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“EL ELEGIDO DE KUKULKAN, sexo en la selva” Libro para descargar (POR GOLFO)

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el-elegido2SINOPSIS:

Durante una expedición arqueológica a lo más profundo de la selva en el sureste mexicano, José Valcárcel, un estudioso de la cultura maya, descubre una estatua de KuKulKan y para su sorpresa, esa deidad le nombra su elegido y le exige su compromiso para que esa civilización florezca con todo su esplendor. Al aceptar, caen bajo su poder todas las miembros del equipo mientras el pueblo Lacandón le nombra su rey,
CONOCE A ESTE AUTOR, verdadero fenómeno de la red con más de 13 MILLONES DE VISITAS.

 ALTO CONTENIDO ERÓTICO

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los primeros  capítulos:

Capítulo 1
Introducción

Os quiero aclarar antes de que empecéis a leer mis vivencias que sé que ninguno me va a creer. Me consta que os resultara difícil admitir que fue real y que en verdad me ocurrió. Para la gran mayoría podrá parecerle un relato más o menos aceptable pero nadie aceptará que un ídolo prehispánico haya cambiado mi vida. Reconozco de antemano que de ser yo quien leyera esta historia, tampoco me la creería. Es más si no fuera porque cada mañana al despertar una antigua profesora de arqueología nos trae desnuda a mi esposa y a mí el desayuno hasta la cama, yo mismo dudaría que me hubiese pasado.
Para empezar, quiero presentarme. Me llamo José Valcárcel y soy un historiador especializado en cultura Maya. La historia que os voy a narrar ocurrió hace cinco años en lo más profundo de la selva en el sureste mexicano. Por el aquel entonces yo era solo un mero estudiante de postgrado bajo el mando estricto de Yalit Ramírez, la jefa del departamento. Esa mujer era una autoridad en todo lo que tuviese que ver con el México anterior a Cortés y por eso cuando me invitó a unirme a una expedición a lo más profundo de esa zona, no dudé un instante en aceptar. Me dio igual tanto su proverbial mala leche como las dificultades intrínsecas que íbamos a sufrir; vi en ello una oportunidad para investigar el extraño pueblo que habita sus laderas.
Desde niño me había interesado la historia de los “lacandones”, una de las últimas tribus en ser sometidas por los españoles y que debido a lo escarpado de su hábitat nunca ha sido realmente asimilada. A los hombres de esa etnia se les puede distinguir por sus melenas lacias y sus vestimentas blancas a modo de túnicas, en cambio sus mujeres suelen llevar una blusa blanca complementada por faldas multicolor. Se llaman a ellos mismos “los verdaderos hombres” y se consideran descendientes del imperio maya.
Me comprometí con Yalit en agosto y como la expedición iba a tener lugar en diciembre para aprovechar la temporada seca, mis siguientes tres meses los ocupé en estudiar la zona y prepararme físicamente para el esfuerzo que iba a tener que soportar en ese lugar, ya que no solo nos enfrentaríamos a jornadas maratonianas sino que tendríamos que sufrir más de treinta y cinco grados con una humedad realmente insana.
Previendo eso diariamente acudí al gimnasio de un amigo que comprendiendo mi problema me permitió, durante ese tiempo, ejercitarme en el interior de la sauna. Gracias a ello, cuando llegó el momento fui el único de sus cinco integrantes que toleró el clima que nos encontramos, el resto que no tuvo esa previsión y lo pasó realmente mal.
Queriendo ser concienzudo a la hora de narraros mi historia, me toca detallaros quienes éramos los miembros de ese estudio. En primer lugar como ya os he contado estaba la jefa, que con treinta y cinco años ya era una figura en la arqueología mexicana. Su juventud y su belleza habían hecho correr bulos acerca que había obtenido su puesto a través de sus encantos pero la realidad es que esa mujer era, además de una zorra insoportable, un cerebrito. Su indudable atractivo podía hacerte creer esa mentira pero en cuanto buceabas en sus libros, solo podías quitarte el sombrero ante esa esplendida rubia.
Como segundo, la profesora había nombrado a Luis Escobar, un simpático gordito cuyo único mérito había sido el nunca llevarle la contraria hasta entonces. Para terminar, estábamos los lacayos. Alberto, Olvido y yo, tres estudiantes noveles para los cuales esa iba a ser nuestra primera expedición. De ellos contaros que Alberto era un puñetero nerd, primero de mi promoción pero en el terreno, un verdadero inútil. Su carácter pero sobre todo su débil anatomía hizo que desde el principio resultara un estorbo.
En cambio, Olvido era otra cosa. Además de ser brillante en los estudios, al compaginar estos con la práctica del atletismo resultó ser quizás una de las mejor preparadas para lo que nos encontramos. Morena, cuyos rasgos denotaban unos antepasados indígenas, os reconozco que desde el primer día que la conocí me apabulló tanto por su tremendo culo como por la fama de putón que gozaba en la universidad.

Capítulo 1

Todavía hoy recuerdo, nuestro viaje hasta esas tierras. La primera etapa de nuestro viaje fue llegar a San Cristóbal de las Casas, pueblo mundialmente conocido tanto por su arquitectura colonial como por ser considerada la capital indígena del sureste. Esa mañana agarramos un avión desde el D.F. hasta Tuxtla Gutiérrez y una vez allí, un autobús hasta San Cristóbal.
Haciendo noche en ese pueblo, nos levantamos y pasando por los lagos de Montebello nos trasladamos en todoterreno hasta el rio Ixtac donde tomamos contacto por vez primera con los kayaks que iban a ser nuestro modo de transporte en esas tierras.
Todos nosotros sabíamos de antemano que esas canoas eran el modo más rápido de llegar a nuestro destino pero aun así Alberto no llevaba ni diez minutos en una de ellas cuando se empezó a marear y tuvimos que dar la vuelta para evitar que al vomitar volcara la barca.
El muy cretino había ocultado que era incapaz de montar en barco sin ponerse a morir. Como os imaginareis le cayó una tremenda bronca por parte de Yalit ya que su enfermedad le hacía inútil para la expedición. Por mucho que protestó e intentó quedarse con el resto, la jefa fui implacable:
―Te quedas aquí. No vienes.
Sabiendo que entre los cuatro restantes tendríamos que llenar su hueco y que no había forma para reclutar otro miembro, le dejamos en tierra y tomamos los kayaks. Nuestro destino era una escarpada montaña llamada Kisin Muúl . La traducción al español de ese nombre nos debía haber avisado de lo que nos íbamos a encontrar, no en vano en maya significa “montaña maligna”. Los habitantes de esa zona evitan siquiera acercarse. Para ellos, es un lugar poblado por malos espíritus del que hay que huir.
Tras seis horas remando por esas turbias aguas, nos estábamos aproximando a ese lugar cuando de improviso la canoa en la que iba Luis se vio inmersa en un extraño remolino del que se veía incapaz de salir. Esa fue una de las múltiples ocasiones en las que durante esa expedición Olvido demostró su fortaleza física ya que dejando su kayak varado en una de las orillas, se lanzó nadando hasta el del gordito y subiéndose a ella, remando consiguió liberarla de la corriente.
Su valiente gesto tuvo una consecuencia no prevista, al mojarse su ropa, la camisa se pegó a su piel dejándome descubrir que mi compañera, además de un culo cojonudo, tenía unos pechos de infarto.
«¡Menudo par de tetas!», pensé al admirar los gruesos pezones que se adivinaban bajo la tela.
Si ya de por sí eso había alborotado mis hormonas, esa morenaza elevó mi temperatura aún más al llegar a la orilla porque sin importarle que estuviéramos presentes, ese esptáecculo de mujer se despojó de la camisa empapada para ponerse otra.
«¡Joder! ¡Qué buena está!», exclamé mentalmente al observar los dos enormes senos con los que la naturaleza le había dotado.
Como me puso verraco el mirarla, tratando que no se me notara desvíe mi mirada hacia mi jefa. Eso fue quizás lo peor porque al hacerlo descubrí que Yalit estaba también totalmente embobada mirando a la muchacha. En ese momento creí descubrir en sus ojos el fulgor de un genuino deseo y por eso no pude menos que preguntarme si esa profesora era lesbiana mientras la objeto de nuestras miradas permanecía ajena a lo que su exhibicionismo había provocado.
Una vez solucionado el incidente, recorrimos el escaso kilómetro que nos separaba de nuestro destino y con la ayuda del personal indígena, establecimos nuestra base a escasos metros de la pirámide que íbamos a estudiar. Para los que lo desconozcan, os tengo que decir que en el sureste mexicano existen cientos de pirámides mayas, toltecas u olmecas, muchas de ellas no gozan más que de una protección teórica por parte de las autoridades. Por eso la importancia de la de Kisin Muúl, su remota ubicación nos hacía suponer que nunca había sido objeto de expolio pero también era extraño que nuestros antepasados se hubiesen ocupado de esconderla ya que no aparecía en ningún códice ni maya ni español.
La ausencia de Alberto se hizo notar ese mismo día porque al no tener más que cuatro kayaks para portar todo el equipo, tuvimos que dejar atrás tres de las cinco tiendas individuales previstas y por eso mientras las montábamos asumí que por lógica me iba a tocar compartirla con Luis. Nunca esperé que la jefa tuviese otros planes y que una vez anochecido y mientras cenábamos nos informase que como necesitaba repasar con su segundo las tareas del día siguiente, yo dormiría con Olvido en la más pequeña.
Ni que decir tiene que no me quejé y acepté con agrado esa orden ya que eso me permitiría disfrutar de la compañía de ese bellezón. Me extrañó que mi compañera tampoco se quejara, no en vano lo normal hubiese sido que nos hubiese dividido por sexos. Esa misma noche descubrí la razón de su actitud porque nada más entrar en la tienda, la morena me soltó:
―No sabes cómo me alegro de dormir contigo― mi pene saltó dentro del pantalón al oírla al pensar que se estaba insinuando pero entonces al ver mi cara, prosiguió diciendo: ―¿Te fijaste en cómo Yalit me miró las chichis?
Haciéndome el despistado le dije que no y entonces ella murmurando dijo:
―Me miró con deseo.
Muerto de risa porque hubiese pensado lo mismo que yo, respondí tanteando el terreno:
―Yo también te miré así.
―Sí, pero tú eres hombre― contestó y recalcando sus palabras, me confesó: ― No soy lesbiana y no me gusta que una vieja me observe con lujuria.
Sus palabras despertaron mi lado oscuro y acomodando mi cabeza sobre la almohada le solté:
―Entonces, ¿no te importará que mire mientras te desnudas?
Soltando una carcajada se quitó la camisa y tirándomela a la cara respondió:
―Te vas a hartar porque duermo en tanga― tras lo cual, se despojó de su pantalón y medio en pelotas se metió dentro del mosquitero y sonriendo, me dijo: ―Te doy permiso de ver pero no de tocar.
Su descaro me hizo gracia y cambiando de posición, me la quedé mirando fijamente mientras le decía:
―Eres mala― siguiendo la guasa, señalé mi verga ya erecta y le dije: ―¿cómo quieres que se duerma teniendo a una diosa exhibicionista a su lado?
Fue entonces cuando llevando una de sus manos hasta su pecho, descojonada, comentó mientras uno de sus pezones:
―¿Me sabes algo o me hablas al tanteo?
Como os podréis imaginar, me quedé pasmado ante tamaña burrada y más cuando con voz cargada de lujuria, preguntó:
―¿No te vas a desnudar?
De inmediato me quedé en pelotas sin importarme el revelarle que entre mis piernas mi miembro estaba pidiendo guerra. Olvido al fijarse, hizo honor a su nombre y olvidando cualquier recato, se empezó a acariciar mientras me ordenaba:
―¡Mastúrbate para mí!
Su orden me destanteó pero al observar que la mujer había introducido su mano dentro del tanga y que se estaba pajeando sin esperar a que yo lo hiciera. Aceptando que tal y como se decía en la universidad, esa cría era una ninfómana insaciable y que tendría muchas oportunidades de beneficiármela durante la expedición, cogí mi verga entre mis dedos y comencé a masturbarme.
―¡Me encanta cabrón!― gimió sin dejar de mirarme― ¡Lo que voy a disfrutar durante estos dos meses contigo!
La expresión de putón desorejado que lucía su cara me terminó de excitar y acelerando mis maniobras, le espeté:
―Hoy me conformaré mirando pero mañana quiero tu coño.
Mis palabras lejos de cortarla, exacerbaron su calentura y zorreando contestó:
―Tómalo ahora.
Como comprenderéis dejando la seguridad de mi mosquitero, me fui al suyo. Olvido al verme entrar, se arrodilló y sin esperar mi permiso, abrió su boca y se embutió mi verga hasta lo más profundo de su garganta mientras con su mano torturando su pubis. La experiencia de la cría me obligó a dejarla el ritmo. Su lengua era una maga recorriendo los pliegues de mi glande, de manera que rápidamente todo mi pene quedó embadurnado con su saliva. Entonces, se la sacó y me dijo:
―Te voy a dejar seco esta noche― tras lo cual se lo introdujo lentamente.
Me encantó la forma tan sensual con la que lo hizo: ladeando su cara hizo que rebotase en sus mofletes por dentro, antes de incrustárselo. Su calentura era tanta que no tardé en notar que se corría con sus piernas temblaban al hacerlo. Por mucho placer que sintiera, en ningún momento dejó de mamarla. Era como si le fuera su vida en ello. Si bien no soy un semental de veinticinco centímetros, mi sexo tiene un más que decente tamaño y aun así, la muchacha fue capaz de metérselo con facilidad. Por increíble que parezca, sentí sus labios rozando la base de mi pene mientras mi glande disfrutaba de la presión de su garganta.
La manera en la que se comió mi miembro fue demasiado placentera y sin poder aguantar, me corrí sujetando su cabeza al hacerlo. Sé que mi semen se fue directamente a su estómago pero eso no amilanó a Olvido, la cual no solo no trató de zafarse sino que profundizando su mamada, estimuló mis testículos con las manos para prolongar mi orgasmo.
―Dios, ¡qué gusto!― exclamé desbordado por las sensaciones.
Sonriendo, la puñetera cría cumplió su promesa y solo cuando ya no quedaba nada en mis huevos, se la sacó y abriéndose de piernas, me dijo:
―Date prisa. ¡Quiero correrme todavía unas cuantas veces antes de dormir!
Hundiendo mi cabeza entre sus muslos, me puse a satisfacer su antojo…
A la mañana siguiente, nos despertamos al alba y tras vestirnos, salimos a desayunar. Yalit y Luis se nos habían adelantado y habiendo desayunado, nos azuzaban a que nos diéramos prisa porque había mucho trabajo que hacer. Los malos modos en los que nuestra jefa se dirigió tanto a Olvido como a mí me extrañaron porque no le habíamos dado motivo alguno o eso creí.
Alucinando por sus gritos, esperé que saliera para directamente preguntar al gordito que mosca le había picado.
―Joder, ¿qué te esperas después de la noche que nos habéis dado?― contestó con sorna ―¡No nos fue posible dormir con vuestros gritos!
«¡Con que era eso! Debe ser cierto que es lesbiana y me la he adelantado», pensé temiendo sus represalias, no en vano era famosa por su mala leche.
Al terminar el café y dirigirme hacia la excavación, se confirmaron mis peores augurios porque obviando que había personal de la zona y que en teoría estaban ahí para esas tareas, esa zorra me mandó desbrozar la zona aledaña al área de trabajo. Queriendo evitar el conflicto, machete en mano, empecé a abrir un claro mientras dos “lacandones”, sentados sobre un tronco, me miraban y haciendo señas, se reían de mí:
―Menudos cabrones― murmuré en voz baja cada vez mas encabronado.
Uno de los indígenas al advertir mi cabreo, se acercó hasta mí y con un primitivo español, me dijo:
―Hacerlo mal. Mucho trabajo y poco resultado― tras lo cual me quitó el machete y me enseñó que para cortar las lianas primero debía de dar un corte en lo alto y luego irme a ras de tierra.
―Gracias― respondí agradecido al ver que esa era la forma idónea de atacar esa maleza.
El tipo sonrió y sin dirigirse a mí, se volvió a sentar junto a su amigo. Durante toda la jornada y eso que estaban a escasos metros de mí, ninguno de los dos me volvió a hablar. A la hora de comer, le conté lo sucedido a mi compañera, la cual me contestó:
―Pues has tenido suerte porque a mí esos pitufos directamente me han ignorado.
―Mira que eres bestia, no les llames así― recriminé a Olvido porque ese apelativo que hacía referencia a su baja estatura podía ofenderles.
Descojonada, murmuró a mi oído:
―El más alto de ellos, no me llega al hombro― y entornando los ojos, me soltó: ―De ser proporcional, tendrán penes de niños.
La nueva burrada me hizo reír y pegando un azote en su trasero, le pregunté porque le pedía a uno que se lo enseñara y así lo averiguaba. Sabedora que iba de broma, puso gesto serio y pasando la mano por mi paquete, respondió:
―A lo mejor lo hago, si dejas de cumplir.
Solo la aparición de nuestra jefa, evitó que le contestara como se merecía y en vez de darle un buen pellizco en las tetas, tuve que tapar mi entrepierna con un libro para que Yalit no se diera cuenta del bulto que crecía bajo mi pantalón. La arqueóloga tras saludarnos se sentó y desplegando un mapa aéreo de la zona, nos señaló una serie de montículos que le hacían suponer que había otras ruinas.
Al estudiar las fotografías, me percaté que de ser ciertas las sospechas de mi jefa, las estructuras estaban orientadas hacía un punto exacto de una de las montañas cercana.
―Tienes razón― contestó y dando la importancia debida a mi hallazgo, nos dijo: ―Mañana iremos a revisar.
Una vez levantada la reunión, nos pasamos las siguientes horas haciendo catas en los terrenos con la idea de buscar la mejor ubicación donde empezar a escavar. El calor y la humedad que tuvimos que soportar esa tarde nos dejaron agotados y fue la propia Yalit la que al llegar las cinco, nos dijo que lo dejáramos por ese día y que nos fuéramos a descansar.
«Menos mal», me dije dejándome caer sobre la cama.
Llevaba menos de un minuto cuando desde afuera de la tienda, me llamó Olvido diciendo:
―Voy a darme un baño a la laguna, ¿te vienes?
Su idea me pareció estupenda y cogiendo un par de toallas salimos del campamento. Al tener que cruzar una zona tupida de vegetación, nos tuvimos que poner en fila india, lo que me permitió admirar las nalgas de esa morena.
―Tienes un culo precioso― dije sin perder de vista esa maravilla.
Mi compañera escuchó mi piropo sin inmutarse y siguió su camino rumbo a la charca. Cuando llegamos y antes de que me diera cuenta, Se desnudó por completo y se tiró al agua por lo que tuve que ser yo quien recogiera su ropa.
―¿Qué esperas?― gritó muerta de risa.
Su tono me hizo saber que nuestro baño iba a tener una clara connotación sexual y por eso con rapidez me desprendí de mis prendas y fui a reunirme con ella. En cuanto me tuvo a su alcance, me agarró por la cintura pegó su pecho a mi espalda. No contenta con ello empezó a frotar sus duros pitones contra mi cuerpo mientras con sus manos agarraba mi pene diciendo:
―Llevo con ganas de esto desde que me desperté.
No me costó ver reflejado en sus ojos el morbo que le daba tenerla asida entre sus dedos y sin esperar mi permiso, comenzó a pajearme. Mi calentura hizo que me diera la vuelta y la cogiera entre mis brazos mientras la besaba. Hasta entonces Olvido había mantenido prudente pero en cuanto sintió la dureza de mi miembro contra su pubis, se puso como loca y abrazándome con sus piernas, me pidió que la tomara.
Al notar como mi pene se deslizaba dentro de ella, cogí sus pechos con las manos y agachando la cabeza empecé a mar de ellos a lo bestia:
―Muérdelos, ¡hijo de la chingada!
Sus palabras solo hicieron acelerar lo inevitable y presionando mis caderas, se la metí hasta el fondo mientras mis dientes se apoderaban de uno de sus pezones.
―Así me gusta ¡Cabronazo!
Reaccionando a sus insultos, agarré su culo y forcé mi penetración hasta que sentí los vellos de su coño contra mi estómago. Fue entonces cuando comencé a moverme sacando y metiendo mi verga de su interior.
―¡Me tienes ensartada!― gimió descompuesta por el placer.
Su expresión me recordó que todavía no había hecho uso de su culo y muy a su pesar, extraje mi polla y la puse de espaldas a mí.
―¿Qué vas a hacer?― preguntó al sentir mi capullo tanteando el oscuro objeto de deseo que tenía entre sus nalgas.
Sin darle tiempo a reaccionar y con un movimiento de caderas, lo introduje unos centímetros dentro de su ojete. Entonces y solo entonces, murmuré en su oído:
―¿No lo adivinas?
Su esfínter debía de estar acostumbrado a esa clase de uso por que cedió con facilidad y tras breves embestidas, logré embutir su totalidad dentro de sus intestinos.
―¡Maldito!― gimió sin intentar repeler la agresión.
Su aceptación me permitió esperar a que se relajara. Fue la propia Olvido la que después de unos segundos empezara a moverse lentamente. Comprendiendo que al principio ella debía llevar el ritmo, me mantuve tranquilo sintiendo cada uno de los pliegues de su ano abrazando como una anilla mi extensión.
Poco a poco, la zorra aceleró el compás con el que su cuerpo era acuchillado por mi estoque y cuando creí llegado el momento de intervenir, le di un duro azote en sus nalgas mientras le exigía que se moviera más rápido. Mi montura al oír y sentir mi orden, aulló como en celo y cumpliendo a raja tabla mis designios, hizo que su cuerpo se meneara con mayor rapidez.
―¡Mas rápido! ¡Puta!― chillé cogiéndole del pelo y dando otra nalgada.
Mi renovado castigo la hizo reaccionar y convirtiendo su trote en un galope salvaje, buscó nuestro mutuo placer aún con más ahínco. Aullando a voz en grito, me rogó que siguiera por lo que alternando entre un cachete y otro le solté una tanda de azotes.
―¡Dale duro a tu zorra!― me rogó totalmente descompuesta por la mezcla de dolor y placer que estaba asolando su cuerpo.
Desgraciadamente para ambos, el cúmulo de sensaciones hizo que explotando dentro de su culo, regara de semen sus intestinos. Olvido al experimentar la calidez de mi semilla, se corrió con gritos renovados y solo cuando agotado se la saqué, dejó de chillar barbaridades.
Con mi necesidad saciada por el momento, la cogí de la mano y junto con ella salimos de la laguna. Fue en ese instante cuando al mirar hacía la orilla, mi compañera se percató de una sombra en medio de la espesura y cabreada preguntó quién estaba allí.
―¿Qué pasa?― le dije viendo que se había puesto de mala leche.
Hecha una furia, me contestó:
―¡Alguien nos ha estado espiando!. Seguro que ha sido alguno de los lacandones― tras lo cual y sin secarnos, nos pusimos algo de ropa y fuimos a ver si lográbamos pillar al voyeur.
Pero al llegar al lugar donde había visto al sujeto, descubrimos que no eran huellas de pies descalzos las que hallamos en el suelo sino las de unas zapatillas de deporte.
―Ha sido Luis― dije nada más verlas.
―Te equivocas― me alertó y señalando su pequeño tamaño, contestó: ―¡Ha sido Yalit !
Las pruebas eran claras y evidentes. Como en cincuenta kilómetros a la redonda no había nadie calzado más que nosotros, tuve que aceptar que ¡Nuestra jefa nos espiaba!.
―Será zorra― indignada se quejó y clamando venganza, dijo: ―Si esta mañana se ha quejado de mis gritos, ¡qué no espere que hoy la deje dormir!
Su amenaza me alegró porque significaría que esa noche me dejaría seco y por eso con una sonrisa en los labios, la seguí de vuelta a la base.

 

Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Steven) parte13” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

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Como era de esperarse José llamo a eso de las 7 pm para avisar que solo podían ir Dana y su esposo, Leandro y su esposa Marcela y el solo ya que su novia no podía ir quedo de pasar por nosotros a eso de las 10 pm Diana se metió al baño que hay en la habitación del primer piso que es en la que dormíamos a bañarse yo espere para tomar mi turno, cuando salió entre al baño me quite la ropa cuando lo hice note que Diana había dejado su ropa en una esquina la tome y observe su Shorcito blanco en el interior por la parte de la cola tenía unas manchas secas luego vi su diminuta tanga de hilo blanca cuando la tome el pequeño triangulo que cubre su coño estaba húmedo pude ver un gran manchón en el eran los restos de sus fluidos y de todo el semen de su primo que se le había salido, al instante la verga se me paro no me pude aguantar y me empecé hacer una paja recordando cómo se la cogía frente a la iglesia mientras llevaba esa pequeña tanga a mi nariz aspirando ese olor a perra y a macho no aguante mucho casi a los 3 minutos lleve esa diminuta prenda sobre mi pene lo cubrí con ella y empecé a masturbarme como loco hasta que descargue borbotones de mi semen sobre ese diminuto triangulo de tela quedando untado de mi leche luego puse la ropa de Diana como la encontré y me bañe. Cuando salí Diana estaba sentada frente al espejo alisándose el cabello yo empecé a vestirme me puse un pantalón zapatos una camisa seria manga larga con botones me peine un poco y salí a la sala con el resto de la familia a esperarla mientras Diana terminaba de maquillarse, pasados 45 minutos salió a la sala nuevamente quedamos todos con la boca abierta Diana venia enfundada en un micro vestido rojo oscuro straple que pasaba por debajo de sus asilas, solo cubría la mitad de sus grandes senos y llegaba 5 cm más debajo de su culazo redondo y perfecto el vestido le quedaba ceñido al cuerpo mostrando su voluptuosa figura en forma de guitarra dejando ver esas piernas macizas de piel suave y torneadas mostrando un cuerpo digno de la más sensual y deseada representante de la mujer latina un cuerpo que solo despierta lujuria y deseo en sus pies portaba unos tacones de aguja negros altos que le hacían estilizar esa figura lujuriosa y hacían que ese precioso y bien formado culazo quedara más levantado de lo que estaba, su bello y angelical rostro llevaba unos labios pintados de rojo intenso esos preciosos labios invitaban a probarlos sus ojos bien delineados que antes guardaban una mirada de ternura angelical ahora solo dejaban ver coquetería, deseo y con su cabello castaño oscuro alisado hacia el lado izquierdo la hacía lucir como una mujer fatal creo que todos pasamos saliva al verla, pude ver como mi suegro don Jesús sin disimulo se la comía con la mirada y se le formaba un bulto en el pantalón el cual se empezó a apretar y a sobarse mi suegra Doña Silvia se dio cuenta de cómo su marido miraba a su hija y se sobaba el bulto, haciéndole una seña disimuladamente a su marido hizo que este volviera en si dejando al lado el manoseo de su paquete por suerte sus otras dos hijas no se dieron cuenta de lo que hacía su padre y yo me hice el que no se dio cuenta, Diana se dirigió a mí y me dijo con vocecita de niña buena…. Amor como me veo, me veo linda. En mi mente pensaba tremendo puton con que me voy a casar…. Si amor te vez preciosa. Me dio un besito y nos sentamos en la sala a esperar a su amigo.

José llego por nosotros como es lógico le dio una repasada con la mirada a mi novia sin ni siquiera disimular que yo estaba ahí le dio un abrazo mientras le daba un beso cerca de los labios luego Diana me lo presento subimos al auto yo atrás ella en el asiento del copiloto mientras hablábamos recordando el pasado contando que había sido de sus vidas ella le decía que estaba muy contenta de verlo otra vez que lo extrañaba mucho, fuimos a la discoteca que quedaba a las afueras de la ciudad el sitio se veía muy bien y muy concurrido al llegar Diana se llevó el show no pasó desapercibida entramos conseguimos una mesa cerca de la pista estuvimos tomando una cerveza esperando a los demás que como a los 10 minutos aparecieron Dana con su esposo Enrique ella venía con una blusa blanca y una minifalda negra a medio muslo que dejaba ver unas torneadas y lindas piernas con unos tacones negros de aguja debo decir que ella es muy bonita y tiene un cuerpo como de modelo muy estilizado lindas piernas un culo redondo y respingón sus senos son pequeños con cara de ángel su cabello negro lo lleva algo corto hasta los hombros el cual le queda muy bien y le da un toque de sensualidad. Leandro venía con Marcela blanca de 29 años bajita de 1.60 mts con unos senos enormes 110 cm y un culo grande 98 cm algo gordita que traía puesto un jean negro que le marca ese culote con unos tacones negros altos y una blusa roja con un escote en v grande que dejaba ver ese par de melones grandes que tiene su rostro no es tan agraciado pero tampoco es fea su cabello de color castaño lo lleva largo como hasta la mitad de su espalda.

Nos pusimos a tomar, hablar entre baile y baile en la discoteca ponían música merengue, salsa, reggaetón, salsa choque, bachata todos salían a bailar, yo no soy buen bailarín y no soy mucho de baile así que de vez en cuando salía a bailar con Diana un merengue o una salsa pero torpemente gracias a mis escasas habilidades en la salsa así que la mayor parte del tiempo me la pasaba sentado tomando mientras tanto José y Leandro sacaban cada vez que podían a bailar a Diana entre la multitud podía ver como aprovechaban para meterle mano la agarraban del culo disimuladamente le restregaban sus paquetes en medio de ese par de nalgas que se gasta Diana se veía muy contenta con eso y ellos con unos bultos bien formados que veía cuando se acercaban para sentarse en la mesa así pasaron las horas yo ya estaba muy tomado, borracho los demás también se encontraban mareados por los efectos del alcohol aunque se encontraban en mejor estado que yo gracias a que salían a bailar y no se quedaban sentados bebiendo solamente, las mujeres estaba algo eufóricas y más desinhibidas por el alcohol el único que no consumió casi alcohol fue José que como escusa tuvo venir manejando su coche y que él era responsable los de más habían tomado taxi, yo le dije a Diana que mejor ya nos íbamos que no estaba bien ya eran alrededor de la 2 am ella me dijo que nos quedáramos un ratico más y nos íbamos yo acepte, pasado un momento las mujeres decidieron ir juntas al baño iban tambaleando, riendo, alcoholizadas , 5 minutos después José dijo que también iba para el baño, un par de minutos después de tanto que había bebido yo me empecé a sentir mal, sentí que iba a vomitar rápidamente, sin avisar a Enrique y Leandro que se quedaron tomando media botella de ron, me dirigí al baño lo más rápido que pude este estaba en un pasillo junto al de mujeres al entrar a este se veía los lavados con espejos detrás de la pared donde quedaban los lavados estaban los sanitarios con orinales en si el baño tenía forma de una letra C así que me dirigí rápido al final de los lavados di la vuelta entre en el primer sanitario y empecé a vomitar hasta que ya no pude más.

Salí del cubículo donde estaba el sanitario me dirigí a los lavados me lave me refresque un poco ya calmado me di cuenta de que el baño estaba vacío revise en la parte de los sanitarios y cubículo tras cubículo vi que no había nadie entonces me pregunte donde esta José el debería estar ahí prácticamente había salido detrás de el salí del baño mire hacia la puerta del baño de mujeres y me dije no puede ser entre con cuidado este baño tenía la misma forma que el de hombres pero invertida estaban los lavados con espejos y detrás de la pared los sanitarios la parte de los lavados estaban vacíos me acerque al final de ellos y mire con cuidado hacia los sanitarios, al fondo de estos afuera del ultimo cubículo pegadas a la pared las encontré, encontré a las tres mujeres estaban arrodilladas y no estaban solo ellas estaba José ahí parado apoyado de espaldas con la pared del fondo con el cierre de su pantalón abajo con su polla totalmente erecta gruesa llena de venas con una cabeza rosadita grande de 23 cm de largo y un par de huevas grandes como unas pelotas de golf, toda esa masa de carne junto a sus pelotas salían por entre su cremallera y las mujeres arrodilladas frente a esta la miraban sorprendidas.

Dana: por Dios si está muy grande Diana.

Diana: si vez yo te lo dije.

Marcela: mi marido la tiene más grande jijiji.

Diana: si Leandro la tiene más grande es enorme.

Dana: oiga y usted como sabe.

Marcela: si usted como sabe que mi marido la tiene más grande.

Diana: eehh no es que dicen que los negros la tienen más grande yo supongo que es así.

Marcela y Dana: aaaaaa.

Diana: cógela Dana mira lo dura que la tiene.

Dana: nooo yo no se la voy a coger.

Diana: aaa tan boba dale no desaproveches la oportunidad que no todos los días podes coger una polla asi mira.

Acto seguido mi prometida le cogió el enorme pene a José y le empezó hacer una paja Dana como Marcela se quedaron sorprendidas pero no dejaban de mirar esa enorme verga como hipnotizada luego Diana soltó esa verga y rápidamente tomo la mano de Dana la puso sobre la verga haciéndola rodear ese grueso tronco con su mano guiándole la pajeada cuando Dana empezó hacerle la paja sola tomo la mano de marcela y la puso en las gordas pelotas de José para que las acariciara Marcela instintivamente se las empezó a sobar José solo apoyaba su cabeza en la pared con los ojos cerrado sintiendo placer, momento después mi mujer dijo hay que aprovechar y no tenemos mucho tiempo le retiro las manos a Dana y a Marcela agarro esa barra de carne con una mano la apunto a su bello rostro y se la metió a la boca le empezó hacer una mamada con maestría se metía todo lo que podía a la boca le pasaba la lengua de la base de su carnudo trunco hasta la punta de su pene para luego metérsela en la boca y hacerle un mete y saca tanto Dana como Marcela miraban sin poder creerlo entonces Dana le dijo…. Por Dios Diana que haces…. Slurrp aaa esto, respondió Diana. Sacándose la verga de su boca con una mano todavía en ella, puso la otra detrás de la cabeza de Dana y guiándola hacia la polla de José hizo que se la metiera a la boca y agarrándola del cabello le empezó a guiar el mete y saca forzado de esa polla a la pobre Dana que hacia un gran esfuerzo por tragar esa enorme barra de carne cuando vio que Dana ya se acostumbró a la mamada la soltó, luego repitió el proceso con marcela tomándola de la parte de atrás de su cabeza la guio a la entrepierna de José y la acomodo en la base de su larga verga haciendo que esta le pasara la lengua por todo su tronco.

Las dos mujeres empezaron a pelearse la verga ambas la chupaban y alternaban una se la metía a la boca mientras otra le pasaba la lengua por el tronco o se iban hasta sus gordas pelotas y se las metían a la boca las chupaban, Diana no se hizo esperar y también fue por ese pedazo de carne ahora las tres se la compartían hambrientas de polla de la cabeza a el tronco hasta los huevos se empezaron a besar entre ellas jugando con sus lenguas o con la polla de José en medio de sus bocas, veía como la mano de mi mujer se perdía en su entrepierna dándose un dedo luego la saco y fue e la entrepierna de Dana metiéndose por debajo de su falda y la empezó a masturbar la pobre gemía luego con la otra mano empezó a apretarle las enormes nalgas a Marcela quien al ver como Diana masturbaba a Dana se desabrocho el pantalón bajándoselo un poco para que Diana tuviera un acceso fácil a ella, Diana al ver esto no espero y le metió la mano en la concha por dentro de la ropa interior de Marcela y le empezó a meter los dedo haciéndola gemir así estuvieron 5 minutos hasta que Diana le dijo a José…. Métemela no aguanto más.

Mi prometida se puso de pie subio su vestido hasta la cintura dejando ver esas redondas y voluminosas nalgas se apoyo en la pared que da de frente al ultimo cubículo con una mano quedando de perfil hacia donde yo estaba escondido y con la otra tomo el hilo de su diminuta tanga haciéndolo a un lado dejando expuesta su carnosa y mojada conchita puso ese culazo en pompa mirando con cara de puta a Jose en ese momento en un momento de cordura Dana le dijo…. Por dios Diana que vas hacer te la van a meter toda…. Lo siento pero no puedo resistir necesito una buena verga mi cuerpo me la pide. Dijo Diana.

José se puso detrás de mi mujer con una mano apunto su polla y con la otra le abrió una nalga, puso la cabeza de su verga en la entrada de la vagina de Diana y empezó a empujar lentamente sin detenerse pude ver como toda esa masa de carne se perdía en el interior de mi prometida mientras ella daba un largo gemido de placer cuando José ya estuvo en el interior de mi mujer empezó un mete y saca lento hasta que alcanzo un buen ritmo…. Aaahhh puta que rica estas como extrañaba meterte la polla Diana que buena hembra sos…. Siii papi aaahh mi macho mmnnn como te extrañaba ooohhh aaaahhh ooohhh mi primer amooorrrr aaahhh…. Si y por qué no fuiste mi novia a zorrita…. Porque ooohh tu te pusiiisste de aahhh novio de Alejandra y aaahhh me toco conformarme cooon Antonio aaahhh. José acelero la embestida chocando violentamente su pelvis contra el culazo de Diana haciendo que estas se movieran de forma espectacular y generando el típico sonido de palmadas plas, plas, plas, plas. Dana y Marcela miraban el espectáculo maravilladas metiéndose los dedos en sus conchitas apretándose las tetas, Marcela con una tetaza enorme más grande que las de mi mujer afuera del escote de su blusa con un pezón café grande parado en punta pellizcándoselo ambas gimiendo mientras tanto Diana no aguanto y tuvo un orgasmo que la hizo chorrear sus jugos fuera de su vagina y que estos empezaran a deslizarse por el interior de sus gruesas y bien torneadas piernas.

Dana le Dijo…. Que puta eres amiga…. Si pero ahora te toca a ti ser la puta. Le respondió Diana. Quien la tomo la puso de pie contra la pared haciéndola poner ambas manos en ella la inclino le levanto la falda hasta la cintura, le bajo su tanguita hasta medio muslo, Dana quedó con su culo redondo respingón y bien parado en pompa voltio a mirar a su cola vio como José le acercaba esa enorme barra de carne y dijo…. Nooo Diana eso no me va a entrar es muy grande me va a partir en dos…. Tranquila vas a ver cómo te la tragas toda. Diana tomo las preciosas nalgas de Dana y las abrió para facilitarle la tarea a José que le puso la punta de su pollon en la entrada de su tierna y babosa vagina empezando hacer fuerza y metiéndola lentamente a medida que entraba esa barra de carne la pobre Dana se empezó a quejar…. Aaaahh por Dios me está partiendo aaahhh siento que me desgarraaaaa por dentro aaahhh…. Puta que apretada sos Yo creí que Diana a pesar de tener un hijo tenía la concha apretada aahhh pero la tuya Dana parece que estuviera nueva oohhh puton es que acaso Enrique no te da verga aaahh…. Siii aaahhh pero el oohh la tieneee pequeñitaaaa aaahhh maaassss aahhh. José se la enterró toda y se quedó un breve momento quieto…. Aaahhh por Dios aaah la siento en el estómago uuufff. Dijo Dana. José se rio y empezó a sacar y a meter lentamente la verga del interior de Dana quien se quejaba hasta que momentos después empezó a gemir al ver esto José tomo más confianza y le imprimió más velocidad Dana blanqueaba sus ojitos y gemía de placer hasta que empezó a tener un intenso orgasmo que la hizo perder sus fuerzas y casi se cae no lo hizo porque José reacciono y pego su cuerpo contra la pared pegando su rostro y sus tetas contra el azulejo y le siguió dando verga hasta que el Orgasmo de Dana fue pleno haciéndola venir a chorros que mojaron sus piernas y el suelo del baño…. Que buena puta eres Danita vamos a tener que repetir vas a ver cómo te abro bien esa concha…. Siii, dijo ella. Tomo la boca De Dana y la empezó a besar intensamente pero fueron interrumpidos por Diana cuando les dijo…. Bueno ya paren que me voy a poner celosa. Diana tomo a Dana y la puso sentada en el suelo contra la pared para que se recuperara luego dijo…. Marce no nos olvidamos de ti ahora te toca.

Marcela se puso de pie José al verle ese tetón afuera de la blusa se acercó y le saco la otra teta por el escote dejando ese par de tetas masivas paradas afuera con unos pezones cafés grandes en punta…. Que putas tetas tan grandes Son más grades que las tuyas Diana tengo que probarlas. José se las empezó a manosear, apretarlas chuparlas le pasaba la lengua por esos pezones se los metía todo lo que podía a la boca y los chupaba con fuerza como queriéndosela arrancar estirando toda esa tetaza hacían que Marcela gimiera, dejándole de chupar la teta le dijo…. Debo confesarte Marcela que cada vez que te veo no puedo dejar de mirarte ese par de tetas siempre vas con grandes escotes y uno no puede dejar de mirarlas. Luego José continúo con la chupada que le hacía a su teta derecha…. Si Marce tienes unas tetas muy obscenas uno no puede dejar de mirarlas son demasiado grandes increíble que sean naturales dan ganas de metérselas a la boca. Acto seguido mi mujer le empezó a apretar la teta izquierda para después empezarla a lamerla pasarle la lengua por su pezón erecto y después empezarla a chupar con devoción, Diana y José se pegaron a ese par de tetazas como unos corderitos amamantándose y Marcela no tuvo más opción que empezar a gemir.

Mientras le Chupaban las tetas a Marcela ella les dijo nos estamos demorando mucho mejor terminemos ya Diana y José se retiraron de sus tetas ambas lucían coloradas enrojecidas con los pezones brotados por el trató que habían recibido…. Si tienes razón hay que hacerle rápido, dijo José. Quien la tomo y la puso de frente contra la pared como habían estado las otras mujeres, Marcela capto el mensaje rápidamente se terminó de bajar la tanga quedando a medio muslo junto con su jean apoyo las manos en la pared y puso ese culote gordo y redondo en pompa, José solo se puso detrás le tanteo con la vergota la entrada de la vagina y se la dejo ir toda con fuerza…. Ufff puta te entro sin esfuerzo…. Aaahhh si dale seguila metiendo duro ooohhh aaahh, le decía Marcela. José se aferró de sus nalgas y le empezó a dar con violencia después de un rato que la estuvo clavando y mirando cómo le entraba la verga a marcela José le dijo…. Marcela veo que tienes ese culote algo abiertico…. Aaahhh siiii la culpa oohh la tieneee el aaahhh hijo de putaaaa de mi esposo aaahhh tu amigo la tiene ooohhh muy grande aaahh descomunal y me tiene todaaa abierta ooohh aaahh, dijo Marcela…. Aaa siii bueno entonces no te importara puta, respondio José. Quien le saco la verga y sin preguntar se la apunto al culo que sin miramientos se la dejo ir toda chocando sus enormes pelotas con la concha de Marcela abriéndoselo todo la pobre solo pudo gemir al verse sorprendida…. Aaaaayyyyy aaaahhh hijo de puta me abriste el culoooo…. Jajaja ya estaba abierto puton jajaja…. Malparido seguimela metiendo. José le empezó a dar por el culo a toda velocidad solo se escuchaba plas, plas, plas y los gemidos de Marcela pidiendo más que le diera más duro la tuvo así 5 minutos dándole con un ritmo infernal Diana y Dana solo miraban con cara de pervertidas como enculaban a Marcela quien empezó a tener un orgasmo que la hizo gritar y caer arrodillada…. Uuufff puta casi me vengo dijo José…. Bueno yo sé dónde te puedes venir, le dijo Diana que se volvió a apoyar en la pared con la falda del vestido en la cintura, el culo en pompa y la tanga a un lado José no la hizo esperar y le clavo esa enorme masa de carne sin misericordia y la empezó a bombear con violencia como si se estuviera cogiendo a la puta más barata le bajo el escote del vestido dejándolo como un cinturón quedando esas redondas y gordas tetas al aire con sus pezones rozado bien parados, bien brotados moviéndose sin control por las metidas de verga que le daban mi dulce prometida solo gemía como una puta le decía que se la metía rico que le diera como una verdadera puta que la haga sentir mujer, 5 minutos después José le anuncio que se venía…. Aaahhh puta me vengo te voy a llenar esa cuca…. Aahhh si súrteme de leche ooohh que yo también me vengooooo aaaahhhhh.

Ambos se vinieron en un orgasmo intenso mi mujer se le blanquearon los ojos y se empezó a estremecer José solo temblaba y le decía que sentía que su vagina lo estaba ordeñando que sentía como se contraía con su verga adentro, la cantidad de semen fue impresionante cuando le saco la verga le empezó a escurrir gran cantidad de leche por entre sus tiernas y algunos goterones cayeron al suelo…. Que golosa eres Diana querías todo el semen para ti solita que puta, le dijo Marcela. Mi prometida apoyo las manos en la pared miro hacia atrás viendo a Marcela abrió un poco sus piernas y puso ese culazo en pompa ofreciéndolo mostrando ese coñito rosa abultado baboso escurriéndole semen…. Yo no tengo problemas en compartir la lechita si la quieren tómenla le dijo Diana. Marcela se acercó y se arrodillo detrás de ese culazo gran y redondo que tiene mi mujer miro a Dana que estaba sentada en el suelo mirando esta sonrió se fue gateando hasta el culo de Diana quedando junto a Marcela se miraron rieron y empezaron a acariciarle las nalgotas a darle besitos para después pasar a pasarle la lengua por el interior de sus piernas cada una en una pierna recogiendo el semen que le escurría por entre sus piernas comiéndoselo hasta llegar a su concha donde la empezaron a lamer y chupar Marcela le abrió las nalgas empezándole a lamer y meterle la lengua luego le dejo abierta las nalgas con sus manos y se lo ofreció a Dana quien no se resistió, se lo empezó a comer le metía la lengua se lo chupaba y así se iban repartiendo la concha y la vagina de mi mujer, la pobre solo gemía de placer por la comida que le estaban haciendo sus dos amigas cuando le dejaron la concha bien limpia y las dos se habían alimenta do de la leche que le dejo José a mi mujer se dieron un beso intenso en sus bocas y rieron pícaramente…. Que rica estaba esa lechita, dijo Dana…. Y que rico estaba ese culo, respondió Marcela…. Jijiji si Diana tenes un culote muy rico y provocativo, dijo Marcela…. Bueno ya comieron es hora de irnos. Más repuestos todos por el intenso placer que habían compartido José les dijo…. yo voy a salir afuera de la discoteca y ustedes les dicen a los demás que se encontraron conmigo cuando salía del baño y me dijeron que ya se querían le dicen a los demás que fui por el carro es mejor irnos si preguntan por qué se demoraron es porque el baño estaba lleno…. No te preocupes nosotras los convencemos ve por el carro y ten cuidado que no te vean, le dijo Diana.

Mientras empezaba acomodarse sus ropas salí rápidamente como pude tambaleándome por la borrachera con una erección que me dolía dentro del pantalón cuando llegue a la mesa Enrique y Leandro estaban borrachos totalmente solo reían y hablaban, la botella de ron estaba completamente vacía me preguntaron dónde estaba les dije que en baño preguntaron por José les dije que no sabía en ese instante llegaron las mujeres algo mareadas por el alcohol pero con buena coordinación lo disimulaban bien lo que no podían disimular era la cara de salidas que tenían las 3, en eso Enrique le pregunta a su esposa…. Dana amor por que se demoraron…. Nooo bebe es que el baño estaba lleno y no fue mucho tiempo, Nos encontramos con José mientras hacíamos fila en el baño, él está afuera esperando para irnos…. Aaa bueno vamos que ya estamos muy borrachos y ya son las 2:50 am, le respondió. Yo solo veía a Leandro y a Enrique pensando que putas son nuestras mujeres nos acaban de meter los cuernos en el baño estuvieron como 45 minutos cogiéndose a nuestras mujeres y ustedes ni idea tienen, pensar eso y recordar cómo se las cogieron me tenía con la verga re dura salimos de la discoteca José estaba en frente con el auto pararon dos taxis Enrique y Dana tomaron uno y Marcela y Leandro el otro se despidieron y se fueron José nos llevó a casa a mí y a Diana en el trayecto quede dormido.

Cuando llegamos eran como las 3:30 am entramos con cuidado sin hacer ruido todo estaba oscuro en eso bajo mi suegro vio que ve veníamos tomados yo más que Diana nos salido dijo que bajo a tomar algo de agua, entramos a nuestra habitación me quite la ropa quede en boxers y caí en la cama Diana dijo que iba a tomar también algo de agua solo recuerdo que la vi salir con su mini vestido y sus tacones de aguja negros por la puerta cuando se me cerraron los ojos 20 minutos después desperté entre dormido pude ver que estaba solo en la cama mire el reloj eran las 4 am como pude me levanté y salí a buscar a Diana, la habitación en la que dormimos queda atrás de la cocina más adelante queda el comedor y después la sala que da a la entrada de la casa en la sala en la parte izquierda hay unas escaleras que dan al segundo y tercer piso, cuando llegue a la cocina encontré el mini vestido rojo de Diana junto con su tanguita tirada en el piso, se me hizo un nudo en el estómago, como todo estaba oscuro me acerque hacia el frente de la casa cuando llegue al comedor pude ver algo que hizo que se me parara la verga de inmediato mi mujer estaba en tacones como una actriz porno con las piernas abiertas en medio del sofá de la sala y en medio de ellas estaba mi suegro enterrándole una verga gruesa de 20 cm agarrándola de los tobillos con las piernas flexionadas y empujándole con todas sus fuerzas ese pedazo de carne que entraba y salía del coño chorreante de Diana a quien se le escapaban unos gemidos suaves conteniéndolos, rápidamente me escondí bajo la mesa del comedor que tenía un mantel largo me saque la verga empezándome hacer una paja y me dedique a observar como mi mujer me ponía nuevamente los cuernos con su padrastro, don Jesús estaba extasiado clavando a su hija y le decía…. Que puta nos saliste Dianita, que puta…. Aaahiiii papi aaahhiii que puta salí mmmnnn ooohh. Jesús se acostó sobre ella y la empezó a besar ella le correspondió y lo hacía con verdadera pasión y gusto después Diana tomo con sus manos ese enrome par de tetas lechudas con esos pezones rosados empitonados totalmente brotados las junto ofreciéndoselas…. Que par de tetas te mandas mi bebe…. Chúpalas papi. Mi suegro no se hizo esperar las empezó a lamer y a chupar se centró en su teta derecha y empezó a chuparla sacándole la leche amamantándose sacándole la leche de mi hijo mientras la seguía clavando la cara de Diana era un poema era puro placer así estaban hasta que una vos perturbada pero manteniéndose baja se escuchó diciendo.

Por Dios Jesús, Diana que hacen otra vez nooo Dios mío. Era mi suegra doña Silvia que se encontraba bajando el último escalón…. Jesús me dijiste que no ibas a volver a tocar a mi hija…. Lo siento pero tu hija es muy puta y no le basta con una verga necesita muchas y yo te cumplí con mucho esfuerzo la deje de coger cuando iba en el colegio pero vez como en los últimos días se viste como toda una puta, lo siento pero no me pude aguantar…. No puedo creer que esto esté pasando otra vez Jesús…. Más bien guarda silencio Silvia para que no se vayan a despertar los demás y pueda terminar de cogerme a la puta de tu hija. Mientras decían todo eso Jesús no dejo de bombear a su hija quien gemía suavemente conteniéndose lo más que podía para no hacer ruido, a mi suegra no le quedó más que sentarse en el último escalón en silencio a ver como su marido se terminaba de coger a su hija.

Jesús estuvo usando a mi prometida como 10 minutos en esa posición cuando se cansó la volteo poniéndola en cuatro Diana puso sus manos sobre el espaldar del sofá y por instinto paro su cola poniendo su espectacular culazo en pompa entregándolo a su padrastro…. Mira ese culote que se gasta tu hija como me lo ofrece vez que puta te salió Silvia uno no se puede resistir. Mi suegro se arrodillo en el piso quedando a la altura de ese par de nalgas redondas las abrió y le empezó a pasar la lengua la empezó a pasar por ese anito rosadito que tiene a clavarle la lengua a dilatarlo sacándole gemidos suaves a Diana mientras su madre los miraba en silencio con impotencia después Jesús tomo un dedo lo lleno de saliva y lo introdujo en el culo de mi mujer haciendo movimientos circulares luego de mete y saca así estuvo un rato para después meter dos y luego 3, cuando ya la tuvo bien dilatada se paró detrás de ella apunto su garrote al ano de mi mujer y la penetro de un solo golpe sacándole un grito que intento contener Silvia a ver eso le dijo a Jesús…. Jesús por favor no me lastime a la niña como se le ocurre penetrarla por detrás y así tan salvaje…. Cállate perra aquí el macho de esta familia soy yo y como macho yo decido como se coge en esta casa además a esta puta hay que cogerla así como lo que es puta ella está acostumbrada…. Bueno mi amor, dijo Silvia en tono sumiso.

Jesús se aferró a las curvadas caderas de su hijastra y la empezó a bombear de forma rápida disfrutando de la enculada que le estaba metiendo debes en cuando le daba una nalgada en sus bien formadas nalgas, Diana solo gemía suavemente cerraba sus ojitos y pasaba su lengua por sus labios como saboreándolos disfrutando la cogida que su papi le daba por el culo después Jesús cambio el ritmo y le empezó a dar más duro podía ver como su pelvis chocaba con las nalgotas de mi mujer haciéndolas temblar y sonar plas, plas, plas, plas Diana solo gemía ya casi no podía contener sus gemidos en un tono bajo…. Jesús por favor no le de tan duro a la niña la va a lastimar y están haciendo mucho ruido, le decía Silvia…. Cállate que ya casi termino de cogerme a tu hija aahhh.

Jesús empezó a darle clavadas profundas a mi mujer y le anuncio…. Puta me voy a venir te voy a llenar el culo de leche aaahhhhh toma puta tómala toda aaaahhhh…. Si papi siiiii aaahhh lléname con tu lechita que yo también me vengooo ooohhh aaahhh. Vi como mi suegro le lleno el culo con su semen a mi prometida yo no aguante y me vine también dejando mi semen en el piso, Jesus cayó encima de mi mujer donde la empezó a sobar y a cogerle las tetas a besar su cuello para después buscar su boca y besarse.

Jesús se levantó sacándole la polla morcilluda del interior del ano de su hija que estaba tirada desfallecida sobre el sofá y le dijo…. Estuviste estupenda como siempre mi niña. Le dio una buena nalgada en ese culazo que tiene que la sorprendió sacándole un aaayy para luego buscar la pantaloneta con que dormía para ponérsela y subir al segundo piso e ir a su habitación, Silvia quedo ahí mirando a su hija y le pregunto…. Estas bien…. Si mami estoy bien…. Necesitas que te ayude…. No mami tranquila ve a dormir…. Hija quiero pedirte que no me vuelvas hacer esto…. Está bien mami lo voy a intentar…. Ok, que descanses te quiero…. Yo también te quiero. Silvia se dio vuelta para ir con su esposo yo salí sigilosamente y volví a mi habitación 5 minutos después entro Diana desnuda con sus ropas y tacones en las manos yo me hice el dormido ella entro al baño luego salió busco un shorcito de algodón y una blusita de tiritas que usaba para dormir y se acostó en la cama quedando profunda.

Al siguiente día desperté como a las 11 am todo lucia como si nada Silvia y Jesús se comportaban como siempre me preguntaron cómo estuvo la rumba si bailamos mucho que si pude descansar en fin todas esas cosas a medio día despertó Diana de veía cansada así que me dijo que por que no descansábamos todo el día en casa y veíamos algunas películas en la tele le dije que sí y así paso el resto del día ella actuando como si nada dándome cuenta que mi suegro era el macho en esa casa y mi suegra una sumisa que por temor a perderlo y por su dependencia a él sigue ordenes permitiéndole hacer lo que él quiera y yo completamente enamorado al igual que mi suegra guardando sus secretos.

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Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 27. Capitulación.” (POR ALEX BLAME)

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Capítulo 27. Capitulación.

A la mañana siguiente Arabela se despertó en la misma postura. La fresca brisa del mar entraba por el ojo de buey poniéndole la piel de gallina. Se tapó con la sabana y el movimiento despertó a Hércules por un instante, que medio en sueños la acogió entre sus brazos apretándola contra su cuerpo y trasmitiéndole su calor. Se volvió a dormir hasta que unos suaves golpes sonaron en su puerta y la voz de la capitana se filtró preguntándole si se encontraba bien.

Arabela se despertó y poniéndose una bata de seda se acercó a la puerta y abrió. La capitana entró en la estancia flanqueada por dos fornidos marineros que portaban sendos bicheros. Bela intentó disuadirlos pero los hombres entraron en la habitación dispuestos a reducir a Hércules.

—Tranquila, Hansen y Jensen se ocuparan de él. —dijo la capitana Goldman—¿Te ha hecho daño ese animal? Le voy a hacer pagar caro…

—No hay ningún problema, Mary y será mejor que retires a tus chicos. —le interrumpió Arabela.

Antes de que pudiese terminar la frase se oyeron dos golpes no muy fuertes y en pocos segundos salió Hércules totalmente desnudo y agarrando a cada uno de los marineros por un brazo que llevaba retorcido a sus espaldas.

—A sus órdenes capitana, —dijo Hércules dando un empujón a aquellos dos inútiles de forma que cayesen de bruces a los pies de las dos mujeres.

La capitana observó con asco el cuerpo desnudo y la sonrisa despectiva de aquel estúpido muchacho y no pudo evitarlo:

—No sé qué te crees, gilipollas, pero has infringido las leyes del mar. Has agredido al capitán de un barco, la máxima autoridad en esta lata de sardinas mientras nos encontremos en aguas internacionales. Una orden mía y estarías colgando del mástil.

—¿Y quién iba a colgarme? ¿Serías tú? ¿O serían estos dos inútiles? —replicó Hércules dando una ligera patada al costado a Jensen o de Hansen.

—¡Basta! ¡Los dos! —les interrumpió Bela— Nadie va a hacer nada. Yo soy la que paga los sueldos de todo el mundo así que vamos a volver todos a nuestras respectivas tareas y vamos a olvidar todo lo que ha pasado aquí. ¿Entendido?

—Pero… —intentó protestar débilmente la capitana.

—¿Entendido? La misión de este barco es lo primero y no quiero absurdas rencillas entre los componentes de la expedición. Si alguien tiene algún problema podemos atracar en el puerto más cercano y podrá abandonar el barco. Yo me encargaré de conseguirle un sustituto.

Las duras palabras de Arabela acabaron con la resistencia de la capitana que se tragó su orgullo y se retiró consciente de que si renunciaba a su trabajo perdería un sustancioso sueldo.

El resto del día transcurrió sin incidentes. Hércules empezó a desempeñar sus tareas que básicamente eran ser el chico para todo. Gracias a sus conocimientos prácticos y su fuerza, tanto podía arreglar el brazo robótico de un minisubmarino, como llevar un montón de cajas de provisiones de la bodega a la cocina. El incidente de la noche anterior había sido la comidilla de la tripulación. La capitana con sus ademanes secos y sus maneras autoritarias no caía muy bien a nadie, así que se encerró en el puente de mando y dejó de tener contacto con nadie que no fuese miembro de la tripulación.

Arabela apenas vio a Hércules en todo el día, pero por lo que le decían los miembros de la expedición, había sido un excelente fichaje. Era simpático y un manitas y las mujeres, ante el fastidio de Arabela, no paraban de opinar sobre sus bíceps, sobre su sonrisa o sobre lo que escondía bajo sus bermudas.

Para la hora de la cena ya se había ganado a todo el equipo y todos reían escuchando sus anécdotas y las bromas pesadas que intercambiaba con sus compañeros del equipo de rugby.

La velada terminó rozando la medianoche. Todos los componentes de la expedición se fueron retirando uno a uno hasta que solo quedaron ellos dos. Arabela se levantó charlando con el doctor Kovacs unos instantes antes de terminar y separarse para dirigirse a sus respectivos camarotes.

Al girarse vio que Hércules la seguía sin disimulo. Irritada, aceleró el paso e intentó cerrar la puerta en sus narices, pero él fue demasiado rápido impidiendo que se cerrase del todo. De un empujón abrió la puerta haciéndola retroceder y cogiéndola de un brazo la empujó contra la puerta, cerrándola con el empujón.

Hércules la observó durante un momento y acarició su cabello rojo durante un instante antes de besarla. Sus labios se fundieron y las lenguas de ambos se tantearon con suavidad saboreándose el uno al otro mientras las manos de Hércules se deslizaban por su cara hasta rodear su cuello. En ese momento apretó su cuello cortando su respiración.

—Nunca vuelvas a intentar cerrarme la puerta. —dijo él apretando un poco más— ¿Me has entendido?

Gruesos lagrimones corrían por las mejillas de la mujer haciendo que se corriese el rímel en gruesos churretones por su cara. Arabela sentía como el oxígeno se iba agotando, pero hipnotizada por aquella profunda mirada no hizo ningún gesto de rebeldía. Estaba dispuesta a morir si era lo que Hércules deseaba y se lo demostró quedándose quieta, esperando pacientemente a que su amante decidiera sobre su vida. Finalmente, él aflojó un poco la presa, permitiendole coger una bocanada de aire antes de volver a recibir sus besos.

Hércules la avasallaba con su fuerza y su lujuria desarmándola con caricias y besos, pero sin dejarla en ningún momento tomar la iniciativa. Jamás se había sentido tan excitada e indefensa a la vez. Las manos del joven sacándole la ropa a tirones la devolvieron a la realidad.

Apenas tuvo tiempo de sorprenderse y Hércules ya estaba sobre ella manoseando su cuerpo, besando, chupando y mordiendo hasta dejar su pálida piel llena de marcas y chupetones.

Con una ligera presión la obligó a arrodillarse y le puso la polla en sus manos. Bela la acarició obediente, sintiendo como crecía y se endurecía con sus caricias. Agarró el miembro palpitante con más fuerza y empezó a masturbarle.

Las manos de Bela eran cálidas y suaves y sus gestos experimentados. En cuestión de segundos estaba totalmente excitado. La mujer levantó la vista un instante e interrumpió los movimientos de sus manos para besar suavemente su glande. Hércules sintió un escalofrío recorriendo su columna. Cogiendo su melena en llamas, le introdujo el miembro poco a poco en la boca, disfrutando del calor y la humedad de su boca. Con un último empujón se la alojó en el fondo de su garganta.

Arabela contuvo una arcada. Su boca se llenó de saliva y se vio obligada a retirarse para poder respirar. Hércules la dejó coger un par de bocanadas y volvió a penetrar su boca esta vez con más suavidad, moviendo ligeramente las caderas y dejando que ella fuese la que decidiese hasta dónde quería que llegase su glande. Arabela a su vez chupaba con fuerza y acompañaba con su lengua cada retirada de la polla del joven.

Estaba tan excitada que apenas puso oposición cuando la levantó y la maniato con las manos por delante. Antes de que se diese cuenta estaba con los brazos colgando de una viga del techo del camarote, de forma que solo tocaba el suelo si se ponía de puntillas.

Hércules se paró y observó el cuerpo de la mujer. Los músculos de sus muslos y sus pantorrillas estaban contraídos por el esfuerzo de mantener el contacto con el suelo. Dio una vuelta en torno a ella y acarició su espalda antes de acercarse y taparle los ojos con un pañuelo oscuro.

Arabela no veía nada y apenas podía moverse. Podía olerle y oírle dando vueltas a su alrededor como una pantera hambrienta. Se sintió como una presa, como un sacrificó para aplacar la ira de un Dios. Un roce en su cadera bastó para sobresaltarla y hacer que toda su piel se pusiese de gallina. Levantó una pierna para descansar un poco y ese fue el momento que eligió el para cogerla pasando sus brazos por debajo de sus muslos y penetrarla.

La mujer suspiró excitada y dejó aliviada que Hércules cargara con su peso. Aquel joven la levantaba como una pluma y unas veces la penetraba con suavidad y otras la dejaba caer con todas sus fuerzas ayudándose de la gravedad. La polla de Hércules se abría paso en su interior provocándole un intenso placer y se imaginaba su sonrisa burlona cada vez que ella gemía sorprendida.

Hércules apartó sus brazos para poder acariciar su cuerpo. Arabela perdió el pie un instante y las ligaduras mordieron sus muñecas haciéndole soltar un grito, pero reaccionó rápido y rodeó las caderas de Hércules con sus piernas mientras este se comía literalmente su cuello y sus labios.

Durante unos instantes siguió besando y estrujando su cuerpo y ella no podía hacer otra cosa que abrazar su cuerpo con sus piernas y frotar su sexo anhelante contra su polla.

Con un empujón volvió a dejarla sola en la oscuridad y el silencio. La gruesa moqueta ahogaba todo los sonidos. Le pareció oír algo a su izquierda y se volvió. Una ligera caricia y nada más. Levantó la pierna e intentó barrer el espacio circundante pero no encontró nada. Cuando volvió a apoyar los dos pies en el suelo un par de dolorosos cachetes en el culo hicieron que pegase un alarido. Notó el intenso escozor y la sensación de ardor. Debería estar dolorida y aterrada pero en realidad se sentía aun más excitada.

Se puso de puntillas y retrasó su culo. Las ligaduras volvían a apretar sus muñecas, pero le daba igual. Solo deseaba una cosa, deseaba tenerle dentro de ella. Hércules se tomó su tiempo, pero finalmente la penetró. Las manos de Hércules eran dos serpientes que rodeaban su cuerpo y atacaban sus lugares más sensibles con rapidez y habilidad, produciendo instantáneos relámpagos de placer que intensificaban la gratificante sensación de tener la polla del joven moviéndose dentro de su coño.

Sin dejar de gemir y jadear, Arabela le pedía con insistencia que siguiese y le diese cada vez más fuerte. Cuando esto no fue suficiente comenzó a dar pequeños saltos para intensificar su placer, en ese momento Hércules volvió a agarrarla del cuello y lo apretó con fuerza pero ella ya no podía parar, todo le daba igual, solo importaba el placer que aquel miembro le estaba dando.

El orgasmo le llegó intenso y profundo. Todo su cuerpo se agitó incontenible recorrido por un placer que la arrasaba y se negaba a abandonarla. Hércules se apartó dejándola al fin respirar. Sin ocultar sus movimientos se puso frente a ella y la besó mientras se masturbaba. Le suplicó que la dejase hacérselo ella, pero por toda respuesta solo escuchó un sordo gemido antes de que él eyaculase derramándose sobre su vientre y sus muslos.

Con un último beso el joven la desató y dejó que se quitase la venda de los ojos. Hércules sonreía satisfecho, tal como se lo había imaginado. Arabela se quedó allí, dejando que la observase mientras hacía dibujos con la leche que cubría su vientre.

El resto de la travesía la paso en una nube. Durante el día Hércules la trataba con respeto y deferencia. A medida que el sol avanzaba en su recorrido hacia el ocaso Arabela se sentía más y más excitada hasta el punto de que cuando llegaba la cena solo pensaba en arrastrar al joven a su camarote, pero Hércules alargaba la sobremesa y la torturaba con una sonrisa mientras jugaba a las cartas o contaba chistes a los compañeros de expedición.

Cuando finalmente la llevaba al camarote, totalmente mojada y rendida dejaba que Hércules la follara a su antojo y ella disfrutaba cumpliendo todos su deseos sabiendo que cuando lo hacía siempre era recompensada.

Cinco días después estaban a la vista del desértico islote. Apoyados en la baranda, a apenas cinco millas de la costa, observaron la nubes que se arremolinaban en el horizonte, perfilando la isla. Hércules aspiró profundamente, podía oler la tormenta que se preparaba.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO : PARODIAS

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alexblame@gmx.es

 

Relato erótico: “Las profecías se cumplen? 2” (POR AMORBOSO)

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El día siguiente lo pasé entre reuniones con el consejo y entrevistas con los presos recuperados, me informaron de que el gobernador de la ciudad y varios oficiales se habían rendido y eran interrogados por el consejo.

Fui informado de que habían obtenido toda o casi toda la información del funcionamiento de las ciudades, sus tropas y administración. Lo que nos vendría muy bien en el futuro.

Pasé un momento por los almacenes que hacían de hospital, donde se encontraban encerrados en sendos barracones los esclavos y esclavas recuperadas para que no saliesen vagando por el campamento. Solo eché una ligera mirada, con la que pude apreciar que estaban todos desnudos, llevaban la cabeza rapada y en ella podía apreciarse la cicatriz de la intervención que los convertía en dóciles.

Me comunicaron que, a falta de hacer más comprobaciones, habían visto que la operación les había anulado la voluntad, pero no sus conocimientos. Al parecer, uno de los médicos, mientras comprobaba el estado de un herido, mandó que se le cambiase el vendaje, sin mirar a nadie en especial. Uno de los esclavos que estaba en una cama al lado, se puso a cumplir la orden con gran maestría, por lo que el médico impidió que lo interrumpiesen y mandó que le facilitasen material.

Al final verificaron que había hecho una cura perfecta y querían comprobar si todos podían realizar trabajos relacionados con sus antiguas profesiones. Yo los dejé con su labor y marché a comer.

En casa tenía la comida preparada, pero ni rastro de Eva. Por la tarde volví a reunirme con el consejo, donde nos interrumpió uno de los mensajeros que diariamente viajaban entre el sitio uno y sitio dos (les dimos esos nombres para identificarlos, hasta que se convirtiesen en asentamientos definitivos y les diésemos otra denominación. Mientras tanto, decidimos darles un número según el orden de reconquista).

El mensajero de sitio dos, nos informó de los problemas que se habían presentado con un grupo de esclavas. Concretamente con 19. Cuatro del harén del gobernador, cinco de las reservadas a oficiales y diez de la tropa. Al parecer las esclavas de los harenes estaban condicionadas para excitar y follar a todos los hombres que veían, sintiéndose mal, con fuertes dolores si no lo conseguía ninguna. Solamente con que el hombre eligiese a una o varias para follar, las demás se calmaban. Cuando alguna llevaba varios días siendo rechazada, le empezaban los dolores, y no se les calmaba hasta que alguien se la follaba. Eso hacía que cada vez se pusiesen más ansiosas y provocadoras.

Era una forma de tenerlas ansiosas para quien quisiera follarlas y poder hacer con ellas lo que quisiera. Nuestros hombres, la mayoría viviendo en pareja, no querían hacer nada con ellas. (O no lo querían decir). De cualquier manera, eran seis contra diecinueve.

Hubo que traerlas al campamento, donde estuvieron unos días sedadas para que, por lo menos mientras dormían, no tuviesen dolores. Para luego ser atendidas únicamente por mujeres.

Los tres días siguientes fueron iguales, reuniones, comida yo solo, más reuniones, cena solo y a dormir.

Al cuarto día, me despertó una extraña sensación en mi polla. Me había acostado de madrugada y no tenía prisa por levantarme. Una boca le estaba dedicando su atención, y lo hacía con ganas, y parecía que hasta con experiencia. No me resultó difícil imaginarme que era Eva la que lo hacía. Al final era ella la que se había rendido primero.

Seguí con los ojos cerrados, en un intento de parecer dormido, que no engañaba a nadie, entre otras cosas, porque lo hacía con gran maestría y era difícil permanecer impertérrito ante sus acciones.

Sentía su lengua recorrer mi polla desde los huevos al glande, deteniéndose en el para darle rápidos toques de lengua en el borde, meterse la punta y volver a bajar haciendo el recorrido inverso por otro lado hasta llegar de nuevo a mis huevos. Repetía el proceso con su lengua y boca, mientras su dedo recorría mi perineo con una ligera presión.

“¡Mira que es puta!, pensé. El otro día se hacía la estrecha y hoy parece una profesional”

No podía evitar mi fuerte respiración y algún que otro gemido, que hacían más increíble mi simulación de sueño, pero ella siguió recorriéndola con la lengua por todos los lados y chupando mi glande con toques de la punta para seguir lamiendo hasta tenerla toda bien ensalivaba.

Cuando estaba dispuesto a correrme otra vez en su boca, la muy puta se separó de mí, dejándome con el rabo tieso y las ganas, pero solamente fue algo temporal. Al momento noté que se subía, montándose a caballo, sobre mí y manipulaba mi polla para empalarse en ella. Supe por los roces con mi cuerpo y la posición de sus manos, que estaba dando la espalda.

No sentí los pliegues de su coño antes de entrar, mientras la apoyaba en su agujero, sino que la sensación era de dos masas carnosas que luego separaba con sus manos antes de empezar a presionar para penetrarse. Eso, unido a la estrechez del agujero por donde la estaba metiendo, me hizo deducir que no era el coño por donde entraba sino por el otro agujero cercano.

“Ni chuparla ni por el culo” Me había dicho y no solo la chupaba de maravilla, sino que le entraba por el culo despacio, pero la más mínima preparación. ¡Cómo me había engañado!

Abrí los ojos un poco, solo para ver el espectáculo, pudiendo contemplar su hermoso culo y sus redondeces. Estaba inclinada hacia adelante, por lo que veía su espalda y algo de su pelo rapado, que debía haberlo recortado recientemente.

Movía su culo arriba y abajo a buena velocidad, al tiempo que su mano, al parecer colocada sobre su coño, se movía a ritmo frenético.

Volví a cerrar los ojos para dedicar toda mi atención a sentir los movimientos que su culo hacía con mi polla, subía y bajaba, se movía adelante y atrás, era capaz de cerrar más su ano para ejercer mayor presión y todo ello me estaba llevando al camino sin retorno del orgasmo.

-Siiiiii. Me corroooooo.

Y le llené el culo de leche. Nada más salir mi primer chorro de leche, empezó a contraer y soltar su ano exprimiéndome como si me ordeñase, al tiempo que gritaba su propio orgasmo.

-AAAAAAAHHHHHH.

Durante un rato quedó plegada sobre sí misma, recuperándose de lo que tuvo que ser un intenso orgasmo. Luego quedó ligeramente incorporada, con mi polla en el culo, supongo que mientras esperaba que se me bajase la erección y se saliese.

Le di dos palmadas en el culo con suavidad, lo que le arrancó un gemido de placer. Al no seguir, se retiró de encima de mí, quedando de pie junto a la cama, mirándome. Yo la miré y…

¡No era Eva! El pelo rapado por detrás y sus formas más o menos parecidas, además de no esperar a nadie más, me habían confundido. Se trataba de una de las esclavas rescatadas. Era mayor, aunque tenía un cuerpo muy bien formado. Pechos grandes, poco caídos, caderas redondeadas sin ser gordas, culo amplio, sin depilar coño ni axilas, la cabeza con el pelo recortado corto y una cara que me resultaba conocida…

-¡Coño! ¡Si es mi madre! ¡Mamá!

Exclamé al reconocerla. No me lo podía creer. ¡Le había dado por el culo a mi madre! En mi defensa podía decir que no la había conocido, que creía que era otra persona, pero… ¡Había enculado a mi madre!

-¿Mamá? ¿Eres tú? ¿De dónde has salido? ¿Dónde has estado?

Mientras hablaba, ella se dejó caer de rodillas, con las piernas bien abiertas, la cabeza pegada al suelo y las manos apoyadas a ambos lados de la cabeza, con los dedos apuntando al frente.

-Estoy lista para el castigo, señor.

-¿Qué castigo?

-Llevo tres días sin satisfacer a los hombres y hacerles conocer el paraíso.

-Es igual, no pasa nada. Pero contéstame ¿Dónde has estado?

-¡Pero señor, me duele todo mi interior! ¡La ley dice que tiene que castigarme!

Y se puso a llorar. Fuertes espasmos sacudían su cuerpo, mientras repetía “Señor, tiene que castigarme”. Yo me quedé paralizado. No entendía nada. Por fin pregunté:

-¿Qué castigo debo aplicarte?

-Los 15 azotes, cinco por cada uno de los hombres que, como mínimo, no he llevado al paraíso cada día.

-¿y cómo debo dártelos?

-¿Tengo su permiso, señor?

-Sí, claro.

Entonces se levantó, fue hacia donde estaba mi ropa y tomó el cinturón, volvió a mi lado, se arrodilló y me lo ofreció con la mirada baja, sobre sus manos abiertas y situadas por encima de su cabeza. En cuanto lo retiré de sus manos, volvió a la postura anterior y a sus súplicas.

Doblé el cinturón por la mitad y le di un golpe en las nalgas, sin fuerza. Ella siguió con su petición y espasmos. Volví a darle otro algo más fuerte sin que se callara. Por fin, harto ya de la cantinela, le di un golpe con fuerza que dejó una marca sonrosada sobre sus nalgas y parte del muslo.

-Uno, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

Le di un segundo golpe

-Dos, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

En mis ojos hicieron aparición las lágrimas, mientras azotaba con fuerza su culo y espalda, hasta completar los 15. Al terminar, con su culo totalmente rojo y cruzado por líneas rojo intenso, se incorporó a cuatro patas y se acercó a mí para levantarse hasta mi polla, que se encontraba medio enhiesta, y besarla.

-Gracias, señor. La comida está preparada. Si lo deseas te serviré ahora.

Asentí con la cabeza y se levantó en dirección a la cocina. No me lo podía creer. Azotar el culo de mi madre y ver su color rojo, las cintas oscuras que lo cruzaban y haber vuelto a sentir su boca, me habían excitado. Volvía a tener la polla dura otra vez. Solamente se me ocurrió decir:

-Mamá…

Ella se giró y me miró. Inmediatamente vino corriendo hacia mí, con una enorme sonrisa en los labios y con cara de gran alegría, haciéndome recostar de nuevo en la cama y saltando sobre mí para metérsela polla entera en la boca. Pero no era eso lo que pretendía.

-Ponte a cuatro patas.

Ella se colocó sobre mi como le había dicho, dejando que eligiese el agujero por dónde meterla. Una gota cayó desde su coño a mi pubis. Yo tampoco quería eso. Salí de debajo de ella y me coloqué detrás. Ella bajó la cabeza y se puso como en la posición de castigo. Sus dos agujeros quedaron disponibles y ofrecidos para seleccionar el que quisiese. Sin más dilación, se la clavé en el coño con la intención de lubricarla bien antes de atacar el objeto de mi interés.

Comenzó a emitir gemidos de placer cada vez más fuertes.

-Te gusta eh!

-Sí, señor. Me follas muy bien. Estoy disfrutando como nunca. Me tienes apunto ya.

-Pues córrete ya, cuando quieras.

-AAAAAAHHHH. Siiiii. Maaaaasssss

Cuando terminó su orgasmo siguió pidiendo más y más. Seguía chorreando y parecía que se iba a correr, pero no lo alcanzaba. Volví a preguntar.

-¿Estás apunto otra vez?

-Siiii.

-¿Y por qué no te corres?

-Porque usted no se ha corrido ni me ha dado permiso para hacerlo.

-Pues córrete cuando quieras.

Y nuevamente, en menos de tres minutos, volvió a correrse sin dejar de pedirme que siguiera. Quise hacer una prueba y antes del medio minuto le dije: ¡Córrete! Y volvió a tener un nuevo orgasmo, que por sus gritos debió de ser mayor y más intenso que el anterior. Me pareció que cada vez que alcanzaba un nuevo orgasmo, era más intenso que el anterior.

Con la polla empapada de sus líquidos, la saqué y la puse a la entrada de su ano, haciendo presión. Entró con mucha facilidad hasta que mi pelvis chocó contra sus glúteos y mis huevos contra su coño. Ella hizo presión con sus músculos, haciéndome sentir su estrechez. Se la saqué hasta la punta, le di una palmada en cada cachete mientras admiraba su culo y se la volví a meter hasta el fondo. Ella gemía de placer con todo esto. Decidí probar nuevamente:

-¡Córrete!

-AAAAAAAAAAHHHHHHH Siiiiiiii No pare, no pareeeee.

La cantinela era siempre la misma, pero mis huevos ya goteaban de los líquidos que escurrían de su coño, lo que me hacía pensar que sus orgasmos no eran fingidos.

Seguí un buen rato metiendo, sacando y dándole azotes. Mi polla estaba dura como nunca y a punto de reventar. Cada medio minuto la hacía correrse, lo que hacía cada vez con más agotamiento, hasta que ya no pude más y me vacié de nuevo en su interior. Mi orgasmo precedió al suyo, sin que le hubiese indicado nada.

Yo me dejé caer sobre la cama a un lado y ella se desplomó en el sitio. Me despertaron unas suaves manipulaciones en mi polla. Cuando abrí los ojos, allí estaba mi madre acariciándomela.

-La comida está en la mesa.

Me levanté, me lavé un poco, me vestí, saboreé una estupenda comida (mi madre era muy buena cocinera) y me fui directo al hospital.

Antes de salir, volví a preguntarle dónde había estado, de dónde venía.

-Estaba en un hospital, nos han sacado a la calle un rato y luego nos han dicho que volviésemos a la casa, y yo he venido.

-¿Y por qué te has puesto a chupármela y me has follado con el culo?

Con una cara de total extrañeza por mi ignorancia, me respondió

-¡Es mi obligación, señor! Tengo que hacer la comida para los señores y hacerles disfrutar para que conozcan el paraíso. Lo dice la ley.

-¿Y tiene que ser por el culo?

-Principalmente sí. La ley dice que tengo un buen culo, pero me pueden pedir y debo ofrecer cualquier parte de mi cuerpo.

Después de esto, salí rápidamente de casa, no sin antes advertirle que no se moviese de allí, y me dirigí al hospital.

No la habían echado de menos, no lo harían hasta la noche, al contar las camas. Me reuní con médicos, enfermeras y personal que no estaba ocupado en ese momento, preguntando cómo estaba la situación con las mujeres.

Teníamos 32 mujeres, 31 quitando a mi madre, más las 19 del harén Éstas últimas no daban problemas estando encerradas solas y atendidas por mujeres, pero no ocurría lo mismo con las otras. Me contaron que todas tenían fuertes dolores de vientre que las hacían ir dobladas, a pesar de ser atendidas solamente por mujeres también, las dos doctoras que las habían mirado, no encontraron nada y que la situación se les estaba yendo de las manos.

Esa mañana las habían separado en tres grupos, a uno de ellos, diez jóvenes se habían acostado con ellas, calmándoles los dolores durante unas cinco horas, a otro grupo las estuvieron masturbando sin conseguir que alcanzaran su orgasmo y no solamente eso, sino que se encontraban peor todavía. El tercero lo habían dejado de control.

Expliqué lo que había pasado en mi casa y cómo lo había solucionado. Hubo algunos comentarios por ser mi madre, pero fueron acallados al haber conseguido una solución, independientemente de la forma de conseguirlo.

Mandé llamar a 31 hombres voluntarios y solteros, los mandé desnudar y que retuviesen en sus manos los cinturones. Luego mandé a las mujeres situarse en posición de castigo, una delante de cada hombre y ante la cara de asombro de todos, incluyendo el personal del hospital, tomé el lugar de uno de ellos y le di cinco fuertes azotes en el culo, con la consabida respuesta de la azotada. Luego dije que les diesen los quince azotes a cada una, con fuerza, pero procurando no causarles grandes daños y que luego se las follaran, pidiéndoles, de vez en cuando, que se corrieran.

Volví una hora después y ya estaba el problema solucionado. En una nueva reunión con los médicos y personal, hablamos mucho en busca de soluciones, pero no podíamos tener a los soldados follándose a las mujeres todos los días, así que se me ocurrió traer a 183 esclavos o más, de la última ciudad para que colaborasen en el mantenimiento del campamente y que cada día, 31 de ellos se las follasen hasta que las fuésemos colocando en algún lugar.

Al día siguiente solicité el permiso del consejo e hicimos un nuevo ataque a otra de las poblaciones de cierta importancia que nos rodeaban. Había muchos más soldados y estaban más nerviosos y alerta. Luego nos enteramos de que era porque los mensajeros que habían salido en dirección a las ciudades y campamentos conquistados, no habían regresado y no había noticias de ellos y eso los ponía nerviosos.

Desconocedores de ello, esperamos a que saliese un mensajero, que fue interceptado fuera de la vista de la ciudad. Por la noche, los hombres se fueron camuflando cerca de la puerta de la ciudad, para lo que cortamos el agua que bajaba por los canales de riego para que pudieran esconderse.

A la mañana siguiente, apenas asomado el sol, volvió el mensajero al galope, al que unos guardias cansados y somnolientos, después de una noche de guardia, abrieron las puertas inmediatamente. Cuando pasó por ellas a toda velocidad, dejó caer dos bombas que explotaron un momento después, cuando empezaban a cerrar, sacando las puertas de sus goznes y matando a los que las cerraban.

Inmediatamente después, los hombres salieron de sus escondites y entraron en la ciudad, que todavía no había despertado, eliminando a todos los soldados que encontraban y que habían salido al oír el ruido.

En una acción coordinada, las delta bombardearon los cuarteles, creando una gran confusión. Mis hombres llevaban las ropas de los soldados capturados, y se identificaban por un trocito de tela en las mangas. Cuando se encontraban con grupos numerosos, los dirigían hacia la zona donde había más de los nuestros gran parte como soldados y unos cuantos más sin uniforme, pareciendo que luchaban entre ellos. Los recién llegados se incorporaban a la lucha, donde eran masacrados sin piedad al quedar totalmente rodeados.

Por suerte, en los primeros minutos de lucha, dimos con una prisión que se encontraba a la entrada y donde se hacinaban cientos de hombres y mujeres a la espera de ser procesados. Cuando abrimos las puertas y les explicamos quienes éramos, como nos identificábamos y lo que hacíamos, se incorporaron a la lucha tomando las armas de los caídos, palos, piedras y lo que encontraron a mano.

He de reconocer que si no hubiese sido por ellos, creo que no hubiésemos vencido. Al finalizar la tarde, los que no habían muerto eran prisioneros. Hubo que organizar varias piras para quemar los muchos cientos, quizá miles, de cadáveres, pero gracias a los liberados, los esclavos y nosotros, conseguimos deshacernos de ellos.

Entre otras muchas cosas, conseguimos hacernos con un equipo completo, incluyendo el personal, para lobotomizar personas y convertirlos en dóciles corderitos. Nada más informarme de ello, vino uno de mis oficiales y preguntó.

-Hay cerca de 800 soldados prisioneros. ¿Qué hacemos con ellos?

Estuve pensando en ello, reuní a los oficiales que pude y tuvimos un intercambio de ideas y pros y contras de cada una de ellas, al final, resumí todo ello y di la orden:

-No podemos almacenar prisioneros. Eso nos quitará personal y aumentará el riesgo de ser derrotados, por tanto, el equipo capturado se dedicará a convertir a los prisioneros en obedientes esclavos.

Cuando volví a casa, habían pasado tres días. Mi madre daba vueltas encorvada y dolorida, pero se le alegró la cara al verme. Mientras entraba, ya iba desabrochándome los pantalones, dejándolos caer pero retirando el cinturón.

Mi madre, desnuda como era su obligación en lugares cubiertos, se situó inmediatamente a mis pies en situación de castigo. Mi polla ya empezó aponerse dura antes de empezar.

-Uno, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

-Dos, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

– …

-Ocho, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

Su culo ya empezaba a tener una tonalidad roja y mi polla amoratada de la presión.

-Diez, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

Y estaba rojo, con tiras bien marcadas. Mi polla goteaba.

-Córrete.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH.

Hice la prueba y funcionó. Tuvo un orgasmo brutal, incluso en medio de un castigo. Su condicionamiento era impresionante…

-Catorce, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

-Quince, gracias señor, que alcances la gloria y el paraíso.

-Chúpamela ya, rápido. Venga.

Se incorporó rápidamente y se la metió en la boca. Sujeté su cabeza con ambas manos y empecé a follarla con furia. Escondía los dientes y la presionaba entre la lengua y el paladar. Era algo súper excitante. Sentía mi polla entrar resbalando por su lengua y rozando su paladar, hasta alcanzar su garganta y sentir la contracción de su arcada perfectamente controlada, la volvía a sacar despacio, recreándome en el roce, para volverla a meter con rapidez.

Viéndome a punto de vaciarme, le di la orden de ir a la cama y de acostarse de espaldas. Me arrodillé entre sus piernas y coloqué la almohada bajo su culo para levantarla poder metérsela por el coño desde abajo, pero teniendo el cuerpo erecto, como si estuviese de pie. Eso me dejaba su clítoris disponible para manipularlo.

Sabiendo que no podía correrse hasta que lo hiciese yo o que se lo ordenase, me dediqué a follarla despacio, haciendo que mi polla, por la postura, recorriese bien su punto G, al mismo tiempo que aumentaba el rozamiento de mi glande.

Con una mano, alternaba caricias en sus pezones y con la otra, recogía con dos dedos sus pliegues dejando en medio el clítoris, para moverlos alternativamente, imprimiendo un sentido de cuarto de giro, además de masturbarlo ligeramente.

-AAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGGG

Ya no gritaba. Berreaba. No podía correrse, pero eso no significaba que no se excitase. Es más, su condicionamiento la sobreexcitaba. Se puso como loca, como fuera de sí. Grataba, gemía, bufaba, hacía de todo. Me compadecí y le ordené:

-¡Córrete!

-AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHhhhhhhhhhhhhh

Su fortísimo grito se perdió en la afonía, para terminar en una relajación total. Yo seguí follándola un poco más y me corrí en su coño, soltando toda mi carga en un orgasmo de los más largos que recuerdo. Me extrañó que no se volviese a correr, pero tenía una causa justificada, había perdido totalmente el sentido.

Me preocupó momentáneamente, pero al ver que su respiración era normal, la dejé descansar y me fui a comer algo. Cuando se recuperó, tuve que volver a castigarla porque, según me dijo, había cometido dos pecados, el dormirse y no atenderme en mi comida. Evité un tercero al decirle que me había corrido a la vez que ella, porque también tenía que correrse conmigo.

Recuerdo que mi pensamiento fue: ¡Hay que joderse. Lo que hacen esos condicionamientos!

Por otro lado, Eva no me había dicho nada sobre sexo desde el día de la mamada. Seguía viniendo para dar las instrucciones a mi madre sobre la comida que tenía que hacer y organizar y mandarle las tareas de limpieza. Por supuesto, estaba al tanto de la situación, pues había entrado mientras estaba con mi madre, tanto durante los castigos como las folladas, aunque eso sí, discretamente, sin manifestarse directamente. De esto me enteré después.

Al día siguiente, no había salido de casa cuando llegó ella. Había mandado a mi madre que hiciese limpieza, no tenía nada urgente y estaba relajándome con la lectura del viejo libro de Nostradamus, lleno de anotaciones mías de los últimos años. En sus páginas descubrí que había llegado gracias al eclipse de luna y desde ese día me acostumbré a recitar el poema todas las noches.

-¡Qué solo estás!

Me sorprendió la voz. Cuando levanté la vista, pude ver a Eva apoyada en el marco de la puerta.

-Ah! Hola Eva. No te he oído llegar. ¿Qué tal estás? Para venir todos los días, hace mucho que no coincidimos ni nos vemos.

-De salud, bien, de sexo muchísimo peor que tú.

-¿Peor que yo? ¿Qué sabes tú?

-Porque desde que está tu madre contigo, o llego cuando estás en plena faena o estoy en otra habitación y me tengo que retirar discretamente.

-Ah! Ya te has enterado.

-Y quién no. Dais unos gritos que os oye todo el vecindario. Cuando vienes tú, creo que todos en este barrio se ponen a follar de lo calientes que los ponen vuestros gritos.

-Vaya. ¿Y a ti, también te pone? ¿Agotas a los otros cuatro que te compartimos?

-Eres un cabrón. Sabes que ni estando con ellos un mes entero disfrutaría tanto como una hora contigo.

-Eso tiene solución, siempre puedo sacar tiempo para ti. ¿Por qué no me la chupas un poco para ponerla en forma y estrenamos tu culo? –Quise tensar un poco la situación

-Hijo de puta. Te dije que ni te la chupaba ni te daba el culo. Me jodiste la otra vez llenándome la boca con tu corrida, pero no volverá a pasar más. –Saltó con furia.

-Mira Eva, no te hagas la estrecha, que se te notó que te enfadabas para quedar bien, pero que no te había disgustado tanto. Verás como también disfrutas lo mismo o más que por el coño.

-Eso no lo verás nunca.

-Muy bien. Cuando estés dispuesta puedes venir a mi cama. Te estaré esperando.

Y dio media vuelta, y se marchó bufando y murmurando en busca de mi madre para organizar las cosas.

Esa noche, le di cinco azotes de castigo a mi madre porque me apetecía y luego la follé con calma por el coño. Me corrí pronto y ella me acompañó con otro orgasmo, como era su obligación, y me fui a la cama pronto.

Aquel día organizamos un ataque a una pequeña guarnición, de unos 20 hombres, que era un puesto avanzado de vigilancia, y custodiaba un paso entre las montañas un poco alejado de nosotros.

La incursión fue un paseo. Sin noticias de los puestos, pueblos y ciudades cercanas, no sabían lo que ocurría y se encontraban totalmente relajados. Se veía que carecían totalmente de disciplina. De noche, solamente cerraban la puerta, sin dejar vigilancia la mayoría de ellas. Tampoco se molestaban en izar y arriar la bandera. Además había 22 mujeres de harén para ellos 20. Cuando llegamos, solamente había un soldado en la puerta, con una mujer desnuda arrodillada a sus pies, haciéndole una mamada.

Camuflados entre la maleza cercana esperamos el momento oportuno. Cuando cogió la cabeza de la muchacha con las dos manos y cerró los ojos, uno de mis hombres se desplazó hasta la empalizada y se acercó pegado a ella, sin hacer ruido.

Cuando clavó la polla hasta el fondo para correrse, no solamente soltó la leche en la garganta de la muchacha, sino que la bañó en sangre cuando le cortó el cuello sin que se diese cuenta. Rápidamente, la mano de mi hombre sustituyó a la polla del muerto para tapar la boca de ella y que no gritase. Algo inútil porque era una de las esclavas y ni gritan, ni huyen, ni nada, si no se les ordenas.

Entramos en silencio y recorrimos estancia por estancia degollando a los que dormían, estaban borrachos, jugaban o follaban.

Desde que vi a la muchacha haciendo la mamada, con la cabeza rasurada y desnuda, no pude evitar pensar en mi madre, poniéndoseme dura al instante, y creo que fue esa distracción, el estar pensando en ella, lo que hizo que uno de los defensores, además borracho, descargase su espada e hiciese un corte en mi pantalón de cuero, desde la ingle a la rodilla, toda la parte delantera. El roto del pantalón me daba problemas. Tenía dos opciones, quitarme los pantalones o sujetar el roto. Opté por atarme un pañuelo para mantener todo junto.

Ni que decir tiene que su cabeza duró pocos segundos más sobre su hombro.

Acabada la lucha, con casi todos los soldados muertos, procedimos a quemar sus cadáveres, como siempre, enviamos a los pocos prisioneros para someterlos, después de interrogarlos concienzudamente, y partimos hacia casa. Como a la vuelta de las batallas íbamos bañados en sangre de nuestros enemigos, no me di cuenta de que la espada no solo había cortado mi pantalón, sino que me había hecho una herida, aunque no muy profunda, pero muy larga.

Llegué a casa, me desnudé y vi la herida. El pañuelo la había mantenido bastante cerrada con un sangrado bajo, pero al quitarlo volvió a abrirse. Envié a mi madre a buscar a Eva, que había trabajado en un hospital hasta que se casó, y estuve lavándome. La herida no era grave, pero sangraba mucho y en cantidad por su longitud. Tuve que hacerme un torniquete y acostarme porque no podía mantenerme en pie.

Eva limpió y desinfectó todo, me vendó la herida y se quedó parada un momento mirándome. Increíblemente, con las manipulaciones entre mi ingle y rodilla me la habían puesto dura. Se arrodilló entre mis piernas, me sonrió y se la metió en la boca. No tenía nada que ver su mamada con las de mi madre, pero ponía interés. Al poco rato consiguió que me corriese, sin que se retirase, a pesar de haberle avisado que lo iba a hacer. Se tragó todo, incluyendo unas gotitas que salieron a sus labios y que recogió con su dedo para chuparlo sensualmente, me sonrió otra vez y se fue.

A partir de ese momento, caí en un sopor que me mantuvo dos días en semi-inconsciencia. Dijeron que era por la pérdida de sangre y la infección que sobrevino, a pesar de la experta cura de Eva.

En ese periodo oía hablar a varias mujeres, una de ellas mandaba y se enfadaba. Creo que alguien me la estuvo chupando, pero no sé si llegué a correrme. Hubo más gritos, pero tampoco sé si todo eso fue consecuencia de la fiebre.

Desperté al segundo día, cuando Eva terminaba su cura y comenzaba a volver a vendar la herida.

-¡Por fin despiertas! Llevas dos días con fiebre de caballo. Tenía ganas de que lo hicieses para darte una sorpresa: ¡Está aquí tu hermana!

-¿Mi hermana? ¿De dónde ha salido?

-Estaba en el último campamento que asaltasteis. Por lo visto, era un sitio de paso y descanso de tropas y tenían más concubinas para atenderlos. Una de ellas era tu hermana. En cuanto la reconocieron, la trajeron aquí y lo primero que hizo fue ponerse a chupar tu polla. Por lo visto, está condicionada para hacerse elegir por cualquier hombre que vea y su pecado es el no ser aceptada por ninguno.

Y continuó

-He tenido que llamar a los cuatro abuelos que tengo (eran cincuentones) para que las entretengan y no se lancen como locas a por ti. No sé si estos sobrevivirán a una semana con ellas. –Esto último lo dijo riéndose.

Dos días después tenía la herida lo bastante bien como para levantarme y poder acudir a las reuniones del consejo. Y desde ese momento y durante los días siguientes planeábamos los ataques, estudiando todas las posibilidades, para que luego Darío, el hijo de Eva, actuase en mi lugar dirigiendo a la gente, consiguiendo en todos ellos nuevos éxitos.

Eva tenía a María encerrada en una habitación, por lo que, entre eso y que no estaba muy despierto cuando me lo dijo, no volví a acordarme de ella.

Ya esa primera salida marcó el cómo iba a ser el futuro. Cuando termine la jornada de mañana, fui a casa a comer, mi madre me sirvió la comida. Seguidamente, se metió bajo la mesa, me desabrochó los pantalones y me los bajó, junto a calzoncillo, hasta los talones, obligándome a levantar el culo de la silla para ello.

No había llegado excitado pero, solamente de bajarme los pantalones, mi hasta entonces minimizada polla empezó a crecer. Se la metió en la boca todavía reducida y floja y empezó a aspirarla e ir sacándola y estirándola poco a poco, echando la cabeza hacia atrás, hasta que se salía de su boca. Ese gesto iba llenándola de la sangre necesaria para conseguir una potente erección en pocos minutos.

Una vez alcanzada, comenzó a metérsela hasta la garganta y sacarla hasta la punta, con lamidas en el glande y vuelta a repetir.

-Hazlo despacio. Tómate tu tiempo.

Ella cambió. Se la sacó y empezó a recorrerla con la lengua, tanto en su longitud como en circunferencia. Acariciaba mis huevos y su dedo presionaba la base de mi polla en el perineo. Cuando había lamido toda mi polla, se la metía entera en la boca y la volvía a sacar, mientras estrechaba el cerco de sus labios.

Lo hacía tan bien, que pronto me tuvo a punto de correrme y no lo consiguió por mis esfuerzos en contra. Por suerte, pronto terminé mi plato de comida y le hice ir a buscar el segundo. Eso me dio el tiempo de recuperarme y bajase mi excitación. A su vuelta la hice seguir con la mamada, volviendo a empezar. Nuevamente lamidas a lo largo y ancho, penetraciones profundas y problemas para mantenerme sin llegar al orgasmo.

Como en los combates de boxeo, cuando estaba a punto de caer, sonó la campana. Terminé mi plato y le pedí algo de postre. Me sacó fruta y eché de menos los plátanos. En esta zona no se producen, siempre son de importación y los negocios no estaban muy por la labor, pero la hice acostarse boca arriba sobre la mesa, con los pies sobre dos sillas y traje de la cocina un buen pepino.

Le hice ensalivarlo bien para metérselo por el coño, haciéndole sentir sus rugosidades y bultos. Empecé a moverlo entrando y saliendo, al tiempo que masturbaba su clítoris con la otra mano. No tardó en gemir de placer y retorcer su cuerpo para aumentar las sensaciones.

Me detuve un momento masajeando mi polla, para luego escupirme en ella y metérsela por ese culo que tanto me ponía. Le estuve machacando durante un buen rato, al tiempo que movía ligeramente el pepino insertado en el coño, sin dejar su clítoris desatendido.

El trabajo anterior sobre mi polla y el angosto espacio que dejaba su coño lleno, presionándomela con fuerza, haciéndome sentir con intensidad el placer de la enculada, hizo que no aguantase y me corriese como un burro dentro de su culo, lo que hizo que ella se corriese también.

Gracias a su condicionamiento no quedé mal, pues estoy seguro que si en lugar de ser mi madre hubiese sido Eva, ella se hubiese quedado con las ganas.

Cuando termine, le hice limpiarme la polla, me vestí y me fui realizar mis tareas.

Cuando volví por la noche, había una muchacha joven, con la mirada perdida, sentada en un sillón. Nada más entrar, se le iluminó la cara y saltó hacia mí, directa a mi cuello, que envolvió con sus brazos mientras clavaba sus labios en los míos y su lengua entraba hasta lo más profundo. A la vez, pegó su cuerpo al mío, haciéndome sentir, a pesar de la ropa, sus pechos grandes y duros, que se clavaban como estacas, su coño restregado por mi entrepierna y sus piernas que se intercalaban con las mías y me aprisionaban como un cepo.

Puse mis manos en su culo. Un culo redondo y duro, pero menos que lo que se había puesto mi polla al sentirla. Ella misma hizo los movimientos que la liberaron, soltando y dejando caer pantalones calzoncillos, para seguidamente arrodillarse ante mí y empezar a metérsela en la boca.

Fue muy excitante. Empezó lamiendo el glande por todas partes. Solamente con eso ya pensaba que iba a correrme. Luego puso sus labios rodeándolo y fue metiéndoselo despacio. Lo metía un par de centímetros más o menos y lo sacaba uno aproximadamente, para volver a meter otros dos y retroceder uno. Así hasta que se la metió toda entera.

Para alguien que estaba ansioso desde el primer momento, eso fue un auténtico martirio, que no mejoró con sus siguientes atenciones. Todavía estuvo un rato sacándolo hasta la punta, lamiendo el glande y volviendo a meterla hasta la garganta, despacio pero sin pausa.

Por fin comenzó a aumentar la velocidad del vaivén, combinando con acciones que no sabría definir en su totalidad. Creo que era combinación de succión y movimientos de lengua, en cadencias rápidas.

No se cómo detectó que estaba a punto de correrme, pero momentos antes, se la sacó y me hizo agacharme hasta quedar tumbado en el suelo. Montó a caballo sobre mí y ella misma se empaló.

Estuvo un momento detenida, con ella dentro, mientras realizaba contracciones con los músculos dándome un masaje que me tenía a instantes de mi orgasmo pero que no era suficiente para contrarrestar mis esfuerzos por dilatarlo y hacerme llegar.

Cambió a movimientos con la pelvis adelante y atrás. Adelante la clavaba completamente y masajeaba, hacia atrás, mantenía compresión hasta llegar a sacársela y dejarla recorrer su coño rozando su clítoris, tanto cuando salía como cuando volvía, hasta iniciar una nueva penetración. Había momentos en que pensaba que pasaría de largo, sin entrar, pero con habilidad conseguía la suficiente desviación para que entrase y pudiese llegar hasta el fondo.

La situación se me hizo inaguantable. Yo no gemía, daba auténticos gritos de placer mientras sentía sus movimientos

-OOOOOOHHHH. Siiiiii. Muévete asíiiiii.

Llegó a mover sus piernas hasta ponerse en cuclillas sin sacársela completamente, siguiendo una serie de botes sobre mi polla que más parecía una estación de bombeo de petróleo que una follada, por la cantidad de líquido que bajaba por mis huevos al suelo.

-¡Quiero correrme en tu boca YA! –Grité poco después.

Saltó hacia atrás hasta que quedó a la altura conveniente y se lanzó a una mamada que me hizo ver el cielo y lanzarle toda mi carga directa a su garganta, donde desapareció convenientemente engullida. También ella tuvo su orgasmo en cuanto sintió mi corrida.

Si bien había disfrutado como nunca, aunque mi experiencia sexual era escasa, no terminaba de gustarme que se corriesen solamente porque lo hacía yo, pero mis reflexiones fueron cortadas por la entrada de Eva.

-Veo que, por fin, has conocido a tu hermana. ¿Qué te ha parecido?

Gracias por sus comentarios y valoraciones.

 

Relato erótico: “Descubriendo a Lucía (18 y final)” (POR ALFASCORPII)

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18

Lucía despertó de su sueño y me miró con sus preciosos ojos azules con la misma incredulidad con la que yo la miraba a ella.

– ¿Qué ha pasado? –preguntó sorprendiéndose al escuchar su voz.

– No tengo ni idea –contesté confuso y agobiado-, acabo de despertarme y me he encontrado con esto…

– ¡Vaya!. Se acabó esta locura… se acabó la magia…

Noté decepción y tristeza en su voz.

– Se acabó la magia… -repetí con la misma tristeza.

Ambos habíamos asumido el cambio de sexo y de vida hasta el punto de llegar a creer que era lo que habíamos necesitado para ser más felices. En el caso de Lucía porque, antes del accidente que había puesto nuestros mundos del revés, a pesar de ser una mujer de éxito, era completamente infeliz con el muro que se había construido alrededor. Y en mi caso porque, a mis veintiséis años, me había estancado en una vida relativamente cómoda, sin metas ni ambiciones, simplemente viviendo el día a día sin ningún reto por delante.

Nos quedamos en silencio, mirándonos mientras los interrogantes fustigaban nuestras mentes.

– No entiendo cómo ha pasado esto -dijo ella pensando en voz alta-, pero creo que es una lección de la que debemos aprender.

– Creo que tienes razón –contesté en un susurro-. Yo he aprendido mucho… Ahora, después de lo vivido, será muy duro retomarlo todo desde donde lo dejé, pero tengo claro que no volveré a ser quien era.

– Al menos tú has tenido tiempo de descubrir y disfrutar, pero yo…

A Lucía se le quebró la voz y vi cómo sus bellos ojos se llenaban de lágrimas. Se giró dándome la espalda, y la oí sollozar.

– Lucía… Lo siento muchísimo… -le dije poniéndole una mano en el hombro.

El tocar su piel volvió a transmitirme aquella poderosa sensación que había sentido en nuestros anteriores contactos, y supe que ella también la sintió porque se encogió con un escalofrío, haciéndose un ovillo. Toda la fortaleza que siempre había mostrado, la imagen de la dura y poderosa mujer capaz de aplastar a cualquiera con su dedo, se disolvió como un azucarillo en café recién hecho, haciéndome ver su verdadera vulnerabilidad, aquella que sólo yo conocía por haber atesorado sus recuerdos como propios. No pude contener mi impulso de abrazarla, y ella aceptó mi sincero abrazo tomando mis manos con las suyas para que la rodease sin reservas.

– Gracias –respondió obligándome a estrechar aún más el abrazo, quedando nuestros cuerpos completamente pegados.

Sentí el calor de su piel en la mía, pues ambos seguíamos desnudos, y a pesar de la amargura del momento y la ternura del gesto, mi naturaleza involuntaria respondió con una sensación que hacía medio año que no tenía. Con un cosquilleo, noté cómo mi hombría crecía y se ponía dura, muy dura, hasta ser inevitable que contactara con las nalgas de Lucía.

– ¿Mmmmm…? -gimió ella levemente.

Mi corazón se aceleró. En el tiempo en que había sido una mujer, todos mis sentimientos masculinos habían ido quedando paulatinamente enterrados, y lo que en ese momento estaba experimentado había quedado tan atrás, que me parecía increíble volver a sentirlo tan rápidamente y en un momento tan poco apropiado.

– Lucía… -dije suspirando sin poder evitar que todo mi cuerpo clamase por ella.

– Ya lo noto… -contestó suspirando ella también-. Tranquilo, te entiendo perfectamente…

Se movió acomodándose, consiguiendo que mi verga quedase longitudinalmente encajada en la raja de su delicioso culo, excitándome aún más.

– La noche del accidente te deseaba, y ahora te deseo aún más… -susurró-. Vuelvo a ser yo misma, y mi cuerpo no hace más que pedirme sentirte…-añadió aflojando la sujeción de mis manos mientras sus glúteos presionaban mi dureza.

Sin necesidad de pensar en ello, como un acto reflejo, mis manos se aferraron a sus magníficos pechos. Por fin pude deleitarme con su suave tacto, generosidad y turgencia con mis manos de hombre, por fin pude hacer realidad mi utopía de amasar los hermosos dones de mi jefa siendo yo mismo. Sin duda, eran las más excitantes tetas que había acariciado jamás.

– Me gustas tanto desde que te vi por primera vez –le dije al oído-, siempre me has parecido tan sexy e inalcanzable…

– Tú también me gustaste desde el primer momento – me contestó dejándose hacer-. Por eso aquella noche quería parar en un hostal …

– Creo que es evidente que nos atraemos como imanes de polos opuestos, da igual que seamos hombre o mujer –le susurré hincando mi polla entre sus nalgas.

– Uuuuummmm… cómo me gusta sentir eso… -dijo meneando sus caderas-. Me parece increíble que hace tan sólo un rato deseara meterte mi recién estrenada polla en este culo… Y ahora lo que deseo es que tú me metas esa misma polla a mí…

– Antes de que todo esto pasara esa era mi mayor fantasía –contesté loco de excitación-. Deseaba dar por el culo a mi severa y sexy súper jefa, y ahora que lo tengo al alcance, lo deseo más que nunca…

– Nunca llegué a probarlo, pero sé que tú lo has gozado con mi cuerpo… Enséñame cómo es…

Moví mi pelvis frotando toda la longitud de mi pértiga en su redondo trasero. Con mi mano derecha, recorrí el sinuoso camino de su cintura y cadera sujetándola bien, y dejé que mi miembro llegase hasta su coñito, que ya estaba húmedo por mis caricias y la evidente excitación que nuestro contacto producía en Lucía. Sin ningún esfuerzo, y gracias a que ella tenía sus rodillas recogidas quedando en posición fetal, mi glande penetró entre sus labios y se introdujo en la calidez de su vagina haciéndonos a los dos suspirar.

– Voy a echar de menos lo que sé que estás sintiendo –le susurré mordisqueándole la oreja-. Pero poder follarte, aunque sólo sea una vez, lo compensará…

– Eso essss… Yo apenas he tenido tiempo de disfrutar de tener polla, así que hazme disfrutar llenándome con la tuya…

Empujé con mi pelvis tirando de su cadera, y enterré todo mi duro músculo en su cuerpo comprobando que encajaba en él de forma maravillosamente placentera.

Lucía gimió, y con mi otra mano pellizqué su duro pezón arrancándole un agudo grito de pura excitación.

Me retiré sacándosela entera, embadurnada de su cálido fluido vaginal, y apunté para que la cabeza de mi ariete penetrase entre sus suaves y tersos glúteos hasta llegar a su ojal.

– Uuuuuuuuuhhhhh… -aulló ella sintiendo la punta de mi polla presionando y dilatando su estrecha entrada trasera.

Su femenina lubricación envolviendo mi herramienta, su excitación y el entrenamiento al que yo había sometido aquella parte de su anatomía en los últimos meses, permitieron que mi glande se deslizase a través de la abertura ampliándola hasta que toda la gruesa cabeza estuvo dentro, haciéndome gruñir con la presión que su esfínter y músculos ejercían.

– ¡Dioooooooooosssssssss! –gritó ella-. ¡Es brutaaaaaaaaal!

– Espera, que ahora va el resto –añadí apretando los dientes.

La posición de su culo era magnífica para acceder a él, y ella encogió aún más las piernas sintiendo que la horadaba. Con un poco más de empuje, mi dura barra de carne fue invadiendo su recto.

– Uh, uh, uh, uh, uh –jadeaba Lucía por cada milímetro de sus entrañas que sentía abriéndose.

Sus nalgas contactaron con mi pubis, y mi mente se desquició de lujuria con esa sensación, obligando a mis caderas a empujar para apretar con fuerza esas bellas redondeces, empalando a Lucía hasta la máxima profundidad posible.

– Uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuhhhhh –volvió a aullar quedándose sin aliento.

Con toda mi polla metida en su culo, se lo apreté una y otra vez con mi pelvis, rebotando contra sus carnes, sintiendo cómo su cuerpo estrangulaba mi virilidad. Oprimiéndola tanto, que me proporcionaba una gloriosa mezcla de placer y dolor que me obligaba a no dejar de empujar, como si pudiera atravesar completamente aquel precioso cuerpo femenino.

Lucía gemía y sollozaba de puro gusto, siendo incapaz de controlar las contradictorias sensaciones que le producía el sentir por primera vez una polla taladrándole el culo y abriéndola en canal.

Yo apenas podía moverme, limitado por estar los dos tumbados de costado, así que a pesar de que se la podía clavar a fondo, sentía la necesidad de deslizarme con más recorrido dentro de ella para experimentar las contracciones y relajaciones de su interior.

Se la saqué del todo, sintiendo cierto alivio al salir de aquella estrechez, pero a la vez deseando volver a sentir esa poderosa presión.

-¿Por qué me la sacas? –me preguntó girando su rostro hacia mí-. Me estaba gustando mucho, me arrepiento de no haberlo probado antes… Antonio, métemela otra vez…

– Ponte a cuatro patas, que te vas a enterar de lo que es bueno –le dije verbalizando las palabras que tantas veces había repetido en mis ensoñaciones con mi jefa.

Lucía sonrió y obedeció deseando volver a sentir aquella intensa experiencia que acababa de descubrir. El ver en esa postura a aquella poderosa deidad dueña de mis fantasías, con su culito en forma de corazón ofreciéndoseme, se grabó a fuego en mi mente desquiciándola de lujuria.

– ¡Móntame! –ordenó con su tono de jefa y la cara de vicio más provocativa que había visto nunca.

No lo dudé ni por un segundo, agarré sus caderas y embestí su retaguardia para penetrarle el culo hasta el fondo con un potente empujón.

– ¡Aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh! –gritó extasiada-. ¡Me ¡revientas!.

– ¡Dioooossssssss, Lucía! –grité yo enajenado por la presión que sus entrañas ejercían en mí-. Tengo que reventarte…

Tirando de sus caderas para evitar que cayese de bruces por el ímpetu de mis embestidas de macho embravecido, empecé a bombear a la magnífica hembra haciendo que toda la longitud de mi polla se deslizase dentro de ella, profundizando al máximo y sometiendo a sus nalgas a un duro castigo a base de azotes de mi pubis.

Sus gritos de placer compusieron una lasciva sinfonía, nunca había sentido nada tan intenso, y yo me sumé a al concierto coreando su júbilo con alardes de barítono que convirtieron aquella cama en el escenario de La Scala de Milán.

La fuerza que las paredes internas de Lucía ejercían en mí era soberbia. Me apretaba de tal modo que, cuando yo empujaba, tenía que vencer la resistencia natural de su cuerpo a ser penetrado por aquella vía. Ese poderoso masaje y fricción en mi polla, me hacían sentirla palpitando atrapada en el estrecho conducto, más congestionada e hinchada que nunca, a punto de correrme pero sin poder hacerlo. Aquello me obligaba a darle con toda mi alma, follándola salvajemente, castigando sus nalgas con mi cuerpo para alcanzar la liberación de tanta tensión acumulada. Pero aun así, no podía alcanzar el orgasmo.

Lucía se dejaba hacer totalmente entregada a mí, permitiéndome mover su maravillosa anatomía a mi antojo, gozando de mi potencia explorándola por dentro, extasiándose de mi pasión azotando su culo a golpe de cadera, disfrutando al límite de cómo la estaba montando sin darle cuartel… Hasta que sus brazos flaquearon y su bello rostro acabó sobre la almohada. Ese cambio en su postura inclinando su cuerpo, tiró de mi pértiga dentro de ella, flexionándola y estrangulándomela hasta hacerme sentir que reventaba con una furiosa corrida que noté cómo nacía palpitando en mi próstata, recorriendo en oleadas el interior de mi férreo miembro, hasta liberarse inyectándose en las profundidades de mi magnífica montura.

– ¡¡¡Oooooooooooooooohhhhhhhh!!! –grité sintiendo que descargaba en ella hasta la última gota de mi excitación, con mis glúteos apretados imprimiendo más ímpetu a la corrida.

Mi jefa estalló en una carcajada de satisfacción al sentir mi eyaculación en su interior, quedándose inmóvil para experimentar la exquisita sensación de mi espesa y cálida esencia derramándose en sus entrañas hasta morir con un último estertor que anunció el final de mi visceral orgasmo. Sintiéndose llena de mí, Lucía empujó hacia atrás con su culo obligándome a sentarme sobre mis talones, empalándose con mi lanza para alcanzar su propia gloria.

– ¡¡Aaaaaaaauuuuuuuuuuuuuuuuuummmmmm!!! –aulló como una loba en noche de luna llena, quedándose sin aliento sentada sobre mí.

Su poderoso orgasmo me exprimió sin piedad, permitiéndome volver a agarrar sus exuberantes pechos para estrujarlos intensificando aún más el placentero delirio de mi aullante hembra. Cuando toda su energía se consumió, sintiendo cómo mi miembro perdía consistencia y empezaba a ser vencido por las contracciones de su recto tratando de expulsarlo, levanté a la indómita loba cogiéndola por la cintura. Mi decadente músculo salió de ella y, tras él, el blanco líquido de mi orgasmo regando mi zona pélvica.

– Me has dejado como a una muñeca de trapo –me dijo tumbándose con su cara aún colorada por el clímax alcanzado-. Me ha encantado…

– Y tú me has exprimido como a una naranja -le contesté resoplando-. Es increíble la fuerza que tienes, por un momento he pensado que me arrancabas la polla.

Los dos nos reímos a carcajadas, hasta que se fijó en cómo había quedado mi entrepierna.

– Creo que deberías darte una ducha –me dijo-. Tienes toda la corrida encima.

– Sí –contesté observando cómo mi esencia se había condensado alrededor de mi verga-. Ahora que esta vuelve a ser tu casa… ¿Te importa si uso el jacuzzi?. Es que me encanta.

– Pues claro que no. Si fueras otro tío y esto hubiese ocurrido antes del accidente, te habría pedido que te marcharas. Pero eres tú… Y a pesar de haber recuperado mi cuerpo, yo ya no soy la misma Lucía que era… Me has abierto las puertas hacia nuevos horizontes, me has hecho descubrir nuevas sensaciones… Siéntete en tu casa y disfruta de un buen baño. Yo voy a beber algo.

Me di una rápida ducha y me metí en el relajante baño de hidromasaje, disfrutando de aquel pequeño lujo sabiendo que, probablemente, sería la última vez que lo hiciera. Sentado y sumergido hasta la línea por debajo del pecho, pensé en que todo lo que había ocurrido en mi vida en el último medio año, había quedado atrás como un sueño. Tenía que volver a la realidad, a mi realidad, en la que seguía siendo Antonio, un chico de veintiséis años, con unos padres que le querían, con buenos amigos, con buenas aptitudes e ideas, una persona inteligente y con un futuro prometedor… Pero había conocido otra vida, otro mundo, otras experiencias, y atesoraría lo aprendido en ese extraño sueño que dejaba atrás para ser más feliz sacándole todo el jugo posible a mi existencia.

¿Y Lucía?, ¿cómo encajaría en mi vida?. Ella seguía siendo mi jefa en el trabajo, en un escalafón que en mi realidad actual quedaba lejos de mi alcance… aunque ahora había mucho más entre nosotros. Había llegado a conocerla mejor de lo que ella misma se conocía, y ella también me conocía a mí mejor que cualquier otra persona sobre la tierra. Ahora que sabía cómo era realmente tras la dura fachada que mostraba al mundo, y que estaba dispuesta a derribar, me sentía fascinado por ella. Además, era imposible negar que entre nosotros había algo realmente mágico que había desencadenado todo cuanto había ocurrido desde aquel accidente, y a pesar de haber vuelto ambos a la normalidad, seguíamos sintiéndonos irremediablemente atraídos el uno por el otro.

– ¿Qué vamos a hacer? –me pregunté en voz alta.

– Retomar nuestras vidas y reconducirlas –contestó Lucía entrando en el cuarto de baño y quedándose ante mí con los brazos cruzados bajo sus hermosos pechos desnudos.

Con sólo verla, sentí cómo mi polla se movía sumergida bajo el agua caliente, como una anguila que buscase a su presa. A través del agua, la verdadera dueña de aquel jacuzzi observó mi reacción ante ella, y se mordió el labio. ¡Era tan increíblemente sexy!. Me llené los ojos grabando en mi cerebro su belleza: el brillante color de su sedosa y azabache melena, la profundidad de sus espectaculares ojazos azules, la sensualidad de sus rojos y carnosos labios, la generosidad y redondez de sus turgentes senos de erizados pezones, las maravillosas curvas de su estrecha cintura, la anchura de sus poderosas caderas, el erotismo de su vulva de hinchados y sonrosados labios, la longitud y tonicidad de sus firmes muslos… Mi verga terminó de erguirse bajo las aguas apuntándola con su ojo ciego.

– ¿Y entre nosotros? – pregunté con la garganta seca.

– Ahora vuelvo a ser tu jefa – contestó metiendo un pie dentro de la amplia bañera-. Y deberás hacer cuanto te diga –añadió metiendo el otro pie.

– Ya, pero no tratabas muy bien a tus subordinados –contesté sintiendo cómo mi corazón volvía a acelerarse.

– Eso ahora va a cambiar, y tú no serás sólo mi subordinado…

Dando dos pasos dentro del agua se situó sobre mí con sus piernas abiertas. Percibí el penetrante aroma de su excitado sexo, que ya se humedecía por y para mí.

– Tú tendrás tus privilegios –me dijo cogiéndome la cabeza para acercarla a su jugosa fruta.

Abrí mi boca y besé sus labios vaginales succionándolos con verdaderas ganas.

– Uuuummmmm –gimió-. Essso esssss…

Con la lengua me abrí camino entre ellos y degusté su ardiente coño, lamiendo suavemente el delicioso sabor de su zumo de hembra, haciéndola suspirar. Yo ya había probado el sabor de mi propia excitación cuando era Lucía, pero ahora, con mis papilas de hombre, aquel coñito me pareció el manantial del más exquisito néctar que jamás había probado.

Tanto tiempo había fantaseado con aquella diosa inalcanzable, y tanto había clamado por ella mi hombría sepultada en el rincón más oscuro de mi mente, que todo mi ser se entregó sin reservas a aquel cunnilingus. Me comí su almeja introduciendo mi lengua cuanto fui capaz, explorando con ella cada ínfimo detalle de aquella cueva celestial, apurando el cáliz de su cuerpo como si aquel fuera el último trago previo al cumplimiento de mi mortal destino.

Entre suspiros, Lucía revolvió mi cabello disfrutando de mi excelsa gula más allá de lo que tenía en mente. Se apretó contra mi boca gimiendo y, de pronto, tirándome inconscientemente del pelo, alcanzó un precipitado orgasmo que hizo las delicias de mi paladar saciando mi sed de ella.

– ¡Joder, cómo me pones! –me dijo dejándome respirar-, esa no era mi intención…

– Pues a mí me ha encantado –le contesté con una amplia sonrisa-. Tenía tantas ganas de comerte entera… Estás tan deliciosa por dentro como por fuera.

Lucía rio con una cantarina carcajada, y yo volví a besar su vulva con pasión. Ella sujetó de nuevo mi cabeza y fue descendiendo para que mi lengua subiese por su vientre, mientras mis manos tomaban su redondo culito y le ayudaban a bajar poniéndose de rodillas sobre mí. Inclinándose y apoyando sus manos en el borde del jacuzzi, puso sus tetazas ante mi rostro, y me sentí como un hambriento ante el escaparate de una pastelería.

– Como te estaba diciendo hasta que me has hecho correrme –susurró con su tono más sugerente-, podrás reclamar tus privilegios siempre que quieras… ¡Reclámalos! –añadió imperativamente con su autoritario tono de jefa.

Mis manos recorrieron sus prietas nalgas y, ascendiendo por la curva de su espalda, la abracé mientras atrapaba con mi boca su seno izquierdo succionando su duro pezón. Lucía emitió un gemido de satisfacción.

Tomé sus encantos con ambas manos y los acaricié, presionándolos y disfrutando de cómo se amoldaban a mis manos; pellizcando suavemente los rosados pezones para después lamerlos y besarlos; terminando con toda mi boca abierta para comerme cuanto era capaz de esos dulces melones.

– Uuuuuufffff… -resopló bajando aún más para que mis besos le provocasen escalofríos recorriendo su cuello-. Así es como debes reclamar tus privilegios…Creo que tendré que llamarte muy a menudo a mi despacho…

Sus labios fueron al encuentro de los míos, y su cálido aliento se hizo mío en un beso pausado con el que nuestras bocas jugaron a atraparse la una a la otra. Su coñito alcanzó el extremo de mi erección bajo el agua y, acomodándose, fue tragándola poco a poco, haciéndome estremecer con la incomparable sensación de percibir su vagina más caliente que el agua del jacuzzi.

Lucía se metió mi polla entera, abriéndose de piernas hasta que su culo se apoyó sobre mis muslos y nos quedamos fusionados. Volví a maravillarme al comprobar cómo nuestros sexos encajaban a la perfección. Estaban hechos el uno para el otro, para que ambos pudiésemos gozar del más sublime de los placeres al unirnos. Jamás mi sable había sido enfundado con tal perfección, ni en tan hermosa vaina.

– Uuuuuummmmm –gemimos al unísono.

Mi amazona tomó las riendas pasando sus brazos alrededor de mi cuello, y yo le ayudé a colocarse bien sobre su montura sujetándola de su divino culo. Sin apenas esfuerzo por la flotación, la alcé deslizándola por mi pértiga, y la solté para que suavemente se volviera a ensartar en ella hasta que sus caderas empujaron clavándosela bien a fondo.

– Qué ricoooohhh… –susurró-. Nunca había usado así el jacuzzi…

– Yo nunca lo había hecho en el agua –contesté con sinceridad-. Es tan cómodo… Aunque creo que podría follarte incluso metido en aceite hirviendo.

Una carcajada se le escapó, y todos sus músculos se contrajeron haciéndome gruñir de gusto.

Del mismo modo, con la misma suavidad, ayudé a mi diosa guerrera para que siguiera montándome, sintiendo cómo su ardiente vagina masajeaba mi verga tirando de ella mientras yo profundizaba en su interior hasta incrustarle mi glande es sus entrañas. Era una sensación maravillosa, y podíamos disfrutarla con tranquilidad, dejando que el placer se fuese acumulando lentamente en nuestros cuerpos sin la necesidad de precipitar el final por el exceso de excitación. La pasión arrebatada era genial, pero el pausado goce también lo era, y eso sólo se podía conseguir con la confianza que se había establecido entre ambos.

Habiendo detenido los chorros del hidromasaje, el oleaje era producido por nuestros movimientos, y el sonido del manso chapoteo acompañaba los gemidos de Lucía mientras la excitación seguía creciendo.

– Será sospechoso que llames a un subordinado de nivel tan bajo a tu despacho –le dije sin parar de clavarla en mi polla- No soy más que uno de los muchos Jefes de Equipo.

– Ummm, puede ser… Entonces, tendré que proponerte para un ascenso.

– Eso sería genial, pero no quiero ganármelo sólo por follarme a la Subdirectora de Operaciones –le dije con total sinceridad.

-¿Ah, sí? –preguntó deteniéndose y haciendo fuerza con sus caderas y paredes internas, estrangulando mi músculo y engulléndolo hasta hacerme gruñir de gusto-. ¡Pero es que es la Subdirectora de Operaciones la que te folla a ti!..

– Uuuufffffff, sí, ahora mismo sí –contesté apretando los dientes, sucumbiendo a su poder.

Mis manos volvieron a subir para que ella llevase el ritmo, contoneando sus caderas sobre mí como si estuviese manejando el joystick de una antigua máquina de videojuegos. Cogí esos portentosos pechos que me fascinaban, y con los que tanto había disfrutado cuando eran míos, y se los apreté y amasé para su disfrute y el mío, estimulándoselos del mismo modo que a mí me había encantado que me hicieran.

– Aaah… Sabes que no propondría tu ascenso sólo por eso… uuummm –me dijo entre gemidos sin parar de bailar con mi polla dentro de ella-. Tengo muy buenos informes sobre ti de tus mandos más directos… uuuuuummmm… Y es por eso que te llevé a aquella reunión… ah, ah, aaahhh… Aunque también me parecieras atractivo… uuuuffffff….

– Mmmm… Entonces aceptaré encantado ese ascenso… uuuummmm –contesté entre gruñidos y gemidos yo también-. Ahora que conozco bien tu trabajo… uuuufff… podré ayudarte y aconsejarte si te dejaassssssss…

Comencé a besar sus senos, con suavidad, aumentando paulatinamente la presión de mis labios en ellos. Lamí sus pezones, delineando lentamente su areola con la punta de mi lengua y haciendo vibrar su agudo ápice con ella. Los chupé y succioné, abriendo cada vez más la boca, y alternando de uno a otro mientras mis manos los estrujaban con verdadero entusiasmo.

– Aaaaaauuuuuummmm… Por los nuevos que recuerdos que ahora tengo del tiempo que has estado en mi lugar –me dijo cambiando su movimiento de caderas de atrás hacia delante-… uuuummmm… Sé que has estado haciendo un buen trabajo… uuuuuuffff… Me serás de mucha ayuda para quitarme estressssss…

La intensidad de las sensaciones seguía en aumento. Toda mi polla era estimulada por el enérgico masaje de su cueva de placer, y el deslizarme por ella me proporcionaba un delicioso y potente cosquilleo en el glande que me hacía acompañar sus movimientos con mi propia cadera, sintiendo vigorosamente cómo mi ariete se incrustaba en su interior, dándonos a ambos una gran satisfacción.

– Estaré encantado de quitarte todo el estrés –dije soltando sus pechos para volver a coger la redondez de sus nalgas y clavar mis dedos en ellas atrayéndola hacia mí.

Lucía jadeó con cada potente estoque en sus entrañas.

– Y esta es la mejor manera de quitar el estrés –añadí metiéndole un dedo por el culito.

– ¡¡¡Uuuuuuuuuuuuhhhhhhhh!!!. Sin duda… Sé que es lo que has estado haciendo tú… (Diossss, esssse dedo por detráaaaasssss)… Follando sin parar… hasta a mi mejor amiga y mi cuñadoooohhh…

Me detuve sacándole el dedo, obligándole a detener su cabalgada. Clavé mis ojos en el océano de los suyos, y me disculpé sinceramente.

– Lo siento, Lucía. Pensé que mi situación era irreversible y… No era capaz de dominar mis impulsos y emociones… Quería descubrir mi nueva condición y… Era todo nuevo y excitante, y cuanto más descubría, más quería… Siento haber puesto tu vida patas arriba, creía que ya era mía.

– No tienes que disculparte –contestó tomando mi rostro entre sus manos con dulzura, una dulzura que sólo yo conocía-. Esos impulsos que dices que sentías, también los tengo yo, solo que yo tenía el interruptor apagado para ignorarlos. Tengo treinta años, y mi reloj biológico tiene la alarma puesta. Es normal que tú no supieras desconectarla y aprovechases cualquier oportunidad para hacer lo que mi cuerpo te pedía…

– Entonces, ¿no me guardarás rencor por lo que he hecho?.

– Pues claro que no, tonto. Lo hecho, hecho está, y mi vida necesitaba un revulsivo. Si ahora la retomo habiendo tenido cambios ya, mucho mejor. Y no dudes ni por un segundo que, si cuando yo tenía tu cuerpo hubiese tenido más tiempo tras la rehabilitación, también habría explorado mi sexualidad.

– Eres increíble, Lucía –le dije totalmente deslumbrado por ella.

– Soy racional y práctica, demasiado racional, y eso va a cambiar… Me habría encantado continuar siendo un tío y poder experimentar como has hecho tú… Pero de nada sirve lamentarse, ahora estamos así y… ¡Joder, tengo tu polla dentro!, ¿y quién ha dicho que te pares?. ¡Venga, sigue follándome para que vuelva a correrme!.

Se me escapó una carcajada y Lucía se retorció de gusto sobre mí sintiendo mis espasmos, devolviéndome su placer para hacerlo también mío con una reacción en cadena.

Nuestras miradas volvieron a encontrarse. Vi fuego, deseo, pasión y lujuria en sus ojos de zafiro, lo mismo que yo sentía. La tomé por su sensual cintura, y levantándola hasta que sólo mi glande quedó dentro de ella, empecé a manejar su cuerpo clavándolo con salvaje lascivia en mi lanza. Horadando su vagina y apuñalando sus entrañas con mi bayoneta, obligándole a gritar:

– ¡¡¡Aaahhh, aaahhh, aaahhh, aaahhh, aaahhh, aaahhh, aaahhh…,!!!

Mi pasión desenfrenada y el agua del jacuzzi me permitieron hacerla saltar sobre mí con la habilidad con la que manejaría una almohada de plumas. El oleaje se convirtió en marejada, con la marejada llegó la tormenta, y la tormenta se convirtió en huracán.

Sentía mi propio órgano más poderoso que nunca, como una tuneladora taladrando el espectacular cuerpo de Lucía, dándome tanto placer que mantenía todos mis músculos en tensión, transmitiéndome cada fibra de mi cuerpo el goce que se originaba en mi falo. Mis ojos se deleitaban con la esplendorosa imagen del rostro de Lucía, ensalzándose su belleza con rubor en sus mejillas, auténtica luz en sus celestiales ojos, brillo en sus carnosos labios, y lujuria en su expresión. Al bajar la vista, por unos instantes, me embebí del excitante movimiento de sus pechos botando libres, haciéndome entrar en un estado de trance del que solo salí cuando oí que mi diosa me pedía un momento de tregua.

– Dame un segundo – me dijo casi sin respiración, quedándose con toda mi verga dentro-. Necesito tomar aliento o creo que me desmayaré…

Así llegamos al ojo de la tormenta perfecta, recuperando la cordura de nuestras respiraciones.

– La Subdirectora de Operaciones soy yo –afirmó con su respiración más pausada-, así que volveré a ser yo quien dirija esta operación.

– Tú mandas –le contesté con una sonrisa.

Lucía se levantó y, haciéndome un guiño, se dio la vuelta para volver a bajar. Sujetando mi miembro sumergido con una mano, volvió a metérselo por su acogedor coñito hasta que todo el Nautilus llenó aquella cálida gruta subacuática, arrancándonos a ambos un suspiro. Con una privilegiada vista de sus divinas posaderas apretándose sobre mi cintura bajo el agua, disfruté de cómo comenzó a moverse suavemente sobre mi arpón con un vaivén de caderas de arriba abajo, mientras se sujetaba apoyándose en los bordes del jacuzzi.

– Uuummmm, uuummm, uuummm… -gemí sintiendo cómo su vagina me succionaba con voracidad.

Aquella forma de moverse hacía la penetración extremadamente placentera. El recorrido por su interior era corto, con mi sensible glande incidiendo continuamente en sus profundidades, pero tal y como me estaba follando Lucía, todo el placer se concentraba en la fuerza de sus músculos masajeando mi barra de carne, tirando de ella y apretándola como si pudieran aplastarla, era magnífico.

Escuchaba los gemidos de mi Afrodita, recorriendo su espalda y culo con mis manos para terminar rodeándola con mis brazos y aferrarme a sus pechos, estrujándolos como su coño estaba estrujando mi polla.

Nuestro goce seguía en aumento, y yo ya empezaba a sentir que no aguantaría mucho la gula con la que ese conejito se estaba comiendo mi zanahoria.

Bajé una de mis manos hasta su vulva y, metiendo mi dedo corazón entre sus labios mayores, hallé su clítoris justo por encima de mi carne devorada por su sexo. Lo acaricié y froté, y los gemidos de Lucía se transformaron en una especie de sollozos suplicantes por el puro disfrute de sentirse doblemente estimulada. Incrementó la velocidad de sus movimientos pélvicos, acompasándolos con mi dedo frotando su perla, y las aguas volvieron a encresparse desatándose nuevamente la tormenta.

Yo ya no podía controlar mis actos, la excitación era tan extrema y el placer tan intenso, que tenía la necesidad de penetrar a Lucía con todas mis fuerzas, de empalarla sin compasión, de hacerle sentir toda la potencia de mi hombría. La tomé de la cintura levantándola y empecé a empujarle con ímpetu, subiendo y bajando mis caderas para que mi polla recorriese toda su gruta y se clavase con furia, una y otra vez, en sus entrañas.

– Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh… -gritó de forma continuada mientras mi verga entraba y salía de ella con endiablado frenesí.

Mantuvimos el ritmo buscando el desfallecimiento de nuestra resistencia, arrastrándonos el tifón de la bañera hasta el borde de la locura. Nuestros corazones latían al galope, armonizados con el mismo trepidante tempo; mi polla palpitaba, a punto de estallar; su coño se contraía, al límite de sus fuerzas, y nuestras almas se elevaron hasta alcanzar el jardín de las delicias.

-¡¡¡Oooooooooooooooooooooooohhhhhhhhhh…!!! –gritamos al unísono.

Mi leche regó a presión sus profundidades, escaldándolas con furia mientras Lucía se contorsionaba sobre mí en pleno éxtasis. Llegamos al orgasmo en perfecta sincronía, alcanzando la sinergia de nuestras glorias compartidas para enaltecer nuestro placer en una dimensión desconocida. Nos fundimos en un único ser superior, corriéndonos con todos nuestros sentidos colapsados por tan increíble arrebato liberador, sintiendo en nuestros corazones que aquel era el momento de felicidad absoluta que daba sentido a nuestras vidas, haciéndonos desear que jamás tuviera fin.

Con mi toda mi esencia ya entregada para llenar a Lucía, prolongando su particular paraíso de sensaciones, sentí que me iba, que la oscuridad me envolvía y todo desaparecía a mi alrededor.

Desperté sintiendo frío, con los pezones duros como carámbanos de hielo. La temperatura del agua del jacuzzi había descendido considerablemente, y sólo el calor del cuerpo pegado al mío impedía que tiritara.

Apenas tuve un vago sentimiento de sorpresa al descubrir que estaba abrazada a Antonio y que, por lo tanto, yo volvía a ser Lucía. En la vorágine del más sublime de los orgasmos, había percibido cómo ambos habíamos alcanzado una mística unión en la que nuestras almas entraban en resonancia para intercambiar nuestras realidades.

Antonio me miró y, al verme abrazada a él observándole con mis claros ojos azules, un destello iluminó la oscura profundidad de los suyos. Sonrió encantado:

– Hola, preciosa, volvemos donde empezamos.

Y así descubrimos que la irresistible atracción que sentíamos el uno por el otro, y la mágica compenetración que experimentábamos cuando estábamos juntos, se expresaba en su máxima extensión en el momento en el que llegábamos juntos al orgasmo, alcanzando la gloria a la vez. En ese momento nos mezclábamos convirtiéndonos en un solo ser, y cuando el sobrenatural clímax se desvanecía, volvíamos a separarnos intercambiándonos los papeles.

Pasamos toda la semana de mis vacaciones indagando en esa fantástica posibilidad, follando apasionadamente, entregándonos el uno al otro sin reservas. Confirmando, orgasmo tras orgasmo, que aquella magia que nos envolvía provocaba que nuestro máximo placer casi siempre fuera alcanzado simultáneamente, haciéndonos dueños del cuerpo del otro. Y también aprendimos, conociendo nuestros cuerpos, a disfrutar del regalo de gozar de largas sesiones de sexo, siendo hombre o mujer, sin dejar que se produjese el cambio.

Tras aquella húmeda semana, tomamos conjuntamente la decisión de continuar con nuestras nuevas vidas recién iniciadas, siendo yo Lucía y él Antonio, dándonos total libertad para hacer con ellas lo que quisiéramos.

Durante los meses siguientes, le apoyé y aconsejé sobre su nueva condición, ayudándole a entender lo que significaba ser un hombre, con sus defectos y virtudes. Incluso, a pesar de que secretamente me hería, también le animé para que tuviera aventuras con otras mujeres, con el fin de que explorase su nueva sexualidad más objetivamente, tal y como yo había hecho antes de que él despertara del coma. En todo ese tiempo, ambos reprimimos nuestros impulsos por entregarnos al otro para asegurarnos de qué era lo que realmente queríamos, manteniendo únicamente una verdadera y sana amistad. Una amistad tan sana, que me vi obligada a saciar mis apetitos con el monitor del spinning de mi amiga Alicia, un par de ligues de discoteca, y las visitas de Raquel y su novio, mientras Antonio daba buena cuenta de mi amiga Eva del trabajo, algún ligue, y una de “sus” exnovias.

El día de nuestro cumpleaños, porque ambos cumplíamos el mismo día, los dos decidimos afrontar lo que era innegable: estábamos hechos el uno para el otro, sólo yo podía hacerle feliz a él, y sólo él podía hacerme feliz a mí. Antonio me confesó que estaba locamente enamorado de mí, y yo le correspondí declarándole mi amor incondicional. El sexo de aquel día fue apoteósico.

Desde entonces, vivimos juntos como una pareja normal a los ojos de cualquiera, aunque en la intimidad, seguimos disfrutando del sobrenatural privilegio de gozar de la cara y la cruz de la moneda del sexo.

FIN

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR

alfascorpii1978@outlook.es

 

“El culo de mi tía, la policía” LIBRO CENSURADO POR AMAZON PARA DESCARGAR

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POLICIA portada3LIBRO QUE CENSURÓ AMAZON POR CONSIDERARLO DEMASIADO PORNOGRÁFICO. Por ello, mi editor ha tenido que publicarlo en BUBOK.

Sinopsis:

Desde niño, la hermana pequeña de su madre fue su oscuro objeto de deseo. El origen de esa obsesión por Andrea no era solo por su belleza, también radicaba en que era agente de policía.

Nuestro protagonista, un joven problemático se enfrenta a sus padres y ellos buscando reformarlo, ven en esa inspectora la única solución. Por ello durante un incidente con la ley, piden a esa mujer ayuda, sin saber que al obligar a su hijo a vivir con su tía desencadenarían que entre los dos nazca una relación nada filial.
Escrito por Fernando Neira (Golfo), verdadero fenómeno de la red cuyos relatos han recibido mas de 12.000.000 de visitas.

Bajátelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

http://www.bubok.es/libros/240894/El-culo-de-mi-tia-la-policia

Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo 1

 

Desde niño, la hermana pequeña de mi madre fue mi oscuro objeto de deseo. Hasta hoy no me atreví a contar la historia que compartí con Andrea, mi tetona y culona tía. Diez años menor que mi progenitora, recuerdo la fijación con la que la veía. El origen de mi obsesión era variado por una parte estaba su monumental anatomía pero también radicaba en que esa monada era agente de policía.

Era observarla vestida con ese uniforme que le apretaba sus enormes melones y que pensara en ella con sentimientos nada filiales. Para mí, no había nada tan sensual como verla llegar a casa de mis abuelos y que se dejara caer agotada sobre el sofá con su indumentaria de trabajo.

¿Cuántas veces me imaginé siendo detenido por ella?…..Cientos, quizás miles.

¿Cuántas noches soñé con disfrutar de esa bella agente?…. Incontables.

¿Cuántas veces me acosté con ella?…. Ninguna y jamás creí que pudiera darse el caso.

El carácter de esa morena era tan agrio como lo bella que era. La mala leche proverbial con la que mi tía Andrea trataba a todos, hacía imposible cualquier acercamiento. Y cuando digo cualquier, ¡era cualquier! Siendo una divinidad de mujer, nunca se le había conocido novio o pareja. Según mi padre eso se debía a que a que era tortillera pero según mamá, la razón que no había encontrado un hombre era por mala suerte.

―  Ya encontrará un marido y tendrás que comerte tus palabras―  le decía siempre defendiendo a su hermanita.

Mi viejo reía y como no quería  más bronca, se callaba mientras yo en un rincón, sabía que ambos se equivocaban.  En mi mente infantil, mi tía era perfecta y sin nunca había salido con nadie, era porque a ella no le interesaba.

« Cuando lo deseé, los tendrá a patadas», pensaba sabiendo que esa noche tendría que masturbarme con la foto que me regaló en un cumpleaños.

Han  pasado muchos años, pero aún recuerdo esa instantánea. En ella mi tía Andrea estaba frente a un coche azul con la porra en la mano.  La sensualidad de esa imagen la magnificaba yo al imaginar que ese instrumento era mi polla y que ella la meneaba cuando en realidad eran mis manos las que me hacían la paja.

En mis horas nocturnas, mi imaginación volaba entre sus piernas mientras me decía a mí mismo que tampoco me llevaba tantos años. Lo cierto es que eso si era cierto, por aquel entonces yo tenía quince años y mi tía veinticinco pero a esa edad,  esa brecha la veía como insuperable y por eso me tenía que contentar con soñar solo con ella.

Profesional eficiente y sin nadie que le esperara en casa, Andrea subió como la espuma dentro de la policía y con veinticinco años ya era inspectora jefe de la comisaría de Moncloa en Madrid. Ese puesto que hizo menos frecuentes sus visitas, fue a la postre lo que me llevó a cumplir mi sueño desde niño……

Toda mi vida cambia por un maldito porro.

Acababa de empezar la carrera de derecho y como tantos muchachos de mi edad, estudiaba poco, bebía mucho y fumaba más. Y cuando digo fumar, no me refiero a los Marlboro que hoy en día enciendo sino a los canutos con los que me daba el puntito cada vez que salía a desbarrar.

Llevaba un tiempo causando problemas en casa, discutía con mis viejos en cuanto me dirigían la palabra, sacaba malas notas y lo peor a los ojos de ellos, mis nuevas amistades les parecían gentuza. Hoy desde la óptica que dan la experiencia, los comprendo: a mí tampoco me gustaría que los amigos de mi hijo tuvieran una estética de perroflautas pero lo cierto es que no eran malos. Eran…traviesos.

Hijos de papa como yo y con sus necesidades seguras, se dedicaban a festejar su juventud aunque de vez en cuando se pasaban.

Lo que os voy a contar ocurrió una madrugada en la que habiendo salido hasta el culo de porros de una discoteca, mis colegas no tuvieron mejor ocurrencia que vaciar los contenedores de basura en mitad de la calle Princesa. Para los que no conozcan Madrid, es una de las principales vías de acceso a la ciudad universitaria, por lo que aunque era muy tarde, había suficiente tráfico para que rápidamente se formara un monumental atasco.

La policía no tardó en llegar y viendo que éramos un grupo de diez los culpables del altercado, nos metieron a golpes a una patrulla. Envalentonado con el hachís y cabreado por la brutalidad que demostraron, fui tan gilipollas de encararme con ellos. Los agentes respondieron con violencia de modo que al cabo de los veinte minutos, todos estábamos siendo fichados pero en mi caso la foto que me hicieron era una muestra clara de abuso policial.

Con los ojos morados y el labio partido, me dediqué a llamarles hijos de puta y a amenazarles con ir al juzgado. Fue tanto el escándalo que monté que el inspector de guardia salió de su despacho a ver qué ocurría.

La casualidad hizo que mi tía Andrea fuera dicho superior. Al reconocerme, pidió a uno de sus subalternos que me encerrara en una celda a mí solo.   Conociendo la mala baba que se gastaba su jefa, el agente no hizo ningún comentario y a empujones me llevó hasta esa habitación.

Yo, todavía no sabía que mi tía estaba allí por eso cuando la vi aparecer por la puerta, me alegré pensando ingenuamente que mis problemas habían terminado y alegremente, la saludé diciendo:

― Tía, tienes unos matones como subordinados, ¡Mira como me han puesto!

Mi  tía sin dirigirme la palabra me soltó un tortazo que me hizo caer y ya en el suelo me dio un par de patadas que aunque me dolieron no fue lo que me derrotó anímicamente sino el oírla decir a esos mismos que había insultado:

― Todos habéis visto que he sido yo quien se ha sobrepasado con el detenido, si hay una investigación asumo la responsabilidad de lo que pase.

Los policías presentes se quedaron alucinados que asumiera la autoría y si ya tenía a su jefa en un pedestal a partir de esa noche, para ellos no había nadie más capacitado que ella en toda la comisaría. Solo yo sabía, el por qué lo había hecho.

« ¡Nunca me dejarían mis padres denunciar a mi tía!».

De esa forma tan ruda, la hermana de mi madre cumplió dos objetivos: en primer lugar me castigó y en segundo, libró al personal bajo su mando de un posible castigo. Humillado hasta decir basta, me acurruqué en el catre del que disponía el calabozo y usando las manos como almohada, dormí la borrachera. 

Debían ser sobre las doce, cuando escuché que la puerta de mi celda se abría. Al abrir los ojos, vi entrar a mis viejos con mi tía. Mi estado debía ser tan lamentable que mi madre se echó a llorar. Mi padre al contario, iracundo de ira, comenzó a soltarme un sermón.

― ¡Vete a la mierda!―  contesté intentando que se callara. Sus gritos se clavaban como espinas en mis sienes.

Al no esperárselo y ser además un buenazo, se quedó callado. Fue entonces cuando la zorra de mi tía me agarró de los pelos y obligándome a arrodillarme, me exigió que les pidiera perdón.

Asustado, adolorido y resacoso por igual, no tuve fuerzas para oponerme a su violencia y les rogué que me perdonaran.

Mi madre llorando como una magdalena, se repetía con lágrimas en los ojos que no sabía que podía hacer conmigo. Mientras ella lloraba, Andrea se mantuvo en un segundo plano.

― ¡No ves lo que nos estás haciendo!―  dirigiéndose a mí, dijo―  ¡Vas camino de ser un delincuente!―  os juro que no lo vi venir, cuando creía que estaba más desesperada, dejó de llorar y con tono serio, preguntó a su hermana: ― ¿Serías tú capaz de enderezarlo?

Mi tía poniendo un gesto de contrariedad, le contestó:

― Déjamelo un mes. ¡Te lo devolveré siendo otro!

Mi padre estuvo de acuerdo y por eso, esa tarde al salir de la comisaría, recogí mis cosas y me mudé con mi pariente.

Me mudo a casa de mi tía.

Recuerdo el cabreo con el que llegué a su apartamento. Mi padre me llevó en coche hasta allí y durante el trayecto tuve que soportar el típico discurso de progenitor en el que me pedía que me comportara. Refunfuñando, prometí hacerlo pero en mi fuero interno, decidí que a la primera oportunidad iba a pasarme por el arco del triunfo tanto sus consejos como las órdenes que la zorra de mi tía me diera.

« ¡Ya vera esa puta! ¿Quién se creé para tratarme así?», pensé mientras sacaba mis cosas del maletero.

Mi pobre viejo me despidió en el portal y cogiendo el ascensor, fui directo a enfrentarme con esa engreída.

« ¿Cambiarme a mí? ¡Lo lleva claro!», me dije convencido de que aunque lo intentara no iba a tener éxito.

Tal y como había quedado con su hermana, Andrea me esperaba en el piso y abriendo la puerta, me dejó pasar con un sonrisa en la boca.

Supe al instante que esa capulla me tenía preparada una sorpresa pero nunca anticipe lo rápido que descubriría de que se trataba, pues nada más dejar mi maleta en el cuarto de invitados, me llamó al salón.

― Abre la boca―  ordenó―  quiero hacerte una prueba de drogas.

Os juro que al verla con el bastoncito en la mano, me llené de ira y por eso le respondí:

― Vete a la mierda.

Mi tía lejos de enfadarse,  con un gesto de alegría en su boca, me pegó un empujón diciendo:

― ¡Te crees muy machito! ¿Verdad?―  y sin esperar mi respuesta, me soltó un bofetón.

Su innecesaria violencia, me terminó de enervar y gritando le contesté:

― Tía, ni se te ocurra volver a tocarme o….

― ¿O qué?―  me interrumpió―  ¿Me pegarías?

Sobre hormonado por mi edad, respondí:

― Nunca pegaría a una mujer pero si fueras un hombre te habría partido ya tu puta cara.

Descojonada escuchó mi respuesta y antes de que pudiera hacer algo por evitarlo, me volvió a soltar otro guantazo. Fue entonces cuando dominado por la ira, intenté devolverle el golpe pero esa mujer adiestrada en las artes marciales, me paró con una llave de judo tirándome al suelo.

― ¡Serás puta!―  exclamé y nuevamente busqué que se tragara sus palabras.

Con una facilidad que me dejó pasmado ese bombón de mujer fue repeliendo todos mis ataques hasta que agotado, me quedé quieto. Entonces luciendo la mejor de sus sonrisas, me soltó:

― Ya hemos jugado bastante, ¿Vas a abrir la boca o tendré que obligarte?

― ¡Qué te follen!―  respondí.

Ni siquiera vi su patada. Con toda la mala leche del mundo, esa zorra me golpeó en el estómago con rapidez y aprovechando que estaba doblado, me agarró la cabeza y abriendo mi boca, introdujo el maldito bastoncito.  Una vez había conseguido su objetivo, me dejó en paz y metiéndolo en un aparato, esperó a que saliera el resultado del análisis:

― Como pensaba, solo hachís―  dijo y volviendo a donde yo permanecía adolorido por la paliza, me dijo: ― Se ha acabado el fumar chocolate. Todos los días repetiré esta prueba y te aconsejo que no te pille. Si lo hago te arrepentirás.

No me tuvo que explicar en qué consistiría su castigo porque en esos instantes, mi cuerpo sufría todavía el resultado de la siniestra disciplina con la que pensaba domarme.   Si ya estaba lo suficiente humillado, creí  que me hervía la sangre cuando la escuché decir:

― Tu madre me ha dicho que en  mes y medio, tienes los primeros parciales y le he prometido que los aprobarías. Ósea que vete a estudiar o tendrás que asumir las consecuencias.

Completamente derrotado, bajé la cabeza e intenté estudiar pero era tanto el coraje que tenía acumulado que con el libro enfrente, planeé mi venganza.

« Esa zorra no sabe con quién se ha metido».

Estuve dos horas sentado a la mesa sin moverme. Aunque me cueste reconocerlo, me daba miedo que mi tía me viera sin estudiar y me diera otra paliza. Afortunadamente, llegó la hora  de cenar y por eso tuvo que levantarme el castigo y llamarme. Ofendido hasta la médula ocupé mi sitio y en silencio esperé que me sirviera. Cuando llegó con la cena, descubrí en ella a una siniestra institutriz que no solo me obligó a ponerme recto en la silla sino que cada vez que me pillaba masticando con la boca abierta, me soltó un collejón.

« Maldita puta», mascullé entre dientes pero no me atreví a formular queja alguna no fuera a ser que decidiera hacer uso de la violencia.

Al terminar, le pedí permiso para irme a la cama. La muy hija de perra ni se dignó a contestarme, por lo que tuve que esperar a que ella acabara.  Fue entonces cuando me dijo:

― Somos un equipo. Nos turnaremos en lavar los platos y en los quehaceres de la casa… Así que hoy te toca poner el lavavajillas mientras yo acomodo el salón.

Sintiéndome su puto criado, levanté la mesa y metí los platos en el electrodoméstico. Ya cubierta mi cuota, me fui a mi habitación y allí cerré la puerta. Ya con el pijama dejé que mi mente soñara en cómo castigaría la insolencia de mi pariente.

Lo primero que hice fue imaginármela dormida en su cama. Aprovechado que dormía, ve vi atándola con las esposas que llevaba al cinto cuando salía de casa. Al cerrar el segundo grillete, mi tía despertó y al abrir los ojos y verme sonriendo sobre ella, me gritó:

― ¡Qué coño haces!

De haber sido real, me hubiera cagado en los pantalones pero como era MI sueño, le respondí:

― Voy a follarte, ¡Puta!―  tras lo cual empecé a desabrocharle su camisón.

Mi tía intentó zafarse y al comprobar que le resultaba imposible, me dijo casi llorando:

― Déjame y olvidaré lo que has hecho.

Incrementando su desconcierto, le solté un guantazo mientras le terminaba de desabotonar. Con esa guarra retorciéndose bajo mis piernas contemplé  sus pechos al aire y sin poderme aguantar, me lancé sobre ellos y los mordí. Su chillido angustiado me informó de que estaba consiguiendo llevarla a la desesperación.

« ¡Menudas tetas!», me dije recordando sus pezones. Ese par de peras dignas eran de un banquete pero sabiendo que lo mejor de mi pariente era ese culazo, deslicé mentalmente su camisón por las piernas.

Hecha un flan, tuvo que soportar que prenda a prenda la fuera desnudando. Cuando ya estaba desnuda sobre la cama, pasé el filo de una navaja por sus pechos y jugueteando con sus pezones, le dije con voz perversa:

― ¿Te arrepientes del modo en que me has tratado?

Mi tía, cuando  vio que iba en serio, se meó literalmente.  Incapaz de retener su vejiga, se orinó sobre las sabanas. Temiendo que le hiciera algo más que no fuera el forzarla,  con voz temblorosa, me respondió:

― No me hagas daño, ¡Te juro que haré lo que me pidas!

Satisfecho al tenerla donde quería, bajándome la bragueta, saqué mi miembro de su encierro y  la obligué a abrir sus labios para recibir en el interior de su boca el pene erecto de su sobrino.

― ¡Mámamela!

Tremendamente asustada, se metió mi miembro hasta el fondo de la garganta. Al experimentar la humedad de su boca y tratando de reforzar mi dominio, en mi sueño, le ordené que se masturbara al hacerlo. Satisfecho, observé como esa estricta policía cedía y llevando una de sus manos a su entrepierna, se empezaba a tocar.

― Te gusta chupármela, ¿Verdad?―  le solté para seguir rebajando su autoestima y cogiendo su cabeza entre mis manos, forcé su garganta usándola como si su sexo se tratara.

Unas duras arcadas la asolaron al sentir mi glande rozando su campanilla pero temiendo llevarme la contraria,  en mi mente, se dejó forzar hasta que derramándome en su interior, me corrí dando alaridos.

Tras lo cual me quedé dormido…

 

 

Mi primer día en casa de mi tía.

― ¡Levántate vago!

Ese fue mi despertar. Todavía medio dormido miré mi reloj y descubrí que todavía era de madrugada. Quejándome, le dije que eran las seis de las mañana.

― Tienes cinco minutos para vestirte. Me vas a acompañar a correr―  contestó muerta de risa.

Cabreado, tuve que levantarme y ponerme un chándal mientras mi tía me preparaba un café. La actividad de esa zorra en la mañana me desesperó y más cuando urgiéndome a que me tomara el desayuno, me esperaba en la puerta.

« Hija de puta», la insulté mentalmente al ver que empezaba a correr y que girando la cabeza, me pedía que la siguiera.

Curiosamente al correr tras ella, comprendí que tenía su lado bueno al observar el culo de esa zorra al trotar. Mi tía se había puesto un licra de atletismo, por lo que pude admirar sin miedo a que se diera cuenta esa maravilla. Os juro que disfruté durante los primeros diez minutos, mirando las dos preciosa nalgas subiendo y bajando al ritmo de su zancada.

El problema vino cuando me empezó a faltar la respiración por el esfuerzo. Sudando a raudales, tuve que pedirle que descansáramos pero esa puta soltando una carcajada me contestó diciendo:

― Necesitas sudar toda la mierda que te metes―  tras lo cual me obligó a continuar la marcha.

Para no haceros la historia larga, a la hora de salir a correr, volví a su casa absolutamente derrotado mientras esa mujer parecía no notar ningún tipo de cansancio. Dejándome caer sobre un sofá, tuve que aguantar sus bromas y chascarrillos hasta que, olvidándose de mí, se  metió a duchar.

El sonido del agua de la ducha cayendo sobre su cuerpo me hizo imaginar lo que estaba pasando a escasos metros de mí y bastante excitado me tiré en la cama, pensando en ello. Mi mente me jugó una mala pasada por que  rápidamente llegaron hasta mí imágenes de ella enjabonándose. 

« Está buena esa maldita», me dije y reconociendo que le echaría un polvo si pudiera, me levanté a ordenar mi cuarto.

A los diez minutos, la vi entrar ya vestida pero con el pelo mojado. Al observar que tenía la habitación ordenada y la cama hecha, sonrió y me mandó a duchar. La visión de su melena empapada, me excitó y antes de que mi pene se alzara traicionándome, decidí obedecer.

Cuando salí del baño, mi tía ya se había ido a trabajar y viendo que todavía no habían dado ni las ocho, decidí hacer tiempo antes de irme a la universidad. Como estaba solo, aproveché para fisgonear un poco y sabiendo que quizás no tendría otra oportunidad, fui a su cuarto a ver cómo era.

Nada más entrar, me percaté de que al igual que su dueña, era pulcra y que estaba perfectamente ordenada. Abriendo los cajones, descubrí que su pasión por el orden era tal que agrupaba por colores sus bragas. Deseando conocer su gusto en ropa interior, me puse a mirarlas sin tocarlas no fuera a descubrir que no estaban tal y como ella, la había dejado.

Como en trance, pensé que quizás hiciera como su hermana y tuviera un bote de ropa sucia en el baño. Al descubrirlo en un rincón, lo abrí y descubrí un coqueto tanga de encaje rojo y más nervioso de lo que me gustaría reconocer,  lo saqué y me lo llevé a la nariz.

― ¡Dios! ¡Qué bien huele!―  dije en voz alta al aspirar su aroma.

Mi sexo reaccionando como resorte, se alzó bajo mi pantalón.  Dándome el gustazo, me senté en el suelo y usando esa prenda, me pajeé. Solo tuve cuidado al eyacular para no mancharla con mi semen. Una vez saciado, devolví el tanga a su lugar.

 Al ser ya la hora de irme, cogiendo mis bártulos, salí del apartamento imaginándome a mi tía usando esas bragas.

« Definitivamente…. Esa puta tiene un polvazo».

 Ya en la universidad la rutina diaria me hizo olvidar a mi tía y solo me acordé de ella cuando entre clase y clase, un amigo me ofreció un porro. Estuve a punto de cogerlo pero recordando su amenaza, me abstuve de darle una calada, pensando:

« Es solo un mes».

Aunque ese día no caí en ello, mi transformación empezó con ese sencillo gesto. Mitad acojonado por ser cazado en un renuncio pero también deseando complacer a esa mujer, tomé la decisión acertada porque al volver a su apartamento, lo primero que hizo  al verme fue obligarme a abrir la boca para comprobar que no había fumado.

Esa vez, obedecí a la primera.

Mi tía muy seria introdujo el puñetero bastoncito y al igual que el día anterior, se puso a analizar la saliva que había quedado impregnada en ese algodón. A los pocos segundos, la vi sonreír y acercándose a mí, me dio un beso en la mejilla como premio.

Si bien de seguro no lo hizo a propósito, al hacerlo sus enormes pechos presionaron el mío. El placer que sentí fue indescriptible, de modo que el desear que se repitiera esa  recompensa me sirvió de aliciente y desde ese momento, decidí que haría lo imposible por no defraudarla.

Tras lo cual, me encerré en mi cuarto y me puse a estudiar.  La satisfacción de mi tía fue evidente cuando pasando por el pasillo, me vio concentrado frente al libro  y viendo que me empezaba a enderezar, se metió a hacer la cena en la cocina.

Debían de ser casi las nueve, cuando cansado de empollar, me levanté al baño. Al pasar por el pasillo, vi a mi tía Andrea bailando en la cocina al ritmo de la música. Sintiéndome un voyeur,  la observé sin hacer ruido:

« ¡Está impresionante!», me dije sorprendido de que supiera bailar sin dejar de babear al admirar el movimiento de su trasero: « ¡Menudo culo!», pensé deseando hundir mi cara entre esos dos cachetes.

Fue entonces cuando ella me sorprendió mirándola y en vez de enfadarse, vino hacia mí y me sacó a bailar la samba que sonaba en la radio. Cortado por la semi erección que empezaba a hacerse notar bajo mi bragueta, intenté rechazar su contacto pero mi tía agarrándome de la cintura lo impidió y se pegó totalmente  a mi cuerpo.

Aunque mi empalme era evidente, no dijo nada y siguió  bailando. Producto de su danza, mi sexo se endureció hasta límites insoportables pero aunque deseaba huir, tuve que seguirle el paso durante toda la canción. Una vez acabada y con el sudor recorriendo mi frente, me excusé diciendo que me meaba y me fui al baño.

Como sabréis de antemano,  me urgía descargar pero no mi vejiga sino mis huevos y por eso, nada más cerrar la puerta, me pajeé con rapidez rememorando la deliciosa sensación de tener a esa morena entre mis brazos.

Tan llenos y excitados tenía mis testículos que el chorro que brotó de mi polla fue tal que llegó hasta el espejo.

« ¿Quién se la follara?», y por primera vez, no vi tan lejos ese deseo.

Aunque parecía imposible, esa recta e insoportable mujer cuando la llevabas la contraria, se convertía en un ser absolutamente dulce y divertido cuando se le obedecía.

 

 

Mi segundo día en casa de mi tía.

Deseando complacerla en todo y que me regalara otro beso u otro baile como la noche anterior, puse mi despertador a las seis menos cuarto, de forma que cuando apareció en mi habitación para despertarme la encontró vacía.

Sé que pensó que me había escapado porque me lo dijo y hecha una furia entró en la cocina para coger las llaves de su coche e ir a buscarme. Pero entonces me encontró con un café. Sin darle tiempo a asimilar su sorpresa, poniéndoselo en sus manos, le dije:

―  Tienes cinco minutos para vestirte.

La sonrisa de sus labios me informó claramente que le había gustado mi pequeña broma y  sin decir nada, se fue a cambiar para salir a correr. Al poco tiempo, la vi aparecer con unos leggins aún más pegados que el día anterior y un pequeño top que difícilmente podía sostener el peso de sus pechos.

« Viene preparada para la guerra», me dije disfrutando del profundo canalillo que se formaba entre sus tetas.

Repitiendo lo ocurrido el día anterior, mi tía iba delante dejándome disfrutar de su culo. El único cambio que me pareció notar es que esta vez el movimiento de sus nalgas era aún más acusado, como si se estuviera luciendo.

« ¡Ese culo tiene que ser mío!», exclamé mentalmente sin perder de vista a esa maravilla.

Esa mañana resistí un poco más pero aun así al cabo del rato estaba con el bofe fuera y por eso no me quedó más remedio que pedirle que aminorara el paso. Mi tía se compadeció de mí y señalando un banco, me dijo que me sentara mientras ella estiraba.

Agotado como estaba, accedí y me senté.

Fue entonces cuando sucedió algo que me dejó perplejo. Aunque el camino era muy ancho, se puso a hacer sus estiramientos a un metro escaso de donde yo estaba.  Os juro que aunque esa mujer me volvía loco, me cortó verla agacharse frente a mí dejándome disfrutar de la visión de su sexo a través de sus leggins.

« ¡Se le ve todo!», pensé totalmente interesado al comprobar que eran tan estrechos que los labios de su coño se marcaban claramente a través de la tela.

Durante un minuto y dándome la espalda, se dedicó a estirar unas veces con las piernas abiertas dándome una espléndida visión de su chocho y otras con las rodillas pegadas, regalando a mis ojos un panorama sin igual de su culo.

Si de por sí eso ya me tenía cachondo, no os cuento cuando sentándose en el suelo se puso a hacer abdominales frente a mí. Cada vez que se tocaba los pies, el escote de su top quedaba suelto dejándome disfrutar del estupendo  canalillo entre sus tetas.

Olvidando toda cordura, incluso llegué a inclinarme sobre ella para ver si alcanzaba a vislumbrar su pezón. Mi tía al verme tan interesado, miró el bulto que crecía entre mis piernas y levantándose, alegremente, salió corriendo sin decir nada.

Mi calentura se incrementó al percatarme que no le había molestado descubrir la atracción que sentía por ella y por eso, con renovadas fuerzas, fui tras ella.

Al igual que la mañana anterior, nada más llegar a casa, mi tía se metió a duchar mientras yo intentaba serenarme pero no pude porque por algún motivo que no alcanzaba a adivinar, mi tía dejó medio entornada la puerta mientras lo hacía.

Al descubrirlo, luché con todas mi fuerzas para no espiar pero venció mi lado perverso y acercándome miré a través de la rendija. Mi ángulo de visión no era el óptimo ya que solo alcanzaba a ver su ropa tirada en el suelo. Debí de haberme conformado con ello pero al saber que mi tía estaba desnuda tras la puerta me hizo empujarla un poco. Excitado descubrí que el centímetro que había abierto era suficiente para ver su silueta a través de la mampara transparente de la ducha.

« Menuda mujer», totalmente cachondo tuve que ratificar al ver el modo tan sensual con el que se enjabonaba.

Tal y como me había imaginado, sus piernas eran espectaculares pero fueron sus pechos los que me dejaron anonadado. Grandes, duros e hinchados eran mejores que los de muchas de las actrices porno que había visto y ya dominado por la lujuria, me desabroché la bragueta y sacando mi miembro me puse a masturbarme mirándola.

― ¡Qué pasada!―  exclamé en voz baja, cuando al darse la vuelta en la ducha, pude contemplar tanto los negros pezones que decoraban sus tetas como su coño. Desde mi puesto de observación, me sorprendió que mi tía llevara hechas las ingles brasileñas y que donde debía haber un poblado felpudo, solo descubriera un hilillo exquisitamente depilado: « ¡Joder con la tía! ¡Cómo se lo tenía escondido!», pensé.

Mi sorpresa fue mayor cuando la hermana de mi madre separó sus piernas para enjabonarse la ingle, permitiendo que su sobrino se recreara con la visión de su vulva. Si no llega a ser imposible, por el modo tan lento y sensual con el que se enjabonaba, hubiese supuesto que sabía que la estaba observando y que  se estaba exhibiendo.

Completamente concentrado, tardé en percibir en el modo en que se pasaba el jabón por su sexo que se estaba masturbando. La certeza de que mi tía se estaba pajeando me terminó de excitar y descargando mi simiente sobre la alfombra, me corrí en silencio. Asustado limpié mi estropicio mientras intentaba olvidar su espectacular anatomía bajo la ducha. Por mucho que lo intenté me resultó imposible, su piel mojada y la forma en que buscó el placer auto infringido se habían grabado en mi mente y ya jamás se desvanecería.

Ya en mi cuarto, mi imaginación se volvió a desbordar y no tardé en verme separando esos dos cachetes e introduciendo mi lengua en su interior. Solo el hecho de que mi tía saliendo del baño me descubriera, evitó que me volviera a masturbar pensando en ella.

Estaba tan caliente que decidí que tenía que irme de la casa y cogiendo mis libros, me despedí de ella desde el pasillo. Mi tía Andrea que ya había terminado, me contestó que esperara un momento. Al minuto la vi salir envuelta en la toalla y pegándose como una lapa, me dio un beso en la mejilla mientras, como si fuera casual, su mano se paseaba por mi trasero.

Os juro que todavía no comprendo cómo aguanté las ganas de quitarle esa franela y follármela ahí mismo. Hoy sé que quizás fuera lo que estaba deseando pero en aquel entonces, me dio miedo y  comportándome como un crio, salí huyendo.

Durante todo el día el recuerdo de su imagen en la ducha pero sobre todo la certeza de que esa última caricia no había sido fortuita me estuvieron torturando.  En mi mente no cabía que esa frígida de la que todo el mundo hablaba pestes, resultara al final una mujer necesitada de cariño  y que esa necesidad fuera tan imperiosa que aceptara incluso que fuera su sobrino quien la calmara.

Al ser viernes, no tuve clases por la tarde por lo que sin nada que hacer, decidí dar a mi tía una nueva sorpresa y entrando en la cocina, me puse a preparar la cena para que cuando ella llegara del trabajo, se la encontrara ya hecha.

Debió llegar sobre las nueve.

El coñazo de cocinar valió la pena al ver la alegría en su cara cuando descubrió lo que había hecho. Con cariño se acercó a mí y me lo agradeció abrazándome y depositando un  suave beso cerca de la comisura de mis labios. Fue como si me lo hubiese dado en los morros, la temperatura de mi cuerpo subió de golpe al sentir sus pechos presionando el mío, mientras me decía:

― Es agradable, sentirse cuidada.

De haber sido otra y no la hermana de mi madre, le hubiese demostrado un modo menos filial de mimarla. Sin pensármelo dos veces la hubiese cogido en brazos y la hubiera llevado hasta su cama pero, como era mi tía, sonreí y tapándome con un trapo, deseé que no  hubiese advertido la erección que sufría en ese instante mi miembro.

Sé que mis intentos fueron en vano porque entornando sus ojos, me devolvió una mirada cómplice, tras la cual, me dijo que iba a cambiarse porque no quería cenar con el uniforme puesto. Al cabo del rato volvió a aparecer pero esta vez el sorprendido fui yo. Casi se me cae la sartén al verla entrar con un vestido de encaje rojo completamente transparente.

Reconozco que me costó reconocer en ese pedazo de mujer a mi tía, la policía, porque no solo se había hecho algo en el pelo y parecía más rubia sino porque nunca pensé que pudiese ponerse algo tan corto y sugerente. El colmo fue al bajar mi mirada, descubrir las sandalias con tiras anudadas hasta mitad de la pantorrilla.

Para entonces, sabiendo que había captado mi atención, me preguntó:

― ¿Estoy guapa?

Con la boca abierta y babeando descaradamente, la observé modelarme ese dichoso vestido. Las sospechas de que estaba tonteando conmigo se confirmaron cuando poniendo música se empezó a contornear bajo mi atenta mirada.

Dotando de un morbo a sus movimientos que me dejó paralizado, siguió el ritmo de la canción olvidando mi presencia. El sumun de la sensualidad fue cuando con sus manos se empezó a acariciar por encima de la tela, mientras mordía sus labios mirándome.

Estaba a punto de acercarme a ella y estrecharla entre mis brazos, cuando apagó la música  y soltando una carcajada, me dijo:

― Ya has tenido tu premio, ahora vamos a cenar.

Mi monumental cabreo me obligó a decirle:

― Tía eres una calientapollas.

El insulto no hizo mella en ella y luciendo la mejor de sus sonrisas, contestó:

― Lo sé, sobrino, lo sé―  tras lo cual se sentó en la mesa como si no hubiese pasado nada.

Indignado con su comportamiento, la serví la cena y me quedé callado. Mi mutismo lo único que consiguió fue incrementar su buen humor y disfrutando como la zorra que era, se pasó todo el tiempo exhibiéndose como una fulana mientras, sin darse cuenta, bebía una copa de vino tras otra.

Si en un principio, sus provocaciones se suscribían a meras caricias bajo la mesa o a pasar sus manos por su pecho, con el trascurrir de los minutos, bien el alcohol ingerido o bien el morbo que sentía al excitar a su sobrino, hicieron que se fuese calentando cada vez más.

― ¿Te gustan mis pechos?―  me soltó con la voz entrecortada mientras daba un pellizco sobre ambos pezones.

La imagen no podía ser más sensual pero cabreado como estaba con ella, ni me digné a contestar. Mi tía al ver que no había resultado su estratagema y que me mantenía al margen, decidió dar un pequeño paso que cambió mi vida. Levantándose de su silla, se acercó a mí y sentándose sobre mis rodillas, me preguntó:

― ¿Mi sobrinito está enfadado?

― Sí, tía.

Poniendo un puchero en su boca, pegó su pecho contra mi cara mientras me decía:

― ¿Y puede tu perversa tía hacer algo para contentarte?

Su pregunta hizo que mi pene se despertara del letargo y tanteando,  acaricié una de sus tetas para ver como reaccionaba. Mi caricia no fue mal recibida y sonriendo nerviosa, me preguntó:

― Verdad que lo que ocurra entre nosotros, no tiene nadie porque enterarse.

― Por supuesto―  respondí mientras le bajaba los tirantes a su vestido.

Bajo la tela aparecieron los dos enormes pechos que había visto en la ducha. El hecho de que los conociera lejos de reducir mi morbo lo incrementó y cogiendo una de sus aureolas entre los dientes,  empecé a chupar mientras la hermana de mi madre no paraba de gemir.

― Me encanta como lo haces―  masculló entre dientes totalmente entregada.

La excitación que asolaba a mi tía me dio la confianza suficiente para bajando por su cuerpo  mi mano se acercara a su pubis. Al tocarlo, la mujer que apenas dos días antes me había dado una paliza, pegó un respingo pero no intentó evitar ese contacto.  Ansiando llevar a la locura a esa mujer, introduje un dedo hasta el fondo de su sexo mientras  la excitaba a base de pequeños mordiscos en sus pezones.

No tardó en mostrar los primeros indicios de que se iba a correr. Su respiración agitada y el sudor de su escote, me confirmaron que al fin iba a poder cumplir mi sueño y  disfrutar de ese cuerpo.  Tal como había previsto, mi tía llegó al orgasmo con rapidez y afianzando mi dominio, le metí otros dos dentro de su vulva.

― Necesito que me folles―  sollozó con gran amargura y echándose a llorar, gritó: ― ¡La puta de tu tía quiere que su sobrino la desvirgue!

La confesión que ese bombón de veintiocho años, jamás había estado con un hombre me hizo recordar mis pensamientos de esa mañana:

« Aunque exteriormente sea un ogro, en cuanto arañas un poco descubres que es una mujer necesitada de cariño».

El dolor con el que reconoció que era virgen, me hizo comprender que desde joven había alzado una muralla a su alrededor y que aunque fuera policía y diez años mayor que yo, en realidad era una niña en cuestión de sexo.

Todavía hoy no sé qué me inspiró pero cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta su cama y me tumbé junto a ella.   Tratándola dulcemente, no forcé su contacto y solo abrazándola, abrazándola, la consolé dejándola llorar:

― Tranquila preciosa―  le dije al oído con cariño.

Mi ternura la fue calmando y al cabo de unos minutos, con lágrimas en sus ojos, me preguntó:

― ¿Me harías ese favor?

Supe enseguida a qué se refería. Un suave beso fue mi respuesta. Mi tía Andrea respondió con pasión a mi beso pegando su cuerpo al mío. Indeciso, llevé mis manos hasta sus pechos. La que en teoría debía tener  más experiencia, me miró con una mezcla de deseo y de miedo y cerrando los ojos me pidió que los chupara.

Su permiso me dio la tranquilidad que necesitaba y por eso fui aproximándome con la lengua a uno de sus pezones, sin tocarlo. Estos se irguieron esperando el contacto, mientras su dueña suspiraba excitada. Cuando mi boca se apoderó del primero, mi pariente no se pudo reprimir y gimió, diciendo:

― Hazme tuya.

Sabiendo que ese pedazo de mujer nunca había probado las delicias del sexo, decidí  que tendría cuidado y reiniciando las caricias, fui recorriendo su cuerpo, aproximándome lentamente a mi meta. Mi tía, completamente entregada, separó sus rodillas para permitirme tomar posesión del hasta entonces inaccesible tesoro.

Pero en vez de ir directamente a él, pasé de largo y seguí acariciando sus piernas. La estricta policía se quejó odiada y dominada por el deseo, se pellizcó  sus pechos mientras me rogaba que la hiciera mujer. Si eso ya era de por sí, excitante aún lo fue más observar que su sexo brotaba un riachuelo muestra clara de su deseo.

Usando mi lengua, seguí acariciándola cada vez más cerca de su pubis. Mi tía, desesperada, gritó como una perturbada cuando, separando sus labios, me apoderé de su botón. No tuve que hacer más, retorciéndose sobre las sábanas, se corrió en mi boca.

Como era su primera vez, me entretuve durante largo tiempo, bebiendo de su coño y jugando con su deseo. Poseída por un frenesí hasta entonces desconocido, me rogó nuevamente que la desvirgara pero contrariando sus deseos,  seguí en mi labor de zapa hasta que pegando un aullido me confirmo que la última de sus defensas había caído.

Entonces y solo entonces, me desnudé.

Desde la cama ella me miraba. Al girarme y descubrir su deseo comprendí que en ese instante no era mi tía sino mi amante. Cuando me quité los calzoncillos y me di la vuelta, observó mi erección y sonriendo, me rogó que la tomara.

Comprendí que no solo estaba dispuesta sino que todo en ella  ansiaba ser tomada, por lo que,  separando sus rodillas, aproximé mi glande  a su sexo y jugueteé con su clítoris mientras ella no dejaba de pedirme excitada que la hiciera suya.

Comportándome como el mayor de los dos y deseando que su primera vez fuera especial, introduje mi pene con cuidado en su interior hasta  que chocó contra su himen.  Sabiendo que le iba a doler, esperé que ella se relajara. Pero entonces, echándose hacia atrás, forzó mi penetración y de un solo golpe, se enterró toda mi extensión en su vagina.

La hermana de mi madre pegó un grito al sentir que su virginidad desaparecía y aun doliéndole era mayor el lastre que se había quitado al sentir que mi pene la llenaba por completo, por eso susurrando en mi oído, me pidió:

― Dame placer.

Obedeciendo gustoso su orden, lentamente fui metiendo y sacando mi pene de su interior. Mi tía que hasta entonces se había mantenido expectante, me rogó que acelerara mientras con su mano, se acariciaba su botón con satisfacción.

Sus gemidos de placer no tardaron en llegar y cuando  llegaron, me hicieron incrementar mis embestidas. La facilidad con la que mi estoque entraba y salía de su interior, me confirmaron más allá de toda duda que mi tía estaba disfrutando como una salvaje  y ya sin preocuparme por hacerla daño, la penetré con fiereza. Mi hasta esa noche virginal pariente no tardó en correrse mientras me rogaba que siguiera haciéndole el amor.

― ¿Le gusta a mi tita que su sobrino se la folle?― , pregunté al sentir que por segunda vez, esa mujer llegaba al orgasmo.

― Sí― , gritó sin pudor―  ¡Me encanta!

Dominado por la lujuria, la agarré de los pechos y profundizando en mi penetración, forcé su cuerpo hasta que mi pene chocó con la pared de su vagina. La reacción de esa mujer me volvió a sorprender al pedirme que la usara sin contemplaciones. Su rendición fue la gota que necesitaba mi vaso para derramarse, y cogiéndola de los hombros, regué mi siguiente en su interior a la vez que le informaba que me iba a correr, tras lo cual caí rendido sobre el colchón.

Satisfecha, me abrazó y poniendo su cabeza sobre mi pecho,  se quedó pensando en que esa noche no solo la había desvirgado, sino que la había liberado de sus traumas y por fin, se sentía una mujer aunque fuera de un modo incestuoso.

Al cabo de cinco minutos, ya repuesto, levanté su cara y dándole un beso en los labios,  le dije:

― Tía, a partir de esta noche, esta es también mi cama. ¿Te parece bien?

― Si pero por favor, no me llames Tía, ¡Llámame Andrea!

― De acuerdo, respondí y sabiendo que en ese momento, no podría negarme nada, le dije: ― ¿Puedo yo pedirte también un favor?

― Por supuesto―  contesto sin dudar.

Acariciándole uno de sus pechos, le dije:

― Mañana le dirás a tu hermana que te está costando educarme y que piensas que es mejor que me quede al menos seis meses contigo.

Muerta de risa, me soltó:

― No se negara a ello. Te quedarás conmigo todo el tiempo que tanto tú como yo queramos…―  y poniendo cara de puta, me preguntó: ― ¿Me echas otro polvo?

Solté una carcajada al escucharla y anticipando el placer que me daría,  me apoderé de uno de sus pechos mientras le decía:

― ¿Me dejarás también desflorar tu otra entrada?

COPYRIGHT © LFSB

 

 

Relato erótico: “Mi secretaria tiene cara de niña y cuerpo de mujer 3” (POR GOLFO)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2
No me podía creer que en menos de tres días en Oviedo me encontrara en esa situación. Sin títuloSé que si habéis leído los capítulos anteriores, es normal que penséis que es una paja mental de un salido y digo que es normal porque si, a mí, alguien me hubiese prometido que sin comerlo ni beberlo me encontraría en la cama con una preciosa madura y su hijita todavía virgen, ¡Lo hubiese llamado loco!
Joder, ¡reconozco que suena a fantasía adolescente!
Nadie en su sano juicio se creería que nada más llegar a esa ciudad, dos magníficas hembras se hubiesen entregado a mí y menos se tragarían que ambas quisieran formar parte de un harén, en el que yo fuera su amo y ellas dos, mis sumisas.
Por ello y a pesar que corro el riesgo de ser tomado por un chiflado, he tenido que escribirlo para que yo mismo en un futuro no piense que ha sido un sueño…

Como ya habéis leído, Azucena acababa de entregarse a mí cuando María se unió a nosotros en la cama. Os confieso que al principio estaba un tanto cortado por la situación, ya que jamás en mis años de vida había actuado como amo en ninguna relación y aunque si había compartido lecho con dos mujeres, nunca estas habían sido madre e hija. Por ello mientras descansaba después del polvo que había echado a la mayor, dudé sobre cómo actuar.
No en vano, María además de ser mi secretaría era todavía virgen y no quería cagarla antes de empezar. Afortunadamente, Azucena debió comprender la situación en que me encontraba y pidiéndome permiso, me informó que se iba a preparar la cena. Sin nada que decir, esperé a que desapareciera de la habitación. Al quedarnos solos, mi asistente levantando su mirada sonrió mientras me preguntaba qué tal se había portado su vieja.
-¿A qué te refieres?- contesté cortado por su interés.
La joven entendió perfectamente mis reparos y soltando una carcajada, insistió:
-Mi madre necesitaba que le dieran un buen repaso, la pobre llevaba dos años sin que nadie se la follase. ¿Qué te parece? Por sus gritos, sé que ella estaba encantada pero me gustaría saber tu opinión.
-Está muy buena- respondí no queriendo ser muy concreto.
María sin dar su brazo a torcer, pegó su cuerpo al mío y cogiendo mi pene todavía dormido entre sus manos, reiteró:
-Quiero saber si te gusta lo suficiente para aceptar mi oferta. En esta casa hace falta un hombre y desde que te conocí y me diste la primera orden, supe que eras tú el que estábamos esperando.
Para entonces la sutil forma en la que esa cría me estaba masturbando ya había despertado mi lado oscuro y mi entrepierna lucía una brutal erección. Aun así pudo más mi curiosidad y en vez de lanzarme sobre ella, le solté:
-Me parece que me has sobreestimado. ¿Qué viste en mí para querer ser mía?
Muerta de risa, contestó:
-Al oír tu voz autoritaria casi me corro y recordé el modo en que mi vieja se alteraba cuando escuchaba la de mi padre. Lo creas o no, supe que tú eras mi destino.
-Pero ¡niña!- respondí escandalizado- Si jamás has estado con un hombre, ¿cómo sabes que deseas ese tipo de relación y no otra?
Para explicarme sus sentimientos, se levantó de la cama y terminando de desnudarse, me soltó:
-Mira mis pezones. ¡Los tengo duros solo de saber que me estás mirando! – y recalcando su posición, separó sus rodillas y mostrándome su depilado coño, insistió: -¿Te parece que no sé lo que quiero? Tengo el chocho encharcado desde antes que vieras como enculabas a mamá pero ahora lo tengo al rojo vivo.
Lo gráfico de su respuesta me azuzó a ser despiadado y llamándola a mi lado, pensé:
«Si quiere probar lo que siente una sumisa, este es el momento», pensé mientras recogía la corbata que había dejado tirada en el suelo y sin pedirle su opinión, comencé a atarle las muñecas contra el cabecero de la cama.
Os tengo que confesar que mi intención era asustarla pero María en vez de mostrar miedo o cualquier otro tipo de reacción, se dejó maniatar con una sonrisa mientras todo su cuerpo temblaba.
«Coño con la chavalita, parece que le gusta», sentencié parcialmente decepcionado porque me esperaba que ante ello recapacitara y me pidiera que lo dejara. Convencido que pronto se iba a arrepentir, no solo le até las manos sino que, usando mi camisa, inmovilicé sus piernas dejándolas bien abiertas.
Nuevamente me impresionó la actitud de María porque gimiendo de placer, me rogó que la tomara.
«Esto es una locura», me dije realmente alarmado del modo en que se lo estaba tomando y todavía suponiendo que se iba a echar marcha atrás, pasé mis manos por su los pliegues de su juvenil chocho y confirmé que lo tenía totalmente mojado.
-Ummm- suspiró al notar la acción de mis yemas pero no se quejó.
Reconozco que para entonces ya estaba como una moto pero lo que verdaderamente me volvió loco fue cuando metiéndome el dedo en la boca, saboreé su flujo.
«Dios, ¡está riquísimo!», tuve que reconocer y traicionando mis principios, decidí que no había nada malo en probar esa delicia directamente de su envase.
Asumiendo que era un cerdo y que estaba actuando mal al aprovecharme de su inexperiencia, me agaché y hundí mi cara entre sus piernas. Aun antes de sacar la lengua y acercarme a mi meta, a las papilas de mi nariz llegó su penetrante aroma.
«Aunque me arrepienta, no puedo dejar pasar la oportunidad», me dije mientras separaba los labios de ese rosado chochete.
La cría pegó un pequeño grito al sentir mi boca en su coño. Por su tono comprendí que no era de angustia sino de gozo y eso me indujo a seguir explorando el virginal terreno que había entre sus piernas.
En ese momento todo mi ser me pedía dejarme de remilgos y usarla del modo que ella pedía, pero la poca cordura que todavía mantenía me hizo jugar con sus labios mientras uno de mis dedos se apoderaba del pequeño botón que se escondía entre ellos.
-¡Que gozada!- aulló la niña más entregada si cabe.
Con la mirada, María me pidió que culminara pero reteniéndome las ganas, busqué en el interior de su almeja una prueba palpable que era virgen. Creyendo que de no encontrarla, sería menos bochornosa mi actuación.
Desgraciadamente, encontré una especie de telilla casi traslúcida que reconocí al instante y entonces comprendí que no había mentido. Nuevamente, las dudas volvieron a mí y mientras mi secretaría se corría sobre las sábanas de una forma que me dejó impactado, comprendí que era incapaz de follármela.
Aún sí sabiendo que al menos tenía que dejarla gozar, seguí disfrutando del sabor de su sexo mientras mi víctima se retorcía presa de un continuado orgasmo.
«No puedo hacerlo», a disgusto refunfuñé cuando ella me rogó casi llorando que la tomara de una puñetera vez.
En vez de cumplir sus deseos y bajo el parapeto del papel que ella me había dado, comencé a desatarla. María creyendo que por fin iba a desvirgarla quiso coger mi erección entre sus manos pero retirándola de un empujón, le solté:
-Por hoy ya has tenido suficiente. Si quieres que te folle, tendrás que ganártelo.
Convencida que era su dueño el que le hablaba y no un tipo acojonado por tamaña responsabilidad, con lágrimas en los ojos, asumió mi decisión y mirándome fijo a los ojos me soltó:
-¿Qué es lo que quiere mi amo?
Sin saber hasta cuándo podría mantener esa mentira y temiendo que la excitación me hiciera traicionar mis principios, contesté:
-Cenar…
Azucena acude en mi ayuda.
Siguiendo mis instrucciones, María me dejó solo y se fue a ayudar a su madre con la cena. Aprovechando el momento, me puse a organizar mis ideas porque estaba todo menos tranquilo.
Antes de nada y a pesar de mis años, ¡no sabía cómo actuar! Estaba metido en un lío y por mucho que intentaba buscar una forma de proceder que no causara daño a esa criatura, no encontré ninguna en la cual saliera indemne. Si la rechazaba, era tal la fijación que tenía acerca de su carácter sumiso que a buen seguro seria presa de un desalmado. El problema era que pensar en actuar al revés me resultaba todavía más duro. Me parecía impensable meter a una neófita en el sexo en ese oscuro camino.
«No soy tan hijo de puta», mascullé entre dientes, «debería buscarse un novio y no un amo».
Por otra parte y aunque me costara reconocerlo, me daba respeto fallarles a las dos. Y es que en mi interior, tenía bastante con aprender a ser el dueño de una mujer tan impresionante como la madre. No es que la hija no me pareciera un bombón, al contrario, me parecía una tentación imposible de rechazar.
«¡Hay que joderse! ¡Toda la vida soñando con algo así y cuando me llega, me acobardo!».
Estaba todavía intentando acomodar el desbarajuste que tenía en mi cabeza cuando escuché que alguien tocaba a mi puerta. Al levantar mi mirada, me encontré con Azucena entrando al cuarto y sin que yo tuviese que contarle nada, se sentó en el borde de la cama y me dijo:
-Amo, sé lo que le ocurre y lo comprendo.
Tan preocupado estaba que no caí en que nadie mejor que ella podía ayudarme y por eso viendo mi embarazo, la rubia me soltó:
-No quiere aprovecharse de María.
Como aceptaréis, me quedé cortado al verme descubierto y sin nada que perder contesté que así era, que no me sentía capaz de pervertirla de esa forma.
La respuesta de esa madre me dejó impresionado porque bajando el volumen y con una ternura infinita en su voz, respondió:
-María es mayor de edad y es consciente de lo que significa ser cómo yo. Es más, se equivoca cuando habla de perversión y aunque no se haya dado cuenta, usted es nuestro complemento. Si nunca se percató que ha nacido para ser dueño se debe a que no tuvo nadie que le abriera los ojos- y entonces arrodillándose a mis pies, adoptó la postura de esclava de placer y me dijo: -¿Qué siente cuando me ve así?
Bajo mi pantalón mi pene reaccionó al instante al verla de rodillas apoyada en sus talones y con sus manos sobre los muslos, mientras mantenía su espalda recta.
-Me excitas- reconocí anonadado por lo rápido que me había puesto cachondo y es que no era para menos porque los pechos de Azucena permanecía extrañamente erguidos, como pidiendo un buen mordisco.
La cuarentona, lejos de cortarse y separando sus rodillas casi imperceptiblemente, insistió:
-¿No es cierto que cuando me observa en esta postura le viene a la cabeza darme un pellizco en los pezones?
-Sí- a disgusto reconocí.
No me había todavía recuperado de esa pregunta cuando echando el cuerpo hacia adelante y separando aún más sus muslos, dejó su culo en pompa y con su respiración entrecortada volvió a la carga diciendo:
-¿Ahora que le provoco?
-Joder, se nota que estás pidiendo guerra y que quieres que te folle.
Sonriendo, me miró y dando por sentado que tenía razón en todo, me soltó:
-A esta postura se le llama el beso de la esclava y una sumisa la adopta para que su amo la tome- y sin dejar que asimilara la información que me acababa de dar, muerta de risa, prosiguió con su clase diciendo: -Don Manuel usted es dominante por naturaleza y debe aceptar su condición.
Impelido por mi propio instinto, me puse en pie y sin dar tiempo a que esa hembra cambiase de postura, me bajé la bragueta y de un solo empellón, hundí toda mi extensión dentro de ella. Su coño parecía hecho a mi medida y ese húmedo conducto me recibía ejerciendo la presión justa sobre mi verga, su dueña aullando de placer, gritó:
-Lo ve, es y será siempre ¡un amo!
Esa afirmación fue el detonante de mi transformación y agarrando su melena a modo de riendas, dejé que la lujuria me llevara en volandas mientras una y otra vez, descargaba a base de duras embestidas mi frustración en el coño de esa mujer.
-¡No pare!- chilló encantada con la violencia de mi asalto.
La humedad de su cueva facilitó mi penetración y cabalgando sobre ella, me impactó la forma en que mi glande chocaba contra la pared de su vagina mientras esa zorra se retorcía de placer. Azuzado por sus gritos, incrementé mi ritmo al notar que era tanto el flujo que manaba de su cueva que con cada uno de mis embistes, salía disparado mojándome las piernas.
-¡Muévete puta o tendré que castigarte!
Ni siquiera pudo responder a mi burrada. Dominada por el deseo, fue su cuerpo quien me contestó y convirtiendo sus caderas en una batidora, descompuesta y feliz al sentirse una marioneta en manos de mi lujuria, buscó mi placer. Contagiado de su actitud, incrementé mi ritmo cogiéndole de los pechos y ya afianzado en sus ubres, azoté sus nalgas mientras le exigía que me hiciera gozar.
-¡Muerda a su guarra!- aulló con pasión.
Instintivamente y mientras mis huevos rebotaban contra su coño, quise complacerla y agachándome hacia ella busqué incrementar su entrega, mordiendo su cuello con fuerza.
-¡Me corro!- chilló con todo su cuerpo asolado por el placer al sentir la acción de mis dientes sobre su yugular.
Su orgasmo me hizo saber de su total entrega y reclamando mi triunfo, azoté sus nalgas con dureza mientras le gritaba que era una puta sin remedio. Mi maltrato prolongó su éxtasis y cayendo desplomada sobre el suelo, convulsionó de gozo. Esa postura incrementó mi calentura al provocar que su coño se contrajera y apretara con mayor fuerza mi pene. Alucinado con mi estado e incapaz de retenerme, totalmente desbocado y cabalgué ese espectacular cuerpo en busca de mi propio placer.
Usando por primera vez a esa zorra como un objeto, machaqué su sexo con fuerza mientras ella no paraba de berrear cada vez que sentía mi pene golpeando su interior. Para entonces, parecíamos parte de una escena bélica donde yo era el soldado que acuchillaba sin parar a mi indefenso enemigo mientras esté no podía hacer otra cosa que gritar.
De improviso, exploté dentro de ella, regándola con mi semen. Azucena al notar como su coño recibía una tras otra esas húmedas explosiones en su interior, siguió moviéndose hasta que ya exhausto, me dejé caer sobre ella, entonces y solo entonces, girando su cabeza, me dijo:
-Al contrario que usted, María y yo nacimos para ser sumisas. Si usted la toma bajo su amparo, no la estará pervirtiendo sino haciendo realidad sus sueños.
La seguridad con la que hablaba me hizo saber que no mentía y por eso entrando al trapo, me atreví a explicarle que aunque tuviese razón, yo era un novato en esas lides y por ello, en vez de hacerla feliz podía hacer una desgraciada a su hija.
Sonriendo mientras se acomodaba el uniforme de criada, esa imponente rubia contestó:
-Por eso no se preocupe, sé que lo hará bien y si acaso necesita de ayuda, estaré ahí para brindársela.
Agradecido pero no por ello menos nervioso, respondí:
-¿Y ahora qué hago?
Descojonada, esa manipuladora mujer me miró y luciendo una sonrisa de oreja a oreja, replicó:
-Ser usted mismo y hacer lo que le dijo… cenar.
Tras lo cual me ayudó a vestirme y caminando tras de mí, me acompañó al comedor donde María nos esperaba con la mesa puesta.
Mi primera cena en esa casa.
Nada más entrar en esa habitación, supe por la careta que puso esa cría que sabía de dónde veníamos y que no tenía ninguna duda que su madre me había hecho probar las delicias de su cuerpo. Cabreada hasta decir basta y sin importarle mi presencia, le echó en cara a su madre haber disfrutado por segunda vez de mis caricias mientras ella seguía a dieta.
Su altanería y el modo en que María me estaba criticando abiertamente, despertó mi ira y sacando a la luz mi lado más dominante, me senté en una silla y le ordené que se acercara. La chavala no fue consciente de lo que se le avecinaba y tuvo el descaro de casi gritando enfrentarse a mí:
-Era mi turno, ¡era a mí a quien debías poseer!
Sin mediar palabra, la cogí de la cintura y poniéndola sobre mis rodillas, levanté su falda y le solté una docena de duros azotes. Mi cabreo provocó que no midiera mis fuerzas y por ello, no llevaba ni tres nalgadas cuando esa nena ya me rogaba que no siguiera. Sus lamentos lejos de menguar mi enfado lo acrecentaron e incrementando la dureza del escarmiento, no paré de castigarla hasta que llorando y con su culo rojo, esa muchacha me pidió perdón.
Al escuchar su suplica, paré de martillear su trasero y estaba observando horrorizado los efectos de esa tunda cuando Azucena, susurrando, me dijo:
-Un buen amo cuida de sus sumisas- tras lo cual me hizo entrega de un bote con crema.
No tuve que ser ninguna lumbrera para entender que quería decir y abriendo ese recipiente, cogí entre mis dedos una buena cantidad y comencé a esparcirla por la adolorida piel de la muchacha. El efecto fue inmediato, los llantos de María cesaron al notar el frescor de esa pomada para unos segundos después escuchar que se habían convertido en suaves gemidos de satisfacción que brotaban de su garganta.
«No me lo puedo creer», sentencié mentalmente, «¡se está poniendo cachonda!».
Aunque no os lo creáis, me costó caer en la cuenta que la cuarentona sabía que iba a ocurrir cuando me trajo la crema:
“Tras el castigo sufrido, el consuelo de mis caricias sería interpretado por su hija como una especie de recompensa y como buena sumisa, no podría evitar el excitarse”.
Ajeno a las intenciones de su madre, la novedad que esa cría pudiese pasar del dolor al gozo en tan corto espacio de tiempo me intrigó y deseando averiguar hasta donde llegaría su calentura, poniendo sobre sus glúteos otra dosis de ese potingue, seguí reconfortándola.
-Amo, he sido mala- sollozó con la respiración agitada al experimentar la ternura con la que mis yemas recorrían los cachetes de su trasero.
-Lo has sido y por eso tuve que castigarte- respondí mientras la curiosidad por saber cuánto tardaría en llevarla hasta el orgasmo, me hizo incrementar el erotismo con el que amasaba sus posaderas.
La tensión sexual de la muchacha creció exponencialmente cuando notó que mis caricias se bifurcaban y mientras una mano dirigía sus mimos al inhiesto botón que se escondía entre los pliegues de su sexo, la otra hacía lo mismo con los bordes de su cerrado ojete.
-Dios, ¡cómo me gusta!- aulló de placer la morena mientras involuntariamente intentaba forzar ambos contactos con rítmicos movimientos de cadera.
Azucena viendo que la pasión iba dominando poco a poco a su retoño, sonrió y sin decir nada nos dejó solos en el comedor para desaparecer rumbo a la cocina. Yo, por mi parte, estaba obsesionado con mi nuevo poder y haciendo uso de él, seguí torturando el clítoris de María cada vez más rápido.
-No puedo más, ¡me voy a correr!- gritó descompuesta el objeto de mi experimento.
Su confesión marcó un antes y un después, y mientras aceleraba el martirio de su coño, violé la virginidad de su esfínter con una de mis yemas. Ese doble estímulo desbordó las defensas de la morena y aun sabiendo que no le había dado permiso, todo su cuerpo se vio sacudido por un brutal orgasmo.
-¡Siento que estoy en el cielo!- declaró con un chillido.
Hoy sé que actué como un novato y que un amo experimentado debía de haberla castigado pero en vez de ello, sin pausa seguí masturbándola y completamente satisfecho pensé al ver el modo en que se retorcía sobre mis rodillas:
«Tengo que reconocer que me gusta tener a esta putilla temblando como un flan».
Sin asumir que mi forma de ver el sexo iba cambiando y que paulatinamente el dominante que había en mí, iba emergiendo al ir cayendo los tabúes que lo tenían preso, disfruté de la entrega de María mientras en mi entrepierna se alzaba sin control mi lujuria. Estaba pensando en obligarla a hacerme una mamada cuando vi en la puerta a Azucena trayendo una bandeja.
-Amo, su cena esta lista- y dirigiéndose a su pequeña, riendo le pidió que le ayudara con el resto de las cosas.
La cría esperó mis instrucciones y viendo su cara de angustia al no saber qué hacer, con un suave azote la ordené que se levantara y que colaborara con su madre. La alegría que demostró esa morena mientras corría a la cocina por la sopera me dejó confuso y nuevamente tuvo que ser la cuarentona la que acudiera en mi auxilio diciendo:
-Mi hija está contenta porque acaba de aprender que su dueño pude causarle daño pero que también puede darle mucho placer…- tras lo cual, me informó: – … y usted ha demostrado nuevamente que es un amo innato, tras castigar la impertinencia de su sumisa, la ha compensado buscando el goce de ella antes que el suyo.
Aprendiendo a comportarme, me guardé para mí que había estado a punto de hacer lo contrario y viendo que esa mujer me podía servir de profesora, directamente pregunté:
-Si al final decido aceptar a tu hija como mi pupila, ¿cuál sería mi siguiente paso?
Soltando una carcajada, Azucena contestó:
-Si lo supiera, sería dominatriz en vez de sumisa… pero quizás lo que yo hubiese necesitado después de esto, hubiera sido que mi dueño me preguntara por mis sentimientos.
La forma evidente en que estaba manipulándome no me pasó inadvertida y reconociendo que tras esa cuarentona se escondía una mujer inteligente que sabía reconducir las situaciones buscando un fin, decidí que iba a seguir sus consejos.
«Además de guapa y de zorra, ¡es astuta!», sentencié y riendo en mi interior, esperé que madre e hija se sentaran a la mesa y me sirvieran la cena.
Ya había decidido quedarme en esa casa como amo y señor, sabiendo que solo tenía que dejarme llevar por las enseñanzas de Azucena para que ¡su hija se convirtiera en mi más fiel putita!

 

Relato erótico: “Nami se divierte – parte 3” (POR CANTYDERO)

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Recomiendo a los lectores que lean las partes previas a este relato para entender los detalles que se van desarrollando

Nami estaba a punto de salir de su camarote cuando vio que en el suelo, justo al lado del marco de la puerta, había un papel. Es posible que estuviese antes allí y en la oscuridad no lo hubiese visto.

Tenía algo escrito, era una nota.

Creyó adivinar la procedencia de ese papel, y en cuanto lo desplegó y lo leyó confirmó sus inquietudes…

“Mañana a la noche,

quiero que vengas a hacerme una visita,pequeña putita.

Zoro”

A Nami le dio un sofoco. Aunque claro, era de esperar, Zoro estaba allí arriba, le había visto todo el espléndido cuerpo y le había visto darse placer. ¿Cómo no iba a querer el maltrecho espadachín poseerla a ella después de ese atracón para la vista que le había dado sin querer? Y además, Nami sabía bien las sensaciones que causaba en los machos… pero no era culpa suya, su cuerpo era así.

Nami volvió a dirigirse hacia el puesto de vigilancia. En medio del camino arrojó la comprometida nota al mar. El agua azul se la tragó y sólo quedó en su memoria. Cada vez era más de día y muchas gaviotas se arremolinaban en torno a la embarcación.

Una vez arriba decidió sopesar su situación una vez más…

Nami no salía del agobio de imaginarse que en menos de veinticuatro horas, Zoro reclamaría sexo con ella. Ella tenía que ceder, ¿qué iba a hacer si no? Podía contarles a todos que ella se masturbaba desnuda en lo alto del mástil en el turno de vigilancia. Podía chantajearla demasiado…

Pero a la vez a Nami no le parecía tan mal, de todas formas. Pese a que discutía con Zoro casi tanto o más que los demás, Zoro tenía su atractivo para una mujer. Es más, era con diferencia el hombre más atractivo… ¿Por qué no dejarse penetrar por él? Los pensamientos sucios de Nami inundaron su mente poco a poco. Se imaginó desnuda, poseída por Zoro, con toda su corrida en sus pechos… Sensaciones que sólo había visto en las profundidades de su mente sucia empezaron a acosarla. Decidió moderarse porque lo último que quería era masturbarse otra vez allí a la vista de todos.

La noche con Zoro era la noche de ese mismo día, quedaban horas para aparecer en su habitación y rendirse sin remedio a sus perversiones. Iba a ser verdad, ella lo sabía y no podía evitarlo, ¿no era mejor anticiparse e ir disfrutando un poco?

Pero, ¿cómo había empezado todo este proceso, con una simple masturbación, y cómo podía acabar? Además, lo que más le aterraba era precisamente iniciarse esa noche, con Zoro…

Sumida estaba en sus preocupaciones, que tampoco parecían tanto, cuando advirtió que alguien se movía en cubierta.

Era el pelo rubio inconfundible de Sanji, que ya estaba trajeado y llevaba algo en la mano.

Nami le llamó desde arriba

– ¿Qué haces despierto Sanji? Aún queda más de una hora para que empiece la actividad en cubierta.

– He madrugado, no tengo más sueño. Voy a aprovechar para empezar a preparar el desayuno – le decía Sanji mientras empezaba a subir con agilidad pasmosa hacia lo alto del mástil.

Una vez Sanji estuvo arriba, le preguntó si estaba cansada. Sanji llevaba una botella de plástico en la mano.

– Qué pesado eres, Sanji, voy a acabar mi turno de vigía, bastante que ya la he preparado antes despertándoos a todos…

– Como quieras, mi cabezota pelirroja. Por cierto, hablando de preparar, he traído zumo, ¿quieres probar un poco?

– No te diría que no, lo aceptaré gustosa – A Nami le gustó mucho el gesto de su amigo. A pesar de que era un plasta sin igual, los gestos del cocinero hacia ella siempre estaban llenos de generosidad. Además, con un zumo fresquito se le pasaría la calentura.

– Perfecto, toma, quédate la botella, me bajo a la cocina. Hoy quiero preparar algo distinto, pero tampoco te esperes nada del otro mundo. Hasta luego preciosa

– Hasta ahora, Sanji – se despidió Nami con una sonrisa y se quedó en el puesto de vigía mientras veía al rubio bajar y meterse bajo el tejado.

Todo volvía a ser pacífico, con la diferencia de que ahora Nami bebía el zumo de naranjas recién exprimido. Estaba bien fresquito. Tenía un toque un poco más amargo que de costumbre, pero Nami apenas reparó en ello.

No pudo evitar beberse la botella casi de trago, estaba riquísimo. Adiós zumito.

Así a lo tonto le había entrado hambre también. Nami se relamió las gotas de zumo que quedaban alrededor de sus labios.

En cuanto los demás se despertasen y desayunasen todos se iba a meter a la cama para dormir todo lo que no había dormido esa noche. No tenía excesivo sueño porque la tarde anterior se había pegado una buena siesta, pero se merecía descansar.

A Nami le pareció un plan extraño. Iba a irse a dormir luego a su cama. A la noche iba a la cama también, pero no a la suya…

¿Qué pasaría si no apareciese por la habitación de Zoro? Sería una opción muy coherente, al fin y al cabo, corría el riesgo de convertirse en la puta del barco si los demás tenían noticia de ello y reclamaban el derecho a pernada.

Agarró con fuerza la botella vacía y la estrujó.

¿Y si no aparecía, entonces? ¿Se atrevería Zoro a visitarla en medio de la noche o por el contrario olvidaría el supuesto chantaje?

Dejó la botella estrujada en el suelo de madera.

Siguió pensando en esquivar la nota del espadachín y le empezó a parecer muy plausible.

Ocurrió que mientras Nami pensaba en alejarse de la visita a Zoro, su mente la traicionó. Imágenes de lo que ella había visto del torso de Zoro durante toda la travesía desde que empezaron a viajar juntos aparecieron con nitidez en su mente. Ella lo había admitido antes, no estaba nada mal el hombre, musculoso, con fuerza para hacerla de todo… Intentó sacudir de su cerebro esas imágenes eróticas, pero volvieron con la misma fuerza o más que antes.

¿Qué estaba pasando? ¿Acaso se volvía tan cachonda que ya no se podía poner freno a sí misma?

La botella de zumo vacía miraba como una chica pelirroja se debatía internamente entre sus pensamientos, debate que empezaba a manifestarse en su cara. En su mente, y de una forma muy real, casi palpable, la imagen de un hombre en calzoncillos aparecía y ocupaba toda su vista. Ya ni siquiera podía asegurar que fuera Zoro, es como si la figura en sí no importara, sino sólo parecía importar el deseo.

La imagen parecía muy real, demasiado real… Nami se fijó en que ese hombre la agarraba con fuerza de una mano y la obligaba a recibir un beso de sus labios, humedeciendo su boca y entrando en su espacio, a la vez que sintió una presión en sus tetas porque estaban siendo estrujadas con otra mano. Nami sintió que sus pechos se revolvían lejos de su control, llevados por la excitación y empezaban a palpitar de forma intermitente pero acelerándose…

Nami abrió los ojos y vio que seguía en el puesto de vigía, el cielo oscuro ya había perdido mucha intensidad, el sol aparecía por el horizonte, despuntando con sus rayos el día.

¿Qué había sido aquello, una alucinación? Su cuerpo había reaccionado a ella, es más seguía reaccionando porque notaba un cosquilleo palpitante en sus tetas.

Nami levantó el cuello de su camiseta para observar sus pechos y vio que se empezaban a hinchar un poco, y los notaba inquietos. Pero lo más notable es que sus pezones estaban duros como el hielo de repente, tanto que casi le dolían.

De repente, el macho musculado estaba ante ella otra vez. Se quitó rápidamente la prenda interior y un falo salió de golpe, un potente miembro más grande que su antebrazo y grueso como un rodillo quedó ante la sorprendida chica. El hombre atacó sin miramientos a la entrepierna de la joven, metiendo sus manazas entre los muslos y hurgando entre los labios vaginales de Nami sin pudor. Mientras el pene ya tocaba a Nami entre sus pechos, era un pedazo de carne caliente que no dejó a la pirata indiferente. Nami sentía miedo ante aquella agresión, pero su cuerpo no opinaba igual, y su cerradita vagina empezaba a reaccionar estremeciéndose de forma placentera ante aquél extraño que quería poseerla…

Y aquél que intentaba poseerla volvió a desaparecer de repente. Nami volvió a ver el cielo cada vez más claro sobre su cabeza, se empezaba a colorear de azul claro.

Pero las sensaciones que aquella fantasía había dejado en su mente seguían expandiéndose por su cuerpo. Los pezones de la pirata seguían erectos y al roce de la camiseta se estremecían, parecía que el cualquier momento supurarían leche. Y ahora es la vagina de Nami la que lleva el compás del deseo sexual: el clítoris estaba muy sensible incluso a los pliegues de la vulva, y las paredes vaginales se empezaban a frotar y a humedecer, como si se preparasen para recibir el miembro dentro de ellas. La tela de las braguitas nuevas ya se empezaba a humedecer de nuevo…

Todo ese hervor de sensaciones fisiológicas tuvo su rápida repercusión en la mente de Nami. Su cuerpo se fundía de excitación fuera del control de su mente, sintió el calor de la excitación previa al orgasmo, como su cuerpo se elevaba y aumentaba la sensibilidad…

El Sol ya dejaba escapar sus rayos por el horizonte, estaba amaneciendo rápidamente en el mar.

Nami estaba temblando, temblando de deseo… Ella misma veía como sus manos temblaban sin que ella pudiera evitarlo. Entonces ella se dio cuenta de que no podía impedir darle de nuevo a su cuerpo lo que su cuerpo le pedía.

Bajó sus dedos a su cintura, impotente, y rindiéndose el intenso deseo repentino. Metió la mano debajo de sus braguitas y las yemas de sus dedos se pasearon por su rajita palpitante, que recibió con agrado la visita. Tocó su clítoris y experimentó un placer sin límites con tan sólo rozarlo. Una simple uña se mojó con un poquito de fluido que ya recubría sus labios vaginales.

Nami se arrodilló y se dedicó a frotar la zona pélvica con su mano de forma fiera, sintiendo el sexo cabalgar su cuerpo y mente una vez más. También estrujó sus pechos contra ella, queriendo sentirlo todo a la vez, buscando el orgasmo que se moría por encontrar.

Nami se retorcía de excitación una vez más en lo alto del mástil.

En ese momento, la luz del día apareció con más fuerza. Estaba amaneciendo y con ello empezarían a levantarse uno a uno los integrantes del barco en cuestión de pocos minutos.

Pillarían a Nami masturbándose…

Continuará

Muchas gracias por leerme. Agradezco sus comentarios y las sugerencias de cara al desarrollo de esta saga

Para contactar con el autor:

cantydero1@hotmail.com

 

“Sometiendo a mi jefa” (POR GOLFO) LIBRO PARA DESCARGAR

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SOMETIENDO 4

 

Sinopsis:

Una casualidad hace que un empleado de entere de un secreto de su jefa. Asqueado con la vida y con el modo tan despótico con el que le trata esa mujer, decide chantajearla. A través del placer y de la tecnología, logra convertir a esa zorra y a su secretaria en sus sumisas. 

 

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

http://www.amazon.es/Sometiendo-jefa-Fernando-Neira-GOLFO-ebook/dp/B010BUG08E/ref=sr_1_5?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1435311828&sr=1-5

 

Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

 

CAPÍTULO 1

 

Soy un nerd, un puto friky. Uno de esos tipos con pelo grasiento y gafas de pasta a los que jamás una mujer guapa se dignaría a mirar. Nunca he sido el objeto de la lujuria de un espécimen del sexo femenino, es más sé sin lugar a dudas  que hubiera seguido siendo virgen hasta los treinta, si no hubiese hecho frecuente uso de los favores de las prostitutas.

Magnífico estudiante de ingeniería, tengo un trabajo de mierda y mal pagado. Todos los buenos puestos se los dan a esa raza detestable de inútiles, cuyo único curriculum consiste en resultar presentables y divertidos.  En las empresas, suben por el escalafón sin merecérselo. Jamás de sus estériles mentes ha brotado una idea brillante. Reconozco que los odio, no puedo aguantar su hipocresía, ni sus amplias sonrisas.

Soy un amargado.  Con un  coeficiente intelectual de 165, no he conseguido pasar de ayudante del ayudante del jefe de desarrollo de una compañía de alta tecnología.  Mis supuestos superiores no me llegan al talón de mis zapatos. Soy yo quien siempre resuelve los problemas, soy yo quien lleva dos años llevando bajo mis hombros el peso del departamento y nadie jamás me lo ha agradecido, aunque sea con una palmadita en el hombro.

Pero aun así me considero afortunado.  

Os pareceré loco, cualquier otro os diría entre sollozos que desea suicidarse, que la vida no tiene sentido vivirla. Tenéis razón, hace seis meses yo era así, un pringado de mierda adicto a los videojuegos y a los juegos de roll, pero una extraña casualidad cambió mi vida.

Recuerdo que un viernes cualquiera al salir del trabajo, me dirigí al sex-shop que han abierto al lado de mi casa a comprar la última película de la actriz Jenna Jameson. Estaba contento con la perspectiva de pasarme todo el fin de semana viendo sus grandes tetas y su estupendo culo. No me da vergüenza reconocer que soy fan suyo. En las estanterías de mi casa podréis encontrar todas sus apariciones, perfectamente colocadas por orden cronológico.

Ya estaba haciendo cola para pagar cuando vi a la gran jefa, a la jefa de todos los jefes de mi empresa, entrando por la puerta. Asustado, me escondí no fuera a reconocerme. “Pobre infeliz”, pensé al darme cuenta de lo absurdo de mi acción. Esa mujer no me conocía, todos los días la veía pasar con sus estupendos trajes de chaqueta y entrar en su despacho. Estoy seguro que nunca se había fijado en ese empleaducho suyo que bajando la mirada, seguía su taconeo por el pasillo, disfrutando del movimiento de culo que hacía al andar.

Más tranquilo y haciéndome el distraído, la seguí por la tienda. El sentido común me decía que saliera corriendo, pero sentía curiosidad por ver que cojones hacía ese pedazo de hembra en un tugurio como ese. Resguardado tras un estante lleno de juguetes sexuales, la vi dirigirse directamente hacía la sección de lencería erótica.

« Será puta, seguro que son para ponerle verraco a un semental», me dije al verla arramplar con cinco o seis cajas de bragas.

Doña Jimena salió de la tienda nada más pagar, no creo que en total haya pasado más de cinco minuto en su interior. Intrigado, esperé unos minutos antes de ir a ver qué tipo de  ropa interior era el que había venido a buscar. Al coger entre mis manos un ejemplar idéntico a los que se había llevado, me quedé asombrado al descubrir que la muy zorra se había comprado unas braguitas vibradoras con mando a distancia. No podía creerme que esa ejecutiva agresiva, que se debía desayunar todos los días a un par de sus competidores, tuviese gustos tan fetichistas.

 « Coño, ¡Qué gilipollas soy! Esto es cosa de Presi. Va a ser verdad que es su amante y este es uno de los juegos que practican», pensé mientras cogía uno de esos juguetes y me dirigía a la caja.

 Ese fin de semana, mi querida Jenna Jameson durmió el sueño de los justos, encerrada en el DVD sin abrir encima de la cómoda de mi cuarto. Me pasé los dos días investigando y mejorando el mecanismo que llevaban incorporado. Saber cómo funcionaba y cómo interferir la frecuencia que usaban fue cuestión de cinco minutos, lo realmente arduo fue idear y crear los nuevos dispositivos que agregué a esas braguitas.

Al sonar el despertador el lunes, me levanté por primera vez en años con ganas de ir al trabajo. Debía de llegar antes que mis compañeros porque necesitaba al menos media hora para instalar en mi ordenador un emisor de banda con el que controlar el coño de Doña Jimena. Había planeado mis pasos cuidadosamente. Basándome en probabilidades y asumiendo como ciertas las teorías de un tal Hellmann sobre la sumisión inducida, desarrollé un programa informático que de ser un éxito, me iba a poner en bandeja a esa mujer. En menos de dos semanas, la sucesión de orgasmos proyectados según un exhaustivo estudio, abocarían a esa hembra a comer de mi mano.

Acababa de terminar cuando González, el imbécil con el que desgraciadamente tenía que compartir laboratorio, entró por la puerta:

― Hola pazguato, ¿Cómo te ha ido?, me imagino que has malgastado estos dos días jugando a la play, yo en cambio he triunfado, el sábado me follé una tipa en los baños de Pachá.

― Vete a la mierda.

No sé porque todavía me cabrea su prepotencia.  Durante los dos últimos años, ese hijo puta se ha mofado de mí, ha vuelto costumbre el reírse de mi apariencia y descojonarse de mis aficiones. Esa mañana no pensaba dedicarle más de esos cinco segundos, tenía  cosas más importantes en las  que pensar.

― ¿Qué haces?―  preguntó al verme tan atareado.

― Se llama trabajo,  o ¿no te acuerdas que tenemos dos semanas para presentar el nuevo dispositivo?

Mencionarle la bicha, fue suficiente para que perdiera todo interés en lo que hacía. Es un parásito, un chupóptero que lleva viviendo de mí desde que tuve la desgracia de conocerle. Sabía que no pensaba ayudarme en ese desarrollo pero que sería su firma la que aparecería en el resultado. Por algo era mi jefe inmediato.

― Voy por un café. Si alguien pregunta por mí, he ido al baño. Siempre igual, estaría escaqueado hasta las once, la hora en que los jefes solían hacer su ronda.

Faltaba poco para que la jefa  apareciera por el ascensor. Era una perfeccionista, una enamorada de la puntualidad y por eso sabía que en menos de un minuto, oiría su tacones y  que como siempre, disimulando movería mi silla para observar ese maravilloso trasero mientras se dirigía a su despacho.

Pero ese día al verla, mi cabeza en lo único que pudo pensar era en si llevaría puestas una de esas bragas. Doña Jimena debía de tener prisa porque, contra su costumbre, no se detuvo a saludar a su secretaria. Con disgusto miré el reloj, quedaban aún quince minutos para que mi programa encendiera el vibrador oculto entre la tela de su tanga.

En ese momento, me pareció ridículo esperar algún resultado, era muy poco probable que esa zorra las llevase puestas. « Seguro que solo las usa cuando cena con Don Fernando», pensé desanimado, « qué idiota he sido en dedicarle tanto tiempo a esta fantasía».

Es ese uno de mis defectos, soy un inseguro de mierda, me reconcomo pensando en que todo va a salir mal y por eso me ha ido tan mal en la vida. Cuando ya había perdido toda esperanza, se encendió un pequeño aviso en mi monitor. El emisor se iba a poner  a funcionar en veinte segundos.

Dejando todo, me levanté hacia la máquina de café. La jefa había ordenado que la colocaran frente a su despacho, para así controlar el tiempo que cada uno de sus empleados perdía diariamente. Sonreí al pensar que hoy sería yo quien la vigilara. Contando mentalmente, recorrí el pasillo, metí las monedas y pulsé el botón.

« Catorce, quince, dieciséis…», estaba histérico, « dieciocho, diecinueve, veinte».

Venciendo mi natural timidez me quedé observando fijamente a mi jefa. Creí que había fallado cuando de repente, dando un brinco, Doña Jimena se llevó la mano a la entrepierna. No tuve que ver más, recogiendo el café, me fui a la mesa. Iba llegando a mi cubículo, cuando escuché a mi espalda que la mujer salía de su despacho y se dirigía corriendo hacia el del Presidente.

Todo se estaba desarrollando según lo planeado, al sentir la vibración estimulando su clítoris, creyó que su amante la llamaba y por eso se levantó a ver que quería.  No tardó en salir de su error y más acalorada de lo que le gustaría volvió a su despacho, pensando que algún aparato había provocado una interferencia.

Ahora, solo me quedaba esperar. Todo estaba ya previamente programando, sabía que cada vez que mi reloj diese la hora en punto, mi querida jefa iba a tener que soportar tres minutos de placer. Eran las nueve y cuarto, por lo que sabiendo que en los próximos cuarenta y cinco minutos no iba  a pasar nada digno de atención me puse a currar en el proyecto.

Los minutos pasaron con rapidez, estaba tan enfrascado en mi trabajo que al dar la hora solo levanté la mirada para comprobar que tal y como previsto, nuevamente, había vuelto a buscar al que teóricamente tenía el mando a distancia del vibrador que llevaba entre las piernas.

― Deja de jugar, si quieres algo me llamas―  la escuché decir mientras salía encabronada del despacho de Don Fernando.

« ¡Qué previsibles son los humano! Si no me equivoco, las próximas tres descargas las vas a soportar pacientemente en tu oficina», me dije mientras programaba que el artefacto trabajara a plena potencia. « Mi estimada zorra, creo que esta mañana vas a disfrutar de unos orgasmos no previstos en tu agenda».

Soy metódico, tremendamente metódico. Sabiendo que tenía una hora hasta que González hiciera su aparición, me di prisa en ocultar una cámara espía dentro de una mierda de escultura conmemorativa que la compañía nos había regalado y que me constaba que ella tenía en una balda de la librería de su cubículo. Cuando dieran las dos de la tarde, el Presi se la llevaría a comer y no volvería hasta las cuatro, lo que me daría el tiempo suficiente de darle el cambiazo.

A partir de ahí, toda la mañana se desarrolló con una extraña tranquilidad porque, mi querida jefa, ese día, no salió a dar su ronda acostumbrada por los diferentes departamentos. Contra lo que era su norma, cerró la puerta de su despacho y no salió de él hasta que Don Fernando llegó a buscarla.

Esperé diez minutos, no fuera a ser que se les hubiera olvidado algo. El pasillo estaba desierto. Con mi corazón bombeando como loco, me introduje en su despacho. Tal y como recordaba, la escultura estaba sobre la segunda balda. Cambiándola por la que tenía en el bolsillo, me entretuve en orientarla antes de salir corriendo de allí. Nada más volver al laboratorio, comprobé que funcionaba y que la imagen que se reflejaba en mi monitor era la que yo deseaba, el sillón que esa morenaza ocupaba diez horas al día.

« Ya solo queda ocuparme del correo». Una de las primeras decisiones de la guarra fue  instalar un Messenger específico para el uso interno de la compañía. Recordé con rencor que cuando lo instalaron, lo estudié y descubrí que esa tipeja podía entrar en cualquier conversación o documento dentro de la red. Me consta que lo ha usado para deshacerse de posibles adversarios, pero ahora iba a ser yo quien lo utilizara en contra de ella.

Mientras cambiaba la anticuada programación, degusté el grasiento bocata de sardinas que, con tanto mimo, esa mañana me había preparado antes de salir de casa. Reconozco que soy un cerdo comiendo, siempre me mancho, pero me la sudan las manchas de aceite de mi bata. Soy  así y no voy a cambiar. La gente siempre me critica por todo, por eso cuando me dicen que cierre la boca al masticar y que no hable con la boca llena, invariablemente les saco la lengua llena de la masa informe que estoy deglutiendo.

No tardé en conseguir tener el total acceso a la red y crear una cuenta irrastreable que usar para comunicarme con ella. “Y pensar que pagaron más de cien mil euros por esta mierda, yo se los podría haber hecho gratis dentro de mi jornada”. Ya que estaba en faena, me divertí inoculando al ordenador central con un virus que destruiría toda la información acumulada si tenía la desgracia que me despidieran. Mi finiquito desencadenaría una catástrofe sin precedentes en los treinta años de la empresa. « Se lo tienen merecido por no valorarme», sentencié cerrando el ordenador.

Satisfecho, eché un eructo, aprovechando que estaba solo. Otro de los ridículos tabúes sociales que odio, nunca he comprendido que sea de pésima educación el rascarme el culo o los huevos si me pican. Reconozco que soy rarito, pero a mi favor tengo que decir que poseo la mente más brillante que he conocido, soy un genio incomprendido.

Puntualmente, a las cuatro llegó mi víctima. González me acababa de informar que se tomaba la tarde libre, por lo que nadie me iba a molestar en lo que quedaba de jornada laboral. Encendiendo el monitor observé con los pies sobre mi mesa cómo se sentaba. Excitado reconocí que, aunque no se podía comparar a esa puta con mi amada Jenna, estaba muy buena. Se había quitado la chaqueta, quedando sólo con la delgada blusa de color crema. Sus enormes pechos se veían deliciosos, bien colocados, esperando que un verdadero hombre y no el amanerado de Don Fernando se los sacara. Soñando despierto, me imaginé torturando sus negros pezones mientras ella pedía entre gritos que me la follara.

Mi próximo ataque iba a ser a las cinco. Según las teorías de Hellmann, para inducir una dependencia sexual, lo primero era crear una rutina. Esa zorra debía de saber, en un principio, a qué hora iba a tener el orgasmo, para darle tiempo a  anticipar mentalmente el placer que iba a disfrutar. Sabía a la perfección que mi plan adolecía de un fallo, bastaba con que se hubiese quitado las bragas para que todo se hubiera ido al  traste, pero confiaba en la lujuria que su fama  y sus carnosos labios pintados de rojo pregonaban. Solo necesitaba que al mediodía, no hubiera decidido cambiárselas. Si mi odiada jefa con su mente depravada se las había dejado puestas, estaba hundida. Desde la cinco menos cinco y durante quince minutos, todo lo que pasara en esa habitación iba a ser grabado en el disco duro del ordenador de mi casa. A partir de ahí, su vida y su cuerpo estarían a mi merced.

Con mi pene excitado, pero todavía morcillón, me puse a trabajar. Tenía que procesar los resultados de las pruebas finales que, durante los dos últimos meses habíamos realizado al chip que, yo y nadie más, había diseñado. Oficialmente su nombre era el N― 414/2010, pero para mí era “el Pepechip” en honor a mi nombre. Sabía que iba ser una revolución en el sector, ni siquiera Intel había sido capaz de fabricar uno que le pudiera hacer sombra.

Estaba tan inmerso que no me di cuenta del paso del tiempo, me asusté cuando en mi monitor apareció la oficina de mi jefa. Se la notaba nerviosa, no paraba de mover sus piernas mientras tecleaba. « Creo que no te las has quitado, so puta», pensé muerto de risa, « ¿sabes que te quedan solo tres minutos para que tu chocho se corra? Eres una cerda adicta al sexo y eso será tu perdición».

Todo se estaba grabando y por medio de internet, lo estaba enviando a un lugar seguro. Doña Jimena, ajena a que era observada, cada vez estaba más alterada. Inconscientemente, estaba restregando su sexo contra su silla. Sus pezones totalmente erizados, la delataban. Estaba cachonda aún antes de empezar a sentir la vibración. Extasiado, no pude dejar de espiarla, si llego a estar en ese momento en casa, me hubiera masturbado en su honor. Ya estaba preparado para disfrutar cuando, cabreado, observé que se levantaba y salía del ángulo de visión.

― ¡Donde vas hija de puta!, ¡Vuelve al sillón!―  protesté en voz alta.

No me lo podía creer, la perra se me iba a escapar. No me pude aguantar y salí al pasillo a averiguar donde carajo se había marchado. Lo que vi me dejó petrificado, Doña Jimena estaba volviendo a su oficina acompañada por su secretaria. Corriendo volví al monitor.

« ¡Esto no me lo esperaba!», sentencié al ver, en directo, que la mujer se volvía a sentar en el sillón mientras su empleada poniéndose detrás de ella, le empezaba a aplicar un sensual masaje. « ¡Son lesbianas!», confirmé cuando las manos de María desaparecieron bajo la blusa de su jefa. El video iba a ser mejor de lo que había supuesto, me dije al observar que mi superiora se arremangaba la falda y sin ningún recato empezaba a masturbarse. « Esto se merece una paja», me dije mientras cerraba la puerta con llave y sacaba mi erecto pene de su encierro.

La escena era cada vez más caliente, la secretaria le estaba desabrochando uno a uno los botones de la camisa con el beneplácito de la jefa, que sin cortarse le acariciaba el culo por encima de la falda. Al terminar, pude disfrutar de cómo le quitaba el sostén, liberando dos tremendos senos. No tardó en  tener  los pechos desnudos  de Doña Jimena en la boca. Excitado le vi morderle sus oscuros pezones mientras que con su mano la ayudaba a conseguir el orgasmo. No me podía creer que esa mosquita muerta, que parecía incapaz de romper un plato, fuera también una  cerda viciosa. Me arrepentí de no haber incorporado sonido a la grabación, estaba perdiéndome los gemidos que en ese momento debía estar dando la gran jefa.  Soñando despierto, visualicé que era mío, el sexo que en ese momento la rubita arrodillándose en la alfombra estaba comiéndose y que eran mis manos, las que acariciaban su juvenil trasero. Me encantó ver como separaba las piernas de la mujer y hundía la lengua en ese deseado coño. El clímax estaba cerca, pellizcándose los pezones la mujer le pedía más. Incrementé el ritmo de mi mano, a la par que la muchachita aceleraba la mamada, de forma que mi eyaculación coincidió con el orgasmo de mi ya segura presa.

« ¡Qué bien me lo voy a pasar!», mascullé mientras limpiaba las gotas de semen que habían manchado mi pantalón. « Estas putas no se van a poder negar a  mis   deseos». Y por primera vez desde que me habían contratado, me tomé la tarde libre. Tenía que comprar otras bragas a las que añadir los mismos complementos que diseñé para la primera. ¡Mi querida Jenna tendría que esperar!

 

 

Relato erótico: “El consuelo de mi suegra 3” (POR JULIAKI)

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Al día siguiente traté de pensar en todo lo acontecido, intentando poner cierta racionalidad al asunto, pero eran demasiadas sensaciones para digerirlas sin apenas tiempo, primero por estar metido en un lío del que casi no había podido escapar, como tampoco el hecho de tener a mi suegra en mi cabeza continuamente. Era algo que cuanto más pensaba en hacerla desaparecer de mis pensamientos, poniendo incluso la cara de mi novia en mi mente, volvía otra vez la de su madrastra. Era algo incontrolable. Todo resultaba extraño, prohibido, morboso… nada más cachondo que sentir la atracción de la mujer de mi novia.

Mónica vino a buscarme a casa muy temprano para empezar a preparar el cumpleaños especial de Sofía, que además sería nuestra presentación familiar y la petición de mano, todo un pack, que sin comerlo ni beberlo tendría en menos de 24 horas.

El deportivo negro de mi jefa era espectacular, como ella. Uno de esos coches que solo ves en las revistas y muy pocas veces por la calle, sabiendo que difícilmente podría tener uno algún día. De pronto pensé que eso podría suceder si realmente me casaba con Sofía.

Mónica se bajó del coche y volví a alucinar al verla. Estaba preciosa con una minifalda de cuero negro muy ceñida, dejando a la vista unos torneados muslos morenos. Su camiseta roja, igualmente ceñida, ofrecía un grandioso escote y sus zapatos de tacón, rojos también, realzaban la figura de aquella hermosísima mujer.

− ¡Qué guapa! – dije inconscientemente.

Ella se acercó a mí, dando pequeños pasos pues sus tacones eran de vértigo. De pronto se abrazó a mí y me plantó dos besos en las mejillas, no sin antes pegar su enorme busto contra mi cuerpo y volviendo a notar la dureza de mi polla contra su cuerpo. Nuestros abrazos y besos se habían convertido en cotidianos, de dos buenos amigos, pero mi pene no parecía acostumbrarse a eso y volvía a ponerse durísimo.

− Gracias, eres un cielo, Víctor. – respondió muy halagada supongo que tanto por mi piropo como por la dureza de mi miembro bajo el pantalón.

De pronto soltó el llavero de su mano y dejó colgando la llave invitándome a conducir aquel deportivo negro de gran cilindrada.

− ¿Puedo? – pregunté cómo un niño con zapatos nuevos.

− Claro, ya sabes que lo mío es tuyo. – añadió pegando sus tetas a mi brazo para acariciar mi nuca y el comienzo de mi pelo por detrás de forma cariñosa y fogosa a la vez.

Se puede decir que me quedé temblando no sólo al sentir su roce sino al oírle decir aquellas palabras “lo mío es tuyo”. Me subí al volante de aquel coche y empecé a disfrutar de su potencia, de su frenada, de su agarre… intentando no distraerme demasiado teniendo en cuenta que mi copiloto era una rubia de ojos inmensos, blanca sonrisa, piernas interminables y una delantera de alucinar. Puedo asegurar que conducir así es algo realmente complicado. Ella notaba mis miradas y se removía en el asiento de forma coqueta y sensual, poniéndome aún más nervioso. Yo cada vez disimulaba menos observando a mi nueva amiga, porque así quería considerarla y nada más, pero mi polla seguía pensando otra cosa y estaba en posición de “firmes” una vez más. Ella miraba aquel bulto de vez en cuando y sonreía triunfal.

Visitamos varias empresas especializadas en organizar eventos y fiestas. Al final contratamos no el presupuesto más barato precisamente, sino una empresa que prácticamente lo ponía todo: La comida, las mesas, sillas, orquesta, globos, payasos, lo que hiciera falta. No reparamos en gastos, como nos había ordenado Ernesto, al fin y al cabo era la fiesta especial para su hija y Mónica extendió un cheque desorbitado para esa fiesta especial para Sofía en su 20 cumpleaños.

Luego pasamos por la joyería donde saludaron a Mónica con confianza, pues debía ser una de sus clientas VIP. Escogimos varios modelos de sortija pero ella concretó una que le gustó desde el principio y no pude negarme pues estaba más atento al cruce de sus muslos que a las piedras que brillaban en aquel anillo. El precio de la joyita en cuestión superaba con creces mi sueldo de todo un año. No puse peros, sabiendo que a ella le había encantado y yo evidentemente no podía discutir ni pagar semejante suma. El hombre que nos atendía tampoco podía quitar su vista del escote y las piernas de Mónica, que sabiéndose observada hacía los movimientos más lentos y premeditados. ¡Era toda una artista!

− No le digas a Sofía que lo elegí yo – me dijo de pronto ella.

− De acuerdo, no te preocupes, diré que fui yo. – añadí sabiendo que a Sofía le iba a encantar el anillo, pero sobre todo ocultándole que lo había elegido su madrastra.

Después recorrimos diversos centros comerciales, en los que yo aproveché para elegir algo de ropa para la fiesta mientras Mónica hacía lo propio en otras boutiques. De camino a casa, mientras yo conducía el precioso deportivo, me pidió curiosear las bolsas para dar el visto bueno a mi vestimenta y se alegró mucho al ver mi traje, mi corbata y mis zapatos, pues escogí prendas caras sabiendo que allí tenían cuenta mis futuros suegros.

− ¿Quieres ver lo que me compré yo? – me preguntó con ese aire tan sensual.

Asentí y ella abrió sus bolsas, enseñándome sus compras: un vestido corto, marrón de lycra que aparentaba ser muy ceñido. Luego me enseñó lo que contenía otra de las bolsas y era un conjunto de lencería de lo más sexy. Casi pierdo el control de aquel coche al ver un diminuto tanga negro, un sujetador igualmente negro, casi transparente, medias, ligueros y un body-corset color burdeos.

− Esta es una sorpresa para Ernesto. Espero que le guste – dijo poniéndose el sostén sobre su camiseta ubicando provocadoramente la punta de su lengua en el labio superior.

Mi polla palpitaba bajo mi pantalón figurándose como le quedaría aquella ropa a mi amada suegra que sin duda sería de alucinar.

Al final llegamos a casa. No había estado nunca allí y me quedé nuevamente impresionado. Una enorme mansión con una gran piscina, un jacuzzi, una cancha de pádel y varios coches aparcados fuera. Sin duda la bodega daba mucha pasta y si nada lo impedía yo podría convertirme en un heredero más de esa gran fortuna. No sonaba nada mal.

Mónica me estuvo enseñando la enorme casa, con innumerables habitaciones y me quedé especialmente asombrado con la de matrimonio que era más grande que mi piso entero, con una gran terraza y vistas al jardín y a la piscina. Volví a imaginar a esa rubia retozando en la gran cama con su marido y mi polla dio otro de sus respingos. Guardamos a buen recaudo el anillo en una caja fuerte que tenían en el salón y después me comentó:.

− ¡Uf, estoy agotada! ¿Quieres tomar algo?

− Si, algo fresco. Te lo agradezco.

− ¿Unas cervecitas?

− Vale.

Me senté en una de las tumbonas del jardín después de una mañana tormentosa y se agradecía recibir los rayos del sol allí sentado. MI preciosa mamá política volvió con dos enormes copas de cerveza muy fría. Charlamos animadamente, uno en cada tumbona disfrutando el momento y comentando los detalles del evento.

− ¡Qué bien lo hemos hecho todo juntos! – dijo dándome la mano.

− Sí – contesté de nuevo halagado por sentirme así de arropado por mi preciosa suegra. Me encantaba estar así, agarrado de su mano.

− Eres un encanto.

− Tú también – contesté sin vacilar.

Mónica apoyó sus labios en el dorso de mi mano mirándome como una gatita mala, para después comentarme:

− ¿Sabes? Me apetece darme un baño, hace calor y así me refresco. ¿Te animas?

− Yo… pero es que no tengo bañador. – dije apurado.

− No importa, con la ropa interior que compraste, seguro que parece que es tu bañador. Tenemos confianza y estamos solos. – añadió ella pasando su lengua por los labios.

− Es que…

− No hay más que hablar, cámbiate aquí y yo voy a casa a por el mío.

Me quedé descolocado pero al fin pensé que podría ver a esa mujer con menos ropa y eso me animó realmente a hacerle caso. Me dije a mi mismo que podría ser mi madre y que debería verla como tal, pero mi otro yo, en forma de pene duro, parecía decir lo contrario. Pensándolo bien, no había pasado nada y se podía considerar todo ¿normal?

Me quité la ropa, quedándome desnudo, acaricié mi polla que estaba durísima y saqué uno de los bóxers que había comprado en la tienda y efectivamente no parecía un calzoncillo, metí una pierna, la otra… cuando oí una voz a mi espalda.

− ¡Qué culito! – dijo Mónica, lo que hizo ponerme nervioso y casi me caigo en la maniobra de terminar de calzarme mi pequeña prenda.

Sin duda había visto mi cuerpo desnudo de espaldas y pareció disfrutar. No pensé que me hubiera estado observando. Coloqué mi verga lo mejor que pude y cuando me giré me quedé petrificado:

Mónica llevaba un bañador fucsia de una pieza, completamente adherido a su piel haciendo resaltar su preciosa y aterciopelada piel morena, tanto la de sus brazos, sus hombros, escote y piernas de una forma digna de enmarcar. Su enorme busto parecía querer salirse por la parte superior e incluso por los costados de esa pequeña prenda de lycra. Su figura se dibujaba divina bajo ese traje de baño, pero lo mejor es que al ser tan fina la tela, se revelaba cada relieve, desde sus pezones abultados, pasando por el agujerito que se adentraba en su ombligo o el bulto de su monte de venus en el que parecía entreverse el vello que debía adornar su pubis. Me quedé boquiabierto con mi erección de caballo.

− Ya puedes cerrar la boca – me dijo sonriendo y dando un trago a la cerveza.

− Perdóname Mónica – me disculpé tapando con mis manos mi evidente erección bajo mis bóxers.

− No, hombre, es un halago para mí que te guste mi bañador y veo que otro se ha alegrado también. – añadió señalando traviesa hacia mi polla que apenas podía cubrir con mis manos.

− Gracias Mónica.

− De nada, además yo también me siento muy bien viéndote a ti. Tienes un cuerpo precioso y hay que lucirlo.

− Gracias.

− No, gracias a ti. Por cierto, ¿te gustó mi regalo? – dijo sentándose en la tumbona y haciendo un cruce de piernas asombroso.

Me quedé sorprendido cuando me hizo esa pregunta y tardé en reaccionar hasta que ella me aclaró.

− Sí, hombre, mis braguitas. Las que te quedaste ayer en el despacho de Ernesto.

Casi me da algo al oírle decir eso y respondí azorado sin saber exactamente qué contestar.

− Esto… yo… no sabía…

Comprendí por fin, que el tema de las bragas no había sido accidental ni mucho menos y que todo era premeditado.

− Tenía pensado devolvértelas. – comenté al fin.

− No te apures hombre, somos amigos y me hiciste un gran favor. Por mí te las puedes quedar… si es que te gustan.

− Sí, esto…

− Mira, cuando llegué al despacho de Ernesto estaba mojadísima, porque es que después de estar encima de ti en la biblioteca, me excité mucho, tanto que por eso tuve que darle un buen repaso a mi marido, cómo pudiste comprobar, de modo que puedes quedártelas como recuerdo y como regalo, ya que te las has ganado.

Así que resultaba que yo había conseguido ponerla cachonda y tuvo que desquitarse con su esposo. No sé si eso era bueno o malo. El caso es que esa mujer conseguía asombrarme en cada momento y aunque yo pensara que en el fondo estaba haciendo algo malo, mi otro yo disfrutaba de esas sensaciones, de esos juegos y esa provocación continua de mi futura suegra.

A continuación, Mónica abrió ligeramente las piernas sin duda para que siguiera disfrutando de ese panorama que ofrecían sus muslos y la braguita que se remetía por sus ingles. Ella comenzó a hacerse una coleta con su cabello, estirando su espalda y remarcando su busto, sabiendo que yo no le quitaba ojo. A continuación se levantó, avanzando lentamente… hizo un largo recorrido por el borde de la piscina y yo seguí su trayectoria detenidamente, observando cómo aquel bañador por detrás apenas podía cubrir su enorme culazo. Casi me muero viendo aquellos andares electrizantes.

Ella dio un saltito y se metió en la piscina de cabeza como toda una nadadora profesional. Tras unos segundos emergió del fondo de la piscina mostrando su cabello completamente mojado y su cara resplandeciente llena de gotitas que acentuaban su hermosura. Me acerqué a aquel monumento mientras observaba cómo nadaba alegremente por la piscina.

− ¡Vamos, métete! – me animó desde abajo. – ¡Está buenísima!

“Tú sí que estás buenísima” – pensé. Después salté de la misma forma en que había hecho ella segundos antes, zambulléndome en aquel agua fresquita para quedar casi pegado al cuerpo de mi preciosa rubia. Estar tan cerca de ella allí metido en el agua, me hacía sentirme dichoso y ella parecía disfrutar jugando y provocándome, salpicando mi cara, haciéndome cosquillas o rozándose al principio en aparentes accidentes y mucho más descaradamente después. Me animé y también le di unos cuantos toques, roces y cosquillas que fueron en aumento, incluyendo un buen sobeteo de su culo y de sus tetas con cierto disimulo pero sin desaprovechar aquella magnífica ocasión. Todo era un juego aparentemente inocente… pero de inocente nada.

Salió juguetona por la escalera de la piscina. Observarla salir del agua no fue menos estimulante, advirtiendo que su pequeño bañador se ajustaba más a sus curvas y además mostraba más transparencias de las soñadas, como un par de redondos pezones marrones que se manifestaban erguidos claramente llamando al pecado y unos pelitos oscuros a la altura de su sexo.

Allí permaneció un rato de píe al borde de la piscina para que yo pudiera admirarla de lleno. Al mismo tiempo, yo cada vez me cortaba menos y le miraba descaradamente todo su cuerpo, la transparencia de sus pezones y el difuminado vello de su pubis bajo esa prenda mojada. Estaba a tope viendo a aquella mujer tan sensual. A continuación se sentó en una de las tumbonas y se fue secando con la toalla, muy despacio pero de una forma tremendamente lasciva, mirándome de reojo, sabedora de su tremendo atractivo y de su extremado potencial exhibicionista.

− Ven siéntate conmigo y seguimos planificando la fiesta. – me dijo dando palmaditas a su lado para que saliera de la piscina para acompañarla en la tumbona.

− Es que…

− No pasa nada porque tengas una erección, cariño. – añadió sonriente para tranquilizarme.

Lo de llamarme cariño era algo nuevo que me encantó, pero lo mejor, la naturalidad a la hora de hablar de mi tremenda empalmada, aunque claro, ella era la culpable de todo. Al salir de la piscina sus ojos se clavaban en mi polla que con la prenda mojada se formaba en auténtico relieve. Era un rollo de carne envuelto en mi mojado calzoncillo, dispuesto a lo que fuera.

− Vaya Víctor, tienes que tener muy contenta a Sofía – dijo descaradamente señalando mi bulto

Me ofreció una toalla y comencé a secarme sin que ella perdiera detalle de mi cuerpo. Lo cierto es que me gustaba esa forma en cómo me miraba, de arriba abajo, desde mis pectorales, mis abdominales, mis brazos y mi abultado miembro bajo mis pequeños calzoncillos. Yo también jugaba a eso de exponerme de forma aparentemente casual, aunque mis movimientos eran calculados para que ella también se divirtiera examinando mi cuerpo.

Me senté junto a ella, charlamos de cada detalle, como dónde ubicar las mesas, las sillas y la orquesta que amenizaría el evento. Mónica se levantó y fue señalándome los sitios donde iba cada cosa, pero yo estaba más atento a sus movimientos, al acompasado vaivén de sus tetas bajo la apretada pieza de baño, por no hablar de cómo quedaba a la vista el resto de su anatomía, desde sus caderas, su cintura, sus muslos… Ella se sabía admirada y exageraba más sus movimientos haciendo que mi empalmada no bajase ni un milímetro.

− Aquí se podría poner la orquesta – dijo desde el fondo del jardín.

− Un poco apartada. – comenté.

− No, así se puede bailar en toda esta zona.

− ¿Habrá baile? – pregunté.

− Claro. ¿No me digas que no sabes…?

Se acercó hasta mí y tirando de mi mano me hizo levantarme de la tumbona para quedar de pie junto a ella. Esta vez no me importó que observara mi bulto, es más, me gustó mostrárselo. En ese momento colocó cada una de mis manos en su cintura y las suyas abrazando mi nuca.

− ¡Pégate hombre, que no muerdo! – me ordenó.

Obedecí como un niño bueno y me pegué a su maravilloso cuerpo. Esta vez casi sin ropa, nuestros cuerpos quedaron unidos en aquel baile, donde la única separación era una fina tela. Percibía claramente sus dos globos contra mi pecho, su sexo abultado contra mi muslo y mi polla aprisionada a la altura de su bajo vientre. Sentir su piel, su olor y toda su anatomía pegada a mí, era un auténtico sueño hecho realidad.

− Mmmm, ¿Te gusta? – me preguntó con su mejilla pegada a la mía y su boca en mi oreja.

− Sí, mucho.

− Me encanta bailar… – añadió casi en un lamento – y por cierto, no lo haces nada mal.

Bueno, desde luego aquello era de todo menos baile. Para empezar no había música, íbamos medio desnudos y nuestros movimientos eran más de frotarse que de otra cosa. Mónica se dio la vuelta y yo volví a abrazarla pero esta vez por detrás sintiendo cómo su culo se ubicaba abrazando mi polla que no dejaba de tensarse, mientras ella giraba su pandero de forma lujuriosa. Casi me da algo. Sin embargo no solté su cintura sino que me agarré más fuerte a ella, imaginando como podría ser estar así con ella, pero completamente desnudos.

− No lo haces nada mal, Víctor – insistía restregando su culo contra mi erguida verga sin cesar, al tiempo que mis manos dibujaban sus caderas y su cintura.

En ese instante sonó su móvil que estaba sobre una mesa y nos separamos fulminantemente, fue algo que en principio me molestó, pues yo estaba realmente en la gloria, pero casi era de agradecer que aquello se detuviera, pues era la madre de mi novia y la mujer de mi jefe y ambos sabíamos que la cosa podía acabar mal, al menos yo estaba seguro de eso. Era Ernesto el que llamaba. A ella pareció incomodarle también. Me senté en mi tumbona y le di un buen trago a mi copa de cerveza observando como mi suegra se movía por el jardín hablando con su esposo por teléfono. Disfruté una vez más de su cuerpo embutido en aquel fino bañador fucsia. Era una mujer increíblemente sexy.

Tras colgar el móvil pude notar sus pezones más erectos de lo normal, sin duda estaba muy cachonda, tanto como yo, supongo.

− Era Ernesto. Me ha dicho si lo hemos comprado todo y que tiene que ser una buena sorpresa.

Desde luego para mí, no dejaban de ser todo un cúmulo de sorpresas, no sé si su marido podría sospechar algo, pero era claro que esa mujer era toda una bomba.

− ¿Le gustará todo este regalo a Sofía? – me preguntó.

− Sí, desde luego. – dije yo recolocando mi incómoda polla bajo el slip.

− A su padre también le encantará todo, ¿No te parece?

− Claro.

− ¿Crees que le gustará el conjunto de lencería que me compré?

− Estoy seguro, Mónica. – afirmé sabiendo lo bien que le quedaría en ese cuerpazo.

− Espera, mejor me lo pruebo y me lo dices de primera mano

− ¿Cómo? Pero… yo…

No me dio tiempo a decirle nada más, pues mi rubia suegra se metió en la casa a toda prisa, dispuesta a probarse el conjunto y no me acababa de creer que me lo fuera a mostrar a mí antes que a su esposo. ¡Era todo alucinante!

Agarré mi polla por encima de mi calzoncillo pues seguía pletórica. No era para menos, teniendo a aquella rubia danzando, provocando… excitándome con sus juegos. Me giré y me di unos cuantos zumbazos a la piel de mi miembro, viendo mi glande completamente inflamado y morado, se veía casi a punto de estallar. No era de extrañar, esa mujer me estaba volviendo loco. De pronto, no sé por qué, me sentí mal y ubiqué mi miembro dentro del slip de nuevo. Me maldecía por excitarme continuamente con mi suegra, por estar salido como un perro… En cierto modo había abusado de la generosidad de mi jefe por un lado y de la confianza de Sofía, que ahora estaba lejos y de seguro no sospechaba que estaba medio desnudo restregando todo mi cuerpo con el de su madre. Estaba decidido a darle cualquier excusa a Mónica para irme de allí y no ir más allá de lo que me temía podría pasar si continuaba más tiempo junto a esa impresionante mujer.

Justo cuando me disponía a recoger mi ropa tirada por el suelo, apareció la preciosa Mónica, esta vez ataviada con el conjunto de lencería que anteriormente había visto sacar de las bolsas, pero que puesto sobre su cuerpo era más sexy y arrebatador de lo que pudiera imaginar. El body de color granate se aprisionaba contra su cuerpo desbordando unas tetas por encima, apenas tapadas por un diminuto sostén semitransparente ofreciendo la imagen de unos pezones rosados preciosos adornando esos enormes globos. Unas braguitas diminutas tipo tanga, como las que me quedé de regalo el día anterior, apenas podían cubrir su sexo y esta vez se veía claramente el pelo recortado de su pubis. Sus muslos estaban pletóricos enfundados en unas medias negras con su correspondiente liguero, y para rematar sus zapatos negros de tacón fino. ¡Impresionante visión de una diosa!

Avanzó hacia mí de forma parsimoniosa moviendo exageradamente sus caderas a cada paso. Se detuvo, poniéndose a poca distancia de mí y se giró mostrando su culo apenas tapado por la fina tela del tanga que se colaba por sus prominentes glúteos.

− Bueno, sé sincero Víctor ¿qué tal? – me preguntó mirando a mi polla que ya asomaba la punta por encima de la cinturilla del calzoncillo.

− ¡Preciosa! – fue lo único que alcancé a decir prácticamente babeando…

− Gracias. Es bonito este conjunto, ¿Verdad? – añadió girando sobre sí misma.

Yo apenas podía articular palabra, tan solo ver cada resquicio de piel que asomaba por cada una de aquellas pequeñas y ceñidas prendas, flipar con sus grandes pechos, la rotundidad de un pandero de película y esos muslos de largas piernas enfundadas en negras medias que harían las delicias hasta del menos fetichista de los mortales.

− ¿Crees que es mejor con el corsé o sin él? – me preguntó acariciando sus caderas y observando sonriente la cabeza de mi polla asomando por la tirilla del slip.

− Yo… no sé… ¡Estás preciosa, Mónica! – dije impulsivamente.

− Gracias, cariño. Mejor me lo quito y opinas. – sentenció decidida.

Yo es que no me lo podía creer, cuanto más me ponía a mi mismo el freno, ella más se me lanzaba y me dejaba totalmente K.O. Mónica se echó las manos a la espalda y moviendo sus muslos como si bailara, se fue quitando la lazada del corsé que oprimía su cuerpo.

− ¿Puedes ayudarme Víctor?, yo sola no puedo.

− Claro. – dije levantándome de inmediato.

Mónica se giró quedando de espaldas a mí y me volvía loco de tenerla así, tan cerca, aquella maravilla andante, me estaba regalando el mayor placer de contemplación y no solo eso, sino que me pedía que le quitara ese apretado body. Bajé la vista para ver ese redondo culo a unos centímetros de mi polla. Ella giró su cabeza para sonreírme sabiendo que yo estaba alucinando. Movió su trasero para darle un golpetazo a mi tiesa verga que estaba a punto de estallar. Unas gotas de líquido pre seminal salieron por la punta.

− Vamos, Víctor, quítamelo. – me inquirió pero de forma sugerente.

Con mis dedos temblorosos fui soltando la lazada que oprimía su espalda y su cintura con aquel body granate, hasta que lo pude desatar y quedarme con la prenda en la mano. Ella quedó solo con su pequeño sostén, su tanga, su liguero y sus medias. Se giró para quedar delante de mí mostrándome su cuerpo ataviado con esas pequeñas prendas tan sexys.

− ¿Y bien?, ¿Mejor? – preguntó girando de nuevo sobre sí misma y dibujando sus curvas con las manos…

− Si, estás increíble Mónica – dije con total sinceridad totalmente impresionado.

− Siéntate y me observas bien.

Tras decir aquello, estaba claro que a ella le gustaba dominar ese juego de la seducción, de la provocación y de la lascivia hasta grado sumo. Yo me senté y seguí admirando el cuerpo de mi suegra medio desnuda. Ni en mis mejores sueños lo hubiera imaginado. La preciosa rubia comenzó a hacer un baile sensual, de movimientos circulares y oscilantes, dejando a la vista sus mejores dotes de “show girl”.

− ¿Te parezco sexy con mi conjunto?

− ¡Muchísimo!

− Jajaja, veo que sí – dijo señalando la cabeza de mi polla que asomaba de nuevo por encima del slip.

− Perdona…

− No, no seas bobo, es tu mejor opinión sincera y sin palabras… con solo verte, sé que este atuendo va a hacer las delicias de mi marido cuando se lo muestre la noche de la fiesta.

− Quedará impresionado. – le confirmé.

− Sí, a él también le excita. ¿Sabes lo que más le gusta? Que me quite las medias bailando. ¿Quieres verlo?

Asentí tragando saliva. En ese momento Mónica sin pensarlo dos veces se fue acercando hasta donde yo estaba sentado y puso su pie entre mis piernas girando su tobillo colocando la punta de su tacón casi rozando mis huevos. Luego, de forma seductora se fue desatando el liguero hasta tirarlo sobre la hierba y poco a poco sin dejar de mirarme fijamente a los ojos se desenrolló la primera media y al estirar su cuerpo hasta llegar a sus tobillos, ofrecerme al mismo tiempo la panorámica de sus tetas casi saliéndose por encima del pequeño sostén.

− Ayúdame. – dijo señalando su zapato de tacón de aguja.

La descalcé, saqué su media, no sin antes acariciar la suave tersura de su pantorrilla y volverle a colocar el estilizado zapato esta vez sin medias. Luego puso el otro pie entre mis muslos, haciendo la misma operativa y consiguiendo que me estremeciera con cada uno de sus gestos tan exhibicionistas.

− ¿Te gustó el show? – preguntó acariciando sus caderas y moviéndolas como si fuera una serpiente cimbreante

− ¡Increíble!

No podía creerme la suerte que tenía de haber sido el espectador de excepción de aquel maravilloso y extraordinario show, digno de una mujer tan impresionante como ella.

Mónica se fue acercando hacia donde yo estaba sin que yo pudiese retirar la vista de su cuerpo, hasta que de pronto abrió sus piernas y se sentó a horcajadas sobre mí. Hubo un momento en el que pensé que me iba a desmayar, teniendo a mi adorada suegra medio desnuda sobre mí. Fue moviendo sus muslos rozándose piel a piel con los míos hasta que nuestros sexos entraron en contacto de nuevo, como lo hicieran en la biblioteca el día anterior, salvo que esta vez, frente a frente y con nuestras prendas aún más finas y nuestro contacto más directo. Ella soltó un pequeño gemido cuando nuestros sexos se juntaron y yo debí soltar otro. No hablamos nada, tan solo nos mantuvimos así, ella subida sobre mi polla que notaba claramente los labios de su dilatada vulva y sus brazos cruzados tras mi nuca, mientras mis manos acariciaban su cintura. Sus ojos brillaban y mi polla palpitaba allí abajo sintiendo el calor de una raja que la abrazaba y la exprimía. El pecho de Mónica oscilaba en cada respiración, sus ojos brillaban y su boca estaba entreabierta. Se humedecía los labios con su lengua…

Veo que te alegras de verme, dijo con su boca escasos centímetros de la mía y frotando su sexo contra el mío de forma que mi polla se restregaba directamente con su rajita palpitante. Sus tetas se movían acompasadas casi pegadas a mi cara, con cada movimiento de su pelvis y mis manos se aferraron de nuevo a su cintura, sintiendo el cuerpo de esa mujer como si me la estuviera follando.

− Tengo pensado subirme así sobre Ernesto. Sé que le encanta ¿A ti? – preguntó con aire inocente.

Sin contestar, me limité a acariciar su cintura e incluso bajar mis manos hasta tocar directamente la piel de su redondo culo únicamente tapado por el pequeño tanga.

− Seguro que se pone así de excitado, como tú. ¿No crees? – insistía ella.

De pronto, un remordimiento interno me invadió. Pensé en Sofía y de lo deshonesto que estaba siendo con ella, que seguramente estaría estudiando en la universidad, ajena totalmente a lo que estaba sucediendo en su propia casa, de manos del depravado de su novio y nada menos que con su madrastra. Traté de poner racionalidad a la locura que estaba entre mis manos, nunca mejor dicho, que no era otra que mi futura suegra convertida en una diablesa deliciosa, de curvas vertiginosas que ahora estaba abrazada a mí. Seguramente la oportunidad no se me volvería a presentar jamás y posiblemente debía ser un idiota por estar pensando en esos momentos en seriedad, responsabilidad, fidelidad… pero no podía hacerle eso a Ernesto y mucho menos a Sofía, mi novia, era toda una traición teniendo en cuenta la animadversión que sentía por su mamá postiza. Empujé a Mónica para que se separara de mí y a continuación me levanté azorado y nervioso.

− ¡Basta, por favor!

− ¿Qué ocurre, Víctor? – preguntó alarmada sin entender mi brusco y cortante comportamiento.

− Esto no puede ser, Mónica.

Allí de pie, con mi polla medio salida del calzoncillo y esa grandiosa mujer medio desnuda delante de mí, podía ser el mejor de mis sueños y en el fondo debí ser un estúpido al no aprovecharme de esa gran ocasión. Cualquiera en mi caso, se hubiera lanzado ante semejante hembra y la hubiera dado toda la caña que necesitaba. Sin embargo yo me sentía mal y si había realmente un momento de parar todo aquello, era ese.

− Pero… ¿Qué ocurre? ¿No te ha gustado?

− ¿Gustarme? Mira, Mónica, eres preciosa, la mujer más impresionante que he conocido, pero no, por favor, no me lo pongas tan difícil,

− Pero, ¿por qué?

− Yo estoy con tu hija y no quiero…

− ¿Serle infiel? – terminó ella la frase.

− ¡Sí! – dije seguro de mi mismo.

− ¡No ha pasado nada!

Noté cierto enfado en la cara de Mónica, pues supongo que no esperaba mi reacción, pero lo de no haber pasado nada, no me quedaba del todo claro, porque estar así medio despelotada, yo en calzoncillos, después de haberse restregado contra mi cuerpo tanto en el baile de lo más sensual y excitante, como el hecho de haber estado sentada sobre mi erguida polla, era de todo menos normal. Además, era más que claro que la frontera del bien y del mal ya había quedado varios kilómetros atrás.

− Prefiero que no pase nada más – le dije dirigiéndome a donde estaba mi ropa, dispuesto a recogerla, vestirme y marcharme de allí antes de que fuera demasiado tarde y eso que mi polla no había bajado ni un centímetro.

− Pero no te vayas así… siento si…

− No, Mónica, tú no tienes la culpa. Pero me gustas mucho y…

− ¿Te gusto? – preguntó sonriente y sorprendida.

− ¿Acaso lo dudas? Eres preciosa.

− Tú también me gustas a mí.

Hubo un silencio largo en el que ambos permanecimos mirándonos allí de pie, ataviados únicamente con nuestra ropa interior. Por un momento dudé entre el bien y el mal, teniendo a Mónica así, delante.

− No puedes irte así. – me dijo.

− Por favor… Mónica.

− ¿Crees que estás traicionando a Sofía?

− Si te parece…

− Tú no sabes lo que está haciendo ella ahora mismo. – dijo sentándose en la tumbona en un aspecto más serio y preocupado.

− Pues está en la ciudad… en la universidad y además de no saber nada de la sorpresa de la fiesta, no creo que le haría gracia que su novio estuviera con su madre. Una cosa es ocultarle la sorpresa y otra…

− Quizás ella también te oculte cosas. – respondió ella cortando mi frase.

− No te entiendo.

− ¡Con Jorge!

− Sí, es su compañero pero…

No sé por qué pero hasta entonces no había sentido nada raro con Jorge, un tipo guapete que siempre iba con Sofía a la universidad. Sofía me habló siempre de él como un buen amigo y compañero, sin embargo, Mónica parecía querer decirme algo más.

− Verás, no sé por dónde empezar, pero ya que seguramente vas a ser su futuro marido… pues deberías saber…

− ¿Qué me quieres decir Mónica? – pregunté sentándome a su lado.

− Yo, es que quiero ser sincera contigo y Sofía y ese chico… ya sabes.

− ¿Están liados? – pregunté atónito.

− Si.

− No me lo creo. Eso no puede ser, no sé por qué dices eso, Mónica – dije con seguridad aunque por dentro lleno de dudas. Notaba cómo mi polla se iba desinflando por momentos bajo mis bóxers.

En ese instante Mónica, muy seria, recogió su Smartphone y estuvo buscando algo, hasta que lo giró y me mostró una foto que me impactó de forma increíble: Mi chica, Sofía… estaba completamente desnuda sobre el asiento posterior de un coche y su compañero Jorge, también desnudo, le estaba haciendo una comida de coño espectacular.

Por más que lo miraba, no podía ni quería creerlo. Miré a Mónica que asintió confirmando que la foto era completamente real. Mi chica estaba más que liada con su compañero Jorge sin que yo lo hubiera sospechado en lo más mínimo. Mis ojos no se apartaban de aquella impresionante foto.

CONTINUARÁ…

Juliaki

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR.

juliaki@ymail.com

 

Relato erótico: “El cambio de Susana, su despertar 4” (PUBLICADO POR ALEX)

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Sobre las 10 de la noche me llego un nuevo mail suyo,

La verdad es que hoy me he sentido humillada por ti, cuando me has hecho quitar el tanga en la oficina, cuando me has hecho comerme… y tragarme… me he sentido muy mal en esos momentos, ya sé que me dijiste que lo pensara bien antes de seguir, pues se me romperían muchas ideas concebidas en vida rutinaria, pero no me esperaba cosas como esas.

Por otra parte debo confesarte que me tienes todo el día excitada, cachonda, con ganas de que me toques, de que te acerques a mí, y me pidas algo, son sensaciones todas ellas contrapuestas las unas de las otras, ahora mismo te estoy escribiendo mientras mi marido duerme a la niña, y aquí me tienes, sentada escribiéndote, sin ropa interior, deseosa, mojada, cachonda…

Ya he empezado a pellizcarme los pezones, desde que he llegado a casa esta tarde, cada vez que voy al baño me pellizco, y me está empezando a gustar eso de pellizcarse, esta tarde mientras bañaba a la niña cuando me he dado cuenta tenía una mano tocándome abajo y otra en mis tetas, bufffff, además creo que hasta he soltado algún gemido, madre mía, la niña delante mío y marido por el piso, creo que me estoy o me estas volviendo una viciosa, pero me gusta 🙂

Besos

Susana se sentía humillada, pero a la vez quería seguirme el juego, supongo que su deseo por descubrir el placer, hacia que aquella mujer retraída por su sexualidad quisiera descubrir el mundo del placer y la perversión junto a mí, ya que me había contado algo que nunca antes se había atrevido a contar a nadie más de su alrededor, ni a su propio marido, y yo había sido ese afortunado.

El sábado por la tarde fui de compras a un centro comercial donde suelo acudir a menudo pues debía de comprar una funda para el portátil, por casualidades de la vida me cruce con ella en el pasillo, estaba acompañada de su hija y su marido, al verme sus ojos obtuvieron un brillo especial, supongo que por la sorpresa de encontrarnos allí, ya que nunca antes nos habíamos encontrado o no habíamos coincidido, me atreví a mandarle un sms, diciéndole “deshazte de ellos y ves a Mango te veo allí” de inmediato le sonó el móvil y leyó mi msg según pude observar.

Me dispuse a ir dirección a la tienda esperándome en la puerta de esta, cuando llego sin mirarme apenas me soltó “estamos locos” y entro en la tienda, me puse detrás de ella y le pedí que cogiera varias piezas de ropa para probarse y que se fuera al probador, que se metiera lo mas al fondo posible, yo me fui con ella, entramos en el probador del fondo, cerramos la cortina, y me senté en el banco que había allí, le pedí que se arrodillara y me sacara mi pene del pantalón, empezó a masturbarme a lo que le indique que se la comiera, que se la metiera en la boca como lo había el día anterior, a lo que esta vez lo hizo sin rechistar y bastante mejor que el día anterior en el coche, luego le pedí que se levantara y que se quitara el pantalón que llevaba, que quería comprobar si estaba sin ropa interior, una vez quitado este y viendo que estaba siguiendo mis instrucciones le invite a sentarse encima mío, empezando así a follármela por primera vez, se la metió de golpe, parecía que tenía muchas ganas de ser follada, y que estaba disfrutando con aquello, pues tuve que taparle la boca con una mano pues gemía y gemía sin parar, mientras con la otra mano que me quedaba libre empecé a masturbarla, Susana estaba desatada, había acelerado sus movimientos, y cada vez me costaba más ahogar sus gemidos, sus pechos chocaban con mi cara al saltar, ella estaba agarrada de mi cuello y con su cabeza un poco inclinada atrás, su ritmo de mete saca era altísimo, yo casi no aguantaba y estaba a punto de correrme, empezó a tener pequeñas convulsiones y contracciones en su vagina, lo que hizo que mi semen la inundara por completo, provocando esto en ella que empezara a correrse, a gritar, lo que me obligo a darle una torta para hacerla volver a la realidad, estaba toda sudada, su cara desencajada, su maquillaje corrido, y ella abrazada fuertemente en mi cuello dando pequeños suspiros, me dio la gracias, me dijo que se había conseguido correr por fin, que era como si hubiera tenido una pequeña taquicardia, pero que había sido genial.

Le pedí que se levantara, pues aun estábamos unidos, y que me chupara para limpiarme, se levanto, se arrodillo delante mío y me lamio completamente, luego fue a sacar un clínex de su bolso para limpiarse, a lo que le dije que de eso nada, que debía ir así, sintiendo mi semen correr por sus piernas, le pedí que se pusiera una de las faldas que había entrado para probarse y que saliera ya con ella puesta del probador, que así se acordaría de mi el resto del día, además le prohibí lavarse hasta el día siguiente.

Salí del probador y me fui de la tienda, dejándola a ella pagando la falda en esta, una vez fuera le mande un nuevo sms en el que le decía “ahora cuando salgas te reunirás con el cornudo de tu marido, y quiero que cuando lo veas le des un morreo, quiero que pruebe la leche del que ha hecho que te corras por primera vez”

Su marido estaba en el tio vivo que había en la entrada del centro comercial con la niña montada en el, yo por mi parte me senté a tomar un café en un lugar cercano donde podía observarlos fácilmente, cuando llego Susana pareció como si le preguntara si le gustaba la falda que se había comprado, asintiendo el afirmativamente y cogiéndola de la mano la acerco a el abrazándose los dos,
estuvieron unos segundos así hasta que el busco un fugaz beso en sus labios, devolviéndoselo ella, y seguido este de un morreo en condiciones buscado por ella, intentando el poner sus manos en el culo de Susana, apartándoselas esta de inmediato, cuando la niña ya se bajo del tio vivo los tres se dispusieron a irse dirección del parking, descubriendo ella que yo había estado observándolos en todo momento y obsequiándome con una picara sonrisa.

Por la noche me llego un nuevo mail que decía:

Gracias, gracias, gracias, aun noto pequeñas taquicardias 🙂

Hoy no he podido hacer lo del juego en el baño, pero ya lo tengo todo preparado para mañana cuando vayan al parque.

A mi marido le ha gustado la falda, y hasta se ha puesto tontorrón, ha estado intentando meterme mano desde que hemos llegado, ahora esta acostando la niña y ya veremos cómo me lo quito de encima después.

Voy con un camisón puesto y marcando los pezones todo el rato, cuando estoy sola un momento no paro de apretármelos, y me gusta, y eso de ir con el coño al aire, bufff al menos me refresca un poco, porque tengo unos calores abajo tremendos.

Mañana me acercare a la farmacia, pues te has corrido dentro y no tomo anticonceptivos, no vaya a ser que me quede embarazada.

Buenas noches

Al leer el correo le envié varios sms, en el primero le decía:

“ni se te ocurra ir a por la pastilla, que pase lo que tenga que pasar”

y en el segundo:

“si se pone muy tonto, dile que te coma el coño y si lo hace deja que te folle, mientras te folla quiero que te masturbes tocándote tu el coño”

en seguida me respondió que nunca le había comido el coño, que como le pedía eso si nunca antes lo había hecho, nuevamente le envié otro sms 

“Invéntate lo que sea, que lo has leído, que una amiga, que quieres probarlo, lo que te dé la gana, pero si no te lo come, no folla, y que si lo hace dejaras que se corra dentro de ti”

Ya por la mañana cuando me levante vi que había un nuevo mail de Susana, lo había enviado a las 4 de la mañana.

Buenos días,

no podía dormir por las emociones de todo el día, anoche volví a correrme con mi marido, dos veces en un solo día, que rico, me encanta.

Cuando salió de acostar a la cría, yo estaba sentada en el sofá, con los pezones súper tiesos, el me propuso irnos a la cama, pues quería guerra, entonces le dije que no, le conté que mientras me estaba probando la falda en el vestuario de al lado había 2 chicas hablando, y se contaban que a una de ellas le había comido el coño su novio y que había corrido con eso, el me miraba como extrañado, entonces le dije, ¿no has visto que llevo toda la tarde con los pezones duros? es de pensar en eso, yo nunca me he corrido y lo sabes, y quiero probarlo e intentarlo, así que me levante el camisón y deje que viera que no lleva absolutamente nada puesto, dejándole ver mi sexo húmedo, hinchado y caliente, diciéndole, “mira como esta, te está esperando cariño” agáchate y cómetelo, se había excitado al verme de aquella manera, se bajo y quito el pantalón, intento venir a metérmela, pero cerré las piernas de inmediato, diciéndole “primero yo, luego tu” por lo que no le quedo más remedio que agacharse y empezar a besarme el coño, gustarme me gusto el sentir su boca allí, pero creo que lo hacía a desgana y no ponía empeño, lo cogí de la cabeza y lo apreté hacia mi coño parecido a lo que tú me hiciste, pero se ahogaba y me dio pena y deje que se levantara, nuevamente intento llevarme a la cama, y nuevamente le dije que no, que me follara allí, levante las piernas y deje que me la metiera dentro, cerré los ojos, y empecé a tocarme como lo habías echo tu por la tarde, y pensando en lo ocurrido en la tienda, estaba tan caliente que en menos de un minuto empecé nuevamente a sentir esa especie de taquicardia, a gemir como obsesa, y puse mis manos en el culo de mi marido para que no se saliera, corriéndose dentro de mí.

Me quede agotada por el día que había tenido, y nos fuimos a la cama, mi marido me preguntaba extrañado que me pasaba, porque le hice hacer eso, porque me tocaba mientras hacíamos el amor, que estaba rara, al final se quedo dormido, follado y dormido, cuando confirme que se había quedado dormido empecé nuevamente a follarme como me habías pedido que hiciera, pensando en ti, en todo esto, en lo que he descubierto a tu lado, hasta he fantaseado en poder hacerlo contigo tranquilamente en una cama, y he vuelto a correrme follándome yo misma, que maravilla, me encanta, me alegra habértelo contado, y me alegra que mi primera vez haya sido contigo, no me arrepiento de nada, me has hecho abrir los ojos, y me has descubierto lo que me estaba perdiendo.

Gracias por estar ahí, conmigo y pendiente de mí.

Como siempre estoy a vuestra disposición tanto en el mail como en el msn, para lo que deseéis y sois bienvenid@s.

mar.lex.bcn@gmail.com

 

 

Relato erótico: “Ratón de biblioteca” (POR ALEX BLAME)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2RATON DE BIBLIOTECA

Sin títuloLlego cinco minutos antes de que cierre la biblioteca. La gente deja las salas vacías mientras yo entro. La bibliotecaria me mira severa desde detrás de los cristales de unas austeras gafas de pasta negras y su boca se convierte en una fina línea de disgusto. La ignoro y me voy al fondo de la sección de poesía.

Me quedo parado, de pie apoyando una de mis manos sobre una larga mesa de teca mientras observo por la ventana como avanzan las sombras. La noche es poderosa en su oscuridad…

Escucho un taconeo que se acerca en pos de mí. La bibliotecaria se acerca por el pasillo enfadada por mi retraso. Su cuerpo es delgado y su cuello largo. Su tez olivácea y su pelo oscuro, recogido en un apretado moño, contrastan vivamente con la blusa blanca y la falda beige claro.

-Perdone caballero, -dice ella parándose a un par de pasos de mí con el gesto adusto- la biblioteca va a cerrar en unos momentos, le ruego me acompañe hasta la salida.

Yo no respondo, me adelanto un paso hacia ella. Encaramada a los tacones y a esas esbeltas piernas es casi tan alta como yo.

La mujer recula mientras yo sigo avanzando, mirándola a los ojos.

Su espalda tropieza contra una estantería. La estantería tiembla. Un libro cae. Yo lo cojo en el aire. Me acerco un poco más. Noto su cálida sangre correr turbulenta por sus carótidas y volver a su cuerpo remansada por sus yugulares.

La bibliotecaria traga saliva, puedo oler su perfume dulce y denso y por debajo de él una mezcla de sudor, temor y excitación mucho más embriagador.

Levanto con un gesto brusco el libro. Ella se sobresalta y cierra los ojos un instante.

“Ellas trepan así por las paredes húmedas.

Eres tú la culpable de este juego sangriento.

Ellas están huyendo de mi juego sangriento.

Todo lo llenas tú, todo lo llenas.”*

Termino de leer el último verso y guardo el libro en su sitio. La mujer abre los ojos y me mira aún algo asustada.

Me inclino sobre ella y rozó su cuello con mis labios. Su pecho se agita, respiración apresurada. Deseo morderla, pero contengo mi instinto y apenas la acaricio con mi lengua. Ella suspira, yo subo lentamente por su mandíbula y cierro mis labios entorno al lóbulo de la oreja. La mujer gime. Yo siento como el lóbulo se llena de sangre y crece caliente dentro de mi boca.

La mujer pone la mano sobre mi pecho intentando apartarme sin convicción. Yo me adelanto inmovilizándola. Cojo su cabeza entre mis manos y la beso. Sus labios se abren y me reciben ansiosos. El beso se alarga y se complica, se retuerce y se atropella.

Separo mi boca para que pueda respirar. Sus pequeños pechos suben y bajan agitados, pugnando por salir de las copas del sostén que se adivina a través del tenue tejido de la blusa.

Bajo mis manos y suelto los botones de la blusa con facilidad. Nuestros labios vuelven a contactar.

Mi mano, fría y traviesa sigue explorando y se cuela bajo su falda.

-No, no debemos, no aquí. -dice ella con un respingo cerrando las piernas entorno a mi mano.

Yo la ignoro y sigo subiendo hasta tocar sus bragas húmedas y calientes.

Con la mano libre la cojo por la cintura y la empujo contra la mesa. Mis dedos se cuelan bajo sus bragas impregnándose con su aroma.

Ella intenta protestar de nuevo pero yo pongo mis dedos humedecidos por su sexo sobre sus labios. Ella se rinde, está dispuesta.

La cojo por las caderas y la siento en la mesa. Esta vez es ella la que abre las piernas sin que yo se lo diga. La beso de nuevo, saboreo su boca y su lengua, disfruto de su calor mientras ella responde con avidez.

Me inclino y meto mi cabeza entre sus piernas. Acaricio y mordisqueo el interior de sus muslos mientras ella gime y mueve el pubis excitada. Tiro de sus bragas y se las quito, las acerco a mi nariz, su aroma y su calor me transportan a otros tiempos ya lejanos.

No la hago esperar más y envuelvo su sexo con mi boca. El frío de mi boca contrasta con el calor de su coño la bibliotecaria responde con un largo gemido de placer. Instintivamente me agarra del pelo y me aprieta contra su coño gimiendo y retorciéndose de placer.

Recojo goloso todos los flujos que escapan de su sexo excitado y me alimento con su calor.

Me yergo. Ella inclina la cabeza para mirarme y abre sus piernas. La bibliotecaria suspira y frunce el ceño extrañada cuando mi miembro duro pálido y frio como el alabastro se abre paso en su interior. Sin darla tiempo para pensar comienzo a penetrarla agarrado a sus caderas. Ella gime y ciñe mi cintura con sus piernas. Mis movimientos se hacen más rápidos y mi polla se calienta con los flujos de su sexo. Tiro de su sujetador y se lo suelto. Sus pequeños pechos saltan y sin dejar de empujar dentro de ella los cojo entre mis manos. Sus pezones crecen y se endurecen, todo el cuerpo de la mujer se arquea excitado.

Ella se incorpora y me aparta lo justo para poder darse la vuelta. Se quita la falda y me muestra su culo. Mis manos acarician su espalda y separan sus piernas para volver a penetrarla. La bibliotecaria grita excitada, pide más. Le doy más. Su pulso se acelera y su cuerpo se tensa preparándose para el orgasmo.

En ese momento la agarro por el pelo y tiro de ella para erguirla. Inclino su cabeza ligeramente y clavo mis colmillos en su cuello a la vez que con dos salvajes empujones la hago correrse.

Al principio extasiada por el placer no se da cuenta, pero cuando sus sangre cálida y dulce empieza a abandonarla y a correr por mi garganta se da cuenta e intenta debatirse. Yo la sujeto con fuerza y le tapo la boca ahogando sus gritos mientras disfruto de su terror. Su cuerpo se tensa y se mueve con mi falo aun erecto dentro. La sangre corre por mi interior calentando mi cuerpo muerto pero no muerto, llenándome con las sensaciones del orgasmo.

Mientras me corro y eyaculo en su interior siento su corazón palpitando apresurado primero por el terror, luego por el intento de suplir con su esfuerzo la falta de sangre. Tras un par de minutos sorbiendo su delicioso néctar sus latidos se vuelven más lentos y erráticos hasta que finalmente su corazón se detiene.

Con suavidad deposito su cuerpo inerte sobre la mesa. La visto y la pongo boca arriba. Con un chispazo de culpabilidad le coloco las gafas sobre sus ojos vidriosos y le limpio el rímel corrido.

Luego la abandono.

*Versos pertenecientes a Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda

 

Relato erótico: “El club (11 final)” (POR BUENBATO)

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Sarah conducía despacio la camioneta Voyager de su madre, dobló por la entrada del auto motel y miró de reojo a Eliseo. Si ambos estaban nerviosos, no lo parecían. En realidad Sarah ya había estado ahí, Eliseo, nunca. De hecho, Eliseo nunca había ido a un motel; en cierto sentido, la diferencia entre la experiencia de ambos era bastante.

– Creo que no hay nadie – murmuró Sarah, mientras esperaban a un lado de la caseta

Eliseo estaba a punto de decir algo cuando la voz chillona de una mujer los sorprendió.

– Buenas noches – dijo la mujer, saliendo entre risas de un cuartillo, dio un rápido vistazo mientras revisaba la pantalla de un ordenador – ¿Normal?

Sarah giró hacía Eliseo, pero él sólo alzó los hombros.

– Normal – asintió Sarah

– Serían dos horas, cochera nueve, cinco minutos antes se les hace una llamada, pueden solicitar una extensión por hora y el pago se realiza al final. A partir de las diez de la noche, la estancia de noche completa requiere cargo extra. – la mujer ni siquiera los miraba, hablaba de manera mecánica, como deseosa de terminar el cobro – Las primeras cinco horas te las cobro ahorita.

Eliseo entregó el billete a Sarah; la chica se la entregó a la mujer, que parecía interesada únicamente en el pedazo de papel moneda. Les entregó el cambio.

– Que disfruten su estancia. Condones, bebidas y comida al fondo a la derecha. – finalizó la mujer, antes de perderse de nuevo en el cuartillo.

Sarah tardó tres segundos en reaccionar antes de avanzar con el automóvil. Una fila de cuartos a ambos lados apareció. Sólo tres de los veinte cuartos se veían encendidos y sus cocheras cerradas, al final, la luz de la pequeña tienda de condones y comida iluminaba el fondo. Sarah dobló directo a la cochera número nueve. Eliseo bajó del automóvil, y apretó el botón rojo con el cartel “Cochera” arriba. Entonces la cortina metálica de la cochera se cerró y el cuarto se oscureció antes de que Sarah encendiera el interruptor de una débil luz.

Ambos se acercaron detrás del coche, y Sarah abrió la puerta trasera. Varias formas se movían suavemente bajo una manta blanca.

– Ya pueden salir – dijo Sarah

Entonces Santino, Pilar y Blanca se descubrieron la manta.

Hacía casi cinco horas, Eliseo y sus hermanas se habían dirigido a casa de los gemelos, conforme a lo planeado. Eliseo sabía que no podía confiarse; era un verdadero riesgo hacer aquello en la casa de los gemelos, de manera que buscó la manera más diplomática de explicarles que aquello no se realizaría ahí.

– Puedes confiar en nosotros – insistió Sarah, extrañada – Pero en fin, que sea como tú digas.

Tuvieron que ver películas, y comer hamburguesas caseras mientras el tiempo pasaba. Parecía una típica reunión de amigos, pero había una diferencia. Los cinco sabían que era cuestión de horas para que estuviesen solos y dispuestos a follar entre todos, lo que generó una tensión sexual tremenda.

Sarah se acercó a Eliseo.

– ¿Y si en este rato alguien se retira? – preguntó

– Yo diría que todos están ansiosos.

Sarah sonrió, extrañada. Aquella conversación le parecía completamente surrealista. Miró a las hermanas, sentadas en un sofá, y a su hermano, en un sillón, mirando la película. Pensó que quizás en unas horas ella estaría comiéndose el coño de Pilar, mientras su propio hermano la follaba. A eso agregó a su imaginario la escena de Eliseo tirándose a Blanca, y aquello fue suficiente para sentir cómo su entrepierna se inundaba de placer.

Eliseo debía tener razón, seguramente todos, en silencio, pensaba igual, y seguramente crecía en todos ese deseo silencioso y constante de desatar de una vez aquella orgía. Se cruzó accidentalmente con la mirada de Blanca, quien la observó con un susto extraño, como de animalito indefenso. Ella misma se ruborizó. Sonrió, era claro que los bochornos había que ir dejándolos a un lado.

Cuando el reloj dio las ocho cuarenta y cinco de la noche, todos salieron para comenzar a acomodarse en la camioneta de la madre de los gemelos. Sarah habló con sus padres desde el teléfono de casa. Les dijo que Santino ya estaba dormido y que ella también caería pronto. Su madre apenas y habló con ellos, demasiado ocupados con la boda en la que se hallaban.

Eliseo también habló con su madre, pues la coartada había sido un maratón de películas en casa de los gemelos. Había sido difícil convencer al padre de las hermanas que Pilar también era buena amiga de ellos, pero la presencia de Blanca le pareció suficiente para tranquilizarlo.

Sarah había salido de su casa tan precipitadamente, que ni siquiera se cambio su pijama gris de algodón y su cómoda blusa verde de tirantes. Parecía como si sólo hubiese salido a la tienda de la esquina, y Eliseo no pudo evitar distinguir sus formas bajo la holgada ropa.

Media hora después, los cinco estaban ahí, en la mal iluminada cochera de un auto motel, sin atreverse a cruzar la puerta que llevaba a la recamara. Era como sí aquel fuera un purgatorio, una última fase antes del infierno – o el cielo – que les esperaba arriba.

– Bueno – dijo Sarah, finalmente – El tiempo corre.

Todos se miraron de reojo, y la siguieron.

Sarah abrió la puerta, que daba paso enseguida a unos escalones que subían a la recamara. Eliseo fue el último, cerró la puerta con seguro y vio como las luces se encendían.

A diferencia de la cochera, el cuarto resultó ser un iluminado lugar, de lo más acogedor. La amplia cama se hallaba contra la pared derecha, mientras que del otro lado estaba colgando una tv de plasma y un enorme espejo que reflejaba todo lo que se hallaba sobre la cama. También sobre la cabecera de la cama había un espejo, menos alto, que servía para reflejarse de la cintura para arriba.

En la esquina se hallaba el baño y la regadera, cuyas paredes de vidrio no dejaban nada oculto. Era, en todo caso, el típico motel de paso, diseñado y construido para el sexo.

Los cinco muchachos rodearon la cama, como si se tratara de una tumba abierta. La situación no podía ser más incómoda.

Santino, apretó el botón rojo a un lado de la cama y entonces el televisor se encendió. El cuarto se llenó entonces de los gemidos y gritos de una película porno, en la que aparecía una de esas orgias masivas japonesas. El muchacho, alterado por la sorpresa, se apuró a oprimir de nuevo el botón. Pero ya todos lo miraban. Era patético.

Aquel video los puso aún más nerviosos, pero también les recordó qué hacían ahí. Sarah miró de reojo a Eliseo, al otro lado de la cama. Eliseo comprendió entonces que él debía hacerse responsable de aquello; era su idea, y debía ser él quien pusiera manos a la obra.

Entonces se quitó los zapatos, quedando en calcetines, y se subió sobre la cama, recargándose justo en medio sobre la cabecera. Miró a Pilar, haciéndole una seña para que se acercara. Pilar miró brevemente a todos, como si estuviese en una clase de matemáticas y el profesor la hubiese llamado al pizarrón. Gateando, se acercó a su hermanastro hasta quedar de rodillas frente a él.

Vestía una falda de mezclilla entubada, que le cubría hasta la mitad de las piernas. Era tan estrecha que las formas de sus redondos glúteos se alcanzaban a distinguir con facilidad. Su blusa de manga corta tenía un estampado de labios rojos sobre un fondo blanco y sus zapatitos blancos le daban un aspecto entre gracioso y extravagante.

Durante dos segundos no paso nada, de modo que Eliseo comprendió que tendría que dictar cada acción. Le señaló su entrepierna a la chica, y entonces Pilar se acomodó para desabrocharle el cinturón y comenzar a bajarle la bragueta. Era como una pista de baile, en la que hacía falta que la primera pareja se animara para que el resto entrara en acción.

Sólo entonces Sarah tomó la mano de su hermano, y lo hizo sentarse sobre la orilla de la cama. Santino obedeció, y miró cómo su hermana caía de rodillas al suelo alfombrado antes de comenzar a desabrocharle los pantalones. La endurecida verga de su gemelo emergió al exterior al tiempo que sus pantalones caían, las manos de Sarah rodearon su erecto tronco, el cual masajeó suavemente, permitiéndole a su glande salir con gracia de entre la membrana de su prepucio.

Una idea hizo sonreír maliciosamente a Sarah, giró su cuello y buscó la mirada de Blanca. No le costó mucho trabajo, los curiosos ojos de la chica pronto se unieron a los suyos. Entonces Sarah movió el cuello, en ademan de que se acercara.

– ¿Quieres venir? – preguntó

Blanca miró estúpidamente hacía los lados, como si alguien más estuviese ahí. Se mojó los labios y sin decir si sí o si no, simplemente se acercó a los gemelos.

Vestía un short de mezclilla, con una blusa roja de mangas cortas. Llevaba zapatillas altas y blancas, a modo de puta, y su cabello rizado estaba completamente libre.

– Ven – le dijo, invitándola a que se arrodillara

Blanca obedeció, echando un último vistazo a la cama, donde las manos de Eliseo se deslizaban bajo la falda de mezclilla de Pilar, al tiempo en que la cabeza de su hermanita se perdía entre las piernas del muchacho.

Terminó de arrodillarse, y ante ella surgió la extravagante escena de la lengua de Sarah lamiendo de abajo hasta arriba el tronco duro y erecto de su gemelo. Blanca mordió sus labios inferiores, y permaneció inmóvil, como esperando la siguiente indicación de la rubia. Pero esta parecía haberse olvidado de la chica, pues su boca bajó de nuevo entre besos hasta darle uno último a las bolas del muchacho. Sólo entonces el rostro de Sarah sonrió a la invitada, y no fue necesario que dijera nada para que Blanca comprendiera que también podía participar.

Algo le dijo que aquello no estaba bien, pero otra voz le recordó que aquello había dejado de tener importancia desde hacía mucho. Cerró los ojos, y acercó su boca lentamente hacia adelante. Sus labios se abrieron para dar paso a la esponjosa forma de aquel glande; Blanca tenía ahora una nueva verga en su boca. Rápidamente detectó el distinto aroma y sabor de aquello, reconoció la sensación que la saliva de Sarah generaba en su boca, y casi pudo percibir el nervioso palpitar de aquel tronco.

Sus ojos se alzaron y miraron a Santino, quien se quedó abrumado con aquella visión de ensueño. Los labios de Blanca apretujaron suavemente aquel falo, y entonces inició un lento mete y saca. Un arriba y abajo que comenzó a regalar sensaciones suaves y disfrutables al afortunado muchacho.

Segundos después, Sarah se acomodó a su lado, de manera que ambas pudieran tener acceso a la verga del muchacho. Entonces la rubia llevó sus labios al glande de su hermano, donde Blanca daba los últimos sorbos. Sus mejillas chocaron cuando se dirigían al mismo tiempo hacía el afortunado pedazo de carne, pero ambas dejaron cordialmente el especio para que cada una pudiera cubrir cada lado de aquel tronco. No era la primera vez que Blanca chupaba una verga en equipo, pero se había acostumbrado tanto a Pilar y a Eliseo que aquello era como si se tratara de algo completamente nuevo.

Para Santino, por su parte, aquello sí que era completamente nuevo. Se sentía en el cielo, y no parecía haber en él ningún rastro de aquel asustadizo muchacho que insistía afanosamente en evitar toda aquella locura. Disfrutaba sentado, sosteniéndose con sus manos sobre el colchón, mientras dejaba que las chicas se encargaran de todo el trabajo.

Las miraba de aquí para allá. A veces con Blanca besándole el glande al tiempo que su hermana se llevaba uno de sus testículos a la boca. Al rato, era Blanca quien lamía sus huevos al tiempo que su gemela se encargaba de besarle cada centímetro de su tronco.

Sin embargo, allá abajo, algo más que una simple mamada se estaba confabulando. Blanca notaba como la rubia aprovechaba cada oportunidad para que sus labios se encontraran. Aquello era poca cosa comparado con lo sucedido hacía algunos días, pero Blanca seguía sintiéndose confundida con la manera en que Sarah la buscaba. Le era difícil sentirse tan atraída por una mujer, pero aquella misma sensación de desagrado comenzaba a causar estragos en su mente. ¿Era realmente un desagrado autentico, o era ella reprimiendo sus deseos de besar a la chica de nuevo? ¿Qué tenía de malo?, pensaba, a fin de cuentas, ya había cruzado todos los limites. Pensó en qué sucedería si se tratara de Pilar, y se le ocurrió que no le hubiese costado trabajo besar a su hermana. ¿Por qué con Sarah era tan distinto?

Su boca besaba, lamía y chupaba cada área de la dura verga de Santino, en un juego de atrápame si puedes contra Sarah. A veces la rubia acorralaba su boca, y sus labios terminaban chocando fortuitamente por unos segundos. Sin embargo, algo sucedió; ambas besaban un testículo de Santino hasta que comenzaron a subir a través de la verga. Entonces, cuando esta se terminó, Blanca abrió los ojos sorprendida cuando descubrió que ahora sus labios se movían contra los de Sarah; un impulso la invitó a alejarse de inmediato, pero uno más fuerte la obligó a permanecer ahí. Volvió a cerrar los ojos, disfrutando de los suaves y dulces labios de Sarah. Lo había extrañado, había extrañado esos labios, sazonados ahora con el ligeramente agrio sabor de Santino.

Se perdieron en un largo e intenso beso, de esos que parecen intentar recuperar el tiempo perdido. Santino se hubiese sentido abandonado, de no ser por que aquella escena se le antojaba tremendamente excitante. Dos mujeres preciosas besándose ante su endurecida verga, y una de ellas, su hermana. Las chicas despegaron sus labios y se sonrieron mutuamente, como si aquello hubiese sido una promesa. Entonces regresaron con disciplina a masajear con sus bocas la verga del gemelo.

Sarah se incorporó un momento para acomodar su cabello, miró hacía la cama, y una sonrisa morbosa escapó de sus labios cuando vio cómo Pilar seguía mamando la verga de su hermanastro al tiempo que este ya le había alzado la falda por completo y bajado las bragas hasta las rodillas, de manera que su dedo índice ahora exploraba el interior del culo de la chiquilla. El coño de Sarah se hizo agua de sólo pensar en ello.

Sarah siempre había temido la idea de que alguien le rompiese el culo, y hasta hoy seguía virgen; pero ver cómo aquellos dos se divertían con aquello le provocó una extraña curiosidad por saber cómo se sentiría la cálida verga de alguien incrustada en su culo. Con la misma sonrisa y con los pensamientos dando vueltas por su cabecita, la rubia regresó abajo; sus labios se encontraron con los de Blanca antes de tocar la suave piel del glande de Santino, desde donde su boca descendió hasta besarle los testículos.

En efecto, los agiles dedos de Eliseo exploraban el inmaculado esfínter de su hermanastra. Habían dejado aquello pendiente, pero Eliseo no iba a dejar pasar una noche más. Pilar, por su parte, comprendió que aquello era inevitable y, de cierta forma, la curiosidad por tener la verga de su hermanastro dentro de su culo no la dejaba en paz. Tenían que hacerlo, y nada más excitante que hacerlo frente a tantos.

– Hoy voy a romperte el culo – dijo Eliseo, con una extraña sonrisa

Las mejillas de la chica se ruborizaron en el acto, pero su cabeza se movió afirmativamente antes de continuar mamándole el falo al muchacho.

La mano de Eliseo empujó suavemente la frente de la chica, haciéndole sacarse la verga de su boquita.

– ¿Sabes qué? – dijo el muchacho – Tú misma te clavaras mi verga en el culo, ¿cómo ves?

Los ojos de la chica se abrieron de asombro, pero en seguida su rostro cambió a la de una curiosidad extraña. ¿Cómo podría hacer eso?

Su hermanastro se incorporó, le desvistió las bragas completamente, lanzándolas fuera de la cama y la hizo ponerse de cuclillas, dándole la espalda, y la atrajo hasta que sus nalgas abrazaron su endurecida verga. Él se había acomodado en flor de loto, con la espalda recargada sobre la cabecera de la cama.

Con la punta de su verga rozándole el ojete a Pilar, Eliseo alcanzó sus pantalones sobre la cama. Revisó sus bolsillos y sacó de un puñado cinco sobres plateados. Tomó uno, rompió la esquina del sobrecito y lo apachurró sobre su glande. Con aquel liquido, lubricó también la entrada del culo de Pilar. Comenzó a sobar con la punta de su falo el rosado culo de Pilar, mientras esta cerraba los ojos, pensando en que sería ella quien tendría el mayor control a la hora de romper su ano con la endurecida verga de su hermanastro.

– ¿Los interrumpo?

La voz sonriente de Sarah los sorprendió. Yacía boca abajo sobre la cama, sosteniéndose con sus codos y con su culo fuera de las orillas. Detrás de ella, Santino se había incorporado. Mientras Eliseo y Pilar se preparaban, la rubia había convencido a su hermano de hacer lo mismo. Eliseo sonrió, iba a ser testigo de cómo Santino le rompía el culo a su propia gemela al tiempo que él hacía lo mismo con la menor de sus hermanastras.

Blanca, como asistente, le alcanzó uno de los sobrecitos de lubricante a Santino.

Santino deslizó las bragas de su hermana hasta el nivel de sus rodillas. Y ante él apareció la preciosa vista de su culo abierto, mostrando su apretado y oscuro ojete sobre la piel clara de la más secreta de sus partes. La boca de su hermano se llenó de saliva al tiempo que su verga se endurecía aún más ante la idea de penetrar por primera vez aquel orificio.

Sarah no tenía tanto culo, ni siquiera comparada con Pilar. Su delgadez y su altura hacían que su culito se viese reducido a un par de nalgas redondas pero pequeñas, de tal manera que, con aquella posición, su esfínter estaba más que expuesto para recibir la verga de su hermano.

Mientras esperaba, Eliseo le había desvestido la blusa a Pilar, y ahora sus dos manos jugueteaban con los pezones de la chica, que se endurecieron de inmediato ante los suaves pellizcos del muchacho. A la chica ahora sólo la cubría la falda de mezclilla, doblada sobre sus caderas.

Blanca fue la encargada de lubricar la verga de Eliseo y ojo del culo de Sarah. Vertió unas gotas gruesas sobre el glande del muchacho, y con un suave masaje lo repartió en toda la punta de aquella verga. A Sarah, le dejó caer dos gotitas de lubricante justo en el ojete, y con eso pudo meter con facilidad su dedo índice. La rubia gruñó de inesperado placer ante aquello, y Blanca no pudo más que sonreírle furtivamente.

– ¡Listo! – dijo la chica, al tiempo que colocaba la punta de la verga de Santino sobre la entrada del culo de Sarah

Eliseo y Pilar se prepararon. Nadie lo había organizado de aquella manera, pero estaba claro que pretendían hacer aquello al mismo tiempo. Blanca se sentó y se acomodó, con una sonrisa curiosa ante el espectáculo que estaba tomando forma ante ella.

– Cinco, cuatro… – comenzó a decir Sarah, con una sonrisa nerviosa.

– Tres, dos… – se unió Blanca, reprimiendo una risita.

– Uno.

El cuerpo de Sarah se estremeció, una sacudida curvó su espalda y un gritó escapó de su garganta para sofocarse de inmediato. Respiró lo más que pudo para soportar el dolor que había provocado la repentina invasión de su hermano.

Falto de tacto y de experiencia, Santino había tomado la decisión de penetrarle el culo a su hermana de una sola tajada. En menos de un segundo, y con una precisión fortuita, le había clavado su verga por completo, deteniéndose sólo cuando alcanzó el tope.

– ¡Joder! ¡Santino! – gritó Sarah, una vez que logró recobrar la respiración, al tiempo que despegaba su rostro de la cama. Había incluso mordido, en vano, las sabanas de la cama para soportar el ardor en su culo.

Blanca estaba riendo, divertida. El rostro de Sarah, con los ojos desorbitándose de la impresión, le había parecido sumamente gracioso.

Sólo entonces se dieron el tiempo de ver lo que sucedía con los otros dos. Pilar, más lista, se había dejado caer suavemente sobre la gruesa verga de Eliseo, y su culo apenas se hallaba a medio camino de la penetración total. Lentamente, seguía dejando caer su culo, que iba dilatándose más y más conforme el pene de Eliseo se iba abriendo paso en el cálido abrazo de su recto.

La imagen clara del rosado anillo de la chica engullendo aquel tronco era digno de fotografía. El coño de Blanca se humedeció aún más, y una rápida sensación eléctrica se reflejó en su esfínter. Aquella imagen también conmovió bastante a Sarah, que finalmente agradeció tener su propia verga insertada en el culo.

– ¡Va! Hay que seguir – susurró a su hermano – Pero ten cuidado.

Santino no dijo nada; él estaba perdido en la excitante sensación de aprensión que el estrecho culo de su hermana provocaba en su verga. Intentó sacarlo, pero la hinchazón del culo de su hermana apretaba demasiado su verga, de modo que tuvo que comenzar con movimientos muy suaves y lentos. Sin embargo, incluso aquellos movimientos tan simples provocaban sensaciones en la mente de Sarah; poco a poco, el placer y la excitación fueron aflojando su culo, facilitando al rubio el mete y saca de su verga.

– ¡Ah!¡Ahhh! – comenzó a gimotear Sarah, conforme Santino iba teniendo el espacio para aumentar la intensidad de sus embestidas – Sigueeee…cabrrrooooónn.

Santino obedeció con gusto.

– ¡Joder, Santi! Que rico.

– ¿Así? – preguntó Santino, aumentando la intensidad de sus movimientos

– ¡Así! Joder, pero que rico.

Pilar, por su parte, hacía tiempo que había caído por completo sobre la verga de Eliseo. Él permanecía quieto, mientras ella evaluaba cuidadosamente sus movimientos; Blanca, que los miraba, comprendió lo difícil que debía ser aquella tarea. Aunque Pilar era una chiquilla bastante nalgoncita, eso no servía mucho a la hora de insertarse completamente la verga de su hermanastro en el culo. Las dimensiones de aquel tronco parecían gigantes comparadas con el estrecho y pequeño ojete del culo de la chica.

Eliseo alucinado, y sólo se limitaba a sentir el cálido abrazo que el recto de su hermanastra manaba. Cuando la chica comenzó a intentar subir lentamente, él la ayudó tomándola por la cintura. Poco a poco ella fue agarrando un ritmo más estable en sus brincos, hasta que los brazos de su hermanastro se sincronizaron lo suficiente para sostener sus movimientos.

Pronto sus gemidos se unieron a los de Sarah, y el cuarto se inundó de un canto de placer y excitación. Las respiraciones de Santino eran más agitadas, y los gritos de su hermana eran los que más se notaban. Los agudos grititos de Pilar eran más controlados, y Eliseo apenas y lanzaba uno que otro suspiro, como si estuviese todo el tiempo tratando de mantener la respiración.

– ¡Ahh! – suspiró Pilar

Eliseo reaccionó llevando sus manos al pecho de la chica.

– ¿Te gustó? – preguntó su hermanastro, apachurrándole las tetas – ¿Te gustó cómo te rompí el culito?

– Sí – dijo ella, apretando los dientes al tiempo que la parte más gruesa de aquel tronco cruzaba por su esfínter – Mucho.

– De ahora en adelante te voy a culear más seguido, ¿te parece?

– Sí – dijo ella; en ese momento de placer no podía más que decir que sí a todo lo que implicara un placer como el que estaba sintiendo.

– Me voy a correr en tu culito cuantas veces se me antoje – continuó él, provocando que la chica no hiciera más que ponerse más cachonda – Te vas a ir a la cama muchas veces con mi leche adentro de tu culo, ¿te parece?

– Mi lechita antes de dormir – bromeó ella, pero sin poder sonreír por la tremenda verga que la estaba partiendo y sobre la cual, sin embargo, no dejaba de saltar y saltar.

Miró hacía adelante, y al girar el cuello se encontró frente a frente con los ojos enardecidos de su hermana. Sin embargo está desvió la mirada de inmediato.

Y es que las manos de Blanca ya la habían traicionado, y ahora sus dedos se paseaban sobre su coño, sintiendo en sus manos los jugos que su concha no dejaba de emanar. Había hecho ya un verdadero desastre en su entrepierna, pero la escena que se desarrollaba frente a ella le daba la rienda suelta necesaria para perder por completo el control.

Olía a sexo; a verga, a coño y al tenue aroma a mierda que aumentaba conforme se estaba más cerca de los esfínteres taladrados de aquellas chicas. Cualquiera que hubiese pasado cerca de ahí se hubiese extrañado del coro de voces que gemían de placer, pero nadie les interrumpió nunca.

Eliseo ya comenzaba a mover un poco sus caderas, como si las penetraciones completas y cada vez más rápidas al culo de Pilar no fueran suficientes. Santino comenzaba a agotarse, pero su hermana comenzó a apoyarlo, moviendo sus caderas para que aquel falo no dejara ni un segundo de atravesarle el culo.

Habían pasado varios minutos cuando de pronto el cuerpo de Santino pareció derrumbarse, y tuvo que sostenerse con las manos sobre la cama al tiempo que su pérdida de fuerza le hacía clavarle la verga a su hermana hasta el fondo.

Sarah también suspiró complacida, mientras sentía el caliente líquido que la verga de su gemelo escupía en su recto. Tal era la sensación que parecía como si la leche de su hermano en su culo tuviera el mismo efecto que algún narcótico.

El sudor del pecho de su hermano, que se había derrumbado sobre ella, comenzó a combinarse con el de su espalda. Ahí descansaron ambos, mientras el tronco de Santino iba perdiendo grosor dentro de ella, hasta que terminó por salirse, dejándole oportunidad a su dilatado ojete a regresar de nuevo a su arrugada forma.

Pero la calma no duró demasiado, de pronto fueron los gritos de verdadero éxtasis de Pilar los que ahogaron aquel lugar. Era como si toda la fuerza de sus gemidos se hubiera concentrado en aquel momento, sería su segundo orgasmo anal, sólo que este parecía venir aún más grande. Hasta Blanca dejó de magrearse el coño para poner atención a lo que sucedía con su hermanita.

– ¡Mierda! – gritó, sin remordimientos, mientras unas lagrimas escapaban a los costados de sus ojos – ¡AAAAHHHH!

Sin embargo, era ella quien no dejaba de saltar como loca sobre la dura verga de Eliseo, quien ya no iba a poder soportar mucho aquello. Entonces, los ojos de la chica parecieron ponerse en blanco, mientras su boca completamente abierta parecía incapaz de seguir emitiendo sonido alguno.

Entonces Sarah se quedó boquiabierta cuando fijo su vista en el mete y saca de aquellos muchachos; el culo abierto de Pilar seguía subiendo y bajando, pero de su esfínter ya escapaba un hilillo de esperma que bajaba por el tronco de Eliseo. El muchacho ya se había corrido, pero Pilar se había negado a detenerse.

Parecía que Eliseo no soportaría aquello, pero el muchacho soportó el espasmo. Aquella era oficialmente la mejor corrida de su vida, y todo indicaba que también sería la mejor de Pilar, quien no dejaba de saltar descontroladamente a pesar de que su piel ya se había erizado y que su cabeza había caído pesadamente hacía atrás.

La leche de Eliseo ahora servía de lubricante para continuar con sus alocados sube y baja. Se estaba corriendo desde hacía rato, pues el muchacho podía sentir las contracciones del recto de la chica, mientras gotas de jugos vaginales goteaban sobre los vellos de sus testículos. Entonces Pilar alcanzó el clímax, y cayó rendida sobre la verga de su hermanastro. Eliseo la abrazó, rodeándola por la cintura mientras la chica parecía desmayarse del placer. Tuvo que pasar un largo minuto para que pudieran recobrar el aliento. La verga de Eliseo ni siquiera perdió rigidez, pues los movimientos de la chiquilla la habían vuelto a endurecer.

– ¡Vaya cosa! – interrumpió la voz sorprendida de Sarah, quien seguía en la misma posición a pesar de que su hermano ya se hallaba recargado en la pared – Ustedes dos sí que están locos.

Eliseo sonrió apenado, y Pilar ni siquiera se enteró, pues seguía recargada sobre el pecho de su hermanastro, con la mente fuera de sí.

– Espero que un día me hagas algo así – dijo la rubia, con una mirada bastante cachonda

– Podríamos intentarlo – dijo Eliseo, preguntándose de donde había surgido tanta confianza; su teoría de que el sexo tenía un efecto tremendo en la gente volvía a comprobarse – Pero esta vez creo que el crédito fue más de Pilar.

– Ya lo creo – concluyó Sarah.

Sarah se puso entonces de pie, y terminó de sacarse la blusa y el sostén, quedando completamente desnuda.

– Bueno – dijo – apartado el baño. Santino me ha dejado el culo hecho un desastre.

Eliseo no pudo evitar lanzar una risa. La sonriente chica se dirigió al toilette, donde todos pudieron ver sus intentos de evacuar el esperma de su hermano. Santino, que parecía ansioso de lavarse la verga, se metió a la regadera.

Pilar había recuperado fuerzas, y se puso de pie lentamente sobre la cama, pues la verga de Eliseo se hallaba en todo su esplendor.

Santino no tardó mucho. Salió con la toalla en su cintura y volvió a encender el televisor, cambió rápidamente el canal porno y se puso a explorar la programación normal. Se detuvo en un programa sobre reparaciones de grandes maquinas de construcción. Era un chico extraño, sin duda.

Pilar entró entonces a la regadera, mientras Sarah seguía sentada en la taza de baño. Entonces la rubia se puso de pie y se acercó a la puerta de la regadera, donde Pilar comenzaba a mojarse los pies.

– ¡Toc, toc! – dijo

Pilar sólo la saludó alzando las cejas.

– ¿Podemos bañarnos juntas? – preguntó la rubia, mordiéndose los labios inferiores

Pilar miró a sus lados, a absolutamente nadie, y finalmente alzó los hombros.

Sarah entró entonces, y rió divertida al sentir el agua aún fría.

– Te veías bastante bonita – comenzó a decir – Hace rato.

Pilar sabía que Sarah tenía tendencias bisexuales – y que hacía unas noches le había comido el coño a su hermana – pero la rubia le parecía tan bonita que de alguna manera sentía más curiosidad que miedo hacía la chica.

– Gracias – dijo Pilar, sonrojándose de inmediato

– ¡En serio! – insistió Sarah – Apuesto a que estuvo bastante intenso.

Pilar sonrió, y metió la pierna a la regadera.

– ¿Te ayudó a bañarte? – pregunto Sarah, mirando de abajo a arriba el precioso cuerpo de la chiquilla

Pilar no supo qué decir, se humedeció los labios con la lengua y sus labios temblaron cuando se atrevió por fin a responder.

– Sí – dijo

La rubia sonrío, y no tardó en colocarse frente a ella. Entonces sus manos se deleitaron, mientras recorría las formas de la chiquilla, que, inmóvil, se limitaba a sentir aquellas caricias delicadas y agiles.

Las manos de Sarah no tardaron en deslizarse por la espalda baja, hasta sobar dulcemente los glúteos de Pilar. Atrajo el culo de la chica hacía la caída del agua, y sus dedos se deslizaron junto con el chorro entre las nalguitas de Pilar.

Sarah sintió el arrugado esfínter de la chica y también la textura pegajosa del esperma de Eliseo escapando por aquel ojete. Jugueteó con aquel viscoso líquido, y aprovechó para utilizarlo a su favor: uno de sus dedos penetró el culo de Pilar, cálido y liso. La chica sólo suspiró, sin quejarse, y aquello le dio luz verde a la rubia para seguir jugueteando con aquel culito recién follado.

Entonces acercó su rostro al de Pilar, buscando desesperadamente sus labios, que la encontraron, porque también Pilar estaba buscando aquel beso. Se besaron, bajo la lluvia de agua. Pilar llevó sus manos a los pechos de Sarah, y comenzó a apretujar con suavidad los pezones endurecidos de aquella muchacha, mientras sentía como un segundo dedo se abría paso a través del ojete de su culo.

Eliseo, que había estado observando encantado aquella escena, se puso de pie, y se dirigió hacía el baño, deteniéndose antes ante la mayor de sus hermanastras.

– Te estabas masturbando, eh, puerca – le dijo

La chica giró los ojos.

– ¿Qué importa? ¿Qué harás, volver a grabarme?

Eliseo sonrió.

– Estoy bastante dispuesto a follarte hasta que te corras – le dijo, que te parece

– Santino se ve igual de dispuesto – dijo ella, con una sonrisa muy de guarra – Además, creo que hay que priorizar la novedad, le hiciste una promesa a Sarah.

El muchacho sonrió, pareció pasear por su mente.

– Me gusta verte cuando te tocas, te ves particularmente puta – espetó, antes de darle la espalda e ir hacía el baño.

Blanca permaneció sentada, saboreando las palabras del muchacho. Cerró los ojos; se sentía tan plena. Entonces se puso de pie y se desvistió por completo, quizás desnuda alguien se la follaría más pronto.

Viendo que la regadera estaba demasiado ocupada, Eliseo optó por lavarse la verga en el lavabo. Se terminó de limpiar con una de las toallas de mano, y se vistió rápidamente. Tomó las llaves.

– Ahorita vengo – le dijo a Santino – Voy a la tienda.

– De acuerdo.

Salió a la fría noche. Revisó su billetera, y se dirigió directamente a la caseta de cobro.

– Buenas noches – le dijo la encargada, que miraba aburrida a la calle antes de detectarlo

– Buenas noches – respondió él

– ¿Desea la noche completa? – adivinó ella, con un dejo de rutina

Eliseo agradeció que aquella mujer hiciera que todo fuera más fácil. Pagó, y después se dirigió a la tiendilla al fondo de las cocheras, donde compró un bote de jugo de un litro y un pan de dulce grande.

Cerró la cochera, y cuando la máquina terminó de cerrar el sonido de unos gemidos llegó a sus oídos. Era Blanca.

Abrió la puerta con las llaves, y conforme subía los escalones el volumen de aquellos gimoteos iba aumentando.

Llegó al piso, y entonces pudo observar en todo su esplendor la escena que se desarrollaba sobre la cama.

Con Santino recostado boca arriba, las nalgas de Blanca subían y bajaban mientras saltaba sobre él, comiéndose aquella dichosa verga con su ansioso coño. Estaba completamente desnuda, y sus preciosas tetas rebotaban libremente.

Más atrás, lo inesperado. Recostada boca arriba, Sarah disfrutaba comiéndose el coño de Pilar; su lengua se deslizaba entre los labios vaginales de la chiquilla, y de vez en cuando se escabullían entre sus nalgas para saborear con la punta de su lengua el rosado esfínter de la muchacha. A su vez, Pilar se inclinaba para masajear con su boca el clítoris de la rubia. Estaba clara su inexperiencia en el arte de satisfacer oralmente a otra mujer, pero su esfuerzo era digno de un premio.

Mirando la escena, Eliseo dejó las cosas sobre una mesita y comenzó a desvestirse sin interrumpir a nadie. Tomó un sobre de lubricante y embadurnó su verga con el líquido. Ya sea que viera a Pilar y a Sarah en aquel 69 o a su mejor amigo taladrando el coño de Blanca, su pene se endurecía por igual.

Eliseo se acercó lentamente a la cama. Blanca saltaba alegremente sobre la verga de Santino. Entonces Eliseo los hizo detenerse, pero ninguno dijo nada. Él sólo se limitó a acomodarse sobre Blanca, apuntando su glande contra la entrada de su culo. Entonces la penetró, con una facilidad tan evidente que sólo los suspiros de la chica le hicieron comprender que su verga ya estaba hasta el fondo de aquel recto.

Santino, que en ningún momento había sacado su verga de la chica, no necesitó mayor explicación. Continuó embistiendo a la chica, mientras Eliseo comenzaba sus mete y saca sobre el culo de la chica. Lo complicado era sincronizarse; los meneos del rubio hacían que Blanca se moviera demasiado, de modo que buscó el ritmo correcto para coincidir sus arremetidas con las de Santino.

– Creí que te follarías a Sarah – dijo Blanca, sin importarle que Santino escuchara aquello

– Tienes un culo irresistible – explicó él

La chica sonrió encantada.

Siguió bombeándola, hasta que sus movimientos y los de Santino se sincronizaron casi a la perfección. Casi podía sentir como la verga de Santino entraba por el coño de la chica en el momento en que ambos la penetraban al unísono.

Blanca, por su parte, estaba más que extasiada. Sentía como el placer multiplicado por dos inundaba su mente, y sentía una extraña sensación entre el desmayo y la embriaguez. Sus gritos y sus gemidos aumentaban su intensidad conforme a los movimientos de los muchachos, mientras un calor constante y creciente se iba desarrollando más y más en su entrepierna.

– ¡Denme! Denme duro, joder – gritaba – Fóllenme cabrones, más duro.

– ¿Así te gusta, eh putita? – le respondió Eliseo – Clavada como puta, doblemente ensartada como buena zorrona – le espetó

– ¡Ahh! – gimió ella – Sí, como la zorrona que soy – dijo, mientras sentía como ambos aumentaban la intensidad de sus embestidas, dominados por el placer de sus palabras de guarra.

Su hermanastro no pudo resistir más y terminó corriéndose en lo más profundo de su recto. La tibieza de aquel líquido se combinó con el ardor que comenzaba a acrecentarse en su coño. De un momento a otro, ella tampoco pudo resistir más y entonces su coño y su ano se apretujaron de tal manera que los dos chicos sintieron como si les estuviesen arracando la verga.

Una tremenda corrida era experimentada por la chica, y eso no dejó más alternativa al rubio que terminar también descargando su leche en el pasmado coño de la chica. Los tres terminaron agotados, jadeando y suspirando. La chica cayó sobre el pecho de Santino, mientras las manos de Eliseo se sostenían sobre su espalda.

La leche de Eliseo escapaba del culo de su hermanastra, se deslizaba a través del perineo e iba a parar al coño de la chica, donde se combinaba con el esperma de Santino antes de seguir deslizándose hacia abajo, serpenteando hasta descansar en los vellos de los testículos del rubio.

Todos descansaron de la cama, intercambiaban miradas cómplices y sonrisas fugaces. Aquella noche había sido un rito de iniciación, un circulo de confianza que no se olvidaría jamás.

Volvieron a bañarse, uno tras otro y a veces varios juntos. Ya no había pudor ni tabúes, ya sólo quedaba el imaginario de qué seguiría en un futuro, y la interrogante de hasta donde los llevaría todo aquello. Cenaron en silencio, mirando un programa de concursos en el televisor.

Después cayeron rendidos sobre la cama. Se acomodaron de diversas maneras, para dormir, pero al final dejaron atrás los últimos rasgos de pudor y optaron por acostarse uno al lado del otro en la amplia cama, completamente desnudos. Durmieron como benditos una vez se apagaron las luces y no despertaron hasta la mañana siguiente, cuando el teléfono sonó escandalosamente en todo el cuarto.

Sólo Eliseo logró incorporarse; tuvo que pasar su mano sobre el cuerpo desnudo de Pilar para alcanzar el auricular.

– Buenos días – dijo una voz distinta a la mujer que les había atendido la noche anterior

Eliseo miró a su alrededor. En la otra orilla, Sarah descansaba su cabeza sobre el pecho desnudo de Santino. Blanca, en medio, se miraba graciosa, boca arriba, con las piernas arriba y los pies encimados en los tobillos de Santino y él. Pilar, en la orilla a su lado, era la viva imagen de la inocencia. Eliseo pensó que quizás su más grande fantasía se cumpliriría el día que pudiera follársela dormida.

– ¿Bueno? – preguntó la voz

– Sí – reaccionó Eliseo

– En media hora termina su servicio nocturno.

Eliseo miró el reloj en la pared frontal; eran las ocho y media de la mañana.

– ¡Ah! Sí, sí señorita; salimos en media hora.

– Que tenga buen día.

Eliseo suspiró. Un dolorcillo se instaló en un costado de su cabeza. Necesitaría una aspirina.

Subieron a la camioneta de la misma manera en cómo habían llegado. Santino y las hermanas atrás, Eliseo de copiloto y Sarah al mando. Pero todo aquello no hubiera sido necesario, pues sólo una recamarera se paseaba rápidamente en la fría mañana.

Salieron a la calle con la misma discreción con la que habían llegado. Cuando ya se habían alejado a cientos de metros de ahí, Sarah se atrevió a decir algo.

– Bueno – dijo – Y esto fue todo. Aunque debo decir que aún me debes una.

Eliseo sonrió. Era cierto, y a la vez extraño, que ella y él no lo hubiesen hecho; más aún que eran los claros lideres morales de aquello.

– Lo siento – dijo – Pero tendremos bastante tiempo para eso.

– En eso tienes razón.

Eliseo sonrió, entre apenado y divertido. Todavía le costaba trabajo creer que todo aquello sucedía de veras. Además, le encantaba la tranquilidad con la que Sarah tomaba todo aquello.

– ¿Sabes? Si vamos a hacer esto constantemente – dijo ella, serenamente – creo que deberíamos formalizarlo. Como una organización.

– No me gustaría tener que pagar impuestos por eso – bromeó él

Ella rió.

– Me refiero a, no sé, un nombre, algo con que llamarle a esto.

– Si, te entiendo, como si fuera un grupo o una comunidad.

– Exacto. ¿Cómo le llamarías?

– No lo sé – sonrió él

– Algo simple, que sólo nosotros entendamos. – sugirió la chica

Eliseo miró por la ventanilla, aquella mañana se veía particularmente hermosa. No podía ver la vida más que de una manera distinta después de aquella noche.

– El Club – dijo entonces, con una voz tan baja que Sarah apenas pudo escucharlo

– El Club – repitió Sarah, antes de sonreír – ¿Suena bien, sabes? El Club – repitió, con énfasis

– El Club – repitió él, y sonrió

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Relato erótico: “El club (11 Y FINAL)” (POR BUENBATO)

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cuñada portada3EL CLUB FINAL

Sin títuloSarah conducía despacio la camioneta Voyager de su madre, dobló por la entrada del auto motel y miró de reojo a Eliseo. Si ambos estaban nerviosos, no lo parecían. En realidad Sarah ya había estado ahí, Eliseo, nunca. De hecho, Eliseo nunca había ido a un motel; en cierto sentido, la diferencia entre la experiencia de ambos era bastante.

– Creo que no hay nadie – murmuró Sarah, mientras esperaban a un lado de la caseta

Eliseo estaba a punto de decir algo cuando la voz chillona de una mujer los sorprendió.

– Buenas noches – dijo la mujer, saliendo entre risas de un cuartillo, dio un rápido vistazo mientras revisaba la pantalla de un ordenador – ¿Normal?

Sarah giró hacía Eliseo, pero él sólo alzó los hombros.

– Normal – asintió Sarah

– Serían dos horas, cochera nueve, cinco minutos antes se les hace una llamada, pueden solicitar una extensión por hora y el pago se realiza al final. A partir de las diez de la noche, la estancia de noche completa requiere cargo extra. – la mujer ni siquiera los miraba, hablaba de manera mecánica, como deseosa de terminar el cobro – Las primeras cinco horas te las cobro ahorita.

Eliseo entregó el billete a Sarah; la chica se la entregó a la mujer, que parecía interesada únicamente en el pedazo de papel moneda. Les entregó el cambio.

– Que disfruten su estancia. Condones, bebidas y comida al fondo a la derecha. – finalizó la mujer, antes de perderse de nuevo en el cuartillo.

Sarah tardó tres segundos en reaccionar antes de avanzar con el automóvil. Una fila de cuartos a ambos lados apareció. Sólo tres de los veinte cuartos se veían encendidos y sus cocheras cerradas, al final, la luz de la pequeña tienda de condones y comida iluminaba el fondo. Sarah dobló directo a la cochera número nueve. Eliseo bajó del automóvil, y apretó el botón rojo con el cartel “Cochera” arriba. Entonces la cortina metálica de la cochera se cerró y el cuarto se oscureció antes de que Sarah encendiera el interruptor de una débil luz.

Ambos se acercaron detrás del coche, y Sarah abrió la puerta trasera. Varias formas se movían suavemente bajo una manta blanca.

– Ya pueden salir – dijo Sarah

Entonces Santino, Pilar y Blanca se descubrieron la manta.

Hacía casi cinco horas, Eliseo y sus hermanas se habían dirigido a casa de los gemelos, conforme a lo planeado. Eliseo sabía que no podía confiarse; era un verdadero riesgo hacer aquello en la casa de los gemelos, de manera que buscó la manera más diplomática de explicarles que aquello no se realizaría ahí.

– Puedes confiar en nosotros – insistió Sarah, extrañada – Pero en fin, que sea como tú digas.

Tuvieron que ver películas, y comer hamburguesas caseras mientras el tiempo pasaba. Parecía una típica reunión de amigos, pero había una diferencia. Los cinco sabían que era cuestión de horas para que estuviesen solos y dispuestos a follar entre todos, lo que generó una tensión sexual tremenda.

Sarah se acercó a Eliseo.

– ¿Y si en este rato alguien se retira? – preguntó

– Yo diría que todos están ansiosos.

Sarah sonrió, extrañada. Aquella conversación le parecía completamente surrealista. Miró a las hermanas, sentadas en un sofá, y a su hermano, en un sillón, mirando la película. Pensó que quizás en unas horas ella estaría comiéndose el coño de Pilar, mientras su propio hermano la follaba. A eso agregó a su imaginario la escena de Eliseo tirándose a Blanca, y aquello fue suficiente para sentir cómo su entrepierna se inundaba de placer.

Eliseo debía tener razón, seguramente todos, en silencio, pensaba igual, y seguramente crecía en todos ese deseo silencioso y constante de desatar de una vez aquella orgía. Se cruzó accidentalmente con la mirada de Blanca, quien la observó con un susto extraño, como de animalito indefenso. Ella misma se ruborizó. Sonrió, era claro que los bochornos había que ir dejándolos a un lado.

Cuando el reloj dio las ocho cuarenta y cinco de la noche, todos salieron para comenzar a acomodarse en la camioneta de la madre de los gemelos. Sarah habló con sus padres desde el teléfono de casa. Les dijo que Santino ya estaba dormido y que ella también caería pronto. Su madre apenas y habló con ellos, demasiado ocupados con la boda en la que se hallaban.

Eliseo también habló con su madre, pues la coartada había sido un maratón de películas en casa de los gemelos. Había sido difícil convencer al padre de las hermanas que Pilar también era buena amiga de ellos, pero la presencia de Blanca le pareció suficiente para tranquilizarlo.

Sarah había salido de su casa tan precipitadamente, que ni siquiera se cambio su pijama gris de algodón y su cómoda blusa verde de tirantes. Parecía como si sólo hubiese salido a la tienda de la esquina, y Eliseo no pudo evitar distinguir sus formas bajo la holgada ropa.

Media hora después, los cinco estaban ahí, en la mal iluminada cochera de un auto motel, sin atreverse a cruzar la puerta que llevaba a la recamara. Era como sí aquel fuera un purgatorio, una última fase antes del infierno – o el cielo – que les esperaba arriba.

– Bueno – dijo Sarah, finalmente – El tiempo corre.

Todos se miraron de reojo, y la siguieron.

Sarah abrió la puerta, que daba paso enseguida a unos escalones que subían a la recamara. Eliseo fue el último, cerró la puerta con seguro y vio como las luces se encendían.

A diferencia de la cochera, el cuarto resultó ser un iluminado lugar, de lo más acogedor. La amplia cama se hallaba contra la pared derecha, mientras que del otro lado estaba colgando una tv de plasma y un enorme espejo que reflejaba todo lo que se hallaba sobre la cama. También sobre la cabecera de la cama había un espejo, menos alto, que servía para reflejarse de la cintura para arriba.

En la esquina se hallaba el baño y la regadera, cuyas paredes de vidrio no dejaban nada oculto. Era, en todo caso, el típico motel de paso, diseñado y construido para el sexo.

Los cinco muchachos rodearon la cama, como si se tratara de una tumba abierta. La situación no podía ser más incómoda.

Santino, apretó el botón rojo a un lado de la cama y entonces el televisor se encendió. El cuarto se llenó entonces de los gemidos y gritos de una película porno, en la que aparecía una de esas orgias masivas japonesas. El muchacho, alterado por la sorpresa, se apuró a oprimir de nuevo el botón. Pero ya todos lo miraban. Era patético.

Aquel video los puso aún más nerviosos, pero también les recordó qué hacían ahí. Sarah miró de reojo a Eliseo, al otro lado de la cama. Eliseo comprendió entonces que él debía hacerse responsable de aquello; era su idea, y debía ser él quien pusiera manos a la obra.

Entonces se quitó los zapatos, quedando en calcetines, y se subió sobre la cama, recargándose justo en medio sobre la cabecera. Miró a Pilar, haciéndole una seña para que se acercara. Pilar miró brevemente a todos, como si estuviese en una clase de matemáticas y el profesor la hubiese llamado al pizarrón. Gateando, se acercó a su hermanastro hasta quedar de rodillas frente a él.

Vestía una falda de mezclilla entubada, que le cubría hasta la mitad de las piernas. Era tan estrecha que las formas de sus redondos glúteos se alcanzaban a distinguir con facilidad. Su blusa de manga corta tenía un estampado de labios rojos sobre un fondo blanco y sus zapatitos blancos le daban un aspecto entre gracioso y extravagante.

Durante dos segundos no paso nada, de modo que Eliseo comprendió que tendría que dictar cada acción. Le señaló su entrepierna a la chica, y entonces Pilar se acomodó para desabrocharle el cinturón y comenzar a bajarle la bragueta. Era como una pista de baile, en la que hacía falta que la primera pareja se animara para que el resto entrara en acción.

Sólo entonces Sarah tomó la mano de su hermano, y lo hizo sentarse sobre la orilla de la cama. Santino obedeció, y miró cómo su hermana caía de rodillas al suelo alfombrado antes de comenzar a desabrocharle los pantalones. La endurecida verga de su gemelo emergió al exterior al tiempo que sus pantalones caían, las manos de Sarah rodearon su erecto tronco, el cual masajeó suavemente, permitiéndole a su glande salir con gracia de entre la membrana de su prepucio.

Una idea hizo sonreír maliciosamente a Sarah, giró su cuello y buscó la mirada de Blanca. No le costó mucho trabajo, los curiosos ojos de la chica pronto se unieron a los suyos. Entonces Sarah movió el cuello, en ademan de que se acercara.

– ¿Quieres venir? – preguntó

Blanca miró estúpidamente hacía los lados, como si alguien más estuviese ahí. Se mojó los labios y sin decir si sí o si no, simplemente se acercó a los gemelos.

Vestía un short de mezclilla, con una blusa roja de mangas cortas. Llevaba zapatillas altas y blancas, a modo de puta, y su cabello rizado estaba completamente libre.

– Ven – le dijo, invitándola a que se arrodillara

Blanca obedeció, echando un último vistazo a la cama, donde las manos de Eliseo se deslizaban bajo la falda de mezclilla de Pilar, al tiempo en que la cabeza de su hermanita se perdía entre las piernas del muchacho.

Terminó de arrodillarse, y ante ella surgió la extravagante escena de la lengua de Sarah lamiendo de abajo hasta arriba el tronco duro y erecto de su gemelo. Blanca mordió sus labios inferiores, y permaneció inmóvil, como esperando la siguiente indicación de la rubia. Pero esta parecía haberse olvidado de la chica, pues su boca bajó de nuevo entre besos hasta darle uno último a las bolas del muchacho. Sólo entonces el rostro de Sarah sonrió a la invitada, y no fue necesario que dijera nada para que Blanca comprendiera que también podía participar.

Algo le dijo que aquello no estaba bien, pero otra voz le recordó que aquello había dejado de tener importancia desde hacía mucho. Cerró los ojos, y acercó su boca lentamente hacia adelante. Sus labios se abrieron para dar paso a la esponjosa forma de aquel glande; Blanca tenía ahora una nueva verga en su boca. Rápidamente detectó el distinto aroma y sabor de aquello, reconoció la sensación que la saliva de Sarah generaba en su boca, y casi pudo percibir el nervioso palpitar de aquel tronco.

Sus ojos se alzaron y miraron a Santino, quien se quedó abrumado con aquella visión de ensueño. Los labios de Blanca apretujaron suavemente aquel falo, y entonces inició un lento mete y saca. Un arriba y abajo que comenzó a regalar sensaciones suaves y disfrutables al afortunado muchacho.

Segundos después, Sarah se acomodó a su lado, de manera que ambas pudieran tener acceso a la verga del muchacho. Entonces la rubia llevó sus labios al glande de su hermano, donde Blanca daba los últimos sorbos. Sus mejillas chocaron cuando se dirigían al mismo tiempo hacía el afortunado pedazo de carne, pero ambas dejaron cordialmente el especio para que cada una pudiera cubrir cada lado de aquel tronco. No era la primera vez que Blanca chupaba una verga en equipo, pero se había acostumbrado tanto a Pilar y a Eliseo que aquello era como si se tratara de algo completamente nuevo.

Para Santino, por su parte, aquello sí que era completamente nuevo. Se sentía en el cielo, y no parecía haber en él ningún rastro de aquel asustadizo muchacho que insistía afanosamente en evitar toda aquella locura. Disfrutaba sentado, sosteniéndose con sus manos sobre el colchón, mientras dejaba que las chicas se encargaran de todo el trabajo.

Las miraba de aquí para allá. A veces con Blanca besándole el glande al tiempo que su hermana se llevaba uno de sus testículos a la boca. Al rato, era Blanca quien lamía sus huevos al tiempo que su gemela se encargaba de besarle cada centímetro de su tronco.

Sin embargo, allá abajo, algo más que una simple mamada se estaba confabulando. Blanca notaba como la rubia aprovechaba cada oportunidad para que sus labios se encontraran. Aquello era poca cosa comparado con lo sucedido hacía algunos días, pero Blanca seguía sintiéndose confundida con la manera en que Sarah la buscaba. Le era difícil sentirse tan atraída por una mujer, pero aquella misma sensación de desagrado comenzaba a causar estragos en su mente. ¿Era realmente un desagrado autentico, o era ella reprimiendo sus deseos de besar a la chica de nuevo? ¿Qué tenía de malo?, pensaba, a fin de cuentas, ya había cruzado todos los limites. Pensó en qué sucedería si se tratara de Pilar, y se le ocurrió que no le hubiese costado trabajo besar a su hermana. ¿Por qué con Sarah era tan distinto?

Su boca besaba, lamía y chupaba cada área de la dura verga de Santino, en un juego de atrápame si puedes contra Sarah. A veces la rubia acorralaba su boca, y sus labios terminaban chocando fortuitamente por unos segundos. Sin embargo, algo sucedió; ambas besaban un testículo de Santino hasta que comenzaron a subir a través de la verga. Entonces, cuando esta se terminó, Blanca abrió los ojos sorprendida cuando descubrió que ahora sus labios se movían contra los de Sarah; un impulso la invitó a alejarse de inmediato, pero uno más fuerte la obligó a permanecer ahí. Volvió a cerrar los ojos, disfrutando de los suaves y dulces labios de Sarah. Lo había extrañado, había extrañado esos labios, sazonados ahora con el ligeramente agrio sabor de Santino.

Se perdieron en un largo e intenso beso, de esos que parecen intentar recuperar el tiempo perdido. Santino se hubiese sentido abandonado, de no ser por que aquella escena se le antojaba tremendamente excitante. Dos mujeres preciosas besándose ante su endurecida verga, y una de ellas, su hermana. Las chicas despegaron sus labios y se sonrieron mutuamente, como si aquello hubiese sido una promesa. Entonces regresaron con disciplina a masajear con sus bocas la verga del gemelo.

Sarah se incorporó un momento para acomodar su cabello, miró hacía la cama, y una sonrisa morbosa escapó de sus labios cuando vio cómo Pilar seguía mamando la verga de su hermanastro al tiempo que este ya le había alzado la falda por completo y bajado las bragas hasta las rodillas, de manera que su dedo índice ahora exploraba el interior del culo de la chiquilla. El coño de Sarah se hizo agua de sólo pensar en ello.

Sarah siempre había temido la idea de que alguien le rompiese el culo, y hasta hoy seguía virgen; pero ver cómo aquellos dos se divertían con aquello le provocó una extraña curiosidad por saber cómo se sentiría la cálida verga de alguien incrustada en su culo. Con la misma sonrisa y con los pensamientos dando vueltas por su cabecita, la rubia regresó abajo; sus labios se encontraron con los de Blanca antes de tocar la suave piel del glande de Santino, desde donde su boca descendió hasta besarle los testículos.

En efecto, los agiles dedos de Eliseo exploraban el inmaculado esfínter de su hermanastra. Habían dejado aquello pendiente, pero Eliseo no iba a dejar pasar una noche más. Pilar, por su parte, comprendió que aquello era inevitable y, de cierta forma, la curiosidad por tener la verga de su hermanastro dentro de su culo no la dejaba en paz. Tenían que hacerlo, y nada más excitante que hacerlo frente a tantos.

– Hoy voy a romperte el culo – dijo Eliseo, con una extraña sonrisa

Las mejillas de la chica se ruborizaron en el acto, pero su cabeza se movió afirmativamente antes de continuar mamándole el falo al muchacho.

La mano de Eliseo empujó suavemente la frente de la chica, haciéndole sacarse la verga de su boquita.

– ¿Sabes qué? – dijo el muchacho – Tú misma te clavaras mi verga en el culo, ¿cómo ves?

Los ojos de la chica se abrieron de asombro, pero en seguida su rostro cambió a la de una curiosidad extraña. ¿Cómo podría hacer eso?

Su hermanastro se incorporó, le desvistió las bragas completamente, lanzándolas fuera de la cama y la hizo ponerse de cuclillas, dándole la espalda, y la atrajo hasta que sus nalgas abrazaron su endurecida verga. Él se había acomodado en flor de loto, con la espalda recargada sobre la cabecera de la cama.

Con la punta de su verga rozándole el ojete a Pilar, Eliseo alcanzó sus pantalones sobre la cama. Revisó sus bolsillos y sacó de un puñado cinco sobres plateados. Tomó uno, rompió la esquina del sobrecito y lo apachurró sobre su glande. Con aquel liquido, lubricó también la entrada del culo de Pilar. Comenzó a sobar con la punta de su falo el rosado culo de Pilar, mientras esta cerraba los ojos, pensando en que sería ella quien tendría el mayor control a la hora de romper su ano con la endurecida verga de su hermanastro.

– ¿Los interrumpo?

La voz sonriente de Sarah los sorprendió. Yacía boca abajo sobre la cama, sosteniéndose con sus codos y con su culo fuera de las orillas. Detrás de ella, Santino se había incorporado. Mientras Eliseo y Pilar se preparaban, la rubia había convencido a su hermano de hacer lo mismo. Eliseo sonrió, iba a ser testigo de cómo Santino le rompía el culo a su propia gemela al tiempo que él hacía lo mismo con la menor de sus hermanastras.

Blanca, como asistente, le alcanzó uno de los sobrecitos de lubricante a Santino.

Santino deslizó las bragas de su hermana hasta el nivel de sus rodillas. Y ante él apareció la preciosa vista de su culo abierto, mostrando su apretado y oscuro ojete sobre la piel clara de la más secreta de sus partes. La boca de su hermano se llenó de saliva al tiempo que su verga se endurecía aún más ante la idea de penetrar por primera vez aquel orificio.

Sarah no tenía tanto culo, ni siquiera comparada con Pilar. Su delgadez y su altura hacían que su culito se viese reducido a un par de nalgas redondas pero pequeñas, de tal manera que, con aquella posición, su esfínter estaba más que expuesto para recibir la verga de su hermano.

Mientras esperaba, Eliseo le había desvestido la blusa a Pilar, y ahora sus dos manos jugueteaban con los pezones de la chica, que se endurecieron de inmediato ante los suaves pellizcos del muchacho. A la chica ahora sólo la cubría la falda de mezclilla, doblada sobre sus caderas.

Blanca fue la encargada de lubricar la verga de Eliseo y ojo del culo de Sarah. Vertió unas gotas gruesas sobre el glande del muchacho, y con un suave masaje lo repartió en toda la punta de aquella verga. A Sarah, le dejó caer dos gotitas de lubricante justo en el ojete, y con eso pudo meter con facilidad su dedo índice. La rubia gruñó de inesperado placer ante aquello, y Blanca no pudo más que sonreírle furtivamente.

– ¡Listo! – dijo la chica, al tiempo que colocaba la punta de la verga de Santino sobre la entrada del culo de Sarah

Eliseo y Pilar se prepararon. Nadie lo había organizado de aquella manera, pero estaba claro que pretendían hacer aquello al mismo tiempo. Blanca se sentó y se acomodó, con una sonrisa curiosa ante el espectáculo que estaba tomando forma ante ella.

– Cinco, cuatro… – comenzó a decir Sarah, con una sonrisa nerviosa.

– Tres, dos… – se unió Blanca, reprimiendo una risita.

– Uno.

El cuerpo de Sarah se estremeció, una sacudida curvó su espalda y un gritó escapó de su garganta para sofocarse de inmediato. Respiró lo más que pudo para soportar el dolor que había provocado la repentina invasión de su hermano.

Falto de tacto y de experiencia, Santino había tomado la decisión de penetrarle el culo a su hermana de una sola tajada. En menos de un segundo, y con una precisión fortuita, le había clavado su verga por completo, deteniéndose sólo cuando alcanzó el tope.

– ¡Joder! ¡Santino! – gritó Sarah, una vez que logró recobrar la respiración, al tiempo que despegaba su rostro de la cama. Había incluso mordido, en vano, las sabanas de la cama para soportar el ardor en su culo.

Blanca estaba riendo, divertida. El rostro de Sarah, con los ojos desorbitándose de la impresión, le había parecido sumamente gracioso.

Sólo entonces se dieron el tiempo de ver lo que sucedía con los otros dos. Pilar, más lista, se había dejado caer suavemente sobre la gruesa verga de Eliseo, y su culo apenas se hallaba a medio camino de la penetración total. Lentamente, seguía dejando caer su culo, que iba dilatándose más y más conforme el pene de Eliseo se iba abriendo paso en el cálido abrazo de su recto.

La imagen clara del rosado anillo de la chica engullendo aquel tronco era digno de fotografía. El coño de Blanca se humedeció aún más, y una rápida sensación eléctrica se reflejó en su esfínter. Aquella imagen también conmovió bastante a Sarah, que finalmente agradeció tener su propia verga insertada en el culo.

– ¡Va! Hay que seguir – susurró a su hermano – Pero ten cuidado.

Santino no dijo nada; él estaba perdido en la excitante sensación de aprensión que el estrecho culo de su hermana provocaba en su verga. Intentó sacarlo, pero la hinchazón del culo de su hermana apretaba demasiado su verga, de modo que tuvo que comenzar con movimientos muy suaves y lentos. Sin embargo, incluso aquellos movimientos tan simples provocaban sensaciones en la mente de Sarah; poco a poco, el placer y la excitación fueron aflojando su culo, facilitando al rubio el mete y saca de su verga.

– ¡Ah!¡Ahhh! – comenzó a gimotear Sarah, conforme Santino iba teniendo el espacio para aumentar la intensidad de sus embestidas – Sigueeee…cabrrrooooónn.

Santino obedeció con gusto.

– ¡Joder, Santi! Que rico.

– ¿Así? – preguntó Santino, aumentando la intensidad de sus movimientos

– ¡Así! Joder, pero que rico.

Pilar, por su parte, hacía tiempo que había caído por completo sobre la verga de Eliseo. Él permanecía quieto, mientras ella evaluaba cuidadosamente sus movimientos; Blanca, que los miraba, comprendió lo difícil que debía ser aquella tarea. Aunque Pilar era una chiquilla bastante nalgoncita, eso no servía mucho a la hora de insertarse completamente la verga de su hermanastro en el culo. Las dimensiones de aquel tronco parecían gigantes comparadas con el estrecho y pequeño ojete del culo de la chica.

Eliseo alucinado, y sólo se limitaba a sentir el cálido abrazo que el recto de su hermanastra manaba. Cuando la chica comenzó a intentar subir lentamente, él la ayudó tomándola por la cintura. Poco a poco ella fue agarrando un ritmo más estable en sus brincos, hasta que los brazos de su hermanastro se sincronizaron lo suficiente para sostener sus movimientos.

Pronto sus gemidos se unieron a los de Sarah, y el cuarto se inundó de un canto de placer y excitación. Las respiraciones de Santino eran más agitadas, y los gritos de su hermana eran los que más se notaban. Los agudos grititos de Pilar eran más controlados, y Eliseo apenas y lanzaba uno que otro suspiro, como si estuviese todo el tiempo tratando de mantener la respiración.

– ¡Ahh! – suspiró Pilar

Eliseo reaccionó llevando sus manos al pecho de la chica.

– ¿Te gustó? – preguntó su hermanastro, apachurrándole las tetas – ¿Te gustó cómo te rompí el culito?

– Sí – dijo ella, apretando los dientes al tiempo que la parte más gruesa de aquel tronco cruzaba por su esfínter – Mucho.

– De ahora en adelante te voy a culear más seguido, ¿te parece?

– Sí – dijo ella; en ese momento de placer no podía más que decir que sí a todo lo que implicara un placer como el que estaba sintiendo.

– Me voy a correr en tu culito cuantas veces se me antoje – continuó él, provocando que la chica no hiciera más que ponerse más cachonda – Te vas a ir a la cama muchas veces con mi leche adentro de tu culo, ¿te parece?

– Mi lechita antes de dormir – bromeó ella, pero sin poder sonreír por la tremenda verga que la estaba partiendo y sobre la cual, sin embargo, no dejaba de saltar y saltar.

Miró hacía adelante, y al girar el cuello se encontró frente a frente con los ojos enardecidos de su hermana. Sin embargo está desvió la mirada de inmediato.

Y es que las manos de Blanca ya la habían traicionado, y ahora sus dedos se paseaban sobre su coño, sintiendo en sus manos los jugos que su concha no dejaba de emanar. Había hecho ya un verdadero desastre en su entrepierna, pero la escena que se desarrollaba frente a ella le daba la rienda suelta necesaria para perder por completo el control.

Olía a sexo; a verga, a coño y al tenue aroma a mierda que aumentaba conforme se estaba más cerca de los esfínteres taladrados de aquellas chicas. Cualquiera que hubiese pasado cerca de ahí se hubiese extrañado del coro de voces que gemían de placer, pero nadie les interrumpió nunca.

Eliseo ya comenzaba a mover un poco sus caderas, como si las penetraciones completas y cada vez más rápidas al culo de Pilar no fueran suficientes. Santino comenzaba a agotarse, pero su hermana comenzó a apoyarlo, moviendo sus caderas para que aquel falo no dejara ni un segundo de atravesarle el culo.

Habían pasado varios minutos cuando de pronto el cuerpo de Santino pareció derrumbarse, y tuvo que sostenerse con las manos sobre la cama al tiempo que su pérdida de fuerza le hacía clavarle la verga a su hermana hasta el fondo.

Sarah también suspiró complacida, mientras sentía el caliente líquido que la verga de su gemelo escupía en su recto. Tal era la sensación que parecía como si la leche de su hermano en su culo tuviera el mismo efecto que algún narcótico.

El sudor del pecho de su hermano, que se había derrumbado sobre ella, comenzó a combinarse con el de su espalda. Ahí descansaron ambos, mientras el tronco de Santino iba perdiendo grosor dentro de ella, hasta que terminó por salirse, dejándole oportunidad a su dilatado ojete a regresar de nuevo a su arrugada forma.

Pero la calma no duró demasiado, de pronto fueron los gritos de verdadero éxtasis de Pilar los que ahogaron aquel lugar. Era como si toda la fuerza de sus gemidos se hubiera concentrado en aquel momento, sería su segundo orgasmo anal, sólo que este parecía venir aún más grande. Hasta Blanca dejó de magrearse el coño para poner atención a lo que sucedía con su hermanita.

– ¡Mierda! – gritó, sin remordimientos, mientras unas lagrimas escapaban a los costados de sus ojos – ¡AAAAHHHH!

Sin embargo, era ella quien no dejaba de saltar como loca sobre la dura verga de Eliseo, quien ya no iba a poder soportar mucho aquello. Entonces, los ojos de la chica parecieron ponerse en blanco, mientras su boca completamente abierta parecía incapaz de seguir emitiendo sonido alguno.

Entonces Sarah se quedó boquiabierta cuando fijo su vista en el mete y saca de aquellos muchachos; el culo abierto de Pilar seguía subiendo y bajando, pero de su esfínter ya escapaba un hilillo de esperma que bajaba por el tronco de Eliseo. El muchacho ya se había corrido, pero Pilar se había negado a detenerse.

Parecía que Eliseo no soportaría aquello, pero el muchacho soportó el espasmo. Aquella era oficialmente la mejor corrida de su vida, y todo indicaba que también sería la mejor de Pilar, quien no dejaba de saltar descontroladamente a pesar de que su piel ya se había erizado y que su cabeza había caído pesadamente hacía atrás.

La leche de Eliseo ahora servía de lubricante para continuar con sus alocados sube y baja. Se estaba corriendo desde hacía rato, pues el muchacho podía sentir las contracciones del recto de la chica, mientras gotas de jugos vaginales goteaban sobre los vellos de sus testículos. Entonces Pilar alcanzó el clímax, y cayó rendida sobre la verga de su hermanastro. Eliseo la abrazó, rodeándola por la cintura mientras la chica parecía desmayarse del placer. Tuvo que pasar un largo minuto para que pudieran recobrar el aliento. La verga de Eliseo ni siquiera perdió rigidez, pues los movimientos de la chiquilla la habían vuelto a endurecer.

– ¡Vaya cosa! – interrumpió la voz sorprendida de Sarah, quien seguía en la misma posición a pesar de que su hermano ya se hallaba recargado en la pared – Ustedes dos sí que están locos.

Eliseo sonrió apenado, y Pilar ni siquiera se enteró, pues seguía recargada sobre el pecho de su hermanastro, con la mente fuera de sí.

– Espero que un día me hagas algo así – dijo la rubia, con una mirada bastante cachonda

– Podríamos intentarlo – dijo Eliseo, preguntándose de donde había surgido tanta confianza; su teoría de que el sexo tenía un efecto tremendo en la gente volvía a comprobarse – Pero esta vez creo que el crédito fue más de Pilar.

– Ya lo creo – concluyó Sarah.

Sarah se puso entonces de pie, y terminó de sacarse la blusa y el sostén, quedando completamente desnuda.

– Bueno – dijo – apartado el baño. Santino me ha dejado el culo hecho un desastre.

Eliseo no pudo evitar lanzar una risa. La sonriente chica se dirigió al toilette, donde todos pudieron ver sus intentos de evacuar el esperma de su hermano. Santino, que parecía ansioso de lavarse la verga, se metió a la regadera.

Pilar había recuperado fuerzas, y se puso de pie lentamente sobre la cama, pues la verga de Eliseo se hallaba en todo su esplendor.

Santino no tardó mucho. Salió con la toalla en su cintura y volvió a encender el televisor, cambió rápidamente el canal porno y se puso a explorar la programación normal. Se detuvo en un programa sobre reparaciones de grandes maquinas de construcción. Era un chico extraño, sin duda.

Pilar entró entonces a la regadera, mientras Sarah seguía sentada en la taza de baño. Entonces la rubia se puso de pie y se acercó a la puerta de la regadera, donde Pilar comenzaba a mojarse los pies.

– ¡Toc, toc! – dijo

Pilar sólo la saludó alzando las cejas.

– ¿Podemos bañarnos juntas? – preguntó la rubia, mordiéndose los labios inferiores

Pilar miró a sus lados, a absolutamente nadie, y finalmente alzó los hombros.

Sarah entró entonces, y rió divertida al sentir el agua aún fría.

– Te veías bastante bonita – comenzó a decir – Hace rato.

Pilar sabía que Sarah tenía tendencias bisexuales – y que hacía unas noches le había comido el coño a su hermana – pero la rubia le parecía tan bonita que de alguna manera sentía más curiosidad que miedo hacía la chica.

– Gracias – dijo Pilar, sonrojándose de inmediato

– ¡En serio! – insistió Sarah – Apuesto a que estuvo bastante intenso.

Pilar sonrió, y metió la pierna a la regadera.

– ¿Te ayudó a bañarte? – pregunto Sarah, mirando de abajo a arriba el precioso cuerpo de la chiquilla

Pilar no supo qué decir, se humedeció los labios con la lengua y sus labios temblaron cuando se atrevió por fin a responder.

– Sí – dijo

La rubia sonrío, y no tardó en colocarse frente a ella. Entonces sus manos se deleitaron, mientras recorría las formas de la chiquilla, que, inmóvil, se limitaba a sentir aquellas caricias delicadas y agiles.

Las manos de Sarah no tardaron en deslizarse por la espalda baja, hasta sobar dulcemente los glúteos de Pilar. Atrajo el culo de la chica hacía la caída del agua, y sus dedos se deslizaron junto con el chorro entre las nalguitas de Pilar.

Sarah sintió el arrugado esfínter de la chica y también la textura pegajosa del esperma de Eliseo escapando por aquel ojete. Jugueteó con aquel viscoso líquido, y aprovechó para utilizarlo a su favor: uno de sus dedos penetró el culo de Pilar, cálido y liso. La chica sólo suspiró, sin quejarse, y aquello le dio luz verde a la rubia para seguir jugueteando con aquel culito recién follado.

Entonces acercó su rostro al de Pilar, buscando desesperadamente sus labios, que la encontraron, porque también Pilar estaba buscando aquel beso. Se besaron, bajo la lluvia de agua. Pilar llevó sus manos a los pechos de Sarah, y comenzó a apretujar con suavidad los pezones endurecidos de aquella muchacha, mientras sentía como un segundo dedo se abría paso a través del ojete de su culo.

Eliseo, que había estado observando encantado aquella escena, se puso de pie, y se dirigió hacía el baño, deteniéndose antes ante la mayor de sus hermanastras.

– Te estabas masturbando, eh, puerca – le dijo

La chica giró los ojos.

– ¿Qué importa? ¿Qué harás, volver a grabarme?

Eliseo sonrió.

– Estoy bastante dispuesto a follarte hasta que te corras – le dijo, que te parece

– Santino se ve igual de dispuesto – dijo ella, con una sonrisa muy de guarra – Además, creo que hay que priorizar la novedad, le hiciste una promesa a Sarah.

El muchacho sonrió, pareció pasear por su mente.

– Me gusta verte cuando te tocas, te ves particularmente puta – espetó, antes de darle la espalda e ir hacía el baño.

Blanca permaneció sentada, saboreando las palabras del muchacho. Cerró los ojos; se sentía tan plena. Entonces se puso de pie y se desvistió por completo, quizás desnuda alguien se la follaría más pronto.

Viendo que la regadera estaba demasiado ocupada, Eliseo optó por lavarse la verga en el lavabo. Se terminó de limpiar con una de las toallas de mano, y se vistió rápidamente. Tomó las llaves.

– Ahorita vengo – le dijo a Santino – Voy a la tienda.

– De acuerdo.

Salió a la fría noche. Revisó su billetera, y se dirigió directamente a la caseta de cobro.

– Buenas noches – le dijo la encargada, que miraba aburrida a la calle antes de detectarlo

– Buenas noches – respondió él

– ¿Desea la noche completa? – adivinó ella, con un dejo de rutina

Eliseo agradeció que aquella mujer hiciera que todo fuera más fácil. Pagó, y después se dirigió a la tiendilla al fondo de las cocheras, donde compró un bote de jugo de un litro y un pan de dulce grande.

Cerró la cochera, y cuando la máquina terminó de cerrar el sonido de unos gemidos llegó a sus oídos. Era Blanca.

Abrió la puerta con las llaves, y conforme subía los escalones el volumen de aquellos gimoteos iba aumentando.

Llegó al piso, y entonces pudo observar en todo su esplendor la escena que se desarrollaba sobre la cama.

Con Santino recostado boca arriba, las nalgas de Blanca subían y bajaban mientras saltaba sobre él, comiéndose aquella dichosa verga con su ansioso coño. Estaba completamente desnuda, y sus preciosas tetas rebotaban libremente.

Más atrás, lo inesperado. Recostada boca arriba, Sarah disfrutaba comiéndose el coño de Pilar; su lengua se deslizaba entre los labios vaginales de la chiquilla, y de vez en cuando se escabullían entre sus nalgas para saborear con la punta de su lengua el rosado esfínter de la muchacha. A su vez, Pilar se inclinaba para masajear con su boca el clítoris de la rubia. Estaba clara su inexperiencia en el arte de satisfacer oralmente a otra mujer, pero su esfuerzo era digno de un premio.

Mirando la escena, Eliseo dejó las cosas sobre una mesita y comenzó a desvestirse sin interrumpir a nadie. Tomó un sobre de lubricante y embadurnó su verga con el líquido. Ya sea que viera a Pilar y a Sarah en aquel 69 o a su mejor amigo taladrando el coño de Blanca, su pene se endurecía por igual.

Eliseo se acercó lentamente a la cama. Blanca saltaba alegremente sobre la verga de Santino. Entonces Eliseo los hizo detenerse, pero ninguno dijo nada. Él sólo se limitó a acomodarse sobre Blanca, apuntando su glande contra la entrada de su culo. Entonces la penetró, con una facilidad tan evidente que sólo los suspiros de la chica le hicieron comprender que su verga ya estaba hasta el fondo de aquel recto.

Santino, que en ningún momento había sacado su verga de la chica, no necesitó mayor explicación. Continuó embistiendo a la chica, mientras Eliseo comenzaba sus mete y saca sobre el culo de la chica. Lo complicado era sincronizarse; los meneos del rubio hacían que Blanca se moviera demasiado, de modo que buscó el ritmo correcto para coincidir sus arremetidas con las de Santino.

– Creí que te follarías a Sarah – dijo Blanca, sin importarle que Santino escuchara aquello

– Tienes un culo irresistible – explicó él

La chica sonrió encantada.

Siguió bombeándola, hasta que sus movimientos y los de Santino se sincronizaron casi a la perfección. Casi podía sentir como la verga de Santino entraba por el coño de la chica en el momento en que ambos la penetraban al unísono.

Blanca, por su parte, estaba más que extasiada. Sentía como el placer multiplicado por dos inundaba su mente, y sentía una extraña sensación entre el desmayo y la embriaguez. Sus gritos y sus gemidos aumentaban su intensidad conforme a los movimientos de los muchachos, mientras un calor constante y creciente se iba desarrollando más y más en su entrepierna.

– ¡Denme! Denme duro, joder – gritaba – Fóllenme cabrones, más duro.

– ¿Así te gusta, eh putita? – le respondió Eliseo – Clavada como puta, doblemente ensartada como buena zorrona – le espetó

– ¡Ahh! – gimió ella – Sí, como la zorrona que soy – dijo, mientras sentía como ambos aumentaban la intensidad de sus embestidas, dominados por el placer de sus palabras de guarra.

Su hermanastro no pudo resistir más y terminó corriéndose en lo más profundo de su recto. La tibieza de aquel líquido se combinó con el ardor que comenzaba a acrecentarse en su coño. De un momento a otro, ella tampoco pudo resistir más y entonces su coño y su ano se apretujaron de tal manera que los dos chicos sintieron como si les estuviesen arracando la verga.

Una tremenda corrida era experimentada por la chica, y eso no dejó más alternativa al rubio que terminar también descargando su leche en el pasmado coño de la chica. Los tres terminaron agotados, jadeando y suspirando. La chica cayó sobre el pecho de Santino, mientras las manos de Eliseo se sostenían sobre su espalda.

La leche de Eliseo escapaba del culo de su hermanastra, se deslizaba a través del perineo e iba a parar al coño de la chica, donde se combinaba con el esperma de Santino antes de seguir deslizándose hacia abajo, serpenteando hasta descansar en los vellos de los testículos del rubio.

Todos descansaron de la cama, intercambiaban miradas cómplices y sonrisas fugaces. Aquella noche había sido un rito de iniciación, un circulo de confianza que no se olvidaría jamás.

Volvieron a bañarse, uno tras otro y a veces varios juntos. Ya no había pudor ni tabúes, ya sólo quedaba el imaginario de qué seguiría en un futuro, y la interrogante de hasta donde los llevaría todo aquello. Cenaron en silencio, mirando un programa de concursos en el televisor.

Después cayeron rendidos sobre la cama. Se acomodaron de diversas maneras, para dormir, pero al final dejaron atrás los últimos rasgos de pudor y optaron por acostarse uno al lado del otro en la amplia cama, completamente desnudos. Durmieron como benditos una vez se apagaron las luces y no despertaron hasta la mañana siguiente, cuando el teléfono sonó escandalosamente en todo el cuarto.

Sólo Eliseo logró incorporarse; tuvo que pasar su mano sobre el cuerpo desnudo de Pilar para alcanzar el auricular.

– Buenos días – dijo una voz distinta a la mujer que les había atendido la noche anterior

Eliseo miró a su alrededor. En la otra orilla, Sarah descansaba su cabeza sobre el pecho desnudo de Santino. Blanca, en medio, se miraba graciosa, boca arriba, con las piernas arriba y los pies encimados en los tobillos de Santino y él. Pilar, en la orilla a su lado, era la viva imagen de la inocencia. Eliseo pensó que quizás su más grande fantasía se cumpliriría el día que pudiera follársela dormida.

– ¿Bueno? – preguntó la voz

– Sí – reaccionó Eliseo

– En media hora termina su servicio nocturno.

Eliseo miró el reloj en la pared frontal; eran las ocho y media de la mañana.

– ¡Ah! Sí, sí señorita; salimos en media hora.

– Que tenga buen día.

Eliseo suspiró. Un dolorcillo se instaló en un costado de su cabeza. Necesitaría una aspirina.

Subieron a la camioneta de la misma manera en cómo habían llegado. Santino y las hermanas atrás, Eliseo de copiloto y Sarah al mando. Pero todo aquello no hubiera sido necesario, pues sólo una recamarera se paseaba rápidamente en la fría mañana.

Salieron a la calle con la misma discreción con la que habían llegado. Cuando ya se habían alejado a cientos de metros de ahí, Sarah se atrevió a decir algo.

– Bueno – dijo – Y esto fue todo. Aunque debo decir que aún me debes una.

Eliseo sonrió. Era cierto, y a la vez extraño, que ella y él no lo hubiesen hecho; más aún que eran los claros lideres morales de aquello.

– Lo siento – dijo – Pero tendremos bastante tiempo para eso.

– En eso tienes razón.

Eliseo sonrió, entre apenado y divertido. Todavía le costaba trabajo creer que todo aquello sucedía de veras. Además, le encantaba la tranquilidad con la que Sarah tomaba todo aquello.

– ¿Sabes? Si vamos a hacer esto constantemente – dijo ella, serenamente – creo que deberíamos formalizarlo. Como una organización.

– No me gustaría tener que pagar impuestos por eso – bromeó él

Ella rió.

– Me refiero a, no sé, un nombre, algo con que llamarle a esto.

– Si, te entiendo, como si fuera un grupo o una comunidad.

– Exacto. ¿Cómo le llamarías?

– No lo sé – sonrió él

– Algo simple, que sólo nosotros entendamos. – sugirió la chica

Eliseo miró por la ventanilla, aquella mañana se veía particularmente hermosa. No podía ver la vida más que de una manera distinta después de aquella noche.

– El Club – dijo entonces, con una voz tan baja que Sarah apenas pudo escucharlo

– El Club – repitió Sarah, antes de sonreír – ¿Suena bien, sabes? El Club – repitió, con énfasis

– El Club – repitió él, y sonrió

FIN

 

Relato erótico: “LAS TRES REINAS 1- HARALD” (PUBLICADO POR MALEANTE)

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verano inolvidable2Caía la noche en el bosque cerrado. El sol mortecino hacía 01brillar tenuemente sus últimos rayos, como queriendo anticipar, que después de él, vendría la oscuridad. En esos momentos, los campesinos, mercaderes, y toda persona de tanto de a pie como la de mayor estatus, habían abandonado hacía tiempo sus quehaceres, para refugiarse, en sus, casas, palacios, chozas, establos o los agujeros inmundos a los que llamaban sus hogares, pues a ninguna persona en su sano juicio le agradaba deambular en la oscuridad. Había sin embargo uno, que aún a esas horas seguía deambulando por el bosque. Se trataba de un hombre joven que rondaría los veinte. Con una melena parda como un roble hasta la nuca y una barba recortada que le hacía parecer unos años mayor. Lo que más destacaban de eran sus ojos grisáceos. Destilaban sabiduría y experiencia, y también mostraban que habían tenido que tomar más de una decisión difícil. En definitiva, no eran ojos propios de un muchacho de esa edad. Avanzaba por la espesura del bosque a lomos un soberbio caballo, negro como la noche, que a cuanto más escaseaba la luz, más se fundía con la negrura del entorno. Por la seguridad y la firmeza con la que lo montaba se podía apreciar que el joven era fuerte y también alto. Mediría casi dos metros. Vestía unas ropas simples y abrigadas, ideales para montar en el bosque. A su espalda descansaban un carcaj de flechas y un arco y en su cinto una espada nórdica y un “scramasax” que llevaba en el costado. Lo necesario para defenderse ante algún imprevisto. Aunque intentaba mantener la calma tenía una inquietud que iba creciendo en el conforme la visibilidad disminuía. Se acercaba la oscuridad y era obvio que no iba a encontrar la salida del bosque antes de que anocheciera. Y aunque no fuera un cobarde a ningún hombre sensato le agradaba pasar la noche en el bosque. Pues la oscuridad alberga cosas bellas, pero también terrores nocturnos. Entre ellos los lobos, que adoraban despedazar sus presas en la noche. Mientras el viajero extraviado se preguntaba que hacer un trueno rompió sus cavilaciones seguido de una fuerte lluvia.

-“Mierda.”-se dijo a sí mismo- “Se ve que hoy no tengo suerte.”

Se colocó la capucha de su capa con la esperanza de resguardarse un poco de la lluvia. Pero de nada sirvió, pues se empapó enseguida. Soltó una maldición en silencio y así procedió a seguir avanzando, preguntándose si serviría de algo. Como queriendo mostrar su persistencia los árboles se abrieron un poco dejando ver una pequeña luz en la lejanía.

-¡Loados sean los dioses!-exclamó esperanzado- Tal vez hoy pueda dormir seco.

Azuzó a su montura para que se moviera más rápido hacia esa luz. Lo cual no convenció mucho al caballo.

-Vamos amigo- le animo el jinete palmeándole cariñosamente el cuello- Solo un poco más.

El caballo empezó a trotar con más decisión hacia una posible promesa de refugio. La luz cada vez se mostraba más cerca. Aun así el jinete no se sentía tranquilo pesar de que ya empezaba a sentir un cálido fuego una sopa caliente y una cama mullida. Sentía que algo los acechaba, y por ello no paraba de mirar a su alrededor. Hasta que vio la fuente de sus preocupaciones. Un grupo de ojos brillantes que los observaban desde la maleza.

-“¡Mierda! ¡Lobos! ¿Por qué ahora?”- gritó para sí mientras espoleaba al caballo que también había olido el peligro. Ese fue el inicio de una persecución salvaje. No sabía cuántos eran pero eran más de cinco. ¿Quizás ocho? ¿Diez? ¿Un centenar? Poco importaba. Si los alcanzaban no iba a ser bonito.

02 (1)-¡Vamos chico! ¡Vamos!-apremió a la montura con urgencia. Mientras tanto las ramas le arañaban el rostro y las zarzas la ropa. A punto estuvo de golpearse con una rama baja y caer del corcel, sellando así su destino. Pero consiguió verla a tiempo y agacharse para esquivarla. Cuando las fieras estuvieron a punto de darle alcance los arboles acabaron de repente para dar aun claro en medio del bosque. Lo malo era que había un pequeño desnivel inesperado y el caballo saltó cayendo así la montura y el jinete. El muchacho se levantó sacando raudo sus dos hojas. Aunque sabía que pocas opciones tenía contra una manada de lobos no pensaba ser una cena fácil de digerir. Pero no se vio rodeado. Los lobos lo observaban desde lo alto del desnivel al inicio del bosque. Aunque hubieran podido saltar tranquilamente el obstáculo y precipitarse contra el infortunado viajero. Parecían no atreverse a ir más allá de donde acababan los árboles. Gruñían, mostraban los dientes y aullaban pero no parecían atreverse a dar unos pasos más. El joven esperó precavido pero viendo que los lobos empezaban a retirarse envainó las armas y buscó a su caballo. El animal estaba a unos pocos pasos de él mirándole.

-¿Estas bien Helhest?-preguntó el hombre a su caballo.

Pero le bastó un vistazo para darse cuenta de que Helhest no estaba del todo bien. Cojeaba de la pata delantera izquierda.

-“Oh no.”-pensó su amo. “¿Y ahora qué hago?” En su estado no puede cabalgar. Y a este paso no saldremos nunca de aquí. Miró a su alrededor y vio que se hallaban en una vasta pradera rodeada por el espesor del bosque. Había algunas colinas y arbustos por la zona y algún pequeño árbol que crecía tímidamente. Pero por lo general la zona no presentaba mucha vegetación. Y allí en medio del claro, se hallaba la fuente de luz: Una cabaña que desprendía humo por su chimenea. Si es que se podía llamar cabaña, pues era bastante grande. Pero no era su tamaño lo que impresionaba. Sino su estado. La construcción estaba adherida a un árbol monstruoso como, si quien construyo la cabaña lo hubiera plantado una vez terminada y durante cientos de años el árbol se hubiera fusionado con ella. Era un árbol grande y retorcido. Sin ramas ni hojas. Y grueso. Muy grueso. Habrían hecho falta una veintena de hombres para abrazar semejante árbol.

-Vamos Helhest, ya queda poco- dijo el esperanzado viajero tomando las riendas y dirigiéndose hacia el edificio, elevando una muda súplica a los cielos porque sus inquilinos fueran hospitalarios.

Mientras tanto seguía lloviendo con más fuerza y la falta de árboles había encharcado el suelo. Por lo que ahora el hombre y la bestia aparte de empapados, estaban sucios.  Llegó a la puerta, llamó tres veces y esperó. Al de un tiempo la puerta se abrió con un crujido. Extraño pues no había oído a nadie moverse dentro. En el umbras se hallaba una figura menuda y encapuchada en una túnica negra.

-Buenas noches. Siento perturbar la tranquilidad de vuestra casa. Pero me he perdido en el bosque, la tormenta nos ha sorprendido, por poco somos devorados por los lobos y mi caballo está herido. Estamos cansados, mojados, sucios y hambrientos. Por ello os agradecería si me dejarais pasar la noche en vuestra morada y brindarme un plato de comida caliente. No tengo inconveniente en pagaros- dijo llevando su mano a una pequeña bolsa que colgaba de su cinto.

-Guardad vuestra bolsa.- contestó la figura con una voz suave- Solo una persona vil exigiría dinero a un viajero extraviado. Con gusto os brindaré mi hospitalidad. Pasad, no vayáis a resfriaros. Si me dejáis a vuestra montura lo llevaré al establo para atenderlo apropiadamente. Vos mientras tanto, podéis entrar y calentaros.

En ese momento nuestro héroe se habría postrado a sus pies para darle las gracias sin embargo se limitó a murmurar unas palabras de agradecimiento y a precipitarse al alegre fuego que crepitaba en la chimenea. Se quitó la capa y se calentó lo mejor que pudo mientras el propietario de la casa desaparecía con su fiel amigo. Mientras esperaba pudo observar su entorno: Había pocos muebles pero la casa era amplia. Una mesa con un jarrón de flores y unas pocas sillas al lado de la chimenea de piedra negra donde colgaba una olla con un contenido hirviente desconocido. Para subir al segundo piso (si no había más) había una escalera de madera con las barandillas hechas de ramas retorcidas y escalones pulidos. En las paredes se podían ver las enormes raíces del árbol algunas estaban talladas con bellas filigranas y decorados y llenos de runas así como oros muebles de madera, como las estanterías repletas de libros que había. Lo que más sorprendía del ambiente era el olor que desprendían las plantas y las muchas plantas y hierbas que estaban colgadas aquí y allá. Muchas de ellas le eran desconocidas pero sí que reconoció hojas de tejo, acebo, beleño negro, menta sauco… Aunque era una mezcla variada pero agradable. Mientras estaba en sus cavilaciones la puerta se abrió y la figura entró rauda y empapada.

-Perdonad mi tardanza- respondió con jovialidad- Pero vuestra montura requería atención. Un pata torcida es algo serio por suerte ya está bien. Por cierto tenéis una bestia dócil y magnifica.  Solo necesita descansar unos días. Disculpadme si os he recibido con el rostro descubierto pero justamente me disponía a salir. Y habéis llamado a mi puerta. Voy a quitarme esto o la que se resfríe seré yo.

06Y acto seguido se despojó de la túnica negra con fluidez. En ese momento el hombre no pudo evitar sorprenderse. Por la forma de la figura y su voz suave había deducido que era una mujer. Pero no estaba preparado para vislumbrar lo que tenía delante: Ante sus ojos apareció una muchacha joven. Era de estatura media. No haría mucho que habría cumplido los dieciocho y si no estaría a punto de cumplirlos. Tenía una fina cascada de pelo largo y rojo como el fuego. Le llegaba un poco más lejos que los omoplatos y estaba perfectamente cuidado. Su cara era blanca como la niebla matutina, con una naricilla pequeña. Sonreía con jovialidad mostrando unos dientes blancos y perfectos. Lo que más llamaba la atención de su rostro eran sus ojos. Verdes como las hojas del bosque bañadas por el sol. Invitaban a perderse en su intensa espesura y belleza. Y tenían una chispa de sabiduría y malicia que hacían que los hombres se sintieran terriblemente atraídos hacia ella, como se sienten atraídos por el mar por muy peligroso que sea. Vestía una túnica verde, liviana y amplia que combinaba perfectamente con sus ojos. Debía haberse quitado el calzado para entrar porque iba descalza.

-Veo que habéis entrado en calor.-le dijo la joven viendo que estaba sentado en el fuego. Decíais que teníais hambre. No tengo mucho que daros. Y no recibo muchas visitas. Pero en mi humilde opinión preparo un estofado más que aceptable. Y acto seguido cogió un cuenco de madera y un cazo y sirvió el contenido de la olla en él, con ligereza y entusiasmo. Acto seguido se lo ofreció a su huésped junto con una cuchara.

-Comed. Os ayudará a reponer fuerzas.

El guiso en cuestión, no tenía aspecto de nada que él hubiera probado nunca. Era una especie de líquido espeso de un color pardo oscuro. A simple vista no parecía comestible, y ni siquiera se podía apreciar cuales eran sus ingredientes.

-“He visto ratas con mejor aspecto”-pensó- “Pero no te puedes quejar. Te ha ofrecido su hospitalidad y debes ser un buen huésped.”

Y así, no sin ciertas dudas, se dispuso a atacar el plato. Por segunda vez nuestro héroe se sorprendió. No estaba bueno. Era espectacular. Tenía la mezcla de cien sabores diferentes todos en una armonía perfecta dándole al paladar un baile de placeres y sensaciones.

-¡Asgard!-exclamó- el huésped- ¡Doy fe de que preparáis un estofado espectacular! En mi vida he probado nada semejante. ¿Qué le habéis echado?

-Me alegra que os guste-respondió la muchacha jovial. Podéis comer cuanto queráis. En cuanto a la receta siempre varía. Lleva setas, unas hiervas que encontré por ahí, diferentes carnes. Es de las pocas cosas que sé cocinar.

El joven aún devoró 3 cuencos más mientras que ella, solo comió uno. Una vez terminaron la anfitriona me empezó a hablar.

-Bueno. Ahora que estáis secos y saciados, ¿podéis decirme quien sois?    

-“¡Que desconsideración!”- pensó el huésped- “¡Ni me he presentado!”

-Pues…-empezó a hablar el joven- Me llamo Bjorn. Vivo en una aldea humilde a un día de aquí hacia el norte, llamada “Puntarota”. Y soy cazador.

La joven soltó una carcajada estruendosa, no exenta de musicalidad y belleza. Lo cual sorprendió a Bjorn.

-Por favor-dijo la joven intentando contener la risa-Es de mala educación mentir en techo ajeno.

-¿Cómo decís?- preguntó Bjorn sorprendido.

-Es evidente, que no decís la verdad

-¿Y cómo estáis tan segura?

-Para empezar: Vuestras manos- dijo señalándolas- Demasiado cuidadas para el trabajo duro de un cazador. Además tenéis callos en las palmas y yemas de los dedos, que son síntomas del uso continuo de una espada. Para seguir, os habéis ofrecido a pagarme por cobijo. Si fuerais de una aldea humilde no gastaríais vuestras preciosas monedas tan libremente. Procuraríais conseguir cobijo de forma gratuita. A continuación vuestro equipo. Esas armas son de buen acero, que no está al alcance de cualquier campesino. Por no hablar de vuestro caballo. Esa bestia no está hecha para arar el campo desde luego. Y por último… Habéis levantado vuestros ojos hacia la izquierda. Señal clara de que mentíais.

Y siguió riéndose con ganas. Mientras tanto Bjorn estaba sonrojado

-“¡Serás idiota!-se dijo así mismo- “¡Has inventado mejores mentiras que esa! ¿Pero en que pensabas? ¿Por qué no le dices de paso que eres leñador? Seguro que te cree. ¿Debería contarle la verdad?

Pero en ese momento como leyendo el pensamiento ella habló.

-No temáis. Si no queréis contarme vuestra vida es cosa vuestra. Vuestras razones tendréis. Pero sí me gustaría saber vuestro nombre. Vuestro nombre verdadero.

Bjorn estuvo callado unos instantes. Después tomó aire, miró a la mujer a los ojos  y habló.

-Harald. Me llamo Harald.

-Un placer conoceros Harald- respondió la joven.

Se hizo el silencio que enseguida fue cortado por aquella belleza.

-Estáis muy sucio. ¿Queréis tomar un baño?

……………………………………………………………………………………………………………………..

Harald se hallaba desnudo en una bañera en el primer piso de la cabaña. Pensando, pensando en todo lo que le había pasado en la última hora. A pesar de sus negativas su anfitriona había insistido en que tomara un baño. Harald no quería abusar y antes de que ella casi lo obligara a meterse en esa curiosa bañera hecha de piedras ramas y a saber que más que milagrosamente conseguía mantener el agua en su sitio, había exclamado.

-¡Por Odín ya habéis hecho demasiado por mí! Además, ¿qué diría vuestro marido si al llegar a casa encuentra a un desconocido desnudo en vuestra bañera?- pues era obvio que aquella ninfa no viviría sola en ese árbol.

A lo que ella respondió simplemente.

-No estoy casada. Y no os preocupéis. Nadie vendrá exigiendo explicaciones. Vivo sola.

Harald juraría haber detectado cierta pena en su voz pero no estaba seguro. Le gustaba esa casa. Era curiosa pero muy acogedora. No parecía mal sitio para vivir. Pero entendía que al vivir solo debía de hacérsele a uno grande y solitaria. Estando como estaba  en sus cavilaciones notó unas manos suaves que le acariciaban la espalda. Se sobresaltó y miró bruscamente hacia atrás. Su anfitriona estaba ahí, escurriéndose el agua que le había salpicado por la brusquedad de movimientos, de la ropa y el pelo. Cuando terminó miró a Harald y sonrió.

-Suerte que no teníais nada punzante a mano. De lo contrario ya estaría muerta.-dijo con una suave carcajada.

-¡Fuego infernal de Muspelheim!- maldijo Harald.- ¿Se puede saber qué hacéis?

-¡Oh nada en especial!- dijo 07ella con ligereza-. Solo asegurarme de que todo es de vuestro agrado. Y de paso traeros ropa limpia ya que la vuestra la he limpiado y está secando. Pero una vez aquí he decidido limpiaros la espalda. Y luego me he dado cuenta de que no os vendría mal un masaje en ella. Está muy tensa.

Y acto seguido empezó a limpiar la zona y darle un suave masaje. El joven reconoció mentalmente que mal no se le daba, aun así se sentía algo incómodo. Ella era muy hermosa sin duda. El agua había hecho que la túnica se le ciñera más al cuerpo permitiendo apreciar mejor sus formas femeninas. Además a veces al darle el masaje se acercaba más para poder hacer mejor su labor, lo que inevitablemente hacía que el muchacho sintiera sus pechos contra su musculosa espalda. Con lo cual todos esos estímulos contribuyeron a que su virilidad se irguiera en todo su esplendor. Lu cual terminó de abochornarle.

-“¡Contrólate hombre!”-se reprendió Harald mentalmente- ¡No puedes caer, por muy bella que sea!

El masaje siguió y Harald hacía lo posible por no dejarse llevar. Pensó en los lobos, en el bosque frío, en el momento antes de una batalla, en cadáveres putrefactos. Y por fin cuando solo se concentró en eso pudo olvidar por uno momentos a su bella anfitriona.

Cuando por fin acabó el masaje, la mujer salió para dejar que Harald se vistiese con la ropa que le había traído. Unos pantalones de lana, unos calzones y una camisa de tela áspera.

-“Suficiente”-pensó el hombre ya vestido.

Se dispuso a buscar a su anfitriona. Cuando estaba en las escaleras oyó que ella le llamaba del tercer piso de la casa. Se dispuso a subir poco a poco y una vez allí llegó a una estancia amplia iluminada con velas y lámparas de aceite, con un armario y una cama grande con un montón de pieles. Había poca cosa más. Su anfitriona se hallaba de pie esperándole.

-No he caído en la cuenta- le dijo ella.- No tengo más que una cama. Así que…

-Pues dormiré abajo, en el suelo dela cocina-saltó Harald.- ¡Faltaría más!

–¿Cómo?- preguntó incrédula la joven- ¡Sois mi huésped! ¡No puedo permitir que durmáis en ese incomodo suelo de madera!

-Pero es vuestra cama y-se justificó Harald- Y no…

-Y yo os la cedo con gusto. Vamos, so seáis estúpido. Si dormís en el suelo el masaje que os he dado antes no habrá servido de nada. Y sabiendo un poco como sois supongo que mañana os dará reparo pedirme otro. Id acomodándoos. Yo aún tengo un par de deberes que hacer.

De modo que Harald se despojó de la camisa que le había dado la mujer y se metió entre las pieles.

-“Extraña muchacha”-pensó para sí.- “Vive sola en esta extraña cabaña y parece no ser consciente de su belleza.”

Estando como estaba en esas cavilaciones no se dio cuenta de la figura femenina se acercaba con pasos felinos. Después de despojaba de su vestido mojado lo dejaba colgando cuidadosamente en una silla que había por ahí. Acto seguido se aproximó a la cama.

Harald percibió movimiento por el rabillo del ojo. Se giró para detectar el origen del mismo. Y por tercera vez aquel día, nuestro héroe se sobresaltó. Su anfitriona estaba ahí. Pero desnuda como un recién nacido. Su cuerpo era pálido. Sus pechos abundantes como la fruta madura coronados por dos pequeños pezones rosas. Tenía unas posaderas firmes y una pequeña mata cuidada de pelo rojo entre las piernas. Ella sonreía sin más como si no fuera consciente de su desnudez.

-Os agradecería si me hicierais un sitio- le dijo ella como quien da los buenos días.- No os preocupéis. Soy pequeña y no ocupo mucho espacio.

Harald se hizo a un lado con tanta brusquedad que se calló por un lado de la cama arrastrando con él una manta de piel de oso.

09-Con un poco de sitio bastaba. ¡No necesito tanto!-río la joven divertida.

-¡Perdonadme!- se disculpó Harald más avergonzado de lo que había estado en la vida- Al final habéis decidido dormir en vuestra cama. Ahora me voy y…

-¡No digáis tonterías!-exclamó la ninfa desnuda- La cama es lo suficientemente grande para los dos. Además las noches son frías. Dos cuerpos calientan mejor que uno solo.

-“¡Ya tengo bastante calor, gracias!”-pensó Harald con fastidio.

-P…p…pero-tartamudeó el joven- Estáis…

-Desnuda-terminó ella- Así es. Es como acostumbro a dormir. Es más cómodo.

-No deberíamos.- afirmó Harald.

-¿Por qué no?-respondió ella incrédula- Solo hay una cama. Puede albergarnos a los dos sin problemas. La noche es fría. ¿Es que acaso no os agrada mi presencia? preguntó ella con voz apesadumbrada.

Harald estaba descolocado. Parecía en verdad dolida. Y no era su intención. Ella se había portado muy bien con él y él no quería ofenderla.

-No pero…

-¡Pero que!-exclamó ella algo airada- ¿Cuáles el problema?

Harald se lo pensó un poco. Y después no sin algo de incomodidad respondió.

-Hay… Tengo a alguien esperándome en el lugar de donde yo vengo.

-¿Eso era todo?- respiró aliviada.

-¿Qué si eso era todo?-esta vez el incrédulo era Harald.- ¡Hellheim! ¿Habéis entendido lo que os acabo de decir?

-Sí. Que estáis casado.-respondió ella con naturalidad.

-¡Precisamente! Y…

-¿Y qué?- preguntó ella.- Yo solo he propuesto que durmamos juntos. Ni más ni menos.

-“¿Pero que pasa con esta mujer?- se preguntó Harald a sí mismo asombrado- “Me pide que durmamos juntos en la misma cama. ¡Estando ella desnuda!”

-¿Y que os hace pensar que yo no iré a más?- preguntó Harald en un intento por disuadirla- Soy un hombre. Y estaremos los dos solos y juntos. Podría forzaros.

Pero ella le miró con ternura, con esos místicos ojos verdes.

-Eso no me preocupa.-dijo ella- Sé que sois un buen hombre y que no me haréis daño. Además: vos mismo habéis añadido que estáis casado. Así que no habrá problema.

Y acto seguido se metió en la cama invitando al incrédulo joven a entrar.

-¡“Por Odín que lo he intentado!”-se dijo Harald a sí mismo metiéndose en la cama y dando aquella batalla por perdida.

La joven inmediatamente de acurrucó contra el como un gato lo hace junto a una estufa. Su cuerpo era cálido.

-“¡Tranquilo Harald!”- se animó con urgencia- “No pienses en la bella mujer que tienes desnuda a tu lado. Piensa en los lobos, en tu vieja nodriza, piensa en las matanzas. Piensa en Kaira. ¡Eso es! Piensa en Kaira. Porque ella te quiere y tú la quieres.

Y así empezó a pensar en los momentos que había compartido con su amada Kaira. Lo cual le sirvió para no pensar en la desnudez de su acompañante nocturna.

-Buenas noches Harald- le dijo la mujer con voz adormilada y un bostezo señal de que estaba a punto de dormirse.

-Buenas noches…- Harald hasta ahora no había caído en la cuenta de que no sabía su nombre.

-“¿Estas durmiendo con una mujer desnuda que no es tu esposa y no sabes ni su nombre?-caviló en su mente- “¡Desde luego Harald eres de lo que no hay!”

-¡Esperad!-le dijo Harald- ¡No os durmáis! Aun no se vuestro nombre.

-Odalyn. Me llamo Odalyn-consiguió decir antes de dormirse con un sonoro bostezo.

-“¿Odalyn?-se dijo Harald a sí mismo incrédulo- “Hasta su nombre es hermoso.”

-Buenas noches O…

Pero no pudo acabar. De repente el sueño lo atacó con saña y calló dormido como un recién nacido.     

  …………………………………………………………………………………………………………………….  

11 

  Una mañana brumosa despertó a nuestro héroe. Se encontraba relajado. El sueño había sido en verdad reparador. Se estiró como un gato recién levantado. Buscó a Odalyn pero no estaba a su lado. Miró a su alrededor. La habitación se presentaba vacía. Lo que sí había en una silla era su ropa. Ya seca y plegada. Se vistió y bajó a la planta baja. Aquello parecía una tumba, salvo por las pocas brasas que había en la chimenea. A Harald le pareció buena idea alimentarlas con un poco de leña. Una vez empezó a crepitar el fuego salió a fura. Una bruma blanquecina envolvía aquel páramo concediéndole un aspecto misterioso. Ahora que no llovía la belleza del lugar se apreciaba mucho mejor y ya no era tan lúgubre como la noche anterior. Estando como estaba mirando a su alrededor Harald descubrió un edificio cerrado al lado de la casa que no había visto la noche anterior. Estaba hecho con materiales del bosque por lo que el aspecto era de lo más pintoresco.

-“¿Será ahí donde esté Helhest?”-pensó el joven.

¡Helhest! ¿Cómo se había olvidado de su fiel amigo? ¡Estaba con él desde que era un potro! Entró con decisión buscando al equino.  Hellhest estaba en una caballeriza. Lucía buen aspecto y tenía heno suficiente.

-¡Helhest!- gritó Harald emocionado

El caballo respondió a su amo con un relincho que venía a significar que él también se alegraba de verle. Harald se acercó al animal y le palmeó el cuello.       

-¿Cómo estas compañero? ¡Vaya susto me diste anoche! Veamos como tienes esa pierna.

Helhest no pudo más que resoplar. Harald se agachó y examinó la pata del animal. Estaba vendada y pringosa por una cataplasma de hierbas que tenía. No parecía muy inflamada. Parecía que esa mujer sabía lo que hacía.

-“¿Dónde estará Odalyn?”-pensó de repente.

Una vez asegurándose de que Helhest estaba bien salió fuera del establo. Rodeó aquella mezcla de casa en el bosque y árbol milenario y  miró a su alrededor. Solo el prado y rodeándolo el bosque. ¿Dónde estaría aquella misteriosa chica? Pensó en ella y en sus hermosos ojos verdes. ¿Verdes? Miró hacia el bosque.

-“¿Y sí…?”-empezó a cavilar.

No habiendo acabado la frase avanzó directamente hacia la espesura del bosque. Recién empezada la mañana aquel lugar era impresionante. Los fresnos hayas, robles y demás árboles convertían aquel lugar en otro mundo. Una vez avanzado en lo profundo del bosque y desaparecida la pradera, Harald oyó agua correr.

-“¿Un río?- pensó para sí.

El sonido era pesado lejano y poderoso. No era como el fluir suave de un río. Y si lo era sería uno especialmente caudaloso.

-“No.-sentenció firmemente. Una cascada.”

Los incansable labor del agua había construido una de tamaño medio seguida por un río de cauce suave. Aquel lugar transmitía calma y paz. Harald respiró profundamente dejándose embriagar. El sol empezó a dejar entrever unos tímidos rayos matutinos que se colaban entre la niebla. Y ahí, sentada debajo de un gran fresno se hallaba Odalyn. Harald quiso acercarse a ella pero se detuvo al ver que estaba desnuda. Se hallaba sentada con las piernas cruzadas y los brazos apoyados con las palmas hacia arriba. Sus ojos estaban cerrados y respiraba profundamente, haciendo que sus pechos subieran y bajaran. A su alrededor había piedras, hierbas y ramas formando un circulo. Había lo que parecían los restos de una cierva delante de ella y ella se había pintado runas en el cuerpo con sangre. Lo que más llamó la atención de Harald fue la infinidad de animales que había allí reunidos. Lobos, ciervos, ratones osos, pájaros… Y un soberbio ciervo blanco como la nieve que se hallaba frente a la chica. Majestuoso e importante. En el fresno donde estaba Odalyn había una serpiente al pie, reptando entre sus raíces. Una ardilla en las ramas bajas observaba curiosa la escena sin detenerse un instante, saltando de una a otra.  Y por último una majestuosa y enorme águila estaba posada en la copa dominando todo el claro. Harald se alarmó. ¿Por qué estaban ahí todas esas bestias? ¿Estaría la joven en peligro? Tanteó en su cinto para coger su espada pero no la encontró. Se maldijo a sí mismo por haberla dejado en la cabaña. Sin embargo sí que se había traído la larga y mortífera hoja de cincuenta centímetros que era su “scramasax”. Un arma con un mango forrado en cuero con una hoja larga de un solo filo con una letal punta, durmiendo en una vaina de cuero con motivos nórdicos. Jamás se separaba de él. Odalyn se levantó de improviso y se giró para acto seguido abrazar al árbol. Harald, que en ese momento se acercaba “sax” en mano se detuvo de improviso. No se esperaba aquello. Aparte de que tenía una visión perfecta de las nalgas de la muchacha, la escena le impresionaba bastante. También pudo fijarse en su rostro. Seguía con los ojos cerrados. Pero sonreía. Parecía en paz en aquel lugar. Además el sol empezaba a brillar y los rallos que daban directamente en la joven la hacían parecer más bella. La magia se rompió cuando uno de los lobos se percató del joven armado y se volvió hacia el con el vello erizado y enseñándole los dientes con terribles gruñidos, seguido de unos diez lobos más y cinco osos, que no parecían muy contentos.

-“No puedo con todos”-entendió Harald.- “En menudo lío te has metido”

Y cuando parecía que todo estaba perdido…

-¡Harald! ¿Pero qué coño haces? ¿Cómo se te ocurre venir a este lugar armado?

Odalyn se acercaba a él corriendo, haciendo que sus protuberancias botaran al ritmo de la carrera. De no ser por la situación, habría resultado hasta divertido. La chica se interpuso entre el hombre y las fieras.

-Odalyn… ¿Qué…?

-¡Cállate!-le interrumpió ella- ¡Suelta esa arma! ¡Ahora mismo!

-Pero…

-¿Quieres salvar el pellejo? ¡Pues suéltala!-parecía que iba a explotar

Harald soltó el “sax” de mala gana. Inmediatamente las fieras se alejaron y volvieron a tumbarse por el claro pacíficamente. Odalyn suspiró aliviada y se dejó caer al suelo.

-Dioses… creí que íbamos a tener otra pieza despedazada a parte de esa cierva. Y la verdad no me apetecía nada-dijo ella- ¿Pero en que estabas pensando? ¿Ibas a pasar a todos los animales a cuchillo? ¿Tú solo?

-Yo…-titubeó Harald- Pensé que estabais en peligro.

-Ves a varias fieras inmóviles apaciblemente… ¿y piensas qué estoy en peligro? No es un razonamiento muy inteligente que digamos. Por suerte no ha pasado nada. Guarda tu cuchillo. Yo tengo que lavarme.

Y sin decir nada más se zambulló en la poza de la cascada para desaparecer entre sus aguas. Harald estaba perplejo. Era demasiado para aquella mañana. Y para colmo aquella joven seguía en cueros poniendo a prueba el aguante del pobre Harald. Lo peor es que ella no parecía percatarse. Y si lo hacía no le importaba. Lo cual hacía que Harald tuviera ideas seductoras. Pero nada recomendables en su estado.

-“¡Mierda Harald! ¡Contrólate! ¡Piensa en Kaira! ¡Te está esperando! ¡Cuando llegue a casa pienso follarmela hasta que llegue el maldito Ragnarok!- se dijo a sí mismo.

Recogió su cuchillo y lo guardó en la vaina. Odalyn nadaba como una ninfa. Harald prefirió mirar al ciervo blanco que se había tumbado al pie del árbol. Era una criatura hermosa de una belleza mística. No parecía de este mundo. Aquel lugar destilaba poder. Harald sentía que si permanecía ahí el tiempo suficiente oiría la voz de los dioses. Mientras se maravillaba Odalyn salió del agua limpia y como una autentica diosa. Se escurrió el pelo y se dirigió a abrazar al ciervo blanco y a susurrarle algunas palabras al oído. Después todos los animales se acercaron a ella y la joven empezó a acariciarlos y abrazarlos así como a recibir muestras de afecto de ellos. Después cogió su vestido, que estaba detrás del árbol y se lo puso.

-Vamos volvamos a casa. Tendrás hambre

-¿Por qué me tuteáis?-preguntó incrédulo Harald- A penas nos conocemos.

-Si quieres puedo dejar de hacerlo-dijo ella con ligereza- Pero me dio la impresión que dado que hemos dormido desnudos y en la misma cama teníamos confianza.

Harald volvió a recordar la escena de la noche anterior. Lo cual lo incomodó un poco. Pero no dijo nada.

-¿Que hacíais en ese claro Odalyn?- preguntó Harald.

-Puedes tutearme-le dijo ella.- Y si quieres llámame Lyn. Odalyn es muy largo. Respecto a tu pregunta adoraba a los dioses y a los espíritus del bosque por cuidar de mí. Y por traerme a un visitante. Por aquí no pasan muchos. ¿No has notado el poder de aquel lugar? ¿No viste a los animales en paz?

Harald fue a contestar pero Lyn le hizo una seña para que se callara. Acto seguido fue corriendo en una dirección y Harald no pudo más que seguirla. Cuando la encontró Lyn estaba arrodillada ante el cadáver de una loba imponente. Tenía varias heridas, fruto de alguna pelea.

-¿Por qué?-preguntó Lyn casi a punto de llorar- ¿No pueden dejar de pelearse? Ya les dije que tenían sitio suficiente para cazar. Pero no me hicieron caso.

-¿Quiénes?-preguntó Harald.

-¡Los lobos! Y ahora Masha está muerta. Y lo peor es que estaba lactando. Sus crías deben de estar por algún lugar indefensas. ¡Debemos encontrarlas!

Encontraron a los lobeznos en una madriguera que había un poco más lejos. Eran seis. Tendrían una semana. Demasiado pequeños para sobrevivir sin su madre. Harald pensó que lo mejor sería acabar con ellos. Pero Lyn empezó a cogerlos con cuidado.

-Lyn… ¿Qué hacéis?-preguntó Harald.

-Pienso cuidarlos. No los dejaré morir.

Le habría gustado decirle que no podría. Que eran lobos. Que probablemente morirían. Que los animales salvajes no funcionaban así. Pero en vez de eso se quitó la capa y los envolvió a todos con ella. Lyn le dio las gracias con una mirada. Se dispusieron a volver a casa con seis lobeznos hambrientos. Por el camino Harald decidió que era buen momento para despedirse.

-Os agradezco la hospitalidad que me habéis brindado. Pero volveré hoy a casa. Me están esperando.

Lyn le miró risueña y solo le dijo…

-Lo siento. Pero no irás a ninguna parte.

-¿Cómo decís?-Harald estaba alerta.

-Vuestro caballo está herido. No podéis hacerle viajar.

-Helhest es más fuerte de lo que…

-¡Oh!-rió divertida- ¿Así que ese es su nombre? ¡Muy apropiado teniendo en cuenta que es negro y está cojo!

Si no estuviera deseando volver a casa Harald se habría reído de aquella ocurrencia.

-Pero es vital que vuelva. Tengo asuntos que…

-Una semana. Solo te pido eso. En una semana te prometo que tu caballo estará en plena forma para un viaje y cien más.

Harald se lo pensó un segundo. Si quería salir del bosque necesitaba a Helhest.

-Está bien-accedió al fin- Solo una semana.

13Y Odalyn sonrió con júbilo.

 …………………………………………………………………………………………………………………….

La semana pasó como a la velocidad en la que se derrite una vela. En ese tiempo Lyn enseñó a Harald los secretos del bosque, como identificar hierbas medicinales, a escuchar a los dioses del bosque y  cuidar de Helhest y los lobeznos. También durmieron juntos como en la primera noche. Pero el día de partida llegó. Y Harald y Helhest estaban listos.

-¿A dónde te diriges al final?-preguntó Lyn mustia.

-A “Ragnastein”– dijo Harald- Es la capital del reino.

-¿En serio?-dijo Lyn- Llevo toda mi vida aquí. Así que se muy poco de lo que hay fuera de este bosque. ¿Es allí donde vives? ¿Dónde te espera tu mujer?

-Sí.-dijo Harald.- Os agradezco mucho lo que habéis hecho por mí. Por favor aceptad estas monedas…

-No las quiero.-dijo Lyn- No podría gastarlas aquí.- Y tu compañía me ha sido muy grata. Eso me basta.

-Volveré a visitaros algún día y…

-Seguramente estarás muy ocupado con otros deberes. Y estos bosques son peligrosos. Poca gente se acerca.

-Suerte con los lobos. Y que la suerte os sonría siempre. Que los dioses sean benevolentes y justos con vos.

Lyn fue a replicar que podía tutearle. Pero no dijo nada.

-¿Cómo salgo del bosque?- pregunto Harald.

-Ve hacia el norte. Siempre hacia el norte. No temas por las fieras del bosque. Lleva esto y no te harán ningún daño.

Lyn le tendió un paquete envuelto en cuero. Cuando Harald lo abrió se encontró un colgante circular de hueso con el árbol Ygdrasil en el centro.

-Sois demasiado amable- dijo Harald poniéndoselo- Os agradezco…

-¡Vamos!-le apremió Lyn con una sonrisa triste.- ¡Vete ya! Se te hará tarde. Y no creo que encuentres otra cabaña en la que pasar la noche.

Harald se dirigió hacia el norte. Tenía cien pensamientos en la cabeza. Lyn. Aquel lugar, el claro la cabaña, el fresno, los lobos, los animales, el ciervo blanco, el bosque. No dejaba de pensar en Lyn. ¿Qué hacía aquella joven sola en el bosque? ¿Y su familia? Ella no había dicho nada sobre el tema y Harald no quería ser grosero. Era hermosa y peculiar. No parecía de este mundo. Y sin embargo, Harald no pudo más que sentir pena por ella. Tan sola. En aquel bosque. Sin ningún ser humano… Pero no podía hacer nada por ella. Se dirigía hacia “Ragnastein” con su amada Kaira. Pero le daba rabia dejar sola a aquella chiquilla. Ella lo había dicho. No recibía muchas visitas. ¿Y si no volvía a ver a nadie en años? ¿Y si moría en soledad?

    …………………………………………………………………………………………………………………..

Odalyn estaba limpiando la casa. Ya se había hecho a la idea que no volvería a ver a Harald. Había sido agradable esa semana con él. Poder hablar con alguien, reírse de él y con él, enseñarle el bosque… Y poder dormir con un ser humano por el simple placer de dormir. Pero eso se había acabado. Solo Odín y los dioses sabían cuando volvería a estar en compañía de otro ser humano. La solución era seguir con su antigua vida y no mirar atrás. Como había hecho siempre. Un ruido de cascos la despertó de sus ensoñaciones. Miró por una ventana y ahí estaba Harald montado en Helhest. Venía directo hacia la cabaña.

-“¿Pero qué querrá ahora?”-se dijo así misma Lyn saliendo fuera- “¿Tanto le costará orientarse?”

Cuando estuvo cerca de ella paró el caballo en seco. Y antes de que pudiera decir nada soltó a bocajarro:

-Odalyn: Sé que es muy repentino pero… ¿Quieres venir conmigo a  “Ragnastein”?

Odalyn se quedó paralizada un momento. Después sonrío luminosamente.

-Sí-dijo en un intento de contener las lágrimas de la emoción.

14 

CONTINUARÁ

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GLOSARIO:

Helhest: Caballo negro infernal de la diosa Hela que tiene tres patas.

Ygdrasil: Árbol del mundo de los vikingos. Contiene los nueve mundos conocidos por ellos.

Muspelheim: Uno de los nueve mundos. Reino primordial del fuego.

Odalyn: Nombre nórdico. Viene de Oda que significa pequeña punta de lanza y Lyn que significa bella.

Kaira: Viene de Katherin. Significa pura.

Asgard: Hogar de los dioses nórdicos.

Odín: Padre y rey de los dioses nórdicos.

Scramasax”: El sax o scramasax (del antiguo alemán Schramme “herida superficial”, y Sahs “daga”) era el arma blanca más pequeña de las que portaban las tribus de origen germánico (francossajonesgodos, etc.) que dominaron Europa occidental tras la caída del Imperio romano. Fue un arma muy utilizada también, y sobre todo, por los vikingos entre los siglos VIII y XIII.

Bjorn: Oso

  • : Un joven se pierde en el bosque y pide cobijo a una misterios mujer que vive en él. En este no hay sexo, solo desnudos. Hay que tener en cuenta que esto es una historia y el sexo irá cuando corresponda. No se con que periodicidad podré publicar. Disfrutad de la lectura
 

Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 28. Una clase de historia” (POR ALEX BLAME)

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SEXTA PARTE: LAS CÍCLADAS.

Capítulo 28. Una clase de historia.

Atracaron en una pequeña bahía que les protegía del fuerte viento de levante que se estaba levantando. El islote en sí no era ninguna belleza. Era un peñasco de unos dos kilómetros de largo por uno y medio de ancho. Sobre el terreno, pedregoso y árido, apenas crecían unos pocos matojos que a duras penas sobrevivían al sol inclemente, los vientos y la escasez de lluvias. Los únicos habitantes visibles eran unas pocas especies de aves marinas que anidaban en la isla para evitar a los depredadores.

Las nubes se arremolinaban en el este. Según los informes meteorológicos las tormentas se sucederían durante las siguientes veinticuatro horas así que todo el equipo permaneció expectante y sin tener que hacer, con todo el equipo preparado.

La tarde se pasó en medio de la tensión y los trabajos rutinarios, así que cuando llegó la cena se apresuraron a dirigirse al comedor. Ahora Arabela ya no intentaba disimular su relación y procuraba estar al lado de Hércules que la trataba con delicadeza, pero haciéndole ver en todo momento que era él el que mandaba. Durante la cena, el resto de la tripulación les dejó solos para darles un poco de intimidad, pero el Doctor Kovacs, un arqueólogo excepcional, pero sumamente despistado, llegó tarde y plantó su bandeja frente a la pareja.

—Buenas noches, queridos amigos. Por decir algo, porque no me gustaría estar en alta mar cuando estalle esa tormenta. —dijo el hombre haciendo crujir sus nudillos antes de comenzar a devorar su cena.

—Tranquilo Doctor, según los pronósticos no durará mucho y antes de que nos demos cuenta estaremos en la isla. —respondió Arabela con una sonrisa.

El Doctor Kovacs era un anciano de rostro enjuto y grandes bolsas bajo unos ojos pequeños de un color gris acero que lo miraban todo con curiosidad. Además de ser un gran científico, era uno de los mejores profesores de historia y uno de los más salidos, siempre buscando faldas de alumnas que subir. Hércules aprovechó para hacerle una serie de preguntas. Su intención era llevarle hacia su terreno para intentar disuadirles de que excavaran en busca de la caja, pero pronto se dio cuenta de que tenían pruebas suficientes para no dudar del éxito de la expedición. Aun así Hércules se sintió fascinado por el minucioso trabajo y siguió preguntando.

— Lo que no entiendo es cómo a partir de un cuento de viejas podéis extraer información suficiente para saber que la Caja de Pandora es un objeto real y no una fantasía.

El profesor se limpió con una servilleta y lanzando a Arabela una mirada de lujuria inició una clase magistral:

—Lo mejor será ponerte un ejemplo. Como seguramente estás más familiarizado con la biblia que con los mitos helenos, usaremos mejor la primera. —comenzó el doctor tras un leve carraspeo— La historia de Jonás y la ballena nos valdrá. Supongo que la conoces.

—Si claro, a grandes rasgos. —dijo Hércules sin ocultar su interés.

—Está bien. Sabes la historia oficial, pero claro, esa historia pasó de boca en boca durante siglos antes de ser escrita por lo que probablemente no ocurrió tal como lo dicen las sagradas escrituras. No me cuesta mucho imaginar cómo podría haber pasado realmente. Quizás el gran Jonás era un judío esmirriado que a sus veintipico vivía aun en casa de su madre viuda. Una de esas madres hiperprotectoras que tendían a pensar que su hijo es el hombre más listo y atractivo de Judea y que por supuesto ninguna jovencita de los alrededores le merece. Ante su madre se mostraba como un chico formal y encantador pero la realidad era más bien otra…

Al escuchar hablar al profesor, los presentes, tras un día tedioso, acercaron sus sillas sedientos de una buena historia para acabar aquel día.

… En realidad, cuando su hijo Jonás iba supuestamente de peregrinación a Jerusalén, tomaba un pequeño desvió y se paraba un par de jornadas en Nueva Sodoma (por si no lo recuerdan, Dios se cargó la antigua) para correrse una buena juerga. Ya sabéis, alcohol, juego y un par de putas si quedaba algo de dinero. —continuó el anciano— El caso es que en esta ocasión la suerte le sonríe y gana casi un talento de plata a los dados. El primer instinto es llevárselo a su madre para que lo esconda junto a los ahorros de la familia o para comprar unas cuantas cabras más que añadir al rebaño que ya tienen, pero al salir a la calle, con la plata ardiéndole en la mano y ver la fachada del prostíbulo más lujoso de toda Sodoma, no se puede contener. Sin pensárselo dos veces entra dispuesto a quemar toda aquella pasta a base de polvos.

Respira hondo y atraviesa la puerta. Una mujer gorda toda enjoyada y pintarrajeada como una puerta le recibe obsequiosamente al ver la abultada bolsa que porta el recién llegado. Tras servirle una copa del mejor vino de Tarsis le lleva a una amplia estancia donde descansan las mujeres mientras esperan a sus clientes. Hay mujeres de todos los tipos y razas del mundo conocido, celtas, sirias, indias iberas… La madame le dice que con todo aquel dinero puede llevarse las que quiera, pero Jonás solo se fija en una. Nínive es una mujer de tez oscura como el carbón. Es alta y esbelta como un junco. Al ver que ha llamado su atención la mujer se incorpora del lecho donde yace y se acerca a él, exhibiéndose totalmente desnuda salvo por un collar y un cinturón, ambos compuestos con una mezcla de cuentas de hueso y azabache. Tiene los pechos grandes y redondos con unos pezones gordos y más negros aun que su piel, si eso es posible. Sus facciones son finas y agradables, tiene los ojos grande, los labios gruesos e invitadores y la nariz pequeña y ancha que le da un aire de niña traviesa, haciéndola irresistible a los ojos de Jonás.

Nínive acaricia a Jonás con una mano suave y le sonríe mostrando una dentadura blanca y regular. El afortunado judío no puede evitar la sensación de vértigo cuando un intenso olor a sándalo penetra en sus fosas nasales. La madame sonríe avariciosa y le comenta que la joven es la puta más cara del burdel, pero Jonás ya no oye nada y se limita a depositar la bolsa en las manos de la madame y a llevarse a Nínive a una de las habitaciones ordenando a la mujer que solo les moleste para llevarles comida y bebida.

Una vez a solas, Jonás no puede contenerse más y la obliga a quedarse quieta, desnuda frente a él. Observa con atención su piel brillante y perfumada por delicados afeites y acaricia su melena dividida en una miríada de pequeñas trenzas adornadas con cuentas similares a las que cuelgan de su cuello y cintura.

Su mano se desliza por la cara de la joven que sonríe al sentir el contacto y comienza a desvestirle hasta dejarle totalmente desnudo. La prostituta no puede evitar una risita al ver el miembro circuncidado de Jonás que sonríe un poco incómodo.

Al ver la reacción del joven, Nínive se agacha, lo coge entre sus manos con delicadeza y besa su glande con suavidad. Su polla se pone dura como una piedra inmediatamente, reaccionando tras una larga temporada de sequía.

La prostituta la agarra con sus manos y se la mete en su boca sonriente. La sensación de los labios y la lengua de la joven acariciando su polla es maravillosa, pero es más de lo que Jonás puede soportar y se corre casi inmediatamente en su boca. La puta se traga toda su semilla sin protestar y continua chupándole la polla para mantener su erección.

Jonás suspira roncamente y acaricia las trenzas de Nínive hasta que, totalmente recuperado del orgasmo la ayuda a levantarse y la tumba sobre un lujoso lecho. Tumbándose a su lado admira el bello cuerpo, recorre con sus manos su cuello y sus pechos, acaricia sus pezones y entierra sus dedos entre los labios de su sexo arrancándole el primer gemido de placer.

Animado por la respuesta de la mujer, comienza a masturbarla mientras recorre todo su cuerpo con sus labios saboreando los aceites que cubren su piel y dejando que sus aromas invadan sus sentidos.

Con un movimiento lánguido, Nínive se da la vuelta mostrando al pequeño judío un culo redondo y fibroso como el de una gacela, que Jonás no puede evitar morder y azotar con suavidad. Nínive gime y jadea con cada golpe, tensa sus piernas y agita su culo haciéndolo irresistible.

Jonás se acerca por detrás tras poner a la puta a cuatro patas. Nínive sonríe y cogiendo la polla de Jonás la dirige al pequeño agujero que da acceso a su ano. La joven prostituta sabe lo que debe hacer. Si tiene a aquel estúpido judío el suficiente tiempo embobado, ganara una buena cantidad de dinero y para ello está dispuesta a hacer cualquier cosa.

Aunque este circuncidada la polla del hombre es bastante grande y su intromisión le produce un doloroso calambre. Su esfínter se contrae repetidamente intentando expulsar aquel objeto duro y caliente y ella no puede evitar soltar un ahogado grito de dolor.

El culo de la puta es deliciosamente estrecho y Jonás no puede evitar hincarle la polla hasta el fondo. La mujer se queda quieta, rígida y con su mano le hace un gesto para que pare un instante. Jonás hace caso y se queda quieto mientras ella respira superficialmente hasta que el dolor se suaviza. Nínive comienza a moverse ligeramente y Jonás suelta un sonoro gemido de placer antes de comenzar a moverse.

Poco a poco va aumentando el ritmo y la profundidad de sus empeñones. La joven mete una de sus manos entre sus piernas y se masturba dando evidentes muestras de placer. Jonás se agarra a sus caderas y la folla con todas sus fuerzas mientras observa el cuerpo de ébano ponerse brillante de sudor.

Nínive se da la vuelta y le da un empujón. Jonás cae hacia atrás sobre el lecho. Se yergue inmediatamente intentando asir la bella gacela, pero esta se escurre y apartándose le pide que se siente en el borde de la cama.

Jonás obedece y ella le da la espalda sentándose sobre su regazo y clavándose de nuevo la polla en lo más profundo de su ojete con un sensual suspiro.

La puta comienza a moverse empalándose con fuerza una y otra vez mientras Jonás la rodea con sus brazos acariciando su clítoris, sobando su cuerpo y retorciendo y pellizcando sus pezones con fuerza. Los gemidos se convierten en desaforados gritos de placer cuando la mujer se ve asaltada por un monumental orgasmo. Jonás se levanta con la polla aun alojada en su culo, la empuja contra la pared de la estancia y la sodomiza salvajemente mientras le muerde el hombro hasta que no aguanta más y derrama en su interior incontables chorros de semen cálido y denso como la lava del Etna.

Cuando finalmente se retira, la mujer se gira y le besa por primera vez. Su boca sabe a semen y a uvas. Nínive le arrastra hasta la cama y recorre el cuerpo del hombre con sus uñas. lo lame da arriba a abajo y le mira con sus ojos grandes y oscuros. En ellos Jonás puede ver un deseo insaciable…

Las horas y los días se mezclan y difuminan en los brazos de esa belleza de ébano. Follan como leones y solo paran para comer, beber y descansar cuando Jonás está totalmente agotado.

Finalmente el dinero se acaba y Jonás se despide de la puta con un beso y la promesa de que volverá. Cuando sale del prostíbulo, apestando a sexo, la luz le deslumbra desconcertándole. Por un momento no sabe dónde se encuentra ni en qué día esta. Tras unos segundos se ubica y preguntándole a un transeúnte averigua que ha pasado nueve días, incluido el Sabbat follando como un animal con una prostituta gentil.

Recuerda el tiempo pasado con satisfacción hasta que con un escalofrío se da cuenta de que hace días que debería estar en casa. Mientras inicia el camino de vuelta a casa se pregunta qué excusa se va a inventar esta vez.

Al principio no se preocupa demasiado, pero a medida que se va acercando ve que se ha quedado sin historias y no sabe que decir. El pánico se va apoderando de él poco a poco hasta que ya no puede retrasarlo más y entra en casa.

—¡Jonás! —le recibe su madre con acento cantarín— ¿Dónde has estado mi amor?

—Verás, madre. Me ha pasado algo increíble. —respondió Jonás con su cerebro funcionando a toda velocidad.

—Cuéntame…

—Estaba camino de Jerusalén cuando Jehová se me apareció…

—¡Lo sabía! ¡Sabía que mi hijo era especial, que era un elegido del señor! ¡Alabado sea Jehová! —exclama su madre.

—El caso es que me pidió que fuese a esa ciudad de pecado, a… ¡Nínive! —dijo él con una súbita inspiración— Sí Nínive. Nuestro señor quería que denunciase su impudicia y su corrupción y anunciase a su gente que Jehová la destruiría si no se reformaba… Pero fui débil madre. Lo reconozco, huí a Jope y me embarque en el primer barco pesquero que encontré rumbo a… Tarsis dice recordando el dulce vino.

—¡Oh! ¡Pobre hijito mío! —dijo su madre anchándose una mano a la boca.

—Creí que estaba a salvo en el barco, pero Jehová envió una formidable tempestad. El pesquero se zarandeaba a punto de zozobrar. Los tripulantes, aterrados, aligeraron la nave y rezaron a sus dioses para aplacar la tempestad. Al ver que nada funcionaba me suplicaron que yo rezase a mi Dios, entonces reconocí lo que había pasado y me tiré al agua para evitar que muriesen inocentes por mi culpa. —continua Jonás envalentonado.

—¡Oh que valiente es mi niño! ¿Pero cómo te salvaste?

—Eso fue lo más extraordinario. Cuando ya creí que me ahogaba sin remedio Dios me envió un gran pez que me tragó entero, evitando que muriera ahogado y tras tres días que dediqué a rezar y dar gracias a Jehová, me vomitó en tierra sano y salvo…

—¡Ah! Ahora entiendo lo del olor a pescado hijo mío, por un momento creí que habías estado refocilándote con alguna mujer de mala vida.

—Madre, —replica él ofendido—¿Cómo puedes pensar eso de mí? En cuanto llegué a la costa vine directamente aquí.

—Estupendo, porque hay mucho que hacer antes de ponernos en camino.

—Pero madre —dijo dándose inmediatamente cuenta de su error— yo no…

—Deja de remolonear, el camino a Nínive es largo. Cuando le diga a tu tía Ruth que mi niño es un profeta se va a morir de envidia. Ella que siempre ha dicho que eras un jeta sin oficio ni beneficio.

—Como os podéis imaginar, el chico atrapado en su red de mentiras, no tuvo más remedio que ir a Nínive a pregonar el fin de la ciudad. Los habitantes se rieron de él mientras el perseveraba durante años sin éxito hasta que la muerte de su madre, que nunca dejó de creer en él, le permitió volver a casa.

Tras un instante de silencio la sala prorrumpió en una salva de aplausos. Hércules riendo manifestó haber entendido la lección y le dijo que era una lástima que ninguno de sus profesores hubiesen sido la mitad de entretenidos que él.

Riendo y comentando la divertida historia que se había inventado el doctor Kovacs sobre la marcha, se retiraron a su habitaciones esperando que el tiempo les permitiera al día siguiente que ellos también hiciesen historia.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO: SEXO ANAL

 

Relato erótico: “Cómo seducir una top model en 5 pasos (05)” (POR JANIS)

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SECRETARIA PORTADA2Fusion Model Group.

Nota de la autora: si alguien quiere comentar u opinar, puedes mandar un correo a janis.estigma@hotmail.es Prometo responder. Gracias.

Sin título

Encarna regentaba una limpia y honesta pensión, en un edificio de tres plantas, cercano al apartamento de Chessy. La mujer tenía su apartamento en la planta baja y, todo lo demás, estaba configurado en habitaciones de diferentes tamaños, cada una con su propio baño, para acomodar huéspedes. Encarna era famosa en el Village por su excelente cocina. Todos sus huéspedes comían, al menos una vez al día, con ella, en el enorme comedor de su apartamento. Ella seguía la política de las antiguas casas de hospedaje: las comidas entraban en el precio de la habitación.

Esa era la rutina de Encarna, atender a sus huéspedes, ir de compras al mercado del NoHo, y encargarse de cocinar para las dos docenas de clientes que siempre tenía en su pensión. Ya no se encargaba de la limpieza del edificio, relegando en un par de señoras vecinas, que estaban muy contentas con tal oportunidad, pero la cocina era de ella y de nadie más.

Chessy conocía a Encarna, pues, a su llegada al Village, estuvo viviendo tres meses en su pensión y conocía bien la fama de sus guisos. Así que, cuando su amistad con Cristo se cristalizó, le llevó a conocer a tal señora. Nada más entrar en el apartamento de Encarna, Cristo empezó a olfatear como un perro pachón, salivándole la boca por los recuerdos asociados a tales aromas. Aquel día, en concreto, la señora estaba sofriendo lomo de cerdo, con ajos, vino y tomillo, para después enterrarlos en manteca, y así conservarlos, como aún se hacía en España. ¿Quién no disponía de una orza de barro, llena de queso en aceite o lomo en manteca animal? Cristo sonrió, al pensar la respuesta… los de la ciudad no la tenían, los trepaorzas, como los llamaban en su tierra.

Era una denominación muy sureña, compuesta por dos palabras: trepa, una forma coloquial que significaba tirar al suelo, derramar, y orzas, las pequeñas tinajas de arcilla cocida que se utilizaban para guardar alimentos perecederos, conservados en aceite o salmuera.

Cuando llegó el boom de la emigración, que repartió a los andaluces por el mundo, se generó una fuerte demanda de los productos típicos de la región. Aquellos emigrantes no podían encontrar estas exquisiteces, a las que estaban tan acostumbrados, en Alemania, Suiza, o Inglaterra. Ni siquiera los que se habían quedado en el norte de España, lo conseguían. Así que, cuando regresaban en sus vacaciones, hacían acopio de vituallas tradicionales, que les aguantaran, al menos, medio año, para poder paladear de nuevo el regusto de su tierra natal. Jamones, morcillas y chorizos, carne en manteca, legumbres secas, quesos añejos, y frutas confitadas, eran preparadas en los hogares andaluces, por familiares abnegados, esperando que llegaran los que estaban lejos y “treparan las orzas”, para llevarse todos estos productos.

Pues así olía el apartamento de Encarna, a cocina andaluza, de la antigua, como cuando se hacía matanza en el clan y se sacrificaban cinco o seis grandes cerdos, que quedaban convertidos en chuletas, jamones, y deliciosos embutidos que irían desapareciendo en los siguientes meses.

En cuanto a la señora, se mostró contentísima de saludar a un chico de Algeciras, tan lejos de su tierra. Les invitó a unos aperitivos, y Chessy se reía, al escucharles parlotear en aquel veloz y silbante idioma que decían que era español, pero que no se parecía en nada a lo que se hablaba en el barrio hispano.

A partir de entonces, ambos eran invitados a almorzar a la mesa de Encarna, junto a sus huéspedes, al menos una vez en semana. Y de allí, venía él, con el vientre hinchado por haber repetido dos veces un colmado plato de puchero, al cual no le faltaba de nada, desde sus garbanzos, sus judías, y sus tiernas patatas, hasta un buen trozo de costilla, algo de pavo, y tocino fresco que llegó con la pringá. Hacía meses que no probaba un guiso así y se había atiborrado.

Por eso, cuando abrió la puerta del loft, estaba deseando pegarse una siesta cortita, para mejorar la digestión, ya saben. Como era habitual, tanto su tía como su prima no estaban en casa, así que disponía de un par de horas a solas, para dormitar a gusto.

Escuchó los apagados sollozos al poner el pie en el primer escalón que conducía al altillo. Se sobrepuso a la sorpresa y se asomó al dormitorio de su prima. El biombo japonés, negro y florido, estaba retirado. Pudo ver que no había nadie. Optó por mirar en el de su tía y la vio tirada sobre la cama, el rostro oculto entre las manos, llorando en silencio.

Se preguntó que habría pasado para derrumbar así a una mujer tan entera como Faely. ¿Habría ocurrido algún accidente? No lo creía, le habrían llamado, ¿no?

― ¿Ocurre algo, tita? – preguntó muy suavemente.

Noto como la mujer intentaba reprimir el llanto, pero aún tardó casi un minuto en levantar la cabeza, sorbiendo las lágrimas. Le miró con aquellos ojos enrojecidos y le sonrió.

― No es nada, Cristo, solo cosas de mujeres. No te preocupes.

― Tita, por favor – se sentó al borde de la cama, hablándole suave, en español. – Que me veas como a un crío, no significa que lo zea. No me creeré que un azunto de mujeres te arranque el llanto. Eres una mujer experimentada, acostumbrada a los reveses. Azí que te pregunto de nuevo… ¿Ocurre algo?

― Está bien… de todas formas, os acabaríais enterando – suspiró ella, cogiendo un pañuelo de un cajón de la cómoda y limpiándose la cara. – Ha surgido cierto problema en Juilliard que puede… salpicarme.

― ¿Con algún alumno? – Cristo no supo por qué, pero aquello le sonó a problema sexual.

― No, por Dios… Con un profesor, un colega…

― Amm – Cristo esperó a que su tía se explicara.

― Verás, después de varios años de celibato, he mantenido una aventura con un… compañero. Hace meses que acabó todo, pero, ahora está teniendo problemas con su esposa y ha decidido volver conmigo.

― ¿Zi?

― ¡Y yo no quiero! Pero me chantajea con una serie de fotos que tiene en su poder. Amenaza con hacerlas públicas en la escuela y eso sería fatal para mí. Juilliard no consiente actitudes de ese tipo, entre su profesorado. No puedo dejar que me despidan, Cristo.

― Bien. Es un azunto complicado. Hay que nivelar la balanza. Normalmente, ze zolucionaría por la vía violenta; darle una paliza y quitarle las fotos, por zupuesto…

― No, no puedo hacerle eso…

― Ya lo imaginaba. ¿Chantajearle a tu vez? ¿Zabes algo jugoso sobre él?

― No. Además, él tiene poco que perder ahora.

Cristo suspiró, buscando más ideas.

― Nesesito saber más. No puedo buscar una salida con tan pocos datos.

― Ahora no – sollozó su tía, de repente. – ¡No puedo hablar de eso!

― Vale, tita, cálmate. Zolo dime si te está presionando mucho…

― No me ha dado un ultimátum, pero me ha dejado claro que va en serio.

― Si, Cristo, pero… ahora no – susurró Faely.

― Bien, no importa. Zi dices que aún hay tiempo… pero no lo eches en zaco roto.

― Si – sorbió ella. – Cristo…

― ¿Qué?

― Gracias – le dijo, inclinándose sobre él y dándole un beso en la mejilla.

― De nada. Para ezo eres mi tiiiita – sonrió él.

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Esa misma tarde, Zara llegó al loft como un vendaval. Traía una buena noticia para su primo: ¡una entrevista de trabajo!

La verdad, soltarle una cosa así a la cara de un gitano del Saladillo no es muy buena idea. El clan Armonte y el trabajo… como que no hacen muchas migas entre ellos, pero Cristo aguantó estoicamente, como un campeón, y escuchó a su prima, acodados en el poyo de la cocina.

Por lo visto, la chica que se ocupaba de la agencia virtual, se casaba y dejaba el trabajo. Lo había escuchado comentar, esa misma mañana, a la Dama de Hierro en persona, – apodo que la gerente se había ganado a pulso – y había pensado en él. Cristo le había dicho, en varias ocasiones, que se manejaba bastante bien con los ordenadores, cosa bien cierta. No en vano, era el encargado de las descargas para todo el clan, tanto en películas como en música.

― Le hablé de ti a la gerente y le he comentado que no habrá ningún problema para cuidar de la web de la agencia. ¿Verdad, primo?

― Por zupuesto, prima. Mantener una página ofisial es una chiquillada.

― También tendrás que ocuparte de otras cosas, como recoger el correo o poner cafés. Ya sabes…

― Zi, ya veo, lo que ze dice un “corre, ve y dile” – suspiró Cristo.

― No sé que es eso, primo.

― Un chico para todo, Zara. El comodín del despacho – sonrió él.

― Si, eso, pero… ¿está bien, no?

― Zi, bonica, no te preocupes. Un trabajo es un trabajo.

El hecho es que Cristo no necesitaba trabajar, de momento. Sus ahorros le daban para estar unos cuantos años de vacaciones, pero la noticia le había impactado, ciertamente. ¡Se trataba de una agencia de modelos! No sería un trabajo pesado, ni agobiante, y dispondría, quizás, hasta de su propio despacho. ¿Cómo resistirse a estar rodeado de chicas hermosas?

― Mañana te vendrás conmigo. La entrevista es a las nueve de la mañana – le dijo Zara, sacando avíos del frigorífico.

― Perfecto, prima.

― ¿Y mi madre? – preguntó la preciosa mulata, una vez desaparecida la euforia.

― Le dolía la cabeza y ze ha echado un rato en la cama – la excusó Cristo. – Ahora la llamaremos para senar. ¿Te ayudo en algo?

― Puedes preparar la ensalada. ¿Sabes hacer una César?

― ¿Ezo que lleva? ¿Una corona de laureles?

― Nooo – exclamó Zara, riéndose. – Se llama así por el chef que la inventó.

― Aaah… to los días ze aprende algo, prima… tú dime que lleva y yo se lo esho…

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La agencia se encontraba en Dominick Street, no muy lejos de la parada de metro. Era un viejo hotel, reconvertido en un coqueto bloque de oficinas. Toda la tercera planta era propiedad de Fusion Model Group, nombre ostentado por la agencia. Zara le condujo a través de un par de puertas de cristal, dejando atrás a una rutilante chica rubia detrás de un mostrador de mármol, que portaba un manos libres en la oreja izquierda. Zara se la presentó como Alma, la recepcionista. La chica le esbozó una increíble y profesional sonrisa, sin dejar de hablar a través del micrófono.

Caminaron por un amplio pasillo, con vistas al exterior y varios despachos. Zara le indicó que allí se encontraba el personal de administración y el equipo de publicidad. Al final del pasillo, se abría el núcleo de la agencia, en varias salas anexas, de grandes dimensiones. Cristo observó la dinámica del personal. La primera sala disponía de dos despachos internos, cortados con paneles de cristal, cubiertos por estores oscuros, medio alzados.

― Esos son los despachos de los ayudantes de la jefa – le explicó Zara.

En el centro de la sala, rodeando una fuente de agua potable y una máquina de chocolatinas, varios sillones organizaban un área de espera, donde estaban sentadas dos chicas preciosas, ambas de raza negra, y, frente a ella, un hombre cincuentón, aferrado a un maletín, que no les quitaba el ojo de encima. Al otro extremo, tras una mampara esmerilada, varios sillones de peluquería estaban vacíos, junto a enormes espejos, provistos de iluminación propia.

― Territorio del equipo de maquillaje y peluquería – dijo Zara, señalando.

Zara le condujo a la siguiente sala, separada tan solo por un arco de entrada. A la derecha, como si se tratase de una gigantesca urna de cristal, se exponía una enorme sala de juntas, dotada de una larga mesa, así como un área de sillas para el público asistente, contra la pared del fondo. A la izquierda, dos puertas con rótulo dorado. Esta vez, las paredes no eran de cristal, sino de obra.

― Los despachos de la Dama de Hierro y de la jefa, así como la gran sala de reuniones – expuso su prima. – Más allá, hay dos salas de fotomontaje, un pequeño laboratorio fotográfico, los baños y los vestuarios. En el piso de arriba, la agencia dispone de un almacén, al cual tenemos acceso tanto desde los vestuarios, como por la escalera principal.

Zara llamó con los nudillos a la puerta marcada con el rótulo “Priscila Jewinski, gerente” y entró. Cristo esperó ante la puerta, sintiéndose un poco nervioso. Esta situación era absolutamente nueva para él, tanto lo del trabajo, como el entorno. Zara salió y, sonriéndole, le indicó que pasara.

― Bueno, ahora te toca a ti. Llámame con lo que sea que ocurra, ¿vale?

― Vale. Deséame suerte, prima.

― Suerte, primo – dijo, estampándole un gran beso en la mejilla.

Una señora mayor, de unos sesenta años, se sentaba tras un escritorio de acero y cristal, muy de toque modernista. Miraba la pantalla de su ordenador y le indicó, con un gesto, que tomara asiento frente a ella. Cristo así lo hizo y contempló a la mujer, con disimulo. Llevaba el pelo corto y rizado, dispuesto en grandes ondas, de un puro tono platino que disimulaba perfectamente sus canas. Poseía una mirada inteligente que solía estrechar sus ojos oscuros. Su rostro, ya tocado por la edad, aún mostraba la huella de un glorioso pasado. Por lo que podía ver Cristo, a través de la cubierta de cristal de la mesa, vestía un pantalón entallado, de color oscuro, y una blusa satinada, en un color crudo, muy elegante con sus puños de encajes.

Sin tener aún la atención de la gerente, Cristo paseó su mirada por el despacho. Resultó ser un tanto espartano para su gusto. Un pequeño sofá de cuero negro, contra una de las paredes, dos archivadores al lado de la ventana, tras el escritorio; una mesa auxiliar detrás de la puerta, con una silla ergonómica, y la propia silla en la que se sentaba Cristo. Apenas había objetos personales, salvo un portarretratos sobre el escritorio de la mujer, con una foto que el gitano no alcanzaba a ver, y una gran foto enmarcada en una de las paredes. Cristo reconoció a la gerente, con al menos treinta años menos, en la instantánea de una bella sonrisa, mostrada en primer plano. Detrás del rostro sonriente, entre brumas, el puente de Brooklyn.

― Esa foto es de 1972 – dijo de repente la señora. – Acababa de llegar a Nueva York.

― Está bellísima – musitó Cristo.

― Gracias. ¿Te llamas…?

― Cristóbal Heredia, señora.

― Bien Cristóbal. Zara me ha hablado muy bien de ti. Creo que sois familia.

― Si, señora. Ella es mi prima, por parte de madre.

― ¿Así que ella es en parte hispana? – levantó una ceja.

― Española – le rectificó Cristo. – Como yo.

― Bonito país… España. Estuve varias veces en los San Fermines…

― Yo soy del otro extremo del país.

― Ah, Andalucía, ya veo… playas encantadoras y muchos bares con tapas…

― Conoce usted muy bien mi país, señora – dijo Cristo, un tanto adulador.

― Si. Tengo pensado volver en unas vacaciones. Ya veremos…

― Avíseme cuando se decida, puedo recomendarle algunos sitios increíbles, por supuesto, fuera de las rutas turísticas. Puramente ingenuos…

― Se agradecería, Cristóbal, y ahora, dejemos el recorrido turístico y centrémonos en lo que la agencia necesita.

― Si, señora – Cristo se envaró en la silla.

La gerente le miró directamente a los ojos durante unos segundos. Tomó un lápiz con la mano y empezó a juguetear con él entre los dedos.

― ¿Traes referencias? ¿Un currículo? – preguntó, con una ladina sonrisa.

― No, señora. Me ha tomado por sorpresa completamente. Estoy de vacaciones en Nueva York, sin pensamientos de trabajar. Casi he sido arrastrado hasta su despacho, señora – Cristo devolvió la sonrisa, junto con la broma.

― Ah, las niñas de ahora son muy impulsivas.

― Mucho. Empiezo a notarlo. No obstante, le seré sincero. No he trabajado jamás para un patrón. Lo poco que he hecho, ha sido en un negocio familiar, pero, si le sirve de algo, puedo hackearle cualquier sistema de seguridad media.

― Vaya… no pensamos asaltar el Pentágono, chico.

Cristo se tragó la palabra “chico”. No era el momento de protestar por el trato. Si la señora quería un “chico” espabilado, él le daría eso mismo.

― Porque no quiera usted, porque “armas de destrucción masiva” si que tienen – dijo, señalando con el pulgar por encima de su espalda, refiriéndose a las guapas chicas de la otra sala.

La gerente soltó una carcajada sorprendente, en un tono fuerte y contagioso.

― Me gustas, Cristóbal. Tienes justo el carácter que se necesita para un puesto como el que ofrecemos. Me llamo Priscila – le dijo, alargando una mano por encima del escritorio.

― Todo el mundo me llama Cristo. Encantado, Priscila – contestó, tomando la cálida mano.

― Bien. El trabajo es el siguiente. Se actualiza la web oficial de la empresa diariamente, con eventos, ofertas de empleo, nuevas campañas, y demás secciones. También se actualizan, según proceda, los perfiles de las modelos representadas: crónica laboral, cotilleos, declaraciones para los fans… En este momento, contamos con doscientos veintiún modelos, tanto femeninos como masculinos; de los cuales, al menos, treinta son de primera fila.

Cristo dejó escapar un silbido que agradó a la gerente.

― ¿Podrías encargarte de eso?

― Sin problemas, Priscila. Así como el mantenimiento del servidor y de la red interna de la oficina.

― ¿De veras?

Cristo asintió, sin alterar su sonrisa. A saber que es lo que hacía la chica anterior…

― Repartirias el correo del día, tras recoger lo que hubiera en el apartado de correos.

― Vale.

― Harias algún recado para los departamentos. ¿Dispones de permiso de conducir?

― Por supuesto – su expresión no se movió ni un ápice con la mentira.

― Muy bien. Te encargarías de diversas tareas que surgiesen, de forma imprevista. ¿Te importaría servirnos algún café, a mí o a nuestra jefa, la señora Newport?

― En absoluto, Priscila, siempre y cuando no sea todo a la vez.

― Jajaja… Tienes un buen humor, Cristo. Me gusta.

― Gracias, Priscila… ¿o debo llamarla de algún modo especial, si decide que trabaje aquí? – preguntó, con algo de retintín.

― Oh, todo el mundo me llama Miss P, ya me he acostumbrado a esa forma. Ese y la Dama de Hierro, son mis nombres de guerra – se rió ella. – Pero puedes llamarme Priscila, en confianza.

“Parece que le he caído bien.”, se dijo Cristo.

― Normalmente, no suelo hacer esto. Dejo que el departamento administrativo haga las contrataciones, pero confió en Zara. Así que acércate a Administración y entrega esto – le pidió la señora, firmando una solicitud de empleo.

― Enseguida, Priscila. ¿Cuándo quiere que empiece?

― Aprovecha que Marion aún sigue aquí, y que te ponga al día de cuanto hace. Así que, en cuanto salgas de Administración, dirígete a Recepción y pregunta por ella.

― Marion, ¿eh? OK. – dijo con una última sonrisa, levantándose para abandonar el despacho.

― Cristo… perdona que te pregunte, pero ¿cuántos años tienes?

― Veintiocho, Priscila – esta vez, la miró seriamente, viendo como la sorpresa se reflejaba en el rostro. La atajó antes de que hablara. – Es una larga historia, señora, quizás en otra ocasión.

En Administración, se encontró con un hombre delgado y triste, que parecía haber chupado limones desde que nació, que, sin apenas palabras, se ocupó de rellenar su ficha con los datos pertinentes, dejando abierto un plazo para entregar su permiso de trabajo y su número de seguridad social. Con parquedad, el señor Garrico – nombre que había en la placa sobre la mesa – le informó de su salario, cuatrocientos sesenta dólares a la semana (unos trescientos cincuenta euros) y de la cobertura de su seguro médico.

Volvió al mostrador de Recepción, donde se encontró con que Alma ya no estaba sola, sino que una chica regordeta, de mirada enclaustrada por unas gafas de negra montura, y el pelo recogido en una tirante cola de caballo, se sentaba al lado. Marion, pensó y acertó de lleno. Alma le dio la mano, mientras pasaba una llamada hacia algún departamento, y le dio la bienvenida a la agencia. Esta vez la sonrisa pareció sincera. Le indicó de donde podía traerse una silla y, antes de hacerlo, Cristo admiró con disimulo el cuerpazo de la rubia Alma. Demasiado rellenita para ser modelo, pero no había duda que había surgido de sus filas.

Se sentó al lado de Marion, presentándose de igual modo. Esta, al contrario que su compañera, era un cerebrito cursi y lleno de prejuicios, que le explicó, casi con desdén, cuales serían sus tareas. Como tal había sospechado Cristo, la chica se limitaba, escrupulosamente, a introducir datos en su ordenador. No quería saber nada de servidor, ni de redes, ni de problemas externos. Estaba seguro que, aún menos, serviría un café… pero él lo haría, con gusto. Eso le permitiría moverse por el interior de la agencia y fisgonear. ¡Sería la hostia de divertido!

La única alegría que le dio Marion fue cuando le dijo que también debería ocuparse de fotografiar los eventos. Así que estaría presente en las fiestas, en las convenciones, en las galas, y en las pasarelas, fotografiando modelos e invitados, para después incluir las mejores en la web. Así mismo, debería actualizar las fotografías de los perfiles de las modelos, pero, para ello, usaría fotografías profesionales que se les proporcionarían.

¡El sueño de cualquier hombre!

Por otra parte, Alma le puso al tanto de la jerarquía de la agencia, entre llamada y llamada. Ya había conocido a Garrico, el administrador, quien usaba a su joven secretaria también como amante. Miss P era el motor de la agencia, experimentada, dinámica, y algo tiránica. Alma atendía las visitas, pasaba las llamadas, recogía recados, y, en una palabra, hacía de guardia de tráfico a la entrada. El departamento de publicidad trabajaba a temporadas, con proyectos definidos, y, en ese momento, no los tenía, así que no estaban.

La jefa llegaba a media mañana y repasaba los asuntos con su mano derecha, Miss P, y bien se marchaba de nuevo, o bien se encerraba en su despacho. Solo se ocupaba de los grandes eventos, o bien de las tres primeras damas de la agencia, o sea, las modelos más retributivas. Alma le señaló una fotografía enmarcada, en una de las paredes de la entrada, que era visible a la salida, no a la entrada. En ella, el busto de una hermosa mujer sonreía a la cámara, las manos cruzadas bajo la barbilla. Vestía elegantemente y se apoyaba sobre una mesa de madera. Debajo de ella, en letras doradas, se leía: Candy Newport, directora de Fusion Models Group.

Cristo revisó sus recuerdos. Conocía aquella mujer, o, al menos, la había visto antes. Efectivamente, la había visionado junto a otras mujeres maduras famosas, en una lista de MILFs glamorosas, en una de las razzias virtuales que organizaba con sus primos, en Internet. Aún recordaba lo que dijo Ramón, uno de sus primos más cándidos: “Si ella fuera mi madre, siempre estaría haciéndome el enfermo para que ella me cuidara.”

Había sido una modelo muy cotizada, junto a compañeras muy famosas, como Cindy Crawford, Eva Herzigova, Naomi Campbell, Claudia Schiffer, o Tyra Banks; y, como estas divas, supo invertir bien en su futuro, creando una agencia que disponía de grandes activos. Ella y sus dos ayudantes personales, Crissa Hess y Niles Stucker, se ocupaban de representar personalmente a las modelos con más proyección. El equipo de maquillaje y peluquería constaba de tres personas, como base, pero era ampliado en los eventos importantes. El vestuario era enteramente subcontratado, junto con su propio personal. Dos fotógrafos colaboraban con la agencia, pero que no estaban en nómina, y, finalmente, un equipo de limpieza subcontratado venía todos los días.

― Así que este será mi puesto de trabajo, ¿no? – le preguntó a Marion.

― Si. Aquí tienes todo cuando necesitas. Tu terminal, el intercomunicador, un diario de notas, varios bolígrafos – enumeró la chica, con una sonrisa.

― …y la bella de Alma a mi lado. ¡Este es el mejor lugar de toda la agencia! – exclamó Cristo, haciendo reír a la recepcionista.

― Me gustan los aduladores – respondió ella.

― ¿Por qué te marchas, Marion? Este parecer ser un buen trabajo.

― Me caso y mi futuro esposo gana lo suficiente como para que no trabaje. Quiere que me dedique solo a él y a nuestros hijos.

― Conozco el tema – suspiró Cristo.

― ¿A qué te refieres?

― A que serás una yegua de cría – repuso Alma.

― Más o menos – sonrió Cristo.

Marion se encogió de hombros.

― Tendré una buena casa, tiempo para mí, y una doncella para ayudarme. No creo que sea una mala vida.

― No, siempre que sea lo que tú quieras – le dijo su compañera.

― Es lo que he deseado desde que me hice mujer. Ahora me dedicaré. estos meses antes de la boda, a perder unos kilitos para estar bien guapa – hizo un mohín, tironeándose de la cola de caballo.

― ¿Aún más? – preguntó Cristo, adulador. – Vas a hacer que tu esposo tenga un síncope.

Y, de esa forma, Cristo se ganó la confianza de las dos chicas, allanando, con mucha diplomacia, su camino de entrada. Llamó a Zara, pero no respondía, así que le dejó un mensaje: “Somos compañeros de trabajo, prima.”

A media mañana, cuando ya empezaba a aburrirse de estar sentado al lado de las chicas, sin hacer nada, apareció Zara. Le dio un gran abrazo y dos besos, felicitándole. Llegaba de asistir a un cursillo de posado, impartido por un profesor de Artes Escénicas. La agencia se tomaba estos cursillos con seriedad, haciendo obligatoria la asistencia de todas las modelos que estuvieran sin tarea específica. Por eso había dejado el móvil en el bolso.

― Me lo llevo a tomar un café abajo – le dijo Zara a Alma.

― Vale.

En el piso bajo, había una cafetería, junto a un buen kiosco de prensa, y una floristería. La cafetería estaba llena, pues había varias oficinas en la manzana. Pidieron un café y un té, y compartieron un sándwich, mientras Cristo le contaba su entrevista.

― Parece que le he caído bien a Miss P.

― Es severa, pero no es mala persona. Si cumples con tu trabajo, te la habrás ganado. ¿Cuándo empiezas en serio?

― Mañana es el último día de Marion, que me enseñará los procedimientos de administrador con el servidor. Hoy he estado viendo las fichas de las modelos y la web. No creo que tenga dificultades con ello.

― Muy bien, primo.

― No he visto a la jefa aún.

― Hoy no ha venido.

― ¿Qué pasa? ¿Te pone nerviosa? – preguntó Cristo, viendo como tembló la taza de café en las manos de Zara.

― Bueno… es que me ha llamado.

― ¿Quién?

― La jefa.

― ¿La jefa te suele llamar a ti, prima? ¿No eres una de las novatas?

Zara no contestó y siguió mirando la taza con insistencia.

― Zara, ¿qué ocurre? ¿No vas a contármelo?

― Miss P me llevó al despacho de la jefa, el primer día que entré en la agencia. No lo hizo con ninguna otra novata, pues después he preguntado a todas. Por lo visto, Candy Newport conoce a mamá, de antes. Coincidieron en no sé que trabajo y en un par de galas.

― Bueno, no es extraño. Tu madre trabaja en una academia de las prestigiosas y ha sido artista. Seguramente habrán coincidido en algunos eventos – argumentó Cristo.

― Si, claro, pero, lo extraño, es que me parecieron íntimas. Al menos, mi jefa conocía un montón de detalles que no son de ser meras conocidas.

― ¿Y?

― ¡Pues que mi madre lo ha negado! ¡Dice que no conoce a esa señora de nada! ¡Que no se acuerda de ella!

Cristo pensó en lo que Faely se callaba, en el problema que le comentó… ¿Estaría relacionado?

― Es raro.

― Pero ahí no se queda la cosa.

― ¿Ah, no?

― Me desnuda con la mirada – musitó Zara.

― ¿Cómo dices?

― Cada vez que nos cruzamos o que entra en la sala, cuando estoy posando, siento como me observa. Noto sus ojos recorriendo todo mi cuerpo. Su expresión la delata, me desea…

― Vaya con la jefa. ¿Qué piensas hacer?

― No lo sé. No se ha insinuado mínimamente; siempre guarda la distancia y la compostura, pero… no sé qué hacer si diera el paso y se insinuara.

― ¿De verás, Zara?

― Cristo… es muy guapa y una leyenda viva. Yo mataría por ser como ella, ¿comprendes? No creo que pueda resistirme – abrió las manos la chica.

Se quedaron en silencio, ensimismados en sus propios pensamientos. Zara intentaba imaginarse como sabrían los carnosos labios de su jefa, y Cristo, por su parte, pensaba cómo podría conseguir empujar a su prima a los brazos de la buenorra Candy Newport.

Cada uno manifestaba su sueño de esperanza… el sueño americano…

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A la semana siguiente, Cristo invitó a almorzar a Chessy y Spinny, en la cafetería de los bajos del edificio de la agencia, para celebrar su nuevo trabajo. Ese día, empezaba por su cuenta. Marion se había marchado, rumbo a su mundo idílico, y él quedó como maestro de la red. Chessy estaba muy orgullosa de él, de su capacidad de integración en la sociedad americana. Claro que no podía saber que Cristo era un camaleón humano. Buscando su propia comodidad, podía adaptarse incluso a vivir en una tienda, en mitad del desierto, siempre y cuando no tuviera que ir a por el agua al pozo.

dos días antes, Faely le acompañó a la oficina de Inmigración para solicitar un nuevo tipo de visado, esta vez de trabajo temporal, y le avaló la acreditación de residencia. Cristo no tuvo mayor problema, tras mostrar un extracto de su cuenta bancaria, ya se sabe, si demuestras que tienes pasta para mantenerte, puedes quedarte en los Estados Unidos. así consiguió su permiso de trabajo y su número de la Seguridad Social.

Su romance con Chessy iba viento en popa, o, al menos, todo lo que se atrevía. Ya le había perdido el mal rollo al delgado falo de la transexual y los besos y caricias profundizaban cada vez más en su lujuria, pero aún no se atrevía a llegar más allá de una paja o una felación.

Sin prisas, se decían el uno al otro, entre románticos besos. Por su parte, Chessy vivía en un estado inusual. Se veía inmersa en una fluida historia emocional, tan romántica como una novela y totalmente desacostumbrada para ella. Vivía momentos deliciosos, comparables a idílicas películas, que capturaban su alma como un mosquito en el ámbar.

Chessy dejó el brazo de su novio, le dio un besito en la mejilla, y dijo que iba al lavabo. Spinny, en cuanto se quedó a solas con su colega, le dijo, en un tono conspirador, que su padre le había ordenado que limpiara las taquillas de Gus y Barney, los violadores del parque. Así que Spinny había apañado unas cajas de cartón para guardar en ellas cuanto hubiera dentro de las taquillas. Las cajas pasarían al pequeño desván que había sobre la oficina del desguace, en espera de que los dos extrabajadores salieran de la cárcel.

― Mira lo que he encontrado en una de las taquillas – le sopló Spinny, abriendo la funda de su guitarra y sacando una bolsa de plástico.

Spinny dejó al descubierto un pequeño bote de cristal con cuatro piruletas dentro, bañadas en un líquido incoloro.

― Creo que el líquido es la misma droga que usaron cuando abusaron de las chicas en el parque infantil – dijo, desenroscando el tapón y olisqueando el interior.

― ¿Cómo lo sabes? – le preguntó Cristo, tomando el bote y haciendo lo mismo.

― ¿Para qué otra cosa iban a dejar piruletas empapándose en un líquido si no fuera alguna droga?

― Tienes razón. Sin duda pensaban endiñárselas a otras chiquillas.

― ¡Que viene Chessy! ¡Guárdalas en tu mochila! Ya no me da tiempo colocarlas en la funda…

Con prisas, Cristo enroscó la tapadera y deslizó el bote en el interior de su mochila, abierta y colgada del respaldar de su silla. Spinny sonrió, nervioso, cuando Chessy se sentó.

― Seguro que ya estabais hablando de chicas – les recriminó Chessy, al ver sus expresiones.

― ¡Es que teniendo a tu colega trabajando en una agencia de modelos, pues… es difícil no preguntarle nada! – dijo Spinny, acompañando sus palabras de una risita.

Los tres se rieron y siguieron charlando. Tomaron postre y café, mientras planeaban una excursión al norte del estado. Chessy, con apremio, informó a Cristo de la hora que era. Se había despistado y ya tenía que haber vuelto al trabajo. Así que pidió la cuenta, mientras se despedían, y cinco minutos más tarde, subía corriendo las escaleras hasta el tercer piso.

La mochila, mal colocada a su espalda, se bamboleó en exceso, originando que la tapa del bote, cerrada a toda prisa y sin precisión, saltara, derramando el líquido y dejando las piruletas secas.

― ¿Haciendo ya novillos? – le sonrió Alma, al llegar jadeante ante ella.

― Estaba almorzando en la cafetería, con mi chica y un amigo… se nos ha ido el santo al cielo…

― ¿Santo al cielo? – se asombró Alma.

― Es una expresión española. Quiere decir que nos hemos despistado. Ya sabes, lo de mirar con la boca abierta como asciende un santo varón hacia el cielo…

― ¡Jajaja! – estalló en una carcajada la rubia. – Eres muy gracioso, Cristo… de veras…

― Bueno, tendrías que verme desnudo, entonces si que te troncharías…

La chica se llevó la mano a la boca para atajar la nueva carcajada, ya que el teléfono empezó a sonar. Cristo se sentó en su puesto y dejó la mochila colgada de la percha que tenían a la espalda, con la cremallera medio abierta. Ambos se sumergieron en la actividad laboral, arrastrados por su dinámica.

Una hora más tarde, Cristo levantó los ojos al escuchar un vivo taconeo. Lo primero que vio fue un pelo casi naranja y un rostro lleno de pecas, que avanzaba hacia el mostrador. ¿Quién no reconocería aquel rostro moteado, dotado de los ojos más verdes que jamás existieron en la faz de la tierra?

― ¡Joder! ¡Katherine Voliant! – jadeó.

― Si, tiene una sesión esta tarde – le replicó Alma.

― No sabía que estuviera en esta agencia…

― ¿No te has leído aún las fichas?

― No.

― ¡Vago! – susurró Alma, sonriendo a la top model que se plantaba ante el mostrador.

― Hola, Alma – saludó la modelo, apoyándose sobre el mármol. — ¿Cómo estás?

― Como una maceta plantada en este vestíbulo – bromeó la rubia.

― Pero… ¿te riegan?

― Ay, no todo lo que quisiera…

Las dos chicas estallaron en risas, mientras que los acompañantes de la modelo llegaban. Una mujer madura, con enormes gafas de vista, y un tipo bien vestido, con aspecto de leguleyo.

― ¿Es nuevo o es hijo tuyo? – preguntó la modelo de pelo naranja, señalando a Cristo, quien estaba pasmado ante ella.

― ¡Katherine! – la amonestó Alma. – Es Cristo. Sustituye a Marion.

― Ah, encantada – le dijo, alargando su mano. – Por fin te has quitado esa sosa de encima.

― Se va a casar. Compadezco al marido – agitó la mano Alma.

― ¿Y tú? ¿No hablas? ¿Solo tecleas? – le preguntó la modelo a Cristo.

― A veces no callo – sonrió Cristo, recuperando el uso de su mandíbula. – Pero, en otras ocasiones, es mucho mejor contemplar…

― Vaya… que galante… ¿Eres latino?

― Solo mi idioma. Soy de España.

― ¡Caray! Un chico europeo. Esta agencia está tomando categoría.

― ¡Como te escuchen la Dama de Hierro! – se rió Alma.

Cristo se grabó bien aquel rostro que estaba a un palmo de él. Era bella aún sin maquillar, con aquel pelo que parecía repasado por un cortacésped, de un color oxidado, y la enorme multitud de pecas que cubría todo su rostro. No se trataba de unas cuantas pecas en la nariz y en las mejillas, no… nada de eso. Era como si le hubiese explotado una lata de lentejas en la cara, salpicando frente, nariz, pómulos, la mandíbula, parte del cuello, los hombros – por lo poco que podía ver Cristo – y, seguramente todo el pecho. La piel era casi nívea, pero las pecas eran de un tono pardo, lo que las hacía resaltar fuertemente.

Eso hacía que aquellos dos ojazos increíbles resaltaran aún más, casi anulando la conciencia del gitano. Pestañeó varias veces cuando se dio cuenta de que Katherine Voliant le hablaba.

― ¿Si?

― Te preguntaba si mi perfil está actualizado.

― No lo sé. aún estoy repasando el trabajo de Marion.

― A ver que vea – dijo la modelo, rodeando el mostrador y colocándose a espaldas de Cristo, con una mano apoyada en su hombro.

Cristo abrió la sección de perfiles y buscó el de la guapa chica. Lo abrió y lo repasaron juntos.

― Aún no está puesto el evento de México. No está actualizado. ¿Te pones a ello…? ¿Cristo?

― Sip, Cristo, zeñorita. Voy a buscar las fotos de esa juerga y se lo actualizo todo.

― ¡Olé! – exclamó ella, en respuesta a las palabras dichas en español por el joven.

― Es casi la hora – dijo la mujer, señalando el reloj. – Deberíamos pasar a maquillaje ya.

― Si, Helen, enseguida – dijo, girándose y tocando la mochila de Cristo con la espalda.

Katherine se giró y la miró, descubriendo, a través de la abierta cremallera, el tarro con las piruletas.

― ¡Dios mío! ¡Hace siglos que no me como una de estas! ¿De quien es la mochila?

― De Cristo – respondió Alma.

― ¿Puedo coger una? – le preguntó directamente.

Cristo se quedó estático, sin saber qué decir. No podía decirle que no; quedaría como un borde, como un esaborío, en sus primeros días. Pero, en caso contrario, ¿qué ocurriría? ¿Cómo reaccionaría la modelo? Cristo se encogió de hombros, tomando una determinación. Al menos no era una chiquilla y se controlaría, se dijo.

― Por favor… ¿quiere una, Alma? – ofreció él.

― No, gracias, nada de azúcar.

Tan contenta como una niña, Katherine apartó la tapa y tomó una con dos dedos, dispuesta a llevársela a la boca.

― Ahora no, Katherine. Primero maquillaje – la regañó la mujer.

― Tienes razón. Quizás la pueda usar para las fotos.

― Buena idea.

Cristo suspiró, aliviado. Lo que sucediera, lo haría fuera de la agencia, se dijo. La modelo se despidió de ellos y marchó hacía las salas del interior. Cristo se levantó y comprobó el bote. La droga había empapado el fondo de la mochila y las piruletas estaban secas. Cerró el bote y la cremallera de la mochila. Se sentó, mordiéndose el labio.

― Es guapa, ¿eh? – le pinchó Alma.

― Me ha hecho sentirme como un ratoncillo delante de una hermosa serpiente.

― ¡Jajaja! Puede que sea así… toda una devoradora… Le has caído bien y eso suele ser difícil. Katherine no es de las que da confianza a las primeras de cambio.

― ¿Debo sentirme honrado?

― Puede que si.

― ¿Quiénes son los que la acompañan?

― Su tía Helen, que se ocupa de su maquillaje y Trask, su manager.

― Vividores – escupió Cristo.

― Exacto, nene. Astutos vividores.

_______________________________________________________

Katherine no sabía qué le ocurría. Llevaba casi una hora posando, con diferentes trajes y distintos escenarios. Carl, uno de los fotógrafos habituales, sabía sacarle partido a su rostro y a su sinuoso cuerpo. Se habían divertido los dos, usando la piruleta en muchas tomas. Además, dejaba un tono rojizo en su lengua que gustaba bastante al fotógrafo. Pero, sin saber cómo, había pasado de la diversión al deseo, y ahora, una hora más tarde, era pura provocación.

Apenas podía controlarse, enseñando más piel de la que debía, insinuándose con la mirada, con la boca, con sus caderas… Incluso Carl, que era más maricón que un palomo cojo, se había sentido violento con su actitud. Finalmente, cortó la sesión, sabiendo que no sacaría más de ella. Las fotografías sobre moda se habían transformado en poses más que eróticas. Él tenía una reputación y prefería cortar a tiempo.

Tía Helen, que se había dado cuenta de la actitud de su sobrina, le aconsejó que se diera una larga ducha antes de cambiarse y marcharse.

― No hay ninguna prisa. Relájate bajo el chorro – le susurro, empujándola hacia los vestuarios.

Cuando Katherine llegó a los amplios baños, prácticamente jadeaba. Se miró a uno de los espejos, apoyando las manos en el lavabo. Contempló su rostro a placer, maquillado exquisitamente. Su lengua surgió y lamió sus pintados labios sensualmente.

― ¡Eres una perra, Katherine! – le escupió a su reflejo. – Una perra salida que se follaría a todo un batallón…

Respiró con calma, intentando calmarse, y se metió en uno de los vestidores, quitándose las prendas que debía devolver. Las colgó de las perchas que se encontraban allí, y volvió a contemplar su cuerpo, ahora solo con unas braguitas encima. Sonrió al verse hermosa. Sus senos eran de tamaño medio, pero suficientes para su esbelto cuerpo. De lo que estaba más orgullosa, era de sus nalgas. Poseía uno de esos traseros de ensueño, en forma de pera, de nalgas pequeñas y prietas, redonditas; un culito para no dejar de acariciar. Además, esa parte, junto con sus piernas, constituían las únicas partes de su cuerpo, libres de pecas, con una piel inmaculada y tersa.

Sus dedos pellizcaron los oscuros pezones, de forma delicada pero constante. Ya llevaban tiesos casi toda la sesión, poniendo de relevancia su longitud. Ella lo sabía. Ya en el colegio, los comparaba con los de sus amigas en las duchas. Tenía unos pezones larguísimos, de casi tres centímetros, que parecían pequeñas antenas desplegadas sobre sus tetitas pecosas. Unos pezones muy sensibles, que la hacían derretirse cuando se pellizcaba duramente, tal y como lo estaba haciendo, en ese momento.

Al segundo de gemir, se dio cuenta de que necesitaba correrse y, para eso, no había nada mejor que un buen chorro de agua en el clítoris; agua caliente a presión. Desnuda, salió del vestidor y se metió en una de las duchas individuales, las cuales disponían de un asiento alicatado, que surgía de la pared, justo frente al chorro principal. Este diseño permitía a las chicas depilar sus piernas con comodidad, e incluso ducharse sentadas, si lo deseaban.

Con dedos temblorosos, tomó un poco de gel líquido y, sentándose con las piernas abiertas, untó directamente el jabón sobre su vagina. Vulva y clítoris quedaron bien impregnados y, como ya estaban bien humedecidos por su propia lefa, enseguida se empezó a producir pequeñas pompas de jabón.

Katherine apoyó la espalda desnuda contra el mosaico de azulejos, sin importarle su frialdad, y cerró los ojos, buscando en su calenturienta mente, la escena ideal para producir su orgasmo. Sus dedos se deslizaban sobre su depilado pubis, formando pequeños círculos que conmovían su sensible sexo. Cada movimiento rotatorio era acompañado de un pequeño gemido anhelante, que nunca antes exhaló ante ningún amante. Aquellos gemidos solo estaban reservados para su intimidad, para su propio y único placer, en las pocas ocasiones en que su libido se había descontrolado como hoy. Katherine solía gozar en silencio. A pesar del desparpajo que ostentaba al posar, seguía siendo una tímida en cuestiones sentimentales, y, para ella, el sexo era un sentimiento. Le daba vergüenza que la escucharan así, como implorando placer. Así que procuraba apretar los dientes y resoplar, todo lo más, al alcanzar el clímax.

Con una mano, abrió bien sus labios mayores, sacando a la luz su clítoris. Con el dedo corazón de su otra mano, acarició largamente, de abajo a arriba, su zona erógena. Desde el fondo de su vulva hasta acabar sobre el clítoris. Katherine sintió tal calor recorrer su columna, naciendo en su entrepierna, que tuvo que ponerse en pie y alcanzar el teléfono de agua. Ni siquiera esperó a que el agua adquiriese una temperatura adecuada. Abrió el grifo y salpicó sus senos y su vientre. El agua fría le aclaró la cabeza y cortó la escalada de sus sentidos.

Se quedó con la boca abierta, jadeando por la impresión, pero, de inmediato, una sonrisa estirazó sus labios. El agua empezó a brotar más cálida y Katherine retorció uno de sus pezones, con lo que tuvo que morderse el labio para no proferir un sonoro lamento. Su cuerpo se retorcía, sentado sobre el ancho poyo, sometido al capricho de sus propias caderas movedizas. Su pelvis había asumido voluntad propia, haciendo que sus nalgas se rozasen impúdicamente contra la fría superficie. Jamás se había sentido tan perra, tan salida, tan puta, como para casi aullar de deseo.

Con delicadeza, introdujo el dedo en el interior de su vagina, palpando la suave mucosa, buscando su punto G, a pesar de saber perfectamente que no lo alcanzaría de pleno. Por sí sola, era incapaz de llegar tan adentro, pero gozaba con la sensación de intentarlo. Manejando el teléfono con la otra mano, aumentó la presión de los chorros y los dispuso sobre su clítoris.

― Diossssss – siseó.

Era una maravilla, que aumentó moviendo más rápidamente el dedo que tenía en su vagina. Su mente buscó un recuerdo excitante, una situación que la llevara a alcanzar el orgasmo, pero, a pesar de tener muchos amigos y amantes, su propio deseo le trajo algo que no esperaba.

“Hola, Alma… ¿Cómo estás?”

“Como una maceta plantada en este vestíbulo.”

“Pero… ¿te riegan?”

“Ay, no todo lo que quisiera…”

La sonrisa de Alma, su potente cuerpo, su ronca voz… En el fondo, Katherine lo sabía. Era conciente de que, en los momentos decisivos de su vida, distintas mujeres habían tenido la voz cantante. No se fiaba de los hombres para una relación duradera y plena, y siempre había sido una mujer quien la había guiado en una nueva etapa de su vida.

Fue su tía quien la metió en aquel falso e hipócrita mundo. Fue Vanesa quien le rompió el corazón, la primera vez, y, finalmente, fue Amelie la que vendió aquellas fotos a la prensa rosa. Los hombres pasaban, sin pena ni gloria, por la vida de Katherine. Solo servían para un instante fugaz, pero las mujeres… Ah, eso era otra cosa.

Ahora parecía que era Alma, la que le interesaba desde hacía unos meses. Quizás era la adecuada, una chica sencilla, trabajadora, alejada de los brillos cegadores de la fama y de la gloria. Una chica que sabía cuan peligroso era ese mundo, que lo entendía, pero que se mantenía a un lado. Alma… ella quería regarla mil veces, con el icor que surgía de su coño, como una fuente susurrante de deseo…

Aumentó más la presión. Los finos chorros de agua casi dolían sobre su piel sensible. Se quejó en voz alta, sabiendo que el devastador orgasmo que estaba amasando estaba muy cerca. Katherine era un tanto especial con su placer, y dado que había descubierto que era multiorgásmica, solía procurarse uno o dos orgasmos “menores” que servirían para prepararse, como un aperitivo para la gran ballena blanca, aquel Moby Dick que atravesaría su coño, dejándola agotada.

Envuelta por sus propios gemidos, no escuchó la entrada de dos compañeras, que se quedaron quietas y sorprendidas por sus gemidos, mirándose. En un principio, se sonrieron, gozando de la complicidad de escuchar el desliz de la famosa modelo, una “hermana mayor”, pero, a medida que los quejidos aumentaban, que las inconexas palabras eran comprendidas, haciendo que sus mentes imaginaran qué ocurría en el interior de la ducha, ambas chicas tragaron saliva y apretaron sus muslos, embargadas por un contagioso capricho sexual.

Se pegaron a una pared, los oídos prestos y los ojos esquivos. Ahora, no querían verse la una a la otra, pues sentían vergüenza de demostrar lo que sentían, de aceptar su debilidad ante la compañera, pero Katherine seguía metiéndose sus dedos – ahora dos – y agitándolos, casi con devoción, lo que equivalía a más suspiros y gemiditos enloquecedores.

― Aaaahh… que puta… soy… ¡Joder! ¡Joder! ¡JODER!

Estas palabras animaron, a una de las testigos, para pellizcar su pezón izquierdo, con fuerza, a través de la blusa y del sujetador. Su amiga la miró, casi con envidia, pues no se atrevía a realizar ningún movimiento obsceno en su presencia.

Katherine, con la boca abierta en un profundo suspiro, fijó el rostro de Alma en su mente, y pellizcó con fuerza su clítoris, mientras cambiaba el chorro al interior de su vagina. Esto desató todo cuanto llevaba acumulado. Un largo estremecimiento recorrió su cuerpo y arrugó los dedos de sus pies.

― ¡LA MADRE QUE… ME PARIÓ! ¡Me… estoy co… CORRIENDO! – exclamó en voz alta, como una liberación de toda la tensión retenida.

Fuera, una de las chicas cerró los ojos, arrugando el entrecejo, y unió sus labios como si se dispusiera a besar. Su amiga entendió perfectamente el mohín. Estaban ante un momento tan morboso, que no sabían como responder. Quizás, si hubiera estado solo una de ellas, habrían sucumbido a la tentación de masturbarse también.

En el interior de la ducha, con una sonrisa en los labios y los ojos cerrados, Katherine Voliant no se contuvo más y dejó escapar un fuerte chorro de orina, coincidiendo con el final del segundo orgasmo encadenado. Un tanto más calmada, se duchó rápidamente, y salió de la cabina. Ya no había nadie fuera, pues salieron en silencio, sin tan siquiera orinar, que era a lo que venían.

Katherine se vistió y se peinó, sintiendo que la calentura no la había abandonado, pero ahora podía pensar. Sin embargo, aprovechó el fuerte impulso que la movía para, al salir, invitar a cenar a la guapa recepcionista. Alma quedó muy sorprendida, pero, al final, acabó aceptando por curiosidad.

Sentado en su puesto, Cristo se tapó los ojos con una mano, aliviado porque la situación parecía controlada. Se prometió que desmenuzaría el caramelo de las piruletas y lo tiraría al desagüe en cuanto llegara a casa.

¡Maldito Spinny!

CONTINUARÁ….

 

Relato erótico: “Las profecías se cumplen? 3” (POR AMORBOSO)

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-Veo que, por fin, has conocido a tu hermana. ¿Qué te ha parecido? –Me dijo Eva

-¿Mi hermana? ¿Esta es mi hermana? ¿De dónde ha salido?

Por supuesto, no la conocía, puesto que para mí era un bebé de dos años, pero como ocurría ya habitualmente, la luz fue penetrando en mi memoria y recordé todos los años anteriores, sus estudios, los chicos que la perseguían y mi fuerte control para que llegase virgen al matrimonio, las discusiones con mis amigos que querían llevársela a la cama, incluso dispuestos a pagar, lo que me costó una pelea. Y ahora me encontraba que no solamente no era virgen, sino que hasta yo mismo me la había follado.

-Era una de las esclavas sexuales del último campamento. Las tenían para divertimento de las tropas que acampan allí cuando pasan de una ciudad a otra y tienen que hacer noche. Por eso había tantas.

-Pero… ¡No me jodas! Si me la acabo de follar.

-¡Y las que lo tendrás que hacer!

-¿Es otra como mi madre?

-No, esta no tiene la obligación de follar todos los días, pero debe ofrecerse a cualquier hombre que vea, y ser castigada si no hay por lo menos uno, de entre los que se haya ofrecido, que la tome. Si no ve a nadie, no tiene que hacer nada. Por eso estaban encerradas en salas sin ventanas, solo con salida a un recinto vallado por altos muros.

-Pero no puedo dejarla encerrada siempre.

-La puedes tener encerrada o juntarla con tu madre para follarlas a las dos. Con tu madre tienes que correrte, pero con tu hermana es suficiente con que participe en la follada y que tú te corras. Está condicionada para participar en orgías de varias mujeres con el mismo hombre.

-¿Serás tú una de ellas? Me gusta mucho más hacerlo contigo. Y… me debes tu culo.

-Nunca he participado en orgías, pero por ti estoy dispuesta a probar. Pero de mi culo… NADA DE NADA.

Sus ojos estaban brillantes y eso, unido a la facilidad con la que había aceptado, me hizo pensar que estaba excitada, así que, desnudo como estaba, me acerqué a ella, la abracé sin que mostrase ningún rechazo y le di un beso en la boca que se convirtió en frenético nada más empezar.

Empecé a desnudarla despacio, pero ella misma terminó de hacerlo con rapidez, haciéndome acostar sobre el suelo, donde antes había estado con mi hermana, para lanzarse sobre mi polla, metérsela en la boca y comenzar una mezcla de pajeo y mamada hasta que me la puso lo suficientemente dura.

Montó a caballo sobre mí se puso a frotar mi glande de un extremo a otro de su coño, empapándola de sus cada vez más abundantes líquidos. Sentir sus labios, su clítoris y su coño, pasando seguidos durante el recorrido rozando mi glande por ellos, mantenía mi polla con la suficiente dureza para que poco después fuese descendiendo y pudiera empalarse directamente, para terminar recostada sobre mí.

Después de la mañana con mi madre y, sobre todo, la follada de poco antes con mi hermana, no tenía suficientes fuerzas para conseguir una dureza normal, pero sirvió para que, con los movimientos de su pelvis atrás y delante, el roce fuese mayor por ambas partes, sobre todo en su clítoris.

Al poco de ponerse empezó a gemir con fuerza y a gritar su orgasmo.

-Oooooohhhhhh. Me corrooooo.

Se detuvo unos segundos con mi polla dentro, realizando ligeros movimientos para disfrutarlo y luego continuó con nuevas energías y más rápido en busca del siguiente.

-Se ve que vienes muy caliente. ¿Verdad? –Le dije.

-Mmmmm. Siii. Ver cómo follabais me ha dejado chorreando. MMMMMM. Y no te voy a dejar hasta que me quede seca. –Me respondió sin dejar de moverse.

Metí la mano entre nosotros para sacar sus pechos hacia los lados y acariciarlos, frotar sus pezones, recorrer con mis manos su cuerpo hasta acariciar su culo, bajando mi dedo medio por la raja, cuando se acercaba, hasta llegar a su ano, al que rodeaba con suaves caricias a la vez que presionaba ligeramente para ir abriendo hueco. Luego seguía el camino contrario mientras lo alejaba, sacando mi polla de su coño. Ella frotando su clítoris en el movimiento y yo la raja de su culo.

Entre grandes gemidos y gritos, alcanzó su segundo orgasmo que le llegó con intensidad, se mantuvo unos segundos y la dejó desmadejada sobre mi cuerpo.

Tras recuperarse, continuó moviendo su cuerpo atrás y adelante, buscando que yo alcanzase mi placer. Acariciaba mi pecho frotando sus tetas contra él, mientras me follaba al ritmo lento.

Hubo un momento que se incorporó, poniendo su cuerpo vertical, con mi polla incrustada hasta lo más profundo e inició una serie de movimientos circulares. Yo coloqué mi pulgar en el punto de unión, justo sobre su clítoris. Al principio, sus movimientos siguieron lentos, pero poco a poco fue acelerando, al tiempo que alternaba movimientos circulares con subidas y bajadas, siempre con el último roce de su clítoris contra mi dedo.

Nuestros gemidos llenaban la habitación. Yo había empezado sin fuerzas, pensando que no llegaría a correrme, pero cada vez me sentía más metido en ese placentero camino sin retorno, hasta que ya no pude más y al grito de “Me corrooooo”, solté todo lo que me quedaba dentro del coño de Eva.

Ella, al oírme, hizo más presión y movimientos más rápidos con su clítoris sobre mi dedo y también lanzó su grito “Y yo tambieeeeeén” Cayendo desfallecida sobre mí.

Cuando poco después me recuperé, la tomé en brazos y la llevé a mi cama, donde nos quedamos dormidos al instante.

Al día siguiente, lo primero que hice fue entrevistarme con los acondicionadores de esclavas capturados, para conseguir que mi madre no tuviese la obligación de follar cada día y que si no follaba con nadie, no fuese necesaria castigarla. También a mi hermana tenían que quitarle la necesidad de satisfacer a los hombres y de sufrir castigo si no lo conseguía. Me dijeron que era un proceso muy largo pero posible. Les mandé que fueran a casa a buscarlas y empezasen inmediatamente. Estarían todo el día con ellas y por las noches las devolverían a casa de nuevo.

Más tarde, en el cuartel general, con el consejo reunido, aconsejé el aprovechar las circunstancias y el hecho de que todavía no habría corrido la voz de nuestras conquistas, para liberar más ciudades, ahora que tenían guarniciones pequeñas, más dedicadas a capturar esclavos huidizos que a defenderlas, debido a nuestra falta de lucha y defensa. Serían presa fácil para nosotros, y una vez capturadas, el avance y expansión podría ser exponencial, ya que las poblaciones del interior solamente tenían algunos soldados para mantener el orden.

Sería un avance rápido, hasta que llegásemos a las principales ciudades donde se acuartelaban importantes cantidades de tropas y armamento.

Ya anochecido, los dejé deliberando y me fui a casa, donde me encontré a las tres esperándome. Dudé en si salir corriendo o quedarme, pero el culo de mi madre, las tetas de mi hermana y el morbo de Eva, me retuvieron.

Mi madre y hermana estaban desnudas, y Eva llevaba una camisa mía, donde se marcaban sus pezones y que dejaba entrever su coño peludo. Tengo que reconocerlo, la escena me la puso bastante dura. La cena estaba sobre la mesa, así que la hice retirar para hacerlo más tarde. Mientras lo hacían, retiré la silla, sustituyéndola por un banquito más bajo.

Cuando terminaron, mandé a Eva recostarse sobre la mesa, boca arriba, con los pies colgando. Yo me senté en el banquito, quedando mi cara a la altura de su coño. Pedí a mi hermana que me la ensalivase bien, cosa que hizo inmediatamente.

Se metió bajo la mesa, soltó y retiró mis pantalones y calzoncillos con algo de ayuda por mi parte y se la metió completamente en la boca, para luego ir sacándola poco mientras hacía rápidos movimientos con la lengua. Luego cogió con la mano mis huevos y la base del pene y se puso a lamerlo y ensalivarlo bien.

Yo me dispuse a atender a Eva con intención de follarme su culo, pero sin saber muy exactamente ´como lo iba a hacer, pero al meter mi cara entre sus piernas abiertas y ver sus labios ligeramente abiertos y brillando de humedad, recorrí con mi lengua los bordes, empezando desde abajo, lamiendo su ano y acariciándolo con un dedo, para luego subir poco a poco, sintiendo como se abrían cada vez más conforme eran recorridos, hasta que llegué al borde superior, donde me encontré su clítoris sobresaliendo ligeramente entre los pliegues. No le hice caso. En su lugar, me detuve y pedí a mi madre que se pusiese a cuatro patas y se empalara por el culo, y a mi hermana que se colocase debajo para que lamiese mi polla al tiempo que se comían el coño mutuamente.

La mesa era de cristal, obtenido de un escaparate de tienda, sujeto por un marco y cuatro patas. Eso me permitía ver lo que ocurría debajo, mientras le metía dos dedos en el coño a Eva o se lo repasaba con la lengua. Se notaba que mi madre no era muy experta en comer coños

El trabajo de mi hermana con mi polla fue excelente. La había ensalivado perfectamente, entrando en el culo de mi madre, que ella misma había estado dilatando, con mucha suavidad y rapidez. Cuando se puso en posición y se dedicó a lamer mi polla y el coño de su madre, también hizo un trabajo excelente. Me lamía el tronco mientras lo metía para pasar luego a las bolas, recorrer el coño de ella y volver a mi polla. Nuestra madre gritaba de placer, pues su condicionamiento la excitaba rápidamente. La mandé correrse tres veces antes de terminar con ella

Mientras me dediqué a meter primero un dedo, luego dos y más tarde tres dedos en el culo de Eva, sin dejar de atacar su coño con boca, lengua y dedos para excitarla al máximo, pero sin tocar su clítoris. Cuando ya la tenía como quería, le dije:

-María, sube a la mesa y que te coma el coño Eva.

-Pero… Yo nunca he estado con una mujer. No sé si sabré hacerlo.

-Verás como sí. Tú hazle lo que a ti te gusta que te hagan y verás…

Y así lo hicimos. Una vez que mi hermana colocó una pierna a cada lado de su cabeza, impidiendo que se moviera, yo dejé su coño y culo en paz, para ponerme en pie. Se la metí varias veces en su encharcado coño para mojarla bien, agarré sus piernas bajo mis brazos y puse mi glande sobre su ano, empujando suavemente. Dos dedos en su coño y el pulgar rodeando clítoris sobre la piel, ayudaban haciendo que soltase gran cantidad de flujo, que escurría hasta mi polla y su ano, facilitando la entrada.

Tras varios intentos, dilató lo suficiente para que entrase la punta. La mantuve un rato para acostumbrarla, sin dejar su coño desatendido, luego empecé un suave vaivén en la entrada de su ano. Cuando ya entraba con comodidad, bien lubricada con flujo que caía constante, di un golpe de riñones, metiéndola hasta el fondo de su culo al tiempo que acariciaba su clítoris aprisionado por los labios que sujetaba entre mis dedos.

Dio una especie de bote. No sé si por la entrada de la polla en su ano o por mis caricias en su coño, pero fue ella la que adelantó los movimientos de su culo, en lugar de que fuese yo el que me moviese cuando ella se hubiese acostumbrado.

A los pocos minutos, su cuerpo se tensó víctima de un orgasmo violento, cuyos gritos quedaron apagados por el coño de María sobre su boca.

Las hice montar un 69, pero con el coño y culo de mi hermana delante de mí. Se la clavé por el coño, mientras Eva lo recorría con su lengua hasta mis huevos. Los gemidos de placer de mi hermana destacaban por encima del ruido de la sala. Empecé a follarla despacio, disfrutando tanto de su coño como de la lengua que lo recorría. Poco a poco fui necesitando más, sobre todo, después de la segunda interrupción de las lamidas, por causa de su correspondiente orgasmo.

Me lancé a follarla duro. Cada vez más duro, animado por sus gritos de placer.

Poco después anuncié mi corrida y llené su coño de leche.

Aún mantuve mi polla en su interior, disfrutando de sus contracciones, hasta que perdió tanta dureza que dejé de sentirlas.

Puse la silla en su sitio, mandé limpiar la mesa de la amalgama de flujo y esperma que había caído sobre ella y ordené poner de nuevo la cena. Ante mi sorpresa, mi madre y mi hermana los lamieron hasta dejar la mesa impecable, lo que quitó casi todo el trabajo a Eva cuando vino con un paño húmero para limpiarla.

Cenamos Eva y yo en la mesa y mi madre y hermana en el suelo. Luego me fui a la cama con Eva.

A los pocos minutos entró mi madre con el cinturón para su castigo por no haber conseguido que alguien se corriese dentro de ella. La hice ponerse sobre la cama y procedí a darle los azotes mientras ella, siguiendo mis instrucciones, iba comiéndole el coño a Eva, interrumpiéndolo con sus frases correspondientes que yo procuraba fuesen lo bastante separadas, distanciando los azotes, para que Eva lo disfrutase.

Su culo rojo y liso, ya sin marcas de heridas gracias a la práctica, me volvió a empalmar, por lo que nada más terminar, la despaché y sustituí en el coño, esta vez con mi polla, dándole un frenético folleteo que la hizo alcanzar dos orgasmos antes de derramarme en su interior.

-¿Te pone azotar a tu madre? –Me preguntó Eva.

-Me pone su culo, y sobre todo cuando está rojo después de un castigo.

-¿Más que el mío?

-Te lo diré más adelante. Cuando le dé el tratamiento adecuado con la correa.

-Hoy me lo has estrenado. Nadie me lo había hecho hasta hoy.

-Ya te dije que lo haría. ¿Te ha gustado?

-Mmmmm. Siii. No sé por qué he tardado tanto. Ha sido una experiencia y un orgasmo increíble.

Enseguida nos dormimos sin hacer nada más hasta el día siguiente.

Por la mañana, volví al consejo para conocer el resultado de sus deliberaciones. Me hicieron caso y en el siguiente mes cayeron al ritmo de una ciudad o campamento cada dos días. El número de hombres y mujeres liberados, sin contar esclavos, creció exponencialmente y se añadieron más de otros campamentos.

La noticia fue corriendo por los campamentos enemigos, hasta el punto de que en alguno de ellos llegaron a escapar y dejar todo abandonado, en cuanto nos vieron aparecer por el horizonte.

Entre mis compañeros comenzaron a llamarme “el nuevo Cid”, en recuerdo del luchador y conquistador del siglo XI en la reconquista contra los árabes, con el que coincidía en nombre. Aunque no me gustaba, no podía impedir el rumor, aunque a mí no me lo dijesen directamente.

Hubo que emplear hombres para organizar nuevas compañías de soldados y darles formación militar básica, preparar pilotos, armas y bombas, organizar nuevos asentamientos militares y empezar a definir la nueva estructura de país. Fue agotador, eso sin contar que cuando llegaba a casa tenía que follarme a mi madre o darle cinco azotes, follarme a mi hermana y, a veces, a Eva, ya que no estaba dispuesto a que cualquier otro lo hiciese también.

Poco a poco las exigencias fueron bajando, gracias a la reeducación y enseguida pasé follarme a mi madre y Eva o a mi hermana y Eva, aunque también montábamos alguna orgía entre los cuatro, sobre todo cada vez que celebrábamos una victoria.

La suerte y ventaja no podía durar eternamente. La noticia de la rebelión, a pesar de que no dejábamos escapar a nadie, llegó hasta la capital, donde se encontraba el gobierno, el cual mandó tres compañías, formadas cada una por dos secciones de 9 pelotones de 12 hombres dirigidos por otro, equivalente al cabo o sargento, un equivalente a sargento o teniente por cada tres pelotones y un capitán al mando de todo. En total más de 600 hombres, enviados para eliminar el levantamiento.

Llevaban un cañón militar ligero y un carro tirado por bueyes y esclavos, con munición. Uno de los pelotones llevaba fusiles de asalto y todos los oficiales, pistolas.

Cuando recibimos la información, cayó como un jarro de agua fría sobre el consejo y los oficiales reunidos. La primera idea fue de huir y salvar a los hombres y mujeres del campamento, pero se me ocurrió una idea que si salía bien, podría hacer que, además de eliminar a todos, nos quedásemos con las armas.

Entre las montañas, a gran profundidad, bajaba un río que en un punto determinado se dividía en dos, dejando en el medio una isla como si fuese una alta torre en medio del cauce. Con los siglos, el agua había ido desgastando el terreno hasta convertirla en una montaña elevada cuyo contorno eran altos farallones inaccesibles de unos cientos de metros, y separada del resto por un canal de algo más de la anchura del río por cuyo fondo seguía discurriendo.

Pensábamos utilizar la plataforma para construir una población que quedase protegida por el foso natural del río y con suficiente tamaño alrededor para cultivar, en cuanto solucionásemos el problema de subir el agua necesaria.

Habíamos construido dos puentes de madera en lados opuestos, que, de momento, nos facilitaban el paso cuando regresábamos de viajes del este.

El plan era sencillo. Dirigiríamos al enemigo hasta la plataforma y una vez que estuviesen en ella, volaríamos los puentes, dejándolos aislados y listos para ser acribillados. Habría que tomar precauciones con sus armas, y sobre todo con el cañón, pero era factible.

Reunimos a todos los hombres que podían luchar, dejando los pueblos y plazas fuertes abandonados, preparamos grandes escudos que nos cubriesen por los flancos, frente y parte de arriba, basados en la formación en tortuga de los romanos, que portarían los esclavos recuperados para que los soldados tuviesen más libertad de movimientos en el ataque.

Empezamos a parecer descuidados, mostrándonos ligeramente a sus exploradores, en nuestras rutas de regreso al campamento, por lo que poco a poco, la columna fue tomando la dirección que nos interesaba para acceder por el lado Este de las montañas.

El continuo trasiego de mis hombres por la zona marcaba un rastro fácil de seguir hasta por un niño. Los soldados lo siguieron hasta el pie de las montañas, donde tenía que entrar por un estrecho barranco con abundantes rocas. Hubiese sido maravilloso si hubiesen entrado en fila por él, pero el capitán mandó a un par de pelotones por cada lado, que subiesen a lo más alto para evitar emboscadas.

Pero no todo fue en contra. Cuando llegó el cañón, el carro de las municiones y los de intendencia, no podían pasar, por lo que optaron por que quedase un retén de cuatro pelotones para desmontar el cañón y cargarlo en caballos, con una parte de las municiones y alimentos suficientes para todos.

La vigilancia era férrea. Un tercio de los hombres vigilaba, otro descansaba y el tercero preparaba municiones para su transporte. Rápidamente preparamos una estrategia de ataque.

Sacamos algunos de los uniformes del enemigo y se los pusieron mis hombres, otros se desnudaron y, tras un rápido afeitado de su cuerpo y cabeza, formaron una columna de presos esclavos, con las manos a la espalda, sujetando sus armas y una cuerda que los unía entre ellos. Se les añadió un abundante grupo de esclavos reales para camuflar mejor a los soldados, estos atados correctamente. Parecían un transporte de esclavos de una ciudad a otra.

Luego, confiando en que la información que tenían los enemigos no fuese mucha, me puse al frente del grupo y partimos, dando un rodeo para aparecer desde otra dirección cuando ya atardecía, pues habíamos descubierto que el atardecer y la noche eran los mejores momentos para los ataques. Uno de los soldados enemigos se acercó a caballo y otro de los nuestros, liberado y reconvertido del enemigo y que por tanto se expresaba bien para que no sospechasen, hizo lo mismo para que no pudiesen comprobar lo que era el grupo.

Cada uno dio sus explicaciones y recomendaron a nuestros hombres volver atrás, al no ser aquella parte zona segura.

Acordaron acampar cerca de ellos esa noche y partir ambos por la mañana, ya que ellos habían terminado. Y así se hizo. Se formaron dos campamentos y cada uno montó su guardia alrededor.

Pronto, nuestro guardia en el punto más cercano entre campamentos, se acercó a su homólogo en el otro para, tras cruzar unas palabras y aprovechar un descuido, cortarle el cuello o apuñalarlo. Pasando a sustituirlo y viniendo dos más, un soldado y uno de los que hacían de esclavos, que se vestía con la ropa del muerto.

Estaban organizados para que diesen cortos paseos de un lado a otro, teniendo que coincidir en ambos lados con el guardia del otro tramo, así que, ambos partieron, uno para cada lado, a esperar a su contrario y eliminarlos sin ruido, mientras otros acudían a ocupar sus lugares.

Poco después, toda la vigilancia era nuestra. Esperaron al cambio de guardia, cuyos hombres eran eliminados y sustituidos por uno de los nuestros, que previamente habíamos camuflado convenientemente, mientras el pelotón iba convirtiéndose en “nuestro pelotón” al final, tras eliminar al oficial en el último cambio, habíamos sustituido a dos tercios de sus hombres.

El resto fue sencillo. Eliminamos a los que quedaban, que dormidos no ofrecieron mucha resistencia, y nos hicimos con todo. Algunos se despertaron por el ruido, pero al entrar como si fuésemos el cambio de guardia, volvieron a cerrar los ojos, para no abrirlos más.

Partimos al amanecer, siguiendo a las tropas regulares. Habíamos conseguido cuatro pistolas, el cañón y las municiones. Con alegría nos dirigimos hacia la montaña, por otras cañadas más fáciles y rápidas. Cuando llegamos, habían entrado en la plataforma y los hombres habían volado los puentes, quedando los enemigos atrapados en ella.

Habían formado un enorme círculo, cubriéndose como podían de posibles flechas, lanzas o piedras y dejado los caballos en el centro.

-El cerco promete. -estuve pensando- No tienen comida, solamente tienen el agua que puedan llevar en sus cantimploras y si llevan algo más para los caballos. ¡Los caballos! ¡Podían matarlos para comer, e incluso beber su sangre!

-¡A ver! –Grité- Los que sepan o se atrevan a montar el cañón, que lo haga.

Nadie se movía, pero un rumor entre mis hombres me hizo volverme para encontrarme con que varios de los antiguos esclavos se habían puesto a ello. Cuando les pregunté si habían sido soldados y estaban familiarizados con el armamento, respondieron simplemente: sí. Por supuesto que ordené a varios de mis hombres que les ayudasen y aprendiesen.

Cuando estuvo montado, perfectamente anclado y dispuesto para disparar. Volví a solicitar hombres que supiesen manejarlo, pero esta vez a todos en general. Se añadieron dos hombres más. Les di instrucciones:

-Quiero que matéis a todos los caballos.

Los hombres protestaron por lo que pensaban un sacrificio de animales y gasto de munición inútil, ahora que lo habíamos conseguido. Opinaban que era mejor tirar sobre los soldados. Tuve que explicarles que si los dejábamos vivos podrían alimentarse durante bastante tiempo y beber su sangre cuando les faltase agua. Con eso podrían sobrevivir mucho tiempo, incluso hasta recibir ayuda.

Si los matábamos, tendrán que comerse la carne ya y la que no puedan, se les pudrirá. Quedarán sin comida ni bebida, además de cadáveres en putrefacción, moscas, olores e incluso alguna enfermedad.

Por otro lado, no podíamos matar a más de quinientos hombres, uno a uno, a cañonazos, ni las flechas eran efectivas a la distancia a la que estaban. Ni teníamos puntería ni munición.

Los caballos estaban atados en filas de unos 50 a cuerdas extendidas por el suelo y atadas a grandes hierros clavados en la tierra, formando un gran rectángulo

Los artilleros tomaron medidas, hicieron sus cálculos y dispararon. No sé si fue porque eran buenos o por casualidad, pero el obús cayó en uno de los lados, haciendo una masacre entre los animales. El resto empezaron a encabritarse y tuve que dar orden de disparar a discreción. Hicieron varios disparos seguidos, matando a cientos de ellos. De los que no murieron ni quedaron heridos, hubo algunos que corrieron alocadamente hacia el borde de la plataforma y cayeron al barranco. Otros se frenaron a tiempo en el borde y fueron acribillados a flechas. Otros se volvieron locos y ellos mismos los tuvieron que sacrificar.

Mientras, el resto de hombres y esclavos se apresuraban a montar catapultas que nos sirvieron para enviarles grades bolas de hierba, madera, tela y trozos de neumáticos de vehículos, restos de tubos de pvc y fundas de cables eléctricos, que íbamos recogiendo porque al quemarlos producen un humo negro que se pega a la garganta y además es tóxico y venenoso. Todo ello iba bien impregnado de aceite, que llenaron de fuego y humo la llanura.

Procurábamos que los lanzamientos se hiciesen a la parte que soplaba una mínima brisa, lo que hizo que toda la plataforma quedase cubierta por el humo.

Los pocos caballos que les quedaban, se lanzaron enloquecidos y cegados por los barrancos y los soldados que se acercaron al borde para respirar, fueron eliminados por las flechas.

Nos quedamos sin munición incendiaria a altas horas de la madrugada e interrumpimos el ataque. Antes de salir el sol, ya habíamos colocado unos puentes provisionales para que los hombres pudiesen cruzar. Fue un momento peligroso, pues tenían que cruzar de uno en uno y con separación, para no hundirlos y si los hubiesen estado esperando, hubiese sido su muerte.

Cuando amaneció, los soldados deambulaban sin rumbo fijo. Algunos habían muerto por los gases tóxicos y los demás tenían los ojos irritados y tosían. Ninguno llevaba máscara antigás. Nosotros tampoco, porque no teníamos, pero cuando entramos, ya estaban todo despejado o casi despejado.

Cuando volvimos a casa íbamos rojos de sangre. De nuestros enemigos y propia. Hubo muchísimos heridos, pero muy pocos muertos de nuestra parte, escasamente una decena. Fue una gran victoria, aunque las balas nos hicieron mucho daño. Les quitamos todas las armas, el cañón, las municiones y las provisiones.

Cuando llegué a casa, pedí a Eva y a mi madre que llenasen la bañera para lavarme bien. Mientras tanto, me desnudaba y lavaba cara y manos.

Cuando estuvo preparada, me metí en ella, pero Eva quiso meterse conmigo, como hizo la primera vez y otras más. Me hizo dejarle hueco detrás de mí y recorrió mi cuerpo lavando y quitando las manchas de todo tipo que me cubrían.

Durante todo el tiempo no dejó de frotar sus tetas contra mi espalda y su pubis contra mis nalgas. Recorría mi cuerpo con sus manos enjabonadas, recorriendo mi pecho, mi vientre y llegando hasta mi polla, descapullándola y limpiándola a fondo para luego pajearla un poco y seguir recorriendo mi cuerpo.

Las respiraciones de ambos sonaban agitadas. Nos estábamos calentando mucho. Sobre todo yo. Me giré poniéndome de rodillas y haciéndola sentarse en el borde de la bañera e inclinándome para saborear su jugoso coño, empapado de algo más que agua.

Empecé lamiendo sus pezones para seguir bajando y lamiendo su tripita, sin dejar de acariciarla, hasta llegar a su pubis, allí con un dedo le acaricié su coño de arriba abajo, acelerando progresivamente los movimientos. Conforme iba acelerando ella lanzaba gemidos de placer cada vez más fuertes. Se encontraba ya abierto, su clítoris sobresalía entre los pliegues de su vulva y sobre él puse mis labios. Ella gimió:

-Ooooh Siiii. Sabes lo que me gusta.

Metí a la vez un dedo en su coño y luego un segundo, follándola con ellos en un doble ataque por dentro y por fuera que convirtieron sus gemidos en gritos.

Mi mano se llenó de sus jugos, que eran muy abundantes, y resbalaban por ella hasta caer al agua. Utilicé uno de los dedos por los que escurrían, para ir lubricando y dilatando su ano. Cada vez le chupaba y lamía con más fuerza y eso le gustaba, la excitaba y le hacía gritar de placer. En medio de grandes gemidos, anunció su corrida, animándome a no parar.

-No pares. No pares ahora. Me voy a correr en tu cara, ahhhh joder como me gustaaaaaa, ohhh ya viene, ohhh me corrooooooooo.

Su cuerpo se estremeció con el orgasmo y lo movió hacia adelante para presionar más su sexo e incrustar mi boca en él. Yo no dejé de chupar hasta que terminó y comenzó a relajarse.

Cuando se calmó, me hizo ponerme de pie y fue ella la que se arrodilló en el agua para tomar mi polla, que mi cerebro ansioso de placer mantenía dura como una estaca, y metérsela en la boca. Primero se metió la mitad, luego se la sacó y lamió para ensalivarla, a pesar de la humedad del baño, y volvió a metérsela entera en la boca.

La sacaba, dejando un rastro de babas, la recorría con la lengua, deteniéndose en el glande un momento y se la volvía a meter entera. Llevaba haciéndolo varias veces y yo estaba que no aguantaba más. Agarré su cabeza para follarle directamente la boca hasta correrme y empecé a meterla y sacarla de tan delicioso agujero. Ella colaboraba haciendo presión con la lengua y a mí me estaba dando un gusto exquisito, creando sentimientos encontrados. Por un lado, no deseaba que acabase nunca, por el otro, estaba deseoso de soltar toda mi carga.

Un alboroto en la entrada de casa me hizo interrumpir el momento y, cabreado, insultando al imbécil que daba gritos en la entrada y con ideas asesinas sobre él, fui a ver qué pasaba. Venía buscando a Eva como enfermera. Al parecer los heridos eran muchos y necesitaban ayuda para atenderlos, así que ella se fue y yo me quedé con las ganas.

Mi madre me sirvió la cena en silencio, que yo comí sin prestar atención, ni a ella ni a lo que comía, cabreado por la interrupción y cuando terminé, me fui a la cama directamente, no tenía intención de nada, pues el sexo sin Eva no era lo mismo. Pero las mujeres de mi casa no eran de la misma opinión. A estas alturas ya habían recuperado una buena parte de su control, y podían tomar alguna iniciativa, y eso fue lo que hicieron ellas.

No había hecho más que acostarme y entró mi madre totalmente desnuda –también hay que decir que se habían acostumbrado a ello y solamente se ponían algo cuando hacía mucho frio- Me destapó y se subió a la cama, se colocó a caballo sobre mis piernas y, cogiendo mi polla flácida, comenzó a realizarme una descomunal mamada.

Primero se metió y sacó varias veces el glande en la boca, además de repasarlo con la lengua, consiguiendo que mi polla, que se había bajado en ese tiempo, se pusiese medianamente dura, bajó por el tronco recorriéndolo con la lengua, hasta llegar a los huevos, los cuales se introdujo sucesivamente su boca, luego volvió a recorrer con su húmeda lengua mi polla ya dura, para ponerse a chuparla de nuevo, cuando ya la tuvo el tronco bien ensalivado. Lo hacía con calma y delicadeza, como el que se come un caramelo y no quiere que se le acabe pronto, hasta que, por fin, se la tragó toda, llegando hasta el fondo de su garganta.

No se las veces que repitió esos gestos, pero consiguió llevarme casi al orgasmo, y se lo dije:

-Sigue, sigue, me voy a correr ya.

Pero en contra de lo esperado, se dio la vuelta y retrocedió hasta meterse mi polla en el coño e inclinarse totalmente hacia adelante, dejando ante mis ojos un primer plano de su coño penetrado, su ano y su culo completo. Empezó a moverse metiendo y sacando mi polla y lanzando gemidos casi de inmediato. De pronto, oí que me decía suplicante:

-He sido mala. Castiga mi culo. Oooohhhhh.

Aprovechando la posición, se solté una palmada en cada cachete del culo, lo que le hizo gemir de placer. Ensalivé mi dedo medio y se lo metí en el ano para hacer presión sobre mi polla, al tiempo que volví a azotar sus cachetes con la otra mano.

La extrema sensibilidad que le habían inducido hizo el resto, y se corrió con grandes gritos.

-AAAAHHHH SIIII. QUE GUSTOOOOOO.

Solo detuvo el movimiento unos segundos. Luego siguió moviéndose. Lo hacía en todos los sentidos. Yo seguía con mi dedo en su culo, sintiéndolo rodeado y presionado por su intestino y la polla entrando y saliendo bajo la presión de la yema y su anillo cerrándose al compás de mis azotes

Pronto se añadió una nueva sensación. Era una presión intermitente sobre mi polla desde el otro lado. Enseguida descubrí que ella se estaba masturbando y rozaba mi polla con sus manipulaciones.

Cuando nuevamente estaba próximo a mi orgasmo volvió a correrse de nuevo con más gritos y más fuerte si cabe, bajando el ritmo y dejándome a las puertas.

– OOOHHH, OOOHHH, OOOHHH, AAAAAAAAHHHHHH…

Después de unos segundos de recuperación, se movió hacia adelante, sacándose la polla y mi dedo, se dio la vuelta y se sentó sobre ella, pero clavándosela despacio por el culo hasta que la tuvo toda dentro.

Empezó a botar al tiempo que apretaba su anillo y con sus manos trabajaba su clítoris y tetas. El espectáculo a esas alturas no era para aguantar mucho, así que, a los pocos minutos de este tratamiento sentí que me llegaba el orgasmo que anuncié con un grito cuando soltaba mi leche en su culo. Ella, al sentirlo, también volvió a correrse de nuevo, cayendo desmadejada sobre mí.

Mientras acariciaba su espalda, vi a mi hermana en la puerta, desnuda, con una mano en el coño y otra en sus tetas, masturbándose furiosamente.

Mi madre se retiró, quedando a mi lado, y fue el momento que mi hermana aprovechó para saltar sobre mí y ponerse a chupar y lamer mi verga para ponerla dura de nuevo

La agarró con la mano y la acercó a su boca. Lamió el glande y luego se lo metió en la boca apretándolo entre sus labios fuertemente. Su boca estaba caliente, la chupó varias veces y luego empezó a pajearla otras tantas. Volvió a meterse la punta otra vez, mi cuerpo había reaccionad de nuevo, y sentía como mi pene crecía en su boca y se lo iba introduciendo cada vez más adentro. Comenzó a recorrerlo, de arriba abajo, llegando hasta mis huevos, a los que prestaba también su atención, metiéndolos en su boca y acariciándolos con su lengua, al tiempo que me pajeaba, luego la recorría de abajo arriba para llegar a glande y metérselo en la boca para chuparlo y lamerlo de nuevo.

Pronto noté que, si seguía así, no aguantaría mucho más sin correrme. Por eso, la hice soltar mi polla y ella misma se la metió en el coño.

Lo tenía chorreando, por lo que entró sin problemas. Inició un movimiento atrás y adelante cada vez más rápido cambiando poco a poco de posición, hasta que sus movimientos se convirtieron en subidas y bajadas sobre mi polla. Si no lo supiera, hubiese pensado que hacía años que no follaba, tal era su excitación y las ganas con las que lo hacía.

No paraba de subir y bajar por mi polla. Sus tetas se movían de arriba abajo. Alargué mis manos y se las cogí para apretarle los pezones. Jadeaba sin cesar, gemía e incluso gritaba, pero no paraba de moverse. La ayudé a moverse sujetándola por las caderas y poco después se corría con ganas. Tras su corrida, se dejó caer sobre mí, agotada. Su respiración era agitada, pero poco a poco se fue calmando. Mi polla todavía seguía dentro de su coño. La corrida anterior me hacía aguantar más y el morbo me la mantenía dura.

Cuando se calmó un poco, se dejó caer a mi lado con los ojos cerrados. Yo esperé unos minutos para colocarme arrodillado entre sus piernas abiertas y con las rodillas dobladas. Separé las mías haciendo que su culo se levantase apoyándolo sobre ellas, así mi polla descansaba en su perineo y podía recorrer su raja con mi polla.

Fui moviéndola de abajo arriba y viceversa, despacio, recreándome en la sensación que producían los labios de su coño frotando mi glande en el movimiento. Mis manos fueron a sus tetas para acariciarlas, rozar sus pezones y recorrer su cuerpo, acariciándolo también con un suave masaje.

Sentí la necesidad de chupar sus pezones, pero la posición de su cuerpo no me dejaba doblarme lo suficiente así que la dejé resbalar un poco hacia abajo y me incliné hacia adelante hasta alcanzarlos. Eso hizo que mi polla resbalase y entrase en su coño como un obús, haciéndole soltar gemidos de placer.

Bombeaba alternando con movimientos circulares de mi pelvis mientras chupaba, lamía y estiraba entre mis labios sus pezones.

Deseoso ya de alcanzar mi placer, aceleré mis movimientos, aumentando nuestros gemidos a la par, hasta que ya no pude más y con un fuerte grito me corrí dentro de ella, que también alcanzó su orgasmo al sentir el mío.

Tras esto, me dejé caer a su lado, quedando mi hermana entre mi madre y yo. Observé de reojo que mi madre se acercaba a mi hermana y se abrazaban y acariciaban, pero el cansancio del día y lo agitado de la noche pudieron conmigo y me quedé dormido.

Desperté en medio de la noche sobresaltado, sin saber por qué. Intenté volver a dormirme, pero me había quedado desvelado. A la espera del nuevo sueño, tomé el libro de Nostradamus, que leía todas las noches y recitaba el poema final, quedándome dormido al poco tiempo.

Por la mañana, cuando me desperté, me levanté sediento y somnoliento y me fui hasta la cocina para beber agua y allí me encontré a mi madre terminando de preparar el desayuno, con mi hermana pequeña sentada en la sillita alta que utilizaba para comer.

-¿Qué ha pasado aquí? -Pregunté

-Nada. ¿Qué tenía que pasar?

-No sé, ha debido ser una pesadilla. He soñado que habían pasado 20 años….

Le conté mi sueño, sin sexo, y se echó a reír, poniendo una mano sobre mi cabeza y alborotando más si cabía mi pelo.

-Pero ¿qué te has hecho en la cabeza? ¿Cuándo te has hecho esa herida?

Entonces yo me miré la pierna y pude comprobar que llevaba una cicatriz desde la cadera a la rodilla.

-Mira, mamá, igual que lo que he soñado.

Después de mucho hablar, fuimos al médico de cabecera, que, tras contarle la historia atropellada y desordenadamente, nos dijo que era más algo de tipo psicológico que de la medicina de familia, aunque me mandó hacer unos análisis.

Por lo que nos dijo, también fuimos al psiquiatra, que me mandó escribir todo lo que recordase en un orden más o menos correcto, sin omitir detalles y que se lo llevase.

Tras escribirlo, y no permitir que lo viese mi madre, volvimos a la consulta y, tras la lectura por parte del médico, dedujo que era un sueño muy vivido y que no tenía importancia. Las heridas las achacó a estigmas surgidos a raíz de ese sueño de apariencia tan real.

Cuando salíamos, e médico nos devolvió la historia, que por estar más cerca, recogió mi madre y metió en su bolso. No me atreví a pedírselo y más tarde se que la leyó. No sé si es que me fijo más en ella y era así antes ya, pero desde entonces parece distinta. Me gusta su culo más que en mi sueño, también es veinte años más joven, y me da la impresión de que lo mueve más, lleva más escotes, se preocupa más por mí y se arregla más.

Ya pensaba que efectivamente era todo un sueño, cuando el día 30 fui a recoger el resultado de mis análisis, mientras esperaba que una de las enfermeras que me había atendido localizase los resultados, oí que la otra enfermera decía:

-Hola, me alegro de verte por aquí. ¿Ya es la hora?

Y una voz conocida decía:

-Sí. Ya he salido de cuentas y estoy dilatando. Espero que sea rápido…

Me volví diciendo:

-¿Eva?

-Sí. ¿Nos conocemos?

Me quedé en blanco. Sin saber qué decir. Las piernas me temblaban y no me salían las palabras. Al fin pude decir, creo que de una forma ridícula:

-Nnno. Es que… Me ha recordado a alguien.

En ese momento, me entregaron los análisis y salí corriendo sin decir nada más.

Ya tengo decidido mi futuro. Voy a ser militar y por el momento me he apuntado a una escuela para extras de cine, donde enseñan a montar a caballo, a luchar con espada y manejo de armas.

Me gustaría conocer sus críticas y comentarios y espero buenas valoraciones.

 

Relato erótico: “Hipnósis” (PUBLICADO POR SIBARITA)

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LA OBSESION 2

 


Llevaba varios meses en casa de mis padres, mientras mi compañero estaba en Ecuador. Sin títuloComo siempre, mi madre no cesaba de criticarle cada día, y repetirme que no era bueno que estuviese sola, hasta que un día me presentó a José, el hijo de unos amigos de ellos, que pasaba allí las vacaciones con su mujer y dos hijas.. Todo normal, sino fuera que mi madre hace siempre todo con segundas y hasta terceras intenciones, y que odia a mi pareja.

A partir de ese día, mi madre cambió sus hábitos y a diario me enviaba a hacer compras a Santoña, distante una docena de kilómetros, y diciéndome se había puesto de acuerdo con José, para que me llevase en su furgoneta, lo cual le daba ocasión para acompañarme durante un par de horas cada día, poniendo en juego, en cada ocasión, todas sus habilidades para conquistarme. Después ya no fueron las compras el pretexto, para que no me aburriera estando sola y sin amistades, vendría por las tardes, durante la ausencia de su mujer e hijas, para llevarme a pasear, o a una playa para tomar un baño, primero a la de Los Franceses, playa familiar y tranquila, más tarde a la de Ajo, grande,  solitaria y discreta, al punto que en ella se practicaba el nudismo. Aún así yo le mantenía a raya y no tenía en cuenta sus pretendidos avances, aunque él buscaba constantemente el contacto y sus insinuaciones se convertían ya en propuestas, por las cuales y su insistencia, comenzaba a sentirme halagada. Allí se produjeron los primeros baños desnudos, los primeros juegos y contactos en el agua, sin pasar a mas que a alguna caricia robada, hasta el día en que él, organizó una fiesta para varios amigos y me invitó. Toda la noche la pasó haciendo exhibiciones de sus dotes como hipnotizador impresionando a todos los presentes. Intentó hipnotizarme a mi también e insistió varias veces, pero solo acepté someterme a medias  a la prueba, enseguida me sentí mareada, no se si por su hipnosis o porque todos habíamos bebido bastante, y él me acompañó al cuarto de baño para ayudarme a refrescarme un poco, pero en vez de eso, lo que hizo fue cerrar la puerta tras de nosotros y besarme. Algo pareció romperse en mi mientras lo hacía, porque le devolví el beso con mucha mas fuerza, tras lo cual abrió los botones de mi blusa, descubriendo mis pechos y apretándolos fuertemente entre sus manos, desabrochó su pantalón y sacando su verga se sentó sobre el inodoro, para hacerme sentar sobre sus piernas y apartando mi braga, penetrarme de un solo envite, a lo cual yo me sentía extrañamente dispuesta, y pese a ello no pude evitar el gritar al sentir que aquella verga tiesa me llenaba; los golpes en la puerta nos impidieron proseguir,  y mojando mi cara a toda prisa salimos del baño, y no tuve que dar explicaciones de mis gritos, mi cara y el desorden de mi ropa lo anunciaban sobradamente y, por si fuera poco, el resto de la velada la pasé con el sostén y la blusa desabrochados y su mano en mis tetas. La mayor parte de los asistentes se habían marchado cuando logró hipnotizarme enteramente, y lo hizo de forma conjunta con las pocas parejas que quedábamos, tres exactamente. Todo empezó conmigo, bajo su influencia me había despojado de toda la ropa y conseguido que fuera yo misma la que desabrochara su pantalón y sacase su verga que ya había conocido un rato antes en el cuarto de baño, enseguida me tumbó sobre la alfombra y se metió entre mis piernas penetrándome, mientras las otras parejas hacían lo mismo que nosotros, ocho personas que no paramos de follar todos con todos durante horas, en las que mi sed de pollas crecía por momentos.

Al terminar la reunión, él me acompañó hasta la casa de mis padres. Acompañarme no es la palabra exacta, lo que hizo fue llevarme en brazos hasta el mismo portal, sin consideración a que pudieran verme en sus brazos sabiendo todo el mundo que yo tenia pareja. El hecho de llevarme en sus brazos, lo había aprovechado desde el primer momento, puesto que una de sus manos la había colado por el escote de mi blusa y con ella agarraba firmemente uno de mis pechos, que no abandonó durante todo el camino  sin que yo le pusiera impedimento alguno,  antes de dejarme en el suelo en el portal de la casa, me dio un beso en la boca como despedida, beso al cual respondí  mientras dejaba que abriera por completo mi blusa y me acariciase. Recorrió con sus manos todo mi cuerpo y ya no hizo proposición alguna, se sentía el dueño del terreno y yo todo se lo permitía, no solo eso, mi cuerpo entero reclamaba sus caricias, hasta el punto de que, si lo hubiera querido, me hubiera poseído allí mismo, pero solo fueron sus dedos los que me penetraron, cuando yo deseaba su polla dentro de mi.

Sintiéndome extremadamente excitada, subí al piso donde hablé un momento con mis padres y me dirigí a mi habitación. El grado de mi excitación aumentaba por momentos, como si un fuego interno me quemase, rápidamente me quite la blusa y el sostén,  sabía que algo iba a suceder y en efecto, no había hecho nada más que ponerme de nuevo la blusa y quitado la braga cuando escuché el sonido del timbre y después la voz de mi madre que me llamaba, era él que me invitaba a acompañarle a su casa, con no sé que pretexto, en la que estaba solo aquella noche. No sé muy bien por que acepté, era como si algo extraño me obligara, a pesar de ser enteramente consciente de lo que iba a ocurrir, y que yo deseaba, después de que él se hubiera puesto de acuerdo con mi madre, con cuya complicidad contaba puesto que ella no paraba de incitarme a salir con él. Cuando bajé lo hice desabrochando todos los botones de mi blusa, sabía que era lo que él deseaba, y no me importaba que alguien pudiera verme; efectivamente, nada más salir del ascensor se avalanzó sobre mi sin que yo encontrase nada anormal en ello, y besó mis desnudos pezones, ausentes de sostén alguno, arranqué mi falda quedándome desnuda y yo misma busqué clavarme en su verga que necesitaba desesperadamente. Nadie salió ni entró, hubiera sido el escándalo del siglo si nos pillan, y los dos queríamos mucho más, y de esa guisa nos dirigimos a su casa, haciendo esfuerzos durante el corto trecho, para calmar mi calentura.  Llegamos a ella y cuando la puerta sé cerro detrás de mí avance hacia el salón, pero sus manos me retuvieron agarrando mi cintura. No moví ni un dedo esperando sus reacciones. Sentí su aliento en mi nuca, sus brazos se cerraron aún más rodeándome y acercándome a su piel mientras sus labios se posaban en mi hombro.

La piel se me erizaba y no pude resistir la tentación de  echar mi cuello hacia un lado y ofrecerle esa porción de piel que tengo tan sensible.  Sus labios aprovecharon la oportunidad y jugaban con la  piel que yo ponía a su disposición.

Sus manos volaban alrededor de mi cintura y una de ellas se aventuró a subir hasta mi pecho mientras la otra bajaba por mi vientre y sus dedos traspasaban la cinturilla de mi falda.

Gire mi cara ansiando el contacto de su boca en la mía,  sus labios se posaban despacio en los míos y poco a poco apretaban y se abrían dejando paso a su lengua que ya peleaba por entrar y la mía salía en su busca, me gire  del todo y me apretaba contra su boca saboreando su aliento perdiéndome totalmente en la sensación que me  daba su beso.

Mis dedos acariciaban su pelo y sus manos palpaban ya  por debajo de mi cintura apretando mi pelvis contra la suya, haciéndome sentir como su miembro se endurecía y  luchaba por salir de su pantalón.

Me deseaba, le deseaba, nos deseábamos. Queríamos sentir  una y otra vez el placer de estar tan cerca que el olor de  nuestras pieles se mezclara y solo quedara un olor  impregnando la habitación, olor a sexo…

Bese sus labios su cara, su cuello, mi lengua se aventuraba en sus orejas, sin poder evitarlo le daba mordiscos. Mis manos desabrocharon su camisa le pegué a la pared y me deslice besando y acariciando su pecho, me entretenía en sus pezones mientras mi mano buscaba aquel bulto que había sentido tan cerca hacia unos instantes.

Su polla apretada en su pantalón, la cremallera casi  reventaba, me agache y se la baje con los dientes despacio mientras el no dejaba de mirarme.  Baje su cremallera pero no saque su miembro quería verlo sufrir un poco más, ni siquiera lo toque y me levante de nuevo para besar su boca.

Él me empujo contra la pared y su pasión se desató. Casi me arranco la camisa y sus labios se posaron en mis pezones sus manos subían por mis muslos y sus dedos traspasaban ya la goma de mis húmedas braguitas.  Podía sentir sus dedos jugando con mis labios,  empapándose con mis jugos.

Seguimos acariciándonos, rodando, empujándonos por las paredes del pasillo hasta llegar al salón.  Me sentó en sus rodillas mientras yo le terminaba de  sacar su camisa, Me puse de pie en frente de él y cogí su mano como si fuera la mía acariciándome pasándola por mis piernas, por mi trasero, bajándome las braguitas,

 Le ayude a quitarme la falda y me quede desnuda frente a él, volví a coger sus manos y mientras con una acariciaba mis pechos metí la otra entre mis piernas masturbándome, empujando levemente sus dedos guiándolos hacia mi agujerito pero sin llegar a meterlos, deleitándome con sus manos como si fueran las mías y el  no dejaba de mirarme.

Aun llevaba los pantalones puestos, así que me agache  entre sus piernas y le ayude a deshacerse de ellos allí estaba su desafiante polla pidiéndole clemencia a mis manos y a mis labios.  La cogí con una mano y pasee la punta de mis lengua por su glande sin bajarle la piel, mientras él intentaba ir  más allá.  Pero mis manos lo sujetaban prohibiéndole moverse, mi  lengua seguía jugando en su punta y a lo largo de ella sin consentir bajar su piel ni un milímetro. Después la metí toda en mi boca aun sin mover su piel, sus caderas se movían locas intentando conseguir el movimiento, pero yo seguía resistiendo.

Puse mis labios en la punta y apretando levemente comencé a bajar la piel dejando que entrara poco a poco en mi boca, podía escuchar sus suspiros agradecidos pidiéndome más y más… Bajaba y subía por aquel tronco mientras mis dedos jugueteaban suavemente con sus testículos.  Me dispuse a darle un ritmo más excitante a la mamada, ayudándome con una mano apretando su polla subiendo y bajando su piel a buen ritmo y dejando que mi saliva se mezclara con sus jugos.

 La expresión de su cara lo decía todo, le lleve casi hasta la cima y pare en seco, volviendo a besarle en la boca.

 Ahora te toca a ti, dijo, y me sentó en el sofá mientras él se arrodillaba, abrió mis piernas y comenzó a besar mis muslos por su parte interior, subía y subía haciéndome desear su lengua en mi coño, pero cuando llegaba saltaba hacia el otro muslo y me dejaba con las  ganas una y otra vez, hasta que en una de ellas puso  toda su boca en mi coño y pude sentir por fin su lengua caliente sobre él. Sus labios chupaban, su lengua jugaba y yo me volvía  loca de placer.

Mientras estimulaba mi clítoris sus dedos empezaron hurgar en la entrada y yo empujaba, y me frotaba ansiando sentirlos dentro de mí, primero uno, apenas la puntita y poco a poco fue metiéndolo entero, después el otro, yo ya estaba a punto de correrme así que cogía su cabeza y tiraba de su pelo intentando compaginar las embestidas  al ritmo que necesitaba y así sentí crecer el orgasmo dentro de mi hasta que estallo violentamente con su deliciosa boca y sus dedos dentro de mí.

Me permitió un minuto de descanso mientras subía besando mi vientre, mis pechos y mi cuello suavemente hasta posar sus labios en mi boca. Sus caricias fueron despertando mis ganas de nuevo, ahora quería sentirle dentro de mí.  Bajo su mano a mi entrepierna comprobando las condiciones y metiéndose entre ellas comenzó a tocarme  mientras pasaba su puntita por los pliegues de mi vagina. Poco a poco metía la punta, se quedaba quieto y volvía a  sacarla, repitió esto varias veces creándome una  expectación apenas soportable con la idea de que en pocos instantes la tendría toda dentro de mi.

 Cada vez entraba un poco más y yo no podía resistir la tentación de empujarle hacia mí, quería tenerle dentro y cogerle el trasero, rodearlo con mis piernas para que no se pudiera escapar.  Por fin me la metió entera y me cabalgaba mientras no dejaba de besarme, me encantaba ver su cara mientras se movía buscando mi placer y el suyo

Nos giramos y quede encima suyo, no podía parar de moverme de frotarme contra él, sus manos agarraban mi cintura y acompasaban el ritmo, me deje echar un poco hacia atrás y pude volver a sentir como crecía dentro de  mi esa sensación indescriptible de cuando sabes que va a  suceder de nuevo, y sucedió….quede rendida tumbada sobre el por unos instantes. Pero enseguida recupere el aliento y estuve dispuesta a  hacerle chillar tanto que los vecinos tuvieran bien claro que es lo que estaba pasando. 

Le dije que se sentara y abrazada a él me movía mientras no dejaba de besarle cortando su aliento, mis piernas   le rodeaban y apoyándome en los brazos me eche hacia atrás para que aparte de sentir pudiera disfrutar de la vista

Su respiración se aceleraba con cada embestida y su ritmo también, cuando creí que era el momento le tumbe de nuevo y me puse en cuclillas moviéndome violentamente mientras acompasaba sus sacudidas, su cara se tensó, su músculos, su vientre todo su cuerpo, el sudor empapaba su  frente y arqueándose empezó a correrse mientras sus suspiros subían de volumen, unos segundos y su cuerpo se relajó debajo de mi

No me moví durante unos minutos dejándola dentro, dejándole disfrutar de esos escasos minutos de semiinconsciencia, tumbada encima suyo y dejando que el sueño y el cansancio acudieran a mi cuerpo, me deslice a  su lado y nos quedamos dormidos abrazados.

Estaba ya bien avanzada la mañana cuando me despertó el sentir que su verga buscaba mi vagina, le sentía a mi espalda tratando de metérmela de nuevo, y no le fue difícil, aún estaba empapada con sus múltiples eyaculaciones, sin embargo no estaba satisfecho con lo que tenía, quería mucho más, así que se retiró de mi para buscar mi culo. Nunca me ha gustado hacerlo así, pero algo me impedía de nuevo rebelarme y él lo sabía, sin hacer otro gesto qué de entrega, me pegué más a él, hasta que sintió mi ano con la punta de su verga. Me agarró fuertemente de mis senos y empezó a presionar con fuerza, el hecho de que hubiera previamente humectado su verga facilitó las cosas, y al cabo de un momento sentí como empezaba a penétrame. Sentía dolor y al notarlo, se detuvo en su movimiento, sin tratar por ello de retirarse, suavemente inicio de nuevo el movimiento y ya más relajada pudo meter su polla entera; a partir de ese instante, aceleró a tope su vaivén, mientras con sus dedos jugaba con mi clítoris, y en muy pocos minutos llegamos a un orgasmo violento.

Pasamos todo el día en la casa, me mostro nuevamente la técnica que empleaba para lograr hipnotizar y no sé si lo logró conmigo, pero seguimos follando como locos hasta que llegó mi madre a llevarnos comida. No pareció extrañarse cuando me vio allí desnuda, ni cuando José, igualmente desnudo y hablando con ella me agarraba las  tetas, o cuando le dijo que se fuera porque íbamos a seguir follando, a menos que quisiera que la follase a ella también. Me daba cuenta de todo lo que pasaba, era consciente de todos los detalles, pero ante nada de eso podía rebelarme, tan solo usaba mi voluntad para el sexo, para inventar posturas, y así seguimos durante días y semanas. Iba con él a todas partes, follábamos en la furgoneta, en las playas cercanas aunque estuvieran repletas de gente, en todos los lugares y de todas las maneras; exigía que muchas veces, saliera completamente desnuda y cubierta tan solo con mi poncho rojo para exhibirme más fácilmente, me llevaba a bares de carretera, en los que me hacía mostrarme ante los ojos hambrientos de los clientes a los que con frecuencia permitía que me follasen hasta que, una madrugada en la que, por fortuna estaba en casa de mis padres, regresó de improviso mi compañero y su sola presencia hizo cambiar las cosas.

Por la noche sonó el timbre de la casa y mi madre, muy cómplice, me dijo que era José que me esperaba abajo, que quería que bajase totalmente desnuda bajo mi poncho rojo. No lo impidió la presencia de mi compañero, con el cual desde luego bajé y se lo presenté a José, cuyo disgusto fue bastante evidente, y solo cambió su grosero talante cuando se dio cuenta de que yo había obedecido su orden y estaba totalmente desnuda bajo el poncho; varió completamente su actitud e insistió en invitarnos a uno de los muchos pub’s que conocía. Tuve que insistir yo misma ante mi compañero, cuyo cansancio era evidente, pero nos sentamos en un rincón bastante oscuro del local, teniendo a cada uno de un lado y de modo totalmente diferente, a mi izquierda mi compañero y el poncho totalmente cerrado para que no se diera cuenta de mi desnudez, él a mi derecha y el poncho bien abierto, con sus manos entre mis piernas y agarrando mis tetas. Muy cortés pidió permiso a mi compañero para invitarme a bailar y nos perdimos en la oscuridad de la pista y no para bailar, sino para meternos en un reservado vacío y totalmente a oscuras, en el que me quitó el poncho, lo tendió sobre el suelo, a mi sobre la tela y él entre mis muslos en un comienzo, aunque en seguida ponerme a cuatro patas y meterme su polla por el culo hasta vaciarse en mi interior. Después volvimos a la mesa pero ya con un ambiente enrarecido hasta el extremo de que le sentí decidido a contarle a mi compañero lo que acabábamos de hacer en la oscuridad, no solo eso, antes de pronunciar una palabra abrió el poncho para que mi compañero, y toda la gente que estaba alrededor, pudiera comprobar que estaba totalmente desnuda bajo él. Salímos inmediatamente del local, regresamos a casa y cuando subimos, mi compañero me preguntó la causa de una situación tan desagradable. Le expliqué todo, desde el primero al último detalle, para hacerme al final una única pregunta, a quien quería de los dos, y también me escuchó la evidente respuesta, te quiero a ti, le dije, y a partir de ese día se acabó la influencia de José.

Sin embargo, los dos estábamos equivocados, dos o tres días después él se marchó a la Capital para buscar trabajo, y nuevamente me quedé sola en casa con mis padres,  minutos después hizo su aparición  mi madre acompañada  de José, discutimos y cometí el error de mantener su fija mirada, comenzó de nuevo la misma sensación de mareo que había tenido tantas veces antes, entre brumas le oí decir que me desabrochase la blusa que llevaba, y mis manos fueron incapaces de otra cosa que hacer lo que decía, como una autómata lo hice aun dejando el sostén, se levantó y vino hacia mí para arrancarme violentamente toda la ropa, me ordenó levantarme, apoyarme sobre el respaldo del sofá, para ponerse tras de mí y sacando su verga sodomizarme con extrema violencia, mientras veía como mi madre, desde la puerta del salón, nos observaba sonriente. Cuando al fin se corrió no me dejó asearme ni vestirme, tan solo coger el poncho y ponérmelo por encima, para salir, casi corriendo de la casa, antes de que regresara mi padre.

Montamos en la furgoneta que arrancó con la misma violencia con la que condujo todo el camino, hasta detenerse ante un bar de putas que él conocía. Entramos, y nada mas hacerlo, me ordenó que me quitara el poncho para que todos me vieran desnuda. Me poseyó allí mismo, contra la barra del bar, y no contento con ello, se dirigió a los presentes para decirles que podían follarme todos y cada uno. No sé cuántos lo hicieron, aquello fue una sucesión de vergas entrando y saliendo de mi sexo, para después encontrarme de nuevo en la furgoneta que mas tarde detuvo ante las puertas de su propia casa; subimos a ella y llamó a grandes voces a Ana, su esposa, que al momento apareció asustada, me despojó del poncho y al mismo tiempo desgarró por completo el escote de la blusa que vestía ella, dejándonos a mi desnuda y a ella con las tetas al aire, nos dijo que desde ese momento éramos suyas, que haríamos todo lo que a él le apeteciese, y como prueba, allí mismo la hizo desnudar a ella y la penetró con saña, por la vagina, el culo, el culo nuevamente, la vagina, la boca, nada dejó sin penetrar, y después me tocó a mi, me hizo acostar sobre el suelo, al lado de Amalia, pasaba de una a otra, del culo de ella a mi vagina, de mi boca a la suya, y nada dejó sin llenar de semen. Cuando quedó sin fuerzas, se sentó en el sofá, enviando a Ana a buscar sus juguetes, y cuando los tuvo en su poder, los usó con nosotras hasta hartarse, la primera vez en mi vida en que otra mujer me poseía, armada de una especie de consolador gigante, de dos puntas, una de las cuales él había metido previamente, en el coño de Ana, mientras el otro extremo, lo metía ella en el mío, siguiendo las órdenes de su marido. Aún se atrevió a más, un día llegó a mi casa acompañado por un amigo suyo y sin avisarme, como era habitual le abrí la puerta desnuda, como él me había ordenado, al verle acompañado no sabía que hacer, pero sencillamente me empujó hasta el salón, al tiempo que hacía entrar a su amigo. Quise ponerme alguna ropa, pero me lo impidió mirándome a los ojos, y se sentó conmigo en el sofá, frente a su amigo que se sentó en una butaca. Puso su brazo sobre mis hombros, con su mano pellizcaba mis pezones mientras veía como  su amigo desabrochaba su pantalón y sacaba su verga comenzando a masturbarse; me hizo separar mis piernas al máximo, con sus dedos abrió mi sexo, los metió en el, acarició mi clítoris hasta que yo, incapaz de contenerme, comencé a agitarme. Su amigo se puso en pié y avanzó hacia nosotros, se arrodilló entre mis piernas y con su lengua sustituyó a los dedos de José que se puso en pie para desnudarse y acostarse sobre la alfombra. Entre brumas recibí su orden de ir a sentarme sobre él, sobre su polla erguida, percibí la presión sobre mis hombros de las manos de su amigo, su peso tras de mi, su verga colocándose sobre mi esfínter. Les odiaba pero no podía hacer nada para rebelarme, y fui sintiendo el avance de aquella otra verga que me perforaba, mientras ellos se movían como posesos hasta correrse ambos.

Durante algunos meses siguió haciendo de mi lo que le apetecía, venía a mi casa en cuanto salía mi compañero y yo tenía que abrirle la puerta totalmente desnuda, sabía que en la casa no vivía nadie mas que nosotros; me poseía como y cuando quería, me hizo fotos desnuda, follándome en la playa, en plena calle, fotos que Ana debía hacernos cuando él estaba en acción conmigo. Uno de sus placeres consistía en que fuéramos a un bar cualquiera, o una cafetería y una vez allí, iba desabrochando mi blusa,  o haciendo bajar los tirantes de mi vestido hasta descubrir mi pecho y, ante todos, comenzar a apretarlos con sus manos, era su manera de lucir su machismo ante el mundo, haciendo ver que era suya. Estuvimos tres días en un hotel, para lo cual mi madre montó la escusa de que estaba en cama y yo debía ayudarla en su casa. Fueron tres días follando sin parar, llegó a llamar a un camarero haciendo que yo le recibiese desnuda, le dijo de pasar y cuando lo hizo le invitó a follarme  y, mientras lo hacía él se masturbaba.

Todo siguió así durante meses. Mi pareja seguía ignorante de todo, hasta que, por puro azar,  le pilló un día vanagloriándose de lo que me hacía, y mostrando las fotos que me había hecho desnuda. Le enfrentó ante todos sus amigos y le obligó a destruir fotos y negativos, a confesar que se valía de la hipnosis para conseguir mujeres, le dejó en un ridículo absoluto, rechazado por todos y así fue como terminó la historia, aunque durante meses necesité de ayuda para salir completamente de los efectos de su hipnosis, aún hoy y de vez en cuando, me sobrevienen deseos compulsivos, pero esta vez son totalmente controlables y controlados.

 

  • : Cuando no se utiliza como formula terapéutica
 

Relato erótico:”MI DON: Ana – Romance y el fin de semana 1/2 (24)” (POR SAULILLO77)

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Comencé la etapa más brillante de mi vida, si esos 2 meses desde la mudanza hasta lograr consumar mi amor con Ana, me habían parecido geniales, los siguientes 6 meses fueron la experiencia más agradable, feliz y alegre de mi vida hasta aquel momento. Vivía en un piso con mis mejores amigos, era independiente, con un trabajo que me daba para vivir pero no me afectaba mucho en mi vida, con una pequeña fortuna de colchón, y compartía mi vida con una mujer preciosa, que aparte de llenar mi idas de la experiencia personal mas plena, quería que la enseñara a follar de verdad, solo faltaba un playa cerca para ser perfecto. Recibía llamadas y mensajes de multitud de mujeres con las que me había acostado, menos Madamme y mi Leona, todas pidiendo sexo, yo contestaba delante de Ana, que ya tenia novia y no quería nada con ellas, algunas hasta les daba igual e insistían, o la dejaba que respondiera Ana a los mensajes, dicen que hay cierto pánico en los hombres a que tu novia vea tu móvil o tu cuenta en redes sociales, supongo que es gente que tiene pánico a que su pareja descubra algo que no quiere que sepa, algo lógico, pero a mi no me pasaba, era completa y visceralmente sincero con Ana, y cuando se es así con alguien, no tienes miedo de nada, no puede descubrir nada oculto por que ya se lo has dicho. No soy quien para decir como vivir vuestras vidas, pero al menos os recomendaría que tuvierais a 1 persona así en vuestra vida, no tiene por que ser una pareja, pero la experiencia de confiar ciegamente en otra persona de tal manera que lo sepa todo de ti, es enriquecedor. De hecho Ana me pidió quedar con algunas de aquellas mujeres, quería conocerlas, sobretodo a Irene, mi 1º novia, supongo que quería averiguar que pasó para poder evitarlo, Ana me insistía incluso en querer conocer a mi Leona, a Mercedes, pese a ha haberla hablado de mis otras mujeres con las que hacia sexo duro, debió notar que con ella tenia algo mas especial, me negué en redondo, lo considera humillante para mi Leona, y no se merecía eso. La fui presentando a algunas, y cuando Yasmine, la hija de mis colombianas, se echó novio también, quedamos para salir en plan parejas, y medio hablando con Yasmine, quedamos en una especie de pacto en que yo la liberaba de ser su macho, que fuera feliz con aquel chico, parecía buena gente y la trataba bien.

Ana se convirtió oficialmente en mi novia, y como tal quiso ir cambiándome y moldeándome a ella, quería que hiciera algo mas productivo con mi vida y me hablaba de mi potencial, chorradas para mi, era tan feliz que me daba igual apilar cajas de tomates y latas en conserva durante 3 horas al ida por un sueldo, es me permitía volver a casa pronto y tenerla entre mis brazos, dios, la quería tanto que aveces estabamos abrazados y solo quería apretar tanto con mi brazos como para partirla por la mitad. Con decir que gracias a ella aprendí a poner una lavadora, os digo todo, yo, un chico del boom de la tecnología, capaz de moverme sin cuidado por PC, videoconsolas y maquinitas, manejar videos y DVD, que podía hacer multitareas casi sin mirar, y era ver las 3 ruedas de aquella lavadora y me quedaba en blanco. Aparte, al ser el que mas tiempo pasaba en casa, me convertí en un cocinillas, estaba cansado de pedir comida a domicilio y de cocer pasta, organizaba una comuna para hacer la compra y llenar la nevera de comida de verdad, sin darme cuenta pasé de tirarme horas delante de un PC pajeándome a buscar recetas fáciles y baratas para hacer en casa.

Las relaciones con mis compañeros de piso, en vez de empeorarse por el roce diario, fueron a mejor, por fin entendí muchas cosas de Teo y Alicia, visto desde el prisma de ser una pareja, cosa que no tenia hasta ese momento, era sencillo intuir cuando estaban de buenas y de malas, cuando se podía meter mano o no en la relación, un montón de detalles que hasta ese momento no me había dado cuenta de su existencia. Manu seguía con su vida un poco aparte del resto, era muy reservado para su vida privada, pero andaba haciendo muy buenas migas con Lara, a los pobres no les quedaba mas remedio que juntarse a charlar y fumar cuando las otras 2 parejas se ponían cariñosas. La relación con Lara se volvió rara, eso si, seguíamos siendo los 2 locos del grupo, abiertos, sinceramente groseros e incapaces de cerrar la bocaza, pero noté como desde que Ana y yo nos acostábamos, su forma de mirarnos o de comportarse varió, aveces estabamos hablado una hora Lara y yo en el sofá mientras los demás estaban fuera o en sus cuartos, y eran genial, divertido y excitante charlar con un reflejo de ti mismo, pero era aparecer Ana y se le cambiaba el gesto, casi como aceptando un rol secundario, algo que a mi me sonaba de haber hecho muchas veces cuando estaba con Teo, y aparecía Alicia. No me gustaba que se sintiera desplazada así que delante y de ella dejaba un poco de lado a Ana, que ya sabia por que lo hacia, pero era imposible, se retraía, se iba a su cuarto o a fumarse un porro a la terraza, salía con amigos fumetas de a Universidad que había hecho aquí, pero mas que amigos eran colegas o conocidos, no gente en la que se pudiera confiar, y hablando con Ana, eso no era nuevo, era así en Granada y en parte por esa soledad Ana se hizo amiga suya, las 2 eran socialmente repudiadas, Ana por su origen gitano y Lara por su actitud, podía llegar a ser muy cargante una mujer así, yo era igual, pero siendo chico gusta esa brabuconeria, siendo mujer genera cierto cinismo y rechazo.

Eso no cambiaba que Ana y yo follábamos casi constantemente, pero podíamos estar follando todo un día, y luego estar 1 semana sin tocarnos, esto ultimo es una hipótesis, no llegó a pasar, salvo por su periodo, raro era el día en que no hacíamos el amor, pero la sensación era diferente que con Irene, mientras ella se obsesionó, y dejó de ser mi novia para ser mi amante, Ana lo combinaba, era las 2 cosas a la vez. Durante las primeras semanas era como follar en películas para menores, era mas lo que se intuía y lo que se adivinaba que lo que ocurría, apenas había sexo oral, eran ligeras masturbaciones para luego iniciar el coito hasta que yo me corriera, ella iba bien servida gracias a mi enorme miembro, no me hacia falta mucho para sacarla orgasmos, y ya me daba rienda suelta, me colocaba detrás de ella y me hundía en su coño, pegado a su espalda, arrancaba y aceleraba mi cadera hasta que Ana aguantaba, aveces me corría dentro de ella, generalmente tenia que sacarme el semen con una buena mamada final ya que no soportaba mas embestidas, siempre dejaba que, en diferentes posturas, me corriera sobre sus tetas, era delicioso, tierno y excitante. Una vez que me corría, y se acababa la fiesta, ella aun no podía ir mas lejos hasta volver a acostumbrarse a mi, y al hecho de que ahora le metiera ¾ de polla sin demasiada dificultad, y no poco mas de la mitad como en Navidades. Para mi era más que suficiente, podía echar de menos repetir polvo hasta volverme a correr una 2º vez pero me bastaba con eso. Si no había prisa o si era antes de dormir, nos quedábamos así, largos ratos, descansando, y siempre dormíamos en esa misma posición, una cuchara de lado a la otra, conmigo detrás de ella, sin decir nada ella iba abriéndose de piernas al inicio para dejar que mi polla se creara sitio en sus entrepierna y luego aprisionándola, siempre dormíamos así o con ella recostada boca abajo sobre mi pecho, dormida sobre uno de mis brazos o directamente en mi tórax. Pasadas unas semanas así, ella se vio con fuerzas, de hecho yo mismo noté como aguantaba mas de media hora de mis acometidas y como se movía mas cuando me arrancaba a darla ritmo de forma continuada, ver como ya mi polla no era un suplicio al principio, si no puro placer, y como llegaba a correrme dentro de ella por que no me pedía que se la sacara antes de explotar, luego siempre le regalaba una orgasmo final con mis manos para no dejarla a medias. Se animo a comentármelo un día abrazados cara a cara después de una sesión en que me tuve que esforzar un poco mas de lo habitual.

-ANA: ¿por que eres tan cuidadoso conmigo?

-YO: ¿acaso no te ha gustado?

-ANA: claro que si, pero noto como te reprimes, se ve cada vez que vamos ha hacerlo, dejas irte un poco mas cada vez, mas fuerte o mas rápido pero sigues coartándote.

-YO: quiero ir despico contigo, no quiero abrumarte.

-ANA: amor, no soy de cristal, me gusta que seas cariñoso y atento pero es que hasta en Navidades me dabas mas fuerte que ahora.

-YO: entonces solo te metía la mitad, ahora cada día que pasa te entra mas, y falta poco para que la meta entera y no quiero hacerte daño ni que……..no se……- pensaba en Irene o en tantas otras que se vieron avasalladas y cambiaron su forma de ser conmigo, no quería ni de lejos perder lo que tenia con Ana en ese momento y me daba pánico extralimitarme.

-ANA: poco a poco mi cuerpo se adapta a ti, y ahora disfruto mucha mas contigo, pero eso no va a cambiar nada, y seguirá sin cambiar si empiezas a disfrutarlo tú también.

-YO: lo disfruto mucho.

-ANA: no, eres feliz haciéndome feliz, y te conformas, y eso no esta bien, ¿como crees que me siento yo cuando pienso así? pienso que no doy la talla o no soy suficiente para ti.

-YO: no digas chorradas, eres perfecta y te quiero tal como eres, solo……no quiero………….estropearlo.- la abrace con fuerza oliendo su cuerpo, mezcla de sudor y feminidad, con su largo cabello haciéndome cosquillas en las manos.

-ANA: ¿y que vas ha hacer? ¿Tratarme como a una damisela, débil y endeble? ¿Eso te parezco?

-YO: no, por dios, no lo líes mas, no es por ti, no me conoces, si me pongo serio puedo desde hacerte daño físico, nublarte la mente o anular tu voluntad, no quiero eso, contigo no, no soportaría perder lo que tenemos.

-ANA: no lo vas a perder, voy a estar aquí, a tu lado, siempre, pero no puedes meterte en una jaula y reprimirte, no es bueno para ti y yo no quiero que seas así, te quiero a ti y todos tus aspectos.

-YO: por que no los conoces todos, si me ves como me he llegado a ver yo, no me querrías, o pensarais diferente

-ANA: eso, déjame decidirlo a mí.

-YO: ¿y si lo hago y te pierdo?- la miraba con autentica preocupación, casi con los ojos vidriosos, mi mente lo imaginaba, y sus manos acariciaron mi cara.

-ANA: supongo que habrá que arriesgarse, como dijiste, en eso consiste el amor, en saltar sin saber si alguien te cogerá la mano.

Eran mis propias palabras y no podían ser mas acertadas, pese a ligeros avances, casi nulos, el sexo era demasiado…simple, casi como si ya lleváramos 20 años casados y fuera por cumplir, una obligación medida y calculada, no diversión, al menos de mi parte. Seguimos hablando del tema, pero me llegó a convencer de que teníamos que ir un poco mas allá, dando pequeños pasos sin parar, avanzando juntos de la mano y ver a donde nos llevaba aquello. Me había centrado tanto en lo que Ana me hacia sentir a mi, en lo feliz que era solo con su presencia en la misma habitación, que me había olvidado que era una mujer, no un figura de cerámica, una hembra necesitada de mas que unas caricias y unos pocos orgasmos, supongo que a cualquier otra mujer eso le podría bastar, o incluso a Ana misma, pero sabiendo que me contenía por ella, no deseaba otra cosa que verme a mi igual de colmado.

Por fin Teo y yo nos sacamos el carnet, Manu ya lo tenia de hacia unos años, y pese a tener un viejo coche de su madre, conducía una scooter. El teórico lo clavamos los 2 y el practico Teo a la 1º y yo a la 2º, hay un puto cruce a la salida de las pruebas con 2 stop seguidos que por lo visto es el calvario de todo aquel que se ha sacado el carnet de conducir en Madrid, y yo me lo tragué con patatas. De inmediato llamamos a Adrián, y quedamos en que nos buscara un coche de 2º mano barato pero en buenas condiciones, uno de estos coches compactos para ciudad pero de 5 puertas, a los pocos días nos llamó y nos puso en contacto con un “amigo suyo” que tenia la urgente necesidad de vender su coche semi nuevo, y por lo que conocía a Adrián eran líos de drogas, seguro, el tío necesitaba 4.500€ ya y sin preguntas, firmó los papeles del coche con los ojos cerrados y salió disparado llamando a alguien diciéndole que ya tenia lo suyo. El coche no tenía ni 6 meses y estaba casi de fábrica, aun así me picó el gusanillo de las motos y le pedí a Adrián que me buscara alguna scooter de 2º mano, me convenció de que era mejor comprarla nueva, ya que no se fiaba del origen de cualquier moto que le vendieran y de su estado, me respetaba y me conocía lo suficiente como para no querer que me estafaran. Me sorprendí al ver lo baratas que eran, algunas de 700€, pero bien aconsejado por Adrián subí un poco el precio a una de 1.200€, con 2 cascos, uno especial con airbags incluidos, cadenas, cepo y chupa de cuero, incluidos. Fue una gozada conducir por 1º vez, esa sensación de libertad y poder al acelerar, nos fuimos los 3, Teo, Adrián y yo a una zona apartada de unas residencias donde se podía conducir sin peligro alguno y nos fuimos haciendo circuitos turnándonos al conducir para hacernos al coche y matar los nervios de las primeras veces, aparcando y haciendo ejercicios de aceleración y frenada. Al volver me dio por meterme por una carretera nacional, quería probarme del todo, era así de bestia, cuando empezaba algo que me gustaba iba hasta el final y probaba todo. No recordaba haber tenido tanto miedo, al entrar en la autopista, desde la operación, me arrepentí al momento en el carril de incorporación, la velocidad y el pánico a chocar casi me dejan petrificado, logré meterme al fin después de crear un pequeño atasco y solté nervios, Adrián se reía, el ya había conducido bastante, aun sin carnet. Hice unos 10 kilómetros para coger una salida y allí Teo cogió el volante y se hizo la vuelta, aparcaba emerjo que yo a si que dejamos a Adrián en su casa y nos fuimos a la salida de la Universidad, la chicas estaban por salir, y al ser tan rápido todo, sabían de nuestras intenciones pero no de que ya lo teníamos, jugamos con ellas mandándolas mensajes para que miraran hacia nosotros y nos vieron, haciendo sonar el claxon, con la música del buen equipo que le instalaron al coche a todo trapo, bailando Teo y yo como auténticos malotes de barrio, salieron corriendo gritando de felicidad, nos abrazamos, nos cuestionaron e interrogaron, inspeccionaron el vehículo a fondo, Lara hasta se puso al volante con las llaves puestas, se subieron al coche y nos fuimos a dar una vuelta mientras hacíamos tiempo para ir a buscar a Manu al museo donde trabajaba, casi idéntica reacción, pero no había sitio, y además iba con su scooter, así que volvimos haciendo una carrera ficticia e inocente contra el. Como es costumbre las primeras semanas éramos el taxi particular de todos, y nos encantaba, queríamos cualquier excusa para ir a coger el coche, y lo mejor fue que mi familia paso de estar a mas de 1 hora en autobús, a poco mas de 15 minutos, contaminará y será peor para el medio ambiente pero tener coche propio te da unas opciones que no se pueden comparar con el transporte publico. Mi padre casi me zurra por haberlo hecho todo sin su aprobación o consejo, el tema de coches lo había llevado siempre el en casa, mi madre fue la que cuestiono de donde había salido el dinero, sin llegar a mentirles, ellos pensaban que mi posición y mis horarios eran mejores en mi trabajo, por lo tanto me daba para evitar mas preguntas del tema y darles unos 200-300€ al mes a mi familia para evitar que a final de mes llegaran tan justos como siempre habíamos llegado. El tema de la scooter fue un tontería mía, supongo que un tontería que te da el tener dinero y poder gastarlo, era mucho mejor, acercándose el invierno ir en el coche con calefacción y con casi todos, apenas tocaba la moto, aunque siempre había motivos, y a Ana le encantaba ir de paquete detrás de mi, siempre le daba el casco de los airbags, aunque ella no lo sabia. Gracias a mi corpulencia era sencillo manejarla y debido al excesivo celo que mi padre me había enseñado a tener de la carretera, conducía de forma cuidadosa y sin hacer el tonto.

El tiempo pasó, era ya casi diciembre y de mis mas de 100.000€ con los que empecé mi aventura, me habían volado ya mas de 20.000€, entre el piso, las compras, los detalles con Ana y los demás, el coche con la moto y gasolina, dios, es cuando te das cuenta de lo duro que es llevar una casa, y lo que duele ver tu dinero evaporarse, aun así tenia un colchón de unos 80.000€, y tenia una vida plena y perfecta. La vida con Ana era extraordinariamente sencilla y placentera, apenas discrepábamos en nada y cuando o hacíamos terminábamos a bromas o follando, el día a día era aburrido, trabajar por las mañanas y dejarla descansar o estudiar por las tardes, de vez en cuando salía con Alicia o Lara y algunas amigos mas para despejarse, pero mi confianza era plena en ellas, de hecho Ana se molestaba si pasaba mucho tiempo sin verla, pero no quería quemar la relación, debía darla su espacio cambien, que no fuera su única opción de ocio, que no centrara su vida en mi, si no que la compartiera conmigo. Los fines de semana o los días libres éramos como uña y carne, salíamos a divertidos o yo planeaba días de fiesta y paseo por la ciudad, días en que planeaba al detalle para ella, pasando las mañanas de tiendas comprándonos ropa, saliendo de museos o con sesiones en centros de masajes e hidroterapias, comiendo fuera, para luego ir al cine o al teatro, cenar y salir luego a bailar y beber, yo no bebo y ella aprendió a no pasarse, o no quería que la viera borracha, sabia que no me gustaba, no asocio beber a divertirse. Aveces junto a mis compañeros de piso, o solos, lo pasábamos en grande y me hacia enormemente feliz verla sonreír de forma natural, sin bromear ni hacer nada, solo mirarla sin que se diera cuenta y verla con aquellas sonrisa sin motivo aparente, lograr que su cara se iluminara de satisfacción era mi objetivo y lograrlo me convertía en una persona completa.

Para mi ya no era importante, pero de noche teníamos nuestras sesiones de sexo, que cada día eran mas tórridas y calientes, casi todas empezaban igual, conmigo tumbado boca arriba y ella acostada encima mía, eso por decir algo, aveces empezamos en mitad de la pista de baile, Ana bailaba y se movía muy bien y me provocaba, ya no estaba tan salido como al inicio de volver a follar con ella, le costaba sacarme erecciones solo con insinuaciones y contoneos, pero cuando lo lograba no había opción, en mitad de la pista mis manos repasaban todo su cuerpo mientras ella se dejaba hacer, sin dejar de mover sus caderas, y si antes era bastante mojigata con las muestras de afecto en publico ahora era ella la que las demandaba, incluso podía meterla la mano por debajo de la falda o dentro del pantalón y acariciar su coño por encima de la tela de su ropa interior, si es que llevaba ese día, y cuando no podía mas su mirada me lo hacia saber, al igual que sus labios y su lengua, salíamos disparados de allí directos a casa, nos costaba llegar a casa sin magrearnos en el coche, o la moto si no llovía o hacia mucho frío, mis manos se perdían entre sus piernas y las suyas eran ya expertas en acariciarme la polla encima de la ropa, había obtenido la habilidad especial de sacarme la polla sin quitarme el pantalón, bastante excitante, y alguna vez volvíamos a casa mientras ella me la chupaba. Un día, sus manos y su lengua fueran tan hábiles que no aguanté llegar a casa, paré en un parque cercano a casa en que de noche no había nadie y allí mismo la monté como un animal, recosté los asientos y apartándola las bragas empapadas por debajo de la falda la subí encima mía y la ensarté hasta lo máximo que le llegaba ya, que a esas alturas casi era toda, fundiéndonos en besos largos y pasionales con nuestras lenguas peleándose por invadir la boca del otro, sacándole las tetas de las blusas ligeras que solía llevar y atacando sus pezones como mejor había aprendido a hacer, agarrando de sus caderas y cogiendo velocidad la subía y bajaba de mi falo con cuidado hasta que le sacaba el 1º orgasmo, allí aprendí que en ese punto, podía volverme algo mas bruto con ella, su coño ya empapado y abierto, lograba recibirme sin hacerla daño y quise ir dándola mas, como me pedía, eso llevo a que mis movimientos y los suyos se aceleraban tanto que la sacaba multi – orgasmos y aun así me pedía mas. La situación en el coche era tan incomoda que mas de una vez dio al claxon del coche con el culo haciéndolo sonar, y alguna mirada curiosa podía pasar por allí, pero daba igual, solo disfrutaba de penetrar a mi novia como el semental que había casi olvidado ser, a la media hora la llené de mi semen dejándola medio ida, cuando terminaba mi cadera cogía vida propia y ella solo aguantaba mis acometidas como podía, cada vez era mas. Desde que empecé a darle mas ritmo pasó de aguantar apenas 10 minutos a más de media hora, y de faltar 6 centímetros para metérsela toda a faltar apenas unos 2 o 3.

Ese día, después de medio arreglarnos y llegar a casa, se fue a dar una ducha, decidí ir detrás de ella y ducharnos juntos, esta vez fue un gran idea, y empalándola por detrás la volví a follar apenas 20 minutos después de haberlo hecho en el coche, la vez que menos tiempo había pasado entre corridas de mi parte. La visión de su cuerpo húmedo me la puso dura tan de golpe que la golpeó en el trasero y se abrió paso entre sus muslos, al ser la 2º corrida seguida me llevó mas de 50 minutos correrme, en los cuales, notaba que Ana estaba exhausta, pero no dijo nada, quería aguantar lo que fuera, aquel pequeño vendaval a su espalda estaba matándola, abriéndola, notando como sus paredes vaginales se contrarían y tenían espasmos, pero era lo que había pedido y aunque lo hubiera exigido no estaba seguro de haber podido parar, sus continuos orgasmos simples o llenos de fluidos, que la hacían salirse de mi y frotarse exageradamente el clítoris bañándonos aun mas los pies con sus emanaciones para volver a empalarse sola, y pedir a gritos que la diera mas y fuerte, quería acariciarla sus senos y su vientre pero me resultaba imposible mantener ese ritmo y velocidad sin sujetarla bien de la cintura, con el ruido de los golpes secos de mi pelvis contra sus glúteos llenando la habitación todo el tiempo, hasta que sus piernas le fallaban, estaba en parte ida pero consciente y disfrutando como un perra de la follada, esta vez no era amor, que el estaba regalando. Cuando me fui a correr la pobre se sentó en el borde del baño y me mamó la polla poseída, me corrí por toda su cara y su pecho mientras se sujetaba el coño, dolorida pero conforme, incluso llevada por la pasión las sacudidas alcanzaron sus labios, y supongo que ida de lujuria se relamió probando por 1º vez mi semen bajo el agua caliente. La levanté casi en vilo teniéndola de pie a mi lado, solo con mis brazos, y la bañaba el cuerpo, para dejarla limpia y como agradecimiento a aquella follada tan animal que habíamos tenido, la mas larga y fuerte desde que volvió, y casi al nivel de cuando se fue, pero ahora metiéndole casi toda mi verga, no solo la mitad, y habiendo pasado yo ya por mujeres ampliamente expertas. Nos quedamos unos segundos mirándonos a los ojos, su largo cabello mojado y sus preciosos ojos húmedos de agua y felicidad se clavaran en mi mientras sonreía y se mordía le labio, dándome pequeños toque con la nariz en el pechos o el cuello, buscando mis labios mientras repasaba su cuerpo con la alcachofa de la ducha.

-ANA: eres genial, no se como lo haces pero me llevas al paraíso cada día, te quiero.

-YO: yo a ti mas, por que me llevas al mismo sitio solo con mirarme como lo haces por las mañanas, solo con sonreírme cuando me pillas mirándote absorto, o cuando me acaricias con tus manos la espalda en completo silencio, eres perfecta.

-ANA: eres tonto, yo hablo de sexo. – me miró sin llegar a ofenderse.

-YO: lo se, pero en eso ya cada día avancemos mas, es solo una parte, tu haces que te quiera todo el día, y ahora vas y pruebas mi semilla jajjajaja no puede haber mejor mujer en el mundo.- se dio cuenta del hecho, y se relamió de nuevo, probando del semen que aun tenia en su cara y recogiéndose un poco con el dedo.

-ANA: dios, ni me he dado cuenta, me tienes tan loca que ni me he enterado, ahora voy a probarlo de verdad.- mirándome fijamente a los ojos introdujo aquel dedo en su boca y lo lamió y chupó obscenamente, saboreando aquel manjar.- vaya, esta un poco amargo, pero caliente, no esta nada mal, ¿quieres probar?- se cogió un poco mas de la cara y me ofreció el dedo, segura de mi asco o repugnancia, pero no era la 1º vez que probaba mi semen, ya fuera en la boca o el cuerpo de una mujer en la que me había derramado. Engullí aquel dedo como su fuera un helado ante su mirada perpleja, chupando y relamiendo aquel dedo de forma obscena.

-YO: tengo que comer mas tomate, esta mas amargo de lo que recordaba.- La vi sonreír atónita ante mi atrevimiento.- sabes mejor tu.- al agarré del coño palpitante, introduciendo mis dedos en ella, haciéndola cerrar los ojos momentáneamente, para volver a abrirlos y ver como estaba relamiendo esos mismos dedos, dándola a probar uno, que chupó gustosa.- me salgo de aquí o voy a por el 3º y aun no estas preparada.

Torció el gesto, pero consciente de su cansancio y de mi brío, entendió que era cierto, me di un agua rápida final con la polla medio empalmada por lo acontecido y me salí de allí encantado de la vida, me puse solo un pantalón de pijama y me fui al salón para alejarme lo mas posible de la tentación, del cuerpo de Ana duchándose. Me encontré a Manu viendo la NBA en la tv del salón, la que tenia de pago, arrancaba la temporada y me senté con el a charlar y verlo un rato, quise distraerme para que se me bajara el calentón de esos momentos finales en la ducha, pero no había manera, cuando se me encendía solo había una forma de apagarlo. Me volví a nuestro cuarto y entre como un animal en el baño, Ana estaba con una toalla secándose y se sorprendió al verme, me lancé a por ella y totalmente desnuda me la subí encima a horcajadas, besándola desesperadamente.

-ANA: jajaj ¿pero que haces?

-YO: me has puesto muy burro con eso de saborear mi semen, necesito otra ronda o no podré dormir.

-ANA: amor, mi pobre cuerpo no aguanta mas, estoy magullada, y no se como poder cubrir una 3º vez.

-YO: pues tu veras, pero yo así no me puedo quedar, con la polla medio tiesa.

-ANA: esta bien, ¿que tal si te la chupo hasta que te vuelvas a correr?- me miró rogando que aceptara.

-YO: de acuerdo, pero, y si esta vez me dejas….ya sabes…en tu boca.- me miró sorprendida, pero excitada por mi petición – bueno, ya sabes, ya has probado, solo era una idea, me da igual, solo necesito desahogarme, haz lo que quieras.

-ANA: bueno, no se, la verdad es que no ha sido tan desagradable como creía, pero era un poco, tu te corres mucho y gran cantidad, pero si es lo que tu quieres…- eso no podía ser, no quería que fuera una imposición que aceptara, así empecé con Irene.

-YO: no, no quiero que lo hagas por complacerme, solo te propongo la idea, tu decides si quieres o no, debes querer hacerlo, por ti.

-YO: esta bien, llévame a la cama.- nos besamos y agarrándola bien la llevé a la cama dejándola recostada suavemente, besando su cuello y jugando con mi lengua en sus pezones, su cuerpo fresco y húmedo me la terminó de poner como una pierda, palpitando en su vientre, cosa que la volvía loca, rozar y acariciar su vientre era volverla loca.

De inmediato me giró sobre la cama y me puso boca arriba, montándose en mi polla agarrándola con las 2 manos y lamiendo el glande como un yogur, su lengua repasaba cada rincón de la punta de mi enorme polla, metiéndoselo en la boca y chupándolo, dejando que sus labios fueran repasando todos su contorno mientras la sacaba de su interior, sin duda se había vuelto una gran chupadora de pollas, y sin meterme en su cabeza creo que disfrutaba de ello, se puso seria y se colocó entre mis piernas mirándome a los ojos mientras se sacaba la mandíbula del sitio para meter casi la mitad de mi miembro dentro de su garganta, era casi literalmente increíble ver aquella cara angelical meterse tal monstruosidad en se boca, con alguna lagrimilla en su mejilla y rozando las arcadas, pero sin parar sus manos ni su lengua, supongo que mi falta de entreno me llevó a correrme 20 minutos después, cuando sus labios trabajaban mi tronco de forma lateral y jugaba con su lengua en mis huevos, la avisé y tuve dudas de su actuación, pero sus rosadas mejillas denotaban excitación y se dejo llevar, siguió engullendo mi polla acelerando aun mas sus 2 manos hasta sacarme el semen a chorros fuertes y calientes que fueron llenando su boca, notaba como cada impacto la hacia tener una arcada, ya fuera en su garganta o sus carrillos interiores, era la sensación de llenarse la boca con mi semen, aun así sus manos continuaron sus gestos hasta notar mi polla flaquear, podía ver como seguía con las arcadas y alguna gota de semen caía por su mejilla, con la boca media abierta y la cabeza echada hacia atrás. Quise acercarme para hablar, pero me hizo un gesto para que me quedara quieto, se repasó con un dedo aquella gota de semen y se la metió en la boca cerrándola, nos mirábamos a los ojos, estaba expectante y preocupado, no se movía salvo por los espasmos de sus arcadas, de golpe cerró la boca y se puso la mano en ella cuando una de sus arcadas casi la hace vomitar, pero con la otra mano paró mi cuerpo que trato de asistirla. Me miró intensamente, y fuera lo que fuera lo que tenía en la boca, se lo tragó sonoramente, varias veces además, hasta que se le pasaron los espasmos y ante mi preocupación abrió la boca y sonrío enseñándome la lengua y guiñando un ojo, su boca estaba impoluta y limpia, me fui a abrazarla.

-YO: no tenias que haberlo hecho por mí, no si no querías, no debí pedírtelo……- me cortó agarrándome la cara.

-ANA: no lo he hecho por ti, me he calentado muchísimo al mamártela, quería hacerlo, sentir tu leche caliente en mi boca y tragármela.- me reconfortó, aunque me tenia la duda de si era cierto o solo lo decía para tranquilizarme.

-YO: estas bien¿?

-ANA: si, ahora si, no ha sido tan malo, no era el sabor si no la sensación en si, supongo que con una par de veces mas se me pasara.

-YO: ¿quieres repetirlo? ¡¡Pero si casi echas la cena!!

-ANA: bueno, si quiero aprender tendré que sacrificarme, es un momento malo, pero se me pasará, y……..me pone muy cachonda comerte la polla, me he mojado entera otra vez.- su sonrisa era picara y su mirada, llena de lujuria.

-YO: ¿y cuanto mas te has calentado?- acariciaba su brazo atreviéndome a adivinar si podía haber 4º ronda.

-ANA: dios, no se, me dolía el……- todavía su pudor con ciertas palabras me parecía adorable-………antes, pero ahora me quema, no se como pero ahora necesito desahogarme yo.

-YO: no quiero forzarte y que volvamos a follar y te haga mas daño o pero, pero tengo un truquito para calmar tus ansias sin penetración.- se le ilumino la cara pese a al rojez de sus mejillas, estaba frotándose el coño realmente necesitada.

La hice gatear por encima mía hasta tumbarme boca arriba y ponerla de rodillas en mi cara, abriéndola de piernas y con mis dedos y mi lengua comenzar a trabajar aquel congestionado interior, estaba rojo y saturado pero caliente y húmedo, pedía un alivio y mis olvidadas comidas de coño se lo iban a dar, abrí con los dedos los labios mayores, y con un cuidado exquisito fui lamiendo y chupando con cuidado cada recoveco de su interior, localizando su clítoris por momentos y lamiendo y jugando con el para calentarla mas, no fue difícil ponerla a gemir como una condenada, notar como sus piernas se contraían y relajaban según mis movimientos y como se movía sin saber como poner sus manos o su cuerpo del gusto que sentía, si se ponía a 4 patas castigaba su clítoris y si se incorporaba la hacia vibrar con mi lengua en su interior, terminó echándose hacia atrás moviendo las caderas como si fuera una penetración con mis dedos y boca llevándola al paraíso al que llegó reventándome en la cara con una corrida que la quiso sacar de mi cara por los calambres en las piernas, pero agarrándola con fuerza seguí hasta que logré poco después una 2º corrida abundante y llena de fluidos, tan fuerte le traspaso la electricidad en su interior que paso de rodillas a caerse redonda de espaldas sobre mi pecho contrayendo sus piernas mientas no se dejaba de frotar el clítoris encharcado. Sus gritos eran audibles pero contenidos, estaba exaltada pero feliz, no le había comido el coño así desde su vuelta y mi maestría había mejorado con mis andanzas desde que la tocara en Navidades. Se me tiró encima relamiendo mi cara bañada de sus emanaciones, besándonos como seres no evolucionados, llevando el termino “beso húmedo” a un nuevo nivel.

La separé un poco y me fui desnudo al baño, allí me lavé bien la cara y Ana, detrás mía, se volvió dar una ducha rápida, gritándome que era imposible mantenerse limpia conmigo cerca, la di la razón, y por poco me meto en la ducha con ella, pero era demasiada provocación, apenas quedaban unas 4 horas para ir a trabajar, quería descansar un poco, me acosté completamente desnudo, y a los pocos minutos me dormí, noté como Ana se tumbaba a mi lado, de reojo viéndola con unas bragas y una de mis camisetas viejas, le encantaba vestirse con mi ropa, le quedaba grande y sexi. Tomando la rutina de siempre, me cogió de la mano y se rodeó con mi brazo y mi cuerpo, abriéndose de peinas, cogiendo mi polla y metiéndosela entre sus muslos, para poder dormir así de juntos y darla mi calor corporal, a mi me encantaba esa sensación y mas aun desnudo, y a ella, sentirme pegado a su cuerpo y mi polla palpitando entre sus piernas, dormíamos así siempre, y así lo hicimos.

A partir de ese día, las noche con Ana fueron a mas, era maravilloso enseñarla una nueva postura o algún truco nuevo y ver como los iba asimilando y aplicando con el paso de las semanas, de vez en cuando aun así, hacíamos el amor, sobretodo en días especiales en que tenia un mal día o estaba sensible, la trataba con todo el cariño y amor que podía, y con eso bastaba, pero esos días eran los menos, y de vez en cuando después de eso, terminábamos follando de nuevo como animales. Se descubrió Ana como una mamadora de polla de 1º, ayudaba practicar conmigo, y ver como paso de apenas poder con el glande a tragarse medio trabuco sin contemplaciones, y de casi vomitar al sentir mi semen a tragárselo y jugar con el en su boca, lo mejor era que eso la ponía a 1000, no se por que, cuando se supone que en una mamada solo disfrutaría yo, pero a ella la volvía loca sacarme la 1º corrida con su boca, para que luego la matara con la 2º por el coño. Su capacidad de aguanté aumentó de nuevo, era grotesco aveces ver a esa niña con cara de inocencia y cuerpo adolescente, gemir, gritar, pedir mas y retorcerse cuando la penetraba casi totalmente con mi enrome barra candente de carne, casi parecía imposible que le entrara, pero no solo le entraba si no que ya no había dolor de ningún tipo, gozaba con cada sacudida y los orgasmos continuados, en los que repetía “que gusto, que rico”, que la sacaba durante mas de 1 hora, solía ser el momento en que yo me corría, si ella estaba mejorando yo volvía a ser una gran versión de mi. Para su cumpleaños, una semana antes de Navidades, planeé un escapada juntos rural durante todo el fin de semana, hicimos un fiesta previa en casa con los amigos y parte de mi familia, pero luego cogí el coche y nos fuimos a la sierra de Madrid, alquilé una habitación en un hotel de las montañas y entre saunas, masajes, clases de esquí, que se le dio emerjo a ella que a mi y las noches tórridas a la lumbre de una chimenea, alejados de toda tecnología y de la vida ordinaria y convulsa de la juventud en la gran cuidad, no pudo salir mejor. El domingo la dediqué el día entero, fui exageradamente atento y romántico, casi generaba diabetes de lo empalagoso que estaba, pero lo llevaba con mi sorna habitual, y ella le encantada, desde hacerla el desayuno y llevárselo a la cama, a llevarla en brazos hasta la pista de esquí, lo preparé con el masajista del spa, para que en mitad del masaje se fuera y entrara yo, apenas notó la diferencia, mis manos eran hábiles y trabajaba las zonas indicadas por Eli, hacia ya una eternidad para mi, en su cuerpo totalmente desnudo apenas cubierto por una toalla en su cintura, esas zonas en que a las mujeres se les tensan los músculos por el peso de sus senos o por el uso del sujetador. Repasé toda su espalda con aceites corporales sacándola suspiros de placer al notar como sus músculos se desenredaban entre mis dedos, poco a poco fui atreviéndome mas a tocar sus costillas y cerca de su pechos, o bajando hasta la corva de su espalda, o sus piernas y muslos, peligrosamente cerca de su trasero, me asusté un poco ante su dejadez pero tras unos minutos su cuerpo se tensó hasta que reunió valor suficiente y se dio la vuelta tapándose asustada.

-ANA: ¡¡¡oiga ¿pero que ha….- me vio y se le paso de golpe el enfado, sonriendo ante los ojos atónitos de los demás clientes y masajistas, riendo al haber visto el cambio y ella no-…..¡¡Tonto, mira el susto que me has dado!! jajajajja- se tapaba la cara de medio vergüenza mientras buscaba mi pecho para abrazarme queriendo ser engullida por la tierra.

-YO: shhhhh, tranquilícese, túmbese de nuevo y sigo con mi trabajo o me despedirán.- se volvió a tumbar besándome y charlando con una señora cercana que nos miraba raro, advirtiéndola que yo era su novio para que no pensara cosas raras del spa.

Seguí mi sensual masaje sacando ya respiraciones aceleradas, pero viendo como sonreía y se mordía un dedo para mantenerse digna mientras su cuerpo se estremecía ante mis caricias, sonó el reloj del fin de hora de masaje, oyendo un lamentó de los labios de Ana, y con la señora de antes mirándome con ojos de querer ser la siguiente, Ana y yo nos percatamos.

-YO: lo siento señora, agradezco el honor pero mis manos, mi cuerpo y mi corazón ya son de esta joven.- rodeé con una gran toalla el cuerpo de Ana, tapándola de miradas indiscretas al levantarse de la camilla, había mucho hombres, Ana y su cuerazo juvenil de tez morena brillante del acierte, sobresalía del resto.

Al tenerla entre mis brazos nos miramos fijamente, veía sus mejillas sonrojadas, no sabia si por el calor de la habitación, la vergüenza de verse medio desnuda antes esa jauría de lobos, si por mi broma, o por que mis manos la habían calentado de mas, quizá un mezcla de todo eso. Nos besamos tiernamente un par de veces, y la cogí en brazos, me la llevé a la zona de la duchas para después ir a comer, mientras ella se duchaba yo me mantenía fuera en la puerta, no me había gustado nada como la miraban algunos de esos hombres y mi instinto de protección se activó, charlábamos sobre la broma y alguna tontería mas.

-ANA: ¿al final cuando no tenemos que volver?

-YO: habitación tenemos hasta mañana por la mañana, pero si queremos estar en casa tenemos que salir de aquí a las 8 para dormir en casa e ir mañana a la Universidad pronto (era el taxi oficial de mis 3 compañeras de piso desde la adquisición de coche, para la universidad), ¿por que lo preguntas?

-ANA: jo, por que me lo estoy pasando genial, ojalá pudiéramos quedarnos aquí siempre.

-YO: ojalá, pero esto tiene que ser así, no podríamos vivir así siempre, tenemos que vivir nuestras míseras vidas para comprender lo idílico que son estos descansos y disfrutarlos.

-ANA: pues es un pena, todo el mundo debería vivir así siempre.- su tono era reafirmando su propia realidad, me encantaba la inocencia de aquella mujer, era como una princesa de cuento de hadas hecha mujer, y yo un troll que veía el mundo tal como era, y mientras yo la enseñaba a no ser tan cándida, ella me daba esa pizca de felicidad que creía que no estaba a mi alcance.

-YO: no aguantaríamos así, esto es demasiado empalagoso, y esta lleno de babosos, ¿te has fijado en como te miraban en la sala de masajes?

-ANA: claro, pero son gente mayor, no se pobrecillos…..

-YO: de pobrecillos nada, por poco le salto con algo a más de uno, casi convierten la habitación en una piscina de tantas babas.

-ANA: jajajaja que bestia eres, déjales, ¿no estarás celoso?- su tono buscaba la broma.

-YO: si, estoy que me muero por dentro jajajaja mientas ellos miran el cuadro yo me lo follo.

-ANA: ¡¡alaaa!! Mira que eres bruto jajajajaja pues que sepas que yo si estoy celosa.

-YO: ¿de que, mi reina? No será de la señora esa jajajajaja

-ANA: no, de esa no, pero si de resto, ¿no has notado como te comían con los ojos? Si hasta la masajista buenorra y la de la recepción te ponen ojitos….- mi silencio era absoluto, no me había dado cuenta, ¿como se me había pasado? Estaba entrenado para ver y detectar esas cosas, una cosa es que nos la aprovechara por estar con Ana, pero no darme cuenta no entraba en mis planes.

-YO: pues ni me he enterado….

-ANA: pues yo si, y no me gusta nada que anden detrás de ti.

-YO: hombre, orgullosa tenias que estar de que te envidien, yo lo estoy contigo.

-ANA: ya, pero una cosa es que te miren golosas y otra lo de la recepcionista….

-YO: ¿que la pasa?

-ANA: ¿te crees que trabaja sola en el hotel?, es la de la recepción, la que trae las comidas, la que esta en la puerta de la habitación todo el tiempo, la que entra a recoger y limpiar y la que coge siempre el teléfono, hasta entró el otro día nada mas irme yo, que te dejé durmiendo, esa golfa te esta rondando…..- de nuevo silencio, no me había percatado, y repasando mentalmente todo el fin de semana, me di cuenta de que salvo a alguna limpiadora por los pasillos o algún cocinero era cierto, esa recepcionista nos trataba casi en exclusiva, joder, si hasta se había metido en mi habitación conmigo dormido y ni me enteré hasta que me desperté y la vi recogiendo la habitación, tumbado apenas cubierto por una sabana que no tapaba muy bien mis erecciones mañaneras, de nuevo me confundí por no darme cuenta.

-YO: ¿y que quieres que haga? ¿La digo algo? ¿O habló con sus jefes?- no sabia muy bien como reaccionar, era al 1º vez que alguien estaba celosa siendo mi pareja.

-ANA: jajaja no tonto, mientras sepas quien es tu chica…… no tengo ningún problema….- su tono sonó tan sensual que solo me pude dar la vuelta.

Al hacerlo vi a Ana completamente desnuda empapada de arriba a bajo goteando por el agua de la ducha, entre abriendo una de sus piernas en el aire y mordiéndose el labio mientras se apoyaba en el marco de la puerta, solo con los reflejos de la luz sobre su cuerpo húmedo me la pusieron tan dura que me arranqué a por ella como un tren de mercancías, desnudándome en un microsegundo y levantándola por el aire subiéndomela a horcajadas, cerrando la puerta de la ducha detrás de mi, la aplasté con cierta violencia contra la pared de la ducha mientras mi polla daba saltos en su culo, me rodeó con su piernas y nos besábamos de forma lujuriosa, sin duda mis manos la habían calentado y sabia que la visión de su cuerpo mojado era demasiada tentación para mi, pensando ahora fríamente creo que hasta me manipuló para marcar territorio, sus celos la llevaron a ese pequeño juego, pero en ese momento me dio igual, según estabamos la penetré con facilidad, aparte de entrenada ya estaba caliente como una perra, y dejando caer el peso de su cuerpo la fui ensartando, sacándola alaridos de placer, mientras mi boca alternaba sus labios, el cuello o sus pechos, dios, la imagen de su cuerpo brillante y húmedo, de sus tetas moviéndose y de su vientre haciendo fuerza al ser penetrado aun me la pone dura hoy en día. Se agarró firmemente a mi cuello, y mirándonos fijamente me ordenó que la follara allí mismo y que se la metiera toda, de la forma más animal que pudiera.

Obedecí, aunque cambien lo deseaba, la sujeté bien de las caderas y usando la pared como palanca la hacia subir y bajar de mi polla lentamente, restregando su espalda por los azulejos, mientras mis manos acariciaban y separaban sus glúteos, poco a poco fui acelerando mis embestidas, gemía poseída y su espalda ya no hacia recorrido, estaba inmóvil recibiendo su petición, mi pelvis golpeaba fuerte sus muslos y seguí haciendo presión hasta que logré metérsela toda en un par de embestidas fuertes, dejándola quieta y totalmente empalada, disfrutando de su cara desencajada y de su repentino silencio, dejando que su interior se acomodara ya a esa fase final, notando como por fin su coño estaba lleno de mi y casi a reventar, sin moverme pude sentir sus contracciones al correrse, solo con sentirla toda dentro se retorció encima de mi, hacia fuerza para tratar de elevarse sobre mi cuerpo, pero la humedad solo la hacia resbalar y volver a estar plenamente penetrada.

-ANA: ¡¡dios Me siento……plena, me va a reventar el coño, dios como me gusta, lléname de tu leche amor mío, fóllame hasta que mi cuerpo no aguante mas!!- me besó desaforadamente, estaba fuera de si.

Pero como me pidió, volví a acelerar mis movimientos, esta vez haciendo fuerza para elevarla y dejándola caer de golpe para volver a ser invadida por completo, di gracias a dios por que aquella mujer que me llenaba mi vida, también podía llenarla con mi falo en su interior, y no solo no la dolía si no que estaba botando como una pelota encima de mi, berreando palabras sin sentido y golpeándome el pecho con cada sacudida que le producían los orgasmos, tantos fueron que sus piernas se des-cruzaron y se mantenían en vilo en el aire, totalmente abierta de piernas, sin ningún tipo de impedimento físico para recibir toda mi enormidad, arrancándola varias corridas seguidas que inundaron aun mas la ducha con sus fluidos, de vez en cuando tenia que levantar su cuerpo con mis brazos contra la pared por que ella ya no se sujetaba de mi cuello, se dejaba caer por la abrumadora tuneladora que era yo, sus gritos se oían por todo el baño y siendo semi publico no es que fuera muy discreto, aun así le dio igual y pedía a gritos que la abriera el coño con mi polla gigante, sus palabras eran el resultado de la excitación y el placer, no de sesudos pensamientos, y yo me estaba poniendo a morir, estaba siendo el viejo Raúl, la maquina de follar, me estaba deleitado con aquella follada hasta que su físico dijo basta, sus piernas cayeron al suelo y me estaba follando una muñeca de trapo, la poción era incomoda para mi, y pese a haber llegado al máximo, lo mas lejos, de lo que había llegado nunca con Ana, ella estaba rogando mas. La saqué de su interior, saliendo de ella un montón de fluidos que estaban taponados por mi verga, la di la vuelta y la aplasté contra la pared, cogiendo de las manos y poniéndolas por encima de su cabeza, con su cuerpo totalmente estirado y pegado a la pared y abriéndola un poco las nalgas la penetre de nuevo por el coño, con ella ya apoyada en el suelo, me fue mas fácil coger velocidad de crucero y terminar de correrme dentro de ella 5 minutos después, lo que me dio tiempo a crear una atmósfera animal, golpeando su trasero de forma violenta y sonora, notando como su cuerpo se contraía con algún que otro orgasmo menos evidente, su cuerpo estaba al limite. Reventé mi esperma dentro de ella con un ultimo minuto casi digno de Zeus y la bestia, eso casi la mata, su cuerpo podía caía al suelo, pero mis acometidas no la dejaban, eran tan rápidas y contundentes que no la permitan bajar el cuerpo antes de que la siguiente llegara, en ese ultimo minuto la acariciaba y agarraba del vientre, cosa que la ponía a 100, y logré eyacular dentro de ella mientras la sacaba el ultimo orgasmo, con su cuerpo casi serpenteando por la pared, recorrido por una fuente eléctrica, moviéndose como una anguila y gritando como un cochinillo en una matanza.

-ANA: ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡DIOS, QUE BIEN FOLLAS PEDAZO DE ANIMAL!!!!!!!!!!- lo gritaba mientras se hacia una pequeña bola en el suelo de la ducha, agarrándose su coño como podía, con ligeros temblores por sus músculos – dios, me duele todo, pero me encanta, eres una bestia, eres mi bestia particular jajajajajjaja.

-YO: ¿estas bien? No quería pasarme contigo pero me has puesto muy caliente – me senté a su lado dejando que mi cuerpo volviera a respirar de forma normal, casi me había obligado a sacar al mejor Raúl, al que domino a la Leona o a las colombianas, claro esta, apenas 30 minutos, y sin llegar a necesitar a la bestia, sentía que me había pasado con Ana, que la había dado mas de golpe de lo que podía soportar, sin ir paulatinamente hasta ese punto, como si al final de una larga escalera la hubiera hecho saltar de golpe los últimos 5 escalones, me había dejado llevar y no fue nada cariñoso ni amable, fue una follada salvaje con todas las letras.

-ANA: estoy bien, solo déjame que me recupere un poco aquí sentada, dios, eres increíble, no me creo lo afortunada que soy, eres guapo, listo, atento, amable, divertido, buena persona, ¿y encima follas así cuando te pones serio?, jajajaj eres un mirlo blanco.

-YO: soy lo que quieras que sea, eres mía y yo soy tuyo.- acerqué mis labios besándonos con gestos cortos y sonriendo mientras su cuerpo se relajaba, le costó más de 10 minutos dejar de temblar y que se le pasaran los espasmos en su vientre.

En esas estabamos cuando sonó la puerta de la ducha, Ana y yo nos miramos, sorprendidos, estabamos los 2 desnudos en el suelo, con ojos cómplices, entendiendo que quizá alguien hubiera oído todo aquello, no habíamos sido nada cuidadosos.

-YO: ¿si?

-RECEPCIONISTA: si, hola, soy la recepcionista del hotel, y…………vera…..algunos clientes se han….quejado de que había alguien gritando en este baño, solo quería comprobar que todo fuera bien.- Ana me sonrío, sin yo entender muy bien el por que, se me acercó al oído.

-ANA: es la golfa que anda detrás de ti.- me susurró, le pregunté con la mirada si estaba segura, me lo afirmó de nuevo tapándose la cara de vergüenza, mirándome sin saber que hacer, esperando mi reacción, respondí.

-YO: si, si, era aquí, todo va bien.

-RECEPCIONISTA: vera, no es que no confíe en usted, pero me han dicho que sonaba como si estuvieran haciendo daño a una mujer, y me tengo que asegurar de que no hay ningún problema.- ciertamente si no estabas muy atento desde fuera algunos gritos de Ana daban para ser mal interpretados.

-ANA: si, era yo, toda va bien, es solo que…..- me miró sin saber como seguir la frase, yo la hacia gesto como desentendiéndome del lío en que se habia metido, bromeando, de golpe se le paso algo por la cabeza y rió juguetona- …..estoy con mi novio y acavamos de follar. – me quedé blanco, no ya por sus palabras, no era dada a hablar así de sucia, si no por que mucho menos era de decirlo tan abiertamente a otros- si, y no vea como me ha puesto, siento las molestias pero es que su enorme polla me mata.- traté de taparla la boca jugando, esa reacción era mas típica de mi que de ella. Pasaron unos segundos de silencio.

-RECEPCIONISTA: lo siento pero voy a tener que comprobarlo, abran la puerta por favor, por su seguridad.

-ANA: claro, pero estamos desnudos- Ana me miraba de forma picara, quería que me metiera en el papel, me picaba con sus gestos y su mirada, quiera que fuera el Raúl mas desvergonzado, pues lo iba a ser.

-RECEPCIONISTA: por favor, abran, tengo que asegurarme de que la chica esta bien.- me ofendió su tono, realmente penaba que la había hecho daño, y odio a los malbaratadores, del tal forma que si veía algo mas allá de lo habitual por la calle me metía por medio, mas aun que me tachen de tal cosa.

Me levanté enfadado ayudando a Ana a ponerse en pie, y con la polla colgando abrí la puerta de golpe quedando completamente desnudo delante de ella, de inmediato su mirada se clavó en mi miembro en reposo, se sacudió la cabeza recordando para que estaba allí y miró a Ana que estaba tapándose con las manos las tetas y el coño, roja de vergüenza, solo estaba la recepcionista en el baño.- disculpe señorita, entonces ¿esta bien verdad?

-ANA: claro que si, nos ofende con su acusación mi novio no es ningún capullo que me ponga la mano encima, es una bestia parda que me folla como jamas te han abierto, así que deja de mirarle la polla a mi chico y de andar detrás de el y lárgate de aquí.- me sorprendí del tono, palabras y agresividad de Ana, era un personaje, la seguí el juego al ver la cara sorprendida de la recepcionista, que había vuelto a mirarme la polla sin tapujos y se vio pillada ante Ana.

-RECEPCIONISTA: si, perdone la confusión…….- volvió a mirármela de reojo- …..solo quiera asegurarme……- la corté cogiéndola del brazo y metiéndola en la ducha pegándola a mi cuerpo, era realmente mona, vestida de traje con falda corta ceñida, me extrañó ni haberme fijado en ella, menos no percatarme de sus miradas.

-YO: asegurarte ¿de que?, ¿de que la tengo tan grande como intuías el otro ida en al habitación?, – se le abrieron los ojos al verse descubierta – ya me ha dicho mi chica que andas detrás de mi, ¿es esto lo que quieres?, comprobar, si, ….lo caliente que te pongo.- la metí mano en el culo mientras me cogía la polla y le daba con ella en la parte del muslo de la falda.

Ana alucinaba de mi interpretación, la recepcionista trataba de separase de mi cuerpo desnudo sin tocarme pero sus tacones de trabajo resbalaban así que casi la tenia que sujetar yo por el culo, trataba de articular palabras pero entre la situación y ver sin apartar la mirada mi polla golpear su pierna con firmeza, no atinaba.

-RECEPCIONISTA: no por dios, perdóneme……..yo no pretendía…..solo déjeme……- sus palabras y gestos eran diferentes, mientras que se trataba de comportar, sus labios se relamían y se mordía deseándome, mi cuerpo desnudo y húmedo resaltaba mis músculos, cada ida mas apreciables a simple vista, y mi polla la estaba empapando la falda con tanto golpe.

-YO: ¿que dices, amor, la dejamos que se una a la fiesta?- pregunté a Ana como si aquello fuera normal para ambos, haciendo temblar a aquella mujer de unos 27 años, que apenas hacia fuerza ya, y casi pedía a gritos mis labios, Ana pilló mi intención.

-ANA; ¿esta golfa? Que va, no te merece, tu eres mi hombre y esta es una cotilla a la que vamos a denunciar ante sus jefes si no tiene la boca cerrada y si no deja de mancharse las bragas cada vez que te ve.- el tono era casi de gente de mal vivir, cogiéndolo de barrio peligroso, además era justo lo que hubiera dicho yo, algo que evitara una mas que posible demanda por acoso si salía de allí – si, zorra, le diré a todo el mundo que nadas detrás de mi chico y que te cuelas en nuestra habitación cuando no estoy, no será muy difícil demostrado, ¿verdad?- se acerco a nosotros y le agarro de las tetas a la recepcionista, que estaba empezando a ponerse caliente como el palo de un churrero ante nuestra actuación, frotándose los muslos.

-RECEPCIONISTA: los siento, no quiera molestar, si les he incomodado les pido disculpas y no volverá a pasar, pero no se lo digan a mis jefes, si se enteran de nuevo me echan.- aluciné, no solo tendríamos su silencio, si no que no era la 1º vez que andaba detrás de algún mozo y la habían pillado.

-YO:: pues tu misma, aquí mi novia y yo vamos a volver a follar y gritar, si quieres te quedas y te doy lo tuyo también o te largas y me dejas en paz, a mi me da igual.

-RECEPCIONISTA: me voy, los siento, por dios, no digan nada pero déjenme que me vaya. – tenia tal susto y excitación encima, que decía una cosa pero sus manos otra, repasaban mi pecho y espalda.

-YO: pues lárgate, pedazo de guarra – la agarró de las manos y me la quitó de encima, la abrió la puerta y la sacó de allí dándole un cachete en el culo, fuerte y sonoro, que le dejó aun mas manos mojadas marcadas en la falda, saliendo de allí roja de vergüenza y del calentón.

Ana y yo empezamos a besarnos y acariciarnos haciendo mas ruido que otra cosa, por si seguía por allí escuchando mientras nos reíamos de la actuación, ella gritaba de nuevo como poseída sin que apenas la tocara.

-YO: jajajaja dios, eres una caja de sorpresas, ¿como se te ocurre?

-ANA: ¿yo? Tu que eres un pervertido jajaja ¿que pasa, te la querías follar?

-YO: que va, solo quería ponerla nerviosa, si la culpa es tuya….

-ANA: ¿como que mía? Yo solo quería gastarla una broma y vas y montas un número.

-YO: ¿y que separabas que iba ha hacer?, soy yo…..- asintió aceptando su culpa.

-ANA: eso es cierto, te dan un dedo y te coges medio brazo, ¿no sabes parar en estas cosas, ni donde poner el limite?.

-YO: no, es parte de mi encanto natural jajajajajaja.

-ANA: jajaja eres malo, dios, no podría follar ni aunque lo necesitara, estoy exhausta.

-YO: tranquila, solo era para asustarla un poco mas, estoy bajo de forma, no se si ahora podría con otra ronda.- me miró sorprendida.

-ANA: ¿como? ¡¡¿Que aun no estas al 100%?!!

-YO: no mi princesa, esto ha sido genial y si no quieres, o puedes mas, no pasaremos de aquí, pero aun hay mas.

Mientras miraba su cara, que sonreía entre la incredulidad y la excitación, yo pensaba, en realidad había bastante mas, de hecho podía aguantar así mas de 5 o 6 horas con mi leona o Elenor, la madre de mis colombianas, aquello si acaso había sido Yasmine, la hija, en un mal día, y aun faltaba Zeus y la bestia, pero no sabia si quería o si podríamos llegar a ese nivel, y en realidad no me importaba, aquello era pasado, y Ana, pese a sus avances en lo sexual, me completaba de tal forma en la relación de pareja, que me daba igual al principio, ya no os digo ahora que habíamos llegado a ese nivel,

La dejé ducharse sola de nuevo mientras yo me di un agua rápida, jamas sabremos los hombres la ventaja que tenemos de darnos duchas rápidas y estar limpios, y lo complejo que es para las mujeres, mas después de bañarla su interior de semen hasta lo mas profundo de su ser. Yo no podía permanecer allí viéndola sin volver a follármela y ella ahora mismo no estaba en condiciones. Me salí a vestirme mientras hablábamos.

-YO: tengo hambre, me vio al restaurante, te espero allí.

-ANA: vale…… aunque puede que tarde…me quiero pasar antes por la tienda de ropa del hotel.

-YO: esta bien, nos vemos si no en la habitación.

Salí de allí contento y feliz, en una espiral ascendente desde que Ana volvió, todo era bueno y mejor con el paso del tiempo, ya hasta Ana y yo podíamos follar salvajemente o gastar bromas actuando desnudos, compenetración total, era mi novia, mi amiga y mi amante, y solo con unas pocas miradas y celos se convertía en una autentica loba defendiendo lo suyo, me pareció adorable ver aquella mujer, que alguno hasta podían llamarla “mosquita muerta” en el pasado, ser así de agresiva.

CONTINUARA……….

 
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