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Relato erótico: “Cómo seducir a una top model en 5 pasos (12)” (POR JANIS)

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CAZADORCumpleaños inolvidable.

Nota de la autora: Quedaría muy agradecida con sus comentarios y opiniones, que siguen siendo muy importantes para mí. Pueden usar mi correo: janis.estigma@hotmail.es

Gracias a todos mis lectores, y prometo contestar a todos.

Sin títuloEl día que Germán Eirre entró en la agencia, con las mandíbulas encajadas y echando humo por las orejas, debido al impresionante cabreo que sentía, activó el bien engrasado mecanismo de la ladina mente de Cristo. El hombre, un individuo de facciones correctas pero envilecidas por todo tipo de abusos, palmeó con fuerza el mármol, ante los ojos de Alma.

― ¿Dónde se encuentra Calenda Eirre? – preguntó de mala manera, alzando la voz. Su inglés era forzado.

― ¿Está usted citado, señor…? – le preguntó la recepcionista, tras recuperarse de la impresión.

― ¡Soy su padre!

Cristo enarcó la ceja. Al fin podía ponerle rostro a la intrigante figura que retenía en su mente. El padre de Calenda.

― Lo siento, pero su hija no se encuentra en la ciudad – le informó Alma.

― ¿QUÉ?

― El equipo se ha marchado a los Hampton, para filmar escenas marítimas. No regresarán antes del fin de semana. ¿Deseaba usted algo más?

Cristo notó como el individuo traducía mentalmente aquellas palabras e intentaba calmarse, inspirando.

― Me gustaría ver a la señorita Newport – sonrió el tipo, mostrando unos dientes perfectamente níveos, donde destacaba un incisivo de oro.

― Aún no ha llegado. Si quiere usted sentarse y esperar.

Germán Eirre pasó a la sala de espera y tomó asiento en uno de los sillones. No tocó ninguna revista, sino que se llevó la mano a la barbilla y estuvo rumiando hasta que Cristo se le acercó.

― ¿Quiere usted un café o un refresco?

― Algo de agua, gracias – evidentemente, el hombre se había calmado.

Cristo le trajo un vaso de papel lleno de agua del distribuidor que había frente a la zona de maquillaje. Cuando volvió a su puesto, Alma le susurró:

― ¡Yo no le habría dado ni la hora a ese maleducado!

Cristo se encogió de hombros y pensó: “Pero tú no necesitas sus huellas, Alma.” Mentalmente, Cristo estaba formando un puzzle que aún no tenía una imagen definida para él; tan solo varias piezas interconectaban, pero valía la pena reunirlas. Las huellas digitales de Germán Eirre constituían una de esas piezas.

Imaginaba a qué había venido aquel cabrón. Hacía más de un mes que su hija se había ido a vivir con May Lin, dejando solo a su padre. A pesar de sus consejos, Calenda no le había cortado el grifo; seguía pagando las facturas de su progenitor religiosamente. Sin embargo, Germán estaba nervioso y temeroso que Calenda firmase algún otro tipo de contrato sin que él lo supiera. El caché de su hija subía rápidamente y él quería mantener el control.

La prueba evidente era que su hija ni siquiera estaba en Nueva York, y no se lo había comunicado. ¡En los Hamptons, nada menos! Tenía que controlar los pasos de Calenda, antes de que surgiera algún protector rico y poderoso que le desbancara.

Mirándole de reojo, Cristo casi podía seguir los pasos mentales que el hombre estaba llevando a cabo. El padre de Calenda estaba nervioso, dejando que pequeños tics faciales le traicionasen. Cristo sabía todo cuanto necesitaba de su relación con Calenda y podía situarse perfectamente en su pellejo. La inversión que había hecho en su hija se estaba esfumando y eso le aterrorizaba. Sonriendo, Cristo se levantó de nuevo de su sitio y se sentó al lado del hombre.

― La señorita Newport pronto estará aquí, señor – le dijo. – Me llamo Cristo Heredia y soy amigo de su hija.

Germán Eirre le miró, con indolencia, como si pensase que ese joven era muy poca cosa para su hija.

― ¿Eres mejicano? – le preguntó en español.

― No, español.

Germán sonrió. Podría enterarse de muchas cosas con aquel chico, y no tendría que utilizar el maldito inglés. Necesitaba ponerse al día tras un mes de ausencia.

― Así que eres amigo de mi hija, ¿eh?

― Zi, azí es.

― ¿Cómo le va ahora? No he hablado con ella desde que se mudó con esa chinita…

― May Lin, zi. A Calenda le va genial, zeñor. Ahora mismo tiene un contrato de los caros, con la Odyssey.

― ¡No me digas! – sonrió Germán, frotándose las manos mentalmente.

― Ya le digo. Calenda está zubiendo como la espuma. Ze está hasiendo mu famoza. ¿No lo zabía usted?

― Si, si, claro…

― Poziblemente, para el mes que viene, Victoria’s Secret le haga una oferta para la colección de lensería.

Los ojos del hombre se abrieron. Victoria’s Secret significaba dinero y mucha publicidad. Cristo decidió dar la puntilla. Se inclinó hacia delante y, bajando la voz, le dijo:

― En la agencia, ze comenta que la jefa quiere redefinir el contrato de Calenda, aunque no ha dicho en que zentido. Ya la ha zituado en el mismo book que las divas veteranas, justo al lado de Naomí…

― ¿Redefinir el contrato? – exclamó, justo en el momento en que el ascensor se abría y daba entrada a Candy Newport.

Cristo, con una risita, escurrió el bulto y regresó a su puesto. Saludó a su jefa, que se había detenido ante Alma.

― El padre de Calenda Eirre desea hablar con usted – le decía Alma.

― Bien. Dame tiempo a tomarme un café y le haces pasar.

Al pasar por delante del hombre, este estuvo a punto de levantarse y decirle algo, pero se frenó en el último momento. Esperó pacientemente a que Alma le avisara. Con gran dignidad, Germán Eirre caminó hacia el despacho. A Cristo le hubiese gustado saber qué se habló en el insonorizado despacho, pero no tuvo que ser nada bueno al ver cómo cerró la puerta el hombre, al salir. Germán dio un fuerte portazo y caminó raudo hacia el ascensor, con el rostro encendido.

Cristo no esperó. Mientras el hombre aún esperaba que se abriera el ascensor, él se dirigió al despacho de la jefa y llamó con los nudillos. Sin esperar respuesta, abrió la puerta y asomó la cabeza.

― ¿Estás usted bien, jefa? – preguntó.

Candy Newport estaba de pie, mirando la avenida por la gran ventana, con los brazos cruzados. Giró el torso para mirarle y Cristo comprobó que tenía el ceño fruncido, pero se mantenía serena.

― Si, por supuesto. ¿Por qué lo preguntas, Cristo?

― No sé, jefa, pero ese tipo estaba muy nervioso y ha salido como un cohete…

― Estoy bien. Solo hemos discutido. Ese hombre es un zafio y un…

― ¿Oportunista? – apuntó Cristo.

― Por decirlo con suavidad.

“Candy, Candy… eres la menos indicada para juzgar.”, la criticó mentalmente.

Se marchó del despacho, alegrándose de contar con un posible e indiscutible testigo. Le contó a Alma lo que creía que había sucedido con la jefa y la pelirroja comentó que habría que denunciar a ese tipo. A la hora del almuerzo, la amplificada noticia de la visita del padre de Calenda corría por toda la agencia. Justo lo que Cristo deseaba.

___________________________________________________

Zara venía caminando desde su academia, en el SoHo. Había quedado con Chessy para merendar en una de las pastelerías del Village. Tenían que hablar de la fiesta y si se tomaban uno de aquellos deliciosos pastelitos, pues mejor. Por eso, Zara vestía prendas deportivas y cómodas zapatillas. Aún así, hacía volver las cabezas de la mayoría de los hombres con los que se cruzaba. Sonrió ante esa idea. Si esos hombres supiesen que ninguno llamaba su atención…

Distinguió a Chessy desde lejos. Aquella cola de caballo rubia era inconfundible, ni aquellas piernas enfundadas en las ceñidas mallas. Tenía que reconocer que la novia de su primo tenía un cuerpo de infarto, pero, por algún motivo que no llegaba a comprender, no la excitaba lo más mínimo.

Zara era de la condición de admirar a toda mujer. Sus compañeras de trabajo la ponían cachondísima; miraba el culo de cuanta mujer se tropezase, e incluso se calentaba con el roce de la maquilladora, que tenía más de cuarenta años. Zara era una lesbiana arraigada, a pesar de su corta edad, pero, como hemos dicho, no sentía nada de eso hacia Chessy. El hecho era que no sabía a qué era debido, pero, por un lado, lo agradecía. No quería sentir tentaciones por la chica que su querido primo amaba.

Eso no quitaba que se llevara bien con Chessy, y que le encantara su sentido del humor. Agitó la mano en el aire, haciéndose notar, lo que activó cierto tintineo en sus trencitas. Chessy contestó, luciendo una gran sonrisa. Cuando estuvieron juntas, se saludaron con unos besos en las mejillas, y se encaminaron hacia la pastelería elegida. Encontraron una mesa vacía en la terraza y se acomodaron. Pidieron un pequeño surtido de pasteles, y dos tes verdes, a la menta.

― ¿Has conseguido el sitio? – le preguntó Chessy.

― Por supuesto. Candy estuvo de acuerdo en cuanto se lo comenté.

― ¡Bien! ¡Ya tenemos local!

― ¿El catering? – preguntó a su vez Zara.

― Sin problemas. Ya te dije que tengo unos amigos que están empezando con una pequeña empresa propia. Se ofrecieron encantados en cuanto les hablé de una reunión de ese tipo. Solo tendremos que pagar la materia prima.

― Va a ser una pasada – se rió Zara. – Las chicas han quedado entusiasmadas con la idea. Es muy original. ¿Cómo se te ocurrió, Chessy?

― A mi no, a tu primo. Bueno, es lo que siempre comenta cuando hablamos de ello. Es tremendamente fetichista, ¡y de los clásicos!

― Jajajaj…

El camarero llegó con su pedido y, por unos momentos, estuvieron calladas, saboreando aquellas bolitas de dulce ambrosía.

― ¿Qué chicos piensas invitar? – preguntó Zara, lamiendo un poco de nada sobre un nudillo.

― Bueno, Cristo tiene pocos colegas. Spinny, por supuesto, y quizás Harry, de la cafetería debajo de la agencia. No creo que conozca a más tíos.

― Solo conoce a chicas, ¿eh?

Las dos se rieron con ganas.

― Así es Cristo, un diablillo. Creo que si yo no fuera puramente lesbiana, acabaría metiéndole en mi cama – bromeó Zara.

― Bueno, pero las chicas si pueden llevar tíos, ¿no? Novios, amigos, hermanos, chulos… jajajaja…

― ¡Uy, que mala eres! Ya les he informado de ello. No te preocupes. Irán machos a la fiesta…

― ¡Bufff! Me quitas un peso de encima. No soportaría que Cristo fuera el único gallo entre tantas gallinas – suspiró Chessy.

― Oye, Chessy… ¿sabes algo de lo que se trae Cristo con mi madre? – preguntó Zara, tras beber de su taza.

― No, no sé nada de eso. ¿A qué te refieres?

― No sé, es como si Cristo estuviera enseñándole algunos ejercicios… Cuando llego a casa, los encuentro sudorosos, agitados, y vistiendo un mínimo de ropa. Si no fueran tía y sobrino, pensaría que habrían acabado de follar.

― ¡No me jodas, tía!

― Ya, ya lo sé. Por eso he pensado que pueden estar haciendo yoga o quizás Tai Chi… Puede ser otra explicación. El problema es que no me atrevo a prnguntar.

― Cristo se interesa por el Tai Chi y está progresando mucho. Quizás hacen ejercicio en casa – musitó Chessy.

― Si, debe de ser eso…

_________________________________________________________

Calenda regresó el fin de semana y contó suficientes anécdotas para odiar y envidiar la fauna local de los Hamptons. Aún así, le había gustado todo el oropel que se intuía entre las ocultas mansiones. El trabajo estaba casi acabado y solo quedaban varias escenas de buceo que se tomarían en el gran acuario de Long Island.

La mente de Cristo bullía de actividad. Sabía que las chicas le estaban preparando algo para su cumpleaños, pero aún no había averiguado lo que era. Celebraría su veinte y nueve cumpleaños la noche del sábado, aunque los cumpliría, en realidad, el jueves. Por otro lado, estaba el puzzle mental que llevaba días elaborando y que cada vez se completaba más. Ya encontraría la forma de encajar todas las piezas a tiempo. Era una apuesta arriesgada, pero podría beneficiarle muchísimo.

Otro de los asuntos que le mantenían en vilo era su tía. Faely no dejaba de buscarle para que la disciplinara. Casi todas las tardes, a solas en el loft, calmaba su tendencia masoquista, bien con algunos buenos latigazos, bien con una sesión de humillación y humildad. El hecho es que la dejaba mansa y feliz, aunque, en ocasiones, él perdía el fuelle. Faely era mucha mujer y tenía que esforzarse para satisfacerla. Cristo se estaba volviendo muy bueno con sus manejos bucales, sus manos y hasta con sus pies.

El jueves, para celebrar su nacimiento, Cristo sodomizó a Chessy, usando una prolongación artificial para su pene, que compró en una tienda especializada. Era como un estuche, cálido y suave, en el que enfundar su pene. Casi se podría decir que era una vagina de mano, pero su exterior mantenía la forma de un pene grueso y rugoso, que enloqueció a su novia. Chessy, quien nunca había probado algo así, acabó llorando de placer, totalmente rendida ante lo que le hacía su novio. Para Cristo, fue toda una experiencia, inquietante por una parte, pero tan intensa como para querer repetir.

Finalmente, llegó el sábado.

Chessy mantenía en secreto el lugar donde se iba a celebrar la fiesta. Así que tuvieron que esperar a que llegara a casa de Faely para tomar el coche de ésta.

― Nos dirigimos a Queens – indicó Chessy, sentándose atrás con Cristo, como si Faely fuese un taxista. – A Steinway, en la bahía Bowery…

― ¿Cerca del aeropuerto LaGuardia?

― Exacto. Ya te indicaré.

― Marchando – exclamo Faely, con una risita.

― ¿Qué es lo que tienes preparado, jodía?

― Ahm – se encogió graciosamente de un hombro. – Ya lo verás cuando lleguemos.

Cristo aún no se orientaba bien, fuera de la isla de Manhattan, así que prestó atención al camino. Cruzaron la isla y tomaron el puente Queensboro hasta Queens Plaza, después el boulevard Northem, hasta desviarse en el comienzo de Steinway Street, que cruza verticalmente todo el noroeste de Queens. Antes de llegar a los muelles de la bahía, Chessy le indicó un almacén de tres pisos, de aspecto cochambroso.

― Lo habrás pillado barato, ¿no? – le lanzó una pulla Cristo.

― Es de tu jefa. Empezará a reformarlo en lofts muy pronto. Nos lo ha dejado para la fiesta.

― Vaya con Candy, ¿eh, tita?

Faely se encogió de hombros. Ni siquiera conocía la existencia de ese almacén. Su ama disponía de muchos edificios en propiedad. Faely aparcó el coche en una explanada cercana, llena de hierbajos, y entraron al edificio por una puerta de carga, apta para camiones. Sus pasos resonaban con eco en las tinieblas que se formaban en el interior, con el anochecer.

― Tenemos que tomar el montacargas. La fiesta es en el piso intermedio – sonrió Chessy, al bajar la baranda de seguridad de un enorme montacargas para coches o remolques.

― Zusto me das, coño.

― ¿Cómo?

― Que pareces una espía – tradujo tía Faely, haciéndola reír.

― Y tú, tita, ¿dónde vas con ese abrigo tan largo? Pareses Batman zaliendo de la peluquería, joer.

― Hace un poco de fresco. Además, no pienso dejarlo en el coche.

― Bueno…

Cristo contempló de nuevo a su tía, tapada casi hasta los tobillos por un largo abrigo de paño. ¿Llevaría uno de esos cortos vestiditos de Zara? ¿En su honor? Cristo sonrió como un lobo, repasando, esta vez, a su novia. Chessy se había vestido a gusto de Cristo, de colegiala guarridonga, con dos coletas rubias bien erguidas sobre su cabeza, una minifalda azul con peto, y unas largas calcetas que cubrían sus piernas hasta medio muslo. “Pa comérsela.”

El montacargas les dejó en el segundo piso y Chessy abatió la protección para que la puerta de rejilla se abriera. Cristo intentó traspasar la penumbra que reinaba, abriendo los ojos como un búho, pero no sirvió de nada. Podía ver sombras difusas cruzando rápidamente, pero poca cosa más. Se escuchaban pasos, risitas, alguna que otra tos y unos cuantos crujidos.

― ¿Se han fundido los plomos, cariño? – preguntó con sorna.

El fogonazo lo deslumbró, haciendo que cerrara los ojos y se tapara con una mano. Cuando los abrió de nuevo, con precaución, se encontró con una multitud ante él, mirándole.

― ¡¡SORPRESA!! – exclamó el gentío, ensordeciéndole.

― ¿Zorpresa? ¡Una fu de Estambul! ¡Esto es una invazión en toda regla, por mi madre! – masculló entre dientes, preguntándose de donde había salido tanta gente.

A medida que le daban palmadas, abrazos, y besos, fue reconociendo a la mayoría de chicas. Allí estaba toda la agencia en pleno. ¿Quién las había invitado? Si acaso, con algunas de ellas, apenas había cruzado un “buenos días”. Había también tíos que brindaban por él y le sonreían. Ahí si que estaba seguro de no conocerlos. Por suerte o por desgracia, Cristo no tenía apenas amigos masculinos en Nueva York, salvo Spinny, claro.

A pesar de la potente luz que estaba empecinada en cegarle, no tardó en distinguir las largas guedejas pelirrojas de Spinny, entre los que le rodeaban. Cristo se echó en sus brazos, palmeándose fuertemente mutuamente.

― ¡Feliz cumpleaños, Cristo! – exclamó su amigo.

― Gracias.

― ¿De dónde has sacado tanta titi buena?

― Trabajo con ellas, capullo, ¿o es que ya no te acuerdas?

― ¿Todas son modelos? – Spinny desorbitó los ojos.

Cristo se llevó la mano a los ojos, agitando la cabeza, dándole por imposible. Las felicitaciones se hicieron más espaciadas y la gente le fue dejando hueco. Fue entonces cuando se percató de cómo iban vestidas las chicas. Volvió a quedarse con la boca abierta, incapaz de articular una palabra. Se giró hacia Chessy, quien se estaba riendo a carcajadas, aferrada a Faely. En cambio, ésta última, erguida y altiva, se desembarazó del largo abrigo, mostrando lo que en verdad ocultaba debajo. Un ajustado corsé de negro y brillante vinilo, que dejaba su busto casi expuesto y su cintura comprimida, se superponía a un estrecho culotte del mismo material. Sus apetitoso glúteos solo estaban cubiertos por una faldita de tiras de cuero marrón, que se dispersaban al menor movimiento. Guantes largos hasta el codo y lencería de seda oscura, así como unos altísimos zapatos de tacón de aguja, completaban su indumentaria. Cristo abrió las manos, en una muda pregunta.

― ¿Cuál sería el tema de la fiesta, cariño? – le preguntó Chessy, echándole los brazos al cuello.

― ¿Camino al infarto? – balbuceó.

― ¡No, tonto! Las chicas lo han hecho por ti. Les propuse un tema: fetichismo, y ellas se han vestido según tus fetiches. Menos mal que eres de lo más clásico, sino no sé donde podríamos haber conseguido todos esos disfraces.

― ¿Fetichista yo? – negó Cristo con las manos, girándose hacia sus invitados.

― ¡ANDA YA! – le respondieron con un coro, riéndose la mayoría.

― Joder, Chessy, muchas gracias. Esto no lo olvidaré nunca – le dijo, antes de besarla largamente.

― Eso espero – jadeó ella, al apartar sus labios.

― Necesito una copa ya – tiró de su mano, acercándose a unas largas mesas, repletas de botellas, fuentes con canapés, y otras cosas deliciosas que no se detuvo a investigar.

Mientras Chessy servía las bebidas, Cristo repasó individualmente los disfraces de las chicas. Era cierto, era un fetichista de lo más clásico. En el Saladillo, los gustos no eran tan eclécticos como en la Gran Manzana. Había un montón de colegialas, cada una de una manera y una tendencia: con coletas, trenzas, y pinzas de colores; con faldas ultracortas y camisas prestas a estallar. Enfermeras putonas, de atrevidos uniformes, a cual más corto, meneaban sus caderas con desenfado. También la lencería y los aspectos sadomaso pintaban aquí y allá. Pero algunas chicas habían sido más imaginativas… Monjas de hábitos sensuales, conejitas de Play Boy, alguna que otra Vampirella, un par de Wonder Woman, y, para rematar, una increíble Ponigirl, totalmente equipada.

En ese momento, el penecito de nuestro gitanito hubiera soportado el peso de una viga de hierro, de lo tieso que estaba. Aceptó el ron cola que le alargó su novia y la abarcó por el talle. Alargó la mano ocupada con el vaso, abarcando a la gente con un gesto.

― ¿De verdad que lo han hecho por mí?

― Pues claro que si, Cristo. Eres muy querido en la agencia, tanto que a veces me mosquea…

― Yo… yo… no sé qué decir…

― Pues cierra la boca y disfruta. Pero, recuerda: se mira pero no se toca.

― Que se le va a hacer – suspiró. – No se puede tener todo…

Pasearon de la mano por la planta. Chessy explicaba cuanto habían hecho allí, entre todos, dejándole alucinado. El local abarcaba toda la planta, de unos veinticinco metros de ancha, por unos doscientos de larga, totalmente diáfana, salvo por la hilera de columnas centrales, de acero. Las luces estroboscópicas y la iluminación especial se habían instalado en un sistema de cables y finas viguetas que se entrecruzaban entre las columnas, afirmando el piso. El techo estaba casi a cinco metros del suelo, el cemento ennegrecido por algún incendio, quizás.

Alrededor de una de las columnas centrales se había erigido una especie de plataforma redonda con barandilla, sobre la cual un chaval joven y asiático seleccionaba la música que sonaba. Varios potentes altavoces, estratégicamente situados, repartían el ritmo. Las desnudas paredes, así como algunas áreas del enorme almacén, habían sido ocultadas tras enormes pliegos de rutilante tela de papel, de fascinantes colores.

― ¿Qué hay aquí detrás? – preguntó Cristo, asomándose detrás de una de estas grandes separaciones.

Cristo se rascó la cabeza, contemplando el ingenio que se mecía, aferrado a las viguetas del techo por cuerdas plastificadas. Tenía un piso de caña trenzada, de la dimensión de una cama de matrimonio, formando una especie de barquilla con un ángulo ínfimo.

― ¿Hamacas?

― Es el diseño de un amigo mío. Es mejor que una hamaca de cuerda, ya que no se cierra y pesa muy poco. Una fiesta de este tipo, con modelos de una famosa agencia, es toda una posibilidad para disponer de una tremenda publicidad – explicó Chessy. – La empresa de catering, de otros amigos míos, nos lo ha puesto todo a precio de costo, con tal de que se hable de ella. Este otro amigo ofreció sus hamacas, al darse cuenta de los inmejorables enganches que tenía el local. Ten en cuenta que muchos de los que están hoy aquí, veranean en los Hamptons. Más de uno probará estas hamacas y se acordarán de lo bien que se está en ella.

― Eres un caso, cariño. Montas una fiesta y encima ganas dinero con ella…

― Jajaja… no tanto, pero si me gusta disponer de patrocinadores – le dijo ella, besándole.

Cristo contó las separaciones con hamacas y, al menos, debía de haber unas veinte o veinticinco, cada una de ellas separada de las demás por un de esos biombos improvisados. “Folladeros”, se dijo Cristo, con sorna. “Habrá que probarlos después.”

― ¡Cristo! – Zara se acercaba, llamándole y trayendo a la jefa de la mano.

― Vaya, su Alteza en persona ha venido – murmuró.

― ¡Claro que si! Tu jefa ha sido la principal patrocinadora. El local es total.

― ¡Felicidades, primo! – Zara se inclinó y besó fuertemente las dos mejillas de Cristo.

― Gracias, prima.

― Muchas felicidades, Cristo – le sonrió Candy Newport.

― ¡Venga dos besos, jefa! ¡Prácticamente es de la familia! – exclamó Cristo, abriendo los brazos.

La ex modelo se turbó un tanto, pues no esperaba aquello, pero acabó abrazando a su pequeño empleado y besándole las mejillas.

― ¡Estáis guapísimas! – las alabó Chessy.

Ambas iban conjuntadas. Zara de mujer salvaje de la selva, con un minivestido de leopardo, que se abría por uno de los costados, mostrando sus braguitas del mismo material; Candy de sensual cazadora, con casco y mini pantalón militar, además de botas altas. Una argolla con ronzal partía del cuello de Zara para acabar en la mano de su amante.

“Las viejas costumbres no se pierden.”, pensó el gitano.

― ¿Has visto a tu madre, prima? – le preguntó, mordaz.

― No, aún no.

― Mejor. Jefa, su suegra le va a encantar – espetó, antes de llevarse a Chessy a una de las hamacas.

― ¿Cómo le dices eso a tu jefa, anormal? – le regañó su novia mientras se estirazaban sobre las cañas.

― Me encanta la cara que ha puesto – se rió él, deseando poder contarle a Chessy la verdad sobre Candy y Faely. Pero, por el momento, era un tema secreto. — ¡Oye! Se está divino aquí.

― Si, la verdad es que si.

― ¿La probamos con un polvo?

― Aún es pronto, cariño. Primero quiero beber y bailar.

― Vale…

Cristo era uno de esos gitanos con ritmo para bailar. Podría haber sido un buen bailarín de flamenco si hubiera nacido en otro clan. Aunque no renegaba de la música arraigada tradicionalmente a su etnia, Cristo gustaba de ritmos más modernos y machacones. Se movía bien con la música electrónica más cañera, como el dance y el break beat, o bien perreaba encantado con los ritmos latinos, como la bachata o la cumbia.

El caso es que llevó a su novia al gran espacio reservado para bailar, casi en el centro del local. La mayoría de efectos de iluminación estaban enfocados hacia ese punto, convirtiendo a los bailarines en seres de colores y formas lumínicas. Chessy, como siempre, se dejó llevar por su entusiasmo y, elevando sus brazos al aire, meció su cuerpo sensualmente. Sus caderas ondulaban al ritmo de las palabras desgranadas por la ronca voz del chico que rapeaba a los pies del discjockey. Cristo se contagió pronto del ritmo de su chica, imitándola, siguiendo sus pasos. No tardaron en llamar la atención de sus conocidos. Alma y Calenda se unieron a ellos, calentando el ambiente con sus cuerpazos. Alma vestía de enfermera, con un uniforme que acabaría estallando seguramente. La parte superior de sus muslos asomaba al descubierto, por encima de las medias blancas, pues la blusa de enfermera era tan corta que terminaba antes de cubrir los enganches del liguero. Su melena rojiza se rizaba bajo la cofia con la cruz roja, agitada al son musical pertinente.

Calenda, en cambio, había optado por un disfraz poco convencional pero absolutamente sexy: una túnica blanca cortita y ceñida, que dejaba al descubierto la plenitud de sus largas piernas, y dotada de un escote vertiginoso. Unas sandalias de lazos dorados hasta debajo de la rodilla y un par de pequeñas alas algodonosas completaban su atuendo de angelito sexy. Bajo un tembloroso halo dorado, su oscura cabellera estaba peinada de modo que cubría uno de sus ojos, intensificando su mirada.

A ojos de Cristo, Calenda se estaba desmelando esa noche, liberando su mente de la presión de su padre, de los babosos tipos que la perseguían en la fiesta y de todo cuanto la presionaba en su vida. Cuando regresó con el equipo de los Hamptons, la jefa habló con ella, largo y tendido, en su despacho. Por lo que después le contó a Cristo, la señorita Newport estaba muy dolida con la actitud paterna y no estaba dispuesta a dejarse avasallar ni una vez más por un vividor –palabras textuales- como Germán Eirre. Su padre había acusado a la jefa de intentar modificar el contrato de su hija, a su conveniencia. Cristo puso cara de asombro y se felicitó interiormente.

Calenda le confesó a su amigo, entre lágrimas, que aunque ya no viviera con su padre, le resultaba imposible dejarle atrás. Siempre acababa ninguneándola. Así que esa noche, en la maravillosa fiesta que ella había ayudado también a montar como amiga, pensaba pasárselo de puta madre, como decía Cristo. Distinguir a Chessy y al homenajeado bailando tan felices, la arrancó. Así que aferró por el brazo a Alma, que estaba a punto de comerle la boca a un niñato, y la arrastró a bailar, sin hacer caso de sus quejas. Alma estaba tan cachonda que aceptó enseguida seguir el contoneo lascivo de la venezolana, lo que pronto encendió el fuego de los machos del entorno. Con una sonrisa de suficiencia, Chessy pidió un hueco para ella.

Contemplar aquellas piernas entreabriéndose, aquellos muslos ofrecidos sin ninguna protección… unas caderas que rotaban, reclamando la atención inmediata de unas manos audaces; canales generosos que dejaban entrever la delicada piel de unos pechos libres de sujeción… y, cómo no, unos labios turgentes y rojos que no dejaban de humedecerse con lenguas de cualidades serpentinas. No había ojos masculinos que no contemplasen aquel sensual baile; hasta la pareja gay de turno clavó sus ojos con envidia sobre aquellas hembras endiabladas. Las mismas féminas las adoraron, unas por compañerismo, otras por oculta lujuria; las aplaudieron y animaron, incentivándolas para esforzarse más.

Cristo, con una sonrisa, imaginó por un momento como sería meter a esas tres en una cama, con él por supuesto. Se estremeció. Con un gesto, le indicó a Chessy que estaba cansado y se retiró a la mesa de bebidas. En verdad, no estaba cansado, sino excitado, y prefería observar a la gente que estar moviendo el esqueleto. Se sirvió otro pelotazo de ron y derivó su mirada sobre los invitados, lentamente.

Varias parejas ocupaban ya los reservados con hamacas. Cristo sonrió cuando comprobó que, con ciertos focos, las siluetas de los amantes se reflejaban sobre las separaciones de papel, formando sensuales sombras chinescas. Parece que los decoradores habían pensado en todo.

Advirtió, de refilón, a su prima Zara abrazada a su novia, estaban de pie, en una zona alejada de la gente. Se besaban a ratos y contemplaban a los bailarines. Candy hizo un movimiento con la mano que sostenía la copa y Cristo siguió la dirección hasta descubrir a su tía Faely. Ésta estaba apoyada en una de las columnas centrales, con un hombro, y también observaba, con un vaso en la mano, la gente que bailaba. ¿Qué estarían comentado, aquellas dos, sobre tu tía?

De repente, vio a la pareja de chicas salir de su rincón y avanzar hacia Faely. Desde que Zara salía con su jefa, aún no se habían encontrado las tres juntas, y por lo que Cristo conocía, Faely tampoco se había reunido a solas con su ama. ¿Iba ser la ocasión esa noche?

Candy y Zara se detuvieron detrás de Faely, quien no se dio cuenta de su presencia. Candy le dijo algo a su chica en el oído, pero Zara negó con la cabeza. Cristo se quedó anonadado cuando presenció como Candy tomaba la muñeca de su novia y la obligaba a alargar la mano, hasta sobar las nalgas de su madre.

Faely intentó girarse cuando sintió la mano intrusa, pero una voz conocida restalló secamente:

― ¡No te gires, perra! ¡Disimula y sigue mirando para adelante!

Faely sonrió para sus adentros. Su ama no se había olvidado de ella. Aún le dispensaba unas caricias. Se sintió renacer. Los dedos de su ama la pellizcaban, sobaban sus nalgas, y palpaban su trasero con una extraña timidez, casi con devoción. De hecho, Ama Candy nunca la tocó así antes.

― ¿Qué? ¿Tenía razón? Sus glúteos están duros como los de una jovencita, debido al baile – escuchó decir a su ama. – Toca, toca… métele los dedos entre las piernas… ya verás.

Faely se envaró, mordiéndose el labio. ¡No era su ama quien la tocaba! ¡Aquellos tímidos dedos solo podían pertenecer a una persona! ¡Su hija Zara! Todo el vello de su cuerpo se encrespó, erizado por una tremenda vergüenza que la invadió súbitamente. ¡No podía ser! ¡Su Ama no podía ser tan cruel! Los dedos se colaron entre los flecos de su cinturilla, buscando su entrepierna. Faely apretó los muslos para no dejar hueco, notando un trémulo nudo en la garganta.

― Ábrete de pierna, puta. Deja que tu hija pruebe el coño que la ha parido – susurró la voz de su ama, muy cercana a su oído.

― Candy, no debería… esto no está bien – gimió Zara.

― Vamos, preciosa, si lo estás deseando. Lo hemos hablado muchas noches… Sigue…

Faely se estremeció al abrirse de piernas y apoyarse de bruces contra la columna. Se sintió como un pedazo de carne sin voluntad, pero que se impregnaba de la lujuria que la rodeaba. Desde su puesto, Cristo se apercibió totalmente de cómo la mano de Zara se perdía en el interior de los muslos de su madre.

“¡Cacho de putas! ¡Lo ha hecho! ¡Zara le está metiendo mano a zu madre!”

Faely tenía los ojos cerrados, el rostro apoyado sobre sus manos, contra la columna. Jadeaba por lo bajo, tratando de que su hija no notara que se estaba derritiendo.

― ¡No la dejes correrse! – previno Candy a su novia.

― Yo… yo… no puedo seguir aquí – musitó Zara, el rostro arrebolado.

― Pues vámonos a casa, niña. Te voy a follar toda la noche, ¿quieres?

― S-si… si, por Dios…

Cristo las observó dejar a Faely contra la columna y, cogidas de la mano, desaparecieron hacia el montacargas.

“Las muy putas… Zeguro que van a restregarse juntas.”, pensó con sorna.

Aprovechando la oportunidad, Cristo se deslizó hasta ocupar el puesto que Zara había dejado. Su mano palpó la mojada entrepierna de su tía, que resolló con el nuevo roce.

― Veo que te han dejado tocada, tita.

― Uuuuhh…

― ¡Por la Virgen de los pastorsillos! ¡Estás anegada! ¿Tanto te ha puesto zentir la mano de tu hija?

― Cristo…

― ¿Zi?

― Cállate y haz que me corra.

― Claro, putón verbenero, pa ezo está la mano de tu Cristo, pa llevarte al sielo…

El sobrino fricionó fuertemente el clítoris de su tía, metiendo la mano en el interior de las mojadas bragas, hasta que notó como las piernas de la mujer temblaban. Faely se mordía una de sus propias manos, conteniendo el chillido de gozo que surgía de su garganta, convirtiéndole en un profundo gruñido.

― ¿Zatisfecha, tita? Quizás deberías cogerte a uno de ezos guapos chavalitos y haserlo tuyo en eza hamaca – bromeó Cristo a su oído.

― Déjame sola, Cristo… por favor…

Él se alejó, al darse cuenta de que la mujer estaba llorando. Los remordimientos, sin duda. Le indicó que si deseaba marcharse que lo hiciera, que ellos volverían en un taxi. Su tía fue a buscar su abrigo, sin dejar de vertir lágrimas. Fué entonces cuando Cristo se percató de que el ambiente se estaba degenerando a pasos agigantados. La coca había salido a relucir, así como otras lindezas. La fiesta estaba tomando el rumbo de una posible orgía. La gente apenas se cortaba de que otros la pudieran ver. Alma, por ejemplo, se morreaba con un chico bien vestido y aún bien peinado, de aspecto más joven que ella. La mano de la mujer se perdía en el interior del chico, masajeando suavemente. No tardaría en devorarle, seguro.

Al pasar por delante de uno de los reservados de papel, escuchó una voz que le aceleró el corazón. Arriesgó un vistazo y se encontró con Calenda tumbada sobre una de las hamacas, la túnica bien remangada, mostrando el mini tanga banco, y las alas tiradas por el suelo. Delante de ella, de pie y dándole la espalda a Cristo, May Lin se bajaba las bragas, manteniendo aún su disfraz de colegiala puesto.

― No te quites el uniforme, May. Déjatelo puesto… me recuerda cuando estaba en el colegio…

― ¿Te pone como a Cristo?

― Puede. Creo que empiezo a entender sus vicios – se rió la venezolana.

― Entonces… ¿me vas a lamer el coñito? – le preguntó la chinita, avanzando de rodillas sobre el cuerpo de su amiga, hasta cabalgar su rostro.

― Como cada noche, mi hermosa niña… hasta que te duermas…

Cristo sintió su corazón dispararse, al ver la escena. Anhelaba quedarse y espiarlas toda la noche, pero no podía ser. Tenía que encontrar a Chessy; necesitaba a su novia ya.

Chessy estaba charlando con la parejita gay, fuesen quienes fuesen. Se reían y parecían muy animados. Cristo dio un sorbo a su vaso, dejándolo medio, y sacó una cápsula de su bolsillo. La abrió y vertió el contenido en el líquido. Lo agito un momento y caminó hasta donde estaba su novia.

― Hola, cariño – dijo, con una amplia sonrisa, entregándole su vaso.

― Ah, os presento a mi chico – Chessy se abrazó a su cintura, haciendo las presentaciones y apurando el contenido del vaso. – Cristo, estos son Harry y Fatty.

― Mucho gusto – los chicos le besaron en la mejilla, en vez de darle la mano.

― Siento arrebatárosla, pero es una emergencia – sonrió Cristo, arrastrándola de la mano.

― Uy, ¿dónde me llevas con esa prisa?

― ¡A follarte en una de esas hamacas! – gruñó Cristo, haciéndola reír.

― Parece que estás un tanto cachondo.

― ¡Aquí está todo el mundo follando como conejos, a donde quieras que mires! ¡Vamos, que nos quedamos sin hamacas!

Entre risas y empujones, encontraron una vacía y se encaramaron a ella. Cristo mantuvo a su chica de bruces y le bajó las braguitas, manteniendo su traserito empinado.

― ¿No me desnudo? – preguntó ella.

― No, que se pierde el fetichismo, ¿no?

― Claro, viciosillo. Quieres follarle el culito a esta colegiala, ¿eeeh?

Cristo ni siquiera contestó, tampoco perdió el tiempo en dilatar el esfínter. Escupió en él e introdujo su dedo pulgar un par de veces.

― Veo que estás ansioso, semental – murmuró Chessy, con la mejilla apoyada en su mano y ofreciendo su culo alzado.

― ¡Joder que si!

Cristo la sodomizo con ímpetu, haciéndola gritar de sorpresa y luego de placer. Se corrieron a la vez. Cristo la pajeaba con una mano, al mismo tiempo que la penetraba analmente. La faldita de colegiala quedó pringada de semen, tanto por atrás como por delante. Sin embargo, Cristo no estaba satisfecho. Usando su propio semen como lubricante fue introduciendo su manita en el ano de su novia. Chessy gemía cada vez más. Cristo se lo había hecho en una ocasión y la dejó exhausta.

El esfínter estaba completamente abierto. Una monstruosidad que era capaz de tragarse hasta un bate de béisbol. El puño de Cristo rozaba la próstata de Chessy, enviando ondas de placer a todo su cuerpo. Ella se retorcía, enloquecida. Su lengua lamía cuanto tuviese al alcance, sus dedos, las cañas de la hamaca, o bien la cuerda del enganche. Su polla estaba tan tiesa y roja que parecía querer despegar como un cohete.

Cuando Cristo deslizó su mano hacia el pene de su chica, esta se corrió con un alarido, con tan solo apretarle el glande. Sin embargo, el puño que la empalaba no dejó que su erección bajase. Con un par de agitaciones, estaba de nuevo firme, aunque se quejaba. Su cuerpo estaba dispuesto a seguir, pero su mente se agotaba, se desvanecía.

― No puedo más… cariño – gimió, girándose de lado y alargando una mano, que acabó colando un par de dedos en la boca de Cristo.

― Ya verás como si, cielo – contestó él, inclinando su rostro hasta lamer todo el perineo y alcanzar los reducidos testículos.

Al mismo tiempo, apretó el puño y lo giró en ambas direcciones, una después de otra. Chessy gruñó y se envaró. Finalmente, sin sacarle el puño del culo, la giró hasta quedar boca arriba, con las rodillas pegadas al pecho. Cristo, mostrando su destreza, despojó a su novia de una de sus largas calcetas, utilizando solo una mano. A continuación, tomó el piecesito descalzo en la boca, absorbiendo los deditos de uñas pintadas de púrpura con avidez. Chessy tenía los pies muy sensibles.

La cadencia de su puño comandaba los embistes de las caderas femeninas. Con entrecortados quejidos, Chessy meneaba su pie en el interior de la boca de su novio. La baba se derramaba por la barbilla de Cristo, cayendo sobre la erguida polla de su novia, quien, a su vez, tenía los ojos entornados y babeaba, perdida la noción de una mente consciente a causa de la droga. Solo quedaba su instinto y el impulso sexual. Con un estremecimiento que la desmadejó finalmente, Chessy se corrió, expulsando unas gotas de semen. Cristo dejó de chuparle el pie y las tragó con deleite, sacándole el puño del recto, con todo cuidado. Al serenarse, cayó en la cuenta de que ni siquiera se había desnudado, urgido por la lascivia.

Tras comprobar que Chessy estaba desvanecida, el gitano la colocó en una posición de feto, con la cabeza apoyada en uno de sus brazos y, arrancando una de las separaciones de tela de papel, la cubrió con ella, como si fuese una manta. “No le pazará ná aquí. De todas formas, no pueden dejarla preñá, ¿no?”, pensó. Miró su reloj y comprobó que disponía de tiempo. Se escabulló de la fiesta con facilidad. Todo el mundo estaba dedicado a follar o a emborracharse hasta caer de bruces. En el montacargas, llamó a un radiotaxi.

Apenas tardó diez minutos. Comunicó al taxista que tenía que hacer varios trayectos en poco tiempo y, para confirmarle que estaba dispuesto a pagar bien, le entregó doscientos dólares en un rollo de billetes pequeños.

― Como adelanto – le dijo.

El taxista se lamió los labios y asintió. Preguntó por una dirección.

― Al Upper West Side, ya le indicaré.

Al ser más de medianoche, el tráfico había descendido, y tardaron apenas veinte minutos. El apartamento de May Lin le era conocido. Sabía como abrir la puerta del inmueble y dónde estaba oculta la llave de repuesto del apartamento: en una grieta entre dos ladrillos. Entró con total libertad, sabiendo que las chicas estaban aún en la fiesta.

“A lo mejor están aún liadas, las guarras. ¡Vaya compañeras de piso!”

No tuvo que buscar mucho. Junto con las llaves de la vivienda, estaban las tarjetas de acceso a la agencia. Se aseguró de coger la de Calenda y volvió a salir. De allí, partieron hacia el sur, a la agencia. Cristo, tras bajarse del coche, dio la vuelta al edificio, y, tras colocarse unos suaves guantes de vinilo, accedió por la puerta trasera, cuya cerradura había puenteado aquella misma mañana. Entró en el vestíbulo con impunidad, procurando que las cámaras no le tomaran. Escuchó la pequeña televisión del vigilante, atrincherado en el mostrador, desde el cual no podía verle.

Llamó al ascensor y, antes de entrar, sacó una gorra del bolsillo trasero, con la cual tapó la cámara del cubículo. Después, lo activó con la tarjeta de Calenda. Aquella noche, esa tarjeta aparecía registrada en varios lugares de la agencia, incluso en el despacho de la jefa. Fue hasta su taquilla, donde tenía guardada una pequeña bolsa de viaje, con ruedas, y una nota con la combinación de la caja fuerte que Candy había alquilado, a principio de semana.

Cuando Odyssey trajo el cofre con las monedas españolas, insistieron en que tenía que disponer de una caja fuerte con garantías. Cristo se ocupó de alquilarla y también de enterarse del código que traía por defecto. Como imaginó, Candy ni siquiera cambió la combinación, guardando en su agenda la nota con los dígitos.

Un juego de niños, se dijo, abriendo la puerta del despacho de Candy con la tarjeta de Calenda. Se plantó ante la gran caja fuerte, dispuesta en una de las esquinas del despacho. En su interior, dormían todos aquellos valiosos doblones. Tecleó el código y abrió la puerta. abrió la cremallera de la maleta y sacó un sobre. Dentro, atrapadas en celofán, se encontraban varias impresiones digitales que fue dejando, tanto en la puerta de la caja fuerte, en el dial, y en la puerta del despacho. una vez hecho esto, se ocupo del cofre. Éste pesaba, a pesar de ser pequeño, pero consiguió introducirlo, íntegro, en la maleta. Se metió en el bolsillo del pantalón la nota con la combinación y los residuos de celofán, y volvió a cerrar la caja fuerte. Salió del despacho, tirando de la maleta. Las ruedas le facilitaban la tarea. Recuperó la gorra de la cámara del ascensor y se la encasquetó en la cabeza, calándola sobre sus ojos. Alcanzó la calle de nuevo por la puerta trasera y se subió al taxi que le esperaba, dándole una nueva dirección: la terminal de autobuses de la Autoridad Portuaria, en Midtown, muy cerca del Times Square.

Estaba relativamente cerca, pero Cristo no quería dejar su taxi atrás. Entró en la estación, bajando la gorra ante las distintas cámaras. Se dirigió al área de taquillas. Ya tenía elegida la taquilla en cuestión, la 412, la cual no entraba en el plano de ninguna de las cámara de la terminal. Metió la maleta en el interior e introdujo el importe para un par de semanas. Se guardó la llave. Ahora dependía de la rapidez del taxista. Tenía que acudir a otra dirección en Queens, relativamente cerca del lugar de la fiesta, por suerte.

― Al 37-2, en la 37th Avenue, en Jackson Heights, todo lo rápido que pueda, amigo – le dijo al taxista.

Una hora y cuarto más tarde, Cristo sacudía suavemente el hombro de su chica, la cual dejaba escapar ronquiditos, debido a la postura. Los asistentes al cumpleaños ya se marchaban y la gente se despedía de él, a cada instante. Chessy despertó finalmente, y la cargó en el mismo taxi que había utilizado esa noche. El taxista se había ganado una buena propina aquella noche, sobre todo para olvidar la cara de Cristo.

________________________________________________________________________

El lunes por la mañana, se armó un buen jaleo en la agencia, al descubrir que el cofre de monedas de Odyssey había sido robado. La policía acudió, así como los peritos de los seguros, tanto de la empresa de cajas fuertes, como el de la propia agencia. La agencia no disponía de cámaras en su interior, para salvaguardar la intimidad de las modelos. Las cámaras del edificio no grabaron nada de interés y el objetivo de la del ascensor fue tapado con algo, a las 00:46.

A esa hora, los investigadores comprobaron que la tarjeta de una persona, Calenda Eirre, había activado el sistema, tanto en el ascensor como en el despacho de la directora Candy Newport.

Al interrogar a la modelo, al menos una docena de testigos confirmaron que estaba en la fiesta por el cumpleaños de Cristóbal Heredia. Calenda disponía de una coartada blindada. Sin embargo, su tarjeta no aparecía en ninguna parte. Los peritos policiales sacaron huellas de la caja fuerte y de la puerta del despacho de la directora.

Al tercer día, la policía se presentó ante Germán Eirre, padre de la modelo, con una orden de registro. Encontraron en su domicilio, en Jackson Heights, la tarjeta de su hija así como la llave de una taquilla alquilada, en la Terminal de autobuses de Midtown. En su interior, una maleta contenía el valioso cofre con los doblones de oro. Las autoridades disponían de un sospechoso perfecto, con móvil, sin trabajo, y extranjero. Las huellas coincidían, disponía de acceso y se había recuperado el botín. Listo y empaquetado, se podría decir.

El juez ordenó prisión sin fianza para el venezolano, quien se enfrentaba a quince años de condena.

Cristo se frotó las manos por un plan bien urdido. Ahora, Calenda era libre de las vilezas de su padre. La modelo aún tardaría en atar cabos y descubrir la verdad de lo ocurrido. Pero, por el momento, estaba gozosa y feliz, rodeada de sus amigos y sin la perversión paterna.

CONTINUARÁ….

 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (01)” (POR ADRIANRELOAD)

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cuñada portada3Milagros era una chica simpática, de 1.65m, cabellos lacios y negro, ojos del mismo color, piel Sin títulobronceada. De su cuerpo puedo decirles que era una versión a escala de Jennifer López, su trasero no era tan exageradamente voluptuoso como el de J-Lo, pero si muy apetecible. Encontré esta foto en Internet, puede darles una idea de la apariencia y formas de Mili y, a decir verdad esta niña tiene las nalgas un poco mas abultadas que las de Mili.

Volviendo al relato, nosotros estudiábamos en la misma facultad, ella siempre estaba rodeada por chicos. A mi no me llamaba la atención unirme a su club de fans, me contentaba viéndola pasearse por la facultad con sus jeans apretados y mas de un pensamiento morboso cruzo por mi mente… y la de muchos.

Un amigo, Javier, llego a ser su enamorado. Era un tipo divertido pero también mujeriego. Mili conocía su fama y aun así lo acepto, quizás pensaba que su curvilíneo cuerpo cambiarían su promiscuidad. Poco me importo, yo tenia enamorada, así que pensé: Bien por Javier, y que disfrute de ese jugoso trasero… por cosas del destino, seria yo el primero en disfrutarlo…

Poco después coincidí con ella en un curso. Debíamos presentar informes casi todas las semanas. Yo no conocía a nadie en ese salón, creí que a Mili le iría mejor, pero al final de la clase ella se me acerco y me pregunto si tenía compañero. No me hice ilusiones, pensé que me quería agrupar con algún amigo o amiga suya que estuviera solo.

– No, todavía no tengo compañero… respondí sin mayor interés.

– Bueno, yo tampoco… te parece si lo hacemos juntos…

Tome sus palabras en doble sentido, me hubiera abalanzado para hacerlo ahí mismo, pero no se refería a eso. Mili se dio cuenta de cómo sonó su propuesta y antes de que yo dijera algo, repuso:

– Me refiero al trabajo… No seas mal pensado… dijo sonriendo, un poco sonrojada.

– Si, me parece bien… respondí devolviéndole la sonrisa.

Así nos fuimos haciendo amigos. Íbamos a su casa o a la mía a hacer los informes y presentarlos casi a la hora de entrega.

Casi al final del ciclo, Mili fue a mi casa a terminar un informe, creímos que nos tomaría tiempo, así que decidió quedarse. El trabajo no fue difícil, terminamos a las 2 de la madrugada. Pensé que se iría, hasta ofrecí llamarle un taxi, pero Mili prefirió quedarse. Se habían escuchado casos de taxistas violadores últimamente, usaban un polvillo para adormecer a sus pasajeras y luego se deleitaban con ellas. Hoy agradezco que se quedara y maldigo mi torpeza por casi dejarla ir.

Nos quedamos conversando en mi cuarto, le ofrecí un refresco, pero…

– ¿No tendrás un vino?… me pregunto con sonrisa coqueta.

Baje al primer piso, saque un par de botellas del mini-bar, cogí unas copas de la cocina, sin hacer ruido, porque mis padres dormían y no quería aguarme la fiesta.

Con el vino, la conversación fue más amena. Nunca hablamos de cosas personales pero esa noche hablamos hasta de sexo. Me hizo prometer que nunca le contaría a nadie lo que esa noche hablamos (después me haría prometer que no le contara a nadie lo que hicimos). Aunque un poco cohibida al principio, luego fue hablando sin complejos. Con el vino en la sangre y la conversación sexual, mi pene iba endureciendo, mas aun con Mili y su redondo trasero hundiéndose en mi cama. Temí que fuera evidente lo tieso que tenia mi entrepierna.

Llego el momento de hablar de Javier y como les iba en la cama. Con una copa más de vino y bajo otra promesa solemne de silencio de mi parte, me hablo de sus intimidades con él:

– Bueno, si, es evidente que ya lo hemos hecho, varias veces… me dijo sin tapujos.

! Maldito suertudo! , ¡Llevan poco tiempo juntos y ya lo hacen como conejos!… ella noto mi expresión:

– ¿Por qué esa cara? ¿Acaso no lo has hecho aun con tu enamorada?… pregunto curiosa.

– Si lo he hecho, solo que pasaron 5 meses antes de que fuéramos a la cama…

– ¿Y por qué tanto?… me dijo sonriendo.

– Quería estar segura que yo estaba realmente interesado y que no buscaba solo placer.

– Vaya, ¡Se te habrán hinchado las pelotas en esos 5 meses!… me dijo sonriendo

– Jajaja, si, pero bueno, valió la pena, a pesar de que ella no tenia experiencia…

– ¿Qué?, ¿No me digas que tu la desfloraste?…

– Si, su familia siempre fue sobre protectora con ella…

– Así que tu echaste a perder a esa pobre niña… me dijo bromeando.

– Jaja, puede decirse, prefiero decir que sus padres me la cuidaron bien…

– Jajaja, pero, vamos, cuéntame mas de eso… insistió curiosa.

– Como dije, ella no tenia experiencia, pero la forma como se entrego, esa ternura, esa pasión… pero bueno, hay cosas que aun no hacemos porque le da vergüenza…

– ¡Sátiro! ¡Mañoso!… que cosas le querrás hacer a la pobre chica… me dijo riendo.

– Jajaja, nada malo, tu sabes, hay mas de un par de posiciones para hacerlo… respondí.

Por primera vez hablaba tan abiertamente de sexo con una chica, a la que quería practicarle más de una posición. No me importaba que fuera enamorada de un amigo, ni tan amigo, compañero de joda puede decirse. Llegue al punto en que me olvide que yo tenia enamorada.

– Tienes razón. Creo que Javier no puede quejarse… respondió, guiñándome el ojo.

– Lo tienes satisfecho… dije con cierta envidia.

– Si, pero hay algo que todavía no… Mili titubeo, se arrepintió de lo que iba a decir.

– ¿Qué es lo que todavía no?… pregunte curioso.

– No, no es nada… dijo sonrojándose por primera vez en la noche.

– Vamos, mira que yo te he contado todo… insistí.

– Tienes razón, esta bien… pero…

– Si, por tercera vez te prometo que lo que digas no sale de aquí… dije con tedio.

– Por tu bien espero que sea así… respondió, mostrándome un puño juguetonamente.

– Pero vamos, cuéntame… ¿Qué es lo que aun no hacen?…

– Javier tiene cierto gusto por el sexo… nuevamente Mili titubeo.

– Continua… insistí.

– Bueno… el quiere hacérmelo por atrás… dijo con vergüenza, luego tomo mas vino.

– ¿Sexo anal?… pregunte incrédulo, porque creí que ya lo habrían hecho, viendo el inmenso trasero que ella tenía, cualquiera pensaría en metérselo por allí.

– Si, sexo anal… dijo Mili mas suelta y agrego: Nunca lo he hecho… ¿Pensaste que si?…

– Como estuviste de acuerdo en que hay más de una forma de hacerlo, creí que tú habías hecho eso… respondí, imaginándome detrás de ella, perforándole su aun estrecho ano. Mi verga estaba mas dura que nunca, acomode mis piernas para disimular mi erección.

– Pues no, aun no me he atrevido. Mis otras parejas también me lo pidieron, pero… como que me dio miedo… no se que fijación tienen esos mañosos con mi pobre culito…

¿Culito?, pero si tienes un ¡CULASO!… quise gritarle. Todos en la facultad fantaseaban con romperle el culo en una buena cogida, y ella no se daba cuenta que hasta los mas recatados profesores, al menos de reojo, la veían meneando su cola con su coqueto andar…

– ¿Y por qué el miedo?… pregunte volviendo a mis cabales.

– Porque puede ser doloroso… me gustaría complacerlo, el ha insistido mucho… pero…

– ¿Pero que?

– No se, Javier es un poco tosco… con decirte que la primera vez que lo hicimos me la metió toda de frente, ni siquiera espero que me mojara… es un desesperado…

Quise reírme pero debía comprender a Javier, tanto tiempo estuvo detrás de ella, que al tenerla no se aguanto y se la clavo lo más rápido que pudo, como para que no se le escape… no dije nada y Mili continúo quejándose:

– Me dolió, pero me hice la tonta… imagínate si acepto que me la meta por ahí, me va a desagarrar mi pobre anito…

Oyendo lo que decía, mi verga estaba por explotar, la leche casi manchaba mi ropa interior.

– Ni que Javier la tuviera tan grande… dije con sorna.

– Bueno, no es tan grande, pero si la tiene gordita… me dijo haciendo gestos con la mano para darme a entender de que tamaño era y que tan gorda la tenia.

– Ah… me limite a decir, quizás con una sonrisa burlona, porque me pareció que mi amigo no era tan aventajado como presumía. Ella noto mi expresión.

– ¿Qué? ¿Por qué ese gesto? ¿Cómo es la tuya?… me preguntó entre enfadada y curiosa.

Quise sacarla y mostrársela, total, estaba recontra dura… pero me contuve y me limite a decir:

– Quizás no sea tan gorda… pero si es mas larga…

– Vaya, bien por tu enamorada, estará feliz… me dijo sonriendo.

– No puede quejarse… respondí con cierto orgullo.

– Y dime… ¿Tu ya le has practicado sexo anal?…

– No, todavía no. Como te digo aun se avergüenza de algunas cosas, pero poco a poco, es una tarea que aun tenemos pendiente…

– Pero tú ya se lo has hecho a tus otras enamoradas…

– Si, a un par. Tampoco querían al principio, por vergüenza, temor al dolor… pero al final lo hicimos y una de ellas se volvió adicta y solo quería que lo hagamos por ahí.

– ¿Tanto así?… pregunto sorprendida y acalorada, al parecer el vino y la conversación no solo me afectaba a mi, podía decir que le comenzaba a picar su arrugado anillo.

– Si, y la otra no se hizo mayores problemas después, aceptaba gustosa tener sexo anal…

– ¿En serio?… y digamos ¿Cómo harías para introducírsela a tu enamorada?… en una no se la vas a meter toda, como hace el salvaje de Javier…

La veía preguntar con una curiosidad que iba mas allá del querer conocer, con una mano sobre el pecho, parecía que se estaba excitando. Sus ojos me miraban atenta.

– No pues, tiene que ser de a pocos… hay que prepararla bien, sino le va a doler… dije y bebí mas vino, ella se termino su copa y se sirvió mas.

– Y ¿Cómo iniciarías a una chica miedosa?… como yo, por ejemplo… dijo con interés.

A esas alturas creo que yo tampoco me diferenciaría mucho de Javier, con el tremendo trasero de Mili, quizás yo la perforaría en una y la cabalgaría salvajemente para exorcizar el recuerdo de todas las veces que mis ojos siguieron el vaivén de sus caderas.

– Bueno… dije conteniendo la saliva, ya que el solo pensar que yo podría inaugurar su culito se me hacia agua la boca, así que hable sin mayores preocupaciones: Primero yo usaría algún gel que te ayudara a lubricar y dilatar tu anito… te untaría el gel y pondría un poco en mis dedos… después, mis dedos masajearía tu anito hasta que te relajes y poco a poco iría introduciéndote mi dedo meñique…

Ahora era evidente que yo no era el único excitado, la vi morderse los labios, su mano sobre su pecho se movía sigilosa pero con cierto nerviosismo.

– ¿Si? ¿Y que mas?… pregunto con cierta ansiedad.

– Dejaría mi dedo meñique adentro… como para que te acostumbres a tenerlo dentro de ti… luego lo sacaría y lo metería lentamente… simulando el acto sexual…

Al mencionar esto me pareció ver como contraía sus muslos, como imaginándose que en realidad yo lo hacia y al parecer no le fue desagradable. Creo que hasta lo disfruto.

– ¿Y para que harías eso?… dijo conteniendo su nerviosismo y bebiendo mas vino.

– Para ayudar a dilatar tu anito… después cuando el meñique entre y salga sin mayor resistencia, lo sacaría e introduciría un dedo mas grande… así uno por uno hasta que tu esfínter se acostumbre y no sufra cuando… cuando finalmente le introduzca mi pene… dije con voz suave, quería darle mayor efecto a mis palabras

Y surtieron efecto, la vi retorcerse un poco, podría jurar que su conchita se había mojado.

– No te creo… dijo ella intentando calmarse.

– ¿Por qué?… repuse saliendo un poco de mi excitación.

– Aun así dolería…

– Tal vez un poco, pero no demasiado…

– No… No te creo… repitió con cierto nerviosismo, propio de su excitación.

– Si no lo has intentado, ¿Cómo sabes si te dolería o no?… replique.

– Bueno… no se… ¿Acaso tienes una de esas cremas aquí?…

No lo podía creer, prácticamente me estaba pidiendo que le hiciera una demostración. Mi fantasía podría realizarse: ¡Ser el primero en romper el, por muchos codiciado, culito de Mili!

– Si, tengo una en mi cajón… repuse intentando serenarme.

– ¿Qué estoy diciendo?… dijo como arrepintiéndose, luego repuso… Y como, ¿Cómo seria?, ya, bueno, digamos que a manera de prueba, dejo que hagas todo lo que has dicho, porque alguna vez tengo que hacerlo… mira que si dices algo te mato… en fin, ¿Cómo seria?… mejor termina de explicarme… dijo nerviosa.

Era obvio que Mili estaba súper-excitada por lo que le describí. En este momento no podía dejarme ganar por mi ansiedad y abalanzarme sobre ella o espantarla de otra forma. Si quería disfrutar de su estrecho ano y tener su enorme culo entre mis manos, tenia que calmarme… tenia que darle el puntillazo final para que ella cayera y no dudara en dejarme proceder…

– Como tu anito estaría completamente lubricado y flexible, mi pene también untado con gel, se deslizaría sin mayor oposición, claro que lo metería de a pocos… considerando que mi pene no es tan grueso, tu anito sufriría menos… a decir verdad, seria mejor que un pene delgado ayude a dilatar tu esfínter…

– Si, si tienes razón… Javier la tiene gorda y si, si lo dejo a él… me va romper toda, ese loco desesperado… pero, ¿puedo?…

– Dime…

– ¿Puedo verla?… muéstramela… no vaya a ser que yo acepte y resulte que tienes un pene mas grueso… dijo con cierta excitación, era obvio que había descubierto mi erección y eso la había calentado mas aun.

Con nerviosismo me desabotone el pantalón, casi disparada salió la cabeza de mi pene, ella se encargo de sacar el resto.

– Vaya, ¡Si es más larga!, un poco más delgada, ¡Pero no tanto!… exclamo sorprendida.

Creí que se arrepentiría, maldije mi infortunio: Será otra paja mas… pensé… pero no fue así, Mili llego al punto en que no hay marcha atrás, su conchita debía estar empapada. Disimuladamente sobaba su entrepierna intentando acallar esa picazón que incrementaba en sus intimidades…

– No importa, tengo que saber como es, si no es ahora, nunca… dijo como justificándose.

No creo que sienta gran remordimiento por serle infiel al aventurero de Javier, que conociéndolo, le habría puesto los cuernos a Mili más de una vez, buscando refugio en sus amigas cariñosas cada vez que Mili le negaba su culito. Yo no me sentía tan culpable, después de que adiestrara el ano de Mili, seria Javier quien disfrutaría de todo el sexo anal que quisiera con ese enorme trasero. Al fin y al cabo el saldría ganador, así que digamos que le estaba haciendo un favor…

– ¿Dónde esta la crema?… pregunto con ansiedad

– ¿Ah?, ¡Oh!, si, si… por acá la tengo…

Con el pantalón que se me caía busque en mi mesa de noche. Tenia una provisión de crema para cuando desvirgara el culito de mi enamorada… fugazmente pensé en ella, pero hombre y débil al fin, ante la posibilidad que se presenta una vez en la vida… no me iba hacer para atrás… imagínense a J-Lo en su dormitorio, desnuda, en la pose del perrito, pidiéndoles, casi rogándoles que se le metan por el culo… ¿Uds. se negarían?… si dicen que si y no están mintiendo, los felicito… por que yo no podría negarme…

Ella se paseaba nerviosa, mientras yo más nervioso aun buscaba el gel… hasta que al fin lo encontré… Mili se dio cuenta, y sin tener que decirle nada se fue acomodando en mi cama:

– Ay no se… ¿Cómo me coloco?… pregunto nerviosa.

– Es mejor que te pongas en cuatro… le dije tragando saliva.

Obedientemente se ubico como una perrita ansiosa, arrodillándose en la cama primero y luego inclinándose hacia delante hasta que su cabeza toco el colchón, sus codos apoyados en la cama cubrían su rostro. Sentiría un poco de vergüenza o tal vez no quería que su cara delatara su ansiedad… la observe por unos segundos, aunque su posición no era como la había imaginado porque su espalda formaba una joroba, aun así era una imagen digna de recordar.

Mili un poco impaciente no sabia si bajarse el pantalón deportivo o dejar que yo lo hiciera, su mano nerviosa hizo más de una vez el ademán de querer hacerlo, pero no se atrevía. Así que yo, lentamente fui descubriendo el objeto del deseo de muchos. Ante mi fue apareciendo un bronceado y carnoso trasero, de solo verlo casi se me sale toda la leche, mas aun observando la diminuta tanga negra que desaparecía entre sus abultadas nalgas… me quede sin aliento.

Sin dar mayor pie a que Mili dudara, decidí continuar, tome su tanguita y la fui bajando suavemente. Su piel se erizo, quizás por el frío o porque era la primera vez que alguien que no fuera su enamorado la veía así… lo cierto es que, al bajar completamente su tanga note que estaba mojada. Al escudriñar un poco en sus intimidades, su lampiña conchita lucia empapada, sus labios vaginales parecían aguardar ansiosos que los penetraran… algún día, pensé.

No quise distraerme, mis manos recorrieron sus redondas formas, ella se retraía un poco, así que continué haciéndolo hasta que la sentí menos tensa… luego separe cuidadosamente sus abultadas nalgas para ver mejor su arrugado anillo, objeto del deseo de muchos universitarios y de cuanto macho la haya conocido u observado. Nuevamente ella endureció sus nalgas, quise darle un palmazo para que las relajara pero opte por acariciarlas y nuevamente surtió efecto…

– Vamos Chris… apúrate… la escuche susurrar, quizás hablando para sus adentros, pero en el silencio de la noche pude escuchar su ruego.

Esparcí sobre su esfínter el frío gel, que hizo que su piel se pusiera como de gallina. Aun así no se hizo para atrás, se mantuvo firme, ansiosa esperando que mis dedos hicieran todo lo que dije…

– Chris… me llamo con voz apagada..

– ¿Si?… respondí temiendo su arrepentimiento.

– Por favor… que solo… que solo sean los dedos… ya sabes no quiero…

– Entiendo…dije con cierta resignación.

Mili estaba excitada pero consciente, no quería finiquitar su infidelidad. No me desanime, tenia esperanza de que mis caricias la hicieran cambiar de opinión. Al saber que aceptaba sus términos, Mili se relajo mas, su espalda que antes formaba una joroba rígida, ahora se iba distendiendo… y ya no ocultaba tanto la cabeza…

Mis dedos masajearon su arrugado esfínter y las zonas adyacentes, con movimientos circulares, luego a manera de espiral, de afuera hacia adentro, presionando suavemente al final, de tal forma que su ano se fuera haciendo a la idea de que mi dedo iba a penetrarla…

Cuando sentí que su estrecho anillo no oponía mayor resistencia, le unte más gel y embadurne mi dedo meñique. Luego mi dedo hizo el mismo recorrido en espiral un par de veces, solo que esta vez presionaba con más fuerza al final y note que su ano cedía fácilmente. Fue entonces que decidí profanar su pequeña cueva… lentamente fue ingresando mi dedo hasta la uña…

– Ahhhhh… la escuche exclamar, algo sorprendida pero a la vez excitada.

Mili se contrajo, apretando las nalgas y a su vez su esfínter presiono mi dedo… fue un acto reflejo que poco a poco fue calmando, dejándome proseguir… mi dedo hacia un corto trayecto de ida y vuelta, sin sacarlo, desde el comienzo hasta el final de la uña, un temblorcillo recorrió su cuerpo. Cuando su cuerpo cedió, mi dedo fue ingresando de a pocos, repitiendo la misma operación… hasta que su ano se comió gustoso todo mi dedo meñique…

Se movía algo nerviosa, separo un poco las piernas, como para que sus carnosas nalgas se abrieran y dejaran que mi dedo ingresara sin dificultad. Su espalda por momentos se arqueaba dejándome observar su esplendoroso trasero en toda su dimensión… Mili aun no se atrevía a voltear para ver como desfloraba su hasta hace poco virginal ano.

Mi dedo meñique hacia un recorrido más largo, desde la mitad del dedo hasta el final, hasta donde su arrugado anillo me lo permitía. Al principio las incursiones eran lentas luego, a medida que su ano se hacía mas flexible, lo fui haciendo con mayor rapidez, simulando la penetración real del acto sexual… y sentí que Mili comenzaba a disfrutarlo…

Era momento de que otro dedo hiciera su incursión. Saque el meñique, observe el descontento que causo en su cuerpo que se había acostumbrado a aquel intruso. Unte el índice con gel y esparcí mas en su pequeño agujero. Mi dedo repitió las mismas maniobras… y todas fueron bien aceptadas por el cada vez más dilatado y flexible ano de Mili.

Cuando saque el índice, fue ella quien siguió su recorrido hacia atrás, para no dejarlo ir. Contuve su trasero con mi mano, así Mili entendió que era el turno de un dedo más grande: el dedo medio. Aguardo ansiosa su ingreso. Lo fui introduciendo lentamente y ella misma hizo el recorrido hacia atrás… insertándoselo mas…

– Uhmmm…. gimió nerviosa notando que el nuevo inquilino en su ano era más grande.

Podía decir que disfruto cuando mi dedo medio estuvo todo adentro, más aun cuando su recorrido simulando el acto sexual era más rápido. La veía mover su cabeza nerviosa… tal vez mordiéndose los labios, evitando que algún gemido suyo la delatara por completo.

Cuando mi dedo medio fue pan comido para su goloso ano, decidí introducir dos dedos a la vez. La vi impaciente aguardando lo que seguía. No escuche ninguna queja por mi labor (sus ahogados gemidos y su profunda respiración me lo confirmaban) pero tampoco había ninguna palabra que dejara de lado aquel acuerdo de solo usar mis dedos en su adiestramiento anal…

Fui introduciendo el índice y el anular a la vez, su voluminoso trasero fue escapando, temeroso de esta nueva incursión… sin embargo cuando los dos estuvieron dentro suyo, su huida acabo. Su cabeza se enterró nuevamente entre las sabanas, al fin pude ver su rostro, apoyado de lado sobre la cama, cubierto por sus negros cabellos, sus mejillas encendidas, acaloradas, en sus carnosos labios una mueca de dolor y placer, sus ojos entrecerrados lagrimeaban…

– Ayyy… uhmmm…. ahhhh… la escuchaba quejarse, gemir, suspirar.

No solo yo hacia los movimientos de ingreso y salida, ella también se unía a mí accionar, moviendo su trasero, dejando que mis dedos le entraran hasta la raíz… Se levantaba, con sus manos apoyadas sobre la cama, sus dedos estrujaban las sabanas transmitiendo su dulce dolor y todo su placer, arqueaba la espalda, abría mas sus muslos… me mostraba todos sus atributos.

Uhhh…. ohhhh…. gemía Mili ahora, sin reprimirse.

Estaba enloqueciendo, veía su tremendo trasero ir y venir, su voz disfrutando de mis caricias, su cuerpo estremeciéndose… pero no escuchaba nada que me permitiera clavármela de verdad, dejarme de esos inocentes juegos. Quise apurar la situación; saque mis dos dedos… pasaron unos segundos, ella aguardaba en silencio….

– Eso es todo por hoy… le dije.

– ¿Cómo?… exclamo sorprendida.

Por primera vez volteo completamente y me vio. La observe desde atrás: Mili en cuatro patas, su imponente trasero al aire, sus bien formados muslos, su pantalón remangado hasta la rodilla, igual que su tanga, su polito a la altura de sus senos… su rostro excitado, sus cabellos mojados, sus coloradas mejillas y en sus ojos una expresión de ruego…

– Que es suficiente por hoy… replique.

– No… Vamos un poquito mas… mira que falta un poco…

Llego a tomar una de mis manos, jalándola hacia su trasero, como para que reiniciara mi faena…

– Vamos… exclamo suplicante.

Al principio me contuve, luego cedí, deje que su propia mano me dirigiera hacia la raja de su trasero. Al verla así tan sumisa, dominada por mis caricias, disfrutando de aquello que hasta entonces le había negado a otros, incluso que se había negado a si misma por temor… pensé: Que diablos… no debe faltar mucho para que me pida lo que yo quiero.

Agudice la picazón en su ano, moviendo lentamente mis dedos dentro suyo, ella con desesperación comenzó a moverse hacia atrás, entonces respondí empujando hacia delante, mi mano rebotaba contra sus nalgas… ella se estremecía…

– Ay… uhmmm…. que ricoo…. no aguanto mass… uhmmm… gimoteaba.

– Yo tampoco… replique angustiado, incluso comencé a acariciar mi verga. Si no me permite penetrarla, al menos tendré una fenomenal paja con el espectáculo que me da.

Escucho mi exclamación y, sin dejar de moverse, volteo a verme, se sorprendió al ver desenvainada mi tiesa verga. Nuevamente volteo, quizás imaginaba que lo que le proporcionaba placer no eran mis dedos, sino mi pené… esta idea habrá podido mas que su conciencia o que su voluntad… fue entonces que finalmente el placer que sentía no le dejo mas remedio…

– Uhmmm… ya no puedo mass… uhmmm… no puedo mass… gemía desesperada… métemela…. vamos… métemela…

– ¿Qué?… ¿Pero tu…?… exclame incrédulo.

– Olvida lo que te dije… me recrimino Mili e insistió en su pedido… solo métemela… por favor… hazlo… vamos… métemela… casi grito, loca de placer.

Me despoje como pude del pantalón, subí a la cama y arrodillado me ubique detrás de ella. Casi me da un infarto al verme ante semejante panorama: sus enormes caderas y sus redondas nalgas iban estrechándose a medida que llegaban a su cintura… como para tomarle una foto.

– Que esperas… yaaa…. hazloo… por favooor… memetelaaa… me suplico Mili.

Tome todo el gel que pude y se lo embadurne, me eche el restante, introducí mis dedos para hacerme espacio… ella disfruto al tener nuevamente mis dedos expandiendo su ano.

– Uf… que bien… que ricoo… metemelo… vamos…

Saque mis dedos y fui introduciendo la cabeza de mi pené, que ingreso sin mayor dificultad hasta la mitad, de ahí en adelante forcejee un poco… con mi excitación no me di cuenta que no tenia que proceder tan bruscamente…

– Auuu… uhmmm… espera… uhmmm… se quejo Mili.

Entendiendo que sus traumas respecto al sexo anal podían volver, acaricie sus nalgas y su espalda para apaciguarla, luego procedí con mayor suavidad. Repetí el mismo ejercicio que realice con mis dedos… y su ano fue cediendo… más lentamente que antes, pero con mayores gestos de aprobación de su parte…

– Ay… ayyy… si… así… despacito… uhmmm…

Cuando mi pené iba por la mitad, Mili volteo a verme; su rostro lucia excitado pero incrédulo, seguro no podía creer que se la estaban clavando por el ano y que lo estaba disfrutando… Su expresión me excito y tomándola de la cintura le empuje un cuarto más de verga.

– Ahhhh…. exclamo con la boca abierta, tragando aire y haciendo que su pecho creciera, en su rostro una expresión de sorpresa y reproche.

– Lo siento… lo haré mas despacio… me excuse.

La vi apoyar un codo, cerrar el puño y morderse un dedo para evitar gritar, yo no me moví… mas bien empecé a retroceder lentamente…

– Auuu… no, no, esta bien… continua… ouuu… repuso Mili cuando recobro el aliento.

A pesar de que le dolía, quería seguir teniéndola adentro, perforándola por primera vez… le hice caso y rehice mi camino… ahora sus dedos arañaban las sabanas…

– Ayyyy… me estas rompiendo. .. auchh… se quejo.

Temí que se arrepintiera, le dije que no le iba a doler, pero su ano era muy estrecho, con semejantes nalgas no quedaba mucho espacio para su pequeño agujero. Comencé a acariciarla, se relajo, al menos su ano no estrechaba tanto mi pene, que ya me comenzaba a doler…

– Sigueee… aunque me partas… termina… me dijo con voz entrecortada.

– Esta bien…

Inicie mis movimientos con cierta oposición de su esfínter. Unte más gel como pude. Su anito lucia rojo, pero poco a poco fue cediendo, con cada ida y vuelta de mis caderas, le iba introduciendo un poco más…

– No, no… Espera… las escuchaba quejarse.

Sin embargo al poco rato, ella misma se contradecía pidiendo que continuara:

– Esta bien… dame más… Ufff… Vamos… uhmmm… ouuuu…

– Ya casi… ya casi entra toda… la animaba.

Cuando al fin pude empujarle mi verga hasta la raíz, ella se desmorono; sus codos y su cabeza presionando la cama, sus manos haciendo puños… así ella soporto la ultima arremetida…

– Ay… caraj… suaveee…

Quiso huir, pero mantuve mis manos aferradas a su cintura, quería que sintiera toda mi verga dentro suyo, perforándole las entrañas… que se acostumbrara a ser clavada…

– Ayayaay… sueltameee…

– Esperaa… que ya va a pasar…

– Salvaje… no te diferencias mucho de Javier… me increpo.

– A diferencia de el… yo te tengo clavada por el ano… respondí con sorna.

– No por mucho… exclamo con cierto enfado.

Intento salirse pero nuevamente le empuje mi verga hasta la raíz, sus abultadas nalgas chocaron contra mi ingle, el temblor que origino este choque en su carnoso trasero se propago por sus caderas, su columna se contrajo:

– Ohhhh… suspiro hinchando sus pulmones.

Intento huir y nuevamente me la clave. Durante unos segundos repetimos esa operación que paso de ser un forcejeo a un incipiente acto sexual. Cada shock eléctrico que le producía mi pené perforándola la hacían desistir de escapar. Su ano más elástico me permitía ingresar y salir con menor dificultad. Ahora ella no huía, sino empujaba su trasero hacia mi, cada vez con mas fuerza, y yo también arremetía contra Mili… el dulce sonido del golpeteo de sus abultadas nalgas contra mi ingle fue uniéndose a sus gemidos que iban en aumento.

– Uhmmmm…. ahhhh…. la escuchaba gemir.

– ¿Te gusta?… me atreví a preguntar.

– Siii… me encanta… ¿Cómo no hice esto antes?… uhhh… respondió súper excitada.

Mis manos en su estrecha cintura guiaban su voluminoso trasero contra mi ingle, veía desaparecer mi largo pene entre sus redondas nalgas. Los movimientos eran cada vez más rápidos y fuertes, el sudor nos invadía. Sus gemidos, mi respiración, sus nalgas chocando contra mi, la cama chirriando, todos estos sonidos inundaban armoniosamente mi cuarto…

– Asiii, asii… ay que reviento… acábame….

– Ya casi… respondía, sintiendo que mi torrente de leche próximo a salir.

En un ultimo empujón, en que le enterré hasta el fono mi musculosa verga, ella se contrajo toda, su espalda arqueada a mas no poder, con sus dedos desgarrando mis sabanas, fue entonces que mi pene inundo por primera vez su pequeño agujero con semen hirviendo.

– Ohhhh…. fue su última exclamación antes de dejarse caer a un lado.

Su cuerpo disfruto por primera vez de un salvaje orgasmo proporcionado por el sexo anal. Mili, recostada de lado, respiraba forzosamente, entre la maraña de sudor y cabellos, su rostro encendido aun saboreaba todo el placer que le había proporcionado aquella experiencia.

Contemple maravillado sus entreabiertos muslos, por sus nalgas aun escurría mi blanquecino semen. Era para estar satisfecho, aquel monumento de mujer había sucumbido ante mí…

Cuando ella al fin abrió los ojos, me miro incrédula, no dando fe a lo sucedido… no creía que aquello que se negó a hacer durante tanto tiempo pudiera depararle semejante placer…

Me observo: con mi expresión satisfecha y mi pecho aun jadeante, con mi semi erecto pene que aun tenia algunos líquidos. En un ultimo arranque pasional, se arrastro entre mis sabanas hasta llegar a mi pene y mamarlo en agradecimiento por todo el placer que le había proporcionado.

Esa chica que más de uno ansió poseer, se convirtió en una especie de ninfomana debido al adiestramiento anal que le di. La chupaba con gran pasión, se desvivía por acariciarlo, lamerlo hasta limpiarlo completamente. Solo me atreví a acariciarle el cabello y observar su semidesnudo cuerpo. Finalmente se hizo a un lado…

– Vaya… no puedo creer lo que hicimos… dijo suspirando.

– Yo tampoco…

Como volviendo en si, luego de un ataque de locura, se aparto un poco, cubriendo parte de su desnudez con mis sabanas… volvió a su estado racional, ese en el que las culpas y arrepentimientos tienen lugar, donde mora la conciencia…

– Júrame que no se lo vas a decir a nadie… me dijo preocupada.

– Esta bien… respondí intentando calmarla.

– ¡Júramelo!…

– Lo juro… le dije, y solo así vi que se tranquilizaba.

Hubo un incomodo silencio, no sabíamos que hacer o decir. Decidí dejarla unos momentos sola, hice un ademán de que iba a salir, no me dijo nada. Fui al baño, me limpie mis partes intimas, esperando que Mili se calmase y que, al menos, al regresar, parte del bochorno se le hubiera pasado.

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 

Relato erótico: “La Fábrica (36)” (POR MARTINA LEMMI)

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verano inolvidable2Mientras la vergüenza me corroía por dentro al punto de lo indecible, permanecí como idiota Sin títulomirando el falo artificial que quedó allí, delante no sólo de mis ojos sino de los de todas, pues no hace falta decir que tan insólita escena había conseguido captar las miradas de todo el personal. Con mi rostro teñido de todos los colores posibles, eché un vistazo en derredor por debajo de mis cejas y, en efecto, puede comprobar que así era: las expresiones, al menos de momento, no eran de burla sino más bien de azoramiento; era como si todavía no llegaran a entender bien qué estaba pasando.

“¿No le decís nada al chico?” – me espetó Evelyn, gesticulando con aire histriónico.

“Eso… – intervino Rocío, quien se había acercado al escritorio sin que yo me diera cuenta y, al igual que todas, tenía la vista clavada sobre el objeto que el sereno acababa de depositar sobre el mismo; en su caso, la expresión no era de sorpresa pues, mejor que nadie, sabía a qué iba el asunto: más bien su rostro rezumaba fascinación, como lo evidenciaban sus ojos abiertos a más no poder -. ¿No vas a decirle nada?”

Cerré los ojos y apreté fuerte los párpados; ignoro con qué intención: tal vez sacar valor de donde no lo había para poder pronunciar las palabras que ambas me exigían. Con gran esfuerzo y balbuceando, lo logré:

“G… gracias. M… muchas gracias, señor”

Cuando volví a abrir los ojos y pude, con sobrehumano esfuerzo, mirar al joven a la cara, le vi sonreír y guiñarme fugazmente un ojo.

“No es nada, señorita – me dijo -; se la notaba asustada ayer”

“S… sí – musité -; le p… pido… p… perdón; no sé q… qué me pasó”

“Está bien, incidente olvidado – terció Evelyn, palmoteando el aire -; ya lo tenés de vuelta, nadita; después pasá por la oficina que te lo coloco”

Esa frase fue la más hiriente y degradante del mundo; y, para colmo de males, faltaba a la verdad; ella misma había hablado con Mica acerca de dejarme instalado el otro consolador y, por lo tanto, lo que acababa de decir no tenía sentido alguno: sólo lo decía para humillarme más frente a todas. Y vaya si lo logró: en ese momento volví a echar un vistazo en derredor y, ahora sí, pude notar que la mayoría reían o se miraban entre sí de modo pícaramente cómplice.

“Es… tá bien, señorita Evelyn” – dije, siempre manteniéndome en pie por no poder apoyar mi trasero en la silla.

“Ya podés sentarte” – me dijo, casi con desprecio, Rocío, quien se acercó a mí y tomándome por los hombros, me obligó a caer sobre la silla. No puedo describir el dolor que sentí… y no era sólo la paliza que me había propinado Mica; además, Rocío me sentó de un modo tan violento que el consolador que tenía en mi ano fue a parar unos tres o cuatro centímetros más adentro.

El joven se giró para regresar hacia la planta y Evelyn, de inmediato, hizo lo propio para retornar a su oficina; al momento de hacerlo, me dedicó una mirada que sólo rezumaba sádico disfrute. Rocío me miró con una expresión muy semejante y volvió a su escritorio, en tanto que las demás, poco a poco, se fueron calmando y regresando también a sus actividades, superado o no el impacto del momento. Yo quedé mirando fijamente el consolador que se hallaba sobre mi escritorio, el cual, ahora, parecía un juguete de niños en comparación con el que tenía instalado en la cola; era terrible, de todas formas, el verlo allí y me apresuré a guardarlo en un cajón para sacarlo de mi vista y la de los demás.

Habrán pasado unas dos horas sin novedades, en las cuales probé las mil posiciones posibles para estar sobre mi silla y poder desempeñar más o menos cómodamente mis labores en la computadora; finalmente opté por recoger mis piernas y arrodillarme sobre la silla: así estaba cuando, de pronto, Rocío, se me acercó.

“Me acaba de avisar Eve que te quiere en su oficina” – dijo, en voz deliberadamente alta para que las demás oyesen; de hecho, fue inevitable que todas girasen sus cabezas hacia mi escritorio.

No había ningún motivo para que Evelyn se hubiese comunicado por el conmutador con Rocío y no conmigo, salvo, claro, para hacerme pasar por un momento de vergüenza del tipo que yo estaba pasando ahora.

“Es… tá bien, señorita Rocío – respondí, casi en un susurro para que las demás no oyesen; se trataba de un más que vano esfuerzo de mi parte para contrarrestar el modo en que ella buscaba que la atención general se centrase sobre mí -; ya… mismo iré…”

Estiré mis piernas y salí de mi incómoda posición; en ese momento noté que Rocío rebuscaba con la vista por todo el escritorio: el objetivo de su búsqueda estaba más que obvio, pero aún así se encargó de dejarlo en claro:

“¿Y el… consolador?” – preguntó con extrañeza y gesticulando con sus manos en clara referencia fálica.

“Lo… guardé en un cajón, señorita Rocío” – respondí, aunque sin hacer el más mínimo amago por extraerlo de donde lo tenía guardado.

“Ah, okey – convino Rocío -; me dijo Eve que lo llevaras, así ella te lo coloca”

Seguía hablando en tono deliberadamente alto y, como no podía ser de otra manera, cada alocución suya era seguida por interminables rumores y risitas.

“Es… tá bien, señorita Rocío – dije, abriendo el cajón lentamente -; lo… llevaré…”

Había sabido todo el tiempo que se me exigiría que lo extrajera de allí pero, aun así, me demoraba en hacerlo a la espera de que las demás dejasen de prestar atención y volvieran a concentrarse en lo suyo; Rocío, sin embargo, no estaba dispuesta a concederme eso.

“Sacalo” – me ordenó, en tono frío y carente de emoción.

Otra vez eché el rápido vistazo en derredor; nadie me quitaba los ojos de encima… Muerta de vergüenza, saqué el objeto del cajón y lo levanté a la altura del pecho; busqué con la mirada algo en qué colocarlo para así llevarlo, pero Rocío se me anticipó:

“Lo vas a llevar en la mano” – me espetó, alzando una ceja y con una maléfica sonrisa dibujándosele en las comisuras.

“S… sí, s… señorita Rocío – acepté, gacha la cabeza -; como… usted… disponga”

Quedé mirando el piso y a la espera de que ella se apartase de mi camino para poder dirigirme hacia la oficina de Evelyn, lo cual implicaba el bochorno de tener que pasar ante el resto de las empleadas portando el objeto en mano. La rubia, sin embargo, se mantenía allí, con las manos a la cintura y luciendo una mueca divertida, tal como pude entrever mirándola de soslayo y por debajo de las cejas. Estaba más que obvio que disfrutaba de verme así de humillada y se tomaba su tiempo para paladear el momento; luego se hizo a su lado:

“Vamos” – me ordenó.

Recién entonces caí en la cuenta de que su plan era acompañarme y, al dejarme paso, quedaba en claro que ella marcharía por detrás de mí, pues, claro, no quería perderse el espectáculo de mi humillación. Tragué saliva; me aclaré la garganta:

“S… sí, señorita Rocío” – dije; y pasé a su lado saliendo de atrás de mi escritorio.

“Vamos” – repitió ella, propinándome una palmada en las nalgas para impelerme a avanzar; casi grité del dolor y no fue sólo que la cola me dolía aún por la paliza que me había dado Mica sino que, además, no golpeó en cualquier lado sino allí donde sabía que se hallaba la base del consolador que tenía inserto por detrás: el golpe fue lo suficientemente violento como para hundirme aun más el objeto.

Y comencé el vía crucis de mi humillación; no portando una cruz sino… un consolador. Pasé ante los escritorios de todas y pude ver y oír cómo se reían, cuchicheaban entre sí y no paraban de mirarme divertidas. Tal como había supuesto que lo haría, Rocío marchó tras mis pasos, lo cual era delatado por el sonido de los tacos a mis espaldas; daba la impresión de que el suyo era un paso triunfal, propio de quien exhibe una presa o una propiedad…

Al llegar ante la oficina de Evelyn, Rocío se me adelantó y golpeó con los nudillos: raro, pues ella siempre pasaba sin golpear; en cuanto se oyó la voz de la colorada al otro lado autorizando el paso, la rubia abrió la puerta y se hizo a un lado para que yo ingresase.

Me hallé ante una escena patética al entrar a la oficina; no era que no la hubiera visto, pero en ese momento no la esperaba. Luciano Di Leo se hallaba a cuatro patas sobre el escritorio de Evelyn, con los pantalones bajos; ése era, con seguridad, el motivo por el cual Rocío había golpeado a la puerta en lugar de entrar sin más: simplemente no había querido ser indiscreta.

“¡Mirá, Luchi! – exclamó, con exagerada alegría, Evelyn, quien se hallaba al otro lado del escritorio -. ¡Mirá lo que trajo nadita! ¡Lo que tanto extrañaste!”

En ese momento Luciano giró la cabeza hacia mí, pero rápidamente desvió la mirada; durante el fugaz instante en que me miró, pude advertir en su expresión sólo vergüenza. Era inevitable para mí recordar algunas de las cosas vividas con él y era terriblemente impactante el verle ahora en tan degradante situación. Fue extraño, pero en ese momento sentí una especie de amargo consuelo al pensar que no era yo la única que parecía no encontrar fondo en el pozo de su decadencia. Viéndolo allí, costaba ver en él al hijo del jefe y, mucho menos, al que algún día se quedaría con la fábrica; muy por el contrario, la sensación era que Evelyn y Rocío habían copado el lugar: eran ellas quienes ahora tenían el mando. La escena que siguió, por cierto, me lo confirmó en buena medida…

“A ver, nadita, acercanos eso” – me ordenó Evelyn mientras estrellaba una palmada sobre las nalgas de Luciano.

“Sí, señorita Evelyn” – respondí; y en ese momento tuve la sensación de que la voz que me salía era la de un autómata.

Avancé, tímida pero a la vez resueltamente, hacia el escritorio y, una vez que llegué, tendí a Evelyn el objeto que, rápidamente, tomó en mano. De modo perverso, lo colocó ante del rostro de Luciano y trazó con el mismo fintas en el aire haciéndoselo bailar a centímetros de sus ojos.

“¡Mirá, Luchi! – le decía, festiva -. Lo querés, ¿no? ¿Te gusta?”

Si algo faltaba para hacer más patética la decadencia de Luciano era verle sacar su lengua por entre los labios y arrojar rápidas lengüetadas al aire tratando de alcanzar el consolador que, sin embargo, Evelyn alejaba una y otra vez en que pareció que él estaba a punto de capturarlo. La imagen era la de un sapo atrapando insectos: también él estaba siendo reducido a una marcada deshumanización. La colorada no paraba de carcajear divertida al ver los denodados intentos que él hacía por alcanzar el artificial miembro, siendo acompañada en ello por su amiga Rocío, quien permanecía aún junto a la puerta y no paraba de reír.

Sádica y pervertida como sólo ella podía serlo, Evelyn terminó por alejar finalmente el objeto del rostro de Luciano para, rápidamente, inclinarse a hablarle al oído, aunque de modo claramente audible:

“Tu colita lo extraña, ¿no es así, lindo?” – le decía, mientras jugueteaba tomándole el lóbulo de la oreja entre los dientes. Luciano, abatido y completamente dominado, asintió varias veces con la cabeza. Se lo notaba ansioso, desesperado; y ése era, seguramente, el estado al que Evelyn había buscado llevarlo. Pero la colorada siempre iba un paso más allá:

“¿Querés que nadita te lo meta por el culito?” – le preguntó.

Luciano se estremeció y yo también. Ésa era una carta que, a decir verdad, no había esperado que Evelyn jugara. Luciano bajó la cabeza entre los hombros con notoria vergüenza. La colorada, lejos de disminuir su ofensiva al verle así, la incrementó. Apresó el lóbulo de la oreja de Luciano entre sus dientes y tironeó del mismo hasta hacerlo gritar… y puedo asegurar que él gritó como una chica.

“No te oigo – insistió Evelyn -. ¿Querés o no?”

Un débil “sí” llegó hasta mis oídos; lo dijo tan bajito que me vi venir que Evelyn lo golpearía nuevamente o bien le haría repetir su respuesta; la realidad fue que hizo ambas cosas…

“Quiero oírlo más alto” – le exigió mientras lo golpeaba en las nalgas nuevamente.

“Sí…” – reiteró Luciano, levantando un poco más el tono de voz, pero no lo suficiente como para conformar a Evelyn, quien le volvió a estrellar una palmada.

“¡Más alto! – le recriminó -. ¡Que lo escuche Rocío! Y nadita también desde ya, je…”

“¡Sí, por favor! – respondió Luciano -. Quiero que Sole… perdón… que nadita me lo coloque”

“Ajá – dijo Evelyn levantando la vista hacia el techo en una actitud pensativa que se veía claramente fingida; la verdad era que ella no dudaba en absoluto sino que en su cabeza ya todo el plan estaba minuciosamente armado -. Hmm, bien… a ver: ¿vos qué decís, Ro?”

Al oírse aludida, Rocío se adelantó hacia el escritorio hasta ubicarse a mi lado.

“Hmm, veamos – dijo -: Luchi quiere que nadita le meta el consolador por el culo. ¿Vos qué decís, nadita?”

Me tomó por sorpresa al pasarme la posta; de hecho, era extraño que me consultasen. Nerviosa, agité la cabeza en sentido negativo:

“P… para mí es… tá bien lo que ustedes dispongan, señorita Rocío” – logré articular.

“Porque además él te rompió el orto, ¿no? – preguntó Rocío, casi como ignorando mis palabras -. Sería un pequeño acto de justicia que vos se lo rompieses a él, creo yo”

Por dentro sólo la maldije: ¿cuál era el criterio con que consideraba como justo que yo, de algún modo, me tomase revancha de Luciano? ¿Cuál era el criterio cuando ella misma, junto a Evelyn, no había parado de maltratarme y humillarme? ¿No sería justo, a su entender, que yo también me cobrase en algún momento mis deudas con ellas dos? Parecía ser que no: cada vez estaba más que claro que, para esa altura, yo distaba de ser un ser humano. De todas formas, allí no había lugar para las disquisiciones ni, mucho menos, las objeciones y, después de todo, no era que no me atrajera la idea de, al menos en parte, hacerle pagar a Luciano por haberme dejado de lado: el imbécil se lo merecía.

“Sí… – dije -, creo que… sería justo, señorita Rocío”

“Bien – aprobó la rubia, asumiendo momentáneamente la voz cantante; acercándose a Luciano, lo tomó por los pocos cabellos que tenía y, arrancándole un quejido de dolor, le levantó la cabeza hasta que el oído de él quedó junto a la boca de ella, quien le habló entre dientes y con una voz que rezumaba alguna especie de rabia o resentimiento -, pero si querés cositas por el culo, no te va a ser sencillo, Luchi. Vas a tener que ofrecer algo a cambio”

Yo estaba pasmada; no podía salir de mi incredulidad: aquello era el mundo del revés; increíble e impensada escena la de ver al heredero de la empresa maltratado y sometido de esa forma por dos empleadas.

“Es cierto – intervino Evelyn, hablando con voz más pausada y tranquila -; hemos estado hablando con Rocío al respecto y decidimos que el consolador por la colita no te va a ser gratuito”

“Está bien… – decía Luciano, dolorido y entre dientes, pues Rocío no dejaba de sostenerlo por los cabellos -. ¿Quieren… un aumento? No hay prob… lema. Puedo… gestionarlo. Hablaré con mi pad…”

No logró terminar su propuesta porque Evelyn le estrelló con fuerza una nueva palmada en las nalgas.

“Callate, puto… – le dijo, con acritud -. Acá somos nosotras quienes fijamos los términos, ¿se entiende?”

Volvió a golpear a Luciano en la cola un par de veces, mientras yo seguía perpleja y, a la vez, morbosamente fascinada por la escena.

“¿Se entiende?” – le remarcó Rocío, volviendo a tironearle de los cabellos. La deshumanización de Luciano, ya para esa altura, poco tenía que envidiarle a la mía.

“S… sí, se en… tiende – balbuceó, con la voz entrecortada -. ¿Qué… es lo que quieren?”

En ese momento, Evelyn y Rocío se miraron entre sí y detecté un destello de complicidad; inclusive la primera asintió, con gesto de satisfacción.

“Queremos a Mica de vuelta en la fábrica” – soltó, sin más prólogo.

Fue como un balde de agua helada; no sólo, y por razones obvias, para Luciano, sino también para mí: ¿así que era ése el plan que ambas venían pergeñando? ¿Traer a Mica de regreso a su trabajo? No podía menos que inquietarme la idea, cualquiera fuera la forma en que eso pudiera darse: es decir, si Mica volvía estando yo allí, estaba más que claro que, a partir de ese momento, serían tres las que me iban a humillar públicamente en la fábrica; la otra posibilidad era todavía peor… ¿Estaban acaso pensando en devolverle mi puesto a Mica? De ser así, yo ya tenía un pie fuera de la fábrica; cierto era que, de algún modo, Evelyn se había comprometido a preservármelo: no era que lo hubiera dicho de modo tan directo, pero desde el momento en que había decidido guardar silencio acerca de mi embarazo, yo había dado por supuesto que, cuando menos, podía contar con ella para seguir en el puesto. Pero, ¿hasta qué punto podía confiar en ella? La imagen que yo tenía de la colorada era la de ser una persona pérfida, sádica y cruel, pero de palabra… ¿Y si no lo era realmente? Comencé a temblar como una hoja… Luciano, entretanto, había quedado mudo y sus músculos se advertían rígidos.

“Yo… no puedo decidir eso” – objetó con timidez, lo cual sólo le sirvió para recibir otro azote en las nalgas y el subsiguiente y consabido tirón de cabellos.

“Tampoco podés decidir los aumentos de sueldo que estabas prometiendo hace un momento” – le increpó Evelyn.

La lógica de la refutación era impecable; saltaba a la vista, en todo caso, que Luciano prefería mil veces hablar con su padre acerca de un aumento para las empleadas antes que de una reincorporación de Mica. Durante un rato, permaneció en silencio.

“Está… bien – aceptó, finalmente, en tono de resignación -. Pro… meto hablarlo”

“Con hablarlo no nos alcanza – le recriminó Rocío mientras lo jalaba nuevamente por los cabellos y le zamarreaba la cabeza a un lado y otro como si se tratara de un trapo -: vas a conseguir que la reincorporen o, de lo contrario, se acaban los juguetes para tu culito”

“¡Está… bien! – aceptó Luciano, en tono quejumbroso y con la cabeza bamboleante -. ¡Voy a… conseguir que la tomen n… nuevamente”

Rocío sonrió con satisfacción y detuvo el zamarreo; miró a Evelyn y le guiñó un ojo.

“Bien – dijo esta última -; para celebrar el acuerdo que tenemos, vamos a hacer que nadita te dé un poco de chiche por el culo, pero vas a tener que meterte en la cabeza algo: si no cumplís con lo pactado, ya no va a haber más…”

“En cambio, si te portás bien y hacés caso – intervino Rocío -, quizás hasta te consigamos algo mejor”

“¡Claro! ¡Como pasó con nadita! – completó Evelyn, mientras giraba la vista hacia mí -. A ver, nadita, ¿por qué no dejas que Luchi vea la cosita que te hemos instalado en el culo en premio por ser una chica obediente?”

La vergüenza y la humillación parecían no tener fin. Agaché la cabeza…

“Sí, señorita Evelyn” – acepté, tras lo cual caminé alrededor del escritorio hasta ponerme de espaldas al rostro de Luciano; una vez allí, me incliné lo suficiente como para que mi corta falda dejase entrever el perverso objeto que tenía alojado en la cola.

“¿Ves, Luchi? – le dijo, alegremente, Evelyn -; las chicas que se portan bien tienen su premio. Y vos sos una chica que se va a portar bien y vas a conseguir lo que te pedimos, ¿verdad?”

“Sí… – respondió Luciano, con una voz que sonaba apagada pero, fundamentalmente, derrotada -. Me… voy a portar bien”

El colmo del patetismo: aceptaba que lo llamasen “chica”.

“¡Muy bien! – exclamó Evelyn en tono de festejo -. Entonces, para celebrar que tenemos un acuerdo, vamos a lo prometido. Nadita, metele el consolador a Luciano por la colita”

Abandonando mi postura y volviendo a enderezarme, me giré para caminar hacia el extremo opuesto del escritorio; al hacerlo, vi a los ojos a Luciano y lo noté impotente, vencido e implorante: ello me produjo una enorme satisfacción y no pude evitar que una burlona sonrisa se me dibujara en los labios. A fin de cuentas, de todos quienes tanto me habían humillado desde mi entrada a la fábrica, él era el primero de quien tenía la oportunidad de tomar venganza de algún modo: quizás, incluso, sería el único… Por lo tanto, no sólo no era una oportunidad para desperdiciar, sino además para gozar…

Una vez que me ubiqué sobre su retaguardia, Evelyn me dio el consolador en mano y me detuve mirándole a Luciano la entrada del trasero, la cual se abrìa como una flor ya que Evelyn y Rocío, una a cada lado, se dedicaban a separarle los plexos. En ese momento acudieron a mi recuerdo los momentos de éxtasis anal que me había hecho vivir Luciano, momentos en los cuales el placer y el dolor se habían fusionado en la más perversa de las formas. Placer y dolor… Sí, eso era: exactamente lo que yo estaba por darle. ¿Lubricarlo con saliva? Que se olvidara: ese idiota de mierda, con los desplantes que me había hecho, se merecía el consolador en seco adentro del culo, así que, simplemente, lo llevé a la entrada anal y empujé… No puedo describir el placer que me causó escuchar el grito desgarrado que salió de su garganta; no me cabe duda de que se debió oír en toda la fábrica. No me importó…

CONTINUARÁ

 

Relato erótico: “La familia de mi mujer” (POR MARQUESDUQUE)

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verano inolvidable2LA FAMILIA DE MI MUJER

Sin títuloConocí a mi suegra antes que a mi mujer. Yo tenía 24 años y estaba acabando derecho. Ella debía sobrepasar los 40, aunque no aparentaba alcanzarlos, y también estaba acabando la carrera. Era secretaria médica, titulación muy corriente en Francia, donde había vivido muchos años, pero inexistente en España, de modo que no había encontrado trabajo. Cierto que con lo que ganaba su marido tampoco le hacia falta. Tenía dos hijas, una de 15 y otra de 18 años (la que acabaría siendo mi mujer). Los primeros años de su matrimonio los había pasado cuidando a sus hijas. Cuando consideró que ya no la necesitaban tanto en casa se puso a estudiar derecho (vieja ambición de juventud).

Era de mi mismo curso, pero como digo, no la conocí hasta el último año. Coincidimos en el “practicum”, una especie de práctica en un despacho de abogados. Debo reconocer que me fascinó desde el primer día. Era alta, morena, de busto generoso y conservaba un buen tipo, pero no fue el físico lo que más me llamó la atención. Tenía simpatía, carisma… algo inexplicable. La secretaria del abogado y otra compañera del “practicum” estaban “técnicamente” más buenas (eran más jóvenes), pero cualquier espectador neutral, incluso aquellos a los que no les interesan las mujeres que sobrepasan la treintena, habría coincidido conmigo en que Amparo (es el nombre de mi suegra) brillaba sobre las otras sin el menor esfuerzo.

En cierta ocasión la secretaria del abogado, consciente de su pérdida de protagonismo, le había comentado con toda malicia:

– Tú, de joven, debías ser muy guapa. Tráenos fotos.

“Cuando tengas su edad estarás gorda y seguirás siendo igual de estúpida” pensé yo, pero me abstuve de intervenir. Amparo se lo tomó a bien, mostrando su desenfado con una sonora carcajada.

Me enorgullece decir que conmigo era con quien mejor se llevaba. En poco tiempo nos hicimos inseparables. Era una de esas amistades tan perfectas que uno está seguro que desaparecerá en cuanto se pierda el contacto académicamente impuesto. No me cabe duda que es lo que hubiera pasado sino llego a iniciar una relación con su hija.

Creo que ella acababa de cumplir 19 y yo 25 (los dos somos géminis) cuando la encontré en una fiesta universitaria en una discoteca.

– ¿Eres Licenciado en Derecho? Mi madre también acaba de terminar esa carrera.

– ¿Tu madre se llama Amparo?

Después comprendí que su parecido con su madre fue lo primero que me había atraído de ella. Ese pelo tan negro, esos ojos tan brillantes… Creía ver en sus gestos, expresiones o risas resquicios de ella.

Esa noche cuando nos besamos, creí por un momento estar besando a su madre, pero deseché pronto esa idea. La hija tenía argumentos suficientes para merecer mis atenciones por si misma.

Seis meses después nos prometimos y un año después nos casamos. Yo ya estaba trabajando y me iba bien y ella podía acabar empresariales y llevar la casa sin acusar el sobreesfuerzo (milagros de juventud). El sexo con ella era fabuloso. Solo había tenido un novio antes que yo y tenía ese punto intermedio de inocencia sin torpeza con el que yo estaba a gusto.

Amparo recibió nuestro noviazgo con alegría. Su marido, un cincuentón barrigudo, supuso para mí un enigma. ¿Que cualidades podía exhibir un tipo tan simple para seducir a una mujer tan excepcional? Sin embargo no había duda de que ella lo amaba, como pudo comprobarse después.

Llevarte bien con la familia de tu consorte es una bendición. A veces Amparo y yo iniciábamos conversaciones sobre temas jurídicos o sobre anécdotas de nuestro común paso por el despacho de abogados que excluían a los demás, provocando los celos de su marido y de mi mujer, envidiosos de nuestra complicidad.

Las fantasías sexuales sobre mi suegra nunca me abandonaron, aunque tampoco me obsesionaban. La hermanita de mi mujer o la última actriz de moda también las motivaban sin que ello me produjera la menor culpabilidad. En cuerpo y espíritu era fiel a mi esposa. Señalo esto para subrayar que Amparo no había dejado nunca de gustarme y más después de que nuestra creciente familiaridad me permitiera verla en bikini o en ropa interior.

Y entonces vino la tragedia. Aun no hacia 6 meses que habíamos vuelto de la luna de miel cuando mi suegro murió. Mi opinión sobre él no había mejorado en ese tiempo, pero lo cierto es que, en su sencillez, era un buen hombre, cuyo trato conmigo siempre había sido excepcionalmente cordial, de modo que lamente mucho su muerte, además de sufrir por mi mujer.

Ni cuñadita estaba estudiando en Estados Unidos y regresó a ese país tras el entierro, así que Amparo se quedó sola. Mi mujer vino azorada a preguntarme si no me parecía mal que viviera un tiempo con nosotros. Obviamente no tuve inconveniente. Para complicar más el asunto mi mujercita había comenzado a trabajar, así que entre las clases y el curro no paraba por casa. Mi suegra pasó a encargarse de las tareas domésticas. En mi trabajo empecé a tomarme tardes libres, de modo que pasaba mucho tiempo con ella, mucho más que su hija.

La muerte de su marido había afectado a Amparo más que a nadie, hundiéndola en una depresión. Recuerdo pasar junto a ella horas abrazados viendo la tele en espera de que su hija regresase, o sorprenderla llorando y tratar de calmarla besándola en las mejillas. En aquellos días difíciles en que su carisma y simpatía habían desaparecido, nos unimos más que nunca, alcanzando una intimidad superior a la que tenía ella con sus hijas o yo con mi mujer. Hasta que un día sucedió:

Ella estaba triste y yo la arrullaba tratando de consolarla. Entonces, respondiendo a mis besos en su cara, me besó en los labios. Una ráfaga de electricidad recorrió mi cuerpo. Le devolví el beso dejando que nuestras lenguas se rozaran. A partir de ahí todo explosionó. Nos arrancamos la ropa furiosos mientras nos devorábamos las bocas. Besé sus pechos, lamí sus pezones sin poder creerlo. La emoción que me embargó al verla desnuda me hizo humedecer los ojos. La poseí con pasión, arrebatado por mi lascivia y su dolor. Terminé exhausto, pero seguimos acariciándonos. Ya más tranquilos recorrimos nuestros cuerpos con las yemas de los dedos y con los labios y con la punta de la lengua. La felación que me practicó mientras besaba su vagina sonrosada me devolvió el vigor. En esta segunda ocasión (no me había recuperado tan rápido desde los 15 años) lo hicimos lenta y despaciosamente, degustándonos, cambiando de postura, riendo, besándonos. La primera vez había estado yo encima (típico misionero) Ahora lo hicimos de lado, con ella encima, a cuatro patas… No me cansaba de acariciarla, de morderla. Me enervaba notar el efecto terapéutico que le producía el placer.

Después del sexo hubo que hablar. Mi mujer (su hija) no debía saberlo (la destrozaría). Ella necesitaba estar conmigo para salir del pozo, así que no se podía afirmar que aquello no fuera a volver a pasar. De hecho volvió a pasar con cierta frecuencia. Pero había que ser discreto.

Mi esposa notó la recuperación de su madre que, acertadamente, atribuyó a mis cuidados, aunque nunca imaginó su naturaleza. También noto que el sexo con ella era menos frecuente, pero lo achacó al mero paso del tiempo. De todos modos siempre lo hacíamos al menos un par de veces por semana, de modo que tampoco quedó huérfana de satisfacción.

Amparo volvió a ser la de antes, aunque se le notaba una sombra de culpabilidad que le impedía ser del todo feliz con este concubinato. Practicamos el sexo anal, me espió haciendo el amor con su hija, escenificamos fantasías en que yo era un colegial y ella mi profesora, o incluso yo un niño y ella una madre adoptiva incestuosa. Disfrute con ella tanto o más que con su hija y a fecha de hoy (acabo de cumplir 30 años) sigue viviendo con nosotros y seguimos haciendo el amor día sí, día no, de modo que, o con ella o con su hija yo tengo ración de sexo diaria.

Amparo debe andar muy cerca de los 50 (preguntarle su edad me parecería una grosería) pero nadie diría que pasa de los 40 y el sexo con ella es el más intenso que he tenido nunca y por eso ha sido el objeto de esta historia. Espero que les haya gustado.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
jomabou@alumni.uv.es

 

Relato erótico: “La Fábrica (38)” (POR MARTINA LEMMI)

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verano inolvidable2No quedó, por lo tanto, más remedio que volver a mis labores con el consolador retráctil inserto Sin títulootra vez en el ano para mi dolor e incomodidad; ello sumado a que mi cola aún seguía caliente por la paliza que Micaela me había propinado la noche anterior, razón por la cual creo que no necesito decir que, prácticamente, trabajé de pie durante el resto del día, agregándoseme así dolor de espalda y cervical a mis padecimientos.

Al terminar el turno y tal como lo había anticipado, Evelyn me llevó en el auto a elegir ropa para el evento; por suerte, dejó previamente en su casa a Rocío o, de lo contrario, hubiera yo sufrido humillación por partida doble como venía siendo costumbre. Y en cuanto a lo de “elegir” era, por supuesto, relativo y, en todo caso, siempre estuvo más que claro que sería Evelyn quien elegiría y no yo; de hecho, yo di por descontado que en esta oportunidad no me pediría opinión en absoluto y, en efecto, así terminó siendo.

Fuimos a una tienda de ropa algo más selecta y, en parte, me alegró no tener que regresar a ese local donde tanto me conocían y donde habían sido testigos privilegiados de mi degradación; al menos, se trataba de un lugar al que nunca había concurrido y ello redujo en parte la vergüenza: en parte, claro, ya que, como era de prever, Evelyn se encargó de exponerme una y otra vez haciéndome entrar y salir de los vestidores y probándome todos los modelitos que le vinieron en gana. Descartó rápidamente aquellos que no terminaran en falda lo suficientemente corta e insistió, ante las vendedoras, en que yo debía asistir a un evento en el cual era imprescindible que mostrara lo más posible para atraer a potenciales clientes. Las empleadas, claro, me miraban algo desorientadas al no entender cuál era el ascendente o el grado de control que Evelyn ejercía sobre mí, pues veían sobradamente que yo allí no cortaba ni pinchaba, sino que saltaba a la vista que yo estaba enteramente sujeta a lo que sobre mí decidiera Evelyn. Optó finalmente por una combinación de blusa, chaqueta y falda corta en varios tonos de gris preponderantemente oscuro y de lo más elegantes, además de, y como no podía ser de otro modo, dejar al descubierto mis piernas ya desde apenas por debajo del final de la cola. Al momento de pagar, alguien le aclaró que ya habían llamado de la fábrica y que, por lo tanto, el gasto estaba arreglado; es decir que, y tal como Evelyn le había ordenado a Luciano, éste se había encargado de solucionar el tema del gasto en mi indumentaria.

Allí no terminó la cosa, sino que luego me llevó a comprar calzado y, como no podía ser de otra manera, me eligió unos zapatos con taco de aguja sobre los cuales era casi una tortura caminar. Luego pasamos por una casa de lencería y se encargó de comprarme unas medias con ligueros, caladas llenas de detalles muy finos y sensuales; se encargó, también, de comprarme ropa interior. Esto último me desorientó un poco y así lo evidenció mi expresión; Evelyn, por supuesto, no tenía por qué aclararme nada acerca del porqué de sus decisiones, pero en este caso lo hizo, supongo que para hacer más fuerte mi humillación, ya que habló en voz lo suficientemente alta como para ser oída por los empleados.

“Tenés que pensar que ahí va a haber tipos que te van a querer ver sin ropa – explicó, sin prurito alguno -… e incluso, que te van a querer coger. Necesitás, por lo tanto, estar presentable… y apetecible”

Las empleadas miraban incrédulas e intercambiaban, cada tanto, fugaces miradas entre sí, claramente sorprendidas por la escena que presenciaban y las palabras que oían. Mi incredulidad no era menor, y no porque me sorprendiesen el tono o la actitud menospreciativa por parte de Evelyn hacia mí, sino porque de sus palabras se desprendía, casi como una inferencia lógica, que yo iba a estar disponible para servir a los bajos apetitos de esos potenciales clientes, a los cuales no paraba un momento de hacer referencia. Me vino a la memoria el recuerdo de Inchausti, aquel cliente de Corrientes que me cogió por todo orificio habido y por haber. Un estremecimiento me recorrió el cuerpo y estuve a punto de ensayar alguna tímida protesta o, más bien, alguna pregunta al respecto, pero, en lugar de ello, preferí bajar la cabeza y aceptar:

“Está bien, señorita Evelyn… Lo entiendo perfectamente”

Ya en casa de ella, me hizo probar nuevamente todas las prendas y caminarle enfrente una y otra vez para comprobar cómo me veía. Me miraba de arriba abajo con ojos que parecían casi expertos, pero a juzgar por la expresión de su rostro, se la veía satisfecha; asintió varias veces como si se felicitara a sí misma por su buen gusto al vestirme. Luego me llevó ante un espejo a los efectos de que me viera yo misma; se ubicó a mis espaldas y me cruzó un brazo por delante de mi estómago mientras apoyaba su mentón sobre mi hombro y me hablaba muy cerca de la oreja:

“¿Y qué tal? – preguntó, surcado su rostro por una sonrisa de oreja o oreja -. ¿Cómo te ves?”

La muy hija de puta, ahora sí, me pedía opinión; no lo había hecho, antes, claro, para humillarme lo más posible ante el personal de los distintos locales que habíamos recorrido, pero ahora que no había nadie alrededor, me consultaba mi parecer. En otro contexto, que ya para ese entonces sonaba a lejanísimo pasado, la hubiera mandado a la mierda, pero en el nuevo estado de cosas que ella había impuesto en mi vida, no podía hacerlo de ninguna manera ni tan siquiera manifestar una opinión negativa; en otras palabras, su pregunta no admitía más que una sola respuesta y ella lo sabía mejor que nadie: se trataba, simplemente, de un aditivo más dentro del pérfido juego al que ella me sometía. Y, por otra parte, viéndome en el espejo, tenía yo que admitir que me veía tremendamente deseable y sexy; al falda, bien ceñida al talle, realzaba perfectamente mi silueta y la franja de muslo que se dejaba ver entre el borde de la misma y el final de las medias constituía, a todas luces, una invocación al deseo: sí, me veía condenadamente sensual, por lo cual decir cualquier otra cosa sería faltar a la verdad:

“Me… veo muy atractiva, señorita Evelyn… – balbuceé -; es obvio que tiene usted un… muy buen ojo para la ropa… y un finísimo gusto”

“Je, muchas gracias – dijo ella con absoluta falsedad, pues sabía de sobra que mis palabras surgían como resultado de la obligación. -. Sí, es cierto que te ves muy atractiva: casi diría que me produce un poco de envidia, jiji… Y así de atractiva es como mañana te van a ver todos esos clientes y empresarios, que no sólo te van a devorar con los ojos sino que además van a querer perforarte la ropa con la vista para ver qué hay debajo; y no conformes con ello, quizás hasta decidan comprobarlo por cuenta propia y al tacto…”

Cada una de sus palabras sonaba mordaz, pero también ominosa, intimidatoria; mientras hablaba, iba deslizando una mano por debajo de mi cortísima falda y me acariciaba la cola, en obvia analogía con lo que, supuestamente, viviría yo al día siguiente. Inclusive me propinó un pellizco juguetón, lo cual me significó aun más dolor en la nalga, pero también me excitó en contra de mi voluntad; tanteó el consolador, lo cual funcionó como la excusa perfecta para que yo le hiciese una pregunta que, para ese entonces, comenzaba a carcomerme.

“S… señorita Evelyn…”

“¿Sí, nadita?”

“Le pido disculpas p… por el at… revimiento, pero q… quisiera, o m… mejor dicho, m… me gustaría s… saber si mañana y pasado voy a tener el…”

“¿Esto dentro del culito?” – completó la pregunta Evelyn, al tiempo que le daba al objeto un empujoncito y me provocaba un doloroso respingo.

“S… sí, señorita Evelyn… Eso mismo es lo que quisiera… perdón, m… me gustaría saber”

Evelyn rio y me dio un mordisquito en la oreja.

“No, perrita – dijo, finalmente, para mi alivio -; esta noche lo vas a tener instalado, claro, pero a partir de mañana te voy a dispensar de eso por dos razones: en primer lugar, porque quiero que te pares bien, que estés envarada y fantástica para representar bien a la empresa; no se te vería bien doblada o caminando mal…”

Hizo una pausa; hasta allí lo que había dicho era de una lógica impecable y, por otra parte, me tranquilizaba enormemente: no podía, realmente, pensar en la tortura de tener que estar moviéndome en ese evento y sonriendo a cada tipo que se me acercase si, al mismo tiempo, tenía que hacer enormes esfuerzos para que no se notase que tenía un elemento extraño en el culo. Pero por otro lado, y por lo que ya para entonces la experiencia me enseñaba, había que temblar cada vez que Evelyn hacía una pausa al hablar; su segunda razón aún no había sido expuesta y, por lo tanto, me intrigaba e inquietaba sobremanera.

“En segundo lugar… – dijo, al cabo de un rato, adoptando un tono aun más malicioso y sibilante -, quiero que tengas el culito desocupado por cualquier cosa”

No explicó más que eso, claro. Me quedé a la espera de que agregara algo pero no lo hizo, sólo de sádica que era. Ella bien sabía que con eso que había dicho. yo pasaría a carcomerme por dentro tratando de imaginar para qué tendría que tener el culo desocupado. Y, a la larga, por mucho que lo pensase, todos los cálculos parecían conducir a lo mismo: debía tenerlo desocupado por si… alguien quería ocuparlo…

Una vez que me liberó de su perverso abrazo desde atrás, me obligó a desnudarme, es decir, me hizo volver a la posición de perra que, después de todo, yo tenía en su casa. De hecho, me hizo ponerme a cuatro patas y así fue como quedé en el centro de la sala. Se alejó taconeando para, al cabo de un momento, regresar y arrojar un montón de papeles y volantes sobre el piso, justo bajo mi vista.

“Vas a tener que estudiarte y aprenderte esto durante la noche – me espetó -:es el versito que les vas a tener que vender a esos tipos mañana en el hotel, hablando de la eficiencia, las bondades de la empresa y bla, bla, bla… Cuanto más aprendidito lo tengas, más convincente vas a ser, aun cuando, y eso está más que claro, lo que menos van a hacer esos tipos es oírte”

“Entiendo, señorita Evelyn – dije, con la vista clavada en los papeles -. ¿Debo… llevarlos a la cucha?”

“No, taradita – me reprendió, provocando que mi sexo se humedeciera ante el insulto -: allá afuera no hay buena luz y, además, quiero estar segura de que te sabés bien la letra antes de dejarte ir a dormir”

Todo estaba más que claro: tenía que leerlos y aprenderlos allí, como estaba, a cuatro patas. De otro modo, ¿por qué razón iba ella a arrojar los papeles bajo mi rostro? Así lo hice, sin chistar: los fui leyendo uno por uno y recitando luego con los ojos cerrados hasta que no quedara bache alguno en el parlamento que yo debía decir. La propia Evelyn se encargó de evaluarme cada tanto, tomando los volantes y caminando por la habitación con la vista fija en ellos mientras yo los recitaba; toda vez que fue necesario, me corrigió e, inclusive, varias veces me hizo recomenzar. De a ratos se iba a beber algo o, simplemente, desaparecía sin que yo supiera en dónde estaba; al cabo de algún momento, siempre volvía y, varias veces, caminó alrededor de mí en círculos, lo cual no dejaba de inquietarme. Fue en uno de esos giros en torno a mí cuando, de repente, se detuvo a mis espaldas; espié de reojo por encima del hombro y pude comprobar que me estaba mirando la cola con detenimiento.

“Mica te dio realmente fuerte – dictaminó, finalmente -: voy a tener que aplicarte una crema allí porque no está bueno que los clientes vean la mercancía golpeada o abollada”

Si algo faltaba para terminar de hacerme sentir un objeto era un comentario como ése: ¡Dios! Mercancía: así era como estaba yo conceptuada ahora. Por otra parte, y de manera paradójica, la sugerencia de untarme con alguna crema me provocó una fuerte excitación, ya que me remitió a los días en que Luciano me aplicaba ungüento en la cola para mitigar el dolor por las palizas recibidas. Evelyn fue hacia el cuarto de baño y regresó con un pomo; instantes después me untaba la cola: no lo hizo mal en absoluto y, de hecho, me excitó, pero… no era Luciano.

“S… señorita Evelyn…” – comencé a decir, mientras ella aún me estaba aplicando la crema sobre las nalgas.

“¿Sí, nadita?”

“Us… ted recién hacía referencia a Mica… ela…”

“Sí, te dejó la cola como un tomate machucado. ¿Qué pasa con ella?”

Tragué saliva; ignoraba si estaba dentro de lo permitido el preguntar lo que tenía en mente: sin embargo, tomé coraje y lo hice:

“Espero, señorita Evelyn, que me… sepa disculpar por mi pregunta si la considera fuera de lugar, pero… ¿qué va a pasar conmigo en caso de que Micaela sea… reincorporada?”

Evelyn soltó una ligera risita.

“¿Te preocupa?” – preguntó.

“S… sí, señorita Evelyn; es que… verá… en este momento es mi trabajo y…”

“Era el suyo antes: de Mica” – me replicó, tajante.

Su respuesta me descolocó: parecía dejar entrever que, en efecto, la idea era que Mica volviera a recuperar el puesto que yo ocupaba desde su despido.

“Sí, seño… rita Evelyn; lo sé y… lo comprendo, pero… ¿qué va a ser de mí una vez que…?”

“Eso nadie lo sabe” – contestó, con absoluta frialdad la colorada.

Otra vez tragué saliva. Ella y yo teníamos una especie de pacto: ¿era posible que lo hubiera olvidado o era que, simplemente, se hacía la distraída al respecto y pensaba desconocerlo?

“¿S… seré… despedida, señorita Evelyn?”

“Procuraremos que no”

La respuesta, si bien parca, me tranquilizó un poco, aunque la expresión “procuraremos” no me daba, a decir verdad, demasiada confianza; y las cosas, de todos modos, no me terminaban de cerrar: no había lugar para ambas en la administración… Si Mica regresaba a su puesto, ¿qué sería de mí?

“No… entiendo bien, señorita Evelyn” – dije, llena de confusión.

“¿Qué cosa?”

“Pues… si Micaela vuelve a la fábrica y toma mi lugar… entonces, ¿adónde iré yo a…?”

“No me hagas preguntas que aún no puedo responder” – me cortó, tajante, la colorada, al tiempo que parecía darle los últimos toques de ungüento a mi cola y, tal como pude ver en el espejo, retrocedía unos pasos para ver desde algo más lejos cómo me había quedado.

“Bien – dictaminó -; no es una crema mágica, claro está, pero luce siquiera un poco mejor y, de todas formas, va a ir haciendo su efecto a medida que pasen las horas. Creo que te voy a volver a embadurnar mañana antes de salir”

Evelyn se había desentendido por completo de la cuestión Micaela, desviando claramente el tema. Lo peor de todo era que, en este caso, ni siquiera daba la impresión de hacerlo deliberadamente o a los efectos de hacerme sentir inferior, sino más bien como si ya fuera algo natural que mi presente o mi futuro en la fábrica importaban realmente poco.

Tal como había dicho que lo haría, no me dejó ir a la cucha (¡Dios: qué expresión!) hasta tanto no me hubiera aprendido bien mi letra y se encargó, personalmente, de evaluarme y comprobar que así fuese. Al igual que lo hiciera la noche anterior, hizo entrar a los pichichos y tuve que dormir afuera, desnuda, con un consolador inserto en la cola y en una casilla que olía asquerosamente a pelo canino.

Y al otro día tuve que ir al evento: conforme a lo que ya parecía una rutina establecida, Evelyn me retiró el consolador a los efectos de que pudiera cumplir con mis necesidades; la novedad, en todo caso, fue que esta vez, para alivio mío y tal como lo había anticipado, no volvió a colocármelo. Me obligó a ducharme y luego me llevó hasta la fábrica, desde donde una combi nos llevaría con rumbo capital a mí y a algunos más que iban en representación de la fábrica; pocos, por cierto: Hugo Di Leo, Luciano Di Leo, Evelyn (en su calidad de secretaria) y yo, más tres operarios del servicio técnico que se encargarían de hacer algunas demostraciones prácticas y exponer material. Hasta donde recordaba, cuando me habían mencionado por primera vez lo del evento en el hotel, se había hablado de un par de chicas que irían en representación de la empresa. Por el contrario, todos, salvo Evelyn, eran hombres, lo cual implicó que, vestida como yo estaba, no me despegaron los ojos de encima durante todo el viaje; sólo Luciano se hacía algo el distraído, lo cual seguramente tenía que ver con el hecho de que Evelyn lo vigilaba de cerca: no dejaba de ser paradójico si se consideraba que el día anterior ella me había hecho mamarle la verga, pero la impresión era que esa nueva versión de Luciano no era capaz de levantar una sola ceja sin autorización de su dueña y señora: relación rara la que tenían; él no se comportaba en ningún momento como novio de Evelyn y, de hecho, en ningún momento del viaje los vi abrazados o haciéndose arrumacos. No era ése el estilo de Evelyn, quien más bien tenía a Luciano como su juguetito.

En cuanto a Di Leo padre, pareció renovar el interés en mí después de varios días, ya que en un momento se sentó a mi lado y no paró de llenarme de lisonjas y piropos bastante desagradables; incluso me apoyó la mano sobre la pierna, allí donde se ofrecía blanca y deseable la franja de muslo entre falda y medias; el muy cerdo hizo referencia a los “buenos momentos” que ambos habíamos vivido en la fábrica, lo cual, por cierto, dejaba afuera, ya fuese por omisión o por elección, la cogida que me había dado en el baño del local de fiestas durante la celebración de mi boda: de ese modo y descartado eso, cabía suponer que su referencia a los “buenos momentos” sólo podía remitir a las oportunidades en que yo le había mamado la verga o bien lamido su asqueroso culo. Evelyn, desde su butaca, nos echó una mirada y se sonrió…

El lugar del evento era un hotel a todo lujo, de ésos en los que jamás en mi vida hubiera pensado en ingresar: fastuosos alfombrados, lujosas cortinas, impactantes tapizados y montones de banderas de todo el mundo a la entrada para dar imagen de prestigio internacional: parecía casi una contradicción que allí se fuera a hablar sobre herrajes industriales. Fuimos de los primeros en llegar y luego lo fueron haciendo los representantes de otras empresas. Experimenté una satisfacción típicamente femenina al advertir que las empleadas de las otras firmas me devoraban con los ojos aun más que los hombres pero que, a diferencia de lo que ocurría con éstos, sus ojos sólo dejaban traslucir antipatía, odio e, incluso, envidia: por primera vez, me alegré del modo en que Evelyn había decidido vestirme. Aprovechando la prontitud de nuestra llegad, armamos nuestro stand justo en el centro del gran salón del hotel: un sitio privilegiado, pues pareció como si el resto de los stands se alinearan en círculo alrededor de nosotros; más a mi favor: si ya era el centro de las miradas, ahora ocupaba también el centro del espacio.

De a poco fueron llegando los asistentes, los cuales iban mostrando al entrar las invitaciones que, tanto nuestra fábrica como las demás, les habían hecho llegar en su debido momento. Pronto nuestro stand acaparó toda la atención y yo, debo decirlo, era la principal razón de ello, lo cual provocó en mí una extraña mezcla de vergüenza y orgullo. En cuanto a Evelyn, se la pasó yendo de un lado a otro del hotel y haciendo sociales junto a Hugo y, por supuesto, a Luciano, quien la seguía a todas partes como un perrito faldero; viéndolos a la distancia, la misma situación se repetía una y otra vez: Evelyn hablando con algún cliente y Luciano, un poco por detrás, mirando al piso y hablando sólo cuando ella, al parecer, lo presentaba.

Por mi parte, a cada cliente que se acercó, le fui recitando la letra que tan bien me había aprendido en la noche anterior; creo que logré hacerlo de un modo convincente, fluido y para nada forzado. Sin embargo, y ya Evelyn me lo había anticipado, cuando yo miraba a la cara de los tipos para quienes exponía, percibía a las claras que lo que menos hacían era escucharme. Los más me miraban las piernas y, muy particularmente, dirigían la vista a esa sugerente franja de blanco muslo; otros, más osados, me escudriñaban el pecho con poco disimulo y los menos, aun más atrevidos, giraban a mi alrededor mirándome de arriba abajo pero, al parecer, poniendo especial atención en mi cola. Hasta allí, no era nada distinto de lo que ya se me había adelantado que ocurriría y, por lo tanto, traté de concentrarme en continuar con mi parlamento como si nada ocurriese.

En un momento, Evelyn se acercó y permaneció a mi lado, cruzada de brazos y escuchándome como si fuera un cliente más; quedaba bien claro que me estaba evaluando; en cuanto se produjo un instante en el cual no hubo nadie más alrededor, me depositó una mano sobre la cola.

“Sacá más culito – me dijo, al oído y de manera sibilina -; la idea es que, al verte, no puedan pensar en otra cosa más que en cogerte”

Metí hacia adentro la espalda y me encorvé hasta adoptar la postura que ella me exigía. Sonrió conforme y se retiró; apenas lo hizo, se me acercó un tipo de barba y traje que, aunque joven (no parecía pasar de los treinta y cinco años) distaba mucho de ser atractivo: de hecho era muy bajito y, si bien no daba para considerarlo enano, no pasaba del metro cincuenta. Fiel a mis instrucciones, le saludé amablemente y con la mejor de las sonrisas; él me correspondió de manera bastante parca, apenas con un asentimiento de cabeza. Mesándose la barba, se dedicó más bien a escrutarme de arriba abajo. La situación me incomodó, así que opté por lo sano: ¿qué esperaban de mí?: pues que explicara a los clientes las ventajas y productos de la empresa; bien, a mi trabajo entonces. Comencé con el parlamento que tan bien tenía estudiado, pero estaba claro que el tipo, lo que menos hacía era oírme. Su actitud no difería de la de tantos que antes habían pasado por el stand y, sin embargo, detectaba yo en sus ojos algo más perverso y lascivo, lo cual me quedó confirmado cuando me giró en derredor con los ojos clavados fijamente en mi cuerpo mientras yo no detenía mi alocución, pero comenzaba a tartamudear. Lo temido por mí, terminó ocurriendo; al igual que, momentos antes lo hiciera Evelyn, ésta vez fue el tipo quien apoyó su mano sobre mi cola, pero de un modo mucho menos sutil: me estrujó las nalgas como si estuviese comprobando la calidad. No decía palabra, sólo palpaba y testeaba; me sentí impulsada a dar un paso hacia adelante para huir del repugnante contacto pero, sabiendo que mis instrucciones apuntaban a dejar satisfechos a los clientes, opté por permanecer en mi sitio y, en cambio, tratar de disuadirlo de seguir adelante con lo que hacía:

“S… señor – musité, aclarándome la voz -: le… suplico que… se ubique…”

“Buena carne, bien firme” – dictaminó, como si me ignorase por completo, y puedo asegurar que su voz me sonó como la más asquerosa del mundo.

En busca de auxilio eché un rápido vistazo en derredor, pero no había nadie a quién recurrir: Evelyn se hallaba a lo lejos hablando con alguien y, al parecer, totalmente absorta en lo suyo y sin darse cuenta de nada; y, por otra parte: ¿podía esperar ayuda de ella? Miré de reojo hacia los operarios que exhibían y explicaban los productos y las muestras, pero también ellos parecían concentrados en sus labores y ninguno daba visos de percatarse de algo. Mientras tanto, el tipejo, desde atrás, no retiraba la mano de mi cola sino que, por el contrario, se dedicaba ahora a recorrerla e, incluso, comenzaba a hurgar por debajo de la falda, lo cual no le implicaba demasiado esfuerzo considerando lo breve de la misma. Crispé los puños y un temblor recorrió todo mi cuerpo: ¿debía someterme a eso? ¿Era parte de mi “acuerdo”? Casi al borde de las lágrimas, cerré los ojos y, simplemente, dejé que el tipo siguiera haciendo lo suyo; fue, en ese momento, cuando ocurrió algo inesperado…

Una suave pero sensible corriente de aire sobre mi mejilla fue denotativa de que alguien había pasado a mi lado a la carrera sin que yo llegara a verle; una mezcla de confusos sonidos se dejaron oír a mis espaldas, lo cual motivó que, abriendo los ojos, me girara sobre mis tacos y diera media vuelta para comprobar qué era lo que sucedía. La escena con la que me encontré estuvo muy lejos de cualquiera que pudiera esperar: el tipo bajito que hasta un momento antes palpaba mi cola, yacía ahora sobre la alfombra, reclinado sobre un codo y tratando de reincorporarse tras haber sufrido, al parecer, una violenta caída como producto de un empujón, puesto que, incluso, se hallaba a unos dos metros de mi posición. De soslayo, pude ver que a mi derecha había alguien de pie y no hacía falta ser demasiado deductiva para caer en la cuenta de que debía ser, obviamente, el responsable del empujón que me había sacado de encima a ese petiso grasiento. Lo sorprendente fue que, al girar la cabeza más decididamente para dilucidar de quién se trataba, me encontré con… mi esposo… o tal vez ex esposo: Daniel…

El impacto que me produjo la sorpresa fue tan grande que di un paso hacia atrás e incluso trastabillé, sin saber cómo logré mantenerme en equilibrio sobre esos incómodos tacos aguja. Entretanto, el tipo que yacía en el piso, hacía esfuerzos por volver a ponerse en pie; sus movimientos eran torpes y remitían a los que hace un escarabajo cuando ha quedado con las patas hacia arriba; así y todo, consiguió poner una rodilla sobre el alfombrado y, con una expresión que lucía entre azorada y desencajada, comenzó a levantarse. No logró hacerlo: Daniel le propinó un puntapié a la altura del hombro, con lo cual volvió a caer sobre sus espaldas mientras no paraba de maldecir.

Yo, que seguía sin entender nada, miraba con ojos desorbitados a Daniel, sin saber todavía si alegrarme o lamentarme por su intervención, ya que su presencia allí sólo servía para complicar las cosas.

“¿C… cómo es que… entraste acá?” – le pregunté, pero la realidad era que a Daniel se lo veía más concentrado en el tipejo que yacía en el piso y en evitar que volviera a intentar levantarse. Parecía, de hecho, preparado para propinarle un nuevo puntapié, tal vez a la mandíbula; la cosa, sin embargo, no pasó a mayores, ya que, en ese preciso momento, se presentó en escena Evelyn, gritando desencajada…

“¿Qué está pasando acá?” – vociferaba, al parecer no anoticiada aún de la presencia de Daniel en el lugar.

“Este… s… señor… s… se p… propasó conmigo – expliqué, de manera entrecortada, pero a toda prisa, al punto de olvidar el tratamiento que debía dar a Evelyn al dirigirme a ella – y… Daniel apareció aquí y…”

En ese momento los ojos de Evelyn se inyectaron en rojo y todo su rostro pareció encenderse en furia como si fuera una fiera salvaje a la que han molestado; se giró a Daniel, y esta vez sí, saltó a la vista que lo reconoció.

“¿Daniel? – masculló, casi mordiendo las sílabas del nombre al pronunciarlo; desvió la vista hacia mí sin que desapareciera de sus ojos el mínimo destello de ira -. ¿Y qué carajo está haciendo acá este imbécil?”

Yo temblaba de la cabeza a los pies; la mirada de Evelyn era como un taladro atravesándome.

“N… no lo s… sé, s… señorita Ev…”

“¿Lo invitaste? – rugió la colorada -. ¿Yo te digo que te lo saques de encima y, por el contrario, le cursás una invitación?”

“¡N… no, señorita Evelyn! – imploré, llevándome una mano al pecho – ¡J… juro q… que no lo hice! ¡No tengo la menor idea de cómo pueda…”

“No fue ella – me interrumpió Daniel, hablando por primera vez -. Yo, por mi cuenta, conseguí una invitación”

Su intervención, al menos, sirvió para que Evelyn me quitara de encima esos ojos lacerantes y, en cambio, girara la vista hacia él; ello no implicó, sin embargo, que la visceralidad abandonara la expresión de su rostro.

“Eso no es posible – sentenció Evelyn, sacudiendo la cabeza -. Yo misma me dediqué a organizar…”

“Floriana – le interrumpió Daniel, girando la vista hacia mí luego de pronunciar ese nombre -: fue Flori quien me consiguió una”

Claro: mi ex amiga, la que, en su momento, me había servido de puente para entrar en la fábrica pero que, luego, se había terminado acostando con Daniel para “consolarlo”; no era de extrañar, incluso, que se siguieran viendo. De algún modo, las piezas encajaban algo más, pues era posible que Floriana se hubiese llegado a quedar con algunas invitaciones apenas el evento fue programado o bien que tuviera el código de acceso al sitio restringido desde el cual las mismas habían sido impresas. También a Evelyn parecían empezar a cerrarle las cosas, a juzgar por el modo en que asentía con la cabeza y alzaba una ceja:

“Esa puta de mierda – dijo, entre dientes -. Claro: ¿quién otra podría ser? Suerte que ya no la tenemos en la fábrica”

Mientras tanto, el jaleo alrededor era cada vez mayor y no era para menos a la vista de lo ocurrido. Unos tipos de seguridad del hotel ayudaban al caído a ponerse en pie y, a la vez, buscaban contenerle para que no saltara como una fiera encima de Daniel, pues el sujeto no paraba de insultar ni de arrojar puñetazos al aire. Otros dos llegaron prestamente y tomaron a Daniel por las axilas mientras alguien que, al parecer, lucía uniforme de conserje o algo por el estilo, llegaba para, con la mejor amabilidad posible ante las apremiantes circunstancias, preguntar qué era lo que ocurría.

“¡Este sujeto me golpeó!” – vociferaba el tipejo, mientras los dos gorilas que lo sostenían procuraban evitar que lograse zafárseles; se lo veía tan enloquecido que, pequeñajo y todo como era, hasta parecía posible.

“¿Quién es usted? – preguntó el conserje, echándole una mirada penetrante a Daniel -. ¿Representa a alguna empresa?”

“Soy el esposo de la señora – respondió Daniel, sonando sorprendentemente sereno, casi como si supiera que su causa era justa y que, por lo tanto, las autoridades del hotel intervendrían a su favor -. Y este… sorete la estaba manoseando”

“¿Es verdad que es su esposo?” – preguntó el conserje, girándose hacia mí y mientras su expresión revelaba que aún no terminaba de acomodarse al vértigo de los sucesos.

“S… sí – respondí, tímidamente -; o… lo era: no lo sé…”

“¿Están divorciados?” – indagó el conserje, frunciendo el ceño y seguramente confundido por lo ambiguo de mi respuesta.

A mi pesar, tuve que negar con la cabeza y, si bien mantuve la vista baja al responder, no me fue difícil imaginar la mirada recriminatoria que me estaría echando Evelyn, quien ya me había cuestionado el no haber todavía puesto en marcha, al menos, una separación legal, siendo que el poco tiempo transcurrido desde la boda no hacía viable aún el divorcio en sí.

“No… – musité -. No… lo estamos”

Espiando por debajo de la ceja, pude ver la sonrisa de satisfacción de Daniel, quien, presumiblemente, estaría disfrutando como una pequeña victoria el hecho de que yo hubiese admitido la vigencia del vínculo conyugal. Tal vez, supondría, ello le daría aún más fundamentos a su intempestiva intervención en la escena del manoseo. En tanto, el conserje nos miraba alternadamente a uno y a otro.

“Bien – dijo, finalmente -; de todas maneras, sus problemas conyugales no nos conciernen y el hecho de que sean marido y mujer no avala la intromisión violenta…”

El rostro de Daniel se trasfiguró; su fugaz sensación de haber pasado a ganar la partida parecía diluirse.

“¡Pero… es mi esposa! – vociferó y se retorció, provocando que el personal de seguridad que lo sostenía debiera redoblar sus esfuerzos para mantenerlo atrapado -. Y además… ¡es abuso! ¿No hay, acaso, normas legales al respecto?”

“Soledad – intervino Evelyn, quien, de modo muy astuto, elegía de pronto llamarme por mi nombre por conveniencia y exigencia de las circunstancias -. ¿Este señor te tocó contra tu voluntad?”

Como toda pregunta que salía de sus labios, no admitía más que una única respuesta; y la muy zorra sabía bien que si yo, de algún modo, admitía que la cosa había sido consensuada, no cabía ya discusión al respecto cualquiera fuese el vínculo que me uniera con Daniel.

“No… señorita Evelyn – negué, con la cabeza gacha -: yo… lo dejé que me tocara”

“¡Sole!” – aulló desesperadamente Daniel, quien seguía luchando inútilmente por liberarse de sus captores.

“¿Y por qué dejaste que te tocara? ¿Porque te gustó?” – indagó Evelyn, sacando a relucir su filo más humillante.

“Sí… – admití con vergüenza -, sí, señorita Evelyn. Me… gustó que me tocara”

“¡Ella no está hablando por cuenta propia! – gritaba Daniel, desesperado -. ¿No se dan cuenta acaso de que, simplemente, ella la está haciendo decir lo que quiere que diga?”

Evelyn lo ignoraba por completo y, si no lo hacía, se comportaba como si así fuese; se volvió hacia el tipejo que me había manoseado, quien parecía aún lucir enfadado, aunque algo más tranquilo.

“En nombre de la empresa – le dijo la colorada, apoyándose la mano en el pecho -, lamentamos mucho que haya tenido que vivir este incidente. A propósito – su tono era exasperante de tan fingidamente amable -: ¿podemos hacer algo por usted?”

“Claro que pueden – barbotó el tipo, sin ningún tapujo y presto a sacar provecho de la situación -; de hecho, yo estaba a punto de pedir a esta muchacha para llevarla a una habitación en el momento en que ese desquiciado apareció”

Di un respingo, en tanto que Daniel se sacudió nuevamente.

“¡Hijo de mil putas! – vociferaba -. ¡Sorete! ¡Degenerado de mierda!”

“De parte de la empresa no hay ningún inconveniente al respecto – dijo Evelyn con una sonrisita que me resultó, a todas luces, infinitamente odiosa -. Tenemos una habitación ya asignada por el hotel para ese tipo de menesteres”

“Así es – apuntó el conserje -: la veintinueve”

Yo no cabía en mí de la incredulidad. Se hablaba de mí como un objeto sin ningún poder de decisión. No era, desde ya, que eso me sorprendiese viniendo de Evelyn, pues la colorada y sus amigas habían convertido en costumbre tal degradación. Lo increíble del asunto, en este caso, era que también las autoridades del hotel parecían comportarse como si fuera lo más natural del mundo que los clientes quisieran llevarse a la cama a las promotoras de las empresas.

“Entonces Soledad lo acompañará a la habitación veintinueve – concluyó Evelyn poniendo las palmas de las manos hacia arriba y encogiéndose de hombros -. No hay nada más que hablar”

El tipo, como no podía ser de otra manera, sonrió con satisfacción, aun cuando todavía se lo notase ofuscado por lo ocurrido.

“Bien – intervino el conserje -; yo me encargaré de que los lleven a la habitación. En cuanto a este señor – señaló en dirección a Daniel -, sáquenlo de aquí ya mismo, pues no tiene nada que hacer en este lugar y, de hecho, sólo provoca disturbios”

Los dos grandotes tironearon de las axilas de Daniel arrastrándolo fuera del círculo de personas que se había formado en el stand. Daban pena sus inútiles forcejeos para liberarse mientras se lo iban llevando.

“Un momento…” – espetó el hombre bajito, ya liberado por quienes lo sostenían debido a que estaba visiblemente más calmado.

Los dos gorilas que arrastraban a Daniel se detuvieron; el tipejo caminó hacia ellos y se plantó ante mi esposo, con las manos a la cintura. Tanto el conserje como el personal de seguridad, y todos en general, lo miraban expectantes y con curiosidad.

“El hecho de que este sujeto sea el esposo de esta chica es algo que resulta muy interesante y también estimulante” – apuntó, luego de estudiar a Daniel durante un rato como si estuviese elucubrando un plan en su perversa mente.

“¿Perdón…?” – preguntó Evelyn, quien lucía tan confundida como el resto.

El hombrecito hizo otra larga pausa, al parecer más por estar cavilando que por estar jugando con el suspenso, efecto este último que, de todos modos, conseguía.

“Me gustaría que lo lleven también a la habitación. ¿Sería eso posible?” – espetó, de pronto, girando la vista hacia el conserje, quien dio un respingo, claramente sorprendido.

“¿A… la habitación?” – preguntó, lleno de confusión y frunciendo el entrecejo.

“Quiero que vea lo que voy a hacer con su esposa” – dijo ladinamente el tipejo mientras me dedicaba una mirada que, de tan pervertida, me obligó a bajar la vista nuevamente.

Una exclamación de asombro brotó al unísono de todos. Daniel estaba rojo de furia pero, ahora, parecía haberse quedado mudo, tal el grado de la sorpresa recibida. Miré con desesperación a Evelyn; una vez más, pretendí aferrarme ingenuamente a ella, pues no sé por qué se me ocurrió que, en ese momento, era la única persona que allí podía parar ese desquicio. Sin embargo, el desencanto se apoderó de mí al comprobar que el rostro de Evelyn iba virando poco a poco desde la sorpresa hacia el entusiasmo; los ojos y las mejillas se le iluminaron, lo cual daba la pauta de que la idea, tras haberla pensado durante unos segundos, le resultaba atractiva. Miró al conserje:

“Yo creo que se puede – dijo, asintiendo y frunciendo la boca -; ¿por qué no?”

El conserje caviló durante algunos segundos y luego se encogió de hombros:

“Si ustedes así lo disponen, pues entonces no es cosa mía. Eso sí: no me hago responsable por las reacciones violentas que este señor pueda tener una vez dentro del cuarto; es decir, puedo encargarme, sí, de que el personal de seguridad esté allí para retenerle, pero… si se les llegara a zafar…”

“No va a hacerlo – apuntó Evelyn, sonriente -; mire lo que son estos roperos; en todo caso, que vayan los cuatro…”

Sentí como si me clavaran una nueva estocada en mi dignidad. ¿Los cuatro, había dicho? En otras palabras, ¿estaba dando su aval para que un tipo desconocido y asqueroso me cogiera en una de las habitaciones del hotel teniendo, por lo menos, a cinco personas como espectadores? Uno de los cinco, por cierto, era mi esposo, lo cual no constituía un dato menor…

“Está bien – convino el conserje, haciendo una seña a los otros dos hombretones, quienes hasta un momento antes cumplieran con la tarea de mantener inmovilizado al hombre bajito -. Acompáñenlos…”

A pesar de las protestas y forcejeos de Daniel, los cuatro roperos se lo llevaron, prácticamente a la rastra, en dirección hacia el ascensor, mientras la escena era seguida con la vista por el repulsivo tipejo que continuaba con las manos a la cintura. Luego éste se volvió hacia mí y me miró del más asqueroso modo que se pudiera llegar a imaginar, justo antes de acercárseme y, con total impunidad, volver a apoyarme una mano sobre la cola.

“Vamos, hermosa – me dijo; juro que se le podía oír el crepitar de la saliva entre los dientes -. No hagamos esperar a tu esposo”

Con terror, miré al resto, pero a juzgar por los rostros, tanto del conserje como de Evelyn, estaba más que claro que no había lugar para protesta alguna. Por el contrario, ella hizo un movimiento con los ojos como conminándome claramente a marchar hacia la habitación.

“No te preocupes por el stand – dijo, cuando yo ya caminaba con el tipo llevándome prácticamente asida por la cola -. Yo me encargo hasta que regreses…”

CONTINUARÁ

 

Relato erótico: “Holywood family” (POR MARQUESDUQUE)

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verano inolvidable2HOLLYWOOD FAMILY

Sin títuloMis padres son actores famosos. Guapos, deseados… ejemplos de lo que llaman con cierta cursilería el sueño americano. Los llamaremos Bret y Angela, para entendernos. Bret es alto, castaño, atractivo… realmente no vale la pena describirlo mucho más porque tampoco sale mucho en la historia. Mi madre, en cambio, tiene un papel principal. Es alta, de labios carnosos, busto generoso, figura esculpida en el gimnasio, color de pelo variable, edad indefinible (¿40 que parecen 30? ¿45 que le permiten interpretar papeles de 35?). En definitiva es toda una “sex symbol”. Mi familia es un poco peculiar. Primero está mi hermano mayor, José, adoptado en España, moreno, alto y atlético. El mediano soy yo, Johnny, el único biológico, rubio y de aspecto delicado. La pequeña, Jenny, adoptada en Méjico, siempre ha tenido problemas de salud. Los medios publicaron, de hecho, que tenía algo grave y contagioso, de lo que se puede morir. Nada más lejos, en realidad está bien, solo es algo débil. Jenny tiene los ojos negros y el pelo oscuro y es toda una belleza.

Puede parecer que por ser el único hijo natural sería el favorito de mis padres. Más bien al contrario. José es el favorito de mama. Fue el primero y siempre han tenido una complicidad especial. Además, él la adora, no necesariamente de la forma habitual entre madre e hijo, si ustedes me entienden… Luego llegué yo, de un modo un tanto incomodo, tras nueve meses de embarazo y un parto doloroso, molestias que mis hermanos no causaron. Mi hermana es la favorita de nuestro padre. No se si por ser chica, por tener la salud delicada o por ser un encanto. Yo, por otro lado, soy el niño mimado del servicio. Teniendo en cuenta que pasamos mucho más tiempo con las criadas que con nuestros padres, no es mala mi situación, pensándolo bien. Con mi hermano sí que he competido alguna vez por el cariño de mi madre (siempre he salido perdiendo) pero con mi hermana no. Nuestra relación es especial, nos llevamos muy bien desde que recuerdo. Ignoro si al servicio le sedujeron mi afabilidad de carácter, la paradoja que siendo el único hijo de su sangre, fuera el menos favorecido por mis padres, o alguna otra circunstancia, pero todos los trabajadores de la casa han sido siempre mis cómplices, especialmente Lucia, la hija de la cocinera, unos 5 años mayor que yo, una chica muy guapa, con la que tuve mis primeras fantasías sexuales (alguna de las cuales se convirtieron en realidad, como luego explicaré).

Desde que recuerdo mi hermano ha estado obsesionado con nuestra madre. Cuando veíamos sus películas, a mi me daba vergüenza mirar sus escenas de amor. José, en cambio, de deleitaba con ellas. Luego le pillaba volviéndolas a ver una y otra vez, en el dvd. También empezó a buscar fotos sexys suyas en internet, tanto reales como “fakes”, con su cara y el cuerpo de otras. Finalmente no tuvo bastante con eso y decidió espiarla desnuda mientras se duchaba o se cambiaba de ropa. Recuerdo cierta ocasión, mi hermano tendría unos 16 años y yo 14. Mama había vuelto de un rodaje de varios meses y llevaba un par de días en la casa. Estaba poniéndose el bañador para bajar a la piscina. Mi hermano la espiaba a ella y yo le espiaba a él. De repente, mama abrió la puerta de golpe y le sorprendió. José murmuraba una excusa sin poder ocultar su visible erección. Ella sonrió, le dio un beso en la mejilla y fue a bañarse sin más comentarios. Si me hubiera pillado a mi me hubiera ganado una buena, pero este cabrón no podía hacer nada mal a sus ojos.

En el colegio, tanto él como yo ligábamos bastante. Somos, modestia a parte, guapos y tener padres famosos nos confiere cierto atractivo, como si perteneciéramos a una especie de aristocracia. Un día, no mucho después del episodio de la piscina, mi hermano se trajo a una novia a casa. Era una compañera de clase, seguramente la más guapa. Se encerraron en su habitación, pero como hacía calor dejaron una rendija abierta. Curioseaba más por aburrimiento que porque esperara ver alguna cosa. Pero la vi. Estuvieron un rato besándose, luego ella le quitó la camisa y le pasó la lengua por el pecho y la barriga hasta los pantalones. Los desabrochó y el pene de mi hermano asomó erecto entre el calzoncillo. La chica (nunca recode su nombre) lo besó dos veces en la punta y se puso a chuparlo. Se notaba que no era la primera vez que lo hacía. Mi hermano cerraba los ojos y se dejaba llevar. En el momento en que su corrida desbordó la boca de la chica creí oírle murmurar: “mama”.

La escena me había dejado bastante cachondo. Al día siguiente invité yo a una amiguita a mi casa, pero no pasamos de besitos. Era la primera vez que me enrollaba con una chica y estaba nervioso. Esa misma noche Lucia me encontró pensativo.

– ¿Qué te pasa campeón? ¿No fue bien con tu amiga?

– No se. Creo que soy un poco torpe besando.

– No seas tonto. Solo te falta algo de práctica. Ven, te ayudaré.

Me cogió de la mano y me llevó a su habitación. Nos reclinamos en su cama y empezó a besarme en los labios.

– Ahora saca un poco la lengua.

Continuamos un rato con la faena. Sabía besar muy bien y al llevar ella la iniciativa yo estaba más tranquilo. Cuando paramos me miró la entrepierna. Mi bulto era considerable.

– Te ayudaré con eso- dijo, y me desabrochó la bragueta. Mi pene salió dando un bote, como el de José con su amiga. Me la cogió con su mano derecha y comenzó a subir y a bajar. Era la primera vez que me la tocaba una mano que no fuera mía. Al cabo de un rato me corrí a borbotones. Sonrió, me dio un piquito y se levantó.

– A que ya estas mejor…

Los meses siguientes mi hermano siguió espiando a mama, masturbándose con su material de Internet y con las películas en que salía ella desnuda o en la que tenía alguna escena de sexo y trayendo de vez en cuando amiguitas a casa. No se hasta donde llegó con ellas porque deje de espiarle. Tenía mis propios asuntos. Con mi compañera de clase me enrollé mejor, días después, pero no pasamos de ahí. Con Lucía repetimos el numerito de su habitación “para que yo practicase”. Después de morrearnos ella siempre me hacía una paja. Al final ya, nada más empezar a besarnos, llevaba su mano a mi paquete y me masturbaba mientras su lengua jugaba con la mía. Poco a poco yo fui siendo más osado y le tocaba las tetas, el culo, incluso entre las piernas. Un día que la manoseaba torpemente en las bragas me dijo: “Quieres que te enseñe a dar placer a una chica” Ese fue el primer día que la masturbe yo a ella. Desde entonces, cada vez que lo hacíamos, la rutina era comernos la boca mientras nos pajeábamos mutuamente. Me encantaba correrme en su mano mientras la besaba y notaba como ella se corría entre mis dedos.

Todo cambió cuando llegó Nancy. Era una enfermera que mis padres contrataron para cuidar de mi hermana en sus accesos de debilidad. Tenía unos 20 años, era alta, rubia y preciosa. ¿Qué puedo decir? Me enamoré de ella como un bendito. Debía tener unos diecisiete años a aquellas alturas y a pesar de mis avances con Lucía y de salir de vez en cuando con alguna amiga de mi edad, seguía siendo técnicamente virgen. Tres o cuatro años de diferencia pueden no parecer muchos, pero en aquellos momentos me parecían insalvables. Cierto que Lucia también era mayor que yo, pero con ella era diferente. Nos conocíamos de toda la vida, había confianza. Además nuestra relación era distinta. Ella tenía sus novios y yo mis amigas. Era un jugueteo sexual, no un enamoramiento. Con Nancy, tan guapa, tan dulce, tan buena con mi hermana… No sabía como acercarme a ella. Hice algún intento de darle conversación ante la mirada desaprobadora de Jenny, que parecía querer decirme que la avergonzaba con mis torpes acercamientos y que no hiciera el ridículo. Mi hermanita, a pesar de sus problemas, se estaba abriendo como una flor y cada día concitaba más comentarios de admiración en quienes la veían. No me di por vencido y traté de coincidir con la joven enfermera a solas, por los rincones de la casa por los que se adentraba, buscando el baño o algo para Jenny. Un día conseguí convencerla de que cenara conmigo a solas, con la excusa de enseñarle los premios de mis padres. Cuando intenté besarla puso la mejilla y me dejó confundido y frustrado. En otra ocasión la invité al cine y al despedirnos ella misma me besó en los labios, como para agradecerme mi caballerosidad. Cuando, en una tercera cita, la llevé a la zona vip de una famosa discoteca a la que pasamos sin hacer cola, se lanzó sobre mí, en el sofá que presidía la sala, frente a la barra y nos enrollamos. Esa misma noche, cuando la limusina familiar paró ante su casa, me invitó a entrar. Pasamos a su habitación en silencio y empezamos a besarnos y a quitarnos la ropa. No era como besar a Lucia o a alguna amiga. Era especial. Parecía que el corazón se me saldría del pecho. Me besó por todo el cuerpo y me bajó los pantalones. Estuvo chupándomela un rato, como una experta. Creía estar en el cielo. Luego, se puso sobre mí, y ella misma dirigió mi pene a su vagina. No tardé mucho en correrme, pero eso a ella no pareció importarle, como si anticipara mi inexperiencia y lo esperara. Seguimos un rato besándonos. Tras unos minutos volvió a chupármela, hasta que se puso dura de nuevo. La segunda vez que lo hicimos estuve yo arriba y duré más. Podía oír el sonido que producía el roce de nuestros cuerpos, sentir el calor de su intimidad contra la mía. Quedamos satisfechos y rendidos. Nunca había sido tan feliz.

Mantuvimos nuestra relación en secreto. Mi hermana notaba algo y no le gustaba. Parecía estar celosa de nuestra reciente complicidad. Era comprensible, Nancy era “su” enfermera y habían trabado una fuerte amistad en los meses que estaban juntas. Que su hermano se metiera por medio, atraído por una cara bonita, podía ser molesto. Otra que percibió algo era Lucia, a la que había dejado de visitar en su habitación, pero elegantemente no dijo nada.

Transcurrieron unos meses de idilio para mí. Observaba a mi hermano ser cada vez más atrevido con mi madre, pero me daba igual. Tenía mi propia obsesión. No obstante, no podía dejar de darme cuenta de que los abrazos de José a mama, cuando volvía de un rodaje o de un viaje solidario, del que siempre temíamos nos trajera algún hermanito, que agrandara aun más la familia, eran más largos de lo necesario, que la manera que se frotaba con ella no era casual y que su forma de buscar un beso en los labios no era por cariño filial únicamente. Cierto día la cogió por detrás, pegó su paquete al culo de ella, la rodeo con los brazos de modo que por abajo le rozaba las tetas y la besó en el cuello. Ella rió, forcejeó para soltarse y premió su osadía besándole brevemente en la boca, beso que él trato de alargar sin conseguirlo. Ni mi padre ni mi hermana se dieron cuenta, pero José estaba terriblemente excitado y si uno se fijaba en el bulto de su pantalón podía advertirlo. La que estoy seguro que sí lo percibía era mi madre, que inexplicablemente no cortaba aquella atracción aparentemente enfermiza, sino que la incrementaba con su pasividad, fingiendo una normalidad que no podía creerse a aquellas alturas. Pero todo aquello, en aquellos momentos, a mi me daba igual. Mi romance con Nancy ocupaba todas mis energías. En su casa o en la mía, que era grande y estaba medio vacía casi todo el tiempo, con mis padres ausentes, conseguíamos momentos de intimidad en que dejábamos libres todos nuestros instintos y teníamos sexo de todas las maneras y en todas las posturas. Hasta que ocurrió aquello.

Un día que había quedado con mis amigos y no con ella, volvía pronto a casa, después de que a uno de ellos se lo llevasen al hospital con un coma etílico. Mi madre estaba rodando, pero mi padre no y descansaba en casa unos días antes de comenzar la vorágine de la promoción. Cuando llegué a la entrada Lucía me recibió con una mirada espantada. Pregunte si le pasaba algo a mi hermana y respondió que no, que dormía. Seguí interrogándola pero se mostró evasiva. Finalmente me contemplo compasiva y dijo: Bueno, es mejor que te enteres. Me cogió de la mano y me hizo acompañarla hasta los aposentos de mis padres. Me hizo una seña para que guardara silencio y me indicó que mirara por la puerta entreabierta. Allí estaban. Nancy y mi padre haciendo el amor. Follando como perros. Había notado a Nancy muy amble con mi padre los últimos días, pero era normal que los empleados fueran deferentes con mis padres y no le había dado más importancia. En la habitación, Nancy cabalgaba sobre mi padre como lo había hecho conmigo solo unos días antes. Quedé abatido. Emprendí el camino a mi habitación seguido por Lucia, que trataba sin éxito de consolarme. Estaba tan bloqueado que ni siquiera podía llorar. No se le podía reprochar nada a mi padre, salvo la infidelidad respecto a mi madre, pues nada sabía de la relación entre Nancy y yo. La traición de ella sin embargo era mayúscula. Parecía obvio que yo ni siquiera le gustaba, todo era una estrategia para acceder al modo de vida de mi familia, a nuestro mundo privilegiado, pero en el que no podías confiar ni enamorarte de nadie. Le había atraído la limusina, los restaurantes caros que no se podía permitir sino en nuestra compañía, la zona vip de las discotecas de moda a las que accedíamos sin hacer cola, los amigos famosos que le presentabamos…

Me tumbé en mi cama y Lucia se tumbó conmigo y me abrazó. Permanecimos así unos instantes. Le toqué la cara y ella me besó en la mejilla. Luego nos besamos en los labios y empezamos a acariciarnos y a besarnos con lengua. Todo parecía indicar que seguiríamos nuestra rutina sexual habitual de antes de la irrupción de la enfermera infiel, es decir una mutua masturbación, pero no. Ella me besó por el torso y el vientre hasta llegar a mi pene que chupó por primera vez, con exquisita delicadeza. Luego se levantó y nos terminamos de quitar la ropa. Nunca habíamos llegado tan lejos. Estaba claro que aquello era algo especial, que difícilmente se podría repetir. Se tumbó sobre mí y nos acoplamos a la perfección. Su cuerpo cayó sobre el mío como un manto y nos besamos mientras mi miembro entraba y salía de su entrepierna. Lo cierto es que cuando terminamos me sentía un poco mejor. Lucia era una gran chica y yo era afortunado por tenerla a mi lado, pero no estábamos enamorados ni íbamos a tener una relación como la que yo había imaginado con Nancy.

Los días siguientes fueron duros. El servició conocía la situación, pero ni mis padres ni mi hermana sospechaban nada. Mi padre creía ser el único amante de Nancy y ella no sabía que yo los había descubierto, aunque debió sospechar algo cuando me negué a hablar con ella y procuré evitar verla. Mi hermana comenzó a intuir que algo iba mal al ver como la rehuía, aunque hasta donde yo sabía, no tenía ni idea de lo nuestro. Tenía claro que no iba a descubrirlos. Simplemente no tenía fuerzas de enfrentar a mi padre ni a ella. No diría nada, me escondería de ambos y dejaría que el tiempo pusiera las cosas en su lugar. Nancy era una buena enfermera para Jenny. Mi hermanita no tenía que pagar por pecados que no había cometido, pecados de su padre y de su hermano.

No tuve que esperar mucho para que la situación diera un vuelco. Mi madre volvió de su película y no tardó en pillar a mi padre con su amante. Uno podría imaginar que con mi madre de vuelta tendrían más cuidado, pero no. Ebrios de orgullo y erotismo, continuaron follando como hasta entonces, confiados en que nadie sabía lo suyo, cuando todo el servicio estaba al corriente desde el principio, como lo habían estado de lo mío con ella. No se como se produjo el acontecimiento, es decir, como se enteró mama. Pero lo hizo. Las escenas en las siguientes jornadas fueron dantescas. Nuestra extraña familia se resquebrajaba. Mi madre echó a mi padre de casa y por supuesto Nancy fue despedida y así desapareció de nuestras vidas como había llegado a ellas: sin avisar. Llegó sin anunciarse y se fue sin despedirse y rodeada de vergüenza. Con el tiempo mis sentimientos hacia ella fueron transformándose y ahora me da pena e incluso me despierta alguna simpatía, acrecentada por el hecho de que trató siempre bien a Jenny. No debe ser fácil resistirse al impulso de tratar de compartir nuestro falso paraíso, nuestro olimpo de belleza, riqueza y fama. Mi hermana se quedó de la noche a la mañana sin acompañante, sin enfermera y sin amiga. Un día la encontré en la piscina sola, con aspecto triste, jugando a tocar el agua con la punta del pie. Llevaba un bikini y estaba preciosa a sus esplendidos 16 años. Para aquel entonces yo ya tenía 18. No pude evitar fijarme en sus pechos incipientes y sus ojos oscuros, bellísimos.

– Imagino que lo de papa y Nancy habrá sido duro para ti- le dije haciéndome el comprensivo

– Y para ti también- respondió, y ante mi extrañeza, añadió- No me chupo el dedo.

Jenny me contó que sospechaba que su enfermera y su hermano estaban liados, hasta que alguien del servició se lo confirmó. Luego, también se dio cuenta en seguida, que mi padre y ella coqueteaban, e imaginó como acabaría aquello.

– Cuando veía que se te caía la baba con ella me ponía celosa, pero no como piensas. No es que temiera que la alejaras de mí, ella era una buena profesional y nunca descuidó sus deberes conmigo, ni escatimó sus atenciones. Temía que ella te alejara a ti de mí. Que ya no volviera a haber la misma confianza, la misma complicidad entre nosotros. Antes nos lo contábamos todo. Ahora es evidente que ocurren cosas importantes en tu vida que me ocultas. Luego temí que te hiciera daño. Te quiero y no quiero que sufras. Podía ver lo que iba a pasar, pero no podía hacer nada por evitarlo. Además también quiero a Nancy en cierto modo. La odio por hacerte daño y destrozar nuestra familia, pero a la vez la quiero, porque es mi amiga y siempre ha sido buena conmigo.

Después de este discurso nos abrazamos. Le dije que la entendía y que procuraría que no nos distanciásemos. Sus pezones se clavaban en mi pecho y cuando me besó en la mejilla, muy cerca de los labios, no pude evitar excitarme un poco. Trate de alejar esa idea de mi mente. Era mi hermanita, yo estaba loco por ella, no podía verla como una mujer…

Mi madre, después de echar a mi padre de casa, se quedó bastante deprimida. De nada sirve ser una de las mujeres más deseadas del planeta si tu marido te pone los cuernos con una rubia más joven. Todos nos volcamos en ayudarla, especialmente, como se podrán imaginar, mi hermano, que se convirtió en su sombra, acompañándola noche y día. En cierta ocasión estábamos viendo la tele, cuando salió una noticia relativa a mi padre y unos rumores que decían que había encontrado consuelo tras su ruptura con mi madre en los brazos de otra mujer. Mama se fue a su habitación, supusimos que a llorar. José y yo fuimos tras ella, pero él se me adelantó, como no, y yo quedé en un segundo plano, sin llegar a entrar en la habitación, pero viendo perfectamente lo que ocurría y sin ser visto, ni, por lo que ocurrió, deduzco, recordado tampoco. Mi madre lloraba y mi hermano (su hijo) la consolaba: “Eso debe ser mentira, papa esta loco si prefiere a esas putitas que a ti. Tú eres perfecta. Eres la mujer más hermosa del mundo.” Y diciendo esto le secaba las lágrimas y la besaba en las mejillas. Ella se tranquilizó, le acarició la cara y le besó en los labios. Lo había hecho otras veces, incluso delante nuestro y de papa, como muestra de cariño, pero esto parecía diferente. Lo volvió a hacer deteniéndose, alargándolo más que de costumbre. Por primera vez era ella la que lo prolongaba y no él. Los besos pasaron a ser con lengua. No podía creer lo que estaba viendo. Sin embargo me estaba excitando. No podía evitarlo. José estaba paralizado. Lo que tantas veces había soñado se estaba haciendo realidad ante sus ojos. Mama se estaba desnudando. Era aun más guapa que en las películas. Yo me quería ir de allí, quería dejar de contemplar aquella aberración, pero no podía. En lugar de eso me la saque y empecé a meneármela. Era un espectáculo terrible pero exquisito. Verlo me dolía, pero nunca había estado tan empalmado, nunca la había tenido tan dura. Mi hermano había reaccionado y estaba besando los pechos de mi madre, los que me habían dado de mamar a mí, pero no a él. Parecía que ahora se estaba desquitando. Ella le subió la cara para que la mirara a los ojos y comenzaron a besarse como amantes un rato más. Después ella le desnudó a él y se puso a chuparle la polla, como lo había hecho aquella amiguita algunos años antes, mientras él soñaba que era su madre, la gran actriz, la que lo hacía. Ahora sí era ella, ahora podía susurrar su nombre, podía gritar “mama” mientras se corría sin miedo a ser descubierto en su obsesión, sin miedo a ser descortés con su compañera y lo más importante, siendo verdad. José tomó la iniciativa por primera vez y la interrumpió antes de correrse. Volvieron a besarse, a comerse la boca como si ninguno de los dos se lo terminara de creer, como para demostrarse que aquello era real. Luego él bajó con su boca por el cuello de ella, la besó por todo el cuerpo, hasta llegar a sus piernas. Esquivó el monte de Venus y la besó en los muslos. Ella jugueteaba con los pies, tocándole el miembro con la planta, tratando de agarrarlo entre el pulgar u los otros dedos. Finalmente él empezó a comerle el coño. Parecía que era diestro en esas lides porque mi madre prorrumpió en gemidos cada vez más evidentes. Cuando terminó, con ella estremeciéndose, escaló por su cuerpo hasta su boca y volvieron a besarse mientras trataba de colocar su pene a la entrada de su vagina. Ella lo detuvo un momento, como pensando por última vez si quería dar ese paso. “¿Si Woody Allen puede, por qué yo no?” la oí murmurar y la polla de mi hermano entro en el coño de nuestra madre sin ningún impedimento. “Mama, te quiero”, gritaba él sin el menor reparo. “Yo también a ti cariño”, respondía ella emocionada. Estuvieron un rato en la posición del misionero, luego se dieron la vuelta y quedó ella encima. Todo el rato se besaban y se decían cuanto se querían. Tras unos minutos mi madre se puso a cuatro patas y él la montó sin piedad. “Espera y verás” le dijo ella y sacándosela de la entrepierna se la frotó por el culo esparciendo los jugos que la impregnaban. Antes de que me quisiera dar cuenta mi hermano le estaba dando por culo a nuestra madre. No tardó mucho en correrse gritando “mama”. Ella solo respondía “cariño, cariño…” Lo raro del caso es que también yo murmuraba lo mismo mientras eyaculaba en mi mano: “Mama, mami, te quiero…”

Aquel episodio me consternó. No solo había visto a mi hermano hacer “aquello”, sino que yo mismo, el hijo biológico de mi madre, me había masturbado viéndolo. Pese a mis promesas de sinceridad no podía contarle eso a Jenny. Simplemente no habría sabido por donde empezar. Sí se lo conté, sin embargo a Lucía.

– Valla con el niño, tirándose a su mama.

– No te parece increíble.

– Bueno, en realidad no son madre e hijo… técnicamente.

– Es la única madre que ha conocido.

– Tampoco dramaticemos, los empleados os hemos cuidado mucho más que vuestros padres, que casi nunca estaban. Desde ese punto de vista, es más incesto lo que hacemos nosotros a veces, que lo que han hecho ellos.

– Pero esa obsesión con ella… es enfermizo.

– No me seas mojigato. Tu mismo has dicho que te excitaste viéndolo, y era tu madre de verdad. Ángela es una de las mujeres más bellas del mundo. Es lógico que al chico se la ponga dura. Además ese tipo de cosas pueden pasar. Tu hermanita lleva toda la vida colgada contigo.

– Vamos, no te burles de mí.

– Te lo digo en serio. ¿No me digas que nunca te has dado cuenta? Menudos celos cogió cuando lo de Nancy. Menos mal que nunca ha sabido lo nuestro. Habría dejado de dirigirme la palabra.

– Pero son celos de otro tipo. Le molesta que una novia no me deje tiempo para estar con ella. No es algo sexual.

– ¿Qué no? ¡Que ingenuo eres! ¿No te has dado cuenta como te mira?

La conversación con Lucía me había dejado más confuso que antes de hablar con ella. No terminaba de creer lo de mi hermanita. Me parecía sencillamente inconcebible. Y sin embargo…

Las siguientes semanas fueron igual de desconcertantes. No sé si José y mi madre volvieron a hacer aquello y, sinceramente, en aquellos momentos no quería saberlo. Cada vez que veía a mi madre tenía que hacer esfuerzos para no ponerme cachondo, lo cual era muy molesto. No podía ver a mi hermano sin recodar lo que había pasado, ni ver a Jenny sin recordar lo que me había dicho Lucía, lo que probablemente era peor. Es frecuente que si intentas no pensar en una cosa, acabaras pensando en eso todo el rato. Eso me pasaba con mi familia, particularmente con Jenny, a la que adoraba, pero a la que nunca antes había visto como a una mujer con deseos sexuales (ni mucho menos hacia mi). Inevitablemente empezaba a fijarme en ella, en su pelo, en sus labios, en sus pechos, en su culo. Era bellísima, muy sexy. Costaba no quedarse embelesado con su sonrisa, con su figura… Cuando bromeaba conmigo, cuando me abrazaba, cuando la sorprendía mirándome o me sorprendía a mi mismo mirándola a ella… las piernas, el escote… En esas ocasiones me azoraba y me pasaba como con Nancy cuando llegó a la casa.

Un buen día, Jenny, que presumía de contármelo todo, me confesó que le gustaba un chico de su clase. Quedé en parte celoso y en parte aliviado. Entendía que era lo mejor, que probablemente Lucía se equivocaba. Y, entonces ¿por qué me dolió tanto aquella conversación? ¿Por qué tuve que hacer un esfuerzo para que no se me notara compungido ante la noticia? Quien sabe… Después de aquello pensé que lentamente todo volvería a la normalidad. Me equivocaba.

Unos días después de la confesión de mi hermanita llegó enrabietada a casa. Tiró los libros y se fue a su habitación. Yo, que era el único que había presenciado la escena, la seguí. La encontré llorando. Me acerque y le pregunté que pasaba. Por lo visto el pipiolo que le gustaba había dado crédito a un rumor vertido por la prensa, según el cual, la mala salud de Jenny se debía a una enfermedad mortal y contagiosa de la que había sido infectada antes de nacer por su propia madre biológica. El cretino, por miedo a que se la pegara, había echado a correr en cuanto la había visto. Traté de tranquilizarla, de explicarle que ese tío era idiota, que otros mejores la aguardaban, pero ella estaba inconsolable.

– Ningún chico me besará nunca.

– Vamos, eres preciosa, seguro que hay docenas haciendo cola.

– Solo dices eso porque eres mi hermano.

– De eso nada. De hecho, si no fuera tu hermano te intentaría besar yo mismo.

– Dices eso porque sabes que no tendrás que hacerlo.

No me pude aguantar. Le levanté la cara, le sequé de lágrimas la cara y la besé en los labios. Ella se quedó desconcertada. Ya no lloraba y me miraba con extrañeza. Se acercó a mí y me besó ella. Pronto nos enzarzamos en una lucha furiosa con nuestras bocas y nuestras lenguas. Cuando nos tranquilizamos murmuró: gracias. Gracias a ti cielo, le respondí.

Iniciamos una relación extraña y muy romántica. Sabía por experiencia que al servicio no se le escapaba una y no quería que se enteraran, ni siquiera que sospecharan algo. Dar esquinazo a mi madre y mi hermano era mucho más fácil: bastante tenían con lo suyo. Delante de otros nos comportábamos de un modo totalmente normal. Procurábamos que ni siquiera nos delataran las miradas. Cuando nos quedábamos solos, en cambio, nos encerrábamos en su cuarto o en el mío, tomando todas las precauciones para no ser descubiertos, y estábamos un rato besándonos. Al principio solo era eso, besarnos como adolescentes, que al fin y al cabo, casi era lo que éramos, particularmente ella. No fue hasta algunas semanas después que decidimos dar el siguiente paso y fue a iniciativa suya. Estábamos besándonos y ella notó mi exagerada erección. Como la cosa más natural, me la sacó y se quedó mirándola. La manoseó un poco y comenzó a masturbarme preguntando si lo hacía bien. Lo hacía muy bien. Me corrí en su mano.

Otro día, después de comernos las lenguas un rato, acercó su boquita a mi entrepierna y me desabrochó la bragueta. Me parecía increíble que mi hermanita me fuera a hacer una mamada. No era una experta, era la primera vez que lo hacía, pero a mi me gustó como si me la chupara un ángel. En cierto modo así era. Cuando acabó decidí devolverle el favor. La desnudé lentamente, me detuve a lamerle los pechos, esos senos incipientes con pezones duritos. Luego baje hasta sus muslos. Los besé complacido adivinando lo que hallaría entre ellos. Jenny gemía y me arrullaba los cabellos mientras mi lengua se abría paso en su rajita. Dibuje el alfabeto entre las paredes de su vulva y moje mi boca con sus flujos. Fue una experiencia tremenda sentirla palpitar ante mis lametones. Cuando acabé ella me abrazó rendida y volvimos a besarnos durante varios minutos. “Quiero perder la virginidad contigo” me confesó en un susurro. “Claro cariño, cuando tu quieras” me limité a contestar.

El día escogido nos aseguramos de estar solos en la casa. Ni padres, ni hermano, ni servicio, ni amigos. Nadie. Colonizamos, por primera vez, la habitación de nuestros padres. Donde yo podría haber sido engendrado (claro que también podría haberlo sido en cualquier otro sitio, cualquier habitación de la casa, cualquier habitación de hotel). Donde había espiado a mama y a José consumar el mismo acto que íbamos a consumar nosotros ahora. Tumbados en la ancha cama nos desnudamos y comenzamos a besarnos. La besé por todo el cuerpo. Era preciosa. Nunca me cansaba de admirarla, ni de acariciarla, ni de pasar mi lengua por su piel. De nuevo me la chupó un rato, pero esta vez se detuvo antes de que me corriera. Me senté en la cama y ella se sentó sobre mí. Un poco de resistencia, una punzada de dolor que percibí en ella por sus gestos involuntarios y ya… a partir de ahí placer. En esa postura podíamos besarnos mientas su cuerpecito subía y bajaba sobre el mío y sus tetas me rozaban el pecho. En un momento dado perdí el equilibrio y caí despaldas y ella conmigo, pero no por ello dejamos de hacer el amor, no por ello dejamos de follar. Dimos un par de vueltas entre risas, a ver quien quedaba arriba. Finalmente quedé yo y así seguimos amándonos un rato más. Para acabar de puso a cuatro papas y se la clavé hasta el fondo, golpeando con mi pelvis su culo a cada embestida. Me derrumbé sobre ella y giró su cara para que la pudiera besar mientras nos corríamos al unísono. Sentía mi lengua en la suya, mis manos en sus pechos, sus nalgas sobre mis muslos y mi pene en su vagina, mi polla en su coño. Sobre las sabanas unas gotas de sangre. Te quiero, murmuré en su oído. Yo también, respondió ella.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
jomabou@alumni.uv.es

 

Relato erótico: “Una nena indefensa fue mi perdición 2” (POR GOLFO)

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herederas3Durante una hora, recordar cómo había metido la pata con esa chavala, me hizo permanecer en mi Sin títulohabitación. Sentía que había perdido la oportunidad de seducirla por imbécil y eso me traía jodido. Cómo zorro viejo en esas lides, no comprendía mi comportamiento.
«La tenías a huevo y la has cagado», maldije más cabreado que abochornado.
Cualquier otro estaría muerto de vergüenza pero mi falta de escrúpulos hacía que únicamente me enfadara el haber fallado de esa forma tan tonta y no el haber ofendido a Malena. Para mí, esa joven madre seguía siendo una presa y no una persona con sentimientos que para colmo necesitaba ayuda. Me daba lo mismo que se hubiese sentido traicionada por mí cuando incapaz de contener mi lujuria, había llevado mis dedos hasta su pecho para recoger una gota de leche materna.
«Estaba cojonuda», sentencié y al rememorar su sabor, en parte, disculpé mi actuación al pensar: «mereció la pena y fue ella la culpable».
Justifiqué ese desliz, echando la culpa a Malena.
«¿No esperaría que me quedara mirando? ¿A quién se le ocurre ponerse a dar de mamar frente a un desconocido?».
Dando por sentado su responsabilidad, decidí que no tenía que variar mis planes: intentaría seducirla y si no podía, ¡la chantajearía con sus imágenes desnuda!
Acababa de resolver certificar mi inmoralidad cuando un ruido me hizo saber que esa incauta había vuelto a su cuarto. Sin rastro de remordimientos encendí el monitor y me puse a ver lo que estaba grabando en ese momento la cámara que tenía instalada en esa habitación.
«No me extraña que lo haya hecho, está buenísima», me dije al ver en la pantalla a esa muchacha entrando con su niña.
Reconozco que aunque en un principio era el morbo lo que me hizo permanecer atento a las imágenes, fue ver una sonrisa en su cara lo que realmente me obligó a mantenerme pegado al televisor.
«No parece cabreada», con nuevos bríos, concluí.
Esa conclusión se vio confirmada mientras le cambiaba el pañal al escucharla decir:
-No sabes la ilusión que me hizo comprobar que también te cae bien Gonzalo. ¿Te gustaría que fuera tu papa?
Esa inocente pregunta debió de despertar todas mis alertas pero debido a la atracción que sentía por esa preciosidad, lo único que provocó fue que se reavivaran con más fuerzas mis esperanzas llevármela a la cama.
Habiendo decidido reiniciar mi acoso, mi seguridad de tirármela se vio reforzada cuando a través de los altavoces, la oí comentar muerta de risa:
– Pobrecito, ¡no pudo resistirse a probar mi leche! Tenías que haberle visto la cara que puso, ¡hasta me dio pena echarle la bronca!
«¡Será puta!», exclamé al oírla, «¡Lo hizo a propósito!».
Sabiéndome engañado, decidí que iba a usar esa información para follármela y por eso salí de mi cuarto rumbo al salón con una sola idea en mi mente:
«Si esperaba seducir a un tipo tímido y apocado que le había prestado desinteresadamente su ayuda, no había problema: ¡representaría ese papel!».

Dejo que Malena siga con sus planes.
Asumiendo que esa cría no tardaría en intentar que cayera enamorado de ella, tranquilamente me senté a esperar a que Malena se tropezara en su propia trampa.
Tal y como había supuesto, no tardó mucho en aparecer por la puerta. Supe que estaba actuando cuando la muchacha que entró no era la desvergonzada de hacía unos minutos sino la Malena ingenua e indefensa que María me presentó. «Es una estupenda actriz», murmuré mentalmente al oír que me preguntaba si podía entrar.
-Claro. Ya te dije que esta era tu casa.
Mis palabras provocaron que una involuntaria sonrisa iluminara su cara. Por ello cuando se sentó junto a mí y simulando una gran vergüenza me pidió si podía prestarle otra camisa, no la creí.
-Voy a hacer algo mejor. Te voy a comprar algo de ropa mientras conseguimos recuperar la tuya- respondí adoptando el papel de caballero andante.
Leí en sus ojos la satisfacción que sintió al ver que todo se desarrollaba según sus planes y por eso me divirtieron sus reticencias a aceptar mi ayuda. Como os imaginareis no tuve que insistir mucho para que me acompañara de compras y al cabo de cinco minutos, me vi tomando un taxi con las dos rumbo al lugar donde había dejado mi coche la noche anterior.
Durante el trayecto, Malena estuvo todo el tiempo jugando con su nena e incluso me hizo partícipe de esos juegos haciéndome cosquillas. No me lo pensé dos veces e imitándola, busqué devolverle esas divertidas caricias. La joven madre, al sentir mis dedos recorriendo su cintura se lanzó sobre mí con gran alegría, sin importarle la presencia del taxista, diciendo:
-Estas abusando de que soy una mujer.
Tampoco le afectó que al ponerse a horcajadas sobre mí, su sexo se restregara contra el mío, ni que sus juveniles tetas revolotearan a escasos centímetros de mi cara. Esos estímulos hicieron que bajo mi bragueta, mi pene se alzara inquieto. Sé que esa bruja manipuladora se percató de mi erección porque mordió mi oreja mientras me decía:
-No te da vergüenza tratarme así.
Su descaro me hizo llevar mis manos hasta su culo y afianzándome en sus duras nalgas, colocar mi verga contra su coño. Durante unos segundos, esa guarrilla disfrutó con esa presión en su entrepierna pero una vez consideró que era suficiente, aparentando estar enojada, puso un gesto serio y se bajó de mis rodillas sin hacer ningún otro comentario.
«Ahora me toca a mí actuar», concluí viendo su actitud y simulando un arrepentimiento que no sentía, le pedí perdón por haber magreado su culito.
-No importa- contestó sin mirarme, fingiendo un enfado que no existía.
De manera que cada uno cumplimos con nuestro papel. Ella con la dulce e inocente joven atosigada por el destino y yo con el del tipo sensible pero susceptible de ser manipulado. Por ello, recogiendo a su hija, salimos a coger un taxi.
No fue hasta que el taxista nos dejó en mi coche y que ya estábamos en su interior, cuando poniendo un tono compungido esa cría me soltó:
-Soy yo la que te tiene que pedir perdón. Me olvido con facilidad que apenas nos conocemos y que al saber de mí, con mi comportamiento puedes pensar que soy una chica irresponsable. Lo siento, a partir de ahora, me comportaré manteniendo las distancias.
«¡Un óscar es lo que se merece!», sentencié al saber que de no haber visto y oído la charla de esa cría con su bebé, me hubiese tragado ese falso arrepentimiento. En vez de desenmascararla, cogiendo su mano, contesté:
-Para nada. Yo soy el culpable por no darme cuenta que, en tu situación, debo cuidar mis actos y saber que ante todo eres vulnerable.
Recibió con una alegría desbordante mis palabras y antes que pudiera hacer algo por evitarlo, se lanzó a mis brazos y depositó un dulce beso en mi mejilla mientras me decía:
-Eres todo un caballero.
En ese instante, me hubiese gustado en vez de caballero ser su jinete y desgarrando su camisa, cabalgar su cuerpo con lujuria. Previendo que no tardaría en hacer realidad ese deseo, arranqué el coche rumbo a una boutique que conocía…

Malena desfalca mi tarjeta de crédito.
Durante el trayecto, no pude dejar de mirarla de reojo y reconocer al hacerlo que esa cría tenía unas patas de ensueño. Apenas cubiertos por un diminuto pantalón, los muslos de Malena se me antojaron una belleza. Bronceados y sin rastro de vello, eran una tentación irresistible y un manjar que deseaba catar con mi lengua.
Os juro que mientras conducía, no podía dejar de imaginar cómo sería recorrerlos a base de lengüetazos. La chavala, que no era tonta, lo advirtió y deseando incrementar la atracción que sentía por ella, descalzándose, apoyó sus piernas sobre el salpicadero para que de esa forma lucir aún más la hermosura de sus pies desnudos.
-¿Verdad que tengo los muslos un poco gordos?- preguntó forzando de esa forma que la mirara.
-Eres tonta, los tienes preciosos- contesté tras darles un buen repaso.
Malena no se contentó con esa mirada y cogiendo mi mano, la puso sobre uno de sus jamones, diciendo:
-Toca. Fíjate y dime si están fofos.
Fofos, ¡mis huevos! Las ancas de esa muchacha estaban duras como piedras y para colmo su piel era tersa y suave. Durante unos segundos, acaricié esa maravilla y cuando no pude más, retirando mis dedos, exclamé muerto de risa:
-Niña, ¡no soy de piedra!-
Ella, ruborizada, respondió con voz dulce:
-Yo, tampoco.
Su respuesta me hizo girar en mi asiento y casi estrello el coche al advertir que bajo la tela de su camisa, dos pequeños bultos confirmaban sus palabras.
«Tranquilo, macho. Todavía no está lista, ¡síguele el juego!», me dije reteniendo las ganas de saltar sobre ella.
Afortunadamente, acabábamos de llegar a Serrano y por ello, pude aguantar el tipo y aparqué mi automóvil. Viendo que no salía, caballerosamente, abrí su puerta y la ayudé a colocar a su hija en el cuco. Cuando todavía no habíamos iniciado camino hacia la boutique, como si fuera algo habitual, Malena me cogió de la mano y con ella en su poder, se puso a caminar por la acera.
«Actúa como si fuésemos novios», me dije complacido al ver a cada paso más cercana la presencia de esa criatura en mi cama y sin poner ningún reparo a su actitud, la llevé calle abajo.
Con una soltura fuera de lugar, dejó que yo llevara la canasta del bebé mientras ella iba mirando los distintos escaparates que pasábamos. Al llegar a La perla, una lencería de lujo, se abrazó a mí buscando que sintiera como sus pechos se pegaban al mío, antes de decirme:
-Siempre soñé con tener una pareja que me regalara algo de esa tienda.
No tuve que ser un genio para comprender que implícitamente me acababa de decir que si quería hundir mi cara entre sus piernas, debía complacer ese capricho. Por ello, asumí que me iba a costar una pasta y a pesar de ello, contesté:
-No soy tu novio pero me apetece cumplir tu sueño.
-Gracias- chilló y demostrando su alegría, me dio un beso en los labios mientras me decía: -A este paso, vas a hacer que me enamore de ti.
Con el recuerdo de su boca en mi mente, la seguí por la tienda, temiendo por el saqueo que iba a sufrir mi cuenta corriente. Afortunadamente, estaban de rebajas pero aun así, os confieso que sudé al leer el precio del coqueto picardías que había elegido:
«Ni que fuera de oro», rezongué asumiendo que nada me iba a librar de pagar esos cuatrocientos euros.
Sin mirar atrás, Malena se metió en uno de los probadores dejándome con su puñetera cría mientras se lo probaba. La bebé, en vez de echar de menos a su madre, me sonrió. Enternecido con ese gesto, le hice una carantoña y cogiéndola en brazos, murmuré:
-La pasta que me va a costar tirarme a tu madre.
Adela, la niña, balbuceó divertida como si entendiera mis palabras y por ello, hablándola con dulzura, descargué mi cabreo diciendo:
-No te acostumbres. En cuanto me la haya follado, desapareceré de vuestras vidas.
Ajena a su significado, me devolvió una nueva sonrisa y por primera vez en mi vida, deseé tener algún día una hija que se alegrara de verme al llegar a la oficina. Estaba todavía pensando en esa “herejía” cuando escuché que su madre me llamaba y con ella todavía en mis brazos, me acerqué a donde estaba.
Confieso que estuve a punto de dejarla caer cuando descorriendo la cortina, Malena apareció luciendo el sensual camisón que había elegido. Aunque la había visto desnuda, la visión de verla ataviada únicamente con ese conjunto me hizo trastabillar y si no llega a coger ella a la niña, podría haber habido un accidente.
-¿Te gusta cómo me queda?- preguntó con una coquetería innata que solo tienen las mujeres que se saben irresistibles.
-Pareces una diosa- contesté con la voz entrecortada mientras fijaba mi mirada en los pezones que se entreveían tras el encaje.
Descojonada, me agradeció el piropo y devolviéndome a su retoño, se volvió a encerrar en el vestuario. Otra vez con su hija a solas, no pude retener mi imaginación y me vi dejando caer los tirantes de ese picardías mientras su dueña se entregaba a mí.
-Tu madre es una zorra preciosa. Espero que cuando seas mayor, no la imites- le dije al bebé mientras trataba de calmarme.
Los dos minutos que tardó en salir me parecieron eternos pero lo que realmente me dejó perplejo fue que al hacerlo, Malena devolviera esa prenda al perchero de donde la había tomado y con tono triste, se girara hacía mí diciendo:
-Gracias, pero es demasiado. No puedo dejar que te gastes tanto dinero en mí.
Hoy reconozco que lo hizo para darme pena pero las ganas de verla sobre mi colchón a cuatro patas luciendo ese picardías, me hicieron cogerlo y con él en la mano, ir hasta la caja y allí pagarlo. Al salir de la tienda con su sueño en una bolsa, se acercó y pegándose como una lapa a mí, me dijo:
-Eres el hombre con el que siempre soñé- tras lo cual poniéndose de puntillas, me besó nuevamente pero en esta ocasión, dejando que mi lengua jugara con la suya.

Contagiado por la pasión de esa mujer, mi única mano libre se recreó en su trasero sin que el objeto de mi lujuria pusiera ningún pero. De no haber tenido otra mano sosteniendo a su hija: ¡hubiera amasado con las dos esa belleza!

La dureza de esas nalgas me tenían obsesionado y por ello, tuvo que ser ella la que poniendo un poco de cordura, se separara. De haberse separado únicamente, no hubiese tenido motivo de enfado pero esa arpía una vez fuera de mi alcance, se echó a llorar diciendo:
-Otra vez me he dejado llevar. Pensaras que soy una puta y que te he besado para pagarte con carne tu regalo.
Por supuesto que eso pensaba pero reteniendo mi furia, contesté:
-Eso jamás. Eres tu quien me tiene que perdonar. Sé que no es el momento pero tengo que decirte que desde que te vi, me pareciste inalcanzable y al besarme, dejé salir la atracción que siento por ti.
Mi confesión era lo que Malena quería oír pero siguiendo con el plan que había fraguado, todavía llorando, me soltó:
-No estoy preparada para otra relación, por favor, ¡llévame a casa!

Adela, su bebé, me conquista y ella me ejecuta.
«¡Tiene cojones el asunto!», mascullé mentalmente mientras conducía de camino a mi chalet. El juego de seducción, al que me tenía sometido esa zorrita, me estaba empezando a cansar. Me tenía hasta los huevos, tener que disimular y aguantar que esa manipuladora siguiera comportándose como una cría ingenua, cuando me constaba su verdadero carácter.
«Todo sea por tirármela», sentencié echando los dados al aire, «cómo no caiga esta noche, ¡la violo!».

Mi cabreo se vio incrementado cuando al llegar a casa Malena desapareció rumbo a su habitación, dejándome por enésima vez al cuidado de Adela.
«¡Esto es el colmo!», me dije mientras veía a esa bebé durmiendo tranquilamente en el cuco, «¡No soy su padre!».
Sobrepasado por una responsabilidad que no era mía, cargué a su retoño y me la llevé al salón, donde dejándola en un rincón, me puse una copa que ayudara a tranquilizarme. Con el whisky en la mano, me puse a dar vueltas por la habitación. Estaba cabreado. Mis planes no iban todo lo bien que a mí me gustaría. Para empezar, ya me había gastado cuatrocientos euros en Malena y el único pago que había recibido había sido un beso.
«Joder, con ese dinero, ¡podía haber pagado una puta de lujo!», rumié mentalmente sin percatarme que me iba acercando al lugar donde dormía plácidamente la bebita.
Adela, ajena a lo que pasaba por mi mente, se desperezó en su cuna y abriendo los ojos, me miró con una ternura que consiguió que se me erizaran todos los vellos de mi piel. Jamás en mi vida, nadie me había contemplado así. Su mirada fresca y carente de malicia se iluminó al reconocerme, o eso pensé, y luciendo una maravillosa sonrisa, levantó sus brazos para que la cogiera.
-Eres una golfilla- susurré sacándola del capazo y poniéndola en mis rodillas.
Para entonces, mis reticencias habían desaparecido y con gusto, comencé a jugar con ella mientras la bebé no dejaba de balbucear incoherencias con su voz de trapo.
Sé que suena raro, pero esa criatura consiguió despertar en mí un sentimiento paternal del que desconocía su existencia y tengo que reconoceros que me encantó. Sí, ¡me encantó disfrutar de sus risas mientras le hacía cosquillas!
-¡Tu padre es un idiota!- comenté en voz baja al no comprender como era posible que las hubiese dejado tiradas a ella y a su madre.
La chavalita sin comprender mis palabras se rio a carcajadas al sentir mis caricias. Enternecido por esos momentos de genuina felicidad, tardé en darme cuenta de lo que le ocurría cuando de pronto la vi enrojecer y no fue hasta que llegó a mi nariz un olor nauseabundo, cuando comprendí que la niña había hecho sus necesidades sobre el pañal.
-¡Qué peste!- exclamé divertido al percatarme que nada malo le pasaba.
Sabiendo el motivo de esa pestilencia, me levanté en busca de Malena. Tras buscarla por la casa, me topé la puerta de su cuarto cerrada y a pesar de mis llamadas, no contestó.
«Coño, ¿ahora qué hago?», me dije al escuchar que incómoda con la plasta maloliente de entre sus piernas, Adela empezaba a llorar.
Los que como yo nunca hayáis sido padres comprenderéis mi desesperación. Con cada berrido de esa niña, mi nerviosismo se vio exacerbado y corriendo fui en busca de la bolsa donde su madre guardaba los pañales, pensando que no sería tan difícil cambiarla.
¡Difícil no! ¡Imposible! Lo creáis o no, recogiendo una muda y las toallitas con las que le había visto hacerlo a Malena, me dirigí al baño.
Para empezar, quien haya diseñado esos artilugios seguro que aprendió en Ikea. ¡No fue un genio sino un perfecto inútil!… ¡No os riais!… Me costó hasta despegar los putos celos que mantenía cerrado el pañal. Lo peor es que tras dos minutos aguantando los lloros, cuando lo conseguí, llegó hasta mí con toda su fuerza el aroma de su cagada.
¡Casi vomito! ¡Fue asqueroso! Aunque esa monada se alimentase únicamente de la leche de su madre, su mierda apestaba a muertos.
Asqueado hasta decir basta, separé las piernas de Adela e intenté limpiarla con tan mala suerte que fue justo cuando estudiaba de cerca como tenía que realizar esa titánica labor, esa preciosa cría decidió que había llegado el momento de vaciar nuevamente sus intestinos y un chorro de excremento fue directamente hasta mi cara.
-¡No me lo puedo creer! ¡Me ha cagado encima!- grité con repugnancia.
Como dictaminó Murphy: “Todo es susceptible de empeorar”. Y así fue, al tratar de retirar la plasta de mis mejillas, tiré el pañal y cayó en mis pantalones. Para colmo Adela, no contenta con ese desaguisado, vació en ese instante también su vejiga, de forma que sus meados terminaron todos en mi camisa.
-¡La madre que te parió!- grité y mirándome al espejó, caí en la cuenta que tenía que hacer algo.
No solo tenía que lavar a esa niña sino además darme un duchazo. No se me ocurrió mejor idea que abrir el grifo del jacuzzi y llenar la bañera.
-Vamos a darnos un baño- murmuré muerto de risa por el ridículo que estaba haciendo.
Tampoco me resultó fácil, desnudarme con Adela en mis brazos. Sin ningún tipo de experiencia, me daba miedo dejarla en algún sitio, no se fuera a caer. Tras unos instantes de paranoia, decidí poner una toalla en el suelo y depositar allí a la cría mientras me quitaba la ropa.
Una vez desnudo, tanteé la temperatura del agua y tras advertir que estaba templada, me metí en el jacuzzi con la bebé. Afortunadamente, sus lloros cesaron en cuanto se sintió en ese líquido elemento y como si no hubiese pasado nada, comenzó a reír dichosa.
-Me reafirmo, ¡eres una pilla!- suspiré aliviado.
La algarabía con la que se tomó ese baño se me contagió y en menos de dos minutos, empecé a disfrutar como un enano en el Jacuzzi. Atrás quedaron la repulsiva sensación de ver mi rostro excrementado, solo existía la risa de Adela.
Justo cuando más me estaba divirtiendo, de pronto escuché desde la puerta una pregunta indignada:
-¿Qué haces con mi hija?
Al darme la vuelta, me encontré con una versión de Adela que no conocía. La dulce e ingenua, así como la manipuladora, habían desaparecido y me encontraba ante una loba protegiendo a su cachorro. La ira que irradiaba por sus poros me hizo saber que en ese momento yo era, para ella, un pederasta abusando de su cría. Totalmente cortado, le expliqué lo sucedido y como había terminado cagado de arriba abajo. Mis sinceras palabras tuvieron un efecto no previsto porque una vez se dio cuenta que no había nada pervertido en mi actuación, la muy cabrona se lo tomó a cachondeo y sentándose en la taza de wáter, se empezó a reír a carcajada limpia de mí.
Su recochineo me cabreó y más cuando ese engendro del demonio viendo mi turbación se dedicó a mirarme con descaro, tras lo cual, descojonada me soltó:
-Para ser casi un anciano, estás muy bueno desnudo.
Instintivamente me tapé y Malena al comprobar mi reacción, decidió incrementar su burla diciendo:
-¿Temes que intente violarte?
Enojado, contrataqué:
-¿Te parece normal estar ahí sentada mirando a un desconocido mientras se baña?
Muerta de risa, contestó que tenía razón y fue entonces cuando nuevamente me dejó perplejo al levantarse y dejar caer su ropa mientras me decía:
-Hazte a un lado para que quepamos los tres.
Confieso que no me lo esperaba y por ello solo pude obedecer mientras mis ojos se quedaban prendados con los impresionantes pechos que lucía esa nada indefensa damisela.
-¿Qué haces?- alcancé a decir cuando sin pedir permiso se acomodó a mi lado en la bañera.
Con una sonrisa de oreja a oreja, me respondió al tiempo que me quitaba a su Adela de las manos:
-Bañarme con mi hija y con un desconocido.
No sé qué me impactó más, si su desfachatez o la suavidad de su piel mojada contra la mía. Lo cierto es que como un resorte, mi verga se empinó entre mis piernas, dejando claro a esa arpía la atracción que sentía por ella. Malena no se dejó intimidar por mi erección y haciendo como si no se hubiese enterado, buscó su contacto jugando con la bebé. Ni que decir tiene que puedo ser burro pero no idiota y rápidamente comprendí que esos toqueteos, de casuales no tenían nada.
«¡Quiere ponerme cachondo!», exclamé para mí al notar que disimuladamente restregaba mi pene con uno de sus muslos.
La situación me tenía confundido y por eso poca cosa pude hacer cuando, incrementando exponencialmente su acoso, se colocó entre mis piernas. Reconozco que para entonces mi temperatura era mayor que el del agua pero me reconoceréis que era lógico, ya que en esa postura su trasero entraba en contacto con mi miembro.
-¿No te parece que te estás pasando?- pregunté.
Hipócritamente me contestó mientras apoyaba su espalda contra mi pecho:
-Solo somos dos adultos bañando a un bebé.
Lo irónico del asunto fue que, desde que conocí a esa mujer, había deseado tenerla desnuda entre mis piernas pero en ese momento, estaba avergonzado. Desconozco si mi cortedad fue producto de la presencia de su hija o por el contrario, lo que me ocurrió fue consecuencia de que ella llevara la iniciativa. La verdad es que no supe qué coño decir cuando Malena aprovechó mi “timidez” para colocar mi pene entre los pliegues de su sexo.
Ese acto disolvió todos mis reparos y llevando mis manos hasta sus pechos, besé el lóbulo de su oreja mientras susurraba en voz baja:
-Para ser casi una chiquilla, tienes unas tetas impresionantes- y recalcando mi admiración con hechos, con mis dedos empecé a recorrer sus pezones.
Sus areolas se erizaron de inmediato y su dueña aunque no dio muestra de rechazo, tampoco hizo ningún gesto de aceptación. Su falta de respuesta azuzó mi lado perverso y dejando caer mi mano, me aproximé a su coño.
-Cariño, nuestro caballero andante está siendo travieso- comentó a su hija al notar que mis dedos habían sobre pasado el bosquecillo perfectamente delineado y estaban separando los labios de su vulva.
Su implícita aceptación me permitió rebuscar y hallar el botón que se escondía entre ellos. Una vez localizado, con mis yemas me dediqué a acariciarlo mientras esperaba una reacción por su parte.
-Umm… está siendo muy travieso- gimió sin reconocer que era lo que deseaba.
Sabiendo que no había marcha atrás, me puse a masturbarla mientras con la otra mano pellizcaba suavemente sus pezones. Durante un par de minutos, Malena se dejó hacer hasta que, ya excitada, comenzó a restregarse contra mi verga con un movimiento de vaivén que me dejó encantado.
-¿Te gusta mi lanza?-pregunté siguiendo su broma.
-Mucho- murmuró fuera de sí.
Ratificando su afirmación, cogió mi ariete y presionándolo contra su coño, inició un lento cabalgar dejando que se deslizara una y otra vez por sus pliegues sin llegar a meterlo. La sensualidad del momento fue tal que no quise romperlo tratando de follármela sin más y por ello, gocé con la mutua paja que ambos nos estábamos regalando sin quejarme. También he de reconocer que aunque me daba morbo que Malena tuviese sobre su pecho a su hija, la presencia de ésta me hizo ser más precavido y no intentar forzar más allá de lo necesario.
-Nuestro caballero andante está siendo muy malo con tu mamá- rezongó presa del deseo como si hubiese escuchado mis pensamientos.
Adela, ajena a lo que realmente estaba ocurriendo, acercando su boca al pecho de la mujer, se puso a mamar.
-¡Dios!- sollozó su madre al sentir ese nuevo estímulo y mientras mis dedos la masturbaban y ella se restregaba contra mi polla, soltó un aullido y se corrió.
Lo creías o no, a pesar de estar inmersos en la bañera, fui consciente de su orgasmo al sentir su flujo impregnando toda mi verga con su característica densidad, muy diferente a la del agua y contagiándome de su placer, el inhiesto cañón de entre mis piernas escupió blancos obuses que quedaron flotando por la bañera.
Malena al recuperarse y ver esa nata sobre la espuma, se echó a reír. Para acto seguido, darme un beso rápido en los labios y levantarse junto con Adela. Ya desde fuera del jacuzzi, me dijo muerta de risa:
-Gracias por el baño. Nos vemos a la hora de comer.
Tras lo cual salió corriendo rumbo a su habitación, dejándome totalmente insatisfecho, solo pero sobre todo perplejo y por ello no pude más que mascullar:
-¡Será puta! ¿Y ahora qué hago para bajar mi erección?- porque aunque me acababa de correr, eran tanta mi calentura que mi pene no se me había bajado.
Sabiendo la respuesta, me puse a pajearme mientras pensaba en esa nada ingenua y manipuladora muchacha…

 

Relato erótico: “Rosa, la cachonda invisible. (4)” (POR JAVIET)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2ROSA. LA CACHONDA INVISIBLE. (4)

Sin títuloRecomiendo la lectura de los capítulos anteriores para una mejor comprensión de la historia.

Primero quiero agradecer a Copa4519 su comentario, gracias al cual esta historia ha tomado un rumbo distinto, asimismo agradezco a todos mis lectores sus amables comentarios. Gracias amigos.

Nuestra amiga Rosa entró en su casa tras hacérselo con su joven vecino Edu, estaba contenta y si se la pudiera ver nadie dudaría de que se lo había pasado bien pues sonreía de oreja a oreja, estaba más satisfecha y feliz que un gato tras zamparse un ratón, fue entonces cuando se dio cuenta de que algo le chorreaba por la pierna procedente de su chochete, se paso la mano y vio que era el semen del vecino así que sin pensárselo dos veces se lamio la húmeda palma y saboreó aquellos restos del joven, decidió lavarse a fondo y fue al servicio.

Se sentó en el bidet y mientras se lavaba observo el agua de la bañera, no había sacado el tapón después de bañarse y el agua aun esta allí, la toco con una mano sintiendo que estaba fría y vio que estaba algo turbia, se sentía algo sucia pues había sudado un poco mientras montaba a Edu aquella tarde de verano, entonces la idea de darse otro baño en aquel “agua especial” se abrió paso en su mente, se decidió en un instante y abrió el grifo del agua caliente que cayó sobre la que ya ocupaba la bañera, Rosa espero unos minutos y cuando la temperatura del agua le pareció adecuada se metió en ella.

Paró el grifo y se dedicó a lavarse, se tapó la nariz y se sumergió en el agua metiendo la cabeza estuvo sumergida unos treinta segundos, sacó la cabeza y se quedó tumbada relajándose durante un rato, pero algo fallaba no se podía relajar del todo sentía un hormigueo en su vagina, se toco con las manos y se abrió el coñito sintiéndolo hambriento y ansioso, el hormigueo aumentó y ella sin ser consciente de lo que hacia se metió tres dedos dentro, notó el agua dentro de ella mientras agitaba los dedos en su interior, Rosa veía el agua moverse alrededor de su cuerpo pero no podía vérselo, la sensación era morbosa y extraña a la vez, notaba y disfrutaba las caricias que ella misma se proporcionaba, cogió con su otra mano su pecho y se lo llevó a la boca intentando chuparse el pezón pero falló dos veces en su intento al no vérselo, cerró los ojos y se dejo llevar por el instinto acertando a chuparlo a la primera, volvió a abrir los ojos y se masturbó frenética de deseo metiendo y sacándose los tres dedos en su chochete mientras se mordisqueaba el pezón, se corrió brutalmente encorvándose y jadeando como loca, salpicando sin control todo el baño entre sacudidas de su cuerpo trémulo de placer.

Un rato después salió del baño y se secó, vacio y limpio la bañera pues sus padres volverían pronto a casa, se puso unas zapatillas de playa que tenía en la habitación y se dirigió a la cocina, una vez allí se puso los guantes de goma que su madre usaba para fregar y por fin pudiéndose ver las manos se dedico a prepararse la cena viéndose los dedos sin temor a cortarse con un cuchillo.

Ceno una ensalada y un filete pues tenía un hambre de loba, después se fue a su cuarto pensando en cuanto durarían los efectos del baño y por tanto su invisibilidad, estaba algo preocupada por todo lo que la estaba pasando, desde luego los efectos secundarios la estaban convirtiendo en una especie de ninfómana cachonda, desde las once y pico de la mañana hasta ahora, miró el reloj eran las 21:05, habían pasado unas diez horas se había corrido al menos unas diez veces solo con sus manos y tres follándose a Edu su vecino, desde luego hacia tiempo que no se divertía tanto pero eso ¿sería bueno? Ella nunca había sido tan lanzada, Rosa se consideraba una tía normal y cuando follaba se solía correr un par de veces por lo menos, menos con el idiota de pepe un exnovio tan soso en la cama que no la hacía disfrutar y la solía llamar “nevera ambulante” el fue su primer novio y cuando lo dejaron ella se sentía culpable y muy apocada.

Rosa se daba cuenta de que todo había cambiado, se volvía a sentir caliente solo de pensar en los orgasmos que había tenido, pensó en llamar a un amigo e ir a su casa a darle una sorpresa, pero enseguida descartó la idea pues no quería asustarlo ni desvelar a nadie su nueva condición hasta no estar segura de controlarla, se acarició y se noto húmeda pero se detuvo enseguida, la apetecía FOLLAR sin más, pero ¿con quién? De repente la vino a la cabeza un lugar, el club “Deseos” un lugar de intercambio de parejas que había no muy lejos de su casa, andando llegaría en unos 20 minutos además hacía años que tomaba la píldora, podía follar sin preocuparse demasiado.

Se puso solo unas sandalias marrones, pensó que así se verían menos y pasarían desapercibidas, salió así a la calle en cuanto oscureció un poco, era verano y hacía calor así que podría ir desnuda sin enfriarse, mientras andaba por las calles esquivaba gente en las puertas de los bares, se detuvo cerca de un grupito de jóvenes que charlaban de sus ligues y se entero de que Puri la pelirroja del 5º B de la calle perpendicular a la suya, la mamaba de vicio y además se lo tragaba todo, otro muchacho lo confirmaba y además añadía que a Daniela la hermana de la Puri la encantaba que la dieran por el culo y se corría como una perra salida, decidió darle una lección al machito sodomizador y cuando este se puso la mano izquierda en la cadera, Rosa se aproximo al muchacho que haciendo corrillo estaba cerca del sodomizador y le acaricio el culo con una de sus manos, el muchacho dio un salto y se volvió al sodomita diciendo:

– Oye cabròn, a mi no me sobes el culo.

– ¿pero qué dices idiota, quien te va a tocar nada a ti? ¡payaso!

– ¡Payaso yo, maricón gilipollas! A que te doy.

– Tu no me das ni la hora, papanatas.

– ¡te meto pepe, te meto!

La pelea empezó de golpe, aquellos machitos de barrio se daban de hostias a base de bien, ella se alejo riéndose del grupo mientras la pelea se generalizaba a sus espaldas, en otra calle encontró a un marido gritando a su mujer, una joven morena a la que conocía de vista por coincidir en el híper del barrio, el tío no paraba de gritarla y la morena lloraba desconsolada, el hombre decía:

– Que eres una inútil, no sirves para nada ¡zorra! Ni para lavar ni follar ni nada, te vistes como la cerda de tu madre.

Rosa decidió darle al tipo un correctivo y acercándose a él, estiró la mano y desde atrás le cogió los genitales y dio un fuerte tirón hacia abajo a la vez que apretaba el paquete con todas sus fuerzas, aquel pobre animal dio un grito desgarrador y dio un par de saltos gritando antes de caer al suelo retorciéndose de dolor, aquel machote quedo tendido en el suelo gimoteando y llorando de dolor, esperaba que a partir de ahora aquel bobo mostrase más respeto por su parienta.

Se sentía contenta con ella misma, menuda gamberra que estaba resultando la tímida Rosa, mientras caminaba notaba la brisa sobre su piel refrescando su cuerpo y colándose bajo sus axilas y entre sus muslos, una sensación que solo puede sentirse en una playa nudista era ahora disfrutada en medio de una gran ciudad por nuestra amiga. Algo mas allá un grupo de jóvenes se acercaba a ella, eran demasiados para esquivarlos y decidió detenerse cerca de unos contenedores de basura, al pasar a su lado nadie se dio cuenta de aquel par de sandalias marrones al lado de la basura, cuando los jóvenes se alejaron ella se volvió a poner en camino ahora convencida de que en caso de problemas su camuflaje era perfecto.

Finalmente llego a la puerta del club “Deseos” era un lugar discreto, se pegó a la pared mientras esperaba a alguna pareja que quisiera entrar y observo la entrada, una puerta oscura una gran mirilla y un rotulo no muy grande, casi a su lado un botón rojo que supuso haría sonar un timbre en el interior del local, mientras esperaba la asaltaron las dudas ¿debía entrar? No estaba segura pero lo deseaba, la curiosidad la dominaba y ahuyentaba la prudencia, sabía que entraría y luego de un rato viendo que se cocía allá dentro actuaria en consecuencia.

Al rato llegó un hombre de unos 35 años, moreno con entradas en el pelo además lucia un bigote espeso, vestía de sport pantalón caqui y un polo claro el tipo era musculoso y caminaba seguro de sí mismo, parecía peligroso y ella sin saber porque se sintió de golpe excitada, su cuerpo sintió un escalofrió y no necesito tocarse para saberse mojada, el hombre llamó al timbre y enseguida abrió la puerta una morena pizpireta, era sexy y delgada aunque no muy alta, poseía una naricilla respingona ojos verdosos y boca carnosa, medio enseñaba sus pechos firmes bajo el vestido color canela de generoso escote que lucía, la tela del vestido se acababa apenas un palmo debajo de su sexo dejando ver unas piernas firmes, sin duda fruto de muchas horas de gimnasia, ella le saludo cordialmente:

– ¡Pablo, hola cielo! cuanto tiempo sin verte.

– Hola Cristy, sigues tan bonita y guapa como siempre.

– Pero no te quedes ahí soso ¡dame un abrazo!

Ambos se abrazaron con la delicadeza de un choque de trenes, se dieron tal beso que hasta el más tonto del barrio si miraba podía adivinar que eran algo más que amigos, se frotaban de tal manera que al separarse se podía observar sin ninguna dificultad la marca de los pezones de Cristy en el polo de Pablo, además Rosa pensó que lo habían hecho justo a tiempo pues si hubieran seguido solo unos segundos más hubieran ardido ambos debido al frotamiento de sus cuerpos, ella había encendido hogueras frotando dos palos con menos entusiasmo.

– Joder tía que buena estas- dijo él, muy galante.

– Pues me tenias muy abandonada, oye estas guapo.

Pablo saco unos billetes y se los introdujo en el escote diciendo:

– Si lo sé, y cada minuto que pasa lo soy más, ¿a que si?

– Claro que si cariño, anda pasa hoy no tenemos más que seis clientes y el jefe, las tres tías están bien alguna te follaras pero guárdame el ultimo polvo o no te dejare dormir en mi casa.

– Vale cielito tu tranquila que tendrás lo tuyo- dijo él mientras la empujaba hacia dentro sobándola el culete.

Rosa se pego al hombre y entraron al local, la morena cerró la puerta y nuestra protagonista se quedo a un lado observándolo todo, había una pequeña barra de bar donde preparaban las bebidas para después llevarlas a los reservados, Rosa se dispuso a entrar y verlo todo por su cuenta cuando volvieron a llamar al timbre, Pablo se había sentado en un taburete y pedía de beber, Cristy fue a abrir la puerta y dejo entrar a una pareja de mediana edad, debían ser nuevos en el local pues ella les explicaba el funcionamiento de las instalaciones, decidió ir con ellos y así enterarse de todo.

Pasaron a una sala grande detrás de una enorme cortina roja, allí había grandes butacones y mesas además había una pequeña pista de baile donde en aquel momento bailaba una pareja, encontró luces tenues y música suave para crear ambiente, en los butacones estaban las otras dos parejas charlando amigablemente, debían ser habituales del local pues se notaba cierta soltura en sus diálogos y movimientos, la primera pareja la formaba una mujer delgada de unos 40 años y un hombre de similar edad ambos morenos, pillo los nombres al vuelo de la conversación ella se llamaba Carmen y el Dario, la otra pareja era distinta la mujer era más corpulenta sin ser gorda, podía tener unos 35 años, el hombre tenía pinta de chulito y no pasaría de 25 ambos eran rubios y se llamaban Pili Y Joan, la otra pareja seguía bailando y no les prestó atención pues la camarera Cristy les mostraba una puerta, Rosa se acerco a escuchar.

– A esta habitacion la llamamos la polvera grande, como ven todo el centro de la habitación es una gran cama.

Rosa miró y vio una enorme cama de 4 x 6 metros, la camarera seguía explicando que las orgias eran algo común allí, de hecho las dos parejas que hablaban fuera ya la habían solicitado e invitaban a cualquiera que quisiera unírselos, solo tenían que charlar un rato con ellos y conocerse un poco, pero si querían algo mas intimo tenían tres habitaciones mas, con camas de matrimonio de dos metros en cada una, solo tenían que escoger donde y como querían estar, los nuevos asintieron y se dirigieron al salón principal mientras la chica seguía hablando:

– También disponemos de juguetes sexuales, pañuelos y mascaras así como grilletes y látigos por si sus gustos son distintos.

Llegaron junto a las otras parejas, Cristy los presentó la pareja recién llegada la formaban Arantxa y Luis, ella era pelirroja de ojos verdes y buen cuerpo, sin nada exagerado, el era moreno delgado y alto, los bailarines también se habían sentado con ellos y se presentaron Josua y Bea ambos no pasaban de 30 años, el era sudamericano mulato y parecía un profesional del ligue, buen cuerpo acorde con su pareja, Bea era sencillamente una espectacular rubia de pelo muy corto, ojos azules cara de vicio y cuerpo firme, un buen culo bien paradito como decía su novio y unos pechos talla 100 por lo menos.

Los nuevos pidieron bebidas y Cristy fue al bar a recogerlas, entretanto Rosa dudaba en ir a la “polvera” a esperarlos calentando motores o quedarse con ellos en la sala y calentarse mirando al personal, tal vez con su ayuda se calentaran antes… se palpo la vagina y se sintió húmeda y ansiosa de empezar, así que decidió quedarse y jugar a ser traviesa con aquellas parejas.

(CONTINUARA…)

Sigo abierto a comentarios e ideas, dejádmelos en la sección COMENTARIOS al final del texto. Gracias y un saludo.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

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Relato erótico: “Las Profesionales – Casa de marionetas esclavas 2” (POR BLACKFIRES)

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JEFAS PORTADA2Las Profesionales – La casa de las marionetas esclavas: Parte 2.

Sin títuloLa mañana de un nuevo día filtra la luz del sol por la ventana de la elegante habitación que ocupan Melissa y Samantha Baxter en el Hotel de Montaña. El día encuentra a ambas hermanas desnudas y abrazadas en la cama con sus cabellos castaños dorados revueltos y hechas una madeja de piernas y brazos. La habitación es un desorden de ropas y maletas. Melissa es la primera en despertar y poco a poco va rememorando la noche pasada y se da cuenta que esta abrazada a su hermana mayor que duerme con cara de satisfacción total y una sonrisa de alegría. Melissa rápidamente se suelta del abrazo y se va al baño, moja su rostro tratando de despertar de la pesadilla sexual que vivió la noche anterior. Minutos después sale del baño y encuentra a Samantha recogiendo las cosas de la habitación y metiéndolas apresuradamente en las maletas, sin cruzar palabras ni miradas empiezan la tarea de salir del hotel, lo que hacen en poco tiempo y emprenden el viaje de vuelta a casa.

Como es de suponer el viaje de vuelta a casa se hace lo más largo del mundo, casi sin hablar y esperando que todo sea un mal sueño. Por lo menos el tráfico de entrada a la ciudad y el hecho de que habían salido justo al amanecer, hacen fácil y sin escalas el viaje rumbo a la mansión.

Ambas chicas agotadas por el largo viaje y por la cantidad de cosas que pasan en sus mentes, finalmente llegan a su mansión, bajando algunas de las maletas llegan a casa. Ya los últimos rayos del sol dan a todo un color naranja y las sombras de la próxima noche empiezan a aparecer cuando ambas entran a la sala de la mansión encontrándola vacía. Caminan a la cocina donde se escuchan ruidos y esperando no encontrar una escena como la de la mañana anterior ambas entran encontrándose a Rossana.

– Buenas noches señoritas, en un momento les preparare algo de cenar.

Ambas chicas observan a Rossana ocupada en los deberes de la casa y casi no pueden creer que sea la misma puta que sometiera a su madre en esa misma habitación a una humillación tan grande. Samantha es la primera en hablar.

– ¿Rossana donde esta mi madre?

– Señorita Samantha su madre salio con su padre…

– EL NO ES MI PADRE.

– Disculpe señorita Samantha, su madre salió con el Sr. Baxter en un viaje de último momento.

Ahora es Melissa la que interviene en la conversación.

– Eso no es posible pues mi madre nos lo hubiera avisado, ¿Dónde esta mi madre?

– Ya les dije que los señores salieron esta mañana en un viaje de último momento.

Samantha mirando Rossana con todo el desprecio del mundo toma el teléfono más cercano y marca rápidamente el celular de su madre el cual empieza a sonar. Activando el speaker escuchan los tres tonos de marcado y después Susan Baxter contesta.

– Hola…

– Madre soy Samantha ¿dónde estas?

– Hola Sammy como estuvo el viaje, tu padre y yo salimos de viaje.

– Mon el no es mi padre, ¿quiero saber dónde estas? Necesito conversar algo urgente contigo.

– Sammy querida ¿te pasa algo? ya te dije que estoy con Jimmy de viaje, disculpa que no te pueda atender pero me están esperando ahora. No te preocupes, en cuanto estemos de vuelta hablaremos.

Antes de que Samantha pudiera recriminarla por el “Sammy” y preguntarle por tercera vez su paradero la conversación de interrumpe. Melissa esta completamente furiosa y Rossana la observa como si no entendiera nada de lo que esta pasando.

– No sé que esta pasando aquí, pero en cuanto mi madre regrese esto se va a aclarar ¿entendiste?

– Señoritas no entiendo por que esta tan molesta con…

– No te hagas la estúpida Rossana este jueguito se va a terminar ¿Ok?

Diciendo esto ambas chicas salen de la cocina en dirección a sus respectivos cuartos, donde sin cruzar ni media palabra se encierran cada una en su habitación.

Las horas pasan y Melissa esta cada vez más ansiosa, como es posible que Rossana actuara con tal desfachatez ante ellas sin el menor remordimiento, lo peor era escuchar a su madre decirles que estaba con ese infeliz de viaje. No podía ser posible que su madre estuviera de acuerdo en todo este asunto tan asqueroso. Melissa escucha pasos en el corredor, pasos que se alejan y rato después vuelven por el pasillo, unos minutos después alguien toca la puerta de su habitación.

– Señorita Melissa le traje su cena.

– Llévatela no quiero nada ahora.

Melissa no escucha pasos, así que supone que Rossana sigue en la puerta. Tantas ideas y cosas en su mente la habían hecho olvidarse de la cena y ya estaba lista para irse a la cama. Lo piensa un momento y decide que es tiempo de tener “una de aquellas conversaciones” que sabía tener con la servidumbre. Abriendo la puerta hace pasar a Rossana que deja una bandeja en la mesita más próxima y voltea para salir pero es interceptada por Melissa quien cierra la puesta tras de si.

– Es hora de que tú y yo hablemos sobre lo que hay entre James, y… tú y lo que le han hecho ambos a mi madre.

– Disculpe señorita Melissa pero yo no puedo contestarle nada, el señor y la señora Baxter son los que pueden aclararle…

– En primer lugar yo tengo todo el derecho de preguntarte lo que me de la gana ¿entiendes empleada? En segundo lugar tú tienes el deber de contestarme pues soy tu jefa, estúpida igualada. Así que ahora mismo me vas a decir que mierda le han hecho a mi madre o te despido en este mismo instante.

– Lo siento señorita Melissa… pero ya le dije quien puede aclararle sus preguntas y solo el Sr. Baxter puede despedirme.

Estas palabras terminan de enardecer a la ya enfurecida Melissa que se le va encima a Rossana y tomándola por un brazo con su mano libre le da una sonora cachetada mientras le grita.

– ¿Quién te has creído que eres perra igualada, como te atreves a contestarme así?

Rossana sorprendida por la agresión baja la cabeza y Melissa saborea el triunfo de haber puesto en su sitio a la sirvienta de la casa. Rossana lentamente levanta el rostro y la mira sonriendo. Con un rápido movimiento se suelta de Melissa y levantando su mano le coloca dos cachetadas tan fuertes a la chica que hacen que la menor de las niñas Baxter pierda el balance y atontada termine apoyada en la pared. Rossana la agarra por un brazo y la presiona contra la pared. Mirando a su alrededor, toma una bufanda de un perchero y rápidamente amarra las mano de la sorprendida Melissa que no sale de su asombro al verse atacada por su sirvienta.

– Suuuuelta… suéltame, SUELTAMEEEE

Rossana la toma por el rostro y le dice:

– Ninguna niña riquilla hija de puta malcriada tiene derecho a golpearme ¿Entendiste?

Tomándola por el cabello que Melissa se había recogido en una coleta para dormir, la hace caminar a la cama donde la tira boca abajo y Melissa sigue gritando desesperada.

– Cierra la boca estúpida, esta noche te voy a dar una lección para que aprendas quien manda ¿Entendiste?

Diciendo esto Rossana se saca sus propias bragas de debajo de su falda de empleada domestica y haciéndolas una bola espera el siguiente grito de la desesperada Melissa para meterle a la fuerza sus bragas en la boca almorzándola y acabando con sus gritos. Atada y amordazada Rossana la toma de la cintura y forcejeando la coloca boca abajo sobre sus piernas y le baja la pijama y jalándole las bragas le deja desnudas las blancas nalgas que empieza a castigar con sonoras palmadas que van poniendo un tinte carmesí en el blanco culo de Melissa.

Rossana castiga sin compasión el redondeado trasero de la chica que solo atina a gemir con cada nueva nalgada, a medida que las nalgas se tornan más y más rojas su coño empieza a reaccionar de una manera que la misma Melissa tarda en comprender, se esta mojando, cada nalgada la hace sentirse más expuesta y más humillada y poco a poco su coño se va encharcando en sus jugos, mientras los dedos de la mano Rossana, que golpeando con la palma abierta, van dejando marcas rojas en sus nalgas.

Rossana lentamente deja de nalguearla y descubre la humedad creciente en el coño de la chica y lentamente empieza por meterle un dedo y luego dos y hacerlos entrar y salir, a lo que Melissa responde con nuevos gemidos tras la mordaza, pero a diferencia de los primeros gemidos estos son casi de placer, si no fuera por lo humillante de la situación.

“Debo ser una estúpida como me estoy mojando si esta perra me esta violando, aaaaaagggg”. Tres dedos de Rossana ahora entran sin resistencia en el encharcado coño de Melissa que sigue gimiendo y solo siente que es tirada como un saco de patatas sobre la cama y estando boca arriba Rossana se coloca sobre ella y metiéndole los dedos en el coño nuevamente hace que su cuerpo haga presión sobre ella y empieza a besar el rostro de Melissa que ya no para de gemir al sentir el bombeo de los expertos dedos de su atacante, que empieza a besarla sobre la mordaza y poco a poco va besando lentamente su cuello y se desplaza a sus senos donde tomando sus pezones que están duros como rocas los muerde primero para luego chuparlos.

Sin piedad y con casi perversa precisión se desplaza beso a beso hasta el coño de la chica que la recibe con sus piernas abiertas y sacándole los dedos empieza a usar su lengua en el sensible y húmedo coño haciendo que la atada e indefensa chica llegue a un orgasmo tan fuerte que la deja prácticamente inconsciente.

Después de lo que parecen horas una aturdida Melissa se va reponiendo de todo aquello y se encuentra sin ataduras y sin mordaza acostada en su cama, sola en su habitación. Casi no puede creer todo lo que paso y se siente humillada y estúpida por haberse dejado hacer de su empleada, pero lo más horrible del caso es que en otras circunstancias lo hubiera disfrutado. “¿En verdad lo disfrute? Debo estar perdiendo la razón, no puedo creer que me corriera de esa manera”. Melissa intenta levantarse pero no tiene fuerzas suficientes para lograrlo y se va quedando dormida lentamente mientras su coño se va humedeciendo otra vez.

La mañana sorprende a la atontada Melissa que luego de arreglarse un poco baja a la cocina donde escucha voces al ir aproximándose, al entrar descubre a Samantha sentada a la mesa terminando su desayuno mientras Rossana limpia trastos. Todas se mantienen en silencio. Finalmente Samantha se levanta sin mirar o saludar a su hermana y sube a su cuarto, Melissa sentada a la mesa y a diferencia de sentirse indignada por la situación de la noche anterior, no puede dejar de imaginar a Rossana desnuda. Es tan humillante estar allí sentada mirando a la empleada de espaldas y solo imaginar lo excitante que seria comerle el culo y el coño, para ella más denigrante que imaginar hacérselo, es hacerlo con la empleada.

Melissa esta tan nerviosa mirando el culo de su empleada y su desayuno sigue allí a medio comer, un segundo después Rossana voltea y le dice:

– ¿Ya terminaste tu desayuno o ves algo más que se te antoje comer?

Melissa casi puede sentir como toda su sangre se le agolpa en el rostro y a medida que su rostro se torna carmesí su coño se va humedeciendo al punto de mojar las nuevas bragas que esa mañana se había puesto. No puede terminar el desayuno y bajando la mirada se levanta y sale de la cocina y casi corriendo sube a su cuarto para encerrarse en el todo el día. Intenta distraerse mirando la TV o leyendo algo en la red pero por más que lo intenta, termina imaginándose cogiendo con Rossana y masturbándose como si fuera una puta caliente. Las horas van pasando y ella no para de masturbarse, intenta dormir pero es imposible.

La tarde va cayendo y ella esta exhausta y saliendo de la ducha, en su quinto baño de agua fría del día, casi esta por llegar a su cama cuando escucha pasos en el pasillo y alguien llama a la puerta. Su corazón empieza a latir a mil por hora y casi en cámara lenta se ve a ella avanzando hacia la puerta.

– ¿Qui.. quien, quién es?

Tres toques más en la puerta son la respuesta, su corazón se detiene cuando observa su mano girar la manija de la puerta.

Rossana entra a la habitación cargando una charola de plata y la cena servida en la vajilla de porcelana, camina sin decir nada y coloca la bandeja en una mesa cercana a la ventana mientras sumisamente Melissa la observa casi temblando de excitación.

Rossana voltea y Melissa no se atreve ni a mirarla a los ojos, sigue de pie, allí a unos pasos de la puerta con sus cabellos castaños húmedos y su cuerpo envuelto en una bata blanca que atada a su cintura, marca perfectamente el contorno de ese cuerpo delicioso que Rossana hizo suyo. Rossana camina hasta ella y tomando con una mano el nudo de la bata y con la otra usando su dedo índice marca el contorno del escote, desde su abdomen subiendo hasta sus senos y se detiene casi al llegar al cuello de la bata, le dice:

– ¿Hoy quieres discutir algo conmigo?

Melissa temblando de pies a cabeza intenta articular palabra pero solo deja escapar una leve y casi inaudible respuesta, mientras su cabecita se mueve de forma negativa.

– noo…

– Bien, entonces come tu cena y vete a la cama.

Diciendo esto Rossana sale del cuarto cerrando la puesta mientras la humillada Melissa siente como su cuerpo esta ardiendo y en sus muslos corre la humedad proveniente de su coño que solo con la entrada de la empleada al cuarto se puso a soltar babas como si fuera una fuente, sentándose a la mesa termina los alimentos que le han traído a la habitación y unos minutos después se mete a la cama y se va quedando dormida.

La mañana la encuentra desnuda en su cama y Melissa aun sin comprenderlo esta aun mas hambrienta de comerse el coño y el culo de su empleada, es una locura pero es real. La atontada chica se va al baño y lava su rostro y se asea para comenzar el día. Al salir del baño toma una bata de seda casi transparente y mientras se la pone sobre su cuerpo desnudo, asomándose por la ventana descubre el sol en lo alto, lo que le indica que es bastante tarde. Al prestar más atención mirando por la ventana de su cuarto, que da al jardín trasero de la casa, descubre a Samantha tomando el sol en la piscina, sus ojos permanecen cubiertos por un par de lentes de sol mientras sus oídos tienen puestos los audífonos de su Ipod que descansa junto a ella en la mesita cercana, al lado de un gran vaso de jugo de naranja que le refresca en esa soleada mañana.

Samantha aparece acostada boca arriba luciendo ese hermoso par de senos que un pequeñísimo traje de baño de dos piezas intenta cubrir sin éxito, su piel blanca ya luce levemente bronceada por el sol y parece brillar debido a las millones de perlitas de sudor que cubren su piel, su depilado coño esta ligeramente cubierto tanto por la parte inferior del bañador y por una de sus manos que descansa distraídamente sobre el, sus torneadas piernas terminan el conjunto, presentando su pierna izquierda flexionada y la derecha estirada.

Melissa sigue en la ventana mirando con deseo creciente el cuerpo exquisito de su hermana mayor. Casi no puede creer que solo un par de noches atrás ese cuerpo había estado completamente a merced de sus más morbosos deseos, haciendo de Samantha una cuerda de violín que vibraba de deseo a cada toque magistral que Melissa le diera. Ahora no puede creer las ganas de bajar y comérsela en la piscina, se ruboriza al recordar que esa es su hermana mayor pero vaya que su hermana es buena comiendo coños.

Sigue mirando por la ventana y Samantha se acuesta boca abajo dejando ver su espalda y su carnoso y redondo trasero. Melissa empieza a tocarse y ya no puede quitarle los ojos de encima a Samantha y sus nalgas deliciosas. Lentamente todo a su alrededor deja de importar y solo mirar a Samantha es importante. Desearla, tenerla allí en esa misma piscina, colocada a cuatro patas mientras Melissa sentada la observa usar su lengua en su coño y hacer que llegue al orgasmo. Sus pensamientos vuelan y es cuando siente que la agarran por los brazos proyectándola con fuerza contra la pared y Rossana sin darle oportunidad a reaccionar la besa metiendo su lengua en la boca abierta de asombro de Melissa. Melissa después de la primera impresión se deja hacer y Rossana la pone contra la ventana mientras le besa el cuello, le acaricia los senos y deslizando su otra mano al coño, sin necesitad de someter por la fuerza a la atontada Melissa. Rossana le aprieta un seno mientras la coloca justo frente a la ventada donde ambas pueden observar a Samantha que descaradamente en la piscina abre las piernas y empieza a masturbarse.

Melissa no aguantara mucho mientras el ataque sexual de Rossana continua con caricias y besos mientras le habla al oído.

– Que coño tan delicioso tienes Mely, me encanta lo excitada que estas, estas babeando tanto, mira como dejas mis dedos pegajosos. Sammy esta tan excitada como lo estas tú. Ves como bombea su coño mientras yo bombeo el tuyo, seria delicioso que se corrieran ambas a la vez. Mira como se levanta sin sacarse los dedos… Ummmm se esta quitando el bikini… mira como suben y bajan esos senos, se esta apretando los pezones como si lo necesitara para tenerlos más duros.

Melissa ya no puede seguir el hilo de lo que le dicen pues no deja de observar como su hermana se masturba como una perra en celo en medio de la piscina.

– Mira que sucia es tu hermana ¿debe ser una tremenda puta en la cama no crees? ¿Te encantaría comerle el coño a esa perra? No. No creo que quieras comerle el coño a esa puta, tú quieres comerle en coño a una verdadera hembra. Una hembra que con solo proponérselo te puede poner a cuatro patas a comerle el coño como tú quieres comerlo.

En la mente de Melissa un destello de cordura la intenta devolverla a la realidad en medio de un orgasmo inminente al ver a su hermana caliente y ser ella el juguete sexual de su empleada.

– No, noooo… yo no como coños…

Rossana sonríe al escucharla intentar replicar y le dice al oído.

– ¿No comes coño? ¿Eres demasiado fina para comer el coño de una verdadera hembra, no puedes estar como una puta viciosa comiendo coños?

– no nooo yo no…

– Sí, claro que lo haces Mely, eres una puta justo como tu hermana…

Melissa no logra entender por que su mente no deja de aceptar las palabras de su empleada y sin darse cuenta hacia menos de un minuto su mano derecha había sido guiada a su entrepierna por la mano de Rossana y ahora se masturbaba a ella misma mientras Rossana lo hacia por igual, el ambiente se va llenando del olor a hembra en celo y Melissa no puede ordenar sus ideas.

– Te demostrare lo puta come coños que eres Mely.

Sacando dos dedos de su propio sexo Rossana los lleva llenos de sus jugos hasta la boca de Melissa y dándoselos a probar la indefensa chica los empieza a lamer con desesperación, con solo el aroma y el sabor de los jugos de Rossana hacen que comience a venirse como una completa puta. Orgasmo tras orgasmo acaban con la conciencia de Melisa que casi pierde el sentido.

Minutos después Rossana pasa sus dedos bajo la nariz de la aturdida Melissa que empieza a reaccionar.

– Ves que sí eres una gran puta. ¿Quieres comerme el coño no es así?

– siiiiiii…

Rossana sostiene con un brazo a la semidesnuda y aturdida chica mientras con la otra mano acaricia su rostro y besa su cuello. Melissa siente el calor del cuerpo de Rossana con sus grandes senos a su espalda.

– Dilo.

– Quiero… quiero comerme tu coño.

La lengua de Rossana recorre desde la base del cuello hasta el oído de Melissa donde le dice:

– En ese caso gánatelo…

Diciendo esto la empuja hacia la cama, y la desconcertada chica la observa alejarse hacia la puerta. Una desesperación se apodera de ella y antes de que Rossana salga le dice casi entre sollozos.

– No sé como ganármelo, por favor no me dejes así…

– Se me ocurre una forma… tráeme a tu hermana tan puta y controlada como tu lo estas.

– Por favor, no puedo hacer eso…

– Claro que sí puedes, si no lo haces no volverás a correrte y tú para vivir necesitas correrte tanto como respirar, ahora tráeme a la otra puta.

Sin más Rossana sale de la habitación dejando a Melissa que, desde la cama como una muñeca de trapo, se ha ido escurriendo hasta quedar sentada en el suelo de la habitación humillada, indefensa y tratada como una puta por su empleada. La bata de seda esta abierta revelando sus redondos senos y sus durísimos pezones, sus cabellos castaños claros caen en bucles desordenados que algunos rizos cubren parte de su busto delicioso. Con su cabeza inclinada hacia el suelo se observa sentada en el suelo con sus piernas desnudas abiertas y sus manos que descansan en sus piernas con las palmas hacia arriba, el coño le palpita y sigue encharcado de sus jugos. Vista desde cierta distancia cualquiera diría que es una muñeca mecánica de carita de porcelana que se le ha acabado la cuerda o simplemente una marioneta a la que le han cortado los hilos. Lo peor de todo era el nivel de excitación que alcanzaba con cada humillación, y las ganas enfermizas de comerle el coño a Rossana y poder venirse como una puta.

El día avanza sin incidentes Rossana continua en los trabajos de la casa y ambas hermanas siguen encerradas en sus cuartos. Por su parte Melissa pasa todo el día masturbándose sin poder llegar a su anhelado orgasmo, ¿cómo era posible no poder llegar si hacia solo unas horas se había venido tantas veces que había perdido la cuenta? Hora tras hora su frustración se hace más y más grande sin poder correrse, usa todo cuanto tiene a mano.

– Esto no puede ser ¿como es posible estar tan caliente por la perra de mierda? Debo estar enferma, solo puedo pensar en el coño de esa estúpida, y tuvo el descaro de pedirme que le entregue a Samantha… ufff necesito correrme, ya casi, yaaaa casiiii, no, no noooooooo, MALDICIÓN… no puedo… no puede ser tan complicado, solo tengo que calentar lo suficiente a Sammy y ella haría cualquier cosa por más sexo… ¿pero se dejaría coger de la empleada?

Solo tiene que levantarse para llegar a la puerta, caminar el corto trecho al cuarto de Samantha, Samantha como siempre en su computadora teniendo una sesión de cibersexo con alguno de sus amigos, la muy puta mirando con cara de zorra la webcam mientras se aprieta las tetas, se mete los dedos en el coño, su lengua moja sus labios y se mueve como una serpiente saliendo de su boca apetitosa.

Al cerrar los ojos y meterse los dedos en el coño no puede ver detrás de ella a Melissa, que solo tiene que tomarla por los brazos y empezar a besarle los hombros, luego el cuello, mientras sus manos capturan sus senos y luego se deslizan por su abdomen hasta llegar a su coño, y cuando finalmente la bese y meta su lengua en su boca, se sentara después en sus piernas y la hará mamarle los senos mientras Melissa le dice lo rico que lo chupa, solo necesita tomarla por la barbilla para mirarla a la cara y ver sus ojos de lujuria para después besarla mientras se pone de pie y sin soltar el beso con una poca de presión en los hombros de Sammy, hacerla arrodillarse y ponerla a comerle el coño… en ese momento recuerda la webcam y saber que esta siendo vista seduciendo a su hermana mayor la vuelven a la realidad…

Melissa esta de pie apoyada en la puerta de su habitación con una mano en la manija de la puerta y en la otra sostiene un vibrador cubierto por sus jugos vaginales, todo había sido un sueño o una pesadilla. Esta en la puerta a punto de salir y seducir a su hermana y entregársela a Rossana, siente como cada músculo de su cuerpo le pide a gritos abrir esa puerta y seducir a Samantha para poder comerle el coño a Rossana y finalmente correrse a gusto.

Angustiada quita su mano de la manija de la puerta y para despertarse la pasa por su rostro, el rastro de fluidos de Rossana que quedo en la manija de la puerta al salir llega a su nariz y casi como si su cuerpo y mente se desconectaran de ella, simplemente se ve avanzar por el pasillo, en piloto automático llega hasta la puerta del cuarto de Samantha abre la puerta y entrando al cuarto la encuentra justo donde la imagino. Sentada frente a la computadora. Melissa se coloca detrás de ella y un video en la pantalla de la computadora capta toda su atención, dos chicas vestidas con trajes de goma y mascara de latex esta atadas a un artefacto donde sus tobillos, rodillas y muñecas están sujetos al aparato que al parecer puede ajustar sus posición facilitando el acceso a sus coños y a sus culos o a sus senos, áreas que el traje de latex deja al descubierto. Un hombre fuera de cámara toma a una de las chica por la cola de caballo que sale de la mascara que cubre su cabeza y empieza a usar la boca de la chica como una vagina mientras otra mujer se coloca detrás de la segunda chica atada y empieza a comerle el coño.

Melissa de pie y Samantha sentada observan atónitas como el hombre y la mujer usan los cuerpos de ambas chicas como si de unas marionetas se trataran pues activando ciertos dispositivos los cuerpos de las chicas son movido adelante o atrás, puesto de pie o colocados en diversas posturas que facilitan al hombre y mujer llegar a los orificios de las chicas que son llenados con lenguas, vergas o vibradores. Las dóciles marionetas solo atinan a gemir al ser acariciadas o penetradas por sus agujeros en aquel bizarro espectáculo de títeres sexuales, ambas a merced de sus amos titiriteros.

Ambas hermanas sienten como sus coños empiezan a hormiguear y sus cuerpos se erizan al ver como ese hombre y esa mujer hacen que ambas chicas lleguen al orgasmo una y otra y otra vez, ya para entonces Samantha y Melissa se masturban descaradamente y poco a poco Samantha que va abriendo sus piernas hace contacto con Melissa. Es cuando ya no pueden contener sus ganas de besarse y masturbarse una a la otra, con maestría calculada Melissa coloca sus manos en los hombros de su hermana mientras se besan y poco a poco va aplicando fuerza suficiente hasta hacerla arrodillarse frente a sus piernas abiertas y Samantha después de acariciar y besar su cuerpo siguiendo el camino al sur termina enterrando su lengua en el encharcado coño de Melissa. Luego de varios minutos Samantha no ha podido hacer que Melissa se corra y Melissa esta frustrada con tantos intentos, una y otra vez la lengua de Samantha entra y sale de entre las piernas de su hermana menor y sus labios atrapan su clítoris que hace que el grito casi animal de excitación escape de la garganta de Melissa, pero no logra hacerla llegar al orgasmo.

Finalmente Melissa toma por el rostro a Samantha y mirándola a los ojos le observa la cara húmeda de fluidos vaginales mientras le dice:

– ¿Que harías por mi putita?

Samantha lamiendo sus labios saboreando los jugos de su hermana contesta sin retraso.

– Lo que tú quieras…

Tomándola por la cintura la levanta del suelo donde estaba arrodillada y la hace caminar al cuarto de Rossana, Melissa abre la puerta del cuarto y ambas son invadidas por el aroma a sexo que satura el lugar proveniente del coño de Rossana, el aroma entra en sus pulmones y su cerebro se va desconectando de la realidad. Ambas chicas están de pie mirando a Rossana acostada en la cama vestida con un finísimo juego de lencería de encaje negro que contrasta con su piel clara, ella sigue masturbándose con un gran vibrador con sus piernas separadas y cubiertas por las medias de seda y sostenidas por ligueros, Rossana sonríe al verlas allí a las dos como dos indefensos ratoncitos hipnotizados por las serpiente que esta por devorarles, se saca el vibrador y las chicas la ven caminar hacia ellas como si flotara en una nube, se para frente a ellas y sonriéndole a Samantha le dice:

– Has sido una muy buena chica, lo has hecho muy bien Sammy.

Sin dejar de mirarle los senos a Rossana, los cuales están casi por desbordarse del ajustado sostén de encaje, Samantha contesta.

– Gracias señora…

El aturdido cerebro de Melissa se esfuerza por entender la situación, nada de esto tiene sentido: “¿Por que le agradece a Sammy, sí yo fui quien cumplió lo que me pidió, yo traje a Samantha hasta aquí? Debe haber algún error…” mientras Melissa intenta razonar esto, las observa y Rossana soltando su sostén deja libres ese hermoso par de senos con aureolas coronadas con unos duros pezones que Samantha no puede dejar de mirar. Rossana tomando por la barbilla a Samantha, la atrae hacia ella y le besa apasionadamente y luego lentamente soltando el beso hace que la cara de Samantha descanse en sus senos y Samantha como una mirada de estúpida solo atina a besar los pechos y sacar su lengua para lamerlos.

– ¿Qué mierda esta pasando aquí yo…

La idea que Melissa lograba ordenar queda incompleta y su cerebro simplemente se apaga cuando aun acariciando el cabello de Samantha que sigue besando y lamiéndole los senos, Rossana extiende su mano que sostiene el vibrador de goma inundado de sus jugos hasta ponerlo frente a la cara de Melissa y Melissa instintivamente abre la boca y engulle el vibrador y su exquisito sabor termina por doblegarla, lame todos esos jugos y mientras sus manos reemplazan la mano de Rossana y sostienen el vibrador que lame y limpia con devoción, va cayendo de rodillas justo frente a Rossana y Samantha.

– ¿Ahora entiendes que tan excitante puede ser la vida Sammy?

Rossana sigue hablando con Samantha que sigue besando y lamiéndole los senos, pero nada de lo que dice tiene la menor importancia para Melissa que luego de limpiar todos los jugos del vibrador, Rossana coloca una mano detrás de la nuca y guía la cara de Melissa hasta enterrarla en su coño. Ella sigue de rodillas con su cara en el coño de Rossana y oleada tras oleada de placer barren el cuerpo en una constante que no termina de llevarla al orgasmo pero le erizan de pies a cabeza, no hace otra cosa que aspirar el aroma de ese coño que finalmente la desconecta del mundo real.

Melissa no se da cuenta de nada de lo que pasa y solo siente el deseo incontenible de seguir comiéndole el coño a Rossana, que en ese momento le coloca un collar de cuero con una argolla y sujeta el extremo de una cadena al cuello de Samantha, mientras la besa en la frente y le acaricia los senos, Samantha baja sus manos recogiéndole el cabello castaño rizado a Melissa y jalándola hacia arriba por el cabello la separa de ese coño, Rossana le coloca otro collar y cadena en su cuello a la indefensa chica lo que le provoca en Melissa un orgasmo infinito.

Fin de la Segunda Parte.

Nota del Autor: Como siempre agradezco infinitamente los comentarios o e-mails que me hacen llegar a mi correo blackfires@hotmail.com o dejan directamente aquí en todorelatos.com. Cada una de sus palabras son bien recibidas y en caso de ser posible contestadas y sus ideas usadas en los relatos.

“Casa de Marionitas 1 y 2” han sido creados intentando complacer a la gran cantidad de lectores que habían solicitado continuara las aventuras de la familia Baxter, sobre todo saber de Sammy, Mely y Sussy Pussy. Este capítulo de la serie es el último publicado fuera de la categoría Control Mental, así que en las próximas entregas “Las Profesionales” volverán a su categoría original.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
blackfires@hotmail.com

 

Relato erótico: “Viviana 7” (POR ERNESTO LOPEZ)

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JEFAS PORTADA2Viviana 11

Sin títuloDe lo que pasó a continuación tengo sólo recuerdos borrosos, se que seguimos cogiendo, chupando whisky y mirando las películas, lo poco que recuerdo es que me desperté en su cama sin saber como había llegado hasta allí y ya era de día.

Ella estaba desparramada a mi lado, la desperté avisándole: “ ya es casi la hora de llevar a Maxi al colegio”, se levantó como pudo, se lavó la cara mientras yo me vestía, al irme le indiqué “ pasá por casa cuando vuelvas”

Llegué a mi departamento, me di una ducha, preparé café mientras ella llegaba. A los pocos minutos tocó timbre, su cara no podía ocultar la noche que habíamos pasado, estaba demacrada, más dormida que despierta, le serví un café que me agradeció como si fuera un elixir, “no tuve tiempo para nada, a duras penas alcance a prepararle algo al nene que bebió en su cuarto me puse lo primero que encontré y salimos”; “¿me acompañás a casa así traemos la video y las pelís?”

Subimos a su departamento y era zona de guerra, salvo en el cuarto del nene en toda la casa había evidencia de nuestra fiesta sexual, ropa tirada, manchas de semen, vasos con restos de diversos líquidos, un olor inconfundible, con razón Viviana quiso llevarse al nene al jardín cuanto antes.

Agarré la video y los filmes y le di un beso mientras le decía: “que te diviertas, vos te lo buscaste”

-“No me quejo, al contrario, me da placer, cada cosa que veo me hace revivir la joda de anoche y me vuelvo a calentar, si no te vas pronto te vuelvo a coger ahora mismo”

-“ Laburá que tenés mucho para poner en orden, me voy dormir un rato; te llamo a la noche”

Habré dormido un par de horas cuando sonó el teléfono, era Viviana, con voz triste me anuncia: “tenemos un problema: me acaba de llamar mi marido por radio Pacheco para avisarme que llega esta tarde…. “

Me quedé cortado, si bien sabía perfectamente de su existencia y que alguna vez vendría a su casa, la habíamos pasado tan bien este tiempo que parecía que nunca acabaría, como pude le respondí: “no te preocupes unos días de descanso te harán bien”

-“Todavía falta un rato para que tenga que ir a buscar al nene, ¿puedo pasar por tu casa?”

– “ Si, dale”

No pasó ni un minuto y estaba tocando el timbre, se había bañado, tenía olor a fresco y mejor cara, pero no podía ocultar su tristeza, ni bien entró se saco la ropa y si decir nada me llevó a la rastra a la cama, me desnudó y me chupó desde el pelo hasta los pies. Después de unas pocas lamidas en la pija ya estaba listo, se me subió encima y me estuvo cabalgando un buen rato, creo que me eche tres polvos.

Recién allí habló: “por varios días no creo que volvamos a coger, y si podemos será muy apurados, así que mejor aprovechar ahora todo lo que podamos”
– “¿Y que vas a hacer?” pregunté inocentemente, “¿le vas a contar?”

– “Ni en pedo, que siga siendo el cornudo que siempre fue”

Se me ocurrió algo: “me parece bien, pero cuando cojas con él no podés acabar”

– “De acuerdo, no me va a costar mucho, en realidad nunca supo cogerme, siempre que garcho con él tengo que pensar en otro para gozar”

– “Muy bien, entonces desde ahora con él sólo orgasmos fingidos, a lo sumo si no podés aguantarte te haces un paja a solas, así si podés acabar”

Se vistió rápidamente y se fue a buscar al nene, al irse me dio un terrible beso de lengua y dijo: “no me extrañes, divertite con otras, igual el retorno será para que no lo olvides nunca”

Me quedé medio triste, me había acostumbrado tanto a pasarla bien con ella y había aprendido tantas cosas nuevas que la posibilidad de estar con otras no me atraía demasiado.

Me acordé que tenía un par de temas pendientes que me había pedido, me ocupe de conseguir e instalar en el dormitorio unos sólidos ganchos de acero en el techo y en una pared que permitían colgar a una persona o inmovilizarla estando de pie, las películas que había visto resultaron muy instructivas.

También dediqué bastante tiempo a fabricar varios equipos para producir descargas eléctricas, uno que funcionaba con alta frecuencia que producía unas hermosas chispas azules muy vistosas aunque poco dolorosas, hice otro de tensión continua regulable que llegaba a quemar la piel y era insoportable puesto al máximo, por último armé uno con pulsos de amplitud y período variable, más parecido a una picana. Para todos preparé una serie de cables, pinzas cocodrilo, y algunos pedazos de tubos metálicos que se podían usar en distintas partes del cuerpo.

Fueron días extraños, me encamé con una amante que tenía de antes y con la que cogíamos cada tanto, sólo sirvió para que extrañara más a Viviana.

Devolví las películas que ella había alquilado y saqué otras, pero verlas solo no tenía gracia, a duras pena me provocaba hacerme alguna paja. Cuando las fui a llevar de vuelta el viejo del videoclub con cara de libidinoso me preguntó. “¿su novia no viene más?, “no es mi novia, es mi esclava sexual” aclaré, “no se preocupe que ya va a volver, estos días está con su marido” El viejo abrió los ojos como platos mientras se relamía, se me ocurrió preguntarle al viejo si vendía consoladores, dijo que él no pero me pasó el teléfono de una tal Verónica.

Fui al otro día a la dirección que esta me dio, un departamento en el centro de Buenos Aires, me atendió una mujer de unos cuarenta y pico con muchas carreras en su vida. Me miró medio feo y dijo algo así como que eso era un negocio y no quería perder tiempo con pajeros, le aclaré que yo tampoco quería perder tiempo y si había ido hasta allí era porque estaba interesado en comprar.

Cambió su ánimo y me hizo pasar a su ”oficina” , una habitación llena de repisas con todo tipo de artículos sexuales (en esa época no existían los sex shops) me preguntó si eran para mi, sorprendido le expliqué que eran para mi esclava, esto le gustó y me mostró lo que consideraba más apropiado.

Finalmente compré un vibrador a pilas de buen tamaño y un juego de muñequeras y tobilleras de cuero que servían para colgar a una persona sin riesgo de cortarle la circulación, quedé que en cuanto se fuera el marido de mi esclava iría con ella. Esto le gustó mucho a Verónica y prometió hacernos un buen precio agregando: “capaz que hasta pueden conseguir algún obsequio de la casa”, agregó enigmática.

Cuando llegué a casa había un papel que habían pasado por debajo de la puerta, al verlo estuve seguro de quien era. Decía simplemente: “Se va esta noche, te llamo” y tenía un beso marcado en rouge.

Habían pasado 10 días, para mi fueron una eternidad, me tiré en la cama a descansar un rato esperando que llegara su llamado.

Continuará

 

“UNA EMBARAZADA Y SU DINERO, MIS MEJORES AFRODISIACOS” Libro para descargar (POR GOLFO)

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UNA EMBARAZADA2Sinopsis:

Descubrir que una embarazada y yo somos herederos de una fortuna, reavivan mi alicaído libido. Con 42 años, las mujeres habían pasado a un segundo plano hasta que me enfrenté a ese cuerpo germinado. Los pechos, el culo de Ana y su dinero se convirtieron en mis mejores afrodisíacos

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:
 
Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

Capítulo uno

 

Como a muchos hombres de mi generación, el estrés continuado durante años producto del trabajo me había llevado a una inapetencia sexual. Aunque sea duro reconocerlo, no me considero un bicho raro al confesaros que, con cuarenta y dos años, las mujeres habían pasado a segundo plano en mi vida. Sin ser un eunuco, ya no eran mi prioridad y prefería una buena comilona con un grupo de amigos tras un partido de futbol a un revolcón con la putita de turno. Siendo heterosexual convencido y probado, era consciente de la belleza de determinadas mujeres que revoloteaban a mi alrededor pero me consideraba inmune a sus encantos. Simplemente no me apetecía perder mi tiempo en la caza y captura de una de ellas.
Lo más curioso de asunto es que todo lo que os he contado antes cambió con la persona menos indicada y en las circunstancias más extrañas. Os preguntareis cuándo, cómo y con quién se dio ese cambio. La respuesta es fácil:
“Con mi prima Ana, al verla embarazada y en Filipinas”.
Como en tantas historias, todo comenzó por un hecho fortuito y en este caso luctuoso: la muerte de un tío. Evaristo, el difunto era un familiar que después de la guerra había organizado las maletas y se había ido al extremo oriente en busca de fortuna. En mi caso, solo lo había visto una vez y eso hacía muchos años. Por eso me sorprendió la llamada de un abogado, avisándome de su muerte y de que me había nombrado heredero.
No creyendo en mi suerte, le pregunté cuanto me había dejado. El letrado me contestó que no lo sabía porque esa encomienda era un encargo de un bufete de Manila del que ellos solo eran representantes. De lo que sí pudo informarme fue que al lunes siguiente se abriría el testamento en sus oficinas con las presencia de todos los beneficiarios.
―¿Hay más herederos?― molesto pregunté.
El tipo al otro lado del teléfono notó mi tono y revisando sus papeles, respondió:
―Son dos. Usted y Doña Ana Bermúdez.
Así me enteré que mi prima Ana era la otra afortunada.
«Es lógico. Somos sus parientes más cercanos», pensé al recordar que ese hombre era el hermano de nuestro abuelo.
A pesar de haber perdido el contacto con ella, me tranquilizó saber con quién iba a tener que compartir lo mucho o lo poco que nos había legado ya que Ana siempre me había parecido una persona bastante equilibrada. Por ello, confirmé mi asistencia a la apertura del testamento y anotándolo en mi agenda, me desentendí de ello.

La cita en el bufete.
He de reconocer que una vez en casa, fantaseé con la herencia y me vi como un potentado a cargo de una plantación de tabaco al hacer memoria que el tal Evaristo se vanagloriaba de la calidad de los puros que elaboraba en esas tierras mientras gastaba dinero en el pueblo sin ton ni son, con el objeto de restregar a toda la familia su éxito.
«Quién me iba a decir que iba a disfrutar del dinero que ese viejo ganó con tanto trabajo», ilusionado medité al caer en la cuenta que el bufete al que iba a ir era uno de los mejores de Madrid y por ello asumí que el legado debía de ser importante.
Por ello, intenté contactar con Ana para conocer de antemano cuál era su sentir en todo ello, pero me resultó imposible porque increíblemente nadie que conocía tenía su teléfono.
«¡Qué raro!», me dije tras darme por vencido, «es como si hubiese querido romper con todo su pasado». No dando mayor importancia a ese hecho, la mañana en que iba a conocer cuál era mi herencia, ve vestí con mis mejores galas y acudí a la cita.
Tal y como era previsible, las oficinas en que estaban ubicado ese despacho de abogados destilaban lujo y buen gusto. Quizás por ello, me sentí cortado y tras anunciarme con la recepcionista, esperé sentado que me llamaran tratando de pasar desapercibido. Al salir de casa creía que mi vestimenta iba acorde con la seriedad de la reunión pero, al llegar a ese sitio, deseé haberme puesto una corbata.
«Esto está lleno de pijos», mascullé cabreado asumiendo que me encontraba fuera de lugar. Si ya me consideraba inferior, esa sensación se incrementó al reconocer a mi prima en una ricachona que acababa de entrar por la puerta. Envuelta en un abrigo de visón y con peinado de peluquería, Ana parecía en su salsa. Si yo había dado mi nombre y poco más, ella se anunció exigiendo que la atendieran porque tenía prisa.
«¡Menuda borde!», pensé al escuchar sus malos modos.
Levantándome de mi asiento, me dirigí a ella y saludé. La frialdad con la que recibió mis besos en sus mejillas me confirmó que en esa altanera mujer, nada quedaba de la chiquilla inocente que había sido y por eso volví a sentarme, bastante desilusionado. La diferencia de trato, me quedó clara cuando a ella la hicieron pasar directamente a un despacho.
«A buen seguro, Ana es la beneficiaria principal y yo en cambio solo recibiré migajas», sentencié mientras intentaba mantener la tranquilidad.
Enfrascado en una espiral autodestructiva esperé a que me llamaran. Afortunadamente la espera duró poco ya que como a los cinco minutos, uno de los pasantes me llamó para que entrara a la sala de reuniones. Allí me encontré con cuatro abogados de un lado y a mi prima del otro. No tuve que ser un genio para leer en su rostro el disgusto que le producía mi presencia.
«Debió pensar que ella era la heredera universal de Evaristo», comprendí al ver su enfado.
No queriendo forzar el enfrentamiento que a buen seguro tendríamos en cuanto nos leyeran el testamento, pregunté cuál era mi sitio. El más viejo de los presentes me rogó que me sentara al lado de ella y sin dar tiempo a que me acomodara, comenzó a explicar que nos había citado para darnos a conocer el legado de nuestro tío.
―Corte el rollo, ¿cuánto me ha dejado?― fuera de sí, le recriminó mi prima.
Su mala educación no influyó al abogado que, con tono sereno, le contestó que no sabía porque antes tenía que abrir el sobre que contenía sus últimas voluntades.
―Pues hágalo, no tengo tiempo que perder.
El sujeto, un auténtico profesional, no tomó en cuanta la mala leche de mi familiar y siguiendo los pasos previamente marcados, nos hizo firmar que en nuestra presencia rompía los sellos de ese paquete. Os juro que para entonces se me había pasado el cabreo al ver el disgusto de esa zorra y gozando a mi manera, esperé a que el abogado empezara a leer el testamento.
Tras las típicas formulas donde se daba el nombre de mi tío y el notario declaraba que a pesar de su edad tenía uso pleno de sus facultades, fue recitando las diferentes propiedades que tenía en vida. La extensa lista de bienes me dejó perplejo porque aunque sabía que mi tío era rico nunca supuse que lo fuera tanto y por ello, cuando aún no había terminado de nombrarlas, ya me había hecho una idea de lo forrado que estaba.
«¡Era millonario!», exclamé mentalmente y completamente interesado, calculé que aunque solo recibiera un pequeño porcentaje de su fortuna me daría por satisfecho.
Ana se le notaba cada vez más enfadada y solo pareció apaciguarse cuando el letrado empezó a leer las disposiciones diciendo:
―A mi adorada sobrina, Doña Ana Bermúdez, en virtud de haber dedicado sus últimos años a cuidar de mí…― la cara de mi prima era todo satisfacción pero cambió a ira cuando escuchó que decía― …le dejo el cincuenta por ciento de mis bienes.
Durante unos segundos, mantuvo el tipo pero entonces fuera de sí empezó a despotricar del viejo, recriminándole que ella era la única que se había ocupado de él.
El abogado obviando sus quejas, prosiguió leyendo:
―A mi sobrino, Manuel Bermúdez, como único varón de mi familia le dejo el otro cincuenta por ciento siempre que acepte cumplir y cumpla las condiciones que señalo a continuación…―os juro que mi sorpresa al saberme coheredero de esa inmensa fortuna fue completa y por eso me costó seguir atendiendo― …Primero: Para hacerse cargo de la herencia, debe vivir y residir en mi casa de Manila durante un mínimo de dos años desde su aceptación. Para ello, su prima Ana deberá prepararle la habitación de invitados o cualquier otra de la zona noble.
«La madre tendré que vivir con esa engreída», pensé.
El abogado siguió diciendo:
―Segundo: Deberá trabajar bajo las órdenes de la actual presidenta de mis empresas durante el mismo plazo.
No me quedó duda de quién era esa señora al ver la cara de desprecio con la que Ana me miraba.
―Tercero: La aceptación de su herencia deberá hacerse ante mi notario en Manila dando un plazo de quince días para que lo haga. De negarse a cumplir lo acordado o no aceptar la herencia, el porcentaje a él asignado pasará directamente a su prima Doña Ana Bermúdez.
Esas condiciones me parecieron fáciles de cumplir teniendo en cuenta que estaba hasta los huevos de mi trabajo como simple administrativo en una gran empresa y por eso, nada más terminar el abogado dije:
―¿Dónde hay que firmar?
El sujeto se disculpó y me recordó que según el testamento debía hacerlo en Filipinas y ante la ley de ese país. Dando por sentado que tenía razón ya me estaba despidiendo cuando escuché a mi prima que con tono duro decía:
―¿Nos pueden dejar solos? Manuel y yo tenemos que hablar.
Los abogados previendo que iba a producir una confrontación entre nosotros, desaparecieron por arte de magia.
Al quedarnos únicamente ella y yo en esa habitación, Ana se quitó el abrigo de pieles y dejándolo sobre uno de los sillones, se dio la vuelta y me soltó:
―¿Cuánto quieres por renunciar a todo?
La dureza de sus palabras me pasó desapercibida porque en ese momento mi mente estaba en otro planeta porque al despojarse de esa prenda, me permitió admirar la sensual curvatura de su vientre y la hinchazón de su busto.
«¡Está embarazada!», concluí más excitado de lo normal al recorrer con mi mirada su preñez.
Aunque siempre me habían parecido sexys las barrigas de las mujeres esperando, os tengo que confesar que cuando descubrí su estado, algún raro mecanismo subconsciente en mi interior se encendió y puso a mis hormonas a funcionar.
«¡Está buenísima!», pensé mientras por primera vez la contemplaba como mujer. Olvidando su carácter, me quedé prendado de esos pechos que pugnaban por reventar su blusa y contra mi voluntad, me imaginé mamando de ellos.
Mi “querida” prima creyó que mi silencio era un arma de negociación y sacando la chequera, con la seguridad de alguien acostumbrado a las altas esferas, me preguntó:
―¿Con medio millón de euros te sentirías cómodo?
Ni en mis sueños más surrealistas hubiera creído que de esa reunión saldría con esa suma pero para desgracia de esa pretenciosa, mi cerebro estaba obcecado contemplando el erotismo de sus curvas y nada de lo que ocurriera en esa habitación podría hacer que me centrara tras haber descubierto unas sensaciones que creí perdidas.
«Esta puta me pone cachondo», alucinado determiné al notar que mi sexo se había despertado tras meses de inactividad y que en esos momentos lucía una erección casi olvidada.
―Entonces, un millón. ¡No pienso ceder más!― subrayó cabreada.
Su ira, lejos de hacerla menos deseable, incrementó su erotismo y ya sumido en una especie de hipnosis, fui incapaz de retirar mis ojos de los pezones que se podían vislumbrar bajo su blusa.
«Debe de tenerlos enormes», medité mientras soñaba en el paraíso que significaría tenerlos a mi alcance, «daría lo que fuera por mordisquearlos».
―¡Solo un idiota rechazaría mi generosa oferta!―chilló ya descompuesta.
Su insulto exacerbó mi fantasía e imaginando que era mía, me vi sometiéndola. Ninguna mujer me había provocado esos pensamientos y por ello me intrigó que tras años de sexualidad aletargada, esa preñada me hubiese inyectado en vena tanta lujuria.
«¡Me la ha puesto dura!», sonreí.
Mi sonrisa nuevamente fue malinterpretada y tomada como una ofensa. Ana, dio por declarada la guerra y llena de ira, me soltó:
―No tienes idea de lo hija de puta que puedo ser. Te conviene aceptar mi oferta. Filipinas es mi terreno y si vives conmigo, ¡te haré la vida imposible!
Esa nada sutil amenaza tuvo el efecto contrario. Mi prima me la había lanzado con la intención de acobardarme pero al saber que viviría con ella, hizo que todas las células de mi cuerpo hirvieran de pasión.
―Ya veremos― respondí y dando por zanjado el tema, me acerqué a ella.
Ana se quedó de piedra cuando ya a su lado y mientras me despedía, susurré en su oído:
―Por cierto, nunca me imaginé que mi primita se había convertido en una diosa.

Quemo mis naves.
Saliendo de los abogados, decidí irle a decir adiós a mi jefe. Tras diez años de esclavitud y explotación en sus manos, ese capullo se merecía que alguien le cantara las cuarenta. A muchos os parecerá una locura quemar las naves de esa forma pero, asumiendo que lo mínimo que iba a sacar era el millón de euros que me había ofrecido, me parecía obligado hacerle saber a mi superior lo mucho que le estimaba.
Por eso cuando llegué a la oficina, sin pedir permiso, entré en su despacho y subiéndome a su mesa, me saqué la polla y le meé encima. Tras ese desahogo y mientras ese mequetrefe no paraba de chillar, recogí mis cosas y dejé para siempre ese lugar.
«¡Qué a gusto me he quedado!», pensé ya en la calle al recordar la cara de miedo que lucía ese cabronazo mientras le enchufaba con mi manguera. Acostumbrado a ejercer tiránicamente su poder, Don José se había quedado reducido a “pepito” al verme sobre su escritorio verga en mano.
Ya más tranquilo me fui a casa e indagando en internet, confirmé con la copia del testamento en mi mano que las posesiones de mi tío Evaristo se podían considerar un emporio:
«Estoy forrado», resolví tras verificar que formaban el segundo mayor holding de ese país.
Curiosamente mientras pensaba en esa fortuna que me había caído del cielo, no fueron solo mis neuronas las que se pusieron como una moto sino antes que ellas, mis hormonas. Dentro de mis calzones, mi pene se había despertado con una dureza comparable a la sufrida al ver las tetas de mi prima.
―¡Me pone cachondo la pasta!, muerto de risa, exclamé.
Juro que solo el saber que apenas tenía dinero para comprarme el billete de avión a Manila, evitó que saliese corriendo a un putero a descargar mi tensión con una hembra de pago. En vez de ello, abriendo mi bragueta, saqué mi hombría de su encierro y me puse a pajear pensando en Ana, en esas tetas que no tardarían en tener leche y en su estupendo culo.
―¡Esa puta será mía!― determiné en voz alta al recordar su sorpresa cuando le comenté lo buena que estaba.
Soñando que el desconcierto con el que recibió mi piropo fuera motivado por una debilidad de su carácter que me diera la oportunidad de seducirla, me imaginé poniendo mi verga entre las tetas de esa soberbia. En mi mente, mi adorada prima se comportó como una zorra y actuando en sintonía, me hizo una cubana de ensueño mientras soportaba mis risas e insultos.
Estaba a punto de sucumbir a mi deseo cuando de improviso sonó el timbre de mi puerta. Disgustado por la interrupción, acomodé mi ropa y fui a ver quién había osado interrumpirme. Al abrir, me encontré con una oriental. La desconocida, al verme, se presentó como la secretaría de mi prima y sin mayor prolegómeno, me informó que su jefa le había pedido que se pusiera a mis órdenes para que me ayudara con los preparativos de mi marcha.
Con la mosca detrás de la oreja, la dejé pasar. Esa criatura debía tener instrucciones precisas porque nada más pisar mi apartamento, me preguntó dónde tenía las maletas y qué ropa quería llevarme.
―¿A qué se debe tanta prisa?― pregunté.
Sin mostrar ningún signo de preocupación, la filipina contestó:
―Como futuro vicepresidente tiene a su disposición el avión de la compañía y Doña Ana ha preparado todo para que usted salga rumbo a Manila en tres horas.
Ese cambio de actitud y que esa guarra sin alma facilitara mi ida, me mosquearon. Sospechando que quizás buscaba un acercamiento como estrategia de negociación, interrogué a la muchacha donde recogeríamos a mi prima.
―La señora ya está de vuelta en otro avión. No quería esperar a que termináramos con su equipaje y me ha pedido que sea yo quien le acompañe.
Su tono meloso despertó mis alertas. Tratando de encontrar un sentido a todo aquello, me fijé en la muchacha y fue al percatarme de su exótica belleza cuando caí del guindo:
«Mi prima la ha mandado para que me seduzca».
Ese descubrimiento en vez de molestarme, me hizo gracia y sin cortarme en absoluto, me dediqué a admirar a la cría mientras recogía mi ropa.
«Hay que reconocer que tiene un polvo», zanjé tras recorrer con la mirada su esbelto cuerpo. Teresa, así se llamaba la mujercita, parecía sacada de una revista de modas. Guapa hasta decir basta, sus movimientos irradiaban una sensualidad que no me pasó inadvertida.
«¡Más de uno!», decreté al descubrir que tenía un culo con forma de corazón cuando la vi agacharse a cerrar la primer maleta. «Joder, ¡cómo estoy hoy!», protesté mentalmente mientras trataba de ocultar la erección entre mis piernas.
La incomodidad que sentía se incrementó exponencialmente al notar que esa cría se había dado cuenta de lo que ocurría entre mis piernas y se ponía roja.
«Parezco un viejo verde», refunfuñé en silencio avergonzado y desapareciendo de mi habitación, fui a la cocina a tomar un vaso de agua aunque no tenía sed.
Consideré esa huida como una sabia retirada porque era consciente que en el estado de excitación en que estaba, cualquier acercamiento por parte de ella terminaría en mi cama. Lo que no sabía fue que Teresa usó mi ausencia para revisar los cajones de mi cuarto y que durante ese examen, encontró mi colección de películas porno.
«Menudo pervertido», me reconoció posteriormente que pensó al deducir por su contenido que las asiáticas eran una de mis fantasías.
Curiosamente ese hallazgo, la satisfizo aunque su jefa le había prohibido expresamente cualquier acercamiento conmigo. Sus órdenes eran únicamente el convencerme de acudir cuanto antes a filipinas.
―Es un muerto de hambre. Fuera de su entorno conseguiré que firme la renuncia― fueron las escuetas explicaciones que le dio.
Para desgracia de Ana, esa muchachita era ambiciosa y al conocer mi debilidad por su raza, no tardó en decidir que la iba a aprovechar a su favor. De forma que ajeno a las oportunidades que se me estaban abriendo sin saberlo, la mente de Teresa se puso a elucubrar un plan con el que seducirme.
«Maduro, soltero y solo, no tardará en caer entre mis piernas», sentenció mientras se veía ya como mi futura esposa. «Si consigo enamorarle, me convertiré en una de las mujeres más ricas de mi país».
Por mi parte, en la soledad de mi cocina, mi excitación no me daba tregua y a pesar de mis intentos, seguía pensando en esa jovencita.
«Aunque está buenísima», sentencié al sentir mis hormonas en ebullición, «no debo caer en la red que Ana me ha preparado».
Desconociendo que iba a producir un choque de trenes, y que mi deseo se iba a retroalimentar con su ambición. Levanté mi mirada al oír un ruido y descubrí a Teresa apoyada contra el marco de la puerta. La perfección de sus formas y la cara de putón desorejado de la muchacha echaron más leña al fuego que ya consumía mis entrañas.
―Ya he terminado― comentó con tono dulce al tiempo que hacía uso de sus impresionantes atributos femeninos en plan melosa.
Reclinando su cuerpo contra el quicio, esa cría se exhibió ante mí como diciendo: “soy impresionante y lo sabes”.
Reconozco que mis ojos estaban todavía prendados en su piel morena cuando ella incrementando el acoso a la que me tenía sometido, me dijo:
―Todavía faltan un par de horas para que salga nuestro avión. ¿Le importa que me dé una ducha?
No tuve que quebrarme mucho la cabeza para comprender que se me estaba insinuando y por un momento estuve a punto de negarle ese capricho, pero entonces y ante mi asombro, Teresa dejó caer uno de los tirantes de su vestido mientras insistía diciendo:
―Me siento sudada y me vendría bien para refrescarme.
Os juro que antes de darme tiempo de reaccionar, ese bellezón de mujer deslizó el otro tirante e impresionado solo pude quedarme admirando cómo se me iban mostrando la perfección de su curvas mientras su ropa se escurría hacía el suelo.
«¡Es una diosa!», exclamé mentalmente mientras todo mi ser ardía producto de la calentura que esa criatura había suscitado en mi cerebro.
Si su rostro era bello, las duras nalgas que pude contemplar mientras la muchacha salía rumbo al baño me parecieron el sumún de la perfección.
«Tranquilo, macho. ¡Es una trampa!», me tuve que repetir para no salir detrás de ella.
Todo se estaba aliando en mi contra. Si esa mañana alguien me hubiera dicho que estaría en ese estado de excitación solo cuatro horas después de haber despertado, lo hubiera negado. La preñez de mi prima había avivado el deseo que creía olvidado, la pasta de la herencia lo había intensificado pero lo que realmente me convirtió en un macho en celo fue esa cría cuando, llevando como única vestimenta un tanga negro, me preguntó desde el pasillo:
―¿No me va a acompañar?
Mis recelos desaparecieron como por arte de magia y acercándome a ella, me apoderé de sus pechos mientras forzaba los labios de esa joven con mi lengua. La pasión que demostró, me permitió profundizar en mi ataque y olvidando cualquier tipo de cordura, le bajé las bragas.
―¡Qué maravilla!― clamé alucinado al encontrarme con su depilado y cuidado sexo.
Su sola visión hizo que casi me corriera de placer, Teresa no solo estaba buena sino que de su coño desprendía un aroma paradisíaco que invitaba a comérselo. Estaba todavía pensando que hacer cuando esa filipina pegando un grito se abalanzó sobre mí e me bajó los pantalones.
Sobre estimulado como estaba, no hizo falta nada más y cogiéndola entre mis brazos, de un solo arreón la penetré hasta el fondo. La cría chilló al sentirse invadida y forzada por mi miembro, pero en vez de intentarse zafar del castigo, se apoyó en mis hombros para profundizar su herida, diciendo:
―Hazme el amor.
Cabreado por mi rápida claudicación y por el hecho que mi adversaria creyera que me había vencido, la contesté:
―No voy a hacerte el amor, voy a follarte― tras lo cual moviendo mis caderas, hice que la cabeza de mi pene chocara contra la pared de su vagina sin estar ella apenas lubricada. Mi violencia y la estrechez de su conducto hicieron saltar lágrimas de sus ojos pero su sufrimiento solo consiguió azuzar mi deseo.
Sin importarme su dolor ni siquiera esperé a que se relajara antes de iniciar un galope desenfrenado. Sus aullidos al sentirse casi violada con cada incursión, me alebrestaron y ya convertido en un animal, seguí machacando su coñó con mi verga. Durante largos minutos, su cuerpo fue presa de mi lujuria hasta que contra toda lógica, Teresa consiguió relajarse y comenzó a disfrutar del momento.
Supe que algo había cambiado en su interior cuando el cálido flujo que brotó de su sexo me empapó las piernas. Fue entonces cuando me percaté que esa cría se arqueaba en mis brazos con los ojos en blanco. Su rostro ya no mostraba dolor sino placer e involuntariamente colaboró con mi infamia abrazándome con sus piernas.
―Eres un salvaje― musitó saboreando ya cada una de mis penetraciones.
No me podía creer la excitación que me corroía, siendo ya cuarentón no di muestra de serlo al tener izada entre mis brazos a esa mujer sin dejar de aporrearla con mi miembro. Con renovada juventud, continué follándomela en volandas mientras en su cuerpo se iba acumulando tanta tensión que no me cupo duda que iba a tener que dejarla salir con un brutal orgasmo. Sin estar cansado pero para facilitar mis maniobras, la coloqué encima de una mesa, sin dejarla descansar. La nueva posición me permitió disfrutar con sus pechos. Pequeños como el resto de su se movían al ritmo que imprimía a su dueña. Teresa, cada vez más abducida por el placer, olvidó sus planes y berreando, imploró mis caricias. Respondiendo a sus deseos, los cogí con mi mano, y extasiado por la tersura de su piel morena, me los acerqué a la boca.
La oriental aulló como una loba cuando notó mis dientes adueñándose de sus pezones y totalmente fuera de si, clavo sus uñas en mi espalda. Sé que buscaba aliviar la tensión que acogotaba su interior pero solo consiguió que esos rasguños incrementaran mi líbido y ya necesitado de derramar mi leche dentro de ella, me agarré de sus tetas y comencé un galope desenfrenado, usándola como montura.
Para entonces, mis huevos rebotaban como en un frontón contra su cuerpo. El brutal ritmo que adopté hizo que mi verga forzara en demasía su interior de forma que cuando exploté dentro de su cueva, mi semen se mezcló con su sangre y mis gemidos con sus gritos de dolor. Agotado y ya satisfecho, me desplomé sobre ella pero Teresa, en vez de quejarse, siguió moviéndose hasta que su propia calentura le hicieron correrse brutalmente, gritando y llorando por el tremendo clímax que le había hecho tener.
―No puede ser― chilló dominada por las intensas sensaciones que recorrían su cuerpo y con lágrimas recorriendo sus mejillas, me reconoció que le había encantado antes de quedarse tranquila.
―Vamos a la cama― dije en cuanto se hubo recuperado un poco.
La muchacha, al oírme, sonrió pero tras pensárselo me dijo con voz apenada:
―Me encantaría pero tenemos que coger un vuelo.
Sintiéndome Superman, besé sus labios y le pregunté:
―¿Cuántas horas tarda el viaje?
―Catorce― respondió alegremente al intuir mis intenciones.
«Tiempo suficiente para seguir follando», me dije y dando un azote sobre su trasero desnudo, le comenté que se había quedado sin ducha.
La cría muerta de risa, contestó:
―No me importa, en el avión hay un jacuzzi ¡para dos!

 

Relato erótico: “La chica de la curva 2” (POR ALEX BLAME)

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LA OBSESION 22

Sin títuloAfortunadamente el día siguiente era sábado y no tenía que trabajar. No me apresuré suponiendo que Brooke estaría agotada por la aventura de la noche anterior y tome un café en la terraza mientras admiraba el sol brillando sobre la oscura superficie del lago. Eché un último vistazo al reloj y vistiéndome a toda prisa cogí el coche y me dirigí a la casa rural.

—Hola, Justina. —saludé a la vez que la mujer me abría la puerta— ¿Ya se ha levantado nuestra amiga?

—Acaba de hacerlo hace veinte minutos. Íbamos a desayunar. ¿Te apetece unirte a nosotros?

Lo más característico de la casa Justina era su familiaridad. Los huéspedes que se alojaban en ella eran tratados como uno más de la familia y Justina se comportaba como una abuela atenta y cariñosa. A Algunos les chocaba, a otros les divertía, pero a muy pocos les desagradaba. Yo lo achacaba a que solo habían tenido un hijo con el que nunca habían acabado de entenderse, que vivía en Australia y venía a visitarlos de pascuas a ramos.

Ayudé a la mujer a poner la mesa mientras ella hacía un desayuno pantagruélico. En pocos minutos la mesa estaba repleta de platos con huevos revueltos, tostadas de mantequilla casera con miel o mermelada, un poco de bollería y embutidos variados.

Pocos segundos después apareció Brooke con la cara fresca y el pelo revuelto.

—¡Hola Juan! —le saludó ella sorprendida y complacida de verme.

—Hola Brooke —respondí yo volviendo a usar mi apolillado inglés— ¿Has dormido bien?

—¡Buf! Hacía tiempo que no dormía tan bien. Ni un solo ruido a parte de los grillos en toda la noche y esta mañana me he levantado y al asomarme al balcón veo la luz del sol reflejada en las aguas del lago y las montañas nevadas al fondo… espectacular.

—La primera vez que vine aquí sentí exactamente lo mismo. Me enamoré del lugar y me instalé aquí. —dije yo recordando la primera vez que visité el lugar acompañado de Helena.

—Por cierto me acaban de llamar los de las empresa de alquiler. —dijo Brooke sentándose a la mesa y atacando los huevos revueltos con entusiasmo— Ya tienen el coche en ese pueblo… ¿Cómo se llamaba?¿Vaecila?

—Valdecilla. —le corregí yo— Estupendo, que esperen un rato mientras desayunamos y luego te llevo para que lo recojas.

No nos apresuramos y degustamos el delicioso desayuno tranquilamente. Brooke probó todo lo que Justina le ofreció y dejó especialmente limpio el plato de los embutidos. Durante todo el desayuno no paró de preguntar por los nombres de todo lo que comía o le llamaba la atención en el vetusto comedor. También se esforzó por aprender algunas frases en castellano y cuando fueron a por el coche se despidió de Justina con un “hasta luego” bastante decente.

Llegamos a Valdecilla en unos minutos dónde nos esperaban dos hombres con un coche y cara de pocos amigos. Imaginé que les había sacado de la cama para llevar un coche a un pueblo perdido en las montañas de Zamora un sábado por la mañana. Uno de ellos se adelantó y le ofreció las llaves a Brooke mientras yo examinaba el estado del automóvil. Tras unas pocas palabras de disculpa ambos hombres se subieron a otro coche y se alejaron del pueblo con un chirrido de ruedas como única expresión de disgusto.

—Bueno, al fin tienes un coche y parece que este tiene todo en orden. —le dije abriéndole la puerta del conductor —Si quieres te acompaño a recoger tus cosas y luego te guio hasta la entrada de la autovía. Solo tienes que seguir la A-52 durante tropecientos quilómetros hasta que encuentres los indicadores que pongan Sevilla, no tienes perdida.

—Gracias, has sido muy amable. Pero como no tengo prisa y me ha gustado tanto este lugar que creo que me voy a quedar unos días. Si no te molesta, me gustaría abusar un poco más de tu amabilidad y pedirte que me enseñes este sitio tan encantador. —dijo Brooke con una sonrisa capaz de derretir un glaciar.

La sonrisa y los ojos azules de la joven me subyugaron de tal manera que solo pude responder con un breve balbuceo y un asentimiento de cabeza.

Volvimos a la casa rural con mi cabeza hecha un revoltijo intentando interpretar aquella enigmática mirada y aquella taimada sonrisa. ¿Era solo un gesto coqueto para conseguir que hiciese de guía o era algo más? Era una mierda. Nunca había sido demasiado perceptivo para esas cosas. Entre el trabajo y la ruptura con Helena apenas había salido por ahí en los últimos meses y estaba bastante desentrenado. Mientras circulaba por la estrecha carretera no podía dejar de evocar la imagen de Brooke haciendo el gesto una y otra vez, intentando descifrar su significado con el mismo resultado que todos los que intentaban descifrar la sonrisa de la Mona Lisa.

Cuando llegamos a la casa rural, Justina nos estaba esperando a la puerta. La sonrisa de la mujer cuando le dije que Brooke estaba encantada con el lugar y que se quedaría unos cuantos días más no fue tan difícil de interpretar. A pesar de ser una buena mujer, no pudo evitar un chispazo de alegría y avaricia al contar con aquella joven americana unos cuantos días más derrochando dólares en su establecimiento.

Dejamos a la casera haciendo las cuentas de la lechera y nos dirigimos hacía el lago. El día era claro y luminoso pero un viento fresco proveniente de las montañas rizaba la superficie del agua y nos recordaba que estábamos solo en el principio de la primavera.

Brooke se acercó a la orilla y respiró el aire limpio y fresco con fruición. Contempló las aguas desde la orilla mientras se abrazaba el torso solo cubierto por un fino jersey de lana.

Yo observaba su figura y sus largas piernas envueltas en unos vaqueros ajustados. La tentación de acercarme y abrazarle por la espalda fue tremenda pero al final me quedé un par de metros tras ella esperando en un segundo plano, dejándole disfrutar del paisaje.

Tras unos segundos, me acerqué hasta ponerme a su lado y cogiendo una piedra plana la hice saltar sobre la superficie del lago. Eso pareció sacarle de su estado de contemplación y tras un corto suspiró sugirió caminar un rato.

Con un gesto de conformidad le indiqué un camino que recorría la orilla del lago para luego internarse por la ribera de un arroyo en dirección a la montaña.

Hombro con hombro, caminamos por la estrecha vereda al sol del mediodía mientras Brooke charlaba de cosas intrascendentes y comentaba todo lo que le llamaba la atención. Yo respondía a sus preguntas maravillado de lo mucho que había mejorado la fluidez de mi inglés tras unas pocas horas de charla con la joven.

El camino se hizo más estrecho y sombrío al empezar a bordear el arroyo. Sauces y abedules se amontonaban en la orilla buscando la humedad y se hacían cada vez más ralos hasta desaparecer a pocas decenas de metros de la corriente. Poco a poco la pendiente se hizo más fuerte y la conversación murió sustituida por la respiración agitada debido al esfuerzo.

Tras un poco más de un quilómetro de ascensión, dejamos el sombrío arroyo y guie a Brooke rodeando una enorme roca hasta un mirador.

Con los ojos aun entrecerrados por el cambio de luminosidad, nos apoyamos en la barandilla y observamos el lago que destellaba por efecto de la luz del sol trescientos metros más abajo.

—Es impresionante—dijo Brooke cuando se le hubo normalizado la respiración.

—Sí, impresionante —repliqué yo desviando la mirada hacia el rostro de la joven que miraba abstraída mientras el viento agitaba su brillante melena rubia.

Brooke sacó el móvil de su bolsillo e hizo unas cuantas fotos ignorante de que a su lado observaba cada uno de sus gestos.

—Todavía no me has dicho a que te dedicas tú. —dijo ella mientras deshacían el camino de vuelta a la casa rural.

—Soy enólogo. Lo siento pero no sé como se dice en inglés. —respondí sorprendido por la pregunta.

—¿Enolojo?

—Soy experto en la elaboración y el análisis del vino.

—¡Ah! un catador de vinos.

—No exactamente—le corregí yo.—Mi profesión engloba todo lo que rodea a la fabricación, asesoro a los bodegueros para ayudarlos a elaborar un vino de la máxima calidad posible. Saber catar los vinos es solo una de sus facetas.

—Ah entiendo. Parece un trabajo fascinante. Aunque confieso que casi no sé nada de vinos.

—¿Te apetece que te de una pequeña clase de iniciación? Podemos ir de tapas esta noche por Zamora y de paso te doy una pequeña lección.

—Mmm me parece estupendo. —dijo Brooke acercándose a la puerta de la casa.

—Entonces está hecho. Paso a recogerte a las siete y media. —dije echando un vistazo al reloj.

—Muy bien hasta luego entonces. —se despidió recompensándome con una espléndida sonrisa y desapareciendo en el interior de la casona.

Las nubes se arremolinaron con el correr de la tarde, amenazando con descargar una tormenta. Cuando pasé a recoger a Brooke, el cielo era de un color gris plúmbeo y el ambiente estaba cargado de ozono y estática pero no llegó a caer una sola gota de agua.

Brooke apareció con una blusa sencilla y unos vaqueros que se ajustaban a su cuerpo como una segunda piel. Completaba el conjunto con unos tacones vertiginosos y una gabardina gris. Al mirar su sonrisa me fije en su cara limpia y fresca con solo unos pequeños toques de maquillaje para realzar su belleza natural.

La saludé un poco envarado sin saber muy bien qué hacer y tras un momento de duda le di dos besos como haría con cualquier amiga. Una pequeña descarga de estática chasqueó al contactar con su mejilla haciéndonos dar un respingo. Tras abrirle la puerta y dejarla dentro del coche tomé el volante y nos pusimos en marcha.

Cuarenta minutos después estábamos en Zamora. Dejamos el coche en el parking y nos internamos en la zona de vinos, no sin antes dejar que Brooke echase un vistazo a la catedral. Tuvimos suerte y estaban dando misa con lo que pudimos colarnos y echar un vistazo por dentro. No pude evitar sonreír al ver la cara que puso al contarle que aquel edificio tenía casi novecientos años.

—Ya sé que a ti te parece normal —susurró un poco mosqueada— pero el edificio más antiguo que hay en mi país no llega a la mitad y dudo que cualquiera de ellos vaya a durar tanto.

Me disculpé y salimos de allí rumbo a mi bar de tapas favorito. El mesón La Catedral no era tan antiguo, aunque los vecinos decían que llevaba allí hacía más de trescientos años y las gruesas vigas de madera negras por el humo y el paso de los años así lo atestiguaban. El resto del local había sido renovado varias veces pero siempre con la intención de crear un lugar cómodo y acogedor. No había ni luces chillonas ni muebles de Ikea, todo era de sólida madera maciza y lo más importante, el vino era bueno y la comida aun mejor.

En cuanto entramos en el establecimiento, el aroma y la comida de los expositores nos hizo salivar a ambos. Me acerqué a la barra y saludé a Albino, el dueño del local. Como siempre, me correspondió con efusividad aunque esta vez sin apartar la vista de mi acompañante.

El local no estaba demasiado lleno aun, así que pudimos escoger una mesa tranquila. Le pedí a Albino un par copas de un vino joven y una tabla de embutidos ibéricos. En menos de un minuto el camarero nos trajo un par de copas de un vino del Bierzo y la tabla de embutidos.

—Adelante , estoy preparada para mi primera lección de cata. —dijo Brooke levantando la copa.

—Lo primero que tienes que saber es que la copa se coge por el tallo. Solo con eso en la mayoría de los sitios darás el pego.

—¿Así? —pregunto ella observando cómo cogía la copa y haciendo lo mismo— ¿Y por qué?

—Por varias razones, primero que no calientas el vino y segundo que te permite manejarla mejor para poder observar sus características al no dejar huellas en el cáliz. —respondí yo girando e inclinando la copa entre mis manos para demostrárselo.

—Entiendo, ¿Y ahora qué? —volvió a preguntar expectante.

—Bien, lo primero que se analiza es el color.

—¡Ah! Sí es lo que hace la gente cuando levanta la copa hacia la luz…

—Y lo hace mal—le interrumpí yo— El color se debe determinar inclinando la copa hacia adelante sobre una superficie blanca. Coge una servilleta.

Brooke siguió mis instrucciones obediente mientras con un gesto le pedía Albino que me trajese una copa de vino de la casa.

—A mi me parece rojo sin más.

—Hay un pequeño truco, no es muy fino, pero sirve para poder ver la diferencia. Coge una gota de tu vino y ponla sobre la servilleta.

Una pequeña gota color rojo cereza se extendió por el papel. A continuación puse una gota del vino de la casa para que pudiera compararla con el rojo más violáceo de este.

—Ya veo, parece mentira —dijo Brooke sorprendida.

La mujer escuchó con interés mi lección y permaneció abstraída mientras le enseñaba a observar los ribetes la intensidad y el aspecto.

—Ahora analizamos el aroma. —dije metiendo la nariz en la copa y aspirando los aromas que subían del vino. —luego agitamos la copa y volvemos a oler el vino…

Brooke se mostró bastante avispada y a pesar de no tener aromas para que pudiese comparar logro identificar algunos de los más fuertes sin dificultad. La parte que más le costó, como a todos los principiantes fue la vía retronasal. Brooke agito el vino en su boca y lo tragó con una risa traviesa sin lograr identificar ningún aroma nuevo.

—Por último se analiza el sabor—dije levantando la copa para dar un nuevo trago— volvemos a coger un trago y lo agitamos en la boca. En una cata deberíamos escupirlo si no queremos terminar bolingas perdidos, evidentemente. Analizamos si es dulce o ácido, si pica o tiene burbujas, si es áspero o te deja una sensación de sequedad en la boca y su grado de alcohol aproximado.

—¿La sensación de aspereza que te queda en la boca, es el cuerpo? —preguntó ella al terminar de catar el vino de la casa.

—No, eso es la astringencia, la mejor forma de evaluar el cuerpo es observar la persistencia de la sensación que te deja el vino al pasar por la garganta, mientras más tiempo persista mayor es el cuerpo…

La noche se paso en un plis mientras le enseñaba a Brooke los rudimentos de la cata del vino , probando vinos de distintas denominaciones para que pudiese diferenciar distintos sabores y aromas acompañados de sabrosas tapas.

Con el transcurso de la noche cambié el vino por la cerveza sin alcohol mientras ella seguía “comentando ” vinos y comiendo tapas fascinada.

A eso de las doce comenzó a sentirse satisfecha y no queriendo que el primer recuerdo que me llevase de ella fuese una borrachera , le sugerí volver a casa. Debí imaginar que tramaba algo cuando accedió sin oponer ninguna resistencia.

En el viaje de vuelta Brooke apoyó la cabeza en mi hombro y simuló dormitar mientras yo conducía lo más suavemente posible. Casi una hora después, cuando entrabamos en Valdecilla Brooke despertó y se estiró como una gata satisfecha.

Aprovechando un stop la joven se acercó y dándome un suave beso en los labios me preguntó:

—¿No vas a invitarme a tu casa?

La pregunta me pilló totalmente fuera de juego. En ningún momento había pensado que podía llegar más allá de ir una noche de tapas con aquella impresionante joven. Brooke aprovechó mi desconcierto y volvió a besarme. Esta vez no se conformó con rozar mis labios y se abrió paso con su lengua invadiendo mi boca con el dulce aroma del vino.

Tardé un instante más en reaccionar pero finalmente cogí a la joven por la nuca y le devolví el beso con ansia. Sin darnos respiro seguimos besándonos suavemente pero con intensidad hasta que un coche dándonos las luces nos devolvió a la realidad.

Arranqué y giré a la derecha alejándome de la casa rural. Quince minutos después estábamos en la entrada de mi casa. El chalet no era muy grande, pero instalado en la ladera que daba a la orilla norte del lago disfrutaba de unas vistas espectaculares. Yo no lo hubiese construido de aquella manera, pero era la ilusión de Helena y le dejé hacer, al final tuve que darle la razón y concluir que sus líneas bajas y modernas y su revestimiento de piedra y madera combinaban perfectamente con el paisaje circundante . Cuando se fue, me pareció increíble que lo hubiese dejado. Siempre pensé que aquella casa le importaba más que cualquier otra cosa en su vida.

Cuando Brooke salió del coche no pudo evitar un gesto de admiración. Le dejé curiosear un par de minutos y luego me acerqué a ella tímidamente. Mis manos contactaron con su cara. Acaricié sus mejillas con delicadeza y observé su cara con detenimiento antes de volver a besarla suavemennte.

No me apresuré. Dejé que los aromas y el sabor de la joven me impregnasen y colmasen todo mi cuerpo de sensaciones.

—De un color cereza apagado, —dije separándome y acariciando los labios de la joven —con ribete color tierra. En nariz despliega un intenso aroma floral con pinceladas de jazmín y madreselva… —continué acercando su nariz al cuello de Brooke y aspirando el dulce aroma que emanaba de su ser.

El cuerpo entero de la joven se estremeció cuando mis labios recorrieron su cuello y su mandíbula para terminar cerrándose de nuevo sobre su boca.

—En boca es dulce, sedosa y elegante, con un carácter fino que persiste largamente en el paladar…

Brooke me interrumpió volviendo a besarme de nuevo esta vez con ansia, no me sorprendí y la cogí en brazos introduciéndola en la casa y devolviendo el beso con entusiasmo.

Desde que lo había dejado con mi ex, no me había sentido con fuerzas para tener otra relación con una mujer, ni siquiera una fugaz. En ese momento sentí como toda esas necesidades largamente aplazadas volvían de golpe amenazando con paralizarme.

Mientras desnudaba a Brooke, recuerdos de mis noches con Helena me asaltaron. El cuerpo joven y esbelto de Brooke, tan parecido y tan distinto del de mi ex, me turbaba y a la vez me excitaba.

A pesar de mis intentos por ocultarlo, Brooke debió notar algo y con una sonrisa tranquilizadora tomo la iniciativa colgándose de mi cuello y besándome con intensidad. Su boca se desplazó por mi cuello y abriendo mi camisa, me besó y arañó el pecho a medida que bajaba hasta mi cintura.

Con manos expertas me soltó el cinturón y me desabotonó los pantalones dejando al descubierto mi pene erecto sobresaliendo parcialmente de mis calzoncillos.

Paralizado observé como con una sonrisa Brooke cogía mi polla entre sus manos acariciándola con suavidad.

Y ese fue el momento más embarazoso de la noche. Los largos meses sin haber tenido relación con una mujer me pasaron factura y me corrí en cuestión de segundos .

—Dios, lo siento… —dije avergonzado retirando con torpeza restos de mi semen del cuerpo desnudo de Brooke— He debido batir algún record.

—Tranquilo, no es la primera vez que me pasa. —dijo ella riendo— No te preocupes, conozco el remedio.

Antes de que pudiese reaccionar se introdujo mi pene en la boca y comenzó a chupármelo con fuerza. Cerré los ojos y me concentré en la avalancha de sensaciones que me asaltaron. Su boca y su lengua eran suaves, húmedas y cálidas. Mi miembro revivió casi instantáneamente mientras Brooke mordisqueaba mi miembro y recorría con su lengua las gruesas venas que se marcaban en su piel. Con un suspiro de placer ayudé a Brooke a incorporarse y la deposité sobre la cama.

La joven abrió sus piernas largas y delgadas dejándome a la vista su sexo . Lo tenía totalmente depilado . Me acerqué y lo rocé con suavidad con uno de mis dedos. Brooke gimió y movió sus pelvis instintivamente.

Introduje uno de mis dedos en su coño mientras acariciaba y besaba el interior de sus muslos tersos y calientes. Brooke gimió y tensó su cuerpo disfrutando de cada caricia. En pocos segundos tenía el sexo de la joven en mi boca. Tirando de su pubis con suavidad expuse el clítoris a las caricias de mi lengua sin dejar de penetrarla con los dedos de forma que no tardó en correrse.

—Yo tampoco he tardado demasiado —dijo ella gimiendo y estrujándose los pechos electrizada.

Yo apenas oí lo que decía saboreando los flujos que escapaban de su sexo. Una vez pasaron los últimos relámpagos de placer, aparté mi boca de su pubis y recorrí su cuerpo poco a poco. Mordisqueé sus caderas, introduje mi lengua juguetona en su ombligo y chupé sus pezones haciendo que se hincharan excitados. Cuando llegué a su cuello Brooke gemía de nuevo excitada y se abalanzó sobre mi comiéndome a besos.

Cuando me di cuenta ella estaba sobre mí restregándose anhelante contra mi polla. Incapaz de contenerme un segundo más guie mi polla a su interior.

Brooke dio un largo gemido y apoyando sus manos sobre mi pecho comenzó a mover sus caderas .

No sé que me excitaba más, si los movimientos cada vez más rápidos y apremiantes de sus caderas o la visión de la joven con sus pechos temblando excitados y su cara girada hacia al techo crispada por el placer.

Tras un par de minutos, me erguí y la abracé estrechamente mientras ella no paraba de moverse en mis brazos. No podía dejar de besarle y mordisquearle. Con suavidad la giré y me monte encima con mi polla aun en su interior.

Sujetando sus muñecas por encima de su cabeza la besé de nuevo. Brooke rodeó mi cintura con sus piernas mientras yo la penetraba. Nuestros cuerpos se juntaban y se separaban con un ruido húmedo, cada vez más rápido, hasta que el cuerpo de la joven se tensó y combó bajo mi cuerpo asaltado por el orgasmo.

Yo seguí follando aquel cuerpo hermoso, vibrante y resbaladizo por el sudor unos pocos minutos más hasta vaciarme totalmente en su interior. Jadeante me dejé caer sobre ella disfrutando de su contacto y de su calor. Satisfecho besé su cuello una vez más antes de darme cuenta de que la estaba aplastando y tumbarme a su lado. Besé una vez más su cuello sabía a sexo y a sal.

Hubiese fumado con gusto un cigarrillo, pero era algo que me había prometido dejar después de la separación, así que puse mis manos en la nuca y me quedé mirando al techo mientras Brooke se giraba para quedarse dormida sobre mi pecho agradeciendo que la oscuridad ocultara mi sonrisa de idiota.

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alexblame@gmx.es

 

Relato erótico: “Emputeciendo a una jovencita (4)” (POR LUCKM)

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herederas3Al día siguiente amanecí bastante pronto, con la polla como un palo, mientras me servia Sin títuloun café revise las nuevas cámaras del piso de arriba. Se veía a la niña y a la madre durmiendo placidamente, ambas desnudas en sus camas. Cogi las llaves y subí, entre en su casa y me puse a hacer el desayuno. A los cinco minutos apareció Eva frotándose los ojos, iba completamente desnuda como le había ordenado. Me miro sorprendida pero me ayudo a prepararlo después de un largo y húmedo beso.

Eva – Iba a bajar en breve, tenia ganas de mi desayuno mañanero.

Yo – Jajaja, ya me imagino el hambre que tienes putita.

Empezamos a desayunar y apareció mama, tb iba desnuda, ella no se sorprendió, solo se acerco, me beso y me acaricio la polla suavemente. Fue hacia la cocina…

Yo – Donde vas mama puta?

Ana – Iba a coger una taza.

Yo – No, ponte en el extremo de la mesa, túmbate sobre la mesa con los brazos extendidos, cogiendo los bordes. Voy a encularte.

Ana – No, por favor, eso debe doler mucho.

Yo – Que va, bueno si, pero te acostumbraras, una buena puta tiene que usar todos sus agujeros.

Ana – Pero…

Yo – Pero nada, Eva, coge las bragas de anoche y méteselas en la boca.

Eva se levanto y se acerco al salón, las bragas que llevaba su madre la noche anterior. Volvió y después de darle un besito en la mejilla a su mama se las metió en la boca, costo un poco, eran muy grandes.

Yo – Ves mama, ya tienes desayuno, esas bragas tienen mi semen, los jugos del coño de tu niña y los tuyos de anoche, seguro que las empapaste bien antes de que te las quitara.

La mama gruño un poco pero mantuvo su posición mientras nos veía desayunar a su hija y a mi.

Yo – Y bien cariño? Como se te plantea el día?

Eva – Pues tengo un examen y mi novio va a darle por el culo a mi mama.

Yo – Y eso te gusta?

Eva – Mucho. No se por que pero si, me encanta. Cuando tenga un novio será tan guarro como tu?

Yo – No creo, pero todo es buscar. Dentro de poco te pondré a follar todos los fines de semana, te quiero muy usada.

Eva – Por que?

Yo – Simplemente me gusta la idea, veo esas adolescentes monísima todos los fines de semana, guapísimas. Siempre quise verlas follar como unas putas. Lo que me recuerda, en tu nuevo colegio, hazte amiga de las mas guapas, las usaremos mas adelante.

Eva – Claro, si lo hiciste con mama y conmigo seguro que puedes con alguna de las mojigatas de mis compañeras, y me encantaría verlas con una polla en la boca.

Yo – Ves, a mama tb le encanta, le da igual lo que le diga a su niña con tal de tener su ración de polla. Verdad mama?

Ana asintió con la cabeza, me levante y me acerque a ella, le acaricie el coño.

Yo – Joder, la puta de tu madre tiene el coño chorreando cariño.

Sonó el teléfono, Eva se acerco al aparato.

Eva – Es papa.

Yo – Quien?

Eva – El cornudo.

Yo – Pues cojéeselo.

Acerque mi polla al culo de Ana y empecé a apretar, tenia su agujerito muy cerrado. Me acerque a su oído.

Yo – Procura abrir el culo o te quito la mordaza y el cornudo de tu marido te va a oír aullar puta.

Ella se relajo un poco y mi polla empezó a entrar poco apoco, Eva hablaba con su padre

Eva – Hola papi, que tal? Y eso que llamas tan temprano?

Seguí empujando, mi polla iba ya por la mitad, era un gustazo desvirgar el culo de una mama. Agarre sus tetas mientras seguía clavando mi polla

Eva – No papa, esta en la ducha. Si, estamos muy bien, te echamos de menos, cuando vuelves?.

Eva me miraba mientras enculaba a su madre, ella se acariciaba su coño, me encantaba esa rajita adolescente, sin un pelo, se la veía sus jugos brillar desde donde estaba…

Eva – Esta noche? Que bien!!

Mi polla entro por completo, la madre emitió un jadeo se relajo, empecé a sacarla y meterla despacio para abrir bien su culo.

Eva – Si papa, estudie el examen de hoy.

Seguí empujando cada vez mas rápido, quería correrme, cuando note que la leche subía de mis pelotas la saque y se la clave en el coño de un golpe, mi leche salía disparada, notaba como me vaciaba dentro de su coño. Me acerque a su oído.

Yo – Joder, que puta eres, creo que te preñe con tu marido al teléfono, quieres que te preñe puta?

Ella movió afirmativamente la cabeza. Le di la vuelta, la tumbe abierta de piernas sobre la mesa, hice un gesto a eva para que le pasara el teléfono, cuando Ana se vio con el aparato cerca se saco las bragas de la boca y empezó a hablar con su marido.

Ana – Hola cariño!, que tal el trabajo?

Ana – Si, nosotras también te añoramos.

Me acerque a Eva y le dije que acariciara a su madre, de arriba abajo.

Empezó tocándole las piernas, yo negué con la cabeza, me acerque y agarrre las tetas de Ana bien fuerte, las solté, Eva me imito, agarre su coño metiéndole un dedo dentro, Eva iba pillando la idea y ya no se cortaba.

Ana – Si cariño, rezamos todas las noches.

Se iba poniendo nerviosa con la sobada, Eva no tenia compasión, parecía fascinada con el coño de su madre, tras meterle un par de dedos se los llevo a la boca y los chupo. Ana la miraba con los ojos abiertos como platos.

Metí un par de dedos en el coño de Eva y se los acerque a su madre.

Ana – Si cariño, no para de estudiar.

Se los metí en la boca, ella intento girar la boca pero le di un pequeño bofetón y la abrió. Los chupo unos segundos y siguió hablando. Mi polla estaba dura otra vez, le dije a Eva que se tumbara sobre su madre, cuerpo con cuerpo, sus tetas se tocaban.

Ana – Cielo, tengo que dejarte para ayudar a Eva antes de ir al cole.

Metí mi polla en el coño de Eva, hasta el fondo, vi como su espalda se ponía tensa y aguantaba un gemido.

Ana – Si, yo también te quiero, besos.

Ana – Joder, que cabron eres!!

Yo – calla puta y abraza a tu hija, quiero que sientas su cuerpo mientras me la follo.

Seguí hundiendo mi polla en su joven coñito, ella ya no paraba de gemir. Ana la abrazaba, muy fuerte, le gustaba sentir las tetas de su niña frotándose con las suyas, bajo una mano hacia su coño y empezó a masturbarse.

Yo – Eva, abre la boca, quiero que babees como una perra, vamos, babéale la cara a tu mami.

Ana se masturbaba cada vez mas fuerte, Eva gemía una y otra vez…

Eva – Te gusta mi novio mama? Es una maravilla verdad?

Ana – Si cielo, ojala yo hubiera tenido uno así.

Eva – Por favor, correte en mi boca, necesito mi leche calentita por las mañana.

Saque la polla del coño de Eva y me senté en un sofá, tanto empujar me tenia molido.

Yo – Bien, putas, venir aquí. Ana, cojéeme los huevos con una mano y la polla con la otra, mastúrbame para alimentar a tu niña, tu Eva, pon la boca en mi capullo, tu mama me va a ordeñar los huevos para ti.

Ana puso todo su esmero, Eva succionaba fuerte mi capullo, se la veía hambrienta. Al final no pude aguantar, Eva trago, todo, y estuvo un par de minuto mas succionando para terminar de dejarla bien limpia.

Bien putitas, una a clase y la otra a trabajar. Ana, pasa por casa al volver, esta noche recibirás a tu marido con el culo bien abierto y lleno de leche.

Ana – Si amo.

Yo – Y tu putita, invita a tus amigas a subir después de clase, les daré un vistazo por cam y ya te diré cuales me gustan.

Eva – Me encantaría estar en misa y ver a varias de mis compañeras sabiendo que sus coños están chorreando tu semen.

Yo – Lo veras putita, y con sus papas al lado, como tu.

*******************

Bueno, espero que os gustara, por favor votar, es la manera de saber si voy bien o no… Sigo encantado de que me mandéis mail o me agreguéis.

Luckm@hotmail.es

skype: luckmmm1000

 

Relato erótico: “MI DON: Raúl – EL CAMINO AL CIELO ES TORTUOSO.(29)” (POR SAULILLO77)

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cuñada portada3
No habrá descripción, solo una advertencia, SI LO QUE QUIERES ES UN RELATO CORTO Y SEXUAL PARA UNA PAJA, NO ES TU RELATO.Para no haceros perder el tiempo, pero si lo leéis, os prometo disfrutar de una buena historia.

Sin títuloNo se que mierda me pasaba a mis cumpleaños, los 18 los cumplí en la cama de un hospital, los 19 dejando a mi 1º novia y los 20 habían empezado con un desastroso intento de Ana por regalarme a Alicia, rompiendo la pareja de mi mejor amigo y enfadándome de tal manera que abandoné la habitación con Ana , Lara y Alicia desnudas suplicando sexo, la sensación ahora, visto con espacio y tiempo de por medio, es que desaproveché una grandísima oportunidad, como la gente que aparece en los telediarios “un joven se encuentra un maletín con 1 millón de € y la devuelve a su dueño”, sin duda un ejemplo de honradez, carisma y sobriedad, pero os aseguro que ese chico se pasará el resto de su vida soñando con que hubiera hecho con ese dinero, ese era mi caso, después de curarme la mano, (al romper el armario de un puñetazo, era una herida mas importante de lo que pensaba, en el ambulatorio me dieron 5 puntos en el dorso), y hablar con Ana, me di cuenta de que no podíais seguir viviendo todos juntos, después del esfuerzo y el trabajo que me costó esa casa, sin llegar a hacer el año dentro, ya tenia que marcharme, era por el bien de Teo y Alicia, mi forma de vivir con Ana no era compatible con mujeres emparejadas, quería tanto a Alicia y respetaba tanto a Teo que estaba dispuesto a sacrificarme por ellos, e irme de esa casa. Ana y yo lo hablamos , largo y tendido, me quería convencer de que Alicia y y Teo iban a dejarlo, ¿que mas daba irnos?, pero para mi no había vuelta atrás, me creía culpable e iba a evitarlo a toda costa, y si yo me iba Ana dejó claro que me seguiría, pese a que el piso le venia perfecto para las universidad, aunque fuera debajo de un puente o volver a casa de mis padres, lo hablábamos solos, sin que Lara supiera nada, era otra a la que le debíamos devolver su vida, era un mero coño para mi, y quizá imponiendo mi criterio groseramente, decidí que ella también merecía tener una relación normal y debía dejarlo con ella, era demasiado joven para conformarse con las migajas. No se por que pensaba que mi forma de pensar era la correcta y daba igual la opinión de ellos, si Alicia quería dejar a Teo o si Lara quería seguir siendo el perro al que le das las sobras, ¿quien era yo para decidir por ellos?

Pues era el causante, el fallo de base de toda la estructura, mientras las mujeres pudieran verme, oírme o intuir como follaba y como la tenia de grande, era una provocación imposible de evitar, no quiero dármelas de chulo o prepotente, aunque por aquel entonces creo que lo era, pero había un hecho innegable, Alicia era la mujer mas sensata, lista y recta que había conocido, amaba y quería con locura a Teo y le había sido fiel hasta cuando muchos tíos de mejor porte o físico la habían intentado separar de el, Teo era mono y muy divertido, pero físicamente no era nada del otro mundo, un tío normal, y si analizamos la belleza exterior de ambos, Alicia eran un 8, y Teo un 6 raspado. Y si ella, después de todo eso, en menos de 11 meses viviendo juntos, había sucumbido, cualquiera lo haría.

El plan era claro, Ana y Lara se volvían a Granada en unos días a pasar el final del verano con sus familias antes de volver para el inicio de la universidad, para cuando volvieran yo debía encontrar algo donde vivir con Ana, a ser posible no muy lejos de allí por su cercanía a la universidad donde Ana iba a seguir estudiando, también quería seguir manteniendo a mis amigos cerca, evitar la tentación de vivir bajo el mismo techo, pero no cortar de raíz la relación con mis mejores amigos. Aparte debía buscar gente para ocupar la habitación vacía que íbamos a dejar, y así cubrir el piso, aunque de eso se podían ocupar ellos mismos, el piso se vendía solo y habría cientos de estudiantes desando pagar por esa habitación. Pero todo eso era prematuro, nadie sabia nada aun, y así debía ser, hasta que tuviera al menos un principio de idea de lo que demonios fuera ha hacer.

Estudié la 1º opción, volver a casa de mis padres, la idea original al saber que Ana vendría a estudiar a Madrid, pero era inviable, era a las afueras, mas de hora y media en transporte publico a mis amigos y la universidad para Ana, y aunque ahora tenia coche y moto, era un gasto en combustible casi peor, sin nombrar que en casa de mis padre no podríamos follar como ya estabamos acostumbrados, rechazada esa idea, sopesé mirar pisos de 1 dormitorio o estudios por la zona, pero todo se iba de precio y las condiciones eran horribles, la verdad, acostumbrados ya a nuestra gran y cómoda casa, meternos en una caja de zapatos con goteras no nos atraía, Tenia los casi 50.000€ que me quedaban de Madamme, pero si tiraba de ello ¿cuanto duraríamos? ¿y que pasaría cuando terminara el dinero? Ni yo ni Ana queríamos eso, así que me puse a buscar ideas, ¿pisos compartidos solo de chicos?, ¿volver a la prostitución ?, ¿pedir dinero?, todo nos sonaba o muy mal, o rematadamente mal, hice llamadas, sacando la vieja agenda, pero nadie me daba soluciones, hasta mi leona, a la que después de tantos meses llamé para quedar, se presentó con un hombre a la cita, su actual marido, por aquel entonces prometido, me pillo de sorpresa, pero tampoco esperaba que una mujer ya de unos 38 años estuviera en su casa encerrada esperándome de por vida, había hecho su vida como cualquier mujer y tenían planes de casarse pronto, bastante lío tenían como para ayudarnos. Eso si, en un momento a solas me susurró.

-MERCHE: tranquilo, sigo siendo tu leona, lo seré siempre, solo tu me dominas, el solo me hace el amor, tu me follas como jamas el soñaría.- nada que no supiera ya.

La sonreí por cortesía, su mirada echaba fuego al palpar mi polla por encima de la ropa, pero fue fugaz, y yo no estaba para fiestas, llevaba 1 semana follando a desgana, Ana me mataba y hasta Lara se sentía poderosa ante mi, no recuerdo ni si llegué a tirármelas de nuevo juntas. Mi ultima bala, la que seria el suicidio, era llamar a Madamme y que me ayudara en lo que fuera, pero eso conllevaría varias cosas, lo 1º volver a la prostitución, seguro, y lo 2º y peor, sacar a Zeus del abismo donde le dejé, y eso era lo ultimo que quería, pero aun había un halo de esperanza, acudí a la única persona con dinero y recursos que nos podía ayudar, Eleonor, la madre de mis colombianas, era la mujer florero de un magnate millonario, a la que me folle junto a su hija en su día, desde que me las tiré a ambas justo antes de la mudanza, dejándolas una nota, no había tenido contacto con ella, si con Yasmine, que había encontrado un buen chico y según tenia entendido les iba bien. La llamada la pilló por sorpresa, y nos invitó encantada a su casa, a Ana y a mi, la comenté un poco de que iba la historia pero insistió en quedar para vernos, así que quedamos en ir a verla el viernes previo a que Ana se marchara a Granada el lunes, ni tuvimos que coger el coche, la casa de Eleonor estaba a 2 o 3 paradas de metro, no mas de 20 minutos andando como comprobamos al ir. Al subir Ana alucinaba con el edificio, era de alto copete, y nos dirigíamos al ático donde Eleonor vivía, opulencia y clase por donde miraras, al abrir la puerta nos recibió con una sonrisa enorme y pidiéndome un abrazo dándome una serie de besos en la mejilla, totalmente ilusionada, Ana fingió cortesía saludando, al recibir también una serie de halagos protocolarios de Eleonor, Ana sabia mi historia con ella y al verla tenia motivos para andar celosa, seguía siendo una diosa latina, embutida en un vestido azul brillante, ceñidísimo, elástico, que no pasaba de medio muslo y poco escotado para lo que la recordaba, de cóctel casi, totalmente arreglada, incluso demasiado maquillada para mi gusto, y con unos buenos tacones, como si estuviera grabando un anuncio o una telenovela.

-ELEONOR: venga pasen, no se queden ahí como pasmarotes, por favor, que delicia de joven, mire que Yasmine me hablo de usted, pero Ana, sois hermosa y venís preciosa.- su forma de hablar y de tratar a al gente siempre era así de abierta y extrovertida

Tampoco mentía, sabiendo donde íbamos, Ana se puso un traje blanco, con pantalones algo ajustados en su culo pero de campana en las perneras, con un chaqueta abierta a juego, y una de sus blusas rosas chillonas escotadas, con unos buenos tacones, bien peinada, con un ligero maquillaje y un bolso de mano que le daban un aire a hija de famosa, no se si es que no quiso desentonar o pretendió no desmerecerse ante Eleonor, pese a no verla mas que en alguna foto, mis palabras sobre ella siempre fueron de respeto hacia una mujer con clase, elegancia y bien arreglada, puede que hasta la sobre estimara, o que al hablar de ella me brillaran los ojos, Ana no quería ser menos. Las 2 eran un escándalo de bellezas, cada una a su manera, mientras que yo…..bueno, digamos que no iba preparado, en bermudas y una camiseta vieja y zapatillas, siempre he tenido mucho calor y en pleno verano no iba a arreglarme para sudar como un pollo, siempre he sido mas practico que coqueto. Nos hizo pasar hasta pasar al gran salón donde nos sentó ofreciéndonos algo fresco de ver que aceptamos gentilmente, sedientos de la caminata bajo el sol, y sentándose enfrente, cruzándose de piernas y cogiendo una postura tan elegante como sensual, empezamos ha hablar.

-ELEONOR: mírenlos, que parejita mas bonita, agarrados de la mano como primerizos jajaja, ¿que tal les va todo?

-YO: bien, la verdad es que estamos en un momento precioso y la quiero con locura- mirando a Ana a los ojos queriendo hacerla ver que aunque estibaremos allí, con Elonor, en mi cabeza solo estaba ella.- y quiero pensar que ella a mi también, aunque no se por que si soy un desastre.- rieron ambas.

-ANA: es un bobo, pero es mi bobo, le quiero mas cada día, cuando creo que no me puede enseñar mas, me sorprende, y me hace mejor persona.- me la quedé mirando, no parecía una frase hecha, si no algo que realmente sentía, la besé la mano con ternura.

-ELEONOR: ainns que gusto da ver que el amor sigue en este mundo.

-YO: ¿y tu que tal?. No he hablado mucho con Yasmine, y no suelta prenda de tu vida jajajaja.

-ELEONOR: bien, muy contenta por que mi hija por fin tenga a un chico tan amable y tal dulce, es un cielo de hombre y la esta haciendo feliz, – se abrió de ojos mirándome -aunque no quiero decir que…….- me miró y a Ana, sin saber muy bien como seguir, yo la entendí.

-YO: tranquila, Ana sabe todo, y cuando digo todo, es todo lo que ocurrió entre nosotros- Ana asintió con una medio sonrisa mientras Eleonor tenia su risa de cara de póker, le sorprendería que le hubiera hablado de todo, de hecho estaba sentada en el sofá contra la que la folle por 1º vez.

-ELEONOR: bueno, pues sin querer parecer muy atrevida, tu hombre nos dio mucho cariño a las 2 cuando mas lo necesitábamos, y la verdad es que lamentamos mucho su marcha.- vaya forma mas dulce y delicada de decir que me las había follado hasta reventarlas, que fueron tan sodomizadas hasta ser su macho dominándolas con la mirada, y que echaba de menos mi polla abriéndola en 2.

-ANA: jajajaja ya supongo, es muy especial cuando se pone.- se había dado cuenta perfectamente de lo que quería decir.

-YO: la verdad, ha sido un placer volver a verte, pero tengo que ser sincero contigo, no he venido por placer, tenemos una situación delicada donde vivo y necesitamos ayuda para encontrar piso, he intentado mil cosas pero no se a quien mas acudir- siendo en parte cierto, la acentué para dar algo de pena.

-ELEONOR: ¿y puedo saber el motivo?

-ANA: la verdad es que es Raúl el que insiste en irnos de donde estamos, vivimos bien pero han surgido algunos problemas de convivencia con las demás chicas del piso y quiere irse de allí.

-ELEONOR: entiendo.

-YO: no te molestaría si no lo creyera importante, me conoces, solo quiero tener un sitio donde poder hacer mi vida sin molestar a nadie por culpa de mi……….carácter.- me salió esa palabra como podía haber salido cualquier otra, en realidad me refería a mi polla, y ambas lo sabían, pero manteníamos las apariencias.

-ELEONOR: ¿y que se supone que puedo hacer por ustedes?

-YO: no lo se, se que eres una mujer rica y con influencias, quizá si fueras tu quien va buscando el piso y no 2 críos como nosotros, podrías encontrar algo mejor de precio o yo que se, la verdad es que he venido con las manos vacías, estoy desesperado.

-ELEONOR: ay cariño, ojalá pudiera ayudarte, pero estoy atada de manos, no soy rica ni tengo influencias, soy la esposa del hombre rico y con influencias, vivo en este palacio encerrada y atormentada por un esposo que ya ni pasa por casa.

-YO: lo siento, no sabia que hubiera ido a peor.

-ELEONOR: jajaja no se preocupe, son cosas de adultos que gracias a dios ustedes no conocen – me levanté y me arrodillé frente a Elonor, a quien se le humedecían los ojos, tratando de aguantar el tipo.

-YO: ¿sigue saliendo de juerga?

-ELEONOR: si solo fuera eso, antes al menos disimulaba en casa, pero ya ni eso, bebe mucho y se pasa meses sin venir, y cuando viene………..déjenlo, son cosas de mayores.- me dio tanta lastima que la fui a acariciar la cara con dulzura, pero ella reaccionó con un gesto reflejo apartando la cara con susto, había visto demasiadas películas y anuncios contra la violencia domestica, que lo reconocí al instante.

-YO: tranquila, no quería asustarte.- me miró a los ojos a punto de echar a llorar, dándose cuenta de que yo me había dado cuenta.

-ELEONOR: no por favor, perdónenme, ando muy tonta jajaja- quiso disimular, pero ya era tarde, hasta Ana se percató y se sentó a su lado abrazándola.

-YO: Eleonor, se que no es de mi incumbencia, pero dime, ¿te ha puesto la mano encima?

-ELONOR: no……….. por dios……….como se le ocurre, jajaja……… no es así – balbuceaba sin admitirlo, tenia que saber la verdad, saqué al macho que ella recordaba en mi tono de voz.

-YO: ¡¡ELEONOR, MÍRAME Y DIME LA VERDAD!!- me observó como un cachorro al que riñen.

-ELEONOR: no es culpa suya………….- le levanté mordiéndome el puño-……..no se enfade con el, es culpa mía, yo el provoco y le hago enojar – sonaba demasiado irreal y típico como para ser cierto.

-ANA: no entiendo, es como cuando estabas con Raúl, ¿algún azote o cachete de mas?- suspiré por que fuera eso.

-ELEONOR: no, bueno, no es esa forma, Raúl es fuerte y viril, mi marido no lo hace en la cama o para jugar, solo quiere que le respete, y le entiendo.

-YO: una cosa es respeto y otra que te pegue, ¿que te ha hecho?

-ELEONOR: nada, si casi no esta por casa, son solo broncas que tenemos, y yo le enfado por que quiero que este mas conmigo y se comporte mejor, pero el me tacha de mantenida y de estúpida, que donde estaría yo sin el, cuantos hombres me estrían montando por unas monedas en Colombia, si no fuera gracias a el, y tiene razón.

-YO: como vuelvas a justificarle el que te cruza la cara soy yo, ¿como permites que ese mierda te pegue? Si se va de putas y todo.

-ELEONOR: es mi marido, no puedo hacer otra cosa.

-ANA: dejarle.

-ELEONOR: cielo, ya lo he pensado miles de veces, pero mi niña necesita tener una buena vida y solo la tendrá si yo sigo con el.

-YO: pero puedes divorciarte, y sacarle algo de dinero, ¿no?

-ELEONOR: ya lo miré, pero al casarnos me obligó a firmar un acuerdo prematrimonial muy estricto, si yo le dejo no veré un solo €, y todo esta a su nombre.

-YO: pero eso es una locura, si se va meses de casa, se va de fulanas y ahora llega a casa ¡¡y te pega!! ¿Me dices que no se puede hacer nada?

-ELEONOR: ya lo hablé con un abogado pero todos le tiene mucho miedo a mi marido, es muy poderoso y controla transacciones de miles de millones, tiene un ejercito de abogados, y nadie se va a enfrentar a el sin tener algo sólido en la mano con lo que poder presentarse.

-YO: vaya mierda de justicia.

Ana fue la lista y desvió un poco la atención, rebajando la charla, usando el piso como objeto para que se lo enseñara y al distrajera, alucinando con el, la verdad, mientras ellas deambulaban por allí yo estaba sentado en el sofá mirando como Elonor se mantenía entera, con su elegancia y su clase intacta pese a su situación. Eleonor se disculpo cortésmente para ir al baño a retocarse, unas pocas lagrimas habían hecho perder la posición a su rímel, se metió en unos de los baños, dándola algo de tiempo prudencial me metí a buscarla, estaba de pie frente al espejo retocándose con algún tipo de esponja con polvos, se dio prisa en terminar al verme, para que no me percatara de su morado, me acerqué y con cuidado ante su silencio me dejo, desmaquillar todo el ojo, no me equivocaba, es increíble lo que logran las mujeres con esos botes y polvos, tenia todo el contorno del ojo morado ligeramente hinchado, con el aspecto de haberlo estado mucho mas grande, y a simple vista no se le notaba nada, al verlo Ana, que entró detrás de mi, lloró, y yo por poco no reviento otra puerta de armario, me calme y fui fuerte por ellas.

Ahora, tan cerca de ella y siendo algo mas baja que yo, vi si exiguo escote, ahora me preocupaba, así que sin mucho disimulo la bajé uno de los hombros del vestido hasta ver como desde su hombro hasta uno de sus pechos había una marca larga, con un dibujo claro, un cinturón de hombre. La tapé con cuidado y respeto, no se si tenia mas marcas pero con eso era suficiente, mis problemas habían quedado en 2º plano, ni prioridad ahora era ayudar a Eleonor a quitarse a aquel hombre de encima, y con una simple mirada Ana no solo me encendió, si no que me dio su apoyo y consentimiento, le brillaban los ojos de rabia mientras acariciaba la gargantilla que le regalé. Puse a Eleonor mirando al espejo, para que se viera, con el ojo hinchado.

-YO: ¿que necesitas para hundir a ese carbón?- se miraba en el espejo empezando a darse cuenta de lo que ocurría de verdad, ese golpe no era un accidente.

-ELEONOR: no lo se, un abogado con valor.

-YO: le tengo, el padre de Teo es abogado y de los buenos.- nos había llevado el tema de Ana con su profesor y pertenecía a un bufete bastante respetable.

Nos quedamos unas horas mas charlando animándola un poco, distrayéndola, me enteré que Yasmine casi no pisaba esa casa ya, harta de que su madre fuera tan pasiva ante su padre, no se había emancipado por no dejar sola a su madre, pero estaba con el novio todo el día, me contó que se enfada mucho con su padre y una vez tuvo que mediar, lo que entendí fue que recibir golpes, para que su padre no pegara a la hija, no se soportaban y discutían gravemente hasta irse de casa días seguidos mientras su padre estuviera en casa. Eleonor se sentía sola y q el marido volvería en unas semanas a casa, no necesitaba mas, nos despedimos con un saludo y la dije que sabría pronto de mí.

La verdad, ese fin de semana fue raro, hice el amor y folle con Ana, era la despedida antes de su marcha, fueron sesiones ambiguas, los 2 con la mente en Eleonor y su problema, hablando mas que teniendo sexo. Incluso me desahogué con Lara un par de veces como despedida, iba a echar de menos aquellas tetas, y hasta Alicia volvió a intentar meterse por medio al oírme con Lara, entró en la habitación pero la saqué sin un ápice de duda. Pero siendo todo erótico, lo dejo pasar sin narrarlo, no era nada que no lleve 2 relatos contando, y me parece mas entretenida la consiguiente trama.

Según me despedí de Ana en el coche del tío que las fue a buscar el lunes a ella y a Lara, con Ana dejándome claro que me quería y que sin ella no me acostara con nadie, incluso Eleonor estaba vetada por mal que estuviera, algo que pese a que me parecía ridículo recordármelo, me pareció correcto y un bonito detalle. Comencé a maquinar, lo 1º fue hablar con Teo, el cual se vio menos enfadado al verme centrado en otras cosas, y con su padre, el cual conocía el nombre y vivencias del esposo de Eleonor, por seguridad y por lógica todos los nombres y detalles son ficticios e irreconocibles, pero por esos azares del destino, resultaba que el bufete del padre de Teo le tenia ganas al esposo de Eleonor, mas que por otra cosa, por que el era principal activo de la empresa de exportaciones que estaba dejando molestos al resto de exportadores, clientes del bufete. No solo aceptaron llevar el caso, si no que contrataron a un par de asesores de divorcios, ya que su bufete no llevaba esas cosas, le pedí una copia de todos los papeles firmados de Eleonor de su boda y los estuvieron trabajando durante días, el resultado era el esperado, no había por donde meterle mano, todo estaba atado y bien atado, Eleonor no podía dejarle sin tener nada en contra suya, y los abogados no se iban a meter en medio de una guerra de ese tamaño sin tener nada sólido, me trataban como si fuera un crío de 13 años, y si, tenia 20 y era un niñato a sus ojos, pero siempre he parecido mas tonto o lento de lo que soy en realidad, así que pregunté, ”¿que necesitáis?”, “pruebas fehacientes de infidelidades o maltrato, el acuerdo prematrimonial esta tan bien cerrado de su lado, que no se preocuparon del lado de el, es tan simple que podemos usarlo en su contra, si le pillan con otras o pegándola, no solo puede divorciarse de el, si no que le podría arruinar y quedarse con todo su patrimonio y su dinero.”. Me dejaron claro que hasta que no tuvieran esas pruebas no moverían un solo dedo. Todo lo llevé yo y a espaldas de Eleonor, no podían relacionarla directamente viéndola pasar por allí, alguien podía irse de la lengua, es un mal ejemplo, pero las horas de cine y series me habían llevado a aplicar conocimientos ficticios a la vida real, no quería que Elonor “desapareciera” el ida que encontramos pruebas y me llamara diciéndome que tenia algo gordo y al acudir no encontrarla. Lo iba a hacer bien y por lo visto, lo iba a hacer solo, los abogados no ayudarían a encontrar pruebas, y no podían contratar a detectives, podrían venderse a la 1º de cambio o hacer ruido que llegar a los oídos de gente no deseada, prácticamente me insinuaron que me buscara la vida yo solito.

Pues así seria, me fui a la tienda donde compré el boli sepia de Ana cuando me temí que su profesor la tiraba los trastos, y me hice con todo un equipo, grabadoras de vídeo y audio disimuladas en bolígrafos, flores, osos de peluche, cajas de cigarrillos……me dejé una buena pasta pero todo merecía la pena, y la verdad, la sensación de 007 gusta bastante, fui a visitar a Elonor con todo aquello, y sin explicarle demasiado fui colocando las cosas, no quería que supiera mucho, si no podía desmoronarse, sobre actuar o mirar a cámara, y eso, no solo podía echar al traste cualquier intento, si no que podía ponerla en peligro si su marido se daba cuenta. Lo dejé todo listo y preparado para la llegada de su marido al día siguiente, dejando en la habitación de matrimonio, el salón y la cocina, gran parte de los aparatos, pero al final tenia toda la casa cubierta de alguna u otra manera, sobretodo con las cámaras que aparte de gravar, emitían en directo a un PC portátil enlazado, no eran tan pequeñas como podía esperarse de cámaras espía, así que las ubiqué bien alto, el marido no llegaba al 1,78, no las vería encima de un armario o de la nevera. Esa era la parte del maltrato, si se daba quería tenerlo documentado, demasiado trabajo para algo que puede que no pasara, según decía Eleonor, pero un instructor de yudo en su día, me enseñó una frase de marketing que se me quedo grabada, “Ten en cuenta todos los escenarios, y una vez analizados empieza preparándote para el peor, así siempre estarás listo si se da.”, así lo hice.

Ahora tocaba la parte del adulterio, menos sufrida en caso de darse, pero mucho mas complicado de probar, pensé e ideé como ponerle escuchas o videos encima todo el tiempo, peor eso no me aseguraba nada.

1º tendría que serla infiel, que podía no serlo, y estar 3 o 4 días detrás de el sin lograr nada.

2º tener aparatos de vigilancia encima, pensar en como ponérselos y que los llevara todo el tiempo.

3º tenía que recuperarlos sin que se diera cuenta, algo difícil si logras que lleve algo encima.

4º lo peor es que yo no podía saber donde y cuando pasaría como para poder reaccionar, tenia mucho tiempo libre y solo trabajaba los fines de semana por la mañana, pero no podía estar encima siempre, inicialmente por que soy un ser humano, necesito comer o dormir, y principalmente por que el podía reconocerme si me ve mas de 3 o 4 veces.

Soluciones, la mas obvia, darle algún regalo que llevara encima siempre, duplicado, así al darle el cambiazo no lo notaria, o bien meter vigilancia en algo que llevara siempre, aposté por los 2, compré 2 plumas bastante elegantes, a una la llevé a la tienda espía para que la modificaran y le pusieran una grabadora de larga duración con enlace a mi PC, la otra idéntica la guardé. Eleonor me contó que el siempre iba con traje, la ropa podía cambiársela, pero su maletín no, llevaría muchos documentos importantes y siempre llevaba el mismo, incluso esposado a la muñeca, tenia que hacerme con el las horas suficientes como para ponerle algo y devolverlo sin percatarse. Eso era lo “sencillo”, ahora tocaba pensar en como pillarle, el principal problema es que no podía saber cuando seria infiel, hasta que me di cuenta de que si podía, como cuando invité a mis chicas a la fiesta donde Madamme me hizo el examen, si bien no podía controlarle a el, si podía controlar con quien, o al menos tentarle en entornos controlados, solo necesitaba a una mujer dispuesta a ligárselo y tirárselo sin reparos.

Tenia claro que 1º obtendría las pruebas y se las llevaría a los abogados y ellos decidirían si eran suficientes antes de descubrirnos, no podía arriesgar a Eleonor antes de estar seguros, presentarnos en mitad del polvo o cosas así no era una opción. Tenia una larga lista de mujeres a las que podía llamar y pedirles que lo sedujeran, pero todas lo harían si me las follaba, o hasta podía formar a una cualquiera de la calle hasta tenerla tan sumisa que aceptara aquello, pero Ana me dejó claro que nada de sexo para mi, eso complicaba las cosas, necesitaba putas, y no había otra mejor que Madamme para ayudarme, de hecho, si era tan putero y adinerado apostaría un dedo a que ya se conocían .Me debatí internamente, mucho, si quería y precisaba de su ayuda debía de hacerlo como Zeus, ordenando, no pidiendo, pero no quería volver a ser el, así que probé con mensajes de texto, si la llamaba me notaria en la voz que no era el.

-“Te necesito”- un mensaje corto y claro.

-“Soy tuya, ¿que puedo hacer?”- parecía que seguía a mi servicio, ni pregunto nada de mi adiós, ni mi tardanza, ni de mi regreso.

-“Tengo que pillar a un marido poniéndoselos a su mujer, necesito un puta que lo seduzca, se lo folle y se vaya, necesito saber donde y cuando con antelación, y el no debe enterarse de nada,”

-“alguna preferencia respecto a al chica”

-“no lo se, ¿conoces a xxxxxxxx?”

-“si, tengo a su chica preferida, de hecho nos ha llamado para decirnos que estaría por la ciudad y que la preparemos, te avisaré con los detalles”

No me extrañó que estuviera en la cartera de clientes de Madamme, pero si la facilidad con la que obtuve lo que buscaba, como era lo que pretendía, no le di mas vueltas.

Preparando un maleta con todo, me fui a casa de Elonor, y me instalé en la habitación de invitados, nunca la habían usado, y el marido jamas entraba allí, solo tenia que hacer poco ruido y ni se enteraría de que estaba allí, así tenia buena conexión con los dispositivos y me daba margen para intervenir si el marido se pasaba de la raya y llegaba a pegarla demasiado, de hecho Eleonor me dio la llave para que cerrara por dentro y evitar sustos, y otra del piso para poder salir y entrar. Conecté todo y me prepara para el show advirtiendo a Eleonor de que no dijera ni actuara de ningún modo distinto, yo no estaba allí a todos los efectos, para bien o parta mal, si queríamos que saliera bien no podía descubrirme, incluyendo Yasmine , que vendría con el novio a ver a su padre los días que estuviera allí.

Llegó la tarde y Yasmine entró en casa con el novio, yo, pertrechado en la habitación de invitados, veía y oía todo desde las cámaras y los micros, con unos grandes cascos puestos en el portátil que tenia todo conectado, después llegó su padre, con una actitud socarrona y de felicidad, la verdad, me sorprendió la farsa de actuación de Eleonor, saludándole como una esposa devota, a Yasmine le costó disimular mas, se sentaron a charlar de trivialidades con algún amago de bronca entre Yasmine y su padre, sofocada por su madre y el novio, las horas fueron pasado, hasta la hora de cenar, todo iba bien, hasta que a Yasmine le dio por levantarse de la mesa antes de que terminara su padre, que habiendo bebido ya alguna copa de vino de mas, elevaba la voz a cada frase, llevándolo a una discusión que no se pudo calmar, Eleonor trataba de sosegar a su marido y solo lograba enfurecerlo mas, dando golpes en la mesa sobre que el era el hombre y se le iba a respetar, me mordía la lengua y me contenía las ganas de salir y darle de hostias, mi padre me enseñó muchas cosas de la vieja escuela, una de ellas era que el respeto se ganaba, no se imponía, y su forma de tratarlas me ponía muy nervioso.

Al final Yasmine se fue al cuarto con el novio y no se supo de ellos hasta el día siguiente por la mañana, vi como retozaban en la cámara que puse en su cuarto, ver su trasero de nuevo desnudo me animo la noche, pero estaba centrado en Eleonor, seguía charlando acaloradamente con su marido, que estaba harto de llegar a casa y que le trataran así, sin dejar de beber, ahora ya pasando al whisky en el salón, se puso algo sobón con su mujer, la bebida y el hecho de que Eleonor era una belleza y su mujer, le daban completo derecho, pero su forma de tratarla era poco delicada y muy burda, la cogió de la mano y metiendo la otra pro debajo des u vestido la subió al piso de arriba casi a la fuerza rebuznando palabras calientes que no encendían nada. Vi la 1º oportunidad, se había dejado el maletín abajo, pero dude en salir, lo que le dio al marido a pedir a Eleonor que bajara a por el, ciertamente no se separaba de el antes de dormirse, al bajar salí a hurtadillas.

-ELEONOR: ¿que haces?

-YO: necesito el maletín y un par de horas para meterle una cámara y un micro.

-ELEONOR: imposible, lo quiere en la habitación ya.

-YO: súbeselo, pero tienes que lograr distraerlo y que se duerma profundamente, me tienes que dejar margen.

-ELEONOR: ¿y como quiere que lo haga?, si se despierta y le ve, nos mata.

-YO: eres su mujer, algo se te ocurrirá, sube ya antes de que sospeche.

Se llevó el maletín andando con dudas, en el PC vi como lo dejaba en una silla cerca de la puerta, ante la mirada de su marido algo tambaleante ante el alcohol ingerido, Eleonor se rascaba la cabeza pensando, hasta que sin mas se bario el vestido y lo dejo caer ante la mirada atónita de su marido y la mía, se echó encima de su marido y comenzó a besarlo como parecía que no hacían hace tiempo, en la cara de su marido se notaba, pero poco le importó, se centro en acariciar y desvestir de ropa interior a su mujer y haciendo lo mismo comenzaron a follar, de inicio con una mamada de escándalo de ella que se la puso dura, era difícil con la posición y la cámara averiguar el tamaño, por las manos de ella deduje que serian entre 14 o 17 centímetros, me costaba ver el capullo ya que estaba siendo engullido con pasión, de eso pasaron a follar, y allí ya no había otra, era mi oportunidad, Yasmine y el novio dormían cansados de su amor y el maletín estaba sin vigilancia, subí como el rayo hasta pegarme al marco de la puerta, e intuyendo los mayores momentos de pasión en los gemidos que oía, abrí la puerta con cuidado, solo un poco, vi a Eleonor montando a su marido que estaba tumbado en la cama boca arriba disfrutando de su mujer mejoro de lo que recordaría, estando de lado a la cama la puerta, no podía hacer mas sin que me viera, así que esperé, Eleonor ayudo, su cadera era fuego y se recostó en al cama, echándose a su marido encima, ahora, dándome la espalda, llevando el ritmo de su cadera. En un instante abrí la puerta cogí el maletín y cerré despacio, creo que Eleonor me vio, pero me daba igual, aquel hombre estaría ocupado unos minutos al menos, baje a mi habitación y allí comencé el bricolaje del maletín, haciendo un fondo falso imperceptible pegándole una especie de grabadora con membrana muy fina y atornillando en uno de los laterales una mini cámara espía diminuta, disimulada metida dentro del forro de piel, quise darme prisa, pero Eleonor llevó a su marido a correrse antes de lo previsto, y sabiendo que el maletín no estaba, se dedicó a chuparle la polla a su marido mas de 40 minutos hasta volver a ponérsela dura, la bebida y su edad no ayudaban a rápidas recuperaciones, pero lo mantuvo distraído una hora mas, Eleonor lo mato, dejándolo destrozado en el final del 2º polvo, cayó dormido y ya no me preocupe, estaría así hasta el día siguiente, su cara me era familiar, de agotamiento al follar.

Para cuando pasaron unas hora y Eleonor bajo, ya tenia el maletín listo, en peso y forma no se notaba nada, había ensañado y visto muchos tutoriales, se lo di advirtiéndole que lo dejara igual y que no actuara de forma diferente, me dio un beso en la mejilla y luego otro en los labios, casi instintivo.

-YO: toma, regálale esto a tu marido mañana, es un pluma de buena factura, invéntate lo que sea pero logra que la lleve encima – asintió sin entender mucho, estaba algo avergonzada y perdida, pero confiaba en mí.

Nos fuimos a dormir, por ahora no pasaría nada mas, lo hice con los cascos puestos, así que con los primeros ruidos de la mañana, desperté con ellos, Eleonor y su esposo hablaban del espléndido sexo que habían tenido, allí aprovechó para regalarle la pluma, algo que le encantó a su marido, ella se invento un historia bastante creíble de por que le quería tanto y de que esa pluma seria su amuleto, y que no se separara de ella, así al menos una parte de ella le acompañaría siempre. Una vez hecho, el día paso largo, se fueron a comer fuera para celebrar algo, aproveche para comprobar el vídeo y audio del maletín que se llevó consigo, perfecto, yo comí también y volví a mi cueva, por la tarde la verdad es que parecían una familia querida y cordial, pero a la hora de la cena otra discusión, mayor que la noche anterior, llegando a agarrar de malas maneras a Yasmine que gracias a su novio se liberó, siguieron gritándose hasta que Yasmine se fue arriba, pero su padre la siguió, empezando a beber de mas otra vez, tanto la gritó que al final se fueron de casa Yasmine y el novio, llorando y llamándole de todo, eso dejo a Eleonor sola con su maltratador, el cual comenzó a gritarla a ella por no poder hacerlo con la hija, bebiendo e increpando a partes iguales, Eleonor esta vez no se cayó al ser su hija la acusada, elevando el tono también, eso chocó con un macho herido que quiso volver a dominar, de forma grosera y animal se echó encima de Eleonor en el sofá, forzándola a besarlo, Eleonor se resistía pero no poda mas que ceder, yo casi me até mentalmente a la cama para no salir disparado a matarlo, la había bajado las bragas e intentaba follársela sin siquiera bajarse los pantalones, le costó un mundo poder tener una erección por la bebida y por que Eleonor no quería, pero estaba aprisionada, entonces levantó la mano con toda la intención de pegarla, ella reaccionó instintivamente, dejando de forcejear, sintiéndose poderoso gritaba que solo era una zorra mas a la que le gustaba que la pegaran para demostrarle quien mandaba, no podía quitarle razón, eso mismo había usado yo con ella, pero el encuadre era distinto, ella quería ser dominada por mi, ahora estaba siendo violada, bueno, no, forzada a follar o la pegaría, aceptando su destino y sabiendo que yo no podía acudir en su ayuda sin descubrirnos, se colocó y dejó hacer al hombre, que seguía intentando follar sin quitarse la ropa, al final logró penetrar y mal follar, puede que ni 10 minutos, antes de correrse, con gestos torpes y mal llevados, daba azotes en el culo pidiéndola que se moviera, que por que no era la puta de la noche anterior y se la comía un rato, esta se negó increpándole groseramente, pero ahora no hubo amenaza, levantó su mano y la dejó caer sobre la cara de Eleonor, ahora si se quiso quitar de encima a ese hombre gritando pero este solo respondía con continuos amagos de bofetadas, tanto insistió que una la dio de lleno, mientras ella temblaba de miedo, el reía jocoso moviendo su polla flácida como si de verdad la tuviera tiesa, no se a vosotros pero a mi me estaba costando un mundo no salir, ni miraba ya a la pantalla, pero era peor oír a Eleonor suplicar que no la pegara, al otro lado de la puerta y no salir, claro que podría haberlo hecho, pero eso desencadenaría muchas preguntas y lo mas probable que hubiera sido peor para todos a la larga, a eso me aferraba como un clavo ardiendo.

Cuando volví a mirar el marido agarraba del pelo a Eleonor y tiraba de el con violencia, gritándola la zorra que era, muchos términos colombianos que no entendía pero el contexto era claro, la agarró el cuello y la soltó un puñetazo que la dejo medio ida, me arrepentiré toda mi vida de no salir en ese momento y descuartizarlos lentamente, tenia lo que había ido a buscar, nadie que viera esas imágenes podría opinar diferente pero hasta tener el si de los abogados no podía actuar sin generar represalias. El marido siguió jugando ahora con el cuerpo medio inerte de Eleonor hasta que se cansó una hora mas tarde, en la que no dejé de llorar de impotencia, el subió la escalera como pudo totalmente borracho y se quedó dormido en la habitación sin llegar a tumbarse del todo. Salí de inmediato y atendí a Eleonor, hasta que recobró el sentido, echándose a llorar, mas que por lo ocurrido, por verme la cara a mi, no se que pinta tendría pero la mezcla de rabia, odio y vergüenza propia de mi cobardía, me llenaba. Fui a por algo de frío para la hinchazón de la cara, le había dado en el mismo ojo que la ultima vez, que tino tenia el carbón, la dejé mas descansada y serena en el sofá de abajo y volví a mi cueva.

Los siguientes 2 días pasaron igual, Yasmine no regresó y su madre pagaba las consecuencias, fueron los dais mas duros que recordaba, discusiones continuas, golpes, sexo forzado y una violación, clara y contundente, no la voy a relatar, se que por aquí gusta, hasta he leído varias muy excitantes en “no consentido”, pero esta no es de esas violaciones, de esas en que la mujer no quiere, se ve forzada por la fuerza o la situación, pero con el paso de los minutos y la excitación ante lo desconocido, una buena polla, un excelente follador o la necesidad de sexo de ella, disfruta de el polvo, aunque se odie, no amigos, la verdad es mucho mas cruda y brutal que eso. Lo que vi no me excitó, no hubo erotismo ni sensualidad por ningún sitio, era su marido pero no había afecto, amor y complicidad, fueron 90 minutos de una mujer pidiendo clemencia, rota de dolor y humillación, y eso cambió algo dentro de mi ser, algo murió, la decisión de no salir a socorrerla me costó tan poco, que me dolió mas que lo que estaba presenciando.

Ya tenia material de sobra para el maltrato, e igual que me quito el sombrero ante la actitud sobria y serena de Eleonor durante aquello, soportando solo sabiendo que yo estaba con ella, confiando en mi ciegamente, me hierve la sangre de pensar cuanto tiempo podría haber aguantado eso si no llego a intervenir, quizá siempre, esto se puede extrapolar a todas esas mujeres que sufren abusos a diario, peores que estos, y aun así se mantienen calladas. Si odio al maltratador, jamas entenderé a la maltratada sumisa, no hablo de sexo ni de que a un le guste un tío con carácter que la haga sentir segura, o sucia, humillada y le ponga cachonda, hablo de mantener una relación en la que eres un saco de boxeo y poco mas, pero contra toda lógica, lo defiendes.

Dejemos ese tema parte, no es el lugar, llegó la parte del adulterio, al 4º día Madamme me mando un mensaje, les había llamado para concertar una cita, me dio fecha, hora, lugar y acceso, una conferencia de Latinoamérica en un hotel, una de la plantas totalmente reservada para putas, o comúnmente conocida, “zona vip”, a la que tenia acceso, me coló como seguridad de las chicas, había 4 o 5 como yo, no era raro, aunque si el único que no era de Europa del este.

No quiero alardear ni alargar, así que simplemente os diré que salió de cine todo, ni hecho aposta, tan predecible como sencillo, según acabó la conferencia medio salón se subió a las habitaciones y casi como en un supermercado elegían chica y follar a la habitación reservada. El marido había ido solo, tenia preferencia y eligió a la chica que Madamme me mostró en una foto, ya se conocían según noté en su forma de hablar, la chica cogió el maletín y guiñándome un ojo pasaron a la habitación, estaba en el ajo y se iba a ocupar de tener un buen 1º plano. Salí disparado a una habitación reservada a mí, y con el portátil lo vi todo.

La chica no podía ser mas distinta de Eleonor, una rusa de 1,80, rubia platino y exageradamente delgada y sin curvas para mi gusto, aun así tenia su aquel, con 2 bonitos ojos azules y buenas piernas. Casi como de cine, sentó al esposo de cara a la cámara y se arrodilló delante a chuparle la polla con gestos tan hábiles como imperceptibles, lograba que se viera claramente la cara de el bebiendo, su polla y como se la comía, luego le tumbó boca arriba y se metió su miembro medio flácido por el alcohol, estuvo casi 50 minutos follándose una polla floja hasta que le hizo correrse casi por aburrimiento, entonces hábilmente le sacó unas cuantas frases, “eres mejor cada día” “la ultima vez lo hiciste mas largo” ”con esta van 4 veces que lo hacemos” “eres la mas guapa de las 3 que me he tirado el ultimo año”, todas admitiendo mas infidelidades y con mas chicas. La sesión de sexo no duró mas, la chica se vistió preparándose para irse, no comprendía, ni lo hago ahora, como ese capullo podía ponerle los cuernos a la pedazo de diosa latina que tenia en casa, por mal follar 1 hora con un puta sin moverse, sabiendo como follaba Eleonor, es mas sangrante aun.

De vez en cuando dios, el universo o como querías llamarlo nos da un premio, merecido o no, nos da la oportunidad de reivindicarnos o nos da justo lo que necesitamos o queremos, esta fue una de esas veces, cuando la chica salía el se puso en pie y se fue a por ella como un poseso, con la mirada de atacar a Eleonor, usando las mis mismas armas y palabras, de nuevo impotente ante aquello viendo como la chica pasaba de quitárselo con clase a pedir ayuda, hasta que me di cuenta de que podía entrar a partirle al boca, era el gorila que vigila a las chicas ¡¡¡estaba para eso!!!. Me levanté como el diablo y corrí hasta abrir al puerta de golpe pillando a la chica suplicando ayuda ante aquel capullo que la estaba azotando, quizá un gorila normal lo hubiera hecho de otra manera, pero preocupándome de tirar el maletín al suelo para que no se me viera, los separé y con toda mi rabia contenida de varios días cerré el puño y lo estampé en su cara, sujetándole de la pechera, dejándole tonto, el 2º le dejo inconsciente, el 3º provocó que la chica me parara el brazo por miedo a que el 4º lo matara, le había abierto una brecha en la ceja, le partí el labio y le estalle 3 dientes, le rematé dándole una patada en los huevos que lo despertó, para luego hundir mi puño en la boca de su estomago, dejando que cayera al suelo sin aire, dándole el cambiazo de la pluma.

Toda mi educación y adiestramiento en arte marciales de crío, me habían enseñado a no empezar peleas, a no cebarme y a ser honorable con el rival, pero fallé, estrepitosamente, durante esos poco mas de 30 segundos no hubo nada de aquello, solo hubo castigo, dejo en manos de ustedes si hice bien o no, lo que se es que sentí como una losa enorme caía por mi pecho dejando de asfixiarme, una sensación que me acompañó esos días y que en ese momento se desvaneció.

Volví a su casa y recogí todo, tenia mas que suficiente y su esposo saldría de viaje en un par de días, que paso en el hospital, cuando se marchó, magullado con la cara hinchada y morada, con la boca mellada y heridas mal curadas, llevé todo a los abogados, me dijeron que me llamarían en unos días, les di lo principal, cortando horas de vacío o escenas innecesarias, como a Yasmine follando con el novio o a mi correteando por la casa o la paliza, Teo ayudó, era muy bueno con los PC.

Madamme me mandó un par de mensajes diciéndome que ya se ocuparía ella de que a su agencia no le afectara y de que a mi tampoco, por la paliza, por la cual me felicitó, no era la 1º vez que se ponía tonto con las chicas, pero si la ultima.

Lo mejor fue que se llevó el maletín tal que estaba, y si bien tenia un numero de horas de gravado seguido limitadas, cuando se llenaba, me mandaban un mensaje el portátil, yo las veía y si no había nada reiniciaba de nuevo, a las 4º o 5º vezes empezaron a aparecer putas, alcohol y drogas duras, algunas reuniones de alto copete con mandatarios de la zona de centro América, no todas muy licitas , todo copiado y pegado, enviado a los abogados, que a la semana me llamaron frotándose las manos, tenían todo lo necesario, maltratos, abusos, evidencia de infidelidades y delitos varios, incluyendo una sorpresa final, siendo consumidor de drogas duras, llevaba cierta cantidad siempre encima, y eso cambiando de país con la valija diplomática, le podían meter un puro por contrabando de drogas, se pasaron otras 2 semanas preparando el caso, no ya de divorcio, el cual hasta contrataron mas personal especializado como recompensa y agradecimiento, es que tenían material para hundirlo en la miseria de por vida si le llevaban a juicio y se sabia todo aquello.

Pero como es la justicia, mucha de esa información, no referente a Eleonor, acabó en manos de la competencia, que le chantajeó y manipuló desde ese día en adelante como le dio la gana, le daba pánico acabar en una cárcel de algún país del 3º mundo como escarmiento. Así que no se llegó a saber nada de eso, ni hubo juicio ni denuncias, en parte me parecía horrible, pero la verdad, si le arruinaba la vida la competencia, no quedaría nada para Eleonor, así que cuando todo estaba por estallar, le plantó la demanda de divorcio, sonó bastante en medios latinos, con los videos y grabaciones el juicio duro 3 días, aun sin ser consentidas por el, al ser ella consciente, se aceptaron como pruebas.

(Algo que nunca entendí de los juicios, si te gravan matado a alguien, ¿no es una prueba valida por que no sabes que te están grabando?, ”liberemos a ese asesino, pobrecillo, no sabia que había una cámara”…………….justicia. )

Resumiendo, para cuando volvieron Ana y Lara de Granada, regalándome un desahogo descomunal de 1 día entero sin salir de la habitación con ellas 2, después de 1 mes y medio sin follar dejando a Ana otro día completo sin poder moverse y a Lara 1 semana ida, Eleonor era la dueña de todo el patrimonio y dinero de su marido, nunca llegué a saber cuanto exactamente, no me importaba, algunos medios decían que cerca de 200 millones, otros que solo 50, algún medio le sumó le dinero negro escondido en suiza o en paraísos fiscales, algunas ciertas y otras falsas, y la cifra llegaba a los 900 millones. Eso solo en dinero, la “pobre” hombre le dieron una paga mínima al mes, lo que entendían ellos, casi 4.000€ al mes, un sueldazo vamos, pero acostumbrado a su mega vida, una miseria, se llegó a pedir cárcel de mas de 6 años por abusos y lesiones, evitó la cárcel por que cedió todo su patrimonio y bienes a Eleonor. El padre de Teo se esmeró, representándonos pero dejando al mando a una abogada despiadada de divorcios, en dejarle en la absoluta ruina, en quitárselo todo, casi hasta parecía disfrutar humillándolo, a esa abogada le gustaba su trabajo.Al final le quedó al esposo una de las casas que tenían en España, en el norte, creo que en Asturias, lo suficientemente lejos como para obedecer la orden de alejamiento de 10 kilómetros, y otra de las casa en Colombia, donde creo que se fue a vivir, el resto fue a parar a Eleonor.

A saber:

3 casas en Madrid

10 en España.

6 repartidas por todo el mundo, la mayoría en Sudamérica, pero 1 en NY y una mas en Japón.

8 coches de alta gama, 1 yate, una lancha motora, un pequeño avión, y ya por meterlo en medios de locomoción, un par de caballos pura sangre.

Obras de arte por valor de millones, y hasta vendió los derechos de su historia a un canal Colombiano que hizo una película y una telenovela, mas una serie de entrevistas y reportajes a prensa rosa latina.

Literalmente estaba podrida de dinero y lujo, pero todo era secundario, aunque parezca tonto, lo mejor fue volver a ver sonreír de forma sincera a Eleonor, cuando pasó un poco todo el boom, volvimos Ana y yo a su casa, nos recibió Yasmine que se me tiró al cuello abrazándome hasta casi ahogarme, llorando a moco tendido dándome las gracias por todo y dándome una bofetada suave por no decirla nada, sabiendo que iban mal en casa ella no sabia hasta que punto la maltrataba hasta ver los videos del juicio, Yasmine casi odiaba a su madre por aguantar a ese hombre sin saber por que, pero viendo como mientras la forzaba, la sometía amenazando con dejar a su hija en la calle, comprendió su error y volvieron a ser uña y carne. Eleonor le había contado lo que sabia de mi actuación, que no era ni la mitad de lo que paso, las dejé solo los detalles bonitos de la trama, ocultando mi trampa con Madamme, por ejemplo. Detrás de Yasmine su novio agradecido aunque mas comedido y al entrar Eleonor se alejó de un par de abogados que reconocí del juicio, se plantó en mitad del salón con los brazos abiertos y los ojos humedecidos, acudí a su petición encantando rodeando su cuerpo con mis brazos, algo apabullado por su actitud, y unos aplausos fríos de los abogados que me ofrecieron suculentas ofertas para trabajar para ellos como detective, “Lo que has hecho por esta mujer no tiene palabras”, repetían como un slogan barato. Aun así la di un fuerte abrazo rodeando su trasero, la levanté del aire dando una media vuelta con ella sonriendo, para evitar mas lagrimas, ya no merecían la pena, ni aunque fueran de jubilo.

-ELEONOR: eres un ángel, me has salvado la vida y la de mi hija.- la bajé al suelo con suavidad.

-YO: solo he ayudado. – ahora se dirigió a Ana, que permanecía en silencio con su eterna sonrisa, agarrándola de la mano.

-ELEONOR: no sabes la suerte de hombre que tienes, ojalá os vaya todo bien siempre.

-ANA: se perfectamente la suerte que tengo.- sonrío torciendo el gesto, de forma dulce, al mirarme.

-ELEONOR: por favor, pasada y sensatos, estamos con los abogados terminando de aclarar las cosas, es un lío del carajo.

Nos pasamos un par de horas por allí, charlando, hablando y distrayéndolas un poco, Yasmine y Ana hicieron buenas migas subiendo a las habitaciones o saliendo a la terraza a tomar el sol, Ana estaba negra, si de por si, su tono de piel era moreno, y en la piscina en verano se había tostado mas, en Granada se acentuó, el contraste con sus ropas de colores vivos y chillones la hacían hasta………..feo. Mientras Eleonor y yo charlábamos con los abogados de temas ya algo mas distendidos, por lo visto el proceso, aunque rápido en las decisiones, aun llevaría su tiempo, unos 6 o 7 meses hasta tener todo bien resuelto, en los cuales, Eleonor debería vivir en esa casa hasta tener el control de todo el patrimonio.

Ya charlando todos juntos en el salón.

-ELONOR: la verdad, no babes cuanto le aprecio, nos has sacado de un agujero, no se como pagárselo.

-YO: no hace falta, solo hice lo correcto, solo espero que ahora que no tienes a su marido encima, puedas echarnos una mano con el tema de ayudarnos a vivir juntos.- pese a que mi motivación inicial era ayudar, tampoco quería perder la oportunidad de lograr mi objetivo de estar con Ana en una casa sin peligro de romper parejas. No ambicionaba más.

-YASMINE: no sea bobo, puede pedir lo que quiera, ahora somos millonarias jajajaja.- que pronto se arrepentiría de esas palabras.

-YO: muchas gracias, pero solo con un poco de ayuda para encontrar piso nos vale.

-ANA: hombre, tampoco vamos a conformarnos, has hecho mucho por ellas.- me miró teniendo algo en la cabeza, la lejanía de ese tiempo separados no cortó el vinculo mental que nos unía, mirándola a sus grises y verdes ojos intuí que tramaba algo.

-ELEONOR: claro que si, no se ponga tímido ahora después de todo jajajaja, pidan.- los abogados la miraban con risa estudiada pero sus ojos echaban fuego temiéndose lo peor.

-YO: en serio no hace falta…..- Ana saltó y me cortó.

-ANA: quiero una de tus casas.- la miré horrorizado por su atrevimiento.

-ELEONOR: hecho, ¿cual?- miré a Eleonor sorprendido de la facilidad con la que aceptó, a ciegas.

-YASMINE: ¡¡¿mama?!!

-YO: no, esperad….- volvió a cortarme Ana apretándome el brazo queriendo que la dejara hablar.

-ANA: no lo se, solo conozco esta.- su desvergüenza iba a mas.

-YO: calla por dios- la agarré la mano con fuerza, volviendo la cabeza al resto – que no hace falta, esto es una locura…..- ahora me interrumpió Eleonor.

-ELEONOR: pues es vuestra, si Raúl la quiere.- Ana casi da un brincó, a la vez que Yasmine, pero por motivos diametralmente opuestos.

-YO: no.

-ELONOR: si.

-YASMINE: que no.

-ANA: ¿por que?

-ELEONOR: que si.- esto empezaba a marearme, una sonrisa tonta se me escapaba, por la situación de teatro cómico, casi dirigido por guión, y por la fugaz idea de quedarme con esa casa.

No voy a ir de buenazo tontorrón, no lo era, y la idea de pedirle algo así, se me había pasado por la cabeza, joder eran estrepitosamente ricas, un diablillo en mi interior quería pedir sin descanso, sabiendo que Eleonor, quizá, no se negaría a nada, por descabellado que fuera, y por lo tanto, un solo piso no seria problema. Uno de los abogados interrumpió el carrusel de afirmaciones y negaciones.

-ABOGADO1: no puedes.

-ELEONOR: ¿por que no?, ahora es mi dinero y mis propiedades, puedo hacer con ellas lo que quiera.

-ABOGADA1: en realidad, aun no es nada suyo, pese a que su marido renunciara a todo, las propiedades son del estado hasta que se tramiten todos los traspasos y el papeleo, por ahora, como vivíais aquí, solicitamos que este piso fuera “alquilado” por vosotras, para residir durante ese proceso.

-ABOGADO1: por lo tanto, aunque quieras, no puedes alquilar o vender el piso.

-ELOENOR: no voy a hacer ninguna de esas cosas, se lo voy a regalar.

-YO: por dios, pensa lo que dices es demasiado.- quería ser correcto, pero la idea me estaba empezando a gustar.

-YASMINE: si, ya pensaremos otra cosa.

-ELONOR: ¡¡ se acabó!! – soltó con voz autoritaria poniéndose de pie- he estado soportando casi 20 años a ese carbón y en los últimos 9 meses me ha follado, forzado, pegado y violado cuanto le ha dado la gana, amenazando a mi hija y llegando a hacerme plantearme el suicidio, solo lo evitó pensar en dejar sola a mi hija con ese mal nacido…… este chico…….- me señaló con mirada firme- ….este hombre, me ha dado todo, y no hablo de burdo dinero o propiedades superfluas, me ha devuelto las ganas de vivir, de seguir soñando y la esperanza de un futuro mejor para mi y mi familia, aquí y ahora decido yo, se acabó ser la tonta y guapa que solo obedece, ahora mandamos nosotras, hija mía, y si lo 1º que hago, no es agradecérselo como es debido a quien nos ha concedido eso, ¿para que quiero esta libertad? Déjenme ser feliz, déjenme hacerlos felices.

(El discurso esta mejor hilado y mas compacto de lo que ella dijo, y aun así no lograré alcanzar el nivel de emotividad y sinceridad que ella alcanzó).

Se hizo un silencio definitivo en la sala, no había reproche alguno ni argumento posible para ninguno, ni siquiera yo encontré palabras, aunque fuera excesivo, quien era yo para negarla su deseo.

-ELEONOR: ¿que puedo hacer? – mirando a los abogados con ojos altivos y resolutiva.

-ABOGADO1: tienes que vivir en esta casa hasta que se solucione todo, una vez que lo este, puedes hacer con las propiedades lo que quieras.

-ELONOR: pues id preparando todo para que cuando sea así, la casa pase a nombre de Raúl, ¿oyeron?- asintieron los abogados apuntándoselo bien claro.- por descontado puedo invitar a mi casa durante ese tiempo a quien yo quiera, ¿no?

-ABOGADA1: claro, eso no tiene nada que ver.- Eleonor se giró a nosotros, como una modelo de concurso de TV, se cuadró en mitad del salón extendiendo uno de su brazos mientras el otro se apoyaba en su cadera.

-ELEONOR: bien, pues bienvenidos a su casa, si Raúl quiere, solo el puede decidir, tampoco les voy a obligar.

Ana casi atraviesa el techo del saltó de alegría, conteniéndose al momento al verme sentado, mirando fijamente a Eleonor, con una sonrisa de……no se muy bien que, que no se me quitaba.

-YO: no esta bien.- chorrada que me salió sin sentido ni concordancia, no sabia que hacer.

-ELEONOR: no estaba bien que mi marido me pegara y solo tú lograste hacer que lo viera, déjame devolver el favor.

-ANA: vamos amor, piénsalo, es la solución a todo, seguiremos viviendo juntos en una casa, incluso mejor, no molestaremos a nadie de tus amigos y viviríamos muy cerca de ellos, de la Universidad y de tu trabajo.

-YO: pero están Elonor, y Yasmine con su pareja.

-NOVIODE YASMINE: bueno, en realidad……- Yasmine lo mató con la mirada, que no tuviera argumentos en contra no significaba que le gustara la idea, el era un chico callado pero buena gente.

-ELEONOR: es cierto, han planeado un año sabático de viajes por todo el mundo, no pasaran por aquí mucho.

-YO: pero estas tu, no quiero molestarte.- Yasmine y Eleonor me miraron con la misma cara desganada con que lo hizo Ana, las 3 conocían de mi pasado sexual con ellas, y que lo que acaba de decir era un jilipollez, si hasta era probable que Eleonor quisiera volver a mi cama. Agachando la cabeza sin más salida, Ana se arrodilló delante de mi, acariciando mi cabello.

-ANA: amor, no quiero empujarte en una dirección que no quieres, pero estamos aquí, y ahora, por que tu has decidido que no puedes mantenerte en esa casa, por Teo y Alicia.

-YO: pero esto no es real, estas cosas no le pasan a la gente, son sueños, aspiraciones inalcanzables, nunca me planteé esto, siempre supuse que trabajaría toda mi vida para mal vivir.

-ANA: todavía puede pasar eso, no te preocupes- levanté la cabeza sonriente ante su genuina sinceridad catastrofista.- pero buscábamos una salida, la que fuera y se nos ha presentado esta gran oportunidad, tu decides.

No había mas que decir, todo mi ser quiera y desea saltar gritando que si, pero una barrera moral que no entendía me lo impedía, me la jugué, miré a Yasmine que me observaba ansiosa, nos entendimos rápidamente, la pregunté con los ojos, era la mas reacia, había sido su casa mucho tiempo, me escudriñaba con la mirada, con cara de enfado y cruzada de brazos, moviendo una pierna de forma nerviosa y moviendo la lengua dentro de su boca de forma pensativa.

-YASMINE: esta bien, toda tuya, a ver si así olvido lo que hizo el cerdo de mi padre aquí.- levantó los brazos con algo mas de animo dándome su consentimiento con un abrazo, me levanté y la rodeé con los brazos dándola un suave beso en la mejilla, mientras Ana aplaudía ligeramente con las palmas de las manos pegadas a sus labios, mientras reía nerviosa dando pequeños botes de emoción.

-YO: pues ya esta, joder, ahora otra mudanza……. ¿y como se lo explico a mis padres?

CONTINUARA…………
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Relato erótico: “Mi mejor sueño” (PUBLICADO POR PEDRO)

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portada narco2Mi mejor sueño (tres tías para mí, por unos días)

 

IMG_0244Quien me diría que al ser mi segundo año de trabajo en la empresa me tocaría marchar al caribe, claro que primero llegamos a la Florida, abordamos un Yate propiedad de uno de los dueños de la empresa, nos ofrecía una fiesta para los ejecutivos, nunca paso por mi cabeza lo que me pasaría en ese maravilloso viaje de fin de año,  claro que alejarse del  frio clima de España de fin de año,  es un premio, regresar hasta la primavera sonaba  mejor , todo me paso por tratar de sacar a unas tías, que no sé cómo caen al mar

  • Vamos tíos colaboren

  • que te pasa,  es que quieres follar

  • No, que esas se ve que se ahogan

  • Claro tío, pero de borrachas

Todos rieron, claro que había tomado algunas cubatas, wiskis pero no estaba tan ebrio

  • Tío vete con ella

Había abierto la puerta de abordaje trataba de lanzar un salvavidas con una cuerda, los que hasta esa noche eran mis colegas del trabajo,  me empujaron, me pareció un sueño,  lo digo porque en un instante me pareció, era a un de día, había luz,  al caer al mar salir era de noche, no vi hacia donde estaba el Yate, no recuerdo como llegue a la playa, lo que vi fue que estaba tirado en la arena vi a otras dos personas, rápido me levante,  fui a dar respiración, pase de una a otra, hasta que ambas escupieron el agua que tragaron, las deje a la sombra de las palmeras, no me había fijado que era mi exnovia Marta, la otra era mi ex folla amiga Laura, malditas mujeres las dos, me espantaban las tías, desde que termine con Marta, siempre me corría mis mujeres antes de poder tener algo de conversación, sin contar que mi folla amiga me mando al cuerno cuando se enteró que Marta era mi novia y nunca se lo dije

  • Mira quien está aquí Marta

  • Claro tu ex folla amigo Laura, solo te quería para…

  • Cierra tu boca o quieres que te dé más…

  • Fue por tu culpa que caímos del Yate  

  • Carlitos amor, donde estamos

  • No tengo la más mínima idea

Mi nombre es Carlos, vivo en Madrid, en una urbanización de chalet clase media, compre a una señora como de sesenta y pico de años un paquete según me dijo, un piso en un barrio en Madrid, un coche alemán del año anterior, lo mejor fue el chalet, en una urbanización clase media, quien te dice que sufrirás un accidente como el que sufrí, esos que eran mis colegas buena broma me jugaron, creo que esas bebidas tenían algo, nos dio del más barato

  • Carlos tienes idea de lo que vamos hacer

  • Mira tío una caja se acerca

Corrí a tratar de sacarla, logre traerla a la orilla la abro, tenemos suerte era comida, claro sin preparar, busque madera para hacer una fogata, comimos, después busque un lugar donde dormir,  a unos metros de la playa, encontré una construcción de madera, ramas,  era mejor que al aire libre, limpio el lugar seguro pronto oscurece,  tiene un espacio para cocinar, encuentro unas lámparas algo de combustible como para una lancha, regreso donde estábamos, las dos están recargadas en una palmera creo que duermen cargo con la caja, la llevo a mi muevo hogar, marche a buscar leña para cocinar, antes de que oscureciera fui a bañarme hace bastante calor, regrese fue cuando me dijo Marta

  • Carlos amor es hora de cenar,  donde dormiremos

  • No sé ustedes, tengo resuelto ese problema

  • indica me donde esta nuestra cama

  • tía no pensaras echarte a sus brazos

  • claro tía para eso es un hombre, me satisfaga mis necesidades

  • veremos a quien mete a su cama

Comenzaron a pelear, marche a mi hogar rápido, me siguieron estaba oscureciendo, prendí las linternas, también la fogata, cenamos, les digo

  • mañana deben preparar el desayuno, alguna de las dos

  • amor desde mañana, ella que da a nuestro servicio

  • dijo las dos preparemos el desayuno, ni que estuviera a tu servicio

  • la paga será, darte un techo donde dormir,  también comida, a cambio preparas…

  • Carlos nunca seré su sirvienta

  • Salgan a pelear fuera quiero dormir

  • Yo dormiré junto a ti verdad amor

  • Estas loca, seré yo quien duerma con el

Me dormí,  en la mañana marche a orinar, me fije que había arboles de naranja, limones, plátano, papaya otros, fue cuando regrese no las encontré, prendí la lumbre, tengo unas  cerrillas, claro secas, en eso volteo

  • Déjame Carlos preparo el almuerzo

  • Déjame a mi amor lo hago mejor

Busco alguna herramienta por el lugar, encuentro trastes, platos, cucharas, vasos, tasas un machete, lo mejor un rifle, salgo a cortar fruta espero estas tías no terminen matándome con lo que cocinen, al regresas tienen algo de comida

  • Espero te guste 

  • Mi comida es mejor

  • pelo esta fruta, comemos lo que prepararon

Termino con la fruta, la sirvo, comemos. No es lo mejor pero bueno prepararon algo con hambre creo que lo soporto, al terminar marcho a buscar agua para tomar no creo encontrar vino, no sé qué pretendan pero solo andan en ropa interior, marcho a ver el mar, ellas preparen la comida, al regresar esta lista creo que van mejorando, todo está más calmado, después de cenar vamos a dormir en la mañana marcho a orinar al regresar me ven mucho

  • Que pasa

  • No te molesta traer eso

  • te refieres al machete

  •  Si aquí a si lo nombras, pues si

  • No tonto la pinga, desde que llegamos la tienes así de alegre, no te molesta

  • Son cosas privadas

  • Seguro no follas desde que …

  • Eso que, pero si folle esto se me pasa, solo es por la mañana

  • Anoche te vi con eso muy duro

  • Se hace pajas pensando nos folla

  • Que no, esto se pasa

las escucho reír, comemos espero se marchen,  la plática no disminuye la erección,  menos viendo como visten, solo con un tanga y su sostén que casi no cubre nada, salgo corriendo a la playa, me vienen siguiendo en eso me dice

  • Carlos mira una caja

  • Trae una tía junto a ella

IMG_0151Nado para sacarla, traerla a la orilla, rápido le hago respiración de boca a boca logro que escupa el agua, en eso delira dice

  • Comida tengo hambre

Se desmaya, la llevo a la choza, la dejo en la cama,  espero despierte, le ofrezco comida, la dejo descansar, comió algo, cenamos, le ofrezco algo, creo que está muy débil, podría morir, dormimos suerte hice la cama, como para cinco personas, dormimos en la mañana tengo que orinar, cuando regreso, Marta y Laura no usan su sostén,  dejaron a esta tía igual,

  • Un violador

  • Donde

  • Ahí

Eso me asusta un poco, corro a donde está, le digo

  • Te sacamos del mar como al medio día

  • Quien me quito la ropa

  • Nosotras, es incómodo dormir con sostén

  • Bueno prendo el fuego, para preparar la comida

  • Carlos eso no te baja

  •  Que cosa

  • Sabes que estamos dispuestas para hacer que baje

  • Tengo hambre,  que tal si preparan algo de comer

  • Claro que comemos,  pero primero nos follas a la tres

  • Claro  falta mucho para las tr…

Marta y Laura me agarran cada una de un brazo y una pierna, no sé cómo, me llevan a la cama improvisada donde está la tía que rescate,  se sube encima de mí

  • Lo siento, mi nombre es Daniella, pero si no escapa

  • Hace días querías escapar

  • Dejadme, no aguanto follar con las tres

  • Sabemos de buena fuente que puedes con las tres

  • Está bien, no quiero que digan, si salimos de la isla que me violaron

  • Lo siento pero seré la primera

Me besa Daniella, suerte me sueltan, puedo acariciar las tetas, me enloquece como se mueven, comienza a cabalgarme sin ningún pudor, grita

  • Hace más de un mes el pendejo que se decía mi novio, no me follaba, esto si es lo que necesito

Ella cabalga como una verdadera amazona, es algo que no sé cómo logra, pero tiene su primer orgasmo, cambiamos de posición, ahora ella abajo me muevo lentamente, adelante a tras ella dice

  • Vamos quiero sentirte más, esto no me satisface, quiero que me dejes como una muñeca rota

Obedezco, me muevo más rápido, por suerte logro controlarme o hubiera sido el fin, tiene su segundo gozo, espero a calmarme o me corro sin remedio

  • Eso me gusto, nadie me hizo tener dos orgasmos sin vaciarse, vamos quiero que como premio, te sienta bien adentro, me des todo ese semen, quiero sentirlo

  • Si eso quieres

Cambiamos, la penetro desde atrás a lo perrito, me sujeto de sus caderas, avanzo sobre su espalda, logro atrapar sus tetas, las palpo, acaricio, sobo,  hago algo como, si mis manos fueran dos bocas tratando de sacar el lácteo que no tienen

  • Eso no me basta dame más rápido, muerde mi cuello como lo hacen los perros, me siento en celo, quiero, no,  exijo me des todo, quiero quedar como muñeca rota

No puedo hacer oídos sordos, ella sigue exigiendo busca la penetración total, lo hago la cabalgo como ella pide no sé cuánto duro, pero me corrí como  nunca creí hacerlo, caigo encima de ella

  • Eres un animal, quítate de encima de Daniella, la aplastas

  • Bueno Marta mi turno

  • Estas loca es mi turno

  • Está bien aprovecho me folle por esta única vez al final

  • Dejadme descansar un rato prometo cumplo a las dos

  • De eso nada tienes para Las dos o más tías, mira tu amigo dice querer  batalla

Me pone boca arriba ella me chupa la polla, le da besitos, como dijo se pone muy erecta

  • Te dije que Carlitos quiere jugar conmigo

  • Solo no lo acabes demasiado

  • Esto con un  buen tratamiento nos deja idas

Las escucho reír, sube encima de mí se restriega con mi polla, creo que la está lubricando la siento mojada, creo que no lo necesita, entra lentamente sin problemas como cuchillo caliente en mantequilla, comienza a subir, bajar, lento primero, aumenta un poco, cada que sube, hasta hacer un trote, me cabalga como si fuera desbocado el caballo, el cual monta,  logro sujetar sus caderas o nos las tima a los dos, es tarde, ella tiene su gozo, cae sobre mí

  • Bueno mi turno

  • No, esto solo empezó, tengo que correrme mínimo tres veces como Daniella

  • Está bien, no creo que puedas

  • Como que soy su novia y le daré los hijos que queramos

  • Adelante, queda como la muñeca rota, que eres…

  • Soy una mujer completa, te lo mostrare

  • Sí, pero yo no soy un semental

  • Tu no hables, que tienes para dar y repartir, lo sé demasiado  bien

Si no muero en esta isla de hambre o sed, estas tías se encargan de matarme a polvos

  • Vamos cambiemos, tu arriba, dame como la primera vez, por lo que más quieras no te corras, quiero tres orgasmos …

Gruñe cuando la meto de golpe, casi enseguida mueve las caderas, pidiendo le penetre constantemente más rápido

  • Más, quiero toda adentro, hasta sentir como topa con la pared vaginal

Esto casi empezó hago lo que quiere, hasta que ella tiene su gozo,

  • Así me gusta ahora dame de a perrito cúbreme como mi macho que eres, quiero sentir que eres mío

Me coloco atrás de ella, la penetro con violencia no creo aguantar mucho, la penetro con cuidado era como le gustaba

Continua…

  • : trabajo de ejecutivo en este fin de año nos mandan a la florida un viaje a los ejecutivos de la empresa, claro los eligieron, que mejor premio que el calor del caribe al frio de Madrid en fin de año, lo mejor regresaríamos hasta la primavera bueno un poco antes, fue salir del puerto cuando no se cuanto avanzo el yate vi dos tías en el mar aviso a los colegas ellos me tiran por la borda en un abrir y cerrar de ojos se oscureció, lo peor que no vea mas el yate una ola me arrastro, hasta una playa, cuando desperté, dos tías estaban tiradas en la arena, me puse a dar lo primeros auxilios respiración de boca a boca hasta que las dos escupieron el agua que tragaron las llevo a la sombra de una palmera, vi que era mi exnovia y mi ex folla amiga, me suceden cosas con ellas, hasta que una tía llega a la isla desatando la lujuria y claro el mejor sexo que nunca tuve lo reconozco follar con tres tías es toda una pasada, no solo eso me sucede
 

Relato erótico: “Descubriendo el sexo 4a PARTE” (POR ADRIANAV)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Los pensamientos y confesiones de Rosa:

Sin títuloMirando dormir a Andreíta después que mi marido Arturo se había ido al plantío, me sorprendi pensando en que realmente era una belleza. La única de la villa en plena transición de niña a mujer.

Con mi marido no habían secretos en la vida de cama y hace tiempo que habíamos hablado de lo atractiva que se estaba poniendo y el deseo que estaba despertando en los hombres incluyendolo a él:

Rosa, tienes que enseñarle a como enfrentarse a los hombres del caserío, porque ya sabes que su madre no es muy comunicativa con ella.

Si. Voy a tener que hacer el papel de mamá si encuentro alguna ocasión -le dije esa vez y luego había pasado el tiempo y nunca lo hice. Sus padres todavía no llegaban de la capital donde esperaban por una visa para viajar al norte.

Con Arturo nos habíamos conocido en la ciudad. Al juntarnos nuestra vida sexual tuvo una explosión de sensualidad muy especial. Y lo más caliente en cuanto a ello, es que como pareja nunca nos ocultamos los deseos aunque fuera por personas extra-matrimoniales. En pleno acto nos decíamos las verdades y exteriorizábamos nuestras fantasías. Hubo un momento en que hablamos de compartir el sexo con alguien mas hasta que un amigo suyo vino a la casa y lo hicimos. Fue uno de los momentos más excitantes que afianzó nuestra confianza. Fue la primera vez que sentí dos hombres dentro de mi cuerpo. Con el tiempo comencé a cojer con su amigo a solas en su casa cada vez que voy a la ciudad a hacer las compras y luego Arturo me pide que le cuente con lujo de detalles lo que hicimos, mientras me hace el amor. Todas estas cosas mantienen nuestra vida matrimonial de una forma muy excitante, y por todas estas razones no me sorprendió cuando me contó que Andreíta lo había calentado hasta el punto cojersela mientras yo dormía y luego en el plantío cuando la penetró totalmente quitándole la virginidad. Y le pedí que me cojiera mientras me contaba con lujo de detalles cómo fue que se lo hizo. En eso estaba cuando entró Andreita al cuarto anoche y nos encontró en pleno acto. Todo nos me arrastró a un estado de calentura tan alto que creo que anoche fue el detonador de hacerlo con ella, con alguien de mi sexo por primera vez.

Y también fue la primera vez que la miré con más atención. Sus ojos se veían como dos grandes perlas brillantes y vivaces, que se complementaban con un par de labios un tanto abultados y siempre semi abiertos que comunicaban un deseo carnal provocado por la revolución hormonal propio de su edad. Pero no era solamente su carita rodeada de un cabello lacio y casi negro azabache, sino que también me provocaba esa piel joven que al tocarla parecía seda. Tiene unas hermosas y bien paraditas tetitas coronadas por pezones largos rodeados de una aureloa ancha y siempre listos para ser besados. Un trasero insoportablemente redondo y llamativo y un par de piernas muy bien torneadas y fuertes que al abrirse ofrecen esa vulva apenas belluda que despide un intenso aroma como un llamador, como para ser besada, ultrajada por alguien que le quitara esa furia sexual que despide. Esta muy bien formada físicamente, es muy atractiva, jovial e inconcientemente juguetona con sus atribuciones.

Es muy fácil darse cuenta porqué ha pasado a ser la más deseada del caserío. Es muy fácil de darse cuenta de porqué había llevado a Arturo a la locura de querer cojérsela como lo había hecho. Ese deseo sexual que hay en ella, apenas es el comienzo de lo que sera una vida llena de sensualidad. Ella misma se dio cuenta y prestó más atención a lo llamativa que es desde que le dije como la miraban los hombres de los alrededores. Y por eso la aconsejé. Pero había mucho más por enseñarle y Arturo me lo había pedido antes de irse hoy a trabajar.

Los pensamientos de Andrea:

La entrada de la luz por la ventana iluminaba el cuarto. La sábana todavía tapaba mi cuerpo y sentí movimiento al lado de la cama. Giré despacio. Arturo ya se había ido y Rosa parada se hacía un moño en su castaño y lacio pelo.

La observo mas detenidamente. Su cuello es largo y sus hombros derechos y rellenitos. Sus pechos estan bien firmes. Después de la curva provocada por el mismo peso de los senos, vuelven a levantarse para terminar en pezones gruesos y firmes que apuntan hacia el frente. También me percaté de porqué se le notaba tan bien el trasero. Es la cintura. La tiene bien fina y eso exagera el nacimiento de sus caderas. Luego las piernas comienzan un poco gruesas y se afinan bastante hasta llegar a los tobillos. La altura la ayuda mucho, porque en las mujeres bajitas todas esas curvas se exageran demasiado y las hace ver más gruesas.

En realidad Rosa es una mujer atractiva.

– Hola bella durmiente!

Con ese saludo me sacó de los pensamientos.

– Buen día Rosa.

– Has dormido bien profundo Andreita. Es casi mediodía.

– ¿Si? No me di cuenta…

– Es que estabas bien agotada…

Se hizo un silencio y como yo no sabía qué decir, ella siguió:

– ¿Te puedo preguntar algo muy personal?

– Si… -dije timidamente porque no sabía si iba a tocar el tema de anoche.

Otra pausa, como dudando si me preguntaba o no.

– ¿Estas contenta con lo que pasó anoche?

Bajando la cabeza porque me daba un poco de verguenza, balbucé:

– Y… si…

– ¿De verdad? ¿Te gustó?

– Si, de verdad.

– Mira Andreita, tengo que hablarte de algo. Yo nunca había pensado en algo asi. Ni siquiera lo imaginaba.Todo pasó accidentalmente, sin planearlo. Yo jamás había tocado a una mujer y menos besar a alguien de mi sexo -hizo una pausa como dudando lo que iba a preguntar- ¿Y tu?

– …nnno nunca!

– Pero te confieso que no me desagradó -y otra vez como tímidamente hizo otra pregunta -¿A ti?

– A mi también me gustó -me estaba poniendo nerviosa porque no me animaba a confesar como me sentía verdaderamente.

En realidad es que también lo había disfrutado mucho. Me había sorprendido porque jamás había pensado que podía existir una relación sexual entre mujeres. Ni siquiera había escuchado comentar algo asi. Mi visión, de acuerdo a lo poco que sabía del sexo y las relaciones era la simple: la de una mujer con un hombre y nada más. Y sacándome de mis pensamientos por segunda vez Rosa me dice:

-Solo te pido que nadie debe de saberlo. Es algo que tenemos que guardarlo entre los tres.

-Lo sé

-¿Y hacerlo con Arturo como te está gustando?

La miré con una sonrisa nerviosa.

-Dímelo. No sientas verguenza. A mi no me hace sentir mal, al contrario, me gustó verlos cuando te lo hacía. Me encantó verlos cuando se besaban con ganas restregandose desnudos a mi lado. Me dieron mucho deseo. Vamos, dime: Te gustó?

– Si, me gustó -y me sonreí.

– ¡Ay mi chiquita! Él sabe cómo hacerte sentir deliciosa… Es un calentón, pero muy bueno como hombre y sobre todo que suda sensualidad en todo lo que hace. Es una de las cualidades que me enloquecen de mi marido. Le gusta hacerme sentir en la gloria, deseada. Y siempre que puede, trae propuestas nuevas. Hasta ahora todas sus propuestas sexuales me han gustado. Y ésta de hacerlo contigo jamás habría pensado que podía ser una de ellas.

Se sentó a mi lado y acarició mi cabello por un rato hasta que de golpe me dijo:

-Bien! Me voy a vestir para hacerle algo de comer a Arturo y los muchachos en el plantío ahora, y luego voy al pueblo a comprar algunas cosas porque necesitamos provisiones para los próximos días.

– ¿Puedo ayudar?

– Claro! Ven, levántate y a lo mejor luego que te pido que les lleves la comida hasta allá. ¿Te animas?

Pensé que ella sabe que ir significaba que Arturo iba a querer hacermelo otra vez. No entendí mucho su disposición para algo que es inevitable.

Pasamos juntas cocinando por un par de horas por lo menos. En ese rato Rosa me habló de como había ido descubriendo su vida sexual. También había empezado muy jovencita en su ciudad natal, y fue por etapas. Manoseos y toqueteos entre primos. Un tío que la restregaba con la ropa puesta mientras la sentaba en sus rodillas. Y finalmente aprender a besar con un amigo de su familia que se quedó a dormir en su casa, fueron los detonadores que la provocaron empezar a tocarse y llegar a la masturbación. Pero nadie le había explicado nada. Todo lo había tenido que descubrir de esa forma, por si misma.

La primera vez que vió un miembro sexual de hombre fue la un panadero de la cuadra donde vivía. La había invitado a ver como hacía el pan en el horno y aprovechó a restregala mientras miraba cómo se quemaba la leña y se hacía carbón. A diferencia de lo que le hacía sentir su tío, la sensación de esa pija del panadero endurecida contra su cola en un lugar donde nadie los veía, le permitió disfrutarlo con mas libertad. Después la llevó hasta donde guardaba los costales de harina y sacó el miembro mostrándoselo. Le resultó atractivo y deseaba tocarla. El panadero no se hizo esperar pidiéndole que se la tocara. Con sus dos manitas suaves fue explorándola y guiada por él, le dijo que lo acariciara de arriba hacia abajo. Su carita cerca, sus ojos exploradores, el deseo y las direcciones de ese hombre hicieron que se acercara mas, que abriera la boca y le enseñó a chuparla. Al principio el sabor era muy fuerte, pero sasados unos segundos ese sabor es una de las cosas que empezó a desear con una calentura diferente, con más fuerza. Le gustó las manos de ese hombre en su cabello guiándola. Le encantó que le dijera cosas como:

– Asiiihh…. ¡qué rico que la chupas!

Rosa seguía contándome como eso le provocaba poner más concentración y deseos en lo que hacía.

– Eres tan linda que me encanta cojerte por esa boquita -le decía el panadero.

Rosa dijo que eso la hacía poner mas atención a las reacciones de esa carne que le estaba pareciendo deliciosa. Dijo que pudo notar el movimiento de la piel que desnudaba la cabeza de esa pija en su boca. Y finalmente me narró cómo conoció lo que era la leche del hombre con detalles:

Sentí como las venas se tenzaban entre mis dedos. No tenía idea de lo que iba a suceder, pero mi instinto y los gemidos de ese hombre me decían que lo estaba haciendo estaba tan bien que no debía detenerme. Mi saliva se la había ensopado mientras entraba y salía de la cueva que hacía su boca. El panadero aumentaba la velocidad y se detenía de repente y volvía a sentir más dura esa pija en mi mano y en mi boca hasta que salió un chorro y me gritó en un gemido: “Chúpala, sigue chupándomela y trágate lo que te estoy dando mi niña!” Y sentí en mi lengua ese líquido espeso y caliente que le salía por el huequito hasta llenarme por completo la boca. Y ni bien trataba de tragarmela, esa pija soltaba otra vez más leche. No me daba tiempo a tragarmelo todo y parte se salió entre la comisura de mis labios yendo a parar a mi vestido. Dos veces más soltó esa leche hasta que se calmó todo y lentamente me la sacó de la boca. Finalmente pude tragar. No tenía sabor, pero me daba mucho placer porque era lo que yo le había provocado, lo que yo le había logrado sacar. Tragarmela era mi trofeo. Me quedé con las manos rodeándola y mirando todo lo que seguía a continuación. Una gota volvía a aparecer e instintivamente tragué lo que todavía me quedaba en la lengua y me acerqué a chuparle la punta. Y así fue que vi y disfruté una pija de hombre por primera vez.

Rosa, siguiendo con sus experiencias me dijo que le gustó tanto que se hizo costumbre y por lo menos una vez a la semana se la iba a chupar. Tragarse la eyaculación también se convirtó en rutina. Pero nunca la había sentido dentro de su cuerpo hasta que un muchacho del grupo de amiguitos de su villa, jugando a las escondidas, se ocultaron juntos detrás de unos matorrales. Mientras ella vigilaba semi agachada para no ser descubiertos, él la empezó a restregar aferrado a su cintura. Ella no dijo nada. Se quedó en la misma posición y él le bajó el calzoncito. Sintió la pija dura del chico que la quería penetrar y como no podía metérsela toda, la escupió en el trasero y la penetró por ahí. Me dijo que fue una primera vez dolorosa y que el chico acabó tan rápido que no pudo disfrutarlo. Definitivamente había sido un comienzo un poco violento y apurado para Rosa.

A partir de ese momento su vida sexual se convirtió en algo muy usual, muy activa. Y me contó que cuando conoció a Arturo fue que realmente encontró a alguien como ella. Se escaparon juntos a vivir en la villa y desde entonces gozan al máximo las locuras y fantasías que se proponen. Entre ellos no hay celos ni complicaciones.

Cuando terminamos de cocinar habiamos pasado casi una hora charlando. Su historia me había provocado algo y estaba humedecida entre las piernas. Entonces me dijo:

– Andreita, tengo ganas de recostarme un poco porque me levanté a las cuatro y media de la mañana a aprontar la mochila de Arturo. ¿Me acompañas?

– Bueno.

Me recosté a su lado. Las dos mirando hacia el techo.

– ¿Nunca habías jugado a esto con los muchachos?

– No.

– ¿Y te masturbaste alguna vez?

– Si, hace poco.

– ¿Cómo llegaste a eso, alguien te había hablado de eso?

– No. Es que siempre escucho cuando mis papis lo hacen y eso me hizo dar ganas una vez, pero fue accidental.

– ¿Cómo lo haces?

– …nno se como explicarlo… me toco.

– ¿Quieres que te enseñe?

– ..bueno, bien…

Rosa se quitó la ropa de la cintura para abajo hasta quedar desnuda. Me miró a los ojos y me dijo:

– Quítatela tu también.

Poco a poco me fui despojando de mi pantaloncillo de franela y el interior y volví a mi posición como esperando sus instrucciones.

– Mírame.

Volteando mi cara la miré a los ojos.

– Tiene que haber un motivo, una imaginación o algo que te provoque calentarte.

Y girando su cara, mientras con la mano se tocaba entre las piernas se avalanzó sobre mis boca y me besó pacientemente. Sacó la lengua con paciencia y con la punta acarició mis labios mojándolos con su saliva. Un shock eléctrico de mi sistema nervioso me hizo sentir una reacción entre las piernas y su mano cambió de posición mentiéndose entre mis piernas. Sentí que su lengua penetraba mi boca y se enredaba con la mía, a la vez que dos de sus dedos atrapaban el clítoris y me hacía sacudir el cuerpo completamente.

– Así tienes que acariciártelo. Ya estas caliente… ya te estas mojando Andreíta. Eres bien calentona tu también…!

– …haahhh…. -fue todo lo que pude emitir con la voz desde mi garganta.

– Piensa en la pija de Arturo cuando te acariciaba con su cabeza ahí mismo.

Otra vez esa sensación me guiaba por un camino lleno de calores y el sistema nervioso se conectaba enloquecidamente por todo mi cuerpo.

– Tócame asi con tu mano. Haz lo mismo que yo te hago -me decía Rosa.

Puse mi mano entre sus piernas cubriendo toda su vulva. La recorrí a lo largo del pliegue hasta toparme con su clítoris. Mis dedos se cerraron suavemente en ese lugar resbalozo y terriblemente sensible para nosotras y los empecé a mover a la vez que un impulso de más calentura me hacía convulsionar. Estaba llegando a ese punto tan delicioso…

– Tócate tu misma -me ordenó sacando su mano de mi entrepierna y la suplanté de inmediato porque la necesidad me lo imponía.

– huhhh…!

– Masajea el clítoris con dos dedos, así como yo lo hago.

Y sin hacerme esperar ponía en práctica de inmediato lo que me enseñaba porque todo me hacía disfrutar enormemente de ese momento. Y Rosa empezó a exteriorizar sus pensamientos diciendome lo que su mente le hacía imaginar.

– Así… asi me gusta. Me encanta que los hombres me restreguen la dureza de su pija aquí mismo! Ven besame la conchita como anoche…

Ahora si que yo sentía el deseo de chuparsela. Mientras descendía el olor a sexo comenzaba a invadir mis sensaciones haciendolas más agudas. Al tener su vulva frente a mis ojos tan cerca, acerqué mi boca y pasé la lengua por esa intensa humedad. La recorrí lentamente hasta llegar al clítoris. Lo chupé jugando con mi lengua. Luego descendí un poco y le metí la punta de mi lengua dentro. ¡Qué delicioso sabía eso! ¡Cuanto más crecía mi deseo al hacerlo!

– Ven -me dijo Rosa. Déjame chupartela también.

Y me hizo montarla de tal forma que cada una tenía la vulva de la otra en su boca. Al contacto de su boca mi humedad se liberó con más fuerza. Los labios de Rosa, su nariz y el mentón se los había mojado. Liberó la lengua dentro de mí de sin dejar que su labio superior abandonara el clitoris.

La imité porque pensé que si a mi me provocaba esa intensidad, a ella le iba a pasar lo mismo. Y así fue. Nos movíamos con insolencia. Deseaba chuparle mas jugos pero ya no me llegaban con igual intensidad hasta que de repente un gemido acompañado por una presión mayor de su vulva contra mi boca me dió la pauta que ella estaba por darme más! Y gritó:

– Chúpamela duro! Asiiiii! -y se restregó en círculos a veces, luego de arriba hacia abajo y me apretó la cabeza con sus piernas en el mismo momento que a mí me empezaba a pasar lo mismo!

Me restregué contra su boca pegándole la pelvis con fuerza, sin control y escuché sus gritos:

– ¡Así Andreita, asi damelo todo en la boca!

Y seguimos esa lujuria sin frenos, con sus manos aferrando mis nalgas para que no me separara ni un centímetro. Sentí una serie de deseos de empujar más, dos, tres y cuatro veces antes de levantar mi cuerpo para quedar sentada en su cara, con mis ojos cerrados y todo mi ser concentrado en ese lugar. Me sacudí otra vez. Movía solo mi cintura de atras a adelante repetidamente resbalando mi vulva en esa boca deliciosa que me había hecho perder el control y su lengua hacía lo suyo a cada pasada. Sentí que liberaba todo en su cara mientras gritaba mis gemidos:

– Hahh….! uuufff… assiiii…. uhy….

Era un sentimiento de entrega total, una descarga emocional cargada de deseos y descontrolada, sin límites. ¡Me fascinaba Rosa en ese momento!

Y quedé sentada en su boca quietesita, esperando una calma que me dejaba extasiada flotando en una nube de sensualidad.

– ¡Qué caliente estas Andreita!

– Siiihh…

– ¿Te gustó asi?

– Me encantó Rosa. Me gustó mucho esto… -mantenía los ojos cerrados. Abrirlos no me daba tanta valentía para decir lo que estaba sintiendo.

– A mi también me encantó como me la chupaste. Me hiciste venir muy intensa. Es difícil que un hombre me haga sentir como me lo hiciste sentir tu! Eres natural, sexualmente natural. ¡Muuy caliente!

Y me fui relajando hasta recostarme a su lado. Me besó. Teníamos las bocas ensopadas de puros jugos orgásmicos.

Nos quedamos asi en la cama por una hora por lo menos. Se me fue el tiempo sin darme cuenta.

Al rato me dice:

– Bien, vamos a levantarnos porque tengo que preparar la bianda para alcanzarsela a Arturo y los muchachos. ¿De verdad me harías el favor de llevarsela mientras yo voy al pueblo a comprar viveres? -me dijo guiñandome un ojo confabulándose conmigo.

– Bueno…

– Pero tengo que decirte que a lo mejor no llego esta noche pero te dejo todo listo en la casa… si regresas… -me dijo con picardía. Eso me aseguraba que se quedaría la noche con el amigo de ellos.

– Me sonreí y le dije:

– ¿Te quedas con él?

– Si. Y Arturo lo sabe, no te preocupes. Y sabe también que a lo mejor tu les llevas la comida, fue mi idea. Pero no tienes que ir si no quieres.

– Bueno… no va a haber nadie en la casa. Si, voy. ¿Y Julian?

– Él se queda con tus hermanos hoy también. Se la estan pasando bomba.

Nos vestimos y fuimos a preparar la mochila para la comida. Todavía mi mente no procesaba el porqué de mi entusiasmo por ir. No iba a ser una noche muy privada que digamos. En fin…

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
adriana.valiente@yahoo.com

 

Libro: “La puta de mi cuñada” PARA DESCARGAR

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cuñada portada3Sinopsis:

¿Quién no ha soñado con tirarse a su cuñada?. En este relato, la cuñada de Manuel, además de estar buenísima, es una zorra que le ha estado chantajeando. Las circunstancias de la vida hacen que consiga vengarse un día en una playa de México. 
A partir de ahí, su relación se consolida y juntos descubren sus límites sexuales.

Bajatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

CAPÍTULO 1

El culo de una cuñada es el sumun del morbo, no creo que haya nadie que no sueñe con follarse ese trasero que nos pone cachondos durante las interminables cenas familiares. Muchos de nosotros tenemos a una hermana de nuestra mujer que además de estar buenísima, nos apetece tener a nuestra disposición. En otras ocasiones, nuestra cuñada es una zorra manipuladora que nos ha hecho la vida imposible durante años y para vengarnos, nos encantaría tirárnosla.

Mi caso abarca ambas situaciones. Nuria, además de ser quizás la mujer más guapa y sexual que he visto, es una cabrona egoísta que me ha estado jodiendo desde que me casé con su hermana.

Para empezar, la forma más fácil de describirla es deciros que esa guarra sin escrúpulos parece salida de un anuncio de Victoria Secret´s pero en vez de ser un ángel es un engendro del infierno que disfruta humillando a todos los que tiene a su alrededor.  Con una melena morena y unos labios que apetece morder, esa puta tiene una cara de niña buena que para nada hace honor a su carácter. Los ojos verdes de esa mujer y las pecas que decoran su cara mienten como bellacos, aunque destilen dulzura y parezca ser un muchacha indefensa, la realidad es que ese zorrón es un bicho insensible que vive humillando a diestra y siniestra a sus semejantes.

Reconozco que la llevo odiando desde que era novio de su hermana, pero también que cada vez que la veo, me pone como una puñetera moto. Sus enormes pechos y su culo en forma de corazón son una tentación irresistible. Noches enteras me las he pasado soñando en que un día tendría entre mis piernas a esa monada y en que dominada por la pasión, me pidiera que la tomase contra el baño de casa de sus padres. Ese deseo insano se fue acumulando durante años hasta hacerse una verdadera obsesión. Desgraciadamente su pésimo carácter y nuestra mala relación evitó que siquiera hiciera algún intento para intimar con ella. Nuestro único trato consistía en breves y corteses frases que escondían nuestra enemistad a ojos de su hermana, mi esposa.

Inés, mi mujer, siempre ha ignorado que la detestaba desde que una noche siendo todavía soltero, estando de copas con unos amigos, me encontré con ella en un bar. Esa noche al ver que Nuria estaba borracha, pensé que lo mejor era llevarla a casa para que no hiciera más el ridículo. Tuve que llevármela casi a rastras y ya en el coche, se me empezó a insinuar. Confieso que animado por el par de cubatas, caí en la trampa y cogiéndola de la cintura, la intenté besar. Esa guarra no solo se rio de mí por creerla sino que usando la grabación que me hizo mientras intentaba disculparme, me estuvo chantajeando desde entonces.

Su chantaje no consistió en pedirme dinero ni tampoco en nada material, fue peor. Nuria me ha coaccionado durante años amenazándome en revelar ese maldito material si no le presentaba contactos con los que pudiera medrar. Ambos somos ejecutivos de alto nivel y trabajamos en la misma compañía, por lo que esa fría mujer no ha dudado en quitarme contratos e incluso robarme clientes gracias a que una noche tuve un tropezón.

La historia que os voy a contar tiene relación con todo esto. La empresa farmacéutica en la que trabajamos realiza cada dos años una convención mundial en alguna parte del planeta y ese año, eligió como sede Cancún. Este relato va de como conseguí no solo tirarme a esa puta sino que disfruté rompiéndole el culo en una de sus playas.

Todavía me parece que fue ayer cuando en mitad de una reunión familiar, Nuria estuvo toda la tarde explicándole a mi mujer, el comportamiento libertino de todos en la compañía en esa clase de eventos:

― Y no creas que tu marido es inmune, los hombres en esas reuniones de comportan como machos hambrientos, dispuestos a bajarse los pantalones ya sea con una puta o con una compañera que sea mínimamente solícita.

― Manuel no es así―  respondió mi mujer defendiéndome

― Nena, ¡A ver si te enteras!: solo hay dos clases de hombres, los infieles y los eunucos. Todos los machos de nuestra especie se aparean con cualquier hembra en cuanto tienen la mínima oportunidad.

Aunque estaba presente en  esa conversación, no intervine porque de haberlo hecho, hubiera salido escaldado. Al llegar a casa, sufrí un interrogatorio tipo Gestapo por parte de mi señora, donde me exigió que le enumerara todas y cada una de las compañeras que iban a esa convención. En cuanto le expliqué que era de carácter mundial y que desconocía quien iba a ir de cada país, realmente celosa, me obligó a contarle quien iba de España.

― Somos diez, pero a parte de tu hermana, las dos únicas mujeres que van son Lucía y María. Y como bien sabes, son lesbianas.

Más tranquila, medio se disculpó pero cuando ya estábamos en la cama, me reconoció que le había pedido a Nuria que me vigilase.

― ¿No te fías de mí?

― Sí―  contestó―  pero teniendo a mi hermana como tu ángel guardián, me aseguro que ninguna pelandusca intente acostarse contigo.

Sin ganas de pelear, decidí callar y dándome la vuelta, me dormí.

La convención.

Quien haya estado en un evento de este tipo sabrá que las conferencias, las ponencias y demás actividades son solo una excusa para que buscar que exista una mejor interrelación entre los miembros de las distintas áreas de una empresa. Lo cierto es que lo más importante de esas reuniones ocurre alrededor del bar.

Recuerdo que al llegar al hotel, con disgusto comprobé que el azar habría dispuesto que la hija de perra de mi querida cuñada se alojaba en la habitación de al lado. Reconozco que me cabreó porque teniéndola tan cerca, su estrecho marcaje haría imposible que me diera un homenaje con una compañera y por eso, asumiendo que no me podría pegar el clásico revolcón, decidí dedicarme a hacer la pelota a los jefes. Mr. Goldsmith, el gran sheriff, el mandamás absoluto de la empresa fue mi objetivo.  Desde la mañana del primer día me junté con él y estuve riéndole las gracias durante toda la jornada. Como os imaginareis, Nuria al observar que había hecho tan buenas migas con el presidente, me paró en mitad del pasillo y me exigió que esa noche se lo presentara durante la cena. No me quedó duda que su intención era seducir al setentón y de esa manera, escalar puestos dentro de la estructura.

Con gesto serio acepté, aunque interiormente estaba descojonado al conocer de antemano las oscuras apetencias de ese viejo. La hermana de mi mujer nunca me hubiera pedido que la contactara con ese sujeto si hubiera sabido que ese pervertido disfrutaba del sexo como mero observador y que durante la última convención, me había follado a la jefa de recursos humanos del Reino Unido teniéndole a él, sentado en una silla del mismo cuarto. Decidido a no perder la oportunidad de tirarme a ese zorrón, entre dos ponencias me acerqué al anciano y señalando a mi cuñada, le expliqué mis planes.

Muerto de risa, me preguntó si creía que Nuria estaría de acuerdo:

―  Arthur, no solo lo creo sino que estoy convencido. Esa puta es un parásito que usa todo tipo de ardides para subir en el escalafón.

― De acuerdo, el hecho que sea tu cuñada lo hace más interesante. Si tú estás dispuesto, por mí no hay problema. Os sentareis a mi lado―  y por medio de un apretón de manos, ratificamos nuestro acuerdo.

Satisfecho con el curso de los acontecimientos, le llegué a esa guarra y cogiéndola del brazo, le expliqué que esa noche íbamos a ser los dos los invitados principales del gran jefe. No creyéndose su suerte, Nuria me agradeció mis gestiones y con una sonrisa, dijo en tono grandilocuente:

― Cuando sea la directora de España, me acordaré de ti y de lo mucho que te deberé.

― No te preocupes: si llegado el caso te olvidas, ¡Seré yo quien te lo recuerde!

Os juro que verla tan ansiosa de seducir a ese, en teoría, pobre hombre, me excitó y apartándome de ella para que no lo notara, quedé con ella en irla a recoger a las nueve en su habitación. Celebrando de antemano mi victoria, me fui al bar y llamando al camarero, me pedí un whisky. Estando allí me encontré con Martha, la directiva con la que había estado en el pasado evento. Sus intenciones fueron claras desde el inicio porque nada más saludarme, directamente me preguntó si me apetecía repetir mientras me acariciaba con su mano mi pierna.

Viendo que se me acumulaba el trabajo, estuve a punto de rechazar sus lisonjas pero al observar su profundo escote y descubrir que bajo el vestido, esa rubia tenía los pezones en punta, miré mi reloj.

« Son las cinco», pensé, « tengo tres horas».

Al comprobar que teníamos tiempo para retozar un poco antes de la cena, le pregunté el número de su habitación y apurando mi bebida, quedé con ella allí en diez minutos. Disimulando, la inglesita se despidió de mí y desapareció del bar. Haciendo tiempo, me dediqué a saludar a unos conocidos, tras lo cual, me dirigí directamente hacia el ascensor. Desgraciadamente, no me percaté que mi futura víctima se había coscado de todo y que en cuanto entré en él, se acercó a comprobar en qué piso me bajaba.

Ajeno a su escrutinio, llegué hasta el cuarto de la mujer y tocando a su puerta, entré. Martha me recibió con un picardías de encaje y sin darme tiempo a reaccionar, se lanzó a mis brazos. Ni siquiera esperó a que la cerrara, como una salvaje comenzó a desabrocharme el pantalón y sacando mi miembro, quiso mamármelo. No la dejé, dándole la vuelta, le bajé las bragas y sin más prolegómeno, la ensarté violentamente. La rubia chilló moviendo sus caderas mientras gemía de placer. De pie y apoyando sus brazos en la pared se dejó follar sin quejarse. Si en un principio, mi pene se encontró con que su conducto estaba semi cerrado y seco, tras unos segundos, gracias a la excitación de la mujer, campeó libremente mientras ella se derretía a base de mis pollazos.

No os podéis hacer una idea de lo que fue: gritando en voz alta se corrió cuando yo apenas acababa de empezar y desde ahí, encadenó un orgasmo tras otro mientras me imploraba que no parara. Por supuesto queda que no me detuve, cogiendo sus pechos entre mis manos, forcé mi ritmo hasta que su vulva se convirtió en un frontón donde no dejaban de rebotar mis huevos.

― ¡Dios mío!―  aulló al sentir que cogiéndola en brazos, la llevaba hasta mi cama sin sacar de su interior mi extensión y ya totalmente entregada, se vio lanzada sobre las sábanas. Al caer sobre ella, mi pene se incrustó hasta el fondo de su vagina y lejos de revolverse, recibió con gozo mi trato diciendo: ― ¡Fóllame!

Sus deseos fueron órdenes y pasando mi mano por debajo, levanté su trasero y cumplí su deseo, penetrándola aun con más intensidad. Pidiéndome una tregua, se quitó el picardías, dejándome disfrutar de su cuerpo al desnudo y moviendo su trasero, buscó reanudar nuestra lujuria. Alucinado por la perfección de sus pezones, llevé mis manos hasta sus pechos y recogiendo sus dos botones entre mis yemas, los pellizqué suavemente. Mi involuntario gesto fue la señal de inicio de su salvaje cabalgar. Martha, usando mi pene como si fuera un machete, se empaló con él mientras berreando como una loca me gritaba su pasión. Azuzado por sus palabras, marqué nuestro ritmo con azotes en su culo. Ella al sentir las duras caricias sobre sus nalgas, me rogó que continuara.

Pero el cúmulo de sensaciones me desbordó y derramándome en su interior, me corrí salvajemente. Agotado, dejé que mi cuerpo cayera a su lado y seguí besándola mientras descansaba. Cuando mi amiga quiso reanimar mi miembro a base de lametazos, agarré su cara y separándome de ella, le expliqué que tenía que ahorrar fuerzas.

― ¿Y eso?

Aunque pensaba que se iba a cabrear, le conté mis planes y que esa noche me iba a vengar de mi cuñada. Contra toda lógica, Martha me escuchó con interés sin enfadarse y solo cuando terminé de exponerle el asunto, me soltó:

― ¿Por qué no le dices al jefe que me invite a mí también? Estoy segura que ese cerdo dirá que sí y de esa forma, podrás contar conmigo para castigar a tu cuñada.

No tardé ni tres segundos en aceptar y cerrando nuestro trato con un beso, decidí vestirme porque todavía tenía que contactar con Arthur y preguntarle si le parecía bien el cambio de planes. Lo que no esperaba fue que al salir al pasillo, Nuria estuviera cómodamente sentada en un sofá. Al verme aparecer de esa habitación todavía abrochándome la camisa, soltó una carcajada y poniendo cara de superioridad, dijo:

― Eres un capullo. ¡Te he pillado!

Incapaz de reaccionar, tuve que aguantar su bronca con estoicismo y tras varios minutos durante los cuales esa maldita no dejó de amenazarme con contárselo a su hermana, le pedí que no lo hiciera y que en contraprestación, me tendría a su disposición para lo que deseara. Viendo que estaba en sus manos y haciéndose la magnánima, me soltó:

― Por ahora, ¡No se lo diré! Pero te aviso que me cobraré con creces este favor―  tras lo cual cogió el ascensor dejándome solo.

Al irse me quedé pensando que si el plan que había diseñado se iba al traste, me podía dar por jodido porque esa puta iba a aprovechar lo que sabía para hacerme la vida imposible.  Asumiendo que me iba a chantajear, busqué a m jefe y sin decirle nada de esa pillada, le pedí si esa noche podía Martha acompañarnos. El viejo, como no podía ser de otra forma, se quedó encantado con la idea y movió sus hilos para que esa noche, los cuatro cenáramos al lado. Más tranquilo pero en absoluto convencido de que todo iba a ir bien, llegué a mi cuarto y directamente, me metí a duchar. Bajo el chorro de agua, al repasar el plan, comprendí que era casi imposible que Nuria fuese tan tonta de caer en la trampa. Por eso, mientras me afeitaba estaba acojonado.

Al dar las nueve, estaba listo y como cordero que va al matadero, llamé a su puerta. Nuria salió enseguida. Reconozco que al verla ataviada con ese vestido negro, me quedé extasiado. Embutida en un traje totalmente pegado y con un sugerente escote, el zorrón de mi cuñada estaba divina, Sé que ella se dio cuenta de la forma tan poco filial que la miré porque poniendo cara de asco, me espetó:

― No comprendo cómo has conseguido engañar a mi hermana tantos años. ¡Eres un cerdo!

Deseando devolverle el insulto e incluso soltarle un bofetón, me quedé callado y galantemente le cedí el paso. Encantada por el dominio que ejercía sobre mí, fue hacia el ascensor meneando su trasero con el único objetivo de humillarme. Aunque estaba indignado, no pude dejar de recrearme en la perfección de sus formas y bastante excitado, seguí sus pasos deseando que esa noche fuera la perdición de esa perra.

Al llegar al salón, Mr Goldsmisth estaba charlando amenamente con Martha. En cuanto nos vio entrar nos llamó a su lado y recreando la mirada en el busto de mi acompañante, la besó en la mejilla mientras su mano recorría disimuladamente su trasero. Mi cuñada comportándose como un putón desorejado, no solo se dejó hacer sino que, pegándose al viejo, alentó sus maniobras. Arthur, aleccionado por mí de lo zorra que era esa mujer, disfrutó como un enano manoseándola con descaro.  Cuando el maître avisó que la cena estaba lista, mi cuñada se colgó del brazo de nuestro jefe y alegremente, dejó que la sentara a su lado.

Aprovechando que iban delante, Martha susurró en mi oído:

― No sabía que esa guarra estaba tan buena. ¡Será un placer ayudarte!

Sonreí al escucharla y un poco más tranquilo, ocupé mi lugar. Con Nuria a la izquierda y la rubia a la derecha, afronté uno de los mayores retos de mi vida porque del resultado de esa velada, iba a depender si al volver a Madrid siguiera teniendo un matrimonio. Durante el banquete, mi superior se dejó querer por mi cuñada y preparando el camino, rellenó continuamente su copa con vino, de manera que ya en el segundo plato, observé que el alcohol estaba haciendo estragos en su mente.

« ¡Está borracha!», suspiré aliviado, al reparar que su lengua se trababa y que olvidándose que había público, Nuria aceptaba de buen grado que el viejo le estuviera acariciando la pierna por debajo del mantel.

Estábamos todavía en el postre cuando dirigiéndose a mí, Arthur preguntó si le acompañábamos después de cenar a tomar una copa en su yate. Haciéndome de rogar, le dije que estaba un poco cansado. En ese momento, Nuria me pegó una patada y haciéndome una seña, exigió que la acompañara hasta el baño.  Al salir del salón, me cogió por banda y con tono duro, me dijo:

― ¿A qué coño juegas? No pienso dejar que eches a perder esta oportunidad. Ahora mismo, vas y le dices a ese anciano que lo has pensado mejor y que por supuesto aceptas la invitación.

Cerrando el nudo alrededor de su cuello, protesté diciendo:

― Pero, ¡Eres tonta o qué! Si voy de sujeta― velas, lo único que haré es estorbar.

 Asumiendo que tenía razón, lo pensó mejor y no queriendo que mi presencia coartara sus deseos, me soltó:

― ¡Llévate a la rubia que tienes al lado!

Tuve que retener la carcajada de mi garganta y poniendo cara de circunstancias, cedí a sus requerimientos y volviendo a la mesa, cumplí su orden. Arthur me guiñó un ojo y despidiéndose de los demás, nos citó en diez minutos en el embarcadero del hotel. El yate del presidente resultó ser una enorme embarcación de veinte metros de eslora y decorada con un lujo tal que al verse dentro de ella, la zorra de mi cuñada creyó cumplidas sus fantasías de poder y riqueza.

El viejo que tenía muchos tiros dados a lo largo de su dilatada vida, nos llevó hasta un enorme salón y allí, puso música lenta antes de preguntarnos si abría una botella de champagne. No os podéis imaginar mi descojone cuando sirviendo cuatro copas, Arthur levantó la suya, diciendo:

― ¡Porqué esta noche sea larga y divertida!

Nuria sin saber lo que se avecinaba y creyéndose ya la directora para España de la compañía, soltó una carcajada mientras se colocaba las tetas con sus manos. Conociéndola como la conocía, no me quedó duda alguna que en ese momento, tenía el chocho encharcado suponiendo que el viejo no tardaría en caer entre sus brazos.

Martha, más acostumbrada que ella a los gustos de su jefe, se puso a bailar de manera sensual. Mi cuñada se quedó alucinada de que esa alta ejecutiva, sin cortarse un pelo y siguiendo el ritmo de la música, se empezara a acariciar los pechos mirándonos al resto con cara de lujuria. Pero entonces, quizás temiendo competencia, decidió que no iba a dejar a la rubia que se quedara con el viejo e imitándola, comenzó a bailar de una forma aún más provocativa.

El presi, azuzando la actuación de ambas mujeres, aplaudió cada uno de sus movimientos mientras no dejaba de rellenar sus copas. El ambiente se caldeó aún más cuando Martha decidió que había llegado el momento y cogiendo a mi  cuñada de la cintura, empezó a bailar pegándose a ella.  Mi cuñada que en un primer momento se había mostrado poco receptiva con los arrumacos lésbicos de la inglesa, al ver la reacción del anciano que, sin quitarle el ojo de encima, pidió más acción, decidió que era un trago que podría sobrellevar.

Incrementando el morbo del baile, no dudó en empezar a acariciar los pechos de la rubia mientras pegaba su pubis contra el de su partenaire. Confieso que me sorprendió su actuación y más cuando Martha respondiendo a sus mimos, le levantó la falda y sin importarla que estuviéramos mirando, le masajeó el culo. Para entonces, Arthur ya estaba como una moto y con lujuria en su voz, les prometió un aumento de sueldo si le complacían. Aunque el verdadero objetivo de Nuria no era otro que un salto en el escalafón de la empresa, decidió que por ahora eso le bastaba y buscando complacer a su jefe, deslizó los tirantes de la rubia, dejando al aire sus poderosos atributos.

Mi amiga, más ducha que ella en esas artes, no solo le bajó la parte de arriba del vestido sino que agachando la cabeza, cogió uno de sus pechos en la mano y empezó a mamar de sus pezones. Sin todavía creer que mis planes se fueran cumpliendo a rajatabla, fui testigo de sus gemidos cuando la inglesa la terminó de quitar el traje sin dejar de chupar sus pechos. Ni que decir tiene que para entonces, estaba excitado y que bajo mi pantalón, mi pene me pedía acción pero decidiendo darle tiempo al tiempo, esperé que los acontecimientos se precipitaran antes de entrar en acción.

No sé si fue el morbo de ser observada por mí o la promesa de la recompensa pero lo cierto es que Nuria dominada por una pasión hasta entonces inimaginable, dejó que la rubia la tumbara y ya en el suelo, le quitara por fin el tanga. Confieso que al disfrutar por vez primera de su cuerpo totalmente desnudo y confirmar que esa guarra no solo tenía unas tetas de ensueño sino que su entrepierna lucía un chocho completamente depilado, estuve a punto de lanzarme sobre ella. Afortunadamente, Martha se me adelantó y separando sus rodillas, hundió su cara en esa maravilla.

Sabiendo que no iba a tener otra oportunidad, coloqué mi móvil en una mesilla y ajustando la cámara empecé a grabar los sucesos que ocurrieron en esa habitación para tener un arma con la que liberarme de su acoso. Dejando que mi iphone perpetuara ese momento solo, volví al lado del americano y junto a él, fui testigo de cómo la rubia consiguió que mi cuñada llegara al orgasmo mientras le comía el coño. Nunca supuse que Nuria,  al hacerlo se pusiera a pegar gritos y que berreando como una puta, le pidiera más. Martha concediéndole su deseo metió un par de dedos en su vulva y sin dejar de mordisquear el clítoris de mi cuñada, empezó a follársela con la mano.

Uniendo un clímax con otro, la hermana de mi esposa disfrutó de sus caricias con una pasión que me hizo comprender que no era la primera vez que compartía algo así con otra mujer. Mi jefe contagiado por esa escena, se bajó la bragueta y cogiendo su pene entre las manos, se empezó a pajear. En un momento dado, mi cuñada se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y saliéndose del abrazo de Martha gateó hasta la silla del anciano y poniendo cara de puta, preguntó si le podía ayudar.

 Pero entonces, Arthur me señaló a mí y sin importarle el parentesco que nos unía, le soltó:

― Sí, me apetece ver como se la mamas a Manuel.

Sorprendida por tamaña petición, me miró con los ojos abiertos implorando mi ayuda pero entonces sin compadecerme de ella, puse una sonrisa y sacando mi miembro de su encierro, lo puse a su disposición. Nuria, incapaz de reusar cumplir el mandato del anciano y echando humo por la humillación, se acercó a mi silla se apoderó de mi extensión casi llorando.  Mi pene le quedaba a la altura de su boca y sin mediar palabra abrió sus labios, se lo introdujo en la boca. No pudiendo soportar la vergüenza, cerró los ojos, suponiendo que el hecho de no ver disminuiría la humillación del momento.

― Abre los ojos ¡Puta! Quiero que veas que es a mí, a quién chupas―  le exigí.

De sus ojos, dos lágrimas de ignominia brotaron mientras su lengua se apoderaba de mi sexo. De mi interior salieron unas gotas pre― seminales, las cuales fueron sin deseo, mecánicamente recogidas por ella. No satisfecho en absoluto, forcé su cabeza con mis manos y mientras hundía mi pene en su garganta, nuestro jefe incrementó su vergüenza diciendo:

― Tenías razón al decirme que esta perra tenía un cuerpo de locura pero nunca me imaginé que además fuera tan puta.

Intentando que el trago se pasara enseguida, mi cuñada aceleró sus maniobras y usando la boca como si de su coño se tratase, metió y sacó mi miembro con una velocidad pasmosa. Sobre excitado como estaba, no tardé en derramar mi simiente en su garganta y dueño de la situación, le exigí que se la tragara toda. Indignada por mi trato, se intentó rebelar pero entonces acudiendo en mi ayuda, Martha presionando su cabeza contra mi entrepierna le obligó a cumplir con mi exigencia. Una vez, había limpiado los restos de esperma de mi sexo, me levanté de la silla y poniéndome la ropa, me despedí de mi jefe dejándola a ella tumbada en el suelo, llorando.

Antes de irme, recogí mi móvil y preguntando a Martha si me acompañaba, salí con ella de regreso al hotel. Ya en mi habitación, la rubia y yo dimos rienda suelta a nuestra atracción y durante toda la noche, no paramos de follar descojonados por la desgracia de mi cuñada.

Rompo el culo a mi cuñada en una playa nudista.

A la mañana siguiente, Martha tenía que exponer en la convención y por eso nada más despertarnos, me dejó solo. Sin ganas de tragarme ese coñazo y sabiendo que mi jefe disculparía mi ausencia, cogí una toalla y con un periódico bajo el brazo, me fui a una playa cercana, la del hotel Hidden Beach. Ya en ella, me percaté que era nudista y obviando el asunto, me desnudé y me puse a tomar el sol. Al cabo de dos horas, me había acabado el diario y aburrido decidí iniciar mi venganza. Cogiendo el móvil envié a mi cuñada el video de la noche anterior, tras lo cual me metí al mar a darme un chapuzón. Al volver a la toalla, tal y como había previsto, tenía media docena de llamadas de mi cuñada.

Al devolverle la llamada, Nuria me pidió angustiada que teníamos que hablar. Sin explicarle nada, le dije que estaba en esa playa. La mujer estaba tan desesperada que me rogó que la esperase allí. Muerto de risa, usé el cuarto de hora que tardó en llegar para planear mis siguientes movimientos.

Reconozco que disfruté de antemano su entrega y por eso cuando la vi aparecer ya estaba caliente. Al llegar a mi lado, no hizo mención alguna a que estuviese en pelotas y sentándose en la arena, intentó disculpar su comportamiento echándole la culpa al alcohol. En silencio, esperé que me implorara que no hiciera uso del video que le había mandado. Entonces y solo entonces, señalándole la naturaleza de la playa, le exigí que se desnudara. Mi cuñada recibió mis palabras como una ofensa y negándose de plano, me dijo que no le parecía apropiado porque era mi cuñada.

Soltando una carcajada, usé todo el desprecio que pude, para soltarle:

― Eso no te importó anoche mientras me hacía esa mamada.

Helada al recordar lo ocurrido, comprendió que el sujeto de sus chantajes durante años la tenía en sus manos y sin poder negarse se empezó a desnudar. Sentándome en la toalla, me la quedé mirando mientras lo hacía y magnificando su vergüenza, alabé sus pechos y pezones cuando dejó caer su vestido.

― Por favor, Manuel. ¡No me hagas hacerlo!―  me pidió entre lágrimas al ser consciente de mis intenciones.

― Quiero ver de cerca ese chochito que tan gustosamente le diste a Martha―  respondí disfrutando de mi dominio.

Sumida en el llanto, se quitó el tanga y quedándose de pie, tapó su desnudez con sus manos.

― No creo que a tu hermana, le alegre verte mamando de mi polla.

Nuria, al asimilar la amenaza implícita que llevaban mis palabras, dejó caer sus manos y con el rubor decorando sus mejillas, disfruté de su cuerpo sin que nada evitara mi examen. Teniéndola así, me recreé  contemplando sus enormes tetas y bajando por su dorso, me maravilló contemplar nuevamente su sexo. El pequeño triangulo de pelos que decoraba su vulva, era una tentación imposible de soportar y por eso alzando la voz, le dije:

― ¿Qué esperas? ¡Puta! ¡Acércate!

Luchando contra sus prejuicios se mantuvo quieta. Entonces al ser consciente de la pelea de su interior y forzando su claudicación, cogí el teléfono y llamé a mi esposa. No os podéis imaginar su cara cuando al contestar del otro lado, saludé a Inés diciendo:

― Hola preciosa, ¿Cómo estás?… Yo bien, en la playa con tu hermana – y tapando durante un instante el auricular, pregunté a esa zorra si quería que qué le contara lo de la noche anterior, tras lo cual y volviendo a la llamada, proseguí con la plática –Sí cariño, hace mucho calor pero espera que Nuria quiere enseñarme algo…

La aludida, acojonada porque le revelase lo ocurrido, puso su sexo a escasos centímetros de mi cara. Satisfecho por su sumisión, lo olisqueé como aperitivo al banquete que me iba a dar después. Su olor dulzón se impregnó en mis papilas y rebotando entre mis piernas, mi pene se alzó mostrando su conformidad. Justo en ese momento, Inés quiso que le pasase a su hermana y por eso le di el móvil. Asustada hasta decir basta, Nuria contestó el saludo de mi mujer justo a la vez que sintió cómo uno de mis dedos se introducía en su sexo.

La zorra de mi cuñada tuvo que morderse los labios para evitar el grito que surgía de su garganta y con la respiración entrecortada, fue contestando a las preguntas de su pariente mientras mis yemas jugueteaban con su clítoris.

― Sí, no te preocupes―  escuché que decía –Manuel se está portando como un caballero y no tengo queja de él.

Esa mentira y la humedad que envolvía ya mis dedos, me rebelaron su completa rendición. Afianzando mi dominio, me levanté y sin dejar de pajear su entrepierna, llevé una mano a sus pechos y con saña, me dediqué a pellizcarlos.  Nuria al sentir la presión a la que tenía sometida a sus pezones, involuntariamente cerró las piernas y no pudiendo continuar hablando colgó el teléfono. Cuando lo hizo, pensé que iba a huir de mi lado pero, contrariamente a ello, se quedó quieta  sin quejarse.

― ¡Guarra! ¿Te gusta que te trate así?

Pegando un grito, lo negó pero su coño empapado de deseo la traicionó y acelerando la velocidad de las yemas que te tenía entre sus piernas, la seguí calentando mientras la insultaba de viva voz. Su primer gemido no se hizo esperar y desolada por que hubiera descubierto que estaba excitada, se dejó tumbar en la toalla.

Aprovechándome de que no había nadie más en la playa, me tumbé a su lado y durante unos minutos me dediqué a masturbarla mientras le decía que era una puta. Dominada por la excitación, no solo dejó que lo hiciera sino que con una entrega total, empezó a berrear de placer al sentir como su cuerpo reaccionaba. No tardé en notar que estaba a punto de correrse y comprendiendo que esa batalla la tenía que ganar, me agaché entre sus piernas mientras le decía:

― He deseado follarte, zorra, desde hace años y te puedo asegurar que antes que acabe este día habré estrenado todos tus agujeros.

Mis palabras la terminaron de derrotar y antes de que mi lengua recorriera su clítoris, Nuria ya estaba dando alaridos de deseo e involuntariamente, separó sus rodillas para facilitar mi incursión. Su sabor azuzó aún más si cabe mi lujuria y separando los hinchados pliegues del sexo que tenía enfrente, me dediqué a comérmelo mientras mi víctima se derretía sin remedio.  Su orgasmo fue casi inmediato y derramando su flujo sobre la toalla, la hermana de mi mujer me rogó entre lágrimas que no parara. Con el objeto de conseguir su completa sumisión, mordisqueé su botón mientras mis dedos se introducían una y otra vez en su interior.

Ya convertida en un volcán a punto de estallar, Nuria me pidió que la tomara sin darse cuenta de lo que significaban sus palabras.

― ¿Qué has dicho?

Avergonzada pero necesitada de mi polla, no solo me gritó que la usase a mi gusto sino que poniéndose a cuatro patas, dijo con voz entrecortada por su pasión:

― Fóllame, ¡Lo necesito!

Lo que nunca se había imaginado ese zorrón fue que dándole un azote en su trasero, le pidiese que me mostrara su entrada trasera. Aterrorizada, me explico que su culo era virgen pero ante mi insistencia no pudo más que separarse las nalgas. Verla separándose los glúteos con sus manos mientras me rogaba que no tomara posesión de su ano, fue demasiado para mí y como un autómata, me agaché y sacando la lengua empecé a recorrer los bordes de su esfínter mientras acariciaba su clítoris con mi mano. Ilusionado comprobé que mi cuñada no me había mentido porque su entrada trasera estaba incólume. El saber que nadie la había hoyado ese rosado agujero me dio alas  y recogiendo parte del flujo que anegaba su sexo, fui untando con ese líquido viscoso su ano.

― ¡Me encanta!―  chilló al sentir que uno de mis dedos se abría paso y reptando por la toalla, apoyó su cabeza en la arena mientras levantaba su trasero. 

La nueva posición me permitió observar con tranquilidad que los muslos de la mujer temblaban cada vez que introducía mi falange en su interior y ya más seguro de mí mismo, decidí dar otro paso y dándole otro azote, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.

― Ahhhh―  gritó mordiéndose el labio. 

Su gemido fue un aviso de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. La morena moviendo sus caderas me informó, sin querer, que estaba dispuesta. Esta vez, tuve cuidado y moviendo mis dedos alrededor de su cerrado músculo, fui dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 

― ¡No puede ser!―  aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.

Venciendo sus anteriores reparos, mi cuñadita se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente al terminar de meter los dos dedos, se corrió sonoramente mientras su cuerpo convulsionaba bajo el sol de esa mañana. Sin dejarla reposar, embadurné mi órgano con su flujo y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada: 

― ¿Estás lista?―  pregunté mientras jugueteaba con su esfínter. 

Ni siquiera esperó a que terminara de hablar y tomando por primera vez la iniciativa,  llevó su cuerpo hacia atrás y lentamente fue metiéndoselo. La parsimonia con la que se empaló, me permitió sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con un rictus de dolor en su cara, prosiguió con su labor hasta que sintió la base de mi pene chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que estaba experimentado.

― ¡Cómo duele!―  exclamó cayendo rendida sobre la toalla.

Venciendo las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que se acostumbrara a tenerlo dentro y para que no se enfriara el ardor de la muchacha, aceleré mis caricias sobre su clítoris. Pegando un nuevo berrido, Nuria me informó que se había relajado y levantando su cara de la arena, me rogó que comenzara a cabalgarla. 

Su expresión de genuino deseo no solo me convenció que había conseguido mi objetivo sino que me reveló que a partir de ese día esa puta estaría a mi entera disposición. Haciendo uso de mi nueva posesión, fui con tranquilidad extrayendo mi sexo de su interior y cuando casi había terminado de sacarlo, el putón en el que se había convertido mi cuñada, con un movimiento de sus caderas, se lo volvió a introducir. A partir de ese momento, Nuria y yo dimos  inicio a un juego por el cual yo intentaba recuperarlo y ella lo impedía al volvérselo a embutir. Poco a poco, el ritmo con el que la daba por culo se fue acelerando, convirtiendo nuestro tranquilo trotar en un desbocado galope. Temiendo que en una de esas, mi pene se saliera y provocara un accidente, hizo que cogiera con mis manos sus enormes ubres para no descabalgar.

― ¡Me encanta!―  me confesó al experimentar que con la nueva postura mis penetraciones eran todavía más profundas.

― ¡Serás puta!―  contesté descojonado al oírla y estimulado por su entrega, le di un fuerte azote. 

― ¡Que gusto!―  gritó al sentir mi mano y comportándose como la guarra que era,  me imploró más. 

No tuvo que volver a decírmelo, alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoras cachetadas marcando el compás con el que la penetraba. El durísimo trato  la llevó al borde de la locura y ya  con su culo completamente rojo, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal. Fue impresionante ver a Nuria, temblando de placer mientras su garganta no dejaba de rogar que siguiera azotándola:

― ¡No dejes de follarme!, ¡Por favor!―  aulló al sentir que el gozo desgarraba su interior. 

Su actitud sumisa fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su culo como frontón.  Pegando un alarido, perdió el control y moviendo sus caderas, se corrió.

Con la tarea ya hecha, decidí que era mi momento y concentrándome  en mi propio placer, forcé su esfínter al máximo con fieras cuchilladas de mi estoque. Desesperada, Nuria aulló pidiendo un descanso pero absorto por la lujuria, no le hice caso y seguí violando su intestino hasta que sentí que estaba a punto de correrme. Mi orgasmo fue total. Cada uno de los músculos de mi cuerpo se estremeció de placer mientras  mi pene vertía su simiente rellenando el estrecho conducto de la mujer.

Al terminar de eyacular, saqué mi pene de su culo y agotado, me tumbé a su lado. Mi cuñada entonces hizo algo insólito en ella, recibiéndome con los brazos abiertos, me besó mientras  no dejaba de agradecerme el haberla hecho sentir tanto placer y acurrucada en esa posición, se quedó dormida. La dejé descansar durante unos minutos durante los cuales, al rememorar lo ocurrido caí en la cuenta que aunque no era mi intención le había ayudado a desprenderse de los complejos que le habían maniatado desde niña.

« Esta zorra ha descubierto su faceta sumisa y ya no podrá desembarazarse de ella», pensé mientras la miraba.

¡Estaba preciosa! Su cara relajada demostraba que mi querida cuñadita por primera vez  era una mujer feliz. Temiendo que cogiese una insolación, la desperté y abriendo sus ojos, me miró con ternura mientras me preguntaba:

― ¿Ahora qué?

Supe que con sus palabras quería saber si ahí acababa todo o por el contrario, esa playa era el inicio de una relación. Soltando una carcajada, le ayudé a levantarse y cogiéndola entre mis brazos, le dije:

― ¡No pienso dejarte escapar! 

Luciendo una sonrisa de oreja a oreja, me contestó:

― Vamos a darnos un baño rápido al hotel porque Mr. Goldsmith me ha pedido que te dijera que quiere verte esta tarde nuevamente en su yate.

― ¿A mí solo?―  pregunté con la mosca detrás de la oreja.

― No, también quiere que vayamos Martha y yo―  y poniendo cara de no haber roto un plato, me confesó: ― Por ella no te preocupes, antes de venir a la playa, se lo he explicado y está de acuerdo.

Ya completamente seguro de que esa zorra escondía algo, insistí:

― ¿Sabes lo que quiere el viejo?

― Sí, te va a nombrar director para Europa y desea celebrar tu nombramiento…―  contestó muerta de risa y tomando aire, prosiguió diciendo: ― También piensa sugerirte que nos nombres a la rubia y a mí como responsables para el Reino Unido y España.

Solté una carcajada al comprobar que esa zorra, sabiendo que iba a ser su jefe, maniobró para darme la noticia y que su supuesta sumisión solo era un paso más en su carrera.  Sin importarme el motivo que tuviera, decidí que iba a abusar de mi puesto y cogiéndola de la cintura, volví junto con ella a mi habitación.

 

 

 

Relato erótico: “Cómo seducir a una top model en 5 pasos (15)” (POR JANIS)

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CAZADORLa historia de un culito chino.

Nota de la autora: Quedaría muy agradecida con sus comentarios y opiniones, que siguen siendo muy importantes para mí. Pueden usar mi correo: janis.estigma@hotmail.es

Gracias a todos mis lectores, y prometo contestar a todos.

Sin títuloCalenda dejó de ensortijarse el cabello con el índice de su mano izquierda y desconectó su móvil. Sin ser conciente de ello, sonrió y miró las luces de Manhattan, al otro lado del puente de Brooklyn.

― ¿Era Cristo? – le preguntó May Lin, atareada en freír trocitos de pollo en la sartén.

― Si, el pobre está destrozado…

― Te gusta ese chico, ¿verdad?

― ¿A mí? – Calenda hizo un exagerado gesto de sorpresa, llevándose una mano al pecho. — ¿Por qué lo dices?

― Por la sonrisa que se te ha quedado en la cara – señaló la chinita con la paleta.

― No. No sé… Es agradable, divertido y muy comprensivo, pero…

― Es enano.

― ¡May! – se escandalizó la venezolana.

― No es por burlarme, pero es la verdad. Parece un ratoncito…

― Si, bueno… pero resulta encantador, ¿no?

― No lo puedo negar. A veces me dan ganas de estrujarlo entre mis brazos.

― Tampoco exageres, es casi de tu tamaño.

― ¡Le saco algunos centímetros y, seguramente, cinco kilos de peso! – exclamó May Lin, poniéndose de puntillas, como para afirmar aún más su superioridad.

― Vale, vale – se rió Calenda. – Tienes razón.

May Lin parecía una cría, con su cuerpo delgado y casi sin pecho, de apenas metro sesenta.

― Solo pienso en ti, amiga. ¿Qué diría la prensa si le viera aferrado a tu cintura? – le preguntó la chinita.

― ¡Bufff! – Calenda ya había pensado en ello. Las sátiras cubrirían las páginas de sociedad. Pero era tan injusto… Cristo era un cielo.

Calenda se levantó del sofá y se dispuso a ayudar a su compañera de piso, poniendo la mesa. Sus largas piernas quedaron de manifiesto al moverse. Llevaba puesta una vieja camisa de hombre que tapaba el estrecho culotte que solía llevar en casa, dejando sus morenas piernas al aire.

Puso dos platos y los cubiertos, así como dos vasos y una botella de agua fría. Sacó un poco de pan y cortó varios trozos con el gran cuchillo, que dispuso en una panera. Rebuscó algunas servilletas de papel y no encontró.

― Mañana tenemos que ir de compras – comunicó a su amiga.

― Vale.

Abrió el cajón de la mesa y sacó dos servilletas de hilo. May repartió el contenido de la sartén en ambos platos. La chinita era quien se ocupaba de cocinar, en las pocas ocasiones en que decidían hacerlo. Calenda no sabía ni hacer una ensalada.

― Mmm… que bien huele – exclamó la morena olisqueando su plato.

― Pollo salteado con verduras, y regado con limón y brandy – recalcó May Lin.

― ¡A comer!

Durante los cinco siguientes minutos, solo se escucharon los sonidos propios de deglutir y mordisquear, ambas chicas atareadas en saciar sus estómagos.

― A ver, Calenda… ¿Cristo te ha dicho algo? ¿Se te ha insinuado o declarado? – preguntó May de repente.

― No, que va. Hace apenas veinte días que lo han dejado. Creo que Cristo aún tiene esperanzas de recuperarla. Siempre me ha dejado claro que amaba a Chessy, que estaba muy a gusto con ella.

― ¿Entonces?

― No sé. Soy yo, creo… no estoy acostumbrada a que un tío sea tan agradable conmigo, tan atento…

― Joder, tía…

Calenda se encogió de hombros, como quitándole importancia.

― Me siento muy conectada con él, pero no sé el motivo. Como ya te he dicho, es encantador y una dulzura de chico, pero…

― Es como un peluche, ¿no? – aventuró May.

― ¡Si! ¡Exacto! Me produce una fuerte empatía, como si tuviera que protegerlo del mundo, pero no me… pone. No me atrae sexualmente.

― Ya veo. Es como un “pagafantas”.

― No seas mala, May – le advirtió Calenda.

― Si lo que quieres es acariciarle la cabeza, llorar en su hombro, y que te saque a pasear, es un “pagafantas”.

Las dos se rieron con ganas.

― Pero tienes que reconocer que es un “pagafantas” guapo – declaró Calenda.

― Eso si. Guapo y listo, y nada tímido.

― Entonces, no es un “pagafantas”. Habrá que buscarle otro apodo – negó la venezolana.

― ¿Qué tal “ositopeluche”?

Nuevas carcajadas se elevaron en el apartamento.

― Bueno – dijo Calenda, limpiándose una lágrima –, por el momento está jodido. No creo que le interese una nueva relación. Perder a Chessy le ha destrozado.

― Se rumorea que todo empezó con una serie de intercambios – murmuró May Lin.

― ¿Intercambios? Pero… los sudafricanos son hermanos… — balbuceó Calenda, demostrando que no sabía nada del asunto.

May Lin levantó las manos, en una muda pregunta.

― ¡Que fuerte, si eso es cierto! – dijo Calenda, con un suspiro.

― De eso te puedes enterar cuando quieras… Pregúntale a Cristo.

― ¡Cotilla!

― ¡A mucha honra!

― ¿Intercambios? Joder… Cristo con Kasha.

― ¿Te molesta, Calenda?

― No, más bien me sorprende. Kasha es un pedazo de mujer.

― ¿Cómo tú? – inquirió la chinita, con una malvada sonrisa.

― ¡May!

― Es cierto. Es toda una hembra, al igual que tú, y ha aceptado a Cristo… ¿Sigues considerándolo un “ositopeluche”?

― Eres una zorra, May Lin – susurró Calenda, llevándose las manos a las sienes.

La chinita dejó escapar una tenue risita. Era como el mismo demonio tentando.

― ¿Has sentido algo parecido por un hombre? – le preguntó Calenda, de sopetón, acallando la risita.

May lin se levantó de la mesa y recogió los platos, sin comentar nada más. Su rostro se mantuvo hermético. Calenda, sorprendida por el brusco cambio de su amiga, observó como la chinita dejaba los platos en el fregadero. Representaba la inocencia más pura, con aquel pantaloncito corto y una camiseta con jirafas y cebras abrazadas.

― May, te he contado mis más ocultos secretos. Te hablé de mi padre y de cómo me ha tratado… te hablo de mis dudas sobre Cristo, pero nunca me has hablado de ti, de tu familia… ¿Por qué?

Con asombro, Calenda comprobó que May Lin se secaba las lágrimas que empezaban a correr por sus mejillas. Se apoyaba con una mano en el borde del fregadero y le daba la espalda, intentando ocultar sus emociones. Calenda se puso en pie y la abrazó por el vientre, con suavidad.

― May… perdóname si he dicho algo indebido. Me preocupas, cielo. Cuéntame qué te ocurre, por favor… confía en mí – susurró Calenda a su oído, dándole cortos besitos en el cuello.

May elevó una mano y le acarició la mejilla. Se giró cuanto pudo y la besó dulcemente sobre los labios. Después, aferró su mano y tiró de Calenda hasta el sofá. Se sentaron las dos, frente a frente, con las manos unidas.

― Está bien, Calenda – le dijo la chinita con dulzura, mirándola directamente a los ojos. Aquellas pupilas, de oscuro centro y bordes color miel, la atraparon sin remedio. – Esto no se lo he contado a nadie, nunca. Pero confío totalmente en ti y te mereces conocerme…

________________________

“Soy ciudadana americana. Nací aquí, en Nueva York, en Chinatown, concretamente. Sin embargo, no conocí a mis padres, ni he sabido nunca nada de ellos. Me crió una mujer a la que siempre he llamado abuela, pero dudo que sea pariente mía. Regentaba uno de los camuflados salones de masajes de Chinatown.

Crecí con otros niños del barrio, y jugué a los tradicionales juegos. Fui a la escuela, como otros tantos niños chinos, y aprendí las tradiciones y costumbres de mi pueblo. Abuela era bastante estricta, pero justa. Yo era una niña obediente y sumisa, agradecida porque ella me cuidaba.

Entonces, un día, abuela me dijo que debía empezar a aprender el arte milenario del masaje, que ya era suficientemente mayor para ello. En realidad, tenía doce años. Cada día, cuando regresaba de la escuela, tenía que cumplir con una tarea que abuela me había preparado.

Al principio, había una mujer enseñándome, aconsejándome. Entre las dos, atendíamos a uno de los clientes de abuela. Le bañábamos en una gran tina de madera, con cazos de agua caliente y esponjas naturales. Después, se pasaba a una camilla sobre la que se tumbaba y le masajeábamos todo el cuerpo, con aceites naturales.

Tardaron poco en dejarme sola. De esa forma, aprendí el arte del masaje erótico y me acostumbré a la piel de los hombres. Un solo cliente, por la tarde, y entonces podía hacer mis tareas del colegio y cenaba. Un cliente cada día.

Ninguno de aquellos clientes tenía permitido tocarme, ni yo me desnudaba tampoco. Solo era una niña haciendo masajes; unos masajes en los que mis manitas ganaban cada vez más experiencia.

Abuela me observaba y me daba consejos sobre los masajes, pero también sobre los hombres. Hasta años más tarde no pude comprender que me estaba evaluando; comprobaba mi aptitud y mi obediencia. Yo nunca me quejaba, ni me negaba a nada. Era atenta y callada con los clientes, perfecta para lo que ella quería: reservar mi virginidad para venderla bien cara.

Cuando cumplí catorce años, abuela me llevó a casa de un hombre maduro. Me lo presentó como Maestro Fong. Hablaba muy suave y era muy cortés. Entonces, abuela se marchó, dejándome allí. Me asusté, pero no osé preguntar nada. El Maestro Fong me sentó en un sofá y pasó sus dedos por mi cara, diciendo que era muy hermosa y angelical. Me informó que, durante una semana, viviría allí con él y que no podría ir a la escuela.

Aquella misma tarde, el Maestro Fong me llenó el culito de aceite e introdujo una pequeña bola que dejó allí varias horas. Llegó un momento en que debía ir al baño urgentemente, así que me la saqué e hice mis necesidades. Me gané un buen castigo. Me azotó las nalgas con una caña de bambú, diciéndome que no debía sacarme la bola bajo ningún pretexto. Si necesitaba ir al baño, le preguntaría a él o me aguantaría como fuese. Aprendí la lección rápidamente.

Durante esa semana, fue introduciendo más bolas, hasta cinco, de ese tamaño. Después, cambió de tamaño, aplicando uno mayor. Sentía las bolas moverse en mi recto y debía hacer fuerzas para que no se salieran. Tenía todo el día el ano echando fuego, irritado por el ensanche. El dolor en si no era demasiado, un poco al principio, cuando me introducía las bolas, pero desaparecía al poco rato. En aquel entonces, no era conciente de lo elástica que es una niña en estas cuestiones.

Los dos últimos días de mi estancia en aquella casa, me los pasé en la cama, siendo sodomizada por el Maestro Fong. Me había ensanchado a placer y llegó el momento de probarme. Al principio, lloré y pataleé, pero no sirvió de nada, salvo para recibir otra tanda de azotes con el bambú. Su pene me horadaba como si fuese mantequilla, sin prisas, con un ritmo constante. Al igual que con las bolas, el dolor desaparecía a medida que mi esfínter se acoplaba al intruso.

El Maestro quedó contento cuando comprobó que ya no me quejaba y que soportaba sus envites, así que me regaló mi primer orgasmo. Con dedos expertos, acarició mi virginal clítoris y no hizo caso alguno a mis primeros espasmos, conduciéndome a una explosión de placer que no podía aún entender. ¿Qué me había hecho y cómo?, me preguntaba, intentando recrear la experiencia con mis propios dedos.

En esos dos días de pruebas, me estuvo recompensando con lo mismo, varias veces al día, hasta tenerme en vilo, tumbada sobre la cama, anhelando que entrara en la habitación.

Abuela vino a por mí y me exploró, abriendo mis nalgas. Quedó satisfecha y me dio un suave cachete. Volvimos a casa y retomé la rutina de acudir al colegio, pero, al regresar, el cliente que me esperaba no solo pretendía tomar un baño y un masaje, sino que pretendía petarme el culito. Siempre un solo cliente al día.

Aquel primer cliente no fue tan amable como el Maestro Fong. No acarició mi clítoris, sino que se limitó a meter su polla hasta el fondo. Tampoco es que fuera nada del otro mundo. Por lo visto, quedó muy satisfecho y así se lo dijo a abuela. Ella fue quien me recompensó. Después de cenar, cuando ya había hecho todas mis tareas, me llevó a su dormitorio y esa noche dormí con ella. Fue su lengua la primera que tocó mi inflamado clítoris, haciéndome retorcerme y chillar de gusto. Esa noche, aprendí a calmar a una mujer y a degustar sus fluidos. La abuela no era ninguna belleza, pero yo ansiaba la recompensa.

Los clientes se sucedían, uno al día. Abuela no permitía que me tocaran más que el culito. No sé la clase de amenaza o advertencia que les hacía a aquellos hombres, pero ninguno intentó algo más. Aprendí a tocarme yo misma mientras se hundían en mi culito, consiguiendo correrme casi siempre segundos antes que los clientes. Aquellos placeres que me hacían temblar, solo servían para aumentar las ofertas que le hacían a abuela por mi virginidad.

Sin embargo, uno de esos habituales clientes tenía otros planes para mí. Se llamaba Jon-Tse y era un hombre con una permanente sonrisa falsa en la cara. En cada ocasión, antes de traspasarme el ano con su miembro, me decía que estaba más bonita a cada día que pasaba. Se trataba de un manager muy activo, que llevaba tanto luchadores, artistas, como putas. Pensaba que una cara tan bonita como la mía se iba a desperdiciar y embrutecer si la abuela me hundía en la prostitución. Según él, había mejores formas de ganar dinero conmigo.

Aún no sé cómo consiguió convencer a abuela, pero el caso es que compró los derechos de mi explotación. Toda mi documentación seguía estando con abuela, pero me marché con él.

Me dejó a cargo de Tamisho, una señora japonesa de mediana edad. Era una entrenadora de geishas que se había traído de Japón. Ella se encargaría de pulir mis modales y afirmaría mi actitud. No me retiró totalmente de que los hombres me sodomizaran, pero si redujo considerablemente su número. Tenía uno o dos por semana, en citas concertadas con antelación, y olían bastante mejor que los que me traía abuela. No eran chinos, sino blancos y algunos, pocos, negros. Por lo que podía observar, eran hombres poderosos, de bienes, que me trataban bien, con respeto.

Mi estancia con Tamisho me sirvió para aprender innumerables maneras para agradar a los hombres. Las ponía en práctica con mis citas y también con Jon-Tse, quien se convirtió pronto en mi amante más asiduo. Aunque nunca me dijo el motivo, Jon-Tse mantuvo la misma política que abuela. Mantuvo mi virginidad intacta. Tanto él como sus clientes, se conformaban con mi elástico y bien entrenado culito. Era capaz de tragarme cualquier tamaño y ya empezaba a gozar de mi esfínter.

Con Tamisho, aprendí cuanto me faltaba sobre las artes sáficas. Metidas las dos en la cama, me hablaba de cuanto podían gozar dos mujeres con un consolador, a la par que me introducía uno en el culito. La verdad es que esa mujer me hacía berrear como ninguno de los clientes.

Jon-Tse fue quien me introdujo en el mundillo de la publicidad. Muchos de sus ricos clientes me contrataron como modelo para sus negocios. La dulzura de mi rostro y mi semblante me hicieron destacar como fotomodelo juvenil. En apenas un par de años, aparecí en vallas y afiches en los estados de Nueva York y New Jersey. Eso hizo mi rostro conocido y aún más reclamado para la publicidad. Quizás eso fue lo que convenció a Jon Tse para no dejar que nadie me desvirgara, pues según sus propias creencias, mantenía mi espíritu en alza. A medida que el negocio publicitario se incrementaba, empezó a retirarme de los encuentros amorosos. Me decía que mi rostro y mi apostura juvenil cada vez tenían más demanda. Ya solo dejaba que los muy ricos y poderosos me tuviesen, cuando se encaprichaban del culito de la niña china.

Hice una campaña para Benetton cuando tenía dieciséis años de edad, y, como resultado, una ambiciosa fiscal del estado se encaprichó de mí, lo que acabó llevando a Jon-Tse a la ruina y a la cárcel. Juliette Dobrisky, la susodicha fiscal, se convirtió en mi nueva protectora. Estaba casada y era madre de dos niños, pero construyó una vida paralela para mí. Me sacó de Chinatown y me instaló en un pequeño apartamento, en Queens. Tenía una cuenta de gastos, iba al instituto, y disponía de un nuevo agente que me buscaba trabajos cada vez mejores.

La prostitución se había acabado para mí y me dediqué, por completo, a calentar la cama de la fiscal. Juliette era una mujer fuerte y dinámica, pero también hermosa y romántica. Junto a ella, comprendí que las mujeres me atraían mucho más que los hombres, que me llenaban de amor y pasión. Los hombres solo habían sido bestias lujuriosas que me usaron a placer, como un simple objeto.

Juliette era idílica, aunque disponía de poco tiempo para mí. Era muy paciente en la cama, buscando siempre mi placer, colmándome de atenciones. A veces, salíamos a pasear o al cine. En ocasiones, parecía que me tratara como a una hija, en vez de ser su amante. Me enamoré de ella completamente, a pesar de la diferencia de edad. Es la única persona, en mi vida, por la cual lo dejaría todo. Pero, como todo idilio, tuvo un final. El partido convenció a Juliette para presentarse a senadora. A ese nivel, nuestros encuentros pronto serían descubiertos por sus contrincantes políticos. Tuvimos que terminar nuestro romance.

Para entonces, yo había cumplido los diecinueve años y mi carrera como modelo ascendía con fuerza. No podía dedicarme a pasarela por mi baja estatura, pero mi cuerpo juvenil y mi cara de niña adorable seguían siendo muy requeridos en publicidad fotográfica. Vallas, carteles, afiches de autobuses, y, sobre todo, libretos publicitarios a nivel nacional, se nutrían de mi belleza. Hace un par de años, mi agente firmó una cesión con Fusion Models Group, que me ha conseguido buenos contratos. Desde lo de Juliette, no he mantenido ninguna relación sentimental. Es algo que no se me apetecía, aunque he compartido este piso con algunas chicas. Pero, finalmente, llegaste tú, Calenda. He vuelto a disfrutar de esa ansiedad que crece en el vientre, con la que sientes delicadas alas de mariposa en el estómago. No solo eres mi compañera y mi amiga, sino que eres la única persona en la que confío para contar todo esto.

A mi pesar, me he enamorado de ti, Calenda.”

_______________________________________________

Calenda apretó con fuerza la mano de May Lin. Se sentía desbordada por la historia que había escuchado. Ella, mejor que nadie, sabía el dolor y la impotencia que significaba todo aquello. A pesar de la escasa inflexión en la voz de la chinita, Calenda sabía lo que debía haber sufrido. Cuantas noches en blanco, entre lágrimas, cuanta angustia sufrida sin contar con el apoyo de una madre, de un adulto en el que confiar. ¿Cómo lo había soportado?

Calenda, que creía que a ella le había pasado lo peor del mundo, fue conciente de que no era la única en ser desgraciada. ¿Cómo May Lin había soportado oírla hablar de sus desventuras? Su compañera tenía que haber hecho de tripas corazón mientras la escuchaba. ¿Y cómo no se había dado cuenta de los sentimientos de la chinita? Eso era lo más grave. Habían compartido cama, más de una noche, y jugado al placer entre ellas, pero ahora comprendía que, para May, era algo mucho más profundo.

Totalmente conmovida, Calenda abrió sus brazos, brindando a su amiga el abrazo que necesitaba. May Lin se dejó acunar, emocionándose con el calor humano. Calenda besó la coronilla de May, oliendo el fino cabello cortado en capas. No sabía cómo, pero May siempre llevaba su pelo perfecto, como si el viento y los roces no la afectaran. Su casquete estilo Cleopatra, con las puntas largas por delante, cayendo sobre sus pechos, siempre lucía igual. Ella sabría cuanto tiempo le dedicaba a tal menester.

― Lo siento mucho, cielo – susurró Calenda. – Siento mucho que te haya pasado todo eso…

May Lin estalló en un quedo sollozo amortiguado. Se aferró aún más al sinuoso cuerpo de su amiga, como si quisiera fusionarse. Calenda la arropó con sus brazos, tratando de apaciguar los escalofríos que recorrían su cuerpo.

― Ya está, pequeña, ya está. Ahora todo está bien… estoy contigo…

May suspiró. Su amiga la llamaba pequeña, cuando, realmente, la china era tres años mayor que la venezolana. Esa era la historia de su vida. Todo el mundo la consideraba una niña, una joven indefensa y sin experiencia. La mayoría de las veces, esa impresión venía genial, ayudándola en su trabajo y otros asuntos. Pero, en otros casos, como en ese momento, no la ayudaba, sino que la reprimía.

Calenda la consolaba y trataba de protegerla de la crudeza de la vida. Sin embargo, de las dos, May Lin era, sin duda, la más fuerte y la más decidida. Solo que, en aquel momento, había sucumbido a una emoción que llevaba un tiempo anidando en ella.

May Lin no había querido reconocer que sentía algo profundo por Calenda. Se lo había callado, atesorando los momentos de dulzura que existían entre las dos como sucedáneo. Sin embargo, escuchar a Calenda confesarle que sentía algo por Cristo, la había puesto frenética, sucumbiendo a la presión.

La chinita no quería abandonar los brazos de su compañera, más que nada para no tener que mirarla. La vergüenza y un fuerte pudor llenaban su mente. Le había contado, de un tirón y sin mirarla, lo más escabroso de su vida: sus pecados y su debilidad. Calenda mecía su cuerpo sobre el sofá. Su espalda golpeaba suavemente contra el respaldo y sus abdominales volvían a impulsar su cuerpo hacia delante, mientras acariciaba la nuca de su amiga abrazada. Siseaba levemente, intentando que May Lin dejara de llorar, mientras su mente rememoraba signos y detalles que se esclarecían al momento.

Desde que ella entró por la puerta del apartamento, May Lin se desvivió por atenderla, por agradarle, y Calenda no supo ver a qué era debido. No se sentía mal por desatar esa pasión en su amiga. Ella misma la hubiera aceptado si lo hubiese sabido antes. De hecho, meter a May en su cama era lo mejor de convivir juntas, pero no se sentía enamorada de ella. Esa era una palabra de fuerza mayor, que Calenda no había usado ni conocido en su vida. Nunca se atrevió a sentir algo suficientemente poderoso hacia una persona, salvo la enfermiza sumisión que despertaba su padre en ella. ¡Gracias a Dios que estaba en la cárcel!

― Calenda – susurró May Lin, alzando sus ojos — ¿me quieres?

Era la pregunta que la venezolana esperaba y temía.

― Claro que si, mi vida – musitó a su vez. – Eres mi amiga y mi compañera. Te quiero muchísimo.

― Pero… ¿me amas, Calenda?

Calenda la separó de su cuerpo para poder fijar sus ojos en ella.

― Ahora mismo, eres la persona a la que más quiero de mi vida. No sé si ese es el amor que esperas, o si puedo llegar a amarte aún más. El tiempo lo dirá…

― Con eso me conformo, Calenda – sonrió May Lin, atrapando la nuca de su amiga para acercar sus bocas.

El beso se convirtió en algo sensual, largo, y profundo. Cuando se separaron, ambas estaban rojas y jadeantes. Los delicados dedos de May se atareaban sobre los botones de la camisa de Calenda. Ésta sintió como sus pezones hormigueaban, poniéndose duros y sensibles, con solo ese minúsculo roce. Ella misma atrajo la cabeza de la chinita sobre uno de sus senos, en cuanto quedó al aire. Se le escapó un fuerte siseo cuando la boquita asiática mordió delicadamente su firme pezón. Unas manos casi infantiles se apoderaron de sus espléndidos pechos, sobando y pellizcando, haciéndola estremecerse. May Lin sabía muy bien cómo torturar los senos, hasta arrancarle aullidos.

May cambió la boca de pezón, mordisqueando el vecino. Pellizcó y estiró el que había abandona, muy mojado, con tal fuerza que Calenda gimió de dolor, pero no se quejó de otra forma. May Lin parecía frenética, seguramente debido a su confesión. Dedos y boca atormentaban sin cesar los pechos de su compañera, esas tetas con las que soñaba cada noche.

Acabó de quitarle la camisa y su boca descendió, en busca del profundo ombligo. Por su parte, Calenda tironeó de la camiseta de May, intentando sacarla por encima de su cabeza, pero la joven no hacía nada por ayudarle, demasiada ocupada con mordisquear su piel, lo cual impedía dejar su torso desnudo.

Como si tuviera una única misión entre ceja y ceja, May Lin bajó el culotte de su amiga, deslizándolo por sus largas piernas. Cuando Calenda quiso responder con una caricia más íntima, May le apartó la mano y le dijo:

― Déjame hacer… ya tendrás tu momento…

La obligó a tumbarse en el sofá, colocándole una mano sobre un hombro. Desnuda, Calenda se tumbó boca arriba y se abrió de piernas ante una mínima presión. Los dedos de May resbalaron sobre el depilado pubis, ocasionando un largo y divino escalofrío en el cuerpo de Calenda. También notó como su vagina se humedecía, respondiendo a las caricias. Los pequeños dedos la penetraron con tanta dulzura que apenas los notó. Otros dedos aletearon sobre sus sensibles ingles, haciendo que subiera más las rodillas. Su torso se alzaba con un ritmo rápido y potente.

― Mmmmmm…mmmmmmmmmm… – gimió cuando una lengua traviesa reemplazó los dedos en su vagina.

May Lin besó aquella encantadora vagina como si fuesen los labios de la boca, deslizando su lengua en su interior. Para ella, no existía otro coño tan hermoso y sabroso como el de su compañera de piso. Era precioso, de labios mayores abultados y cerrados, así como una pequeña prominencia en su Monte de Venus, que lo hacía particularmente mullido. Le encantaba comérselo y estaba dispuesta a hacerlo mucho tiempo. Endureció su lengua y traspasó la vulva, buscando una penetración más profunda. Calenda daba pequeños saltitos sobre sus posaderas, respondiendo a lo que le hacía sentir aquella lengua.

― DIOSSSSSS…

May Lin sonrió al sentir la exclamación. Notaba como las caderas se movían, arqueando el cuerpo, ondulando el vientre. Calenda bailaba al son que tocaba la lengua de May Lin. Ésta estaba hecha una bola entre las piernas de su amiga, como un pequeño duende travieso que estuviera libando de una tierna flor. Su cuerpo de niña, enfundado en el corto pijama, casi se ocultaba tras las piernas flexionadas de su compañera.

Calenda colocó sus manos a cada lado del rostro de May, incrementando su presión sobre su entrepierna. Boqueaba como un pez, completamente alterada por la eficiente lengua. Ambas se miraron, sin que Calenda soltara su carita. La observó pasar la lengua por toda su vagina, poniendo una carita de vicio tremenda. Mientras lamía, no dejaba de mirarla. Por un momento, la venezolana tuvo una especie de epifanía. Aquel rostro de rasgos infantiles, de manifiesta inocencia engañosa, se convertiría en su confidente secreta, en su máximo cómplice, unidas por el vicio y el placer.

― Ay, May… May… no puedo más – jadeó Calenda, alzando sus caderas. — ¡Tengo fuego en el coño!

May Lin no contestó, pero se lanzó a succionar el hinchado clítoris con fuerza. El cuerpo de Calenda se contrajo y, con un chillido, empezó a correrse salvajemente. Parecía una yegua encabritada, cuyos movimientos espasmódicos no lograban arrancar de su lomo la avispada y pequeña jinete que la montaba.

― Déjalo ya… aparta, May… me estás matandooooo… — jadeó Calenda, apartando la boca de su amiga, que parecía haberse pegado a su clítoris.

May Lin sonrió y se relamió, limpiando los jugos que manchaban su barbilla. Se acostó al lado de su desnuda amiga, quien trataba de recuperar el fuelle, y se abrazó a ella.

― Quiero pedirte un favor, Calenda.

― Lo que desees, cariño – exhaló las palabras junto al aire de sus pulmones.

― Es sobre mi vergonzoso secreto… De vez en cuando, tengo la necesidad de una polla en mi culito…

― ¿Quieres un hombre? – se asombró Calenda.

― ¡NO! Te quiero a ti entre mis nalgas.

― ¿Cómo? Yo no…

May saltó del sofá y marchó a su habitación. En cinco segundos regresó con un grueso pene de látex, dispuesto sobre un fino arnés.

― Ah, eso – comprendió la morena.

― Si, tonta – se rió la chinita. – Quiero que te lo pongas y me folles el culo, sin contemplaciones. ¿Lo harás?

― Te aseguro que vas a chillar, mi vida – exclamó Calenda, poniéndose en pie y dándole la mano a su amiga.

Las dos caminaron hacia el dormitorio de Calenda. Una vez allí, Calenda se colocó el arnés y May Lin se desnudó totalmente. la primera pasó sus dedos por el coño de la segunda.

― Joder, como chorreas – exclamó.

― Estoy muy excitada – susurró May.

― ¿Puedo preguntarte quien te desvirgó?

― Fue Juliette – contestó la chinita, subiéndose a la cama, de bruces.

Sus pequeñas nalgas quedaron expuestas, redonditas y separadas. May Lin la miró por encima del hombro. Se llevó una mano al clítoris, pellizcándolo. Sin palabras, se ofrecía a su amiga, quien no sabía muy bien cómo actuar.

― ¿Lo quieres ya en el culito? – le preguntó.

― Primero en el coñito, para humedecer bien el consolador – dijo con voz de niña.

Calenda clavó las rodillas sobre la cama, aferró el tieso falo de caucho con la mano, y lo apuntó sobre la oquedad adecuada. May Lin se abrió de piernas y levantó las nalgas, abriendo el camino. Con cuidado, Calenda se deslizó en el interior. May Lin bufaba y se quejaba. El grueso y falso pene tenía dificultad en entrar.

― ¡Eres muy estrecha! – masculló Calenda, comprobando que le estaba haciendo daño.

― ¡No importa! ¡Sigue! ¡FÓLLAME DURO!

Calenda empujó y empujó, entre resuellos de ambas, hasta introducir todo el consolador en la vagina de la chinita. May Lin aullaba y culeaba, todo a la vez, aferrada a la sábana con dos puñados.

― Cielo, May… te estoy rajando, por Dios. ¿Cuántas veces has hecho esto?

― No… ha entrado… nada en mi… coñito… desde que… Juliette… se fue – gruñó con esfuerzo.

― ¡Estás loca!

― Quería que… fueses tú la primera… mi princesa…

― Gracias, cariño.

― Ahora… ya está bien mojado… ahora mételo en el culo…

― Pero… no está dilatado.

― Me gusta así… ¡duro! ¡Hazlo!

Con solo apretar la nalga con un dedo, el esfínter se abrió, bien entrenado. Calenda comprobó que aquel culito dilataba todo lo que quisiese, con solo apretarlo. La mucosa rosada aparecía a la luz, entre gemidos de la chinita. Era un ano precioso, cultivado y bien cuidado, al que debían haber usado cientos de veces, dada su ductilidad. Calenda introdujo el glande de un solo golpe, arrancando un hondo gemido de gozo, que se convirtió en un aullido al deslizar el restante consolador.

― Puta, está todo dentro – exclamó Calenda, hirviendo de deseo.

― Si… lo noto hasta el f-fondo… dame fuerte, cariño…

― ¡Te voy a sacar toda la mierda! – Calenda se sentía frenética.

― ¡SSSIIII!

La venezolana apretó los dientes y empezó a embestir con los ojos vidriosos. Lo hacía rápido y fuerte, llegando lo más adentro que podía, entre cortos jadeos. May Lin movía las nalgas cuanto podía, intentando rotarlas para obtener así mejor fricción, pero los embates de su amiga la clavaban al colchón.

― Aaaahhhhaaaa… ¡Así, así! ¡Clávame todo! – le chilló la chinita, girándose lo que pudo y colocándose una mano sobre la nalga. La abrió mientras siseaba. – Mira como entra. Me estás clavando al colchón, mi vida… ¡Soy tuya! ¡Haz conmigo lo que quieraaaaas!

Calenda, enloquecida, le metió dos dedos en la boca, acallándola, mientras las embestidas empezaban a descolocarla a ella también. Los falsos testículos que colgaban del falo consolador golpeaban su vulva y clítoris. La rápida cadencia y su propio ímpetu la estaban llevando al clímax. May Lin empezó a correrse en ese preciso momento, azotándose ella misma una nalga con fuerza. Su melenita se desparramaba sobre la cama, deshecha por una vez. Emitía cortos grititos con cada estremecimiento que agitaba su cuerpo.

― ¡TOMA, PUTITA! ¡CÓRRETE! – exclamó Calenda, cayendo sobre la espalda de la chinita, dejándose llevar por su propio orgasmo, el cual la dejó sin fuerzas.

La una sobre la otra, se cogieron de las manos, mirándose a los ojos mientras las últimas ondas de placer surcaban sus espaldas, diluyéndose en un sentimiento mitad romántico, mitad melancólico.

― Te quiero… — susurró May, a la par que su amiga le sacaba el falo de plástico del culito.

― Yo quiero volver a follarte – gruñó Calenda, poniendo los pies en el suelo.

― ¿Ah si? – sonrió la asiática.

― Si, pero esta vez de frente. Quiero mirarte esa expresión de puro vicio que pones. Quiero escupirte en la boca mientras te corres.

― Ay… como sabes excitarme, mi vida.

― Pero primero, tengo que lavar esta polla. Está demasiado manchada de tus heces…

Moviendo rotundamente sus potentes caderas, Calenda se dirigió hacia el baño. Tirada sobre la cama, May Lin suspiró de felicidad… la noche aún no había terminado.

CONTINUARÁ…

 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (04)” (POR ADRIANRELOAD)

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cuñada portada3Al salir por una de las puertas laterales de la universidad note como los vigilantes comían Sin títulocon la mirada a Mili. Le lance una mirada agresiva al primero que atrape saboreando las curvas con las que yo había deleitado, el tipo bajo la vista y se hizo el desentendido.

Su reacción me dio a entender que a mi casa no podríamos ir en transporte público. Seriamos la comidilla de todos los ojos masculinos y la envidia de los femeninos. Subimos a un taxi, en silencio. Ni bien me senté recibí un mensaje de Viviana: “No te desveles mucho, Te amo”.

Diablos a pesar de que le malogre sus planes para esta noche, ella lejos de estar enfadada se preocupa por mi… es linda… pensé.

Te presento a Viviana, estudia conmigo… le oí decir a mi prima, hace casi 1 año.

Era una chica de piel clara, ojos color caramelo, labios carnoso y rosados, cabello castaño. De sus curvas no podía decir mucho, vestía muy conservadoramente. Solo la manera en que su blusa se abultaba me dio una idea de la forma y dimensiones de sus senos: Medianos. Deben ser lindos, como ella, pensé.

¿Como estas?… le dije y le di un beso en la mejilla, se ruborizo, esto me robo una sonrisa.

Bailamos un par de veces, era cohibida pero se fue soltando. Al final de la noche me encontré conversando con ella en el sillón mientras los demás bailaban. La acompañe a su casa a pesar de que me pidió que no lo hiciera, sus padre era un ogro. Luego le pedí su número a mi prima, ella me advirtió:

Viviana es una chica muy linda, muy tranquila… no es para divertirse…

Oyeee… ¿Por qué me dices eso?… proteste.

Porque te conozco, eres un verga loca… aunque bueno, quizás te haría bien salir con una chica como Viviana, tal vez es hora de que tengas una relación seria primito…

Con la venia de mi prima, y una amenaza, llame a Viviana. Salimos unas cuantas veces. Al final la química que había entre nosotros termino manifestándose en un beso. Un pequeño resbalón fue pretexto para ello.

Una noche, después de ver una película, caminábamos por un parque, cerca de la rivera del río. Al bajar de una acera, por el agua de una reciente lluvia, ella trastabillo, yo voltee para retenerla, sino se iba de bruces.

Tarde unos segundos en que recobrara el equilibrio. Al final ella termino de pie en la acera con su 1.60m y yo en la pista con mi 1.80m, digamos que en esa posición estábamos al mismo nivel. Abrazados, riéndonos por lo sucedido, tenia una esplendida sonrisa de niña, luego la risa desvaneció, nos miramos fijamente, me incline hacia ella, en su brillosos ojos no encontré negativa.

Mis labios se pasearon por los suyos durante segundos, minutos, me abrazaba con fuerza, sentía su respiración agitada, era un beso tierno, apasionado… pudimos estar horas así, aferrados el uno al otro… pero… un auto paso cerca de nosotros y nos salpico agua. Reímos nuevamente, la ayude a bajar de la acera, esta vez nos tomábamos de la mano, sin decir nada éramos enamorados, lo sabíamos.

Vaya… así que… así se siente un beso… me dijo suspirando.

¿No me digas que nunca has besado a nadie?… pregunte incrédulo.

Pues no… respondió avergonzada.

Entonces hay que solucionar eso… le dije jalándola a una banca.

Entre risas ella me siguió. Permanecimos buen rato entre besos y caricias, esta vez si note su inexperiencia, cosa que no me importo y que con los minutos fue haciéndose menos evidente. Aprendía rápido.

A medida que íbamos saliendo nuestros besos eran más continuos, prolongados, mas apasionados, se alejaba de mí a veces…

No puedo respirar… me decía, sin embargo segundos después ella buscaba mis labios nuevamente.

Llevábamos poco mas de un mes juntos. Sabia que ella era inexperta, por esa razón no le había insinuado nada hasta entonces. Pero se iba haciendo evidente que debíamos avanzar. Se lo explique.

Si lo se, pero debes tenerme paciencia… recién hace un mes que se lo que es un beso… se excuso tímidamente.

Y lo haces muy bien… le dije robándole un beso.

Además me da un poco de miedo… el acto en si… ir a uno de esos sitios, que vergüenza… me decía.

No te preocupes… le dije abrazándola, y agregue: Esperare hasta que te sientas lista…

¿Y como sabré si estoy lista o no?… pregunto inocentemente.

Lo sabrás, créeme… le dije haciendo alarde de mi experiencia.

¿Y si tienes que esperar un año?… me dijo mirándome.

¿Un año?… tampoco te pases… le dije sonriendo.

No esperarías por mi… entonces solo buscas eso… eres igual que los demás… me dijo un poco decepcionada, alejándose de mi.

Oye, espera. Si solo buscara placer iría a cualquier discoteca y seguramente encontraría chicas dispuestas a satisfacerse y satisfacerme. Contigo me divierto, la paso bien.

¿En serio?

Si, esperare el tiempo que sea necesario, valdrá la pena… le dije.

Me beso apasionadamente, por primera vez sentía su lengua sin inhibiciones y vaya que la usaba bien. No solo aprendía rápido, sino también parecía tener iniciativa.

Sabía que el plazo de un año era muy irreal, tal vez una idea romántica, yo me encargaría de apurar las cosas. En un año mi próstata reventaría.

Hay diferentes formas de lograr que una mujer inexperta este contigo. De la que generalmente se oye es el chantaje. ¿Es que no me amas? Dice el supuesto macho pidiéndole una prueba de amor, lo que a mi entender es una manera mediocre de lograr los favores de una dama.

Aunque hay otras que son peores: obligándolas a la fuerza o dándoles algún somnífero en sus bebidas. Eso ya es una aberración.

Yo me inclino más por la paciente incitación hasta llegar a la excitación. Al final es como dicen: El hombre propone y la mujer dispone.

Así fue, durante las siguientes citas era evidente que nuestros besos eran más subidos de tono, las películas casi no las veíamos. La pasión que le imprimía a cada beso me calentaba la sangre.

En los parques, cuando ella se recostaba de espaldas a mi, yo le abrazaba por la cintura, poco a poco me fui haciendo maña par tocar su piel desnuda… al principio sentí un poco de excitación en el temblorcillo que la recorrió, volteo y me dio un beso. Luego se incomodo un poco y yo empecé a acariciarle la cintura, antes que protestara algo le dije:

Me gusta acariciar tu cintura, tu piel es tan suave…

Dicho esto se tranquilizo un poco y me dejo tocarla. El contacto de mis manos con su piel amplificaba sus emociones, sus besos.

Una vez conquistada la cintura, ya que le gustaba y ella misma me hacia poner mis manos allí, mis manos fueron subiendo, acariciando su abdomen. No oponía resistencia a ello… el siguiente paso lógico era llegar a sus senos…

Durante una película romántica, en la cual no había muchos espectadores, entre calurosos y agitados besos mis manos fueron subiendo por su cintura, su abdomen. Cuando la sentí excitada, en un rápido movimiento mis manos pasaron por debajo de su brassiere y apresaron sus medianos senos… su tersa piel, ella se sorprendió, su primera reacción fue tomar mis manos, intentar alejarlas…

No, no esta bien… me decía entre jadeos, sin dejar de besarme.

Solo déjame acariciarte… ¿No te gusta?… le decía.

Si… pero… no continuo con sus protestas, solo me dejo actuar.

El candor que le imprimió a sus otros besos me dio a entender que mis caricias surtían efecto. Sus manos dejaron de rechazar las mías.

¿Por que avenida?.. pregunto el taxista.

Continué por esta nomás, es más rápido… le dije sin mayor interés.

Mili seguía pensativa mirando por la ventana, solo volteo al notar que el taxista acomodaba su espejo retrovisor, tal vez para enfocar el escote de su blusa. Aunque lo primero que enfoco fue mi mirada seria y directa… creo que entendió el mensaje. Salvando la situación, acomodó para el lado correcto su espejo, mejor dicho lo regreso a su posición original, no le resulto la treta.


Mili tomo mi mano, renació su temor hacia los viajes en taxis. Quería darle a entender a nuestro chofer que no estaba sola. Sonreí tibiamente, ella también, luego se tomo el cabello y siguió buscando en las ventanas una respuesta para nuestra situación.

Lo que hicimos no me pareció correcto… protesto Viviana, tras caminar en silencio por mas de 15 minutos.

Su expresión y su silencio ya me lo habían dado a entender desde que salimos del cine. Remordimiento, culpa, vergüenza… todas juntas.

Esta bien, si te incomoda no lo vuelvo a hacer… le dije.

Tras unos tensos minutos en nuestra banca del parque, al fin accedió a darme mas respuestas que los monosílabos con los que me trato a manera de castigo. Después empezaron nuevamente los besos, las caricias… la reconciliación.

Amparado por lo oscura de nuestra ubicación, la escasa gente que pasaba, mis manos rompieron la promesa hecha minutos antes.

No por favor… no puedo… me decía en un lastimero pero excitado quejido.

Esta bien… no te preocupes… le dije, entendiendo que iba a demorar mas de la cuenta superar esa etapa.

Aunque no demoro tanto, después de unos minutos, presa de la excitación, ella misma dirigió mis manos a su abdomen. A buen entendedor pocas palabras, el tramo restante lo salve yo, y no hubo protestas… solo las de un vigilante que a lo lejos nos apunto con una linterna.

Maldición… dije y salimos huyendo.

No podremos volver a este parque… me dijo entre risas traviesas.

Luego se hizo costumbre en el cine que mis manos se pasearan por todo su pecho, jaloneando sus pezones, que hasta ese momento no había visto, solo sentido. Situación que cambie, abriéndole la blusa…

¿Que haces?… me van a ver… protestaba.

Esta oscuro y hay poca gente… me excusaba.

Sus protestas terminaron cuando mis manos acariciaron sus blancos senos, sus pezones rosados… no aguante me abalancé sobre ellos y los engullí…

Uhmmmmmm… se le escapo un sonoro gemido que afortunadamente no se escucho por lo ruidosa de la película de acción que veíamos.

Sus manos intentaron retener mi cuerpo, pero terminaron acariciando mis cabellos mientras mis labios y mis manos acariciaban sus senos.

La siguiente ocasión, tras unos placenteros besos, ella misma se desabotono la blusa, invitándome a succionar sus deliciosos senos.

A este punto era evidente que debíamos seguir avanzando, ya no ponía objeción a mis maniobras, mas bien me invitaba a realizarlas con una incipiente lujuria que yo le había incitado.

Como mis manos habían subido por su abdomen hasta su pecho, ahora era el momento de que bajaran hasta su pubis y explorara ese rincón prohibido.

La misma estrategia, solo que esta vez si tuve mayor resistencia, mas de una vez fui rechazado… quizás por apuro mió, al saber que estaba tan cerca de tenerla. Solo cuando estuvo súper excitada dejo de oponer resistencia, mas bien fue sorprendida, gratamente sorprendida por mis dedos… que como imaginaba terminaron mojados… mis caricias a sus senos habían despertado tal lubricación.

Mientras mi mano hurgaba por aquella intimidad prohibida, ella presa del nerviosismo de esta nueva sensación, no dejaba de prodigarme besos, de ahogar gemidos entre su lengua y la mía. Su inexperto cuerpo se retorcía debido al cosquilleo que mis dedos le prodigaban.

A decir verdad fueron mis dedos los que primero se atrevieron a ingresar a ese virgen agujero, claro que no hasta romper su sello virginal, pero si hasta hacerle entender la función de un acto sexual. Al cabo de unos segundos se estremeció entre mis brazos, sus manos apretaron con fuerza mi ropa, con mi mano libre intente callar lo sonoro del gemido de satisfacción que emitió.

Ahhhh… uhmmmm… resonó entre mis dedos.

Luego su respiración agitada, aparto mi mano y su lengua me devolvió en unos besos lujuriosos todo el placer que le propine. Si, mis dedos le hicieron conocer lo que era un orgasmo, lo disfruto y sus taras acerca de lo malo que era tener relaciones sexuales se fueron cayendo. Empezó a dudar.

La siguiente ocasión, mientras se retorcía de placer en su butaca de cine, noto el tieso bulto en mi entrepierna. Quizás ya lo había sentido antes, mientras estábamos sentados, ella se recostaba en mi espalda y yo atraía su cintura a la mía. Solo que esta vez se atrevió a buscar en mi pantalón… si yo podía buscar en su pantalón porque ella no en el mió… seguramente quería prodigarme con su mano el mismo placer que yo le brindaba a ella.

Su inexperta y temblorosa mano fue rozando mi duro miembro… mi leche estaba por brotar de solo sentirla, sabiendo lo que para una chica como ella significaba dar ese paso…

Mi dedo entraba y salía de su vagina en un corto trayecto, para no violar su himen. Viviana dedujo que el mismo movimiento haría mi pene en su interior e intento imitar lo que su estrecha conchita le haría a mi pene: cerro sus dedos alrededor de mi verga y empezó a subirla y bajarla imitando la misma frecuencia con que mis dedos ingresaban y salían de su conchita… me estaba pajeando… aunque ella aun no lo sabia, creo que tampoco sabia que yo la estaba masturbando a ella, nunca me pregunto, solo me dejo hacérselo.

Viviana primero sucumbió ante un orgasmo, pero al notarme solo un poco agitado quiso retribuirme el placer que le di. Nuevamente tomo mi pene entre sus dedos y continuo con su tarea trunca. Puede sonar a burla, pero no tarde mucho en salpicarla… sus caricias fueron por demás efectivas…

Vaya… ¿Qué fue eso?… exclamo sorprendida.

Un poco avergonzado tuve que explicarle que al igual que ella se empapaba producto de su excitación, esta era la forma en que los hombres desfogábamos la nuestra. Le dejé mi pañuelo para que se limpie los restos de semen en sus manos y en sus brazos, hasta el poco en su mejilla. Luego ella fue al baño a terminar de asearse y me trajo algo de papel.

Me limpie como pude, pero mi pantalón tenía secuelas notorias. Tuve que sacar del pantalón mi camisa para cubrir dicha mancha.

Al salir nuevamente el silencio, una cara de preocupación. Otra vez las culpas se ciñeron sobre ella.

Esto no puede seguir así… me dijo.

Entiendo tu preocupación pero… respondí excusándome.

No, no lo entiendes… dijo cortante, molesta.

Entonces explícame para que lo entienda… le pedí.

Su rostro cambio, creo que ella misma no sabia como explicarme. Estaba confundida, casi al borde de las lágrimas. Me sentí mal, pensé que había apresurado mucho las cosas… finalmente…

No se si lo que me haces sentir esta bien o esta mal…

Pensé que terminaría conmigo, no la hubiera culpado de hacerlo… Viviana tomo aire y casi al borde de las lágrimas me dijo:

Solo se que quiero…

¿Si?… pregunte temiendo lo peor.

Quiero que me hagas el amor… dijo finalmente y una lagrima resbalo por su mejilla.

La abrace, entendí que no era fácil para ella llegar a ese punto, admitirlo de esa manera. Tuvo que superar todos los miedos que le habían infundido sus padres desde pequeña, sus propios miedos. Esa noche era muy tarde para intentar algo, solo la acompañe a su casa…

La próxima vez que salgamos no me digas nada… solo llévame… me dijo y me dio un tierno beso.

Esta bien…

Camino a mi casa comencé a planificar la siguiente cita, la llevaría a un hotel, uno bonito, discreto y alejado. Separaría la habitación, llevaría algunas provisiones… si, le va a gustar, pensé.

Luego la recordé con su sumisa aceptación de que eso era lo único que le faltaba a nuestra relación. Habíamos pasado todas las etapas, el siguiente paso lógico era ese, pero ¿era correcto?, comencé a dudar de mis intenciones.

¿La quería? O simplemente era el morbo de este jueguito del gato y el ratón que finalmente yo había ganado. No se trata de que gane o pierda, se trata de una chica, de una buena chica. Una cosa es jugar con una mujer experimentada, otra con ella, la puedo lastimar… pensé.

Nunca había durado más de 2 o 3 meses con una chica, quizás por ello mi prima me decía que era un “verga loca”. Sin embargo con Viviana llevaba casi 5 meses, y sin tener relaciones, solo salíamos y la pasábamos bien. Con ella no me aburría, no necesitaba fingir, era yo. No, esto es diferente, esta yendo por buen camino, siento que la quiero, tal vez la ame, me dije. Así acalle a mi conciencia.

La siguiente cita deje todo listo en el hotel y fui a buscarla, estaba nerviosa, sabia a lo que íbamos. Intente distraerla conversando, pero no logre mucho. Ingresamos lo mas discretamente al hotel y subimos a la habitación.

Lejos de notar las comodidades del lugar, o el arreglo con pétalos de rosas y esas cosas que prepare, Viviana fue directamente a la cama. Vaya, querrá salir de esto rápido, me dije.

Me eche a su lado y ella rápidamente tomo el control remoto y encendió la tele. A pesar de su arrebato inicial, ahora evadía la situación. Entendí su nerviosismo, así que no la apure, deje que se acostumbrara al lugar.

Tras unos minutos ya conversábamos de lo más normal, reíamos, al rato nos empezamos a besar, intente desabrochar su blusa… pero…

No se, es un poco extraño… lo siento… me dijo, excusándose.

Me pare, apague las luces, la pantalla de 33 pulgadas seria nuestro pequeño cine y el respaldar de la cama nuestras butacas, eso seria menos extraño…

¿Y así?… le pregunte.

Mucho mejor… respondió sonriendo mas relajada.

Noto mi intención y el recuerdo de lo que hacíamos en el cine. No debe ser tan malo hacerlo acá, habrá pensado. Solo faltaba la película, cambie de canal y encontré una romántica que ya estaba por terminar…

Déjala ahí… me dijo, su voz sonaba calmada, hasta risueña.

Incluso me llamo a su lado, recostó su cabeza en mi pecho. En la escena final, donde los protagonistas al fin se besan, ella intento imitar esa acción y busco mis labios.

Los tiernos besos fueron calentándose, convirtiéndose en lujuriosos. Mis manos desabrocharon su blusa y no hubo objeciones. Al rato ella se despojaba completamente de la blusa y el brassiere, era la primera vez que veía su torso completamente desnudo. No pude detenerme mucho en su contemplación, aun quedaba cubierta la otra mitad.

Mientras me dedicaba a acariciar y besar sus senos, me iba despojando de mi camisa. Mi labor me distraía de las caricias que le prodigaba, así que ella me ayudo a desabrocharme.

Despojado de mi camisa, inmediatamente mis dedos hurgaron bajo su pantalón, como lo imaginaba su vagina estaba mojada. Viviana se retorció al sentir mis dedos ingresando por sus labios vaginales. Casi por instinto ella busco mi verga en mi pantalón, tomo con mayor seguridad mi pene entre sus dedos y empezó a pajearme.

No quería que este encuentro terminara como en el cine, es decir, una mutua masturbación. Así que notándola súper excitada, procedí a bajarle el pantalón, en su mirada había de angustia, ansiedad.

A la altura de sus rodillas su pantalón se trabo. Viviana se encargo de zafarse del resto, actuó sin pensarlo, por el morbo y el cosquilleo creciendo en sus aun vírgenes intimidades. Aproveche para quitarme mi pantalón.

Nuevamente mis manos buscaron por debajo de su calzón, que aun llevaba, su conchita. No quería que su excitación disminuyese, que se dejara atrapar por sentimientos de culpabilidad. Viviana imito mi accionar y busco en mi bóxer mi verga. Su mano logro liberarla de su prisión.

Por fin pudo verla, se sorprendió, una cosa era sentirla pero otro cantar fue apreciarla. No dio fe a sus ojos y su mano recorrió de arriba abajo mi pene, para cerciorarse de que todo eso era mió.

Pero eso que es ¿Un hueso?… exclamo ingenuamente.

No mi amor, eso es tuyo… le dije besándola risueñamente.

Danny, en serio… ¿Tu crees que eso me entre?… dijo preocupada.

Ya veras que si… respondí sonriendo.

Continué besándola, luego sus senos, mis dedos nuevamente incitaban su conchita, quería que se olvidase de las dimensiones de mi verga. Lo estaba logrando, Viviana gemía y empezaba a pajearme. Es momento me dije.

Tome su calzón por ambos lados y empecé a deslizarlo por entre sus piernas, a medida que descubría su pubis y que la tela rozaba sus muslos, su cuerpo se erizaba. En acto reflejo, su mano busco cubrir aquel hermoso triangulo que sus vellos formaban. Su mano se detuvo en su abdomen. Era tarde ya la había visto.

A través de la tibia iluminación de la tele y de la luz que ingresaba por la ventana la pude apreciar. Era la primera vez que un hombre la veía así, era bella, sus formas armónicas, sus gráciles curvas, su tersa y blanca piel. Siempre enfundada en jeans, nunca pude reconocer que tenía unas bien formadas piernas.

¡Que hermosa eres!… exclame gratamente sorprendido, hasta enamorado diría yo. Quizás ella era mucho premio para mí.

Sonrió por aquel sincero halago, noto en mi voz y tal vez en la forma en que la veía, que no mentía. El resplandor en su rostro, el brillo en sus bellos ojos me hizo entender que estaba lista.

Se levanto un poco, sus labios tocaron los míos, con su mano en mi cuello me atrajo hacia ella. Sin dejar de besarla, me deshice como pude del bóxer, Viviana instintivamente abría las piernas para permitirme ubicarme entre ellas. Ya estaba sobre su cuerpo, acariciando sus cabellos, quizás esperando un gesto de aprobación que me permitiera iniciar aquel ritual que la transformaría en mujer.

Te amo… me dijo con voz apasionada.

Una enorme alegría me invadió, ninguna mujer me lo había dicho de una forma tan segura, apasionada, sincera.

Yo también te amo… respondí y en ese momento era cierto.

Fue el gesto de aprobación que esperaba. Ubique mi verga entre sus húmedos labios vaginales, esto causo un pequeño remezon en su ser. Fui empujando mi pene y sintiendo como su virgen agujero se iba ensanchando a mi paso. Ella con mueca de sorpresa aceptaba esta incursión.

Sus brazos ladearon mi torso, quizás para acompañar el ritmo de ingreso o para retenerlo llegado el momento. Había terminado el corto recorrido hasta su himen y Viviana lo había soportado.

Con un pequeño forcejeo y empuje logre romper su sello virginal, estaba hecho. Viviana lo sintió y mordiéndose los labios callo un quejido de dolor. Me iba a permitir continuar. Fui hundiendo mi musculosa verga en su estrecha y tibia intimidad,

Ahhh… ohhh… la escuchaba suspirar quejosamente mientras sus dedos apretaban mis brazos.

Ya, ya casi… le decía, observando su acalorado rostro.

Una forzada sonrisa en medio de su dulce dolor, me hizo saber que lo entendía y lo aprobaba.

Cuando mi verga llego al final de su recorrido, pude sentir como se relajaba su cuerpo.

Ahhh… Uhmmm……gimió ella, me sonó a liberación, después del dolor inicial había algo de satisfacción en esta etapa final.

Sentí como sus paredes se dilataban para hacerme espacio, todo parecía encajar bien. Sus manos fueron dejando de presionar mis bíceps. Su gesto de angustia, de dolor fue amainando. Sus mejillas acaloradas, sus carnosos labios lucían rojizos, húmedos, el brillo en sus ojos eran una invitación.

La bese, en un tierno beso le agradecí permitirme ser parte de esta experiencia, ser el primero en disfrutar de ella, de su cuerpo, de su entrega.

Las manos de Viviana dejaron mis brazos, se pasearon por mi espalda hasta mi cuello, mis cabellos. Los tiernos besos dejaron lugar a los más apasionados, su lengua y los jadeos que los acompañaban me dieron a entender que debía proseguir.

Lentamente fue sacando e insertando mi verga nuevamente en su inexperta conchita. En cada beso iba ahogando un quejido, un gemido. Sentía sus pechos llenarse de aire y tocar mi tórax producto de su agitación.

Deje de besarla para permitirle respirar mejor y para apreciar como su cuerpo reaccionaba ante esta nueva experiencia.

Uhmmm… fue el primer tibio suspiro, mezcla de gemido y quejido que le escuche al alejarme de sus labios.

La observe: Su bello rostro sumergido en una mezcla de emociones, el pausado ir y venir de sus senos. Intente imitar ese armonioso vaivén, imprimiéndole el mismo ritmo a mis penetraciones.

Ayyy… oummm….

En su rostro un candido reproche por mi accionar. Pero sus iniciales quejidos se iban transformando en dulces gemidos, suspiros de placer que me agradecía de cuando en cuando con besos profundos. Veía su cuerpo estremecerse con mi vigor, segundos, minutos, no sabría decirles, solo se que lo disfrute, no era solo sexo… estábamos haciendo el amor…

Ahhh… exclamo cuando su ser no pudo aguantar mas esa mezcla de emociones, sentimientos.

Esa energía se irradio en todo su cuerpo, haciendo que lo contrajera, que sus manos, sus dedos estrujaran mi espalda. Segundos después derrame mis líquidos en su hasta hace poco virgen cavidad. Un temblorcillo la recorrió nuevamente.

En sus ojos satisfacción, quizás algo de incredulidad por lo sucedido y la forma en que lo había disfrutado.

Uhmmm… suspiro suavemente, saboreando el último resquicio de orgasmo en su cuerpo.

La bese apasionadamente. Ella me devolvía cariñosamente mis besos, sentía su respiración aun agitada. Me aparte y sonreía tiernamente. Ya no era una niña, quizás si en su alma, pero su cuerpo había experimentado la madurez.

Tras unos minutos observándonos, sonriendo, besándonos, quise alejarme… debíamos asearnos se hacia tarde, ella me retuvo a su lado.

No, no me dejes… me suplicó.

Tonta, si lo que más quiero es estar a tu lado… le dije.

Después de un rato me permitió desenfundar mi flácido miembro, me recosté a un lado. Ella me siguió, apoyo su cabeza sobre mi pecho. Una lagrima se deslizo por su mejilla hasta mi tórax.

Hey ¿Qué paso?… le dije, descubriendo su rostro.

Nada volverá a ser lo mismo… me dijo preocupada.

Comprendía que ya no era una niña, quizás temía que ante mis ojos ella cambiase, que se perdiera lo bueno de nuestra relación, que solo la viera como un objeto para satisfacer mis necesidades sexuales.

No… todo será mejor… le dije.

La oscura nube que se había ceñido sobre sus ojos se disipo. Me regalo una hermosa sonrisa, nuevamente nuestros labios se encontraron.

Así termino nuestro encuentro.

En los días siguientes nadie pudo borrarnos nuestra tonta expresión de dicha. Pero ya habían pasado casi seis meses después de eso. En ese tiempo puedo decir que había sido feliz…

Sin embargo todo ello se estaba yendo al tacho por mi infidelidad… pero era casi imposible no sucumbir ante las monumentales curvas de Mili… intente excusarme.

No debí matricularme en ese maldito curso… al menos no en este ciclo… comencé a recriminarme.

Danny… ya llegamos… me aviso Mili.

¿Qué?… Oh… si, bajemos… respondí aturdido.

Mili avanzo hacia mi casa vacía mientras yo le pagaba al taxista.

Oye hermano, ¿Cómo haces para tener una mujer así?… me pregunto el taxista con una morbosa sonrisa.

No se, pregúntale su enamorado… respondí.

Jajaja… que buena… eres un pendej… jajaja… dijo y se fue riendo.

Saque mi llave y camine hacia Mili que esperaba en la puerta…

¿Qué te dijo ese idiota?… pregunto, por el taxista y su sonora risa.

Olvídalo, no importa… le dije.

Lo que realmente importaba era lo que fuera a pasar dentro de mi casa…

Continuara…

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 

Relato erótico: “Rosa, la cachonda invisible. (5)” (POR JAVIET)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2ROSA, LA CACHONDA INVISIBLE. (5)

Sin títuloAntes de nada, me disculpo por el largo tiempo pasado desde la publicación del anterior capitulo, procurare que no se repita, a veces las musas no inspiran lo suficiente,

Recomiendo la lectura de los episodios anteriores, para una mejor comprensión del texto.

Rosa pasó al servicio e hizo sus necesidades, lavándose a fondo en el bidet que allí había y después de secarse volvió al salón, la camarera Cristy hablaba con Paco su jefe y barman del local, después de haber llevado las bebidas encargadas a las mesas, allí se sentó en uno de los sillones libres y sin dejar de observar a las otras parejas se descalzó y oculto las sandalias, ahora era totalmente invisible así que armándose de valor decidió acercarse y contribuir a calentar a sus futuras parejas sexuales.

Se acercó y observo cómo se intercambiaban las distintas parejas, charlando entre ellas bebían y bailaban ajenas a su presencia, poco a poco los cuerpos se rozaban calentándose en aquel ambiente tan propicio, Rosa se situaba cerca de todos y al tiempo que miraba iba pasando las yemas de los dedos por los cuerpos de todos, hombres y mujeres eran rozados sin distinción, suspiraba en el oído de Luis para acto seguido hacerlo en el del rubio Joan, después acariciaba suavemente un pezón de Pili notando como se le ponía tenso de deseo, la situación se ponía ardiente cuando entro Cristy diciendo:

– Bien señores y señoras, prácticamente ya está todo dispuesto y solo falta saber si van a necesitar a alguien más, casualmente tenemos otro cliente pero ha venido solo y necesita ser invitado por alguien para unirse a ustedes, les presento a Pablo.

El susodicho entró en el salón, el hombre fuerte moreno y con bigote enseguida fue aceptado como uno más del grupo, Bea no podía dejar de observarle y enseguida se dedico a bailar con él, mientras Carmen y Darío charlaron entre ellos para finalmente dirigirse Darío a Cristy diciendo:

– De acuerdo, le aceptamos en el grupo ¿Tiene ya lista la habitación grande?

– Si ya esta lista – respondió Cristy – cuando quieran pueden pasar todos, en el armario del fondo tienen los “extras” pañuelos, látigos, capuchas, esposas, etc.

El grupo en pleno se dirigió a habitación grande cuya cama de 4 x 6 metros seria el lugar elegido para la orgia, algunos fueron a curiosear en el armario del fondo y sacaron de los cajones varias cosillas, después se desnudaron todos y metieron sus ropas en las perchas de la parte superior de dicho armario.

Darío como anfitrión puso una condición, las mujeres llevarían pañuelos en los ojos o capuchas en la primera ronda y los hombres en la segunda, así nadie sabría seguro quien follaba o chupaba a quien, Carmen su pareja aceptó con una condición, dos personas “ciegas” serian esposadas en cada turno, así serian usados por los demás e incluso azotados, la selección sería por sorteo para evitar favoritismos, además Cristy estaba invitada a entrar y participar, Pablo sería el encargado de azotar a los seleccionados y tirarse a quien quisiera como pago, hombres y mujeres aceptaron tras alguna duda.

Cristy sacó las capuchas del armario y se las enseño a todos, eran de cuero negro y se metían por la cabeza, hasta el cuello donde se abrochaban con una correa delgada, ella se puso una para que viesen como quedaba, parecía un casco y solo dejaba al descubierto media cara, desde la mitad de la nariz hasta debajo de la mandíbula, el cuero de la máscara bajaba por las mejillas para unirse finalmente en una banda en el cuello cerrándose con la ya mencionada correa delgada, la zona de los ojos era de la misma pieza de cuero y no permitía la visión, por ultimo en la zona de los oídos tenía un par de agujeros para que la “victima” pudiera oír las ordenes, además la misma mascara tapaba el pelo de la persona que lo llevaba.

A todos les gustaron las mascaras y decidieron usarlas, sortearon a las dos mujeres que las llevarían en esta primera tanda, Carmen la cuarentona delgada y Bea la espectacular rubia de pelo corto fueron las afortunadas, ávidas de empezar el juego se dejaron poner las capuchas y sus manos fueron esposadas por delante, Pablo fue el encargado de hacer todo el trabajo pues al no tener pareja y ser el más grande se le dio el papel de “verdugo” Cristy le dio una fusta, indicándole que aquel que no pusiera el debido entusiasmo debía ser azotado.

Cristy dijo a su oído en voz baja:

– No seas animal, no son masocas sino clientes normales, si les das muy fuerte no volverán.

Rosa cada vez más cachonda observaba los preparativos desde un rincón, acariciándose el coñito mientras los demás tomaban posiciones, sus muslos y sus manos ya estaban empapadas de flujos.

Las dos encapuchadas fueron obligadas por Pablo a sentarse en lados opuestos y mas largos de la gran cama de 4 x 6 metros mientras los demás acababan de organizarse.

Darío dijo:

– Creo que es justo que yo no toque hoy a mi parienta, me dedicare a Bea y a las demás, Josua haz lo mismo y dedícate a todas excepto a tu mujer ¿estás de acuerdo? El citado Josua acepto encantado.

Pilar dijo:

– Arantxa y yo lo hemos hablado y estamos de acuerdo en hacernos un 69 para animaros, ¡verdad nena!

Arantxa contesto: – muuuy de acuerdo, pero creo que será mejor si todos llegamos al mismo compromiso ¿estamos todos de acuerdo en que nadie folle con su pareja y si con todos los demás?

– SI dijeron casi a la vez todos.

Entonces intervino Cristy diciendo:

– iBién, entonces Arantxa y pilar al centro de la cama y al tema ya! El resto sois cinco tíos, menos el marido de cada encapuchada, toca cada una a cuatro penes que nuestras gallinitas ciegas van a empezar mamando, contare hasta 30 y daré una palmada, será la señal para que metáis vuestros miembros en la boca de una de ellas, cuando volváis a oír la palmada la sacareis y dejareis que otro entre y disfrute, entre tanto tenéis un descanso para cambiar de mujer o masturbaros, el que se haga el remolón para abandonar la mamada recibirá tres azotes, ah y no olvidéis lo siguiente, el primero en correrse será encapuchado en la siguiente ronda, entendido si ¡pues adelante!

Los hombres ya estaban tomando posición, situándose en dos grupos de pie ante ambas mujeres enmascaradas a ambos lados de la larga cama, cuando sonó la palmada “plas” Bea y Carmen habían oído el plan y no se asustaron cuando todo comenzó, Bea recibió el pene de Joan totalmente erecto entre sus labios y lo chupó con ganas, Carmen recibió el de Luis que aun estaba a medio empalmar pero había sido el más rápido en llegar a ella, la mujer demostró su experiencia lamiéndolo repetidamente y chupándolo a conciencia, consiguiendo rápidamente una erección brutal y de buen tamaño, sonó otra palmada “plas” oyéndose la voz de cristy:

– ¡cambio de pareja!

Darío ocupo el lugar de Joan en la boca de Bea y Josua relevó a Luis en la de Carmen, ambas chuparon ávidamente aquellos dos garrotes de carne, entretanto Pablo sin dejar de mirar todo lo que ocurría en la sala, puso su gran miembro (el mejor de la sala) en manos de Cristy para que esta no se aburriese mientras contaba, ella le hizo una señal para que siguiera controlando a los demás y cogió con sus manos aquella verga haciéndole una paja lenta para marcar el ritmo mientras contaba, 1 piel abajo, 2 piel arriba 3 abajo 4 arriba… 30 arriba, soltó las manos y dio una palmada diciendo:

– ¡cambio de pareja!

Carmen dejo escapar el miembro mulato de Josua que fue inmediatamente reemplazado por Joan y mamado con arte y muchas ganas por aquella hembra caliente que abierta de piernas se acariciaba la vagina y el clítoris con sus esposadas manos, Bea mientras se tironeaba ella misma de los pezones notó que salía el miembro de Darío de su boca y entraba rápida y ansiosa la verga de Luis, la mujer caliente de veras casi la mordió al emprender una chupada ansiosa del miembro, Carmen aflojo el ritmo al correrse debido a sus propias manos, pero sintió que Joan la sujetaba la cabeza y se movía follándola la boca rápidamente entre jadeos.

Al mismo tiempo, cuando Cristy fue a coger de nuevo el miembro de Pablo tras dar la palmada, recibió un fustazo suave en las manos, el hombre guio su pene entre los labios de la morena diciendo:

– A veces hablas demasiado, cuenta mejor así.

La tomó del pelo e introdujo el prepucio en su boca, haciéndola mover la cabeza una y otra vez no muy rápido arriba y abajo, en esta ocasión al llegar a treinta Cristy no dijo nada, ni se detuvo en sus movimientos, con la boca llena de carne y saliva solo separó sus acariciadores dedos de los huevos de él , dio una palmada y volvió a empezar 1… 2…3…

En la cama rodeadas de gente que disfrutaba y suspiraba, Pilar estaba tumbada con las piernas abiertas, sobre ella en la postura del 69 Arantxa la pelirroja chupaba y era chupada en el chochete, las caras de las dos mujeres estaban empapadas de flujo y saliva procuraban hacer lo mismo que recibían dándose placer mutuamente, cuando una lamia la vagina de la otra recibía a cambio la lengua vivaracha de la otra en sus labios internos, si esta pasaba a chupetearla el clítoris, la otra le respondía con similar caricia, el ritmo se fue acelerando progresivamente entre suspiros y gemidos hasta que Arantxa metió dos dedos en el chochete empapado de Pilar, penetrándola e iniciando un rápido movimiento de pistón dentro y fuera de ella mientras la mordía suavemente el clítoris, sin importarla las salpicaduras de flujo que la salpicaban la cara, Pilar se retorció de gusto y entre gimoteos se aferro al culo de Arantxa que estaba sobre ella, lo asió y tiro hacia debajo de él al mismo tiempo que subía la cara, estampándola contra el abierto y chorreante chochete de la pelirroja, chupándolo e introduciendo la lengua todo lo que pudo repetidas veces, entre jadeos la rebaño por dentro sin parar, notando ambas el placer que las envolvía y las hacia alcanzar el orgasmo una y otra vez.

Nuestra amiga Rosa, permanecía en el rincón apoyada en la pared, se masturbaba con la mano derecha en el coñito mientras se magreaba los pechos con la izquierda, contemplaba la orgia que se desarrollaba en la habitación pero aun no se decidía a intervenir, esperaba el momento adecuado.

Tras varias palmadas y cambios, la competición de mamadas acabó bruscamente cuando Josua hábilmente chupado por Carmen dio un gemido y gritó:

– Siiii zorraaaa toomaaaa leecheee.

Descargando una abundante corrida en la boca de la cuarentona, ella tragó lo que pudo pero un poco de esperma, salió de su boca cayendo en sus pechos donde ella misma se lo froto diciendo:

– Siempre viene bien un poco de leche corporal, gracias cielo.

Cristy se levanto de la cama y dijo:

– Bien Josua, ya sabes que serás uno de los dos tíos encapuchados en la siguiente ronda, ahora las mujeres seréis penetradas por los tíos presentes, excepto como recordareis por sus propias parejas, Pablo únete a Luis Darío y Joan y empezad.

Carmen y Bea, hartas de estar sentadas se tumbaron la gran cama, Pilar y Arancha dejaron de hacer el 69 y esta última se tumbó pues la molestaban un poco las rodillas debido a la posición en que había estado, por su parte Pilar la grandota hizo lo contrario, poniéndose a cuatro patas se situó al borde de la cama ofreciendo su empapado conejo mientras decía:

– A ver, tu grandullón ¿te llamas Pablo verdad? Méteme esa cosa grande ¡venga!

Pablo estaba encantado de obedecerla, en dos pasos se sitúo tras ella y la metió toda su hombría en aquel chochete empapado, dándola viajes a buen ritmo pero no demasiado rápidos para durar más en aquella vagina, que le encajaba como un guante.

Los demás hicieron otro tanto, Arantxa fue penetrada por Darío que veía como Carmen su mujer se abría de piernas para ser penetrada por Luis con mucho entusiasmo, Bea recibió también con alegría un pollazo en su chochete, al estar enmascarada no sabía que se trataba de Joan, pero soltó un suspiro de satisfacción al ser por fin penetrada, todos se movían y el placer se adueñaba de la habitación, los senos eran acariciados y chupados, los sexos penetrados y casi todos estaban disfrutando de la orgia.

Cristy miro a Josua diciéndole:

– Vale campeón, túmbate en la cama y mientras te recuperas de la corrida chúpame el chochete.

El se tumbo en la cama dejando sus rodillas colgando del borde, creyendo que ella le montaría un 69 pero no fue así, Cristy subió a la cama y se arrodillo sobre su cara, le puso el chochete en la cara y se inclinó hacia delante, para chupar los pechos grandes de Bea la rubia espectacular, mientras esta recibía las acometidas del miembro de Joan.

Cristy sobo los grandes pechos y tras chupar un pezón a Bea se incorporo para decir:

– No sé si olvidé deciros, que el siguiente tío que se corra será el segundo encapuchado en la siguiente ronda, así que tíos aflojad un poco el ritmo y disfrutemos todos y todas a tope.

Rosa vio como Cristy volvía rápidamente a su tarea de mamar pezones mientras la comían el chichi, pero también vio otra cosa, Josua el mulato bailarín de cuerpo firme y algo cachas que la comía voraz el chochete, no podía verla al tener la cara contra aquel pubis, además nadie se ocupaba de su cimbreante y semierecto miembro, ella se decidió por fin y se acercó poniéndose de rodillas al lado del muchacho que con las piernas colgando fuera de la cama se comía un coño.

Ajeno a los deseos de Rosa, Josua estaba encantado chupando aquel jugoso chochete depilado y tremendamente húmedo, cuando notó en su rabo una sensación maravillosa, se lo estaban mamando… y coomoo, quien fuera lo hacía estupendamente, intento ver quien era pero entre la poca luz y el pubis de la chica no podía ver nada, decidió seguir a lo suyo y disfrutar.

Rosa había metido el miembro semierecto en su boca y lo chupeteó con ganas… con muchas ganas, pues mientras lo hacía seguía masturbándose con sus dedos, estaba cachonda y salida prácticamente descontrolada de deseo, solo podía pensar en correrse de una vez, necesitaba urgentemente un orgasmo… rápido y bien grande.

Tras chuparlo y mamarlo durante un par de minutos, el miembro de Josua estaba enorme y mojado cuando lo saco de su boca, lo deseaba muy dentro de ella así que volvió a chupetearle el prepucio mientras se metía los dedos en la vagina agitándolos velozmente, se volvió a sacar el miembro de la boca dejando una buena capa de saliva sobre él y se levanto, puso una pierna a cada lado de las de el dándole la espalda y retrocedió al mismo tiempo que flexionaba las piernas, la punta rojiza del miembro rozo su ansiosa y chorreante vagina, ella pensó “ allá vamos”

Josua alucinaba con la mamada que recibía, el procuraba comerse el clítoris de Cristy con la misma intensidad aunque sabía que no era ella la autora de su placer, la sintió correrse sobre su boca. El flujo y las contracciones del orgasmo le llenaron la boca y sintió…algo distinto, ya no le chupaban el miembro, ahora la sensación era… distinta ¿un coño estaba sobre su polla?

Rosa se clavo el miembro, la entrada fue rápida pues la lubricación era excesiva, Rosa boto sobre aquel rabo como una loba en celo, dentro y fuera, dentro y fuera, muy rápido pues no podía pararse por fin… lo tenía dentro, meció las caderas notándolo ajustarse y siguió dentro y fuera, no fueron más de veinte botes los que dio clavándose aquella polla cuando nuestra recalentada protagonista empezó a correrse entre jadeos:

– Siiii maasss jooodeeer, maaasss siiiii ooohmmm siiiii.

Siguió saltando y empalándose, se lamia los labios resecos por tantos suspiros, apenas estaba reponiéndose cuando la fallaron las piernas y cayo sentado de pleno sobre el miembro clavándoselo hasta las mismas pelotas y corriéndose una segunda vez al sentirse totalmente rellena de dura carne caliente, entre gemidos de gusto solo atinaba a mover sus caderas en circulo entre contracciones vaginales y temblorosos suspiros.

Rosa aun se estaba intentando relajar, cuando sintió que cristy se movía hacia ella reculando mientras decía:

– ¡Joder Josua como me has comido el coñito, que gozada! Ahora prepárate que te voy a montar.

Rosa solo tuvo tiempo de desmontarlo y dar dos pasos tambaleándose, se giró y vio como el conejito de Cristy se zampaba el miembro aun empapado de sus propios jugos de un solo golpe, comenzando a follarlo con un desmedido entusiasmo, vio la cara de el mirando en su dirección sabiendo que alguien se lo había follado pero sin poder verla, se apartó de ellos un poco y contemplo la escena de todos jodiendo en la gran cama, aun estaba cachonda y eligió a su siguiente víctima.

Las violentas acometidas que Joan le daba a Bea la impulsaban fuera de la cama, tenía la cabeza casi colgando, solo apoyaba la nuca en el colchón, así que Rosa no se lo pensó demasiado aun estaba caliente y deseando disfrutar mas así que se acercó a la encapuchada boca de Bea, apoyo las rodillas en el colchón y arrimo su coñito a la nariz y la boca de la rubia tetona,

Bea se había corrido muchas veces con aquel miembro insaciable taladrándola y quien fuera que la había comido los pechos, había perdido la cuenta de cuantos orgasmos llevaba, noto sobre su boca un chochete y pensó que era la misma que le había comido las tetas pidiéndola que le devolviera el favor, así que ni corta ni perezosa se puso a ello, sacando la lengua y comenzando a chupar el chochete que tenia encima, sin importarla no verlo por culpa de la capucha.

Rosa se dejaba chupar el clítoris y la rajita, la viciosa lengua la recorría sin parar una y otra vez por su empapado coñito para volver al mismo sitio, su clítoris era chupado y mordisqueado una y otra vez por aquella mujer jadeante que a su vez estaba siendo follada sin parar, nuestra amiga no tardo en correrse en la boca viciosa y lamerona de aquella hembra y mientras se recuperaba del placer, miro a su alrededor y vio a todos jodiendo sin parar.

Dario y Arantxa eran los más cercanos a ella, el miembro del hombre no era muy grande pero estaba duro como el hierro, recordó que antes de empezar la orgia le había visto tomarse algo, una pastilla o algo así por lo que dedujo que tenia marcha para rato, Arantxa era toda ella gemidos y contoneo de caderas con aquella tranca yendo y viniendo en su interior, no dejaba de gozar y se apretaba los pechos con las manos, parecía no poder parar de correrse.

Efectivamente eso era lo que la estaba ocurriendo, era multiorgasmica y a esa altura de orgia y hábilmente follada prácticamente empalmaba un orgasmo con el siguiente, Luis su marido lo sabía y no dejaba de mirarla desde el otro lado de la cama mientras de rodillas metía su duro miembro en Carmen la otra enmascarada, esta recibía sus empellones con deleite y muchos gemidos de placer pues aparte del miembro de este sentía algo más.

Pablo seguía metiéndosela a Pilar por el chochete desde atrás, de cuando en cuando daba un fustazo en el bonito y firme culete de aquella hembra grandota, le gustaban las tías grandes y fogosas aunque no hacía ascos a ninguna pero esta le gustaba y no dejaba de meterle su poderoso miembro.

Pilar se vio impulsada hacia delante por los fuertes pollazos de pablo y acabó con la cara cerca del vientre de Carmen, viendo como el miembro de Luis penetraba aquel chochete ante sus ojos, así que sin cortarse acomodó la postura para poner allí su boca, chupo la entrada de aquella húmeda vagina y el clítoris, al notar aquella lengua a un lado de su rabo Luis dejo de mirar a Arantxa e hizo lo que cualquiera, saco el miembro del chochete que follaba y lo metió en la boca de Pilar, esta lo acogió con ganas ya que aun no lo había probado, lo mamo gustosa durante un minuto más o menos, luego su propietario lo sacó para volver a metérselo a Carmen en su ahora ansioso chochete que volvió a ser lamido por Pilar, siguieron así un rato y cada varios embates el cambiaba de agujero.

A la derecha de Rosa se encontraban Josua y Cristy, esta última con cara de vicio y gritando de placer se corría otra vez mientras cabalgaba frenética al mulato que no dejaba de tironearla de los pezones mientras la empalaba, por ultimo y debajo de ella Bea seguía comiéndola el chochito con ganas y mucha pasión, tenía la cara empapada de de flujo por su anterior corrida y lo hacía tan bien que supo que no tardaría en hacerla llegar de nuevo, al otro extremo de la rubia Joan estaba en las ultimas estocadas, gemía sin parar mientras la metia su miembro, dio seis envites mas antes de ponerse rígido y exclamar:

– Me corroooo siii yaaaa, meeee corroooooo.

Eyaculo en el interior del acogedor y caliente chochete de Bea, esta se corrió a su vez al sentirse llena de esperma caliente y en pleno éxtasis mordisqueo el clítoris de Rosa, que a su vez descargó entre temblores y gemidos una gran corrida en la boca de aquella apetitosa y jadeante zorrita.

Nuestra protagonista atinó a levantarse aun suspirando de placer de la cara de Bea y reculando se apoyo en la pared, desde allí vio como acababa aquella primera parte de la orgia que se desarrollaba a su alrededor, Luis notó que se corría y saco el miembro del chochete de Carmen, sin dudar lo introdujo en la boca ansiosa de Pilar y ahí eyaculo varios fuertes chorros que la llenaron la boca y pese a que esta intentaba tragarlos, tal era la cantidad que no pudo evitar que se la desbordara un poco, cayendo sobre el vientre y la vagina de Carmen.

Josua fue el siguiente, pero el avisó entre jadeos que se corría, Cristy dio un pequeño salto desmontándose del miembro y dejándoselo a lo largo de la raja de su culete, los fuertes chorretones de esperma soltados por el mulato cayeron sobre la espalda de la chica como una cálida lluvia blanca.

Dario se incorporo un poco y saco su verga del chochete de Arantxa, lo hizo justo a tiempo para cogérsela con la mano y apuntar al vientre de ella, varios chorretones de espeso líquido la salpicaron desde la vagina hasta debajo de los pechos, todo su vientre y abdomen quedaron cubiertos de leche calentita.

Pablo dejo de follar desde atrás a Pilar y sacó el miembro tumefacto de aquel chochete que se acababa de correr saboreando en su boca el semen de Luis, hizo sentarse a la mujerona mirándole mientras se masturbaba ante su cara y finalmente eyaculo ante ella, empapándola totalmente la cara y dejándola el miembro en sus labios entreabiertos, Pilar no necesitó indicaciones y engullo lo mas que pudo de aquel miembro, chupándolo y tragando todo lo que aun podía darla sin limpiarse la cara hasta acabar.

Rosa no podía dejar de mirar, aun seguía caliente con lo que había visto pero la naturaleza se hizo sentir y notando que tenía que ir al servicio salió de la habitación, se fue pensando que mientras se limpiaban un poco y organizaban la segunda parte, le daría tiempo de sobra para orinar y asearse.

Estaba ligeramente equivocada pero eso ya lo veremos…

CONTINUARA.
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