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Relato erótico: “La chica de la curva 3” (POR ALEX BLAME)

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portada criada23

Sin títuloCuando Brooke se despertó yo estaba de pie, desnudo, mirando por la galería las tranquilas aguas del lago. Silenciosamente se acercó por detrás y me abrazó.

—Un centavo por tus pensamientos.

—Primero tendría que desenmarañarlos para poder contártelos. —respondí yo acariciándole lo brazos cubiertos con un fino vello rubio.

—¿Cuál es el problema?

—No sé. En realidad ninguno. Solo que…

—¿Dudas haber estado a la altura? —preguntó Brooke divertida.

—Oh no, no es eso. En realidad sé que no puedo competir en capacidades atléticas con tus compañeros de trabajo, sí algo sé de las mujeres es que para vosotras, el sexo es mucho más que un mete saca con un tipo que parece un búfalo. Es más, lo que me preocupa es que no sé si he actuado bien. Desde que Helena y yo lo dejamos, hace seis meses, no había estado con una mujer y creo que me he dejado llevar por la excitación del momento. No quiero que pienses que no te respeto por el hecho de dedicarte a ese trabajo. —respondí turbado.

—Seis meses, no está mal, eso son como treinta años de abstinencia en una mujer —dijo ella riéndose—No entiendo como no me despertaste otras tres veces esta noche para volver a follarme. Puedes estar tranquilo, hacía mucho tiempo que no tenía una velada tan especial con un hombre y el sexo fue el colofón.

—Sí, sobre todo cuando me corrí como un adolescente salido a la primera caricia. —dije yo recordando avergonzado.

—Oh deja de fustigarte, ¡Cómo sois los hombres! Para mí fue tierno y halagador, y una vez se te pasó el apuro fuiste un amante hábil y atento…

En ese momento no pude evitarlo, me di la vuelta y besé esos labios dulces y sonrientes. Brooke suspiró sorprendida aunque un segundo después estaba devolviéndome el beso con urgencia. Esta vez no hubo ropa que quitar así que en pocos segundos estábamos haciendo el amor de nuevo.

El resto del domingo fue una especie de vorágine. Desayunar, follar; comer, follar; paseo, follar; cenar, follar; follar, follar…

Todo lo bueno se termina, aquel fin de semana se esfumó en un instante y el lunes a las siete de la mañana sonó el despertador de nuevo. Refunfuñando y con mis músculos quejándose por el intenso ejercicio del día anterior me levanté de la cama dejando a una mujer preciosa durmiendo desnuda en mi cama.

El agua caliente me ayudó a despejarme y a relajar mis músculos atenazados por las agujetas. Brooke se coló un par de minutos después en la ducha.

—¿Te vas? —pregunto ella cogiendo un poco de jabón en la palma de su mano y extendiéndomelo por la espalda.

—No tengo más remedio. Hoy tengo que visitar cuatro bodegas. Si no me apuro, llegaré a casa a medianoche.—respondí yo dejando que las manos de Brooke me rodearan la cintura y enjabonaran mi pubis y mi culo.

—¿Pero no te irás antes de haber quedado bien limpio, verdad? —dijo ella mordisqueándome el hombro.

Brooke no me dejó responder y con sus manos increíblemente suaves siguió enjabonando mi pecho y mi vientre a la vez que pegaba su cuerpo desnudo contra mi espalda. En pocos segundos volvía a estar empalmado. Intenté girarme para besarla pero ella me lo impidió y siguió bajando con sus manos.

Mi polla se bamboleaba erecta y hambrienta pero Brooke la dejó a un lado y comenzó a enjabonarme los huevos con suavidad hasta que todo mi bajo vientre hormigueó de deseo. Agachándose me besó y mordisqueó el culo. Con suaves empujones me obligó a inclinarme y a separar un poco mis piernas.

Me sentí un poco inseguro en una posición un tanto femenina. Esta vez fui yo el que se dejó hacer. Con el agua corriendo por mi espalda Brooke cogió mi polla y empezó a masturbarme con suavidad mientras con su boca y su lengua me chupaba los huevos.

Poco a poco fue retrasando sus labios y su lengua hasta llegar a mi ano. En un primer instante me sentí incómodo pensando estupideces, pero la maestría de Brooke con sus manos y su lengua me hicieron olvidar todos los tabúes y me limité a disfrutar hasta que me corrí.

Brooke se apartó y al fin pude darme la vuelta para besarla. Su cuerpo brillaba con el agua que corría por su cuerpo haciendo su belleza irresistible. Esta vez fui yo el que se puso tras ella. Cogiendo champú le eché una generosa porción sobre su pelo y lo froté hasta que toda su cabellera estuvo cubierta de espuma. Con toda la delicadeza que pude le lavé el pelo, metiendo mis dedos entre su cabellera y masajeándole el cuero cabelludo.

Tras lavarle el pelo bajé mis manos y acaricie sus pechos, su cuerpo cálido y resbaladizo volvió a excitarme y mis besos se hicieron más ansiosos e insistentes. Le di la vuelta y me arrodillé frente a ella. Acerqué mi boca a su Monte de Venus y lo besé.

Brooke dio un respingo, separó sus piernas y adelantó su pubis. Embriagado por su calor me agarré a sus caderas y recorrí su vulva con mi boca mordisqueando y lamiendo, sintiendo como el cuerpo de ella se estremecía con cada caricia.

Incapaz de contenerme más me erguí y poniendo a Brooke de cara a pared le penetré. Brooke soltó un gemido y apoyándose en los azulejos comenzó a mover las caderas al ritmo de mis empujones. Mis manos recorrieron su pechos acariciando y pellizcando sus pezones con suavidad.

El coño de Brooke abrazaba mi polla y vibraba con cada embate, mis manos fueron bajando por su espalda hasta llegar a su culo. Agarré sus cachetes y tire hacia mí. Al hacerlo vi la estrecha abertura de su ano y juguetón quise devolverle el placer. Recorrí suavemente la sensible piel que lo rodeaba para a continuación penetrarlo con mi dedo pulgar.

El dedo enjabonado entró con facilidad provocando un largo gemido. Yo excitado, aumenté la fuerza de mis penetraciones mientras movía mi dedo con suavidad en su ano. Brooke empezó a jadear con más fuerza y separó un poco más sus piernas deseosa de que la penetrase más fuerte y más profundo.

—Un momento —dijo ella con la voz entrecortada por el placer— déjame a mí.

Cogiendo un generoso puñado de gel se separó y embadurnó mi polla con él. A continuación se volvió a dar la vuelta y dirigió mi miembro hacia su culo. Mi polla resbaló con suavidad en el estrecho conducto, un pequeño quejido de incomodidad me refrenó y empujé suavemente en su interior hasta que los quejidos cesaron.

Mientras apoyaba una mano en la pared, con la otra, Brooke empezó a masturbarse hasta que los quejidos fueron sustituidos por gemidos de placer. Poco a poco comencé a moverme con más violencia disfrutando de la estrechez y el calor del culo de Brooke. En pocos instantes estaba agarrado a sus caderas penetrándola con todas mis fuerzas haciendo que todo el cuerpo de la joven se conmoviera con mis andanadas. Segundos después Brooke se corrió. Inmediatamente me separé y me agaché para acariciar y besar su sexo y su culo intentando prolongar su placer.

Con Brooke aun jadeante introduje mi polla entre su piernas y me dedique a meterla y sacarla de entre sus muslos hasta que pocos segundo después eyaculé.

Después de volver a lavarnos el uno al otro, salimos del baño, desayunamos juntos y me fui a trabajar.

—No hace falta que te diga que estás en tu casa. —le dije dándole una copia de las llaves.

Con una sensación de tristeza dejé a aquella diosa desnuda diciéndome adiós desde la puerta mientras yo entraba en el coche rezongando y me alejaba a toda pastilla intentado que la espera fuese lo más corta posible.

La verdad es que nunca dejaré de pensar que soy tonto del culo. Pasé todo el puñetero día pensando en ella. Debía de estar en mi naturaleza eso de colgarme por las mujeres. Cualquiera en mi lugar, después de tener una relación como la que había tenido con Helena y le hubiesen dejado tirado de aquella manera, no pensaría en las mujeres nada más que para un polvo rápido y un adiós muy buenas. Pues no, yo me tenía que volver a enamorar como un maldito gilipollas y encima esta vez la relación era ya imposible desde un principio. ¡Estupendo!

Al mediodía llegué a la bodega de los Grisma. Era una pequeña bodega familiar en la orilla derecha del Duero y les tenía un especial afecto porque habían sido los primeros en contratarme. Echamos un vistazo rápido al vino y en cuanto terminamos los dueños insistieron en que me quedase a comer.

—Una buena carne y un mejor vino. —dije yo cuando hubimos terminado.

—Más te vale porque tú eres en parte culpable. —dijo Genaro, el cabeza de familia, un hombre alto y delgado a punto de jubilarse.

—Sí, lástima que no me hagas un poco más de caso, podrías tener un vino excelente. —respondí yo insistiendo en la discusión que tenía con él cada vez que iba a la bodega.

—Y yo te entiendo amigo, —replicó el con una sonrisa y una palmada en mi hombro— pero yo no quiero un vino que se parezca a los demás. Desde hace generaciones venimos haciendo el vino de esta manera. Sé que me tengo que adaptar a los nuevos tiempos y los nuevos métodos de elaboración pero creo que el valor de mi marca es el valor de la tradición y quiero mantener los aromas y los sabores lo más fieles posibles a los originales…

Genaro siguió hablando y yo contestaba y le decía que lo entendía intentando convencerle de mis puntos de vista pero hoy tenía la mente en otro sitio y el bodeguero no tardó en darse cuenta.

—¿Estás bien? Te noto un poco distraído.—preguntó Genaro mirándome con atención.

—No, todo va bien, de veras. Solo que anoche no dormí muy bien y estoy un poco cansado.

—¡Oh! Déjalo en paz Genaro ¿No ves que está enamorado? —dijo Elvira su mujer como quién no quiere la cosa.

Elvira no era una mujer muy habladora pero con un par de frases me había dejado desnudo. Yo me puse colorado, Genaro se rio, Luis, su hijo de veintipocos años se rio, Elvira se rio y yo terminé riendo para no parecer gilipollas.

—¡Joder! —Exclamó el bodeguero—Solo tenías que decirlo. Ve al sofá del salón y échate una siesta. Seguro que te has pasado toda la noche matando a polvos a la afortunada. Ya era hora hombre, desde que dejaste a tu mujer te veía cada vez más tenso y triste. Hoy te noté algo raro en cuanto entraste en casa, pero si no llega a ser por mi mujer no me hubiese dado cuenta que era porque volvías a estar encoñado.

Fueron apenas veinte minutos, pero dormí como un bebe y me levanté con las pilas totalmente cargadas. Me despedí de los Grisma y visité las bodegas que me faltaban procurando entretenerme lo mínimo indispensable de manera que cuando llegué a casa eran poco más de las ocho y media de la tarde.

En cuanto aparqué el coche en la entrada, Brooke salió de por la puerta. Estaba preciosa con un vestido de punto y unas bailarinas. Me saludó al veme salir del coche y se lanzó sobre mí abrazándome. Yo le devolví el abrazó y hundí mi nariz en su cuello aspirando el aroma de su piel y de su pelo.

—Hola Juan, me he aburrido mucho sin ti —dijo Brooke separándose y poniendo morritos.

Yo me limité a asentir embobado mientras observaba a la joven intentando grabar en mi mente cada uno de sus lunares y cada uno de sus movimientos.

—Deja de mirarme como un pervertido y vamos dentro, la cena esta lista. —dijo Brooke cogiéndome de la mano y guiándome al interior de la casa.

Había puesto la mesa con mantel, servilletas e incluso unas velas que ni siquiera sabía que había. En el centro me esperaba una ensalada de arroz de aspecto delicioso.

—No es gran cosa, pero en el pueblo no hay mucha variedad y temía coger el coche para ir a la ciudad y acabar en Sevilla esta vez.—dijo ella un poco insegura.

—Tiene una aspecto increíble —dije quitándome la americana y sentándome a la mesa.

Brooke se acercó y me sirvió una generosa porción de ensalada antes de servirse y sentarse a su vez.

—¿Qué tal te ha ido el día? —preguntó Brooke.

—Bien, bien. —dije dando un bocado pensativo.

—¿Pasa algo? —preguntó ella.

—No, que va… Es solo que había perdido la costumbre de que alguien me esperara con la cena en la mesa y me siento un poco raro.

—¿Cómo era tu Ex?

—Caprichosa, terca, lunática, aguda, mentirosa…

—La amabas—sentenció Brooke.

—Con toda mi alma —repliqué yo—y me ha costado un montón olvidarla.

—¿Qué fue lo que pasó?

—No sé, creo que se aburrió de mí. —respondí yo tratando de ser sincero— Al principio todo era nuevo y mágico. Yo trabajaba y ella pintaba. Decidimos establecernos aquí y ella puso todo su empeño y toda su energía en hacer la casa perfecta para nosotros y mientras hubo algo que hacer en la casa todo fue bien. Pero cuando la casa se terminó se quedó un poco como si no tuviese objetivo. Yo me pasaba muchas horas fuera de casa, incluso más que ahora y la pintura no era suficiente. Este lugar es precioso pero un poco solitario, supongo que no aguantó y se marchó dejándome la casa y la hipoteca.

—¿Lo supones?

—Sí, porque en realidad nunca recibí una explicación, un día volví y ya no estaba. Cogió sus cosas y desapareció. Le llamé por teléfono pidiéndole una explicación pero me dijo que no lo entendería y me colgó llorando, suplicándome que no le volviese a llamar. —respondí yo aun con un deje de amargura en la voz.

—¿Has vuelto a saber algo de ella?

—Hace un par de meses me encontré con una hermana suya por casualidad. Me dijo que vive en Francia y que tiene un nuevo novio.

—Que historia más triste, —dijo Brooke sentándose en mis rodillas y metiendo la mano por dentro de mi camisa— será mejor que haga algo para animarte.

Quince minutos después estaba en la cama abrazando su cuerpo desnudo mientras ella cabalgaba en mi regazo subiendo y bajando con suavidad, sin dejar de mirarme a los ojos. Esos ojos azules me miraban con tal intensidad y abandono que sentía que me estaba haciendo el amor con ellos. Nos dimos la vuelta. Con mi cuerpo sobre ella envolvió mi cintura con sus piernas y agarrándome por el pelo me obligó a sumergirme en aquellos dos lagos azules. La presión de mi cuerpo y el rítmico golpeteo de nuestros sexos acabo en un orgasmo tan intenso e intimo que me conmovió.

Nos separamos jadeando y sudando y nos quedamos casi inmediatamente dormidos.

Inevitablemente sentí como aquella mujer me atrapaba con su sensualidad. Por la noches hacíamos el amor, por el día pasaba el tiempo pensando en ella mientras trabajaba.

Finalmente llegó el día de la despedida. En realidad recuerdo muy bien que recibí la noticia con una mezcla de tristeza y alivio. Sabía que al día siguiente estaría a diez mil quilómetros de distancia, probablemente no volvería verla en mi vida y pronto solo sería la mujer que encontré en la decimoquinta curva. ¿O no?

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alexblame@gmx.es

 

Relato erótico: “La napolitana” (POR MARQUESDUQUE)

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verano inolvidable2LA NAPOLITANA

Sin títuloHola, me llamo Marina. Tengo 38 años, estoy casada y tengo un hijo de 16. Aunque mi marido es un poco simple y algo repetitivo en la cama, es viril y buena persona. Soy feliz en mi matrimonio y me considero sexualmente satisfecha. Quiero, tanto a mi marido como a mi hijo, y nunca había pensado en tener una aventura fuera de mi relación conyugal.

Mi marido y yo pensamos que era importante que nuestro hijo supiera idiomas. Como inglés ya sabe todo el mundo y el chico tampoco era muy estudioso, decidimos que estudiara italiano, que se parece al español y podía ser fácil para él. Para completar su aprendizaje establecimos contacto por Internet con una familia italiana cuya hija estudiaba castellano, y nos pusimos de acuerdo para que nuestro hijo pasara allí un mes en verano, alojándose en su casa, y la niña pasara un mes con nosotros aprendiendo español.

El primer día de Agosto mi marido fue a recoger al aeropuerto a nuestro hijo y a la chica, una napolitana, según las cartas del chaval, preciosa, de su misma edad. Las vacaciones de verano las pasábamos en un chalet en la playa de una localidad costera española. Cuando mi marido llegó con nuestro hijo y la chica, pude ver que no exageraba en la correspondencia. La chica era un bellezón. Morena, de ojos negros, con un gran tipo. Hola, se presentó, me llamo Lucia (lo pronunció Luchia de una forma encantadora) Su sonrisa brillaba iluminándolo todo. Cuando me giré vi a mi marido y a mi hijo babeando con caras de idiotas.

Debo confesar que la primera impresión que me causó la napolitana no fue del todo favorable. Ella era amable, especialmente conmigo, se ofrecía a ayudarme con frecuencia y soportaba sin enfados las miradas de embeleso de todos los hombres que se la cruzaban, mi marido y mi hijo incluidos. Que fuera un encanto era tal vez lo que me ponía tan nerviosa. Eso y que todos los hombres a su alrededor pareciesen haberse vuelto lelos de repente. Yo era la más guapa de mi grupo de amigas y estaba acostumbrada a ser la “abeja reina” en las reuniones sociales. Iba al gimnasio, hacía dieta y me mantenía todo lo guapa que podía, de modo que los hombres todavía se giraban para verme pasar. De repente, esta belleza adolescente me recordaba que me estaba haciendo mayor, que pronto llegaría a los cuarenta y que nuevas generaciones reclamaban el trono.

Y el caso es que su conducta era en todo momento intachable, aceptaba los cumplidos con una sonrisa, no tenía malas caras para nadie, se comportaba como una chica normal, como si ignorase el efecto que causaba en los hombres. Jugaba con mi hijo como si fuera su hermano, fingía encontrar interesantes las batallitas que mi marido le relataba, simulaba no darse cuenta de los ojos clavados en ella cuando se ponía el bikini para ir a la playa… y a la vez tampoco coqueteaba con nadie y era más atenta conmigo que con ninguno de sus admiradores, a pesar de mi antipatía en un principio.

Poco a poco me fui rindiendo a la evidencia: la chica era un cielo y yo una bruja. La verdad era que me había ganado y no podía negarlo. Cierto día estábamos en la playa luciendo unos bikinis muy sexys. Por supuesto todos los hombres de alrededor estaban extasiados mirándola. Ella se apretaba a mi como buscando protección. Allí estaban mi marido, mi hijo, nuestros vecinos de al lado y un par de amigos de mi hijo. A todos cayéndoseles la baba. Trataban de convencerla de que los acompañara a la piscina. Ella se negaba argumentando que, como yo, prefería el mar. Yo sabía que no tenía, en realidad, preferencia alguna, simplemente escogía estar conmigo que la trataba como a una persona normal, ocasionalmente, incluso, con brusquedad, a estar rodeada de pelotas que la trataban como a una diva, papel con el que no parecía sentirse a gusto. Que eligiese mi compañía a la de sus aduladores, y eso que entre los amigos de mi hijo había algún chico bastante guapo, aumentó mi simpatía hacia ella.

Cuando nuestros acompañantes se cansaron de insistir y se fueron a la piscina, rodeé a Lucia con mis brazos y la bese en la mejilla. Ella agradeció mi gesto, que parecía sellar la paz definitiva entre nosotras (a decir verdad, nunca había habido guerra) y me abrazó jubilosa. Sus pezoncitos erectos a través del bikini rozaron mis pechos. Le di una palmada en el culo y le dije: Ala, vamos al agua. En el mar jugamos un rato. En un momento dado me rodeo la cintura con las piernas y me abrazó de frente. Ya te tengo, le dije siguiendo la broma. Estaba preciosa, con el pelo mojado y sus senos tratando de escapar del bikini. Pensé que esa situación, para mi normal, habría hecho las delicias de los chicos que la cercaban minutos antes. Entonces, ella me besó rápidamente en los labios y escapó nadando hasta la orilla. Quedé azorada en el agua. De pronto tenía calor y los pezones duros. Me recompuse y fui a la orilla. Ni ella ni yo comentamos el tema.

Durante todo el día estuve pensando en lo sucedido. ¿Qué había pasado en el mar? ¿Era todo un juego o había algo más? ¿Era un beso de cariño como cuando yo le había besado la mejilla? ¿Había sido premeditado o un mero accidente? ¿Sería la niña lesbiana? Peor aún ¿lo sería yo? Porque no podía fingir que no me había excitado. Había quedado toda mojada y no solo por el agua del mediterráneo. Todavía me ponía caliente cuando me acordaba. Eso podía ser fruto de una sugestión erótica, razoné yo, al ver a todos los tíos cachondos por ella. Traté de recordar la última vez que besé a una mujer de esa manera. No debía ser mucho mayor que Lucía. Tenía una amiguita en el instituto, empezábamos a salir con chicos y teníamos miedo de no besar bien, así que ella me propuso practicar entre nosotras. Al principio me daba un poco de reparo, pero ella me convenció. Visto con perspectiva, creo que ella era declaradamente bisexual y solo intentaba seducirme, pero yo era muy inocente entonces. Empezamos a besarnos y poco a poco le fuimos cogiendo el gusto. Fueron los primeros besos con lengua que di. Luego los ensayaba con mis ligues masculinos con éxito. Durante varios meses mi amiga y yo seguimos “practicando” aunque era obvio que no lo necesitábamos. Aprovechábamos cualquier ocasión para quedarnos a solas y enrollarnos. Nunca pasamos de ahí. Al acabar el curso cada una fue a veranear a un sitio y luego a universidades distintas. Nos vimos alguna vez más, pero ya no hicimos nada. Poco a poco fuimos perdiendo el contacto. No había vuelto a pensar en aquello desde entonces. Siempre lo consideré un “affaire” de juventud sin mayores consecuencias. Desde entonces mi vida sexual se centro en los hombres. Tuve un par de novios, perdí la virginidad con uno de ellos, conocí a mi marido, me casé, tuve un hijo… nunca se me ocurrió que podía excitarme con una mujer de nuevo, ni mucho menos una mucho menor que yo.

Con el paso de las horas me fui tranquilizando. Un calentón lo tiene cualquiera. La chica era una monada y ver a tantos bobos locos por ella sin duda me había afectado. En cuanto a ella, aunque el hecho de que fuera lesbiana y yo le gustara explicaría muchas cosas, era mucho más probable que el beso no fuera intencionado o no significara nada. Sin duda había buscado mi mejilla y se había encontrado con mis labios por casualidad. Solo era un gesto de afecto y yo le estaba dando demasiadas vueltas. Además, aunque fuera lesbiana, seguro que preferiría a una chica de su edad antes que a una vieja (desde su punto de vista) como yo. Reforzada por estas ideas me olvidé del tema.

Al día siguiente Lucia me llamó al baño antes de irnos a la playa. Se estaba probando bikinis y ninguno le convencía. Cuando llegué casi me da un infarto. Allí estaba ella, con el bikini en la mano y las tetas al aire. Con la mayor naturalidad. De nuevo noté húmeda la entrepierna y esta vez no tenía la excusa del mar. Ninguno me sienta bien, ojalá tuviera tu delantera, me dijo con modestia no se si real o fingida. Cierto que yo tenía un poco más de pecho, pero ella era una adolescente y no necesitaba más para volver a todos los hombres locos… y no solo a los hombres. No seas tonta, le dije, tienes unas tetitas preciosas. Gracias, respondió ella sonriendo, pero seguro que este bikini te sienta mejor a ti. Pruébatelo. Lo hice procurando que no se me notara el nerviosismo. Las dos éramos chicas, no había motivo para que no nos cambiáramos juntas. Cuando dejé mis tetas al aire ella me sorprendió de nuevo. Alargó las manos y me las cogió. Ves, tú las tienes más grandes, te sienta mejor todo. Me quedé paralizada. No sabia que hacer. Lucia me frotaba los pezones con los pulgares. Tragué saliva y contesté: Eso son chorradas, tienes a todos los tíos enamorados de ti. Entonces ella me soltó los senos (por fin) y me cogió las manos, para llevárselas a los suyos. Eso era peor, ahora era yo la que la palpaba a ella. Las mías son más pequeñitas. Parezco un chico. Rebelada por su auto desprecio le espeté: Eres la chica más bonita que he visto nunca. Ella sonrió y me soltó las manos, pero inexplicablemente yo no le solté las tetas. Volvió a cogerme las mías y las dos estuvimos unos instantes como en trance metiéndonos mano. Mi marido me llamó y eso rompió el hechizo. Nos pusimos cada una nuestro bikini y salimos del baño.

Después del episodio de las tetas no sabía que pensar. Aquello era lo más cerca que había estado de serle infiel a mi marido… ¡y con una chica a la que doblaba en edad! Aunque al principio todo había transcurrido de un modo natural y podía interpretarse de muchas maneras, el final no dejaba dudas: Había habido un roce erótico entre las dos y no se podía negar. Lo que no sabía era lo que iba a pasar a continuación.

Pasé las horas siguientes intentando que no se me notara el desconcierto. Afortunadamente, tanto mi marido como mi hijo estaban demasiado ocupados adorando a la diosa del panteón latino como para reparar en mis cambios de humor. Esa misma tarde decidí coger el toro por los cuernos y hablar a solas con Lucia. La encontré en su habitación (la habitación de invitados donde la habíamos alojado) sentada en la cama.

– Lucia, cariño, te apetece que hablemos de cosas de chicas – le dije sentándome junto a ella.

– Claro Marina – respondió pegándose a mi – desde esta mañana no hemos podido estar solas.

– Bueno, de eso quería hablarte. Aquello… fue un poco loco, ¿no? – podía notar su calor sobre el blando colchón, sin darme cuenta me había cogido la mano.

– Oh, te has sentido incomoda por mi culpa. Lo siento.

– No te preocupes. Lucia, en Italia ¿tienes novio? – por primera vez pude ver que con esta pregunta la incomoda era ella y no yo.

– No

– Pero tendrás muchos chicos detrás. Eres una chica muy bonita – mientras decía esto le apartaba el pelo de la cara. Tenía una cara preciosa. El rubor le sentaba bien.

– Los chicos no me interesan. Quiero decir… – casi había confesado su homosexualidad y estaba avergonzada por ello. Me inspiró ternura.

– Tranquila cielo – la interrumpí para echarle un cable – todas hemos tenido problemas con los hombres en un momento u otro. Cuando tenía tu edad me horrorizaba no besar bien. A veces practicaba con mis amigas. ¿Quieres que tú y yo practiquemos un día? – no podía creer lo que acababa de decir. Estaba seduciendo a la Napolitana como mi amiga me había seducido a mi 20 años antes. Aquello era lo que había ido a evitar y yo misma lo estaba provocando. ¿Qué me pasaba? ¿Cómo podía estar haciendo aquello?

– ¿De verdad? – se limitó a contestar ella. Como impulsada por un resorte dirigí mis labios a los suyos y la besé. Tardó un poco en reaccionar pero cuando lo hizo fue como un dique que se desborda, me abrazó y caímos tendidas sobre la cama comiéndonos las bocas. Su lengua asomó como una viborilla y ahí perdí del todo el control. Estuvimos varios minutos así. Cuando acabamos nos echamos a reír.

– Tengo que preparar la cena – le dije como despedida y salí de su cuarto.

Durante la cena y en los días siguientes pude observar un espectáculo singular. Caída la mascara del prejuicio y especialmente sensibilizada por los acontecimientos recientes, me di cuenta de lo que había estado delante de mis narices toda aquel tiempo. Lucia no solo era lesbiana sino que estaba colgada conmigo. ¿Qué por qué una adolescente me prefería a mí que a las chicas de su edad? Eso era un misterio. La misma cara de embeleso con la que mi marido y mi hijo y todos los hombres que la rodeaban, la miraban a ella, era la que ponía ella por mí. Y no solo desde los besos, había sido así desde el principio. Desde que había llegado a mi casa. Todos los galanes intentaban enamorarla y ella solo quería estar con el ama de casa. Era enternecedor.

Cruzábamos miradas de complicidad y deseo ante la ignorancia de los presentes. Se sonrojaba ante mis halagos, como ignoraba los de los demás. Un roce de manos o un beso en la mejilla adquirían un significado especial. Esa noche busque a mi marido para hacer el amor. Lo había evitado desde su llegada del aeropuerto. En el fondo creo que era una venganza inconsciente, una manifestación de mis celos por como miraba a la niña. No quería tener sexo con él sabiendo que pensaría en ella. Ahora, sin embargo, la que pensaba en ella era yo. Tenía que sacarme la calentura de alguna forma y esa parecía la más lógica. Curiosamente, esa noche tuve más la sensación de serle infiel a Lucia con mi marido, de la que había tenido de serle infiel a él con ella cuando nos besamos en su habitación o cuando nos tocamos las tetas en el baño.

Transcurrieron varios días en que no pasó nada. El erotismo entre ella y yo habría podido cortarse con un cuchillo. Supongo que un cierto sentimiento de culpa y el miedo a ser descubiertas, si nos dejábamos llevar de nuevo, nos contuvo. Cierto día mi marido programó una excursión para los chicos a un pueblo cercano. Quería que mi hijo y la italiana vieran un monumento de notable belleza en su opinión. Yo ya lo había visto en varias ocasiones así que me libraba. Además tenía cosas que hacer en la casa. Pensé que un día entero sin ver a Lucia me vendría bien. No andar todo el día excitada por primera vez desde el beso en el mar sería un descanso. Despedí a mi marido con un beso en los labios y a mi hijo y a la napolitana con uno en la mejilla. La chica me abrazó con fuerza como si no me fuera a ver en mucho tiempo. Nada más lejos de la realidad. Aún no hacía media hora que se habían ido cuando pude ver por la playa a Lucia, tan bella como siempre, regresar a casa. Cuando llegó a mi altura, ante mi mirada interrogante, se limitó a frotarse la tripa y afirmó: No me encontraba bien. Les he dicho que siguieran ellos, que yo volvería a casa sola. Te dolía la barriguita, le dije yo, interpretando su gesto. Ella sonrió por respuesta. Era obvio que se había escaqueado para que nos quedáramos a solas. Hacía tiempo que nadie se tomaba tantas molestias por mí. Adiós a lo de pasar un día sin excitación sexual. Le devolví la sonrisa, nos cogimos de la mano y entramos a casa.

Ambas sabíamos lo que iba a pasar, pero no había especial prisa en que pasara. Terminé de limpiar mientras ella me ayudaba con los cristales. Cuando acabamos nos bañamos en la piscina. Nada más zambullirnos me rodeó con las piernas por la cintura, como había hecho en el mar unos días antes. ¿Podemos seguir practicando lo de los besos? Preguntó con voz de niña inocente. ¿Qué la ultima vez no te quedó claro? Respondí haciéndome la tonta. Sin más preámbulos empezamos a besarnos como si nos fuera la vida en ello. Apretaba sus labios, sorbía su saliva, acariciaba su lengua con la mía. No sé el tiempo que estuvimos así pero debieron ser varios minutos. Estamos solas, no hace falta que lleves esto, le dije, quitándole la parte de arriba del bikini. Sus tetas aparecieron gloriosas entre el agua. Entonces tu tampoco, contestó quitándomelo a mi. Al abrazarnos de nuevo nuestros pezones se juntaron. La besé en el cuello y fui bajando hasta los objetos de mi deseo. Llevaba desando chuparlas desde el magreo en el baño. Nunca lo había hecho, pero sabía como me gustaba que me las lamieran a mí y así lo hacía yo. A juzgar por los gemidos de Lucia era buena en ello. Le rodeaba la aureola del pezón con la lengua y luego succionaba ligeramente. Después pasaba al otro pecho, lo cubría de besitos y volvía a empezar. Mis dedos se deslizaros por la entrepierna de mi diosa que se abrió toda ella a mis roces y caricias. Por fin ella tomó la iniciativa y después de meterme la lengua en la garganta de un morreo bajo la boquita y me chupo los senos con pasión. Se notaba que ella también llevaba tiempo deseando aquello. Me daba mordisquitos y lengüetazos, mientras, su mano imitó la mía y apretó mi vagina, frotándome el clítoris. Estuvimos besándonos y masturbándonos anta que ambas nos corrimos. Fue muy intenso. Exhaustas y felices salimos de la piscina.

Comimos desnudas para estar más cómodas. Hacía calor así que no fue un problema. Lucía no paraba de reírse y de decirme lo guapa que era y lo que le había gustado desde el principio. Me sentí halagada. Después de comer nos tumbamos juntas a dormir la sienta, aunque como imaginareis no dormimos mucho. Nos acariciamos por todo el cuerpo mientras nos besábamos. Ella se frotaba el coño en mi muslo y pronto yo encajé mi pierna alrededor de la suya para hacer lo mismo. Estuvimos masturbándonos así un rato, luego abrimos las piernas como formando unas tijeras y nos restregamos los conejitos uno contra el otro. Al borde del éxtasis paré y comencé a besarla por todo el cuerpo. Le lamí los pies, las piernas, la cara interna de los muslos, el culete tan perfecto que tenía y, finalmente, el chochito. Lo degusté con parsimonia. Ni en el momento de mayor pasión con mi amiga en la adolescencia se me hubiera ocurrido tal cosa. Simplemente nunca antes había sospechado que me pudiera gustar comerme un coño, sin embargo allí estaba, chupándoselo a esa chica como si fuera el más alto manjar, como si me fuera la vida en ello. Sus gritos de placer me indicaban que estaba disfrutando. Lamía su clítoris, lo succionaba y luego metía la lengua en su vulva para moverla de un lado a otro. Pronto la noté corriéndose en mi cara.

Necesitó unos instantes para recuperarse. No dejamos de acariciarnos en todo el tiempo. Lentamente fue besándome en la cara, los labios, el cuello, las tetas, la barriga, deteniéndose en el ombligo, jugueteó con mi vello púbico, hasta comerme la entrepierna como no lo ha hecho ningún hombre. La paciencia, el cariño, la entrega con que lo hizo están aún en mi recuerdo. Cuando estallé en el mayor orgasmo de mi vida y mojé su boca, ella escaló por mi cuerpo hasta que nuestros labios se unieron en un beso que pareció no terminar nunca.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
jomabou@alumni.uv.es

 

Relato erótico: “Emputeciendo a una jovencita (5)” (POR LUCKM)

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herederas3Eva se marcho a casa y yo me quede charlando con su madre.

Yo – Bueno, te veo encantada con todo esto.

Ana – Si, debería sentir asco de mi misma pero me da igual, mi niña se lo pasa como una loca y yo también la verdad, mientras no se sepa.

Yo – Jeje, hoy subiremos el nivel.

Ana – No puede ser, me marido regresa justo hoy.

Yo – Exacto. Bueno, deja de hablar y ven a chuparme la polla.

Ella se acerco, se arrodillo y cogiendola con la mano empezó a lamerla.

Ana – Puedo preguntar algo?

Yo – Claro.

Ana – entiendo las cámaras en casa, es morboso que siempre te puedan ver, pero por que nos sigues grabando cuando follamos? Obviamente estamos sometidas, no necesitas chantajearnos.

Se metió la polla en la boca y la fue sacando despacio mientras sorbía bien fuerte.

Yo – Me gusta tener una colección porno de dos pijas como vosotras, y además se que cada video que hacemos os sentís mas putas. Cuando aparece la idea en vuestras cabecitas de volver a tener una vida normal pensáis en los videos y sabéis que el único camino es ser todavía mas guarras, verdad?.

Ana – Si, la verdad es que si.

Yo – Además tu ya eres una guarra, pero tu niña todavía no. Cuando se enamore me la follare mientras me lo cuenta, antes de su primera noche con el me la follare también, veré como lo hacen la primera vez. Cuando se case igual me la follo también la noche de bodas, igual hasta la preño yo.

Ana – Pensé que igual esperabas y te casabas tu con ella.

Yo –Tampoco es mala idea, pasaríamos unas navidades estupendas.

Ana – Ufff, si, no quiero ni pensarlo.

Yo – Bueno, va siendo hora de ir a trabajar, termina la mamada.

Ella empezó a chupar mas fuerte, acariciaba mi polla con una mano y masajeaba los huevos con la otra. No pude aguantar mucho, cuando noto que me corría pego sus labios a mi capullo como una ventosa y sorbió todo mi semen según salía. Luego me lo enseño con unos ojitos de guarra que eran increíbles y lo trago. Se levanto.

Ana – Joder, nunca pensé que llegara a gustarme tanto comer polla y tragar semen…

Yo – Si, la de cosas que aprendemos jeje.

Deje una cosa sobre la mesa y le di unas sencillas instrucciones para la noche.

Pase el día en la oficina de lo mas relajado, tener dos putas tan bien dispuestas la verdad resultaba una maravilla.

Llegue a las seis a casa y puse las cam para ver a mis putitas.

Ana estaba con su marido y otra pareja en el salón de su casa. Tenían la misma pinta que ellos, el algo mayor, trajeado, ella una señorona cubi$erta de ropa hasta el cuello y con unas perlas bastante gordas. Hablaban de las niñas. Sonreí, que poco había tardado mi putita en ponerse a trabajar. Puse la cam de su habitación. Estaba en su mesa estudiando con una chica morena, tenia una larga melena rizada y se intuían unas buenas tetas.

Estaban charlando.

Eva – Jo, que tostón de trabajo, esa profe y yo no vamos a llevarnos muy bien.

Laura – Jejeje, si, es un poco pesada. Bueno ya lo terminaremos. Que haces hoy?

Eva – Nada, mis padres no me dejan salir demasiado, tu?

Laura – Creo que nada, lo malo de vivir donde vivo es que salir es difícil, y mi padre no quiere que coja un taxi sola.

Eva – Pues estamos bien las dos. Oye, por que no te quedas a dormir. Están mis padres así que no pondrán pegas, y hay otra cama debajo de la mía.

Mientras decía eso miro fijamente donde estaba escondida mi cam, y sonrío.

Laura – No se.

Eva – Bueno, da igual, hace un mes que solo hablo con mis padres, estoy muy saturada.

Laura – Bueno, vale, preguntemos.

Las vi salir y escuche la charla, pusieron cara de buenas y tras prometer que saldrían a dar un paseo y que a las diez y media estarían en la cama ambos padres cedieron. Ana miro a su hija con curiosidad, sabia lo que tramaba.

Sin títuloSe dirigieron a la puerta y salieron de la casa. Escuche un rato la conversación de los padres pero me aburrí así que le mande un sms a mi putita para que me llamara desde cuando estuviera sola. No tardo ni diez minutos.

Eva – Te gusta amo?

Yo – Si, es muy mona, justo lo que quería, consigue que se duche y después…. Ah y antes de subir a tu casa…

Al cabo de una hora llamaron a la puerta. Entro con su amiga.

Eva – Hola Carlos – Y me dio dos besos- Esta es mi amiga Laura – ella se quedo en la puerta no muy segura de deber entrar en casa de un desconocido.

Eva – Tranquila Laura, es amigo de mis padres.

Laura – Ya, perdona, me tienen prohibido estar con hombres a solas y menos en su casa.

Eva – Bueno, no estas sola con el verdad? Estoy yo, además mis padres están justo arriba.

Ella la miro y se decidió a entrar, le di dos besos también a ella cogiendola por la cintura, note como se ponía tensa.

Eva me miro con cara de picara.

Eva – Necesito un favor.

Yo – Dime.

Eva – Nos darías algo de alcohol, Laura se queda en casa y vamos a hacer una fiestecita.

Laura – Pero yo no bebo.

Eva – Tranquila, arreglaremos eso.

Yo – ok, pero que no te pille tu padre.

Me acerque al mueble bar, saque una botella de tequila sin abrir y se la di. Ella la copio rápidamente y la metió en su bolso. Me dio un beso en la mejilla y salieron. Puse las cam del piso de arriba, las vi entrar en casa, los padres de Laura ya no estaban.

Jorge le dio un beso a su hija.

Jorge – Uff, como oléis a tabaco. Donde fuisteis?

Eva – A tomar una coca a un bar papa.

Jorge – Pues ducharos por favor, odio ese olor.

Laura – Lo siento, no me traje ropa.

Jorge – No te preocupes, Eva tiene ropa de sobra, mas de la que necesita la verdad.

Casi subo a besar al padre.

Entraron en la habitación de Eva, Laura puso el pestillo. Eva se acerco y lo quito.

Eva – No te preocupes, mi papa jamás entraría en mi habitación sin avisar diez minutos antes que iba a venir, me da que el tuyo tampoco.

Laura se rio.

Laura – Si, creo que se lo que dices, seguimos siendo su princesitas. No quieren ver que crecimos.

Eva – Exacto, y parece que las dos crecimos bastante bien.

Eva se saco el polo que llevaba.

Eva – A veces me parecen muy grandes – dijo mirándose el pecho.

Se acerco a un armario y lo abrió.

Eva – Coge lo que quieras, menos la ropa que hay al fondo del cajón de la ropa interior. Esa es mejor que no – Y le guiño un ojo-

Eva se quito la falda y en ropa interior se dirigió a su baño, dejando la puerta entornada.

Cuando se escucho el agua correr Laura se dirigió al armario y abrió el cajón de la ropa interior. Era una delicia ver a Eva ducharse, procuraba enjabonarse muy despacio, sus tetas, su coño, y siempre se metía un par de dedos en su coñito para mi deleite. Mientras, Laura sacaba la ropa que yo le compre a Eva y la examinaba con cara de sorpresa. Cuando escucho que el agua dejaba de correr volvió a guardarla rápidamente. Eva salio del baño con una toalla en su cabeza y otra envolviendo su cuerpo. En la habitación dejo caer la toalla y completamente desnuda empezó distraídamente a buscar que ponerse. Laura la miro sorprendida.

Laura – Te lo depilas?.

Eva – Si, es una gozada verlo así, y esta suavecito, me encanta. – Se paso un dedito por su rajita mientras lo decía.

Laura cogio la ropa que había elegido y fue al baño. Entro y cerro la puerta, me encantaba, iba a ver algo que ningún hombre había visto nunca. Ella se desnudo despacio, examinando el baño mientras lo hacia, miro con sorpresa la ducha, no había cortina, yo le había ordenado a Eva que la tirara días atrás.

Cuando se soltó el sujetador supe que me la tenia que follar, sus tetas eran mas grandes que la de Eva, en unos años se echarían a perder pero en ese momento eran una maravilla, grandes, duras, unos pezones oscuros, pequeños. Después vinieron sus bragas, grandes, y cutres, como las que Eva y su madre usaban antes. Asomo una mata de pelos negros, rizados. No se lo cuidaba mucho, se notaba, paso los dedos por la melena de su coño mirándose al espejo, comparando seguramente con el de Eva. Se hizo una cola en el pelo y se puso uno de esos gorritos para no mojarse el pelo, verla con los brazos arriba, sus grandes tetas me dio una imagen que tardare mucho en olvidar. A continuación se ducho. Se vistió antes de salir, Eva estaba desnuda, se estaba pintando las uñas de los pies. Al ver salir a laura se vistió a toda prisa, se puso una larga falda sin nada debajo un suje y una camiseta.

Laura – No olvidas algo?

Eva – Jejeje, nop, me gusta ir así, sobre todo con papa en casa.

Laura – Por?

Eva – Nunca eres mala? Tanta represión… tengo que escapar por algún sitio.

Laura – Estas loca.

Eva – Vamos, ahora me dirás que ni te masturbas cuando nadie te ve.

Laura – Nunca!

Eva – Jajaja, pues debes despertarte en mitad de la noche mojadita bastante a menudo.

Laura se puso roja y miro el suelo.

Eva – Vamos, quítatelas tu tb.

Laura – No.

Eva se acerco a ella, metió las manos bajos un falda, bastante mas corta que la que había elegido ella y se las bajo. Laura la miro sorprendida pero la dejo hacer. Nada mas quitárselas y tirarlas a un rincón llamaron a la puerta y entro la madre.

Ana – Vamos niñas, dejar de hablar y a cenar.

Salieron las tres Laura seguía roja. Durante la cena Eva forzó la cosa para que su padre hablara todo el rato con Laura, ella estaba azorada, se notaba que no paraba de pensar en su expuesto coño. Vi como Ana cumplía mis instrucciones y le echaba un par de pastillas machacadas a su marido en el postre. Las niñas se fueron a su dormitorio, Eva cogio una jarra de agua y unos vasos. Jorge no tardo en empezar a bostezar y se fue a su habitación, espere 15 min

Nada mas llegar a su habitación Eva Puso un par de copas, con la de Laura mucho mas cargada que la suya y se quito la ropa del todo, luego saco un par de minúsculos camisones y se puso uno tendiéndole el otro a Laura.

Laura se quito la ropa tratando de ocultar su coño.

Eva – Duermes con suje?

Laura – No, lo siento, me daba vergüenza.

Eva – Si quieres cambiarte en el baño – dijo sonriendo.

Laura la miro un poco desafiante.

Laura – No, no hace falta – Se quito el suje frente a Eva y a mi, todo sea dicho.

Eva – Jo, son preciosas.

Laura – Gracias.

Y se puso el camisón. Pusieron un poco de música y empezaron con las copas.

Eche un vistazo a la cam del dormitorios de los padres y viendo que estaba todo en orden subí entrando silenciosamente hasta su dormitorio. Una vez cerrada la puerta yo no se nos oía fuera. Instale el Portátil con sonido para ver a las dos zorras, una cámara extra de video y bese a Ana que estaba esperando con cara de nerviosismo.

Ana – Esto es muy fuerte.

Yo – Pues ya veras. Desnúdate y desnúdale a el.

Ella se quito la ropa a toda prisa, quitarle la ropa a el fue mas complicado, estaba nerviosa.

Ana – Seguro que no se despertara?

Me acerque, le di dos bofetadas a Jorge y le dije

Yo – Eh, Jorge, hace días que me follo a tu mujer y a tu niña, no te importa verdad?

Le cogi la cabeza moviéndosela como si dijera no e imitandos su voz – No, por favor, un placer, dales duro, son un par de zorras.

Yo – Ahora juega con su polla.

Ella se acerco y se puso a tocarla, al instante s puso dura como un palo.

Ana – Nunca se la había visto así, siempre lo hacíamos a oscuras tapados.

Yo – Tranquila, esta noche no se le bajara, aparte del somnífero le diste una viagra, la va a tener dura un buen rato. Ahora ven, te voy a enseñar a la nueva puta.

Le puse un par de fotos que había sacado del video de antes en las que se veía a Laura completamente desnuda.

Ana – Como esta la niña.

Yo – Ya te digo.

Ana – Te la vas a follar?

Yo – Si, Ahora chupame la polla delante del cornudo de tu marido, que vea lo guarra que es su señora mientras veo como trabaja la zorra de su hija.

Ana – Ummm, encantada. – Se arrodillo y empezó a chuparmela.

Eva estaba en la habitación con Laura, la botella había bajado bastante. Se reían como tontas, a Laura se le notaba bastante la borrachera, Eva disimulaba y le iba sacando las confesiones que me interesaban. Que si se despertaba caliente muy a menudo, que fantaseaba con un amigo, y al final que si, que se pasaba un dedito por su rajita de vez en cuando. Apenas quedaban un par de dedos en la botella.

Eva – Pues deberías probar con el coño bien depilado.

Laura – Ya, pero como lo hago, me da vergüenza ir a un sitio de esos, tu como te lo hiciste?

Eva – Jajaja, esa historia ya te la contare otro día.

Laura – Por?

Eva – hay secretos inconfesables

Laura – Pero yo ya te conté que a veces me masturbo, que puedes esconder?

Eva – Mucho, mucho mas, – dijo guiñándole un ojo.

Laura – No jodas, el vecino!!!! Carlos no? Pero es mucho mayor que tu.

Eva – Jajaja, si, mejor que sepan, digo yo, además no te confirme nada.

Laura – Vamos, cuéntamelo porfi,

Eva – No, ahora somos muy amigas pero si nos peleamos lo podrías contar en el cole y me meterías en problemas.

Laura – Pero quiero saberlo, como puedo hacer que me lo cuentes.

Eva – Ummm, coge tu móvil.

Laura lo cogio, y ahora?

Eva se levanto se quito el camisón y con los brazos detrás de la cabeza….

Eva – Hazme una foto.

Laura – Para?

Eva – Yo te hare otra, si alguna de las dos cuenta lo que se diga en esta habitación la otra podrá vengarse de la peor manera posible.

Laura se quedo pensando.

Laura – Mucho peligro.

Eva – Si, es como lo de la cena sin bragas, me excitan estos juegos, a ti no?

Laura – Ummm Así si que tendremos que ser las mejores amigas, vale.

Laura saco su foto y se levanto quitándose el camisón. Eva le hizo su foto y gruño.

Eva – No queda bien, con lo linda que eres ese matojo es horrible.

Laura – Ya, que podemos hacer?

Eva simulo pensar un momento dijo, – espera aquí.

Salio de su habitación y entro en la de sus padres encontrándose la escena de su madre chupandomela, su padre empalmado y yo viéndolas a ambas.

Eva – Joder, que morbo.

Se acerco y me beso.

Eva – Amo, te voy a entregar a esa puta para que te la folles bien follada.

Yo – No esperaba menos de ti, chupasela un poco a tu papi, mami esta ocupada con mi polla.

Eva – Joder!!

Se acerco a la cama, copio la polla de Jorge y se la introdujo en la boca acariciándole los huevos. Empezó a subir el ritmo, se notaba lo que quería, en un par de min logro se que se corriera, se trago toda su leche y nos miro.

Eva – No pude contenerme.

Ana – No me puedo creer que mi niña probara la leche de mi marido antes que yo.

Yo – Jajaja, por? Te falta mas de la que te doy?

Ana – Ni de broma, me gusta la tuya, es solo que….

Yo – Ya, bueno, Eva, a trabajar, tu amiga se aburre. – Miramos los tres el monitor, Laura estaba tumbada de espaldas en la cama con los pies en el suelo y se estrujaba las tetas.

Eva – Jo, parece que se va poniendo a tono, voy corriendo.

Entro en el baño de sus padres, copio unas cosas y se fue a su habitación. Al entrar pillo a laura en pleno magreo de tetas. Laura se corto y trato de levantarse, pero Eva de un suave empujón se lo impidió.

Eva – Tranquila, yo también acaricio las mías.

Laura – pero es que…

Eva – Es que nada, somos las mejores amigas recuerdas, lo que pase aquí no sale de aquí. Bebe un poco – dijo tendiéndole la botella.

Laura dio un largo trago y siguió tumbada. Eva metió una toalla bajo su culo.

Laura – jajaja, que haces?

Eva – Voy a dejarte el coñito como el mío.

Laura – No me puedo creer esta noche.

Eva – Ya veras que bonito queda.

Laura – Y me contaras lo de tu vecino?

Eva – Con pelos y señales, bueno, sin pelos jejeje

Eva se puso a trabajar. Unto de crema el coño de su amiga y empezó a afeitarla muy despacio, mientras la hacia acariciaba su coño delicadamente. Al poco laura solto un gemido.

Laura – De verdad no te importa si yo…

Eva – Jejeje, no, juega con ellas, tranquila.

Eva fue afeitándola y masturbándola, laura cada vez estaba mas caliente, jugaba con sus tetas y pezones mientras gemía. Eva termino de afeitarla pero siguió hasta que Laura se corrió.

Laura – Uff, ya?

Eva – No, espera.

Se levanto, fue al baño y copio una toallita, la mojo y volvió a su sitio, con mucha delicadeza la fue pasando por el coño de su amiga dejándoselo completamente limpio. Cogio su móvil y le hizo varias fotos desde distintos ángulos.

Laura – No era solo una?

Eva – Si, pero me encanta verte asi, estas preciosa.

Laura – Gracias.

Eva – Tengo que hacer algo, me dejas?

Laura – Ya a estas alturas que mas da, cuéntame lo del vecino….

Eva se sentó a sus pies y acariciándole el coño le contó una versión ligh de la historia, centrándose en la visita al corte ingles y en algunas cosas mas, la primer vez que se la metí… Mientras acariciaba el coño de su amiga. Laura se corrió pero Eva no paro, empezó a meterle los dedos, Laura gemía y gemía. En un momento Eva ya no aguanto mas y pego la boca a los labios del coño de Laura, Laura dio en respingo y trato de apartarle la cabeza pero Eva siguió chupando hasta que Laura cedió y volvió a tumbarse y dejarse hacer. Eva continuo chupando, haciendo que se corriera otra vez en su boca. En ese momento entro la madre haciéndose la indignada, con su gordo camisón de esposa decente.

Ana – Dios mío!! que pasa aquí!!?

Laura la miro con cara de pánico, intento taparse pero de un bofetón ana la dejo inmóvil, ni te muevas maldita zorra, pervirtiendo a mi niña!!!

Laura – No yo no! Fue ella!!

Ana – Mi niña no hace estas cosas pervertida – Cogio la botella de tequila y el móvil de Eva que estaban sobre la cama, examino las fotos. – Voy a llamar a tus padres ahora mismo, veras cuando vean esto –

Laura – No! Por favor! – empezó a llorar.

Ana – Como que no?, te invitamos como si fueras de la familia y tu conviertes a mi pobre niña en una puta.

Laura – No, mi padre no, me matara.

Ana – Pues espera a que le enseñe esto a Jorge, te echaran del colegio, todo el mundo vera tus fotos, te llamaran puta por la calle. Espera aquí y ni se te ocurra vestirte.

Laura lloraba en un rincón, Eva hacia como que ponía cara de preocupada.

Laura – Dios, que voy a hacer ahora?

Eva – Hay una solución, pero no se si te gustara.

Laura – Cual? Lo que sea, de verdad, lo que sea.

Eva – Estas segura? Será duro?

Laura – Pero que es?

Eva – Tiene que ver con o que te dije antes, lo que pase en esta casa no se sabrá, pero pasaran cosas, muchas.

Laura – No me importa, hare lo que sea para que mis padres no se enteren.

Eva – Bien, ven aquí, ponte de espaldas.

Eva rápidamente ato sus brazos a la altura de los codos, así su pecho salía mas.

Laura – Pero que haces?

Eva – Dijiste lo que sea no?

Laura – Si – bajo la mirada.

Bien, ahora ponte de rodillas con las rodillas separadas que se vea bien tu coño.

Laura – Pero esto para que?.

Eva – Calla, cuando venga mi mama dile que estas dispuesta a lo que sea.

Laura – Pero.. por favor…

Ana entro en ese momento.

Eva – Mama, laura reconoce que es una zorra y dice que hará lo que sea.

Ana – No puedo despertar a tu padre, tomo una pastilla para dormir.

Ana miro a Laura.

Ana – Tiene un buen cuerpo la zorra esta. Es fácil decir lo que sea pero luego se rajara y sabrá demasiado de nuestro secreto.

Laura – No, de verdad, lo que sea, no diré nada, nunca, pero por favor, mis padres no.

Ana – Seguro? Se acabara tu vida de niña inocente, pasaras a ser la hembra de un tio, su zorra, te follara cuando y por donde quiera.

Laura – Su marido?

Ana – Jajaja, esta no se entera de nada Eva.

Laura – El vecino, ud tambien se acuesta con el vecino?

Ana – Acostarse no es el termino exacto, ya lo averiguaras.

Laura – De acuerdo, me acostare con el si es lo que hace falta.

Ana – Haras bastante mas que eso. Véndale los ojos!

Eva se los vendo, la hicieron levantarse. Entraron en el dormitorio donde estaba yo, me acerque, agarre sus tetas.

Laura – Quien es? Es tu padre? Carlos?

Seguí estrujándoselas en silencio.

Eva – Dijiste que querías saberlo todo no?

Laura – Si, pero no me imagine esto.

Me senté y la hice sentarse sobre mi, notaba mi polla contra su rajita, estaba mojada de antes. Acaricie su coño y sus tetas, yo estaba desnudo, ella lo notaba y estaba nerviosa. Le hice una señal a Ana, se desnudo completamente se agacho y empezó a lamer su coñito mientras que yo lo habría con los dedos. Laura empezó a excitarse. Seguimos hasta que se corrió. Eva jugaba con la polla de su padre. Le quite la venda a Laura. Lo primero que vio fue a la madre de Eva comiéndole el coño.

Laura – Pero que es esto?

Luego miro hacia delante y vio a Eva jugando con la polla de sus padre.

Laura – Sois unos pervertidos!!

Eva – Si, y yo te engañe, no quería ser tu amiga, mi amo me dijo que quería una putita como yo y yo se la traje. Laura lloraba y se corría a la vez, Ana parecía poseída, tragaba y tragaba los jugos de la niña.

Ana – Joder, esta zorra no para de correrse.

Eva – Estas disfrutando verdad zorrita?

Laura – Si, cabrona.

Eva – Recuerdas lo que dijimos, que nos haríamos fotos para que tuviéramos que guardar nuestros secretos?

Laura – Si.

Mi novio es un poco mas perfeccionista pero servirá, el grabo toda nuestra charla, mira.

Puse el ordenador, salio ella en la ducha, sus confesiones, y Eva comiéndole el coño después de afeitárselo, salía revolviéndose en la cama, estrujándose las tetas, era indescriptible la escena.

Eva – Bien, ahora te cuento lo que va a pasar. Yo me voy a follar a papi y tu a mi novio. Después mama recogerá el semen de los dos de nuestros coños y te lo dará para que lo tragues.

Laura – Joder!

Yo – Pero tienes que decir que si quieres hacerlo, no te obligamos a nada, puedes vestirte y marcharte.

Laura – Y que pasara con las fotos y el video?

Yo – Todo el mundo lo ver, serás la virgen mas puta de Madrid,

Laura – No puedo dejar que eso pase.

Yo – Y que piensas hacer?

Laura – Follar!, todo lo que queráis!!

Levante a Laura y la acerque a Eva, de rodillas, hasta que casi se tocaban, me coloque en posición. Ana cogio mi polla y la puso justo en la entrada del coño de Laura. Después cogio la polla de su marido y la apunto a la raja de su niña. Eva miro a Laura.

Eva – Cogeme las tetas.

Solté a laura, ella levanto sus manos y agarro los pechos Eva con saña, eva dio un suspiro de gusto, la imito agarrando bien fuerte las tetas de Laura y apretando con fuerza. La miro y le dio un morreo. Ana había cogido la cámara y gravaba la escena buscando lo mejores planos.

Eva – Eres mi mejor amiga, te quiero.

Laura capto la señal.

Laura – Yo también te quiero, siempre seremos amigas.

Eva – Joder, me esta entrando Laura, la polla de mi padre, en mi coño, nunca pude ni imaginarlo.

Laura – A mi me la esta metiendo carlos, noto como mi coño se abre y su polla va entrando. Duele un poco pero su polla esta tan caliente.

Eva dio un fuerte empujón y se la clavo entera. Dio un grito, miro a su madre.

Eva – Mira mama, mírame, mira como me follo esta polla que nunca te hizo disfrutar.

Ana aguantaba la cámara como podía y se masturbaba como una loca.

Eva – vamos, ahora tu, clávatela tu misma, Carlos no empujara mas quiere que lo hagas tu, conviértete en su puta como mi mama y yo, seremos sus putas las tres, es nos dará toda la polla que necesitemos y nos convertirá en unas guarras.

Laura – No puedo, por favor. No se como paso esto.

Empezó a llorar.

Ana – Pues es simple, hasta hace unas horas eras un dulce de niña, estudiosa, adorada por sus padres y ahora eres una hembra salida y muy caliente, o crees que no vemos tu coño chorrear sobre la polla de Carlos?

Laura – Pero esto no esta bien!

Ana – Quizás, estas en una habitación viendo como Eva se mete la polla de su padre mientras te mete mano, estas sobre la polla de un tio que acabas de conocer, hasta las putas hablan mas con sus clientes antes de meterse sus pollas. Ah, y ese tio va a reventarte el coño y dejarte lista para ser follada como la hembra que eres.

Laura – Dios!

Ana – Jajaja, dios te dio ese cuerpazo, acaso creías que era para que un panolis como mi marido se lo follara durante 20 años a oscuras? Créeme, esto te va a gustar mucho mas.

Laura empezó a empujar lentamente, mi polla entraba, notaba la tensión de su coño pero iba abriéndose, su himen se rompió y al final di con mis pelotas en su culo, ella jadeo.

Laura – Ya esta, ya tienes lo que querías, Ahora follame.

Empecé a empujar y a empujar, ella jugaba con las tetas de Eva, Eva con las suyas, Eva botaba sobre la polla de su padre. Agarre el culo de Laura y empecé a empujar mas fuerte, quería correrme en ese coñito, Eva cabalgo mas fuerte a su padre. Note como me corría. Eva me miro.

Eva – Dios Carlos, noto su leche en mi coño, me esta preñando, dios!!

Ambas se corrieron devorándose las bocas, estrujando sus tetas y notando como nuestra leche llenaba sus coñitos. Caí a un lado, mi polla fue saliendo del coño de Laura, ella se quedo inmóvil. Ana corrió, puso los labios pegados al coño Laura y sorbió llenándose la boca con mi semen, Cuando se dio cuenta de que estaba todo le dio una palmada a laura en el muslo para que se apartara. Eva ocupo su lugar, me sonrío y note como hacia fuerza con los músculos de su coño, su madre hacia ruidos mientras sorbía. Cuando termino tumbaron a laura, ella me miro, y abrió la boca. Ana se inclino sobre ella, puso una mano sobre su pecho y la beso pasándole todo el contenido de su boca. Estuvieron besándose dos minutos, al final se separaron. Ana se tumbo de lado sobre ella jugando con su pecho. Eva se acerco y abriéndole las piernas puso su cara de lado sobre su coñito y lo acaricio suavemente. Las tres me miraron, sonrieron.

Ana – Amo, necesito una polla.

Yo – Pues ahí tienes la de tu marido. Follatelo como una puta, restriégale las tetas y el coño por la cara, insúltalo, diviértete mientras tu niña ve follar a sus padres.

Ana salto sobre su marido y se metió la polla de un golpe, jadeaba y babeaba sobre la cara de el, le decía que era una zorra, que le diera polla, que la preñara.

Laura los miraba sorprendida.

Ana – Que miras zorrita, este cabron me dejo con las ganas durante años.

Eva se acerco a mi y se puso a jugar con mi polla. Laura la miro y se acerco también.

Eva – Mira Laura, esta es la polla que adoro.

Laura – Encantada.

Yo – Jajaja, cuando estés aquí debes olvidar tus modales, métetela en la boca.

Laura obedeció, Eva le fue dando indicaciones mientras veía a sus padres follar. Ana se corrió al cabo de un rato.

Ana – Joder, a este no se le baja la empalmada.

Yo – Laura, follatelo.

Laura subió a la cama, y de espaldas a nosotros empezó a apuntar a la polla de Jorge.

Yo – No, de cara a nosotros, que te veamos follarte a papi.

Laura se dio la vuelta, se puso en cuclillas sobre el y empezó a metérsela, poco a poco se la metió entera. Después empezó a botar, sus tetas se movían arriba y abajo, ella empezó a gemir. Eva se levanto, copio la cámara y la enfoco.

Eva – Que linda es mi amiga que se folla a mi papa. Te gusta la polla de mi papa Laura?

Laura – Si.

Eva – Si que?

Laura – Si, me encanta la polla de tu papa – dijo jadeando.

Eva – Eres muy guarra, es la segunda polla que te metes hoy.

Laura – Si, soy una guarra!

Me levante y me subí a la cama y me acerque a ella. Le metí la polla en la boca.

Yo – Vamos, ahora vas a saber lo que es que te llenen de leche por todos lados.

Ella empezó a chupar, no lo hacia muy bien pero lo intentaba. Ana se acerco por atrás y metiendo la cabeza entre mis piernas empezó a lamer mis huevos. Note que me corría, puse una mano en la cabeza de Laura para que no se la sacara y me corrí. Ella hizo algún ruido pero trago, un poco semen salio por sus labios, jorge se corrió al mismo tiempo. Y ella entre fuertes espasmos y gemidos, callo de lado sobre la cama y Eva y Ana se lanzaron a devorara cualquier resto de semen. La lamieron de arriba abajo, sobre todo sus grandes tetas, parecían fascinarlas.

Nos quedamos un rato tirados los tres, Eva consiguió que me empalmara otra vez y no paro hasta que me la folle mirando a su amiga y contándole las cosas que las solía hacer. Cuando me corrí se levanto, Ana se acerco a ella para comerle el coño los restos de mi corrida.

Yo – No.

Ana – Como?

Yo – Queda alguien que no trago todavía.

Eva – No te atreverás.

Yo – Yo no, tu si, Ana, ábrele la boca al cornudo. Eva, siéntate en cuclillas sobre su boca, y mastúrbate. Que pruebe los jugos del coño de su niña.

Eva tardo dos segundos en hacer lo que le pedía. Se masturbo con rabia hasta que termino, permaneció dos minutos haciendo fuerza con el coño para que saliera todo lo que tenia dentro. Al apartarse Ana ocupo su lugar.

Ana – Este cabrón nunca me lo comió, ahora se va a enterar a que sabe.

Ella tardo un rato, hasta que no se corrió dos veces no se aparto. Los tres miramos a Laura.

Laura – Supongo que no hay opción.

Se puso en la misma posición y mirándome fijamente se masturbo.

Di por terminada la sesión, vi como cambiaban las sabanas y le ponían el pijama a Jorge. Al terminar nada daba a entender lo que había pasado allí. Me fui a la habitación de las niñas, me metí en la cama de Eva, les indique que se ducharan y s metieran en la cama conmigo. Los tres desnudos nos dormimos. Por la mañana Eva me despertó con su habitual mamada. Ana entro a mitad de la mamada. No dijo nada hasta que me corrí. Laura se despertó en ese momento, tardo unos segundos en recordar la noche anterior, cuando le vi en la cara que había recordado le di un largo y húmedo beso mientras le tocaba las tetas, hasta que se relajo y acepto que era mía.

Ana – Jorge se esta despertando, se duchara y saldrá.

Yo – Bien, pon el desayuno para todos.

Cuando Jorge salio de la habitación me encontró desayunando con su mujer y las niñas.

Jorge – Carlos?

Yo – Hola, me comentaron ayer que llegabas hoy y subí a saludarte, un poco temprano me temo, lo siento, pero Ana insistió en que me quedara a desayunar, ya sabes que mi nevera no es comparable con la vuestra.

Jorge – Pues a ver si hay algo bueno, tengo un sabor de boca terrible.

Yo – No dormiste bien?

Jorge – Si, como una piedra. Pero no se, tengo mal sabor de boca.

Yo – Bueno, tomate algo a ver si se te quita.

Jorge – Vale, luego podemos ir misa, te vienes?

Yo – Que va, estoy cansado, yo dormí poco.

Jorge – Saliste?

Yo – No, – le guíe un ojo – tu me entiendes.

Jorge se indigno mirando a su mujer y las niñas.

Jorge – Bueno bueno, desayunemos.

Sonreí, mire a Laura, le guiñe un ojo y me puse un poco mas de café.

**********************************************************

Bueno, espero que os gustara, por favor votar, es la manera de saber si voy bien o no… Sigo encantado de que me mandéis mail o me agreguéis. Un saludo a mis nuevas amigas, saber que las mujeres tambien los disfrutan es muy satisfactorio.

Luckm@hotmail.es

skype: luckmmm1000

 

Relato erótico: “Descubriendo el sexo 5a PARTE” (POR ADRIANAV)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Los pensamientos de Andrea:

Sin títuloDespués de haber estado gran parte del día juntas, Rosa me preparó los contenedores con la comida para Arturo y los muchachos (como ella les llamaba a pesar que eran mas o menos todos de la misma edad). Las tenía llevar al plantío en una mochila antes que se hiciera

Una vez terminada esa tarea, Rosa y yo nos despedimos y comencé mi caminata. Como iba a tener un buen tiempo a solas, me puse a repasar la locura de eventos que había pasado mi vida en tan poco tiempo.

Mis padres en la capital esperaban una visa que nos daría la oportunidad de conseguir una vida con mas posibilidades de progresar que en esta mugrosa villa miseria. Mi tío nos iba a dar vivienda en un apartamento extra que tenía vacío en una ciudad vecina a Nueva York. Esta idea de solo pensar que sucedería pronto, me hacía sonreír. Iba a poder tener amigos de mi edad e ir a un colegio en omnibus o cerca. No como aquí que caminaba casi cuarenta y cinco minutos para llegar a la escuela. Mi segundo pensamiento se concentró en estos días. Había perdido mi inocencia en cierta forma y me entusiasmaba hasta el punto de que me hacía sentir más mujer, como que había crecido de golpe. Descubrir la sexualidad había sido algo que marcaba una etapa muy importante de mi vida… lo sabía. Arturo me había enseñado el gran paso de una forma muy placentera. ¡Lo había disfrutado a tal punto que me hacía feliz haber sentido a un hombre dentro de mi! Pero no era que él me había gustado, no. No me parecía atractivo, es bastante mayor, podía ser mi abuelo. Luego de haber analizado esta parte llegué a la conclusión que lo que me gustaba era su sexo, su miembro, el único que había sentido dentro de mi cuerpo. Pero estaba empezando a imaginarme lo mismo en otros hombres y me causaban la misma excitación.

Y ahora, lo que me había pasado con Rosa al principio me causó confusión. Pero luego de analizarlo también, me di cuenta que al final todo se trataba de lo mismo: sexo. Aunque yo no lo había disfrutado de la misma forma que con un hombre, no me desagradaba para nada. Es decir, que se había despertado una nueva Andrea dentro de mí, una Andrea con nuevas fronteras, con deseos carnales, con ganas, cambiando los juegos infantiles para algo que me resultaba más atractivo y más disfrutable. Hasta los pensamientos me cambiaban y lograba vivir imaginaciones con una fantasía más próxima a la realidad. Cosas que tenía la posibilidad de sentirlas si buscaba la oportunidad.

Por ejemplo, ahora iba en camino a un lugar con gran expectativa pensando que iba a poder sentir otra vez algo que me llenaba totalmente de felicidad porque sabía que dependía de mi hacerla realidad. Sabía que los hombres estan listos para ello cuando una mujer lo propone. Y eso solo ya me excitaba, me hacía sentir escozor entre las piernas a punto de mojarme sin tocarme.

Y cuando todo esto iba pasando por mi mente, lo inesperado. ¡Empezó con una llovizna que en pocos minutos fue creciendo en intensidad hasta convertirse en una lluvia bastante fuerte! Pensé en regresar para buscar refugio en un lugar lleno de árboles que había pasado hacía unos minutos apenas. Estaba convencida que había avanzado más de medio camino. Además de mi dependía que hoy cuatro hombres trabajadores se alimentaran bien. No lo dudé un segundo más y alejando mi mente de la negatividad continué como si nada estuviera pasando.

Pasaron alrededor de quince minutos en esa intensidad y así como llegó se fue. Finalmente había parado pero yo estaba ensopada de pies a cabeza. Mi camiseta, el short, los interiores, las medias y los zapatos estaban ensopados. En el camino habían charcos de agua y lodo que incomodaban más mi caminata. Así pasé unos diez minutos más y cuando estaba sintiendo cansancio por el peso de la mochila y la ropa mojada, divisé el plantío de maíz. No veía a nadie cerca de la carretera hasta que llegué a la senda de entrada hacia la casita donde pasaban la noche durante la cosecha. Aquí los charcos eran mayores y debía desviarme en varias oportunidades lo cual aumentó más el peso de mis zapatos con la acumulación de lodo. Ya no daba más. Tenía ganas de sentarme a descansar un rato y cuando ya estaba casi decidida, ¡divisé la torre de agua con el molinete! Sonreí al empezar a ver el techo de la casa y luego la entrada.

En la puerta me quité los zapatos para no ensuciarles con lodo el piso y abrí. Me encontré con Luis Eduardo que terminaba de ponerse una camisa. Los dos nos sorprendimos.

– Hola Andrea!

– Hola!

– Déjame ayudarte con la mochila -dijo apurándose a ayudar a quitármela.

– Gracias! Ya estaba bien cansada.

– Pero… estás ensopada niña!

– Si, me agarró el chaparrón a medio camino.

– La verdad que eres valiente haber llegado hasta aquí con este tiempo.

– Es que no quise regresarme cuando empezó a llover porque les traía de comer y no sería justo dejarlos sin comer.

– Gracias Andrea. Además de hermosa tienes un corazón muy lindo.

Dejó la mochila en la mesada de la cocina.

Luis Eduardo debería tener unos cuarenta años creo. No soy muy buena en eso pero es menor que Arturo. Es bajito, con aspecto de ser fuerte. Tiene una cara bondadosa pero cuando sus ojos se entrecierran hay algo de picardía en ellos. Lo había notado la vez pasada cuando estaba charlando con Arturo el día que vine. Tiene el pelo con muchos rulos y abundante. Con la barba crecida de unos cuatro o cinco días que no se afeita. Su boca es fina que la hace más agradable por esos dientes blancos que se asoman cuando sonríe. Cuello grueso. Manos muy maltratadas con uñas cortas pero un tanto manchadas por la cosecha a pesar de que usan guantes. Estaba vestido con unos pantalones anchos para mayor comodidad mientras trabajan y la camisa de franela para protegerse de vientos un poco fríos cuando va anocheciendo.

Cuando se dio vuelta me dijo caminando hacia mi con sus vivarachos ojos y sonrisa muy agradable:

– Tienes que quitarte esa ropa, está ensopada. ¿Tienes qué ponerte?

– No, no traje nada mas.

– Dejame ver… -dijo cambiando de rumbo para buscar entre su ropa.

Sacó una toalla y una camiseta que me ofreció con una sonrisa amistosa.

– No te va a quedar muy justa, pero te va a servir para que entres en calor y tengas algo seco para ponerte -me dijo midiendola en mi cuerpo- Pero si quieres caliento algo de agua para que te laves un poco. ¿Quieres?

– Bueno… si. Tengo algo de frío.

Tenía las piernas completamente manchadas de lodo y los pies habían cambiado de color! Miré alrededor como algo curiosa y le pregunté:

– ¿Dónde están los demas?

– Ni bien paró la lluvia volvieron a la cosecha. Yo me tuve que cambiar porque estaba más lejos y para llegar hasta aquí me ensopé. Hice lo mismo que tu vas a hacer y me siento muy repuesto ahora. Hazlo, créeme que te vas a sentir bien.

Mientras me hablaba estaba calentando el agua en un contenedor grande que tenía su propio fuego de leña por debajo. Me señaló una palangana grande en el medio de la sala.

– Por suerte el fuego se mantenía encendido y se me hace más rápido poder calentar más el agua. Ahora te ayudo si quieres. Te metes allí y te pongo el agua.

No entendía cómo iba a hacer porque pensé en que pretendía que me desnudara asi nomás. Debe de haber leído el gesto en mi cara porque enseguida agregó:

– Oh, no te sientas mal. Pensaba que te metieras con tu camiseta y el interior y de paso lo lavas para luego colgarlas para que se sequen. Yo te puedo dejar a solas, no hay problema.

Me sonreí pensando que mi mente había sido más mal-intencionada que la de él. Creí que buscaba verme desnuda.

– Esta bien Luis Eduardo, gracias. No tienes que irte.

– Bien. Si quieres quítate el short y te metes. Yo voy agregando baldes con el agua tibia. ¿Si?

– Si.

Me quité el short y las medias y me metí en la palangana. Él me miraba y yo lo miraba para estar preparada cuando me tirara el agua. Cuando se aproximó me recogí un poco el pelo con las manos y empezó a echarme el agua lentamente en la nuca. Recibí esa agua tibia con mucho placer porque finalmente mi cuerpo volvía a su temperatura normal poco a poco. Fue a buscar más y me trajo también un jabón.

– Toma, si quieres lavarte un poco también.

– Gracias -le dije mientras seguía llenando el tanque.

Cuando el nivel llegaba a mi cintura dejó de traer agua.

– ¿Esta bien asi? ¿Te sientes mejor?

– ¡Si! Ahhh… -levanté mi cabeza disfrutando mientras mi mano mantenía el pelo recogido.

El se sentó en un banquito bajo al lado mío:

– Mira, yo me tengo que ir. Pero cuando termines no te preocupes de desagotar la palangana, yo lo hago cuando regresemos.

– Bueno, gracias -dije asustándome cuando el jabón se me resbala y cae dentro.

– Ja, ja, ja! -se rió Luis Eduardo

Yo miraba dentro tanteando con una sola mano porque no quería soltar mi pelo. No quería que se mojara porque no tenía cómo secarmelo rápido.

– ¿No lo encuentas? -dijo metiendo la mano dentro -¿te ayudo?

Me encogí de hombros como afirmando. Buscabamos los dos y él lo encontró casi debajo de mi entrepierna.

– ¡Aquí está!

– Ja, ja, ja, gracias… -dije mirándolo nerviosa al sentir su mano en mi piel tan cerca de mi intimidad.

Otra vez esa mirada pícara se reflejaba en sus ojos sonrientes.

– ¿Te ayudo? -dijo pasándome el jabón en la pierna mas cercana a él, a lo largo en dirección a mi pie,

Me sonreí nerviosa y bajé la vista. Sus ojos me atraían la atención y el contacto de su mano acariciándome con el jabón me estaba gustando mas de lo que debería ser. La situación parecía tomar otra forma en mi mente. El calor que me volvía y me hacía sentir relajada. La tranquilidad del lugar y el ruido del agua resultaban un aliciente. No sé qué me pasaba.

Al bajar la vista me dí cuenta que la camiseta mojada no dejaba nada de mis pechos ocultos. Los pezones se veían clarísimos asi como la aureola. Se marcaban como si no existiera la tela de mi ropa.

Cuando su mano regresaba del pie hacia arriba, levanté mi mirada y encontré sus ojos fijos en mis tetitas. Me miró y nos sonreímos los dos a la vez. Yo con verguenza. Él con deseos. Mi mano seguía sujetando el pelo y la otra posada al borde de la tinaja. Su mano llegaba al destino que sin quererlo me hacía entrecerrar los ojos. Bajé la cabeza inmediatamente para que esa sensación no fuera descubierta, pero no pude. Uno de sus dedos llegó adonde más deseaba que llegara.

Levanté la cabeza apoyando la nuca en el borde y quedé con la boca entreabierta a punto de gemir acompañándolo con un movimiento de mi pecho hacia adelante. Ardía de deseos.

Ahora esa mano volvía a alejarse hasta la rodilla pero yo no abandonaba mi posición. Respiré profundo por la nariz y cuando la mano volvió a subir, esta vez fue mas decidida y la palma completa cubrió mi vulva. En ese momento abrí los ojos otra vez y tenía su cara muy cerca. Le sentía el aliento. Mi boca se abrió automáticamente junto con mis piernas ante un movimiento de su mano que otra vez paseaba la palma de arriba hacia abajo. Y cuando volví a cerrar los ojos, el calor de sus labios presionó los míos y mi lengua saltó para juntarse a la suya. Estaba totalmente fuera de control otra vez!

Esa mano llegó al borde del elástico de mi interior y sin el menor esfuerzo venció la resistencia resbalando por la carne y los vellos púbicos hasta la entrada de mi entrepierna. Una vez pasó hacia arriba otra vez, de regreso el dedo del medio de su mano bajaba presionando entre los labios de mi vulva que no puso ninguna resistencia a que lo fuera metiendo. Sus labios se apretaban más a mi boca y poníamos más fuerza en el contacto de los labios y en los movimientos de nuestras cabezas de un lado a otro, dandole la oportunidad a nuestras bocas para comernos uno al otro. Levanté la pelvis como pude cuando dos dedos se colaban dentro de mí. Gemí en su boca. Solté me pelo y sin hacerme caso, mi mano descontrolada fue a parar a su entrepierna. Se la toqué por encima de la ropa. Estaba durísima y peleaba por salir del pantalón.

– Asi… tócamela asi…

– ahhh… -fue mi respuesta a su movimiento de los dedos en continuo de afuera hacia adentro de mi vulva.

Me ayudó con su mano a desabrocharse y ni bien la sacó fuera me llevé una sorpresa al tocarla. ¡Era mucho mas gorda que la que conocía! Quería mirar pero no lo hice. No quería que ese momento cambiara de energía.

– Asi…! Pajéame…!

– ¿Asi? -le dije mientras mi mano subía y bajaba.

– Si! Asiii! Qué rico me lo haces!

Y volvimos a comernos las bocas. Ahora con más desespero. Su mano me quitó el interior del todo y se levantó del banquito. Me ayudó a levantarme y me quitó la camiseta. Mis pezones lo apuntaban durísimos a lo que no se hizo esperar y me los empezó a chupar. Le abracé la cabeza mientras mis dedos se colaban en su cabello con lentitud. Su boca me hacía sentir ese deseo de que no se detuviera chupándome toda. Pasaba de uno al otro pezón y abría la boca para meterse toda la aureloa entre los labios. Su lengua se paseaba por todo alrededor dejandome las tetas ensopadas de su sabrosa saliva caliente. Ahora mis dos manos y diez dedos le revolvían el cabellos y apretaban su cabeza con un poco más de presión para que me chupara con más insolencia.

Sus manos bajaron hasta mi trasero y agarrándome por las nalgas me levantó en el aire. Su pantalón cayó totalmente al piso y así, parado, sin apoyo atrajo la entrada de mi vulva hacia esa arma dura y erguida que buscaba su víctima. Lo ayudé abrazándolo con mis piernas y colgada con mis brazos alrededor de su cuello. Sus manos me obligaban a avanzar mi pelvis hasta que la punta de esa gruesa y dura carne intentaba penetrarme. Hubo un poco de resistencia porque mi pequeña entrada no había dilatado lo suficiente todavía. Seguimos intentando moviéndonos. Yo subía mi pelvis hasta donde podía, resbalándome hacia abajo y sintiendo esa poderoza verga que resbalaba entre los labios de mi conchita.

Me prendí de sus labios otra vez besándolo con más furia y empujé como pude hasta que la cabeza se esa pija venció la entrada. Me dolió un poco pero él me balanceaba de arriba a abajo con las manos en mis nalgas todavía hasta que las subió a mi cadera y me empujó con fuerza. En ese momento resbaló hacia adentro y me penetró toda de una sola embestida!

– “¡Qué gruesa la tiene…!” -pensé, comparando la situación con la de Arturo.

Mi orificio estaba muy estirado. Sentía un poco de incomodidad en los tendones de donde se abren las piernas. Me quedé abrazada y quietita como si me hubiera paralizado con ese dolor.

– ¿Te duele? -me preguntó.

– Si…! Bastante!

– Cálmate, no quiero que te sientas mal. Quedémonos quieto por un ratito y vas a ver como te acostumbras a mi verga.

– Bueno… -se me salía una lágrima y después otra. Pero eran lágrimas de dolor mezcladas con deseos incontrolables de que me cogiera. Me gustaba este hombre. Me gustaba cómo se había desarrollado este momento tan lindo…

Pasamos así un par de minutos sin dejar de besarnos. Nuestras bocas totalmente mojadas por la saliva que nuestras lenguas emanaban, por abrir las bocas lo más grande posible a cada chupada de labios.

– ¿Todavía te duele mucho?

– No, ya no tanto…

Me moví como pude. Quería sentir. Quería que me ayudara. Y él caminando y sosteniéndome con sus manos en mi trasero, me apoyó la espalda contra la pared y aprovechó a sacarla un poco y volver a penetrarme.

– ¿Asi la puedes aguantar ahora?

– Asihhh… siihh! -gemí.

– Qué rica tienes esa conchita Andrea…!

Lo miré sonriéndole con los ojos y me abalancé contra su boca otra vez. Me encantaba besarlo. Ahora más que estabamos tan apretados de la pelvis. No cabía ni un papel entre nosotros. La tenía muy adentro en esa posición. Me gustaba. Le sentía los testículos contra el orifico de entrada de mi trasero. Se salió un poco y volvió a penetrarme con fuerza. La posición mía contra la pared con las piernas en alto alrededor de su cintura le permitían entrar hasta lo más recóndito de mi vagina. Poco a poco nos empezamos a mover y fuimos aumentando la velocidad. El deseo de coger llegaba a un punto tan desesperado que parecíamos dos furiosos contendientes peleando uno con el otro por sentirse lo más adentro posible.

– Te voy a dar mi leche! -me gritó- ¿la quieres?!!!

– Si!!! Damela!!! -me atreví a gritarle yo a él.

Una embestida más fuerte que las demás seguida de una pausa. Luego otra embestida con otra pausa y sentí el calor dentro de mi cuerpo.

– Tómala! ¿La sientes?

– Siiiiihhh!!! Ahhhh….! Siiihh!

– Te estoy llenando la concha! Qué divina la tienes!

– Llénamela!

Me desconocía. No me importaba decirle cosas. Quería que me hablara sucio y yo quería hacer lo mismo con él. Y le dije:

– ¿Te gusta?

– Me encanta cogertela!

– No pares! Sigue cogiéndome por favorrrr…!!!

Tenía miedo que no me dejara terminar, pero no me defraudó. Siguió moviendo su verga dentro de mí hasta que me llegaba la explosión de emoción que me daba un orgasmo insolente, un orgasmo que me hacía temblar las caderas y restregarle la vulva muy fuerte contra su pelvis, de arriba a abajo con desespero y gritando mis gemidos tan alto como podía. No lo podía soltar. Mi orgasmo era interminable y todo mi sistema nervioso se volvía loco. La piel se me erizaba y mi boca buscaba seguir chupándole la suya. En pocos segundos mis empujones y restregones eran más espaciados hasta que empecé a calmarme.

Mi mejillas hervían. Entre las piernas sentía deslizarse un poco de semen mezclado con mis jugos orgásmicos. Me transportó hasta el borde de una de las camas y me depositó sacandome la pija lentamente. Finalmente salió toda como escupida por mi vulva, con un poco más de semen derramándose en la frazada de la cama y un poco en el piso.

Sorprendentemente Luis Eduardo se arrodilló levantándome las piernas y me empezó a chupar. Sentía un deseo enorme de ser cogida otra vez. Quería más y él también. Se dio media vuelta y me puso a horcajadas sobre su boca. Me chupó arrastrándome con sus manos en mis nalgas a lo largo de toda mi conchita. No daba crédito del deseo que otra vez me despertaba. Siguío pocos segundos más y otra convulsión me hizo sacudir hasta que caí en otro orgasmo largo apretandole la cara con mis piernas y restregándome en su boca. Él chupaba deliciosamente, su lengua me penetraba y me desesperaba. Otra vez, poco a poco me fui abandonando. Lentamente recobraba mi conciencia normal, volvía a tener un poco más de control. Nos quedamos así por unos minutos. Se puso a la altura de mi boca y le chupé los labios, le pasé la lengua y disfruté de toda esa mezcla de semen con mi venida.

– Bien Andrea! Posees una calentura muy grande. Eres divina cogiendo también. ¡Qué rico como me hiciste gozar!

Me sonreí mirándolo a los ojos.

– Me doy cuenta que te gusta mucho la verga, verdad?

Y me volví a sonreir hasta que lancé una corta carcajada nerviosa.

– Bueno. Me tengo que regresar al campo. Anda, termina de vestirte y trata de secar tu ropa en la estufa de leña.

Luis Eduardo se vistió y antes de irse me dio un abrazo con un beso en la boca.

– Nos vemos mi linda.

– Chau -le dije en punta de pie para llegar a sus labios otra vez.

Se fue y me puse en la tarea de arreglar todo como pude. Vacié la tinaja balde a balde y finalmente me dediqué a preparar la comida para calentarla cuando llegaran.

Me tiré en la cama y quedé dormida mientras pensaba lo rico que me había hecho sentir Luis Eduardo. Pensé en lo que me había dicho Rosa acerca de los hombres que me miraban con deseo. Me di cuenta que de mí dependía que estas cosas sucedieran con quien yo quisiera. EN cierta forma yo ponía las reglas.

– ¿Qué estará haciendo Rosa? ¿Habrá llegado a la ciudad?

Y al rato mis pensamientos se fundieron en un sueño quedándome dormida.

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
adriana.valiente@yahoo.com

 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (05)” (POR ADRIANRELOAD)

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cuñada portada3Tras esos recuerdos y los sentimientos de culpa que me aquejaron, no solo a mí, también Sin títuloa Mili por lo que veía. Era evidente que debíamos hablar. Nos sentamos en la sala e inicie la conversación que nos habíamos evitado.

Parece que esta situación se nos esta yendo de las manos… le dije, pero no podía apartar mi vista del escote de su blusa.

Si, creo que si… respondió.

Más allá de los encuentros que hemos tenido y de una reciente amistad, nunca hemos tenido un acercamiento mas romántico, por decirlo así, como una pareja normal… agregue, intentando no mirar sus senos, parecían imanes.

Parece que lo nuestro se basa en “eso”… me dijo haciendo referencia al sexo y confirmando mi teoría.

¿Quieres a Javier?… le pregunte para rematar la idea.

Si, bueno, si no fuera así no seria su enamorada… repuso y me devolvió la pregunta: ¿Quieres a tu enamorada?

Si, la quiero, es la primera relación que realmente me dolería perder… le dije y la mire fijamente.

¿Estas seguro?… la forma en que me tomas… no, se me hace dudar de lo que dices… repuso mirándome intensamente.

Hace unos minutos en el taxi estaba seguro de que era lo correcto, ahora con ella frente a mí, no estaba seguro de nada, intentaba estarlo. El cuerpo de Mili, su forma angustiada de preguntar, ese brillo en sus ojos… pero Viviana no se merece esto, me repetía ingenuamente olvidando mi condición mortal, de ser imperfecto.

Si, estoy seguro… conteste fríamente, luego agregue: tal vez encuentres que permitiéndole a Javier hacértelo (por el ano)… disfrutes tanto, como conmigo… sentencie, me sentí como un idiota enviándola a ese mujeriego, pero era su enamorado, ella lo eligió, así como yo elegí a Viviana.

Tal vez sea cierto… quizás si tu se lo haces de la misma forma a tu enamorada encuentres eso que le falta a tu relación… dijo con cierta resignación, devolviéndome el golpe.

Bueno, aclarado esto, creo que podremos trabajar tranquilos… le dije, mintiéndome mas de la cuenta. Prefería llamarle a un taxi, dudaba de mi fortaleza frente a sus atributos físicos.

Si, esta bien, pero… ¿podrías prestarme tu baño?, creo que necesito una ducha… me dijo un poco avergonzada.

La lleve al baño del segundo piso, estaba cerca de mi cuarto y del cuarto de lavado. No quería arriesgarme a que mis padres, si regresaban temprano de su reunión, nos encontraran con esas fachas.

Bueno, era obvio que nuestros encuentros en el baño de la facultad habían dejado más de una huella en sus intimidades, así como en su ropa. Ofrecí meter su ropa y la mía a la lavadora.

Por la puerta del baño me alcanzo su ropa. Camino al cuarto de lavado imaginé que Mili estaría desnuda, con su fenomenal cuerpo siendo acariciado por el agua de la ducha.

Me quite mi ropa, me puse algo mas ligero, un short y un t-shirt, luego metí la ropa de Mili con la mía en la lavadora. En segundos pude ver como nuestras prendas se revolvían en el agua… quizás era un presagio de lo que sucedería con sus dueños.

Danny… me alcanzas una toalla… le escuché gritar a Mili.

Vaya, tan rápido se baño, generalmente las mujeres demoran mas en estas tareas… pensaba mientras le llevaba la toalla. Quise dejar la toalla sobre la puerta, para evitarme la visión y la tentación de sus firmes curvas… pero…

Esta abierto… pasa…

Habrá intuido mi dubitación en la puerta del baño. Aun escuchaba el ruido de la ducha, así que ingrese pensando que ella aun se bañaba. Así era, a través del vidrio opaco pude ver parcialmente distorsionadas sus formas. Hasta su reflejo es digno de armarme una erección… pensaba mientras la sentía mi miembro crecer.

Te la dejo sobre el sanitario… le dije y me dispuse a huir.

En mi camino de regreso observe una toalla limpia en el colgador, me detuve un rato. Seguramente Mili no habrá visto esta toalla ¿o si?, si es así ¿Por qué me haría traer esta otra?. Muy pronto obtendría algunas respuestas.

Escuche el sonido de la puerta de la ducha deslizándose, voltee instintivamente. Mili con su bronceado cuerpo bañado por el agua, sin cubrirse en lo absoluto, sus deliciosos melones al aire, dándome la bienvenida, su aun enjabonado y velludo pubis.

Gracias… dijo sonriéndome coquetamente. Seguro noto la reacción que su imagen causo en mi.

No hay por que… dije, me di vuelta y retome mi fuga.

Solo una cosa mas…

¿Si?

Ayúdame con mi espalda… no llego… me dijo mostrándome al jabón.

Como no reaccione, se volteo un poco para enfatizar su pedido, su espalda no estaba enjabonada, tampoco sus firmes muslos, esa deliciosa raja…

Vamos… que no te voy a morder… me dijo animándome.

Le devolví la sonrisa que me brindaba, el problema era que yo si podría morderla… Sentí que había vuelto la Mili coqueta, la chica provocativa que conocía, aquella menos desinhibida, la que inspiro nuestro primer encuentro. Había enterrado a la Mili dubitativa de las últimas horas que me dejaba las decisiones a mí, ahora ella quería equiparar las acciones.

Me estiro la mano ofreciéndome el jabón, lo tome y ella se puso de espaldas. Intente no bajar mí vista para no caer en tentación, sabia como lucían las nalgas de Mili… solo que…

Un poco mas abajo… me dijo juguetonamente.

¡Maldición!, Me esta tentando, seguro quiere ponerme a prueba. Averiguar si aquella negativa mía a continuar con nuestra “relación” era realmente cierta, quizás su ego femenino no podía entender como yo podía resistirme a sus llamativos encantos. Tal vez se estaba tomando una revancha por lo que le hice en el baño de la universidad, o quizás simplemente quería usarme para vengarse de Javier por su descuido hacia ella.

Intente no distraerme más en estos pensamientos que harían que permaneciera más tiempo cerca a ella y a su juego de seducción. Así que finalmente accedí a su pedido, deslizando el jabón por su espalda, enjabonando más de la cuenta y tratando de mantener mí vista sobre sus hombros.

Hasta que el jabón no pudo bajar mas, ¿Tan grandes son sus deliciosas nalgas?… pensé, no resistí, quise comprobarlo. Vaya si que lo son… las contemple, redondas, carnosas y firmes… se me fue el aliento… y también el jabón… termino en el piso de la ducha.

Mili se dio cuenta, tal vez sonrió al notar lo sucedido. Su jueguito estaba surtiendo el efecto esperado en mí.

No te preocupes, yo lo recojo… me dijo.

Luego se inclino completamente, dándome la espalda, en 4, sus jugosas nalgas se abrieron permitiéndome ver su pequeño ano. Estuvo en esa posición el tiempo que creyó necesario para hacerme sucumbir. Después lentamente volvió a su posición original… giro lentamente y me dio el jabón.

Ay… mírate… el agua te esta salpicando… estas todo mojado…

Bueno… si… dije dándome cuenta, pero por sobre todo tenía una vigorosa y llamativa erección.

Ven… báñate conmigo… me dijo sonriendo y haciéndome un espacio para entrar.

Atónito por aquella audaz propuesta no atine a reaccionar… claro que mientras la enjabonaba había fantaseado con esa idea ¿Quién no lo haría?… pero no que ella me lo propusiese.

Vamos… ya dije que no te voy a morder… insistió juguetonamente jalándome de un brazo.

Esta bien…

No digan ni piensen nada, lo se…

Me quite el short, el t-shirt, mi endurecida verga apuntaba mi camino… tenia la estupida esperanza de que el agua fría de la ducha terminara por someter esa rigidez…

Ya vez… esta mejor así… me dijo coquetamente.

Nuevamente me ofreció el jabón. Lo tome y seguí enjabonando su espalda, mis manos guiadas por mi morbo, pasaron por debajo de sus brazos, hasta sus senos… se endurecieron… me acerque casi abrazándola por detrás, mí endurecida verga se desvió en su espalda… sentí su respiración agitada, luego visiblemente excitada me dijo:

No, ahí no… continúa en la espalda… mas abajo… me pidió.

Seguí su sugerencia, a estas alturas ni saliendo agua helada de la ducha se iba a poder amainar mi erección. No me cohibí de mirar sus voluminosas nalgas, ahora las tocaba con más libertad, tanto que ella se estremeció, me hizo soltar nuevamente el jabón.

Otra vez me acerque a Mili, pensando que ya no tenía sentido enjabonarla, quería lubricar sus intimidades. La abrace por detrás, no me rechazo. Aun de espaldas, volvió un poco el rostro para verme, me beso con ansiedad desde su incomoda posición, yo le acaricie sus hinchados senos. Sintió nuevamente mi verga en su espalda, era evidente que quería sentirla en otro lado… mas abajo.

No te preocupes, yo lo recojo… me dijo en clara alusión al jabón.

Intuía lo que se venia, aquella sugerente maniobra que tiro al suelo mi moral, que mando de vacaciones a mi conciencia. Me aleje para darle espacio a su provocativo accionar.

Aquella seductora inclinación ponía fuera de combate a cualquier atisbo de remordimiento. La aprecie desde sus bien formadas pantorrillas, sus carnosos muslos, sus abultadas pero firmes nalgas… no había marcha atrás, solo hacia delante.

Sin pensarlo, la tome de la cintura. Ella sabia lo que se venia así que dejo de lado la absurda búsqueda del jabón. Así, inclinada abrió mas las piernas y sus manos se apoyaron en los bordes de la ducha. Estaba lista para soportar mi incursión.

Apunte mi verga hacia su ano, que impacientemente latía. Empuje, su esfínter se abría placidamente mientras ella temblaba de placer…

Ohhhh…siiii…

Seguí empujando, notando como ella tercamente resistía desde su posición, no retrocedía. Continué empujando sin avanzar mucho… hasta aquí me lo permite su estrechez, pensé… a partir de aquí necesitamos ayuda… pensé.

Al lado mío había un pequeño altillo con shampoos y esos aceites especiales para jacuzzies, tome el que me pareció más jabonoso y lo unte en nuestros genitales…

No me digas que ya… gimió a manera de protesta, pensando que había eyaculado precozmente.

No, es solo un poco de ayuda… le dije.

Sentí que emitía un suspiro de alivio, quería acallar ese cosquilleo en su interior. Al percatarse de mi nueva arremetida, un temblorcillo recorrió su columna, sintiendo dicho líquido escurrirse, lubricar su estrecho agujero. Sabia que ahora si mi verga le iba entrar hasta la raíz…

Si, ahora si… pidió ansiosa.

Así fue, sin mayor oposición de su arrugado anillo le fui insertando toda mi tiesa verga. Una vez que la tuvo toda dentro arqueo la espalda, su cuerpo se contrajo saboreando ese empalamiento.

Su goloso ano latía en mi pene, degustando su dureza, comiéndose cada centímetro de su rígida musculatura.

Ay que placer… exclamo agradecida.

No tuvo que decir mas, inicie mi cabalgata, alejando y atrayendo su abultado trasero. Imponía mí ritmo con mis manos sujetando su estrecha cintura. Al parecer ella sintió que no era suficiente para sus apetitos, que la gentileza de mis suaves y armónicos movimientos no estaba acallando su picazón.

Más… más… mételo más… mas duro… pidió lujuriosa.

Incremente mis arremetidas, con el agua bañándonos el sonido de sus nalgas rebotando en mi ingle era cada vez fuerte.

Plosh… ploshhh…

Al parecer le encantaba el eco que esto producía en mi ducha, el morbo la invadía, sus gemidos se mezclaban con estos sonidos.

Ahhh… ahhhh… ahhh…

Ya no tenia que sujetarla de la cintura, con una mano sobre su espalda la guiaba, ella misma iba y venia con mayor rapidez, encontrándose siempre con mi recia respuesta que la alejaba, obligándola a empujar su nuevamente su prominente trasero contra mi ingle. Me deleitaba viendo su cuerpo estremecerse, sus nalgas temblar con cada penetración, escuchando sus gemidos y pedidos, casi ruegos:

Así… así… más fuerte… pedía enloquecida de placer.

Hasta que sintió que su posición era incomoda: agachada, con sus manos aferradas a los bordes de la ducha. Mi ímpetu la había hecho avanzar, su cabeza casi chocaba con la pared. Entonces, conocedora de que no faltaba mucho para su orgasmo, decidió disfrutarlo en una mejor posición, que le permitiera profundizar estas emociones.

Se levanto un poco, arqueando la espalda, sus brazos ahora se apoyaban en las manecillas de la ducha (aquellas que controlan el agua). Abrió más las piernas, para que también sus redondas nalgas se abrieran y me permitieran castigar su ano con mayor vehemencia.

Mi verga ahora entraba hasta la raíz, solo faltaba que le insertara mis testículos…

Si… si… asi… Danny asiii… Ohhh… ahhh… ahhh…

No sabia si yo la estaba usando para satisfacer el apetito sexual que su cuerpo me despertaba, para colmar mis instintos carnales, o si ella me estaba usando para acallar los suyos, para vengarse de Javier y su desinterés por ella, o para vengarse de mi, para probarme que no podía resistirme a sus atributos… invadido por estos sentimientos comencé a cabalgarla con furia… la estaba partiendo y ella lo estaba sintiendo…

No tan fuerte… No… ahhh… uhmmm… ahhhh…

Me aferre a su cintura, atrayéndola hacia mi lo mas que pude, sus deliciosas nalgas también se abrieron lo mas que pudieron. Toda mi rabia se fue disipando a medida que mi verga expulsaba su blanquecino líquido. Este torrente la lleno completamente, alucine que mi leche saldría por el otro lado, por su boca… boca que mantenía abierta, su cuerpo en extremo rigor saboreaba este nuevo orgasmo.

Uhmmmmm….

Sus manos en violento espasmo se aferraban a las manijas del agua, con cada borbotón de esperma, su columna se contraía. Hasta que un temblorcillo final indicaba que ya había pasado, su cuerpo lo había disfrutado, y ahora exhausto no podía mantenerse en pie.

Intento apoyarse en las manillas, pero estas cedieron, su mano resbalo, haciendo girar la llave del agua caliente…

Auuu… exclamo adolorida al sentir el agua quemándola.

Quizás era una señal, un aviso de que merecíamos arder en el infierno por nuestras continuas infidelidades… por nuestra deslealtad hacia nuestras parejas formales…

La jale hacia mí, con mi verga semidura aun dentro suyo fue algo doloroso a lo que no preste mayor atención, puesto que el agua caliente también me estaba salpicando.

Nos refugiamos en el otro extremo de la ducha. Solo entonces pude desencajarle mi maltrecha y adolorida verga.

Lo siento… me dijo cariñosamente.

Yo no… le dije.

Entendiendo que no me arrepentía de aquel placentero encuentro, Mili me dio un jugoso beso. Luego me abrazo, apoyando su cuerpo desnudo y mojado contra el mió.

El agua seguía corriendo y yo no podía luchar contra la corriente… Estaba perdido, lo había intentando pero había fracasado clamorosamente… era obvio que no podía resistirme a ella…

Continuara…

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 

Relato erótico: “Cómo seducir a una top model en 5 pasos (16)” (POR JANIS)

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CAZADOREl dulce aroma de una mujer.

Nota de la autora: Quedaría muy agradecida con sus comentarios y opiniones, que siguen siendo muy importantes para mí. Pueden usar mi correo: janis.estigma@hotmail.es

Gracias a todos mis lectores, y prometo contestar a todos.

Sin títuloChessy dejó las llaves del apartamento dentro del pequeño cesto africano. Allí se encontraban otras, lo que significaba que Hamil estaba en casa. Sonrió y le llamó, camino de la cocina. Un gruñido le contestó desde la balconada del oeste.

Abrió el frigorífico y tomó un botellín de agua, del cual apuró medio de un trago. La mañana estaba siendo anormalmente calurosa para el mes de octubre. Dirigió sus pasos hacia la balconada cerrada con aluminio y cristal. Hamil pasaba allí buena parte de las mañanas, si no debía acudir a la agencia. Había instalado un bien surtido gimnasio allí; una compleja máquina de remo, un banco de pesas y otro para flexiones. Era el reino de su chico, pues ella prefería el Tai Chi y el ejercicio al aire libre. Mudarse al apartamento de Hamil la había acercado al Central Park más que nunca; su novio vivía en el sur de Harlem.

― Hola, amor – saludó ella, besándole en la sudorosa mejilla.

Hamil, tumbado en el banco de pesas, gruñó como respuesta, flexionando los brazos bajo el peso que estaba moviendo. A los ojos de Chessy, estaba para comérselo, con aquellos pectorales que se hinchaban por el esfuerzo, por la tensión en sus musculosos y bien definidos brazos, por el acre olor de su sudor… Encima, Hamil solo llevaba puestos unos boxers holgados de seda, de un verde agua, que insinuaban más que tapaban.

Hamil soltó la barra con las pesas en su soporte, se irguió y le arrebató el botellín de agua de las manos, apurándolo. Levantó su cuerpo del banco y abrazó la cintura de su chica, lamiéndole el cuello. Chessy se acurrucó contra él, sin importarle que estuviera recubierto de sudor.

― Creía que no vendrías para almorzar – musitó Hamil, con la boca aún pegada a la piel del cuello.

― Así era, pero el último cliente anuló la cita y me encontraba en el Upper, así que…

Chessy había sido totalmente sincera con Hamil sobre su trabajo, desde el principio. Su novio la convenció para abandonar aquellos clientes “especiales” y dedicarse exclusivamente a los masajes terapéuticos. Al disminuir sus gastos –había dejado su apartamento en el Village- y estando cubierta por Hamil, Chessy podía permitirse una reducción de clientela mientras conseguía una nueva lista de clientes “normales”.

Chessy había aprendido la lección con Cristo: los secretos no eran buenos.

― Está bien. Me ducho y salimos a almorzar algo – le dijo Hamil, con un último beso.

― No, que va. Solo tengo un cliente esta tarde. Voy a cocinar algo… comeremos aquí.

― Está bien, como quieras.

Minutos más tarde, mientras hervía el agua con la pasta, Hamil y ella se afanaban, codo a codo, en trocear los elementos de una ensalada. Sin levantar la vista, Chessy le preguntó:

― ¿Has estado en la agencia esta mañana?

― Me pasé a firmar una cesión de imagen y no sé qué más. Ni siquiera entré. Alma me tenía preparados los papeles. Sin duda, Kasha estaría allí.

Chessy asintió sabiendo que, desde la ruptura sentimental de los mellizos, la Dama de Hierro Priscila redactó unos horarios que garantizaban que no coincidieran en la agencia. Incluso si la campaña necesitaba fotografías de los hermanos juntos, el fotógrafo se las ingeniaba para hacer montajes con el PhotoShop. Hamil dejó de trocear tomate y la miró de reojo.

― He visto a Cristo – musitó.

― ¿Cómo está? – preguntó ella, con un suspiro.

― Pues… creo que bien. Me saludó y todo.

― Mejor.

A pesar de aquella contestación, Chessy notó el doloroso pellizco en su bajo vientre. Aún se sentía culpable. Sabía perfectamente que le había hecho daño al gitanito, aunque no conocía el alcance. Cristo se negaba a hablar con ella, después de lo ocurrido. Chessy solo podía recurrir a amistades comunes para saber de él.

Jamás pensó que sentiría algo así por Hamil, ni por nadie. En realidad, Chessy se sentía muy a gusto con su relación con Cristo, aunque no se pareciese en nada a su hombre ideal. Pero cuando apareció el sudafricano en su vida, un impulso primario se apoderó de ella, de sus terminaciones nerviosas, de sus mismas células. Hamil era todo cuanto ella había soñado desde pequeña, su amor idealizado, su pareja perfecta. Era el arquetipo con el que soñamos inconscientemente, la carne que anhelamos cuando traspasamos la pubertad. Chessy no pudo sustraerse a la tentación que su propia mente organizaba y se vio arrastrada por ese impulso.

Eso no quitaba que se sintiera como una perra traidora, una vil buscavidas sin escrúpulos. Había noche en que la culpa la despertaba, haciendo subir la bilis por su garganta. Sabía que no era amor lo que había sentido por Cristo. No, el verdadero amor lo había descubierto junto a Hamil, pero, en suma, se parecía bastante. Confianza, admiración y empatía, eso definía mejor sus emociones hacia el gitano, junto con un buen pellizco de morbo. Como pensaba, se parecía bastante al amor.

No estaba segura de los sentimientos de Cristo, pero, a poco que se pareciesen a los suyos, sabía que le había machacado el ego, el amor propio, y la autoestima. Esperaba que para un superviviente como Cristo, no fuera algo demasiado duro de superar. En verdad que le deseaba lo mejor y rezaba, a pesar de su ateismo, cada noche para que encontrara pronto alguien que la reemplazase.

― ¿Sabes si se comenta algo de que salga con alguien? – preguntó de repente.

― Chessy… déjalo ya – la miró Hamil con fijeza.

― Solo pregunto si has escuchado algo entre las chicas.

― Se lleva bien con Calenda, ya sabes, pero ni siquiera salen a tomar algo. Se limitan a charlar en la agencia. Además…

― ¿Qué?

― Calenda es una chica fuera de escala. No creo que Cristo tenga algo que hacer, más que servir de…

― ¿Mascota? ¿Bufón? – inquirió ella con dureza.

― Bueno, algo así, si – acabó él, apartando la mirada.

― ¡Cosas más raras se han visto!

Hamil no quiso contestar y buscó un bol para juntar todo cuanto habían troceado.

― Tienes razón – reconoció Chessy, tras unos minutos. – Cristo es una eminencia y un tipo súper gracioso, pero no es suficiente para una mujer como Calenda… ¡Joder! ¡Me siento tan mal, Hamil!

― Lo sé, pequeña, lo sé – le susurró él, abrazándola. – Pero solo el tiempo puede curar esa herida, tanto en ti como en él.

Aquellas palabras dispararon un recuerdo en la mente de Chessy. Unas palabras parecidas le fueron dichas años atrás, con un tono diferente y en una ocasión distinta, pero intentando taponar una herida casi idéntica.

“Solo el tiempo cura esas heridas, Jule, pero tienes que construir un muro alrededor para protegerte.”

_____________________

La granja estaba ubicada en la esquina noroeste del estado de Connecticut, justo a caballo entre las fronteras estatales con Massachussets y New York, en una pequeña localidad agrícola llamada Canaan. Pertenecía, desde hacía casi doscientos años, a los Nodfrey, una familia procedente de Noruega. Desde la creación de Canaan, siempre hubo un Nodfrey en el consejo municipal. A finales del siglo XX, la relevancia de la familia Nodfrey había descendido bastante. Las deudas contraídas y la mala gestión de su último patriarca, habían traído malos tiempos para la granja. Aún así, Cedric Nodfrey disponía de una vasta propiedad que rendía sus frutos cuando se le prestaba atención, y de una amante señoritinga en el pueblo. Su esposa, Marjory se hacía la desentendida con el tema. Prefería dedicarse a su verdadera vocación, los animales. Era la veterinaria de la comarca, con una excelente consulta y una aún mejor clientela. Nunca fue una mujer familiar y demasiado cariñosa. Optó al matrimonio por puro interés y, tras parir tres hijos, decidió que había cumplido lo suficiente.

En los treinta años de matrimonio de la pareja, Nassia, la hija mayor, llegó rápidamente, antes del segundo aniversario. Ambos cónyuges estuvieron orgullosos de su hija, que pronto demostró poseer una envidiable salud. Cedric insistió en tener otro hijo cuanto antes, a ver si conseguían la parejita, pero su esposa se negó en redondo. No deseaba parir de nuevo, y menos con tanta rapidez.

Tardó casi diez años en dar su consentimiento. Nassia era una niña rolliza y rubia cuando Chardiss llegó berreando a este mundo. Le pusieron el nombre del abuelo paterno, muerto en la Segunda Guerra Mundial. Tarde pero bienvenido, pensó su padre. Estaba contento y se ocupó de mimar al nuevo hijo, su heredero.

Ocho años después, como consecuencia de una excelente celebración de Navidad, Marjory alumbró su último retoño, casi a regañadientes, por lo que le llamó: Julegave (regalo de Navidad en noruego) como broma particular.

Jule, como era llamado por toda su familia, era un alma cándida. Rubio total, como buen escandinavo, y con los ojos del color del cielo de verano, siempre seguía los pasos de su hermano Char, quien, a sus dieciséis años era el encargado, mal le pesara, de cuidar de su hermanito menor. Sus padres estaban casi todo el día fuera, dedicados a sus asuntos, y tras las clases, Char tenía que cargar con Jule.

Gracias a Dios, el niño era un ser callado y observador, bastante sometido al carácter mimado y engreído de Char. Este había obtenido todo cuanto quiso, durante su infancia, de sus atribulados padres, quienes trataban así de redimir sus culpabilidades propias. Char estaba orgulloso de conseguir hacer cuanto le viniese en ganas y, en muchas ocasiones, presionaba aún más, tratando de averiguar sus límites.

Justo en ese momento, Char observaba atentamente lo que su hermanito estaba haciendo, inclinado entre las piernas de su primo Elroy. Los tres se encontraban en el granero de la granja, recostados sobre grandes balas de paja. Elroy, de casi veinte años, mantenía sus pantalones en los tobillos y empujaba suavemente la cabecita de Jule, ocupado en chupetearle la polla. No tenía apenas experiencia, pero ponía toda su alma en ello, impulsado por el temor que le tenía a su hermano.

― ¿Ves cómo podía hacer que te la chupara? – se rió Char, acomodándose él mismo la polla bajo su pantalón. Se estaba excitando con lo que estaba sucediendo en el granero.

― Dios, que boquita tiene el niño… ¿Piensas pagarme así cada vez que te traiga algo de maría?

― Si tú quieres… por Jule no hay problema… ¿verdad, putito?

Elroy levantó la cabeza del chiquillo, tomándole por el pelo. Dos hilos de baba unían los suaves labios de Jule con la gorda cabeza rojiza. El niño se relamió, las mejillas encendidas y surcadas por las lágrimas.

― ¿Tienes algún problema con hacerle una mamada al primo?

Jule negó con la cabeza, las manos apoyadas en las piernas desnudas de su primo camello. Estaba aún dolorido por el guantazo que Char le había soltado cuando se negó a hacerle caso. La proposición le había tomado por sorpresa y no la acababa de entender. Como se quedó estático y con gesto de sorpresa, su hermano le abofeteó con fuerza y le puso de rodillas. Su malévolo primo, con una risita, se bajó la bragueta ante su cara.

Jule se había preguntado por qué Elroy le había estado manoseando minutos antes. Le pellizcaba las nalgas y le manoseaba, hasta meter un par de veces los dedos en su boca. Aunque molesto, Jule se quedó quieto, no queriendo llamar la atención de su hermano mayor, el cual se molestaba mucho por ello.

Cuando aquella cosa cabezona y gorda quedó expuesta ante sus ojos, no sabía qué es lo que debía hacer. Nadie le explicaba nada. Char le gritaba y Elroy solo se reía. Su primo la restregó contra su cara, pasándola sobre los labios, contra su naricilla, hasta que, instintivamente, abrió la boca. Elroy, gruñendo, la apalancó contra sus dientes.

― ¡Ni se te ocurra morder! – masculló.

En un par de ocasiones, su primo le dejó sin respiración, ahogándole al introducir todo aquel órgano en su garganta. Jule escupió, tosió, se atragantó, pero Elroy parecía pasárselo de miedo, aumentando sus risotadas. Las babas llenaban su boca, obligándole a tragárselas o a dejarlas caer sobre la paja.

Tras preguntarle aquello, su primo le obligó a meterse en la boca su “cosa”.

― Sigue, putito, ya estoy cerca – susurró.

Tras unos minutos, Elroy le apretó la cabeza aún más contra su regazo y las babas se incrementaron en el interior de su boca, haciéndose densas y blanquecinas. Jule escupió todo en el suelo mientras su primo jadeaba y le miraba, los ojos entornados.

― Si le educas bien, este niño será una mina de oro – suspiró Elroy, subiéndose los pantalones.

― Es una idea – respondió Char, liándose un porro.

Elroy se marchó y ambos hermanos se quedaron solos y en silencio, frente a frente. Jule no dejaba de escupir, intentando quitarse el sabor salado de la boca, y Char le miraba ensoñadoramente, entre volutas de humo de marihuana.

― ¿Qué te parece ir de acampada este fin de semana? Tú y yo solos, en el bosque – sugirió Char.

Jule se encogió de hombros. Nunca había ido de acampada. Podría ser guay… El pobre no tenía ni idea de lo que le esperaba.

__________________________

Jule recogió una nueva brazada de leña que llevó hasta el montón. Estaba anocheciendo, tenía que darse prisa con la leña. Escuchó risotadas lejos, entre los árboles. Hacía ya dos años cuando Char le trajo, por primera vez, de acampada a ese mismo sitio, pensó. Su primer acampada, su desfloramiento. Torció el gesto al recordar el dolor. Su hermano no fue muy delicado. Estuvo dos días dándole por el culito, enseñándole a chupar y otras cosillas guarras. Le costó una semana poder sentarse.

A partir de ahí, comenzó una nueva vida para él, una vida de esclavo. Cada vez estaba más encadenado a lo que Char le obligaba a hacer. Ya no era temor, sino algo más indefinible lo que le arrastraba. Según una conversación que escuchó entre Elroy y otro chico, la palabra que usó su primo para referirse a él era “precoz”. La había buscado en el diccionario y se refería a algo temprano, prematuro, que sucedía antes de lo previsto. Eso no le dijo nada. Sin embargo, en una segunda búsqueda, encontró una definición más ajustada.

“Niño que muestra cualidades y actitudes propias de una edad más madura. Ej.: Mozart tuvo un talento precoz para la música.”

¿Si era precoz, cual era su talento? ¿El sexo?

Sabía que había algo en él que no era normal, que aceptaba todos aquellos juegos con demasiada facilidad. A pesar del daño o de la humillación a la que era sometido por Char o sus amigos, acababa sintiéndose orgulloso de ser él quien los acababa satisfaciendo. En algunas de las ocasiones y según con quien, Jule disfrutaba de las atenciones de los chicos mayores. Sin embargo, eso le hacía caer cada vez más en una dependencia enfermiza, sobre todo desde que él mismo había comenzado a correrse. Aún no disponía de un miembro como los que tenían los chicos grandes, pero ya expulsaba leche y le daba placer cuando lo meneaba rápido con dos dedos. En verdad, Jule solía perder la cabeza tras experimentar un buen orgasmo, encoñándose con su amante durante cierto tiempo, lo cual le condicionaba a seguirle el juego.

Recogió el montón de leña cuando escuchó la voz de Char llamándole. En el claro se levantaban cinco tiendas redondas. Los chicos habían preparado una hoguera entre los dos troncos caídos. Era una acampada tradicional, solo de chicos; Char y cuatro de sus amigos. Jule sabía por qué cada uno se había traído su tienda: querían intimidad para follárselo.

No era la primera vez. Desde que su hermano lo entregó a Elroy, aquella tarde, en el granero, lo había seguido haciendo con todos sus amigos, sacando siempre ventaja. Aunque aquellos chicos no fueran gays, parecía que ninguno de ellos tuviera problemas en yacer con un chiquillo guapo y sin vello aún. Jule accedía a todo, en silencio, sin protestas, tratando de recibir los menos castigos posibles. La verdad es que tampoco le disgustaba el asunto, siempre que no fueran violentos. Normalmente, no había problema siempre y cuando no corrieran el alcohol o las drogas.

― ¡Aquí está el nene! – exclamó John, un pelirrojo pecoso.

― ¿Solo traes eso? – le increpó su hermano, señalando la brazada de leña que apenas podía abarcar.

― Déjale, Char, trae lo que puede – le acalló Seth, el mayor de todos ellos.

Nick Gothing, el chico de los pelos largos y rubios, no dijo nada, concentrado en avivar la hoguera. A Jule le parecía guay, pues era vocalista de un grupo de rock del condado vecino. Montando la última tienda, Black Jack, un mulato grueso y callado, les ignoró.

― ¿Cómo lo hacemos con él? – preguntó Nick, atrapando la brazada del niño.

― Nos lo jugaremos después de la cena – contestó Char. – Un turno de una hora cada uno.

Jule tragó saliva. Le daba la impresión de que iba a ser duro.

― ¿Sin favoritismos? – preguntó John.

― Por puro azar.

― Bien – la mayoría se relamió.

Los chicos cenaron, ansiosos, y las cartas pronto estuvieron entre sus manos. Jule les contemplaba, sentado al lado de su hermano. Seth fue el primero en ganarle. Sabía jugar muy bien al póker. Después Black Jack tuvo una mano increíble y le miró con lujuria. Su hermano Char fue el tercero en conseguirle, y, tras él, John el pelirrojo y por último Nick.

― Hasta dentro de una hora – expresó Seth, levantándose del tronco en el que estaba sentado y alargando la mano hacia Jule.

El niño la atrapó y le siguió mansamente hacia la tienda. Sorprendentemente, Seth era el único amigo de su hermano con el que no había tenido relaciones completas. Se la había chupado un par de veces, una en el cine y la otra en la piscina de Mickael, pero nada más. Seth le imponía, le ponía nervioso. Era serio y parecía distante.

Entraron en la tienda a gatas y Seth le dijo que se desnudara, mientras él hacía lo mismo. El joven tuvo que reconocer que aquel chiquillo era guapo, realmente hermoso. Era como un querubín de piel clara y pelo muy rubio, sin un solo ápice de vello en todo el cuerpo. Poseía unos ojos increíbles, azules claritos, y sus facciones eran las de una niña. Su erección se hizo evidente cuando se sacó el pantalón.

Jule estaba de rodillas, ya desnudo, con los ojos bajos, esperando. Por un momento, Seth se sintió tentado de empujarle y petarle el culo, excitado por su aparente sumisión y aceptación. Pasó una mano por la entrepierna del chiquillo, tocando su delgado pene ya empinado. En pocos meses, esa dulzura de pollita se convertiría en todo un pene, duro y grandioso, seguro, se dijo el chico. Pero, por el momento, era una delicia para sobar y acariciar.

― Vas a chupármela, ¿verdad? – le preguntó, atrayéndole contra su pecho.

― Si – asintió Jule, muy bajito.

Le dejó acomodarse mientras su boca buscaba el pene erecto de Seth. Este gimió al sentir aquellos labios suavísimos y cálidos enfundar su polla, con exquisito cuidado. Se notaba la experiencia del chiquillo; había chupado más pollas que helados, seguro. Los sonidos bucales pronto llenaron el interior de la tienda de lona. La polla de Seth estaba llena de babas, como resultado de una de esas mamadas guarras que Jule había aprendido a hacer. El joven acarició la nuca y los flancos del chiquillo, hasta llegar a sus esbeltas nalguitas.

Introdujo el dedo índice en el estrecho ano, previamente humedecido con saliva. Jule gimió y agitó el trasero.

― ¡Joder con el puto niño! ¡estás deseando que te empitone! – estalló Seth, alzando la cabeza de Jule y atrayéndole contra él.

Le hizo abrirse de piernas, sentándole sobre su regazo. Los pies de Jule se cruzaron a su espalda y le echó los brazos al cuello. Así abrazados y sin dejar de mirarle, Seth maniobró con su polla, dilatándole el ano hasta meter una buena parte. Las fosas nasales del niño aleteaban y un gemido escapaba de sus entreabiertos labios. Tenía los ojos casi cerrados y sus párpados se agitaban. En la penumbra de la tienda, Seth no puso distinguir sus rubias pestañas, pero las imaginó.

― ¿Empujo más? – susurró Seth.

El crío asintió y ofreció sus labios para que la boca de su amante se acoplara. Seth saboreó unos labios y una lengua que nadie distinguiría de los de una mujer mientras su polla entraba hasta el límite, fuertemente apretada por aquel ano divino.

Antes de la hora límite, Seth estaba tumbado, debidamente limpio, y mantenía al chiquillo desnudo contra él, con un brazo alrededor de sus hombros. No quería dejarle marchar antes de la hora porque eso significaría para los demás que el chiquillo lo había vaciado totalmente. Seth sonreía, acariciando un suave pezón de Jule.

Cuando la alarma de su móvil sonó, Seth le puso a cuatro patas y, tras una amistosa palmada en las nalgas, le dejó salir gateando de la tienda. Jule se irguió una vez fuera, desnudo en la noche. Los chicos le miraron desde la hoguera. Notó el brillo de sus ojos.

― Te espera en su tienda – le comunicó su hermano.

Pisando con cuidado, Jule fue hasta la última tienda en montar y apartó la tela de la entrada. Black Jack estaba tumbado desnudo, sonriente. Jule conocía la tremenda polla que gastaba el gordo mulato.

― Ven, pitufo, súbete encima de mí – le invitó Black Jack.

La piel broncínea del chico estaba tirante en su vientre y pecho, debido a su obesidad. Trepar sobre él era como montar sobre duros almohadones. El olor a macho excitado llenó las fosas nasales del crío.

Al mulato le encantaba besarle, aunque le había prohibido comentarlo con los demás. Jule lamió aquellos gruesos labios y dejó que le mordisquearan los suyos. Tras eso, Jule descendió su boca hasta apoderarse de uno de los grandes senos del chico. Lo apretó con una mano, llevándose a la boca el pezón. Black Jack gimió al sentir los dientecillos.

― Vamos, date la vuelta – susurró el mulato.

― ¿Ya? – preguntó tragando saliva.

― Ya sabes que tiene que ser ahora, que aún no está del todo tiesa. Después estará muy grande y te dolerá mucho – le explicó el chico, ayudándole a girarse.

Jule quedó a horcajadas sobre el gran estómago del chico, dándole la espalda y apoyando sus manos sobre las dobladas rodillas de Black Jack. Este tomó una gran mochila, que estaba pegada a la lona, y la puso de almohadón en su espalda. De esa forma, podía mantener la cabeza erguida y el pecho. No quería perderse nada del espectáculo.

El niño tomó la morena polla con las manos. Aquella herramienta medio rígida sobresalía por todas partes. Completamente tiesa, al menos mediría veintidós centímetros y era gorda. Dejó que el dedo de Black Jack le impregnara el culito de un frío gel lubricante y luego él mismo tomó el tubo, llenándose las manos y untando todo el miembro con suaves frotamientos.

Black Jack gimió bajo la fricción y Jule se decidió a cabalgar aquel monstruo. Nunca había conseguido introducirla del todo. Llegaba a un punto en que el dolor le enloquecía y tenía que abandonar. Apretó los dientes al sentir el grueso glande abrirse camino. Se aferró a las morenas rodillas, quedando como colgado, con el culito levantado y tragando polla.

― Te veo dispuesto hoy, Jule – se rió Black Jack. — ¿Te la meterás entera?

Jule no respondió pero siguió deslizando miembro en su interior, muy despacio, reprimiendo los gritos de dolor como podía. Bufaba y se agitaba; gemía y se retorcía, hasta que estalló en un sollozo. Las lágrimas bajaron en cantidad, intentando lavar el dolor.

― Ya está, déjalo – le indicó su amante, dándole una sonora palmada en una nalga.

Con un suspiro de alivio, Jule alzó su culito, abarcando tan solo la mitad de la polla de Black Jack. Entonces, empezó a cabalgar en serio, sin que el mulato se moviera lo más mínimo. Tras unos minutos, Black Jack sacó su polla del ano del chiquillo y lo frotó contras sus prietas nalgas, corriéndose allí con un fuerte chorro, que repartió con la mano por toda la espalda de Jule.

― Ya sabes lo que tienes que hacer…

Jule descendió y se colocó de bruces en el suelo de la tienda, metiendo su cabecita rubia entre las piernas dobladas del mulato. La lengua del chiquillo se paseó entre las nalgas del gordinflón, sin hacer caso del acre aroma que surgía de allí. Mientras estimulaba el oscuro esfínter, intentando que se abriera, sus manitas se apoderaron de los colgantes testículos. Los acariciaba, los lamía cada vez que apartaba la boca del ano de Black Jack, y se los metía en la boca, con ansias. El majestuoso pene se reponía como consecuencia de estas caricias.

Black Jack gruñía y se agitaba, acariciando el suave pelo rubio de aquella cabecita. Cuando el miembro estuvo bien erguido, Jule abandonó sus caricias anales y dejó caer un pegote de gel lubricante sobre su pecho. A continuación, el niño comenzó a frotarse contra el rígido y grueso pene. Sus manos, sus brazos, el pecho y el cuello pronto quedaron impregnados de aquel gel. Black Jack tomó al niño de la cintura, dominando su frotamiento. A cada pasada, Jule sacaba la lengua y lamía lo que podía del miembro, paladeando el sabor a menta del gel lubricante. “El columpio”, lo llamaba el mulato. Y así, tras un buen rato, se corrió por segunda vez, salpicando el rostro de Jule.

Antes de salir fuera, Black Jack le repasó con una toalla, limpiando su espalda, su esbelto torso y su cara. Jules jadeaba, muy excitado por los dos encuentros. Nadie se había preocupado de él, de su necesidad.

― Vamos – le dijo Char, levantándose de delante de la hoguera.

Siguió a su hermano hasta la tienda que ambos compartían.

― ¿Te han hecho correrte? – le preguntó su hermano.

― No.

― ¡Que hijos de puta! – pero su sonrisa indicaba que le parecía bien. – Yo haré que goces, hermanito. ¿Te apetece que nos frotemos las pollas hasta vaciarnos?

― ¿De verdad? – Jule no podía creer que su hermano le diese esa oportunidad.

― Claro. En la mochila hay aceite – le indicó mientras se desnudaba.

El chiquillo encontró el frasco y en cuclillas se aplicó una capa a todo su vientre y entrepierna. Char se tumbó, sin dejar de mirarle. Jule hizo lo mismo con los genitales de su hermano y se tumbó al lado, sobre la colchoneta. Ambos yacieron de costado, mirándose encarados. Jule tomó la mano de su hermano y la pasó por su pubis lentamente, indicándole lo que deseaba. Su pequeño pene creció de inmediato, muy motivado.

― ¿Te han follado bien, verdad? – le preguntó Char, mirándole a los ojos.

El niño se pasó la lengua por los labios, humedeciéndolos. El pringado pene de su hermano tocó el suyo, frotándose muy lentamente.

― ¿Se las has chupado?

― Si.

Un nuevo roce, ascendente, extenso, duro. Jule se estremeció largamente.

― ¿Si te lo pidiera, harías esto todos los días, con quien te dijera? – le preguntó su hermano mayor, con un extraño tono de voz.

― Si, lo haría – le contestó tras pensarlo unos segundos.

― ¿Por qué?

― Porque te quiero, Char…

Y se abrazó a él, uniendo totalmente sus penes embadurnados. Char lo apretó contra sí, girando hasta quedar boca arriba. Jule le besó profundamente, con una devoción total. Notó como el niño se frotaba más fuerte, con urgencia. No solo se frotaba con su penecito, sino con toda la entrepierna, con el pubis, con la cara interna de los muslos, y hasta con la parte baja del ombligo. Se corrió besando las mejillas de su hermano. Unas gotas de esperma casi líquido quedaron prendidas en el vello púbico de Char.

Le dejó descansar unos minutos, mientras le acariciaba el pelo y le mordisqueaba el cuello. Luego, lo puso boca abajo, metió una mochila bajo el lampiño pubis para levantarle las nalgas, y lo penetró lentamente, mientras pensaba en cómo ganar más dinero con su hermanito. Llevaba tiempo dándole vueltas a prostituirle.

El encuentro de Jule con el pelirrojo John estuvo marcado por el vicio más extremo. De todos los amigos de Char, John era el más raro y depravado. El chico de pelo rojizo no se la metía jamás, ni se dejaba chupar, pero era capaz de resistir numerosas pajas. Era como si temiera contagiarse conlo que hubieran dejado atrás sus colegas. Jule había aprendido a hacerle pajas de distintas maneras, con una mano, con las dos, con los pies, con los muslos, desde delante, desde atrás…

En la hora en que estuvo en su tienda, le hizo tres pajas. La primera con su axila derecha. Tras untarla bien de aceite, se la folló como si fuera un coñito. La segunda con las dos manos, desde atrás, abarcándole la cintura. La tercera usando solo que los pies. Mientras le hacía todas aquellas gayolas, John le instaba a que le contara lo que hacía cada día en el colegio, sus tareas, a qué jugaba con sus compañeros… Como colofón, John se puso de rodillas y se orinó en su boca, llenando buena parte del suelo de la tienda.

Dando arcadas y escupiendo, Jule se guardó las lágrimas y entró en la última tienda. Le gustó que Nick fuera el último. Se llevaba bien con él y le gustaba lo que solía hacerle. A Nick le gustaba tocar y lamer, todo con gran exasperación. Le estaba esperando desnudo y de rodillas. Siguió las indicaciones y se colocó de igual forma, delante de él, mirándole. Nick tomó una de sus manos y se llevó un dedo a la boca, lamiéndolo completamente hasta humedecerlo bien. Entonces, cambió de dedo. Uno por uno, los fue degustando y lubricando. Luego cambió de mano.

Tras unos buenos diez minutos, se pasó a los pies, en donde se atareó mucho más, saboreando el aroma del sudor. Jule ya estaba muy nervioso de nuevo. Aquel juego le gustaba muchísimo, más sabiendo que no había problemas con Nick. Notó como la lengua masculina subía por la cara interna de una de sus piernas, sin prisas, dejando un reguero de saliva. Descendió de nuevo por la otra pierna, tras acariciar largamente su imberbe escroto, lo que le hizo retorcerse.

Nick le obligó a girarse, ofreciéndole su trasero. Se ocupó de las nalgas, de su esfínter, se afanó sobre los riñones y escaló por su columna. Nick tenía especial debilidad por los hombros y el cuello, donde estuvo largo tiempo, atrayendo al chiquillo y dejando que apoyara su espalda sobre su torso. Sus dedos acariciaron el ombligo, al pasar hacia delante. Pellizcaron suavemente sus pezones y, finalmente, se introdujeron en la jadeante boca del niño.

Tras sensibilizar totalmente su cuerpo, Nick pidió que Jule se subiera sobre él y adoptara la posición del 69 y le hizo obtener dos cortos orgasmos antes de eyacular él mismo.

Cansado, regresó a la tienda de su hermano. No quedaba ningún chico a la vista. Su hermano estaba durmiendo desnudo, con el saco de dormir abierto y echado por encima, como si fuese un cobertor. Se acurrucó delante de él, dándole la espalda. Char alargó el brazo y lo aferró por la cintura. En sueños, metió su hinchada polla entre las piernas de su hermanito y así se durmieron los dos.

___________________________________________________________________

Ned asomó un ojo por una de las destrozadas ventanas del viejo rancho. No se escuchaba nada, ni música, ni ronquidos. No había querido llamar a la policía porque sospechaba quienes eran los chicos que habían montado aquella estruendosa fiesta la noche anterior. El rancho estaba lo suficientemente lejos de su pequeña granja como para que no le importase el ruido. Pero era una cuestión de principios y, además, debía asegurarse de que todo era cómo sospechaba. Menudo chasco si descubría que había sido una misa negra y no un guateque juvenil…

El viejo rancho llevaba abandonado más de treinta años, pero la estructura de piedra de la casa principal aún se mantenía en pie, por lo que muchos chicos de la comarca la utilizaban para sus “reuniones”. En otros tiempos, Ned ni siquiera se hubiera molestado en echar un vistazo, pero, desde el año pasado, disponía de mucho tiempo libre. Ahora, las pequeñas cosas insignificantes exacerbaban su curiosidad. Así que había salido de buena mañana, con su inseparable bastón, a curiosear sobre la movida nocturna.

Apenas amanecía cuando llegó ante el inseguro porche del rancho. Descubrió varias botellas vacías tiradas entre los crecidos matojos del exterior. Pisó la madera con cuidado y se acercó a la primera ventana, arriesgando una mirada. Pintadas en las paredes de cemento, vasos de plástico tirados por doquier y más botellas vacías. Había colillas por todas partes, unas de cigarrillos comerciales, otras más caseras.

Ned sonrió, recordando su propia juventud. No era tan viejo. Había cumplido el segundo año de su cincuentena y, poco a poco, estaba recuperando su forma física de nuevo, tras el accidente.

Entró en la destartalada casa de piedra y cemento, recorriendo con cautela sus habitaciones. Menuda juerga se pegaron anoche aquí, se dijo. Las escaleras que llevaban al piso superior parecían haber soportado un bombardeo, con más agujeros que una esponja natural. Por un momento, se negó a utilizarlas, pero su conciencia le dijo que si hacía algo, había que hacerlo bien. Pisó con cuidado, apoyándose en el bastón y no en la rota balaustrada. Alarmantes crujidos le acompañaron hasta que sus pies se posaron en el piso superior. Suspiro, aliviado.

Le vio, al asomarse en la primera habitación. Estaba tirado en el suelo, de bruces sobre una raída manta, desnudo. Pensó que podía estar muerto. Una sobredosis, una disputa… pero, al acercarse, percibió que era demasiado joven como para estar allí. Se arrodilló a su lado y giró el cuerpo. Respingó al ver sus rasgos. ¡Era un niño! ¡No tendría ni quince años!

Aliviado, le escuchó gemir muy bajito. Al menos estaba vivo. Las marcas sobre su cuerpo eran evidentes y múltiples. Tenía moratones en ciertas partes, como las nalgas, las caderas, los muslos, el pecho y el cuello. También tenía un ojo a la funerala y un feo golpe en la sien. Según su experiencia, aquellas eran señales de una violación agresiva.

Sacó el móvil de su bolsillo y estaba a punto de marcar el número de Emergencias, cuando el chico abrió los ojos.

Le miró aturdido y giró la cabeza, abarcando su entorno. Se notaba que estaba confuso.

― Tranquilo, pequeño. Voy a llamar a una ambulancia para que te recoja. Ya verás como se soluciona todo – le dijo Ned, inclinándose sobre él.

― N-no…

Su voz surgió ronca, carrasposa. Tosió y tragó saliva, aclarando la voz.

― No, por favor… nada de ambulancia – imploró.

― Pero… estás herido. Hay que moverte…

― Se lo ruego, por favor… no puedo ir al hospital… ayúdeme a levantarme – le pidió, tendiéndole una mano.

Ned le ayudó a ponerse en pie y lo sujetó de los hombros cuando estuvo a punto de caerse de nuevo.

― G-gracias… solo necesito un momento…

Y, en verdad, pareció recuperar su aplomo en cuanto inspiró unas cuantas veces. Ned le contempló, mientras se apoyaba en la pared. Sin duda era un niño. Lampiño, rasgos infantiles, genitales sin desarrollar aún. Era de estatura mediana y poseía unos rasgos perfectos, muy femeninos, bajo sus rubios cabellos desordenados.

― ¿Cómo te llamas?

― Jule Nodfrey…

― ¿Nodfrey? ¿De la granja Nodfrey?

― Si, es de mis padres.

Era toda una sorpresa para Ned, quien había estado en aquella granja unos años atrás para tratar al dueño de una fuerte lumbalgia. El hombre recogió la manta del suelo y la echó sobre los hombros del chiquillo.

― ¿Qué ha pasado?

― Hubo una fiesta. Mi hermano mayor y sus amigos la organizaron. Vinieron unas chicas de Ashley Falls… — respondió el chiquillo, haciendo memoria.

― ¿Y dónde está tu hermano? ¿Cuántos años tiene?

― No lo sé. Chardiss tiene diecinueve años.

― ¡La madre que me…! – exclamó el hombre. — ¿Cómo puede haberte abandonado aquí?

Jule se encogió de hombros y se envolvió mejor en la manta.

― Todas esas marcas de tu cuerpo… te forzaron, ¿verdad?

El niño rehuyó la mirada y se mordió el labio, enrojeciendo.

― Soy fisioterapeuta y he trabajado en hospitales. Conozco esas señales y sé que no fue un solo tipo el que participó…

Las lágrimas brotaron incontenibles de los ojos del chiquillo. Los regueros lavaron parte de sus mejillas, arrastrando churretes de polvo y otras sustancias. Jule se dejó caer hasta el suelo, la espalda contra la pared, hasta quedar sentado, sollozando.

― Está bien, está bien. Vamos, cálmate – le dijo, acercándose para calmarle. Se arrodilló a su lado, limpiándole las lágrimas con un pañuelo de lino que sacó del bolsillo.

― Por eso no puedo ir a un hospital… acusarán a mi hermano – balbuceó entre hipidos.

― ¡Pero tienes que hacerlo! Ya sé que es un mal trago para tu hermano, pero saldrán los culpables y…

El niño le miró con desesperación, como si Ned no entendiera nada de lo que sucedía.

― No puedo, de verdad… él también es culpable – confesó de una vez.

Las cejas de Ned se alzaron tanto que parecieron querer salir disparadas. ¡Era inaudito!

― ¿Tu hermano te ha…?

Jule asintió, escondiendo la cabeza en el hueco de su codo.

― ¡Joder! ¡JODER! – exclamó con furia Ned, asustando al chiquillo, quien volvió a llorar. — ¿Y tu ropa?

Jule se encogió de hombros, sin levantar la cabeza.

― Me desnudaron abajo…

― Ven, vamos a buscarla.

Descendieron con más cuidado aún. Ned no se explicaba cómo habían montado una fiesta allí, sin ningún miramiento, y no había sucedido desgracia alguna. Bueno, si que había sucedido, pensó girándose hacia el niño que venía detrás de él. Tras buscar por todas partes, no encontraron más que la camiseta destrozada del chiquillo. Sin embargo, por una de las ventanas de la parte trasera, Ned percibió entre la hierba una suela. Eran las zapatillas deportivas de Jule. Al menos, podría caminar.

― Póntelas. Iremos a mi casa. Está cerca. Es la granja vecina. Me llamo Ned Grayson – se presentó el hombre, pasándole el brazo por encima de los hombros cubiertos con la raída manta.

― Gracias, señor Grayson.

________________________________________________________

La pequeña granja Grayson –casa de campo, la llamaba Ned- estaba en el camino del autobús escolar. Jule pronto tomó la costumbre de bajarse allí, saludar a Ned, y volver a casa andando a través de los campos cultivados. En muchas ocasiones, cuando el tiempo no acompañaba y tenía más prisa, Ned le llevaba en su coche o bien en la ruidosa moto quad Triliton que guardaba en el cobertizo.

El hecho es que, a raíz de aquella fiesta, Jule se fue apartando de Char y de sus amigos, quienes también parecían algo avergonzados. Ganó confianza con Ned, aquel hombre lisiado y jubilado que sabía de muchísimos temas. Se encontraba a gusto con él, en su casa, en el cobertizo transformado en gimnasio, o bien paseando.

Finalmente, Jule acabó contándole lo sucedido en la fiesta. Le confesó que llevaba unos años siendo el esclavo sexual de Char, que su hermano le había desvirgado, que lo cedía a sus amigos, como recompensa o pago, que le prostituía con algunos hombres mayores de la comarca… y que, en aquella fiesta, tras emborracharse y drogarse, su hermano y sus amigos le violaron por turnos, sin miramientos. Ned no comprendía la necesidad de Jule de ser aceptado, de humillarse ante esos chicos, pero le brindó toda su ayuda, y el chico, que la necesitaba, estuvo muy agradecido.

En casa, las cosas entre Char y Jule estaban muy tensas. Al día siguiente de la fiesta, cuando el chiquillo le recriminó a Char lo sucedido y, sobre todo, el dejarle abandonado en el viejo rancho ruinoso, se ganó una dura bofetada. “¡A ver si creces de una vez!”, le espetó su hermano.

Aquel golpe fue la gota que colmó el vaso. No le debía absolutamente nada al cabrón de su hermano. Fue Ned quien le ayudó, quien le guardó el secreto e, incluso, le comprendió. Aquello le hizo abrir los ojos y renegar del enfermizo trato de su hermano. Decidió que no cedería más a las manipulaciones de Char, y, con la ayuda de su nuevo mentor, recopiló una serie de pruebas sobre los abusos de su hermano. El chantaje funcionó a la perfección. La amenaza de denunciarle al sheriff apartó a Char de su camino, de una vez por todas.

Jule llamó a la puerta de la “casa de campo” pero nadie contestó. Llamó a Ned en voz alta, y el hombre le respondió desde el cobertizo. Jule corrió hasta allí y se deslizó entre los batientes de la gran puerta. En el interior reinaba una deliciosa penumbra agujereada por miles de pequeños haces luminosos, procedentes de los numerosos agujeros de la centenaria estructura de madera. Ned, vistiendo un holgado kimono blanco, realizaba una forma del estilo Yang en 37 cuadros, con una fluidez casi perfecta, aún teniendo su cadera débil.

El hombre, al verle, abandonó el ejercicio de Tai Chi y le saludó, indicándole que se acercara. Jule se quitó las deportivas y se colocó a su lado, iniciando la forma de nuevo. Tan solo conocía los siete primeros cuadros de la forma, pero imitaba lo mejor que podía a Ned, quien se movía con parsimonia y relajación, bordando sus movimientos.

A Jule le gustaba ese arte. Le relajaba muchísimo y ganaba mucho en equilibrio. Según le había contado Ned, aprendió Tai Chi de un viejo maestro quiropráctico, en California. A medida que iba conociendo a aquel hombre, Jule descubría que tenían más cosas en común.

Ned no parecía interesado en obtener su cuerpo, ni insinuaba lo más mínimo. Le hacía sentirse seguro y a salvo, equilibrado, y, sobre todo, feliz como el niño que era.

― Muy bien – le alabó Ned al acabar el ejercicio. – Vas tomando su esencia.

― Gracias. Me hace sentirme bien.

― Es energía curativa la que se canaliza con estos movimientos.

― ¿Tu cadera mejora?

― Si, pero por mucho que sane esta energía, no puede sustituir la prótesis que llevo – se rió Ned, secándose el rostro con una pequeña toalla.

― ¿Qué te pasó?

Ned le miró, algo reacio, pero, finalmente, con un suspiro, se decidió.

― Tuve un grave accidente de automóvil el año pasado. Me he quedado sin fuerzas en una mano y con la cadera izquierda destrozada.

― Vaya, lo siento. Por eso ya no sigues dando masajes, ¿verdad?

― Si, ya no tengo fuerzas ni estabilidad suficiente. Me han jubilado anticipadamente y con lo que me ha pagado el seguro, tengo para vivir. Pero no solo perdí mi trabajo en ese accidente…

Jule notó enseguida la tristeza en su voz. Se mordió una uña, esperando a que continuara.

― Mi esposa y mi hija murieron en él.

Jule tomó la mano del hombre y la acarició suavemente, dándole ánimos, Ned le miró y sonrió, agradeciéndoselo.

― ¿Cuántos años tenía tu hija?

― Nancy acababa de cumplir trece años.

― Lo siento mucho, Ned – le dijo el chiquillo, al abrazarle.

― Gracias. La verdad es que ocuparme de ti y de tus problemas, me viene muy bien para evadirme de mis recuerdos – le contestó el hombre, palmeándole un hombro. — ¿Qué pasa con tus padres? ¿Les has hablado de mí?

Jule negó con la cabeza y apartó la mirada.

― ¿Por qué no?

― No les importo.

― Vamos, eres su hijo. ¡Claro que les importas!

El niño volvió a negar con más fuerza.

― Nunca están en casa. Char es quien ha cuidado de mí desde que me acuerdo. Papá siempre anda de un lado para otro, con sus maquinarias, con sus jornaleros, y bajando al pueblo cada noche. Para él es suficiente con tener un heredero, mi hermano Chardiss.

― Es muy duro lo que dices – musitó Ned.

Jule alzó uno de sus hombros y siguió:

― Mamá nunca me ha querido. Eso lo sé desde que Char me contó la anécdota de mi procreación. Me puso de nombre Julegave, que en noruego significa “regalo de Navidad” y es la única que usa el nombre completo. Me llevo casi veinte años con mi hermana mayor, así que no creo que fuera un hijo esperado y deseado. Su consulta de veterinaria es más importante que yo. Nassia, mi hermana, está casada y vive a120 kilómetrosde aquí. Nos vemos tres veces al año y no tenemos ninguna confianza. Es más como una tía lejana o algo así.

― Empiezo a comprender tu extraño apego hacia tu hermano y el por qué has aguantado sus humillaciones – dijo Ned, caminando hacia la puerta.

Caminaron hasta la casa y Ned se dio cuenta de que el chiquillo quería hablar más, pero que le costaba sincerarse.

― ¿Has merendado? – le preguntó al entrar en casa.

― No – contestó con una gran sonrisa.

― ¿Tostadas con crema de cacahuetes?

― ¡Siii!

Ned puso pan a tostarse y sacó la mantequilla de cacahuetes, así como un tarro de miel. Se sentaron a la mesa. La tostadora escupía las rebanadas y ellos las untaban, tras meter otras en la ranura. De esa forma, devoraron cuatro rebanadas cada uno.

Chupándose los dedos, Ned preguntó:

― ¿Qué hay de tus experiencias homosexuales?

― ¿Cómo? – preguntó el niño, pillado por sorpresa.

― ¿Qué sientes al tener esas experiencias con chicos mayores? ¿Sientes repulsión? ¿Temor? ¿Te sientes impulsado a obedecer? Me has contado lo que has hecho, pero no cómo te sientes…

― No sé… nunca lo he pensado seriamente. Creo que un poco de todo…

― Pero, ¿te disgusta? ¿Lo odias o qué?

― Pues… no – acabó respondiendo tras pensarlo. – Me disgusta ser obligado o utilizado como un animal… un esclavo… pero el acto en si no me molesta.

Ned le contempló con fijeza.

― O sea, hacer el amor con un hombre no te resulta violento. ¿Es eso?

― Exacto.

― ¿Y si se trata de tu hermano? Sé sincero, por favor.

― Estoy muy enfadado con él pero reconozco que le he dicho que le quiero en varias ocasiones, después de estar juntos. La verdad, ahora que lo pienso, es que los he querido a todos, en algún que otro momento.

― ¿A todos? ¿Quiénes?

― A todos con los que me he acostado.

― Dependencia emocional… – musitó Ned, tapándose los ojos, abrumado.

― ¿Qué?

― Nada, hablaba para mí mismo… Intenta explicar un poco como es ese sentimiento de amor…

― Pues no sé, los quiero cuando me hacen feliz.

― ¿Feliz de qué manera?

― Cuando me hacen gozar.

“¡Coño con el niño!”

― ¿Ya sientes placer?

― Si, a veces.

― Veamos… en el futuro, cuando seas algo más mayor, en la universidad, digamos… ¿te ves besando a un hombre? ¿Te gustaría?

― Si, ¿por qué no?

― Entonces, ¿te sientes gay?

― No lo sé… creo que no…

― ¿Eh? Explícate.

Jule pasó un dedo por la superficie de la mesa, recuperando un pedacito de mantequilla con un dedo, la cual se llevó a la boca. Levantó la mirada y clavó sus ojos azules en Ned. Después volvió a bajarlos y sus mejillas se ruborizaron.

― No me siento un chico cuando estoy con ellos – murmuró.

Ned acercó su cabeza, creyendo que había escuchado mal. Jule lo repitió.

― Creo que me siento como una niña, aunque no estoy seguro. No tengo forma de comparar.

― ¿Por qué piensas eso?

― Porque me dejo llevar por lo que siento. Ellos no son así. Solo quieren satisfacerse como sea. Yo nunca he sido como los demás chicos del colegio. No me gustan los deportes, ni los coches. Cuido mucho de mi persona, siempre que puedo me peino bien y procuro coordinar mi ropa… como una chica, ¿no?

― Pues si.

― He sacado del desván ropa vieja de mi hermana, de cuando tenía más o menos mi edad, pero pesaba el doble que yo, así que no me está nada bien. Pero me he probado algunas cosas de mi madre…

― ¿Cómo te ves?

― Creo que con el pelo largo, parecería una niña. Me veo guapa… guapo, quiero decir.

― Es cierto. Tienes rasgos muy femeninos. Mira, creo que tienes ciertas tendencias gay, aunque no deberían aparecer hasta tu desarrollo, pero puede que sea un desarreglo hormonal. Puede que tengas un exceso de genes femeninos… qué sé yo…

― A veces, pienso que si fuera una chica guapa, me respetarían todos. No me habrían usado de esa forma – se mordió el labio al decirlo.

― Solo el tiempo cura esas heridas, Jule, pero tienes que construir un muro alrededor para protegerte.

El niño le miró sin comprenderle.

― Si quieres verte como una chica, yo puedo ayudarte. Tengo un armario entero lleno de ropa de mi hija Nancy. Creo que te sentaría bien. ¿Subimos? – dijo Ned con una sonrisa.

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Para Ned fue una especie de catarsis ayudar a su amiguito. Por primera vez en casi un año, pudo abrir el armario de su hija y tocar su ropa sin acabar llorando sobre la cama. Aunque Jule era más joven que su hija Nancy, casi tenían las mismas medidas. Cuando vio al niño probarse el primer vestido, asumió que prácticamente era una niña. Tan solo su forma de moverse le traicionaba. Pero hubo algo más que se metió bajo la piel del hombre. Ver todos aquellos vestidos conocidos, de repente animados sobre el cuerpo de Jule, le hizo sentir la enfermiza ilusión de que su hija había vuelto a la vida.

Tarde tras tarde, hizo subir a Jule al dormitorio de su hija y probarse diferentes vestidos y conjuntos. Además, animaba a Jule a moverse y comportarse como una niña. Le compró una peluca rubia, en melenita y de buen pelo, con la que el niño quedó encantado. Pulió sus maneras, enseñándole buenos modales de señoritas, cómo expresarse con corrección, y cómo comportarse ante la gente.

Para que los padres de Jule no notaran que su hijo bajaba el rendimiento por sus constantes visitas, le ayudó con los temas escolares, mejorando en mucho su labor académica. A cada día que pasaba, Jule estaba más encantado con aquel juego. Siempre apostaba con Ned que si quisiera, podía salir a la calle vestido de niña y nadie lo sospecharía.

Cada vez más obsesionado con disponer de nuevo de una hija, Ned tomó la decisión de suministrar en secreto, las dosis de estrógenos y andrógenos necesarios para detener la pubertad masculina de Jule. Ni siquiera se paró a pensar que podría resultar peligroso modificar a esa edad el cuerpo del niño. Solo quería llegar a perfeccionar más su imagen femenina.

Las hormonas cortaron de raíz su desarrollo como hombre, justo en sus inicios. Los procesos hormonales que le deberían haber llevado hacia una masculinidad, quedaron suprimidos y su latente parte femenina fue potenciada bruscamente, en una etapa del desarrollo muy temprana.

Al pasar los meses, los resultados fueron cada vez más visibles para Ned. El rubio vello de Jule no florecía en su rostro, sus formas se redondeaban y se estilizaban en puntos concretos, sus rasgos infantiles pasaron a convertirse en belleza realmente femenina, de tal forma que no aparecieron rasgos netamente masculinos, como la nuez de Adán o la prominencia de su mandíbula.

Ned se contagió del entusiasmo de su joven amigo/alumno y acabó atrapado y seducido por el propio concepto. Le compró ropa holgada para disimular su nuevo cuerpo en casa e incluso se presentó ante sus padres, con la excusa de ampliar sus aptitudes académicas. Las notas escolares de Jule habían subido y si ahora quería aprender otras cosas con un profesor particular, ellos no se iban a oponer. cuantas más actividades extraescolares tuviera, menos les molestaría. Ese fue el pensamiento de sus queridos padres. Cuando Ned no pudo enseñarle más sobre mujeres, lo presentó a varias amigas suyas, antiguas clientes muy discretas y muy solícitas, que se tomaron el asunto como un reto. Se encargaron de adoctrinar perfectamente a Jule; en particular, a pensar y reaccionar como una verdadera mujer.

Todas estas lecciones, estos cambios corporales y psicológicos, reafirmaban el carácter de Jule, pero también cambiaban su comportamiento. Los chicos del colegio empezaron a llamarle sarasa y su padre tuvo un par de charlas serias con él, en casa, pero nada de eso consiguió cambiar su motivación. Jule estaba decidido en convertirse en mujer. De hecho, se sentía mujer desde hacía tiempo. Solo quedaba un mero escaparate que modificar y cada día que pasaba los cambios eran menos.

Ned, quien desde la muerte de su esposa, no había estado con más mujeres, se vio totalmente seducido por la nueva imagen de Jule, a medida que el juego de convertirle en una chica se hacía más intenso.

Ned nunca se vio atraído por Jule como chico, pero en cuanto le vistió con las ropas de su hija, su mente se desequilibró un tanto. Aunque no se parecía en nada a Nancy, Ned le empezó a tratar como si fuese ella.

― Llámame papá – le pidió un buen día. Jule sonrió mientras tironeaba del borde de la faldita que llevaba puesta, y asintió. Haría cualquier cosa por Ned, por muy extraña que fuese.

Una tarde en que ambos salieron de compras, Ned se introdujo en el probador. Con el rostro contraído, lo empujó de bruces contra la pared, le levantó la faldita y le bajó las braguitas. Se la coló por el culo sin miramientos. Jule acalló sus quejidos como pudo. Intuía que algo había saltado en la mente de su mentor, que no era él mismo, pero se dejó follar largamente, muy a gusto.

― Gracias, papá – le dijo suavemente cuando Ned se corrió en su interior. El hombre estalló en lágrimas.

Jule se acostumbró cada vez más a salir vestido de chica. Salía a merendar con Ned, de compras con sus maduras amigas, y daba el pego en todas partes. Incluso su personalidad florecía cuando se comportaba como mujer. En cuanto a Ned, solía follarle solamente cuando estaba vestida de chica y ni siquiera le quitaba la ropa, pero siempre insistía en que le llamara papá.

Jule llevaba una doble vida que se estaba volviendo cada vez más complicada. Por una parte, intentaba esquivar a su verdadera familia, totalmente descontento con ella; por otra, estaba su floreciente personalidad femenina, cada vez más compleja y definida. Su relación con Ned era su auténtica tabla de salvación. El maduro cincuentón volcaba en aquella nueva personalidad femenina todo cuanto no pudo enseñarle a su hija, en especial, su experiencia en técnicas fisioterapéuticas, mejoradas con sus conocimientos quiroprácticos orientales. Todo ello sucedió antes de su mayoría de edad.

Cuando Jule cumplió los dieciocho años, Ned le acompañó al juzgado, en donde adoptó legalmente el nombre de Clementine, Chessy para los amigos, y se independizó totalmente de su familia. Por entonces, ya hacía un par de años que no utilizaba ropa de hombre, ni actuaba como tal.

_____________________

― Chessy…

― ¿Si? – exclamó ella parpadeando y regresando a la realidad.

― Tu mente se había ido – la besó Hamil fugazmente. — ¿Dónde estabas?

― Recordaba un buen amigo, casi un padre…

― No sé mucho sobre ti, cariño. ¿Cuándo me vas a poner al corriente?

― Cuando me sienta preparada, cielo. Tengo toda una historia para contar, seguro.

Mientras comprobaba que la pasta estaba en su punto, Chessy se dijo que mañana sería un buen día para visitar la tumba de Ned, en el cementerio de Canaan. Murió de cáncer año y medio atrás y ese fue el verdadero motivo que ella se decidiera a venir a Nueva York e instalarse en el Village. Tenía que demostrarse que Ned la había preparado muy bien para arrastrar el dulce aroma de una “mujer”.

CONTINUARÁ…

 

“Mi nuera se convierte en mi mujer” Libro para descargar (POR GOLFO)

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NUERA1

Sinopsis:

 

Al morir mi hijo, tengo que hacerme responsable de su mujer e intentar que salga de su depresión. Tomo esa decisión sin saber que Jimena desarrollará una fijación por mí e intentará llevarme a la cama. Con el tiempo, se va afianzando mi relación con ella a pesar que mi nuera no deja de mostrar síntomas de desequilibrio mental.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:
 
 
 

Capítulo 1.

Con cuarenta y nueve inviernos creía que mi vida ya no tenía sentido. Y cuando digo inviernos y no primaveras se debe a que después de tantos años trabajando con único propósito de crear un patrimonio con el que pasar mi vejez con mi mujer y tantos esfuerzos para criar a mi único hijo, resulta que por un desgraciado accidente me vi solo. A raíz de ese suceso, estaba hundido. Cada mañana me resultaba un suplicio el tener que levantarme de la cama y enfrentar un nuevo día sin sentido.
Con dinero en el banco, la casa pagada y un negocio que marchaba a las mil maravillas todo era insuficiente para mirar hacia adelante. Por mucho que mis amigos me trataban de animar diciendo que me quedaban al menos otros cuarenta años y que la vida me podía dar una nueva oportunidad, no les creía. Para mí, el futuro no existía y por eso decidí vivir peligrosamente. Asqueado de la rutina comencé a practicar actividades de riesgo, quizás deseando que un percance me llevara al otro barrio y así unirme a María y a José.
¡Dios! ¡Cómo los echaba de menos!
Nada era suficientemente peligroso. Me compré una moto de gran cilindrada, me uní a un grupo de Ala Delta donde aprendí a surcar los aires, viajé a zonas en guerra buscando que la angustia de esa gente me hiciera ver que era un afortunado… Desgraciadamente la adrenalina no me sirvió para encontrar un motivo por el que vivir y cada día estaba más abatido.
Pero curiosamente cuando ya había tocado fondo y mi depresión era tan profunda que me había llevado a comprar una pistola en el mercado negro para acabar con mi vida, la enésima desgracia me dio un nuevo aliciente por el que luchar. Hoy me da vergüenza reconocer que estaba sondeando el quitarme de en medio cuando recibí la llamada de Juan, el mejor amigo de mi hijo:
―Don Felipe disculpe que le llame a estas horas pero debe saber que Jimena ha intentado suicidarse. Se ha tomado un bote de pastillas y si no llega a ser porque llamó a mi mujer para despedirse, ahora estaría muerta.
Confieso que, aunque había estado coqueteando con esa idea, el que mi nuera hubiese intentado acabar con su vida me pareció inconcebible porque al contrario de mí, ella era joven y tenía un futuro por delante. Sé que era una postura ridícula el escandalizarse cuando yo estaba de tonteando con lo mismo pero aun así pregunté dónde estaba y saliendo de casa, fui a visitarla al hospital.
Durante el trayecto, rememoré con dolor el día que mi chaval nos la había presentado como su novia y como esa cría nos había parecido encantadora. La ilusión de ambos con su relación confirmó tanto a mi mujer como a mí que nuestro retoño no tardaría en salir del nido. Y así fue, en menos de un año se casaron. Su matrimonio fue feliz pero corto y desde que la desgracia truncara nuestras vidas, no había vuelto a verla porque era un doloroso recordatorio de lo que había perdido.
Sabiendo a lo que me enfrentaría, llegué hasta su habitación. Desde la puerta, comprobé que estaba acompañada por la mujer de Juan y eso me dio los arrestos suficientes para entrar en el cuarto. Al hacerlo certifiqué la tristeza de mi nuera al ver lo delgadísima que estaba y observar las ojeras que surcaban sus anteriormente bellos ojos.
« Está hecha una pena», pensé mientras me acercaba hasta su cama.
Jimena al verme, sonrió dulcemente pero no pudo evitar que dos lagrimones surcaran sus mejillas al decirme:
―Don Felipe, siento causarle otra molestia. Suficiente tiene con lo suyo para que llegue con esta tontería.
El dolor de sus palabras me enterneció y cogiendo su mano, contesté:
―No es una tontería. Comprendo tu tristeza pero debes pasar página y seguir viviendo.
Cómo eran los mismos argumentos que tantas veces me había dicho y que no habían conseguido sacarme de mi depresión, no creí que a ella le sirvieran pero aun así no me quedó más remedio que intentarlo.
―Lo sé, suegro, lo sé. Pero no puedo. Sin su hijo mi vida no tiene sentido.
Su dolor era el mío y no por escucharlo de unos labios ajenos, me pareció menos sangrante:
« Mi nuera compartía mi pena y mi angustia».
María, su amiga, que desconocía que mi depresión era semejante a la de ella, creyó oportuno decirle:
―Lo ves Jimena. Don Felipe sabe que la vida siempre da segundas oportunidades y que siendo tan joven podrás encontrar el amor en otra persona.
La buena intención del discurso de esa mujer no aminoró mi cabreo al pensar por un instante que Jimena se olvidara de mi hijo con otro. Sabía que estaba intentando animar a mi nuera y que quería que yo la apoyara pero no pude ni hacerlo y hundiéndome en un cruel mutismo, me senté en una silla mientras ella comenzaba a llorar.
Durante una hora, me quedé ahí callado, observando el duelo de esa muchacha y reconcomiéndome con su dolor.
“¿Por qué no he tenido el valor de Jimena?”, pensé mirando a la que hasta hacía unos meses había sido una monada y feliz criatura.
Fue Juan quien me sacó del círculo autodestructivo en que me había sumergido al pedirme que le acompañara a tomar un café. Sin nada mejor que hacer le acompañé hasta el bar del hospital sin saber que eso cambiaría mi vida para siempre.
―Don Felipe― dijo el muchacho nada más buscar acomodo en la barra: ―Cómo habrá comprobado Jimena está destrozada y sin ganas de seguir viviendo. Su mundo ha desaparecido y necesita de su ayuda…
―¿Mi ayuda?― interrumpí escandalizado sin ser capaz de decirle que era yo el que necesitaba auxilio.
―Sí― contestó ese chaval que había visto crecer,― su ayuda. Usted es el único referente que le queda a Jimena. No tengo que recordarle qué clase de padres le tocaron ni que desde que cumplió los dieciocho, huyó de su casa para no volver…
Era verdad, ¡No hacía falta! Conocía a la perfección que su padre era un alcohólico que había abusado de ella y que su madre era una hija de perra que, sabiéndolo, había mirado hacia otra parte al no querer perder su privilegiada posición. Aun así todos los vellos de mi cuerpo se erizaron al oír que seguía diciendo:
―Jimena, siempre envidió la relación que tenía con su hijo y vio en usted un ejemplo al que seguir. Por eso quiero pedirle un favor… Aunque sea por el recuerdo de José, ¡Usted debe ayudarla!
―No comprendo― respondí asustado por la responsabilidad que estaba colocando sobre mis hombros:― ¿Qué cojones quieres que haga?
Mi exabrupto no hizo que el amigo de mi hijo se quedará callado y con tono monótono, me soltó:
―Fíjese. Mientras usted ha enfrentado con valentía su desgracia, su nuera se ha dejado llevar, ha perdido su trabajo, la han echado del piso que tenía alquilado y para colmo, ¡Se ha intentado suicidar! Si usted no se ocupa de ella, me temo que pronto iremos a otro entierro.
Me sentí fatal al no saber las penurias que había estado pasando mi nuera y con sentimiento de culpa, pregunté al chaval cómo podía arrimar el hombro:
―Mi esposa y yo hemos pensado que: ¡Debería irse a vivir con usted!
En ese momento esa propuesta me pareció un sinsentido y así se lo hice saber, pero el muchacho insistió tanto que al final, creyendo que mi nuera no aceptaría esa solución, acepté diciendo:
―Solo pongo una condición. Jimena debe de estar de acuerdo.

Capítulo 2.

No preví que mi nuera aceptara irse a vivir conmigo pero su situación anímica y económica era tan penosa que vio en mi ofrecimiento un mal menor y por eso al salir del hospital, se mudó a mi casa. Todavía recuerdo con espeluznante precisión esos primeros días en los que Jimena no hacía otra cosa que llorar tumbada en la cama. No le deseo ni a mi mayor enemigo que algún día sufra lo que sufrí yo viéndola apagarse consumida por el dolor.
Era tan profunda su depresión que llamé a Manolo, un amigo psiquiatra para que me recomendara qué hacer.
―Lo primero es obligarla a levantarse, no puede estar acostada. Y lo segundo tráemela para que yo la evalúe.
Ni que decir tiene que seguí sus instrucciones al pie de la letra y aunque se negó en un principio tras mucho insistir conseguí que fuera a ver a ese loquero. Mi conocido después de verla le diagnosticó una severa depresión cercana a la neurosis y después de mandarle una serie de antidepresivos, me dio una serie de pautas que debía seguir. Pautas que básicamente era mantener una permanente supervisión y forzarla a ocupar sus horas para que no tuviera tiempo de pensar.
Por eso conseguí convencerla de inscribirse en unas clases de dibujo y acudir después al gimnasio. A partir de entonces me convertí en una especie de niñero que todas las mañanas la despertaba, la llevaba hasta la academia y al salir del trabajo tenía que pasar por el local donde hacía aerobic. De esa forma, muy lentamente, mi nuera fue mejorando pero sin recuperar su estado previo al accidente donde murieron mi hijo y mi mujer. Pequeños pasos que hablaban de mejoría pero a todas luces insuficientes. Una pregunta con la que salió un día de su encierro, una sonrisa al día siguiente por un comentario… Aun así era raro el día que la veía en mitad del salón llorando al recordar a su marido.
« Tengo que darle tiempo», repetía cada vez que retrocedía hundiéndose nuevamente en la tristeza.
Otros detalles como su insistencia en que saliéramos a cenar a un restaurante o que en vez de en coche la llevara en moto, me iban confirmando su recuperación sin que yo los advirtiera a penas. Pero al cabo de dos meses, un día me llegó con una extraña petición del psiquiatra que me dejó muy confuso:
―Suegro, Don Manuel me ha pedido que tiene que ir a verle. Me ha dicho que quiere hablar con usted.
Que mi amigo usara a mi nuera como vehículo, me resultó cuando menos curioso y por eso aproveché un momento que me quedé solo para llamarle.
―Manolo, ¿Qué ocurre?
Advirtió en el tono de mi pregunta mi preocupación y por eso me aseguró que no debía preocuparme pero insistió en verme. Porque lo que tenía que plantearme era largo y que prefería hacerlo en persona. Cómo comprenderéis su respuesta no me satisfizo y por eso al día siguiente cuando me presenté en su consulta, estaba francamente nervioso.
Al sentarme, mi amigo decidió que de nada servía andarse con circunloquios y tras describirme los avances de mi nuera durante esas semanas, me soltó:
―Todo va bien, mucho mejor de lo que había vaticinado pero hay un problema y quiero ponerte en guardia…
―¡Tú dirás!― respondí más tranquilo.
―Tu nuera ha tenido una infancia terrible y cuando ya se veía feliz con tu hijo, sufrió un revés…
―Lo sé― interrumpí molesto por que lo me recordara: ― ¡Dime algo que no sepa!
Manolo comprendió que mi propio dolor era quien había hablado y por eso sin darle mayor importancia, prosiguió diciendo:
―Gracias a tu apoyo, ha descubierto que tiene un futuro y por eso te aviso: ¡No puedes fallarle! Porque de hacerlo tendría unas consecuencias que no quiero ni imaginar― la seriedad de su semblante, me hizo permanecer callado. – Para Jimena eres única persona en la que confía y de perder esa confianza, se desmoronaría.
―Comprendo― mascullé.
―¡Qué vas a comprender!― indignado protestó: ―En estos momentos, eres su sostén, su padre, su amigo, su compañero e incluso su pareja. De sentir que la rechazas, entraría en una espiral de la que nunca podría salir.
―¡Tú estás loco! Para mi nuera solo soy su suegro.
―Te equivocas. Aunque no lo ha exteriorizado, Jimena está enamorada de ti y temo el día que se dé cuenta porque no sé cómo va a reaccionar.
―Me he perdido― reconocí sin llegármelo a creer pero sobretodo confundido porque yo la veía como a una hija y no albergaba otro sentimiento.
―Cuando Jimena se percate del amor que te tiene, si no conseguimos que focalice ese cariño bien, buscará en ti esos mismos sentimientos.
―¿Me estás diciendo que intentará seducirme?
―Desgraciadamente, no. Jimena considerará un hecho que tú también la amas y se considerara tu mujer antes de qué tú te des cuenta.
―No te creo― contesté riendo aunque asustado en mi interior y tratando de dar argumentos en contra, le solté: ―Coño, Manolo, ¡Si me sigue tratando de usted!
―Tu ríete. Yo ya he cumplido avisándote.
El cabreo de mi amigo incrementó mi turbación de forma que al despedirme de él, le dije:
―Gracias, tomaré en cuenta lo que me has dicho pero te aseguro que te equivocas.
―Eso espero― contestó mientras me acompañaba a la puerta.
Al salir de su consulta, os tengo que confesar que estaba acojonado porque me sentía responsable de lo que le ocurriera a esa cría.
El resto del día me lo pasé en la oficina dando vueltas a la advertencia de Manuel. Por más que lo negara algo me decía que mi amigo tenía razón y por eso estuve durante horas tratando de encontrar si había sido yo el culpable de la supuesta atracción de la que hablaba, pero no hallé en mi actuación nada que hubiese alentado a mi nuera a verme como hombre.
Más tranquilo, me auto convencí que el psiquiatra había errado con su diagnóstico y cerrando mi ordenador, decidí volver a casa. Ya en ella, Jimena me esperaba con una sonrisa y nada más verme, me dio un beso en la mejilla mientras me decía:
―He pensado que me llevaras al Pardo.
Esa petición no era rara en ella porque como ya os he dicho solíamos salir frecuentemente a cenar a un restaurante pero esa tarde me sonó diferente y por eso quise negarme pero ella insistió diciendo:
―Llevo todo el día encerrada, creo que me merezco que me saques a dar una vuelta.
Esa respuesta me puso la piel de gallina porque bien podría haber sido lo que me dijera mi difunta mujer si le apetecía algo y yo no la complacía. Asustado accedí. De forma que tuve que esperar media hora a que Jimena se arreglara.
Me quedé de piedra al verla bajar las escaleras enfundada en un traje de cuero totalmente pegado pero más cuando con una alegría desbordante, me lo modeló diciendo:
―¿Te gusta cómo me queda? He pensado que como siempre vamos en moto, me vendría bien comprarme un buzo de motorista.
Aunque cualquier otro hombre hubiese babeado viendo a esa muñeca vestida así pero no fue mi caso. La perfección de sus formas dejadas al descubierto por ese tejido tan ceñido, lejos de excitarme me hizo sudar al ver en ello una muestra de lo que me habían vaticinado.
« Estoy exagerando», pensé mientras encendía la Ducatí, « no tiene nada que ver».
Desgraciadamente al subirse de paquete, se incrementó mi turbación al notar que se abrazaba a mí dejando que sus pechos presionaran mi espalda de un modo tal que me hizo comprender que bajo ese traje, mi nuera no llevaba sujetador.
« ¡Estoy viendo moros con trinchetes!», maldije tratando de quitar hierro al asunto. « Todo es producto de mi imaginación».
Los diez kilómetros que tuve que recorrer hasta llegar al restaurante fueron un suplicio por que a cada frenazo sentía sus pezones contra mi piel y en cada acelerón, mi nuera me abrazaba con fuerza para no caer.
Una vez en el local fue peor porque Jimena insistió en que no sentáramos en la terraza lejos del aire acondicionado y debido al calor de esa noche de verano, no tardó en tener calor por lo que sin pensar en mi reacción, abrió un poco su traje dejándome vislumbrar a través de su escote que tenía unos pechos de ensueño.
Durante unos instantes, no pude retirar la mirada de ese canalillo pero al advertir que mi acompañante se podía percatar de mi indiscreción llamé al camarero y le pedí una copa.
«La chica es mona», admití pero rápidamente me repuse al pensar en quien era, tras lo cual le pregunté por su día.
Mi nuera ajena a mi momento de flaqueza me contó sin darle mayor importancia que en sus clases la profesora les había pedido que dibujaran un boceto sobre sus vacaciones ideales y que ella nos había pintado a nosotros dos recorriendo Europa en moto.
Os juro que al escucharla me quedé helado porque involuntariamente estaba confirmando las palabras de su psiquiatra:
―Será normal para ella el veros como pareja.
La premura con la que se estaba cumpliendo esa profecía, me hizo palidecer y por eso me quedé callado mientras Jimena me describía el cuadro:
―Pinté la moto llena de polvo y a nuestra ropa manchada de sudor porque en mi imaginación llevábamos un mes recorriendo las carreteras sin apenas equipaje.
Sus palabras confirmaron mis temores pero Jimena ajena a lo que me estaba atormentando, se mostraba feliz y por eso siguió narrando sin parar ese supuesto viaje, diciendo:
―Me encantaría descubrir nuevos paisajes y conocer diferentes países contigo. No levantaríamos al amanecer y cogeríamos carretera hasta que ya cansados llegáramos a un hotel a dormir.
El tono tan entusiasta con el que lo contaba, no me permitió intervenir y en silencio cada vez más preocupado, esperé que terminara. Desgraciadamente cuando lo hizo, me preguntó mientras agarraba mi mano entre las suyas:
―¿Verdad que sería alucinante? ¡Tú y yo solos durante todo un verano!
Recordando que según su doctor no podía fallarle, respondí:
―Me encantaría.
La sonrisa de alegría con la que recibió mi respuesta fue total pero justo cuando ya creía que nada podía ir peor, me soltó:
―Entonces, ¿Este verano me llevas?
«Mierda», exclamé mentalmente al darme cuenta que había caído en su juego y con sentimiento de derrota, le aseguré que lo pensaría mientras cogía una de las croquetas que nos habían puesto de aperitivo. Mi claudicación le satisfizo y zanjando de tema, llamó al camarero y pidió la cena.
El resto de esa velada transcurrió con normalidad y habiendo terminado de cenar, como si fuera algo pactado ninguno sacó a colación el puñetero verano. Con un sentimiento de desolación, llegué a casa y casi sin despedirme, cerré mi habitación bajo llave temiendo que esa cría quisiera entrar en ella como si fuera ella mi mujer y yo su marido. La realidad es que eso no ocurrió y al cabo de media hora me quedé dormido. Mi sueño era intermitente y en él no paraba de sufrir el acoso de mi nuera exigiendo que la tomara como mujer. Os juro que aunque llevara sin estar con una mujer desde que muriera mi esposa para mí fue una pesadilla imaginarme a mi nuera llegando hasta mi cama desnuda y sin pedir mi opinión, que usara mi sexo para satisfacer su deseos. En cambio ella parecía en la gloria cada vez que mi glande chocaba contra la pared de su vagina. Sus gemidos eran puñales que se clavaban en mi mente pero que ella recibía gustosa con una lujuria sin igual.
Justo cuando derramé mi angustia sobre las sabanas un chillido atroz me despertó y sabiendo que provenía de su habitación sin pensar en que solo llevaba puesto el pantalón de mi pijama, corrí en su auxilio. Al llegar, me encontré a Jimena medio desnuda llorando desconsolada. Ni siquiera lo pensé, acudiendo a su lado, la abracé tratando de consolarla mientras le preguntaba qué pasaba:
―He soñado que me dejabas― consiguió decir con su respiración entrecortada.
―Tranquila, era solo un sueño― respondí sin importarme que ella llevara únicamente puesto un picardías casi transparente que me permitía admirar la belleza de sus senos.
Mi nuera posando su melena sobre mi pecho sin dejar de llorar y con una angustia atroz en su voz, me preguntó:
―¿Verdad que nunca me vas a echar de tu lado?
―Claro que no, princesa― contesté como un autómata aunque en mi mente estaba espantado por la dependencia de esa niña.
Mis palabras consiguieron tranquilizarla y tumbándola sobre el colchón esperé a que dejara de llorar manteniendo mi brazo alrededor de su cintura. Una vez su respiración se había normalizado creí llegado el momento de volver a mi cama pero cuando me quise levantar, con voz triste, Jimena me rogó:
―No te vayas. ¡Quédate conmigo!
Su tono venció mis reticencias a quedarme con ella y accediendo me metí entre las sábanas por primera vez. En cuanto posé mi cabeza sobre la almohada, mi nuera se abrazó a mí sin importarle que al hacerlo su gran escote permitiera sentir sobre mi piel sus pechos.
« Pobrecilla. Está necesitada de cariño», pensé sin albergar ninguna atracción por mi nuera pero francamente preocupado.
Mis temores se incrementaron cuando medio dormida, escuché que suspiraba diciendo:
―Gracias, mi amor…

 

Relato erótico: “Mi mejor sueño final” (PUBLICADO POR PEDRO)

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  • Vamos dame como la hembra que soy, merezco me cubras, claro me dejes sin aliento

  • el que muere soy yo

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No puedo negarme, esta mujer si está en celo, cumplo con su deseo,  la penetro fuerte, grita, chilla se mueve, la su jeto de las caderas, subo encima de ella, logro coger sus tetas, las acaricio, las aprieto como si la ordeñara, las jalo con eso tiene, claro no dejo de bombear hasta que caemos los dos, muy sudados, casi sin respiración, ella creo que está perdida con los ojos en blanco, trato de recuperarme

  • Creo que es mi turno

  • Laura por favor un descanso

  • Claro y que dijo a esta me le escapo. Ni en tus mejores sueños pensaste follar con dos tías, bueno tres, es el sueño de todo tío hacer un trio con dos mujeres como nosotras, tú lo haces realidad con tres, no cualquier tía

Me da un beso, mientras creo me termino de calmar, baja por mi polla, leda besitos, después la chupa como helado, me parece imposible, pero lo que veo lo con firma, se me pone erecto como la primera vez,  como estos días la tenía antes de llegar Daniella

  • Mira a Carlos pequeño el si es un hombre el morirá en el intento sin amilanarse

  • Eso es lo que quieres

  • Sí, yo debería ser tu única novia, siempre te complací como todos dicen, ser una dama ante la gente, ser tu mujer en el chalet, comportarme como tu puta en la cama, no tienes queja de mi

  • Nunca me queje, igual te complací mientras estábamos juntos en la cama

  • Pero tenías que preferir a Marta, por no decir esta zorra

Sube encima de mí, se penetra lentamente, gruñe de placer

  • Carlitos no sabes cómo te extraño, eres mi mejor amante, nunca más me dejes sin estar dentro de mi

Sube, se deja caer, lo gro atraparla de las nalgar antes que se deje caer sobre mí,

  • Te hare mi especialidad seguro aguantas esto me lo enseñaron en la danza Árabe, movimiento de caderas como lo hace…

Gruñe, gime, chilla de placer creo quien no aguanta es ella

  • Eres malo dejas que me mate de placer, pero eso quiero morir antes de perder a Carlos pequeño, mejor dicho a Carlitos

Sigue con su movimiento, es delicioso, lo siento pero después de las dos veces de correrme, esto no logra su objetivo,  no supe cuántas veces lo hizo, pero lo que si es que ella tiene su gozo, cae encima de mí, nos damos unos besos, en realidad solo son picos

  • Casi no te moviste,  pude sentir mis jugos bajar por tu polla, no se te bajo nada a ti, tu eres mío, no me importa Marta me quedare contigo, mostrare que soy la mejor aguantare más de tres orgasmos, ahora te toca a ti

Me pongo encima de ella sin sacarla la penetro lentamente, aumento cada dos o tres embestidas, el tiempo que lo hago no importa si no que tenga su gozo, por fin lo tiene, me salgo me acomodo a un lado

  • Vamos ahora hazme tu verdadera mujer cúbreme, soy tu hembra a mi si muerde mi cuello o no te correrás, moriremos los dos

Ella se acomoda mostrando su prominente trasero, muchas noches también días profane con mis manos, acaricio, la penetro de un solo golpe

  • No seas tan bruto, quiero que me trates como a tu perra, seas mi macho, pero el sado no me va, quiero que sepas lo que te perdiste todo este tiempo…

Me muevo rápido tres  movimientos, la tengo agarrada de las caderas

  • Me gusta que me trates como a tu puta, promete que nunca me darás a otros

Eso me provoca, la penetro con fuerza, ahora me paro,  sigo, claro es un poco más lento el bombeo, logro subirme encima de ella, sus tetas atraen mis manos como un imán,  aplico mi técnica como si fueran dos bocas, ella hace que su vagina me apriete la polla, la escucho gemir gruñir, chilla de gusto

  • Así trátame como una puta, estamos en nuestra cama, quiero ser…

Muerdo su hombro sin dejar de bombear, hasta que alcanzamos los dos el deseado orgasmo, que damos perlados de gotas de sudor , casi solo nos recuperamos, la veo como a las otras ida, caigo dormido, me despierta el hambre no puedo moverme, me arrastro hasta llegar junto a la comida, como hasta que dar satisfecho, busco mi pantalón, logro ponérmelo, me levanto parece estuviera muy borracho, salgo a orinar, siento un dolor al salir la orina, como puedo camino a la playa, me baño en el mar, salgo algo relajado, me siento bajo una palmera me duermo, cuando despierto me siento más recuperado escucho gritos, vienen de la choza, puedo moverme mejor, corro a la choza

  • Que pasa

  • Unos animales salvajes querían atacarnos

  • Seguro nos violan con la trompa fea que tenían

Salgo a buscarlos veo mierda de cerdo eso creo, recuerdo que tiene un lugar como para mantenerlos encerrados, talvez son esos, en eso escucho grito

  • Son ellos Carlos mátalos

Logro atrapar al más grande seguro es su madre la encierro espero vengan los otros escucho un disparo corro a ver

  • Pero que haces

  • Quería atacarme

  • Seguro nos muerde

  • Es  peligroso

  • No, es un cerdito, ahora lo preparo, verán que banquete nos damos

Ellas solo me observan, un amigo de un colega vivía en América, le enseño hacer carnitas de cerdo, un día me invito hizo una fiesta ese era el menú carnitas vi como su amigo las hacía, ellas no comieron ese día, al otro querían matara otro cerdito, por suerte aceptaron me follara a una en la mañana, a otra en la noche, descansábamos uno o dos días, según tu vieran ganas, comenzamos

A acostumbrarnos a vivir en esa isla casi al mes y medio nos encontraron prendimos una fogata enorme, claro hacíamos señales con las camisas fueron las mejores vacaciones de mi vida, al regresar a España ellas creo contaron su versión nadie me pregunto nada de lo que paso de Daniella no supe más, trate de mil formas hablar con ellas hasta que me dijeron

  • Que quieres no te buscamos seguro cuentas las guarradas que querías hacer con nosotras

  • Claro que no

  • Vámonos Laura

Me dejaron sin decir nada, pasaron seis meses busque una novia, ellas no la espantaron como hicieron antes, Pilar trabaja en otra empresa es contadora, una vez vi a las dos estaban embarazadas, no me importaba, al poco tiempo vi a Daniella es la hija de uno de los dueños de la empresa donde trabajo, paso casi un mes cuando me dijeron los del trabajo

  • Carlos marchamos a visitar a Marta y Laura pronto tendrán a su hijo cada una

  • Claro las acompaño

Fuimos en el coche claro unos en otros al llegar subí con los regalos, era el único tío que iba con ellas, luego le traeré un regalo para los críos, nos abrió Laura

  • Rápido las maletas, daremos a luz en el camino, sino llegamos

Las tías marcharon con ellas, baje por la escalera, ellas por elevador, al llegar

  • Date prisa o nacerán aquí

Subo al coche marchamos, al llegar las a tienden pronto, esperamos, en eso sale una enfermera

  • El esposo de la señora Marta

  • Él es

  • Pase tiene un hijo felicidades

Casi sin demora salió otra enfermera dijo

  •  la señora Laura tuvo un varoncito, los familiares pueden pasar

Entramos a verlos,  ellas me dijeron

  • Mira Carlos amor es nuestro hijo

  • Mira él también es tu hijo

Todos rieron, al rato ellas marcharon, me quede, según era el padre de los niños, mañana saldrían, por suerte era fin de semana, los llevo a su piso, no los aceptan por ser un bloque para gente sin hijos parejas sin hijos

  • Carlos nos dejas vivir en tu chalet

  • Por favor son tus hijos

  • Serán mis ahijados

Marchamos a mi chalet, paso una semana cuando mi novia fue a mi chalet los vio

  • Eres un desgraciado, mira que tienes dos mujeres con hijos y me propones casarnos

  • Son mis ahijados, no son mis hijos

Medio un guantazo que casi me voltea la cara, paso otra semana continuo con el trabajo, al salir del trabajo la encuentro,

  • Hola Carlos

  • Pero que haces aquí con ese bebe

  • Es nuestro hijo

  • Como que nuestro hijo

  • Me embarace mientras vivimos en la isla del amor

  • Vamos al chalet, tenemos que hablar

  • Claro se llama Charles como su papá

Al llegar me dicen la verdad,  los tres niños son mis hijos, sigo con el trabajo, tengo tres hijos, tres mujeres, solo hago una vez el amor con cada una, llega la guardia con los padres de Daniella según me acusan de secuestro, según hasta la interpol me busca, claro no tienen mi foto, me mantienen encerrado como dos meses por fin me sueltan,  al regresar a mi chalet

  • Buena tarde señor Carlos puede pagarme mis Euros

  • Claro

  • Seguro no me necesita más, las mujeres se marcharon, está en la mesa la correspondencia

La veo marcharse, veo los sobres, el primero me despidieron de mi trabajo, los otros son cuentas de pagar, subo a bañarme, busco un empleo, pero no encuentro, tardo unos seis meses  logro un trabajo, no sé nada de ellas, esta vez  busco una novia no me importa, mi novia me deja,  al pasar un año viene mi hermana,  esperamos  nuestro primer hijo, es cuando vienen las tres

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  • Hola

  • Amor mira

  • Ahora tenemos una hija

  • Eso si no se los creo

  • Son tus hijos

  • Tenemos las pruebas

  • Quien es Carlos

  • Ella quien es

  • Bueno es mi esposa

  • Te casaste

  •  Claro no iba esperarlas verdad

  • Marchamos porque los vecinos nos mal miraban, los niños no merecían vivir en ese lugar

  • Tú te cambiaste de chalet

  • Claro no soporte a los vecinos

  • Lo principal reconoces a tus hijos

  • Claro pero como que ellas…

  • Son tus hijas, eres un cabrón, nos preñaste a la primera

  • La verdad ella es mi hermana, espera mi hijo, no lo divulguen si quieren podemos vivir como en la isla

  • No me lo creo pero acepto

  • Te lo dije tu eres mío

  • Mis padres no me perdonaran no tengo donde ir

Parece imposible, pero ellas viven con migo, espero pronto mi primer hijo con mi hermana, tal vez tenga otro, la parejita

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  • : después de follar con tres tías pudimos comer, eso se volvió parte de mi vida follar con una en la mañana follar con otra en la tarde la tercera en la noche, se acoplaron a su propio plan para follar, encontramos a unos cerdos algo salvajes, ellas se asustan, matan a uno, lo cocino, damos buen banquete se me hacia la vida en esta isla cuando un barco paso nos rescato ellas se separaron de mi al regresar a España Daniella no la vi, a las otras solo unos días en el trabajo estaban con unos tíos en plan mas que flitear solamente, creo que eso de la isla fue un sueño, no mi mejor sueño comencé una relación nadie me pregunto, lo que paso en la isla, lo que ellas contaron estaría bien, no las vi mas por el trabajo creo que pidieron vacaciones no quise saber, pasaron varios meses desde que regresamos a España, casi me acostumbre a mi trabajo normal ahora tenia un rollete, las tías del trabajo me llevan a visitarlas, cual fue mi sorpresa ver que las dos están embarazdas al llegar al piso, ellas tienen trabajo de parto las subo al coche marchamos al hospital me confiesan que ellas quedaron embarazadas en la isla, además no las aceptan donde viven porque es un piso para personas sin niños, viven con migo un tiempo, viene Daniella a presentarme a nuestro hijo, hago el amor con las tres, solo pasaron unos días, llego la guardia que tengo secuestrada a la hija de uno delos dueños de la empresa donde trabajo, solo permanezco encerrado una semana, pierdo mi trabajo con sigo al salir otro, encuentro solo cuentas, busco una novia con la cual no logro nada, viene mi hermanaal pasar un año esperamos nuestro primer hijo nadie sabe que es mi hermana, ellas aparecen ahora que tengo tres hijas viene Daniella con ellas, aceptan vivir con nosotros les digo que mi ahora esposa es mi hermana, tal vez tengamos el segundo con mi hermana completar la perejita
 

Relato erótico: “Rosa, la cachonda invisible. (6)” (POR JAVIET)

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UNA EMBARAZADA2Recomiendo la lectura de los capítulos anteriores para una mejor comprensión de la historia.

Sin títuloRosa salió de la habitación grande, fue al servicio y se sentó a orinar, a continuación se lavó y refresco un poco mientras recordaba los orgasmos que había tenido mientras le comían el coñito, estaba agusto pero le apetecía muchísimo una polla dentro de ella, estaba recordando como cabalgo a Josua cuando escucho una voz en la entrada del local, se levanto y saliendo del servicio fue a mirar.

Vio que la barra del bar a la entrada del local tenia la luz apagada, pero allí al fondo se veía el resplandor de una pantalla de televisión, se acercó y vio a un hombre mirando la pantalla y masturbándose, debía de ser Paco el encargado del local y barman, ella le vio de refilón cuando entró pero apenas le hizo caso, ahora miraba como este se masturbaba viendo en la pantalla lo que hacían los demás en la “polvera grande”.

Aquel tío moreno y gordito debía llevar mucho tiempo mirando la pantalla porque casi en seguida se tensó y se corrió en su mano soltando unos pequeños gemidos, instantes después se dirigió rápido al servicio de caballeros en el trayecto casi la rozó al pasar, Rosa le esquivo a tiempo pues afortunadamente para ella, el hombre no podía verla, el se limpio un poco y orinó después se giró hacia el lavabo y se soltó el cinturón bajándose un poco los pantalones, se lavó el miembro y los genitales sin ser consciente de que nuestra amiga invisible no le quitaba ojo.

Rosa tomó la decisión enseguida se lo follaría aquí y ahora, estaba decidida a pasárselo bien y aunque el miembro era de un tamaño normalito y el tipo era del montón, al menos seria durante un ratito solo suyo sin interrupciones ni estorbos.

Ella apagó la luz del servicio y empujo la puerta entrando y cerrándola a su espalda diciendo:

– Tranquilo tío, te he visto y sé lo que hacías solito, siéntate en la taza y déjame hacer.

Paco sintió como ella le empujaba suavemente, el hombre se sentó mientras palpaba un cuerpo de mujer, suave y caliente, aparentemente por lo que podía palpar estaba muy bien formado, buenas tetas redonditas y además vibrante y deseoso de sexo, ella se acuclillo ante él y cogiéndole el miembro con la mano izquierda se lo llevó a la boca, comenzando a chuparlo ávidamente mientras con su otra mano se acariciaba la vulva que ya se empapaba de nuevo, notando en su boca el tenue sabor aun reciente del semen de aquel hombre que rápidamente recuperaba la erección.

Paco el barman gordito, estaba aun sorprendido e intentó decir algo:

– Oye espera ¿Quién eres? No te conozco.

Ella se saco el erecto miembro de la boca para decir:

– Solo cállate y disfruta o me largo y te quedas a medias ¿vale? Si me haces feliz repetirás, si no… te arrepentirás.

Rosa volvió a meterse el miembro en su ávida boquita, lameteo bien el glande y succionó jugando con los labios, arriba y abajo todo el mástil mientras se sobaba la rajita ella misma, tenía el chochete empapado de flujo y el clítoris hinchado parecía salir al encuentro de sus dedos, pero su cuerpo no la pedía paja, la pedía que se empalara toda ella en aquel duro miembro ¡ya!

Sacó la polla de su boca, dejando una buena cantidad de saliva en ella e incorporándose se coloco a horcajadas sobre el hombre, flexionando las rodillas y metiéndose en su chochete de un solo golpe toda su hombría, el era de tamaño normal unos 15 Cm, pero a la hembra ansiosa y cachonda que era Rosa en aquel momento, le pareció que se clavaba toda ella en un poste, jadeó de placer y sin dejar de botar sobre aquella polla exclamo:

– Siii jodeme, dame mas polla cabrito, asiii mas siiigue.

Paco respondía a sus acometidas como podía, la chupaba las tetas y daba mordisquitos a los pezones de aquella hembra caliente que suspiraba entre sus brazos mientras saltaba sobre su rabo, el respondía a sus frenéticos saltos con certeros caderazos impulsando su miembro dentro del empantanado coño de la hembra febril y ansiosa que lo montaba. Ella estaba tan cachonda que solo duro unas minutos follando a aquel ritmo tan rápido, entonces se noto llegar al orgasmo y su cuerpo se tensó notando las oleadas de placer que la recorrían, su corrida llego y ella entre jadeos exclamó:

– Meeee voyyy, me corroooo, noo parees por favor meee estoy corriendooo.

Pero Paco no quería parar, la sintió correrse mojándole las pelotas mientras el la mordía los pezones, la sintió tensarse y luego relajarse entre espasmos de placer y entonces la abrazó fuerte presionándola contra su cuerpo y dijo:

– Voy a levantarme nena, cógete fuerte a mí con los brazos y las piernas que te voy a dar lo tuyo.

El se levantó agarrándola del culo para que no se cayera, ella se sujetó a el con las piernas y los brazos, el miembro del hombre seguía en su interior, el se giro un poco y la apoyó en la pared mientras la arremetía bombeando con ansia su miembro en el chochete de Rosa como queriendo clavarla a la pared, ella le mordía los labios sintiéndose bien follada sin tocar el suelo y totalmente a su merced y capricho, la polla entraba y salía de su lubricado coño cada vez más rápido, ella sin tiempo de relajarse tras el orgasmo volvía a notar el placer recorriéndola el cuerpo, haciéndose más grande e intenso a cada vergazo que el daba.

– Mas cariño, dame mas, fuerte asiii nene sigue.- decía rosa, sintiéndose flotar de placer. – Me voy a correr otra vez carii… si sii siii ya viene siiiii me corroooo, no pareeees me corooooo.

Su cuerpo se agitaba y estremecía de gusto, se abrazaba fuerte al hombre mientras temblaba de gozo corriéndose sin parar de gemir y sollozar.

A el no le faltaba mucho para correrse cuando ella le hizo soltarla y salir de su acogedor chochete, Rosa se puso de rodillas entre la pared de azulejos y las piernas de Paco, engulló la polla con un gesto de vicio que le hubiera hecho correrse allí mismo de haberlo visto, al estar a oscuras el hombre solo sintió como su miembro se colaba entre las ansiosas fauces de aquella mujer tan viciosa, ella ansiosamente le propinó tal mamada que el pobre gordito no tuvo tiempo de decir nada excepto:

– Si tiaaa joder, quee buena eres maaamando, meee vooooyyy.

Le dio tiempo a meter los dedos entre el pelo corto y rubio de Rosa, inmediatamente eyaculó en la garganta de la chica entre temblores de piernas y oleadas de placer, uno tras otro los chorros de esperma la llenaron la boca bajando hacia su estomago y haciendo que sacase aquella manguera de sus labios para poder respirar, los últimos restos cayeron en su barbilla y cuello resbalando hacia sus pechos, disfruto oyéndole gemir mientras se descargaba sin dejar de rebañar los restos de leche del prepucio.

Un pensamiento acudió a la mente de nuestra protagonista: “Tengo que verme, quiero ver cómo queda o cae esta leche por mi cuerpo”

Dijo en voz alta a Paco:

– No te muevas ni enciendas la luz, ahora vuelvo.

Rosa salió del baño de caballeros y pasó al de mujeres, encendió la luz y se miró al espejo, quedaba semen en su cara y en su boca así como en su cuello y en la parte superior de sus pechos pero no vio nada mas, parecía estar ahí colgado pues ella no aparecía, solo veía ese esperma flotando pero nada más, su cuerpo no estaba a la vista así que abrió la boca y miró, vio la leche en su lengua pero sin verla aun sabiendo que estaba allí, la movió y solo vio esperma flotando y como haciendo olas, se sintió inquieta e incluso un tanto excitada por lo que veía y como se sentía.

Bebió agua del grifo y se limpio con papel higiénico los salpicones y restos de esperma que tenía en cara y pechos, una vez limpia volvió al servicio de caballeros y habló con Paco el barman gordito que había cumplido y no había encendido la luz:

– Bueno ¿Qué, te ha gustado

– Claro que me ha gustado tía, ¿Quién eres?

– Bueno yo me llamo Rosa ¿y tú?

– Yo soy Paco el medio dueño y barman del negocio, encantado de conocerte.

– Bien Paco te veré otra vez y follaremos pero las condiciones son las mismas, sin luz ¿te interesa?

– Si me interesas mucho ¿sabes que follas y mamas de puta madre, cuando te veré?

– Un día de estos, tu tranquilo que se dónde encontrarte pero recuerda, a oscuras o pasare de ti ¿vale?

– Vale tía… vale Rosa, como quieras.

– Eso está mejor, ahora vuelvo a la habitación a divertirme con los demás, intenta adivinar quién soy.

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Rosa volvió a la “polvera grande” encontrándose con la segunda ronda de la orgia en marcha, apenas entrar en la sala vio a Pablo metiéndole el miembro a Carmen en su chochete con movimientos lentos pero profundos, haciendo que disfrutara cada centímetro de carne que se hundía en la hembra totalmente abierta de piernas cuyos pies descansaban en los hombros del macho, ella jadeaba con los ojos cerrados disfrutando además al sentir como el amasaba sus tetas.

A continuación encontró sobre la cama a Cristy y Arantxa haciendo un 69, Cristy la morena estaba debajo de la pelirroja de ojos verdes, recibía su lengua en el interior de la vagina en un movimiento circular que la rebañaba todo el interior de esta y la llevaba rápidamente al paraíso del placer, entre suspiros entrecortados intentaba devolver a su pareja el placer recibido, Cristy tenía toda la cara y la boca llena de una mezcla de saliva flujo vaginal y esperma, a consecuencia de que como recordareis en la primera parte de la orgia Joan se había corrido dentro de la multiorgasmica Arantxa, esta aceptó encantada la petición de Cristy de saborearlos a los dos a la vez y ahora con la boca llena de ambos sabores no podía dejar de chupar el clítoris de su amiga, ambas siguieron chupándose y lamiéndose entre gemidos y orgasmos, prácticamente ajenas a la orgia que seguía a su alrededor.

Los siguientes que encontró formaban un cuadro, Luis masturbaba y lamia el chochete de Bea mientras Pilar le chupaba el miembro con ganas y cada poco le hacia una garganta profunda, metiéndoselo hasta tocar con su lengua las pelotas del afortunado, entretanto Pilar notaba como su culo y vagina eran lamidos y penetrados por Dario cuya lengua y dedos se movían como serpientes en la zona genital de la hembra grandota, finalmente Bea sujetaba con sus dedos la erecta polla de Dario para mantenerle el prepucio descapullado para mamarlo suavemente, conservaba mucha saliva en la boca para facilitar la succión y lo metía y sacaba muy lentamente, el resultado para el hombre era atroz, era como meterla en un tarro de mermelada caliente y sacarla lentamente, Dario estaba en la gloria del gustazo que recibía a cada movimiento, como ya he mencionado del chochete de Bea se ocupaba Luis completando el cuadro.

Rosa se acercó al final de la gran cama, allí estaban los dos encapuchados de esta ronda, estaban ¿castigados? Por correrse los primeros en la ronda anterior, aun con la capucha puesta ambos reconoció a Josua y Joan además no llevaban puestas las esposas, el primero estaba tumbado en la cama con su erecta verga enfundada en un condón y profundamente metida en el ano del segundo, Joan el rubio chulito de unos 25 años, estaba de rodillas con la polla tiesa y caído de espaldas sobre el pecho del primero recibiendo sus acometidas entre gemidos, ella se acerco y rodeo la cama para verlos mejor y contempló como el miembro del mulato Josua iba y venía dentro del orto del rubito, este sentía la lengua del otro en el cuello y las manos acariciándole el cuerpo y sus tetillas mientras el mismo Joan se meneaba la verga expuesta.

Rosa vio allí su gran oportunidad, subió a la cama y se colocó sobre los dos enmascarados abierta de piernas todo lo que pudo, su coñito ¡cómo no! Estaba chorreando ante el espectáculo que veía en la habitación, flexionó las piernas y bajó su vientre hasta rozar con sus labios vaginales el prepucio de Joan, le aparto la mano y flexiono las rodillas.

Joan gimió de placer en parte debido a la gruesa polla clavada en el y que no dejaba de taladrarle el culo y por otra parte por la sensación que le producía aquel coño rozándole el prepucio para acto seguido comerse enterita su polla, sintió una vagina mojada rodeándole el pene y estrujándoselo.

Rosa se había clavado en aquel miembro sin apenas pensárselo dos movimientos y todo dentro, agitaba sus caderas de lado a lado y mecía su vientre adelante y atrás en cada salto que daba, usaba los músculos de su vagina para extraer todas las sensaciones de placer posibles a cada vaivén que daba o recibía, se dejó llevar por la lujuria y cayó hacia delante besando y mordisqueando las bocas de los dos hombres sin ser apenas consciente de quien era cada uno, ella se ensartaba botando sus caderas en círculos, ellos daban caderazos arriba y abajo sin pausa, Josua dentro de Joan y este dentro de Rosa una y otra vez, la cama ayudaba en los rebotes y pronto los tres cuerpos solo fueron una única masa sudorosa y jadeante de placer, las penetraciones eran profundas y cada vez mas rápidas, las manos de Joan se agarraban a sus pechos bien formados, ella mordisqueo los labios de Josua y al separarse un poco para tomar aire entre jadeos, se encontró con un beso espectacular con lengua y todo por parte de Joan que no paraba de agitarse dentro de sus entrañas, mientras el pene del mulato lo impulsaba aun mas en cada rebote hasta dentro de la matriz de nuestra protagonista, provocando finalmente el tan deseado orgasmo de la rubia, la zona genital de los tres se empapo completamente de flujo cuando ella se dejo ir y se corrió salvajemente entre fuertes gemidos, el movimiento no se detuvo apenas mientras ella decía:

– Mas dadme más, mariconazos machotes miooos, dadme maaas asiii asiiiii seguiiid maaas.

Alguno de los otros miro hacia ellos pero no hicieron caso pues seguían ocupados divirtiéndose, Dario había puesto a Bea a cuatro patas y se la metió en su chochete desde atrás, la penetración fue bien recibida entre suspiros de placer y siguieron follándose sin detenerse, Luis monto sobre Pilar en la postura del misionero, la rubia le abrazo y se meneo al ritmo que el marcaba sin parar de moverse y prácticamente clavándola al colchón entre suspiros de una y jadeos de la otra.

Entretanto Rosa medio mareada por la intensidad de su orgasmo se abrazo a Joan para no caerse, sorprendida recibió otro beso muy intenso de este metiéndola la lengua y jugando con sus boca mientras la sujetaba la cara con las manos, desde abajo las manos de Josua encontraron sus bonitas tetas y las acariciaron suavemente, ella solo podía hacer una cosa botar sobre ellos, agitó sus caderas y las removió como un vendaval sobre el miembro que tenia alojado en su interior, seguidamente inicio un ritmo salvaje arriba y abajo metiéndose y sacándose la polla dentro de su chochete, aquello se deslizaba solo pues desde su vagina bajaba una marea de flujo mojando penes y pelotas, todo se deslizaba fácil y rápidamente para mejor goce de los tres, el miembro de Josua aumento su cadencia de penetración en Joan y este de rebote en la rubia de encima, el siguiente orgasmo de Rosa no se hizo esperar y fue como un mazazo, vio estrellas y todo su cuerpo temblaba como poseída, su cuerpo se arqueo de placer y jadeo de gusto como pudo pues Joan no paraba de besarla, ellos seguían moviéndose y ella apenas recuperada solo atino a moverse quitándose de encima y desclavándose para caer de lado en la cama, oyendo a Joan decir:

– ¡No ahora no, estoy a punto…!

Rápidamente Rosa se giró y cogió con ambas manos el miembro pajeandolo al tiempo que metió el tumefacto prepucio en la boca donde este sin pausa empezó a eyacular, ella lo tragó todo según salía sin pensar, chorro tras chorro era engullido sin que nada se desperdiciase, cuando dejó de salir el blanco esperma ella limpio el miembro con su boca mientras miraba el otro miembro que aun se agitaba en el culo de Joan.

Rosa se acercó a la cabeza del rubito y le dijo:

– Levántate, apártate y déjame a mí que aun tengo sed, voy a quitarle el condón.

Joan se levanto y girándose se puso de rodillas entre las piernas de Josua, entretanto Rosa había quitado con un par de tirones el preservativo manchado de restos (Imaginároslo si queréis) tirándolo al suelo, ella se acerco y metió el prepucio en la boca y un dedo de la mano izquierda en el ano del mulato mientras metía dos dedos de la derecha en su propio coñito agitándose el clítoris frenética sin dejar de mamar aquel gran trozo de carne entre sus labios, mientras tanto Joan arrodillado masturbaba el tallo del pene de josua rápidamente con las dos manos procurando no machacar con sus movimientos de puño los labios de aquella desconocida mamona, la corrida no tardó en llegar y la boca de Rosa se llenó al instante de semen que la rebosaba sobre los dedos de Joan y ayudando al pajote que este realizaba sin detenerse enviando oleada tras oleada de caliente leche a la ansiosa y tragona garganta de nuestra amiga, que se corrió de nuevo mientras tragaba como podía aquella cantidad de liquido espeso entre sus propios jadeos de gusto, mientras las salpicaduras producidas por las manos del rubito la manchaban la boca y las mejillas de blancos restos

Entretanto los demás llegaban al final de sus respectivos polvos, Pablo tras hacer que Carmen se corriese cuatro veces decidió cambiar de pareja, propuso cambio a Dario el cual asintió y le cedió el conejito de Bea que fue inmediatamente desocupado y vuelto a rellenar, en esta ocasión por la Gorda polla de Pablo el cual empezaba a bombear con entusiasmo, Dario vio a las dos chicas que hacían el 69 desde hacía un buen rato y llevaban mogollón de corridas, así que se acercó y metió su duro cimbel en el caldoso coñito de Cristy, Arantxa no tardo en sentirse atraída por aquel trozo de carne que se colaba en su amiga y decidió lamer el trozo que en cada viaje quedaba expuesto, ante el gusto extra que recibía el hombre decidió cambiar de estrategia, cada quince envestidas que daba en aquel chochete, sacaba el miembro y lo introducía en la boca de la multiorgasmica que lo chupaba un ratito para luego volver a metérselo a Cristy otra vez.

Carmen y Pilar se abrazaron y se besaron, pecho contra pecho y coño contra coño, acoplaron sus piernas de tal modo que Luis de rodillas entre ambas pudiera meter el miembro en los dos chochetes, primero el de arriba (Carmen) allí se hundía y daba una doce3na de envites y sacándolo lo movía hacia abajo y entraba en la otra (Pilar) donde repetía la operación, los gemidos y jadeos llenaban la habitación que olía a sexo, el sonido de chapoteos era continuo, sin hacer el mas mínimo caso a los dos tíos encapuchados (y su oportuna visitante) siguieron a lo suyo un buen rato hasta que…

Pablo clavaba literalmente a Bea en la cama, sus golpes fuertes y potentes la hicieron alcanzar varios orgasmos, llevaba no menos de cuatro cuando él se corrió en su interior, cayendo sobre ella mientras el esperma rebosaba abundantemente del chochete de la maciza rubia.

Luis tampoco tardo mucho en acabar, Carmen y pilar eran dos veteranas que sabían bien como estrujar con las paredes internas de sus vaginas a un macho, alcanzaron dos orgasmos cada una y el pobre Luis solo pudo controlarse lo bastante para eyacular a medio camino entre aquellos dos ávidos coños, embadurnando de leche ambos y salpicando los vientres unidos de ambas mujeres.

Dario estaba gozando como pocas veces, jodía a Cristy mientras contemplaba su bonito trasero agitándose y era regularmente mamado por Arantxa, esta no paraba de disfrutar pues la lengua de la primera seguía paseándose por su vagina sin parar, había perdido la cuenta de cuantas veces se habían corrido ambas pues los jadeos no paraban de escucharse, sintiendo que se correría enseguida el hombre no lo dudó, sacó el instrumento del coño de Cristy haciéndolo entrar en la viciosa boca de la multiorgasmica Arantxa que debía llevar unas veinte corridas a juzgar de cómo se estremecía de gusto cada pocos minutos, alcanzaba en ese instante la veintiuno mientras era lamida por Cristy, menos de treinta segundos después en aquella boca succionadora bastaron para que alcanzara el clímax, se corrió a chorros mientras ella se estremecía entre convulsiones y temblores producidos sin duda por su propia corrida, Dario creyó que le vaciaban la vida a chorros y cayó de bruces sobre las chicas medio desmayado por la intensidad del orgasmo, las dos chicas deshicieron el 69 y abrazándose se besaron apasionadamente, en sus bocas se mezclaban los sabores de flujos, salivas y restos del esperma de su amante.

Rosa vio como había acabado la orgia, al menos aquella parte, pues ignoraba si continuarían un poco mas o no, ella estaba cansada pues el día había sido largo e intenso así que decidió irse a casa, salió de la habitación y a la salida vio a Paco dormido tras la barra del bar, salió del local recogiendo sus zapatillas del lugar donde las había ocultado a la entrada y se encaminó a su casa satisfecha por sus aventuras, andanzas y un mogollón de orgasmos que habían hecho de aquel día el más intenso y feliz de su vida.

(Continura…)

Bueno amig@s, sigo abierto a ideas y sugerencias para esta historia, si queréis dejádmelas junto a los comentarios que hagáis, sean buenos o malos serán bienvenidos por este humilde autor, perdonad las faltas de hogthojraphia que encontréis y por favor sed felices.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

javiet201010@gmail.com

 

Relato erótico: “Una nena indefensa fue mi perdición 3” (POR GOLFO)

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LA OBSESION 2Una nena indefensa fue mi perdición 3.
Sin títuloAl salir de mi habitación, estaba hecho una furia. La actitud de esa zorra me hacía sentir engañado, manipulado pero ante todo usado. Jamás en mi vida me había enfrentado a una situación parecida. Con fama de buitre, en manos de Malena me sentía un pardillo.
«¿Qué coño me pasa?», murmuré para mí mientras bajaba al salón. No en vano había ofrecido mi ayuda a esa jovencita, creyendo que sería una presa fácil al estar indefensa.
Desgraciadamente, todas mis previsiones habían resultado erróneas y si al llegar había supuesto que no tardaría en pasármela por la piedra, en ese momento dudaba realmente si no sería yo finalmente su trofeo.
-Macho, ¡reacciona!- pensé en voz alta mientras buscaba el consuelo de un copazo.
Estaba todavía poniéndome hielos cuando a través de la cristalera del salón, vi a Malena en la piscina. Mi sorpresa fue total observar que estaba tomando el sol desnuda.
-¡Esta tía de qué va!- me pregunté al tiempo que terminaba de servirme el cubata.
Dudé que hacer. Esa guarrilla se merecía una reprimenda pero no queriendo parecer demasiado interesado pero, a la vez tratando de averiguar qué era lo que esa arpía me tenía preparado, salí a la terraza con mi bebida. Una vez allí, me senté en una mesa frente a la tumbona donde estaba tomando el sol y descaradamente di un exhaustivo repaso a su anatomía antes de comentar:
-Veo que es cierto que no tienes ropa.
Levantando su mirada, contestó con naturalidad:
-¿Te molesta? No creí que te importara puesto que ya me habías visto al natural.
Su desfachatez, al no dar importancia a lo sucedido en el jacuzzi, me confirmó que Malena tenía poco de ingenua. No en vano, se había masturbado usando mi miembro como consolador. Rememorando ese instante, me di cuenta que lo que más me molestaba no era que lo hubiese hecho sino que no me hubiese dejado terminar dentro de ella. Por eso y queriendo castigar su falta, la contesté mientras fijaba mis ojos en su entrepierna:
-En la bañera, no pude verte bien. Estaba ocupado tocándote las tetas.
Mi burrada, lejos de molestarla, la divirtió y soltando una carcajada, me espetó:
-¿Y qué te parezco? ¿Estoy buena?
Sin títuloPor la erección que lucía bajo el pantalón, era evidente la respuesta pero no queriendo ceder ante su evidente tonteo, respondí:
-Te falta culo.
-No parecía disgustarte por el modo que lo tocabas- contestó muerta de risa mientras para dar mayor énfasis a sus palabras, se levantaba y girándose, me mostraba sus nalgas.
Azuzado por su actitud, dando un sorbo a mi bebida, le aclaré:
-He dicho que te falta culo, no que no te echaría un polvo.
Mi intención había sido molestarla pero soltando una carcajada me hizo saber que había errado el blanco y más cuando mordiéndose los labios, me preguntó:
-¿Solo uno?
Ese jueguecito me estaba cansando al notar que ella llevaba la iniciativa, por ello decidí echar un órdago y alargando mi mano, acaricié su trasero antes de comentar:
-Para empezar. Luego dependiendo de cómo te portes, quizás me apetezca estrenarte por detrás- debí acertar porque en cuanto hice referencia a su agujero posterior, Malena se puso roja como un tomate.
Disfrutando de esa inesperada victoria, me quedé pensando en su reacción. Supe que había abierto una grieta en su armadura y queriendo aprovechar la circunstancia, la cogí de la cintura y la senté sobre mis rodillas mientras ella intentaba zafarse.
-¿Te da miedo que te rompa el culito?- susurré en su oído.
Increíblemente, Malena dejó de debatirse al escuchar mi pregunta e indignada, contestó:
-¡No me da miedo sino asco! Jamás he permitido que nadie lo intenté.
Todavía hoy doy gracias a que, al oírla, comprendiera que siendo una manipuladora nata no iba a permitir que ese tabú supusiera un estorbo para cumplir sus sueños. Gracias a las cámaras que había instalado en su cuarto, me había enterado que sus intenciones eran seducirme y que así tuviese que hacerme cargo de su hija. Por eso, dando un sonoro azote en una de sus nalgas, la reté diciendo:
-Te propongo algo. Tú me das tu trasero y yo me comprometo a cuidar de Adela y de ti indefinidamente.
Mi propuesta la sorprendió y por un momento estuvo a punto de soltarme una bofetada pero, tras unos segundos de indecisión, se levantó de mis rodillas y contestó:
-Déjame pensarlo.
Descojonado, la observé huyendo rumbo a la casa y cuando ya estaba a punto de entrar, le grité:
-No tardes mucho, ¡hay más culos en Madrid!…

Os tengo que confesar que pocas veces he disfrutado tanto de un copazo. Sabiendo que a esa cría no le quedaría más remedio que aceptar mi oferta, paladeé cada uno de los sorbos con lentitud mientras pensaba en mis siguientes pasos. Tras analizarlo, supuse que Malena no se entregaría tan fácilmente y que intentaría negociar.
«Lo va a tener complicado, ¡no pienso ceder respecto a su culo!», rumié satisfecho.
Estudiando las diferentes alternativas que me propondría, concluí que a buen seguro esa monada intentaría sacar un rédito económico.
«En ese aspecto puedo ser flexible», determiné gracias a mi buena situación financiera. «Le puedo poner un sueldo pero tendrá que ejercer de criada y mantener la casa limpia».
Otra de las cuestiones que pondría sobre la mesa era su hija. Sobre ese aspecto, Adela me gustaba por lo que dejaría que viviera en la casa pero poniendo unos límites: ¡Nunca la reconocería como hija mía!
Sin darme cuenta, fui enumerando los puntos en los que podríamos llegar a un acuerdo y cuales serían causa de fricción hasta que creyendo que había examinado el asunto desde todas las ópticas, concluí que la relación que tendría Malena conmigo sería una especie de pornochacha.
“Dinero, vivienda y protección a cambio de sexo”.
Fue entonces cuando recordé a su ex y caí en la cuenta que también tendría que ocuparme de ese cabrón. El tema no me preocupaba porque ya se había comportado como un cobarde pero aun así como medida de precaución decidí indagar quien era. Por eso, llamé a un amigo detective y le pedí que le investigara, tras lo cual y viendo que no tenía nada más que hacer, me fui a ver la tele.
Durante el resto de la mañana, Malena se quedó encerrada en su cuarto y solo tuve constancia de su presencia cuando escuché ruido procedente de la cocina. El típico sonido de cacerolas me hizo adivinar que estaba cocinando y satisfecho por el modo en que se estaba desarrollando todo, me acomodé en el sofá a esperar que me llamara.
«Ya está actuando de criada sin habérselo pedido», murmuré mientras llegaba hasta mí el delicioso olor de lo que estaba preparando: «Como sepa tal cómo huele, me voy a poner las botas», concluí.
Mi capacidad de asombro fue puesta en prueba cuando al cabo de media hora, vi salir a esa monada usando como única vestimenta uno de mis jerséis. La diferencia de tamaño hacía que en ella, ese suéter le sirviera de vestido.
«Realmente es un bombón», pensé mientras recorría con mi mirada los estupendos muslos de la criatura.
Haciendo como si no supiera que la estaba observando, Malena puso dos platos en la mesa y acercándose a mí con una sonrisa, me soltó:
-¿Te parece que hablemos de tu oferta mientras comemos?
Su tono dulce y sensual me informó que las negociaciones iban a ser arduas y que esa zorrita iba a usar todas sus armas para llegar a un acuerdo favorable a sus intereses.
-Me parece perfecto- respondí deseando saber qué era lo que iba a proponerme.
Satisfecha y creyendo con razón que sería menos duro con sus reivindicaciones con el estómago lleno, me pidió que me sentara mientras traía la comida. Tras lo cual, meneando descaradamente ese pandero que me traía loco, salió rumbo a la cocina.
«¡No tiene un polvo sino cien!», sentencié más excitado de lo que debería estar si no quería meter la pata y que al final el resultado fuera desastroso para mí.
Al cabo de unos pocos minutos, esa monada volvió con un guiso típico de su pueblo que sobrepasó todas mis expectativas.
-¡Está cojonudo!- exclamé impresionado y no era para menos, porque era una auténtica delicia.
Noté que le agradó mi exabrupto y dándome las gracias, llenó mi copa con vino mientras me decía:
-He pensado mucho en lo que me ofreces y aunque suene duro, he decidido hacerte una contraoferta…
-Soy todo oído- respondí.
Prestando toda mi atención, advertí que Malena estaba nerviosa y por ello no me extrañó que se tomara unos segundos en desvelar sus condiciones.
-Quiero que sepas que ante todo estoy agradecida a ti por cómo te has portado con nosotras- comenzó diciendo y quizás recordando las penurias que le hizo pasar el energúmeno que era el padre de Adela, su voz se quebró y necesitó un tiempo para tranquilizarse.
Mientras lo hacía, tuve que retener mis ganas de levantarme de mi asiento para consolarla porque lo quisiera o no, esa muchacha me tenía embelesado y sentía su dolor como mío propio.
«Joder, me tiene enchochado», murmuré mentalmente al darme cuenta.
Ya más tranquila, me soltó:
-Como sabes, he hecho muchas tonterías últimamente y no quiero que se repita. Ahora lo más importante para mí es Adela y por ella, estoy dispuesta a todo- tras lo cual, entró al trapo diciendo- -Me has pedido mi culo para seguirnos ayudando pero eso siempre sería temporal hasta que te cansaras de mí. Mi hija necesita estabilidad y no algo ocasional….- confieso que se me erizaron los pelos al comprender por donde iba. Malena confirmó mis augurios al decirme con tono serio:-…te ofrezco ser de tu propiedad para toda la vida con una única condición, reconocerás a Adela como tu hija.
Y tras soltar ese bombazo, se quedó callada esperando mi respuesta. Os juro que no había previsto esa propuesta y queriendo aclarar en qué consistía, dije:
-Cuando dices que serías de mi propiedad, ¿a qué te refieres exactamente?
Incapaz de verme a los ojos, respondió:
-Si aceptas ser el padre de la niña, yo seré tu puta, tu criada, tu enfermera y podrás hacer uso de mí cuándo, cómo, dónde y tantas veces como quieras..-y levantando su mirada, exclamó totalmente histérica:- …¡Coño! ¡Seré tu esclava!
Esa oferta iba más allá de mis expectativas pero también las responsabilidades que tendría que adquirir. Mi plan inicial era echarla un par de polvos y luego olvidarme. Pero esa zorrilla había cambiado las tornas y se entregaba a mí de por vida pero a cambio tendría que adoptar a su retoño.
-Tendré que pensarlo- sentencié lleno de dudas.
Curiosamente, Malena se alegró al no oír un “no” rotundo y acercándose a mí, se arrodilló a mis pies para acto seguido y sin pedir mi opinión, comenzar a acariciar mi entrepierna.
-¿Qué haces?- pregunté sorprendido.
Con un extraño brillo en sus ojos, me respondió mientras me bajaba la bragueta:
-Darte un anticipo por si aceptas ser mi dueño.
En cuanto tuvo mi sexo en sus manos, la expresión de su rostro cambió, denotando una lujuria que hasta entonces me había pasado desapercibida y cumpliendo con su palabra, lentamente se la fue introduciendo en la boca hasta que sus labios tocaron su base.
-Me estás poniendo bruto- susurré al notar que mi pene que hasta entonces se había mantenido en letargo, se había despertado producto de sus caricias y ya lucía una brutal erección.
Malena sonrió al oírme y sensualmente me bajó el pantalón, dejando mi tallo al descubierto. Aunque en realidad ya me lo había visto, su cara reflejó sorpresa al admirar mi tamaño.
-Umm- gimió atrevidamente mordiéndose los labios.
Sin mayor prolegómeno, esa muchachita me empezó a masturbar. La expresión de su cara, al principio impávida, fue cambiando al irme pajeando y cuando apenas llevaba unos segundos, me pareció que estaba excitada e incluso creí notar que se le habían puesto duros los pezones.
«Dios, ¡Qué boca!», exclamé mentalmente al sentir el sensual modo con el que volvía a apoderarse de mi miembro.
Con un ritmo excesivamente lento para mí, recorrió mi glande con su lengua y embadurnándolo con su saliva, me miró dulcemente antes de írselo metiendo centímetro a centímetro en su interior al tiempo que usando sus manos, acariciaba mis huevos cómo sondeando cuanto semen contenía dentro de ellos. La maestría que demostró me hizo gruñir satisfecho al advertir que su garganta parecía hecha exprofeso para mi pene.
Desgraciadamente la excitación acumulada y su pericia, hicieron que antes de tiempo descargara mi cargamento contra su paladar. Ella, lejos de mostrarse contrariada, se puso a ordeñar mi simiente con un ansia tal que creí que tardaría días en que se me volviera a poner dura.
Recreándose en mi verga con su lengua, recolectó mi semen mientras sus manos seguían ordeñándome buscando dejarme seco. Cuando de mis huevos ya no salía más leche, persiguió cualquier gota que hubiese quedado hasta que la dejó completamente limpia.
Una vez satisfecha, Malena me miró y lamiéndose los labios en plan guarrona, me soltó:
-Si quieres algo mas solo tienes que reconocer a Adela como tu hija- tras lo cual, se levantó y recogió los platos usados, dejándome solo en el comedor.

 

Relato erótico: “La chica de la curva 4” (POR ALEX BLAME)

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portada criada24

Sin títuloAl día siguiente me desperté e inconscientemente alargué un brazo buscando su cuerpo. Una sensación de soledad, una sensación muy conocida, me asaltó de nuevo. Me incorporé en la cama y a duras penas aguanté la tentación de desayunar un poco de vodka. Afortunadamente tenía que trabajar y me vestí y salí de casa tan rápido como pude obligándome a no pensar en ello.

Y cuarenta y ocho horas después, al llegar a casa, sufrí la maldición de internet. Estaba cenando tranquilamente cuando recibí el Wasap.

“Acabo de llegar a casa. Estoy casi muerta después de cuarenta horas de viaje. Gracias por unas vacaciones inolvidables. Te quiere, Brooke”

¡Joder! ¡Mierda! ¿Qué significaba todo aquello? ¿Y ese te quiere? ¿Me echaría de menos? Lo poco que había avanzado en olvidar aquel episodio de mi vida se esfumó. Le respondí con un lacónico “ha sido un placer, descansa un poco y mañana estarás como nueva” acompañado de un par de caras sonrientes, deseando que volviese a su vida y me olvidase… o eso creía.

El resto de la semana no volví a tener noticias de ella y yo me tranquilicé un poco. Tomando el viejo dicho de un clavo con otro se quita al pie de la letra, decidí llamar a Julio y salir el viernes a tomar unas copas y ver como se daba la noche.

Julio era un tipo majo. Era representante de una marca de productos fitosanitarios. Lo había conocido en una charla sobre nuevos herbicidas y desde aquel día habíamos mantenido una relación de amistad cordial, aunque discontinua, debida a los continuos viajes de ambos.

Ese viernes tuve suerte y Julio estaba en León así que cogí el coche y nos encontramos en el Barrio Húmedo. Julio me recibió en la plaza mayor con un par de cervezas de ventaja. La noche estaba bastante animada y ambos lo pasamos bien entrando a universitarias aunque sin demasiado éxito. El alcohol y los cuerpos jóvenes y ligeros de ropa me ayudaron a olvidar por lo menos fugazmente a Brooke y entretenerme un rato.

La noche se alargó y a eso de las cinco de la mañana Julio me llevó a un pub en el que me aseguró que ligaríamos fijo… y no se equivocaba. El ambiente era un poco disipado, decorado al estilo de los años ochenta, oscuro y ruidoso. La música de Alaska se intercalaba con la de Dinamita Pa los Pollos y viejas canciones de Camilo Sesto.

La parroquia estaba conformada por divorciados y solteros empedernidos en busca de relaciones rápidas y sin complicaciones. En poco más de media hora había rechazado un par de mujeres. Julio no fue tan remilgado y en diez minutos ya se estaba largando por la puerta del brazo de una rubia rellenita y muy guapa.

Yo me quedé acodado en la barra con mi whisky y estaba a punto de irme cuando vi a la pelirroja entrar en el local. Carla llevaba un vestido de color rojo, ajustado y que le llegaba justo por encima de las rodillas. No esperé a que se acercase ningún moscón e indiqué al camarero que le invitase a ella y a sus amigas a una copa de mi parte.

La mujer aparentaba unos treinta y pico muy bien llevados y su vestido no realzaba una figura rotunda y unos pechos grandes y tiesos. En cuanto el camarero le dio la copa y le dijo por quién estaba invitada se acercó a mí con una sonrisa de loba que hizo que mis huevos hormigueasen. Cuando estuvo más cerca pude ver sus labios gruesos y rojos ligeramente retocados por la cirugía pero sin llegar a ser exagerados. Se presentó y nos dimos dos besos el aroma de su cuerpo consiguió excitarme aun más. Charlamos un rato, una charla banal de la que apenas si recuerdo nada. Solo recuerdo los ojos verdosos, la melena pelirroja y rizosa, la piel morena de solárium y las piernas largas enfundadas en medias negras. Con el paso de los minutos el bar se fue vaciando y nosotros nos fuimos acercando. Una mano en el hombro simulando quitar una mota de polvo, una boca que se acerca a una oreja para susurrar algo… Finalmente me atreví y rocé su cuello con mis labios provocando en ella un ligero escalofrío. Mi roce se convirtió en un beso húmedo y devorador. Nuestros labios se juntaron y comenzamos a besarnos con lujuria. Con mis manos recorrí su cuerpo y no pude evitar comparar sus formas más redondas con las más esbeltas de Brooke.

Cogiéndome de la mano me guio por el pub casi desierto hasta los baños. En cuanto entramos por la puerta le empujé contra la pared y besé su cuello, amasando sus pechos grandes y tiesos a través de la tela del vestido. Carla gimió y se agarró a mi cabellera. Volví a besarla y con gesto apresurado le retiré el tirante del vestido dejando uno de sus pechos a la vista. Era grande y tieso con el pezón pequeño y oscuro.

—¿Te gustan? —preguntó la mujer realmente interesada en mi respuesta— Con mi segundo hijo se me cayeron un poco así que decidí operármelos.

—No parecen operados —dije yo estrujándolos y sopesándolos como si estuviese tratando de averiguar si los melones estaban maduros.

Antes de que intentase decir alguna otra chorrada le chupé y le retorcí uno de esos pequeños pezones haciéndole soltar un gritito de disgusto.

Carla intentó protestar pero mis manos ya habían bajado hasta sus piernas y le estaba arremangando la falda del vestido. Bajé la vista y pude ver unas piernas largas y bronceadas enfundadas en unas medias que le llegaban al muslo y sujetas con un ligero profusamente bordado. Mis manos recorrieron el borde de sus caderas y recorriendo las trabillas del liguero con mis dedos acabé en el interior de sus muslos. La mujer pareció dudar un momento pero yo ya no podía parar y avancé con las manos entre sus piernas hasta llegar a su sexo y cubrirlo con ellas.

La mujer dio un respingo pero en cuestión de segundos noté como su cuerpo reaccionaba a mis caricias y el sexo humedecía su tanga. Sin dejar de explorar su boca y sus pechos introduje mi mano por dentro de su tanga y le acaricié su pubis recorriendo su vulva con mis dedos.

Carla gimió de nuevo, se retorció al notar como mis dedos invadían su interior y clavó su uñas en mi pecho. En un instante, sin dejar de retorcerse y jadear, me abrió la camisa y me acarició el pecho y los pezones.

Escapando de las garras delgadas y cuidadosamente arregladas me arrodillé y metí mi cara entre sus piernas.

—¡Uff! ¡Sí! ¡Como lo necesitaba! —dijo la mujer separando sus caderas de la pared y abriendo sus piernas bronceadas para facilitar mi acceso a su coño.

No me hice esperar y apartando el tanga recorrí la raja de su sexo con mi lengua. Su calor y humedad me excitaron y tirando de las trabillas del liguero la atraje hacia mi envolviendo su pubis y su sexo con mi boca sin dejar de mover mi lengua como una serpiente enfurecida.

Carla tensó sus muslos y gimió agarrada a mi cabellos sonriendo y disfrutando a pesar de la incómoda postura. El tanga me molestaba y se interponía continuamente entre mi boca y el sexo depilado de la mujer, así que llevado por la lujuria tire de él hasta arrancárselo. Una estrecha marca roja apreció en sus caderas allí donde la tira del tanga había mordido su piel. Las besé con suavidad acallando sus protestas para a continuación erguirme.

Sin dejar de acariciarla la cogí en volandas y la subí al lavabo con mi erección entre sus piernas. Con precipitación Carla me sacó el cinturón y abrió mis pantalones sacando mi polla del interior de mis calzoncillos. Con una sonrisa fue ella ahora la que acaricio y sopeso mi erección acercándola a su sexo pero desviándola cada vez que intentaba penetrarla. Su sexo estaba abierto y caliente y yo no pude contenerme más, aparté sus manos y le metí mi verga de un solo empujón. El cuerpo entero de Carla se estremeció como si hubiese estado esperando ese momento durante siglos. La mujer se agarró a mis caderas con su piernas mientras yo empujaba en su interior, entonces cerré por un momento los ojos y la imagen de Brooke sustituyó a la de la mujer.

—¿Pasa algo? —preguntó al ver que había parado por un instante.

—No, no pasada nada—respondí estrujando uno de sus pechos con violencia mientras volvía a asaltarla.

La sensación de estar follándome a una mujer cuando realmente deseaba estar con otra con todas mis fuerzas era nueva para mí, así que al sentir que mi excitación disminuía tiré de Carla dándole la vuelta, le separé las piernas y agarrando sus caderas volví a penetrarla. Cerrando los ojos imaginé que la mujer que jadeaba y gemía intentando mantener el equilibrio con sus altos tacones era Brooke y no aquella pelirroja de cuerpo rotundo.

Tras un par de minutos los gritos y los jadeos de la mujer se hicieron más intensos. Saqué mi polla de su coño y acaricié su vulva con ella.

—¡Eh! No por ahí no —dijo ella moviendo sus caderas enfurruñada cuando acaricié la entrada de su culo con mi glande.

A pesar de que lo deseaba me limite a tocar y presionar sobre el esfínter sin llegar a penetrarlo para a continuación cogerla por el cuello y entrar en su coño con todas mis fuerzas. Carla gritó y apoyó las manos sobre el alicatado mientras con cada empujón su cuerpo se elevaba ligeramente en el aire.

Rodeé su cintura con un brazo mientras dejaba el otro ciñendo estrechamente su cuello y seguí penetrándola hasta llevarla al clímax. La mujer soltó un grito estrangulado y su cuerpo se quedó rígido durante un instante atenazado por el orgasmo.

Tras unos segundos Carla, aun jadeante, se separó arrodillándose y metiéndose mi polla en la boca. Cerré los ojos pero no era lo mismo, su lengua era más torpe su boca menos experimentada. A pesar de todo el calor y la suavidad de su boca hicieron su trabajo y tras unos segundos me separé y eyaculé varios chorros de leche sobre su cara y sus pechos.

La mujer cogió mi polla y la chupó un poco más alargando unos segundos mi placer, para a continuación levantarse, limpiarse un poco y volver a colocarse el vestido.

Yo me limité a mirar a Carla con cara de póquer mientras esta se recomponía el maquillaje. Cuando terminó se quitó el tanga que aun tenía enredado en torno uno de sus tobillos y me lo metió en el bolsillo de la camisa.

—Me ha encantado.—dijo ella apuntando un número de teléfono en un papel—Llámame si vuelves por aquí.

Carla salió del baño contoneando las caderas ignorante de que no era ella a quién tenía en la cabeza.

Salí de aquel antro ya casi desierto con un sabor amargo en la boca. En vez de sacar el primer clavo ahora tenía la sensación de tener dos profundamente clavados.

—¡Mierda! —grité con rabia mientras tiraba el tanga y el número de teléfono a una papelera.

Llegué a casa la tarde siguiente con una sensación amarga. Echaba de menos a Brooke y estaba claro que andar echando polvos por ahí no me iba ayudar. Intenté sacarla de mi cabeza razonando. Era una actriz porno. Se dedicaba a follar profesionalmente. ¿Cómo podía saber lo que pasaba por su cabeza cuando hacía el amor con ella? Una relación con una mujer así sería difícil si no imposible y eso sin contar los nueve mil quilómetros que separaban nuestras respectivas vidas.

Seguí así hasta bien entrada la noche pero no conseguí quitármela de la cabeza. Genaro tenía razón, estaba encoñado.

Estaba bebiendo un Whisky con hielo intentando no pensar en nada más cuando llegó un wasap.

“Hola Juan”

“Hola Brooke, ¿Que tal la vuelta al trabajo?”

“Liada en la oficina”

“¿También tenéis papeleo?”

“Oh, no, simplemente tuve una escena en la que hacía de secretaria”

“Ah” respondí yo aliviado de que el wasap no transmitiese mi escaso entusiasmo.

“Te he echado mucho de menos”

No, no, no sigamos por ahí pensé yo.

“Bueno sé que probablemente habrás seguido con tu vida pero quiero que sepas que no era broma cuando te dije que habían sido unas vacaciones inolvidables. Quizás podrías venir a pasar las tuyas a Malibú”

Afortunadamente existían los emoticonos y le envié unas cuantas caras sonrientes con los mofletes colorados intentando ser lo más impreciso posible. Tenía la cabeza hecha un lio.

Al ver mi respuesta Brooke no insistió y cambió la conversación a cosas más rutinarias hasta que me deseo buenas noches y se despidió.

Me acosté aun sabiendo que no iba a dormir. Mi cabeza daba vueltas sin parar. Brooke era todo lo que podía desear pero se dedicaba a follar por dinero. Si me hubiesen dicho antes de que todo esto iba a pasar, hubiese dicho que esas mujeres no eran más que putas y no las tocaría ni con un palo y ahora estaba pensando seriamente en recorrer medio mundo tras una de ellas.

El hecho de ser la primera mujer que me había gustado después de que Helena me dejase lo hacía todo más confuso. No sabía si mi cuelgue por aquella chica era por lo cañón que estaba, por lo bien que follaba, por lo joven que era, por que era la primera tras la separación o porque realmente era la mujer de mi vida.

Cada vez que encontraba una razón para olvidarme de aquella relación el recuerdo de Carla esforzándose en complacerme mientras yo estaba pensando en Brooke desbarataba todos mis razonamientos.

Al final después de sopesar pros y contras no conseguí decidir nada. Los contras ganaban claramente, pero cada vez que parecía estar a punto de tomar una decisión los ojazos azules me miraban intensamente desde mi recuerdos haciéndome olvidar todo salvo los ratos de intensa intimidad que había pasado con ella.

Sin dejar de darle vueltas al asunto me fui sumergiendo poco apoco en un agitado sueño.

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Relato erótico: “Emputeciendo a una jovencita (7)” (POR LUCKM)

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LA OBSESION 2Pasaron unos días en los que Eva bajaba religiosamente a tomar su desayuno. Ana bajaba cada vez que podía pero le Sin títulogustaba mas que subiera yo y me la follara en su cama de casada. Decía que cuando dormía por la noche con el cornudo olía mi sudor, semen y sus jugos mezclados y se sentía como una guarra. Jorge me saludaba amablemente cuando coincidíamos en el ascensor pero estaba un poco mas frío que de costumbre. Un día le pregunte

Yo – Buenos días Jorge.

Jorge – buenos días.

Yo- podemos charlar un momento?

Jorge- Claro, dime.

Yo – No, nada, que últimamente te noto extraño, os cogí aprecio a ti y a tu familia y odiaría que algo te hubiera molestado.

Jorge – Sinceramente?

Yo – Si.

Jorge – Bueno, tu comentario del otro día sobre tu noche anterior…

Yo – Te molesto?

Jorge . Si, nosotros mantenemos por tradición esos temas escondidos a la niña, no queremos que le entren ideas en la cabeza antes de tiempo.

Yo – Antes de tiempo? antes de que se case quieres decir?

Jorge – Si, exacto.

Yo – Si, ya me di cuenta de que es un poco inocente. Pues disculpame, no volveré a hacer comentarios al respecto delante de la niña.

Jorge – Ni delante de la madre te lo ruego, esas cosas no le gustan nada.

Yo – Claro, a ella no le gusta nada? – recordé el chapoteo de su coño cuando se la metía os va bien…? bueno, tu ya sabes…

Jorge – Ese no es un tema que me apetezca discutir en publico.

Yo – No, claro, disculpa, no era mi intención meterme donde no me llaman.

Jorge – Ya, bueno, no es para tanto supongo. No se, cuando nos acostamos es como si ella ya no quisiera… se queda quieta, inmóvil…

Yo – Ya, y si ponéis una peli, libros, juguetes…

Jorge – Estas loco? seria pecado, solo quiero sentir que me desea un poco, nada mas.

Yo – Bueno, dicen que las mujeres no necesitan eso no?

Jorge – Si, eso dice mi confesor, que ellas no lo necesitan, quizás sea mejor así, viviré mas tranquilo con las dos indiferentes a esos temas.

Yo pensaba en Ana bramando para que le rompiera el culo mientras Eva le chupaba el coño.

Con la cara mas inocente de mi repertorio le respondí – Si, será mejor así supongo.

Jorge – Ah, aclarado el tema te quería comentar otra cosa. A la niña no le va bien la informática, te importaría darle unas clases?

Yo – No se, ando un poco liado.

Jorge – Te pagaría claro.

Yo – Francamente, lo que me preocupa no es eso.

Jorge – Y que es?

Yo – Pues que como acaba de ser obvio tenéis profundas creencias. No creo que que la niña este sola en casa de un hombre os resulte de agrado, te aprecio como a un amigo y por nada del mundo querría que nada te molestara otra vez.

Jorge – No lo había pensado. Podrías darle las clases en casa.

Yo – Buff, tengo mis equipos abajo con todo lo que necesito.

Jorge – Y si se las dieras a dos juntas? quizás su amiga Laura también necesite, o mi esposa.

Yo – Bueno, eso seria otra cosa, siempre y cuando eso te hiciera sentir mas tranquilo.

Jorge – Claro, ahora mismo llamo al padre de Laura y a mi mujer a ver que les parece.

Yo – Y a Eva.

Jorge – No, ella solo tiene la obligación de obedecer.

Yo – Bueno, pues ya me dirás algo.

Y nos despedimos… Le mande un sms a Eva. “Muy bien putita, tu idea esta dando un magnifico resultado”. A los dos min contesto. “Ummmm, quieres decir que podras follarme todas las tardes y mi padre te pagara por ello?”. “Si, y a mama y tu amiga tb”. “joder!”.

Laura me llamo al cabo de un rato.

Laura – Hola Carlos.

Yo – Hola putita.

Laura – Que es eso de las clases? me acaba de llamar mi mama que la llamo la madre de Eva encantada con la idea.

Yo – Jajaja, fue idea de tu amiguita, quería mas polla y tramo esa estratagema, lo tuyo vino solo la verdad, hay que ver lo retorcidas que os volvéis con el coño húmedo.

Laura – No quiero, no hay manera de dejar esto? ya tienes a Eva y a su madre para tus perversiones.

Yo – Ya, es cierto, pero es que me encantan tus tetas y ese coñito tan apretado.

Laura – Pero no esta bien.

Yo – Bueno, eso es relativo, por la cara que tienes cuando te la meto tampoco parece que te desagrade tanto.

Laura – No es eso, claro que me gusta, es natural, es otra cosa.

Yo – El que?

Laura – Nada .

Yo – Vamos, hay confianza.

Laura – No se.

Yo – Desde que me corrí en tu cara la primera vez hay confianza.

Laura – Me gusta cuando… bueno… tu sabes…

Yo – Vamos, cuando que? se clara, sabes que me gusta.

Laura – Cuando me follas.

Yo – Entonces?

Laura – Es que lo que mas me gusta no es eso.

Yo – Y que es?

Laura – No sabría decirlo.

Yo – Yo te lo diré, lo que mas te gusta es que te use, que te obligue, portarte como una pervertida, con tu amiga, su madre… engañar a tu papi dejandole pensar que eres una inocente criatura mientras sabes que eres una puta come pollas.

Laura – Ummmm

Yo – jajaja, es eso no?

Laura – Por como tengo las braguitas ahora mismo diría que si.

Yo – Bien, todo aclarado pues, procura sacar mala nota en informática de momento, así será mas fácil. Ah, y pasate a medio día por casa, tengo ganas de follarte.

Laura – Con Eva?.

Yo – No, sola.

Salí de la oficina a la una corriendo hacia casa. Cuando llegue y subí allí estaba ella sentada en los escalones junto a la puerta de mi piso. Tenia puesto un uniforme, el pelo recogido en un moño sujetandolo con un lápiz. Mi polla se puso dura de inmediato. La hice pasar.

Yo – Desnudate.

Laura – No podemos hablara antes?

Yo – Solo hablaremos cuando estés desnuda así tendrás mas claro que eres una hembra delante de un hombre que puede follarte cuando quiere.

En ese momento sonó su móvil.

Yo la cogí de la mano y la puse frente a un espejo.

Laura – Si? papa? y me miro pidiendo un momento.

Le quite la chaqueta, desabroche su falda

Laura – No, salí del colegio para hacer unas fotocopias aprovechando la hora de comer.

Desabroche su camisa, su grandes tetas aparecieron sobre saliendo de un inocente sujetador blanco. Ella me miraba nerviosa en el espejo, se veía a si misma medio desnuda.

Laura – Que te llamo el padre de Eva?

Solté el sujetador y baje sus bragas hasta el suelo, subí despacio pasando las manos por su culo hasta llegar a sus tetas.

Laura – No se papa, no me va muy bien la asignatura pero tanto como unas clases.

Jugué con sus pezones y pase unos dedos por la raja de su coño, estaba empapado.

Laura – no es eso, es que no os quiero costar mas dinero y Carlos no creo que sea barato.

Yo moví la cabeza negando y sonriendo mientras la miraba y lamia su cuello, le solté el pelo.

Laura – Esta bien, cuando empezamos?

Le metí un dedo por el culo, ella lo apreto fuerte pero no consiguió evitar su entrada… suspiro mientras notaba como movía el dedo abriendo su culito.

Laura – Esta bien, hablare con Eva para que me diga cuando empezamos papa. Si, yo también te quiero, un beso.

Colgó, lanzo el móvil sobre un sofá, se giro y me beso, metiendo su lengua hasta el fondo de mi boca y pegando su cuerpo al mío, frotandolo.

Yo – Muy bien, enteraos de lo que valen las clases de informática, les cobrare mas caro por supuesto, por follaros claro.

Laura – Cabron, le vas a cobrar a mi padre por follarte a su niña.

Yo – Es peor lo del de Eva, me pagara por follarme a su niña y a su mujer.

Laura – Ummm, que morbo, eres un cerdo.

Yo – Eso parece.

Me separe de ella contemplandola.

Yo – Bien, ya puedes irte y marcharte si quieres.

Laura – Como??.

Yo – Tienes la opción, si te marchas ahora no volveré a molestarte. Podrás volver a tu vida de virgen que tanto te gusta.

Laura – Y no me chantajearas?

Yo – No, si no dices nada de Eva y su madre no.

Laura – Que cabrito, y que? ya esta? me quedo sin eso que tienes que me gusta tanto?

Yo Sonriendo -, el que?

Laura – Tu polla!

Yo – Si, puedes buscarte algún jovencito imberbe que te sobe las tetas en algún parque.

Laura – Y si no quiero? me gusta mucho mas lo que me das.

Yo – jajaja, lo que te doy?. Pues tendrás que ser mi puta igual que Ana y Eva, para siempre, aunque te ennovies o te cases, tu coño tu culo y tu boca siempre estarán disponibles para mi. Serás mi hembra, para usarte a mi gusto. Te follare, haré los jueguecitos que quiera contigo, tu simplemente obedecerás y te correrás haciendolo.

Laura – No lo puedo decir después? te necesito dentro.

Yo – Dentro? donde?

Laura – En mi coño.

Yo – Pues decide, ahora no te follare, quiero que tu amiga sea testigo de tu respuesta esta tarde. Ponte a cuatro patas – conecte el portátil enfocando un sillón y le di a grabar. – Bien, ahora ven muy despacio, como un gatito, quiero que se vean esas tetas moviendose, como cuelgan… después ponte el pelo de manera que se te vea bien la cara, lameme las pelotas y luego mi polla hasta que me corra en tu boca. Me desnude de cintura para abajo y me senté. – Procura que no me manche, tengo que volver a la oficina. – Ella empezó a moverse. me miraba a los ojos, veía esa cara de niña con mirada de puta en celo y me encantaba, veía sus tetas moverse desnudas… Sonó el móvil, era un numero desconocido. Ella se paro, le hice un gesto para que siguiera acercandose.

Yo – Si?

Ella levanto mi polla y empezó a lamer mis pelotas muy suave con la punta de la lengua.

Yo – Ah!, el padre de Laura? claro que me acuerdo.

Ella me solto la polla y se alejo. Acerque la mano a su cabeza y la atraje bien fuerte indicando que siguiera, ella volvió a empezar. Levante el culo para que lamiera un poco mas abajo entre mi culo y mis pelotas.

Yo – Si, Jorge me comento algo esta mañana.

Yo – Claro, no, no seria mucha molestia mientras que sean mas clases fijas y cortas de una hora por ej para no perder toda la tarde.

Ella lamia mis pelotas muy suavemente metiendoselas en la boca. Yo le acariciaba el pelo.

Yo – Si, creo que mas clases y menos tiempo es mejor para aprender, luego puedo ponerles deberes para casa.

Yo – Un ordenador para Laura? si, tengo un amigo con una tienda, no seria problema.

Yo – Sin cam? por? es útil para las clases, resolver dudas y esas cosas.

Laura empezó a meterse mi polla en la boca chupando bastante fuerte, le sujete la cabeza para controlar la velocidad y que no se emocionara.

Yo – Ah, los pervertidos, no se preocupe la puedo bloquear con software para que no pueda usarla mas que con su amiga Eva y conmigo si tuviera alguna duda.

Yo – Ok, un buen equipo entonces, serán unos 1500¤

Laura ya tenia mi polla metida hasta la garganta, se la veía casi tan encantada con la mamada como yo. Note que no me quedaba mucho para correrme.

Yo – Estricto? claro sin problema, así que es algo rebelde. – La mire – ella bufo con mi polla en la boca – no se preocupe, seguro que la hacemos entrar – aprete su cabeza para que le entrara la polla hasta la garganta sujetandola allí unos segundos. – en vereda con los estudios.- Sonreí mirandola. Su cara estaba roja pero se notaba que se se estaba divirtiendo. Me despedi del padre

Yo – Bueno, encantado, ya le avisare cuando tenga el ordenador, un saludo y encantado. –

Agarre con las dos manos a Laura de la cabeza y empece a follarme su boca empujando las caderas, ella babeaba y hacia ruiditos. Al final me corrí abundantemente en su boca, ella no despegaba los labios y aspiraba, notaba como iba tragando… Al final se la saco de la boca, fue dando lengüetazos a lo largo de toda mi polla y mis pelotas dejandola completamente limpia, recogió sus braguitas del suelo y me las paso por la polla secandola suavemente. Me miro mientras recogía un poco de semen de sus labios con los dedos y se los metía en la boca.

Laura – Es verdad lo que decía Eva.

Yo – El que?

Laura – Que al final esta rico – Y me guiño un ojo.

Yo – jajaja, que guarrilla estas echa, vas a tener ordenador nuevo.

Laura – lo malo es que comparto habitación con mi hermana.

Yo – umm, no lo sabia, que edad tiene?

Laura – 24

Yo – esta bien?

Laura – Si, creo que si, tiene un buen culo y unas bonitas tetas.

Yo – Estupendo, me gustara veros a las dos desnudas.

Laura – Serás cerdo, es mi hermana!

Yo – Y? Si eres mi puta no hay hermanas o amigas que valgan, recuerda que estas aquí por tu mejor amiga.

Laura – Si, es cierto, Eva no tuvo muchos escrúpulos.

Yo – Como se llama tu hermana?

Laura – Rosa, ah, ella es rubia, pelo corto.

Yo – Guapa?

Laura – No, es bastante fea, y es una pena por que tiene un cuerpo muy bonito, siempre lleva unos sujetadores horribles, ya la veras – añadió sonriendo. – Creo que esta bastante salida, cuando cree que esto dormida la oigo masturbarse en su cama, y alguna vez en el baño.

Yo – Bueno, vistete, sin bragas, dejalas en el mueble de la entrada que se vean bien al entrar.

Laura – no me vas a follar?

Yo – No, solo me folló a las que quieren ser mis putas.

Laura – pero las bragas…, si me pillan sin ellas me expulsaran. No sabría como justificarlo.

Yo – Y dale con discutir.

Me levante, cogí un rotulador de punta gorda, negro. Me acerque a su coño y escribí justo donde empezaba su rajita, CARLOS.

Yo – Así no tendrás que explicar nada, si alguien lo ve sabrá que significa.

Laura – Ufff

Yo – Bien, ahora vete a clase. Esta tarde ven con Eva, si llevas todavía eso escrito y no coges tus bragas al entrar y te marchas sin despedirte de mi ni de Eva, dejara de ser tu amiga por cierto. Sabré que si quieres seguir mis reglas.

Laura – cuales son?

Yo – ya lo sabes, te usare cuando y como quiera, estarás siempre disponible y cachonda como una perra en celo, eso no te costara mucho, y no habrá novios maridos padres o hermanas que estén por encima de mi. Tu y mi polla firmareis un contrato. Aparte de eso harás una vida completamente normal, podrás seguir pareciendo una santita a los ojos de tu familia y amigos. Pero los dos sabremos que eres una puta.

Laura- Bueno, ok, me marcho, pero me dejas fatal.

Yo – jajaja, es lo que tiene hacerse la estrecha.

Ella salió, yo pare, mire la grabación a ver si salía la parte en que hablaba de su hermana, salía perfectamente, se veía su cara y se la escuchaba describirla…

Volví corriendo a la oficina, no daba abasto con tanto estres. Por la tarde volví a casa, llame a un amigo encargandole el ordenador con la mejor cam del mercado con micrófono incorporado. La mejor opción fue uno con la cam en el monitor, así no podrían desconectarla.

Por la tarde volví a casa, me duche y puse en la tele la escena de ese medio día, quería que Laura fuera consciente de lo guarra que parecía. Llamaban a la puerta, abrí, era Ana.

Ana – Hola Carlos, no me puedo creer lo de las clases. el cornudo de mi marido te esta dando hasta tiempo para que nos folles.

Yo – Si, ya decía yo que era un tipo muy amable. Por cierto, cuando folles con el simula disfrutar un poco y luego abrazale agradecida. Nada exagerado.

Ana – por?

Yo – No preguntes.

Ana – si Amo – Yo no la obligaba a llamarme asi pero la excitaba hacerlo cuando le daba ordenes.

Ana cogió las bragas de Laura y las olió.

Ana – Ummm, paso Laura por aquí?

Yo – Si, ahora vendrá con Eva para entregarse voluntariamente.

Ana – Jajaja, estas muy seguro de que lo hará.

Yo – No tiene muchas opciones ahora que ya lo probo, masturbarse a oscuras en su habitación o echarse un novio con la que no pueda ser tan puta como conmigo para que no la tachen de guarra.

Ana – Si, algo parecido a lo mío.

Yo – Bueno, dame un beso en la polla y marchate, me están dando ganas de encularte y quiero estar en forma cuando lleguen.

Ella se arrodillo, me bajo el pantalón de pijama y se la metió en la boca, se puso golosa, empezó a devorarla, le aparte la cabeza.

Yo – Un beso putita, ahora no te toca.

Ella sonrío, le dio un beso mas y me subió el pantalón.

Ana – nunca pensé que mi niña me dejara sin polla.

Salió de la casa. yo tuve que contenerme para no cascarmela alli mismo.

Pasaron unos 10 min y llegaron Eva y Laura.

Eva – Hola Amo.

Yo – Hola putita.

Laura – Hola

Yo – Hola

Eva entro en el salón y se desnudo mientras veía la escena en el televisor.

Eva – Quien lo hubiera dicho hace una semana eh?, que guapa te ves. A los chicos de clase les encantaría verte así, te miran con hambre en clase.

Laura miro la tele, a mi y sus bragas sobre la mesa. Dudo un segundo, volvió a mirar la tele y se desnudo, sobre su coño todavía se veía mi nombre.

Yo – No es mala idea, quizás uno de estos días si sigue con nosotros, que parece que si, no Laura?.

Laura – Si amo.

Yo – Jajaja, pero que guarra eres.

Laura – Si amo.

Eva se acerco, me bajo los pantalones y me acaricio la polla.

Eva- joder amo, no se como me puede gustar tanto esta polla.

Yo – Por que eres una guarra igual que tu amiga.

Eva – Si, lo soy.

Yo – Y bien Laura, entonces cuentanos que es lo que quieres y a que viniste esta tarde.

Laura – A que me folles.

Yo – Mal!

Laura – A que me folléis?.

Yo – Mal!

Laura – ummm, quiero ser tu puta.

Yo – Vas mejor pero mal todavía. Metete los dedos a ver si así te inspiras.

Me senté en un sofá con Eva a mi lado acariciandome la polla y los huevos suavemente. Laura se acerco. Eva se levanto rápidamente y cogió la cámara enfocando la escena y guiñandome un ojo dijo.

Nunca se sabe amo, quizás un día su marido y sus hijos quieran ver esta escena.-

Yo – jajaja! es cierto, no Laura?

Laura – Si amo.

Yo – Bien, sigue.

Ella empezó a acariciar su clítoris.

Laura – Por favor, quiero que me folles y ser tu puta.

La mire sin decir nada jugando con mi polla dura como un palo.

Laura – estoy muy salida amo, tengo estas tetas y este coño, los chicos me miran y yo me caliento, soy muy guarra? no lo se pero quiero que un tío me monte y eres el único que conozco que sabe como me gusta. Por favor, quiero una polla para mi, quiero ser tu puta, tu perra, quiero que me uses, que me folles el coño, el culo, la boca, lo que quieras, quiero tu semen caliente ummmmm. y si para eso tengo que estar disponible cuando mi amo quiera lo estaré, me dan igual mis padres, mi hermana, mis amigos, novios, solo quiero tu polla amo. Y haré lo que me ordenes para conseguirla.

Yo – Muy bien, mejoraste mucho, ahora ven y follate tu misma.

Ella se acerco con los dedos en su coño, mojandose los labios con la lengua, puso las rodillas en el sofá y cogiendome la polla se la paso por su rajita mirandome con duda.Afirme con la cabeza. Ella empezó a metersela muy despacio, jadeo un poco. Su coño ardía. Siguió clavandosela, jadeo, dio un empujón y le entro entera, dio un gritito. Empezó a sacarsela del todo y volver a clavarsela completamente. Jadeaba mas y mas fuerte, le agarre las tetas, me encantaban esas tetas adolescentes, firmes… duras… moviendose al ritmo de la follada.

Yo – Me encanta tu cara guarra, se te va toda la estuopidez de niña pija en cuanto yienes una buena polla dentro.

Laura – Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!!! Me encanta!!!! follame cabron!!!

La agarre del culo y empece a clavarsela mas duro.

Yo – Esto es lo que quieres guarra!!??

Laura – Siiii, follame!! y luego si quieres me das por el culo!!! o por la boca!!, me da igual pero no pares de follarme nunca por favor!!

Se notaban los espasmos de su orgasmo que llegaba….

Laura – Joder!! Dios!!! que gusto!!! Gracias Eva!! gracias por esto!! gracias por todo!!

Y se corrió entre fuertes espasmos, costaba sujetarla, sus gritos debían oírse en la portería, yo empece a correrme también, notaba como entraba mi semen en su joven coño, como se mezclaba con los jugos de su coño. Nos fuimos relajando, ella empezó a darme besos por toda la cara, siguió así unos segundos y luego se separo, me miro – Gracias amo – y me metió la lengua en la boca… siguió unos segundos, mi polla se salió de su coño, ella de repente saco su lengua y emitió un jadeo, sus pechos se pusieron duros entre mis manos,,, mire hacia abajo y allí estaba mi otra perrita lamiendo con hambre todo lo que salía del coño de Laura, me sonrío.

Eva – Me encanta esto amo, esta riquísimo!!! – Siguió lamiendo y tragando como una niña golosa. No paro hasta lograr que Laura se corriera, luego no contenta con eso se metió mi polla en la boca y tampoco paro hasta que se la llene de lo que tanto la gustaba. Terminamos los tres tirados en el suelo, desnudos yo acariciaba su pechos y ellas me acariciaban a mi o entre ellas con una gran tranquilidad.

Laura – Y ahora que amo? que pasara?

Yo – Acabamos de empezar.

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Bueno, espero que os gustara, por favor votar, es la manera de saber si voy bien o no… Sigo encantado de que me mandéis mail o me agreguéis. Un saludo a mis nuevas amigas, saber que las mujeres tambien los disfrutan es muy satisfactorio.

Luckm@hotmail.es

skype: luckmmm1000

 

Relato erótico: “Descubriendo el sexo – Parte 6” (POR ADRIANAV)

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UNA EMBARAZADA2El punto de vista de Arturo:

Sin títuloArturo divisó a Luis Eduardo que regresaba de la casita. Se había cambiado de ropa. Ese chaparrón nos había obligado a correr para refugiarnos. Daniel y Antonio se salvaron porque al estar más cerca de la casa no se mojaron, llegaron antes del chaparrón.

Cuando Luis Eduardo pasa por mi lado me dice:

– ¿Sabes que llegó Andreita con la comida que envió Rosa?

– Si. Sabía que venía.

– Pobrecita, llegó ensopada porque la agarró la lluvia a medio camino.

– ¿Le diste algo de ropa seca?

– Si. Una camiseta que le llega casi a las rodillas! Ja, ja, ja. Y de paso le ayudé con la tinaja para que se diera un baño de agua caliente. ¡Qué linda se ha puesto esa nena…!

Ni le pregunté el porqué de su comentario. Me lo imagino. Conozco a Luis Eduardo desde muy jovencito. Nos hicimos muy amigos de él desde que llegamos a la villa. Es al que siempre invitamos a comer cuando regresamos del campo. Poco a poco fui descubriendo que es un enfermo sexual y que no deja escapar oportunidades.

Rosa, -mi mujer- también lo descubrió “accidentalmente”. Desde que nos mudamos, él me hablaba mucho de mi mujer. Me decía cosas como: “Tienes mucha suerte, tu mujer es la más linda de la villa. Tiene un cuerpo muy atractivo”. Y se interesaba en hacerme preguntas de cómo la había conocido y demás. Hasta que un día me preguntó si era buena en la cama y entramos en el tema de la sexualidad con más profundidad.

Desde que conocí a Rosa fuimos muy sinceros en la rutina diaria. Y así fue que llegamos a decirnos sin tapujos las cosas que deseamos en la vida de cama. Primero fantaseábamos con amigas y amigos, a veces con familiares y hasta con gente que apenas conocíamos. Luego deseamos convertir algunas en realidad.

Desde el principio nos sentimos muy enamorados el uno del otro y eso nos daba una estructura matrimonial muy firme. Por esa razón es que no nos costó nada poder dar el paso. Y todo se inició con Javier, uno de mis mejores amigos a quien le confié que lo utilizábamos en nuestras conversaciones durante el sexo, algo que se había convertido en costumbre y punto de calentura.

Normalmente lo invitábamos a comer en nuestro humilde apartamento de apenas dos habitaciones que teníamos en la ciudad, antes de mudarnos a la villa. No había nada más que la cocina con una mesa y cuatro sillas, el dormitorio y el baño. No teníamos sofá ni había lugar para tenerlo. Javier todavía hoy, vive a unos veinte minutos de ese apartamento, y tiene un negocio que está apenas a una cuadra y media. Él fue quien me había dado el dato de que se había liberado ese apartamento cuando estábamos buscando donde vivir y yo lo alquilé de inmediato.

Luego de la confesión que le hice a Javier se lo comenté a Rosa y ese día terminamos de hacer el amor hablando de cómo ella quería que se lo hiciera nuestro amigo. Tengo muy claro que tanto él como ella se sentían atraídos fisicamente desde que los presenté. Siempre los dos por separado me hablaban de alguna virtud física que el otro poseía. Creo que eso fue lo que me provocó mencionar a Javier de vez en cuando durante nuestras sesiones se sexo.

Pero ante la inminente próxima reunión en la que sabíamos todos a que los nos íbamos a enfrentar, Rosa quedó tan excitada que al día siguiente pasó por el negocio para hacer las compras de lo que se necesitaba en la casa y lo invitó a “una picada” tipo aperitivo cuando cerrara el almacén. Ella misma me contó que la respuesta de Javier no se hizo esperar y que al despedirse ella le dio un beso en la comisura de la boca, cosa que aprovecharon para abrazarse arrimando la pelvis un poco más de lo acostumbrado y que definitivamente estaba claro que se estaban permitiendo sentir mas de lo normal. Me confesó que los dos inconscientemente buscaron posicionarse para sentir el lugar perfecto donde presionarse mutuamente un par de veces y que definitivamente la había calentado mucho sentirlo. Pero como entró gente no pudieron seguir y se regresó a casa.

A las siete de la noche, luego de cerrar el negocio, Javier llegó como había prometido y traía dos botellas de vino. A pesar de que nosotros estábamos conscientes de lo que podía pasar, teníamos un poco de nervios mezclado con excitación. Durante toda la tarde nos besamos más que de costumbre mientras ella preparaba la comida, nos abrazábamos cada vez que teníamos oportunidad y cuando nos duchamos nos mimoseamos como dos jóvenes en pleno período hormonal. Rosa estaba vestida normalmente, aunque la camiseta era cerrada dejaba ver bien lo redondo de sus pechos. Es una parte de su cuerpo tan atractiva como su trasero. Se puso una falda cortita y bien suelta que le resaltaba ese par de piernas tan lindas que tiene y se le levantaba un poco de atrás por la curva de sus nalgas tan paraditas, cada vez que caminaba a buscar las cosas para servirnos. Javier la miró un par de veces sin poner demasiada atención para no incomodarme, y para romper el hielo comenté:

– ¡Dime si esa falda no le queda intensamente deliciosa! Mírala bien y dime ¿no te parece atractiva?

Rosa se dio media vuelta y riéndose divertida, volvió a girar con más fuerza levantando la cadera y dejando ver un poco sus nalgas cubiertas por un calzón blanco que apenas le cubría la mitad.

– No hay dudas! -dijo Javier soltando la risa también.

Ella se volvió a girar con los brazos en la cintura en pose de modelo y nos guiñó un ojo como continuando con la broma.

Nos quedamos en silencio mirándola en su ir y venir a la mesa y se puso a tararear una canción sin letra.

Puso varios platitos con quesos, jamón, aceitunas y unos pastelillos pequeños de espinacas, tres copas y una botella de vino. Por los nervios o la expectativa, mientras charlábamos, sus grandes ojos casi azabache estaban más vivaces que nunca… más inquietos que nunca. Inconscientemente, cada vez que tomaba un sorbo de vino se pasaba la lengua en los labios de un lado al otro. Se reía con nervios y hablaba con ansiedad. Opté por acariciarle la pierna por debajo de la mesa para relajarla un poco y según me comentara después, eso la hizo relajar y controlar más el nerviosismo. Me sonrió. Así pasó el tiempo y nos bebimos una botella y media del vino que mi amigo había traído.

En un momento dado todos quedamos en silencio. Parecía que no se nos ocurría otro tema. Me pareció que Javier entraba en un momento de incomodidad por no saber qué decir y solo se me ocurrió decir algo en forma de chiste y también un poco en serio:

– ¿Qué les parece si nos vamos a sentar al living?

Todos miramos alrededor como buscando algo inexistente y nos reímos a carcajadas por la ocurrencia. No había ni siquiera otro rincón donde sentarse.

– Vamos -dije estirándole la mano a Rosa. Los dos nos levantamos y nos dirigimos al cuarto sentándonos en la cama. Desde allí llamé a Javier que se había quedado sin saber qué hacer:

– Ven Javier. Este es el sofá en esta casa! -y volvimos a reír.

Se levantó de la mesa y vino hacia nosotros. Se sentó al lado de Rosa. Otra vez se hizo silencio hasta que finalmente halé a Rosa de los hombros y caimos quedando los dos de espaldas. Poniéndome de lado le di un beso prolongado que ella me respondió muy fogosamente, mientras mi mano subía levantándole la falda hasta descubrir sus interiores. Javier del otro lado se recostó poniendo un codo al lado de la cara de Rosa mirando como nos besábamos. Mi mano se posó entre las piernas de mi esposa provocando que sus piernas se abrieran un poco como una autómata y gimió. Separamos los labios al instante en que mi mano continuaba un camino ascendente levantando la camiseta hasta descubrir sus pechos aprisionados por el sostén. Bajé la cabeza queriendo encontrar mi mano con la boca y mis dedos comenzaron a quitarle esa prisión del pecho. Buscaba el broche del corpiño que me separaba de sus deliciosos pezones y al levantar la vista vi que la mano de mi esposa buscaba la nuca de Javier y lo empujaba dandole valor para que la besara. Juntaron las bocas y vi la lengua de ella encontrando la de mi amigo hasta que sellaron los labios en un beso con mucha sensualidad.

Debo confesar que había pensado bastante en este momento. Creí que podía sentir algo de celos o rechazo cuando se hiciera realidad, pero contrario a todos esos pensamientos, verlos me produjo más deseo, más sensualidad y se me endureció la pija en un instante.

Después de liberar sus pechos me metí un pezón en la boca y empecé mi tarea de chuparlo y provocar su endurecimiento con mi lengua bien húmeda. Escuchaba el sonido de sus bocas y de sus lenguas mezclándose y desde la posición que me encontraba aprisionando uno de sus pezones, vi la mano de Rosa caminando en dirección a la bragueta de Javier. Buscaba apoderarse de su verga y él movía su cadera ayudándola con esa movida. Entonces sentí una exclamación de Rosa con los ojos muy abiertos en forma de sorpresa y sin despegar sus labios de los de él:

– ¡Qué grande que la tienes!

Y yo intervine contestándole

– Si. No te dije nada para que tu misma lo descubrieras…

– ¡Me encanta! -y juntando las dos manos lo empezó a pajear.

Entonces Javier habló por primera vez:

– Uy Rosa… despacio que me tienes a punto desde hoy en la tarde.

– mmmhh… ¿Te gustó mucho verme?

– Hace tiempo que me gusta verte…!

– Me di cuenta cuando me abrazaste en la despensa… pero no me había dado cuenta que te gustaba tanto.

– ¡Me encantas, mira como me pones!

Las manos de mi esposa seguían haciendo su tarea lentamente, con paciencia. De vez en cuando se pasaba la lengua por las palmas de las manos y seguía. Javier empezaba a gemir y le decía:

– … despacio linda, porque de lo contrario me puedes sacar la leche muy rápido. Me tienes muy caliente…!

– No… -contestó Rosa- no voy a dejar que se desperdicie asi nomás. La quiero adentro…

Su tono era mimoso y con tanto deseo que escucharlos hablar con tanta sexualidad aumentaba mi calentura! Jamás habría pensado que me gustaría tanto que se la cogiera alguien más enfrente de mi. Lo que habíamos hablado entre ella y yo durante nuestras sesiones de sexo privado no se arrimaba a esta realidad. Tanto ella como yo volábamos de calentura en este momento!

Dirigí mi mano hacia abajo y empujé el elástico de su calzoncito. Me ayudó levantando la cadera y luego se quitó el resto ni bien pudo engancharlo con el pie. Él hizo lo mismo y se quitó el pantalón y el calzoncillos así como estaba, sin pararse. Parecía que no quería abandonar esa posición. Le dije a mi mujer:

– Déjame sacarte la camiseta mi amor.

– Si mi amor, quítamela!

Tuvo que soltar la verga de Javier para levantar los brazos y permitirme terminar de desnudarla. Él no esperó nada y mirándole las tetas con deseo, comenzó a descender pasándole la lengua por el cuello y el pecho hasta atrapar un pezón con su boca. Ella me miró por primera vez desde que habíamos empezado y me sonrió con sus ojos como agradeciéndome. Mantenía la boca entreabierta respirando con profundidad y un poco agitada. Sus pechos subían y bajaban a cada bocanada de aire y me dijo en voz baja y caliente:

– Me encanta mi amor…! Bésame aquí! -ordenó dándome direcciones mientras separaba más las piernas abriéndose los labios de la vulva con los dedos.

Me levanté ubicándome a los pies de la cama arrodillado y abriéndola con una mano en cada pierna le planté mi boca y comencé a morderle bien delicadamente el clítoris. Gimió más alto que antes y su mano atrapó mi cabeza empujándome más contra ella. Me mojaba toda la cara. ¡Estaba totalmente ensopada! Le metí la lengua empezando a saborearla y mirando hacia arriba vi a Javier que se ubicaba encima de su cara, con su pija en la mano apuntándole a la boca. Ella no se hizo esperar y la abrió como pudo. Rosa intentaba metérsela entre los labios ayudándolo con sus manos, pero apenas le entraba la cabeza. Pensé que no iba a poder meterse mucho mas. Javier era famoso por el tamaño de su pija y es perseguido por muchas mujeres por esa razón. Tiene el tronco muy grueso y la cabeza tipo hongo que la hace ver más exageradamente grande que el resto. Lo único que se escuchaba de mi esposa eran sonidos guturales imposibles de descifrar. Pero se le notaba en la cara que disfrutaba como una loca. Rosa a veces se tomaba su tiempo para sacarla manteniéndola frente a sus ojos y se detenía a mirarla, luego mojaba los labios con su lengua y volvía a introducírsela en la boca sin dejar de masturbarlo en ningún instante. Ella sabe demasiado bien como chupar la verga, es uno de sus mayores placeres. Su boca la utiliza tan bien que hace sentir a un hombre como si estuviera metiéndosela entre las piernas. Unos minutos más y quitándosela de la boca dijo:

– Javier… me duele la mandíbula de chupártela… -y poniendo los ojos y los labios sonrientes agregó- …pero me encanta!

Quité mi boca de su vulva y para que descansara la boca le dije:

– Métesela Javier que esta mujer arde de ganas por tenerla adentro!

Y sin hacerse esperar ni un segundo Javier tomó posición entre sus piernas.

– ¿La quieres ya? -le dijo morbosamente con su pedazo de carne duro en la mano.

– Si!! Dámela!!

Entonces le dije a mi amigo:

– Mira que es bien estrecha. Métesela despacio para que disfrute…

Y lentamente arrimó ese miembro exageradamente grande hasta tocar los labios de la resbalosa vagina. Ella entrecerró los ojos, abrió la boca con un gemido y sus manos lo ayudaron abriéndose los labios de la vulva.

Yo me lancé a besarle la boca para disfrutar con ella de ese momento tan rico que estábamos por pasar.

Javier, considerando mi pedido, le resbalaba su cabeza de arriba hacia abajo y presionaba de vez en cuando. Yo bajé mi mano para tocarle el clítoris y darle más emoción a esa cogida que le iba a dar mi amigo y por los ojos de ella me di cuenta que había empezado a penetrarla.

– Uuuyy… -fue todo lo que Rosa pudo exclamar.

Se la volvió a sacar y a meter lentamente varias veces.

– ¿Te duele? -le pregunté

– No! Solo que se me estira demasiado… Aagh…! -fue lo último que pudo decir cuanto Javier empujó otro pedazo.

Ella se quedaba quieta, esperando con expectativa y temor al dolor. Otra vez Javier intentaba penetrarla y Rosa me dijo que sentía que se le inyectaban los ojos de sangre y no sabía hasta cuando podría aguantar.

– No se la metas toda todavía Javier. Dale tiempo. Deja que se le dilate un poco más…

Rosa me acarició la cara con sus dedos y volvió a sonreír en agradecimiento a mi preocupación. Sus ojos brillaban emotivos y calientes a la vez. En un par de minutos se animó a mover las caderas lentamente y se fue animando hasta que gimió y le dijo:

– Métemela mas!

Yo quité mi dedo del clítoris. Me estaban casi aplastando la mano. Ella levantó las piernas un poco intentando recibirlo hasta el fondo. Él empujó suavemente otra vez y ella volvió a gemir mirándome a los ojos con la boca abierta para tomar aire y dijo:

– ¡Ay… como me llena!

Javier le abrazó la cadera y le metió el resto. Rosa volvió a mirarme con cara de morbosidad y logró balbucear:

– ¡La tengo tan adentro mi amor…!

– Disfrútalo mi cielo…

Poco a poco empezaron a moverse con mas ritmo. Mi amigo finalmente tenía a mi mujer totalmente penetrada y gozando. Me paré para dejarlos solos y contemplarlos. Todo el ambiente empezaba a oler a sexo. Mientras se la cogía se miraban a los ojos con deseo y se sonreían uno al otro. Mi mujer le atrapó la cabeza con sus manos en el cabello y lo atrajo hacia su boca. Ahora no solo movían sus caderas cogiendo sino que se besaban como si fueran novios en un estado de calentura total. Ella empezó a menear sus caderas con mas furia y dejando de besarlo me miró con la boca abierta. Sonriéndome gesticulaba con la boca sin hablar, tratando de decirme “cómo me coge… que rico!”

Yo le sonreí mientras me pajeaba viéndolos. Todo el dormitorio se confabulaba con ese momento. ¡Era puro sexo! Y un grito de Rosa me llamó la atención mientras yo me seguía masturbando. Le llegaba un orgasmo imparable, desesperado, intentando tomar más velocidad con sus caderas a pesar del peso de Javier encima suyo.

– Asi! Asi! No dejes de moverte! Cógeme duro! Asssiiihhh….! Se movía con desesperación levantando la pelvis, y de golpe hizo una pausa, abrió la boca bien grande y gritó:

– Aaaahhh…! Qué ricoooo! -y seguía levantando la pelvis en convulsiones espaciadas pero violentas.

– Asiiii… no pares…. asiiii!

Javier ya estaba inconsciente de todo lo que le rodeaba empezó a bombearla con una fuerza e indolencia tan brutal que creí que la iba a lastimar.

– Estas tan caliente y la tienes tan apretadita que me estas haciendo acabar demasiado rápido! Aguanta!

Pero ella no estaba dispuesta a parar. Creo que había perdido todo el control de la cintura para abajo. Lo abrazaba con una fuerza desmedida como para que no se la sacara ni un milímetro.

– Ay si! Échamela adentro! Dámela mi amor!

Y Javier levantando el cuerpo con sus manos apoyadas en las caderas de Rosa le gritó:

– Toma!!! -Y convulsionaba también- Toma, toma, toma! -le repetía a cada empellón. Empezó a soltarle chorros de semen varias veces.

– Ahhh…. siento tu leche caliente en mis entrañas! Asi, lléname mi vida. Lléname!

Yo parado al lado de ellos no daba crédito a la violencia con que se estaban cogiendo. Se pegaban con desespero desmedido restregándose las pelvis en todas direcciones. Siguieron un buen rato en eso hasta que dejaron de hablar y solo se concentraban en los movimientos nada más. De a poco fueron bajando la intensidad hasta que quedaron mirándose a los ojos. Javier bajó la cabeza y la volvió a besar con delicadeza y deseo.

Yo no podía más. La calentura de verlos era insoportable y el ambiente tan cargado no permitió que me aguantara. Me acerqué a la boca de Rosa con la pija en la mano y le dije:

– Chúpamela!

Y agarrándola con su mano giró la cabeza y se la metió en la boca.

No me hice esperar al sentir la boca caliente y su lengua mojada. Se la metí una vez, dos veces y a la tercera sentí que la esperma avanzaba y el primer chorro lo recibió dentro de la boca. Un segundo chorro lo recibió con la boca abierta para no derramarla y el tercero fue a parar al cachete. Cerró la boca y tragó.

– Ay… qué rico mi cielo…!

Finalmente abrí los ojos y la escena era insoportablemente caliente.

Javier seguía teniendo su verga dentro de la vagina de Rosa mirando como me había vaciado en su boca mientras me retiraba. Se abrazaron y empezaron a besarse pegajosamente.

– Me encanta tener tu verga adentro -le susurró ella a mi amigo. Volvieron a besarse.

Me fui al baño dejándolos solos y lo demás es otra historia.

Esa fue la primera vez que experimentamos el sexo compartiendolo con alguien.

A lo lejos se divisaba la figura de Luis Eduardo que había llegado a su puesto. Ya se encontraba cortando las cañas con la hoz. Él también fue parte de otra de nuestras aventuras. Recordar esto me calentó hasta el punto de tenerla muy dura. Pensé en Andreita, estaba allí, apenas a cinco minutos…

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
adriana.valiente@yahoo.com

 

Relato erótico: “Mi primera vez con Marce” (PUBLICADO POR SWEETCAT)

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UNA EMBARAZADA2hola me llamo beth esto sucedió cuando tenia 22 conocía a Marce en la universidad, ella es una morena de buen culo Sin títulopocas tetas pero bieN formadas, un cabello largo y con rulos en las puntas, de mediana esatatura, yo soy blAnca mido 1,70 soy talla de 36B de brasier y tengo un buen culo redondo como sano y me gusta hacer deportes

Estando en clases de calculo matricial me toco formar equipo con marcela

con su novio porque sabía q el la engañaba le dije no se pusiera así que no lo creía pero ella me decía q si q ella había visto el mensaje en el tlf de el, yo fui a la cocina busque una botella de vino le serví una copa y le dije q se tranquilizara, empezamos a beber y yo seguía escuchandola, de pronto me dijo que porque no colocaba música y no se en que momento comenzó a bailar en el media de mi sala y me invitaba a que bailará con ella yo me sentía extraña y sabía q era por el vino ya que no era de beber tanto, de pronto me abrazo y mé dijo debes de soltarte más debo reconocer q para ese entonces no sabía a que se refería de pronto se pego a mi espalda y me tocó las tetas, yp no sabía si era por el alcohol o si de verdad estaba pasando y me las amasaba muy rico, de pronto se voltio y comenzó a chuparmelas yo sentía q iba a morir me puse muy roja, luego subió a desde mis tetas hasta mi cara me dio lametazos x el cuellos hasta llegaría mi boca allí nuestras lenguas se entrecuzaron y comenzamos a devorarnos con las lenguas, ella no me quitaba las manos de las tetas y yo le agarraba el culo, así duramos un rato hasta q me dijo no aguantó más vamos al cuarto.
Cuando entramos en mi cuarto empezó a desnudarme poco a poco y mientras lo hacía me iba dando besos x todo el cuerpo luego hizo q me sentará en la orilla de la cama y empezó a quitarse la ropa bailando, yo estaba anonadada no podía creer lo q estaba pasando, se desvistio luego se puso ahorcajadas encima de mi y metía su lengua en mi boca con sus manos en mi cuello y agarraba la espalda, luego me hizo q me acostaba y empezó a besarme todo el cuerpo hasta llegar a mi clítoris me daba pequeños mordiscos yo sentía q estaba en la gloria luego comenzó a meterme un dedo y me seguía chupando la concha yo estaba super húmeda ya iban 2 dedos y me hizo q me volteara abrió mis nalgas y empezó a lamerme el culo su lengua entraba y salía y hasta q me hizo explotar en un super orgasmo.
Luego me dijo ahora quiero q me hagas sentir, empecé a besarla y fui bajando por su pecho se me ocurrió ir a la cocina y buscar vino y colocarle en el cuerpo por poco e iba lamiendo hasta llegar a su clítoris ella me decía así sigue así, cuando llegue a su vagina se me ocurrió meterle la botella y llenarla de vino y así me la fui comiendo ella gritaba y me decía así Eli sigue así dios todos sus jugos estaban en mi boca sentí como se le erizaba la piel y así fue compa supe q iba acabar seguí con mi lengua y con mis dedos hasta q me acabo en la boca, luego nos abrazamos y nos besamos nos quedamos dormidas……
Espero que les guste mi relato es la primera vez hoy en día tengo 36 años y ambas estamos casadas más sin embargo una vez al mes nos encontramos y nos divertimos juntas

  • : con su novio porque sabía q el la engañaba le dije no se pusiera así que no lo creía pero ella me decía q si q ella había visto el mensaje en el tlf de el, yo fui a la cocina busque una botella de vino le serví una copa y le dije q se tranquilizara, empezamos a beber y yo seguía escuchandola, de pronto me dijo q porque no colocaba música y no se en que momento comenzó a bailar en el media de mi sala y me invitaba a que bailará con ella yo me sentía extraña y sabía q era por el vino ya que no era de beber tanto, de pronto me abrazo y mé dijo debes de soltarte más debo reconocer q para ese entonces no sabía a que se refería de pronto se pego ai espalda y me tocó las tetas, yp no sabía si era por el alcohol o si de verdad estaba pasando y me las amasaba muy rico, de pronto se voltio y comenzó a chuparmelas yo sentía q iba a morir me puse muy roja, luego subió a desde mis tetas hasta mi cara me dio lametazos x el cuellos hasta llegaría mi boca allí nuestras lenguas se entrecuzaron y comenzamos a devorarnos con las lenguas, ella no me quitaba las manos de las tetas y yo le agarraba el culo, así duramos un rato hasta q me dijo no aguantó más vamos al cuarto. Cuando entramos en mi cuarto empezó a desnudarme poco a poco y mientras lo hacía me iba dando besos x todo el cuerpo luego hizo q me sentará en la orilla de la cama y empezó a quitarse la ropa bailando, yo estaba anonadada no podía creer lo q estaba pasando, se desvistio luego se puso ahorcajadas encima de mi y metía su lengua en mi boca con sus manos en mi cuello y agarraba la espalda, luego me hizo q me acostaba y empezó a besarme todo el cuerpo hasta llegar a mi clítoris me daba pequeños mordiscos yo sentía q estaba en la gloria luego comenzó a meterme un dedo y me seguía chupando la concha yo estaba super húmeda ya iban 2 dedos y me hizo q me volteara abrió mis nalgas y empezó a lamerme el culo su lengua entraba y salía y hasta q me hizo explotar en un super orgasmo. Luego me dijo ahora quiero q me hagas sentir, empecé a besarla y fui bajando por su pecho se me ocurrió ir a la cocina y buscar vino y colocarle en el cuerpo por poco e iba lamiendo hasta llegar a su clítoris ella me decía así sigue así, cuando llegue a su vagina se me ocurrió meterle la botella y llenarla de vino y así me la fui comiendo ella gritaba y me decía así Eli sigue así dios todos sus jugos estaban en mi boca sentí como se le erizaba la piel y así fue compa supe q iba acabar seguí con mi lengua y con mis dedos hasta q me acabo en la boca, luego nos abrazamos y nos besamos nos quedamos dormidas...... Espero que les guste mi relato es la primera vez hoy en día tengo 36 años y ambas estamos casadas más sin embargo una vez al mes nos encontramos y nos divertimos juntas
 

¿Me darías un azote? libro para descargar

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me darías 2

 Sinopsis:

A raíz de una película, el protagonista descubre que su compañera tiene entre sus fantasias el sentirse dominada. Aunque en un principio se escandaliza, poco a poco se deja contagiar por el morbo de ser su dueño y a través de el sexo, su relación se consolida y juntos descubren sus límites.

Bajatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

http://www.amazon.es/%C2%BFMe-dar%C3%ADas-azote-Descubriendo-sumisa-ebook/dp/B00ZDDQQO8/ref=sr_1_1?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1434704096&sr=1-1

Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo 1

 

« ¿Me darías un azote?».

No creo que exista ningún hombre que no se haya imaginado alguna vez que una mujer le hiciera esa pregunta. Todos sin distinción, deseamos experimentar nuevos horizontes sexuales. Pienso que es difícil encontrar a alguien que no haya barajado saber que se siente teniendo atada en su cama a una persona del sexo opuesto. Pero como casi todas las fantasías, o bien nos ha dado miedo el realizarla o bien no hemos encontrado con quien hacerla realidad.

Hasta hace seis meses, yo era uno de esos. Aunque se me había pasado por la cabeza el intentarlo, sabía que era un sueño casi imposible de cumplir. El que encima fuera Susana quien me lo preguntara, no entraba ni en mis más descabelladas utopías. Las razones son muchas, en primer lugar porque por entonces tenía novia y esa rubia además de ser mi compañera de piso, era pareja de un buen amigo, pero lo que más inverosímil lo hacía era que esa mujer es un bombón espectacular mientras que yo soy un tipo del montón.

Ya de por sí, que viviera con  esa rubia se debía a un cúmulo de casualidades. Todavía recuerdo cómo llegamos a compartir ese apartamento y sigo sin creérmelo. En septiembre de hace dos años, el muchacho que era mi compañero suspendió todas y sus padres le hicieron volver a su ciudad, dejándome tirado y por mucho que busqué alguien con el que dividir el alquiler, me resultó imposible.  Estaba tan desesperado que me planteé volver a un colegio mayor o irme a otro más alejado de la universidad. La casualidad hizo que a la novia de Manel, un chaval de Barcelona, una semana antes de empezar las clases el piso de al lado donde vivía se incendiara y dejara hecho cenizas todo el edificio.

Cuando me enteré y dejé caer a mi amigo, que me sobraba un habitación. La verdad es que nunca creí que ni siquiera se lo planteara pero ese culé, no solo vio la oportunidad de que su chica se ahorrara unos euros sino que al ser yo,  no pondría inconveniente en que él se quedara en casa las noches que quisiera. Por lo visto, me reconoció que había tenido problemas con las compañeras de Susana porque no veían bien la presencia de un hombre en un piso habitado solo por mujeres.

Como a mí, eso me daba igual, le insistí en que se lo preguntara en ese momento porque me urgía dar una solución a mi precaria economía. Lo cierto es que cogiendo el teléfono, la llamó y en menos de cinco minutos, la convenció de venirse a vivir a mi apartamento. Como comprenderéis no me importó que ese cabrón me cobrara el favor pidiendo dos copas porque los veinte euros que me gasté valieron la pena por los que me ahorraría teniéndola a ella. Lo que ni mi amigo el catalán ni yo imaginamos mientras nos la bebíamos era las consecuencias que su presencia tendría en nuestros mutuos noviazgos.

Os anticipo que mi novia me dejó y al él lo mandaron a volar.

Susana llega a casa.

Como nunca había vivido con ninguna mujer que no fuera mi madre, pensé que iba a resultar más difícil de lo que fue y eso que no pudo empezar peor, porque la que entonces era mi novia me montó un escándalo cuando se enteró:

― No me parece bien que esa tipa se quede en tu casa―  me dijo María al conocer de que iba a ser mi nueva compañera.

― Si no la conoces, además es la novia de Manel―  dije tratando de que no me jodiera el trato.

Tras más de una hora discutiendo, aceptó pero a regañadientes y eso que no la advertí de que Susana era un maravilloso ejemplar de su sexo. Sé que si se lo hubiera dicho, nunca hubiera cedido y pensando que cuando la conociera y se diera cuenta de lo enamorada que estaba de mi amigo, cambiaría de opinión, se lo oculté

Lo cierto es que aunque el día que la vio por primera vez, se volvió a enfadar, gracias al comportamiento afable de la muchacha y a la continua presencia de su novio en la casa, su cabreo no fue a más y al cabo de una semana, ya eran amigas.

Para mí, no fue tan sencillo. Aunque Susana desde el primer día se mostró como una persona ordenada y dispuesta y nunca tuve queja de ella, os tengo que confesar que por su belleza empezó a ser protagonista frecuente de mis sueños. La perfección de su rostro pero sobre todo los enormes pechos que esa cría lucía, se volvieron habituales en mis oníricas fantasías. Noche tras noche, saber que esa preciosidad dormía en la puerta de al lado, hizo que su culo y sus piernas se introdujeran a hurtadillas en mi mente y que olvidándome de María y de Manel, soñara con que algún día sería mía.

Si lo que os imagináis es que el roce la hizo descuidarse y que un día la pillé o me pilló en bolas, os equivocáis. Como teníamos dos baños, nunca tuve ocasión de que ocurriera y es más, esa chavala siempre salía perfectamente arreglada de su habitación.  Durante los primeros seis meses en los que convivimos, nunca la vi en pijama o en camisón. Cuando ponía el pie fuera de sus aposentos, ya salía pintada, vestida y lista para salir a la calle. Curiosamente, su costumbre cambió incluso mis hábitos porque no queriendo parecer un patán, adopté yo también ese comportamiento, llegando al extremo de siempre afeitarme antes de desayunar.

Por lo demás, Susana era perfecta. Educada, simpática y ordenada hasta el exceso, hizo que mi piso que antaño cuando convivía con hombres era un estercolero, pudiese pasar incluso la inspección de la madre más sargento. Ni un papel tirado en el suelo, ni una mota de polvo en los muebles e incluso mejoró sensiblemente mi alimentación   porque una vez repartidas las funciones, se cumplieron a rajatabla y como ella se pidió la cocina, no tardé en comprobar lo buena cocinera que era.

Su comportamiento, tal como prometí sin creerlo, derribó las suspicacias de María y se hicieron íntimas enseguida, de forma que al cabo de un mes era raro el fin de semana que no salíamos juntos a tomar una copa. Mientras eso ocurría, poco a poco me fui encoñando con ella:

« No puede ser tan perfecta», me decía una y otra vez buscando un defecto o fallo que la bajara del altar al que la había elevado. Estudiante modélica, culta, graciosa y bella. Era tal mi obsesión que incluso traté  de hallar infructuosamente en la ropa sucia unas bragas usadas por ella, para al olerlas, su tufo me resultara desagradable.  Limpia y pulcra hasta decir basta, mi compañera de piso lavaba sus braguitas en el lavabo antes de llevarlas a la lavadora.

A lo que si me llevó esa búsqueda, fue a comprobar que bajo su discreta vestimenta, Susana usaba unos tangas tan minúsculos que solo con imaginármela con ellos puestos, me excitara hasta el extremo de tener que encerrarme en mi cuarto a dar rienda suelta a mi lujuria.

Aprovechando un día que había salido con su novio, me metí en su cuarto y tras revisar su ropa interior, elegí el tanga más sexi que encontré y tumbándome en mi cama, me lo puse de antifaz. De esa ridícula manera y mientras aspiraba el aroma a suavizante, me imaginé que la hacía mía.

En mi mente, Susana llegaba borracha y caliente a nuestra casa. Olvidándose de Manel, se ponía uno de los sensuales camisones que había descubierto en sus cajones y se acercaba a mi cuarto. Sin pedirme permiso, se acurrucaba a mi lado mientras me decía si estaba despierto. Os parecerá raro pero incluso en mi sueño esa mujer me imponía y en vez de saltar sobre ella, me hice el dormido.

Dejando correr mi imaginación, la vi desabrochando mi pijama y bajando por mi pecho, sacar de su encierro mi pene. En mi mente, con su  boca fue absorbiendo toda mi virilidad mientras con sus dedos acariciaba mis testículos.

― Despierta que te necesito―  me susurró al oído buscando que me excitara.

No le hizo falta nada más para que mi sexo alcanzara su máximo tamaño, tras lo cual, recorriendo con la lengua mi glande, la exploró meticulosamente. Tan perfeccionista como en la vida real, lamió mi talle  estudiando cada centímetro de su piel. Ya convencida de conocerlo al detalle, abrió los labios y usando su boca como si de una vagina se tratara, se lo introdujo hasta la garganta.

« ¡Qué maravilla!», pensé al soñar que sus labios llegaban a tocar la base de mi órgano.

Sin darme tiempo a reaccionar, esa rubia empezó a sacarlo y a meterlo en su interior hasta que sintió que lo tenía suficientemente duro. Entonces  se sentó a horcajadas sobre mí, empalándose lentamente. Fue tanta su lentitud al hacerlo, que pude percatarme de cómo mi extensión iba rozando y superando cada uno de sus pliegues. Su cueva me recibió empapada, pero deliciosamente estrecha, de manera que sus músculos envolvieron mi tallo, presionándolo. No cejó hasta que la cabeza de mi glande tropezó con la pared de su vagina y mis huevos acariciaban su trasero. Olvidándome de que en teoría estaba dormido, la sonreí.

Al verme despierto, se empezó a mover lentamente sobre mí, y llevando mis manos a sus pechos me pidió por gestos que los estrujara. En mi sueño, Susana no dejaba de gemir en silencio al moverse. Sus manos, en cambio, me exigían que apretara su cuerpo. No me hice de rogar, y apoderándome de sus pezones, los empecé a pellizcar entre mis dedos. La ficticia rubia gimió al sentir como los torturaba, estirándolos cruelmente para llevarlos a mi boca.

Y gritó su excitación nada más notar a mi lengua jugueteando con su aureola. La niña perfecta  había desaparecido totalmente, y en su lugar apareció una hembra ansiosa de ser tomada que, restregando su cuerpo contra el mío, intentaba incrementar su calentura.

Al darme cuenta que mi fantasía no se ajustaba a la realidad, intenté reconducir y que su personaje fuera más tierno pero mi mente decidió ir por otros caminos y me vi con mis dientes mordiendo sus pechos. Su berrido fue impresionante pero más aún sentir como su coño se anegaba. Sin poder aguantar mucho más, y apoyando mis manos en sus hombros forcé mi penetración, mientras me licuaba en su interior.

Mientras  mi pene se vaciaba en su cueva,  me di cuenta de la hora y temiendo que Susana volviera, devolví su tanga al cajón sin dejar de saber que volvería a usarlo.

Una película trastocó a Susana

La tranquilidad con la que ambos llevábamos el compartir piso sin ser pareja se rompió por el motivo más absurdo. Un sábado en la noche, los dos con nuestras respectivas parejas nos quedamos en casa para ver una película que trajo Manel. El novio  sin saber que acarrearía esa decisión fue a un videoclub y alquiló “la secretaria”, una cinta que narraba la truculenta historia de Lee: Una chica peculiar que cuando se siente superada por los acontecimientos se relaja auto agrediéndose. Tras excederse en uno de los castigos que se inflige a sí misma, pasa algún tiempo en una clínica psiquiátrica.

Si ya de por sí ese argumento no era precisamente romántico, a su salida, consigue un trabajo en un despacho de abogado y su jefe resultó ser al menos tan especial como ella y ante sus fallos la regaña de una forma humillante.

Acabábamos de empezar a ver que la joven descubre en ello una forma de placer muy superior a sus autoagresiones cuando tanto mi novia como mi amigo nos pidieron que dejáramos de verla porque era demasiado dura. Tanto Susana como yo, al principio nos negamos pero ante la insistencia de nuestras parejas tuvimos que ceder y salir a tomar unas copas.

Esa noche al volver a casa fue la primera vez que oí sus gritos al hacer el amor con su novio. Sin todavía adivinar el motivo, mi rubia compañera no se contuvo y con tremendos alaridos de placer, amenizó mi noche.

― ¿Qué le ocurre a esta?―  preguntó María destornillándose de risa al escuchar la serie de orgasmos con las que nos regaló: ― ¡Nunca gritaba!

Por mi parte, tengo que confesar que sus berridos me calentaron aún más y deseé ser yo, quien estuviera entre sus piernas.

A la mañana siguiente, la casualidad hizo que Maria y Manel se tuvieran que ir temprano. Por eso, Susana y yo comimos juntos en comandita sin que nadie nos molestara. Fue en el postre cuando tomándola el pelo, le conté que la había escuchado a través de las paredes. Muerta de vergüenza, me pidió perdón. Habiendo obtenido carnaza, decidí no soltar la presa y por eso le pregunté que le había pasado. 

― No lo sé―  contestó –quizás esa película me afectó más de lo que creía.

Como había visto que su novio se la había dejado olvidada, le pregunté:

― ¿Te parece que al terminar de comer, la veamos?

Aunque se hizo de rogar, adiviné por su mirada que le apetecía y por eso, después de recoger los platos, no la di opción y la puse en el DVD. Si bien habíamos visto los primeros veinte minutos, decidí ponerla desde el principio. Nada más empezar, Susana se acomodó en el sofá y  se concentró de tal forma viéndola que pude observarla sin que ella se diera cuenta.

« Dios, ¡está excitada!», exclamé mentalmente al percatarme de los dos bultos que aparecieron bajo su blusa.

En contra toda mi experiencia anterior con ella, descubrí en su mirada un brillo especial que no me pasó inadvertido y olvidándome de la película, me quedé observando su comportamiento al ver que los protagonistas empiezan a rebasar los límites de lo profesional. Cuando en la cinta, el jefe, enfadado, llama a la muchacha a su despacho para reprenderla, la vi morderse los labios y cuando, ese tipo la ordena inclinarse sobre la mesa y comienza a leer la carta, propinándole un sonoro azote por cada error, alucinado, la observé removerse inquieta en su asiento.

« No puede ser», pensé al darme cuenta de que esa cría tan perfecta estaba pasando un mal rato intentando que no advirtiera su calentura.

Lo peor o lo mejor según se mire, todavía no había llegado porque Susana se quedó con la boca abierta cuando la muchacha, al llegar a casa, echa de menos las palizas de su jefe y se golpea a sí misma con un cepillo. Os reconozco que al verla, me contagié de su excitación y tuve que tapar mi erección con una manta. Lo creáis o no, esa rubia que nunca había dado un escándalo no pudo retirar su mirada de la tele mientras la actriz y el actor incrementaban su relación de dominación y sumisión con un fervor casi religioso y ya al final cuando tras una serie de vicisitudes, se quedan juntos, como si hubiera visto una película romanticona, ¡lloró!

― ¿Te sientes bien?―  tuve que preguntar al ver las lágrimas de sus ojos.

Pero Susana en vez de contestar, salió corriendo y se encerró en su cuarto, dejándome perplejo por su comportamiento. Tras la puerta, escuché que seguía llorando y sin comprender su actitud, la dejé que se explayara sin acudir a consolarla. En ese momento no lo supe pero mi compañera al ver esa película, sintió que algo se rompía en su interior al descubrir lo mucho que le atraía esa sexualidad. Su educación tradicional no podía aceptar que disfrutara viendo la sumisión de la protagonista.

Pensando que se calmaría, la dejé sola en casa y me fui a dar una vuelta con mi novia. Como era domingo y al día siguiente teníamos clase, llegué temprano a nuestro apartamento. No me esperaba encontrarme con mi amiga y menos verla tumbada en el salón viendo nuevamente esa cinta. Cuando la saludé estaba tan concentrada en la tele que ni siquiera me devolvió el saludo. Extrañado, no dije nada y me fui a la cocina a preparar una ensalada para la cena.

Al cabo de diez minutos, habiéndola aliñado, volví al salón y me puse a poner la mesa. Aunque siempre Susana me ayudaba a colocar los platos, en esta ocasión siguió pegada a la pantalla.

« ¡Qué cosa más rara!», pensé mientras acomodaba el mantel, « ¡Le ha pegado fuerte!». 

Con la mesa ya puesta, esperé a que terminara el film. Fue entonces cuando mi compañera advirtió mi presencia y se levantó a ayudarme. Reconozco que cuando observé que tenía las mejillas coloradas, supuse que estaba sonrojada por que la hubiese pillado viéndola nuevamente y no como luego supe por la calentura que sentía en todo su cuerpo.

Mientras cenábamos, se mantuvo extrañamente callada y al terminar, me pidió si podía yo ocuparme de los platos porque se sentía mal. Como siempre ella se ocupaba de todo, le dije que no se preocupara. Susana al oírme, sonrió y directamente se encerró en su cuarto. Todavía en la inopia, metí todo en el lavavajillas y me fui a acostar.

Nada más cerrar la puerta de mi habitación, escuché a través de la pared, unos gemidos callados que si bien en un principio, los adjudiqué a su supuesto malestar, al irse elevando la intensidad y la frecuencia de los mismos, comprendí que su origen era otro:

« ¡Se está masturbando!».

La certeza de que ese bombón estaba dando rienda suelta a su lujuria, me excitó a mí también y aunque resulte embarazoso, os tengo que reconocer que pegué mi oído a la pared y sacando mi pene, me hice una paja con sus berridos como inspiración. Si pensaba al escucharla llegar al orgasmo que esa sinfonía había acabado, me equivoqué por que al cabo de un pequeño rato, escuché que la rubia reiniciaba sus toqueteos.

« ¡Ahí va otra vez!», me dije al oírla e imitándola llevé mi mano a mi entrepierna para disfrutar de sus suspiros.

Sin llegarme a creer que lo que estaba ocurriendo, acompasé mis movimientos con los que alcanzaba a distinguir del cuarto de al lado. Increíblemente, Susana bajando del altar en la que la había colocado, gritaba de placer con autenticó frenesí. Mi segunda eyaculación coincidió con unos sonidos secos que no me costó reconocer:

« ¡Son azotes!», advertí.

Ese descubrimiento fue la gota que colmó mi vaso y derramando mi placer sobre las sábanas de mi cama, obtuve mi dosis de placer imaginado que era yo quien se los daba. Francamente alucinado, fui testigo de que esa serie de azotes se prolongaron unos minutos más y de que solo cesaron cuando pegando un auténtico alarido, esa intachable niña se corrió.  Tras lo cual, sus gemidos fueron sustituidos por un llanto que me confirmó su sufrimiento.

Con sus lloriqueos como música ambiente, intenté dormir pero me resultó difícil ya que su dolor me afectó y compartiendo su dolor, supe que aunque fuera una locura estaba enamorado de ella.

« ¡Su novio es mi amigo!», sentencié y ratificando mis pensamientos, decidí que jamás contaría a nadie lo que había descubierto esa noche. Esa decisión me sirvió para conciliar el sueño y con la cabeza tapada por la almohada para no escucharla, me dormí.

Susana se deja llevar por su descubrimiento.

A la mañana siguiente, mi compañera se quedó dormida. Aunque eso no era típico de ella, vacilé antes de despertarla. Dudé si hacerlo pero recordando que cuando eso había ocurrido al revés, ella había tocado a mi puerta, decidí imitarla. Con los nudillos toqué en la suya. A la primera, escuché que se levantaba y todavía medio atontada, me abrió preguntándome qué hora era. Tardé en responderla porque esa fue la primera vez que la vi despeinada.  Os reconozco que me quedé absorto contemplando sus pechos a través de la translucida tela de su camisón, afortunadamente su propio sopor le impidió darse cuenta la forma tan obsesiva con la que mis ojos acariciaron su anatomía y tras unos segundos, la respondí riendo:

― Son la ocho, ¡vaga! Tienes el desayuno preparado, daté prisa y te llevo a clase.

Con su rostro trasluciendo una inmensa tristeza, me dijo que no la esperara porque no iba a ir a la universidad. No le pregunté la razón y despidiéndome de ella con un beso en la mejilla, la dejé sola con su sufrimiento. Ya en el ascensor, su aroma seguía presente en mi mente y estuve a punto de rehacer mis pasos para hacerle compañía pero supe que debía de pasar ese trago en soledad. Molesto y preocupado, salí rumbo a clase mientras una parte de mí se quedaba con ella.

Sobre las doce, la llamé a ver como seguía y al no contestarme, decidí volver a casa. Aunque no fue mi intención sorprenderla, al llegar abrí la puerta con cuidado. Desde el recibidor, escuché que la tele estaba puesta y al asomarme me encontré con Susana desnuda viendo por tercera vez la jodida película mientras con sus manos entre las piernas, se masturbaba con ardor.  Os parecerá extraño pero al descubrir a esa mujer que tanto había soñado con ella en esa situación, lejos de ponerme cachondo, me preocupó y no queriendo hacerla sufrir, di la vuelta y en silencio, me fui del piso.

Necesitaba airearme y por eso deambulé sin rumbo fijo hasta la hora de comer, mientras intentaba asimilar lo ocurrido y buscaba qué hacer.

― ¡Susana necesita ayuda!―  comprendí.

El problema era como hacerlo. No podía llegar y decirle de frente que sabía lo que ocurría y menos contárselo a su novio. Si lo hacía tenía claro que no solo perdería un amigo sino también a la persona con la que compartía el alquiler y por eso, zanjé el tema decidiendo darle tiempo al pensar que se le pasaría. 

Al volver al apartamento, llamé primero para avisarle que llegaba porque no quería volver a encontrarla en una posición incómoda. Supe que había hecho lo correcto porque reconocí a través del teléfono que Susana no estaba lista y por eso tardé unos quince minutos en subir del portal.

Entrando en la casa, saludé desde el recibidor antes de atreverme a pasar. Al no obtener respuesta, pasé al salón y me lo encontré desordenado. Sin decir nada, recogí la taza y los restos de su desayuno pero al pasar por delante de su puerta y ver que ni siquiera había hecho la cama, entendí que el asunto era serio y que mi compañera seguía igual. 

― Tengo que sacarla a comer, no puede quedarse encerrada―  dije entre dientes apesadumbrado.

Justo en ese momento, salió del baño Susana y al verla, fortalecí mi decisión: ¡Seguía en camisón!

Haciendo como si no tuviese importancia, me reí y le dije que se fuera a vestir porque quería invitarla a un restaurante. Al principio la rubia intentó negarse pero entonces, y os juro por lo más sagrado que no fue mi intención, jugando con ella le di un azote en su trasero azuzándola a obedecer.  Su reacción me dejó pálido, pegando un aullido, se acarició la nalga en la que había soportado esa ruda caricia y sonriendo, me pidió cinco minutos para hacerlo.

« ¡Pero que he hecho!», maldije totalmente confundido.

Estaba todavía reconcomiéndome por lo sucedido cuando mi compañera salió. La Susana que apareció no fue la depresiva de las últimas veinticuatro horas sino la alegre muchacha que tan bien conocía por lo que olvidando el tema, la cogí del brazo y la llevé a comer.

La comida resultó un éxito porque mi compañera se comportó divertida y atenta, riéndome las gracias e incluso permitiéndose soltar un par de bromas respecto a Manel, su novio. Muerta de risa, se quejó de lo serio y tradicional que era. Como el ambiente era de guasa, no advertí la crítica que estaba haciendo de su pareja ni que escondía un trasfondo de disgusto por no comprenderla.

Como había quedado en pasar por María, me despedí de ella en la puerta del restaurante, ya tranquilo. Creía firmemente que su mal rato se le había pasado  y por eso, no me preocupó dejarla sola. Lo cierto es que cuando ya estaba con mi novia, me entraron las dudas y disimulando en el baño, la llamé para ver como seguía. Susana me respondió a la primera pero justo cuando ya la iba a colgar, me dijo que llegara pronto a casa porque había alquilado una película. Os juro que al escucharla se me pusieron los pelos de punta y tartamudeando le pregunté si Manel iba a acompañarnos.

Su respuesta me dejó aterrorizado porque bajando el tono de su voz, me respondió:

― No porque no creo que le guste.

No me atreví a insistir y averiguar el título de la misma, en vez de ello, le prometí que llegaría pronto y casi temblando, volví a la mesa donde María me esperaba. Mi novia se olió que me ocurría algo pero aunque quiso saber el qué, desviando el tema, no se lo dije.

¡No podía contarle lo que sabía de mi compañera de piso! Por eso el resto de la tarde fue un auténtico suplicio porque aunque físicamente estaba con mi novia, la realidad es que mi mente estaba en otro lado. Deseando pero temiendo a la vez, lo que me encontraría al llegar a casa, me hice el cansado para dejarla rápido en su casa. Admito que en el camino, estaba nervioso y dando vueltas continuamente a aquello. En mi mente las preguntas se me amontonaban:

« ¿Qué película será? ¿Por qué quiere verla conmigo? ¿Cómo debo actuar?…».

Si ya eso era suficiente motivo para estar acojonado, mi turbación se vio incrementada cuando al entrar en casa me encontré con que Susana no solo había preparado una cena por todo lo alto sino que había movido los muebles del salón para que desde los dos sillones orejeros pudiéramos ver la tele como si en un cine se tratara.

        ― ¿Y esto?―  pregunté al ver el montaje.     

Con una sonrisa en los labios, me contestó:

         ― Quería que estuviésemos cómodos.

Fue entonces cuando me percaté en un detalle que me había pasado inadvertido, mi compañera de piso obviando su tradicional modo de vestir, se había puesto un jersey rosa súper pegado y unos pantalones de cuero negro, tan ajustados que marcaban a la perfección los labios de su sexo.

« ¡Viene vestida para matar!», me dije al admirar su vestimenta y con sigilo, quedarme observando la sensualidad de sus movimientos. Contra lo que era su costumbre, esa mujer se movía con una lentitud que realzaba su belleza dotándola de una femineidad desbordante. Si ya de por si esa mujer era impresionante, en ese papel, era un diosa.

« ¡Qué buena está!», pensé mientras admiraba su culo al caminar. Como si fuera la primera vez que lo contemplaba, me quedé entusiasmado con su forma de corazón y relamiéndome, comprendí estudiando la segunda piel, que eran esos pantalones, que era imposible que llevara ropa interior. Admito que me puso verraco y tratando de no evidenciar el bulto bajo mi bragueta, me senté a la mesa.

Sé a ciencia cierta que se dio cuenta porque sus ojos no pudieron reprimir su sorpresa al ver mi erección, pero no dijo nada y con una sonrisa en sus labios, me preguntó si quería algo de vino. Antes de que la contestara, sirvió mi copa y al hacerlo, dejó que sus senos rozaran mi espalda. Sin entender su actitud pero completamente excitado, soporté ese breve gesto con entereza, porque aunque lo que me apeteció en ese instante fue saltar sobre ella y follármela sin más, me quedé callado en mi asiento.

« ¿A que juega?», me pregunté al sentir que estaba tonteando conmigo, no en vano esa preciosidad era la novia de un amigo. Durante la cena pero sobre todo al terminar, no me pasó inadvertido otro sutil cambio que experimentó Susana. ¡Sus ganas de agradar rayaban la sumisión! Un ejemplo de lo que hablo fue que cuando acabamos, se negó a que la ayudara a recoger los platos. Si eso ya era raro, más lo fue cuando estando en la butaca sentado, llegó ella y para ponerme la copa, se arrodilló junto a mí. Tengo que confesar que aunque me puso como una moto, pensé que estaba jugando y por eso de muy mala leche, le pedí que se dejara de tonterías y pusiera la película. 

Susana, al oír mi tono seco, reaccionó entornando los ojos con satisfacción y levantándose del suelo me obedeció. Tras lo cual y mientras empezaba los tráileres de promoción, se acurrucó en la otra butaca tapándose con una manta.

« ¿Por qué se tapa? ¡Si hace un calor endemoniado!» me dije, pero entonces la película empezó y nada más ver la primera escena, supe cuál era: « ¡Ha elegido El Juez!».

Mi sorpresa fue total porque aunque me esperaba y temía una película algo fuerte, nunca creí que fuera esa la que eligiera. Tratando de recordar el argumento de esa producción belga, palidecí  al acordarme porque era la historia de un juicio al que someten a un juez, cuyo único delito es que su mujer le confiesa décadas atrás que deseaba experimentar lo que se siente en una relación sadomasoquista y le convence de probar. El pobre tipo es reacio en un principio pero como no quiere perderla, termina cediendo y juntos se lanzan a una vorágine de azotes y castigos que me impresionó cuando la vi con dieciocho años.

Pensando que se había equivocado, le pregunté:

― ¿Sabes de qué va?

― Sí y ¡Nos va a encantar!

Su respuesta prolongó mis dudas. No me entraba en la cabeza que hubiese seleccionado a propósito una cinta tan dura pero además ese “NOS VA A ENCANTAR”, significaba que compartía de algún modo su nuevo gusto por ese tipo de sexo.  Aunque alguna vez había fantaseado con ello, la dominación era algo que no me atraía y menos aún la sumisión.

Llevaba apenas cinco minutos puesta cuando mirando a Susana, advertí que se estaba empezando a excitar:

« Y solo acaba de empezar», mascullé entre dientes al ver que bajo su jersey dos pequeños montículos eran una señal evidente de su calentura. Intrigado hasta donde llegaría, me olvidé de la película y me concentré en observar a mi compañera. Con curiosidad morbosa, me fijé en que el sudor había hecho su aparición en su frente al escuchar a la protagonista reconocerle a su marido que desde niña había disfrutado con el dolor. Confieso que me sentí como el Juez, un tipo que jamás pensó en practicar ese tipo de sexo y que escandalizado se negó.

La temperatura interior de esa rubia se incrementó brutalmente cuando la actriz convenció a su pareja que la azotara y mordiéndose los labios, me miró diciendo:

― ¿No te da morbo?

No supe que contestar porque aunque lo que ocurría en la tele no me lo daba, verla excitándose a mi lado, sí.

― Mucho―  respondí mintiendo a medias.

Susana sonrió al escuchar mi respuesta y concentrándose nuevamente en la escena, pegó un suave gemido al ver que el juez ataba a su mujer desnuda y con los brazos hacia arriba a un soporte del techo.  Para entonces bajo mi pantalón mi pene me pedía que le hiciera caso pero el corte de que esa mujer me viera, me lo impidió. Si ya me resultaba difícil permanecer sin hacer nada, cuando llegó a mis oídos el sonido de su respiración entrecortada, quedarme quieto me resultó imposible y tuve que acomodar dentro de mi calzón, mi polla.

« ¡Voy a terminar con dolor de huevos!», intuí  al ser incapaz de darle salida a esa lujuria que iba asolando una a una las barreras que mi mente ponía en su camino. Entre tanto, no me cupo duda alguna de que mi compañera también lo estaba pasando mal al ver que  se iba agitando por momentos. Removiéndose en su sillón,  debía de estar luchando una cruenta batalla porque observé que intentando que no advirtiera su excitación, la rubia juntó sus rodillas mientras sus pezones se erizaban cada vez más.

― ¡Dios!―  escuché que susurraba cuando en la pantalla el juez cogía una fusta y daba a su mujer el primer  azote.

Comprendí que mientras su cerebro se debatía sobre si se dejaba llevar, su cuerpo ya le había tomado la delantera porque siguiendo un impulso involuntario, sus muslos se empezaron a frotar uno contra el otro intentando calmar el picor que sentía.  En ese instante para mí, lo que ocurriera en la tele sobraba y como un auténtico voyeur, me quedé fijamente mirando a lo que ocurría a un metro escaso de mí. Me consta que Susana trató de evitar tocarse porque sus manos se aferraron al sillón intentando calmarse.

Pero fue inútil porque para el aquel entonces en la tele, los protagonistas pedían ayuda a un profesional y con su colaboración, empezaba a aprender los rudimentos con los que dar inicio una sesión. Disimulando la vi entrecruzar sus piernas y ladearse hacia la izquierda para dificultar que me diera cuenta de que había llevado una de sus manos hasta sus pechos.

« ¡Se va a masturbar!», pensé en absoluto escandalizado.

Tal y como había previsto, Susana agarró entre sus dedos un pezón cuando el juez hacía lo mismo en la película con el de su mujer, haciendo mi propia excitación insoportable. Mi pene me exigía que lo liberara de su encierro y por eso cogí una manta y me tapé porque no sabía cuánto tiempo iba a aguantar. Mi movimiento no le pasó inadvertido a la muchacha que sonriendo me dijo:

― ¿Verdad que hace frio?

Ni siquiera la contesté porque de cierta manera, mi compañera de piso me estaba dando permiso para pajearme yo también.  Aunque no lo sé a ciencia cierta, creo que fue entonces cuando ella llevó sus dedos a la entrepierna porque vi que realizaba un gesto raro bajo su manta. Mirándola de reojo,  vislumbré sus pechos bajo su jersey y creí morir al descubrir el tamaño que habían adquirido sus areolas mientras una de sus manos lo acariciaba.

Un profundo gemido que escapó de su garganta fue el detonante por el cual me atreví a bajar mi bragueta. Con mi miembro fuera del pantalón, seguía sin poder tocarlo porque quisiera o no, me seguía dando corte pajearme en su presencia. Aun sabiendo que en ese momento Susana tenía sus dedos dentro de las bragas, me parecía incorrecto masturbarme ante la novia de mi amigo y por eso, sufrí como una tortura no caer en la tentación.

Justo cuando en la pantalla, el juez estaba dando una tunda al culo de su mujer, advertí que la espalda de Susana se arqueaba mientras a intervalos irregulares sus piernas se abrían y cerraban bajo la franela, los continuos suspiros que llegaban a mis oídos, me hicieron asumir que en su sexo comenzaba a gestarse una explosión.

Sintiendo que si prolongaba más el suplicio de mi pene, me lanzaría sobre esa mujer, lo cogí y con una mano, empecé a pajearme.  Tan concentrado estaba en la búsqueda de placer que no me percaté que Susana se había corrido y que ya más tranquila, se había dado la vuelta y con sus ojos fijos en mí, me miraba. Ajeno a ser objeto de su examen, con mi extensión bien agarrada, mi muñeca imprimió un ritmo creciente. Todo mi cuerpo necesitaba llegar al orgasmo y por eso, cerré los ojos totalmente abstraído. Esa fue la razón por la que no advertí que mi compañera se mordía los labios mientras mi mano subía y bajaba sin pausa bajo la franela y que tampoco reparara en el brillo de su mirada cuando en silencio derramé mi simiente sobre la misma.

Ya saciado, me relajé y al volver a la realidad, no noté nada raro porque disimulando la muchacha se había puesto a ver la película otra vez.

« Soy un idiota. ¡Me podía haber pillado!», maldije para dentro mientras me cerraba la bragueta y trataba de hacer como si no hubiera pasado nada.

Dos metros más allá, Susana estaba en la gloria al saber que conmigo podría hacer realidad sus fantasías. Su única duda es como lo conseguiría y cuando.  Por mi parte, seguía sin comprender las intenciones de la cría, quizás porque si durante seis meses  ese bombón no me había hecho caso, me costaba asimilar que a raíz de una película lo hiciera.

Al terminar y cuando ya nos íbamos cada uno a su habitación, mi compañera se acercó a mí y sonriendo, me preguntó poniendo su culo en pompa:

― ¿Me darías un azote como “buenas noches”?

Creyendo que era una broma producto de lo que habíamos visto, solté una carcajada y se lo di. Pegando un grito de alegría al sentir mi mano sobre sus nalgas, me dio un beso en la mejilla, diciendo:

― Por hoy, me basta pero mañana quiero más.

Tras lo cual, entró en su cuarto dejándome en mitad del pasillo, totalmente aterrorizado.

 

 

 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (06)” (POR ADRIANRELOAD)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Luego de unos minutos de estar aferrados el uno al otro, en silencio, decidimos salir de la ducha, el vapor que Sin títulogeneraba el agua caliente estaba por convertir en un sauna aquel espacio. Deslice la puerta por el lado posterior y así finalmente escapamos de aquella vaporosa prisión.

Cerré la llave del agua caliente y le alcance una toalla para que limpiara sus carnosas formas y yo tome otra.

Vaya… que chiquito… me dijo sonriendo, mirando mi entrepierna.

Oye, tu ya lo has visto y lo has sentido (hasta sufrido) cuando esta inspirado… proteste, al darme cuenta que mi verga se había reducido a su mínima expresión luego del baño y de las 3 exprimidas que Mili le había dado a mi pene esa noche.

Lo se tonto… repuso cariñosamente abrazándome, pensando que así acallaría me ego supuestamente herido.

No te has secado bien… le dije al sentirla nuevamente.

Entonces ayúdame… contesto coquetamente.

No me rehusé a su invitación, mientras ella se secaba el cabello, yo secaba sus armoniosas curvas. Protegido por la toalla, mis manos tocaron todos los rincones de su cuerpo, provocando más de una sonrisa traviesa.

Oye… ahí no…. Exclamo risueña, cuando mis manos se insertaron en el espacio entre sus nalgas.

Aun esta mojado… le dije excusándome.

No puso objeción, me dejo actuar, aunque note cierto gesto de dolor cuando rose su ano. Bueno han sido 2 veces esta noche, en su aun poco experimentado ano, que esperabas… me dije.

Sin lamentarme por ello mis manos subieron, buscando deleitarse con sus otros atributos, llegando a sus melones. Se le erizo la piel al sentir el jaloneo que le daba, sus pezones se pusieron rígidos como piedra… la misma rigidez se iba manifestando en mi verga.

Mili, de espaldas a mi, continuaba secándose nerviosamente el cabello, con la toalla sobre su cabeza, su cuello desprotegido. Me acerque a ella, y juguetonamente la bese en el límite entre su cuello y su hombro. Por el espejo frente a nosotros note como esta simple caricia la desarmo completamente, soltó un suspiro excitado y cerrando los ojos volteo hacia mi, en busca de un beso.

Hacia poco que había descubierto su debilidad, o su fascinación por el placer que le provocaba el sexo anal, ahora, al parecer había encontrado un punto débil de su anatomía, tal vez un punto G, un punto que al ser tocado despertaba toda su pasión.

Me incline para corresponderle ese beso, su respiración agitada me decía que su excitación iba en aumento. Nuestras toallas se deslizaban por nuestros cuerpos hasta caer al piso.

Mi nueva erección era evidente, por nuestra diferencia de estaturas, Mili estaba sintiendo lo duro de mi pene en su ombligo, quizás por instinto mi verga buscaba insertarse en esa cavidad, aunque era muy pequeña para satisfacer mis necesidades y las de ella.

Así lo entendió Mili, que empezó a abrazarme del cuello, buscando trepar sobre mí, quería encontrar una manera de que mi verga no le presione el ombligo sino otro de sus agujeros.

Motivado por sus lujuriosos besos, sus senos apretándome por el ir y venir de su respiración, su desesperación y ansiedad porque la penetrara otra vez, y con mi verga hirviendo de deseo de probar su carne nuevamente… no lo pensé dos veces… mis manos dejaron de acariciar su espalda, se deslizaron hasta su cintura, tocando sus nalgas hasta sus muslos, mis manos se fijaron en ellos y la levante…

Ohhh… siiii… exclamo sorprendida y agradecida.

La mantuve izada en lo mas alto unos instantes, con sus henchidos senos a la altura de mi boca, succione sus jugosas tetas, jalonee sus pezones y la sentía estremecerse de placer….

Yaaa… por favor yaaa… hazlooo… me suplicaba.

Entendía que quería ser penetrada, la fui descendiendo poco a poco, hasta que mi verga rozaba su pubis… En este incomodo accionar, la cabeza de mi verga se paseo por los labios de su empapada vagina, un temblorcillo la recorrió mientras mi verga se deslizaba hasta su ano…

La mire, aun excitada pero con un gesto de desconfianza me dio su aprobación, aun sentía adolorido su esfínter… la fui dejando caer, mi verga se fue insertando en su maltratado ano, resistió sin embargo segundos después sus dedos arañaban mi cuello y mi espalda, el dolor se le estaba haciendo insoportable…

No auuu… espera nooo… ayyy… mejor nooo… por ahí no… me rogó Mili visiblemente adolorida.

Esta bien… respondí y atendiendo a su pedido la fui levantando, sacándole la cabeza de mi pene de su maltrecho ano.

En ese momento ni ella ni yo sabíamos que instantes después presa de la excitación ella misma se hundiría mi verga en su ano… pero en ese momento solo me quedo satisfacer a su reclamo, deslice nuevamente mi verga hasta su pubis, hasta su mojada vagina…

Si por ahí siii… exclamo mas aliviada.

Sus dedos dejaron de estrujar mi espalda, la mueca de dolor se desdibujo en su rostro y nuevamente lucia su candorosa excitación. Mi verga se fue insertando en su vagina como en mantequilla, su evidente lubricación hizo que no tardara mucho en tenerla completamente clavada.

Ahhhh.. siiii… uhmmm…

Sus brazos me sujetaron con fuerza, sus piernas temblaron al sentir su conchita completamente invadida por mi tieso miembro. Sus labios y su lengua no tardaron en buscar los míos, mientras su cuerpo saboreaba esta nueva penetración…

Vamooos… Danny… dame… me pidió tras unos instantes.

Ubique mejor mis brazos debajo de sus muslos , con mis manos sujetando sus voluminosas nalgas, inicie al ascenso y descenso que el cuerpo de Mili estaba deseando, insertando y sacando mi verga de sus humedecidos labios vaginales… gustosa agradeció esta fricción…

Siiii… asiiii… que biennn… hummmm….

Sus inflados senos rebotaban en mi cuerpo, sus dulces gemidos llenaban mis oídos. Con la sangre hirviendo, fui aumentando el ritmo de su ascenso y descenso, ella disfrutaba de ese vigor, de la fuerza que le imprimía a estas penetraciones, cada vez mas continúas…

Ahhh… uhmmm… ahhh…

El agitado vaivén de su cuerpo, le impedía continuar con sus pedidos. El aire en sus pulmones apenas le daba para emitir esos gozosos suspiros. La fuerza en mis brazos también apenas me daba para continuar con este esforzado movimiento. Mi ritmo fue decayendo, mas no la rigidez de mi verga.

Vamos Danny… mas fuertee… vamoss… me reclamaba recuperando el aliento y notando mi decaimiento físico.

Al no haber mayor reacción de mi parte ella misma en movimientos torpes, pero placenteros, fue subiendo y bajando… sin embargo no serian suficientes para llevarla a otro orgasmo… me hubiera gustado terminar en esa posición, pero tras tres actos sexuales esa noche y mi poco ejercitación física en los últimos tiempos iba a ser una tarea difícil.

Sabía que no podría mantenerla en alto mucho tiempo, así que mis ojos buscaron un lugar de apoyo que nos permitiese terminar aquel encuentro… pensé ubicarla sobre el lavamanos, pero dudaba que aguantase el peso de mili y la fuerza de nuestro accionar… luego observe el sanitario, con su tapa abajo me permitiría sentarme en el.

Con el cuerpo de Mili a cuestas me fui a sentar sobre el excusado. Sonrió agradecida al notar mi práctica solución, o tal vez fue por recordar que horas antes estuvimos en un posición similar en el baño de la facultad, solo que esta vez ella esta frente a mí y no de espaldas.

Así esta mejor… dijo y se dispuso a proseguir la faena.

Meneo su jugoso rabo por toda mi entrepierna y encontró que mi verga aun endurecida la llenaba plenamente. Al igual que en el baño de la facultad, con sus pies apoyados en el suelo, Mili se encargo de subir y bajar, incrustándose a placer mi verga en su ardiente conchita…

Que… bien… ahhh… uhhh… clamaba sintiendo que volvía la misma agitación de instantes previos.

Me dedique a descansar mis brazos, rodeando su cintura. Mis labios succionaban sus melones que iban y venían por sus movimientos y su agitación. Sus manos acariciaban mis cabellos… hasta que…

Ayyy… no puede ser… no puedo masss… decía Mili confundida.

La mire extrañado, pensé que ya había llegado al orgasmo, me pareció muy repentino dado que hacia poco que habíamos reiniciado nuestro accionar. En su rostro de fascinación y aun excitación pude ver nuevamente aquella locura pasional que había visto cuando le desvirgue el ano o cuando la poseí por el mismo agujero de manera salvaje en el baño de la facultad.

Esa locura, ese apetito anal había vuelto, en el punto más álgido de su excitación creyó que sentiría mayor placer siendo penetrada por el más estrecho y adolorido de sus agujeros. Así me lo dio a entender cuando ella se levanto un poco, sacándose mi verga y tomándola con su mano, como su dueña, la ubico en la entrada de su ano, que aun herido palpitaba esperando una nueva incursión.

¿Estas segura?… pregunte incrédulo.

Si… fue su tajante y lujuriosa respuesta.

Para dar por sentada su posición al respecto, ella misma se fue sentando en mi verga. Mordiéndose los labios, para no dejar escapar quejidos de dolor, fue hundiéndose de a pocos mi maciza verga. Mis manos se limitaron a guiar su accionar, tomándola por la cintura. Su piel se estremecía mientras descendía.

Ufff… ouuu… se quejo.

Ya casi… la animaba.

Sus piernas empezaban a temblar, producto del dolor, del cansancio o tal vez de su excitación. No aguanto más y se dejo caer….

Ayyyy… clamo adolorida.

Me abrazo con fuerza mientras su cuerpo se reponía de aquella dolorosa incursión, de aquella forzada penetración que parecía haberla partido. Con su rostro escondido entre mi hombro y mi cuello, en voz baja me reclamo:

Mira en que me has convertido…

¿En una infiel? ¿En una ninfomana? ¿En una adicta anal?… quizás esta última se acercaba más a la respuesta, ya que estaba dispuesta a sufrir este dolor inicial en pos de un clímax mayor. Pude quedarme en silencio, pero preso de la curiosidad me atreví a preguntar:

¿En qué (te he convertido)?

Apartándose de mi hombro, y mirándome fijamente, con un brillo inusual en sus ojos, y con un gesto cariñoso, tal vez excitado, me respondió:

En una adicta a tu verga.

Mi respuesta estuvo cerca pensé. Gratamente sorprendido y halagado quise responder algo, retribuirle, pero Mili no me dio pie a ninguna replica inmediata. Quizás esperaba una respuesta física y no con palabras, ya que procedió a menear su delicioso trasero por mi entrepierna

Era la primera vez que hacia esta maniobra cuando mi pene la estaba empalando por el culo… tras el gesto de sufrimiento inicial, un gesto de gozo fue cambiando su expresión, transformando el dolor inicial en incipiente placer, su piel se erizo nuevamente al sentir recobrada esa sensación.

Uhmmmm… suspiro aliviada al notar que el dolor cedía y la excitación ganaba paso nuevamente.

Más segura, comenzó a ir y venir suavemente sobre mi verga. Mis manos continuaron guiando su cintura, mis labios buscaron los suyos que en generosos besos me retribuían el placer que mi verga le generaban a su pequeño agujero. Luego mis labios se dirigieron a sus henchidos pezones que parecían que iban a explotar.

Si… tómame así… disfruta de mi cuerpo como yo disfruto de tu verga… murmuraba jadeante.

El sudor empezaba a bañarnos, el subir y bajar de su cuerpo era cada vez más rápida, sus gemidos, el golpeteo de sus nalgas en mi ingle, la dulce fricción y el placer que provocaban iban en aumento… solo que ahora sus fuerzas iban en descenso…

Ahhh… vamosss… ayúdame… ahhh… me rogaba con sus mejillas encendidas, su rostro cansado.

Mis manos rodearon voluminosas nalgas, y mis descansados brazos la ayudaron en su tarea de ascenso y descenso, primero imitando su ritmo, luego incrementándolo.

Siiii… asiii… ahhhh… ya casi… uhmmm… exclamaba satisfecha.

Su castigo auto infringido, esta auto penetración, estaba llegando a su clímax, los movimientos, las incrustaciones eran cada vez mas frecuentes, mas vertiginosas. Sus senos vibraban cerca de mi pecho, sus voluptuosas nalgas retumbaban contra mi entrepierna.

Ahhh… ahhhh… ahhh… gemía Mili profundamente.

En un último movimiento, se dejo caer con fuerza, clavándose mi verga lo más que pudo, luego meneo nuevamente su apetecible cola, mientras su cuerpo se retorcía producto de un nuevo orgasmo. Me abrazo con fuerza, mi casi enroscada verga se dio maña para inundarla, para refrescar sus intimidades con su lechoso líquido.

Ufff… uhmmm… suspiro agradecida.

Nuevos espasmos la recorrieron producto de estas ráfagas de semen invadiéndola. Nuevamente su rostro descanso en mi hombro. Su cuerpo deliciosamente relajado, agotado, descansa contra el mío. Sus senos dejaban de golpear mi tórax en clara evidencia de que su respiración recobraba su ritmo habitual.

Vaya… creo que necesitamos un baño… dije finalmente notando nuestros cuerpos sudorosos.

Alejo un poco su rostro de mi hombro y lucia un poco perpleja, tenia una graciosa expresión, solo me dijo, casi suplico:

Si, pero que esta vez solo sea una ducha…

Me reí percatándome que su cuerpo estaba exhausto, después de todas esas experiencias sexuales era evidente. Mili temía que mi propuesta de bañarnos juntos nuevamente encerrara otro castigo a su arrugado anillo.

Esta bien, que solo sea un baño… respondí sonriendo.

Solo así vi que su expresión de sorpresa, casi temor, se tornaba en una más risueña. Después de esos agitados encuentros, yo también dudaba que pudiera someterla una vez mas, al menos por esa noche, o dentro de los siguientes minutos… además teníamos otras tareas pendientes, es decir, aun no terminábamos el informe de la universidad que debíamos presentar el lunes… después de eso, tal vez mas repuestos, ¿Quien sabe?… a estas alturas entre nosotros cualquier cosa podía pasar…

Continuara…

Espero sus comentarios y consejos

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 

Relato erótico: “Viviana 8” (POR ERNESTO LOPEZ)

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JEFAS PORTADA2Viviana 8-

Sin títuloSonó el teléfono y me sobresaltó, sólo escuche “vení ya”

Abrió la puerta totalmente desnuda, antes de que entre me dio un larguísimo beso en el palier, me tomo de la mano, me llevó al dormitorio, había prendido unas velas, había una botella de champan y dos copas preparadas.

Me desnudó suavemente pero con prisa, se arrodilló y la chupo un poquito, en cuando estuvo bien dura me hizo acostar y se montó de inmediato. Mientras subía y bajaba a lo largo de mi pija comentó: “hoy quiero que sólo cojamos, como si fuéramos novios bien calientes”

– “ Te extrañe tanto que estoy dispuesto a hacer lo que me pidas, sea lo que sea”

– “ Estuve los 10 días esperando este momento, aunque no creas. Cumplí lo que me pediste y nunca acabé con el cornudo, pero para hacerlo mejor y castigarme, tampoco me hice la paja”.

– “¿Quiere decir que en todo este tiempo no acabaste ni una vez????”

– “ Sólo durmiendo que no lo podía evitar, tuve algunos sueños eróticos, casi siempre con vos y me despertaba mojada, pero nunca por mano propia”

– “Sos una diosa, te voy a coger toda la noche en agradecimiento”

– “Eso espero, igual para recuperar los polvos perdidos va a tener que ser más de una noche” respondió riendo.

A los pocos minutos terminamos juntos el primero de la noche, se salió de mi, puso una copa debajo de su vagina y juntó parte de mi semen y sus jugos, la completó con champan, sirvió la otra sin “aditivos”, brindamos por el reencuentro.

Le conté que yo también había tenido mi abstinencia, aunque cogí una vez y me hice algunas pajas tuve mucho menor actividad de lo habitual, no me motivaba nada.

Me miró muy dulcemente y me agradeció, “entonces apurémonos que somos dos los que necesitamos garchar mucho”. Bebimos nuestras copas , se puso en cuatro y me pidió que se la meta por el culo, no me hice rogar.

Así seguimos toda la anoche, de a ratos descansábamos un poco aprovechando para charlar y beber un poco y en cuanto estaba otra vez en forma seguíamos cogiendo, pero sólo eso, sin dolor ni humillación, puro sexo.

En un momento que estaba un poco cansado me acordé del vibrador que había comprado, me puse el pantalón, los zapatos y bajé a mi departamento a buscarlo. Fue igual que darle un juguete a una nena, casi llora por el gesto, abrió el envase y se lo metió en la concha inmediatamente comenzando a masturbarse, pensó que era un simple consolador.
Sin decirle nada lo puse en marcha y se volvió loca. “es maravilloso, muchísimas gracias!!!”
A eso de las 4 de la madrugada ya habíamos disfrutado bastante y estaba con algo se sueño, le propuse: “ me voy a casa así dormimos un rato y estamos con fuerza para seguirla en la mañana”

Ella tenía ganas de seguir, pero sabía lo que pasaba después y me dio la razón, le di un tierno beso y bajé a mi departamento.

Todavía dormía cuando sonó el timbre, abrí y tenía el mismo tapado de nuestro primer encuentro, fui a la cocina a preparar el café y al volver al living estaba tal cual la primera vez, con medias negras, portaligas y un broche en cada pezón; me pareció genial el gesto y le dije: Yo también te tengo regalos”.

La llevé al dormitorio y le mostré los ganchos para colgarla y para sujetarla a la pared que había instalado, los equipos de estimulación eléctrica que armé y las muñequeras y tobilleras que había comprado junto con el vibrador.

Estaba feliz, allí nomás quiso probar todo, le puse los brazaletes y tobilleras de cuero y la amarré a la pared, quedando con los brazos para arriba, estirados, parada sobre sus tacos con las piernas bien abiertas, conecté un cable con el extremo pelado y se lo di para que lo sostenga en su mano, de esta forma podía soltarlo interrumpiendo la sesión si lo deseaba; para el otro polo escogí un electrodo de acrílico con una esfera de bronce en su extremo.

Conecté ambos al equipo de radio frecuencia, acerqué la esfera a sus tetas y saltaron unas hermosas chispas violetas, pegó un grito más de sorpresa que de dolor, seguí recorriendo su cuerpo con la bolita a pocos milímetros de su piel, deteniéndome en la partes más sensibles, pezones, axilas, clítoris, labios vaginales, ano, lengua. Me detuve para preguntarle como íbamos, “bien hace cosquillas pero no duele”.

Subí al máximo la potencia del equipo y seguí con mi tarea, ahora las chispas eran mucho más largas y dejaban en el aire un típico olor a ozono, Viviana lo disfrutaba, en ningún momento amagó soltar el cable.

Decidí probar con otro equipo, sin soltarla de sus amarres le introduje el electrodo redondo hecho con un caño en su concha y puse dos clips cocodrilos en sus pezones, ahora no podía interrumpir la diversión. Conecte estos cables al equipo que permitía variar el período y la intensidad poniéndolo a funcionar a un cuarto de su potencia.

Con este aparato se noto un mayor efecto, el cuerpo de Viviana se sacudía solo sin que ella pudiera impedirlo, en poco tiempo pidió: “subilo más”

– “¿ Más seguidas las descargas o más fuertes?”

– “Las dos cosas”

Dupliqué la intensidad llevándola al 50 % y apuré un poco la frecuencia, su cuerpo tenía espasmos más fuertes, creo que si no hubiera estado atada se hubiera caído, nuevamente llegó su sutil pedido: “ ponelo al máximo de una buena vez, ¿o sos puto que no te animás?”

Pensé para mis adentros que jamás me trataba así, lo hacía para forzarme a hacer algo que no me convencía demasiado. Igualmente le di el gusto, subí la tensión al máximo, pego un grito que me asustó pero en seguida me tranquilizó, con voz temblorosa dijo: “discúlpame, pero la primer descarga fuerte me hizo acabar inesperadamente, creo que me oriné un poco incluso”
Efectivamente había un pequeño charco a sus pies; la deje un par de minutos más disfrutando del juguete nuevo, lo apagué saque el electrodo de su concha chorreante y allí aun atada contra la pared se la metí de una, tuvo un nuevo orgasmo ni bien le entró, en poco tiempo le llenaba con mi leche su vagina mientras ella seguía orgasmando sin parar.

La solté y traje una copa para que en ella depositara sus líquidos, así lo hizo junto con un poco de pis. Se lo di a beber, me agradeció mientras se relamía, luego se tiro al piso a lamer lo que había ensuciado.

Cuando terminó con su tarea se levantó y preguntando “¿ahora me vas a colgar del techo?”

Intenté hacerlo pero no era tan fácil como parecía, las sogas eran finas y no podía levantarla por completo, así que opté por levantar sólo sus piernas abiertas, quedando con el cuello y la cabeza apoyados sobre la cama. Era una buena posición, uní sus muñequeras en su espalda y así tenía acceso a sus tetas y todos sus agujeros.

Tomé una larga regla de madera que había conseguido recordando la que usaba su mamá, con ella le di un buen rato en el orto hasta dejárselo bien colorado. Después de este precalentamiento me entretuve pegándole justo en la concha con una varilla de caña tacuara, siguiendo luego por las tetas que recibieron igual tratamiento. Ella sólo emitía suaves gruñidos, disfrutando cada uno de los golpes, no me hubiera extrañado que siguiera en un orgasmo continuo.

Cuando estaba en lo mejor interrumpí la paliza, sin soltarla se la metí hasta la garganta y acabé inmediatamente. Ya aliviado me puse a orinar en su boca de a chorritos, para que pudiera ir tragando sin mojar la cama, vacié la vejiga que estaba bien llena, no había meado desde que me levanté.

La solté y nos fuimos a la cocina a tomar un café, contenta por los chiches nuevos preguntó:

“¿Dónde compraste el vibrador y las muñequeras?’”

– “ En un negocio especializado, es otra sorpresa que tengo para vos”

– “ Buenísimo, ¿podremos ir mañana?”

– “ Esperá que llamo y te confirmo”

Hablé con Verónica y quedamos para el día siguiente bien temprano, cuando se lo transmitía a Viviana se alegró mucho, “ me costará esperar hasta mañana”…

Continuará

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR, ESCRIBIDLE A:

amoernesto@yahoo.com.ar

 

Relato erótico: “Secreto de familia: José” (POR MARQUESDUQUE)

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herederas3Era lo que siempre había deseado, y sin embargo…

Sin títuloTenía aún sus palabras frescas en mi memoria. Recordaba la belleza de sus labios al pronunciarlas, el rubor en sus mejillas ante mi sorpresa al oírlas, su mano cogiendo la mía para tranquilizarme… y, sobre todo, el beso de despedida, el instante en que esa legüilla se coló en mi boca. Porque ella había sido siempre mi amor platónico. Descubrí la sexualidad espiándola mientras hacía el amor con mi madre, fue la imagen mental de mis primeras masturbaciones, un modelo de belleza y de erotismo para admirar. Siempre había soñado poder poseerla, y, ahora que se presentaba la oportunidad, simplemente no sabía que decir. Acababa de recuperarme de la noticia de que mi novia y prima es, en realidad, mi hermana, cuando me entero de que la amante lesbiana de mi madre pretende que tengamos un hijo… mi vida es complicada.

Será mejor que lo explique más despacio: Mi madre es una profesora de secundaria bisexual, que vive, desde antes de nacer yo, con una ex alumna lesbiana preciosa, de la que, desde niño, he estado, en cierto modo, enamorado. Recientemente he sabido que mi padre, del que nunca había oído hablar, es, en realidad, mi tío, el esposo de la hermana de mi madre, y padre de mi prima Sandra, con quien perdí la virginidad, y de la que también estoy, de cierto otro modo, enamorado, a pesar de ser mi hermanastra. Sí, ya lo sé. Mi vida es complicada.

Empecemos otra vez. Mi padre conoció a mi madre y a mi tía en el colegio y, en seguida, se puso de novio con mi tía. Años después se casaron y tuvieron a mi prima. Mi madre, por su parte, había tenido amantes, hombres y mujeres, pero quería tener un hijo y no tenía pareja en ese momento. Como todos eran muy liberales, no se les ocurrió otra cosa más que el marido de su hermana la preñase. Hay que entender que, por aquel entonces, mis tíos practicaban el intercambio de parejas y mi padre y mi madre ya se habían acostado antes con el consentimiento de mi tía. Estando, por tanto, mi madre, embarazada de mí, gracias a las atenciones de mis tíos, conoció a Lorena, una de sus alumnas. Se enamoraron y comenzaron a vivir juntas. Desde pequeño, yo asumí como normal no tener papa, sino dos madres lesbianas, o, mejor dicho, una madre y su pareja mujer, bastante más joven que ella y con la que de inmediato forje una relación de complicidad muy especial. Además estábamos muy unidos a mis tíos y mi prima, hasta el punto de formar una gran familia, y ser mi prima Sandra mi compañera habitual de juegos. Luego vino mi primo Javi, el hermano de Sandra. El ambiente que respirábamos era muy abierto respecto al sexo, nos veíamos desnudos sin vergüenza, nos saludábamos con un besito en los labios, ocasionalmente mi madre tenía romances con alumnos o con otros ligues sin que eso pareciera importarle a Lorena ni enturbiara su relación…

En estas circunstancias se produjo mi descubrimiento de la sexualidad, con dos grandes protagonistas: Sandra y Lorena. Con Sandra siempre me unió una gran relación, puede decirse que además de mi prima fue siempre mi mejor amiga. No me imagino un futuro lejos de ella. Nuestra confianza es absoluta. Ambos nos llevamos también bien con Javi, hasta el punto que acostumbramos a ir los tres juntos a todas partes, pero el entendimiento entre ella y yo es especial. Su hermano lo sabe y lo respeta, aunque a veces le puedan los celos. Todo lo relativo al sexo que fuimos aprendiendo en nuestros años adolescentes lo fuimos comentando y compartiendo. Ella es una chica guapísima: alta, castaña, con el pelo largo, buen tipo… mis amigos babean cada vez que la ven, en especial Manolo, mi mejor amigo. Es un buen tipo, pero no tiene suerte con las chicas. Cada vez que ve a Sandra se vuelve loco. El caso es que cada chico que le gustó a ella o cada chica que me gustó a mí, cada película con alguna escena subidita de tono que vimos, cada roce accidental con alguna persona que nos excitara, todo lo hablábamos y lo poníamos en común. Ella era perfectamente consciente de mi adoración por Lorena. Esto a veces la ponía celosilla, pero ellas también se llevaban bien, y pronto se le pasaba. Lorena representaba mi ideal de belleza femenina. No sé como mi madre pudo ligarse a un bombón así, pero la envidiaba a cada minuto. Parecía una diosa nórdica, rubia y de ojos azules. Su sonrisa era de esas inolvidables, capaz de iluminar una habitación. Cada vez que mi madre y ella se acariciaban, se besaban o se hacían arrumacos delante de mí, empezaba a picarme el pajarito. Era una sensación extraña, porque una de ellas era mi madre, pero no podía evitarlo.

A partir de cierto momento aprendí a identificar cuando iban a hacer el amor. El acaramelamiento, las caricias, los besitos, todo me indicaba que esa noche iba a pasar. La mujer de mis sueños iba a estar en la habitación de al lado desnuda, excitada, siendo tocada, tocando a otra mujer… que casualmente era mi madre, siendo lamida, lamiendo… era demasiado para mí. Me masturbaba en mi habitación tratando de imaginar lo que hacían. Al final, una noche, debía tener 16 años, no aguanté más y reuní valor para espiarlas. Me acerqué sigilosamente, muerto de miedo a ser descubierto. La puerta estaba entreabierta. Como he dicho, en mi casa hay mucha confianza y es difícil ver puertas cerradas. Solo con oír los gemidos me empalmé. A penas me atrevía a acercar la naricilla al marco de la puerta. Veía la escena con un solo ojo, forzando el ángulo. Mi madre y Lorena se besaban apasionadamente mientras se masturbaban. En un alarde de gallardía estiré el cuello para verlo bien. Creía que la polla me iba a estallar en el pijama. Me la cogí y empecé a meneármela con fuerza. Lorena le estaba chupando las tetas a mi madre. Esas tetas de las que alguna vez mamé de pequeño. Luego fue bajando la lengua, besándola por todo el cuerpo, hasta llegar a su entrepierna. Mi madre, tumbada sobre la cama, mirando al techo y jadeando, le acariciaba los cabellos rubios como el oro a su amante y mi musa mientras ella la lamía a placer. Estuvieron así un rato hasta que mi madre pareció saciada y se sentó sobre la almohada. Lorena reptó sobre ella, hasta estar frente a frente, para continuar besándose. Mi mama le acariciaba el coño, entre tanto, frenéticamente. No dejó de meter y sacar su dedo hasta que Lorena se contrajo y pareció explosionar. Ambas cayeron exhaustas sobre las sabanas y yo me alejé en silencio con mi mano derecha mojada y pegajosa.

Ni que decir tiene que me faltó tiempo para contárselo a Sandra. Escuchó fascinada mi relato sin interrumpirme, salvo para decir que no ahorrara detalles. Espié alguna vez más a mi madre y a Lorena amándose. Cada vez era más osado y disimulaba menos mi presencia, envalentonado por mi éxito y seguro de que no me pillarían. Llegué a coger tanta confianza, que una noche que Sandra se quedó a dormir en mi casa la dejé acompañarme a mirarlas. Aquella noche fue especial. Estaba más pendiente de las reacciones de mi prima que de disfrutar yo el espectáculo. Ella estaba nerviosa, como yo el primer día. La notaba temblar mientras la cogía de la mano para confortarla. En la habitación mama le comía el coño a Lorena, que estaba especialmente guapa, como si fuera consciente que tenía espectadores y le gustara lucirse.

Las semanas siguientes coincidió que, cada vez que Sandra dormía en mi casa, cosa que ocurría con bastante frecuencia, así como que yo durmiera en la suya, Lorena y Rita, que así se llama mi madre, tenían fiesta. Yo cada vez acababa más caliente, con más ganas de repetir con Sandra lo que habíamos visto. Mis pajas tenían a Sandra y a Lorena como grandes protagonistas. Hacía tiempo que había dejado de ver a mi prima como a una hermana y la estaba viendo como a una mujer. Todo eso estalló la noche que vimos la peli cachonda en su casa con Javi. En aquella ocasión me tocaba a mí quedarme a dormir con ellos. En la habitación estuvimos hablando los tres de cómo sería besarse con lengua y tener sexo con alguien. Estaba deseando que Javi se durmiera para pasarme a la cama de Sandra a hacernos confidencias. Estaba seguro que ella sentía lo mismo que yo y que algo pasaría entre nosotros. Cuando la figura de su hermanito permaneció inmóvil y su respiración se hizo regular, me deslicé hasta donde estaba mi prima y nos besamos. Fue el primer beso para ambos. Aunque en mi familia es normal saludarnos con un piquito y, en nuestros juegos infantiles habíamos besado en los labios a algún compañerito en alguna ocasión, este era el primer beso de verdad, romántico, con lengua… Estuvimos enrollándonos un rato hasta que nos dormimos.

Pasaron unos meses antes de dar el siguiente paso, un tiempo en que estuve nervioso, incapaz de pesar en algo que no fuera ella. Cuando conseguíamos quedarnos solos nos besábamos con pasión, pero no llegábamos más allá, como si tuviéramos miedo de cruzar alguna línea. Ese día Sandra se quedaba a dormir en mi casa, Lorena achuchaba mucho a mi madre, lo que quería decir que habría festival. Pero esta vez sería diferente. No solo habría sexo en una habitación. Llegado el momento observamos la escena lésbica en silencio, con más atención de lo habitual, como si después tuviéramos que repetirlo todo. Cuando nos retiramos a mi habitación busqué su entrepierna dispuesto a hacer lo que tantas veces había visto. Me encantó el sabor del coño de mi prima. Luego ella me la chupó a mí. Fue increíble notar sus labios inexpertos pero voluntariosos rodeándome el miembro, su lengua acariciando su base, mi eyaculación desparramándose en su boca.

A partir de ahí repetíamos siempre que podíamos. Ella era consciente de mi fascinación por Lorena y parecía no importarle. A veces cuando me la chupaba me hacía cerrar los ojos y me ordenaba pensar en Lorena. Luego se bebía mi semen sin dejar gota, cosa que, según creo, casi ninguna mujer hace. Lorena me deslumbraba, pero eso no me hacía querer menos a Sandra. Alcanzar la intimidad sexual con ella era maravilloso. La adoraba y la echaba de menos cada minuto que no estábamos juntos. Todo marcho bien hasta que mi prima quiso hacer público lo nuestro. No se le ocurrió otra casa que contárselo a su padre. Y ahí vino la noticia bomba. Mi madre me llamó un día y me dijo que había hablado con mi tío. Sabía lo que hacía con Sandra y no iba a reñirme, pero había algo que debía saber. Lo que me dijo me dejó consternado. Siempre me había preguntado quien era mi padre, pero como una mera curiosidad, estaba contento con la vida que llevaba. No esperaba que eso cambiase mi vida. Saber que mi tío era, en realidad, mi padre, no solo tenía las implicaciones familiares obvias, sino que en este caso, dado lo que estaba haciendo con su hija, convertía mis primeros escarceos amorosos en un incesto. No era lo mismo enrollarme con mi prima que con mi hermanastra.

Las 24 horas que pasaron hasta que hable con Sandra fueron las más angustiosas de mi vida. Me había dado cuenta de que, más allá de mis sentimientos por Lorena o por cualquier otra mujer en el futuro, amaba a Sandra. Odiaba que nada pudiera interponerse entre nosotros, no imaginaba una vida sin ella. Podía aceptar que estuviera con otros hombres, igual que yo podía querer estar con otras mujeres en un momento determinado, pero no que estuviéramos alejados el uno del otro. Lo que no sabía era lo que estaría pensando ella. Temblaba al pensar que esto pudiera haberla asustado, que las cosas pudieran cambiar entre nosotros sin remedio. Afortunadamente no fue así.

El día de mayor incertidumbre de mi vida terminó en la noche en que perdí la virginidad con Sandra, que a su vez la perdió conmigo, es decir, en la mejor noche de mi vida. Recuerdo sus lágrimas, la emoción al comprender su decisión, la pasión con que nos unimos. Desde entonces nuestro noviazgo fue público y aceptado por nuestras familias. A nuestros amigos se les hacia raro, y eso que nos tenían por primos. Si hubieran sabido la verdad no sé lo que habrían pensado. Al único que no le sorprendió la noticia fue a Manolo, que conocía, siquiera fuera superficialmente, mis sentimientos y que no tuvo rubor alguno en confesarme su envidia. Más problemas tuvimos con Javi, que temió sentirse desplazado y no reaccionó demasiado bien. No obstante, con paciencia y cariño, Sandra lo fue reconquistando. En cierta ocasión estábamos en su casa viendo la tele los tres y Sandra y yo nos besamos. Si queréis hacerlo os dejo solos, dijo su hermano con fastidio y se levantó para abandonar la habitación. Ella lo agarró, impidiéndoselo, y le dijo con buen humor: vamos, ven aquí y bésame tú también, no te pongas celoso. Lo atrajo hacia ella con tal fuerza que el chico cayó sobre su hermana en el sofá conmigo al lado. Se besaron en los labios con más sensualidad de la que solían en sus saludos cotidianos. Después Sandra me cogió a mi también y me desequilibró de manera que quedó tumbada en el sofá con los dos encima. Un besito para ti, dijo besando a su hermano, otro para ti, dijo besándome a mí, y, ahora, uno entre vosotros, afirmó intentando que nos besáramos cogiéndonos las caras. Déjate de mariconadas, protestó su hermano, forcejeando, y yo no pude estar más de acuerdo. Entre tanta tontería el chico tenía una evidente erección que rozaba contra las piernas de su hermana. Par de salidos, murmuró ella con vocecita de niña buena, queréis violar a vuestra hermanita. Le dimos un par de besitos más y nos recompusimos. Javi anunció tener que ir al baño y se alejó. Yo le hice un gesto a Sandrita dando a entender que iría a masturbarse. Que va, pervertido, rechazó ella la idea, solo estábamos de cachondeo.

Los meses siguientes fueron de continua luna de miel. Hacíamos el amor en su casa o en la mía sin oposición alguna de nuestros padres. Entre tanto mi amigo Manolo seguía siendo virgen. Yo le contaba detalles de mi vida sexual con Sandra, por la confianza que le tenía, sin entrar en detalles familiares complicados, obviamente, y él se volvía loco. Como coincidíamos los tres bastante en el instituto y yo invitaba a Manolo a veces a mi casa, donde también podían encontrarse, Sandra había desarrollado cierta amistad también con él y le caía simpático. Como ella y yo nos lo contábamos todo, estaba al corriente de mis conversaciones con mi amigo y de la atracción que ejercía sobre él. A ella no le gustaba especialmente, pero tampoco le desagradaba, y al saber la veneración que sentía él por ella lo miraba con mejores ojos. Un día que estábamos los tres en el instituto, se despidió de mí con un beso, para irse a clase y, al ver la carita de cordero degollado de Manolo, se le acercó y le dijo: toma, para que no te pongas celoso, y le besó también a él en los labios. Sin esperar respuesta se fue a clase, dejando a mi amigo estupefacto. Que, le dije yo dándole un puñetazo flojito en el hombro, no te podrás quejar. El pobre no pudo ni balbucear una respuesta.

En otra ocasión Sandra me llamó para quedar. Le dije que no podía porque estaba con Manolo en mi casa y se iba a quedar a dormir, pero que viniera ella también si quería. Así lo hizo y de este modo coincidimos los tres. Mi madre y Lorena habían salido. Después de cenar Manolo me preguntó que donde íbamos a dormir. Yo le dije que mi prima y yo en mi habitación y él en la de invitados. ¿No se molestará tu madre si se entera? No, respondí yo. Ella está de acuerdo. Entonces se me ocurrió de repente una maldad:

– ¿Te gustaría vernos?

– ¿Qué?

– ¿Te gustaría mirar?

En un par de minutos nos pusimos de acuerdo para que Manolo nos espiara follando a Sandra y a mí. El pobre no se lo podía creer. Cuando me fui con ella se lo conté todo. En teoría era algo que hacíamos a espaldas de ella, pero yo no podía ocultarle nada. Pensé que me costaría un poco convencerla, pero no fue así, mi prima-hermanastra se mostró encantada desde el principio, incluso me sugirió que dejáramos un poco más de luz para que nos viera mejor y que cambiáramos de postura, para que tuviera mejor perspectiva de su cuerpo. También evitó mirar hacia la puerta entreabierta para que mi amigo no se sintiera sorprendido. Fue un polvo magnífico. Saber que Manolo nos miraba, que estaría ahí masturbándose con la escena, como hacía yo cuando espiaba a mi madre con Lorena, fue algo que nos encendió a los dos.

Mi idilio con Sandra no me impedía seguir admirando a Lorena. Ella siempre había sido afectuosa conmigo, pero desde que mi relación con mi medio-hermana se había hecho pública parecía especialmente cariñosa, abrazándome y besándome a la menor ocasión. El piquito con el que normalmente nos saludábamos en la familia se había convertido, en su caso, en un besazo en toda regla, la mayoría de veces, y cualquier excusa era buena para achucharme y restregarse conmigo. Claro que todo podía ser mi imaginación calenturienta. Haberme pasado toda la vida deseándola podía tener ese efecto sobre mis percepciones. Algunas cosas, sin embargo, eran difíciles de ignorar. Cierto día estábamos los dos solos viendo la tele. Mi madre había quedado con un ex alumno, con el que, en su momento, había tenido una aventura, para tomar algo. Eso quería decir que era posible que se acostara con él. Mama y Lorena tenían una relación abierta, en la que esas cosas podían pasar, sin mayores consecuencias. Bien es cierto, por otra parte, que siempre era mi madre la que echaba canitas al aire. Lorena se quedaba en esas ocasiones algo melancólica, pero nunca protestaba. En la tele unas modelos guapísimas desfilaban. ¡Qué chicas tan sexis! Afirmó ella con sincera admiración, tal vez fantaseando con alguna de ellas. A mí me gustas más tú, se me escapó decir, sin un ápice de exageración. Ella sonrió, me atrajo hacia sí y me besó dulcemente en los labios. Noté sus tetas clavarse en mi pecho y su mano rozarme el culo, como distraídamente. Si todos los hombres fueran como tú, me cambiaba de bando. Y, tras decir esto, continuó viendo la tele como si tal cosa. Cuando me levanté para ir a la cocina, minutos después, aún me temblaban las piernas y mi erección, en la que ella no se había fijado, todavía no había cedido.

Sandra parecía colaborar en esta estrategia para volverme loco. Cada vez que estaba con Lorena se mostraba especialmente cariñosa y besucona con ella. Hacía tiempo que en nuestros momentos de intimidad no se la mencionaba, estando como estábamos centrados en el descubrimiento de nuestros cuerpos, pero cuando las veía abrazarse y restregarse sus pechos la una con la otra no podía evitar ponerme cachondo. Un día Sandra y yo estábamos besándonos en la cocina de mi casa cuando entro Lorena. Hola parejita, saludó. ¡Lorena! Gritó mi prima y se lanzó a su cuello. ¿A que mi novio es el más guapo del mundo? Preguntó con voz de niña pequeña después de besarla en la mejilla. El más guapo y el más bueno, respondió ella, y añadió: se merece un beso. Y asiéndome por la cintura me acercó a ella hasta que mi paquete, en pie de guerra desde que había empezado a besar a Sandra, rozó su pierna, y me besó como solía. Tienes razón, afirmó mi novia (últimamente nos gustaba llamarnos así) y me besó también, rozando con su lengua la mía en este caso. Después se besaron ellas, como continuando la broma. Fue un beso bastante sensual, prácticamente se comieron los labios, aunque no llegue a apreciar si hubo lengua. Por supuesto, en aquellos momentos, creía que la polla se me iba a salir del pantalón. Cuando Sandra y yo estuvimos a solas le pregunté qué a que había venido eso. ¿Estás celoso? Se limitó a responder con picardía y no volvimos a hablar de ello.

Así pasaron los meses. Sandra, que era un año mayor que yo, terminó el instituto y comenzó a ir a la Universidad, con lo que nos veíamos menos. No obstante, nuestra relación seguía igual. Cierto día, poco después de mi 18 cumpleaños, Lorena, a la que había notado nerviosa todo el día, me preguntó si podíamos hablar y me acompañó a mi habitación. Una vez allí, nos sentamos en la cama, me cogió de la mano y me dijo:

José, quiero hablarte de algo muy serio. No quiero que te asustes y, si no te gusta lo que te voy a decir, no pasa nada, se que quieres a Sandra, y me gustaría que nada cambiase entre nosotros. (Se la veía un poco nerviosa). La vida es un cúmulo de experiencias y hay algunas que aún no he tenido y me gustaría experimentar. Sabes que tenía 16 años cuando conocí a tu madre, que te llevaba a ti en la tripa, y que desde entonces no he estado con nadie más. No lo he necesitado realmente, tu madre me llena por completo, en todos los sentidos, pero igual que ella necesitó ciertas cosas para sentirse mujer, yo también las necesito. Me gustaría ser madre, tener un hijo. Creo que es algo maravilloso, que me estoy perdiendo. En el terreno sexual… bueno, siempre me han gustado las mujeres. Cuando conocí a tu madre estaba muy confusa. Ella me ayudó a aceptarme a mi misma y a disfrutar de mi cuerpo. Últimamente empiezo a preguntarme como sería estar con un hombre, que debe sentirse al ser penetrada por un pene. No sé si mi devoción por tu madre ha sido por la atracción que siento por las mujeres o por huir de los hombres. En los últimos meses me he sorprendido excitándome con un chico. Es la primera vez que me ocurre y pienso que no debería dejar pasar la ocasión. (Yo, en aquellos momentos, no entendía porque me estaba contando todo eso a mí). Sé que a ese chico le gusto, pero tiene una relación y es muy joven… Le quiero mucho y no me gustaría que nuestra relación cambiara. ¿Me entiendes?

Pues no, balbucee yo. Ese chico eres tú, prosiguió ella. No me imagino acostándome con otro hombre que no seas tú. Tú eres el único varón que no veo como alguien amenazante, el único con el que he podido bajar la guardia. Sé que amas a Sandra, pero creo que a mí también me quieres un poquito. Quiero que hagamos el amor, quiero acostarme por primera vez con un hombre contigo, de hecho… quiero que tengamos un hijo.

¿Qué tengamos qué? Murmuré yo sin poderlo creer. Sé que es una gran responsabilidad, explicó ella. Por supuesto yo me ocuparía de todo. Tu solo tendrías que implicarte lo que quisieras, lo que te pidiera el cuerpo en cada momento. Ya sé que es una locura. Si no quieres lo entenderé perfectamente. Te aseguro que no me enfadaré. Si quieres que nos acostemos, pero no tener el niño, por ahora, tampoco hay problema. De aquí unos años, cuando puedas estar preparado, lo volvemos a hablar. El sexo no es un chantaje para lo del bebé. Tampoco tienes porque estar de acuerdo en que hagamos el amor. Sé que tu relación con Sandra es muy bonita. También sé que, aunque siempre te he gustado, porque todos nos hemos dado cuenta que llevas años colgadillo por mí, ha sido algo platónico. Si no quieres arriesgar nuestra relación con el sexo también lo entenderé. Si te sientes raro, sabiendo que soy la pareja de tu madre, y prefieres que no demos ese paso, no hay problema. Puedes negarte con toda libertad.

Yo… no sé qué decir… no sé que pensaran Sandra y mi madre… tartamudee yo como un pardillo. No te preocupes por eso, dijo ella. Ya he hablado con las dos y están de acuerdo. Solo si tú quieres, claro. No me hubiera atrevido a pedirte esto a espaldas de ellas, las respeto demasiado… y las quiero. A ellas les parece bien, si te lo parece a ti. Solo quieren nuestra felicidad. Piénsatelo sin prisas, ¿vale? Cuando quieras hablamos.

Y entonces vino el beso, el primer beso con lengua de mi amor platónico. El beso que tantas veces había soñado. Me lo dio con la mayor dulzura y salió de mi cuarto dejándome perplejo. ¿Qué iba hacer yo ante su propuesta? ¿Estaba preparado para acostarme con ella? Ese había sido siempre mi sueño erótico, pero si lo hacía todo podía cambiar entre nosotros. Peor aún: ¿Estaba preparado para ser padre? Todo era muy raro, pero en mi familia siempre lo era y no nos había ido mal. En los días siguientes hable con mi madre y con Sandra. En efecto, ambas habían hablado antes con Lorena y estaban de acuerdo. Creo que Lorena necesita esto, me dijo mi madre, y que a ti te gustaría. No te sientas presionado para hacerlo si no quieres. Si te decides, creo que podría ser muy bonito, pero solo si te sientes a gusto con la idea. Decidas lo que decidas me parecerá bien. Os quiero mucho a los dos.

Sandra me dijo algo parecido: Esto es lo que siempre has querido. No me perdonaría privarte de ello por unos celos tontos. Sé que me quieres y que siempre estaremos juntos. No me importa que también estés con ella. Sé lo especial que es para ti. Yo también la quiero mucho, es maravillosa. Solo te pido una cosa, silo hacéis… ¡ven corriendo a contármelo!

Así que allí estaba yo, dispuesto a hablar con Lorena para comunicarle mi decisión… solo que no tenía ni idea de lo que iba a hacer. El resto de la familia nos había dejado solos para que pudiéramos hablar tranquilos… o lo que se terciase. Estuve nervioso durante toda la cena. Cuando terminamos el postre sentí que no podía dilatarlo más. Y de repente lo vi claro. Lorena, será un honor tener un hijo contigo. Su cara se iluminó con la mayor de las sonrisas y saltó sobre mi cuello. Empezamos a besarnos. Mi nerviosismo se trocó en excitación al darme cuenta que tenía entre mis brazos a la mujer más bella que conocía y a la que más había deseado a lo largo del tiempo. Había tomado una decisión y, en cierto modo sentía que todo iría bien. Mi lengua luchaba con la de ella en nuestras bocas. Tambaleándonos llegamos al sofá y caímos sobre él. Ella reía y me contagió su optimismo. Nos besábamos y nos metíamos mano. Todo era como había soñado tantas veces. En un momento dado me paro, se levantó y me llevó a la cama de la mano. La misma cama en la que la había espiado haciendo el amor con mi madre tantas veces. Empezó a quitarse la ropa despacio. En nuestra casa el ambiente es bastante liberal, así que ya la había visto desnuda alguna vez en el baño, a parte de mis sesiones voyeristas, pero esto no tenía nada que ver. Contemplar tan de cerca como se quitaba la ropa, como descubría para mí ese cuerpazo, sin tener que ocultarme o mirarla de refilón, aquello me perecía el paraíso. Un ángel desnudo me miraba con deseo y alargaba la mano para tocarme y para desnudarme a mí. Nos comimos las bocas un rato más y pasé a chupar esos senos que tantas noches me habían inspirado. Bajé con la lengua por su cuerpo hasta llegar al monte de Venus y me dispuse a comerle el coño como le había visto hacer a mi madre tantas veces. No esperaba hacerlo tan bien como ella, pero tenía práctica con Sandra y confiaba en hacerla disfrutar. Por la forma en que gemía y en que juntaba las piernas alrededor de mi cabeza juraría que lo conseguí. Cuando acabé su sonrisa era aún más resplandeciente. Lo haces muy bien, me dijo. Sandra es una chica afortunada. Yo nunca se la he chupado a un chico. Será mi primera vez. Espero no hacerlo mal.

Pues no, no lo hacía mal. Lo hacía muy bien. Me la chupó con un cariño infinito. Me la meneaba, besaba la punta, se la metía en la boca, la lamía como un helado. Cerré los ojos y recordé cuando mi primita me la chupaba y me decía que imaginara que era Lorena quién lo hacía. Ahora no tenía que imaginarlo. Era real. Tuve que frenarla para no correrme en su boca. Quería estar en condiciones de penetrarla por primera vez, de que el mío fuera el primer pene en invadir su vagina. Se la fui metiendo despacio. Mi madre le había metido varios dedos en sus relaciones a lo largo de los años y no me costó tanto como cuando desvirgué a Sandra. En un visto y no visto estaba cabalgando sobre ella. Nos besábamos, nos mordíamos, cambiábamos de postura, nada parecía suficiente para disfrutar de un momento tan especial. Terminó ella sobre mí, sus pechos sobre el mío, mis manos en su culo, nuestras lenguas frotándose y mi semilla finalmente derramándose en su interior.

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Este relato es el segundo de la saga “Secreto de Familia” el primero: “Secreto de Familia: Sandra” lo podéis encontrar aquí: El siguiente: “Secreto de Familia: Manolo” se publicará en 2 o 3 semanas en la categoría “Hetero: primera vez”, no obstante estos relatos son auto conclusivos y pueden leerse de manera autónoma o en cualquier orden. Gracias a todos por vuestra atención y vuestros comentarios.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
jomabou@alumni.uv.es

 

Relato erótico: “Cómo seducir a una top model en 5 pasos (17)” (POR JANIS)

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UNA EMBARAZADA2New York Mercedes-Benz Fashion Week.

Nota de la autora: Quedaría muy agradecida con sus comentarios y opiniones, que siguen siendo muy importantes para mí. Pueden usar mi correo: janis.estigma@hotmail.es

Gracias a todos mis lectores, y prometo contestar a todos.

Sin títuloCristo se quedó apabullado, al penetrar en el interior de las grandiosas carpas instaladas en el Bryant Park, junto a la Biblioteca Pública de Nueva York, en la Quinta Avenida. Como venía siendo habitual, en la segunda semana de setiembre, se celebraba la New York Mercedes-Benz Fashion Week, o Semana de la moda de la temporada primavera-verano. Dos eventos de este tipo se organizaban al año: uno en febrero, en el Lincoln Center, con la temporada otoño-invierno, y otro a finales de verano, en el céntrico parque muy cercano a Times Square.

Y este último evento había atrapado de lleno a nuestro gaditano, volviéndole casi del revés.

La agencia participaba de lleno en varios de los desfiles, concretamente con Carolina Herrera, Nicholas K, Jason Wu, y Lacoste. Así que todo el mundo estaba de los nervios y miss P. reclamó la presencia de Cristo, in situ, con una temprana llamada telefónica, justo antes de que saliera del loft para dirigirse al trabajo. Sin saber para qué era necesitado, nuestro gitano dejó el apartamento de su tía, comprobando que Zara ya no estaba en él. Sin duda habría salido muy temprano para Bryant Park, pues participaba en la primera pasarela. No tomó ningún transporte, pues el parque no estaba lejos, apenas a diez manzanas de casa.

Pero como hemos dicho, sus ojos se abrieron enormemente cuando le hicieron pasar al interior de las carpas, tras que le colgaran del cuello una acreditación plastificada con su foto. Se la quedó mirando durante unos segundos, antes de cruzar el umbral vigilado por personal de seguridad, preguntándose si no habían encontrado otra foto más cutre que ponerle. Sin embargo, se olvidó de esos nimios detalles al ser engullido por el maremagno que existía bajo la gigantesca lona.

A punto de atropellarle, varios tipos con monos de electricistas, pasaron portando rollos de cable, focos y escaleras de mano. Se podían ver varias cuadrillas de estos montadores, repartidas por todo el perímetro y afanados, sobre todo, con los montantes que cubrían la enorme pasarela ovalada central. Otros tipos sobresalían, aquí y allá, de un vasto mar de sillas, a las cuales vestían con lujosas fundas ocres. Una chica, con tablilla electrónica en las manos y micrófono sobre uno de sus oídos, no cesaba de dar indicaciones y órdenes a escasos pasos de él, deprisa pero sin apenas inflexión en su voz. Diversos tipos trajeados charlaban cercanos a un lateral levantado de la lona, por donde no paraban de entrar largos percheros con trajes.

Tuvo que apartarse porque dos empleados desliaban una larga alfombra celeste, separando las sillas en distintos segmentos. Cristo se vio perdido, sin saber donde acudir, pero antes de que se pusiera a llamar a su máma, Alma vino a su rescate. Le tomó por un brazo y lo arrastró hacia la parte del fondo mientras lo asaetaba a preguntas.

― ¿Dónde te habías metido? Miss P. lleva un buen rato preguntando por ti. Vamos, están esperándote en el basckstage. ¿Es tu primera Fashion Week? Pobrecito. Ya te acostumbraras…

Una carpa anexa. Otro umbral con seguridad. Un nuevo mundo. El backstage. La zona donde se gestaba toda la magia, donde las modelos esperaban, cual enjauladas fieras del Coliseo romano, a ser liberadas ante el ansioso público que admirará su pelaje desde la distancia segura. Si en la carpa exterior había actividad y bullicio, en la zona de camerinos era como una trinchera bajo ataque de la Primera Guerra Mundial. Aunque Cristo había asistido a varias sesiones, allá en la agencia, no había presenciado jamás tal actividad, ni nunca accedió a los camerinos privados. Él se asomaba, si le dejaban, a alguna sesión de fotos y punto; no tenía ni idea de cuanto implicaba la preparación. Tampoco vio jamás tanta tía o tío bueno junto, porque allí dentro no existía diferencia de sexo, solo belleza y percha.

Los asistentes de peluquería estaban liados, en ese momento, con las cabelleras de las modelos que cubrirían el primer desfile, dispuesto para el mediodía. Grandes rulos, pinzas, y coleteros se aferraban a sus bellas crines coloreadas. El ruido de los secadores reinaba, con comodidad, sobre todos los demás. Las chicas aprovechaban su obligada quietud, sentadas ante el espejo, para desayunar. Mordisqueaban magdalenas y bizcochitos sin azúcar, junto con grandes sorbos de sus tazones de café o infusión.

¡Vaya mierda de desayuno! Con lo buena que está una torrija con vino y miel, coño. Así están siempre, “enmayás”…, pensó Cristo, paseando su mirada de un lado a otro, mientras Alma seguía tirando de él. Esquivaron un cámara y un fotógrafo, ambos autorizados para grabar los distintos pasos internos del evento, que se asemejaban a francotiradores letales, dispuestos a captar la mueca más sutil.

De pronto, se detuvieron frente a uno de los espejos. En él, se reflejaba el bellísimo rostro de Calenda. La peluquera estaba peinándole dos altas coletas que surgían de la parte superior de los laterales de su cabeza. Coletas de niña buena. Calenda le sonrió a través del espejo, guiñándole un ojo. Inclinada sobre su oreja derecha, Priscila le daba instrucciones en voz baja. La modelo dejó de mirar a Cristo y prestó atención, asintiendo.

Cristo carraspeó para hacerse notar y miss P. levantó la cabeza, mirándole.

― Ah, Cristo, ¡que bien que hayas llegado! – exclamó, aferrándose a su brazo y conduciéndole hacia el final de la línea de tocadores.

― Usted me llamó…

― Si, si… necesito que tomes una de las furgonetas y vayas hasta Nueva Jersey – le dijo, tomándole por sorpresa.

― ¿A Nueva Jersey? ¿Para qué? — casi dejó escapar un gallo.

― El furgón que nos trae los zapatos y complementos está detenido allí, por un piquete de sindicato, junto al túnel Holland.

― ¡Pues que suba hasta el túnel Lincoln!

― El acceso a ambos túneles está controlado por la huelga de camioneros. Debería subir hasta el puente de George Washington y bajar por Harlem, con lo que no llegaría a tiempo – explicó la mujer, algo desesperada. – Necesito que vayas y traslades su carga. Tengo que revisar los complementos, a lo sumo en un par de horas…

Cristo se pasó una mano por la cara. No tenía ni idea de conducir y si se agenciaba un chofer, no tenía ninguna seguridad que los piquetes no le dejaran en la cuneta a él también.

― ¿Lo intentaras, Cristo?

Se devanó los sesos buscando una posible salida. ¿Quién podría tener influencia en una situación así? ¿A quién respetarían en una carretera? Una ambulancia, por supuesto. Un camión de bomberos, o una patrulla de carretera… pero él no conocía a gente en esos puestos, aún no… De repente, sonrió y sus ojos se iluminaron. ¡Una grúa! ¡Nadie se metía con las grúas, cojones, y él si conocía a quien tuviera una grúa!

― Deje que llame a un amigo, miss P. – levantó un dedo mientras sacaba su móvil.

La Damade Hierro le contempló marcar y alejarse un paso.

― ¿Spinny? ¿Qué pasa, tío?

― …

― Nada. Necesito un favor.

― …

― ¿Podrías enviar una grúa a Nueva Jersey, por el túnel Holland? Necesito rescatar una furgoneta que nos trae zapatos y bolsos para las modelos.

― …

― Si. Al menos la carga, colega, que estamos aquí parados. Lo antes posible.

― …

― Claro, por supuesto. Tendrás libre acceso para ver los yogurines.

― …

― Venga. Te envío los datos al móvil. Te esperamos.

Priscila le miraba con intriga, los nervios a flor de piel.

― Mi amigo sabe lo que debe hacer. Recuperara la carga y estará aquí lo antes posible. La familia de Spinny tiene mano con la gente del sindicato. Posiblemente, si yo hubiese ido, me habrían dejado en la cuneta – le explica Cristo.

― Entonces… ¿está solucionado?

― Salvo hundimiento del túnel, creo que si – bromeó el gitanillo.

― Gracias, muchas gracias. Esto no lo olvidaré.

― No ha sido nada, Priscila.

― Bien, a otro asunto. Las niñas están muy nerviosas, ¿sabes? ¿Qué puedes ofrecerles sin que pierdan la cabeza?

En esta ocasión, Cristo se quedó con la boca abierta, totalmente anulado por la sorpresa.

― ¿Ofrecerles? No entiendo…

― Vamos, Cristo, ¿no creerías que no me enteraría de tus chanchullos? He hecho la vista gorda porque no has tocado drogas, ni sustancias peligrosas. Siempre es bueno tener acceso al mercado negro, ¿no? – le comentó ella, sonriéndole con cinismo.

― Bueno, es que… yo no… ¡Joder! – acabó exclamando, sin saber qué decir.

― Algo de Diazepan o algún tranquilizante suave les vendría genial. ¿Puedes conseguirlo ahora?

― Si, en media hora, más o menos – contestó él, rindiéndose a la presión de la mujer.

― Pues a ello, campeón.

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Los aplausos atronaron la pasarela, el público puesto en pie. El desfile de Carolina Herrera resultó ser todo un éxito esa temporada. Tanto las modelos como la diseñadora realizaron el paseíto de costumbre, ramo de flores acunado entre los brazos.

Cristo, atisbando detrás de las bambalinas, suspiró con alivio. La jornada había resultado ser dura y complicada. Miss P. le llevó hasta el límite, intentando solucionar los fallos que otras personas cometieron, pero, como buen facilitador, estuvo a la altura de cuanto le pidió o necesitó. A su lado, el rojizo Spinny no cesaba de balancearse sobre un pie u otro, deseoso de que las chicas volviesen ante sus espejos para desnudarse. Había encontrado un sitio desde donde espiar sin ser advertido. El joven no pedía otra recompensa más que satisfacer su vena de voyeur, y, en verdad, se lo había ganado. Cumplió lo prometido y los accesorios de Fand y Goutier fueron rescatados de las garras de los sindicalistas, llegando al Bryant Park a tiempo.

Sabiendo de qué pie cojeaba su colega, Cristo le permitió que se perdiera por el backstage, durante un par de horas. Suficiente para tenerle contento. Sin embargo, los asuntos en litigio siguieron apareciendo y Cristo tuvo que batallar duro. Tras suministrar a las chicas varias cajas de tranquilizantes, tuvo que ocuparse del equipo de sonido. Por lo visto, una vía de altavoces se acoplaba y la empresa a cargo remoloneaba para cambiarlos a tiempo. Luego, tuvo que pelearse con los pases de prensa y supervisar la labor de seguridad en la entrada secundaria. Todo esto, teniendo a miss P. sobre su hombro a cada cinco minutos. Agobiante, en verdad.

Cuando el público pasó a la degustación, en otra carpa más pequeña y totalmente abierta, todo el personal de la agencia se relajó. A solas y sin presión, las chicas se quitaron los trapitos que cubrían sus cuerpos y los afeites de sus rostros, mientras comentaban entre ellas las anécdotas del desfile, lo cual convirtió el amplio camerino en una gran jaula de gallinas cotorras.

Cristo, con un rápido ademán, le quitó a su amigo el móvil, para que no hiciera fotos comprometedoras, y se acercó a su jefa.

― Bueno, creo que, al final, todo ha salido bien – suspiró.

― Si, Cristo. Es algo que llevaremos de ventaja mañana – contestó ella, palmeándole un hombro.

― ¿Mañana?

― ¡Por supuesto! Tenemos pases toda la semana. El de mañana es nocturno. Las chicas que han participado hoy descansaran, pero otras compañeras tomarán su relevo. Solo disponemos de dos semanas al año en Nueva York. ¡Hay que aprovecharlas!

― ¿Con eso quiere decir que los modelos no vienen pero nosotros si?

― Exacto.

― No es justo – torció el gesto, haciendo reír a su jefa.

― ¡Vamos, ánimo! Todo esto está renumerado como horas extras y habrá dos días de descanso para el personal de apoyo.

― Un trabajo relajado me dijeron… ¡Una leche!

― ¿Cómo? – parpadeó Priscila al no entender lo que murmuraba el chico.

― Nada, jefa, nada.

― Hoy has hecho un magnífico trabajo, Cristo. Has salvado a la agencia en varias ocasiones. Lo tendré en cuenta.

― A mandar.

Aprovechó la llegada de Alma, con cierta documentación que la mujer debía atender, para acercarse a las chicas, quienes habían formado pequeños corrillos. Aún algunas estaban en ropa interior o portaban livianas batas. El sol de setiembre calentaba el interior de la lona, colocado perpendicular en el cielo. Una script entró para darles el aviso de que les quedaban diez minutos para que nuevas modelos necesitasen el backstage para prepararse. había un nuevo desfile a media tarde, en esa misma carpa. Los otros dos complejos de lona dispuestos sobre la hierba del parque tenían sus propios horarios y personal.

Su prima Zara estaba acabando de retirar la capa refractante que hacía brillar su rostro y su largo cuello. Su deliciosa piel café con leche brillaba ahora de forma natural. Sentada e inclinada hacia delante, para observarse mejor en el espejo, mantenía sus largas piernas cruzadas, en una pose descuidada y elegante. Pocas chicas podían cruzar de esa forma las piernas, pensó su primo. El batín rosado caía a ambos lados de su cuerpo, abierto y suelto, dejando ver el ancho sujetador deportivo.

― Has estado magnífica, prima – la felicitó y Zara, con una risita le abrazó, atrayendo el menudo cuerpo del hombre contra ella.

― Muchas gracias, Cristo.

Cristo, con un suspiro, aspiró el penetrante perfume de su prima, que le traía visiones de cuerpos desnudos y entrelazados, de imágenes prohibidas y excitantes.

― ¿Vamos a almorzar a “Tammy’s”? – le preguntó ella.

― ¿No tienes que aparecer por la recepción o algo?

― No, que va. Ya acudiremos a alguna fiesta nocturna. Es Candy la que tiene que hacer acto de presencia.

― Pa ezo es la jefa.

― Exacto – contestó Zara, riéndose. – Hoy vamos a comer juntos, primito.

― Ya estamos con el cachondeito. No soy ningún niño, coño.

― Para mí siempre serás mi primito, mi único primito – ironizó ella, besándole la mejilla. – Anda, ve a preguntar a Calenda y May si se apuntan, golfo.

― Está bien.

Tammy’s, en la plaza Lexington, era una cafetería clásica de Nueva York. Llevaba abierta ochenta años, en manos de la misma familia, de raíces italofrancesas. A pesar de estar situada en una zona “in” de Manhattan, su clientela era de rancia tradición obrera. Todo lo más, aceptaban los oficinistas del entorno. Una de las hijas de la familia propietaria trabajaba en Fusion Models, así que las chicas de la agencia eran siempre bien recibidas. Roby, el actual encargado, no permitía que ningún cliente se pasara lo más mínimo con las modelos. Además, la cocina de Tammy’s era del todo tradicional, una mezcla suculenta de recetas italianas y francesa, sazonadas al estilo de Nueva York, lo que encantaba a las modelos.

Roby no tuvo inconveniente de servirles algo de comer, a pesar de que era ya pasada la hora del almuerzo. Se sentaron en una de las grandes mesas del fondo del comedor, alejados del paso de clientes. Cristo las miró a todas, ahora relajadas y cansadas. Calenda, su prima Zara, May Lin, Alma, y la rubia Mayra Soverna, una chica croata recién llegada. Cinco hembras hermosas que atraían las miradas de todo el mundo, y él, el único hombre si así se podía denominar, que estaba con ellas. ¿Semental o bufón? Buena pregunta, se dijo.

Las chicas comentaron sobre la prensa especializada que se había reunido en el evento y especularon sobre lo que comentarían a final de semana sobre ellas. Alma le quitó importancia, aduciendo que sería como en todas las ocasiones. Algunas de las chicas subirían en el ranking y otras descenderían, así de fácil. Zara era la más novata de todas ellas y Mayra apenas llevaba un mes en el país, aunque había modelado bastante en el este de Europa. Por eso mismo, las dos, a su manera, estaban nerviosas con las posibles críticas que cosecharían a lo largo de la semana.

Cristo se fijó en el perfil de Mayra Soverna. Poseía facciones delicadas y estilizadas, como una elfa surgida de un bosque eternamente helado. Su piel era blanca y muy fina, y sus grandes ojos zafiros resaltaban en su estrecha estructura. El pelo, intensamente rubio y lacio, estaba recogido en un tirante moño en su nuca, del que escapaban algunas largas hebras que se quedaban flotando alrededor de su rostro como agitadas telarañas. El cuerpo de Mayra estaba en el límite aceptado. Se diría que había abandonado la talla 34-36 cuando la polémica se adueñó de las pasarelas. Justo había engordado un par de kilos para estar por encima de la marca requerida. Pero, aún así, alta, esbelta, y de aspecto frágil, rezumaba sensualidad y elegancia por cada poro de su piel.

― Cristo – Calenda llamó su atención – te agradezco que nos hayas conseguido esos tranquilizantes, esta mañana. Estaba muy nerviosa…

― ¡Ya lo creo! ¡Era nuestro primer Fashion Week! – exclamó Zara.

Cristo agitó las manos cuando las demás se sumaron a los comentarios.

― Me hubiera gustado ver su cara cuando miss P. se lo pidió – se carcajeó Alma.

― Putón – musitó Cristo, arreciando sus risas. — ¿Cómo iba yo a saber que la Dama de Hierro conocía mis asuntos?

― Que no te extrañe que cualquier día vaya a pedirte algo al mostrador – comentó Zara, dándole un codazo.

― ¡Siii! ¡Un consolador bien gordo! – exclamó May Lin, dando palmas.

― De eso también tengo, si alguna lo necesita. En todos los colores y tamaños – las increpó, sacándoles la lengua.

Así, entre comentarios jocosos y amables puyazos, se dieron un banquete a base de gruesas hamburguesas de buey, entre aros de cebolla caramelizados, y tiras fritas de berenjenas, imitando las patatas fritas de siempre. Vaciaron sus cocas Zero de tamaño familiar y pidieron infusiones al terminar.

Zara y Cristo decidieron volver al loft dando un buen paseo. Las demás chicas tomaron direcciones distintas para ir a sus casas, salvo Alma que tenía que pasar por la agencia. Zara le daba vueltas a una pregunta en su cabecita, sin atreverse a soltarla ante su primo. Finalmente, se armó de valor.

― ¿Sabes algo de Chessy?

― Nada que me importe, prima.

Zara se mordió el labio. Cristo no estaba receptivo.

― Me ha llamado, Cristo.

― Bueno, es amiga tuya. Tú verás…

― Me ha preguntado por ti, por cómo te encuentras…

Cristo se detuvo y la miró a los ojos, alzando la barbilla.

― Espero que supieras qué contestarle, prima – su voz surgió algo contenida.

― No te preocupes. No le conté nada. Que estabas bien y trabajando, que es lo mismo que puede decirle Hamil.

― Bien.

― Pero se notaba preocupada por ti, Cristo. ¿No podrías hablar con ella?

― No. Perdió ese privilegio.

El tono fue cortante, sin demostrar duda alguna. Cristo tardaría tiempo en perdonarla, si es que lo hacía alguna vez.

― No sé, primo, pero a mí me da la impresión de que está arrepentida…

― Claro, por eso sigue viviendo con el sudafricano – dijo con cinismo Cristo. – Está muy arrepentida de haberme dejado…

― No, me refiero a cómo actuó, a cómo se dejó llevar por ese impulso, engañándote. No ha querido contarme nada de lo ocurrido, pero…

― ¡Pero nada! Yo te diré lo que pasó, para que no te tome por sorpresa, Zara – Cristo agitó sus manos con fuerza, evidentemente irritado.

― No es necesario…

― ¡Si lo es! – y mordiendo casi las palabras, se lo contó todo a su prima, en el camino a casa.

Lo primero que hizo fue hacerla partícipe del secreto de Chessy y de cómo se le metió bajo la piel, de una forma en que ninguna mujer se le había metido. Le confesó a lo que su ex novia se dedicaba, y le relató la fuerte amistad que ambos crearon con los hermanos modelos.

Llegó un momento en que Zara tuvo que pedirle que parara. Su mente no podía asimilar más sorpresas y sus pensamientos se quedaban estancados, intentado digerir cuanto aprendía.

― ¿Chessy no… no es una chica? – balbuceó.

― Ajá.

― No es posible…

― Si lo es, créeme.

Entonces, comprendió porque no la atraía, a pesar de ser realmente atractiva. Instintivamente, Zara intuía que Chessy no era mujer y por eso no la ponía. Quedó maravillada ante la perfección que poseía su cuerpo. Jamás pudo notar algo extraño en ella… en él. Pero las sorpresas no cesaban. Se enteró de que se prostituía, aprovechando sus masajes fisioterapéuticos, y que su primo la convenció de ir dejándolo.

Ni siquiera se preguntó, en un primer momento, cómo un tipo tan machista como su primo cayó bajo su seducción, pues las sorpresas no la dejaron reflexionar. Se enteró de que los mellizos Tejure eran incestuosos y que convivían como una pareja y que se pusieron de acuerdo para intercambiar sus compañeras.

¿A Hamil también le iban los rabos? Por lo visto, así era, y, de hecho, en serio. Los dos se enamoraron y dejaron olvidados tanto a Cristo como a Kasha. Zara comprendió por qué la joven sudafricana dejó el apartamento que compartía con su hermano. ¡No podía seguir en él!

Zara, que había caminado la última manzana teniendo cogida la mano de su primo, prefirió callarse las preguntas que le atormentaban. Se hacía cargo de que Cristo no quería volver a hablar de ese asunto que no solo le había roto el corazón, sino que le menospreciaba como hombre, según su particular punto de vista. Le palmeó la mano con su otra extremidad y le acogió bajo su ala, como un polluelo que necesitase protección. Así abrazados, ella con un brazo por sus hombros, él rodeándole la cintura, caminaron los últimos metros hasta el loft.

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Las luces del ferry del East River se distinguían perfectamente desde las torres de Kips Bays, donde se celebraba la fiesta de la Fashion Week. En una noche de jueves, impensable para la gente de a pie, se reunía todo un número de personalidades pertenecientes a distintos mundos, aunque todos relacionados. Las pasarelas acabaría al día siguiente y el sábado, el último día del especial semanario, todo concluiría con otra velada, pero, esta vez, vigilada por multitud de medios.

La auténtica y salvaje fiesta era la del jueves, libre de ojos indiscretos.

Cristo aún se preguntaba cómo le habían permitido entrar. Él no era nadie, no aportaba nada, ni siquiera drogas. Sin embargo, allí estaba, vestido con una chaqueta crema de su prima y unos pantalones blancos, de pinzas, que se había agenciado aquella misma tarde, en Marcy. Lo bueno de trastear en el armario de Zara es que encontraba cosas que podía usar, ya que los dos tenían la misma hechura de espaldas. Si era algo unisex, podía servirle para un sarao como aquel.

Sin embargo, a pesar de haber sido invitado junto con todos los modelos participantes, no se encontraba a gusto. Por eso estaba pegado a los grandes ventanales que daban a la bahía. No conocía a nadie que le rodeaba, aunque muchos rostros le eran conocidos de haberlos visto en la televisión o en algunas publicaciones. Sorbió un trago de su copa, champán para empezar, por supuesto, y recorrió con los ojos a sus allegados. En resumen, mucha momia estirada, pijoteo insufrible, famosos de sonrisa imperturbable, mucho mariconeo, y, sobre todo, muchas chicas guapísimas.

Sin embargo, a medida que el champán se agotaba y comenzaba a cundir las copas más fuertes, la ausencia de prensa hacía que los verdaderos caracteres empezaran a aparecer. Los ojos avispados de Cristo tomaron nota de cómo pescaban modelos ciertos actores libidinosos, o cómo actuaban en conjunción un bien conocido y respetado matrimonio, para llevarse a la cama un hermoso jovencito y canibalizarlo a su antojo. Los que más triunfaban eran los cantantes, como siempre. Los vocalistas de los grupos de rock eran dioses en el mundillo de las modelos. Pero no solo ellos conseguían abrazar las caderas de un par de chicas, muy atentas a aquello que surgiera de sus bocas, sino que raperos y solistas, más o menos modernillos, se hacían notar, incluso más por sus extravagancias.

Tampoco podían faltar los altos ejecutivos, los promotores, los altivos diseñadores, y todo el estamento político y económico de la ciudad. Cada cual en busca de su porción de mujer bella con la que saciarse. Aquello era prácticamente un mercado de carne para poderosos, lo que producía asco a Cristo, más que nada. Por una parte, se enorgullecía de haber conseguido asistir a una fiesta de este tipo, limitada a un muy pequeño grupo de personas, pero, por otra parte, le hacía sentirse sucio; cómplice de entregarles toda aquella carne trémula y ansiosa, conducida como un excelso y adornado ganado.

A pesar de ello, su mente registraba cada suceso, cada identidad, cada conversación que captaba, archivándolo todo para una futura disponibilidad. Cristo no era alguien que desaprovechara oportunidades tan perfectas, no lo pensó entonces, ni tampoco esa misma mañana, cuando le sorprendieron en el almacén.

Cristo había encontrado el escondite perfecto para escaquearse cuando no hubiera algo urgente de lo que ocuparse. En la carpa del backstage, uno de los laterales cumplía la función de camerinos. La carpa, de forma rectangular, estaba dividida a lo largo en dos mitades por los innumerables percheros y mesas repletas de accesorios y zapatos. En el otro lateral, se ubicaba el almacén, donde se apilaba cada una de las cajas de embalaje vacías y todas las fundas de los distintos trajes, en espera de que volvieran a ser embalados, al final de la semana. Entre tantas cajas, maniquíes, largos percheros, y diverso material acumulado, algún cerebrito de la organización había dispuesto una especie de despacho para ejecutivos, o quizás para que lo utilizase algún diseñador. Había sido totalmente olvidado y enterrado bajo los montones de cajas. Al menos, disponía de una buena mesa, con su silla giratoria, un archivador, y un pequeño sofá. Cristo solía sentarse en la silla, colocar los pies sobre la mesa, totalmente saturada de cajas apiladas, y echar una cabezadita, en espera que miss P. le buscase de nuevo.

El jueves, a media mañana, antes de iniciarse uno de los pases más esperados, el de Victoria’ s Secret, unas voces demasiado cercanas le obligaron a abrir los ojos. Al sentirlas tan cerca, se quedó quieto, inmóvil, con los talones aún clavados sobre la madera del escritorio.

― Tenías razón, Betty. Este sitio es perfecto para que me relaje un rato – dijo una voz madura, que identificó rápidamente como perteneciente a Fanny McGarret, la diseñadora californiana.

― Acomódese en el sofá, señora. Le traeré una infusión.

Cristo bajó sus pies muy despacio y, sin levantarse de la silla, movió un par de cajas hasta dejar una estrecha tronera, a través de la cual pudo ver a ambas mujeres. La madura diseñadora estaba sentada en el olvidado sofá y su joven ayudante se mantenía en pie, ante ella, sin soltar su bloc de notas.

― Me vendría mucho mejor tu lenguecita, en vez de una infusión. Ya sabes que me relaja mucho más, Betty – le dijo su patrona, con todo desparpajo.

La ayudante enrojeció. Parecía muy joven, no más de veintidós o veintitrés años. En realidad, era tan solo una becaria de la que la prepotente Fanny McGarret se había encaprichado. Viajar a Nueva York en su semana de la moda, la tenía aún desconcertada y excitada. Jamás se espero tener esa oportunidad, así, sin más.

Sin embargo, en los últimos días había comprendido que estaba equivocada. No existían las palabras “sin más” en aquel mundo. Betty era una chica común, de estatura bajita y un cuerpo del que jamás se había preocupado. Llevaba el pelo recogido en una coleta, sin más adornos ni florituras, y portaba unas gafas redondas y grandes que no afeaban sus bonitos ojos marrones. Vestía unos jeans que ponían de manifiesto su redondo culito y unos muslos generosos. La camiseta blanca y negra del evento marcaba su rotundo pecho, que era lo único de lo que estaba orgullosa Betty.

Su jefa la miró, sonriendo con cinismo, el rostro algo levantado.

― ¿Y bien? – preguntó suavemente, pellizcando los costados de su falda para izarla sobre sus muslos.

Fanny McGarret ya había rebasado los cincuenta años, aunque intentaba aparentar diez menos, tanto en su forma de vestir como en sus retoques corporales. Rubia oxigenada, de cardado volumen y grandes aros en los lóbulos, así era como le gustaba aparecer ante los medios. Se preocupaba mucho de su maquillaje, muy correcto y liviano, y pretendía conducir todas las miradas, masculinas y femeninas, hacia sus enhiestos pechos de diez mil dólares.

― Como usted diga, señora McGarret – susurró su sometida becaria.

― Así está mejor. Sácame las bragas, zorrita.

Betty dejó su bloc de notas sobre el brazo del sofá y se arrodilló en el suelo. Su jefa alzó las rodillas para permitirle pasar sus manos bajo las nalgas y deslizar la prenda íntima a lo largo de sus piernas. Entonces, la diseñadora se abrió obscenamente de piernas, como la reina despótica que era, ofreciendo su sexo recubierto de un espeso vello.

Cristo entornó los ojos al ver ese pubis sin recortar, ni arreglar. “Ahí debe de haber hasta ornitorrincos.”, pensó alegremente. Betty, de rodillas y con las bragas de su jefa aún entre los dedos, contemplaba aquel coño, no muy convencida. Aunque no era la primera vez que se encontraba en esa tesitura, si era la primera en que la pillaba tan en frío y de tan buena mañana. En otras ocasiones, al menos su patrona la había seducido.

― Vamos, tontita, no lo pienses más – le regañó suavemente la diseñadora, incorporándose un poco y palmeándole la cabeza. – Eres una buena perrita, ¿verdad? ¿Vas a comerte todo este coño?

― Si, señora.

― Bien. Usa mucha saliva, Betty. Me encanta que chorree…

“Virgen de la Macarena…”, dijo para si mismo Cristo, cuando observó como la chica apartaba la maraña de pelos para aplicar sus labios y lengua sobre la vagina.

― Eso es… una ayudante mía debe servir en cualquier momento – susurró la diseñadora. – Para eso estudiáis, ¿no es cierto? Para atrapar las migajas, para comer pollas y coños hasta hartaros…

Betty, con las manos sobre los muslos de la mujer, siguió lamiendo, muy aplicada. Sabía que no debía replicar.

― … hasta aprender lo suficiente y apuñalarnos por la espalda. Esa es vuestra meta…. Oooohhh… a lo que aspiráis… a robarnos nuestros conocimientos para intentar alcanzar vuestros sueños… sssshhh…

Fanny McGarret había cerrado sus ojos, dejándose caer hacia atrás y dejando escapar un fuerte siseo cuando Betty se dedicó a su clítoris. Sin embargo, no cortó su diatriba. Parecía estar inspirada y desengañada.

― Así, mi perrita… hunde bien tu lengua, bien adentroooo… joder… que bien lo haces, Bettiiii… ¿Eras la mejor de tu promoción comiendo coños? ¿O es que solo te comías a tu compañera de cuarto?

Cristo pudo darse cuenta de que las lágrimas recorrían las mejillas de la becaria, al apoyar una de estas sobre el muslo de su jefa. Mantenía también los ojos cerrados, como si no se atreviera a mirar a su patrona, pero no dejaba de lamer y succionar aquel coño maduro.

― Aún te falta que aprender para… parecerte a Marla, pequeña… pero ya aprenderás… ya verás… Como ella, me comerás el coño todos los días… por la mañana y por… la tardeeeeee…

Betty apartó un poco la boca para asentir. Aprovechó para sorber sus lágrimas y retomó su tarea, apoyando el peso de su cuerpo en las piernas de su dueña.

― Marla es… era mi mejor ayudante… dejó a su novio para estar más tiempo a mi lado… ñññggggghhh… casi estoy, putilla… me enciendes…

Betty jugueteó con su esfínter, usando su índice y consiguiendo que las caderas de la mujer se alzasen con el movimiento del dedo.

― … pero la muy puta me engañó… me robó una colección y se marchó con… aaahhh… Puff Daddy… ¿Lo oyes? ¿Harás lo mismo?

― No, señora… — murmuró Betty, sin despegar apenas la lengua.

― Mejor para ti… serás mi perrita para todo… ¿verdad?

― S-sii…

― Eso es… mi putita Betty… vamos, dilo… dímelo de una vez… para que me corraaaa…

― Seré su ayudante zorra… señora. Le comeré el coño mientras desayuna… todos los días… y dejaré que me de por el culo…

― ¡SSSIIIIIIIIIIII! – exclamó la diseñadora, levantando su cuerpo con la fuerza del orgasmo que le traspasó. Sus fluidos llegaron hasta los labios de su ayudante, quien tragó sin rechistar.

Fanny McGarret tenía una fijación con sus ayudantes. Era absolutamente lesbiana, pero las atractivas modelos que pululaban a su alrededor no la motivaban en absoluto. Siempre estaba detrás de las chicas jóvenes e inexpertas que pretendían ponerse bajo su protección. Ayudantes, modistas, costureras… de ahí sacaba su cantera y Betty era su última adquisición.

Cuando dejó de jadear, se incorporó para mirar a su becaria a los ojos. Betty no se había atrevido a moverse, aún con una mano apoyada en el cálido muslo de su jefa.

― Chúpate ese dedo, zorrita, que lo has tenido metido en mi culo – le ordenó y Betty obedeció prontamente.

Después, su patrona la aferró de la coleta, echando su cabeza hacia atrás. Dejó caer un salivazo sobre su lengua y, obedientemente, Betty lo tragó. Cada vez tenía menos fuerza de voluntad y le asustaba a donde eso le llevaría. Cristo se corrió, con un gruñido, dejando caer el semen en el suelo. Controló sus jadeos para que no fueran oídos por las mujeres y espero a que Fanny McGarret se pusiera las bragas y ambas se marcharan.

“Coño… que morbazo… pues si que se lo pasan bien todas estas tías.”, pensó mirando por la ventana.

― ¿Piensas quedarte toda la noche mirando a la bahía? – preguntó una voz detrás de él, sacándole de sus recuerdos.

Se giró, encontrándose con su prima Zara, quien tenía colgada de su brazo a su jefa y novia, Candy Newport. Cristo sonrió al surgir el irónico pensamiento de su cabeza: “Sucede en las mejores familias.”

― Solo estaba pensando. Buenas noches, jefa – respondió.

― Buenas noches, Cristo. Tengo que felicitarte por el buen trabajo que has hecho en toda esta semana. Priscila está muy orgullosa de ti y eso no es algo que suceda todos los días – bromeó Candy.

― Gracias, jefa. Solo hice lo que me mandaron.

― Si, pero de forma un tanto… a tu manera – rió ella.

― Bueno, Candy, Cristo es así, imprevisible – le alabó Zara.

“Espero que la Dama de Hierro no le hablara también de mi plataforma de apoyo y necesidad.”

― Por eso, Cristo, he decidido ascenderte a funcionario permanente. Trabajarías con la gente de Administración y te ocuparías de…

― Con todos mis respetos, jefa, pero debo declinar tal oferta – la interrumpió Cristo, dejándola muy sorprendida.

― ¿No quieres un ascenso, ni ganar más? Pero…

― Estoy perfectamente en el puesto que ocupo. Si desea que haga algo más, solo tiene que pedírmelo, pero no quiero más responsabilidades.

La dueña de la agencia no sabía cómo reaccionar ante aquella negativa. Era inconcebible que alguien rechazara un puesto mejor en aquellas condiciones, al menos, hasta que Zara se lo explicó.

― Verás, Candy, no es nada personal, pero mi primo solo trabaja para que las autoridades no le hagan salir del país. Posee recursos para mantenerse, así como otras oportunidades.

― Ah…

― Si, jefa. Me gusta currar en esto del modelaje y la publicidad. Me hago cargo de todo el tema informático y de lo que se necesite en la agencia, sobre la marcha. Me divierto con ello y, desde luego, me encanta estar rodeado de chicas guapas, pero no trate de convertirlo en un puesto de 9 a 5, con obligaciones, porque no tengo familia ni hijos que mantener. Me sentiría atrapado e infeliz, ¿comprende?

― Si, creo que si, Cristo. Está bien. Seguiremos como hasta ahora, pero te tendré en cuenta para según que cosas, ¿de acuerdo?

― De acuerdo, jefa – exclamó Cristo, alargando su manita, que Candy estrechó con una gran sonrisa.

― Bueno, primito, ves como mi chica no es una ogra – le susurró Zara, inclinándose para darle un besito en la mejilla.

“No, es más bien un putón dominante y aprovechado.”

― ¡Que te diviertas! – se despidieron ambas, al marcharse.

No le gustó demasiado que su prima hubiera sacado a la luz sus posibles, pero ya no había remedio. No pensaba ser un currito. Para eso, se hubiera quedado en España. Abandonó su puesto al lado del ventanal y paseó por el gran ático, buscando con quien charlar y beberse una copa. No vio ni a Calenda, ni a May, aunque si comprobó que muchas de sus conocidas habían ligado para esa noche. Imaginó, por un momento, las historias que aprendería en la próxima semana. Como era de suponer, ni Hamil, ni Kasha habían acudido a la fiesta aunque si participaron en una de las pasarelas.

¡Que les dieran mucho por el culo!

Divisó a Alma acodada en un pequeño e improvisado mostrador, donde un camarero vestido de blanco y negro, servía copas a buen ritmo. Se acercó a ella y le pellizcó un brazo. La pelirroja se giró y le miró con gesto turbio. Estaba un tanto borracha, al parecer.

― ¡Cristo! ¡Que alegría! – exclamó, besándole demasiado cerca de la boca.

― ¿Estás sola?

― Pues si, ya ves. Todo el mundo me ha abandonado…

― ¿Abandonado? ¿A qué te refieres?

― May Lin, Calenda… y la estrecha de Mayra…

― Bufff… ¿qué te ha pasado con ellas? – se rió Cristo, aposentando su trasero en uno de los taburetes. Pidió un refresco y un chupito de tequila con menta.

― A mí me pones un vodka tónica… es para la digestión, ¿sabes? – le pidió al camarero.

― Claro, claro. A ver, ¿por qué tachas de estrecha a Mayra?

Alma se encogió de hombros y tomó un buen trago de su nueva bebida. Ahora era reacia a hablar, como si lo hubiera pensado mejor.

― Vamos, suéltalo, Alma. ¿Dónde están las chicas?

― No lo sé. May Lin discutió con Calenda y se marchó.

― Joder. Empieza por el principio, coño.

― Estábamos aquí, tomando unos tragos a la salud de la agencia, sin molestar a nadie… cuando se acercaron dos tipos… muy bien vestidos. Uno era maduro, cercano a los sesenta, el otro era más joven y se le parecía. Pensé que podría ser su hijo. Se tomaron una copa con nosotras y charlamos todos.

― Sigue.

― El mayor parecía conocer a Calenda. No sé si era un promotor o un puto político, pero la conocía. Ella estaba nerviosa e intentó escabullirse, pero el tío, muy amable, no la dejó.

Aquellas palabras empezaron a poner a Cristo nervioso, sin aún saber nada conciso.

― El tipo joven se interesó por Mayra y por mí. Bromeó con nosotras y nos preguntó si era nuestro color de pelo natural…

― ¿Qué pasó con Calenda, Alma?

― Cristo… en aquel momento, no me di cuenta… te lo juro…

― ¿Qué pasó? – el tono de Cristo se heló.

― El tipo de más edad le dijo a Calenda que deberían dar una vuelta y hablar de su futuro. May se interpuso de mala manera. Fue como si se volviera loca, de repente. Calenda la calmó como pudo, prometiéndole que regresaría a la fiesta en seguida, que solo se trataba de un momento. May no quiso saber nada y se marchó, furiosa. Yo no sabía qué pasaba…

Cristo se mordió el labio. Aquello no le gustaba. No sabía si el tipo era un antiguo cliente de Calenda, o un socio de su padre. El caso es que Calenda corría peligro.

― ¿Cuánto tiempo hace de eso?

― No sé… una hora, quizás…

Demasiado tarde, pensó. Podían estar en cualquier parte. ¿Qué coño estaba haciendo él al lado de un ventanal, mirando a la noche? Tendría que haber estado allí, para intentar algo…

― Cuéntame más, Alma.

― Cristo… no te hagas sangre, cariño. Las cosas son así – le dijo ella, acariciándole la mejilla.

― Venga, Alma, sigue.

― Que el hombre salió del piso con Calenda del brazo. Ahora puedo ver que ella estaba muy seria, como si la obligasen de alguna manera. Pero, en aquel momento, estaba tonteando con el más joven, quien quería que Mayra y yo le acompañáramos a su hotel. Decía que nunca había estado con una rubia y una pelirroja naturales, a la vez. Dijo que nos pagaría muy bien…

― ¿Y?

― Y Mayra se negó. Le llamó puerco y se marchó como una diva, dejándome sola. El tipo quería a las dos o a ninguna, coño. A mí no me importaría que un tío así me tratara como una puta. Joder, hubiéramos disfrutado y encima tendríamos un buen pellizco. Estas modelos son gilipollas, a veces.

Cristo sonrió, conociendo los arranques de calentura de Alma. Por eso mismo, Mayra era una estrecha, claro. El problema es que ambos tipos sabían a quien acercarse entre tantas modelos. Extraño, ¿no?

― Ya verás como no pasa nada, cielo – le susurró Alma, quien conocía sus sentimientos por la modelo. – En breve, Calenda volverá a la fiesta. Lo prometió.

― Lo sé, Alma, lo sé, pero eso no me anima nada.

La opulenta pelirroja le pasó un brazo por el cuello e inclinó su rostro para cruzar las miradas.

― Pero, sin que sirva de precedente, yo sé cómo animarte, cariño – susurró, antes de darle un suave pico en los labios.

Cristo se quedó quieto, sorprendido por el impulso de Alma, quien mantenía la punta de su pecosa nariz contra la de él. La chica dejó asomar la punta de su lengua, lamiendo el labio superior de Cristo, quien, finalmente, atrapó suavemente el apéndice para succionarlo.

― Sígueme – le susurró ella, bajándose del taburete y tomando su mano.

Cristo sabía lo que iba a ocurrir y no supo negarse. No solo él necesitaba sacarse de la cabeza lo ocurrido con Calenda, sino que Alma también deseaba demostrarse algo a si misma. El caso es que el gitano la siguió hasta unos oscuros cortinajes que compartimentaban una sección del grandioso ático, donde se habían guardado muebles y diversos objetos para dejar espacio. Se colaron por un extremo del cortinaje y Cristo pulsó la luz de su móvil. El oscuro tejido dejaba pasar poca claridad de las luces indirectas que iluminaban el resto del piso, por lo que allí dentro se estaba bastante a oscuras.

Los muebles amontonados formaban un parapeto tras el cual refugiarse. Cristo empujó un butacón hasta dejarlo oculto y Alma le instó a sentarse. Sin importarle que Cristo mantuviera la luz del teléfono encendida, Alma se arrodilló con una sonrisa en sus labios. Sus ágiles dedos desabrocharon la bragueta en un santiamén, bajando los pantalones blancos hasta los tobillos.

― ¿Quieres ver como te la chupo, verdad? – susurró ella.

― No me lo perdería por nada del mundo, pero te advierto que te va a decepcionar, Alma.

― Tú no te preocupes por eso, cariño.

Cristo iluminó su pollita cuando la pelirroja le bajó sus slips.

― ¡Uy, qué monería! – musitó ella, relamiéndose. – Eres como un muñequito Kent, todo perfecto y a escala…

― Ostia puta, Alma… tampoco te pases.

Ella se rió con ganas, mientras sobaba el penecito con los dedos.

― A ver como sabe… – y se la tragó entera.

Cristo sintió el calor de la boca de la pelirroja y la fuerza de su succión. Casi le metió los huevos para adentro, lo que le hizo gemir y aferrarse a la rizada pelambrera rojiza. Alma suavizó la presión y embadurnó todo el miembro de saliva. Después, se dedicó a los suaves y pequeños testículos, metiéndoselos ambos a la vez en la boca.

“Coño con Almita… me va a sacar el tuétano de los huesos.”, pensó Cristo, mordiéndose el labio.

La chica usaba labios y dientes al parejo, con una pericia que Cristo jamás experimentó antes. Era la mamada de su vida, la felación perfecta. Contemplar aquel rostro pecoso y sensual tragando su polla le ponía cada vez más verraco, bueno, era un decir. Alma no dejaba de mirarle a la cara. Sus ojos verdes parecían decirle que estaba dispuesta a tragarse todo un océano de semen.

Notó los dedos femeninos acariciarle el esfínter suavemente, como un aleteo, lo cual le hizo tensar las nalgas. La otra mano de Alma se aposentó sobre su vientre, haciendo diabluras allí.

― Dios mío, Alma… ¿dónde has aprendido…?

― Las secretarias también tenemos nuestros secretos – respondió ella, dándole una larga pasada de lengua a toda su entrepierna.

― No… voy a aguanta mucho más…

Alma tomó solamente que el glande con sus labios, moviendo la cabeza en rotación, mientras que aspiraba con pequeños impulsos. Sin abrir la boca, empapaba el glande de saliva que volvía a tragar lentamente.

― Me voy a…

Alma asintió sin soltar “bocado”.

― ¡Alma, me… corro! ¡Joder, aparta! ME CORROOO… – exclamó el gitanito, tirándole del rojizo cabello.

Y mientras Alma tragaba cuanto había trabajado para que brotase, la cortina se abrió y una voz preguntó:

― ¿Chicos? ¿Estáis ahí? ¿Qué estáis haciendo?

Cristo, con los ojos turbios aún, apuntó con su linterna improvisada hacia la figura que se asomaba por encima de los muebles apilados. Había reconocido la voz, pero se negaba a creerlo. Alma, tragando semen con toda rapidez, se giró para ver quien era.

Calenda les observaba, con una sonrisa congelada en los labios.

CONTINUARÁ…

 

Relato erótico: “Rosa, la cachonda invisible. (7)” (POR JAVIET)

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Rosa la cachonda invisible (7)

Recomiendo la lectura de los episodios anteriores para una mejor comprensión de la historia.

Sin títuloSentada en la cama Rosa se desperezaba después de dormir un montón de horas, cuando miró el reloj vio que eran las 19:28, había dormido más de 14 horas desde que volvió a casa desde el club donde había tomado parte activa (pero que muy activa) en una orgia con completos desconocidos, la verdad es que no se arrepentía de nada pues lo había pasado francamente bien y tenido mogollón de orgasmos, volvió a casa feliz y apenas tocar la cama se quedó dormida profundamente.

Había luz de sobra en la habitación, se quedó mirando el espejo que tenía delante y era realmente la puerta de su armario, viendo su cama revuelta y junto al reloj despertador la lámpara de la mesilla “jo, sigo invisible” pensó. Efectivamente su imagen no aparecía reflejada, de hecho y dada la postura que tenia, no debería ver la mesilla al taparla con su propio cuerpo pero ¡ahí estaba! La veía nítidamente, empezaba a preocuparse por los efectos tan duraderos de su invisibilidad, llevaba día y medio así y aunque le estaba sacando partido al tema, tenía una cierta intranquilidad y deseaba volver a ser visible para al menos tener una idea clara de los efectos de aquel mejunje.

Salió de la habitación y miro por la casa, era pronto y sus padres aun no habían llegado así que decidió darse una ducha, bajo el agua su mente seguía dándole vueltas al tema mientras se enjabonaba por todas partes, unos minutos después y mientras se secaba estaba pensando en las proporciones de “GEL H22” y otras sustancias que había añadido al baño, estaba bastante segura de poder repetir la fórmula y además tenía la botella de agua de dos litros cogida del baño y guardada en la nevera, con ayuda de sus padres podría analizarlas y volver a ser invisible cuando se lo propusiera, lo que la tenia intranquila era la duración de la invisibilidad y de sus calenturientas y lubricas secuelas.

Salió del baño llevando solamente sus zapatillas, sentía una sensación cálida renacer en su entrepierna, además la empezaba a doler la zona lumbar como cuando estaba a punto de venirla la regla, procuro no pensar en ello y se dirigió a la cocina para desayunar algo, aunque a esa hora sería mejor decir merendar, pero que mas daba tenía hambre y no le extrañaba después de tanto ejercicio hecho el día anterior, sacó de la nevera los restos de la comida y se los zampó a gusto. Seguidamente y tras lavar los platos, tomo las pastillas que habitualmente usaba para los dolores menstruales y dejo una nota a sus padres “voy a salir y volveré tarde, no me esperéis a cenar, os quiero mucho” dejándola en la mesa de la cocina y seguidamente volvió a su habitación segura de no ser molestada.

Sentada en la cama ante el espejo y sintiéndose de nuevo caliente, decidió aprovechar el tiempo para hacer un experimento y salir de dudas, toda la noche anterior había querido saber que podía verse cuando un miembro la penetraba, abrió el ultimo cajón de su mesilla y aparto sus camisones quedándose mirando sus vibradores, tenía tres el primero era blanco y parecía un misil con rayitas longitudinales, el segundo era de látex color carne y parecía un pene autentico con sus venas y todo media 20 Cm y era un poco mas grueso que el anterior, el tercero era su preferido indiscutible y fiel compañero de baños, el delfín azul (leed el primer capítulo) así que sin más demoras se dispuso a iniciar su experimento particular.

Tomó el blanco y se giró hacia el espejo solo se veía el vibrador, algo difuminado en la zona donde lo sujetaba con la mano, procedió a agarrarlo con ambas manos unidas como empuñando una pistola, observando como la parte central del vibrador casi desaparecía, convirtiéndose en una difuminada mancha grisácea contrastando vivamente con el color blanco de la base y la punta aun visibles del mismo.

Dejo el vibrador blanco en la cama y tomó el de color carne, repitió la operación de antes con él y descubrió que la parte sujeta por sus manos prácticamente desaparecía, llego a la conclusión de que con más de 5cm de carne rodeando un objeto este se difuminaba casi totalmente, dedujo que cuanto más dentro del cuerpo estuviera menos se distinguiría hasta llagar a ser imposible verlo.

Rosa estaba más que dispuesta a comprobarlo, sentada como estaba se dejo caer de lado y se inclinó un poco apoyando su mano izquierda en la cama, sujetó el vibrador de color carne asiéndolo por la base con su mano derecha y lo dirigió a su boca, Rosa entreabrió sus labios y paso su lengua por el prepucio de látex humedeciéndolo, notaba el deseo invadiéndola y sus pezones se la erizaron de inmediato, sintió su chochete empaparse al tiempo que su boca se llenaba de saliva.

Se introdujo el miembro de látex en la boca, sus cálidos labios envolvieron el rojizo capullo presionándolo y aflojando alternativamente mientras la mano lo empujaba suavemente dentro de su mojada y ansiosa boquita, cuando tenía como la mitad dentro de la boca miró de reojo al espejo, vio medio aparato en el aire como flotando, unos 8 Cm eran visibles fuera de su boca, le seguían unos 5 Cm cada vez mas difuminados y borrosos, el resto hasta los 20Cm de longitud total del vibrador eran invisibles pero estaban allí, ella los notaba contra la campanilla y sobre su lengua que jugueteaba contra el ahora invisible prepucio.

Jugueteo un poco con el miembro de látex, la forma de polla real que tenia la agradaba mucho y verse chupándolo la calentaba cada vez más, probó a metérselo mas y fue sacándolo mientras lo lamia sin parar envolviéndolo con su lengua y llenándolo de saliva, el resultado siempre que se miraba era el mismo, aquellos 5Cm borrosos permanecían difuminados justo a la entrada, se metiera lo que se metiera.

Sudorosa y jadeante, cachonda perdida nuestra amiga Rosa decidió pasar al siguiente nivel: su coño, y por dios, la ciencia, la pura curiosidad o lo que fuera, que iba a disfrutar todo lo que pudiera del experimento. Dejándose caer en la cama y abriéndose de piernas, su mano izquierda localizo el clítoris encontrándolo largo e hinchado de deseo, al tacto parecía un pistacho y deslizo repetidamente sus dedos sobre el acariciándolo gozosamente entre gemidos de placer.

Se sacó el vibrador chorreante de la boca y se lo paso por los labios externos de la vagina empapada, allí usando la mezcla de saliva y flujo vaginal como lubricante, fue recorriéndolos con el prepucio apretando un poco y colocando el aparato a lo largo de ellos, entonces activó el botoncito de vibrar y se sintió atravesada por ondas de placer, sintiendo su clítoris acariciado además de sus labios recorridos por oleadas de vibraciones intensas, Rosa gimoteaba temblando y suspiraba sin poder parar, apretando entre sus muslos al invasor y todo su cuerpo se tensó y arqueó en un orgasmo largo, tremendo y maravilloso, tembló y jadeo placenteramente con los ojos cerrados sin darse cuenta de un hilillo de saliva, que resbalaba de su entreabierta boquita mientras su cuerpo se relajaba.

Unos minutos después, aun cachonda pero más relajada decidió seguir experimentando, se puso de rodillas en la cama mirando de frente al espejo, las piernas entreabiertas para facilitar sus manejos “científicos” dejó a un lado el vibrador usado y cogió el blanco, lo mojó con saliva guiándolo a continuación a su mojado coñito, allí lo fue introduciendo solo un poco en su caliente cueva, apoyo la base del juguete en la cama y se fue dejando caer sobre el, Rosa solo veía la parte blanca que quedaba fuera de ella, el aparato desaparecía completamente al entrar en su coñito, se dio cuenta de que allí había más grosor de piel y musculo que aquellos 4 ó 5 cm de las manos, se levantó con el aparato dentro y acercándose al espejo sin dejar de observar fue cambiando de postura, se colocó de lado y se giro poco a poco hasta completar un circulo completo, tocó el botón del mango e hizo funcionar el vibrador en su interior mientras lo empujaba suavemente, hasta que estuvo totalmente dentro de su cuerpo.

¡Nada! No se veía nada, pero lo sentía todo ¡y de qué manera! Apretó las piernas para que no se saliese el vibrador y con ambas manos se acaricio los pechos, los amasó y tironeo de los pezones cerrando los ojos dejándose llevar por el placer, sintiéndose de maravilla suspiraba sin dejar de mover sus manos por sus pechos en un magreo hecho suavemente pero a conciencia, con el vientre atravesado por vibraciones intensas y los pezones erizados bajo sus dedos, su cuerpo se estremecía de gozo cuando decidió que quería tener una gran corrida.

Así que volvió a la cama y cogió el vibrador de látex, lamiéndolo viciosamente mientras volvía a colocarse de rodillas pero esta vez frente al cabecero con barrotes de esta, colocando la almohada entre sus piernas así de rodillas y perniabierta como estaba se sacó el vibrador blanco empapado de flujos del coñito, para ser rápidamente sustituido por el más grueso y realista de látex, suspiró de placer mientras entraba lubricado por su saliva en la funda chorreante de flujos que era en aquel momento su coño, activándolo seguidamente y poniéndolo a vibrar en su interior.

Acto seguido volvió a coger el blanco aun vibrando y cubierto de flujo, dirigiéndolo a su esfínter y empujándolo suave pero decididamente, consiguiendo que penetrara unos centímetros en su culo, se sentó sobre la almohada empujando ambos vibradores dentro de ella, el blanco moviéndose según entraba en su culo la dolía un poco, pero era mucho más el placer que sentía con aquella doble penetración.

Agarrándose con las manos a los barrotes del cabecero, inicio el bamboleo con la pelvis insertándose más dentro ambos juguetes en su coño y culo, dando saltitos y meciéndose perdiendo paulatinamente el control cuanto más placer sentía, al poco sus manos soltaron los barrotes y volaron a sus pechos estrujándolos y sobando sus pezones sin piedad, su cuerpo saltaba cada vez más rápido atravesado por las vibraciones el grosor de ambos dildos en su interior, toda ella se estremecía y arqueaba de un placer incontrolado e intenso.

Rosa llegó, ¡y vaya si llego! Fueron varios orgasmos consecutivos los que sintió, corriéndose entre gritos y gemidos como si el gustazo recibido partiendo de su vagina y ano le subiese por el cuerpo y los pechos hasta reventarla en el cerebro, con el cuerpo arqueado y agitando la cabeza por el placer, con los ojos en blanco y el cuerpo estremecido no se dio cuenta del tiempo que disfrutó ni el número de corridas que su cuerpo consiguió, su cuerpo cayo de lado en la cama entre temblores, ella apagó los vibradores y los sacó de su interior tirándolos a un lado mientras se quedaba muy quieta relajándose abrazada a su almohada, ahora empapada de flujos vaginales.

Mientras tanto en el pasillo, Susana la madre de Rosa estaba dudando si había oído ruidos en la habitación de su hija, llegó a casa después del trabajo en el laboratorio y al pasar a la cocina vio la nota que ella había dejado diciendo que salía y volvería tarde, fue a su habitación para ponerse cómoda y tras desnudarse, se puso su pantaloncito corto gris y su camiseta de tirantes roja que tanto gustaban a Ramón, su marido y compañero de trabajo en el laboratorio que hoy llegaría algo más tarde pues estaba liado experimentando con un gel recién descubierto, estaba tan obsesionado que hasta se había traido una muestra a casa.

Entonces creyó escuchar ruido y unos grititos en la habitación de su hija, salió al pasillo y ahí estaba dudando si entrar o no entrar, finalmente llamo a la puerta y entro en la habitación, no había nadie pero olía raro como a sexo y la cama estaba revuelta, pero si hasta se notaba en las sabanas la forma que había dejado su hija, pensó en echarla la bronca cuando volviera a casa, cuantas veces la había dicho que fuera más ordenada con su habitación, entro y abrió la ventana para que se ventilase todo el olor, fue a salir y vio algo blanco en el suelo se agacho y recogió el vibrador algo sucio, ¡joder! Desde que la niña perdió el trabajo estaba comportándose rara y algo desanimada pero esto ya era demasiado, se sentó en la cama de golpe y fue a caer sobre una de las piernas de rosa que no pudo evitar un gemido de dolor:

– Ayyy mira donde te sientas, mama – dijo Rosa inconscientemente.

Susana dio un respingo y saltó de la cama, pegándose a la pared y buscando con la mirada a su hija por la habitación sin verla, el susto había sido tremendo estaba pálida y el corazón la iba a 1000.Rosa se tiró de la cama por el lado opuesto a su madre, allí cogió la sabana y se la echó encima cubriéndose con ella, la madre se quedo mirando aquel bulto que surgía del otro extremo de la cama de su hija y decía:

– Mama no te asustes, ha pasado algo y necesito tu ayuda.

A todo esto siguió un buen rato de confusión y preguntas que seguramente os aburrirían, bastara con decir que Rosa le conto a su madre como se había vuelto invisible, lo del baño que la cambio, la botella que guardaba en la nevera con agua para analizar, y su aumento de apetito sexual, la madre la tacho de inconsciente pero su instinto científico pudo más que otras consideraciones, de momento ocultarían a Ramon lo que había pasado, ella se ocuparía de las pruebas y la cuidaría, charlaron casi una hora hasta que oyeron la puerta de la calle y Susana dijo:

– Bien ahora recuerda que tú no estás en casa, no hagas tonterías para no despertar sospechas, mañana no iré a trabajar y seguiremos hablando del tema a ver cómo te podemos hacer visible de nuevo, ahora descansa.

– Vale mama, te quiero.

– Y yo a ti, ahora tranquilita y a descansar.

Susana se reunió con su Ramon y los oyó hablar mientras cenaban, luego se fueron a la cama y finalmente todos pudieron dormir pero…

Aquella noche pasaron cosas, a Rosa la bajó la regla y como todos sabemos, el cuerpo de la mujer se auto regula por su propia naturaleza, o tal vez fue la medicación que tomó, tal vez fue solo la casualidad y los efectos del baño simplemente pasaron solos, el resultado final es que a la mañana siguiente y bañada por la clara luz del amanecer que entraba por su ventana, Rosa despertó gloriosamente bella, desnuda y visible en su cama.

*****FIN DE LA PRIMERA PARTE.*****

Bueno amig@s, le daremos a Rosa unas pequeñas y bien ganadas vacaciones, se que el tema da para mucho mas y tengo en mente unas cuantas situaciones morbosillas que seguramente os gustaría leer, (algunas con una sola mano) pero se necesitaba el componente de la complicidad, ¿porque no meter más personajes que pudieran ser invisibles? pensadlo… una pareja echando un polvo en la hierba del campo de futbol durante el concierto de… ahí a la vista de todo el mundo pues el evento es retransmitido a nivel mundial, o algo tan simple como follar en un autobús medio lleno sin que nadie a tu alrededor os vea pero si os oiga… animando al personal.

Tal vez os parezca bien dejarme algunas ideas en la sección comentarios, que sepáis que la de Ramon y Susana, Junto con Rosa y Edu, todos invisibles haciendo una orgia en la playa de Benidorm en pleno mes de agosto a las 3 de la tarde y con todo abarrotado de veraneantes, ya se me ha ocurrido a mí.

Tampoco tengo ni quiero tener la exclusiva de gente invisible, los que se animen y quieran hacer algo parecido, serán leídos gustosamente por todos, estoy seguro y especialmente por mí.

Ahora en serio, gracias por vuestra atención y vuestros amables comentarios, sed felices y recibid un fuerte abrazo.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

javiet201010@gmail.com

 
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