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Sustituí a su esposa en la cama de mi tío. (POR GOLFO)

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Mi nombre es Elena y soy una estudiante de medicina de veintidós años. Mi vida sería como la de cualquier otra si no 3_2llega a ser porque actualmente caliento las sábanas de mi tío. Muchos se podrán ver sorprendidos e incluso escandalizados pero soy feliz amando y deseando a ese hombre.

Si quiero explicaros como llegué a acostarme con el tío Manuel, tengo que retroceder cuatro años cuando llegué a Madrid a estudiar.  Habiendo acabado el colegio en mi Valladolid natal, mis padres decidieron que cursara medicina en la Autónoma de Madrid y por eso me vi viviendo en la capital. Aunque iba a residir en un colegio mayor, mi madre me encomendó a su hermana pequeña que vivía también ahí. La tía Susana me tomó bajo su amparo y de esa forma, empecé a frecuentar su casa. Allí fue donde conocí a su marido, un moreno de muy buen ver que además de estar bueno, era uno de los directivos más jóvenes de un gran banco.
Desde un primer momento, comprendí que eran un matrimonio ideal. Guapos y ricos, estaban enamorados uno del otro. Su esposo estaba dedicado en cuerpo y alma a satisfacer a la tía. Nada era poco para ella,  mi tío la consentía y mimaba de tal forma que empecé sin darme cuenta a envidiar su relación. Muchas veces desee que llegado el momento, encontrara yo también una pareja que me quisiera con locura.
Para colmo, mi tía Susana era un bellezón por lo que siempre me sentí apocada en su presencia. Dulce y buena, esa mujer me trató con un cariño tal que jamás se me ocurrió que algún día la sustituiría en su cama. Aunque apreciaba en su justa medida a su marido y sabía que destilaba virilidad por todos sus poros, nunca llegué a verlo como era un hombre, siempre lo  consideré materia prohibida. Por eso me alegré cuando me enteré de que se había quedado embarazada.
Esa pareja llevaba buscando muchos años el tener hijos y siendo profundamente conservadora, Susana vio en el fruto que crecía en su vientre un regalo de Dios.  Por eso cuando en una revisión rutinaria le descubrieron que padecía cáncer, se negó en rotundo a tratárselo porque eso pondría en peligro la viabilidad del feto. Inútilmente la intenté convencer de que ya tendría otras oportunidades de ser madre pero mis palabras cargadas de razón cayeron en saco roto.
Lo único de lo que pude convencerla fue de que me dejara cuidarla en su casa. Al principio se negó también pero con la ayuda de mi tío, al final dio su brazo a torcer.  Por esa desgraciada circunstancia me fui a vivir a ese chalet del Viso y eso cambió mi vida. Nunca he vuelto a dejar esas paredes y os confieso que espero nunca tenerlo que hacer.
La tía estaba de cinco meses cuando se enteró y viéndola parecía imposible que estuviera tan mal y que el cáncer le estuviera corroyendo por dentro. Sus pechos que ya eran grandes, se pusieron enormes al entrar en estado y su cara nunca reflejó la enfermedad de forma clara su enfermedad. Al llegar a su casa, me acogió como si fuera su propia hermana y me dio el cuarto de invitados que estaba junto al suyo. Debido a que mi pared pegaba con la suya, fui testigo de las noches de dolor que pasó esa pareja y de cómo Manuel lloraba en silencio la agonía de la que era su vida.
Gracias a mis estudios, casi  a diario le tenía que explicar cómo iba evolucionando el cáncer de su amada y aunque las noticias eran cada vez peores, nunca se mostró desánimo y cuanto peor pintaba la cosa, con más cariño cuidaba a su amor. Fue entonces cuando poco a poco me enamoré de ese buen hombre. Aunque fuera mi tío y me llevara quince años, no pude dejar de valorar su dedicación y sin darme cuenta, su presencia se hizo parte esencial en mi vida.
A los ochos meses de embarazo, el cáncer se le había extendido a los pulmones y por eso su médico insistió en adelantar el parto. Todavía recuerdo esa tarde. Mi tía me llamó a su cuarto y con gran entereza, me pidió que le dijera la verdad:
-Si lo adelantamos, ¿Mi hijo correrá peligro?
-No- contesté sin mentir – ya tiene buen peso y es más dañino para él seguir dentro de tu útero por si todo falla.
Indirectamente, le estaba diciendo que su hígado no podía dar más de sí y que en cualquier momento podría colapsar, matando no solo a ella sino a su retoño. Mi franqueza la convenció y cogiéndome de la mano, me soltó:
-Elena. Quiero que me prometas algo….
-Por supuesto, tía- respondí sin saber que quería.
-….si muero, quiero que te ocupes de criar a mi hijo. ¡Debes ser su madre!
Aunque estaba escandalizada por el verdadero significado de sus palabras, no pude contrariarla y se lo prometí.  “La pobre debe de estar delirando”, me dije mientras le prestaba ese extraño juramento porque no en vano el niño tendría un padre. Un gemido de dolor me hizo olvidar el asunto y llamando al médico pedí su ayuda. El médico al ver que había empeorado su estado, decidió no esperar más y llamando a una ambulancia, se la llevó al hospital.
De esa forma, tuve que ser yo quien le diera la noticia a su marido:
-Tío, tienes que venir. Estamos en el hospital San Carlos. Van a provocar el parto.
Ni que decir tiene que dejó todo y acudió lo más rápido que pudo a esa clínica. Cuando llegó, su mujer estaba en quirófano y por eso fui testigo de su derrumbe. Completamente deshecho, se hundió en un sillón y sin hacer aspavientos, se puso a llorar como un crio. Al cabo de una hora, uno de los que la trataban nos vino avisar de que el niño había nacido bien y que se tendría que pasar unos días en la incubadora.
Acababa de darnos la buena noticia, cuando mi tío preguntó por su mujer. El medico puso cara de circunstancias y con voz pausada, contestó que la estaban tratando de extirpar el cáncer del hígado. Sus palabras tranquilizaron a Manuel pero no a mí, porque no me cupo ninguna duda de que esa operación solo serviría para alargarle la vida pero no para salvarla.
La noticia del nacimiento de Manolito le alegró y confiado en la salvación de la madre me pidió que le acompañara a ver al crío en el nido. Os juro que viendo su alegría, no fui capaz de decirle la verdad y con el corazón encogido acudí con él a ver al bebé.
En cuanto lo vi, me eché a llorar porque no en vano sabía que ya se le podía considerar huérfano:
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“¡Nunca iba a llegar a conocer a su madre!”
En cambio su padre al verlo no pudo  reprimir el orgullo y casi a voz en grito, empezó a alabar la fortaleza que mostraba ya en la cuna. Tampoco en esa ocasión me fue posible explicarle el motivo de mi llanto y secándome las lágrimas, sonreí diciendo que  estaba de acuerdo.
Como os podréis imaginar cuatro horas después apareció su médico y cogiendo del brazo al marido de la paciente, le explicó que se habían encontrado con que el cáncer se había extendido de forma tal que no había nada que hacer. Mi tío estaba tan destrozado que no pudo preguntar por la esperanza de vida de su mujer, por lo que tuve que ser yo quien lo hiciera.
-Dudo que tenga un mes- contestó el cirujano apesadumbrado.
La noticia le cayó como un jarro de agua fría a su marido y hundiéndose en un doloroso silencio, se quedó callado el resto de la tarde. Os juro que se ya quería a ese hombre, el duelo del que fui testigo me hizo amarlo más. Nunca había visto y estoy segura que nunca veré a nadie que adore de esa forma a su mujer.
La agonía de mi tía Susana iba a ser larga y por eso decidí exponerle a mi tío que durante el tiempo que me necesitara allí me tendría y que por el cuidado de su hijo, no se preocupara porque yo me ocuparía de él.
-Gracias- contestó con la voz tomada- te lo agradezco. Voy a necesitar toda la ayuda posible.
Tras lo cual se encerró en el baño para que no le viera llorar. Esa noche, dormimos los dos en la habitación y a la mañana siguiente, una enfermera nos vino a avisar que Susana quería vernos.  Al llegar a la UCI, Manuel volvió a demostrar un coraje digno de encomio porque el hombre que saludó a su mujer, era otro. Frente a ella, no hizo muestra del dolor que sentía e incluso bromeó con ella sobre el próximo verano.
Su esposa, que no era tonta, se dio cuenta de la farsa de su marido pero no dijo nada. En un momento que me quedé con ella a solas, me preguntó:
-¿Cuánto me queda?
-Muy poco- respondí con el corazón encogido.
Fue entonces cuando cogiéndome de la mano me recordó mi promesa diciendo:
-¡Cuida de nuestro hijo! ¡Haz que esté orgullosa de él!
Sin saber que decir, volví a reafirmar mi juramento tras lo cual mi tía sonrió diciendo:
-Manuel sabrá hacerte muy feliz.
La rotundidad de su afirmación y el hecho que el aludido volviera a entrar en la habitación hizo imposible que la contrariara. Mi rechazo no era a la idea de compartir mi vida con ese hombre sino a que conociéndolo nunca nadie podría sustituirla en su corazón.
Mi vida con Manolito.
A los dos días, nos dieron al niño. Siendo sano no tenía ningún sentido que estuviera más tiempo en el hospital por lo que tuvimos que llevárnoslo a casa mientras su madre agonizaba en una habitación. Todavía recuerdo esa mañana, Manuel lo cogió en brazos y su cara reflejó la angustia que sentía. Compadeciéndome de él, se lo retiré y con todo el cariño que pude, dije:
-Tío, déjamelo a mí. Tú ocúpate de Susana y no te preocupes, lo cuidaré como si fuera mío hasta que puedas hacerlo.
Indirectamente, le estaba diciendo que yo lo cuidaría hasta que su madre hubiese muerto pero lejos de caer en lo inevitable, ese hombretón me contestó:
-Gracias, cuando salga Susana de esta, también sabrá compensarte.
No quise responderle que nunca saldría y despidiéndome de él, llevé al bebe hasta su casa. Durante el trayecto, pensé en el lio que me había metido pero mirando al bebe y verlo tan indefenso decidí que debía dejar ese tema para el futuro. Acostumbrada a los recién nacidos por las prácticas que había hecho en Pediatría neonatal, no tuve problemas en hacerme con todo lo indispensable para cuidarlo y por eso una hora después, ya cómodamente instalada en el salón, empecé a darle el biberón.
Eso que es tan normal y que toda madre sabe hacer, me resultó imposible porque el chaval no cogía la tetina y desesperada llamé a mi madre. Tal y como me esperaba mientras marcaba, se rió de mí llamándome novata y ante mi insistencia, me preguntó:
-¿Por qué no intentas dárselo con el pecho descubierto?-
Al preguntarle el por qué, soltó una carcajada diciendo:
-Tonta, porque al oír tu corazón y sentir tu piel, se tranquilizará.
Su respuesta me convenció y quitándome la camisa, puse su carita contra mi pecho. Ocurrió exactamente como había predicho, en cuanto Manolito sintió mi corazón, se asió como un loco del biberón y empezó a comer. Lo que no me había avisado mi madre, fue que al sentir yo su cara contra mi seno, me indujo a considerarlo ya mío y  con una alegría que me invadió por completo, sonreí pensando en que no sería tan desagradable cumplir la promesa dada.
Una vez se había terminado las dos onzas y al ir a cambiarle ocurrió otra cosa que me dejó apabullada. Entretenida colocando el portabebé, no me percaté que había puesto su cabeza contra mi pecho y el enano al sentir uno de mis pezones contra su boca, instintivamente se puso a mamar. El placer físico que sentí fue inmenso (no un orgasmo no penséis mal). La sensación de notar sus labios succionando en busca de una leche inexistente fue tan tierna que de mis ojos brotaron unas lágrimas de dicha que me dejaron confundida.


Sin-t-C3-ADtulo32No sé si obré mal pero lo cierto es que a partir de entonces después de cada toma, dejaba que el bebé se durmiera con mi pezón en su boca.

“Es como darle un chupete”, me decía para convencerme de que no era raro pero lo cierto es que cuanto más mamaba ese crio de mis pechos, mi amor por él se incrementaba y empecé a verlo como hijo mío.
Lo que no fue tan normal y lo reconozco fue que ya a partir del tercer día, me entraran verdaderas ganas de amamantarlo y obviando toda cordura, investigué si había algo que me provocara leche. No tardé en hallar que la Prolactina ayudaba y sin meditar las consecuencias, busqué estimular la producción de leche con ella.
Mientras esto ocurría, mi tía agonizaba y Manuel vivía día y noche en el hospital solo viniendo a casa durante un par de horas para ver al chaval. Dueña absoluta de la casa, nadie fue consciente de que me empezaba a tomar esa medicina. A la semana justa de nacer, fue la primera vez que mi niño bebió la leche de mis pechos y al notarlo, me creí la mujer más feliz del mundo. No sé si fue la medicina, el estímulo de mis pezones o algo psicológico pero la verdad es que mis pechos no solo crecieron sino que se convirtieron en un par de tetas que rivalizaban con los de cualquier ama de cría.
Mi producción fue tal que dejé de darle biberón y solo  mamando de mis pechos, Manolito empezó a coger peso y a criarse estupendamente. El primer problema fue  a los quince días de nacido que aprovechando que su madre había mejorado momentáneamente, Manuel decidió bautizarle junto a ella. La presencia del padre mientras le vestía y las tres horas que estuvimos en el Hospital, provocaron que mis pechos se inflaran como  balones, llegando incluso, a sin necesidad de que el bebé me estimulara, de mis pezones brotara un manantial de leche dejándome perdida la camisa. Sé que mi tío se percató de algo por el modo en que me miró al darse cuenta de los dos manchones que tenía en mi blusa, pero creo que no quiso investigar más cuando ante la pregunta de cómo me había manchado, le contesté que se me había caído café.
La cara con la que se me quedó mirando los pechos, no solo me intranquilizó porque me descubriera sino porque percibí un ramalazo de deseo en ella. Lo cierto es que más excitada de lo que me gustaría reconocer, al llegar a casa di de mamar al que ya consideraba propio y tumbándome en la cama, no pude evitar masturbarme pensando en Manuel.
Al principio fue casi involuntario, mientras recordaba sus ojos fijos en mi escote, dejé caer una mano sobre mis pechos y lentamente me puse a acariciarlos. Mis pezones se pusieron inmediatamente duros y al sentirlos no fui capaz de parar. Como una quinceañera, me desabroché la blusa y pasando mi mano por encima de mi sujetador, empecé a estimularlos mientras con los ojos cerrados soñaba que era mi tío quien los tocaba.
Mi calentura fue en aumento y ya ni siquiera pellizcarlos me fue suficiente y por eso levantándome la falda, comencé a sobar mi pubis mientras seguía imaginado que eran sus dedos los que se acercaban cada vez más a mi sexo. Por mucho que intenté un par de veces dejarlo, no pude y al cabo de cinco minutos, no solo me terminé de desnudar sino que abriendo el cajón de la mesilla, saqué un consolador.
Comportándome como una actriz porno en una escena, lamí ese pene artificial suspirando por que algún fuera el de él y ya completamente lubricado con mi saliva, me lo introduje hasta el fondo mientras me derretía deseando que fuera Manuel el que me hubiese separado las rodillas y me estuviese follando. La lujuria me dominó al imaginar a mi tío entre mis piernas y uniendo un orgasmo con el siguiente no paré hasta que agotada, caí desplomada pero insatisfecha. Cuando me recuperé, cayeron sobre mí los remordimientos de haberme dejado llevar por esos sentimientos mientras el objeto de mis deseos estaba cuidando a la mujer que realmente amaba y por eso no pude evitar echarme a llorar, prometiéndome a mí misma que eso no se volvería a repetir.
Tratando de olvidar lo ocurrido, intenté estudiar algo porque tenía bastante dejadas las materias de mi carrera. Llevaba media hora enfrascada entre los libros cuando escuché el llanto de mi bebe y corriendo fui a ver que le pasaba. Manolito en cuanto le cogí en brazos, buscó mi pezón y olvidándome de todo, sonreí dejando que mamara.
-Voy a ser tu madre aunque tu padre todavía no lo sepa- susurré al oído del niño mientras mi entrepierna se volvía a encharcar.
La muerte de mi tía
Lo inevitable ocurrió dos semanas después. El menguado cuerpo de mi tía no pudo más y una mañana mientras su marido la tenía cogida de la mano, mi tía murió. Al estar presente, fui testigo del desmoronamiento total de Manuel. Llorando en silencio, se quedó sentado en la silla de esa habitación de hospital dejándome a mí que me ocupara de todo lo relativo con el entierro.
Lo primero que hice fue como es lógico llamar a mi madre y explicarle que su hermana pequeña había fallecido para acto seguido ponerme en contacto con la funeraria.
Al día siguiente, la enterramos en el cementerio de la Almudena. Fue una ceremonia triste porque la tía dejaba al irse un vacío inmenso en todos los que habíamos tenido la dicha de conocerla. Viendo la comitiva, comprendí que quienes realmente la iban a echar de menos eran su marido y su hijo recién nacido. El primero porque acababa de perder a su compañera y el segundo porque jamás llegaría a conocer a su madre.
Tras la ceremonia, Manuel seguía en shock. No quería irse del cementerio y por eso mi padre y unos amigos tuvieron que forzarle a irse a casa. Por mi parte, el dolor de su perdida se multiplicaba por mil porque no sabía si mi tío me iba a seguir dejando que me ocupara de Manolito. No solo lo quería sino que consideraba que el bebé me necesitaba.
Gracias al destino, mientras iba hacia la casa en el coche con mi madre, me dijo:
-Hija, sé que no es tu problema pero me gustaría que te quedaras con el tío para ayudarle con el niño.
-Mamá- respondí- por mí no hay problema pero debe ser él quien me lo pida. Es su casa y es su hijo.
Mi madre, ajena a los sentimientos que sentía por el viudo de su hermana, se quedó pensando y contestó:
-Le diré a tu padre que hable con él.
Juro que si no llega a estar presente, hubiera dado saltos de alegría porque con la ayuda de mis viejos era casi seguro que mi tío aceptara. Aun así esperé nerviosa su decisión ya que no las tenía todas conmigo. Al cabo de dos horas, vi como mi padre se llevaba a Manuel a otra habitación y sabiendo que se estaba decidiendo mi futuro entre esas cuatro paredes, me quedé sentada frente a su puerta mientras en mi interior se acumulaban las dudas.
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Diez minutos más tarde, mi padre me llamó y haciéndome pasar, me pidió que me sentara. Frente a mí, Manuel seguía llorando desconsolado, por lo que tuvo que ser mi viejo quien tomara la palabra:
-Hija, tu tío y yo hemos hablado. Como bien sabes, su hijo es un bebé y necesita muchos cuidados. Cómo tú has sido quien le ha estado cuidando desde que nació y ahora mismo, su padre necesita ayuda: te pedimos que te quedes hasta fin de curso en esta casa.
Tuve que reprimir mi cara de felicidad al escuchar sus palabras y adoptando un tono tierno, contesté:
-Papá, estaré encantada de ayudar y por mis estudios no te preocupes, sabré compaginarlos con… –estuve a punto de decir el papel de madre pero rectificando, continué diciendo- su cuidado.
Mi tío levantó su cara y mirándome a los ojos, solo pudo decir:
-Gracias- tras lo cual se volvió a hundir en la desesperación.
Incapaz de ejercer de anfitrión, tuve que asumir yo esa función y durante el resto de la tarde, atendí a todos los que venían a dar el pésame. Solo desaparecí dos veces, para dar de mamar a mi niñito. Curiosamente al hacerlo, algo en mí cambió y ya sin ninguna duda, supe que ese niño era mío.
“Soy su madre” pensé mientras su boquita mamaba de mi pezón.
Manuel me sorprende dando de mamar.
Las siguientes dos semanas, fueron una mezcla de dolor y de esperanza en esa casa. Mientras Manuel deambulaba perdido de un lado a otro sin ser capaz de ocuparse de nada y con el duelo a cuesta, se iba afianzando mi amor por él y por su hijo. Como con mi tío no se podía contar, poco a poco me fui haciendo con el mando de su hogar, hasta el grado que el servicio me preguntaba a mí y no a él, asumiendo que yo era la jefa.
Mi tiempo lo dividía entre la carrera, Manolito y Manuel. Reconozco que supe adaptarme: por las mañanas antes de salir rumbo a la universidad, hacía como si preparaba el biberón del enano cuando en realidad con un sacaleches rellenaba dos frascos con el que la criada iba a alimentarlo durante mi ausencia. Al llegar, revisaba la casa y obligaba a comer a mi tío, llegando incluso a regañarle para que lo hiciera, tras lo cual, me encerraba en mi habitación con el bebé, alternando su cuidado con mis estudios. Con el pestillo echado, cogía al crio entre mis brazos y le daba de mamar frente a un libro.
Pero un día en el que el metro se había retrasado y en el que mis pechos me dolían por no haber sido vaciados, llegué a casa y cogiendo a mi chaval, no tomé la precaución de cerrar la puerta mientras le daba de mamar. Os juro que no lo hice a propósito y por eso fui la primera sorprendida cuando descubrí a mi tío mirándome desde la puerta.
Su reacción fue de sorpresa al ver a su hijo aferrado a mis pechos y sin saber cómo actuar, no dijo nada y cerró la puerta. Asustada, me abroché la camisa y casi llorando, fui a verle con Manolito entre mis brazos. Lo encontré en el salón poniéndose una copa. Al verme entrar, me pidió que me sentara y con voz tranquila, preguntó:
-¿Cómo es posible?
Aterrorizada, le mentí:
-Tío, ¡No te enfades! Debió de ser algo psicológico. Sin desearlo, desde que empecé a cuidar a tu hijo, mis pechos comenzaron a producir leche y sabiendo que se criaría mejor, decidí darle de mamar sin consultarte.
No sé si me creyó pero valorando mis palabras y viendo lo sano que estaba su retoño, dio su visto bueno diciendo:
-¿No te importa?
Aunque sabía a qué se refería me hice la tonta.
-¿El qué?
-Dar el pecho a un niño que no es tu hijo.
-Para nada- contesté: -Le quiero como si fuera mío.
La rotundidad de mi contestación, le quitó argumentos y sabiendo que era lo mejor para el bebé, cambió de conversación diciendo:
-Elena, creo que ya es hora de que vuelva a trabajar. ¿Crees que serás capaz de ocuparte tú de la casa?
Sonreí al escucharlo y pensando que ya llevaba tres semanas haciéndolo, le contesté:
-Vete tranquilo a la oficina. Cuando vuelvas cada tarde, estaremos Manolito y yo esperándote en casa.
Mis palabras escondían un significado que no le pasó inadvertido porque mi tío comprendió que había algo más que cariño de sobrina y a partir de ahí, empezó a mirarme de otra forma. 
El continuo contacto hizo el resto. Por las mañanas, me levantaba antes que él y cuando por fin salía de su cuarto, se encontraba con su desayuno servido y a mí deseando complacerle. Al retornar del trabajo, le acompañaba a dar una vuelta con el niño como si fuéramos marido y mujer. Cualquiera que hubiera visto paseando y riéndonos por la calle, jamás hubiese dicho que él era mi tío y yo su sobrina.
Al llegar a casa mientras me ocupaba del niño, mi tío preparaba la cena como un matrimonio más. La diferencia llegaba cuando a la hora de ir a la cama, Manuel se dirigía a su cuarto, dejándome sola en mi habitación. Sin darnos cuenta, pasé a formar parte de su vida y poco a poco, la barrera que suponía el hecho de ser la sobrina de su esposa, se fue diluyendo a base de pequeños detalles.
Un roce aquí, una caricia allá. Manuel se comportaba como un crío, tanteando mi interés pero con miedo a ser rechazado. Mientras tanto, yo estaba cada vez más enamorada y más decidida a qué ese hombre fuera mío.  Empecé a vestirme con camisones sugerentes, mientras cenábamos. Sé que mi tío se dio cuenta pero por las miradas que echaba de vez en cuando a mi escote, comprendí que no le importaba.
La manera en que me miraba no era la de un familiar y no queriendo prolongar esa absurda situación en la que ambos deseábamos ir más allá, una mañana aproveché que estaba desayunando para dejar caer mi café sobre mi camisón. Al oírme gritar, se levantó de su silla y cogiendo una servilleta, me ayudó. Juro que me encantó sentir por vez primera sus manos sobre mis pechos, aunque solo fuera para secar mi ropa.
-¿Te has quemado?- preguntó viendo que mordía mis labios.
Incapaz de confesarle que lo que realmente estaba ardiendo era mi entrepierna, separé la mojada tela de mi escote y poniendo cara de dolor, contesté:
-Un poco, ¡Me escuece!
Mi tío se quedó fijamente mirando los abultados pechos que disimuladamente mostré y casi temblando, se separó de mí. Os confieso que me encantó descubrir que su pene se había puesto duro, bajo su pantalón y prolongando su embarazo, le pedí que me trajera una crema.
Manuel obedeció mi ruego y buscó en el botiquín algo contra las quemaduras. Al dármela, haciendo como si realmente me urgiera, me empecé a untar con ella los senos. La cara de deseo que puso al ver como esparcía el ungüento por mis pezones, me convenció de que faltaba poco para ser suya.
El siguiente paso a que por fin sustituyera a su esposa por completo, lo dio Manuel después de cenar.  Estábamos viendo la tele cuando escuché por el micro que el bebé lloraba en su cuna. Levantándome le informe:
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-Tiene hambre.

Y fue entonces cuando medio avergonzado, me pidió que le diera de mamar frente a él:
-Te parecerá escandaloso pero me gustaría ver como lo hace.
Me quedé paralizada pero con el coño encharcado, al imaginarme a mi tío contemplando la escena. Tras unos momentos de confusión, fui a por el niño y volviendo a sentarme en el sofá, me saqué un pecho y dejé que mamara mientras Manuel no se perdía detalle de cómo lo hacía. Sentir su mirada mientras el crío se aferraba a mi pezón, me fue calentando y por eso tuve que reprimir los gemidos cuando al cabo de cinco minutos, me corrí en silencio. No hizo falta que me tocara, la caricia de sus ojos sobre mi pecho fue suficiente para que me fuera excitando y mordiéndome los labios, llegara a un dulce y tierno orgasmo. El bulto que se escondía bajo su pantalón, me confirmó que él también se había visto alterado pero bien por el duelo que todavía sentía o bien los prejuicios de que yo fuera su sobrina, evitaron que diera el siguiente paso.
Con el bebé con el estómago llenó, me cerré la camisa y le llevé hasta su cama. La vergüenza de haberme corrido frente a él, me llevó a encerrarme en mi cuarto y sacando mi consolador del cajón donde lo guardaba, me masturbé pensando en ser suya.
Todo se acelera.
A partir de esa noche, se convirtió en un ritual que al terminar de cenar fuera a por el niño y que en presencia de mi tío le diera el pecho. Ambos sabíamos lo que ocurriría a continuación. Manuel se sentaría frente a mí y se pondría a observar cómo desabrochándome el vestido dejaría caer un tirante, tras lo cual,  cogería mi pecho y mirándole a los ojos, pondría mi pezón en la boca del  bebé.
Todas y cada una de esas noches, me excité al sentir la caricia de su mirada y en silencio me corrí mientras él me veía hacerlo cada vez más alterado. Ninguno jamás comentó nada de lo que sucedía y siguiendo el guion de ese acuerdo tácito, al terminar de mamar me levantaba y me iba corriendo a mi cuarto. Sé que Manuel se debía suponer que era lo que yo hacía posteriormente pero nunca dijo nada aunque en sus ojos era evidente la atracción que sentía por mi cuerpo.
Ya no me escondía. En cuanto se iba el servicio, desaparecía mi ropa de niña buena y me quedaba casi desnuda, en su presencia. Había decido a  seducirle pero por mucho que me exhibía ante él y comprobaba en su mirada, que me deseaba, no se decidía. Sabiendo que era una guerra en la que tenía que hacer que mi amado enemigo se fuera olvidando de su mujer, no desesperé.
“¡Serás mío!”
Fue una noche cuando Manolito se puso a llorar pidiendo su leche  y en la que como estaba realmente cansada no me enteré, cuando todo se aceleró. Al oír los gritos del crío, mi tío se despertó y entrando en mi cuarto con él en sus brazos, me lo acercó. Estaba tan dormida que le cogí al niño y tumbada en la cama, me puse a darle de mamar.
Su padre, sin pedirme permiso, se tumbó a mi lado y mirando cómo el crío se aferraba a mi teta, con voz tierna, me dijo:
-Es precioso.
Sonreí al verle apoyar su cabeza en la almohada y sin importarme su presencia, terminé de alimentar al bebé.  Después de cambiarle el pañal, me giré y descubrí que Manuel se había quedado dormido y decidida a no desaprovechar la oportunidad, me tumbé junto a él. Mi tío no se enteró y siguió durmiendo, por lo que pude pegarme a su cuerpo que era lo que llevaba meses deseando.
No sabía cuánto tiempo pasó pero de repente, noté que me abrazaba y mee acariciaba suavemente el cabello. No queriendo romper ese momento, seguí haciéndome la dormida, disfrutando de su caricia. Sus dedos se fueron deslizando por mi melena e intentando no despertarme, se separó un poco. Como si siguiera soñando protesté y me pegué a él con los ojos cerrados. Al sentir su pene ya duro presionando contra mis nalgas, me creí morir pero me mantuve quieta para no descubrir que estaba despierta.
Mi tío se mantuvo expectante durante unos segundos y entonces, noté como separaba la parte de arriba de mi camisón.  No queriendo asustarlo, no me moví. Deseaba darme la vuelta y dejar que me hiciera suya pero no debía anticiparme. A los pocos minutos, volví a notar sus manos abriendo mi bata. Excitada, mantuve los ojos cerrados mientras su mano se deslizaba por mi escote y suavemente abarcaba mi pecho.
El pezón que dos horas antes había dado de mamar a su hijo, recibió su caricia ya duro. Tuve que morderme los labios para evitar que un aullido saliera de mi garganta pero no pude evitar que mi cuerpo temblara de deseo levemente. Y cuando sentí que presionando su pene contra mi culo, Manuel empezaba moverse un poco, creí morir de felicidad.
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La calentura que recorría su cuerpo le hizo ser menos precavido y aunque temía que me despertara, me agarró una teta mientras un gemido salía de su garganta. Para entonces, mi corazón parecía salirse de mi pecho: quería darme la vuelta y decirle que me hiciera suya pero el miedo me lo impidió. Pero al sentir que bajando su mano, me levantaba el camisón dejando mi culo al aire y sus dedos acariciando mis nalgas, no pude más y pegándome a él, suspiré de placer.
Asustado, se separó de mí y salió de la cama. Comprendiendo que nunca se volvería a sobrepasar si dejaba que se fuera, me incorporé y le pedí:
-Manuel, ¡No te vayas!
La sonrisa de mis labios y el amor con el que le miré, terminó de barrer sus prejuicios y volviendo a mi lado, me besó. Abrí mi boca y deje que su lengua jugara con la mía, mientras una de sus manos me acariciaba los senos. Ya lanzada, me terminé de desnudar y poniendo mi  pecho en su boca, dejé que el padre mamara como su hijo había hecho tantas noches.
-¡Te quiero!- exclamé al sentir su lengua en mis aureolas.
Si cuando el bebé se alimentaba, mi cuerpo se estremecía de ternura, al notar la boca de mi tío succionando de mis pechos, me volvió loca y pegando un grito, le imploré que necesitaba ser suya. El que hasta ese momento me consideraba su sobrina dejó que su mano se fuera deslizando por mi piel hasta llegar a mi trasero. Al sentir sus yemas acariciando sin pudor mis nalgas, noté que mi coño rebosaba de placer y pegando su sexo al mío, insistí en que me tomara.
Manuel al ver mi necesidad, sonrió y con delicadeza separó mis rodillas. Consciente de que no había marcha atrás, me miró como pidiendo permiso. Confirmé mi disposición con mi mirada, tras lo cual mi querido y amado tío, se agachó entre mis piernas.
Suspiré al sentir su lengua aproximándose a su objetivo y como una cerda en celo, le rogué que se diera prisa. Acostumbrado a su esposa y conociendo que una mujer disfruta más cuanto más lento la aman, contrariando mis deseos, se entretuvo jugueteando con los bordes de mi botón antes de conquistarlo. Completamente cachonda, presioné con mis manos su cabeza forzando el contacto de su boca contra mi entrepierna. Al percibir mi calentura, decidió prolongar mi sufrimiento y ralentizando sus maniobras, incrementó mi angustia:
-Te lo ruego: ¡Fóllame!- grité fuera de mí- ¡Me urge ser tuya!
Fue entonces cuando compitiendo con su boca, mis dedos se apoderaron de mi clítoris y me empecé a masturbar. Con su meta ocupada, me penetró con la lengua y saboreando mi flujo, se percató  de que estaba a punto de correrme. Decidido a explotar mi excitación, pasó un dedo por mi esfínter y lo empezó a relajar con suaves movimientos circulares. Al experimentar el triple estímulo, no resistí más y retorciéndome sobre las sábanas, llegué al orgasmo dando tantos alaridos que temí que mis berridos despertaran al bebé.
-¡Me corro!- aullé como posesa.
Azuzando mi deseo, terminó de introducirle su dedo en mi culo mientras usaba su lengua para recoger parte del fruto que manaba de mis interior.
-¡No puede ser!- chillé al sentir que una a una mis defensas se iban desmoronando ante su ataque y temblando sobre la cama,  dejé un charco, señal clara del éxtasis que la tenía subyugada.
Metiendo y sacando su lengua de mi interior, El tío consiguió una victoria aplastante y solo cuando con lágrimas en los ojos le supliqué me  tomara, solo entonces, cogiendo su pene entre las manos, y mientras miraba a los ojos, forzó mi entrada de un solo empujón. Ni siquiera le hizo falta moverse: al sentir mi conducto ocupado y su glande chocando contra la pared de mi vagina, me corrí y clavando mis uñas en su espalda, le exigí que me follara.
-¿Te gusta sobrina?- preguntó al sentir mi flujo recorriendo sus piernas.
-Siiiiii, ¡Tío! Llámame como quieras pero ¡No dejes de follarme!- ladré convertida en perra.
No tardó en hacerle caso y dando a sus caderas una velocidad creciente, apuñaló sin descanso mi sexo. Dominada por la lujuria respondí a cada incursión con un gemido, de forma que mi cuarto se llenó de mis gritos.
-¡Dios! ¡No pares!- chillé.
La entrega que le demostré, rebasó en mucho sus previsiones y viendo que estaba a punto de eyacular en mi interior le pedí que no lo hiciera porque podía quedarme embarazada.
-¿No es eso lo que quieres?- pregunté pellizcándome un pezón- ¿No te gustaría darle un hermano a Manolito?
-¡Sí!- le grité y obviando el escándalo que provocaríamos si me preñaba, dejé que sembrara mi fértil sembrado con su simiente.

 

Mi último orgasmo, el más intenso, coincidió con el suyo. Mi coño se convulsionó alrededor de su polla, la cual sin la debida protección lanzó dentro de mí cañonazos de placer. Agotada y sin poder moverme, me quedé abrazada a mi amado tío, mientras mi mente soñaba con que me hubiese dejado embarazada.
 
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Relato erótico: “Obsesión por mi cuñado (Parte 2 de 2) ” (POR TALIBOS)

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OBSESIÓN POR MI CUÑADO (PARTE 2 DE 2)
A la mañana siguiente desperté bastante descansada, pues dormí como un bebé. Al acostarme, bastante nerviosa e inquieta por todo lo acontecido, temí desvelarme dándole vueltas al coco; pero qué va, me quedé frita casi de inmediato, durmiendo toda la noche de un tirón.
Me desperté como nueva.
De todas formas, estaba un poquito alterada por tener que encontrarme de nuevo con Iván, después de todo lo que había pasado, pero el chico nuevamente me sorprendió, pues se mostró en todo momento tranquilo y natural, como si nada hubiera sucedido entre nosotros.
No sé, esperaba que intentara seducirme de nuevo; que, una vez probadas las mieles de mi cuerpo, estuviera deseando venir a por más; pero no, Iván respetó al milímetro mis deseos, sin llegar siquiera a mencionar de pasada que el día anterior hubiera pasado nada raro.
Casi me sentí ofendida.
Jo, lo sé, no tiene sentido lo que digo, pero era así. Esperaba que el inexperto chico estuviera muriéndose de ganas, que intentara algo; incluso había ideado unas cuantas excusas para pararle los pies si llegaba a insinuar algo.
Pero nada.
Me saludó como siempre y, tras desayunar, reanudamos el trabajo con la pintura. Yo me sentía un poco tensa, allí a solas con él, pero Iván en cambio se mostraba relajado. Más que otras veces. No pude evitar pensar que había madurado mucho en un solo día.
Seguimos como siempre, pintando y ordenando trastos y, en cuanto yo misma me serené un poco, recuperamos nuestro comportamiento habitual de bromas y compadreo mientras trabajábamos.
Por mencionar algo fuera de lo normal, lo único que se me ocurre es que nuestras bromitas eran un poquito menos picantes de lo habitual. Hasta la mañana anterior, yo siempre trataba de avergonzarle con chistecitos subidos de tono, consiguiendo ruborizarle, cosa que me divertía enormemente, pero ese día pensé que no era muy apropiado hacerlo.
Total, los chistecitos acerca de si era virgen o no ya habían perdido su gracia.
Ese día tocaba visita de las limpiadoras, así que no estábamos solos en casa. Aunque, como siempre, las dos mujeronas nos hicieron poco caso, limitándose a mirar con desagrado cómo ensuciábamos lo que después iban a tener que limpiar ellas.
Y los siguientes días fueron igual. Iván parecía perfectamente tranquilo en mi compañía, mientras yo, en cambio, sentía cierto desasosiego porque el chico parecía no sentir ya interés por mí.
–          ¿Qué le pasa a este niñato? ¿Que como ya me ha follado pasa de mí? – pensaba, sin atreverme a decirlo en voz alta.
Pero no era así.
…………………….
El sábado, Juanjo, para variar un poco, regresó bastante pronto, con lo que pudimos almorzar los tres juntos. Mi marido estaba bastante contento ese día y, contrariamente a su costumbre, se pasó un pelo con la bebida, poniéndose más cariñoso de lo habitual.
Recuerdo que hizo un par de bromitas subidas de tono, tratando de burlarse un poco de su hermano como solíamos hacer, pero Iván no se mostraba tan jovial como acostumbraba, aunque no protestó en absoluto.
Y esa noche, aprovechando que había tenido un día tranquilo y descansado, Juanjo pensó que era buena idea hacerse cargo de sus obligaciones maritales.
Juntos, pasada la medianoche, en la intimidad de nuestro dormitorio, dimos rienda suelta a la pasión que habíamos acumulado. Juanjo llevaba casi dos semanas sin ponerme la mano encima, con lo que iba bien cargadito y yo, por mi parte, sentía sobre mí todo lo sucedido con Iván, con lo que el deseo, la voluptuosidad, hicieron presa en mí, entregándome con ganas a la tarea de complacer a mi marido.
Creo que, en todo aquello, jugó un papel de relevancia el mismo remordimiento. Me sentía mal por haberle sido infiel a Juanjo, así que, inconscientemente, trataba de compensarle haciéndole disfrutar.
No tuvo que pedirme como otras veces que se la chupara; antes de que se diera cuenta, su mujer ya tenía el rostro enterrado entre sus muslos, devorando con ansia su rígida verga, acariciándola y estimulándola con mi lengua y mis labios, haciéndole gemir y jadear de placer.
Sin embargo, mientras se la mamaba, mientras su carne invadía mi boca y mi garganta, no podía dejar de pensar en que no era como la de Iván, no era tan dura, no era tan… me daba asco de mí misma.
Juanjo, sorprendido por mi frenesí, tuvo que detenerme para evitar acabar enseguida. En eso tampoco se parecía a su hermano, pues, una vez alcanzado el primer orgasmo, su entusiasmo se enfriaba bastante, costándole cierto esfuerzo recuperar el brío para brindarle a su mujercita una segunda faena… y a veces si conseguirlo.
Queriendo metérmela ya, Juanjo me apartó de su excitado y bien ensalivado falo, haciéndome colocar en su postura favorita: a cuatro patas sobre el colchón, brindándole sin recato total acceso a mi retaguardia, eso sí, limitándose la penetración a la vía habitual… nada de cosas raras.
Cuando me la metió, solté un suspiro tal, que hasta las paredes temblaron, consiguiendo con él mi objetivo de enardecer todavía más a mi marido. Empezó a follarme con ansia, agarrando mis caderas y usándolas como asidero para atraerme hacia sí, hundiéndose en mi carne una y otra vez, al ritmo que sabía más me gustaba.
Fue sexo estupendo, Juanjo era muy bueno en la cama… pero la tarde con Iván… había sido mucho mejor.
Joder, a ver si al final iba a ser yo la que acababa pillada con mi cuñado. Su polla… aquella cosa de acero que me deshacía las entrañas…
Entonces tuve una alucinación. Alcé la vista, como me gustaba hacer a veces durante el sexo, para mirar nuestro propio reflejo en el espejo del armario. Me gustaba vernos follando, la cara desencajada por el placer, los cuerpos sudorosos moviéndose como uno solo… Sin embargo, esta vez encontré en el reflejo algo que no me esperaba: a mi cuñado Iván, observándonos con una expresión indescifrable en el rostro desde la puerta mal cerrada del dormitorio.
Mi cuerpo dio un respingo, poniéndome tensa de repente, lo que al parecer enardeció a mi marido, que hizo algo que a los dos nos encantaba…
–          Sí, así cordera… cabalga, cabalga potra mía… – aulló mi marido mientras me propinaba un sonoro cachete en el culo.
Esto era un inofensivo juego que a veces practicábamos los dos, pero, en esa ocasión, la sorpresa por el súbito ramalazo de dolor que sentí en el culo, me hizo perder unos segundos preciosos antes de volver la cabeza y mirar directamente hacia la puerta entreabierta.
Allí no había nadie.
Minutos después, exhaustos, nos derrumbamos juntos sobre el colchón, agotados, sintiendo cómo la semilla de mi marido se escurría entre mis piernas tras haberse vaciado a placer en mi interior. No había riesgo, pues yo tomaba precauciones, ya que ambos pensábamos que no era buena idea tener hijos en ese momento de nuestras vidas, con el negocio de Juanjo empezando y tal.
Estaba muy cansada. Juanjo me había dejado bastante satisfecha. Sin embargo, era incapaz de dormir, la incertidumbre acerca de si Iván nos había estado espiando me mantenía desvelada.
Juanjo, por su parte, fatigado por la dura semana que llevaba y la agotadora sesioncita que acabábamos de mantener, cayó enseguida como un tronco, mientras yo, con los ojos como platos clavados en el techo, percibía cómo su respiración iba serenándose a medida que se sumergía más y más en el sueño. Lo envidié.
Esperé un rato más, sin pegar ojo, plenamente consciente de que no podría dormir hasta que comprobara si lo había imaginado todo.
Con mucho cuidado, me levanté de la cama, echándome una bata por encima y salí del dormitorio.
La puerta del cuarto de Iván, al fondo del pasillo, estaba perfectamente cerrada. Eso me tranquilizó.
Entonces me di cuenta de la situación. Pero, ¿qué demonios hacía yo allí? En medio del pasillo, desnuda bajo la bata y con el coño todavía rezumando leche… ¿Qué buscaba? ¿Qué iba a hacer? ¿Meterme en el cuarto de Iván, a preguntarle si había espiado cómo su hermano me follaba?
Meneé la cabeza, sintiéndome enormemente estúpida. Comprendiendo la absurdez de mi comportamiento, decidí dejarlo correr y me di la vuelta, bajando las escaleras para ir a la cocina a beber algo. Necesitaba reponer líquidos.
Una vez en la cocina, me dirigí a la nevera sin necesidad de encender la luz, sacando un refresco sin cafeína. Justo cuando le echaba el primer trago, las luces parpadearon, sobresaltándome.
Allí estaba Iván, sentado junto a la mesa, con un gran vaso de leche medio vacío en la mano.
–          ¡Oh, Iván! – exclamé, sintiéndome terriblemente turbada – Me has asustado.
–          Perdona, no ha sido mi intención – respondió él, mirándome fijamente.
–          Tampoco podías dormir ¿eh? – pregunté, tratando de disimular mi azoramiento.
–          No. Aunque por razones distintas a las tuyas.
Su respuesta me inquietó.
–          ¿A qué te refieres? – pregunté.
Iván se puso en pie y caminó hacia mí, en silencio. Tuve que recurrir a toda mi fuerza de voluntad para no salir corriendo. Le temía, pero también me moría por saber qué iba a decirme.
–          Nieves, yo… Lo siento, no puedo. He tratado de cumplir nuestra promesa, pero no puedo.
–          No te entiendo – respondí, aunque sí que le entendía.
–          Lo he intentado… He procurado no pensar en ti, en hacer como si nada… pero la otra tarde está grabada a fuego en mi mente… no me resigno…
Me sentí mejor, sus simples palabras bastaron para sosegar mi ego herido. Sí que seguía atrayéndole, sólo que el pobre trataba de resistirse a sus impulsos.
–          Iván, cariño. Ya lo hablamos. Lo que pasó fue maravilloso. Pero no puede volver a repetirse. Juanjo no se lo merece…
–          Dices que Juanjo no se lo merece, pero no que tú no lo desees… – insistió.
–          No tergiverses mis palabras, Iván. Sabes perfectamente lo que quiero decir. Aquello fue un error y me arrepiento – mentí – No porque no piense que eres un chico maravilloso, ni porque no lo pasara bien, sino porque quiero a mi marido que, por si fuera poco, es tu propio hermano.
–          Lo sé – asintió él, compungido.
–          Sé que te costará un poco; eres muy joven y te falta mucho por vivir y experimentar, pero verás como en el nuevo instituto conocerás a alguna chica y te olvidarás de mí. Con lo guapo que eres, no te faltarán candidatas.
–          Y con lo bien que follas – añadí para mí, sin decirlo.
–          No. Eso es imposible – dijo él, halagándome.
–          Ivááánnnn – dije suavemente, tratando de reconvenirle.
–          ¡No! – exclamó – ¡Me da igual lo que digas! ¡Hoy casi me vuelvo loco de celos cuando os vi juntos! Y antes, cuando estabais en la cama… ¡No sabes cuánto me ha costado controlarme y no entrar para deteneros!
Sus palabras me conmovieron y me adularon a un tiempo. Le había dado fuerte, pero yo sabía que todo era fruto del encaprichamiento por haber sido su primera mujer. Los amores juveniles son muy intensos, pero pasan pronto. En cuanto conociera a otras chicas…
–          Iván, tienes que aceptar cómo son las cosas. Soy tu cuñada, la mujer de tu hermano y nada más va a pasar entre nosotros – dije acariciándole la mejilla con ternura – Te suplico que te tranquilices y dejes las cosas estar. No quiero hacerle daño a Juanjo.
–          Por eso puedes estar tranquila – dijo muy serio – No se me pasaría ni por la imaginación decirle nada de esto a mi hermano. Pero lo que no voy a hacer es conformarme. ¡Te digo que serás mía nuevamente!
Y diciendo esto se dio la vuelta y salió de la cocina, enfadado. Me quedé parada, sin saber cómo reaccionar. Era increíble lo que el chico había cambiado en sólo unos días. No parecía él. Aquel aplomo era completamente nuevo. No tenía miedo de que fuera a chivarse a mi marido, él no era de esos, pero sus palabras me habían intranquilizado bastante… y excitado también.
Cuando regresé a la cama, me quedé dormida en menos de un minuto.
………………………….
El domingo trascurrió tranquilo, Iván se comportó como siempre, con total naturalidad, bromeando y peleándose con su hermano en la piscina. Pensé que lo de la noche anterior ya se le había pasado.
Durante el almuerzo (que preparé yo) estuvimos charlando del instituto en que Iván iba a matricularse. Quedaba un poco lejos, así que Juanjo le ofreció comprar una scooter, cosa que entusiasmó al muchacho.
Hablamos incluso sobre universidades, interesándonos por la vocación del chico y viendo qué era lo que quería estudiar.
Juanjo nos habló de la agencia y de que ya tenían un par de clientes, que les habían encargado unas reformas en sus casas. La cosa empezaba a rodar. Iván, por su parte, nos ilustró sobre cómo era su vida en el internado, lo que me hizo comprender el motivo de que el chico estuviera todavía tan verde (o al menos, lo había estado hasta hacía bien poco).
Por la noche, tras cenar, Juanjo propuso ver una peli, lo que nos pareció buena idea.
Como eran dos chicos contra una sola mujer, perdí la votación, así que escogieron una de acción, encargándose Iván de seleccionarla en el canal digital, mientras Juanjo y yo nos cambiábamos.
Me puse como siempre unos shorts y una camiseta, algo cómodo para una velada de cine.
Iván nos esperaba en el salón, sentado en un extremo del sofá, jugueteando con el mando. Juanjo, como solía hacer, se situó en el otro extremo, así que yo me ubiqué en medio de los hermanos.
Podría haberme sentado en el otro sofá, que estaba vacío, pero a Juanjo le gustaba acurrucarse cuando veíamos una peli. Además, ni se me pasó por la imaginación que algo fuera a pasar.
Sin embargo, cuando me senté, casi se me sale el corazón por la boca. Iván, con disimulo, había plantado su mano encima del cojín del sofá, de forma que, al sentarme, mi trasero aterrizó directamente encima de la palma abierta, aprovechando el pícaro muchacho para darme un estrujón en la nalga que hizo que se me saltaran las lágrimas.
Incrédula con lo que estaba pasando, volví rápidamente la cabeza hacia mi cuñado, comprobando que el angelito estaba como si tal cosa, si acaso con una tenue sonrisilla traviesa bailando en sus labios.
Le miré con enfado, los ojos en llamas, ordenándole en silencio que sacara la mano de allí, pero el puñetero no me hizo el menor caso, continuando el sigiloso magreo de mis posaderas, con mi marido recostado contra mi cuerpo desde el otro lado, completamente ajeno a lo que su hermanito estaba haciendo.
Con disimulo, le di un pequeño codazo a Iván en las costillas, enfadada, pero claro, no pude hacer movimientos muy evidentes, así que lo encajó sin pestañear siquiera.
Mientras, en la tele, los créditos de la peli empezaron a desfilar y se me ocurrió entonces una idea para escapar de la encerrona.
–          ¿Os apetecen unas palomitas? – exclamé, haciendo ademán de levantarme – Párala un segundo, Iván, que voy a preparar unas pocas.
Pero el inocentón Juanjo, en Babia, lo estropeó todo.
–          No, espera, cariño, ya voy yo. Tengo sed. Voy a tomar algo.
–          No, tranquilo, ya te lo traigo yo… – insistí.
–          Anda, no seas tonta. Tú ahí sentadita, que hoy has preparado la comida. Además, a meter unas palomitas en el microondas todavía llego.
Sí. Ahí sentadita. Ése era precisamente el problema.
En cuanto Juanjo salió del salón, le propiné a Iván un nuevo codazo, esta vez con más ganas, haciéndole perder el resuello, pero ni aún así el muy cabrito sacó la mano de debajo de mi culo.
–          ¿Se puede saber qué haces? – siseé, mientras miraba de reojo las puertas batientes del pasaplatos que conectaba con la cocina, que, por fortuna, estaban cerradas.
–          ¿Tú qué crees? – respondió él con toda la pachorra del mundo, apretando mis nalgas con más ganas.
–          ¡Me dijiste que no le dirías nada a tu hermano! ¡Va a pillarnos!
–          No le estoy diciendo nada – respondió con tranquilidad – Otra cosa es lo que hagas tú. Si quieres, díselo.
Me quedé atónita ante el desparpajo del chico. Había creado un monstruo. Tenía que recuperar el control. Enojada, me levanté bruscamente para obligarle a apartar la zarpa de allí.
–          ¡Quita la mano de ahí, capullo! – le dije en voz baja.
–          Vale. Como quieras.
Qué habilidoso estuvo el cabrito. Cuando levanté el culo del sofá, aprovechó para deslizar la mano por mi espalda y colarla por la cinturilla de mis shorts y de las bragas, apoderándose directamente de mi trasero.
Boquiabierta, mis ojos se abrieron como platos y un gritito de sorpresa escapó de mi garganta.
–          ¿Decías algo, amor? – preguntó Juanjo desde la cocina, abriendo a  la vez las puertas del pasaplatos.
Con rapidez, me arrojé de nuevo sobre el sofá, tratando de disimular lo que pasaba, con lo que el mentecato de mi cuñado se salió con la suya, quedando su mano bien enterradita dentro de mi pantalón, pudiendo así sobetearme a gusto.
–          Tra… tráeme un refresco – dije, con voz temblorosa.
–          ¡A mí otro! – exclamó Iván con desparpajo.
–          ¡Tú mueve los cojones, niñato! – respondió Juanjo desde la cocina, llenándome de esperanza.
Pero todo era una broma, así que, menos de un minuto después, mi marido regresaba con una bandeja, portando tres latas y un enorme bol de humeantes palomitas, que dejó sobre la mesita que teníamos frente al sofá.
Iván, con gran habilidad, se las apañó para abrir su lata con la mano izquierda, sin sacar la derecha de su cálido escondite, donde estaba entretenida en cosas más interesantes.
El muy cabrón.
Para acabar de rematar la faena, en cuanto estuvimos los tres colocados, Iván usó el mando para apagar las luces de la sala, porque era así “como había que ver el cine”, con lo que, aprovechando la penumbra, me metió mano todo lo que quiso.
En cuanto se sintió seguro, Iván se las apañó para, buceando con su mano entre mis prietas carnes, deslizar un insidioso dedito entre mis nalgas, moviéndolo con una habilidad y una curiosidad que me enervaron.
Con la boca completamente seca y el corazón atronándome en los oídos, tuve que esforzarme muchísimo para ahogar en mi garganta los gemidos y jadeos que pugnaban por salir. Y peor fue cuando Iván, abriéndose paso poco a poco, logró llevar sus juguetones deditos a mi vagina, empezando a acariciarme y sobarme a placer.
Yo, de manera completamente involuntaria, levanté el trasero un par de veces, como si estuviera poniéndome cómoda, consiguiendo así únicamente dejarle más franco el acceso.
Pero que conste, lo hice sin darme cuenta, ¿eh?
Aquellos dedos, aquella caricia sibilina, me estaban volviendo literalmente loca. No es que fuera especialmente placentera, pero el morbo, el miedo de que Juanjo notara lo que pasaba… me mantenían como una caldera a punto de estallar.
No me enteré de nada de la película, por eso no he citado ni el título. No vi nada. Eso sí, se me hizo eterna, pero, en el fondo, me encantó.
……………………..
–          ¡Plas! – resonó la bofetada.
Iván se incorporó en la cama, sobresaltado, sintiendo en su mejilla el súbito dolor del guantazo que acababa de despertarle. Yo, hecha una furia, estaba de pie junto a su lecho, con los ojos echando fuego, justo un minuto después de que Juanjo hubiera salido de casa, rumbo al trabajo.
–          Te crees muy machito, ¿verdad, imbécil? – le espeté enfurecida – ¿Se puede saber quién te crees que eres?
El chico me miraba con total tranquilidad, frotándose la mejilla con aire distraído, casi divertido. Muy lentamente, se levantó de la cama y se puso frente a mí, mirándome desde arriba, pues era más alto que yo.
–          No me creo nada – dijo – Actúo conforme a lo que te dije. Volverás a ser mía.
–          ¡Te has vuelto loco! ¡Ya te he dicho que no va a volver a pasar!
–          Bien, será verdad lo que dices, pero no me puedes culpar por intentarlo.
–          ¿Intentarlo?
–          Sí. No voy a dejar de intentarlo hasta que lo consiga. O bien hasta que se lo cuentes a Juanjo y me mande de nuevo al internado. Tú decides.
–          Pero… – balbuceé atónita.
–          Eso sí, puedes estar tranquila. Por mi parte no se enterará nunca de lo que pasó. Te lo pongo fácil. Si no quieres que siga con esto, simplemente dile a mi hermano que he intentado propasarme contigo, no tiene que saber nada más, pero si no lo haces…
–          Iván, no seas idiota. Si me acorralas, ¿qué opción me va a quedar? ¿Es que quieres volverte a Zaragoza?
–          Pues yo creo que tienes otra opción. Una muy… placentera.
Tras decir esto, Iván llevó suavemente su mano a mi barbilla y me atrajo hacia si, besándome tiernamente. Yo me quedé paralizada, sin acertar a reaccionar, mientras sentía cómo su lengua intentaba abrirse paso entre mis labios e invadir mi boca. Me sentía laxa, sin fuerzas, incapaz de resistir…
–          ¡NO! – exclamé, apartándole de un empujón – ¡Estás loco!
Iván me miró, sonriendo y entonces se relamió, como si fuera un gatito que acabara de beberse la leche.
–          Deliciosa. Nuestro primer beso.
Caí en la cuenta de que era verdad, la otra vez sólo habíamos follado, como animales, pero esta vez… aquel beso había hecho que me temblaran las rodillas.
–          Eres un puto niñato salido – le espeté, recobrándome un poco – Ni siquiera sabes besar a una mujer. Te dejo solo, para que puedas meneártela con las fotos, gilipollas.
Y salí del cuarto, derrotada, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no salir corriendo de allí y perder la poca dignidad que me quedaba. Cerré la puerta tras de mí y me recosté contra ella, jadeando, sintiendo todavía en mis labios el dulce sabor de Iván…
………………
Escapé de casa. Oficialmente, fui a hacer la compra, ofreciéndome gentilmente a la cocinera para hacerla yo, con la excusa de que necesitaba comprar algunas cosas.
No regresé hasta la hora de comer, temerosa y al mismo tiempo expectante por lo que podía suceder.
Cuando llegué a casa y vi el coche de Juanjo aparcado, sentí un alivio tal que me mareé un poco. Estupendo, si mi marido estaba allí, podía sentirme segura.
Al parecer, ya se me había olvidado que la noche anterior, mi marido también estaba.
–          ¡Hola cariño! – exclamé con entusiasmo, mientras besaba a mi marido – ¿Cómo es que estás aquí?
–          Me he escapado, cielo. Mañana tenemos una reunión a primera hora y nos espera un día tremendo, así que nos hemos cogido la tarde libre. Hoy, piscinita y a tomar el sol.
Entonces vi a Iván, que nos miraba sentado en el sofá, dedicándome un guiño que me hizo estremecer.
Más tarde, después de comer, los tres nos reunimos en la piscina. Yo habría escapado de allí con gusto, pero no se me ocurría qué excusa poner para no acompañar a mi marido, la única vez en que el pobre había podido escaquearse del trabajo, así que me resigné a pasar la tarde en compañía del acosador de mi cuñado.
No sé, ahora que lo pienso se me ocurren mil excusas; podría simplemente haber dicho que no me encontraba bien… pero, lo único cierto es que no dije nada, poniéndome en cambio el mismo bikini que llevaba la tarde de mi encuentro con Iván, escogiéndolo de entre los varios que tenía. Un psicólogo sacaría sin duda mucho jugo de esa elección.
Cuando salí a la terraza, Juanjo estaba ya repantingado en una hamaca, mientras Iván se daba un chapuzón, haciendo unos cuantos largos en la piscina.
Bastante nerviosa, ocupé la hamaca que había junto a mi marido y nos pusimos a charlar. Pronto Iván se reunía con nosotros, ubicándose en una hamaca libre a mi otro lado, pero poniéndola por lo menos a un metro, distancia que encontré cuando menos tranquilizadora.
Parecía que no iba a hacer nada raro.
Estuvimos hablando un rato, con calma, hasta que Juanjo empezó a dar cabezadas. Pronto se quedó dormido en la tumbona, lo que me extrañó muchísimo, pues él siempre se quejaba de ser incapaz de dormir fuera de una cama.
Entonces comprendí.
Asustada, miré a mi cuñado, que me miraba sonriente desde su hamaca. Y no era el único que me miraba, pues su erecta polla también tenía clavado su único ojo en mí.
El muy cabrito había drogado a su hermano y se estaba haciendo una paja a mi lado.
–          Pero, ¿qué has hecho? – exclamé, acojonada.
–          ¿Tú qué crees? No te pongas nerviosa, esos somníferos son muy suaves. Me los recetó el médico del internado, porque no podía dormir. Se despertará en menos de una hora.
–          ¡Guárdate eso, imbécil! – le espeté, haciendo un gran esfuerzo por no mirar directamente a su erección.
–          ¿Eso? ¡Ah, te refieres a mi polla! No veo por qué, me apetece hacerme una paja, aquí en el solecito, contemplando tu cuerpo serrano. Total, ya me has visto hacerlo antes ¿verdad?
–          ¡Pues lo haces tú solito! – exclamé, levantándome con furia y huyendo de la terraza.
El corazón me iba a mil, me sentía enfadada, sí, pero también… lasciva. No podía evitar preguntarme si estaría tan dura como la otra vez, si estaría tan excitado como la otra tarde… Yo sí lo estaba.
Aguanté un par de minutos, resistiéndome a mis impulsos, pero al final no pude más. Subí corriendo la escalera y me precipité en uno de los cuartos cuya ventana daba a la terraza. Escondiéndome tras la cortina, espié desde arriba a mi cuñado, mientras éste se masturbaba tranquilamente tumbado en su hamaca.
No pude resistirlo. Mi mano se deslizó inadvertidamente dentro de la braguita del bikini y, cuando quise darme cuenta, estaba masturbándome con ganas, mientras espiaba cómo aquella polla, que me tenía sorbido el seso, era pajeada por Iván.
Y, aunque no miró ni una vez hacia arriba, estoy segura de que el chico supo en todo momento que estaba espiándole.
…………………………
Por la noche, volvimos a cenar los tres juntos e Iván no desaprovechó la oportunidad de sobarme las piernas bajo la mesa, aunque, por fortuna, no se pasó demasiado y pude evitar que Juanjo notara nada raro.
Los siguientes días se convirtieron en un verdadero infierno, pues el acoso a que fui sometida por Iván iba cada vez a peor.
Aprovechaba cualquier ocasión en que nos quedábamos solos para intentar besarme y, si yo me resistía, se limitaba entonces a darme un buen sobeteo en el culo o en las tetas. Incluso, en un par de ocasiones, se animó a meterme mano directamente en el coño, haciéndome bufar por la sorpresa, mientras luchaba por sacar su mano de dentro de mis bragas.
Sin embargo, a pesar de todo el chico se mostraba cuidadoso. Nunca hacía nada si existía verdadero riesgo de que Juanjo nos pillara y lo mismo con las limpiadoras y la cocinera.
Las mujeres de la limpieza venían 3 veces por semana y, cuando ellas estaban en la casa (o el jardinero en el jardín) Iván no intentaba propasarse en absoluto, concediéndome un respiro.
Con la cocinera, en cambio, no tenía tanta suerte.
La mujer venía todos los días, exceptuando los domingos, pero dado que jamás de los jamases pisaba la planta de arriba de la casa, ésta se convertía en coto de caza del chico, que aprovechaba la menor ocasión para asaltarme.
Bastaba con que yo pusiera un pie en el segundo piso, para tropezarme con mi cuñado, desnudo, con una erección o desnudo con una erección.
O masturbándose alegremente, tumbado en la cama que yo compartía con su hermano.
Ya sé que hubiera bastado con mantenerme en el piso de abajo para haber tenido unos minutos de tregua, pero no estaba dispuesta a permitir que aquel niñato alterara mi ritmo de vida.
Mentira, lo que pasaba era que, en el fondo, estaba deseando que Iván se me echara encima. Sentir su contacto sobre mi piel, estrujando mis senos, sentir su tremenda erección apretándose contra mi cuerpo, cuando me abrazaba y me estrechaba entre sus brazos… me pasaba el día cachonda perdida.
Pero resistí. Vaya si lo hice, era para estar orgullosa. A pesar de que mi cabeza no cesaba en todo momento de evocar hasta el último segundo de la tarde que pasé con Iván, fui lo suficientemente fuerte para mantenerme en mis trece y rechazarle en todos los intentos que hizo de acercarse a mí. Aunque tuviera el coño hecho agua…
……………………….
Pero, a pesar de mi resistencia numantina, algunas cosas habían cambiado en mi comportamiento. Yo era consciente de ello, aunque me negaba a aceptarlo.
Un buen ejemplo es lo que pasó con la limpiadora. No fue nada importante (quiero decir en mi relación con Iván), pero opino que es muy significativo para ilustrar el cambio que se estaba produciendo en mi interior.
Esa mañana me levanté y me metí en el baño, para darme una ducha y quitarme el amodorramiento, tras otra noche de sueño inquieto.
Me encontraba bajo el chorro de agua, sintiendo cómo se borraban poco a poco los restos de cansancio cuando, bruscamente, se abrió la mampara de ducha, haciéndome dar un gritito de sorpresa.
Alcé la vista y me encontré justo con lo que esperaba: mi cuñado de pie en el baño, observando tranquilamente mi cuerpo desnudo, mientras se masturbaba con total tranquilidad.
No me alteré demasiado, pues esa película ya la había visto. No era la primera vez que Iván me asaltaba en la ducha. Ya casi no me turbaba.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano por no desviar la vista hacia su polla, que estaba siendo libidinosamente pajeada, le miré desafiante al rostro y le hablé como si tal cosa.
–          ¿Otra vez aquí? Por  mí como si estás machacándotela hasta mañana. Ya te he dicho que no vas a conseguir nada – dije, simulando una serenidad que estaba muy lejos de sentir.
–          ¿Cómo que nada? Me estoy haciendo una paja admirando uno de los más bellos ejemplares de mujer que he visto en mi vida. Es realmente genial.
Como siempre que me piropeaba, algo se agitó en mi interior, pero fui capaz de disimular perfectamente. Ya tenía mucha práctica.
–          ¿Te apartas un poco? – le dije – Tengo que salir.
–          Claro – respondió él, dando un paso atrás – No te molesta que siga con esto, ¿verdad?
–          Por mí como si la metes en un rallador – dije, aparentando indiferencia.
Pero, en realidad, me moría por comprobar si la tenía tan dura como siempre.
–          ¡Ah! Ahora que me acuerdo – dijo Iván como si tal cosa – Hoy era cuando venía la limpiadora nueva, ¿verdad?
Caí en la cuenta de que tenía razón. La semana anterior una de las mujeres que venía a limpiar, la más mayor, nos anunció que no volvería, pues le había surgido la posibilidad de jubilarse por fin. De hecho, Juanjo, al enterarse, insistió en hacerle un buen regalo, pues se había pasado años trabajando para sus padres.
–          Sí, tienes razón – asentí mientras me secaba – Anda, ¿por qué no bajas a ver si han llegado ya? Podrías ir a pajearte un poco mirando a la nueva.
–          Es verdad – respondió el chico, sorprendiéndome – A lo mejor está buena.
Y, ni corto ni perezoso, interrumpió la masturbación, devolviendo su polla al encierro del pantalón y, silbando alegremente, salió del cuarto de baño, dejándome desconcertada.
–          No será capaz – dije en voz alta, sin acabar de creerme lo que acababa de pasar.
Tratando de serenarme, dediqué un buen rato a secar y cepillar mi cabello, vistiéndome a continuación.
Al bajar, tropecé en la cocina con Aurora, la limpiadora que iba a seguir con nosotros, que me saludó educadamente con un buenos días.
–          Buenos días, Aurora – le respondí – Otra vez al tajo ¿no? Espero que no hayamos ensuciado mucho la casa.
–          Sí, señora. Pero pierda cuidado, son ustedes muy limpios. Al menos, cuando dejan tranquilita la pintura – bromeó la mujer, haciendo gala de la confianza que ya se había establecido entre nosotras.
–          ¡Oh! Ahora que caigo, hoy venía tu nueva compañera, ¿no?
–          Sí, se llama Carmelita. Es un poco joven, dominicana, pero le aseguro que es muy trabajadora. Está limpiando la cristalera de la terraza.
–          ¿Un poco joven? ¿Qué edad tiene?
–          Es algo mayor que su sobrino – por alguna razón, a la buena mujer se le había metido en la cabeza que Iván era sobrino mío y no mi cuñado – Tiene 19 años, aunque sabe muy bien lo que se hace. Es muy hacendosa.
Soy incapaz de recordar nada más de lo que me dijo la mujer, pues ya no la escuchaba. ¿19 años? ¡No podía ser!
En cuanto pude, me libré de la cháchara de Aurora y salí disparada hacia la terraza. Desde el salón, vi a la joven en cuestión, afanándose en la limpieza de los cristales desde el lado de fuera, usando con maestría la bayeta y el spray.
¡Mierda! Era realmente joven y bonita. Un bello ejemplar de mujer latina, con labios carnosos, caderas anchas, cabello negrísimo y un par de tetas que… me cayó mal inmediatamente.
Fue justo entonces cuando, de repente, la tal Carmelita miró sobre su hombro y dijo unas palabras a alguien que había tras de ella.
Me puse tiesa como un palo, sintiendo un tremendo nudo en el estómago. Caminando con rigidez, me aproximé a la cristalera, hasta que pude ver un área mayor del patio.
Efectivamente, sentado con total tranquilidad en una de las hamacas, estaba el puñetero Iván, charlando apaciblemente con la limpiadora, a la que no parecía molestar en exceso que el chico la interrumpiera en sus tareas.
………………………
El resto del día, Iván me dejó tranquila. Pude disfrutar de una tarde completa sin sufrir sus ataques, sobeteos o achuchones.
A la mañana siguiente, llamé a la agencia y les solicité que no volvieran a enviar a Carmelita a mi casa. No me gustaba su forma de trabajar. Prefería a una mujer más experimentada.
……………………………
Pronto se reanudaron los intentos de sobrepasarse de Iván, lo que me sosegó muchísimo. Exteriormente, seguía mostrándome hostil al chico, rechazando todos sus avances, pero, en el fondo, me moría de ganas porque se atreviera a propasarse una vez más.
Por fortuna, Iván aceptó mi respuesta de ignorar por completo por qué no habían vuelto a mandar a Carmelita a casa: “Cosas de la agencia”, le dije y, el hecho de que no insistiera demasiado, me tranquilizó muchísimo.
Seguimos unos días con nuestro tira y afloja, siendo perseguida por los rincones por mi salido cuñado, fingiendo intentar ponerme fuera de su alcance, pero metiéndome una y otra vez en esos rincones donde estaba a su merced.
Y Juanjo no ayudó demasiado, pues esos días estuvo hasta arriba de trabajo, por lo que ni siquiera tenía el sexo marital como válvula de escape.
Justo entonces, se produjo un hecho que, a priori, no tenía la menor importancia, pero que acabaría por convertirse en un momento decisivo en mi vida.
Sandra, mi hermana mayor (somos tres hermanos, siendo ella, con 40 años, la mayor y yo la más pequeña) me llamó por teléfono para charlar un rato.
Ella vive en el norte, junto a Aitor, su marido y su hija Julia. Al parecer, iban a pasar un par de semanas en un apartamento alquilado en Murcia y, como habían decidido hacer el viaje en coche, iban a pasar por Madrid.
Entusiasmada, le propuse inmediatamente que pasaran un par de días en casa antes de seguir viaje y, tras un par de conversaciones telefónicas más, aceptaron mi invitación y concretamos los detalles.
Juanjo, como yo esperaba, no puso ni una pega a mi idea, pues tanto Sandra como Aitor le eran muy simpáticos. De hecho, incluso me anunció su intención de escaparse del trabajo ese fin de semana, para poder recibir convenientemente a mi familia.
Esa noche echamos por fin un polvo, poniendo fin a una sequía de más de una semana. Sin embargo, no pude disfrutar plenamente del sexo, pues me pasaba todo el rato preguntándome si Iván estaría espiándonos nuevamente, aunque en ningún momento se abrió la puerta ni nada parecido (lo que me alivió y me inquietó al mismo tiempo).
Iván, por su parte, se mostró también conforme con lo de recibir invitados (le consultamos, pues, al fin y al cabo, también era su casa), aunque él no conocía tan bien a mi familia (de hecho, sólo los había visto una vez, en nuestra boda).
Por fin, el viernes siguiente, llegaron Sandra y los suyos, lo que me llenó de emoción. Hacía tanto que no veía a mi hermanita, que nos conmovimos profundamente, echándonos una en los brazos de la otra y rompiendo a llorar como tontas.
Pronto estuvimos todos reunidos en uno de los salones, bebiendo café, poniéndonos al día de nuestras vidas. Juanjo, como buen anfitrión, procuraba conversar con todo el mundo, tratando especialmente de involucrar en la charla a Julia, que parecía un poco tímida.
Mi sobrina era una chica bastante bonita, rubia, como su madre y yo, aunque con los profundos ojos grises de su padre. Tenía una bonita figura, con unas lindas piernas luciendo espléndidas con un short azul, aunque de tetas no estaba tan bien provista. Eso sí, tenía unos labios carnosos super sensuales, que no pude evitar envidiar un poco. Un encanto de chica, guapa y simpática.
Al principio, después de los saludos de rigor y las preguntas sobre los estudios, no presté mucha atención a mi sobrina, deseando, obviamente, ponerme al día con mi hermana. Sin embargo, cuando me di cuenta de que llevaba un buen rato enfrascada en una charla con Iván,  algo se retorció dentro de mí.
De pronto, nada de lo que me decía Sandra me parecía de importancia, escuchándola a duras penas, mientras observaba de refilón a mi sobrina, conversando de forma cada vez más relajada con mi cuñado.
–          ¿Habrase visto la niñata? – me decía para mí – Pasando olímpicamente de sus tíos, que han sido tan amables de invitarla a pasar el fin de semana en su casa y dedicándose a flirtear con mi cuñado, con toda la desvergüenza del mundo. Si fuera mi hija se iba a enterar; desde luego, Sandra no la ha educado bien.
Este tipo de pensamientos invadieron mi mente en un instante, provocando que me olvidara de todo lo que ocurría a mi alrededor. Por suerte, Juanjo y Aitor se enzarzaron en una conversación – discusión de fútbol y Sandra, que es muy aficionada (cosa que nunca he entendido) se metió en ella, gracias a lo cual, no se dio cuenta de que mi atención no estaba en absoluto puesta en sus palabras.
Me odié a mí misma, sabía perfectamente lo que me estaba pasando, me estaba volviendo cada vez más ruin, pero, aún así… mucho mayor era el desprecio que estaba empezando a experimentar por mi sobrina.
El resto de la tarde fue una tortura. Iván y Julia hicieron muy buenas migas y, aunque traté varias veces de inmiscuirme entre ellos, a los demás les hizo gracia que hubieran conectado tan bien, por lo que los animaban.
–          Oye, Iván, hoy es viernes. ¿Por qué no te llevas a mi hija esta noche, de fiesta por Madrid? Es la primera vez que viene a la capital – dijo Aitor repentinamente, consiguiendo que le odiara con todas mis fuerzas – Eso sí, como le pase algo malo, ¡te la corto!
Todos nos echamos a reír, yo incluida, aunque creo que, en toda mi puñetera existencia, jamás me había reído con menos ganas.
……………………………
Pasé una noche malísima. No pude pegar ojo.
Esa maldita zorrita, con sus juveniles piernas y esos labios de chupapollas. A saber lo que estaría haciendo por ahí con Iván.
–          Se merecería que les dieran un buen susto – me decía en medio de mi desvelo – Ojalá les salgan un par de quinquis y les roben… o que la violen…
…………………………….
No supe a qué hora regresaron. Los dos durmieron hasta tarde, mientras yo estaba que me moría por saber qué habían estado haciendo.
Cuando por fin se dignaron en levantarse, los padres de la putilla les interrogaron sobre sus actividades, mientras yo, disimuladamente, me las arreglaba para no perderme detalle.
No dijeron nada especial, una discoteca, unos amigos de Iván… Ya, y yo me lo creo. Seguro que esa guarra se las había apañado para…
Me sentía rabiosa, pero me las apañé para simular serenidad y afecto por la pécora de mi sobrina. Si las miradas matasen…
Después de almorzar, nos fuimos a la piscina.
Los “jóvenes”, como decía Aitor, se mostraban la mar de compenetrados, mientras yo les observaba con disimulo. Cuando mi hermana me dijo que “hacían muy buena pareja”, estuve a punto de mandarla a la mierda, pero, por fortuna, me contuve.
Estar allí, mirando en silencio cómo aquella golfa ponía en marcha todas sus malas artes para seducir al pobre Iván… le tocaba el brazo, le reía los chistes (si el pobre no tenía la menor gracia), escuchaba todo lo que le decía, simulando estar interesadísima… poniendo en juego todo su repertorio de fulana.
Y peor era cuando se metían en la piscina. Se le echaba encima, restregándole bien las tetas por el torso (si casi no tienes, puta), intentaba hacerle ahogadillas, para que él se las devolviera, aprovechando para refregarse bien con él, como la perra en celo que era…
Lo pasé fatal. Y decidí que no podía permanecer quieta, viendo cómo aquella zorra se aprovechaba del pobre chico. Ya lo tenía clarísimo. Tenía que hacer algo.
En cuanto tuve ocasión, me llevé aparte a Iván unos segundos, para poder poner en marcha mi idea.
–          Iván – le dije – Necesito hablar contigo de una cosa. Pero no ahora. Esta noche, cuando todo el mundo se vaya a la cama, nos vemos en la cocina.
Mientras le hablaba, posé descuidadamente una mano en su antebrazo, acariciándolo muy sutilmente. El chico se quedó un poco extrañado, pero sintiendo curiosidad, tal y como yo pretendía.
La fase uno se había completado con éxito.
……………………………
Después de la cena, nos reunimos en el salón a tomar unas copas. Aitor, que es un gran bebedor, logró arrastrar a Juanjo a beber más de la cuenta, pero yo, que no quería dejar nada al azar, me las había ingeniado para “aderezar” un poquito sus bebidas. Sabía que mezclar alcohol con somníferos no era muy buena idea, pero, a esas alturas, no me importaba demasiado.
Pasada la media noche, los hombres empezaron a adormilarse, pensando todo el mundo que la causa exclusiva era el alcohol. Aitor, con mayor resistencia natural, aguantó mejor, así que, cuando Juanjo se quedó frito, ayudó a Iván a meter a mi marido en la cama, aunque luego tuvo que ser ayudado por éste para regresar a su dormitorio.
Nos dimos las buenas noches y nos retiramos a descansar, logrando que mis ojos se encontraran una vez más con los del chico, recordándole nuestra cita de más tarde.
Nerviosa y excitada, pero firmemente decidida, me desnudé en la intimidad de mi dormitorio, mientras mi esposo yacía inconsciente sobre el colchón, roncando como un caballo.
Ni caso le hice, concentrada como estaba en examinar mi cuerpo desnudo en el espejo de la habitación. Me di cuenta de que, una vez tomada la decisión, me sentía mucho más tranquila y serena, aunque, al mismo tiempo, cachonda y exaltada.
Me acaricié frente al espejo, deleitándome especialmente en mis durísimo pechos, sintiéndome orgullosa de que fueran mucho más espectaculares que los de la golfa de mi sobrina.
Me cubrí únicamente con una bata, permaneciendo completamente desnuda bajo la prenda, lo que me hizo sentirme un poquito zorra. Me encantó.
Cogí entonces mi móvil y lo manipulé para enviarle un mensaje a Iván: “Ve a la cocina. Nos vemos en 5 minutos”.
Rápidamente, me situé tras la puerta cerrada de mi dormitorio, pegando la oreja a la madera, tratando de percibir cualquier ruido.
Me sentí feliz cuando escuché cómo una puerta se abría y unos ligeros pasos se deslizaban por el pasillo.
La fase dos estaba en marcha.
Esperé unos minutos más, para darle tiempo a Iván a llegar a la cocina y, finalmente, respiré hondo y salí al pasillo, cerrando tras de mí.
El dormitorio de Julia era el que estaba más cerca de la escalera, así que encaminé hacia allí mis pasos. Lo que iba a hacer era una auténtica locura, además de completamente innecesario, pero no me conformaba con quedarme con Iván: también tenía que demostrarle a aquella putilla que la había derrotado por completo.
Al acercarme a su puerta, vi que la luz se filtraba por debajo de su puerta, con lo que comprendí que Julia seguía despierta. Ni a propósito me hubiera salido mejor.
Con cuidado, di un suave golpe en su puerta y, con rapidez, bajé las escaleras, deteniéndome justo al final, esperando.
Si era necesario, volvería a subir para llamar de nuevo, pero no lo fue, pues pronto se abrió su puerta muy despacio, apareciendo mi sobrina bajo el dintel. Simulando no haberme dado cuenta de su presencia, permanecí en mi sitio unos segundos más, hasta que estuve segura de que me había visto y después, caminé subrepticiamente hacia la cocina, convencida de haber logrado atraer su atención.
Sonreí al ver que la luz de la cocina estaba encendida. El corazón me iba a mil.
–          Hola Iván – dije simplemente al penetrar en la estancia.
–          Hola – respondió él levantándose y caminando hacia mí – Creo que querías hablar conmigo ¿no?
Mientras decía esto, hizo lo que últimamente acostumbraba a hacer: se abalanzó sobre mí, abrazándome y plantando sus dos manos en mi culo sin el menor recato.
Pero en esa ocasión… no le rechacé.
Iván se quedó parado, momentáneamente aturdido por la sorpresa. Se apartó un poco de mí y me miró a los ojos, tratando de descubrir qué había cambiado.
–          Iván yo… – dije, simulando sentirme avergonzada – No he podido dejar de pensar en lo nuestro. Tienes razón, me he estado mintiendo a mí misma…
–          ¿Cómo? – dijo el chico, sin atreverse a creer lo que acababa de oír.
–          No puedo vivir sin ti. Te deseo muchísimo. Amo a tu hermano, pero tú…
Y me abalancé sobre él, aplastando mis labios contra los suyos, deslizando con habilidad mi lengua dentro de su boca, recorriéndola con lujuria.
El chico, sorprendido por mi fogosidad, no atinó a responder y sólo fue capaz de apartarse, para mirarme con ojos incrédulos.
–          ¿Lo dices de veras? – preguntó por fin.
–          Sí, Iván. Te deseo…
Y, dando un paso atrás, abrí mi bata y la dejé deslizarse por mis hombros, quedando completamente desnuda frente a él. Pude leer la admiración, el deseo en los ojos del chico, lo que me llenó de dicha. En menos de un segundo, Iván se precipitó en mis brazos, abrazándome con tanta fuerza, que llegó a despegar mis pies del suelo, mientras nuestras bocas se fundían en un tórrido beso de pasión.
–          ¡Chúpate ésta, puta! – pensé con regocijo, mientras me moría por saber si mi sobrinita estaría disfrutando del espectáculo que había organizado para ella.
Una vez obtenido lo que quería, Iván se convirtió en un auténtico torbellino de lujuria. Me besaba y acariciaba por todas partes, con tantas ganas y entusiasmo, que resultaba hasta doloroso.
Podía sentir perfectamente en mi cadera cómo el bulto de su pantalón corto iba adquiriendo más y más volumen, recuperando la impresionante dureza que me tenía por completo robado el seso. Poseída por la lascivia, empecé a frotar mi cuerpo contra él, estrujando su miembro entre nosotros, haciéndole gemir de deseo, con su boca fundida con la mía en un ardiente beso.
Sus manos no permanecieron ociosas, apoderándose de mi culo, que fue estrujado y sobado con pasión, separando y apretando con tantas ganas mis nalgas, que supe que al otro día luciría unos buenos moratones. Me daba igual, bastaría con fingir haberme caído de culo en la bañera.
Deseando volverle loco de deseo y que así se olvidara por completo de la putilla, abandoné sus labios jadeantes y, lentamente, mirándole a los ojos, fui arrodillándome frente a él, de forma que mis intenciones fueran cristalinas.
Con un gruñido de decepción, las manos de Iván abandonaron mi trasero, permitiéndome deslizarme hasta el suelo, quedando frente a frente con su monumental erección.
Con avidez, bajé de un tirón sus shorts, con lo que su polla, enrojecida y durísima, surgió orgullosa, cabeceando bruscamente y quedando apuntando al techo. Esgrimiendo mi mejor sonrisa de zorra, agarré aquella barra con ambas manos y, empujando con ganas, la descapullé por completo, con lo que el penetrante olor a macho en celo penetró en mis fosas nasales.
El pobre Iván gemía desesperado, deseando que su cuñada se dejara de juegos y cumpliera la promesa no pronunciada. Yo procuraba alargar su tortura, limitándome a deslizar suavemente mis manos por la inconmensurable dureza, recreándome en aquella barra de carne que tanto placer iba a procurarme.
–          Nieves, por favor – gimoteó Iván, aguantando en pie a duras penas.
Sonriéndole de nuevo, acerqué mi boca a su polla, consiguiendo que al chico le temblaran las rodillas sólo de expectación. Cuando mis labios se posaron por fin en su hombría, juro que hasta sentí una intensa quemazón, demostrando que el hierro estaba realmente al rojo vivo. Sintiéndome poderosa, deseada, no le hice sufrir más y, con un leve movimiento de cabeza, absorbí el glande entre mis labios, provocando que Iván tuviera que sujetarse a la encimera para no caerse al suelo, derribado por el placer.
Mi lengua no permaneció inactiva ni un segundo, dedicándose a lamer el excitado miembro, recreándose especialmente en la sensible parte inferior del glande, provocando que Iván jadeara y gimoteara como un cachorrillo.
Animada por mi éxito, me atreví a deslizar un buen trozo de rabo dentro de mi boca, llegando hasta la garganta, pero no pude tragarla por completo, pues era demasiado rígida y no quería acabar teniendo arcadas.
Yo estaba más que dispuesta a complacer a mi macho y a tragarme su esencia, todo con tal de lograr que aquella noche quedara grabada a fuego en el alma de Iván, pero él deseaba otras cosas: quería meterse en mi interior y llenarme por completo.
Gimiendo de placer, apoyó una mano en mi hombro y, con gran delicadeza, me apartó de su enardecido falo, haciéndome comprender que estaba más que listo para pasar a la acción.
No me hice de rogar, me puse en pie rápidamente y volví a apretarme contra él, besándole de nuevo, haciéndole sentir su propio sabor impregnando mis labios, para que supiera por fin lo bien que sabía su polla.
Pero Iván ya no estaba para besos, tenía las pelotas a punto de estallar. Estoy segura de que, si en ese momento hubiera intentado pararle los pies, me habría violado sin compasión en el suelo de la cocina. Pero ni se me pasó por la imaginación intentar nada semejante.
Le dejé la iniciativa, que me manejara a su antojo. Con un gruñido, me obligó a darme la vuelta bruscamente, quedando de espaldas a él. Empujándome por la nuca (sin violencia pero con firmeza) hizo que me inclinara un poco hacia delante, lo justo para que mi trasero quedara en pompa, con lo que comprendí que pretendía tomarme allí mismo, de pié en medio de la cocina.
Previendo lo que iba a pasar, apoyé ambas manos en la mesa, separando un poco las piernas para ofrecerme mejor a él. En menos de un segundo, sentí su miembro entre mis muslos, buscando con avidez el sitio por donde clavarse en mi interior.
Esa postura ya la habíamos probado en nuestro primer encuentro y recordaba perfectamente que a Iván le había resultado muy satisfactoria. Lo que no recordaba fue que, en esa anterior ocasión, llevábamos un buen rato de sexo encerrados en su habitación, con lo que el cansancio había hecho algo de mella en el ímpetu del muchacho; pero esa noche, en la cocina, toda la tensión acumulada durante el día (gracias, Julia) se descargó en el momento en que por fin Iván me la metió hasta el fondo.
El pollazo fue de tal envergadura que me levantó hasta del suelo, haciéndome literalmente levitar. Mis pies permanecieron en el aire unos segundos, completamente empitonada en la hombría del muchacho, provocando su increíble dureza que el placer, unido al dolor por lo brutal de la penetración, congestionara por completo mi cuerpo. Me quedé aturdida, sin respiración, incapaz de llevar aire a mis pulmones, lo que bien pensado fue una suerte, pues si no, sin duda habría pegado tal berrido que habría despertado a todo el mundo en la casa, incluyendo a los dos que estaban drogados.
–          ¡No! ¡Iván! – gimoteé cuando por fin pude respirar – ¡No tan fuerte! ¡Me vas a partir!
–          Lo… lo siento.
El chico se disculpó, sí, pero no por eso dejó de embestirme como si le fuera la vida en ello.
Cada empujón provocaba que su rígida cosota se me clavara hasta el fondo, amenazando con partirme el alma; yo creía que me iba a morir, rogándole que aflojara un poco el ritmo, pero justo entonces me di cuenta de que, en realidad, estaba disfrutando como loca. Estaba tan mojada, que su polla producía un ruido chapoteante al hundirse en mi interior, haciendo al mismo tiempo que mis jugos salieran literalmente a chorros despedidos de mi cuerpo. Podía sentir perfectamente cómo la humedad resbalaba por mis muslos, mientras me afanaba en sujetarme como podía a la mesa.
Por suerte, Iván estaba excitadísimo, así que aquello no duró mucho. De pronto, su cuerpo se tensó, avisándome del inminente orgasmo. Como el día anterior, Iván se dispuso a salirse de mí, pero no era eso lo que yo deseaba.
–          ¡No! – exclamé – ¡Córrete dentro de mí! ¡Quiero tu leche! ¡Lléname el coño!
–          Pe… pero…
–          ¡No pasa nada! ¡Tomo precauciones!
Y entonces me inundó. Fue una auténtica explosión que llenó mis entrañas por completo. Sentí cómo su semilla se desparramaba en mi interior, ardiendo, abrasándome por dentro y transportándome simultáneamente a desconocidos paraísos de placer.
Sentí cómo su polla, todavía vomitando semen, salió repentinamente de mi interior y pude percibir cómo un par de chorros salían aún con suficiente fuerza como para estrellarse sobre mi piel, manchándome así el culo de lefa.
Exhausta, me derrumbé de rodillas en el suelo, tratando de recuperar el resuello y fue justo entonces cuando vi que la puerta batiente del pasaplatos que comunicaba la cocina con el salón, se movía de forma casi imperceptible. Aquello incrementó todavía más el éxtasis.
Iván se dejó caer entonces a mi lado, resollando y buscó mis labios con los suyos, acariciando mi cuello y mi pecho con mucha más delicadeza.
–          Estás loco – le dije – ¿Cómo has podido ser tan bestia? Me has hecho daño.
–          Lo siento. Pero te lo merecías.
–          ¿Cómo? – exclamé con sorpresa.
–          Por lo mal que me lo has hecho pasar últimamente, ignorando mis intentos de volver a estar contigo.
–          Bueno, yo…
–          Y también por haber despedido a Carmelita. Me caía bien.
Me quedé atónita, paralizada. No podía creerme que él supiera lo que había hecho.
–          No pongas esa cara. No soy estúpido – me dijo, devolviéndome las palabras que le dediqué en nuestro primer encuentro – Sabía que al final te rendirías. Se te notaba en la cara.
Me sentó un poco mal esa seguridad en si mismo. Me hizo sentir como una cualquiera; una vez follada, no podía vivir sin su polla.
–          Pues, si te digo la verdad – dije, tratando de zaherirle – El otro día lo pasé mejor. Hoy has sido muy brusco.
–          ¿He sido? ¿Qué te hace pensar que hemos terminado?
Un escalofrío recorrió mi columna. Me sentí feliz, pues, a pesar de lo intenso del encuentro, no había llegado a correrme. Al parecer, no iba a quedarme con las ganas.
–          Ahora déjame a mí – dije, mirando de reojo su entrepierna, que lucía espléndida – No quiero que me rompas algo.
–          Como gustes.
Me incorporé voluptuosamente, leyendo la admiración y el ansia en su mirada, lo que me volvía literalmente loca. Me sabía vencedora, así que no volví a pensar ni un segundo en Julia, concentrándome por completo en Iván.
No sé, repasándolo ahora todo, después de transcurridos muchos meses, me inclino a pensar que todo lo referente a Julia fue fruto exclusivo de mi imaginación; bueno, mejor dicho… de mis celos… Pero qué más daba, lo único que importaba era Iván… y su polla…
Deslizándome despacio, me senté a horcajadas en su regazo, sintiendo cómo su erección, de nuevo en su máximo esplendor, se apretaba contra mí. Con calma, sin prisa, rodeé su cuello con mis brazos y le atraje hacia mí, fundiéndonos en un nuevo y estimulante beso.
Estuvimos así unos minutos, probándonos el uno al otro, besándonos con pasión, hasta que percibí que su polla literalmente vibraba incrustada contra mi carne. Sonriendo, sabiéndome deseada, aferré el durísimo instrumento, provocando en Iván un gruñido de placer. Incorporándome un poco, lo situé en la posición adecuada y, muy lentamente, fui sentándome de nuevo en su regazo, empalándome en su polla en el proceso.
Qué placer, me faltan las palabras. Cerré los ojos, sintiendo cómo su virilidad me invadía, dilatándome, llenando por completo mi ser. Volví a besarle, sin moverme, limitándonos a sentirnos el uno al otro, brindándonos mutuamente nuestro calor.
Por fin, no aguantando más, comencé un suave vaivén de mis caderas sobre su regazo, aplicando toda mi experiencia en darle placer al chico, experimentándolo yo simultáneamente.
Excitada, eché el cuerpo hacia atrás, apoyando las manos en el suelo, sin interrumpir en ningún momento el baile de mis caderas. Iván, aprovechando la oportunidad, se inclinó también hacia mí, apoderándose de mis durísimos pezones con sus labios, acariciándolos con su lengua, volviéndome loca de placer.
Esta vez fui yo la que no duró nada. Me corrí como una loca, con mis caderas saltando en espasmos de placer, con su durísima barra incrustada en mis entrañas.
Agotada y aún experimentando los últimos estertores del orgasmo, me apreté con fuerzas contra Iván, abrazándole con ganas. Pero él estaba muy lejos de estar satisfecho, así que, cuando quise darme cuenta, el libidinoso chico se las ingenió para obligarme a darme la vuelta, sacando su polla de mi acogedora cueva y colocándome a cuatro patas sobre el frío suelo de la cocina.
Antes de darme siquiera cuenta, Iván volvió a empalarme y, usando mis caderas como agarre, reanudó su enloquecedor bombeo en mi interior, llevándome a nuevas cotas de insondable placer.
Esta vez, sin embargo, no se volvió loco, adoptando un ritmo mucho más sosegado, casi cariñoso. Disfrutando enormemente de aquel sexo, me animé a indicarle a Iván aquello que me gustaba más, consiguiendo que el chico obedeciera mis instrucciones, aplicándose a realizar aquellas acciones que me resultaban más placenteras, incluyendo un buen par de azotes en las nalgas.
Parecíamos una maestra y su alumno, aprendiendo las cosas de la vida y la verdad es que, pensándolo bien, así era en realidad.
En esas estábamos, con la durísima verga de Iván hundiéndose en mí una y otra vez cuando, de repente, sentí como un dedo juguetón se ubicaba justo a la entrada de mi retaguardia, explorando la zona con delicadeza y consiguiendo que se me pusieran los pelos de punta.
–          ¡Ah, no amiguito! – siseé, volviendo la cabeza para mirar a Iván con furia – ¡Quítate eso de la cabeza!
–          Shssss – susurró él tranquilizándome – Sólo es un dedo. Relájate.
Y antes de que me diera cuenta, el muy cabrito deslizó su insidioso apéndice en mi ano, provocando que mi cuerpo se tensara tanto que estrujó su polla con fuerza, haciéndole resoplar de placer.
Iván reanudó su metesaca, hundiendo su barra en mi carne una y otra vez, mientras su maldito dedo se entretenía jugueteando en mis entrañas. Aunque, justo es reconocer que, una vez superada la sorpresa inicial, no encontraba para nada desagradable aquel jueguecito.
Follamos un buen rato y mi querido cuñado logró llevarme al orgasmo un par de veces más, sin dejar de horadar en mi culo con su dedo, antes de volver a derramarse en mi interior.
Permanecimos exhaustos, abrazados en el frío suelo durante un rato más, con mi cabeza reposando en su pecho, mientras él me acariciaba el cabello y me besaba con cariño en la frente. Yo ronroneaba como una gatita satisfecha.
–          Pronto te convenceré de que me dejes hacerte el culito – me dijo medio en broma.
–          Ni lo sueñes chaval – respondí en idéntico tono.
Aunque ya no estaba tan segura.
……………………………………
Era bien entrada la madrugada cuando nos despedimos en el pasillo con un profundo beso, antes de regresar a nuestros dormitorios.
En cuanto cerré la puerta, ya le eché de menos. Juanjo permanecía tirado en la cama, justo en la postura en que la había dejado, roncando aún con energía.
Temiendo que por la mañana algún resto me delatase, me colé en nuestro baño y me di una ducha silenciosa, deslizándome después bajo las sábanas junto a mi marido.
Dormí como una bendita.
………………………………..
Al otro día, Julia no se mostró tan amistosa con Iván, cosa que no me sorprendió lo más mínimo. En cuanto a mí, creo que no llegamos a cruzar una sola palabra en todo el día, pues se pasó toda la jornada tratando de evitarme.
Iván, supongo que ignorante de lo que pasaba, se resignó a que Julia se mostrara esquiva, sobre todo cuando le dije que, probablemente, estaba un poco antipática por algún problema de chicas, con lo que eludí nuevas preguntas.
Además, Julia contribuyó a mi mentira por casualidad, pues, aduciendo que no se encontraba bien, se pasó la tarde encerrada en su dormitorio.
Me pareció perfecto.
Sandra y su familia se marcharon al día siguiente muy temprano. Mi hermana y mi cuñado se despidieron efusivamente, agradeciéndonos el haberles invitado a nuestro hogar.
Mi sobrina estuvo un poco más fría en su despedida. Cuando nuestras miradas se encontraron, apartó la vista enseguida, avergonzada.
Me sentí exultante.
…………………………..
A partir de ese momento, todo cambió. Quedaron atrás los juegos del ratón y el gato. Ahora éramos dos animales en celo.
Iván ya no tenía que perseguirme, ahora era yo misma la que le buscaba. Procurábamos tener cuidado, eso sí, comportándonos con total corrección cuando los miembros del servicio estaban en casa; pero cuando nos quedábamos a solas….
Ya no echaba de menos a Juanjo, ni me molestaba que tuviera que pasarse tantas horas en la oficina. Ahora me pasaba las noches deseando que se fuera bien temprano por la mañana, con la esperanza de tener tiempo suficiente para estar un rato con Iván, antes de que llegara la cocinera.
Éramos como bestias, ni siquiera necesitábamos intercambiar palabras. En cuanto podíamos, nos arrojábamos el uno en brazos del otro, arrancándonos prácticamente la ropa (o limitándonos simplemente a apartarla un poco) y follábamos como si no hubiera mañana.
Yo le enseñaba todo lo que sabía a Iván, ampliando su repertorio de técnicas sexuales, pero lo hacía usándome como modelo a mí, es decir, le enseñaba justo aquellas cosas que más me gustaban y que más placer me producían.
En definitiva, fui moldeándole para convertirle en mi perfecto amante, el hombre que era capaz de hacerme vibrar con cualquier cosa.
Y, puedo asegurar que él no se quejó en ningún momento. Sobre todo, después de que el tiempo le diera la razón, acabando por permitirle que… se apoderara de mi culo.
Y la verdad, fue mucho más placentero de lo que me esperaba. Me arrepentí de no haberle permitido nunca a Juanjo que me sodomizara. Nuestras relaciones habrían sido mucho más plenas.
Nos pasamos dos semanas follando como monos, aprovechando la más mínima ocasión para meternos en faena. Mi trabajo empezó incluso a resentirse, pues no avanzaba nada en las traducciones que me habían encargado, incapaz de concentrarme, al pasarme el tiempo fantaseando con mi próximo encuentro con Iván.
Poco a poco fuimos serenándonos, recobrando un poco el control, de forma que pude recuperar un poco el tiempo perdido en el trabajo. Ambos nos amoldamos al ritmo del otro, adquiriendo cada vez mayor confianza y, aunque ya no estábamos todo el día dale que te pego, comenzamos a practicar ciertos juegos que eran un poco… peligrosos.
……………………………
No nos dimos cuenta de cómo sucedía, fue paulatino. Empezamos a encontrar excitante y morboso el riesgo de que nos pillaran, así que fuimos cada vez más atrevidos, excitándonos terriblemente con la posibilidad de que nos trincaran con las manos en la masa.
Recuerdo la primera vez en que Iván me hizo pasar apuros. Estábamos en la piscina, nadando tranquilamente, charlando sobre el instituto, para cuyo comienzo faltaba poco más de una semana y de cómo se sentía ante la perspectiva de integrarse en un centro distinto del internado.
Entonces apareció Manoli, la cocinera, simplemente para hacerme un par de preguntas sobre el almuerzo y la cena, lo que era muy habitual. Sin sospechar nada raro, nadé hasta el borde de la piscina, apoyándome en él, los codos colocados encima del cemento para no hundirme y pudiendo así hablar con tranquilidad con la cocinera, que estaba justo en la entrada de la terraza.
Como el que no quiere la cosa, Iván nadó hasta situarse a mi lado, también aferrado al borde, mientras le comentaba a la mujer que le apetecía mucho probar otra vez sus deliciosas croquetas.
De pronto, noté cómo su mano se deslizaba por mi espalda, colándose dentro de la braguita del bikini y apoderándose con ansia de mi culo.
Di un respingo y un gritito de sorpresa, que por suerte no fueron percibidos por Manoli, inmersa en el disfrute de los halagos que, muy ladinamente, Iván estaba dedicando a su habilidad culinaria.
Mientras tanto, el muy sinvergüenza me magreaba el culo a placer, sin que a mí me quedara otro remedio que dejarme meter mano con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro, disimulando lo mejor que podía para que la empleada no notara nada raro.
Cuando la mujer se fue, me revolví contra Iván, dispuesta a darle aunque fuera un coscorrón, pero el chico, rápido como una serpiente, me aferró por la muñeca y enseguida me encontré aferrada a su polla, la mano metida dentro de su bañador, masturbándole suavemente, mientras vigilaba de reojo la cristalera, no fuera a regresar Manoli de improviso.
Se corrió en menos de un minuto.
……………………………….
Otra mañana, el muy cabrito se metió en mi despacho mientras estaba enfrascada con una traducción. Al principio no hizo nada raro, limitándose a conversar unos minutos conmigo, mientras la asistenta terminaba de limpiar el polvo justo frente a la entrada.
En cuanto la mujer pasó a otro cuarto, Iván cerró la puerta, se sacó la polla y, antes de que me diese cuenta, me montaba como a una potra retrepada sobre el escritorio de mi despacho, tapándome la boca con ambas manos para ahogar los gritos y gemidos de placer, que hubieran podido ser escuchados por la limpiadora, que seguía con sus tareas en el cuarto de al lado.
Ese día me cabreé con él, pues el muy capullo se limitó a correrse en mi coño, sin preocuparse para nada de si yo lo pasaba bien o no y, cuando estuvo satisfecho, me sacó la polla, se la guardó de nuevo y se fue de la habitación, dejándome tirada sobre el escritorio, profundamente insatisfecha, sintiendo cómo su semen resbalaba de mi interior.
Pero no pude seguir enfadada mucho rato, pues esa misma tarde me resarció con creces.
………………………….
Día tras día, iba volviéndose cada vez más audaz, más osado. Y pronto nos encontramos inmersos en ciertos juegos que podían ser descubiertos directamente por Juanjo, pues ya no se cortaba a la hora de asaltarme mientras su hermano estaba en casa.
La primera vez me cogió de sorpresa, pues, desde que éramos amantes, no había vuelto a intentar nada con Juanjo en casa. Pero Iván estaba cada vez más descontrolado.
Esa noche yo estaba afanándome en la cocina, pues era domingo y Manoli no venía ese día.
Estaba tarareando con toda la tranquilidad del mundo, entretenida entre cacharros delante de la encimera. Juanjo estaba sentado en el sofá del salón, de espaldas a mí, viendo los resúmenes del fútbol en la tele.
Como las puertas batientes del pasaplatos estaban abiertas de par en par, me bastaba con alzar la vista para ver a mi marido disfrutando con el deporte. Recuerdo que estaba intentando esmerarme con la cena, para hacerle feliz, quizás sintiéndome un poco culpable por lo mío con su hermano.
No le oí llegar. Iván se deslizó detrás de mi silencioso como un depredador tras su presa. De repente, unas manos me rodearon, apoderándose una de mis pechos mientras la otra me tapaba la boca, logrando ahogar el grito de sorpresa que se me escapó.
No me hizo falta notar su durísima polla apretándose contra mi culo para saber que era Iván de nuevo a la carga, pero aún así me asusté muchísimo, por las consecuencias que aquella locura podía tener.
Me revolví entre sus brazos, intentando zafarme, pero lo único que conseguí fue frotar bien mi trasero contra su erección, lo que hizo que el chico se apretara con más ganas contra mí. Yo forcejeaba, los ojos como platos clavados en la espalda de mi marido, aterrorizada por si le daba por darse la vuelta y nos pillaba en plena acción.
Iván, enardecido, me apretaba con ganas las tetas por encima de la blusa como le encantaba hacer y yo, a mi pesar, empezaba a sentir que aquel asalto inesperado no me disgustaba demasiado.
Entonces Iván, empujándome suavemente, me hizo perder el equilibrio, obligándome a sentarme en el suelo. Él se acuclilló frente a mí, apoderándose de mis labios, hundiéndome la lengua hasta el fondo. Yo respondí al beso con pasión, más tranquila ahora que, al estar tapados por la encimera, quedábamos perfectamente ocultos a Juanjo por si le daba por echar un vistazo a su espalda.
Iván, volviéndome loca de deseo, incrustó una mano entre mis piernas, estrujando mi vagina por encima del pantalón, consiguiendo que me encharcara en un instante.
No sabía lo que quería el chico y, a esas alturas, no iba a pararme a preguntar, completamente rendida a su voluntad y dispuesta a dejarle hacer lo que le viniera en gana.
De pronto, Iván abandonó mis labios, dejándome anhelante, deseosa de que me diera más. Me miró con ojos brillantes, lujuriosos y entonces se puso repentinamente en pie, quedando justo frente a mí.
Me bastó con apreciar el enorme bultazo en su pantalón para comprender sus intenciones y, tras un par de segundos de duda, me abandoné por completo a la lujuria, forcejeando con rabia con la cremallera, hasta que logré extraer su durísima barra de carne de su encierro.
Me quedé mirándola un instante, deleitándome y admirando aquella rígida vara que se estaba convirtiendo en mi dueña. Iván me miró, anhelante y bastó un simple gesto suyo para que me abalanzara sobre su hombría, lamiéndola y chupándola como si me fuera la vida en ello.
Pero Iván no quería lametones ni caricias. Esa noche tenía otra cosa en mente.
Con cierta brusquedad, el chico empujaba una y otra vez con la pelvis, intentando introducir en cada envión una porción mayor de carne entre mis labios. Yo me resistí al principio, temiendo que me llegara hasta el esófago, pero, completamente atrapada entre el muchacho y el mueble de cocina, no tuve más remedio que dejarle hacer, esforzándome en relajar los músculos de la garganta para recibir su durísima estaca entre ellos.
Con un gruñido de satisfacción, Iván se salió por fin con la suya, logrando empotrar por completo mi cara contra su ingle, habiendo alojado enterita su polla en mi garganta.
Me costó menos de lo que esperaba, siendo capaz de soportar toda aquella carne en mi boca, manteniéndome relajada para sofocar las arcadas. Y he de reconocer que me gustó, sentir toda aquella carne, dura, vibrante, alojándose en mi esófago… me sentí una guarra. Me puse caliente.
–          Tócate – escuché entonces la voz de Iván, susurrando quedamente.
Y le obedecí. No dudé ni un segundo. Llevé mis manos al botón de mis shorts y lo abrí, deslizando una mano dentro de mis bragas y llevándola hasta mi coño. Estaba literalmente encharcado.
Muy lentamente, Iván echó el culo un poco para atrás, retirando una porción de rabo de mi boca para a continuación volver a hundirlo muy despacio, mientras yo me esforzaba por apretar bien los labios, para que el chico disfrutara a fondo follándose mi boca.
–          Oye, ¿dónde está Nieves? – resonó de repente la voz de mi marido en el salón.
Me puse tan tensa que casi doy un salto. A punto estuvo el pobre Iván de quedarse eunuco perdido por el susto que me llevé. El chico, sin embargo, no dio la menor muestra de nerviosismo, respondiéndole a su hermano con total tranquilidad.
–          Ha subido un momento a buscar no sé qué. Seguro que ha ido a mirar la receta que Manoli le dio. Como no tiene ni puta idea de cocina…
Escuché cómo mi marido se reía.
–          No seas capullo – reconvino a su hermano menor – Sabes que la pobre se esfuerza.
–          Ya, hombre. Si es broma. Sabes que aprecio sus esfuerzos y se los agradezco de corazón. De hecho, esta noche se está esforzando muchísimo, que te lo digo yo – dijo sacándome unos centímetros de polla de la boca – Pero reconoce que se le da mucho mejor “comer”, que cocinar.
Mientras pronunciaba “comer” con cierto retintín, Ivancito volvió a hundirme la verga hasta las amígdalas. Yo, completamente entregada al juego, me esforcé en lamérsela bien al mismo tiempo, acariciándole el nabo con la lengua mientras la enterraba en mi esófago.
–          ¿Quieres una cerveza? – preguntó Iván helándome la sangre en las venas.
¿Estaba loco? ¿Y si Juanjo se levantaba a por la bebida?
–          No, gracias, después de comer. Anda, vente y vemos el resto de los resúmenes.
–          Sí. Enseguida voy. En cuanto termine una cosilla aquí.
Y, con toda la tranquilidad del mundo, siguió follándose la boca de su cuñada con parsimonia, disfrutando al máximo de la mamada, mientras simulaba estar trasteando por la cocina, por si a su hermano se le ocurría volver a mirar.
Por fin se corrió, directamente en mi garganta, con al menos tres cuartas partes de su polla  enfundadas entre mis labios. No me quedó más remedio que tragar. Lo hice con gusto. Disfruté enormemente sintiendo cómo sus pelotas se vaciaban directamente en mi tráquea, percibiendo cómo su ardiente jugo se deslizaba quemando mi esófago. Ya era por completo su puta.
Cuando terminó, extrajo su todavía bastante duro miembro de entre mis labios, que yo apreté para dejarlo bien limpito y reluciente. Acuclillándose de nuevo, me dio un cariñoso besito, mientras yo le miraba, tratando de serenar mi desbocado corazón, con las lágrimas provocadas por las arcadas deslizándose sin freno por mis mejillas.
Tras besarme, Iván abrió la nevera y sacó un par de latas, reuniéndose con su hermano, que, a pesar de lo que había dicho antes, no rechazó la bebida.
Yo, sacando fuerzas de flaqueza, me las apañé para escapar de la cocina a gatas, usando la puerta que daba a la escalera y me precipité al piso de arriba, refugiándome en el baño de mi dormitorio.
Me miré en el espejo, con ríos de gruesas lágrimas todavía deslizándose por mi rostro, los ojos inyectados en sangre, la saliva y el semen resbalando por la comisura de mis labios.
Me encantó lo que vi. Adoraba sentirme tan sucia. Iván era mío y yo era de Iván.
Tardé un rato en arreglarme lo suficiente para poder volver a bajar. La cena salió asquerosa.
…………………………….
 Nuestra relación continuó cada vez más despendolada, los límites que nos marcábamos abarcaban cada vez más, atreviéndonos a ser cada vez más osados.
Iván había dejado despertar el monstruo lujurioso que había dentro de él y había conseguido que a mí me pasara lo mismo. Vivíamos el uno para el otro, sin importarnos para nada los demás.
Una día, molestos porque Juanjo se hubiese tomado la tarde libre, no nos cortamos un pelo en volver a echarle un par de pastillitas en la bebida, dejándole grogui en el sofá. Dominados por la más absoluta impudicia, terminamos follando como locos en el sofá de al lado, conmigo relinchando como una yegua, empalada en la polla de mi cuñado, mientras mi maridito estaba en coma a menos de un metro.
Cuando Iván notó que estaba a punto de correrse, me obligó a arrodillarme frente a él, para poder descargar sus pelotas bien a gusto sobre mi cara. Luego, con la polla todavía goteando, el muy cerdo me hizo una foto con el móvil, sonriendo con la cara llena de lefa, bien pegadita a la de mi marido, que no se enteraba de nada. Salgo hasta haciendo el signo de la victoria con los dedos.
………………………….
Otro día, Iván me pidió que le diera unas clases de conducir, para ir aprendiendo para sacarse el carnet en cuanto cumpliera los 18. Al principio se lo pidió a su hermano, pero, como ambos sabíamos, estaba ocupadísimo, así que sin duda lo hizo para disimular.
Nos fuimos juntos por la tarde en mi coche. Primero al centro, a un sex shop cuya web había descubierto Iván unos días antes.
Compramos un montón de juguetes: consoladores de goma, vibradores, unas bolas chinas, un plug anal… todo lo que al chico se le antojó.
Luego nos fuimos a conducir, a un descampado. A los cinco minutos de lección ya me encontraba con la cabeza enterrada entre sus piernas, comiéndole la polla con pasión, mientras él se afanaba en mantener el coche en marcha.
No lo consiguió y terminamos en la cuneta, con una rueda pinchada.
Esa noche tuvimos que soportar las burlas de Juanjo durante la cena, carcajeándose de nosotros por haber tenido que avisar a la ayuda en carretera, por no tener ninguno de los dos ni puta idea de cambiar una rueda.
No me molestó, pues mientras se burlaba, su hermano tenía metida una mano entre mis muslos, acariciándome el coño todo lo que quiso.
…………………………..
Algunas noches, Juanjo tenía ganas de sexo. Yo le complacía encantada, sintiéndome un poco menos sucia al estar con él.
Pero eso duraba sólo hasta el amanecer, pues, indefectiblemente, todas las mañanas tras haber cumplido con mis deberes conyugales, Iván se presentaba en mi dormitorio segundos después de que su hermano hubiera salido de casa. A veces incluso antes.
Y follábamos, mientras Iván repetía una y otra vez en mi oído: “Eres mía”, lo que me llenaba de felicidad.
Depravados. Eso es lo que éramos.
…………………………
Y todo terminó… como tenía que terminar.
Recuerdo que era nuestro último día con entera libertad para estar juntos, pues al día siguiente comenzaban las clases y ambos habíamos acordado que no íbamos a permitir que lo nuestro interfiriera en sus estudios.
Iván, con su recién adquirida perversión, me decía que se esforzaría en seguir sacando buenas notas y que yo, a cambio, le tendría que hacer una mamada por cada sobresaliente.
Qué tontería. Se la habría chupado igualmente aunque las suspendiera todas.
Ese día era para nosotros. Lo habíamos calculado al milímetro. Juanjo estaría todo el día fuera y nosotros anunciamos que saldríamos a comer, con lo que Manoli consiguió un inesperado día libre.
Nos daba igual la comida. Lo que queríamos era follar.
Pero no contamos con la bondad de Juanjo.
Él tenía sus propios planes y había pensado en darle una sorpresa a Iván.
En secreto, le había comprado la moto de la que habían estado hablando y, pensando que la casa estaría vacía, la trajo por la tarde para dejarla en el salón y que su hermano la encontrara a su regreso.
Y la sorpresa se la llevó él.
Estábamos en el cuarto de Iván, conmigo cabalgando despendolada sobre su polla, empalándome una y otra vez en su inconmensurable dureza, estrujándome las tetas en un paroxismo de placer. Iván, conforme a sus deseos libidinosos, se las había ingeniado para meterme uno de los consoladores de látex por el culo, haciéndome disfrutar de sentirme completamente llena.
Entonces escuché una exclamación, un grito que me detuvo el corazón. Ambos nos volvimos hacia la puerta, asustados, encontrándonos con mi esposo que nos miraba atónito, con una expresión de pasmo en el rostro que aún se me aparece en sueños.
No dijo nada, no gritó ni nos amenazó. Tras unos segundos recobrándose, se dio la vuelta y se marchó de casa. No he vuelto a verle.
No voy a mentir. A pesar de que, durante un segundo sentí el impulso de salir detrás de él, bastó con que Iván se moviera debajo de mí, volviendo a follarme, para que me olvidara por completo de mi marido y siguiera montando a su hermano como si fuera el último hombre en la tierra.
……………………………………
Han pasado 6 meses de aquel fatídico día.
Los abogados de Juanjo me presentaron los papeles del divorcio pasada poco más de una semana. No pude contactar con Juanjo, ni siquiera en el trabajo. El móvil siempre salía desconectado.
Aunque, realmente, lo que me dolía de todo aquello era que Iván había sido fulminantemente enviado de vuelta al internado, quedándome sola en Madrid sin tener adonde ir.
No me quedaba otra, para qué alargar la agonía. Firmé los papeles y me quedé con lo puesto. Mi coche, mi ropa y el dinero que tenía en el banco. El acuerdo prematrimonial que mis suegros insistieron en que firmáramos, le vino de perlas a mi marido. Cabrones. Bien muertos que estáis.
Por fortuna, no perdí mi trabajo, así que, en cuanto pude, me mudé a Zaragoza, reanudando inmediatamente mi relación con Iván.
El chico se esfuerza al máximo por rendir en la escuela, pues los permisos de salida van en función del comportamiento. Así que nos vemos todos los fines de semana. Para no meterle en un lío, no le recojo en la puerta del internado, sino algo más lejos.
Luego nos vamos a mi piso. A follar. O lo hacemos en el coche. Lo que a él le apetezca. Lo que sea para que no salga con otras mujeres. Iván es sólo para mí.
Curiosamente, se ha vuelto muy popular en el colegio. Con una novia mayor… Me ha presentado a unos cuantos compañeros y noté perfectamente cómo me devoraban con los ojos. Me gustó mucho conocerles y no me corté un pelo en comerle la boca delante de sus amigos. Que murmuren tanto como quieran.
Mi familia no me habla. Supongo que, tras el divorcio, Julia se fue de la lengua y le contó a su madre lo que había visto. Ninguno aprueba mi comportamiento. Me da exactamente lo mismo. Menos gasto en navidad.
El otro día fue el cumpleaños de Iván, por fin ha cumplido los 18. Como regalo, me puse un lazo en el pelo y le di una tarjeta en la que ponía: “Hazme lo que quieras”.
Y vaya si lo hizo.
Me contó que los abogados de Juanjo se habían puesto en contacto con él para solicitar su permiso para poder vender la casa de sus padres. Iván les respondió que, en cuanto entrara en posesión de su parte de la herencia, él mismo compraría su parte a su hermano.
Esa misma noche, me pidió que me casara con él.
Pensándolo bien, creo que al final sí que voy a terminar enterrada en el panteón familiar. Me lo habré ganado a pulso. Me he pasado por la piedra a sus dos herederos.
FIN
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Relato erótico: “El despertar sexual de cassandra 2” (POR PERVERSO)

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Una disculpa por la demora y espero que el relato cumpla con las expectativas….
Algunas horas antes de lo acontecido en el relato anterior…
En una humilde vivienda característica de una familia de clase media tirándole a baja, un emocionado jovencito post puberto y de cuerpo semidesarrollado, con un rostro en donde algunas imperfecciones se negaban a desaparecer aun usando jabones anti acné de última generación, se acicalaba cuidadosamente, se vestía con una camisa azul y pantalón negro de estilo muy moderno, se calzaba con zapatos Nike de imitación y depositaba kilos de gel en su cabello buscando el peinado perfecto, perfumaba su aun infantil anatomía con una loción tomada prestada a su padre sin que este se enterara, el joven metía en su mochila un perro de peluche comprado con algunos ahorros suyos en su trabajo como cerillo en un supermercado, muy emocionado suspiraba por la dichosa afortunada quien en pocas horas tendría entre sus delicadas manos ese lindo detalle, el jovencito salía de su casa no sin antes darle un amoroso abrazo a su madre y recibiendo la bendición de ella para posteriormente tomar el autobús que lo llevaría a su escuela.
En otra casa con un nivel económico un poco más alto, el viejo Marce se levantaba después de dormir prácticamente todo el día después de haberse desvelado tomando en su casa con algunos viejos conocidos que le habían caído de sorpresa, un aspecto crudesco y malhumorado predominaba en el feo rostro del viejo, la barba de tres días compuesta en su gran mayoría por pelos blancos y tiesos era más que notoria, le dio flojera abrir la tienda ese día ya que la semana había dejado buena venta además de que le había ido muy bien en el juego de barajas de la noche anterior sin mencionar la solicitud de un préstamo bancario que le había sido aprobado con la intención de actualizar su pyme, así que decidió ver un poco de porno para masturbarse después de algo de tiempo de no hacerlo, recordaba a una tierna niña alumna de la escuela de enfrente y el solo visualizarla mentalmente y recordar cuando la abrazó casi metiéndole su sucias mano a escasos centímetros de su sexo su miembro se levantó como un poste, pensaba en la lejana posibilidad de algún día tenerla en el sillón arrodillada y vestida con lencería fina mamándole su miembro mientras el bebe una cerveza y brama disfrutando de la húmeda y suavecita lengua, el viejo cernía sus peludas bolas testiculares atascadas de espeso líquido que estaba a pocas horas de descargar, el viejo podía sentir en cada meneo el chocar del líquido contra las paredes testiculares.
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EL DESPERTAR SEXUAL DE CASSANDRA
EL SEÑOR DE LA TIENDA II
……………El que Don Marcelino se quitara su sudada camiseta dio oportunidad a la joven de alejar un poco su tremendo cuerpo de las cercanías del caliente viejo, la jovencita estaba desconcertada por la osadía a la que se había atrevido Don Marce y por un momento pasó por su mente la idea de retirarse pero, por otro lado, quería seguir disfrutando las prohibidas escenas que veía en el monitor y además de que sentía un rico cosquilleo en su sexo gracias a las experimentadas caricias que el viejo Marcelino le había regalado, a pesar de que estas tenían minutos que habían cesado aun podía sentirlas como si todavía las estuviera recibiendo, un cosquilleo aun mas delicioso en comparación a sus todavía inexpertas masturbaciones.
El viejo ahora mediría el terreno, no atacó desesperado ya que podría asustar a la nena, tenía que ir poco a poco, se dispuso nuevamente a observar la película desparramando su desaseado cuerpo ya sin camisa sobre el sillón, quería darse cuenta del impacto que había tenido en la jovencita ese acto impuro y depravado, el viejo se sentía satisfecho (por el momento) al haber sentido con sus sucios dedos esas partes íntimas, calientitas y nunca antes manoseadas (por otro) de la adolescente, le bastaba por el momento con ver dos de sus dedos cubiertos de un néctar brilloso de olor exquisito, en caso de que la joven se retirara, ya elaboraría un nuevo método para con el cual volverla a engañar y que se dejara manosear otra vez aprovechándose de la ingenuidad y la edad de la calentura por la que Cassandra atravesaba.
El viejo esperó y esperó, observado de reojo a la nena quien no se incorporaba, se mantenía quieta, como si no hubiese ocurrido nada, todavía la jovencita acomodó su faldita pues se le había subido prácticamente toda y enconchándose de hombros subía el tirante de su blusa muy delicadamente, una buena cantidad de su azulado cabello cubría la parte de su rostro que daba hacia el viejo, Don Marce solo alcanzaba a ver una perfecta naricita delineada con los más finos y profesionales trazos así como un par de carnositos labios que según él mostraban una sencilla pero coqueta risita.
“de que se reirá esta putita” pensaba el viejo
La jovencita acariciaba su cabello a manera de peinarlo muy femeninamente con sus dedos; por lo tanto Don Marce acechaba como un león hambriento cazando a un indefenso y herido ciervo, las facciones pervertidas de su rostro hacían verlo como un auténtico animal, Don Marce en ese momento poseía esa mirada retorcida de un hombre desnudando con la vista a una jovencita, además lo feo de la cara le daban un toque especialmente morboso.
El viejo no aguantó tener tan cerca a la tentación convertida en mujer y decidió avanzar, sabía que no tenía toda la tarde-noche si quería hacer algo más que un simple manoseo, y si bien no tenía intención de violar a la chamaca, ¿Cómo contenerse teniendo a dos metros de él a una jovencita como Cassandra?, cuyo cuerpecito despedía un calorcito acogedor y cuya desarrollada y femenina anatomía sumada a sus movimientos y posturas sugestivas que sin querer realizaba despertaba los más bajos y primitivos instintos en los jovencitos y no tan jovencitos.
Cassandra decidió no abandonar el lugar, la curiosidad le pudo mas, a menudo le daba tímidos sorbos a su bebida alcohólica sabor durazno muchas veces negándole su venta en otros establecimientos pues la jovencita se atrevía a pedirla enfundada en su ajustado uniforme escolar que poco alcanzaba a disimular su impresionante anatomía.
Cassandra no sabía que era, nunca había experimentado esa extraña sensación, pero algo pasaba dentro de su cuerpecito, sentía algo que la obligaba a quedarse, a permanecer sentada y vulnerable e incluso disponible para el viejo, algo que la hacía comportarse más provocativa de lo normal, algo que le decía “quédate, lo vas a disfrutar”  y tímidamente volvió a acariciar su desnudo muslo para después seguir con su húmedo sexo, a su vez, su lengua repasaba muy sugestivamente el contorno del chipo de la botella calentando sin querer al viejo Marcelino, una tímida gota sabor durazno rodaba por toda la extensión del envase, Cassandra se dio cuenta de ello y de forma tremendamente erótica lamió desde la base de la botella hasta su chipo, recogiendo todo el dulce líquido con su mojadita lengua y, obedeciendo a esa sensación de lujuria volteo a ver al viejo mientras realizaba esta provocadora acción con unos ojitos que casi podía jurar Don Marce le estaban invitando a tomarla sexualmente, una sensación de cosquilleo invadió a la nena y su panochita pulsaba casi rogando por que se dedeara, a pesar del sostén sus pezones ya asomaban por su blusa y sus ojitos no pudieron evitar repasar la protuberancia pulsante que se formaba debajo del short del viejo tendero.
“ahhhh, pinche chamaca, como no le pasas la lengua a esta” decía el empalmado viejo mientras su asquerosa lengua se movía de un lado a otro por entre sus bembos labios empujando las babas por sus comisuras, a su vez su verga explotaba de lo hinchada que se encontraba así como expulsaba cantidades monumentales de viscoso líquido.
Con esas femeninas miraditas el viejo sentía cada vez más cerca la oportunidad de tener sexo en mucho tiempo de inactividad, de destensar los casi nulos músculos de su cuerpo, volteaba a ver la imagen de un Santo que tenía clavada en la pared y casi lo escuchaba decirle: “si no aprovechas hoy es porque eres un maricón pendejo”, el viejo volteó a ver a Cassandra y otra vez la descubrió tocándose, la niña rápidamente quitó su mirada y manita pues estaba expectantemente cuidadosa de que el viejo no la descubriera masturbándose, sin embargo dejó su tanguita mal acomodada, de esta manera el viejo podía ver la prenda atorada en medio de los carnositos labios vaginales.
ora si hija de la chingada, nada más me estas calentando y yo aquí mirando como un pendejo”, decía el viejo en sus cochinos pensamientos, decidido, había llegado el momento de hacer un segundo ataque.
El viejo levantó su peludo trasero y se repegó mas a la niña, ganado más terreno en ese sillón, mientras Cassandra se corrió más hacia la orilla del mismo; el viejo se corrió otro poco y la chiquilla se separó casi en la misma distancia, la chiquilla parecía hipnotizada por la película y jugaba con un mechón de su cabello haciéndole forma de rizo, a la vez que disimulada, observaba si Don Marce se juntaba más hacia ella mientras una ligera risita traviesa aparecía en su rostro.
Cassandrita grababa en su joven mente las extrañas posiciones (para ella) en que los musculosos actores se cogían a las atractivas actrices, veía las exageradas corridas de leche sobre los bellos rostros de las chicas y como ellas se tragaban ese blanco líquido como si fuese el más fino y delicioso manjar, todo esto si bien a la nena le parecía obsceno, prohibido y hasta asqueroso; por otra parte lo veía interesante, con ganas de seguir aprendiendo y porque no, practicarlo; por un momento llegó a curiosearse sobre el sabor de ese extraño líquido procedente del aparato reproductor masculino (como ella conocía a la verga); su mente no comprendía cómo es que lo obsceno podía ir de la mano con lo excitante, ponía más atención a esto que a las clases impartidas por sus maestros.
Don Marce había acorralado a Cassandra en el sillón, a la nena ya no le quedaba más espacio para seguir arrinconándose, la única opción era levantarse del asiento pero era más que obvio que a pesar de estar con un pervertido acosándola ella no se iba a levantar, el viejo llevó su mano a la pierna de Cassandra, quien se asustó al principio pero no hizo por quitarla, Don Marce levantó de mas la faldita de la niña y ella no hacía nada por bajarla, de vez en cuando Cassandra tomaba su blusa y la movía rápidamente para sacar el calor que estaba dentro de ella y volteaba para todos lados del cuarto como no queriendo darse cuenta de lo que estaba sucediendo.
-tienes calor?- preguntó el viejo, Cassandra movió la cabeza dándole la razón al vejestorio.
-yo también, por eso me quité la camisa jejejeje, por qué no te quitas la blusita?,- dijo el lujurioso viejo con una mirada y una sonrisa que desafiaban los límites de la depravación mientras subía lentamente la blusita de la nena hasta que se le permitió ver el ombligo de ella, la nena aun sentada mostraba un vientre plano, sin esas antiestéticas llantas que se forman aun en las personas delgadas al estar sentadas y mal acomodadas.
Cassandra le contestó moviendo la cabeza en forma de negación, volteó a ver al viejo y observó detenidamente un cuerpo muy alejado de lo atlético, un cuerpo delgado flácido, pero con una pancilla prominente, un pecho levemente peludo y canoso, unas chiches ligeramente caídas que superaban en volumen a las de muchas de sus compañeritas menos desarrolladas y coronadas por unos oscuros pezones con enormes pelos gruesos saliendo de ellos, a los costados de ese desatendido cuerpo se notaba un poco el costillar, si bien Don Marce rondaba los 50 años de edad, su descuidado cuerpo daba la impresión de pertenecer a un hombre de más de 60, todo gracias a llevar una vida de excesos y pereza sumados a una alimentación desbalanceada y falta de ejercicio, sin mencionar que sus axilas despedían un característico olor de un viejo que no tiene la costumbre de echarse antitranspirante ya que en todo lo que iba del día aun no se daba un baño.
Don Marce subió su arrugada mano por toda la pierna de la mujercita sintiendo esa suavidad y tersura que brindan unos muslos perfectos y físicamente trabajados, acercó lentamente su crudesco rostro a la sensible oreja de Cassandra y le preguntó en voz baja:
-te gusta lo que ves?- dijo con su cervecero aliento.
Cassandra no contestó nada, solo se relamía los labios y ladeaba su cabeza para alejarla del viejo, pero sin mostrar signos de incomodidad ni asco.
-te gustaría sentir lo mismo que sienten esas muchachas?- volvió a repetir el enfermo viejo quien nuevamente sacaba su herramienta y la masturbaba enfrente de la nena mientras ella le miraba disimuladamente y juntando coquetamente sus labios.
Cassandra se quedó callada, Cassandra era una jovencita que como todas soñaba con que algún día llegara el hombre perfecto para ella, su príncipe azul, aquel que con solo verlo la hiciera sentir cosquillitas en el estómago y según lo que le habían enseñado las películas de amor, aquel a quien le estaba guardando el más preciado de sus tesoros; pero ese apuesto caballero estaba más que claro que no contemplaba las características físicas de Don Marce, un hombre viejo y feo, que ni en su mejor momento llegó a presentar algún tipo de atractivo, que incluso de pequeño siempre fue visto como un niño gordo y sin chiste, sin embargo la oportunidad estaba ahí, lo que podría pasar entre esas dos contrastantes personas era una moneda tirada al aire.
Cassandra salió de su trance cuando sintió nuevamente unos dedos acercarse a su húmeda intimidad, intentaba cerrar las piernas para que estos no avanzaran pero la vieja mano se colaba como agua, con una de sus manitas intentó débilmente empujar la mano de Don Marce, aunque lo consiguió, el descarado Don Marce aprovechó para tomar a la nena de su delicada manita, la pareja se quedó unos minutos así, viendo la porno tomados de la mano, en un acto en verdad depravado el viejo Marce colocó la joven manita cerca de su frondoso bosque púbico, la niña solo volteó y vio que su mano estaba a escasos centímetros del miembro del viejo mientras veía como algunos de sus dedos se perdían entre ese enroscado matorral negro con blanco.
Don Marce se relamió los labios solo con sentir esa suavidad de la mano de la joven, su verga se había levantado tanto que casi se recostaba en su peluda panza, entonces en otro acto impúdico por parte del viejo que aprovechó la pasividad de la nena, llevó esa manita justo al tronco de su palpitante miembro.
“aaaahhhhhhhh, que mano de calientita” Don marce casi se vaciaba con solo sentir el calorcito manual de la señorita, su verga era un auténtico volcán a punto de hacer erupción, la caliente lava blanca hervía dentro de sus testículos casi al grado de evaporarse.
“que duro…….. y que grande” pensaba la nena, era la primera vez que la chiquilla tocaba un miembro, así que en cuanto a grosor y longitud, el viejo no decepcionaba.
La pequeña manita de la nena comenzó a sudar, ya que entre su mano y la verga del viejo se generó un calor infernal, sin embargo la nena apretó con fuerza ese asqueroso palo, como si no quisiera despegarse de ella, con la otra mano llevó uno de sus dedos a su boca y mantenía un coqueto movimiento con este alrededor de sus carnosos y brillosos labios mientras seguía mirando la película.
El viejo Marce llevó su arrugada mano para depositarla sobre la de la muchachita, de esta manera la tapaba debido a la gran diferencia de dimensiones, además la diferencia de pigmentación de ambas pieles era notoria hasta en las manos, una tonalidad cobriza cubriendo a una pequeña manita blanca como la leche.
Fue entonces cuando el viejo en su afán por seguirse masturbando, comenzó a mover su mano sobre su verga, dicho desplazamiento originó en la femenina mano un meneo similar, el viejo veía a esa pequeña niña con una corrompida cara sintiendo como prácticamente la niña le masturbaba la verga, de la generosa verga enormes ríos viscosos brotaban y resbalaban por todo su tronco hasta llegar a la joven manita, esta parte del cuerpo de Cassandra se lleno de aceitoso líquido que se escurría también por debajo de ella, llegando el momento en que la manita de la niña chapoteaba en líquido preseminal cada que subía y bajaba por el tronco del aparato y se cubría de un tipo de babilla que no era otra cosa que el mismo líquido batido, el viejo y la joven estuvieron así unos pocos minutos hasta que Cassandra simuló rascarse, liberándose de esa asquerosa labor y observando como su mano brillaba por efecto de la lubricación y como una especie de olorosa espuma cubría buena parte de su manita, esta manoseada solo originó que el viejo se calentara mas y decidido buscó el sexo de la niña.
El viejo Marce había logrado llegar hasta esas preciadas partes, su mano era apretada por ambos muslos que le impedían su avance, pero muy hábil logró estirar dos de sus dedos para comenzar con leves cosquilleos en donde se marcaba una cerradita zanjita sobre un minúsculo triangulo rosita.
-nooo Don Marceeeee,- decía la jovencita al insistente al viejo, era la primera vez que la jovencita hablaba en varios minutos.
Don Marce no decía nada, solo intentaba dominar a esa potencial putita, afortunadamente para él, la negatividad de la nena no era muy convincente como para dejarla en paz, él estaba dispuesto a que si llegase a sentir asco y desprecio por parte de la muchachita no insistiría mas, el pervertido era consciente de que si la situación se le escapaba de las manos podía meterse en muy, pero muy serios problemas.
-nooo Don Marce, saque la mano, por favooooor,- decía Cassandra, aunque su forma de decirlo no era enojada, hasta cierto punto era sensual y coqueta, los ricos cosquilleos estaban haciendo que poco a poco la nena comenzara a abrir sus piernas para de este modo permitirle el acceso libre a la mano del viejo.
-shhhh, cállate Cassandrita, déjame tocarte otra vez, anda, anda déjame, te va a gustar- decía el viejo babeando del gusto.
-Don Marceeeee, nooo, no me toquee ahiiiiii,-  el viejo se había apoderado nuevamente del sexo de Cassandra y lo manoseaba de tal modo que apretaba obscenamente los labios vaginales uno contra el otro, haciendo que la panochita se le abultara perfectamente por debajo de la humedecida y rosita prenda.
-que mojadita estás Cassandrita, ya ves, te gusta que te toque ahí verdad?- decía el viejo.
-nooooo, déjemeee, Don Marce usted no es así,- decía la chiquilla respirando entrecortada y recordando aquellas lejanas palabras que alguna vez le dijo su amiga Karla Guadalupe, que le daban la razón de que el viejo era un acosador de niñas.
-si te gusta, cuando una niña se moja de su cosita cuando se la tocan es porque le gusta, solo que te da pena admitirlo jejejeje- decía el calenturiento viejo.
-nooo, no me gusta- decía la colegiala.
Pero Cassandrita se contradecía ella misma, sus labios decían esas negativas palabras, pero su cuerpo se movía de forma espectacular y provocativa, su espalda se arqueaba hacia adelante contrario a su culito que se hacía para atrás, haciendo que su exquisito cuerpo mostrara una impresionante curvatura.
El viejo tomó con su mano libre la cintura de Cassandrita para pegarla muy bien a él, aprovechando el hueco que dejaba la niña entre su breve espalda y el sillón, y acercó su feo rostro al de la chamacona, le dio un ligero beso en su sonrojada mejilla y empezó a oler el aromático cuello de tan descomunal hembra, el viejo estaba despertando en la jovencita sensaciones que nunca antes había experimentado.
El viejo repasaba a diestra y siniestra ese cuellito olfateándolo como un perro y de vez en cuando lamiéndolo, hablándole al oído muy despacito y mordiendo levemente el pabellón de su oreja haciendo a un lado los bonitos aretes que adornaban a la princesita mientras ella estaba empezando a dejarse llevar por tales sensaciones y sus manitas apretaban la gruesa tela que tapizaba el sillón, el viejo sabia como atacar cada uno de los puntos débiles de la inexperta chamaca.
Cassandra logró medio zafarse y encontró la manera de incorporarse, no para irse pero si en un afán de desacalorarse un poco, pero el viejo muy hábil la tomó por la cintura y sin dejarla que se enfriara la atrajo de nuevo hacia el sillón, sentándola en sus peludas piernas, el culito de Cassandra cayó exacto sobre la verga del viejo, la niña sintió eso duro, caliente y que palpitaba mientras parecía acomodarse entre sus glúteos, el viejo al tener su verga fuera de su short y Cassandra al llevar una tanguita demasiado minúscula y casi encarnada hacia que sintiera el calor de la verga y el roce de la pelucera púbica directamente en sus blancas y firmes nalgotas.
Las tremendas nalgotas de la nena cayeron pesadas sobre el abultado vientre del viejo y aplastaban la gruesa verga de este, aun así el viejo podía ver como de entre ese bien formado portento de culo que parecía haber aumentado en dimensiones sobresalía una brillante cabezota morada que se perdía en el canal que se formaba entre los apretados y blancos glúteos.
El viejo panzón aprovechó la posición en que se encontraban y nuevamente manoseaba el sexo de Cassandrita, los dedos del viejo se notaban perfectamente cuando tallaban el virginal sexo por debajo de la tela, la otra de sus manos de aventuró por debajo de la blusa y sostén a manosear uno de sus perfectos senos, tomándolo desde la base y recorriéndolo hasta la punta de su rosadito pezón, deteniéndose en esta erizada punta y jugándola con sus cabezones dedos como quien trata de sintonizar una estación de radio en un aparato antiguo.
El viejo sacó la mano que masturbaba la joven panochita y la llevó a su apestosa boca, degustando desesperado el sabor del líquido agridulce de la nena y volviéndolos a tallar superficialmente en esa celestial entrada para embarrarlo nuevamente de lubricante femenino, la nena no podía ver los inmorales actos de su “amigo”, pues estaba de espaldas a él y mantenía los ojos cerrados y mejillas coloradas debido a la calentura que la envolvía mientras sus labios emitían ligeros gemidos.
Don Marce sacó su mano del sexo de Cassandra y ladeó el rostro de la bella jovencita hacia el de él, rápidamente la besó metiéndole la lengua lo más adentro de su boca, la niña solo abrió al máximo sus ojos para después entrecerralos, Cassandra con las manos trataba de disque empujar a Don Marce pero el viejo a pesar de lo flácido pesaba mucho, además los empujones de Cassandra eran más que nada como para no verse tan facilita ya que sorprendentemente el beso llegó a gustarle pues el viejo cosquilleaba cada centímetro de esa dulce boquita, poco le importaba a la nena el olor a cerveza, lo rico que sentía dentro de su boquita era motivo suficiente para soportar el desaseado aroma, entre el casi fingido forcejeo la falda de Cassandra se subió tanto que enseñaba toda su pequeña y mojada prenda, estaba tan mojada que los labios vaginales se trasparentaban y podían verse a simple vista, de nada servía que la llevara puesta.
La hábil lengua del viejo, que se había profesionalizado y había alcanzado su titulación besando a puras señoras gordas y viejas, seguía alojándose como si fuera su casa dentro de la fresca boquita de ahora una jovencita hermosa y con un cuerpo tallado por los mismos Ángeles, por momentos la lengua de Cassandra correspondía el lascivo beso, y por momentos dejaba de hacerlo, no porque le diera asco, sino porque le era imposible igualar la velocidad y maestría con la que se desempeñaba su vulgar amante.
Esa lengua la estaba haciendo entrar en una confusión terrible, ella misma se desconocía besando a ese señor más viejo que su padre y que parecía apenas haber sido ayer cuando platicó con él por primera vez, pero es que los morbosos besos del viejo la estaban calentando de sobremanera y más cuando el viejo también decidió al mismo tiempo volver a atacar su sensible panochita, mientras más se moviera esa venenosa lengua dentro de su boquita más elevada era la necesidad de la niña de mantenerla dentro de su boca, las asquerosas babas del viejo parecían contener algún elemento adictivo al cual la jovencita se mostraba vulnerable y caían como rio de entre ambos pares de labios, nada se comparaban esos lujuriosos y salivosos besos del viejo a la inocencia de aquel primero que Cassandra dio a un muchacho de su salón en un juego de la botella.
Don Marce aprovechó la lubricación natural de la chica para incrustarle delicadamente el dedo medio dentro de su apretada cuevita, comenzó a moverlo en forma circular dentro de ella mientras que su pulgar jugaba con el hinchado clítoris, los seminegatividad de la chiquilla estaban empezando a desaparecer, sus manos habían dejado de luchar desde hace rato y ahora se abrazaban tímidamente al sucio cuello del viejo mientras su cuerpo se exprimía retorciéndose arriba del vejete.
Cassandra estaba tan excitada como nunca antes, por primera vez en su vida su delicioso cuerpecito sentía los manoseos de un hombre, un viejo hombre que sabía muy bien donde manosear, entonces en un acto innato proveniente como respuesta a todas esas deliciosas sensaciones, comenzó a mover su culito sobre la verga del viejo, haciendo que en cada roce el prepucio dejara visible el brilloso y apestoso glande, jalándoselo mientras sus nalgotas se embarraban del lúbrico líquido, tanto tiempo estuvo moviéndose así hasta que la verga se acopló de manera perfecta entre esas carnosas nalgas.
-Donnnn, Marceeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee,- dijo la nena en uno de sus delicados suspiros.
-que mi amor- dijo el caliente viejo.
-eso durooooooooo, es su……………………. vergaaaaaahhhhh- dijo Cassandra nuevamente en forma de suspiro, Cassandra ya conocía esa mala palabra, cuantas veces había escuchado a sus puros y castos compañeritos albureándose unos a otros utilizando esa palabra o implementándola a la hora de mandarse muy lejos, sin embargo era la primera vez que su tentadora boquita la pronunciaba, siempre había sido una niña que no decía groserías.
-si mi amor, y a partir de hoy será tuya también, ya verás como te va a hacer feliz y no vas a querer despegarte de ella y vendrás a buscarla para que te de mas y yo aquí estaré para dártela las veces que tu quieras- decía el traspirado viejo, Cassandra no contestó nada, solo suspiraba sensualmente y se movía arriba de la verga del viejo cada vez más rápido mientras el viejo levantaba los tablones de su falda.
Don Marce se dio cuenta de que ya tenía a Cassandra en su bolsa y prosiguió a despojarla de su blusa, deslizando la prenda hacia arriba mientras aparecía poco a poco un sostén de encaje apretando esos jugosos melones, Cassandra ni siquiera hizo por impedir su semidesnudamiento, solo levantó sus frágiles brazos para permitir a ese repulsivo viejo despojarla y dejarla solo en un sexy sostén que transparentaba en partes lo blanco de sus perfectos y ya amamantables senos.
-ahh, Cassandrita que chichotas te cargas, casi te revientan la blusa, antes y no te caes de frente- dijo el viejo Marce cuando aparecieron ante sus afortunados ojos esos dos carnosos, redonditos y muy voluminosos atributos que poseía la nena y que tantos se habían imaginado lamiéndolas, no pudo contenerse el relamerse sus cochinos labios haciéndosele agua la boca y dejando caer babas como una manguera
-ahhh, ahhhh ahhhh, ahhhh,- Cassandra gemía débilmente debido a los apretones de Don Marce daba ya en sus provocativos melones.
Don Marce desabrochó el sostén y salieron liberadas esas chiches moviéndose de forma bamboleantemente exquisita, rápidamente Don Marce las tomó, una en cada mano amasaba ese par de tetas que muchos en algún momento soñaron en manipular, tantos muchachos bien parecidos y deportistas, hombres mayores con porte, personalidad y con buena posición económica (maestros incluidos), personalidades importantes del ámbito local, miembros de la sociedad de padres de familia de la escuela, obreros o empleados que tenían la suerte de laborar en la misma ruta que Cassandra seguía para llegar a su casa y que la veían pasar dos veces al día y algunos hasta cuatro veces cuando regresaba a practicar, todos se quedaban en eso, un sueño, ahora la posibilidad era de un viejo degenerado que ninguna muchachita, ni la más urgida, se atrevían a considerar por lo menos como una posibilidad para quitarse la calentura, preferían meterse un desodorante roll-on a probar la verga de tan antiestético intento de hombre, ahora sí que la naturaleza había trabajado sin ganas, claro está que estas muchachitas desconocían la capacidad y conocimientos que el viejo poseía en materia sexual y el grado de éxtasis al que el viejo podía llevarlas.
Así como Cassandra, muchas de las jovencitas de su edad se la pasaban admirando jóvenes artistas y cantantes adolescentes, adornando su cuarto con cantidad incalculable de posters con grupos y solistas del momento, “estas niñas de hoy” pensaba Don Marce, “no sé que le ven a esos chiquillos si a simple vista se ven raritos, mira que pintarse los labios y plancharse su pelito, eso es de viejas, lo que estas niñas necesitan es un verdadero macho con un buen trozo de carne que ni les quepa, esos críos la han de tener chiquiiiiiiita, jejejejeje,” decía el asqueroso viejo cada que le tocaba ver algún reportaje en televisión sobre estos artistas y sus fanáticas.
Don Marce seguía manoseando ese par de tetas, sus dedos se hundían en esas chichotas hasta casi desaparecer, apretaba los rosaditos pezones sacándoles gemidos a Cassandra quien seguía moviéndose provocativamente sobre el viejo con los ojos cerrados, sus cejas fruncidas y sus pómulos enrojecidos.
Si bien las manos del viejo no eran tan callosas, si estaban lo suficientemente grandes y pesadas para que la jovencita sintiera los masculinos magreos en sus senos los cuales comenzaron a tildarse de manchas rojas simulando los dedos y a veces la mano completa del viejo.
Después de manosearle los pechos a su antojo, el viejo continuo con su asquerosa boca, mamaba como un becerro esas chiches dejándolas empapadisima en babas, las mordía, chupaba, lamia toda su circunferencia sin dejar un solo centímetro sin ensalivar, su boca realizaba movimientos succionadores que casi le arrancaban el pezón a la jovencita.
Los movimientos de Cassandra eran cada vez mas endemoniados, movía sus desarrolladas caderas y estas hacia pendular sus tremendas nalgas de una forma que prácticamente masturbaba con sus glúteos la verga del viejo, sus nalgas al estar tan apretaditas casi agarraban la verga de Don Marce como con la mano, por momentos el viejo tenía que hacer a un lado el hilo trasero de la tanguita de la niña para que no le lastimara y empezó a acompañar a su bella amante con ligeros movimientos de simulación coital mientras la tomaba firmemente de su sirenesca cintura, llegando a un punto en que ambos se movían de manera tan sincronizada que ya solo faltaba que el miembro del viejo estuviera dentro de ella, el sillón comenzó a crujir y rechinar debido a los cada vez más pesados movimientos que ejercía arriba de él la caliente pareja.
La respiración de ambos hacía rato que se había vuelto más intensa, por un lado el pervertido viejo podía sentir la frescura y pulcritud natural del aliento de la nena que llegaba a sus enormes fosas nasales atascadas de pegajosos mocos y rudos pelos mientras la joven doncella podía sentir la desaseada sensación bucal y aliento cervecero del viejo Marcelino en su limpia y perfecta naricita.
Después de tanto movimiento de cadera superiores en sugestión que los que la nena realizaba bailando, tanto lubricante que soltaba el apestoso aparato, tanto sube y baja del prepucio, tanta sangre que empezó a llenar el tejido esponjoso y cavernoso del miembro, el viejo comenzó a sentir que esta niña totalmente inexperta en el ramo de la masturbación masculina, le estaba sacando la leche solo con sus nalgas, así que procedió a detenerla o terminaría vaciándose y todavía no era hora, todavía quería disfrutarla otro rato mas, ahora en su mente ya estaba la idea de penetrarla, así que la tomó de la cintura y la acostó en el sillón, la niña en un acto de pudor sacado quien sabe de donde cubrió a duras penas con sus manos sus senos pues estos habían quedado expuestos ante los lujuriosos ojos de Don Marce.
-Cassandrita todavía no- dijo el sudado viejo.
-no qué?- la inocente niña no había entendido a lo que el viejo se refería.
-todavía no es hora de batir el requesón, ahora voy a quitarte la faldita, está haciendo mucho calor y no queremos que tu ropita se sude verdad?- dijo el acalorado viejo, sin saber que la niña ya intuía hacia donde se dirigía su viejo compañero amoroso.
-Don Marce- dijo la nena, pues ya desde hace mucho había comprendido las desequilibradas intenciones del viejo, algo dentro de ella le decía que estaba a punto de experimentar por primera vez el sexo, o como ella lo conocía, “hacer el amor”, así que con una simple frase le dejó en claro al vejestorio que ya no estaba como para los dobles sentidos con los que el viejo se expresaba, como si la estuviera tratando de retrasada.
-que Cassandrita?- preguntó el viejo mientras sus dedos ya habían adquirido la posición como para despojar a la nena de su prenda, Cassandra tomó aire para poder expresar con claridad las siguientes palabras:
-Don Marce…………. en verdad……………… en verdad……………….. quiere que usted y yo……. lo hagamos?- dijo la nena bajando su mirada algo apenada, sonrojada por su pregunta y tapándose no muy bien sus manoseados y salivados senos ya que sus manitas no le daban para abarcarlos en su totalidad.
Esa inocente pregunta casi desarrolla en el viejo un daño cerebral permanente, sin embargo logró recomponerse.
-eeehhhhh…….claro que si Cassandrita, siempre he soñado con este momento, desde que ibas en primer año todavía con una carita de niña y te paseabas por mi acera corriendo con tus amiguitos, siempre soñé ser yo el primer hombre en tu vida y nunca pensé que podría serlo debido a mi edad,- decía el viejo intentando disimular su calentura y estructurando esas sencillas oraciones pero que al viejo le había costado mucho trabajo construir pero con un falso acento de tristeza al considerarse muy viejo para ella, todo esto para que la nena se conmoviera del viejito.
-estoy nerviosa, yo también quiero hacerlo pero nunca pensé que……………… mi primera vez sería con usted- afirmó la nena mientras apretaba sus senos en su desarrollado cuerpo de mujer, el viejo asimilaba que Cassandra ya tenía contemplada en su mente la idea de entregarse a un hombre, y se sentía un Todopoderoso el ver cómo le había ganado la partida a toda esa bola de chiquillos que según él no hubieran sabido ni qué hacer en el momento en que una hembra tan imponente como Cassandrita se les desnudara enfrente de ellos, “lo más seguro es que saldrían corriendo” pensaba el viejo.
-tu tranquila, como hace ratito- dijo el viejo tomando la falda de la chiquilla quien se sonrojaba aun mas, la sangre le hervía gracias a la calentura que la envolvía, hasta pareciera que su cuerpo aumentó su voluptuosidad  como preparándose para recibir por primera vez a un hombre.
El viejo procedió a bajar la falda de su compañera de manera bruta solo intentando jalarla hacia abajo, al principio no pudo pues le ajustaba bastante, sin embargo sorprendentemente Cassandra levantó sus caderas y la desabrochó de la parte de atrás, ayudándolo a bajársela y arrojándola lo más lejos que pudo para volverse a acostar en el sillón, dejando expuestos sus senos para deleite del viejo.
El viejo se dedicó a admirar ese femenino cuerpo que yacía acostado en su viejo y sucio sillón, un sillón manchado de comida y cerveza, en partes atacado por las polillas y en donde una de sus patas era improvisada por un block de construcción, esa sería la cama de rosas para esta fornicadora chiquilla, no una cama marital cubierta de pétalos y fragancias aromáticas y adornada con las más finas y sedosas sabanas, sino un viejo sillón ya en la última etapa de su vida, próximo a terminar en un basurero o en las afueras de la casa del viejo esperando el carro de la basura, el mueble más antiguo en ese cuarto.
La boca del viejo babeaba como una catarata al visualizar a una inocente nenita desnuda a excepción de su tanguita, con su tierna mirada ligeramente hacia un costado, sus hermosos ojitos brillosos, sus mejillas rojitas y sus manitas pegadas a su cuerpo en posición de defensa como si quisiera protegerse de algo, la nena ya no miraba la porno, no le interesaba por ahora, solo se concentraba en lo que estaba a punto de experimentar.
La misma suerte que la falda tuvo su tanguita, el viejo juntó las interminables y torneadas piernas de la niña y las levantó mientras por ellas deslizaba lentamente un apenas visible hilo rosita, Don Marce al sacársela por completo se la llevó a la nariz para aspirar ese encantador aroma juvenil, Cassandra volvió a taparse con un brazo sus senos y con una mano su sexo, mientras veía apenada como un viejo cincuentón aspiraba sin ningún pudor una de sus prendas que servían como protección de su zona más íntima.
-quien fuera este cachito de tela, para ir pegado a tu panocha todo el día- decía el viejo dando otro respiro a esa prenda y enrollándola alrededor de su verga.
Don Marce quitó esa pequeña manita y al ver el sexo de Cassandra cubierto por unos cuantos finísimos vellos, palpitante, rosadito y brilloso por la lubricación se abalanzó sobre él ahora si desesperado, lamia ese exquisito platillo de arriba a abajo haciendo sonidos extraños con su boca, como un cochino masticando su alimento, haciendo círculos con su lengua, rellenando ese hueco con saliva, escupía y desparramaba su saliva con los dedos o con su lengua mientras sus manos abrían lo mas que podían los perfectos y blancos muslos ya que la niña intentaba volver a cerrarlos, el viejo acostaba su arrugado rostro sobre el esbelto vientre de la joven y desde ahí estimulaba con dos de sus dedos la sensible conchita de Cassandra, por momentos mordía levemente la vulva de la nena dejándole tímidas marcas de dientes.
-ahhhhh, que delicia, que delicia, que rico, es el mejor bizcochito que me he comido en toda mi vida- dijo Don Marce no por presunción, en verdad era el mejor manjar que había degustado.
-jijijiji, Don Marce, me hace cosquillas- dijo la nena quien no comprendía cual era la razón para la cual este viejo se concentraba en lamer esa zona íntima de ella, siempre le dio curiosidad el porqué los hombres en los videos se pegaban como autenticas chatillas en los sexos femeninos.
Cassandra al principio reía por las cosquillitas que sentía, pero después conforme avanzaban las cochinas caricias las inocentes risas fueron poco a poco desplazadas por tímidos gemidos, Cassandra permanecía callada y por momentos fruncía sus cejas como si algo la lastimara, sin embargo de su boca se escapaban gemidos placenteros cada vez mas audibles y prolongados acompañados de gestos risueños, de vez en cuando la niña daba una especie de respingo como si recibiera algún pinchazo en su cuerpo, la inocente criaturita estaba disfrutando ser estimulada oralmente por un hombre, comprendía ahora el porqué el viejo se había pegado a su sexo como una garrapata.
Conforme el viejo seguía chupándola la dulce niña se mostraba más estimulada, movía su cabeza de un lado a otro, se arqueaba retorcidamente, se manoseaba sus senos a raíz de una desconocida situación que la llevó a auto manipulárselos ella misma, apretaba sus muslos contra la cabeza de Don Marce, se mordía su mano, se relamía los labios, exhalaba sensualmente, temblaba ligeramente cada que esa endemoniada lengua pasaba directo sobre su frijolito, intentaba quitarse el envolvente calor soplándose con sus manos, la niña volteaba hacia su sexo solo para ver un brilloso coco moviéndose raramente con apenas unas cuantas comunidades de cabellos cubriéndolo y escuchaba esos animalescos y chapoteantes sonidos que emitía la lengua en su inundada vagina.
-aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh,-           -mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm-
-Dooooooooooooon Marceeeeeeeeeeeeeeeeee- -quee esssss, estooooooooo, me gustaaaaaaaaaaaaaaaa-
Al escuchar esos sonidos y palabras de la boquita de la nena, Don Marce se atrevió a jugar con ella, a torturarla a partir de frases en donde Cassandra le demostrara lo bien que lo estaba pasando y de esta manera confundirla sentimentalmente.
“ya caíste pendeja jejejejejejeje” reía mentalmente el viejo.
-de veras te gusta mi niña?- dijo el viejo
“te gusta que te laman el bollo puta calenturienta jejejejeje, vas a ver cuando te lo reviente” la malvada mente del viejo elaboraba esas malsanas palabras.
-siiiiiii, se….. , se…….., se siente bonitoooooooooooooo,- decía la jovencita levantado un poco su cuerpo y moviéndolo sugestivamente de arriba hacia abajo y de atrás hacia adelante, como si fuera ella la se tallara en esa babosa lengua.
-quieres que siga?- preguntó el viejo mientras de su boca se escapaba un pocinesco sonido.
-siiiiiiiiiiii, sigaaaaaaaaaaa, mmmmmmmmmmmmm-  respondía la estimulada nena y movía sus caderas ondulatoriamente intentando agarrarle el ritmo el vejete.
-porque si quieres paro- decía el viejo sabiendo que Cassandra no aceptaría eso, el viejo se reía sabiéndose ganador y mostrando una asquerosa boca que escurría en jugos vaginales solo para volverla a hundir entre esa carnosa panochita.
-nooo, no pareee, sígame haciendo esto que se siente tan ricoooooooooooooooooooo- dijo la nena al tiempo que se arqueaba mientras tomaba con sus manos los escasos y casi canos cabellos de Don Marce, queriendo intervenir de esta manera en caso de que el viejo quisiera abandonar la gloriosa posición en donde se encontraba, aunque a estas alturas al viejo no se le despegaba de ahí ni con una pata de chivo, la lengua del viejo y la panochita de Cassandra en estos momentos eran un solo órgano.
-noooo, Don Marceeeee, no deje de chuparmeeeeeeeeeeee,- decía descontroladamente la nena y ahora enrollaba sus muslos en la nuca del viejo y los apretaba al grado de marcársele ligeramente sus músculos pero sin que sus piernas perdieran esa condición femenina, casi queriendo meterse a Don Marce entero dentro de su aniñada vagina.
-de todo lo que te he hecho que es lo que más te ha gustado ehhh?- preguntó el jadeante viejo.
-q… que me chupeeeeeeeee  ahiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii- dijo Cassandra retorciéndose criminalmente.
-Donnnnn Marceeeeeeeeeeeeeee, ahí vieneeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee- dijo Cassandra mostrando convulsiones orgásmicas.
-quien viene mi niña?- preguntó el viejo.
-eso, esooo, mmmmhhhh algo calienteeeeeee que sientooooo cuando me tocoooooooooooooo, ahhhh ahhhhhh, Don Marceeeeee que ricooooooooooooooooooooo,- dijo la estimulada nena y no aguantando comenzó a tocarse también ella para disfrutar más de la corrida que estaba por experimentar, sus delicados dedos eran lamidos también por la babosa lengua del viejo pervertido.
-échamelos mi Cassandrita- decía el viejo con su asquerosa boca bien abierta, tan abierta que casi parecía que se iba a comer a Cassandra.
-ahhhhhhhh, mmmmmmmm, Don Marce ahhhiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii vieneeeeeeeeeeeeeeeeeeee- Cassandra se arqueó tanto que parecía que le estaban robando el alma, pero no, lo que le había robado Don Marce fue un intenso orgasmo nunca antes experimentado por la joven, una acalorada sensación de placer la invadió en toda la extensión de su cuerpecito para después desbordarse en calientes fluidos lubricantes en cantidades nunca antes producidas que fueron acompañados por importantes movimientos temblorosos que indicaban que la nena seguía corriéndose aun después de varios minutos, la pequeña jovencita abrió ligeramente sus ojos mostrando una mirada placenteramente estrábica y con una de sus manitas hacía a un lado su sudado cabello mientras reía de manera orgásmica y temblaba como si tuviera frio.
Don Marce no se abastecía absorbiendo jugos, se había bajado su short y calzón un poco quedando semidesnudo, su verga se erigía poderosa y la masturbaba al mismo tiempo que su boca gargareaba y se bebía el elixir expulsado por la jovencita, los bebía como un desesperado, como aquel que hubiera encontrado un oasis en el desierto, su lengua parecía querer salirse de su boca, los bebía y untaba en su fea y arrugada cara como si los jugos de Cassandra le fueran a regresar su juventud perdida.
-ahhhh, que rico te saben mi niña, y cuanto te brota, siempre te vienes así de intensa?- preguntaba el viejo.
La nena seguía convulsionándose de manera menos notoria mientras sus suaves manitas bajaban y regalaban a su feo amante un ligero masaje en su coco, como si lo estuviera recompensando por haberla hecho correr tan rápido y tan rico, la nena jalaba aire para poder contestar la pregunta de viejo.
-nooo, eees la primeeeera vez que hecho tanto de esooo,- dijo la nena con su respiración entrecortada, sus anteriores masturbadas le habían enseñado que eso que le brotaba no era orina.
-eso se llama “venirse” mi niña, siempre cuando te vaya a pasar eso avísame diciendo “me vengo” entendiste- decía el viejo.
-si Don Marce, yo le aviso- respondió la acalorada nena.
-bueno ahora lo que sigue- decía el viejo quien en su programa seguía la penetración, sin embargo no contaba con lo que Cassandra quiso hacerle.
El viejo se masturbaba de forma obscena y hacía gestos en su rostro típicos de una persona mentalmente enferma, se escuchaba un sonido húmedo cada vez que se jalaba el pescuezo, el olor que desprendía esa apestosa verga llegaba hasta la respingadita nariz de Cassandra y poco a poco el cuarto del viejo se iba impregnando de los olores que soltaban ambos órganos reproductivos, el ambiente se estaba volviendo completamente carnal.
Cassandra ya casi recuperada volteó hacia la pantalla y sus ojos visualizaron una fogosa escena de sexo oral por parte de una joven actriz, veía a esa chica casi dos años mayor que ella tragarse de un solo bocado esa cosota sin molestia alguna, retenerla dentro de su boca por un gran lapso de tiempo para después sacarla empapada en saliva mientras de su boca cantidades enormes de babas caían, entonces dijo a Don Marce señalando con su dedo:
-Don Marce, mire-
-qué?, ahh, le está pegando un mamey- dijo el viejo.
-quiero intentarlo- dijo la nena quien creía que le tocaba recompensar al viejo por el orgasmo tan exquisito que le regaló y pensando que esa salivada felación era parte del arte amoroso, la inocente jovencita estaba confundiendo el hacer el amor con el tener sexo pornográficamente, esto solo beneficiaba a futuro al viejo Marce.
El viejo recibió una especie de descarga eléctrica en su hirviente verga, instantáneamente su musculoso aparato (la única parte del cuerpo del viejo que si era músculo puro) se erigió como si hubiera escuchado a la chiquilla, le escurría tanto lubricante que un flujo moqueaba elásticamente hasta casi llegar al sillón, el viejo se quitó el short y calzón al mismo tiempo y sin perder tiempo se recostó llamando con su mano a Cassandra.
La muchacha se acercó gateando arriba del sillón moviendo su trasero infartantemente sin dejar de ver esa palpitante monstruosidad, todos estos movimientos y acciones provocativas y femeninamente sugestivas Cassandra las realizaba de manera innata, no porque quisiera calentar al viejo, sino porque una especie de conocimiento dentro de ella le decía como moverse y como actuar en determinado momento, especificándole detalladamente su condición de hembra.

Cassandra tomó la verga del viejo, su suave manita se enrolló en la base del venudo aparato, instantáneamente este cochino palo volvió a babear lubricante del puro gusto, Cassandra podía sentir el pulso del viejo proveniente de la venuda palanca, no pudo evitar relamerse los labios al ver semejante trozo, pareciera como si sus glándulas salivales se estimularan con la visión de la poderosa herramienta pues su boquita se inundó en saliva, volteó a ver hacia la pantalla y vio a la actriz escupiéndola, así que procedió a hacer lo mismo, arrojó un escupitajo (pensó que para eso se ensalivó su boca) a muy corta distancia y atinó al glande y con uno de sus deditos esparcía la saliva finamente por toda la cabeza mientras la revolvía con el lubricante que salía a raudales, entonces preguntó a su longevo mentor.

-Don Marce, porque las muchachas de las pornos se la chupan a los hombres?- decía curiosa la niña mientras su dedito no paraba de hacerle círculos al morado glande.
-para que resbale mejor cuando se las atraviesan y no les duela tanto- respondió el sabio instructor a una concentrada estudiante que jugaba con la sorprendente elasticidad del líquido preseminal.
-ahhh….. entonces…. si se la chupo no me dolerá tanto cuando……… me……. atraviese?- preguntó Cassandra mientras reía tímidamente sin voltear a ver al viejo, sentía pena, sin embargo no dejaba de ver el punzante y carnoso instrumento lleno de nervios que rugía entre sus manos.
El viejo no daba crédito a las pervertidas frases que se escapaban de la pudorosa boca de Cassandra, nunca que el recordara la había escuchado decir frases comprometedoras ni palabras groseras, ni siquiera comportarse tan hembrita como lo hacían en esos calurosos momentos.
-así es mi niña, no te dolerá nada- decía el embustero viejo, pues era más que obvio que Cassandra sufriría el más doloroso suplicio que hasta ahora conocido, la jovencita acercó su carnosita boca a la verga del viejo solo para dejar caer sobre el glande otra cantidad considerable de saliva.
La niña después de tanto estar desparramando su saliva y el lubricante del viejo por toda la cabeza y parte del tallo (otro conocimiento innato que le indicaba que debía de hacerlo) decidió que era hora me metérselo a la boca, así que mirando como la enorme uretra de esa pestilente verga parecía reír, poco a poco fue acercando su hermoso rostro a la morada cabeza.
Cassandra abría su perfecta boquita y al principio besó apasionadamente la cabeza como si de unos labios masculinos se tratara, sin importar que estuviera viscosa, para después poco a poco ir introduciendo esa pestilente verga a su boca, el olor a miembro viejo no era repulsivo a la nariz de la niña, era un olor raro pero nada incómodo, al contrario, le parecía masculino y cautivante, ese aroma la enamoraba y la hacía comportarse aun mas femenina.
La niña sintió la babosa cabeza descansar sobre su lengua y con este músculo procedió a enrollarla, la jovencita empezó a moverse prudentemente muy despacio hacia abajo, tragándose esa enorme tranca hasta que llegó a un punto en donde sintió que una arcada le advertía que ya era suficiente para su capacidad y comenzó un lento retroceso, al mismo tiempo su lengua también retrocedía pero sin despegarse del caliente tallo, el viejo sentía como esa caliente lengüita recorría su hirviente miembro mientras subía por todo el largo del mismo.
La tiernita Cassandra se detuvo en el glande para proceder a lamerlo pasando su lengua sigilosamente por toda su extensión hasta la corona del mismo, para después solamente con los puros labios rozar la cabezota de manera exquisita y metérsela a la boca muy lentamente, subiéndolos de la misma forma hasta sacarse la cabeza por completo emitiendo un leve quejido, solo para voltear a ver al viejo y regalarle una sexy y lubricada sonrisa y quitarse de su lengua un enroscado vello púbico cubierto por una rara sustancia que le daba un color amarillento que encontró durante su oral recorrido, la nena quiso repetir la felación solo que esta vez el viejo sintió unos dientes recorrer su glande, lo que hizo que se medio incorporara y apartara a Cassandra de su lastimado aparato.
-ouuuhhhh, ouuuuhhhhh, ouuuuhhhhh, ouuuuhhhhhh así no Cassandrita, con los dientes no,- dijo el viejo.
-con los dientes no?- preguntó la nena.
-no, solo con los puros labios, procura no tocar mi verga con tus dientes- decía el calenturiento viejo dándole una rápida clase de cómo chupar una verga.
-porqué?- preguntó Cassandra.
-tú haz lo que te digo,- dijo el viejo
-perdón Don Marce, no sabía, es que, como, nunca había hecho esto, no sabía- decía la nena.
-tranquila, vas muy bien, solo haz lo que te digo, solo con los labios y la lengua- decía el viejo volviéndose a acomodar con los brazos cruzados atrás de su nuca y enseñando a la niña unas axilas sobrepobladamente peludas y llenas de pelusa, con enormes y toscos vellos casi igual de tiesos que una brocha.
Cassandra volvió a meterse ese salivado mástil como el viejo le dijo, esta vez mirándolo a sus ojerosos ojos, su cabello circunstancialmente se hizo hacia adelante y le daba un aspecto muy atractivo, digno del alto modelaje, si la nena hubiera sido vista por algún busca talentos sin duda le hubieran hecho la oferta como imagen de alguna marca publicitaria, Don Marce nunca en su pervertida vida se imaginó un momento así, ni en sus húmedos sueños lograba crear a una hembra tan perfecta y hermosa como Cassandra, sin duda el hombre más afortunado en ese momento en todo el globo terrestre.

Poco después de estar realizando esa labor la nariz de Cassandra comenzó a congestionarse, como si se fuera a enfermar respiratoriamente, además sus hermosos ojitos comenzaron a empañarse para después cada uno dejar rodar una lágrima por sus mejillas, no porque se sintiera humillada, sino por la falta de experiencia y el no saber medir el espacio dentro de su boca con respecto al largo del miembro, aun así Cassandra seguía emocionada por lo que estaba realizando y ponía todo su empeño, era la primera mamada que le hacía a un hombre y debía de hacerla lo mejor posible y mas por lo buen amante que se había comportado el viejo, ahora si comprobaba por ella misma lo que era chupar una verga, y ya no tenía porque escuchar a aquellas compañeras suyas que se daban aires de expertas a la hora de platicar temas sexuales.

La niña seguía en su labor, ligeros gemidos se escapaban por entre las comisuras de sus labios y llegaban audibles al viejo, disfrutándolos como si se tratara de la más hermosa pieza clásica aun no compuesta, Cassandra empezó a masturbar la verga con su delicada mano mientras sus apetitosos labios creaban un recubrimiento perfecto casi hecho a la medida de la verga del viejo, toda esta inexperta pero apasionada felación la llevaba a cabo con su cuerpo en posición de perrito manteniendo su desnudo culito bien levantado y moviéndolo cadenciosamente hacia los lados, sus piernas cruzadas en los tobillos creaban a lo largo una perfecta “V” y terminaban con unas zapatillas que las mantenían muy estilizadas.
Don Marce sabía que el tiempo comenzaba a ser un enemigo para él, Cassandra tenía que regresar a la escuela antes de que acabara la fiesta y así evitar sospechas por parte del alumnado y magisterio por si llegaran a verla salir de su casa, si por él fuera se quedaba en esa posición hasta el día de su muerte (que por su vicio al cigarro, la cerveza y su prematuro envejecimiento tal vez no había que esperar mucho), pero había que actuar, así que procedió a sacar la verga de la boquita de su joven amante muy lentamente y de manera cuidadosa pues en varias ocasiones la nena parecía como si se fuera a vomitar mientras la verga se deslizaba de reversa por sus labios, la niña veía curiosa como la verga del viejo salía empapadisima en saliva y aprovechaba para secarse esas lágrimas y aspirar para quitarse el exceso de mucosa que se había formado dentro de su perfecta nariz.
-ya es hora Cassandrita, acuéstate,- decía el pervertido.
-así?- preguntó Cassandra acostada boca arriba en el sillón y abriéndose un poco de piernas, el viejo asintió con la cabeza, la niña estaba dispuesta a entregarse a ese viejo tan feo, algo que no cabía en la lógica, sin embargo al viejo poco le importaba la mentalidad de la jovencita, el solo iba tras un objetivo, penetrarla.
Don Marce tomó su verga, así como estaba de babosa y la colocó en la entrada de la vagina, Cassandra al sentir el vergudo contacto se asustó y con sus manos tomó esa verga para intentar detener su avance asi como sus muslos se cerraron instantáneamente, Don Marce quería grabar ese momento en su retorcida mente y miraba a la nena como un auténtico sádico.
-que pasa Cassandrita?, tienes miedo?- preguntó el morboso viejo.
Cassandra asustada asintió con la cabeza,
-tranquila, procuraré ser cuidadoso,- decía el hipócrita pervertido mientras con una de sus manos limpiaba las gotas de sudor que habían aparecido en la lisa frente de la chiquilla, él lo que deseaba era escuchar gritar a la chamaca cuando la desquintara.
Don Marce abrió al máximo las piernas de Cassandra, ella resistió un poco pero al final cedió y ya no hizo por cerrarlas, el viejo acomodó su prominente barriga entre las esculpidas piernas de la jovencita quien mantenía una carita seria pero expectante a lo que aconteciera, la jovencita se preparaba emocionalmente para ese dolor que se supone sentiría, ese dolor que había escuchado manifestado en sus amigas que ya habían tenido su primera vez, esa que las marca de por vida.
El viejo Marce apuntó su verga en donde todavía se enrollaba la pequeña prenda, el mismo temblaba de nervios y excitación mucho más que su joven y hermosa doncella, intuía que Cassandra estaría completamente cerradita, así que debía de tener paciencia e ir muy lento pero considerando el trascurrir del tiempo, dependiendo del trato que le diera hoy a su adorada podría significar el nacimiento de una malsana aventura sexual de ensueño.
Cassandra solo se quedaba quieta, poniendo rostro de dolor sin siquiera ser penetrada; todo su hermoso rostro se enrojeció, el calor de su cuerpo era insoportable y se propagaba al viejo a través de su conductividad corporal, Cassandra llevaba sus delicadas manos a los costados del cuerpo de Don Marce, acariciándolo, pasaba muy sensualmente las yemas de los dedos por esa parte en donde se marcaban sus costillas así como la abultada, malformada y sudada panza del viejo que casi parecía un saco deforme, sintiendo la guanga piel del que sería el primer hombre en su vida.
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A solo una calle de ahí, en el baile que se llevaba a cabo en la cancha de la escuela, para ser exacto en las gradas que sirven para disfrutar de un buen encuentro deportivo, un tímido jovencito se acercaba a la inocente Guadalupe aprovechando que la chiquilla se encontraba sola, momentos muy raros considerando lo también muy hermosa que era esta otra muchachita.
-hola Lupita de casualidad has visto a Cassandra?,- se expresó el joven.
-ay, porque será que hoy todos preguntan por Cassandra?- decía la risueña Lupita poniendo colorado al jovencito.
-no pienses mal, yo solo quería preguntarle sobre el trabajo en pareja que es para fin de semestre, me tocó con ella y ya mero es y no lo hemos empezado- decía el preocupado adolescente.
-jejeje, no te hagas si ya se tu secreto, ya me dijeron que dibujaste una rosa en una de tus libretas y la adornaste con su nombre- decía Lupita codeando al chamaco.
-ehh, quién te lo dijo?, por favor Lupita no le vayas a decir nada- decía el sonrojado muchacho.
-tu tranquilo, como crees, pero si tanto te gusta Cassandra ya deberías de empezar por algo, mira que tienes mucha competencia, no vaya a ser que otro te la esté ganando en este momento- decía Lupita sin saber absolutamente nada de lo que acontecía en el negocio de enfrente, propiedad de un viejo rabo verde.
-no cállate, no digas eso, es que no se, te juro que siempre ensayo lo que le voy a decir pero cuando la tengo enfrente siento algo en la garganta que no me deja hablar, además veo que se junta mucho con Alexis y eso desmotiva mucho- el jovencito se refería a uno de los alumnos cuya familia era de las mejores posicionadas económicamente, el clásico niño rico y con verbo que acapara toda la atención.
-eso no es cierto, Alexis se le pega a ella, pero no te preocupes, no le gusta, Cassandra me lo dijo; es lindo con ella pero es muy presumido con los demás, y eso a ella no le gusta,- decía Lupita.
-de veras, y…. y de mi que te ha dicho?- preguntaba ilusionado Armando (el admirador secreto de Cassandra, ya que todos los demás alumnos no eran tan secretos).
-de ti nada, pero no te preocupes le voy a preguntar qué piensa de ti y te pongo al tanto, sale- decía Lupita.
-sí, pe…. pero que….. que no se vea tan obvio, ya sabes, que salga de una conversación natural, ay Lupita todas las noches sueño con ese beso que me dio cuando jugábamos a la botella en tu casa,- decía el nervioso muchacho mientras chocaba contra si ambas yemas de sus dos dedos índices y su pie izquierdo hacia un círculo en el suelo.
-todavía te acuerdas, yo me acuerdo que no se te podía quitar lo rojo de la cara jijiji; tú deja, yo te voy a echar porras,- decía Lupita.
-aguanta, te voy a dar algo- dijo el joven Armando y salió corriendo para su salón.
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De regreso al vaporoso cuarto del viejo……….
El viejo la veía y no podía creer lo que se estaba cenando, una muchachita con un físico increíble y un rostro no perteneciente a ese subdesarrollado suburbio, una jovencita que nada la pedía a las edecanes que vemos en el box cada sábado, o a las famosas actrices que salen por televisión, o a las hermosas jovencitas que se acuestan con los viejos políticos corruptos a cambio de una buena tajada proveniente de nuestros impuestos, no le pedía nada a ninguna de ellas, y la diferencia era que Cassandra no le estaba cobrando ni un peso.
La verga de Don Marce punteó los labios externos, Cassandra juntó sus manitas en forma de puño cerca de su rostro cuando sintió el golpecito, el viejo comenzó a tallar su verga muy despacio por toda esa virginal zanjita, la punta del glande abría esos exquisitos labios casi infantiles en cada uno de sus recorridos mientras el líquido preseminal que se escapaba de la uretra rellenaba con su viscosidad esa estrecha y rosada zanjita, la niña por su parte gemía delicadamente y veía curiosa los maestros movimientos del viejo.
Después de tanto sucio movimiento, el viejo ubicó las coordenadas exactas en donde se encontraba la entrada que lo llevarían a ese mundo inexplorado de carnes apretadas, ese territorio virgen en donde ninguna otra verga había asomado antes, claro que se enorgullecía de ser el primero en reclamar para sí ese divino aposento que quería convertir en un refugio muy utilizado para que su apestosa verga se alojara continuamente, su rostro mostraba una fanfarrona sonrisa compuesta por dientes en distintas tonalidades amarillentas y una que otra muela picada.
El viejo hizo el primer intento, acomodó la cabeza de su verga y presionó con la intención de penetrar a la nena, desafortunadamente para él, su miembro se resbaló hacia afuera y perdió dureza en este intento aunque por poco tiempo pues en fracciones de segundos volvió a estar inconteniblemente rígida y pulsante como si fuera a reventar, la verga del viejo estaba tan dura que incluso su mismo dueño le parecía que había ganado más grosor de lo normal, sus venas se hinchaban a dimensiones medicamente imposibles, su cabeza estaba monstruosamente enorme que hizo pensar al viejo sobre alguna anormalidad, intentó penetrarla un par de veces más pero consiguió el mismo infructuoso resultado, mientras la inmaculada Cassandra pedía que ya no lo hiciera, comenzaba a sentir un dolorcito mientras era presionada con esa cosota tan grande.
El viejo ensalivaba constantemente esa entrada así como la cabeza de su miembro, con sus dedos aplicaba un salivoso masaje en los labios externos y los abría a modo de hacerse de más espacio para su miembro, el viejo nunca desistió hasta que después de varios intentos, todo sudado y caliente logró meter solo el glande, un doloroso “ayyyy” se escapó de los labios de Cassandrita.
-jejejejejeje, ya va entrando Cassandrita, ya va entrando- decía el presumido viejo mientras un hilo de baba caía de su morbosa boca, dentro de esa cuevita el líquido preseminal se fusionaba con los lubricantes vaginales.

Casi al instante la nena comenzó a sudar de todo su cuerpo, más que cuando practicaba voli, el viejo entonces prosiguió a avanzar por esa apretadísima cavidad, el conducto vaginal estaba tan estrecho que casi se podía escuchar los sonidos húmedos y los movimientos contractorios y rechinantes de la verga friccionándose en las paredes vaginales y que indicaban el acoplamiento coital llevándose a cabo, el espacio no era lo suficiente como para que su verga se desplazara libremente, sin embargo él se negaba a desistir, ya había llegado tan lejos estando a escasos centímetros de la gloria absoluta como para dejarlo así y quedarse con esa calentura y posiblemente el día de mañana un intenso dolor de huevos.

Los ojos de Cassandra se empañaban por el nacimiento de un dolor que poco a poco se volvía cada vez más agudo, hasta el punto que su lógica la llevó a decirle al viejo que parara, que siempre no.
-Donnn Marceeee, noooooooo, sáquelaaaaaaa, dueleeeeeeeeeeeeeee- dijo la nena, poniendo esa carita tierna que expresa el nacimiento del llanto en una jovencita.
-no Cassandrita, tenemos que terminar esto, no sé cuánto tiempo pasará para que vuelva a tener una oportunidad así- decía el extasiado viejo fuera de sí.
-nooo Donnn Marceeeee, si quiere se la sigo chupandoooooo, o usted siga chupándome ahiiii, pero esto noooooooo- decía la nena ofreciendo ofertas tentadoras, pero que mas tentador que tener el privilegio de desquintarla.
El viejo apenas llevaba metido el glande y poco mas, el conducto vaginal se abría forzadamente para poder alojar el grueso miembro del viejo que se movía revolcadamente y de forma similar a un destornillador que entra a fuerza en un espacio reducido, los ojos de Cassandra veían directamente a los del viejo con la diferencia de que los de la jovencita ya inundaban en llanto y su carita mostraba molestia mientras los del viejo parecían como si estuviera enfurecido por no poder atravesarla, de pronto el viejo que nunca dejó de avanzar dentro de ella abriendo esas carnes que por primera vez dejaban de tocarse pared con pared y que abrazaban la intrusa monumentalidad casi queriendo fusionarse ambos órganos como uno solo llegó a una parte en donde la punta de su verga tocaba lo que al parecer era una débil barrera que protegía la cueva, el viejo se relamió los labios al saber que estaba solo a un empujón de desquintar a la inocente doncella.
-jejejejejejejejejejejejeje- una risa maliciosa se escapó de los viejos y resecos labios de Don Marce, Cassandra estaba tan ida, tan concentrada en el dolor que ni siquiera escuchó la pervertida risa y aunque la hubiera escuchado no hubiera impedido su entrega.
-discúlpame Cassandrita pero solo así tiene que ser- dijo el viejo y preparó su cuerpo haciendo para atrás su plano y peludo trasero tomando impulso de esta manera.
-Don Marce noooooooooo- dijo la nena al ver al viejo tomar vuelo para darle una estocada casi mortal con la finalidad de robarle el tesoro más sagrado que poseía esta mujercita.
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En ese mismo momento, Armando se acercaba nuevamente a Guadalupe,
-mira Lupita- dijo Armando enseñando el perro de peluche.
-para mí?, gracias- decía Lupita.
-para ti no, para Cassandra, crees que le guste?- preguntó el joven.
-no sé, yo digo que sí, todos los días recibe uno de esos, jijijijiji, no es cierto- decía Lupita mientras el joven la miraba raro.
-se lo das porfa, pero no le digas quien se lo manda- decía el joven rojo del rostro.
-si yo se lo doy,- dijo Lupita, pensando guardar el secreto.
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De regreso al sillón de Don Marcelino…….
Conforme el viejo tomaba impulso parte de su miembro salía forzadamente empapado en lubricante de la nena, el viejo podía sentir las paredes vaginales rozándole la corona del glande y cosquilleándolo de forma exquisita, entonces el viejo sin sacar completamente su verga tomó vuelo y con todas sus fuerzas dio un mortífero empujón hacia adentro de la panochita de la niña a medida que con sus manos la atraía hacia él de su cintura, la verga por un momento chocó con algo, una tenue pero elástica barrera junto a un espacio aun más reducido que impidieron su avance, pero la fuerza del empujón fue tan bestial que la verga logró atravesar esos obstáculos, la verga entró de manera directa escuchándose el golpe entre ambos vientres bajos, toda la longitud de esa irregular tranca penetró la suave conchita, la tanguita quedó atrapada entre ambos órganos sexuales, Don Marce casi se imaginó escuchar una especie de tronido en el interior de la colegiala como si le hubiera fracturado algún hueso de la pelvis.
Cassandra reaccionó con un desgarrador grito que resonó en todo el cuarto y que no fue oído por nadie debido a la música que de la escuela provenía, sus ojitos asustados se abrieron al máximo, su respiración se cortó de repente y por un prolongado tiempo, sus manitas se movían desesperadamente como queriendo aferrarse de algo y al encontrar la malformada masa corporal del vejete no lo pensó dos veces y se agarró de ella apretándola con todas sus fuerzas mientras se revolcaba de manera desnaturalizada en el viejo sillón que servía de cama a la caliente pareja de amantes.
La niña sentía en su cuerpecito un dolor tan intenso en forma de pinchazos que nacían en su vagina y se expandían por todo su cuerpo a través de sus nervios, no debía moverse pues ante el menor movimiento el dolor se multiplicaba, sentía que algo dentro de ella se había roto, no sabía qué, pero estaba segura que algo malo había pasado dentro de ella, como si un cuchillo la hubiera cortado por dentro y una hemorragia interna se estuviera derramando, era un dolor tan insoportable que estaba haciendo perder el conocimiento a la cálida muchachita.
La niña comenzó a moverse desesperadamente elevando su cuerpo y convulsionándolo como si le estuvieran practicando un exorcismo valiéndole poco el aumento del dolor, ella lo que quería era liberarse de esa equina verga que prácticamente la partía a la mitad así que para liberarse realizaba movimientos que no se veían muy normales, y es que la recién desvirgada panochita de Cassandra se estaba comiendo un trozo de poco mas de 20 centímetros y de grosor desmesurable y no como sus amigas a las que escuchaba dolerse de su primera vez y que se comían trocitos subdesarrollados y de dimensiones insultantes.
Don Marce se quedó dentro de la nena, los contrastantes cuerpos habían adquirido un aspecto brilloso gracias al sudor que los cubrió, Don Marce se quedó quieto viendo como Cassandra con los ojos cerrados respiraba por la boca agitadamente jalando aire de donde pudiera, como su cuerpecito se movía intentado zafarse sin éxito pues él se lo impedía, la niña volteaba para todos lados mientras sus ojitos parecían cerrarse como si se estuviera desmayando, abría sus sensuales labios para quejarse o pronunciar el nombre del viejo, sus femeninos brazos temblaban como si esa penetración le hubiera destrozado los nervios.
-¡Donn Marrrrrcee!, ¡mmmdueleeee!, ¡fffffffffffduele muchoooo!, ¡ffffffffsáquelaaaa, por fffffffffffavoooooooooooooor!- decía la niña llorando adolorida en los momentos en que mostraba conciencia.
La muchachita llevó sus manos a sus ojos, comenzó a llorar sin tapujos por semejante desgarro interno, el llanto era tan convincente que hasta el mismo viejo se sintió culpable por lo que había hecho, o será que a lo mejor sentía la presión sobre una posible visita por parte de las autoridades.
-shhhhh, tranquila Cassandrita, es normal que te duela, es tu primera vez, ya verás que dentro de poco pasa, tranquila ya no chilles- decía el reprobable viejo intentando calmar a la niña.
-Donnnn Marceeeee, me engañooooooooooooooó  iiiiffffffffffffff, me dijoooooo que nfffffffff… no mmme iba a ffffdoleeeer- decía la nena.
-es que mi verga está demasiado garruda, y tú estabas bien cerradita, por eso te duele- decía el viejo presumiendo sus naturales dotes.
-ffffffffDon Marceeeeee, sáquela, poooor fffffffffffffavoooor o ffffffmeeee voy a enojar con ffffffffusteddd- decía un rostro descompuesto por el llanto, sus ojos eran auténticos grifos.
-no digas eso mi niña, yo qué más quisiera Cassandrita pero no puedo, tengo que moverla dentro de ti, solo así se te pasará el dolor- decía el viejo mientras con sus dedos limpiaba delicadamente las lágrimas de Cassandra.
Don Marce comenzó con un mete y saca muy despacio, hacía que el cuerpo de Cassandra se moviera levemente, sentía como las paredes vaginales apretaban su verga casi al punto de cortarle la circulación, la niña se llevó su dedo índice a la boca y lo utilizaba como mordaza, en cada movimiento Cassandra expresaba un doloroso:
-ayyyyyyyy, ayyyyyy, ayyyyyyy-
El viejo se relamía sus labios del gusto de tener ensartada en su miembro a una dulce muchachita podría decirse consentidamente, pues aunque Cassandra ahora pedía por que se la sacaran ella misma fue la que permitió que el viejo llegara hasta este punto.
De repente Cassandra, en su afán por detener la penetración, con su mano alcanzó a rozar levemente su clítoris, pero lo suficiente como para regalarse un ligero cosquilleo, algo ya experimentado por ella pero que sintió más estimulante ahora teniendo una verga adentro, pareciera como si hubiera despertado una inusual comezón con este roce pues la ansiedad por rascarse aumentaba a cada contacto, continuo con este roce pues también le ayudaba a olvidarse un poco del dolor y Don Marce al verla dedeándose empezó a penetrarla un poco más fuerte.
-aaaaaaayyyyyyyyy, mmmmmmmm, aaaaaaaaaayyyyyyyyy- era lo único que Cassandra podía expresar.
El viejo paró, dejó que Cassandra siguiera tocándose, vio que la nena había dejado de llorar y eso lo aliviaba un poco, aunque su carita todavía mostraba ese aspecto lastimoso, el viejo poco después comenzó a moverse lentamente y después un poco más rápido; a diferencia de momentos antes, el semblante lastimoso de la nena desaparecía poco a poco para darle espacio a un semblante tímidamente placentero.
-ya está pasando el dolor Cassandrita?- preguntó el viejo
-un poco- respondió la acalorada nena
-que bueno- decía el viejo mientras la miraba como si realmente estuviera enamorado de ella al mismo tiempo que con una de sus manos peinaba los sudados cabellos de la chamaca.
El viejo siguió bombeándola, cada vez más rápido pero sin que su verga regalara ni un centímetro fuera de ella, la niña se limpiaba las lágrimas de sus ojitos, para después voltear a ver al viejo y regalarle una traviesa sonrisa mientras sus ojos aun mostraban un aspecto lagrimoso, el viejo le devolvió la sonrisa y se dedicaba a alabar lo hermosa que se veía su escultural princesa.
“lo estoy haciendo, estoy haciendo el amor” pensaba la tierna niña.
-que hermosa eres Cassandrita, eres un ángel caído del cielo, eres la niña más linda que visto en mi vida, no existen palabras para describir tu belleza- decía el poético viejo.
“me estoy cogiendo a esta pendeja, si yo sabía que esta niña iba a salir bien putita” era lo que en realidad pensaba el viejo y no las cursilerías con las que chuleaba a su hermosa compañera coital.
Cassandra en cambio regalaba sonrisas al viejo por considerarlo tan caballeroso y atento con ella y por decirle todas esas cosas bonitas, sin imaginar lo que el viejo realmente pensaba de ella.
La mano del viejo bajó para estimular el botoncito de Cassandrita, de una manera ágil y circulatoria, el estimulado botoncito adquirió un movimiento similar al que mantenía el dedo del viejo, como una especie de danza que solo ambas partes comprendían y sincronizaban, haciendo que Cassandra sintiera unas corrientes placenteras recorrer todo su cuerpo, a estas alturas el dolor casi desaparecía, los ojos de Cassandra demostraban una mirada cachonda nunca antes expresada; la niña gemía, aspiraba su sudada naricita y sonreía constantemente mientras el viejo seguía tocándola sin tregua.
A Don Marce poco le importaba su amistad, en la mente del viejo solo predominaba una idea, convertir a esta niña en una putita obediente y disponible para todas sus aborrecibles y pederastas fantasías, estaba tan concentrado imaginándose su futuro con Cassandra que su cara mostraba una enferma risa que venía a partir de esos cínicos pensamientos al mismo tiempo que penetraba a la tiernita chiquilla, la nena, sin esa malicia, imaginaba que Don Marce reía porque se sentía feliz al estarle haciendo el amor y sexualmente entregada cerraba sus ojitos al momento que también reía para seguir disfrutando de las ya placenteras embestidas que el viejo le regalaba.
-te gusta Cassandrita?- preguntaba el viejo mientras seguía penetrando a la nena.
-sí, me gustaaahhhh, mmmmmmm, me gusta mucho- respondía le nena.
-ahh, a mi también, que rico me la aprietas, jejejejeje- reía el degenerado Marcelino.
-ya no te duele?- dijo el viejo.
-no ya casi noooo uuuhhhhhh, desde que me tocaaaaaa de ahí ya noooo  aaahhh-decía la nena.
Después de un rato así, Cassandra comenzó a sentir el nacimiento de otro orgasmo, su cuerpo empezaba a entrar en un calórico estado propio del aproximado clímax, Don Marce aumentaba tanto sus embestidas como su manoseo en el clítoris y lanzaba bramidos abominables, como si provinieran del mismo infierno, caso contrario a los delicados y femeninos suspiros de Cassandra, para esto Cassandra comenzó a respirar más fuerte, así como a moverse ondulantemente emitiendo deleitosos y auténticos gemidos de hembra siendo satisfecha.
El viejo se aferraba de la fina cintura de la nena, las grandes manos manchadas del viejo casi la abarcaban en su totalidad, era tal la perfección de esa mujeril cintura y lo grande de las viejas manos que solo quedaba una distancia de casi 5 cms para que los pulgares del viejo se alcanzaran uno con el otro.
De repente el bello rostro de Cassandra se frunció orgásmicamente, apretó lo mas que pudo sus piernas en contra el bofo cuerpo de Don Marce, se abrazó a él con una fuerza increíble logrando levantar ella misma su propio cuerpo, juntándolo con el del pegajoso viejo quien arrodillado arriba del sillón la aferraba a su transpirado cuerpo mientras los exquisitos labios de la nena pronunciaban la frase enseñada por Don Marce.
-Don Marceeeeeeeee, meeeeeeee, me vengooooooooo- gritaba Cassandra.
“grita todo lo que quieras chiquilla caliente que nadie escucha tus puterias” pensaba el viejo.
-que ricooooooo, Don Marceeeeee, me vengoooooooooooooooo- decía la jovencita, sus labios se abrían al máximo y dejaban caer gran cantidad de saliva y en esa posición ella misma intentaba penetrarse en la desproporcionada verga del viejo.
“ahhh, que chiquilla, algo me dice que va a ser una excelente compañía en tiempos de guerra jejejejeje” pensaba el viejo al verla intentar sin mucho éxito enterrarse esa tranca dentro de ella.
Cassandra arqueó su exquisita anatomía y se aferraba al viejo como si quisiera meterse dentro de su cuerpo, los voluminosos melones carnosos de la desarrollada jovencita se aplastaban en contra del peludo y caído pecho del viejo perdiendo su encantadora forma redonda y cambiándola por una silueta elíptica para después desplomarse con un escandaloso gemido cayendo de nuevo al sillón, Don Marce se acercaba a la nena para besarla sin sacarle su verga de adentro, Cassandra estaba tan alterada orgásmicamente que correspondió ese beso de una manera tan lasciva casi como la del viejo, las lenguas de ambos amantes se entrelazaban dentro de las contrastantes bocas mientras la niña emitía una alargada aaahhhhhhhhhhhhhhh.
Don Marce dejó de besarla solo para abrazarla de manera dominante, mientras el rostro de Cassandra se perdía entre los hombros  de su amante, sintiendo la ruda pelucera axilar y llegando a besar tiernamente los brazos y pecho de su codiciado hombre, el viejo podía sentir la agitada respiración de su enamorada chocar contra su nada trabajado físico, la niña tímidamente repegaba su cuerpo al de su viejo emitiendo una especie de ronroneo como una gatita agradecida.
El viejo notó que después de tanto estar metiendo y sacando su apestoso miembro, un tenue caminito rojo corría por la base de este y unas cuantas gotas resbalaban por sus testículos y caían hacia el sillón, el viejo sabía que era la sangre de la nena que ayudada por los fluidos había encontrado un reducto por donde salir, la tanguita también se llenó de unas cuantas manchas de sangre.

Don Marce retiró su erecta verga de la vagina de Cassandra muy lentamente, al salir, su aparato venia completamente ensangrentado, lo que corroborara la pérdida de la virginidad de la niña, virginidad que había sido robada por un viejo lujurioso a base de una falsa amistad, un viejo que solo se la quería tirar y que gracias a su paciencia y haber sabido aprovechar las debilidades de la nena y aventajarse de uno de los tantos momentos en que Cassandra andaba caliente ahora lo había conseguido, mientras tanto Cassandra respiraba entrecortadamente, parecía como si se hubiera quedado dormida, sus amamantables senos se elevaban majestuosos en cada una de sus respiraciones, el viejo la veía y sacaba su lengua muy vulgarmente para después chupar cada una de las enormes colinas como un desesperado.

“nunca pensé que esta pendeja llegaría a caer tan fácil, ni siquiera tuve que llegar a chantajearla, se nota que ya quería verga jejejejeje y así como esta debe de ser su amiguita, bien dicen que Dios las hace y ellas se juntan, nombre, si las niñas de hoy andan mas urgidas que los chamacos, se apendejan y les terminan metiendo los dedos ellas a ellos, con razón ahora sale mucho putito si han de ser ellas las que se los traban, habiendo troncos de hembritas como esta, jejejejejejejeje, ahora no hay que aflojarla, ya la probó y por lo que veo, le gustó, jejejejejejejejejejejeje” pensaba el marrano viejo.
El viejo miró el reloj que colgaba de un clavo, ya se estaba haciendo tarde, así que tomando su calzón se limpió la sangre que empapaba su verga, quiso volver a penetrar a la nena pero vio que de su sexo escurría más sangre y le dio cosa, así que comenzó a masturbar enérgicamente su tronco; con la visión de Cassandra acostada, desnuda, semiinconsciente y aun en estado orgásmico no le fue difícil sentir en poco tiempo su esperma correr por sus conductos seminales.
Empezó a sentir ese dolor en el vientre bajo que caracteriza una corrida después de mucho tiempo de no tener una, según se la iba a hacer con la porno pero terminó haciéndosela con la visión del cuerpo desnudo y recién desvirgado de Cassandra, su verga escupió un potente y abundante chorro de semen sobre el rostro de la hasta hace poco “señorita” casi cubriéndole en su totalidad medio cachete mientras bramaba por el dolor que sentía, seguido de otro que cayó cerca de su boca formándosele a la nena una barba a base de semen para después terminar de descargarse sobre sus pechos, cubriéndolos completamente con la sustancia espermática.
Cassandra sintió el caliente líquido sobre ella despertándola de su semiinconsiencia, observó al viejo en un estado completamente descompuesto, sudado, cansado, despeinado, babas cayendo de su maloliente boca, una pervertida risa que con solo verlo asustaría a cualquier jovencita, sin embargo Cassandra la veía como una risa de un hombre satisfecho y se enorgullecía de haber sido ella la responsable de eso, la niña también veía como la verga del viejo se terminaba de descargar sobre sus pechos, reconocía ese extraño líquido que tantas veces había visto en las pornos, una sensación de calor invadió su entorno así como un pestilente olor a semen, claro que para ella este olor era nuevo y pensaba que así debían de oler todos, la nena visualizaba los huevos del viejo contraerse mientras seguía expulsando la asquerosa mezcla.
La niña podía ver de reojo la masculina sustancia cubriendo parte de su rostro y sus pechos, con las yemas de sus dedos comenzó a revolver la rara consistencia de esa mezcla mientras el viejo se quejaba por el dolor y su miembro expulsaba todavía cantidades aceptables de leche amarga.
Con su delicada mano Cassandra quitó parte del semen de su rostro así como el que se encontraba sobre sus senos, observó que el semen se le pegaba entre los dedos, veía de cerca curiosa como gruesos grumos colgaban de entre sus dedos formando una especie de telaraña seminal entre ellos, acercó sus dedos a su nariz y aspiró ese enigmático aroma, esta vez, el olor del semen si le resultó un poco desagradable, aunque de todas formas se atrevió a hacer lo siguiente:
-Don Marce, esto es el semen?- preguntó la nena, pues ya lo conocía en videos, pero no en persona.
-así es Cassandrita?- con una ligera sonrisa Cassandra respondió.
-parece resistol, o mocos pero blancos jijijiji,- dijo la nena refiriendo a la mucosa nasal.
-de hecho también se les dice así, mocos o leche- decía el sabio maestro.
-leche?,- Cassandra puso un rostro pensativamente coqueto y dijo:
-con razón, ahora entiendo cosas- decía recordando algunos albures que sus compañeritos se hacían entre ellos.
Entonces sin importarle que el viejo la viera y recordando a las actrices de la porno que acababa de observar beberse esa rara sustancia, se llevó sus lechosos dedos hacia su boca chupándolos sensualmente, pasando su lengua por entre sus dedos recogiendo el caliente y fértil líquido añejado por días dentro de los testículos de Don Marce, una vez acabándoselo volvía a recoger con su mano mas semen estancado en sus pechos, para de nueva cuenta volver a llevarlo hasta su boquita y degustando el raro sabor espermático así como su grumosa consistencia, así hasta dejar sus senos cubiertos por un aceitoso brillo pero sin rastro del blanco líquido.
El viejo casi entra en shock, un ligero tic se apoderó de su ojo izquierdo, veía como esa princesita sacada del más inocente cuento de hadas se comía esa porquería como cualquier puta barata, veía los tragos con los que Cassandra se bajaba sin escalas a su estómago la asquerosa sustancia aun fértil, todavía el repugnante viejo le dijo:
-Cassandrita, todavía quedó otro poco embarrado en mi verga-
Cassandra dirigió su angelical mirada hacia el carnoso aparato y vio que efectivamente todavía seguía expulsando sus últimas gotas de esperma, así que se acercó al trozo y sin pensárselo dos veces se lo metió a la boca mientras suspiraba y cerraba los ojos, comenzó a chuparlo haciendo que el viejo Marce casi se doblara de piernas, varias veces su tanguita chocaba con su naricita debido a los movimientos de su cabeza mamando la semierecta verga
La sensación era de debilidad pura, parecía que esta niña le estuviera robando toda la fuerza física al viejo con esa chupada, las piernas del viejo temblaban como las de un potrillo recién nacido, después de unos minutos la niña se lo sacó de su boca escuchándose un sonido similar como si se destapara un frasco, miró al viejo y le sonrió como una niña que hizo bien su tarea, como si estuviera esperando que el viejo le pusiera una estrella en la frente, el viejo veía ese hermoso rostro sonriente y cubierto por líquidos como saliva y restos de semen.
Pasaron unos 10 minutos, Don Marce estaba desnudo sentado en su sillón viendo la televisión normal y mirando orgulloso la pequeña mancha de sangre que decoraría su malgastado mueble a partir de ahora como un trofeo así como con la tanga de la niña enrollada en su mugroso cuello, Cassandra ya casi vestida se disponía a ponerse su blusa, con un poco de papel de baño había limpiado su sangriento sexo, no estaba asustada pues ya sabía que en su primera vez posiblemente sangraría, con la yema de sus dedos se acomodaba su azulado cabello y con un poco de agua del lavabo se limpiaba el sudor y restos de semen en su rostro, de vez en cuando leves punzadas atacaban su vientre como resultado de la batalla.
-Don Marce, me tengo que ir, deme mi tanga- dijo Cassandra.
-noo, déjamela, como prueba de nuestro amor- dijo el viejo.
-Don Marce, no puedo salir así me van a ver que no llevo puesto nada debajo- decía le nena.
-a ver camina para allá- dijo el viejo, Cassandra caminaba de manera lastimosa evidenciando que físicamente no estaba entera, el hecho de dar un paso era un logro para ella.
-se ve?- preguntó la nena.
-no se ve, solo ten cuidado de no agacharte a recoger nada, jajajajajajajajajajaja,- reía el viejo mientras se paraba para irle a abrir la puerta a su jovencita amante.
La pareja llegó a la puerta de lámina, el viejo se asomó para todos lados y comprobó que el camino estaba despejado.
-anda mi amor, antes de que te vean,- dijo el viejo
Cassandra antes de irse y después de peinar a su amante un poco se despidió de él con un cálido beso en la mejilla, ahora no tuvo que pararse de puntillas pues las zapatillas la ayudaban a tener una altura prácticamente idéntica a la del viejo Marcelino.
-Cassandrita antes de que te vayas me gustaría que me dijeras si se repetirá lo de hoy- dijo el viejo tomando de la mano a su encantadora y acariciando su fino rostro, la tierna Cassandra no contestó nada, solo desvió su hermosa mirada y mostraba una sencilla risita.
Cassandra se daba la vuelta sin soltar la mano del viejo, este la jaló y sin importarles que la puerta de la cortina estuviera abierta y que él estuviera desnudo a excepción de una tanga rodeando su cuello se fundieron en un caloroso y empapado beso que hizo que su miembro resucitara de su letargo, la jovencita se lo acariciaba impúdicamente mientras que el viejo con una mano atraía ese artístico cuerpo hacia él de su cintura y con la otra le sobaba sus desnudas nalgas.
-Don Marce me tengo que ir, nos van a ver- dijo la nena separándose de él bucalmente.
-que nos vean,- respondió el viejo.
-nooo, lo puedo meter en problemas- decía la nena pensando primero en el viejo que en ella.
-si es cierto, pero prométeme que lo volveremos a hacer- dijo el viejo.
-jijiji, está loco- reía la niña.
-prométeme que lo volveremos a hacer o no te dejo ir y salimos a besarnos afuera- decía el vejete riendo con la niña.
-sí, lo volveremos a hacer, lo prometo pero ya déjeme ir o lo pueden ver- dijo la nena recostándose en el pecho de su macho y abrazándolo de su lombricienta panza.
-anda vete mi amor, estaré pensando en ti- dijo el viejo mientras regaló otro beso en la boca a la nena y que ella ya correspondía como si de una pareja de novios se tratara.
La jovencita risueña besaba a ese baboso viejo con los ojos cerrados, movía su cuerpo muy coqueta de un lado a otro sin soltar al viejo de la mano para terminar alejándose mientras su lengua paladeaba las asquerosas babas del viejo, solo para volver a besar a tan horroroso y pervertido sujeto, simplemente no quería irse de ahí.
Después de varios besos mas Cassandra por fin se despidió y llegó al portón de la escuela, para su suerte la prefecta no se encontraba, así que disimuladamente regresó a la escuela para tomar su mochila y quedarse parada en un rincón sin realizar peligrosos movimientos solo para diez minutos después subirse cuidadosamente a la moto de su amiga mientras le echaba la culpa a los zapatos de su lastimoso andar, en cada momento pensaba en la posibilidad de sentir alguna gota de sangre correr por sus muslos (razón por la que los tenia bien cerrados) y que alguien se diera cuenta, afortunadamente para ella eso nunca pasó.
-Cassandra donde estabas que te estuve buscando?- preguntaba su amiga Lupe.
-ahhh, es que el maestro Pepe nos juntó para una plática sobre un partido,- respondió la nena.
Ya en la tranquilidad de su cuarto….
Cassandra estaba acostada en su cama recordando lo sucedido con las luces apagadas, solo una tenue luz proveniente de una lámpara de la calle iluminaba su desnudo cuerpo, parecía como si se hubiera despertado de un sueño, no podía creer lo que había vivido, su cabeza era una revolución de sensaciones y recuerdos que chocaban unas con otras y despertaban unas ganas intensas por volver a la casa del viejo, además a pesar de haberse limpiado su sufrida panochita aun podía sentir las babas del viejo pegadas a su sexo cada que apretaba sus muslos.
Emocionada y confundida se decía en su mente:
“lo hice, lo hice, tuve relaciones”
“fui suya, fui suya”
“y ahora qué?, que tengo que hacer?, como me debo de comportar con él? debo

regresar?” desnuda, desorientada y muy, muy sonrojada, la adolorida jovencita se fue quedando dormida, cual princesa que ha caído en un maligno hechizo, ni que decir del estado físico con el que se despertaría la mañana siguiente, afortunadamente para ella mañana sería sábado, tendría dos días para reponerse.

Casi en el mismo momento en la casa del viejo Marce, el afortunado hombre no podía dejar de manosear su instrumento, podía sentir los jugos vaginales aun frescos empapar su desagradable tronco, con otra mano degustaba unos cacahuates arrojándolos al aire y atrapándolos con su boca mientras se dirigía a su tienda para tomar otra lata de cerveza, el vulgar hombre aun no se la creía, hasta se pellizcaba, de tres tragos terminaba su alcoholizada bebida y carcajeándose apagaba todas las luces de su casa mientras se rascaba el culo para por fin dirigirse a su cama.
-jejejeje esa putita se salvó, para la otra le dejo su tlacoyo escurriendo en relleno cremosito,- pensaba el viejo.
-pero, y si la preño- recapacitó Don Marce.
-ahh que verga, porque me preocupo por eso, tan simple como decirle a esa pendeja que se deje coger por uno de sus amiguitos y que le eche a él el paquete, que a mí me metería en líos, jejejejejeje- el viejo Marce se metía a la cama enfundado solo en un apretado calzón blanco que poco escondía su poderosa herramienta desvirgadora, una herramienta que se ponía nuevamente dura con la idea de empanzonar a tan hermosa muchachita y palpitaba descontroladamente por debajo del calzón dando la impresión de que Don Marce poseía bajo su prenda un ser viviente luchando por salir.
-te imaginas una cría mía creciendo en la pancita de esa mocosa, echándole a perder su educación superior, la cara que pondrían sus padres jejejeje, pa´que se abre de patas- el viejo estaba tan zafado que le hablaba a su verga.
-siiiii, pero primero me divertiré otro poco con ella hasta que la deje bien abierta y ya después puro vaciarme dentro de ella, hasta que solita me diga que no le ha bajado, y con lo putita que es de seguro va aceptar acostarse con un pendejo de esos que andan oliéndole los pedos, y como no tiene pendejos atrás de ella, jejejejejejejejejeje- hablaba para sí el viejo Marcelino, sus ojos habían adquirido una forma ahuevada.
—————————————————-
Mientras tanto, muy lejos de ahí, otro viejo depravado se masturbaba con la imagen de Cassandra vestida tal y como fue a la tardeada y gracias a su afortunada ubicación había podido visualizar mas allá de lo que tapaba esa faldita cuando ella se bajaba de la moto de su amiga, el impactado viejo recordaba solo ver un minúsculo triangulo tapando a medias una carnosa conchita.
-ahhhh, que sapote se te marca Cassandrita, que rico has de apretar las vergas jejejejejeje- decía el pervertido viejo.
El viejo despescuezaba su gruesa y venuda verga como un poseído hasta que su gordo cuerpo empezó a temblar, su espalda se jorobó adquiriendo un aspecto tortuguesco, el enfermo viejo simuló que su mano era la conchita de Cassandra así que metía y sacaba su miembro por entre su mano la cual había adquirido la forma de un puño y se había llenado de líquido preseminal, el viejo se cogía su propia mano imaginándose que era la calientita panochita de su más sabrosa pupila hasta que su verga empezó a soltar chorros de fertilizante semen dentro del retrete.
-¡viejooooooo!, ¡ya vente a dormir!- decía una voluminosa señora con tubos enroscando su cabello recostada en una matrimonial cama viendo el final de su telenovela e interrumpiendo la laboriosa ocupación de su gordo marido.
-¡ay voy!,- gritó malhumorado el sudado vejete, “cállate pinche vieja gorda” pensaba para sí mismo.
-ahhhhhhhh, abre la boquita Cassandra,- decía el depravado haciendo húmedos sonidos obscenos con su lengua mientras su agria leche caía lentamente a borbotones dentro de la taza del baño, mezclándose con el vital líquido sin perder su consistencia, imaginándose él que su maloliente esperma caía en la boca de la preciosa chiquilla quien la recibía gustosa, este emocionalmente perturbado sujeto no era otro más que el maestro Pepe, maestro de educación física y entrenador del equipo de voli…………..
Para contactar con el autor:

vordavoss@outlook.com
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

Relato erótico: “La difícil decisión de la rica Erika Garza de Treviño, CAPÍTULO 2” (POR RAYO MC STONE)

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LA DIFICIL DECISIÓN DE LA RICA ERIKA GARZA DE TREVIÑO, CAPÍTULO 2
  1. 1.       Continua el entrenamiento
¡Hombres allá va una mujer que nunca tendrán…una real hembra…pensó audazmente la rubia ya dirigiéndose al elevador del Hotel…!
Ciertamente Erika no era una tonta y mucho menos una improvisada, era muy consciente del peligro que corría al ir vestida de manera tan provocativa, ya que sin ser minifalda, la prenda si dejaba ver su enorme, grandioso y espectacular nalgatorio, sus piernas resaltaban imponentes y que decir de la blusa ajustada que dejaba ver en su esplendor el par de tetas que se cargaba, se maquillo un poco más de lo normal, lo que resaltaba su bello rostro. Sabía que el DF era peligroso y que una mujer sola como ella llamaría la atención, lo que fue evidente cuando en la calle un chamaco como de 15 años corriendo alcanzo a darle una sonora nalgada gritando, ¡qué buena estas!, la rubia sonrió a sabiendas de que era cierto su idea de llamar la atención.
Erika vale decirlo es cinta negra de karate y llego a un nivel muy avanzado en otra disciplina marcial, llevaba en su bolso una pequeña grabadora y video cámara que sabía la podían sacar de apuros en cualquier momento, así como un spray vs ataques, se había documentado muy bien de los peligros citadinos, amén de que en Monterrey  ella y su familia siempre estaban acompañados de escoltas europeos entrenados para la protección de gente pudiente. En este viaje si había un guardaespaldas pero encargado de vigilar al marido, ya que la idea era de qué Erika estaría en su evento y en el Hotel, no se pensaba que Erika fuera a estar disponible a visitar la ciudad en sí. Tenía que aprovechar estos últimos momentos ya que en Monterrey era constantemente escoltada de manera discreta por un escolta altamente entrenado. No podía darse el lujo de perder el tiempo en este proceso. Cuando Erika decidió ser feliz en toda la plenitud, incluyendo, este descubrimiento del placer sexual iría a por todas. Por otro lado, el DF es ya mucho más seguro que las ciudades del Norte. Sabía además rutinas de seguridad, era muy observadora y ahora con este nuevo descubrimiento del placer sexual, no estaba dispuesta a echarlo a perder…ella pensaba realmente en descubrir caminos con su marido exclusivamente, solo quería poner en práctica tácticas de conquista, comprar algunas otras películas que le llamaron la atención para que su aprendizaje fuera más rápido, los días anteriores que fueron dedicados al análisis, estudio y evaluación de lo que se sabe acerca del tema la tenían ya sobre aviso de las posibilidades que se le abrían de aquí en adelante, no estaba disgustada con el marido por haber declinado al acto amatorio entre los cónyuges, ya que ciertamente sus jornadas eran extenuantes y lo entendía claramente.
¿Qué fue lo que intento hacer con el marido en las dos ocasiones anteriores? Pues se le paseo delante de él en repetidas ocasiones con el nuevo atuendo que se compró para la ocasión, lo halagaba acerca del premio ganado por ser el hombre de negocios que era, le decía lo bien que le sentaban sus trajes, se abrazaba a él para besarlo en los labios y acercándosele al oído con la mejor voz sensual que podía proyectar, le decía: ¡Querido, no se te antoja jugar un rato, estamos solitos, sin los niños…¿Qué tal?…Para el marido era evidente que su mujer deseaba faena, pero realmente estaba cansado y suavemente de acuerdo a su personalidad y con bastante juicio abrazándola y sobando suavemente cintura, nalgas y espalda le decía: ¡Ya verás cuando regresemos a casa! Por ahora, me encuentro realmente muerto, fatigado, discúlpame querida, sabes que siempre estoy pensando en ti…pero dejémoslo para Monterrey.
¿Por qué la rubia se paseaba en la ciudad? ¿Qué quería realmente hacer? Lo que quería era desarrollar más confianza en sí misma en este terreno ya que estando en su ciudad iría a por todas las uvas con Carlos para iniciar juntos un aprendizaje y poner en el terreno de la realidad sus ideas que se le antojaban pecaminosas, pero al haberse documentado muy bien, sabía que entre esposos todo era permitido y ella quería no pasarse masturbando que aunque muy agradable no le resultaba fuera algo definitivo y mucho menos usar algún tipo de consolador y mucho menos buscarse hombres.
  1. 2.       Las últimas experiencias en el DF
Erika caminaba con esa elegancia a la entrada de la estación de metro que estaba cercana a su Hotel, no sin dejar de recibir una cantidad considerable de piropos y miradas lascivas y elocuentes de todo tipo de hombres y de mujeres incluso.
¿Por qué decidió volver a repetir la sesión del metro? Erika era obsesiva, si algo salía bien, tendría que repetirlo hasta mejorarlo a la perfección. Además, se dio clara cuenta de que las mujeres que entraban en los vagones exclusivos a varones estaban mandando un mensaje implícito a los presentes de a que se subían, también se percató que de vez en vez en algún vagón de estos o incluso en el señalado para las mujeres se subía un oficial uniformado…recordemos que es muy observadora.
Entro a la estación para elegir sentarse junto a un joven de lentes que al parecer escuchaba música y leía un libro gordo, el joven de inmediato se sentó de manera correcta para dejar pasar a la rubia que se ponía en el asiento junto a la ventana. De inmediato entro en plan el mujerón para disimuladamente frotar su pierna con la del muchacho que de inmediato se puso rojo como un camarón…este pequeño jueguito solo duro dos estaciones, que es en donde se llenó de inmediato el carro.
La mujer recorrió a los hombres que atestaban ya sin prestar atención a otras féminas que también habían entrado para elegir a una posible víctima de sus juegos eróticos, seleccionó a un joven de mediana estatura que tenía toda la pinta de ser estudiante de medicina por su bata blanca puesta, llevaba una camisa blanca con corbata, a Erika le gustaba la limpieza y el buen gusto, no seleccionaría a quien no le agradará para poner en juego sus nuevas habilidades y entrenar el control sobre su cuerpo.
Erika se paró con el pretexto de darle el asiento a un viejecito que apenas si se podía sostener en un bastón, otros hombres sentadotes ni se inmutaron ante el acto de decencia y civilidad de la hembra. Fue precisamente a ponerse frente al joven de bata blanca sin importar que tuvo que usar brazos y codos para abrirse espacio y es que con la excusa de que frente al muro del vagón frente a dicho hombre precisamente estaba un mapa pararse de puntas para flexionar hacia delante su cuerpo lo que produjo que sus nalgas se respingaran hacia el maravillado estudiante que veía como una preciosidad como esa se le ofrecía casi en bandeja de plata. Los hombres que usualmente viajan en el metro saben que hay mujeres que les encanta el perreo y que las toquen, así que el jovenazo sin más que se le deja ir con todo a la hembra para abriendo su bata disimular el repegón que le puso.
Erika, volteo coquetamente a acomodarse su caballera suelta, sonriéndole al joven diciéndole cachondamente ¡Discúlpame!
El estudiante sonrió pensando ¡este es mi día de suerte, chinge su madre la escuela a esta hembra me la como aquí mismo! y ¡me la llevo al depa a cogérmela con todo!…no dejaría pasar un espécimen de esta especie
Sin más preámbulo el joven la puntilleo, la mujer se inclinaba de vez en vez parando lo más que podía sus glúteos, así estuvieron perreando unas dos estaciones…el joven ya estaba demasiado excitado, así que sin más fue subiendo sus manos por las maravillosas piernas de la mujer hasta subir la falda a la cintura…nunca agradeció como ese día, el hecho de tener que llevar puesta la bata, ¡bendita bata! La rubia se dejaba hacer volteando de vez en vez su rostro para coquetamente con sus ojos darle consentimiento a lo que hacía.
¡Pa su madre! No pudo evitar acercarse de puntas el joven a la oreja izquierda de su diosa del amor para completar, ¡Vienes preparada, pero que par de nalgas te botas! Y se ¡Sienten tan bien, tan naturalitas! Ya masajeando con todo con su mano derecha, ya que la hembra se había comprado un pequeño tanga que solo le cubría prácticamente la rajadura de sus montañas vivas de carne y el depilado y cuidado ojete de su vagina…Erika no pudo ya reprimir un cachondo hummmm…chiquito, no te ataron las manos de niño, ehhh….repegando aún más su culo de primer lugar mundial…así, sin más palabras el chavo la empezó a masajear, alternando sus manos para ya de manera más atrevida y pensando que estaba preparando el terreno para ahí mismo darle pa sus tunas a esta calentona, empezar a introducir uno de sus dedos en el orificio anal…la rubia al sentir esto, se sintió en el cielo, sintió algo  nuevo, diferente a sus dos orgasmos anteriores y aún más cuando el hombre le pasó ya totalmente el antebrazo para rodearla y empezar a masturbarla en su vagina…la bata cubría totalmente a ojos de los demás el acto en sí…aunque ya varios se habían percatado de ello…estos vagones son como una especie de zoológico, ya que todo tipo de espécimen humano se sube: hay aquellos que solo les gusta mirar, otros que incluso les gusta ayudar a otros a sus morvidas actividades, quien se deja hacer pasivamente, otros que inclusos están a la caza de tomar fotos y videos para luego subirlos a la red, en fin…había de todo….la suerte estaba con estos dos, ya que al lado solo había gente indiferente y delante de ellos un papa con dos niños pequeños que les daban la espalda y que no estaban al tanto de nada, así que el magreo fue perfecto, mucho mejor que el del otro día, ya que este sujeto la estaba dedeando por atrás y por adelante en algo nuevo para ella…el chavo era ágil, no sería la primera vez ni la última que se cogía ahí mismo a una chava, ni se llevaba un premio a su depa…pero nunca una como la de este tipo, por lo que sin que fuera notorio para la mujer, de pronto sintió en sus nalgas el vergón más grueso de los que había conocido hasta ahora: el de su marido y el de los otros sujetos del metro, aunque menos largo que el que le provoco tantas sensaciones placenteras por detrás a través de la tela de sus ropas, lo sintió nítido, claro y hasta sintió lo resbaloso que se sentía por el líquido preseminal que ya emitía abundantemente…un nuevo escalofrío la recorrió haciendo que volviera a emitir un pequeño gemido e intentando recostar su cabeza hacia atrás encontrando un semivacío al ser más alta que él, el sujeto ya quería con todo…y haciendo a un lado la frágil tela del tanguita empezó a pasar su miembro por la rajadura completa de la mujer que forzando a cerrar la boca para no gritar su tercer orgasmo de su vida se empezó  convulsionar lo que provoco que se inclinará aún más hacia adelante con lo cual de forma natural el grueso vergón se colocó por inercia con su punta en su mismo ojete anal provocando así un segundo orgasmo en la mujer…Esta supo al momento en su aún lúcida mente que era multi orgásmica (recordemos que el tema teóricamente ya se lo dominaba)…El hombre todavía acertó a murmurarle, ¡Prepárate, que te la voy a dejar ir enterita! Erika reaccionó al instante, separando su nalgatorio, para hacerse graciosamente a un semi lado de él y contestar en un susurro ¡No chiquito, de veras que no puedo! Déjame premiarte de otro modo para que acto seguido con la mano derecha tomar el vergón para empezar suavemente una “manuela”, “chaqueta” o como quieran llamarlo (términos coloquiales y populares que también había estudiado)…Diosss, pensó la mujer con una claridad pasmosa para la situación vivida, que rápido aprendo, pero auto motivándose por su control aún a pesar que en el fondo le hubiera gustado ser empalada ahí mismo, sus dos orgasmos fueron sensacionales…si eso era con el calentamiento, que sentiría ser penetrada, pensaba la rubia apurando ya el movimiento manual que hacia…hacia abajo, hacia arriba, duro, lento, parar, sobar huevos, punta rápido, suave…parecía como si toda su vida lo hubiera hecho…el joven sabía las reglas implícitas de estos escarceos citadinos…se sabía cómo leyenda urbana, que se tiene que respetar hasta dónde quiere llegar la mujer, si alguien quebrantaba este tipo de costumbres, este tipo de jueguitos se acabaría para los calientes mexicanos e incluso extranjeros que se daban sus agasajos en el metro, así que con resignación acepto el chaqueteo que le hacía la mujer…además era sensacional poder ver el rostro de felicidad de ella, sin poder aguantar tuvo una copiosa venida que fue a parar a parte de su bata y otra se quedó en la manita de la mujer que coqueta se viro para darle un beso cálido en la mejilla y decirle…gracias, querido, chao y bajarse ágilmente en la estación de Bellas Artes…adiós, reina….ya sabes cuando quieras estoy pa servirte…
Erika empezó a caminar hacia la salida, había aprendido cuatro cosas se dijo a si misma: Primera, si el hombre es bueno en esto (ella pensaba que cualquier persona con estudio y preparación podía aprender lo que fuera) y me sabe llevar me va a prender. Segundo, soy multi orgásmica (agradeció a Dios y a sus padres por su salud y por el cuerpo que le habían dado). Tercero, aprendí a masturbar a un hombre y cuarto, me encanta que me masturben, no es lo mismo a que yo misma me lo haga a que mi hombre me lo haga…cuando de repente se sintió aprisionada por su brazo izquierdo dejándose oír una voz rasposa ¡Acompáñeme señorita! Para virar y ver a un oficial muy bajo, lo que se dice un chaparro muy moreno con un bigote muy mal cuidado y con una barriga muy prominente…¿Ehhh? ¿Por qué?….Faltas a la moral, mi seño….en un acento muy raro (la hembra sabía que era el acento típico de los llamados chilangos)…la rubia riéndose para sus adentros le siguió la corriente, ¡Y para donde vamos! ¡Aquí mismo, pásele pa adentro!…entrando a una puertita que se encuentra en los pasillos de las entradas a los metros que ante el mar de gente que normalmente transita por ellos a veces pasa desapercibido para muchos que andan en su mundo raro, casi empujándola hacia dentro en sonde solo había una hilera de lockers, un pequeño escritorio y dos sillas, incluso hasta dos posters de mujeres casi desnudas estaban en las paredes, para cerrando la puerta el chaparro policía: ¡Haber mamita, las manos contra el escritorio y abierta de piernas, que la voy a inspeccionar para ver la mera escena del crimen…jajaja
El pobre hombre le había tocado estar en el vagón donde presencio como la mujer y el estudiante de la bata  evidentemente se estaban agasajando, para decirse, Cabrónn, pinche vieja esta mejor que la de los posters…mejor que la pinche Galileaaa (una actriz morena mexicana de curvas muy pronunciadas) que era su sueño erótico preferido…me la voy a chingar,,,claro que si
La rubia adoptando una actitud sumisa se puso como le dijeron, respingando aún más su culo para coquetamente con un  mohín sensual volverse y decirle ¡ Asiii mi jefe…!
El chaparro se colocó detrás de la hembra y agachándose con cierta habilidad empezar a recorrer con sus regordetas y ásperas manos las piernas largas de la mujer que para prender aún más al hombre…Hummmm jeffeee es usted muy brusco…
El chaparro se paró y paso sus manos por las nalgas, subió la falda.. ¡Usted, disculpe, tenemos ordenes de buscar droga…ya sabe pinches narcos andan por todos lados, para que con un descaro total abrir los cachetes portentosos y simular como si estuviera inspeccionando, de pronto la volteo y le abrió la tanga ya un tanto luida por los ajetreos con el estudiante para simular ahora que inspeccionaba la vagina…abrió sus labios de manera brusca e incluso se agacho para ver con sus ojos saltones como si algo estuviera oculto ahí mismo…
La rubia se moría de la risa, ya que sin que el hombre se diera cuenta estaba grabando todo para usarlo en el momento preciso, pensó hasta donde podría llevar con un oficial esto…podría llegar otro o salirse de control, se sabe que el mexicano de quien más desconfía es precisamente de sus instituciones públicas, siendo la policía una de las más mencionadas como corruptas…cuando ya no murmuro, casi grito, sintiendo una nueva descarga eléctrica de más intensidad que las anteriores en todo su cuerpo pero sobre todo en su vagina ahiiiiii, perooo que hacceee jefeeeee…
El oficial ya no contesto, estaba comiéndose, saboreando, disfrutando como nunca en su azarosa vida esa increíble rajadura que olía exquisito y que al parecer no había sido usada mucho, el tipo sabía lo que hacía….Jajaja si algo tiene el mexicano promedio es que realmente son chingones para las artes de la cama, del colchón…de ahí, los múltiples moteles que se dan en todas las ciudades, los congales, los bares, la prostitución a todos los niveles, de todos colores y sabores…un paraíso para los transexuales, los gays, las lesbianas…eso Erika ya lo sabía, sabía que México era uno de los paraísos sexuales del mundo…
Hummm, ayyyy, el movimiento realmente sorprendió a la mujer…que ya estando en trámites, se dijo con su preciado auto control, bueno este pobre será el primero en enseñarme el sexo oral de hombre a mujer….cabróonnn,,,,,suertudddoooo no pudo reprimirrrr ya teniendo otro maravilloso orgasmo emitiendo fluidos que se escurrieron por la boca del hombre que sintió era el mejor día de su vida, definitivamente esto era mejor que incluso su querida maquina azul (Así se conoce al equipo de futbol de nombre Cruz Azul, que lleva muchos años sin ser campeón, viviendo de los éxitos de los años 70´s) resultará por fin campeón en la liga…se decía el afortunado galán.
El policía siguió por un buen rato, para ya parándose bajarse la bragueta para sacar un pene pequeño, o así lo parecía por su barriga
Muy bien oficial Mario López Vázquez (ya había visto el nombre en una placa o credencial que el sujeto traía colocado) queda usted detenido por excederse en las atribuciones que el gobierno del Distrito federal ha depositado en usted de acuerdo al código….empezó a decirle el mujerón que le mostraba una cámara con fotos tomadas del acto, ya no escucho lo siguiente, ya que la mujer sonriendo le mostraba también una cámara de video…y simulando que marcaría un número, le completaba…El Lic. Marcelo Ebrard ha lanzado un nuevo programa para detectar este tipo de actos, yo soy la oficial encubierta… y ya no pudo continuar dado que el asustado hombre se subía rápidamente su pantalón para, No jefecitttaa….ahi muere…se puede usted ir, pero no me friegue….está bien canijo encontrar trabajo…
Bueno, Mario cuídese y ya no abuse de otras mujeres, no seas cabrón dándole una pequeña y suave bofetada al hombre para salir apresuradamente de esa oficinita y salir casi riéndose a carcajadas de esta nueva experiencia, se sintió viva, nunca se sintió más viva que hoy, había aprendido lo bien que se siente con el oral y eso que en realidad fue muy poco tiempo y se felicitó así misma por su control. También había aprendido otra cosa: ya sabía hablar como la mayoría de los mexicanos, no le desagrado usar palabras soeces que antes le causaban desagrado por que al único que se les escuchaba en su mundo rosa es  en las ocasiones en se tiene que convivir con su suegro, el poderoso Don José Treviño, una de las figuras emblemáticas de la sultana del norte.
Fue directamente al puesto de películas eróticas (no le interesaban las pornográficas), se compró la colección completa de Sylvia Kristel de la zaga de Emmanuel, había estudiado la reseña y le interesaba el proceso de sexualidad de la protagonista, así como el de la Historia de O, que aunque ya antiguas, estaban con su estilo refinado.
Después con una inusitada seguridad en sí misma, se dirigió al afamado Cine Teresa, su investigación la llevo a saber que en dicho aforo se exhibían películas pornográficas a toda hora, quería solo reafirmar cosas que vio en el sitio youporn, pero sobre todo, lo que se decía en internet de lo que ahí adentro acontecía…quería seguir aprendiendo.
Entro al cine mencionado, tratando de adaptarse rápido a la oscuridad reinante, casi se carcajea de la impresión que dejoen el boletero, casi se le cae la baba, así como las murmuraciones que alcanzo a ver de unas personas que pasaban por el frente, por supuesto que en todo su caminar seguía llamando la atención, así como de los fuertes gemidos que se escuchaban en el recinto, ya que en la gran pantalla estaba una escena en donde un negro se estaba culeando a una rubia de cuerpo exuberante en la posición de “perrito” (ya había estudiado todas las poses, se había repasado el kamasutra) sobre una alfombra de una eso si preciosa estancia.
Se recargó en una especie de barda que le llegaba a media altura que separaba la sala en dos partes, cuando sintió un aliento fétido cerca de su rostro y un sujeto algo pasado de peso que pretendió puntillearla, no le agrado que le llegarán así de repente por lo que girándose le aplico una llave marcial en su brazo, diciéndolo: ¡Cuidado, cabrocinto, conmigo no te metes! Ella tenía que ser la que elegiría y no otro por ella, si algo tenía es que se tendría que hacer su voluntad, también en estos días había llegado a la conclusión que casi sin ser consciente de ello, en la mayoría de las veces ella se salía con la suya, recordó que fue ella quien casi jalo a su marido actual para que fueran novios, fue ella la que eligió el estilo de la boda, la luna de miel y tantas otras cosas.
Una vez acostumbrada a la oscuridad visualizo que en la parte baja se veía una pareja besándose en una esquina y dos o tres hombres sentados en distintos lugares, virando para ver hacia la segunda sección y ver que el rechazado se había sentado en un rincón lejano y ver que solo había una silueta al parecer de otra mujer rubia, el horario era aún de mañana por lo que dedujo que no habría mucho movimiento y acción en el cine, por lo que viendo su reloj resignada se fue a sentar en la parte superior en el otro extremo al del rechazado para tener una mejor visualización de lo que pasaba.
No le interesaba en lo absoluto la película, ni se había fijado en el título, solo reconocía que la rubia gemía muy cachondamente y que el negro tenía un pene de regular tamaño, similar a los que ya había sentido: ¡no que los negros la tenían muy grande!, dijo en voz baja…cuando sintió que alguien se sentó junto a ella para voltear a ver que la otra mujer se había sentado a su lado…alcanzo a descubrir que era exageradamente alta ya que la cara de ella sobresalía un poquito por sobre la suya, estaba muy maquillada y llevaba una minifalda que dejaba ver dos muslos muy trabajados y ciertamente hermosos, tenía unos senos muy grandes que se dejaban adivinar por un tremendo escote, no alcanzaba a ver en su plenitud la cara, pero si se adivinaba que era muy femenino y bastante llamativo con una nariz respingada y unos labios rojos muy apetecibles (recordemos que Erika es muy visual, al ser diseñadora con inclinación al arte, tiende de manera rápida a darse una impresión de las personas y las cosas)
La rubia no sabía que su acompañante de asiento había visto el claro rechazo y eso en el argot de las reglas de usos y costumbres del cine significaba que el mujerón no buscaba macho, sino otra cosa.
Sintió un sensación rara cuando la mujer volteándose hacia ella coloco una de sus manos que resultaban muy grandes y rasposas en uno de sus muslos para acariciarlos suavemente…lo extraño del tamaño de las manos y lo rasposo y suave no le incomodaron, lo que si la desconcertó fue la voz un tanto ronca, pero eso sí muy sensual que le expreso. ¡Pero que ricura tenemos aquí!, ¿andas buscando acción preciosura?, ¿Qué clase de servicio te puedo ofrecer chiquita?
Se trataba evidentemente de una prostituta, pero lo que si la hace casi brincar de su asiento fue cuando en una nueva toma en la película, la rubia estaba colocada de tal manera que se le apreciaba un enorme pene, un pene viril, ¡era un transexual!…Diosss alcanzó a emitir Erika (aunque si había estudiado el tema, no hiso énfasis en las anomalías, en las desviaciones), su acompañante riéndose siguió con el masaje a sus piernas alternándose ya casi de frente al mujerón de Erika para decirle ¡Ajaaa., te encanta ser pasiva! ¿Qué quieres? ¿Qué te la meta o me la mamas?
¿Queeeé? Replicó Erika, entendiendo en el momento que se trataba de un real transexual el que estaba con ella…No pudo dejar de reconocer que era bellísimo de su rostro, aunque evidentemente ya llevaba varias operaciones.
Si lo hacemos aquí, son seiscientos por metertela y si solo es un oral te cobro doscientos, claro con condón la metida…lo tengo igual que la de la peli…soy activo o pasivo y atiendo igual a hombres y mujeres…Si quieres salir e ir a un hotelito que está aquí a la vuelta, son mil quinientos por la hora y hacemos lo que quieras…Como la ves chiquita…
Jajaja, se rio Erika, Mira no ando buscando nada, solo quiero divertirme para tomándole las manos retirárselas de las piernas, aunque debía reconocer que la sensación le estaba resultando placentera…era un toque distinto, pero para nada estaba en sus planes
Andale no seas malita, eres muy bella realmente, aunque sea un oralito o te hago una mamada a tu cuchita que nunca olvidaras…debes saber que nadie sabe usar la boca mejor que mujeres como nosotras, estoy bien necesitada, ándale para mi cruz, para iniciar bien mi día…ya vez ni las moscas entran hoy, perdón, chiquita…con la mejor voz dulce que podía el pobre hombre operado para parecer una mujer.
Erika sopeso que realmente ya nadie había entrado al cine, no quería llegar a Monterrey con Carlos sin haber podido practicar de la mejor manera posible algunas cosas…le agradaba el dulce olor de menta que emanaba del aliento de su acompañante, también sin ser exagerado para nada olía muy bien, su vestimenta aunque chillante lucía limpia…No se…no se….dejando que otra vez le empezara a acariciar sus piernas….es que no pensaba, cuando en la película se veía como la rubia transexual le estaba dando una mamada de lujo al negro que se retorcía de gusto…es que no se…
Las caricias expertas del otro empezaban a hacer dudar a Erika, quien solo atinó a decir…Pero, estas limpia, estas sanaa…asustándose de llamarla en femenino a sabiendas de que es un hombre.
Uff…mira te puedo enseñar mi cartilla de salud totalmente actualizada, soy muy cuidadosa de esto, me cuido mucho, solo me he operado tres cosas, lo que vez es muy natural en mí, que le voy a hacer, tengo los dos sexos dentro de mí, lo único que quiero es juntar dinero para regresarme a mi ciudad a poner un negocio más limpio, solo estoy en esto por necesidad, aunque jejeje claro que me gusta…se sinceró el otro, al ver que estaba ante alguien muy especial, alguien muy diferente a la mayoría de los clientes que suelen frecuentarla (si algo tienen los travestis es que son muy perceptivos, rápido identifican a su clientela, son grandes conocedores del género humano)…Mira me puedes encontrar en la página de internet travestismexico.com, fui la imagen del mes de febrero, mi nombre es Natalia, soy una escort de lujo, en este cine solo vengo a ver si agarro un buen cliente, no me meto con cualquiera, me gusta elegir (Erika casi se desmaya al oír esto, esta es igual que yo, piensa que puede elegir) , suelo ser más pasiva, ya que en realidad me siento más mujer y trabajo más con este par natural, para pararse y darse una vueltitas coquetas que ciertamente dejaban ver una cinturita y unas nalgas realmente de mujer, respingadas, bien formadas, no se veían operadas para nada…Ven toca,,,No, noo eso no…se contrajó la rubia, la otra entendió que estab ante una mujer…Ajjja como decía te encanta ser tu misma…ándale, pruébame, ya casi arrodillándose ante la mujer…
Ya Erika estaba dudando, quería poner en práctica besos que nunca había hecho y porque no hacer un oral…tenía miedo, mucho miedo, su adrenalina estaba a 100 %, no todo estaba saliendo como lo tenía planeado…Sabía que por besarse y usar la boca la probabilidad de enfermarse era baja…chin….estaba caliente, debía reconocerlo, verdaderamente estaba excitada, por un lado los gemidos de la película, donde veía nuevas poses y por otro, esta sorpresa la tenían aturdida…el otro tomo la iniciativa para darle un beso que la tomó por sorpresa, pero sintió muy bien e inclinándose ya que por primera vez estaba ante alguien así se dejó besar para poco a poco iniciar una comida mutua de verdadero peliculón, nunca había besado a nadie de esa manera, estaba aprendiendo a besar como debe ser, pensaba Erika, pero con una ¿mujer o un hombre? la otra empezó a masajear sus senos, cosa que también por primera vez lo sentía a plenitud…en el metro todo era de alguna manera controlado para no ser tan descarado el encuentro, pero aquí en la reinante oscuridad y soledad del espacio la estaban sobando con todo…No, no….alcanzo a decir, pero la otra era sabia, y conocía como actuar, de una manera muy hábil ya le estaba pellizcando los pezones rosados e incluso se bajó a besarlos…Ufff…la rubia perdió parte del control…Ahhhhh….bastaaaa, noooo, por favororr Nataliiaaa, nooooo. Nunca en su vida marital y mucho menos de novios, le habían besado así los pezones…Ufff.. estaba otra vez muy caliente por tercera vez en el día.
Natalia: Entonces que reinita, ¿Te la meto o me la chupas? ¿Nos vamos o nos quedamos? Ándale…estas bien caliente y yo también…nunca había estado con una mujer como tú…se ve que tienes mucha clase y estilo.
Erika: Mira, no te rías por favor, enséñame a mamarla, sii…pero por favor se cuidadosa, sería mi primera vez, casi al borde del llanto ya que le costaba reconocer que se había prendido…ahí se dio cuenta que si algún día estuviera tomada o con la guardia baja se la podrían coger como se les diera la gana y eso le dio mucho miedo, realmente sintió miedo.
Okey, pero mira vámonos hacia la primera fila de esta sección, ahí el espacio es más amplio y podrás arrodillarte con gusto…para parándose invitarla a seguirla, cuando Erika mansamente la obedeció como hipnotizada ya que por primera vez ella haría algo y no más bien se lo harían a ella, fue nalgeada de manera simpática por la otra para abrazarla como si fuera su novia y empezar a bajar los escalones…la imagen de dos mujerones rubias abrazadas como hombre y mujer hubiera desquiciado a cualquiera…pero solo estaba el otro sujeto que cuando vio pensemos que solo atino a mascullar…pinches lesbianas…sin siquiera adivinar que realmente eran hombre y mujer…
Se besaron con todo, la perreo un poco en el pasillo que divide las dos secciones, se dieron un faje de aquellos, la acaricio a gusto en todo su cuerpo se la sentó encima suyo por detrás y por delante para hacer que su aparato se pusiera en firmes, dejo que la otra, la verdadera mujer se lo masturbara un rato, le enseño, le dio instrucciones precisas…la película y los gemidos continuaban, pero ya ellas no estaban en eso, estaban en una faena en serio, el faje fue mucho más intenso que en el metro, al estar con alguien experto en esto al ser su trabajo y al hacerlo con alegría…para hacer eco de esa famosa frase de que si alguien hace su trabajo con gusto tendrá completo éxito y satisfacción. El acuerdo fue muy claro, sería un faje y un oral en toda la palabra, pero por ningún motivo habría penetración. Eso tranquilizo a la rubia, a sabiendas de que para la otra era un trabajo y que debía respetar el trato. Ella no podía prever que en un futuro medio Natalia sería una de sus mejores amigas. Pararon cuando acabo la primera función y continuaron en la segunda exhibición que ya era de heterosexuales…jejeje la 1° fue de transexuales.
Erika tuvo dos orgasmos, uno durante el primer faje cara a cara que tendría en su vida, suficiente para lo que le deparaba el futuro para ahora sí gozar con plenitud volviéndose una mujer plena y realizada. El otro fue así:
Erika ya era una experta mamando, recorría con sus labios la punta, para introducirse el mediano pene de su maestra, ¡presumida, en realidad no era grande como decía! Pero si más que el de su marido…Dioooos, Carlos no fue agraciado, aunque estudio que el tamaño no importa y la muestra estaba en esto que estaba haciendo, realmente era como degustar un dulce, una paleta de sabor salado, subía y bajaba, succionaba, daba besitos, se lo comía, lo movía con su boca…también le enseño a hacer la cubana y ahí fue donde tuvo su segundo orgasmo ya que el magreo a sus senos y los besos con la otra hasta hacer que ella se viniera en sus pechos y el hecho de estar ella en una posición hasta cierto punto de humillación por estar arrodillada ante la otra, la excitaba…¡otro descubrimiento!…la propina, ya que así lo consideraron ambas ya que realmente se sintieron plenas fue mucho más de lo pactado…con sinceridad Natalia le dijo ¡Nunca olvido a un cliente como tú! En mi puedes contar para lo que sea…tengo tus datos Natalia, no dudes que de necesitarte te buscaré, sin querer dar más datos, ya que una dosis de desconfianza seguía en ella.
Erika pensaba al salir del cine en ir a un salón de baile y a un table dance que había visualizado para experimentar más, pero realmente desistió, estaba ya cansada, exhausta y muy asustada.
El regreso fue en silencio, normal en su marido, raro para ella, ya que siempre estaba aunque no hablando en exageración como otras mujeres, nunca estaba en un largo silencio.
  1. 3.       Apertura de la partida de juego de Erika
Los hijos y las compras de guarda ropa que utilizaría para reiniciar con su marido una vida más plena en lo sexual juntos la animaron de inmediato. Se compró ropa más sexi tanto para el uso cotidiano como para el íntimo en su recamara nupcial.
Desde la primera noche en Monterrey se lanzó a jugar con el marido. Mi amiga no me dio muchos detalles en esta parte, solo me confió que la misma Erika lloraba cuando le contaba que no lograba tener éxito, solo hasta la tercer noche logro que su marido se la cogiera, pero con resultados parecidos a lo que anteriormente hacían. Incluso le regalo unos libros muy bien documentados, le explico que tenía nuevas necesidades, que había estudiado por su parte el tema e incluso le solicito pudieran asistir a terapia juntos, sin embargo con la diplomacia que caracterizaba a Carlos le daba largas al asunto, no tomaba el toro por los cuernos, tenía una extraordinaria habilidad para sin pelear ni agredir no afrontar esa dura realidad del matrimonio…a Erika le desesperaba que al parecer por primera vez en su vida no se podría salir con la suya, a veces estaba de mal humor por no lograr que el marido despertará de su letargo, de su amabilidad extrema, de si, su galanura, pero ella necesitaba un verdadero hombre en la cama, no un caballero en ese espacio. Una semana y un fin de semana intento la hembra aparearse como dios manda con su macho formal, pero solo logro que lo hicieran tres veces (mucho más del rango de una vez por semana), ya era ganancia, pero su hombre, simplemente no se comportaba a la altura de sus nuevas exigencias, eyaculaba de manera precoz, ciertamente ya duraba un poco más, ciertamente ya la acariciaba más, pero de plano, rechazaba la felación, siquiera él usar su boca más allá de lo acostumbrado, rechazaba sutilmente nuevas posiciones, si acaso solo acepto la de “cucharita”, pero fue lo suficientemente claro para decir no a otras y lo peor es que con una calma que exasperaba no reclamaba a su esposa, no la regañaba, la trataba como si fuera una niña ingenua haciéndole ver que eso eran cosas de locos y que ellos tenían más responsabilidades y deberes para con la sociedad, sus empresas, sus trabajadores, llego incluso a tratar de explicarle.
Erika había abierto ya su juego, Carlos no la empujo a nada, simplemente pensaba que no había problema alguno, hasta sinceramente pensaba que estaba muy bien ya que le había cumplido más veces de lo normal. Este proceso se prolongó hasta por un mes. Erika sabía que no necesitaba más tiempo para saber que con su esposo no habría éxito alguno, en realidad no le preocupo ya que su inteligencia le permitía dimensionar que existen cosas que no se pueden controlar y esas situaciones no vale la pena preocuparse de más. Le ocupaba saber cómo podría llegar a ser una mujer plena, descubrió que quería mucho a su esposo, ya que es en sí un buen hombre y el padre de sus hijos, pero que así no lo podría amar en todo su esplendor, a decir verdad no era amor pleno lo que tenía con él, eso sí un gran cariño y respeto. Descubrió que no conocía el amor a plenitud y no se trataba de sexo solamente, era un todo integral completo que no tenía.
Le preocupaba saber que al abrir su juego no solo en la intimidad sino en su vida total, otros jugadores se estaban inquietando haciéndole saber que no estaba en una burbuja color de rosa, tenía que estar muy lista, ya que su nuevo poderío sexual se había puesto en evidencia para otros, para ella misma, los lobos estaban sueltos y ella de ninguna manera estaba dispuesta a poner en riesgo su matrimonio, no quería ser parte de la estadística de infieles busconas de placer con cualquiera o como sus amigas que ahora sabía estaban en boca de todos, prefería que la envidiaran por cabrona pero no por puta o loca. Quería tener la opción de elegir, siempre elegir.
  1. 4.       El descubrimiento del hijo del jardinero
En los recientes días, Erika ataba cabos de pasado, presente y proyectaba futuros. Le estaban cayendo los veinte demasiado rápido. Había tenido que masturbarse hasta en tres ocasiones para saciar un poco las necesidades de su cuerpo, no era de palo y seguía aprendiendo. Vio las películas que se compró en el DF. Le gusto el rol de “Mario” en Emanuel que es una especie de maestro de la protagonista, aunque no le gusto el proceso de llevarla de brazos en brazos, a ella le hubiera gustado que el mismo maestro fuera quien la llevará a los placeres de la carne…sonrió al recordar a Natalia, quien pensaría que una escort real le enseñaría mucho más que lo que hasta ese momento ha llevado al terreno de los hechos.
Un día domingo decidió trotar en los amplios jardines de su casa, sus hijos estaban de pesca con su papa, lo cual era bueno dado que le dedicaba al menos ese tiempo de calidad a los mismos. Ningún otro familiar estaba en casa, la servidumbre estaba en su día de descanso, así  que no tenía ganas de salir. Últimamente había tenido que poner en su lugar a varios hombres e incluso a una mujer de su círculo de referencia, había escuchado a sus amigas,  las dos infieles declaradas en una conversación que le puso la carne de gallina dictándole que tenía que ser cuidadosa en las posibles decisiones o acciones que debería tomar, estaba en un momento en que ciertamente pensó no podía confiar en nadie, tal vez solo en el Tío Alberto y vigilar muy bien a su suegro el imponente Don José Treviño: ¡Viejo cabrón, es de cuidado! Debo ser muy cuidadosa.
Ella pensaba que no había nadie en la residencia lujosa ubicada en una de las mejores colonias de San Pedro Garza García, tenía un traje deportivo de lujo de shorcito y blusa que ya se le pegaba por el sudor emanado, cuando al pasar por una de las ventanas a la orilla de la pequeña vereda exprofeso para transitar que pasa junto a varias cabañitas en donde vivía la servidumbre en sus días laborables, alcanzo escuchar lo que sin duda eran unos gemidos masculinos. Su curiosidad, sin duda evidenciaba que le gustaba ser voyeur ya que al instante reconoció que se trataba de algo sexual, hizo que se acercara a la ventana semi abierta, ya que el verano era caluroso en extremo para ver a Rodrigo, el hijo de 17 años del jardinero, el Sr. Don Juan Zamora completamente desnudo haciéndose una “chaqueta” (masturbación) en forma por demás violenta. Pero lo que le llamó poderosamente es que el pene del adolescente era el pene más grueso y más largo que haya visto en su vida: el de su marido y el policía del DF chiquitos; el de los tres sujetos del metro, así como el del estudiante de Medicina de tamaño normal (volvió a estudiar esa parte para ponderar lo de las dimensiones) y el de la escort Natalia de tamaño mediano, por debajo de lo normal. Pero, carajo, este era inmenso y de un jovencito muy delgado y de escasos 1.65 mts. Este chavo sabia, era muy dedicado al estudio, a veces jugaba con sus hijos, siendo siempre muy respetuoso…La rubia no dejo de sonreir pensando que ya se estaba convirtiendo en hombrecito y que sin duda con esas dimensiones de aprender a manejarlo podría hacer feliz a cualquier mujer…También le llamo la atención que el joven que usaba lentes de graduación al parecer estaba viendo una revista…pero lo que la sobresalto a seguir su ligero trote, cuando Rodri (así le dicen todos) expulso una cantidad de semen impresionante casi gritando con evidente admiración ¡Señoooooo Erikkaaaaaaaa, te amoooo!
Regresaría a buscar al chaval para indagar más, se sintió halagada y hasta se sonrojo.
Erika, unas horas después: ¿Qué tal Rodri, como va la escuela?
Rodri: Muy bien señito, ya el año entrante entro a la carrera
Erika: ¿Qué vas a estudiar?
Rodri: Medicina, voy a buscar una beca de excelencia en el Tec…me estoy preparando con todo, creo que si lo podré hacer…Muchas gracias a su papa (El papa de Erika era un benefactor reconocido en la sultana, su interés era genuino por ayudar a los menos favorecidos, era un buen ejemplo de lo que deben ser los empresarios, caso muy distinto al suegro de Erika, que más bien era el prototipo de hombre de negocios que no da pie sin bola, buscando siempre su propio beneficio) por toda la ayuda que me ha dado. Rodri hacia la prepa en el mismo Tec, siendo un alumno sobresaliente.
Erika, tomando una de las mejillas del joven que de inmediato se sonrojo: Pero claro si eres un joven estudioso, ¿Por qué no me enseñas en tu cuarto los libros que estás leyendo?
Rodri, sintiéndose en las nubes por presumir sus logros académicos: claro , claro, pásele, ya que se encontraban en la entrada…
Erika: ¡Pero! ¿Qué es esto Rodri?…haciendo un mohín gracioso, enseñándole un cuidado álbum en donde había diversas fotos de gran calidad de ella en diversas partes de la casa, claro todas ellas en vestimentas muy normales, salvo las cuatro últimas, en donde ya las había tomado con el nuevo guarda ropa que estreno desde su viaje al DF y en donde sí se hacía más notorio su escultural cuerpo, su buenísimo cuerpo.
Rodri que se había olvidado que sobre su cama dejo esa colección de fotos de su amada platónica, temblando y maldiciéndose él mismo por terrible falla: ¡Es queee tomo fotos por hobby enseñándolo una excelente cámara que se había comprado para tal efecto y pueeesss como usted es muy bonita, me gusto para modelo…no es nada malo, nunca haría mal uso de las fotos…créame seño Erika…
Erika riendo lo calmo, no sin antes prometerle que nunca usará esas fotos para algo malo, el chico le caía bien y se dio cuenta que nunca había convivido con su personal…no buscaba nada con él…pasaron unas dos horas platicando y riendo como si fueran amigos de toda la vida. La vida  le depararía a la mujer demasiadas sorpresas, no podía saber en ese momento que este joven al igual que Natalia serían fieles amigos en una dura batalla que estaba por librar en un ya mediano plazo.
 
  1. 5.       La participación del suegro Don José y del Tío Alberto
El guarda ropa que se compró la elegante mujer sin ser descarado si era diferente a lo que solía vestir. Eran faldas más cortas, mas ceñidas, blusas más ajustadas con ligeros escotes. Su ropa íntima se dejaba adivinar, no usaba tangas, ni bikinis, ahora si…así como ligueros, sus zapatillas eran más como decir, sensuales. Esto incluía cambios en sus peinados y maquillaje.
Sin embargo, más allá de su vestimenta y apariencia, fue su actitud más abierta, relajada, coqueta, su caminar, su andar, sus gestos y miradas, su concentración, daba la impresión de estar más viva.
Esto lo puso de inmediato en juego. En la primera reunión que tuvo con sus amigas a pocos días de llegar del DF en conocido restaurante de lujo empezó otro tipo de aprendizaje acerca de la sociedad tan hipócrita en la que se estaba movimiento. Ella sinceramente creía que sus amigas, eran amigas, hasta que descubrió lo siguiente que voy a explicar. Vale decir aquí, que el que escribe es amante ocasional de una de las amigas de este círculo. No estamos en la misma ciudad, pero me encuentro cerca, pero eso es otra “historia” por contar que nunca hare por aprecio a dicha persona, pero que si me permitió exteriorizar toda esta vida que está actualmente en desarrollo, no estando estática y soy confidente de ella, que a su vez se volvió de la protagonista (sin serlo hasta antes de todas estas situaciones que se narran)
En dicho restaurante departían alegremente, cuando en su nueva actitud de chispa Erika pudo captar  una señal muy clara entre Susana y Clara que pasó desapercibida para las demás excepto para ella y claro, también para Amanda que era la más cercana a ella, cuando al otro extremo entraba su marido Carlos , su padre Don José, y otro hombres de negocios.
Susana: Chicas, me disculpan regreso…
Clara: Voy contigo…
Erika vio que no se dirigían al área de baños, sino a una salita privada en donde vio se separó un instante Don José en donde al parecer les llamaba la atención, algo no andaba bien.
Ella también se disculpó y dirigiéndose a una oficina contigua a dicha salita a la cual le fue fácil ya que la hija del administrador y dueño era su alumna sin más le permitió entrar ya que coquetamente le pidió privacidad para poder usar su línea telefónica ya que su celular se había quedado sin pila.
De manera discreta se colocó de tal suerte que podía escuchar la conversación en donde Don José todavía estaba con sus “amigas”.
Don José: ¡Carajo! Tantos pinches años y ustedes no pudieron cambiar a mi nuera y solo basto un fin de semana para que seguramente ya la volvieran mujer…que chingaos están haciendo cabronas
Clara: Le juro por dios que no pasó nada en el DF. Solo salió de paseo con una pareja del Sur que estaban más dedicados a lo suyo. Fueron al centro y a un Concierto. Nada paso…
Don José: Y como chingaos es que cambio tanto, ya se menea como puta, como si fuera una de ustedes…claro que alguien ya se la chingo…
Susana: No sabemos nada, la cabrona siempre se ha portado bien, ciertamente que el viajecito le sentó…pero no sabemos nada….en cuanto sepamos ya sabe pasamos la nota luego, luego…
Don José: Bueno putitas, haber cuando se dan una vuelta por él Le Barón, necesito “amarrar” unos negocios con unos gringos y quieren carne de primera, para darle una nalgada a Susana que era a la que tenía más cerca…eh cabroncitas pirujas, bien que les gusta…y acuérdense de la deuda de sus maridos, eh…Háblenle al cabrón de Tomas (su gordo asistente) para que les dé la clave y el guion del protocolo, jajaja no queremos que se sepa lo que son ustedes, ehh golfitas…
Ya a solas Susana: Pinche Clara, pues que hizo la pinche Erika, cabrona se ve más buena…seguro ya la debutaron como dios manda, se ve que le sentó.
Clara: Que te digo que no pasó nada. A lo mejor quiere hacer hombrecito al pendejo de Carlitos…
Susana: Uff…es más fácil que ella se vuelva una de nosotras, a que ese pelmazo le llegue a los talones al hijo de la chingada de José…Para mí que si se andan comiendo a la putita de Erika o esta se está comiendo a alguien.
Clara: Pues ya era tiempo chulita, se le va a pasar su momento sin conocer verga verdadera. Pinche Don José va a terminar por cogérsela como a todas nosotras…
Ambas al unísono, que chingue a su putisisima madre ese hijo de la chingada…que se pudra en el infierno.
A Erika le resulto más que evidente que le faltaba mucho por aprender, no solo en lo sexual, sino en su convivencia, para nada le agrado la forma en que se expresaron, mucho menos de Carlos, que podrá no ser un hombre sexual (de hecho estudio que existen personas que son indiferentes al tema, sin mayor problema alguno)…a lo mejor su marido era uno de esos casos…un ser asexual.
Empezaba apenas a conocer a su suegro Don José.
A la otra semana de llegar del viaje de aprendizaje a la capital del país, se celebró una fiesta en casa de Don José que es mucho más grande que la de la pareja de Carlos y Erika, la casada se retiró a uno de los amplios balcones para degustar su copa, cuando acercándose mucho más allá de lo que marcan los cánones de civilidad por el parentesco que tenían, aprovechando la lejanía con el resto de las personas y la soledad-privacidad del recinto.
Don José: Nuerita, que cambiazo, no creo que mi hijo sea el causante de esto, lo conozco perfectamente y tu estas buscando pelea o ya la diste, ¿Me equivoco, Erika?, adoptando ya un tono totalmente de intimidación. Algo que caracteriza al hombre típico norteño es su modo golpeado de hablar y su consabida franqueza, rayando en ocasiones en una mala interpretación del interlocutor que no sepa de esta característica. Don José es un viejo lobo de mar, sabio con las mujeres e iría a por todas, de hecho se ha pasado por las armas a todas las amigas de Erika y a otras mujeres de la alta sociedad, salvo a Amanda que es la menos agraciada y que solo manipula para su beneficio.
Erika: incomoda ante el repegón que le dio su suegro con esas palabras: Mire Don José, decidí cambiar mi forma de vestir porque se me dio la repegada gana no por andar de buscona y porque quiero serle atractiva a su hijo.
Don José: Ese buey…como si no supiéramos todos que a él lo único que le interesa es el trabajo y quedar bien con todos, aunque no creo que este quedando bien contigo acariciando con sus grandes manos los brazos de su nuera, Ya sabes Erikita, puedes buscarme cuando quieras, a mí no me engañas, tu eres ya distinta, soy un zorro muy corrido y tu apenas empiezas, ya dándole una sonora nalgada
Erika, dándole una cachetada, Oiga, no le he dado motivos para que me falte al respeto, no le digo más por el cariño que le tengo a su hijo, casi a punto del llanto y roja del coraje
Don José retirándose, tú lo has dicho querida, cariño es lo que le tienes no pasión, guiñándole y enviándole un beso con los labios.
Don José es un tipo de 60 años, alto, fuerte, ligeramente pasado de peso, es el típico norteño de bigote, mal hablado y un desgraciado en el manejo de sus empresas. Ha hecho su dinero a base de trabajo, sí, pero también de actos de corrupción y de una grande, compleja e intrincada red de relaciones con gobierno e incluso en un tiempo estuvo de moda que mantuvo o mantenía relaciones con uno de los carteles de la droga más renombrados del país: el del Chapo Guzmán. Claro que el poderoso don dinero hacia que la memoria colectiva de la masa más centrada en el desmadre y la evasión, de manera hasta inmoral hacia que las personas cayeran en el olvido de esos pequeños detalles. Es la llamada “gente bonita”, cuando la realidad es otra muy distinta. Es válido reconocer que su esposa es lo contrario, es un alma de dios que de alguna manera mitiga, tolera y ayuda a lubricar un tanto el excesivo poder del viejo. La madre procuro inculcar en su único hijo Carlos tatuado el don de la diplomacia y el juicio, que como vemos, si ha llegado a aplicar sirviendo también de contrapeso. Si no fuera por madre e hijo, los secretos a voces del empresario ya hubieran salido a la luz. Ya en la actualidad, Carlos se debe reconocer ha limpiado el dinero haciendo de las empresas, verdaderas fuentes de trabajo con tratos más modernos y justos para los miembros de las mismas. El viejo ya no participa mucho, pero eso sí, le sigue dando vuelo a la hilacha, siendo ahora su juego preferido utilizar su poder para manipular en la vida de las personas que se dejen dentro de dicho círculo de convivencia. Muchos sabían que se tenía que manejar con pinzas el trato con el desgraciado. Desde siempre, había tenido deseos insanos con la novia de su hijo, no se metía porque su esposa y cuñado, el Tío Alberto le ponían el freno, además podía tener otras mujeres, las que se le antojarán. Sin embargo, evidenció un cambio muy notorio en su nuera, cambio que había querido propiciar sin éxito alguno en el pasado y no podría desaprovechar la oportunidad. Él sabía que Erika ya no era la mujer asexual que todos ya tenían como dado
Tío Alberto, cuñado de Don José, era un hombre bonachón de figura regordeta y maneras muy amables, todo lo contrario al otro. Era un parasito social, vivía de sus diversas y cuantiosas rentas, lo que podía sacarle a los demás familiares y de negocios fugaces. Ciertamente, es culto, domina varios idiomas, preparado, de viajes al extranjero frecuentes, su real enfoque está en la diversión, sobre todo en la de alto riesgo sexual. También le tenía ganas a su sobrina política desde que era una niña, que era su secreto más guardado. Nadie sabe a ciencia cierta su orientación sexual, ya que a veces da la apariencia de ser muy amanerado, vive solo.
Observando sigilosamente lo que había visto, Tío Alberto se acercó para abrazar paternalmente a Erika, tratando de aparentar un consuelo que hizo que la esposa deseada por estos hombres no le diera importancia a que también se la estaba empezando a puntear suavemente…las palabras del hombre que era un tanto más bajo pero que sagazmente había colocado su semi erecto miembro en el descomunal culo empezaban a surtir efectos. La mujer estaba recelosa solo contra el suegro y sus amigas, no se había podido desquitar y desahogar a plenitud. Con el joven jardinero no quiso experimentar nada, ya que se le hizo casi como si fuera de la edad de su hijo, pero le había vuelto a detonar el chip de su inminente despertar sexual. Eran demasiadas conjeturas en su atribulada mente, bajo la guardia y nunca llego a sospechar que el viejo también era otro lobo hambriento de sus carnes.
Erika: Ay…Tío, no sé por qué Don José piensa que estoy de buscona o que le he sido infiel a Carlos, tú me conoces
Tío: Ay chulita, pero si andas presumiendo lo que bien sabes que te cargas, antes eras más recatadita, pero mírate, luces bellísima, con su voz melosa y acariciando suavemente cabellera, mejillas, antebrazos
La joven esposa no pudo evitar que su piel se pusiera de carne de gallina, ya que el Tío sabía cómo hacer un masaje sutil que no proyectara su deseo carnal que le había provocado ya una erección fuerte como un acero y que ya punteaba sin descaro en su sobrina política
Erika: Ayyy Tío tú también eres un calenturiento, mírate como estas y sin quererlo paro más su culo como para hacerle ver que ya se había dado cuenta de su erección…Tío, varias veces te he visto como me miras y esa mirada no está bien como regañándolo, porque pensaba que no era de cuidado.
Tío: Perdoname chulita, pero quien te manda andar por ahí luciendo esto, para dar ya un suave masaje a uno de los glúteos, sorry…no puedo evitarlo, soy hombre también, pero sabes es solo un jueguito, no debes temer pequeña, yo hablare con mi cuñado y mi hermana para que calmen a la fiera, jajaja sin dejar de dar el masajito al glúteo de la rubia.
Erika, que se estaba desmadejando cometió un error al confiar en el viejo: Ayy Tiiiito, es que Carlos no reacciona, todo esto lo estoy haciendo por él, necesito que me cumpla en todos los sentidos
Tío, ya punteando con todo y acariciando la cintura de la beldad: Mira que cosas, con razón andas de presumida, pues puedo ofrecerte mi ayuda, tal vez si nos reunimos en el estudio de mi casa podamos platicar a gusto y hacemos un plan de conquista estaba pensando en pedirte dado tu nuevo estilo me ayudaras modelando para mi proyecto de revista…son unas fotos de calidad, ándale, date una vuelta mañana por el estudio.
Erika: Pues necesito confiar esto en alguien, definitivamente necesito ayuda y pronto porque me estoy desesperando Tío…no es justo, casi llegando otra vez al llanto.
Tío, sonriendo maliciosamente: Ya chiquita, sabes que en mi puedes confiar ya abrazado fuertemente a la rubia haciendo un casi imperceptible toqueteo con las puntas de los dedos los senos imponentes de la mujer que recostando su cabeza hacia atrás dejo que por unos instantes que fueron cortos para él, eternos para ella, continuaran en esa postura que a todas luces no era de familiares, sino de una mujer que ansiaba ya saber lo que era ser hembra a plenitud y de un hombre que pretendía ser su macho.
  1. 6.       Modelaje para el Tío Alberto y La visita al Club Le Barón
Quedando sola, Erika noto que en el suelo había una tarjeta de presentación en donde venían los datos del mencionado club Le Barón que escucho citar a Don José en la charla del restarurant con Susana y Clara.
Al otro día en el estudio de su Tío Alberto:
Tío: Mira, no se trata de solo pasearte haciendo como si estuviera modelando gesticulando con los brazos, se trata de que despiertes en tu hombre el deseo por ti…si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña…a ver dime como le estás haciendo, chulita
Erika: Pues de acuerdo a lo que estudie, le hablo sensualmente, me le insinúo, le he tratado de dar masaje, lo beso con la mejor gana del mundo, pero hasta siento que me rechaza y solo responde por no meterse en broncas conmigo, ya sabes cómo es.
Tío: Hummm, creo yo querida, que tienes que practicar. Que mejor forma que hacerlo aquí en la tranquilidad de esta honorable morada (morada en donde daba rienda suelta a sus desenfrenos, ya que nadie lo cuidaba, ni tenía protección específica).
Afuera del estudio a poca distancia estaba el guardia asignado a Erika, que sabedor de que estaba con un familiar respetado dentro de la familia, no se preocupaba de nada, más que del entorno de la casa, aunque se sabía que dentro de San Pedro hay un acuerdo entre las mafias y el gobierno de no meterse con nadie.
Erika: Ayy tío, como crees…que pena…como crees, a que te refieres en concreto.
Tío: Pues a que practiquemos a que me das un masaje, a que te lo doy, para que te vaya explicando las reacciones de los hombres. Además conozco a mi sobrino desde niño y tal vez unas ideas te pueda ir dando…Por otro lado, quisiera que modelaras para mi…solo que son fotos muy eróticas, claro que haría trucos para que no saliera tu carita, solo tu cuerpito…
Entro al recinto una joven mujer ciertamente de cuerpo escultural sin llegar a ser algo super relevante, su cara si era hermosa, distinta a la de Erika. Estaba en otra estancia de la casa del hombre lobo con piel de oveja de Alberto.
Tío: Mira te presento a Karlita, es una buena amiga, modelo incipiente. Ella va poner la cara y tú el cuerpo…ademá
Karlita: Claro, sin dejar terminar al Tío de hablar, hoy no podré quedarme, tengo que ir a un asunto personal.
Tío, que había planeado estar a solas ya que actualmente la citada chica era su amante: Claro mi reyna, cuídate mucho, muaaa
Erika inicio así un proceso de práctica con alguien que consideraba era un alma de dios.
Las fotos que tomaron eran en poses evidentemente sensuales, en donde el maravilloso cuerpo de la diosa resaltaba en diferentes y atrevidos conjuntos de bikinis que el avariento Alberto había proporcionado a la mujer.
Tío: Así, muy bien, alza un poquito más el culito, perdón, Darling, es que me prendes, me prendes con una vocecita afeminada
En ocasiones el viejo dejaba la cámara para disimuladamente meterle mano a la rubia que estaba excitadísima con esta nueva faceta de exhibirse, estaba descubriendo que le calentaba sobre manera lucir su cuerpo
Erika: Uffff Tío ahora entiendo que esto cansa a las modelos, después de 2 horas de cambios de vestimenta y de posar en diversas maneras…Oye Tío, me regalas esta (una de las menos escandalosas, al estar en un short de cazadora simulando ser una de ellas y una camisola del mismo estilo; se la pensaba regalar a Rodri)…Ufff que cansada
Tío: Pues yo creo que hoy no practicamos…a sabiendas de que Erika es intensa y no se dejaría así como así el plan.
Erika: Ah no, claro que no , ahora me cumples…haciendo como si estuviera molesta.
Tío, ya saboreando lo que se podría comer en ese instante: Pues, estas cansadita manis, yo creo que iniciamos con que te de un masaje para que  vayas calentando a tu hombre….te voy a empezar a dar como lo haría tu esposito
La rubia que realmente estaba agotada: Me parece bien Tío.
Con una bata cubriéndose ya que solo estaba con un conjunto pequeño consistente en un brasier coqueto de holancitos y un bikini de esos que tienen moñitos de sujetadura a los costados, pregunta en donde se coloca.
El viejo tiene su estudio muy bien diseñado y tiene en uno de sus rincones una mesa de masaje exprofeso a ese tipo de menesteres.
El viejo empieza un suave masaje parecido al de una mujer…Mira así lo haría tu esposo, sin fuerza, sin drive, casi sin pasión, lo sientes Darling…
Hummm, si pero se siente bien
Brincando casi, ya que el Tío cambio la forma de dar el masaje a uno ya evidentemente lujorioso
Hummmmmm, si cambiaaaa
Eso chulita, así le tienes que ir diciendo a tu Carlos…ese chico necesita que le expliquen muy bien las cosas, continuando con el estilo
El canijo alterno ambas formas, recorrió cuello, espalda, brazos, llegando a la cintura y a las preciadas nalgas de su sobrina.
Ya la rubia no podía evitar sus gemidos de gozo, estaba encharcadísima, estaba excitada, se estaba dejando llevar por la situación…
Mira sobrina, Carlos debe encuerarte así, para de una manera graciosa desamarrar los nuditos de los costados del pequeño bikini que cubría escasamente la rajadura de las nalgas portentosas. ¡Seguro, que Carlos no sabe cómo usar esto!
Erika: ¡quueeeee….Tíoooooo, noooo que haceeesss, hummmm, ahhhh, ayyyyyyyy
El viejo ya lanzado porque veía su oportunidad de oro, empezó con boca y lengua a acariciar todo el promontorio e incluso a pasárselo por el ojete del culo…
La rubia se convulsionaba para tener un orgasmo más en su corta vida de enseñanza sexual, situación que el viejo entendió como una tácita aceptación para lanzarse con todo a comerle el culo.
Erika: Nooooo Tiiiiitoooo, porrr favooorrr
El viejo cometió una falla, perdió el control y ya avalanzandose sobre el culo de su sobrina la punteo pero ya con su pene erecto para buscar encularla, sodomizarla…
Erika, ya llorando de miedo: Noooo, Tíoooo, porrr favorrr noooo
Reacciono, virándose,  cubriéndose sus partes nobles
A Tío se le fue la presa…reaccionó tratando de calmarla.
Erika, toda desmadejada y ya sollozando despacio dejaba que su Tío la consolara
Tío: Perdón sobrina, no sé que me paso, ay eso de vivir solo, te juro por la memoria de mi santa madre que no volverá a pasar, es que eres toda una mujer, te mereces lo mejor (aunque para sus adentros pensaba que es cuestión de tiempo para que la misma sobrina viniera a sus brazos, pensaba urdir un plan para desesperarla y calentarla al máximo)
Erika en la intimidad de su recamara, pensaba: Chinn…estoy en un callejón sin salida, si me descuido me voy a volver todo un putón, pinche Carlos reacciona, amor, por favor hazme  mujer ya… por qué si no, no sé qué va a pasar. La fortaleza de la que se preciaba, estaba ya también quedándole mal.
Pasaron más días con altibajos en su humor, hasta que lo que volvió a detonar todo fue:
Amanda: Carajo, dicen que vieron a mi sobrino Raúl saliendo de Le Barón.
Erika: ¿Qué es eso? ¿Lo he escuchado, pero que es?
Amanda: Pues dicen que es un lugar pecaminoso en donde solo gente exclusiva va con sus suciedades, dicen que hay de todo, es muy discreto, manejan unas claves para que ningún pelagatos pueda entrar, solo gente de bien, pero que va a hacer sus desmadres…pinche chamaco por eso va mal en la escuela y le está sacando dinero a mi hermana
Erika: Pero, ¿Cómo es eso?
Amanda: Pues das la clave, entras y te dan la seguridad de que nadie sabrá que has asistido siempre y cuando se sepa que tu no haces mal uso de lo que ahí se hace. La otra vez me pareció entender que Clara invitaba a Marisa, dicen que es muy seguro y discreto. Claro que nosotras nunca iríamos a un lugar de esos…pinches putas nada más están pensando en sus cosas.
Erika tomo una decisión que le abriría aún más los ojos. Con su inteligencia no batallo para saber más datos del lugar y obtener con Tomas, el asistente de su suegro la clave de esa semana. Sin más se apresto ir al lugar con un traje sastre discreto, enormes gafas, pañoleta que ocultaba su cabellera.
Doña Rosalía (la dueña y administradora de este exclusivo lugar solo destinado a un selecto grupo de personas que discretamente guardaban las apariencias, nadie se atacaba, solo eran secretos a voces): ¡Vaya, vaya, ese viejo de Don José tenía toda la razón: su nuera tarde que temprano vendría hacer visita! Cuando desde su cuarto de control vio cuando la despampanante rubia con visible nerviosismo tocaba a la puerta de una aparente casa residencial de bella arquitectura y grandes jardines. Esto me va a traer grandes ganancias, sonrió la avariciosa mujer que aun en su madurez alta guardaba cierta belleza de su juventud.
Doña Rosalía: Pero si se trata de la Sra. Erika Garza de Treviño, la famosa y bella mujer de Don Carlos Treviño, casi le grito en su cara a Erika
Erika: No…por favor, no mencione mi nombre
Doña Rosalia: Pierde cuidado chiquita, yo soy una tumba, se todos los secretos de Monterrey y de México, va en juego mi nombre, mi prestigio…para empezar todo un rollo acerca de la seguridad del lugar, resaltando que no existía compromiso alguno…
Mira Querida, aquí puedes venir a ver, a escoger lo que quieras, hacer lo que quieras, siempre y cuando no hables de más afuera. Podemos ponernos de acuerdo a lo que gustes y de aquí no saldrá nada. Todo el personal está asegurado.
Querida: has visto que de pronto salen unos colgados de los puentes, jejeje todo mundo cree que es del narco, bola de pendejos, si supieran que todo ya está arreglado desde arriba. Esos colgados son calientes que se quisieron pasar de lengua y de largo con la clientela…así que no debes dudar de la honorabilidad…para volverse a dar otro largo discurso.
Mira para que te des una idea, te acuerdas de la película de Tom Cruise con su entonces esposa Nicole Kidman, titulada “Ojos bien cerrados”…haz de cuenta que aquí en México tenemos ese tipo de sociedad secreta, ahii tú no te preocupes, mira vamos hacer un recorrido para que veas el tipo y la calidad del servicio y otro largo discurso explicando.
La Doña ya había sido aleccionada por Don José (que tenía ya planeado dejar la tarjeta con la rubia, para despertar su interés, ahora que ella había abierto su juego buscando hacer real el matrimonio con el inútil de su hijo, también ya tenía visualizado que le dieran un recorrido completo a la mujer sabedor de que se quedaría callada por su forma de ser con la esperanza de levantarte aún más el deseo)
Erika efectivamente quedo con los ojos bien abiertos, no como en los del título de  la película mencionada. Su aprendizaje en todos los sentidos, ya no tenía retorno, descubrió cosas que nunca pensó se dieran en su círculo de convivencia. La Doña la llevo a la sala de control en done podía dar un paseo de cámara en cámara para ver lo que sucedía en diversas salas de la casa.
En una sala, con desilusión vio como un amigo de sus sobrinos (hijos de sus hermanos) se drogaba exhalando un polvo blanco que estaba en todas las habitaciones junto a frascos de hermoso cristal en donde estaban depositadas pastillas de diversos colores. Droga, le explico la vieja rollera. El amigo estaba siendo cogido por otro hombre mucho mayor a él.
En otra reamara, una de sus conocidas mamás de uno de sus alumnos estaba con otra mujer en una escena lésbica.
Lo que casi la desmaya, es que en una recamara con un antifaz colocada en cuatro patas estaba su amiga ¡Marisaaaa! Que indudablemente gemía de gozo ante la feroz cogida que un hombre regordete le hacía con una máscara…se le hizo conocido ese cuerpo..
Doña Rosalía: Ajjaaa..se trata de tu Tío Alberto, es uno de nuestros clientes Premium, nunca quiere que se vea su rostro y la otra putita tampoco quería que se supiera quién es…ninguno de los dos sabe quién es el otro, ya vez particularidades de los clientes.
Erika estaba impactada, no tanto por qué Marisa estuviera gozando, la entendía ahora, sino por la sorprendente fortaleza del gordo que estuvo a punto de violarla días antes…Diosss…no pudo reprimir exhalar, para cubriéndose la boca pensar que su Tío tenía engañado a todo mundo, era un hombre y le encantaba el sexo, siendo al parecer muy bueno por el orgasmo que evidentemente le estaba dando a su amiga y porque ahora la tenía con sus piernas en sus hombres bombeándola con una increíble y constante mete-saca que dejaba ver parte de su pene un poco más grande del promedio y con visibles humedades, la cámara mostraba acercamientos hasta lo más íntimo…se quedó pasmada viendo la cogida del Tío, escalofríos recorrieron su cuerpo, la vieja Rosalía sonreía maliciosamente.
Doña Rosalía: Veo que te impacto, querida deberías ver a Don José, ese gallo es de otro nivel, es de otra categoría, hasta las putas mejor pagadas de aquí lo quieren hacer gratis con él, exagerando ya…para lanzar otro grandilocuente discurso halagando a aquel en todos los sentidos.
La rubia vio de todo, se estremeció, observo y reafirmo su actitud voyeur, la droga , el alcohol, el sexo, sus fantasías, gemidos, locuras era lo único que prevalecía en esa Gomorra moderna.
Salio atontada y más atemorizada que nunca del lugar, prometiéndose a sí misma no volver a pisar pie en ese lugar ni hablar con nadie.
Sabía entonces que todos querían cogérsela como dios manda; más Don José y Tío Alberto, tal vez otros se recataban, otros serían discretos como Rodri.A
Ahora entendió a plenitud otras y tantas experiencias que tuvo con otras personas que cambiaron cuando ella cambio su vestimenta y forma de conducirse. Dios, pensó lo que puede hacer un cambio en la forma de vestir y hablar, lo que se corre en mi círculo de amistades, esto es un pueblo sin ley, sin embargo, quiero gozar, quiero ser plena, ¿Qué voy hacer dios mío?
  1. 7.       Las opciones para la toma de decisiones de Erika
La mujer es de rápidas decisiones. Una opción fue volver a ser seria en su vestimenta (auqnue en realidad nunca fue escandalosa) y en ser discreta con sus sonrisas para calmar ahora sí a la jauría de lobos hambrientos: Don José, Tío Alberto, el mismo Rodrí, ubico además a: el esposo de Marisa, el entrenador de soccer del Colegio de sus hijos, el compañero de trabajo de Carlos, su mano derecha, ufff…estoy en medio de puros cabrones que me quieren encular…se decía a si mismo…la carga emocional de llevar en su mente, cuerpo y alma esto, le hacía ponderar todas las opciones.
Las aguas se calmaron un poco, no sabía si porque los dos viejos salían en sus tradicionales viajes de verano que duraban de 3 a 4 semanas y ya el resto era muy ocasional el encuentro y recularon al ver a ver a la distante y al parecer asexual Erika.
El mar estaba tranquilo por fuera, pero por dentro Erika se quemaba, ya no sabía qué hacer para calmar sus ansías…se aficiono aún más a las lecturas eróticas, pero su obstinada mente no le permitía buscar a alguien que calmara sus ansías de novel novillero, en este caso de hembra, de potra que quiere, que desea ser domada…
¿Qué va ser de mi vida? ¿Dios, ayúdame? Rogaba Erika.
Continuará.
 
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Relato erótico “Por su culpa” (POR SARAGOZAXXX)

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Por su culpa.
Nos tomamos el viernes de fiesta para disfrutar de unos días de vacaciones por delante. Mi marido y yo lo planeamos todo para dejar al chico con los abuelos durante el fin de semana y retomar así un poco nuestra abandonada vida conyugal. Hacía un tiempo que no teníamos relaciones y ambos pensábamos que nos vendría bien cambiar de aires.
Reservamos una habitación de hotel en primera línea de playa. Lo cierto es que era ideal, la habitación la había reservado mi marido y había logrado sorprenderme. Era como un mini apartamento, tenía una amplia terraza, una especie de recibidor donde había una tele y un sillón, disponía también de una especie de coocking corner, y hasta jacuzzi en el baño.
.-“Cariño, esto te habrá costado un ojo de la cara” le dije al ver la habitación.
.-“Bueno…, pensaba aprovechar bien la estancia” me respondió con cara de salido.
Lo mejor del hotel es que tenía acceso directo a una pequeña calita, y aunque no era la mejor playa del mundo, era más que suficiente. Había algún que otro árbol, y entre las dunas brotaban luchando con la arena alguna que otra hierba y matorral. Se notaba que como aún no era temporada alta, estaba algo descuidada por parte del ayuntamiento. Como digo no era la mejor playa del mundo, pero era más que suficiente para tomar el sol, que el hombre del tiempo prometía para esos días.
Para los que no me conozcan decir que me llamo Sara, y tengo treinta y un años. Si queréis saber más sobre mí podéis visitar mi blog, cosa que me haría muchísima ilusión.
Habrás podido comprobar pinchando en el enlace que hay alguna foto mía colgada en el blog. Espero que te gusten. Pero a lo nuestro…
Como iba diciendo llegamos un jueves a la noche, teníamos aún todo el viernes, sábado y el domingo de regreso. Un botones llevó nuestras maletas hasta la habitación y nos explicó algunas de las comodidades de las que disponía la mini suite.
Recuerdo que tras marchar el muchacho decidí darme una ducha, lo necesitaba después del largo viaje. Cuando salí del baño mi marido estaba dormido, todavía vestido con la ropa de viaje sobre la colcha de la cama. Si hay algo que no soporto nunca de esa escena, es la imagen de sus pies con calcetines negros sobre la cama. ¿Tanto cuesta quitarse los calcetines?. Sabe que lo odio, y aún así sigue sin hacerme caso.
Quise excusarlo pensando que él estaría más cansado que yo de conducir durante todo el viaje, y de haber trabajado hasta el último momento. Así que tras el codazo pertinente ambos caímos dormidos rendidos enseguida.
A la mañana siguiente del viernes un sol espléndido iluminó el dormitorio. Me levanté como de costumbre en nuestro hogar, a preparar los desayunos en el coocking corner. En noches de primavera agradables, suelo dormir con braguitas de esas con tiras a los laterales y en camiseta de tirantes finos. No sé porqué me encontraba especialmente eufórica esa mañana. Era de esos días en los que tienes el presentimiento de que todo va a salir bien. Desperté a mi marido con un par de besos y pese a sus gruñidos habituales, no dejé que decayera mi buen estado de ánimo. Cuando vino a desayunar yo ya había terminado.
.-“¿Sabes que me apetece?” le pregunté risueña.
.-“Sorpréndeme” dijo rascándose su entrepierna por encima del pantalón del pijama mientras bostezaba. Realmente que siempre que se despierta así, me parece un oso desperezándose.
.-“Me apetece ir a la playa a tomar el sol” dije mientras le daba un pico en la boca y me disponía a ir al dormitorio a deshacer la maleta en busca de mis bikinis.
.-“No sé porqué me lo suponía” escuché que musitaba desde la cocina.
Recuerdo que fui colgando mis vestidos y los polos de mi marido, así como recogiendo y repartiendo el resto de la ropa. Hasta que le tocó el turno a mi ropa interior y entre ella mis bikinis. Me sorprendió que no fuesen las prendas que aparté y dejé a última hora sobre la cama de nuestro dormitorio para que mi marido terminase por hacer la maleta, antes de que yo regresase a casa y partiésemos inmediatamente. Prácticamente toda la lencería que había escogido y cambiado mi marido en el último momento, eran bragas tipo brasileñas y tangas de lycra a juego con los sujetadores todos push-up.
.-“Adiós a la comodidad de mis braguitas de algodón y sujetadores sin aros”, pensé para mí mientras deshacía la maleta. En cierto modo me hizo gracia y me alegré, al parecer mi marido venía con ganas de verme sexy y esa era su peculiar forma de decírmelo. Todo hacía indicar que ambos estábamos deseosos por cumplir con nuestras olvidadas obligaciones conyugales.
Lo que me sorprendió tras deshacer toda la maleta, es que no encontré los tops de mis bikinis, tan solo hallé la parte inferior correspondiente a mis braguitas.
.-“¡¡Cariño!!, ¡recuerdas donde pusiste mis bikinis en la maleta. No encuentro los sujetadores!” le grité desde el dormitorio de espaldas a la puerta.
.-“Tal vez los olvidé” dijo mi marido sorprendiéndome por detrás mientras me abrazaba y me hacía algunas cosquillas en plan  mimoso.
.-“No en serio, ¿dónde los has puesto?” dije mientras trataba de zafarme de él.
A lo que él me impedía darme la vuelta, y durante el forcejeo del jueguecito, aprovechaba para refrotarme su miembro entre mis nalgas, y al mismo tiempo para sobarme las tetas por debajo de la camiseta que llevaba.
.-“Los dejé en casa” dijo como si no hubiese hecho nada malo, y continuaba metiéndome mano.
.-“Eres un pulpo” dije apartándolo de un culetazo. Pude notar que la tenía medio morcillona.
Esta vez mirándolo muy seria a los ojos frente a frente le pregunté de nuevo:
.-“¿D ó n d e   e s t a n   m i s   t o p s?” deletreé muy despacito, alto y claro, dando a entender mi cabreo.
.-“Vamos cariño, no te enfades, era una pequeña sorpresa” dijo poniendo carita de cordero degollado. “Sabía que querrías tomar el sol, y a mí me apetecía verte en top less. Por eso olvidé intencionadamente tus sujetadores en casa. Hace tiempo que no tomas el sol como cuando éramos novios. Entonces te gustaba incitarme. Recuerdas el efecto que provocabas en mi.” Y nada más decir esto, se dirigió hacia el armario, rebuscó entre un bolsillo de su chaqueta, y sacando un pequeño sobre como en papel de regalo me lo dió y dijo:
.-“Ten, lo compré pensando en ti” y dejó en mis manos el inesperado regalo. Yo en esos momentos me lo hubiese comido a besos. Me encanta cuando se pone adulador.
Abrí el regalo ilusionada. Nada más quitar un par de celos pude comprobar que se trataba de la braguita de un bikini. Terminé por desenvolver el paquete.
Me quedé de piedra cuando pude comprobar que se trataba de un tanga de esos de hilo tanto por los laterales, como por la parte posterior. La parte que debía cubrir mi pubis apenas era un minúsculo triangulo de tela. Me quedé de piedra. No supe que decir. Desde luego mi marido estaba loco si pensaba que me iba a poner “eso”. Sólo a un cretino se le ocurriría semejante disparate. Yo ya no tenía edad ni cuerpo para según qué cosas. Me ofendí pensando que me había confundido con una cualquiera.
.-“¿Qué te parece?” su pregunta interrumpió mis pensamientos.
Yo no supe que decirle en ese momento. Realmente lo que me apetecía era tirárselo a la cara y decirle cuatro cosas. Como hacerle entender que yo era una señora, ¡su señora!, y que ese tipo de prendas son para otro tipo de situaciones en las que yo ya no pintaba nada.
.-“Seguro que estas estupenda” dijo rompiendo el silencio que se había creado por unos instantes.
.-“¿Estás seguro que quieres que me ponga esto?” dije mirándolo perpleja por sus intenciones.
.-“Que pasa… ¿ya no te atreves?” dijo con cierta sonrisa burlona que sabe que me revienta. En esos momentos le hubiese dado un guantazo y le hubiese partido la cara, pero entonces adiós a nuestro planeado fin de semana. Además, si hay algo que no soporto es que nadie me diga ¿a qué no…?”. Necesitaba ganar tiempo para poder pensar con claridad, traté de poner algo de mi parte, así que le dije:
.-“Ohps, gracias cariño por verme con tan bueno ojos” le sonreí de oreja a oreja, “porque no te cambias y me dejas un ratito sola en el baño para que pueda probármelo a ver qué tal me queda” y dicho esto le di un pico en la boca, acto seguido recogiendo alguna de mis prendas me encerré en el baño.
Una vez sola en el aseo pude pensar con más calma.
Estaba claro que mi marido había venido con ganas echar un polvo, y me estaba gritando a voces que lo provocase. Desde luego no era la forma en que yo había pensado que pudiéramos terminar en la cama. Me esperaba algo más romántico, en plan que me preparase la cena, velitas, champagne, bombones, algún collar, pendientes o pulsera de regalo, y no esa prenda tan soez y descarada. Pero en fin, quise centrarme en lo positivo y pensar que una cosa teníamos en común, ambos queríamos hacer el amor después de tanto tiempo.
Pensé que algo tendría que poner de mi parte, y que de alguna manera tendría que seguirle el juego a mi marido si no quería ofenderlo. Pensándolo bien, me reí tratando de imaginar el momento en el que mi marido compró esa prenda. Me lo imaginaba tan serio, con su traje y corbata, dándole explicaciones absurdas a la dependienta. Seguro que el muy panoli tartamudeaba a la hora de pagar. Al fin y al cabo supongo que le costaría tragarse la vergüenza, y que su esfuerzo merecía una recompensa.
Así que armándome de valor me dispuse a desnudarme frente al espejo y probarme la minúscula prenda de baño.
¡Dios mío!, ¡que espanto!. A pesar de que me había hecho las ingles a lo brasileñas días antes, todavía asomaba algún pelillo por los laterales de la fina tela que debía cubrir mi pubis. Además apenas tapaba nada de mi culo. Yo me lo veía todo caído. Me sentía como desnuda. Hacía años y años que no practicaba top less, y la verdad no me sentía nada cómoda. Aunque armándome de valor supongo que podría superarlo, pero por lo que no estaba dispuesta a pasar era por ponerme esa prenda en público. Desde luego si quería ponérmela antes debería arreglar mis pelitos.
.-“Ya está”, pensé,  “si me rasuro el pubis seguro que le doy una sorpresa a mi marido, y cuando pregunté por el tanga le diré que tengo algo mejor reservado para él” ya me las arreglaría para hacerle olvidar.
Dicho y hecho, me enjaboné bien la zona y cuchilla en mano me afeité poco a poco los pelillos de la zona. Lo cierto es que tenía olvidada la sensación tan placentera de ir tan “desnudita”, y no sé si de tocarme yo misma o de apartarme los labios para no cortarme, que he de reconocer que me puse a tono. Mientras me rasuraba, imaginaba a mi marido cuando lo descubriese,  seguro que se ponía como un burro en celo. Me devoraría los pechos, cosa que siempre me vuelve loquita, e incluso puede que se animase a hacerme un cunnilingus. Suspiré pensando que por fin esta vez lograría darme placer, cosa que siempre esperaba deseosa que sucediese y que nunca ocurría debido a su falta de habilidad en dichos menesteres.
Elegí una braguita de bikini de esas que tienen cuerdecillas que se anudan a los laterales, y cuyas partes centrales son un par de triángulos. Me puse un vestido playero por encima, mis sandalias también brasileñas, y metiendo las toallas en la bolsa le indiqué a mi marido que ya estaba preparada.
Salimos por la puerta del hotel que daba a la playa. Mi marido se retrasó un poco dejando la llave en el hall. Así que yo mientras ojeé el panorama. Gracias a dios no había mucha gente en la playa. Pude ver un matrimonio con un par de hijos, alguna pareja de ancianos, alguna que otra chica sola, y algún grupillo de adolescentes. Por suerte había una zona algo oculta tras unas dunas, algo menos poblada, seguramente porque hacía más sol. El resto de la gente buscaba sobretodo el cobijo de los árboles. Yo en cambio prefería el sol. Me dirigí hacia allí mientras mi marido trataba de alcanzarme y me seguía.
Nada más llegar a la orilla de la playa extendí las toallas y me quité el vestido veraniego. Por suerte no había gente cerca y no me sentí muy incómoda por no llevar la parte superior de mi bikini. Mi marido me miró las tetas. Me gustó sentirme deseada por su mirada. Hacía tiempo que no le veía ese brillo en los ojos. Luego preguntó:
.-“¿Y la prenda que te compré?” dijo mirándome el culo.
.-“Tengo una sorpresa para esta noche” le dije poniendo cara de picarona. Mi marido se sonrió.
.-“¿Qué es?” preguntó poniendo carita de niño bueno.
.-“Ahh, las sorpresas no se dicen” dije tumbándome sobre la toalla. Mi marido se tumbó a mi lado.
.-“¿Te pondrás el tanguita?” preguntó al tiempo que se tumbaba a mi lado.
.-“Si te portas bien” le respondí creando cierto suspense. Ambos estábamos tumbados boca abajo. Luego, durante un tiempo se hizo el silencio.
.-“Ya está” interrumpió mi marido, “seguro que tienes pensado que por la noche nos bañaremos a la luz de la luna con el tanguita puesto”. A mi me entró la risa al escuchar sus palabras tras el silencio en la toalla, fruto de su calenturienta mente.
.-“Uhmm, puede ser” le dije con cara de niña mala.
.-“¿Qué es entonces?” insistió.
.-“Anda dame cremita por la espalda y te doy alguna pista” le dije tendiéndole el bote de crema solar.
Mi marido procedió a sentarse a mi lado y embadúrname la espalda de crema. Tan torpe como siempre vertió medio bote de crema sobre mi espalda que luego le costaba extender. Al menos por unos momentos estuvo callado sin decir barbaridades.
.-“Sabes…” dijo como si fuese a hacerme una confesión y tratando de extender la crema por la parte posterior de mis piernas.
.-“Uhm, uhm” musité yo medio adormilada sin abrir siquiera los ojos.
.-“Hace tiempo que sueño con este culito tan rico que tienes” dijo sobándome descaradamente mis nalgas con el pretexto de ponerme factor solar.
.-“Hay que ver lo salido que estas” me costó pronunciar debido a la soñera en la que estaba entrando.
.-“Sabes…” volvió a decir como en un susurro, “nunca lo hemos hecho por el culito y me apetece probar” dijo al tiempo que recogía la tela de mi bikini como si de un tanga se tratase. Yo en esos momentos no tenía ni ganas de moverme, por lo que lo dejé jugar con la tela de mi braguita. Mi marido se entretenía en recogerla y apartarla para que le mostrase mis cachetes.
.-“Uhm, uhm, por el culito ni lo sueñes” le dije totalmente adormilada.
.-“Tienes un culo precioso” me dijo esta vez sin dejar de sobarme las nalgas. Por suerte no había gente cerca y lo dejaba hacer.
.-“A ti te lo parece” le decía yo.
.-“En serio, tengo ganas de probar por el culito” insistía.
.-“Ya te he dicho que no”, la conversación comenzaba a ser un tanto estúpida, además a mi me sobrevenía el sueño por momentos. Por lo que poco a poco empecé a contestar con monosílabos. Hasta que mi marido me dijo:
.-“Voy a ver qué tal está el agua” y recuerdo mientras lo sentía marchar de mi lado, que yo caí dormida tumbada boca abajo en la toalla.
Había perdido la noción del tiempo cuando desperté. Me costó un tiempo recuperarme. Todavía estaba boca abajo despertando, cuando me percaté de que la tela de mi braguita que debía cubrir mi culo estaba toda enrollada en la parte central enseñando mis nalgas. Mis cachetes empezaban casi casi a enrojecerse por el sol. Además hacía un rato que ni escuchaba, ni notaba la presencia de mi marido al lado. Así que decidí voltearme para comprobar dónde podía estar.
Para mi sorpresa estaba hablando con los pies en el agua a unos metros de distancia de dónde yo me encontraba. Estaba con otro hombre y ambos parecían que llevaban observándome desde hacía un tiempo. Traté de fijarme bien en el hombre con el que hablaba.
.-“¡Qué vergüenza de ser algún conocido, y yo aquí con las domingas al aire!” pensé mientras me apoyaba sobre los codos boca arriba y me cubría los ojos con una mano a modo de visera para tratar de ver de quien podría tratarse aquel tipo.
Respiré algo aliviada cuando pude comprobar que no lo conocía. Pero me pregunté de quien podría tratarse para llevar tanto tiempo hablando con mi marido.
Se trataba de un señor bastante mayor, entorno a los cincuenta y tantos diría yo. Calvo en su cabeza, contrastaba con la enorme mata de pelo en su pecho, mejor dicho en su barriga. Me llamó la atención la cadena gruesa de oro que llevaba al cuello y un par de anillos, de esos tipo sello en sus dedos de la mano. Desde luego el tipo no se cortaba ni un pelo, y no dejaba de mirarme mientras mi marido no paraba de hablarle.
Me preguntaba una y otra vez de quien podría tratarse. Aquel hombre empezaba a ser algo descarado en la forma de mirarme. Babeaba con sus ojos clavados en mis pechos. Estaba claro que me devoraba con la vista.
Yo me preguntaba si el imbécil de mi marido no se daba cuenta de la forma en que su interlocutor miraba lascivamente a su esposa. Pero entusiasmado con su particular monólogo no paraba de hablarle al otro tipo que se dedicaba a mirarme y darle coba a mi marido para seguir disfrutando de la visión de mi cuerpo.
Quise llamar la atención de mi marido. Decidí aprovechar la situación y jugar a ponerlo celoso. Era imposible que no se diese cuenta de cómo me miraba su acompañante. Yo quería sobretodo que dejase de hablar con ese desconocido que comenzaba a ser molesto para mí, y le prestase a su mujercita la atención que necesitaba.
Así que apoyada en la toalla boca arriba sobre mis codos, y con los pechos desnudos, flexioné una de piernas y comencé a abrirla y cerrarla exhibiendo además el triángulo de tela que cubría mi pubis en una sugerente pose.
Mi marido parecía no enterarse de nada mientras que el viejo que lo acompañaba no perdía detalle de mis maniobras. Al fin pude ver como aquel tipo le decía algo a mi esposo y acto seguido este me hizo señas como para que me acercase. Yo no me lo podía creer, y tratando de no montarle un numerito a mi marido, obedecí a sus indicaciones y me incorporé para acercarme a lo que seguro era una presentación.
.-“Ven Sara, quiero presentarte a Ernesto” dijo mi marido, “Ernesto esta es mi mujer, Sara” ya estaban hechos los honores.
Yo quise darle la mano al tal Ernesto, el cual se adelantó a mis intenciones y pasando su mano por mi espalda me arrimó a él para intercambiar dos besos, con tal mala fortuna por mi parte que al aproximarnos mis pechos entraron en contacto con su barriga. Algunos de sus pelos se pegaron por mi escote por culpa del sudor y las cremas. Antes de que pudiera hacer nada por deshacerme de sus pelillos mi marido dijo:
.-“Ernesto es sin duda mi mejor cliente” dijo mi marido con una sonrisa de oreja a oreja.
.-“Encantada” dije yo también forzando una sonrisa a la vez que pensaba: “¡Imbécil!, mi marido es un auténtico imbécil, sólo él podía estar pensando en trabajo en nuestro fin de semana” pensé mientras me abstraía de la conversación entre los dos hombres. Luego recordé que mi marido me había hablado alguna vez de un tal Ernesto como cliente suyo, que encajaba perfectamente con la descripción de ese tipo.
Según mi marido el tal Ernesto ese estaba forrao de pasta, debía ser empresario o algo así. Gracias a él mi marido obtenía importantes comisiones de venta en su empresa, por lo que mi marido le estaba enormemente agradecido. Recuerdo que me confesó en alguna ocasión la fama de putero que tenía el tal Ernesto. Incluso que aceptaba algún que otro regalito bajo mano para cerrar las ventas.
El tipo desde luego no dejaba de mirarme a las tetas. Durante ese tiempo traté de taparme de la devoradora mirada del tal Ernesto. Abrazaba a mi marido aplastando mis pechos contra su brazo o su espalda. La situación comenzaba a ser incómoda para mí, aunque supongo que me lo tenía bien merecido por darle alguna esperanza con mis posturitas desde la arena.
Me alegré cuando por fín escuché las palabras de despedida de mi marido.
.-“Espero que nos veamos más veces”, dijo mi esposo con cierta alegría.
.-“Ha sido un verdadero placer conocerla” dijo Ernesto mientras me acercó a él para darme dos nuevos besos, sólo que esta vez al pasar su mano por detrás de mi espalda para despedirnos, aprovechó para tocarme el culo con cierto descaro.
.-“Lo mismo digo” dije con cierto recochineo a ver si mi marido se enteraba de que ese hombre me devoraba con la vista y me había tocado el culo.
El hombre se fué y mi marido ni se había enterado de que  le habían sobado el culo a su mujer delante de sus narices, y de algún modo por qué no, también las tetas. Yo por mi parte, no quise darle mayor importancia, total, tampoco sería la primera vez que un hombre de esas características me lanza los tejos tan descaradamente. Ya había lidiado en otras ocasiones con ese tipo de situaciones. Debido a mi trabajo son  muchos los hombres que me realizan insinuaciones para que me acueste con ellos, y con los que me gusta jugar. Me gusta dejarlos que traten de seducirme, para luego decirles orgullosa que no, que no tienen nada que hacer. Pero nunca lo había intentado nadie tan descaradamente delante de mi esposo
.-“¿A qué es un tipo majo?” me preguntó mi marido mientras nos tumbábamos de nuevo sobre las toallas.
“Y tú un imbécil que no te enteras de nada” pensé para mis adentros, y sin embargo le dije:
.-“Si, parece un tipo majo”, le mentí, pues en realidad me pareció un baboso asqueroso.
El resto del día transcurrió de lo más normal. Regresamos al apartahotel, preparé la comida mientras mi marido veía la tele, y después una buena siesta.
Cuando nos levantamos de la siesta era ya tarde, así que decidimos arreglarnos para salir a cenar por el pueblo.
Recuerdo que hacía mejor noche de lo que había previsto cuando pensé  la maleta. Había escogido tan sólo un par de vestidos de verano. Me pareció el más apropiado un vestido blanco tipo ibicenco. Era uno de esos con escote en uve, y cuyos tirantes terminan en un par de finas tiras que se anudan a la nuca. Lo malo es que entre los sujetadores que metió en el último momento mi marido en la maleta, no había ninguno que pudiera combinar con el vestido.
Decidí que tendría que ponérmelo como en otras ocasiones sin sujetador. Pero lo que peor llevé es que tampoco había ninguna braguita que se disimulase a través del vestido. Normalmente llevo alguna braguita color carne pare este tipo de situaciones, pero claro eran de algodón y mi marido decidió sin consultar no meterlas en la maleta. Así que no me quedó más remedio que elegir entre lo que había. Tras muchas dudas me decanté por un tanga de lycra en la parte trasera. Sin duda era el más disimulado, aunque también el más incómodo, pues hacía tiempo que no usaba este tipo de prendas. Me consolé pensando que a mi marido le gustaría bastante verme con él, e imaginé que después de cenar, regresaríamos al hotel, entre el vino, los licores y las ganas que ambos teníamos, seguro que me hacía el amor tal y como yo esperaba. Además, sería el momento adecuado para que descubriese la sorpresa que le tenía preparada desde que me arreglé el pubis a la mañana.
Salimos y estuvimos paseando por las calles más comerciales mirando alguna tienda antes de elegir el restaurante en el que cenar. Mi marido insistió en cenar en un italiano, pues le apetecía pasta. Yo en cambio había pensado en algún restaurante algo más sofisticado. Con buen vino, unas velas, y esas cosas. Al final terminamos cenando en una tratoría, como se le antojaba a mi esposo.
No estuvo mal, cenamos una pizza, algo de lambrusco, y unos chupitos para terminar. A mí el alcohol me animó lo suficiente como para ir a algún sitio a bailar, máxime cuando al salir a la calle se podía ver algo de ambiente. Mi marido en cambio decía que ya habíamos tenido bastante por hoy, y que mejor ir a la habitación a descansar.
.-“Tú has elegido el restaurante, ahora me toca elegir a mí” le dije tratando de evitar el regreso al hotel.
Así que estuvimos ojeando algunos garitos antes de entrar en uno de ellos. Me llamó la atención una especie de disco-pub que la verdad estaba muy bien decorado. Sonaban ritmos latinos en su interior, lo que terminó por decidirme frente al resto de locales donde predominaba música disco y “chumba, chumba”.
 La zona de entrada era alargada, y había una barra en paralelo para pedir las consumiciones. Al fondo había una pista de baile con bastante espacio, luces, dj, e incluso alguna gogo sobre los pedestales. La música era animada y había gente bailando. Me gustó el sitio, arrastré de la mano a mi marido directamente hasta la zona de baile, y una vez allí comencé a moverme al son de la música.
Al pasmao de mi esposo no le gusta bailar, y nada más ver mis intenciones dijo que se iba a la barra a pedir alguna consumición.
.-“¿Quieres tomar algo?” me preguntó casi a grito en mi oreja debido al volumen de la música.
.-“No gracias” le dije, “prefiero bailar”. Y acto seguido me abandonó en medio de la pista de baile.
Nada más irse mi esposo, cuando todavía trataba de abrirse camino entre la gente dirección a la barra, me rodearon un grupo de chavales extranjeros. Alemanes diría yo por el acento. Se les veía algo más jóvenes que yo. Poco les importó que llegase acompañada, enseguida me abordaron tratando de bailar a mi lado. Incluso alguno de ellos algo más descarado aprovechaba el gentío y la multitud para rozarse conmigo con la excusa del merengue, la bachata y otros ritmos calientes.
Yo la verdad hacía tiempo que no me veía abordada de esa manera. Sólo tenía vagos recuerdos de este tipo de situaciones de cuando era más joven. Desde que me casé apenas frecuentábamos discotecas. Era todo más en plan cenas, tertulias y veladores con otras parejas de amigos. Incluso en cierto modo he de confesar que me agradó ser el objeto de atención de ese grupo de muchachos, algo borrachos.
Así que mientras otras chicas de alrededor los rechazaban descaradamente, a mí no me importaba su presencia. Yo me dedicaba a bailar, era lo que más me apetecía en ese momento, hacía tiempo que no disfrutaba bailando y desde luego no iba a dejar de hacerlo por un puñado de guiris salidos.
Pronto me percaté en que las miradas de los chicos de alrededor se fijaban sobretodo en mis tetas. Era innegable que no llevaba sujetador, y que mis pechos botaban con el ritmo de la música. Con el paso del tiempo sus miradas se hacían cada vez más evidentes. Incluso se daban codazos entre ellos en plan machito cuando alguno perdía la atención. Al principio me sentí un poco molesta por ello, pero he de confesar que poco a poco fue haciéndome gracia ver sus caras de salidos. Pobrecillos, como suele decirse, seguro que en su país no veían hoja verde.
Pude ver a lo lejos entre la gente, como mi marido alcanzaba la barra para pedir su consumición. Sabía perfectamente que habiendo dos camareros y una camarera tras la barra, a quién le pediría la copa mi marido. Sobretodo cuando la camarera lucía un hermoso escote y unas largas y bonitas piernas que terminaban en un short. Pude contemplar cómo la chica le ponía su habitual gin tonic, y mi esposo aprovechaba para tratar de entablar conversación con ella.
.-“Será estúpido el tío” pensaba,  “él fijándose en otras mientras otros babean por su esposa”. Pensé que se volvería a mirarme, anhelaba que dejase de mirar a la camarera y que por una vez en su vida hiciese lo correcto, y se girase al menos para observar a su esposa. Ya no esperaba siquiera que me dedicase una mirada de deseo, sino que al menos me siguiera con la mirada movido por los celos. Si se mostraba celoso, eso quería decir que todavía sentía algo por mí.
Justo en ese momento mis pensamientos se vieron interrumpidos súbitamente. Alguien me tocó el culo descaradamente. En otras circunstancias me hubiese girado para tratar de arrear un bofetón al osado. Pero no sé porqué no hice nada al respecto. Supongo que era superior la rabia que sentía en esos momentos de ver a mi esposo flirteando con la camarera, que responder efusivamente a la descarada maniobra de quien quiera que se hubiese atrevido a tocarme el culo.
De nuevo pude notar una mano en mi culo. Esta vez no fue una leve palmada ni nada por el estilo, sino que ahora la mano me acariciaba suavemente, deleitándose sobre la tela de mi vestido, hasta que pude notar como presionaba con sus dedos en una de mis nalgas.
Hubiese bastado una simple mirada por parte de mi esposo para parar aquello, pero esta no llegó. Yo permanecí impasible, bailando con la mirada perdida en la barra del bar, contemplando como mi marido trataba de hacerse el interesante con la primera que tenía oportunidad, mientras un desconocido me manoseaba el culo en medio de la pista.
No sé por cuánto tiempo se prolongaría ese momento, era como si el tiempo se hubiese detenido para mí mientras bailaba, esperando un gesto por parte de mi esposo que nunca llegaba.
Desperté de mi ensoñación cuando mi acosador osó a deslizar su mano por debajo de la tela del vestido hasta alcanzar los cachetes de mi culo, y se atrevió a manosearme notando la suavidad de mi piel en esa zona. Yo me volteé muy enfadada con la intención de darle un bofetón al osado para que lo recordase durante toda su vida, pero me contuve cuando tras girarme, me dí de frente contra el torso descubierto de un monstruo rubio de cerca de dos metros, con una sonrisa de borracho de oreja a oreja, y que gritó ante sus amigos algo así como:
.-“ Diese Schlampe nicht tragen Höschen” que en mi escaso nivel de alemán, sé que quiere decir algo por el estilo como “esta guarra no lleva bragas”, lo cual aún me enfadó más.
Vale que no soy muy alta, y juro que le hubiese propinado el ostión de su vida, pero qué podía hacer si aquel hombre me sacaba más de tres palmos, y apenas le llegaba a los pectorales. Al darme la vuelta en mi airada estratagema, mi cara quedó a escasos dos centímetros del cuerpo del germano, y que al no llevar camiseta me llamó la atención el piercing que lucía orgulloso en una de sus tetillas entre multitud de tatuajes. Me quedé como paralizada contemplando su piercing. Además, los músculos de sus brazos estaban tan desarrollados como lo serían mis piernas.
Me asusté, por unos momentos quedé paralizada presa del pánico frente aquel energúmeno. Durante los instantes en los que permanecí confundida, alguno de sus amigos aprovechó para pellizcarme el culo por mi espalda. Me hizo bastante daño, y de nuevo me volteé a mi posición inicial airadamente tratando de averiguar con la mirada encendida quién se había atrevido esta vez a pellizcarme el culo. Sólo pude ver que estaba rodeada por un grupo de guiris borrachos riéndose por mi enfado, cuando de nuevo a mi espalda algún otro borracho del grupo aprovechó la confusión para darme otra palmada en el culo.
Me estaban toreando descaradamente.
Pensé que la situación empezaba a ponerse peligrosa, y decidí salir del medio de aquel círculo en el que me encontraba rodeada cómo fuera. Trate de zafarme a empujones del chaval que tenía justo enfrente, pero este me retuvo el tiempo suficiente como para que algún valiente me levantase el vestido por detrás y mostrase mi culo ante las carcajadas y risotadas de los presentes, y de entre los que pude apreciar el contacto de varias manos.
Juro que nunca entenderé esa forma de divertirse de los extranjeros, deberían estar todos metidos en la cárcel. Pero…¿qué podía hacer?.  Me sentí muy humillada ante la situación y corrí en busca de mi marido.
Nada más llegar a la barra lo sorprendí abrazándolo por la espalda.
.-“¡Qué sorpresa!” dijo “¿ya te has cansado de bailar?” preguntó extrañado por mi presencia. Aún tuve que contemplar como la camarera se despedía con una mueca de desaprobación, mientras intercambiaba una última miradita con mi marido.
.-“Bésame” le dije rodeando a mi esposo con los brazos en su nuca, mientras él me abrazaba, y nuestras bocas se fundían en un beso.
 Me gustó sentirme protegida y rodeada entre sus brazos. Tal vez no fuese el beso más apasionado del mundo, pero bastó para reconfortarme. En esos momentos me alegré mucho de que estuviese allí, me alegré mucho por estar casada con un hombre que al menos me respetaba, y que siempre había sido un caballero conmigo. Aunque fuese un idiota en según qué ocasiones, aunque no fuese el mejor amante del mundo en la cama, aunque a veces me sacase de quicio, reconocí en esos momentos que se trataba de un hombre de los píes a la cabeza, y que a su particular modo, velaba por su familia. Debía recuperar a mi marido cuanto antes.
Mi esposo dedujo que me pasaba algo.
.-“¿Qué ocurre?” me preguntó atónito por mi reacción.
.-“Vámonos a la cama” le susurré en la oreja. Sabía lo que me pretendía, y me abrazó aceptando mi proposición con una sonrisa de satisfacción en su cara. Pude adivinar por su rostro, que el muy idiota seguro que pensaba que era porque estaba celosa. Pero me dio igual, en esos momentos solo quería regresar a la habitación envuelta en su abrazo.
Antes de abandonar la barra abrazada a mi esposo, me llamó la atención el griterío proveniente de la zona de baile. El grupo de alemanes rodeaban a otra chica mientras gritaban. Mi mirada se cruzó en la distancia con la del energúmeno que me sobó el culo, quien al verme me dedicó unos cuernos con una mano y con la otra movía lascivamente su lengua entre los dedos imitando  un asqueroso cunnilingus. Pude dedicarle una peineta mientras abandonaba el local agarrada a la cintura de mi esposo.
Recuerdo que una vez más calmada, durante el camino a casa, quise besar varias veces a mi esposo, tal y como hacíamos cuando éramos novios. Por suerte era ya tarde, apenas había gente por la calle, y los que todavía paseaban a esas horas estaban bastante borrachos.
Nosotros seguíamos a lo nuestro, nos detuvimos debajo de una farola para besarnos, en el portal de una casa, contra un coche,…etc.. Transcurrió todo el camino sin mediar palabra prácticamente entre los dos, todo eran caricias  y besos. Ambos sabíamos que al llegar a la habitación tendríamos nuestro esperado momento. Cada beso era más apasionado que el anterior y las caricias de mi marido cada vez más atrevidas. En los últimos besos llegó incluso a tocarme los pezones y meterme mano bajo el vestido. Pude comprobar su evidente erección en su entrepierna. Yo al menos estaba como una moto, siempre me ha gustado meterle mano a un tío, ver como se dejan, sentir como tan machos y tan hombres se derriten al acariciarlos.
Por fin llegamos a la casa. Yo esperaba ansiosa el momento. Le sugerí a mi marido que abriese una botella de vino mientras yo me acicalaba en el baño. Me encerré en el lavabo y me cepillé el pelo para evitar los enredones. Me retoqué un poco el maquillaje, me perfumé, e incluso me puse uno de los conjuntos de lencería que había seleccionado mi marido. Me miré por última vez frente al espejo antes de darme el visto bueno. Uffh!!, que calentita estaba, qué ganas tenía de que mi marido me acariciase y me hiciese el amor, lenta, pausadamente, diciéndome cosas bonitas al oído. Había esperado tanto ese momento.
Abrí la puerta del baño y me dirigí directamente al dormitorio. Me alegré a la espera de ver la sorpresa con la que me aguardaba mi esposo.
Y desde luego que me llevé una gran sorpresa…
El muy imbécil se había quedado dormido vestido encima de la colcha. Para mi estupefacción no solo estaba dormido sino que además roncaba como un toro en celo. No pude evitar que mi mirada se detuviese en sus calcetines negros sobre la colcha. Todo el sex appeal se había ido al traste en unos segundos.
Retiré a un lado las sábanas de mi lado y me introduje en la cama decepcionada por cómo había terminado la noche.
Un sol radiante se coló por la ventana al día siguiente, sábado a la mañana. Mi marido todavía dormía cuando me levanté. Recuerdo que preparé un par de desayunos esperando que se levantase y desayunase conmigo. Pero al parecer continuaba durmiendo cuando terminé de desayunar. Decidí ducharme y arreglarme con calma para ir a la playa. Ya sabéis, cremitas por todo el cuerpo, revisión de piernas, axilas e ingles, y bien de crema solar, sobretodo por los pechos.
Había pasado ya media mañana,  y harta de hacer tiempo y de esperar, desperté sacudiendo a mi marido entre las sábanas.
.-“Cariño, salgo a la playa a tomar el sol un rato. Hace una mañana estupenda” le informé de mis intenciones.
.-“Me duele mucho la cabeza” dijo desperezándose con una evidente resaca en su cuerpo. “Creo que anoche me pasé con los gin tonics. No volveré a beber más” musitó mientras volvía a caer rendido sobre la cama.
Temí que no se levantase en toda la mañana, así que traté de incitarlo un poco.
.-“Será mejor que te levantes, pienso ponerme tu regalo” le dije con la intención de que saliese de las sábanas loco por verme tan solo con la prenda puesta, pero para mi mayor desilusión no me hizo ni caso.
Me encerré en el baño dispuesta a  ponerme su tanguita. Dado el caso que me hizo, dudé entre ponerme su regalito u otros tangas más discretos. Desde luego su tanguita me pareció muy osado, me lo probé un par de veces en comparación con otros antes de decidirme. La verdad es que de frente no encontraba mucha diferencia bien mirada frente al espejo del baño, pero era evidente que por detrás se me veía todo el culo. Aún lo llevaba puesto cuando armada de valor y en parte algo enfada, le grité a mi marido que aún yacía en la cama:
.-“Cari, llevo puesto tu regalo, no tardes en venir a la playa o te lo pierdes” le grité por última vez antes de salir de la habitación.
.-“Vale, vale” es todo cuanto escuché, aunque sin ningún entusiasmo por su parte. Algo me hizo presagiar que tomaría el sol sola en la playa.
Me dirigí hacia el mismo sitio que el día anterior a, todavía con la esperanza de que mi marido se levantase y pudiera encontrarme. Por suerte no había nadie alrededor, por lo que no me importó quitarme el vestido y tener que tomar forzosamente el sol gracias a mi esposo, tan solo con ese minúsculo tanga.
Al principio me tumbé boca abajo sobre la toalla con la idea de acostumbrarme poco a poco a las sensaciones.  Al rato un matrimonio más o menos de nuestra edad y con dos niños, se acomodó a pocos metros cerca de donde yo estaba tumbada. Al principio quise pensar que eran imaginaciones mías, pero con el paso del tiempo las miradas del hombre se hacían más evidentes. Hasta tal punto que su esposa tuvo que llamarle la atención y decirle que dejase de mirarme.
“Qué situación tan ridícula” pensé cuando ví que la mujer le daba un par de codazos a su marido para que se cortase un poco “otros hombres mirando por mi cuerpo, y mi marido pasando de mi. Que mal repartido esta el mundo”.
El sol alcanzó el punto más alto cuando me llamó la atención un grupo de cinco jóvenes que se aproximaban desde la zona del parking. Tenían los rostros cubiertos con gafas de sol, y con sus toallas únicamente como atuendo playero. Parecía un grupo de universitarios con resaca, que buscaban un lugar dónde descansar de la juerga de la noche anterior, y no escogieron mejor sitio que al lado de una chica hermosa que toma el sol con una prenda tan provocativa.
Por suerte guardaron una distancia prudencial entre sus toallas y la mía, pero era evidente que tampoco me quitaban ojo de encima. A decir verdad yo era la única chica en top less de toda la playa, y allí estaba, rodeada por un grupo de jóvenes y un marido voyeur.
He de reconocer que por un momento me gustó sentirme el centro de atracción de todas las miradas masculinas presentes en ese momento en la playa. ¡Pero mira que es estúpido mi marido!, pensé mientras apreciaba los ojos de los presentes clavados en mi cuerpo. Incluso los de algún que otro abuelete que paseaba por la orilla de la playa y que aprovechaban para mirarme.
No sé si el sol o qué, pero empezaba a ponerme calentita. Así que decidí darme un baño en el mar. El agua estaba fría, helada, y claro que logró calmar mi calentura, pero a cambio mis pezones se pusieron de punta a la salida. Siempre recordaré las miradas lascivas de los muchachos al contemplar mis pezones duros  al salir del agua.  Además, al caminar podía notar el bamboleo de mis nalgas en cada paso, y que seguramente provocaba la delicia de todos los presentes. No sé porqué me sentí admirada y deseada. Hacía tiempo que no me sentía así. Claro que siempre estaba rodeada del niño o la familia, que disuadían cualquier intento porque otro hombre se fijase en mí como mujer, y no como esposa o mamá.
Recordé los tiempos en la adolescencia en que me gustaba que los chicos se fijasen en mi. Siempre competía con las amigas en parecer la más atractiva. Entonces me gustaba llevar prendas provocativas, y atraer las miradas de los chicos.
 Así que recordando los viejos tiempos, quise darles un espectáculo a los muchachos de la playa que nunca olvidarían. Me sequé con la toalla de espaldas a ellos, cada vez que me agachaba para secarme las piernas les proporcionaba una visión espectacular de mi trasero. Me gustó exhibirme, en cierto modo porque también pensaba que en cualquier momento aparecería mi marido y se pondría celoso. Se lo tenía más que merecido. Me había tenido toda la mañana desatendida.
Para colmo decidí acercarme a pedirles un cigarrillo. No fumo, pero quería ver la reacción de los muchachos al acercarme. Nada más pedir el cigarrillo uno de ellos se apresuró a rebuscar entre sus enseres para proporcionarme uno. Pude apreciar las miradas de todos ellos clavadas en cada una de las partes de mi cuerpo. Me arrancaban con la vista la diminuta prenda que me cubría.
.-“Gracias” dije tras encender el cigarrillo, y regresé a mi toalla dispuesta a seguir tomando el sol. A partir de ese momento, los muchachos no dejaron de mirarme y mirarme. Me devoraban con la vista.
La mañana pasó y mi marido no llegó, y se hizo la hora de regresar a la habitación. Recogí mi toalla y pasé tratando de provocarles justo al lado del grupo de muchachos.
.-“¿Quieres otro cigarro?” me preguntó uno de ellos haciéndose el graciosillo del grupo.
.-“No gracias, no fumo” le respondí dejándolos a todos con la boca abierta, mientras me alejaba moviendo mi culito ante sus miradas atónitas.
Al regresar a la habitación mi marido estaba ya despierto. Se encontraba medio vestido tumbado sobre el sillón de la entrada viendo la clasificación de la fórmula uno.
.-“¿Ya estás aquí?” me preguntó al verme entrar. “Alonso ha hecho un buen tiempo” me informó de algo que a mí me era totalmente indiferente. Lo único que me importaba en esos momentos es que no hubiera venido a buscarme. Había preferido ver la tele a venir conmigo a la playa. No me hizo gracia la verdad. Así que sin dirigirle mucho la palabra me encerré en el baño dispuesta a arreglarme para salir a comer.
Me puse un petit black dress de esos con tirantes que se anudan a la espalda como top, y que marcan un pronunciado escote en “v”, que había escogido mi marido, total tampoco tenía mucho más dónde poder elegir en la maleta. Al igual que la noche anterior, no pude ponerme sujetador, comprobé de nuevo que todos se marcaban demasiado. Menos más que por debajo me pude poner una braguita más o menos cómoda. Opté por una de lycra y transparencias con blondas muy sexy, de color negro a juego con el vestido.
Esta vez elegí yo el restaurante. Pedimos a la carta. Mi marido eligió un reserva Ribera de Duero que acompañaba bastante bien con lo que habíamos pedido. El caso es que como teníamos sed la primera botella la bebimos relativamente deprisa, y claro está, la segunda hubo que apurarla para no dejar ni gota dado su precio. Era demasiado vino para dos.
He de decir que mi marido estuvo muy agradable durante toda la comida, como en sus mejores tiempos, me hacía reír y estaba bastante elocuente. Siempre me gustaba cuando se ponía así, y me hizo recordar las dotes por las cuales me conquistó.
Entre las dos botellas de vino, los licores y el chupito yo estaba ya medio borracha, y eso que apenas serían las seis de la tarde cuando abandonábamos el restaurante. Dada la hora decidimos no regresar al hotel y continuar paseando, tomar alguna copa más para mantener la alegría de nuestros cuerpos, y cenar de tapas o algo por el estilo.
El caso es que entre tapa y tapa, y picoteo y picoteo, el vino se nos subió a la cabeza. No sería muy tarde, apenas las diez de la noche cuando le propuse a mi marido ir a bailar a alguna discoteca.
.-“Tú has elegido el restaurante, me toca elegir a mí la discoteca” dijo mientras dábamos algún traspiés caminando por las calles abrazados de la mano, y algo más que ebrios.
.-“A sí…, ¿y dónde quieres llevarme?” le pregunté algo entusiasmada con la idea de que medio borracho como estábamos mi marido se animaría a bailar conmigo.
.-“¿Por qué no vamos al garito de ayer?. Había buen ambiente, ¿no te parece?” pronunció rompiendo el buen rollito entre ambos hasta el momento.
.-“¿Por qué quieres ir allí?” le pregunté algo malhumorada y celosa porque sabía que estaba deseando volver a encontrarse con la camarera.
.-“Marta, una de las camareras me dió un par de vales por consumiciones si regresábamos” me dijo como si nada.
“Marta, ¡si sabe hasta su nombre!” pensé cabreándome aún más por la situación.
.-“Esta bien” le dije a mi marido cogiéndolo de la mano mientras tramaba como fastidiarle el plan.
Seguro que el muy cerdo estaba esperando que me fuese a bailar, para tratar de flirtear con la tal Marta. Pues estaba equivocado, pensé que me quedaría a su lado en la barra achuchándolo sin parar y besuqueándolo para que esa guarra supiese que no tenía nada que hacer con mi esposo.
Dicho y hecho, llegamos al bar. Mi marido buscó en la barra a la tal Marta, está vez la camarera tenía asignada la zona de la barra más cercana a la pista de baile, mientras que los camareros se ocupaban de la entrada.
.-“Bien” me alegré al advertir esta circunstancia, porque de esta forma podría bailar mientras estaba en la barra junto a mi marido sin desentonar. Las cosas me empezaban a salir bien.
Durante un tiempo todo transcurrió según lo planeado. Mi marido se acercó a la barra y le pidió un par de gin tonics a la chica. Esta no puso buena cara al tener que invitarme a mí también, y peor cuando comprobaba con el paso del tiempo que yo no me despegaba de mi marido. De vez en cuando intercambiaban entre ellos alguna frase,  sobretodo en los espacios de tiempo en los que ella no estaba sirviendo copas. Yo en cambio podía bailar sin despegarme de mi marido al estar cerca de la pista de baile. Pude comprobar cómo el rostro de mi marido se tornaba serio al observar que me conformaba con bailar tímidamente a su lado, y de cómo su “amiga” Marta, cada vez le dirigía menos la palabra. Fue mi marido quien me sorprendió y me dijo apurando su gin tonic:
.-“¿Te apetece bailar?” me preguntó cogiéndome por la cintura y empujándome hacia la pista de baile.
“Victoria” pensé mientras me dejaba arrastrar por mi marido entre la gente. Al fin las cosas sucedían como tenían que ser.
Me agradó mucho bailar con mi esposo. Es algo torpe con los ritmos latinos, pero al menos lo intentaba. Yo aprovechaba el baile para desplegar mis armas de mujer, lo provocaba, lo rozaba, lo besaba,… por fin lo tenía rendido de nuevo a mis encantos.
.-“¿Te apetece otra copa?” me preguntó al cabo de un rato.
.-“¿Por qué no?” pensé, pues habíamos sudado bailando y tenía sed de nuevo.
A mi marido le faltó tiempo para ir a la barra y entablar conversación con la tal Marta mientras de nuevo le pedía los gin tonics. Podía comprobar en la distancia como pasaba el tiempo y mi marido no regresaba con las copas. De hecho pensé que los hielos se estarían derritiendo, pues hacía un rato que los gin tonics estaban servidos sobre la barra.
Me acerqué a él toda indignada. Estaba bastante enfadada por su falta de delicadeza y torpeza. ¡Acaso no se daba cuenta de que esa pendona se estaba saliendo con la suya!.
Me abrí camino entre la gente bastante airada, y justo antes de alcanzar a mi esposo alguien me tocó el culo descaradamente entre el gentío.
.-“Tiene gracia la cosa” pensé sin darle la más mínima importancia esta vez al hecho de que me tocasen el culo, supongo que incluso lo echaba en falta, o lo necesitaba en ese momento. Me vino como una inyección de autoestima.
.-“Buenas” dije algo cabreada al llegar a la barra. Pero ni mi marido ni su interlocutora me prestaron atención.
.-“¿Es esta mi copa?” le pregunté a mi marido tratando de interrumpir su conversación.
Esperaba una respuesta, o un gesto de atención, pero mi marido tan sólo retiró a un lado una copa dándome a entender que esa era la mía, sin decir ni una sola palabra, pues no quería interrumpir su conversación con la camarera.
Le dí un buen trago al gin tonic presa de la rabia y de la sed. A decir verdad a poco me lo bebo de un trago. Mientras bebía perdí mi mirada entre el gentío. Pude advertir que los ojos de un chico  algo más joven que yo se clavaban en mí. El chico se encontraba en la misma dirección por la que llegué a la barra. Por su situación bien podía tratarse de la persona que me tocó el culo entre la gente, aunque no me parecía que fuese de esa clase de chicos . Se alegró al comprobar que nuestras miradas se cruzaban en la distancia. Incluso alzó su copa en señal de brindis mientras me miraba fijamente. Yo me giré estúpidamente pensando que el brindis se lo ofrecía a alguna otra chica a mi espalda, pero como una tonta pude comprobar que tras de mí solo había un trozo vacío de la barra del bar. Así que volteándome de nuevo le dí otro trago a mi copa mientras miraba al muchacho. Había algo en él que me resultó familiar.
Me había acabado la copa en tan solo dos tragos prácticamente seguidos. ¡Madre mía! Se me había subido todo el alcohol ingerido de golpe. De repente estaba mareada. Apenas me tenía en píe. Decidí ir a los baños a refrescarme un poco la cara y acicalarme.
Pude comprobar cómo el muchacho abandonaba el grupo de amigos con el que estaba y me seguía tras de mí entre la gente en dirección a los baños.
Le dí con la puerta del aseo de señoras en la nariz.
“¿Qué pretendía ese chico siguiéndome?” pensé mientras aguardaba mi turno a que algún reservado quedase libre para tratar de aliviar mi vejiga.
Por suerte los lavabos se veían limpios y pude refrescarme un poco la cara con agua.
Al fin pude acceder a un reservado. Tuve que apoyarme bien para no caer, entonces me di cuenta de lo borracha que estaba. “¡Qué pena!, mal empleado” pensé mientras limpiaba contemplando mi rasurado pubis tras hacer mis necesidades.
Me defraudo no toparme con mi seguidor a la salida de los baños, incluso me detuve a mirar a mi alrededor. Esperaba que me abordase y me dijese algo, pero al menos en ese momento no lo ví.
Fue al dirigirme de nuevo hacia la barra cuando pude advertir la presencia del muchacho a  mi espalda. No sé que se proponía ese chico jugando conmigo de esa manera, pero desde luego había logrado captar mi atención.
Oh!, no. Al llegar a la barra pude ver como mi esposo estaba hablando con el tal Ernesto y un par de tipos más. Mi marido le pasaba la mano por encima del hombro al tal Ernesto en plan colegueo, mientras presumían entre todos de no sé qué historias ante la camarera, que dicho sea de paso estaba en su salsa abrumada por tanto gallito.
La situación me pareció patética. Unos viejos evidentemente bebidos, presumiendo ante una camarera veinte años más joven que ellos.
.-“Hola” dije nada más incorporarme al grupo. Solo Ernesto me prestó atención.
.-“Holaaaaaaah” dijo alegrándose de verme. La mirada de Ernesto se perdió en mi escote. ¡Dios! Que tío más baboso. Su mirada lasciva tratando de verme las tetas no me gustó en absoluto. Para colmo tuve que aguantar las presentaciones.
.-“Carlos, Juan, os presento a Sara, su mujer” dijo mirando a mi marido. Ernesto aprovechó la situación para pasar su mano por mi espalda, y empujarme hacia su amigo Carlos para intercambiar los dos besos de rigor, tocándome descaradamente el culo ante la atenta mirada de su otro amigo Juan, el cual no se perdió detalle de la caricia, e intercambió una maliciosa sonrisa con Ernesto.
.-“Encantada” dije mientras daba dos besos de presentación a Carlos y comprobaba que mi marido estaba totalmente borracho sin enterarse de nada de lo que acababa de pasar.
.-“Y este es Juan” dijo de nuevo Ernesto para aprovechar de nuevo a pasar la mano por mi espalda y tocarme de nuevo el culo mientras me empujaba hasta su amigo Juan. Esta vez me tocó aún más descaradamente el culo. No me hizo ni pizca de gracia, pero… ¿qué podía hacer si el imbécil de mi esposo no se enteraba de nada?.
Para colmo tuve que contemplar como mi esposo pedía a gritos cuatro gin tonics más con la intención de invitar a sus amigotes. Le temblaba la voz de lo borracho que estaba.
.-“¿Tu qué quieres tomar?” me preguntó mi marido trabándose la lengua.
.-“Nada, ¿por qué no nos vamos ya?” le pregunté tratando de huir de las nuevas compañías que nada bueno me hacían presagiar.
.-“No seas aguafiestas” me respondió mi marido tambaleándose.
.-“Cariño, por favor, vámonos” le imploré a mi esposo tratando de evitar que hiciese más el ridículo ante quien consideraba sus amigotes.
.-“Pero si nos lo estamos pasando de puta madre” dijo totalmente borracho y fuera de si.
.-“Esta es tu copa” dijo Carlos tendiendo la copa a mi esposo e interrumpiendo intencionadamente la conversación entre nosotros, a la vez que cogía del hombro a mi esposo y lo apartaba de mi con no sé qué pretexto.
El caso es que la maniobra de Carlos estaba totalmente sincronizada para dejar vía libre al tal Ernesto quien se acercó para preguntarme:
.-“Hizo buen día hoy, ¿bajasteis a la playa?” me preguntó sin dejar de mirarme el escote.
.-“Si” dije secamente.
.-“Qué pena que no nos vimos” dijo relamiéndose descaradamente mientras me miraba las tetas. No me gustó el tono en el que lo dijo. Opté por permanecer en silencio.
.-“Me hubiera gustado verte de nuevo en la playa. Estabas muy linda ayer mientras tomabas el sol” pronunció en un tono de voz mucho más profundo, mientras se arrimaba aún más a mi, traspasando claramente el espacio interpersonal entre ambos.
.-“Me lo imagino” le respondí tratando de retirarme un poco de su extrema cercanía.
En ese momento pude ver que el muchacho que antes me siguió hasta los baños estaba ahora detrás de Ernesto observándolo todo. Posiblemente llevaba un rato allí sin que yo me hubiese dado cuenta. Tenía que deshacerme de Ernesto, pero…¿cómo?.
.-“Me apetece bailar un rato, ¿vienes?” pregunté a Ernesto mientras miraba al muchacho que entendió perfectamente mi pregunta.
.-“No gracias, bailar no es lo mío” dijo batiéndose en retirada ante el ridículo que podía protagonizar.
“Me lo suponía” me dije a mi misma triunfadora por saber deshacerme de semejante pelmazo. Me acerqué a hasta mi esposo que reía a carcajadas con Juan y Carlos, frente a la camarera. Sé perfectamente que solo se ríe así cuando está borracho.
.-“Cari, voy a bailar un rato” le informé sin estar segura de que se hubiese enterado.
En cierto modo me daba igual ya que se enterase o no. Nuestro idílico fin de semana se había pasado. Mi marido iba a terminar borracho sobre la cama, seguramente volvería a quedarse dormido con sus calcetines negros puestos y que tanto odio. Mañana me tocaría recoger, pagar la cuenta y si te descuidas incluso conducir de regreso a casa. Estaba enojada por su infantil comportamiento.
Cuando llegué a la pista de baile pude apreciar que el muchacho con el que antes intercambié alguna mirada, estaba ya moviéndose al ritmo de la música con algún amigo más. Me alegré por encontrármelo en la pista de baile cuando me incorporé. Escogí bailar a una distancia prudencial suya, aunque reconozco que no le perdía la vista.
De vez en cuando dejaba de mover la cabeza al son de la música para mirarlo, preguntándome un ciento de cosas acerca de él, y siempre lo pillaba observándome. Por su parte me sonreía cada vez que lo sorprendía mirándome.
Comencé a fijarme en él. Calculo que tendría entorno a veinticinco o veintiséis años. Relativamente más joven que yo. No había anillo de compromiso en sus manos, lo que corroboraba el hecho de que aún era relativamente joven. Vestía bien, unos tejanos de Levi´s y una camiseta de Tommy Hilfiger. La ropa le sentaba bastante bien. Mediría cerca de uno noventa, y sin ser un cachitas de gimnasio se le veía fuerte. A decir verdad estaba bastante bueno. Me preguntaba porque se habría fijado en mí un chico tan joven. Era guapete, resultón más bien, seguro que podría conquistar a chicas de su edad, con mejor tipo que yo. Y sin embargo, estaba claro que estaba tonteando conmigo. Me fijé en su paquete. Uuuhhm, no estaba nada mal para ser un yogurin.
Recuerdo que estaba ensimismada en mis pensamientos contemplándolo mientras bailaba, cuando su mirada me sorprendió observándolo absorta en la distancia. Esta vez esbozo una sonrisa especial. Hasta se le cambió el brillo en los ojos. Sabía que había logrado que me fijase en él, y eso le hizo pensar que tenía alguna posibilidad para conmigo.
Nuestras miradas se vieron interrumpidas por la presencia de Ernesto, quien se acercó para cogerme del brazo, y decirme de lado en mi oreja:
.-“Nos vamos. Cambiamos de garito. Tu marido se viene con nosotros. Estaremos en el Fly, aquí al lado. ¿Venís o te quedas?” preguntó casi a voz en grito debido al volumen de la música. Yo miré al muchacho que me observaba ahora expectante ante los acontecimientos.
.-“Me quedo un rato bailando, dile a mi marido que enseguida salgo” le dije a Ernesto quien se debía esperar que le dijese que me iba con ellos, y se quedó algo sorprendido por mi respuesta.
Nada más marcharse Ernesto mi mirada se volvió a cruzar con la del muchacho que resoplaba aliviado al contemplar que me quedaba en la pista.
Supongo que el alcohol ingerido me llevó a pensar en aprovechar al máximo el poco tiempo que me quedaba de fin de semana sin niños. Así que, me puse a bailar de la forma más sexy y sensual que sabía. En parte porque quería exhibirme un poco ante el muchacho que no dejaba de mirarme, con la clara intención de que se decidiese de una vez a acercarse y decirme algo.
Llevaba ya el tiempo suficiente bailando como para dejar claro que estaba sola en la pista, cuando fueron dos hombres algo mayores que yo, entorno a los cuarenta y tantos, los que se acercaron hasta mi simulando bailar y me preguntaron:
.-“¿Te podemos invitar a una copa?” me preguntó uno de ellos muy amablemente.
.-“No gracias” les respondí dándome la media vuelta y continuando bailando.
Ellos continuaron mirándome como bailaba disfrutando del movimiento de mis curvas, mientras yo movía mi cuerpo de lo más sexy.
.-“¿Cómo te llamas?” me preguntó el otro de los dos señores .
.-“¿Para qué lo quieres saber?” le respondí casi a voz en grito.
.-“Para invitarte a una copa” me respondió tratando de salirse con la suya.
.-“No gracias” le respondí dándome de nuevo la media vuelta y continuando con mi baile.
En mi maniobra de giro, me sorprendió verme de frente contra el muchacho que antes me observaba en la distancia. Ambos nos sonreímos y continuamos bailando uno frente al otro, mirándonos a los ojos, y sin mediar palabra.
“¿A que espera para decirme algo?” me preguntaba para mi desesperación mientras bailábamos, pero el muchacho tan sólo me sonreía.
“¿Y qué haría si me dijese algo?” pensaba para mi, ”muy a mi pesar debería rechazarlo también, soy una mujer casada” me dictaba mi conciencia.
Sin embargo, no sé muy bien porqué, mi corazón anhelaba que aquel muchacho tratase de seducirme. No había explicación lógica por la que aceptaría coquetear con ese chico en particular y sin embargo hubiese rechazado a otros hombres que trataban de ligar conmigo. “Bueno, por dejarme invitar y charlar con él no hay nada malo” me decía a mis misma pensando en lo que haría si me dijese algo.
Alguien me cogió del brazo y prácticamente me volteó para girarme mientras bailaba. Era uno de los dos tipos, el que parecía más machito y me dijo:
 .-“¿Por qué no quieres que te invitemos a una copa, nena?”  me dijo en un tono un poco arrogante.
.-“¡Por qué no me apetece tomar nada con vosotros!” le grité haciendo evidente mi enfado por molestarme. En esos momentos la música cambió de canción, y comenzó a sonar una conga.
.-“¡¡Oye eres una calientapollas de mierda!!, que  te crees, que puedes ponerte a bailar provocando a todo el personal en medio de la pista, para luego no hacer ni puto caso a un par de tipos con un par de huevos que te quieren invitar.¡¡Anda y que te follen!!” gritó el individuo en medio de la pista faltándome al respeto.
Juro que le hubiese partido la cara en ese mismo momento a semejante gilipollas. Si hay algo que no soporto es que me falten al respeto y menos un chulo playa de tres al cuarto. Aquel tipo había despertado en cuestión de segundos mi lado más barriobajero, le hubiese propinado un rodillazo en sus partes que se hubiera acordado de mí en varios días. Estaba a punto de propinarle el puntapié, cuando alguien me sorprendió cogiéndome de las caderas, y me guió de la cintura hasta la última persona que formaba parte de la cadena de gente, que con la excusa de bailar la conga recorría todo el local. Me alegré al saber que quien me cogía por detrás de la cintura para bailar la conga, era el muchacho con quien intercalaba las miraditas.
Seguramente había visto toda la escena y me había rescatado de la situación con la excusa del baile en cadena. Era todo un gesto por su parte. Cuando terminó la música fue él quien se apresuró a decirme:
.-“Espero que no te molestasen esos dos tipos” me dijo moviendo el puño de su mano y señalándolos con el pulgar.
.-“No, no, son sólo un par de borrachos” le dije algo más calmada y tratando de restarle importancia al asunto. Comenzó a sonar una especie de bachata bastante animada por los altavoces.
.-“Puedo bailar  contigo, así nadie te molestará” se ofreció caballerosamente.
A mí me hizo gracia el pretexto que puso para tratar de entablar relación conmigo, pero en cierto modo tenía razón, si bailaba al lado de un chico alto y fuerte como él ningún pesado me molestaría, además, si había alguien en todo el bar con el que me apetecía estar, indudablemente ese era él.
.-“Por qué no” le dije.
.-“Gracias, es un verdadero placer bailar con una chica tan guapa como tú” dijo al tiempo que ambos nos movíamos tratando de coordinarnos. A mí me gustó escuchar su piropo, aunque seguramente estaba calculando mal mi edad.
Al principio se mostró un poco patosillo, lo que me arrancó alguna que otra sonrisa. El muchacho trataba de seguirme el ritmo y no atinaba una, hasta que algo molesto por reírme de él tomó la iniciativa, me agarró de la cintura y me cogió de la mano, dirigiendo los pasos y marcando el ritmo. Me gustó dejarme llevar. Lo cierto es que no bailaba del todo mal, y me dejé guiar. Después de esa canción bailamos otra, y otra.
De vez en cuando me cogía de la mano para indicarme que girase y me voltease delante de él, y otras en cambio se agarraba a mi cintura para bailar pegaditos con las piernas entrecruzadas.  Lo estábamos pasando bien y eso que apenas mediamos palabras durante ese tiempo.
De repente sonó una lambada. El muchacho comenzó a bailar conmigo, pero algo tímido y comedido por su parte. Esta vez fui yo quien quiso demostrarle como se baila verdaderamente ese tipo de música. Me pegué al chaval cuanto pude. Nuestras caderas estaban muy pegaditas, y yo prácticamente baila sobre su pierna.
Recuerdo que por primera vez me percaté de su olor corporal. Estábamos tan pegaditos que era inevitable. Me agradó su aroma, fresco y alegre como él. Yo por mi parte me movía todo lo más sexy que podía. Me gustó provocarlo, incluso busqué intencionadamente el roce de nuestras partes más íntimas.  El muchacho me miró como dándome a entender que era consciente del contacto físico entre nuestros cuerpos. Sus ojos se le iluminaron. Yo le sonreía.
Pero la música terminó. Un breve silencio se hizo en la pista de baile. Hasta que volvió a sonar algún otro ritmo latino por los altavoces. Ambos nos mirábamos frente a frente a los ojos tratando de recuperarnos del bailecito que nos habíamos pegado juntos. Fue el muchacho quien me dijo:
.-“Bailas muy bien” dijo al tiempo que se acercó a mí para no tener que gritar.
.-“Gracias”, le dije “tú también” le respondí.
.-“Puedo saber cómo te llamas” se aproximó más aún a mí para preguntarme.
.-“Soy Sara, ¿y tú?” le dije, al tiempo que le propinaba dos besos, uno en cada mejilla.
.-“Me llamo Esteban” pronunció prácticamente en mi oreja mientras su mano se posaba sutilmente por mi cintura.
.-“¿Sara, puedo invitarte a una copa?” me preguntó mirándome a los ojos.
Yo dudé por unos momentos. Por un lado, lo que más me apetecía era bailar, pero por otro he de reconocer que me apetecía conocer mejor a ese muchacho.
.-“Soy de los que admite un no por respuesta” interrumpió el chico mis pensamientos. Me pareció original en sus palabras.
.-“En ese caso acepto” le respondí, y ambos nos reímos sin mucho sentido.
Nos acercamos a la barra cogidos de la mano. Tuve que soportar las miraditas de la camarera al verme con Esteban. Era como si esa buscona  tuviese algún derecho a meterse en mi vida y me preguntase con la mirada: “¿Qué haces que no estás con tú maridito?”. Eso me envalentonó aún más. ¿Qué derecho tenía a juzgarme?, y mucho menos ella. Así que quise mostrarme algo cariñosa con Esteban.
Me agarré de la mano de mi acompañante y quise tener un gesto mimoso con él mientras aguardaba a pedir las consumiciones. He de reconocer que disfruté viendo los prejuicios de la camarera en su cara. No sé por qué me agradó la idea de que pensase que tenía una aventura con ese muchacho.
El chico puso un nuevo gin tonic en mis manos. Dios mío estaba algo más que mareada. No sé si podría terminarlo. Sin embargo Esteban chocó su copa contra la mía brindando y dijo:
.-“Por la mujer más hermosa que he conocido nunca” pronunció de sus labios sin dejar de mirarme. A mí me hicieron gracia sus palabras, e inevitablemente me reí.
.-“A sí, ¿y quién es?” le dije riéndome aún más por su comentario.
.-“Está justo enfrente mío” dijo esbozando una sonrisa de oreja a oreja mientras clavaba sus ojos en los míos.
Dios mío, hacía mucho tiempo que no me decían algo tan bonito. En esos momentos su sonrisa me pareció la sonrisa más hermosa del mundo. Desde luego aquel muchacho sí que sabía cómo tratar a una dama.
.-“Baah, eso se lo dirás a todas” le respondí mientras daba un primer trago al gin tonic para evitar que me mirase de nuevo a los ojos. Su mirada comenzaba a provocar sensaciones olvidadas en mí. Hacía tiempo que un hombre no me hacía sentir de esa manera.
.-“No que va, te lo digo en serio, he conocido muchas chicas lindas, chicas cariñosas, hermosas, guapísimas pero sobre todo a ti” respondió dando otro trago a su copa.
Huy, huy, huy, unas mariposas comenzaban a revolotear en mi estómago al escucharlo. Sus palabras me estaban provocando sentimientos olvidados. Me estaba haciendo sentir deseada, atractiva, me hacía sentir hermosa, seductora, pero sobretodo mujer, me hacía sentir muy mujer, me gustaba que me dijese que era una mujer hermosa, y que me volviese a recodar que era capaz de amar de otra manera muy distinta a como venía haciéndolo últimamente.
.-“No entiendo como un muchacho como tú, puede haberse fijado en una mujer como yo. ¡Hay decenas de chicas más guapas que yo en el bar!” le dije tratando de desenmascararlo.
Al final todos los tíos buscan lo mismo. Así que supongo que de algún modo esperaba que se evidenciase. Que dejase claro de una vez por todas que lo que quería era acostarse conmigo. Así me sentiría mejor conmigo misma cuando lo rechazase, y me consolase pensando que era mi obligación regresar con mi marido.
.-“Sabes…”dijo como confesándose “cuando te ví por primera vez tenía miedo de mirarte. Sentía algo contradictorio, por un parte no podía dejar de mirarte, y por otra sabía que no tenía nada que hacer contigo”. El muchacho dio un nuevo trago a su copa algo nervioso. Yo también bebí como animándolo a que continuase hablando, me tenía intrigada. Una vez terminó de dar su trago continuó como envalentonado….
.-“Después tuve miedo de conocerte, y ahora que te conozco tengo miedo a perderte” dijo esta vez mirándome de nuevo a los ojos.
Oooh! dios mío. Eso que había dicho me parecía de lo más hermoso que me habían dicho en mi vida. Hacía tiempo que nadie me decía cosas tan bonitas, yo estaba tan,… tan…, no supe que decir, y dije lo primero que se me vino a la cabeza.
.-“¿Por qué dices eso?” le pregunté sin entender muy bien lo que me había dicho.
A mí me había sonado como una declaración, aunque no estaba segura del todo, supongo que el alcohol no me dejaba entender con lucidez.
.-“No sé, simplemente me gustaría conocerte más. Es como si desde la primera vez que te ví hubiera podido visionar en mi mente un futuro plagado de buenos momentos entre los dos” dijo agachando la cabeza como si lo que acababa de decir fuese una tontería.
Me pareció un chico tierno y sensible, muy sensible. Caray!, ese muchacho me parecía perfecto, ¿o no?, ¿por qué no iba a serlo?, tenía una sonrisa encantadora, era alto, incluso bien mirado tenía cierto atractivo, pero sobre todo en esos momentos me pareció como un príncipe azul que viene a rescatar a su princesa de lo alto de la torre del malvado ogro.
Hablando del malvado ogro… no me dí cuenta hasta ese momento que me había bebido del todo el gin tonic. Recordé que tenía un marido con el que debía regresar, y aunque la conversación con Esteban fuese de lo más agradable, debía cumplir con mi obligación. Muy a mi pesar debía ir en busca de mi esposo.
.-“Creo que será mejor que vaya a buscar a mi esposo” le dije dejando mi copa sobre el mostrador dándole a entender que debía abandonar el local. Por mi parte consideré que era el momento apropiado de dejar de soñar con príncipes encantadores, o de lo contrario no respondería de mis actos.
.-“¿Sabes dónde está el fly, o algo asi?” le pregunté con la intención de que me hiciese indicaciones de cómo llegar hasta allí, y de paso desanimarlo un poco.
.-“No está lejos” me respondió “¿si quieres puedo acompañarte’” me preguntó en un último intento por no dar por finalizado nuestro encuentro. Me dejó sorprendida, no esperaba que me acompañase. Dudé, aunque al final me sinceré y le dije:
.-“Esta bien” comenté impulsada por el deseo de prolongar un rato más su compañía.
Salimos cogidos de la mano en dirección a la salida. Esteban marchaba delante abriendo paso caballerosamente entre la gente. Yo me dejaba llevar. No sé por qué me recordó las escenas de la película el guardaespaldas, en la que Kevin Costner saca en brazos a la Whitney Houston, y que tanto me gustaba ver una vez tras otra mientras soñaba con un romance parecido.
Una vez en la calle hacía algo de frío. Era ya de madrugada y comenzaba a refrescar. Sobre todo debido al contraste entre el calor de dentro y la brisa del mar. Además yo estaba todavía empapada en sudor. Esteban se percató de ello nada más salir por la puerta y me dijo:
.-“Hace algo de fresco para llevar un vestido así de tirantes, si quieres puedes ponerte mi jersey por encima del hombro, algo te abrigará”. Yo acepté que me prestase su prenda. Pude apreciar su olor envolviéndome y me resultó agradable. Apenas dimos unos pasos cuando el chico me preguntó:
.-“No hay que ser un experto para adivinar que no te van bien las cosas con tu marido, ¿verdad?”. Sus palabras sonaron como una invitación a confesarme. El fresco de la noche despejó por unos momentos mi cabeza, y opté por permanecer en silencio.
.-“Ophs, lo siento, no sé porqué te lo pregunto, no tienes por qué darme ninguna explicación” dijo disculpándose por el atrevimiento de su pregunta.
.-“No, no, tienes razón, las cosas no marchan nada bien entre mi marido y yo” me sinceré con él.
.-“Se nota” dijo informándome de lo evidente.
Yo comencé a confesarme con ese muchacho al que apenas conocía. Le dije que ya no me sentía deseada, ni que hubiese atracción entre los dos, que la rutina se había instalado en nuestras vidas y un montón de cosas e intimidades más.
Lo hice movida por un extraño sentimiento. Porque si había algo que no quería en ese momento, es que el chico se sintiera incómodo conmigo. Me agradaba su compañía, quería conocerlo un poco más, y supongo que debía mantener algún tipo de plática con él. Además la conversación extrañamente me hizo sentir algo más segura respecto de sus intenciones para conmigo. Era como si al hablar de mi marido alejase la posibilidad de que intentase nada conmigo. De esta forma no me sentiría mal teniéndolo que rechazar.
¿Qué es lo que acababa de pensar?. ¡Que no me sentiría mal rechazándolo! Pero Sara, si tu eres experta en rechazar hombres que te proponen acostarse contigo. Sí, debía reconocerlo, en el fondo añoraba que aquel muchacho se me declarase. Esperaba un gesto por su parte, otras palabras bonitas como las que me dijo en el bar y posiblemente me entregaría a sus brazos.
No, por dios, Sara, ¿qué estás diciendo?.  Reza para que ese chico acepte lo inevitable y no haga nada por impedir que regreses de nuevo con tu marido.
Casi sin darme cuenta habíamos alcanzado la puerta del tal “Fly”. Se hizo un silencio entre ambos mientras leía el cartel en lo alto de la puerta y esperaba a que nuestro destino al fin nos separaba.
Le devolví el jersey prestado a Esteban, y con cara de cordero que va al matadero le dije:
.-“Ten, gracias por acompañarme” musité en voz baja algo resignada.
.-“¿Seguro que quieres entrar’” me preguntó el muchacho tratando de prolongar lo inevitable. Yo lo miré en silencio.
.-“No tienes porque hacerlo” dijo tratando de convencerme.
.-“Y ¿qué  quieres que haga?, acaso pretendes que abandone todo cuanto tengo, para tener una aventura contigo. Es eso lo que quieres ¿no?, acostarte conmigo.” Sin duda mis palabras debieron de ofenderlo, porque me miró fijamente a los ojos y luego decepcionado dijo:
.-“Nadie a dicho tal cosa. Lo siento si llegaste a pensar que sólo quería acostarme contigo. Tan solo quería ayudarte. Pensé que te vendría bien un poco de compañía. Pero si lo prefieres, puedes entrar ahí y pasar por la bochornosa situación de ver como unos tipos que babean por acostarse contigo emborrachan a tu marido” dijo sin respirar ni un segundo y algo desilusionado por mis palabras anteriores.
Sus palabras me hicieron abrir los ojos. Tenía razón, lo que me esperaba dentro era una situación denigrante. Desde luego no quería pasar por ello.
.-“Lo siento,  pero… ¿qué otra cosa puedo hacer?” le dije en tono de disculpa.
.-“Por lo pronto no entrar ahí. Yo que tú me iría hasta vuestra casa andando, dando un paseo, te vendrá bien despejarte un poco. Mañana le diría algo así como que no lo viste y decidiste marcharte a casa, total, no creo que tu marido recuerde mucho tal y como iba ya cuando lo dejaste” me aconsejó con mucho acierto. Tenía razón.
.-“Sabes…” le dije “estaría encantada de que me acompañases dando ese paseo hasta el hotel” y acto seguido lo cogí por debajo del brazo para comenzar a caminar.
Los primeros pasos los dimos sin articular palabra, fui yo quien quiso romper el silencio.
.-“Eres muy bueno Esteban, ¿por qué haces esto conmigo?” le pregunté sin entender que no intentase ligar conmigo.
.-“No sé, ya te lo dije. Es como si desde la primera vez que te ví supiese que íbamos a ser buenos amigos. No tiene ningún sentido, lo sé, pero ¿quién sabe?” dijo. Sus palabras me sonaron a música celestial. Me pareció un encanto de chico. Guapo, sincero, honesto, amable,… no sé cuantos adjetivos más se pasaron por mi mente en ese momento mientras lo escuchaba. A cual mejor. Ya no quedan personas como él.
.-“¿Tú crees en el destino?” me preguntó.
No pude evitar reírme por su pregunta tan metafísica a esas horas de la madrugada y medio borracha como estaba.
.-“¿De qué te ríes?” me preguntó también entre risas contagiado de verme reír.
.-“Te aseguro que si cuando planeé este fin de semana en la playa, alguien me dice que terminaría la noche del sábado de regreso al hotel abrazada a un desconocido y hablando de metafísica, lo tildaría de loco en adelante o algo más” le dije riéndome por la situación. El también se rió conmigo de verse en situación.
.-“Tienes razón” me dijo entre risas “ si alguien me llega a decir ayer cuando te dí el cigarro en la playa que hoy llegaría a conocerte no me lo creería” dijo como si nada entre carcajadas.
Yo lo miré sorprendida.
.-“¿Tú estabas ayer en la playa?” le pregunté sorprendida por lo que acababa de decirme.
.-“Si claro” dijo deteniendo su risa y mirándome a los ojos esta vez sin entender en que me andaba pensando.
En esos momentos sentí algo de vergüenza. Mi comportamiento de esa mañana no era algo de lo que me sintiera especialmente orgullosa. Aquel muchacho me había visto medio desnuda. Maldije no haberme dado cuenta antes, ahora entendía porque su rostro se me hacía familiar.
.-“¿Qué pasa?” me preguntó extrañado.
.-“No, nada, sólo que me dá cosa que me vieses ayer a la mañana con ese bikini. Yo no…, no suelo llevar esa clase de prendas. Esto yooo, es que …me la regaló mi marido e insistió en que me la pusiese…” titubeaba muerta de vergüenza sin atreverme a mirarlo a los ojos. Bajé la cabeza mientras le hablaba.
.-“No tienes nada de lo que arrepentirte” me dijo alzando mi rostro por la barbilla para mirarme directamente a los ojos.“Si yo tuviese un cuerpo como el tuyo también lo luciría” me dijo tratando de consolarme. Esta vez pude advertir un brillo especial en sus ojos mientras me hablaba.
.-“Además, el imbécil es tu marido por comprarte ese tipo de prendas y exhibirte como, como…” no quiso terminar la frase. Era como si a él mismo le ofendiese pronunciar la palabra que faltaba.
.-“Como una puta ibas a decir” terminé yo la frase por él.
.-“No, no digas eso nunca de ti. Tu eres una mujer estupenda” pronunció con ese brillo tan especial en sus ojos.
En esos momentos lo entendí todo. Realmente ese chaval se había enamorado de mí, era como un amor a primera vista, me respetaba incluso más que yo a mi misma.
Tras el muchacho, justo en la dirección en la que se perdía mi mirada, una conocida marca de material deportivo anunciaba su slogan en un cartel tras el rostro de mi acompañante: “Just do it”, ponía. Y como si fuese el destino quien me hablase me decidí a hacerlo.
Lo besé. Lo besé en la boca. No pude evitarlo, fue algo instintivo, lo besé como nunca he besado a nadie antes, con todo el fuego de mi cuerpo.
Fue como un impulso irrefrenable al entender que me amaba. Necesitaba probar la ternura de sus labios. Se quedó sorprendido al besarlo.
.-“¿Por qué has hecho eso?” me preguntó algo temeroso.
.-“Por qué quiero” le dije al tiempo que lo sujetaba por el cuello y le daba otro beso en la boca.
.-“Sara, por favor no siguas…” pero antes de que pudiera terminar la frase le propiné otro beso en la boca. Esta vez abrió de pleno sus labios y nuestras lenguas se entrelazaron por primera vez.
A mí me temblaban las piernas. Fue él ahora quien me abrazaba entre sus brazos con fuerza y me besaba apasionadamente en la boca. Nuestras lenguas continuaban  jugueteando en el interior de nuestras bocas. Apenas nos separábamos. Besaba muy bien. En esos momentos me hizo sentir la mujer más afortunada del mundo.
Después de ese beso vino otro, y otro. A cual más intenso y apasionado. No nos decíamos ninguna palabra, tan solo besos y miradas.
Necesitaba apoyarme en algún sitio, recuerdo que me flaqueaban las fuerzas y me temblaban las piernas mientras me besaba. Arrastré a Esteban hasta un coche en la acera y continuamos besándonos. Nuestras bocas unidas en un beso eterno.
Dios mío que me estaba pasando, unas mariposas revoloteaban en mi estómago, mi cabeza daba vueltas de felicidad, mi corazón latía al mil por hora, y mis piernas tiritaban de los nervios. Me estaban besando, me estaba besando con otro tipo que no era mi marido. ¿Le estaba poniendo los cuernos?. De ser así era todo por su culpa. Se lo tenía bien merecido, sólo sé que en esos momentos yo estaba en la gloria.
.-“Oh, Sara, eres tan hermosa” interrumpió por primera vez Esteban nuestro beso para decirme cosas tan bellas, mirándome a los ojos con una pasión y un fuego en su mirada que hacía tiempo no veía en otro hombre.
Un calor me vino de repente por todo el cuerpo. Incluso creo que me sonrojé al escuchar sus palabras de amor.
.-“Eres la mujer más guapa del mundo” me dijo mientras yo lo agarraba del pelo por la nuca y le ofrecía mi cuello para que me besase en él.
Esteban enseguida lo entendió y comenzó a besarme por el cuello y el hombro, recorriendo cada centímetro de mi piel, hasta jugar con mi pequeño pendiente en el lóbulo de mi oreja. Si hay algo que me vuelve loca es que me besen detrás de los orejas.
.-“Uuuhhmm” comencé a gemir cuando el muchacho aprisionó mi lóbulo entre sus labios. Esteban se dió cuenta de que eso me excitaba e insistió.
.-“¡Qué bien sabes!” me dijo de nuevo entre mordisquito y mordisquito. Me gustaba escuchar sus piropos. Yo le ofrecía el cuello para que continuase besándome allí donde él había descubierto que me estimulaba de sobremanera.
Era todo tan confuso para mí, el alcohol, el cansancio de  la madrugada, aquellos besos que no eran los de mi marido,…y a pesar de todo me sentía maravillosamente bien.
Andamos unos pasos más, siempre cogidos de la cintura, entre arrumacos y caricias de complicidad. Riéndonos sin motivo, y sin dejar de reír por ello. Nos besábamos en cada coche del paseo como dos enamorados.
Recuerdo que en una de las veces yo estaba apoyada de espaldas a un coche, besándonos apasionadamente, cuando Esteban se atrevió por primera vez a deslizar su mano desde mi cintura hasta el culo.
Guauuu!!,un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo cuando noté su mano en mi trasero.
.-“Uuuuhhhm” no pude evitar gemir en el interior de su boca mientras nos besábamos. Al escucharme aprisionó uno de mis mofletes entre sus dedos.
Esteban se dio cuenta de mi estado de excitación y me encerró con fuerza con sus caderas  contra la puerta del coche. Inevitablemente tuve que abrir mis piernas para facilitarle la labor. Por primera vez pude apreciar el bulto de su entrepierna rozándose contra mi pubis.
Dios mio!. ¿Todo eso era suyo?. Tuve que dejar de besarlo para mirarlo a los ojos y hacerle entender que estaba apreciando como su miembro se clavaba en mi zona más íntima.
Esteban respondió besándome con mucha  más pasión, aprisionándome aún más contra el coche con todo su ímpetu, y logrando mayor contacto aún entre nuestras partes.
Yo por mi parte comencé a moverme en pequeños círculos tratando de lograr el máximo contacto entre ambos, hice evidente que me gustaba sentir su polla clavada en  mi cuerpo, aunque fuese a través de las telas de nuestras vestiduras.
Esteban comenzó a moverse moviendo el culo como si estuviese haciéndome el amor allí mismo en medio de la calle. Yo a esas alturas estaba muy calentita. Ya no respondía de mis actos. Sólo quería sentir su miembro rozándose contra mi cuerpo mientras me besaba de la forma más apasionada que me habían besado nunca.
Incluso rodeé a Esteban con una pierna tratando de facilitar el contacto entre nuestras intimidades. Yo no podía evitar gemir tímidamente mientras mi eventual amante trataba de ahogar mis sonidos más personales de placer tapando mi boca con la suya. Aquello se me estaba yendo de las manos, definitivamente estaba perdiendo el control, de seguir así no respondería de mis actos.
Al tener mi pierna levantada rodeando su cintura, Esteban deslizó su mano por debajo de la tela del vestido, que quedaba ya de por sí un poco alta por mi postura, para acariciarme el culo ahora sí con total descaro. Introdujo su mano por debajo de mis braguitas, y pudo apreciar la suavidad de mi piel en esa zona. Siempre sin dejar de besarnos, y de que nuestras lenguas juguetearan en el interior de nuestras bocas.
Nuestros cuerpos estaban tan pegados que pude apreciar como su polla dió un respingo en el interior de su pantalón al comprobar el tacto de mi piel. Mi pasividad ante su maniobra lo envalentonó a sobarme el culo descaradamente. Su respiración se aceleró al explorar con su mano parte tan íntima de mi cuerpo.
.-“¡¡Dale fuerte!!”, gritó un grupito de muchachos que pasaban por el paseo en ese momento interrumpiendo nuestros arrumacos.
Sus burlas nos despertaron de nuestra ensoñación. Ambos nos dimos cuenta del espectáculo que estábamos dando en la madrugada en medio del paseo marítimo de aquella localidad. Era como si de repente nos hubiesen sorprendido cometiendo un pequeño pecado.
.-“Ven “, dijo Esteban al tiempo que me cogía de la mano y tiraba de mi hacia no sé dónde.
Sólo recuerdo que corrimos unos metros a toda prisa hasta doblar una esquina, adentrarnos en una calle algo oscura, y cobijarnos en el rellano en forma de túnel del escaparate de una tienda.
Esta vez Esteban me aprisionó contra la puerta de cristal al final del escaparate, buscando de nuevo el máximo contacto entre nuestros cuerpos, mientras retomaba apasionadamente como si nada nos hubiese interrumpido un nuevo beso en la boca.
Uhff!!, yo estaba como una moto. Enseguida pude notar como la mano de Esteban se deslizaba de nuevo por debajo de la tela de mi vestido para adentrarse entre la tela de mis braguitas y acariciar la suave piel de mis nalgas. Estaba claro que quería seguir dónde lo había dejado, sólo que esta vez al no rodearlo con mi pierna se levantó la tela de mi vestido y yo podía notar además de su mano, el frío del cristal contra el que me aprisionaba.
No sé como describir lo que sentía en esos momentos, pero estaba en el mismísimo cielo. Me encantaba ser devorada en la boca por aquel muchacho. Estaba excitadísima, sus manos recorriendo mi cuerpo me transportaban a un mundo de sensaciones inexploradas antes para mí.
Quería más, quería que Esteban no se conformase con tocarme el culo. Si le iba a ponerlos cuernos a mi marido que fuese bien merecido. En esos momentos deseé que además me acariciase las tetas. Si hay algo que me excita y me vuelve loca es que me estimulen los pechos. Y yo en esos momentos estaba dispuesta a cometer una locura.
Dejé de besar al muchacho, lo miré fijamente a los ojos, el me contempló impaciente por saber a qué se debía la interrupción. Luego me llevé las manos detrás de la nuca y deshice el lazo que anudaba los tirantes del vestido. Los dejé caer a ambos lados, los dejé caer desnudando mis pechos ante la atenta mirada del chico que no dejaba de contemplarlos y de creerse su suerte. Pude recordar en un dejá vou esa misma mirada del otro día en la playa.
.-“¿Te gustan?” le pregunté en un susurro.
.-“Son preciosos” me dijo, y antes de que pudiese decir nada más, lo cogí por detrás de la nuca entre mis brazos y guié la cabeza del chico hasta aprisionarla contra mi pecho.
Enseguida pude notar un primer lengüetazo del chaval tratando de comprobar la sensibilidad de mis pezones.
.-“Uuuuhhmmm”, mi gemido resonó entre aquellos escaparates.
 Luego pude apreciar cómo se dedicaba a besarme por todo el escote, recorría mi  cuerpo con su lengua, saboreando cada centímetro de mi piel por esa zona.
De vez en cuando me besaba con la boca abierta tratando de abarcar la aureola de mis pezones. Otras en cambio me daba pequeños mordisquitos aprisionando mis pezones entre sus labios y tirando de ellos para arrancarme gemidos de placer.
A esas alturas yo no podía evitar ronronear de gusto cada vez que trataba de introducirse mi pecho en su boca. No respondía ya de mis actos, reconozco que estaba totalmente entregada, por eso no me importó que la mano de Esteban que exploraba mi piel por debajo de mi falda, se atreviese a acariciar la zona más húmeda de mi braguita.
Ambos supimos en esos momentos que mi prenda más íntima estaba ya empapado por mis fluidos.
.-“Hay que ver cómo me tienes” le susurré mientras revolvía el pelo de su cabeza entre mis pechos.
Fue escuchar estas palabras, y con una habilidad que me sorprendió gratamente, el chico se atrevió a desplazar a un lado la tela que debía cubrir mi rasurado pubis, para comenzar a mover a un lado y a otro un dedo suyo entre mis labios más íntimos. Pudo comprobar que estaba empapadísima. Todo sin dejar de devorarme a besos por todo el escote, el cuello, la boca, de nuevo los pechos, mi lóbulo, la boca, el cuello, los pechos, y así indefinidamente. Yo no podía hacer otra cosa que dejarme llevar por sus caricias.
Interrumpió sus besos y sus mimos para mirarme fijamente a los ojos. No quiso perderse ni un detalle de mi rostro cuando me penetró con su dedo, lenta, pausadamente, saboreándolo.
.-“Uuummmhh” gemí esta vez desde lo más profundo de mi ser cerrando los ojos y entreabriendo los labios, dejándome llevar por la extraña sensación de apreciar como aquel dedo invasor se abría paso en mi interior.
Abrí mis ojos cuando su dedo termino de acomodarse en mi interior. Los ojos de Esteban permanecían clavados en mi rostro, me había estado observando detenidamente durante toda su maniobra. Una maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro, como si fuera plenamente consciente de la barrera que acaba de sobrepasar. Comenzó a mover su dedo dentro de mí, adelante y atrás, arriba y abajo, deleitándose con cada mueca de placer en mi cara.
Dios mío me estaba matando de placer. De seguir así me correría en breves instantes en su mano. No quería que todo terminase entre nosotros de esa manera. No era justo. Debía evitarlo a toda costa, debía prolongar un momento tan maravilloso.
Quise corresponderle, opté por acariciar su polla por encima del pantalón. Me pareció bastante grande, al menos más grande que la de mi marido. Tuve curiosidad por comprobar su tamaño recorriéndola en toda su longitud con mis propias manos. Quise tocarla, comprobar su tacto, su dureza, así que le bajé la cremallera de sus jeans para rebuscar entre su ropa interior, justo al mismo tiempo en el que pude comprobar cómo un segundo dedo suyo se abría camino en mi interior.
.-“Uuuhmmm” de nuevo me arrancó otro gemido. De seguir así me correría en sus manos. Aquello no era equitativo. Quería al menos ver su miembro, necesitaba tocarlo, acariciarlo.
Extraje su miembro de entre su ropa. Guauuu, me pareció maravillosa. Tenía la cabeza gordota, estaba bien descapullada, y me parecía bastante grande.
Tuve ganas de saborearla. Nunca me ha gustado practicar el sexo oral con mi marido, pero en cambio en esos momentos tenía verdadera curiosidad por  averiguar cómo sabría ese pedazo de carne que palpitaba entre mis manos.
Por eso me arrodillé a los pies de Esteban, sus maniobras de exploración por mi interior se vieron necesariamente interrumpidas, sus dedos abandonaron mi cuerpo, y sin embargo el chaval me miraba ansioso por que comenzase con lo que suponía iba a hacer al arrodillarme.
No me demoré, agarré su miembro con mi mano y procedí a recorrer con mi lengua toda la longitud de su polla. Un sabor intenso y salado inundó mi boca. Decidí introducírmela en la boca, al principio rodeé su capullo entre mis labios, jugando con mi lengua entre sus pliegues. Poco a poco fui introduciéndomela más en mi boca, hasta que alcanzó mi campanilla al final de la garganta.
Me sorprendió que todavía quedaba parte de su miembro fuera de mi boca como para abarcarla con dos manos. Quise comprobarlo una segunda vez tratando de introducírmela de nuevo desde el principio, sólo que esta vez traté de engullirla un poco más.
.-“Uuff, Sara que bien la chupas” dijo el muchacho que me miraba atentamente abandonado a mis caricias. Sus palabras me animaron a esforzarme.
Rodeé su verga con mi mano y comencé a moverla de arriba abajo tratando de  sincronizar el movimiento de la mano con el de mi boca. Ahora podía apreciar el sabor de mi propia saliva por toda su polla.
Quise mirarlo a los ojos desde mi posición. Un destello proveniente de la alianza en mi mano con el que pajeaba aquel mozo, me hizo acordarme de mi esposo. Pobrecito, mi marido siempre me pedía que lo mirase cuando se la chupaba, y yo siempre le respondía que me daba vergüenza y cerraba los ojos, porque me desagradaba.
¡Cornudo!. Se lo tenía bien merecido. Nunca pensé que sería capaz de ponerle los cuernos, pero lo cierto es que lo  estaba disfrutando.
.-“Tienes unos ojos preciosos” pronunció el chico interrumpiendo mis pensamientos a la vez que revolvía mi pelo y me sujetaba por la cabeza arrodillada a sus pies.
Sus palabras me alentaron a hacerlo todo lo mejor que sabía, quería hacerle a ese muchacho la mejor mamada de su vida. Yo desde luego nunca lo olvidaría, era la primera vez que disfrutaba haciendo una felación, y esperaba que el chico tampoco lo olvidase.
Tiré de sus pantalones hacia abajo, le bajé el slip, y liberé por completo su polla ante mis ojos. La luz de los focos de un coche girando la esquina nos alumbró por unos segundos, los suficientes como para apreciar el deseo reflejado en el rostro de mi amante.
Le agarré el pene de nuevo entre mis manos. Esta vez quise empaparme de su olor, acerqué mi rostro cuanto pude y esnifé profundamente por mi nariz su aroma de macho. Le lamí un testículo. Le gustó.
.-“Sara, si sigues me voy a correr, me corrooooh…” escuché entre gemidos de su boca.  No hice caso a sus palabras, es más, aplasté mis tetas contra sus piernas para excitarlo aún más, mientras lo miraba a los ojos arrodillada a sus pies. Todo sin dejar de acompasar el movimiento de mi mano con el de mi boca, que le aprisionaba su miembro entre mis labios. Era como comer un cucurucho en verano.
.-“Para, para Sara o me corro” comprobé que realmente estaba a punto de venirse, pues pude apreciar los palpitos de su miembro en mi boca. Que delicadeza la suya avisándome, mi marido nunca lo hace.
No me hubiese importado tragarme su semen, lo hubiese lamido y relamido, pero interrumpí mi felación. No quería que todo terminase en una simple mamada. Quería más, deseaba más, mi cuerpo necesitaba más. Así que sin saber ni cómo ni porque, arrodillada a sus píes le dije:
.-“Quiero que me folles” pronuncié a media voz aún de rodillas sin apartar mis ojos de los suyos
.-“¡¿Qué?!” preguntó el chaval sin creerse su suerte.
.-“Quiero que me folles” le repetí más fuerte como autoconvenciéndome a mi misma de lo que decía mientras me incorporaba en pie.
Esteban se aproximó a mí sin dejar de mirarme a los ojos, hasta quedar aplastada entre el cristal del escaparate y su cuerpo. Luego me rodeó con su brazo tratando de alcanzar mi culo con una mano, mientras con la otra levantó una de mis piernas  para facilitar la maniobra. Se aseguró de retirar a un lado la parte central de mis braguitas, y con el camino despejado comenzó a mover sus caderas. Su pene se rozaba ahora intencionadamente a lo largo de mis labios vaginales.
Estaba claro lo que pretendía. Esperaba que fuese yo misma quien guiase su polla hasta penetrarme. El tenía sus manos ocupadas en sujetarme, una por el culo y la otra en sujetar mi pierna levantada. No lo hice esperar. Yo también lo deseaba, estaba necesitada de él. Me moría de ganas por qué ese chaval me follase de una vez como es debido.
.-“Métemela” pronuncié en un susurro mientras me agarraba a su cuello con una mano y acomodaba su polla entre mis labios vaginales.
Pero aún con todo, y a pesar de mi disposición, el muchacho trataba de retrasar el momento.
.-“Vamos métemela” le repetí mientras me refrotaba la punta de su polla por mi clítoris aumentando la excitación.
.-“Pídemelo” pronunció el chico disfrutando del momento haciéndome sufrir.
.-“Fóllame por favor, necesito que me folles ” le dije fuera de mí sin control, y sin cesar de refrotar su miembro por mi clítoris. El muchacho me miró fijamente a los ojos y de un solo golpe certero me introdujo de una estocada su polla en lo más profundo de mi interior.
.-“Sssiiiiihhh” chillé al verme ensartada por semejante pedazo de polla.
Esteban me miraba fijamente a la cara sin perderse ni un solo detalle de mis gestos de placer.
.-“Oh vamos, muévete, muévete” necesitaba que el muchacho dejase de mirarme y comenzase a moverse. Me estaba desesperando, menos mal que me hizo caso a la primera. Comenzó a moverse como un toro enfurecido. Desde luego su ritmo era superior al que venía acostumbrada.
.-“Eso es fóllame, así, sigue, quiero que me folles bien duro” en cierto modo me excitaba escucharme a mi misma pronunciando semejante barbaridades. En esos momentos deslice mi mano entre su cuerpo y el mío para acariciarme, estaba próxima al orgasmo. El también.
.-“Que bien follas chaval, así, si, dame duro” le decía mientras le mordía en el hombro para incitarlo.
.-“Me corrooooh” susurró en mi oreja con su rostro pegado al mío. Me sorprendió que pudiese venirse tan pronto.
Además, no podía correrse dentro, no estábamos usando preservativo, podía quedar embarzada, pero…¿qué podía hacer?. Debía impedirlo.
Le arañé en la espalda, le clavé las uñas, quería retrasar el momento, pero aún con todo podía notar los espasmos de su polla en mi interior. Estaba a punto de correrse dentro a pesar de mis esfuerzos por evitarlo.
.-“Meteméla por el culito”, le dije para sorpresa de los dos.
¡¡Cómo se me podía haber ocurrido tal cosa!!, nunca lo había hecho anteriormente, seguro que me dolía, pero ¿que otra cosa podía hacer  para detenerlo?, ¿acaso el chaval no se lo merecía?. Estaba dispuesta a aguantar el dolor porque el muchacho se llevase su parte.
Esteban por su parte se detuvo de repente y me miró fijamente a los ojos sin creerse lo que había escuchado.
.-“Quiero que me lo hagas por el culito, ¿quieres?” le repetí de nuevo para que no hubiera dudas, con mi mano en su mejilla desprendiendo toda la ternura de la que podía hacerlo partícipe. Además era como si al decirlo repetidamente yo estuviera más segura de que lo quería hacer.
El chico sacó su polla de mi interior, dejó de sujetarme por las caderas, y una vez estuve apoyada en suelo sobre los dos pies me giró de cara al escaparate. Me situó apoyando la palma de mis manos contra el cristal por encima de mi cabeza. Pude notar el frío del vidrio contra mis pechos desnudos y aplastados. Yo cerré los ojos envuelta en un manojo de nervios expectante a la maniobra del muchacho.
.-“No me hagas daño” le supliqué desde mi posición.
.-“Tranquila, no te dolerá” me dijo al tiempo que escuché como escupía. Acto seguido pude notar como su mano exploraba la zona alrededor de mi ano, y comprobar como un dedo invasor trataba de abrirse camino en mi esfínter. Escuché como volvía a escupir y repetir la maniobra alrededor de mi ano varias veces, hasta que al fín la yema de uno de sus dedos se abrió paso. Retuvo la punta de su dedo en mi interior hasta permitirme dilatar. Se notaba que lo había hecho en anteriores ocasiones y estaba siendo delicado. Aún con todo yo estaba tensa frente a lo desconocido.
Gracias a dios no me dolió, pero de los nervios contraje los músculos de mis glúteos aprisionando con fuerza el dedo que me dilataba. Esteban me dio una nalgada que resonó entre los cristales de aquel túnel de escaparate. Creo que en esos momentos se dió cuenta de que no lo había hecho nunca por ahí, y trato de inspirarme confianza.
.-“Tranquila, relájate y disfruta” me susurró en la oreja mientras su dedo se insertaba en mi interior todo cuanto pudo. Mi mueca de dolor fue evidente, aún con todo me mordí los labios tratando de no gritar. Quería que continuase, lo estaba haciendo muy bien por el momento.
.-“Ves, lo peor ya ha pasado. No duele” me dijo dándome seguridad, al tiempo que comenzaba a mover su dedo en el interior de mi ano. Lo sacaba y lo introducía al ritmo propicio y controlado para que mi esfínter se acomodara a su tamaño.
El cuerpo del muchacho me aplastaba contra el cristal, yo sabía perfectamente sin necesidad de abrir los ojos, que el chico disfrutaba contemplando mi rostro y mis gestos de dolor contenida desde su posición en mi espalda.
Abrí unos ojos como platos cuando pude comprobar que un segundo dedo se abría camino en mis entrañas. Pude ver el rostro de satisfacción del muchacho reflejado en el cristal. Aquello dolía un poco cuando comenzó a mover los dedos, pero aún con todo seguía siendo soportable.
.-“Apuesto a que nunca te lo han hecho por el culito” me dijo apartándome con su mano libre mi propio pelo detrás de mi oreja.
.-“Nooh” pronuncié yo muerta de miedo ante lo que estaba aconteciendo. Esteban comenzó a darme tímidos besitos en mi hombro mientras disfrutaba dilatando mi culito.
.-“Ves ya lo sabía yo. Tranquila te gustará” dijo mientras sus dedos jugueteaban en mi interior. Yo continuaba tensa, con mi cara, mis manos y mis pechos aplastados contra el escaparate de aquella floristería. Me dí cuenta que se trataba de una floristería. “Qué romántico” pensé “voy a perder mi virginidad anal rodeada de flores”.
.-“Sabes… tienes un culito muy rico” pronunció Esteban en mi espalda interrumpiendo mis pensamientos. Su  mano libre se deslizó ahora por delante de mi cuerpo hasta acariciar mi pubis. Una de sus manos jugaba con mis labios vaginales mientras la otra trataba de abrirse camino con un nuevo dedo en mis entrañas.
.-“Aaaahy!!” grité de dolor al comprobar que su tercer dedo se abría camino en mi esfínter, y justo al mismo tiempo, otro dedo de distinta mano me penetraba por la vagina.
Ooh, dios mio!!, aquello era indescriptible. ¡Qué gozada!.¡Qué explosión de sensaciones nuevas en mi cuerpo!  Si hasta podía notar como sus dedos llegaban a tocarse a través de mis tejidos internos. Inconscientemente agarré la mano de Esteban que me penetraba por la vagina temiendo que me lastimase, mientras le suplicaba que parase.
.-“Para…, para por favor., o me corro…, que gusto…, para por favor…” le suplicaba mientras trataba de detener el movimiento de su mano en mi vagina. Pero estaba claro que el muchacho disfrutaba viéndome tan cachonda. De hecho incrementó el ritmo de sus movimientos.
.-“Aaah…, siiih…, siiiiih…,me corro…,me corrooooh…” grité ante la atenta mirada del muchacho que observaba las sacudidas de mi cuerpo convulsionándose por el orgasmo tan brutal que estaba experimentando.
Se detuvo. Definitivamente me había corrido en sus manos. Trataba de recuperar la respiración cuando escuché como el chico a mi espalda decía:
.-“Creo que ya estás preparada” y acto seguido comprobaba como empujaba con su polla contra mi esfínter, ayudándose de sus manos, hasta que a base de insistir logró introducir la punta de su capullo en mi ano.
Yo me quedé paralizada, mi respiración se cortó de golpe, no podía concentrarme en otra cosa que no fuese mitigar el dolor que su polla producía al abrir mi esfínter.
Ahora si me estaba doliendo, una cosa eran sus dedos y otra muy distinta tener su polla clavada en mi culo. El chico disfrutaba con mi sufrimiento y mi lucha interna ante lo acontecido. Sabía perfectamente que aquello me estaba doliendo y que yo hacía todo lo posible por soportarlo como buenamente podía.
Justo cuando el dolor inicial remitió un poco, entonces comenzó a moverse.
.-“Despacito por favor, despacito, me duele” le supliqué con un hilo de voz en mi garganta a la vez que me temblaba todo el cuerpo
.-“Lo sé” pronunció con total seguridad en lo que se hacía. Se entretuvo en arrugar mi vestido por la cintura, me acarició los pechos desde atrás, incluso recogió mi pelo en una coleta, tratando de darme tiempo, hasta que me agarró con fuerza con las dos manos por la cintura y comenzó a moverse.
Al principio se movía lenta y pausadamente, deleitándose sobretodo en la sensación que le producía  golpear con sus testículos contra mi piel, sabedor de que en esos momentos me la estaba metiendo hasta el fondo. Yo no me lo podía creer: me estaban follando por el culo.
Por primera vez en mi vida me estaban sodomizando, y lo mejor de todo es que no era tan doloroso como pensaba. Es más, creo se apoderaba el morbo y la satisfacción mental al dolor físico real.
El dolor iba mitigando poco a poco, ya no era tan insoportable, sin embargo una sensación de ardor fluía desde mi esfínter por todo mi cuerpo cada vez que el chico con su movimiento llegaba hasta el fondo. Entonces se movía dando pequeños círculos con su cadera, comprobando con sus huevos la suavidad de mi piel.
El chaval siempre atento a mis sensaciones comenzó a moverse más deprisa. Yo trataba de abrirme con mis manos todo cuanto podía las nalgas de mi culo, facilitándole la sodomización, y como si eso absurdamente fuese a calmar mi picor.
El chico aumento el ritmo, y yo solo podía pensar en una cosa:
.-“Me están follando el culo, me están follando el culo” me repetía una y otra vez en mi cabeza.
No sé en qué momento exacto desapareció el dolor, de repente podía sentir como su polla estimulaba partes de mi cuerpo que nunca habían sido alcanzadas.
¡Que gozo!. Aquello era mejor incluso que el sexo vaginal. No acertaba a comprender de donde provenía tanto gustico. Me dí cuenta que necesitaba acariciarme de nuevo, necesitaba provocarme otro orgasmo con toda esa explosión de nuevas sensaciones.
¿Qué ocurre?. El chico estaba bajando el ritmo debido al cansancio.
.-“Noooh, no pares ahora, vamos muévete, muévete, por favor, muévete, por lo que más quieras, por favor muévete” le suplicaba con la voz entrecortada. El muchacho puso empeño y trató de incrementar el ritmo.
.-“Eso es así, dame fuerte, vamos, dame fuerte, ¿no sabes follar mejor?” mis palabras cada vez eran más sueltas, más soeces. Pude apreciar por sus embestidas que lo incitaban y lo provocaban como un trapo rojo a un toro. Al parecer le estaba costando. Por mi parte, las caricias castigándome  mi clítoris desesperada, junto con las nuevas sensaciones en mi interior, estaban logrando que alcanzase un nuevo climax.
.-“Uuuhm, que rico, mi vida, dame fuerte mi amor, que bien, que polla tan grande, vamos nene, reviéntale el culo a esta putita” yo estaba ya totalmente fuera de mí próxima al orgasmo, no era consciente ni de lo que decía.
.-“Si, siii…, siiiiihhh…, aaaah…, siii…, siiiiiiiiih” grité al explotar en un nuevo orgasmo.
Un relámpago recorrió toda mi espina dorsal, desde mi vientre hasta la última punta de mi pelo. Unas sacudidas convulsionaron mi cuerpo. Me agitaba de un lado a otro mientras gritaba presa de espasmos y espasmos seguidos uno tras otro.
Mi amante al verme se movió como con rabia, como si ese orgasmo le perteneciese, y en cambio le estaba costando alcanzar el suyo. No puedo decir que lo sintiese. Me alegré porque continuara moviéndose. Me tenía bien cogida por las caderas y se movía con rabia.
Pronto comencé a experimentar las sacudidas en mi cuerpo antesala de otro orgasmo. ¿cómo podía ser?. Nunca me había corrido dos veces tan seguidas, y estaba a punto de alcanzar un tercer orgasmo. Aquello no tenía explicación para mí, pero sin saber ni cómo ni porque, una nueva descarga eléctrica recorrió mi espalda produciendo un gozo indescriptible y sacudiendo mi cuerpo en una nueva explosión de placer.
Todavía no me había recuperado del último orgasmo cuando enlace uno nuevo, y luego otro, y otro. No podía evitar chillar, no había forma de contenerme.
.-“Aaaah siih…, siiiiiih, aaaaaaahy…, siiiih” gritaba como una posesa de placer.
 Había perdido la cuenta de dónde empezaba uno y terminaba otro, era todo tan distinto. Solo recuerdo que me encontraba como en una nube presa de los estímulos, hasta que pude apreciar los espasmos de la polla del muchacho en mi interior, para sentir entre sacudida y sacudida un calor agradable que inundaba mi interior.
.-“Sara…, Saraaa…, Saraaaaahhh…” al muchacho le gustó pronunciar mi nombre mientras se corría.
Sentí alivio cuando se salió de mi. De repente se habían ido los estímulos placenteros, para envolverme en una mezcla de sensaciones entre picor y escozor. Incluso pude sentir su leche resbalar por mis muslos al incorporarme.
Ya está, eso era todo, y todo había terminado. Un silencio se apoderó de los dos. Tan solo se escuchaban nuestras respiraciones tratando de recuperar el esfuerzo de nuestros cuerpos. Cuando me giré el chico estaba subiéndose sus pantalones y abrochándoselos. Ni una mirada, ni un gesto por su parte, nada.
En esos momentos sentí una vergüenza tremenda. Todo había cambiado de repente. Fui consciente de acababa de cometer una insensatez, me había dejado follar por un desconocido. Pensé que pese a todo mi marido no se merecía eso. Para colmo tuve que contemplar mis braguitas tiradas en el suelo en medio de aquella floristería. Me sentí mal por lo que acababa de pasar. Quise cubrirme cuanto antes. Traté de recolocar mi vestido, y de anudarme los tirantes del top a la nuca. Estaba torpe, temblaba y no lograba anudarlos. Fue el muchacho quien apartándome las manos a mi espalda procedió a anudar los tirantes en mi nuca.
.-“Ha sido estupendo, ¿no crees?” me dijo mientras ataba las tiras del vestido.
.-“Si, lo sé” le dije muerta de vergüenza.
En ese momento el chico recogió las braguitas del suelo en su mano, y tendiendo su puño hacia mí, me dijo:
.-“Ten, se te olvidaban” pronunció mirándome a los ojos.
.-“Quédatelas, no las quiero” le dije con una sonrisa forzada en mi rostro. En realidad no me atrevía a ponérmelas.
¿En qué clase de mujer me había convertido?, ¿qué es lo que había hecho?. En esos momentos era toda un mar de dudas. Un manojo de nervios. No me atrevía a mirar a ese chico a la cara. Me sentía sucia, arrepentida por mi comportamiento tan avergonzante. Me había dejado follar como una cualquiera, ya vés, en medio de la calle. Y lo peor de todo: le había entregado mi culito a un desconocido.
Mi acompañante tampoco articuló palabra alguna. Se dedicó a abrazarme y acompañarme andando hasta el hotel. No entendía a que se debía mi cambio de comportamiento. Supongo que hizo lo que le pareció correcto.
Por suerte el hotel no quedaba muy lejos. Intentó despedirse con un beso en la boca, pero le retiré la cara en el último momento.
.-“¿Nos volveremos a ver?” me preguntó en las escaleras de la entrada a la recepción del hotel, mientras me tendía la mano para darme un trozo de papel en el que había escrito un número de teléfono.
.-“Yo…, no debería” le dije cogiéndole el papelito por educación y cortesía más que por ganas en ese momento.
.-“No te olvidaré” escuché que decía mientras le daba la vuelta para alejarme.
Nunca lo he pasado tan mal como cuando llegué a la habitación y pude ver a mi marido durmiendo. Por suerte estaba vestido sobre la colcha con sus calcetines negros y todo, que en esos momentos me resultaron tan familiar. Roncaba plácidamente. Pobrecito, si supiera.
Me encerré en el baño con la intención de ducharme. Al quitarme el vestido pude ver una mezcla de fluidos escurrir por mis piernas. Traté de secarlo con algo de papel higiénico. Me duché con prisas y tratando de no hacer ruido, cepillándome por todo el cuerpo con la piedra pómez para eliminar cualquier  resto o marca de los sucedido.
Al salir de la ducha todavía me escocía el culo, y eso que buena parte del tiempo dirigí el chorro del agua hacia mi esfínter, tratando de aliviar mi picor. Tuve que embadurnármelo con crema hidratante para aliviar un poco la sensación, que por cierto me duró varios días.
Por suerte al regresar a la cama mi marido todavía dormía la mona, y al parecer no se había enterado de nada.
Bien entrada la mañana siguiente me preguntó que dónde me había metido, y opté por decirle que se me fue el tiempo bailando, hasta que salí a buscarlos, y que como nos los ví dónde me dijo Ernesto, me vine dando un paseo hasta el hotel. Nunca preguntó nada más ni sospecha de lo ocurrido.
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Relato erótico “Ayudo a la inquilina a follarse a mi puta esposa” ( POR GOLFO)

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MALCRIADA2Rocío, nuestra inquilina, había descubierto que durante casi un mes la habíamos drogado para saciar nuestras sucias Sin-t-C3-ADtulo25necesidades pero una vez con las pruebas de nuestro delito en su mano, decidió dar la vuelta a la tortilla y convertirnos en sus juguetes.
Una muestra clara de lo que nos esperaba en sus manos, fue lo que ocurrió nada mas informarnos de que conocía como noche tras noche y aprovechando que estaba inconsciente, entre mi esposa y yo nos la habíamos follado.
-Puta, desnúdate para mí- le exigió a mi esposa.
Maite, que no se había acostumbrado a ese cambio de papel, tardó en reaccionar por lo que la morena ejerciendo su nuevo poder, se levantó y le desgarró su vestido con las manos. Mi mujer intentó taparse pero nuestra inquilina se lo impidió dándole una sonora cachetada.
-Me has hecho daño- se quejó tocándose la adolorida mejilla.
Roció, soltó una carcajada al responderle:
-¡Mas te voy a hacer si no me obedeces!- tras lo cual terminó de despojar a mi esposa de su ropa.
Juro que me excitó ver la indefensión de mi pareja pero en ese momento no me atreví a decir nada y por eso mantuve un silencio cómplice mientras esa muchacha la desnudaba. Maite, completamente abochornada, se quedó quieta mientras la morena le quitaba el tanga. Casi desnuda y con un coqueto sujetador como única vestimenta esperó con el rubor cubriendo sus mejillas su siguiente paso.
Rocío al verla sin bragas, pasó uno de sus dedos por los pliegues de su sexo y mirándome, me dijo:
-Tu esposa es una zorra. Todavía no he hecho uso de ella y ya está cachonda y alborotada-.
Una tímida sonrisa fue mi respuesta. La andaluza comprendió que no iba a defender a Maite y dándole la vuelta, le quitó el sujetador. Una vez totalmente en pelotas, cogió los pechos de su víctima entre sus manos y me los enseñó diciendo:
-Menudo par de pitones tiene esta perra. Se nota que será una buena sumisa porque casi no la he tocado y ya está verraca-.
Aumentando la vergüenza de mi mujer, le pellizcó los pezones mientras le susurraba que era una guarra.  Maite suspiró al notar la acción de los dedos de la morena sobre sus areolas y sin dejarme de mirar, gimió de deseo.  La morena entonces se apoderó de los mismos con su lengua y recorriendo los bordes rosados de su botón, los amasó sensualmente entre sus palmas. Mi señora, incapaz de contenerse, suspiró mientras intentaba parecer fría ante ese ataque.
Si pensaba que esa actitud le serviría de algo, se equivocaba porque Rocío hizo caso omiso de ella y de un empujón, la sentó sobre la mesa del comedor.
-Abre tus piernas, puta. Quiero que el cerdo de tu marido disfrute de la visión de tu coño mientras te lo como-, ordenó bajando su cabeza a la altura del pubis de la mi mujer.
Desde mi posición, pude observar que Maite se estaba excitando por momentos. No solo tenía los pezones erectos sino que se notaba que la humedad estaba haciendo aparición en su sexo. La morena al notarlo le separó las rodillas y sacando la lengua empezó a recorrer sus pliegues.
-Ahhh- suspiró mi esposa.
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Rocío, encantada con su poder, aceleró las caricias mientras torturaba los pezones con sus dedos. Pude ver que luchando contra el deseo, mi señora apretaba sus manos y con la cara desencajada, de sus ojos brotaban unas lágrimas. Sin apiadarse de su víctima, la andaluza  metió dos dedos en el interior del coño de mi amada, la cual empezó a retorcerse buscando su propio placer.
-Te gusta, ¿Verdad? ¡Guarra!- gritó al comprobar que el sexo de mi mujer aceptaba con facilidad dos dedos y queriendo forzar aún mas su dominio, le preguntó: -¿Crees que te cabra mi mano?
Maité, al oír lo que se proponía, se zafó de su acoso e intentó huir pero entonces la morena, dirigiéndose a mí, me ordenó:
-Tráemela otra vez.
No pude negarme. Si esa zorra iba a la policía con el video donde me la había follado después de drogarla, hubiese ido a la cárcel por lo que cogiendo a mi mujer en mis brazos, la devolví encima de la mesa.
-Sujétala y que no se mueva- me soltó riendo.
Comportándome como un auténtico bellaco, inmovilicé a mi esposa mientras la morena la violaba metiéndole tres dedos en su interior. Los gritos de dolor lejos de cortarla, la motivaron aún más y haciendo caso omiso de los mismos, le metió un cuarto dedo.
-¡Por favor!- chilló Maite al sentir su sexo a punto del desgarro.
Disfrutando de la faceta de estricta domina, Rocío pellizcó duramente los pezones de mi mujer mientras le decía:
-¡Cállate, puta!. ¡Bien que te reías mientras tu marido me violaba!
Al recordarle el motivo por el cual nos tenía en sus manos, hizo que se quedara callada y quieta, momento que la morena aprovechó para incrustarle el quinto dedo. Con lágrimas en los ojos, chilló de dolor pero temiendo la reacción de esa muchacha, esta vez no intentó huir. Mas excitado de lo que me gustaría reconocer, observé la cara de lujuria que nuestra inquilina puso al intentar meter por completo su palma en el interior de mi amada.
Tras varios intentos fallidos, por fin, completó su objetivo y una vez conseguido ni siquiera esperó a que su víctima se acostumbrara y con autentico sadismo comenzó a golpear su vagina. Maite al sentir el puño de la andaluza en su interior, gimió completamente descompuesta.
-¡Te lo ruego, déjame! ¡Te juro  ser tu fiel esclava!- chilló en busca de su compasión.
Rocío al escuchar su entrega, le soltó:
-Todavía no te enteras. ¡Eres mía!- y recalcando su dominio, me obligó a darle la vuelta.
Juro que no supe que se proponía hasta que teniéndola a cuatro patas sobre la alfombra, vi que la morena cogía un cinturón y usándolo sobre mi esposa, empezó a castigar sus nalgas.
-¡No! – gritó al sentir la dura caricia del cinturón en su trasero.
Aterrorizado pero incapaz de defenderla, soporté el ver como nuestra inquilina azotaba una y otra vez a mi mujer. Solo cuando ya tenía el culo casi en carne viva, paró y dirigiéndose a mí, me dijo:
-¡Quiero ver cómo le das por culo!
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De `plano me negué, al sentir que era demasiado el castigo que estaba sufriendo Maite. Estaba a punto de enfrentarme con esa zorra cuando escuché que mi señora desde el suelo me decía:
-Haz lo que te ordena nuestra ama-
Sin saber qué hacer, me la quedé mirando y al observar que desde la alfombra me sonreía y que sin esperar a que esa puta sádica repitiera su amenaza, con sus dos manos se separaba las nalgas, no pude hacer otra cosa que arrodillarme a su lado.
Estaba recogiendo parte de su flujo para untar su ojete cuando la maldita inquilina me gritó:
-Directamente. No lo lubriques. ¡Esa zorra no se lo merece!
Quise protestar pero Rocío uso el cinturón sobre mi espalda para obligarme a obedecer. Juro que debí responder a su agresión enfrentándome con ella pero el escozor de ese latigazo, contrariamente a lo que había supuesto, me excitó y sin mediar queja alguna, forcé la entrada trasera de mi mujer con mi pene.
Afortunadamente el ano de Maite estaba habituado a ser forzado porque de no haber sido así el modo tan bárbaro con el que la penetré le hubiese provocado un desgarro.
-¡Dios!- aulló al sentir su ojete mancillado.
La morena disfrutando de nuestra sumisión se rio al comprobar la cara de sufrimiento de sus dos nuevos juguetes y tras un minuto sin hacer otra cosa que mirar cómo le daba por culo, se acercó a mí y poniéndose a mi espalda, me separó mis propias nalgas mientras me decía:
-Luego es tu turno.
Tras lo cual introdujo uno de sus dedos en mi ojete. Nunca nadie había hollado ese agujero por lo que al descubrir que era virgen, esa zorra se descojonó de mí, avisándome de que iba a ser lo primero que ella hiciera. Contra toda lógica, el notar su yema jugueteando en su interior me calentó y reiniciando con mayor énfasis mis penetraciones, seguí machacando el trasero de mi esposa.
Maite, que era ajena a que su marido estaba siendo violado analmente por los dedos de su inquilina, recibió con gozo ese asalto y con la respiración entrecortada, nos informó que estaba a punto de correrse.
Su confesión fue un error porque al oírla, la morena tiró de su melena y prohibiéndola correrse, me obligó a sacársela.
-Límpiala.
Habiendo cortado su calentura, mi esposa tuvo que usar su boca para retirar los restos de mierda que embadurnaban mi miembro, tras lo cual, la andaluza nos obligó a seguirla hasta su cama. Una vez en su habitación, la muy zorra nos demostró nuevamente que había preparado a conciencia nuestro castigo porque abriendo un cajón sacó dos juegos de esposas, con los que nos ató al cabecero.
Una vez con nosotros dos inmovilizados, se desnudó y apagando la habitación, se durmió.
 
 
Lo que en teoría iba a ser nuestro primer día de sumisos, se convirtió en algo mucho mejor.
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Como os imaginareis pude dormir más bien poco, atado, desnudo y sin saber que iba a ser de mí, me pasé la noche en vela. Ya eran más de las diez cuando la zorra de la andaluza, se levantó y olvidándose de mí, le quitó los grilletes a mi mujer tras lo cual le obligó a acompañarla al baño.
Como estaba la puerta abierta pude ver cómo se sentaba en el wáter y mientras Maite permanecía arrodillada a sus pies, se ponía a mear. Una vez liberada su vejiga, cogió a mi esposa y le obligó a limpiar los restos de orín con la boca, tras lo cual se metió a duchar.
Una vez hubo terminado, salió del baño envuelta en una toalla y cogiendo una bolsa de un rincón, salió con mi mujer de la habitación dejándome solo tirado en el suelo. No llevaba ni cinco minutos fuera cuando vi que mi inquilina volvía.
Asustado, creí que con su vuelta iba a empezar mi suplicio, cuando sentándose en la cama, me preguntó:
-¿Te gustaría llegar a un acuerdo conmigo?
-Depende- contesté aún sabiendo que tenía poco margen de maniobra. Fuera lo que fuese lo que esa morena me iba a proponer, comprendí que iba a tener que aceptarlo.
-Puedes ser compañero o por el contrario mi juguete- respondió con voz dulce mientras me quitaba las esposas.
-No te comprendo. ¿A qué te refieres?
Descojonada, ni se dignó a contestar y todavía estaba pensando en ello, cuando escuché que se abría la puerta. Al mirar quien entraba, no me costó reconocer que era Maite la que se acercaba. Mi mujer venía vestida como una sumisa de libro. Ataviada con un arnés hecho de correas de cuero, parecía una actriz de una película erótica.

Supe entonces lo que  esperaba de mí cuando vi a mi señora arrodillarse a mis pies y  decirme:

-Amo, vengo a presentarme. Tal y como he acordado con mi  dueña, no debe considerarme su mujer sino una propiedad. A partir de ahora, cumpliré las ordenes de los dos sin quejarme.
Obligada por las circunstancias, Maite había aceptado se nuestra sumisa y aunque comprendía los motivos que le había llevado a ello, me sorprendió ver en sus ojos un brillo que bien conocía:
“¡Está cachonda! ¡Le pone bruta ser una sumisa!” exclamé mentalmente al asimilar su significado.
Todavía no me había repuesto de la sorpresa cuando escuché a Roció decir:
-¿Qué respondes? Aceptas que entre los dos adiestremos a esta puta o por el contrario, tendré que ocuparme yo sola de vosotros dos.
-Sin lugar de dudas, acepto.
Mi hasta hacía unos segundos amada esposa no pudo reprimir su satisfacción y pegando un suspiro, se agachó frente a mí diciendo:
-¿Desea mi amo que le sirva?
-No, zorra –contesté- antes quiero que veas como me follo a una verdadera mujer.
La reacción de Rocío no se hizo esperar y despojándose de la toalla, se lanzó a mi lado. Verla desnuda y deseando mis caricias fue algo que no me esperaba y sin dudarlo la acogí entre mis brazos.
-¡No sabes cómo deseo sentir tu polla dentro mío!- me dijo la mujer que hasta hacía unos momentos pensaba que iba a ser mi torturadora.
-No tardaras en sentirlo- contesté pegándola a mí.
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La muchacha me respondió con una pasión arrolladora y pegando su cuerpo al mío, dejó que la acariciara. Mis manos al recorrer su trasero descubrieron que tenía un culo duro y bien formado. No me hizo falta su permiso para pasar mi mano por su entrepierna. Mis dedos completamente empapados dieron fe de la excitación que dominaba a esa cría y llevándoselos a la boca, la obligué a probar su porpia excitación mientras le decía:
-¿Qué hacemos con nuestra esclava?
Descojonada, contestó:
-¡Qué mire!
Desde el borde de la cama, Maite nos miró con una mezcla de deseo y envidia. Sabiendo lo que esa mujer necesitaba y olvidando a mi esposa, susurré en su oído:
-Eres una putita pervertida.
-¡Habló el que viola a mujeres drogadas! – respondió mientras con sus manos acomodaba mi pene entre sus piernas.
-Ahora va a ser mejor- contesté mientras me metía en su interior.
Rocío gritó de satisfacción por la violencia de mi estocada pero no hizo ningún intento de separarse, al contrario, tras unos segundos de indecisión se empezó a mover buscando su placer. Lo estrecho de su sexo dio alas a mi pene y cogiéndola de sus pechos, empecé a cabalgarla. Dominada por la lujuria, la muchacha me rogó que la tomara sin compasión. Cada vez que la cabeza de mi glande chocaba con la pared de su vagina, berreaba como loca, pidiendo más. Su completa entrega elevó mi erección al máximo y cambiándola de postura, la puse a cuatro patas.
Al verla en esa posición, recordé que nunca me había atrevido a usar su culo no fuera a ser que al día siguiente se diera cuenta y por eso tras darle un sonoro azote, le pregunté:
-¿Te han follado alguna vez por detrás?
-No- contestó- pero ahora te necesito en mi coño.
Satisfecho por su respuesta, la volví a penetrar mientras de reojo veía a mi mujer masturbándose por la escena. Olvidándose de su papel de sumisa, estaba dando rienda suelta a su lujuria al verme con otra.
-Sigue, ¡que me encanta!- protestó la morena al notar que aminoraba mi ritmo.
La calentura de las dos mujeres era tal que comprendí que a partir de ese día, iba a tener que satisfacer a ambas y por eso concentrándome en ese instante, decidí pedir ayuda a la que se había conformado con ser nuestra esclava:
-Cómele los pechos a tu ama.
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Ni que decir tiene que Maite, se lanzó sobre las tetas de esa muchacha sin protestar y ella al sentir que eran cuatro manos, dos bocas y un pene los que la estaban amando no pudo evitar pegar un grito de satisfacción. Buscando un punto de apoyo, me agarré a los dos enormes melones que la naturaleza le había dado.
Ese nuevo anclaje, permitió que mis penetraciones fueran más profundas y con mis huevos rebotando en su sexo, me lancé a un desenfrenado galope. Rocío, convertida en mi montura, convulsionaba cada vez que sentía a mi glande chocar contra la pared de su vagina. Fue entonces, cuando al sentir que estaba a punto de explotar, le mordí el cuello.
Es difícil de expresar su reacción, sollozando, gritó que nunca la dejara de follar así. Su absoluta entrega fue la gota que le faltaba a mi pene para reventar y esta vez, fui yo quien rugió de placer sentir que regaba con mi simiente su interior.  Ella al advertir mi orgasmo, se desplomó en la cama mientras todo su cuerpo no dejaba de agitarse con los últimos estertores de su rendición.
Al sacar mi miembro de su interior, Maite tomó mi lugar y como posesa, se dedicó a beberse el semen con el que había llenado el sexo de la morena. Esa mamada inesperada, prolongó el éxtasis de Rocío hasta límites nunca sospechados y solo tras una serie de orgasmos consecutivos, separó a mi mujer y abrazándose a mí, me dijo:
-Dile a esa puta que prepare mi culo, quiero que vea como me lo desvirgas.
No tuve que decírselo, mi amada esposa al oírlo pegó un  grito de alegría diciendo:
-Ahora mismo, me pongo a ello- tras lo cual separando las nalgas de su ama, sacó la lengua y empezó a relajar ese rosado esfínter.km07515b
 
 

Relato erótico: “La difícil decisión de la rica Erika Garza de Treviño 3” (POR RAYO MC STONE)

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Parte 3.
¿Qué va ser de mi vida? ¿Dios, ayúdame? Rogaba Erika.
Erika intento que su esposo se la cogiera como dios manda. No hay mayor detalle que relatar. Es triste cuando alguien que te quiere pide ayuda y no se la dan. Carlos en definitiva si era un ser asexual.
Erika tomo una primera decisión, no se quedaría con las ganas de probar, de sentir, de experimentar lo que es ser mujer en toda la extensión de la palabra S E X O.
Al ser analítica, intensa en lo que hacía empezó a ponderar sus opciones. ¿Quién sería el afortunado elegido? Que lejos estaba la rubia de saber que ella no elegiría en esta ocasión…y en otras tantas más.
En definitiva no quería saber nada de Don José, sabe que si se deja manipular por este, su vida se convertirá en un infierno, en un hazme reír para los demás, no quería darle el gusto a las hipócritas de Clara y Susana. Con el resto de la pandilla, no sabía a qué atenerse. Lo odiaba por la forma en que trataba a su marido, al que por ningún motivo quería darle más sinsabores. Le causaba repulsión el hecho de haber sabido más de la vida del supuesto hombre de bien…ya que se encargó de investigar a fondo lo que se decía de él. Además, no creía que fuera un superdotado en la cama, pensaba que eso eran fantasías (que lejos estaba la rubia de saber que eso no era verdad, el viejo era un tigre en las artes amatorias).
Dudaba de Rodrí, …dudas en el sentido de que podría ser discreto en su inmadurez, pero en realidad no quería dar pie en su círculo cercano a que la descubrieran. Además como podría ella tener una relación duradera con él, se iría a estudiar y no quería ser causa de su perdición, lo podría poner en peligro si Don José se llegará a enterar de que ese chavo se la hubiera beneficiado…en definitiva, tampoco era opción.
Tío Alberto le caía bien, pero no le causaba deseo, es verdad que el viejo experto la supo calentar, pero no se veía en brazos de él, además el viejo al igual que Don José le podían contagiar algo (recordemos que Erika está orientada a lo estético, pulcro, limpio) al ser tan activo en su vida sexual.
Nadie de los otros buitres le agradaba, llego a la conclusión de que no podría ser alguien de su círculo próximo ya que podría ser descubierta y quería lograr todo: satisfacerse y que nadie lo supiera.
Tiene que ser alguien de la ciudad, no puedo estar viajando a otro lado con frecuencia.
No deseaba ir de buscona a un lugar de los típicos en donde sus amistades lo hacían
Entro a algunas páginas de internet de contactos, pero lo considero peligroso dada la condición de ser figura de alguna manera pública y aunque publicará sin fotos, en el encuentro tarde que temprano a fuerzas tendría que saberse. Además creía que en esos sitios los hombres eran personas que buscaban y ella buscaba algo más natural, no sabía que estaba siendo algo ingenua en esta situación. Pero recordemos, que en realidad no tiene experiencia en esto.
Su plan estaba empezando a estructurarse en su inteligente mente. Tenía que ser el plan perfecto.
Es importante que recordemos que ella siempre le gusta elegir y esta no sería la excepción, según ella.
Erika pondero lo siguiente:
-Tengo que desahogarme con alguien, no puedo yo sola cargar con esto.
Amanda la descartó ya que no entendería de esto.
Rodri es muy joven y más bien también quiere lo suyo, aunque de una forma más noble, no sé, a lo mejor sería una opción intentar con él…No, lo inquietaría de más, lo descartó en definitiva, aunque algunas circunstancias futuras le harían confiar en él para siempre.
Siendo ya otra historia por contar con quien decidió intimar al grado de desahogar todas sus frustraciones, deseos y anhelos fue con Marisa. Es más fue ella, Marisa la que se desahogo primero con Erika.
Con ella encontró una auténtica amiga, a quién eligió al haberla probado con distintas preguntas, analizarla y ver que se trata de una mujer desesperada que acudió por una sola vez (después lo supo al club Le Barón en donde nunca supo que fue follada por el Tío Alberto y este no supo que se había cogido a otro figurón de la sociedad.
Marisa, al ser una mujer deseosa de sexo, también la entendería, al haberla probado de que no era un putón declarado como Clara y Susana, podría entenderla y así fue, pero esa es otra narración…
Al sentirse más tranquila porque los tiburones principales no estaban y los otros como perros con la cola entre las patas ya no ladraban, Erika decidió un plan completo para su inauguración como mujer plena.
Si tendría que salir a buscar un verdadero hombre. Tendría que ser en el centro de Monterrey. Tenía que evadir el cerco de su guardia, ser precavida con el celular, sus  correos, su computadora, tendría que disfrazarse y crearse otra identidad para pasar inadvertida…Le entusiasmo la idea que tardo varios días en estructurar, eso le sirvió de paliativo a la ya inminente necesidad de hombre, de verga, de placer, de sexo, de probar todo lo que a probaditas ha hecho y que tanto gozo le ha dado.
Buscaría una relación con miras a tener ya en definitiva un amante…ella elegiría, no importaba que en sus primeras escaramuzas no tuviera éxito, más valía esperar que andar dando las nalgas al primer buey que se le atravesará…tendría que ser algo que valiera la pena…En definitiva, tampoco, alquilaría a un sexoservidor, se le hacía vulgar, supo que normalmente eran tipos muy musculosos, pero ya sabemos que ese no es el estilo del mujerón. Pensaba que podría ser alguien de clase media alta o incluso de buen nivel pero no del círculo tan cercano a ella, en la ciudad de Monterrey a fuerza podré encontrar a alguien se decía.
Que lejos, lejísimos estaba la hermosa e inminente infiel de saber que Dios le tenía deparados más sorpresas, El hombre (en este caso mujer) pone y Dios dispone, o bien los renglones torcidos de Dios son impredecibles.
Su proceso de aprendizaje y sensibilización acerca de la realidad de todos también se vería impactada de una manera que nunca hubiera podido predecir.
Estaba demasiado excitada, para ver que los problemas de corrupción, mafia, arreglos empresariales, droga, alcoholismo, desviaciones sexuales que ya había visualizado aún no la preparaban en nada a los impactos que en un solo día estaría expuesta a ver, escuchar y a sufrir de manera muy cercana. Se metería a un mundo aún desconocido por completo por ella.
Al ser una experta en diseño, no tuvo mayor problema en elegir cual sería el atuendo. En una prueba que se hizo de su nuevo traje, viéndose al espejo no pudo más que decirse…Diosss…parezco una vulgar callejera…una, una Puta, bueno, pero de lujo.
Erika lucía una espectacular cabellera negra que para nada hacía ver que se trataba de una peluca. El color negro resaltaba aún más su blanca piel. En esos días se hizo un nuevo tratamiento para dorar de manera artificial su piel, luciendo bastante diferente.
Selecciono un pantalón de mezclilla de corte moderno a la cintura, estilo que nunca había usado, ni habría pensado en llegar a utilizar, no era de su gusto…aunque debía reconocer que se sentía muy bien, haciendo lucir su breve cintura y resaltando como nunca lo había sentido y visto su maravilloso nalgatorio.
La blusa era corta dejando ver la cintura y mucho más arriba del ombligo, con escote generoso, amarrado en un gracioso moñito en donde terminaba. De esta manera, los senos se veían majestuosos, no llevaba brasier, para lo que podría darse, no sería necesario.
Su maquillaje era cargado, se puso pupilentes de color para cambiar su acaramelado color miel por un color violeta que le hacía parecer a la afamada y bella actriz Elizabeth Taylor en sus mejores épocas.
EL bikini era breve, sin ser tanga, le gusto el estilo de los que llevan nuditos a los lados…pensó: Igual, y si tengo suerte, que sea fácil entrar en batalla.
De solo verse en el espejo, tenía empapadísima su  vagina, sin poder resistirse se empezó a acariciar.
Se calzaría con unas zapatillas más altas a las que solía usar, que resaltaban aún más su cuerpo.
NOTA DEL AUTOR: “el buen amigo guerrero charrúa de la hermana nación de Uruguay dio una referencia bastante cercana a la imagen de la protagonista. Recuerden la historia está basada en hechos reales aderezados en parte por mis fantasías, pero más bien incorporando otras experiencias reales propias y de conocidos. Entren de favor a google en “imágenes” para en búsqueda poner precisamente Erika Garza y les va a salir una mujer de los medios norteña y que se parece bastante a la real. La verdadera es más acinturada, mucho más bonita, con mejor cadera, pero esta mujer le da bastante el parecido. La vestimenta que está eligiendo Erika la pueden ver en las primeras imágenes que salen, el del pantaloncito ajustado de mezclilla y blusa más arriba del ombligo. En otras imágenes también se asemeja bastante”.
El bolso sería pequeño, para lo que en protección llevaría: spray protector, cámara fotográfica y de video.
Ya estaba la vestimenta, además era fácil de guardar, porque se tendría que cambiar en algún momento para poder salir del cerco de San Pedro y de su guardia.
Faltaba urdir el plan de como evadir al guardia, como hacer que no se notara su ausencia y el cómo podría ir de “cazadora” al centro de la ciudad, que eligió entre otras razones, en el hecho de que sus amistades no se movían en esos lugares ya. Sabía que en ahí se mueven otros hombres de buena posición en donde empezaría a buscar.
Tendría que ser el día lunes, que es el día libre de reuniones con sus amigas. Sus hijos estarían en un evento escolar casi todo el día, al cual sus padres sin necesidad de ella hacer algo, se habían anotado para estar con ellos. Con sus padres no tendría problema alguno en inventar alguna excusa.
Su marido había salido de viaje. Los tiburones no estaban en la ciudad. Así que todo el universo al parecer estaba conspirando para que  su aventura se pudiera llevar a cabo.
Pensó que se iría a un restaurant bar del centro, se pasearía por las calles, entraría al museo de la Macroplaza. Había indagado que al parecer había un cine parecido al de la ciudad de México en donde estuvo con Natalia. Elegiría ese nombre. Sería ¡Natalia! Lo del cine pues trataría de ver que podría indagar con algún taxista. Pensaba que no sería a la primera que pudiera conquistar a un hombre que le cuadrara, sería como un primer paso de exploración. No abrigaba esperanzas altas.
Iría a dejar a los hijos a las 8 am y tendría una hora para evadir a la escolta. Sería en la misma escuela donde tendría que hacer el cambio y sus padres tendrían que ser la forma en que el escolta, el serio Sr. Joshua no asumiría que ya no estaba con ellos. Sabía que la confianza y sabedores del acuerdo que existe de no turbar la paz en el municipio de San Pedro, sería la perdición del guardia, para que ella pudiera prácticamente tener todo el día y lograr su exploración. Le calentaba, le excitaba saber que estaba urdiendo un plan para ser ya en definitiva una infiel, una pecadora, ¿una puta? Se decía…Regresaría a la escuela ya tarde-noche, por qué el evento era todo el hijo y ya con sus padres e hijos juntos, el guardia como si nada, se dijo….
Para no entrar en detalles de cómo le hizo; ya que no vienen al caso, solo resaltarían la audacia e inteligencia de la ansiosa mujer por vivir, por experimentar, por sentirse plena y libre, solo basta decir que la chica ya se encontraba en la parada de una estación del metro de la ciudad de Monterrey recibiendo toda clase de piropos subidos de tono, a la cual había llegado en un taxi.
Iniciaba su coqueteo y exploración del terreno que pisaría.
Incluso un hombre maduro se le acercó para discretamente preguntarle:
¿Cuánto por el acostón mamacita?
Ella, que estaba preparada para todo, sin dudar le contesto: Pues son $ 1,500 por una hora y tú pagas el taxi, el hotel y aparte me das propina para mi regreso, ¿Qué dices papito vamos…?
Hee,,,este no tengo esa cantidad, ni modo chulita
Riendo, la mujer le dijo: Bueno papi, ya sabes cuál es el precio.
La mujer sabía que en ese lugar difícilmente alguien llegaría a esa cantidad y si fuera cierto que alguien le hubiera contestado ya sabía lo que tendría que hacer.
Se subió sentándose, no buscaba ya nada de magreo como en el DF, sino más bien empezó a ver a los usuarios del vagón. No dejo a nadie de mirar, sin que le llamarán su atención.
Pasó una, dos estaciones y nada en concreto…empezó el vagón a pasar en un espacio elevado, cuando un murmullo se dejó escuchar entre los asistentes.
Pasaban frente a un puente de larga extensión de donde colgaban tres cadáveres. Uno de una mujer de muy buen cuerpo, parecía de un rubio teñido y los otros dos de hombres jóvenes que lucían tatuajes en sus cuerpo desnudo. La mujer solo tenía un pantalón de mezclilla y estaba desnuda del dorso. Ciertamente estaban muertos.
Una viejecita alcanzo a rezar: Dios te salve María, llena eres de….
Otra mujer empezó a llorar con histeria
Unos niños se tapaban con sus padres.
Dos jóvenes agacharon la cabeza y se concentraron en la música que escuchaban de sus audiófonos.
Otro tipo empezó a casi gritar: ¡Málditos narcos, ya que le paren a su desmadre…Pinche gobierno corrupto que nunca hace nada, Carajo ya párenle a esto.
Ella quedo impactada, nunca en su vida había visto tan de cerca unos cadáveres y mucho menos en esas circunstancias.
Bajo la guardia, se descuidó, se desconcentro y no alcanzo a ver que dos sujetos casi a rape, con camisetas sizadas raídas y pantalones de mezclilla tipo cholo murmuraban entre ellos riéndose maliciosamente.
En las dos siguientes paradas se tenía que bajar y tomar ahora un autobús, quería estar de cerca de las personas y no tomar un taxi. Sabía que en un autobús nada podría pasar. EL susto ya había pasado, de alguna manera vio como todos ya eran indiferentes a lo que habían visto.
Otro señor alcanzo a decir: Pues si son de los mismos, que vayan a la chingada , que se maten entre ellos…
Todo mundo pareció volver a la normalidad.
Se bajó sin percatarse de los que dos sujetos la empezaban a seguir.
Espero el camión señalado. Aquí ya había más personas. Eso sí, los hombres no dejaban de lanzarse miradas que si fueran penes ya se la estuvieran cogiendo.
Los dos sujetos también se subieron.
En el camión, no había lugares así que tuvo que ir parada.
De pronto sintió como uno de los rapados que era mucho más bajo que ella, se colocaba frente a ella y empezaba hacer muecas para parecer gracioso y lanzarle miradas llenas de deseo insano. Sintió como el otro la puntilleaba por detrás con un pene ya erecto, de tamaño promedio.
Se volvería a poner en su lugar al tipo, cuando sintió el frío de lo que sin duda era un puñal.
Sujeto: ¡Cuidado, pendeja…que aquí te mueres!
El otro sujeto ya riéndose como hiena;  la sujeto sin que nadie se percatara por lo apretado que se encontraban todos, de las dos manos  con una fuerza que no correspondía a la flacura del cuerpo, sin duda estaba drogado.
A pesar de sus conocimientos sin duda la tenían sin defensa alguna. Además era difícil que los demás usuarios pudieran ver que la estaban apuntalando con una daga.
Esto a pesar de la violencia, no es tan común en Monterret, así que una vieja alcanzo a murmurar: ¡Pinches calenturientos, ya están de lujurisos! Ya que en realidad parecía que se estaban dando gusto las tres siluetas.
Sujeto que puntillaba ya con ritmo fuerte: ¡Mira putita, hoy vas a trabajar sin cobrar! ¡Vamos a cachuchear (término coloquial que significa que lo harás gratis con una sexo servidora)…Carajo, pero que buen culo te cargas…se ve que te encanta la verga, cabrona…Mira cuando te digamos te vas a bajar con nosotros, jejej te vamos a llevar a un lugarcito más privado, dándole una nalgada que pasó desapercibido para muchos en el camión, ya que no fue de gran fuerza y vuelo.
Siguieron una calle, la rubia con lo pasado ya no sabía que se había equivocado de camión y estaba internándose en una colonia popular de clase media baja cercana de alguna manera al centro, pero ya retirándose de ahí.
De pronto gritos de la mayoría, las personas que estaban en la parte delantera del camión buscaron tirarse al suelo. La mujer estaba por vivir una de las peores experiencias de su vida. Experiencias que desafortunadamente personas distintas a su círculo de referencia están más expuestas a vivirlo…incluso a morir sin ton ni son, sin deberla, camino al trabajo o a la casa. Situaciones que a lo mejor la disponían a una mayor sensibilidad, a no ser tan egoísta pensando en la búsqueda de placer, pero que en un rato más también le recompensarían con el mejor sexo que hubiera podido imaginar a sus ya casi 33 años. Su cumpleaños estaba próximo.
Hay veces que en un solo día te puede pasar de todo. Pasar por una calle en donde a la mejor murió el conocido de un conocido tuyo. Llegar a tu trabajo para ser despedido de manera injusta. Encontrarte con una vieja amiga, tal vez una comadre para tener un acostón de película. Llegar a casa y ver que tus hijos lograron un reconocimiento. Que tu esposa te espera con la comida a punto y el amor siempre a la mano. Todo eso le puede pasar a un mexicano común y corriente en un solo día, incluso morir.
Increíble, totalmente increíble lo que en un solo día le estaba pasando a la rubia, pero como se dice a veces en un día de tu vida te puede marcar para siempre. La probabilidad de estos eventos aunque alta, era de no creerse que le estuviera pasando…como en una película, la rubia vio pasar su vida.
Se trataba de una balacera, una persecución de una camioneta de lujo a una de la Policía Federal, pero como era eso posible: Las liebres tirándole a las escopetas. Pues si se trataba de un ataque por parte de la camioneta a quien supuestamente deberían perseguirlos y atacarlos. Balas entraban por el camión. Se oyó el chillido  de una Señora que gritaba: ¡No a mi hijo, no, por favor, Dios…afortunadamente ese día no le tocaba al pequeñín de 8 años que llorando veía como de su pequeño hombro le salía mucha sangre, solo había sido un rozón…
El sujeto del frente jalo a la rubia que quedo encima de él, mientras el otro torvo sujeto quedo encima de ella…era un sándwich humano.
Las balaceras para los que nos toca vivirla duran una eternidad, en la realidad son escasos minutos en donde las unidades de donde emanan los disparos pasan rápido. El camión se detuvo, con lo cual las personas de manera atropellada se bajaban también.
Los dos sujetos de una manera hábil e inusitada para sus cuerpos la volvieron a someter bajándose con toda calma y empezar a caminar por una de las callecitas.
La mujer calculaba en que momento podría liberarse de sus captores, consideraba que sería fácil. Solo esperaba la oportunidad.
De reojo vio como un hombre mayor como de 45 años que s ele hizo conocido, llegó por detrás del sujeto que apuñalaba a la chica, para jalarlo sometiéndole de manera rápida, efectiva y definitiva noqueándolo prácticamente para de inmediato gritarle al de enfrente;
Hombre: ¡ A ver cabrón, te largas o te quiebro, pendejo!.
El tipo al ver con qué facilidad su compañero lucía aturdido de rodillas en el suelo replico: Nada mi buen, si la chica está de acuerdo, íbamos a un “entierro” mi viejo, jajaja
El hombre finto que lo golpearía para que el sujeto ya huyendo ayudando a su amigo les gritará:¡Al fin, es solo una puta, que te aproveche, pinche viejo!
El maduro hombre tomando de las manos a la mujer le increpo: ¡haber, haber, quien te manda andar de calienta vergas!
Erika: ¡Pero que se cree pelado, no soy ninguna calienta vergas!
Hombre: ¡Aja, te vengo observando desde el metro y tú andas de buscona, a que no, dándole una nalgada alargando su fuerte brazo. Bien que estabas culeando con ellos, ¿Qué no sabes con quien te estas metiendo? Ellos no te van a tratar como el mejor de tus clientes…
Erika: ¡Pero que se cree, pelagatos, yo no estaba haciendo nada!
Hombre. ¡Y con ese atuendo que quieres que piense, y luego andabas viendo a todos como queriendo guerra! Jalándose hacia él para hacerle sentir su fuerza.
El tipo tenía ligeras canas en sienes y en el entrepelo. Moreno claro, pelo corto bien rasurado, unos centímetros más alto que la mujer. No era guapo, pero tampoco feo. Más bien era de rostro agradable, aunque sin llamar la atención en suma alguna. Sin duda tenía fuerza. Su vestimenta era rara para el lugar que ya había percibido de rápida manera la hembra y a la que le había visto al resto de gente que le toco ver. Era un pantalón o pants deportivo estilo cargo color verde militar y una playera polo  a rayas de colores caqui y azul que hacia perfecto tono con todo el conjunto, ambas sin duda de la marca Nike originales, sus zapatos tenis parecían ser también de dicha marca, olía, tendría que reconocer Erika de manera agradable, sin duda se trataba de una buena colonia.
Tenía un bolso de hombre colocado en su hombro que para nada disminuía la virilidad y seguridad en sí mismo que el tipo proyectaba.
Jalándola de pronto de un brazo el hombre casi la cargo para ponérsela en su costado estando ella del lado de la pared, caminando de rápida manera hacia el otro extremo de la calle.
¡Andando, chiquilla, aquí es peligroso!
Erika: ¡Pero que se cree usted, adonde me lleva, no necesito de su pinche ayuda, déjeme, viejo!
Hombre: ¡Mira cabrona voltea hacia atrás, tú crees que esos bueyes se van a quedar contentos con lo que paso!
Erika volteo para ver que los dos sujetos con celular en mano corrían hacia su posición ya con otros dos sujetos similares.
Todavía indignada quiso zafarse del apretón de brazo que le hacía el hombre, pero este era muy fuerte y la siguió jalando: ¡Chingada madre, que quieres: si quieres te suelto, pero te van poner una violada que no te vas a poder sentarte en meses! ¡A lo mejor es lo que quieres, pinche necia!
Erika se volteó a mirarlo con odio: Yo siempre elijo lo que quiero, esos bueyes no me van a violar,  pero tú que madres quieres…
Hombre: ¡Andale veremos si puedes tu solita, para haciendo una señal hacia otro joven que se encontraba en una esquina casi ya correr jalándola hacia una casita que sobresalía en esta cuadra.
La mujer no dejo de ver lo impresionante que se veía esa casita en medio de casas mal pintadas y descuidadas. Aunque la colonia no lucía en si mal, era muy diferente a lo que estaba acostumbrada a ver, solo en ciertos programas había visto estas callecitas empinadas como rumbo al cerro de casitas de un solo piso de techo alto, como coloniales que se ve en antaño habían lucido la pintura de diversos colores que se daba entre una y otra.
El joven de la esquina hizo silbar un silbato para que de inmediato unos dos sujetos rapados salieran quien sabe de qué puerta y también tatuados esperarán al grupo ya de aproximadamente ocho sujetos. Erika volvió su rostro para ver que platicaban ya animadamente para abrazarse y ver como los sujetos se retiraban ya haciéndose empujones entre ellos y riendo ruidosamente.
El sujeto en marras, de manera gil casi la empuja al interior de la hermosa casita a través de un pasillo en medio de un jardín pequeño abriendo una reja y después la puerta de la casa para que la mujer se sorprendiera aún más por lo bonito de la decoración, orden y limpieza con que lucía adentro.
Una vez que la mujer fue soltada le lanzo un bofetadon al tipo que recibió con una mirada despectiva, conteniéndose de responder.
Hombre: ¡Para buscona! ¡Tras de que te ayude, te pones fúrica, dejaras de ser hembra!
El susodicho volviéndola a jalar la llevo hacia la ventana que daba al pequeño, pero bien cuidado jardincito del frente que estaba a los lados de un pequeñito pasillo que separaba la calle de la puerta principal para que discretamente a través de un vidrio polarizado de esos que dejan ver todo lo que sucede afuera, pero los de afuera nada de lo de adentro, la cortina estaba corrida: ¡Mira con atención, sé que lo sabes hacer, te vengo observando desde que te subiste en el metro!
Erika, haciendo memoria ya que desde el inicial recorrido analizo a todos los usuarios del servicio, recordó que si lo había visto, estaba sentado escuchando música por sus audífonos y leyendo un periódico, al tener una cara común y corriente no le presto mayor interés y atención. Lo único que le llamo la atención y que le hizo reír para sus adentros, era que tenía el mismo peinado que utiliza el candidato a la presidencia de la República, Enrique Peña Nieto. Después lo perdió de vista, al no despertarle ninguna emoción.
Erika: ¡que…solo está el chavo de la esquina! Y…momento, esa camioneta la ….sin completar la frase. Uno de sus conocidos, bajando de su camioneta de lujo tocaba discretamente una puertita de una casa adjunta a la tienda de la esquina para claramente entregar y recibir algo.
Hombre: Aja, ese es un punto de venta de droga, es peligroso aquí, pero no tanto si sales así a la calle. Mira, ves a esa chava que sale de la otra casa…mírala bien…
Erika, viendo a una mujer que evidentemente si era una prostituta era levantada por un taxi que ya llegaba casi al unísono que la hembra de exageradas curvas salía: ¡Pues yo me voy, para eso son los taxis…haciendo el intento de abrir la puerta, para volver a ser jalada bruscamente por el hombre.
Hombre: ¡ Carajo! Entiende, aquí todos se conocen y fácilmente van a identificar que no eres de aquí., te van a cobrar derecho de piso, o eso es lo que buscas nalgona, para darle ahora si una sonorada nalgada que enojo aún más a la frustrada casada candidata a infiel.
En eso, el chavo que había silbado llego a la casa para que a media voz, pero con la fuerza necesaria para ser escuchado por los de adentro: ¡Profeeee..! Dice mi abuela que no se preocupe, ya no hay fijón con los rapados, pero que se quieren cobrar su cuota con la chica…cuando usted termine. También dice mi mama: ¡Que ya era tiempo que se diera su gustito, que lo manda felicitar y que se aproveche…
El llamado Profe: Dile a los rapados que no hay trato, que no es lo que creen, luego hablo con ellos.
Chavo: Oiga allá viene Rodrigo
Erika, asomándose vio que el joven jardinero de su residencia venia hacia la casa directamente, asustándose, acto que el profe capto de inmediato.
Profe: Por favor, dile que hoy no podré atenderlo que me disculpe mucho, pero estaré ocupado hasta tarde, dile a tu abuela y madre que hablen con los rapados y Don Julián el de los taxis.
Erika, al escuchar eso se tranquilizó pero se molestó por lo que asumía era una táctica para que no se pudiera ir en taxi: Oiga cuando le dije que no pediría taxi.
Profe: Tengo que avisar a todos que no eres peligro, pero tendrás que quedarte aquí un buen rato, tú dices si quieres aventarte tu solita…ándale, haciendo el intento de abrir la puerta
Erika que veía que el chavo hablaba con Rodri, pondero que podría alcanzarlo y pedirle ayuda, pero como explicaría su presencia aquí y con esa vestimenta: ¡carajo…es usted un necio…
Profe: ¡ Ya me colmaste el plato…no es suficiente con lo que nos tocó ver para que entiendas que el peligro está en todos lados, para darle otra sonora nalgada a la mujer que ya encabritada intento darle otra bofetada, siendo más rápido y ágil para su edad para casi cargándola llevársela a un sofá de la agradable salita y sentándose en su regazo iniciar lo que sería una nalgeada de aquellas, de película…
Erika, pataleando y luchando, aunque el hombre no era mucho más alto que ella, era notorio que también sabía de defensa personal ya que con su fuerza la tenía bien sometida.
Profe: Plac, plac, plac con la mano derecha le daba unos sonoros golpes, reafirmando: ¡Para que entiendas, carambas, no sabes cómo te estoy ayudando…podrías estar muerta, carajo…Ni el peor de mis alumnos es tan necio como tú…plac, plac, plac
El Hombre estaba molesto, también estaba nervioso por todo lo que le había tocado ver en escaso tiempo, desde el trayecto del metro, los colgados, la balacera, el intento de inminente violación de esta evidente puta que sería de otro lugar, ciudad o colonia, por qué estaba muy pendeja
Erika realmente sentía el nalgeteo, no eran caricias, el hombre estaba realmente molesto, le cayó el veinte que la había regado, también estaba impactada, nerviosa, desconcentrada, todo se le había salido de las manos, lo que toco ver sin duda requeriría de apoyo psicológico.
Este tipo de ayuda está proliferando. Los psicólogos están teniendo bastante trabajo, ya que a muchos hombres, mujeres, jóvenes y hasta adultos mayores este tipo de situaciones nuevas, en donde aparentemente ves y te quedas callado, no queda en eso, si se requiere ayuda.
Ya lagrimas brotaban del bello rostro haciendo que el maquillaje se corriera, la peluca se estaba desacomodando, con todo el trajeteo sufrido y esto, pero más allá de ello, la rubia se sentía dominada, humillada, le dolía su trasero…empezó a emitir gemiditos, y a tener que tragarse su orgullo para implorarle al hombre, ya profeee, ya por favor, me duele, me duele, ya noo…profeee
El hombre estaba en el nalgeteo desahogándose. Vivía en un entorno difícil, pero había sabido convivir con las reglas del juego sin mezclarse en negocios turbios…la llevaba bien con toda la colonia, al contrario era un hombre admirado, pero su nerviosismo lo estaba desquitando con ese culo de campeonato que le llamó la atención desde que lo vio. Cuando la vio por primera vez no pudo decirse a sí mismo: Pinche mujerón, esta que se cae de buena, ha de ser de las caras, cuando antes de subirse vio como un sujeto se fue como perro con la cola entre las patas después de hablar brevemente con ella. De esas pulgas nunca han brincado en mi petate, se rio. Se parece a la Chule (Así se le conoce a la ex esposa de Luis Miguel, es una actiz muy popular en el país) Ciertamente de lejos si le daba un aire.
El profe vio las lágrimas de la que consideraba era una prostituta, empezó a disminuir la fuerza para que sin que se diera cuenta empezar a masajear, a degustar ese hermoso culo que en pompa tenía, se estaba excitando, su hombría se despertó. No lo tenía planeado, pero esa hembra era de campeonato, nunca en su vida había tenido un cuerpo como ese tan cerca de él.
La joven mujer no opuso resistencia, le habían dolido los casi 10 o 15 minutos que con fuerza la habían nalgeado, ¿Cómo supo el tiempo? Lo veía en un reloj de madera que se encontraba en una de las paredes de la casa…increíble, desde que había tomado el metro y la hora actual solo había transcurrido escasa hora y media aproximadamente calculó. El masaje lo asimilo como un paliativo a su adolorido trasero.
El hombre disminuyo e incluso paro para que con un control que tenía al calce poner música, le sorprendió a la sometida hembra que se empezara a escuchar una reconocida canción de Enya, Orinoco Flow…como este sujeto en esta colonia podía escuchar este tipo de música.
“Let me sail, let me sail, let the orinoco flow,
 Let me reach, let me beach on the shores of Tripoli.
 Let me sail, let me sail, let me crash upon your shore,
 Let me reach, let me beach far beyond the Yellow Sea.
 Sail Away, Sail Away, Sail away”…se escuchaba.
Profe: ¡Te duele putita!, (la rubia se desconcertó, el tono que uso el varón no era agresivo, sonó hasta cariñoso) para iniciar de nuevo un ya sensual masaje, pasaba su mano por toda la superficie, la cintura, la ranura del culote sin dejar de decir: ¿Qué buscabas chiquita?…Que te pusieran una madriza, te arriesgaste mucho, pendeja (otra vez la mujer se estremeció, ahora descubría que hasta el tono de voz y la intención del viejo la estaban excitando)
El hombre sabía su negocio, recorría con calma, mitigaba el dolor, rozaba con sus dedos la rajadura, la mujer empezó a cimbrarse y a temblar, los brazos se le pusieron chinitos…el hombre emitió una sonrisa triunfal, diciendo: Lo que bien se aprende, nunca se olvida, ya decía yo.
En realidad el llamado profe, a pesar de que la hembra lo cimbro, lo embeleso, no pensaba hacer nada, pero no era de palo, se había calentado al tener ese cuerpazo sobre su regazo y al nalgear a la hembra y ver como se estremecían esas montañas de carne humana, se encendió, se calentó y decidió que necesitaba tomarla, ahora ya su decisión era cogérsela, no importaba el precio que tuviera que pagar, ya después arreglaría cuentas con el mujerón.
Erika: Que no soy ninguna puta y mucho menos una pendeja, pero sin querer mentalmente desearlo, aventar sus nalgas hacia las manos que por un momento dejaron de accionar, el hombre ya había utilizado sus dos manos, ya que con una acariciaba la suave espalda de la mujer y con la otra el nalgatorio, alternándose.
Profe: ya bajándole el pantalón  donde terminan las nalgas, con cierta dificultad, ya que la mujer seguía oponiéndose, de forma excitada, ¡Perdóname, chayito, ya fue mucho…
Erika asumió que se refería a su mujer y que este cabrón se la quería coger: Dejaaaa cabrónnnn, pero casi como en un susurro, en un gemido
El hombre fue ya a por todas, apagando el equipo de música, ya se dejaba escuchar “Quiero abrazarte tanto” en la versión original del español Víctor Manuel y con el pantalón de mezclilla bajado un poco más de donde terminan los glúteos colorados por la nalgeada, ya que de esta manera la mujer no podría tener mayor movilidad, la cargo con una facilidad que logro que la mujer con admiración exhalara un fuerte suspiro, casi gemido…hummmm
El Hombre así cargándola, ya  que la mujer no podía más que resignarse a ello, se la llevo con calma a la planta alta, subiendo las escaleras…
El hombre le decía al oído: ¡Qué culo más rico tienes mamacita, estas buenísima!…contigo voy a perder…Erika no entendió a qué se refería con eso, pero en su aturdimiento no se atrevía a preguntar nada.
La escalera llegaba directamente a una amplia recamara matrimonial que contaba con su propio baño y vestidor. Al parecer era la única estancia de la planta alta, no dejo de apreciar la bella mujer, así como lo combinado de la decoración en conjunto con toda la vivienda. No dejo de gustarle muy a su pesar la limpieza del lugar. La casa era la única de dos plantas de la cuadra ya había captado la mujer.
El hombre con habilidad la deposito en la cama. En el trayecto el maduro se dijo que tenía que calentar a esta mujer al máximo para que ya dejara de oponerse, no quería parecer un violador.
Erika pensaba a cien por hora, se le había salido de control. No estaba acostumbrada a esto. Sería ella la que debería tomar las riendas, faltaba más.
Erika: Profe, por favor suélteme, debemos platicar, necesito un trago para el susto de todo lo que vivimos.
Profe: Caray niña, tienes razón, he sido desconsiderado, pero debes reconocer que estas equivocada, estabas en real riesgo
Erika: Pues sí, haciendo un mohín de enojo. No le gustaba reconocer que le estaban gustando varias cosas del sujeto. La amabilidad de la respuesta y sobre todo el rostro que proyectaba nobleza, la estaban desarmando.  Ella era de maneras suaves, no se le podía abordar de forma brusca, por eso su rechazo al suegro Don José.
Profe: Mira yo no soy de palo, nunca he estado con una mujer tan bella y tan buena como tú. ¡Qué ricas nalgotas tienes, mujer!… dejándola sobre la cama y acariciar su mejilla.
Erika: Por qué no me da ese trago, necesito despejarme.
El Profe, era sabio, veía que la mujer estaba dudosa, no entendía que pretendía, sabía que no tenía mucha experiencia en ello, por lo que atino a dejarla acostada para desabrochar la blusita y ver los imponentes senos totalmente erectos de la excitación: ¡Guauu, pero si tú quieres otra cosa, chiquita y ya no aguanto más!
El hombre se bajó a besar uno de los pezones, para que con la otra mano se lo pellizcara suavemente. Como la mujer estaba no podía mover sus piernas, aunque con sus brazos trataba de impedir el ataque, la fuerza del otro se lo impedía. Erika, pensaba: ¡Diosss me van a vioolar!
Profe: “No sé a qué  viene esto chiquita,  pero si algo he aprendido después de 50 años de vida es que oportunidades como esta no pueden dejarse pasar, no sé qué haces vestida así, tan provocativa y ahora ya no quieres, ¿cómo te llamas amor?
Erika: Soy Nataaaliiaaa….
Profe: Mucho gusto, Naty…hoy vas a probar al Profesor Rogelio Bautista con un orgullo ya imposible de ocultar, ya que el hombre sabía que de esa manera acabaría por vencer la resistencia mínima que al parecer la mujer estaba teniendo, darle confianza diciendo su nombre.
Erika estaba llena de miedo, no era lo que pensaba. Era ella la tenía que conquistar, además era más grande que ella y de otro nivel diferente a lo que se había formado en su ingenua mente.
El hombre termino por quitarle la blusa, para seguir dándole una mamada de senos con lengua, dedos, mano, sin dejar de estar en el cuello.
La mujer ya estaba casi vencida, domada, sus gemidos eran muy sensuales, ahhhh, ahhhhh, ahhhh.
El hombre viendo esto, bajo poco a poco para repasar a gusto el bello vientre, deteniéndose en el ombligo para juguetear con su lengua en ese orificio, llegando a la intimidad de la mujer que ya emanaba olores intensos.
En un momento el hombre con un control que estaba sobre la cama activo el equipo de sonido de su recamara.
Erika solo atino a pensar que este hombre era un melómano consumado…lo recordó la primera vez que lo vio que venía escuchando música.
Profe: Le vamos a poner para que al azar, la música nos vaya acompañando.
Empezó a sonar una canción muy vieja, que Erika recordaba era una de las favoritas de su papá. El cantante argentino (que en el tiempo en que sucedía esto, aún no fallecía) Leonardo Favio con su pelicular estilo y voz cantaba: “Quiero aprender de memoria con mi boca tu cuerpo, muchacha de abril…”
El hombre estando en la zona del pubis con habilidad y gracias desato los nuditos del bikini para de un tirón sacárselo a la hembra, quedando esta solo con su pantalón y zapatillas, el profesor inicio un escarceo lento, constante, suave, fuerte sobre la vagina de la mujer que ya recostada no oponía ninguna reacción con sus brazos que ya estaban libres.
El hombre colocándose de tal manera que con mayor libertad alternaba desde el cuello, besos suaves al rostro, senos, vientre y vaina en un repaso completo y volver, una y otra vez, se estaba comiendo a la mujer de una manera sabrosa.
La blanca mujer ya soló emitía gemidos callados, en ocasiones se llevaba una mano a su boca como queriendo reprimirlos, fue ella misma quien detonó: Profeee, quítame el pantalón para que esté más cómoda, te prometo que ya no haré nada…La mujer no capto cuando el varón le mencionó su nombre y solo atinaba llamarlo de esa manera.
El hombre sabedor de su experiencia inicio ahora con manos, brazos, antebrazos, su propio pecho un masaje a todo el cuerpo para llegar a  los muslos e iniciar de ahí el baje del pantalón.
En un momento anterior se había quitado su polo, Erika al ver que ya le estaban bajando el pantalón se levantó un poco de la cama para ver que el tipo realmente se cargaba un buen cuerpo, tenía evidentemente muy firmes sus músculos, se veían trabajados, no pudo aguantarse para ya ella con sus manos empezar a masajear los hombros y lo que alcanza tocar de los brazos del hombre, empezó también a acariciar su pelo en su mayoría negro, con ligeras canas.
El hombre le quito las zapatillas suavemente para también iniciar un acariciamiento a estas partes, la blanca mujer se cimbró…le quitaron su pantalón, quedo completamente desnuda solo con su peluca negra aún…el ajetreo era demasiado para ella, que de manera natural se recostó en la cama esperando ya la inminente cogida, el acto sexual que la redima, que la haga mujer por fin.
La mujer en sus cálculos había hasta contabilizado los encuentros maritales que había tenido. Estimo que los cinco encuentros en la luna de miel, después un promedio de un encuentro al mes, y uno que otro coito ocasional en ocasiones especiales, tras doce años de matrimonio le daban una suma escasa a su edad de aproximadamente de 145 a 150 actos sexuales con el esposo. La media de duración de cada acto le daba unos 5 o 6 minutos, lo que daban como 13 horas de escaso e insatisfactorio sexo, aunque en descargo en la mayoría de ellos, ella desconocía tal situación.
Ahora ya habían pasado como otras tres canciones más, tal como había dicho el profe, se escuchaban de distintos estilos. Después de la de Favio, se dejó escuchar el gran Sinatra con su hija Nancy con el éxito “Algo tonto”, a continuación una de los Beatles “And I love her”…incluso alcanzo a escuchar como el hombre recitaba partes de dichas canciones…¡Desgraciado! ¿Sabrá inglés?
En la atribulada mente como una evasión todos estos detalles no pasaban desapercibidos a la casi infiel, ya que al parecer de esa manera bloqueaba su pensamiento y como reprimir su inminente derrota ante el varón, aun así ella no quería entregarse del todo. En sus experimentos en el DF, se medió dejo llevar para no perder el control, pero en este acto, ella no había elegido…en el fondo, no quería reconocer que el hombre la estaba calentando con una maestría muy superior a lo vivido en la capital, también no quería reconocer que el hombre la desconcertaba…nunca hubiera pensado que alguien en una zona como esta de Monterrey (aunque en realidad no sabía dónde estaba) pudiera vivir de la manera en que al parecer el profesor lo hacía.
Todo esto pensaba la mujer, viendo como el hombre se quitaba su especie de pantalón o pants, para que se dejara ver unas piernas como de futbolista de soccer, muy bien trabajadas, morenas y un paquete viril ya erecto al máximo. El hombre se bajó su moderno bóxer ajustado para que como resortera saliera un miembro grueso, grande, un poquito por encima del promedio…mejor en dimensiones que cualquiera de los que había sentido, incluyendo al del Tío Alberto, y un poco menor que el del joven Rodrigo. ¡Dios! ¿Qué relación tiene este profesor con Rodri?
Erika, no pudiendo dejar que el hombre percibiera una mirada totalmente aprobatoria y de admiración: ¿Qué edad tienes profe?
Profe: Tengo 54 años recién cumplidos, tú al parecer tendrás 24 o 26 años
Ese comentario como a toda mujer acabo por halagar la atribulada mente de la mujer, que coquetamente le contesto: No en realidad tengo más, pero gracias…tú también pareces mucho menor.
Profe: Así es, siempre me dicen que soy come años…me he cuidado mucho, hago mucho deporte, me alimento bien, soy muy sano, soy un tipo feliz
Erika se sintió de pronto más relajada, la sincera expresión del profesor le calmo, aunque no sabía que pasaría.
Profe: Ahora si canija, vamos a ponerle sabroso, recostándose al lado de la hembra
Erika desconcertada no sabía cómo evitar lo que su cuerpo ansiaba pero su mente se negaba a aceptar como algo ya inminente. Un ruido lejano como de cuetes estallando, una ráfaga muy rápida que cimbro al hombre haciéndolo poner de pie para ir a asomarse a su ventana que contaba con un pequeño balcón, salvo por el momento la situación. Era una balacera…
La hembra admiro de cuerpo completo al maduro hombre, ¡Carajo, tiene 54, pero está mucho mejor que otros, que mi marido con sus piernitas flacas, su vientre incipiente, su calva prematura, su color blanquizco pálido…no dejo de comparar
Profe: ¡Mira, ven…!
Erika se acercó toda desnuda cubriendo sus partes íntimas de manera pudorosa, para ver por la ventana.
Profe: Ves cómo se alcanza a ver hasta la otra cuadra, ves las patrullas que están ahí…estas muy expuesta, deberías ser agradecida, carambas pues de que ciudad vienes, no sabes cómo es la movida aquí.
Erika se estremeció, de pronto le cayó por completo el veinte, se derrumbó, ya era demasiado, se tambaleo para tener que apoyarse en el hombre que ya la rodeo por completo para calmarla acariciando el pelo, el cual con los movimientos se movió de su lugar.
Erika al ver que ya no tenía caso se quitó la peluca para dejar salir su natural cabello que se encontraba recogido y de inmediato hacerse una cola para amarrarlo y que no se moviera.
El hombre recordaba esa cara, se le hacía conocida, pero no le prestó atención, estaba excitadísimo.
El hombre aprovecho para hacerle sentir su virilidad erecta y acariciar con sus manos toda la espalda y retaguardia de la hembra que ya derrumbada empezaba a llorar ya sin freno. El profesor la calmaba diciéndole palabras cariñosas y suaves, poco a poco por lo íntimo del abrazo sus bocas se encontraron. Erika debía aceptar que si algo sobresalía del rostro del hombre eran unos labios finos, muy bien delineados…sabía besar…empezaron un agarrón, un faje dulce para empezar a comerse mutuamente.
Ahora la canción que se escuchaba era la famosa pieza clásica “Bolero de Ravel”, pieza larga que inicia lentamente…
Siguieron acariciándose, la rubia ya no podía evitar ser ella misma la que con sus manos acariciara la fuerte espalda, brazos, nalgas del sujeto, a veces subía a la cabeza del hombre para enmarañarlas en su cabello.
Profe: Me estas gustando mucho chamaca, nunca he estado con alguien como tú..Por favv..No completo la frase…La mujer, lo maravillo cuando en un susurro le dijo: No, por favor..tú, hazme mujer , hazme tu mujer, haz conmigo lo que quieras…gracias, gracias por salvarme…con unos ojos vidriosos por haber llorado, pero llenos de gratitud y de deseo, de un deseo animal…
El hombre se estremeció para que caminando abrazados se lanzaran prácticamente a la cama.
Espera, dijo: Ayudo a levantarla y destendio la cama, el olor y suavidad de las sabanas al sentarse la potencial infiel acabaron por apasionarla…
Los sentidos del tacto (ella acariciaba y la acariciaban), olfato (el olor de la hembra y del macho eran muy agradables y se mezclaban armoniosamente), gusto (nunca había sentido tan sabroso que la tocaran y esos besos, diosss esos besos), vista (le encantaba la casa, le encantaba su decoración, tenía que aceptarlo, el hombre tenía muy buen diseño, el estilo era colonial), oído (la música que han estado escuchando es de su total aprobación, el bolero de Ravel ya estaba a la mitad) la estaban llevando a su ansiada meta, al fin…
Penétrameee… dijo ella con voz entrecortada por la excitación y halando aire para poder resistir tal embate de calentura…penétrame… métemela… métemela por favor… te necesitooo… insistió Erika (Natalia para él)…
Qué quieres que te meta, le dijo el profesor, experto en hacer llegar al máximo de deseo a una mujer.
Tu verga, dijo la imponente hembra en celo con un dejo de putería, méteme tu verga… cógeme… dame tu verga… yaaaa… no aguanto más… ya dámela….
Yaaaa… profeee… yaaaa… -decía entrecortadamente la mujer
El hombre se apresto y en la clásica posición del misionero se acomodó entre las piernas para empezar un lento ingreso de su pene en la mujer
Aaaaaaaaaaa… oooooooooooooo… sólo fue el quejido emitido por la boca de Erika.
Despaciiitttooooo, me ardeeee, picaaaaa, ayyyyyy dueleeeee un pocccoooooo, por favorrrrrr
La penetración se dio cuando el Bolero de Ravel llega a su punto máximo…
El hombre se sorprendió por lo estrecho de la mujer: ¡Caramba! Parece que no has vivido mucho, estas bien estrechita, aguanta, te va a encantar, duele ahora, pero después hasta me vas a pedir más, estoy listo, te daré batalla, chiquita.
El profesor empezó a moverse primero lentamente… poco a poco fue arreciando su movimiento en tanto que Erika lo rodeó con sus piernas atrayéndolo fuertemente hacia ella, pidiéndole con este gesto que entrara los más profundo que el  pudiese.
Desapaciitotoo,poco a pocoococ, ahiiii, asiisisis ,despacciitttoooo, bieenennn
Ahhh…..asiiiiii, ayyyyyy….que riccoooo, pppappppppiitoooooo
La rubia se dijo que a estas alturas, su marido ya se hubiera venido, desde mucho tiempo atrás, incluso. Calculo que ya estaban en esa posición clásica unos diez minutos…el sonido era delicioso, sentía tan bien, le gustaba escucharse gemir como toda una mujer..hummmm, aahhh, ahhhh, ahhhh…le gustaba ver al hombre maduro que le estaba enseñando las artes amatorias.
El profesor separó, delicadamente, las piernas de la diosa y colocándolas en sus hombros se inclinó un poco más hacia ella, sin dejar de moverse acercó sus labios a los de ella y empezó a besarla delicadamente, bajando a su cuello y mordisqueando suavemente los lóbulos de sus orejas, para finalmente fundirse en un beso caliente y profundo, jugando con su lengua como en una lucha decidida y ardiente.
En un movimiento rápido el hombre tomó las manos de ella y uniéndolas con una de las suyas las llevó por encima de la cabeza de ella colocándolas en las almohadas, sin soltarla, inmovilizándola con su cuerpo y su mano, fue recorriendo lentamente las axilas descubiertas de ella, y alternando sus labios empezó a chuparlas, alcanzando con ello arrancar gemidos de placer de la cachonda boca de la mujer, gimiendo y pidiendo más ella encarcelaba, con la fuerza de su cadera totalmente expuesta al pene del varón.
 El cuerpo del maduro se impulsaba al de ella, mientras esta movía su cadera hacia atrás y hacia adelante, en un movimiento profuso, fuerte, cada vez más rudo, haciendo con esto que la hembra levantara las caderas de la cama, logrando así que la penetración fuera más profunda…
Por un momento el profesor se detuvo, Ella levantó sus caderas y empezó un movimiento frenético para gozar de esa enhiesta virilidad, en tanto que él parecía que no deseaba continuar, sin embargo sólo se tomaba un respiro… se salió de la rubia, muy en contra de su pesar ya que ella deseaba continuar teniéndola adentro…
La rubia perdió la cuenta de los embistes, con su marido había contado la última vez que había durado más allá de lo promediado, unos 6 u 8 empujones.
Empezó sin perder ni un ápice de concentración y de gozo…diooss por primera vez estaba sintiéndose una mujer plena, una mujer verdadera.
Uno, dos, tres….llevaba treinta y ya no pudo más…ahhhhhh, ahhhhhh, siiiiii, graciasssss
Ahora se escuchaba la dulce melodía “Bitter sweet symphony”
‘Cause it’s a bittersweet symphony, this life
Try to make ends meet
You’re a slave to money then you die
I’ll take you down the only road I’ve ever been down
You know the one that takes you to the places
where all the veins meet yeah,
No change, I can change
I can change, I can change
But I’m here in my mold
I am here in my mold
But I’m a million different people
from one day to the next
I can’t change my mold
Levantó a la chica tomándola de las manos, y volteándola suavemente se colocó a sus espaldas, inclinando con su mano derecha el cuerpo de ella la fue colocando en la cama fresca y de agradable olor con las nalgas al aire y las rodillas de la diosa bien puestas en la orilla de la cama.
Sin el mínimo asomo de perder la erección, el profesor ya de pie, embistió fuertemente desde atrás penetrándola de un solo golpe y llegando, con ello, hasta el fondo de la vagina de la que pensaba se llamaba Natalia.
Siiiiiiiiiiii…asiiiiii, ufff…hummmmmmm, hummmm ahhhhhhhh, ahhhhhh Sólo atinaba a decir Erika, sintiendo en cada embate que chorros de placer inundaban y bañaban la dureza fuertísima del aparato de su verdadero primer hombre, haciéndola sentir más mujer… más deseada…
Siii… Natalia, llamándola por primera vez por su nombre sin anteponer,  ” siiii… así la querías tener… gozándola… te gusta?? Le preguntó, ¡Era esto lo que estabas buscando?
Siiii… siiii…me encanta…me gustaaaa… siiii… coges riquisimoooo… dijo Ella, ya en un desinhibido comentario, que al fin y al cabo el momento lo ameritaba… estaba demasiado caliente
Tú también me gustas mucho… me gusta tu cuerpo… tus caderas… tus nalgas… tus tetas… siiii…siii… tu concha… tu conchita depilada…mmm siiiii… que rica estás señora, volvió a decir, al tiempo que la tomaba rodeándola de la cintura con sus dos brazos cual perro montado en su perra, y arremetía sus movimientos, indicando que ya no pararía…que estaba llegando al clímax del placer… al paroxismo…
No pares… no pares… siiii… siiii dámela toda… siiii… dámela…ooooo… siiiii.. sigueeee… siiiiiii… ooooooo aaaaaaaaaa….. gemía escandalosamente Erika sin importarle si algún vecino la escuchaba…llegoooo a su primer orgasmo de varios en ese aciago y agraciado día.
El hombre tampoco paraba de gemir y de darle gracias a Dios por poder cogerse a esta nena.
Erika jadeando, le pidió que se tendiera en la cama, quería sentir su falo dentro de ella: ¡Papitto, quiero que me enseñes…al fin eres profesor, no pudo reprimir el comentario!
El hombre pensó que estaba jugando una broma, otra vez se preguntó de dónde conocía a esa bellísima mujer, pero su mente estaba en esto…
Él presto se acostó a lo largo de la limpia sabana de su cama matrimonial, antes de subirse arriba de él, se la beso y chupo brevemente (le gusto el sabor de su anterior venida impregnada en el vergón de su amante), para que tuviera la dureza bien firme, se fue enterrando su pene lentamente hasta tenerlo todo adentro.
-Dios!, que pedazo de verga me estoy comiendoooo!!!! ,mmmmm, mmmmm, ¡qué rica es!
Inicio un fuerte movimiento de mete saca, nadie pudiera imaginar que era la primera vez que realizaba ese movimiento, en esa postura, sin duda era una excelente aprendiz…
Otra melodía estaba, era “Anda” de Luis Eduardo Aute, ¡Me encanttaaaa! ¡Tienes muy buena música….Profeeee!
Estuvieron en esa posición un buen rato, ya sus sudores se mezclaban abundantemente.
La rubia deseaba probar otra posición, trabajosamente se detuvo para salir del empalamiento y virar para ofrecer su nalgatorio al hombre que seguía acostado en su cama y que ya sudaba a mares.
Le ofreció sus nalgas abiertas para que la culeara, para que ahora la penetrará viendo sus caderas moverse.
Ella estuvo moviendo el trasero hacia él y acomodándose lo mejor que podía para permitir la penetración… Finalmente le entró con un golpe seco toda su verga, dio un gritito para estarse sentadita en su hombre por un breve momento e iniciar ella misma con un ritmo que ahora bailaba al son de  “Más que nada” del brasileño Sergio Mendes.
La rubia jadeaba, movía su rostro de lado a lado haciendo agitar su colita rubia, ya gemía descontroladamente, estaba por llegar a su segundo orgasmo. Sentía palpitar su orificio y sentía con una nitidez todo: colores, olores, el sabor de su sudor entrando por las comisuras de sus labios, la música, la vista del cuarto, se veía en un espejo colocado frente a ella en esa posición…¡Profeeeee….otroooo…..! Ahhhhhhh….ahhhhhhhh, graaaciaaaasssss, amiiroooorrrrr…..ahummmmmm
La rubia se desmadejo, el hombre la acostó suavemente en la cama de ladito para colocarse él atrás de ella y en la posición de cucharita, él llevar ahora el control de poderosos embistes que hacían que la mujer se cimbrará cuan larga es…El profesor pensaba que en cualquier momento podría terminar, así que sacando fuerzas de su experiencia aminoraba los empellones para cambiarlos por movimientos oscilatorios leves que arrancaban de la hembra sonidos guturales animales ya rayando en lo salvaje. No dejaba de usar sus manos, boca para no dejar ningún rescoldo de la bella blanca piel de su nueva hembra, de su nueva yegua.
El hombre necesitaba un mayor apoyo para ahora darle con todo, así que la coloco en la típica posición de perrito. Erika ya se dejaba hacer dócilmente, había sido conquistada del todo, ella no había elegido, ni siquiera la habían elegido, fue el destino y la suerte la que señalo que esos dos se estuvieran dando con todo, que fueran dos guerreros en búsqueda del mayor placer posible.
Profe: Aguántame chamaca, ponte durita porque ahora si te voy hacer ver las estrellas…
Erika: Aquí estoy, tú dale con todo, hazme mujer, síguele así
Inicio una fuerte serie de empujones, de mete y saca por parte del hombre a la casada ya hecha mujer por primera vez en sus casi 33 años.
Plac, plac, plac,plac el sonido del golpe de verga, huevos, ingle del varón en las maravillosas nalgas enrojecidas de la mujer por recibir tal tratamiento estaban con el ritmo de la melodía de la famosa película  Electrodanza…ufff…
Ahhhhh, en un grito animal el hombre se vino dentro de la diosa rubia que sonriendo acepto que eso sucediera, como sabemos ella estaba preparada, no deseaba quedar embarazada y ya tomaría medidas al caso.
Se desmadejaron cayendo sobre la cama, abrazándose y besándose suavemente. “Concierto para una voz” en la voz de la gran Tania Libertad sello ese primer encuentro de varios en ese día.
Al estar frente a frente en las suaves caricias, el hombre maravillado y un tanto asustado alcanzo a decir: ¡Eres la Señora del Ingeniero Treviño! ¿Pero qué he hecho? ¿Qué estabas haciendo aquí?
Erika ya descubierta, con un ambiente tan íntimo como el que habían pasado le tuvo que explicar el porqué de su accionar. Lo hacía con bastante pena, pero el Profesor es un tipo maduro y muy centrado que supo escuchar y con inteligentes preguntas hacer que ese proceso no fuera tan avasallador para ella. Los años de diferencia se notaron en ese momento, a pesar de que en el acto sexual anterior estos no hubieran sido apreciados.
Entre plática y plática, ella alcanzo a preguntarle a él acerca de su vida. Tenía en la punta la que más le interesaba: ¿Quién es Chayito?
Él le conto que tenía cerca de año y medio de ser viudo. Chayito había sido su esposa. En año y medio no había tenido contacto alguno con mujer. En su vida de casado, a pesar de no ser un santo, en realidad no tuvo muchas experiencias fuera de su matrimonio. Fue con la esposa con quien en realidad se volvió un gran amante. Erika, no dejo de sentir tristeza y hasta cierta envidia, de que ese hombre muy distinto a ella en casi todo, hubiera podido ser feliz con su esposa, como ella sinceramente lo deseo y aun lo deseaba muy en el fondo de su ser.
El profesor fue a su closet para sacar una caja unas fotos en donde le fue explicando su vida. Él con todo lo que había pasado se confesó con ella.
EL profesor Rogelio Bautista es oriundo de la costa de Oaxaca. De ascendencia indígena, tuvo un tatarabuelo italiano por parte de su mamá y uno español por parte de su papá, así que más  bien es mestizo.
De chico emigro al DF, estudiando solo hasta la preparatoria técnica ya que los problemas económicos de su familia ameritaban que se pusiera a trabajar. Se volvió un técnico muy especializado en empresas metalúrgicas y de joven se mudó a Monterrey donde conoció a su esposa procreando dos hijos. Helena de la misma edad que Erika que vive en Alemania ya que se casó con un Ingeniero alemán que visitaba la empresa en donde estaba Rogelio. Ya es abuelo de un niño de 2 años. Su otro hijo es Ingeniero Mecánico Administrador por el ITESM, Monterrey, es soltero y tiene 28 años, pero ya vive solo en una mejor colonia.
Ante esa revelación la hembra se cimbró, nunca pensó que un abuelo, un hombre que pudiera ser su padre la hubiera hecho su mujer.
El profesor siguió estudiando y trabajando, recibiéndose de Ingeniero Industrial solo hace tres años. Lleva dando clases a nivel técnico en una Universidad Tecnológica desde hace cuatro que dejó de laborar en la Industria. Le encanta dar clases, ya que da toda su experiencia a los jóvenes.
Una foto impacto a la mujer. La empresa en donde laboraba Rogelio era una de las de su papá. En la foto aparecía ella siendo una jovencita de 20 años y su ahora hombre de 42 años. Tenían una diferencia de años de 22. En la foto, él lucia mucho más joven que esa edad y ella aún con cara de niña, ya evidenciaba ser toda una mujer en sus curvas. Al ser tantos trabajadores en sus empresas, no lo recordaba con claridad.
Comieron, bailaron, rieron, platicaron, se hicieron bromas…todo lo que un hombre y una mujer se pueden decir cuando hay química, honestidad, apertura y ganas de vivir…se conocieron tanto en tan pocas horas. LA mujer estaba simplemente maravillada, extasiada, todo había sido tan increíble, que cosas ha vivido en tan poco tiempo. Lejos, otra vez , muy lejos , estaba la hembra de saber de los renglones torcidos de Dios, de los avatares de la vida.
Una vez repuestos y después de darse una ducha juntos…ella tomo la iniciativa
Erika: Quiero que me enseñes todo, quiero todo contigo, Te agradezco lo que has hecho por mí, quiero estar contigo ya que te necesito, ya me enseñaste la vida y ahora no quiero renunciar a ella, pero sabes que no puedo romper con mi familia.
Profe: Nunca pensé vivir algo así, me gustas mucho, esto fue sensacional, con mi difunta esposa disfrute mucho el sexo, pero lo de hoy es hoy y yo también quiero vivir.
Erika: Tendremos que ser muy cuidadosos
Profe: Tengo este celular extra, te lo doy, con él podremos ponernos de acuerdo, ¿Ahora que seguirá?
Erika: Ahora quiero entregarte mi virginidad. Quiero que me hagas por completo mujer, quiero que me sodomices…
Profe: Bien…prepárate, al ser tu primera vez…te va a doler más que lo de hace rato.
A Erika le agradaba el giro que había tomado esto, era más allá de lo que hubiera podido imaginar o esperar, su naturaleza e inteligencia le demandaban situaciones estructuradas…planeadas, platicadas, era lo que estaba esperando, agradeció a Dios por la fortuna de encontrarse con un hombre en toda la extensión de la palabra.
Admiro aún más su superación, su forma de ser, su nobleza…Se pusieron entonces presto al siguiente combate ya vespertino.
Iniciaron con bailes sensuales super pegados, descubrieron que les encantaba la misma música, literatura, poesía, parecía que el destino les tenía deparado el estar juntos en ese instante. Se besaron, se comieron, se acariciaron, se fueron encendiendo como dos almas en pena que encuentran por fin su destino feliz.
Erika: ¡Por ffaavvoorr, cuidaddddo, recuerrdddaaa  soy virgen de allí!… –Ella estaba acostada con una gran almohada debajo de su vientre para levantar si es posible aún más su nalgatorio. Él estaba sobre de ella, magreando pies, tobillos, piernas, caderas y sobre todo nalgas, sin olvidar los senos, de vez en vez se besaban, no dejaba de lado dulces palabras de aliento a su chica.
El hombre ya llevaba tiempo alternando dedos y boca para iniciar el enculamiento de su diosa regia.
Profe: Ahiii vaaaa….solo la punta….ufff….aprieta
Erika: Siento como si quisiera ir al baño….ufff dueeellleee, ardeeeeee
Profe: Calma,,,potrita….ya mero,,,,ahhhhhh ya está a la mitad
Erika: Roger….no te muevas por diosito santo dejamememee acostmmmbrrarrmeee
Profe: Ya eesstattaaa casi todaaaa..ya eestttaata ya la tienesss, ¿Te duele? ¿Te gusta?
Erika: Por favor, te necesito, no me dejes nunca, ya te quiero tener otra vez…ufff…hummmmm. Ahhhuuuuu que riicococoooo
Él siguió con su verga adentro, se la sacó un poco y vuelta otra vez, donde se la metió de nuevo hasta la raíz; hasta que empezó el rico movimiento de entrada y salida del distendido ano.
A Erika le ardía terrible, pero también sentía rico.
Le pidió que se la sacara, más como un juego erótico.
Él no hizo caso, a cambio le dio unas moderadas y sonoras nalgadas, enrojeciendo más el imponente trasero.
El muy astuto la estaba culeando de una manera terrible, salvaje, pero ella estaba encantada; lo deseaba así, con furia, y él cumplía a la perfección.
Le jalaba de las caderas o del pelo una y otra vez, hasta que no podía más. Ella sentía desmayarse del placer, al mismo tiempo que sentía delicioso, un dolor tremendo, sucio y humillante pero delicioso, se entregó a él ya sin reservas, ya sin tapujos, ya sin falsos moralismos y le empezó a gritar…
Erika: – ¡Ay, sí, qué rico, qué rico lo haces, Roger! (Había decidido que le gustaba decirle Roger)
Roger: – Te voy a enseñar lo que he aprendido en la vida, para que tú seas una dama completa, una fiera en la cama. De hecho lo eres, queridda….chiquilllaa….eres una diossaaaa…
Erika: – Sí, cógeme, enséñame, mmm, ¡que rico, qué rico!
Ella reculaba hacia atrás, para ofrecerse impúdica a su Profesor, su trabajador, su labrador, su dueño temporal, su ya inminente amante. La tenía al borde de la locura. Ella empezó a temblar y a gemir más profundo y más fuerte.
Erika: – Me vas a hacer venir, me vengo, ¡me vengo!
Roger  viendo cómo iba entrando su polla en ese culo centímetro a centímetro a cada embestida, notaba como sus huevos chocaban con ese culo blanco, perfecto, redondo y parado dispuesto a resistir su ataque sin piedad, plas, plas, plas y él seguía sus embestidas y ella echando el culo para atrás para que la penetración fuera más profunda.
Erika, ya perdiendo toda compostura: ¡Más fuerte papi, dame más!… ¡Así cabrón ábreme el culo!… ¡Es tuyo papito, gózalo como se te dé la gana!…
Roger: Ahiiiiite te voyyyyy chuliiitaaaa….ahhhhhh
Ambos llegaron al unísono al mismo tiempo que la canción del tema de la película Emanuel de Sylvia Kristel terminaba también…la rubia no pudo evitar gemir con todo y luego iniciar una risa completamente de nervios al asociar música con todo su proceso de aprendizaje. Era de una de las películas que había comprado en el DF.
Ambos: Hummmmm, ahhhhhhhhhh, ahhhhhhhhh
Roger la llevo a San Pedro en su auto, un muy buen cuidado Cross Fox como de cuatro años atrás. La rubia seguía admirando la vida y forma de ser de su nuevo hombre, de su nuevo valedor, de su domador, de su potro salvaje, de su amante en definitiva.
Con cierto pesar se despidieron, conveniendo en cómo se pondrían de acuerdo para el siguiente encuentro. Al despedirse Leo Dan entonaba: “Como te extraño mi amor, te extraño tanto, que voy a enloquecer, ay amor divino, pronto tienes que volver…” desde la pequeña camionetita de Roger..
Continuará
 
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Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada en una playa 2” (POR GOLFO)

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 TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2
Esa tarde habíamos quedado con Mr. Goldsmith, el gran jefe de la empresa farmacéutica donde trabajábamos tanto catie_minx_50_002_mmi cuñada Nuria como yo. El motivo de la reunión era doble: Por una parte, el viejo quería repetir la orgía de la noche anterior en la que obligó a la hermana de mi mujer a hacerme una mamada, pero por otra era, quería comunicarme mi ascenso.
Para los que no hayáis leído mi relato anterior,  la zorra de mi cuñada había caído en su propia trampa. Sabiendo de la amistad que D. Arthur tenía conmigo, me obligó a presentárselo sin saber que ese anciano era un auténtico voyeur, disfrutaba de sobre manera mirando mientras otros follaban.  Sin saber dónde se metía, insistió en acompañarme cuando el jefe me invitó a tomar una copa en su yate y allí, la situación le sobrepasó:
Su idea era acostarse con él pero las circunstancias la obligaron primero a tener sexo con otra mujer y luego a mamarme el miembro mientras el puto viejo la miraba. Gracias a ello, no solo pude liberarme de su chantaje sino que grabándola con el móvil, se convirtió ella en la victima. Esta mañana, le hice saber que tenía ese video y la guarra de ella no pudo evitar que le estrenara ese culo con el que tantas noches había soñado en la playa.
Curiosamente, disfrutó de sobre manera del sexo anal y por eso mientras hacía  tiempo para que  llegase el momento de recogerla en su habitación, no pude más que rememorar en mi mente lo ocurrido. Aunque me constaba que la sumisión mostrada por esa zorra del demonio era en gran parte ficticia y que si tenía la oportunidad de joderme la vida, lo haría sin pestañear, decidí  hacer buen uso de ella mientras pudiera. Por eso antes de pasar por ella decidí pasar a un sex-shop a comprar una serie de artilugios con los que disfrutar tanto de ella, como de Martha, la inglesita que iba a acompañarnos.
Conociendo como conocía a Mr. Goldsmith, no me quedaba duda alguna que el jueguecito que le tenía preparado sería de su gusto. Ese yanqui era un pervertido de libro y en cuanto se enterara del papel que tendrían que desempeñar esas dos mujeres, no solo se mostraría de acuerdo sino que colaboraría para que se llevara a cabo. Por otro lado, Martha tampoco me daría problemas porque esa rubia era un hembra insaciable desde el punto de vista sexual que siempre había disfrutado, como una cerda, de mis más locas ocurrencias. Respecto a Nuria, me la sudaba lo que pensara. Con esa grabación en mis manos, no podría negarse y por eso   tenía seguridad en el éxito de mi plan.

Como todavía me quedaba dos horas, decidí ir al área de relax del hotel. Gracias a que era un establecimiento de máximo lujo, esa zona estaba compuesta de sauna, jacuzzi y demás instalaciones pensadas para el confort de sus huéspedes. Os juro que cuando tomé la decisión de ir, lo hice pensando en que me vendría bien un poco de calor para sudar el alcohol de la noche anterior pero nunca supuse lo que la suerte me tenía reservada.

Ya desnudo y con una toalla alrededor de mi cuerpo, me metí en la sauna. No llevaba ni cinco minutos, soportando la sana tortura de ese calor artificial cuando vi entrar en la misma a Hilda, una alemana de la delegación de Berlín. Conocía a esa mujer desde hacía años pero apenas habíamos hablado durante todo ese tiempo. Tampoco había hecho ningún intento por mi parte porque, aunque era una mujer mona, sus casi dos metros me coartaban bastante.  Contrariamente a la lógica, cuando vio que había otra persona en ese cubículo y que para colmo el susodicho no era otro más que yo, en vez de retirarse discretamente, me sonrió y obviando nuestra vestimenta, se sentó en la tarima de enfrente y me saludó, diciendo:
-Felicidades Manuel.
Al oírla comprendí que la noticia de mi  nombramiento, aunque seguía sin ser oficial, era vox populi y haciéndome el inocente, le pregunté a qué se refería. Mi contertulia ya debía saber que yo iba a ser su superior porque poniendo una voz dulce, me respondió:
-Ya me he enterado de que te han nombrado director para Europa y quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que necesites.
Aunque sus palabras eran corteses, su tono escondía una sensualidad, teñida de sumisión, que no me pasó inadvertida. Alucinado por la actitud de semejante mastodonte, decidí ir con paso cauto no fuera a ser que antes de ser nombrado ya tuviese mi primer incidente con una subordinada. Por eso, adoptando un gesto serio, se lo agradecí sin más y me puse a pensar en los pasos que tendría que dar esa misma tarde.
La teutona viendo mi reacción y quizás intentado que diera el siguiente paso, dejó caer por su cuerpo la toalla en la que estaba envuelta, permitiendo que sus enormes pechos quedaran a la vista. Os reconozco que la muy puta consiguió fijar mi atención porque jamás en mi vida había visto unos pitones semejantes. Haciendo un cálculo estimado, pensé:
“¡Deben de pesar al menos cinco kilos cada uno!”

A pesar de que claramente estaba recorriendo su anatomía con la mirada, Hilda no se tapó sino que incluso alegando el calor que hacía cogió agua de un recipiente y se empezó a untar con ella las tetas. El tamaño de sus areolas iba en concordancia con el resto de sus pechos y aunque sea difícil de creer, estimé que al menos debían medir ocho centímetros de diámetro.
“¡Menudos pezonacos!” exclamé mentalmente mientras pensaba en cómo sería mamar de las ubres de esa vaca lechera.
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La alemana, sabiéndose observada, no se cortó un pelo y cogiendo uno de sus pezones, lo pellizcó mientras me preguntaba:
-¿Tiene algo que hacer esta noche? Me gustaría salir a celebrar tu ascenso.
Os podréis imaginar mi cara al escuchar de los labios de esa mujer una insinuación tan evidente. Siendo apetecible su sugerencia, ¡Había quedado!. Por eso casi tartamudeando de puro nerviosismo, me disculpé con ella aduciendo una cita anterior. La rubia escuchó mi excusa con manifiesto desagrado pero sin dar su brazo a torcer, me dijo:
-Aquí hace mucho calor, ¿Te apetece que vayamos al jacuzzi?- tras lo cual dejando la toalla en su asiento se levantó completamente en pelotas.
“¡La madre! ¡Está bien buena!”, tuve que aceptar al comprobar que aún siendo enorme esa mujer estaba perfectamente proporcionada pero sobre todo al admirar que su enorme culo cuando dándose la vuelta, abrió la puerta de la sauna.
-¿Vienes?- preguntó con un tono tal que no me pude negar.
Sin darme cuenta de que mi pene se había rebelado, me levanté de mi sitio. La rubia se me quedó mirando la entrepierna, tras lo cual, se pegó a mí. Avergonzado, descubrí que mi cara llegaba a la altura de sus pechos, no en vano esa guarra me llevaba unos veinte centímetros.
“Soy un enano a su lado”, pensé.
Si se dio cuenta de mi cara de susto, no le demostró. Mientras tanto no podía dejar de observar lo descomunal de los pechos de esa dama y sin darme cuenta, llevé mi mano a uno de ellos. Al posar mi palma sobre su seno, descubrí que ni siquiera tapaba una cuarta parte de su superficie y ya francamente interesado, me dejé llevar por la situación y pellizqué su negro pezón. Al hacerlo, se encogió poniéndose duro al instante.
Su dueña debía estar acostumbrada a provocar esa reacción en los hombres, porque riendo me dijo:
-Son enormes-.
Avergonzado por mi falta de sensibilidad, le pedí perdón. Hilda en absoluto molesta, aprovechó la circunstancia para darme un suave beso en sus labios. Al sentir su caricia, abrí mi boca dejando que su lengua jugara con la mía y de esa manera tan sensual, rompimos el hielo y esa mole se mostró dispuesta a compartir conmigo algo más que trabajo.
Os confieso que fue una sensación extraña el estar abrazado a una hembra tan alta. Pero echando por suelo la visión preconcebida que tenía de las alemanas, esa rubia se comportó de un modo tan dulce que mi pene que se había mantenido medio erecto, se elevó a su máxima extensión.
No contenta con esas suaves caricias, Hilda me llevó hasta el jacuzzi y sin darme opción a negarme, me depositó dentro de la burbujeante agua. Acojonado por la lujuria que leí en sus ojos, no pude evitar que cogiéndome me colocara entre sus piernas. Sin esperar nada más, comenzó a darme besos en el cuello mientras presionaba con sus pechos mi espalda. Ni que decir tiene que sentir esos dos globos contra mi cuerpo, me gustó y y ya convencido, apoyé mi cabeza contra sus tetas. Hilda lentamente me enjabonó la cabeza dándome un suave masaje al cuero cabelludo. Estuve a punto de quedarme dormido por sus caricias pero, antes que lo hiciera, la mujer empezó a recorrer mi pecho con sus manos. La sensualidad sin límite que me demostró al hacerlo, hizo que dándome la vuelta, metiera uno de sus pezones en mi boca y mordisqueándolo con ligereza, empezara a mamar de su seno como si de un crío me tratara.
-Jefe, ¡Siga mamando!- me susurró sin poder un gemido al sentir mis dientes mordisqueando su oscuro pezón.
Envalentonado por su entrega, bajé mi mano hasta su entrepierna y separando los pliegues de su sexo, me concentré en su clítoris. Como el resto de su cuerpo, su botón era enorme y cogiéndolo entre mis dedos lo acaricié, mientras miraba como su dueña se derretía ante mi ataque.
-¡Dios!- aulló de placer.
Sus gemidos se hicieron aún más patentes cuando ahondando en mis maniobras, aceleré la velocidad de los movimientos de mi mano. Temblando como un flan, la enorme mujer me rogó que la usara diciendo:
-Fóllame-
Su petición no cayó en saco roto y obligándola a levantarse sobre el jacuzzi, le di la vuelta. Fue entonces cuando colocándome tras ella, le metí un par de dedos en su coño mientras con la otra mano, masajeaba una de sus ubres.
-Eres una puta calentorra- le dije mientras abriendo la boca, le mordía en el cuello.
La alemana, al no estar acostumbrada a recibir insultos y menos  mordiscos, se mantuvo quieta sin moverse como temiendo haberse equivocado al ofrecérseme. Su pasividad me dio alas y colocando mi glande en su coño, empecé a jugar con meterlo.
-Tócate, zorra- ordené.
Al notar que la mujer me miraba sin saber que hacer, llevé una de sus manos hasta su clítoris y dejándola allí, insistí:
-Mastúrbate-

Liberada por mis palabras, separando sus labios, se comenzó a masturbar. Dominada por un deseo hasta entonces desconocido para ella y con la respiración entrecortada, esperó a que mi pene entrara en su interior para correrse ruidosamente. Al comprobar que esa puta, había llegado al orgasmo sin haber empezado todavía a moverme, supe que acababa de ganar una escaramuza pero tenía que vencer en esa batalla.

Directamente la penetré y saboreando mi triunfo, conseguí profundizar en su deseo. Su coño ya se había convertido en un pequeño manantial y sin dejarlo descansar seguí machacándolo con mi pene mientras Hilda no paraba de gemir como una loca. Su segundo orgasmo cuajó de improviso y gritando su placer, me rogó:
-¡No puedo mas!
Sin darle tregua, ralenticé mis penetraciones para disfrutar de su mojado conducto.  La mujer sollozó al sentir el cambio de ritmo y sacando fuerzas imprimió a sus caderas un ligero ritmo mientras me pedía que acelerara. Poco a poco la cadencia de nuestros movimientos fue alcanzando una velocidad de crucero, momento en que decidí que forzar su entrega y entonces convertí mis penetraciones en fieras cuchilladas. Ella chilló descompuesta al experimentar mi ataque.
-¡Muévete! ¡Puta!
De nuevo, mis insultos la hicieron experimentar sensaciones arrinconadas largo tiempo y gritando a voces su sumisión y entrega, se corrió dejándose caer sobre el jacuzzi. Alargué su clímax, con una monta desenfrenada hasta que explotando de placer eyaculé rellenando su sexo con mi semen.
Agotado, me tumbé a su lado. Hilda me cogió entre sus brazos y sonriendo, me preguntó:
-Cuando vayas a Berlín ¿Me dejarás ser nuevamente tuya?
-Por supuesto- respondí satisfecho por la pasión que había demostrado.
La gigantesca mujer posó mi cabeza en su pecho y feliz por haber conseguido convertirse en la amante de su futuro jefe, me informó:
-¡No te vas a arrepentir! Soy una mujer sumisa y fogosa.
La zorra de mi cuñada me da una sorpresa.
Al llegar a mi cuarto, miré el reloj y me percaté de que había perdido mucho tiempo y solo me quedaba un cuarto de hora para tener que ir a recoger a las dos mujeres. Por eso, me metí rápidamente a duchar para no llegar tarde, gracias a ello, diez minutos después, estaba listo y recogiendo una bolsa donde se encontraban los juguetes que había comprado en el sex-shop, salí en busca de Nuria.
Lo que no había previsto es que como la coqueta que era, mi cuñada no estuviera lista cuando toque a su puerta. Su retraso me permitió repasar mis planes, aunque sabía que la supuesta aceptación de esa zorra de mi ascenso era fingida o al menos interesada, iba a aprovecharla. Por parte de Arthur, no me cabía ninguna duda de que ese pervertido iba a disfrutar con ellas y en cuanto a Martha, la inglesa, no tenía nada que temer por que no solo era una calenturienta de órdago sino que además estaba de mi parte. Estaba todavía meditando sobre ello, cuando Nuria salió de la habitación.
Confieso que me cogió despistado y por eso, me sorprendió verla salir vestida así. Os juro que si esa guarra hubiese salido medio desnuda o incluso si hubiese aparecido encorsetada en un vestido medieval, no me hubiese sorprendido tanto como verla disfrazada de colegiala.
No le faltaba nada del estereotipo que adjudicamos a las niñas de un colegio. Lo creáis o no, Nuria salió luciendo gafas de pasta, una camisa blanca, falda escocesa a cuadros y medias blancas a mitad del muslo. Nada más verla comprendí que gran parte de lo que había adquirido esa mañana no me servirían de nada y por primera vez, temí que ese engendro del demonio fuera capaz de sacarme la delantera.
Sonrió al ver mi embarazo y tratando de profundizar en él, giró sobre si misma mientras me modelaba su conjuntito:
-¿Estoy guapa?- me preguntó coqueteando descaradamente.
Fue entonces cuando me percaté de un detalle que me había pasado desapercibido: “Esa zorra llevaba bragas de perlé!
Aunque ese complemento le iba al pelo, no pude dejar de pensar como lo había obtenido porque las madres de hoy en día, ya no obligan a sus hijas a llevar semejante prenda y si alguna lo intenta, tenía seguro que en cuanto lo intentara su retoño se revelaría.
-¿No te gusto?- insistió haciendo un berrinche.
-Mucho- respondí- se te ve muy…. juvenil.
Encantada por haberme sorprendido, se agarró a mi brazo y juntos fuimos a por Martha a su cuarto. Al salir mi segunda acompañante, comprendí que no era casual y que ambas putas lo tenían planeado, porque la rubia salió vestida exactamente igual que mi cuñada.
“Mierda”, maldije, “en cuanto las vea, a Arthur se le va a hacer la boca agua”. Si una ya era de por sí, excitante, dos colegialas unidas eran una tentación difícil de soportar. “Cualquier miembro de la especie humana se excitaría con esa imagen”.
Tratando de encontrar una salida y que esas dos no marcaran el ritmo de esa noche, comprendí que aunque no lo supieran esos disfraces en nada cambiaban mis planes porque podían ser complementarios. Más tranquilo, cogí a la hija de la gran puta de Nuria y a la hija de la gran Bretaña de Martha y abrazado a ellas, me dirigí hacia el ascensor. Aprovechando el momento, dejé caer mis manos por las cinturas de ambas y con descaro, empecé a manosear esos dos esplendidos culos.
Mi cuñada, contra todo pronóstico, se pegó a mí y mientras me daba un beso en la mejilla, me dijo:
-¡Quita inmediatamente la mano del trasero de Martha!  ¡Esta noche eres mío!
Mi desconcierto fue todavía mayor al cerrarse las puertas, porque aprovechando que estábamos solos los tres en ese estrecho habitáculo, dándose la vuelta, empezó a restregar sus nalgas contra mi entrepierna, diciendo:
-¡Qué ganas tengo que repitas lo de esta mañana!
Como podréis suponer y sobretodo perdonar, la imagen que dí al salir al hall del hotel fue francamente ridícula. Franqueado por dos  tremendos ejemplos de mujer, disfrazadas de niñas, y yo con el pito señalando al norte. Para colmo, tanto Nuria como Martha no dejaron de saltar y de pegar chillidos imitando a una fans mientras cruzaba el salón rumbo a la salida.
-Dejad de hacer el tonto- les pedí al advertir que todo el mundo nos miraba.
Pero ellas, contagiándose una a la otra, se dedicaron a atraer todavía más la atención, bailando mientras salían. La vergüenza que pasé fue inmensa y tirando de ellas, les conminé a darse prisa. Los doscientos metros que nos separaban del embarcadero donde mi jefe tenía su barco, me parecieron kilómetros y por eso no descansé hasta llegar a la pasarela que daba acceso al yate.
Arthur nos esperaba en la cubierta y tal y como había previsto y temido, al contemplar a esas dos con semejante disfraz, se excitó y perdiendo la compostura, les ayudó él mismo a subir a la embarcación. El entusiasmo del anciano les hizo saber que habían acertado y sacando ambas de sus bolsos una piruleta, la empezaron a lamer en plan obsceno.
Mientras el viejo las llevaba dentro, me quedé pensando en la actitud posesiva que mostraba mi cuñada y sin llegármela a creer, empecé a dudar de si me convenía estar con ella. Los gritos de alegría de ambas me hicieron salir de mi ensoñación y entré a reunirme con ellos.
La escena con la que me encontré no pudo ser más elocuente de cómo se iba a desarrollar esa noche. Arthur estaba regalándoles una joya a cada una, mientras estas se arremolinaban a su alrededor.
“¡Estoy jodido!” pensé temiendo incluso que mi nombramiento fuera papel mojado.
Nuria al verme llegar, se pegó aún más al anciano y sin dejarme de mirar, le dijo:
-Profesor, ¿Qué lección va a explicarnos hoy?

Totalmente imbuido en su papel, Arthur en vez de explicarles algo, las obligó a sentarse en dos taburetes y comenzó a hacerles preguntas de todo tipo. Ambas mujeres fueron contestando acertadamente pero en un momento dado, Nuria respondió mal a una de ellas y entonces el tipo la cogió del brazo y colocándola en sus rodillas, le empezó a azotar suavemente.

Curiosamente, la cara de mi cuñada no era de satisfacción y viéndolo Martha, intervino diciendo:
-Profe, ¿Si fallamos o nos portamos mal, usted nos castigará?
-Por supuesto- respondió nuestro jefe.
Entonces, poniendo una cara de zorrón desorejado y a propósito, tiró nuestras copas. Arthur comprendió que era parte del juego y sustituyendo a Nuria por la inglesa, le propinó una serie de duras nalgadas en su trasero. Mi cuñada una vez liberada y sin pedir mi opinión se sentó sobre mis rodillas, mientras me decía:
-Aunque apenas la conozco, Martha es una buena amiga. Me ha salvado de ese cerdo porque sabe que esta noche quiero ser nuevamente tuya.
Reconozco que aunque con esa frase, me acababa de confirmar mis peores augurios, el sentir su piel contra mis piernas me hizo calentar y empecé a acariciarla por debajo de la falda. Nuria al percibir que debajo de su cuerpo, iba creciendo un bulto que segundos antes no estaba, sonrió y pegando sus nalgas contra mi entrepierna, se empezó a frotar como hembra en celo.
-Eres una puta- le susurré mientras con una mano, acariciaba sus pechos.
Mi cuñada, más alborotada de lo que se suponía debía estar, dejó que mis dedos desabrocharan su camisa sin dejar de hacerme una paja con su culo. Su insistencia consiguió que mi miembro se alzara hasta su máxima extensión y sabiendo que había logrado, llevó su mano hasta mi bragueta.
-¿No vas demasiado rápido?- le pregunté al sentir que bajándola, sacaba a mi miembro de su encierro.
-¿Tú crees?- contestó separando con dos dedos sus bragas y colocando mi pene entre los labios de su sexo sin meterlo.
La humedad que envolvió mi verga me alertó de que esa zorra estaba totalmente cachonda y antes que lo pudiese evitar, se empezó a mover haciendo que se deslizara rozando todo su sexo por el exterior. Al sentirlo, comprendí que estábamos dejando a un lado a la otra pareja y aunque lo que realmente me apetecía era follarme a esa mujer, decidí hacer partícipes a los otros de nuestra calentura, diciendo:
-Jefe, ¡Su pupila está bruta! 
Arthur nos miró de reojo y al descubrir lo que estábamos haciendo, cogió a Martha del pelo y la obligó a colocarse entre nuestras piernas. La inglesa supo cuál era su cometido y por eso, nada más arrodillarse a los pies de Nuria, le sacó por los pies las tan nombradas bragas de perlé y sin más hundió su cara en su entrepierna.
-¡Dios!- gimió la morena al sentir la lengua de su amiga recorriendo los pliegues de su sexo y sin esperar a nada más, se ensartó usando mi pene como herramienta.
El modo tan lento en que se empaló, me permitió sentir cada centímetro de su conducto abriéndose para dejar pasar mi polla dentro. Con auténtica urgencia, mi cuñada consiguió embutírsela completamente y solo cuando sintió que mi glande chocaba contra la pared de su vagina, se quedó satisfecha y dejándose caer sobre mí, me dijo:
-Desde anoche sueño con esto: Estar siendo follada por ti mientras tu antigua amante me mama el conejo.
Lo extraño, no fueron sus palabras sino que se quedará quieta mientras la rubia daba cuenta de su coño. Decidido a participar de algún modo, terminé de quitarle la camisa y con mis manos me apoderé de sus pechos. Si en un principio mis caricias fueron suaves, poco a poco fui elevando su intensidad y llevando mis dedos hasta sus pezones, fui incrementando la presión de mis yemas hasta que el pellizco la hizo gritar de placer.
Sé que también influyeron los lametones de Martha pero lo cierto es que mi cuñada, involuntariamente separó sus rodillas, momento que aprovechó la inglesa para torturar su clítoris con un mordisco. Ese triple ataque demolió sus defensas y pegando un berrido se corrió sobre mis pantalones.
-¡Me encanta!- aulló y dando vía libre a su lujuria, comenzó a moverse usando mi pene como montura.
Su cabalgar impidió que Martha siguiera lamiéndole el coño y queriendo seguir colaborando en el placer de mi cuñada, se incorporó y sustituyó con su boca a mis dedos en los pechos de la morena. Arthur que hasta entonces se había quedado en un segundo plano, aprovechó la feliz circunstancia para bajarle las bragas a la rubia y de un certero pollazo desflorar su culo.
La Inglesa gritó al sentir la herramienta del anciano forzando su ojete, pero en vez de quejarse, besó a mi cuñada en la boca. Nuria respondió con pasión y sacando la lengua, jugueteó con la boca de la rubia mientras su sexo nuevamente se licuaba. Al sentir que por segunda vez, la zorra de mi cuñada se había corrido y que yo todavía no lo había hecho, cogiéndola de los hombros la empalé con más fuerza.
-¡Qué gusto!- chilló la morena confirmando a los cuatro vientos que le encantaba ser follada por mí y convirtiendo sus caderas en una batidora, buscó mi placer antes que el suyo.
Para ese momento, la edad de nuestro jefe le pasó factura y derramándose en el interior de Martha, eyaculó dejándola insatisfecha. La inglesa comprendiendo que no debía ni podía echárselo en cara, berreó como si hubiese llegado al clímax aunque luego me reconocería que se había quedado insatisfecha. La verdad es que el viejo se lo creyó y separándose de ella, se sentó en un sofá a observar como seguía follándome a mi cuñada.
Ya liberada de sus obligaciones, la rubia se concentró en Nuria y cogiendo sus pezones entre los dedos, los pellizcó mientras le susurraba al oído:
-¡Me debes una!
Mi cuñada que para entonces estaba absolutamente poseída de la lujuria, le prometió que en cuanto acabara se dedicaría a ella. Al oír que entre esas dos iban a regalarnos un show lésbico fue más de lo que pude soportar y pegando un alarido, eyaculé dentro de su vagina. La que ya consideraba mi morena, al ver rellenado su sexo con mi simiente, buscó ordeñar mi miembro con mayor énfasis hasta que agotada se dejó caer sobre mi cuerpo.
Después de descansar unos minutos, me fijé que Arthur estaba realmente cansado, sus ojos se le cerraban producto de dos días de juerga y acercándome a él, le pregunté si estaba bien. El yanqui se incorporó en su sillón y con gesto fatigado, me contestó que estaba hecho trizas.
-¿Quiere que nos vayamos?- pregunté un tanto preocupado.
-Para nada, hoy sois mis invitados- tras lo cual nos  enseñó un gigantesco camarote, diciendo: -Quedaros hoy a dormir aquí.
Y saliendo hacía el suyo, me dejó con esas dos mujeres sin saber qué hacer.
Mi cuñada demuestra lo putísima que es.
Una vez en la tranquilidad de nuestro alojamiento, abrí una botella de champagne para celebrar con mis acompañantes el éxito de nuestra velada. Aunque para nada se parecía a lo que había planeado, no podía negar que  nuestro jefe se había visto encantado porque jamás en los años que le conocía, se había tirado a nadie. Como mucho había permitido que le hicieran alguna que otra mamada.           En cambio, esa tarde se había follado a la inglesa.
-¡Por vosotras!- brindé levantando mi copa- Estoy orgulloso de las dos.
Las mujeres recibieron mi felicitación con una sonrisa y mirándose entre ellas llegaron a un acuerdo tácito. Supe en qué consistía al verlas llegar a mí y pegando sus cuerpos al mío, comenzar a desnudarme.
-¿No estáis cansadas?- pregunté soltando una carcajada.
Mi cuñada me contestó:
-Todavía no- tras lo cual me empujó sobre la cama.
Entre las dos me quitaron los pantalones y la camisa, dejándome casi en pelotas. Con mi bóxer como única vestimenta, creí que había llegado la hora en que tuviera que satisfacer a ambas. Cuando ya creía que como una jauría se lanzaría contra mí, Nuria puso música y cogiendo de la mano a la inglesa, se pusieron a bailar.  No tardé en observar como, con sus cuerpos totalmente unidos, las dos muchachas iniciaban un sensual baile, teniéndome como testigo.  Sus movimientos cada vez más acusados me demostraron que ambas los deseaban.
Mi cuñada tomando la iniciativa, cogió la cabeza de su acompañante y aproximó sus labios a los ella. El brillo de los ojos de Martha me informó de su excitación cuando su dueña, abriendo la boca, dejó que la lengua de Nuria  entrara en su interior.   Con sus dorsos pegados mientras se comían los morros una a la otra, siguieron bailando rozando sin disimulo sus sexos. Para aquel entonces, los corazones de ambas estaban acelerados y más se pusieron cuando oyeron mi siguiente orden:
-¡Quiero ver como os amáis!
Actuando al unísono, Nuria desabrochó la blusa de la rubia. Me encantó disfrutar del modo en que sus pezones ya duros se clavaron en los pechos de la mujer que tenía enfrente. La inglesa no pudo  evitar que de su garganta brotara un  gemido de deseo al sentir la mano de la que ya consideraba su amiga recorriendo su trasero.
Aunque su entrega se iba desarrollando según lo planeado, comprendí al ver el nerviosismo de la rubia que como se había quedado insatisfecha, estaba sobre excitada. Por eso, para facilitar las cosas, me acerqué a mi cuñada y le susurré al oído:
-¡Fóllatela rápido!
La morena comprendió mis razones y mientras rozaba con su pierna la  encharcada cueva de la otra, cogió uno de sus pechos. Antes de seguir, la miró a los ojos y al vislumbrar deseo, decidió seguir. Desde mi posición, la observé bajar por su cuello y con suaves besos acercar su boca al pezón erecto de su víctima.  Completamente excitada, la rubia experimentó con placer la lengua de esa fémina recorriendo su rosada aureola.
-¡My God!- exclamó en voz baja.
Durante un rato, Nuria se  conformó con mamar esos pechos que había puesto a su disposición. Con la destreza que da la experiencia pasada, chupó de esos dos manjares sin dejar de acariciar la piel de su partenaire. Viendo que había conseguido excitarla y que Martha estaba preparada para dar el siguiente paso, siguió bajando por su cuerpo dejando un húmedo rastro camino alas bragas de perlé de la mujer.
Arrodillándose a sus pies, le quitó con ternura esa mojada prenda, tras lo cual la obligó a separar las piernas. Incapaz de negarse, Linda obedeció y fue entonces cuando se apoderó de su sexo. Con suavidad retiró a los hinchados labios de la rubia, para concentrarse en su  botón.

-¡Me encanta!- suspiró.

Esa confesión dio a Nuria el valor suficiente para con sus dientes y a base de pequeños mordiscos, llevarla a una cima de placer nunca alcanzada. De pie, con sus manos apoyadas en la cabeza de mi cuñada y  mirándome a los ojos, se corrió en la boca de la mujer arrodillada. Ella al notarlo, sorbió el río que manaba de ese sexo, y profundizando en la dulce tortura, introdujo un dedo en la empapada vagina.
-¡Por favor! ¡Sigue!
La maniobra de Nuria hizo que Martha diera un chillido de deseo y sin dejar de mirarme, siguió masturbando a la morena, metiendo y sacando su dedo de ese coño. Desde la cama, observé a la morena separar aún más las piernas de la rubia mientras le lamía la parte interna de los muslos. La humedad que encharcaba el sexo de la rubia me avisó de la cercanía de su orgasmo. Con su respiración entrecortada, esperó las caricias de la lengua de mi cuñada. Al sentir la acción de su boca sobre su clítoris, pegó un grito y se corrió dando gritos.
Os reconozco que me encantó ver que su cuerpo temblaba mientras Nuria no daba abasto a recoger el flujo que brotaba de su sexo con la lengua pero mas aún observar que una vez cumplida su promesa, Nuria se levantaba del suelo y poniendo cara de puta, me decía:
-Ahora, ¡Quiero mi ración de leche!
Nada más llegar a mi lado, me quitó los calzoncillos y frotando su cara contra mi sexo, me informó que pensaba dejarme seco.
-Tu misma- le respondí muerto de risa.
Habiendo obtenido mi permiso, mi cuñada abrió sus labios y mientras me acariciaba la extensión con sus manos, se dedicó a besar mis huevos. Una vez había conseguido crecer a su máximo tamaño, la engulló y succionó hacia arriba, humedeciéndola por completo. No satisfecha con ello, lamió mi glande y viendo que ya estaba listo, se dirigió a la inglesa diciendo:
-¿No me vas a ayudar?
La rubia sonrió acercándose se sentó a su lado. Comprendí que iba a ser objeto de una mamada a dos bandas por lo que separé mis piernas para facilitar sus maniobras. Ambas mujeres ya se habían agachado entre mis piernas cuando mi móvil empezó a sonar en la mesilla.
Al ver que era mi mujer, antes de contestar, le dije:
-Es Inés, tu hermana.
Mi cuñada no pudo ocultar su disgusto y tras unos momentos quieta, decidió que le daba lo mismo y haciendo una seña a Martha, le dijo que empezara. Al rubia esperó a ver que ocurría pero al observar que su compañera con la lengua empezaba a lamer mi extensión, decidió no quedarse atrás y recogiendo en su boca mis testículos, colaboró con ella mientras yo seguía hablando por el teléfono.
“¡Será Puta!” pensé tratando de seguir la conversación con Inés. Mi esposa ajena a que su marido estaba siendo mamado en ese momento por su hermana, quería saber cómo había salido el congreso.
-Estupendamente- le contesté- me han nombrado director para Europa.
La noticia, lógicamente, la agradó y tratando de saber más, me insistió que siguiera contándole como había sido. Explicarle mi ascenso era lo último que me apetecía hacer porque en ese momento y entre mis piernas, Nuria y Martha competían entre sí para ver cuál de las dos era capaz de absorber mayor superficie de mi miembro.
-¿Te importa que te llame luego?- le respondí poniendo por excusa una supuesta cita.
M mujer aceptó pero antes de colgar, me interrogó por su hermana.
-No te preocupes por ella- contesté – sé que tiene algo grande entre sus manos.
La puta de Nuria al oírlo sonrió y ganándole la partida a la inglesa, se incrustó mi miembro hasta el fondo de su garganta. Al sentir sus labios en la base, me quedé pasmado por  su maestría. Martha viendo que mi cuñada se había apoderado de mi polla, cambió de posición y colocándose detrás de su oponente, le separó las nalgas y con la lengua le empezó a comer el ojete.
Afortunadamente, había colgado antes porque al sentir la morena la incursión en su entrada trasera, se dio la vuelta gritando:
-¿Qué haces?, ¡Mi culo es de Manuel!
Que esa mujer me diera en propiedad su trasero era atrayente pero comprendí que de alguna forma tenía que demostrarle quien mandaba por eso, tirando de ella le obligué a retornar a la mamada mientras le pedía a la inglesa que me acercara la bolsa que había traído.
Embarcada entre mis piernas, Nuria no se percató de que su amiga había vaciado el contenido en el suelo ni que siguiendo mis deseos había recogido y se había puesto un arnés con un enorme aparato. Viendo que ya lo tenía ajustado a sus caderas, le dije:
-Fóllatela.
Al oír mi orden, se giró pero nada pudo hacer porque la inglesa ya le había metido semejante instrumento hasta el fondo de su sexo.
-¡Joder!- gritó la morena al experimentar cómo su conducto era forzado brutalmente.
Tardé en advertir que Martha había malinterpretado mis palabras y que en vez de forzar su culo, estaba usando la vagina de mi cuñada. Cuando por fin me di cuenta, cabreado, me separé de las dos y les ordené que intercambiaran las posiciones. Si creía que eso iba a molestarlas me equivoqué porque Martha necesitaba que alguien se la follara y para Nuria, que nunca había usado uno, le resultó tremendamente morboso. Por mi parte confieso que, al ver a mi cuñada desnuda y con ese pedazo de herramienta, también me calentó. Parecía una preciosa shemale con tetas y pene. 
-Vamos a hacer un trenecito- descojonado les solté.
Martha no entendió mi frase, por lo que tuvo que ser la morena quien se lo aclarara diciendo:
-Manuel me va a follar mientras yo hago lo mismo contigo.
-Te equivocas- respondí corrigiéndola: -¡Te voy a dar por culo mientras té se lo rompes a ella!
Mis palabras le sonaron a música celestial y antes de que me diera cuenta, había obligado a la inglesa a ponerse a cuatro patas y sin preparación alguna, la sodomizó de un solo empujón. Como el culo de la inglesa ya había sido usado por mi jefe, no le costó absorber el impacto y desde el primer momento empezó a disfrutar como una perra. Gritando de placer le pidió que acelerara.  Mi cuñada que jamás había usado ese instrumento le costó coger el ritmo pero cuando lo hizo, no paró.
Mirándola a la cara, descubrí una luz en sus ojos que antes nunca había advertido y ya totalmente excitado me puse a su espalda. Al meter mis dedos en su sexo para embadurnarlos con su flujo, comprobé que chorreaba como nunca y por eso recogiendo parte, unté con él el orificio trasero de mi cuñada.
-¡Hazlo que no aguanto más-
Su calentura era tal que decidí hacerle caso y sin pensármelo dos veces, le clavé mi pene hasta el fondo de sus intestinos. El grito con el que recibió mi incursión me confirmó que me había pasado, pero en cuanto quise esperar a que se acostumbrara a tenerlo dentro, Nuria reanudó sus movimientos metiendo y sacando el trabuco del arnés del culo de la inglesa y al hacerlo, provocó que el mío hiciera lo mismo con su ojete.
-¡Cómo me gusta!- berreó como loca  y al escuchar que también Martha estaba disfrutando, me gritó: -¡Sigue cabrón!
Esa nalgada fue el banderazo de salida y sincronizando nuestros cuerpos, entre los tres formamos una maquinaria perfecta sexual. Al sacar Nuria el aparato del culo de la inglesa, metía mi pene hasta el fondo de sus intestinos y al meterlo, se lo sacaba casi totalmente de su trasero.  Poco a poco, nuestro vaivén se fue acelerando hasta que lo que en un principio había sido pausado se convirtió en un movimiento desenfrenado de tres componentes.
La primera en correrse fue Martha que quizás por ser la que más tiempo llevando siendo sodomizada, se dejó caer sobre la almohada pegando un berrido. Su caída provocó la nuestra, de forma que tanto mi cuñada como yo nos vimos lanzados hacia delante siendo su ojete la víctima inocente de ese accidente:
-¡Qué bruto eres!- se quejó.
Haciendo caso omiso a sus gimoteos y sin compadecerme de ella, reinicié con mas pasión mi asalto. Mi cuñada al sentir que nuevamente forzaba su maltratado esfínter, me rogó que bajara el ritmo. Pero en vez de hacerlo, le solté una nalgada diciéndole:
-¡Muévete puta!
Mi insulto consiguió mi objetivo y con renovados ímpetus, Nuria movió sus caderas forzando aún más la profundidad de sus penetraciones. Para entonces, la inglesa ya se había repuesto y quitándole el arnés, se introdujo entre sus piernas. Mi cuñada para facilitar sus caricias, abrió un poco sus piernas pero a sentir su boca lamiendo con dulzura su clítoris mientras su ojete era violado brutalmente por mí, no pudo más y pegando un aullido empezó a correrse. Martha, ducha en esas artes, en cuanto observó el manantial que salía del sexo de la morena, con más ahínco, fue sorbiendo el maná que el destino había puesto a su disposición logrando prolongar el éxtasis de mi cuñada.
Mi cuñada enlazó un orgasmo con el siguiente hasta que no pudo más y desesperada me pidió que me corriera. Sus palabras fueron el acicate que necesitaba y con un último empuje, exploté dentro de ella rellenado su culo con mi esperma.
Agotado, me dejé caer en el colchón. Las dos mujeres satisfechas se colocaron cada una a un lado de mi cuerpo y abrazándome, descansaron durante unos minutos. Os juro que en ese instante, me sentí como un pachá rodeado de un harén sin importarme que una de sus miembros fuera la hermana de mi mujer.
Al cabo de un rato, Nuria se desperezó y mientras me daba un beso en los labios, me preguntó con voz picara:
-Manuel, ¿Qué otros juguetes me has traído?
Le enseñé las esposas y el látigo todavía sin estrenar. Muerta de risa, me soltó:
-¿A qué esperas para usarlos?
Tras pensarlo durante unos segundos….
“¡Comprendí que había creado un monstruo!”
 

“La enfermera de mi madre y su gemela” LIBRO PARA DESCARGAR POR GOLFO

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Sinopsis:

El precoz desarrollo de Alzheimer en mi madre me obligó a buscar una persona que me ayudara. Cuando más desesperado estaba por no hallar alguien de mi gusto, un compañero de trabajo me recomienda a su prima como enfermera.
Sin tenerlas toda conmigo, concierto una entrevista con ella y para mi sorpresa, resulta ser una joven recién salida de la universidad. Aunque su juventud me echaba para atrás, la urgencia de obtener ayuda me hace contratarla sin saber que la presencia de esa rubia en mi casa me iba a cambiar la vida para siempre.

ALTO CONTENIDO ERÓTICO .

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo la introducción y los  primeros capítulos:

 
1

La vejez es una mierda. Si ya de por sí cuando llegas a una determinada edad es angustioso sentir que vas perdiendo facultades, más aún lo es cuando la persona que se va viendo disminuida es alguien al que quieres. Eso es lo que le ocurrió a mi madre siendo todavía muy joven.
Habiendo sido toda su vida una persona activa e inteligente, de improviso cuando tenía solamente cincuenta y tantos años se vio afectada por el alzhéimer. Al principio, eran pequeños despistes sin importancia que ella misma achacaba al estrés. Esa explicación se la creyó incluso ella durante unos meses ya que como estaba en la fase inicial, siguió con su vida y su trabajo sin disminuir el ritmo.
Desgraciadamente, la enfermedad poco a poco fue deteriorando sus facultades hasta un punto que se fue recluyendo paulatinamente en su interior. Por mi parte, con treinta años, soltero y con un trabajo que me absorbía mi tiempo, no quise o no pude verlo. Sé que no es excusa, pero entre mis ligues, mis viajes y mis amigos no fui consciente hasta que una madrugada mientras estaba de cachondeo recibí la llamada de un extraño, el cual, tras identificarse como policía, me explicó que la habían hallado totalmente desorientada en mitad de la gran vía. Por lo visto su estado era tal que no tuvieron más remedio que llevarla a un hospital y revisar su móvil para localizar el teléfono de un familiar. Como comprenderéis, me quedé acojonado y dándole las gracias, acudí en su ayuda.
Al llegar a la clínica, directamente pedí verla. El médico de guardia tras comprobar que era su hijo me preguntó cuánto tiempo llevaba con alzhéimer.
―Mi madre no tiene esa enfermedad― respondí irritado.
El facultativo comprendió que vivía en la inopia y sin entrar en discusión, me dejó entrar a su habitación. Si la expresión de locura de mi progenitora ya era bastante para asustarme, lo que realmente me aterró fue que al verme me confundiera con mi padre.
―Mamá, papá lleva muerto diez años― respondí con tono suave.
Al escucharlo mi madre, soltó una carcajada y dirigiéndose a la enfermera que tenía a su lado, le soltó:
―No le dije que mi novio era muy bromista.
Su respuesta me desmoralizó y reconociendo por primera vez el problema, fui a disculparme con el médico y a pedirle consejo. Ese tipo de situación debía ser algo habitual porque sin aceptar mis disculpas, me explicó que a buen seguro en un par de días recobraría la conciencia pero que eso no era óbice para que esa enfermedad siguiera su curso.
Atentamente, escuché sus consejos durante media hora cada vez más destrozado…

2

Tal y como me había anticipado, a la mañana siguiente al despertarse mi madre era otra vez la mujer de siempre pero no se acordaba de nada. Por eso al amanecer en la cama de un hospital conmigo dormido en el sofá de al lado, me preguntó que hacía ella allí.
―Mamá tenemos que hablar…― respondí y con el corazón encogido de dolor, le informé no solo de cómo había perdido la cabeza la noche anterior sino también de la cruel sentencia que el destino le tenía reservado.
Fue entonces cuando demostrando una serenidad que yo no hubiera tenido me confesó que se lo temía y que si no me había dicho nada era porque antes de hacerlo quería dejar las cosas bien atadas.
― ¿A qué te refieres? ― pregunté.
Con la mente totalmente clara, me contó que estaba cerrando la venta de su negocio y que de ir las cosas como tenía previstas, en menos de una semana, se desharía de él. Comprendí y sobre todo aprecié el valor con el que afrontaba su futura demencia y con todo el dolor del mundo le prometí mi ayuda….
Los hechos posteriores se desarrollaron a una velocidad endiablada debido en gran parte a su juventud. Su edad lejos de ser un obstáculo para el avance de su enfermedad, lo aceleró y por eso, aunque en un principio, me bastaba yo solo para cuidarla a raíz de que casi quemara la casa no me quedó más remedio que plantearme otras soluciones.
Reconozco que pensé en internarla, pero el día que fui a visitar un asilo que me habían recomendado, se me cayó el alma a los suelos al ver a los residentes de ese lugar y como mi madre me había dejado una fortuna decidí que la tendría en casa todo el tiempo que pudiera.
Durante dos semanas busqué algún candidato o candidata que se quedara con ella mientras yo no estaba. Lo que en teoría debía resultar sencillo se convirtió en una odisea porque el que no era un gordo apestoso, era una geta que no me generaba ninguna confianza. El azar quiso que una mañana, un compañero del curro al oír mi problema me dijera:
― ¿Por qué no entrevistas a mi prima? Es enfermera geriátrica y te saldrá barata ya que como no ha conseguido trabajo, se ha tenido que volver al pueblo.
Confieso que, si bien no me hacía gracia contratar a alguien emparentado con él, la urgencia hizo que me asiera a su sugerencia como el que se agarra a un clavo hirviendo y acepté conversar con ella, sin darle mayores esperanzas.
Debido a que su pueblo estaba lejos de Madrid, quedé que a los dos días la recibiría. ¡Malditos dos días! En esas cuarenta y ocho horas, mi madre se cayó en la ducha, se rompió la pierna y perdió la poca conexión con la realidad que le quedaba. Por eso, tuve que pedir un anticipo de mis vacaciones para estar con ella.
La mañana que conocí a Irene, estaba con los nervios a flor de piel. Todo era un mundo para mí y reconozco que estaba totalmente sobrepasado por los acontecimientos. Mientras la esperaba sentado en mi salón, no podía dejar de pensar en que quizás tendría que finalmente internar a mi pobre madre en un asilo. Para colmo cuando llegó y tocó a mi puerta, me encontré que la muchacha era una cría.
«¡No me jodas!», pensé al ver que era una rubita con cara de niña buena, «¡Si acaba de salir del colegio!».
Afortunadamente durante la entrevista, Irene demostró ser una persona con la cabeza bien amueblada y agradable que de forma rápida consiguió cambiar mi primera impresión. Cómo además sus pretensiones económicas eran bajas y al no tener donde vivir, se quedaría en casa, me terminó de convencer porque así me aseguraba un servicio 24 horas. Tras una breve discusión llegamos al acuerdo que sus días libres coincidirían con los míos por lo que cerré con un apretón de manos el trato.
La alegría que demostró al ser contratada me hizo casi arrepentirme de la decisión. Comportándose como una adolescente, empezó a pegar saltos chillando mientras me agradecía el hecho de no tener que volver al pueblo.
― ¿Cuándo puedes empezar? ― pregunté creyendo que me diría que en un par de días y con la idea de usar ese tiempo en buscar a otra.
―Hoy mismo, en dos horas. Solo tengo que recoger mi ropa de casa de mi primo…
3

A la mañana siguiente cuando desperté el recuerdo de cómo había dejado llevar pensando en ella, me golpeó con fiereza. Con la luz del día mi actuación me resultó repulsiva y carente de toda lógica, teniendo en cuenta no solo nuestra diferencia de edad sino el hecho de que esa niñata era la enfermera. Asumiendo que cualquier acercamiento por mi parte terminaría en fracaso y sin nadie que se ocupase de mi madre, decidí no volver a cometer ese error y con ello en mi mente, me levanté al baño.
Al ser temprano, no tenía prisa y con ganas de relajarme, llené la bañera y me metí en ella. El agua caliente me adormeció y sin darme cuenta Irene volvió a mi mente. Rememorando lo soñado, involuntariamente mi pene se alzó sobre la espuma, como muestra clara que por mucho que lo intentara esa mujercita me tenía alborotado. Afortunadamente el sopor me impidió pajearme porque si no hubiera sido todavía más humillante la pillada que esa bebé me dio.
Estaba con los ojos cerrados luchando con las ganas de coger mi polla y darle uso cuando de pronto escuché:
―Señor, le he traído un café y el periódico. ¿Quiere que se lo lea?
Mi sorpresa fue total porque al abrirlos, me encontré con esa chavala sentada en una silla, mirándome. Me quedé paralizado cuando extendiendo su brazo me dio la taza como si nada.
― ¡Estoy en pelotas! ― grité mientras usaba una mano para tapar mis vergüenzas.
La muchacha, sin darle importancia, me contestó:
―Por eso no se preocupe, además de enfermera tengo cinco hermanos y no me voy a escandalizar por ver a un hombre desnudo― pero al ver la mirada asesina con la que le regalé, decidió dejarme solo.
«¡No me puedo creer que haya entrado sin llamar!», pensé de muy mala leche, «¡Esta tía se ha pasado dos pueblos!».
Indignado hasta decir basta, me terminé el puto café y saliendo del baño, entré en mi habitación para descubrir que esa cretina me había hecho la cama. Que hubiera asumido que podía arrogarse también esa función acabó por sacarme de las casillas y vistiéndome, resolví montarle una bronca, aunque eso significara quedarme sin sus servicios.
El destino quiso que, al llegar a la cocina, estuviera dando de desayunar a mi madre y sabiendo cómo le alteraban los gritos, tuve que contenerme y decirle en voz baja:
―Irene, tenemos que hablar.
La muchacha levantó su mirada al oírme y con una sonrisa, contestó:
―Ya sé que debía haberle preguntado, pero al ver que las sabanas estaban llenas de manchas blancas, me pareció lógico el cambiarlas.
Saber que esa chavala había descubierto los restos de mi corrida, me llenó de cobardía y sin los arrestos suficientes para encararme con ella, me di la vuelta y salí de casa, pero no lo suficientemente rápido para que no llegara a mis oídos que Irene le decía a mi vieja:
―Menos mal que he llegado a esta casa, no comprendo cómo han podido vivir ustedes solos sin nadie que los cuidara.
Ya en el coche y mientras pensaba en lo ocurrido, resolví:
«¡Me tengo que librar de esta loca!».
La rutina del día a día y el cúmulo de trabajo que se agolpaba sobre mi mesa consiguieron hacerme olvidar momentáneamente del problemón que me esperaba cuando volviera del curro. Durante todo el día la actividad me mantuvo ocupado, de manera que no fue hasta las siete de la tarde cuando recordé que esa noche tendría que poner las maletas de esa niña en la calle.
Si ya no tenía ninguna duda de que tenía que echarla, fue su primo quien me hiciera ratificarme aún más en esa decisión al decirme:
―Por cierto, Alberto, esta mañana me llamó Irene y me contó lo feliz que estaba viviendo en tu casa ya que tu madre es un encanto y tú todo un caballero.
Mi cara de alucine debió ser tan rotunda que muerto de risa me comentó que, tomándole el pelo, le soltó que no se fiara porque tenía fama de Don Juan y que ella al oírlo, se había indignado y que le había colgado el teléfono, contestando:
―No te permito que hables así de mi jefe.
En ese momento, no supe con quién estaba más cabreado si con su primo por ser tan indiscreto o con ella por su absurdo comportamiento. La actitud que había demostrado esa chavala revelaba un sentimiento de propiedad que nada tenía que ver con la debida fidelidad a quién le paga sino más bien con un enfermizo modo de ver nuestra relación laboral.
Os reconozco que cuando encendí mi coche, estaba tan furibundo que, de habérmela encontrado en ese instante, la hubiera cogido de su melena y la hubiese lanzado fuera de mi chalé sin más contemplaciones. Afortunadamente para ella, la media hora que tardé en llegar me sirvió para tranquilizarme y por eso al cruzar la puerta pude escuchar unas risas que provenían del salón.
Ese sonido tan normal por otros lares me resultó raro dentro del mausoleo en el que se había convertido mi hogar. Extrañado e incrédulo por igual, me acerqué a ver la razón de tanta alegría. Al entrar en esa habitación, descubrí a mi madre chillando de gusto y a Irene haciéndole cosquillas. Esa escena que en otro momento me hubiese enternecido, me dejó paralizado por la indumentaria de la muchacha.
«¡No puede ser verdad!», rumié entre dientes al percatarme que Irene llevaba puesto un uniforme nuevo y que este al contrario del anterior no podía ser más sugerente.
Desde mi ángulo de visión, el exiguo tamaño de su vestido rosa me dejaba observar en su plenitud dos maravillosas nalgas apenas cubiertas por una tanguita azul. Si ya eso era un cambio brutal, más aún lo fue ver que como complemento, la cría se había puesto unas medias con liguero. Si queréis que defina ese traje, parecía el disfraz que llevaría una stripper encima de un escenario. Mientras babeaba admirando su belleza, Irene no paraba de jugar con mi madre sin percatarse del extenso escrutinio al que la estaba sometiendo.
«Parece una puta cara», sentencié bastante molesto por el modelito y alzando la voz, dije:
―Buenas noches.
La niñata al escucharme, se levantó del suelo y corriendo hacia mí con una sonrisa, me soltó:
―Señor, ¿Le gusta mi nuevo uniforme?
Os juro que al verla de pie y descubrir que su tremendo escote me dejaba ver sin disimulo el sujetador de encaje, provocó que tuviese que hacer verdaderos esfuerzos para no quedarme allí mirándole las tetas. Retomando mi cabreo, contesté:
―No, me recuerdas con él a una zorra que pagué.
Mi ruda respuesta la dejó paralizada y con lágrimas en los ojos, me preguntó qué era lo que no me gustaba. Fue entonces cuando cometí quizás el mayor acierto de mi vida porque acercándome a ella, con dureza, respondí:
― ¿No te das cuenta de que soy un hombre y que con él estás declarándome la guerra? ― para recalcar mis palabras, manoseé sus nalgas mientras le decía: ―Da la impresión de que lo que deseas es que te follé.
Si bien era previsible que Irene se echara a llorar, lo que no lo fue tanto fue que al sentir la tersura de su piel se despertara el animal que tenía dentro y aprovechando que estaba de frente a mí, perdiendo la cabeza, desgarrara su vestido dejándola medio desnuda.
―Si quieres que te trate así, ¡No te lo pongas!
Al observar el pánico en sus ojos, me tranquilicé y dándome la vuelta me fui a mi habitación. Ya solo, el maldito enano que todos tenemos en la mente me echó en cara mi conducta:
«Eres un hijo de puta. ¡Pobre niña!», machaconamente mi conciencia perturbó mi ánimo.
Mis remordimientos fueron en alza hasta que, al no poderlos aguantar, decidí ir a pedirle excusas. Pensando que la chavala estaría haciendo la maleta, me dirigí a su habitación y aunque no la encontré, si me topé con el otro uniforme que se había comprado. Si el primero era escandaloso, este segundo era aún peor porque era totalmente transparente. Al examinarlo bien, descubrí que me había equivocado porque a la altura de donde debían ir sus pechos cuando se lo pusiera, dos cruces rojas taparían sus pezones.
Comprenderéis e incluso aceptaréis que, al imaginarme a Irene con semejante vestimenta, me excitara y tratando de analizar esa conducta, caí en la cuenta de que la única explicación posible era… ¡Que esa cría tuviera alma de sumisa!
Ese descubrimiento quedó confirmado cuando bajé a la cocina y me encontré con la rubia en sujetador y tanga. Todavía sin tenerlas conmigo quise corroborar mis sospechas y por eso le pregunté por qué andaba así. Su respuesta lo dejó clarísimo:
―Usted me lo ordenó― su tono seguro era el de alguien que no había cometido ningún error.
Al someter su contestación a un somero estudio, supe que no había equívoco y que esa cría al aceptar trabajar en mi casa había asumido que sería enfermera, chacha y esclava para todo. Deseando revalidar ese extremo, la llevé al salón y sentándome en el sofá, le ordené que se arrodillara a mis pies. La sonrisa que leí en sus labios mientras obedecía, me demostró que aceptaba de buen grado ese estatus.
Confieso que me calentó verla adoptando esa posición tan servil y forzando su entrega, le pregunté:
― ¿Quién eres?
Mi interrogatorio la destanteó y bajando su mirada, respondió:
―Su enfermera.
Al escucharla, solté una carcajada y tomando uno de sus pechos en mis manos, repetí mientras le daba un pellizco en el pezón:
―Te he preguntado quién eres, ¡No quién aparentas ser!
El gemido que surgió de su garganta fue lo suficientemente elocuente, pero, aun así, esperé su contestación. La cría con rubor en sus mejillas me miró diciendo:
―Nadie, no soy nadie. Una esclava solo tiene derecho a ser eso, una esclava.
Usando entonces mi nuevo poder, le ordené que se desnudara. Irene que obedeció desabrochó su sujetador y lo dejó caer al suelo. Con satisfacción observé que sus senos se mantenían firmes sin la sujeción de esa prenda y que sus rosadas aureolas se iban empequeñeciendo al contacto de mi mirada. Tampoco necesitó que le insistiera para despojarse del diminuto tanga, de manera, que permaneció completamente desnuda para ser inspeccionada.
―Acércate.
La mujercita se arrodilló y gateando llegó hasta mi lado, esperó mis órdenes.
―Aquí estoy, amo―, escuché que me decía.
―No te he dado permiso de hablar― la recriminé. ―Date la vuelta y muéstrame tu culo.
Con una sensualidad estudiada, se giró y separando sus nalgas, me enseñó su ano. Metiendo un dedo en él, comprobé tanto su flexibilidad y satisfecho, le di un azote y le exigí que me exhibiera su sexo. Satisfecha de haber superado la prueba de su trasero, se volteó y separando sus rodillas, expuso su vulva a mi aprobación.
― ¡Qué belleza! ― complacido exclamé al comprobar que lo llevaba completamente depilado. ―Separa tus labios― ordené.
Obedeciendo, usó sus dedos para mostrarme lo que le pedía. Al hacerlo, me percaté que brillaba a raíz de la humedad que brotaba de su interior. No tuve que ser ningún genio para comprender que, el rudo escrutinio, la estaba excitando.
Forzando su deseo, le di la vuelta y bajándome la bragueta, la senté en mis rodillas mientras tanteaba con la punta de mi glande su orificio trasero. Ella no puso objeción alguna a mis caricias y asumiendo que deseaba tomarla por detrás, forzó la penetración con un movimiento de su trasero. Cómo mi pene entró sin dificultad por su estrecho conducto, le pregunté:
― ¿Por qué tienes el culo dilatado?
Muerta de vergüenza y con la respiración entrecortada, me respondió:
―Me he pasado toda la tarde con un estimulador anal, soñando con esto.
Su confesión me hizo preguntar qué más planes tenía preparados antes de que yo llegara. La muy puta comenzó a moverse, cabalgando sobre mi pene, mientras me decía:
―Pensaba que, si con ese uniforme no me follaba, meterme esta noche en su cama.
El descaro que mostró me dio alas y cogiéndola de la cintura, empecé a izar y a bajar su cuerpo empalándola a cada paso. Sus alargados gemidos fueron una muestra clara que estaba disfrutando por lo que, acelerando mis movimientos, cogí sus pechos entre mis manos. Mi nuevo ritmo le puso frenética y berreando de placer, gritó:
― ¡Supe que sería suya en cuanto lo vi!
Para entonces mi lujuria era tal que, cambiándola de postura, la puse a cuatro patas sobre el sofá y reanudé con mayor énfasis el asalto sobre su culo. Poco a poco, el compás con el que nos meneábamos se fue acelerando, convirtiendo mi trotar en un desbocado galope donde Irene no dejaba de gritar.
―Por favor, amo. ¡No deje de usar a su puta!
Contesté su total sumisión con un fuerte azote. La rubita al sentirlo aulló descompuesta:
― ¡Me encanta!
Su alarido me azuzó y alternando de una nalga a otra, le fui propinando duras cachetadas siguiendo el compás con el sacaba mi pene de su interior. El salón se llenó de una peculiar sinfonía de gemidos, azotes y suspiros que incrementó aún más nuestra lujuria. Irene ya tenía el culo completamente rojo cuando se dejó caer sobre el diván, presa de los síntomas de un brutal orgasmo. Fue impresionante ver a esa chavalita, temblando de dicha mientras se comportaba como una mujer sedienta de sexo.
― ¡Amo! ¡No pare! ― aulló al sentir que el placer desgarraba su interior.
Su actitud sumisa fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su culo como frontón. Al gritar de dolor, perdió la mesura y berreando como cierva en celo, se corrió mientras de su sexo brotaba un geiser que empapó mis piernas.
Fue entonces cuando viéndola satisfecha, me concentré en mí y forzando su esfínter al máximo, seguí violando su ojete mientras la rubita no dejaba de aullar desesperada. No tardé en verter mi gozo en el interior de sus intestinos. Tras lo cual, agotado y exhausto, me tumbé a su lado. Mi nueva amante me recibió con los brazos abiertos. Mientras me besaba, no dejó de agradecerme el haberla liberado diciendo:
―Siempre soñé con tener un dueño.
Os parecerá hipócrita, pero estaba contento por no haberla echado y aun sabiendo que la había contratado para realizar otra tarea, esa cría no solo había cubierto mis expectativas, sino que me había ayudado a reconocer mi lado dominante. Por eso, cargándola, la llevé hasta mi cama y depositándola sobre las sabanas, riendo contesté:
―En cambio, yo nunca deseé una sumisa.
Asustada por que fuera a prescindir de ella, me imploró que no lo hiciera. Soltando una carcajada, la tranquilicé diciendo:
―Pero ahora que te he encontrado, ¡No pienso perderte!

4

Llevaba casi seis meses conmigo y como siempre, mi enfermera, chacha y sierva dormía plácidamente a mi lado cuando me desperté. Aprovechándolo, usé su dormitar para observarla. Su belleza casi infantil se realzaba sobre el blanco de las sábanas. Reconozco que entonces y hoy en día, es un placer espiar sus largas piernas perfectamente contorneadas, su cadera de avispa, su vientre liso y sobre todo sus hinchados pechos.
«¡Está buenísima!», pensé satisfecho aun sabiendo que lo que realmente me tenía subyugado, era la manera con la que se entregaba haciendo el amor.
Cuando la contraté, me sedujo sin saber si sería el amo que llevaba tanto tiempo buscando, pero no se lo pensó dos veces. Había descubierto nadas más verme que mi sola presencia la ponía bruta y lanzándose al vacío, buscó ser mía.
Desnuda y sabiendo que al despertar no se iba a oponer, recorrí con mis manos su trasero. Aunque el día anterior había hecho uso de él, todavía me sorprendía lo duro que lo tenía.
―Tienes un culo de revista― susurré en su oído mientras me pegaba a ella.
―Gracias mi amo― contestó sin moverse.
Su aceptación me satisfizo y recreándome en su contacto, subí por su estómago rumbo a sus pechos con mis manos. Irene suspiró al notar que mis dedos se topaban con la curva de sus senos y maullando como una gata en celo, me hizo saber que estaba dispuesta presionando sus nalgas contra mi miembro.
Alzándose como un resorte, mi pene reaccionó endureciéndose de inmediato y ella al sentir mi erección no dudo en alojarlo entre sus piernas, sin llegar a meterlo como si dudase por cuál de sus dos entradas quería su dueño tomarla.
―Eres una zorrita viciosa― dije al bajar hasta su sexo y encontrármelo empapado.
―Lo sé, amo― respondió con tono meloso moviendo sus caderas, tras lo cual y sin más preparativos se introdujo mi extensión en su interior.
Su cueva me recibió lentamente de forma que pude gozar del modo tierno en que la piel de mi verga iba separando sus pliegues y rellenando su conducto. Esperé a que la base de mi pene recibiera el beso de sus labios genitales para llevando nuevamente mi mano a su pezón darle un suave pellizco.
Mi rubita al experimentar esa ruda caricia supo mis deseos y acelerando sus movimientos, buscó mi placer mientras su vagina, ya empapada, estrujaba mi pene con una dulce presión. Tanto ella como yo lo deseábamos por lo que nuestros cuerpos se fueron calentando mientras iniciábamos un ancestral baile sobre el colchón.
Mi pecho rozando contra su espalda, a la vez que unos palmos más abajo mi verga se hundía y salía del interior de su sexo fue algo tan sensual que no pude más que besar su cuello y susurrando en su oído decirle:
―Me encanta que seas tan puta.
Mis rudas palabras fueron la orden que necesitaba para empezar a gozar y antes que me diera cuenta sus jadeos se transmutaron en gemidos y olvidándose de pedirme permiso, se corrió. Supe que tenía derecho a castigarla, pero me apiadé de ella y mientras se retorcía con el primer orgasmo de la mañana, clavé mis dientes en sus hombros para que la marca de mi mordisco fuera la enseña de su entrega. El dolor se mezcló con el placer y prolongó su clímax. Irene, dominada por la lujuria, me rogó con un grito que me uniese a ella.
―Todo a su tiempo― contesté dándole la vuelta.
La cría creyendo que deseaba besarla, forzó con su lengua mis labios. Descojonado la separé diciendo:
―Tanto me deseas que no puedes aguantar unos minutos.
Poniendo cara de putón desorejado, contestó:
―Amo, mi función es servirle y eso hago― y sonriendo, se sentó sobre mí, empalándose nuevamente.
La urgencia que mostró al empezar a saltar usando mi pene como su silla y la forma en que sus pechos se bamboleaban siguiendo el ritmo, me terminaron de excitar e incorporándome, acudí a la llamada de ese manjar metiendo uno de sus pezones en mi boca.
―Son suyos― respondió fuera de sí al sentir que como si fuera su hijo empezaba a mamar de ellos mientras su cuerpo convulsionaba nuevamente de placer.
Despertando mi lado fetichista, mojé mis dedos en su sexo tras lo cual le pedí que me los chupase. Mi petición no cayó en saco roto y bajando su cabeza, se los llevó a su boca y sensualmente usó su lengua para saborear el producto de su coño. El erotismo de su actuación que fue demasiado para mi torturado pene y como si fuera un volcán en erupción, explotó lanzando ardientes llamaradas al interior de su vagina. Irene al sentir que mi simiente anegaba su conducto y con su cara desencajada por el esfuerzo, me dio las gracias por hacerla sentir mujer.
Totalmente exhausto, me dejé caer sobre las sábanas mientras la feliz enfermera me abrazaba. Durante unos minutos, nos quedamos callados cuando de pronto se levantó corriendo:
― ¿Dónde vas?
Sonriendo, respondió:
―A cambiar el pañal a su madre. Pero no se preocupe, ahora mismo vuelvo y me echa otro polvo.
Soltando una carcajada, contesté:
―Aunque me apetece, no tengo tiempo. Debo irme a trabajar.
Mientras iba hacía el curro, no pude dejar de meditar sobre la suerte que había tenido al contratarla. Irene no solo cuidaba a mi madre con un cariño brutal, sino que había ocupado el vacío en mi cama. Comportándose la mayoría de las veces como una amante sumisa en otras ocasiones adoptaba un papel mucho más protagónico y me pedía realizar sus fantasías. No era raro que, al volver a casa, esa mujer me hubiera preparado una sorpresa, desde ir al cine para que al amparo de la oscuridad me hiciera una mamada en público, a que la llevara a un bar y en los servicios, me obligara a tomarla. Realmente, mi vida había dado un giro para bien a raíz de su llegada.
Satisfecho con ese nuevo rumbo, me cabreó en un principio que esa tarde al volver, esa rubia me pidiera como favor que durante quince días aceptara que su hermana gemela se quedara en casa.
― ¿Y eso? ― contesté al saber que, si daba mi brazo a torcer, íbamos a tener que dejar aparcada nuestra relación ya que para todos era un secreto que Irene se acostaba conmigo.
―Viene a un curso y como no quiere gastar más dinero, me ha rogado que la acoja.
Conociendo sus orígenes humildes y reconociendo que dos semanas a dieta era algo que podía soportar, acepté que viniera sin saber lo que se me venía encima.
Durante los días siguientes Irene, quizás temiendo la abstinencia, se comportó aún más ansiosa de mis caricias y aprovechó cualquier momento para dar rienda a su lujuria. Deslechado hasta decir basta, afronté con tranquilidad la llegada de su hermana…

5

Desde el momento que esa rubia angelical llegó a mi casa, se hizo cargo no solo del cuidado de mi madre, sino que se adueñó de ella de un modo tan total que no me no pude hacer nada por evitarlo. Demostrando un cariño y una ternura sin límites, cubrió a mi vieja de cuidados obligándola diariamente a ponerse guapa y a levantarse, pero también como una mancha de aceite, su presencia se fue expandiendo, asumiendo para ella funciones para las que no había sido contratada.
Un ejemplo claro de lo que hablo ocurrió a los dos días, cuando al llegar del trabajo me encontré con la sorpresa que un olor delicioso salía de la cocina. Al entrar en ella, sorprendí a Irene cocinando.
«Si sabe cómo huele, estará estupendo», pensé sin percatarme que la chavala no llevaba el atuendo blanco de enfermera sino un vestido acorde con su edad.
Haciéndome notar, señalé que esa no era su función pero que se lo agradecía. La rubia entonces sonriendo me soltó:
―Disculpe señor, pero usted cocina fatal y ya que me paso todo el día en la casa, he pensado que tanto a su madre como a usted les vendría bien mejorar sus hábitos.
No pude contradecir su lógica porque en ese momento mis ojos se habían quedado prendados del par de piernas de la niñata.
«¡No me puedo creer que no me haya fijado antes!», exclamé mentalmente al admirar la perfección de sus muslos y disfrutar de la forma redonda de su culo.
Irene, o bien no se dio cuenta de mi escrutinio, o lo que es más seguro le divirtió descubrir que sus encantos me afectaban porque, meneando el trasero, llegó hasta mí y dándome una factura de supermercado, me dijo:
―Me debe cincuenta y ocho euros. Si le parece bien a partir de hoy, cocinaré y haré la compra para que usted pueda descansar.
Su franqueza me hizo titubear, pero atontado y consciente de que bajó mi pantalón mi pene se había puesto duro, solo pude sacar la cartera y pagarle. Ya con los billetes en su mano, guiñándome un ojo, me soltó:
―Voy a ponerme el uniforme y cenamos.
Confieso que me giré a verle el culo cuando se fue y también que babeé al observar como al subir las escaleras, sus muslos eran aún más impresionantes.
«¡Qué buena está!», no pude dejar de reconocer.
La chavala volvió al cabo de cinco minutos, ya vestida de enfermera. Al observarla comprendí el motivo por el que me había pasado desapercibido que esa cría era un portento. Su uniforme además de feo disimulaba sus curvas y no dejaba entrever que debajo de esa tela había un pedazo de mujer. Involuntariamente puse un mohín de disgusto que cazó rápidamente al vuelo porque como si no quiere la cosa mientras cenábamos me soltó:
―Señor, necesito que me compre dos trajes más de enfermera. Solo tengo uno y además es horroroso.
Alucinado y sintiéndome descubierto, saqué nuevamente mi billetera y le di dinero para que los comprara ella. Irene cogió el dinero sin poner ninguna objeción y habiendo conseguido su objetivo, me preguntó que le parecía lo que había guisado.
―Está delicioso― respondí con sinceridad.
Mis palabras le alegraron y con un brillo que no supe comprender en ese momento contestó:
―No tendrá queja de lo bien que les voy a cuidar a los dos.
El tono meloso con el que lo dijo me puso los pelos de punta porque, lo quisiera o no, era evidente que encerraba una insinuación que poco tenía que ver con su oficio. No queriendo profundizar en el tema, terminé de cenar y como cada noche, fui a llevar mis platos al lavavajillas, pero entonces Irene quitándomelos de las manos, me dijo:
―Váyase a descansar, ya los meto yo.
Por mucho que protesté, la cría no dio su brazo a torcer y se salió con la suya, de modo que no me quedó otra que irme a ver la tele al salón. Os juro que no sé siquiera que narices vi porque mi mente estaba tratando de analizar el comportamiento de esa mujercita. Aunque interiormente sabía que se traía algo entre manos, no quise reconocerlo y por eso acepté sus nuevas funciones como un hecho consumado.
Estaba todavía confuso cuando al cabo de diez minutos, llegó hasta mí y dándome un beso en la mejilla, susurró en mi oído:
―Voy a ver a su madre y después me acuesto.
Nada me había preparado para esa muestra de cariño, ni mi vida de solterón, ni mi relativo éxito con las mujeres porque al sentir sus labios tersos sobre mi piel y oler la fragancia a mujer que manaba de sus poros, como un resorte mi verga se izó debajo de mi ropa. Avergonzado, descubrí que se había fijado y por eso totalmente rojo, me quedé callado mientras ella desaparecía de la habitación.
«Tío, ¿de qué vas? ¡Es solo una niña!», refunfuñé de mal humor al descubrir que la deseaba.
Molesto conmigo mismo, apagué la tele y me fui a dormir. Desgraciadamente me resultó imposible conciliar el sueño porque como si fuera una maldición el recuerdo de su belleza volvía una y otra vez a mi mente.
Dejándome llevar, me imaginé que Irene entraba en mi habitación vestida con un vaporoso picardías y que, llegando a mi lado, se agachaba sobre mí dejándome disfrutar de la visión de su escote. Mitad fantasía, mitad pesadilla, la oí decirme mientras mis ojos trataban de descubrir el color de sus pezones:
― ¿No cree que su enfermerita se merece un beso al irse a dormir?
No me lo tuvo que decir dos veces y levantándola en vilo, forcé su boca con mi lengua. La necesidad imperiosa que sentíamos hizo el resto, dejándonos llevar por la pasión, nos besamos mientras nuestros cuerpos empezaban a moverse completamente pegados. Muerta de risa, Irene pasó su mano por mi entrepierna y poniendo cara de puta, me preguntó:
― ¿Merezco algo más?
― ¡Por supuesto que sí! ― exclamé mientras cogía una de sus perfectas peras entre mis labios.
Al sentir mi lengua juguetear con su aureola, presionó mi cabeza con sus manos mientras me susurraba:
― ¡Hazme tuya!
Su completa entrega me dio alas y creyéndome el sueño, me vi arrodillándome a sus pies. Tras lo cual, separándole las piernas, le quité el tanga. Su dulce aroma recorrió mis papilas mientras ella no paraba de gemir al experimentar la caricia de mi boca en el interior de sus muslos.
― ¡Sigue! ― me pidió al sentir que mis dedos separaban sus labios y mi lengua lamía su botón.
Incapaz de retenerme, cogí entre mis dientes su clítoris y me puse a mordisquearlo buscando devorar el flujo de su coño.
― ¡Qué gusto! ― gimió como una loca y presionando mi cabeza, me rogó que continuara.
Sabiendo que todo era producto de mi mente, separé sus rodillas y quedé embelesado al descubrir que la rubita tenía el chocho depilado y con mi corazón latiendo a mil por hora, no pude dejar de reconocer que, si ya era bello de por sí, al no tener ni un pelo que estorbara mi visión, era pecaminosamente atrayente.
Un tanto cortado al recordar nuestra diferencia de edad, me desnudé deseando que ella al ver mi cuerpo no se arrepintiera de lo que íbamos a hacer. Afortunadamente, Irene miró mi erección con aprobación y me llamó a su lado. Nada más tumbarme a su lado, me cubrió de besos mientras su cuerpo temblaba cada vez que mis manos la acariciaban:
―Fóllame― me ordenó con la respiración entrecortada.
Excitado hasta decir basta, contuve mis ansias de obedecerla y metí mi cara entre sus pechos. Al hacerlo, su dueña no paraba de pedirme que la hiciera mujer. Cambiando de objetivo, me concentré en el tesoro que escondía su entrepierna. Ya con las piernas abiertas y sus manos pellizcando sus pezones, Irene pegó un alarido al experimentar las caricias de mi lengua recorriendo los pliegues de su sexo.
― ¡Qué belleza! ― exclamé al disfrutar de ese coño juvenil.
La que hasta entonces se había comportado como una tierna amante se convirtió en una hembra exigente que cogiendo mi pene entre sus manos e intentó forzarme a que la tomara. Obviando sus deseos, seguí devorando su chocho cada vez con más ansiedad. Mis maniobras cumplieron su cometido y dominada por el deseo, se retorció dando gritos sobre las sábanas. Empapando el colchón con su flujo, su sexo se transmutó en un riachuelo que intenté secar, pero cuanto más lo devoraba era mayor la cantidad de líquido que manaba y queriendo absorberlo, prolongué su éxtasis, uniendo su primer orgasmo con el siguiente.
Fue entonces cuando con una súplica, me rogó:
―Quiero sentirte dentro de mí― tras lo cual llevó mi pene hasta su sexo.
La necesidad que demostró mientras lo hacía, acabó con mis reparos y tumbándola sobre su espalda, le separé las rodillas mientras le decía:
― ¿No querrás un aumento de sueldo por esto? ― pregunté posando la cabeza de mi miembro en su sexo.
― ¡Mierda! ¡Hazlo ya! ― imploró mientras movía sus caderas intentando metérselo dentro.
Centímetro a centímetro lo vi desaparecer en el interior de su vagina mientras la enfermera de mi madre se mordía los labios con deseo. Al sentir que la había llenado al completo, di inicio a un lento vaivén, sacando y metiendo mi verga de ese estrecho conducto mientras ella no paraba de gemir. Su entrega me confirmó que estaba gozando y por eso fui incrementando poco a poco la velocidad de mis maniobras.
― ¡Dame duro! ― chilló descompuesta.
Su rendición se tornó en total al asir sus pechos con mis manos y berreando de placer, gritó a los cuatro vientos su orgasmo.
― ¡Me corro! ― la oí gritar.
Contagiado de su lujuria, incrementé mi ritmo y mientras por mis piernas se deslizaba su flujo, seguí martilleando su interior con sus gemidos resonando en mis oídos. Supe que no iba a poder retener mi propio clímax si seguía así y por eso bajé mi compás. Irene al notarlo, protestó y con voz melosa, me rogó que siguiera más rápido.
Sus palabras me convencieron y elevando la velocidad de mis penetraciones, golpe a golpe asolé sus pocas defensas hasta que sus alaridos de placer fueron el acicate que necesitaba para que mi miembro regara con mi semen su interior.
Sabiendo que había sido un sueño, aun así, me dormí con una sonrisa en los labios hasta el día siguiente.

Relato erótico: “El despertar sexual de cassandra 3” (POR PERVERSO)

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EL DESPERTAR SEXUAL DE CASSANDRA
EL SEÑOR DE LA TIENDA III
Era sábado por la mañana, Cassandra se despertaba después de ese inolvidable día, su cuerpo le dolía como si hubiera hecho ejercicio después de años de no hacerlo, se tocó su frente y mejillas para darse cuenta de que mostraba signos de agripamiento como temperatura, su cuerpo se sentía tan pesado que le costó un mundo levantarse de la cama, se puso un pequeñísimo short casi calzón, de esos que gusta usar y una reveladora blusita para salir a tomar un baño y quitarse lo caliente pero fue interrumpida por su madre avisándole que tenía visitas.
Cassandra recibía la visita de su más apreciada amiguita quien no venía sola, estaba acompañada por un lindo muñeco de felpa, un regalo para ella pero cuyo remitente prefirió quedarse en el anonimato…
-quien me lo envía?- preguntaba emocionada la nena, quien ya estaba acostumbrada a recibir obsequios de menor valor como chocolates, dulces, rosas, pero un oso era nuevo para ella.
-un admirador secreto que tienes por ahí, uuyyyyy- contestaba su amiguita.
-ya dime, ora Lupe no seas así, dime, por lo menos para agradecerle- insistía la chiquilla.
-lo siento amiga pero tendrás que esperar su momento, me han pedido que sea discreta en esto, bueno pero lo que si te contaré es que….., a que ni sabes quién me ha estado mandando mensajes insistiendo que quiere invitarme a salir- dijo Lupita.
-quien??- preguntó la interesada chiquilla.
-Edgar-
-eehhh, nooo, y que le has dicho?- las dos nenas se tomaban de las manos.
-jijijiji, que no se, tendría que pedir permiso, pero que tal vez- las pequeñas zorritas se aventaban cada quien una almohada mientras reían emocionadas.
-ay amiga me alegro por ti, ojal….- la nena iba a decir que ojala y pronto llegara el hombre destinado para ella pero justo en ese momento recordó al viejo, no tanto el remitente del muñeco que tenía entre sus brazos, pero si la escuálida figura de un viejo pervertido, esto la sorprendió, ¿por qué le vino a la mente la imagen de Don Marce?, ni ella sabía lo que su cerebro construía.
Lejos de ahí, el viejo Marce aun roncaba como oso hibernando, su verga aún se cubría con restos de los secos jugos vaginales que robó a la criatura, su peluda panza se expandía cada que el viejo roncorespiraba, se despertó y rápidamente se le vinieron a la mente las imágenes de la nena encuerada y acostada en el sillón a punto de ser desvirgada, al principio hasta creyó que se había tratado de un sueño ya que le resultaba imposible que un viejo como él hubiera tenido la suerte de comerse a una nena tan apetecible, miró el pequeño trofeo enrollado en su verga y las presentes gotitas de sangre que lo manchaban, su miembro reaccionó al instante poniéndose tieso como un fierro, el viejo comenzó a jalársela como un enloquecido recordando los sucesos hasta que su equina herramienta se derramó abundante sobre su peluda panza, teniendo que utilizar la pequeña prenda rosita para limpiar esa quemante esencia.
-eehhjejejejejejeje, eeehhhhjejejejeje, pendeja puta, de seguro debes de tener bien adolorida la papaya- el viejo veía la importante cantidad de esperma cubriendo la tanguita, el pedazo de tela no fue lo suficiente para limpiar la asquerosa y fértil secreción por completo así que utilizó papel de baño de un rollo que siempre lo acompañaba en la cama ya que el viejo era muy asiduo a masturbarse antes de dormir viendo una buena película porno o simplemente con alguna actriz o diosa de la televisión que lo encandilara con sus provocativas vestimentas de putas finas, abajo en su cama una importante comunidad de papales hechos bola casi tapizaban el piso, algunos pegados al suelo como si estuvieran cubiertos de resistol y expeliendo un oloroso aroma a semen reseco que invadía todo el cuarto y al cual el viejo ya se había acostumbrado.
-tanto tiempo desperdiciando mi leche, habiendo tanta nena por ahí que se mueren por ser alimentadas por mi nutritiva fórmula láctea jejejejeje- el viejo guardaba su potente arma entre sus olorosos calzones ya con seis días puestos mientras veía todos los papeles ahí tirados, toda su esperma desperdiciada.
———————-
Domingo por la mañana………
Cassandrita entraba a la habitación de su gordo maestro, solamente vestía una camisetita tipo sport que apenas y cubría sus bien desarrolladas mamas y un calzoncito rosa que se ajustaba a su perfecta pelvis, nerviosa y apenada avanzaba lo más despacio que podía pero con ese toque de sensualidad que distingue a una mujer esplendorosa, no sabía que hacia allí ni como había llegado pero lo que si era seguro era el hecho de que estaba a punto de revolcarse con el asqueroso de su maestro, en la cama el viejo maestro Pepe completamente desnudo la esperaba, babeando cantidades inimaginables de saliva se rascaba su verga la cual apuntaba al cielo mientras palpitaba notablemente, su cuerpo cubierto de pelo lo hacía ver como alguna especie de homínido subdesarrollado, como si fuera el eslabón perdido de la cadena evolutiva humana.
-maestro, pero……… está seguro que su esposa no está???- preguntaba la chiquilla mientras se llevaba un dedo a sus labios, el viejo parecía un perro jadeando ante la impresionante imagen de la niña.
-seguro chiquilla, anda, súbete a la cama- dijo el viejo al tiempo que le hacía espacio en la cama.
Ella seductoramente se subía, primero poniendo una de sus rodillas arriba de la cama mientras levantaba la otra de sus piernas para posteriormente acomodarse al lado de su viejo maestro, la tímida mano de la nena se dirigió a la tremenda verga del viejo, una verga descomunal, de un largo inconmensurable, algo fuera de lo común, sin duda eso no era humano, y del grosor ni se diga, su manita era incapaz de abarcarla completa.
-no tengas miedo, ella no vendrá, se fue por un largo tiempo, tenemos la casa para nosotros solos,- dijo el grasoso viejo a quien la saliva en su boca le dificultaba el expresarse claramente, expulsando sendos goterones de saliva cada que decía una palabra y meneando su lengua de aquí para allá saboreándose la suculenta carne que estaba por probar.
-ahora mi niña, chúpamela- ordenó el caliente viejo, la tierna niña lentamente fue doblando su cuerpo para ella quedar a la altura de la región pélvica de su grasoso amante, su bello rostro traspasó esa barrera de calor en donde ya el aroma a verga vieja era el imperante.
La nena al quedar a escasos tres centímetros de la grotesca cabeza movió su naricita de forma graciosa, como lo hacen los conejos, reconociendo el olor y la textura glandeal con un dedo mientras veía atenta como esa masa de carne dura era surcada por una cantidad incontable de venas algunas moradas y otras verdes oscuras, poco a poco fue acercando su carita al momento que abría su boquita, la cara del viejo era de salacidad pura, aun esos labios apetitosos de la chiquilla no tocaba su trozo y este depravado ya imaginaba lo mojaditos que deberían de estar.
-así, asiiii, asiiiiiiiiiiiiiiiii- fue el grito del viejo cuando sintió esos carnosos labios de textura de terciopelo hacer contacto con su oloroso instrumento carnal pero justo cuando la chiquilla comenzaría con una secuencia de interrumpidas mamadas el viejo fue despertado por su gorda mujer.
-viejo, viejooo, párate, es domingo y tenemos que ir a la iglesia, anda párate- decía la señora moviendo dificultosamente la obesa humanidad de su marido, el viejo había estado soñando, pero su sueño había sido tan real que su verga había respondido al estímulo, esta se atoraba en los elásticos de sus calzoncillos y eso le impedía erigirse hacia el cielo, de no haber sido así hubiera parecido que en la zona genital del viejo hubieran instalado un circo.
El viejo y depravado maestro ya al borde de la jubilación se incorporaba dificultosamente, el vejete era poseedor de una figura rechoncha cuyo cuerpo casi reventaba cualquier camisa que se pusiera, irónicamente era el maestro más panzón de todo el plantel así que su físico no concordaba con la materia que impartía.
El viejo se dirigía al baño, en el espejo del lavabo se miraba su cabellos completamente canosos y se lo peinaba de manera que disimulara (sin mucho éxito) sus enormes entrada, mientras respiraba su desparramada nariz se expandía y contraía continuamente llegándose a apreciar tiesos y gruesos pelos saliendo de ellas, parecía ser que alguna especie de insecto rastrero se había alojado en sus narices y solo asomaba sus patitas.
El viejo prestaba atención especial a sus arrugas cubriendo el 80% de su cara, una barba de tres días la adornaba, su rostro de pocas pulgas no le ayudaba mucho a socializarse, su cuello parecía que no existía y los abultados cachetes de perro bulldog caían de igual manera que su papada de tilcampo, el viejo sin bañarse comenzó a echarse antitranspirante para esto levantando cada una de sus alas, apenas y lo hizo y un fuerte tufo a sudor lo atacó teniendo que rociar rápido el spray para impedir que cayera fulminado, era un hombre que aun durmiendo sudaba como caballo, al tener el brazo levantado dejaba ver un importante matorral de pelos cenizos cubriendo sus axilas, era tan abundante que daba pavor imaginar algo que pudiera brotar de ahí.
De igual manera aplicó protección sobre su pecho, también peludo y que aun sudaba, el viejo sudaba mucho aunque estuviera sentado o aunque estuviera el día fresco, puso un poco de pasta a su cepillo de dientes, sonrió y dejó ver una malformada dentadura, tan desfigurada que tendía a deformar las cerdas de los cepillos de dientes después de unos cuantos usos, la dentadura era completamente amarilla, algunos dientes tan amarillos que superaban a la tonalidad canaria y si nos íbamos al nacimiento de sus dientes podríamos apreciar una tonalidad más próxima al verde.
Ya en la iglesia el viejo prestaba poca atención al padre que la llevaba a cabo, él siempre se entretenía viendo a las niñas del coro, en especial a una que como lo calentaba, a pesar de llevar faldas largas no podía disimular sus imponentes piernas y su tremendo culo y ni que decir de esas chichotas cargadas de leche, a él le valían los sermones eclesiásticos y los párrafos y versículos, lo único que recompensaba las aburridas sesiones en la casa de Dios eran las pervertidas miradas hacia esas inocentes almas con voz de ángeles que cantaban sin imaginar las atrocidades que el viejo les haría si las tuviera en la cama.
————————————-
Mientras tanto en casa de Cassandra……………..
Los padres de la nena habían salido a su compra dominical para proveerse de la despensa para la semana dejando a la niña aun dormida en su cuarto. A diferencia del día anterior que había sido sábado y que se levantó con su cuerpo literalmente desecho y con signos de temperatura que no la dejaron disfrutar plenamente del día esta vez se sentía entera, así que una vez despierta se dirigió a darse un baño que le quitara completamente el sueño.
En su cuarto, la niña solo cubierta con una toalla que se atoraba a la altura de sus pechos peinaba cuidadosamente su cabello como cual princesa egipcia, algunas gotas de agua aun cubrían ese perfecto cuerpecito y resbalaban hasta perderse en medio de sus amamantables senos, veía sentada frente a su espejo la hermosura que la naturaleza le había regalado, admiraba como todo su cuerpecito era un claro ejemplo de la femineidad en toda su expresión, se levantó y desprendió de la toalla frente a su espejo quedando completamente desnuda, no sabía porque pero sentía la necesidad de admirarse desnuda, de estar desnuda, de caminar por todo su cuarto desnuda, veía ruborizada como su imponente cuerpo de hembra desarrollada era adornado con una carita de niña todavía, esta vez ponía especial atención a sus curvas, una por una eran repasadas por sus hermosos ojitos, miraba su cuerpo desde sus pies hasta su cabello y comprobaba que ya era toda una mujer y más después de lo que había vivido con anterioridad.
Entonces meditó un poco la situación, si ella que era tan hermosa porque se había entregado por primera vez a un viejo habiendo tantos galancitos detrás de ella “porque lo hice” se preguntaba la nena recordando que su sello de garantía ahora estaba roto y mirando alrededor de su cuarto veía como este era adornado por posters de grupos juveniles cuyos integrantes todos atractivos no tenían nada que ver con el viejo que robó su virginidad.
Se decía que esto no era normal, no era muy común que una jovencita como ella tuviera su primera relación con un hombre ya pasado en años y muy feo (pues la nena reconocía que el viejo estaba feo), esto sin duda no sería bien visto por sus amistades, la sociedad y por su puesto sus padres en caso de enterarse, algo cuyas consecuencias la aterraba, “entonces debe de ser un secreto, nadie debe de saberlo, Don Marce se arriesgó mucho por mí y no puedo traicionarlo”, pensaba la nena pero otra pregunta la asalto de nuevo, “¿qué viene ahora?”, la nena estaba en eso cuando su celular sonó con tono de llamada sacándola de sus erróneas reflexiones…
-bueno- contestó la desnuda nena, ella no era fanática de andar encuerada en su habitación pero ahora sentía la necesidad de hacerlo.
-bueno, eehola buenos días, eehh Cassandra?- habló una titubeante y joven voz masculina.
-sí,- respondió la nena con toda la frescura e inocencia que la caracterizaba mientras se dedicaba a acomodar algunas cosas que no estaban en su lugar.
-oye te marcó para preguntarte sobre la tarea de la maestra Carmen, con la que va a calificar la última unidad, es que me tocó hacerla contigo……… y quería que nos pusiéramos de acuerdo……… para comenzarla- decía el joven completamente sudado de sus suaves manitas con el simple hecho de hablarle a la niña que lo traía cacheteando las banquetas.
-perdón, quien habla?- respondió Cassandra pues no tenía registrado el número de su compañero de aula.
-ahh si, disculpa, soy Armando, pues si, quería ver si sería posible que tú y yo nos viéramos más al rato para ponernos de acuerdo,- el jovencito sudaba ahora de esa parte en donde ya empezaban a brotarle sus primeros vellos que con el paso del tiempo pasarían a formar un poblado bigote, cuanto tiempo no se pasó ensayando esa pequeña oración antes de marcar.
-ahh, Armando, oye, mira agradezco la molestia que te tomaste al avisarme pero…… no puedo salir, mis padres salieron y no puedo salir sin su permiso, porque no revisas el tema y lo divides y me mandas lo que tengo que hacer, porfis, siiii- dijo Cassandra, con esa dulce voz a la cual no se le puede negar nada.
-ehhh, si quieres voy a tu casa, nada más dime la dirección,- decía el chamaco insistentemente, a la de a fuerzas quería ver a su diosa, si bien la nena estaba sola en casa el jovencito no veía esta oportunidad con ventaja ni mucho menos con morbo.
-no, no te molestes, es más fácil como yo te digo, divide los temas porfis, y el lunes nos ponemos de acuerdo, si?- decía Cassandra, además ella si veía mal que sus padres llegaran y encontraran a un muchachito con ella, aunque no estuvieran haciendo nada pero sabía que no era correcto, no era de señoritas decentes.
-bueno, yo te aviso- decía decepcionado el joven Armando, en eso la llamada se cortó, el saldo del joven se había terminado, la niña siguió en sus femeninas labores de acicalamiento.
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La siguiente semana resultó normal para esta niña, creía prudente el hecho de no acercarse mucho al viejo aunque ganas no le faltaban, y su conchita no se aplacaba cada que lo veía, así es, la conchita de Cassandra increíblemente se mojaba al ver a ese viejo “¿Por qué me pasa esto” pensaba la nena, sin embargo las miraditas entre estos dos ya sea a la hora de entrada como de la salida eran constantes y cómplices, Don Marce de vez en cuando le hacia la seña de silencio a la chiquilla mientras esta asentía con la cabeza, además era muy difícil que Cassandrita se pudiera acercar al viejo, siempre estaba acompañada de su amiguita o de alguna otra compañera sin mencionar la cantidad de mocosos atrás de ellas, sin embargo era esta primera amiguita la que también llamaba la atención del vejete.
Si bien Guadalupe presentaba un cuerpo y rostro más infantiles que Cassandra, su floreciente cuerpo auguraba unas buenas curvas que conformarían a futuro otro imponente cuerpo de hembra que nada envidiaría al de su desarrollada amiga, además de su rostro hermoso y risueño que ya empezaba adornar como toda una mujercita, pero el viejo notó algo, ese día la observó muy juntita de un niño, un niño que en vez de darle su buen faje solamente le acariciaba tiernamente un mechón de su cabello, pero el viejo se había dado cuenta de que era esta niña quien se le acercaba al joven, al parecer Lupita se empezaba a interesar en el sexo opuesto.
-ahh, pero que chamaco más pendejo, trábalaaa, si eso es lo que quiere, me la habrías de dejar tantito a mi jejejejejejeje,- decía el viejo mientras veía como la niña reía junto con el muchacho, al parecer se estaban poniendo de acuerdo en algo mientras Cassandra la esperaba arriba de la moto.
-esa otra zorrita se nota que va a echar un cuerpazo, jejeje, quedrá mi putita particular hacerme la valona con su amiguita??- el viejo reía morbosamente mientras no dejaba de repasar la curvilínea silueta de la amiga de su princesita.
Fue hasta el miércoles en la noche después de la práctica de voli que el viejo tuvo nuevamente la oportunidad de toparse con la nena, Cassandra salía junto con el resto de sus compañeras sin embargo ella era la única que se desviaba hacia esa dirección ya que su casa se encontraba a lo largo de esa calle en donde también se encontraba la tienda del viejo, caminaba muy nerviosa, sus suaves y delicadas manitas sudaban y fue cuando pasó enfrente de la tienda que descubrió que esta se encontraba cerrada, la nena siguió en su camino pero apenas e iba a llegar a la esquina de la cuadra cuando alguien la abordó.
-hola Cassandrita a dónde vas tan solita?- era el viejo Marce quien la estaba espiando cuando saliera y la había seguido hasta esa distancia.
-eeee, hola Don Marce, como ha estado?- respondió Cassandrita quien retrasaba su andar, como si la nena quisiera que el viejo la alcanzara al tiempo que una risita traviesa adornaba su rostro y una sensación de nervios la invadió en todo su esplendoroso y sabroso cuerpecito.
El viejo la alcanzaba mientras se recargaba en la barda, se notaba terriblemente agotado, a pesar de que solo trotó media cuadra parecía como si hubiera logrado terminar el maratón Berkley, sin hacer mención de la humedad sudorosa que brotó de su cuerpo y se veía reflejada en su rostro, brazos y toda la zona de su pecho, empapando su camisa, venia vestido muy elegante para la ocasión, una vieja camisa, un pantalón arremangado hasta sus rodillas mostrando sus flacas canillas y unas chanclas de pata de gallo mostrando sus peludos pies y uñas amarillentas, contraria la nena quien enfundada en su apretado uniforme deportivo lucía esplendorosa.
Luego de tomar aire el viejo continuo su andar junto con la nena, caminaban sueltos como un par de conocidos mientras el viejo le preguntaba que como le había ido, Don Marce no pensaba tocar el tema del desvirgamiento por miedo a incomodar a la nena pero era la misma chiquilla quien se trataba de repegar al viejo, casi rozando su cuerpo con el del vejestorio, de no ser porque pasaba gente el viejo la llevara bien amagada, era por demás adivinar las miradas tan depravadas que este le dirigía a la chamaca, en eso se le vino a la mente su amiguita y el supuesto e infructífero faje por parte del inexperto puberto combinado con el acercamiento que él creía intentaba llevar a cabo la nena.
“jejejeje, esta pendeja, me la voy a fajar en la calle, parece que no le importa que nos vean juntos” pensó el viejo mientras el mismo alentaba su paso, la nena al ver la lentitud de su acompañante también atrasaba el suyo para ir a la misma altura que su cortejador.
-Don Marce me va a acompañar a mi casa?- preguntó la nena curiosa pues veía que el viejo ya se estaba alejando mucho de su zona de residencia.
-siii, mija, porque?, te regañan?- preguntó el viejo aunque a el poco le importaba, le valía verga si regañaban a la nena, el solo le interesaba aquello que llevaba pegado entre sus muslos.
-no,- dijo la nena al tiempo que fue tomada del brazo por el viejo lo que la hizo detenerse, la pareja había llegado a un lugar propicio para que el pervertido viejo pudiera realizar su obra negra, el lugar consistía en un estrecho callejón muy oscuro.
-Cassandra quiero platicar contigo pero en privado- dijo el retorcido viejo, su rostro era enfermizamente morboso, teniendo que limpiar su barbilla ya que cada que hablaba esta era impregnada por sus asquerosas salivas.
-jijiji,- la nena muy coqueta solo se reía, pero ya sabía a qué se refería el viejo con eso de platicar en privado, muchas veces había escuchado lo mismo de sus compañeritos con los cuales esta nena se negaba porque sabía lo mano largas que eran, pero algo en su cabecita la estaba haciendo dudar un poco sobre si aceptar la propuesta un viejo pervertido, aunque ella se sintiera segura con él.
-que de que te ríes?- preguntó el viejo ahora tomando un mechón de su hermoso cabello enrollándolo entre sus viejos dedos, la nena volteó su rostro en señas de pena, le resultaba algo acalorante estar en presencia del macho que la desvirgó, ese atractivo espécimen y ejemplar de hombre.
-es que no se, nos pueden ver- dijo la nena girándose un poco sobre su propio eje a la vez que también comenzó a jugar con los mechoncitos de su hermoso cabello, el viejo en cambio ya tenía la verga al máximo, esta casi hablaba por que la liberaran, el viejo comenzó a babear tanto de su boca como de su cochino aparato al escuchar que la nena se delataba de que ya sabía lo que él quería, ya que ese “nos pueden ver” sencillamente era la respuesta a cuando se hace algo que los demás no quieren que vean.
-jejeje, no nos ven, anda, un ratito, unos quince minutos,- dijo el viejo desesperado y muy pero muy caliente, una de sus manos bajó hasta la cintura de Cassandra, ella notó esto pero no le dio importancia dejando que el viejo nuevamente pusiera sus pervertidas manos sobre su atractivo cuerpecito, una señora gorda que pasó por ahí cerca visualizó la escena, puso cara de consternada pero al ver que la nena se movía provocativamente y cediéndole terreno a un viejo solo pero solo siguió su camino decepcionándose de la juventud de hoy en día, afortunadamente para Cassandra no era ninguna conocida.
-no Don Marce, no puedo,- dijo la nena apretando sus carnosos labios uno contra otro para después morderse ligeramente el inferior, siguiendo un ademán con sus manos quitándose el calor que la estaba empezando a envolver.
-ora, un ratito,- el viejo demostraba ahora si con total descaro que no solo quería tener una simple platica con la nena pues una de sus manos tomo el elástico del shorcito de ella y lo comenzó a estirar, de esta manera podía ver el color de la ropa interior de ella ya que asomaba con cinismo su descuidado rostro tratando de ver más allá de lo que cubría esa delgada tela color melón.
-jijijijiji, me da pena,- dijo la nena quien ya se estaba calentando por la escena tan descarada en la que ella también era protagonista, unas ricas punzadas comenzaron a cosquillearle su panochita al tiempo que sus pezones se pusieron muy duritos esto por la adrenalina de ser vistos por alguien que advirtiera como una nena tan bonita como ella se dejaba que un repugnante viejo morboso le viera los calzones.
El viejo se atrevió a tomar la prenda interior de la nena y estirarla, con desvergüenza asomó su pervertido rostro solo para observar como empezaba ese exquisito y leve aconchamiento que se formaba en los labios vaginales de la chiquilla, ella en vez de darle una cachetada o quitar la mano solo se sonrojó y volteó para todos lados cuidando que nadie se diera cuenta.
-Don Marce, nos van a ver,- la nena hizo un gesto de separarse cuando vieron a lo lejos la sombra de otra persona dirigirse a ellos, sin embargo la distancia y oscuridad les favorecía para hasta ese momento pasar desapercibidos.
-pero por mi casa hay unos arbolitos que tapan- dijo la nena esto último en un acento muy bajito y coqueto, el viejo casi se desmaya al escuchar como la nena lo invitaba a otro lugar donde según ella se sentirían más cómodos para entretenerse, así que solo se dignó a contestarle.
-si pero esperemos a que pase ese que viene atrás- el viejo se refería a la persona que se acercaba hacia ellos.
Una vez que el metiche se pasó de largo la inusual pareja siguió caminado, Cassandra iba muy nerviosa mientras el viejo ardía de lo caliente y casi se iba saboreando en su apestosa boca los deliciosos sabores agridulces de los jugos vaginales de la nena.
Estos siguieron caminado por toda la acera, platicaban de cosas normales y gustos personales pero el viejo no ponía atención a la nena a menos que fueran sus redondos atributos que tenían un delicioso rebote en cada paso que esta chiquilla daba, así como ese formadito trasero completamente apretado en un shorcito marino y que parecía lucir más levantado cada día y ni que decir esos labios, dignos de una experta mamadora y que no necesitaban de lápiz labial para verse rojitos, a todo esto el viejo se iba imaginando cuanta porquería con ella y tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no arrojársele encima y comérsela ahí mismo en plena banqueta.
Llegaron al lugar prometido, al viejo se le hizo una eternidad pero al fin estaban ahí, a dos casas de la vivienda de Cassandrita, le nena le dijo:
-mire Don Marce, esa casa de dos pisos, la azulita con el portón blanco, ahí es donde vivo, ese corredor que ve ahí- señalaba la nena, -por ahí también se puede uno meter y sale al patio trasero de mi casa, atrás hay una barda algo alta y tiene vidrios arriba, pero hasta la esquina tiene un boquete, por donde luego me meto para cortar vuelta o cuando me escondía cuando jugaba a las escondidas con mis amigos- el viejo escuchaba como la nena le revelaba todo sobre su casa, ella en cambio no se media al decirle al viejo como entrar por la parte trasera, porque lo haría?, ni siquiera ella lo sabía.
El viejo se sentó sobre un muro que había por ahí y que rodeaba un gran árbol junto a toda una comunidad de arbustos bien podados, era un lugar muy oscuro pues la lámpara estaba fundida, además no se veía mucha gente por los alrededores solo unas personas platicando en una tienda aún abierta y un poco alejada, la nena vio sentado al viejo y se dirigió hacia él.
Colocó su apetecible cuerpo entre las piernas del viejo quien las tenía abiertas, él la tomó con ambas manos de la cintura mientras ella depositaba sus manitas en los esculturales hombros de él, a lo lejos una canción de reggaetón sonaba al ritmo delquiero quitarte la ropa y besarte la boca, si te toco ponte loca que eso te provoca y demás estupideces mientras la inocente nena le susurraba la canción al cerrilloso oído del viejo al tiempo que movía tremendamente sensual sus caderas y con las manos del viejo depositadas en su fina cintura.
El viejo sudaba ante el formidable espectáculo que estaba presenciando, pues aunque Cassandra estaba vestida en su uniforme de prácticas el solo con mover las caderas de esa coqueta manera y el susurrarle la canción al viejo en su oído lo estaba llevando al borde del orgasmo, su verga no resistía tanta tortura peor que las que ejercían las antiguas inquisiciones y desesperada se revolvía buscando ser liberada de su cárcel que en estos momentos era el maloliente calzón del viejo lleno de líquidos pastosos, olores desagradables y una extraña raya de canela surcándole la parte trasera.
El igualado viejo en su afán por palpar la piel desnuda de la nena metió sus viejas manos dentro de la camiseta de ella, de esta manera tallaba ligeramente el vientre de la jovencita sintiendo la dureza que proporciona el ejercicio y la suavidad aterciopelada de una cuidada piel femenina, más lo estimulaba el saber que estaba tocado esa parte en donde las hembras tienden a resguardar por nueve meses las próximas crías a sobrepoblar este pútrido mundo.
“ahhh, que suavecito, espero y siga igual de suave cuando se te empiece a inflar jejejeje” pensaba el viejo mirando el rítmico movimiento que la nena ejercía.
La nena en tanto, nerviosa y calientilla miraba a los alrededores pues estaba en su ambiente, gente conocida podría salir o llegar en cualquier momento, lo bueno que estaban esos arbustos que si uno pasaba por la otra acera lograban tapar al afortunado galán, aunque se podía notar una silueta ahí parada, no se veía mucho pues la oscuridad disimulaba pero la sombra de alguien parado se distinguía.
El viejo no hablaba, solo estaba ahí estático pero sintiendo el calorcito de la chiquilla, ella en tanto seguía meneando sus caderas al compás de la canción, el viejo estaba desesperadamente caliente por comenzar a tocar a la nena pero quería que ella fuera la que se le descarara, sabía que era una putita reprimida y que apenas estaba aflorando su lado zorresco, de esas niñas que solo les hace falta un empujoncito y que ya Don Marce se lo había dado y hasta el fondo, parece que cupido y todos los ángeles escucharon los rugidos vergales del viejo pues la nena se acercó nuevamente a su peluda oreja, en donde un par de ácaros se escurrían por ahí, para susúrrale:
-Don Marce, que es eso que quería que habláramos?- dijo en un tono tan coqueto y angelical que solo hizo que la verga del viejo se pusiera como poste y por nada estuvo a punto de escupir semen dentro de sus arremangados pantalones.
-jejejeje, de lo de la otra vez- dijo el viejo con su morboso acento, sin embargo la nena estaba tan en el juego que a ella simplemente le encantaba ese acento extraño para ella que el viejo hacia cada que le hablaba despacito.
-de cuál vez?- preguntó la nena haciéndose la desentendida pero ya sabiendo a lo que el viejo se refería, era más bien que algo dentro de ella le especificaba que tenía que comportarse con fina coquetería, y que su naturaleza de hembrita la llevaba a entender que debía ser cortejada por el macho.
-de lo del otro día, en mi casa- dijo el viejo mirándola con verdaderos deseos insanos e inmorales, y recorriendo con morbosidad excesiva todo ese esbelto cuerpecito apretadito en prendas escolares aprovechando que la nena volteaba para ambos lados para asegurarse de que nadie la viera, pues si bien ella estaba ahí por decisión propia también sabía que no era correcto estar con el viejo ahí afuera haciéndole show pero algo le impedía detenerse.
-te gustó???- volvió a repetir el desvergonzado viejo todo sudoroso y caliente como burro, como toro enferomonado.
-jijijijijiji,- la nena reía entre nerviosa y caliente por estar manteniendo una conversación con el viejo precisamente sobre su gran momento, algunas imágenes de dicho acontecimiento se le venían a la mente y esa ricas punzadas en su panocha que sentía ahora se esparcían por su cuerpecito además de que su sexo ya estaba listo para entrar en batalla si se le necesitara.
-jejejeje, porque te ríes?,- preguntó el viejo, el pobre estaba que se nos moría de un paro pero aguantaba, no quería abandonar este mundo aun y menos con la mina de oro que se había encontrado.
-ayer……., en la nocheee……….., jijijijiji, soñé con eso- dijo la nena toda nerviosa metiendo uno de los flacos muslos del viejo entre sus bien moldeadas piernas.
-y que sentiste mi niña rica?,- preguntó el viejo, le costó preguntar pues tuvo que tragar una considerable cantidad de sus mismas babas que tardaron un mundo para bajarle por el gañote.
-jijiji, Don Marceee,- la nena se alborotaba su abundante cabello haciéndoselo todo para un solo lado, se veía tremendamente espectacular.
-mi amor,- dijo el viejo, la confianza ya le permitía llamar así a su enamorada, -porque no hacemos cositas aquí afuerita??- dijo el viejo completamente desubicado y tratando de quitar con sus manos el sudor que cubría su horrenda cara, sus ojos estaban completamente rojos y abiertos, caso se le salían.
-jijiji, cositas como qué??- preguntaba la nena casi tan caliente como el viejo, sintiendo esas ásperas manos subir y bajar por todo su esbelto y fecundo vientre y que solo la calentaban más de lo que ya estaba, el viejo de vez en cuando le hacía cosquillitas en su vientre bajo.
-no te hagas mi niña, tú y yo sabemos a qué me refiero, pero por si no te acuerdas y quieres que te refresque la memoria estoy hablando de esto,- dijo el atrevido y cochino viejo pervertido y metió su mano dentro del shorcito y calzoncito de la nena, volviendo a sentir nuevamente esas partes íntimas y calientitas de esta chiquilla, y que ahora estaba en un completo estado humedecido por todo lo que estaban haciendo y hablando.
-uuyyy, Don Marceee- la nena tembló al sentir esa mano meterse dentro de su intimidad, pero no hizo por sacarla, al contrario, acomodó su cuerpo de manera que al viejo se le permitiera tocar todo y al mismo tiempo proteger esa atrevida caricia de algún transeúnte o mirada curiosa.
El viejo con toda la concentración que podía reunir comenzó a masajear las partes íntimas de la nena, movía sus dedos regalándoles sensibles caricias en su conchita, sintiendo los pelitos que la protegían, el viejo babeaba tanto que esta caía al suelo, la nena con una de sus manos apretaba un hombro del viejo mientras que con la otra comenzó a corresponderle con suaves masajes en su nuca.
A unos metros de ahí se podía observar una casa azul con portón blanco y con las luces de la sala encendidas, la familia que espera la llegada de su sabroso retoño no se imaginaba que este estuviera dándose un faje callejero a unos pasos de ellos, y no con un jovencito como el que ellos pretendían para su hija, sino con un viejo verde que se dedicaba única y exclusivamente a admirar los bellos cuerpos de las nenas más desarrolladas que pasan cerca de su tienda, sin imaginar que su preciosa hija ya había sido desvirgada por tan repulsivo sujeto.
Para esto los dedos del viejo ya se habían empapado en líquidos provenientes de la jugosa panocha de la nena, el viejo con su rostro todo morboso y casi sangrando de la nariz sacó su mano y procedió a intentar bajar el short de Cassandra, la colorada y acalorada nena se despertó de su letargo erótico para impedirlo.
-noooo, Don Marce que hace, nos van a ver- dijo le nena volteándose para ambos lados y volviéndose a subir su short, pero sin mostrar rostro enojado ni nada parecido.
-ándale Cassandrita, déjame metértela tantito, ora nada más la cabecita- el viejo estaba tan caliente que no se media en sus palabras, no predecía que la nena pudiera enojarse por usar oraciones tan vulgares y obscenas como esas, pero al parecer a la nena no le importó el trato pues no se molestó con el vulgar vocabulario con el que el viejo se estaba expresando.
-nooo, como creee, está loco, nos van a ver jijijijijijiji,- le nena estaba sudando ante lo que el viejo le decía, dejarse penetrar por un extraño, pues aunque ya le había entregado su cuerpo para la nena Don Marce era un extraño, aunque la nena no lo viera así, y más encima de todo en la calle, como toda una puta callejera, aunque esta niña todavía a las alturas de este relato era una niña de casa y aun no conocía que solo a las putas se les coge en las calles y moteles baratos, aun desconocía el mundo de la prostitución.
-ora Cassandrita, hazlo por este pobre viejito, ora,- el viejo casi ponía ojos de gato de Sherk con tal de que esta nena accediera.
“ora pedazo de puta que no tengo toda la noche” era lo que el viejo dentro de sí decía pero casi se chorrea en leche cuando escuchó de los carnosos labios de su adorada la frase que él esperaba.
-jijijijiji, bueno pero……. de rapidito porque ya es tarde- dijo la nena poniéndose rojísima y mordiéndose su labio inferior, su corazón, así como el del viejo, empezó a latir por encima de la media.
El viejo se acomodó, juntó un poco sus flacas y peludas piernas para que estas abrieran a las de la nena que comparadas a las de él estaban notoriamente más carnosas y muy blanquitas, ella muy nerviosa, sonrojada y mojada a mas no poder hizo con sus dedos a un lado su short estirando una de esas aberturas por donde se mete la pierna, para después hacer lo mismo con su pantaleta y poco a poco ir bajando sus caderas así hasta que su escurrida vagina estuvo a escasos centímetros de la zona pélvica del viejo.
Este pervertido en tanto desabrochó su cremallera, sacando el imponente así como pestilente instrumento, muy moreno, algo sucio y descuidado fiel a su costumbre, con uno que otro pelo pegado a su tallo y glande así como uno que otro rastro blancuzco, pero con la dureza y lubricación exacta para complacer a tan hermosa jovencita.
La nena sin mirar bajó más hasta que sintió en sus labios vaginales algo duro que reclamaba su incursión, ella no pudo evitar soltar un suspiro que calentó al viejo pues dedujo que la nena lo estaba necesitando desde hace días, el viejo pervertido comenzó a refregar su tremendo instrumento sobre la delicada piel y recubrimiento interno que cubría esa desquiciante abertura femenina, un olor a concha mojada llegó hasta las sucias narices del reprobable, y en un acto verdaderamente pervertido quiso dar a probar a la nena esos dedos que anteriormente habían estado masturbando su sexo.
-Cassandra, te has probado tus propios juguitos??- la nena veía como el viejo movía dos de sus dedos los cuales estaban impregnados por una sustancia viscosa y con olor agridulce para solo responderle al viejo que “no” con un movimiento de cabeza.
-quieres probártelos???- dijo el viejo y se llevó esos dedos a su boca (de él), degustándolos y moviendo su asquerosa lengua por todo el largo de estos.
-mmmmmm, exquisito,- el viejo los chupaba ruidosamente hasta el último resto de lubricante, la nena veía este acto por parte del viejo, si bien sintió algo extraño dentro de su pancita, algo parecido a asco eso no impidió que también sintiera curiosidad sobre el sabor de ella misma, de manera que el viejo volvió a meter su repulsiva mano dentro del sexo de ella, chapoteaba sus dedos para volverlos a impregnar de jugos y cuando los sacó los ofreció a la curiosa chiquilla.
Cassandrita veía atenta nuevamente esos dedos moverse mientras eran unidos por ese líquido viscoso que salía de sus partes, olían rico pensaba ella.
La confundida chiquilla aceptó los dedos y se dedicó a repasarles su lengua por todo su extensión, reconocía un sabor extraño, agridulce, muy rico, sabía que eran sus jugos, que otra cosa podría ser, a pesar de tener la maña de masturbarse Cassandra nunca había probado sus propios fluidos, hasta ahora.
Todo este morboso rato había hecho perder la noción del tiempo a la pareja de tortolitos y se les estaba haciendo tarde, el viejo sin duda quería penetrarla nuevamente y quien no, si se trataba de una nenita por demás hermosa y con su carita de angelito pero cuerpo de puta y más que eso, estaba demostrando unos aires de zorra en plena potencialidad que sin duda decepcionarían a cualquiera que quisiera algo serio con ella.
El viejo a pesar de estar más caliente que un burro no quería rebajarse a penetrar a la nena así como así, quería que esta se lo pidiera como debe de ser, pero también sabía que debía darle una ayudadita.
-Cassandrita quieres que te la meta???- preguntó el ardiente viejo.
-uuuhhhhhhh- la nena solo suspiraba al sentir los ricos roces en su panochita, abriendo tímidamente sus labios vaginales, empapando de lubricante parte de sus muslos, todo esto era la locura para ella, “como es que me había perdido de todo esto” se decía, tenía unas ganas inmensas por desnudarse ahí mismo pero su poco pudor todavía hacia su lucha.
-dime, pídeme que te la meta- dijo el viejo ya casi sin fuerza para hablar debido a la emoción en su pecho, su corazón casi se le salía de este.
-uuhhhhh, Don Marce- suspiró la chiquilla abrazándose de este, su cabello era tan abundante que cubría toda su cabecita junto con la del viejo pervertido, estaba casi que se daba un sentón ella solita arriba de ese emblemático tronco de carne.
-que mi niña?- dijo el viejo “vamos puta caliente, pídemela, pídeme verga como todas las putas”
-Don Marce, deme- la nena se contenía, antes de conocer al viejo ella era una niña que no decía groserías, y a pesar de que cuando se estuvo revolcando con él dijo una que otra esto fue más que nada por su calentura, calentura que sentía en este momento y que estaba a punto de exhibirla como una puta pide verga, su panochita junto con sus pezones ardían descontroladamente.
-que????, dimeee- el viejo sudaba de su horrenda cara, sus rojos ojos se abrían como platos queriendo escuchar de Cassandrita su casi aceptación a puta.
-Don Marce, deme vergaaaa, démela, aquí adentro de mi cositaaaa- dijo la nena exhibiendo su panocha completamente sudadita y rosadita.
-jejejejeje, ensártate tu mi amor, rápido métetela con cuidado- dijo el desesperado viejo y aprovechó que la nena se descubría su tesoro para embarra sus dedos de saliva y tallarle su ranurita con suma delicadeza mientras la nena se derretía en suspiros.
La nena bajó más sus caderas e intento metérsela, la cabeza era muy gruesa y la chiquilla aún estaba algo cerrada, así que de manera lastimosa se fue metiéndosela poco a poco, muy lento el esponjoso glande del viejo fue aprisionado por las estrechas paredes vaginales, la jugosa panocha esta vez hacia esfuerzos por ensartarse en esa verga pero su estrechez lo impedía.
La caliente pareja podía escuchar el sonido húmedo de sus órganos sexuales enfrascándose en una jugosa batalla por ver quien sucumbía a quien, hasta que después de algunos minutos en donde ninguna de las dos partes se dio por vencida el sapo de Cassandra terminó tragándose poco más de la mitad de esa férrea, babeante y apestosa verga vieja, la nena ahogó un grito con todas las fuerzas de su diafragma mientras el viejo sentía que se moría, el pobre no cabía de gusto y de morbo así que tremendamente excitado apretó la graciosa cintura de la nena para darle la estocada que terminaría por hundírsela hasta el fondo.
-aaaaaaaaagggggggggggghhhhhhhhhh- fue el doloroso grito que la nena pegó, afortunadamente para ella su amante estaba expectante ya que podían escuchar el escandaloso berrido de hembra en el matadero que la nena pegaría, al parecer la posición ayudó a la rápida penetración.
-aaagggg, Don Marceeeee- dijo la nena casi sin fuerzas y con ganas de llorar, el aire había abandonado sus pulmones, algunas tímidas gotitas lagrimales se escapan de sus tiernos ojitos y los labios de su panochita habían adquirido una forma redondesca producto de la circunferencia del objeto que rodeaban.
-que mi amor?- dijo el viejo, a la nena le comenzaba a gustar que el pervertido la llamar de esta forma, se sentía rara, un raro sentimiento que le hacía sentir un rico vacío en su estómago.
-esto dueleeee, dueleeeeeee, pero se siente tan ricoooooo, porqueeeee????- dijo la nena poniendo rostro tremendamente vicioso, ese rostro fruncido y ruborizado que expresan las nenas cuando tiene alojada una verga en sus panochitas.
-te gusta, te gusta lo que hacemos???- el desequilibrado enfermo mental de Don Marce comenzó a moverse lentamente con la nena bien ensartada en él, el movimiento era sutil, delicado, como si ambos estuvieran en un sillón mecedor pero lo suficientemente estimulante para que ambos se sintieran al máximo sus partes, el viejo babeaba como un perro mientras la nena también lo hacía pero con la diferencia de que a ella solamente un tenue hilito le colgaba de sus comisuras.
-siii, me gustaaaa, me gustaaaa muchooooo- la nena se expresó en voz baja, pero con una vocecita tan coqueta como de hot line, el viejo tomaba esto como aliento para seguir en su sufrida actividad.
“jejejejejejejejejejeje, vaya puta que salió la Cassandrita, tan seriecita que se veía jejejejeje”
La nena se abrazó al sudado cuerpo de su compañero, sus desarrollados melones se aplastaron contra el pecho de este, sintiendo Don Marce aun ambos con camisa puesta los duros pezones que se cargaba la muchachita, ambas bocas se acercaban para gemirse casi adentro de la otra, el viejo aprovechándose de la calentura de la nena sacó su babosa lengua haciendo movimientos obscenos con esta, como si estuviera chupando un helado, la nena llevada por una sensación de lujuria acercó su dulce boquita y con sus carnosos labios aprisionó esa serpenteante lengua y comenzó a realizar movimientos de succión llevándose a su boca cualquier cantidad de babas, esas mismas babas a las cuales la nena había sucumbido la vez anterior.
La pareja comenzó a besarse como desesperados intercambiando importantes muestras de saliva, adentro de la casa de la nena su madre que se encontraba viendo la televisión junto a su padre quien veía el periódico que no pudo ver en la tarde esperaban la llegada de su bien portada niña.
-pero que poca madre!!!!, malditos animales!!!!, hijos de su puta madre!!!!- decía el padre de Cassandra furioso.
-qué pasa?, que te ocurre mi amor?- la madre de la niña preguntaba el porqué de la reacción de su esposo.
-este hijo de la chingada, mira lo que dice aquí, que violó a una niña de once años, maldita gente enferma, como me gustaría tenerlo aquí enfrente para romperle toda la cara, desgraciado pervertido,- el señor estaba enrojecido por leer la noticia y por ver la cara de gozo con la que fue retratado el desgraciado sujeto.
-yo no sé cómo puede haber tanta gente mala en este mundo, voy a ver si ya viene por ahí Cassandra- dijo la señora pues ahora si se preocupaba por su hija.
La impúdica pareja seguía dándose como se debe, el caliente viejo al tiempo que aceleraba sus mecedores movimientos ahora manoseaba a sus anchas los tentadores senos que se cargaba la jovencita, tan blanquitos, duritos y sin el menor signo de que la gravedad empezara a afectarlos, para eso faltaba mucho.
La nena por su parte devoraba esa lengua como si se tratara del más rico platillo de carne, comenzó a lamerla recogiendo las espumeantes babas que el viejo producía, completamente sudada estiraba sus prendas para evitar que estas rozaran al viejo y al mismo tiempo enrollaba su shorcito haciendo que este casi pareciera calzón y después de otros estiramientos más le diera forma de tanga, el short era de una tela parecida a los boxers masculinos así que era fácil manipularlo.
De pronto la nena sintió que una de sus nalgas vibraba, o más bien algo la hacía vibrar, esto la hizo voltear a su casa y vio a su madre asomándose hacia el fondo de la oscura calle exactamente en la dirección donde ellos se encontraban, la nena casi sintió que la sangre se le bajaba hasta los pies, hasta lo caliente se le quitó y solo atinó a empujar al viejo quien cayó en la macetera al mismo tiempo que ella también se dejaba caer, quedando encima del cuerpo de vejete pero aun con su verga adentro de su cuerpo.
-que… y…. que tienes Cassandrita??- preguntó el viejo pues se sorprendió ante la reacción de la jovencita.
-mi mamá, mi mamá, me ha de ver visto- decía la asustada nena, el viejo ya casi con ganas de salir corriendo y dejarla ahí tirada se asomaba por entre los espacios que bridaban los diversos arbustos que adornaban el macetero.
-noo, está ahí parada, si te hubiera visto ya hubiera venido a ver lo que estás haciendo jejejeje- reía el viejo y se saboreaba el momento.
-otra vez, está marcando- la nena volvía a sentir su teléfono vibrar.
-contéstale- el viejo estaba aún más caliente con la nueva situación que con la anterior penetrada.
-no, como cree- dijo la nena pues no consideraba esa opción como algo prudente.
-contéstale o va a sospechar porque siento que si nos vio, se asoma mucho para acá- el viejo insistía, esto último no era cierto, la mamá de Cassandra no los había visto sino ya se le hubiera armado la gorda a la nena pero el viejo decía esto para asustarla y obligar a la chiquilla a aceptar la llamada.
La nena tomaba su celular y hablaba, cabe mencionar que durante esta pequeña conversación que tuvo Cassandra con el viejo y la que estaba por tener con su mami ella permanecía con la verga de Don Marce alojada en sus entrañas, el viejo estaba más empalmado que nunca y la nena lo sentía, para él era estar en el cielo tener a esta chiquilla atravesada mientras ella hablaba con su madre y lo más seguro para decirle una mentira con tal de cubrir sus guarradas y cubrirlo a él demostrando el grado de cooperación de Cassandra para con el viejo, el viejo se relamía sus cochinos labios pues el proceso de descomposición conductual de Cassandrita estaba en sus inicios.
-bueno, mami-
-Cassandra, dónde estás hija??, ya mero llegas??- preguntaba su madre, no enojada pero si algo preocupada.
-si ma, es que se alargó la práctica, solo esoommm, voy saliendo de laahh, escuela- el viejo había comenzado a moverse haciendo que a la nena se le escaparan gemidos que afortunadamente para la madre pasaban desapercibidos.
-ayy hija cuando sea así mándanos un mensaje para ir por ti- decía la señora observando a lo lejos como unos arbolitos se movían pero ella pensaba que a lo mejor se trataban de un perro o unos gatos.
-siii, maammmm, disculpameeahhhhh, no volveraaa a pasaraahhhhh, mami tengo que colgaraaahhhhmmmmm- los gemidos de la nena ya eran más descarados, su mama notó esa rara forma de expresarse de su hija así que procedió a preguntarle.
-hija, te noto rara, estas bien?- y es que el viejo aun acostado la penetraba con ganas, moviendo sus piernas como rana panza pa´rriba.
-si maaa, solo estoy alggooouuuhhhhhh- el descarado viejo tallaba uno de sus dedos por todo el contorno de su ano, el sensible y aun virgen asterisco de la nena se contraía.
-hija, estas bien, que tienes???- respondió su mama pues ese gemido no había sido normal.
-nada mamiiihh, solo me pegué en mi deedoooooo gordoo, jijiji, mmmm, ya vezzz, por venir platicando contigooouuummmm ahhhhhhhh,- el viejo daba un tremendo embiste casi queriendo partir a la chamaca, sin embargo ella no se molestaba, desde hace un rato que la situación la tenía excitada, tanto que su clítoris estaba el rojo vivo y rozándose exquisitamente con la venuda verga del viejo y a duras penas lograba tapar el celular para impedir que su mama escuchara los gemidos mas placenteros.
-ah bueno, te apuras para que cenes- dijo la mamá de la nena algo extrañada por los anormales sonidos que hacia su hija.
-si mamaahhhhhh, mmmmhhhhh- el viejo Marce se aferraba con ambas manos en cada una de las posaderas de la nena, clavaba sus dedos que se enterraban en las suaves carnes al mismo tiempo que comenzó a embestir a la nena, enterrándole su hirviente fierro hasta el fondo, como si quisiera que le saliera por su vientre.
Después de que madre e hija se despidieron la colorada nena le dijo a su viejo amante.
-Don Marce yaaaaaa, me tengo que ir-
-pero porque mi niñaaa, acaso no te gusta lo que hacemos a escondidas, jejejeje- el babeante viejo no daba tregua a la nena
-sii me gusta, pero mi mamá, se va a dar cuentaaaaaaa- la nena no dejaba de repasar su lengua por todo el contorno de sus femeninos labios.
-claro que no, solo no digas nadaaa- el viejo dejaba de penetrar a la nena pero aun así seguían platicando mientras continuaban acoplados, la nena aprovechó esto para peinar delicadamente a su hombre y de paso darle uno que otro besito en su mugroso cuello.
-no, no diré nada, pero ya me tengo que ir- la ruborizada nena trataba de agarrar aire, se acomodaba su cabello y limpiaba el exceso de sudor en su hermoso rostro mientras el viejo la manoseaba sin recato en todo su cuerpecito, ella en tanto ya veía estas caricias como normales.
-Cassandra pero prométeme que el viernes no irás a la escuela y nos pasaremos la tarde juntos tú y yo, en mi casa- el viejo por nada del mundo sacaba su soberbio palo.
-no Don Marce que cosas dice, no puedo faltar a la escuela, no tengo ninguna falta hasta ahora,- el viejo al quien poco le importaba la educación de la nena siguió.
-solo será un día, ándale, que mira que si te niegas te mando a tu casa desnuda-el viejo amenazaba a la nena con arrancarle las ropas, ella se asustaba pero también el hecho de ponerse en situaciones tan comprometedoras la hacían sentir ricas cosquillitas tanto en su vientre como en su vagina.
-no Don Marce, está loco, jijijij, bueno veré que puedo hacer- la nena aceptaba la oferta del viejo, más que nada por irse lo más rápido posible pues presentía que su mamá podría salir nuevamente en cualquier momento.
-entonces pásame tu celular para ponernos de acuerdo,- dijo el viejo mientras sacaba un celular modelo viejito pero funcional y más duradero que los que nos venden ahora.
-a ver, se lo anoto- dijo la nena aun ensartada en la verga del viejo pero ya haciendo lentos y cuidadosos movimientos pélvicos para desacoplarse, y después de una lenta y sufrida separación por parte de la nena ambos sexos permanecían unidos por restos de fluidos viscosos.
-listo,- la nena se incorporó y acomodaba sus ropas, esperó otros minutos para que su color regresara a la normalidad y de paso aprovechar para limpiarse las tímidas lágrimas que se le escurrieron por estar soportando ese desmesurado intruso de carne y cuando se vio lista se despidió del viejo con un tierno beso en los labios, aunque el viejo volvió a enseñarle como se deben de besar las parejas de enamorados y nuevamente hundió su lengua hasta el fondo de su boquita, la nena aceptó el cochino beso y por unos minutos se dedicaron a realizar un morboso y caliente intercambio salival.
El viejo y la nena se acariciaban pero esta estaba siempre expectante a que nadie los viera, no se dio cuenta cuando el viejo había separado sus labios de los de ella ni ponía atención hacia donde se dirigía la cochina boca de su viejo amante hasta que sintió que el viejo le bajaba su shorcito junto con su pantaleta, la nena se los quiso subir pero el viejo rápidamente comenzó a darle una buena comida de panocha, la nena toda excitada y tremendamente caliente solamente se recargó en la barda de la casa de al lado mordiéndose una de sus muñecas para evitar emitir deliciosos gemidos sin dejar de ver a ambos lados de la banqueta, sus bracitos se recargaron en la barda dejando al viejo libre para chupar, lamer y succionar a su antojo.
Cassandra abría mas sus piernas y movía sus caderas muy lentamente en forma de ondulaciones rítmicas para poder sentir hasta la última papila gustativa que conforma la lengua del viejo, este en tanto seguía devorándose ese exquisito manjar agridulce mientras emitía perrunos gruñidos ahogados por tanto jugo que absorbía.
Cassandra tampoco se daba cuenta de que el viejo deslizaba cada vez más abajo sus prendas, o se daba cuenta pero no hacia nada, hasta que estas llegaron a sus tobillos, el viejo levantó uno de los pies de la nena y le sacó ambas ropas para posteriormente levantar el otro y sacárselas por ahí también dejando a la nena desnuda de la parte de abajo solo para volver a hundir su áspera y arrugada cara entre sus piernas, lamia como desesperado, succionaba sus jugos con todo y clítoris, todo esto ya era insoportable para la nena quien no aguantaba la necesidad de vaciarse ahí en la calle y no fue hasta que el malvado viejo aparte de estarle succionando la papaya a esta chiquilla también se atrevió a meterle uno de sus dedos dentro de su encharcada vagina y moverlo tan rápido de forma penetrante hasta que consiguió que la nena se vertiera en un orgasmo para ella riquísimo dejándole ese aspecto desorbitado en sus ojitos, ahogando el vicioso grito con sus dos manos bien pegadas a su boca, aun así por entre sus dedos se podía apreciar saliva escurriendo.
El viejo se incorporó con la nena aun convulsionante para volver a fundirse en otro beso, la nena saboreaba nuevamente sus propios jugos ahora directo de la desaseada boca del viejo mientras con sus manitas apretaba las sucias ropas de su viejo amante, los jugos que aun salían de su conchita resbalaban por sus muslos y caían al suelo en forma de gotitas dejando un pequeño chaco en él.
-ahora Cassandrita, me quedaré de nuevo con tus calzoncitos- dijo el viejo guardándose los calzones de la chamaca dentro de su bolsillo del pantalón y dándole solamente el short.
-pe.. pero Don Marce, se me va a marcar- dijo la nena.
-jejejeje, Cassandrita, es que me gusta como huelen tus calzoncitos, así que no me insistas que no te lo devolveré, y será mejor que te pongas el short antes de que venga alguien y te vea encuerada, ahhh y otra cosa, esta noche no quiero que te bañes, quiero que te duermas así toda babeada por mí, que sientas mis babas en tu panochita cuando te acuestes a dormir, jejejejejeje- ordenaba el viejo, la nena solamente respondió con un:
-si Don Marce- mientras se acomodaba su short tratando de que no se le pegara a sus labios vaginales cosa que era imposible notándose esa raya que los divide, la jovencita se despedía ahora sí y se metía a su casa mientras el viejo se quedaba sentado en la macetera esperando a que pasara una muchacha que visualizó a lo lejos y quien había sacado de paseo nocturno a su perro, el suertudo can detectó un olor inusual en el suelo justo al llegar a donde el viejo, comenzó a olfatear y procedió a lamer los jugos de Cassandrita que se habían regado en el suelo.
-jejejeje, saben rico verdad?- dijo el viejo mientras no dejaba de verle el culo a su dueña, por cierto muy bien formado.
-mande?- la jovencita alcanzó a escuchar que el viejo dijo algo pero no le había entendido.
-ahh, que bueeeenas noches- dijo el viejo.
-buenas noches- respondió la nena.
-vives por aquí muchacha, no te había visto- preguntaba el viejo.
-si- la muchacha se limitaba a responder solamente lo necesario mientras jalaba a su perro, pero este se negaba pues parece le fascinaron los lubricantes vaginales de Cassandrita.
-ahhh, y tu perrito muerde?- dijo el viejo en forma de albur pero la nena no le entendió.
-ehh, no- solamente puso rostro de no entender el porqué de la pregunta, siguió jalando hasta que el perro dejó de lamer el suelo y procedió a seguir su camino al lado de su dueña.
-jejejeje, adiós mamita,- se despedía el viejo mientras la nena avanzaba mas rápido “no muerde, pero que rico ha de succionar las vergas, ahh como hay putas sabrosas en este barrio, creo que me mudaré por acá jejeje” decía el viejo en sus pensamientos.
Cassandrita entraba como rayo a su casa solo diciendo un ya llegué y rápidamente subía a su cuarto, cerraba la puerta y se agarraba su pecho, venia agitadísima pero dejó escapar una sonrisa pícara, sentía las babas del viejo impregnando su conchita, escurriéndoles por sus muslos humedeciendo su short a la altura de su bizcocho.
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El viejo Marce estaba en su casa, miró su reloj y vio que era temprano, las 10 de la noche, estaba más que caliente por el faje que se pegó con la calientilla estudiante, su verga no podía adoptar esa flacidez de reposo y se mantenía rígida, terriblemente inflamada y con unas ganas de escupir todo su prolífico esperma.
-jejejeje, y si le marco a esa puta guarra para que me regale unas fotitos para masturbarme ya que no me pude venir dentro de ella- dijo el viejo y no lo pensó otra vez y mandó un mensaje de texto a Cassandrita pues su saldo no alcanzaba para llamadas.
En su cuarto la nena ya recuperada de la emoción de su primer público se preparaba para dormir con el babeado short cuando su celular vibró lo que indicaba un mensaje, hizo un gesto labial como de desagrado pues se imaginaba que era otra persona como por ejemplo algún compañerito de clases insistiendo con una tarea.
-hola mi amor como estas, sabes no puedo dormir, estoy pensando en ti y en lo que hicimos hoy afuera de tu casa- Cassandra entró en un estado de nervios, pero de nervios estimulantes, nuevamente una sensación de cosquillitas combinado con un vacío atacó su vientre, y no pudo evitar ruborizarse y expresar una sonrisita, estaba segura, era Don Marce.
Dudó en contestarle, pero algo la carcomía, quería seguir ese jueguito, tenía ganas de experimentar el ir mas allá, el llamar al viejo con esos apodos que solo los enamorados se dicen, la chiquilla se dirigió a la puerta de su cuarto y la cerró con seguro.
-hola mi amor, estoy bien, pero ya duérmase que ya es tarde :p- contestó la nena, estaba rojísima, era la primera vez que llamaba así a alguien y por su mente lo último que pensaba era que se trataba de un viejo el afortunado de recibir tales halagos.
Del otro lado Don Marce casi se corre de la emoción de ver el mensaje y la manera en que la nena lo llamaba,
“ahhh está puta, unas culeaditas mas y se viene a vivir conmigo jejejejeje” pensaba el depravado sujeto.
-es que no puedo dormir, quiero verte, iré para allá ahora que ya sé dónde vives- el viejo se reía de lo pendeja y caliente que había salido la Cassandrita al tiempo que se masajeaba su verga, estaba tan caliente que sudaba de las manos, pies y axilas.
La nena veía el mensaje y se lo creía, pero de ningún modo iba a permitir que su viejito fuera a verla, era muy tarde y podría pasarle algo.
-no Don Marce ya es tarde, no venga, la calle está muy oscura-
-si es cierto, pero es que de veras quiero verte, jejejeje ya sé, porque no me mandas una fotito tuya así como estas vestida- el caliente viejo ponía rostro enfermamente pervertido, hasta los mocos colgaban de sus narices.
-jijijijiji, pero Don Marce, ya me voy a acostar y solo tengo puesto ropa de dormir- dijo la nena, algo presentía de toda esta conversación, no era tonta; pero también algo de todo esto le gustaba, y ese gusto se comenzó a traducir en una serie de exquisitas palpitaciones en su panocha, nuevamente la nena se calentaba, apretaba sus muslos y aun podía sentir las babas del viejo cubriendo su sexo.
-no importa mi niña, solo unas cuantas, de tu carita y tu cuerpecito rico- esta última palabra se le había escapado al viejo, la escribió solo porque la calentura le había ganado a la hora de escribir pero se dijo que serviría para medir el comportamiento de la nena con respecto a su vulgar lenguaje, “a ver que puterías escribe” pensaba el viejo.
-bueno ahí le va una- fue la respuesta de la nena, el viejo no cabía de gozo, esos segundos en los que cargaba la imagen se le hicieron eternos, pero se decepcionó porque la nena solo mandó su carita haciendo sin querer una cara de puta a mas no poder sacando su lengüita.
“no si no cabe duda que si lo eres jejejejeje” el viejo nuevamente movía sus dedos para mandar otro mensaje,
-que hermosa esta mi princesita, pero me gustaría una en donde salga todo tu cuerpecito- el caliente viejo ya hasta sentía ganas de orinar debido a lo rígido de su verga, pero el gusto fue mayor al ver a su nena ahora de cuerpo casi completo, de las rodillas hacia arriba y parada enfrente de un espejo, solo vestida con una camisetita ombliguera dejando al aire libre su cintura y el humedecido short que se ajustaba sugerentemente a sus desarrolladas caderas de hembra lista para ser fecundada.
El viejo prestaba detalle, principalmente a ese húmedo panuchón siendo apretado y marcado por la fina tela, sabía que estaba húmedo por sus babas así que comenzó a masajearse la verga más rápido y a babear descontrolado, teniendo que usar su vieja sabana para limpiarse el exceso de salivas.
Del otro lado la nena estaba en duda, nunca se había expuesto así, en su face no tenía fotos con ese nivel de semidesnudes, pero confiaba en el viejo, creía eso de que la quería ver y pensaba que con eso se entretenía, pero su joven mente la empezó a reprender.
“ehhh, que hice, yo no me exhibo, eso no está bien, eso es de niñas locas” decía la jovenzuela mientras mordía su labio inferior.
“se habrá enojado, porque no contesta, Don Marce” la desesperada nena veía que ya habían pasado algunos minutos y el viejo no contestaba, ignoraba que el viejo estaba en plena faena ahí en su cama despescuezando su verga como un loco, y si, Don Marce yacía acostado en su cama con su calzón ligeramente bajado y su verga elevándose como mástil siendo masturbada con violencia mientras esta empezaba a emitir las primeras fumarolas de espeso liquido preseminal.
“y si le mando una…… desnuda” la nena pudo sentir como al final de ese pensamiento una pequeña cantidad de líquido se desprendió de su sexo, empapando aun mas su tentador short, si perder tiempo se despojó de sus atuendos quedando completamente desnuda, pero al estar a tan solo para apretar el flash otro pensamiento morboso la detuvo.
“y si le mando una solo de… ahí” la nena se refería a mandarle una de su parte más íntima, su panochita, su pequeño cargo de conciencia que hace poco la amonestaba ya había desaparecido, así que se sentó en su cama y dirigió su manitas a esa parte y con dos de sus dedos la abrió un poco mostrando sus rosadas paredes internas y el brillo vaginal que las caracterizaba, la nena muy roja de la pena pero también con la calentura a mil sacó su foto y sin dejar pensar a su conciencia la mandó mientras risueña escondía su cabeza entre una almohada.
Del otro lado el viejo casi se infarta, la imagen era tan nítida que casi podía oler la lubricación de la nena, esto hizo que no pudiera más y derramara su fértil esencia masculina sobre su peluda y enorme bola de panza, tomando un pedazo de papel de baño del rollo que siempre lo acompañaba en la cama y arrojando el desecho al suelo junto con el resto.
-ahhh, mi amor ya estoy satisfecho, me acabo de pegar una despescuezada que ni te imaginas, todo gracias a tus fotos llené de leche el piso- el viejo aumentaba su nivel de vulgaridad y plebeyez, quería ver la respuesta de la nena.
-Don Marce, yo también me estoy tocando- fue la respuesta de la nena quien ya sabía que el viejo al decir despescuezada se refería a menearse su verga y por supuesto entendió eso de llenar de leche el piso, el viejo quedó extasiado con el nivel de zorrería que la nena guardaba muy en su interior y con más razón estaba dispuesto a explotarla.
“ahh zorra caliente,” pensaba el viejo “pero el viernes me desquito” de mas esta decir que la pendeja siguió proveyendo a su viejito de otras cuantas fotos, igual desnuda o metiéndose sus delicados deditos en su panochita o de su coqueta carita con su tremendo culo desnudo de fondo, el caliente viejo volvió a vaciarse en semen para terminar su noche calientito.
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Jueves a la hora del receso…….
El asqueroso gordo enfermo del maestro Pepe deambulaba por los pasillos de la cafetería escolar observando a las nenas y de paso buscando un lugar para sentarse, pero todas las bancas estaban ocupadas excepto una, la de su colega el maestro Teófilo (maestro de laboratorio).
-jejeje, que vergas haces pendejo?- dijo el maestro Pepe quien notaba la lujuriosa mirada de su colega hacia las niñas.
-pues comiendo gordo cabrón, que no ves jejeje-
-cómete esta viejo pedófilo jejejeje, ya solo vives de eso verdad de andar espiando a las putitas- dijo Pepe.
-a las putitas y a las putonas, mira nada mas eso que va ahí- los dos pervertidos animales dirigían sus insanas y calientes miradas hacia la maestra Asdany, quien más que maestra era una estudiante de psicología haciendo su servicio pero los niños la veían como una docente más, ella vestía un atractivo vestido turquesa ajustado de arriba pero tipo falda de vuelo de abajo, un poco más arriba de sus rodillas y sumado a sus exageradas zapatillas (que usaba para ganar altura ya que era chaparrita) le daban una silueta sumamente sensual y digna de ser admirada tanto por alumnos como por maestros, además tenía los ojos de un color miel muy elegantes y su cabello era casi rubio sin ser teñido, todo natural, sin alardear de la carita de nena que poseía y que bien podría ser confundida como una alumna más, y con toda esa frescura que brinda un joven cuerpo de 21 años.
-adióoooos maestra- dijo el maestro Teófilo sin tener respuesta de la psicóloga solo una mirada de rechazo y altanería pues ya sabía que tipo de fichita era.
-pinche puta, te has de morir de ganas por que te reviente ese culo que te cargas- decía el viejo.
-una vieja como esas nunca nos haría caso viejo rabo verde jejejeje, yo por eso me conformo con mis videos, por cierto me acaban de pasar de una nena de la escuela de acá abajo, mamándosela a un mocoso, te lo paso- dijo el maestro Pepe
-jejeje a ver pásamelo- ambos viejo encendían sus bluetooth para poder intercambiar el archivo.
-pero no hay que perder las esperanzas Pepe, ve al Juan Osorio o al José Alberto Castro o al Alejandro Camacho, esos cabrones jalan viejas buenas, si esos pendejos pueden porque nosotros no?- hablaba Teo.
-ahh pero no mames, esos pendejos porque tienen billete, o me vas a decir que es porque están muy guapos, creo estoy más guapo yo jejejejeje (decía el espantoso viejo con sus ojos todos lagañudos), no mames cuando vas a comparar el sueldo de esos cabrones con el mísero salario que nos pagan como maestros, hasta crees que esas putas viejas andan con ellos por su nobleza y sencillez, jajaja, apuesto mis dos huevos a que es por la cartera, a quien quieren agarrar de pendejo?,- respondía el maestro Pepe.
-aun así no te voy a negar que está muy comestible la maestrita güerita y si me lo pidiera si le hacia el favor, tiene las nalgas bien duritas, pero sabes quién me calienta más, Cassandra, pos creo que también es alumna tuya- volvía a decir el maestro Pepe.
-jejeje, ya se las agarraste?-
-ya, la semana pasada, estaba arriba de una escalera poniéndome el culo- respondió Pepe.
-Cassandra???, ahhh si la de la faldita negra, que en la fiesta trajo unas zapatillotas que se veía que ni podía caminar- decía Teo.
-ándale, esa zorrita, ese nivel de pendejez es lo que más me encula de una niña de esas, la pinche maestra se ve que ya está más entrenada que nada, pero si un día se me ofrece claro que no le haría el feo, le mamaria el bollo hasta que me ahogue de tanto jugo jejejeje- hablaba Pepe mientras hacia un circulo con su dedo pulgar e índice y metía su babosa lengua por dentro de este, como si estuviera lamiendo eso, un bollo.
-ahh si esa también está bien buena, y las chichotas que se carga que ni la bata de laboratorio se las disimula, cada día que le toca clase conmigo se me para la verga con solo ver como su formadito cuerpo combina con esa cara de escuincla, como me gustaría decláramele jejeje decirle que tengo ganas de mamarle las chichis.- el maleducado maestro Teo hablaba con la boca hasta la madre de comida, expulsando restos de comida cada que hablaba.
-cállate viejo verraco, yo la vi primero, esa chiquilla es mia,- dijo Pepe.
-jejejejejeje, y como le harías para que caiga una pendeja de esas, si cada día estas más panzón???- preguntaba el maestro Teófilo.
-prefiero estar panzón y no así como tú de flaco lombriciento pero no sé, espero que el señor que está en los cielos me conceda ese regalito, por eso estoy yendo a la iglesia todos los domingos a hacer puntos jejejeje, a eso se va no?- decía Pepe.
-viejo macuarro, no sé cómo madres te dieron el título de maestro si se te ve lo pervertido hasta por los ojos, mira, mira, la maestra, está platicando con esta otra maestra como se llama, la que dicen que tiene fama de piruja-
-Diana?-
-ándale, esa-
-han de estar platicando alguna de sus puterías, jejeje sobre la verga del burro o la mía jeje, par de viciosas asquerosas mamadoras de verga y tragadoras de leche, bueno mi depravado amigo brindemos por las putas las cuales por lo menos tenemos el gusto de mirar y masturbarnos con ellas jejejeje- reía el viejo Pepe.
Del otro lado las jóvenes maestras platicaban temas no muy alejados a los que los viejos se imaginaban…
-y él está muy emocionado porque quedó entre los seleccionados pero dice que lo malo es que no lo veré por mínimo un mes cuando lo llamen- decía la maestra Asdany.
-ahí amiga pero ya es un hecho que se va?, ya viven juntos?- preguntaba Diana.
-si es un hecho, no, apenas estábamos planeando eso pero salió este otro imprevisto- las jóvenes educadoras platicaba sobre el novio de Asdany, un muchacho joven y deportista que alineaba en las filas de las reservas de un importante equipo de futbol y que gracias a que unos visores habían visto sus cualidades como futbolista ahora tenía la oportunidad de ir a realizar las pruebas para ver su calificaba al primer equipo, dichas pruebas duraban un mes y tenía que ausentarse todo ese tiempo sin poder ver a su atractiva novia.
-jijijiji, vas a sufrir cuando no tengas con quien-
-con quién qué?- respondía Asdany.
-pues con quien ponerte a jugar a las atrapadas-
-ay Diana, tu solo pensando en eso-
-que!!, apoco me vas a decir que no lo hacen seguido, jijiji vamos mujer dime fechas, cuantas veces al día?-
-uhhh, esta semana… ay no me da pena- la joven psicóloga se ponía roja.
-ya dime, no estas con tus maestros de universidad así que deja de hacerte la puritana conmigo si te vistes como toda una prosti más que como maestra jijiji- la confianza que habían creado estas dos jóvenes hembras ya les permitía llevarse de este modo.
-jijiji, ehh, esta semana lo hicimos todos los días, y el domingo fue doble- la maestra tenía la ventaja de que vivía sola, así que su novio podía írsela a enchufar cada que quisiera.
-ehhh, amiga que aguante,- ambas maestras reían sin saber que eran escaneadas por los pervertidos de sus colegas, sin embargo Diana no se imaginaba que su amiga no era satisfecha del todo en materia sexual, no porque su novio fuera impotente  o lo tuviera muy minúsculo, era normalito, sino más bien era precoz.
Si la maestra tenía suerte su atlético macho se le montaba y pasado seis o siete embestidas este ya estaba vaciado, si bien su novio contaba con el permiso de vaciarse adentro de ella él siempre utilizaba condón, además Asdany también utilizaba la píldora pues en los planes de ambos aún no estaba el procrear, Diana era más libertina, se había acostado con cantidad de hombres y contaba sus aventuras a su más discreta amiga, le revelaba que había hombres con un aguante envidiable, que duraban horas penetrándola sin parar, haciéndola gritar y jadear como una perra (así de gráfica era ella), nalgueándola, meneándola para allá y para acá como muñeca de trapo, arrastrándola por toda la cama, esto despertaba cierto interés reprimido en Asdany por conocer más, muchas veces su amiga la invitaba de antro pero la maestra psicóloga se negaba, sabia a lo que irían y ella no era así, lo último que estaba en su mente era una infidelidad hacia su novio, pero lo que más le curioseó a la psicóloga fue cuando su amiga le confesó que una vez tuvo sexo con un hombre que la tenía enorme, de casi 25 centímetros y que cuando se la clavó sintió que la partían pero que eso no le había quitado lo delicioso, claro que Asdany no creyó que hubiera un ejemplar de esas cualidades suelto por ahí pero la duda se le quedó, ¿habrá en realidad hombres con semejantes atributos físicos?
-oye, Diana, en serio crees que me visto muy exagerada- la maestra cambiaba el tema.
-ay amiga, sí llamas mi atención que soy mujer, con más razón la de los hombres, en especial esos morbosos enfermos como aquellos dos que están allí sentados- la maestra Diana se refería precisamente al maestro Pepe y el profe Teófilo quienes al ver a Diana voltear hacia ellos dirigieron sus miradas para otro lado.
-míralos, míralos, no le quitan la mirada a las niñas de encima, pinches viejos rabo verdes te juro que los veo y me da un asco, hasta se me revuelve el estómago, ay ya hasta se me fue el hambre, y dicen que igual que ellos es el viejo de la tienda de aquí enfrente- dijo Asdany solo para tomar cuerda y empezar a soltarse.
-no y te cuento, que el otro día estaba yo poniendo los adornos de cuando la fiesta del estudiante, estaba yo arriba de la escalera tratando de llegarle a la puerta de mi salón y no va pasando este….. viejo de Pepe y me da una nalgada, me puse roja pero de coraje.-
-amiga y que hiciste-
-umm, que me bajo y le digo todas sus verdades, no le quise decir al director porque me da lástima pobre viejo además de que yo no pertenezco a esta institución y no quisiera que me llamaran la atención mi coordinadora, ni a mi novio que de seguro le hubiera roto toda su nariz de puerco seboso, ahh pero eso sí, nada más llego a enterarme de que le ha faltado al respeto a alguna alumna y lo refundo en la cárcel, no sé cómo se puede tener gente así trabajando de docente, que asco la verdad- las joven psicóloga sacaba un espejo de bolsillo y un enchinador de pestañas para levantárselas, hay muchos maestros que ejercen esta noble profesión con toda la dedicación del mundo, en un afán por inculcar el conocimiento al futuro de nuestras sociedades, pero en cada árbol siempre hay una fruta podrida, en este caso dos, el seboso de Pepe y el raquítico de Teo.
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Viernes a medio día……
Cassandra salía de bañarse, ese día instintivamente se sentía más sensual y coqueta que nunca, toda una mujercita, veía el reloj constantemente y notaba cierto nerviosismo en ella, estaba por volver a entregarse a su viejito, recordó que aún tenía en su poder una de las revistas que el viejo le prestaba y pensaba aprovechar el día para devolvérsela ya que al parecer le iba a quedar mal.
Se vistió con su traje de escolar así como con otra blusa debajo de la blusa de la escuela y un short por demás minúsculo junto a su pantaleta debajo de su falda, no iba preparada como para quedarse toda la tarde con el viejo, había cambiado de opinión y pensaba irle a explicar a Don Marce sus motivos, se maquilló ahora un poquito más de lo usual, algo que hacía ya más seguido desde aquella su primera vez.
Terminó por peinarse su hermoso y largo cabello para adornarlo con un listón azul rey a juego con su uniforme, un poco de perfume alrededor de su cuello sin caer en lo empalagoso y un fino brillo sabor cereza que contrastaba hermoso con su blanquita piel, ya una vez lista tomó su mochila y con una hora de anticipación salía de su casa con destino a la tienda del viejo a quien había entregado por primera vez su cuerpo.
-ya me voy mamá- dijo Cassandra.
-yaa, porque tan temprano hija?- dijo su mamá
-es que tengo, voy a pasar a la casa de una compañera por lo de un trabajo que vamos a imprimir,- la nena decía lo primero que se le venía a la mente aunque era cierto lo de entregar un trabajo, tarea que ella ya había impreso.
-ahh, bueno, te cuidas hija- dijo su mamá quien se disponía para irse a la zapatería donde trabajaba, propiedad de la familia.
Cassandrita salía de su casa vestida en su atrayente uniforme escolar compuesto por una ajustada blusita blanca con dos de los botones superiores desabrochados, mostrando ese redondo inicio de sus turgentes melones así como una sugerente falda que se amoldaba perfectamente a sus desarrolladas caderas, aunque esta era de tablones remarcaba sus esplendidas y sugestivas curvaturas, en su trayecto dejaba un sensual aroma gracias al perfume que usaba, el viento mecía delicadamente su azulado cabello y jugaba con el listón que la nena llevaba amarrado cerca de su mollera.
La nena llegó a su destino, a una distancia corta veía con un brillo especial en sus ojos como la tienda de Don Marce estaba abierta y lucía vacía al igual que la solitaria calle que en menos de una hora se abarrotaría de autos y personas, con nervios en su cuerpo que se traducían en un leve sudor frio en sus delicadas manitas avanzó volteando constantemente a los alrededores asegurando que no era vista por nadie.
Llegó al mostrador de la tienda pero el viejo no se encontraba,
-Don Marceeeee!!- llamó la nena.
-Don Marceeeee!!- volvió a insistir la nena pues no recibía respuesta del viejo.
El viejo desde el baño escuchaba que alguien lo solicitaba, rápidamente vaciaba su orina, se metía su enorme verga acomodándola entre sus pantalones y subía el cierre de su cremallera cuidando de no agarrársela para salir a ver quién le llamaba, todo esto sin ni siquiera lavarse las manos.
-pa´la verga, no dejan miar a gusto, pinche gente- decía el morboso viejo.
El viejo salió y para su sorpresa la persona que lo buscaba se trataba de Cassandrita, la niña enfundada en su traje escolar desviaba su mirada para todos lados excepto en dirección a los del viejo, se sentía apenada por lo sucedido y no sabía ni que palabra comenzar a articular, se rascaba su cabecita y jugaba con un mechón de su hermoso cabello señas de lo nerviosa que se encontraba al estar en presencia del viejo que le manoseaba su cosita.
-vaya, vaya, Cassandrita, que sorpresa verte por aquí tan temprano- dijo el viejo de forma morbosa y mirando a la nena como solo un sátiro puede hacerlo, sin embargo la nena era la única que no percibía esas miradas como lujuriosas.
“jejejeje, como lo pensé, esta putita se le calentó su papayita antes de tiempo y viene a que se la toque” decía el viejo tallándose su mentón todo rasposo por la barba mientras sus ojos se desorbitaban tratando de observar más allá del atrayente escote de la nena así como un ligero hilo de baba caía de entre sus labios.
-Don Marce, buenos días, aproveché para venir a devolverle su revista- dijo la nena muy penosa pero con una tímida sonrisa, aunque no se animaba a decir el verdadero motivo de su adelanto.
-yaaa, tan rápido, no te la quieres quedar otro día pa´que la ojees- decía el viejo mientras pegaba su pelvis al mostrador para ocultar su naciente erección.
-no Don Marce, gracias- dijo la nena y cuidando de que no entrara ningún cliente sacó la revista de su mochila y la puso en el revistero, levantándose de puntitas para alcanzar el lugar que le correspondía, a pesar de lo ya vivido la nena se sentía avergonzada por el hecho de que este viejo supiera de su gusto por las historietas pornos.
-pero seguro quedrás llevarte otra, o no?, mira me acaban de llegar unas que están que que bruto- dijo el viejo pero para su sorpresa Cassandra se negó y puso rostro como indeciso y preocupado.
-qué te pasa mi niña- el viejo se pegaba más a la niña abrazándola y aplastándole su cabecita en su malformado cuerpo, por un momento el abrazo volvió a ser algo paternal mientras la nena tímidamente enrollaba sus bracitos alrededor de la cervecera panza del viejo, esta vez la estatura de Cassandra era inferior a la del viejo pues para la escuela usaba zapatos bajitos.
-te sientes mal por lo de ayer?, ehh- el viejo tomaba el delicado mentón de la nena haciendo que los ojitos de Cassandra voltearan a verlo, intuía que a lo mejor la nena aún no estaba lista para fajársela en la calle y esto le había causado una gran impresión.
-que tienes mi niña??, dime- decía insistente el viejo quien ya estaba empezando a preocuparse por el repentino cambio de la nena, en el fondo imaginaba que Cassandra había contado lo sucedido a alguien de confianza y esto lo estaba empezando a asustar y a traspirar como cerdo.
“me lleva la verga, falta que esta pendeja haya abierto la boca, y no precisamente para mamarse una verga”
-Don Marce- al fin el viejo tenía una respuesta por parte de la jovencita.
-Don Marce yo….. es que yo no debo faltar a la escuela y creo que le voy a quedar mal en lo que acordamos- la nena volvía a hundir su rostro entre los caídos pechos del viejo, no sabía cómo expresarse ante el depravado sujeto, sin embargo se había arrepentido de último momento con respecto al acuerdo que tenía con el viejo.
-pero como esta eso Cassandrita, ya habíamos hecho planes, lo prometiste- dijo el viejo.
-si lo sé, pero es que no quiero que usted piense mal de mí, y si yo falto a la escuela quedaría como una chiquilla loca a los ojos de usted, y ya bastante tengo con que sepa que me gusta leer revistas, y con lo que hicimos ayer, le juro que yo no soy así y nunca había hecho eso con nadie- respondía la nena pensando que el viejo se habría decepcionado de ella por la forma tan fácil en que caía.
-mira mi niña, no tienes de que preocuparte, como podría yo pensar mal de ti, una niña tan bonita como tú, si lo de ayer fue maravilloso- lentamente las manos del viejo subían por las piernas de la nena levantando la ahora más discreta falda que cubría los hipnotizantes glúteos de la joven estudiante.
La nena sintió las atrevidos toqueteos, aunque Don Marce ya la había hecho suya aun le quedaba algo de pudor a esta jovencita por lo que procedió a querer alejarse pero el viejo al sentir el femenino desprendimiento la pegó más a él al tiempo que comenzó a aspirar el delicado perfume con el que la nena solía impregnar su blanco cuello.
-mmmmmmm, que rico perfume Cassandrita, que rico hueles- dijo el viejo mientras aprovechaba para darle la vuelta a manera de que él quedara a las espaldas de ella.
El viejo ya atrás de ella se apoderó de la estrecha cintura que la nena había estilizado en sus ejercicios, se asomaba tantito para admirar como el escote de su blusa intentaba cubrir las frondosas y bamboleantes chiches y metía sus arrugadas manos dentro de la blusita de la nena, sacándosela de su falda para así poder palpar con sus dedos la suavidad de su piel, con sus arrugados dedos tallaba el suave vientre de Cassandrita mientras ella solo se meneaba para los lados intentando zafarse aunque sin mucho éxito ni mucha convicción.
Durante estos meneos el culito de Cassandra sin querer se repegaba a la altura pélvica del viejo Marcelino, la verga del viejo sentía los femeninos roces y reaccionaba aumentando considerablemente su tamaño y grosor, sus venas se hinchaban drenado la sangre para que este musculo pudiera manifestarse en toda su masculinidad, Don Marce ya babeaba de gusto al ver que nuevamente los intentos de Cassandra por separarse no eran muy autoritarios.
El viejo desesperado y con su verga completamente parada no aguantó más y con sus manos comenzó a recorrer el cuerpecito de Cassandra, desde su vientre hasta sus suavecitos senos, deteniéndose en estos y apretándolos sobre el sostén, dándoles descarados manoseos con el portón de la escuela en la acera de enfrente como testigo, claro que a esa hora los alumnos del turno matutino se encontraban en sus respectivas aulas y los maestros lidiando con ellos.
-Don Marce noo, nos van a ver- la nena intentaba zafarse pues la cortina de lámina estaba abierta y tenía miedo de que en cualquier momento hiciera su aparición algún cliente, la chiquilla estaba consciente de que el viejo podría meterse en problemas al estar ambos así, y era lo último que deseaba.
La babosa lengua de Don Marce que escurría en saliva hacia su petición por recorrer el exquisito cuerpo de tan jugosa jovencita, rápidamente el viejo hizo caso a su músculo lingual y procedió a lamer la sensible orejita de la nena, ella comenzó a suspirar amorosamente por las ricas cosquillitas que el viejo le estaba regalando de nuevo, el viejo movía su lengua morbosamente llenando de asquerosas babas el conducto auditivo de la nena libre de cualquier residuo de cerumen.
-Don Marceeee, noo, nosotrosss no debemos ahhhh- un gemido impidió que la nena terminara su frase pues el viejo ya metía su asquerosa lengua dentro del conducto auditivo como si se la estuviera cogiendo por la oreja.
-jejjeje, tranquila Cassandrita, nadie nos va a ver- el viejo seguía lamiéndole la orejita mientras sus viejas manos apretaban cada uno de sus duritos melones.
La nena poco a poco se iba entregando a las deliciosas caricias que provenían del despreciable viejo que se la pasaba desvistiendo con la vista a cuanta jovencita entrara a su tienda, y en un arranque de tremenda calentura llevó ella misma la arrugada mano del viejo y la metió dentro de su falda, el viejo no se hizo del rogar y sorprendido por la caliente acción de la mocosa procedió a bajar su mano hasta llegar al pequeño calzoncito para posteriormente meter sus dedos y comenzar a tallar la delicada conchita de Cassandra, la sorpresa del viejo fue mayúscula al sentir la tibieza de un néctar emanando por la rajita y calientemente comenzó a rascar suavemente con su dedo medio la delicada entrada vaginal haciendo temblara la chiquilla con tan finos movimientos.
-Don Marceeee, nos van a ver, mmmmm- decía la nena quien ya comenzaba a sudar más que nada por la adrenalina a ser descubierta en tan comprometedora escena, pero a decir verdad esto era lo que tenía prendida a Cassandra, la idea de que alguien entrara y descubriera a una tierna niña siendo manoseada de sus partes por un viejo feo la estaba calentado al punto de comenzar a restregar impúdicamente su culito en el cuerpo del calenturiento viejo, para esto la nena se arqueó ligeramente siendo su culito la parte de su cuerpo que se pegaba al viejo.
El morboso viejo lamia sensualmente la suave orejita mientras su mano libre desataba el listón que la nena se había puesta para adornar su cabello y de esta manera todo su esplendoroso cabello cayó en toda su hermosura y brillantez, la nena ladeó su rostro y llevó sus carnositos labios para fusionarlos en un fogoso beso de lengua con los del viejo, la nena pensaba que esta era la forma en que una pareja de amantes se debía de besar y enrollaba obscenamente su lengua con la del viejo mientras este seguía manoseándola en sus partes y en sus senos.
El viejo se dejó hacer y correspondió el beso de la nena, pero a la vez la empujaba metiéndola dentro del mostrador quedando la caliente pareja besándose en el lugar en donde Don Marce recibe a sus clientes, ambos amantes se devoraban las bocas mientras se abrazaban y se apretaban el uno al otro, la nena y el viejo poco a poco comenzaban a suspirar y gemir producto de los fogosos besuqueos.
El viejo sacó sus empapados dedos del sexo de Cassandra, la nena ya era presa de una incontrolable calentura que recorría por toda su sangre, no se explicaba por qué se sentía tan caliente, por qué su vagina se sentía tan deseosa de que la verga del viejo la penetrara hasta el fondo nuevamente, ella misma lo reconocía “porque estoy tan caliente si es un viejo feo”.
El viejo se sentó en un banquito que utilizaba para descansar cuando se agotaba de tanto estar parado, la nena inexplicablemente levantó su faldita, se abrió de piernas, se sentó arriba del viejo y comenzó a comerle la boca, la nena estaba tan desesperada que ella misma metía su lengua dentro de la asquerosa boca del viejo poblada de dientes amarillos y restos de comida, ambas lenguas jugaban dentro de las unidas bocas como queriendo atraparse la una a la otra, el viejo llevó ambas manos a los carnosos glúteos de la nena acariciándolos sin pudor y levantando la falda al punto de que quedara a la vista el moradito short que apretaba los carnosos glúteos y se le metía en la raya del culo.
-mmm, Cassandrita que rico besas, que boquita de rica tienes,- decía el viejo con cierta dificultad pues la nena prácticamente le impedía hablar con ese desesperado besuqueo, además de meterle su lengua la nena también lo llenaba de besos en los cachetes, cara y cuello, para después ella misma comenzar a lamerle el mugroso cuello que era surcado por varios anillos de suciedad mientras el viejo le jalaba su short con todo y pantaleta haciendo que esta se le pegara exquisitamente a su sexo mojándose de los lubricantes que de esta parte brotaban.
-Don Marce uuuuhhhmmmm- decía la caliente chiquilla mientras comenzaba a moverse copulatoriamente arriba del viejo pero aun sin llegar a la penetración.
-ayyyy mi niñaaaaaa- la caliente pareja estaba en lo suyo olvidándose de todo lo que ocurría a su alrededor, no alertaron cuando un par de escuincles ya se acercaban a la tienda, era temprano pero estos dos imprudentes chiquillos tenían que ir a la papelería-internet que estaba cerca de la tienda del viejo.
El viejo alcanzó a oír dichas pláticas procedentes de los chamacos así que pensó rápido, aprovechó la altura del mostrador y procedió a desabrocharse su cinturón (poco le importaba que lo vieran, aquí quien perdía era Cassandra) e hizo una seña a Cassandra de que se arrodillara pero ella se negó, sin embargo el viejo la tomó de sus hombros y la empujó hacia abajo, el hermoso rostro de Cassandra quedó a la misma altura de la rechoncha verga de Don Marce la cual lucia babosísima después de la motivación por los exagerados besos que ambos se mandaron, le nena veía esa gorda tranca que hace unos días la desvirgó, veía su descomunal palpitar, sus huevotes colgando pesados como campanas, la enorme mata de pelos canos y negros completamente enmarañados, el olor a verga le llegó a su nariz, ese olor que anteriormente la había hechizado y que esta vez no era la excepción, solo que esta vez estaba combinado con orines.
-aguántame tengo sed, voy por un refresco- se alcanzó a escuchar decir a uno de los muchachos.
Tímidamente la blanca manita de la nena se fue apoderando de la traspirada tranca, sus sensuales labios se abrieron para comenzar a repasar toda la dura extensión del miembro, procurando claro que sus dientes no tocaran esa parte sensible del viejo, la nena comenzaba a deslizar su húmeda lengua empezando a impregnar con su saliva las grotesca aberración que le viejo poseía por verga.
-ahh que lengüita mi niña, sigue, sigueee, que rico- el viejo apoyaba sus manos en la cabeza de Cassandra y la guiaba indicándole la velocidad precisa con la que se debía mover mientras ella realizaba lentas succiones de verga vieja dentro de su boquita, todo esto mientras un jovencito sacaba un refresco del refri.
En eso el joven hacia acto de presencia en el mostrador……
-buenas tardes, cuánto es??- preguntaba el niño refiriéndose al costo del refresco.
-diez pesos- contestó el viejo de mala gana.
-pues si we, ayer se fue la luz en la colonia y no mames no pude ir a imprimir, y hoy tampoco todavía no llega,- decía uno de los jovencitos, Cassandra paró en seco, había reconocido la voz de ese niño, se trataba de su compañerito Armando quien estaba a escasos dos metros de ella, la ventaja era que la protegía el mostrador y eso impedía que su enamorado la viera en semejante situación.
El viejo notó cierta incomodidad en la nena al escuchar a los chamacos, volteo a ver al niño y se dio cuenta de que este venía con otro que seguido andaba entre los que seguían a la chamaca, entonces dedujo que eran compañeros suyos, pero tomándola de la cabeza comenzó a dirigirle nuevamente sus rítmicos movimientos mamatorios mientras el chiquillo destapaba su refresco.
-de veras ni he visto si traigo la memoria, falta que se me haya olvidado- volvió a decir Armando y puso su mochila en el suelo buscando la usb en donde había guardado el trabajo.
-donde no la traigas pendejo, ya sabes cómo es la maestra Lety, te va a trabar- respondía su acompañante, Cassandra se detuvo otra vez sacándose la verga de su boca, escuchaba a sus compañeros ahí al lado de ella, volteaba a ver a Don Marce algo asustada y el viejo solo la veía las risas burlándose de ella, claro que esto Cassandra no lo notaba o no lo tomaba como burla, así que procedía a volver a acariciar con su lengua todo el largo del glande, embarrándolo de un dulce sabor cereza procedente de sus labios.
Si bien para Cassandra Armandito no significaba nada, el hecho de que la descubriera así sería algo muy vergonzoso, sin mencionar las consecuencias que se vendrían y la mala reputación que obtendría, algo dentro de ella le decía que se detuviera, pero tampoco podía levantarse así como así sabiendo que sus compañeros ahí seguían, así que ya estando abajo se dedicaba a seguir chupando verga esperando que estos pronto se fueran.
Cassandra seguía en su labor mamatoria, la húmeda lengua de la niña jugaba con la viscosa cabeza del viejo que ya expulsaba chorros de lubricante, el viejo ponía cara de gozo, su orgásmico rostro revelaba la situación por la que pasaba, recargaba sus manos en el mostrador y hacia tremendos esfuerzos por no correrse en la boquita de la nena, el apretar de esos labios y la suavidad de esa manita eran brutales, los niños ahí seguían hasta que Armando encontró su usb
-aquí esta, vamos, pero ya que te voy a pasar el trabajo por lo menos invítate el desayuno, mira que si la maestra se da cuenta nos va a trabar- dijo Armando.
-si yo lo pago, pero que se va a dar cuenta, putos maestros ni los leen, nada más le cambio el nombre y el tipo de letra y la portada y a la verga- los jóvenes hacían acto de abandono de la tienda del viejo dejando a la pareja más en confianza, los jóvenes se retiraban después de comprar sin preguntarse el porqué del babeante y pervertido rostro del viejo quien se espasmeaba continuamente y del cual se dieron cuenta.
El viejo babeaba como un perro, dicha baba formaba extensos lagos arriba del mostrador, la nena comenzó a suspirar tiernamente y a tallarse la babeada verga en todo su hermoso rostro mientras mantenía sus ojitos cerrados y sus pómulos rojísimos para después con su lengüita recoger esos restos babosos y lubricantes provenientes de la venuda herramienta carnal.
-cof, cof, cof cof, cof,- hubo un momento en que la nena comenzó a toser.
-cuidado Cassandrita, te vas ahogar- dijo el extasiado viejo.
-es que me la quiero meter toda- dijo la nena algo chiqueona,
-no te esfuerces de más, solo hasta donde te quepa “pedazo de puta”– dijo el viejo, esta última frase mentalmente.
La nena volvía a meterse la escandalosa malformación del viejo, abría lo más que podía su boquita tratando de alojar toda la apestosa voluminosidad del miembro de Don Marce, sin embargo las ganas de vomitar la vencían y tenía que retroceder en su intento.
Las enormes acumulaciones de saliva caían por entre las comisuras de los labios de Cassandra así como unas lagrimitas lo hacían de sus tiernos ojitos, además gruesos hilos de saliva caían por su barbilla empapando sus desarrollados senos, bra y parte de su blusa, un flujo salival naciente en su boca corría por su cuello y bajaba por en medio de sus melones empapando la blusa a la altura de su vientre, la nena veía como los toscos huevos del viejo se expandían y contraían repetitivamente mientras ella practicaba su amateur felación así que comenzó a jugar con ellos apretándolos cuidadosamente ya que sabía que era una parte muy sensible para los varones, agitaba esas carnosas bolas productoras de esperma mientras su boquita no daba abasto a tanta verga que ya a estas alturas estaba en su máxima prolongación.
La tienda del viejo seguía abierta y gracias a ello Don Marce pudo visualizar como más alumnos estudiantes del turno vespertino comenzaban a hacer su llegada,
-parece que ya están empezando a llegar más alumnos mi niña jejejeje, vamos que esperas, sigue, sigue comiéndome la verga- la nena escuchaba por primera vez palabras autoritarias por parte de su viejo, sin embargo no se asustó y se sacó la olorosa herramienta del viejo de su suave boquita.
-que pasa, porque no estás mamando?- preguntaba el sudado vejete quien parecía se empalmaba aun mas con ver como poco a poco la calle se empezaba a llenar de niños mientras tenía a una auténtica diosa arrodillada a sus pies.
-Don Marce, tengo que ir a la escuela, tengo que entregar un trabajo- decía la inocente chiquilla quien volteaba a cada rato hacia la entrada con la esperanza de que no entrara algún otro alumno y recordando cuando sus compañeros hablaron sobre el trabajo de la maestra Lety, la nena en su calentura se había olvidado hasta de la tarea.
-no vayas, pasémonos el día juntos mi niña- decía el acalorado viejo intentando que la nena perdiera un día de clases.
-no puedo Don Marce, tengo escuela y justo hoy tengo que entregar un trabajo muy importante, otro día se lo prometo-
-no va a haber otro día, me estas engañando- el viejo ponía un rostro entre enojado y triste para ver si así convencía a la chiquilla.
-no, se lo juro, pero hoy no puedo, enserio tengo que entregar un trabajo muy importante- la nena se separaba de la verga del viejo solo para responder a las preguntas, pero una vez respondidas volvía a meter esa tremenda herramienta en su boquita.
-y porque no le encargas a alguno de tus compañeritos que la entregue por ti,- dijo el viejo sacando una solución para todo.
-no puedo-
-Cassandrita, mi niña, solo quiero pasar una tarde contigo, le vas a negar a este viejito una tarde con una princesita- el viejo se retorcía en su silla pues la nena había empezado a mamarle la verga viéndolo a los ojos, esto solo lo hizo para que el viejo se diera cuenta de que ella le ponía atención a lo que él le decía sin imaginarse el calentón que le estaba dando.
-Don Marce, no me haga esto-
-está bien, vete, anda vete- el viejo expresaba un rostro muy triste casi al borde del llanto, la jovencita rápido se paró acomodando sus ropas, en eso se retiraba cuando escuchó los sollozos del mañoso viejo.
-Don Marce, que tiene?-
-nada, anda vete,- la nena volvía a poner su mochila en el piso para acercarse lentamente al viejo quien le daba la espalda, le daba cosa dejar al viejo en ese estado, así que empezó a meditar, “traigo la tarea solo hace falta dársela a alguien, a ver que maestro dejó aparte tarea, creo que nadie, pero creo que hoy dan los temarios de historia para el examen, solo que le hable a Lupe más al rato para que me los pase”.
-Don Marce, mire, le propongo algo, le daré mi trabajo a un compañero y regreso con usted sale- dijo la nena después de meditar su situación, el viejo al escuchar esto sonrió maliciosamente al ver exitoso su ridículo y patético chantaje.
-eso, no es cierto, no vas a regresar- sin embargo quería estar completamente seguro de que esta niña regresaría para pasar la tarde con él.
-si Don Marce, de veras- contestaba la nena.
-jejeje, déjame algo solo para confirmar que tendrás que regresar por el- el pervertido viejo estaba a punto de propasarse nuevamente con la jovencita, pediría algo a cambio ya que la palabra de la niña no lo convencía.
-ehh, le dejo mi celular- la inocente criatura ofrecía su prenda más valiosa hablando monetariamente, sin embargo viejos tan arrechos como Don Marce iban por otro tipo de prendas.
-no Cassandrita, algo más importante que tu teléfono, además como te lo voy a quitar, que tal si en ese momento recibes una llamada de emergencia jejejejejeje-
-eeh, no sé qué podría dejarle, mi mochila?, solo saco mi trabajo- preguntaba la nena.
-no mi niña, déjame tu ropa interior, jejejeje- el rostro del viejo se descompuso en algo perverso, algo degenerado, algo mórbido, sin embargo Cassandrita no veía esas corrompidas facciones, estaba tan acostumbrada a ver el rostro morboso del viejo que pensaba que esa era la faceta natural de su cara.
-queee? Don Marce, como le voy a dejar mi ropa interior, jijijiji, está loquito- decía la risueña nena.
-solo así estaré seguro de que regresaras, no creo que te quedes a tus clases sin tu ropita- el viejo casi se le salían los ojos de lo caliente que estaba, y es que con solo imaginarse la ropa interior de Cassandra cualquiera se calentaba.
-peroo, nooo-
-es eso o nada, mira Cassandra no quería ser enojón contigo, pero al ver que aún no comprendes tu posición con respecto conmigo tengo que portarme de esta manera-
-como????, no entiendo Don Marce-
-sii, como buena mujer debes de obedecer a tu hombre en todo lo que te diga, en este caso yo jejejejejeje, ahora se buena niña y dámelos, y será mejor que te apures antes de que alguien te vea-
La nena entró de nuevo al mostrador, levantó una de sus piernitas para sacarse su short junto a su pantaleta mientras el viejo no perdía detalle, posteriormente levantando la otra y así quedar nuevamente con la cajeta al aire, la nena no comprendía cómo es que no podía evitar obedecer al pie de la letra las pervertidas demandas del viejo, la nena recordaba las palabras de su amiga con respecto a su viejito y recordaba todo lo que se hablaba del mismo, pero ella se negaba a reconocerlo, Don Marce no era así y solo estaba asegurándose de que ella regresaría, además ellos ya se habían acostado y estaba en todo su derecho a pedirle lo que fuera, esto era lo que la nena manufacturaba en sus inocentes pensamientos.
-tenga- la nena daba sus enrolladas prendas al viejo quien casi se le salían los ojos de su enfermizo rostro, Cassandrita tomaba su mochila para irse a buscar a quien encargarle su trabajo cuando fue detenida nuevamente por el viejo.
-espera Cassandrita no tan rápido, solo me has dado tus calzones, te falta tu brasier y la blusita que traes puesta debajo de tu blusa escolar- el pervertido viejo no se había conformado solo con los calzones de la chamacona, este iba más allá, por un momento se imaginaba mandarla desnuda pero eso ya sería mucho.
-Don Marce noo, mi brasier nooo- la nena se asustaba, era ya mucha osadía, si bien iba descalzonada ahora la falda era más discreta, pero su blusita al ser de popelina era más reveladora.
-siii mi niña, siii, pero no te preocupes te devolveré tus trapitos, solo son una garantía, jejejeje- el viejo dejaba ver con esa risa sus ennegrecidas encías.
-Don Marce se me van a marcar-
-de eso se trata mi niña, así que ándale apúrate porque ahí vienen más escuincles- el viejo metía su gruesa verga dentro de sus pantalones.
La nena se metió ahora adentro de la casa de Don Marce para quitarse su blusa de la escuela y desvestirse de la parte de arriba, una vez desnuda se volvió a poner su blusa, dejando el resto de sus ropitas en el sillón del viejo, aquel donde había sido desvirgada y en donde aún se encontraba una pequeña mancha roja.
La nena se sentía rara, sentía como su uniforme escolar se pegaba exageradamente a su cuerpo dejando ver espectacularmente sus impresionantes curvaturas, sin embargo comenzó a sentir un vacío en su estómago que poco después se tradujo en ricas cosquillitas, la situación a la que el viejo la estaba exponiendo era completamente nueva para ella, al ponerse su mochila esta estiró aún más su blusa, sus senos se pegaban a la tela de su uniforme semitransparentándose muy exquisitamente, si se ponía atención se podía distinguir lo rosado de los pezones por debajo de la tela de popelina, ella lo notó y con las hombreras de su mochila y una buena parte de su azulado cabello tapó este imprevisto.
-Don Marce orita regreso- la nena salió a la calle, el ligero viento hacia que su blusa se pegara sugerentemente a su cintura, se mantuvo cerca de la tienda del viejo esperando ver a alguien de su salón pero al parecer estos se había puesto de acuerdo para no dejarse observar mientras el viejo no aguantaba las carcajadas y no dejaba de morbosearla, Cassandrita buscaba desesperada a su amiga Lupe, le llamó a su celular pero este le recordó que su saldo se había agotado todo por estarse mensajeando y mandándole fotos al pervertido de Don Marce, la nena sabía que no podía entrar a la escuela pues la prefecta que cuidaba no la dejaría salir nuevamente teniendo que quedarse todo el día escolar sin su ropa íntima, algo que la haría sentir muy incómoda, para colmo una ligera brisa levantó un poco su falda exaltándola de sobremanera.
Fue en esos momentos en que Cassandrita vio a su compañero Armando quien ya había impreso su trabajo y se dirigía al portón, no lo pensó dos veces y le llamó:
-Armando!!, Armando!!,- el joven volteó para ver quien le hablaba y cuando vio que se trataba de su amor platónico este quedó en un estado límbico, como si su cuerpo y su mente se encontraran en dos lugares diferentes, el joven veía a su curvilínea adorada acercarse cada vez más a él, sin embargo este muchachito solo veía ese hermoso rostro digno de una princesa de algún reino muy lejano, no veía ese desarrollado cuerpo cargado de lujuria que poseía el amor de sus amores ni mucho menos ese exquisito bote que tenían sus senos que danzaban libres al estar sin sujetador, este chiquillo no la veía con morbo.
La jovencita llegó hasta donde el niño y le dijo:
-Armando, me podrías hacer un favor?- el jovencito casi se le sale el corazón solo con escuchar su nombre de esos adorados labios que hace apenas unos minutos estaban albergando la babosa y meada verga del pervertido tendero, Cassandra todavía sentía su boquita lubricada por el líquido preseminal y salada por los restos de orines (aunque ella reconoció un sabor salado pero nunca se imaginó que se tratara de orina), el maravillado joven veía ese hermoso rostro sudadito pues estaba haciendo bochorno y Cassandra ya venía acalorada.
-siii, dime…. q…. qué puedo hacer por ti……. Cassandra…….- el colorado joven por más que hacia el esfuerzo no podía mantener su vista clavada en esos tiernos ojitos, que a pesar de no ser azules, ni verdes (los ojos de Cassandra eran negros como su cabello) tenía un infantil brillo que los hacía ver muy tiernos e inocentes.
-mira porfa, si le podrías dar el trabajo a la maestra Lety- decía la semi vestida jovencita dándole la carpeta a su enamorado secreto mientras este sudaba a cántaros hasta de su cara solo con estar entablando una conversación con ella.
-ehh, si yo se lo doy, pero……. no vas a entrar a clases?- preguntaba preocupado el jovencito, cualquier cosa que interrumpiera un día escolar en la vida de su princesa le importaba.
-no, no puedo-
-pero porque, Cassandra son las últimas semanas, es importante que estés en cada una de las clases-
-sí, eso es cierto pero lo que pasa es que mi mamá me acaba de llamar para que me regrese a la casa, no sé porque, en la mañana se sentía algo enferma,-
-ahh no pues siendo así, espero y no sea nada grave, y si quieres yo puedo pasarte lo que veamos hoy en clase para que no te atrases- decía el enamorado jovencito.
-gracias, te lo agradecería mucho, bueno, me tengo que ir- dicho esto la nena se dio la vuelta no sin antes regalarle una hermosa sonrisa al jovencito que se derretía con oler la femenina fragancia con la que Cassandra se adornaba.
A su paso Cassandra era vista por un sinnúmero de alumnos, padres de familia y maestros, incluido el seboso maestro Pepe quien veía desde su auto como la nena se alejaba de la escuela.
-jejejeje, esta putita de seguro le salió un jale, tranquilo Pepe ya llegará tu turno y cuando te toque te la vas a reventar tan fuerte que hasta se le va a olvidar en que año estamos jejejejejejejejejeje- el pervertido hombre babeaba al ver esa faldita balancearse levemente y pegársele a su desnudo trasero
Cassandra siguió avanzando hasta perderse en la esquina de la cuadra, era obvio, debía de perder algo de tiempo en lo que la calle se despejaba, y fue a darse una vuelta por dos largas cuadras.
-esa pinche mocosa caliente nada más me agarró de pendejo, jejejeje, ya me la imagino sentada en su silla toda descalzonada- decía el viejo mientras le daba una larga aspiración a esa blanca pantaleta ya acostumbrada a estirarse a las medidas pélvicas de Cassandra.
El cochino viejo había cerrado su local y se encontraba sentado en su sillón masturbando su semierecta verga, un vicio que había adquirido en los últimos días recreándose las húmedas paredes vaginales de Cassandrita.
Cassandra estaba sentada en las afueras de otra tienda, sus piernas las tenía bien juntitas cuidando de no mostrar sus tesoros, en su mente solo había confusión, ¿estará bien lo que estoy haciendo?, ¿esto es normal?, ¿Don Marce, se estará propasando conmigo?, quería sacarse de algunas dudas pero era obvio que no podía ser con sus padres, ni con su amiguita, mucho menos con alguna de sus maestras, tenía que contárselo a la persona que ella consideraba más sabia, y esa persona era el viejo pervertido del tendero.
El viejo sentado en el sillón casi se quedaba dormido con la pantaletita cubriendo por completo su horrendo rostro, en eso unos golpecitos a la puerta de la cortina de la tienda lo despertaron, se levantó y de forma pesada avanzó hacia la puerta.
-jejejejeje, pensé que no regresarías- dijo el viejo al ver el cuerpecito de su nena remarcado por su uniforme escolar.
-pero no te quedes ahí afuera, pasa, pásale mi niña- la nena apenas y traspasó la entrada a la tienda de Don Marce y fue abordada por el viejo con cantidad de manoseos y pervertidas caricias de unas manos que se metían por debajo de su falda para levantarla y jugar impúdicamente con su sexo, la nena entre que sí y no mostraba un poco de resistencia ante estas depravadas acciones provenientes del viejo.
El viejo levantaba esa falda hasta el punto en que los glúteos de la nena eran exhibidos sin pudor y con sus viejas manos apretaba suavemente esas carnosas posaderas sumiéndose sus dedos en esas sugerentes y muy blanquitas nalgas.
-noo Don Marce, espere, ahora noo- la nena disque mostraba resistencia.
“me lleva la verga, ya vas a empezar” pensaba el viejo
-que te sucede mi niña- sin embargo el viejo siempre se expresaba delante de ella con tiernas palabras.
-es que siento que no está bien lo que estamos haciendo- decía la nena llevando sus bracitos a modo de cubrir su despampanante cuerpo.
“pa´la verga, chingada madre” -pero que dices mi niña, yo te quiero mucho- el viejo dejaba de manosearla para comportase como un caballero y la abrazaba amorosamente mientras sus manos hacían tremendos esfuerzos por no metérsele entre sus partes.
-Don Marce, no me lo tome a mal, yo también………………………………. lo quiero…… pero…..-
-pero que mi niña- el viejo sudaba como un auténtico asno pues la nena prácticamente le acababa de decir que sentía algo por él, no significaba la gran cosa porque también se puede querer a un amigo pero para el viejo escuchar estas palabras de la nena era oro, de solo pensar que cuando empezó el año escolar esta niña no le dirigía la palabra.
-es que no sé.., estoy confundida- la nena metía su hermoso rostro entre el peludo pecho caído de su ya casi amante.
-Cassandra- dijo el viejo.
-qué?-
-te acuerdas esa noche cuando descubrí que estabas viendo una revistita,- el viejo recordaba esa escena que fue clave para que el llegara hasta este momento.
-sí, porque??-
-esa noche te veías muy bonita, tenía tantas ganas de decírtelo pero no te lo dije por miedo a que te fueras a enojar conmigo, pero nada comparada como hoy- el viejo empezó a acariciar el hermoso cabello de la jovencita, ella en tanto cerraba los ojos y se dejaba acariciar.
-jijijijij, ay Don Marce favor que usted me hace- sus mejillas se ponían coloradas.
-cual favor mi niña, cual favor, si es que en verdad, eres hermosa- el viejo aprovechaba la docilidad de la nena para juntarla aún más a su cuerpo, como si quisiera enterrar el curvilíneo cuerpecito de Cassandrita dentro de su bofo y descuidado cuerpo.
El viejo sentía el calorcito femenino en su hepática piel, Cassandra había aceptado el abrazo y recostaba su cabecita en el pecho del viejo cubierto por una vieja y percudida camisa mientras suspiraba de felicidad al estar escuchando esos bonitos piropos de su viejo.
-y te acuerdas cuando lo hicimos?- preguntaba el viejo mientras sus manos poco a poco se iban deslizando hacia esas preciadas partes de la nena, ella en tanto comenzaba a relajarse, el silencio y el momento la estaban llevando a recordar como si hubiera regresado a esa tarde.
El viejo llevó sus manos a apoderarse del sexo de la nena, acariciándoselo por sobre encima, tallándole muy delicadamente sus dedos e intentándolos meter en esa apretada entrada, babeaba por la emoción mientras la nena con sus ojitos cerrados suspiraba, ella misma fue la que buscó los labios del viejo para fusionarse primero en un romántico beso casi de telenovela.
Pero el viejo siendo tan cochino no se iba a permitir unos besos así de cursis, eso era para pajilleros enamorados y él no estaba enamorado, así que fiel a su costumbre empezó a realizar movimientos de lengua más morbosos como los que solo el sabia, haciendo que la nena también empezara a querer seguirle el ritmo.
El viejo tomó a la nena y la cargó, la chiquilla se dejó hacer y se agarró del cuello del viejo, este comenzó a caminar directo a su cuarto, como el novio que lleva a la novia a su lecho nupcial después de la boda
-Don Marce- fue el susurro que se escuchó de los labios de la nena, ella lo miraba y se podía notar un brillo especial en sus ojitos, mientras el pobre viejo casi se le doblaban las piernas por ir cargando a la nena, no porque ella pesara mucho, Cassandra tenía las medidas perfectas para su estatura, ni un kilo más, ni un kilo menos, simplemente el viejo no tenía mucha fuerza en esos escuálidos brazos casi de muñeco de trapo, lo que si es que iba feliz y su rostro estaba completamente descompuesto en morbo, su verga estaba tremendamente enardecida, si la metiera en agua casi podía evaporarla.
La pareja llegó a su destino, al entrar Cassandra pudo observar lo desarreglado del cuarto que serviría como su lecho de amor, una cama desarreglada y con sábanas percudidas, un montón de papeles de baño tirados en el piso hechos bolas, un olor que ella no atinaba a distinguir que era pero que se trataba del semen reseco, latas de cerveza por los alrededores, incluso algunas todavía tenían líquido y este ya se había estancado y agusanado, el viejo era asiduo a comprar el periódico del día, dicho diario traía en la contraportada alguna chica en poca ropa y en poses sexualmente sugestivas, estas imágenes tapizaban las cuatro paredes y el techo que conformaban el cuarto del viejo.
El viejo soltó a la nena para esta quedar frente a él, ambos amantes se miraron a los ojos, los de uno todos ojerosos, rojos en calentura y atascados de lagañas, los de la otra ligeramente sombreados, con un brillo exquisito, muy limpios y sus pestañas muy bien levantadas, el viejo la veía mientras su lengua se paseaba discretamente como perro saboreándose una chuleta mientras ella lo veía y se reía coquetamente.
-chúpamela- fue la orden del viejo.
La nena parecía que estaba esperando que le dijeran esto pues sin poner resistencia ni peros se sentó en la cama, con sus manitas bajó el short y el oloroso calzón del viejo y se aferró a ese tubo de carne completamente baboso y caliente, la nena se maravillaba al verlo, estaba enorme, todavía no se la creía que su panochita haya podido albergar algo así de inmenso, el desesperado viejo no estaba para estas cosas y él mismo empujó a Cassandrita contra su miembro, tallándoselo por toda la cara, sintiendo toda esa rasposidad púbica en su perfecta piel cutánea, si bien esto era algo enfermo la nena no lo veía así y hasta sonreía con lo sucedido.
Ella misma se separó solo para meterse a la boca ese venudo miembro que casi hablaba, empezó con chupadas un poco torpes pero no por eso nada estimulantes, que mejor que sentir una boquita inexperta tratando de dar una buena mamada de verga, el viejo reía como un retrasado sintiendo el apretar de esos provocativos labios dignos de algún anuncio televisivo muy sugestivo, tomó el cabello de la nena haciéndoselo en forma de cola para de esta manera comenzar a guiarla en su oral trabajo.
Ella se olvidó de todo, de la escuela, de sus padres, del niño que le había mandado el detalle, y se concentró en hacer esa mamada lo mejor posible, algo que nadie sabe es que en la soledad de su cuarto había estado practicando con un desodorante roll-on que había hurtado del cuarto de sus padres.
“porque… mmmm, esto es tan ricoommmm” era lo que pensaba la nena mientras sus cachetitos se inflaban por estar albergando semejante trozo carnal, sus ojitos comenzaron a dejar caer las primeras lágrimas de la tarde así como su boquita dejaba escapar suspiros y sonidos chupetosos al tiempo que saliva corría por entre sus labios.
Cassandrita se sacó esa asquerosidad de su boca solo para admirar como esta estaba completamente cubierta de sus babas, la levantó un poco y no le importó pasar su lengua por todo el tallo de esta, en su salón de clases su amiga Lupita así como Armandito veían esa silla de paleta vacía.
La nena volvió a metérselo pero unos segundos después el mismo viejo se la sacó, estaba tan caliente que ya quería penetrarla, así que se despojó de su camisa, la nena al ver que el viejo se desnudaba y enseñaba su adónico cuerpo también comenzó a desabotonarse la blusa, uno a uno los botones iban siendo separados
-Don Marce, quiere que me quite toda la ropa??- preguntó le nena.
-noooo- dijo el pervertido quien no había advertido de la actividad nudista de la nena.
-no Cassandrita, hoy quiero cogerte con tu ropita de escuela- el viejo prosiguió a desabotonar la blusita de Cassandra mientras ella se mantenía con los ojos semicerrados, el viejo casi se mea cuando volvieron a aparecer ante el los voluminosos, tentadores, duritos y bien formaditos senos de la niña y como estos eróticamente se recargaron cada uno hacia su costado.
La niña se quitó sus zapatos dejándose las calcetas blancas que le llegaban hasta la rodilla y sin esperar la orden del viejo se subió a la cama acostándose boca arriba y mirando como el viejo se iba acomodando arriba de ella, pero antes de aplastarle su cuerpecito con su escultural cuerpo de toro en tiempos de hambruna terminó por abrirle la blusa, haciéndola a un lado porque le estorbaba para admirar el bien cuidado vientre de la nena, el viejo tenía una seria fijación en el vientre de Cassandrita, la blusa en estos momentos solamente cubría sus delicados bracitos.
Posteriormente el viejo tomó la falda y la fue subiendo de manera que esta quedara enrollada en las desarrolladas caderas de la chiquilla quien sentía el suave deslizar de la tela por sus torneadas piernas, el viejo dejó caer un grueso hilo de babas cuando apareció ante sus ojos el sexo de Cassandrita, apenas cubierto por unos cuantos vellitos y completamente rosadito y mojadito.
El viejo abrió las piernas de la nena un poco, pasó dos veces su lengua por la deliciosa fuente de néctar agridulce y con solo esas dos lamidas el sexo de Cassandra quedó lo suficientemente baboso como para ser penetrado, el viejo tomó la posición que le corresponde y sin ver a la chiquilla presionó su enorme hongo sobre ese delicado conjunto de labios vaginales.
Cassandrita puso un gesto adolorido cuando sintió el primer envión sin embargo este no logró atravesarla con su poderío, el viejo muy concentrado sacando la lengua se acomodó a manera de que su miembro quedara más cerca del sexo de la niña y procedió a mandarse el segundo, logrando meter el glande y realizando movimientos de penetración carnal poco a poco su verga nuevamente iba abriendo esa cerrada panochita que pareciera no haber sufrido daño alguno con las dos perforaciones anteriores.
La nena ponía rostro serio pero las ganas de llorar se notaban, sus ojos dejaban escapar cada vez mayor cantidad de lágrimas mientras se agarraba fuerte de la sábana y abría lo más que podía sus piernas para que el viejo tuviera total acceso y de este modo (pensaba ella) no doliera tanto, el viejo seguía hipnotizado tratando de meter toda su carne, todavía no embestía y ya sudaba, tomó a la nena de su cintura y la fue jalando hacia su abominable y babeante instrumento.
Cassandrita apretaba sus dientes mientras de su boca salían mucha saliva en forma de pequeños arroyos, la nena estaba completamente enrojecida de su rostro, su cabello se había hecho hacia adelante y algunos mechones tapaban ese hermoso rostro de ángel mientras el descompuesto rostro del viejo solo exhalaba humo por sus enormes fosas nasales.
El viejo tomó más impulso, esta vez sí estaba convencido, penetraría a esta nena a lo bestia ya que su bollito se resistía, hasta a él le parecía que la vez anterior cerca de su casa la había costado menos quizás por la posición, así que tomó vuelo y de un solo empujón volvió a metérselo a Cassandrita hasta el fondo, completo, toda su enorme longitud venuda y ensalivada fue a parar apretada entre las paredes vaginales de la nena.
La nena quiso gritar, pero el empujón al parecer le quitó hasta la voz, solo pudo ahogar un sonido raro, sus temblorosas manitas se movían desesperadas pero en pocos segundo el viejo las inutilizó, la pareja estuvo así unos minutos, completamente acoplados, el viejo se veía agitado mientras la nena suspirar y exhalaba cada vez que podía, la panza del viejo colgaba como sacó llegando a hacer contacto con el perfecto abdomen de la chiquilla, ella fue la primera que habló después de varios minutos de silencio.
-Don Marceee, estooo dueleeee……………………. pero me gustaaaaaaaaaa- dijo la nena expresando una ligera sonrisa pero con sus cejas bien fruncidas.
-muevaseee, muevaseee dentro de miii, por favorrrrrrrrrr- dijo la nena y cerró sus ojos para disfrutar de los embisten que ella misma había autorizado.
El caliente viejo no se hizo del rogar y procedió a embestir a la nena, su bofo cuerpo se hacía para adelante y para atrás mientras mugía y con sus brazos levantaba las piernas de la nena facilitando la penetración, y así dándole carne acercó su feo rostro y una vez que estuvo a centímetros del de su compañera escuchando como esta se quejaba y gemía al ritmo de las penetradas comenzó a lamerla de los cachetitos y boquita como todo un pervertido depravado.
La nena de vez en cuando sacaba la suya para sentir el viscoso contacto con la del viejo quien llenaba de babas todo el rostro de la nena para después bajar a su cuello al tiempo que la nena se abrazaba de este como si fuera el hombre destinado para ella y no se quisiera separar nunca de él.
“hija de la chingada que puuuta saliste jejejejejejeje, y te voy a volver toda una puta, vas a veeerrrrr, tú vas a pagar el plato por todas esas que siempre me rechazaron jejejejejejeje” los morbosos pensamientos del viejo no podían causar más que asco y repudio, pero tan tranquilo como su conciencia se puso a mamarle las chiches a la chiquilla.
Después de tanto estar mamando senos detuvo sus embistes y como total desesperado tomó a la nena de su cintura volteándola ahora boca abajo y levantándole su tremendo culo mientras lo tallaba y lamia al tiempo que uno de sus dedos jugaba haciéndole circunferencias alrededor de su asterisco.
-ahhhh, precioooso, mi preciooooso, pero hoy no te toca, hoy le tocará a esta de acá- dijo el desequilibrado viejo apretando vulgarmente la suave papayita de la niña, ella en tanto apretaba y mordía sus labios al sentir de las libidinosas caricias del viejo puerco, si bien no sería penetrado, su precioso no se salvó de sus morbosas lamidas.
El viejo hundió su horrenda cara entre las carnosas nalgas de la jovenzuela como si la quisiera dejar fosilizadamente moldeada ahí para siempre, olió el virginal reducto que a pesar de ser el orificio rectal el de esta niña olía a rosas y se dispuso a lamerle todo el culo, principalmente el pulsante anillo.
La nena se desconcertó y peló los ojos, esto también era nuevo para ella, asqueroso y malsano y por supuesto que quiso separarse pero el viejo la tenía muy bien aferrada con sus garras de tejón, devorándole el culo como si estuviera enfermo de algo y esto fuera la única cura para su mal.
-Don Marce que haceeeeee, nooo, pare, no haga esooooooo- decía la nena con su rostro asustado.
-Don Marce detengaseeeeemmm, por favorrrrrr, está locooooooo- el rostro de la nena poco a poco se volvía a descomponer en forma viciosa debido a que las lamidas a pesar de parecerle asquerosas le estaban resultando algo gratificantes.
-Donnnn Marcceeeeeee, jijiji, yaaaaaa, pareeeeemmmmmhhhhhh- poco a poco las electrizantes caricias comenzaron a arrastrar a la niña a ese mundo insano de lujuria, perversión y repugnancia los cuales combinados con morbo y curiosidad pueden llevar a una jovencita a dejarse hacer cosas tan sucias como estas.
-ándale Cassandrita mátame a pedos, ándaleeeee- decía el dañado viejo y con su boca abarcaba todo el orificio rectal de la nena junto con parte de su panochita para empezar a succionar nutriéndose de los jugos que de la nena se escapaban, chupando como desesperado.
-aaahhhhyyyy Don Marcceeeeeee, estoooooooo-
-estooooooo, se sienteeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee-
-se sienteeee ricoooooooooooooooo- la nena fue recorrida por un profundo pero delicioso escalofrío y en pocos segundos ella misma hacía para atrás sus nalgas haciéndolas chocar con la repugnante y arrugada cara del vejete.
El viejo aprovechó ese movimiento que la nena realizaba y lentamente la fue acomodando el mismo, al grado de que la nena quedó en posición de perrito, el viejo se acomodó y de un solo empujón volvió a meter la descomunal vaina dentro de la concha de la nena, ella pegó un grito ahora si audible, el viejo se quedó quieto detrás de ella, mirándola y ejerciendo poderío en su zona pélvica para que su verga adquiriera su máxima dureza, una vez que lo consiguió comenzó a penetrar a la nena sin contemplaciones.
-aaaayyyy ayyyy ayyyyy ayyyyyyaaa ayyyyy ayyyyy ayyyyyyaaa ayyyyyy- en cada una de las embestidas la nena se expresaba con un sonido como ese.
-Don Marceee aayyyyyy no tan rápidoooo, aahhhhhhyyyy dueleeeeee- dijo la nena, sin embargo el viejo en estos momentos estaba sordo, poseído por el mismo Asmodeo, él solo estaba concentrado en penetrar esa rica papayita que hace unos cuantos días apenas y se imaginaba en formas, texturas, aromas y sabores y que ahora la tenía en vivo, encharcada y vaporosa.
El depravado no daba tregua, ni a la nena ni siquiera él se daba descanso, una serie de ininterrumpidas y cada vez más brutales embestidas que ya llevaban más de diez minutos estaban haciendo que Cassandrita, ya con lengua de fuera, comenzara a temblar de sus bracitos y piernas, la nena se desmoronaba debido al poderío culiador del viejo, el viejo también ya cansado de tanto estar dando caña comenzó a sentir que se le entumían las caderas así que paró no sin antes dar una última estocada tan poderosa que casi hace que a Cassandra le saliera la verga por el vientre, lo que si se le salieron fueron los ojos de tan tremenda cornada, pero la resistió solo para dejarse caer en la cama, agotada, sudada y con su cabello todo despeinado y tapándole el rostro, su agitada respiración hacia levantar aquellos mechones que cubrían en sus fosas nasales.
Cassandra jalaba aire de manera dificultosa, el viejo Marce con su verga roja como la de un perro admiraba el cuerpecito ahí tirado semidesnudo, apenas y tapado por una faldita y una blusa escolar ya toda arrugada, el viejo se dedicó nuevamente a lamer ese portento de culo con todo y nalgas, pasando su rasposa lengua por toda la suave piel de bebe para después pasar a lamerla de toda su femenina espalda, lamiendo todo el sudor que la nena había dejado escapar durante la extenuante actividad.
Cassandra sintió como el viejo la levantaba de sus caderas, pero esta vez los bracitos de la nena no le respondieron y no pudo incorporarse, si bien la cogida no había durado mucho tiempo Cassandra aún no estaba entrenada lo suficiente como para durar cogiendo tiempos records, así que advirtió a su viejito que no podía levantarse, muy quedito pues casi no podía hablar, el viejo no le importó, levantado solo el culo era suficiente, lo acomodó ladeándolo un poco y colocó su mortal arma en la mancillada entrada de la niña, ella sintió otra vez como el carnoso intruso se metía forzosamente abriéndole sus paredes vaginales al máximo y una vez dentro el viejo principió de nuevo con feroces embestidas de toro, hacia tantas fuerzas que las venas en su frente comenzaron a expandirse por todo su cráneo, la ausencia de cabello permitían verlas hasta en la coronilla y sus palpitaciones hacían creer que estas en cualquier momento estallarían.
El viejo tomaba a la nena de su fina cintura para poder arremeterla con mayor fiereza, le nena en tanto enterraba su bello rostro entre las sucias sábanas mientras sus manitas apretaban lo que fuera, gemía escandalosamente llegando a los gritos pues las penetraciones eran atroces, de sus ojos ya eran incuantificables la cantidades de lágrimas que salían, pero fuera de eso, lejos de ese dolor que Cassandra sentía en su sexo cada que el viejo le metía su ecuestre instrumento la nena también podía experimentar algo muy rico, algo delicioso para ella, ese algo caliente ya se le había formado en su vientre y que estaba por salir, y con tanta cruel pero a la vez placentera embestida Cassandrita no demoró en evacuar una importante cantidad de fluidos orgásmicos que bañaron el miembro del viejo, ella quería gritar esa palabra mágica pero su voz la traicionaba y su boca estaba inundada en salivas que era imposible abrirla sin soltar chorros de babas, sin embargo como pudo lo gritó.
-mmmuuueeeeee, veeeennnngggggoooohhhhhhhhhh, mmeeeee vennnggggoooooooooooohhhh- decía la nena mientras estaba en plena corrida al tiempo que también roncos gemidos se escapaban de su boca.
Después del agridulce baño que se llevó su verga el viejo ahora sentía la succión de ese placido bollito y más enterraba su trozo, veía como la pobre chiquilla estaba en pleno trance orgásmico temblando de todo su cuerpecito mientras su culito aguantaba levantado, sus piernas se habían juntado y se rascaban una con la otra, haciendo imposible que el viejo quisiera salirse en estos victoriosos momentos.
-cómetelaaaaa, cómetelaa todaaaaaaaaa- bufaba retorciéndose como animal atrapado y aguantando las ganas de descargar toda su asquerosa esencia viril dentro de esa panocha
El viejo volvió a voltear boca arriba a la nena, su falda ya era un cinturón por lo subida que estaba, su blusa había abandonado uno de sus bracitos y solo cubría al otro, el rostro de la nena estaba tan cachondo como el del viejo, nunca se le había visto a Cassandrita, una chiquilla con carita de ángel un rostro tan salido como el que expresaba en esos momentos, la nena lentamente se abría de piernas y con dos dedos de su manita abría ese reducto vaginal ofreciéndoselo al viejo, este con rostro enfermo en calentura y sonrisa malévola dijo:
-jejejeje, me lo estas regalando???- a lo que la nena respondió después de algunos minutos en los que agarró aire…..
-si Don Marceee, se lo regalo, es suyoooo, ahora venga y haga con él lo que quiera, no se preocupe por mí, yo aguantaré todoo- decía la nena con toda la seguridad del mundo, ¿en realidad quiso decir eso o era su mente que había llegado a tal grado de calentures que la hacía decir semejantes barbaridades?
-jejejeje, sigue, sigue diciendo que es mio!!- bufaba el viejo.
-sii, essuyo, todo suyoooo, a partir de hoy suyo, solo suyoooooaaaaaahhhhhhhh-
El viejo se abalanzó desesperado sobre la nena, llegó a ella y comenzó a lamerla de todo su cuerpo, cachetes, cuello, senos, abdomen, hasta de sus manitas, todo lo que el viejo alcanzaba a lamer era lamido mientras la nena solo reía dichosa de estar con este macho en este momento, ella misma llevó su manita y agarró el paquete carnal para después irlo dirigiendo hacia su sexo al tiempo que abría las piernas lo más que podía, el viejo cuando sintió las intenciones de la nena se quedó quieto gruñendo como un perro hasta que percibió como su verga era nuevamente abrazada por las cálidas paredes vaginales.
-mmmmmmmmmmmmmmm- se le escapó a la nena cuando se sintió penetrada otra vez.
Una vez dentro el vejete se dio cuenta de que todo resbalaba mejor, hasta la nena había abandonado ese rostro lastimoso pero no por eso dejaba de tenerlo fruncido y abochornado, Don Marce nuevamente comenzó a penetrar a la caliente chiquilla quien ahora gemía como toda una puta que ya lleva años en este negocio, ella aferró sus bracitos al cuello del viejo mientras sus piernas se enrollaban en su abultado y grasoso abdomen de lavadora y sus pies se enganchaban en la espalda del viejo a manera de quedar colgada.
La dulce chiquilla comenzó a dedearse ella también, buscando su clítoris pues sabía que era su punto débil, no le fue difícil encontrarlo y cuando lo hizo no se despegó de él por nada del mundo, regalándose estremecedoras sacudidas en todo su cuerpecito, apretaba toda su delicada pero voluptuosa anatomía, desde su ceño hasta sus deditos de los pies pues sentía otro rico orgasmo por sobrevenir, el viejo verde comenzó a bufar para hacer más excitante e inolvidable el caliente momento.
-Cassandrita me amas, me amassss jejejejejejeje- el sátiro viejo decía esto solo por ventaja, alevosía y premeditación a que la nena le saliera con alguna de sus puterías, y como esta estaba más caliente que el fogón de su abuelita no tardó en salir de zorra.
-siii, Don Marceeeee aahhhhh, lo amooooooo, lo amoooooo- decía la tremenda chiquilla con sus ojitos entrecerrados, cuyas pupilas casi se le iban para arriba.
-de ahora en adelante yo seré tu hombreeeee, tu machooo, y tu mi hembraaaaaaaa- rebuznaba el viejo mientras de su boca parecía escaparse su dentadura por la posición que adquirían sus abultados labios.
-ssssiiii, siiiiiiii, ustedddddd y yyyooooooooooo- la nena estaba que se orgasmeaba, su manita se movía muy rápido arriba de su panocha, exactamente ese lugar donde se levantaba su botoncito.
– siii quee eehhhh, tuuuu y yoooo queeeee,- el viejo estaba completamente trastornado por los vaginales olores embriagantes producto del orgasmo que ya se sentía inundar esa carnosita panocha.
-siiii, usteddddd, ustedddddd, es miiii, usteddd miii esposssooooooohhhhhhh, que riiicooooooooo- la nena al fin sucumbía al intenso orgasmo que expulsó más néctar que el anterior, las caderas de la nena se levantaron y hacían movimientos como de levantarse aún más cada que de ella se escapaban los chorros de jugos, la nena lo atrajo y comenzó a llenarlo de besos mientras este perturbado se sentía en la gloria.
El viejo también estaba por venirse y lo iba a ser dentro, a no ser que la nena le suplicó con una tierna carita que los quería en la boca, y de forma golosa abría su boquita y sacaba la lengua enseñando al viejo que ahí mero.
Don Marce al ver la entrega de la nena no pudo negarse, sacó su verga y comenzó a estirársela con fuerza desmedida mientras esta apuntaba directo a la boca de Cassandra, pero el viejo quiso hacerlo más morboso para él, vio un vaso con un poco de refresco todo hormigueado y sin pensarlo dos veces lo tomó, le tiró el refresco que aun contenía y colocó su verga dentro del vaso.
Cassandra desde abajo veía como la base del vaso de repente se cubrió de blanco, como si algo hubiera reventado, y es que el primer chorro había sido potentísimo y violentísimo, con una duración de siete segundos que eso para un simple chorro de semen es toda una vida, seguido por otros cinco chorros de menor carga pero que juntos acumularon fácilmente unos 100 ml., de prolífico y nauseabundo esperma de viejo.
-jejejeje, si tanto los quieres……… tómatelos- reía el pervertido mostrando sus amarillentos dientes podridos por el cigarro.
Cassandra veía maravillada toda esa cantidad de semen solo para ella, le llegaba a su naricita el fuerte hedor pero eso no era excusa para no obedecer al viejo, colocó la almohada recostándola en el respaldo de la cama para después ella recostarse ahí, miró al viejo con una sonrisita traviesa y se empinó el vaso con la indigesta secreción, el viejo veía los tragos bajar por la garganta de la chiquilla mientras ella completamente corrompida pensaba dentro de sí…
“esta cosa, huele feo, sabe raro, pero no puedo dejar de probarlo” decía la nena con sus ojos casi completamente cerrados y toda enrojecida de su carita mientras devoraba el espeso y amarillento líquido, ahora era el viejo quien veía como la lengüita de la nena se revolvía por toda la base del vaso intentando limpiarlo completamente, para esto la nena metía dentro del vaso hasta su naricita todo por tener mayor alcance, embarrándosela de semen mientras no dejaba de pasar su lengua, metía uno de sus deditos para alcanzar esos residuos que con su lengua no pudo atrapar y una vez impregnado en semen se llevó su dedos a la boca chupándolo como si fuera una paleta.
El viejo se desplomaba en la cama y al poco tiempo fue alcanzado por su nena, ella se despojó de su falda y su blusa así como de sus calcetas, acomodó su cabello y se recostó al lado de su macho depositando delicadamente su cabeza en el pecho de este mientras subía una de sus piernas arriba de las peludas de Don Marce, este la tomó de su cintura y se la pegó más a él, a los pocos minutos la nena ya estaba profundamente dormida, hasta parecía de más edad con su lacio cabello suelto hacia enfrente, mientras el viejo la miraba pervertidamente imaginándose su estómago repleto en semen.
Unas tres horas que durmió la nena le cayeron de maravilla, pero vio en su reloj que ya casi era la hora en que salía de la escuela, así que se levantó toda adolorida mientras el viejo seguía acostado despierto revisándole su celular, buscando evidencias de que la nena no anduviera de coqueta con otros, no encontró nada.
-que buscas?- preguntó el viejo.
-mi ropa, me tengo que ir, ya casi salgo de la escuela- dijo la nena mientras dirigía una mirada cómplice al viejo.
-no, Cassandra, quédate a dormir conmigo, me gustó como te veías dormida en mi pecho y quiero que durmamos juntos hoy- la nena se ruborizó y contestó.
-Don Marce, como cree, no puedo, ya estuve la tarde con usted ahora tengo que ir a mi casa-
-quédate, y Cassandra de ahora en adelante dirígete a mi como mi amor, o solo como Marce-
-pero, es que, solo que invente que me voy a quedar en casa de Lupita- la nena sin querer pensó en la solución.
-sí, ándale, dile a tus papas que te vas a quedar a dormir en casa de tu amiguita-
-de veras quiere que haga eso don Marce???, digo……….. mi amor-
-sí, hazlo, hoy dormirás conmigo, seremos marido y mujer por esta noche, haz de cuenta como si estuviéramos casados jejejejeje- la nena se ponía más roja al tiempo que tomaba su celular y marcaba un conjunto de números.
-pero………. no traje ropa- decía la nena.
-no importa mi amor, no necesitaras ropa jejeje- dijo el viejo, la nena escuchaba que alguien hablaba del otro lado de la bocina así que le hizo la seña al viejo de que se callara y tomando aire contestó…
-bueno, mami……………………………………..
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Relato erótico: “LA FÁBRICA (13)” (POR MARTINA LEMMI)

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Allí estaba yo, en la oficina de Luis pero sin la presencia de éste, y prácticamente acorralada por una mujer con la que cualquier hombre soñaría. Me puse nerviosa y titubeé; me sentí muy estúpida, puedo asegurarlo:
“Eeh… hmm… es que: esto… hmm… yo… en realidad nunca…”
Cada palabra que me costaba pronunciar era un paso más que ella daba hacia mí luego de bajarse del escritorio con absoluta decisión y avanzar en mi dirección. Caminé instintivamente hacia atrás pero ello sólo sirvió para aumentar la sensación de acorralamiento pues pronto me encontré con mis espaldas apoyadas contra la puerta mientras ella seguía avanzando hacia mí; yo manoteé con desesperación buscando el pomo del picaporte pero, con los nervios, no lo hallé. Y, de todos modos, ya era tarde: ella me tomó por el talle atrayéndome hacia sí y me dirigió una mirada devoradora ubicando sus ojos a escasos centímetros de los míos. Luego apoyó labios sobre labios y penetró con su lengua por entre los míos.
Crispé los puños y alcé una mano intentando resistirme, pero pronto mis fuerzas flaquearon. ¡Dios! ¡Esa mujer sí que sabía besar! Poco a poco, fui cediendo y entregándome al momento; me dejé llevar por la lésbica lujuria que aquella increíble mujer dimanaba mientras su lengua no cesaba de recorrer el interior de mi boca como si tomara posesión de cada centímetro de la misma. En el momento más inoportuno sentí que se giraba el pomo de la puerta y que ésta se abría empujándonos un poco a ambas. De modo mecánico nos separamos y nos apartamos para dejar paso, obviamente, a… Luis. Su cara, como no podía ser de otra forma, resplandeció de júbilo:
“¡Bien! – celebró -. ¡Veo que ya se conocieron! Eso es bueno: yo tenía la intención de presentarlas…”
“En efecto, Luis – dijo Tatiana en un tono que era pura sensualidad -. Acabo de conocer a Soledad y es tan agradable como me habías dicho… Y muy hermosa además”
Remató su frase mirándome levemente de reojo, casi como guiñándome un ojo pero sin guiñarlo. Mis nervios seguían en aumento: ahora que la puerta estaba abierta era mi chance de salir de allí. Ya habría tiempo más tarde de plantearle a Luis lo que me había llevado a su oficina y, de todos modos, él bien debía suponerlo.
Mientras me alejaba taconeando por el pasillo mi cabeza le daba vueltas al asunto tratando de evaluar la situación. Una cosa parecía evidente: si yo quería contar con ese puesto a las órdenes de Luis, quedaba suficientemente claro que tendría que someterme a su fantasía, lo cual, para decirlo aun más sencillo, significaba tener que revolcarme con su nueva novia. La idea, desde ya, me inquietaba en extremo y me llenaba de pudores, prejuicios y temores pero no era que me desagradara: Tatiana era una mujer realmente hermosa y, de hecho, me relamí varias veces mientras recorría el pasillo como tratando de revivir el sabor de su profundo y lujurioso beso. Lo que más me retorcía la cabeza era en realidad otra cosa: ¿había realmente un puesto esperando por mí? Quizás, después de todo, sólo fuera mi imaginación, pues Luis nada había dicho al respecto ni, mucho menos, prometido. Esa despampanante rubia a quien yo acababa de “conocer”, ¿sería sólo su nueva novia o aun algo más? ¿No sería para ella el puesto que había dejado vacante Evelyn con su renuncia? ¿Por qué iba a ser de otra forma? ¿No es acaso lo común que los tipos adinerados compensen a sus amantes o novias con puestos laborales? Ello explicaría, en buena medida, la reluctancia o las dudas que Luis había evidenciado ante mi propuesta: era lógico que no la viera viable si ya tenía a alguien para el puesto. De ser así, yo no tenía la menor chance de conseguir lo que quería y, en ese caso, no me serviría de gran cosa el ceder a las perversas fantasías de Luis, quien tanto gustaba de ver a mujeres en pleno roce.
Resultó sorprendente pero a la vez chocante enterarme que en la fábrica se me estaba preparando una fiesta con vistas a mi ya cercano matrimonio, algo así como una despedida de soltera. Estaba, en tal sentido, la cuestión ya mencionada acerca de que yo ya no sentía por esa boda la misma motivación de meses atrás pero no era sólo eso: me molestaba y, además, no me olía bien el saber que quien estaba detrás de todo era Evelyn. Pregunté al respecto a Floriana pero no supo decirme mucho; se desentendió del asunto como dejando en claro que no había sido idea de ella y que, de hecho, tampoco había sido demasiado anoticiada ni participada al respecto: lo que sabía, según me dijo, era por comentarios de las demás y no por boca de la propia Evelyn. Aun así, buscó tranquilizarme: sonriente, me repitió varias veces que no viera el asunto con preocupación sino que lo recibiera con alegría y como un gesto de buena voluntad de parte de Evelyn, tal vez arrepentida por el trato que me había dado en el pasado. Al oír eso, me mordí la lengua para no decirle la verdad y, honestamente, no sé para esa altura por qué me la seguía mordiendo. Lejos estaba Evelyn de querer solucionar algo entre ambas o de buscar la concordia sino que, muy por el contrario, desde que había llegado a su nuevo puesto de secretaria, sólo se había valido del mismo para humillarme y degradarme de la peor forma. ¿Debía yo poner al tanto de ello a Floriana? La lógica más simple decía que sí pero, por otro lado, siempre estaba esa cuestión de no querer decepcionarla pues había sido ella quien me hizo cuña para entrar en la fábrica y, más importante aún, yo no tenía idea de cómo pudiese ella reaccionar en caso de enterarse de una cuarta parte de los vejámenes a que yo había sido sometida en ese lugar. Ella era mi amiga, mi amiga del alma y, como tal, no lo soportaría: quizás reaccionara de la peor forma y ello podría conducir a su renuncia o bien su despido. Si ella perdía su trabajo por mi culpa, no veía yo cómo me las arreglaría para llevar esa carga…
Otra sorpresa fue el hecho de que Hugo volviera a convocarme a su oficina. Como no podía ser de otra forma, era para que le lamiese la zanja del culo y luego le diera una buena mamada de verga. Lo curioso del caso fue que, después de tanto tiempo en el cual prácticamente parecía haberse olvidado de mí, recibí con alegría el hecho de que él volviera a requerir de mis servicios: una muestra más de que la fábrica había trastocado mi escala de valores al punto de que lo que hasta algún tiempo atrás era degradación ahora pasaba a ser alivio y contención. La fábrica me arrojaba todo el tiempo hacia un abismo nuevo y, al hacerlo, convertía en necesidad el deseo por regresar a la situación anterior por aberrante que ésta fuese.
Así que, simplemente, me dediqué a recorrerle con mi lengua la línea entre las nalgas y a juguetear en su orificio anal como a él tanto le gustaba (no por nada Luciano era su hijo). Luego le mamé el miembro hasta casi matarlo; bramó de tal modo que sus gritos debieron haber repercutido por toda la fábrica. Qué locura: eso que antes tanto me asustaba ahora me producía el efecto contrario; era como si yo quisiese que todos se anoticiasen que yo volvía a estar sirviendo a Hugo. Tenía la esperanza de que ello me alejase al menos de momento de las garras de Evelyn y me hiciese zafar de tener que ir a la planta ya que se suponía, por jerarquía, que las decisiones de él estaban primero; sin embargo, no sólo yo sino todos allí bien sabían que desde que Evelyn se había convertido en secretaria, las jerarquías parecían haberse trastocado y, si ya antes generaba confusión lo de las dos firmas conviviendo en un mismo establecimiento, ahora la había aún más debido al poder de que parecía gozar Evelyn. Cuando, de rodillas, ante Hugo, logré hacerlo acabar arrancándole un aullido que cortó el aire, supe que era mi momento: simplemente aguardé a que él recuperara la respiración y entonces fui a la carga:
“Señor Di Leo…”
“¿S… sí, Soledad?” – balbuceó él aún con la voz algo entrecortada.
“¿Sigue siendo usted el jefe en esta empresa o lo es Evelyn?”
Estocada certera: se sobresaltó; acusó impacto. Sin embargo, más que herido en su orgullo (lo cual había sido mi real intención), se lo notaba confundido.
“¿Por qué lo dice, Soledad?”
“Hace ya algún tiempo que prácticamente no recibo órdenes suyas, señor Di Leo – dije, imprimiendo a mis palabras un cierto aire de obviedad -. En cambio, las recibo todo el tiempo de ella: me desplazó de algunas de mis labores, me cambió las cuentas que manejaba, me hace ir a la planta. ¿Es eso normal?…”
Cabeceó pensativo; se subió el pantalón y se acomodó la ropa. Había abrigado yo la esperanza de que mis palabras lo pusiesen al tanto de algo que no sabía, pero viendo su expresión no era la impresión que me transmitía. Había más resignación que sorpresa.
“Las… cosas están cambiando un poco en la fábrica, Soledad, pero eso no significa que…”
“¿Cambiando?”
Se puso algo triste; una sombra pareció oscurecer su rostro.
“Verá, Soledad… – dijo, como si le costara pronunciar las palabras -. Yo… ya estoy grande para manejar esta empresa. Y estoy algo cansado. Necesito retirarme y dejar a otro que siga adelante”
Aún de rodillas en el piso, lo miré interrogativamente. Sacudí ligeramente la cabeza en gesto de incomprensión. Rápidamente los cabos se fueron uniendo en mi cabeza y el resultado estuvo lejos de ser alentador: si Hugo se retiraba, la posta pasaría, obviamente, a Luciano; y, de acuerdo a lo que se estaba viendo por esos días, ello venía a significar que el control estaría en manos de Evelyn, que era a todas luces quien manejaba a Luciano.
“S… señor Di Leo: lo único que puedo decirle es que se lo ve bien y con muchos años por delante en la dirección de esta empresa. De todos modos, entiendo, desde ya, que es su decisión y que si se siente tan cansado… en fin, sólo puedo decir que su ausencia será una triste pérdida” – dije, con voz compungida.
“Se lo agradezco, Soledad”
Un fatal instante de silencio se produjo; fui yo quien finalmente lo interrumpió:
“¿Y… es por eso que está… delegando funciones?” – pregunté.
“Nunca lo vi ni lo pensé de ese modo – repuso, pensativo -. En realidad, yo siempre pensé en una única persona para continuar con mi camino”
“Luciano”
“Claro…”
“¿Pero…?”
“Ya usted lo ha visto, Soledad – dijo, con los brazos en jarras -; Luciano ya no tiene voluntad propia: es sólo un instrumento en manos de Evelyn. Le repito: no era así como yo lo pensaba pero fue así como se dio”
Otro plan que se venía abajo. Hasta unos instantes antes, en mi cabeza discurría la idea de ponerlo al tanto de que Luciano ya no decidía nada y sólo era un juguete de Evelyn. Intento inútil de mi parte: Hugo ya lo sabía. Y no era para sorprenderse, desde luego.
“Lo peor de todo – continuó, siempre con tono abatido – es que tengo la sensación de que esa jovencita le ha introducido a Luciano… unas cuantas dudas sobre su sexualidad”
“Lo que en realidad le introdujo, señor Di Leo… ya todos sabemos qué es”
Me miró, sorprendido por mi cinismo que, a decir verdad, me sorprendió a mí también. Sonrió, pero el velo de tristeza siguió sin desaparecer de su rostro.
“Mi hijo está tan en manos de ella – siguió diciendo – que no quiere saber nada con la fábrica a menos que Evelyn esté aquí. Ella lo tiene dominado: y él arruinó todo por ella: su esposa y su familia…”
Cada vez iba entendiendo más cómo jugaba cada pieza dentro de la fábrica. Era a través de Luciano que Evelyn tenía poder allí. Y ese poder, incluso, terminaba imponiéndose por sobre el del propio señor Di Leo en la medida en que éste no quería provocar el alejamiento de su amado hijo.
Yo ya no sabía qué hacer ni lograba definir cuál era el mejor camino a seguir. Redoblar la apuesta con Luis era una posibilidad, pero la presencia de Tatiana había venido a diluir un poco esa opción. En mi cerebro, como en un círculo infinito, iban desfilando los rostros: Hugo, Luis, Luciano, Evelyn, Tatiana…
“Señor Di Leo…” – dije, mientras me incorporaba.
“¿Soledad?”
“Quizás la forma de que Evelyn no tenga tanto poder dentro de la fábrica sea deteriorando un poco su vínculo con Luciano”
Frunció el ceño y sacudió la cabeza.
“No entiendo”
“Si hubiera algo… o alguien que lograra captar la atención de Luciano, usted… lograría recuperar algo de su influjo sobre él y de ese modo podría sentirse más confiado de dejar la empresa en manos de su hijo”
“¿Y entonces? ¿Despedir a Evelyn? Yo mismo la ubiqué allí, cuando aún no era tan consciente de cuál terminaría siendo su poder real sobre Luciano”
“No, no, no hablo de despedirla – mentí, pues la idea sí se me había cruzado por la cabeza -; hablo de… ponerle más límites, sólo eso. Y que Luciano comience a ser el verdadero jefe aquí y no ella”
Se me quedó mirando.
“¿Qué tiene en mente, Soledad?” – preguntó, intrigado.
“Nada, señor Di Leo. Es sólo una idea muy general y a largo plazo. No tengo un plan concreto”
Asintió, acariciándose el mentón.
“Si existiera alguna forma de recuperar a Luciano sin que ello signifique despedir a Evelyn, esa forma va a contar con mi visto bueno” – dictaminó.
Sonriendo, me excusé y me retiré. La pura verdad era que yo no tenía plan alguno en mente; lo que había dicho sólo lo había deslizado como una posibilidad más de cara al futuro. Por lo pronto, mis chances de escapar de las garras de Evelyn eran, de momento, muy pocas. Casi como un corolario a mis pensamientos, ella se asomó de su oficina cuando me escuchó taconear por el pasillo.
“¿Nadita? – me llamó la atención -. ¿Qué estás haciendo que no estás en la planta?”
La miré sin decir palabra; ella me miraba con una sonrisa entre pícara y maliciosa.
“Vamos – me apuró -; moviendo el culito y yendo para la planta que los operarios te están extrañando”
Antes de desaparecer nuevamente dentro de su oficina, me dedicó un desagradable guiño de ojo.
En la planta fue lo de siempre. Yo ya estaba acostumbrada: inclinarse impúdicamente para codificar motores y recibir los más guarros comentarios por parte de los operarios además de algún que otro toquecito en la cola a la pasada aunque, claro, al girarme nunca daba con el culpable y, además, todos sonreían de manera cómplice: es decir, si nunca había un culpable era porque en realidad todos lo eran.
Cuando sonó la chicharra de salida, permanecí unos minutos más allí, a la espera de que todos se marchasen. En general, los obreros huían en desbandada apenas llegaba la hora de salida y no exhibían la paciencia y meticulosidad con que se retiraba el personal de administración; por lo tanto, no tenía que aguardar mucho para que la planta estuviese vacía y podría, entonces, retirarme con más tranquilidad y lejos de miradas curiosas o lascivas. Daniel, ese día, estaba afuera aguardándome pues alguna vez debía permitirle ir a buscarme o de lo contrario sus sospechas crecerían más y más; en todo caso, él aguardaría algunos minutos más a que yo saliera y no sería la primera ni la última vez que lo hacía. El último obrero en retirarse fue uno de los que más antigüedad laboral tenía allí dentro y, como tal, se movía como pez en el agua con absoluta comodidad y, hasta diría, con bastante impunidad. Tal fue así que al pasar por detrás de mí me enterró su mano en mis nalgas; ello estaba lejos de ser, para esa altura un, hecho novedoso, pues desde que Evelyn me había destacado en la planta, mi cola no había parado de recibir manos. Sin embargo, lo hizo de un modo diferente ya que, prácticamente, me alzó en vilo con su pesada mano apoyada en mi trasero y, al hacerlo, uno de sus dedos se me enterró en el orificio con tanga y todo al punto de arrancarme un grito.
En cuanto me volvió a bajar al piso, me giré violentamente y le dirigí una mirada de odio; él sólo sonreía y ni siquiera había hecho el mínimo esfuerzo por poner alguna distancia conmigo sino que se mantenía allí, exultante y desafiante, a escasos centímetros de mí. Le arrojé una bofetada que no llegó a destino: con sorprendente agilidad, arqueó su corpachón hacia atrás y esquivó el golpe coronando el movimiento con una estentórea carcajada.
Con rabia, clavé un taco con fuerza contra el piso y crispé los puños; sólo quería arrojármele encima y así lo hice pero fue peor el remedio que la enfermedad. Apenas me eché de un salto sobre él, me tomó por las nalgas y me aplastó contra su cuerpo al tiempo que me propinaba un prolongado y asqueroso beso sobre mis labios a pesar de que éstos se negaron a abrirse. Teniéndome así, aprisionada contra su cuerpo y sosteniéndome por mis nalgas, me llevó arriba y abajo acompasadamente de tal modo que mi sexo, inevitablemente, se refregó una y otra vez contra el suyo, que exhibía un protuberante bulto. Yo pataleaba por liberarme pero nada lograba; mis puños se estrellaban una y otra vez contra su pecho, brazos y rostro, pero nada indicaba que le hicieran mella alguna. Quería gritar pero no tenía forma pues él no dejaba de aplastar su boca contra la mía. Cuando dejó de hacerlo, se dedicó a lamerme cada pulgada del rostro como si fuese un perro. La asquerosa saliva se me impregnó por todos lados: mi frente, mis mejillas, mi nariz, mis párpados…
Finalmente me liberó. Reculé un par de pasos y me restregué la mano por el rostro varias veces como tratando de quitarme ese sabor repugnante. Ahora sí podía gritar pero, extrañamente, quedé muda, tal vez por la impresión que me provocó el ver que no sólo mantenía su postura exultante sino que ahora, además, estaba comenzando a desabrocharse el pantalón. Eché un vistazo hacia la puerta de salida, la que conducía hacia el pasillo; intenté echar a correr hacia ella pero me atrapó por el vientre con su manaza y prácticamente me arrojó hacia atrás, haciéndome caer de espaldas sobre la mesa baja que yo utilizaba para codificar los motores.
Lancé un alarido de horror sin saber si realmente alguien me estaría oyendo desde la administración o desde las oficinas; quizá incluso todos se hubieran retirado.
“Abriendo las piernas, mamita, que le vamos a poner el código” – rio el despreciable sujeto mientras se inclinaba hacia mí con sus fauces babeantes. De un solo tirón se quitó el pantalón y lo arrojó a lo lejos, en tanto que mantuvo en mano su calzoncillo luego de haberse desprendido del mismo.
Yo, de espaldas contra la mesa como me hallaba, flexioné mi rodilla hasta la altura de mi pecho y le arrojé un puntapié con toda la fuerza que pude, clavándole el taco de mi sandalia en mitad de su pecho. Esta vez sí acusó recibo ya que se retorció en una convulsión y tosió reiteradas veces. Intenté aprovechar ese momento para escapar pero, una vez más, no logré hacerlo; al momento de intentarlo, me apoyó una pesada mano sobre mi hombro y me arrojó hacia atrás nuevamente. Una vez que me volvió a tener recostada sobre la mesa, me golpeó reiteradamente en el rostro con el calzoncillo que tenía en mano para, luego, dejarse caer sobre mí y enterrarme la prenda en la boca. Pasando sus manos por detrás de mi nuca, la estiró y anudó a modo de mordaza mientras yo me revolvía en arcadas.
“Está un poco transpirado, meado y cagado – me decía él, babeando asquerosamente -, pero va a servir para que estés calladita, jeje”
Luego me quitó la tanga de un tirón y se la llevó a la boca para pasarle la lengua; la arrojó a lo lejos y me tomó por las muñecas de tal modo de inmovilizarme mientras yo intentaba cerrar mis piernas, lo cual era en vano pues él mismo, con su propio peso, me las separaba. Sentí su poderosa verga sobre la entrada de mi sexo y en ese momento mi impotencia fue mayor que nunca; los ojos se me llenaron de lágrimas pues bien sabía que estaba a punto de ser violada: su miembro, sin ninguna delicadeza, ya comenzaba a abrirse camino dentro de mí…
“Dejá en paz a la señorita y desaparecé de acá”
La voz me sonó conocida pero, en mi conmoción, no llegué a identificarla. Me pareció incluso oír un “clic” como corolario a las palabras. El monstruo que se hallaba sobre mí aflojó súbitamente la presión y se giró ligeramente hacia atrás, lo cual me dio también a mí la posibilidad de ver. Quien estaba allí, de pie y sosteniendo un arma a escasos centímetros del rostro de mi inminente violador, no era otro que Luis: por eso la voz me había sonado conocida. Sólo un par de metros más atrás, alcancé a distinguir la desgarbada figura del sereno, cuyo rostro lucía la expresión bobalicona que en él era tan típica.
“Ja, no sos mi jefe” – boqueó el obrero aún sin quitárseme de encima.
“Y vos no vas a ser una persona viva si no te vas de acá y no volvés nunca más” – le soltó, desafiante, Luis.
El tipo, con expresión de odio, fue saliendo poco a poco de encima de mí. Buscó en el piso hasta dar con su pantalón y se lo colocó sin siquiera preocuparse por su prenda íntima que, para mi desgracia, seguía dentro de mi boca y anudada a mi nuca.
“Antes de matarte, te vamos a romper el culo entre todos, te lo aseguro” – espetó el tipo, como escupiendo las palabras.
“Menos amenazas y andá desapareciendo – le instó Luis, siempre tranquilo y sin dejar de encañonarlo -. Mañana quiero recibir el telegrama con tu renuncia porque, de lo contrario, esto termina en la justicia… y hay testigos”
El tipo estaba que hervía. Dirigía alternadamente la vista del sereno a Luis y de Luis al sereno, al cual se lo veía claramente nervioso ante lo tenso e impensado de la situación.
“Quiero mi indemnización” – dijo el obrero.
“Una mierda – replicó Luis -. Esto no es un despido: estás renunciando. Y si no querés hacerlo, entonces iremos a un tribunal y no sólo no vas a tener indemnización sino que, además, vas a terminar en una prisión en la cual va a ser a vos a quien le rompan el culo. Acá serás muy matón, pero allá te vas a encontrar con algunos ante los cuales vas a ser una nenita. No sé, yo diría que te conviene rajar y presentar tu renuncia antes de que esto se ponga más espeso”
Luis alzó aun más el cañón de su arma hasta apuntarlo directamente a los ojos del tipo. Éste ya no exhibía la seguridad de momentos antes; ahora lucía nervioso y hasta algo desprotegido. Se colocó el pantalón y, simplemente, se retiró del lugar; mientras lo hacía, llegó a arrojar algún insulto más a Luis, el cual, sin embargo, se mantuvo siempre tranquilo.
“Quiero el telegrama – le recordó cuando ya se iba -. Mañana”
Una vez que el tipo ya no estaba allí, Luis bajó el arma y se inclinó hacia mí para ayudarme a ponerme en pie a la vez que desanudaba la prenda íntima que hacía las veces de mordaza. Fue un gran alivio cuando esa cosa salió de mi boca; aun así, tosí un par de veces y estuve a punto de vomitar.
“Gra… cias” – balbuceé cuando recuperé la respiración.
“Agradézcaselo a Milo, Soledad – me dijo Luis cabeceando en dirección al sereno -. Fue él quien me vino a avisar lo que estaba ocurriendo”
Yo estaba aturdida, confundida. Miré al sereno; ignoro si mi rostro evidenció algún gesto de agradecimiento pero, por lo pronto, él me respondió con un asentimiento y, como siempre, con su tonta sonrisa. Casi al instante escuché sonido de tacos y de inmediato vi llegar a Tatiana, la rubia y bella novia de Luis. La escena con la que se encontró estaría, seguramente, lejos de ser la esperada y no pudo evitar llevarse una mano a la boca con espanto al ver no sólo el aspecto desaliñado que yo lucía sino también el arma en mano de su novio.
“¿Qué… pasó acá?” – preguntó, consternada.
“Nada – respondió Luis, con tono tranquilizador -; un pequeño incidente que ya está solucionado”
Tatiana clavó la vista en un punto junto al zócalo de la pared e instantes después se acuclilló y, al volverse a incorporar, pude notar que en su mano sostenía la tanga que el operario abusador me había, en un momento, quitado. Me miró con los ojos desorbitados por el horror:
“¿Intentaron… violarte?”
“Ya pasó – insistió Luis, quien parecía persistir en bajarle el tono a la cuestión -. Por suerte el retardado que lo intentó ya no es parte de la planta”
“¿No… se va a hacer algo más al respecto? – pregunté, frunciendo el rostro -. ¿Alguna demanda judicial?”
“Eso ya es algo que corre por tu cuenta – respondió Luis -; sos vos en este caso la parte afectada y, por lo tanto, si hay que llevar el caso a la justicia, te corresponde y es tu derecho pero… no te lo recomiendo”
Me quedé mirándolo interrogativamente.
“Si lo denuncias por violación – continuó Luis -, vas a tener que demostrarlo… y aquí no hubo violación. Deberías denunciarlo por tentativa pero eso es muy difícil de probar”
“¡Me… llegó a… introducir la…!”- repliqué airadamente pero no llegué a terminar mi protesta; con sólo echar un vistazo hacia los demás me invadió una profunda vergüenza acerca de lo que estaba por decir; de cualquier modo, aun sin hablar, estaba todo suficientemente claro, incluso para el sereno, a quien creí ver bajar la cabeza para ocultar una sonrisita; el gesto, claro, me molestó.
“Eso no va a servir ante la justicia – objetó Luis -; seguramente él dirá en su defensa que hubo mutuo acuerdo…”
“¿Mutuo acuerdo? ¡Intentó violarme! ¡Me golpeó!”
“No hay ninguna marca en tu rostro ni en ningún lado – dictaminó Luis mirándome de arriba abajo -. Sólo te golpeó con… su calzoncillo”
“¡Luis! – exclamé y me trabé de inmediato -. S… señor Luis… ¿Lo está acaso defendiendo?”
“¿Parece eso? – preguntó el abriendo grandes los ojos -. Vine apenas Milo me llamó, encañoné a tu agresor con un arma y luego le di el raje. ¿En qué se ve que lo esté defendiendo?”
“Pero… usted… no lo ha despedido”
“En primer lugar, no puedo hacerlo porque no es formalmente mi empleado sino de Hugo. Y en segundo lugar, de algún modo lo hice: le exigí su renuncia bajo amenaza de llevar el caso a la justicia”
“Pero… señor Luis, usted mismo ha dicho que sería muy difícil ganar en juicio un caso como éste”
“Sí, pero él no lo sabe. La cuestión aquí fue asustarlo para que renuncie. Y créeme, va a hacerlo”
Bajé la cabeza con resignación; tal vez, después de todo, Luis tenía razón y lo que había hecho era lo mejor que se podía hacer más allá de que me diera rabia que un tipo que había intentado violarme no se fuera de allí con un castigo mayor. Tatiana se acercó a mí caminando con un paso que se me antojó felino (¡Dios!, ¿esa mujer no podía dejar de ser sensual en ningún momento?) y me tendió mi tanga, la que instantes antes alzara del piso. Agradecí con un asentimiento de cabeza y tomé la prenda pero, casi automáticamente, la dejé cae; me generó rechazo.
“Lo s… siento – me excusé -; está… toda ensalivada por ese desgraciado… y… n… no puedo ponérmela”
“Es entendible – apuntó Tatiana con tristeza y a la vez con empatía -. Puedo prestarte la mía”
“Ta…tiana – musité -; te lo… agradezco infinitamente pero no puedo quitarte…”
“Yo se la pensaba quitar de todos modos apenas regresáramos a la oficina” – apuntó Luis en tono de sorna y con un guiño de ojo.
“De verdad, Soledad – dijo Tatiana -; no hay problema. Me la devolverás mañana”
Con un asentimiento, acepté finalmente el ofrecimiento. Ella, sin pudor alguno, subió su falda hasta las caderas y pasando las manos por debajo de la misma, hizo deslizar su prenda íntima, que corrió piernas abajo. Demás está decir que, a pesar de la naturalidad con la que pareció hacer tal acción, no la hizo como un trámite sino que imprimió en cada movimiento esa misma sensualidad que le afloraba por cada poro. Luis la miraba con aire divertido y el sereno con una lascivia casi animal. Cuando tuve la tanga en mano eché una fugaz mirada en derredor y comprobé que cada uno de los tres estaba aguardando a que me la colocara. Me invadió una indescriptible vergüenza, inusitada para esa altura a la luz de las cosas que me habían ocurrido en esa fábrica.
“Voy… al toilette – dije, nerviosa -; sepan disculpar”
En ese momento Tatiana acercó su rostro al mío y me habló al oído en un cuchicheo:
“Tenés las nalgas sucias – me dijo -. Ese desgraciado te dejó marcadas sus manos engrasadas”
Sentí más vergüenza aun pues eso era algo en lo que no había pensado y, así como Tatiana lo había advertido en alguno de mis movimientos, era fácil pensar que también debían haberlo hecho Luis y el sereno.
“Yo te acompaño” – dijo Tatiana sin dar más explicación al respecto y me tomó por el brazo no en gesto de guiarme sino justamente, y tal como lo había dicho, de acompañarme. Pude ver de reojo cómo Luis y el sereno nos iban siguiendo con la mirada.
Una vez dentro del toilette, Tatiana me tomó suavemente por los hombros de tal modo de hacer girar mis espaldas hacia el espejo para que yo pudiera verme; luego tomó mi falda y la levantó.
“Mirá cómo estás – me dijo -; así no podés ir a ver a tu novio”
Fue como si una doble alarma hubiera sonado en mi cerebro: por un lado me hizo recordar que, en efecto, fuera de la fábrica me aguardaba Daniel, quien era imposible que tuviera idea alguna acerca de lo ocurrido; seguramente habría visto salir por el portón a un obrero fortachón con aire de fastidio y resentimiento, pero nada más. Por otra parte, las palabras de la novia de Luis me hicieron tomar súbita conciencia del desastre que podría haber significado que Daniel me viera con dos manos marcadas sobre mis nalgas. Sería… el fin de la relación y del proyecto matrimonial; me costaba, para esa altura, determinar si eso era bueno o malo, pero la realidad era que yo no sabía todavía cuál era el lugar real que ahora ocupaba Daniel en mi vida y, como tal, la posibilidad de contraer nupcias con él en pocos días más me ponía tan nerviosa como la de terminar con la relación.
Al girar la vista por sobre mi hombro pude ver, en efecto, esas dos horribles manos marcadas en mis nalgas y, dado que el sujeto las había paseado largamente por mi cola, daba la impresión de que mil dedos hubieran jugado allí. Tatiana me hizo girar nuevamente, haciéndome parar, esta vez, de frente al espejo para luego apoyarme una mano sobre la base de la espalda e instarme a que me inclinase hacia el lavabo.
Ella mojó durante largo rato sus manos en el grifo y luego las apoyó sobre mis nalgas para enjugarlas y recorrerlas con sus húmedos dedos haciendo fricción sobre mi carne a los efectos de borrar las manchas. El resultado fue pura excitación para mí y, por cierto, en el momento más inesperado si se consideraba que acababa de zafar de un intento de violación: el marco menos propicio para volver a excitarse. Sin embargo, ese movimiento en círculos que las yemas de sus dedos trazaban sobre mi carne, trajo irremediablemente a mi cabeza y mis sentidos el recuerdo de Luciano. Tatiana, había que decirlo, lo hacía fantásticamente bien, tanto como él o aun mejor: fue, por lo tanto, inevitable para mí verme arrastrada hacia un incontrolable frenesí que pareció apoderarse de mi voluntad, así como también hacia el ferviente deseo de que ella no terminase nunca con lo que me estaba haciendo.
El máximo momento llegó cuando embadurnó sus dedos en el jabón que se hallaba junto al lavabo para dedicarse luego a enjabonarme toda la cola… Su mano me recorrió cada centímetro deslizándose, en más de una ocasión, por dentro de mi zanja; cada vez que ello ocurrió, tuve la sensación de que Tatiana aminoraba la intensidad del movimiento haciéndolo más lento, seguramente a los efectos de que yo lo gozara aun más: si ése era su objetivo, lo conseguía con creces pues yo me hallaba en estado de absoluta docilidad, mansa y entregada. Ella advirtió, sin dudas, mi excitación; acercó su rostro de tal modo que pude sentir su lésbico aliento sobre mi nuca: cuando estuvo a tiro de mi oreja, introdujo su lengua en ella. La temperatura de mi libido se elevó a tal punto que, en ese momento, fue como si me hubiese olvidado por completo del traumático momento que acababa de vivir sólo unos minutos antes… O, tal vez, encontraba en esa mujer la antítesis justa para exorcizar el trauma vivido a manos de aquel degenerado.
“Te gusta, ¿no?” – me susurró ella al oído entre beso y beso.
Yo ni siquiera podía contestar; estaba en cualquier planeta, cerrados mis ojos y dirigido mi rostro hacia el techo del toilette. Cuando cesó de manosearme y asearme la cola, lo lamenté; hice esfuerzos sobrehumanos por reprimir mi impulso de pedirle que continuara con lo que estaba haciendo. Abrí mis ojos y me encontré con una prenda íntima femenina pendiendo a pocos centímetros por delante de mi rostro; era, por supuesto, la que Tatiana se había quitado y que yo, en mi excitación, había dejado caer sobre el borde del lavabo sin darme cuenta. Ella, claro, la sostenía en espera de que yo me la pusiese.
“¿Te… puedo pedir que me la coloques?” – pregunté y apenas terminé de decirlo, me sentí morir al no poder creer mi desvergonzada osadía.
Ella sonrió.
“¿Te gustaría eso?” – preguntó.
“Me encantaría”
No me reconocía en mis propias palabras; me costaba creer que era yo quien hablaba.
“Como quieras” – me susurró ella al oído al tiempo que se acuclillaba para pasarme la prenda primero por un pie y luego por el otro. La fue llevando hacia arriba despaciosamente, haciéndome sentir el roce en lo más íntimo y, aunque se trataba sólo de una prenda interior, era como si algo de la sensualidad de aquella increíble mujer estuviera presente en la misma. Por otra parte, a medida que iba subiendo la tanga, sus dedos recorrían mis piernas como en una suave y sensual caricia.
Cuando me la calzó, la llevó bien arriba y eso fue el súmmum, ya que sentí la prenda entrar en mi zanja y en mi sexo del mismo modo que si ella me estuviera penetrando y, de hecho, quise pensar que era así. Cuando soltó la tanga, volví a lamentarme y, aunque quedé un rato con los ojos cerrados y aún en estado de éxtasis, comprendí que el momento ya había pasado y que no quedaba otra más que abrir mis ojos. Al hacerlo, un sobresalto se apoderó de mí: Tatiana se hallaba a mis espaldas pero, algo más atrás y cerca de la puerta, estaba, como no podía ser de otra forma, Luis, mirando la escena con expresión aprobatoria. La imagen me retrotrajo al momento en que nos espiaba a la vendedora y a mí desde la cortinilla del probador de aquella tienda. ¿Podía acaso ser de otra forma? Había sido iluso de mi parte no pensar en que Luis iba a estar allí: conociendo sus gustos, era muy poco probable que se perdiese un espectáculo como el que Tatiana y yo acabábamos de brindarle. Algo más atrás todavía… se hallaba el sereno, desorbitados sus ojos ante lo que veía.
Otra vez la vergüenza se apoderó de mí; me giré casi de un salto e, instintivamente, me cubrí con las manos cuanto pude.
“¡Formidable! – felicitó Luis -. Creo que nos esperan días muy placenteros; me aplaudo a mí mismo por la idea de juntarlas”
Bajé la cabeza y me excusé apenas con un gesto; eché a andar hacia la puerta y, en el estado en que estaba, ni siquiera tuve la delicadeza de agradecer debidamente a Tatiana por su prenda. Cuando salí del toilette, el sereno lo hizo detrás y me siguió los pasos, lo cual me intranquilizó sobremanera al venir yo de un episodio de abuso. Aceleré mi paso pero siempre lo tuve detrás; su intención, seguramente, era acompañarme o vigilar mi salida de la fábrica pues no era de descartar que el tipo que había intentado violarme me estuviera aguardando afuera. Era bastante posible, incluso, que fuera Luis quien le hubiera asignado tal tarea. Por suerte, al asomar mi cabeza por la puerta de calle, pude comprobar que en el lugar sólo se hallaba Daniel, quien me esperaba dentro del auto con gesto impaciente.
Caminé presurosamente hacia el vehículo y al subir a bordo, miré al otro lado del parabrisas y vi al sereno de pie en la puerta de la fábrica.
“Te echó el ojo durante todo el camino desde la puerta hasta el auto – protestó Daniel. El comentario me intranquilizó pero, por suerte, él mismo desvió un poco el eje antes de que yo llegara a decir algo -. ¿Qué pasó que tardaste tanto? ¿Mucho trabajo extra?”
Le eché una mirada que buscó ser lo más recriminatoria posible. Si había ironía en sus palabras, desde ya que me molestaba, pero al momento en que Daniel puso en marcha el auto para alejarnos del lugar, no pude evitar el pensar en cuán ingenuas serían seguramente sus conjeturas acerca de lo que realmente pasaba en esa fábrica. Su máximo motivo de preocupación parecía ser un sereno algo feo y algo retardado. Lejos estaba de imaginar que, apenas unos minutos antes, un tipo había intentado violarme en la planta y que ese mismo tipo debía haber, seguramente, pasado ante sus narices al retirarse. Mucho menos, claro, podía suponer que una mujer de aspecto despampanante me había estado aseando las nalgas a la vista de su propio novio. Imposible…
Por suerte (o por desgracia) al poco rato Daniel ya hablaba sólo de los preparativos de la ya cercana boda mientras yo fingía escucharlo…
  Para contactar con la autora:


(
martinalemmi@hotmail.com.ar)

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Relato erótico: “Las enormes tetas y el culo de mi tía, la policía

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Desde niño, la hermana pequeña de mi madre fue mi oscuro objeto de deseo. Hasta hoy no me atreví a contar la historia que compartí con Andrea, mi tetona y culona tía. Diez años menor que mi progenitora, recuerdo la fijación con la que la veía. El origen de mi obsesión era variado por una parte estaba su monumental anatomía pero también radicaba en que esa monada era agente de policía.
Era observarla vestida con ese uniforme que le apretaba sus enormes melones y que pensara en ella con sentimientos nada filiales. Para mí, no había nada tan sensual como verla llegar a casa de mis abuelos y que se dejara caer agotada sobre el sofá con su indumentaria de trabajo.
¿Cuántas veces me imaginé siendo detenido por ella?…..Cientos, quizás miles.
¿Cuántas noches soñé con disfrutar de esa bella agente?…. Incontables.
¿Cuántas veces me acosté con ella?…. Ninguna y jamás creí que pudiera darse el caso.

El carácter de esa morena era tan agrio como lo bella que era. La mala leche proverbial con la que mi tía Andrea trataba a todos, hacía imposible cualquier acercamiento. Y cuando digo cualquier, ¡Era cualquier!.  Siendo una divinidad de mujer, nunca se le había conocido novio o pareja. Según mi padre eso se debía a que a que era tortillera pero según mamá, la razón que no había encontrado un hombre era por mala suerte.

-Ya encontrará un marido y tendrás que comerte tus palabras- le decía siempre defendiendo a su hermanita.
Mi viejo reía y como no quería  más bronca, se callaba mientras yo en un rincón, sabía que ambos se equivocaban.  En mi mente infantil, mi tía era perfecta y sin nunca había salido con nadie, era porque a ella no le interesaba.
“Cuando lo deseé, los tendrá a patadas”, pensaba sabiendo que esa noche tendría que masturbarme con la foto que me regaló en un cumpleaños.
Han  pasado muchos años, pero aún recuerdo esa instantánea. En ella mi tía Andrea estaba frente a un coche azul con la porra en la mano.  La sensualidad de esa imagen la magnificaba yo al imaginar que ese instrumento era mi polla y que ella la meneaba cuando en realidad eran mis manos las que me hacían la paja.
En mis horas nocturnas, mi imaginación volaba entre sus piernas mientras me decía a mí mismo que tampoco me llevaba tantos años. Lo cierto es que eso si era cierto, por aquel entonces yo tenía quince años y mi tía veinticinco pero a esa edad,  esa brecha la veía como insuperable y por eso me tenía que contentar con soñar solo con ella.
Profesional eficiente y sin nadie que le esperara en casa, Andrea subió como la espuma dentro de la policía y con veinticinco años ya era inspectora jefe de la comisaría de Moncloa en Madrid. Ese puesto que hizo menos frecuentes sus visitas, fue a la postre lo que me llevó a cumplir mi sueño desde niño……
Toda mi vida cambia por un maldito porro.
Acababa de empezar la carrera de derecho y como tantos muchachos de mi edad, estudiaba poco, bebía mucho y fumaba más. Y cuando digo fumar, no me refiero a los Marlboro que hoy en día enciendo sino a los canutos con los que me daba el puntito cada vez que salía a desbarrar.
Llevaba un tiempo causando problemas en casa, discutía con mis viejos en cuanto me dirigían la palabra, sacaba malas notas y lo peor a los ojos de ellos, mis nuevas amistades les parecían gentuza. Hoy desde la óptica que dan la experiencia, los comprendo: a mí tampoco me gustaría que los amigos de mi hijo tuvieran una estética de perroflautas pero lo cierto es que no eran malos. Eran…traviesos.
Hijos de papa como yo y con sus necesidades seguras, se dedicaban a festejar su juventud aunque de vez en cuando se pasaban.
Lo que os voy a contar ocurrió una madrugada en la que habiendo salido hasta el culo de porros de una discoteca, mis colegas no tuvieron mejor ocurrencia que vaciar los contenedores de basura en mitad de la calle Princesa. Para los que no conozcan Madrid, es una de las principales vías de acceso a la ciudad universitaria, por lo que aunque era muy tarde, había suficiente tráfico para que rápidamente se formara un monumental atasco.

 

La policía no tardó en llegar y viendo que éramos un grupo de diez los culpables del altercado, nos metieron a golpes a una patrulla. Envalentonado con el hachís y cabreado por la brutalidad que demostraron, fui tan gilipollas de encararme con ellos. Los agentes respondieron con violencia de modo que al cabo de los veinte minutos, todos estábamos siendo fichados pero en mi caso la foto que me hicieron era una muestra clara de abuso policial.
Con los ojos morados y el labio partido, me dediqué a llamarles hijos de puta y a amenazarles con ir al juzgado. Fue tanto el escándalo que monté que el inspector de guardia salió de su despacho a ver que ocurría.
La casualidad hizo que mi tía Andrea fuera dicho superior. Al reconocerme, pidió a uno de sus subalternos que me encerrara en una celda a mí solo.   Conociendo la mala baba que se gastaba su jefa, el agente no hizo ningún comentario y a empujones me llevó hasta esa habitación.
Yo, todavía no sabía que mi tía estaba allí por eso cuando la vi aparecer por la puerta, me alegré pensando ingenuamente que mis problemas habían terminado y alegremente, la saludé diciendo:
-Tía, tienes unos matones como subordinados, ¡Mira como me han puesto!
Mi  tía sin dirigirme la palabra me soltó un tortazo que me hizo caer y ya en el suelo me dio un par de patadas que aunque me dolieron no fue lo que me derrotó anímicamente sino el oírla decir a esos mismos que había insultado:
-Todos habéis visto que he sido yo quien se ha sobrepasado con el detenido, si hay una investigación asumo la responsabilidad de lo que pase.
Los policías presentes se quedaron alucinados que asumiera la autoría y si ya tenía a su jefa en un pedestal a partir de esa noche, para ellos no había nadie más capacitado que ella en toda la comisaría. Solo yo sabía, el por qué lo había hecho.
“¡Nunca me dejarían mis padres denunciar a mi tía!”
De esa forma tan ruda, la hermana de mi madre cumplió dos objetivos: en primer lugar me castigó y en segundo, libró al personal bajo su mando de un posible castigo. Humillado hasta decir basta, me acurruqué en el catre del que disponía el calabozo y usando las manos como almohada, dormí la borrachera. 
Debían ser sobre las doce, cuando escuché que la puerta de mi celda se abría. Al abrir los ojos, vi entrar a mis viejos con mi tía. Mi estado debía ser tan lamentable que mi madre se echó a llorar. Mi padre al contario, iracundo de ira, comenzó a soltarme un sermón.
-¡Vete a la mierda!- contesté intentando que se callara. Sus gritos se clavaban como espinas en mis sienes.
Al no esperárselo y ser además un buenazo, se quedó callado. Fue entonces cuando la zorra de mi tía me agarró de los pelos y obligándome a arrodillarme, me exigió que les pidiera perdón.
Asustado, adolorido y resacoso por igual, no tuve fuerzas para oponerme a su violencia y les rogué que me perdonaran.
Mi madre llorando como una magdalena, se repetía con lágrimas en los ojos que no sabía que podía hacer conmigo. Mientras ella lloraba, Andrea se mantuvo en un segundo plano.
-¡No ves lo que nos estás haciendo!- dirigiéndose a mí, dijo- ¡Vas camino de ser un delincuente!- os juro que no lo vi venir, cuando creía que estaba más desesperada, dejó de llorar y con tono serio, preguntó a su hermana: -¿Serías tú capaz de enderezarlo?
Mi tía poniendo un gesto de contrariedad, le contestó:
-Déjamelo un mes. ¡Te lo devolveré siendo otro!
Mi padre estuvo de acuerdo y por eso, esa tarde al salir de la comisaría, recogí mis cosas y me mudé con mi pariente.
Me mudo a casa de mi tía.
Recuerdo el cabreo con el que llegué a su apartamento. Mi padre me llevó en coche hasta allí y durante el trayecto tuve que soportar el típico discurso de progenitor en el que me pedía que me comportara. Refunfuñando, prometí hacerlo pero en mi fuero interno, decidí que a la primera oportunidad iba a pasarme por el arco del triunfo tanto sus consejos como las órdenes que la zorra de mi tía me diera.
“¡Ya vera esa puta!. ¿Quién se creé para tratarme así?”, pensé mientras sacaba mis cosas del maletero.
Mi pobre viejo me despidió en el portal y cogiendo el ascensor, fui directo a enfrentarme con esa engreída.
“¿Cambiarme a mí? ¡Lo lleva claro!”, me dije convencido de que aunque lo intentara no iba a tener éxito.
Tal y como había quedado con su hermana, Andrea me esperaba en el piso y abriendo la puerta, me dejó pasar con un sonrisa en la boca.

Supe al instante que esa capulla me tenía preparada una sorpresa pero nunca anticipe lo rápido que descubriría de que se trataba, pues nada mas dejar mi maleta en el cuarto de invitados, me llamó al salón.

 

-Abre la boca- ordenó- quiero hacerte una prueba de drogas.
Os juro que al verla con el bastoncito en la mano, me llené de ira y por eso le respondí:
-Vete a la mierda.
Mi tía lejos de enfadarse,  con un gesto de alegría en su boca, me pegó un empujón diciendo:
-¡Te crees muy machito! ¿Verdad?- y sin esperar mi respuesta, me soltó un bofetón.
Su innecesaria violencia, me terminó de enervar y gritando le contesté:
-Tía, ni se te ocurra volver a tocarme o….
-¿O qué?- me interrumpió- ¿Me pegarías?
Sobre hormonado por mi edad, respondí:
-Nunca pegaría a una mujer pero si fueras un hombre te habría partido ya tu puta cara.
Descojonada escuchó mi respuesta y antes de que pudiera hacer algo por evitarlo, me volvió a soltar otro guantazo. Fue entonces cuando dominado por la ira, intenté devolverle el golpe pero esa mujer adiestrada en las artes marciales, me paró con una llave de judo tirándome al suelo.
-¡Serás puta!- exclamé y nuevamente busqué que se tragara sus palabras.
Con una facilidad que me dejó pasmado ese bombón de mujer fue repeliendo todos mis ataques hasta que agotado, me quedé quieto. Entonces luciendo la mejor de sus sonrisas, me soltó:
-Ya hemos jugado bastante, ¿Vas a abrir la boca o tendré que obligarte?
-¡Qué te follen!- respondí.
Ni siquiera vi su patada. Con toda la mala leche del mundo, esa zorra me golpeó en el estómago con rapidez y aprovechando que estaba doblado, me agarró la cabeza y abriendo mi boca, introdujo el maldito bastoncito.  Una vez había conseguido su objetivo, me dejó en paz y metiéndolo en un aparato, esperó a que saliera el resultado del análisis:
-Como pensaba, solo hachis- dijo y volviendo a donde yo permanecía adolorido por la paliza, me dijo: -Se ha acabado el fumar chocolate. Todos los días repetiré esta prueba y te aconsejo que no te pille. Si lo hago te arrepentirás.
No me tuvo que explicar en qué consistiría su castigo porque en esos instantes, mi cuerpo sufría todavía el resultado de la siniestra disciplina con la que pensaba domarme.   Si ya estaba lo suficiente humillado, creí  que me hervía la sangre cuando la escuché decir:
-Tu madre me ha dicho que en  mes y medio, tienes los primeros parciales y le he prometido que los aprobarías. Ósea que vete a estudiar o tendrás que asumir las consecuencias.
Completamente derrotado, bajé la cabeza y intenté estudiar pero era tanto el coraje que tenía acumulado que con el libro enfrente, planeé mi venganza.
“Esa zorra no sabe con quién se ha metido”.
Estuve dos horas sentado a la mesa sin moverme. Aunque me cueste reconocerlo, me daba miedo que mi tía me viera sin estudiar y me diera otra paliza. Afortunadamente, llegó la hora  de cenar y por eso tuvo que levantarme el castigo y llamarme. Ofendido hasta la médula ocupé mi sitio y en silencio esperé que me sirviera. Cuando llegó con la cena, descubrí en ella a una siniestra institutriz que no solo me obligó a ponerme recto en la silla sino que cada vez que me pillaba masticando con la boca abierta, me soltó un collejón.
“Maldita puta”, mascullé entre dientes pero no me atreví a formular queja alguna no fuera a ser que decidiera hacer uso de la violencia.
Al terminar, le pedí permiso para irme a la cama. La muy hija de perra ni se dignó a contestarme, por lo que tuve que esperar a que ella acabara.  Fue entonces cuando me dijo:
-Somos un equipo. Nos turnaremos en lavar los platos y en los quehaceres de la casa… Así que hoy te toca poner el lavavajillas mientras yo acomodo el salón.
Sintiéndome su puto criado, levanté la mesa y metí los platos en el electrodoméstico. Ya cubierta mi cuota, me fui a mi habitación y allí cerré la puerta. Ya con el pijama dejé que mi mente soñara en cómo castigaría la insolencia de mi pariente.
Lo primero que hice fue imaginármela dormida en su cama. Aprovechado que dormía, ve vi atándola con las esposas que llevaba al cinto cuando salía de casa. Al cerrar el segundo grillete, mi tía despertó y al abrir los ojos y verme sonriendo sobre ella, me gritó:
-¡Qué coño haces!
De haber sido real, me hubiera cagado en los pantalones pero como era MI sueño, le respondí:
-Voy a follarte, ¡Puta!- tras lo cual empecé a desabrocharle su camisón.
Mi tía intentó zafarse y al comprobar que le resultaba imposible, me dijo casi llorando:
-Déjame y olvidaré lo que has hecho.
Incrementando su desconcierto, le solté un guantazo mientras le terminaba de desabotonar. Con esa guarra retorciéndose bajo mis piernas contemplé  sus pechos al aire y sin poderme aguantar, me lancé sobre ellos y los mordí. Su chillido angustiado me informó de que estaba consiguiendo llevarla a la desesperación.
“¡Menudas tetas!” me dije recordando sus pezones. Ese par de peras dignas eran de un banquete pero sabiendo que lo mejor de mi pariente era ese culazo, deslizé mentalmente su camisón por las piernas.
Hecha un flan, tuvo que soportar que prenda a prenda la fuera desnudando. Cuando ya estaba desnuda sobre la cama, pasé el filo de una navaja por sus pechos y jugueteando con sus pezones, le dije con voz perversa:
-¿Te arrepientes del modo en que me has tratado?
Mi tía, cuando  vio que iba en serio, se meó literalmente.  Incapaz de retener su vejiga, se orinó sobre las sabanas. Temiendo que le hiciera algo más que no fuera el forzarla,  con voz temblorosa, me respondió:
-No me hagas daño, ¡Te juro que haré lo que me pidas!
Satisfecho al tenerla donde quería, bajándome la bragueta, saqué mi miembro de su encierro y  la obligué a abrir sus labios para recibir en el interior de su boca el pene erecto de su sobrino.

-¡Mámamela!

Tremendamente asustada, se metió mi miembro hasta el fondo de la garganta. Al experimentar la humedad de su boca y tratando de reforzar mi dominio, en mi sueño, le ordené que se masturbara al hacerlo. Satisfecho, observé como esa estricta policía cedía y llevando una de sus manos a su entrepierna, se empezaba a tocar.
-Te gusta chupármela, ¿Verdad?- le solté para seguir rebajando su autoestima y cogiendo su cabeza entre mis manos, forcé su garganta usándola como si su sexo se tratara.
Unas duras arcadas la asolaron al sentir mi glande rozando su campanilla pero temiendo llevarme la contraria,  en mi mente, se dejó forzar hasta que derramándome en su interior, me corrí dando alaridos.
Tras lo cual me quedé dormido…
Mi primer día en casa de mi tía.
-¡Levántate vago!
Ese fue mi despertar. Todavía medio dormido miré mi reloj y descubrí que todavía era de madrugada. Quejándome, le dije que eran las seis de las mañana.
-Tienes cinco minutos para vestirte. Me vas a acompañar a correr- contestó muerta de risa.
Cabreado, tuve que levantarme y ponerme un chándal mientras mi tía me preparaba un café. La actividad de esa zorra en la mañana me desesperó y mas cuando urgiéndome a que me tomara el desayuno, me esperaba en la puerta.
“Hija de puta”, la insulté mentalmente al ver que empezaba a correr y que girando la cabeza, me pedía que la siguiera.
Curiosamente al correr tras ella, comprendí que tenía su lado bueno al observar el culo de esa zorra al trotar. Mi tía se había puesto un licra de atletismo, por lo que pude admirar sin miedo a que se diera cuenta esa maravilla. Os juro que disfruté durante los primeros diez minutos, mirando las dos preciosa nalgas subiendo y bajando al ritmo de su zancada.
El problema vino cuando me empezó a faltar la respiración por el esfuerzo. Sudando a raudales, tuve que pedirle que descansáramos pero esa puta soltando una carcajada me contestó diciendo:
-Necesitas sudar toda la mierda que te metes- tras lo cual me obligó a continuar la marcha.
Para no haceros la historia larga, a la hora de salir a correr, volví a su casa absolutamente derrotado mientras esa mujer parecía no notar ningún tipo de cansancio. Dejándome caer sobre un sofá, tuve que aguantar sus bromas y chascarrillos hasta que, olvidándose de mí, se  metió a duchar.
El sonido del agua de la ducha cayendo sobre su cuerpo me hizo imaginar lo que estaba pasando a escasos metros de mí y bastante excitado me tiré en la cama, pensando en ello. Mi mente me jugó una mala pasada por que  rápidamente llegaron hasta mí imágenes de ella enjabonándose. 
“Esta buena esa maldita”, me dije y reconociendo que le echaría un polvo si pudiera, me levanté a ordenar mi cuarto.
A los diez minutos, la vi entrar ya vestida pero con el pelo mojado. Al observar que tenía la habitación ordenada y la cama hecha, sonrió y me mandó a duchar. La visión de su melena empapada, me excitó y antes de que mi pene se alzara traicionándome, decidí obedecer.
Cuando salí del baño, mi tía ya se había ido a trabajar y viendo que todavía no habían dado ni las ocho, decidí hacer tiempo antes de irme a la universidad. Como estaba solo, aproveché para fisgonear un poco y sabiendo que quizás no tendría otra oportunidad, fui a su cuarto a ver cómo era.
Nada más entrar, me percaté de que al igual que su dueña, era pulcra y que estaba perfectamente ordenada. Abriendo los cajones, descubrí que su pasión por el orden era tal que agrupaba por colores sus bragas. Deseando conocer su gusto en ropa interior, me puse a mirarlas sin tocarlas no fuera a descubrir que no estaban tal y como ella, la había dejado.

Como en trance, pensé que quizás hiciera como su hermana y tuviera un bote de ropa sucia en el baño. Al descubrirlo en un rincón, lo abrí y descubrí un coqueto tanga de encaje rojo y más nervioso de lo que me gustaría reconocer,  lo saqué y me lo llevé a la nariz.

 

-¡Dios! ¡Qué bien huele!- dije en voz alta al aspirar su aroma.
Mi sexo reaccionando como resorte, se alzó bajo mi pantalón.  Dándome el gustazo, me senté en el suelo y usando esa prenda, me pajeé. Solo tuve cuidado al eyacular para no mancharla con mi semen. Una vez saciado, devolví el tanga a su lugar.
 Al ser ya la hora de irme, cogiendo mis bártulos, salí del apartamento imaginándome a mi tía usando esas bragas.
“Definitivamente…. Esa puta tiene un polvazo”.
 Ya en la universidad la rutina diaria me hizo olvidar a mi tía y solo me acordé de ella cuando entre clase y clase, un amigo me ofreció un porro. Estuve a punto de cogerlo pero recordando su amenaza, me abstuve de darle una calada, pensando:
“Es solo un mes”.
Aunque ese día no caí en ello, mi transformación empezó con ese sencillo gesto. Mitad acojonado por ser cazado en un renuncio pero también deseando complacer a esa mujer, tomé la decisión acertada porque al volver a su apartamento, lo primero que hizo  al verme fue obligarme a abrir la boca para comprobar que no había fumado.
Esa vez, obedecí a la primera.
Mi tía muy seria introdujo el puñetero bastoncito y al igual que el día anterior, se puso a analizar la saliva que había quedado impregnada en ese algodón. A los pocos segundos, la vi sonreír y acercándose a mí, me dio un beso en la mejilla como premio.
Si bien de seguro no lo hizo a propósito, al hacerlo sus enormes pechos presionaron el mío. El placer que sentí fue indescriptible, de modo que el desear que se repitiera esa  recompensa me sirvió de aliciente y desde ese momento, decidí que haría lo imposible por no defraudarla.
Tras lo cual, me encerré en mi cuarto y me puse a estudiar.  La satisfacción de mi tía fue evidente cuando pasando por el pasillo, me vio concentrado frente al libro  y viendo que me empezaba a enderezar, se metió a hacer la cena en la cocina.
Debían de ser casi las nueve, cuando cansado de empollar, me levanté al baño. Al pasar por el pasillo, vi a mi tía Andrea bailando en la cocina al ritmo de la música. Sintiéndome un voyeur,  la observé sin hacer ruido:
“¡Está impresionante!”, me dije sorprendido de que supiera bailar sin dejar de babear al admirar el movimiento de su trasero:” ¡Menudo culo!”, pensé deseando hundir mi cara entre esos dos cachetes.
Fue entonces cuando ella me sorprendió mirándola y en vez de enfadarse, vino hacia mí y me sacó a bailar la samba que sonaba en la radio. Cortado por la semi erección que empezaba a hacerse notar bajo mi bragueta, intenté rechazar su contacto pero mi tía agarrándome de la cintura lo impidió y se pegó totalmente  a mi cuerpo.
Aunque mi empalme era evidente, no dijo nada y siguió  bailando. Producto de su danza, mi sexo se endureció hasta límites insoportables pero aunque deseaba huir, tuve que seguirle el paso durante toda la canción. Una vez acabada y con el sudor recorriendo mi frente, me excusé diciendo que me meaba y me fui al baño.
Como sabréis de antemano,  me urgía descargar pero no mi vejiga sino mis huevos y por eso, nada más cerrar la puerta, me pajeé con rapidez rememorando la deliciosa sensación de tener a esa morena entre mis brazos.
Tan llenos y excitados tenía mis testículos que el chorro que brotó de mi polla fue tal que llegó hasta el espejo.
“¿Quién se la follara?” y por primera vez, no vi tan lejos ese deseo.
Aunque parecía imposible, esa recta e insoportable mujer cuando la llevabas la contraria, se convertía en un ser absolutamente dulce y divertido cuando se le obedecía.
Mi segundo día en casa de mi tía.
Deseando complacerla en todo y que me regalara otro beso u otro baile como la noche anterior, puse mi despertador a las seis menos cuarto, de forma que cuando apareció en mi habitación para despertarme la encontró vacía.
Sé que pensó que me había escapado porque me lo dijo y hecha una furia entró en la cocina para coger las llaves de su coche e ir a buscarme. Pero entonces me encontró con un café. Sin darle tiempo a asimilar su sorpresa, poniéndoselo en sus manos, le dije:
– Tienes cinco minutos para vestirte.
La sonrisa de sus labios me informó claramente que le había gustado mi pequeña broma y  sin decir nada, se fue a cambiar para salir a correr. Al poco tiempo, la vi aparecer con unos leggins aún más pegados que el día anterior y un pequeño top que difícilmente podía sostener el peso de sus pechos.
“Viene preparada para la guerra”, me dije disfrutando del profundo canalillo que se formaba entre sus tetas.
Repitiendo lo ocurrido el día anterior, mi tía iba delante dejándome disfrutar de su culo. El único cambio que me pareció notar es que esta vez el movimiento de sus nalgas era aún más acusado, como si se estuviera luciendo.
“Ese culo tiene que ser mío”, exclamé mentalmente sin perder de vista a esa maravilla.
Esa mañana resistí un poco más pero aun así al cabo del rato estaba con el bofe fuera y por eso no me quedó más remedio que pedirle que aminorara el paso. Mi tía se compadeció de mí y señalando un banco, me dijo que me sentara mientras ella estiraba.

Agotado como estaba, accedí y me senté.

 
Fue entonces cuando sucedió algo que me dejó perplejo. Aunque el camino era muy ancho, se puso a hacer sus estiramientos a un metro escaso de donde yo estaba.  Os juro que aunque esa mujer me volvía loco, me cortó verla agacharse frente a mí dejándome disfrutar de la visión de su sexo a través de sus leggins.
“¡Se le ve todo!”, pensé totalmente interesado al comprobar que eran tan estrechos que los labios de su coño se marcaban claramente a través de la tela.
Durante un minuto y dándome la espalda, se dedicó a estirar unas veces con las piernas abiertas dándome una espléndida visión de su chocho y otras con las rodillas pegadas, regalando a mis ojos un panorama sin igual de su culo.
Si de por sí eso ya me tenía cachondo, no os cuento cuando sentándose en el suelo se puso a hacer abdominales frente a mí. Cada vez que se tocaba los pies, el escote de su top quedaba suelto dejándome disfrutar del estupendo  canalillo entre sus tetas.
Olvidando toda cordura, incluso llegué a inclinarme sobre ella para ver si alcanzaba a vislumbrar su pezón. Mi tía al verme tan interesado, miró el bulto que crecía entre mis piernas y levantándose, alegremente, salió corriendo sin decir nada.
Mi calentura se incrementó al percatarme que no le había molestado descubrir la atracción que sentía por ella y por eso, con renovadas fuerzas, fui tras ella.
Al igual que la mañana anterior, nada más llegar a casa, mi tía se metió a duchar mientras yo intentaba serenarme pero no pude porque por algún motivo que no alcanzaba a adivinar, mi tía dejó medio entornada la puerta mientras lo hacía.
Al descubrirlo, luché con todas mi fuerzas para no espiar pero venció mi lado perverso y acercándome miré a través de la rendija. Mi ángulo de visión no era el óptimo ya que solo alcanzaba a ver su ropa tirada en el suelo. Debí de haberme conformado con ello pero al saber que mi tía estaba desnuda tras la puerta me hizo empujarla un poco. Excitado descubrí que el centímetro que había abierto era suficiente para ver su silueta a través de la mampara transparente de la ducha.
“Menuda mujer”, totalmente cachondo tuve que ratificar al ver el modo tan sensual con el que se enjabonaba.
Tal y como me había imaginado, sus piernas eran espectaculares pero fueron sus pechos los que me dejaron anonadado. Grandes, duros e hinchados eran mejores que los de muchas de las actrices porno que había visto y ya dominado por la lujuria, me desabroché la bragueta y sacando mi miembro me puse a masturbarme mirándola.
-¡Qué pasada!- exclamé en voz baja, cuando al darse la vuelta en la ducha, pude contemplar tanto los negros pezones que decoraban sus tetas como su coño. Desde mi puesto de observación, me sorprendió que mi tía llevara hechas las ingles brasileñas y que donde debía haber un poblado felpudo, solo descubriera un hilillo exquisitamente depilado: “¡Joder con la tía! ¡Cómo se lo tenía escondido!”, pensé.
Mi sorpresa fue mayor cuando la hermana de mi madre separó sus piernas para enjabonarse la ingle, permitiendo que su sobrino se recreara con la visión de su vulva. Si no llega a ser imposible, por el modo tan lento y sensual con el que se enjabonaba, hubiese supuesto que sabía que la estaba observando y que  se estaba exhibiendo.

Completamente concentrado, tardé en percibir en el modo en que se pasaba el jabón por su sexo que se estaba masturbando. La certeza de que mi tía se estaba pajeando me terminó de excitar y descargando mi simiente sobre la alfombra, me corrí en silencio. Asustado limpié mi estropicio mientras intentaba olvidar su espectacular anatomía bajo la ducha. Por mucho que lo intenté me resultó imposible, su piel mojada y la forma en que buscó el placer auto infringido se habían grabado en mi mente y ya jamás se desvanecería.

Ya en mi cuarto, mi imaginación se volvió a desbordar y no tardé en verme separando esos dos cachetes e introduciendo mi lengua en su interior. Solo el hecho de que mi tía saliendo del baño me descubriera, evitó que me volviera a masturbar pensando en ella.
Estaba tan caliente que decidí que tenía que irme de la casa y cogiendo mis libros, me despedí de ella desde el pasillo. Mi tía Andrea que ya había terminado, me contestó que esperara un momento. Al minuto la vi salir envuelta en la toalla y pegándose como una lapa, me dio un beso en la mejilla mientras, como si fuera casual, su mano se paseaba por mi trasero.
Os juro que todavía no comprendo cómo aguanté las ganas de quitarle esa franela y follármela ahí mismo. Hoy sé que quizás fuera lo que estaba deseando pero en aquel entonces, me dio miedo y  comportándome como un crio, salí huyendo.
Durante todo el día el recuerdo de su imagen en la ducha pero sobre todo la certeza de que esa última caricia no había sido fortuita me estuvieron torturando.  En mi mente no cabía que esa frígida de la que todo el mundo hablaba pestes, resultara al final una mujer necesitada de cariño  y que esa necesidad fuera tan imperiosa que aceptara incluso que fuera su sobrino quien la calmara.
Al ser viernes, no tuve clases por la tarde por lo que sin nada que hacer, decidí dar a mi tía una nueva sorpresa y entrando en la cocina, me puse a preparar la cena para que cuando ella llegara del trabajo, se la encontrara ya hecha.
Debió llegar sobre las nueve.
El coñazo de cocinar valió la pena al ver la alegría en su cara cuando descubrió lo que había hecho. Con cariño se acercó a mí y me lo agradeció abrazándome y depositando un  suave beso cerca de la comisura de mis labios. Fue como si me lo hubiese dado en los morros, la temperatura de mi cuerpo subió de golpe al sentir sus pechos presionando el mío, mientras me decía:
-Es agradable, sentirse cuidada.
De haber sido otra y no la hermana de mi madre, le hubiese demostrado un modo menos filial de mimarla. Sin pensármelo dos veces la hubiese cogido en brazos y la hubiera llevado hasta su cama pero, como era mi tía, sonreí y tapándome con un trapo, deseé que no  hubiese advertido la erección que sufría en ese instante mi miembro.
Sé que mis intentos fueron en vano porque entornando sus ojos, me devolvió una mirada cómplice, tras la cual, me dijo que iba a cambiarse porque no quería cenar con el uniforme puesto. Al cabo del rato volvió a aparecer pero esta vez el sorprendido fui yo. Casi se me cae la sartén al verla entrar con un vestido de encaje rojo completamente transparente.
Reconozco que me costó reconocer en ese pedazo de mujer a mi tía, la policía, porque no solo se había hecho algo en el pelo y parecía más rubia sino porque nunca pensé que pudiese ponerse algo tan corto y sugerente. El colmo fue al bajar mi mirada, descubrir las sandalias con tiras anudadas hasta mitad de la pantorrilla.
Para entonces, sabiendo que había captado mi atención, me preguntó:
-¿Estoy guapa?
Con la boca abierta y babeando descaradamente, la observé modelarme ese dichoso vestido. Las sospechas de que estaba tonteando conmigo se confirmaron cuando poniendo música se empezó a contornear bajo mi atenta mirada.
Dotando de un morbo a sus movimientos que me dejó paralizado, siguió el ritmo de la canción olvidando mi presencia. El sumun de la sensualidad fue cuando con sus manos se empezó a acariciar por encima de la tela, mientras mordía sus labios mirándome.
Estaba a punto de acercarme a ella y estrecharla entre mis brazos, cuando apagó la música  y soltando una carcajada, me dijo:
-Ya has tenido tu premio, ahora vamos a cenar.
Mi monumental cabreo me obligó a decirle:
-Tía eres una calientapollas.
El insulto no hizo mella en ella y luciendo la mejor de sus sonrisas, contestó:
-Lo sé, sobrino, lo sé- tras lo cual se sentó en la mesa como si no hubiese pasado nada.
Indignado con su comportamiento, la serví la cena y me quedé callado. Mi mutismo lo único que consiguió fue incrementar su buen humor y disfrutando como la zorra que era, se pasó todo el tiempo exhibiéndose como una fulana mientras, sin darse cuenta, bebía una copa de vino tras otra.
Si en un principio, sus provocaciones se suscribían a meras caricias bajo la mesa o a pasar sus manos por su pecho, con el trascurrir de los minutos, bien el alcohol ingerido o bien el morbo que sentía al excitar a su sobrino, hicieron que se fuese calentando cada vez mas.

-¿Te gustan mis pechos?- me soltó con la voz entrecortada mientras daba un pellizco sobre ambos pezones.

 
La imagen no podía ser más sensual pero cabreado como estaba con ella, ni me digné a contestar. Mi tía al ver que no había resultado su estratagema y que me mantenía al margen, decidió dar un pequeño paso que cambió mi vida. Levantándose de su silla, se acercó a mí y sentándose sobre mis rodillas, me preguntó:
-¿Mi sobrinito está enfadado?
-Sí, tía.
Poniendo un puchero en su boca, pegó su pecho contra mi cara mientras me decía:
-¿Y puede tu perversa tía hacer algo para contentarte?
Su pregunta hizo que mi pene se despertara del letargo y tanteando,  acaricié una de sus tetas para ver como reaccionaba. Mi caricia no fue mal recibida y sonriendo nerviosa, me preguntó:
-Verdad que lo que ocurra entre nosotros, no tiene nadie porque enterarse.
-Por supuesto- respondí mientras le bajaba los tirantes a su vestido.
Bajo la tela aparecieron los dos enormes pechos que había visto en la ducha. El hecho de que los conociera lejos de reducir mi morbo lo incrementó y cogiendo una de sus aureolas entre los dientes,  empecé a chupar mientras la hermana de mi madre no paraba de gemir.
-Me encanta como lo haces- masculló entre dientes totalmente entregada.
La excitación que asolaba a mi tía me dio la confianza suficiente para bajando por su cuerpo  mi mano se acercara a su pubis. Al tocarlo, la mujer que apenas dos días antes me había dado una paliza, pegó un respingo pero no intentó evitar ese contacto.  Ansiando llevar a la locura a esa mujer, introduje un dedo hasta el fondo de su sexo mientras  la excitaba a base de pequeños mordiscos en sus pezones.
No tardó en mostrar los primeros indicios de que se iba a correr. Su respiración agitada y el sudor de su escote, me confirmaron que al fín iba a poder cumplir mi sueño y  disfrutar de ese cuerpo.  Tal como había previsto, mi tía llegó al orgasmo con rapidez y afianzando mi dominio, le metí otros dos dentro de su vulva.
-Necesito que me folles- sollozó con gran amargura y echándose a llorar, gritó: –¡La puta de tu tía quiere que su sobrino la desvirgue!
La confesión que ese bombón de veintiocho años, jamás había estado con un hombre me hizo recordar mis pensamientos de esa mañana:
“Aunque exteriormente sea un ogro, en cuanto arañas un poco descubres que es una mujer necesitada de cariño”.
El dolor con el que reconoció que era virgen, me hizo comprender que desde joven había alzado una muralla a su alrededor y que aunque fuera policía y diez años mayor que yo, en realidad era una niña en cuestión de sexo.
Todavía hoy no sé qué me inspiró pero cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta su cama y me tumbé junto a ella.   Tratándola dulcemente, no forcé su contacto y solo abrazándola, abrazándola, la consolé dejándola llorar:
-Tranquila preciosa- le dije al oído con cariño.
Mi ternura la fue calmando y al cabo de unos minutos, con lágrimas en sus ojos, me preguntó:
-¿Me harías ese favor?
Supe enseguida a qué se refería. Un suave beso fue mi respuesta. Mi tía Andrea respondió con pasión a mi beso pegando su cuerpo al mío. Indeciso, llevé mis manos hasta sus pechos. La que en teoría debía tener  mas experiencia, me miró con una mezcla de deseo y de miedo y cerrando los ojos me pidió que los chupara.
Su permiso me dio la tranquilidad que necesitaba y por eso fui aproximándome con la lengua a uno de sus pezones, sin tocarlo. Estos se irguieron esperando el contacto, mientras su dueña suspiraba excitada. Cuando mi boca se apoderó del primero, mi pariente no se pudo reprimir y gimió, diciendo:

-Hazme tuya.

 

Sabiendo que ese pedazo de mujer nunca había probado las delicias del sexo, decidí  que tendría cuidado y reiniciando las caricias, fui recorriendo su cuerpo, aproximándome lentamente a mi meta. Mi tía, completamente entregada, separó sus rodillas para permitirme tomar posesión del hasta entonces inaccesible tesoro.
Pero en vez de ir directamente a él, pasé de largo y seguí acariciando sus piernas. La estricta policía se quejó odiada y dominada por el deseo, se pellizcó  sus pechos mientras me rogaba que la hiciera mujer. Si eso ya era de por sí, excitante aún lo fue mas observar que su sexo brotaba un riachuelo muestra clara de su deseo.
Usando mi lengua, seguí acariciándola cada vez mas cerca de su pubis. Mi tía, desesperada, gritó como una perturbada cuando, separando sus labios, me apoderé de su botón. No tuve que hacer más, retorciéndose sobre las sábanas, se corrió en mi boca.
Como era su primera vez, me entretuve durante largo tiempo, bebiendo de su coño y jugando con su deseo. Poseída por un frenesí hasta entonces desconocido, me rogó nuevamente que la desvirgara pero contrariando sus deseos,  seguí en mi labor de zapa hasta que pegando un aullido me confirmo que la última de sus defensas había caído.
Entonces y solo entonces, me desnudé.
Desde la cama ella me miraba. Al girarme y descubrir su deseo comprendí que en ese instante no era mi tía sino mi amante. Cuando me quité los calzoncillos y me di la vuelta, observó mi erección y sonriendo, me rogó que la tomara.
Comprendí que no solo estaba dispuesta sino que todo en ella  ansiaba ser tomada, por lo que,  separando sus rodillas, aproximé mi glande  a su sexo y jugueteé con su clítoris mientras ella no dejaba de pedirme excitada que la hiciera suya. 
Comportándome como el mayor de los dos y deseando que su primera vez fuera especial, introduje mi pene con cuidado en su interior hasta  que chocó contra su himen.  Sabiendo que le iba a doler, esperé que ella se relajara. Pero entonces, echándose hacia atrás, forzó mi penetración y de un solo golpe, se enterró toda mi extensión en su vagina. La hermana de mi madre pegó un grito al sentir que su virginidad desaparecía y aún doliéndole era mayor el lastre que se había quitado al sentir que mi pene la llenaba por completo, por eso susurrando en mi oído, me pidió: 
-Dame placer.
Obedeciendo gustoso su orden, lentamente fui metiendo y sacando mi pene de su interior. Mi tía que hasta entonces se había mantenido expectante, me rogó que acelerara mientras con su mano, se acariciaba su botón con satisfacción.

Sus gemidos de placer no tardaron en llegar y cuando  llegaron, me hicieron incrementar mis embestidas. La facilidad con la que mi estoque entraba y salía de su interior, me confirmaron más allá de toda duda que mi tía estaba disfrutando como una salvaje  y ya sin preocuparme por hacerla daño, la penetré con fiereza. Mi hasta esa noche virginal pariente no tardó en correrse mientras me rogaba que siguiera haciéndole el amor.

-¿Le gusta a mi tita que su sobrino se la folle?-, pregunté al sentir que por segunda vez, esa mujer llegaba al orgasmo.
-Sí-, gritó sin pudor- ¡Me encanta!
Dominado por la lujuria, la agarré de los pechos y profundizando en mi penetración, forcé su cuerpo hasta que mi pene chocó con la pared de su vagina. La reacción de esa mujer me volvió a sorprender al pedirme que la usara sin contemplaciones. Su rendición fue la gota que necesitaba mi vaso para derramarse, y cogiéndola de los hombros, regué mi siguiente en su interior a la vez que le informaba que me iba a correr, tras lo cual caí rendido sobre el colchón.
Satisfecha, me abrazó y poniendo su cabeza sobre mi pecho,  se quedó pensando en que esa noche no solo la había desvirgado, sino que la había liberado de sus traumas y por fin, se sentía una mujer aunque fuera de un modo incestuoso.
Al cabo de cinco minutos, ya repuesto, levanté su cara y dándole un beso en los labios,  le dije:
-Tía, a partir de esta noche, esta es también mi cama. ¿Te parece bien?
-Si pero por favor, no me llames Tía, ¡Llámame Andrea!.
-De acuerdo, respondí y sabiendo que en ese momento, no podría negarme nada, le dije: -¿Puedo yo pedirte también un favor?
-Por supuesto- contesto sin dudar.
Acariciándole uno de sus pechos, le dije:
-Mañana le dirás a tu hermana que te está costando educarme y que piensas que es mejor que me quede al menos seis meses contigo.
Muerta de risa, me soltó:
-No se negara a ello. Te quedarás conmigo todo el tiempo que tanto tú como yo queramos…- y poniendo cara de puta, me preguntó: -… ¿Me echas otro polvo?
Solté una carcajada al escucharla y anticipando el placer que me daría,  me apoderé de uno de sus pechos mientras le decía:
-¿Me dejarás también desflorar tu otra entrada?

 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!/
 
 

Relato erótico:Mi tío me entrega para mi placer a una sumisa.(POR GOLFO)

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 DE LOCA A LOCA PORTADA2
Segunda parte de Sustituí a su esposa en la cama de mi tío.
 
 
Sin-t-C3-ADtulo1Para los que no se hayan leído el primer capítulo, mi historia es un poco complicada. Me llamo Elena, estudio tercero de Medicina y soy la mujer con la que mi tío comparte su cama.
No penséis mal de Manuel, no creáis que es un degenerado que abusó de mí. Todo lo contrario, es el hombre más maravilloso del mundo que mientras su mujer estaba viva nunca le fue infiel ni siquiera con el pensamiento. Y si actualmente estamos juntos, se debe a que fui yo quien lo sedujo.
Para mí, mi tío es mi marido y su niño, no es mi primo sino mi hijo, porque al igual que ya viudo me metí en el lecho de su padre, desde que nació Manolito, he sido yo su madre.
Como comprenderéis nuestra relación no había sido fácil, porque él no había dejado nunca de echar de menos a su esposa y yo me había tenido que comer mis celos de la difunta porque si Manuel se enterara algún día, nunca lo hubiese entendido.
Por otra parte, estaba mi madre. Que si bien en un principio había confiado en mí y en el viudo de su hermana,  ya no lo tenía claro y andaba con la mosca detrás de la oreja. Aunque aceptaba e incluso ella misma había sido la culpable de que viviera con él durante el periodo universitario, no comprendía el motivo por el que también le acompañaba de vacaciones.
-Mamá, no puedo dejar solo a Manolito, me necesita- respondía cada vez que insistía.
Por supuesto, nunca le dije que cuando llegaba Manuel a casa, le recibía casi desnuda y él invariablemente me poseía en mitad del salón o dado el caso que me encontrara cocinando, contra la lavadora. Nos daba igual donde. Al vernos, nuestras hormonas entraban en acción y tanto él como yo, nos veíamos lanzados a renovar de manera brutal esos votos que nos prometimos una noche de madrugada.
Nuestra sexualidad era tal que, para nosotros, siempre estábamos experimentando cosas nuevas. Nuestro mayor placer era descubrir una nueva postura con la que dar rienda a nuestro amor y cuando ya habíamos agotado las diferentes variedades del Kamasutra, decidimos buscar en los sitios más insospechados el morbo con el que seguir afianzando nuestra relación. Lo que nunca supuse fue que encontraríamos el aliciente definitivo para quitarnos nuestras máscaras un día en que, por motivos de estudios, vino a casa una amiga de la universidad.
María, se llamaba la muy zorra y de virgen solo tenía el nombre porque como os comentaré era una puta desorejada que en cuanto vio a mi Manuel lo quiso para ella. Por el aquel entonces, la consideraba únicamente una amiga mas y aunque sabía que vivía con mi tío, nunca le conté que era mi hombre.
Llevábamos  encerradas estudiando desde la mañana, cuando cerca de las nueve de la noche, llegó Manuel a saludarnos. María, al verlo se quedó pálida y por eso nada más cerrar la puerta, me soltó entusiasmada:
-¡Qué bueno está! ¿Ese es tu tío?- y sin prever mi reacción, exclamó: -¡Le echaba un polvo!
Os juro que me encabronó su confesión y tratando de calmarme, le pedí que siguiéramos estudiando, pero ella insistiendo, me dijo:
-¿Sabes si tiene novia?
-No tiene- respondí enfadada sin mentir porque yo no me consideraba su novia sino su mujer.
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Mi media verdad le dio ánimos y dejándome con la palabra en la boca, desapareció de la habitación aludiendo a que tenía que ir al baño. Aunque lo dudéis, la creí pero al cabo de cuarto de hora de no volver, fui a ver que le pasaba. Al llegar a la cocina, me la encontré tonteando con mi tío y quise matarla:
“Zorra, Puta, furcia, fulana, pendón, pelandusca, mujerzuela”
Todos los apelativos a su clase pasaron por mi mente pero cómo no podía montar un escándalo y que se enterara de nuestra relación, tuve que quedarme callada y con una sonrisa, reclamarle que me había dejado sola. Tras pedirme perdón, mintió diciendo que se había acercado por un vaso de agua pero que se había quedado hablando con Manuel.
Mi tío que, además de ser mi marido no oficial, me conocía plenamente, supo que estaba celosa y siguiéndole el juego a esa guarra me dijo que, ya que tenía la cena lista, dejáramos de estudiar y descansáramos un poco. Traté de balbucear una excusa pero poniendo tres platos, nos invitó a sentarnos. Maria, sin llegarse a creer su suerte se  sentó a su lado y por eso me tuve que conformar con sentarme enfrente.
“Será perra” mascullé entre dientes al observar a esa muchacha coqueteando con mi hombre.
Con todo el descaro del mundo, la morena babeaba riéndole las gracias. Su acoso era tan evidente que Manuel me guiñó un ojo al ver a mi compañera reacomodándose las tetas para que el tamaño de sus pechos pareciera aún mayor. Os juro que no sé qué me cabreó  más, María al comportarse como una puta barata o  mi tío, que disfrutando de mi cabreo, la alentaba riéndole las gracias.
En un momento dado, me encontré a ese putón manoseándole por debajo de la mesa. Aunque Manuel solo era un sujeto pasivo de sus lisonjas, me resultó evidente que el jueguecito le estaba empezando a gustar al ver el brillo de sus ojos.
Hecha una furia, me senté en mi silla mientras le fulminaba con los ojos. Fue entonces cuando provocándome a las claras, le informó a mi amiga de que se había manchado de salsa su blusa.  María que no se había dado cuenta de la mancha, preguntó mientras se miraba la camisa:
-¿Dónde?
El cabrón de mi tío poniendo cara de bueno, le señaló el pecho. Aunque el lamparón  era enorme, la muy puta le dijo que no lo veía. Muerto de risa, Manuel llevó sus dedos al manchón y aprovechado que estaba al lado de uno de sus pezones, lo pellizcó suavemente.   La zorra de mi amiga no pudo evitar pegar un gemido al sentir esa dulce caricia y pidiendo perdón, se levantó a limpiarse la blusa. Reconozco que estuve a punto de saltarle al cuello pero mirándome a los ojos, mi tío me prohibió que lo hiciera.
Esperé a que mi compañera saliera del comedor para echarle en cara su comportamiento pero entonces Manuel acercándose a mí, me besó mientras me decía:
-¡Vamos a jugar un poco con esta incauta!
Sé que debí negarme a colaborar pero su promesa de que luego me haría el amor así como el leve toqueteo de su mano en mi entrepierna, consiguieron hacerme olvidar mis reparos y con mi cuerpo en ebullición, esperé a que volviera.
Al volver del baño, María nos informó involuntariamente de que estaba cachonda. Debajo de su blusa, dos pequeños bultos la traicionaban dejando claro que su dueña se había visto afectada por ese pellizco. Si bien había sido algo robado y no pedido, dejó claro nada más sentarse de que no le había resultado desagradable porque no solo pegó su silla a la de mi tío sino que olvidándose de mí, llevó su mano a las piernas de Manuel.
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Curiosamente, si antes me había enfadado su acoso, desde que mi hombre me había dicho que quería jugar con ella, sus ataques no hacían más que calentarme y sin creerme mi reacción, sentí que mi coño se encharcaba al comprobar que bajó su pantalón, el pene que también conocía se estaba empezando a poner duro. Tratando de disimular, me concentré en la comida pero confieso que me resultó imposible no echar un ojo a esos dos.
El zorrón de mi amiga que con descaro masturbaba a Manuel por encima del pantalón, se quedó de piedra cuando mi tío se bajó la bragueta y sacando su miembro al exterior le obligó a continuar llevando su mano hasta allí.  Si en un principio, intentó negarse por vergüenza de que los descubriera, al sentir en su palma el tamaño de la herramienta de mi hombre, no pudo dejar de desear cumplir sus órdenes y con sus pezones como escarpias, recomenzó su paja en silencio.
Para entonces, mi sexo estaba anegado y disimulando saqué mi móvil y me puse a hacer fotos bajo el mantel porque una vez se hubiese ido esa zorra, quería verlas con Manuel y así, rememorar lo ocurrido.  Estaba analizando, el sudor que recorría la frente de mi compañera, cuando percibí en sus ojos nuevamente la sorpresa.
“¡Está bruta!” sentencié al percatarme que su desconcierto se debía a que mi tío le había metido su mano en la entrepierna y que la muchacha no se había opuesto.
Comprendí que si permanecía allí,  iba a resultar más difícil que esa puta se dejara llevar por la lujuria y por eso les dije que iba a hacer el café.
-Tardaré cinco minutos- les informé para que María creyera tener la oportunidad de dar rienda suelta a su calentura.
Saliendo del comedor, me escondí tras la puerta para espiarles. Tal y como había previsto, esa puta en cuanto se quedó sola con mi tío dejó de disimular y berreando separó sus rodillas para dar vía libre a las caricias de mi amado. Me sentí incomoda de espiarles, pero en vez de volver no hacerlo, busqué una posición donde observarles sin que me vieran.
Manuel fue consciente de que al otro lado de la puerta les miraba, y profundizando en la calentura de mi amiga, le pidió que le enseñara los pechos. María, creyendo que yo estaba en la cocina, sensualmente se desabrochó la camisa, permitiendo que mi tío disfrutara de sus melones. Mi hombre recorrió con las yemas de sus dedos sus negras areolas y tras aplicarles un duro correctivo con sendos pellizcos, le dijo:
-¿A qué esperas?
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María supo a qué se refería y poniéndose a cumplir sus deseos se arrodilló entre sus piernas. Desde el pasillo, vi como esa zorra se arrodillaba y desabrochándole los pantalones, sacaba de su interior su sexo. No me podía creer lo que estaba viendo, esa dulce mujer que siempre se había hecho la estrecha, estaba introduciéndose centímetro a centímetro toda su extensión en la boca, mientras con sus manos acariciaba el musculoso culo de mi marido. Lo hizo con exasperante lentitud y por eso mi propia almeja ya estaba mojada, cuando sus labios, se toparon con su vientre.

Como si estuviera viendo en vivo un show porno, casi pego un grito mitad celoso y mitad vicioso, cuando comprobé que esa muchacha era una experta en mamadas y que contra la lógica, se había conseguido introducir todo su pene hasta el fondo de su garganta sin sentir arcadas. Para entonces ya me había contagiado de su fervor y mientras volvía agravarles, llevé una mano entre mis muslos y empecé a masturbarme.
Os juro que estuve a punto de correrme cuando una vez había ensalivado la verga de mi amado, esa zorra extrajo su pene de la boca y sonriendo, le pidió permiso para seguir mamándosela.
-Sigue, puta.
Mi amiga no se vio afectada por el insulto y ante mis ojos, cogió su instrumento con sus manos y empezó a pajearlo suavemente mientras se recreaba viendo crecer esa erección entre sus dedos. Tal y como siempre ocurría cuando era yo quien lo hacía, no tardé en admirar que la polla de mi tío estaba en todo su esplendor.
“¡Qué bella es!” no pude más que sentenciar al observar esa polla que tanto placer me había dado.
Para entonces, María había aumentado el ritmo y moviendo su muñeca arriba y abajo, consiguió sacar los primeros jadeos de su momentáneo amante. Los jadeos de Manuel, me impulsaron a coger entre mis dedos mi hinchado clítoris y sin dejar de espiarlos, me puse a calmar mi calentura.
El sonido de la paja a la que estaba sometiendo a mi hombre, me consiguió alterar de tal modo que me vi impelida a meter dos dedos en mi coño en un intento de anticipar mi orgasmo mientras mi amiga se concentraba en comerse esa maravilla de pene que tenía a su disposición.
“¡No puede ser!” exclamé mentalmente al percatarme de lo bruta que me estaba poniendo ver como ese putón se la comía a Manuel.
Incrementando la velocidad en que mis dedos entraban y salían de mi sexo, saqué mi cabeza para observar mejor esa mamada. Mi tío al verme y comprobar el brillo de mis ojos, profundizó mi morbo presionando la cabeza de mi hasta entonces amiga contra su entrepierna.
Fue entonces, cuando tenía la verga completamente inmersa en la garganta de la muchacha cuando me pidió en voz alta, si le dejaba follársela.
-Sí- respondí descubriendo ante mi compañera que había sido testigo de todo.
María, avergonzada, se quedó paralizada e intentó disculpar su actuación pero mi hombre cortó de cuajo su explicación, levantándola del suelo y sin darle tiempo a negarse, se puso a desnudarla mientras yo me acercaba.
Nunca creí que fuera capaz de hacer lo que hice a continuación: Sentándome en una silla, me seguí masturbando mientras Manuel la ponía a cuatro patas sobre la alfombra. La morena, completamente acalorada, dejó que le quitara las bragas. La aceptación por mi parte de su lujuria venció sus reparos y pegando un grito, rogó a mi tío que se la follara. Mi hombre no se hizo de rogar y cogiendo su pene, lo introdujo de un solo golpe hasta el fondo de su vagina.
El chillido que pegó esa morena me convenció de que pocas veces su coño había sido violado con un instrumento parecido al trabuco que mi tío tenía entre sus piernas y tratando de humillarla le solté acercando mi silla:
-¡Comete mi chocho! ¡Puta!
La rapidez con la que esa muchacha se apoderó de mi sexo, me dejó claro que no era la primera vez que disfrutaba de una mujer.  Yo en cambio, era nueva en esas lides y por eso me sorprendió la ternura con la que mi amiga cogió con su boca mi clítoris.
Sin cortarse un pelo, separó los pliegues de mi sexo mientras Manuel seguía machacando otra vez su cuerpo  con su pene.
-¡Dios!- gemí descompuesta al notar que con sus dientes empezaba a mordisquear mi botón.
Manuel al oir mi alarido, incrementó sus incursiones mientras le exigía a nuestro partenaire que buscara mi placer, diciendo:
-Hazle que se corra.
Cumpliendo a pies juntillas sus deseos, la morena introdujo un par de dedos en mi sexo y no satisfecha con ello con su otra mano, me desabrochó la camisa. Una vez había dejado mis senos al aire, se los llevó a la boca consiguiendo sacar de mi garganta un berrido.
-¡Me encanta!- chillé al notar sus labios mamando de mi pezón.
Mis palabras consiguieron incrementar el ritmo de mi amado hasta extremos increíbles y con el sonido de sus huevos rebotando contra el sexo de mi compañera, me corrí sobre la silla. María que hasta entonces se había mantenido a la expectativa al notar mi orgasmo, como histérica le pidió que arreciara en sus ataques. Manuel satisfecho con su entrega, le dio un azote.
-Dale duro- le exigí mientras disfrutaba de los estertores de mi propio placer.
Mi tío obedeciendo mis deseos, le dio una salvaje tunda en su trasero. Las violentas caricias lejos de incomodar a esa zorra, la puso a mil y con un tremendo alarido, le rogó que continuara pero entonces Manuel decidió darme mi lugar y dejándola tirada en mitad del comedor, me cogió entre sus brazos y me llevó hasta nuestra cama.
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Ya estaba saliendo de la habitación, cuando se giró y viendo que la cría seguía postrada en el suelo, le dijo:
-Acompáñanos.
Mi compañera sonrió al poder seguir siendo participe de nuestra lujuria y con genuina alegría nos siguió por el pasillo. Mi tío, nada mas depositarme suavemente sobre el colchón, se dio la vuelta y sentando a María en una esquina de la cama, le soltó:
-Como te habrás dado cuenta, Elena es mi única mujer. Si quieres disfrutar entre nuestras sábanas debes ser aceptar que tu papel será secundario.
Contra toda lógica, mi hasta entonces amiga nos confesó no solo que era bisexual, cosa que ya sabíamos, sino que disfrutaba siendo usada. No comprendí al principio a qué se refería y por eso interviniendo, le pedí que se explicara. Manuel soltó una carcajada al comprender mi inopia y antes de que María revelara su condición, me explicó:
-Es sumisa.
Hasta entonces lo único que sabía de esa práctica venía a través de lo que había leído en algunos relatos pero os reconozco que la perspectiva de tener una a mi disposición, me hizo mojarme e imprimiendo un tono duro a mi voz, le pregunté:
-¿Estás dispuesta a obedecerme?
La muy zorra adoptando la postura de esclava del placer, contestó:
-Sí, ama.
Con la espalda totalmente recta y los pechos erguidos, María esperó mis órdenes. Alucinada, observé que mi compañera de universidad dejaba patente su sumisión con sus rodillas separadas y sus manos apoyadas en los muslos. Buscando verificar su promesa, le pedí que me besara en los pies.
Sabiendo que era una prueba, María no tardó en acercarse a mi cama y con los brazos a su espalda, acercó su boca a mis pies. Os juro que al sentir sus labios en mis dedos, me excité como pocas veces antes y ya imbuida en mi papel, le dije:
-Quiero que me los chupes mientras veo como mi hombre te da por culo.
Ni que decir tiene que esa sucia puta se metió los dedos de mis pies en su boca mientras Manuel satisfacía mi morbo separándole los cachetes. Al hacerlo y meter un dedo en su ojete, descubrió que nunca había sido usado.
-¿Será tu primera vez?- preguntó extrañado.
-Sí. Nunca me lo han hecho- respondió con su voz teñida de miedo y de deseo.
Que esa cría pusiera a nuestra disposición un culo virgen, me hizo compadecerme de ella y por eso le pedí a mi tío que tuviera cuidado pero para su desgracia, Manuel tenía otros planes y sin hacer caso a mi sugerencia, puso su glande en ese estrecho orificio y de un solo empujón lo desvirgó. El estremecedor grito con el recibió su ataque, lejos de perturbarme me enloqueció y cogiéndola de la melena la obligué a comerse nuevamente mi sexo.
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De esa forma, mientras mi hombre cabalgaba sobre su culo, mi primera sumisa se dedicó a satisfacer mi lujuria. Mi orgasmo no tardó en llegar y recreándome en el placer que me daba el tenerla como esclava, mientras mi cuerpo convulsionaba en su boca, exigí a Manuel que siguiera tomándola. Afortunadamente, eran demasiadas las sensaciones acumuladas en él y por eso se corrió rellenando sus intestinos antes que el daño fuera demasiado grave.
María al sentir el semen de mi tío, lloró de alegría al saber que aunque no le había dado tiempo a gozar, no iba a tardar en sentirlo y sin esperar a que se lo dijéramos, se deshizo de su acoso y dándose la vuelta, empezó a limpiar su pene con la lengua:
-¿Qué haces?- preguntó mi tío al ver el modo en que recogía en su boca los restos de su pasión.
-Prepararlo para que satisfaga a mi ama- contestó como si fuera algo aprendido desde niña.
Esa frase me anticipó algo a lo que no tardé en acostumbrarme: Esa cría había decidido que para ella iba a ver jerarquías. En primer lugar estaba yo, su ama y Manuel, aunque era su superior, lo consideraba así porque era el hombre con el que compartía mi lecho.
Soltando una carcajada, la ordené:
-Límpialo bien y luego quiero que chupes mi ojete, porque tengo ganas que Manuel me tome por detrás.
-Así, lo haré- respondió increíblemente alegre.
Abrazando al que consideraba mi marido, susurré en su oído:
-Esta zorra nos va a dar mucho placer.
Muerto de risa, me besó y mientras María se afanaba en cumplir mis deseos, se dedicó a acariciar mi pecho, diciendo:
-¡Dile que se dé prisa! A mí también me urge usar tu culito.
Desde el suelo, mi compañera sonrió al comprender que desde ese día tenía un ama que la haría alcanzar nuevas cuotas de placer.
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Relato erótico: “Traición en Brasil” (POR XELLA)

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Estaba cansada. Llevaban cinco horas de viaje y aun les quedaban otras tantas, pero cruzar el charco lleva su tiempo…
 
Su hermana se había dormido, así que ni siquiera tenía con quien hablar. Por lo menos los asientos de primera clase eran comodísimos.
 
– Nuria… – Dijo, tocando suavemente el hombro de su hermana.
 
– Nmmhh. –  Se revolvía ella, molesta por haberla despertado. – ¿Qué quieres? – Se frotaba los ojos, desperezandose. – ¿Hemos llegado ya?
– Más quisiera… Queda casi la mitad todavía…
 
– ¿Y para que me despiertas?
 
– Por que tu tienes la mochila con el entretenimiento. Las revistas ya me las he acabado.
 
Nuria agarró la mochila y se la tiró con enfado.
 
– Ahí tienes. Y ahora dejame dormir.
 
Y diciendo eso se recostó otra vez sobre el asiento y se preparó para dormirse de nuevo. Lydia saco una maquinita de la bolsa y comenzó a jugar al tetris. Adoraba ese juego, no podría contar cuantas horas había estado delante de la pantalla oyendo la repetitiva banda sonora, no tenía ni que pensar, jugaba por pura inercia.
 
Entre pantalla y pantalla veía a su hermana pequeña dormir a su lado. Eran bastante diferentes, Lydia era rubia, alta, ojos azules y un cuerpo bastante delgado, había salido a su madre, una belleza del norte de Europa. En cambio Nuria era morena, bajita y tenia las curvas más marcadas que su hermana. Ella había salido a su padre.
 
Tenían 25 y 27 años y habían decidido darse un capricho y pasar unos días en Copacabana. Ninguna de las dos trabajaba pero sus padres tenían suficiente dinero como para permitirse viajar en primera. Su padre era un diplomático español, tenia muchas relaciones comerciales con los países del norte de Europa y allí, en Noruega concretamente, es donde conoció a su madre.
 
Las dos hermanas siempre se habían llevado bien. Nuria siempre había estado algo celosa de Lydia, pero nada grave, cosas de hermanas, así que para celebrar que la pequeña había acabado sus estudios habían decidido hacer ese viaje.
 
Seguro que se lo pasaban genial. Lydia estaba deseando ver las interminables playas de Brasil pero, para ello, todavía le quedaba un viaje interminablemente aburrido en el avión.
 
Se enfrascó en el juego hasta que se aburrió de él y luego dio una cabezada hasta que notó como el avión aterrizaba.
 
– ¡Qué calor! – Exclamó Nuria mientras salían con las maletas.
 
– Estoy deseando llegar al hotel y darme una buena ducha.
 
– ¡Y a la playa!
 
– ¡Sí! – Tengo ganas de tirarme en el sol, ¡vamos a salir de aquí negras!
 
– Mira, allí está nuestro chófer.
 
Lydia miró donde señalaba su hermana. Ese hombre no se parecía en nada a la idea que tenía ella de lo que debía ser un chófer. Desaliñado, algo sucio, el pelo sin peinar, barba de tres días… Pero tenía un cartel en el que se leía: Hermanas Barahona. No había duda, las estaba esperando a ellas.
 
Se acercaron al hombre y este no comprendía su idioma. Por señas les indicó que se montasen al coche, que las llevaría al hotel.
 
El coche era realmente una pequeña furgoneta que estaba tan limpia como su conductor. “Qué remedio, espero que el viaje sea corto” Pensaba Lydia. Y lo fue. Por lo menos la parte que recordaba.
 
El hombre comenzó a callejear, a las chicas les dio la sensación de que estaba dando vueltas al mismo sitio y, cuando se lo hicieron saber, notaron como alguien las agarraba desde la parte de atrás del asiento y les tapaba la boca con un trapo.
 
Lydia abrió los ojos, mareada, no sabía donde estaba. Tenía frío y le dolía el cuerpo. El lugar estaba tan oscuro que no podía ver nada, ¿Qué había pasado?
 
Intentó moverse pero no lo consiguió, tenia las manos atadas. Comenzó a asustarse, ¿Donde estaba Nuria?
 
Escucho un ruido tras ella, alguien agitandose.
 
– ¿Nuria? – Preguntó insegura.
 
– ¡Lydia! ¿Qué ha pasado?
 
– N-No lo se… Recuerdo que íbamos camino al hotel y entonces…
 
– ¡Oh, mierda! ¿Nos han secuestrado? ¿Qué nos van a hacer?
 
Nuria parecía asustada, y no era para menos, pero Lydia era la mayor, tenía que mantener la calma por las dos.
 
– No te preocupes, habrá alguna manera de salir de esta… Cuando papá vea que no hemos llegado al hotel empezará a mover hilos, estos cabrones acabarán entre rejas…
 
Y, aunque lo decía con convicción, sabía que no iba a ser así. Su padre las buscaría, claro que sí, pero no creía que las fuesen a encontrar fácilmente y, si lo hacían, podían tardar semanas en las que no sabían lo que podían hacer con ellas…
 
Un ruido las sobresaltó. Se estaba abriendo una puerta en la sala, y había entrado alguien. Lydia oía los ruidos a su espalda y no veía nada, pero podía suponer que Nuria estaba de frente a la puerta por como había empezado a temblar.
 
– Vaya vaya, que tenemos aquí. – Dijo una voz de mujer. – ¿Mis dos cachorritas se han despertado ya? – La mujer hablaba con el tono con el que se habla a un niño pequeño lo que, sin saber por qué, ponía más nerviosa si cabe a Lydia.
 
Se oyeron pasos, la mujer se acercaba a ellas, estaba observándolas. Comenzó a rodea las y, desde su posición en el suelo, Lydia solo fue capaz de ver unas botas altas con tacón de aguja y una larga melena pelirroja en una alta cola de caballo. Llevaba algo en la mano, una especie de látigo pero más corto. Lydia se estremeció de terror mientras se arrojaba como podía al cuerpo de su hermana.
 
La mujer se agachó ante Nuria y la agarró del pelo para levantarme la cara.
 
– ¿Habéis dormido bien?
 
– ¿Q-Qué queréis de nosotras? – Preguntó la rubia, asustada, intentando desviar la atención de su hermana.
 
– Creí que se os había comido la lengua el gato. – Contestó con sorna. – De momento poca cosa, primero nos vais a ayudar a grabar un pequeño vídeo para vuestro padre.
 
“¿Un secuestro?” Pensó Lydia. “Bueno, entonces tendrán que mantenernos ilesas si quieren cobrarlo.” Ese pensamiento la tranquilizó.
 
– Después… – Continuó la mujer – todo dependerá de vuestro padre. Y ahora levantaos, tenemos cosas que hacer.
 
Las dos hermanas obedecieron no sin dificultad, estando atadas como estaban era bastante complicado. Durante el proceso, vieron que tenían unos grilletes en los tobillos, les permitían andar pero con dificultad.
 
Las chicas echaron un vistazo al la sala. En la puerta había dos hombres enormes, con los brazos cruzados y expresión seria. Lydia supuso que no debía contrariarles demasiado si no quería probar su mal genio. A su lado estaba su hermana, con la misma pinta de asustada que debía tener ella y, frente a ellas, la mujer pelirroja.
 
Estaba ataviada con una ajustada falda de cuero negro y una blusa blanca y, como había visto antes, unas botas altas y una especie de látigo corto. Por su apariencia no debía ser mucho mayor que ellas, como mucho 30 años.
 
Los hombres se las acercaron por detrás y comenzaron a quitarles sus ataduras. Al librarse de ellas, notaron sus muñecas y tobillos doloridos.
 
– Espero que seáis unas niñas buenas y no nos deis problemas, mientras mejor os porteis, antes acabaremos. – Lydia estaba decidida a acabar con eso cuanto antes. – Ahora, desnudaos.
 
La orden las pilló de improviso, ¿Para que las querían desnudas? Si era un video pidiendo rescate no hacia falta tal humillación…
 
– ¿No me habéis oído? – El látigo chasco fuerte en el suelo frente a las hermanas.
 
Asustadas y mirándose la una a la otra, comenzaron a despojarse de sus ropas.
 
– Todas. – Apuntó la mujer cuando se detuvieron al llegar al la ropa interior.
 
Continuaron hasta quedarse completamente desnudas.
 
– Qué tenemos aquí… – La mujer se acercó al ellas. – ¿Mis cachorritas venían a portarse mal a Brasil? – Comentó, llevando la mano al coño de Lydia y tirando de los pocos pelos que quedaban en su pubis cuidadosamente depilado.
 
La chica dio un pequeño grito y se apartó, viendo la cruel sonrisa que apareció en la cara de aquella mujer.
 
– Colocadles los collares. – Dijo ésta dándose la vuelta.
 
Inmediatamente las chicas se estremecieron cuando notaron como algo grande y frio les rodeaba el cuello. Los hombres las estaban poniendo una especie de grillete enorme al cuello, del que colgaban varias arandelas.
 
– Y ahora seguidme.
 
Las hermanas estaban lo suficientemente asustadas como para no desobedecer, así que siguieron a la misteriosa mujer por varios pasillos hasta que llegaron al una sala con una pequeña cámara montada en un trípode. Las hicieron arrodillarse frente a ella.
 
– Ahora vamos a grabar un pequeño video para vuestro padre, sed convincentes, mientras antes consigamos lo que queremos, antes seréis liberadas.
 
“¿Liberadas? ¡Estupendo!” Pensaba la hermana mayor. Esperaba que todo ese calvario acabase pronto.
 
– Sólo tenéis que leer lo que pone en los carteles.
 
La mujer se situó tras la cámara y, haciéndolas una señal, las indicó que debían comenzar a hablar.
 
– ¡Papa! – Comenzó Lydia. – N-No sabemos donde estamos, no sabemos quién es esta gente ¡pero nos harán cosas horribles si no haces lo que te piden!
 
Mientras leía, se le comenzaron a saltar las lágrimas. No les habían dicho nada de eso, pero suponía que no estaban mintiendo.
 
– De momento estamos bien, pero no sabemos por cuanto tiempo. Si quieres volver a vernos no pongas trabas, ¡Por favor, papa! Tenemos miedo.
 
El llanto impidió que Lydia pudiese seguir leyendo. Nuria estaba a su lado muda. Debía haber entrado en una especie de shock.
 
La mujer pelirroja debió pensar que con eso tenía suficiente, por que apagó la cámara y se llevó a las hermanas con ella. Las acompañó a una habitación con dos celdas, una para cada una, con un camastro y un orinal, y se fue, dejándolas allí solas, desnudas y encerradas.
 
Lydia se echó en su catre y se puso a llorar desconsoladamente, no podía aguantar más la presión. Se fijó en Nuria, también estaba en su cama sollozando. Se acercó a ella.
 
– Nuria… No te preocupes, todo saldrá bien.
 
Mientras se acercó al ella notó algo raro.
 
– Nuria… Te estás… ¿Riendo?
 
No estaba llorando, estaba riéndose, acurrucada en su celda y desnuda, ¡Estaba riéndose!
 
“Pobrecita, debe de ser algún tipo de reacción traumatica” Pensaba su hermana.
 
Nuria comenzó a incorporarse. La ligera risa que la hacía agitarse en la cama pasó a ser más ruidosa, y poco después se tornó en carcajada.
 
– ¿Estás bien? – Preguntaba la mayor.
 
– Mejor que nunca hermanita.
 
– ¿Como?
 
– No pensaba que todo saliera tan bien.
 
– ¿Todo? ¿De que estas hablando?
 
– Tu vida acaba aquí. Jamás volverás a ser la perfecta Lydia Barahona, la preferida, la mejor.
 
Lydia pensó que su hermana se había vuelto loca, demasiada tensión, demasiado miedo por la situación.
 
– Ahora solo serás un objeto. ¿Sabes quien es esta gente? ¿Sabes lo que hacen con las chicas que capturan? Las convierten en esclavas.
 
– ¿Estás loca? No me asustes, vamos a salir de aquí. Papá cumplirá sus exigencias y saldremos de aquí.
 
– Tu nunca saldrás de aquí, jamás volverás a ser libre. No hay manera de escapar.
 
– ¿Por qué hablas solo de mí? Estamos en la misma situación. – Lydia se estaba enfadando. Por mucho que a su hermana se le hubiese ido la cabeza, la molestaba que la hablase así, como si ella no estuviese en su misma situación.
 
– ¿No lo entiendes? Todo ha sido una trampa. Estás aquí gracias a mí.
 
– ¿Q-Qué?
 
– Estaba harta de vivir a tu sombra toda la vida. Lydia esto, Lydia aquello… ¡Siempre comparandome contigo! Hice un trato con estos hombres. Ellos querían algo de papá y yo quería algo de ellos. He tenido que fingir que me secuestraban a mi también para que resultase más real, pero ahora que han grabado el video ya no hace falta fingir.
 
Lydia miraba atónita a su hermana, no podía creer lo que estaba escuchando.
 
– Para nuestro padre, yo lograré escapar milagrosamente de las garras de estos terribles secuestradores, mientras que tú morirás en el intento. No se que pasará contigo, seguramente acabes trabajando en algún burdel barato de Brasil, o de cualquier otro país. A lo mejor te venden como esclava sexual a algún cartel de la droga. Sea como sea, tu vida como la perfecta Lydia Barahona a terminado.
 
La joven rubia no podía articular palabra, estaba sorprendida hasta tal punto que era incapaz de reaccionar. Su hermana, su pequeña hermana había hecho eso. Sabia que la tenia envidia, pero no esperaba que fuese tanta.
 
Entonces, dos hombres entraron en la sala, abrieron las celdas y sacaron a las mujeres a empujones de allí.
 
– ¡Eh! Tranquilitos, que ya ha acabado todo. – Decía Nuria, molesta por el trato.
 
Lydia seguía en shock. Se dejaba llevar a donde la quisieran llevar. Que resultó ser una sala algo más grande que la que había servido para grabar el video, pero que también disponía de una cámara.
 
Los hombres dejaron allí a las hermanas y se colocaron en la puerta.
 
– ¿Cuando recuperaré mis ropas? – Preguntó Nuria, pero los hombres estaban impasibles.
 
Unos segundos después, la mujer pelirroja entró en la sala pero daba la impresión de que las hermanas no estaban allí, fue directamente a la cámara y empezó a trastear con ella.
 
– ¡Ya era hora! –  Exclamó Nuria. – ¿Vamos a acabar ya con esta tontería?
 
La mujer hizo caso omiso del comentario, encendió la cámara y se puso delante.
 
– Agente 086, señorita Natalia. Procedo con el adiestramiento de la esclava n° 106: Lydia Barahona y de la esclava n° 107 Nuria Barahona, hermanas.
 
– ¡¡¿QUÉEE?!! – Gritó Nuria, avalanzandose sobre la mujer. – ¡Eso no es posible!
 
En seguida uno de los hombres se echó sobre ella deteniendola.
 
– Mpfff… Sueltamé… No podéis…
 
– Vaya, nos ha salido rebelde.
 
– ¡¿Qué crees que estas haciendo?!
 
– Mi trabajo. – Contestó la mujer, cortante. – Estoy aquí para haceros dos obedientes esclavas.
 
– ¡Ese no era el trato!
 
– Tu tenías tus planes, yo tenía los míos.
 
Nuria se revolvía en los brazos del hombre, intentando zafarse. Entonces Natalia se acercó y la retorció un pezón con fuerza.
 
– ¡Aaaaahh!
 
– Es hora de que vayas aprendiendo que aquí no tienes derecho a nada, perra. A partir de ahora eres nuestra, al igual que tu hermana y haremos lo que queramos con vosotras.
 
El hombre la obligó a arrodillarse ante la mujer.
 
– Debes aprender a guardar respeto a tus superiores. –  Continuó diciendo Natalia.
 
– ¿Respeto? Ptch. – Respondió Nuria, escupiendo a los pies de la mujer.
 
Un doloroso mordisco recorrió la espalda de la chica. Pero no había sido un mordisco, Natalia había lanzado el látigo en respuesta a la falta de respeto mostrada por la joven y éste había rodeado su cintura, restallando con toda su fuerza en la espalda de la chica que, debido al dolor, se inclinó hacia delante, cayendo al suelo ante la pelirroja.
 
– ¿Cómo te atreves? – Recriminaba esta. –  Tendré que enseñarte cuál es tu lugar.
 
Se agachó y tirandola del pelo condujo la boca de la chica al escupitajo que había lanzado a sus botas.
 
– ¡Limpialo! – Exigió.
 
– ¡No!
 
Natalia la lanzó a un lado y comenzó a lanzar latigazos a su desprotegido cuerpo. Lydia contemplaba la escena entre asustada y complacida. Asustada por que eso mismo se lo podían hacer a ella, y complacida por que veía como la zorra de su hermana, la putada que la había vendido, estaba recibiendo su merecido.
 
– ¿Vas a obedecer?
 
– ¡Aaah! ¡Basta! ¡Basta, por favor!
 
– ¿Vas a obedecer? – Repitió Natalia.
 
– ¡Sí! ¡Pero para de golpearme!
 
– ¡Pues obedece! – Gritó dando un último golpe con el látigo.
 
Nuria se lanzó a los pies de la mujer, sollozando de dolor y comenzó a limpiar el escupitajo con la lengua, aguantandose las arcadas.
 
Lydia observaba el cuerpo de su hermana. En unos segundos se había cubierto de líneas rojas en cada lugar en el que había sido golpeada. “Esta mujer no se anda con bromas… Tendré que tener cuidado” Pensó.
 
– Ya está bien, perra. Vamos a seguir con la sesión que teníamos programada. Arrodillaos.
 
Las dos hermanas obedecieron al instante, aunque a Nuria le costó bastante debido al dolor que recorría su cuerpo.
 
– ¿Cual es tu nombre? – Preguntó la mujer, acercándose a Lydia.
 
– L-Lydia Barahona.
 
– Lydia Barahona, señorita. – Repuso la mujer. – Debéis aprender a tratar a vuestros superiores con educación.
 
– Lydia Barahona, señorita. – Contestó rápidamente la rubia, queriendo evitar cualquier tipo de castigo.
 
– ¿Y el tuyo?
 
– Nuria, Nuria Barahona… Señorita. – Contestó asustada de hacerlo mal y recibir un nuevo latigazo.
 
– ¿Qué edad tenéis?
 
– 27 años, señorita.
 
– 25 años señorita.
 
– ¿Sois hermanas? –  Preguntó, acercándose a la cámara.
 
– S-Sí, señorita.
 
Natalia esperó unos segundos fuera de plano, para que se viese bien la imagen de las dos hermanas destinadas a ser esclavas.
 
– Poneros a cuatro patas y dando la espalda a la cámara.
 
Obedecieron a sabiendas de que estaba grabando su coño y su cultura completamente expuesto pero, ¿que otra opción tenían?
 
La señorita comenzó a pasear a su alrededor. Las acariciaba la espalda, las nalgas. A Lydia la separó los cachetes para que se viese bien el agujero del culo.
 
– ¿Alguna vez os han sodomizado?
 
– No, señorita. – Contestó la rubia.
 
– S-Sí… Señorita. – Se sinceró la hermana, asustada de que descubriese su mentira y la volviera a azotar.
 
– ¿Y te gustó?
 
– No… No mucho… Dolía…
 
– Así que dolía… No te preocupes, aquí vas a obtener una gran resistencia al dolor.
 
La obligó a levantar el torso de nuevo, tirandola del pelo y, sin ningún tipo de consideración colocó una pinza en cada peón de la chica, haciéndola gritar de dolor.
 
– ¡Aaahh! Estoy obedeciendo, ¿Por qué…?
 
– Porque quiero y porque puedo. – Cortó, arrojando de nuevo al suelo. – No necesitas más explicación. Y ahora ven aquí.
 
La condujo hasta situarla justo tras su hermana.
 
– ¿Alguna vez habéis tenido sexo con otra mujer?
 
Las hermanas estaban asustadas, no las obligaría a eso… ¿O si?
 
– ¡Contestad!
 
– ¡No señorita! – Respondieron a la vez.
 
– Pues que mejor manera de comenzar que con alguien que te quiere, ¿Verdad?
 
No podía estar pidiendolas eso. Nuria estaba paralizada, tenía frente a ella el coño y el culo de su hermana, estaba tan cerca que podía oler el aroma de su sexo.
 
La señorita, impaciente, arañó la espalda de la chica, atravesando todos los arañazos que la había hecho el látigo.
 
– ¡¿A que esperas?!
 
Nuria se lanzó al la entrepierna de Lydia, que intentó zafarse de su Hermana, pero Natalia la agarró del pelo, volviendola a colocar en su sitio.
 
– No me hagas darte la misma medicina que a tu hermana, que lo estabas haciendo muy bien. ¿Vas a ser buena, o me vas a obligar a hacerte ser buena?
 
– V-Voy a ser buena… – Balbuceaba, notando como su hermanita pequeña había enterrado la cara en su sexo.
 
La chica comenzó a sollozando, la situación la superaba, tenia que elegir entre dejar que su hermana la comiera el coño, o ser azotada con el látigo. Eligió el menor de los males aunque, poco a poco, empezó a parecerle menos malo, su hermana se lo estaba tomando en serio, para evitar otro castigo, seguramente, pero estaba empezando a llevarla al éxtasis.
 
Este hecho no paso desapercibido para la pequeña de los Barahona, que notaba como el coño de su hermana comenzaba a segregar flujo. El sabor era extraño, pero no desagradable, se parecía al suyo, que alguna vez había probado desde la polla de alguno de sus amantes, llevándosela a la boca después de haber sido follada. Le dolía todo el cuerpo, pero no quería volver a cabrear a la señorita Natalia. Cada vez que ésta pasaba por su lado, observando como hacia su trabajo, se estremecía de miedo, pensando que iba a descargar el látigo sobre su culo o su espalda.
 
Tampoco se olvidaba del dolor que le producían las pinzas, colgando y meciéndose con cada movimiento de sus tetas.
 
– ¿No le vas a lamer el culo a tu hermana?
 
– ¿Qué? – Dijo Nuria, sorprendida.
 
Natalia se había parado a su lado sin que se hubiese dado cuenta.
 
– Qué te estás centrando en el coño, y no he visto que tu lengua se detenga ni una sola vez en su ano.
 
– Y-Yo…
 
– Una esclava debe hacer bien su trabajo. Y si no lo hace, hay que enseñarla a hacerlo.
 
Natalia comenzó a agitar levemente el látigo y Nuria, al verlo, se lanzó al devorar el ojete de su hermana.
 
Lydia nunca había sentido algo así, sus parejas le habían pedido sexo anal alguna vez, pero ella se había negado. Tampoco había dejado que se lo lamieran, le parecía algo sucio y anti higiénico… Pero ahora lo notaba placentero… Apartando la vergüenza y humillación de la situación de su mente, podía sentir como la fresca y húmeda lengua de Nuria recorría su agujero trasero, como hacía pequeñas incursiones en su interior. Podía notar como su esfinter se cerraba instintivamente para evitarlo, y eso la producía un placer que no había sentido nunca antes.
 
Y de golpe, todo acabó.
 
Natalia apartó a Nuria del culo de su hermana y, sin previo aviso, introdujo un enorme plug anal negro, forzando el hasta ahora inexplorado ojete de Lydia. La chica gritó de dolor ante la intrusión e intentó evitarlo, pero la pelirroja se encargó de que entrara hasta dentro, momento en el que el culo de la chica se cerró sobre el objeto, manteniendolo sujeto.
 
– ¡Aaah! – Se quejaba la chica, que sentía que la habían partido por la mitad.
 
– Cállate, perra. Hay que empezar a entrenar ese culito, ¿O prefieres que te sodomicen directamente, sin haberlo entrenado?
 
“Prefiero que me dejéis marchar” Pensaba la chica, pero sabia que no tenía escapatoria.
 
– Por hoy hemos acabado la grabación, ahora os llevaré a vuestras celdas.
 
Los hombres las levantaron al vuelo y prácticamente las arrastraron tras la señorita. Lydia notaba como el enorme juguete que tenia en su culo la molestaba al andar, mientras que Nuria sufría los vaivenes de sus tetas debido a las pinzas.
 
Cuando llegaron a las celdas, las colocaron una especie de mordaza con forma de polla, que acabó dentro de su garganta, engancharon su collar a una cadena en el techo y sus manos a las otras dos anillas laterales del collar, de manera que no podían moverse mucho y tampoco hablar. La cadena que las sujetaba no era lo suficientemente larga como para permitir que se tumbasen, así que tenían que permanecer de pie o arrodilladas.
 
Así las abandonaron, dejándolas en la soledad de sus pensamientos, sin poder hablar entre ellas.
 
Lydia odiaba profundamente a su hermana por lo que había intentado hacer, y encontraba una extraña satisfacción en verla compartiendo su destino.
 
Nuria, por su parte, daba vueltas a sus propias palabras, las frases que le había dicho a su hermana cuando creía que todo saldría según sus planes:
 
“Tu nunca saldrás de aquí, jamás volverás a ser libre. No hay manera de escapar.”
 
————————
 
No habrían sabido decir cuanto tiempo estuvieron abandonadas en aquellas celdas pero, por las veces que habían ido a alimentarias, debían haber estado algo más de un día.
 
Para alimentarlas vino un hombre que enganchaba un pequeño tubo a un agujero que existía en su mordaza-polla y vertía el alimento licuado y el agua. No tenían que hacer nada, se derramaba directamente en su garganta, solo debían cuidar no atragantarse.
 
Las dolía el cuerpo entero, las rodillas, los brazos y los pezones y el culo. No habían podido dormir nada en absoluto, estaban reventadas… Y por eso sintieron una extraña alegría cuando vieron aparecer a Natalia en la sala.
 
– ¿Habéis descansado, perras? Espero que si, por que hoy va a ser un día duro.
 
Se acercó a Nuria y le quitó las pinzas de los pezones, haciéndola gritar de dolor a través de la mordaza. Después la soltó. A Lydia la liberó primero y, una vez estaba tirada en el suelo, sacó el plug anal de un tirón, provocando un intenso dolor en la chica. Natalia quedó observando el enorme agujero negro en que se había convertido el estrecho ojete de la rubia.
 
– Vamos, levantaos. – Dijo después.
 
Con un enorme esfuerzo, las hermanas obedecieron.
 
– Cómo os he dicho, hoy va a ser un día duro pero, si os portais bien, esta noche podréis dormir en una cama, sin ataduras.
 
¡Dormir! Era lo único que deseaban en ese momento, poder descansar, olvidarse del dolor… Estaban decididas a obedecer en todo.
 
Natalia sabia como proceder con esclavas nuevas, y no había mejor manera que hacerlas sufrir al principio, que supiesen lo que era el dolor para tener las suficientes ganas de querer evitarlo. Así conseguía obediencia casi absoluta, pero ese “casi” se podía eliminar gracias al látigo…
 
Enganchó unas cadenas a sus collares.
 
– Seguidme. – Dijo tirando de ellas. – Os voy a hacer vuestro primer regalo como esclavas.
 
Esa palabra caló muy hondo en las dos hermanas. ESCLAVAS. Ya no eran dueñas de si mismas, ahora eran simplemente dos esclavas, al servicio de sus dueños. Sus mentes luchaban contra esa idea, imaginaban que habría alguna salida, alguna esperanza pero, sobre todo Nuria, en el fondo sabían que eso era imposible.
 
No pensaron en el significado del “regalo” que iban a recibir hasta que llegaron a la sala. Allí había un par de hombres esperando y una silla de ginecólogo en el centro de la sala. De la silla colgaban correas que servirían para inmovilizarlas.
 
– ¿Por quién empezamos? – Preguntó uno de los hombres.
 
– Por esta. – Contestó Natalia, obligando a Nuria a dar un paso al frente.
 
– De acuerdo, siéntate en la silla.
 
La chica estaba asustada, no sabía lo que la iban a hacer, pero tenía claro que no quería que se lo hicieran.
 
Natalia se acercó por detrás y la agarró de sus doloridos pezones, haciéndola gritar de nuevo. El dolor hizo que la chica se inclinase sobre la camilla, lo que la pelirroja aprovechó para darla unos fuertes azotes en el culo, aun surcado por los golpes del látigo.
 
Entre los dos hombres colocaron a Nuria en la silla y amarraron las correas.
 
– Voy a quitarle esto. – Dijo uno de los hombres, desenganchando la mordaza de la boca de la chica. – Me pone más cuando gritan.
 
Lydia vio como el hombre saco una enorme aguja de un cajón, y la cara de terror que puso su hermana cuando la vio. Sabia perfectamente que ella seria la siguiente y eso la asustaba, pero también sabia que no tendría elección, que hiciese lo que hiciese iba a acabar con el mismo resultado…
 
El hombre calentó la aguja al rojo y, a pesar de las quejas de la chica, agarró uno de los pezones y lo atravesó de golpe con ella. Los gritos de Nuria los podría haber escuchado hasta su padre. El hombre, impasible, colocó un pequeño aro de oro en el agujereado peón y prosiguió con el siguiente.
 
Una vez acabó con ellos, prosiguió con el clitoris de la chica. Ya no gritó, no intentó resistirse, el dolor acumulado por sus pezones durante toda la noche había explotado con la aguja.
 
Le tocó el turno a Lydia, que se propuso no gritar. Lo llevó bastante bien hasta que la aguja hizo contacto con la piel, entonces soltó un alarido de dolor pero, igualmente, el hombre acabó el trabajo sin preocuparse por ello.
 
Nuria estaba tendida en el suelo, dolorida y Lydia, apoyada en la silla la observaba. Vio como uno de los hombres la cogia y la colocaba a cuatro patas.
 
– Ahora a llegado el momento de que pagueis nuestros servicios. – Susurró una voz a su espalda.
 
Unas manos se cernieron sobre ella mientras veía como el otro hombre se sacaba la polla y apuntaba directamente al culo de su hermana, entonces vio que a ella la iban a hacer lo mismo. Querían sodomizarla. El miedo se apoderó de ella mientras oía los leves grititos de su hermana, estaba tan derrotada que no podía ni quejarse. Pero ella no lo iba a permitir. Tenia el culo dolorido, había estado toda la noche con aquel cacharro de plástico metido y la había dolido, mucho.
 
El hombre la inclinó hacia delante y ella luchó, se revolvió y soltó una patada hacia atrás, acertando en la entrepierna de su violador.
 
“¿Violador? ¡Ahora les perteneces! No tienes escapatoria” Se decía a si misma, pero pensar en el dolor que iba a recibir era más poderoso que la razón. Olvidó el latente golpeteo que notaba en sus nuevos y brillantes piercings cada vez que se movía y salió corriendo.
 
La puerta estaba cerrada, ¿Qué iba a hacer ahora? Se dio la vuelta y vio como Natalia y el hombre iban hacia ella, el hombre con cara de pocos amigos, agarrándose las pelotas por el golpe, Natalia, en cambio, sonreía. Y eso es lo que más miedo dio a Lydia. Esa sonrisa indicaba que después lo pagaría caro…
 
– ¡L-Lo siento! – Clamó la rubia arrodillandose ante ellos. – No volverá a ocurrir, ¡No sabia lo que hacía!
 
– Ya se que no volverá a ocurrir… Ya me encargaré de eso. – Dijo Natalia, tranquilamente. – Creí que eras más lista que tu hermana. – señaló con la cabeza a Nuria, que seguía empalada por aquel hombre, pero sus grititos habían pasado a ser pequeños gemidos. – Pero veo que eres tan tonta como ella. ¡Levántate!
 
Lydia temblaba mientras obedecía, pero no quería enfurecer más a aquella mujer. Natalia la acompañó hasta la silla, la obligó a inclinarse y amarró sus manos con las correas.
 
– No tienes escapatoria, perra. –  La susurró al oído. – Vamos a hacer contigo todo lo que queramos, con tu ayuda o sin ella, tu decides.
 
Al escuchar esto Lydia comenzó a llorar. Se hizo completamente consciente de su situación actual y, escuchar como el hombre se situaba tras ella no ayudaba a calmarla. Miró a su hermana, que se dejaba encular dócilmente. Pequeños gemidos se escapaban de su boca, lo que la hizo pensar que a lo mejor no era tan malo, que se había intentado rebelarse de manera exagerada. Seguro que no dolía tanto…
 
Todos esos pensamientos se difuminaron de golpe y de manera cruel cuando, sin ningún tipo de piedad, el hombre enterró toda su polla en el culo de la rubia. La chica gritó de dolor, ni siquiera cuando la habían clavado la aguja había sufrido tanto. Tenia el culo sensible, enrojecido y dolorido por el juguete que había tenido que soportar toda la noche, lo que hacía que fuera más doloroso todavía.
 
El hombre penetraba una y otra vez a la chica, sacaba la polla hasta la punta y volvía a embestir, castigando a la zorra que le había pegado una patada en los cojones. Sus huevos rebotaban contra su coño, haciendo sonar un rítmico PLAP PLAP que se mezclaba con los gritos de la chica. No tardó mucho en correrse y llenar a la chica con su semen. Cuando extrajo su polla, el ojete rezumaba semen y algo de sangre, dio un fuerte azote a la chica y salió de la sala, despidiéndose de Natalia.
 
Pocos tiempo más tardó Nuria en recibir su carga de semen, quedándose tendida en el suelo, con el culo abierto y chorreando.
 
“Vaya imagen familiar” Pensaba Natalia, divertida.
 
– Vamos perras. –  Dijo, desenganchando a Lydia y atandoles las correas de nuevo. – Por hoy hemos terminado.
 
Las chicas se sintieron aliviadas, la sola idea de poder descansar hizo que se olvidasen del dolor de su cuerpo. Andaban a trompicones, los chorretones de semen se escurrian por sus muslos mientras caminaban, pero seguían a la señorita ansiosas de llegar al su destino.
 
Las llevó a una sala distinta a la de sus celdas y, cuando entraron, todos sus ilusiones se hicieron añicos.
 
No había camas, ni colchones, ni siquiera una manta sobre la que echarse. En su lugar había dos armatostes de madera que no tenían pinta de ser creados para descansar.
 
– ¿N-No vamos a dormir? – Preguntó Nuria, asustada.
 
– ¿Dormir? ¿En que momento os habéis ganado ese derecho? Os dije que podríais descansar si os portabais correctamente, y está claro que no lo habéis hecho.
 
Estaban paralizadas de miedo, no podrían aguantar otra noche como la anterior…
 
Intentaron resistirse de nuevo, pero lo único que consiguieron es que entraran dos hombres a reducirlas. Las obligaron a situarse sobre los aparatos y ataron todas sus extremidades, inmovilizandolas por completo.
 
Tenían las piernas separadas, el culo alzado y el cuerpo inclinado en 90°. Las manos estaban atadas tras la espalda en una situación bastante forzada. Tenían el vientre apoyado sobre el mueble, conformando su único apoyo.
 
Estaban situadas la una frente a la otra, viéndose las caras.
 
La señorita Natalia se situó tras Nuria, insertando un plug anal en su culo y volvió a colocarle la mordaza con forma de polla. Después procedió con su hermana, obviando el grito que soltó al ver su culo profanado una vez más.
 
– Mañana vendré a por vosotras. – Dijo, dirigiéndose hacia la puerta. – Espero que os porteis bien con vuestros nuevos amigos. – Comentó, enigmaticamente.
 
“¿Amigos? ¿Qué amigos?” Las chicas se miraban asustadas, pero no tardaron en descubrirlo. Al cabo de un rato, unos hombres entraron en la sala y, riéndose entre ellos se dirigieron a las chicas. Sin mediar palabra, se situaron tras ellas, extrajeron el plug de su culo y comenzaron a sodomizarlas uno tras otro.
 
Había algunos que preferían follar su boca, para lo que las quitaban la mordaza. Hubo muchos que probaron a las dos, o que las obligaron a chuparsela después de haber follado su culo, haciendo que casi vomitasen debido al sabor y al olor, pero todos las usaron.
 
Cuando ese grupo acabó se sintieron aliviadas, hasta que un nuevo grupo entró en la sala. Entonces se derrumbaron y comenzaron a llorar. No luchaban, no podían evitarlo. Sólo lloraban. Vieron que no tenían escapatoria y llegaron a la conclusión de que harían todo lo posible por no volver a estar en esa situación. No desobedecerian, harían todo lo que las pidiesen. Cualquier cosa menos ese sufrimiento.
 
Estaban al límite de sus fuerzas cuando, tras salir el último grupo de hombres, entro la señorita Natalia con dos hombres más. No dijo nada, ni siquiera las miró, solo dio dos ordenes a sus acompañantes y estos desengancharon a las hermanas y las sacaron en brazos de la sala.
 
El resto son recuerdos brumosos. Los hombres las llevaron a una sala con un par de catres, ni estaban en una celda, ni las encadenaron. Durmieron un par de días. De vez en cuando se despertaban cuando venían a curarlas, tanto los piercing como las heridas provocadas por las violentas sesiones de sexo.
 
Despertaron acurrucadas una al lado de la otra. Cuando se movieron, un sonido dencampanitas resonó en la sala y vieron que mientras dormían, a parte de curarlas, las habían cambiado los aritos por unos pequeños cascabeles. Era una mezcla entre cómico y degradante, como si fuesen dos mascotas con su cascabel… “Realmente es lo que somos” Pensaron.
 
La puerta sonó y las sobresaltó. La preciosa pelirroja apareció enfundada en un vestido de cuero.
 
– ¿Qué tal estais, mis perritas?
 
– Bien, señorita. – Respondieron, solicitas.
 
Natalia las observó. Estaban firmes ante ella, no movían ni un músculo.
 
– Espero que no me obligueis a volver a castigaros porque, no os quepa duda, la próxima vez será peor.
 
Las chicas se estremecieron, ¿Peor? Era imposible, pero no querían comprobarlo.
 
– No, señorita.
 
– Seguidme entonces.
 
Salieron por la puerta tras ella, ni siquiera les enganchó las correas, no le hizo falta. El sonido de los cascabeles era como música en los oídos de Natalia, le encantaba su trabajo. Solo había tardado unos días y había conseguido que esas niñas consentidas se convirtiesen en unas solicitas esclavas.
 
Ya podía avisar a sus superiores, estarían verdaderamente satisfechos. Ahora llegaba la segunda parte del plan.
 
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Relato erótico: “Mamá descubre que mi tío y yo tenemos una sumisa” (POR GOLFO)

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no son dos sino tres2Tercer capítulo de “Sustituí a su esposa en la cama de mi tío”.
Sin-t-C3-ADtulo37Mi relación con mi tío era cada vez mejor, no solo era mi macho y el hombre en el que me podía apoyar sino que también sabía mantenerse en segundo plano cuando me apetecía jugar con  mi sumisa. María que, hasta un mes, solo era mi compañera de universidad, ahora vive con nosotros y como la obediente mujer que es, cuando llega de clase se cambia de vestido y se pone el uniforme de criada.
Todavía recuerdo el día que se lo hice. Como me resultó imposible encontrar uno que combinara elegancia y sensualidad, por eso tuve que comprar el típico de sirvienta antigua y arreglarlo. Mis retoques fueron mínimos: la larga falda quedó convertida en una minifalda que me permitiera disfrutar de sus piernas nada más verla e incrementé la longitud de su escote para que si nos apetecían sacarle las tetas, no tuviéramos que desabrochar ningún botón.
Acababa de terminar de coser, cuando escuché a Manolito llorar. Al mirar la hora, comprendí que lo que tenía el niño era hambre y sacándolo de la cuna, me puse a darle de mamar. El niño ya tenía nueve meses de edad y aún seguía dándole el pecho porque cuando ese crío se apoderaba de mi pezón, me hacía sentirle totalmente mío.
Esa tarde me senté con él en el salón porque quería esperar que María llegara para entregarle mi regalo. La morena no tardó en llegar y cuando lo hizo, seguía con mi niño al pecho.
Tal y como habíamos quedado, de puertas afuera, éramos amigas pero dentro de mi casa, esa muchacha debía mostrarme respeto. Por eso, tocó la puerta y pidiéndome permiso, se arrodilló a mis pies para mirar como el niño se alimentaba. Desde que descubrió que de mis pechos manaba leche, buscó limpiar ellas las gotas que mi chaval dejaba al terminar. Si para mí, era un placer criar a la antigua a mi primo, para ella, era una obsesión servirme.

Os reconozco que sentirla a mi lado mientras Manolito mama, me excitaba porque cuando el bebé dejara en paz mi pezón, vendría la boca de esa mujer a sustituirlo.


-Tienes un regalo- le dije al verla postrada a mis pies y mostrándoselo, le exigí que se lo probara.
María sonrío al ver de qué se trataba y cogiéndolo quiso ir a su habitación a probárselo pero con un breve gesto, le informé de que quería ser testigo de cómo se lo ponía.
Aun antes que empezara a desnudarse, comprendí por el brillo de sus ojos que mi sumisa estaba excitada. Dócilmente se puso en mitad del salón y con la lentitud que sabía que me gustaba, se empezó a desabrochar la blusa. Botón a botón la fue abriendo, dejándome disfrutar de cada centímetro de su escote. Una vez terminó, se despojó de ella, pudiendo por fín comprobar que bajo su sujetador, María ya tenía los pezones duros.
-¿Estas cachonda?- pregunté al advertir que le costaba respirar.
-Sí, ama- respondió sin dejar de desnudarse.
Llevando sus manos a su espalda, abrió el cierre de su brassier y tirando de él dejó libres sus senos.

-Date prisa, puta. ¡No tengo todo el día!- le dije ya acalorada y con ganas de verla vestida con ese uniforme.

María, al oír mi orden, supo que me estaba excitando y con la satisfacción de estar cumpliendo con su deber, se despojó de su falda, bajándola aún más tranquilamente por sus caderas. Al quitársela pude admirar que tal y como le había mandado esa mañana, en vez de bragas llevaba un cinturón de castidad, protegiendo mi propiedad.
-Tráeme las llaves- le pedí porque me urgía verla desnuda.
Mi sumisa, fue hasta mi bolso y me las trajo. Con verdadera ansia, abrí el candado para quitarle el siniestro aparato y aprovechando mientras se lo desprendía, pasé mis dedos por su sexo. Juro que me encantó descubrir que esa zorra lo tenía encharcado y sintiendo que bajo mi propia falda, ocurría lo mismo le ordené que acercara porque quería olerla.
Sumisamente puso su coño a mi disposición y tal como le había enseñado, con los dedos separó sus pliegues para que pudiera valorar si lo tenía como a mí me gustaba. Nada más acercar mi nariz a su entrepierna, fui testigo de la forma tan rápida con la que esa zorra se excitaba conmigo porque ante mis ojos, su sexo se anegó y derramando lágrimas de flujo, estas recorrieron sus piernas.
Satisfecha le pedí que me cogiera a Manolito. La morena lo sostuvo con cuidado porque sabía que ese crío era mi propiedad más valiosa y sin poderse ni mover, tuvo que soportar en silencio que con mis dos manos, le abriera sus nalgas para verificar que el plug anal seguía en su sitio. Al comprobar que no se lo había quitado, le di a modo de premio un sonoro azote en uno de sus cachetes y volviendo a coger a mi chaval, le ordené que se pusiera el uniforme.
Con celeridad, se vistió y tras hacerlo, bajando la cabeza me preguntó si estaba satisfecha. Al mirarla, comprobé que su belleza quedaba resaltada por esa ropa y deseando que Manuel, mi tío, estuviera ahí para verla, le dije:
-Para ser una piltrafa, no estas mal.
Como sabía que había pasado mi examen, sonrió deseando que llegara su recompensa. Usualmente si se portaba bien le dejaba que después de limpiarme del pecho los restos de leche, hiciera lo mismo entre mis piernas. La propia María era consciente de que se había vuelto una adicta de mi coño y mi peor castigo era cancelar su ración diaria de él.
-El niño ya ha terminado, cámbiale y vuelve.
Con celeridad, cumplió su cometido y colocando a Manolito en su cuna, volvió  a la habitación. Ya desde la puerta, se agachó y vino hacia mí, de rodillas y maullando como una cachorrita. Aunque me gustó la forma en que me informaba de las ganas que tenía de saborear el fruto de mis pechos, para entonces ya era una necesidad sentir sus labios en mis pezones y por eso le mandé que empezara.
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María ni siquiera me respondió con palabras y pegándose a mi silla, comenzó a lamerme desde mis hombros hasta el cuello. La sensación de sentir su lengua acercándose por mi cuerpo era brutal y mientras mis areolas se ponían duras, bajo mis bragas mi sexo era ya un lago de deseo. Mi sierva no hizo ningún comentario cuando percibió las contracciones de mis muslos y recreándose en mi escoté, me despojó de mi sujetador, mientras yo sentía que esa tarde iba a obtener mucho placer de su boca.
Dejando mis pechos al descubierto, acercó su boca a ellos y con tono suave, me pidió permiso para empezar.
-¡Hazlo! ¡Puta!
Era tal mi calentura que en cuanto acercó su lengua al primero de mis pezones, mis dos pechos empezaron a manar leche. María al verlo y sabiendo lo mucho que me disgustaba que se desperdiciara, se lanzó a tratar de contener esos dos torrentes. Con las mejillas empapadas, bebió de mis tetas sin darse cuenta que su urgencia me estaba poniendo bruta y que el modo en que intentaba beber toda mi producción me estaba llevando al borde del orgasmo,
-Tráete un vaso- le exigí al advertir que la leche caía en cascada por  mi estómago.
Asustada por fallarme, salió corriendo y en vez de traer lo que le había pedido, trajo dos tazones. Su error  resultó mejor porque cogiendo uno de ellos, su tamaño le permitió mamar de un seno mientras la producción del otro rellenaba el recipiente.
-Soy una vaca lechera- dije al comprobar que la leche recién ordeñada ya cubría la mitad del tazón.
Sonriendo, mi sierva respondió:
-Sí, ama pero me encanta.
Al irla a reprender porque nadie la había permitido hablar, descubrí que tenía toda la cara empapada y muerta de risa, le dije que dejara mis pechos y se concentrara en mi sexo.
-Pero ama, se va a desperdiciar….- contestó estupefacta.
-Por eso no te preocupes- contesté cogiendo el otro tazón y poniéndolo en el pecho libre.
Comprendiendo que no podía negarse a cumplir mis exigencias, se arrodilló entre mis piernas. Al verla en esa posición tan servil pensé que iba a ver saciada mi deseo con celeridad pero, en vez de ello, se dedicó a recorrer con su lengua mis pantorrillas mientras miraba con cara descompuesta su meta. Me sentí tan íntimamente observada que se me incrementó mi calentura e inundando la habitación con el olor de su celo, me quedó quieta esperando sus siguientes movimientos. Como una zombie controlada por sus hormonas, se vio impelida a acercar la cara a mi sexo. Ese aroma penetrante le llamaba e incapaz de negarse, introdujo su lengua en mi coño.
Mis gemidos le dieron la seguridad que le faltaba y abriendo con dos dedos mis labios, dejó al descubierto mi fijación. Con toda la parsimonia del mundo, lamió y mordió mi clítoris. Las carantoñas de su boca se fueron profundizando cuando con completo deleite saboreó el enorme flujo que brotaba de mi manantial secreto. Ya poseída por la lujuria, su lengua recogía a borbotones mi néctar mientras con su mano se empezaba a masturbar.
Demasiado caliente para contenerme, le exigí que se atiborrara de mí. Su lengua penetró en mi interior  asolando mis defensas. No solo violentó mi gruta, sino que aprovechándose de mi flaqueza, sus dedos acariciaron los bordes de mi ano. Me sentí paralizada al percibir que su índice se introducía arañando mi anillo. Totalmente empapada, me dejé hacer. Sentir que mis dos hoyuelos eran tomados al asalto fue superior a mis fuerzas y gritando, me vacié en su boca.

Todavía no me había repuesto del orgasmo cuando al levantar mi mirada, vi que Manuel nos observaba desde la puerta. Sus ojos reflejaban satisfacción pero entonces se fijó  en los vasos rellenos con mi leche que todavía portaba en mis manos:
-¿Y eso?- me preguntó.
Muerta de risa, me levanté y dándoselos, le dije:
-Son para ti.
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El cabrón de mi tío los cogió y llevándoselos a la boca, empezó a beber de la leche de su sobrina, diciendo:
-Cariño, cada día  tu leche es más dulce.
Os juro que al verlo disfrutar del producto de mis pechos, me volvió a excitar y pasando mi mano por su bragueta, descubrí que la escena que involuntariamente le habíamos brindado, lo tenía también alborotado. Como María se había portado bien, decidí premiarla y por eso, levantándola del suelo, apoyé su cuerpo contra la mesa mientras le preguntaba a mi tío:
-¿Te apetece usarla?
Mi hombre sonrió y levantándole la falda, recorrió sus nalgas con las manos. Mi sumisa al sentir las yemas de Manuel acariciándole el trasero no pudo reprimir un gemido. Al percatarse de que la zorra tenía su chocho encharcado, no se lo pensó dos veces y sacando su pene, la penetró de un solo golpe.
Eso fue el preludio. Durante toda esa noche, tanto yo como mi marido seguimos gozando de María. Aunque nuestra relación a tres bandas no es lo habitual, os juro que no me arrepiento y es más os tengo que confesar que tanto mi tío como yo disfrutamos gustosos de la carne tibia de nuestra amante sin pensar en el futuro.
Todo se complica al venir mi madre de visita.
Nuestra idílica existencia donde mi tío, Manolito y yo formábamos junto con María una peculiar familia, se trastocó sin remedio un día que mi madre decidió visitarnos  previo aviso. El azar quiso que mi sumisa se encontrara sola en casa y creyendo que era yo quien volvía de la universidad, salió a recibirla vestida de uniforme.
Os podréis imaginar la cara con la que se quedó mi madre al verla ataviada con tan poco discreta vestimenta pero obviando el tema, le preguntó por mí:
-La señora todavía no ha vuelto- contestó María dándose cuenta del percal en que se había metido: -Debe estar a punto de llegar.
Tras lo cual la llevó al salón y le preguntó si quería algo mientras esperaba. Mi progenitora con la mosca detrás de la oreja, le contestó un café. Preparárselo le dio la oportunidad de coger el teléfono y de llamarme. Al explicarme que la había pillado vestida así me dejó helada y anticipando mi vuelta, fui a su encuentro.
Al llegar a casa, dejé mis libros en el recibidor y casi temblando, la busqué. Cuando la vi, estaba jugando con Manolito que con cerca de un año ya empezaba a balbucear. El chaval en cuanto me vio vino gateando llamándome mamá. Como para mí era algo normal, no me fijé en la cara de mi propia madre que entornando los ojos, me preguntó un tanto escandalizada:
-¿Te llama mamá?
Supe que tenía que darle una explicación y optando por la más sencilla, riendo contesté:
-Pues claro. Para Manolito, soy su madre.
Mi respuesta no le satisfizo e insistió:
-Y a tu tío, ¿No le molesta?
Tratando de mostrar una tranquilidad que no sentía, le respondí:
-Piensa que soy la única figura materna que tiene y Manuel lo asume con normalidad.
-Ya veo- contestó en absoluto convencida, tras lo cual me informó que tenía unos asuntos que resolver en Madrid y si se podía quedar en la casa:
-Por supuesto, siempre serás bien recibida aquí- dije sin percatarme de que en teoría esa era la casa de mi tío y llamando a María le pedí que llevara su equipaje a mi cuarto para que durmiera allí mi madre.
Al irse la supuesta criada, francamente mosqueada, me preguntó:
-¿Y esta niña no debería ir mas vestida?
Soltando una carcajada, le mentí:
-Más bien, ¡Con ese uniforme parece una puta! El problema es que es nueva y la anterior era mucho más bajita.
Mi contestación la tranquilizó y uniéndose a mi risa, respondió:
-Deberías comprar uno de su talla, tu tío es viudo y no vaya a ser que teniendo la tentación en casa, se nos eche a perder.
Dándole la razón, le prometí que al día siguiente iría a por uno y cogiéndola del brazo, la llevé a la cocina para que me contara como estaba mi padre. Dos horas después llegó Manuel que alertado por nosotras ya sabía de la presencia de su antigua cuñada y actual suegra en la casa. Disimulando la besó en la mejilla y sentándose a nuestro lado, se unió a nuestra charla. Lo malo fue que una vez transcurrido unos minutos se relajó y me pidió:
-Cariño, ¿Puedes traerme una copa?
“¡Será bruto!” pensé al oír el apelativo pero sin darle importancia para que mi progenitora no se diera cuenta, me levanté a cumplir sus deseos. Mi madre que de tonta no tenía un pelo, se olió que nuestra relación iba más allá de lo típico entre tío y sobrina y entrando directamente al trapo, le preguntó:
-¿Cómo llevas la ausencia de mi hermana?
Manuel supo por dónde iba a discurrir esa conversación y anticipándose, le respondió:
-Todavía la echo de menos pero gracias a tu hija, su perdida me resulta más llevadera.
Mi llegada evitó que siguiera con su interrogatorio y quedándose con las ganas, guardó el resto de sus preguntas para cuando estuvieran los dos solos. Supe por las caras de ambos que había interrumpido algo serio y no queriendo que dicha conversación se reanudara, les informé que la cena ya estaba lista.
Al entrar en el comedor y sentarnos, el ambiente se tornó aún más tirante al decirme la tonta de María:
-Ama, ¿Le importa que empiece a servir por su madre?
“Joder”, pensé, “¡Estoy rodeada de brutos!, al advertir la cara de mi madre al escuchar de los labios de la criada la forma en que se había dirigido a mí y como no podía hacer nada al respecto, le contesté:
-Por favor.
Aunque no dijo nada, se la quedó mirando tratando de averiguar el sentido de tamaño respeto porque ese apelativo podría ser disculpado por un origen hispano pero en la boca de una española escondía un significado que debía indagar. Me quedó clarísimo que albergaba dudas cuando aprovechando que la teórica sirvienta estaba en la cocina, preguntó:
-Y a esta niña, ¿Dónde la habéis encontrado?
Estaba a punto de inventarme una historia cuando escuché a mi tío decir:
-Es compañera de universidad de Elena y debido a que sus padres se encuentran en mala situación económica, al enterarse de que necesitábamos una criada, le preguntó si podía optar ella al puesto.
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“Definitivamente, hoy Manuel tiene el día espeso”, me dije al comprender que mi madre no se creería que una chavala española y encima universitaria fuera tan respetuosa con alguien de su misma edad y formación por lo que decidí intervenir diciendo:
-Al aceptarla y como parte de un juego, se dirige siempre a mí recalcando que si en la universidad somos compañeras aquí es nuestra empleada.
-Entiendo- contestó nada convencida.
El resto de la cena transcurrió sin novedad y al irnos a la cama, por primera vez en un año, no disfruté de las caricias de mi tío sino que tuve que compartir con mi madre la habitación. El colmo fue que cuando ya estábamos las dos acostadas, me dijera:
-Esa criada es un poco rara.
-¿Porque lo dices?- pregunté.
-No sé- me confesó. –Cuando le das una orden, te mira como a un ser superior.

Tratando de cortar esa conversación, le dije riendo que eran imaginaciones suyas tras lo cual, me di la vuelta y me hice la dormida.

Si de por sí era complicado todo se torna embarazoso al descubrir mi madre la naturaleza de María.
Al día siguiente como tenía prácticas, me desperté temprano dejando a mi madre todavía dormida. Mientras me tomaba un café, llegó a la cocina mi tío que tras preguntarme donde andaba su cuñada, me contó lo cerca que había estado la noche anterior de confesarle que éramos pareja.
Asustada, le pedí que no lo hiciera porque no sabía cómo iba a reaccionar. Mi respuesta totalmente lógica, le cabreó y hecho una furia, me preguntó:
-¿Te avergüenzas de mí?
-Para nada, mi amor. Pero dame tiempo.
Comprendí lo mucho que le había dolido al verle partir hacia su oficina sin ni siquiera despedirse, dejándome sola. Tras recapacitar sobre el asunto, decidí que esa misma tarde le iba a explicar a mi madre que estaba enamorada de Manuel y él de mí y con ese pensamiento reconcomiéndome la mente, salí rumbo al hospital.
Si ya de por sí eso era harto complicado, a las dos horas, una llamada de María me hizo saber que esa conversación era urgente pero que el contenido de la misma iba a ser diferente. Os preguntareis el porqué:
Es muy sencillo, mi madre había descubierto el carácter sumiso de María y para colmo ¡Se había aprovechado de él!
Todavía me parece imposible  pero estaba en un descanso tomándome un bocadillo, cuando escuché que mi móvil sonaba. Al cogerlo, vi que era mi sumisa quien me llamaba y contestándole, le pregunté si todo iba bien.
-Ama, lo siento. ¡La he traicionado sin querer!- me contestó histérica desde el otro lado.
Su nerviosismo era tal que tuve que esperar a que se desahogara llorando antes de poder preguntarle qué había ocurrido. Os juro que mientras escuchaba sus lloriqueos pensé que se había ido de la lengua y que le había reconocido a mi madre de que era la mujer de Manuel pero lo que escuché me dejó aún más aterrorizada.
-Ama, ¡Su madre sabe que soy su sumisa!
-¡Explícate!- le respondí separándome del resto de mis compañeros.
La muchacha con la respiración entrecortada, me contó que al despertarse mi madre le ordenó que le diera de desayunar y que al hacerlo, había derramado el café sobre sus piernas.
-¿Y?- pregunté sin saber cómo eso le había llevado a confesarle nuestra particular relación.
-Le juro que fue algo instintivo. Al darme cuenta de que la había manchado, le pedí perdón y me arrodillé a limpiarla. Le prometo que yo no hice nada malo pero cuando le estaba secando con un trapo sus muslos, su madre me cogió de la melena y me ordenó que lo hiciera como si fuera usted.
-¿Y qué hiciste?
-Su tono me recordó al suyo y por eso no pude evitar cumplir su orden.
 Tras lo cual me explicó que usó su lengua para retirar los restos del café de las piernas de mi madre. Alucinada por lo que me estaba contando, no pude más que quedarme callada mientras me decía que mi madre al sentir su boca había separado sus rodillas y le había ordenado que siguiera.
-¡No me jodas!- respondí estupefacta al escuchar de sus labios que mi carácter dominante era una herencia materna y decidida a averiguar hasta donde habían llegado le  azucé a que continuara.
-Ama, me da mucha vergüenza pero su madre llamándome zorra, me llevó al baño y allí me obligó a bañarla.
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Ya curada de espanto e interesada en cómo había terminado todo, escuché que después de secarla se la había llevado a la habitación y entre las mismas sábanas en la que habíamos dormido, mi madre le había exigido que calmara el ardor que sentía entre las piernas.
-¿Me estás diciendo que mi madre te obligó a hacerle el amor?
-No, ama- contestó reanudando su llanto- su madre: ¡Me violó!
-¡No te entiendo!- exclamé escandalizada.
La muchacha, sin dejar de llorar, me contó que la mujer que me había dado a luz, la había tumbado en la cama y obligándola a ponerse a cuatro patas, la había sodomizado usando sus dedos mientras le azotaba el culo con un cepillo.
-No te creo- respondí con esa imagen torturando mi mente, sin darme cuenta de que interiormente me estaba empezando a excitar.
Al oírme, María intentó defenderse diciendo:
-Le juro que es verdad, es más, usted misma podrá comprobarlo al ver las señales de sus mordiscos.
Su sinceridad me dejó pasmada y tratando de que esa agresión no tuviera consecuencias, le pedí que no fuera a la policía. Fue entonces cuando con voz dulce, Maria me demostró hasta donde llegaba su sumisión por mí porque en vez de quejarse, me dijo:
-No pensaba hacerlo. Usted me ha enseñado quien soy y le debo mi vida.
Antes de colgar, me explicó que mi madre le había prohibido contarlo pero que ella no me podía fallar una vez más y por eso me lo había dicho. Al escuchar su tono amoroso, comprendí que esa morena me quería y por eso, no pude más que pedirle que la disculpara. Mi sumisa se quedó en silencio durante unos segundos para acto seguido preguntarme:
-Si lo vuelve a intentar, ¿Qué hago?
No supe que contestar y tratando de averiguar que había sentido porque no en vano mi madre solo había repetido lo que yo y mi tío hacíamos todas las noches, pregunté:
-¿Has disfrutado?
Sé que si hubiera estado enfrente de ella hubiese visto que se ponía colorada pero como la tenía del otro lado del teléfono, solo puede oír que me contestaba con voz avergonzada:
-Sí pero menos que cuando es usted la que me toma.

Su respuesta me tranquilizó pero comprendiendo que tenía que aclarar ese asunto con mi madre, dejé todo y directamente volví a mi casa.

Me encaro con ella.
Mientras me dirigía hacía el piso que compartía con mi tío, me puse a recapacitar sobre lo sucedido y aunque os parezca imposible fue cuando como cayendo el velo que hasta entonces me nublaba los ojos, descubrí que desde niña había sabido que mi madre era una dominante.
Aunque en relación con mi padre se comportaba con una dulzura total, cuando era con el servicio o con sus propias amigas su carácter era despótico y reflexionando, comprendí que yo era su igual. Con Manuel, mi tío, me comportaba como la mejor y más empalagosa de las esposas pero con María se me había revelado mi faceta de domina.
“¡Qué curioso!”, pensé anticipando nuestro encuentro, “nunca me ha hablado de ello pero de alguna forma me lo enseñó desde niña”.
La certeza de que compartíamos esa cualidad, me tranquilizó de formar que cuando llegué a casa, ya sabía que le iba a decir. Aun así cuando crucé la puerta de mi hogar y la vi cómodamente sentada en el salón, me volví a poner nerviosa. Mi madre ajena a lo que se le avecinaba, me saludó alegremente sin apartar su mirada de la revista que ojeaba.
-¿Desde cuándo lo sabes?
Por mi tono adivinó a qué me refería y por eso dejando lo que estaba leyendo en la mesa, me miró diciendo:
-¿El qué? ¿Qué te acuestas con tu tío o qué eres una dominante?
-Ambas dos- respondí sorprendida por su franqueza.
-Respecto a lo segundo desde que eras una cría y en lo que concierne a Manuel, lo supuse desde el momento que te quedaste a vivir con él cuando murió mi hermana.
-No te entiendo.
Mi madre entonces acercándose a mí, tomó mi mano y me hizo una confidencia que marcaría mi futuro en adelante.
-La mayoría de las mujeres de nuestra familia viven esa dualidad. Por un lado necesitan del cariño de un hombre pero se desarrollan plenamente al poseer y disfrutar de una sumisa a su antojo. Cuando tu tía falleció comprendí que podías ser feliz con Manuel porque él aceptaba nuestra peculiaridad y por eso te pedí que le ayudaras.
Alucinada comprendí que no solo sabía de nuestra relación sino que la había fomentado pero también descubrí que mi tío me había mentido al no contarme lo de su esposa.
-¿Quieres decir que la tía también era una domina?
-Sí, hija y como sé lo difícil que es encontrar a un hombre que lo comprenda y lo acepte, me pareció ideal no dejarlo escapar y que fuera tu pareja.
Con un torbellino asolando mi mente, me senté y directamente le pregunté:
-Entonces, ¿Papá lo sabe?
-Si te refieres a mi orientación, por supuesto y  disfruta de mis conquistas.
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Pero si lo que quieres saber es si conoce vuestra relación, la respuesta es no.

En ese momento, María entró a ver si necesitábamos algo y como de nada servía seguir disimulando, le pedí que me diera un masaje en los pies. La pobre muchacha sin saber qué hacer, se arrodilló y me descalzó. Su cara reflejaba su desconcierto y por eso poniendo mis dedos en su boca, le dije:
-Obedece.
Mi tono duro la convenció y obedeciendo empezó a lamerme los pies mientras seguía hablando con mi madre. Haciendo como si no existiera y dirigiéndome a mi progenitora le pregunté si actualmente tenía una sumisa.
-Claro hija. Una vez descubrimos nuestra faceta, las sumisas llegan a nosotras como las moscas a la miel. Exactamente no sé cómo funciona pero esas perras andan buscando una dueña y al vernos sienten una atracción irrefrenable de ser nuestras.
Cómo no me había contestado, insistí. Mi madre soltando una carcajada me reveló su identidad diciendo:
-¿Te acuerdas de Isabel, la vecina y de doña Manuela, tu antigua profesora?
Muerta de risa comprendí que la buenorra del sexto y la zorra de mi maestra eran sus perras y ya excitada, me quité las bragas y le pedí que me lo contara mientras María se apoderaba de mi sexo.
La excitación de mi madre al observar a mi sumisa comiendo mi coño no me pasó inadvertida y recreándome en el morbo que me daba el que ella fuera testigo, le insistí en que me contara como se le habían presentado esas dos zorras.
Orgullosa de ver que había heredado su perversión, me confesó:
-Con Isabel fue algo natural, desde que se mudó al edificio descubrí que era una sumisa por la forma en que me miraba cada vez que nos cruzábamos en el portal pero como por el aquel entonces tenía otra puta, no le hice caso hasta que un día que andaba cachonda, le obligué a comerme el chocho en mitad del ascensor.
Esa imagen no solo me calentó a mí sino que a mis pies María se vio afectada e imprimiendo mayor velocidad a su lengua, me informó de su calentura. Fue entonces mi madre me preguntó:
-¿Puedo usar a tu puta?
El brillo de sus ojos era tal que no pude negarme y tirando de María se la puse entre sus piernas. Mi sumisa asumió su deber y separando las rodillas que había puesto a su disposición, se dedicó a satisfacer mis exigencias.
Sé que muchos no lo comprenderéis y que incluso os sentiréis escandalizados, pero en ese momento me pareció normal compartir con mi madre los servicios de esa morena y levantándome del sofá, saqué de un cajón de la cómoda una arnés con el que usualmente me follaba a mi propiedad. Tras ajustármelo en la cintura y mientras lo embadurnaba con el flujo de María,  le pedí que me explicara cómo se había agenciado a mi profesora.
-Eso fue más curioso y en gran parte gracias a ti- respondió pegando un gemido al sentir que la morena le había metido dos dedos en el interior de su vulva.
-No te entiendo- le dije porque esa madura era una zorra implacable que tenía acojonada a toda la clase.
Mientras introducía mi pene postizo en el sexo de mi sumisa, me contestó diciendo:
-Tus compañeros puede pero tú no le tenías miedo. Y fue al ver como la manejabas a tu antojo y como ella se derretía al cumplir tus caprichos cuando descubrí su faceta.
-No fastidies- ya destornillada de risa y mientras empezaba a mover mi cintura, quise averiguar el momento exacto en que la había sometido.
Mi madre que para entonces ya estaba presa de la lujuria y sin importarle que opinara, se pellizcaba los pezones teniendo a la morena entre sus piernas, me confesó:
-Fue un día que me llamó para quejarse de tu comportamiento. La muy zorra quería que te echara la bronca por el modo en que manipulabas a sus pupilos pero salió escaldada de esa reunión porque nada mas cerrar la puerta, la besé y sin darle tiempo a reaccionar la obligué a comerme el chumino.
El modo tan vulgar con el que se refirió a su sexo, me hizo saber que estaba a punto de correrse e imprimiendo una mayor velocidad a las incursiones con las que me estaba follando a Maria, le pregunté:
-¿Te lo comió mejor que mi perra?
-Mucho mejor- respondió mientras se retorcía – ¡Tu sumisa tiene mucho que aprender!
Mi menosprecio y el de mi madre, lejos de perturbarla, la calentaron aún más y mientras intentaba mejorar la forma en que satisfacía a mi progenitora, empezó a gemir de placer producto de la cercanía de su orgasmo. Satisfecha por su obediencia y fidelidad, le di un azote y jalándola del pelo, le informé que se podía correr. María al obtener mi permiso pegando un alarido llegó a su climax, derramando su flujo por doquier.
Mi madre, que hasta entonces se había estado reteniendo, dio un grito y uniéndose a mi sumisa, se corrió. Fue alucinante escuchar sus gemidos compitiendo con los de mi sierva y ya totalmente necesitada de sentirlo yo también, exigí a María que me satisficiera. La muchacha al oírme, me ayudó a quitarme el arnés y viendo que me ponía a cuatro patas, entendió a la primera que era lo que necesitaba.
No tuve ni que pedírselo, en silencio se colocó el aparato y sin esperar ninguna orden, me penetró con él. Os juro que al principio sentí vergüenza de que mi madre observara a mi putita poseyéndome pero en cuanto ese pene de plástico rellenó mi conducto me olvidé de todo y berreando como en celo, le exigí que continuara. También os tengo que reconocer que no tardé en correrme y que cuando lo hice, pegué los mismos gritos que mi madre y mi sumisa dieron escasos minutos antes.
Al terminar, me dejé caer en la alfombra agotada. Fue entonces cuando mi madre, me ayudó a volver al sofá y una vez me había repuesto, me dijo:
-Hija, esta noche duerme con tu hombre, no es bueno que se quede solo.
Su tono me reveló que quería algo más y por eso le pregunté:
-¿Qué más quieres?
-Ya que va a estar ocupada, ¿Me prestarías a tu sumisa?
Soltando una carcajada, accedí.foto_21

Relato erótico: “Women in trouble 1: Socorriendo a mi hermana Sara ” (POR TALIBOS)

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Women in trouble 1: Socorriendo a mi hermana Sara:
Llamadme Ismael.
Me he pasado un rato pensando en la manera de empezar mi relato y he optado simplemente por presentarme, a ver si hay suerte y consigo cabrear a Neville lo suficiente para que se levante de su tumba y nos dé un buen susto a todos. Falta nos hace.
Aunque quizás, dada mi vocación, hubiera sido más apropiado citar, no sé, a Ramón y Cajal por ejemplo. O al Dr. House.
No, no es que sea médico. Aún no. Estudiante tan sólo. De primer año. Pero no estoy aquí para hablaros de mis estudios. Demasiado macabro el tema de las asignaturas de primero. Pregunten a otro estudiante de medicina. Nos detectarán fácilmente por nuestro olorcillo característico a formol. Eau de fiambre lo llamamos.
Bueno. A lo que iba. El tema del que quería hablarles. Sarita. Mi hermana.
No, no voy a hablarles de una tortuosa relación incestuosa a lo largo de los años. No. Sólo voy a contarles lo que pasó la otra tarde. De forma fortuita. Inesperada.
Supongo que debería hablarles un poco de ella ¿no? Qué quieren que les diga. Mi hermana es… mi hermana.
Ya sé, ya sé. Lo que ustedes quieren es saber es cómo es su aspecto físico. No, eso tampoco. Lo que quieren saber es si está buena.
Vaya, pues sí. Es un año menor que yo, 18 recién cumplidos; rubia, simpática y vital. Sí, tiene unas bonitas curvas (buenas sesiones de aerobic le cuestan), que es lo que ustedes les interesa, pero qué quieren que les diga, se trata de mi hermana, así que nunca la había mirado como a una mujer.
Piénsenlo, cuando estaba peleándome con ella o cuando estábamos juntos por casa, ella era simplemente la pedorra de Sari y yo era el capullo de Isma. Dos hermanos corrientes y molientes, como otros cualesquiera.
Nos queremos, por supuesto que sí, como se quieren dos hermanos casi de la misma edad, que han crecido con la sana relación de amor-odio que se produce en cualquier familia.
Todo este rollo viene a significar que yo nunca había mirado a Sara como se mira a una mujer. Coño, tampoco voy a mentir diciendo que nunca le había mirado el culo cuando se ponía a hacer gimnasia en el salón o que no le había echado un vistazo apreciativo cuando salía del baño envuelta en una toalla, pero qué quieren, uno no es de piedra.
Mis amigos sí que me habían hablado muchas veces de lo buena que estaba Sarita, por supuesto que sí, empleando el educado y correcto lenguaje que usan los colegas para charlar.
–          Joder, si mi hermana estuviera tan buena, me pasaría el día follándomela – me dijo un día Paco, con su fineza habitual.
Pero yo, aparte de reírle las gracias a la panda de cabestros, no albergaba en mi cabeza ningún pensamiento incestuoso hacia Sara. O al menos eso creo.
Hasta la otra tarde. Cuando descubrí por fin que mi hermana no sólo estaba tremendamente buena, sino que era toda una mujer.
Era un sábado como otro cualquiera. Como los exámenes estaban próximos, me había encerrado en mi cuarto después de comer, para empollar un rato.
Durante el almuerzo, mis padres habían comentado que iban a salir con unos amigos, así que nos dijeron a Sara y a mí que pidiéramos pizza para cenar, a lo que mi hermana contestó que también salía por la noche, por lo que iba a quedarme solito en casa.
No es que su presencia tuviera mucha importancia, pues en mi familia son bastante respetuosos y saben que, cuando estoy estudiando, hay que procurar no molestarme para que no pierda la concentración, esforzándose mucho todos en no hacerlo.
Por eso me sorprendió tanto cuando, a media tarde, mi móvil emitió la señal indicativa de haber recibido un wassap, que resultó ser de Sara.
–          Pero, ¿se puede saber qué coño querrá ésta ahora? – exclamé, haciendo gala de un conmovedor sentimiento fraternal.
Durante un segundo, estuve tentado de apagar el teléfono y pasar de ella, pero entonces entró en acción el poder mágico del wassap, ése que te obliga a mirar los mensajes cuando sabes que tienes uno.
–          Por favor. Ven inmediatamente a mi habitación. No digas nada a mamá ni a papá.
Sí claro. Y una mierda. Para eso estaba yo, para perder el tiempo con sus tonterías de niñata. Ni siquiera sabía que estuvieran aún todos en casa. Pensaba que se habrían marchado ya.
–          Estoy estudiando. Ya me lo contarás luego – le envié.
Segundos después, el puto pipupipi de los huevos volvía a resonar en mi cuarto.
–          ¡Me cago en la puta! – exclamé con calma y sosiego.
Tras reprimir las ganas de estampar el aparatejo en la pared, sucumbí de nuevo al poder del wassap y miré a ver qué puñetas quería la pedorra.
–          Por favor Isma, ven. He tenido un pequeño accidente y necesito tu ayuda. Pero sobre todo, ni pío a papá ni a mamá.
Me levanté de un salto, sobresaltado. ¿Un accidente? ¡Mierda! Seguro que se había hecho daño haciendo gimnasia. Pero, ¿por qué no quería que avisase a mamá?
Más nervioso de lo que me gustaría reconocer, salí disparado de mi dormitorio en dirección al de mi hermana. A pesar de estar acudiendo en su ayuda, el condicionamiento pavloviano (a base de gritos, guantazos y lanzamiento de objetos varios) hizo que me detuviera a llamar a la puerta antes de entrar en su cuarto.
–          Pasa, pasa – me respondió su voz, amortiguada por la madera.
Abrí la puerta con el corazón en un puño, esperando encontrarme a Sara tirada en el suelo, con el coxis fracturado y sosteniendo el teléfono móvil con manos temblorosas (como dice la canción, antes muerta que sin móvil, o sencilla, o no sé qué).
Pero no. Para mi sorpresa, mi hermana reposaba tranquilamente en su cama, arropada hasta el cuello con la colcha, de forma que sólo asomaba su cabeza, permitiéndome observar que tenía toda la cara arrebolada y encendida.
 
–          ¡Fiebre! – pensé de inmediato – ¿Habrá pillado la pánfila ésta el ébola o algo así?
La miré (un poquito asustado) desde el umbral y le pregunté con todo el cariño:
–          ¿Se puede saber qué coño te pasa? ¡Me va a dar un infarto! ¿Te has caído o qué?
Ella me miró en silencio, toda compungida y, en vez de mandarme al carajo por mi exabrupto, no dijo ni pío, ni me tiró un zapato ni nada, lo que me preocupó muchísimo.
–          Entra y cierra la puerta, por favor – dijo muy serenamente.
Aquello me acojonó más todavía.
–          Sara, ¿qué te pasa? – pregunté mientras la obedecía.
–          Nada, nada, tú pasa, por favor.
Me acerqué a su cama, sintiéndome terriblemente inquieto. Ella me miraba muy fijamente, sin pestañear siquiera.
–          Sari, en serio. ¿Qué te sucede? ¿Te encuentras mal? ¿Llamamos al médico?
–          Tú eres médico, ¿no?
–          ¿Yo? ¿Estás de coña? – exclamé, acojonándome todavía más – ¡Si estoy en primero! ¡Qué coño médico ni qué narices!
–          Ya, hijo, ya sé que estás en primero. Pero de anatomía sí que sabes, ¿no?
–          Sara, por Dios, qué te pasa. Me estás asustando de verdad.
Volvió a quedarse callada, mirándome con expresión febril. Horrores me costó no tomar una decisión madura y meditada y salir disparado a buscar a mi mami.
–          Isma, necesito que me jures que no le vas a contar esto a nadie…
–          ¿Contar el qué? – pregunté, tratando de sofocar la histeria.
Joder, mi hermana podía estar allí muriéndose y yo, mientras, haciendo el garrulo.
–          Isma. Prométemelo.
–          Sí, sí, lo que sea, lo prometo. Pero, niña, dime. ¿Qué te pasa? ¿Dónde te duele?
–          No seas tonto. No me duele nada – me dijo – Es sólo que…
Volvió a quedarse callada, mirándome. Parecía estar armándose de valor para decir algo.
–          Joder, ¿qué coño irá a decirme? – pensé – ¿Se habrá hecho talibán? ¿Irá a votarle al PP?
–          Ismael – dijo muy seria – Prométeme que nunca se lo contarás a nadie. Júralo porque mamá se muera.
El que mi hermana recurriera al juramento de nuestra infancia, me convenció de que la cosa era seria.
–          Sí, Sara, te lo juro. Nunca jamás se lo contaré a nadie – prometí, aun sin tener ni puta idea de qué iba la cosa.
–          Y tampoco volverás a mencionármelo a mí.
–          Sí, sí, vale – asentí, sin percatarme de lo extraño de su petición.
–          Y, sobre todo – pausa dramática – Júrame que no te vas a reír.
Me quedé estupefacto. Con la boca abierta literalmente. No me esperaba aquello.
–          ¿Qué? – acerté a articular.
Algo en mi expresión (agilipollada) debió molestar a mi hermana, pues, con los ojos brillantes por la ira, dio un brusco tirón de la colcha, tapándose por completo.
–          Imbécil – me espetó con voz amortiguada por la tela.
–          Vamos, Sara, perdona. Te juro todo lo que quieras. Dime qué te pasa. Ya en serio, me estás preocupando de verdad.
La ruborizada carita de mi hermana asomó bajo la colcha, mirándome sin acabar de decidirse a confiar a mí.
–          Tío… Esto me da mucha vergüenza. No quiero que vuelvas a mencionarlo jamás – insistió.
–          Que no. Ya te he dicho que no diré nada. Pero haz el favor de decirme de una vez qué te ha pasado.
Sara cerró los ojos y respiró profundamente, armándose de valor para revelarme por fin el terrible secreto.
–          Bueno, Isma… Yo estaba… Ya sabes – balbuceó, haciendo un gesto raro con la cabeza.
–          No, no sé – la interrumpí – Niña, o hablas más claro o te juro que…
–          Vale, vale – asintió – Leñe, es que me da vergüenza. Pero, si no te lo digo a ti…
Logré contener a duras penas las ganas de darle un coscorrón.
–          Verás. Es que… Bueno… Antes, hace un rato, me estaba masturbando…
¿Qué? No, no podía ser. Mi hermana no acababa de decir aquello.
–          Que estabas masticando, ¿el qué? – pregunté, tratando de negar la realidad.
–          No, imbécil – dijo hecha una furia – Me estaba masturbando. Que me estaba haciendo una paja, gilipollas.
Asentí con la cabeza, aturdido. Si me hubiera dicho que era una alienígena procedente de Positrón 4, me habría extrañado mucho menos. Sin decir nada, agarré la silla que había frente al escritorio de Sara y me senté (me derrumbé) en ella, antes de que las rodillas me fallaran.
–          O sea, que estabas masturbándote – dije, aparentando naturalidad – Y te pareció buena idea llamarme para darme los detalles.
–          ¡Ay, hijo, no seas imbécil! – me espetó – No me lo pongas más difícil, que bastante vergüenza estoy pasando ya.
–          ¿Vergüenza? – exclamé enfadado – Tranquila, que esto no es nada. Verás la próxima vez que me haga una paja y te llame para retransmitirte la jugada.
–          Pero, ¿tú eres tonto o qué? – dijo ella cada vez más cabreada – ¿Te crees que, si no necesitara tu ayuda, iba a hablarte de mis intimidades?
Sus palabras me serenaron un tanto. Tenía razón, si me había llamado era por algo, no para ponerme al día sobre sus sesiones de autosatisfacción.
–          Vale – dije, tratando de recuperar la serenidad – Tienes razón. Disculpa. Ahora dime, ¿qué demonios te ha pasado mientras te hacías una paja?
–          Eres gilipollas, hermanito.
–          Tienes razón. Hasta luego – dije levantándome de mi asiento.
–          ¡NO! Espera – dijo ella más calmada, sin atreverse a mirarme a la cara – Necesito que me ayudes…
Me dejé caer de nuevo en la silla.
–          Venga. Habla. ¿Qué quieres que haga?
–          Joder. ¡Qué vergüenza! – masculló entre dientes – A ver, Isma. Después de almorzar, me he dado una ducha y… bueno… ya sabes, estaba un poquito cachonda, pues hace tiempo que no…
–          Vale, vale, corta el rollo – la interrumpí, prefiriendo no averiguar más de los sofocos de mi hermanita – Empezaste a masturbarte. Es natural. Todos lo hacemos.
–          Sobre todo tú – me soltó, tratando de recobrar la ventaja en la discusión.
–          Estupendo – dije sonriente – Me voy a buscar a mamá.
–          ¡NO! – exclamó ella incorporándose.
Al hacerlo, la colcha se escurrió, con lo que quedó destapada desde el cuello a la cintura. Sin embargo, mi hermana no estaba desnuda (como yo, en el fondo, esperaba), sino que llevaba puesta una camiseta de algodón azul.
Sin darme cuenta, mis ojos recorrieron su cuerpo en un  instante, con lo que me apercibí de que sus pezones estaban perfectamente dibujados en la tela. Aparté los ojos rápidamente, avergonzado, pero no lo bastante como para que Sara no se diera cuenta. Sin embargo, no dijo nada, limitándose a ignorar el hecho, lo que me confirmó que, en efecto, necesitaba mi ayuda.
–          Venga, en serio – dije volviendo a sentarme – Cuéntame qué te pasa de una puñetera vez.
Sara volvió a respirar hondo.
–          Mierda… Bueno, pues eso. Me sentía juguetona, por lo que me pareció buena idea probar con otra cosa que no fueran mis dedos.
–          ¿Otra cosa? ¿Un consolador? – pregunté sin pensar.
–          Ojalá. Llevo tiempo pensando en comprarme uno, pero nunca me decido.
De las cosas que se entera uno…
–          El caso es que… como no tengo consolador… Probé con otra cosa y…
–          Joder. No me digas que te has metido algo en la vagina y te has hecho daño – dije con preocupación – Sara, entonces tenemos que llevarte deprisa al médico, da igual quien se entere, si te has lesionado ahí…
–          No, no – me interrumpió ella – Si no me he hecho daño.
–          ¿Entonces?
Sara me miró, coloradísima, sin acabar de atreverse a contarme cual era su problema. En vez de hacerlo, optó por darme un ejemplo gráfico, por lo que metió una mano bajo las sábanas, sacando enseguida un objeto de color verde fosforito.
–          ¿Un rotulador? – exclamé cuando mi cerebro procesó al fin la imagen que mis ojos le enviaban – ¿Te has masturbado con un rotulador?
Era curioso. Una par de semanas antes le había pedido a Sara que me prestara unos rotuladores fluorescentes y, cuando me los dejó, pensé que, efectivamente, parecían consoladores.
Examiné el rotulador en cuestión, confirmando que era bastante grande, de unos 15 centímetros de largo, con forma de torpedo y un diámetro de unos 3 centímetros. Fue justo entonces cuando me di cuenta del detalle clave e hice la pregunta del millón.
–          ¿Y el tapón? – pregunté, incapaz de sumar dos y dos.
Sara se puso más roja todavía, parecía un puto gusiluz puesto de coca y fue esa luminosidad en su rostro, la que hizo que por fin se me encendiera la bombilla.
Boquiabierto, me tapé rápidamente la boca con la mano, a medias para ocultar mi asombro, a medias (o quizás tres cuartos) para ahogar las carcajadas que iban a escapárseme en cualquier momento.
Misterio resuelto, señoras y señores, ya sabía cuál era la emergencia de mi hermana, premio para el caballero, un perrito piloto.
¿Dónde están las llaves, matarile, rile, rile, en el fondo del mar, matarile, rile, ron, chimpón? Si quieren cantarla, cambien llaves por tapón y mar por… el coño de mi hermana. Anímense, conocen la melodía.
–          No me jodas que se te ha quedado el tapón dentro – acerté a decir cuando mi cerebro recuperó el riego suficiente para permitirme articular palabra.
Sara no respondió, pero su gesto de esconder el rostro entre las manos y echarse a llorar fue respuesta suficiente.
–          Venga, Sara, no te preocupes. No es para tanto. A ver, ¿has intentado sacarlo?
–          ¡No! ¡No lo he intentado! – exclamó, tornando las lágrimas en furia – En cuanto me ha pasado me he dicho: “Venga, vamos a llamar a Isma, que seguro que le interesa saber cómo se hace pajas su hermana y…”
–          Vale, vale, cálmate – dije tratando de poner paz – No te cabrees. ¿Y estás segura de que está dentro? A ver si, con el jaleo, se ha caído en la cama y está liado entre las sábanas.
–          No… Lo noto dentro de… ya sabes.
Asentí vigorosamente. Vaya si sabía.
–          Tranquila. No te pongas nerviosa. Verás cómo lo solucionamos. Estás muy alterada y seguro que por eso no puedes… expulsarlo. Relájate y verás como dentro de un rato…
–          ¡Llevo más de una hora intentándolo! – exclamó con ojos llorosos – ¡No sale!
–          Vale. De acuerdo. Pues entonces vámonos a urgencias, verás como allí lo solucionan en un periquete.
–          ¡No! Por favor, Isma, te lo pido, bastante vergüenza estoy pasando contándotelo a ti. Si se entera alguien más, me muero, te juro que me pego un tiro. Esto saldría hasta en los periódicos y…
–          No seas tonta. En urgencias nadie va a decir nada…
–          Me da igual. Lo sabrían ellos. Te juro que me muero…
–          ¿Y no puedes llamar a una amiga? ¿O a tu novio?
–          ¿Qué novio? Richard y yo cortamos hace dos meses. ¿Y una amiga? ¿Conoces a alguna que no se fuera a ir de la lengua?
Ni me molesté en sugerir la intervención paterna. Papá quizás se hubiera tomado el asunto a risa, pero creo que una cosa así le habría provocado un infarto a mi madre. Para ella, el sexo era cosa de otro planeta. Muchas veces me había preguntado cómo nos habían engendrado a Sara y a mí. Por ósmosis, quizás.
–          ¿Y entonces? – pregunté, aunque ya me imaginaba por dónde iban los tiros.
Sara se quedó callada un momento, los ojos clavados en mí.
–          Sácalo tú – dijo con el rostro encarnado.
–          ¿Yo? ¿Te has vuelto loca? – dije, simulando sorprenderme por su petición.
–          Sí. Tú. Vas a ser médico ¿no?
–          Sí, pero aún soy estudiante.
–          Ya, coño, pero tampoco se trata de una operación a corazón abierto, ¿no? Leches, que sólo se trata de una… extracción.
Joder. Menudo marrón.
–          Fregarás los platos cada vez que me toque durante dos meses – sentencié – Y me harás la cama todos los días.
–          Trato hecho.
El que aceptara mi propuesta, sin protestar ni regatear, me hizo comprender hasta qué punto estaba desesperada.
–          Manda huevos la cosa… – dije levantándome de la silla.
–          Oye… gracias – dijo Sara sonriéndome ruborizada.
–          Anda y que te den – respondí, un poquito avergonzado.
Y entonces me di cuenta. Joder, que iba a verle el coño a mi hermana. A fondo. Y no sólo a vérselo, sino a meter la mano en él. De pronto, me puse terriblemente nervioso.
–          ¿Qué te pasa? – preguntó Sara al percibir mi cambio de expresión.
–          Nada, nada. Es que menuda tarea me has buscado, niña. Ya te vale.
–          ¿Qué? – dijo riendo – ¿Es que nunca has visto una vagina?
–          Decenas – respondí con aplomo.
–          Fantasma – se burló ella.
–          Lo que pasa es que la mayor parte de ellas no estaban… muy vivas.
Sara tardó un segundo en captar mi referencia a la asignatura Anatomía de primero.
–          Ajjj. Qué asco.
–          Dímelo a mí.
Me quedé de pie, al lado de la cama y, tras hacer de tripas corazón, me puse en marcha.
–          Venga, anda, destápate. Levante el capó señorita y déjeme ver dónde está la avería – le dije, tratando de quitar hierro al asunto.
Sara me sacó la lengua mientras se libraba de la colcha y las sábanas.
¡Coño! (Y nunca mejor dicho) De cintura para abajo, mi hermanita iba completamente desnuda. Se ve que no le gustaba el estorbo de la ropa para ciertas… operaciones.
–          Siéntate al borde de la cama – le indiqué.
Ella obedeció inmediatamente. Arrastrando el trasero por el colchón, se sentó justo al borde y apoyó los pies descalzos en el suelo.
–          Ismael – dijo con voz temblorosa – Deberías echar el seguro de la puerta.
Tenía razón. Escalofríos me daban sólo de imaginar que mi madre irrumpiera en el cuarto y me sorprendiera en plena exploración espeleológica.
–          Espera – dije – Voy a salir primero a lavarme las manos.
Me asomé al pasillo con cuidado, pero, por fortuna, no había moros en la costa. Caminé de puntillas hasta el baño, donde me lavé a fondo las manos, preparándome para la intervención.
Tras regresar al dormitorio, aseguré la puerta y regresé junto a la cama, acuclillándome delante de Sara.
–          Separa más los muslos – dije – Abre las piernas.
–          Guarro. Eso no se le dice a una chica – bromeó Sara, tratando suavizar la situación.
Pero no lo logró. De hecho, su bromita me turbó profundamente, pues hizo que fuera totalmente consciente de que ella era una mujer… desnuda y muy atractiva para más señas.
Armándome de valor, incliné la cara y eché un vistazo entre sus muslos. Me sorprendió (aunque no sé por qué) constatar que mi hermanita llevaba el pubis cuidadosamente depilado, con un ligero triangulito de pelo encima de la rajita. Pero todavía más me sorprendió descubrir que llevaba un pequeño tatuaje de un dragón en la entrepierna, que parecía estar surgiendo de… la grieta.
–          No me jodas que te has hecho un tatuaje en el chichi – exclamé sorprendido.
–          No seas imbécil – resonó su voz avergonzada – Termina de una vez, antes de que te dé un guantazo.
–          No seas borde, niña. Si no te gusta, vas a que te mire esto el que te hizo el tatuaje, que total, ya te ha visto el asunto.
–          Capullo – dijo en voz muy baja, aunque yo logré entenderla.
Me incliné todavía más, tratando de tener una buena visión de la rajita de mi hermana. Se veía claramente que estaba excitada, pues los labios estaban muy hinchados y entreabiertos. Comprendí que se había dejado la paja a medias.
Sin embargo, como la cama era muy baja, yo tenía que inclinarme muchísimo para lograr un buen… ángulo de acceso, así que comprendí que, en aquella postura, no iba a poder realizar mi cometido.
–          Sara – dije poniéndome en pie – Tu cama es demasiado baja. No veo bien. Será mejor que te tumbes en el colchón.
Ella comprendió enseguida a qué me refería, así que obedeció sin protestar, tumbándose boca arriba en la cama. Mientras, yo rodeé el lecho y empecé a despejar los pies de la cama de un montón de bolsos, zapatos y peluches que estaban por allí tirados, para poder tener buen… acceso al campo de operaciones.
–          Échate para acá – le dije, una vez arrodillado tras la cama – Apoya los pies en el colchón y separa los muslos, como si estuvieras en el ginecólogo.
Sara obedeció inmediatamente, arrastrando el culo por encima del colchón. Al hacerlo, la camiseta se le subió un palmo, dejando al descubierto su estómago, provocando que el piercing de su ombligo reluciera a la luz de la lámpara del cuarto. Había visto ese piercing cientos de veces, pero esa fue la primera vez que… me resultó erótico.
–          Umgg – carraspeé – Vamos a ver qué tenemos por aquí.
Metí la cabeza entre los muslos entreabiertos de Sara, pudiendo esta vez ver con mejor detalle la vagina de la chica. Como había percibido antes, los labios se veían bastante hinchados y dilatados, pero esta vez, al gozar de mejor iluminación, noté perfectamente que además estaba muy mojada.
–          Estabas bastante cachonda, ¿eh? – dije sin poder reprimirme, mirando su rostro a través de sus muslos entreabiertos – Estás empapada.
–          No seas imbécil, Ismael – dijo ella, coloradísima – Déjate de bromas y acaba de una vez.
–          Vale, vale, perdona. Mira, voy a tocarte, ¿eh? No te cabrees y me sacudas una patada o algo por el estilo.
–          Tranquilo, procuraré controlar las ganas.
–          Allá vamos – pensé.
Con mucho cuidado, con delicadeza, posé los dedos índice y pulgar de la mano izquierda en la vagina de mi hermana, separando los labios poco a poco hasta descubrir la entrada de la gruta.
Al hacerlo, un embriagador aroma a hembra caliente inundó mis fosas nasales y se extendió por mi cuerpo, lo que hizo que algo se agitara bruscamente en mis pantalones.
–          Tranquilo, gañán – dije para mí – No vayas a tener una erección y Sarita te la corte en rodajas.
Respiré hondo y reanudé las operaciones, separando un poquito más los labios mayores para poder acceder al interior de la vagina. Al hacerlo, ésta se mostró completamente abierta ante mí, hinchada y brillante por los flujos, incitadora. Traté de tragar saliva, pero la boca se me había quedado seca.
–          Sara, lo siento pero no veo nada. Voy a tener que buscarlo por el tacto – le dije al no ver ni rastro del tapón.
–          Va… vale –  concedió – Ya lo suponía. Hazlo.
Respiré hondo de nuevo. Muy despacio, llevé la mano derecha hasta la vagina y, con sumo cuidado, deslicé en su interior los dedos índice y corazón, tratando de localizar el trozo de plástico con la yema de los dedos.
Al hacerlo, pude sentir el extraordinario calor y humedad que había allí dentro, lo que me turbó enormemente.
–          Joder, meter la polla aquí dentro tiene que ser increíble – pensé en silencio, sin poder contenerme.
Muy despacio, con auténtico miedo, empecé a mover los dedos en el interior de mi hermana, palpando, tratando de rozar el maldito tapón, pero no logré nada. Bueno, algo sí logré y fue que, de repente, un conmovedor gemidito escapara de los labios de Sara.
–          AAHHHHH – gimió la pobre, sin poder contenerse.
Noté cómo los músculos vaginales ceñían mis dedos, apretándolos, lo que me excitó terriblemente, mientras sentía cómo el nivel de humedad se incrementaba. Mi hermanita lo estaba gozando.
Sin embargo, para no embrollar más la cosa, opté por limitarme a ignorar el hecho, simulando que no había pasado nada, para no avergonzarla.
–          No lo encuentro Sara – dije, sudando por el nerviosismo.
–          Pues busca más adentro – siseó mi hermana – Te juro que lo noto perfectamente. Está al fondo…
Alcé la mirada y observé a Sara, arrepintiéndome inmediatamente de haberlo hecho.
Estaba arrebatadora. Tenía los ojos cerrados y los labios apretados, tratando de ahogar las sensaciones que mi exploración le estaba provocando, esforzándose al máximo para no gemir de placer. Sus manos estrujaban con saña las sábanas, con tanta fuerza que los nudillos se veían blancos. Pero lo peor era la camiseta, que se le había subido tanto que permitía ver la parte inferior de sus senos, a escasos centímetros de dejar escapar los enhiestos y endurecidos pezones.
Desconcertado, volví a bajar los ojos con rapidez, avergonzado por el cúmulo de sensaciones que en ese momento asolaban mi organismo. Tratando de acabar con aquello con rapidez, hundí todavía más la cara entre sus muslos, obteniendo un detallado primer plano de la entrepierna de Sarita.
A esas alturas, mi propia ingle era un volcán en erupción. Notaba que los pantalones estaban a punto de estallar, conteniendo a duras penas una erección tan tremenda como nunca había experimentado antes.
–          Joder, joder, joder – repetía en el interior de mi cabeza, mientras mis dedos seguían explorando y chapoteando en las entrañas de Sara.
Sin pararme a pensar en ello, saqué los dedos unos centímetros para, a continuación, volver a hundirlos con más fuerza, llegando más adentro esta vez, lo que provocó que un nuevo bufido de placer escapara de los labios de mi hermana.
–          Lo… ¿lo encuentras? – siseó Sara, tratando de disimular lo que estaba sintiendo.
–          No, tía. Ni siquiera lo he rozado. Estaba pensando en ir a buscar las pinzas de barbacoa de papá, esas que son tan largas – bromeé, tratando de relajar el ambiente.
–          Eres gilipollas – balbuceó ella – Déjate de tonterías y acaba de una vez.
–          No es fácil. Lo tienes muy profundo…
–          ¡Imbéciiiiiil! – siseó ella mientras mis dedos se hundían en sus entrañas.
Resoplé, sudoroso y excitado. Casi sin pensar, saqué los dedos y volví a hundirlos de nuevo, moviéndolos a los lados, palpando el cálido interior de Sara. Y volví a hacerlo. Una vez. Y otra. Y otra.
Sara, sin poder controlarse, arqueó levemente la espalda, levantando el trasero del colchón, brindándome su coño en bandeja. Yo seguía horadándola con mis dedos, explorando en su interior en busca del maldito (bendito) tapón, pero, a la vez, dando rienda suelta a mis depravados instintos.
Sin darme cuenta siquiera, llevé mi otra mano a su entrepierna y, con auténtico mimo, empecé a acariciar suavemente el clítoris de mi hermana, que surgía orgulloso y enrojecido de entre sus labios.
–          ¡AY! ¡DIOS! – gimió Sara, sin poder contenerse.
Alcé la vista y la miré, retorciéndose de placer. Justo entonces ella también levantó la mirada, con lo que nuestros ojos se encontraron. Nos miramos en silencio unos segundos, sin decir nada, mientras mis dedos seguían su labor de búsqueda, aunque ambos sabíamos perfectamente que, en realidad, lo que estaba haciendo era terminarle la paja que ella había dejado inacabada. Sin embargo, no dijo nada, dejándome hacer lo que me vino en gana.
Como el que calla otorga, redoblé mis esfuerzos dactilares en su interior, lo que la hizo jadear de nuevo y volver a cerrar los ojos, estrujando las sábanas con las manos hasta literalmente arrancarlas de la cama.
Seguí buscando y masturbándola a la vez, mientras ella se mordía los labios tratando de ahogar los gemidos de placer. Yo estaba como loco, excitado a más no poder, pensando en si mi hermana se enfadaría mucho si me sacaba la chorra allí mismo y me hacía una paja a su salud.
Y entonces se corrió. Dando un bufido tan intenso que fue casi un grito, Sara dio un bote en la cama mientras sus piernas se cerraban bruscamente, atrapando mis manos en medio. Girando la cabeza, enterró el rostro en la almohada, aunque yo pude oír perfectamente cómo gritaba de puro éxtasis.
Las paredes de su vagina estrecharon mis dedos extraordinariamente, mientras yo sentía cómo su interior literalmente se derretía y se licuaba de puro placer.
Entonces, inesperadamente, mis dedos rozaron algo duro y artificial.
–          ¡Espera, Sara! – exclamé con entusiasmo – ¡Ya lo noto! ¡Creo que lo he rozado!
Aunque a ella creo que ya le daba igual, pues siguió mordiendo la almohada con saña, mientras yo seguía rebuscando en su interior.
Por fin, el insidioso trozo de plástico se deslizó entre mis dedos y, a pesar de la humedad y la viscosidad que lo empapaban, me las apañé para asirlo con la suficiente habilidad para, poco a poco, lograr extraerlo de las profundidades insondables en las que había estado escondido hasta ese momento.
–          ¡Ya lo tengo! – exclamé, alzando triunfante el capuchón.
Y entonces nos dieron el susto de nuestra vida.
–          ¡Sara! ¿Estás bien? – resonó la voz de mi madre tras la puerta – ¿Has gritado?
Nos quedamos helados. Era una estampa cómica, con ella despatarrada y conmigo de rodillas, con una empalmada de narices y con la mano en alto sosteniendo el objeto perdido.
–          S… Sí, mamá – consiguió articular Sara, mientras me miraba con una terrorífica expresión de pánico.
–          ¿Estás visible?
–          N… no. Me acabo de duchar. T… tengo que vestirme. Espera un momento.
Yo, acojonado, miraba a todos lados, buscando dónde cojones esconderme.
–          No, tranquila. Nos vamos ya. Sólo venía a decirte adiós y me pareció escuchar un grito.
–          Sí, he sido yo mamá, me he golpeado un pie con la pata de la mesilla. No ha sido nada.
–          Vale. Pues nos vamos. Ya sabes, no hagas ruido, que tu hermano está estudiando. Hasta luego.
–          Adiós mamá.
Y sus pasos resonaron alejándose, con lo que respiramos aliviados. No nos preocupaba que pasara también por mi cuarto para despedirse, pues nunca lo hacía cuando yo estaba empollando.
–          Joder, menudo susto – dijo Sarita.
–          Ya te digo – asentí mientras me ponía en pie.
Todavía con el corazón a mil, miré a mi hermana, medio desnuda encima de la cama. Me avergoncé de los pensamientos que zumbaban como cohetes en mi mente.
–          Toma – dije arrojándole el capuchón del rotulador – Y cómprate un consolador.
–          Vale – respondió mirándome.
Nada más hacerlo, ella apartó la mirada, coloradísima. Yo tardé un segundo en comprender que lo había hecho al comprobar el estado de la tienda de campaña que había en mi pantalón, con lo que también sentí una gran vergüenza.
Tenía que salir de allí y hacerme por lo menos 4 pajas, porque si no, las pelotas me iban a hacer pum e iba a ser yo el que terminara en urgencias. O peor, iba a terminar por arrojarme encima de ella y hacer alguna locura. Ganas no me faltaban.
–          Ya sabes, las camas y los platos durante dos meses – dije.
–          Sí. Tranquilo.
–          Me… me voy a estudiar.
–          Vale. Gracias.
–          No vuelvas a hacer nada como esto – dije dándole un suave capón.
Me di la vuelta con un soberano esfuerzo, para salir de allí como alma que lleva el diablo. Di un primer paso hacia la puerta, pero un súbito tirón me detuvo. Mi camiseta parecía haberse enganchado en algo.
Extrañado, me di la vuelta y me encontré con la mano de mi hermana, aferrada a mi camiseta, impidiéndome dar ni un paso más. Ella, avergonzada, no me miraba a mí, sino que tenía los ojos clavados en el colchón, lo que, no sé por qué, me resultó más erótico todavía.
No sabía qué decir. Me quedé en silencio, observando aquella mano que me sujetaba.
–          Oye, estaba pensando que… a lo mejor me he hecho daño usando esa cosa – dijo por fin mi hermana, con un hilo de voz.
–          ¿Cómo? – exclamé, con la sangre latiéndome en los oídos.
–          He pensado que… podrías comprobarlo… Ya sabes… un chequeo completo…
Para qué voy a mentir. Ni un segundo me lo pensé.
–          Claro. Túmbate de nuevo. Me servirá de práctica.
Y ella lo hizo. Me quedé observándola, excitado, desnuda de cintura para abajo, los ojos brillantes por la calentura. Mis amigos tenían razón: estaba buenísima.
Y yo iba a follármela.
Su mano liberó mi camiseta, permitiéndome moverme. Yo lo hacía muy despacio, a medias aturdido, a medias queriendo recrearme en el momento. Sus ojos, subrepticiamente, se deslizaron de nuevo por mi entrepierna, lo que provocó una sacudida en mi cuerpo. Estaba muy caliente.
Muy despacio, me senté a su lado en el colchón, sintiendo el calor que emanaba de su cuerpo pegado al mío. La miré fijamente, recorriéndola de la cabeza a los pies, mirándola como un hombre mira a una bella mujer, superado el tabú del incesto.
–          Así que quiere un reconocimiento completo – dije con tono profesional.
Para mi sorpresa, Sara esbozó una sonrisilla traviesa y avergonzada, que me resultó super erótica. En vez de decir nada, asintió vigorosamente con la cabeza.
–          Bien, pues, desnúdese señorita.
El corazón me iba a mil mientras mi hermana, incorporándose hasta quedar sentada, se libraba de la camiseta, quedando sobre la cama como Dios la trajo al mundo. Mi pene experimentó una sacudida involuntaria al ver el tremendo cuerpazo que tenía Sarita. Por fin comprendía a Paco.
–          Túmbese – dije, mientras ella obedecía sin protestar – Empezaremos por… los pechos.
Inclinándome, llevé mis manos hasta sus tetas, empezando a acariciarlas con delicadeza. Sarita, excitada, cerró los ojos y se dejó hacer, gimiendo muy quedamente mientras mis manos sobaban y magreaban las soberbias montañas.
Cada vez más excitado, las caricias fueron haciéndose progresivamente más bruscas y pronto me encontré literalmente estrujando los melones de mi hermana con las manos, provocando que su dueña gimiera de placer.
–          Pues, no noto nada extraño, señorita – dije, sin saber muy bien lo que decía – No noto bultos, ni nada en especial. Pero asegurémonos…
Mientras hablaba, apreté con fuerza las tetas de Sara, provocándole un gritito de dolor. Al hacerlo, la lujuriosa carne se estremeció entre mis dedos y los pezones se mostraron enhiestos, apetecibles. Sin poder contenerme, me abalancé sobra aquellas espléndidas mamas y absorbí uno de los pezones entre mis labios, procediendo a chuparlo y lamerlo con lujuria, sin dejar en ningún momento de estrujar los pechos con mis manos.
Sara, muy excitada, se mordió un nudillo tratando de ahogar los gemidos, pero lo único que logró con su gesto fue excitarme todavía más.
Tras estimular un buen rato el afortunado fresón, cambié de objetivo dedicándome a su gemelo, que reaccionó a mis caricias con idéntico entusiasmo. Llevé entonces una de mis manos hacia abajo, acariciando su cuerpo, entreteniéndome unos segundos jugueteando con el piercing de su ombligo, cosa que (ahora lo comprendía) llevaba mucho tiempo deseando hacer.
De repente, noté una presión en la entrepierna y, sorprendido, descubrí que mi hermanita había llevado una mano hasta mi bragueta y había empezado a estrujar mi polla por encima del pantalón, recreándose en su dureza.
No queriendo ser menos, mi mano abandonó los juegos en su ombligo y siguió viaje hacia el sur, deteniéndose de nuevo para juguetear con el escaso vello que mi hermana conservaba entre las piernas. Sin embargo se quedó poco allí, pues su destino estaba un poco más abajo. Sara, deseando que la mano acabara el viaje, separó los muslos incitadoramente, ofreciéndome en bandeja de plata el delicado tesoro que yo antes había explorado con tanto detalle como para haber trazado un mapa.
Mis dedos volvieron a abrirse paso en su tierno chochito, acariciándola y tocándola con delicadeza, provocando que Sara gimiera y jadeara de puro placer. Mis caricias estaban gustándole de veras o al menos así lo estimé a juzgar por las crecientes ganas con que acariciaba mi polla por encima del pantalón.
–          Sácala – dijo de pronto, abriendo los ojos y mirándome – Quiero verla.
Gran idea.
–          ¿Me la chuparás? – pregunté en un momento de inspiración.
Ella me miró fijamente un segundo, en silencio.
–          A cambio de los platos y las camas – sentenció.
La madre que la parió.
–          No te pases, niñata. A cambio de las camas y ya está. Lo de los platos sigue en pie.
Odiaba lavar los platos.
–          Trato hecho – dijo ella, sonriéndome con picardía.
Con el corazón a punto de salírseme por la boca y la sangre de todo el cuerpo acumulándose en salva sea la parte, forcejeé como loco con los pantalones para sacar por fin a mi soldadito de su encierro. Cuando lo logré, arrojé la prenda al otro extremo de la habitación de una patada y me volví hacia mi hermana, con la polla al rojo vivo cimbreando entre mis piernas.
Cuando ella clavó sus lindos ojos en mi erección, estuve a punto de correrme.
–          ¿Qué te parece? – dije, cachondo como nunca antes.
–          Está muy bien – respondió ella, llenándome de orgullo – Tienes un buen pedazo.
–          Dilo – le pedí, con la cabeza medio ida por la calentura.
Ella me miró un segundo, pero pronto decidió que ese día me había portado muy bien con ella, así que me hizo una pequeña concesión.
–          Tienes una polla estupenda, grande y jugosa – dijo, mirándome con lascivia – Estoy deseando metérmela en la boca.
Lo de jugosa supongo que lo dijo por todos los jugos que brotaban incontroladamente de la punta, dándole al glande un aspecto lustroso y brillante.
–          Joder, cómo me pone que digas guarradas – siseé.
–          Todos los tíos sois iguales – dijo Sara, meneando la cabeza mientras se sentaba al borde de la cama.
Enardecido y con las pelotas a punto de estallar, me acerqué a Sara hasta que mi polla quedó a su alcance. Sin hacerse de rogar, su cálida manita aferró inmediatamente mi erección, provocando que estrellitas de placer estallaran en mi cabeza.
Inclinándose, acercó enloquecedoramente su rostro a mi verga y, muy despacito, sacó la lengua y empezó a lamerme la punta, degustando con placer mis fluidos preseminales, provocando que las rodillas me temblaran tanto que estuve a punto de caerme.
Pronto mi hermanita se animó lo suficiente para meterse un buen trozo de polla en la boca, empezando una mamada que, a todas luces, distaba años luz de ser la primera. Sin poder evitarlo, mi cerebro se preguntó cuántas pollas debía haberse tragado Sarita en su vida para alcanzar semejante grado de maestría.
Se le daba de puta madre.
Su boca parecía literalmente devorar mi polla por completo, mostrándose perfectamente capaz de engullirla hasta el fondo, apretando su rostro contra mi ingle, mientras su lengua jugueteaba con el tronco. Me pareció incluso notar el roce de su campanilla cuando mi verga se hundió hasta su garganta, lo que literalmente me enloqueció de placer.
–          Para, para, por favor – gimoteé adivinando lo que se venía encima – Si sigues me voy a correr enseguida.
Ella me miró, un poquito sorprendida, con una mano aferrada a mi polla, mientras la saliva le resbalaba literalmente de los labios, quizás acostumbrada a que a sus parejas les encantase pegarle un buen lechazo en la boca.
Yo me conozco bien y sabía, por anteriores experiencias, que, tras pegarme una buena corrida, mi polla tardaba un rato en recuperar la buena forma y yo estaba ya que me moría por comprobar si, efectivamente, el coñito de Sara era tan bueno como les había parecido a mis dedos.
Y, si me dejaba ir, tenía pinta de que la corrida iba a ser mucho más que buena.
–          E… el instrumental ya está lo suficientemente limpio – jadeé – Es hora de continuar la exploración.
Sin decir nada, Sara se echó hacia atrás, deslizándose de nuevo sobre el colchón hasta quedar tumbada. A continuación, con movimientos tan lujuriosos que jamás habría imaginado ella fuera capaz de realizar, separó de nuevo los muslos, ofreciéndome su coñito hinchado y chorreante.
–          Déjate ya de tonterías, Isma… – susurró – Tú lo que quieres es follarme…
No pude más. Con un rugido, me arrojé literalmente encima de Sara, que daba grititos y reía excitada. Resoplando como un toro en celo, empujé con las caderas hasta hacerme sitio entre sus muslos y, echando el culo hacia delante, traté de empitonarla sin éxito.
–          Tranquilo, león – rió Sara, atrapada bajo mi peso – Déjame a mí.
Con habilidad, su manita aferró mi ardiente herramienta y la ubicó a la entrada de su vagina. Lentamente, refrenando el impulso que me empujaba a clavársela de un tirón hasta los huevos, fui metiéndosela muy despacio, mientras mis ojos se clavaban en los suyos.
Pude ver perfectamente cómo sus pupilas iban dilatándose a medida que mi hombría se sumergía en su interior, penetrándola poco a poco hasta que nuestras pelvis quedaron adheridas.
Yo jamás había sentido nada igual, el sexo nunca había sido tan bueno y ella parecía estar sintiendo algo similar, pues se mordía los labios con fuerza, tratando de ahogar el placer, hasta que, no pudiendo más, me abrazó con toda el alma, sepultando el rostro en mi pecho.
Por un instante, los dos fuimos uno solo, sintiéndonos unidos no como hermanos, sino como hombre y mujer. Muy despacio, empecé a moverme en el interior de Sarita y, en cuanto lo hice, ella no resistió más y empezó a gemir y a jadear de una forma tan sensual, que creí que me iba a volver loco.
Deslizarse en su interior era sencillamente exquisito, nuestros cuerpos parecían amoldarse el uno al otro, como si estuvieran hechos para estar unidos. Curiosamente, a pesar del placer y el frenesí, la mente se me despejó por completo, permitiéndome observar y deleitarme con la extraordinaria situación.
Me sentí un poco triste, pues me di cuenta de que aquella iba a ser la primera y única vez que pudiera gozar con la hembra que parecía ser completamente perfecta para mí.
Mi hermana.
Entregados, derribados todos los tabúes, nos arrojamos ambos al frenesí del sexo. Las piernas de Sara se anudaron tras de mí y sus brazos me abrazaron con fuerza, apretando nuestros cuerpos.
Abrí los ojos, sin dejar de bombearla y vi que ella había hecho otro tanto. Nos miramos un instante, hablándonos sin palabras, hasta que, de repente, como habiéndonos puesto de acuerdo, buscamos ambos los labios del otro hasta fundirnos en un tórrido beso.
Los siguientes minutos fueron febriles. Apenas recuerdo lo que pasó.
Follamos. Nos amamos. Cambiamos 20 veces de postura. Sara se corrió. Yo me corrí. A pesar de mis recelos, no bastó un único orgasmo para calmar mi excitación. Seguí con la polla como un hierro.
Recuerdo su delicioso sabor cuando ella me pidió que le devolviera el favor y sepulté el rostro entre sus muslos. Recuerdo el tacto de su piel, su delicioso peso sobre mí cuando se puso encima.
Estuvimos así horas, hasta que, agotados, nos derrumbamos uno junto al otro encima del colchón.
Jadeando, me quedé tumbado junto a ella, sintiendo el calor que manaba de su cuerpo, la vista clavada en el techo, con la mente literalmente sumida en un huracán.
–          Bueno – dije cuando recuperé el resuello – Creo que esta experiencia elimina por completo la posibilidad de escoger ginecología como especialidad.
Lo dije medio en broma, pero no era ninguna tontería. Me parecía imposible poder reconocer a una paciente sin acordarme inmediatamente de lo sucedido esa tarde. Y si me acordaba…
No sé si Sara me escuchó, pues se había quedado profundamente dormida. Permanecí junto a ella un buen rato, mirando en silencio cómo dormía, mientras mi mente comenzaba a asumir las cataclísmicas consecuencias de lo que había pasado esa tarde.
Con la calma llegó la culpa. Me sentía fatal por lo sucedido, aunque era plenamente consciente de que, si pudiera retroceder en el tiempo, sin duda actuaría exactamente como lo había hecho. No me veía capaz de resistir la tentación.
Procurando no hacer ruido, bajé de la cama y recogí mis ropas en silencio. Con mucho cuidado, arropé a Sara y le di un beso en la mejilla, mientras ella se agitaba en sueños.
Regresé a mi cuarto y me di una ducha, sin parar de darle vueltas a lo sucedido. Sentí mil impulsos, regresar con ella, irme de casa, pedir el traslado a otra universidad en la otra punta de España.
Al final, armándome de valor, regresé a su cuarto para hablar con ella.
Ya no estaba. Se había vestido y se había ido con sus amigas, tal y como había dicho durante el almuerzo.
Ni siquiera había querido hablar conmigo. Supuse que no querría verme.
………………………………………….
La última semana ha sido un infierno. Sara y yo nos sentimos muy violentos en presencia del otro. Procuramos disimular, para que nuestros padres no noten nada raro, pero…
No hemos sido capaces de hablarlo. Simplemente nos evitamos el uno al otro. Empiezo a pensar que irme fuera a estudiar no es tan mala idea.
Si es que apruebo, claro, porque ahora mismo me siento incapaz de concentrarme en los estudios. Me paso las horas encerrado en mi cuarto, sin tocar un libro, rememorando una y otra vez la belleza de mi hermana, su calor… su sabor…
Esa tarde mis padres no están en casa. Mejor, así no tengo que fingir que me encuentro bien. Sara seguro que se ha largado, para así no tener que verme.
–          Pipupipi – resuena de repente mi móvil.
Como un autómata, alargo la mano y lo cojo de encima del escritorio, mirando con desgana la pantalla.
–          Ven a mi cuarto. Tengo un problema con un juguete que me he comprado. Sí, ese que me recomendaste. No sé utilizarlo muy bien… ¿Me enseñas?
¿Hace ruido un árbol al caer en el bosque, si no hay nadie para escucharlo? La misma pregunta podría hacerse sobre mi móvil, pues, en el momento en que finalmente impactó contra el suelo, hacía rato que yo había salido disparado hacia el cuarto de Sara.
FIN
PD: Querido lector, si conoces algún otro caso de Woman in trouble, házmelo saber y, si es interesante, podría animarme a contar su historia  (aunque no prometo nada). Un saludo y gracias por leerme.
 
 Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un e-mail a:
 
 
 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!/

Relato erótico “Sexo, droga y rock and roll.” (POR SARAGOZAXXX)

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Sexo, droga y rock and roll, bueno tal vez no sea ese el orden, pero el resultado es el mismo.
Estos hechos sucedieron durante el concierto que los Rolling Stones ofrecieron el pasado 25 de junio del año pasado en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid. Mi marido había logrado hacerse con un par de entradas, y a pesar de que el concierto era en miércoles, habíamos decidido desplazarnos desde nuestra ciudad en coche para disfrutar del espectáculo. Mi esposo intentó que le dieran un par de días de fiesta en su trabajo, pero al final sólo logró que le dieran el jueves siguiente al día del concierto. El motivo es que tenían una reunión importante esa misma mañana en su empresa con un grupo inversor, y no podía faltar de ninguna de las maneras posibles. Aún con todo nos propusimos salir a media tarde y llegar a tiempo para el concierto. Eran unos cuantos kilómetros, sonaba a paliza, pero merecía la pena por un concierto de los Rolling. No teníamos nada planeado, íbamos a la aventura, disponíamos de todo el día siguiente para descansar. Así que no había tanto problema.
Para los que no me conozcan decir que me llamo Sara, tengo treinta y un años, y estoy casada desde hace algún tiempo con mi marido. Aunque no todo es como yo quisiera en nuestro matrimonio. Como en muchas otras parejas todo es rutina y monotonía. La vida nos va bien, así que ya estamos acomodados en nuestra zona de confort. Tenemos un hijo en común, y aunque en alguna ocasión he tenido las ganas de serle infiel a mi esposo con otros hombres, siempre he preferido sacrificar mi apetito sexual, con tal de no romper con marido y defraudar a mi hijo. En parte porque mi marido trabaja mucho y apenas me presta la atención que necesito. Yo soy una mujer muy caliente, y la mayoría de las ocasiones tengo que conformarme con imaginarme un amante más apasionado mientras lo hago con mi esposo.
Me gusta vestir sexy, provocar no solo a mi marido sino también a otros hombres, intentar ponerlo celoso. Me encanta que me miren, sobretodo cuando salgo con mi esposo, aunque éste no se da cuenta la mayoría de las veces. Y en  la soledad de mi intimidad me consuelo pensando que podían pasarme cientos de aventuras.
Bueno, que si quieres saber más sobre mí, puedes consultar mi blog, cosa que me haría muchísima ilusión que visitases:
saragozaxxx.blogspot.com
Allí encontrarás alguna foto mía, y alguna sorpresa más. Espero que te guste.
A lo que estábamos…
Nada más salir mi marido de la oficina salimos de viaje hacia Madrid. Tuvimos suerte al encontrar aparcamiento por la calle Jiloca, muy cerca del estadio, por lo que sólo teníamos que recorrer parte de Avda. Concha Espina para llegar andando al Bernabéu. Para los que no son de Madrid, decir que son calles pequeñitas, con muchos recovecos, zonas verdes, y en general poco iluminadas, pero ideal para nuestro propósito.
El caso es que a pesar de la paliza del viaje, mi marido quiso que nos acercásemos con tiempo por las inmediaciones del estadio, ya sabéis el ambiente que se respira siempre en este tipo de conciertos. Yo le sugerí que descansase un poco, pero él quiso entre otras cosas ojear y comprarse alguna camiseta de la gira por los alrededores. De esta forma pudo deshacerse de la camisa y corbata del traje que había llevado durante todo el día, y camuflarse un poco entre la gente tan variopinta que había.
Por mi parte, sabiendo que los del tiempo daban una media de treinta graditos para esa noche en Madrid, y el calor que se pasa en los conciertos, había decidido salir de casa con algo más cómodo, unos shorts vaqueros y una camiseta de tirantes finos por arriba. Por cierto, que los shorts, como bien dice la palabra me venían muy cortos, pues me puse unos que eran ya algo viejos, y de milagro que no asomaban mis nalgas por la parte inferior. En la parte superior decidí no ponerme sujetador, no me agrada que se noten los tirantes, opté por la comodidad, y por suerte aún conservo unos pechos álgidos y turgentes.
Mi esposo quiso tomar una copa en la famosa esquina del Bernabéu antes de acceder al concierto, y lo que en principio iban a ser un par de cañas y alguna tapa para picar, se convirtieron en un par de jarras de cerveza, que bebimos con cierta prisa debido a las ganas por entrar. He de decir que yo no estoy muy acostumbrada a beber cerveza, y mucho menos tan rápido, así que reconozco que lograron entonarme ya un poquito.
Nada más entrar ya estaba la  pista bastante llena de gente, intentamos situarnos lo más cerca posible del escenario, pero tuvimos que conformarnos  con quedarnos a media pista. Todavía quedaba casi una hora para que comenzase el concierto, así que decidimos esperar pacientemente. Yo que me conozco en estos casos lo que ocurre al beber cerveza, le dije a mi marido que prefería ir al servicio antes de que comenzase el concierto, no fuese que luego me entrasen ganas de orinar a mitad concierto. Mi marido me sugirió guiñándome un ojo que a mi regreso pidiese otro litro de cerveza en la barra. Me despidió con un beso en la boca y una palmada en el culo.
Yo sabía perfectamente, que cuando se pone así de tontorrón quiere decir que tiene ganas de beber hasta entonarse. Acepté seguirle el juego debido a la euforia del momento, y el ambientazo que hacía presagiar un gran concierto.  Me hice a la ilusión de que terminaríamos durmiendo en algún hotelucho, haciendo el amor como la ocasión se merecía, y logrando que la noche fuese verdaderamente inolvidable a pesar de la resaca. 
Tuve que esperar mucho tiempo para acceder al baño de chicas más cercano que pude ver, y luego otro rato hasta que me sirvieron el litro de cerveza en la barra, por lo que transcurrió bastante tiempo desde que abandoné a mi marido en la pista. A mi regreso a la zona en la que dejé a mi esposo, pude ver como la gente se había sentado en el suelo haciendo algún que otro corro.
Pude ver desde lejos que mi marido estaba sentado y rodeado de un grupo de gente, que parecían amigos entre ellos, aunque desconocidos para nosotros. Serían unas diez personas en total, tres parejas y unos cuatro hombres a los que se les veía solteros. Todos ellos tendrían alrededor de cincuenta o cuarenta y tantos años, esto es, parecían algo mayores que nosotros. Tenían pinta de auténticos rockeros, camisetas negras, prendas de cuero, y tatuajes en sus cuerpos. Nada que ver con nosotros.
.-“Madre mía cómo se pondrá mi marido el pantalón del traje de sentarse en el suelo” pensé nada más verlo. “Ya lo puedo llevar mañana a la tintorería”.
En lo que logré alcanzarle pude percatarme que se encontraba rodeado de otros chicos, seguramente los desemparejados, y que conversaba sobretodo con uno de ellos sentado a su derecha, desde mi posición no lograba verle bien la cara pues me daba la espalda a mi posición. Sólo podía ver que llevaba la cabeza rapada o era calvo y que era bastante grueso. En el otro extremo del corro se veían a las parejas que estaban como en otro tipo de conversación, más a lo suyo. Antes de alcanzarlos observé también que entre todos se pasaban litros de cubatas y se liaban algún porro. No lograba entender que hacía mi marido en medio de ese tipo de gente.
Tuve que ver como el nuevo compañero de mi esposo le ofrecía beber de uno de los cubatas, y como incluso después de dar un pequeño sorbo mi marido por simple cortesía, éste le incitaba a que bebiese más, por lo que mi marido terminó por dar un buen trago a la litrona. Por unos momentos pensé que la intención de su nuevo amigo era emborracharlo.
.-“Hola” dije nada más llegar por su espalda sorprendiendo a mi marido.
.-“Hola cari” dijo mi marido incorporándose para darme un pico en la boca y hacerme sitio entre su posición y la de su nuevo amigo. “Este es Mikel, te presento” dijo al tiempo que me hacía señas para que me sentase en el suelo en medio de ambos. Yo por mi parte me concentré en no caer y derramar el litro de cerveza que ocupaba mis manos.
.-“Encantada” dije nada más sentarme entre mi esposo y el tal Mikel, con el que intercambié dos besos de cortesía y agradecí con un gesto por ayudarme a no caer.
Fue entonces cuando pude apreciar que Mikel era el típico tío regordete, calvo y con barba, las orejas perforadas, y sus flácidos brazos llenos de tatuajes. Por supuesto vestía unos pantalones de cuero, y llevaba para la ocasión una camiseta negra con el insolente emblema de los rolling sacando la lengua. Parecía el típico motero de Harley Davinson.
.-“Déjame que te presente al resto de la banda” dijo Mikel en jerga rockera con cierto acento entre vasco y navarrico, como si el resto de amigos fuesen un grupo de rock. Por sus primeras palabras pude apreciar que Mikel era indudablemente el líder del grupo, mejor dicho, el que llevaba la voz cantante.
.-“Este es Cors. Cors es productor. Hace películas, ha venido desde holanda” dijo concediéndole cierto aire de importancia y señalando al tipo que estaba al otro lado de mi marido. Cors levantó la mano a modo de saludo indio, y yo asentí con la cabeza correspondiéndole.
Hasta entonces no me había fijado en Cors, pero nada más presentármelo sentí que era de esas personas por las que sin saber porqué experimentas cierto magnetismo. Su forma de mirarme era distinta. Sus rasgos también. Tenía ese aire de extranjero que lo hacía distinto al grupo de españolitos que le rodeaban.  Apenas presté atención y pude recordar el resto de nombres que saludaba de manera autómata entre la gente que terminaba por conformar el corro.
Mi mente se había detenido en la presentación de Cors. No lograba entender porqué. Tampoco es que fuese muy guapo, pero supongo que caí atrapada por su forma de mirarme desde que llegué. Es más, desde que lo miré a los ojos ya no pude pensar en otra cosa que no fuese esa inquietante mirada clavada en mí como centro de atención y novedad dentro de aquel grupo de amigos.
Una vez terminadas las presentaciones sentí la necesidad de volver a mirar y sonreír a Cors. Él, que no me quitaba ojo de encima ni un segundo,  me devolvía la sonrisa una y otra vez.
Cors vestía como el resto del grupo de negro, llevaba media melena, y barba de tres días. Al observarlo detenidamente pude fijarme en su look dejado y descuidado. Detrás de esa apariencia de rockero, se escondía un tipo misterioso con una mirada inquietante y cautivadora para mí. Me sentía atrapada por su mirada, todo el rato observándome y sonriéndome.
¿Porqué me miraba así?. Pude fijarme en algún detalle, por ejemplo en su tímido tatuaje, sus anillos en los dedos y que tenía un piercing en la boca, concretamente atravesando su lengua. Nunca logré entender porque la gente se agujereaba el cuerpo de esa manera, y mucho menos en una zona tan sensible como la lengua. Fue mi marido quien me despertó de mi ensoñación mientras contemplaba embobada al tal Cors.
.-“Mikel tiene una tienda de tatoos” dijo mi marido mientras me daba un codazo, para acto seguido arrebatarme el litro de cerveza de mis manos y darle un buen trago.
Ahora pude entender el interés de mi marido en conocer a Mikel. Mi esposo es representante de una marca farmacéutica, y entre otras cosas comercializan material esterilizante. Seguramente se estaba preguntando si podría tener mercado en negocios de tattoos.
.-“No me decías que querías hacerte un tatuaje” dijo mi marido “pues pregúntale a nuestro amigo todas las dudas que tengas” terminó por explicar.
Yo no supe que decir, me puse colorada, pues lo del tatuaje era algo que pensaba hacerme chiquito cerca del pubis y que solo se lo había comentado a mi marido, ni tan siquiera a mis amigas. Menos mal que Mikel era un tipo bastante comprensivo y algo dicharachero.
.-“Lo primero que tienes que tener claro es el dibujo que quieres hacerte, luego el lugar. Yo siempre recomiendo cierta discreción para empezar, y luego si te va el rollo seguir decorando tu cuerpo. Aunque ya verás como si te animas y pruebas, esto engancha y acabas dibujando todo tu cuerpo” mientras aquel tipo me hablaba pude darme cuenta de los tatuajes que decoraban todo su cuerpo.
.-“¿Y cuántos tatuajes puedes hacer en un día?” le preguntó mi marido como si nada, pero evidentemente interesado en la respuesta.
.-“Depende” respondió Mikel “en fin de semana puedes llegar a hacer veinte tatuajes o así por día, según lo que te muevas. También depende de la época del año. Hacia la primavera tienes más trabajo que en invierno, por ejemplo” concluyó nuestro nuevo amigo al tiempo que le pasaban un litro de cubata al que dio un largo trago, y que luego me cedió esperando que yo también bebiese.
No me hizo mucha gracia compartir litro con un desconocido y mucho menos con esas pintas, pero imagino que estaba acorralada y no tenía otra salida que darle un trago. Al terminar de beber mi mirada se cruzó con la de Cors que no dejaba de observarme. Como mi marido continuaba con nuestro litro de cerveza, yo le cedí el de cubata siguiendo la ronda al tal Cors, quien al recogerlo se las ingenió para que  nuestras manos entrasen  en contacto.
Guauuu, un escalofrío recorrió mi cuerpo al notar su tacto. Era como si hubiesen saltado chispas a causa de electricidad estática. Cors aceptó el litro sonriente, y sin dejar de mirarme a los ojos. Madre mía que mirada tan penetrante tenía el tipo. De estar soltera seguro que le hacía un favor, pero debía controlarme. No sabía muy bien por qué, pero me gustaba  que me mirase.
Cors le proporcionó un trago al litro y lo pasó al compañero siguiente de su izquierda, quien este a su vez le cedió un porrito al amigo holandés. Cors le dió una tímida calada y enseguida se lo ofreció a mi marido. Yo me quedé de piedra al contemplar como mi marido le daba una calada y se tragaba el humo como si fuese lo más normal del mundo. Antes de conocerlo sí que fumaba, ¡Pero él nunca había fumado porros!. Al menos eso me había dicho. Mi marido trató de ofrecerle el porro a Mikel, saltando intencionadamente mi turno, pues sabe que no fumo. Es más, sabe que odio el olor a tabaco en la ropa.
Mikel por su parte rehusó aceptarlo y le hizo señas a mi marido para que me lo diese a mí. Pude notar la mirada expectante de los tres hombres que me rodeaban cuando el cigarrillo de marihuana llegó a mis manos. Yo miré fijamente el cigarrillo y en un acto de sensatez se lo traté de ofrecer a Mikel siguiendo la ronda y argumentando:
.-“Lo siento pero no fumo” dije tratando de que lo cogiese él mismo.
.-“Vamos mujer, pruébalo. Ya verás, que esta hierba es muy buena, sabe como a chocolate con naranja” insistió Mikel.
Yo negaba con la cabeza al tiempo que se lo ofrecía, pero Mikel también se negaba a cogerlo.
.-“Nunca he fumado un porro” dije tratando de que mi argumento tratase de hacerle entender mis motivos. Aunque más bien sonó a niña pija.
.-“Bueno” dijo como alegrándose por escuchar mis palabras” siempre tiene que haber una primera vez, ¿no?. ¿Cómo vas a saber que no te gusta si no lo has probado?”, dijo poniendo carita de niño bueno tratando de convencerme
No sé por qué lo hice, supongo que el alcohol, la rabia contenida contra mi esposo, y la euforia del momento me animaron a probar. En circunstancias normales nunca hubiera imaginado que le daría una calada a un porro en mi vida, pero quiero pensar que estaba lo suficientemente envalentonada por el comportamiento de mi esposo que me decidí a intentarlo.
Aspiré profundamente y me tragué el humo. Tuve que toser nada más probarlo, me picaban los pulmones. Nuestros nuevos amigos se echaron a reír mientras intercambiaban una mirada cómplice entre ambos al ver mi reacción. Era evidente que nunca había fumado un porro. En mi pequeño sentido del ridículo me preguntaba a qué venía ese juego de miradas entre ambos.
Por mi parte malhumorada por la situación, y como queriendo demostrar mi orgullo, volví a darle una nueva calada al cigarrillo. Esta vez pude apreciar su sabor recorriendo mi garganta. Efectivamente dejaba un sabor parecido al chocolate con naranja. Luego exhalé airosa el humo sin toser ante la atenta mirada de mis compañeros, y con cierta mirada desafiante traté de pasárselo a Mikel.
.-“Ten, bebe algo. Se pasa mejor” me dijo Mikel ofreciéndome un litro de whisky con coca cola rechazando el porrito que aún tenía en mis manos. Agradecí que el líquido corriese mojando mi garganta reseca por el humo.
.-“¿Qué?, ¿a qué te ha gustado?” me preguntó. Yo afirmé con la cabeza mintiéndole.
.-“Pues anda acábatelo que queda ya poco, enseguida me pasan otro” me dijo observando atentamente mi reacción.
De nuevo pude sentir la mirada expectante de los hombres que me rodeaban. Mi mirada se cruzó por instante con la del holandés, esperaba impaciente que fumase, y de alguna manera no quise defraudarlo. Me dejé llevar, no sé porque representé un papel de mujer fatal ante ese tipo que no dejaba de observarme, seguramente porque no quería que pensase que era una niñata pija.  Si hay algo que no soporto es que me desafíen. Me considero una mujer bastante competitiva y acepto cualquier reto, así que aspiré de nuevo profundamente el humo del cigarrillo. Esta vez apenas me produjo picor al pasar por la garganta, y pude apreciar algo mejor su sabor. Luego se lo pasé a mi marido.
.-“Toma acábatelo tú” le dije algo enojada, y como dándole a entender  “tú me has metido en esto, pues ahora te lo tragas”. Mi esposo le dio una última calada y luego lo piso contra el suelo.
El resto del tiempo de espera transcurrió de la misma forma. Los litros de alcohol circulaban en un sentido alrededor de las personas que conformábamos el corro, y los porros circulaban en sentido contrario al alcohol.
Al principio aún seguí el hilo de la conversación entre mi esposo y Mikel, para un rato podía estar bien, pero luego me aburría de sobremanera. Sé que estuvieron un tiempo hablando acerca de formas de esterilizar el material y cosas por el estilo. Así que atrapé un litro circulante de lo que creí era ron con cola cola, y prácticamente me lo bebí yo sola escuchándoles todo tipo de comentarios técnicos mientras trataba de encontrar alguna distracción.
Además con el paso del tiempo, mi cruce de miradas con el tal Cors, al que sorprendía mirándome en silencio una y otra vez, eran cada vez más frecuentes. Estaba claro que le gustaba, y prácticamente se me follaba con la vista. No tenía el más mínimo disimulo en sus intenciones. Sé podía adivinar a través de sus ojos lo que  su mente imaginaba, se relamía observándome, y a mí me gustaba sentirme deseada de esa manera tan lasciva, tan directa, tan salvaje, sin tonterías. Nunca antes nadie me había mirado de esa forma y me derretía por dentro al ser observada y desnudada con la vista.
El caso es que el tipo me estaba poniendo algo nerviosa.                                                     
Todos estábamos sentados en el suelo, con las piernas cruzadas, estilo indio. Mi marido estaba sentado a mi izquierda y Mikel a mi derecha. En el transcurso de la conversación entre ambos, Mikel dejaba como por descuido su mano en mi pierna, acariciándola inconscientemente. Yo no le dí mayor importancia, parecía algo normal en Mikel, era de esos tipos algo tocones y por eso no dije ni hice nada.  Era la primera vez en mucho tiempo que otro hombre me acariciaba la pierna así. Sorprendí a Cors mirando fijamente como la mano de su amigo recorría mis muslos desde la rodilla hasta el estrecho trozo de tela en el que se unían mis shorts vaqueros. Creo que sobretodo advirtió mi pasividad ante tales caricias, baza que aprovecharía hábilmente más tarde, y estaba claro que el holandés tenía envidia de su amigo.
Nunca antes nadie me había dicho tan claramente con la mirada que deseaba acostarse conmigo. Al holandés no le hacía falta hablar para decírmelo. Su forma de mirarme era suficiente.
Sus miradas comenzaban a inquietarme, y como nunca me doy por vencida, quise desafiarlo, como retando su atrevimiento por mirarme así. No sé porqué me apeteció provocarlo, y comencé a coquetear con él. Tal vez porque estaba aburrida e ignorada por mi marido en medio de aquel grupo de gente, y él era el único que me prestaba atención. Se trataba de un divertimento con el que pasar el rato hasta que comenzase el concierto.
El caso es que me senté en varias posiciones mostrándole a mi nuevo amigo generosamente cuanto mis shorts permitían. Primero abrí mis piernas todo cuanto pude, imitando la posición de flor de loto que tanto realizaba en clases de yoga. Creo que debido a lo estrecho que eran mis shorts vaqueros en mi entrepierna pudo llegar a verme incluso las braguitas negras que llevaba puestas debajo. Desde luego sus ojos se clavaban en esa zona tan íntima de mi cuerpo. Además las manos de Mikel casi alcanzaban esa misma zona, y él no se perdía detalle de las caricias de su amigo y de mi actitud pasiva.
Luego me senté doblando las piernas en alto y rodeándolas con mis propios brazos, desde su posición debía parecer que no llevaba nada puesto, pues le debía estar mostrando hasta el inicio de mi culo. A esas alturas el holandés me miraba como advirtiendo mi pequeña travesura, conocedor de mis intenciones, participando del juego, y siendo plenamente consciente de que él era un mero instrumento en mi pasatiempo. Y todo, pese a que mi marido no se enteraba de nada aún  estando sentado en medio de los dos.
Por último me recliné de cuerpo apoyándome sobre las manos atrás. Al principio con las piernas dobladas en alto. En esta posición podía abrir y cerrar mis piernas provocándolo. Ambos nos sorprendíamos mirando al otro. Más tarde estiré mis piernas hacia su posición, de tal forma que incluso llegué a contactar con mis tobillos en sus rodillas.
Las miradas lo decían todo. Se atrevió a acariciarme con sus manos en las pantorrillas. Otro escalofrío recorrió mi cuerpo nada más notar sus manos en mi piel. Sus manos eran cálidas y agradables. Intercambiamos un par de miradas que lo decían todo.
“¿Puedo acariciarte?” me preguntaba con sus ojos.
“Lo estoy deseando” le respondía solo con la mirada sin hablarnos, no hacía ninguna falta entre los dos, hablábamos el mismo idioma.
Por suerte, hubo movimientos en el escenario, ya quedaba poco para el comienzo, y un tumulto de gente provocó que tuviésemos que levantarnos sino queríamos que el gentío nos pisase y aplastase. Ya sabéis lo que ocurre en estos casos, que fuimos empujados hacia el escenario por la masa.
Tuve que agarrarme de la mano de mi esposo para que no nos separasen a causa de la avalancha. El caso es que estábamos algo más apretujados. El amplio círculo en el que antes estábamos sentados todos se redujo considerablemente, de hecho se redujo a tres personas: mi esposo, Mikel y yo.
.-“¿Así que estabas pensando en hacerte un tatuaje?” me preguntó Mikel en el pequeño corro que habíamos formado mirando alternativamente a mi marido y a mí con un litro en la mano.
.-“Bueno, no lo descarto” le respondí.
.-“¿Y en que habías pensado?” insistió Mikel.
.-“No sé, algo pequeñito, un corazón, un delfín o algo así” le comenté.
.-“Y has pensado ¿dónde?” continúo preguntándome.
Yo dudé si responderle con sinceridad o no, supongo que todavía razonaba con cierta lucidez y trataba de evitar la respuesta.
.-“Vamos díselo, no te cortes” dijo mi marido con signos evidentes de haber ingerido más alcohol y fumado más de lo que debería durante este tiempo.
.-“Bueno…, esto…, yo…había pensado hacérmelo por aquí, justo para que me lo tape la braguita o el bikini” le respondí introduciendo mi dedo índice por la parte superior del short y señalando una zona muy próxima a mi pubis, “pero me dá mucha vergüenza, la verdad” terminé argumentando bajando la mirada.
.-“Vergüenza ¿de qué?” replicó Mikel, “supongo que si te haces un tatuaje es porque quieres que te lo vean, ¿no?” terminó por razonar.
Justo en ese momento nos empujaron a todos desde atrás, y alguien aprovechó la confusión y los apretujones para tocarme el culo. Traté de girarme para descubrir quien había podido ser el caradura, y solo pude ver la cara de nuestro amigo holandés a mi espalda sonriéndome como si no fuese intencionado, sino a causa de los apretujones. En ese momento me dí cuenta de que Cors había estado todo este tiempo situado justo detrás de mí y se estaba enterando de nuestra conversación.
.-“Sorry“, pronunció con su particular acento holandés, tratando de disculparse y culpando al tumulto por lo ocurrido y las circunstancias. No sé porqué me relajó saber que era él quien me había tocado el culo. Mejor que él que cualquier otro, aunque fuese de manera fortuita. Además agradecí sus disculpas. Ambos sabíamos que era una excusa para no perder la atención el uno en el otro.
Lo lógico hubiese sido tratar de evitar por mi parte el contacto entre su mano y mi culo, pero creo que lo sorprendí. Fui yo la que agarrada de la mano de mi esposo, traté de buscar de nuevo el roce producido y la caricia echando mi cuerpo hacia atrás.
.-“¿Y qué problema hay?” me preguntó Mikel tratando de retomar la conversación una vez cesaron los empujones.
-“Pues como entenderás no me hace ni pizca de gracia bajarme las bragas y enseñarlo todo bien espatarrada al primer desconocido que monta un chiringuito”, pronuncié de un tirón casi sin respirar y algo irritada.
Mi interlocutor rompió a reír. Yo no entendía que le había provocado tanta gracia.
.-“Mujer” dijo tras calmarse de la risa, ”es como ir al médico, piensa que te pones en manos de un profesional” dijo tratando de quitarle hierro al asunto.
.-“Si, sí” dije insinuando que no daba crédito a cuanto me decía “me quieres decir que se te pone una tía ahí, con todo expuesto, y que ni te inmutas… ¿no me lo creo?” dije tratando de desenmascararle.
.-“Lo que más me preocuparía en ese caso es la higiene. Por lo que me dices, deberías afeitarte bien, evitando cualquier posibilidad de infección” dijo insinuando que debería rasurarme mi pubis por completo si al final me decidía a tatuarme en esa zona.
.-“Oh, en eso no hay problema” pronunció mi marido con una sonrisa de oreja a oreja sonriendo como un imbécil y con signos evidentes de su embriaguez.
Se segura que nuestros nuevos amigos  se miraron una vez más entre sonrisas de complicidad. Yo por mi parte creí morirme de la vergüenza en ese mismo instante, y mi marido parecía no enterarse del secreto que acababa de desvelar.
“Será metepatas este idiota” pensé en esos momentos de mi marido “a qué coño  tenía que decir nada acerca de cómo llevaba mi coñito” miré a mi alrededor tras el comentario de mi marido y tuve que aguantar la mirada triunfante del holandés a mi espalda.
.-“Mira…” me dijo Mikel tratando de quitar hierro al asunto, ”tan solo puedo decirte que de las tres amigas que ves aquí con nosotros, a una le hice un tatuaje más o menos en el mismo sitio que dices tú”. Yo quise interrumpirle preguntándole quien era, pero no me dejó terminar.
.-“A otra de las que ves hablando con mis colegas le hice un piercing en el pezón”. Yo miré al resto de chicas que había en el grupo tratando de adivinar quién podría ser quién.
Para mi sorpresa Mikel terminó diciendo: “y te puedo decir que la tercera lleva un piercing en el clítoris”.
Mi boca se abrió asombrada por lo que acababa de escuchar mientras observaba al resto de las chicas del grupo allí presentes hablando y charlando como si nada entre lo que parecía el grupo de amigos. Las contemplaba tratando de adivinar cuál podía ser cada una. No lograba entender como no se morían de vergüenza cada vez que Mikel las miraba. Además seguro que lo sabían el resto de colegas. Mi interlocutor, como adivinando en el silencio mis dudas pronunció:
 .-“Piensa que normalmente, la gran mayoría de los clientes o son amigos, o conocidos, o sus parejas, o alguien recomendado. El piercing de Cors se lo hice yo, por ejemplo” dijo Mikel señalando a su amigo holandés que estaba a mi espalda, justo enfrente suyo, y dicho esto llamó a una de las chicas que estaban con nosotros en el grupo.
.-“Ya veréis” nos dijo antes de que la chica llegase a nuestra posición “a Itziar le encanta presumir de mi trabajo en su pezón” dijo tratando de ponernos en antecedentes.
La chica llegó y Mikel nos presentó a Itziar. Esta pudo intercambiar dos besos únicamente con mi marido cuando nos presentó debido a los apretujones.                                                                                                                                            
.-“Itziar lleva un piercing en el pezón” dijo Mikel al tiempo que le tocaba un pecho por encima de la camiseta tratando de resaltar el piercing entre la tela de su camiseta.
Yo estaba alucinada de ver la naturalidad con la que Mikel le acababa de tocar una teta a su amiga como si nada. Era como si fuese de lo más habitual entre ellos, y lo peor  de todo es que ella estaba encantada de dar a conocer el hecho.
Justo en ese momento alguien aprovechó mi asombro y desconcierto para tocarme el culo de nuevo. Me volteé tratando de encontrar al osado. Me encontré de nuevo frente a frente con Cors. Quien volvió a sonreírme y a disculparse de nuevo:
.-“Lo siento” pronuncio de nuevo tratando de hacerme entender que le habían empujado y que todo había sido un accidente. Me volteé de nuevo dándole la espalda  y dándole a entender que no me importaba que lo intentase más veces.
Traté de retomar la conversación, y con una increíble estupefacción escuche como Mikel le decía a mi marido…
.-“Tócala y compruébalo si quieres” le dijo a mi marido al tiempo que lo agarraba de la muñeca de su brazo y le guiaba la mano hasta la teta de Itziar.
.-“Eso es monada, comprueba, comprueba. Tócalas tú mismo” le animaba Itziar quien parecía disfrutar como pez en el agua presumiendo de piercing.   
.-“¿Y no te duele?” preguntaba alucinado mi marido al tiempo que le tocaba el pecho a Itziar, la cual a su vez parecía divertirse con el manoseo de mi marido.
Yo contemplaba atónita la caricia tan atrevida de mi esposo, al mismo tiempo que una voz a mi espalda con un inconfundible acento holandés pronunciaba cerca de mi cuello…
.-“Créeme, en contra de lo que piensa la gente las sensaciones que provoca un piercing son maravillosas” pronunció Cors en mi espalda al tiempo que me sujetaba por la cintura evidenciando que nos había estado escuchando y observando.
Yo no supe que decir o que responder, me quedé paralizada por completo. La situación me parecía surrealista. No sabía si por contemplar atónita como mi marido le sobaba las tetas a un putón verbenero, o por notar el aliento de aquel tipo que me provocaba con su mirada clavado en mi nuca.
.-“¿Es tu primer concierto de los Rolling?” me preguntó esta vez mi amigo holandés cuando me giré para verlo, a la vez que me ofrecía un litro de ron con coca cola.
Estaba claro que la pregunta era algo ingenua, y que lo que realmente buscaba era mantener una conversación conmigo.
Acepté el litro e hice lo posible para que iniciara una conversación conmigo. En realidad estaba deseando hablar con él desde que lo ví.
.-“Oh si” dije aún aturdida por los acontecimientos.
.-“Y ¿qué canción es la que más te gusta?” preguntó con su particular acento holandés tratando de derivar las preguntas en una conversación.
.-“No sé, tal vez sea el I can´t get no satisfaction” me esforcé por pronunciar bien mi inglés. Cors soltó a reir.
.-“Ja, ja, ja. ¿Lo dices por algo en concreto?” preguntó con cierta ironía al tiempo que su mirada se perdía descaradamente por mi escote.
Yo quise contestarle, pero nuestra recién iniciada conversación se vió interrumpida porque se apagaron las luces del estadio. Todo el mundo comenzó a gritar y silbar hasta que salió Leiva al escenario y tras el saludo de rigor comenzó a cantar.
Todos mirábamos ahora hacia el escenario. Mi marido me agarraba de la mano y trataba de tararear unas canciones que apenas conocía. A su lado permanecían Itziar y Mikel en una acalorada conversación entre los tres. Debido al ruido de la música no podía escuchar nada de lo que decían. Así que me dediqué a disfrutar del concierto que Leiva ofrecía como telonero.
Cors se situó al otro lado de mi marido dejándome en medio, de vez en cuando me pasaba una litrona compartiendo su bebida conmigo. Muy de vez en cuando me hacía alguna pregunta, se notaba que eran una excusa para no perder la conversación iniciada conmigo. Hablábamos de cosas sin importancia, aprovechaba cualquier excusa para pasarme su brazo por mi espalda, y de vez en cuando me ofrecía algún litro que le pasaban para que le diese algún trago. Saltamos y bailamos con los temas más conocidos de Leiva.
Reconozco que lo pasé bien, desde luego prefería saltar y bailar disfrutando del concierto junto a Cors, que tener que aguantar las conversaciones de Mikel con mi esposo. El roce y el contacto entre Cors y yo eran inevitables. En alguna ocasión me golpeó con el codo en mi teta, sobretodo cuando subía o bajaba los brazos para aplaudir en alto, pero supongo que todo a causa de las circunstancias.
 Me quedé estupefacta cuando en uno de los momentos me giré para ver que és lo que hacía mi esposo, y para mi asombro tuve que aguantar como Itziar hacía un flashing de sus tetas mostrando su piercing en el pezón. La cara de mi marido fue todo un poema, parecía que nunca hubiese visto una teta en su vida. Me indigno de sobremanera que se comportase así, y a partir de ese momento decidí ignorarlo por completo y dedicarme a coquetear con Cors a ver si se daba cuenta del desprecio que me estaba haciendo. Así que poco a poco me rozaba más contra el cuerpo del holandés buscando el contacto entre ambos.
Por suerte, al poco se encendieron las luces. Leiva se despedía del escenario agradeciendo nuestra presencia y nuestra paciencia.
Nada más encenderse las luces del estadio, y para la mayor de mi sorpresa, mi marido me dijo que tenía que ir al aseo, pues se estaba orinando. No era de extrañar dada la cantidad de alcohol que llevaba ingerida. Además parecía bastante mareado.
No me lo podía creer pero estaba dispuesto a dejarme sola en medio de la pista rodeada de desconocidos, y lo que es peor, dudaba de que en su estado encontrase el camino de regreso. Para colmo tuve que escuchar como Itziar una vez se enteró a dónde se dirigía mi marido, pronunció a voz en grito:
.-“Espera te acompaño” como asegurándose de que yo también la oía, y al mismo tiempo que decía esto, cogía a mi marido de la muñeca mientras desaparecía tras él entre el gentío. Aquello me enfureció mucho más aún, no conocía de nada a esa tal Itziar pero me caía como el culo. ¡¡Será guarra la tía!! Pensé para mis adentros. ¿Por qué tenía que acompañar a mi marido agarrada de su brazo?.
Para colmo escuché de mi alrededor un comentario que no me hizo ninguna gracia:
.-“Seguro que se lo folla”  no sabría precisar de quien provenía el comentario, pero me dejo notablemente intranquila de pensar que podían referirse a mi marido y su eventual acompañante al servicio.
.-“No te preocupes, volverá” pronunció Cors a mi lado como adivinando mis pensamientos siguiendo mi mirada. Yo me giré para mirarlo, y antes de que pudiera decir nada se adelantó a decirme:
.-“Si yo fuese tu marido regresaría por una chica tan guapa como tú” pronunció sonriéndome. Estaba claro que sabía perfectamente lo que estaba sucediendo entre mi marido y yo, y pretendía aprovechar sus bazas.
.-“Oh, gracias” le dije agradeciendo su cumplido.
.-“¿A qué te dedicas Sara?” preguntó tratando de distraerme y por hablar de algo mientras preparaban el escenario para que saliesen los Rolling.
.-“Oh, ahora mismo estoy en el paro” le respondí al tiempo que apuraba el último trago del litro de ron “¿y tú?” le devolví la pregunta tras acabar de beber como por cortesía.
.-“Soy productor” dijo, “tengo una pequeña empresa en la que hacemos películas” me dijo al tiempo que sacaba un porro ya preparado del bolsillo de su pantalón y lo encendía ante mi atenta mirada y mi expectativa.
.-“Es verdad, no lo recordaba, lo dijo antes Mikel. Dime…, ¿qué tipo de películas hacéis?” le pregunté algo intrigada tratando de darle conversación.
.-“Oh bueno, un poco de todo” respondió con su típico acento holandés dando una calada al porro, y ofreciéndomelo para que me lo fumase con él. Yo estaba enfurecida de la actitud tan imbécil de mi marido y envalentonada le dí una calada al porro que me ofrecía.
Observó atentamente cómo aceptaba sin rechistar su ofrecimiento, y me tragaba el humo.
.-“Tal vez puedas darme trabajo, como algún papel en tus películas” le dije inocentemente. 
Mi acompañante se echó a reir.
.-“Si tu quieres” dijo entre risas, “desde luego que pagaría por verte” concluyó riéndose.
.-“¿Por qué te ríes?, ¿qué te ha hecho tanta gracia?” le pregunté sin entender porqué se reía y algo lenta en pensamientos a causa del alcohol y los porros.   
.-“Digamos que por decirlo de alguna manera realizamos películas para un público adulto” y nada más decir esto le dio una nueva calada al porro esperando mi reacción.
.-“¿El qué?!!!” pregunté totalmente estupefacta.”¿hacéis pelis porno?” creí deducir de sus palabras.
De nuevo provoqué la risa de Cors.
.-“Dijiste que te gustaría ser la protagonista” pronunció entre risas tras expulsar el humo de su boca.
.-“Nooooh” le respondí yo totalmente enojada al saber que se estaba burlando de mi.
.-“En realidad estamos especializados en videos demostrativos, publicidad, y cosas así…¿qué te habías imaginado?” me preguntó entre sonrisas.
.-“No sé” le mentí ahora más serenada, porque en realidad me había imaginado un montón de cosas y nada buena. “Sigo sin entender” le dije movida por la curiosidad.
.-“Digamos que nuestros clientes son sex shops y páginas de internet especializadas. Hacemos desde anuncios publicitarios tanto de eventos como de material erótico, videos demostrativos, doblaje de películas, .. en fin imagínate todo el material audiovisual que puede necesitar esa industria”  dijo ahora en un tono más profesional y tratando de explicarse.
No sé porqué sentí cierto alivio al escuchar sus explicaciones. Argumentaba siempre con total profesionalidad a pesar de tratarse de temas delicados. Me daba todo tipo de detalles y de explicaciones técnicas. Así que estuvimos un rato hablando.
El caso es que entre el porrito que nos estábamos fumando, y la conversacioncita de marras, y mis insinuaciones, que yo misma me estaba poniendo algo cachonda. De su conversación deduje que había estado con muchas y bellas chicas, y en cierto modo sentí envidia de todas ellas. Me fijé en sus dedos, largos y gordos. “Madre mía como su polla sea igual que sus dedos, y lo que tiene que saber este tío en la cama, seguro que me llevaba a la gloria” pensaba para mí aturdida por la marihuana mientras hablaba con él.
Entre otras cosas me dijo que él era de Amsterdam. Yo le hice saber que era una ciudad que me gustaba muchísimo, ya no solo por sus museos y los mercadillos de flores, sino por la libertad con la que vivían los holandeses. Estuvimos intercambiando impresiones culturales de su país y del mío.
Durante la conversación nos fumábamos el porrito a medias, irremediablemente salió a conversación el tema de los coffee shops y del barrio rojo. Yo notaba que mientras hablábamos, no dejaba de mirarme el escote, incluso durante algunos instantes de la conversación perdía su mirada en mi canalillo. Yo animada por la marihuana trataba de provocarlo, incluso busqué en alguna ocasión el roce casual de mis pechos con sus brazos o su torso al hablar. Ese tío tenía algo que me ponía. Aunque todo comenzó como un juego tratando de provocar a mi marido, lo cierto es terminó por agradarme coquetear con aquel holandés. Me ponía su mirada, me excitaba su forma de hablar como si nada de temas relacionados con el sexo, y para colmo no podía resistirme a provocar el contacto entre nuestros cuerpos. Creo que además él trataba de presumir e impresionarme con su trabajo, sus conocimientos, y como dando a entender que lo mejor que podía pasarme en mi vida sería tener una aventura sexual con él. Vamos que se le notaban las ganas por acostarse conmigo. Mirada tras mirada e indirecta tras indirecta.
De nuevo se apagaron las luces. Ahora sí el estadio entero comenzó a chillar de forma ensordecerá. Se produjo una nueva avalancha de gente. Yo tuve que agarrarme de la mano de Cors para no caer empujada. Todo eran empujones y avalanchas humanas a nuestro alrededor.
El caso es que mientras sonaban los primeros acordes del “Jumpin´ Jack Flash” el destino quiso que la muchedumbre nos separase al holandés y a mí del resto del grupo. Quedamos aplastados entre la gente. Era una locura, todo el mundo parecía estar histérico cuando los rolling saltaron al escenario. Cors se situó detrás mío entre el gentío protegiéndome con su cuerpo y con sus brazos.
Recuerdo que me faltaba el aire rodeada por hombres todos ellos más altos que yo. Además todas las personas a mi alrededor levantaban los brazos tratando de saludar a sus satánicas majestades, por lo que ni veía ni podía respirar. En un momento me vi rodeada de varios torsos de hombres desnudos a mi alrededor que se habían quitado sus respectivas camisetas dispuestos a sudar en el concierto  haciendo el bruto. Solo respiraba a sudor humano acorralada entre tanto energúmeno.
Agradecí el contacto de mis brazos en alto con los de Cors, rodeando mi cuerpo y tratando de protegerme del tumulto. Fue un gesto de caballerosidad por su parte tratar de defenderme de los empujones del resto de gente, irremediables por otra parte. De esta forma me rodeaba con sus brazos a la altura de mi cintura o los alzaba protegiéndome el rostro de codazos de otros fanáticos.
Todo el mundo cantaba a voz en grito las letras de las canciones. Por suerte a mitad canción del “You got me rocking”, la segunda del concierto, las avalanchas y los tumultos remitieron, y las posiciones quedaron más o menos estabilizadas.
Cors continuaba a mi espalda protegiéndome con sus brazos. No sé que hubiera sido de mi de no estar el allí detrás para protegerme. Agradecí su actitud porque de lo contrario no hubiese podido disfrutar del concierto, seguramente hubiese resultado incluso lastimada. Una vez más relajada, comencé a saltar y tararear los estribillos de las canciones y tratar de disfrutar del concierto.
Lo malo es que el saltar me apoyaba con mi espalda contra el torso de Cors para no perder el equilibrio. A ninguno de los dos pareció importarnos el evidente contacto de nuestros cuerpos. Además cada vez que Cors levantaba los brazos yo me sentía algo más protegida.
Estuve saltando y cantando durante la siguiente canción, el “It´s only rock and roll”. Solo que durante esta canción la adrenalina inicial del concierto fue desapareciendo y era como si me tornase más consciente de lo que sucedía a mi alrededor.
Sin darme cuenta todo este rato mientras saltaba y gritaba había estado restregando mi culo por el miembro de Cors, al que parecía que nuestro roce había surgido efecto. ¡El tío estaba empalmado!.
Me dí cuenta precisamente porque pude notar claramente su miembro duro clavado entre mis cachetes del culo. Hasta entonces no me había percatado de ello en absoluto. Además también me dí cuenta que tras saltar durante todo este rato nuestros cuerpos habían comenzado a sudar como el del resto de la gente que nos rodeaba, y por primera vez pude apreciar el olor corporal de Cors.
Recuerdo que me pareció muy agradable a pesar de ser olor a sudado. Yo también lo estaba y a él tampoco le importaba pues seguro que también apreciaba mi olor corporal. Todo había sucedido muy deprisa, yo estaba como en una nube, cuando pude percatarme y ser consciente de todo lo ocurrido hasta ese momento.
Mientras volvía a mi realidad, pude sentir los brazos de Cors rodeando mi cuerpo. Se apretó a mi por la espalda en plan romántico, y logré comprobar de nuevo su dureza en mi culo. Me abrazaba por la espalda cuando susurrándome en la nuca comenzó a cantar la letra de “Angie”, la canción que sonaba en esos momentos. 
  “LET ME WHISPER IN YOUR EAR; 
ANGIE, ANGIE, WHERE WILL IT LEAD US FROM HERE? 
OH, ANGIE, DON´T YOU WEEP, ALL YOUR KISSES STILL TASTE SWEET, 
I HATE THAT SADNESS IN YOUR EYES, 
BUT ANGIE, ANGIE, AIN´T IT TIME WE SAID GOOD-BYE?…”
.-“¿Te gusta esta canción?” me preguntó abrazado a mi espalda, y retirando mi cabello a un lado detrás de mi oreja para poder hablar conmigo sin tragarse mis pelos. Su gesto me pareció tremendamente enternecedor. Por algún extraño motivo necesitaba sentirme querida, era como si necesitase de su cariño y delicadeza. Supongo que sería el resultado afrodisiaco de la marihuana que comenzaba a hacer efecto.
.-“Uhm, uhm” asentí con la cabeza  al tiempo que me recogía el pelo, y aprovechaba que tenía mis brazos levantados hacia atrás para acariciarle la cara en señal de agradecimiento. Me gustó comprobar el tacto de su barba de tres días con mis manos, mientras me apoyaba en su cuerpo hacia atrás.
Ohps, mi maniobra quiso que de nuevo pudiera sentir su miembro duro clavado en mi culo. Era la tercera vez en poco rato. Lejos de retirarme y evitar el contacto, esta vez quise notar su bulto rozándose por mi trasero.
El también se dio cuenta y continuaba susurrándome la canción sobre mi nuca recién desnuda tras recogerme el pelo.
 “Todos los sueños que abrazamos con fuerza 
Parecen haberse esfumado 
¿No es eso tristeza en tus ojos? 
Pero, Angie, aún te quiero, nena 
Allí donde mire, veo tus ojos 
Ninguna mujer puede compararse a ti…”
Y tras cantar esta última frase me abrazo fuerte entre sus brazos y me dio un tímido beso en la nuca. Se me erizaron los pelos de punta al notar su aliento en mi cuello. Yo no hice nada al respecto, simplemente me dejaba llevar por el momento y las emociones.
Esta vez fue él quien ante mi impasibilidad me refrotó claramente su paquete por mi trasero.
.-“¿Te gusta?” volvió a preguntarme con un susurro en mi nuca al tiempo que me propinaba otro tímido besito en mi hombro desnudo, que provocó un escalofrío que recorrió mi cuerpo de arriba abajo.
¿Qué me estaba pasando?. Aquel tipo estaba tratando de iniciar algo de lo que no sé si estaba segura de querer empezar. Supongo que debía haberle cortado en ese momento cualquier esperanza, y sin embargo no fue así, permanecí quieta, paralizada por los efectos de la marihuana y entregada a sus caricias.
De repente comenzó a jugar con su lengua en mi cuello, pude notar el contacto de su piercing en mi piel. Todo sucedía de manera muy rápida para mí. ¡¡Dios mío!!, que era todo eso tan extraño que me estaba sucediendo. Me temblaban las piernas, mi corazón latía más fuerte que de costumbre, mi rajita comenzaba a humedecerse…
No, aquello no estaba bien, debía pararlo.
Juro que me giré para decirle que no, quería decirle que debía cesar en sus caricias, y sin embargo, nada más girarme, Cors me abrazó fuerte entre sus brazos y acercando sus labios a los míos me besó. Fue algo más que un pico en los labios. Me pilló por sorpresa. No pude negarme.
.-“¿Te ha gustado?” me preguntó mirándome a los ojos con su particular acento.
Yo no supe cómo reaccionar. Hacía tiempo que no me sentía de esa manera, tan confusa, tan extraña, todo era nuevo para mí. Al no decir nada, y dada mi pasividad el tipo volvió a besarme.
Esta vez introdujo su lengua en mi boca. Era un beso francés en toda la regla. Yo solo acerté a corresponderle entreabriendo mis labios y permitiendo que su lengua explorase cada rincón de mi boca. Besaba muy bien, para colmo podía sentir su piercing en la lengua cuando se entrelazaba con la mía. Era una sensación tan cautivadora para mí. Reconozco que me gustó besarlo movida por la curiosidad y las ganas de juguetear con ese piercing en su lengua. Era como algo adictivo, que te incita a seguir y continuar.
Ahora fue el holandés quien detuvo nuestro beso para mirarme a los ojos y decirme con ese acento que tanto me seducía a los oídos:
.-“Deseaba probarte desde el primer momento en que te ví” y nada más pronunciar estas palabras fui yo quien acercó esta vez mis labios a los suyos buscando de nuevo ese contacto tan hipnótico en su lengua para mí.
Cors al no verse rechazado me abrazó con fuerza contra él. Esta vez pude apreciar su dureza en mi vientre. No pude evitarlo, necesitaba sentirla a través de nuestras telas. Me gustaba comprobar su estado. Me sentía igual que una adolescente. En ese momento creo que los dos éramos puro deseo. Ambos buscábamos el máximo contacto de nuestros cuerpos.
Nos daba igual el concierto y todo cuanto pudiera suceder en el escenario y a nuestro alrededor. No sé durante cuánto tiempo pudimos estar besándonos sin separarnos jugueteando con nuestras lenguas. Sólo sé que me temblaban las piernas, y que comenzaba a manchar mis braguitas. Mi respiración era agitada y mi corazón latía a toda prisa.
Las manos de Cors pronto descendieron de acariciar mi cintura hasta tocarme el culo. Tiraba todo el rato de mi cuerpo contra el suyo aferrado a mis nalgas con fuerza tratando de conseguir el mayor contacto entre nuestros cuerpos. Mis pechos aplastados contra su torso, y su paquete en contacto con mi vientre.
Creí morirme de gusto cuando sus manos estrujaron mis nalgas. Me apretaba los cachetes del culo entre sus manos con fuerza, provocando que mis labios vaginales se abriesen al estirarse la piel y facilitando la secreción exterior de mis fluidos. Podía notar como empezaba a mojar mis braguitas.
Recuerdo que pensé para mí misma “Joder Sara pero que guarra estas hecha” y todo era como si mis propios pensamientos me excitasen aún más. Me acordé de mi marido. Sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, y eso me excitaba aún más. El morbo era indescriptible.
Por un momento temí que pudiera descubrirme. Pobrecito no sé si se merecía lo que le estaba haciendo, aunque por otra parte se lo tenía bien merecido por imbécil.
NoO!!!, no sé, tal vez debía detener esa locura.
Joder aquello no estaba bien, le estaba poniendo los cuernos a mi marido con un desconocido. Debía parar.
Uhhhm, pero este tío me pone tanto, besa tan bien. ¿Qué puedo hacer?. Pensaba mientras me dejaba besar y acariciar.
Justo en el momento de mis dudas la mano de Cors se deslizó por debajo de la tela vaquera de mi short alcanzado el elástico de mi braguita por la parte inferior. Fue directo al grano, sin dejarme tiempo a pensar. Introdujo con habilidad un dedo por debajo de mis braguitas que buscó enseguida la zona más húmeda de mi cuerpo.
Creo que el mismo se sorprendió de lo mojados que estaban mis labios vaginales.
:-“UUuuhhhmmmm” un gemido ahogado se escapó de mi boca en el interior de la suya cuando sus dedos alcanzaron mis intimidades.
Por suerte la tela del short y la posición impedían que pudiera introducirme su dedo hasta el fondo. Tuvo que contentarse con juguetear con la yema de sus dedos entre mis pliegues más íntimos.
¿Qué me estaba sucediendo?, pensaba aturdida para mi mientras Cors me besaba y me manoseaba a su antojo tratando descaradamente de hacerme un dedo.
“No, no, nooooh” gemía al notar sus dedos tratando de abrirse camino entre mis labios más íntimos.
“Ufffh, esto es demasiado, este tío me pone un montón, debo parar esto antes de perder el control por completo. No puedo, no puedo hacerle esto a mi marido” me repetía una y otra vez mientras nos besábamos.
Decidí separar mis labios de los suyos. Cors me miró extrañado preguntándose porque me había detenido.
.-“Vamos a ver el concierto” dije dándole la espalda y tratando de recuperarme del calentón.
Respiré aliviada al darle la espalda. “Ha sido un calentón y nada más” me dije a mi misma a la vez que trataba de distraerme mirando el concierto.
 Cors me abrazó desde la espalda respetando mi decisión, cosa que agradecí muchísimo. Los Rolling estaban tocando  “Out of control”. Recuerdo que pude ver el concierto tranquila durante un rato, mis piernas dejaron de temblar, mi corazón volvía a recuperar el pulso, y mi “fuentecita” ya no emanaba fluidos descontroladamente.
“Menos mal que no nos ha visto nadie” pensaba para mí mientras me recuperaba y trataba de asimilar lo sucedido. Miré un par de veces a mi alrededor y por suerte no se veía a nadie del grupo ni a mi marido. Para mi alivio nos habíamos quedado solos.
Cors me cedió un nuevo porro que se había encendido durante este tiempo de búsqueda infructífera por mi parte de caras conocidas. Esta vez no pude resistirme, me apeteció probarlo. Conforme le daba caladas, recuerdo que me dije a mi misma que me estaba perdiendo un montón de cosas buenas que tiene la vida por temor al que dirían mis amigas o mis familiares. En esos instantes me sentía libre, fuera de ataduras morales, y quería aprovechar el momento.
Le dí una buena calada tragándome el humo cuanto pude. Luego se lo pasé a Cors de nuevo. Al poco tiempo volvió a cederme el porrete. De nuevo otra calada y de nuevo se lo volví a ceder a mi compañero.
Me encontraba bien, me sentía en la gloria, completamente relajada. Me importaba un pimiento lo que pudieran pensar de mí en ese momento mis amigas y mi esposo si me viesen abrazada a un desconocido que me hacía sentir extraordinariamente bien. Estaba como en una nube, donde todo era paz interior por carecer de temores.
De nuevo pude apreciar la dureza de Cors en mi culo. Yo me apoyaba de espaldas contra su torso y dejaba que me rozase con sus partes por mi trasero. Me gustaba sentir su dureza, saber que era yo quien se lo provocaba. Sentirme deseada como hacía tiempo no me sentía. En el fondo aquel tipo se me comía con la vista desde el primer momento en que me vió. Me hacía sentir una mujer viva, libre, y en armonía con sus deseos.
Decidí que aquella noche debía ser inolvidable para mi, quería tener un recuerdo imborrable en el que me demostrase a mi misma que era capaz de  cualquier cosa en esta vida si me lo proponía. Una experiencia secreta que me guardaría para esos momentos de desesperación y soledad. No sé porque se me vino a la cabeza la película de los puentes de Madison que tanto le gustaba a mi madre, y en ese momento entendí un montón de cosas que tiene la vida.
Así que decidida, quise comprobar con mis propias manos el bulto de los pantalones de Cors. Nunca tendría una oportunidad igual para acariciar una polla que no fuese la de mi marido, así que deslicé mi mano entre su cuerpo y el mío y busqué deseosa su paquete. Hacía ya un rato que dudaba si atreverme o no, y decidí que no debía quedarme con la duda de intentarlo.
Logré alcanzar mi objetivo. Acaricié con mi mano su miembro por encima del pantalón. Caray, me pareció algo más gorda que la de mi esposo, no sabría precisar si más larga. Me daba igual, resultaba delicioso poder acariciar su miembro.
Cors se alegró por mi caricia, era la señal que esperaba, yo había aceptado continuar con nuestro juego, y me correspondió dándome besitos de nuevo en la piel de mis desnudos hombros y en mi cuello.
UUUhhhhm aquello era demasiado para mí. Estaba en la gloria. Me preguntaba cómo sería ese miembro que ahora mismo me encontraba acariciando. Jugaba a adivinar sus formas recorriendo con mis dedos y tratando de averiguar los detalles.
Cors deslizó sus manos por debajo de mi camiseta, al principio se entretuvo jugando con sus manos bajo la tela de mi prenda en la zona de mi ombligo, como obteniendo permiso para ascender a acariciarme los pechos. Desde luego no perdía el tiempo.
Casi me corro de gusto cuando una de sus manos alcanzó uno de mis pechos por debajo de la camiseta. Al observar mi reacción aprovechó enseguida para que fueran sus dos manos las que empleaba a fondo para sobarme los pechos a conciencia.
No sabría como describir esa sensación, simplemente era alucinante estar acariciando la polla de otro tipo que no era mi marido mientras me sobaban las tetas en medio de un estadio de fútbol repleto de gente y rodeada de cuerpos desnudos de hombres, al menos de cintura para arriba.
.-“¿Te gustan?” giré levemente mi rostro para preguntarle a Cors mientras nos acariciábamos mutuamente.
.-“Son estupendas” me respondió mientras me besaba por la nuca y el cuello y me estrujaba los pechos en cada una de sus manos.
.-“¿Lo dices en serio?” le pregunté sin creer lo que me decía, pues tras mi embarazo siempre cavilé que ya no eran lo que fueron, y pensé que tan solo  me lo decía por quedar bien.
.-“Me muero por verlas” pronunció al tiempo que sus dedos jugueteaban con mis pezones. Yo soy muy sensible en esa zona, y de nuevo mojaba mis braguitas del gusto.
.-“¿Te gustaría verme los pechos?” le pregunté.
Comenzaron a sonar los acordes del “Honky Tonk Women” por los altavoces.
.-“Me encantaría” dijo mientras sus dedos se movían a un lado y a otro de mis pezones torturándome de placer. A mi sus palabras tan directas debo reconocer que me excitaban.
.-“¿De verdad quieres que te enseñe los pechos?” le pregunté una vez más comprobando por sus palpitaciones que el tipo se moría de ganas.
.-“Seguro que son más bonitos que los de Itziar” pronunció tratando de picarme, y al decir esto pude apreciar que su miembro alcanzaba un estado más que considerable.
.-“¿Aquí en medio de todos?” le susurré excitándolo con la posibilidad de cometer semejante locura mientras le acariciaba su miembro a la vez que el también me excitaba a mi acariciándome los pechos.
.-“Igual que hizo Itziar con tu marido, por qué tú no te atreves que si no…” dejó en el aire provocándome.
.-“Estás loco….” le dije mientras me dejaba manosear.
.-“No tanto como tú. Sara, reconócelo, te sentirías mejor contigo misma” dijo dejando de acariciarme los pechos.
.-“¿Qué quieres decir?” le pregunté cesando yo también en mi maniobra.
.-“Vamos Sara, hazlo, necesitas demostrártelo a ti misma. Lo ví en tu cara cuando observabas a tu marido mirando como Itziar le enseñaba las tetas. Tú también puedes” y antes de que pudiera rebatirle nada, se arrodilló en el suelo y metiendo su cabeza entre mis piernas se incorporó de inmediato alzándome sobre el resto de gente.
No sé cómo describir ese momento. No me lo pensé dos veces, levanté mi camiseta y mostré mis pechos a todo el mundo allí en medio de la muchedumbre. Fue algo increíble, los muchachos de mi alrededor comenzaron a silbarme y a gritarme cosas de todo tipo. El mundo se detuvo y el tiempo transcurría a cámara lenta para mi. Pude ver cientos de ojos a mi alrededor deseosos al verme con las tetas al aire. Era algo indescriptible, se que cuantos miraban deseaban poseer mi cuerpo, era algo salvaje e irracional. Me hizo sentir como una diosa que elige al héroe al que entregarse en sacrificio.
Cors me bajó casi al unísono tras bajarme la camiseta.
Nada más tocar suelo lo miré a los ojos.
.-“¿Cómo te sientes’” me preguntó con una sonrisa, no le dejé decir nada más, lo abracé y lo besé.
Me sentía pletórica, nunca antes en mi vida había descargado tanta adrenalina en tan poco tiempo. Sé que el holandés me rodeaba con sus brazos a mi cintura y que algún otro tipejo de alrededor aprovechó para tocarme el culo por la espalda. Seguramente se pensaría más de uno que era una zorra de aupa, y sin entender muy bien porqué, me excitaba que pensasen eso de mi al igual de que tratasen de aprovecharse. Al contrario de molestarme no me importó en absoluto. Estaba en la gloria rompiendo toda clase de tabús en mi mundo.
Es más me gustó ser manoseada por algún que otro desconocido mientras me entregaba en cuerpo y alma en besar y acariciar a mi acompañante.
De nuevo perdí la noción del tiempo. Sólo quería besar y besar a ese hombre que me hacía sentir tantas cosas y de forma tan diferente. Las manos de mi hombre acariciaban todo mi cuerpo. Me encantaba. Le hubiese hecho el amor allí mismo de no ser porque estábamos rodeados de gente.
Lo dicho, de vez en cuando más de uno se beneficiaba de nuestra dedicación para aprovecharse y tocarme el culo, pero me daba igual, solo quería sentir las manos de Cors acariciándome, su lengua recorriendo cada rincón de mi boca, y mi mente entregada por completo a ese hombre. Mis braguitas debían de estar ya no mojadas sino empapadas. Estaba cachonda perdida, fuera de control. Sin duda estaba siendo la experiencia más salvaje de mi vida, nunca había llegado a tal punto de éxtasis y paroxismo.
Dejamos de besarnos cuando comenzaron a sonar los acordes del “Sympathy for de Devil”.
.-“Esta canción me gusta mucho” dijo Cors mientras miraba al escenario. A mi me daba igual lo que sucedise en el escenario, sólo quería seguir abrazada al cuerpo de Cors. Sabía que pronto terminaría el concierto, yo volvería a ser la recatada esposa de mi marido con el que regresaría tras acabar el concierto, y todo volvería a ser como antes. Mientras, me había sucedido una de las mejores experiencias de mi vida, a la que me resistía a terminar.
Cors pasaba sus manos por mi espalda conocedor de mis dudas y mis temores. Pronto sonó Brown Sugar y al acabar los Rolling desaparecieron del escenario.
Todo el mundo comenzó a chillar, yo la primera, chillaba como una loca porque no quería que aquella bonita aventura terminase, deseaba con todas mis fuerzas que los Rolling regresasen al escenario y poder despedirme de Cors con otro beso mientras sonaban sus acordes.
Mis suplicas y las de miles de espectadores se vieron satisfechas. Sonaron los acordes del “You can´t always get what you want” como si fuese algo premonitorio. Mi holandés favorito parecía ahora preferir contemplar el concierto que mis arrumacos.
Yo sabía que era su forma de despedirse, de hacerme entender que todo llegaba a su final, y en cierto modo agradecí sus gestos, aunque yo quería disfrutar hasta el último momento. Sabía que nunca encontraría a un hombre que entendiese perfectamente como Cors lo que estaba sucediendo, ni tendría otra oportunidad en la vida de experimentar algo parecido.
De nuevo me apoyé con mi espalda contra su cuerpo. Parecía no hacerme caso hasta que cogí una de sus manos y la guié hasta la parte superior de mis shorts, en mi vientre.
Luego respiré profundo, encogí la tripa, y le indiqué con gestos que deseaba que me acariciase.
No se hizo derogar, desabotonó con habilidad y a una mano el botón de mis shorts, su mano busco ávidamente introducirse por el interior de la tela de mis braguitas, guiado por el tacto de la piel. Sin apenas dificultad logró alcanzar sin problemas mis labios mayores.
.-“Uhhhmmmm” gemí agarrándome con mis dos manos a su brazo que se perdía en el interior de mis pantaloncitos.
Se dedicó a juguetear con sus dedos anular e índice en mis pliegues más íntimos, mientras su dedo corazón buscaba la entrada más placentera a mi cuerpo.
No le fue difícil introducirme su dedo central, estaba mojadísima. Yo debía agarrarme a su brazo para no caer del gusto. Me tenía totalmente entregada a sus caricias, y para colmo comenzó a jugar con el piercing de su lengua y el  lóbulo de mi oreja. Aquello era demasiado. Yo incliné mi cabeza a un lado para facilitarle la labor. Recorrió con su lengua parte de mi cuello.
Un primer espasmo sacudió mi cuerpo de arriba abajo. Cors se detuvo pensando que me había podido hacer daño.
.-“No pares, continua” le suplique entre gemidos de placer agarrada a su cuello, y nada más decirle esto introdujo cuanto pudo su dedo en mi interior.
.-“UUufh, que rico” suspiré aferrada con una mano a su brazo, mientras deslizaba la otra en busca de su miembro. Necesitaba acariciar su polla aunque fuese por encima del pantalón. Tenía necesidad de ese hombre que me estaba llevando hasta límites insospechados de placer.
.-“¿Lo notas?” me preguntó entre beso y beso por mi nuca.
.-“Si. Muévelo, por favor” le supliqué. Y obedeciendo mi orden Cors comenzó a meterme y sacarme su dedo como buenamente podía con tan solo el movimiento de su falange. Suficiente para arrancarme suspiros de placer.
.-“No pares, me corroooh” jadeaba al notar las primeras descargas eléctricas recorrer mi espina dorsal.
Al escuchar mis jadeos justo el tipo que tenía enfrente, y que había permanecido ausente todo este tiempo a nuestras caricias, se giró hacía mi tratando de averiguar lo que podía suceder, luego dirigió su mirada hacia mi vientre y abrió unos ojos como platos cuando observó el movimiento frenético de la mano de Cors en el interior de mis pantalones. Cuando reaccionó de su asombro  me miró a la cara. Su mirada lo decía todo, me despreció con los ojos como si fuese una putilla de tres al cuarto, una fulana que se deja manejar.
Yo lo miré desafiante, no estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad que tenía entre mis piernas por un espectador aturdido como podía ser semejante gilipollas que me observaba. Cors se dio cuenta de la situación y aceleró el ritmo de su dedo.
Yo cerré los ojos y me dejé caer de espaldas contra el cuerpo de Cors. Estaba totalmente entregada a sus caricias y pronto llegaría mi esperado orgasmo. Me concentré en acariciar la polla de mi amigo. Necesitaba tocarla, me imaginaba como sería tenerla dentro. Estaba convencida de  que me quemaría por dentro. La imaginaba mucho mayor que la de mi marido.
Una primera sacudida sobrevino en mi cuerpo. Era evidente lo que estaba pasando. Abrí los ojos tan solo un segundo, lo justo para ver como el tipo de enfrente continuaba observándome descaradamente. Yo le aguanté la mirada cuanto pude. Me fijé bien, tenía el torso desnudo, estaba sudado, tenía un cuerpo musculado, marcaba abdominales y bíceps de gimnasio, y tenía gran parte de su cuerpo desnudo tatuado. Una segunda sacudida por mi cuerpo hizo que de nuevo cerrase los ojos y me abandonase a las sensaciones que mi cuerpo me transmitía. Se sucedieron un tercer y cuarto espasmo ante la atenta mirada de los dos hombres que me rodeaban, acompañado de algún apagado gemido.
Abrí los ojos de nuevo.
Todo se sucedió a cámara lenta en mi cabeza. Pude contemplar atónita como el desconocido de enfrente que nos observaba, dirigía lenta pero decididamente su mano hasta  alcanzar uno de mis pechos. Lo estrujó un par de veces sopesando su tamaño y su dureza.
.-“AAAaaaaahh, siiii, si” justo en ese momento me corrí sin poderlo evitar.
El tipo aparto su mano al escuchar mis gemidos, pero no se perdió detalle de mis muecas en la cara de placer. Cors aceleró el ritmo de su mano, y yo me sobrevine en un brutal orgasmo que me hacía perder el equilibrio de no ser porque me encontraba ensartada como un garfio por el dedo de Cors, y apoyaba contra su cuerpo.
Después de varias convulsiones recuperé la normalidad. Fue entonces cuando me percaté que estaban tocando el “ I can´t get no satisfaction”. Cors retiró su mano de mi interior al verme restablecida, y a mi me salió de dentro saltar y chillar como una loca mientras cantaba la letra de la canción….
I can´t get no satisfaction….
I can´t get no satisfaction….
I can´t get no satisfaction….
Cors y yo nos reímos mientras cantábamos la canción.
El tipo de enfrente se giró una vez más para vernos. Yo le lancé un beso y Cors se rió por mi gesto tan descarado. Yo también reía mientras cantaba de nuevo una y otra vez…
I can´t get no satisfaction….
I can´t get no satisfaction….
Al final los acordes cesaron. Mike Jagger y la banda se retiraron dentro. Las luces del estadio se encendieron. Todo había terminado.
De repente el mundo se me vino encima.
.-“Debo encontrar a mi marido” le dije temerosa a Cors.
.-“Tranquila” me dijo Cors mientras la gente de alrededor se dirigía hacia las salidas “estará con alguno de estos” dijo tratando de transmitirme calma.
Cuando la pista se despejó un poco más nos movimos hacia la zona en que habíamos dejado al resto del grupo. No vimos a nadie. Cors sacó su móvil del bolsillo e hizo una llamada. Yo comenzaba a ser un manojo de nervios. No sabía que le iba a decir a mi marido. No sabía si sería capaz de mirarlo a la cara siquiera después de lo sucedido.
.-“Me dice Mikel que están fuera ya del estadio, están con tu marido en la esquina del Bernábeu, nos están esperando” dijo cogiéndome de la mano para guiarme hacia la salida.
Yo respiré aliviada, al parecer mi marido estaba bien. Temía que le hubiese ocurrido algo.
Una vez fuera del campo de fútbol, pude ver a algunas de las personas del grupo de amigos de Cors sentados en el bordillo de una acera. Entre otros pude ver a  Mikel y la tal Itziar. Luego me dí cuenta que mi marido yacía totalmente inconsciente en un banco de detrás.
.-“¿Está bien?” le pregunté a Mikel dirigiéndome hacia mi marido.
.-“Esta mejor que nosotros, lleva un rato durmiendo la mona” y me hizo indicaciones como de que no tenía porque preocuparme mucho.
.-“Tranquila se le pasará” me dijo Mikel al verme nerviosa junto a mi esposo.
.-“¿Cuánto tiempo lleva así?” le pregunté.
.-“Llevamos aquí medio concierto” me respondió la tal Itiziar “tu marido se desplomó redondo al salir de los baños y los de seguridad lo sacaron del estadio, como no te localizaba me salí con él. Creo que tu hubieses hecho lo mismo, no podía dejarlo tirado. Me debes una” dijo guiñándome un ojo.
De alguna manera respiré aliviada al escuchar sus palabras, por lo que me contaba era imposible que mi marido me hubiese sorprendido, y al parecer después de todo, Itziar era una tía muy legal.
Que mi marido estuviera inconsciente, no me hacía sentir culpable, de momento no tenía porque darle explicaciones.
.-“¿Dónde os habíais metido?” preguntó Mikel a Cors mosqueado.
.-“Nos empujaron hacia delante y después fue difícil salir de allí, había mucha gente” se explicó Cors ante sus amigos.
.-“Bueno, nosotros nos abrimos, vamos a pillar un taxi” dijo Mikel poniendo al resto de gente en pie en busca de su taxi. Cors también hizo el ademán de marchar.
.-“Espera” le dije a Cors “ayúdame por favor a llevar a mi marido hasta el coche, está aquí cerca, no puedo dejarlo así en la calle” le pedí que me echase una mano.
Cors me miró a los ojos y me preguntó:
.-“¿Estás segura?” cuestionó lo que le pedía.
.-“No puedo con él, ayúdame a llevarlo por favor” le supliqué que me ayudase.
El holandés pasó uno de los brazos de mi marido por su hombro y arrastró a mi esposo colgado a sus espaldas rumbo al coche. Por suerte este no estaba muy lejos.
Llegamos al coche, abrí las puertas y traté de ayudar a Cors a dejar a mi esposo totalmente inconsciente en el asiento del copiloto. Se las apañó él solo para dejarlo bien sentado contra el respaldo.
.-“Gracias” le dije una vez terminó de acomodar a mi marido apoyada por el cansancio contra el coche en la puerta trasera al copiloto.
.-“No hay de qué” me dijo Cors situándose enfrente mío y cogiéndome por la cintura.
.-“Supongo que ha llegado la hora de despedirnos” pronuncié bajando la mirada al suelo.
.-“Supongo que sí” pronunció Cors acercando su cuerpo peligrosamente al mío, al tiempo que levantaba mi rostro con su mano acariciándome en la barbilla.
Sus labios estaban muy próximos a los míos y sus intenciones también. Yo no sabía qué hacer o que decir, en el fondo no quería despedirme de él. Fue Cors quien se dio cuenta de mis sentimientos y tomó la iniciativa.
.-“Un último beso” susurró abrazándose con su cuerpo al mío y con sus labios a apenas un par de centímetros de mi boca.
Yo entreabrí los labios en silencio y él me besó en la boca. Juro que me era imposible evitar no corresponderle cada vez que me besaba. De nuevo tenía esa necesidad imperiosa de juguetear con su lengua y la mía, de dejarme explorar cada rincón de mi boca atrapada por la suya, y de notar el acero quirúrgico de su piercing provocándome sensaciones maravillosas.
 Me abrazó con fuerza y me apretó con su cuerpo contra la ventanilla del coche en el que ya estaba apoyada. Me besó con más pasión aún si cabe. Yo era incapaz de negarme a sus besos y sus abrazos. Sus manos se deslizaron sin pensarlo de mi cintura a mi culo. Lo estrujó a dos manos, como si fuese la última vez que pudiera hacerlo. Menos mal que estábamos en el cristal del asiento trasero, justo detrás del puesto de copiloto en el que yacía inconsciente mi esposo, de lo contrario de haberse despertado hubiera podido ver como Cors me estrujaba los cachetes del culo sin piedad con sus manos.
No sé cuánto tiempo estuvimos besándonos de esa manera, sólo recuerdo que Cors me empujaba cada vez más con su cuerpo contra la puerta del coche, hasta el punto que pude notar su dureza otra vez clavada en mi vientre.
Aquello terminó por hacerme perder el control.
.-“Uuhhm” un tímido gemido se escapó de mi boca y quedó atrapado en la suya.
De nuevo había traspasado el límite de lo decente. Pude notar su paquete apretándose contra mi vientre.
Cors se percató de ello, y buscaba descaradamente el contacto entre nuestras intimidades mientras me besaba y me acariciaba el culo. Tuve la necesidad imperiosa de comprobar por última vez el tamaño de su polla por encima del pantalón. Introduje mi mano entre los dos cuerpos y no dudé en acariciar esa polla que tanto me gustaba imaginarme.
.-“Guuuauh”, cada vez que lo manoseaba me parecía enorme. Movía mi mano arriba y abajo por encima de su pantalón comprobando su erección.
Cors envalentonado por mi maniobra deslizó una mano por mi cuerpo hasta acariciarme un pecho por encima de la tela de mi camiseta, mientras con la otra mano continuaba estrujándome el culo.
En esos instantes éramos todo pasión y desenfreno. Estábamos desbocados.
Cors metía su mano por debajo de la camiseta hasta amasarme uno de mis pechos a conciencia.
.-“Uuummmh” de nuevo otro gemido se escapó de mi boca y quedó atrapado en la suya.
Dejó de besarme para recorrer mi cuello desnudo con su lengua y jugar con su piercing en el lóbulo de mi oreja.
.-“Uuufh, para por favor“ le dije “eso me pone muy cachonda” le susurré mientras su lengua jugaba con mi cuerpo. Y él, haciendo caso omiso a mis palabras, introdujo ávidamente sus dos manos por debajo de mi camiseta acariciándome ambos pechos a la vez.
Se dedicó a amasar y estrujar uno de ellos, mientras que la otra mano jugaba a mover a un lado y a otro la punta de mi pezón con la yema de sus dedos.
Aquellas caricias me estaban volviendo loca. Yo por mi parte no podía evitar acariciar su miembro por encima de sus pantalones. Era como una droga para mi.
De repente me subió la camiseta por encima de mis pechos desnudando mis tetas en plena calle. Las contempló goloso por un instante, y antes de que pudiera decir o hacer nada, comenzó a recorrer cada centímetro de piel de mis pechos con su lengua hasta que se dedicó a juguetear con su piercing en mis pezones.
.-“Noooh” gemí de placer. Temí perder el control y dejarme hacer en medio de la calle. No respondía de mis actos.
Recuerdo que me agarré al pelo de su cabeza para no caerme, y tratando de evitar que se le ocurriese incorporarse y detener  sus lametones.
Yo soy muy sensible en esa zona. Estaba entregada a las emociones que me producía.
.-“No!, para, pueden vernos” le susurré en un atisbo de lucidez.
En el fondo estábamos en plena calle, alguien podía estar observándonos, o mi marido podía despertarse. Cors continuaba relamiendo mis pechos como si de dos flanes se tratase.
.-“No, por favor, para, pueden vernos” le repetí entre gemidos mientras me agarraba a su cabellera con fuerza para no caerme del gusto.
Cors se detuvo, se incorporó para mirarme a los ojos, tiró de mi hacia él, lo justo para abrir la puerta del coche y empujarme dentro sobre el asiento trasero de mi propio coche.
Antes de que pudiera incorporarme el tío se había abalanzado entre mis piernas cerrando la puerta tras de sí y hundiendo de nuevo su rostro entre mis pechos.
Traté de incorporarme. Me dio un morbo increíble contemplar recostada sobre mis brazos en el asiento trasero como Cors me devoraba las tetas mientras mi marido continuaba totalmente inconsciente en el asiento delantero. Fue algo indescriptible para mí. Se lo tenía bien merecido por gilipollas.
Cors comenzó a recorrer con su lengua no sólo la zona de mis pechos, sino que poco a poco fue bajando hasta besarme por la zona del ombligo y lamer todo mi cuerpo con su lengua.
Yo me dejaba hacer, hasta que en un momento dado se entretuvo en darme pequeños besitos en la zona por debajo a mi ombligo, se arrodilló sobre el suelo del coche y se deshizo del botón de mis shorts mientras me miraba fijamente a los ojos.
.-“¿Qué haces?” le dije tratando de evitar que me quitase los pantalones.
.-“Imagínatelo” dijo mientras tiraba de mis pantalones hacia abajo con la intención de sacármelos.
.-“Mi marido puede vernos” le susurré mientras trataba de resistirme tímidamente a que me quitase los shorts.
.-“No creo que te importe” pronunció Cors mientras daba un último tirón a mis pantalones y lograba deslizarlos por mis piernas hasta los tobillos.
Luego acomodó cada una de mis piernas sobre sus hombros e introdujo su cabeza entre mis muslos.
Comenzó por darme algún besito sobre mi pubis por encima de la tela de mis braguitas y a lamerme con su lengua por la carne desnuda de mis piernas. Me gustó sentir su barba raspándome la delicada piel de mis muslos. Se le notaba concentrado en aspirar mi aroma más profundo de mujer. Luego retiró la tela de mis bragas a un lado y me besó por primera vez sobre mis labios vaginales. 
Se regocijó al comprobar que llevaba mi pubis depilado.
.-“Esto hay que verlo bien” dijo tras varios besitos incorporándose y tirando por los laterales de mis braguitas deslizándolas por mis muslos. Luego se entretuvo un rato en sacarme por completo tanto el pantalón como mis braguitas, atascadas en mis tobillos, desnudándome de cintura para abajo.
Yo me acomodé sobre el asiento dispuesta a disfrutar de lo que estaba a punto de suceder. Esperaba que por primera vez en mi vida me comiesen el coño como es debido, y no con el pudor con el que lo hacía mi esposo. Ahora podía  verlo inconsciente por el retrovisor central de nuestro coche. Siempre que trataba de hacerme el cunnilingus  a su manera, no terminaba por convencernos a ninguno de los dos.
Miré por última vez a mi esposo sonriendo antes de cerrar los ojos y entregarme a la comida de Cors.
Enseguida pude notar como la lengua de Cors recorrió mis labios vaginales de abajo arriba separándolos entre sí. Se notaba que el tipo disfrutaba haciéndolo, como quien saborea un cucurucho. Repitió la acción un par de veces antes de localizar mi clítoris con su lengua. Una vez tuvo claro el punto que buscaba comenzó a mover su lengua a un lado y a otro estimulando mi cuerpo hasta límites insospechados. Tuve que morderme los labios para no gritar cuando pude sentir por primera vez el frío del acero quirúrgico de su lengua tililando sobre mi clítoris
.-“UUuuufhh” traté de reprimir varios gemidos evitando no hacer ruidos sospechosos que pudieran despertar a mi esposo.
.-“Ya te dije que te gustaría” interrumpió Cors su maniobra para mirarme a los ojos sabiéndose triunfador. Yo por mi parte lo agarré por el pelo y le hundí su cara entre mis muslos a la vez que hacía fuerza con mis piernas para que no se lo ocurriese interrumpir otra vez lo que había empezado.
.-“Joder, siiih” suspiré cuando una primera sacudida recorrió mi espina dorsal con su lengua jugando alrededor de mi punto de placer. ¡¡Apenas llevaba nada comiéndome el coño y ya estaba a punto de correrme!!. Era magnífico, maravilloso, indescriptible.
.-“Buuufff” resoplaba aferrada a su pelo y aprisionándolo entre mis piernas para que no parase. Creo que hasta la parte más alta de mis muslos estaban enrojecidos de apretar mis piernas contra su barba de tres días.
.-“Uffh, para, me corrro” le informé cuando un segundo y tercer espasmo sacudieron mi cuerpo. El también pudo comprobar en su boca las convulsiones de mi cuerpo.
.-“Si sigues, me corroo” le advertí casi por última vez mientras sucedía lo inevitable, mi cuerpo comenzaba a tener pequeñas descargas eléctricas por su espina dorsal.
De repente Cors se detuvo.
Se incorporó sobre sus rodillas a pesar de tenerlo bien sujeto entre mis piernas. Detuvo en seco sus lamidas y desabrochándose a una mano el botón de los jeans de su pantalón, rebuscó por unos instantes, que a mi me parecieron eternos, su polla entre su bragueta, y extrajo un miembro espectacular que lució orgulloso ante mi vista.
.-“¿Pero qué haces?, ¿por qué te detienes?” le pregunté sorprendida sin poder dejar de admirar su poderosa polla asomar entre la cremallera de su pantalón.
Cors no dijo nada, tan solo me miraba sonriente mientras se meneaba unas cuantas veces su miembro ante mi atenta mirada.
Sin decir nada me arrancó mi camiseta de tirantes por la parte superior. Ahora sí que estaba completamente desnuda. Tiró de mis nalgas con sus manos para disponerme de frente a él. Se acomodó de rodillas sobre el suelo del coche entre mis piernas una en cada hombro. Me agarró fuerte de nuevo esta vez de las caderas, y me situó sobre el asiento de tal forma que mi coño quedó a la altura de su polla.
Luego en silencio aproximó su miembro hasta mis labios vaginales, y comenzó a restregarme hábilmente su polla entre mis pliegues más íntimos, buscando estimular mi clítoris con su prepucio.
Yo contemplaba atónita como esa maravilla se abría paso entre mis encharcados labios. Creí que me penetraría de un momento a otro, y sin embargo demoraba el momento intencionadamente.
Creí morirme de gusto cada vez que notaba el contacto de la tela de sus pantalones por mis muslos. Ambos en silencio. Yo no podía negarme, es más, acompañaba sus vaivenes con pequeños movimientos circulares de mi cadera. Era evidente que estaba deseando que me penetrase tanto como él. Yo solo podía mirar esa polla descomunal deslizándose entre mis labios vaginales, y el observaba mi cuerpo moviéndose deseoso porque lo penetrasen.
.-“Vamos Sara, pídemelo por esa boquita tan linda que tienes” me dijo mirándome a los ojos arrodillado como estaba. Sabía perfectamente que yo me encontraba cachonda perdida, que mi esperado orgasmo anterior había quedado interrumpido intencionadamente y que necesitaba correrme como fuese.
.-“Métemela cabrón” ni yo misma creía lo que acababa de decir.
.-“¿Estás segura?” me preguntó al tiempo que continuaba con su particular tortura.
.-“Vamos, métemela” dije completamente desesperada y tratando de ser yo misma quien agarrando su miembro facilitase la penetración, pero él me apartó las manos de mi intento.
.-“Pídemelo como es debido” dijo recreándose de mi sufrimiento.
.-“Fóllame por favor” le supliqué al tiempo que trataba de empalarme yo misma.
Cors me sujetó con las dos manos fuerte por la cintura. Estábamos frente a frente el uno contra el otro. Yo recostada sobre el asiento trasero, y el de rodillas en el suelo del coche. No se perdió ni un detalle de mi rostro cuando decidió penetrarme con su polla. La introdujo despacio, gozando cada milímetro que me insertaba, comprobando cada mueca y gesto en mi cara mezcla de satisfacción y dolor, hasta que le fue materialmente imposible avanzar ni una sola micra más.
Creí morirme del gusto al sentir como me dilataba y me llenaba por completo. Permaneció quieto sin moverse y sin dejar de mirarme. Yo comencé a mover mis caderas en circulitos tratando de animarlo a que se moviese, pero él me tenía bien sujeta por las caderas y se regocijaba de mi desesperación. Estaba encantado de si mismo al contemplar cómo era yo la que trataba de follármelo en tan dificultosa posición por mi parte.
.-“Vamos que haces, muévete” le supliqué al tiempo que trataba de mover sus caderas con mis manos. Pero el permanecía impasible a mis súplicas.
.-“Vamos, cabrón muévete, quiero que me folles” le suplicaba por enésima vez.
 .-“Joder Sara, que puta que eres, cuanto vicio tiene ese cuerpo” y comenzó a moverse aunque muy despacito. Su ritmo lento me desesperaba. Mi cuerpo tenía urgencia.
.-“Más deprisa cabrón, vamos, muévete, más deprisa, vamos, vamos…” le animaba a aumentar el ritmo.
.-“Sabía que las españolitas eráis calientes, pero ninguna tan zorra como tú. Debo reconocerlo Sara, eres la más puta de todas” pronunciaba burlándose de mí.
Yo le intenté arrear un guantazo, se había pasado de la ralla. Sus comentarios no me gustaron. El detuvo mis manos a punto de impactar contra su cara, inmovilizó mis dos manos con una sola mano suya sobre mi vientre, y comenzó a moverse a un ritmo trepidante, con rabia y violencia en cada empujón.
.-“Ah, ah, ah, …” no podía evitar quejarme de placer con cada una de sus embestidas. Ahora se movía a toda prisa, era como un perro en celo. Jamás me habían follado de esa manera, era increíble, delicioso.
Se movía tan aprisa que llegaba incluso a lastimarme ligeramente el movimiento de mis propios pechos con cada una de sus embestidas.
.-“Joder siiih, me corrroooh” y mientras le decía esto me sobrevino un primer espasmo de placer. Cors seguía moviéndose con toda su fuerza e ímpetu observando las reacciones de mi cuerpo.
.-“Aaah, siiih” mi cuerpo se tensaba, estaba a punto de estallar en un brutal orgasmo.
De repente Cors se detuvo de nuevo en seco de sus movimientos para mi desesperación.
.-“Noooh, ¿qué haces?, sigue, sigue joder, no pares” abrí los ojos suplicándole que continuase. No entendía porque se detenía de esa manera haciéndome sufrir tanto. Porque mis manos continuaban inmovilizadas por la suya a la altura de mi vientre, que si no hubiese intentado arrearle otro bofetón.
.-“Vamos cabrón, fóllame, quiero que me folles, muévete de una puta vez” le suplicaba desesperada mientras era yo la que intentaba moverse en vano.
.-“Eso es Sara, quiero escucharlo de tu boca” me decía regocijándose de mi desesperación.
.-“Fóllame, fóllame por favor, quiero que me folles…” le repetía una y otra vez implorándole.
Y ahora sí el holandesito volvió a moverse a un ritmo infernal.
.-“Joder siiiih, que gusto, eso es, muévete, que bien follas” le animaba para que no se detuviese.
.-“No pares ahora por favor, no pares, cabrón” le repetía entre gemidos.
Me sobrevino un orgasmo brutal, primero fue un espasmo tras otro sacudiendo mi cuerpo, lo menos diez o doce a cual más placentero levantando mi cuerpo del asiento en cada sacudida. Cors no dejaba de embestirme en ningún momento y en lo que parecía que mi orgasmo había concluido, de nuevo más y más sacudidas que hicieron estremecer mi cuerpo de placer.
.-“Mmmmmhh” Ahogué mis gritos en cada convulsión mordiéndome los labios. Creo que era la primera vez en mi vida que experimentaba un orgasmo tan largo y tan intenso. Dudo si fue un orgasmo múltiple, pero estoy segura de que disfruté como nunca.
Cors observaba atento cada gesto de mi rostro, cada sacudida de mi cuerpo, cada contracción de mis músculos pélvicos alrededor de su polla que ahora me quemaba por dentro. Debí de ser un espectáculo apoteósico para su regocijo.
Cuando me atreví a mirarlo a los ojos pude entenderlo todo. Aquel experto amante sabía que retrasando mi orgasmo lograría correrme varias veces, y así había sido. Lo miré totalmente satisfecha por su saber hacer. Una vez recuperé la respiración le pregunté:
.-“¿Y tú?, ¿te has corrido?” le pregunté extrañada porque su miembro no perdía vigor en mi interior.
.-“Bueno, ya sabes…lo que pasa en estos casos, el alcohol y la marihuana retrasan el momento” me dijo como disculpándose.
A mí me dio lástima. Sentí la necesidad de corresponderle, el me había llevado al mejor orgasmo de mi vida, y yo quería que él al menos también se corriese.
.-“Ven, siéntate tú” le dije haciéndole indicaciones para que se sentase cómodamente en el asiento trasero al tiempo que su miembro se salía de mi interior, “vas a saber lo que es una españolita de verdad” le dije sentándome a horcajadas sobre él.
Agarré su polla algo flácida en esos momentos entre mis manos, y la acomodé a la entrada de mis labios vaginales. Ahora era yo la que se movía adelante y atrás recorriendo toda su longitud entre mis pliegues evitando intencionadamente la penetración. El me agarró de la cintura y acompañaba el movimiento de mis caderas.
Sujete su cara con una de mis manos y lo besé en la boca. Nuestras lenguas comenzaron a jugar de nuevo. Introduje la otra mano por el interior de su camiseta y jugué con una de sus tetillas. Se notaba que le gustaban mis caricias. Luego mientras continuaba sujetándole el rostro con la otra mano, comencé a lamerle por el cuello y a jugar con el lóbulo de su oreja. Podía notar los espasmos de su polla entre mis piernas.
.-“Sabes… “ le susurré en la oreja al tiempo que chupeteaba su cuello y su lóbulo, “nunca me han follado tan bien como tú” le confesé para su satisfacción. Pude apreciar como su polla daba un respingo.
.-“Lo sé” dijo él.
.-“Tienes una polla que me vuelve loca” le susurraba tratando de realzar su ego como macho.
 .-“Lo sé” repitió él en actitud arrogante. No sé porque me gustaba en él su actitud chulesca. No tenía nada que ver con mi marido.
.-“Quiero volver a sentirla dentro de mi” le susurraba mientras le comía la oreja.
Su miembro ahora estaba totalmente duro y en su máximo esplendor, así que decidí que había llegado el momento. Agarré su miembro con una mano y la guié hasta la entrada de mi coñito. Luego, poco a poco fui sentándome sobre su polla, comprobando como me dilataba al penetrarme.
Era una gozada sentir todo eso dentro de mí. Como había dado clases de danza del vientre, comencé a moverme sobre su polla haciendo el llamado dromedario. Pude apreciar los espasmos de su polla que crecía aún más en mi interior. Me llenaba por completo.
.-“Sabes…” le susurré de nuevo en la oreja mientras lo torturaba con mis movimientos ”te voy a follar como nunca te lo han hecho antes” lo provocaba.
.-“Joder Sara, estas echa una auténtica puta” me dijo tratando de alcanzar uno de mis pechos con su lengua, dándome a entender que le gustaba chuparme las tetas
Yo le acerqué uno de mis pechos a su boca para que pudiera lamerme los pezones.
.-“Eso es amor, cómeme las tetas” le susurré en la oreja al tiempo que alternaba mis pechos en su boca para que jugase con ellos.
Yo me movía ahora de tal forma que cuando me echaba para atrás no alcanzaba a chuparme los pechos, y cuando me movía hacia delante si lograba chuparme el pecho que le acercaba. Alternaba cada teta en cada vaivén.
El me sujetaba fuerte de la cintura y trató de aumentar el ritmo de mis caderas con su fuerza.
.-“Vamos, puta, muévete” me dijo al tiempo que me daba una cachetada en mi culo. La nalgada resonó dentro del coche.
.-“Ssscht” le chisté, “no hagas eso, puedes despertar a mi marido” le advertí.
.-“Estoy seguro de que tu marido no sabe utilizar este culo tan rico que tienes” pronunció al tiempo que me daba otra nalgada y acercaba peligrosamente uno de los dedos de su mano que me acariciaban el culo hasta mi esfínter.
Yo abrí unos ojos como platos cuando noté su dedo recorriendo el anillo de mi ano. Él, que era un tipo listo, se percató de mi reacción.
.-“¿No me dirás que nunca te han partido el culo?” me preguntó mirándome a los ojos atento a mi reacción cuando su dedo presionó ligeramente mi ano.
Yo desvié la mirada evidenciando que nunca lo había intentado.
.-“Esto sí que no me lo esperaba” dijo relamiéndose como lobo feroz dispuesto a devorar a caperucita.
Acto seguido me agarró del pelo y me obligó a reclinarme contra su torso haciendo que mi culito quedase en pompa y más abierto a sus intenciones.
.-“Relájate, quiero ser el primero en romperte el culo” me susurró al oído a la vez que presionaba sobre mi esfínter con la yema de uno de sus dedos.
Me dejé hacer. He de decir que no me dolió mucho notar como su falange comenzaba a dilatar mi ano y lograba abrirse camino en mis entrañas. El morbo mitigaba el ligero escozor que me producía.
Decidí agarrarme a su cuello con una mano, y acariciarme yo misma con la otra mi clítoris, buscando contrarrestar con mi propio placer, el miedo y el temor que inundaba mi cuerpo.
.-“Si prietas el culo es peor, relájate, no va a dolerte” me susurró de nuevo en la oreja al ver que mi cuerpo estaba tenso al tiempo que introdujo su dedo corazón todo cuanto pudo.
.-“Lo ves, ya está del todo dentro” me susurró de nuevo en la oreja y poco a poco comenzó a moverlo.
Hasta el momento no sentía dolor, tal vez alguna molestia.
.-“No me hagas daño, por favor” le supliqué aferrada a su cuello.
Aumenté el ritmo de mi mano con el que yo misma me machacaba el clítoris, cuando pude notar como un segundo dedo del holandés se abría camino en mi ano.
Para mi sorpresa tampoco dolió tanto. Es más, resultaba incluso placentero. Cors como adivino de mis pensamientos, comenzó a mover sus dedos relativamente deprisa en mi interior. A parte de un leve picor en mi esfínter, se puede decir que se apoderaba el placer de sentirme llena por su polla en mi coño y el movimiento de mi mano en mi clítoris.
El experto holandés no se lo pensó dos veces y enseguida introdujo un tercer dedo en mi ano. Aquello ya era demasiado en mi cabeza, notaba cierto dolor al comprobar cómo se dilataba a la fuerza mi esfínter, pero aún con todo se me hacía soportable.
Yo permanecía ahora con los ojos cerrados abrazada a su cuello concentrada en las sensaciones que experimentaba mi cuerpo. Era como si estuvieran forzando mi mente y mis prejuicios en vez de mi culo. No sé durante cuánto tiempo estuvo jugando con sus dedos en mis entrañas, pero abrí los ojos cuando me dijo:
.-“Será mejor que me la chupes antes de que te rompa el culo, debe estar muy lubricada si no quieres que te duela” pronunció para mi sorpresa sacando de mi interior tanto su polla como sus dedos y haciendo fuerza con sus manos para que me arrodillase en el suelo.
Lo obedecí sin rechistar, me dejaba guiar temerosa y complaciente. Así que me arrodillé a sus pies, lo miré a los ojos mientras le desabrochaba los jeans por completo y tiraba de sus pantalones y de sus calzoncillos hasta dejárselos a la altura de los tobillos. Luego agarré a una mano su polla, y procedí a lamerla de abajo arriba con mi lengua una y otra vez.
Pude comprobar el sabor de mis propios fluidos, y el olor intenso de los dos sexos mezclados. No sabría cómo describir esa sensación. Me sentía como una autentica guarra chupando esa polla y a la vez me gustaba.
Lo miré a los ojos desde esa posición y pude comprobar su cara de impaciencia porque me  introdujese de una vez su polla en la boca. No le hice esperar, traté de introducírmela todo cuanto pude. Apenas el prepucio y poco más. Luego recorrí su forma con mi lengua mientras la tenía atrapada entre mis labios, y más tarde acompasé mi movimiento arriba y debajo de mi cabeza con el de mi mano.
.-“Joder Sara, que mal la chupas, se nota que no estás acostumbrada. Será mejor que te reviente el culo cuanto antes” me dijo incorporándome con sus manos por debajo de mis brazos.
Luego me giró de espaldas a él. Me manejaba a su antojo. Yo quedé mirando hacia la luna delantera del coche prácticamente entre los asientos de delante. En esta posición podía verme a través del retrovisor, y a mi marido completamente inconsciente en el asiento del copiloto.
Cors me abrió las nalgas del culo con las dos manos y me ordenó:
.-“Ven siéntate despacio” pronunció mientras guiaba mi culo hasta su polla.
Enseguida pude sentir su capullo presionando contra mi esfínter. Cors se agarraba el miembro con una mano, mientras me hacía indicaciones para que me sentase poco a poco sobre su polla.
.-“Hay!!” grité cuando noté que mi ano se dilataba a la fuerza presionado por su polla. Aquello me dolió un poco, y me incorporé apoyándome en los reposacabezas de los asientos delanteros. Mi mano derecha contactó con el pelo de mi esposo que yacía en el asiento del copiloto.
Cors me hizo indicaciones para que lo intentásemos por segunda vez. Repetimos la maniobra, solo que esta vez, una vez introdujo tan solo la puntita de su polla en mi ano, me agarró con fuerza por la cadera impidiendo que pudiera hacer fuerza hacia arriba y salirme.
.-“Si te quedas quieta te dolerá menos” me dijo a mi espalda, tratando de inmovilizar mi cuerpo. Yo le hice caso y me quede quieta esperando los acontecimientos.
.-“Eso es, vamos, siéntate, lo estás haciendo muy bien” me dijo al tiempo que yo dejaba caer mi cuerpo poco a poco sobre su regazo y me ensartaba su polla en lo más profundo de mis entrañas.
Había entrado hasta el fondo en una sola vez. Me produjo cierta sorpresa notar sus huevos contra la piel desnuda de mi culo, pero también el dolor que ahora surgía de esa zona. Dudé si salirme o no, pero fue Cors quien comenzó a moverse despacio dilatando mi esfínter lentamente.
Yo permanecía agarrada a los reposacabezas de los asientos delanteros, atenta a todo cuanto sucedía en el interior de mi cuerpo.
Recuerdo que mi marido se movió ligeramente, por un momento temí que se despertara, pero su movimiento únicamente sirvió para verificar el estado de inconsciencia en el que se encontraba. El caso es que su mano izquierda cayo por el hueco del freno de mano y mi vista se fijó irremediablemente en la alianza que relucía en su dedo anular.
.-“Pobrecito” pensé al verlo inconsciente “si supieras que tu querida mujercita le está entregando el culo a otro tipo en tu mimado cochecito no dormirías tan a gusto”.
Cors tiró de mi pelo obligándome a quedar recostada de espaldas contra su torso. Una de sus manos se dedicó a acariciarme las tetas, mientras la otra la dirigió directamente a mi coñito.
.-“Te va a costar olvidar esta polla” me dijo desde la espalda al tiempo que uno de sus dedos se abría camino en mi vagina.
Aquello era increíble, pude notar como su dedo alcanzaba a rozarse con su polla a través de mis tejidos. De repente el dolor había desaparecido y solo lograba experimentar oleadas de placer recorriendo mi cuerpo.
.-“Te estoy rompiendo el culo… ¿y a que te gusta?” escuché desde mi espalda.
 .-“Eso es, si, clávamela” le dije al tiempo que agarraba sus dos manos con las mías y las guiaba en sus caricias.
Ahora era yo la que le incitaba a que me pellizcase el pezón que tenía atrapado con su mano, y a que introdujese un dedo más en mi vagina.
  .-“Oh sí, como follas cabrón” le dije una vez se dejó guiar sus manos por las mías.
.-“Lo estas disfrutando, ¿eh guarra?” me dijo retorciendo uno de mis pezones con su mano.
.-“Oh si, por Dios, fóllame más, rómpeme el culo” le incitaba. Cors comenzó a moverse al igual que antes me follaba por el coño, a un ritmo vertiginoso.
.-“Eso es cabrón, dame fuerte, rómpeme el culo” le dije al comprobar que una corriente eléctrica comenzaba a recorrer mi columna vertebral.
.-“Te estoy rompiendo este culito de niña pija que tienes” me dijo con su voz entrecortada que me hacía presagiar estaba a punto de correrse.
.-“Córrete”, le dije volteando mi cuello para tratar de besarlo “quiero que te corras dentro de mi”. Sabía que poco tardaría en hacerlo.
.-“Joder, Sara, menudo culito más rico que tienes”, y al decir esto pude comprobar cómo su polla comenzaba a tener algún espasmo.
.-“Es todo tuyo” le dije, y preté el culo tratando de provocarle el máximo placer, aunque a mí me dolió un poco contraer el esfínter.
.-“Eso es Sara, tú sí que sabes, menuda puta estas hecha” dijo ya con la voz temblorosa.
.-“Vamos cabrón, correte, quiero que me llenes el culo de tu lechecita” le dije refrotándome con mi cuerpo contra el suyo, clavándome su polla hasta masajearle los huevos con la piel de mis nalgas.
.-“Oh, siih, siiih, me gustaaah” pronunció al tiempo que se corría en mi interior.
Pude apreciar sensiblemente cada contracción de su polla en mi interior, y como un líquido caliente inundaba mis entrañas. Yo continuaba con mi cuerpo recostado sobe el suyo, exprimiendo cada gota que derramaba en mi interior, hasta que poco a poco su miembro fue perdiendo dureza, momento en el que se salió de mi.
Permanecimos un rato los dos recostados el uno en el otro.
.-“¿Te ha gustado?” me preguntó acariciando mi cuerpo en un plan muy romántico que para nada me esperaba, y que agradecí de sobremanera.
.-“Uhm, uhm” asentí con la cabeza.
.-“A mí también” dijo al tiempo que me apartaba a un lado del asiento trasero y se subía los calzoncillos y los pantalones.
.-“Por tu bien, espero que no nos volvamos a ver” pronunció al tiempo que se recomponía las ropas. Yo buscaba aturdida mis braguitas, mis shorts y mi camiseta que debían estar por algún lado en el suelo del coche.
Cors encontró antes que yo mis braguitas y encerrándolas en su puño dijo:
.-“Déjame que me las lleve de recuerdo, las guardaré junto a mis camisetas de los Rolling Stones” y dicho esto me dio un pico en la boca, abrió la puerta del coche y se bajó cerrando tras de si.
Ni supe, ni me dio tiempo a reaccionar. Me quedé desnuda y sola, aunque acompañada por la presencia de mi marido, en el interior de nuestro coche.
Recuerdo que me puse aturdida, confundida, y con dificultad los shorts y la camiseta, y me quedé adormilada en el asiento trasero.
Me desperté con un dolor de cabeza tremendo y un frío interior en mi cuerpo espantoso. Mi marido todavía dormía en el asiento del copiloto. Pude ver que el asiento trasero estaba manchado del semen de Cors que había escurrido de mi cuerpo.
Decidí dejarle una nota a mi esposo indicándole que me llamase, que había ido a desayunar y le indicaría la cafetería en la que estaba.
Así lo hice, no sé si intencionadamente o no, la primera vez que vería a mi esposo después de lo sucedido sería en un sitio público.
Caminé hasta encontrar un bar de desayunos, me tomé un café con leche y algo de repostería. Más o menos a la media hora llamó mi esposo preguntando dónde me encontraba. Le dí indicaciones y al rato apareció en el bar.
Tenía mejor pinta de la que esperaba. Nada más acercarse me dio un pico en la boca y me preguntó si quería tomar algo más, como si fuese lo más natural de mundo. Yo le dije que no. Me dio la espalda para pedir en la barra. En esos momentos dudé si decírselo o no. Si romper o no. Pero cuando regresó con su café y su tostada a la mesa, me dí cuenta que nuestra vida volvía a estar inmersa en la rutina de siempre.
.-“¿Qué tal el concierto?” me preguntó.
Yo solté a reír y le dije: “Increíble, una pasada, lástima que te lo perdieras”.
 
Besos,
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Relato erótico: “Compañera decente se desata en la universidad 7” (POR GOLFO)

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11

Esa noche no solo desfloré el trasero de Irene, sino que también me sirvió para comprobar lo ardiente que podía llegar a ser esa morena. Y es que no solo buscó su placer sino también el mío y el de las dos putitas que el destino había puesto en nuestro camino.

«Uno podía acostumbrarse a esto», me dije mientras observaba a las tres mujeres desnudas que dormían a mi lado sobre el colchón.

Las tres eran totalmente diferentes, pero mirándolas dormidas tuve que admitir que las tres eran unas bellezas. Si Mercedes con su espléndida madurez era preciosa, Irene con su juventud y descaro no le iba a la saga. Pero la que realmente me tenía impresionado era Xiu, mi pequeña y dulce oriental.

«Es perfecta», pensé totalmente embelesado.

Y es que además de ser una mujer guapísima, tenía un cuerpo que inducía a pecar. Con unas tetas desproporcionadas para su diminuto tamaño, parecía diseñada para el deleite de todo hombre que se cruzara por su camino.

«Dios, ¡qué buena está!», murmuré para mí, todavía sin creerme que era mía.

En ese momento, Xiu abrió ojos y vio que estaba observándola. La expresión de deseo que descubrió en mí, la alegró y con una sonrisa en su boca, me dio los buenos días diciendo:

―Ojalá sea una premonición de mi futuro y a partir de hoy, pueda despertarme con mi amo a mi lado.

La dulzura y entrega de su voz me sobrecogió y atrayéndola hacia mí la besé. La chinita se desmoronó al sentir mi lengua abriéndose camino a través de sus labios y pegando su cuerpo al mío, sollozó diciendo:

― ¿Puedo suponer que sigo siendo su núli?

Desnuda y abrazada a mí, esa pregunta era al menos extraña y eso me llevó a suponer que esa muñequita necesitaba sentirse deseada y por ello sin dejar de acariciarla, acerqué mi boca a su oído y dije:

―No podría nunca deprenderme de ti. Me gustas demasiado.

Al escucharme, dio un prolongado suspiro y retorciéndose sobre las sábanas insistió en si me gustaba como mujer.

― Sí, y lo sabes. Me gusta verte desnuda y disfrutar del tesoro que escondes entre tus piernas.

El sollozo de deseo que salió de su garganta me informó que iba por buen camino y que lo que realmente buscaba esa mujercita era que estimulara su ego. Meditando sobre ello, comprendí que a pesar de ser una mujer hecha a sí misma y dueña de un negocio, seguía siento una niña necesitada de cariño y que quizás realmente no buscara tanto un dueño como una pareja que le ayudara a realizarse anímicamente.

Queriendo comprobar ese extremo, le dije en voz baja que era una zorra ninfómana que veía en mí a su macho. Al escucharme, se puso a restregar con mayor fuerza su coño contra mi pierna y antes que pudiese hacer algo por evitarlo, su flujo recorrió mi muslo dejando un gran charco sobre el colchón.

―Eres todavía más puta de lo que pensaba― le dije al tiempo que, llevando una mano hasta sus pechos, retorcía una de sus aureolas.

 Mi enésimo insulto la terminó de excitar y sin importarle la presencia de las otras dos mujeres, me rogó que la tomara otra vez.  Haciendo caso a su deseo, la besé metiendo mi lengua hasta el fondo de su boca mientras le estrujaba su culo con mis manos. La pasión con la que Xiu reaccionó, me hizo saber que le excitaba mi violencia y viendo que cogiendo mi pene entre sus dedos lo intentaba que llevar hasta su coño, le comenté que no me apetecía follármela.

Con lágrimas en los ojos, la chinita se separó de mí y con una expresión de dolor en sus ojos, me preguntó qué era lo que había hecho mal y porqué la castigaba de ese modo.

Sacando la lengua, lamí la humedad de sus mejillas, mientras le pedía que me dijera porque consideraba que la estaba castigando:

―Mi señor, soy su puta y las putas son folladas por su macho.

Su gritó fue una llamada de auxilio que me dirigió a mí pero que curiosamente fue escuchada por las dos mujeres que descansaban a nuestro lado e Irene, saliendo de su dormitar, me rogó que me apiadara de la oriental y que la hiciera mía.

― ¿No te importa?― pregunté a mi compañera mientras cediendo a sus pretensiones, hundía mi verga entre los pliegues de Xiu.

En vez de responder, la morena se lanzó sobre los pechos de mi sumisa y viendo que se plegaba a lo evidente, comencé a mover mi pene lentamente mientras extendiendo mi mano, me ponía a acariciar a la que en teoría era mi novia.

Xiu al sentir que mi pene jugando en el interior de su vagina mientras sus pezones eran mordisqueados por su dueña, creyó que no tardaría en correrse y aullando descompuesta, pidió a Irene que la marcara.

Mi compañera me miró sin saber que hacer y comprendiendo que no había entendido los deseos de la chinita, soltando una carcajada, se lo aclaré:

―La muy puta quiere que dejes la marca de tus dientes en sus tetas.

No tuve que repetírselo otra vez. Haciendo gala de una buena dentadura, le regaló a la oriental un par de duros mordiscos que me dolieron hasta mí pero que contra toda lógica lo que hicieron fue azuzar la lujuria tanto de la víctima como de la agresora y por ello fui testigo del modo con el que las dos mujeres se buscaron la boca mutuamente.

        La pasión con la que se comieron los azuzó el morbo que sentía por estar tirándome la muñequita asiática frente a mi novia y viendo que Mercedes nos miraba desde la esquina de la cama sin atreverse a participar, le pedí que se acercara. Al hacerlo, observé que la rubia estaba excitada y sabiendo que no podía negarse la exigí que me pusiera las tetas en la boca.

        ―Son todas suyas― dijo con alegría.

Y demostrando por enésima vez su entrega, me rogó que las mordiera y le hiciera un chupetón.

«Este zorrón está excitado», pensé mientras intentaba dar cauce a su excitación mamando de sus pechos, eso sí, sin dejar de someter a la acción de mi verga el interior de su vagina.

 Mi novia demostró nuevamente que la pasión la tenía totalmente abrumada cuando dando un chillido y sacando la lengua, se puso a lamer la cara y las mejillas de la oriental mientras me rogaba que le diera caña:

―Sigue follándotela. Me pone bruta ver cómo te la tiras.

Sus palabras despertaron mi lado perverso y deleitándome en su confesión, la obligué a acercar su sexo a mi boca. Al hacerlo, me apoderé de su clítoris con mis dientes y comencé a mordisquearlo.

Disfrutando de esa comida de coño, mi novia ordenó a Mercedes que la sustituyera con la chinita mientras me pedía que nunca la dejara porque sabía que juntó a mí podría buscar sus límites en el sexo y poniéndose de rodillas frente a mí, me sorprendió diciendo que al igual que la oriental quería ser marcada.

Al escuchar su deseo, solté una carcajada y le dije que tendría que esperar a que terminara de follarme a Xiu. Demostrando una vez más lo guarra que era, sonrió y girándose hacia la oriental, le metió un dedo en el culo mientras le decía que se diera prisa en ordeñarme porque le urgía que la tomara.

Confirmé lo mucho que iba a gozar viviendo con ellas tres, cuando Xiu, lejos de indignarse por el trato de Irene, me pidió si podía cederle el puesto a mi “novia”, ya que la pobre necesitaba que me la follara.

Desde un inicio sospeché que esa petición tenía gato encerrado y por ello no me extrañó que, al darle permiso, la chinita dejara claras sus intenciones al obligar a Irene a ponerse a cuatro patas sobre la cama.

Como no podía ser de otra forma, en cuanto la vi en esa posición, la tomé de la cintura con ánimo de penetrarla, pero entonces mi dulce oriental, sentándose frente a ella con las piernas abiertas, la ordenó que comenzara a lamerle el coño.

― ¿Y yo que hago?― riendo pregunté.

Con picardía y mientras presionaba la cabeza de la morena contra su sexo, respondió:

―Una esclava no tiene opinión, pero si fuera una mujer libre le diría que le rompiera el culo mientras ella me come el chumino.

Solo he de decir que entre esas cuatro paredes no tardó en oírse el desgarrador chillido de mi novia al ser tomada por mí…

12

Totalmente agotado, me quedé dormido tras hacerles el amor. Fue más allá de las diez cuando Mercedes me informó que el desayuno estaba listo y que su dueña me esperaba. La adoración con la que se refería a Irene me sorprendió, pero preferí no comentar nada y siguiendo sus indicaciones, la acompañé al comedor.

        Allí encontré a mi novia charlando amigablemente con la oriental y por ello no me extrañó que nada mas sentarme a su lado, me comentara que le parecía alucinante lo que tuvo que pasar Xiu al llegar a España.

        ―No tengo ni idea de lo que hablas― contesté recordándole que a pesar de las apariencias apenas la conocía.

        ―Siempre me olvido― musitó con una sonrisa.

        No tuve que ser muy avispado para percatarme que me había hecho ese comentario con la intención de descubrir si la había mentido sobre cómo me había hecho con los servicios de esa monada.

Acudiendo en mi ayuda, Xiu me explicó que al llegar a Madrid se había pasado un año sin salir del taller de la gente que la había traído y que solo cuando consiguió pagar la deuda con su trabajo, pudo pisar la calle por primera vez.

―La tenían esclavizada― señaló colérica.

Juro que me hizo gracia su rabia porque no en vano en ese momento, nuestra profesora, su sierva, la mujer que le había jurado obediencia, permanecía desnuda y arrodillada a sus pies.

―No era para tanto― quitando hierro al asunto replicó mi asiática: ― gastaron un dinero en traerme y era lógico que me exigieran su devolución.

Reconozco que, en ese preciso instante, lo que menos me importaba eran los padecimientos que había soportado esa morenita, lo que me tenía acojonado fue reconocer en sus ojos el mismo tipo de adoración que había descubierto en los de Mercedes al observar a Irene.

Constaté nuevamente que esa mujer bebía los vientos por mí cuando al ir a servirme un café, me paró en seco y me pidió que me sentara. Tras lo cual, trayendo la jarra en sus manos, con una sonrisa señaló que estando ella su dueño no tenía que moverse.  

―Tienes enamorada a la chinita. ¿Debo ponerme celosa?

Estaba pensando una respuesta cuando, adelantándose, Xiu la contestó:

― ¿Debe mi señor estar preocupado por el amor que siente por usted la perra que permanece arrodillada a sus pies?… Al igual que Mercedes no puede evitar amarla por encima de su propia vida, sé que mi dueño es todo para mí.

Las palabras de la oriental causaron un shock en Irene porque jamás se había puesto a pensar en que sentía su sumisa por ella:

― ¿Me estás diciendo que estáis enamoradas de nosotros?

Bajando la mirada, la bella asiática contestó:

―Señora, la devoción que siente una esclava por su amo es mucho más profundo que el amor y no espera el ser correspondida. Nos basta poder servir al dueño de nuestra existencia y que él nos regale unas migajas de su cariño.

Mitad escandalizada, mitad orgullosa, mi novia preguntó a Mercedes si eso era cierto. La madura se tomó unos instantes para analizar sus sentimientos:

―Desde que me hizo suya, me he dejado llevar y nunca me había puesto a meditar sobre lo que siento ―con lágrimas en los ojos replicó: ―solo sé que moriría por usted.

Irene sintió que los cimientos se le movían al escuchar de labios de la profesora la total dependencia que sentía:

«No puede ser que piense realmente así», se dijo experimentando por primera vez la responsabilidad que involuntariamente había echado sobre sus hombros y llamándola, la sentó en sus rodillas.

Mercedes no opuso resistencia al sentir que Irene usaba sus manos para recorrer sus pechos desnudos mientras le exigía que le explicara sus sentimientos al ser acariciada por ella. Con sus areolas totalmente erizadas, contestó:

―Dichosa. Me siento feliz.

Cogiendo los hinchados senos de la rubia en sus manos, mi compañera sopesó su tamaño y como si quisiera comprobar su consistencia, los empezó a magrear sin recato. Al escuchar el primer gemido que salió de la garganta de su sumisa, dio un paso más y aprovechando su calentura, los pellizcó.

Esta vez los jadeos de la madura se prolongaron haciéndose más profundos.

―La tienes totalmente verraca― comenté mientras imitando a Irene, sentaba a Xiu sobre mí.

―Lo sé― respondió y olvidándose de que tenía compañía, la obligó a sentarse mirando hacia ella con las piernas abiertas sobre la mesa.

No dije nada al ver que lo concentrada que estaba al recorrer con la lengua los muslos de Mercedes al saber que era el momento de ellas dos. Mi chinita debió de pensar los mismo porque susurrando me pidió que las dejáramos solas.

Supe que tenía razón y por ello, tomándola de la mano, nos fuimos a la cocina donde le pedí otro café. La expresión de dicha de esa monada mientras lo servía me hizo recordar lo poco que sabía de ella.

―Quiero conocerte, cuéntame: ¿Dónde y con quién vives?

―Vivo sola en un piso encima de la tienda, mi señor―contestó: ―Llevo ahí tres años.

Por un momento, intenté calcular su edad. Cuando la conocí supuse que debía ser más o menos como yo, pero tenía mis dudas.

― ¿Cuántos años llevas en España?― pregunté.

―Seis en Valencia y cuatro en Madrid― me dijo.

― ¿Qué edad tienes?― con la mosca detrás de la oreja repliqué. Si llevaba una década fuera de su país, no podía tener mis años a no ser que saliera de China siendo una niña.

―Su putita es ya mayor― contestó con tono avergonzado: ―Tiene veinticuatro años.

Juro que me impactó que me llevara tantos años, porque jamás lo hubiese supuesto ya que le había echado como mucho veintidós.

Xiu malinterpretó mi sorpresa y creyó que estaba enfadado:

―Si mi señor me considera demasiado vieja para él, lo comprendería.

Me impresionó la tristeza que destilaba y atrayéndola hacia mí, la besé mientras le decía que era todo lo que un hombre podía desear. No tardé en comprobar que mis palabras habían conseguido su objetivo y que, en combinación con mis caricias, hacían que la pequeña asiática se sintiera feliz.

Su impresionante cuerpo y saber que era mío, despertó mi lujuria.  y se lo hice saber llevando mis manos hasta su trasero. Me reí al comprobar que los pezones de Xiu se endurecía con ese magreo y disfrutando de mi poder, susurré en su oído que tenía un trasero que era una tentación irresistible.

―Mi señor…― musitó mientras separaba sus rodillas para facilitar que mis dedos recorrieran la abertura de su sexo.

Tal y como preveía, me encontré su sexo mojado, y apoderándome de su clítoris, la empecé a masturbar:

―Lo que voy a disfrutar teniéndote de sumisa.

Las piernas de la oriental temblaron al sentir mis caricias, pero por miedo a defraudarme se mantuvo firme mientras me rogaba en voz suave que la hiciera mía. El morbo de tenerla así, de pie a mi lado mientras me tomaba un café provocó que mi pene empezara a endurecerse.

―Me excitas, pequeñaja mía― dije llevando una de sus manos a mi entrepierna.

 Se estremeció al sentir en su palma mi extensión totalmente erecta y mordiéndose los labios, no pudo evitar que un gemido de deseo la delatara.

―No te parece que es una pena que esté tan sola― dije señalándola.

Xiu comprendió mis deseos y agachándose frente a la silla donde estaba sentado, me bajó la bragueta con la intención de hacerme una mamada, pero   se lo impedí y agarrándola de la cintura, le obligué a encaramarse sobre mí.

―Dios― gimió al sentir que mi falo entraba en su sexo lentamente y disfrutando del modo en que la iba empalando, se empezó a mover en busca de mi placer.

― ¡Quieta! ¡Es mi turno! ― le grité.

Me gustó observar en sus ojos una cierta desilusión porque dada su excitación era evidente que lo que realmente deseaba en ese instante era menear su trasero teniendo mi polla en su interior. A pesar de ello, se quedó inmóvil y premiando su obediencia, le regalé un pellizco en su pezón mientras le decía que si se portaba bien quizás me apiadara de ella y la dejara correrse.

Esa promesa elevó hasta niveles insospechados su lujuria y de improviso su sexo se convirtió en una especie de geiser expulsando un chorro de flujo sobre mis muslos.

―Mi putita esta bruta― susurré mientras incrementaba mi acoso, separando sus nalgas con mis dos manos, e introduciendo un dedo en su interior.

La chinita, al sentir que su dueño estaba haciendo uso de sus dos agujeros no pudo reprimir un jadeo e involuntariamente empezó a retorcerse mientras trataba de evitar sentirse dominada por el placer. Desgraciadamente la táctica que usó no fue la correcta ya que, para postergar su orgasmo, presionó con su pubis sobre mi verga y con ello solo consiguió que se acelerara su clímax.

― ¡No quiero fallar a mi amo! ― sollozó al darse cuenta de su error.

 Quizás fue entonces cuando realmente me percaté de lo mucho que me gustaba que esa monada fuera mi sumisa y totalmente dominado por la pasión, tomando sus nalgas con mis manos, incrementé la profundidad de mi embiste mientras Xiu se deshacía de placer.

Sé que ese polvo no pasará a los anales de la historia porque la excitación acumulada me hizo correrme anticipadamente y aunque mi adorada oriental no paró de gritar lo mucho que le gustaba sentir que la regaba con mi miente, supe que estaba exagerando con la intención de alagarme.

Por ello, tras descansar durante unos segundos, señalé la silla que tenía al lado y le pedí que se sentara porque teníamos que hablar. Asustada por mi tono, Xiu tomó asiento y se quedó esperando a que le comentara qué era lo que me pasaba. No tuve que esforzarme mucho para observar la inquietud con la que aguardaba mis palabras.

―Mercedes nos ha ofrecido esta casa para que Irene y yo vivamos con ella. Como vivo en una residencia de estudiantes, lo lógico sería aceptar… pero en mi caso tengo mis dudas y quiero hacerte una propuesta.

―Usted me dirá― sonrió al ver que sus temores se desvanecían.

―Como, al fin y al cabo, esa rubia es la guarrilla de Irene, no quiero depender del humor con el que se levante y por ello, me gustaría contar con tu casa en el caso que esas dos se enfaden y nos echen de aquí.

―No entiendo, ¿me está pidiendo que viva aquí con usted pero que no deje el piso donde vivo por si lo necesitamos?

―Así es― repliqué.

Abriendo los ojos de par en par, respondió llena de alegría:

―No hay cosa que desee más que poder demostrar a mi señor que puedo ser su esclava veinticuatro horas al día.

Preocupado por la vaguedad de su respuesta, le pedí que respondiera claramente a mi pregunta.

Agachando su mirada, Xiu contestó:

―Me encantaría vivir a su lado. Donde y con quién me da igual, solo me importa el poder servirle.

Solté una carcajada al escuchar su entrega y respondí:

―Vamos a probar vivir con Irene y su putita. Si no nos gusta o no nos sentimos cómodos, cogemos nuestras cosas y nos vamos a tu casa. ¿Te parece bien?

 ―Sí, mi señor― contestó y con una sonrisa de oreja a oreja, prosiguió: ― desde ahora le prometo que todas las noches, al volver de la universidad, me tendrá lista y caliente para lo que necesite.

Supe que la idea de vivir junto a mí entusiasmaba a la chinita al observar cómo se alborotaba su cuerpo y cómo sus pezones se erizaban bajo la blusa con solo saber que sería mía…


“Herederas de antiguos imperios” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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herederas3Sinopsis:

Durante milenios, las antiguas familias reinantes han sido presa de una maldición. A pesar de tener un poder mental con el que edificaron imperios, sus miembros una y otra vez caían en manos de la peble, que recelosa de su autoridad se rebelaba contra la tiranía.
Gonzalo de Trastámara, descendiente del último rey godo, descubre su destino trágicamente. La muerte de su primera amante en manos de hombres celosos de su poder, le hace saber que el poder conlleva riesgos y cuando todavía no ha conseguido hacerse a la idea, le informan que debe reunir bajo su autoridad al resto de las antiguas casas reinantes.
En este libro, se narra la búsqueda de las herederas de esos imperios y cómo consigue que formen parte de su harén.

MÁS DE 235 PÁGINAS DE ALTO CONTENIDO ERÓTICO

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:

Capítulo 1: El despertar

No sé si deseo que las generaciones venideras conozcan mi verdadera vida o por el contrario se sigan creyendo la versión oficial tantas veces manida y que no es más que un conjunto de inexactitudes cercanas a la leyenda. Pero he sido incapaz de contrariar los deseos de mi hija Gaia. Su ruego es la única razón por la que me he tomado la molestia de plasmar por escrito mis vivencias. El uso que ella haga de mis palabras ni me incumbe ni me preocupa.

Para que se entienda mi historia, tengo que empezar a relatar mis experiencias a partir de un suceso que ocurrió hace más de sesenta años. Durante una calurosa tarde de verano, estaba leyendo un libro cualquiera cuando la criada me informó que mi padre, Don Manuel, le había ordenado que fuera a buscarme para decirme que tenía que ir a verle. Todavía después de tanto tiempo, me acuerdo como si fuera ayer. Ese día cumplía dieciséis años por lo que esperaba un regalo y corriendo, fui a su encuentro.

― Hijo, siéntate. Necesito hablar contigo― dijo mi padre.

Debía de ser muy importante para que, por primera vez en su vida, se dignara a tener una charla conmigo. Asustado, me senté en uno de los sillones de su despacho. Mi padre era el presidente de un conglomerado de empresas con intereses en todos los sectores. La gente decía de él que era un genio de las finanzas pero, para mí, no era más que el tipo que dormía con Mamá y que pagaba mis estudios, ya que jamás me había regalado ninguna muestra de cariño, siempre estaba ocupado. Había semanas y meses en los que ni siquiera le veía.

― ¿Cómo te va en el colegio?― fueron las palabras que utilizó para romper el hielo.

― Bien, Papá, ya sabes que soy el primero de la clase― en ese momento dudé de mis palabras, por que estaba convencido que nunca había tenido en sus manos ni una sola de mis notas.

― Pero, ¿Estudias?― una pregunta tan absurda me destanteó, debía de tener trampa, por lo que antes de responderla, me tomé unos momentos para hacerlo, lo que le permitió seguir hablando ― Debes de ser el delegado, el capitán del equipo y hasta el chico que más éxito tiene, ¡me lo imaginaba! y lo peor es que ¡me lo temía!

Si antes estaba asustado, en ese momento estaba confuso por su afirmación, no solo no estaba orgulloso por mis resultados sino que le jodía que lo hiciera sin esfuerzo.

― ¿Hubieras preferido tener un hijo tonto?― le solté con mi orgullo herido.

― Sí, hijo― en sus mejillas corrían dos lágrimas― porque hubiese significado que estabas libre de nuestra tara.

― ¿Tara?, no sé a qué te refieres― si no hubiese sido por el terror que tenía a su figura y por la tristeza que vi en sus ojos, hubiera salido corriendo de la habitación.

― ¡Te comprendo!, hace muchos años tuve ésta misma conversación con tu abuela. Es más, creo que estaba sentado en ese mismo sillón cuando me explicó la maldición de nuestra familia.

Mi falta de respuesta le animó a seguir y, así, sin dar tiempo a que me preparara, me contó como nuestra familia descendía de Don Rodrigo, el último rey godo y de doña Wilfrida, una francesa con fama de bruja; que durante generaciones y generaciones nunca había sufrido la pobreza; que siempre durante más de mil trescientos años habíamos sido ricos, pero que jamás había vuelto a haber más de un hijo con nuestros genes y que siempre que alguno de nuestros antepasados había obtenido el poder, había sido un rotundo error que se había saldado con miles de muertos.

― Eso ya lo sabía― le repliqué. Desde niño me habían contado la historia, me habían hablado de Torquemada y otros antepasados de infausto recuerdo.

― Pero lo que no sabes es el porqué, la razón por la que nunca hemos caído en la pobreza, el motivo por el que no debemos mezclarnos en asuntos de estado, la causa por la cual somos incapaces de engendrar una gran prole―

― No― tuve que reconocer muy a mi pesar.

― Por nuestra culpa, o mejor dicho por culpa de Wilfidra, los árabes tomaron la península. Cuando se casó, al ver el escaso predicamento del rey con los nobles y que estos desobedecían continuamente los mandatos reales, supuestamente, hizo un pacto con el diablo, el cual evitaba que nadie pudiera llevar la contraria a Don Rodrigo. Como todo pacto con el maligno, tenía trampa. Individualmente fue cierto, ninguno de los nobles fue capaz de levantarse contra él pero, como la historia demostró, nada pudo hacer contra una acción coordinada de todos ellos. Durante años, el Rey ejerció un mandato abusivo hasta que sus súbditos, molestos con él, llamaron a los musulmanes para quitárselo de encima. Eso significó su fin.Tomó aire, antes de seguir narrándome nuestra maldición. ―Esa tara se ha heredado de padres a hijos durante generaciones. Yo la tengo y esperaba que tú no la hubieras adquirido.

― Pero, Papá, partiendo de que me es difícil de aceptar eso del pacto con el maligno, de ser cierto, eso no es una tara, es una bendición― contesté, ignorante del verdadero significado de mis palabras.

― La razón por la que tenemos esa tara es irrelevante, da lo mismo que sea por una alianza de sangre o por una mutación. Lo importante es el hecho en sí. Cuando uno adquiere un poder, debe también asumir sus consecuencias. Jamás tendrás un amigo, serán meros servidores, nunca sabrás si la mujer de la que te enamores te ama o solo te obedece y si abusas de él, tendrás una muerte horrible en manos de la masa. Recuerda que de los antepasados que conocemos más de la mitad han muerto violentamente. Por eso, le llamo Tara. El tener esa herencia te condena a una vida solitaria y te abre la posibilidad de morir asesinado.

― ¡No te creo!― le grité aterrorizado por la sentencia que había emitido contra mí, su propio hijo.

― Te comprendo― me contestó con una tristeza infinita. ― Pero si no me crees, ¡haz la prueba! Busca a alguien como conejillo de indias y mentalmente oblígale a hacer la cosa más inverosímil que se te ocurra. Ten cuidado al hacerlo, porque recordará lo que ha hecho y si advierte que tú fuiste el causante, puede que te odie por ello.

Y poniendo su mano en mi hombro, me susurró al oído:

― Una vez lo hayas comprobado, vuelve conmigo para que te explique cómo y cuándo debes usarlo.

Pensé que no hacía nada en esa habitación con ese ser despreciable que me había engendrado y como el niño que era, me fui a mi cuarto a llorar la desgracia de tener un padre así. Encerrado, me desahogué durante horas.

« Tiene que ser mentira, debe de haber otra explicación», pensé mientras me calmaba. Supe que no me quedaba otra, que hacer esa dichosa prueba aunque estuviera condenada al fracaso. No había otro método de desenmascarar las mentiras de mi viejo. Por eso y quizás también por que las hormonas empezaban a acumularse en mi sangre debido a la edad, cuando entró Isabel, la criada, a abrir la cama, decidí que ella iba a ser el objeto de mi experimento.

La muchacha, recién llegada a nuestra casa, era la típica campesina de treinta años, con grandes pechos y rosadas mejillas, producto de la sana comida del campo. Por lo que sabía, no tenía novio y los pocos momentos de esparcimiento que tenía los dedicaba a ayudar al cura del pueblo en el asilo. Tenía que pensar que serviría como confirmación inequívoca de que tenía ese poder, no bastaba con que me enseñara las bragas, debía de ser algo que chocara directamente con su moral pero que no pudiera relacionarme con ello, decidí acordándome de la advertencia de mi padre. Hiciera lo que hiciese, al recordarlo no debía de ser yo el objeto de sus iras.

Fue durante la cena cuando se me ocurrió como comprobarlo. Isabel, al servirme la sopa, se inclinó dejándome disfrutar no sólo del canalillo que formaba la unión de sus tetas, sino que tímidamente me mostró el inicio de sus pezones. Mi calentura de adolescente decidió que debía ser algo relacionado con sus pechos. Por suerte, esos días había venido a vernos el holgazán de mi primo Sebas, hijo del hermano de mi madre, un cretino que se creía descendiente de la pata del caballo del Cid y que se vanagloriaba en que jamás le pondría la mano encima a una mujer de clase baja. En cambio Ana, su novia era una preciosidad, dieciocho años, alta, guapa e inteligente. Nunca he llegado a comprender como podía haberse enamorado de semejante patán. Sonriendo pensé que, de resultar, iba a matar dos pájaros de un tiro: por una parte iba a comprobar mis poderes y por la otra iba a castigar la insolencia de mi querido pariente. Esperé pacientemente mi oportunidad. No debía de acelerarme porque cuando hiciera la prueba, debía de sacar el mayor beneficio posible con el mínimo riesgo personal.

Fue el propio Sebastián, quien me lo puso en bandeja. Después de cenar, como ese capullo quiso echar un billar, bajamos al sótano donde estaba la sala de juegos. Ana María se quedó con mis padres, viendo la televisión.

Durante toda la partida, mi querido primo no paró de meterse conmigo llamándome renacuajo, quejándose de lo mal que jugaba. Era insoportable, un verdadero idiota del que dudaba que siendo tan imbécil pudiera compartir algo de mi sangre. El colmo fue cuando habiéndome ganado por enésima vez, me ordenó que le pidiera una copa. Cabreado, subí a la cocina donde me encontré a Isabel. Decidí que era el momento y mientras de mi boca, esa mujer solo pudo oír como amablemente le pedía que le llevara un whisky a mi primo, mentalmente la induje a pensar que Sebas era un hombre irresistible y que con solo el roce de su mano o su voz al hablarle, le haría enloquecer y no podría parar hasta que sus labios la besasen.

Ya no me podía echar para atrás. No sabía si mi plan tendría resultado, pero previendo una remota posibilidad de éxito, me entretuve durante cinco minutos y después entrando en la tele, le dije a Ana que su novio la llamaba por lo que, junto a ella, bajé por las escaleras.

La escena que nos encontramos al abrir la puerta, no pudo ser una prueba más convincente de que había funcionado a la perfección. Sobre la mesa, mi queridísimo primo besaba los pechos de la criada mientras intentaba bajarse los pantalones con la clara intención de beneficiársela.

Su novia no se lo podía creer y durante unos segundos, se quedó paralizada sin saber qué hacer, tiempo que Isabel aprovechó para taparse y bajar del billar. Pero luego, Ana explotó y como una loca desquiciada se fue directamente contra Sebastián, tirándole de los escasos pelos que todavía quedaban en su cabeza. Mi pobre y sorprendido primo solamente le quedó intentar tranquilizar a la bestia en que se había convertido la que parecía una dulce e inocente muchacha.

Todo era un maremágnum de gritos y lloros. El escándalo debía de poderse oír en el piso de arriba, por lo que decidí que tenía que hacer algo y cerrando la puerta de la habitación, les grité pidiendo silencio.

No puedo asegurar si hicieron caso a mi grito o a una orden inconsciente pero el hecho real es que los tres se callaron y expectantes me miraron:

― ¡Sebas!, vístete. Y tú, Isabel, será mejor que te vayas a la cocina― la muchacha vio una liberación en la huída por lo que rápidamente me obedeció sin protestar― Ana María, lo que ha hecho mi primo es una vergüenza pero mis padres no tienen la culpa de su comportamiento, te pido que te tranquilices.

― Tienes razón― me contestó, ―pero dile que se vaya, no quiero ni verlo.

No tuve que decírselo ya que, antes de que su novia terminara de hablar, el valeroso hidalgo español salía por la puerta con el rabo entre las piernas. Siempre había sido un cobarde y entonces, no fue menos. Debió de pensar que lo más prudente era el escapar y que posteriormente tendría tiempo de arreglar la bronca en la que sus hormonas le habían metido.

― ¡No me puedo creer lo que ha hecho!― me dijo su novia, justo antes de echarse a llorar.

Todavía en aquel entonces, seguía siendo un crío y su tristeza se me contagió por lo que, al abrazarla intentando el animarla, me puse a sollozar a su lado. No sé si fue por ella o por mí. Había confirmado la maldición de mi familia y por lo tanto la mía misma.

― ¿Por qué lloras?― me preguntó.

― Me da pena cómo te ha tratado, si yo tuviera una novia tan guapa como tú, jamás le pondría los cuernos― le respondí sin confesarle mi responsabilidad en ese asunto, porque solo tenía culpa del comportamiento de Isabel ya que no tenía nada que ver con la calentura de Sebas.

― ¡Qué dulce eres!, Ojalá tu primo fuera la mitad que tú― me dijo, dándome un beso en la mejilla.

Al besarme, su perfume me impactó. Era el olor a mujer joven, a mujer inexperta que deseaba descubrir su propia sensualidad. Sentí como mi entrepierna adquiría vida propia, exaltando la belleza de Ana María, pero provocando también mi vergüenza. Al notarlo ella, no hizo ningún comentario. Cuando me separé de ella, acomplejado de mi pene erecto, solo su cara reflejó una sorpresa inicial pero, tras breves instantes, me regaló una mirada cómplice que no supe interpretar en ese momento. De haberme quedado, seguramente lo hubiese descubierto entonces pero mi propia juventud me indujo a dejarla sola.

Aterrorizado por las consecuencias de mis actos, busqué a Isabel para evitar que confesara. Ya lo había pactado con Ana, nadie se debía de enterar de lo sucedido por lo que su puesto en mi casa no corría peligro. La encontré en el lavadero, llorando sentada en un taburete entre montones de ropa sucia.

―Isabel, ¿puedo hablar contigo?― pregunté.

―Claro, Gonzalo― me contestó sollozando.

Sentándome a su lado, le expliqué que la novia de mi primo me había asegurado que no iba a montar ningún escándalo. Debía dejar de llorar porque sólo sus lágrimas podían ser la causa de que nos descubrieran. Surgieron efecto mis palabras, logré calmar a la pobre criada pero aún necesitaba saber si realmente yo había sido la causa de todo y por eso, para asegurarme, le pregunté que le había ocurrido.

― No sé qué ha pasado pero, al darle la copa a su primo, de pronto algo en mi interior hizo que me excitara, deseándole. No comprendo porque me abrí dos botones, insinuándome como una puta. Don Sebas, al verme, empezó a besarme. Lo demás ya lo sabes. Es alucinante, con solo recordarlo se me han vuelto a poner duros.

― ¿El qué?― pregunté inocentemente.

―Los pechos― me contestó, acariciándoselos sin darse cuenta.

― ¿Me los dejas ver?― más interesado que excitado―nunca se los he visto a una mujer.

Un poco cortada se subió la camisa dejándome ver unos pechos grandes y duros, con unos grandes pezones que ya estaban erizados antes de que, sin pedirle permiso, se los tocara. Ella al sentir mis dedos jugando con sus senos, suspiró diciéndome:

―No sigas que sigo estando muy cachonda.

Pero ya era tarde, mi boca se había apoderado de uno mientras que con mi mano izquierda seguía apretando el otro.

―¡Qué rico!― me susurró al oído, al sentir cómo mi lengua jugaba con ellos.

Esa reacción me calentó y seguí chupando, mamando de sus fuentes, mientras mi otra mano se deslizaba por su trasero.

―Tócame aquí― me dijo poniendo mi mano en su vulva.

La humedad de la misma, en mi palma, me sorprendió. No sabía que las mujeres cuando se excitaban, tenían flujo, por lo que le pregunté si se había meado.

― ¡No!, tonto, es que me has puesto bruta.

Viendo mi ignorancia no pudo aguantarse y me preguntó si nunca me había magreado con una amiga. No tuve ni que contestarla, mi expresión le dijo todo.

― Ósea, ¡Qué eres virgen!

La certidumbre que podía ser la primera, hizo que perdiera todos los papeles y tumbándome sobre la colada, cerró la puerta con llave no fueran a descubrirnos. Yo no sabía que iba a pasar pero no me importaba, todo era novedad y quería conocer que se me avecinaba. Nada más atrancar la puerta, coquetamente, se fue desnudando bajo mi atónita mirada. Primero se quitó la blusa y el sujetador, acostándose a mi lado. Y poniendo voz sensual, me pidió que la despojase de la falda y la braga. Obedecí encantando. No en vano no era más que un muchacho inexperto y eso me daba la oportunidad de aprender como se hacía. Ya desnuda, me bajó los pantalones y abriéndose de piernas, me mostró su peludo sexo. Mientras me explicaba las funciones de su clítoris, me animó a tocarlo.

En cuento lo toqué, el olor a hembra insatisfecha me llenó la nariz de sensaciones nuevas y mi pene totalmente erecto me pidió que lo liberara de su encierro. Ella adelantándose a mis deseos, lo sacó de mis calzoncillos y dirigiéndolo a su monte, me pidió que lo cogiera con mi mano y que usando mi capullo, jugara con el botón que me había mostrado.

Siguiendo sus instrucciones, agarré mi extensión y, como si de un pincel se tratara, comencé a dibujar mi nombre sobre ella.

― ¡Así!, ¡Sigue así!― me decía en voz baja mientras pellizcaba sin piedad sus pezones.

Más seguro de mí mismo, separé sus labios para facilitar mis maniobras y con el glande recorrí todo su sexo teniendo los gemidos de placer de la muchacha como música de fondo. Nunca lo había tenido tan duro y, asustado, le pregunté si eso era normal.

― No, ¡lo tienes enorme para tu edad!― me contestó entre jadeos, ―vas a ser una máquina de mayor pero continua ¡así!, que me vuelve loca.

En el colegio, un amigo me había enseñado unas fotos, donde un hombre poseía a una mujer por lo que cuando mi pene se encontró con la entrada de su cueva, supe que hacer y de un solo golpe, se lo introduje entero.

+―¡Ahh!― gritó al sentir como la llenaba.

Sus piernas me abrazaron, obligándome a profundizar en mi penetración. Cuando notó como la cabeza de mi sexo había chocado contra la pared de su vagina, me ordenó que comenzara a moverme despacio incrementando poco a poco mi ritmo. Era un buen alumno, fui sacando y metiendo mi miembro muy lentamente, de forma que pude distinguir como cada uno de los pliegues de sus labios rozaban contra mi falo y cómo el flujo que emanaba de su coño iba facilitando, cada vez más, mis arremetidas. Viendo la facilidad con la que éste entraba, mi creciente confianza me permitió acelerar la velocidad de mis movimientos mientras mis manos se apoderaban de sus pechos.

Isabel, ya completamente fuera de sí, me pedía que la besara los pezones pero que sin dejar de penetrarla cada vez más rápido. Era una gozada verla disfrutar, oír como con su respiración agitada me pedía más y como su cuerpo, como bailando, se unía al mío en una danza de fertilidad.

― Soy una guarra― me soltó cuando, desde lo más profundo de su ser, un incendio se apoderó de ella, ―pero me encanta. Cambiando de posición, se puso de rodillas y dándome la espalda, se lo introdujo lentamente.

La postura me permitió agarrarle los pechos y usándolos de apoyo, empecé a cabalgar en ella. Era como montar un yegua. Gracias a que en eso si tenía experiencia, nuestros cuerpos se acomodaron al ritmo. Yo era el jinete y ella mi montura, por lo que me pareció de lo más normal el azuzarla con mis manos, golpeando sus nalgas. Respondió como respondería una potra, su lento cabalgar se convirtió en un galope. Mis huevos rebotaban contra su cada vez más mojado sexo obligándome a continuar.

― Pégame más, castígame por lo que he hecho― me decía y yo le hacía caso, azotando su trasero.

Estaba desbocada, el esfuerzo de su carrera le cortaba la respiración. El sudor empapaba su cuerpo cuando como un volcán, su cueva empezó a emanar una enorme cantidad de magma mientras ella se retorcía de placer, gritando obscenidades. Mi falta de conocimiento me hizo parar por no saber qué ocurría, pero mi criada me exigió que continuara. Gritó que no la podía dejar así. Sus movimientos, la calidez de su sexo mojado sobre mi pene y sobretodo sus gritos, provocaron que me corriera. Una rara tensión se adueñó de mi cuerpo y antes que me diera cuenta de lo que ocurría, exploté en sus entrañas llenándolas de semen. Desplomado del cansancio caí sobre ella. Ya sabía lo que era estar con una mujer y por vez primera, había experimentado lo que significaba un orgasmo.
Tras descansar unos minutos a su lado, Isabel me obligó a vestir. Alguien podía llamarnos y no quería que nos descubrieran. Me dio un beso antes de despedirse con una frase que me elevó el ánimo:

― ¡Joder con el niño!, vete rápido, que si te quedas te vuelvo a violar.

Salí del lavadero y sin hacer ruido, me fui hacia mi cuarto. No quería encontrarme con nadie ya que, solo con observar el rubor de mis mejillas, hasta el más idiota de los mortales hubiese descubierto a la primera que es lo que me había pasado. Ya en el baño de mi habitación, me despojé de mi ropa, poniéndome el pijama. No podía dejar de analizar lo ocurrido, mientras me lavaba los dientes:

« El viejo tenía razón. Algo ha ocurrido, conozco a Isabel desde hace seis meses y nunca se ha comportado como una perra en celo». Lo que no comprendía era el miedo que mi padre tenía a ese poder. Para mí, seguía sin ser una tara, era una bendición. Y pensaba seguir practicando.

No me había dado cuenta lo cansado que estaba hasta que me metí en la cama. No llevaba más de un minuto con la cabeza en la almohada cuando me quedé dormido. Fue un sueño agitado, me venían una sucesión de imágenes de violencia y muerte. En todas ellas, un antepasado mío era el protagonista y curiosamente la secuencia que más se repetía era la vida de Lope de Aguirre, con su mezcla de locura y grandeza. Coincidiendo con su ajusticiamiento, creo que interpreté el sonido de mi puerta al abrirse como el ruido del hacha al caer sobre su cuello, desperté sobresaltado.

― Tranquilo, soy yo― me decía Ana acercándose a mi cama.

― ¡Qué susto me has dado!― le contesté todavía agitado.

― Quiero hablar contigo― me dijo.

Tenía la piel de gallina por el miedo de la decisión que había tomado pero yo en mi ingenua niñez pensé que, como venía en camisón, tenía frío por lo que le dije que se metiera entre mis sabanas para entrar en calor. La novia de mi primo no se hizo de rogar y huyendo de la fría noche, se metió en la cama conmigo. La abracé frotándole los brazos, buscando que su sangre fluyera calentándola. Lo que no sabía es que ella quería que la calentara pero de otra forma. Fue de ella la iniciativa y cogiendo mi cabeza entre sus manos, me besó en la boca y abriendo mis labios, su lengua jugó con la mía. Estuvimos unos minutos solo besándonos, mientras mi herramienta empezaba a despertar, ella al sentirlo se pegó más a mí, disfrutando de su contacto en su entrepierna.

― ¿Y esto?― le pregunté, alucinado por mi suerte.

― Sebastián no merece ser el primero― me contestó sin añadir nada más, pero con delicadeza empezó a desbrochar los botones de mi pijama.

Me dejé hacer, la niña de mis sueños me estaba desnudando sin saber el porqué. Cuando terminó de despojarme de la parte de arriba, se sentó en el colchón y sensualmente me preguntó si quería que ella me enseñara sus pechos. Tuve que controlarme para no saltar encima de ellos desgarrándole el camisón, el deseo todavía no había conseguido dominarme. Le contesté que no, que quería yo hacerlo. Con la tranquilidad de la experiencia que me había dado Isabel retiré los tirantes de sus hombros, dejando caer el camisón. Eran unos pechos preciosos, pequeños, delicados, con dos rosados pezones, que me gritaban que los besara.

― ¿Estás segura?― le pregunté, arrepintiéndome antes de terminar.

Por fortuna, si no nunca me hubiera perdonado mi estupidez, me contestó que sí, que confiaba en mí. Ana no era como mi criada. Todo en ella me pedía precaución, no quería asustarla por lo que como si estuviera jugando, mis manos empezaron a acariciar sus senos, con mis dedos rozando sus aureolas mientras la besaba. Mis besos se fueron haciendo más posesivos a la par que su entrega. Observando que estaba lista, mi lengua fue bajando por el cuello y por los hombros hacia su objetivo. Al tener su pecho derecho al alcance de mi boca, soplé despacio sobre su pezón antes de tocarlo. Su reacción fue instantánea. Como si le hubiese dado vergüenza, su aureola se contrajo de manera que cuando mi lengua se apoderó de él, ya estaba duro. Me entretuve saboreándolo, oyendo como su dueña suspiraba por la experiencia.

Pero fue cuando al repetir la operación en el otro, los débiles suspiros se convirtieron en gemidos de deseo. Era lo que estaba esperando, con cuidado la tumbé sobre la colcha y tal como había aprendido le quité el camisón. Al levantarle las piernas, me encontré con una tanga de encaje que nada tenía que ver con la basta braga de algodón de Isabel.

Me recreé, unos momentos, disfrutando con mi mirada de su cuerpo. Era mucho más atractivo de lo que me había imaginado el día que me la presentó mi primito. Su juventud y su belleza se notaban en la firmeza de sus formas. La brevedad de su pecho estaba en perfecta sintonía con las curvas de su cadera y la longitud de sus piernas.

Ella sabiéndose observada me preguntó:

―¿Te gusta lo que ves?

Como única respuesta, me tumbé a su lado acariciándola ya sin disimulo, mientras ella se estiraba en la cama ansiosa de ser tocada. Mi boca volvió a besar sus pechos pero, esta vez, no se detuvo ahí sino que, bajando por su piel, bordeó su ombligo para encontrarse a las puertas de su tanga. Hablando sola sin esperar que le contestase, me empezó a contar que se sentía rara; que era como si algo en su interior se estuviera despertando; que no eran cosquillas lo que sentía, sino una sensación diferente y placentera.
Sin saber si me iba a rechazar, levanté sus piernas despojándola de la única prenda que todavía le quedaba, quedándome maravillado de la visión de su sexo. Perfectamente depilado en forma de triángulo, su vértice señalaba mi destino por lo que me fue más sencillo el encontrar su botón de placer con mi lengua. Si unas horas antes había utilizado mi pene, ella se merecía más e imitando las enseñanzas de Isabel, como si fuera un caramelo lo besé, jugando con él y disfrutando de su sabor agridulce de adolescente.

Ana que, en un principio se había mantenido expectante, no se podía creer lo que estaba experimentando. El deseo y el miedo a lo desconocido se fueron acumulando en su mente, a la vez que su cueva se iba anegando a golpe de caricias por lo que, gimiendo descontrolada, me suplicó que la desvirgara, que la hiciera mujer. No le hice caso, las señales que emitía su cuerpo me indicaban la cercanía de su orgasmo por lo que, sin soltar mi presa, intensifiqué mis lengüetazos pellizcando sus pezones a la vez. Por segunda ocasión en la noche, oí la explosión de una mujer pero esta vez el río que salía de su sexo inundó mi boca y como un poseso, probé de su contenido mientras ella se retorcía de placer. No quería ni debía desperdiciar una gota, lo malo es que cuanto más bebía, más manaba de su interior, por lo que prolongué sin darme cuenta cruelmente su placer ,uniendo varios clímax consecutivos hasta que, agotada, me pidió que la dejara descansar sin haber conseguido mi objetivo. De su sexo seguía brotando un manantial inacabable que mojó, por entero, las sabanas.

― ¡Dios mío!, ¡esto es mejor de lo que me había imaginado!― me dijo en cuanto se hubo repuesto.

Estaba tan radiante y tan feliz por haberse metido entre mis brazos sin que yo se lo hubiera pedido, que me preguntó si ya tenía experiencia.

― Eres la primera― le mentí, pero por la expresión de su cara supe que había hecho lo correcto. Al igual que Isabel, ninguna mujer se resiste a ser la primera.

― ¿Entonces eres virgen?― me volvió a preguntar y nuevamente la engañe, diciéndole lo que quería escuchar.

Le expliqué que me estaba reservando a una diosa y que ésta se me había aparecido esa noche bajo la apariencia de una mortal llamada Ana. Se rio de mi ocurrencia y quitándome el pantalón del pijama, me dijo que ya era hora de que dejáramos de ser unos niños. Tuve que protestar ya que, sin medir las consecuencias, tomando mi pene entre sus manos se lo dirigió a su entrada. Le explique que iba a hacerse daño y que eso era lo último que quería ya que, en mi mente infantil, me había enamorado de ella.

Refunfuñando me hizo caso, dejándome, a mí, la iniciativa. Esa noche había follado con una mujer pero, en ese momento, lo que quería y lo que estaba haciendo era el hacerle el amor a una princesa. Mi princesa. Como un caballero, la tumbé en la cama boca arriba y abriéndole las piernas, acerqué la punta de mi glande a su clítoris. Sus ojos me pedían que lo hiciera rápido pero recordé que la primera vez marcaba para siempre y por eso, introduje lentamente la cabeza de mi pene hasta que esta chocó con su himen. En ese momento, la miré pidiendo su consentimiento pero ella, sin poder esperar y forzando con sus piernas, se lo introdujo de un solo golpe.

Gritó de dolor al sentir como se rasgaba su interior. Y durante unos momentos, me quedé quieto mientras ella se acostumbraba a tenerlo dentro para posteriormente empezar a moverme muy despacio. Mientras le decía lo maravillosa que era, no deje de besarla. Ana se fue relajando paulatinamente. Su cuerpo empezaba reaccionar a mis embistes y como si se tratara de una bailarina oriental, inició una danza del vientre conmigo invadiendo su cueva. Las lágrimas iniciales se fueron transformando en sonrisa al ir notando como el deseo la poseía. Y sorprendentemente, la sonrisa se convirtió en una risa nerviosa cuando el placer la fue absorbiendo.

Puse sus piernas en mis hombros de forma que nada obstaculizara mis movimientos y ella, al sentir como toda su vagina comprimía por completo mi miembro, me pidió que continuara más rápido. Su orden fue tajante y cual autómata en sus manos, aceleré la cadencia de mis penetraciones. Ana me regalaba con un pequeño gemido cada vez que mi extensión se introducía en ella, gemidos que se fueron convirtiendo en verdaderos aullidos cuando, como un escalofrío, el placer partió de sus ingles recorriendo su cuerpo. Sentí como el flujo empapaba por enésima ocasión su sexo, envolviendo a mi miembro en un cálido baño.

― Es maravilloso― me gritó, mientras sus uñas se clavaban en mi espalda.

Sentirla gozando bajo mi cuerpo, consiguió que se me elevara todavía más mi excitación y sin poderlo evitar, me derramé en su interior mientras nuestros gritos de placer se mezclaban en la habitación. Fueron solamente unos instantes pero tan intensos que supuse que esa mujer era mi futuro.

― Te amo― le dije nada más recuperarme el aliento.

―Yo también― me dijo con su voz juvenil, ―nunca te olvidaré.

― ¿Olvidarme?, ¿no vas a ser mi novia?― le pregunté asustado por lo que significaba.

― Mi niño bonito, soy mucho mayor que tú y estoy comprometida con tu primo― me contestó con dulzura pero, a mis oídos, fue peor que la mayor de las reprimendas.

― ¡Pero creceré! y entonces seré tu marido― le contesté y sin darme cuenta hice un puchero mientras unas lágrimas infantiles anegaban mis ojos.

Ana intentó hacerme entender que debía seguir con la vida, que sus padres habían planeado pero no la quise escuchar. Al ver que no razonaba, se levantó de la cama y tras vestirse velozmente, se fue de mi habitación.

uando ya se iba le grité, llorando:

― ¡Espérame!

No me contestó. Enrabietado, lloré hasta quedarme dormido. Isabel fue la que me despertó en la mañana, abriendo las ventanas de mi cuarto. Me metí al baño como un zombi mientras la criada hacía mi cama. No me podía creer lo que había pasado esa noche, había rozado el cielo para sumergirme en el infierno.

Saliendo del baño, ya vestido, fui a mi cuarto a ponerme los zapatos. Al entrar, salía la mujer con las sabanas bajo el brazo. Por la expresión de su cara, adiviné que quería decirme algo por lo que, cogiéndola del brazo, la metí conmigo.

― ¿Qué querías?― le pregunté.

Ella, sonriendo, me contestó:

― Estás hecho una fichita, pero no te preocupes. Nadie va a saber por mi boca que has estrenado a la novia de tu primo. Yo me ocupo de lavar la sangre de las sábanas.

«¿Sangre?», pensé por un momento que era lo único que me quedaba de esa noche. No podía perderlo. Por eso, le pregunté:

―Te puedo pedir un favor― y muy avergonzado continué ― necesito quedarme un recuerdo. ¿Podrías guardar la sábana sin que nadie se entere?

Entendió por lo que estaba pasando y guiñándome un ojo, con mirada cómplice, me replicó:

―Voy a hacer algo mejor. Luego te veo― y sin decirme nada más, se fue a continuar con su trabajo.

Destrozado bajé a desayunar. En el comedor me encontré con Sebastián, que al verme dejó la taza de café que se estaba tomando y acercándose a mí, me dio un abrazo diciéndome:

― ¡Renacuajo!, eres un genio, no sé lo que le dijiste a Ana, pero no solo me ha perdonado sino que ha aceptado casarse conmigo.

Mi mundo se desmoronó en un instante. Comprendí entonces lo que mi padre quería explicarme, gracias al poder que había heredado, había desencadenado unos hechos que no pude o no supe controlar. Esa noche había gozado, pero en la mañana, como si de una enorme resaca se tratara, la realidad me golpeó en la cara. Recordé mis clases de física; a cada acción sobreviene una reacción. En mi caso, la reacción fue extremadamente dolorosa. Con dieciséis años y un día dejé de ser un niño, para convertirme en un hombre. Mi viejo tenía razón: no era una bendición, el estar dotado de esa facultad era una arma de doble filo y yo, al haberla esgrimido sin prudencia, me había cortado.

Necesitaba consejo, por eso en cuanto terminé de desayunar, me levanté de la mesa sin despedirme. En el pasillo, tropecé con Isabel. Ella me entregó un paquete que al abrirlo resultó ser un pañuelo. Reconocí la mancha que teñía la tela, era la sangre de Ana. La criada había confeccionado un pañuelo con la sábana que habíamos manchado. Le di las gracias por su detalle y guardándomelo en el bolsillo, caminé hacia el despacho de mi padre. Tocando la puerta antes de entrar, escuché como me pedía que pasara. Nada más verlo y con lágrimas en los ojos, le dije:

― Papá, ¡Tenemos que hablar!

Me estaba esperando. Tal y como había pronosticado, volvía con el rabo entre las piernas en búsqueda de su consejo:

― ¿Verdad, que duele?― no había reproches, solo comprensión. ― Hijo, dos personas entre los miles de millones de habitantes de la tierra comparten este dolor. Esos dos desgraciados somos tú y yo.

Estuvimos hablando durante horas, me fue enseñando durante meses pero necesité años para aceptar que, nada podía evitar que ese pacto firmado hacía más de trece siglos, me jodiera la vida.

Capítulo 2: El aprendizaje.

― Hijo, al igual que hicieron nuestros antepasados necesitamos un plan de trabajo con el que desarrollar tu mente. El primer paso en tu adiestramiento debe ser incrementar tu conocimiento de las técnicas de inducción mental y si para ello hay que desarrollar a la par que las sexuales, lo haremos. Es una cuestión de practicidad, piensa que mientras la obediencia obligada crea resentimiento, la dependencia por sexo no, por lo que es más seguro zambullirte en este mundo por la puerta trasera de la carne.

― Pero Papá, solo tengo dieciséis años― le contesté avergonzado.

― ¿Me vas a decir que la razón por la que vienes tan cabizbajo, no es otra que has tenido tu primera decepción?, realmente ¿te crees que no he sentido cómo has hecho uso de tu poder con Isabel?― me respondió tranquilamente sin enfadarse por el hecho que me hubiese estrenado gracias a haberle estimulado con deseo a la criada, ― O me crees tan tonto para no ver en los ojos de Ana, la certeza de haberse equivocado.

Lo sabía todo. En ese momento, supe que nuestras mentes iban a estar tan unidas que sería incapaz de engañarle u ocultarle nada. Mi padre había dejado de ser mi progenitor para pasar a ser mi maestro.

― Tu madre no debe saber nada― me ordenó.

Nadie excepto nosotros dos, debía de conocer nuestras capacidades y menos el entrenamiento con el que me iba a preparar para el futuro.

― He dado órdenes para que arreglen la casa de invitados. A partir de hoy vas a dormir y a estudiar allí, no quiero que se sepa qué clase de enseñanzas vas a recibir.

Lo que mi viejo no me dijo en ese momento, era que otra de las razones, por la que había tomado esa decisión, consistía en que debía acostumbrarme a vivir solo. Tenía que habituarme a depender únicamente de mi sentido común.

― Ahora quiero que des una vuelta por el pueblo y que te sientes en la plaza. Con la excusa de tomarte una Coca―Cola, debes observar a la gente y practicar tus poderes con ellos. Cuanto los uses, te darás cuenta que, aunque no te percatabas de ello, te han acompañado desde la cuna, solo que ahora al hacértelos presentes, estos se irán incrementando a marchas forzadas, pero ten cuidado. Sé que puedo resultar pesado pero es mi deber recordarte el peligro: debes de ser prudente.

―No te preocupes, tendré cuidado― le respondí agradecido doblemente; por una parte no me apetecía seguir en la casa y por otra, tenía verdadera necesidad de practicar mi don.

Desde niño crecí con moto. En el campo es la mejor forma de moverse y por eso desde una edad muy temprana aprendí a conducirlas. Ese año había estrenado una vespa roja de 75 cc. con la que me sentía como Rossi, el gran campeón de motociclismo. Aunque ese scooter no estaba fabricado con la idea de usarlo en campo, para mí era lo mismo y como si llevara una verdadera enduro, volé por los caminos rurales de salida de la finca.

Oropesa, un pueblo toledano bastante más grande que la pequeña aldea que bordeaba los confines de mi casa, estaba a escasos veinticinco kilómetros. La media hora que tardé en recorrerlos, me dio tiempo a meditar sobre mis siguientes pasos e incluso a disfrutar de ese paisaje duro y férreo, plagado de encinas y alcornoques, que ha sido cuna de tantos hombres tan adustos y estoicos como la tierra que les vio nacer. Qué lejanas me parecen hoy en día esas tierras abulenses limítrofes con Toledo. El Averno, la finca de mi familia, con sus montes y riachuelos son una parte amada de mis años de infancia que nunca se borrará de mi memoria. Tengo grabados cada peña, cada vereda, cada árbol de sus doscientas hectáreas. Sus gélidos inviernos y sus tórridos veranos siguen presentes incluso después de tantos años.

Ya en el pueblo, me dirigí directamente a la plaza Navarro. Allí, frente al actual ayuntamiento, estaba El rincón de Luis. La terraza estaba vacía por lo que pude elegir en que mesa sentarme. Me decidí por la más cercana a la calle para aprovechar la sombra que daba su toldo amarillo y de esa forma, apaciguar el calor de esa mañana de agosto.

― Buenos días, Gonzalo― me saludó María, la rolliza camarera. Con sus cuarenta años y más de ochenta kilos formaba parte de la plaza, casi tanto como torre mudéjar del Reloj de la Villa. ― ¿Qué quieres tomar?

Sin pensar, le pedí una cerveza. La mujer, que debía de haberse negado a servir alcohol a un menor de edad, no protestó y al cabo de tres minutos me trajo una mahou, como si eso fuese lo más normal del mundo. Ese pequeño éxito me dio moral para seguir practicando. Mi siguiente objetivo fue el dueño del mesón que estaba situado a la izquierda de la plaza. Don Sebas era famoso por su perfeccionismo militante y su estricta manera de llevar a cabo todas las rutinas de su negocio. Da igual que llueva o haga sol, a las diez de la mañana abre las sombrillas del balcón y no las cierra hasta las nueve de la noche. Sabía a ciencia cierta que si lograba que romper ese automatismo de años, habría logrado una victoria todavía más apabullante que la obtenida con Isabel.

― Don Sebastián― le grité, ―hace viento, será mejor que cierre las sombrillas, no se le vayan a volar. Ante la ausencia total de aire mi argumento era ridículo pero, en contra de sus principios, el hombre, tanteando el viento, se mojó un dedo con su saliva, asintió y empezó a bajarlas.

No me podía creer lo fácil que había resultado. Si un tipo tan estricto había cedido con premura, eso significaba que mi poder de persuasión era enorme. Contento y entusiasmado, busqué a mi próxima víctima. Los treinta grados de temperatura no me lo iban a poner sencillo. Por mucho que esa fuese una de las plazas más transitadas del pueblo, esa mañana no había nadie en sus aceras, todo el mundo debía de preferir mantenerse al abrigo del sol y sus recalcitrantes rayos. Cabreado por la espera, me bebí la cerveza de un trago y me aproximé a pagar a la barra.

Los tertulianos de la tasca, enfrascados en su habitual partida de tute ni siquiera levantaron su mirada, cuando entré.

― ¿Cuánto es?― pregunté.

María, que estaba distraída, me preguntó qué era lo que había tomado, al contestarle que una cerveza, me miró diciendo:

― Menos guasa, ¡Luis!, ¡cóbrale una coca―cola!

Así fue como aprendí otra lección. Los sujetos, objetos de inducción mental, cuando se les obliga a hacer algo que vaya contra sus principios tienden a adulterar la realidad, creando una más acorde con sus pensamientos. María se había engañado a sí misma y creía que me había servido un refresco.

Acababan de dar las doce, por lo que mi pandilla de amigos debía de estar frente a nuestro colegio. Cogiendo mi moto me dirigí hacia allá. Nada mas doblar la calle Ferial, les vi apoyados en uno de los bancos de madera. Fue Manuel, el primero en verme:

― Capi, ¿Qué haces por aquí?― me dijo usando mi mote.

Desde que íbamos a Infantil, todos los chavales de la clase me llamaban así. Pero esa vez, me sonó como si fuese la primera al percatarme que el respeto con el que me trataban, así como su continua sumisión a mis caprichos, podían ser productos nuevamente de mi poder.

Me pareció oír a mi viejo diciendo: « Jamás tendrás amigos, serán meros servidores».

La abrupta confirmación de sus palabras me dejó paralizado. Pedro, Manuel, Pepe, Jesús… esos críos a los que consideraba mis iguales, no lo eran. Eran humanos normales y entre nosotros siempre había existido y existiría una brecha infranqueable que no era otra que la tara que llevaba a cuestas mi familia durante los últimos catorce siglos.

Mi padre me había mandado al pueblo a practicar y con el corazón encogido, decidí que eso era lo que iba a hacer:

― Me aburría en la finca― le contesté quitándome el casco, ―¿y vosotros?

―Ya ves, de cháchara….

Todos me miraban como esperando mis órdenes, los largos años de roce conmigo les había acostumbrado a esperar y acatar mis deseos. No podía creer que jamás me hubiese dado cuenta. Ahora que sabía el motivo, no podía ser más cristalina su completa sumisión.

―Vamos a dar una vuelta por el castillo, a ver si nos topamos con algún turista del que reírnos.

Esa era una de nuestras travesuras más comunes. Solíamos meternos con los guiris que, en busca de historia medieval, llegaban con sus estrafalarios atuendos a esas empedradas calles. Sé lo absurdo de nuestro comportamiento, pero también tengo que reconocer que añoro ese comportamiento gamberro de mis años de niñez. La rutina siempre era la misma, esperábamos a nuestras presas a la sombra del viejo magnolio que crecía a escasos metros de la entrada de la muralla y tras observarlas, dedicarnos a mofarnos del aspecto más risible de los indefensos excursionistas. Todo acababa cuando los guardias del recinto salían en defensa de su inagotable fuente de ingresos. Tonto, pueril pero igualmente divertido e inofensivo.

Éramos cinco y contábamos con tres ciclomotores, por lo que contraviniendo las normas de tráfico, Miguel y Pedro sin casco se montaron de paquete. En una gran ciudad, cualquier policía, que nos viera de esa guisa, nos pararía para extendernos una dolorosa multa pero eso era un pueblo y los municipales eran como de nuestra familia, nos conocían y aunque no aplaudieran nuestro proceder, jamás nos detendrían por algo tan nimio.

Las calles, ese mañana entre semana, estaban desiertas, por lo que no nos cruzamos con ningún vehículo. Cuando ya estábamos próximos a nuestro destino, nos topamos con una densa humareda que salía de una vetusta casa de piedra.

― ¡Un incendio!― soltó Jesús, parando la moto en seco.

Las llamas cubrían completamente el segundo piso, saliendo enormes lenguas de fuego por las ventanas. El crepitar de la madera era ensordecedor, nada que ver con el relajante crujir de una chimenea ni con el festivo estrépito de una falla ardiendo. Desde la acera de enfrente donde prudentemente aparcamos nuestras scooters, nos convertimos en voyeurs involuntarios. El poder destructivo del fuego estaba desbocado, hipnotizando a los pocos viandantes a los que la pecaminosa curiosidad les había obligado a parar para deleitarse con la desgracia ajena. No era un fuego anónimo. Personas de carne y hueso, vecinos nuestros, estaban perdiendo sus escasas posesiones con cada llamarada. Muebles, ropa, fotos, los recuerdos de una vida, los ahorros de una mísera existencia, se estaban volatizando en humo y ceniza ante nuestros ojos. Con la fascinación de un pirómano, no podía retirar mi vista de esa desgracia. Debería haber corrido a llamar a los bomberos pero ni siquiera se me pasó por la cabeza. Algo me retenía allí. Mis pies parecían anclados al cemento de los adoquines. Necesitaba observar como el maltrecho techo empezaba a fallar y oír las tejas desmoronándose al chocar contra el asfalto.

― ¡Capi!, ¡hay alguien en la casa!― me chilló Manuel, justo cuando detrás de una oscurecidas cortinas divisé un brazo de una niña.

― ¡Mierda!, ¡Tenemos que sacarla de allí!― solté cruzando la estrecha calle.

La puerta del portal estaba cerrada. Traté infructuosamente de abrirla, lanzándome contra ella. Mi bajo peso y mi pequeña estatura no fueron suficientes para derribarla. Buscando el auxilio de mis amigos, me percaté que asustados se mantenían al lado de nuestras motos.

― ¡Necesito ayuda!― les grité pero el miedo les había paralizado.

No en vano en ese preciso instante, las teas que caían del tejado ardían a mis pies. Sacando fuerzas del terror que para entonces ya me había atenazado, les ordené que me apoyaran. Sentí el impacto de mi mente en sus cuerpos pero sin importarme las consecuencias, insistí:

―Venid a ayudarme.

El primero en reaccionar fue Jesús, el más corpulento de los cuatro y gritando como un loco se abalanzó contra la puerta, tumbándola de un golpe. No esperé a los demás, internándome en el denso humo, subí las escaleras. El calor era sofocante, cada paso era un suplicio y andando a ciegas, llamé a la niña. Nadie me contestaba, estuve a punto de desistir pero la sola idea de abandonar a una muerte segura a la dueña de ese brazo, me hizo seguir y a gatas, buscar en la habitación.

Bajo la misma ventana desde donde la vi pidiendo ayuda, se encontraba acurrucada en posición fetal. La pobre criatura se debía de haber desmayado por lo que, haciendo un esfuerzo sobre humano, la alcé entre mis brazos. Menos mal que cuando el humo, el calor y la ausencia de oxígeno flaquearon mis piernas, acudieron en mi ayuda mis cuatro amigos y entre todos, conseguimos bajarla y alejarla de las llamas. Al salir a la calle y aspirar aire puro en profundas bocanadas, escuchamos los aplausos de la ya nutrida concurrencia. Los vítores y palmadas de aliento se sucedían, mientras yo no dejaba de aborrecer esa animosidad. Minutos antes había sentido en mi mente como un cuchillo, la cobardía de toda esa gente.

« Malditos hipócritas, si llega a ser por ellos, esta niña estaría muerta», pensé sentándome al borde de la acera.

Curiosamente mis amigos se alejaron de mí, en vez de juntos disfrutar juntos de nuestra heroicidad. En sus ojos, advertí que el miedo no había desaparecido sino que continuaba creciendo en una espiral aterradora.

― ¿Qué os pasa?― pregunté, sin obtener respuesta.

La razón de esa actitud tan esquiva y rara no podía ser otra que saberse usados. Contra su voluntad, les había forzado y aunque ahora tenían el reconocimiento inmerecido de sus vecinos, no podían olvidar la violación que habían soportado y sin ser al cien por cien conscientes que el causante era yo, un resquemor cercano al odio les hacía apartarse de donde me había sentado.

«Sé prudente», las palabras de mi padre volvieron a resonar cruelmente en mis oídos, « no nos entienden y lo que no se entiende, se odia».

Enojado pero sobretodo incrédulo por tamaña injusticia, cogí mi vespa alejándome del lugar. Mi padre me estaba esperando en las escaleras de entrada. Supe que de algún modo se había enterado de mi aventura y por su cara, no estaba demasiado contento con el hecho de que su hijo se hubiese puesto voluntariamente en peligro.

―Gonzalo, me acaban de llamar de Oropesa. Era el alcalde y un agradecido padre. Por lo visto, en vez de practicar tus poderes, acabas de salvar a una niña.

Sin poder soportar su mirada, bajé mi cabeza, avergonzado. Cuando mi viejo estaba realmente encabronado, sus broncas eran duras e inmisericordes, nunca dejaba ningún resquicio sin tocar y con un afán demoledor, asolaba cualquier defensa que el autor de la afrenta intentara esgrimir en su favor. Por eso, ni intenté defenderme y esperé pacientemente que empezara a machacarme.

― ¿Cuéntame que ha pasado?

Entre todos los posibles escenarios que había previsto, el que mi padre, antes de opinar, pidiera oír mi versión, era el que menos posibilidades de hacerse realidad y por eso, y quizás también por mi inexperiencia, pensé que me había librado. Dando rienda suelta a mi ineptitud, le fui dando todos los detalles de lo que había pasado. Le hablé del incendio, del brazo pidiendo ayuda, de cómo había tenido que obligar a mis compañeros a ayudarme y su posterior rechazo. Cuando hube terminado, levanté mi mirada buscando su consuelo.

― ¡Eres idiota!, ¡En qué cabeza cabe hacer uso de tus poderes en público!, ¡Qué clase de imbécil he criado!― me gritó.

Tratando de defenderme, le repliqué que me vi obligado por las circunstancias y que de no haber obrado así, una niña hubiera muerto abrasada. No esperaba comprensión de su parte, pero tampoco su avasalladora regañina.

―Quizás si fuera humano, me sentiría orgulloso de que el insensato de mi hijo arriesgara su vida para salvar la de un inocente, pero resulta que no lo soy y la vida de una niña es insignificante en comparación con la de uno de nosotros. ¿No te das cuenta que de haber muerto, hubiese desaparecido sin remedio uno de los más grandes linajes que hayan pisado la tierra? Tu vida no te pertenece, debes crecer, madurar y procrear a tu reemplazo antes de que sea realmente tuya.

Las venas de su cuello, inflamadas hasta grotesco, no dejaban lugar a dudas, estaba cabreado.

―Y encima, no has tenido ni la precaución más elemental de pasar desapercibido. Tus cuatro amigotes saben que han sido manipulados de alguna forma. Si sigues actuando tan a la ligera, no solo te pondrás en peligro sino que pondrás a toda la casa en la mira de la plebe. Ahora, vete a comer y recapacita sobre lo que has hecho. Esta tarde deberás cambiarte al refugio, no te quiero aquí poniéndonos en peligro. Debemos extremar al máximo todas las precauciones, mientras te alecciono en tus poderes.

Mi padre me había echado de casa. Según él, allí habría menos testigos de mis meteduras de pata al estar apartado. Toda esa tarde estuve ocupado trasladándome al pequeño edificio situado en una esquina de la finca, lejos de la casa principal pero al alcance de mi padre. En el refugio, podría seguir mi evolución sin intrusos ni curiosos.

Había sido construido por mi abuelo y las malas lenguas decían que lo había hecho para que allí viviera una de sus amantes, aunque la realidad era mucho peor: su razón de ser fue la de disponer de un lugar donde cometer sus felonías. Entre sus muros, mi abuelo dio rienda a su locura y allí, docenas de mujeres murieron en sus manos hasta que mi propio padre tuvo que poner fin a ello, ingresándolo en un manicomio. Mi abuela, la verdadera portadora de nuestro gen, no pudo soportar en lo que se había convertido su marido y cogiendo una pistola, se suicidó en el salón. A raíz de todo ello, mandó reformarlo a su estado actual, un coqueto chalet de dos habitaciones, con su área de servicio.

Cuando se enteró mi madre de lo que había ordenado, se puso como una fiera. Bajo ningún concepto iba a admitir que la separaran de su hijo. Solo aceptó al ordenárselo mi padre haciendo uso de su poder. Fue la primera vez que experimenté la sensación extraña de sentir como se apoderaba de una voluntad. Mi estómago se revolvió al notar que era una muñeca en sus manos, ella nada pudo hacer y lo más increíble fue la forma tan sutil con la que le indujo a aceptarlo. Preocupada por mí, creyó obligar a mi padre a aceptar que una persona de su confianza fuera la encargada de servirme, pensando que de esa forma iba a estar al corriente de todo lo que ocurriera. Lo que no supo nunca es cómo mi viejo había influido en su elección y que sus reticencias a que Isabel fuera la elegida, no fueron más que teatro ya que había dispuesto que la criada me enseñase todo lo que debía saber sobre sexo.

Al llegar esa noche a la casa de invitados, estaba ilusionado con mi nueva vida. El traspié de esa mañana y el rapapolvo de mi viejo se me antojaban muy lejanos. Mi mente infantil no era consciente de los esfuerzos y trabajos que me tenía preparado y menos aún, de la responsabilidad intrínseca que suponía el someter a una persona. Algo parecido le ocurría a la criada. Isabel había aceptado al instante el ocuparse de mí. Veía en eso la oportunidad de su vida, creyendo que al tenerme veinticuatro horas para ella, iba a hacer conmigo su entera voluntad.

La cocina del chalet era tipo americana, con el salón―comedor incorporado, por lo que esa noche y mientras veía la televisión pude observar como cocinaba. Estaba encantada, no paró de cantar y reír, feliz por la libertad que le daba su nuevo puesto. Era la dueña y señora de la casa. No tenía que rendir cuentas a nadie. Yo por mi parte no podía dejar de mirarla, me excitaba la idea de volver a acostarme con ella. Sabía que estaba a mi alcance, que con un solo pensamiento sería mía, pero mi padre había sido muy claro en ese tema: tenía que dejar que ella fuera la que tomara la iniciativa, no debía estimularla.

Cuando la cena estuvo lista, me ordenó que me fuera a lavar las manos para cenar. Me molestó que me tratara como un crío, no en vano nadie mejor que ella sabía que el día anterior había dejado de serlo. Estuve a punto de negarme, de mandarla a la mierda, pero recordé que debía de seguir con el plan diseñado y mordiéndome un huevo, obedecí sin rechistar.

La cena estuvo deliciosa, Isabel se había esmerado para que así fuera. Nunca había podido demostrar sus dotes de cocinera en la casa de mis padres pero ahora que era ella la jefa, no desaprovechó su oportunidad, brindándonos un banquete de antología. Y digo brindándonos, porque esa noche ella tuvo el descaro de cenar conmigo en la mesa. Parecía una cita, había previsto todo. Al sacar el pescado del horno, me miró con esa expresión traviesa que ya conocía y me dijo:

― Hoy por ser una ocasión especial y si no se lo dices a tus padres, abrimos una botella de cava para celebrar tu primera noche aquí.

No me dio tiempo de contestar ya que, sin esperar mi respuesta, Isabel había descorchado uno de los mejores caldos que había en la bodega y sirviendo dos copas, brindó por los dos. El vino era nuevo para mí, nunca lo había probado, por lo que prudentemente solo tomé un poco mientras ella daba buena cuenta del resto.

La curiosidad de la mujer le indujo a preguntarme sobre los motivos que habían llevado a mi padre a mandarme allí. Ante la ausencia de una respuesta clara por mi parte, Isabel dedujo que por algún motivo mi padre se había disgustado conmigo.

―Eso debió pasar― sentencié, intentando cambiar de tema.

En el postre, el alcohol ya había hecho su efecto y, su conversación se tornó picante, pidiéndome que le diera detalles de cómo había desvirgado a la novia de mi primo. Decidí complacerla. En silencio, escuchó de mi boca, como Ana se había metido en mi cama buscando vengarse de mi primo y como siguiendo sus enseñanzas, la había desnudado. Su cara no pudo de dejar de reflejar la satisfacción que sintió cuando mintiéndole le dije que, después de haber visto su cuerpo, el de la muchacha me había parecido sin gracia.

― ¿Por qué dices que te resultó insulso?― me preguntó medio excitada por mis palabras.

― Era el cuerpo de una niña, el tuyo, en cambio, es el de una mujer― contesté dorándole la píldora. ― Tú fuiste la primera, mi maestra.

Poco a poco estaba llevándola donde quería. Sus pezones se empezaron a marcar bajo su vestido mientras, atenta, me escuchaba.

― Y teniéndola desnuda, ¿qué hiciste?―

― ¿Recuerdas cómo me enseñaste a excitar tu sexo? ¿Recuerdas cómo me dijiste que usara mi pene?― sin ningún disimulo la estaba calentando al obligarle a rememorar nuestro encuentro.

― Claro, que me acuerdo― me contestó.

Observé que, siguiendo un acto reflejo involuntario, se estaba acariciando los pechos.

― Pues usando la misma técnica, separé los labios de su sexo y usando mi lengua, me apoderé de su botón.

― ¿Le comiste allí abajo?― me preguntó alucinada por lo mucho que había aprendido su alumno.

― Sí y como me adiestraste, no paré hasta que se corrió en mi boca mientras yo pensaba en ti. Deseé que en ese instante hubiera sido el tuyo el que hubiese estado en mi boca.

Era consciente de estar mintiéndola pero al ver cómo le estaba afectando mi relato, no dejé de hacerlo. Isabel, totalmente cachonda, lo trataba de disimular cerrando sus piernas pero hacer eso, lejos de tranquilizarla al oprimir su cueva lo que estaba haciendo era excitarla aún más.

― ¿Y después?― me pidió que continuara.

Se la veía ansiosa de masturbarse y solo la vergüenza de hacerlo en frente de un niño, la paralizaba.

― No te sigo contando si no prometes hacérmela― le solté de improviso, confiando en que estuviera lo suficiente caliente para no negarse.

― ¿Hacerte qué?

― Una mamada.

― ¡Niño! ¿Estás loco? ¿Te crees que soy tu puta y que estoy dispuesta a complacerte cada vez que se te antoje?― me gritó, mientras recogía los platos, molesta por mi actitud pero creo que también por lo cerca en que había estado de caer en mi trampa.

― Tú te lo pierdes― le contesté dejándola sola y enfadado conmigo mismo subí a mi habitación, pensando en que había fallado.

Sin saber la razón, estaba acalorado. No hacía tanto temperatura esa noche por lo mejor que podía hacer era darme una ducha de agua fría. El agua helada me hizo recapacitar acerca de lo ocurrido. Me había adelantado. Si no hubiese tenido tanta prisa en experimentar que se sentía, en ese momento hubiese sido objeto de la primera felación de mi vida. Al salir de la ducha, salí congelado con la piel de gallina. Quería secarme por lo que extendí mi mano para recoger la toalla pero cual no fue mi sorpresa de encontrarme a Isabel en mitad del baño.

― Déjame que te seque me rogó con voz apenada― siento lo de antes, pero es que me pillaste en fuera de juego.

Sin decirme nada más, sus manos empezaron a secarme los hombros y la espalda. Seguía alegre por el alcohol, sus movimientos eran torpes y al llegar a mi trasero, se sentó en el suelo. No pudo reprimir darme un beso en las nalgas mientras secaba esmeradamente mi miembro. Dejándome hacer, me dio la vuelta de forma que su boca quedó a la altura de mi pene, el cual empezaba a mostrar los efectos de sus maniobras.

― Cuéntame cómo la desvirgaste― me pidió, metiéndoselo en la boca.

Por vez primera, experimenté la calidez de una lengua sobre mi sexo, la dureza de unos dientes rozando mi glande y a una mano que no fuese la mía, masturbándome. No podía negarme a complacerla por lo que, retomando el relato, le expliqué como Ana quiso que la penetrara y como la convencí en que me dejara a mí hacerlo. Incrementó su ritmo al oír mi relato. Le narré como poniéndola tumbada frente a mí, le abrí sus piernas y cogiendo mi pene entre mis manos, se lo coloqué en la entrada de la cueva sin forzarla. Isabel, sin dejar de estar atenta a mis palabras, jugando con mis huevos se los introdujo en la boca mientras su mano seguía masajeando mi extensión.

Pero fue cuando le intenté expresar con palabras lo que había sentido esa noche cuando Ana me abrazó con sus piernas lo que provoco que se rompiera ella misma el himen, Isabel, fuera de sí, llevó sus dedos a su propio sexo y frenéticamente empezó a torturárselo. No podía creer lo bruta que estaba. Sin dejar de chuparme y tocarse, me pidió con gestos que continuara. Con mi respiración entrecortada por el placer que estaba sintiendo, le conté como al ponerle sus piernas en mis hombros, Ana no había dejado de gemir mientras su coño empapaba mi pene. Y coincidiendo con el orgasmo de Ana en mi relato, me vacié en su boca dándole la leche que había venido a buscar. Mi criada no desperdició la ocasión de bebérsela. La sorpresa de ver como se tragaba todo, me impidió continuar y cogiéndola de la cabeza, forcé su garganta introduciéndosela por completo. Curiosamente no sintió arcadas y al contrario de lo que pensé, la violencia de mis actos la estimuló más aún si cabe y retorciéndose como la puta que era, se corrió sobre el mármol del baño.

Nada más recuperarse, se levantó del suelo y tomando mi mano entre las suyas, me llevó a la cama. No me había dado cuenta del frío que tenía pero, al sentir la suavidad de las sabanas contra mi piel, empecé a tiritar. En mi ignorancia infantil, creí que esa noche no había terminado por eso me extrañó que, dándome un beso en la frente, me tapara y con un buenas noches me dejara solo en mi cuarto. No supe o no pude quejarme. Quería que Isabel durmiera conmigo, pero nada más cerrar la puerta, el cansancio me envolvió y tras unos pocos instantes me quedé dormido…

Descansé profundamente, nada perturbó mi sueño durante horas. Fue mi padre el que, al abrir las persianas de mi habitación, me despertó diciendo:

― Levántate, ¡perezoso!, te espero desayunando.

El hecho de que mi padre , el cual nunca se había ocupado de mí, me levantase, era una muestra más de lo que había cambiado nuestra relación en pocos días. Creo que Don Manuel, mi viejo, por fin podía compartir la pesada carga y que, aunque lo sentía por mí, en el fondo se alegraba de que siguiera su estirpe. Rápidamente, me duché y bajando al comedor, me lo encontré tomándose un café.

― Buenos días, Papá.

― Buenos días, hijo. Siéntate que quiero hablar contigo― se le veía relajado, observándole no encontré nada de la tensión de las últimas veces. ―Hoy tenemos un día bastante ajetreado. Debes empezar a practicar tus capacidades. Como sabes, no es fácil controlarlas y solo la constancia, hará que tu vida no acabe antes de tiempo.

― ¿Qué quieres que haga?― le pregunté.

― Lo primero cuéntame cómo te fue ayer en la noche.

Que fuera tan directo, me avergonzó. Todavía no me había acostumbrado a abrirme completamente ante él.

Mis mejillas debían de estar totalmente coloradas y sin mirarle a los ojos, empecé a contarle como había conseguido que la criada me hiciera una felación. Me escuchó atentamente sin hablar, dejándome que me explayara en la contestación, interrumpiéndome solo para preguntarme que había pensado cuando se negó y cuál era mi conclusión de mi experiencia.

No supe que contestarle.

― Mira, Gonzalo. La diferencia de edad, entre Isabel y tú, hace que ella tenga dos sentimientos contradictorios. Por una parte, se avergüenza de acostarse con un chaval pero, por otra parte, le excita ser tu maestra. La idea de ser la primera mujer en enseñarte las delicias del sexo es algo superior a sus fuerzas. Debes de explotar este aspecto. Lejos de ser un impedimento, si lo usas en tu favor será la baza que te permitirá dominarla: Utiliza su vanidad, nadie está vacunado a los piropos, exprime su instinto materno, hazte el indefenso para que te acune en sus brazos y si es necesario chantajéala, lo importante es que no se pueda negar a seguir enseñándote. Pero siempre, ¡ten tú el control!, haz que sin darse cuenta la muchacha termine bebiendo de tus manos y entonces y solo entonces, aprovéchate de ella.

La frialdad con la que trataba el tema, me hizo conocer por segunda vez que opinaba del resto de los mortales. Para mi padre eran poco más que el ganado del que nos alimentábamos, eran un medio para nuestra gloria pero también un medio peligroso que había que tratar con cuidado. Estuvimos hablando de cómo tenía que conseguirlo durante el resto del desayuno, pero nada más terminar me llevó a dar una vuelta a la finca. No quería que nadie nos interrumpiera.

Al llegar al picadero, nos tenían preparados los caballos. Mi padre iba a montar a Alazán y yo, mi favorita, una yegua llamada Partera. Comprendí que esa iba a ser mi primera lección del día.

―Gonzalo, los animales están acostumbrados a que los humanos les manden, nuestro don también le afecta. Llama a tu montura que venga a ti.

No se me había pasado por la cabeza que pudiéramos usarlos de la misma manera que a los humanos pero tras pensarlo un momento me pareció lógico el que así fuera, ya que su poder mental era menor aunque existiera la dificultad de su irracionalidad.

Me resultó sencillo llamarla a mi lado. Partera era una yegua muy dócil y soltándose del peón que la traía, vino trotando a que la acariciara.

―Fíjese, jefe. Su hijo ha heredado su facilidad con los bichos― comentó el operario a mi padre. Mi viejo le sonrió sin contestarle.

Sin más preámbulo, salimos trotando de las caballerizas con dirección al arroyo que cruzaba la finca. Durante el trayecto, me fue explicando que lo importante era que aprender a utilizar métodos indirectos para conseguir que me obedecieran. Cuanto más sutil fueran, menos oportunidades tenían de darse cuenta de que estaban siendo dirigidos. Me dio un ejemplo práctico; sin que me diese cuenta, me había obligado a quitarme la bota para rascarme el pié en marcha.

―Analiza la burrada que te he hecho hacer y no te has dado ni cuenta. Quería que te quitaras la bota y en vez de ordenarte que lo hicieras, lo que he hecho es inducirte que te picara el pie. Tú mismo, sin mi intervención, te la has quitado para rascarte.

Estaba alucinado por la forma en que había sido objeto de su manipulación pero cuando realmente me di cuenta de su poder, fue cuando de improviso frené de golpe al caballo y saliendo despedido, choqué abruptamente contra el suelo.

― Ves hijo, ahora si has sido consciente de haber sido usado― me dijo riéndose a carcajadas― esa es la diferencia entre una orden bien dada y una orden abusiva. Debes evitar practicar esta segunda.

Después de unos momentos de indefinición y viendo el ridículo que me había hecho hacer, me uní a mi padre en su risa. Pero cuando al intentar vengarme, intenté hacer lo mismo, es decir, obligarle a caerse de su caballo, lo único que conseguí fue un enorme dolor de cabeza.

― Eres todavía demasiado débil para enfrentarte a mí. Pero está bien que lo hayas intentado― me informó con una sonrisa en sus labios y una expresión orgullosa en sus ojos, ―sigue así, el día que lo consigas no tendré más que enseñarte.

La jaqueca me duró más de media hora, siendo un castigo excesivo para mi travesura, fue una forma excelente que no se me olvidara. Como dice el viejo refrán: sabe más el diablo por viejo que por diablo. Y en este caso aunque compartía con mi padre el mismo don, el me llevaba muchos años de práctica. El resto de la mañana fue inolvidable, mi viejo me enseñó diversas técnicas y mañas que yo fui asimilando. Echando la vista atrás, esa mañana lo que verdaderamente hice fue comprender su extraña forma de ser. Los esfuerzos, que me obligó a realizar durante esas pocas horas, consiguieron que a la una del mediodía, terminara realmente agotado. Por eso nada más llegar a la casa de invitados, me fui directamente a la cama.

Isabel intentó despertarme a las dos para que bajara a comer pero, entre sueños, le dije que me dejara descansar que estaba cansado. Cuando empezó a preocuparse fue al darse cuenta sobre las seis de la tarde que todavía no había bajado. Al entrar en mi habitación me tomó la temperatura. Estaba hirviendo, Isabel, asustada al comprobar que tenía más de cuarenta grados de fiebre, llamó a mi padre. Por lo visto debía ser normal, un efecto secundario al uso de mi nuevo poder, porque mi viejo al oírla le dijo que no se preocupase que lo único era que debía evitar que pasase frío. Nunca en su vida, había tenido la responsabilidad de cuidar de un niño, quizás por eso le contestó que si no era mejor que llamara a un médico. Mi padre fue inflexible, se negó de plano y además aprovechó para prohibirle que molestara a mi madre:

―Si mi esposa se entera, va a querer que Gonzalo vuelva a la casa― contestó.

La criada, temiendo perder su recién estrenada libertad, no le insistió más. Nerviosa y preocupada, me arropó con dos mantas y yendo a la cocina, me preparó un consomé. Al volver con el caldo, mi temperatura había subido aún más y ya empezaba a delirar; cuando entró la confundí con Ana y tratándola de besar, le pedí que nunca me volviese a abandonar.

Con lágrimas en los ojos, producto de su preocupación pero también por el significado de mis palabras, me dijo:

―Mi niño, como puedes pensar que te dejaría― y cariñosamente me abrazó, estrechándome entre sus brazos. El sentir sus pechos contra mi cara, alborotó mis hormonas y sin ser realmente consciente de lo que hacía, empecé a besárselos. ―Son tuyos― me dijo separando mis labios de su escote, ―pero ahora estás enfermo y no debes fatigarte.

Acto seguido y no sin dificultad, consiguió que me bebiera el consomé. Con el estómago caliente, caí nuevamente dormido. Isabel me estuvo velando toda la tarde, solo levantándose de mi vera para preparar algo de cenar. Al volver con la bandeja de la comida me encontró muy mejorado, la fiebre me había bajado.

― ¡Menudo susto me has dado!― y dándome un beso en la boca, me dijo― ¡Ni se te ocurra volver a hacerlo

Le comenté que no me acordaba de nada y que lo único que sentía era un frío enorme. Fue entonces cuando ella me explicó que había pasado y sin hacer caso a mis protestas, me obligó a comerme todo lo que había preparado.

― Sigo helado― le dije guiñándole un ojo al terminar.

― Eres un pillín― me contestó y quitándose la ropa, se metió entre mis sabanas a darme calor… calor del bueno.

Nada más tumbarse, me apoderé de sus pechos. Sus pezones recibieron mis besos mientras ella me pedía que me tranquilizara que teníamos toda la noche.

― ¡Déjame a mí!― me pidió y sin esperar mi respuesta, me fue desabrochando los botones de mi pijama a la vez que me cubría de besos. Una vez desnudo, me ordenó que no me moviera que solo sintiera el contacto de su cuerpo. ―Un buen amante debe saber que el órgano sexual más grande, no es éste― me dijo cogiendo mi pene entre sus manos― sino su piel.

― Sí, ¡maestra!― contesté.

Mi respuesta le satisfizo y cogiéndome del pelo, llevó mi cara a sus enormes cantaros, diciéndome:

― Debes de aprender a tratar los pechos de una mujer y para ello, debes de recordar primero que al nacer son tu alimento. Quiero que te imagines que soy madre y que tú eres mi bebé.

Como buen alumno, puse mi boca en su pezón y con mi mano imité el movimiento de los cachorros al mamar, apretando su seno mientras la chupaba. Isabel gozó desde el primer momento con esa fantasía y gimiendo con la voz entrecortada, me decía que era un buen niño, que tenía que crecer y que nada mejor que la leche materna para conseguirlo. Poco a poco se fue excitando y cuando considerando que ya había comido suficiente de un pecho, me cambio de lado. Decidí entonces que ya me había cansado de hacer lo mismo por lo que, en vez de chupárselo, se lo mordí. Ella, al sentir mis dientes sobre su pezón, no se pudo reprimir y con su mano empezó a masturbarme, mientras me decía:

― No pares, mi niño, no pares.

Envalentonado, seguí torturando su seno, mientras introducía un dedo en su cueva. La encontré empapada por la calentura de su dueña. Si esa fantasía la ponía así, debía explotar la faceta recién descubierta por lo que, siguiéndole la corriente, le susurré al oído:

― ¡Qué rica está la mamá más guapa del mundo!

Al escucharme, se corrió dando un gemido. De no haber tenido un poco de experiencia, me hubiese asustado ver como se retorcía entre gritos de placer. Isabel, totalmente descontrolada, me pedía que no parase y que con mis dedos siguiera hurgando en su interior. La docilidad con la que acataba mis caricias, espoleó mi curiosidad e introduciéndole un tercer dedo esperé una reacción que nunca llegó. Era increíble que le cupieran, tratando de verificar su aguante procedí a encajarle el cuarto. Su cueva se resistió pero conseguí hacerlo. Cuando intenté moverlos para comprobar el resultado, con chillidos histéricos me exigió más. El flujo de su sexo había formado un pequeño charco en la sábana, señal del placer que la tenía sometida El sexo de la muchacha, ya dilatado, permitía con una facilidad pasmosa mis toqueteos. Sus orgasmos se sucedían sin pausa. Totalmente picado en averiguar su resistencia, quise probar con la mano entera y para ello, le ordené que separara aún más sus piernas.

Sin preguntarme el motivo, me obedeció mansamente, de forma que disfruté de la visión de sus labios hinchados y sin saber porqué, me apoderé de su clítoris mordisqueándolo mientras mi mano se iba hundiendo en su interior. El dolor por mi invasión la hizo llorar pero como no me pidió que los sacase yo no lo hice. Todo lo contrario, cerrando mi puño, empecé a tantear la pared de su vagina como si de un saco de boxeo se tratara.

― No, por favor, ¡para!― gritaba pataleando.

Y por primera ocasión, no hice caso a mi maestra sino que alterné mis movimientos, intentando sacar mi mano cerrada e introduciéndola después. Varias veces me hizo daño con sus piernas al intentar zafarse de mi ataque pero, tras unos segundos, el placer volvió a dominarla y con grandes espasmos, se vació sobre mi brazo. Fue demasiado esfuerzo, sin que pudiera hacer nada por evitarlo, se desmayó en la cama. Nadie se había desmayado jamás en frente mío por lo que me costó un mundo, el reaccionar. Al principio creí que la había matado pero pegando mi cara a su pecho, oí con júbilo que su corazón seguía latiendo. Sin tener una idea clara de cómo debía de actuar, me levanté al baño a por un vaso de agua y espolvoreándosela en la cara, conseguí reanimarla.
Isabel salió, de su trance un tanto desorientada y tras unos instantes de vacilación, dándome un abrazo me dijo:

―El alumno ha superado a su maestra.

Al preguntarle por el significado de sus palabras, me explicó que la había llevado a cotas de excitación nunca alcanzadas y que si había perdido el conocimiento era debido al orgasmo tan brutal que le había provocado.

― Entonces, ¿Soy un crío?― le pregunté mientras le acariciaba su cabeza.

― No, un crío no puede ser mi dueño― me contestó sin caer en la cuenta de que era verdad y que estaba totalmente entregada a mis deseos.

― ¿Entonces?, ¿Cómo quieres que trate a mi hembra?― le repliqué poniéndome encima y tratando de penetrarla.

― Espera que estoy muy abierta, vamos a probar otra cosa― me dijo dándose la vuelta y mojándose la mano en su flujo, lo extendió por los bordes e interior de su ano.

Arrodillada sobre las sábanas, me esperaba. En un inicio no supe que quería hacer, cuáles eran sus intenciones, ya que ninguno de mis compañeros me había hablado nunca del sexo anal pero ella, viendo mi indecisión, alargó su mano, colocó mi miembro en la entrada de su culo. Tuve que vencer la repugnancia que sentía de meterlo en el mismo agujero por el que hacía sus necesidades. Habiéndolo conseguido, fui introduciéndoselo despacio de forma que pude experimentar la forma en que mi extensión iba arañando su interior hasta llenarla por completo. Era una sensación diferente a hacerlo por delante, los músculos de ella aprisionaban mi pene de una forma distinta a como lo hacía su coño pero, analizando mis impresiones, decidí que me gustaba. Ella, por su parte, esperaba ansiosa que me empezara a mover mientras se acostumbraba sin moverse apenas a tenerlo dentro. Ninguno de los dos se atrevía a hablar pero ambos estábamos expectantes a que el otro diera el primer paso. Viendo que ella no se movía, con cuidado empecé moverme en su interior. La resistencia a mis maniobras se fue diluyendo entre gemidos. Poco a poco, me encontraba más suelto, más seguro de cómo actuar. Isabel volvía a ser la hembra excitada que ya conocía, sus caderas recibían mi castigo retorciéndose en busca de su placer mientras mis huevos chocaban contra ella.

― Más rápido― me pidió, frotándose con descaro su clítoris.

La postura no me permitía incrementar mi velocidad por lo que tuve que agarrarme de sus pechos para conseguirlo. De esa forma aceleré mis envites. Su conducto me ayudó relajándose.

― Más rápido― me volvió a exigir, al notar que la lujuria recorría su cuerpo.

Seguía sin sentirme cómodo. Soltándome de sus pechos, usé su pelo como si de unas riendas se tratara. Estaba domando a mi yegua y recordando el modo como me mostró le gustaba que la montara y que se volvía loca cuando le azuzaba mediante certeros golpes en su trasero, le grité cogiendo su melena con una sola mano y con la que me quedaba libre, azotando sus nalgas.: ―Vas a aprender lo que es galopar―

No se lo esperaba. Al recibir su castigo, mi montura rendida totalmente a mis órdenes, se desbocó, buscando desesperada llegar a su meta. Su cuerpo se arqueaba presionando mis testículos contra su piel, cada vez que se encajaba mi sexo en su agujero y se tensaba gozosa esperando el siguiente azote, para soltar un gemido al haberlo recibido. La secuencia estaba muy definida, pene, tensión, azote, gemido, solo tuve que variar el ritmo incrementándolo para conseguir que se derramara salvajemente, bañándome con su flujo. La excitación acumulada hizo que poco después explotara yo también, inundando con mi simiente su interior.

Caí agotado a su lado, con mi corazón latiendo a mil por hora. Tuve que esperar unos minutos para poder hablar. Pero cuando intenté hacerlo, no quiso escucharme y pidiéndome que me callara, me dijo:

― Gonzalo, si se enteran tus padres, me matan y no sé cuánto dure, pero nadie me ha dado tanto placer por eso te doy permiso a tomarme cuando desees.

― ¡Qué equivocada estás!― le repliqué, ―No necesito tu permiso, desde hoy te follaré donde y cuando me apetezca. Si no estás de acuerdo, ¡levántate! y ¡vete de mi cama!

Nunca le había hablado en ese tono, ofendida y con lágrimas en los ojos, salió de entre mis sabanas con dirección al pasillo, pero justo antes de cerrar la puerta, volvió corriendo y arrodillándose a mi lado, me pidió perdón. Acariciándole la cabeza, la tranquilicé y abriendo la cama para que volviera a acostarse conmigo, le expliqué:

― Aunque seas mi puta, sigues siendo mi maestra y espero que sigas así enseñándome.

Nada más acurrucarse a mi lado me preguntó:

― ¿Qué es lo que te gustaría probar?―

Soltando una carcajada, le respondí:

― ¡A dos mujeres!

Me miró divertida, como única respuesta, se introdujo mi pene en su boca asintiendo…

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Relato erótico: “LA FÁBRICA (14)” (POR MARTINA LEMMI)

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Sin título1

Al otro día del incidente en la planta, Evelyn me llamó a su oficina.  Estaba al tanto de lo ocurrido, lo cual me resultaba extraño considerando que prácticamente no se hablaba con Luis desde aquel día en que él decidiera despedirla por no haberse dejado nalguear en su oficina.  El sereno no parecía de demasiadas palabras pero tal vez algo habría contado en la planta y, aun de no ser así, estaba también la posibilidad de que el propio Luis lo hubiera comentado a alguien más: a Hugo, por ejemplo.
“Me… enteré de lo ocurrido ayer – me dijo Evelyn mostrando en su rostro un cierto pesar que, por una vez, no me pareció fingido -.  Quiero decirte que lo lamento profundamente y nunca pensé que algo así pudiera ocurrir.  Es cierto que fue un error tuyo quedarte en la planta fuera de hora y no largarte apenas sonó la chicharra pero también admito mi culpa en haberte asignado tareas en ese lugar; te repito: no pensé en las consecuencias.  En lo sucesivo sólo harás tareas de administración”
No sabía hasta qué punto creerle que no hubiera pensado en las consecuencias, pero sonaba totalmente sincera en su arrepentimiento. Con alivio, sonreí amablemente y asentí con la cabeza en señal de agradecimiento.  Quizás, después de todo, el incidente ocurrido sirviera para apaciguar conflictos y, con suerte y viento a favor, cabía la posibilidad de que la convivencia en el trabajo fuera a ser distinta de allí en más; de ser así, ya no tendría, en el mejor de los casos, que preocuparme por renunciar o por pasar con tanta premura a la esfera de Luis.  Pero, claro, todo ello eran sólo conjeturas demasiado tempranas y no había modo de prever cómo se darían las cosas en adelante: era, claro, un buen comienzo, o recomienzo.  
“Contamos con vos para este viernes a la noche, ¿no?” – me preguntó de sopetón; su rostro volvió a iluminarse súbitamente y hasta creí descubrirle de vuelta esos destellos de malicia por un momento ausentes… o bien podía ser sólo mi imaginación.
“¿V… viernes?” – pregunté, sin entender.
“Tu despedida, Sole – me sorprendió que no me llamara nadita; parecía que realmente intentara apaciguar -.  Este viernes… acá en la fábrica”
“¿Acá?” – pregunté, extrañada y señalando con un dedo índice al piso.
“Sí, ya está todo hablado y tanto Hugo como Luis estuvieron de acuerdo aunque, claro, la despedida es sólo para… nosotras, ja… o mejor dicho para nosotras y aquellos muchachos a los que vayamos a invitar, je”
Remató su risita guiñándome un ojo con cómplice picardía.  La situación, realmente, me superaba un poco pero, por otra parte, ella parecía sonar amable y yo debía corresponderle en consecuencia si realmente quería que nos comenzásemos a llevar bien.
“No… estaba al tanto” – dije, mintiendo en parte; la verdad era que sí había oído hablar de esa loca idea de Evelyn pero me sorprendía el hecho de que fuera a ser en sólo dos días y en la fábrica.
“Claro; seguramente Flori no te dijo nada porque la idea era guardar la sorpresa hasta el viernes”
Asentí nuevamente con la cabeza.  Estaba más que claro que después de lo ocurrido en la tarde anterior, Evelyn quería mostrarme sus mejores intenciones y, como tal, optó por dejar de mantener la supuesta sorpresa.
Instantes después, mientras iba desde la oficina de Evelyn hacia mi escritorio, me quedé pensando en el tipo de despedida que las chicas me estarían preparando; seguramente, y de acuerdo a lo que Evelyn misma había dejado entrever de modo casi casual, iría a ser la clásica reunión de mujeres con mucho alcohol, tal vez algún que otro porrito y un par de strippers de slip atigrado: nada que perteneciera a mi mundo o, al menos, a lo que era mi mundo antes de entrar en esa fábrica ya que ahora no podía ni sabía decir cuál era realmente.  Medio en broma y medio en serio, la reprendí a Floriana por no haberme comentado lo del viernes: se rio y me aclaró que la idea era, ese día, traerme engañada de alguna forma.  A pesar de que parecía aprobar el plan original, no la noté del todo entusiasmada y, por el contrario, parecía esforzarse por sonreír cuando hablaba de mi despedida, pero, claro, ella tampoco pertenecía a ese mundo y digamos que nunca se había caracterizado por ser una chica demasiado fiestera. 
Mi gran problema era qué decirle a Daniel y cómo lo tomaría; en otro contexto hubiera sido perfectamente normal que una chica a punto de casarse tuviese su despedida con su círculo de amigas, pero en este caso había varias cuestiones que hacían algo más turbio el asunto.   En primer lugar, ninguna de ellas era mi amiga a excepción de Floriana, con lo cual iba a sonarle a Daniel raro que, a tan poco de trabajar yo allí, mis compañeras de trabajo quisieran agasajarme de esa forma con vistas a mi cercano matrimonio.  En segundo lugar, la situación entre nosotros dos no era la mejor debido a ese distanciamiento casi involuntario que yo venía mostrando en los últimos días y que a Daniel tanto preocupaba: que en tal contexto yo fuera a tener mi despedida de soltera no parecía, desde ya, el mejor modo de calmar ánimos y provocar acercamientos.  Por último, él nada había mencionado acerca de que sus amigos le estuviesen preparando alguna despedida semejante, de lo cual yo interpretaba que, en caso de habérselo ellos propuesto, Daniel habría rechazado la idea para no generar en mí suspicacias que complicasen aun más la ya alicaída relación.
En efecto, mis cálculos no eran alocados: apenas le planteé, ya en al auto, lo de la despedida del viernes, su rostro se transfiguró por completo.  En un primer momento estalló en ira y, tal como yo preveía, no hizo más que refregarme el hecho de que él no iba a tener ninguna despedida, que se había negado a pesar de que se lo habían propuesto.  Yo le respondí que a mí no me molestaba que la tuviese y creo que eso lo puso más loco aun: había querido generarme culpa y celos pero no le había funcionado; bien podía estar suponiendo (y no se equivocaba del todo) que no me importaba lo que él hiciese.
Más o menos lo calmé: me puse cariñosa, me eché sobre su hombro y le hablé con tono infantil; le insistí en que las despedidas de solteras eran una forma de festejo totalmente normal y que, de hecho, todas mis amigas casadas habían tenido la suya sin que ocurriera en ella nada fuera de lo común.
“No, imagino – protestó, farfulló -, tan sólo alguna que otra verga grande como una tararira.  Además… tus amigas son una cosa; de estas otras no sé nada: se las ve con bastante aspecto de putitas” 
Estaba enloquecido y su discurso hasta era contradictorio pues alguna vez me había recriminado diciendo que la única que iba a la fábrica vestida provocativamente era yo; ahora resultaba ser que las demás chicas se veían como putitas.  No le remarqué su contradicción ni intenté seguir el debate;  opté por besarlo varias veces: eso lo sosegaba, aunque yo bien sabía que, si me comportaba de ese modo, era porque yo sí sentía culpa con respecto a esa despedida.  Culpa y además intriga, desde ya.  Y hasta cierto temor…
Al otro día me convocó Luis; lo hizo durante la hora del almuerzo ya que, en realidad, él no tenía condición jerárquica sobre mí y, como tal, no podía requerirme en horas de trabajo.  Me había extrañado que no quisiera hablar conmigo el día anterior ya que los hechos de la planta estaban lo suficientemente frescos como para que él quisiese indagar acerca de cómo estaba yo después de eso  o cómo me sentía ante lo ocurrido.  Seguramente dejó pasar un día para que la cosa se enfriase y yo estuviese algo más calmada.  Como no podía ser de otra forma, Tatiana estaba en su oficina, echado su trasero sobre una punta del escritorio y pendiendo a un lado sus esculturales piernas: ya prácticamente era parte del personal estable de la fábrica aun cuando no tuviera cargo ni función allí dentro.  De hecho, nunca la veía hacer nada que no fuera mirarse las uñas o “atenderlo” a Luis; mis temores acerca de que él estuviese pensando en darle ese cargo administrativo parecían ser bastante infundados.
“¿Cómo está, Soledad? ¿Se siente mejor?” – me preguntó Luis.
“Sí – respondí -; fue… muy duro pero ya estoy mucho mejor”
“Cumplo en informarle que ese despreciable sujeto ya presentó su renuncia”
La noticia me alegró pero a la vez me sorprendió; yo no había dado tan por seguro que el tipo fuese a renunciar como sí lo había hecho, en su momento, Luis.
“Qué… buena noticia – dije -; me… alegra saber eso”
“A nosotros también; es una escoria menos”
Me quedé cavilando un momento sobre sus palabras: había dicho “nosotros”, de lo cual cabía inferir que Hugo sí estaba al tanto de lo ocurrido y que, muy probablemente, hubieran llegado a una decisión consensuada al respecto.
“¿Sigue con esa idea de ir a la justicia? – me preguntó Luis, de sopetón y tomándome desprevenida con su pregunta -.  Sepa que está en su pleno derecho si es lo que quiere hacer”
“N… no – balbuceé, con una leve sonrisa -; creo, s… señor Luis, que usted manejó esto más que bien y eso queda suficientemente probado con que él haya renunciado.  No… me parece que haga falta ir más allá y, como usted dijo, quizás sea una causa difícil de ganar”
“Se hace todo más difícil cuando no llega a haber eyaculación” – apostilló Tatiana en lo que fue su primer comentario, el cual me hizo sonrojar.
Luis, por su parte, asintió, conforme, mientras apoyaba el mentón sobre sus manos entrelazadas.
“¿A qué hora sale, Soledad?” – me preguntó súbitamente.
Lo miré confundida.
“Es decir… – especificó él -, lo que le estoy preguntando, Soledad, es: ¿se retira a las cinco en punto o se queda haciendo horas extra?”
“No – respondí, algo nerviosa -; no me quedo.  A las cinco me voy”
“Es entendible – enfatizó él -, sobre todo después de lo sucedido el otro día, pero no se ponga paranoica, Soledad; no es que algo como eso vaya a pasar siempre y, de hecho, nunca habíamos tenido un caso así de grave en la fábrica”
“No, no es eso.  Es más: ya Evelyn misma me sacó de planta – noté una cierta expresión de sorpresa en su rostro cuando dije eso; era obvio que no estaba al tanto -; es que… simplemente me marcho a horario.  En unos días más voy a casarme, las chicas me hacen una despedida el viernes y…”
“Y necesita hacer buena letra ante su novio” – dijo Luis, adelantándose a mis palabras.
“Sí – dije, con una leve sonrisa -: es eso”
Tatiana dejó escapar una risita.
“Está bien – concedió Luis -.  Es una lástima pero la entiendo perfectamente, Soledad”
Fruncí el ceño; no terminaba de entender lo que me decía o por qué era una “lástima” que yo me retirase a horario.  Luis notó mi incertidumbre al respecto y, al parecer, se sintió en la obligación de explicar aunque, por otra parte, también estaba claro que se salía de la vaina por hacerlo.
“Con Tatiana queríamos invitarla a pasar un rato por la oficina – expuso -; mi pregunta acerca de si se quedaba después de hora apuntaba a que, no siendo su jefe, no puedo obviamente pedirle que venga en horas de trabajo”
Eché un vistazo a la rubia beldad, quien me dedicó una de sus sensuales sonrisas que sólo invitaban a la lujuria.  Luego miré a Luis… y de nuevo a Tatiana; automáticamente acudieron a mi mente las imágenes de aquellas escenas en el toilette cuando ella me había puesto a mil al asearme las nalgas y besarme en la oreja.  Sin poder contenerme, comencé a temblar; no podía entenderlo, pero me invadían unas ganas incontenibles de querer revivir esa sensación.  Saltaba a la vista que tanto ella como Luis estaban algo decepcionados de saber que yo no me quedaría después de las cinco, pero no sabría decir si estaban más decepcionados que yo.  Y ya no se trataba sólo de querer congraciarme con Luis a los efectos de mi posible incorporación a su empresa: era sólo que… ¡Dios, quería estar con esa mujer ya!
“Ahora… estoy en el receso – dije, sin poder detener el temblor de mis piernas, aunque haciendo grandes (y probablemente inútiles) esfuerzos por sonar tranquila -; puedo quedarme un rato más”
Luis abrió grandes los ojos y frunció la boca; Tatiana amplió aún más su sonrisa.
“¿Y su almuerzo?” – me preguntó él.
Sacudí la cabeza.  Sonreí.
“No tengo hambre”
Se produjo un momento de silencio que me provocó aun más nervios.  Tatiana se soltó el rodete del pelo y sacudió un poco la cabeza de tal modo que su larga y rubia cabellera cayó en una cascada de sensualidad sobre su pecho.  No puedo describir lo que subyacía en esa mirada que me clavaba; sólo sé que, en algún momento… sentí que me mojaba. 
De un salto, se bajó del escritorio y caminó hacia mí.  Me llevaba sólo algunos centímetros de estatura pero, aun así,  su presencia era tan imponente que una parte de mí quería retroceder o bien simplemente echar a correr de allí, pero otra parte (otra de las Soledades que luchaban dentro de mí) mantenía mis tacos clavados al piso.  Tatiana se detuvo ante mí; apartó ligeramente sus cabellos hacia un costado y acercó su rostro al mío: cuando se halló a tiro de mi boca, sacó su roja lengua por entre sus labios y aplicó un rápido lengüetazo sobre los míos.  Ahora sí estaba yo segura de estarme mojando.
“Yo sí tengo hambre” – me dijo ella, con una voz que sonó terriblemente fría y átona pero que, paradójicamente, incitaba al más perverso y lésbico deseo.
Deslizó sus manos en torno a mi talle y luego fue ascendiendo: me recorrió las costillas para luego posarlas sobre mis pechos; casi de inmediato comenzó a masajearlos por encima de mi blusa describiendo círculos que fueron estrechándose cada vez más en torno a mis pezones.  Ya el deseo me consumía por completo e impregnaba todo mi cuerpo al punto de sentir el sudor correrme por frente y espalda.  Era como si aquella mujer lograra humedecer todo aquello que tocaba o a lo que simplemente se acercaba.  Uno a uno fue separando los botones de mi blusa sin que yo pudiera hacer nada al respecto y la verdad era que tampoco quería hacerlo; me sentía inmovilizada de la cabeza a los pies, pero esa inmovilidad era en parte involuntaria y en parte buscada: era entrega.
Abrió mi blusa dejando a la vista mi sostén, el cual tomó por la parte inferior e izó hasta ubicármelo por encima de mis tetas, que quedaron al aire.  A través de mis apenas entreabiertos los ojos la vi dirigiéndome otra de sus miradas caníbales para, a continuación, zambullir su cabeza entre mis senos; al principio hizo como si trazase con su lengua un surco por entre medio de ambos: hacia arriba, hacia abajo, hacia arriba, hacia abajo…  Ya para esa altura se me hizo imposible mantener los ojos abiertos, así que, en un acto de entrega más, los cerré y dejé caer mi cabeza hacia atrás como si se me venciese la nuca.  Ella pasó entonces a recorrer cada pulgada de mis pechos, primero uno, luego el otro, con una lascivia que tanto podía ser digna de un demonio como de un ángel: Tatiana era, de hecho, un poco de ambos.  Trazó luego con su lengua círculos alrededor de mis pezones, los cuales se pusieron tan rígidos como mis piernas, que no temblaban sino que estaban como estaqueadas al piso: el temblor, ahora, me iba más bien por dentro.  Succionó primero mi pezón izquierdo y luego hizo lo propio con el derecho; sabedora de que mi calentura no tenía ya freno, me introdujo una mano bajo de la falda y la deslizó por debajo de la tanga hasta encontrar mi sexo.  Me masajeó de tal modo de incrementar mil veces la loca excitación que, ya de por sí, me embriagaba, tras lo cual introdujo un dedo en mi raja y jugueteó dentro del mismo modo que si estuviera cometiendo un pagano acto de profanación.  Se notaba que lo disfrutaba… y yo también.
Llevó su otra mano sobre mi espalda y la deslizó hacia abajo hasta atrapar e izar el borde de mi falda; luego la condujo por debajo de mi ropa interior pero desde atrás, recorriendo con uno de sus dedos la zanjita entre mis nalgas.  Así, toqueteada desde adelante y desde atrás, me sentí como si mis pies perdieran contacto con el suelo y mi cuerpo se elevara hacia el techo de la oficina.  Mis gemidos, en tanto se iban haciendo cada vez más acelerados e incontrolables, del mismo modo que mi respiración cada vez más agitada.
De pronto ella quitó sus manos de mi cuerpo; de todo lo que me venía haciendo, fue éste el primer acto en el que mostró cierta brusquedad y no la delicadeza que hasta el momento le caracterizaba cada movimiento; aun así,  no perdió un ápice de sensualidad: fue un acto, si se quiere, más animal, pero sensual al fin. 
La miré.  Ella tenía sus ojos clavados en los míos y pude notar que su respiración también se estaba acelerando; incluso (era mi imaginación, por supuesto, pero así lo sentía) me parecía escuchar los latidos de su corazón dentro de su generoso pecho.  Sin dejar de mirarme ni por un segundo, fue soltando con una sola mano los botones de su propia blusa y me fue imposible no bajar la vista ante el maravilloso espectáculo de sus magníficos senos.  Se soltó el sostén y puedo asegurar que su busto quedó en donde estaba sin bajar un solo centímetro.  ¿Tetas operadas?  No parecía; y si así era, al diablo: ¿qué importaba ante tan perfecta visión?  Yo sólo tenía ganas de sumergirme allí…
Creo que ella también lo entendió así, pues llevó una mano a mi nuca y, empujándome la cabeza suavemente de tal modo de llevarme hacia ella, hizo entrar mi rostro entre sus pechos y así me vi, súbitamente, sumergida entre sus preciosas redondeces sin resistencia alguna.  Como si fuera un bebé lactante, sólo quería atrapar uno de sus pezones entre mis labios y mis dientes para succionárselo hasta dejarla vacía… Ella se dio perfecta cuenta de eso pues, siempre guiándome por la nuca, llevó mi boca hasta su pezón derecho haciendo que el mismo entrara completo en ella.  Como no podía ser de otra forma, chupé… y chupé… y chupé.  No sé durante cuánto tiempo lo hice pero fue la voz de Luis la que nos arrancó a ambas del éxtasis lésbico:
“Muy bien, muchachas – dijo, en tono aprobatorio y aplaudiendo al aire -; lo están haciendo maravillosamente bien.  Ahora: ¿me van a ayudar con esto?”
Lentamente y casi al mismo tiempo, ambas giramos nuestras cabezas hacia él y nos encontramos con que Luis seguía en su silla, pero la había hecho rodar un metro más atrás del escritorio a los efectos de que viéramos bien que tenia los pantalones bajos hasta los tobillos y que nos estaba mostrando una verga tan enhiesta como una lanza…
Era lo de Luis, claro, excitarse viendo a dos muchachas tocarse.  Fue en ese momento cuando alguna duda me restalló en el cerebro y no pude evitar preguntarme qué estaba haciendo ahí.  ¿Hasta qué punto tenía que seguir complaciéndole sus perversos deseos?  Después de todo, no había garantía alguna de que él me fuera a emplear en el futuro y, aun si tal cosa estuviera en sus planes, los últimos cambios en mi relación con Evelyn hacían tal vez inútil de mi parte seguir buscando eso.  Sin embargo una cosa era cierta: Luis me había salvado dos días atrás de una inminente violación y, en algún punto, me sentía en deuda con él.  Nos intercambiamos con Tatiana una lasciva mirada y luego, una por cada lado del escritorio, fuimos en busca de Luis…
Una vez que estuvimos junto a su silla, Tatiana fue, de las dos, la primera en clavar su rodilla en el piso y, desde la derecha, atacar la verga de Luis, a la que comenzó a lamer en un movimiento ascendente desde la base hasta el glande, que repitió varias veces.  Luego de un breve momento de vacilación yo hice lo propio: arrodillándome por la izquierda, busqué con mi lengua el miembro erecto y, al hacerlo, mi temperatura erótica volvió a subir ya que ello me puso también a tiro de la lengua de Tatiana.  Así, mientras ambas recorríamos el tronco y nos deteníamos, como chiquillas golosas, a jugar con el glande, también nos entrechocábamos cada tanto y ello ponía el calor del momento a temperaturas de delirio.  Luis comenzó a jadear y yo, directamente, ya ni sabía en dónde estaba ni qué era lo que tenía en mi boca: por momentos era el miembro de Luis, por momentos era la lengua de Tatiana.  Los jadeos de él se confundieron con los nuestros mientras ella, cruzando una mano por debajo de las piernas de Luis, tomaba una de las mías y la llevaba hacia los testículos para que los masajease.  La escena era una locura en todo sentido: impensada tiempo atrás, pero de un nivel de excitación en el que jamás podría haber imaginado verme envuelta.
Los jadeos de Luis ganando en volumen y era obvio que los tres sabíamos que su orgasmo estaba próximo: cuando finalmente llegó, lo hizo en un blanco géiser que salpicó nuestros rostros y el propio Luis, de hecho, se dedicó a bañarnos con su semental erupción haciendo flamear su pene alternadamente a derecha e izquierda.  Entreabriendo los ojos, pude ver cómo Tatiana se relamía sacando su lengua por entre los labios para barrer cualquier vestigio de semen que se encontrara más o menos cerca de su boca.  Me calentó tanto que yo hice lo mismo y, apenas un instante después, sentí cómo algo húmedo se posaba sobre mis mejillas y pude comprobar que se trataba de la lengua de Tatiana, que estaba lamiendo y tragando los vestigios de semen que pudiera haber sobre mi rostro.  Sin dudarlo, comencé a hacer lo propio con los que se hallaban sobre el suyo.  La calentura  nos llevaba, para esa altura, en un río que parecía no tener fin o, quizás mejor dicho, en un remolino en el cual nos hundíamos irremisiblemente pero con intenso e indescriptible placer…
Una vez que Tatiana hubo “limpiado” mi rostro, se dedicó a recoger y sorber con su lengua cada gota de semen que se hallaba sobre una de las piernas de Luis: más que gotas eran, en algunos casos, charcos de lechosa viscosidad.  Yo ya estaba plenamente decidida a seguir a Tatiana en cualquier cosa que hiciese y, por lo tanto, comencé a hacer lo mismo con la otra pierna, pero tanto ella como yo parecíamos habernos vuelto insaciables: de hecho, en algún momento decidí invadir la pierna que ella “limpiaba” y, en ese momento, nos debimos haber visto como dos perras peleando por su alimento.  Alcancé a oír la risita de Luis, seguramente complacido sobremanera ante tal escena: nos acarició la cabeza a ambas y, a la vez, nos la empujó de tal forma de sumergirnos aun más en los charcos de semen que poblaban sus piernas.  Luego ambas fuimos en busca de sus testículos y allí terminamos nuestro trabajo; los jadeos de Luis evidenciaron que se estaba excitando otra vez y mucho más lo hizo su verga, de la cual pude yo sentir, al roce contra mi rostro, cómo se erguía nuevamente.
Una vez que hubimos terminado con nuestra labor y ya no quedó gota de semen por sorber, ambas levantamos casi al mismo tiempo la vista hacia Luis.  Él nos acarició las cabezas cariñosamente (reafirmando así la imagen de perritas que antes mencioné) y luego, tomándonos suavemente por los cabellos, nos hizo poner de pie.  Quedamos una a cada flanco de él, quien seguía sentado.  Apuntando un dedo índice hacia el piso, trazó en el aire un círculo en una clara señal de que nos giráramos para ofrecerle nuestras espaldas. 
Nuevamente nos miramos con Tatiana.  Yo estaba muy nerviosa al no saber lo que se venía pero su sonrisa me tranquilizó: ella parecía decidida a seguir cabalgando el remolino hasta el final sin prejuicio ni límite alguno y su osadía me servía de guía.  Yo no sabía por qué, pero siguiéndola a ella me sentía segura.  Ambas nos giramos y, de inmediato, Luis nos enterró, a cada una, una mano por entre las piernas hasta ubicarla sobre nuestros respectivos sexos.  Comenzó un movimiento de masajeo que nos arrancó a cada una un profundo jadeo que, por lo menos en mi caso, alcanzó rápidamente carácter de grito.  Él deslizó un dedo dentro de mi vagina y, al oír el profundo gemido que salió de la garganta de Tatiana, intuí que debía estar haciéndole lo mismo a ella.  Luego perdí noción de todo: me di cuenta, sí, de que cada vez introducía más dedos, pero nunca llegué a saber si fueron dos, tres, cuatro  o cinco… Sólo sabía que los fluidos me corrían por dentro en un torrente que arrastraba toda la libido que en mí estaba contenida luego de tanta alocada excitación.  Los jadeos de Tatiana se fueron incrementando y el saberla gozando me excitó aún más.  Luis siguió haciendo su trabajo y lo cierto era que nos estaba llevando al mismísimo cielo… o al infierno… y sí que sabía cómo hacerlo.  Tatiana jadeaba y yo también lo hacía; daba la impresión de que Luis hundía sus dedos en una y en otra de manera alternada ya que nuestros jadeos se intercalaban casi a contrarritmo: era como si cada una respondiera a la otra.  Y la explosión finalmente llegó…
Nuestros gemidos se confundieron y nuestros gritos fueron poblando la oficina sin que nos importara en absoluto que era la hora del almuerzo y que la fábrica estaba llena de gente que bien podía estarnos oyendo.  No importaba…  Lo único importante era que Tatiana y yo estábamos explotando juntas, al unísono, como una sola.  Cuando los jugos me empaparon las piernas, no necesité girarme y ver para saber que lo mismo debía estar ocurriendo con ella.
Como si con todo ello no fuera ya suficiente, Luis se inclinó hasta llegar con su rostro a mis tobillos y, una vez allí, sacó su lengua para dedicarse a lamer mis fluidos a lo largo de las piernas: mi excitación se intensificó nuevamente… y en el preciso momento en que se suponía que debía empezar a decrecer.  Un momento después Luis hacía lo mismo con las piernas de Tatiana y no pude evitar girarme para verlo… Y me toqué.  Yo estaba nuevamente a punto de estallar y la verga de Luis estaba otra vez horizontal.
Era tanta mi calentura que me sorprendí a mí misma diciéndome que necesitaba ese miembro, que necesitaba evacuar de algún modo el deseo animal que me socarraba por dentro.  Y me daba cuenta que Tatiana estaba en un estado parecido.  Cuando Luis terminó de lamerle las piernas, echó sus espaldas contra el respaldo de la silla y adoptó una posición relajada aun cuando su erecto miembro parecía decir lo contrario.  Nos miró de manera alternada: primero a una, luego a la otra y así sucesivamente.  Los ojos le brillaban como si un plan perverso estuviera tomando forma en su mente y fuera a aflorar de un momento a otro a través de sus labios.  Llevó la mano a uno de sus bolsillos y cuando la sacó del mismo, sostenía entre sus dedos una moneda.
“Sólo puedo coger a una de las dos – dijo, enseñándonos la moneda en alto -, así que elijan: cara o cruz”
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(
martinalemmi@hotmail.com.ar)

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