa. – dijo con una sonrisa tranquila.
– ¿Y ustedes desde cuándo que viven aquí?
– Ignacio me parece que desde el segundo semestre, yo desde el tercero.
– Oh, no tiene mucho entonces. ¿Aquel es tu cuarto? – preguntó señalando la que efectivamente era la puerta de mi recamara.
– Si – le respondí.
Se puso de pie y se dirigió a mi cuarto. Yo la seguí. Entró y encendió la luz.
– Terriblemente desordenado – dijo sonriendo.
– Lo sé – sonreí apenado.
– Tal como me lo imaginaba – agregó – pero mira que el tuyo destaca por algo.
– ¿Qué cosa?
– Pues que no tienes ninguna sola imagen de alguna chica en traje de baño al menos.
Efectivamente, estaba acostumbrado a no pegar nada en las paredes. Ignacio, por ejemplo, si tenía su recamara abarrotadas las paredes de su recamara con toda clase de posters de revistas. Le expliqué a Rocío la razón por la que no había esas cosas en mi cuarto y ella pareció creerme solo a medias.
– Vale – me dijo ella bromeando – te creeré. Pero no vaya a ser la de malas que no te gusten las chicas.
– En lo absoluto – le respondí – me gustan mucho.
– Perfecto – dijo – ¿y como que tipo de chicas?
– Esa ya es una pregunta más compleja.
– ¿Como yo? – Preguntó sonriente.
– Bueno, pues me pareces muy linda ahora que lo preguntas.
Efectivamente, Rocío era muy linda. Alta y delgada tenía una nariz respingada y unos ojos muy grandes que le iban bien a sus cabellos largos y lisos. Tenía el cabello teñido de rubio lo cual le iba bien a su piel clara. No tenía mucho busto y su culito era más bien firme pero en general daba una especie de sensación de que era una chica un tanto delicada lo cual, para ser sinceros, me parecía atractivo. Si bien en mi salón de clases casi, por lógica, todas las chicas tenían cuerpos atléticos, el de Rocío le agregaba ese aire juvenil y fresco.
Al escuchar mi respuesta Rocío sonrió un poco apenada. Parecía que en su intento de ponerme nervioso había sido ella quien terminó apenada. Completamente nerviosa comenzó a hacer como que modelaba y se empezó a sonreír bromeando que no era tan bonita. Yo le respondí que si y esto la ponía todavía más nerviosa. Finalmente comprendí aquella situación, que quizás no era efectivamente esa pero que se prestaba para pasar un rato con Rocío. Sin más ni más decidí arriesgarme, quizás avalentado un poco por el escaso aunque efectivo alcohol que había ingerido en la playa. Tomé una mano de Rocío y de un jalón la traje hacia mí. Sin mayor aviso acerque mi rostro al suyo y sin ponernos de acuerdo nos dimos un beso.
Terminamos de darnos el primer beso, nos miramos un poco y sin decirnos ninguna palabra, como para no arruinarlo, no dimos el segundo, más largo y que después desencadeno una serie de besos apasionados. Ella me besaba sin pensarlo dos veces y poco a poco nos íbamos poniendo más cachondos. No conocía del todo a Rocío y realmente no me la imaginaba como alguien con quien algún día tuviese sexo pero por el otro lado la situación y la actitud de ambos parecía encaminada a eso.
No paso mucho tiempo para que las palmas de mis manos abarcaran y apretujaran sus preciosas nalgas. Después ella se abrazaba a mí y finalmente levanto un poco mi camisa y comenzó a desabotonarla. Cuando terminó comenzó mi turno y comencé a desbotonar su pantalón de mezclilla, ella comenzó a bajárselo pero en ningún momento dejamos de besarnos. Parecía que si dejábamos nuestros labios separados por más de cinco segundos todo aquello terminaría. Como pude cerré la puerta de mi cuarto y lentamente llevé a Rocío a mi cama.
Se acostó boca arriba y de un vistazo pude ver sus braguitas blancas humedecidas, lo que daba a entender que la chica venia caliente desde hacía rato. Me saqué mi pantalón y me acosté sobre ella, quien me recibió con las piernas abiertas. Nos seguimos besando mientras ella se quitaba su sostén. Comencé a sobar su entrepierna con mi pene erecto bajo mis calzoncillos y ella empezó a soltar unos gemidos suaves. Conforme pasaba el tiempo rocé con más fuerza y esto parecía volverla loca. Sus braguitas estaban mojadas ya y habían humedecido también la tela de mis calzoncillos, era evidente que la estaba haciendo esperar mucho. Sin embargo me mantuve un momento así hasta que la hice romper el silencio.
– Carajo Pablo, cógeme ya.
Al momento saqué rápidamente mis calzoncillos y mi verga erecta, Rocío la tomó y la apretó bruscamente mientras yo le retiraba sus braguitas a través de sus hermosas piernas. Finalmente dirigí la cabeza de mi verga a su coñito y sin mucha dificultad, por lo mojada que estaba, se la clavé hasta el fondo. Ella cerró los ojos y su cuerpo pareció levantarse mientras emitía una especie de ronroneo.
– Es grande – dijo sonriendo – me gusta.
Le respondí con otra sonrisa y comencé a bombearla. Parecía que le había quitado un gran peso de encima porque cada recibía cada embestida con todo el placer del mundo. Cerraba sus ojos y sus dos dientitos incisivos se asomaban en una situación de placer total. Levanté sus piernas y las puse sobre mi hombro izquierdo, lo que debía parecerle bien porque sus gemidos aumentaron. Comencé a embestirla con más fuerza y esto la llevó a soltar gemidos más fuertes que para mi sonaban encantadores.
– Pablo – gritó – ya me vine.
– ¿Sigo? – le pregunté.
– Para tantito.

Me detuve un segundo pero apenas comenzaba a respirar cuando le solté una embestida muy fuerte, pareció asustarse y así continúe, soltándole embestidas que hacían que sus tetas chocaran con su barbilla. Comencé a aumentar la velocidad de aquellas embestidas más no la fuerza y a ella solo le quedaba lanzar gemidos ahogados que ni siquiera lograba terminar. Su boca se abrió totalmente como tratando de respirar lo más posible. Pude notar que al menos se vino otras dos veces y mi entrepierna estaba completamente mojada de sus jugos. Seguí embistiéndola un rato más hasta que sentí que estaba a punto de venirme; entonces avancé de rodillas hasta llegar a la altura de su cara y cambié mi posición un poco, de modo que clavé mi verga mojada en su boca que no se resistió para nada sino que más bien la recibió con gusto.

Literalmente me follé su boquita y ella, al no poder moverse con mucha libertad, se limitó a succionar mi pene, lo cual, por cierto, se sentía bastante bien. Finalmente solté mi leche en su boca y ella pareció tragarla con tal majestuosidad que ni una sola gota salió de su fresca boquita e incluso alcanzó a limpiar mi pene con movimientos magistrales de su lengua. No pude evitar comentarle aquello.
– Das buenas mamadas – le dije.
Me iba a decir algo pero la pena debió ganarle por que solo sonrió y miró hacia otro lado. Miró un reloj que está en mi cuarto y me dijo que debía irse, traté de insistirle que se quedara un rato más pero me dijo que no podía.
– Yo también quisiera Pablo – dijo – pero mis padres se van a preocupar de más.
Sin más opción la llevé a su casa. Afuera del cuarto seguían todos durmiendo profundamente. Salimos con mucho silencio y bajamos por el auto. Llegamos rápido y antes de bajar me sonrió provocativa y se acercó a mi oído, le dio un beso a mi oreja y me susurró algo.
– Te faltó cogerme por un lado – susurro.
– Después será – le respondí mientras con mi mano le daba dos suaves nalgadas.
Ella sonrió y rápidamente, como siempre, bajo totalmente apenada. Solo hasta entonces me pudo quedar en claro que había pasado algo que jamás me hubiera imaginado. Me follé a Rocío, pensé, quien lo diría. Algo que me llamó la atención de ella fue, en realidad, sus comentarios; me parecía realmente simpático como de repente decía algo muy candente e inmediatamente se apenaba, eso es muy lindo a mi parecer. Realmente cansado me dirigí al departamento de nuevo.
Estacioné el auto y subí. Entré al departamento y lo primero que noté fue algo: Ignacio ya no estaba en su sofá aunque había dejado la luz de la sala prendida. Me dirigí a mi cuarto y ahí seguía la mancha de humedad que había dejado el sexo que tuve con Rocío. Entonces fue cuando pensé, “bien, si aquí no está Ignacio, ¿dónde está?”. Después supuse que estaba en su cuarto pero entonces recordé que ahí era donde estaban Gina y Lucia. Fue entonces cuando por fin comprendí que Ignacio era un verdadero cabrón. Fui directamente a su cuarto y ahí estaban, los tres.
Para contactar con el autor:

buenbato@gmx.com

 

 

 

Relato erótico: “La difícil decisión de la rica Erika Garza de Treviño 8” (POR RAYO MC STONE)

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La difícil decisión de la rica Erika Garza. Parte 8
La llegada al Zanzíbar.

Números, 31:32. Y fue la presa, el resto de la presa que tomaron los hombres de guerra, seiscientas y setenta y cinco mil ovejas, y setenta y dos mil bueyes, y setenta y un mil asnos; y en cuanto a personas, de mujeres que no habían conocido ayuntamiento de varón, en todas treinta y dos mil.

La pantalla de su GPS le devolvía a Erika la señal de que ya estaba muy próxima a llegar al citado bar de su suegro, “congal” fue llamado por su amiga Natalia que ya le había mandado un mensaje a su celular de  que ya se encontraba en el sitio con su amigo, experto en Computo, Armando y su nueva “novia”, una mujer casada llamada Cristina.
Ciertamente no era un lugar de los llamados “peligrosos” en la ciudad, pero estaba cercano a una zona marginal de la misma.
Estaba ya a tres cuadras del lugar, ya que un gran anuncio en neón rosado con violeta resaltaba con la palabra “Zanzíbar” y una frase corta abajo: “El lugar de las diosas del amor”, de hecho más adelante había una referencia de un Gran Casino, por eso la circulación y el tráfico de autos era muy movida.
Una nerviosa Erika vio un retén militar en donde quien sabe con qué criterio detenían a algunos conductores y a otros los dejaban pasar. Estando ya cerca, pudo percibir con su innata capacidad de observación y análisis los ojos de clara lujuria que el soldado le lanzo y como no: Si lucía espectacular con una cabellera rojo cobrizo y un escote que casi no dejaba nada a la imaginación. Sus senos blancos lucían imponentes. Sin más, le indicaron con señas para que se hiciera hacia un lado, el soldado se le acerco, un tipo alto y mal encarado, con evidentes huellas de un viejo acné recurrente en su rostro moreno y curtido por el sol: Haber jefecita, estamos en proceso de inspección, favor de apagar su auto y bajarse, a la hembra no le quedo de otra que bajar, ya que estaba observando que otros dos conductores de más adelante estaban recibiendo el mismo trato, aunque uno de ellos se veía estaba en evidente estado de ebriedad por que no se podía ni siquiera parar en su propio pie…Bueno, al menos agarraron a un tipejo que podía causar un accidente.
Al bajarse, el soldado y los otros cuatro que estaban alrededor casi brincan de gusto, así como los conductores de los autos que si dejaban pasar, todos ellos como una fiera jauría se devoraron con la vista al mujerón que delineaba un cuerpo de pecado y tentación en un minivestido negro que resaltaba las piernas largas y bellas que coronaban un nalgatorio de primer mundo. El maquillaje y una caballera felina peli roja le daban la pinta de toda una zorra de primera y más estando en esta zona de bares y lupanares, en otras palabras, la zona roja que toda ciudad grande debe tener y presumir, a pesar de la violencia, la ciudad podía lucir varios lugares de primera, en donde la carne humana es lo que sobra, carne norteña (sobre todo de Sonora y Chihuahua), del centro, del sur (Jarochas y Tabasqueñas) e incluso extranjeras de primera clase, pero esta hembra superaba con creces a todas.
Uno de los conductores de cara morena bonachona y redonda valiéndole madres la presencia de los soldados, le chiflo y le grito: Apúrate mamacita, te esperamos en el Zanzíbar, seguro eres una de las nuevas putitas de lujo…canijo administrador, sí que trae ganado de primera e incluso le apostillo a los soldados, Jefes pues que no ven que agitan a la concurrencia, ya déjenla pasar, si quieren me la llevo…
Los soldados solo intercambiaban miradas, así que muy diligentes le ordenaron: Por favor coloque sus manos en el cofre y abra las piernas para que acto seguido el mismo soldado que le había indicado pararse la empezara disque a revisar a conciencia, más bien le estaba metiendo mano muy a gusto, le recorrió poco a poco las bellas piernas, le sobo disimuladamente las paradas nalgas  e incluso le metió la mano en la humedecida pucha de la hembra que ante el intempestivo acto sin querer paro aún más las nalgas obteniendo evidente aprobación de los transeúntes y conductores. Otro sujeto le grito: ándale cabrona, te esperamos en el Zanzíbar,  seguro que vas para allá, putona…los más chiflaban, otros le proyectaban que  si en lugar de ojos tuvieran vergas, ya se las estarían clavando en cualquier parte de su reluciente anatomía.
El soldado solo se disculpó, diciéndole que era un acto de protocolo y de seguridad que se hacía con todas las meretrices del lugar, Erika quiso protestar, pero se dio cuenta que en realidad tenía toda la facha de serlo, incluso el auto que había tomado era de la servidumbre, un Jetta de semi lujo para no llamar la atención sobre manera, su cara y reluciente  camioneta Audi la dejo en casa.
Sin más, tuvo que soportar una serie de interrogatorios tontos, que se metieran al auto a revisar y que otro soldado también la revisara, aunque más que revisar también le metió una buena manoseada. Temblando, un tanto de miedo, otro tanto de excitación al recibir más piropos subidos de tono, miradas incendiarias y una despedida sarcástica de los militares, se enfilo hacia el estacionamiento amplio del llamado Zanzíbar, donde sabía ya varios tipos la estaban esperando al gritárselo en su cara, pero más que nadie su suegro.
La experiencia en el Zanzibar

Eclesiástico 23:17: Una pasión ardiente quema como el fuego; no se apagará hasta consumirse.
El hombre sensual con su propio cuerpo no cesará hasta que su fuego lo devore.
Al lujurioso todo pan le sabe dulce, no se cansará hasta su muerte.

Se colocó el pequeño aparato auditivo, tal como se lo había indicado su padre político en el paquete que le envió, todavía no llegaba  a la entrada, estando a la mitad del recorrido, cuando escucho la voz gruesa de Don José: Que bien putita, así me gusta, obediente y cooperando, ya verás que hasta te la vas a pasar muy bien, quiero que me obedezcas en todo lo que te indique…vas a entrar y a buscar una mesa vacía, al primer tipo que llegue le aceptarás el baile y tendrás que actuar como la puta barata que eres, si el tipo te mete mano, te vas a dejar, si el tipo quiere bailar, lo harás, si quiere que le hagas un “privado” o un “público” lo harás, me entendiste Erikita.
La aturdida mujer tembló una vez más, el desgraciado antes de cogérsela la humillaría lo más que pudiera, con un nudo en la garganta se atrevió a preguntar: ¿Qué es un privado y un público?
Jajajajaja, si serás mosca muerta, un privado es entrar a un cuartito en donde le tendrás que bailar al tipo, repegartele, frotarte contra su cuerpo, una vez que entras verás que eso lo hacen varias putas con hombres de manera abierta…eso mismo, se lo haces pero en un cuarto ustedes dos solos…jajajja no te preocupes nadie te va a gozar, solo yo, esos actos es con ropa puesta y ellos no pueden meter mano, salvo que la mujer se lo permita, entendiste, pendeja. Además abre bien los ojos y aprende porque también harás “tubo” y un show a toda la concurrencia, pobres bueyes les voy a enseñar la carne que en su puta vida podrán tener…jajajjaa, Te estaré observando y dando más indicaciones, hasta que se me antoje gozarte, jajaja, ya vez tu maridito y tus hijos no están en casa, jajajja, así que tenemos todo el tiempo del mundo.
Erika, solo atino a contestar: sí señor, ya casi a punto del llanto.
Jajajaja, la risa burlona, sarcástica, malévola de su suegro la enervaban, pero a su vez la inquietaban, la excitaban: Esta vez si vas tronar pistolita, de eso me encargo yo, nadie te va a salvar…le espeto el viejo cabrón.
Erika entro sin dificultad alguna, ya que los dos gorilas de guardia le franquearon la entrada de inmediato, no así con otros a los cuales al parecer seleccionaban o investigaban, ojala el negro Luis ya este adentro, pensaba.
Al entrar empezó a buscar una mesa vacía a la vez que aprovechaba para encontrar a Natalia y sus dos acompañantes, de pronto  vio que esta se estaba metiendo un faje con un hombretón que de inmediato reconoció como al negro Luis: Pinche Natalia no estaba perdiendo el tiempo ya se estaba agasajando con el negrón, le había dado las señales de este, claro sin darle detalles de su encuentro sexual con él y al parecer rápido se lo adjudico…pendejo negro se estará dando cuenta que no es una mujer “completa”. Contaba con la discreción de este para no andar divulgando que ya se la había beneficiado muy a gusto.
De la pareja de amigos de Natalia no alcanzo a captar a nadie cercano a ellos. Su plan consistía en ubicarse e irse al baño de vez en vez para intercambiar notas, ya que sabían de antemano que no podían hablar al estar siendo monitoreada por el viejo y ahora ya sabía que también era observada. Busco discretamente cámaras, pero no encontró evidencias de ellas, así que resignada a interpretar el rol de suripanta se sentó en una mesa.
De inmediato un mesero le llevo una botella, refrescos y agua mineral, vasija de hielos: ¡Cortesía de la casa, mi lady!
La voz del suegro le indico: Okey, Erikita, a chupar para que te alivianes un poco, así que obedece cabroncita o en este mismo momento tu video estará en las redes sociales…y si no me crees, estate al pendiente en tu teléfono, así que obedece putita.
Temblando un poco, empezó a servirse primero el agua, cuándo un sujeto bajo y un tanto panzón que reconoció fue el primero que le grito en el retén de soldados, llego a su mesa para empezar a llenarle el vaso con el licor de la botella: Mira, mira, quieres guerra mijita, déjame ayudarte chula.
El tipo ya tenía un vaso en su otra mano, así que una vez que le preparo el suyo, le dijo: Chócalas manita, a chupar y coger que el mundo se va a acabar para dar un ruidoso sorbo a su vaso y darle un buen avance a la bebida, la mujer solo atino a beber un poquito del suyo y escuchar al suegro: ándale, ya tienes tu primer cliente, jajaja ya sabes flojita y cooperando, sórbele más, Erika obedeció pero solo alcanzo a tomar poquito y ya dejaba el vaso en la mesa, cuando otra vez el viejo le ordeno: chupale pichón, más, más….ándale así…ya vez que si sabes obedecer potranquita…la mujer tuvo que tomar casi todo el vaso…ufff…sentía que la garganta le quemaba y que los colores se le subían de inmediato…estaba casi encuerada delante de muchísimos hombres que se la comían viva con los ojos, de inmediato capto envidia en varias mujeres del lugar.
Vente huerca, vamos a bailar, el tipo la tomo de una de las manos y con una seguridad asombrosa que da la experiencia de antrero llevársela como si llevará el Premio Nacional de la Lotería a la pista de baile, la lucía, la abrazo de la cintura y se le repego…era una pieza para bailarla apretaditos tal y como lo hacían las demás parejas…el tipo era más chaparro que ella, por lo que la cara del mismo le llegaba a sus pechos y las manos precisamente a la cúspide alta de sus nalgas.
Escuchaba las siguientes frases de la canción en voz del grupo musical:

Pasa y siéntate
Tranquilízate
si ya que estas aquí, que más te da
Imagínate, que yo, no soy yo
que soy el otro hombre, que esperabas ver

El tipo estaba que no cabía de dicha, era el centro de atención de todas las miradas, evidentemente la mejor mujer del lugar la tenía él. De inmediato se prendió con boca a la desnudez de los pechos y empezar a besarlos suavecito y con sus manos tomar las montañas prominentes y empezar un masaje rico, suave, cadencioso al ritmo de la canción, que no era otra más que “La Cita” del recién fallecido cineasta y gran cantautor argentino Leonardo Favio en arreglo de salsa. Estos cabrones salseros, cumbieros, músicos de banda norteña agarran casi todas las canciones para adaptarlas a sus bailables y pegajosos ritmos, muchas veces hechan a perder las canciones, pero este arreglo era bueno, estaban respetando al gran Favio, no así el chaparrón panzón a su puta del momento:

Un desconocido, que te ha escrito un verso
y te dibujo la luna, en un trozo de papel
un amante improvisado, misterioso, apasionado
que te dió una cita en este hotel.
Desnudate anda y apaga la luz un instante
y hazme el amor, como lo haces con esos amantes
te juro que hoy es la última vez que te burlas de mi
que me engañas.

El baile era interminable, Erika se moría de la pena, el tipo se la estaba agasajando delante de mucha gente, todos los observaban, se sentía desnuda, el licor le hizo una extraña jugarreta ya que se le empezó a subir de una manera rápida al solo ser un trago, tal vez su nerviosismo hacía que se diera esa reacción. Podía ver como el lugar estaba abarrotado, eran dos pistas. Esta de baile, con un grupo musical en vivo y otra en donde había tubos de acero en donde unas mujeres hacían piruetas, pero a las cuales nadie parecía poner atención, al ser poco agraciadas. También pudo ver parejas que de pronto se perdían en partes de las paredes, eran los llamados “privados”…había una escalera amplia que llegaba a una altura y luego se dividía en dos secciones: una daba al parecer a un lugar importante ya que había dos guardias y la otra a un evidente pasillo en donde subían también parejas, ¿que serían? Quería distraerse, ya que el tipejo le estaba metiendo mano por todos lados…solo escuchaba de vez en vez la risa de su suegro…pinche viejo, en realidad era un desgraciado, la estaba humillando de la peor manera, tratándola como una puta y no como la esposa de su único hijo.
La cadenciosa canción continuaba, el tipejo sabia bailar y le metía una rítmica empujada de su verga ya parada, solo que la sentía en sus muslos al ser más bajo que ella. Ciertamente, era de buen tamaño y grosor, pinche chaparro se estaba dando un banquetazo.

Han sido mis celos los que pensaron la trampa
y fueron mis manos las que escribieron la carta
y es mi corazón el que llora de pena por dentro
pero te dejo y me marcho….
para siempre, para siempre, para siempre.

Había perdido de vista a Natalia y Luis, de la pareja tenía señales, pero al parecer no estaban aún.
Pudo ver como en varios sitios del lugar, las mujeres se daban de sentones, ya de frente, ya de lado, ya como los perros, ya por atrás en los hombres que vestidos recibían los empellones de las acrobáticas y casi desnudas mujeres que se les repegaban o frotaban con energía y vigor. En otras palabras simulaban estar cogiendo,  le llamo la atención la disciplina con que los hombres acataban que no podían meter mano, era un aquelarre, parecían conejos o canguros de los brincotes que daban las mujeres para caer en los hombres que con sonrisas de satisfacción aceptaban el tratamiento, eran los llamados “públicos”…en realidad ya había mucha gente con rasgos evidentes de estar hasta el gorro, como se dice en México: bien pedos.
El chaparrón que se la estaba beneficiando y que ya le provocaba escalofríos al no estar quieto ni con manos y mucho menos con boca, le dijo: Te encanta putita, mira toma tu boletito para entregarle una especie de credencial o ticket en donde decía: Cliente Premium, no supo que contestar o decir, así que se dejó llevar por el tipejo que volviéndola a abrazar por la cintura como si fuera de su propiedad se dirigió hacia una de las paredes, en donde de forma muy disimulada había como especies de paneles que en realidad eran puertas.
El hombre que dijo llamarse Ricardo, abrió una de esas puertas para pasar hacia adentro, donde solo había una especie de sillón que rodeaba el espacio circular, había un tubo de acero de buen tamaño y que de largo llegaba hasta el techo que no era muy elevado. Todo un espejo de cuerpo entero circular acompañaba ese pequeño cuarto…sin dejar de risotear, el hombre le propino una sonora nalgada para decirle a trabajar putita, date tus sentones mi reina y sentarse todo desparratado en el sillón y abrirse de piernas.
Erika por un momento no supo que hacer, cuando la voz de su suegro le retumbo como un eco demoníaco en su cabeza: Ya escuchaste golfa, a trabajar que la casa pierde, hazle el “privado” a ese infeliz y cuando yo te diga, vas a dejar que te meta mano…Erika volteaba hacia el techo y espejo circular buscando la cámara como para pedir clemencia…alcanzo a emitir un no muy quedito…Ya sabes, putita, entiendes que cuando te diga puedes checar tu Facebook en tu celular y ver que el video ya está en circulación, así que obedece pendeja.
No teniendo otra que obedecer, Erika fue a colocarse de espaldas al sujeto que hasta dejaba escurrir saliva burbujeante de esos labios porcinos y sus ojillos casi cerrados de chino ladino, sonreía como un estúpido, su olor era de alcohol barato, ya estaba medio jarras.
La hembra empezó a reculearse sobre las ingles y regordetas piernas del chaparrón, sentía claramente como el pene erecto de este tipejo se le enterraba en sus nalgas, sin querer empezó a gemir quedito…tal y como vio en el lugar y al saberse observada por su suegro, se esforzaba por hacerlo de manera profesional, no quería darle motivos para que fuera hacer alguna locura

Puta madre, por los cuernos de la chiva loca de mi madre, expreso el sujeto: Tienes unas nalgotas de primera, eres un culote de primera y mira como lo meneas, pinche puta, se ve que te encanta la verga….uffff….dale, chiquita, date tus sentones….
La hembra tenía los colores subidos a más no poder, removía sus nalgas cual si fuera brasileña bailarina de samba sobre la vara de ese hombre, claramente sentía como palpitaba, como hasta parecía ponerse más gorda. Sentía como palpitaba ese miembro extraño en sus nalgotas.
Sabía que tenía que voltearse para estar de frente a él, así que apuro esa decisión para ver si lograba hacer que se viniera en seco y ya la pudiera dejar libre para poder buscar a Natalia. Se volteó y paso sus piernas al lado de la anchura grande del torso de ese señor para empezar a menearse ahora de frente, en esta situación su intimidad se veía frotada precisamente en la verga parada, otro gemidito se le escapo logrando una sonrisa de satisfacción en el afortunado que se la estaba disfrutando, se movía con frenesí…de arriba a abajo, frotaba sus piernas en los costados del sujeto, lo tomaba de sus hombros para impulsarse hacia los lados, se repegaba con todas las fuerzas que le daba el coraje de verse sometida y humillada de tal manera.
Jajajaja, mira nada más toda una puta profesional, a que no sabes que tontita, claro que se está grabando todo esto y lo que te falta, así que no te la vas acabar en lo que te resta de vida, querida nuerita, no sabes cuánto tiempo estuve esperando para esto…toma al tipo de sus manos y haz que te empiece a meter mano, lo vas a calentar al máximo, jajaja, prepárate putita, estas siendo la protagonista de un nuevo video sexual…la rica y afamada Sra. Erika Garza de Treviño en un lupanar de mierda dando las nalgas a un cualquiera, jajajaja que va a decir tu papa y tu mama…
Pequeñas lagrimas salían de los ojos de Erika, que tuvo que obedecer para que tomando las manos del sujeto que extasiado y agradeciendo a los dioses su suerte veía como ella misma se las depositaba en sus turgentes y parados senos. Presto, el tipo empezó a masajear los senos y fue aún más lejos, le bajo el brasier que al ser pequeño y de una tela muy fina, cedió muy fácilmente para disparar ese par de melones que ya tenían los pezones super ergidos. Erika estaba excitada, sabía que en el fondo le encantaba que la observarán. No sería la primera ni la última vez que estuviera a la vista de otros ojos en un acto tan íntimo como estar simulando el copular con un hombre.
Claro que la mujer no es de palo, ya estaba levemente excitada, el magreo de los soldados al estar expuesta a que mucha gente los mirara, el ambiente cargado de sensualidad del Zanzíbar, en donde medio mundo se estaba fajando a gusto, el ver como Natalia se estaba agraciando con Luis y este hombre que ya llevaba buen rato masajeándola, acariciándola, magreándola, disfrutándola y ahora ya libres sus senos el hombre con agilidad para su prominente panza ya le estaba besando, chupando y usando sus manos cual pulpo.
Bajo ese contexto y tratamiento la mujer ya no pudo evitar emitir un gemiditos de evidente calentura, sus pezones erguidos enfilados y duritos lo avalaban, el hombre sabedor de que ya estaba calentando a esa diosa del amor, fue atrevido a mil, empezó a sobar los muslos, las nalgas, le alzo lo poco que cubría el vestidito hasta dejar el nalgatorio libre, separo la tanguita y empezó a dedear ano y vagina desde atrás…en definitiva estaba demostrando bastante habilidad para encender a la mujer….hummmmm, ayyyyyyy, aughghhhhhh, hummmmmm los gemidos ya subían de tono….ya casi no se movía, era él quien se la estaba puntillando a gusto, ella ya toda desmadejada se estaba dejando calentar, ya sus ojos se cerraban, empezó a sudar de frío y de calentura a la vez…estuvieron así un rato que se le hizo eterno a la mujer, en un momento el hombre la separo un poco y se sacó la verga y ya enfilaba a metérsela así sentaditos…ella ya estaba dispuesta a recibirlo, ya no sabía de sí. Hasta se medio acomodo, al no recibir orden alguna de su suegro y con apenas un trago, ya estaba enervada. La sesión anterior con Luis solo había despertado al animal sexual ahora ya reconocía anidaba dentro de ella.
Muy bien nuerita, muy bien, eres una buena profesional, prueba superada, ahora detén al tipo y sal de ahí…, ya están esperando afuera al desdichado por si se quiere pasar de listo.
Erika detuvo la verga con su mano y apretando logro que el sujeto perdiera enjundia, solo emitió las frases que no le alcanzaban a salir bien, ya que estaba agitada…”hasta aquí llegaste, okey, sin problemas”, para pararse de esa posición de estar a horcajadas sobre él y salir disparada hacia la puerta.
Al salir vio que efectivamente estaba uno de los gorilas de la entrada. Se fue hacia su mesa, y apuro un trago rápido, el suceso la había desequilibrado, debía reconocer que la habían calentado.
Sin darle tiempo a respirar, una mujer llego a su lado para decirle: Mi lady, debe venir conmigo, vas a ser la próxima reina de hoy, después de la actuación de nuestra estrella de planta.
Así es chulita, ahora les vas a hacer un buen tubo y un striptease a toda esta bola de pendejos piojudos, así que ve con ella para que te preparen, jajaja, esto apenas empieza cariño. Aprende de la estrella del lugar, porque deberás superarla.
Erika una vez más tuvo que obedecer y siguiendo a la mujer se dirigió hacia un extremo en donde en el trayecto pudo intercambiar una mirada que imploraba ayuda en Natalia que estaba sentada ahora en una mesa con el negro Luis, esta le guiño el ojo y cuando paso junto a ellos, hasta le dio una pequeña nalgada que fue interpretada por toda la concurrencia como una ocurrencia, como una invitación a pasar a la pista de tubo, en donde ya se arremolinaba la gente ya que en el sonido se decía que la hembra más suculenta de la noche sería “rifada” y que a continuación la estrella del Zanzíbar actuaría.
Con la mirada Natalia le indico que viera que en otra mesa estaba una bellísima mujer, extraordinariamente hermosa, Erika claro que la reconoció de inmediato, increíble: era la mujer del velorio de Roger, era la que al parecer llamaba la atención de la otra acompañante de esa ocasión, la rubia a la que llamo Gabriela. Esta era Cristina. Estaba sola, el tal Armando no aparecía en escena. Le había dado sus señas, de que era un hombre moreno, guapo, de muy buen cuerpo, no había nadie con esas señas.
Cristina sonreía y platicaba con los hombres que como lobos lujuriosos se le acercaban. Uno a uno los despachaba, pero ellos salían felices de la breve charla que intercambiaban con ella. Tenía un aplomo y manejo evidentes. Volteo y le dirigió una mirada empática, en esa mirada encontró cierto consuelo y un atisbo de ayuda. Al contrario, Natalia parecía gozar de lo que se venía…Ufff, temblaba al imaginarse que tendría que desnudarse ante tanta gente.
Por el altavoz, a la concurrencia le quedó muy claro que la alta peli roja blanca buenísima en un mini vestido negro que era escoltada por otra mujer era la vieja que “rifarían”…Los gritos y hurras que se dejaron escuchar parecían celebrar la mejor de las victorias. Hasta una porra se aventaron, siquitibum, se dejaba oír.
Al pasar delante de Cristina, esta se paró y tomándola de una mano se dirigió también hacia un extremo, en donde una puerta era el acceso  al parecer a otra estancia. No musito palabra alguna, solo volteo a saludarla con una sonrisa plena.
Era un lujo fuera del contexto del lugar ver a dos hembras de ese tipo. Una blanca, la otra trigueña, ambas altas, de cuerpos de campeonato, unas auténticas modelos de curvas peligrosas. Verlas caminando de la mano, era un sueño hecho realidad para todos estos cabrestos calientes y briagos hombres. Algunos tipos hasta saliva dejaban escurrir por sus bocas. Los gritos y vítores que acompañaron el andar natural y cadencioso de esas dos diosas del amor fue simplemente de escándalo.
Al llegar al lugar, Erika agradeció que la mujer le quitara el “chícharo” (aparato auditivo), por lo que al fin pudo acercarse a la otra mujer, para preguntar, aunque presentía la respuesta, más por calmar sus nervios: ¿Eres Cristina?.
Claro, mujer, no te preocupes, mira para mí todo esto es un relajo, un pasatiempo, me encanta calentar a los hombres, jajajaja, son unos bueyes calenturientos, jajjaja. Mira y trata de hacerlo de la mejor manera, cuando terminemos, aprovechamos para vernos en el baño con Natalia, ¿sale?
Esta será mi tercera vez que actúo aquí, jajaja Hace como un mes ayude a mi hermanita en un negocio que traía atravesada la pendeja, pinche Gabriela le arregle su asunto y yo me gane a mi “novio” actual, jajajaja. Me volví la reina del lugar, hasta a los pinches administradores anteriores los corrieron del desmadre que hicimos, así que tu tranquila, no te preocupes, estas en buenas manos, dándole una pequeña nalgadita para tranquilizarla más.
Siiii, respondió nuestra Erika, apurándose otro trago que llevaba en su otra mano…Uffff, le ardió la garganta, pero necesitaba tranquilizarse.
Vio como la vestían con un minúsculo vestido de novia blanco, hasta velo le pusieron, en otras palabras la “arreglaron” como si fuera una hembra a punto de desposarse, solo que en un atuendo muy atrevido. Ni las manos metía, se tuvo que tomar otro trago, ufff estaba tomando demasiado, más allá de lo que acostumbra y se estaba mareando, todo lo veía de color subido.
Cristina se vistió como un oficial de policía. Tenía un cuerpo simplemente perfecto, con naturalidad se encuero delante de ella y de la otra mujer, incluso entro un hombre amanerado con vestimenta chillante y de mujer gesticulando y hablando como tal: Manita, ufff, manitas van a armar un desmadre de la chingada, esos cabrones ya están bien jariosos y ustedes son carne de primera, no de este lugar, yo no respondo por ustedes, hasta les pueden meter una violada de aquellas, ayyyy yo me apunto tambiéeennnnn, que enviddidiiiaaa….
La mujer le pregunto a la Cristina policía, ¿Cuál es tu pista?
Afuera se escuchaban gritos y la letra de la canción de moda que se repetía a cada rato en las estaciones populares de la radio:

No no no al coco no al coco no
no no no al coco no al coco no
no te me subas al coco no
no te me subas al coco no
no nena no al coco no al coco no
Aquí está tu papi mami
A ver toda la plebada vamos a bailar el coco
empieza la cuenta regresiva dice
3, 2, 1, 0
Abajo abajo abajo abajo
para arriba arriba arriba arriba
a la derecha derecha derecha derecha
a la izquierda izquierda izquierda izquierda
para atrás atrás atrás para atrás
para enfrente enfrente enfrente enfrente
y brincando brincando brincando brincando
y brincando brincando brincando

Dando un fuerte suspiro Cristina le contesta: Estos cabrones ya ni prestan atención a la música, solo están esperando de esto, para lucir su cuerpo dándose una vuelta muy sensual, así que ojala algún bruto escuchará con atención. Pon “Tributo a la Policía” de Calle 13.
Y así sin más, se dirigió con seguridad hacía otra puerta de la estancia que por los gritos era donde recibirían a la espléndida mujer.
Empezó a escucharse:

Tas caliente canayon ¿oye?
esto es pa todos los policias que se portan mal
a los que se porten bien
pues están tranquilos
los que se portan mal
esto es pa uds
oye!
de parte de la calle 13!
pa too el mundo!
afuego!
dile!

Un alarido recibió a la mujer, el maricón y la otra mujer descorrieron una cortina por donde había una pantalla o ventana especial que daba hacia el aforo de la pista en donde Cristina sensualmente ya bailaba para toda la concurrencia.
Erika se moría de la pena, simplemente no podría hacer eso que hacía ella delante de tantos hombres, tomo un vaso y una botella que había para servirse de plano otro trago. Miro con atención, le maravillo la elegancia de los movimientos de Cristina, sabía lo que hacía.

hoy le voy a rendir tributo
al que se graduó del instituto
a prueba de bruto
con su casco y con su chaqueta
botas negras
uniforme azul con 2 baquetas
modelando en su motocicleta

Cristina de a poco se despojaba de su vestimenta de policía, a cada prenda que se quitaba un alarido de animales opacaba la música.
Su sonrisa era una invitación a pecar, la música seguía y seguía…las prendas que le quedaban a la escultural y curvilínea mujer ya eran pocas.
La canción es larga, una vez la había escuchado, eran profundos estos de Calle 13. Erika no podía aún en medio de toda esta tribulación dejar de analizar, de pensar, de poner en juego su intelecto

yo sé que hay policías responsables
y hay policías irresponsables
a los irresponsables que mataron a Miguel Cáceres
Antonia Martínez
a mi hermano Cristopher
yo sé que allá arriba la sigues sacando con los 400 mi hermano
a toda la gente inocente que ha asesinado el mismo sistema
a los policías de ahora no se olviden
que los celulares ahora tienen camaritas
los estamos grabando
oye!

Pelos, pelos, pelos, gritaba la gente, cuando al término de la canción, Cristina totalmente desnuda se mostraba esplendorosa ante la concurrencia que hasta aventaba prendas, gorras, sombreros, algunos tipos hasta aullaban, otros brincaban. Había sido un espectáculo de primer nivel ver bailar y desnudarse de a poco a tan bello ejemplar. El maricón salió corriendo para cubrir a Cristina con una bata y salir junto a ella contoneándose como toda una mujercita.
Una sudorosa, pero radiante y feliz Cristina llegó a con ella: Tu turno manita, aunque lo tuyo es doble, primero deberás hacer tubo y luego el striptease…así que escoge dos canciones, querida, no te preocupes, ellos no están para ver que música, solo quieren ver esto chulita, tocándole sus senos, ayyy manita te los cargas pesaditos…
Es que no voy a poder.
Te me haces igualita a Gabriela, dan un aire de santurronas, pero mira todas somos una putas en el fondo, así que si quieres librar tu asunto, debes llevar la corriente, no hay de otra, chula, tienes que entrarle.
EL maricón muy ceremoniosamente le pasó unas hojas recubiertas de plástico en donde venían un sinfín de canciones: Selecciona querida…
La temblorosa manita de Erika tomo las manos y con una mirada vaga recorrió las páginas. Con una voz pequeñita, casi a punto de quebrarse: Esta…para el tubo y esta.
El maricón la tomo de una de las manos y la otra mujer de la otra y la escoltaron a la puerta del casi matadero.
Las notas de Vangelis con su afamada pieza ganadora del Oscar a la mejor música de película de 1982, “Carros de Fuego” se dejó escuchar, Erika camino hacia el tubo, procuraba no mirar hacia ningún punto, pero no pudo evitar ver que Natalia departiendo alegremente en una mesa con el negro Luis le lanzaba vítores, el otro sujeto chaparro, moreno  y panzón, el tal Ricardo también estaba de uno en una de las mesas más cercanas lanzando porras y gritos como si estuviera en el Estadio de futbol.
Dando un fuerte suspiro la mujer empezó a hacer piruetas con el tubo. Al ser analítica, recordando su proceso de estudio del tema sexual cuando estuvo en el DF y con lo que vio le eran suficientes  más su buen estado físico para poderse desempeñar como toda una teibolera. Una vez que hizo el primer giro agarro confianza y como en el acto en realidad no podía ver ya a nadie, solo se concentró en la música, las notas de Vangelis tranquilizaban su nerviosismo y como si se tratará de una mera rutina de gimnasio se subía, se bajaba, daba de vueltas, tomaba el tubo como si fuera un garrote humano, es decir una verga grande y se relamía, apretujaba, en fin, adopto tal cual el papel, ciertamente la gente estaba extasiada.
Estaban viendo a un verdadero monumento de mujer actuándoles en un congal de medio pelo, las acciones eran 100 % eróticas, sensuales, la vestimenta mínima de novia resaltaba la privilegiada anatomía de la bella peli roja.
Aplausos a raudales lograron sacarle una sonrisa natural y espontanea a la bella novia que ahora caminando con garbo se dirigió a la pista en donde tendría que hacer el acto más retador, desnudarse poco a poco frente a cientos de ojos lujuriosos que ya con ansías esperaban el hecho.
Iniciaban las notas de la canción de amor de la Película ochentera Top Gun con Tom Cruise: “Take my breath away”:

Watching every motion
In my foolish lover’s game
On this endless ocean
Finally lovers know no shame
Turning and returning
To some secret place inside
Watching in slow motion
As you turn around and say

La hembra estaba que ardía de vergüenza, pero una rara sensación de morbo, de cachondez empezaba a invadirla, se dejó llevar por las frases de la canción para iniciar un baile sabroso, cadencioso, lento, primero se despojó del velo para dejar que su cabellera, en realidad peluca luciera, nadie apostaría a que no era su propio pelo, la mujer se arregló con esmero y se veía muy  auténtica.
Empezaba a deslizar el minivestido de vestido para despojárselo, había calculado la duración de la canción para que se pudiera desnudar justo al final.

Take my breath away
Take my breath away
Watching i keep waiting
Still anticipating love
Never hesitating
To become the fated ones
Turning and returning
To some secret place inside
Watching in slow motion
As you turn around and say

Ya estaba solo en tanguita, brasier y liguero, ufff de ligas mayores la figura espectacular que tenía, alcanzaba a escuchar los chiflidos, gritos, porras, aleluyas que el público lanzaba

Take my breath away
Take my breath away
Through the hourglass i saw you
in time you slipped away
When the mirror crashed i called you
And turned to hear you say
If only for today
I am afraid

Con picardía y ya con franco salero se quitó el brasier y lo aventó. Todavía en su mente alcanzo a recordar dos escenas de películas. Una de la mexicana Salma Hayek que realiza un striptease teniendo una víbora pitón en sus hombros y otra con Demi Moore incluso ya madura. Sabía que lo estaba haciendo mucho mejor que esas dos hermosas actrices. Sus pechos erguidos por completo, monumentales, gloriosos, con sus pezoncitos totalmente erguidos se manifestaron ante toda la audiencia que se enervó aún más.
Empezó a quitarse con cachondería el liguero. Incluso el cabrón chaparro de Ricardo cual si fuera un caballero de honor se puso de pie junto a ella para que esta se pudiera apoyar en él y sacárselo de entre sus largas piernas. Se veía que era un cliente asiduo por qué lo dejaron hacer.
El tipo agarró el liguero y se lo colgó en su cuello como si fuera un trofeo mayor y gritando regreso a su mesa. Ufff, Erika suspiro, por un momento pensó que el desdichado le fuera hacer algo.
Venían las últimas estrofas de Top Gun, la mujer se mentalizaba para estar como Dios la trajo al mundo por primera vez ante muchísimos hombres y mujeres.

Take my breath away
Take my breath away
Watching every motion
In my foolish lover’s game
On this endless ocean
Finally lovers know no shame
Turning and returning
To some secret place inside
Watching in slow motion
As you turn around and say
Take my breath away
Take my breath away

La mujer sin pensárselo se quitó su última y ya minúscula prenda con una sensualidad que ni la misma Liza Minelli en “Cabaret” o Kim Basinger en “9 semanas y media” lo pudieron haber hecho mejor, dejándola solo en zapatillas y en total desnudez a la altísima hembra que ya en su sórdida calentura se mostró tal cual, dando giros, vueltas, adoptando posturas.
El apoteosis se dio, la concurrencia no cabía de gusto, si se hubiera hecho una encuesta en ese momento, todos, todos hubieran contestado lo que hubiera querido el interrogador, todos estaban maravillados, simplemente era realidad: habían podido ver a una sensual y erótica mujer perfecta, una verdadera diosa de amor y lujuria.
Un tipo le dijo a otro: Viste carnal, hasta los pelitos de la panocha le brillaban por lo húmeda que debe estar la cabrona, pinche vieja, simplemente lo mejor que he visto en mi puta vida…Ajuuuaaaaa
Por el altavoz, una voz ronca y gruesa emitió el siguiente anuncio:
“Zanzíbar se complace en haber presentado a sus dos estrellas, a sus dos diosas del amor, ahora en premio diez clientes serán seleccionados en una primera ronda para poder degustar, convivir, bailar y agasajarse con las beldades que acabamos de ver”.
La voz continuó: “Nuestras bellas edecanes le entregarán a los 10 elegidos un ticket especial de convivencia con las damas, las diosas del amor del Zanzíbbaararrrr”.
Cristina, había estado de acuerdo con esto último, ella de “motu propio” se lanzaba hacer el striptease ya que era una mujer candente que ya había vivido todo un proceso de “amaestramiento” por un viejo cerrajero vecino de su colonia con el cual inicio toda una escalada de infidelidades a su esposo Pablo, que aún ignoraba la doble vida que llevaba. No era la primera vez que se desempeñaba como si fuera una verdadera piruja, le encantaba esta fantasía de vestirse como tal y comportarse como si realmente lo fuera con los parroquianos. No había podido convencer a su hermana Gabriela, pero sabía que estaba a punto de graduarla, de hacerla una mujer más segura, más libre, más dichosa.
Ya era una mujer sin tapujos, y como parte de la estrategia de diagnóstico de la situación se quería ganar un lapso de una hora y media para convivir con los suertudos elegidos, mientras su “novio” Armando estaba diligentemente trabajando en conjunto con Natalia y su negro acompañante. Ya había tenido tiempo de intercambiar puntos de vista con esta hermosa transexual.
Erika, ahora fue vestida sin ropa interior de plano, solo otro minivestido escotado fue lo que le pusieron, era un vestido de cabaretera, de redomada puta, solo sus zapatillas negras de tacón alto eran el único vestigio de la vestimenta con que llego al lugar.
El mariconsote, pasando al lado de las dos beldades les dio una pequeña palmadita en sus grandes, duros y levantados traseros…Ah trabajar manitas, que la casa pierde, vamos, vamos, circulando chulitas.
Erika salió junto con Cristina a la boca de los hambrientos lobos. Inmediatamente un sujeto se le apareció para entregarle un ticket fluorescente que decía: Cliente premiado: un baile, un trago, 5 minutos de “perreo” y/o convivencia en mesa. Cristina lo atendió, para decirle: Mira como le voy a dar su “servicio”.
Cristina le explico que tendría que estar con 10 sujetos diferentes, es decir 10 piezas de baile, tomarse un trago con el cliente y estar a la disposición ya sea por 5 minutos de un “público” o plática en mesa.
Erika abrió enormemente los ojos, sabía que nadie optaría por  platicar, serían 50 minutos de estarse frotando en 10 tipos diferentes, solo con su minivestido que traía y a la vista de todo mundo. El equipo de audio se lo volvieron a colocar: la odiosa voz del suegro, le recordó que ya estaba a punto de ser estadística, inevitablemente se la cogería su padre político: Ya vez putita, si eres toda una profesional, no será que en otra vida fuiste puta, jajajaja. Caliéntate putona, por qué al término de que experimentes el trabajo de zorra, subirás para que te de lo que te mereces…jajajaja
Sin más remedio se dirigió a su mesa que se la habían reservado. Observo que Cristina ya estaba bailando con el sujeto muy acaramelada, el tipo la tenía bien abrazada. La mujer sonreía y se veía reluciente, radiante, parecía estar gozando en su papel de supuesta “dama de compañía” como anunciaban en el altavoz.
Ciertamente había algunas mujeres que llamaban la atención, pero más por su vestimenta y maquillaje que por sus atributos físicos. Las únicas que sobresalían eran Cristina, Natalia que también estaba bailando con el Negrón Luis, al que al parecer ya no quería soltar de ninguna manera.
Un calvo, gordo, blanco, vestido de norteño, con sombrero se le acercó para mostrarle su boletito. El gordito la tomo de la cintura y se la llevó a la pista para empezar a bailar muy pegaditos. Erika ni prestó atención a la canción, contaba los minutos para vérselas con el suegro,no veía como se pudiera librar de lo inminente. Solo percibía que sus supuestos acompañantes se la estaban disfrutando de lo lindo. Cristina de plano se estaba dando un arrimón de aquellos con el primer hombre que las abordo. El gordo norteño le estaba evidentemente agarrando de las suculentas nalgas y frotándose sobre ella. No le entendía que decía, hablaba con un acento totalmente norteño, rápido y confuso. La canción finalmente termino, el gordo se la llevo a su propia mesa y sentándose si le alcanzo a escuchar: Mija tus cinco minutos de gloria.
Erika vio que Cristina  estaba haciendo su “público”, por lo que sin más, tragando saliva, fue a abrirse de piernas para sentársele al sujeto que ya sonreía con lascivia y evidente placer anticipado.
Siendo su patrón de referencia Cristina, vio que le hacía de todo y no queriéndose quedar atrás, su ardiente y competitiva naturaleza femenina le hizo ofrecer su mejor esfuerzo, su ser no le permitía darse el lujo de quedarse atrás, incluso en este sórdido ambiente y acto que en su vida se imaginaría tendría que efectuar. Recordemos que Erika es intensa en lo que hace.
Por lo que se puso a “simular” que se estaba copulando al tipo sentada frente a él, luego se le sentó de espaldas, lo puso de pie y tanto de frente como de atrás, ella ya pegada totalmente a él, ya inclinada se le ofreció como si fuera el último hombre en la tierra. Claro que el ambiente en general, los tragos, los aplausos, los gritos, la calentura, la sensación de poder que sentía al ofrecer y saber que el pobre tipo solo tendría ese pedazo de cielo, la enervaban, mental y emocionalmente se estaba “calentando” con todo. Varias veces fueron las que Natalia le lanzaba miradas de fuego y le hacía señas con el pulgar.
Con dos tipos más tuvo que hacer lo mismo. Uno muy delgado y fibrudo, más bajo que ella. Otro, igual de barrigón que el primero, pero muy bajo. Ellos también le metieron mano lo más que pudieron, gozaron de lo lindo. Con ellos también esos cinco minutos de frotamiento, de simulación de la copula, fueron una eternidad, pero en donde podía sentir sus durezas, y como sus nalgas e intimidad se humedecían y excitaban a mil. Al no saber cómo manejar lo de los tragos, tuvo que tomar con ellos, por la que ya se sentía muy mareada. Había ya desde hace rato rebasado su límite de tomar. A los tres les sintió con nitidez sus miembros viriles firmes y erectos
Dirigiéndose al baño con la esperanza de que sus acompañantes fueran con ella para poder ver que se tendría que hacer, recibió toda clase de piropos e incluso uno que otro lanzado le nalgueo o le acaricio los muslos. Su suegro ya hacía rato que no le hacía comentario alguno.
Antes de llegar al baño, tenía que pasar por tres puertas, en una de ellas, semi abierta, pudo escuchar unos gemidos de hombre, su curiosidad le ganó, al no ver a sus amigas, quería ganar tiempo para que se le bajara la tomadera y ver si estas la alcanzaban en el baño.
Abrió con sigilo la puerta, la estancia estaba en penumbras, sin embargo, pudo ver como Natalia estaba arrodillada frente a un hombre. Estaba haciéndole un tremendo oral a uno de los “gorilas” que estaban apostados en la gran escalera que ya había visualizado antes.
Fue un detonante de esperanza, al menos estaba haciendo parte de su trabajo. Estaba tratando de “desarmar” a uno de los vigilantes. Ufff al menos, no estaba perdiendo el tiempo.
Era increíble como esos labios carnosos, succionaban la vara del tipo, subían, bajaban, las manos también las ocupaba en sobar al hombre en sus pectorales, de vez en vez lo masturbaba.
Simplemente era toda una mamadora, de pronto poniéndose de pie, se viro y se alzó su mini, haciéndose un lado el tanguita dejando ver sus nalgas preciosas de mujer para que con una vocecita incitadora: Papii, ya rómpeme el culito..ssiii? Pero ponte gorrito, si, Darling? La aparente mujer le paso un condón ya abierto al sujeto que presto lo tomo y se lo puso de inmediato.
El gorilón bufando, agarró su pene para penetrarla de un fuerte sopetón, Ayyyyy, bruttooo con cuidadditotooo….ayyyyy, hummmm gimió con lascivia y lastimeramente la Natalia…el gorilón parecía como enajenado, impulsándose con todo hacia ese culo de campeonato y gruñendo como un oso. El fuerte sonido del choque de pieles, enervo a la voyeur Erika.
De una fuerte, segura y completa estocada el guardia se la dejo ir a Natalia, ahhhhhhyyyyyy
Los fuertes golpeteos que hacían al chocar sus pieles, el ver como se bamboleaban las tetas de su amiga Natalia, enervaron y calentaron si es posible más a la atribulada Erika.
Cuando de la nada surgió la imponente figura que ya conocía de Luis para de un limpio golpe noquear al pendejo.
Natalia diciéndole a Luis: Okey, papito, uno menos…voy al baño para girar y encontrarse con Erika que con una seña le indica guardar silencio.
Natalia le hace señas de que en lugar no hay cámaras.
Erika en un acto atrevido se desprende el audífono, ya podría explicar que para ir al baño, se lo había quitado. Tapándolo, le dijo: Naty que bueno,
La otra aprovechando la oscuridad le dio un abrazo y le musito quedito: Pinche Erika, me has calentado como ninguna mujer lo ha hecho, eres toda una “diva”, que guardadito te lo tenías y acariciaba el culo de su amiga sin que Luis se diera cuenta ya que estaba a espaldas de ella.
Erika todavía atontada le dejo hacer, pero le inquiere: ¿Qué sigue?
Tu tranquila migis, Cristina se está despachando al otro, Luis ira por los de la entrada. Todo muy discreto. Te van a “rifar” cuando acabes con los diez clientes, subirás con el tipo arriba y ahí ya veremos, tendremos que improvisar de acuerdo a lo que tu suegro hará con el supuesto “afortunado” que subirá contigo. Tranquila, Armando está trabajando con las cámaras y la red de internet, que a poco creías que te abandonaríamos. Somos todos unos “profesionales”, verdad mi negro para voltearse e irse a abrazar a él tal cual si fuera ya de su propiedad y plantarle un beso de lengua.
Regresando con ella para volverla abrazar susurrándole al oído, haciendo que la ahora peli roja se estremecería de escalofrío: Nada más que los honorarios serán ahora muy caros, jejeje, esperemos que todo salga bien, tranquila Erikita…volviendo a sobar con sapiencia su nalgatorio. Oye pasando su boca muy cerca de la suya, hueles mucho a briago, no seas tontita, no tomes más, si no quieres acabar tumbada, tira el licor en el piso cuando no se den cuenta. Aviéntalo a una servilleta pero no te lo tomes.
Erika solo alcanzo a pensar que ese día medio mundo le había metido mano y los que faltaban: siete para ser exactos y posiblemente el suegro o el sujeto que la ganará en la “rifa”.
Se colocó el chícharo en el oído y salió rápido para ir al baño. Al parecer la fortuna le empezaba a sonreír, ya que el suegro le comentó: Muy bien nuerita, vas muy bien, superando todas las pruebas, pinche Erika si lo que tienes que hacer es dejarme contento, ya verás que la vamos a pasar muy bien y todos felices. Cuando acabes con los infelices pendejos que solo probaran parte de tu miel, te vamos a rifar y subirás con el tipo. Mis guardias te darán paso, ya dentro el pobre pendejo verá lo que es tener suerte.
Erika analizo que el desgraciado viejo no se detendría ante nada e incluso perjudicar al pobre hombre que tuviera la aparente “suerte” de ganársela.
Cristina estaba en otro “público”. El gorila de la escalera aún seguía, es decir no se lo habían despachado aún.
Tal como si fuera al matadero, la rubia Erika, ahora de peli rojo fue a su mesa a esperar a sus clientes. Como le indicaron buscaría ya no beber tanto, no podía perder la cabeza o por default. Se conocía, sabía que si se embriagaba, cualquiera sé la podría coger.
Se hecho a cinco sujetos más, solo como estadística y una manera de disimular lo enardecida que se sentía media el calibre y dureza de los penes, evaluaba la fisonomía del “cliente”. Le quedaban dos más.
Nunca olvidaría a estos cinco que se solazaron con su bello cuerpo y pericias de cogelona:
–          Un tipo parecido a un cura por la vestimenta y muy serio. De hecho si era un cura
–          Un viejito como de 70 años que agradecido solo atinaba a decir: gracias mijita, gracias mijita
–          Un tipo de aspecto cholo rapado y con dientes amarillentos que sonreía como estúpido.
–          Otro gordo tipo norteño de bigote y con cara de cerdo
–          Al que le dejaron meter mano, era fornido, un poco más de lo que a ella le gustaba, rayando casi en la exageración, moreno, de pelo corto, relativamente agraciado de la cara.
Para el público en general era increíble ver a una bella mujer alta de cabellera peli roja ponerse en cuatro en el suelo haciendo que el minivestido solo le cubriera parte de su bello culo y a otro sujeto empujarla desde atrás como si se la estuviera cogiendo tal cual fueran perros. EL pelo revuelto que le cubría su carita de ángel, esos ojos llenos de lujuria, los labios entreabiertos que dejaban exhalar de vez en vez gemiditos que ya de por si enervarían a cualquiera era sencillamente algo fuera de este planeta y de ese lugar. Cuando era ella la que se reculeaba sobre el sujeto afortunado la expresión de esa caliente hembra llegaba a niveles de sensualidad extrema. Erika podía notar las vergas paradas de los sujetos que cerca de ellos no perdían detalle alguno de esos cinco minutos eternos para ella, cortos para los agraciados hombres que se la puntilleaban.
Cuando se ponían de pie y era ella la que se inclinaba para ofrecer su cola, poniendo sus manitas encima de una silla o de la mesa, pareciera que en cualquier momento botellas y vasos saldrían volando de los fuertes empellones que le prodigaban sobre el exquisito colchón de carne humana en forma de pera y de un tamaño super sensacional. Era por eso, que temerosa de que eso fuera a pasar, ella se reculeaba sobre los sujetos que lo único que tenían que hacer era ponerse duros para aguantar los fuertes empujones que la misma hembra se hacía sobre sus parados penes.
Estaba super encendida, recordaba el acto sexual con Rodri de días pasados y el reciente con el negro Luis y más se encendía. Necesitaba macho de nueva cuenta y como no si se había frotado, había simulado copular siendo solo la ropa de los varones lo que separaba su vagina ya muy humedecida y sus nalgas, ya que recordemos no tenía ropa interior.
El ver los ojos de lujuria, el deseo encendido de esos varones que tenían sus miembros viriles totalmente erectos, así como el del público que los rodeaba, el verse expuesta a muchas miradas, casi desnuda, prácticamente de hecho estar copulando, solo mediando la ropa de por medio, la tenía en un shock tremendo, simplemente le estaba gustando el rol que estaba desempeñando y al parecer muy bien por la cara de satisfacción, por el júbilo que expresaban en gritos, aullidos, bailes, aplausos, en fin era un completo aquelarre, lo embriagada que estaba contribuía sin duda alguna a ese estado de ánimo totalmente afiebrado, cachondo, de calentura extrema.
En una el suegro le indico que podía dar permiso al dichoso sujeto de manosearla. No había podido dejar de tomar en algunos momentos. Así que su estado era de calentura extrema. Aunque la fortuna podía empezar a rodar hacia su lado. Uno de los sujetos afortunados, al que le dieron chance de meterle mano, con habilidad le quito el chícharo y susurrándole al oído le dijo: Hola, soy Armando, el amigo de Natalia y pareja de Cristina…oye, por cierto, felicidades, que buena estas y que bien lo haces, perdón, soy hombre al fin,,,jejejeje No te preocupes chiquita, ya veremos que hacemos arriba. Cristy se va a poner a jalar por su lado, al fin también le encanta la verga, como se ve que a ti te gusta…hummm
Armando era otro cabrón de siete suelas, quiso cogerse a la esposa de un amigo del pasado, un tal Cesar que tenía una hembra de campeonato llamada Gabriela, a la cual estuvo a punto de cogerse en su propia casa. Se le fue de las manos. Aunque le ayudo a resolver un problema que traía con un viejo y asqueroso sujeto que hasta por su padre se hizo pasar, un tal Cipriano.
Después salió ganando por qué conoció a la hermana que ya era una mujer totalmente libre de tapujos y convencionalismos. Cristina era desinhibida y una exquisita, experta amante con la cual se estaba pasando unos días y entrones fabulosos.
Claro que Armando aprovecho sus cinco minutos de fama con Erika, haciéndole vibrar ya que metió sus dedos en sus ranuras sin pudor alguno. La hembra solo pensaba que si la libraba con el suegro, ahora tendría que vérselas con Natalia, Luis, Cristina y Armando. Con  Luis no le desagradaría en nada volverlo hacer, aunque la pena de saber que alguien se enterará le ponía freno a su decisión. Se había entregado a él en un momento de debilidad extrema, pero esos viejos prejuicios de cierto clasicismo y elitismo, le impedían reconocer que el hombretón le gustaba y la había excitado desde el primer día que lo conoció, pero Erika aún no era consciente de ello. Aun no traspasaba el umbral de decencia y valores que pretendía conservar. Seguía empecinada en ser ella quien eligiera y no estaba en su perfil y planes estar con alguien como Luis de fijo.
Su decisión la tenía clara aún. No dárselas al suegro, borrar toda evidencia de sus encuentros y ella ya con calma buscarse un buen amante. Que nadie se enterará, que nadie la juzgará, tendría que ser cautelosa. Estaba jugando con mucho fuego y fácilmente podría salir raspada, quemada.
Ufff, se dirigió al baño, ya solo le faltaban dos tipos, la rifa y subir a  con el suegro. Nada estaba en sus manos ya, estaba a la gracia y merced de sus amigos.
Al dirigirse al baño vio que Cristina con uno de los guardias se metía discretamente a uno de los cuartos, se maravilló, sus amigos si estaban trabajando, debía dar gracias a Dios por contar con ellos y estársela jugando por ella. Conocían que el poderío de Don José era temible, también estaban jugando con fuego.
Lo que más le maravillaba era como la llamativa Cristina se las habrá ingeniado para meterse al cuarto con el gorilón, sin llamar la atención de la concurrencia, que sobra decir, ya había muchos borrachos. Inlcuso, había tipos tumbados, otros como durmiendo de bruces sobre las mesas.
Un tipo la abordo, era el penúltimo suertudo, se trataba de  un jovencito delgado que le recordó a su hijo y al buen Rodrigo. Le dijo que se sentará en su mesa, que iría al baño a asearse, tardaría un poco, su innata curiosidad femenina le dictaba a su cerebro que fuera  al cuartito a ver que hacía Cristina con el sujeto en marras. Fue amable y sonriente, por lo que el joven expectante le dijo que la esperaría el tiempo que fuera necesario.
Sabedora, que otros tipos habían visto que el hombrecito se sentaba en su mesa como esperando, se dirigió al baño, otra vez recibiendo piropos, roces de manos atrevidas, guiños de ojos, una vez que llego al área del baño, ya nadie pareció observarla, por lo que disimuladamente y ya sabiendo que ese cuarto no tiene cámaras entro sigilosamente y sin hacer ruido para casi dar un brinco cuando vio que el gorilón le estaba metiendo una cogida de película XXX a una Cristina que gemía mucho mejor que en cualquier video o película que hubiera visto en su vida.
Se sorprendió, el cuerpo de esa ya liberal mujer era simplemente hermoso, le dio pena reconocer la belleza en otra mujer, nunca había sentido eso, y es que al estar casi desnuda recibiendo tal tratamiento, le recordó las películas y videos que llego a ver, en donde, ciertamente las protagonistas se veían totalmente falsas, operadas al 100 %, pero aquí no, era una autentica muñeca de carne y hueso la que estaba cogiendo como los perros, una cogida de dos humanos en leva. Además Cristina era muy bonita de cara. Recordó a su amiga Marisa al verla cogiendo ya en dos ocasiones con su Tío Alberto, pero debía reconocer que ella no era tan bonita como Cristina y como recordaremos, que a pesar de tener unas nalgas y piernas exquisitas, sus senos son pequeños no guardando proporción con el resto del cuerpo y su nariz es muy grande y afilada, típico de algunas señoras de clase alta. La perfección escasea, pero sabía que ella, Erika Garza de Treviño, Cristina y su hermana Gabriela si lo eran.
El tipo la tenía de espaldas y de pie con las piernas abiertas sobre una mesa, con el minivestido hasta la cintura y bajado para amasar desde atrás los tremendos senos que se cargaba. Más que amasar, se los apretujaba, les estiraba los pezones. Por lo que se ve, no hubo preparación previa, sin preámbulos, sino que directamente se fueron a coger como perros en brama. El tipo estaba prácticamente desnudo, solo sus calcetines blancos sobresalían sobre el moreno cuerpo fornido que brillaba con la luz mortecina de la luna que se filtraba por un alto ventanal.
Le daba unos fuertes empellones que hacían vibrar las suculentas nalgas de esa mujer que por lo visto ya no tenía tabú alguno, se veía a leguas que estaba disfrutando a plenitud. El tipo era muy alto, por lo que las altas zapatillas de la hermosa mujer servían de nivelación para que la verga parada que entraba y salía de ese culo de campeonato embonara con una sola leve inclinación del cuerpo del tipo que bramaba diciendo palabras altisonantes.
Era lo que buscabas, putita, eso era lo que querías, cabrona? Plac, plac, plac, plac, hummmmmm, ayyyyyy
Siiiii, ppapappaiii rompemmemmeee el culloooooo, es tuyyyoyo papitttooooo..ayyyyyy, hummmm
Daleeee cabronazoooo, dallleeee, o que no pueeeesdeees darmeeee comoooo la yeguuuauaa que soyyyy…..hummmmm, dallleeee cabrrroooonn, mássss fuerrrtteee, masssss
Plac, plac, la mesa se movía como queriéndose romper en cualquier momento, haciendo un ruido curioso con sus patas….toc, toccc,toccccc
Erika quedo impactada, lo de su amiga en el Hotel del DF hace no mucho tiempo, lo de Marisa y Tío Alberto no se acercaban en nada a esto que estaba viendo en vivo y a todo color, rápido se acostumbró a la oscuridad y vio que no había nadie más…¿Qué pensaba hacer Cristina?
Le entraron dudas, cuando la mujer en cuestión, de plano se recostó sobre la mesa para seguir recibiendo tal enculada del tipo que en la gloria seguía dándole duro y tupido, rápido y constante, de arriba abajo, como remolino y como aspa, duro, despacio, con sus toscas manos acariciaba los grandes cachetes de ese culo que se estaba comiendo….hummmmm, ayyyyyy, también vio como hasta salivita escurría de los labios de la enculada y al voltear su rostro vio los ojos semi cerrados, señal de un placer indescriptible….simplemente, la escena la acabo de excitar a lo máximo, así que con lo tomada que estaba y sin reflexionar que pasaría solita llevo su mano a su entrepierna para empezar a masturbarse primero despacito y luego furiosamente mientras esos dos seguían copulando como fieras salvajes.
La hembra cogida de pronto hablo: pappii déjame darme mis sentones, si ppaaapittoooo?
El hombre bufo y dejo de meter y sacar su virilidad para quedar expectante.

Cristina se incorporó y jalando una silla le dijo: siéntate mi rey, ahí te va tu reina, para volviéndole a dar la espalda sentarse en el regazo de él y con su mano meterse esa fuerte virilidad y empezar a darse de sentones, primero lento, para paulatinamente subir de intensidad y de forma, ya de arriba abajo, ya de lado, ya como removiendo algo. Uffff, simplemente si era una diosa del amor.
Plac, plac, plac, el ruido de las nalgas de esta caliente y desinhibida casada sobre ese hombre hasta antes desconocido para ella era fuerte y caliente. El calor de la estancia estaba a mil. Erika estaba a punto de alcanzar un orgasmo liberador, ya que todo el proceso en el bar estaba resultando de mucho calor.
De pronto la casada infiel dejo de darse ella misma de sentones para desmontar esa grupa y virarse para ponerse de frente al sujeto que agradecido empezó a succionar como un bebe esos senos de Miss Universo, glog, gloc, gloc, y plac, plac, plac, hummmmmm, ayyyyyy, hummmmm eras los sonidos que mitigaban la música de afuera.
Cuando el hombre se veía que ya estaba a punto de venirse, la hábil mujer saco quien sabe de dónde una especie de jeringa que fácilmente le coloco en el cuello al sujeto que dejo de moverse y desmadejarse de inmediato en la silla….
Erika, sintió pena de que la mujer la descubriera, por lo que escondiéndose muy bien en donde había estado observando guardo silencio para ver como la otra como si tal cosa hubiera pasado se arregló y salió salerosamente del lugar.
Dejo pasar un rato más, para salir disparada para con el jovenzuelo, tuvo tiempo para de plano hacer pipí ahí mismo y medio arreglarse, su orgasmo quedo interrumpido, situación que por primera vez le pasaba y que gracias a su propio nivel de conciencia, de inmediato capto le causaba molestia y desazón, estaba muy caliente, ya requería caña, hasta pensó que ya Don José la debía llamar, ya estaba dispuesta a todo. Necesitaba verga y ya. Supo que en breves instantes tendría que dar las nalgas, pero ya lo requería. EL nivel de alcohol y calentura en su mente y ser ya no tenían freno. En todo momento de la estancia en este lugar era sexo, sexo, sexo…
Se despachó al agradecido jovenzuelo que hasta unas lágrimas de alegría derramo al tener frente a si a tremendo mujerón y ser la envidia de todos sus compañeros que hasta “bolita” les hicieron para cuando ejecutaron el “público”. De pronto, Erika, se sentía enojada, y sabía la razón: no había podido desahogar toda la calentura que le estaba provocando hacer el papel de “puta” en toda la regla.
La rifa de la peliroja

Deuteronomio, 28:53: Y durante el asedio, será tal la penuria a la que te reducirá tu enemigo, que te comerás hasta el fruto de tus entrañas, la carne de tus hijos y de tus hijas, los mismos que el Señor, tu Dios, te había dado.

Por el altavoz se anunció que el último afortunado para con la peliroja, como la estaban llamado sería quien podría subir a la segunda planta a agasajarse con ella: Zanzziiiibaarrrr, el lugar de las diosas del amor se enorgullece de rifar para su exquisita clientela a tan bello ejemplar venido de Europa, pinche viejo Don José cada cuento que se inventaba, ya que sin duda era su voz la que había estado escuchándose en el sonido del lugar.
Resulto que el suertudo fue el primer sujeto que la saco a bailar, el tal Ricardo, que brincando como si hubiera anotado el gol del Campeonato Mundial, presto fue a la mesa para que con una fuerza y habilidad inusitada en un chaparrón panzón se la cargara como si fuera su esposa en la luna de miel y sin titubear se encaminara con la hembra en brazos hacia las escaleras.
Era tremenda la escena, una bella y blanca mujer peliroja en brazos del típico mexicano chaparro, moreno y relajiento, sobresalía, parecía que llevará más peso del que pudiera cargar, sin embargo, lo hacía muy bien.
Ahora si no te la vas a acabar, no sabes lo afortunada que eres…conocerás el paraíso, le decía de diferentes maneras el sujeto de cara redonda y mestiza.
A Erika hasta le dio risa ese comentario, pero le llamo la atención que al pasar junto a otras evidentemente si meretrices del lugar, escuchara: Pobrecita, le va a meter caña como ninguno, ya sabes cómo se las gasta el pinche Richard, lo que tiene de feo, lo tiene de garañón.
Hey, ese mi Richy, la vas a dejar preñada, la vas a acabar, pinche campeón casi le grita otra hembra con aires de envidia pura.
Erika solo pensaba que el pobre sujeto no sabía lo que le esperaba al traspasar esa puerta. Un solo guardia estaba, ya sabía que el otro había sido desarmado por Cristina, pudo también ver que en la puerta estaba otro guardia. Así, que sus amigos no habían podido completar la obra, se resignó a lo que pasará.
Las vivas, vítores, gritos de los demás al subir las escaleras siguieron. Como si se tratara de un trofeo, todavía el tal Ricardo la alzo y la enseño a la concurrencia. Carajo, ese hombre no parecía ser tan fuerte y la estaba alzando en vilo sin mayor dificultad. Se sonrojo ya que al no tener ropa interior, casi la estaban exhibiendo como Dios la trajo al mundo, eso la mantenía super encendida, todavía más cuando el tipo sin pudor alguno le metió dos dedos delante de todos en su pepa y enseñar a la concurrencia lo mojado que los sacaba, el público llegó al paroxismo, hagan de cuenta como cuando se gana un campeonato o cuando los feligreses en la Plaza de San Pedro recibieron al nuevo Papa Francisco. Todavía el sujeto orgulloso se metió sus dedos en la boca para acto seguido invitar a que la hembra ganada se los chupara, sin reflexionar y en un acto natural de femenina coquetería, Erika lo hizo como si estuviera haciendo una felación, el público llego a un nivel parecido a un orgasmo virtual simultaneo.
El gorila sonriendo socarronamente los dejo pasar. La estancia que parecía ser mayor no lo era, solo había espejos por todas partes, en las paredes y techo. De su suegro, ni sus luces. Estaba iluminada a medio tono con luces de colores que cambiaban de  rojo, rosado, violeta, amarillo, verde, azul.
Solo en el medio había una cama muy grande redonda y aun lado una especie de minibar, frente a la cama un mueble que contenía una gran pantalla de TV en donde se recreaba el “tubo” que Erika había hecho minutos antes.
Ricardo la siguió cargando hacia la cama para llegando aventarla con brusquedad a la cama, que resulto era de agua por el rebote que hizo la mujer. Sin más, el tipo se quitó su camisa para dejar ver unos brazos visiblemente muy fuertes, pero así como su vientre abultado. Todavía Erika reflexiono que si no tuviera esa panza, el tipo tendría un cuerpo bajo, pero proporcionado.
Muy bien, putita, a darle que es mole de olla, jajaja
Sin más, Ricardo se le aventó, la abrió de piernas empezando a mamarle la pupa con su boca y labios…Erika sintió una fuerte descarga eléctrica. Era tal su estado emocional y físico, que ante el sorpresivo ataque de su al parecer experto acompañante, que también ocupaba ya sus manos en recorrer muslos, nalgas y tetas, y que ya le había sacado por completo el minivestido, exhalando por fin lo que traía dentro, gimiendo como zorra y profiriendo fuertemente un gemido tuvo el primero de tantos orgasmos que seguramente vendrían esa ya casi extinta noche de sábado y que probablemente continuarían por largo tiempo, en forma constante y duradera en  el domingo…aaaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy, caaaaaabrrrrrrrónnnnnnnnnnnnn.
El tipo saboreándose lo que se comería, se bajó otra vez con una habilidad que seguía sorprendiendo a la hembra que ya resignada pensaba que este suertudo sería quien la satisficiera en esta ocasión, hasta se reacomodo en la cama y mantuvo las piernas flexionadas y abiertas como ya esperando el inminente ataque.
El sujeto ya estaba encuerado, solo sus calcetines que extrañamente se veían muy abultados, sobresaliendo de los tobillos, alcanzo a observar la analítica hembra que abierta de sus bellas y largas piernas, ya completamente desnuda, esperaba con ansías que por fin la hicieran vibrar. Ya estaba dispuesta a coger con ese libidinoso y desconocido sujeto.
El tipo enfilo su buen paquete, el más gordo que hubiera conocido la hembra, de buen largo hacia su vagina, cuando por la espalda llego la conocida figura del suegro para que accionando una especie como de rasuradora eléctrica se la pusiera en el cuello, a lo cual el pobre hombre se acalambro por completo y se desmadejo encima de la mujer.
Que creías pendeja, que te dejaría así como así, jajaja, haber voltéate puta que te voy hacer algo que seguramente nunca has hecho en tu miserable vida de mujer recatada, jajajajaa
Erika, ya no deseaba chistar, era ya inevitable que Don José se la cogería. Así que sin más, empujó al disque afortunado ganador y  se viro para quedar recostada sobre la mullida superficie de esa gran cama. Don José, mostrando su fuerza tomo el cuerpo desmadejado del sujeto y cargándolo se lo llevo a un extremo de la estancia para que lo amarrara a una silla.
Pobre buey iluso, a poco creía que se sacaría la lotería, este tipo de hembras ni las ha de conocer el pendejo, vocifero con una voz que hizo temblar a la desnuda nuera que vio como Don José sujetaba al tipo a esa silla. El tipo se veía hasta chistoso encuerado, solo con los calcetines puestos.
Don José se fue a la cama para llegando a ella, empezar a desnudarse. Estaba de playera y pants, así que fue muy fácil. Su padre político quedo en “pelotas” con una fuerte virilidad ya apuntando hacia el infinito y más allá, como diría el personaje del astronauta en la película de Toy Story, ya que el desdichado le susurro a la nuera al oído: Ahora, si nuera putita, por fin, después de tantos años: Hacia el infinito y más allá.
Le alzo la enorme y exquisita grupa para acomodarle una almohada, posar sus labios calientes sobre esas nalgas de maravilla, empezando a recorrer esos promontorios de edén. La piel de la hembra que ya estaba muy excitada de inmediato se puso “chinita”, al ser blanca, se apreciaba hasta como palpitaban las carnes. Jejejejej, estás bien caliente, pinche cabrona, ya verás cómo verás el cielo y las estrellas, Erikita….mía, eres mía, siempre te desee, desde que eras una niña, me gustabas, cabrona….estas buenísima….
Erika solo atinaba a gemir quedito, ya no lo podía evitar. Reafirmaba su sentimiento de que esa noche y el resto del domingo tendría sexo. Un escalofrío la recorrió, anticipaba que sin duda, recibiría placer a raudales, aunque se sentía derrotada, humillada, vencida, como la Selección Mexicana en cada mundial que no llega a pasar al quinto partido, finalmente sucumbiría como sus amigas ante el poderío de ese viejo hombre que podría ser su padre.
Don José le estaba haciendo una comida de culo de primera, usaba manos, boca, labios, hasta los dientes para recorrer a gusto toda la superficie dura, suave, mullida, turgente de esas nalgas que parecían de brasileña por lo grandes, proporcionadas, perfectas. No dejaba de hurgar en el pequeño orificio rosado que hasta parecía palpitar como queriendo atrapar la lengua invasora.
Hummmm,, hummmm, despacccittoootooo, ayyyyyyy, siiiii, asisisiiii Ya profería Erika, debía reconocer que el viejo era muy experto, nadie de los anteriores había llegado  hasta esos lugares o se lo había hecho de esta manera, se justificaba diciendo que parecía lejano y extraño lo de Roger, Rodrigo había actuado muy bien, pero no dejaba de ser un jovencito sin malicia ni experiencia, Luis había sido tosco y áspero, pero en esta ocasión, el hombre que le estaba comiendo su culo, combinaba todo: dureza, suavidad, profundidad, tacto, además un nuevo rasgo la desconcertaba, olía exquisito…claro que su colonia era cara, pero simplemente le quedaba.
Solo de vez en vez, el viejo dejaba su diligente comida de culo para groseramente decirle: Pinche Erika, bien que te hubiera gustado revolcarte con esos tipos. Hasta en cuatro te pusiste para que te la arrimaran, veras que arrimadota te voy a poner, ¿Verdad, putona?, contesta, Erikita.
Erika que ya sudaba, que ya sentía la llegada de otro orgasmo, solo alcanza a musitar bajito: siiiiiiiii, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Su suegro estaba prácticamente enterrado en las nalgas de su hija política, por lo que no reparo cuando por uno de los paneles de vidrio que no era más que la puerta, entraban sigilosamente Natalia, Armando y Luis haciéndole señas de guardar silencio. Erika lanzo un fuerte suspiro que fue interpretado por el suegro del placer que le estaba brindando y más cuando la mujer por relajamiento dejo claras evidencias de que estaba llegando a un fuerte orgasmo….jejejejee, no que no tronabas.
Erika reaccionando y con la voz más erótica que podía: Suegroroooo, demeee chancceee de darleee un masaje antes de que me peneeeetreeeee, sisssii porrr favorrrrr, es que suuu cuerrrpo siemprreee me ha gusttaaado tambieeeeén….si hoyyyy serreeee suyyaaaa cuantaasss veceesss quieraaaa y comooooo quierarraa, siiii papappaitototooo
Jajajjaja si serás cabrona, claro que sí, mija, faltaba más, tenemos toda la noche y el domingo para ponernos a mano.
Se acomodó sobre la cama sin notar que ya había tres sujetos más en la estancia, más el desmadejado Ricardo. Erika se puso a horcajas sobre su suegro. Sabía dar masaje, como toda buena mujer casada de clase alta estaba altamente capacitada en el arte de ser anfitriona y en lides como esta, aunque como ya supimos tardo tiempo en aprender lo relativo al sexo. Le empezó a dar el tal masaje para darse cuenta que el tal Armando ya había podido abrir dos de los paneles de vidrio dando lugar a una estancia en donde había computadoras y pantallas para de inmediato sentarse  en una silla y ponerse a revisar. También vio que Natalia traía una cámara de video y le hacía señales de que todo marchaba bien.
Natalia le indico que continuara haciendo el masaje, por lo que obedeciendo actuó, reconociendo que su suegro para la edad que tenía estaba muy bien conservado y mantenía bien sus músculos.
En eso estaba cuando sintió como Natalia sigilosamente llegaba a con ella y accionando un aparatito se lo puso en el cuello del relajado y sonriente Don José que no vio como le llegaron para desvanecerlo.
Ufff…..gracias, Naty, parándose como de bala y abrazarse a la transexual que sonriendo: Jajaja, a poco creías que no la haríamos gacha….jajajaj si los bueyes de Misión Imposible y el puto de Tom Cruise se quedan cortos, jajajaja hasta el mismo James Bond es un pendejo al lado de nosotros, jajaja  y la cubrió con una bata de fina seda color turquesa.
Los tres se dirigieron a donde estaba Armando que mientras agradecía a los dioses ya que lo que estaba viendo le despertó la idea de guardarse una copia para él y aprovecharlo para de plano chantajear con dinero y en cuerpomático a la distinguida Erika Garza de Treviño a la cual reconoció rápidamente en esos videos. En eso estaba, cuando, chinngadadda madre, llegaron los otros, con lo cual ya no tendría chance de hacerlo….
Por favor, borra todo…ya una segura Erika, que hasta se le medio bajo la casi embriaguez que tenía, no así su calentura, ya que hasta temblaba por ello y más al ver las escenas en donde ella tomando de la verga a su suegro se lo llevo al tocador y se puso dispuesta a ser cogida como la más vil de las putas de Sodoma y Gomorra. Si no hubiera sido por que en esa ocasión llegaron su marido y Rodrigo, el suegro se la hubiera beneficiado por completo.
El tal Armando, maldiciendo que por segundos no hubiera podido respaldar esa información, no le quedo más que decir: Esta información está ligada a otros cuatro equipos más, pero ya está todo siendo borrado. No hay evidencias de esto.
Erika que ahora sentía pudor, vergüenza y rabia ya que con claridad en las escenas se vio quien era ella: Me gustaría hacer algo para que mi suegro deje de molestar….
Natalia: Me adivinaste el pensamiento querida, mira por eso traemos esta cámara. Vamos para con tu suegro. Cristina esta abajo cuidando el gallinero.
Fueron a la cama y empezaron a tomar video como si el negro Luis se estuviera cogiendo a Don José, era tal la destreza de Natalia que no parecía que el suegro estuviera como desmayado, incluso en algunas tomas hasta parecía que le estaba pegando una mamada al negro que solo reía como tonto, Erika observo que ya estaba medio tomado, pero aun así lucía su envidiable virilidad. La filmación fue todavía más candente cuando Armando y luego Natalia se unieron a la supuesta “orgía”.
Erika casi se rio a carcajadas cuando noto como el negro Luis abría sus ojos como de plato, cuando ya Natalia descubrió su verdadera naturaleza para también simular que se cogía al pobre suegro que ahora si estaba al revés de cuando inicio todo este desmadre en el Zanzibar. Ahora sí que el tiro le había salido por la culata.
Sin notarlo a Erika le empezó la calentura al ver a tres hombres desnudos, dos de ellos por completo como hombres y a Natalia en vivo y con mejor iluminación en todo su color y esplendor. La verga de Natalia ya erecta no quedaba tan mal como la de sus acompañantes, ya que se veía rara al ser un tanto curva. Simplemente se hicieron una filmación como  la mejor pornográfica que hubiera. Eran tan cuidadosos  los tres canijos  que Luis y Armando tenían mascaras de luchadores. Uno de ellos tenía la del Santo y el otro la de Blue Demon. Natalia tenía un gran antifaz y un sombrero grande.
Una vez terminado, se fueron a las computadoras en donde rápidamente Armando le entrego una copia en una USB y le mando un email y dejo una en la computadora para que se estuviera transmitiendo repetidamente.
Natalia: vámonos, en unos diez minutos tu suegro se va a despertar. Luis se va a quedar para verificar que todo esté bien. Así que vámonos para tu carro, chiquita.
Armando alcanzo a decirles, bueno Natalia me debes una…a lo que la otra contesto: A no chiquito, acuérdate bien, tú me debes una, si acaso estamos a mano (esta es otra historia, de cómo se conocían Armando y Natalia y que en un futuro se colocará pero en la categoría de “Confesiones” o de “transexuales”). Bueno me despides de Cristina, sayonara, mandándole un beso con sus labios.
Nadie sabe para quién trabaja

Cantares 1:13; 2:6; 4:5; 4:16:
… Mi amado se parece a un manojito de mirra, que duerme entre mis pechos….
… Tus dos pechos son como dos venaditos, mellizos de gacela, que se apacientan entre lirios…
… Tu talle es como una palmera, y tus pechos como racimos de dátiles. Pensé: “¡Subiré a la palmera y me prenderé de sus racimos!”…
… Yo soy muralla, y mis pechos son torreones…

De esa manera los cuatro se bajaron, sin percatarse de que el tal Ricardo ya llevaba  buen rato despierto, pero que cuando veía que lo podían descubrir simulaba estar desmayado y sin que se dieran cuenta sacando una camarita de su tobillo que tenía atorada con el calcetín había tomado nota de todo lo que había pasado….jejejeje así que la peliroja es la famosa socialite Erika Garza de Treviño…jejejjejee sonreía el tipo y el cabrocente ese es el prestigioso empresario José Treviño, jajajaja esto puede ser una gran mina de oro.
Al bajar, el negro Luis se acercó a Erika para decirle: Bueno Erika, negro haberte ayudado, mañana me regreso a mi pueblo. Debo quedarme, además, mira ya tengo quien me espera…ya que el negro traía dos suripantas atrás de él, ciertamente no estaban tan mal. Negro esperar que tu algún día ir a mi pueblo de visita. Sabes que puedes contar conmigo. Toma mi teléfono de pueblo, si necesitar otras vez ayuda, no dudes, negra, en llamarme, ya sabes, nadie sabe lo del otro día, gracias, mi santa, ahora ya puedes estar calmada, tu suegro dejarte en paz por fin. Cuídate.
Erika, agradeció el gesto amable del hombretón, al fin de cuentas había mantenido su palabra de caballero. Siendo recatada se acercó al oído del negro para contestarle: gracias Luis, cuídate mucho.
Natalia: bueno negro, ya sabes te espero al rato.
Luis sonriendo sabedor de su “condición” solo alcanzo a mascullar: Vamos a ver qué pasa aquí, Negro no irse hasta que éste todo tranquilo. Su cuerpo negro había sido visto en el video que seguramente en un rato Don José vería en su computadora central, también se percataría de que ningún guardia estaba disponible en el lugar.
En el lugar había otros dos negros muy parecidos a él. Uno era  americano, por qué había estado haciendo mucho ruido y hablando en inglés. Le costaría trabajo identificar al viejo quién de los tres fue el que estuvo y además él solo tendría que hacerlo. Luis quería irse con las dos suripantas que hasta le estaban “pagando” por irse con ellas. Canijo negro, siempre ha tenido suerte con las putas, quien sabe que magnetismo tenía para que lo siguieran como abejas al panal de miel.
Armando y Cristina abrazados también se acercaron a despedirse, Cristina le susurró al oído: Haber cuando nos juntamos a tomar el café, mira te doy mis datos, entregándole una tarjetita…me gustaría que habláramos con mi hermana Gabriela, es que está bien buey. Suerte, te salvaste de esta, ten cuidado, no creo que tu suegro se quede así como así, aunque por el momento se aplacará, yo conozco muy bien a los de su calaña. Oye me dicen que se cargaba buena herramienta, a lo mejor vale la pena darle chance, no crees, gacha. Le planto un beso en la mejilla y se jaló a Armando, no sin antes este detenerse y también despedirse de beso en la mejilla de la mujer peliroja y susurrarle: Buena, Sra. Erika, sabes que me debes una, luego te contacto, no cualquiera resuelve lo de los videos en varios servidores y computadoras, además de que desactive todas las cámaras. Este Armando, era muy cabrón, ya se le había antojado esa presa.
Fue tan desagradable el comentario y la búsqueda de beneficios, que Erika se quedó muda, solo atino a despedirse de ellos agitando su manita.
Natalia le acerco un trago: tomate esto para el susto y vámonos de aquí, no hay que perder el tiempo. Aturdida e impactada como estaba se apuró el trago de un sopetón.
Ambas salieron, ya medio mundo estaba jarras y ya no les prestaron gran atención. Salieron fácilmente, al recibir la bocanada de aire fresco de la ya madrugada del domingo, Erika trastabillo un tanto, no estaba acostumbrada a tomar tanto y todos sabemos que cuando te pega el aire se te puede subir aún  más, por lo que se tenía que apoyar en Natalia que la llevaba de la cintura. De forma tal, que llegaron al auto Jetta de la peliroja que llegando a él, le dio las llaves a su amiga para que manejara. No se sentía en condiciones de hacerlo.
Natalia la tranquilizaba, ya sentadas ambos en el carro, sin dejar de tocar sus muslos y  como al descuido acariciarlos suavemente. La extraña caricia electrizo a la mujer que recordó su pasado encuentro en donde se la mamo arrodillada en una butaca de cine y repegaron sus cuerpos besándose y fajándose con frenesí, pero no había habido caricias de este tipo. Erika sintió con claridad que no era un toqueteo casual, era toda una intencionalidad, pero estaba tan cansada, que ya no protestaba.
Ese tiempo fue valioso, estando Natalia concentrada en esos muslos blancos perfectos, no se dio cuenta que una sombra rápida cruzo por detrás del carro.
Arrancando ya el auto, Natalia, sin preguntarle qué onda, se dirigió al céntrico Hotel de la ciudad de Monterrey en donde se había hospedado y más cuando vio que su amiga se desparramaba aún más en el asiento y cerraba sus ojos.
Tampoco se percató que en las primeras calles que la conducían a una gran avenida que corría paralela al lecho seco del Río Santa Catarina para enfilarse al centro, concretamente la calle Morones Prieto, un auto las seguía de cerca.
Estando en la Avenida aún era más difícil identificar si alguien los venía siguiendo, pero si era así, en un viejo, pero deportivamente arreglado Ford Mustang, venía el suertudo de Ricardo.

Ricardo era un soltero empedernido que había sido miembro de la Policía Federal en el estado de México y que incluso había llegado a ser de la Guardia Presidencial en el sexenio de Vicente Fox. Como en los trabajos gubernamentales, al cambio de sexenio con el virulento Calderón tuvo broncas y lo despidieron. Ahora era detective privado, al estar muy capacitado y  muy bien contactado, tenía   mucho éxito en sus labores. Maridos y esposas despechadas o celosas, empresas desconfiadas de sus empleados, el mismo gobierno de Nuevo León se contaban entre sus clientes. Económicamente, tenía resuelto el asunto. Al no tener más que a su madre que vive en el Distrito Federal, le daba vuelo a la hilacha con todo. Era un antrero de primera, todo un casanova. Obtenía ventajas de su trabajo y sus contactos para beneficiarse a cuanta mujer se le antojara, además cabe decir que las trataba bien, ya que gastaba dinero con ellas y ciertamente era bueno en el colchón y en la forma de relacionarse.
Ya había colocado un dispositivo en el auto de las perseguidas, quería saber más de la hermosa mujer que estuvo a punto de congraciarse.
Natalia entro al estacionamiento subterráneo del  céntrico hotel en donde estaba hospedada en su estancia como escort de lujo en la ciudad de Monterrey. Erika venía un tanto adormilada, la presión de todos los sucesos en el Zanzíbar la tenían en un trance de relajamiento del cual no atinaba a reaccionar. Se dio cuenta de que llegaban al hotel, en realidad, tampoco quería irse a su gran residencia, en donde su familia no se encontraba, estaría sola y necesitaba desahogarse, que mejor que con su amiga Natalia, sin saber que esta la escucharía, pero que también guardaba otras intenciones.
Erika con voz pastosa: ¿A que me has traído aquí?
Natalia: No acaso ¿ya eres mujer para saber?
Erika que no capto de inmediato que su amiga se estaba poniendo entre seria y divertida, solo se alzó de hombros y se bajó del auto, logrando medio tambalearse, de nueva cuenta el frío de la madrugada del
domingo hizo que se volviera a marear un tanto. Natalia aprovecho para tomarla de la cintura y encaminarse al elevador. Si no fuera por qué realmente parecían dos mujeres bellísimas, una de pelo negro (Natalia) y la otra peliroja (Erika) caminando abrazadas como si fueran “novias” uno no se daría cuenta que en realidad eran hombre y mujer.
Nuevas experiencias
Estando en el elevador, Erika recostó su cabeza en el hombro de Natalia, ya que ligeramente estaba más alta que ella, sus labios ya sin pintura estaban semi abiertos. De pronto, su amiga se viro y sin más que le planta un beso sabroso de boca, de lengua avasalladora que hurgo en la limpia e inmaculada dentadura de la otra. Se le abrazo por completo. Erika solo llevaba puesto encima la bata de fina seda que solo alcanzaba a cubrir más allá de la mitad de sus muslos de tenista que fue con lo que la cubrieron y se salió del Bar.
Las manos de Natalia también arrasaron con toda la superficie de sus manoseadas nalgas, nalgas que recibieron tratos de teibolera, que recibieron miles de empellones de sujetos afortunados, que un tal Ricardo estuvo a punto de cogérsela, que su suegro también.
Al estar a flor de piel esos sentimientos y sensaciones, su piel de inmediato reacciono poniéndose sensible y más cuando ya los dedos de la otra hurgaban sus orificios…
En el momento recibía el beso hasta con relajamiento, su propio sabor a alcohol contrasto con el agradable sabor ¿femenino? y de mentol de la otra que sabedora de que su amiga es fanática de los olores y sabores agradables se había dado su tiempo para arreglarse, además de que eso es parte de su servicio de calidad, de su trabajo como acompañante de lujo. Simplemente olía exquisito, como si recién se hubiera bañado y no hubiera tenido el trajín que tuvo en el Bar.
Erika: pararaaa….por favororooorr…estoy muy cansada. De momento la llegada del elevador al piso indicado, impidió el cachondeo que le estaban propinando. Una vez más, Natalia tomando un control y aplomo evidentes se la agarró de la cintura y se la llevó a su cuarto, cual si fuera auténticamente su “muñeca”.
Natalia asumiendo un rol muy seguro, cual si fuera realmente hombre, como si fuera maestro le alcanzo a decir: Según los datos de la CONAPO, en México “el 9% de la población es de origen europeo, el 60% mestiza con rasgos indígenas, el 30% es indígena puro y el 1% de otras razas”. Por lo que te podría decir que tú eres de ese 9% y yo pues….pues yo soy yo, no entre ni en ese 1%, jajajaja
En el cuarto, Natalia contrataco de inmediato, ya que la recostó entre suave y brusco para que en la posición del misionero se le subiera y la empezará a besar frenéticamente.
Erika solo alcanza a mascullar, ya no tenía fuerzas para luchar, en una de esas, solo se alcanzaba a escuchar: parraaa….yaaaaa….no….noooooooo, noooooo, pero como que sin convencimiento, como que quería y no, como que avanzaba y no….los gemiditos indicaban otra cosa.
Natalia, le abrió la bata para empezar una comida de senos que fue diferente a lo que conocía Erika, de hecho en el cine solo se besaron, se fajaron y se la mamo a su amiga, la primera de su vida…ahora estaba ya prácticamente desnuda, ya que la batita solo estaba siendo algo simbólico…la boca femenina de Natalia le daba sensaciones muy distintas, la suavidad de los lengüetazos, lamidas, succionadas, chupetones, la fuerza que a veces imprimía era diferente a lo tosco que había sido con Luis y a la casi ternura de Rodrigo, y a lo amoroso que sentía con Roger.
Natalia: ¿Qué sentías cuando esos hombres te culeaban, parecía que estabas disfrutando mucho por la carita de perra caliente que ponías? ¿Verdad, chulita?
Erika no contesto, ya que sin proponérselo se arremolinaba en la cama, lo que fue aprovechado por la otra para de plano aventar la bata a un rincón del cuarto. Ahora ya estaba por completo desnuda, salvo por sus zapatillas altas que aún calzaba, por los movimientos el minivestido de Natalia también estaba arremangado hasta su cintura por lo que ya puntilleaba con una notoria virilidad a la otra que recostada y relajada dejo que se lo pasará por su humedecida vagina que recordaba todos los movimientos oscilatorios y de aparente penetración que diferentes hombres le hicieron hace apenas unas horas. Esto lo aprovecho Natalia, para bajarse su minivestido y quitarse su diminuto brasier para dejar unas portentosas chiches que realmente asemejaban a las de una mujer. La cabrona había sido agraciada por la naturaleza, quien quita que desde niño ya tenía un cuerpo más femenino que masculino, sus senos eran producto de las hormonas, no de la silicona o de operación alguna, la canija se puso así tal vez a fuerza de proyectarse, ciertamente se había operado pero no esas que hacen muy evidente que se trata de algo artificial. En definitiva, Dios le había dado la cualidad de ser hombre pero parecer más mujer, ya después la tecnología se encargó de acompletar.
Erika había sentido en aquella vez en el cine los senos de ella, pero no alcanzo a tocárselos, en un acto de coqueta curiosidad poso una de sus manos en uno de los promontorios para acariciar con timidez en un inicio, pero al sentir como hasta palpitaban, sentía como corría la sangre en esas montañas de carne humana, como se erizaban los pezones, sintió que la adrenalina se le subía por completo y empezó a palparlos ahora con las dos manos.
Natalia: De verdad amiga, ¿Qué sentías?, ¿te gusta mirar? Vi cómo te ponías cuando el guardia me la dejo ir…¿te encantaría que te la deje ir como él? ¿Querías que tu suegro te cogiera? Lo que vi en el video y como ya estabas abiertita dispuesta a recibirlo en el salón de espejos, me lo dice, ¿No contestas querida?, Cabroncita, si todas somos bien putas y tú lo eres más de lo que crees, lo siento Darling pero te la voy a dejar ir….me tienes loco, pinche putona.
Erika: Nooooo, noooo, cooomooo creeessss, huuuummm,, aayyyyyy, siiiiiiiiii, asisisiisiisiis
Mientras Natalia aprovecho para quitarse el minivestido del todo. Su tanga era especial, no tenía que quitárselo para dejar ver su extraño pene. La oscuridad y nerviosismo de la experiencia del cine, no habían hecho consciencia en Erika, que el miembro era tamaño promedio. De hecho el más pequeño de los que ya conocía a plenitud: Roger, Rodrigo, Luis y mucho mayor que el del pequeño miembro de su esposo. Pero lo raro, es que era como curvo.
Estando así, Natalia volvió a bajarse para pasar sus senos encima de los de la rubia que vio también como le despojaban de la peluca peliroja quedándose con su rubio pelo perfectamente recogido. Siguieron besándose, Erika ya no protestaba, solo gemía quedito. Natalia le empezó a pasar sus dedos por su pelo que gustoso recibía el masaje, llegaba el momento en que ya no aguantaba más la peluca y se sentía al fin libre.
Centímetro a centímetro Natalia fue bajando poco a poco por todo el cuerpo de la diosa rubia  que se dejaba. Con boca, manos y senos fue recorriendo la piel extremadamente sensible y erizada al máximo de la mujer, especial trato y cuidado fue en el ombligo y ahora en la encharcada fuente de fluídos de la gloriosa intimidad, de la rajadura sagrada receptora de mieles y de leches…
Ahhhhh Nataaaliiiaa que meeee haceeessss….ahhhhhh
Chiquita, no soy Natalia, ahora soy Mario…ese es mi verdadero nombre.
Ugggggg, MAriiiioooooo
El transexual estaba como loco, se comió, se bebió, se sorbió entera de frente a la mujer, cuando llego a los tobillos, ya de plano Erika arañaba, abrazaba, se convulsionaba y llegaba a un bestial y liberador orgasmo que le hizo gritar….ahhhhhhhhhhahahhhhhhhhhhh
Natalia: asiisisisi, asisisisi eress unaaa veradderrraa perrraaa caliennetettee  dándole una pequeña bofetadita al bello y sudoroso rostro de la rubia hembra que ya ladraba de brama.
Con una brusquedad que le hizo ver a Erika que ahora si se trataba de un hombre y no de su amiga Natalia, la volteo para iniciar ahora el mismo trato pero de los chamorros o pantorillas hacia arriba. La rica diosa regia seguía gimiendo como toda una puta y revolviéndose en la cama. La desgraciada o desgraciado de Mario no le había quitado las zapatillas lo que la hacía sentirse rara, ya que había visto en películas pornos que casi siempre las mujeres que copulaban como locas en las escenas estaban desnudas solo conservando precisamente sus zapatillas…se sentía como toda una actriz de película de XXX y más que en todo momento en el Zanzíbar tampoco se los quito, cuando el cabron de Ricardo la cargo, las llevaba puestas, cuando su suegro estuvo a punto de dejársela caer, también y ahora…..hummmmmmmmm
Sin querer, y dando evidencias contundentes de su fuerte estado de eroticidad, exhalo: sisisisisi Marririooo, acordándose del personaje seductor, el viejo maestro que alecciona a Emanuelle, donde la actriz ya muerta Sylvia Kristel pasó a la inmortalidad, casi grita: hazzzz lo queuuee quierrass, siiiiiiiiiiiii
Cuando llego a su cintura y una vez que a su antojo se atraganto con esas nalgas que eran un centro de nervios palpitantes, su hoyito rosado y perfumado, la viro y él se viró para poner cerca de los labios de la hembra que ya sabedora de la técnica del 69 como en un acto reflejo puso sus labios en ese pene erecto al cien por ciento. Iniciándose así una azarosa pelea, batalla, un rico y atractivo intercambio de gemidos y movimientos. Mario ya no fingía la voz, ahora era una voz rasposa, aunque con tintes femeninos, ese contraste de tener frente a sí un cuerpo eminentemente de mujer pero con una verdadera verga frente a sus labios y al cual le estaba practicando una felación, le tenían en una sorpresiva y maravillada reflexión. El rico 69 continuó por varios minutos más, ya Erika fluía una vez más de su rajadura cósmica. Esa lengua invasora le estaba prodigando sensaciones nuevas, placenteras y extremadamente sensuales.
Eso querías chiquita, esto es lo que te hace falta. Lo que tú necesitas es esto, es puro bien exclamó Mario-Natalia. ¿De verdad le hubieras dado las nalgas a cualquiera de los sujetos del bar y hasta a tu suegro, di la verdad ya, puta? Siendo ya áspera. Es bien sabido que los transexuales cuando están calientes en su rol como activos suelen ponerse medio agresivos, ya que su misma temperatura les hace cambiar de improviso su personalidad normal.
Erika no contesto de inmediato, seguía acariciando los glúteos del otro(a) y chupando camote como desposeída, sin embargo en un acto de honestidad paró de hacer su comida de carne sin hueso para casi susurrar: si le hubiera dado mis nalgas a cualquiera que me hiciera calentar, como ahora lo estás haciendo tú, para detenerse asustada de su propia sinceridad. Nunca pensó en hacer tal declaratoria.
Al ver esto, el bello transexual se separó y se volvió a acomodar frente a la mujer en la clásica postura del misionero. Erika se reacomodo por pura inercia, pero en sus ojos proyectaba cierto temor, musitando: Noo….esto no es correeeccctooooo, un beso furioso le impidió seguir hablando.
Mira chiquita, claro que quieres verga y eso es lo que te voy a dar. Puro y autentico vergazo es lo que te hace falta, pasándole su grueso capullo por la humedecida vagina que hasta parecía se amoldaba a ese extraño falo curvo, de largo promedio, pero un tanto más ancho y con una punta de las más gruesas de las que ya se  había comido antes.
En un acto que hasta sorprendió al enardecido Mario, denotando una gran flexibilidad Erika misma se metió de un fuerte empellón ese vergón, casi gritando: Siiiiiiii….esoooooo eeeees looooo queeeee quieeeeero, quiero que me culeessss. Cogeeememeeee como me lo merezcocoooooooooo….ahhhhhhhhhh comomomo la putttatata que quizasss seaaa.
Sonriendo triunfal el bello transexual inicio un mete saca furioso, al ser delgada (o) y muy flexible era una cogida más rítmica, más extraña, como decir entre masculino y femenino al mismo tiempo, eran sensaciones muy placenteras pero muy confusas las que la bella rubia con sus piernas abiertas al máximo recibía gustosa los vergazos que ese curvo miembro le prodigaba, ya se dejaba por completo, estaba vencida, una vez más su calentura, su erótica mente, su caliente cuerpo, su humedecida vagina, sus senos erectos, sus sentidos a mil, su mente afiebrada  le jugaban una partida hasta ahora desconocida, su amiga, su confidente, la persona de la que menos pensaba le ayudaría con su suegro y con quien menos se le hubiera ocurrido le estaba dando un gustazo de madre. Simplemente le estaba pegando una cogida de dios padre…Hummmmmm, hummmmm, ayyyyyyyy, ayyyyyyyyyyyyyyyyy
Al ser un miembro curvo, Erika reconoció algo nuevo para ella. Aprendió lo que en un relato erótico había leído y que en ciertos artículos se comentaba: No importa el tamaño del pene, es más puede ser pequeño, pero si es curvo, llegará a dar sensaciones indescriptibles a la mujer o incluso hombres (por eso Natalia era uno de los mejores escort de travestismexico.com) que reciba en sus entrañas y en su ser este tipo de miembros, los llamados “rinconeros” o “ratoneros”…ahhhhhhhh, peroroororo queeee meeee haceesssss. Ayyyyyyyyyy Natalliiiaaaaaaa
Una pequeña bofetada que sorprendió a la rubia, más bien era como un suave reproche y con coqueto puchero que la otra(o) hizo: Que no soy Natalia, hoy soy Mario, tu macho, tu hombre, tu cogedor, tu perro fiel…..
Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, perrdodoododonnnnnn papppaaaaiiiii…..ahhhhhhhhhh Marriiiioooo
Siguieron copulando en esa clásica posición por un buen rato, a Erika le maravillaba algo más, en sus anteriores encuentros la música o la voz de la naturaleza acallaban el sonido de la copula humana y el evidente ruidito de las camas que rechinan cuando dos cuerpos entran en fragorosa batalla….rriiririr, rirnrnnrnr, rinnnnn el rítmico movimiento que en este momento imprimía y dominaba Mario y sus propios gemidos de mujer enculada, penetrada, cogida como Dios manda la tenían al borde del paroxismo: Ahhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhh, hummmmmmmmmmm, MAriooooooo, asiiisisiis, siiiiiiiiiiiiiiiiiii graacacccciaassssss
Ahora su cogedor nuevo dejo de penetrarla, pero sin sacarle el envarado miembro, la flexiono, tomándola de sus tobillos, cargo sus bellas piernas en sus hombros, con lo cual se la siguió culeando en la forma de “patitas al hombro”….al ser flexibles, el encuentro de sus senos era de una exquisitez tremenda….plaaacccc, palcccc, rinnnn, ruunnnn, cccchiiiinn, ttootcc, tocococ, tocc,cc, los ruiditos de cama, los gemidos de hembra y la voz rasposa y rara de Mario contribuían a esta nueva experiencia……ufffffff….cuanto seguía aprendiendo. El encuentro de esos senos sudorosos le daba una experiencia nueva y enriquecedora. Se resbalaban, se frotaban, se aplastaban unos a otros, se los ponían en medio para formar cuatro monumentales y exquisitos senos pegados en hilera como si estuvieran en una lata de sardinas.
Mario: ¿así querías?, verdad amiguita, si sabes que querías, ya sabes cuando quieras verga yo estoy para darte verga todos los días, como  una cabrona puta como tú se merece, verga diaria es lo que necesitas y yo te la voy a dar.
Otro buen rato, Erika no había estudiado que los transexuales al tomar ciertas hormonas logran tener erecciones que pueden durar mucho tiempo, que tardan más del tiempo normal promedio en venirse, así que en realidad este Mario se la cogería por largo tiempo sin venirse aún.
Placc, placcc, palacc, palcccc, rrrriiiiiiim., tocoocc, tocoococ, hummmmm, ayyyyyy Papppppiii, MArririrroooo que mmemee haceesssss….
Asiiii cabrocncitattaa, asiiii te queuueririia desde el primeerrr díiaiaia, tteee queieirororor, tee ammmmiiiiooo, tee ammmoooooo decía un enervado Mario que así declaraba lo que en el fondo sentía y que sabedora de su condición y de su propia ambivalencia como transexual difícilmente se da en el medio en el que se desenvuelve. Realmente sentía querer y amar a esa bella y rica mujer regiomontana.
Ugggggg, ufffffff, ahora era Erika la que con la fuerza de cintura, cadera y piernas se clavaba ese rinconero pene que llegaba a pliegues, lugares e intimidades que los otros hombres que ya habían conquistado sus montañas sagradas no habían llegado. Era ella la que reculeaba en busca del paraíso de ese miembro que le hacía ver la luna y las estrellas. Siiiiiii, asisisiisisisis, ayyyyyy Marririroooo ayyyyyyyy papppppitotototototot
En un alarde de la posición dominante que Mario lideraba en el acto, tomo las dos largas y finísimas piernas para juntarlas  poniéndolas al  aire con sus dos manos para ser ella o él quien dirigiera las fuertes embestidas que hacían que la otra virara su bello rostro de lado a lado ya de manera demencial, revolviéndosele aún más su pelo rubio ya suelto, parte del cabello cubría sus ojos amielados que hasta refulgían en la tenue oscuridad de ese cuarto de hotel céntrico de Monterrey.
Mario; asisisiis, asisiisis, te gustattataa , te gsurararrarata?
Erika: ssisiisisisis, sisisisisi, asisiisisisis, fuerrttetetette, damemmememe, damememmemee…hazzz lo que quierarasss cabrrrronnnnnn.
La cama se movía a mil, ya incluso la cabecera pegaba sobre la pared haciendo otro ruido, otra sinfonía que combinaba las palabras ya altisonantes, ya subidas de color, los choques de piel, los gemidos y palabras que estos dos se daban.
El dominante paro sacando su pene, con lo cual la otra sorprendida y aún más de sus propias palabras: ¿Por qué paras, papi? , dame , cógeme, por dios santo sígueme cogiendooooo, metemeeee tu vergagga poooor doooonde quierassss dejando a flor de piel su oscuro inconsciente.
Claro, me adivinas el pensamiento mamita, haber cabrona nalgona, ponte en cuatro…jejejee es mi especialidad, ahora si prepárate porque en realidad vas a ir al cielo. Jejjee bueno eso dicen mis clientes, jejeje
Erika que ya era presa de ese insano deseo, ya toda convulsionada y afiebrada y obedeciendo tal como lo venía haciendo, descubriendo que también le encantaba obedecer se viro hacia la cabecera para ponerse en cuatro a una velocidad de rayo.
Mario pasó sus dedos por los fluidos de la vagina de su amiga y sin más se los embarro en el ojete en medio de ese monumental nalgatorio. Con  sus manos separo los cachetes gloriosos y dando un fuerte escupitajo que la otra recibió como si fuera una descarga de agua caliente reaccionando de manera tal que paro sus nalgas al máximo para recibir sin previo aviso la metida directa del pene de su perro copulador del momento….ayyyyyyyyyyyyyyy cabroooooomnnmmmmmm, sacacacacac duelelelelellele, ayyyyyyyyyyyyyyy
Actuando sin obedecer al grito espeluznante que lanzo la rubia yegua que estaba siendo montada como la más vil de las putas en sus cuatro patas inicio un frenético, duro, constante y rápido mete y saca de esa curvatura que Dios le regalo…..tommma, tomammama puttatataaa, recibe mi podeerrrr, ahhhhhh Placcc, plaaac,c pllalalaccccc
Lagrimas corrían por los ojos de Erika, el avasallamiento la había sorprendido, el mareo producto de la alta tomadera de alcohol que había ingerido se le bajo al más bajo nivel. Seguía asustada, ya que su cuerpo dominaba su razón, sin entenderlo paraba aún más sus nalgas para casi imperceptiblemente empezar a moverse tal y como lo hiciera con esos sujetos del bar…..hummmmmm, ayyyyyyyyy, el dolor realmente había sido solo al inicio, rápido se adaptó y ahora era  ella quien con su sabiduría e incipiente experiencia movía su culo como si fuera una experta consumada y lo era, ya que su potro le grito:
Assiisisis, queririririrdsdaaa, UFFFFFFF, la mejorrrr hembraaaa del mundodododo…..ayyyy
Erika, en un clímax, sabedora de que esta experiencia sexual se tendría que dar entre el sábado o el domingo, pero azarosa por estarla ejecutando con quien menos hubiera pensado y recordando al suegro, las imágenes de los videos y todo lo vivido en el bar, en donde debía con un miedo de los mil demonios reconocer que le había gustado ser puta por un rato, solo exhalo, casi como orando en voz baja: ssiisisisi, sooyyyy unnaaaa redomadadada putatattaaa….ayyyyyy Donnn Josseeeeee me estas volviendo una putaaaaa….y se asustó poniéndose una mano en la boca de inmediato, con lo que los movimientos acrobáticos que estaban realizando se desestabilizaron ya que Mario la culeaba con gran fuerza.
Cayeron cuan largos eran en la cama, pero el vergón no se salió, así que ya acostados, éL encima de ella, se la siguió cogiendo con esa fuerza inusitada para su condición pero expresando de esa manera su real y original condición de varón. Erika también alzaba con fuerza sus nalgas para ir al encuentro de ese pedazo de carne humana sin hueso que le estaba dando tanto placer.
La enculada era fuerte, parecía que la cama se rompería, otra vez en un alarde de superioridad y dominio, sin sacarle la verga, jalándola de la cabellera rubia que ya había desmadejado hace buen rato para pasar sus manos por la cabeza para impulsarse aún con más fuerza, la fue levantando como si fuera una yegua fina de grupa alzada. La otra en su descubrimiento que le encantaba la trataran con dominio y liderazgo se dejó hacer haciéndose para atrás para volver a quedar en cuatro en la infaltable posición de “perrito” que no debe faltar en todo buen “entierro”.

Ahora Mario jalándola a un ritmo constante de sus rubios cabellos se la seguía enculando por su ojete de antología. La fuerza del ruido que hacían las nalgas de Erika al ser taladrados competía en igualdad de calidad con sus gemidos, los del hombre, las de las patas de la cama, el rechinar del colchón y el golpeteo de la cabecera de la cama con la pared.
Mientras ese cuarto era testigo de un nuevo aprendizaje, de una nueva decisión no tan calculada por la rica mujer de clase alta, afuera del cuarto el detective privado Ricardo no daba crédito a lo que escuchaba ya en su casi éxito de abrir despacio la puerta….Carajo, se están pegando una cogida de perros en brama de aquellos….uffff….a seguir grabando.
Estaban los otros tan entretenidos y como estaban de espaldas a la entrada no vieron ni escucharon la ágil maniobra del panzón y chaparro cabrón que se introdujo furtivamente al cuarto y que seguía filmando.
Ricardo sabe su negocio, está atento y concentrado, por eso se hace hacia el closet sigilosamente cuando escucha que la puerta se abre de nueva cuenta dejando entrar la figura imponente  y atlética del negro que llevaba puesta la máscara del legendario luchador Santo en el lugar en donde el empresario Don José Treviño lo quiso fregar.
Trastabillando un tanto, el negro se llegó a la cama, sin que los cuerpos que en fragoroso mete y saca y gemidos de locura  en su copula infinita lo notaran.
El negro Luis con vidriosos ojos, se quitó su pantalón y camisa, ya no traía trusa, las cabronas suripantas con quien supuestamente se agasajaría lo esquilmaron pretendiéndole robar el escaso dinero que tenía, pero no tuvieron suerte, ya que ni gozaron del buen sexo que les podía proveer, ni lo pudieron asaltar, eso sí, el negro quedo “picado”, cuando escucho como el viejo Don José bajo con alma que lo lleva el diablo las escaleras y empezó a interrogar como enajenado al otro negro americano en el bar, salió con las tipas por piernas y ya en la calle se dio dicho suceso, por lo que no podía volver al bar por otras putas.
Las cabronas con el pretexto de hacerle un oral en una callejuela cercana al estacionamiento, en el mismo acto quisieron pasarse de listas, pero no contaban con la astucia del jarocho Luis, como dijera el chapulín colorado.
Estaba caliente de a madres, ya que todo lo que vio y vivió en el sitio lo tenía a mil. En realidad no sería la primera ni la última vez que se cogía a un transexual, en Veracruz abundan y unos muy buenos, por cierto. Solo que no había notado que Natalia lo fuera y mucho menos pensaria que la cabrona se estuviera cogiendo a la rica Erika.
Sin más el negro se llegó a donde arrodillada en la cama, la tal Natalia le estaba dando una cogida de campeonato a la rubia hembra que agitaba como desesperada su cola y su cabellera, bamboleando sus senos al ritmo de las embestidas.
De un fuerte escupitajo a su pene el negro tomándolo con una de sus manos que se la deja ir con todo a Natalia…ayyyyyyyyy…..hummmmmmmm , la cual acoplándose de maravilla, sonriendo y meneándose para atrás y para adelante: Ajjaaa….ese es mi machote, ya sabía que esas gordi buenas putas no eran suficientes para ti, dándose ella misma una palmada en su glúteo izquierdo, “Esta si es carne de primera y no como las de esas pendejas gordas”…y esta es de primer nivel, dando un buen azote a la nalga derecha de la rubia que volteándose abrió los ojos como de plato al ver como el negro se estaba cogiendo a Mario….la sensación que experimento fue tal que le llego en ese instante otro orgasmo, su cara fue captada con claridad por la fina cámara de un extasiado Ricardo que ya hacia planes mentales de como sacaría provecho de esta fenomenal orgía que iniciaba.
Continuara.

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Relato erótico:” Mi madre y el negro III: Tentación” (POR XELLA)

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Alicia bajó a desayunar bastante despejada pero, en cuanto vio a su madre, se acordó de lo ocurrido el día anterior.
– Hola cariño. ¿Que tal has dormido? – Preguntó ésta.
– Bueno, podría haber dormido mejor…
– Pues espero que te recuperes rápido, que todavía tenemos cosas que hacer.
Alicia la contestó con algo parecido a un gruñido y la observó mientras ponía el desayuno. Sabía que su madre era atractiva, pero nunca había tomado consciencia de lo atractiva que era. Llevaba puesto un ligero pijama, algo transparente, que se ajustababa sus curvas. Todavía no se había puesto sujetador, al igual que ella, y se veía que aun así, sus pechos se mantenían en su sitio de manera mas que aceptable para su edad. ¿Como había pensado que esa mujer no iba a haber buscado pareja desde lo de su padre? Que ingenua…
Pero… ¿Por que con él?
– Hola cariño, ¿ Que tal has dormido? – Preguntó Elena a Claudia, que acababa de entrar.
– Puff… Me costó mucho dormirme… Estaba sonando algún ruido… Como resoplidos o algo así… – Alicia se ruborizó al darse cuenta de que esos ruidos eran sus gemidos. – Menos mal que cesaron pronto.
– Pues te digo lo mismo que a tu hermana, espabilate, que en cuanto venga Frank tendréis que ayudarle a colocar las persianas.
– ¿Queeee? ¿Va a venir otra vez? – Exclamó Alicia, visiblemente molesta.
– Deberías estarle mas agradecida. Además, no se que problema tienes con él, es un chico majisimo.
Alicia iba a replicar pero entonces (“Ya tienes la merienda preparada”) las palabras se atravesaron en su garganta.
DING DONG
Mierda. Acababa de llegar el chico majisimo.
– Venga, daos prisa y acabareis antes. – Dijo Elena levantándose a abrir la puerta.
A Alicia le entraban ganas de vomitar al pensar en los dos solos. ¿Como se habrían saludado?
Su madre entro riendo en la cocina, seguida de Frank.
– Hola chicas, ¿Listas?
– ¡Casi! – Dijo Claudia. – ¡Voy a hacer pis y empezamos!
Un nuevo gruñido salió de la boca de Alicia.
– Vamos Alicia, id subiendo que tu hermana ahora va. 
– Esta bien…
Todo lo que tenia que hacer era pasarle a Frank las herramientas, o sujetarle lo que necesitara, así que era un tanto aburrido. Nada mas llegar Frank se quitó la camiseta.
– ¿Tienes que hacer eso? ¿Por que tengo que verte medio en bolas?
– Es un país libre, tu puedes hacer lo mismo. Ademas, muchas mujeres matarían por verme así. – Contestó, guiñando un ojo.
– Anda, cállate y empieza, que no quiero estar aguantandote toda la mañana.
Frank se subió a una silla y comenzó a marcar la pared para hacer unos taladros. La diferencia de altura dejó a la chica una vista perfecta de las abdominales del chico y de su…
– ¡Ya estoy aquí! – Exclamó Claudia al entrar. Alicia rápidamente apartó la mirada, roja como un tomate, y comenzó a rebuscar en la caja de herramientas como si fuese lo mas interesante del mundo. – ¿Que necesitáis que haga?
– Pues de momento animar el ambiente, por que tu hermana esta de un humor de perros… – Contestó el chico.
– O mas bien de perras. Lo que le hace falta es que le den un buen meneo.
– ¡Claudia! – Replicó Alicia, enfadada. – Si vas a venir aquí a tocar los cojones ya te estás yendo.
– Vale vale… No me muerdas…
– Acércame el taladro, anda. – Cortó Frank. 
Alicia, mientras ignoraba la charla entre el chico y su hermana metiéndose con ella, echaba miradas furtivas al cuerpo que tenía enfrente. Realmente podía llegar a entender que su madre se hubiese fijado en él, aunque no le gustase reconocerlo. Tenía un cuerpo musculoso y fibrado, alto, atlético… Seguramente se había aprovechado de ella en algún momento de debilidad…
¿Cuando había sido la primera vez? ¿Cuantas veces lo habían hecho? ¿Cuanto tiempo llevaban haciéndolo? Por lo que les escuchó ayer, habían repetido varias veces, por que según Frank su madre había mejorado…
– ¿…me escuchas? ¿Ali?
Volvió a la realidad.
– ¿Eh? S-Si… ¿Que quieres ahora?
– Sujeta aquí.
Alicia se levantó poniéndose a su altura para sujetar la persiana. Le llegó el olor corporal del chico, mezcla de su gel de baño y sudor. Contrariamente a lo que podía pensar, era bastante agradable.
– ¡Claudia! – Sonó desde el piso de abajo. – ¡Ven a echarme una mano!
La chica salió de la habitación corriendo.
Volvían a estar solos.
Alicia no podía ni mirarle a la cara.
– Mas arriba.
– ¿Que?
– Que sujetes mas arriba. ¿Que te pasa? Estás en babia.
– Yo… – Veía los musculosos brazos haciendo fuerza con el taladro. Las palabras se le atragantaron.
– A ver si va a ser verdad que necesitas un polvo, como dice tu hermana.
Eso fue la gota que colmó el vaso. Verle follando con su madre, llamándola su “zorrita”, haber llamado a Gonzalo desesperada, follar con el y, a diferencia de otros tiempos, haberse quedado a medias. Sus juegos con “Manolo”, correrse pensando en…
Dejó caer lo que estaba sujetando.
– ¡¿Pero que haces?! 
– ¡Cállate! !Yo no soy una zorrita!
– ¡¿Que?! – Frank no entendía nada. – ¿De que me estás hablando?
– Ayer os vi. A ti. Y… A mi madre. Eres un cerdo, ¿Como has podido…?
La cara de Frank cambiaba a medida que escuchaba, pasó de sorpresa a mostrar una socarrona sonrisa.
– ¿Asi que nos viste? ¿Cuando fue? ¿Ayer? Me dio la impresión de haber oído algo, pero estaba bastante ocupado como para preocuparme por ello.
Alicia le soltó una fuerte bofetada que casi le hace caer de la silla.
– Como se te ocurra volver a tocar a mi madre…
– ¿Que? ¿Que vas a hacer? Tanto tu madre como yo somos lo suficientemente mayorcitos para saber lo que hacemos. Y te aseguro que tu madre sabe muy bien hacerlo.
Nuevamente Alicia se lanzó contra él, pero ahora estaba prevenido. La agarró y bajaron los dos al suelo, forcejeando. Era demasiado fuerte, la chica no tenia nada que hacer. Frank la cruzó los brazos ante el pecho y, de espaldas, la apretó contra él para inmovilizarla. Alicia se quedó paralizada, podía notar perfectamente contra su culo el enorme rabo del chico.
– Vale ya de comportarte como una niñata, no tienes ni idea, así que no hables sin saber. Tu madre y yo vamos a seguir haciendo lo que queramos, quieras tú o no.
Entonces, casi imperceptiblemente, Frank notó como Alicia movía ligeramente el trasero.
Guardó silencio.
Dio la vuelta a la chica y la agarró del cuello.
– ¿A lo mejor lo que tienes es envidia?
– S-Sueltame, no digas tonterías.
– Dime, ¿Te pusiste cachonda viendo como me follaba a tu madre? – Alicia apartó la mirada. – ¿Te gustaría haber estado en su lugar? – La sonrisa del chico se hacia cada vez mas grande. – Viste como me la comía, como le gustaba, estaba disfrutando como una perra. ¿Eres una perra tu también?
– No… Dejame… 
Frank llevó su mano a la entrepierna de Alicia y apretó ligeramente su sexo.
– ¿Estas cachonda ahora? – La chica tenía la boca entreabierta y dejó escapar un leve gemido. – No puedes ocultarlo, lo llevas en la sangre, eres una zorra al igual que tu madre.
Aunque Alicia sabía que debía enfadarse por ese comentario, extrañamente la calentó mas aún. Quería abandonarse al placer, dejarse llevar y quitarse la obsesión que crecía en su mente desde su pequeña sesión de voyeurismo.
Frank la soltó y la empujó suavemente el hombro hacia abajo y Alicia se dejó caer de rodillas. Era como si estuviese fuera de su cuerpo y no tuviese ni la capacidad ni la voluntad de frenar sus actos. Vio como Frank desabrochaba sus pantalones y mostraba ante ella una enorme polla aún sin estar empalmado.
– Vamos Ali, seguro que sabes bien lo que tienes que hacer.
Tímidamente atrapó el monstruo entre sus manos y lo miró absorta. Podía notar como reaccionaba al contacto, como sus venas se remarcaban poco a poco y, mientras comenzaba un ligero movimiento de vaivén, como empezaba a ponerse más y más dura.
Usaba las dos manos y aún así no podía agarrarla entera. En unos pocos segundos tenía el enorme falo apuntando a su cara en toda su extensión.
“¿Mi madre se tragó esto entero?” Fue lo único que pasaba por su cabeza. Estaba absorbida por la negra piel que tenía entre manos. Sacó la lengua y se acercó lentamente, notando el olor de la polla mientras se acercaba. Lamió ligeramente el glande una vez y luego otra, humedeciéndolo con su saliva, viendo como relucía debido a ello.
Tenía un sabor parecido a la polla de Gonzalo y a la vez distinto, no sabría explicarlo. Miró a Frank a los ojos mientras lamía y vio la sonrisa de satisfacción en su boca. Y su mirada…
Era una mirada de superioridad, como sabiendo que la chica que tenía ante él estaba a su merced. Era su zorrita.
Alicia se estremeció al pensar en ello y comenzó a introducir el rabo en su boca. Comenzó un rítmico movimiento con el cuello, intentando tragar un poco mas en cada acometida, sentía que iba a ahogarse si continuaba, pero no deseaba parar.
Cuando vio que era imposible introducirla más, acompañó la mamada con sus manos, masturbando mientras tragaba. Aumentó la velocidad, veía como la miraba Frank y eso la ponía todavía más. Se sentía sometida, era su zorrita, era su puta.
– Eres una chupa pollas de primera, igual que tu madre. – Frank agarró la nuca de la chica y acompañó sus movimientos. – No te preocupes, poco a poco acostumbrarás la garganta hasta que te la puedas tragar toda. Vas a disfrutar notando mis huevos rebotar en tu barbilla.
Alicia separó la boca y se dispuso a replicar pero, en vez de eso, levantó el rabo del chico y comenzó a lamerle las pelotas. Estaba desatada, ¿Como había llegado a tal punto?
Llevó su lengua desde los huevos a la punta y se la metió de golpe de nuevo, acelerando sus movimientos.
– Eso es puta, eso es. Siempre he sabido que detrás de esa actitud de mierda se escondía una verdadera guarra. Sois todas iguales, lo lleváis en la sangre. Pufff…. No pares ahora, ya viene la merienda putita, no dejes escapar nada.
Las manos de Frank se aferraron con fuerza a la nuca de la chica, impidiéndola separarse. Alicia podía notar como el rabo palpitaba, anunciando la inminente corrida que tendría que tragar sin remedio.
– ¡¿Como vais chicos?! – Se oyó a la madre de Alicia desde el piso de abajo. – ¡¿Os falta mucho para acabar?!
– ¡No! – Contestó Frank, descargando en la garganta de Alicia. – ¡Ya estamos acabando!
Alicia no esperaba la cantidad de semen que recibió. Casi se atraganta. Los primeros chorros fueron directos a su garganta pero después Frank la separó lo suficiente como para llenarle la boca de leche. La chica tenía los ojos llorosos y después de tragar comenzó a toser. Rápidamente Frank sacó el móvil y, antes de que la chica pudiera reaccionar, le hizo una foto.
 
 
– Mas vale que te recompongas, putita. Creo que sube alguien.- Dijo Frank mientras se abrochaba los pantalones.
 Rápidamente se levantó y Frank volvió a subirse a la silla.
– ¿No deciais que ya habíais acabado? – Preguntó Claudia cuando entró. – ¡Estais igual que cuando me fui!
– Os entendí mal. – Se excusó Frank. – Me refería a que ya había acabado con tu hermana. – La cara de Alicia se tornó roja y bajó la vista al suelo. – Lleva un rato tocandome los huevos y hemos discutido, pero ya se va a portar bien, ¿Verdad? 
– S-Si… – Asintió Alicia, esperando que su hermana no sospechase nada. – Aunque ahora me encuentro un poco mal… Creo que me ha sentado mal el desayuno… Si me disculpais…
Comenzó a salir de la habitación.
– ¡Pero si al final con las prisas no hemos desayunado nada! – Exclamó Claudia confusa.
Alicia se paró en seco, viendo que la había cagado. Balbuceó algún tipo de excusa y se fue a su cuarto.
Estuvo un par de horas sola, hasta que su hermana entró a la habitación.
– ¿Que tal estás? – Preguntó. – Ya hemos acabado todo y mamá ha ido a llevar a Frank a su casa. Ha dicho que tiene que hacer unos recados, así que no la esperemos para comer…
Alicia se puso pálida. Sabia perfectamente los “recados” que tenia que hacer su madre… 
“Ese cabrón…” pensó “¿No tiene suficiente con una?”
– En serio, ¿Te encuentras bien? ¿No te ha venido bien desahogarte?
– ¿Como? – Alicia se puso en tensión. – ¿De que hablas?
– ¿Te crees que soy tonta? – Claudia mostraba una insultante sonrisa de suficiencia. – Se perfectamente lo que has hecho, ¿Y aun así tienes esa cara de acelga? 
Alicia no sabia como reaccionar, su hermana la había pillado con Frank. ¿Se lo diría a su madre? ¿Como reaccionaría ésta?
– Por favor… No se lo digas a mamá…
– ¿A mamá? ¿Por que se lo voy a decir? ¿Te crees que cuando yo lo hago voy corriendo a contárselo?
– ¿Tu… Tu también? 
El mundo de Alicia se vino abajo. ¡Aquel cabrón iba a follarse a toda la familia!
– ¿Eres tonta? ¡Pues claro! ¡Si te lo di yo!
– ¿Que?
– ¡A Manolo! La próxima vez que lo uses, al menos cierra la puerta…
Todas las preocupaciones de Alicia desaparecieron. Su hermana “solo” la había visto masturbándose…
– ¡Ah, si! – Contestó. – L-Lo tendré en cuenta…
Casi no habló en el resto de la mañana, estaba como ida, con una mezcla de sentimientos y sensaciones abrumadora, pero la bomba llegó mientras comía el postre.
Bip Bip.
Era su teléfono móvil. Era Frank.
Cuando miró la pantalla la sangre le desapareció de la cara de la impresión, solo para volver a subir de forma mas intensa debido a la vergüenza.
Era la foto.
Se la veía arrodillada, con la boca abierta y llena de lefa. La polla de Frank estaba ante su boca, rozando sus labios, y su mirada… Sunmirada de lascivia no dejaba lugar a dudas de que estaba disfrutando de ello.
– ¿Quien es? – Preguntó Claudia.
– Nadie. Publicidad.
Bip Bip.
Otro mensaje. Otra foto.
Nuevamente se puso pálida, pero esta vez no recuperó el color. Era su madre.
Estaba en la misma posición que ella, sólo que su madre estaba completamente desnuda. La boca llena de lefa y la polla del chico ante su boca. Sus ojos lucían la misma mirada que los de su hija. 
– Sois como dos gotas de agua. – Le escribió Frank.
Alicia se disculpó ante su hermana y se fue de la cocina, las lágrimas asomaban en sus ojos.
– Cabrón. ¿No has tenido suficiente esta mañana? – Le escribió.
– Cariño, no te preocupes, hay polla para todas. Y además, tu sólo me la has mamado. A tu madre la he follado como la perra que es.
– Eres un cerdo
– No te pongas celosa, que ya te llegará el turno…
Alicia tiró el móvil a un lado y se echó a llorar.
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“Dueño inesperado de la madre y de la esposa de un amigo” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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dueno-inesperado-1Sinopsis:

El destino es caprichoso y cruel pero también magnánimo. A Gonzalo Alazán nada podía haberle hecho prever las consecuencias de una petición de auxilio por parte de un buen amigo. Enfermo y moribundo, Julio le informó que le había nombrado su heredero a pesar que tenía una mujer y que su madre seguía viva.
Extrañado por esa decisión pero a la vez,interesado porque además de inmensamente rico, la madre de su amigo había poblado sus sueños en la adolescencia y para colmo era el marido de un bellezón. Al preguntar por los motivos que tenía para desheredarlas, Julio le contestó que ambas eran incapaces de administrar su dinero por lo que había pensado en él para que nada les faltase.
No deseando aceptar esa responsabilidad, llegó al acuerdo de visitar la finca donde vivían los tres y así comprobar si tenía razón al pedirle ayuda..

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los TRES PRIMEROS CAPÍTULOS:

CAPÍTULO 1 – LA ENFERMEDAD DE JULIO

El destino es caprichoso y cruel pero también magnánimo. Hombres y mujeres estamos en sus manos y estamos impotentes ante sus muchas sorpresas. A veces son malas, otras pésimas y en la menor de las ocasiones, te sorprende con una campanada que te cambia la vida de un modo favorable. Curiosamente un buen día para Fernando Alazán, una mala noticia se convirtió en pésima sin saber que con el tiempo, esa desgracia se convertiría en lo mejor que le había ocurrido jamás.
Nada podía haberle hecho prever las consecuencias de una petición de auxilio por parte de un buen amigo. Como tantas mañanas, estaba en el despacho cuando Lidia, su secretaria, le avisó que tenía visita. Extrañado miró su agenda y al ver que no tenía nada programado, preguntó quién deseaba verle.
―Don Julio LLopis― contestó la mujer y viendo su extrañeza, aclaró: ― Dice que es un amigo de su infancia.
―Dígale que pase― inmediatamente respondió porque no en vano, ese sujeto no solo era uno de sus más íntimos conocidos sino que para colmo estaba forrado.
Mientras esperaba su aparición, Fernando se quedó pensando en él. Llevaba al menos seis meses sin verle porque sin despedirse de nadie, se había marchado a vivir a su finca que tenía en Extremadura. Aunque a todos sus amigos esa desaparición les había resultado rara, él siempre había objetado que si lo pensaba bien, no lo era tanto:
―Con una esposa tan impresionante, no me importaría dejar todo e irme al fin del mundo con ella― comentó a uno que le preguntó, recordando a Lidia, su mujer. Debido a que sin pecar de exagerado, para él, Lidia era la mujer más impresionante con la que se he topado jamás. Morenaza, de un metro setenta, la naturaleza la ha dotado de unos encantos tan brutales que en el interior de su cerebro sostenía que nadie en su sano juicio perdería la oportunidad de pasar una noche con ella aunque eso suponga perder una amistad de años.
Mientras espera su llegada, tuvo que confesarse a sí mismo que si Julio seguía siendo su amigo, se debía únicamente a que jamás había tenido la ocasión de echarle los tejos y que de haber visto en sus ojos alguna posibilidad, se hubiese lanzado en picado sobre ella. Tenía para colmo las sospechas que detrás de esa cara angelical, se escondía una mujer apasionada.
«Por ella sería capaz de hacer una tontería sentenció al rememorar ese cuerpo de lujuria que hacía voltear a cuanto hombre que se cruzaba con ella.
«No solo tiene unos pechos grandes y bien parados sino que van enmarcados por un cintura de avispa, que es solo la antesala del mejor culo que he visto nunca», pensó justo en el momento que su marido cruzaba su puerta.
El aspecto enfermizo de mi amigo le sobresaltó. El Don Juan de apenas unos meses antes se había convertido en un anciano renqueante que necesitaba de un bastón para caminar.
―¿Qué te ha pasado?― exclamó al percatarse de su estado.
Julio, antes de poder contestar, se sentó con gran esfuerzo en la silla de confidente que tenía frente a su mesa. Esa sencilla maniobra le resultó increíblemente difícil y por eso con un rictus de dolor en su rostro, tuvo que tomar aliento durante un minuto.
―Cómo puedes ver, me estoy muriendo.
La tranquilidad con la que le informó de su precario estado de salud, le desarmó e incapaz de contestar ni de inventarse una gracia que relajara el frío ambiente que se había formado entre ellos, solo pudo preguntarle en que le podía ayudar:
―Necesito tus servicios ― contestó echándose a toser.
Su agonía quedó meridianamente clara al ver la mancha de sangre que tiñó el delicado pañuelo que sostenía entre las manos. El dolor de mi amigo le hizo compadecerse de él y olvidando la profesionalidad que siempre mostraba en el bufete, respondió:
―Si quieres un abogado, búscate a otro. ¡Yo soy tu amigo!
Tomando su tiempo, el saco de huesos que pocos meses antes era un destacado deportista, insistió:
―Exactamente por eso y porque eres el único en que confío, vengo a informarte que te he nombrado mi heredero.
Las palabras del recién llegado le parecieron una completa insensatez y por ello no tuvo que meditar para espetarle de malos modos:
―¡Estás loco! ¡No puedo aceptar! Tienes a Lidia y si no crees que se lo merece, todavía te queda tu madre…
Fernando no se esperaba que con una parsimonia que le dejó helado, Julio le rogara que permaneciera callado:
―Ninguna de las dos tiene capacidad para afrontar lo que se avecina y por eso, quiero pedirte ese favor. Necesito que una vez haya muerto, queden bajo tu amparo.
La rotundidad con la que hablo, diluyó parcialmente sus dudas y sin sospechar la verdadera causa de esa decisión y asumiendo una responsabilidad que no debía haber nunca aceptado, accedió siempre y cuando pudiera ceder en un momento dado la herencia a sus legítimas dueñas.
―¡Por eso no te preocupes! En el testamento, he dispuesto que de ser voluntad de Lidia o de mi madre el hacerse cargo de la herencia, esta pase automáticamente a ellas.
«No comprendo», rumió como abogado, «si les da ese poder, realmente y en la práctica, solo seré su albacea hasta que decidan que ellas se pueden valer por sí mismas».
En su fuero interno, Fernando creyó que lo que su amigo le estaba pidiendo es que le ayudara a que su esposa y su madre no hicieran ninguna tontería una vez fallecido y por ello, más tranquilo, aceptó ya sin ningún reparo. El enfermo al oír que su amigo accedía a tomar esa responsabilidad y haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban, le invitó a pasar ese fin de semana a su finca para que así tener la oportunidad de cerrar todos los flecos.
―Cuenta con ello― Fernando respondió y temiendo por el estado de Julio, únicamente cerró el trato con un ligero apretón de manos, debido a que hasta el más suave abrazo podía dañar su delicada anatomía.
Quedando que ese mismo viernes iría, le acompañó hasta un taxi. Mientras le veía marchar, no pudo dejar de pensar en lo jodido que estaba y que como uno de sus mejores amigos, no le pensaba fallar.

CAPÍTULO 2 ― VISITA A “EL VERGEL” Y ESO LE DEPARA NUEVAS SORPRESAS.

Tal y como habían acordado, ese viernes al mediodía Fernando Alazán cogió su coche y se dirigió hacia Montánchez, un pequeño pueblo de Cáceres donde estaba ubicada el cortijo de su cliente y amigo. Ya en la carretera de Extremadura y mientras recorría los trescientos kilómetros que separaban Madrid de esa localidad, se puso a recordar los tiempos en los que estando en la universidad, toda su pandilla tenía esa finca como refugio para sus múltiples correrías.
―Eran tiempos felices― concluyó al llegar a su memoria como siendo unos putos críos cada vez que querían hacer una fiesta un poco subida de tono, los seis amigotes invitaban a ese lugar cuanta incauta o puta se dejara.
Al rememorar una de esas reuniones, una anécdota sobresalió de sus recuerdos y muerto de risa, se acordó de la brutal metedura de pata de unos de esos colegas. El cual, con algunas copas de más, una tarde vio entrar a una espectacular rubia de unos cuarenta años y creyendo que Julio se había enrollado a una madura, se auto presentó diciendo que si el anfitrión no podía satisfacerla, pasara por su cama para que le diera un buen repaso.
«Pobre cabrón», sonrió ya que ese culito era Nuria, la madre de Julio y dueña de ese lugar.
El pobre muchacho al enterarse de ello, le pidió perdón pero totalmente abochornado por su falta de tacto, hizo las maletas y volvió a Madrid con el rabo entre las piernas.
«Eso fue hace diez años y el tiempo es cruel», se dijo interesado por vez primera en encontrarse con esa madura.
Si bien en aquella época Nuria tenía un polvo de escándalo, dudaba que se mantuviera tan atractiva como entonces.
«No tardaré en averiguarlo», concluyó mientras involuntariamente reducía la velocidad.
Lo supiera o no en ese momento, se veía con pocas ganas de enfrentarme tanto a ella como a Lidia, ya que por mucho que Julio le hubiese asegurado que tanto su mujer como su madre estaban de acuerdo con la decisión de dejarle a él al mando, no se lo terminaba de creer.
«Al menor problema, renuncio», sentenció no queriendo formar parte de un circo familiar y menos de las rencillas que tan extraño testamento a buen seguro acarrearían.
La soledad y la pesadez de la distancia, le permitieron también recordar distintos lances e historias que había compartido con Julio, desde las típicas borracheras de juventud a conquistas sexuales. Aunque su amigo siempre se había mostrado tradicional en ese aspecto, rememoró con especial satisfacción en que le descubrió con una hembra atada en su cama.
«Ese día, Julio de sorprendió», masculló divertido porque al verle entrar sin llamar, había supuesto que le iba a montar un escándalo pero en vez de hacerlo, se sentó sin ni siquiera echar una mirada a la zorra que yacía sobre el colchón y sonriendo, únicamente preguntó si podía mirar.
―Tú mismo― había contestado sin dejar de ocuparse de la insensata sumisa que llevada por la calentura, había accedido a que la inmovilizara.
«Ahora que lo pienso es curioso que a pesar de la forma tan rara en que Julio conoció mi faceta de dominante y que sin perder ojo fue testigo de esa sesión, al salir de la habitación jamás ha vuelto a mencionarlo», pensó mientras aceleraba.
Esa tarde, a las dos horas y cuarenta cinco minutos de salir de su oficina, llegó a las puertas del cortijo. Al entrar por el camino de tierra que daba acceso a la casa principal, le sorprendió gratamente comprobar que lejos de haber perdido su esplendor con los años, “El Vergel” hacía honor a su nombre y parecía un pedazo de edén colocado en mitad de la sierra extremeña.
Aunque no iba a ser el verdadero dueño de ese paraíso, el joven abogado tuvo que reconocer que se sentía feliz de descubrir el estado de sus campos. Al llegar al casón, esa primera impresión quedó refrendada al observar que conservaba la clase y belleza que tan buenos recuerdos me habían brindado.
Ni siquiera había aparcado cuando vio abrirse el enorme portón de madera y salir de su interior, tanto Lidia como su suegra. Si descubrir que la esposa de Julio seguía siendo el estupendo ejemplar de mujer que recordaba y que no había caído en una depresión le animó pero lo que realmente le encantó, fue comprobar que Nuria parecían no haber pasado los años y que aunque sin duda debía de rozar los cincuenta nadie le echaría más de cuarenta.
«¡Sigue siendo un monumento!» exclamó mentalmente al verla llegar enfundada con unos pantalones de montar que realzaban su trasero.
Su turbación se incrementó cuando ambas mujeres le recibieron con un cariño desmesurado y sin que pudiera siquiera sacar el equipaje del coche, le hicieron pasar adentro. Mientras Lidia le conducía del brazo a la habitación donde permanecía postrado su marido, la madre de su amigo iba delante. El que me fuera mostrando el camino le permitió admirar el movimiento de sus nalgas al caminar.
«¡Está impresionante!», sentenció mientras disimuladamente se recreaba en la rotundidad de los cachetes de la madura.
Su amiga debió percatarse del rumbo estaban tomando los pensamientos del joven porque pegándose él más de lo que la familiaridad de la que gozábamos permitía, dijo en voz baja:
―No parece tener cuarenta y nueve.
―La verdad es que no –respondió avergonzado que hubiese descubierto el modo en que la miraba y tratando de ser educado, quiso arreglarlo por medio de un piropo: ―Sigue siendo muy guapa pero la que está cañón eres tú.
Lidia al oírlo, soltó una carcajada y pasando al interior del cuarto de su marido, le llevó a su lado. Desde la cama, Julio con aspecto cansado preguntó el motivo de su risa y su esposa sin cortarse ni un pelo respondió:
―Fernando , mientras le miraba el culo a tu madre, me ha dicho que estoy guapísima.
Si de por sí el que su íntimo amigo se enterara de ese error era duro, mucho más lo fue ver que Nuria se ruborizaba al escuchar que le había estado examinando con mi mirada esa parte tan sensible de su anatomía. Cuando ya estaba a punto de buscar una excusa, Julio respondió:
―Siempre ha tenido buen gusto― y haciéndoles señas, le pidió que nos dejaran a solas.
En cuanto se quedaron solos en la habitación, el enfermo le llamó a su lado y con voz quejumbrosa, le fue detallando los aspectos esenciales de su herencia. Haciendo como si estuviera interesado, Fernando Alazán escuchó de sus labios que no solo tenía esa finca sino una cantidad de efectivo suficiente para que ninguna de las dos mujeres, pasara nunca ningún tipo de peNuria.
Dada su experiencia, al explicarle las medidas que había tomado para asegurar un modo de vida elevado a cada una de las dos, el letrado estaba confuso porque pensaba que no tenía ningún sentido que le nombrara heredero porque Julio lo había previsto todo.
Por ello y aun sabiendo que podía perder un buen negocio, preguntó:
―Julio, no entiendo. Tu madre y tu esposa no me necesitan. ¡Pueden valerse por ellas solas!
―¡Te equivocas! Aunque nunca hayas siquiera sospechado nada, tengo un secreto que compartir contigo…
El tono misterioso que adoptó al decírselo, le hizo permanecer callado mientras tomaba un sorbo del vaso que tenía en su mesilla. Esos pocos segundos que mediaron hasta que volvió a hablar se hicieron eternos al imaginarse unas deudas de las que no hubiera hablado. Ni siquiera sus años de ejercicio le prepararon para lo que vino a continuación y es que, con una sonrisa en sus labios, el enfermo bajó su voz para susurrar en su oído:
―Durante cuatro generaciones, todas las mujeres de mi familia han sido sumisas y por lo tanto han necesitado de un amo que las dirigiera. Al morir mi padre me legó a su mujer y ahora cómo no tengo descendencia, quiero que tú me sustituyas con mi madre y con Lidia.
Solo el dolor que se reflejaba en los ojos de su amigo evitó que creyera que era broma y pensara que le estaba tomando el pelo. Aun así, no pudo más que pensar que la enfermedad había hecho mella en su mente y que Julio no era consciente de lo que había dicho. Suponiendo que era un desvarío decidió cambiar de tema pero Julio cogiendo su mano insistió diciendo:
―Necesito que te hagas cargo de ellas. Solo tú sabes lo que significaría que de pronto se vieran sin alguien que las dirija… ¡podrían caer en manos de un desaprensivo!
Esas palabras le hicieron pensar que de ser ciertas, el moribundo tenía razón en estar preocupado porque dos sumisas sin dueño era una presa fácil y si como era el caso eran un espectáculo de mujer, abría cola esperando que Julio muriera para tomar su lugar.
―Tenemos tiempo para discutir sobre ello― contestó y quitando hierro al asunto, en plan de guasa, comentó: ―No creo que nos dejes durante este fin de semana.
Tanta emoción pasó su factura al esqueleto andante que yacía sobre las sábanas y cerrando los ojos, pidió que le dejara descansar.
En ese momento, ese desvanecimiento fue recibido por Fernando con alegría porque lo último que le apetecía era seguir con esa conversación y por ello, despidiéndose de su amigo, salió de su habitación mientras intentaba sacar de su mente el supuesto secreto que le había sido revelado.
«Pobre, la enfermedad le está haciendo delirar», sentenció con el corazón en el puño.

CAPÍTULO 3.― ADMIRANDO A SUS ANFITRIONAS

Al no encontrar ni a Lidia ni a su suegra por ninguna parte, buscó la habitación que le habían reservado. Como Nuria le había dicho que se iba a quedar en el cuarto de al lado de la piscina y aunque llevaba muchos años sin estar en “El Vergel”, no tuvo problemas en orientarse, por lo que no le costó encontrarlo.
Ya dentro, se percató que lo habían reformado y que donde antiguamente había una serie de literas, se hallaba una enorme cama King Size.
«Voy a dormir cojonudamente», se dijo a si mismo mientras buscaba por la estancia su equipaje.
Para su sorpresa, alguien se había ocupado de deshacer su maleta y halló sus pertenencias, perfectamente ordenadas en uno de los armarios. Sin nada mejor que hacer decidió que le vendría bien darse un baño, sacando de uno de los cajones su traje de baño, se lo puso y salió al jardín.
Curiosamente nada más cerrar la puerta, escuchó voces al otro lado de la barda de separación de la piscina y reconociendo que eran sus anfitrionas, las saludó avisando de su llegada.
Ambas le devolvieron el saludo con alegría pero fue la madre de Julio, la que viniendo hacía él, le dio la bienvenida con un beso en la mejilla como si no se hubiesen visto en mucho tiempo.
«¿Y esto?», se preguntó extrañado pero sobre todo preocupado por si Nuria o su nuera se hubiesen percatado del modo en que involuntariamente se había quedado prendado con el cuerpo que lucía la madura.
«¡Menudo polvo tiene la condenada!», reconoció para sí al contemplar el movimiento de los descomunales pechos de la señora.
Y es que a pesar de ya saber que esa rubia se conservaba estupendamente, al verla en bikini constató sin ningún género de duda que la cuarentona se mantenía en forma y donde me esperaba ver una tripa incipiente o al menos unas cartucheras, se encontró con un estomago plano y un culo de fantasía.
«¡Mierda!», masculló entre dientes al advertir que se había quedado con la boca abierta al contemplarla y haciendo un esfuerzo, retiró sus ojos de ese cuerpo que cualquier veinteañera envidiaría y querría para sí.
Confundido y sin saber qué hacer, dejó que la madre de Julio le condujera hasta una tumbona. Al hacerlo, Fernando se permitió echarle un vistazo a la nuera que nadaba ajena a que la estaba observando y a regañadientes, reconoció que siendo completamente distinta no sabía cuál de las dos era más atractiva.
―¿No te vas a bañar con el calor que hace?― preguntó la madura con una entonación que provocó que hasta el último de sus vellos se erizaran, al reconocer una especie de súplica más propia de una de sus conquistas que de la progenitora de su amigo.
―Deja que me acomode y voy― contestó sin dejar de mirar la seductora imagen que le estaba regalando Nuria en ese instante.
La cuarentona sonrió y en plan coqueta se tiró al agua mientras el joven intentaba olvidar los pechos y las redondas caderas que llevaban siendo su obsesión desde niño.
«La culpa es de los desvaríos de Julio», meditó avergonzado al darse cuenta que bajo su pantalón, crecía desbocada su lujuria, «me ha puesto cachondo con sus locuras».
No se había repuesto del calentón cuando su turbación se incrementó hasta niveles insoportables al admirar la sensual visión de Lidia saliendo de la piscina.
«Joder, ¡cómo estoy hoy!», maldijo para sí al contemplar la impresionante sensualidad de la mujer de su amigo y es que a pesar de ser más plana y menos exuberante que su suegra, esa morena era una tentación no menos insoportable.
Pero lo que realmente le avergonzó a Fernando fue comprobar que Lidia se había puesto roja como un tomate al sentir el roce de su mirada sobre sus pechos. Saberse descubierto le abochornó pero lo que hizo saltar todas sus alarmas, fue descubrir qué los pezones de la morena se le había puesto duros como piedras.
Lleno de pavor, se tiró al agua esperando quizás que un par de largos en la piscina calmaran la excitación que nublaba su mente. Desgraciadamente cuando ya iba a salir de la piscina, vio a Nuria quitándose el cloro por medio de una ducha. Al contemplar a esa madura se creyó morir porque la tela de su bikini se transparentaba dejando entrever el color de sus aureolas.
«¡Coño! ¡No puedo salir así!», protestó mentalmente al sentir la erección de su sexo.
Para evitar que sus anfitrionas advirtieran la tienda de campaña de su traje de baño, cogió una toalla y haciendo como si se secaba, tapó con ella sus vergüenzas mientras se acercaba a donde Lidia estaba tumbada.
Supo que a esa morena no le había pasado inadvertido su problema cuando con una pícara sonrisa, le pidió que le trajera una cerveza. Creyendo que eso le daba la oportunidad de alejarse sin que se notara, se acercó a la barra de bar y sacó tres botellas. Rápidamente se dio cuenta del error, porque al mirar atrás advirtió que suegra y nuera disimulando con una charla, no perdían comba de lo que ocurría entre sus piernas. Alucinado por ser el objeto de ese escrutinio, decidió disimular y hacer como si no hubiese enterado de lo lascivo de sus miradas.
«¿Estas tipas de qué van?», se preguntó mientras les hacía entrega de sus bebidas.
Su vergüenza se trastocó en cabreo cuando Nuria, mirando fijamente su paquete, comentó a la esposa de su hijo que al fin comprendía el éxito de Fernando con las mujeres.
―Mi marido siempre ha dicho que es el mejor armado de sus amigotes― la morena contestó sin dejar de esparcir la crema por sus muslos.
Esa conversación sobre sus atributos molestó de sobremanera a Fernando que decidido a castigar la osadía de ambas, les devolvió el piropo diciendo:
―En cambio yo he tenido que veros en bikini para darme cuenta del culo y de las tetas que tenéis porque Julio se lo tenía bien callado.
Esa táctica le falló porque Nuria al oír la burrada, se acomodó en la silla y exhibiendo sus enormes pechugas, se puso a untarlas con bronceador mientras preguntaba:
―Tenemos los pechos muy diferentes, ¿cuáles te gustan más?
En la mente del joven abogado se entabló una lucha a muerte entre la vergüenza que sentía por la pregunta y el morbo que le daba quién se la había hecho. No queriendo quedar cómo un cretino y menos cómo un salido, prefirió mantenerse en silencio y no contestar. Desgraciadamente, Lidia envalentonada por el éxito de su suegra, decidió poner su granito de arena. En silencio se levantó de su tumbona y acercándose hasta donde estaba su víctima, empezó a bailar mientras le decía:
―Nuria las tiene más grandes pero yo tengo un trasero más bonito. ¿No es verdad?
Pálido ante el descaro de esa dos, comprendió que debía huir si no quería seguir siendo el pelele en el que descargaran sus golpes y sin importar la protuberancia que lucía bajo el traje de baño, tomó rumbo a su cuarto mientras a sus oídos llegaban las risas de sus anfitrionas.
«¿Sumisas? ¡Una leche! ¡Parecen unas perras en celo!», pensó mientras cerraba la puerta tras de sí…

 

Relato erótico: “las enormes tetas y el culo de mi tía, la policía 2” (POR GOLFO)

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LAS ENORMES TETAS Y EL CULO DE MI TÍA, LA POLICIA 2
Durante esa noche hicimos repetidamente el amor, mi tía una vez había bajado el se comportó como una autentica zorra. Si hasta entonces nunca se había dejado llevar por la pasión, se había convertido en una dulce amante   satisfaciendo todos y cada uno de mis deseos.
Ya pasado los años, reconozco que jamás encontré a ninguna mujer tan apasionada pero sobre todo tan necesitada de cariño como ella. En la intimidad de esa cama, Andrea se liberó de los fantasmas de juventud a base de besos y caricias. Besos y caricias dados por mí, su sobrino.
Os confieso que aunque dormí pocas horas, el tener a ese bombón junto a mi cuerpo me hizo despertar cuando apenas había amanecido. Abrazada a su almohada totalmente dormida, no se percató de que la observaba mientras descansaba. La belleza morena de esa mujer se realzaba sobre el blanco de las sábanas.
Tomándome mi tiempo, en silencio, valoré el espectáculo de mujer que tenía a mi lado. Todo en ella era perfecto: Sus largas piernas, perfectamente contorneadas, no eran más que un mero anticipo de su magnífico y atlético cuerpo.
“Qué buena está”, valoré entusiasmado recorriendo con  mis ojos sus caderas.
Supe mirándola que si no llega a ser policía, mi tía podría haberse ganado la vida como modelo.  Su vientre liso y sus enormes pechos eran además de producto de sus genes, una muestra clara de la cantidad de ejercicio al que se sometía. Las largas horas de trabajo duro en el gimnasio habían mantenido y mejorado su belleza, dotándola de un atractivo evidente para todo aquel que se fijara en ella.
Disfrutando de la visión de su cuerpo desnudo, no me cabía en la cabeza el hecho que nunca hubiera estado con un hombre.
“Debe de haber tenido cientos de pretendientes”, me dije.
Si desde niño había sido mi amor platónico, esa mañana comprendí que era mía aunque eso contraviniera las normas morales vigentes. La forma en que se había entregado a mí, no era normal. Sin saber si iba ser solo en esa ocasión o si por el contrario se repetiría más veces, se lanzó a mis brazos con una urgencia total.
Todavía alucinando por mi suerte, aproveché que la tenía a escasos centímetros y que estaba desnuda para acariciarla. Con una ternura de la que nunca pensé ser capaz,  usé mis dedos para recorrer ese trasero duro y respingón que seguía siendo mi obsesión. La noche anterior había intentado que me lo diera pero mi tía se negó diciendo que ya tendríamos tiempo.
“Tranquilo, cumplirá su promesa”, pensé no queriendo forzar de modo alguno a ese primor y por eso, pegándome a su espalda, dejé que mis dedos recorrieran su estómago.
Al oír un suspiro de satisfacción, comprendí que mis mimos eran bien recibidos y por eso, subiendo por su dorso me encontré con el inicio de sus pechos. El tamaño de los mismos me tenía subyugado.
“Son enormes”, sentencié al ser incapaz de recoger en mis manos la totalidad de su volumen.
Tanteando toqueteé con mi pulgar uno de sus pezones. El jadeo que me hizo saber que estaba despierta. Todavía adormilada, presionó sus nalgas contra mi miembro, descubriendo que estaba listo para que ella lo usase.
-Te deseo- fue su saludo y moviendo sus caderas, lo alojó dentro de sus piernas sin meterlo.
Ya convencido de reanudar lo ocurrido la noche anterior, bajé una mano por su cuerpo hasta llegar a su sexo.
“Está empapada”, exclamé mentalmente al no haberme todavía a la facilidad con la esa estricta policía se excitaba.
Aun así me sorprendió que levantando levemente una pierna, Andrea se incrustara mi extensión en su interior sin decir nada. La calidez de ella me recibió poco a poco, dejándome disfrutar de mi pene se abría camino a través de sus pliegues.
Esperé a que hubiese sido totalmente devorado por ella para  coger un pezón entre mis dedos. El gemido que salió de su garganta, me permitió pellizcarlo con dulzura. Mi tía, al notarlo, decidió que le urgía sentirse amada y acelerando sus movimientos, buscó nuestra unión.
Su coño, ya parcialmente anegado, presionaba mi pene con un suave ímpetu cada vez que su dueña forzaba mi penetración con sus caderas. Conociendo que le encantaba los mimos, la besé  en el cuello y susurrándole le dije:
-¿Cómo ha dormido la guarrilla de mi tía?-
Mi cariñoso insulto fue el acicate que necesitaba y convirtiendo sus jadeos en gemidos de placer, me rogó que la tomara.  
-Tranquila, tenemos todo el tiempo del mundo-, respondí recordando que era sábado.
Mis palabras le hicieron caer en la cuenta de que no se tenía que levantar a trabajar y saltando encima de mí, me besó mientras se sentaba a horcajadas sobre mí, empalándose.
-¡Me vuelves loca!- chilló al notar que la cabeza de mi glande chocaba con la pared de su vagina.
Como si pensase que lo que estaba haciendo era inmoral y que podía acabarse en cualquier momento, su cuerpo reaccionó con una premura que me dejó asustado. Con la respiración entrecortada y con su cuerpo estremeciéndose sobre mí, me rogó que no parara  tras lo cual se corrió sonoramente.
Su orgasmo lejos de calmar el ardor que la quemaba, lo incrementó y zafándose de mi pene, se agachó a mis pies deseando complacerme.  No tardé en sentir la humedad de su lengua recorriendo mis piernas. La sensualidad que demostró al hacerlo fue suficiente para hacerme olvidar la decepción que sentí cuando se bajó y por eso al llegar a mis muslos, mi pene ya se alzaba nuevamente producto de sus caricias.
Para aquel entonces estaba convencida de lo que deseaba y dejándose llevar por la pasión, acercó su boca a mi sexo con la intención de devorarlo. Fue entonces cuando abriéndola, con sus labios besó la circunferencia de mi glande. Durante un par de minutos se entretuvo disfrutando de él hasta que decidió introducírselo. Disfrutando como un loco, vi como paulatinamente mi miembro desaparecía en su interior.  Aceptando pero sobre todo deseando su mamada, cerré mis ojos para abstraerme en lo que estaba mi cuerpo experimentando. El cúmulo de sensaciones que llevaba acumuladas hizo que la espera fuese corta y cuando ya creía que no iba a aguantar más, le dije:
-Andrea, me voy a correr.
Mi tía olvidándose de mi aviso, buscó mi placer con más ahínco. La velocidad de sus labios se incrementó y no paró hasta que consiguió descargara mi semen dentro de su boca. Entonces con auténtica ansia, saboreó mi simiente sin dejar que nada se desperdiciara y solo cuando consiguió dejarme seco, se levantó con una sonrisa en los labios y me dijo:
-Levántate vago, hay que salir a correr.
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Andrea se confiesa.
Siguiendo la rutina a la que me tenía acostumbrado, mi tía no me perdonó mi falta de forma e imprimiendo a su carrera de un ritmo inhumano, me dejó para el arrastre. Una hora después ya en la casa y mientras desayunábamos, decidí preguntarle cómo era posible que siento una mujer espectacular nunca hubiera hecho el amor.
-Siempre he tenido miedo a estar con un hombre- contestó tras pensarlo durante unos segundos.
Su respuesta me sorprendió porque no en vano, no solo había elegido una profesión predominantemente masculina sino que a base de fuerza y coraje se había abierto camino en ella.  Eligiendo cuidadosamente mis palabras para no ofenderla, le respondí:
-No comprendo. Eres una mujer valiente y preciosa. Sé que debes haber tenido muchas oportunidades….
-Más de las  que crees- me interrumpió- pero siempre había sentido que lo que buscaban era echar un polvo y eso me repelía.
-¿Y por qué yo no?- pregunté.
Entornando sus ojos, contestó:
-Tenías tanto miedo como yo.
Asumí que tenía razón al recordar mi confusión de la noche anterior al percatarme de que mi propia tía me estaba echando los perros pero deseando averiguar el motivo de ese miedo, le pedí que se sentara en mis rodillas mientras le decía:
-Estaba acojonado.
Mi respuesta le hizo sonreír y besando mis labios, se puso a acariciarme el pelo con afecto nada filial. La pasión con la que me buscó, me hizo olvidarme momentáneamente de mi curiosidad y cogiéndola entre mis brazos, la alcé y me la llevé por el pasillo diciendo:
-Vamos a bañarnos- y recalcando los motivos, le solté: -¡Apestas!
Muerta de risa intentó liberarse pero viendo que  me dirigía al baño, se dio por vencida y preguntó:
-¿Te ducharás conmigo?
-Por supuesto- respondí mientras la dejaba en el suelo y abría la ducha.
Al darme la vuelta, mi tía ya se había desnudado:
-¡Qué rapidez!- solté riéndome de su urgencia.
Dominada por una pasión desconocida para ella, mi tía me ayudó a quitarme la ropa y ya desnudos nos metimos bajo el agua. Al ver sus pechos ya mojados, me hizo hundir mi cara en ese profundo canalillo. Andrea al sentir mi lengua recorriendo sus pezones, empezó a gemir mientras trataba con sus manos reavivar mi miembro.
-Me pones brutísimo- sentencié al notar que entre mis piernas, mi sexo había recuperado su dureza.
Con una alegría desbordante, se dio la vuelta y separando sus nalgas con sus dedos, me respondió:
-¡Ayer me lo pediste! ¡Hoy es todo tuyo!-
Sus palabras me hicieron reaccionar y arrodillándome, saqué mi lengua y con ella me puse a recorrer los bordes de su virginal ano. Nada más notar la húmeda caricia en su esfínter, mi tía pegó un grito y llevándose una mano a su clítoris, empezó a masturbarse sin dejar de suspirar.
-Quiero que seas tú quién lo haga- gritó descompuesta.
Azuzado por su ruego y urgido por romper ese maravilloso culo, metí toda mi lengua dentro y como si fuera un micro pene, empecé a follarla por detrás.
-¡Me encanta!- chilló al experimentar la nueva sensación.
Alentado por su confesión, llevé una de mis yemas hasta su ojete y recorriendo sus bordes, busqué relajarlo. El berrido gozoso con el que esa arisca policía contestó a mi caricia, me estimuló y metiéndolo hasta el fondo, comencé a sacarlo mientras ella no paraba de gritar lo mucho que le gustaba. Viendo su entrega y que mi dedo que entraba y salía con facilidad, junté un segundo y repetí la misma operación.
-¡Dios!- escuché que gritaba mientras apoyaba su cabeza sobre la pared del baño.
La respuesta de Andrea me hizo olvidar toda precaución y ya dominado por mi propia calentura, cogí mi pene en la mano y tras juguetear con mi glande en esa entrada trasera, le pregunté si estaba segura.
-Sí- respondió.
Al oír su permiso, con lentitud, fui introduciendo mi miembro en su trasero. Aun siendo su primera vez, mi tía sin absorbió centímetro a centímetro mi verga y solo cuando sintió que se la había clavado por completo, me rogó que esperara diciendo.
-¡Me duele!
Intentando que el trago fuera menos doloroso, me quedé quieto para que se fuera acostumbrando a ver su esfínter invadido mientras intentaba tranquilizarla acariciándole los pechos. Tras un minuto disfrutando únicamente con sus tetas, fue ella la que empezó a mover sus caderas poco a poco. Paulatinamente la presión que ejercía mi pene en su entrada trasera fue disminuyendo hasta que comprendí que ya podía moverme.
Con exquisito cuidado, aceleré mis penetraciones. Mi tía pegando un aullido se quejó pero sabiendo que ese escozor no tardaría en convertirse en placer, le solté:
-¡Relájate y disfruta!
Que su sobrino le obedeciera, le cabreó y tratando de zafarse de mi ataque, me exigió que parara. Pero entonces por segunda vez, la desobedecí y recreándome en mi rebeldía, di comienzo a un loco cabalgar sobre su culo.
-¡Me haces daño!- chilló al sentir que seguía empalándola.
-¡Espera y verás! –  le contesté y recalcando mis deseos, solté un azote en uno de sus cachetes.
Mi nalgada le hizo reaccionar y sin llegárselo a creer, empezó a gozar entre gemidos.
-¡Espera un poco!- dijo tomando aire tras lo cual chilló:- ¡Sigue!
Dominada por una pasión desbordante y dejándose llevar por el ardor que colmaba su cuerpo, me pidió que la siguiera empalando mientras con su mano empezó a torturar su clítoris. La suma de ambos estímulos terminaron de minar sus defensas y a voz en grito,  me informó que se corría diciendo:
-Quiero sentir tu esperma en mi culo.
Su entrega y que me rogara que descargara en el interior de su trasero, fue la gota que derramó el vaso de mi propio orgasmo y pegando un aullido, dejé que mi pene explotara en sus intestinos. Mi tía al notar que rellenaba su estrecho conducto con mi simiente, se corrió nuevamente tras lo cual se dejó caer agotada en la ducha. Satisfecho y también cansado, me senté a su lado y la besé.
Andrea, sonriendo, me preguntó que quería hacer ese fin de semana.
-No salir de tu cama- respondí.
La carcajada que soltó al escuchar mi respuesta me sonó a música celestial. Una vez había asimilado que no podía ser tan malo que ella y yo estuviésemos juntos porque al fin y al cabo era algo que deseábamos ambos, la alegría de tener alguien con quien compartir su vida la hizo reír. Su risa contagiosa consiguió contagiarme su felicidad y sin esperar a que nos secáramos, la llevé hasta su cama.
Una vez entre las sábanas, nos besamos como locos e intentamos reanudar nuestra pasión pero entonces sonó el teléfono y la perfección del momento se rompió al leer en el teléfono mi tía que la llamaban de la comisaría. Con gesto serio escuchó a su interlocutor y colgando, me dijo:
-Lo siento pero tengo que irme.
-¿Algo grave? – pregunté al ver su rostro cenizo.
-Sí- contestó- han secuestrado a una niña de trece años.
Casi llorando, se dejó caer y con los puños cerrados empezó a golpear el colchón diciendo:
-¡No puede ser! ¡Nunca acabará! ¡Siempre habrá algún maldito abusando de una cría!
El dolor reflejado en ella me dio a entender que no hablaba de la víctima sino de ella y tratando de tranquilizarla, me acerqué a abrazarla:
-¡Ahora no!- gritó -¡Los hombres dais asco!
La repugnancia que leí en sus ojos, me dejó perplejo. Mi tía focalizaba su desprecio por esos animales en mí. Sabiendo que lo único que podía hacer era callarme, cogí mi ropa y en silencio, salí de su habitación. Andrea ni siquiera se despidió de mí y por eso totalmente desmoralizado, decidí que debía de averiguar que oscuro secreto escondían tanto mi madre como su hermana.
Por eso abriendo mi portátil, me puse a investigar a mi tía en internet. Tras media hora navegando, lo único que encontré fue referencias a su carrera en la policía y las medallas que llevaba acumuladas por su valor. Fue entonces cuando caí que si algo le había ocurrido siendo menor de edad, por la ley de protección de menores, su nombre no aparecería. Entonces cambiando de estrategia me centré en “Los Montes”, el pueblo donde había pasado la infancia mi familia materna y una vez allí puse una serie de palabras claves como “victima”, “menor”, abusos”, “violación” y finalmente “secuestro”. Al darle al intro, no tardé en descubrir lo que le había pasado…  
…en un periódico local, había una referencia a un suceso acaecido hace más de 15 años. Calculando que mi tía, por aquel entonces tendría la misma edad de la pobre chavala secuestrada, abrí la noticia y la leí.
“Ahora comprendo”, mascullé entre dientes. Sin mencionar su identidad, el periodista  se recreaba en los detalles.
Por lo visto, saliendo del colegio, fue retenida por un tipo de cuarenta años que metiéndola en el coche, no solo la manoseó sino que le obligó a practicarle una felación. Afortunadamente para la niña en cuestión, un policía que pasaba por allí, se mosqueó por la cara del sujeto y al acercarse, vio lo que ocurría y por eso, el suceso no pasó a mayores.
“De ahí su miedo a los hombres”, me dije.
El trauma de ese abuso había sido lo que le había impedido tener cualquier tipo de relación afectiva. Tratando de acomodar mis ideas, alucinado descubrí la razón por la que conmigo, si se atrevió a dar el paso; si bien el afecto que sentía por mí favoreció su acercamiento, lo que en realidad fue decisivo fue que en la lucha cuerpo a cuerpo, mi tía había comprobado que era más fuerte que yo.
“No me considera un peligro”, sentencié con el orgullo herido.
La certeza de que en su fuero interno me veía inferior a ella, me desmoralizó. Reconozco que con dieciocho años, lloré como un niño al saber que mi adorada Andrea no apreciaba mi masculinidad sino todo lo contrario, a ella le atraía que siguiera siendo un chaval. Dándola por perdida, me hundí en el llanto durante una hora. Solo dejé de berrear cuando tomé la decisión de olvidarme de ella y continuar con mi vida como si lo ocurrido durante esos días, nunca hubiere pasado.
Buscando el consuelo de mis viejos, los llamé para pedir perdón. Desafortunadamente, fue mi madre la que contestó y al escuchar mi arrepentimiento, se negó en rotundo en aceptarme otra vez en casa diciendo:
-Si quieres venir es que tu tía está siendo efectiva. ¡Te quedas con ella!- tras lo cual colgó el teléfono.
 Confieso que no me esperaba ese trato. Mi vieja siempre había sido fácil de convencer y por eso, no supe ni que decir ni que hacer. Solo me quedaba aguantar y esperar que pasara ese puto mes.
Mi tía llega de la comisaría.
La fatalidad hizo que el secuestro se resolviera en ese mismo día pero que no pudieran hacer nada para salvar a la niña. El degenerado que la había secuestrado, después de violarla, la había estrangulado a sangre fría. Las pistas  que dejó a su paso, llevó a la policía hasta su guarida y entrando a saco, lo mataron en cuanto intentó defenderse.
Debía de ser sobre las ocho de la noche cuando vi aparecer a mi tía por la puerta. Llegaba con su ropa manchada de sangre y apiadándome de su aspecto, le pregunté qué había pasado. Con gesto serio, me contestó:
-La niña estaba muerta pero, al menos, he librado a la sociedad de esa basura.
De ese modo tan directo me enteré de que Andrea se había cargado a ese cabrón. Sin saber que decir, la vi alejarse e irse al baño. El ruido de la ducha me confirmó que mi tía  necesitaba limpiarse los restos que mancillaban su piel y para hacerle un favor, cogí la ropa que había dejado en el pasillo y la metí a la lavadora.
¡No quería que al salir tuviera que hacerlo ella y recordara que ese día había matado a un hombre!
Debió de pasar más de media hora cuando escuché que salía. Andrea se dirigió directamente a su cuarto. Tal como me imaginé en ese instante, se metió a vestirse. A los diez minutos, la oí que me llamaba gritando. Al llegar hasta la puerta del baño, me pregunto que dónde estaba su ropa.
-La he metido a lavar- contesté.
Tras unos segundos donde no supo si echarme la bronca, se dio la vuelta mientras me decía:
-Gracias.
Por la cara que puso, comprendí que percibió en esa acción mi buena intención pero también que lo sintió como una intromisión en su privacidad. Confuso sobre cómo comportarme, la dejé sola mientras terminaba de preparar unos sándwiches para cenar.
“Está como una puta cabra”, me dije al redescubrir el difícil carácter de esa mujer.
Al acabar, la llamé a la mesa. Mi tía  cenó en silencio sin levantar su mirada del plato. Dándole su espacio, no hice intento alguno de charlar con ella, de forma que en cuanto se levantó, cogí los platos y tras meterlos en el lavavajillas, me recluí en mi habitación. Con la puerta cerrada, escuché que Andrea encendía la tele en el salón.   
Dos horas más tarde, la ganas de mear me hicieron salir de mi refugio e ir al baño. Al pasar por la habitación donde estaba mi tía, observé que sobre la mesa tenía una botella de whisky a medio vaciar. No tuve que ser un genio para entender que tratando de vencer su angustia, esa mujer había buscado consuelo en el alcohol.
“Pobre”, rumié apiadándome de ella.
Lo que no me esperaba fue que al ver mi expresión, se enfadara y que levantándose del sillón, se me encarara diciendo:
-Tú, ¡Qué miras! -por su entonación y por el andar vacilante, detecté que estaba totalmente borracha. No queriendo enfrentarme con ella, intenté seguir mi camino pero entonces mi tía me cerró el paso diciendo: -¿Dónde te crees que vas? ¡Te estoy hablando!
La angustia que asolaba su mente la estaba focalizando contra mí y debido a mis pasadas experiencias con esa mujer, decidí no provocarla.
-Andrea, iba al baño.
Sin venir a cuento, esa puta quiso soltarme un guantazo pero en su estado, lo único que consiguió fue dar un traspié y casi caerse al suelo. Instintivamente, la cogí en el aire para que no se cayera y en vez de agradecérmelo, me soltó:
-Ahora, te aprovecharás que estoy borracha para abusar de mí.
Indignado por cómo pensaba de mí, la dejé en un sillón y mientras la dejaba sola con su botella, le contesté:
-Nunca he forzado a una mujer y menos a alguien al que quiero- lleno de ira, fui al baño y retorné a mi cuarto sin dirigirle la palabra. Ya en mi habitación, me puse a pensar en lo sucedido y aunque os parezca imposible, mi cabreo se fue diluyendo al meditar y darme cuenta que ese trauma de su niñez era el que había provocado el altercado.
Debía de llevar diez minutos allí cuando escuché que llamaban a la puerta. Antes de darme tiempo a contestar, la vi entrar con los ojos plagados de lágrimas y sentarse en la cama.
-Lo siento. Sé que me he pasado y que tú no tienes culpa de nada.
Sabiendo lo duro que debió de resultar confesarme eso, me senté a su lado y sin tocarla, contesté:
-No te preocupes. Te comprendo.
Mi actitud cariñosa la desarmó y poniendo su cabeza en mi pecho, me abrazó mientras se echaba a llorar. Dejándola desahogarse, le acaricié la melena sin moverme. Durante un rato, Andrea lo único que hizo fue berrear mientras intentaba disculpar su comportamiento contándome entre sollozos la dramática experiencia que había sufrido de niña. Como comprenderéis, la escuché sin revelarle que ya lo sabía, no fuera a ser que le encabronara que hubiese espiado en su vida.
-Tranquila. Ahora descansa- le dije en cuanto se hubo tranquilizado.- ¿Quieres que te ayude a ir a tu cama?
Poniendo cara de dolor, me preguntó:
-¿No puedo quedarme aquí contigo?
La ansiedad que reflejaba su pregunta, me hizo tumbarla y quedarme abrazado a ella sin más. Mi tía al sentir mi apoyo, reanudó su llanto durante largo tiempo hasta que poco a poco se fue quedando dormida entre mis brazos…
…Me había quedado traspuesto cuando la sentí moverse. Sin decir nada, mi tía empezó a desabrocharme la camisa.  Al comprender que estaba despierto, me besó en la boca y abriendo mis labios su lengua jugó con la mía. Durante unos minutos, estuvimos solo besándonos hasta que sintió que mi pene salía de su letargo, entonces,  se pegó más a mí, disfrutando del contacto en su entrepierna.
-¿Estas segura?-, le pregunté.
-Lo estoy-, contestó mientras con delicadeza me terminó de desnudar.
Tras lo cual se sentó en el colchón y sensualmente, dejó que su camisón cayera sobre las sabanas quedando desnuda.  Reconozco que tuve que controlarme para no saltar encima de ella. Sabiendo que la fragilidad de esa mujer, esperé con nerviosismo a que ella tomara la iniciativa. Andrea no tardó en pegarse a mí y si bien en un principio solo me abrazó, en cuanto sintió como  sus senos entraban  en contacto con mi piel, sin ningún pudor, se puso encima de mí  buscando su placer. Fue alucinante sentir como se rozaba contra mí sin llegarse a penetrar con mi pene que le esperaba erecto. No tarde en apreciar como su sexo iba absorbiendo mi extensión  poco a poco hasta que la hizo desaparecer en su interior.
Dominado ya por la lujuria, empecé a moverme  pero entonces ella se quejó diciendo:
-Como te muevas, te mato.
Quedándome inmóvil, obedecí al saber que necesitaba  tomar la voz cantante. Nuevamente, sentí que mi pene volvía a penetrar en ella. Cerrando los ojos puse mis brazos en cruz para que esa mujer pudiera librarse de sus fantasmas sin sentir que la acosaba. Centímetro a centímetro, mi sexo fue  desapareciendo dentro de ella.
“No debo moverme”, tuve que repetirme varias veces.
Pacientemente esperé hasta que la base de mi pene chocó con los labios de su vulva en una demostración que ya había conseguido metérselo por completo. Fue entonces cuando con un gruñido de satisfacción empezó a menearse con mi falo en su interior mientras que con sus manos se masturbaba.
Paulatinamente, mi sexo fue entrando y saliendo de su interior con mayor facilidad, a la par que sus dedos conseguían incrementar su calentura a base de toqueteos. Con los ojos cerrados, disfruté del modo que el coño de esa mujer me ordeñaba mientras ella no paraba de gemir cada vez más fuerte.  Completamente en silencio, sentí como mi tía saltaba sobre mi cuerpo, introduciendo y sacando mi pene con una rapidez atroz. Su calentura hizo que mojara mis piernas con el flujo que manaba libremente de su sexo.
-¡Dios!- aulló cuando empezó a notar los primeros síntomas de que el placer la iba calando.
Lejos de esperar a que llegara, aceleró sus acometidas de forma que sus caderas sin control se retorcían al ritmo con el que sus dedos torturaban su clítoris al pellizcarlo. Su clímax era cuestión de tiempo.  Con la respiración entrecortada, el sudor impregnando su cuerpo y su sexo anegado por el placer, Andrea se acercaba a toda velocidad al orgasmo.  Sabiendo que debía darle un último empujón, le grité:
-Córrete.
Tal y como había previsto, al oír mi orden, mi tía mientras su cuerpo temblaba de gozo y su cueva se licuaba derramándose sobre las sábanas. Con la cabeza de mi glande chocando contra la pared de su vagina, buscó mi placer moviéndose de derecha a izquierda, a la vez que sus manos me arañaban el pecho.
-Estoy a punto- le informé.
-Todavía, ¡No!- protestó y sacando mi polla de su interior, se puso a cuatro patas sobre el colchón mientras con una sonrisa me decía: -Fóllame como si fuera tu puta.
Os reconozco que estuve tentado de usar su puerta trasera, pero poniendo mi glande en su entrada, la penetré de un golpe hasta que se la metí entera. Mi tía gritó al sentirse completamente llena pero sin estar todavía  satisfecha,  gimió pidiéndome que lo hiciera brutalmente.
Cumplí sus deseos de inmediato. Agarrado su pelo, lo usé como riendas de un cabalgar desenfrenado, penetrando y sacando de su interior mi pene sin compasión mientras ella se derretía sollozando de placer. Su entrega me dio el valor para usando mi mano y dándole una fuerte palmada en su trasero, obligarla a sincronizarse conmigo. Andrea al sentir mis rudas caricias,  berreó como la yegua que era en ese momento y  lanzándose a un veloz galope buscó que la regara con mi simiente.
-¡No pares!- me pidió al notar que ya no le azotaba.
Reanudando mis azotes, la estricta policía respondió con un gemido cada vez que la atizaba en una nalga.  El inequívoco placer con el que disfrutó hizo que mis caricias fueron creciendo en intensidad y frecuencia, hasta que con su culo totalmente colorado se desplomó sobre las sabanas mientras se corría. Su total colapso hizo que me desequilibrara y cayendo sobre su cuerpo,  mi pene se incrustó dolorosamente en su interior provocándole otro orgasmo.
Su placer llamó al mío y sin ningún tipo de control eyaculé rellenando su cueva con mi semen, mientras ella se retorcía diciéndome que no parara. Todos mis nervios y neuronas disfrutaron de cada una de las oleadas con las que la bañé su coño hasta que exhausto, caí a su lado.
Andrea ya liberada, me besó y abrazó con mimo, temiendo quizás que esa fuera la  última vez que disfrutara tanto. Su temor me quedó claro, cuando una vez repuesto, me miró diciendo:
-Júrame que no te cansarás de mí.
-Te lo juro- respondí.
Al escuchar mi afirmación, se quedó callada durante unos instantes, tras lo cual, me dijo:
-Si llega ese momento, dímelo. Sabré buscar una alguna forma de retenerte.
El gesto pícaro que descubrí en su rostro, me mosqueó y por eso no me quedo más remedio que preguntarle a que se refería. Soltando una carcajada, me respondió:
-Todos los hombres soy iguales. Si para que te quedes, te tengo que buscar a otra con la que compartirte, ¡Lo haré!
 
 

Relato erótico: “La suegra de mi hijo me entregó su culo” (POR GOLFO)

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Reconozco que la primera vez que vi a esa señora no me llamó la atención. Para entonces y recién divorciado, mis intereses iban por alguien más joven. A raíz que mi mujer me dejara por un antiguo novio, llevaba la vida de soltero maduro y era rara la semana que no conseguía levantar a una treintañera en busca de pareja.
Quizás por eso no me fijé en la suegra de mi hijo. Cuando me la presentó pocos días antes de la boda, Helga me pareció la típica noruega de cincuenta años. Con su metro ochenta era demasiado alta para mí y a pesar de tener un buen par de pechos, solo le eché un par de miradas. Todavía recuerdo que pensé al ver su tamaño:
« ¡Menuda yegua!».
Aunque era el prototipo de nórdica, rubia con ojos azules, nada en ella me atrajo y más cuando mi chaval me comentó que se había quedado viuda hacía diez años y que desde entonces no había tenido pareja alguna. Hoy sé que me equivoqué al juzgar precipitadamente a esa mujer y que me dejé llevar por su apariencia sin valorar que detrás de esa envergadura se escondía una dama divertida y coqueta.
No enmendé mi error hasta que con la excusa de celebrar su segundo aniversario, José y Britta nos invitaron a los dos a pasar el verano con ellos en el chalet que habían alquilado en Haugenes, un pequeño pueblo de Noruega. También os reconozco que en un primer momento, el pasar mi mes de vacaciones enterrado en mitad de un fiordo no me atraía para nada, sobretodo porque temía el frio clima de esas tierras. Fue mi hijo el que me convenció al comentarme que la temperatura iba rondar los veinticinco grados.
Por eso el primero de agosto me vi cogiendo un avión hacia ese remoto lugar sin prever que, durante mi estancia allí, mi vida daría un giro de ciento ochenta grados…
Mi húmeda llegada a Haugenes
El día que llegué a esa aldea de pescadores estaba lloviendo. Sin ser una lluvia torrencial, fue lo suficiente para que me empapara esperando al taxi que me llevaría hasta la casa donde iba a pasar ese mes.
«¡Mierda de clima!», en silencio maldije al sentir ateridos hasta el último de mis huesos.
Para colmo el puñetero taxista, al ver que me estaba muriendo de frio, se rio de mí preguntándome en inglés qué narices hacía allí cuando me podía estar tostando en cualquier playa del litoral español.
-El imbécil- contesté de muy mala leche.
Al llegar a mi destino y aunque era un paraje de ensueño, mi cabreo se incrementó hasta niveles insoportables al comprobar que ese chalet con su embarcadero estaba alejado de la civilización.
«¿Dónde me he metido?», pensé mirando  el espectacular fiordo donde estaba construido, «¡no hay nada más que montañas y agua!
Con un mosqueo evidente, pregunté al conductor donde podía tomarme una copa. La respuesta del sujeto no pudo ser más esclarecedora, soltando una carcajada me soltó:
-El bar más cercano  está en el pueblo, a cinco kilómetros.
Mi cara debió de ser un poema.  Ya estaba meditando seriamente dar la vuelta y volver a mi amada España, cuando mi chaval y su mujer salieron a darme la bienvenida.
«Aguantaré un par de días y luego buscaré cualquier excusa para huir de aquí», decidí mientras los saludaba con una alegría que no sentía y mentalmente me cagaba en sus muertos.
Tras los saludos iniciales entré con ellos en la casa, si es que se puede llamar así a esa cabaña de madera. Aun teniendo tres habitaciones, su pequeño tamaño me pareció minúsculo sobre todo si como en teoría iba a compartirlo con otras tres personas.
«Voy a terminar hasta los cojones de ellos», me dije al observar  que los elementos comunes se limitaban a un salón de poco más quince metros cuadrados.
Acostumbrado a mi piso de soltero, comprendí que esa “choza” me resultaría una ratonera a los pocos días. Afortunadamente al entrar en la que iba a ser mi habitación, comprobé que al menos la cama era grande y que tenía un baño para uso exclusivo mío.
«Menos mal», refunfuñé al deshacer mi maleta, «hubiese sido horrible el encontrarme las bragas usadas de la elefanta».
Fue entonces cuando me percaté que no había visto a la suegra de mi hijo. Por eso cuando salí y me encontré con mi nuera cocinando, pregunté dónde estaba su madre:
-Ha salido a pescar y todavía no ha vuelto- Britta respondió tranquilamente.
-¿Pero si está lloviendo?- alucinado contesté.
La chavala riendo me comentó que su vieja estaba habituada a salir con el barco en mitad de las tormentas y que esa llovizna no era nada para ella. Parafraseando a Obelix, pensé: « ¡Están locos estos noruegos!». En mi mentalidad mediterránea me parecía absurdo salir de casa un día como ese. Con ese clima yo no saldría ni a la esquina sino mediara una urgencia.
Hundido en la miseria y sin nada qué hacer, sacando un libro, me senté en el sofá a leer mientras mi nuera terminaba la cena. No llevaba ni diez minutos enfrascado en la lectura cuando el ruido de la puerta abriéndose me hizo levantar la mirada. Era Helga que llegaba enfundada en el típico traje de hule amarillo que usan los pescadores y que tantas veces había visto en los reportajes del National Geografic pero nunca me había puesto.
«Ya llegó el cachalote», rumié en silencio mientras me levantaba a saludar.
La mujer al verme, se acercó a mí y sin importarle el hecho que estaba  empapada, me abrazó efusivamente. Al hacerlo sentí sus pechos presionando el mío y por primera vez supe que esa giganta era una mujer.  Ella con las botas que llevaba puestas y yo con mi metro setenta y seis, me sentí ridículamente enano al percatarme que mis ojos quedaban a la altura de su boca.
«¡Es enorme!», exclamé en silencio mientras intentaba recuperar el resuello, «¡Y sus tetas todavía más!
Helga, o no se dio cuenta de mi cara de asombro, o quiso evitarme el sonrojo de darse por aludida y dirigiéndose a su hija, le dio una bolsa con lo que había pescado durante el día. Tras lo cual, se marchó a su habitación a cambiarse.
A los pocos minutos, escuché el ruido de la ducha y curiosamente me pregunté cómo estaría esa mujer en pelotas. Mi imaginación me jugó una mala pasada al visualizar a la noruega enjabonando esas dos ubres, ya que producto de esa imagen en mi cerebro entre mis piernas sentí a mi pene creciendo sin control. Asustado por que mi nuera se diese cuenta, volví a mi sofá esperando que la lectura terminara de espantar el recuerdo de su madre desnuda.
Media hora más tarde, ya estaba tranquilo cuando de pronto vi a Helga saliendo de su cuarto enfundada en un traje de terciopelo negro muy corto. Hasta ese momento, siempre había pensado que mi consuegra debía de tener dos gruesas moles, en vez de las dos maravillosas piernas que gracias a la poca tela de ese vestido estaba admirando.  Babeando descaradamente, me quedé absorto contemplando a la madre de mi nuera mientras ella charlaba en noruego con su hija.
Fue mi propio chaval quien me devolvió a la realidad cuando en voz baja me soltó:
-Papá, ¿le estás mirando el culo a mi suegra?
Al girarme hacia él, descubrí que José estaba descojonado y que lejos de cabrearle el asunto, le hacía gracia. Al saberme descubierto, mi rostro se tornó colorado y buscando una excusa, dije:
-Estaba intentando entender su idioma pero es totalmente inteligible.
Por supuesto, mi hijo no me creyó y recreándose en mi vergüenza, me soltó:
-Helga no es tu tipo. Es toda una señora y no una zorrita con las que andas.
Que José me diera clases de moral, me cabreó pero sabiendo que tenía razón y que todas mis amiguitas eran bastante casquivanas, preferí como dicen en Madrid “hacer mutis por el foro” y no contestar.
Mientras esto ocurría, mi nuera había sacado una botella de aquavit y unos arenques escabechados como aperitivo. No habiendo probado nunca esa bebida, tomé precauciones antes de apurar mi copa y dándole un sorbo, comprobé que era fuerte y que su sabor no me desagradaba.
-Está bueno- comenté mientras alzaba mi vaso y brindaba con Helga.
-Skal- sonriendo contestó la nórdica bebiéndoselo de un trago.
Al imitarla, los cuarenta grados de alcohol de ese mejunje abrasaron mi garganta.
«Coño, ¡Está fuerte!», mentalmente protesté mientras veía que esa cincuentona volvía a rellenar nuestras copas.
No me quedó duda que esa mujer estaba más que habituada al aquavit cuando en español con un fuerte acento brindó por el joven matrimonio para acto seguido volver a vaciar su copa.
«A este paso me voy a emborrachar», sentencié mientras observaba de reojo los enormes pechos que el escote de su vestido dejaba entrever.
Producto del alcohol el ambiente se fue relajando y  por eso al sentarnos a cenar, las risas y las bromas eran constantes. La gran mayoría aludían a las diferencias culturales entre España y Noruega, y mientras las dos mujeres se metían con el estereotipo del latino desorganizado, nosotros bromeábamos con el carácter frio y cuadriculado de los habitantes de ese país.
En un momento dado,  Britta, queriéndose defenderse de una burrada que había soltado su marido, dijo muerta de risa:
-Es falso que las noruegas seamos frígidas. Piensa que en invierno, con el frio que hace, nos pasamos seis meses sin salir de la cama.
Fue entonces cuando interviniendo a favor de su hija, Helga comentó:
-Ningún hombre que ha probado mis besos se ha quejado.
Sin darme cuenta de lo duro que sonaría al ser viuda, respondí:
-Con las tetas que calzas, ¡han muerto de sobredosis!
Durante unos instantes, se hizo el silencio en la habitación hasta que, soltando una carcajada, mi consuegra  me rellenó por enésima vez la copa y demostrando que no se había ofendido por mi comentario, contestó mientras adornaba sus palabras agarrándose los pechos:
-Aunque según dicen tienes una vasta experiencia, no te aconsejo probarlos, llevo tanto tiempo sin que nadie lo haya intentado que podría dejarte agotado.
La barbaridad de su comentario hizo que su hija la reprendiera diciendo que se comportara, pero entonces su madre se defendió diciendo:
-Él ha empezado.
Mediando entre las dos, comenté:
-Helga tiene razón. No debía haberlo dicho.
La cincuentona me miró con una sonrisa en los labios y cambiando de tema, preguntó a José que tenían pensado para nosotros al día siguiente. Mi chaval se disculpó diciendo que iban a visitar a un amigo y que por lo tanto, íbamos a quedarnos solos Helga y yo. Curiosamente, mi consuegra se tomó con alegría esa circunstancia y como si fuéramos amigos de toda la vida, me preguntó si quería acompañarla a la playa.
-Por supuesto que iré – comenté – ¡siempre que Dios y el clima nos lo permitan!…
Con Helga en la playa.
Al día siguiente me levanté cansado debido a que mi hijo y su flamante esposa no cayendo en que estábamos en una cabaña, se pasaron toda la noche haciendo el amor y por sus gritos supe que mi nuera había disfrutado aunque a mí no me dejaron dormir. Por eso cuando vi entrar a Helga sonriendo en la cocina mientras desayunaba, me extrañó verla tan descansada porque si a mí me habían despertado las voces de su hija, a ella que su habitación estaba pegada a la de los muchachos debió de resultarle  insoportable.
Si estaba enfadada no lo demostró. Es más, comportándose con una energía desbocada, me contó que la playa que íbamos a ir estaba a dos kilómetros de la casa y que había que ir allí en bicicleta. Al quejarme, Helga se destornilló de risa al oír mis lamentos y acercándose a mí, me pasó una taza con café mientras me decía que el ejercicio era bueno para mantenerse joven.
En ese momento al tenerla tan cerca pude admirar el profundo canalillo que se formaba entre sus tetas, por eso el único deporte en que mi mente podía pensar era el de sumergirme entre sus pechos. La cincuentona se debió de percatar de cómo la miraba porque vi crecer entusiasmado sus pezones.
-Voy a cambiarme- comentó totalmente colorada  dejándome solo en la cocina.
«¡Menos mal que se fue!», sentencié agradecido al notar que bajo mi bragueta mi apetito crecía sin control, « esa nórdica me pone bruto».
Como yo ya iba vestido para la playa, terminé de desayunar tranquilamente mientras trataba de alejar de mi mente la imagen de esa madura de grandes tetas desnuda poniéndose el traje de baño.
«Debe de estar estupenda en bikini», pensé dejando en el olvido que esa mujer era más alta que yo.
Cuando al cabo de cinco minutos, Helga apareció sonriendo y luciendo un escueto conjunto morado, creí estar contemplando una diosa mitológica.
-¡Estás impresionante!- exclamé casi gritando al verificar que me había quedado corto y que en carne y hueso, esa mujer era todavía mas atractiva.
Dotada de un culo grande y sin apenas celulitis, mi consuegra parecía sacada de un cuadro vikingo y solo le faltaba un hacha en la mano para representar con realismo la imagen que tenemos todos de una guerrera escandinava.
Muerta de vergüenza pero alagada a la vez, bajó la mirada mientras me daba las gracias por las lisonjas que salían de mi boca. Su timidez me permitió recorrer su cuerpo con la mirada. De esa forma, verifiqué que ella, al sentir la caricia de mis ojos acariciando sus muslos, se ponía más nerviosa y que involuntariamente dos pequeños montículos crecían bajo la parte de arriba de su bikini. Al comprender que me estaba pasando y que de enfadarse conmigo podía tener problemas con mi hijo, dejé de examinarla y pregunté si nos íbamos a la playa.
Todavía con el rubor coloreando su rostro, la cincuentona agarró el bolso con sus cosas y señalando una de las bicis, me dijo que la cogiera. Os confieso que obedecí como un zombie porque en ese instante al subirse en la suya, me imaginé que era mi pene en vez del sillín el que se acomodaba entre sus nalgas.
«¡Quién se la follara!», rumié entre dientes al saber que era algo prohibido al ser la madre de mi nuera y nuevamente intenté olvidarme de ella.
Desgraciadamente, al pedalear, el vaivén de sus pechos lo hicieron imposible y lo que debía de ser un tranquilo paseo hasta la playa se convirtió en un infierno. No pude dejar de observarla aunque ello supuso que al bajarme de la bici, bajo mi traje de baño, luciera una tremenda erección que no le pasó inadvertida.
«¡Joder! ¡Parezco un crío!», me quejé en silencio, abochornado por la falta de sensatez que estaba demostrando.
A la noruega, o no le molestó comprobar el efecto que ella causaba en mí, o lo que es más seguro su timidez le impidió comentar nada. Lo cierto es que abriendo el camino, me guio a través de un prado hasta una coqueta cala. Os juro que no me esperaba encontrarme en ese recóndito y frio lugar un arenal blanco, al que las montañas cercanas protegían del viento creando un entorno casi paradisiaco y borrando de mi mente momentáneamente a mi consuegra, con la boca abierta me puse a admirar el paisaje.
-¿Es precioso verdad?- Helga comentó mientras me imitaba.
El verde casi fosforito de la hierba que llegaba hasta el borde de la playa, el blanco de la arena y el azul de esas aguas cristalinas dotaban a ese paisaje de una belleza sin igual.
-Sí que lo es- respondí y señalando una poza en un extremo de esa playa sin darme cuenta que había pasado mi brazo por la cintura de esa mujer, dije en plan de broma: -Seguro que ahí, el agua estará más caliente: ¡puede que hasta me bañe!
A Helga se le iluminó su cara al escuchar mi broma y cogiéndome de la mano, corrió hasta la orilla para una vez allí salpicarme con el pie mientras me decía:
-Está buena, lo que pasa es que eres un friolero.
Muerto de risa, la abracé para evitar que siguiera mojándome con esa gélida agua con tal mala suerte que trastabilló y caímos sobre la arena. El contacto de su piel contra mi pecho fue el acicate que necesitaba para besarla aprovechando que la tenía totalmente pegada. La cincuentona al sentir quizás por primera vez en años una lengua forzando sus labios, respondió con pasión y dejó que esta jugara con la suya mientras presionaba mi entrepierna con su sexo.
La pasión que demostró me permitió incrementar el ardor con el que la besaba y llevar una de mis manos hasta su pecho. Helga al sentir la caricia de mis dedos sobre la parte de arriba de su bikini, gimió de placer. Si ya había dejado clara su calentura, cuando retirando la tela toqueteé con mis yemas su pezón berreó como una cierva en celo.
Todavía sin saber dónde me metía, usé mi lengua para deslizándome por su cuello irme aproximando hasta su pecho. La noruega, al experimentar esa húmeda caricia, clavó sus uñas en mi trasero denotando una excitación que creía olvidada. Su entrega azuzó mi lujuria y me puse a mamar de esas dos ubres mientras su dueña se estremecía de gozo.
-¡Me enloquece que comas de mis tetas!- aulló como loca mientras se despojaba de su bikini y ponía la otra en mi boca.
Al comprobar que sin el sostén del sujetador seguían firmes, me volví loco y alternando de un seno al otro, mordisqueé sus pezones sin parar. Mi consuegra al sentir la presión de mis dientes sobre sus erectos botones, pegó un chillido y llevando sus manos a mi pantalón, me trató de desnudar.
La urgencia de esa rubia me demostró que en su interior existía una mujer ardiente que las circunstancias de la vida no habían dejado aflorar y por ello tras ayudar a despojarme de mi traje de baño, hice lo propio con la braguita de su bikini.
Durante unos segundos me quedé embelesado mirando a mi consuegra desnuda. No fue hasta que fijé mi mirada en su sexo, cuando descubrí que al contrario de las mujeres de su edad Helga llevaba su pubis totalmente depilado.
-¡Que belleza!- exclamé pero como estaba lanzado no pude evitar recorrer con mi mano su entrepierna.
Os juro que no sé qué me resultó más excitante, si oír su gemido o descubrir que tenía su coño empapado.
-No seas malo, llevo mucho tiempo sin que un hombre me toque-  protestó con los ojos inyectados de lujuria.
Sabiendo que no había marcha atrás,  mis dedos se apoderaron de su clítoris y recreándome con una caricia circular sobre ese botón, observé a Helga apretando sus mandíbulas para no gritar. Totalmente indefensa, sufrió en silencio la tortura de su botón mientras observaba de reojo mi pene totalmente tieso. Por mi parte, estaba alucinado de mi valentía al estar masturbando a la madre de mi nuera pero al comprobar que poco a poco mis toqueteos estaban elevando el nivel de la temperatura de su cuerpo, no paré hasta que mis oídos escucharon su brutal orgasmo.
-¡Eres un cabrón!- me dijo con una sonrisa al recuperar el resuello y arrodillándose frente a mí, me soltó al tiempo que sus manos agarraban mi pene: -Ahora, ¡me toca a mí!
Aunque parezca raro, esa viuda no se lo pensó dos veces al tener mi pene entre sus dedos y sin esperar mi permiso, se lo introdujo  en la boca. Os juro que creí morir al comprobar que no se le había olvidado como se mama y esperanzado pensé que al final ese verano en esas gélidas tierras no sería tan mala idea al acreditar que era tanta su necesidad que esa rubia no iba a parar hasta que recuperara los años perdidos. Ajena a lo que estaba pasando por mi cabeza, Helga me demostró su maestría,  cogiendo entre sus yemas mis testículos e imprimiendo un suave masaje mientras su lengua recorría los pliegues de mi glande.
-¡Cèst magnifique!- exclamó en francés al comprobar la longitud que había alcanzado mi verga y abriendo sus labios, la fue devorando lentamente hasta que acomodó toda mi extensión en su garganta.
El elogio me supo doblemente dulce porque en ese instante y usando su boca como si de su sexo se tratara, empezó a meter y a sacar mi polla de su interior con un ritmo endiablado. Deslumbrado por su mamada todo mi ser reaccionó incrementando la presión sobre mis genitales. Estos explotaron en continuas explosiones  de placer mientras mi consuegra, arrodillada sobre la arena, no  dejaba que se desperdiciara nada y golosamente fue tragándose mi semen a la par que mi pene lo expulsaba.
Acababa de ordeñarme cuando las risas de unos críos nos avisó de su llegada. Muertos de risa, apresuradamente nos vestimos para que no nos pillaran en pelotas. Una vez vestida, me dijo sonriendo antes de salir corriendo hacia las bicis:
-¡Volvamos a casa! ¡El primero se ducha primero!
Al ver esas dos tetonas rebotando mientras trotaba de salida, reavivó mi deseo y aunque traté de alcanzarla antes que cogiera la suya al llegar donde las habíamos dejado, Helga ya pedaleaba de vuelta. Montándome en la bicicleta, salí tras ella pero nuevamente el mejor estado físico de esa cincuentona provocó que ella entrara primero a la cabaña.
Medio minuto después y con la lengua fuera, llegué a la casa. Una vez allí, dejé tirado el rudimentario vehículo en el porche y me senté a recuperar el aliento, mientras me decía que tenía que dejar de fumar.
«Estoy hecho una pena».
Ya descansado, pasé dentro y el ruido del agua cayendo me informó que mi consuegra se estaba duchando. Con nuevo ánimos, abrí la puerta para encontrarme a esa mujer apoyada contra los azulejos mientras me miraba. Si me quedaba alguna duda que intentaba provocarme, esta desapareció cuando se empezó a acariciar las tetas y a mientras sonreía. Era una invitación imposible de rehusar y por eso a toda prisa, me desnudé sin dejar de mirar a esa zorra.
-¡Me encantan tus tetas!- dije mientras pasaba dentro de la ducha.
Descojonada y alagada por mi exabrupto, se pellizcó los pezones diciendo:
-¿No los tengo muy caídos?
-Para nada- respondí. –Me pasaría la vida comiéndotelos.
Helga soltó una carcajada al ver que mi pene ya estaba tieso y  dando una vuelta completa sobre el plato de la ducha, me  volvió a preguntar:
-¿Y mi culo no te gusta?
-Es maravilloso- admití babeando al observar que se separaba ambas nalgas con las manos y me regalaba con la visión de un ojete casi virginal.
Mi respuesta le agradó y tirando de mí, me metió junto a ella bajo el grifo. Al sentir su piel mojada sobre la mía, mi miembro alcanzó de golpe toda su extensión. Hecho que no le pasó desapercibido y partiéndose de risa, me soltó:
-¡Parece que te pone cachondo esta vieja!
Al escucharla me reí y mientras llevaba mis manos hasta sus pechos, contesté:
-No eres una vieja, ¡tienes mi edad! Y sí, me pones bruto pero tú también tienes los pezones duros -mientras agachaba mi cabeza y cogía al primero entre mis dientes.
Disfrutando con el tratamiento que estaban recibiendo sus pechos,  pegó un gemido de placer, cuando masajeé su otra teta mientras con la mano que me quedaba libre iba bajando por su cuerpo. Mi consuegra separó sus rodillas al sentir mi caricia cerca de su entrepiernas.  
-¡Te necesito!- exclamó con su respiración entrecortada por la excitación que la dominaba.
-Para ser casi abuela, eres un poco puta–solté riendo mientras su coño se empapaba producto de mis maniobras.
-¡Y tú para ser un abuelo eres muy pervertido! – gritó ya totalmente dominada por la lujuria.
Incrementando su calentura, me arrodillé frente a ella y usando mis dedos, separé sus labios para acto seguido quedarme embobado con su inmaculado sexo mientras pasaba una de mis yemas por la raja de  su coño antes de volverlo a introducir en su interior. El chillido que pegó a notar como la súbita penetración, me informó que Helga estaba disfrutando y por eso me atreví a preguntarle:
-¿Hace cuánto que no  te lo han comido?
Apoyándose en la pared, me explicó que desde que había muerto su marido nadie se había ocupado de ello.
-¿Diez años? ¡Ahora lo soluciono!– respondí mientras sacando mi lengua le daba un primer lametazo.
Viéndome arrodillado a sus pies y con mi boca en su sexo, mi consuegra aulló como loca. Al escuchar su gemido, aumenté la velocidad con la que mi dedo se estaba follando su coño mientras con mis dientes mordisqueaba su clítoris Helga al sentir la doble caricia se estremeció bajo la ducha. Sabiendo que su entrega era total, metí un segundo dedo en su interior alargando  los preparativos.
Lo que no había previsto era que mi consuegra, buscando aliviar la calentura que la consumía,  pegara su sexo a mi cara mientras movía rítmicamente sus caderas restregándome su sexo por la cara. Satisfecho, sacando la lengua le pegué un segundo lametazo.
-¡Cómelo ya!, ¡Lo estoy deseando!
Muerto de risa, la chantajeé diciendo:
-Te lo como ya, si luego me dejas follarte.
Me respondió separando sus rodillas. Siguiendo el plan previsto, la penetré añadiendo otro dedo. La rubia en vez de quejarse, no paró de sacudir las caderas restregando su sexo contra mi boca. Su cuerpo tiritando de placer me permitió meter el  cuarto.
-¡Me duele pero me gusta!- berreó la mujer al experimentar que tantos dedos forzaban su entrada.
Mi lado perverso me indujo a mordisquear el botón que escondía entre sus pliegues con tanta fuerza que la noruega mientras daba un tuvo que apoyarse contra los azulejos al notar que estaba perdiendo fuerza en sus piernas.
-¡No pares! ¡Sígue comiendo! – aulló al tiempo que con sus manos presionaba mi cabeza contra su coño.
Alternando penetraciones con lametazos, hice que la rubia alcanzara una excitación desconocida. Al comprender que estaba a punto de correrse, seguí sacando y metiendo mis dedos cada vez más rápido.
-¡Dios! ¡Me corro!– aulló casi llorando de placer gimoteó mientras la seguía masturbando.
Ya que hacía tantos años que no se lo comían, decidí que era hora que  esa mujer sintiera lo que era una buena comida de coño y por eso,  continué lamiendo su clítoris con mayor intensidad si cabe pero en ese instante, rocé su ojete con una de mis yemas.
-¡Ese es mi culo!- protestó pero contra toda lógica, llevó su mano a la mía y me obligó a seguir acariciando su esfínter mientras mi boca se llenaba con su flujo.
Su orgasmo fue brutal y con su flujo por mis mejillas, usé mi lengua para beber del riachuelo en que se convirtió su chocho, al tiempo que relajaba los músculos  de su entrada trasera. Helga, con un dedo ya dentro de su culo, convulsionó en mi boca mientras de su garganta no paraban de surgir berridos.
Tras su clímax, se dejó caer  sobre el plato de la ducha y sonriendo, me soltó:
-¡Nunca nadie me había nadie comido mientras me metía un dedo por el ojete!
-¿Te ha gustado?- pregunté tanteando el terreno.
La suegra de mi chaval agachando su cabeza avergonzada contestó que sí, momento que aproveché para darle la vuelta y separando sus dos cachetes, volver a juguetear con una de mis yemas en su entrada trasera:
-¡Tienes un culo precioso!- susurré en su oído mientras hurgaba sensualmente con mi dedo su interior: -¿Te gustaría que te lo rompiera?
Al oír su suspiro, comprendí que mi fantasía era compartida por esa cincuentona y por eso relajando poco a poco su ano, decidí usar toda mi experiencia para hacerla realidad. Para entonces la noruega estaba cachonda de nuevo y sin poder soportar la excitación que le nacía de dentro, me rogó que la tomara. Dudé unos instantes porque también me apetecía follarla al modo tradicional y mientras decidía qué hacer,  seguí masajeando su esfínter mientras con la otra mano le empezaba a frotar su clítoris.
-¡Me vuelves loca! – chilló mordiéndose los labios y sin dejar de su culo contra mi dedo.
Aunque estaba ya bruta, comprendí  que debía de relajarlo antes de dar otro paso, pero entonces Helga comportándose como una perra en celo, lanzó su mano hacia atrás y cogiendo mi pene, intentó ensartarse con él.  Al percatarme de sus prisas, le solté un sonoro azote mientras le decía;
 -Tranquila, putilla mía. No quiero destrozarte el ojete.
Mi consuegra gimió descompuesta al sentir mi dura caricia y poniendo cara de puta, me rogó que le diera otra nalgada.  Sorprendido por su pedido, en un principio hice oídos sordos a us petición y seguí relajando su esfínter hasta que comprobé que se encontraba suficiente relajado. Fue entonces cuando Helga presionando sus nalgas contra mi pene, me mostró su aprobación. Como no deseaba provocarle más daño del necesario, introduje suavemente la cabeza de mi miembro en su interior. Ella al sentir mi glande forzando su entrada trasera, no hizo ningún intento de separarse y esperó pacientemente a que se diluyera su dolor para con un breve movimiento de sus caderas, írselo introduciendo lentamente en su interior. La pausada forma en que se fue empalando, me hizo disfrutar de cómo mi extensión iba constriñendo los pliegues de su ano al hacerlo. Curiosamente, ese castigo azuzó su lujuria  y echándose hacia atrás, consiguió embutírselo por completo.
-¡Duele!- gritó pero, pasados unos segundos,  retomó con mayor frenesí el zarandeo de sus caderas.
El compás  parsimonioso que marcó permitió que mi sexo deambulara libremente por el interior de sus intestinos mientras esa rubia me rogaba una y otra vez que la poseyera. Obedeciendo sus deseos, me agarré de  sus pechos e incrementando el ritmo con el que tomaba posesión de su culo, cabalgué sobre mi consuegra usado mi pene como ariete. Helga, con lujuria en sus ojos, gimió su placer mientras me pedía la follara sin contemplaciones.
Me parecía imposible que esa mujer, que parecía tan dulce y recatada, se estuviera comportando como una zorra. Su calentura era tal que a voz en grito me repitió que necesitaba ser usada.  Su confidencia extinguió todas mis dudas y forzando su culo al máximo, decidí recrearme ferozmente en la entrada trasera de esa mujer y mientras ella no paraba de berrear,  usé, gocé y exploté su ojete con largas y profundas cuchilladas. La noruega, absolutamente poseída por una olvidada pasión,  se apoyó en los azulejos de la ducha y gritando, me imploró que siguiera machacando su esfínter con mi polla.
-Me corro- escuché que decía al usar sus pechos como apoyo para incrementar el ritmo de mi follada.
Aullando como una loba a la que le está montando su macho, Helga me reclamó que siguiera porque todavía no estaba satisfecha. Deseando complacerla, comprendí que podía dejar atrás todas mis precauciones y usarla de un modo más salvaje. Por eso descargando un mandoble sobre una de sus nalgas, solté una carcajada y mordiéndole la oreja, le solté:
-¡Puta! ¡Mueve el culo y demuéstrame lo zorras que son las noruegas!
Al oir Merceditas a su vecino reclamándole su poca pasión, aceleró el movimiento de sus caderas mientras no dejaba de gemir con  cada penetración con la que forzaba su esfínter.  La violencia de mi asalto hizo que sus brazos se doblaran y centímetro a centímetro fui acercando su cara a la pared, hasta que aprisionada tuvo que soportar que el frio de las baldosas contra la su piel de sus mejillas mientras se derretía por el duro trato. Casi sin respiración, me imploró que la dejara descansar. Su rendición me sonó a gloria bendita y negándome a hacerla caso, le grité:
-¡Puta! ¿Primero me provocas y ahora me pides que pare? ¡No pienso hacerlo!
Azuzada por mi orden y no queriendo dejar en mal lugar a sus compatriotas, mi consuegra se abrió los cachetes con sus manos y me dijo gritando:
-¡Rómpele el culo a tu guarra!
En ese instante, era tal la cantidad de flujo que brotaba de entre sus piernas que con cada cuchillada sobre sus grandes nalgas, este salpicaba  mis piernas y aromatizaba con su olor a hembra excitada el ambiente
-¡Dios! ¡Cómo me gusta!- ladró mientras chillaba de placer.
La excitación que llevaba acumulando durante el día provocó que no pudiese aguantar mas sin descargar mi simiente y por ello cogiéndola de los hombros, profundicé mi ataque mientras castigaba sus cuartos traseros con mi polla. No tardé en correrme esparciendo mi semilla en el interior de sus intestinos y Helga al notar como rellenaba su conducto con mi semen, convirtió su culo en una ordeñadora y moviéndolo con desenfreno buscó sacar hasta la última gota depositada en mis testículos. Satisfecho y exhausto, cuando sentí que mi verga iba ya perdiendo fuelle, di la vuelta a esa mujer y la besé.
Mi beso fue el de un amante agradecido pero el de Helga al responder lo fue aún más y con una ternura brutal, dejó que mi lengua jugueteara con la suya hasta que con una sonrisa en sus labios, me preguntó:
-¿Qué van a decir los muchachos cuando sepan lo nuestro?
-No lo sé- respondí- pero piensa una excusa porque acabo de escuchar la puerta.
En un principio, Helga pensó que le estaba tomando el pelo pero abriendo la puerta un poco comprobó que su hija y mi chaval no solo habían llegado sino que estaban sentados en el salón esperando que saliéramos.
-¿Qué hacemos?
Estaba abochornada, sabiendo que la había escuchado gritar mientras la poseía, Se sentía incapaz de enfrentarse con Britta y por eso me imploró a que una vez vestido, fuera yo quien saliera del baño. Aunque tampoco era un plato de mi gusto, decidí hacerla caso y ser yo quien diera la cara.
Con ganas de fugarme a España por el corte de enfrentarme con mi nuera después de haberme follado a su madre, salí del baño. Pensaba que Britta estaría encabronada pero al verme salió corriendo a mis brazos y tras darme un beso en la mejilla, me dio las gracias. Si la actitud de ella era de por sí extraña, mas lo fue ver llegar a mi hijo y después de darme un abrazo que con una sonrisa, me dijera:
-Gracias Papá, sabía que podía confiar en ti pero tengo que reconocer que me ha sorprendido la prisa que te has dado.
Os juro que estaba tan nervioso y confundido que no comprendí sus palabras y por eso le pregunté a qué se refería. José muerto de risa me respondió:
-Mi esposa estaba preocupada por madre porque llevaba mucho tiempo sin pareja y conociéndote, le dije que bastaba con invitaros a pasar una temporada juntos para solucionar ese tema.
Cabreado por  el modo que nos habían manipulado, quise cerciorarme de sus intenciones y por eso dirigiéndome a su esposa le pregunté:
-¿Planeaste esto con mi hijo?
Muerta de risa, la chavala contestó:
-Al principio no estaba segura pero,  sabiendo que eres un buen hombre, no tenía nada que perder si probábamos.
Al evidenciar que habíamos sido unas marionetas en manos de los muchachos  me divirtió y aprovechando que Helga estaba saliendo en ese momento del baño, la agarré de la cintura y dándola un beso de tornillo en la boca, susurré en su oído:
-Todo va bien, tu hija y mi hijo nos han invitado a este viaje esperando que nos acostáramos.
-No te creo- respondió pero al ver el rubor que coloreaba las mejillas de Britta, supo que era verdad.
Entonces soltando una carcajada, la llevé rumbo a mi habitación mientras decía a la intrigante pareja:
-Espero que os hayais traído tapones para las orejas porque esta noche no os pensamos dejar dormir- y dando  un azote en el trasero a mi consuegra, le pregunté: -Cariño, ¿estás de acuerdo?
Mirando a su retoño, contestó:
-Por supuesto, vamos a enseñar a estos dos cómo con nuestra edad, ¡se puede follar sin parar!
 
 
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 
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