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Relato erótico: “Enemigo público V” (POR ALEX BLAME)

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Nunca en su vida Cat se había puesto a fumar antes de desayunar pero se despertó tan ansiosa que su primer movimiento al sonar el despertador fue acercar la mano al paquete de tabaco. Sólo después de dar dos intensas caladas se serenó lo suficiente para darse cuenta que el despertador seguía aullando. Lo apagó y se dirigió al baño para darse una ducha.
La determinación de los primeros días se había ido esfumando y las noches se llenaban  de pesadillas violentas y lujuriosas.
Al  final, el día que tanto ansiaba y temía había llegado. Desnuda delante del espejo notaba como todo su cuerpo hormigueaba y bullía de una excitación que ni siquiera la nicotina había conseguido calmar. Se acercó al armario y se miró al espejo que cubría uno de sus paneles.  Allí parada y desnuda ante el espejo se rindió y se preparó para un nuevo encuentro con Mario.
Con el cuerpo aun tibio por la ducha eligió un conjunto de ropa interior con medias a juego que había comprado carísimo y que aún no había estrenado. El día prometía ser tórrido así que se decantó por una minifalda negra que  llegaba justo por debajo  del elástico de las medias y una blusa de seda blanca y translúcida que se cerraba por detrás. Satisfecha se miró una vez más al espejo y tras maquillarse, hacerse un apretado moño con su pelo y ponerse una gabardina y los zapatos de tacón negros salió suspirando a la calle.
Cuando entró en el Alfa notó como le temblaban las manos al introducir la llave en el contacto. Se había entretenido demasiado preparándose, así que excitada por la prisa y por el inminente reencuentro, se deslizó entre el tráfico velozmente esquivando coches y camionetas de reparto, adelantando por la derecha e incluso saltándose un par de semáforos.
Aún así llego diez minutos tarde. Cuando pasó el control de la entrada ya había un funcionario esperándola.
-Hola Caterina, hoy llegas un poco tarde. –dijo el funcionario a modo de saludo.
-Hola Melecio, me dormí y el tráfico está fatal. ¿Está Mario esperando ya? –preguntó intentando que no le temblara la voz.
-Sí, pero antes tienes que pasar un momento por el despacho del alcaide, quiere verte por no sé qué asunto urgente.
-Dios –pensó Cat tragando saliva mientras seguía en silencio al guardia hasta el despacho del alcaide.
A medida que se acercaba la angustia le atenazaba y no podía imaginar otra razón para ir allí que no fuese su sesión de sexo ilícito. Intentó preparar un discurso de disculpa y un modo de despedirse de aquel trabajo con dignidad pero su mente era un revoltijo y lo único en lo que podía pensar era en que ya no podría volver a abrazar el cuerpo desnudo  de Mario.
Melecio abrió la puerta del despacho del alcaide sin ceremonias y le franqueó el paso.
-Hola Cat,  –dijo el alcaide saliendo de detrás del escritorio y dándole la mano. – adelante quítate la gabardina y siéntate por favor.
Cat se sentó pero no se atrevió a quitarse la gabardina enseñando su atrevida indumentaria y  dio una excusa imprecisa para dejarla puesta mientras se sentaba. Ante ella, con su impecable traje de raya diplomática y sus gafas redondas en la mano, el alcaide la miraba con algo más que curiosidad.
-Te preguntaras por qué estás aquí –comenzó el alcaide mientras echaba una fugaz mirada a Cat en el momento en que ésta cruzaba las piernas y estiraba su gabardina. –Bien, ¿Ves ese montón de expedientes en mi mesa? Son los candidatos que se han presentado para tu puesto.   Entre ellos hay muchos con mejor currículo y otros tantos con insistentes recomendaciones, hasta he recibido la llamada de un secretario de estado, pero te he elegido a ti.
-No entiendo…
-¡Oh! Es muy sencillo. –le interrumpió posando sus gordezuelas manos en los hombros de Cat.

-Eres una mujer muy hermosa –continuó el alcaide acariciando la mandíbula de Cat haciéndola recurrir a toda su fuerza de voluntad para no crispar todo su cuerpo ante el contacto. –y eso no abunda por aquí. Yo soy de la opinión de que en una población de setecientos reclusos salidos,  esto puede llegar a ser muy útil. Precisamente he estado pensando estos días en uno de tus pacientes ese tal Frías.

-Si Mario Frías, un tipo de cuidado. –intervino Cat intentando fingir desapego y profesionalidad. –pero si lo que quiere es saber algo de lo que hablamos en las sesiones, sabe de sobra que está amparado por el secreto profesional.
-Mmm, sí, eso  es un pequeño inconveniente, pero deje que le explique y luego podemos volver a lo del secreto profesional. Supongo que ya habrá leído su expediente,  así que no hace falta que le recuerde que ese hombre atracó un banco con extrema violencia. Lo que no conoce son las circunstancias de la detención. Ese hombre acompañado de dos cómplices, uno de ellos una mujer entraron en el Barclays y después de reducir a los guardias  se dirigieron directamente al despacho del director y le arrebataron la llave de la sala de las cajas de seguridad. Una vez allí ignorando un montón de dinero en efectivo abrieron solamente tres cajas y se llevaron todo su contenido. En tres minutos estaban fuera, se largaron en un RS3 robado y no le hubiésemos pillado si no se hubiese demorado a la hora de cambiar de coche. Según parece fueron al polígono industrial donde tenían escondido el segundo coche pero éste no arrancó, así que Mario optó por dejar a sus compinches en distintos puntos del barrio e ir a deshacerse del coche a otro lugar. Entonces fue cuando tuvo el accidente, nadie resultó herido pero tres personas le vieron la cara, con lo que sabiendo que tarde o temprano iba a ser identificado, abandonó  el coche y escondió el botín.
-Un día después fue detenido, se le sometió a un escrupuloso interrogatorio, se registró su apartamento y se interrogó a todos sus familiares y conocidos pero no se consiguió dar ni con sus cómplices ni con el botín.  Nadie sabe lo que había en las cajas de seguridad pero la aseguradora ofrece casi dos millones de recompensa por su contenido y ahí es dónde entras tú. Estaría dispuesto a ofrecerte, digamos, el treinta por ciento de esa recompensa por tu colaboración.
Fingiendo meditarlo, Cat se tomó su tiempo para contestar.  Cambió de postura descruzando las piernas para ganar un poco más de tiempo y tras lanzar una mirada valorativa al alcaide dijo:
-El cincuenta.
-Imposible, el plan es mío y estoy asumiendo muchos riesgos.
-No tanto como los que yo voy a tomar. Tú puedes acabar despedido pero yo voy a la cárcel de cabeza, además el setenta por ciento de cero es cero, bastante menos que el cincuenta por ciento de dos millones.
-Está bien –replicó el alcaide mortificado –pero quiero resultados rápido. Haz lo que haga falta, si necesitas algo…
-De momento no necesito nada –dijo Cat evasivamente
– ¿En qué piensas?
-En que esto va a llevar su tiempo. Ese hombre es astuto, obstinado y extremadamente violento. Debemos hacerlo con cautela. Si se huele algo incluso podría correr peligro. Si se me ocurre algo ya te llamaré.
-Muy bien pero el tiempo no nos sobra,  no lo desperdicies. –dijo el hombre intentando ocultar sin éxito el brillo de avaricia de sus ojos tras los redondos cristales de sus gafas. –Hay mucha gente detrás de esa recompensa.
Cuando Cat entró en su despacho, Mario ya estaba cómodamente repantigado en el tresillo con los ojos cerrados pero indudablemente alerta. Sin hacer caso de su taconeo el hombre siguió tumbado con sus manos encadenadas reposando en su regazo.
-¿Estás cómodo? –preguntó Cat mientras se sentaba al otro lado del escritorio.
-Llegas tarde –respondió Mario lacónico.
-Tuve una reunión con el alcaide. –dijo Cat ligeramente irritada por la actitud del hombre.
-Ajá, -dijo Mario incorporándose. –Me imagino de que habrás hablado con ese viejo verde.  ¿Te gusta la sensación de  esas manos gordezuelas sobre tu cuerpo? Por lo que me han dicho tiene especial fijación por los pezones y tú los tienes muy bonitos…
Cat no respondió ante la provocación y cogió el expediente de Mario que por lo visto no paraba de crecer. En él se incluía un nuevo y detallado informe sobre la pelea en el patio hacía dos días.
-Tú también has estado entretenido por lo que veo –dijo Cat  hojeando el informe para aparentar una calma que no sentía.
-¿De veras quieres hablar de eso? –replicó Mario levantándose y acercándose a Cat. –Si quieres podemos matar el tiempo que tenemos hablando sobre mi infancia. Sobre cómo me violaba mi abuelito y como eso llevo a un niño inocente a convertirse en un delincuente sin escrúpulos o…
Sin terminar la frase agarró a Cat por la gabardina y levantándola la beso con intensidad.  Cat intento separarse para respirar pero Mario tenía aprisionada su cabeza entre sus manos. Notó como Mario le quitaba las horquillas que mantenían su moño sin dejar de explorar su boca provocando una avalancha de pelo rubio por su espalda.
Cat se separó y se quitó la gabardina tirándola sobre la silla, Mario se quedó parado  admirándola y haciendo sonar las cadenas de sus esposas.
El tiempo inactivo no había mermado sus capacidades y en cuestión de medio minuto las horquillas de Cat le sirvieron para abrir las esposas.  Sin darle tiempo a que  la joven se apercibiera, Mario se acercó y la besó de nuevo, todavía con las esposas puestas pero no cerradas. Con un movimiento rápido se sacó las esposas y tirando de las muñecas de Cat la esposo con las manos  a la espalda.
-¿Qué haces? –Preguntó Cat de nuevo sorprendida por aquel hombre. –¡Quítame esto ahora mismo!
-Tranquila sólo te estoy proporcionando una valiosa experiencia. –Dijo Mario con una mueca de diversión –Quiero que experimentes lo que se siente ante la privación de libertad.
Cat intentó decir algo pero Mario le tapó la boca:
-Uno de las primeras consecuencias es que no siempre puedes decir lo que deseas.
-Tampoco puedes defenderte –continuó Mario agarrando a Cat por el pelo y obligándola a arrodillarse.
Humillada Cat permaneció arrodillada en silencio mientras observaba como Mario se desnudaba. Un gran cardenal adornaba el centro de su pecho  recordándole la violencia de que era capaz aquel hombre. Sin saber por qué le vino a la memoria un artículo de un viejo libro de la biblioteca de la facultad en la que se asociaba la asimetría de los rostros con la brutalidad de los asesinos.
-En la vida pocas veces tienes lo que quieres, en la cárcel conseguir una sola cosa es la excepción que confirma la regla. Hasta la más pequeña minucia que en una vida normal no apreciarías aquí se convierte en un privilegio. –dijo Mario mientras terminaba de quitarse toda la ropa.
Cat vio cómo su pene casi totalmente erecto se balanceaba mientras Mario se acercaba a ella. Arrodillada y con las manos a la espalda no pudo evitar que Mario le agarrase de nuevo del pelo y le metiese la polla en la boca sin contemplaciones. Sin sus manos para controlar la profundidad de su penetración. Notó como la polla de Mario se alojaba en el fondo de su garganta y crecía de tamaño hasta sofocarla.
-Lo primero que notas cuando te privan de la libertad es lo poco que la valoras cuando disfrutas de ella, y cuando te la quitan es como si te faltase el aire. ¿No crees? –dijo Mario mientras retiraba un poco su pene para permitirla respirar.
Cat, medio ahogada tosió y escupió sin decir nada, únicamente concentrada en respirar. A pesar de todo el maltrato y lo incómodo de su situación, todo su cuerpo hervía de deseo por aquel hombre. Aún jadeante acerco su cara al miembro cárdeno y palpitante de Mario y lo acarició suavemente con la lengua recorriendo y chupando lentamente toda su longitud hasta llegar al escroto.
Mario se dejó hacer cerrando los ojos para concentrarse en el placer profundo y primario que le proporcionaba Cat al chupar sus testículos. Poco a poco volvió a la realidad y cogiendo su pelo lo utilizó para obligarla a ponerse de pie.
El dolor de su cuero cabelludo al levantarse utilizando el pelo como único puto de apoyo le hizo soltar a Cat un gritito ahogado. Una vez en pie Mario empujo su cuerpo indefenso hasta topar con el escritorio.
-Otra cosa que experimentas casi desde el primer momento es que la fuerza es la que gobierna todo tu mundo.
Cat indefensa como estaba con la mano de él pegándole el rostro contra la brillante superficie del escritorio no hubiese podido evitar que Mario hiciese lo que le viniese en gana aunque hubiese querido. Inmovilizada y con el culo al aire  no pudo evitar que Mario le separase las piernas con varios cachetes en la sensible piel del interior de sus muslos y acariciase rudamente e exterior de su sexo estremeciéndola de placer. Cat  agito el culo  y gimió excitada intentando incitar a Mario a follarla.
Ignorándola pero sin soltarla, Mario le acaricio la vulva y el ano sin poder apartar la mirada de sus piernas torneadas enfundadas en las finas medias, y  con los muslos rojos por sus azotes. Incapaz de resistirse pellizcó y mordió su culo con fuerza arrancándole gritos de dolor y excitación.
Cuando Mario la penetró finalmente, todo su cuerpo se estremeció. Su polla dura y caliente resbalaba en su interior excitando todas sus terminaciones nerviosas y provocándole una avalancha de sensaciones que apenas podía abarcar.  No se movía, no pensaba, sólo se dejaba llevar  y gemía al ritmo de las embestidas de Mario incapaz de contener su placer.
Mientras Cat se abandonaba al placer Mario tiro de su pelo  y con un empujón calculado, la estrello contra la pared. Con satisfacción vio como Cat trastabillando e incapaz de parar su caída impacto contra la pared con el pecho perdiendo el aliento.
-Otra cosa que crispa los nervios a una persona cautiva son los registros. –dijo Mario mientras aprovechaba la sorpresa de Cat para arrancarle los botones de la blusa y desabrocharle el sujetador.– Suelen ser sorpresivos y violentos. No sólo tienen el objetivo de detectar objetos o substancias ilícitas también son un eficaz medio de coerción y humillación.
Las manos de Mario la abrazaban por dentro de la blusa amasando sus pechos, acariciando y pellizcando sus pezones. En ese momento Mario  cogió su polla y con un empujón seco  la introdujo en el culo de Cat.
Cat grito de dolor e intentó apartarse pero Mario la aprisiono con su cuerpo contra la pared inmovilizándola con lo que Cat sólo podía hacer leves intentos con las manos que tenía inmovilizadas a su espalda.
Cat, con todos los músculos contraídos por el dolor intento relajarse y respirar con normalidad para mitigarlo. Poco a poco su ano fue adaptándose al miembro de Mario y el dolor se hizo soportable. Antes de empezar a moverse en su interior Mario comenzó a acariciar su sexo con habilidad inflamándola. Sin darse cuenta fue ella la que empezó a moverse acompañando las caricias de Mario. Pronto comenzó a sentir un contraste delicioso. Por detrás el dolor que le producía el pene de Mario abriéndose paso por sus entrañas, por delante sus manos acariciándola, encendiéndola y excitándola, por detrás el calor y la suavidad firme del cuerpo de Mario, por delante   la dureza fría y húmeda de la pared de la oficina.
Esta vez con más delicadeza Mario comenzó a empujar dentro de Cat. Su culo virgen rodeaba y apretaba su miembro con fuerza haciéndole gemir. Cogiéndole de los brazos la separo de la pared y siguió penetrándola cada vez con más fuerza. Cat  emitía leves quejidos y contraía los músculos de  las piernas intentando instintivamente mantener el  equilibrio. Sin dejar de penetrarla finalmente le quito las esposas.
Cat se separó  de  él inmediatamente y sin dejar de frotarse las muñecas maltratadas se volvió  y le escupió. Le escocia el culo pero ya no podía parar. Le quería otra vez en su interior pero se tomó su tiempo.
-¿A qué adivino que es lo peor? –dijo ella dándole la espalda y quitándose la falda y las bragas. –Lo peor es la espera, cuanto menos tiempo queda más lento se arrastra el tiempo y más locuras se te pasan por la cabeza. Ahora te quedan más de diez años y no lo piensas –dijo acercándose a él de nuevo y acariciando y observando a su antojo el cuerpo desnudo de Mario.
Haciéndole una seña con la mano para que se sentase se sacó el sujetador quedándose desnuda delante de él salvo por la tenue blusa y empezó a masturbarse. Se acercó a Mario y dándole la espalda se inclinó para que  pudiese ver su sexo dolorosamente excitado justo antes de que volviese a meter el pene en su culo. El dolor había quedado ya muy atrás y Cat subía y bajaba con fuerza sintiendo oleadas de placer cada vez más intenso.
Finalmente Cat se corrió pero Mario, incansable, siguió acariciándole su sexo abierto hasta que Cat con un segundo orgasmo noto como su coño se inundaba  y expulsaba un chorro de líquido al exterior.
Cat se levantó, sus pierna brillaban  y su blusa se pegaba a sus pechos como en un concurso de camisetas mojadas. Adivinando sus deseos, Cat le acerco los pechos  y le dejo chupar los pezones. Después del segundo orgasmo había quedado satisfecha y sólo quería que el disfrutase. Se agachó y sin dejar de mirarle con esos ojos profundos y avellanados metió su polla bajo la blusa y la introdujo entre sus pechos tibios y suaves. Ayudándose con sus manos los apretó contra la polla  de Mario dejando que el la deslizase entre ellos hasta que Mario empezó a dar señales de que no iba  aguantar mucho más.
Cat volvió a coger la polla de Mario   y se la metió en la boca chupándola y lamiéndola con suavidad mientras Mario eyaculaba  con todo su cuerpo crispado por el placer…
-¿De qué hablaste con el alcaide? –pregunto Mario mientras se abrazaban y descansaban desnudos en el tresillo.
-Oh, nada, tiene la estúpida idea de que te puedo sacar información a base de polvos. Peor para él. Así podre pedir una supervisión más frecuente de un  caso tan límite como el tuyo.
-Mmm –intento disimular Mario sin terminar de creer en su buena suerte.
-¿Qué pasa? ¿No te gusta la idea? –Preguntó Cat incorporándose y mirándole a los ojos.
-No, es que se me acaba de ocurrir que si me ingresases en una institución psiquiátrica podrías someterme a una observación constante y el alcaide no podría interrumpir nuestra relación a su capricho.
-No te soltará tan fácilmente. Cree que eres la gallina de los huevos de oro.
-Puedes sugerirle que me puedes sacar la vedad más rápidamente con las drogas.
-¡Joder como no se me había ocurrido! Mañana mismo le llamo. Estoy segura de que esa garrapata avariciosa aceptara sin pensarlo dos veces. Pero hay un inconveniente, para hacerlo hay que pasar por un tribunal médico en el que no puedo influir. Tendré que prepararte para que lo pases.
-¿Y dónde es?
-Suelen hacerse todos en el Hospital de la Piedad, a unos quince quilómetros de aquí. Está relativamente cerca y tienen un buen servicio de psiquiatría siempre dispuesto a colaborar.
Cuando finalmente se separaron la satisfacción de Cat era enorme pero la de Mario no podía medirse. Estaba a dos pasos de la libertad. Sólo un detalle  ensombrecía su exultante alegría, la imagen del cuerpo frio y muerto de Cat…
 
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
alexblame@gmx.es

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

Relato erótico: “El pueblo de los placeres 3” (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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El funeral fue íntimo. A la vuelta del cementerio Luís iba del brazo de su madre caminando despacio, pues estaba solo a un paseo del pueblo. Detrás iba la tía Ana, la cual mantenía una seriedad atípica y alejada del propio luto.

 

No puedo creer que lo haya hecho, ¿cómo ha podido quitarse la vida?

 

 

Comentó Luís, ya de mejor ánimo. Los últimos días habían sido agotadores. En todo momento Luís había colaborado con la policía para esclarecer los hechos del hipotético suicidio. Finalmente se concluyó que la anciana no quería ser un estorbo para la familia, debido a su creciente invalidez.

 

¡Hay tantas cosas que no se entienden en la vida!.

 

 

Le respondió, mística, su madre. La cual se había desplazado al pueblo únicamente para el entierro.

 

¿De verdad no quieres quedarte mama?. Es mucha paliza de coche para hacerla en un mismo día.
De verdad hijo mío, lo mejor es que me vaya, créeme. Estaré en casa para la cena si salgo ya.

 

 

La madre de Luís se despidió de su hermana, la cual solo le dio un frío beso, sin palabras. Luís acompañó a su madre al coche. Y le dio un abrazo antes de que entrase. Cuando el abrazo concluyó Luís le hizo un gesto señalándole los ojos.

 

Tienes los ojos enrojecidos.
Estoy bien, tengo que irme cuanto antes. Todos estamos muy tristes. Adiós, hasta pronto.
Adiós mamá.

 

 

Arrancó a toda prisa y se fue lo más rápido que pudo. Cuando a penas había avanzado un par de quilómetros por la única carretera comarcal que llegaba al pueblo, vio a un joven pastor que cuidaba de un pequeño rebaño de ovejas, sobre la montaña en cuya ladera se encontraba la carretera. Detuvo el coche en el arcén y avanzó hacia él.

 

Buenas tardes, no soy de por aquí. Busco la salida hacia Sevilla.
Va bien señora, debe seguir todo recto. Es una carretera sinuosa y mal asfaltada pero es la única. En unos sesenta kilómetros llegará a la carretera nacional que comunica con la autopista que va a Sevilla un poco más adelante. Gire siempre a la izquierda en cada cambio de carretera.

 

 

El joven pastor observó que aquella mujer a penas le había escuchado. Pudo notar que tenía los ojos muy rojos.

 

¿Se encuentra bien señora?
Sí. Dime chico, ¿aquella caseta es tuya?.

 

 

Le señaló una pequeña casita situada a unos cincuenta metros, montaña arriba. Rodeada de matorral bajo y jara, con un burro amarrado en la puerta.

 

Sí señora, es para dormir algunas noches que tengo que encargarme de las ovejas.
¿Serías tan amable de darme algo de agua?. Llevo horas sin beber.
Por supuesto, acompáñeme.

 

 

El chico entró antes y luego le siguió la madre de Luís. Ésta cerró la puerta y se desnudó por completo ante la mirada sorprendida del joven.
Sus cincuenta y seis años se mostraban en todo su esplendor. Pechos bellos y caídos. De un tamaño perfecto, ni grandes ni pequeños. El coño totalmente depilado y unas bonitas curvas algo rellenas. Trémula y apetecible como pocas mujeres de su edad. Altamente voluptuosa, gran amante de más de un joven madrileño.

 

Llevo más horas sin catar una buena polla. Veamos qué guardas ahí.

 

 

Se acercó despacio, imitando la forma de andar de las modelos, totalmente desnuda. Sus ojos rojos y su coño palpitando, como si fuera el corazón de la tierra que pisaba.
Se arrodillo y sacó su polla del grueso pantalón de pana. Estaba flácida. La chupó como si fuera un globo desinflado. Poco a poco la fue despertando y no tardó en tenerla en plenitud.

Era considerablemente grande y gruesa. La masturbó feliz por el regalo que tenía ante sí. Se mantenía arrodillada ante él. El chico solo podía verle su larga melena morena, cayendo ondulada sobre su espalda. Ella levantó la vista sonriente mientras seguía abarcándole toda la polla en una lenta paja.

 

Estás bien armado chico. ¿Eres de por aquí?.
Soy de Aracena, aunque suelo cuidar el ganado de un señor del pueblo.
Muy bien. Ahora dime, ¿alguna vez has estado con una mujer como yo?.
No, tan…. Mayor no.
Entonces no sabes qué es follar. En tu pueblo desde luego no creo que folles mucho. Es un pueblo de frígidas.

 

 

Volvió a comerla. Sus labios se apretaban contra la carne de la gorda polla del joven pastor. Su lengua lamía el capullo cuando sus labios se movían alejándose de la pelvis, y su boca reventaba de polla cuando la abarcaba entera, llegándole hasta la garganta.
Al cabo del rato lo empujó sobre una raquítica, fría y sucia cama. Él joven se quedó medio incorporado con los codos apoyados sobre el viejo colchón. Ella se inclinó permitiéndole que probara el dulce sabor de sus pechos.
Estaba totalmente entregada y el chico cada vez fue superando más el desconcierto inicial. Ella le desnudó el torso. Era más fuerte de lo que aparentaba bajo los ropajes de pastor y su aspecto juvenil. Le acarició antes de subirse a cabalgar.
El chico se vio follado por aquella mujer. Ella no le dejó más que agarrarle las caderas y el trasero, pues sus movimientos eran perfectos. Solo movía el culo de atrás adelante, con elegancia. Se movía muy rápido, dejando al chico agarrado a sus caderas para no caer al abismo, haciendo fuerzas para no correrse.
“joder menuda perra vieja, que bien folla la muy puta”.
Se levantó y se tumbó boca arriba.

 

Descárgate dentro de mí. Úsame. Fóllame hasta correrte y luego no me digas nada. Me iré y se acabó.

 

 

Se abrió de piernas y el chico se colocó sobre ella. Se la clavó y se concentró en correrse. La penetró profundamente mientras ella le chupaba los pezones y lamía los músculos del pecho. El tacto húmedo de la lengua hizo que el chico llegara antes al final. Tras una pequeña parada cambió de ritmo en lo que era la clavada final.
La madre de Luís sintió como un río cálido llenaba su interior. El chico deceleró hasta no poder meterla más. Luego se dejó caer en la cama.
La mujer se levantó, se vistió y se fue.
Arrancó el coche y se fue a toda prisa. Se miró los ojos en el espejo retrovisor, estaban claros. Suspiró aliviada y no dejó de conducir hasta llegar a Madrid.
En el pueblo pasaron unos días de relativa calma. Luís se concentró en el trabajo, mientras que Ana seguía con el mismo horario de cabañas, las cuales parecían ir muy bien.
Luís estaba enganchándose al sexo de calidad y de confianza que le daba su tía. Se había olvidado de Tomasa.
Tomasa en cambio echaba de menos las visitas de Luís. No se quitaba de la cabeza la vez que le vieron con el caballo. Estaba segura que había sido Luís, tal vez por ello había dejado de buscarla. No se encontraba bien y había días en los que no salía de casa, descuidando su tienda.
Luís desconocía el lado oculto que atormentaba a Ana. Volvía a ser una mujer infeliz, solo vivía para follar y se entretenía organizando la vida de la joven Sara. La cual había estrenado su profesión de puta de lujo por todo lo alto, con unos ricachones de Sevilla. Una fiesta de viejos que hicieron buen uso de la bella Sara.
Ana le había hecho unas fotos y las había colocado en una página web de scorts de lujo. Bajo el nombre de “Sarita, jovencita”. Cobraba muchísimo y casi todo el dinero se lo quedaba Ana. Sara vivía en una permanente amenaza de muerte si le traicionaba, aunque poco a poco fue cogiéndole el gusto a la situación.
En una ocasión en el que llevaba unos días sin clientes Sara se dirigió a Ana con el coño ardiendo y un leve color rojo asomando a sus ojos.

 

No aguanto más. ¿no llama nadie?.
Aguanta cariño. Cuídate, haz algo de ejercicio y engorda aun más las tetas. Podrías comer para ganar un par de quilos.

 

 

Sara vaciló un momento, adoptando una actitud de secretismo. Bajó la voz.

 

Podrías ofrecer a los clientes de las cabañas un servicio extra.

 

 

Ana lo entendió al instante.

 

Olvídalo, Luís se está portando muy bien conmigo. Sigo aquí por él. Esto solo es un puto juego de mierda.
Piénsalo. En las cabañas solo mandas tú. Él a penas se acerca y tú llevas las cuentas íntegras, él se limita a creer que eso son los ingresos sin investigarlos. Un papelito escondido en la caja fuerte de cada habitación. Ofrece mis servicios….. hasta puedes ofrecer los tuyos. Joven y madura. Pon que somos madre e hija. Hay mucho vicio en la vida. Ganaríamos un buen dinero y mantendríamos a ralla la infección.
No vuelvas a nombrar más la infección. Esa palabra es mía. Luís me sacia y tú eres puta, qué más quieres.
Piénsalo. Cada vez querremos más. ¿Qué fue de la aterradora Ana que mandó que me violaran?

 

 

Ana dio por finalizada la conversación. Ordenó que saliera de su despacho y se quedó un rato pensativa.
“esta chica me supera, la he hecho jugar con fuego y se ha quemado. Este maldito pueblo se supera generación tras generación. Que Dios nos perdone”.
Tras finalizar sus pensamientos escribió una nota en el ordenador y la imprimió varias veces. A continuación las metió en sobres.
A medida que las habitaciones se iban vaciando, entre cliente y cliente, Ana se encargó personalmente de dejar los sobres en las cajas fuertes de cada cabaña. En todos los sobres la misma nota.
“Servicio extra”
Y en su interior la misma oferta.
“Soy Ana, vuestra casera, deseo que su estancia en nuestras cabañas sea de su agrado. Yo misma puedo encargarme de que todo mejore si usted es un hombre soltero y con ganas de pasar un buen rato. O bien si sois un matrimonio en busca de nuevas experiencias. Tampoco rechazo ambientar la estancia a mujeres.
Además, pongo en la misma disposición los maravillosos servicios de mi hija. O de ambas a la vez.
Guarden en secreto el servicio extra que os ofrecemos. Y no duden en adquirirlo acudiendo a la cabaña despacho en el horario abajo indicado.
Precios razonables. Sin más se despiden:
Ana, 54 años.
Sara, 18 años.”
Los ojos se le enrojecieron más que de costumbre y su coño parecía querer salírsele del cuerpo. Cuando llegó a casa de Luís, se abalanzó sobre él sin dejarle decir nada.
Estuvieron follando toda la noche y ambos regresaron al trabajo al día siguiente, casi sin dormir.
El tiempo avanzaba y el pueblo parecía congelado en él. Luís aumentaba sus negocios y su cuenta corriente crecía descontrolada. Estaba feliz y empezó a trabajar más desde casa. Se sentía cómodo con la compañía que le otorgaba su tía y se había olvidado de Tomasa. En alguna ocasión visitó uno de los bares del pueblo e hizo algún amigo, aunque apenas hablaban. Los hombres del pueblo no hablaban con él. Se sentía admitido porque no le miraban mal. Todos bebían y se iban sin dar explicaciones. La extraña soledad del pueblo le seguía despertando mucho respeto. Las calles siempre estaban vacías y la gente a penas levantaba la cabeza cuando se cruzaba con alguien.
En alguna ocasión se había cruzado con mujeres que avanzaban despacio, escondidas en sus abrigos, más que abrigadas. En una ocasión se cruzó con una con la que compartió una mirada. Sus ojos atemorizaron a Luís. Parecían los de un tigre, rojos y dilatados. Le miró sin verle. Como si le mirase el diablo a través de los ojos vacíos de aquella mujer.
Cayó en la cuenta que desde que llegó siempre había llovido. La lluvia envolvía al pueblo de una forma continua y constante. Alguna madrugada se había despertado sobresaltado en un sueño que se le venía repitiendo. En él, el bosque agitaba los brazos de todos los árboles, movidos por un gélido viento. El aire resbalada entre las ramas, y, como si fueran cuerdas vocales, éstas emitían un quejido diabólico que llegaba a los oídos de Luís. Cada vez que le llegaba una ráfaga de viento le parecía entender un “sal del pueblo” “abandónanos” “vuelve a tu tierra”. Al despertar, la sensación de no ser un sueño le inundaba al escuchar el viento en el exterior.
Ana y Sara satisfacían oscuros deseos de todo tipo de clientes a espaldas de Luís. Les llamaban más veces de las esperadas; la mayoría de las veces para pedir los servicios de las dos a la vez. Ambas acudían sin alma. A penas miraban a los ojos. Cada vez estaban más infectadas. Tras cada polvo aumentaban las necesidades de echar otro. A veces acababan follándose la una a la otra en la cabaña despacho.
Los clientes fueron muy variados: Un turista ornitólogo que pidió los servicios de la joven. Un maduro matrimonio inglés que pidió que ambas se acostaran con el hombre, asistiendo la mujer a la escena con cara de felicidad. Una pareja de lesbianas de Asturias que quisieron abusar de la chica en presencia de la “madre”. Y un número elevado de hombres solos y misteriosos que empezaban a acudir a las cabañas solo para hacer uso de ellas.
Sara y Ana se habían convertido en la mayor atracción de aquellas perdidas cabañas tras la montaña de la finca. Más que la cría de cochinos, más que la elaboración del jamón, más que vivir de la tranquilidad del bosque de la serranía. Y todo sin que Luís lograra enterarse, ocupado en todos los demás aspectos que mantenía con una brillante capacidad empresarial.
De esta forma Ana se mantenía bastante satisfecha. Ello le permitía disfrutar del sexo con Luís de forma más artística e inspirada. Lo hacían todos los días al menos una vez. Luís estaba bastante contento y Ana se sentía una buena tía, una buena compañera, una buena amante, una buena mujer cuando estaba con él.
La soledad fría del pueblo hacía que Luís estuviera más tiempo en casa, y solo salía para atender al trabajo que no podía resolver desde casa.. Tenía todo lo que necesitaba. Un buen negocio que funcionaba muy bien, una casa lujosa y confortable y una buena mujer que sabía atenderle en la cama como nunca lo habían atendido.
Pero algo en su interior le impedía estar del todo tranquilo. El recuerdo de Tomasa y el caballo, y sobre todo las notas. Hacía tiempo que no recibía notas y eso le escamaba más que tranquilizarle. Anotó mentalmente el ir a visitar a esa tal Alba. Pero no se atrevía porque no quería ver a Tomasa, no le apetecía darle explicaciones. La compra la hacía en Aracena, así que tampoco necesitaba ir a su tienda para nada.
Fue un domingo cuando empezó a derrumbarse todo.
Aquel día de nuevo llovía de forma fina y constante. Ana y Luís pasaron todo el día en casa.
Tras el almuerzo en seguida se hizo de noche. Miraban una película tumbados en el sofá. El amplio ventanal del salón, situado en la planta baja de la casa, tenía las cortinas descorridas. Fuera la lluvia llenaba de gotas los cristales y la tormenta iluminaba el bosque generando figuras fantasmagóricas.
A Ana empezó a palpitarle el coño y buscó a Luís.

 

Sobrino, amor. ¿me follas un rato?

 

 

Se lo dijo con voz mimosa y puso cara de gatita triste cuando Luís le miró haciendo una mueca chistosa.

 

No me mires así, hoy solo lo hemos hecho una vez.

 

 

Luís rió. Pudo ver como la calentura de la tía aumentaba por segundos. Estaba tumbada boca arriba en el sofá y empezó a hacer movimientos de cadera, despegando el culo del sofá, poniendo muy alto el coño, que pedía polla bajo el pijama con el que llevaba todo el día.
Sin decir nada se levantó y se desnudó. Luís la observaba en silencio. Su cuerpo brillaba y parecía haber rejuvenecido últimamente. Le notaba los pechos más tersos y las caderas mejor puestas. Ana estaba en un buen momento de su vida, sin lugar a dudas; a pesar de sus casi cincuenta y cinco años.
Se arrodilló ante el sobrino y se la sacó. Estaba empalmado, su tía siempre se la ponía muy dura rápidamente. La mamó largo rato. Luego se levantó y se dejó caer sobre una silla al lado del ventanal. Se colocó de rodillas sobre la silla y se echó hacia delante hasta apoyar las manos en el suelo hacia el otro lado. Su culo quedó muy alto. Coño y culo quedaron perfectamente accesibles a la polla de Luís. Se mantenía en esa posición con una flexibilidad absoluta, más propia de una gimnasta adolescente que de una mujer madura, Su cabeza se descolgaba hasta casi legar al suelo, donde se apoyaba con las manos.

 

Aquí me tienes. Fóllame por donde quieras, pero fóllame, Luís.

 

 

Luís se acerco y se coloco tras ella. Sucumbió a la maravillosa presencia de su coño y su culo bien depilados y cuidados. Luís estaba feliz de que su tita se cuidase tanto para él, en una edad donde es fácil dejarse llevar. Se arrodilló y pasó su lengua por el coño. Notó como su tía se estremecía tras el contacto. “ummmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm”.
Siguió lamiéndolo, extendiendo los lametones hasta el ano. Lo abrió y le metió los dedos, follándolo. Salía mucho flujo, más de lo normal. Luís se dio cuenta de lo caliente que estaba su tía y decidió darle ya la buena follada que aquella mujer había merecido.
Se colocó detrás y le folló el coño. Ana se esforzó por mantener la posición de la mejor manera que pudo, relamiéndose, con la cara colorada por la postura. Tenía que ser la mayor puta posible, la mujer que Luís nunca imaginara tener bajo su mismo techo. La posición no le era cómoda pero le hacía sentir bien porque facilitaba que su sobrino se la clavara profundamente.
Alternaba folladas al coño con folladas al culo. En ambos sitios su polla entraba magníficamente. En el culo, Ana admitía que le entrara toda. Luís se mostraba muy satisfecho. Le azotó un poco en las nalgas a modo de premio por lo bien que entregaba su cuerpo.
Se concentró un rato en el culo. Mientras se lo penetraba miró a través de la ventana que tenía ante sí. No se veía nada, los esporádicos truenos iluminaban su porche y el bosque del fondo por completo. Todo estaba muy mojado y llovía bastante.
Luís volvió al coño para correrse. Estaba preparado para hacerlo ya. Empezó poco a poco, deleitándose. Fuera llevaba un rato sin relampaguear y tenía la vista perdida en el fondo negro.
Pero de repente, de nuevo un rayo. Luís se quedó de piedra. Pudo ver a Tomasa observándoles a través de la ventana. Totalmente mojada y con maliciosa mirada.
Luís se quedó petrificado. En seguida de nuevo la oscuridad y otro rayo casi inmediato. Ya no estaba, y de nuevo solo pudo ver el campo encharcado y más al fondo, el bosque.
Luís dejó de follar y la sacó. Ana se incorporó.

 

¿Qué ocurre Luís?.
Nada, nada. Me asustó un trueno y me desconcentré.
Cariño, no pasa nada.

 

 

Ana miró a través del ventanal. Sintió algo raro en su interior.

 

¿Acaso has visto a alguien ahí fuera?
¿Por qué dices eso?
No lo sé.

 

 

Luís pensó que tal vez era fruto de su imaginación. Pensó que algo en su interior seguía encaprichado de Tomasa; decidió no darle importancia. Pero estaba aterrado.

 

¿Nos vamos ya a la cama?. Creo que necesito dormir, quiero que vengas conmigo.

 

 

Ana accedió y le acompañó. Tras un rato de insistencia logró que Luís volviera a follarla antes de dormir.
Aunque Luís no pudo dormir en toda la noche.
A la mañana siguiente, cuando Ana se marchó a atender el negocio de las cabañas, Luís conectó su portátil y accedió a Internet. Abrió el correo electrónico y se fijo en uno que le había mandado su madre. El asunto le llamó la atención. “muy importante”.
Lo abrió y lo leyó. Tardó toda la mañana en reponerse y asimilar lo que su madre acababa de contarle. Se hizo café y volvió a leerlo antes de borrarlo, como ella le pedía:
“Hola Luís, soy mama. Esto que voy a contarte es algo que jamás te tendría que haber contado. Pero me veo en la obligación, pues llevo días muy preocupada por tí y mi hermanita……………………………………… CONTINUARÁ.
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caballerocapagris@hotmail.com

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Relato erótico: “Sexo inesperado con una negrita en la playa” (POR GOLFO)

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portada criada2Mi vida había quedado destrozada en una curva de la autopista de la Coruña. Curva en la que el destino quiso que Carmen, mi mujer, muriera en un desgraciado accidente.  La culpa no fue de nadie, ni siquiera de mi amada esposa. Si tuviera que nombrar a un responsable de su pérdida, tendría que acusar a la naturaleza por haber mandado una tromba de agua que la hiciera patinar.
Todavía recuerdo que la llamada de la Guardia Civil. Estaba trabajando como siempre en mi oficina cuando mi móvil sonó. Me fijé que era Carmen pero al contestar quien estaba al otro lado de la línea era un agente de tráfico que tras preguntarme qué relación me unía con la conductora de ese todoterreno, me comunicó su muerte.
Ni siquiera escuché la  explicación del percance. Mi mente estaba en otro lugar. En la pequeña cala donde la conocí hacía más de veinte años. Por entonces tanto ella como yo, éramos dos universitarios con ganas de comernos el mundo. Ese encuentro casual nos llevó a una primera cita y desde esa noche, nunca nos separamos.
Nos casamos a los cinco años de salir y tras un largo matrimonio, de pronto, me vi solo. Hundido y desesperado me hundí en una profunda depresión de la que me costó salir. Decidido a olvidar malbaraté mi casa, vendí mi empresa, me separé de mis amigos y dejé mi país.

Con el dinero conseguido bien invertido tendría suficiente para vivir sin preocuparme del mañana y cogiendo unas pocas pertenencias,  compré una pequeña finca en la República Dominicana. Allí alejado del pueblo más cercano unos cinco kilómetros, me convertí en un anacoreta. Sin vecinos y sin servicio, podían pasar días enteros sin que me cruzara con otra persona.

Encerrándome en mí mismo, mi vida que hasta entonces había sido la de un ejecutivo, se convirtió en un rutinario pasar de días. Al amanecer me despertaba y cogiendo una caña, me iba a uno de los tantos acantilados que había en la zona, donde perdía el tiempo pescando. Me daba igual si tenía o no éxito, con mi sustento asegurado, los peces que podía capturar eran un discreto pasatiempo que me podía permitir. Ya al medio día volvía a casa y tras revisar el riego automático de mi huerta, me hacía de comer. Tras el somero almuerzo, dormía la siesta y ya mediada la tarde, trabajaba un poco en el terreno para al anochecer cenar e irme a la cama. Mi único lujo consistía en una completa colección de películas que veía hasta quedarme dormido.
Solo rompía esa monotonía dos veces al mes, cuando dando un paseo iba hasta la aldea cercana donde me surtía en una tienda de abarrotes de todo lo que pudiese necesitar los siguientes quince días. Incluso en esas ocasiones, mantenía una estricta rutina; al entrar en esa especie de supermercado, saludaba a Doña Matilde, la dueña, seleccionaba lo que necesitaba de sus estantes y pagaba despidiéndome de la señora.
Os podrá parecer un completo aburrimiento de vida y tendréis razón, pero era eso exactamente lo que necesitaba porque al no tener que pensar en que hacer, cómo vestirme e incluso de qué hablar, me permitía sobrellevar mi pérdida.
Afortunadamente todo cambió, y digo afortunadamente porque el ser humano ha nacido para vivir en pareja, un día en el que mientras desayunaba oí a un helicóptero volando bajo junto a la playa. Molesto por el ruido que hacía con sus aspas, fui a ver qué ocurría.
Desde un montículo, observé cómo los policías de migración perseguían y capturaban uno a uno a unos haitianos. Reconozco que me indignó la forma tan brutal con la que los agentes los redujeron porque no contentos con inmovilizarlos en el suelo, una vez atados se dedicaron a mofarse de ellos.
El odio que los dominicanos sienten por sus vecinos viene de antiguo pero aún así me cabreó ver la paliza que recibieron por el mero hecho de ser ilegales.
“Pobre gente”, pensé y dándome la vuelta, reinicié mi rutina. Al fin y al cabo, no era mi puto problema.

Olvidándome  tanto de los agresores como de sus víctimas, entré en mi casa y tal y como llevaba haciendo dos años, me fui a pescar. Curiosamente ese día se me dio bien y al cabo de tres horas encaramado entre las rocas, volví con seis pargos en mi bolsa. Satisfecho por ese exiguo triunfo, entré en la cocina para descubrir que un animal había vaciado la basura en busca de alimento. Acostumbrado a las visitas frecuentes de lirones asilvestrados tenía la comida bajo llave y por eso pensé que había sido uno de esos bichos lo que se había comido los restos de mi desayuno. Siguiendo la hoja de ruta marcada desde que llegué a ese remoto lugar, limpié los pescados y los cociné mientras revisaba  si en la huerta había algo que recolectar.

Fue entonces cuando me percaté que el intruso era de dos patas, porque entre un par de lechugas encontré las huellas de un ser humano. El tamaño de sus pies me hizo pensar que el desdichado debía ser muy joven  y molesto por el destrozo que había hecho en el huerto, decidí darle un escarmiento. La verdad que en ese momento no me importó su valor, lo que realmente me jodió es que hubiera mancillado con su presencia mi morada.
Ya entraba a la casa cuando un ruido me confirmó que el infractor andaba cerca.
“Debe haber olido el pescado” me dije entrando en la casa.
Mientras daba cuenta de uno de los peces, pensé en lo sucedido y comprendí que debía hacerle saber que el blanquito cuarentón que vivía en esa casa no estaba en absoluto desvalido. Azuzado por el coraje, planeé como castigarle y por eso al terminar, cogí la pistola que me había vendido el jefe de policía local y escondiéndola bajo mi camisa, dejé mi morada como tantas tardes pero en esa ocasión. A los diez minutos desanduve mis pasos y aprovechando unos juncos que había en la parte trasera, volví a casa sin que nadie me viera.
Ya adentro me escondí en la alacena y esperé que el ladrón volviera. El sonido de unos pasos me avisó de su presencia. En cuanto abrió la puerta, disparé contra un saco de arroz porque no quería dañarle sino darle un susto.
¡Y vaya si se lo di!
El pobre tipo se tiró al suelo pidiéndome perdón. Lo que no esperaba es que en vez de ser un muchacho fuera una jovencita,  la persona que en francés me rogaba que no la matara.  
La juventud de la cría me desarmó y sabiendo que me había pasado dos pueblos traté de tranquilizarla. Desgraciadamente cuanto más lo intentaba, la negrita más nerviosa se ponía y solo atinaba a decir:
-Policía, no.
Comprendí su miedo al recordar el modo en que esos cabrones habían  tratado a sus compañeros de viaje por lo que levantándola del suelo, la obligué a sentarse en una silla. Ella al notar que le ponía las manos encima debió temerse lo peor porque completamente histérica, intentaba que la dejara ir.
El estado de la niña me obligó a tomar una medida de la que hoy en día sigo estando arrepentido. Tratando de calmarla le di un sonoro bofetón. Una vez quieta, la volví a sentar y abriendo el refrigerador le puse de comer.  Incapaz de contener su hambre, la morena se lanzó sobre el plato y en menos de dos minutos había dado cuenta del pargo.
Ese tiempo me permitió valorar en su justa medida las penurias que debía de haber pasado en su país para aventurarse a intentar buscar su futuro en un país que odiaba a sus vecinos.
“Pobre chavala”, me dije y viendo que seguía hambrienta, le serví otra ración.  En esa ocasión, comió más despacio. Observándola desde otra silla, me dí cuenta que no dejaba de mirar la pistola que tenía en mi cintura y por eso decidí esconderla a buen recaudo en un estante alto.
Una vez hubo terminado, me descubrió mirándola y acostumbrada a que, estando sola, de un hombre solo podía esperar que la forzara, malinterpretó mi mirada y creyéndose deseada, tapó con sus manos sus juveniles pechos. Su reacción me hizo sonreír y recordando el franchute aprendido en la escuela, soltando una carcajada, le dije:
-Ne vous inquiétez pas, je suis trop vieux pour vous.
Al escuchar que le decía que era demasiado viejo para ella y que no se preocupara, me miró como si fuera un extraterrestre. No tuve que quemarme el coco para comprender su extrañeza ya que en su cultura, una mujer era considerada como un instrumento con el que satisfacer las más bajas necesidades.
Sin llegar a creerme, dio un salto cuando me acerqué a ponerle un café. Muerto de risa, la dejé temblando mientras sacaba unas pastas de té para ella. Al entregarle un plato lleno de esas galletas,  olió una de ellas  tratando de averiguar si era comestible y ya convencida, devoró al menos media docena antes de quedarse satisfecha.
Una vez hubo acabado, cogí el revólver y abriendo la puerta, le mostré la salida. La cría al ver que era libre, salió corriendo dejándome solo. Encantado por haber hecho una buena obra, recogí los platos y tras meterlos en el lavavajillas, me fui a mi habitación a echarme la siesta.
Ya en la cama, me quedé profundamente dormido.
Debían ser más de las siete cuando desperté. Al salir de la cama, me sorprendió que en contra de lo que era habitual, mi casa estaba limpia. Comprendí que la muchacha había vuelto y queriendo pagar su deuda, había  recogido tanto el salón como la cocina.
“Pobrecilla” pensé y enternecido deseé que le fuera bien en el futuro.
Dafnée entra en mi vida.
Como tantas noches, dormí a pierna suelta sin importarme donde pasara la noche esa criatura. Al amanecer, desayuné y siguiendo la rutina de todos los días, cogí mi caña y salí a pescar, pero al salir de la casa me encontré a la negrita hecha un ovillo, durmiendo tirada en mitad del suelo del porche.
Compadecido, la cogí entre mis brazos y metiéndola en el salón, la deposité en el sofá. Era tal el cansancio acumulado por la chavala que ni siquiera se despertó al moverla.
“¡Esta helada!”, me dije al tocar su piel fría y cogiendo una manta, la tapé.
Tranquilo y fiándome de ella, la dejé descansando y emprendiendo nuevamente mi marcha, me fui al desfiladero que había convertido en mi sitio preferido para pescar. No sé si fue que durante toda la mañana no pude dejar de pensar en la negrita y en su futuro, pero lo cierto es que ese día me fue fatal y con las manos vacías, retorné molesto al medio día.
En el camino de vuelta, pensando en ella, descubrí sorprendido que en el fondo de mi corazón deseaba que al levantarse esa niña no hubiera desaparecido. Asimilando esa sinrazón, pensé que me estaba haciendo viejo y que necesitaba alguien al que cuidar.
“¡Es una mujer y no un perro!” exclamé cabreado al verme mimándola como si fuera mi hija.
Mis deseos se vieron realizados al llegar al montículo desde el cual se veía la casa. La negrita se había levantado y sin que yo se lo pidiese, se había puesto a trabajar en la huerta. Al llegar sin decirle nada, cociné un arroz con pollo y saliendo afuera, la llamé a comer diciendo:

Venez manger.

Mi rústico francés no fue óbice para que la negrita comprendiera y con una sonrisa en los labios, entró a lavarse las manos en el fregadero. Cuando se sentó en la mesa y sin nada que decir, se instaló entre nosotros un silencio brutal que tuve que romper preguntándole su nombre:
-Ma appel Dafnée- contestó avergonzada.
“Dafnée, bonito nombre”, me quedé pensando mientras la observaba. “No debe de tener mas de veinte años”, sentencié dándome cuenta que lo quisiera o no, el modo en que la miraba tenía poco de paternal.
Sabiendo que la doblaba los años, no pude dejar de admirar el bello cuerpo con el que la naturaleza había dotado a esa niña. La negrita ajena a estar siendo examinada por mí seguía comiendo sin levantar sus ojos del plato y solo cuando al dejarlo vacío se lo cogí para lavarlo, levantándose de un salto, me lo impidió.
Su expresión de angustia al hacerlo, me hizo comprender que quería pagarse su sustento de alguna forma por lo que contra mi costumbre, tuve que sentarme en el sofá mientras ella limpiaba tanto la vajilla que habíamos usado como la cocina. Sin otra cosa que hacer, desde el sillón, disimulando estuve mirándola mientras lo hacía.
“Es preciosa”, mascullé entre dientes al admirar el movimiento de su trasero al pasar la fregona.
La perfección de sus nalgas me hizo recordar los momentos de pasión que había disfrutado con mi difunta mujer y un tanto avergonzado intenté retirar mis ojos de ese par de cachetes, pero me resultó imposible.
“Menudo culo que tiene” admirado no fui capaz de no pensar cuando se agachó a coger un papel caído.
El destrozado pantaloncito que llevaba le quedaba tan justo que, como un maldito mirón, me quedé mirando cómo se le marcaban los labios de su sexo.
“¡Dios!” exclamé mentalmente al descubrir tamaña maravilla y olvidando toda cordura, la comí con los ojos ya excitado.
Al levantarse, sé que me descubrió porque al fijarse en el bulto que crecía insatisfecho bajo mi bragueta, puso cara de sorpresa pero curiosamente, tras ese desconcierto inicial, sonrió e hizo como si nada hubiese ocurrido. Hoy soy consciente que la necesidad le hizo hacerlo pero ese día me quedé perplejo al verla olvidarse de la fregona y arrodillándose en el suelo, se ponía a fregar con un trapo las baldosas de la cocina.
Tenerla allí, a escasos metros, meneando sin recato su pandero, me fue calentando de una manera tal que no queriendo hacer una tontería, no me quedó mas remedio que levantarme y salir a trabajar a la huerta. Al llegar hasta mi pequeña plantación, con disgusto descubrí que no tenía nada que hacer porque esa mañana Dafnée había retirado las malas hierbas e incluso había regado.
Sabiendo del peligro que suponía para un viejo como yo esa jovencita, decidí dar un paseo por los alrededores. Os tengo que reconocer que por mucho que intenté borrar de mi mente a la negrita, continuamente su recuerdo fregando volvía cada vez mas fuerte. Mi calentura era tal que al cabo de dos horas cuando retorné al hasta entonces tranquilo hogar, decidí darme una ducha fría para apagar el incendio que asolaba mi cuerpo.
Lo que no me imaginaba fue que la ducha fuera el detonante que necesitaba mi fértil imaginación para empezar a divagar. Bajo el chorro soñé despierto que la negrita una noche venía gateando sumisamente a mi cama en busca de mis caricias. Sus ojos hablaban de lujuria y haciéndose un hueco entre mis sábanas, sus manos recorrieron mi cuerpo buscando mi pene bajo el pantalón del pijama.
En mi mente, la vi abrir su negra boca y con su lengua transitar por mi sexo. Con mi pene ya totalmente erecto, me imaginé que se lo iba introduciendo lentamente en su garganta. Siguiendo el patrón lógico, mi mano aferró mi endurecido tallo y empecé a masturbarme pensando que era ella quien lo hacía. Los dos años que llevaba sin hacer el amor a una mujer tuvieron la culpa de que de improviso, mi extensión explotara regando con su semen toda la bañera. Todavía seguía eyaculando cuando un ruido me hizo levantar la mirada y acojonado descubrí a Dafnée espiándome desde la puerta.
Cortado por haber sido cazado haciéndome una paja, le grité que se fuera y la chavala al oír mi improperio, salió huyendo. Totalmente abochornado por haber sido tan idiota, salí a secarme y cerrando la puerta, decidí que nunca más me ducharía con ella abierta. Sin saber a qué atenerme, ya una vez seco y bien envuelto en la toalla, me fui a vestir. Mientras me ponía los pantalones, decidí que tenía que pedirle disculpas y por eso, mientras me abotonaba mi camisa, fui a buscarla.
La encontré limpiando el baño. Al verla recogiendo el agua que había tirado, me quedé callado en el pasillo. Fue entonces cuando sin saber que la estaba mirando, la negrita se agachó en la bañera y cogiendo entre sus dedos los restos blancuzcos de mi lefa, se los llevó a la boca y se puso a lamerlos.  Os juro que nunca había visto nada tan erótico pero oxidado como estaba, no fui capaz de decir nada y con la imagen de esa cría devorando mi semen, salí huyendo de la casa.
Ya en la playa, me senté y me puse a cavilar en lo que había visto. Después de pensarlo y como me parecía imposible que una niña se sintiera excitada por un maduro como yo, llegué a la conclusión que lo que había observado era la curiosidad innata de una cría que quería saber si el semen de un blanco sabía igual que el de un negro.
Aunque os parezca imposible, llegué a creerme esa tontería y ya más tranquilo, al cabo de las dos horas volví. Para entonces Dafnée había dejado mi pequeña morada como los chorros del oro. Reluciente y en un estado que me recordó cuando la compré, olía a limpio.
Sin nada que objetar, me la encontré sentada mirando la tele. La negrita había sacado un DVD del estante y estaba viendo una vieja película en blanco y negro. Reconocí enseguida que era un folletín romántico. Lo que no me esperaba fue que tal y como había visto hacer a la protagonista y en perfecto español, al oírme entrar se levantara y me plantara un beso en la mejilla diciendo:
-¡Qué bueno que llegaste de la oficina! ¡Tu mujercita te ha echado de menos!
Al principio tardé en reaccionar pero tras pensarlo dos veces, solté una carcajada al comprender que se lo había aprendido como un papagayo y me lo había soltado sin comprender la frase con el único objetivo de complacerme. En ese momento no supe interpretar su felicidad y menos la resolución que leí en sus ojos, aunque pasado el tiempo la propia Dafnée me explicó que esa mañana al despertar en el sofá supo que su anfitrión era un hombre bueno pero que al verme desnudo en la ducha, mi cuerpo junto con el color de mi piel la excitaron tanto que supo que no debía dejarme escapar.
Volviendo a esa tarde, la cara de alegría de la niña me cambió de humor y viendo que aunque no lo habíamos hablado, había asumido que se podía quedar viviendo conmigo, le dije:
-Hora del baño- y sin darle tiempo a reaccionar, me la cargué a cuestas y dejándola en el baño, cogí una camiseta vieja y se la di diciendo: -Dúchate.
Dafnée que no era tonta, cazó al vuelo mi deseo y antes que me fuera de allí, se empezó a desnudar. Rojo como un tomate, salí rumbo al salón y una vez en él, me puse una copa para tratar de dar sentido al reproche que vi en su rostro al marcharme del baño.
-¡No puede ser que quisiera que la mirara ducharse!-  extrañado  pensé mientras daba el primer sorbo: -Soy un viejo verde que se imagina cosas.
Esa fue la primera de varias copas, cuanto más meditaba en ello menos comprendía su actitud. La negrita tardó media hora en salir. Mientras yo bebía tratando de olvidar, sus risas al jugar con el agua me lo hicieron totalmente imposible pero fue cuando con el pelo mojado y vestida únicamente con la camisa que le había prestado cuando comprendí que estaba bien jodido ya que lo primero que hizo esa muchacha fue abrazarme, dándome las gracias para acto seguido, llevarme a la cocina y preguntarme:
-Puis-je cuisiner?
El impacto que me produjo sentir sus dos juveniles  pezones contra mi pecho me había dejado totalmente paralizado y por eso tardé en comprender que quería cocinar para mí. Asintiendo con la cabeza, me dejé caer sobre una silla y babeando me quedé mirando como preparaba nuestra cena.

Me consta que esa criatura fue consciente en todo momento de la atracción que producía en mí pero lejos de molestarse, hizo todo lo posible para lucirse. El colmo de su exhibicionismo llegó cuando viendo que me había terminado la copa, la fue a rellenar al salón. Al volver y dármela, se agachó dejándome admirar a través del escote, las maravillosas y negrísimas tetas que la chavala tenía.

 

Sonriendo de oreja a oreja, cogió unas de mis manos y las llevó hasta sus pechos. Os juro que aunque no era mi intención, acaricié esos dos portentos durante un momento antes de escandalizado por mi comportamiento, decirle en voz alta:
-Puedo ser tu padre.
Al quedárseme mirando con gesto atónito, decidí decírselo en francés:
Je peux être ton père.
La respuesta de la muchacha me sorprendió nuevamente porque volviendo hasta la estufa y mientras se ponía a cocinar, me dijo:
-Vous n’êtes pas mon père, tu es mon mari.
-¡Estás loca!- solté casi gritando al comprender que me había contestado que no era su viejo sino su marido
Mi exabrupto no hizo mella en ella y cantando alegremente mientras freía unos filetes, me dejó claro que le había entrado por un oído y le había salido por el otro mi contestación. 
Lo prudente debía haber sido haberme ido de ahí pero no pude levantarme Parecía como si algo me atara a esa silla y más excitado de lo que me gustaría reconocer, me quedé contemplando su belleza. Para entonces mi entrega era casi total, disfrutando como un adolescente me puse a admirar sus largas piernas mientras me imaginaba como sería sentir su piel juvenil contra mi cuerpo.
Dafnée debió de adivinar mis pensamientos, porque cogiendo un delantal, se lo ató a la cintura dejando al aire parte de su trasero. Absolutamente absorto en ella, me encantó descubrir que no llevaba bragas y ya totalmente excitado, examiné con mi mirada su rotundo trasero.
“¡Esta buenísima!”, reconocí al observar que aunque no estaba depilada, su sexo parecía en de una niña recién salida de la adolescencia por la exigua mata de pelos que lo decoraba.
Y por primera vez desde la muerte de Carmen, deseé a una mujer.
Lo peor de todo no fue que esa cría me atrajera con un deseo animal difícil de contener, sino que al mirarla lo que más deseaba era protegerla de la vida que hasta entonces había tenido.
Todavía estaba cavilando sobre el alcance de mis emociones cuando la negrita terminó de cocinar y llevándome hasta la mesa, en vez de sentarse en una silla, usó mis rodillas como asiento. Al sentir su duro culo contra mis muslos, me creí morir de deseo pero venciendo las ganas de tumbarla sobre la mesa y follármela, me quedé quieto.
La chavala al ver que no actuaba como había previsto, se lo tomó a risa y como si fuera un juego empezó a darme de comer en la boca mientras me decía:
Je vais toujours prendre soin.mon amour.
Anonadado, traduje sus palabras:
“Pienso cuidarte siempre, mi amor”
Esa frase me indujo a cogerle del pelo y acercando mi boca a ella, plantarle un beso suave. La negrita disfrutando de su victoria, me respondió con pasión y pasando una pierna sobre las mías se sentó a horcajadas mientras me besaba. La dulzura con la que me abrazó y mimó, no fue óbice para que mi miembro se alzara como hacía años que no ocurría y Dafnée al notar la presión que ejercía contra su sexo, se puso a frotarlo contra mí intentando forzar mi ya más que excitado pene.
Contagiándose de mi calentura, la negrita se quitó la camiseta dejando su torso al aire. Su desnudez lejos de reducir mi morbo lo incrementó y cogiendo una de sus aureolas entre los dientes,  empecé a mamar como un niño mientras la chavala no paraba de gemir. Producto de la excitación que asolaba su cuerpo esta bañó mis pantalones con su flujo incluso antes que bajando por su mano me desabrochase la bragueta.
Al sacar mi aparato comprendí que si quería satisfacer a una jovencita debía hacer mucho más y por eso, la tumbé en la mesa. Dafnée se quejó pero dejó que le separara las rodillas y contemplara por primera vez sin impedimento alguno, su vulva.
Como un garañón experimentado, me entretuve besando sus piernas mientras la negrita me rogaba que la tomara. Haciendo oídos sordos a su súplica, proseguí lentamente lamiendo sus muslos con sus gemidos como música de fondo. Centímetro a centímetro me fui acercando a mi meta… La lentitud con la que la recorría su piel, convirtió su necesidad en locura y pegando un grito, se empezó a pellizcar los pezones con fuerza.

– ¡Faire l’amour!- aulló al  notar que mi lengua se aproximaba a su sexo.

Su excitación fue tal que en cuanto mi apéndice tocó su clítoris, se corrió dando gritos. Acostumbrado a la templanza de mi difunta esposa, el orgasmo de esa cría me dejó perplejo y más al observar que desde el interior de su sexo brotaba un riachuelo de flujo. Estimulado por su entrega, usé mi lengua a modo de cuchara y me puse a saborear el producto de su lujuria. Mi pertinaz cabezonería en disfrutar de ese manjar consiguió que la niña encadenara un clímax con el siguiente sin parar de berrear.
Por mucho que intenté secar ese manantial, me resultó imposible. Cuanto más bebía, más manaba y por eso decidido a que experimentara algo mejor que un polvo rápido, usé dos de mis dedos para penetrarla.  Aunque llevaba una eternidad sin acariciar a una mujer, conseguí que Dafnée se retorciera sobre la mesa presa de placer. Metiendo y sacando mis yemas de su coño, elevé su calentura hasta extremos inimaginables y solo cuando con lágrimas en los ojos, me rogó que parara, me compadecí de ella y pegándole un suave azote, le pregunté si nos íbamos a la cama.
La cara de la negrita me hablo de deseo y depositándola sobre la cama, me empecé a desnudar.  Tumbada y desnuda sobre las sábanas, me llamó a su lado. La visión de ese bombón pidiendo guerra fue un estímulo al que no pude decir que no y mientras ella se pellizcaba los pezones intentando forzar la rapidez con la que me desnudaba, decidí que ya era hora de satisfacer a mi pene.
No sé si era lo habitual en su pueblo pero en cuanto me vio desnudo a su lado, se puso a cuatro patas y sin más prolegómeno, me rogó que la tomara diciendo:
-Je suis à vous-
Al oír de su boca decirme que era mía, no me pude contener y sin más prolegómeno, se la metí hasta el fondo. La cría aulló al sentir su sexo forzado por mi pene pero en vez de separarse, se quedó quieta mientras trataba de relajarse. Azuzado por mi propia excitación no se lo permití y sin más comencé a cabalgarla. No tardé en escuchar nuevamente sus gemidos y ya hecho un energúmeno, seguí machacando su sexo cada vez con mayor intensidad.
Presa de unos bríos que no recordaba haber tenido, dándole un azote, le exigí que se moviera.
-¡Mon Dieu!- gritó con una alegría desbordante.
La ruda caricia la transformó y como una loca, empezó a gemir de placer cada vez que con mi mano azuzaba su trasero. Totalmente descompuesta, disfrutó de cada una de esos azotes con una intensidad tal, que al cabo de unos minutos y pegando enormes berridos, era ella quien me pedía más moviendo sus caderas.
Con la cara desencajada y costándole respirar, me soltó:
– Je veux un enfant de toi.
Alucinado entendí que esa criatura me pedía que le hiciera un hijo al sentir el placer que estaba asolando tanto su coño como su culo. Incrementando la velocidad de mis ataques, la cogí de su melena y usando su pelo como  riendas, continué cabalgando a mi montura mientras ella no paraba de disfrutar.

La nueva postura despertó su lado animal y convertida en una hembra en manos de su macho, bramó a los cuatro vientos el gozo que la dominaba. La negrita no tardó en notar como la tensión se iba concentrando en su interior y entonces mientras las gotas de sudor caían por sus pechos, pegó un último gemido antes de correrse con mi pene entre sus piernas.

 

Ese segundo orgasmo fue tan intenso que dejándose caer, cayó desplomada sobre el colchón. Su caída me llevó con ella y mi verga se clavó por entera en su interior. Dafnée al sentir la presión de mi glande contra la pared de su vagina, aulló como una loba y con renovadas fuerzas convirtió su culo en una ordeñadora. Agotado en parte pero sobre todo satisfecho de haberla hecho gozar, me dejé llevar derramando mi simiente en su interior.
La muchacha disfrutó como una posesa al sentir mi eyaculación rellenando su conducto y tras dejarme seco con suaves movimientos de su cuerpo, se puso a llorar de alegría mientras su cuerpo se retorcía con los últimos estertores de placer.
Sin llegar a comprender los motivos de su llanto, la dejé descansar. Al cabo de unos minutos, una vez repuesta, se pegó a mí y cogiendo mis manos las puso sobre su pecho diciendo:
-Vous êtes mon mari et je suis votre femme.
La seguridad que descubrí en sus ojos al decirme que yo era su marido y ella mi mujer, me hizo comprender que iba en serio. Cualquier otro se hubiese escandalizado pero yo no y soltando una carcajada acaricié su culo, mientras le preguntaba en francés:
-Cuándo dices que eres mía, ¿Eso incluye tu trasero?.
Muerta de risa, agarró uno de mis dedos y antes de que pudiera adivinar que iba a hacer, se lo metió en el ojete diciendo:
– Mon corps est à toi.
No solo fue de palabra. Al introducirse mi yema en su culo me dejó claro que todo su cuerpo era mío y disfrutando por anticipado de los años de felicidad y sexo que compartiría con esa morena, la besé sabiendo que en cuanto descansara mi maltrecho pene, iba a hacer uso de esa parte de su anatomía que tan feliz me ofrecía.

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“Simona: mi ángel custodio” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Desde tiempos inmemoriales, las Îngerul păzitor han aterrorizado y maravillado por igual a la gente de los Balcanes. En lo más profundo de esas tierras, sus campesinos sueñan con ser elegidos por esos bellos y crueles seres como sus protegidos, pero temen aún más que esas bellezas escojan a un conocido.
Han pasado milenios, pero la leyenda de las ángeles custodio sigue vigente hoy en Rumanía, no así en Madrid. Desconociendo su existencia, Alberto nada puede hacer por evitar que una de esas arpías se adueñe de su casa.
En este libro, Fernando Neira nos describe como uno de esos ángeles custodios aparece en la vida de nuestro protagonista y entrando como la criada, gracias a su sexualidad desaforada y a la leche que producen sus pechos, consigue convertirse en su amante.

ALTO CONTENIDO ERÓTICO .

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo la introducción y los  primeros capítulos:

 
INTRODUCCIÓN.
Para poder explicar como una leyenda medieval se inmiscuyó en mi vida, tengo que empezar por contaros la conversación que tuve mientras tomaba unas copas con un amigo. En ella, Manuel comentó que sabía que me había dejado tirado mi criada y me preguntó si andaba buscando otra.
―Estoy desesperado, mi casa parece una pocilga― reconocí y abriéndome de par en par, le expliqué hasta donde llegaba la basura y el desorden de mi antiguamente inmaculado hogar.
Al escuchar mi respuesta, contestó que tenía la solución a todos mis males y sin dar mucha importancia a lo que iba a decir, me soltó:
― ¿Tienes alguna preferencia en especial?
Conociendo que para las mentes bien pensantes Manuel era un pervertido, comprendí que esa pregunta tenía trampa y por eso le respondí en plan gallego:
― ¿Por qué lo preguntas?
Captando al instante mis suspicacias, con una sonrisa replicó:
―Te lo digo porque ayer mi chacha me comentó si sabía de algún trabajo para una compatriota que acaba de llegar a Madrid. Me aseguró que la conoce desde hace años y que pondría la mano en el fuego por ella. Por lo visto es una muchacha trabajadora que ha tenido mala suerte en la vida.
No tuve que exprimirme el cerebro para comprender que esa respuesta era incompleta y sabiendo que Manuel se andaba follando a su empleada, me imaginé que iban por ahí los tiros:
― ¿No la has contratado porque Dana no está dispuesta a compartir a su jefe?
Soltando una carcajada, ese golfo me soltó:
― ¡Mira que eres cabrón! No es eso.
Con la mosca detrás de la oreja, insistí:
―Entonces debe ser fea como un mandril.
Viendo que me tomaba a guasa esa conversación, mi amigo haciéndose el indignado, respondió:
―Al contrario, por lo que he visto en fotos, Simona es una monada. Calculo que debe de tener unos veinte años.
«Será capullo, no quiere soltar prenda de lo que le pasa», pensé mientras llamaba al camarero y pedía otro ron. Habiendo atendido lo realmente urgente, comenté entre risas:
―Conociendo lo polla floja que eres, algún defecto debe tener. No creo que sea por el nombre tan feo― y ya totalmente de cachondeo, pregunté: ― ¿Es un travesti?
―No lo creo― negó airadamente: –Hasta donde yo sé, los hombres son incapaces de tener hijos.
Involuntariamente se le había escapado el verdadero problema:
¡La chavala tenía un bebé!
Como comprenderéis al enterarme, directamente rechacé la sugerencia de Manuel, pero entonces ese cabronazo me recordó un favor que me había hecho y que sin su ayuda hubiera terminado con seguridad entre rejas. No hizo falta que insistiera porque había captado su nada sutil indirecta y por eso acepté a regañadientes que esa rumana pasara un mes a prueba en mi casa.
―Estoy seguro de que no te arrepentirás― comentó al oír mi claudicación: ―Si es la mitad de eficiente que su hermana, nunca tendrás quejas de su comportamiento.
El tono con el que pronunció “eficiente” me reveló que se había guardado una carta y por ello, directamente le pedí que me dijera quien era su hermana.
― ¡Quién va a ser! Dana, ¡mi porno-chacha!

CAPÍTULO 1

Al día siguiente amanecí con una resaca de mil diablos, producto de las innumerables copas que Manuel me invitó para resarcirme por el favor que le hacía al contratar a la hermanita de su amante. Por ello os tengo que reconocer que no me acordaba que había quedado con él que esa cría podía entrar a trabajar en mi chalé desde el día siguiente.
― ¿Quién será a estas horas? ― exclamé cabreado al retumbar en mis oídos el sonido del timbre y mirando mi reloj, vi que eran las ocho de la mañana.
Cabreado por recibir esa intempestiva visita un sábado, me puse una bata y salí a ver quién era. Al otear a través de la mirilla y descubrir a una mujercita que llevaba a cuestas tanto su maleta como un cochecito de niño, recordé que había quedado.
«Mierda, ¡debe ser la tal Simona!», exclamé mentalmente mientras la dejaba entrar.
Al verla en persona, esa cría me pareció todavía más jovencita y quizás por ello, me dio ternura escuchar que con una voz suave me decía:
―Disculpe, no quise despertarlo, pero Don Manuel insistió en que viniera a esta hora.
―No hay problema― contesté y acordándome de los antepasados femeninos de mi amigo porque, a buen seguro, ese cabrón lo había hecho aposta para cogerme en mitad de la resaca, pedí a la joven que se sentara para explicarle sus funciones en esa casa.
«Es una niña», pensé al observarla cogiendo el carro y demás bártulos rumbo al salón, «no creo que tenga los dieciocho».
Una vez sentada, el miedo que manaba de sus ojos y su postura afianzaron esa idea y por eso lo primero que hice fue preguntarle por su edad.
―Acabo de cumplir los diecinueve― respondió y viendo en mi semblante que no la creía, sacó su pasaporte y señalando su fecha de nacimiento, me dijo: ―Lea, no miento.
No queriendo meter la pata y contratar a una menor, cogí sus papeles y verifiqué que decía la verdad, tras lo cual ya más tranquilo, le expliqué cuanto le iba a pagar y sus libranzas. La sorpresa que leí en su cara me alertó que iba bien y reconozco que pensé que la muchacha creía que el sueldo iba a ser mayor.
En ese momento decidí ser inflexible respecto al salario, pero, entonces con lágrimas en los ojos, me rogó que la dejara seguir en la casa los días que librara porque no tenía donde ir y dejando claro sus motivos, recalcó:
―Según Don Manuel, puedo tener a mi hijo conmigo. Se lo digo porque apenas tiene tres meses y le sigo amamantando.
Al mencionar que todavía le daba el pecho, no pude evitar mirar a su escote y os confieso que la visión del rotundo canalillo que se podía ver entre sus tetas me gustó y más afectado de lo que me hubiese gustado estar, respondí que no había problema mientras en mi mente se formaba un huracán al pensar en cómo sabría su leche.
―Muchas gracias― contestó llorando a moco tendido: ―Le juro que es muy bueno y casi no llora.
Que se pusiera la venda antes de la herida, me avisó que inevitablemente mi vida se vería afectada por los berridos del chaval, pero era tanto el terror destilaba por sus poros al no tener un sitio donde criar a su niño que obvié los inconvenientes y pasé a enseñarle el resto de la casa.
Como no podía ser de otra forma, comencé por la cocina y tras mostrarle donde estaba cada cosa, le señalé el cuarto de la criada. Por su cara, supe que algo no le cuadraba y no queriendo perder el tiempo directamente le pedí que se explicara:
―La habitación es perfecta, pero creía que… tendría que dormir más cerca de usted por si me necesita por la noche.
No tuve que rebanarme los sesos para adivinar que esa morenita creía que entre sus ocupaciones estaría el calentar mi cama como hacía su hermana con la de mi amigo. Tan cortado me dejó que supusiera que iba a ser también mi porno―chacha que solamente pude decirle que de necesitarla ya la llamaría.
Os juro que aluciné cuando creí leer en su rostro una pequeña decepción y asumiendo que la había malinterpretado, la llevé escaleras arriba rumbo a mi cuarto. Al entrar en mi cuarto y mientras trataba de disimular el cabreo que tenía porque me hubiera tomado por un cerdo, la cría empezó a temblar muerta de miedo al ver mi cama.
Nuevamente asumí que Simona daba por sentado que iba a aprovecharme de ella y por eso me di prisa en enseñarle donde se guardaba mi ropa para acto seguido mostrarle mi baño.
«Menudo infierno de vida debe de haber tenido para que admita en convertirse en la amante de su empleador con tal de huir», sentencié dejándola pasar antes.
Al entrar, la rumanita no pudo reprimir su sorpresa al ver el jacuzzi y exclamó:
― ¡Es enorme! ¡Nunca había visto una bañera tan grande!
Reconozco que antes de entrar en la tienda, yo tampoco y que, al ver expuesta esa enormidad entre otras muchas, me enamoré de ella. Me gustó tanto que pasando por alto su precio y el hecho que era un lujo que no necesitaba, la compré. Quizás el orgullo que sentía por ese aparato me hizo vanagloriarme en exceso y me dediqué a exponer cómo funcionaba.
Simona siguió atenta mis instrucciones y al terminar únicamente me preguntó:
― ¿A qué hora se levanta para tenerle el baño listo?
Sin saber que decir, contesté:
―De lunes a viernes sobre las siete de la mañana.
Luciendo una sonrisa de oreja a oreja y con una determinación en su voz que me dejó acojonado, me soltó:
―Cuando se levante, encontrará que Simona le tiene todo preparado.
No sé por qué, pero algo me hizo intuir que no era solo el baño a lo que se refería y no queriendo ahondar en el tema, le pedí que me preparara el desayuno mientras aprovechaba para darme una ducha. Nuevamente, surgió una duda en su mente y creyendo que era sobre qué desayunaba, le dije que improvisara pero que solía almorzar fuerte.
Mi sorpresa fue cuando, bajando su mirada, susurró muerta de vergüenza:
―Ya que no me ha dado un uniforme, me imagino que desea que limpie la casa como mi hermana.
Desconociendo a qué se refería, di por sentado que era en ropa de calle y no dando mayor importancia al tema, le expliqué que tenía un traje de sirvienta en el armario de su habitación, pero que si se sentía más cómoda llevando un vestido normal podía usarlo. Fue entonces realmente cuando comprendí el aberrante trato que soportaba su hermana porque con tono asustado me preguntó:
― ¿Entonces no debo ir desnuda?
Confieso que me indignó esa pregunta y queriendo resolver de una vez sus dudas, la cogí del brazo y sentándola sobre la cama, la solté:
―No te he contratado para seas mi puta sino para que limpies la casa y me cocines. ¡Nada más! Si necesito una mujer, la busco o la pago. ¿Te ha quedado claro?
Al escuchar mi bronca, los ojos de la mujercita se llenaron de lágrimas y sin poder retener su llanto, dijo:
―No comprendo. En mi región si una mujer entra a servir en casa de un soltero, se sobreentiende que debe satisfacerlo en todos los sentidos…― y antes que pudiese responderla, levantándose se abrió el vestido diciendo: ― Soy una mujer bella y sé que por eso me ha contratado. Dana me contó que usted insistió en ver mi foto para aceptar.
La furia con la que exhibía esos pechos llenos de leché no fue óbice para que durante unos segundos los recorriera con mi vista mientras contestaba:
― ¡Tápate! ¡No soy tan hijo de puta para aprovecharme de ti así! Si quieres trabajar en esta casa: ¡Hazte a la idea! ¡Tienes prohibido pensar siquiera en acostarte conmigo!
Tras lo cual, la eché del cuarto y lleno de ira, llamé a Manuel y le expliqué lo que había ocurrido. El tipo escuchó mi bronca en silencio y esperó a que terminara para, muerto de risa, soltarme:
―Te apuesto una cena a que antes de una semana, Simona se ha metido en tu cama.
Que en vez de disculparse tuviera el descaro de dudar de mi moralidad, terminó de sacarme de las casillas y sin pensar en lo que hacía, contesté:
―Acepto.

CAPÍTULO 2

No pasó mucho tiempo para que me diera cuenta del lío en que me había metido porque nada más colgar, decidí darme esa ducha y mientras lo hacía, el recuerdo de los rosados pezones de la rumana volvió a mi mente.
¡Hasta ese momento nunca había visto los pechos de una lactante!
Por eso y a pesar de que intentaba no hacerlo, no podía dejar de pensar en ellos, en sus aureolas sobredimensionadas, en las venas azules que las circuncidaban, en la leche que los mantenía tan hinchados, pero sobre todo en su sabor.
«Estoy siendo un bruto, esa niña seguro que viene huyendo de un maltratador», me dije mientras de trataba de borrar de mi mente esa obsesión.
Lo malo fue que para entonces era consiente que ante un ataque de mi parte esa criatura no pondría inconveniente en darme a probar y al saber que ese blanco manjar estaba a mi disposición con solo pedirlo, me afectó y entre mis piernas, nació un apetito salvaje que no pude contener.
«¡Ni se te ocurra!», me repitió continuamente el enano sabiondo que todos tenemos, ese al que yo llamo conciencia y otros llaman escrúpulos: «¡Tú no eres Manuel!».
Aun así, al salir del baño para secarme, mi verga lucía una erección, muestra clara de mi fracaso. Creyendo que era cuestión de tiempo que se me bajara, decidí vestirme e ir a desayunar.
Al entrar a la cocina, fui consciente que iba a resultar imposible que bajo mi pantalón todo volviera a la tranquilidad porque Simona me había hecho caso parcialmente y aunque se había metido las ubres dentro del vestido gris que llevaba, no había subido la cremallera hasta arriba dejando a mi vista gran parte de su busto.
«¡Ese par de tetas se merecen un diez!», valoré impresionado al observarlas de reojo y no era para menos porque haciendo caso omiso de las leyes de la gravedad, esas dos moles se mantenían firmes y con sus pezones mirando hacía el techo.
Mientras me ponía el café, la rumanita no dejó de mirarme a los ojos de muy mal genio. Se notaba que estaba cabreada por lo que le había dicho.
«No lo comprendo, debería estar contenta por librarla de esas “labores” y tenerse que ocupar solamente de la casa».
Como no retiraba su mirada, decidí preguntar el motivo de su enfado y aunque había especulado con todo tipo de respuestas, jamás me esperé que me soltara:
― ¡Cómo no voy a estar molesta! Me ha quedado claro que no piensa usar sus derechos sobre mí y también que piensa satisfacer sus necesidades fuera de casa. Pero… ¿y qué pasa conmigo?… Cómo ya le he dicho, soy una mujer ardiente y tengo mis propias urgencias.
Casi me atraganto con el café al escuchar sus palabras. ¡La chacha me estaba echando en cara no solo que no me aliviara con ella, sino que por mi culpa se iba a quedar sin su ración de sexo! Durante unos segundos no supe que contestar hasta que pensando que era una especie de broma, se me ocurrió preguntar qué necesitaba aplacar sus urgencias.
Sé que parece una locura, pero no tuvo que pensárselo mucho para responder:
―Piense que llevo sin sentir una caricia desde que tenía seis meses de embarazo… ― y mientras seguía alucinado su razonamiento, Simona hizo sus cálculos para acto seguido continuar diciendo: ―…creo que si durante una semana, me folla cuatro o cinco veces al día, luego con que jodamos antes y después de su trabajo me conformo.
La seriedad de su tono me hizo saber que iba en serio y que realmente se creía en su derecho de exigirme que aparte del salario, le pagara con carne. Sé que cualquier otro hubiese visto el cielo, pero no comprendo todavía porque en vez de abalanzarme sobre ella y darle gusto contra la mesa donde estaba sentada, balbuceé aterrorizado:
―Deja que lo piense. Lo que me pides es mucho esfuerzo.
Luciendo una sonrisa y mientras se acomodaba en el tablero, me replicó de buen humor al haber ganado una batalla:
―No se lo piense mucho. En mi país, las mujeres somos medio brujas y si no me contesta rápido, tendré que hechizarle.
El descaro de su respuesta, sumado a que, con el cambio de postura, uno de sus pezones se le había escapado del escote y me apuntaba a la cara, hicieron que por primera vez temiera el perder la apuesta. Me consta que lo hizo a propósito para que se incrementara mi turbación, pero sabiéndolo, aun así, consiguió que la presión que ejercía mi miembro sobre el calzón se volviera insoportable.
«Está zorra me pone cachondo», no pude dejar de reconocer mientras me colocaba el paquete.
Hoy pasado el tiempo, reconozco que fue un error porque mi movimiento no le pasó inadvertido y sin pedir mi opinión ni mi permiso, con un extraño brillo en los ojos se arrodilló ante mí diciendo:
―Deje que le ayude.
Sin darme tiempo a reaccionar, esa mujercita usó sus manos para acomodar mi verga al otro lado, al tiempo que aprovechaba para dar un buen meneo a mi erección. Peor que el roce de sus dedos fue admirar sus dos pechos fuera de su vestido y que producto quizás de su propia excitación de sus pezones manaron involuntariamente unas gotas de leche materna.
«¡No puede ser!», exclamé en silencio al tiempo que, contrariando mis órdenes, mi instinto obligaba a una de mis yemas a recoger un poco de ese alimento para acto seguido, llevarlo a mi boca.
Simona, lejos de enfadarse por acto reflejo, se mordió los labios y gimiendo de deseo, me rogó que mamara de ella diciendo:
―Ayúdeme a vaciarlos. ¡Con mi hijo no es suficiente!
Durante unos segundos combatí la tentación, pero no me pude contener cuando incorporándose, ese engendro del demonio depositó directamente su leche en mis labios. El sabor dulce de sus senos invadió mis papilas y olvidando cualquier recato, me lancé a ordeñar a esa vaca lechera.
Las tetas de la rumana al verse estimuladas por mi lengua se convirtieron en un par de grifos y antes que me diera cuenta, esa muchachita estaba repartiendo la producción de sus aureolas sobre mi boca abierta. Muerta de risa, usó sus manos para apuntar a mi garganta los hilillos que brotaban de sus senos para que no se desperdiciara nada.
Desconozco cuanto tiempo me estuvo dando de beber, lo único que os puedo asegurar que, a pesar de mis esfuerzos, no pude tragar la cantidad de líquido que me brindó y por ello cuando de pronto, retiró esas espitas de mi boca, mi cara estaba completamente empapada con su leche.
Afianzando su nueva victoria y con ello mi segunda derrota, se guardó los pechos dentro de su ropa y mientras su lengua recorría mis húmedas mejillas, me soltó:
―Si quiere más, tendrá que follarme― y aprovechando que desde su cuarto el niño empezó a protestar, terminó diciendo antes de dejarme solo: ― Piénselo, pero mientras lo hace, recuerde lo que se pierde…

CAPÍTULO 3

«¿Por qué lo he hecho? ¿Cómo es posible que me haya dejado engatusar así?», mascullé entre dientes mientras subía uno a uno los escalones hacia mi cuarto.
Si mi actitud me tenía confuso, la de Simona me tenía perplejo porque era algo incomprensible según mi escala de valores. Cuando llegó a mi casa, había pensado que me tenía terror. Luego al oír el trato que sufría su hermana, creí que su nerviosismo era producto por suponer que su destino era servirme como objeto sexual. Pero en ese instante estaba seguro de que si su cuerpo temblaba no era de miedo sino de deseo y que cuando me enterneció verla casi llorando al ver mi cama, lo que en realidad le ocurría era que esa guarra estaba excitada.
«¿Qué clase de mujer actúa así y más cuando acaba de tener un hijo?», me pregunté rememorando sus exigencias, «¡No me parece ni medio normal»!
La certeza que la situación iba a empeorar y que su acoso pondría a prueba mi moralidad, no mejoró las cosas. Interiormente estaba acojonado por cómo actuaria si nuevamente ponía esas dos ubres a mi alcance.
«Esa mujercita engaña a primera vista. Parece incapaz de romper un plato y resulta que es un zorrón desorejado que aprovecha su físico para manipular a su antojo a todos», sentencié molesto.
Seguía torturándome con ello, cuando mi móvil vibró sobre la cama. Al ver que quien me llamaba era Manuel, reconozco que pensé que ese capullo se había enterado de lo cerca que estaba de ganar la apuesta y quería restregármelo.
― ¿Qué quieres? ― fue mi gélido saludo. Ese cerdo era el culpable de mis males, si no llega a ser por él, no conocería a Simona y no me vería torturado por ella.
Curiosamente, mi amigo parecía asustado y bajando la voz como si temiera que alguien le escuchara, me dijo que necesitaba verme y que me invitaba a comer. Su tono me dejó preocupado y a pesar de estar cabreado, decidí aceptar y nos citamos en un restaurante a mitad del camino entre nuestras casas.
―No tardes, necesito hablar contigo, pero no se lo digas a nadie― murmuró dándome a entender que no le contara a mi chacha a quién iba a ver.
La urgencia que parecía tener y mi propia necesidad de salir corriendo de casa para no estar cerca de esa bruja con aspecto de niña, me hicieron darme prisa y recogiendo la cartera, salí de mi cuarto rumbo al garaje.
Al pasar frente a la cocina, vi que la rumana estaba dando de mamar a su bebé. La tierna imagen provocó que ralentizara mi paso y fue cuando descubrí que el retoño era una niña por el color rosa de su ropa. No me preguntéis porqué, pero al enterarme de su sexo me pareció todavía más terrible la actitud de su madre.
«¡Menudo ejemplo!», medité mientras informaba a esa mujer que no iba a comer en casa.
Su respuesta me indignó porque entornando los ojos y con voz dulce, se rio diciendo:
―Después del desayuno que le he dado, dudo mucho que tenga hambre hasta la cena.
El descaro con el que recordó mi desliz y su alegría al hacerlo, me terminaron de cabrear y hecho un basilisco, salí del que antiguamente era mi tranquilo hogar.
«Me da igual que sea madre soltera, cuando vuelva ¡la pongo de patitas en la calle!» murmuré mientras encendía mi Audi y salía rechinando ruedas rumbo a la cita.
Durante el trayecto, su recuerdo me estuvo martirizando e increíblemente al repasar lo ocurrido, llegué a la conclusión que era un tema de choque de culturas y que a buen seguro desde la óptica de la educación que esa jovencita recibió, su actuación era correcta.
«Al no tener donde caerse muerta ni pareja con la que compartir los gastos, esa jovencita ha visto en mí alguien a quién seducir para que se ocupe de su hija», concluí menos enfadado al vislumbrar un motivo loable en su conducta.
«Entregándose a mí, quiere asegurarle un futuro», rematé perdonando sin darme cuenta su ninfomanía.
Hoy sé que ese análisis no solo era incompleto, sino que me consta que era totalmente erróneo, pero en ese momento me sirvió y como para entonces había llegado a mi destino, aparqué el coche en el estacionamiento y entré en el local buscando a Manuel.
Lo encontré junto a la barra con una copa en la mano. Que estuviera bebiendo tan temprano, me extrañó, pero aún más que tras saludarle, yo mismo le imitara pidiendo un whisky al camarero.
Ya con mi vaso en la mano, quise saber qué era eso tan urgente que quería contarme. Lo que no me esperaba es que me pidiera antes que pasáramos al saloncito que había reservado. Al preguntarle el porqué de tanto secretismo, contestó:
―Nunca sabes quién puede oírte.
Mirando a nuestro alrededor, solo estaba el empleado del restaurante, pero no queriendo insistir me quedé en silencio hasta que llegamos a la mesa.
― ¿Qué coño te ocurre? ― solté al ver que había cerrado la puerta del saloncito para que nadie pudiera escuchar nuestra conversación.
Mi conocido, completamente nervioso, se sentó a mi lado y casi susurrando, me pidió perdón por haberme convencido de contratar a Simona.
― ¡No te entiendo! Se supone que estabas encantado de haber conseguido un trabajo para la hermanita de tu amante― respondí furioso.
―Te juro que no quería, pero ¡Dana me obligó!
Que intentase escurrir el bulto echando la culpa a su chacha, me molestó y de muy mala leche, le exigí que se explicara. Avergonzado, Manuel tuvo que beberse un buen trago de su cubata antes de contestar:
―Esa puta me amenazó con no darme de mamar si no conseguía meter al demonio en tu casa.
Qué reconociera su adicción a los pechos de su criada de primeras despertó todas mis sospechas porque, además de ser raro, era exactamente lo que me estaba pasando y con un grito nacido de la desesperación, le pedí que me contara como había él contratado a su chacha.
―Me la recomendó un amigo.
Su respuesta me dejó tan alucinado como preocupado y por eso, me vi en la obligación de preguntar:
― ¿Dana acababa de tener un hijo?
―Una hija, ¡esas malditas arpías solo tienen hijas! ― la perturbada expresión de su cara incrementó mi intranquilidad.
Por eso le pedí que se serenara y me narrara el primer día de Dana en su casa.
―Joder, Alberto, ¡tú me conoces! ― dijo anticipando su fracaso― siempre he sido un golfo y por eso desde el primer momento me vi prendado de los pechos de esa morena. ¡Imagínate mi excitación cuando se quejó de que le dolían y me rogó que la ayudara a vaciarlos!
«¡Es casi un calco de mi actitud esta mañana!», me dije asustado al verme por primera vez como la víctima de una conspiración cuyo alcance no podía ni intuir.
Manuel, totalmente destrozado, se abrió de par en par y me reconoció que la que teóricamente era su criada, en realidad era algo más que su amante:
―Me da vergüenza decírtelo, pero es Dana quien manda en casa. Lo creas o no, si quiero salir con un amigo, tengo que dejarla satisfecha sexualmente con anterioridad y eso ¡no resulta fácil! Ese demonio me exige que me la folle hasta cuatro veces al día para estar medianamente contenta.
Ni siquiera dudé de la veracidad de sus palabras porque esa misma mañana Simona me había dejado claro que esas eran sus pretensiones.
― ¡Su hermana es igual! ― confesé asumiendo que por alguna razón tanto ella como Dana eran unas ninfómanas. ―La mía me ha echado en cara que es una mujer joven y que necesita mucho sexo para estar feliz.
No acaba de terminar de hablar cuando se me encendieron todas las alarmas al darme cuenta de que había usado un posesivo para referirme a “mi” rumana. Si ya eso de por sí me perturbó, la gota que provocó que un estremecimiento recorriera mi cuerpo fue el escuchar a mi amigo, decir aterrorizado:
― ¡No te la habrás tirado!
―No― respondí sin confesar que lo que si había hecho era disfrutar del néctar de sus pechos.
Manuel respiró aliviado y cogiendo mi mano entre las suyas, me aconsejó que nunca lo hiciera porque las mujeres de su especie eran una droga que con una única vez te volvía adicto.
―Sé que es una locura, pero necesito ordeñar a Dana mañana y noche si quiero llevar una vida mínimamente normal.
Fue entonces cuando caí en que al menos esa mujer llevaba cinco años conviviendo con él y me parecía inconcebible que siguiera dando pecho a su hija.
―Por las crías no te preocupes, esas brujas utilizan su leche para controlar a sus parejas. ¡A quien da de mamar es a mí! La abuela se hizo cargo de la niña al mes de estar en casa y contigo los planes deben ser los mismos― contestó cuando le recriminé ese aspecto.
Por muy excitante que fuera el tomar directamente de su fuente la leche materna, me parecía una locura pensara que era una sustancia psicotrópica. De ser así el 99,99% de la gente sería adicto a la de vaca y al menos el 60% de los humanos a la de su madre.
«Nunca he oído algo así», pensé compadeciéndome de Manuel, «al menos, habría miles de estudios sobre como desenganchar a los niños de las tetas».
Sabiendo que era absurdo, deseé indagar en la relación que mantenía con su criada para ver si eso me aclaraba la desesperación que veía en mi amigo y por eso directamente, le pregunté si al menos era feliz.
Ni siquiera se lo pensó al contestar:
― ¡Mucho! ¡Jamás pensé en que podría existir algo igual! Esa zorra me mima y me cuida como ninguna otra mujer en mi vida. Según ella, las mujeres de su aldea están genéticamente obligadas a complacer en todos los sentidos a sus hombres… pero ¡ese no es el problema!
―No te sigo, si dices que eres feliz con ella. ¿Qué cojones te ocurre?
Me quedé alucinado cuando su enajenación le hizo responder:
―Sé que no me crees, pero debes echarla de tu vida antes que te atrape como a mí― y todavía fue peor cuando casi llorando, me soltó: ―No son humanas. ¡Son súcubos!
Confieso que al oírle referirse a esas rumanas con el nombre que la mitología da a un tipo de demonios que bajo la apariencia de una mujer seducen a los hombres, me pareció que desvariaba. Simona podía ser muchas cosas, pero las tetas que me había dado a disfrutar eran las de una mujer y no las de un demonio medieval.
Convencido que sufría una crisis paranoica y que producto de ella estaba desvariando, no quise discutir con él y dejando que soltara todo lo que tenía adentro, le pregunté:
― ¿Cómo has llegado a esa conclusión?
Manuel en esta ocasión se tomó unos segundos para acomodar sus ideas y tras unos momentos, me respondió:
―Esa zorra no ha envejecido ni un día. Sigue igual que hace cinco años. Cuando le he preguntado por ello, Dana siempre esquiva la pregunta apuntando a sus genes. No me mires así, sé que no es suficiente, pero… ¿no te parece extraño que, al preguntarle por la gente de su aldea, parece que no existieran varones en ella? Esa bruja siempre se refiere a mujeres.
Durante unos minutos, siguió dando vuelta al asunto hasta que ya casi al final soltó:
― ¿Te sabes el apellido de Simona?
―La verdad es que no lo recuerdo― reconocí porque era algo en lo que no me fijé cuando repasé su edad.
―Se apellidan Îngerul păzitor, ¿Tienes idea de que significa en rumano? ― por mi expresión supo que no y dotando a su voz de una grandilocuencia irreal, continuó: ― ¡Ángel custodio! Esas putas se consideran a ellas mismas como nuestras protectoras.
Dando por sentado que definitivamente estaba trastornado, dejé que se terminara esa y otras dos copas antes de inventando una cita, dejarle rumiando solo su desesperación.
Y ya frente al volante recordé que, según el catecismo católico, un ángel custodio es aquel que acompaña al hombre durante ¡toda la vida!…
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Relato erótico: “Rubia teñida, gorda y obsesionada por el sexo” (POR GOLFO)

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 PORTADA ALUMNA2
La conocí en un tugurio de mala muerte, Esa noche iba acompañado por dos inútiles que me encontré en otra jodida barra de bar. Sólo en una ciudad extraña, no me importó que esos desechos, mendigando una copa, me gorronearan descaradamente mientras se pavoneaban de ser unos Don Juanes. Ni siquiera me acuerdo de sus nombres.
Recuerdo entre tinieblas que llegamos a un antro oscuro y mal iluminado. Uno de esos que, de ir sereno, huyes pero borracho cómo estaba te parece un oasis. Allí la vi. Rubia teñida, fea y gorda, aun así completamente dopado por el  alcohol ingerido, quise conocerla.
Sonia era una muchacha marroquí en una patria extranjera buscando cambiar el cariño de unas caricias por el calor de unos euros. Esa madrugada vio en mí, la posibilidad de dormir en caliente y la seguridad de que en la mañana regresaría a casa con la cartera llena. No intento saber qué fue lo que me llevó a contratarla. Me la sudan los motivos por los que, obviando su fealdad, me hice con sus servicios. Lo único cierto es que saliendo con ella abrazado, huÍ de ese local y llegué haciendo eses hasta mi hotel.

Todavía me aterra pensar en lo que sentí al verla desnudarse. Bajo su vestido no llevaba la típica ropa interior sino una gruesa faja color caqui que sin pudor se quitó ante mi horrorizada vista. Pálida hasta decir basta, su piel blanca se tornaba amoratada en los pliegues que formaba la celulitis de sus piernas. Obesa hasta decir basta, era difícil distinguir donde terminaba la papada y donde comenzaba el pecho. Toda ella era un conjunto de lorzas paralelas, los enormes senos competían con un todavía mayor vientre y este con dos columnas gordas y flácidas que formaban sus piernas.

No os creáis que le cortó lo más mínimo desnudarse con la luz encendida. Sonia, encantada con el volumen de su cuerpo, se agarró una de sus ubres y llevándosela a la boca, mordisqueó su negro pezón mientras me decía a que esperaba para comérmela. Nada me pudo hacer prever que esa mujer entrada en carnes me gustara pero contra toda lógica al verla en pelotas, con sus lonchas desparramándose alegremente, consiguió excitarme, Nunca había estado con un mujer de su estilo, francamente gorda, sus michelines desnudos se sucedían uno tras otro pero aun así hubo algo que me llamó a hundir mi boca entre sus muslos.
No sé como pudo separar sus piernas para permitir a mi cabeza llegar hasta su sexo,
Puta y gorda, pero encantadora sino llega ser por su profesión, cualquier paisano estaría encantando de retozar alegremente de por vida ente sus blancas carnes. Me da igual su nombre, sé que me ha mentido, los doscientos euros que me ha cobrado son una puta insignificancia al lado del placer que me ha resultado magrear sus carnes entre  mis manos. Nunca me han gustado las anoréxicas pero tampoco pensé que me obsesionaría amasar tantos kilos de grasa  y menos que al sentir su consistencia, mi pene pudiera salir de su letargo y alzarse
Ese maremágnum de carne derramándose a cuatro patas sobre el colchón debía de haberme repelido, pero no fue así. Con su acento árabe y su increíble falta de pudor, se separó las gruesas nalgas con sus manos y me pidió que le diera por culo. El tamaño de esas dos masas era tal que incluso dudé mientras me acercaba con mi pene en la mano, de que tuviera la extensión suficiente para penetrarla.
Curiosamente, la flacidez de su trasero permitió que al presionarla se desparramara hacia los lados y mi glande entrara con facilidad dentro de su negro ojete.  La obesa mujer debía estar acostumbrada a superar toda serie de dificultades porque al sentir que mi miembro solo la había desflorado a medias, sin ningún pudor me pidió que la agarrara de los hombros y así tener de dónde agarrarme para terminarla de meter.

La postura consiguió su objetivo y contra la lógica, me encantó el modo que tanta grasa abrazó mi pene en su camino. La cerda al notar mi miembro rellenando su conducto, empezó a gritar como si la estuviera sacrificando en un matadero. El volumen de sus gritos incluso se incrementó cuando olvidándome del asco que me daba ver como se bamboleaban sus blandas ubres comencé a moverme dentro de su culo.

 

Reconozco que me sorprendió oírle chillar que la pegara. Comportándose como un sucio y sumiso despojo, me rogaba que azotara su descomunal trasero con  una fijación que me obligó a satisfacerla.  Al soltarle el primer azote sobre sus flácidos cachetes, observé con cierta repugnancia que todo su grasiento lomo temblaba como gelatina, formándose una ola que naciendo en su culo subía por su cuerpo muriendo en su gruesa papada.
Sé que esa gorda disfrutó de la ruda caricia porque, relamiéndose sus pintarrajados labios, me rogó que siguiera azotándola. La necedad de esa vaca parecía no tener fín porque no contenta con la serie de nalgadas que recibió, cuando se sintió parcialmente saciada, me pidió que cogiera su pringosa melena y la usara como riendas.
Supe que lo que ese sebo con dos patas deseaba y por eso, satisfaciendo su pervertida necesidad, tiré de su pelo hacia atrás haciéndole daño. El dolor lejos de calmarle, la estimuló y girando su cabeza, me imploró que jalara con más fuerza. En ese momento ya no éramos puta y cliente sino dos degenerados dejándonos llevar por nuestras obscuras apetencias.
Forzando el aguante de su mantecosa anatomía, vi como su columna se doblaba producto de la  fuerza con la que  atraje hacia mí su cabellera. El sufrimiento que noté en sus hundidos ojos me hizo parar pero entonces cabreada me ordenó que no parara. Azuzado por sus chillidos, respondí con violencia y mientras me tiraba de su pelo, la regalé con otras dosis de sonoras nalgadas.
El renovado castigo la encantó y convulsionando entre mis piernas, se corrió. La entrega de esa mugrienta mujer y el modo tan obsceno con el que se retorcía implorando un mayor correctivo, me estimuló y dotando a mis movimientos de un fiero compás, machaqué sin pausa su rollizo coño hasta que contagiado por su placer, derramé mi semen en su interior.
La zorra ordeñó a conciencia mi pene y cuando sintió que lo había dejado seco, se separó de mí. Dándose la vuelta, obvió que lo tenía lleno de mierda y sin pensárselo dos veces, se lo metió en la boca. Alucinado contemplé como saboreaba con gusto los restos de su culo. Lamiendo con su lengua mi extensión no cejó tras dejarlo inmaculada sino que continuó mamando de él hasta que lo consiguió reanimar.
Una vez había conseguido que mi polla recuperara la erección se abrió de piernas y me pidió que la follara. Como hasta entonces su coño había permanecido oculto entre tanta grasa, no había tenido la oportunidad de contemplarlo y haciendo caso omiso a su petición, me quedé mirando atónito semejante enormidad.
En el bosque que poblaba su pubis podían haber hecho su guarida un centenar de forajidos. Era tanta su frondosidad que tuve que separar sus pelos para descubrir los pliegues de su chocho. Interesado en saber su tamaño, metí directamente un par de dedos en su interior. La gordinflona al sentir mis yemas recorriendo  su sexo, se acomodó en la cama y  con un suspiro me hizo saber que le apetecía que siguiera con mi exploración.
La falta de rechazo me animó a meter un tercer dedo dentro de esa gruta. La sencillez con la que lo sumergí, me hizo probar con un cuarto y con un quinto, de manera, que sin apenas darme cuenta tenía toda mi mano dentro de su coño. Ese fue el momento que esperó la oronda mujer para con un berrido rogarme que la follara con mi puño. La urgencia que adiviné en su voz, me hizo complacerla y cerrando mi mano dentro de esa cavidad, comencé a imprimir con ella un suave movimiento.
Bramando de placer, mi voluminosa pareja me imploró que aumentara el ritmo con el que la estaba machacando su chocho. Consintiendo a ese engendro, aceleré y obnubilado, observé como sus sobredimensionados pechos se movían siguiendo la pauta con la que la complacía. Poco a poco y usando mi puño como si fuera un martillo neumático, derribé los últimos cimientos de cordura de la obesa.

Sonia al sentir sus neuronas hirviendo por el cúmulo de sensaciones, no se cortó y aullando a voz en grito, fue marcándome la cadencia con el que quería ser follada. Golpeando la pared de su vagina de un modo atroz, llevé a esa mujer al borde del colapso. De improviso sin que nada me hubiese advertido antes lo que iba a ocurrir, de su sexo brotó un geiser de caliente flujo que me golpeó en el rostro.

Ese viscoso liquido recorriendo mi cara, me indujo a seguir, de forma que prolongué su éxtasis durante una eternidad. Maravillado por ser testigo de esa inhumana eyaculación femenina, no pude parar cuando ella me lo pidió. Comportándome como un bellaco, violé repetidamente ese enorme chocho sin importarme los gritos de mi víctima. Convirtiendo en mi obsesión el descubrir hasta donde llegaría su resistencia, continué durante largos minutos hasta que rendida sobre el colchón, esa ballena me rogó que la dejara descansar.
Apiadándome de ella, saqué mi puño de su interior. La mujer al verse libre apoyo su cabeza en la almohada y cerrando los ojos disfrutó de los últimos estertores de placer que asolaban su cuerpo. Ya relajada, sonriendo, me preguntó si podíamos ir al baño porque le apetecía probar otra cosa.
Sin saber que era lo que se proponía seguí por la habitación a ese mastodonte. Al hacerlo, contemplé el movimiento de sus lorzas al caminar pero quizás ya acostumbrado a su grotesca figura, esa visión no enfrió para nada mi libido sino que lo acentuó. Si creía que ya nada me podía sorprender, esa foca me sacó de mi error cuando obligándome a entrar en la bañera con ella, me pidió con su mirada cargada de deseo que usara mi pene para mearla.
Jamás en mi vida había hecho algo semejante pero eso no me intimidó y cogiendo mi polla comencé a derramar sobre sus pechos mi amarillo orín. El putón al sentir mis meados recorriendo su grasienta piel, gimió totalmente poseída y dirigiendo el chorro a su boca, dejó que se rellenara su garganta mientras infructuosamente intentaba beber. La cantidad de orina que surgía de mi miembro lo hizo imposible y derramándose por sus mejillas, observé como la empapaba por completo.
Sonia, al ver por mi erección que compartía su fetiche, se pellizcó los pezones mientras se introducía mi pene hasta el fondo. La sensación de sentir sus engrosados labios besando la base de mi polla junto con la brutal presión a la que su lengua sometía a mi extensión provocó que explotara dentro de su boca. La mujer saboreó mi lefa como si fuera la primera vez y recreándose en la mamada, no paró hasta que dejar mis huevos vacíos.
Entonces  encendió la ducha y con un cariño que me dejó abochornado, me enjabonó con cariño. La puta zorra se había convertido por arte de magia en la más dulce de las amantes  y sorprendiéndome nuevamente, lloró a moco tendido dándome las gracias por hacerla tratado como mujer y no como a un monstruo.
Fue entonces cuando me percaté que si bien había estado a punto de vomitar al verla desnuda, ahora su cuerpo me parecía extrañamente atractivo y que mi asco inicial se había convertido en  franca adoración por esa enorme mujer. Donde antes veía un siniestro esperpento de la naturaleza, en ese momento solo contemplaba voluminosa belleza.
Por eso pidiéndola que volviéramos a la cama, disfruté de sus caricias toda la noche y a la mañana siguiente cuando nos despedíamos, le prometí que cada vez que volviera a esa ciudad la llamaría. 
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Relato erótico “La fiesta” (POR SARAGOZAXXX)

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Aquel año no tuve tiempo de decidir los disfraces para la fiesta que todos los años organizaba nuestro amigo Julián con motivo de su cumpleaños, y al que le gustaba hacer coincidir con carnavales. Normalmente me encargaba yo de elegirlos, pero este año por falta de tiempo, cometí el error de dejar a mi esposo que se encargase él de escogerlos.
Julián es un amigo de mi esposo, empresario, soltero, al que le va muy bien en la vida. Tengo que adelantar que es algo excéntrico, en cierto modo se lo puede permitir. Como digo, suele coincidir la fecha de su cumpleaños con carnavales y de unos cinco años a esta parte, le gusta organizar una fiesta de disfraces para celebrarlo. Suele alquilar algún sitio donde poder invitar un ciento de invitados, entre amigos, familiares y compromisos de trabajo. Algunos años alquilaba algún chalet con servicio de catering, otros lo hacía en algún restaurante, otros en centros de convenciones, y este año tocaba en un lujoso hotel de la ciudad. Según le dijo a mi esposo era mucha la gente que venía de fuera este año y tenía alguna que otra sorpresa preparada. Incluso se ve que consideró la posibilidad de invitar sólo a los chicos, aunque al final no fue así.
El caso es que se trata de una excusa como otra cualquiera para reunirse los amigos de toda la vida al más puro estilo Julián. Junto a las navidades y otros acontecimientos, es en escasas fechas señaladas cuando suelen coincidir todos juntos a la vez. Los amigos de mi esposo siempre han sido siete, se conocían desde el colegio, pero por circunstancias de la vida se separaron geográficamente hablando. Fran se fue a vivir a Alemania y Joaquín a Francia. Pedro marchó a estudiar la carrera a Tenerife y Carlos se casó con una gallega. Paco era el único que se quedó junto a mi esposo en su ciudad natal. Luego estaba Julián, del que no sabría precisar dónde tenía su residencia.
.-“Mi despacho es el mundo” solía decir cuando lo veíamos porque paraba en su ciudad a visitar a la familia y los amigos.
En más de una ocasión nos había confesado que sabía del país en el que se encontraba por el servicio de despertador del hotel, dependiendo del idioma en que le hablasen al despertarlo, sabía dónde estaba.
Como podéis adivinar todos estaban casados, todos menos Julián, al que le caía cierta fama de mujeriego entre sus amigos, yo creo que en parte todos le tenían envidia, tanto por no estar comprometido con nadie como por su éxito profesional y económico.
Pero retomando nuestro asunto, de este año solo supe que la fiesta tendría lugar el sábado en un conocido hotel de cinco estrellas de nuestra ciudad, y no me preocupé de nada más hasta el mismo viernes en que llegué a casa por la noche.
Para los que no me conocen decir que me llamo Sara, tengo treinta y un años y estoy felizmente casada con mi marido desde hace unos años. Siempre he sido una mujer muy ardiente, con muchísima imaginación a lo que el sexo se refiere, lástima que mi marido no me corresponda la mayoría de las veces. Él es muy tradicional en ese sentido, siempre espera de mí que me comporte como una esposa recatada y decente no sólo en apariencia, sino también en la intimidad, y en ese sentido trato de satisfacerle aunque a veces me gustaría representar otros roles.
No me puedo quejar, es un buen esposo y mejor padre todavía, solo que a veces preferiría que no me respetase tanto. Vosotras ya me entendéis ¿no chicas?. Supongo que guardo mis fantasías para mis ratos de soledad y mi blog, cosa que me haría muchísima ilusión que visitases:
saragozaxxx.blogspot.com
Allí hay colgada alguna foto mía que espero que te gusten. Pero a lo que iba…
Era viernes por la noche, mi marido y yo ya habíamos acostado al niño y cenado, estábamos tumbados en el sofá del salón viendo la tele, cuando le pregunté por el disfraz que había escogido. Ni me había acordado en toda la semana hasta ese momento. Nada más preguntárselo a mi marido se emocionó muchísimo y se fue corriendo a nuestro dormitorio por los disfraces. Me sorprendió que se levantase tan rápido del sillón, pues siempre pone mil excusas cuando le pido que me acerque algo o  cuando el niño pide agua desde su cuarto. Para mi sorpresa regresó al salón risueño como un niño:
.-“Mira lo que he encontrado” dijo entusiasmado “Espero que te gusten” concluyó al tiempo que abría su disfraz de entre un montón de bolsas.
Lo cierto es que con tanto entusiasmo logró crear en mi cierta expectación…
Sacó la primera prenda de lo que era la bolsa de su disfraz: unas mallas negras que no dudó en quitarse el pijama para probárselas. Me hizo gracia, estaba algo ridículo tan solo con las mallas puestas. Luego se puso una especie de camiseta negra, por el momento pensé que se disfrazaría de ladrón o algo así.
.-“¿Qué es?” le pregunté intrigada.
.-“Espera y verás” me decía todo entusiasmado mientras se colocaba algún adorno.
Luego se puso una capa negra que me despistó respecto de mi idea original. De caco ya no podría ser el disfraz, en todo caso de Conde Drácula o algo así. Acto seguido se dio la vuelta dándome la espalda, no pude ver lo que se ponía hasta que dijo:
.-“Ahora viene lo mejor” y de otra de las bolsas extraía lo que era el casco del Darth Vader y se lo ponía para mayor de mi sorpresa.
.-“¡Como no!” exclamé nada más verlo disfrazado del malvado personaje de su saga preferida.
He de decir que mi marido es un freaky de la guerra las galaxias, lo colecciona todo, se lo ha visto todo, y se lo lee todo, por suerte no lo compra todo.
.-“¿Qué tal me queda?” preguntó al tiempo que se giraba un par de veces enfrente mío mostrando su disfraz totalmente entusiasmado.
Me llamó la atención que la careta venía incorporada con una especie de megáfono que distorsionaba la voz al estilo del personaje. Tengo que decir que era todo muy realista.
.-“¿Te habrá costado una pasta?” le pregunté sin mucho afán. Sinceramente le quedaba bastante bien. Tenía bastantes detalles, era bastante original además de realista. Enseguida me pregunté que habría elegido para mí.
.-“¿Y el mío?” le pregunté algo impaciente por saber que me había escogido.
.-“Ten, está aquí dentro” dijo al tiempo que me proporcionaba una de las bolsas “espero que te siente tan bien como a la protagonista”.
Abrí la bolsa impaciente. Normalmente suele venir una foto del disfraz en el exterior de la bolsa, pero en este caso no se veía nada, tan solo unas letras que ponía “Leia slave costume”. Lo de “slave” no me sonó nada bien.
“¿A ver que habría comprado el cabeza de chorlito de mi esposo?” pensé mientras lo habría.
Apenas había ropa en el interior de la bolsa.
.-“¿Qué es esto?” le pregunté al ver los adornos del interior.
.-“¿Recuerdas cuando Luck Skywalker tiene que rescatar a la princesa Leia y a Han Solo de las garras del perverso Jaba el Hutt en el Retorno del Jedi?” me preguntó encantado de escucharse a través del megáfono de su careta.
.-“Si” le respondí sin saber muy bien que tenía que ver todo eso con los cuatro adornos que tenía entre mis manos.
.-“No te lo vas a creer, he encontrado el traje de la princesa Leia en esas escenas” me dijo forzando su respiración dentro de la careta imitando al Darth Vader como si fuera un niño.
.-“Pero si la princesa Leía apenas lleva ropa en esas escenas” recalqué tremendamente sorprendida.
.-“Pues eso, seguro que estás muy sexy con el disfraz puesto” me dijo como si nada mirándose lo bien que le quedaba su traje frente al espejo y haciendo el tonto con la voz.
En esos momentos no supe si partirle la cara o mandarlo a la mierda. Me contuve a la espera de probarme el disfraz. Pero mi cabreo iba en aumento al comprobar que el top apenas tapaba nada de mis pechos. Indudablemente tuve que quitarme el sujetador para que quedase bien. Lo que terminó por enfadarme fue al probarme lo que se supone era la falda del disfraz. Apenas era un trozo de tela totalmente abierta por los laterales, de tal manera que la  tela cubría únicamente la parte central de la cintura tanto por delante como por detrás.
.-“¿No pretenderás que me ponga esto?” le dije al verme con el atuendo puesto.
Mi marido se giró extrañado. No podía verle la cara pero me la imaginaba.
.-“¿Por qué no?” me preguntó quitándose la maldita careta y mirándome de arriba abajo devorándome con la vista.
.-“Tú estás chalado ¿o qué te pasa?” le espeté preguntándome si realmente creía en lo que decía. Pensé que se trataba de alguna especie de broma.
.-“Vamos cariño” me confesó tratando de relajar el tono de voz “no sabes lo que me ponía en mi juventud observar a la Carrie Fisher con ese vestido cada vez que veía la peli. Me hacía unos pajotes de miedo. Siempre me reprochas que te llamo la atención cuando te pones mini o enseñas escote, y para una vez que quiero que te vistas para mi….además veo que a ti también te sienta de maravilla. Estas guapísima. Vamos no seas así y hazlo por mí…” concluyó su argumentación poniendo carita de niño bueno.
.-“¿Pero te has fijado que con este vestido no puedo llevar ni las bragas puestas debajo? ¡¡Que se nota absolutamente todo!!” pronuncié indignada mostrándole el elástico de mi braguita que asomaba por ambos lados.
.-“Seguro que encuentras una manera de solucionarlo” dijo como ignorando el problema al tiempo que se volvía a poner su máscara y jugaba con estúpidos cambios de voz como un chiquillo emocionado con su nuevo juguete.
Yo estaba totalmente encorajinada por lo que le oía decir, me quité definitivamente las bragas para que viese que ese “vestidito” no admitía mayor solución.
.-“¿Acaso quieres que todo el mundo me vea de esta manera, medio desnuda?” le pregunté al tiempo que le tiraba las bragas enfadada a la altura de su maldita careta negra.
.-“Vamos mujer, no es para tanto, además Julián seguro que te lo agradece?” me dijo mirándose de nuevo en el espejo haciendo el tonto.
.-“¿Por qué dices eso?” le pregunté ahora todavía más mosqueada.
.-“No te hagas la tonta” dijo despojándose de la capa como si nada “todo el mundo sabe que Julián anda loquito por ti, si incluso Fran llegó a decir en cierta ocasión que Julián no se casa porque no quiere estar con otra que no seas tú. Me tiene una envidia que no se tiene” concluyó con cierto aire de superioridad.
.-“¡Pero qué tonterías dices! Dile a Fran que es un bocazas. Siempre te llena la cabeza de gilipolleces. Y lo peor es que tu le haces caso como un imbécil” dije seria y enfadada por lo que acababa de escuchar.
.-“Bueno, pues que se joda Julián, que vea ese presuntuoso lo buena que estás y la suerte que tengo” dijo mi marido abrazándome de frente, a la vez que me daba un tierno beso en la boca tratando de sellar las paces.
.-“No sabes lo burrón que me pones con este vestido” me dijo entre beso y beso mientras me abrazaba. “Ha sido mi fantasía de toda la vida” me confesaba mi marido al tiempo que me acariciaba tiernamente por los brazos y por la espalda.
.-“Bueno ya veremos si me lo pongo” le dije deshaciéndome de sus abrazos “de momento me voy a lavar los dientes, y a meterme en la cama, estoy cansada, mañana ya hablaremos” dí por terminada la conversación.
.-“¿Te lo pondrás? Por fa” gimoteo en un intento desesperado medio suplicando.
 .-“No sé, que quieres que te diga, hace mucho frío para ponerme esto” dije al tiempo que salía del salón en dirección al baño.
.-“Yo te calentaré” dijo mi marido dándome una palmada en el culo antes de que lo abandonase en el salón.
Me quedó claro que el que andaba caliente era él solo de verme con el vestido. Yo ya no tuve ganas de contestarle, estaba cansada como para rebatirle, tenía ganas de ir a la cama. Mañana sería otro día.
 Me miré frente al espejo del baño mientras preparaba el cepillo y la pasta de dientes. Desde luego era más que imposible que el vestidito me lo pusiese de esa manera. Sólo de reclinarme ante el espejo asomaban mis pechos por los laterales del top. Y qué decir de la falda, con cada descuido se me veía la fina tira de pelillos que decoran mi pubis y apenas me tapaba el culo.
 Sopesé la posibilidad de ponerme algún body de esos de cuerpo entero color carne o algo así debajo. Sería la única posibilidad.  Lo cierto es que aún  tenía tiempo por la mañana de apañar algo.
 Recuerdo que ya había terminado de lavarme los dientes y comenzaba a extenderme el limpiador facial por la cara, cuando mi marido abrió la puerta del baño y vino hasta mí agarrándome de la cintura por la espalda. Todavía llevaba puesto el maldito disfraz de Darth Vader. Por un momento pensé que no se lo quitaría ni para dormir. Por suerte se había quitado la máscara, aunque le llevaba en la mano. Luego se puso mimoso y me dijo:
.-“Lo siento mi vida, me hacía mucha ilusión vértelo puesto” pronunció al tiempo que se abrazaba a mi por la espalda y me daba tímidos besitos en los hombros. “No caí en la cuenta de que el disfraz no admite ropa interior debajo. De verdad que lo siento, no pensaba en esas cosas cuando lo ví en la tienda, tan sólo quería verte con él puesto, me hacía tanta ilusión…” dijo notablemente arrepentido por su elección.
.-“No te preocupes, cariño, buscaré una forma de arreglarlo. Tal vez pueda ponérmelo con algún body color carne o algo parecido” le dije dejándome acariciar para consolarlo en su desilusión.
.-“¿En serio?” me dijo de nuevo risueño como un niño  al tiempo que me abrazaba y acariciaba mi piel por todas partes.
.-“No te prometo nada” le dije cruzando mi mirada con la suya a través del espejo.
Pude comprobar un destello en su mirada al escuchar mis palabras, y me prometí a mi misma hacer un esfuerzo por tratar de adaptar el disfraz.
.-“Llevo soñando con esto desde que era un adolescente” dijo refrotando su paquete por mi culo a la vez que me abrazaba. De novios ya le gustaba jugar de esta manera conmigo. Era su particular forma de decirme que me tenía ganas.
.-“Ya veo, ya” dije comprobando su erección al tiempo que movía mi pompis contra su paquete dándole a entender que me había percatado de su estado de ánimo, y que yo me encontraba receptiva.
Lo cierto es que con el disfraz tan realista que llevaba puesto mi marido tenía cierto puntillo, hasta lo encontré sexy y todo.
.-“Si yo fuera Jabba el Hutt y tu mi esclava no sabes lo que te haría” susurró en mi nuca al tiempo que sus manos iban a parar a mi culo.
Estaba claro que me pedía guerra, y no de las galaxias precisamente.
.-“¿Ah sí?, ¿y qué me harías?” le pregunté dejándome acariciar por sus manos mientras que ahora era yo, la que buscaba el contacto entre su paquete y mi trasero. Debo reconocer que me estaba gustando seguirle el juego en su fantasía. Al menos sería algo novedoso en nuestra relación.
.-“Para empezar te tendría expuesta en todas las audiencias que viniesen a palacio para que viesen la tía tan buena que me beneficiaba” dijo acariciándome los pechos por encima del top mientras me besaba por el cuello.
Yo miraba su cara de salido a través del espejo. Estaba logrando ponerme algo más que a tono.
.-“¿Eso es todo?” le pregunté con carita de niña mala dejándome hacer. Me estaba agradando la situación. Era la primera vez en su vida que veía a mi esposo echándole imaginación al asunto.
.-“Desde luego, te haría estar todo el día paseándote medio desnuda delante de mí y de todo el mundo” dijo acariciándome con sus manos por todo el cuerpo al tiempo que notaba una vez más su miembro clavado en mi culo. No le recordaba una erección tan evidente desde hacía mucho tiempo.
.-“¿En serio?” volví a preguntarle cuan gatita mimosa “¿acaso te gustaría exhibirme desnuda ante todo el mundo?” terminé por decirle a la vez que entrecruzaba sus dedos con los míos y guiaba sus manos por todo mi cuerpo.
.-“Serías mi esclava” dijo él notablemente excitado por mis palabras, “estarías siempre dispuesta a mi antojo” pronunció deshaciéndose de una de mis manos y deslizando sus dedos por mi vientre hasta alcanzar la tela de la falda acariciando mi pubis por debajo.
.-“¿Y qué me harías?, ¿me venderías?” le pregunté excitada al notar como sus dedos jugueteaban con los escasos pelillos que guían el camino hasta mi sexo.
 .-“Luego te follaría a mi antojo, tendrías que estar siempre dispuesta a mis apetencias y a la de mis invitados” sus palabras se volvían más soeces conforme avanzaba en sus caricias y eso he de reconocer que me volvía loca.
Me estaba sorprendiendo satisfactoriamente, mi marido nunca se había comportado de esa manera y me estaba excitando muchísimo la situación. Por fin había algo de pasión e imaginación en nuestras relaciones, bienvenido sean pues los carnavales.
Ambos nos miramos a través del espejo y podíamos comprobar el estado de excitación del otro. Yo podía comprobar su enorme erección, y él pudo comprobar lo mojadita que estaba cuando su mano me acarició por encima de mis labios vaginales.
.-“Veo que a ti también te gusta” me susurró en la nuca al tiempo que uno de sus dedos se abría paso en mi interior.
.-“Uhm , uhmmm…” no pude evitar gemir al notar cómo me penetraba con su dedo.  Me incorporé tratando de facilitarle la labor, traté de acariciar su barba por encima de mi hombro a una mano, mientras con la otra palpaba su polla por encima del pantalón del disfraz.
Yo estaba muy cachonda.
.-“Te quiero” dijo al tiempo que comenzaba a mover su dedo en mi interior dejándose ya de jueguecitos. Me encantaba escucharle decir que me quería. Yo por mi parte cerré los ojos concentrada en el placer que me estaba proporcionando.
.-“Estas preciosa” o, “hay que ver cómo me pones”, junto con “te deseo mucho,… ” y cosas por el estilo que me decía totalmente excitado entre beso y beso por el cuello, o entre chupetón en lóbulo de la oreja y lengüetazo saboreando mi cuerpo. Sabe que no me puedo resistir a ese tipo de caricias.
.-“Vámonos a la cama” dije totalmente deseosa porque me hiciese el amor de una maldita vez. Había logrado su propósito, me había puesto cachonda, y me tenía entregada.
.-“No espera”, dijo antes de ponerse la máscara de nuevo, “prefiero que lo hagamos aquí frente al espejo” y dicho esto extrajo su miembro de entre su bragueta y haciendo a un lado la tela de mi falda procedió a golpearme con su polla en la piel desnuda de mi culo. Fui yo misma la que agarrándolo por los testículos acerqué su masculinidad  hasta situarla entre mis labios vaginales.
.-“Joder cari, no sabes cómo me tienes con la tontería” dije antes de ensartarme yo misma su polla en mi interior reclinándome aún más hacia atrás.
.-“SSssh,” chistó mandándome callar para luego pronunciar muy seriamente “¿Le gusta mi espada laser?, Princesa Leia” pronunció con su voz distorsionada por la careta al tiempo que comenzaba a culearme.
A mí me entró la risa al escuchar sus palabras, pero le seguí la corriente.
.-“Oh sí, señor Darth Vader, ¿Va a ser usted muy malo conmigo?” le pregunté con voz fingida entre mis primeros suspiros de placer.
.-“Sométete ante el reverso tenebroso” dijo esta vez muy solemnemente mirándome a través del espejo.
.-“No me haga daño, ¿le gusta así, mi amo?” le pregunté como buenamente pude entre gemido y gemido de placer al mismo tiempo que era yo quien se movía adelante y atrás.

Ahora era yo quien me lo follaba, en vez de ser él quien me culease.

.-“Oh sí, que bien te mueves princesa” comenzó a jadear mi esposo fuera de control por la situación, dejándose llevar por mis movimientos y el morbo de la situación.
.-“Sabe amo…” le susurré mientras me movía frente al espejo “ni Han Solo, ni Luck Skywalker me han hecho sentir nunca lo que usted me llena” le dije al tiempo que me deshacía del top del disfraz y le mostraba mis pechos en el cristal.
.-“Princesa Leia…” me dijo “se mueve usted de puta madre” y dicho esto estrujo mis pechos con sus manos y aumentó el ritmo de nuestra follada.
Me hizo un poco de daño al principio, tengo los pechos muy sensibles, pero en cierto modo me agradó más que nunca su relativa brusquedad en las caricias.
Creo que estaba a punto de hacerme adicta a la maldita saga de la guerra las galaxias. Apenas había comenzado mi marido a moverse en serio y ya estaba a punto de correrme. Pronto mis gemidos comenzaron a inundar el cuarto de baño. Durante un par de minutos, una mezcla de apagados gemidos, el entrechocar de nuestros cuerpos, y una absurda respiración se apoderaron de la estancia sin palabras de por medio.
.-“Creo que me voy a correr” me costó articular palabra al faltarme la respiración.
.-“Sabe princesa…, me gustaría someterla por el  lado oscuro de la fuerza” pronunció mi marido al tiempo que jugaba con uno de sus dedos alrededor de mi esfínter.
.-“¿En serio?” le pregunté sorprendida. He de reconocer que me pilló desconcertada. Para nada me esperaba que el tradicional y pulcro de mi marido me pidiese practicar alguna vez sexo anal. Hasta la fecha nunca me lo había planteado, a decir verdad, nunca lo habíamos hablado. Yo daba por supuesto que no le agradaba, creía que le parecía escatológico y desagradable.
Mi marido respondió a mi pregunta estirando la mano hasta alcanzar el bote de crema hidratante que descansaba al lado del grifo, sobre la repisa del mismo lavabo en el que yo estaba reclinada.
.-“¿Por qué no?” pronuncié totalmente dispuesta a probar y entregada al morbo del momento.
Nada más pronunciar mi consentimiento pude sentir el chorro de crema fría que mi marido dejó caer a dos manos por mi espalda, y que resbaló por la espina dorsal hasta alcanzar el anillo de mi ano.
Mi marido se entretuvo en extender la crema en rededor. Reconozco que en esos momentos yo estaba tan tensa como excitada. Si hasta ese momento miraba a mi esposo a través del espejo para contemplarlo en su disfraz, en el preciso instante en el que pude sentir como hacía presión con uno de sus dedos contra mi esfínter, preferí cerrar los ojos y concentrarme en mis sensaciones.
Era todo puro morbo en esos momentos. Por primera vez en mi vida estaba dispuesta a dejarme sodomizar.
“Alguna vez tiene que ser la primera no?” me pregunté mentalmente al tiempo que apretaba mis dientes tanto como mis nalgas al notar la presión del dedo de mi esposo en zona tan delicada.
Chillé un poco cuando aprecié como su dedo se abría paso lentamente en mis entrañas. A pesar de haberme embadurnado la zona con crema hidratante a conciencia, me estaba doliendo.
.-“No, para, para, me duele” informé a mi marido quejosa. Mi cara de dolor debió de ser un poema.
.-“Mi vida, tienes que relajarte” dijo mi esposo sacando su dedo de mi interior.
Sentí rabia al notar como mi marido desistía de su intento tras comprobar que me estaba doliendo. Yo no soy una mujer que se dé fácilmente por vencida. Aquello además de doloroso me resultaba algo humillante, pero sobretodo un sentimiento se apoderaba de mí ser en ese momento: no iba a ser yo quien pusiese fin a ese momento. ¡No!. De ninguna de las maneras iba a ser yo quien dejase a mi esposo la puerta abierta del reproche. No estaba dispuesta a escucharle decir tonterías cuando fuese yo quien le propusiese alguna novedad. Ya me lo podía imaginar: que para que tratar de intentarlo, no merece la pena,  déjalo estar, y cosas por el estilo. Así que armándome de valor, y tragándome mi orgullo le dije:
.-“Vamos, inténtalo de nuevo” susurré abriéndome yo misma los cachetes de mi culo con ambas manos ofreciéndole una visión espectacular de mi palpitante esfínter.
Mi marido no se lo pensó dos veces. De nuevo la presión de su dedo en mi ano. Esta vez no me dolió tanto.
.-“Despacio” dije apoyándome de nuevo con mis manos sobre el lavabo, bastante más relajada.
Pude notar como su puño chocaba contra mis carnes, señal inequívoca de que su dedo había entrado todo cuanto podía. Luego comenzó a moverlo despacito, muy despacito, adelante y atrás como un par de veces. Las próximas dos veces lo movió un poco más aprisa.
He de reconocer que me dolía menos de lo que recordaba en el primer intento, al menos ahora era algo más soportable. El inexperto de mi esposo aceleró el ritmo animado por la urgencia, y yo abrí los ojos de par en par al notar cómo me estaba sodomizando con el dedo. De repente…
.-“Buuuaaaaaahhhh” no me lo podía creer, el niño comenzó a llorar en su cuarto.
“No por favor, ahora no, por favor que se calle” pensé mientras lo escuchaba llorando en su habitación.
.-“Buaaaaahh, buaaaahhh” su llanto iba en aumento.
Mi marido se detuvo al escucharlo y me miró preguntándose que podíamos hacer. Ambos nos mirábamos el uno al otro maldiciendo nuestra suerte. Seguramente el niño nos habría escuchado y reclamaba su chupete.
Tras tres o cuatro llantos más todo el morbo se vino abajo. Fui incapaz de escuchar llorar a mi hijo, así que salí de la posición en la que estaba y fui al cuarto de mi pequeño a ver que le sucedía.
Había perdido el tete, se lo puse en la boca, pero seguía reclamando mimos. Desnuda y todo como estaba lo cogí en brazos para acunarlo. Le canté una nana para que reconciliara el sueño, y poco a poco se fueron relajando tanto el niño como el picor en mi ano. Primero dejó de llorar, y luego se quedó dormido de nuevo.
Desde luego tenía a quien parecerse, porque en que regresé al baño, pude comprobar que mi marido se había quedado dormido en la cama. No me quedó otra que ponerme el pijama y recostarme junto a mi esposo a la espera de conciliar también el sueño y descansar.
El caso es que cierto escozor en mi maltrecho esfínter, hizo que mi cabeza comenzase a darle vueltas y vueltas al asunto.
Estaba claro que no podía ir así a la fiesta. ¿Por qué había comprado entonces ese disfraz mi marido?. No me podía creer que pretendiese que me pusiera el disfraz tal cual.  ¿Por qué lo había comprado entonces?. ¿Y su cambio de comportamiento de hace un rato?. ¿En que estaba pensando cuando me propuso hacerlo por la puerta de atrás?. Vino entonces a mi cabeza las palabras que dijo acerca de Julián, y de su amigo Fran. ¡Que Julián me deseaba en silencio!. Nunca me lo hubiese imaginado, era impensable para mí. Era un buen amigo y punto. ¿Por qué había dicho entonces eso mi esposo?. Recordé sus palabras “que vea la suerte que tengo”. ¿Se trataba de eso, no?. ¿Era todo por pura envidia?. Me resistía a pensar que fuera de esa manera. No podía creérmelo, pero todo se me hacía raro, muy raro.
Quise desviar mis pensamientos tratando de pensar en otras cosas, pero no pude. Mi cabeza continuaba dándole vueltas al asunto. Recordé las palabras de Isabel el otro día juntas en la cafetería, cuando me dijo que su marido, Paco, le había insinuado que este año pretendían que a la fiesta de disfraces de Julián acudiesen solo los chicos. Al parecer les había pillado comentando por el whatsupp acerca de la posibilidad de que saliese una chica disfrazada de enfermera del interior de una tarta de cumpleaños y cosas así.
Conociendo a Julián lo veía capaz de eso y mucho más. Pero entonces, ¿porque no me lo había dicho mi marido y punto?. Tan sólo tenía que decirme que este año querían estar solos los amigos y ya está. Luego lo pensé mejor, le daba vueltas y vueltas. El calzonazos de mi esposo sería incapaz de atreverse  a decirme directamente lo de la tarta. Era incapaz de negarme la asistencia de ser todo eso era verdad. “Tontín, ya saldría yo de la tarta”, pensaba mientras trataba de conciliar el sueño.
Pero…¿y si fuera cierto?. Si todo era una maniobra de mi esposo para deshacerse de mí. No digo que no fueran otras chicas y esposas, ¿pero si lo que quería mi esposo es que yo no fuera?. Conociéndolo no lo veía tan descabellado. ¿Y si me había comprado el ridículo disfraz sabiendo que me enfadaría, le montaría un numerito, y me negaría a ir?. De eso si lo creía capaz.
¿Por qué? Me preguntaba. ¿por qué no quería que fuese?. ¿Qué motivo podía tener para que no quisiese mi esposo que fuera?. Le daba vueltas una y otra vez antes de conciliar el sueño.
Decidí que lo mejor sería mañana a la mañana salir a buscar un body de esos de cuerpo entero y esperar a ver las reacciones de mi esposo, y con eso rondando mi cabeza logré dormirme.
Para colmo tuve unos sueños extraños. De repente me veía en medio del desierto vestida de danza del vientre o algo parecido bailando en una especie de harem. Estaban todos los conocidos presentes, pero sobretodo podía visualizar a las mujeres de los amigos de mi esposo devorándome de envidia con la vista, porque era la preferida del jeque de la jaima. Salvo que el sultán era el malvado Dark Vader. Tras un rato de danza me toma de la mano y me guía hasta sus aposentos. De repente estamos en un palacio tipo Taj Mahal. El hombre de negro me tumba sobre la cama y comienza a hacerme el amor, cuando estoy a punto de correrme se desprende de la máscara, y resulta ser Julián quien me está haciendo el amor. Creo que chillé.
Justo en ese momento me despertó mi marido.
.-“¿Qué estabas soñando?” me preguntó al verme sudorosa.
.-“No sé, no recuerdo” le mentí. No quería darle explicaciones.
.-“Para no acordarte, y por tu manera de gemir parece que  estabas disfrutando bastante” dijo tratando de levantarse de la cama a preparar los desayunos.
.-“Idiota”  le dije tirándole el almohadón a la espalda “era una pesadilla” terminé por gritarle al tiempo que abandonaba el dormitorio en dirección a la cocina.
El caso es que nada más despertarme desayuné a toda prisa, le dije que ya tenía todo preparado para que nuestro hijo se quedase a dormir con sus padres, en casa de los abuelos, que yo saldría a buscar algo con lo que ponerme el vestido.
Busqué en un par de tiendas tipo Calzedonia y sitios así donde pensé encontraría lo que buscaba. Pero no había nada que se pareciese a algo tan simple como un body de cuerpo entero. Luego recurrí al socorrido Corte Inglés, pero nada, tampoco tenían. Un dependiente prepotente que me devoraba con la vista, me sugirió que tal vez tuviesen ese tipo de prendas en tiendas eróticas, pero que desde luego allí no tenían. Me sentó mal la forma en que me lo dijo, pero puede que tuviese algo de razón. Por suerte había una tienda relativamente cerca de dónde estaba.
Me dio mucha vergüenza preguntarle al dependiente, tuvo la misma mirada de baboso que el tipo del Corte Inglés. Y lo peor es que no tenía nada con la idea que yo llevaba en mente. Los bodys de cuerpo entero que tenía eran con motivos enrejados, y pensé que aún quedaría peor con eso puesto.
Así que decidí parar a tomar un café y pensar una solución. Retomé mis pensamientos de la noche anterior y me pregunté de nuevo una y otra vez porqué había escogido ese vestido el imbécil de mi esposo.
Trataba de atar cabos sueltos, y recordé las palabras de Julián la última vez que estuvo en nuestra casa cenando. Informó a mi esposo de que había coincidido con una tal Cristina en una reunión de negocios. Era manager en no sé qué empresa con la que de ahora en adelante tendría que tener bastante relación. Ambos se felicitaron por la coincidencia, pues la susodicha Cristina era una antigua amiga del grupo en su juventud. Al parecer era una especie de sex simbol dentro del grupo de amigos, debió de tontear con todos o al menos jugó con el corazón de todos a su antojo. Vamos, una loba de cuidado.
Recuerdo que Julián le comentó a mi esposo en mi presencia que igual la invitaba a la fiesta, y mi esposo se alegró muchísimo con la posibilidad de volver a verla. Enseguida surgieron los típicos comentarios entre ellos. “¿Aún tendría las tetas tan grandes?” se preguntaban el uno al otro “¿y el culo tan bonito?” Se reían de recordarlo.
.-“Mira que le sentaban bien los vaqueros” dijo mi esposo en esa ocasión.
Entonces lo entendí. ¿Y si no quería mi esposo que fuese porque Julián iba a invitar a esta chica?. Pero enseguida lo descarté. Mi esposo no me haría eso. Simplemente no pensó en nada cuando escogió el vestido, o pensó con el pito. Lo único que saqué en claro de esa mañana es que no iría a la fiesta con el disfraz que había elegido mi esposo.
A decir verdad cambié de opinión, de repente me di cuenta que no me apetecía mucho ir a la fiesta. Tendría la casa para mi solita. Me visualicé a mi misma en la bañera llena de espuma, con música relajante, cuidando mi cuerpo. Una sesión de palomitas viendo sola una comedia romántica. El plan tenía buena pinta. Así que de repente, y sin pensarlo mucho, decidí la forma en que quedarme sola en casa y disfrutar a mi aire. ¿No era eso lo que quería mi marido?.
Al llegar a casa le dije a mi esposo que habían llamado mis padres mientras estaba de compras. Que mi madre se había puesto muy mala y pasaría a verla a comprobar la gravedad de la enfermedad, de ser cierto lo que decía mi padre me quedaría a cuidarla un rato, y seguramente me perdería la fiesta.
.-“Que pena” dijo con eufemismo y poco entusiasmo mi marido. Por un momento creí que se alegró de que no fuese a la fiesta, lo que me mosqueó un poco.
Llegada la hora, mi marido se disfrazó y salió de casa. Yo simulé que me arreglaba para ir a casa de mis padres, pero en que mi marido salió de la puerta de casa, rellené la bañera con agua bien caliente, sales de baño y mucha espuma. Apagué las luces del baño y encendí algunas velas. Para terminar puse algo de música relajante.
.-“Qué bien, al fin la casa para mi solita” pensé al tiempo que me dejaba llevar por las sensaciones en el agua. Cerré los ojos. La velada tenía muy buena pinta. Toda la noche sola en casa, palomitas, comedia romántica, andar en bragas por la casa sin dar ninguna explicación, la calefacción a mi gusto, una bañerita con aceites y espuma. Vamos, en esos momentos estaba en la gloria.
Pero una vez con los ojos cerrados y mi mala cabeza comencé a darle vueltas y vueltas a mis preocupaciones. Ni aún así podía dejar de pensar en el tema del vestidito. ¿Por qué compraría ese disfraz mi marido?.
No sé por qué me imaginé a mi esposo tonteando con la tal Cristina. ¿y si le había salido bien la jugada? No pareció tener mucha pena cuando le dije que no lo acompañaría. Su actitud me dejó preocupada. De nuevo recordé los comentarios que hacían entre ellos al recordar a la Cristinita de los cojones. No la conocía de nada, pero mira que me caía mal la tía. Que si que tetas tenía, que menudo culo tan rico, que si mira que labios, que si tenía que hacer unas pajas de campeonato, y cosas por el estilo que con dos copas de más teníamos que aguantar el resto de esposas cada vez que los amigos iban bebidos y salía a colación la muy guarra .
Los celos se apoderaron de mi mente. Recuerdo que en esos momentos estaba con la cuchilla de afeitar  repasándome los pocos pelos que podía tener por las piernas. Me imaginé a mi marido borracho dejándose engatusar por semejante pedazo de zorra y me dio coraje. En un acto de rabia me pasé la cuchilla por el pubis rasurando esa parte de mi cuerpo.
.-“Seguro que regresa borracho, pues pienso buscar cualquier excusa para mostrárselo y dejarle con las ganas por estúpido” pensé mientras apuraba la zona con la cuchilla. Se lo tenía bien merecido por imbécil.
El caso es que cuando salí de la ducha y comencé a darme cremas por todo el cuerpo no podía quitarme de la cabeza la imagen de mi marido borracho coqueteando con esa bruja. Di por hecho que estaba sucediendo en esos momentos tal y como imaginaba.
No pude más, reconozco que estaba obsesionada. Debía salir de dudas, así que me vestí rápidamente con unos jeans y una camiseta y bajé al chino de debajo de casa a buscar algún disfraz con el que acudir a la fiesta. Ya en el ascensor pensé que lo mejor sería poder presentarme sin que me reconociesen, así podría espiar lo que hacía mi esposo sin mí en la fiesta. Pensé en algún tipo de disfraz con careta o algo así que me cubriese la cara.
Al llegar al chino no veía ningún disfraz con las ideas que llevaba, que fuese de mujer y con careta. Además todos los disfraces que  quedaban en la tienda eran bastante sosos. Todos menos uno de conejita de playboy que desde luego era bastante atrevido. Se trataba de un corsé negro palabra de honor en forma de traje de baño, con medias de rejilla y las típicas orejitas de la marca. Una pajarita por collar complementaba el atuendo. Aún ese disfraz enseñaba menos que el que había escogido mi marido. Desde luego podría llamar la atención sin enseñar nada a cambio. Al verlo en mis manos lo tuve claro, el muy cabrón de mi marido no quería que fuese, pero se iba a enterar.
El disfraz de conejita seguro que llamaba la atención, eso podía ser bueno a mis propósitos, tendría un montón de moscones con los que dar envidia y encelar a mi esposo. Además seguro que estaba más atractiva que la tal Cristina. La duda era como evitar que se me reconociese.
 Al ir a pagar en caja una niña le preguntó a la dependienta por maquillaje de fantasía. La pequeña había dado en el clavo. Recordé que la hija de una vecina nuestra trabajaba como animadora en un parque de esos de bolas infantiles, en la que en cierta ocasión había acudido con mi sobrina. A las niñas les  maquillaban la cara como si fueran gatos, payasos, felinos… todo tipo de maquillaje de fantasía cubriéndoles el rostro. Era justo lo que necesitaba.
Miré el reloj, eran ya cerca de las once de la noche, seguramente la vecina habría terminado ya de trabajar en el parque infantil y estaría en casa preparando los parciales de la universidad. No perdía nada por intentarlo, y si no, ya encontraría por internet algún video con el que maquillarme. Así que compré también otro juego de maquillaje de fantasía y fui directa a casa de la vecina.
Se sorprendió al verme en la puerta cuando llamé a su timbre, pero se alegró cuando le pedí el favor de ayudarme a pintarme la cara y maquillarme como una conejita. Tan sólo le dije que me gustaría que no se me reconociese. Por suerte no me preguntó más detalles, y no tuve que darle más explicaciones. Miramos algo en internet, vimos un modelo que podía adaptarse perfectamente a lo que buscaba, y nos pusimos manos a la obra.
Lo cierto es que dimos en el clavo con el maquillaje. Se notaba que tenía práctica. Primero pintó mi cara con una base toda de blanco que cubría mi cuello hasta la zona en la que iría la pajarita, luego dos triángulos rosados grandes sobre mis cejas, dos grandes círculos también rosados en las mejillas, los bigotitos, la nariz, los dientes de conejo destacados y algún que otro detalle más. Me miré en el espejo al acabar. Apenas se me reconocía. Le dí las gracias y marché a casa a disfrazarme lo más aprisa que pude.
Me probé el disfraz. El traje me sentaba realmente bien. Había acertado con la talla, salvo que las medias de rejilla me venían algo grandes, se me caían e iba molesta. Decidí sustituirlas  por un liguero y unas medias que tenía. Me daban un aire de puta que no me tenía. Al principio me sentí algo incómoda, pero me fui acostumbrando conforme me miraba en el espejo. De todas formas, eso era lo que quería ¿no?, llamar la atención. Por último, una levita de cuero larga para ir por la calle, y salí rauda y veloz hacia la fiesta.
Pasaba ya de medianoche cuando llegué al hotel, dejé el abrigo en el guardarropa y decidí perderme entre el gentío de la fiesta. Nada más quitarme la levita pude apreciar las miradas de los hombres alrededor clavadas en mi cuerpo, a pesar de ir acompañados de sus respectivas esposas y acompañantes. Enseguida pude ver el disfraz de Darth Vader de mi esposo, era único e irrepetible. Destacaba entre el resto de disfraces.
Un camarero pasó con una bandeja sirviendo champagne y tomé una copa a la espera de espiar lo que hacía mi esposo. Me llamó la atención que enseguida estuvo rodeado de tres o cuatro mujeres desconocidas para mí.
“Seguro que una de ellas es la tal Cristina” pensé mientras lo observaba en la distancia y le daba un primer sorbo a mi copa.
.-“A esta le comía yo el conejo” me tuve que escuchar el comentario que le decía un hombre de avanzada edad a otro en mi espalda. Por supuesto, su interlocutor le rió la gracia.
Yo me giré para ver quien había podido ser el que profiriera tan desafortunado comentario. Para mi sorpresa se trataba de un par de tipos, el uno disfrazado de Batman, y el otro disfrazado de bombero.
.-“Hola, ¿tú debes ser amiga de Julián?” me dijo el personaje disfrazado de bombero tratando de iniciar una conversación muy seguro de su atractivo.
.-“Supongo que como todos los que estamos en la fiesta ¿no?” le respondí como dándole a entender que su preguntaba había sido un poco estúpida. “Por cierto ¿habéis visto a Julián?” les pregunté al echar en falta al anfitrión.
.-“No” dijo ahora el disfrazado como de Batman “apareció al principio de la tarde para dar el discurso de bienvenida, y ya no lo hemos vuelto a ver” dijo en evidente estado de embriaguez.
.-“Al parecer su avión se había retrasado, desde luego no estaba disfrazado cuando habló, se excusó diciendo que iba a una habitación a disfrazarse, y desde entonces no lo hemos vuelto a ver” argumentó ahora el bombero.
En ese momento alcé la mirada para ver qué es lo que estaba haciendo mi esposo. Durante este tiempo de conversación con Batman y el bombero lo había perdido de vista. Mi sorpresa al verlo es que estaba hablando muy acaramelado con una mujer disfrazada de Superwoman, y  que por la descripción encajaba perfectamente con Cristina. Me enfurecí al verlos coquetear tan descaradamente en medio de todo el mundo. Aparté a un lado a mis interlocutores y me dirigí enrabietada a decirle cuatro cosas a mi esposo.
Pero en el camino Ana y Paloma se cruzaron delante mío. Eran las esposas de Fran y Joaquín respectivamente. No sé porqué me detuve como paralizada por un sexto sentido. Pasaron justo por delante de mí hablando de sus cosas sin saludarme. Eso quería decir que no me habían reconocido.
“¿Sería posible que no me reconociesen?” pensé mientras apuraba mi copa de champagne y las veía alejarse en dirección a la barra.
Tal vez debía esperar algo más a decirle cuatro cosas a mi esposo, al fin y al cabo tan solo estaba hablando, algo mimosos sí, pero hablando. Me lo pensé mejor, quedaría fatal ante todo el mundo si le montaba un numerito de celos, y lo peor de todo es que le daría la razón a la guarra de su acompañante. Por otra parte, debía tratar de continuar pasar desapercibida. Seguía sin creerme que Ana y Paloma no me hubiesen reconocido. Debía salir de dudas, debía comprobarlo.
Me dirigí al bar dispuesta a pedir una copa y situarme a su lado con la intención de comprobar si me reconocían o no. Cuando llegué a la barra ellas estaban hablando de sus cosas. Me puse a la espalda de Ana, y pedí un gin tonic. Luego miré a Paloma que quedaba enfrente de mí. No me dijo nada, es más, me miró como con desprecio por ir disfrazada de forma tan vulgar. He decir que Paloma es de esas niñas pijas que miran a todo el mundo por encima del hombro creyéndose superiores. Una cosa estaba clara, no me habían reconocido.
Traté de hacer oído a ver de qué estaban hablando. Para mi sorpresa descubrí que estaban hablando de Julián.
.-“Como te digo Paloma, desde aquella vez que nos acostamos ya no ha vuelto a ser el mismo conmigo. Me rehúye, me esquiva y apenas habla conmigo. Cuando coincidimos tan sólo habla con su amiguito del alma ignorándome por completo” escuché que le decía Ana a su compañera.
No me podía creer lo que estaba oyendo, me acerqué aún más a ambas para escuchar bien lo que se decían.
.-“¡Qué cabrón!” dijo ahora Paloma, “a mí me hizo lo mismo. Es como si después de conseguirte como a un trofeo, luego te abandonase en una vitrina” dijo algo indignada.
Yo no podía creer lo que decían.
.-“Bueno…” le replicó ahora Ana “yo me dejo usar siempre que quiera” dijo en evidente estado de embriaguez.
.-“¡Con semejante instrumento que se gasta el bueno de Julián, ¿quién no?” le siguió el juego Paloma al tiempo que ambas reían.
Yo me quedé realmente asombrada de lo que acababa de escuchar. Pero mi sorpresa fue en aumento cuando escuché de nuevo a Ana…
.-“Por cierto, ¿has visto a Sara?” le preguntó Ana a Paloma.
.-“No la he visto en toda la noche” le respondió Paloma “ni a Sara ni a Julián” concluyó en un tono de voz como insinuándole algo a Ana.
.-“Seguro que están follando como locos en alguna habitación” soltó Ana de golpe y porrazo para mi estupor.
.-“Seguro…” continuo Paloma “Sara siempre le ha gustado a Julián. Se la come con los ojos cada vez que la mira. No entiendo como ella no se ha dado cuenta” terminó por decir.
.-“No sabe lo que se pierde” dijo Ana que iba bastante bebida por su tono de voz. Ambas reían de nuevo tras el comentario.
Yo las miré estupefacta, por un momento pensé que lo decían en broma, que me habían reconocido, y que exageraban todo para burlarse de mí. Pero la mirada que me lanzó Paloma como diciendo ¿tú qué coño miras?, terminó por desengañarme al respecto.
Decidí que lo mejor sería alejarme, no fuese que terminasen por reconocerme y fuese peor. Así que cogí mi gin tonic y marché de allí.
Necesitaba organizar en mi cabeza todo lo que me estaba ocurriendo. No podía creer lo que acababa de ver, ni lo que acababa de escuchar, ni nada cuanto sucedía en esa fiesta, era todo como un mal sueño.
Debía ordenar mis sentimientos en ese momento. Resulta que mi marido se las había ingeniado a base de bien para venir solo a la fiesta, y que no era tan mosquita muerta como creía. En consecuencia me lo encuentro tonteando con todas las que se le acercaban. Encima me entero que el bueno de Julián se había acostado con las esposas de todos sus amigos, y para colmo tengo que escucharme que al parecer está enamorado de mí de toda la vida. No llegaba a creérmelo. Julián siempre se comportado como un buen amigo, no podía ser cierto cuanto murmuraban de él. Me bebí el gin tonic casi de trago absorta en mis pensamientos, y claro, me entraron ganas de orinar.
Una vez en baño me tuve que contemplar mi pubis rasurado, que me recordó que lo más sensato en esos momentos era ocuparme de mi marido. Aislarme me ayudó a recobrar la calma y establecer mis prioridades. Llegué a la conclusión que debía olvidarme de Julián y el resto de esposas, ahora tenía un problema mucho más importante del que ocuparme: Averiguar qué tipo de persona era verdaderamente mi esposo en ese mundo paralelo que acababa de descubrir en mi entorno de gente de confianza. Debía despejar la más mínima duda de si todo había sido una estratagema por su parte para librarse de mí, y tener vía libre para ligar con el sueño de su infancia, la supuesta Cristina esa.
Cuando regresé a la fiesta pasé junto al bar y decidí que otro gin tonic no estaría mal. Lo que pude ver desde la barra no me gustó lo más mínimo. Mi esposo estaba no solo hablando, sino que ahora estaba bailando junto a la misma mujer en una actitud algo más que mimosa.
No pude más, debía salir de dudas. Los celos me estaban comiendo por dentro. Así que me acerqué hasta ellos, y me puse a bailar a su lado con la intención de que fuese mi marido quien me dijese algo sorprendido por verme, sobretodo sorprendido por haberlo pillado in fraganti bailando tan acarameladamente con su compañera.
Pero para mi sorpresa, nada más situarme a su lado bailando, tan solo me miró un par de veces a través de su careta de Darth Vader, sin llegar a decirme nada, y continúo bailando con su compañera como si nada.
Dudé si me había reconocido o no. ¿Sería posible que mi propio esposo no me hubiese reconocido?. ¿Y sí me había reconocido y trataba de jugar conmigo?.
“Con que esas tenemos ¿eh?” pensé. “¿Así que quiere jugar?, pues se va a enterar” y por mi parte continúe bailando a su lado esperando que se cortase un poco en su actitud.
 Como el salón estaba lleno de gente y la música lo invadía todo, enseguida me vinieron a ofrecer tragos dos o tres hombres y a sacarme a bailar. Decidí aceptar la invitación de mis pretendientes tratando de encelar a mi marido, quien parecía ignorarme. ¿Era a lo que estaba jugando él, no?. Así que me animé a bailar con alguno de mis nuevos pretendientes.
Por supuesto, traté de llamar la atención de mi esposo, que continuaba bailando como si nada con la supuesta Cristinita disfrazada de Superwoman. Con el paso del tiempo los hombres hacían cola para bailar conmigo. Aunque no podía verlo bien porque estaba oculto bajo su máscara, seguro que había llamado la atención de mi propio esposo, que  seguía sin decirme nada, como dejando seguir el juego.
Con el transcurso del tiempo me preguntaba si sería verdaderamente posible que mi marido no hubiese reconocido a su propia esposa. Yo no me lo podía creer, si me había reconocido era un imbécil, y si no también. ¿Por qué entonces no me decía nada?. ¿Sería posible que le hubiese fastidiado que me presentase sin avisarle?. De repente un tipo me tocó el culo descaradamente a la vista de todo el mundo.
.-“Menudo conejito más suave” pronunció el tipo al tiempo que me tocaba el pompón blanco al final de mi espalda.
Era imposible que mi marido no lo hubiese visto y no le dijese nada. Yo me quedé mirando al osado con cara de pocos amigos por haber sobrepasado el límite de lo permitido. De hecho estuve a punto de arrearle un bofetón, pero por suerte un tipo mayor, cincuentón, disfrazado de Casanova y que lo observó todo, intervino acertadamente solicitándome bailar, y dejando transcurrir como si nada la violenta situación que acababa de suceder.
.-“Gracias” sentí la necesidad de agradecer sinceramente su actuación al Casanova con el que ahora me encontraba bailando.
Desde luego me había rescatado de tan incómoda situación, cosa que ni mi propio marido había sido capaz de hacer. Para colmo continuaba bailando con su compañera como si nada hubiera ocurrido.
Solo encontraba una explicación, efectivamente mi marido no me había reconocido, y además el muy imbécil sólo tenía ojitos para la guarra de Superwoman. Pero mira que estaba siendo imbécil, desde luego solo sabe pensar con la bragueta.
Tanto si me había reconocido como si no, decidí corresponderle a mi marido con la misma moneda con la que me estaba pagando. Cada canción que sonaba y mi marido continuaba sin decirme nada, yo le permitía a mi Casanova algo más de contacto y roce entre nuestros cuerpos.
Estaba claro que mi Casanova me deseaba y quería acostarse conmigo. El tipo no desaprovechaba la más mínima oportunidad para mirarme el escote o acariciarme allí donde le dejaba.
El caso es que allí estábamos los cuatro en medio de la pista de baile, Darth Vader bailando con Superwoman, y Casanova tratando de seducir a una conejita del playboy.
La verdad es que desconozco cuantas canciones estuvimos bailando tanto mi esposo como yo, el uno junto al otro, pero cada uno con sus respectivas parejas, sin intercambiar palabra, tan solo algún cruce de miradas de vez en cuando.
Por otra parte, subestimé a mi Casanova. Resultó ser un hombre con cierta experiencia en este tipo de situaciones y enseguida alertó que ocurría algo entre Darth Vader y yo, supongo que se dio cuenta por las miradas que le lanzaba a mi esposo, así que jugando bien sus bazas en un momento dado me preguntó:
.-“Puedo invitarte a una copa” y antes de que pudiera responderle me cogió de la mano y tiró sutilmente de mi cuerpo en dirección a la barra. Tampoco pude o no quise resistirme a su invitación.
Por suerte al llegar a la barra del bar había un taburete libre, muy galantemente me cedió el asiento.
.-“Gracias” le agradecí por segunda vez, “estos tacones me están matando”, le dije al tiempo que me acomodaba en el asiento cruzando mis piernas.
Pude advertir que desde su posición le ofrecía una visión espectacular de mis piernas y de mi escote.
 .-“¿Le puedo preguntar cómo se llama?” preguntó Casanova al tiempo que me besaba en el torso de la muñeca, al estilo recepción de pasamanos, simulando muy bien su papel.
.-“Me llamo Sara” dije sorprendida por su gesto.
.-“¿Y a qué puedo invitarte Sara?” me preguntó caballerosamente.
.-“Oh un gin tonic estaría bien, a ser posible Martin Millers con fever tree, nada de limón, por favor, con enebro es suficiente” dije en plan chica James Bond.
.-“Me alegra saber que eres una mujer de gustos exquisitos. Suena bien eso que dices, me pediré otro” y dicho esto se giró para pedirle las consumiciones al camarero.
.-“¿Y tú?, aún no me has dicho cómo te llamas” le pregunté a mi acompañante.
.-“Perdón, ¿no te lo he dicho?, mi nombre es Bruce” dijo acercándose para darme dos besos en la mejilla, gesto que aprovechó para apoyar su mano sutilmente sobre mi pierna cruzada superiormente.
.-“¿De dónde eres Bruce?” le pregunté sorprendida al escuchar su nombre y no apreciar ningún tipo de acento anglosajón en su pronunciación.
.-“Soy de Florida, Estados Unidos” dijo repasándome con la mirada observando mi reacción.
.-“¿Y qué hace un tipo de Florida en una fiesta de disfraces como ésta, aquí, en España?”  le pregunté movida por la curiosidad.
.-“Digamos que tengo negocios en común con un tal Julián, ¿lo conoces?” me devolvió la pregunta tratando de ser él quien obtuviese información sobre mí.
En esos momentos la pregunta me resultó más difícil de contestar de lo que me parecía. Supongo que sí, que lo conocía, y así se lo hice saber.
Estuvimos hablando durante un largo tiempo. Bruce aprovechaba la más mínima ocasión para acariciarme la pierna más cercana a su posición y sobretodo mirarme el escote.
Era un tipo de conversación agradable, tenía un registro amplio de temas, siempre enfocaba la conversación intercambiando buen humor e indirectas. No perdía la ocasión de halagarme por mi belleza y aprovechaba la menor excusa para piropearme.
Debimos beber unas cuantas consumiciones durante nuestra conversación. Antes de apurar la copa de mis manos, se volvía a la barra para pedir otra Martin Millers con fever tree, y lo cierto es que logró su propósito, yo estaba algo más que contentilla por los efectos del alcohol. Recuerdo que en una de las veces miré a mi esposo en la distancia y ahí estaba, disfrazado del Darth Vader coqueteando con la Superwoman, que con el transcurso de la noche y las copas de ambos, aprovechaba el menor descuido para refrotarle las tetas a mi esposo.
Sentí rabia, mucha rabia, y de repente quise llamar su atención para que se fijase en mí, sobre todo si no me había reconocido. Así que me sentí con manga ancha para actuar a mi antojo. Utilicé para mis propósitos al pobre Casanova que estaba representando a la perfección su papel.
.-“Me apetece bailar ¿a ti no?” le dije a mi acompañante en cuanto tuve ocasión. De nuevo me situé en la pista de baile al lado de Darth Vader y Superwoman.
Me pasé tres pueblos cuando nada más situarnos donde yo quería metí un dedo en mi copa y con una sonrisa traviesa puse un par de gotas sobre mi escote, resbalando por mis senos hacia el encaje de mi vestido. Al pobre Casanova se le salían los ojos. Aquello era sin duda una declaración de intenciones. Para colmo comencé a moverme de forma muy sensual en mi forma de bailar, con movimientos de alto contenido sexual
Recuerdo que llegó un momento en que los disfraces masculinos se arremolinaban a mi alrededor observando mis movimientos y esperando la oportunidad para bailar conmigo. Pero yo me dedicaba a bailar con mi Casanova el cual disfrutaba el baile de lo lindo.
Con el paso de la noche perreaba con él siempre que la música lo permitía y él aprovechaba para meterme mano con la menor excusa. Me toco el culo y los pechos a su antojo varias veces buscando el roce, y yo me dejaba hacer. Procedía siempre con cierto disimulo, aunque todo el mundo a nuestro alrededor se daba cuenta de ello. He de reconocer que yo también me encontraba algo cachonda por la situación y tanto toqueteo. Hasta que un comentario a mi espalda me hizo regresar a la realidad.
.-“Esta tía debe follar como los conejos” y de repente me acordé de mi marido.
Hacía tiempo que no lo veía, caí en la cuenta que no estaba entre el público que presenciaba mi espectáculo, y por lo tanto ya no me interesaba provocar más numeritos. Decidí salir a buscarlo.
Temí que no se hubiese ido solo de la zona de baile. Casanova intentó retenerme pero muy a su pesar le dí calabazas. En esos momentos sólo tenía una preocupación y era encontrar a mi marido. Me daba igual todo lo ocurrido anteriormente entre él y superwoman, Casanova se lo había puesto fácil al imbécil de mi marido, yo estaba muy cachonda, y tenía unas ganas locas de follar. El mundo se podía ir a la mierda en esos momentos, yo no veía la hora en la que entrar por la puerta de casa y hacer el amor con mi marido. Luego ya vendrían las explicaciones y los reproches. Ahora premiaba la necesidad y la urgencia, debía encontrarlo. Anhelaba además que estuviese solo.
Lo busqué entre la sala de baile, pero no lograba verlo por ninguna parte. Busqué y busqué sin encontrar, hasta que me convencí que allí no estaba. Su traje era bastante llamativo. Por unos momentos tuve cierto ataque de celos. Estaba al borde de un ataque de nervios. ¿Y si se había subido a alguna habitación con la guarra que venía acosándolo toda la noche?. Era un tonta por no haber detenido la situación a tiempo, debía haberle plantado un beso en todos los morros nada más verlo y no andar por ahí pensando estupideces, y dedicarme a tontear con desconocidos. La estúpida era yo por no haber detenido todo eso a tiempo. Necesitaba dar con él de una vez por todas.
Al fin lo encontré.
Respiré profundamente cuando ví que estaba solo. Se encontraba sentado en uno de los bancos del jardín tomando una copa mientras miraba al cielo. Conozco a mi marido, sé que cuando huye de la multitud es porque se encuentra melancólico. Tontín, ¿me estaría echando de menos?
Me acerqué a él muy contenta por haberlo encontrado solo, y me senté en su regazo sorprendiéndole con mi presencia.
.-“Ya era hora ¿no?. Al fin te encuentro sólo. ¿Qué pasa no te has podido quitar a todas esas busconas de encima?” dije con expresión de alegría al tiempo que me sentaba sobre sus piernas y lo abrazaba rodeando su cuello entre mis brazos. Él me miró como extrañado. Bueno, no lo pude ver porque llevaba la careta de Darth Vader, pero lo conozco perfectamente, y por sus gestos supe que le sorprendía verme a pesar de tener la cara cubierta por la máscara.
.-“¿Por qué me miras así?, ¿acaso te sorprende ver a tu mujercita en la fiesta?, ¿qué pasa no me has reconocido en toda la noche?”, le dije al tiempo que tomaba su copa de la mano pues necesitada por beber un trago más en la noche. Me sorprendió que se hubiese pedido un gin tonic, a él no le gustan. Siempre me tildaba de “pijotonica” argumentando que eso era una moda pasajera como otra cualquiera. Él era más de ron con coca cola.
.-“¿Gin tonic?, ¿desde cuándo te gusta el gin tonic?”, le pregunté al tiempo que le apuraba la copa en un nuevo trago. Reconozco que la bebida ya no  causó en mi mayor efecto del que ya llevaba encima. A esas alturas estaba muy, pero que muy perjudicada.
.-“Sabes…” le dije abrazándome a él en plan mimosa cruzando mis piernas sobre su regazo y a punto de hacerle una confesión, “llevo toda la noche observándote, y estoy muy orgullosa de ti. He visto como rechazabas a la guarra de la Cristina esa. No creas, te he visto. Sé que te andaba buscando toda la noche. Debo confesarte que por un momento creí que caerías en su trampa, eres tan ingenuo a veces”. En esos momentos creo que se dio cuenta de que estaba algo más que borracha. Era evidente que me temblaba la voz y estaba muy parlanchina. Por mi parte continuaba hablando sin dejarle articular palabra.
.-“Pero te quiero, me alegro mucho de que no hicieses nada” dije dándole un pico en la boca aunque fuese a través de la maldita máscara de Darth Vader.
.-“Por cierto…¿te gusta mi nuevo disfraz?” le pregunté al tiempo que acariciaba su pecho. Mi esposo asintió con la cabeza sin decir nada.
.-“Lo sabía, sabía que te gustaría. Ya sé que no es el que tú me compraste. Reconoce  que era una pasada de atrevido, no podía venir con él. De no ser que quisieras que tu mujercita anduviera enseñándolo todo por ahí, ¿verdad que no?.  No te preocupes, ya me lo pondré cuando estemos a solas en casa. No me negarás que este disfraz  tampoco está mal ¿eh pillin?. Si supieras como me miraban ahí dentro, se me comían más de tres y de cuatro con los ojos. Y tu ahí sin hacerme caso, eres tan tontín a veces…” Yo me confesaba ante mi esposo sin dejarle meter baza en la conversación, a la vez que me ponía más cómoda en su regazo. Continuaba hablando sin parar y él permanecía callado escuchándome. Vamos, más o menos como siempre.
.-“Venía con unas medias de rejilla, que me venían algo grandes e incómodas, pero he pensado que estaría mucho más sexy con el liguero que me regalaste para las navidades pasadas. ¿Te gusta cómo me queda?” le dije al tiempo que me recolocaba las medias tratando de llamar su atención.
Hasta ese momento el Darth Vader sobre el que estaba sentada me abrazaba con sus manos alrededor de mi cintura, y de algún modo me apeteció que me acariciase las piernas. Necesitaba de sus caricias. Cogí una de sus manos y la guié hasta la zona donde termina la media, donde mi piel se desnuda, en la zona más alta y suave de mis muslos.
Evidentemente hizo falta poco, para animar a mi marido que comenzase a acariciarme la pierna en esa zona.
.-“Sabes…” le dije en evidente estado de embriaguez dejándome acariciar. “Creo que he bebido demasiado” le confesé al tiempo que me reclinaba sobre su pecho, abrazándome alrededor de su cuello y facilitándole la labor para que me acariciase no solo las piernas sino también gran parte del culo.
.-“Creo que además voy algo cachonda. Te veo ahí con el disfraz, y tengo unas ganas locas por acabar lo que empezamos ayer. Continuaría donde lo dejamos  aquí mismo” le susurré cariñosa al oído con voz sensual, con la clara intención de poner a mi marido cachondo. Deslicé mi mano muy lentamente desde su pecho hasta su entrepierna.
.-“Huy, ¿pero esto qué es?” dije cuando comprobé el estado de su miembro. “Ten cuidado con esa espada laser, no vayas a hacerte daño” le susurré cual gata en celo mientras le sobaba el paquete por encima del disfraz. Mis caricias dieron pie a que mi marido me correspondiese metiéndome mano por todas partes.
Durante un rato estuvimos en silencio acariciándonos el uno al otro. Logró ponerme muy cachonda. A decir verdad ya lo estaba desde hace un buen rato, tanto toquiteo en la pista de baile con mi Casanova había ayudado lo suyo. Además apreciaba el terrible bulto que le había provocado a mi marido y aún me ponía más cachonda, desde luego estaba empalmado como un burro, hacía tiempo que no le recordaba una erección tan notable.
.-“Sabes…” le susurré con voz sensual al tiempo que ambos nos metíamos mano, “estas muy misterioso con esa máscara. Tiene un algo que me pone” pronuncié al tiempo que cogía una de sus manos y la guiaba hasta uno de mis pechos.
Mi marido me estrujo el pecho de forma tosca y ruda, no con la sensibilidad a la que me tiene acostumbrada.
.-“Ya veo que tu también vas muy cachondo” le dije pensando que sus brutas caricias eran fruto del desenfreno. Además, por mi parte continuaba sobando su miembro por encima de la tela del disfraz mientras permanecía sentada en su regazo.
.-“Hay que ver como estamos los dos. ¿Porque no vamos a casa a terminar lo de ayer?” le susurré nuevamente al oído evidenciando que estaba deseosa de hacer el amor con él.
Mi esposo por su parte continuaba metiéndome mano por todas partes, de forma ya muy descarada. Su respiración comenzaba a ser muy agitada bajo la máscara. No sé porqué a mi me ponía muy cachonda escuchar el sonido de su respiración.
.-“Sabes… te tengo tantas ganas esta noche…” ambos habíamos sobrepasado a esas alturas ampliamente el punto de lo decente en nuestras caricias. Mi marido tan sólo se dedicaba a meterme mano en silencio por todas partes mientras yo me dejaba hacer.
.-“Quiero que volvamos a intentar lo de anoche, ¿lo oyes?”. Creo que yo nunca había estado tan caliente como en ese momento. Estaba ya fuera de mi, incluso me excitaba a mi misma susurrándole vulgaridades al odio.
.-“Llévame a la cama, me oyes, no puedo más” le dije comprobando como el bulto de su entrepierna crecía entre mis manos con mis palabras.
.-“Me tienes muy cachonda” le dije mientras le daba tímidos besitos por encima de la máscara.
.-“Vamos, vámonos a casa, no aguanto más” continuaba susurrándole mientras el no dejaba de meterme mano. De seguro que estábamos llamando la atención en el jardín.
De repente mi marido paró en sus caricias, echó una de sus manos al bolsillo, y rebuscó entre los recovecos de su disfraz de Darth Vader, hasta mostrarme lo que parecía una tarjeta entre sus dedos. Al principio no supe muy bien a que venía eso. Luego pude apreciar que la tarjeta era la llave de una habitación del hotel. He de reconocer que me sorprendió muchísimo que tuviese una llave de habitación, no descarté que Julián les hubiese dejado más de una a sus amigotes. Además dado mi estado en esos momentos me importó poco de dónde hubiese podido salir la llave, tan solo acerté a preguntar:
.-“¿Es eso lo que me temo que es?” le dije mirando sorprendida a mi marido. El asintió con la cabeza en silencio.
.-“Subamos, no puedo esperar a casa” le dije poniéndome en pie y cogiendo a mi marido de la mano camino del hall del hotel.
Durante el corto recorrido me recompuse las ropas, sobre todo las medias del disfraz. Al llegar al hall del hotel fue mi marido quien tomó la iniciativa guiándome hasta los ascensores que daban lugar a las habitaciones. Nada más abrirse las puertas del ascensor un botones nos preguntó por el número de planta al que nos dirigíamos.
.-“305” dijo secamente mi marido con una voz fingida a través de la máscara que distorsionaba aún más la frecuencia. Su voz me sonó un poco ronca y forzada lo que provocó mi risa tonta ante la calma tensa y el silencio que se acumulaba en ese ascensor.
El elevador, a mi parecer, subía despacio. Durante el trayecto el botones se situó de cara a la puerta dándonos la espalda, y yo aproveché para situarme disimuladamente delante de mi marido y refrotarle el pompón de mi colita por su paquete. Él aprovechó para sobarme el culo, lo que provocó que soltase otra risa tonta por las caricias a espaldas del muchacho. El pobre botones estaba algo mosqueado, pero se comportó en todo momento correctamente.
Al fin llegamos a la planta. Las puertas del ascensor se abrieron. Seguramente el botones se quedó mirando embobado como Darth Vader le metía mano en el culo a una bella conejita de playboy por el pasillo. Seguramente guardaría esa visión en su memoria, no todos los días se veía algo así.
Al llegar a la habitación, mi Darth Vader favorito metió la tarjeta en el receptor tras la puerta. Las luces se iluminaron y comenzó a sonar por el hilo musical la típica música de jazz de los hoteles.
La habitación era bastante estándar, inconfundible pasillo de entrada, con un armario empotrado a un lado y la puerta del aseo al otro. Tras el pasillo de recepción la habitación propiamente dicha, con una cama de matrimonio y un mueble escritorio separado un par de metros no más, a los pies de la cama. Me llamó la atención que el armario empotrado en el lateral de la cama fuese de puertas corredizas, y que las puertas corredizas fuesen un par de espejos.
Lo tuve claro nada más ver las puertas del armario empotrado, me situé enfrente de los espejos, y sin mediar palabra me deshice del corpiño de mi disfraz. Quedé prácticamente desnuda frente a mi reflejo, de no ser por las orejitas, la pajarita del cuello y las medias en mis piernas.
Me recliné apoyándome con las dos manos contra las puertas de cristal del armario y me giré para ver lo que hacía mi esposo. Trataba de desnudarse.
.-“No te quites el disfraz” le indiqué al tiempo que arqueaba mi espalda ofreciéndole mi culo. “Quiero que me folle el malvado Darth Vader como ayer”. Susurré haciéndole ver que quería continuar dónde lo dejamos anoche.
No se lo pensó dos veces, se situó detrás de mí dispuesto a satisfacer mi urgencia.
Yo movía mi culito de lado a lado cuando pude escuchar el sonido de su cremallera. Se ayudó de las dos manos para separar mis nalgas y acomodar la punta de su polla entre mis labios vaginales.
Todo sucedió en un instante, nuestras miradas se cruzaron a través del espejo de las puertas, ambos sabíamos que un mal gesto y la perfecta sincronización que habían alcanzado nuestros cuerpos para acoplarse con tan urgente precisión se iría al carajo.
Yo estaba tensa por lo que estaba a punto de suceder. Mi marido iba a penetrarme sin ningún tipo de preliminar por lubricar adecuadamente mi vagina, sabía como en otras ocasiones que me dolería un poco al principio y aún así estaba ansiosa por superar ese trámite.
Por el contrario mi marido parecía recrearse en el momento. Me contemplaba excitado a través de su máscara y del cristal. Para colmo me recogió el pelo en una coleta al que se aferró con una sola mano, mientras que con la otra se agarró aún más fuerte a mis caderas.
Me la metió, poco a poco, sin ninguna prisa, sin detenerse, despacito, saboreando el momento.
Me la fue insertando sin esperar a que mis paredes vaginales dilatasen y se acomodasen a su tamaño, sin pausa, de un solo empujón, sin importarle mi sequedad.
.-“AAaaaaay” chillé al sentirme dilatada a la fuerza, parecía como si mis gestos de dolor aumentasen la satisfacción del malvado personaje. Mi marido parecía interpretar un papel evidentemente distinto al que venía practicando habitualmente conmigo.
Sentí cierto alivio al notar sus huevos chocar contra mi carne. Eso quería decir que ya estaba toda dentro. En esos momentos era consciente de que poco a poco me dilataría y comenzaría a disfrutar con tan morbosa situación.
.-“Despacito por favor, me duele” traté de hacerle saber a mi marido mientras me reclinaba un poco más contra el espejo de las puertas tratando de facilitarle la penetración.
Creo que por el simple hecho de pedírselo provoqué en él unas ganas locas por llevarme la contraria, y mi marido comenzó a moverse más aprisa. Para colmo tiró de mi pelo hacía arriba obligándome a incorporarme un poquito más en pie, no tan reclinada sino algo más vertical frente al espejo.
Dos sensaciones contradictorias invadían mi cuerpo durante esos empujones. Por una parte, en esa posición yo no me encontraba tan cómoda, además los músculos de mi  interior parecían tener dificultades para adaptarse al tamaño de su polla. Y por otra parte me sentía mucho más llena por dentro que de costumbre, su polla rozaba con todos y cada uno de los rincones de mi vagina.
Esto último lo achaqué principalmente a la forzada posición a la que estaba siendo sometida, y a que seguramente mi marido estaba más duro de lo habitual. Nunca había tenido las sensaciones de que su polla fuese tan grande como la sentía en esos momentos, aunque esa misma sensación me proporcionase al mismo tiempo algo de dolor.
Los primeros espasmos del miembro de mi marido en mi interior me alertaron de que seguramente estaba a punto de correrse.
.-“Joder cari ¿tan pronto?” pronuncié como pude mientras mi marido disfrazado de Darth Vader arremetía con furia contra mi cuerpo.
La única respuesta que obtuve fue un incremento en el ritmo de sus embestidas, se notaba que estaba a punto de venirse en mi interior. Me sorprendió, pues mi marido siempre acostumbraba a esperarme, incluso me preguntaba con frecuencia que tal iba durante el acto. Pero en esta ocasión no lo veía dispuesto a esperarme. Era todo tan distinto y a la vez tan placentero que podía entender su desesperación por correrse.
Me fastidiaba porque yo todavía no había logrado disfrutar de mi esperado momento, pero en cierto modo me alegré porque el pobrecito no lograse aguantarse. Sabía que habíamos avanzado un pequeño paso en nuestras relaciones sexuales en cierto modo descuidadas tras el nacimiento de nuestro hijo.
Todo eso me hizo recordar que no había vuelto a tomar ningún tipo de pastillas anticonceptivas desde el parto, y que de correrse mi marido dentro podría quedar embarazada de nuevo, y eso no estaba en nuestros planes.
.-“Para cari, para, no te corras dentro, no estoy tomando nada” pronuncié tratando de detenerlo. Pero él continuaba a lo suyo como si nada.
.-“Para joder, te he dicho que pares” pronuncié tratando de resistirme y de soltarme de la posición a la que me tenía forzada. Pero nada de nada.“Será imbécil” pensé “¿en qué estaría pensando?”. Volvía a ser el mismo cabeza de chorlito de siempre que pensaba con la polla y no con la cabeza.
Menos mal que ahí estaba yo para solucionarlo.
.-“¿Es que no prefieres intentarlo por el culito como ayer?” pronuncié esta vez alto y claro a la vez que yo misma me abría con ambas manos las nalgas de mi culo.
Mi marido se detuvo. Me alegré al comprobar que todavía lo manejaba a mi antojo. Se lo repetí de nuevo.
.-“Quiero que lo intentes de nuevo” le susurré esta vez al tiempo que abría mis nalgas exponiéndole mi ano ante su vista.
Total yo no lo estaba disfrutando, y ya estaba algo más que resignada a que acabaría de la misma manera. Mi única esperanza es que al menos todo eso sirviera para animar a mi marido a probar cosas nuevas de ahora en adelante.
 No hizo falta repetírselo otra vez, soltó mi pelo para salirse de mi interior  y proceder sin darme tiempo a nada más, apuntó su polla con las dos manos contra mi esfínter. Quiso hacer fuerza pero enseguida lo detuve.
.-“¡¡Qué haces loco!!,  ¿acaso quieres desgarrarme?” le espeté al tiempo que cogía una de sus manos, seleccionaba su dedo corazón y procedía a chupárselo de la forma más lasciva que pude.
He de confesar que me gustó contemplarme a mi misma saboreando el dedo de mi marido mientras me veía frente al espejo comportándome de forma tan provocativa. De alguna manera recuperaba mi excitación al degustar su dedo.
.-“Lo ves cari, ¿ves todo lo que puedes obtener de tu mujercita si le das tu corazón?” dije al tiempo que chupaba el dedo central de su mano.
.-“Anda ven, tontín, vámonos a la cama, estaremos más cómodos” dije al tiempo que daba la vuelta a la cama para acomodarme al otro lado frente al espejo, y a cuatro patas sobre el borde del colchón.
Me pareció tragicómico observar por el espejo como mi marido disfrazado ridículamente con el atuendo de Darth Vader corría a situarse detrás de mí con su polla erecta sobresaliendo de entre los pantalones del disfraz.
.-“Quiero que me muestres el lado oscuro de la fuerza” pronuncié mientras lo esperaba en mi posición meneando el culito impaciente. Me acomodé apoyando mi pecho contra la cama y mi culito ofrecido en alto, mientras con las manos abría de nuevo mis nalgas exponiendo mi ano a la espera de que mi esposo procediese con su tarea.
Nada más situarse mi marido detrás mío pude sentir la presión de su dedo corazón tratando de abrirse camino en mi esfínter.
Cerré los ojos y traté de relajarme, pero me fue imposible cuando noté que la yema de su dedo entraba en mi interior.
.-“Hay” grité. Apretaba mi culo por acto reflejo sin poder evitarlo y eso hacía que me resultase aún más doloroso.
Abrí los ojos por un instante para observar a través del espejo como el malvado Darth Vader estaba concentrado en guiarme por el lado oscuro. De nuevo mayor presión y mayor dolor que hicieron que apretase aún más los ojos y mi esfínter.
.-“Para un poco me duele” traté de hacerle saber a mi marido. Pero éste continúo como si nada.
A lo que quise protestar de nuevo pude sentir el puño de su mano chocando contra la piel de mi culo, para mi sorpresa su dedo había entrado hasta el fondo. Decidí callar y aguantar dejándolo hacer. Ya habíamos avanzado mucho más de lo que esperaba.
Al contrario que en el día de ayer, esta vez mi marido movió lentamente su dedo en mi interior. Estaba claro que no quería fallarme, y esta vez mostraba su paciencia tratando de no lastimarme. Seguramente no quería que me arrepintiese. No sé cuantas veces agitó su dedo adelante y atrás, solo sé que yo permanecía tensa con el culo bien expuesto y mis puños estrujando la colcha de la cama, como si eso fuese a aliviar mi dolor.
Pude apreciar que procedía a hacer fuerza con un segundo dedo empujando contra mi esfínter. No me lo esperaba, pero debo reconocer que este segundo dedo dolía menos de lo que hubiese imaginado.
De nuevo lentamente y con inusual pericia, procedió a moverlos adelante y atrás, dándome tiempo a dilatar mi ano lo suficiente.
Yo permanecía reclinada sobre el colchón, sin dejar de estrujar y morder la colcha de la cama a dos manos.
De repente los dedos se salieron de mis entrañas y pude notar la presión que ejercía mi oscuro Darth Vader con la punta de su polla contra mi esfínter.
.-“AAAAaaaaaaaaaay” chillé al comprobar cómo se abría camino castigando el anillo de mi ano.
Abrí unos ojos como platos provocados por el dolor que experimentaba. Nada de todo lo sufrido anteriormente tenía algo que ver con mi angustia actual.
No tuvo ningún tipo de compasión ni de miramiento. Me la estaba insertando de un solo golpe hasta el fondo. No es que lo hiciese particularmente deprisa, pero tampoco se detuvo a pesar de mis gritos de dolor. Como si no le importase el dolor y el sufrimiento de su querida mujercita.
Yo traté de impedirlo en una ineficaz huida de mi cuerpo hacia delante y terminé cayendo boca bajo sobre la cubierta de la cama. Mi marido empujaba con fuerza a la vez que ambos cuerpos caían rendidos en la lucha sobre la cama.
Me tenía inmovilizada por el peso de su cuerpo sobre el mío, y porque hábilmente retuvo mis manos por encima de mi cabeza, dificultando que tratase de moverme y agitarme con la intención de que su polla saliese de mi interior.
Hubo unos segundos de forcejeo entre ambos que no hicieron más que aumentar mi dolor, hasta que humillada a sus pretensiones dejé de resistirme.
.-“Joder, cari, ten cuidado por favor, me duelo mucho” supliqué al tiempo que dejaba de hacer fuerza y trataba de concentrarme en superar el sufrimiento.
.-“Sssschhhht” chistó mi marido a través del distorsionador de su careta, dándome a entender que me relajara al tiempo que comenzaba a culearme lentamente.
.-“Aprovecha porque te juro que esta es la última vez que lo hacemos” le dije totalmente resignada a aguantar mi dolor como si de una penitencia se tratase.
.-“Ssschhht” chistó de nuevo mi marido tratando de transmitirme una absurda tranquilidad que no me llegaba. Dejó de sujetarme las manos para retirar a un lado el pelo que cubría mi rostro.
El muy egoísta quería regocijarse contemplando mis muecas y gestos de dolor.
.-“Vamos cabrón, termina de una maldita vez” dije malhumorada incitándolo a que se moviese más aprisa. ¡Pero jódete!, esta vez me hizo caso y comenzó a moverse más rápido.
.-“Ah, ah ,ah ,ah,….” gritaba sin poder evitarlo con cada culeada a la que era sometida liberando el dolor que experimentaba.
Por suerte pude notar en mi maltrecho ano las primeras contracciones de la polla de mi marido.
.-“Eso es cabrón, córrete, córrete en el culo de tu mujercita” le espetaba entre quejido y quejido provocándolo para que terminase cuanto antes con mi agonía.
Aceleró el ritmo de su respiración evidenciando que estaba a punto de correrse.
.-“Así, eso es mi amor, si así, córrete” le animaba tratando de distraer mi mente.
.-“Oooh, ooohh siiih” apagó mi esposo su voz en la máscara al tiempo que notaba como un líquido espeso y caliente inundaba mis entrañas mientras su polla palpitaba dilatando en cada espasmo mi esfínter.
.-“¿Ya?”pregunté cuando mi marido se detuvo.
.-“Si” escuché de su voz al notar como su miembro perdía fuerza en mi interior y casi sin esfuerzo se salía relajando mi ano.
Su voz me pareció algo extraña esta vez a pesar del distorsionador, pero pensé que se debía al esfuerzo realizado y tratar de recuperar la respiración por el ejercicio.
.-“Joder Sara, ha sido estupendo” escuché que decía con su cuerpo todavía descansando encima del mío.
Su voz me sonó realmente rara, parecía otro tono de voz a pesar del maldito distorsionador, como si fuese otra persona.
.-“¿Qué has dicho?” le pregunté totalmente mosqueada porque mi marido nunca pronunciaba ningún tipo de comentario tras hacer el amor. De hecho siempre le recriminaba que ni tan siquiera me dijese cosas tan naturales como “te amo” o “te quiero” y que yo siempre echaba en falta en momentos de tan especial sensibilidad para mí.
.-“Ha sido estupendo ¿no crees?” pronunció Darth Vader sobre mi espalda.
.-“Cari, ¿eres tú?, deja de hacer el tonto ¡Quítate la careta!” ordené totalmente preocupada por el tono de voz que escuchaba encima de mi cuerpo. Temía que la persona que yacía sobre mí no fuese quien yo creía que era.
No sabía que pensar ni que sentir en esos momentos. Nerviosa sería insuficiente para describir ese momento. Traté de zafarme de debajo del cuerpo que me acababa de sodomizar, y lo conseguí con relativa facilidad al pillarlo por sorpresa y de improvisto, dado que no se lo esperaba.
.-“¡¡¡Quítate la careta!!!!” ordené echa una furia una vez me puse en pie sobre el suelo al Darth Vader que yacía tumbado sobre la cama.
.-“Tranquilízate Sara, no es para tanto” escuché la voz de Julián al tiempo que se desprendía de la maldita careta y podía verle la cara.
Me puse roja, morada y a punto de estallar en cólera mientras pretaba mis puños con todas mis fuerzas con unas ganas terribles de arrearle un buen puñetazo en la cara.
.-“¡¡¡¡Serás cabrón!!!!” le grité una vez se puso Julián en pie a mi lado mientras lo  golpeaba con todas mis fuerzas con los puños cerrados contra su pecho.
.-“Joder Sara, ¿a qué viene esto?” pronunció Julián al tiempo que me apartaba los puños tratando de impedir que lo golpease.
A decir verdad mis puñetazos en su pecho tampoco le causaban dolor alguno, Julián era un tipo fuerte. Le costó poco agárrame por las muñecas e inmovilizar mis brazos por detrás de mi espalda mientras él observaba mi enfado frente a frente.
.-“Suéltame Julián, suéltame antes de que te denuncie” le grité indignada.
.-“¡¡Denunciarme!!” exclamó sorprendido “¿por qué?” preguntó haciéndose el tonto.
.-“Acabas de violarme, cabrón y pagarás por ello” en esos momentos dije lo que sentía.
.-“¿Violarte?” exclamó sorprendido “Que yo sepa lo has disfrutado tanto como yo” pronunció mientras continuaba reteniéndome con las manos a mi espalda.
.-“¿Pero qué coño dices?, ¡cabrón!, suéltame” grité.
.-“Oye, oye, tranquilízate ¿No me dirás que tú no lo sabías?” preguntó tratando de hacerme desistir en mi empeño por pegarle.
.-“Qué no sabía ¿el qué?” le pregunté intrigada por sus palabras.
.-“Que no sabías que todos, Fran, Joaquín, Pedro, Carlos Francisco y tu querido marido incluido, se habían subido a una habitación a organizar una timba de pócker” trató de explicarse.
Yo me quedé francamente sorprendida por sus palabras. Mi boca estaba abierta de par en par esperando que continuase con sus explicaciones.
.-“Explícate” le exigí dejando de hacer fuerza y relajándome tratando de atender a sus explicaciones.
.-“¿No me digas que no lo sabías?” me preguntó sin salir de su asombro. Yo negué una vez más con la cabeza.
.-“¿Y el disfraz?” pregunté enfadada.”¿Qué coño haces con el disfraz de mi marido?”. Quería saber el motivo por el cual llevaba puesto el disfraz de Darth Vader de mi esposo.
.-“Todo el mundo sabe que llegué tarde, se retraso el vuelo, no me dio tiempo a comprar un disfraz y tu marido se prestó a dejármelo. Me dijo que no lo necesitaba para jugar al pócker” trataba de explicarse como si lo que había sucedido no fuese en absoluto culpa suya.
.-“Me dá igual, te has aprovechado de mi, eres un hijo de puta” dije golpeándolo de nuevo con los puños sobre su pecho.
Esta vez me abrazó contra su cuerpo de tal forma que mis brazos quedaron oprimidos entre su pecho el mío.
.-“Vamos Sara, eres tú la que estaba bailando en la fiesta pidiendo a gritos que te echasen un buen polvo. Tu marido también me dijo que no vendrías a la fiesta, me contó algo de tu madre o no sé qué líos. Por eso no podía creer lo que veía, me costó reconocerte, y mucho menos comportándote de esa manera delante de todo el mundo. Hay que ver lo acaramelada que se te veía con mi amigo Bruce. Tengo fotos. Queda claro que buscabas algo que el estúpido de tu marido no iba a darte.  Fue en esos momentos cuando tuve claro que esta noche alguien te follaría y que no sería el imbécil de tu esposo. Además te recuerdo que fuiste tú la que se sentó en mi regazo en el banco del jardín. Y la que me dijo que no me quitase la máscara. Lo sabías sobradamente y no querías pararlo” terminó con su explicación y dejó de abrazarme.
Yo lo miraba desconcertada. Tenía unas ganas locas por arrearle un buen bofetón en esa cara con media sonrisa que dibujaba delante de mis morros. Pero por otra parte tenía razón en esto último.
.-“Vamos Sara,… reconócelo… ha sido un polvo estupendo” dijo al tiempo que me acariciaba la mejilla de la cara con su mano.
No sabía qué hacer ni que decir. Permanecí quieta como una idiota. Ni tan siquiera sabía cómo sentirme en esos momentos. No encontraba la forma de reaccionar.
.-“Sabes…” dijo Julián sujetando mi cabeza entre sus manos, “hacía mucho tiempo que tenía ganas de hacerlo contigo. Eres la mujer más maravillosa que he conocido nunca, y te aseguro que acabas de demostrármelo.” Y dicho esto aproximó sus labios hasta rozarse con los míos.
.-“Siempre te he deseado” susurró en mis labios antes de darme un pico en la boca.
Yo continuaba callada sin decir ni hacer nada, todavía me encontraba como en estado de shock.
.-“No sabes cuantas veces me he arrepentido en mi vida de perder aquella maldita apuesta con tu esposo” pronunció al tiempo que comenzaba a llenarme la cara de besos.
.-“¿Qué apuesta?” pregunté como por acto reflejo apartando sus manos de mi cara.
.-“¿No te lo contado nunca tu esposo?” me preguntó ahora él tan sorprendido como yo.
.-“No ¿el qué?” le pregunté de nuevo.
.-“La noche que os conocimos a ti y a tu grupo de amigas. Todos hicimos corro para proceder al reparto. ¿Recuerdas que Paco se lió con tu amiga Rosa?” me preguntó.
.-“Si” asentí a la vez con la cabeza intrigada.
.-“Bueno pues tu marido y yo te elegimos los dos a ti. Ya ves, nos  jugamos el derecho a cortejarte a piedra, papel o tijera, el que ganase tenía la opción de entrarte, el otro debía permanecer al margen. Como puedes imaginar ganó tu marido” dijo al tiempo que me daba otro pico en la boca.
.-“No sabes lo mucho que me he arrepentido, ni la de veces que he soñado contigo” dijo esta vez tratando de darme un beso en la boca.
Yo no acababa de encajar lo que me estaba escuchando.
.-“Mientes” le dije “eres un embustero” y dicho esto le di un bofetón en la cara que resonó en toda la estancia.
.-“¿Por qué dices eso?. Es verdad” me comentó sorprendido por la bofetada.
.-“Sé de buena tinta que te has acostado con Ana y con Paloma, a saber que tonterías les habrás contado a ellas para llevártelas a la cama” dije tratando de desenmascararlo.
.-“No tiene nada que ver” me afirmo extrañado por que lo supiese.
.-“¿No tiene nada que ver?” le rebatí repitiéndolo como una tonta.
.-“No tiene nada que ver, ellas llevaban mucho tiempo buscándome y claro al final me encontraron” se restregaba la mano por su cara tratando de aliviar el dolor que le había producido mi bofetada. “Sara nos conocemos desde hace muchos años, sabes que ellas siempre han ambicionado mi dinero, no sienten nada por mí. No querrían casarse conmigo, solo buscan casarse con mi dinero, en cambio tú…” hizo un silencio que me dejó intrigada.
.-“En cambio ¿yo qué?” le incité para que continuase.
.-“En cambio yo siempre he estado enamorado de ti, y tú nunca me has hecho el más mínimo caso. Ya podía tener a todas las mujeres del mundo, que en cambio tú nunca me has concedido la más mínima oportunidad. De verdad que no lo entiendo porqué siempre he sido atento y amable contigo. Cambiaría todo el dinero que tengo por una noche contigo.” Dijo con los ojos a punto de enrojecerse.  “Por eso cuando esta noche viniste a mí no supe resistirme a la tentación. Eran tantos años deseándote en silencio. Lo siento,… tal vez tengas razón me he aprovechado de ti, lo mejor será que me vaya. Entenderé que me denuncies. No te preocupes no harán falta abogados, te daré cuanto me pidas, aunque no sé qué podría hacer para redimirte, y si te sirve de algo te diré que gracias, gracias por haberme hecho feliz.” dijo con los ojos ahora si enrojecidos a punto de llorar.
Yo era incapaz de ver en ese estado a mi amigo, al fin y al cabo se estaba confesando, estaba siendo sincero conmigo. No sé porqué me salió de dentro consolarlo.
.-“Vamos Julián, no llores. Es muy bonito eso que dices” traté de consolarlo y lo abracé contra mi cuerpo. Yo todavía estaba desnuda, y él con el disfraz puesto. La situación me parecía ridícula.
.-“No ha estado nada mal ¿sabes?.” traté de levantar su ánimo. Al fin y al cabo yo también estaba confundida.
.-“¿En serio?” me preguntó ahora él mirándome a los ojos.
.-“Uhm, uhm” asentí abrazada aún a su cuerpo tratando de animarlo.
.-“¿Puedo besarte?” me preguntó con los ojos aún enrojecidos.
Yo me eché a reír, en esos momentos me hizo gracia su pregunta. Acababa de encularme casi a la fuerza y ahora me preguntaba si podía besarme. Me pareció tan tierno…
Decidí ser yo quien lo besase en la boca. Él enseguida me correspondió introduciendo su lengua en mi boca. Me resultó agradable comprobar que eran otros labios y no los de mi marido los que me besaban. Su lengua jugueteó con la mía y exploró cada rincón de mi boca. Sin duda besaba bien.
Pronto pude apreciar como era el propio Julián quien ahora se abrazaba a mi espalda. El beso se prolongó más de lo que yo esperaba en un principio. Julián me besaba de forma muy apasionada, se notaba que lo estaba deseando.
Poco a poco sus manos se fueron deslizando por mi espalda hasta posarse cada una en su respectivo moflete de mi culo.
.-“Joder Sara, estás tan buena” interrumpió el beso para hacérmelo saber al tiempo que me daba otro beso en la boca aún más apasionado que el anterior si cabe.
No lograba entender porqué pero me estaba dejando llevar por la situación. Quise corresponder a sus caricias y me ví en la necesidad de tener entre mis manos el miembro que antes me poseyera. Quería comprobar su tamaño.
La aprecié semiflácida en mis dedos, se notaba que no estaba dura del todo, así que procedí a menearla arriba y abajo entre mis manos. Mi acción produjo reacción en Julián quien recorría todo mi cuerpo con sus manos acariciando cada milímetro de mi piel.
.-“Sara cuanto te quiero” pronunció dando un leve respiro a nuestras bocas, aunque enseguida me volvió a besar. A mí desde luego me excitaba su pasión y su deseo irrefrenable. Era todo irracional, un sinsentido, y sin embargo necesario para ambos.
Le desabroché el cinturón y le quité el bótón del pantalón dejándolo caer al suelo. Julián se encargó el mismo de quitarse el resto del disfraz quedando también desnudo ante mi vista.
Era la primera vez en mi vida que veía a otro hombre que no era mi marido completamente desnudo. No pude apartar mi vista de su miembro el cual comenzaba a adquirir cierto estado de erección.
Antes de que pudiera hacer nada Julián me agarró por los brazos y me tiró de espaldas sobre la cama. Yo me incorporé sobre mis codos para ver como se arrodillaba entre mis piernas y comenzaba a recorrer entre besos y beso el camino que va desde mis piernas hasta mi entrepierna.
No pude más que gemir cuando su boca alcanzó mi coñito.
.-“UUuhhhhm” emití un primer gemido cuando su lengua separó de abajo arriba mis labios vaginales de una sola pasada.
Luego se entretuvo en repetir la maniobra ejerciendo mayor presión con su lengua entre mis pliegues más íntimos. Parecía un perro lamiendo su comida.
.-“Joder Julián, tú sí que sabes” pronuncié como pude al tiempo que mis manos se aferraban al pelo de su cabeza abandonada al placer que me estaba proporcionando.
Pronto pude apreciar como su lengua localizaba mi clítoris y comenzaba a juguetear con él. Primero de abajo arriba, luego en pequeños círculos, y al final tililando con su lengua sobre mi centro de placer.
.-“Guuuauuu, que pasada” dije pasando mis piernas por encima de sus hombros.
Una primera convulsión de mi cuerpo me alertó que de seguir así me correría enseguida. Yo quería algo más.
.-“Quiero que me folles” dije tratando de detenerlo.
.-“Estas muy rica” pronunció Julián degustando con autentica devoción mis fluidos vaginales.
.-“Fóllame” le supliqué esta vez a punto de correrme mientras mi cuerpo se convulsionaba de forma más que evidente ante los ojos del propio Julián.
.-“¿Estás segura?” me preguntó Julián como sorprendido.
.-“¿Es eso lo que querías no?. Pues fóllame de una vez, lo necesito” dije al tiempo que hacia todo lo posible por que dejase de comérmelo y me penetrase de una maldita vez.
Fui yo misma la que agarró su miembro nada más situarse encima de mí y guiarlo hasta mis labios vaginales. El tan solo me miró a los ojos cuando se dejó caer y me penetró guiado por mis propias manos.
.-“Joder Sara, que rico” dijo nada más metérmela hasta el fondo.
Yo por mi parte experimentaba un gozo increíble. Julián comenzó a moverse cada vez más aprisa, imponiendo un ritmo vertiginoso.
.-“Uhhhm, siiih, ¡que gustito!” gemí de placer al ser penetrada por mi amigo.
.-“¿Te gusta, Sara?” me preguntaba Julián.
.-“Joder siiih, sigueeh, sigueeeeh” gritaba llena de gozo.
Estaba a punto de correrme y sin embargo ahora que llegaba mi momento quería retrasarlo. Quería ser yo quien controlase el ritmo, y no ser sometida a los empentones de Julián. Así que le hice señas para que me dejase ponerme encima.
Tuvimos que interrumpir nuestro ritmo durante el tiempo justo para situarme yo encima de Julián, que ahora permanecía tumbado boca arriba sobre la cama observando mi desesperación, y yo situada encima suyo a horcajadas.
.-“¿Es esto lo que querías no?” le pregunté al tiempo que comenzaba a moverme encima suyo.
.-“Follarte a la mujer de tu mejor amigo ¿no es así?” le pregunté al tiempo que lo cabalgaba. Julián por su parte se dejaba hacer.
.-“Eres un cabrón” le espeté al tiempo que le daba una bofetada y continuaba moviéndome encima suyo. No sé porque me apetecía abofetearlo jugando a imprimir cierta violencia al asunto.
.-“No tienes vergüenza. Mira que follar con la mujer de tu amigo” le insultaba mientras lo cabalgaba.
.-“Eso es Sara, muévete” me decía él siguiendo el juego.
.-“¿Estarás contento no?” le insistía yo.
.-“Joder Sara, que bien follas” me respondió él.
.-“¿Te parecerá bonito?, ¿no?, ¿te parecerá bonito follar con la mujer de otro?” le repetía una y otra vez. A lo que él solo atinaba a decir:
.-“Siiih, siiih, siiiih” en una de estas pude comprobar las contracciones de su polla en mi interior, estaba claro lo que sucedería.
.-“Eso es cabrón, córrete” le animaba por mi parte, pero antes de que pudiera notar más espasmos en su polla, me sobrevino una primera descarga de placer que recorrió todo mi cuerpo de arriba abajo. La que estaba a punto de correrse era yo.
Julián contemplaba atento mi placer.
.-“Menuda polla tienes cabrón, me corrroooh, me corrroooo” le advertí al tiempo que mi cuerpo experimentaba una nueva sacudida de placer.
Esta vez cerré los ojos para concentrarme en mi propia satisfacción.
.-“Siiih, siiiih, siiiiiiiiiiiihhhhh” estallé en un brutal orgasmo que me llegó como de sorpresa y con una intensidad brutal.
Julián continuaba aferrado a mis caderas sin perderse ni un solo detalle de mi orgasmo. Cuando abrí los ojos pude verlo totalmente expectante a los acontecimientos. Todavía podía apreciar su polla totalmente dura en mi interior.
Lo siento por él, decidí salirme, en esos momentos me percaté de que podía quedar embarazada del bueno de mi amigo y no era cuestión, así que agarré su miembro y comencé a menearlo con mis propias manos sin cambiar de posición.
Apenas un par de sacudidas y enseguida pude notar las contracciones del miembro de Julián entre mis manos.
 .-“Joder Sara, que manos tienes” dijo al tiempo que su semen salía disparado salpicando mi vientre e incluso mis pechos para posteriormente derramar su viscoso líquido sobre  mis manos.
.-“¿Ya?” le pregunté una vez pude comprobar que su miembro perdía fuerza entre mis dedos.
.-“Ya” dijo Julián contemplando atónito la escena.
.-“Joder Sara ha sido maravilloso” pronunció al tiempo que él mismo se exprimía su propia polla extrayendo las últimas gotas de su semen.
.-“De esto ni una sola palabra” le dije al tiempo que me ponía en pie y recogía mi corpiño del suelo con la intención de colocarme el disfraz de nuevo.
.-“Tranquila tu secreto estará a salvo conmigo” dijo al tiempo que caía rendido sobre la cama.
.-“Eso espero” dije terminando de arreglarme para salir de la habitación.
.-“Sara” pronunció Julián casi en un susurro antes de que abandonase la habitación. Yo lo miré expectante por última vez antes de abandonar la estancia.
.-“¿Volveremos a repetirlo?” me preguntó suplicante desnudo sobre la cama.
.-“Puede” pronuncié dejándolo en suspense antes de marchar.
Salí corriendo de la habitación en busca de un taxi. Necesitaba ordenar mis ideas. Cuando llegué a casa todavía no había regresado mi marido. Me dio tiempo a una ducha rápida que calmo mi cuerpo y mi espíritu. Pude ponerme el pijama con cierta calma y sosiego, y meterme en la cama tranquila.
Al rato llegó mi marido. Me hice la dormida.
Al día siguiente le pregunté qué tal había ido la fiesta. Mi marido me confirmó que se habían pegado toda la noche jugando al pócker y que apenas recordaba nada más pues aparte habían bebido como descosidos.
Nada más hablamos del tema, y nada más le conté. Sin embargo debo reconocer que apenas pude sentarme al día siguiente cuando fuimos a comer a casa de sus padres.
Besos,
Sara.
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Relato erótico: “Entrenador de putas 5” (POR BUENBATO)

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En el auto iban hechos un escándalo. Los tres ebrios iban atrás gritando tonterías y riendo a carcajadas por asuntos muy triviales. Ignacio parecía el maestro de ceremonias de aquella borrachera y cada cosa que se le ocurría hacia que Gina y Lucia se murieran de la risa. Rocío y yo solo sonreíamos de aquellas bobadas.
Finalmente llegamos al departamento, bajamos a los tres del auto y a lucha los logramos subir al departamento. Rápidamente oculté las botellas de licores que teníamos ahí aunque no parecía tan necesario porque, apenas llegamos, Ignacio cayó rendido en el sofá y se quedo dormido. Gina y Lucia no fueron la excepción, entre Rocío y yo las llevamos a la cama de Ignacio donde las dos se quedaron dormidas, no sin antes entonar una canción de la manera más desentonada.
Con aquellos tres durmiendo Rocío se sentó en el comedor y me pidió un vaso de agua.
– Menos mal que se han dormido – dijo – creí que esos locos iban a hacer su escándalo.
– De hecho, aquí los vecinos son un poco sensibles.
– Ándale.
– Por cierto, en cuanto quieras te llevo a tu casa. No sea que te vayan a regañar.
– Calma Pablo, no corre prisa. – dijo con una sonrisa tranquila.
– ¿Y ustedes desde cuándo que viven aquí?
– Ignacio me parece que desde el segundo semestre, yo desde el tercero.
– Oh, no tiene mucho entonces. ¿Aquel es tu cuarto? – preguntó señalando la que efectivamente era la puerta de mi recamara.
– Si – le respondí.
Se puso de pie y se dirigió a mi cuarto. Yo la seguí. Entró y encendió la luz.
– Terriblemente desordenado – dijo sonriendo.
– Lo sé – sonreí apenado.
– Tal como me lo imaginaba – agregó – pero mira que el tuyo destaca por algo.
– ¿Qué cosa?
– Pues que no tienes ninguna sola imagen de alguna chica en traje de baño al menos.
Efectivamente, estaba acostumbrado a no pegar nada en las paredes. Ignacio, por ejemplo, si tenía su recamara abarrotadas las paredes de su recamara con toda clase de posters de revistas. Le expliqué a Rocío la razón por la que no había esas cosas en mi cuarto y ella pareció creerme solo a medias.
– Vale – me dijo ella bromeando – te creeré. Pero no vaya a ser la de malas que no te gusten las chicas.
– En lo absoluto – le respondí – me gustan mucho.
– Perfecto – dijo – ¿y como que tipo de chicas?
– Esa ya es una pregunta más compleja.
– ¿Como yo? – Preguntó sonriente.
– Bueno, pues me pareces muy linda ahora que lo preguntas.
Efectivamente, Rocío era muy linda. Alta y delgada tenía una nariz respingada y unos ojos muy grandes que le iban bien a sus cabellos largos y lisos. Tenía el cabello teñido de rubio lo cual le iba bien a su piel clara. No tenía mucho busto y su culito era más bien firme pero en general daba una especie de sensación de que era una chica un tanto delicada lo cual, para ser sinceros, me parecía atractivo. Si bien en mi salón de clases casi, por lógica, todas las chicas tenían cuerpos atléticos, el de Rocío le agregaba ese aire juvenil y fresco.
Al escuchar mi respuesta Rocío sonrió un poco apenada. Parecía que en su intento de ponerme nervioso había sido ella quien terminó apenada. Completamente nerviosa comenzó a hacer como que modelaba y se empezó a sonreír bromeando que no era tan bonita. Yo le respondí que si y esto la ponía todavía más nerviosa. Finalmente comprendí aquella situación, que quizás no era efectivamente esa pero que se prestaba para pasar un rato con Rocío. Sin más ni más decidí arriesgarme, quizás avalentado un poco por el escaso aunque efectivo alcohol que había ingerido en la playa. Tomé una mano de Rocío y de un jalón la traje hacia mí. Sin mayor aviso acerque mi rostro al suyo y sin ponernos de acuerdo nos dimos un beso.
Terminamos de darnos el primer beso, nos miramos un poco y sin decirnos ninguna palabra, como para no arruinarlo, no dimos el segundo, más largo y que después desencadeno una serie de besos apasionados. Ella me besaba sin pensarlo dos veces y poco a poco nos íbamos poniendo más cachondos. No conocía del todo a Rocío y realmente no me la imaginaba como alguien con quien algún día tuviese sexo pero por el otro lado la situación y la actitud de ambos parecía encaminada a eso.
No paso mucho tiempo para que las palmas de mis manos abarcaran y apretujaran sus preciosas nalgas. Después ella se abrazaba a mí y finalmente levanto un poco mi camisa y comenzó a desabotonarla. Cuando terminó comenzó mi turno y comencé a desbotonar su pantalón de mezclilla, ella comenzó a bajárselo pero en ningún momento dejamos de besarnos. Parecía que si dejábamos nuestros labios separados por más de cinco segundos todo aquello terminaría. Como pude cerré la puerta de mi cuarto y lentamente llevé a Rocío a mi cama.
Se acostó boca arriba y de un vistazo pude ver sus braguitas blancas humedecidas, lo que daba a entender que la chica venia caliente desde hacía rato. Me saqué mi pantalón y me acosté sobre ella, quien me recibió con las piernas abiertas. Nos seguimos besando mientras ella se quitaba su sostén. Comencé a sobar su entrepierna con mi pene erecto bajo mis calzoncillos y ella empezó a soltar unos gemidos suaves. Conforme pasaba el tiempo rocé con más fuerza y esto parecía volverla loca. Sus braguitas estaban mojadas ya y habían humedecido también la tela de mis calzoncillos, era evidente que la estaba haciendo esperar mucho. Sin embargo me mantuve un momento así hasta que la hice romper el silencio.
– Carajo Pablo, cógeme ya.
Al momento saqué rápidamente mis calzoncillos y mi verga erecta, Rocío la tomó y la apretó bruscamente mientras yo le retiraba sus braguitas a través de sus hermosas piernas. Finalmente dirigí la cabeza de mi verga a su coñito y sin mucha dificultad, por lo mojada que estaba, se la clavé hasta el fondo. Ella cerró los ojos y su cuerpo pareció levantarse mientras emitía una especie de ronroneo.
– Es grande – dijo sonriendo – me gusta.
Le respondí con otra sonrisa y comencé a bombearla. Parecía que le había quitado un gran peso de encima porque cada recibía cada embestida con todo el placer del mundo. Cerraba sus ojos y sus dos dientitos incisivos se asomaban en una situación de placer total. Levanté sus piernas y las puse sobre mi hombro izquierdo, lo que debía parecerle bien porque sus gemidos aumentaron. Comencé a embestirla con más fuerza y esto la llevó a soltar gemidos más fuertes que para mi sonaban encantadores.
– Pablo – gritó – ya me vine.
– ¿Sigo? – le pregunté.
– Para tantito.

Me detuve un segundo pero apenas comenzaba a respirar cuando le solté una embestida muy fuerte, pareció asustarse y así continúe, soltándole embestidas que hacían que sus tetas chocaran con su barbilla. Comencé a aumentar la velocidad de aquellas embestidas más no la fuerza y a ella solo le quedaba lanzar gemidos ahogados que ni siquiera lograba terminar. Su boca se abrió totalmente como tratando de respirar lo más posible. Pude notar que al menos se vino otras dos veces y mi entrepierna estaba completamente mojada de sus jugos. Seguí embistiéndola un rato más hasta que sentí que estaba a punto de venirme; entonces avancé de rodillas hasta llegar a la altura de su cara y cambié mi posición un poco, de modo que clavé mi verga mojada en su boca que no se resistió para nada sino que más bien la recibió con gusto.

Literalmente me follé su boquita y ella, al no poder moverse con mucha libertad, se limitó a succionar mi pene, lo cual, por cierto, se sentía bastante bien. Finalmente solté mi leche en su boca y ella pareció tragarla con tal majestuosidad que ni una sola gota salió de su fresca boquita e incluso alcanzó a limpiar mi pene con movimientos magistrales de su lengua. No pude evitar comentarle aquello.
– Das buenas mamadas – le dije.
Me iba a decir algo pero la pena debió ganarle por que solo sonrió y miró hacia otro lado. Miró un reloj que está en mi cuarto y me dijo que debía irse, traté de insistirle que se quedara un rato más pero me dijo que no podía.
– Yo también quisiera Pablo – dijo – pero mis padres se van a preocupar de más.
Sin más opción la llevé a su casa. Afuera del cuarto seguían todos durmiendo profundamente. Salimos con mucho silencio y bajamos por el auto. Llegamos rápido y antes de bajar me sonrió provocativa y se acercó a mi oído, le dio un beso a mi oreja y me susurró algo.
– Te faltó cogerme por un lado – susurro.
– Después será – le respondí mientras con mi mano le daba dos suaves nalgadas.
Ella sonrió y rápidamente, como siempre, bajo totalmente apenada. Solo hasta entonces me pudo quedar en claro que había pasado algo que jamás me hubiera imaginado. Me follé a Rocío, pensé, quien lo diría. Algo que me llamó la atención de ella fue, en realidad, sus comentarios; me parecía realmente simpático como de repente decía algo muy candente e inmediatamente se apenaba, eso es muy lindo a mi parecer. Realmente cansado me dirigí al departamento de nuevo.
Estacioné el auto y subí. Entré al departamento y lo primero que noté fue algo: Ignacio ya no estaba en su sofá aunque había dejado la luz de la sala prendida. Me dirigí a mi cuarto y ahí seguía la mancha de humedad que había dejado el sexo que tuve con Rocío. Entonces fue cuando pensé, “bien, si aquí no está Ignacio, ¿dónde está?”. Después supuse que estaba en su cuarto pero entonces recordé que ahí era donde estaban Gina y Lucia. Fue entonces cuando por fin comprendí que Ignacio era un verdadero cabrón. Fui directamente a su cuarto y ahí estaban, los tres.
Para contactar con el autor:

buenbato@gmx.com

 

 

Relato erótico: “La difícil decisión de la rica Erika Garza de Treviño 8” (POR RAYO MC STONE)

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La difícil decisión de la rica Erika Garza. Parte 8
La llegada al Zanzíbar.

Números, 31:32. Y fue la presa, el resto de la presa que tomaron los hombres de guerra, seiscientas y setenta y cinco mil ovejas, y setenta y dos mil bueyes, y setenta y un mil asnos; y en cuanto a personas, de mujeres que no habían conocido ayuntamiento de varón, en todas treinta y dos mil.

La pantalla de su GPS le devolvía a Erika la señal de que ya estaba muy próxima a llegar al citado bar de su suegro, “congal” fue llamado por su amiga Natalia que ya le había mandado un mensaje a su celular de  que ya se encontraba en el sitio con su amigo, experto en Computo, Armando y su nueva “novia”, una mujer casada llamada Cristina.
Ciertamente no era un lugar de los llamados “peligrosos” en la ciudad, pero estaba cercano a una zona marginal de la misma.
Estaba ya a tres cuadras del lugar, ya que un gran anuncio en neón rosado con violeta resaltaba con la palabra “Zanzíbar” y una frase corta abajo: “El lugar de las diosas del amor”, de hecho más adelante había una referencia de un Gran Casino, por eso la circulación y el tráfico de autos era muy movida.
Una nerviosa Erika vio un retén militar en donde quien sabe con qué criterio detenían a algunos conductores y a otros los dejaban pasar. Estando ya cerca, pudo percibir con su innata capacidad de observación y análisis los ojos de clara lujuria que el soldado le lanzo y como no: Si lucía espectacular con una cabellera rojo cobrizo y un escote que casi no dejaba nada a la imaginación. Sus senos blancos lucían imponentes. Sin más, le indicaron con señas para que se hiciera hacia un lado, el soldado se le acerco, un tipo alto y mal encarado, con evidentes huellas de un viejo acné recurrente en su rostro moreno y curtido por el sol: Haber jefecita, estamos en proceso de inspección, favor de apagar su auto y bajarse, a la hembra no le quedo de otra que bajar, ya que estaba observando que otros dos conductores de más adelante estaban recibiendo el mismo trato, aunque uno de ellos se veía estaba en evidente estado de ebriedad por que no se podía ni siquiera parar en su propio pie…Bueno, al menos agarraron a un tipejo que podía causar un accidente.
Al bajarse, el soldado y los otros cuatro que estaban alrededor casi brincan de gusto, así como los conductores de los autos que si dejaban pasar, todos ellos como una fiera jauría se devoraron con la vista al mujerón que delineaba un cuerpo de pecado y tentación en un minivestido negro que resaltaba las piernas largas y bellas que coronaban un nalgatorio de primer mundo. El maquillaje y una caballera felina peli roja le daban la pinta de toda una zorra de primera y más estando en esta zona de bares y lupanares, en otras palabras, la zona roja que toda ciudad grande debe tener y presumir, a pesar de la violencia, la ciudad podía lucir varios lugares de primera, en donde la carne humana es lo que sobra, carne norteña (sobre todo de Sonora y Chihuahua), del centro, del sur (Jarochas y Tabasqueñas) e incluso extranjeras de primera clase, pero esta hembra superaba con creces a todas.
Uno de los conductores de cara morena bonachona y redonda valiéndole madres la presencia de los soldados, le chiflo y le grito: Apúrate mamacita, te esperamos en el Zanzíbar, seguro eres una de las nuevas putitas de lujo…canijo administrador, sí que trae ganado de primera e incluso le apostillo a los soldados, Jefes pues que no ven que agitan a la concurrencia, ya déjenla pasar, si quieren me la llevo…
Los soldados solo intercambiaban miradas, así que muy diligentes le ordenaron: Por favor coloque sus manos en el cofre y abra las piernas para que acto seguido el mismo soldado que le había indicado pararse la empezara disque a revisar a conciencia, más bien le estaba metiendo mano muy a gusto, le recorrió poco a poco las bellas piernas, le sobo disimuladamente las paradas nalgas  e incluso le metió la mano en la humedecida pucha de la hembra que ante el intempestivo acto sin querer paro aún más las nalgas obteniendo evidente aprobación de los transeúntes y conductores. Otro sujeto le grito: ándale cabrona, te esperamos en el Zanzíbar,  seguro que vas para allá, putona…los más chiflaban, otros le proyectaban que  si en lugar de ojos tuvieran vergas, ya se las estarían clavando en cualquier parte de su reluciente anatomía.
El soldado solo se disculpó, diciéndole que era un acto de protocolo y de seguridad que se hacía con todas las meretrices del lugar, Erika quiso protestar, pero se dio cuenta que en realidad tenía toda la facha de serlo, incluso el auto que había tomado era de la servidumbre, un Jetta de semi lujo para no llamar la atención sobre manera, su cara y reluciente  camioneta Audi la dejo en casa.
Sin más, tuvo que soportar una serie de interrogatorios tontos, que se metieran al auto a revisar y que otro soldado también la revisara, aunque más que revisar también le metió una buena manoseada. Temblando, un tanto de miedo, otro tanto de excitación al recibir más piropos subidos de tono, miradas incendiarias y una despedida sarcástica de los militares, se enfilo hacia el estacionamiento amplio del llamado Zanzíbar, donde sabía ya varios tipos la estaban esperando al gritárselo en su cara, pero más que nadie su suegro.
La experiencia en el Zanzibar

Eclesiástico 23:17: Una pasión ardiente quema como el fuego; no se apagará hasta consumirse.
El hombre sensual con su propio cuerpo no cesará hasta que su fuego lo devore.
Al lujurioso todo pan le sabe dulce, no se cansará hasta su muerte.

Se colocó el pequeño aparato auditivo, tal como se lo había indicado su padre político en el paquete que le envió, todavía no llegaba  a la entrada, estando a la mitad del recorrido, cuando escucho la voz gruesa de Don José: Que bien putita, así me gusta, obediente y cooperando, ya verás que hasta te la vas a pasar muy bien, quiero que me obedezcas en todo lo que te indique…vas a entrar y a buscar una mesa vacía, al primer tipo que llegue le aceptarás el baile y tendrás que actuar como la puta barata que eres, si el tipo te mete mano, te vas a dejar, si el tipo quiere bailar, lo harás, si quiere que le hagas un “privado” o un “público” lo harás, me entendiste Erikita.
La aturdida mujer tembló una vez más, el desgraciado antes de cogérsela la humillaría lo más que pudiera, con un nudo en la garganta se atrevió a preguntar: ¿Qué es un privado y un público?
Jajajajaja, si serás mosca muerta, un privado es entrar a un cuartito en donde le tendrás que bailar al tipo, repegartele, frotarte contra su cuerpo, una vez que entras verás que eso lo hacen varias putas con hombres de manera abierta…eso mismo, se lo haces pero en un cuarto ustedes dos solos…jajajja no te preocupes nadie te va a gozar, solo yo, esos actos es con ropa puesta y ellos no pueden meter mano, salvo que la mujer se lo permita, entendiste, pendeja. Además abre bien los ojos y aprende porque también harás “tubo” y un show a toda la concurrencia, pobres bueyes les voy a enseñar la carne que en su puta vida podrán tener…jajajjaa, Te estaré observando y dando más indicaciones, hasta que se me antoje gozarte, jajaja, ya vez tu maridito y tus hijos no están en casa, jajajja, así que tenemos todo el tiempo del mundo.
Erika, solo atino a contestar: sí señor, ya casi a punto del llanto.
Jajajaja, la risa burlona, sarcástica, malévola de su suegro la enervaban, pero a su vez la inquietaban, la excitaban: Esta vez si vas tronar pistolita, de eso me encargo yo, nadie te va a salvar…le espeto el viejo cabrón.
Erika entro sin dificultad alguna, ya que los dos gorilas de guardia le franquearon la entrada de inmediato, no así con otros a los cuales al parecer seleccionaban o investigaban, ojala el negro Luis ya este adentro, pensaba.
Al entrar empezó a buscar una mesa vacía a la vez que aprovechaba para encontrar a Natalia y sus dos acompañantes, de pronto  vio que esta se estaba metiendo un faje con un hombretón que de inmediato reconoció como al negro Luis: Pinche Natalia no estaba perdiendo el tiempo ya se estaba agasajando con el negrón, le había dado las señales de este, claro sin darle detalles de su encuentro sexual con él y al parecer rápido se lo adjudico…pendejo negro se estará dando cuenta que no es una mujer “completa”. Contaba con la discreción de este para no andar divulgando que ya se la había beneficiado muy a gusto.
De la pareja de amigos de Natalia no alcanzo a captar a nadie cercano a ellos. Su plan consistía en ubicarse e irse al baño de vez en vez para intercambiar notas, ya que sabían de antemano que no podían hablar al estar siendo monitoreada por el viejo y ahora ya sabía que también era observada. Busco discretamente cámaras, pero no encontró evidencias de ellas, así que resignada a interpretar el rol de suripanta se sentó en una mesa.
De inmediato un mesero le llevo una botella, refrescos y agua mineral, vasija de hielos: ¡Cortesía de la casa, mi lady!
La voz del suegro le indico: Okey, Erikita, a chupar para que te alivianes un poco, así que obedece cabroncita o en este mismo momento tu video estará en las redes sociales…y si no me crees, estate al pendiente en tu teléfono, así que obedece putita.
Temblando un poco, empezó a servirse primero el agua, cuándo un sujeto bajo y un tanto panzón que reconoció fue el primero que le grito en el retén de soldados, llego a su mesa para empezar a llenarle el vaso con el licor de la botella: Mira, mira, quieres guerra mijita, déjame ayudarte chula.
El tipo ya tenía un vaso en su otra mano, así que una vez que le preparo el suyo, le dijo: Chócalas manita, a chupar y coger que el mundo se va a acabar para dar un ruidoso sorbo a su vaso y darle un buen avance a la bebida, la mujer solo atino a beber un poquito del suyo y escuchar al suegro: ándale, ya tienes tu primer cliente, jajaja ya sabes flojita y cooperando, sórbele más, Erika obedeció pero solo alcanzo a tomar poquito y ya dejaba el vaso en la mesa, cuando otra vez el viejo le ordeno: chupale pichón, más, más….ándale así…ya vez que si sabes obedecer potranquita…la mujer tuvo que tomar casi todo el vaso…ufff…sentía que la garganta le quemaba y que los colores se le subían de inmediato…estaba casi encuerada delante de muchísimos hombres que se la comían viva con los ojos, de inmediato capto envidia en varias mujeres del lugar.
Vente huerca, vamos a bailar, el tipo la tomo de una de las manos y con una seguridad asombrosa que da la experiencia de antrero llevársela como si llevará el Premio Nacional de la Lotería a la pista de baile, la lucía, la abrazo de la cintura y se le repego…era una pieza para bailarla apretaditos tal y como lo hacían las demás parejas…el tipo era más chaparro que ella, por lo que la cara del mismo le llegaba a sus pechos y las manos precisamente a la cúspide alta de sus nalgas.
Escuchaba las siguientes frases de la canción en voz del grupo musical:

Pasa y siéntate
Tranquilízate
si ya que estas aquí, que más te da
Imagínate, que yo, no soy yo
que soy el otro hombre, que esperabas ver

El tipo estaba que no cabía de dicha, era el centro de atención de todas las miradas, evidentemente la mejor mujer del lugar la tenía él. De inmediato se prendió con boca a la desnudez de los pechos y empezar a besarlos suavecito y con sus manos tomar las montañas prominentes y empezar un masaje rico, suave, cadencioso al ritmo de la canción, que no era otra más que “La Cita” del recién fallecido cineasta y gran cantautor argentino Leonardo Favio en arreglo de salsa. Estos cabrones salseros, cumbieros, músicos de banda norteña agarran casi todas las canciones para adaptarlas a sus bailables y pegajosos ritmos, muchas veces hechan a perder las canciones, pero este arreglo era bueno, estaban respetando al gran Favio, no así el chaparrón panzón a su puta del momento:

Un desconocido, que te ha escrito un verso
y te dibujo la luna, en un trozo de papel
un amante improvisado, misterioso, apasionado
que te dió una cita en este hotel.
Desnudate anda y apaga la luz un instante
y hazme el amor, como lo haces con esos amantes
te juro que hoy es la última vez que te burlas de mi
que me engañas.

El baile era interminable, Erika se moría de la pena, el tipo se la estaba agasajando delante de mucha gente, todos los observaban, se sentía desnuda, el licor le hizo una extraña jugarreta ya que se le empezó a subir de una manera rápida al solo ser un trago, tal vez su nerviosismo hacía que se diera esa reacción. Podía ver como el lugar estaba abarrotado, eran dos pistas. Esta de baile, con un grupo musical en vivo y otra en donde había tubos de acero en donde unas mujeres hacían piruetas, pero a las cuales nadie parecía poner atención, al ser poco agraciadas. También pudo ver parejas que de pronto se perdían en partes de las paredes, eran los llamados “privados”…había una escalera amplia que llegaba a una altura y luego se dividía en dos secciones: una daba al parecer a un lugar importante ya que había dos guardias y la otra a un evidente pasillo en donde subían también parejas, ¿que serían? Quería distraerse, ya que el tipejo le estaba metiendo mano por todos lados…solo escuchaba de vez en vez la risa de su suegro…pinche viejo, en realidad era un desgraciado, la estaba humillando de la peor manera, tratándola como una puta y no como la esposa de su único hijo.
La cadenciosa canción continuaba, el tipejo sabia bailar y le metía una rítmica empujada de su verga ya parada, solo que la sentía en sus muslos al ser más bajo que ella. Ciertamente, era de buen tamaño y grosor, pinche chaparro se estaba dando un banquetazo.

Han sido mis celos los que pensaron la trampa
y fueron mis manos las que escribieron la carta
y es mi corazón el que llora de pena por dentro
pero te dejo y me marcho….
para siempre, para siempre, para siempre.

Había perdido de vista a Natalia y Luis, de la pareja tenía señales, pero al parecer no estaban aún.
Pudo ver como en varios sitios del lugar, las mujeres se daban de sentones, ya de frente, ya de lado, ya como los perros, ya por atrás en los hombres que vestidos recibían los empellones de las acrobáticas y casi desnudas mujeres que se les repegaban o frotaban con energía y vigor. En otras palabras simulaban estar cogiendo,  le llamo la atención la disciplina con que los hombres acataban que no podían meter mano, era un aquelarre, parecían conejos o canguros de los brincotes que daban las mujeres para caer en los hombres que con sonrisas de satisfacción aceptaban el tratamiento, eran los llamados “públicos”…en realidad ya había mucha gente con rasgos evidentes de estar hasta el gorro, como se dice en México: bien pedos.
El chaparrón que se la estaba beneficiando y que ya le provocaba escalofríos al no estar quieto ni con manos y mucho menos con boca, le dijo: Te encanta putita, mira toma tu boletito para entregarle una especie de credencial o ticket en donde decía: Cliente Premium, no supo que contestar o decir, así que se dejó llevar por el tipejo que volviéndola a abrazar por la cintura como si fuera de su propiedad se dirigió hacia una de las paredes, en donde de forma muy disimulada había como especies de paneles que en realidad eran puertas.
El hombre que dijo llamarse Ricardo, abrió una de esas puertas para pasar hacia adentro, donde solo había una especie de sillón que rodeaba el espacio circular, había un tubo de acero de buen tamaño y que de largo llegaba hasta el techo que no era muy elevado. Todo un espejo de cuerpo entero circular acompañaba ese pequeño cuarto…sin dejar de risotear, el hombre le propino una sonora nalgada para decirle a trabajar putita, date tus sentones mi reina y sentarse todo desparratado en el sillón y abrirse de piernas.
Erika por un momento no supo que hacer, cuando la voz de su suegro le retumbo como un eco demoníaco en su cabeza: Ya escuchaste golfa, a trabajar que la casa pierde, hazle el “privado” a ese infeliz y cuando yo te diga, vas a dejar que te meta mano…Erika volteaba hacia el techo y espejo circular buscando la cámara como para pedir clemencia…alcanzo a emitir un no muy quedito…Ya sabes, putita, entiendes que cuando te diga puedes checar tu Facebook en tu celular y ver que el video ya está en circulación, así que obedece pendeja.
No teniendo otra que obedecer, Erika fue a colocarse de espaldas al sujeto que hasta dejaba escurrir saliva burbujeante de esos labios porcinos y sus ojillos casi cerrados de chino ladino, sonreía como un estúpido, su olor era de alcohol barato, ya estaba medio jarras.
La hembra empezó a reculearse sobre las ingles y regordetas piernas del chaparrón, sentía claramente como el pene erecto de este tipejo se le enterraba en sus nalgas, sin querer empezó a gemir quedito…tal y como vio en el lugar y al saberse observada por su suegro, se esforzaba por hacerlo de manera profesional, no quería darle motivos para que fuera hacer alguna locura

Puta madre, por los cuernos de la chiva loca de mi madre, expreso el sujeto: Tienes unas nalgotas de primera, eres un culote de primera y mira como lo meneas, pinche puta, se ve que te encanta la verga….uffff….dale, chiquita, date tus sentones….
La hembra tenía los colores subidos a más no poder, removía sus nalgas cual si fuera brasileña bailarina de samba sobre la vara de ese hombre, claramente sentía como palpitaba, como hasta parecía ponerse más gorda. Sentía como palpitaba ese miembro extraño en sus nalgotas.
Sabía que tenía que voltearse para estar de frente a él, así que apuro esa decisión para ver si lograba hacer que se viniera en seco y ya la pudiera dejar libre para poder buscar a Natalia. Se volteó y paso sus piernas al lado de la anchura grande del torso de ese señor para empezar a menearse ahora de frente, en esta situación su intimidad se veía frotada precisamente en la verga parada, otro gemidito se le escapo logrando una sonrisa de satisfacción en el afortunado que se la estaba disfrutando, se movía con frenesí…de arriba a abajo, frotaba sus piernas en los costados del sujeto, lo tomaba de sus hombros para impulsarse hacia los lados, se repegaba con todas las fuerzas que le daba el coraje de verse sometida y humillada de tal manera.
Jajajaja, mira nada más toda una puta profesional, a que no sabes que tontita, claro que se está grabando todo esto y lo que te falta, así que no te la vas acabar en lo que te resta de vida, querida nuerita, no sabes cuánto tiempo estuve esperando para esto…toma al tipo de sus manos y haz que te empiece a meter mano, lo vas a calentar al máximo, jajaja, prepárate putita, estas siendo la protagonista de un nuevo video sexual…la rica y afamada Sra. Erika Garza de Treviño en un lupanar de mierda dando las nalgas a un cualquiera, jajajaja que va a decir tu papa y tu mama…
Pequeñas lagrimas salían de los ojos de Erika, que tuvo que obedecer para que tomando las manos del sujeto que extasiado y agradeciendo a los dioses su suerte veía como ella misma se las depositaba en sus turgentes y parados senos. Presto, el tipo empezó a masajear los senos y fue aún más lejos, le bajo el brasier que al ser pequeño y de una tela muy fina, cedió muy fácilmente para disparar ese par de melones que ya tenían los pezones super ergidos. Erika estaba excitada, sabía que en el fondo le encantaba que la observarán. No sería la primera ni la última vez que estuviera a la vista de otros ojos en un acto tan íntimo como estar simulando el copular con un hombre.
Claro que la mujer no es de palo, ya estaba levemente excitada, el magreo de los soldados al estar expuesta a que mucha gente los mirara, el ambiente cargado de sensualidad del Zanzíbar, en donde medio mundo se estaba fajando a gusto, el ver como Natalia se estaba agraciando con Luis y este hombre que ya llevaba buen rato masajeándola, acariciándola, magreándola, disfrutándola y ahora ya libres sus senos el hombre con agilidad para su prominente panza ya le estaba besando, chupando y usando sus manos cual pulpo.
Bajo ese contexto y tratamiento la mujer ya no pudo evitar emitir un gemiditos de evidente calentura, sus pezones erguidos enfilados y duritos lo avalaban, el hombre sabedor de que ya estaba calentando a esa diosa del amor, fue atrevido a mil, empezó a sobar los muslos, las nalgas, le alzo lo poco que cubría el vestidito hasta dejar el nalgatorio libre, separo la tanguita y empezó a dedear ano y vagina desde atrás…en definitiva estaba demostrando bastante habilidad para encender a la mujer….hummmmm, ayyyyyyy, aughghhhhhh, hummmmmm los gemidos ya subían de tono….ya casi no se movía, era él quien se la estaba puntillando a gusto, ella ya toda desmadejada se estaba dejando calentar, ya sus ojos se cerraban, empezó a sudar de frío y de calentura a la vez…estuvieron así un rato que se le hizo eterno a la mujer, en un momento el hombre la separo un poco y se sacó la verga y ya enfilaba a metérsela así sentaditos…ella ya estaba dispuesta a recibirlo, ya no sabía de sí. Hasta se medio acomodo, al no recibir orden alguna de su suegro y con apenas un trago, ya estaba enervada. La sesión anterior con Luis solo había despertado al animal sexual ahora ya reconocía anidaba dentro de ella.
Muy bien nuerita, muy bien, eres una buena profesional, prueba superada, ahora detén al tipo y sal de ahí…, ya están esperando afuera al desdichado por si se quiere pasar de listo.
Erika detuvo la verga con su mano y apretando logro que el sujeto perdiera enjundia, solo emitió las frases que no le alcanzaban a salir bien, ya que estaba agitada…”hasta aquí llegaste, okey, sin problemas”, para pararse de esa posición de estar a horcajadas sobre él y salir disparada hacia la puerta.
Al salir vio que efectivamente estaba uno de los gorilas de la entrada. Se fue hacia su mesa, y apuro un trago rápido, el suceso la había desequilibrado, debía reconocer que la habían calentado.
Sin darle tiempo a respirar, una mujer llego a su lado para decirle: Mi lady, debe venir conmigo, vas a ser la próxima reina de hoy, después de la actuación de nuestra estrella de planta.
Así es chulita, ahora les vas a hacer un buen tubo y un striptease a toda esta bola de pendejos piojudos, así que ve con ella para que te preparen, jajaja, esto apenas empieza cariño. Aprende de la estrella del lugar, porque deberás superarla.
Erika una vez más tuvo que obedecer y siguiendo a la mujer se dirigió hacia un extremo en donde en el trayecto pudo intercambiar una mirada que imploraba ayuda en Natalia que estaba sentada ahora en una mesa con el negro Luis, esta le guiño el ojo y cuando paso junto a ellos, hasta le dio una pequeña nalgada que fue interpretada por toda la concurrencia como una ocurrencia, como una invitación a pasar a la pista de tubo, en donde ya se arremolinaba la gente ya que en el sonido se decía que la hembra más suculenta de la noche sería “rifada” y que a continuación la estrella del Zanzíbar actuaría.
Con la mirada Natalia le indico que viera que en otra mesa estaba una bellísima mujer, extraordinariamente hermosa, Erika claro que la reconoció de inmediato, increíble: era la mujer del velorio de Roger, era la que al parecer llamaba la atención de la otra acompañante de esa ocasión, la rubia a la que llamo Gabriela. Esta era Cristina. Estaba sola, el tal Armando no aparecía en escena. Le había dado sus señas, de que era un hombre moreno, guapo, de muy buen cuerpo, no había nadie con esas señas.
Cristina sonreía y platicaba con los hombres que como lobos lujuriosos se le acercaban. Uno a uno los despachaba, pero ellos salían felices de la breve charla que intercambiaban con ella. Tenía un aplomo y manejo evidentes. Volteo y le dirigió una mirada empática, en esa mirada encontró cierto consuelo y un atisbo de ayuda. Al contrario, Natalia parecía gozar de lo que se venía…Ufff, temblaba al imaginarse que tendría que desnudarse ante tanta gente.
Por el altavoz, a la concurrencia le quedó muy claro que la alta peli roja blanca buenísima en un mini vestido negro que era escoltada por otra mujer era la vieja que “rifarían”…Los gritos y hurras que se dejaron escuchar parecían celebrar la mejor de las victorias. Hasta una porra se aventaron, siquitibum, se dejaba oír.
Al pasar delante de Cristina, esta se paró y tomándola de una mano se dirigió también hacia un extremo, en donde una puerta era el acceso  al parecer a otra estancia. No musito palabra alguna, solo volteo a saludarla con una sonrisa plena.
Era un lujo fuera del contexto del lugar ver a dos hembras de ese tipo. Una blanca, la otra trigueña, ambas altas, de cuerpos de campeonato, unas auténticas modelos de curvas peligrosas. Verlas caminando de la mano, era un sueño hecho realidad para todos estos cabrestos calientes y briagos hombres. Algunos tipos hasta saliva dejaban escurrir por sus bocas. Los gritos y vítores que acompañaron el andar natural y cadencioso de esas dos diosas del amor fue simplemente de escándalo.
Al llegar al lugar, Erika agradeció que la mujer le quitara el “chícharo” (aparato auditivo), por lo que al fin pudo acercarse a la otra mujer, para preguntar, aunque presentía la respuesta, más por calmar sus nervios: ¿Eres Cristina?.
Claro, mujer, no te preocupes, mira para mí todo esto es un relajo, un pasatiempo, me encanta calentar a los hombres, jajajaja, son unos bueyes calenturientos, jajjaja. Mira y trata de hacerlo de la mejor manera, cuando terminemos, aprovechamos para vernos en el baño con Natalia, ¿sale?
Esta será mi tercera vez que actúo aquí, jajaja Hace como un mes ayude a mi hermanita en un negocio que traía atravesada la pendeja, pinche Gabriela le arregle su asunto y yo me gane a mi “novio” actual, jajajaja. Me volví la reina del lugar, hasta a los pinches administradores anteriores los corrieron del desmadre que hicimos, así que tu tranquila, no te preocupes, estas en buenas manos, dándole una pequeña nalgadita para tranquilizarla más.
Siiii, respondió nuestra Erika, apurándose otro trago que llevaba en su otra mano…Uffff, le ardió la garganta, pero necesitaba tranquilizarse.
Vio como la vestían con un minúsculo vestido de novia blanco, hasta velo le pusieron, en otras palabras la “arreglaron” como si fuera una hembra a punto de desposarse, solo que en un atuendo muy atrevido. Ni las manos metía, se tuvo que tomar otro trago, ufff estaba tomando demasiado, más allá de lo que acostumbra y se estaba mareando, todo lo veía de color subido.
Cristina se vistió como un oficial de policía. Tenía un cuerpo simplemente perfecto, con naturalidad se encuero delante de ella y de la otra mujer, incluso entro un hombre amanerado con vestimenta chillante y de mujer gesticulando y hablando como tal: Manita, ufff, manitas van a armar un desmadre de la chingada, esos cabrones ya están bien jariosos y ustedes son carne de primera, no de este lugar, yo no respondo por ustedes, hasta les pueden meter una violada de aquellas, ayyyy yo me apunto tambiéeennnnn, que enviddidiiiaaa….
La mujer le pregunto a la Cristina policía, ¿Cuál es tu pista?
Afuera se escuchaban gritos y la letra de la canción de moda que se repetía a cada rato en las estaciones populares de la radio:

No no no al coco no al coco no
no no no al coco no al coco no
no te me subas al coco no
no te me subas al coco no
no nena no al coco no al coco no
Aquí está tu papi mami
A ver toda la plebada vamos a bailar el coco
empieza la cuenta regresiva dice
3, 2, 1, 0
Abajo abajo abajo abajo
para arriba arriba arriba arriba
a la derecha derecha derecha derecha
a la izquierda izquierda izquierda izquierda
para atrás atrás atrás para atrás
para enfrente enfrente enfrente enfrente
y brincando brincando brincando brincando
y brincando brincando brincando

Dando un fuerte suspiro Cristina le contesta: Estos cabrones ya ni prestan atención a la música, solo están esperando de esto, para lucir su cuerpo dándose una vuelta muy sensual, así que ojala algún bruto escuchará con atención. Pon “Tributo a la Policía” de Calle 13.
Y así sin más, se dirigió con seguridad hacía otra puerta de la estancia que por los gritos era donde recibirían a la espléndida mujer.
Empezó a escucharse:

Tas caliente canayon ¿oye?
esto es pa todos los policias que se portan mal
a los que se porten bien
pues están tranquilos
los que se portan mal
esto es pa uds
oye!
de parte de la calle 13!
pa too el mundo!
afuego!
dile!

Un alarido recibió a la mujer, el maricón y la otra mujer descorrieron una cortina por donde había una pantalla o ventana especial que daba hacia el aforo de la pista en donde Cristina sensualmente ya bailaba para toda la concurrencia.
Erika se moría de la pena, simplemente no podría hacer eso que hacía ella delante de tantos hombres, tomo un vaso y una botella que había para servirse de plano otro trago. Miro con atención, le maravillo la elegancia de los movimientos de Cristina, sabía lo que hacía.

hoy le voy a rendir tributo
al que se graduó del instituto
a prueba de bruto
con su casco y con su chaqueta
botas negras
uniforme azul con 2 baquetas
modelando en su motocicleta

Cristina de a poco se despojaba de su vestimenta de policía, a cada prenda que se quitaba un alarido de animales opacaba la música.
Su sonrisa era una invitación a pecar, la música seguía y seguía…las prendas que le quedaban a la escultural y curvilínea mujer ya eran pocas.
La canción es larga, una vez la había escuchado, eran profundos estos de Calle 13. Erika no podía aún en medio de toda esta tribulación dejar de analizar, de pensar, de poner en juego su intelecto

yo sé que hay policías responsables
y hay policías irresponsables
a los irresponsables que mataron a Miguel Cáceres
Antonia Martínez
a mi hermano Cristopher
yo sé que allá arriba la sigues sacando con los 400 mi hermano
a toda la gente inocente que ha asesinado el mismo sistema
a los policías de ahora no se olviden
que los celulares ahora tienen camaritas
los estamos grabando
oye!

Pelos, pelos, pelos, gritaba la gente, cuando al término de la canción, Cristina totalmente desnuda se mostraba esplendorosa ante la concurrencia que hasta aventaba prendas, gorras, sombreros, algunos tipos hasta aullaban, otros brincaban. Había sido un espectáculo de primer nivel ver bailar y desnudarse de a poco a tan bello ejemplar. El maricón salió corriendo para cubrir a Cristina con una bata y salir junto a ella contoneándose como toda una mujercita.
Una sudorosa, pero radiante y feliz Cristina llegó a con ella: Tu turno manita, aunque lo tuyo es doble, primero deberás hacer tubo y luego el striptease…así que escoge dos canciones, querida, no te preocupes, ellos no están para ver que música, solo quieren ver esto chulita, tocándole sus senos, ayyy manita te los cargas pesaditos…
Es que no voy a poder.
Te me haces igualita a Gabriela, dan un aire de santurronas, pero mira todas somos una putas en el fondo, así que si quieres librar tu asunto, debes llevar la corriente, no hay de otra, chula, tienes que entrarle.
EL maricón muy ceremoniosamente le pasó unas hojas recubiertas de plástico en donde venían un sinfín de canciones: Selecciona querida…
La temblorosa manita de Erika tomo las manos y con una mirada vaga recorrió las páginas. Con una voz pequeñita, casi a punto de quebrarse: Esta…para el tubo y esta.
El maricón la tomo de una de las manos y la otra mujer de la otra y la escoltaron a la puerta del casi matadero.
Las notas de Vangelis con su afamada pieza ganadora del Oscar a la mejor música de película de 1982, “Carros de Fuego” se dejó escuchar, Erika camino hacia el tubo, procuraba no mirar hacia ningún punto, pero no pudo evitar ver que Natalia departiendo alegremente en una mesa con el negro Luis le lanzaba vítores, el otro sujeto chaparro, moreno  y panzón, el tal Ricardo también estaba de uno en una de las mesas más cercanas lanzando porras y gritos como si estuviera en el Estadio de futbol.
Dando un fuerte suspiro la mujer empezó a hacer piruetas con el tubo. Al ser analítica, recordando su proceso de estudio del tema sexual cuando estuvo en el DF y con lo que vio le eran suficientes  más su buen estado físico para poderse desempeñar como toda una teibolera. Una vez que hizo el primer giro agarro confianza y como en el acto en realidad no podía ver ya a nadie, solo se concentró en la música, las notas de Vangelis tranquilizaban su nerviosismo y como si se tratará de una mera rutina de gimnasio se subía, se bajaba, daba de vueltas, tomaba el tubo como si fuera un garrote humano, es decir una verga grande y se relamía, apretujaba, en fin, adopto tal cual el papel, ciertamente la gente estaba extasiada.
Estaban viendo a un verdadero monumento de mujer actuándoles en un congal de medio pelo, las acciones eran 100 % eróticas, sensuales, la vestimenta mínima de novia resaltaba la privilegiada anatomía de la bella peli roja.
Aplausos a raudales lograron sacarle una sonrisa natural y espontanea a la bella novia que ahora caminando con garbo se dirigió a la pista en donde tendría que hacer el acto más retador, desnudarse poco a poco frente a cientos de ojos lujuriosos que ya con ansías esperaban el hecho.
Iniciaban las notas de la canción de amor de la Película ochentera Top Gun con Tom Cruise: “Take my breath away”:

Watching every motion
In my foolish lover’s game
On this endless ocean
Finally lovers know no shame
Turning and returning
To some secret place inside
Watching in slow motion
As you turn around and say

La hembra estaba que ardía de vergüenza, pero una rara sensación de morbo, de cachondez empezaba a invadirla, se dejó llevar por las frases de la canción para iniciar un baile sabroso, cadencioso, lento, primero se despojó del velo para dejar que su cabellera, en realidad peluca luciera, nadie apostaría a que no era su propio pelo, la mujer se arregló con esmero y se veía muy  auténtica.
Empezaba a deslizar el minivestido de vestido para despojárselo, había calculado la duración de la canción para que se pudiera desnudar justo al final.

Take my breath away
Take my breath away
Watching i keep waiting
Still anticipating love
Never hesitating
To become the fated ones
Turning and returning
To some secret place inside
Watching in slow motion
As you turn around and say

Ya estaba solo en tanguita, brasier y liguero, ufff de ligas mayores la figura espectacular que tenía, alcanzaba a escuchar los chiflidos, gritos, porras, aleluyas que el público lanzaba

Take my breath away
Take my breath away
Through the hourglass i saw you
in time you slipped away
When the mirror crashed i called you
And turned to hear you say
If only for today
I am afraid

Con picardía y ya con franco salero se quitó el brasier y lo aventó. Todavía en su mente alcanzo a recordar dos escenas de películas. Una de la mexicana Salma Hayek que realiza un striptease teniendo una víbora pitón en sus hombros y otra con Demi Moore incluso ya madura. Sabía que lo estaba haciendo mucho mejor que esas dos hermosas actrices. Sus pechos erguidos por completo, monumentales, gloriosos, con sus pezoncitos totalmente erguidos se manifestaron ante toda la audiencia que se enervó aún más.
Empezó a quitarse con cachondería el liguero. Incluso el cabrón chaparro de Ricardo cual si fuera un caballero de honor se puso de pie junto a ella para que esta se pudiera apoyar en él y sacárselo de entre sus largas piernas. Se veía que era un cliente asiduo por qué lo dejaron hacer.
El tipo agarró el liguero y se lo colgó en su cuello como si fuera un trofeo mayor y gritando regreso a su mesa. Ufff, Erika suspiro, por un momento pensó que el desdichado le fuera hacer algo.
Venían las últimas estrofas de Top Gun, la mujer se mentalizaba para estar como Dios la trajo al mundo por primera vez ante muchísimos hombres y mujeres.

Take my breath away
Take my breath away
Watching every motion
In my foolish lover’s game
On this endless ocean
Finally lovers know no shame
Turning and returning
To some secret place inside
Watching in slow motion
As you turn around and say
Take my breath away
Take my breath away

La mujer sin pensárselo se quitó su última y ya minúscula prenda con una sensualidad que ni la misma Liza Minelli en “Cabaret” o Kim Basinger en “9 semanas y media” lo pudieron haber hecho mejor, dejándola solo en zapatillas y en total desnudez a la altísima hembra que ya en su sórdida calentura se mostró tal cual, dando giros, vueltas, adoptando posturas.
El apoteosis se dio, la concurrencia no cabía de gusto, si se hubiera hecho una encuesta en ese momento, todos, todos hubieran contestado lo que hubiera querido el interrogador, todos estaban maravillados, simplemente era realidad: habían podido ver a una sensual y erótica mujer perfecta, una verdadera diosa de amor y lujuria.
Un tipo le dijo a otro: Viste carnal, hasta los pelitos de la panocha le brillaban por lo húmeda que debe estar la cabrona, pinche vieja, simplemente lo mejor que he visto en mi puta vida…Ajuuuaaaaa
Por el altavoz, una voz ronca y gruesa emitió el siguiente anuncio:
“Zanzíbar se complace en haber presentado a sus dos estrellas, a sus dos diosas del amor, ahora en premio diez clientes serán seleccionados en una primera ronda para poder degustar, convivir, bailar y agasajarse con las beldades que acabamos de ver”.
La voz continuó: “Nuestras bellas edecanes le entregarán a los 10 elegidos un ticket especial de convivencia con las damas, las diosas del amor del Zanzíbbaararrrr”.
Cristina, había estado de acuerdo con esto último, ella de “motu propio” se lanzaba hacer el striptease ya que era una mujer candente que ya había vivido todo un proceso de “amaestramiento” por un viejo cerrajero vecino de su colonia con el cual inicio toda una escalada de infidelidades a su esposo Pablo, que aún ignoraba la doble vida que llevaba. No era la primera vez que se desempeñaba como si fuera una verdadera piruja, le encantaba esta fantasía de vestirse como tal y comportarse como si realmente lo fuera con los parroquianos. No había podido convencer a su hermana Gabriela, pero sabía que estaba a punto de graduarla, de hacerla una mujer más segura, más libre, más dichosa.
Ya era una mujer sin tapujos, y como parte de la estrategia de diagnóstico de la situación se quería ganar un lapso de una hora y media para convivir con los suertudos elegidos, mientras su “novio” Armando estaba diligentemente trabajando en conjunto con Natalia y su negro acompañante. Ya había tenido tiempo de intercambiar puntos de vista con esta hermosa transexual.
Erika, ahora fue vestida sin ropa interior de plano, solo otro minivestido escotado fue lo que le pusieron, era un vestido de cabaretera, de redomada puta, solo sus zapatillas negras de tacón alto eran el único vestigio de la vestimenta con que llego al lugar.
El mariconsote, pasando al lado de las dos beldades les dio una pequeña palmadita en sus grandes, duros y levantados traseros…Ah trabajar manitas, que la casa pierde, vamos, vamos, circulando chulitas.
Erika salió junto con Cristina a la boca de los hambrientos lobos. Inmediatamente un sujeto se le apareció para entregarle un ticket fluorescente que decía: Cliente premiado: un baile, un trago, 5 minutos de “perreo” y/o convivencia en mesa. Cristina lo atendió, para decirle: Mira como le voy a dar su “servicio”.
Cristina le explico que tendría que estar con 10 sujetos diferentes, es decir 10 piezas de baile, tomarse un trago con el cliente y estar a la disposición ya sea por 5 minutos de un “público” o plática en mesa.
Erika abrió enormemente los ojos, sabía que nadie optaría por  platicar, serían 50 minutos de estarse frotando en 10 tipos diferentes, solo con su minivestido que traía y a la vista de todo mundo. El equipo de audio se lo volvieron a colocar: la odiosa voz del suegro, le recordó que ya estaba a punto de ser estadística, inevitablemente se la cogería su padre político: Ya vez putita, si eres toda una profesional, no será que en otra vida fuiste puta, jajajaja. Caliéntate putona, por qué al término de que experimentes el trabajo de zorra, subirás para que te de lo que te mereces…jajajaja
Sin más remedio se dirigió a su mesa que se la habían reservado. Observo que Cristina ya estaba bailando con el sujeto muy acaramelada, el tipo la tenía bien abrazada. La mujer sonreía y se veía reluciente, radiante, parecía estar gozando en su papel de supuesta “dama de compañía” como anunciaban en el altavoz.
Ciertamente había algunas mujeres que llamaban la atención, pero más por su vestimenta y maquillaje que por sus atributos físicos. Las únicas que sobresalían eran Cristina, Natalia que también estaba bailando con el Negrón Luis, al que al parecer ya no quería soltar de ninguna manera.
Un calvo, gordo, blanco, vestido de norteño, con sombrero se le acercó para mostrarle su boletito. El gordito la tomo de la cintura y se la llevó a la pista para empezar a bailar muy pegaditos. Erika ni prestó atención a la canción, contaba los minutos para vérselas con el suegro,no veía como se pudiera librar de lo inminente. Solo percibía que sus supuestos acompañantes se la estaban disfrutando de lo lindo. Cristina de plano se estaba dando un arrimón de aquellos con el primer hombre que las abordo. El gordo norteño le estaba evidentemente agarrando de las suculentas nalgas y frotándose sobre ella. No le entendía que decía, hablaba con un acento totalmente norteño, rápido y confuso. La canción finalmente termino, el gordo se la llevo a su propia mesa y sentándose si le alcanzo a escuchar: Mija tus cinco minutos de gloria.
Erika vio que Cristina  estaba haciendo su “público”, por lo que sin más, tragando saliva, fue a abrirse de piernas para sentársele al sujeto que ya sonreía con lascivia y evidente placer anticipado.
Siendo su patrón de referencia Cristina, vio que le hacía de todo y no queriéndose quedar atrás, su ardiente y competitiva naturaleza femenina le hizo ofrecer su mejor esfuerzo, su ser no le permitía darse el lujo de quedarse atrás, incluso en este sórdido ambiente y acto que en su vida se imaginaría tendría que efectuar. Recordemos que Erika es intensa en lo que hace.
Por lo que se puso a “simular” que se estaba copulando al tipo sentada frente a él, luego se le sentó de espaldas, lo puso de pie y tanto de frente como de atrás, ella ya pegada totalmente a él, ya inclinada se le ofreció como si fuera el último hombre en la tierra. Claro que el ambiente en general, los tragos, los aplausos, los gritos, la calentura, la sensación de poder que sentía al ofrecer y saber que el pobre tipo solo tendría ese pedazo de cielo, la enervaban, mental y emocionalmente se estaba “calentando” con todo. Varias veces fueron las que Natalia le lanzaba miradas de fuego y le hacía señas con el pulgar.
Con dos tipos más tuvo que hacer lo mismo. Uno muy delgado y fibrudo, más bajo que ella. Otro, igual de barrigón que el primero, pero muy bajo. Ellos también le metieron mano lo más que pudieron, gozaron de lo lindo. Con ellos también esos cinco minutos de frotamiento, de simulación de la copula, fueron una eternidad, pero en donde podía sentir sus durezas, y como sus nalgas e intimidad se humedecían y excitaban a mil. Al no saber cómo manejar lo de los tragos, tuvo que tomar con ellos, por la que ya se sentía muy mareada. Había ya desde hace rato rebasado su límite de tomar. A los tres les sintió con nitidez sus miembros viriles firmes y erectos
Dirigiéndose al baño con la esperanza de que sus acompañantes fueran con ella para poder ver que se tendría que hacer, recibió toda clase de piropos e incluso uno que otro lanzado le nalgueo o le acaricio los muslos. Su suegro ya hacía rato que no le hacía comentario alguno.
Antes de llegar al baño, tenía que pasar por tres puertas, en una de ellas, semi abierta, pudo escuchar unos gemidos de hombre, su curiosidad le ganó, al no ver a sus amigas, quería ganar tiempo para que se le bajara la tomadera y ver si estas la alcanzaban en el baño.
Abrió con sigilo la puerta, la estancia estaba en penumbras, sin embargo, pudo ver como Natalia estaba arrodillada frente a un hombre. Estaba haciéndole un tremendo oral a uno de los “gorilas” que estaban apostados en la gran escalera que ya había visualizado antes.
Fue un detonante de esperanza, al menos estaba haciendo parte de su trabajo. Estaba tratando de “desarmar” a uno de los vigilantes. Ufff al menos, no estaba perdiendo el tiempo.
Era increíble como esos labios carnosos, succionaban la vara del tipo, subían, bajaban, las manos también las ocupaba en sobar al hombre en sus pectorales, de vez en vez lo masturbaba.
Simplemente era toda una mamadora, de pronto poniéndose de pie, se viro y se alzó su mini, haciéndose un lado el tanguita dejando ver sus nalgas preciosas de mujer para que con una vocecita incitadora: Papii, ya rómpeme el culito..ssiii? Pero ponte gorrito, si, Darling? La aparente mujer le paso un condón ya abierto al sujeto que presto lo tomo y se lo puso de inmediato.
El gorilón bufando, agarró su pene para penetrarla de un fuerte sopetón, Ayyyyy, bruttooo con cuidadditotooo….ayyyyy, hummmm gimió con lascivia y lastimeramente la Natalia…el gorilón parecía como enajenado, impulsándose con todo hacia ese culo de campeonato y gruñendo como un oso. El fuerte sonido del choque de pieles, enervo a la voyeur Erika.
De una fuerte, segura y completa estocada el guardia se la dejo ir a Natalia, ahhhhhhyyyyyy
Los fuertes golpeteos que hacían al chocar sus pieles, el ver como se bamboleaban las tetas de su amiga Natalia, enervaron y calentaron si es posible más a la atribulada Erika.
Cuando de la nada surgió la imponente figura que ya conocía de Luis para de un limpio golpe noquear al pendejo.
Natalia diciéndole a Luis: Okey, papito, uno menos…voy al baño para girar y encontrarse con Erika que con una seña le indica guardar silencio.
Natalia le hace señas de que en lugar no hay cámaras.
Erika en un acto atrevido se desprende el audífono, ya podría explicar que para ir al baño, se lo había quitado. Tapándolo, le dijo: Naty que bueno,
La otra aprovechando la oscuridad le dio un abrazo y le musito quedito: Pinche Erika, me has calentado como ninguna mujer lo ha hecho, eres toda una “diva”, que guardadito te lo tenías y acariciaba el culo de su amiga sin que Luis se diera cuenta ya que estaba a espaldas de ella.
Erika todavía atontada le dejo hacer, pero le inquiere: ¿Qué sigue?
Tu tranquila migis, Cristina se está despachando al otro, Luis ira por los de la entrada. Todo muy discreto. Te van a “rifar” cuando acabes con los diez clientes, subirás con el tipo arriba y ahí ya veremos, tendremos que improvisar de acuerdo a lo que tu suegro hará con el supuesto “afortunado” que subirá contigo. Tranquila, Armando está trabajando con las cámaras y la red de internet, que a poco creías que te abandonaríamos. Somos todos unos “profesionales”, verdad mi negro para voltearse e irse a abrazar a él tal cual si fuera ya de su propiedad y plantarle un beso de lengua.
Regresando con ella para volverla abrazar susurrándole al oído, haciendo que la ahora peli roja se estremecería de escalofrío: Nada más que los honorarios serán ahora muy caros, jejeje, esperemos que todo salga bien, tranquila Erikita…volviendo a sobar con sapiencia su nalgatorio. Oye pasando su boca muy cerca de la suya, hueles mucho a briago, no seas tontita, no tomes más, si no quieres acabar tumbada, tira el licor en el piso cuando no se den cuenta. Aviéntalo a una servilleta pero no te lo tomes.
Erika solo alcanzo a pensar que ese día medio mundo le había metido mano y los que faltaban: siete para ser exactos y posiblemente el suegro o el sujeto que la ganará en la “rifa”.
Se colocó el chícharo en el oído y salió rápido para ir al baño. Al parecer la fortuna le empezaba a sonreír, ya que el suegro le comentó: Muy bien nuerita, vas muy bien, superando todas las pruebas, pinche Erika si lo que tienes que hacer es dejarme contento, ya verás que la vamos a pasar muy bien y todos felices. Cuando acabes con los infelices pendejos que solo probaran parte de tu miel, te vamos a rifar y subirás con el tipo. Mis guardias te darán paso, ya dentro el pobre pendejo verá lo que es tener suerte.
Erika analizo que el desgraciado viejo no se detendría ante nada e incluso perjudicar al pobre hombre que tuviera la aparente “suerte” de ganársela.
Cristina estaba en otro “público”. El gorila de la escalera aún seguía, es decir no se lo habían despachado aún.
Tal como si fuera al matadero, la rubia Erika, ahora de peli rojo fue a su mesa a esperar a sus clientes. Como le indicaron buscaría ya no beber tanto, no podía perder la cabeza o por default. Se conocía, sabía que si se embriagaba, cualquiera sé la podría coger.
Se hecho a cinco sujetos más, solo como estadística y una manera de disimular lo enardecida que se sentía media el calibre y dureza de los penes, evaluaba la fisonomía del “cliente”. Le quedaban dos más.
Nunca olvidaría a estos cinco que se solazaron con su bello cuerpo y pericias de cogelona:
–          Un tipo parecido a un cura por la vestimenta y muy serio. De hecho si era un cura
–          Un viejito como de 70 años que agradecido solo atinaba a decir: gracias mijita, gracias mijita
–          Un tipo de aspecto cholo rapado y con dientes amarillentos que sonreía como estúpido.
–          Otro gordo tipo norteño de bigote y con cara de cerdo
–          Al que le dejaron meter mano, era fornido, un poco más de lo que a ella le gustaba, rayando casi en la exageración, moreno, de pelo corto, relativamente agraciado de la cara.
Para el público en general era increíble ver a una bella mujer alta de cabellera peli roja ponerse en cuatro en el suelo haciendo que el minivestido solo le cubriera parte de su bello culo y a otro sujeto empujarla desde atrás como si se la estuviera cogiendo tal cual fueran perros. EL pelo revuelto que le cubría su carita de ángel, esos ojos llenos de lujuria, los labios entreabiertos que dejaban exhalar de vez en vez gemiditos que ya de por si enervarían a cualquiera era sencillamente algo fuera de este planeta y de ese lugar. Cuando era ella la que se reculeaba sobre el sujeto afortunado la expresión de esa caliente hembra llegaba a niveles de sensualidad extrema. Erika podía notar las vergas paradas de los sujetos que cerca de ellos no perdían detalle alguno de esos cinco minutos eternos para ella, cortos para los agraciados hombres que se la puntilleaban.
Cuando se ponían de pie y era ella la que se inclinaba para ofrecer su cola, poniendo sus manitas encima de una silla o de la mesa, pareciera que en cualquier momento botellas y vasos saldrían volando de los fuertes empellones que le prodigaban sobre el exquisito colchón de carne humana en forma de pera y de un tamaño super sensacional. Era por eso, que temerosa de que eso fuera a pasar, ella se reculeaba sobre los sujetos que lo único que tenían que hacer era ponerse duros para aguantar los fuertes empujones que la misma hembra se hacía sobre sus parados penes.
Estaba super encendida, recordaba el acto sexual con Rodri de días pasados y el reciente con el negro Luis y más se encendía. Necesitaba macho de nueva cuenta y como no si se había frotado, había simulado copular siendo solo la ropa de los varones lo que separaba su vagina ya muy humedecida y sus nalgas, ya que recordemos no tenía ropa interior.
El ver los ojos de lujuria, el deseo encendido de esos varones que tenían sus miembros viriles totalmente erectos, así como el del público que los rodeaba, el verse expuesta a muchas miradas, casi desnuda, prácticamente de hecho estar copulando, solo mediando la ropa de por medio, la tenía en un shock tremendo, simplemente le estaba gustando el rol que estaba desempeñando y al parecer muy bien por la cara de satisfacción, por el júbilo que expresaban en gritos, aullidos, bailes, aplausos, en fin era un completo aquelarre, lo embriagada que estaba contribuía sin duda alguna a ese estado de ánimo totalmente afiebrado, cachondo, de calentura extrema.
En una el suegro le indico que podía dar permiso al dichoso sujeto de manosearla. No había podido dejar de tomar en algunos momentos. Así que su estado era de calentura extrema. Aunque la fortuna podía empezar a rodar hacia su lado. Uno de los sujetos afortunados, al que le dieron chance de meterle mano, con habilidad le quito el chícharo y susurrándole al oído le dijo: Hola, soy Armando, el amigo de Natalia y pareja de Cristina…oye, por cierto, felicidades, que buena estas y que bien lo haces, perdón, soy hombre al fin,,,jejejeje No te preocupes chiquita, ya veremos que hacemos arriba. Cristy se va a poner a jalar por su lado, al fin también le encanta la verga, como se ve que a ti te gusta…hummm
Armando era otro cabrón de siete suelas, quiso cogerse a la esposa de un amigo del pasado, un tal Cesar que tenía una hembra de campeonato llamada Gabriela, a la cual estuvo a punto de cogerse en su propia casa. Se le fue de las manos. Aunque le ayudo a resolver un problema que traía con un viejo y asqueroso sujeto que hasta por su padre se hizo pasar, un tal Cipriano.
Después salió ganando por qué conoció a la hermana que ya era una mujer totalmente libre de tapujos y convencionalismos. Cristina era desinhibida y una exquisita, experta amante con la cual se estaba pasando unos días y entrones fabulosos.
Claro que Armando aprovecho sus cinco minutos de fama con Erika, haciéndole vibrar ya que metió sus dedos en sus ranuras sin pudor alguno. La hembra solo pensaba que si la libraba con el suegro, ahora tendría que vérselas con Natalia, Luis, Cristina y Armando. Con  Luis no le desagradaría en nada volverlo hacer, aunque la pena de saber que alguien se enterará le ponía freno a su decisión. Se había entregado a él en un momento de debilidad extrema, pero esos viejos prejuicios de cierto clasicismo y elitismo, le impedían reconocer que el hombretón le gustaba y la había excitado desde el primer día que lo conoció, pero Erika aún no era consciente de ello. Aun no traspasaba el umbral de decencia y valores que pretendía conservar. Seguía empecinada en ser ella quien eligiera y no estaba en su perfil y planes estar con alguien como Luis de fijo.
Su decisión la tenía clara aún. No dárselas al suegro, borrar toda evidencia de sus encuentros y ella ya con calma buscarse un buen amante. Que nadie se enterará, que nadie la juzgará, tendría que ser cautelosa. Estaba jugando con mucho fuego y fácilmente podría salir raspada, quemada.
Ufff, se dirigió al baño, ya solo le faltaban dos tipos, la rifa y subir a  con el suegro. Nada estaba en sus manos ya, estaba a la gracia y merced de sus amigos.
Al dirigirse al baño vio que Cristina con uno de los guardias se metía discretamente a uno de los cuartos, se maravilló, sus amigos si estaban trabajando, debía dar gracias a Dios por contar con ellos y estársela jugando por ella. Conocían que el poderío de Don José era temible, también estaban jugando con fuego.
Lo que más le maravillaba era como la llamativa Cristina se las habrá ingeniado para meterse al cuarto con el gorilón, sin llamar la atención de la concurrencia, que sobra decir, ya había muchos borrachos. Inlcuso, había tipos tumbados, otros como durmiendo de bruces sobre las mesas.
Un tipo la abordo, era el penúltimo suertudo, se trataba de  un jovencito delgado que le recordó a su hijo y al buen Rodrigo. Le dijo que se sentará en su mesa, que iría al baño a asearse, tardaría un poco, su innata curiosidad femenina le dictaba a su cerebro que fuera  al cuartito a ver que hacía Cristina con el sujeto en marras. Fue amable y sonriente, por lo que el joven expectante le dijo que la esperaría el tiempo que fuera necesario.
Sabedora, que otros tipos habían visto que el hombrecito se sentaba en su mesa como esperando, se dirigió al baño, otra vez recibiendo piropos, roces de manos atrevidas, guiños de ojos, una vez que llego al área del baño, ya nadie pareció observarla, por lo que disimuladamente y ya sabiendo que ese cuarto no tiene cámaras entro sigilosamente y sin hacer ruido para casi dar un brinco cuando vio que el gorilón le estaba metiendo una cogida de película XXX a una Cristina que gemía mucho mejor que en cualquier video o película que hubiera visto en su vida.
Se sorprendió, el cuerpo de esa ya liberal mujer era simplemente hermoso, le dio pena reconocer la belleza en otra mujer, nunca había sentido eso, y es que al estar casi desnuda recibiendo tal tratamiento, le recordó las películas y videos que llego a ver, en donde, ciertamente las protagonistas se veían totalmente falsas, operadas al 100 %, pero aquí no, era una autentica muñeca de carne y hueso la que estaba cogiendo como los perros, una cogida de dos humanos en leva. Además Cristina era muy bonita de cara. Recordó a su amiga Marisa al verla cogiendo ya en dos ocasiones con su Tío Alberto, pero debía reconocer que ella no era tan bonita como Cristina y como recordaremos, que a pesar de tener unas nalgas y piernas exquisitas, sus senos son pequeños no guardando proporción con el resto del cuerpo y su nariz es muy grande y afilada, típico de algunas señoras de clase alta. La perfección escasea, pero sabía que ella, Erika Garza de Treviño, Cristina y su hermana Gabriela si lo eran.
El tipo la tenía de espaldas y de pie con las piernas abiertas sobre una mesa, con el minivestido hasta la cintura y bajado para amasar desde atrás los tremendos senos que se cargaba. Más que amasar, se los apretujaba, les estiraba los pezones. Por lo que se ve, no hubo preparación previa, sin preámbulos, sino que directamente se fueron a coger como perros en brama. El tipo estaba prácticamente desnudo, solo sus calcetines blancos sobresalían sobre el moreno cuerpo fornido que brillaba con la luz mortecina de la luna que se filtraba por un alto ventanal.
Le daba unos fuertes empellones que hacían vibrar las suculentas nalgas de esa mujer que por lo visto ya no tenía tabú alguno, se veía a leguas que estaba disfrutando a plenitud. El tipo era muy alto, por lo que las altas zapatillas de la hermosa mujer servían de nivelación para que la verga parada que entraba y salía de ese culo de campeonato embonara con una sola leve inclinación del cuerpo del tipo que bramaba diciendo palabras altisonantes.
Era lo que buscabas, putita, eso era lo que querías, cabrona? Plac, plac, plac, plac, hummmmmm, ayyyyyy
Siiiii, ppapappaiii rompemmemmeee el culloooooo, es tuyyyoyo papitttooooo..ayyyyyy, hummmm
Daleeee cabronazoooo, dallleeee, o que no pueeeesdeees darmeeee comoooo la yeguuuauaa que soyyyy…..hummmmm, dallleeee cabrrroooonn, mássss fuerrrtteee, masssss
Plac, plac, la mesa se movía como queriéndose romper en cualquier momento, haciendo un ruido curioso con sus patas….toc, toccc,toccccc
Erika quedo impactada, lo de su amiga en el Hotel del DF hace no mucho tiempo, lo de Marisa y Tío Alberto no se acercaban en nada a esto que estaba viendo en vivo y a todo color, rápido se acostumbró a la oscuridad y vio que no había nadie más…¿Qué pensaba hacer Cristina?
Le entraron dudas, cuando la mujer en cuestión, de plano se recostó sobre la mesa para seguir recibiendo tal enculada del tipo que en la gloria seguía dándole duro y tupido, rápido y constante, de arriba abajo, como remolino y como aspa, duro, despacio, con sus toscas manos acariciaba los grandes cachetes de ese culo que se estaba comiendo….hummmmm, ayyyyyy, también vio como hasta salivita escurría de los labios de la enculada y al voltear su rostro vio los ojos semi cerrados, señal de un placer indescriptible….simplemente, la escena la acabo de excitar a lo máximo, así que con lo tomada que estaba y sin reflexionar que pasaría solita llevo su mano a su entrepierna para empezar a masturbarse primero despacito y luego furiosamente mientras esos dos seguían copulando como fieras salvajes.
La hembra cogida de pronto hablo: pappii déjame darme mis sentones, si ppaaapittoooo?
El hombre bufo y dejo de meter y sacar su virilidad para quedar expectante.

Cristina se incorporó y jalando una silla le dijo: siéntate mi rey, ahí te va tu reina, para volviéndole a dar la espalda sentarse en el regazo de él y con su mano meterse esa fuerte virilidad y empezar a darse de sentones, primero lento, para paulatinamente subir de intensidad y de forma, ya de arriba abajo, ya de lado, ya como removiendo algo. Uffff, simplemente si era una diosa del amor.
Plac, plac, plac, el ruido de las nalgas de esta caliente y desinhibida casada sobre ese hombre hasta antes desconocido para ella era fuerte y caliente. El calor de la estancia estaba a mil. Erika estaba a punto de alcanzar un orgasmo liberador, ya que todo el proceso en el bar estaba resultando de mucho calor.
De pronto la casada infiel dejo de darse ella misma de sentones para desmontar esa grupa y virarse para ponerse de frente al sujeto que agradecido empezó a succionar como un bebe esos senos de Miss Universo, glog, gloc, gloc, y plac, plac, plac, hummmmmm, ayyyyyy, hummmmm eras los sonidos que mitigaban la música de afuera.
Cuando el hombre se veía que ya estaba a punto de venirse, la hábil mujer saco quien sabe de dónde una especie de jeringa que fácilmente le coloco en el cuello al sujeto que dejo de moverse y desmadejarse de inmediato en la silla….
Erika, sintió pena de que la mujer la descubriera, por lo que escondiéndose muy bien en donde había estado observando guardo silencio para ver como la otra como si tal cosa hubiera pasado se arregló y salió salerosamente del lugar.
Dejo pasar un rato más, para salir disparada para con el jovenzuelo, tuvo tiempo para de plano hacer pipí ahí mismo y medio arreglarse, su orgasmo quedo interrumpido, situación que por primera vez le pasaba y que gracias a su propio nivel de conciencia, de inmediato capto le causaba molestia y desazón, estaba muy caliente, ya requería caña, hasta pensó que ya Don José la debía llamar, ya estaba dispuesta a todo. Necesitaba verga y ya. Supo que en breves instantes tendría que dar las nalgas, pero ya lo requería. EL nivel de alcohol y calentura en su mente y ser ya no tenían freno. En todo momento de la estancia en este lugar era sexo, sexo, sexo…
Se despachó al agradecido jovenzuelo que hasta unas lágrimas de alegría derramo al tener frente a si a tremendo mujerón y ser la envidia de todos sus compañeros que hasta “bolita” les hicieron para cuando ejecutaron el “público”. De pronto, Erika, se sentía enojada, y sabía la razón: no había podido desahogar toda la calentura que le estaba provocando hacer el papel de “puta” en toda la regla.
La rifa de la peliroja

Deuteronomio, 28:53: Y durante el asedio, será tal la penuria a la que te reducirá tu enemigo, que te comerás hasta el fruto de tus entrañas, la carne de tus hijos y de tus hijas, los mismos que el Señor, tu Dios, te había dado.

Por el altavoz se anunció que el último afortunado para con la peliroja, como la estaban llamado sería quien podría subir a la segunda planta a agasajarse con ella: Zanzziiiibaarrrr, el lugar de las diosas del amor se enorgullece de rifar para su exquisita clientela a tan bello ejemplar venido de Europa, pinche viejo Don José cada cuento que se inventaba, ya que sin duda era su voz la que había estado escuchándose en el sonido del lugar.
Resulto que el suertudo fue el primer sujeto que la saco a bailar, el tal Ricardo, que brincando como si hubiera anotado el gol del Campeonato Mundial, presto fue a la mesa para que con una fuerza y habilidad inusitada en un chaparrón panzón se la cargara como si fuera su esposa en la luna de miel y sin titubear se encaminara con la hembra en brazos hacia las escaleras.
Era tremenda la escena, una bella y blanca mujer peliroja en brazos del típico mexicano chaparro, moreno y relajiento, sobresalía, parecía que llevará más peso del que pudiera cargar, sin embargo, lo hacía muy bien.
Ahora si no te la vas a acabar, no sabes lo afortunada que eres…conocerás el paraíso, le decía de diferentes maneras el sujeto de cara redonda y mestiza.
A Erika hasta le dio risa ese comentario, pero le llamo la atención que al pasar junto a otras evidentemente si meretrices del lugar, escuchara: Pobrecita, le va a meter caña como ninguno, ya sabes cómo se las gasta el pinche Richard, lo que tiene de feo, lo tiene de garañón.
Hey, ese mi Richy, la vas a dejar preñada, la vas a acabar, pinche campeón casi le grita otra hembra con aires de envidia pura.
Erika solo pensaba que el pobre sujeto no sabía lo que le esperaba al traspasar esa puerta. Un solo guardia estaba, ya sabía que el otro había sido desarmado por Cristina, pudo también ver que en la puerta estaba otro guardia. Así, que sus amigos no habían podido completar la obra, se resignó a lo que pasará.
Las vivas, vítores, gritos de los demás al subir las escaleras siguieron. Como si se tratara de un trofeo, todavía el tal Ricardo la alzo y la enseño a la concurrencia. Carajo, ese hombre no parecía ser tan fuerte y la estaba alzando en vilo sin mayor dificultad. Se sonrojo ya que al no tener ropa interior, casi la estaban exhibiendo como Dios la trajo al mundo, eso la mantenía super encendida, todavía más cuando el tipo sin pudor alguno le metió dos dedos delante de todos en su pepa y enseñar a la concurrencia lo mojado que los sacaba, el público llegó al paroxismo, hagan de cuenta como cuando se gana un campeonato o cuando los feligreses en la Plaza de San Pedro recibieron al nuevo Papa Francisco. Todavía el sujeto orgulloso se metió sus dedos en la boca para acto seguido invitar a que la hembra ganada se los chupara, sin reflexionar y en un acto natural de femenina coquetería, Erika lo hizo como si estuviera haciendo una felación, el público llego a un nivel parecido a un orgasmo virtual simultaneo.
El gorila sonriendo socarronamente los dejo pasar. La estancia que parecía ser mayor no lo era, solo había espejos por todas partes, en las paredes y techo. De su suegro, ni sus luces. Estaba iluminada a medio tono con luces de colores que cambiaban de  rojo, rosado, violeta, amarillo, verde, azul.
Solo en el medio había una cama muy grande redonda y aun lado una especie de minibar, frente a la cama un mueble que contenía una gran pantalla de TV en donde se recreaba el “tubo” que Erika había hecho minutos antes.
Ricardo la siguió cargando hacia la cama para llegando aventarla con brusquedad a la cama, que resulto era de agua por el rebote que hizo la mujer. Sin más, el tipo se quitó su camisa para dejar ver unos brazos visiblemente muy fuertes, pero así como su vientre abultado. Todavía Erika reflexiono que si no tuviera esa panza, el tipo tendría un cuerpo bajo, pero proporcionado.
Muy bien, putita, a darle que es mole de olla, jajaja
Sin más, Ricardo se le aventó, la abrió de piernas empezando a mamarle la pupa con su boca y labios…Erika sintió una fuerte descarga eléctrica. Era tal su estado emocional y físico, que ante el sorpresivo ataque de su al parecer experto acompañante, que también ocupaba ya sus manos en recorrer muslos, nalgas y tetas, y que ya le había sacado por completo el minivestido, exhalando por fin lo que traía dentro, gimiendo como zorra y profiriendo fuertemente un gemido tuvo el primero de tantos orgasmos que seguramente vendrían esa ya casi extinta noche de sábado y que probablemente continuarían por largo tiempo, en forma constante y duradera en  el domingo…aaaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy, caaaaaabrrrrrrrónnnnnnnnnnnnn.
El tipo saboreándose lo que se comería, se bajó otra vez con una habilidad que seguía sorprendiendo a la hembra que ya resignada pensaba que este suertudo sería quien la satisficiera en esta ocasión, hasta se reacomodo en la cama y mantuvo las piernas flexionadas y abiertas como ya esperando el inminente ataque.
El sujeto ya estaba encuerado, solo sus calcetines que extrañamente se veían muy abultados, sobresaliendo de los tobillos, alcanzo a observar la analítica hembra que abierta de sus bellas y largas piernas, ya completamente desnuda, esperaba con ansías que por fin la hicieran vibrar. Ya estaba dispuesta a coger con ese libidinoso y desconocido sujeto.
El tipo enfilo su buen paquete, el más gordo que hubiera conocido la hembra, de buen largo hacia su vagina, cuando por la espalda llego la conocida figura del suegro para que accionando una especie como de rasuradora eléctrica se la pusiera en el cuello, a lo cual el pobre hombre se acalambro por completo y se desmadejo encima de la mujer.
Que creías pendeja, que te dejaría así como así, jajaja, haber voltéate puta que te voy hacer algo que seguramente nunca has hecho en tu miserable vida de mujer recatada, jajajajaa
Erika, ya no deseaba chistar, era ya inevitable que Don José se la cogería. Así que sin más, empujó al disque afortunado ganador y  se viro para quedar recostada sobre la mullida superficie de esa gran cama. Don José, mostrando su fuerza tomo el cuerpo desmadejado del sujeto y cargándolo se lo llevo a un extremo de la estancia para que lo amarrara a una silla.
Pobre buey iluso, a poco creía que se sacaría la lotería, este tipo de hembras ni las ha de conocer el pendejo, vocifero con una voz que hizo temblar a la desnuda nuera que vio como Don José sujetaba al tipo a esa silla. El tipo se veía hasta chistoso encuerado, solo con los calcetines puestos.
Don José se fue a la cama para llegando a ella, empezar a desnudarse. Estaba de playera y pants, así que fue muy fácil. Su padre político quedo en “pelotas” con una fuerte virilidad ya apuntando hacia el infinito y más allá, como diría el personaje del astronauta en la película de Toy Story, ya que el desdichado le susurro a la nuera al oído: Ahora, si nuera putita, por fin, después de tantos años: Hacia el infinito y más allá.
Le alzo la enorme y exquisita grupa para acomodarle una almohada, posar sus labios calientes sobre esas nalgas de maravilla, empezando a recorrer esos promontorios de edén. La piel de la hembra que ya estaba muy excitada de inmediato se puso “chinita”, al ser blanca, se apreciaba hasta como palpitaban las carnes. Jejejejej, estás bien caliente, pinche cabrona, ya verás cómo verás el cielo y las estrellas, Erikita….mía, eres mía, siempre te desee, desde que eras una niña, me gustabas, cabrona….estas buenísima….
Erika solo atinaba a gemir quedito, ya no lo podía evitar. Reafirmaba su sentimiento de que esa noche y el resto del domingo tendría sexo. Un escalofrío la recorrió, anticipaba que sin duda, recibiría placer a raudales, aunque se sentía derrotada, humillada, vencida, como la Selección Mexicana en cada mundial que no llega a pasar al quinto partido, finalmente sucumbiría como sus amigas ante el poderío de ese viejo hombre que podría ser su padre.
Don José le estaba haciendo una comida de culo de primera, usaba manos, boca, labios, hasta los dientes para recorrer a gusto toda la superficie dura, suave, mullida, turgente de esas nalgas que parecían de brasileña por lo grandes, proporcionadas, perfectas. No dejaba de hurgar en el pequeño orificio rosado que hasta parecía palpitar como queriendo atrapar la lengua invasora.
Hummmm,, hummmm, despacccittoootooo, ayyyyyyy, siiiii, asisisiiii Ya profería Erika, debía reconocer que el viejo era muy experto, nadie de los anteriores había llegado  hasta esos lugares o se lo había hecho de esta manera, se justificaba diciendo que parecía lejano y extraño lo de Roger, Rodrigo había actuado muy bien, pero no dejaba de ser un jovencito sin malicia ni experiencia, Luis había sido tosco y áspero, pero en esta ocasión, el hombre que le estaba comiendo su culo, combinaba todo: dureza, suavidad, profundidad, tacto, además un nuevo rasgo la desconcertaba, olía exquisito…claro que su colonia era cara, pero simplemente le quedaba.
Solo de vez en vez, el viejo dejaba su diligente comida de culo para groseramente decirle: Pinche Erika, bien que te hubiera gustado revolcarte con esos tipos. Hasta en cuatro te pusiste para que te la arrimaran, veras que arrimadota te voy a poner, ¿Verdad, putona?, contesta, Erikita.
Erika que ya sudaba, que ya sentía la llegada de otro orgasmo, solo alcanza a musitar bajito: siiiiiiiii, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Su suegro estaba prácticamente enterrado en las nalgas de su hija política, por lo que no reparo cuando por uno de los paneles de vidrio que no era más que la puerta, entraban sigilosamente Natalia, Armando y Luis haciéndole señas de guardar silencio. Erika lanzo un fuerte suspiro que fue interpretado por el suegro del placer que le estaba brindando y más cuando la mujer por relajamiento dejo claras evidencias de que estaba llegando a un fuerte orgasmo….jejejejee, no que no tronabas.
Erika reaccionando y con la voz más erótica que podía: Suegroroooo, demeee chancceee de darleee un masaje antes de que me peneeeetreeeee, sisssii porrr favorrrrr, es que suuu cuerrrpo siemprreee me ha gusttaaado tambieeeeén….si hoyyyy serreeee suyyaaaa cuantaasss veceesss quieraaaa y comooooo quierarraa, siiii papappaitototooo
Jajajjaja si serás cabrona, claro que sí, mija, faltaba más, tenemos toda la noche y el domingo para ponernos a mano.
Se acomodó sobre la cama sin notar que ya había tres sujetos más en la estancia, más el desmadejado Ricardo. Erika se puso a horcajas sobre su suegro. Sabía dar masaje, como toda buena mujer casada de clase alta estaba altamente capacitada en el arte de ser anfitriona y en lides como esta, aunque como ya supimos tardo tiempo en aprender lo relativo al sexo. Le empezó a dar el tal masaje para darse cuenta que el tal Armando ya había podido abrir dos de los paneles de vidrio dando lugar a una estancia en donde había computadoras y pantallas para de inmediato sentarse  en una silla y ponerse a revisar. También vio que Natalia traía una cámara de video y le hacía señales de que todo marchaba bien.
Natalia le indico que continuara haciendo el masaje, por lo que obedeciendo actuó, reconociendo que su suegro para la edad que tenía estaba muy bien conservado y mantenía bien sus músculos.
En eso estaba cuando sintió como Natalia sigilosamente llegaba a con ella y accionando un aparatito se lo puso en el cuello del relajado y sonriente Don José que no vio como le llegaron para desvanecerlo.
Ufff…..gracias, Naty, parándose como de bala y abrazarse a la transexual que sonriendo: Jajaja, a poco creías que no la haríamos gacha….jajajaj si los bueyes de Misión Imposible y el puto de Tom Cruise se quedan cortos, jajajaja hasta el mismo James Bond es un pendejo al lado de nosotros, jajaja  y la cubrió con una bata de fina seda color turquesa.
Los tres se dirigieron a donde estaba Armando que mientras agradecía a los dioses ya que lo que estaba viendo le despertó la idea de guardarse una copia para él y aprovecharlo para de plano chantajear con dinero y en cuerpomático a la distinguida Erika Garza de Treviño a la cual reconoció rápidamente en esos videos. En eso estaba, cuando, chinngadadda madre, llegaron los otros, con lo cual ya no tendría chance de hacerlo….
Por favor, borra todo…ya una segura Erika, que hasta se le medio bajo la casi embriaguez que tenía, no así su calentura, ya que hasta temblaba por ello y más al ver las escenas en donde ella tomando de la verga a su suegro se lo llevo al tocador y se puso dispuesta a ser cogida como la más vil de las putas de Sodoma y Gomorra. Si no hubiera sido por que en esa ocasión llegaron su marido y Rodrigo, el suegro se la hubiera beneficiado por completo.
El tal Armando, maldiciendo que por segundos no hubiera podido respaldar esa información, no le quedo más que decir: Esta información está ligada a otros cuatro equipos más, pero ya está todo siendo borrado. No hay evidencias de esto.
Erika que ahora sentía pudor, vergüenza y rabia ya que con claridad en las escenas se vio quien era ella: Me gustaría hacer algo para que mi suegro deje de molestar….
Natalia: Me adivinaste el pensamiento querida, mira por eso traemos esta cámara. Vamos para con tu suegro. Cristina esta abajo cuidando el gallinero.
Fueron a la cama y empezaron a tomar video como si el negro Luis se estuviera cogiendo a Don José, era tal la destreza de Natalia que no parecía que el suegro estuviera como desmayado, incluso en algunas tomas hasta parecía que le estaba pegando una mamada al negro que solo reía como tonto, Erika observo que ya estaba medio tomado, pero aun así lucía su envidiable virilidad. La filmación fue todavía más candente cuando Armando y luego Natalia se unieron a la supuesta “orgía”.
Erika casi se rio a carcajadas cuando noto como el negro Luis abría sus ojos como de plato, cuando ya Natalia descubrió su verdadera naturaleza para también simular que se cogía al pobre suegro que ahora si estaba al revés de cuando inicio todo este desmadre en el Zanzibar. Ahora sí que el tiro le había salido por la culata.
Sin notarlo a Erika le empezó la calentura al ver a tres hombres desnudos, dos de ellos por completo como hombres y a Natalia en vivo y con mejor iluminación en todo su color y esplendor. La verga de Natalia ya erecta no quedaba tan mal como la de sus acompañantes, ya que se veía rara al ser un tanto curva. Simplemente se hicieron una filmación como  la mejor pornográfica que hubiera. Eran tan cuidadosos  los tres canijos  que Luis y Armando tenían mascaras de luchadores. Uno de ellos tenía la del Santo y el otro la de Blue Demon. Natalia tenía un gran antifaz y un sombrero grande.
Una vez terminado, se fueron a las computadoras en donde rápidamente Armando le entrego una copia en una USB y le mando un email y dejo una en la computadora para que se estuviera transmitiendo repetidamente.
Natalia: vámonos, en unos diez minutos tu suegro se va a despertar. Luis se va a quedar para verificar que todo esté bien. Así que vámonos para tu carro, chiquita.
Armando alcanzo a decirles, bueno Natalia me debes una…a lo que la otra contesto: A no chiquito, acuérdate bien, tú me debes una, si acaso estamos a mano (esta es otra historia, de cómo se conocían Armando y Natalia y que en un futuro se colocará pero en la categoría de “Confesiones” o de “transexuales”). Bueno me despides de Cristina, sayonara, mandándole un beso con sus labios.
Nadie sabe para quién trabaja

Cantares 1:13; 2:6; 4:5; 4:16:
… Mi amado se parece a un manojito de mirra, que duerme entre mis pechos….
… Tus dos pechos son como dos venaditos, mellizos de gacela, que se apacientan entre lirios…
… Tu talle es como una palmera, y tus pechos como racimos de dátiles. Pensé: “¡Subiré a la palmera y me prenderé de sus racimos!”…
… Yo soy muralla, y mis pechos son torreones…

De esa manera los cuatro se bajaron, sin percatarse de que el tal Ricardo ya llevaba  buen rato despierto, pero que cuando veía que lo podían descubrir simulaba estar desmayado y sin que se dieran cuenta sacando una camarita de su tobillo que tenía atorada con el calcetín había tomado nota de todo lo que había pasado….jejejeje así que la peliroja es la famosa socialite Erika Garza de Treviño…jejejjejee sonreía el tipo y el cabrocente ese es el prestigioso empresario José Treviño, jajajaja esto puede ser una gran mina de oro.
Al bajar, el negro Luis se acercó a Erika para decirle: Bueno Erika, negro haberte ayudado, mañana me regreso a mi pueblo. Debo quedarme, además, mira ya tengo quien me espera…ya que el negro traía dos suripantas atrás de él, ciertamente no estaban tan mal. Negro esperar que tu algún día ir a mi pueblo de visita. Sabes que puedes contar conmigo. Toma mi teléfono de pueblo, si necesitar otras vez ayuda, no dudes, negra, en llamarme, ya sabes, nadie sabe lo del otro día, gracias, mi santa, ahora ya puedes estar calmada, tu suegro dejarte en paz por fin. Cuídate.
Erika, agradeció el gesto amable del hombretón, al fin de cuentas había mantenido su palabra de caballero. Siendo recatada se acercó al oído del negro para contestarle: gracias Luis, cuídate mucho.
Natalia: bueno negro, ya sabes te espero al rato.
Luis sonriendo sabedor de su “condición” solo alcanzo a mascullar: Vamos a ver qué pasa aquí, Negro no irse hasta que éste todo tranquilo. Su cuerpo negro había sido visto en el video que seguramente en un rato Don José vería en su computadora central, también se percataría de que ningún guardia estaba disponible en el lugar.
En el lugar había otros dos negros muy parecidos a él. Uno era  americano, por qué había estado haciendo mucho ruido y hablando en inglés. Le costaría trabajo identificar al viejo quién de los tres fue el que estuvo y además él solo tendría que hacerlo. Luis quería irse con las dos suripantas que hasta le estaban “pagando” por irse con ellas. Canijo negro, siempre ha tenido suerte con las putas, quien sabe que magnetismo tenía para que lo siguieran como abejas al panal de miel.
Armando y Cristina abrazados también se acercaron a despedirse, Cristina le susurró al oído: Haber cuando nos juntamos a tomar el café, mira te doy mis datos, entregándole una tarjetita…me gustaría que habláramos con mi hermana Gabriela, es que está bien buey. Suerte, te salvaste de esta, ten cuidado, no creo que tu suegro se quede así como así, aunque por el momento se aplacará, yo conozco muy bien a los de su calaña. Oye me dicen que se cargaba buena herramienta, a lo mejor vale la pena darle chance, no crees, gacha. Le planto un beso en la mejilla y se jaló a Armando, no sin antes este detenerse y también despedirse de beso en la mejilla de la mujer peliroja y susurrarle: Buena, Sra. Erika, sabes que me debes una, luego te contacto, no cualquiera resuelve lo de los videos en varios servidores y computadoras, además de que desactive todas las cámaras. Este Armando, era muy cabrón, ya se le había antojado esa presa.
Fue tan desagradable el comentario y la búsqueda de beneficios, que Erika se quedó muda, solo atino a despedirse de ellos agitando su manita.
Natalia le acerco un trago: tomate esto para el susto y vámonos de aquí, no hay que perder el tiempo. Aturdida e impactada como estaba se apuró el trago de un sopetón.
Ambas salieron, ya medio mundo estaba jarras y ya no les prestaron gran atención. Salieron fácilmente, al recibir la bocanada de aire fresco de la ya madrugada del domingo, Erika trastabillo un tanto, no estaba acostumbrada a tomar tanto y todos sabemos que cuando te pega el aire se te puede subir aún  más, por lo que se tenía que apoyar en Natalia que la llevaba de la cintura. De forma tal, que llegaron al auto Jetta de la peliroja que llegando a él, le dio las llaves a su amiga para que manejara. No se sentía en condiciones de hacerlo.
Natalia la tranquilizaba, ya sentadas ambos en el carro, sin dejar de tocar sus muslos y  como al descuido acariciarlos suavemente. La extraña caricia electrizo a la mujer que recordó su pasado encuentro en donde se la mamo arrodillada en una butaca de cine y repegaron sus cuerpos besándose y fajándose con frenesí, pero no había habido caricias de este tipo. Erika sintió con claridad que no era un toqueteo casual, era toda una intencionalidad, pero estaba tan cansada, que ya no protestaba.
Ese tiempo fue valioso, estando Natalia concentrada en esos muslos blancos perfectos, no se dio cuenta que una sombra rápida cruzo por detrás del carro.
Arrancando ya el auto, Natalia, sin preguntarle qué onda, se dirigió al céntrico Hotel de la ciudad de Monterrey en donde se había hospedado y más cuando vio que su amiga se desparramaba aún más en el asiento y cerraba sus ojos.
Tampoco se percató que en las primeras calles que la conducían a una gran avenida que corría paralela al lecho seco del Río Santa Catarina para enfilarse al centro, concretamente la calle Morones Prieto, un auto las seguía de cerca.
Estando en la Avenida aún era más difícil identificar si alguien los venía siguiendo, pero si era así, en un viejo, pero deportivamente arreglado Ford Mustang, venía el suertudo de Ricardo.

Ricardo era un soltero empedernido que había sido miembro de la Policía Federal en el estado de México y que incluso había llegado a ser de la Guardia Presidencial en el sexenio de Vicente Fox. Como en los trabajos gubernamentales, al cambio de sexenio con el virulento Calderón tuvo broncas y lo despidieron. Ahora era detective privado, al estar muy capacitado y  muy bien contactado, tenía   mucho éxito en sus labores. Maridos y esposas despechadas o celosas, empresas desconfiadas de sus empleados, el mismo gobierno de Nuevo León se contaban entre sus clientes. Económicamente, tenía resuelto el asunto. Al no tener más que a su madre que vive en el Distrito Federal, le daba vuelo a la hilacha con todo. Era un antrero de primera, todo un casanova. Obtenía ventajas de su trabajo y sus contactos para beneficiarse a cuanta mujer se le antojara, además cabe decir que las trataba bien, ya que gastaba dinero con ellas y ciertamente era bueno en el colchón y en la forma de relacionarse.
Ya había colocado un dispositivo en el auto de las perseguidas, quería saber más de la hermosa mujer que estuvo a punto de congraciarse.
Natalia entro al estacionamiento subterráneo del  céntrico hotel en donde estaba hospedada en su estancia como escort de lujo en la ciudad de Monterrey. Erika venía un tanto adormilada, la presión de todos los sucesos en el Zanzíbar la tenían en un trance de relajamiento del cual no atinaba a reaccionar. Se dio cuenta de que llegaban al hotel, en realidad, tampoco quería irse a su gran residencia, en donde su familia no se encontraba, estaría sola y necesitaba desahogarse, que mejor que con su amiga Natalia, sin saber que esta la escucharía, pero que también guardaba otras intenciones.
Erika con voz pastosa: ¿A que me has traído aquí?
Natalia: No acaso ¿ya eres mujer para saber?
Erika que no capto de inmediato que su amiga se estaba poniendo entre seria y divertida, solo se alzó de hombros y se bajó del auto, logrando medio tambalearse, de nueva cuenta el frío de la madrugada del
domingo hizo que se volviera a marear un tanto. Natalia aprovecho para tomarla de la cintura y encaminarse al elevador. Si no fuera por qué realmente parecían dos mujeres bellísimas, una de pelo negro (Natalia) y la otra peliroja (Erika) caminando abrazadas como si fueran “novias” uno no se daría cuenta que en realidad eran hombre y mujer.
Nuevas experiencias
Estando en el elevador, Erika recostó su cabeza en el hombro de Natalia, ya que ligeramente estaba más alta que ella, sus labios ya sin pintura estaban semi abiertos. De pronto, su amiga se viro y sin más que le planta un beso sabroso de boca, de lengua avasalladora que hurgo en la limpia e inmaculada dentadura de la otra. Se le abrazo por completo. Erika solo llevaba puesto encima la bata de fina seda que solo alcanzaba a cubrir más allá de la mitad de sus muslos de tenista que fue con lo que la cubrieron y se salió del Bar.
Las manos de Natalia también arrasaron con toda la superficie de sus manoseadas nalgas, nalgas que recibieron tratos de teibolera, que recibieron miles de empellones de sujetos afortunados, que un tal Ricardo estuvo a punto de cogérsela, que su suegro también.
Al estar a flor de piel esos sentimientos y sensaciones, su piel de inmediato reacciono poniéndose sensible y más cuando ya los dedos de la otra hurgaban sus orificios…
En el momento recibía el beso hasta con relajamiento, su propio sabor a alcohol contrasto con el agradable sabor ¿femenino? y de mentol de la otra que sabedora de que su amiga es fanática de los olores y sabores agradables se había dado su tiempo para arreglarse, además de que eso es parte de su servicio de calidad, de su trabajo como acompañante de lujo. Simplemente olía exquisito, como si recién se hubiera bañado y no hubiera tenido el trajín que tuvo en el Bar.
Erika: pararaaa….por favororooorr…estoy muy cansada. De momento la llegada del elevador al piso indicado, impidió el cachondeo que le estaban propinando. Una vez más, Natalia tomando un control y aplomo evidentes se la agarró de la cintura y se la llevó a su cuarto, cual si fuera auténticamente su “muñeca”.
Natalia asumiendo un rol muy seguro, cual si fuera realmente hombre, como si fuera maestro le alcanzo a decir: Según los datos de la CONAPO, en México “el 9% de la población es de origen europeo, el 60% mestiza con rasgos indígenas, el 30% es indígena puro y el 1% de otras razas”. Por lo que te podría decir que tú eres de ese 9% y yo pues….pues yo soy yo, no entre ni en ese 1%, jajajaja
En el cuarto, Natalia contrataco de inmediato, ya que la recostó entre suave y brusco para que en la posición del misionero se le subiera y la empezará a besar frenéticamente.
Erika solo alcanza a mascullar, ya no tenía fuerzas para luchar, en una de esas, solo se alcanzaba a escuchar: parraaa….yaaaaa….no….noooooooo, noooooo, pero como que sin convencimiento, como que quería y no, como que avanzaba y no….los gemiditos indicaban otra cosa.
Natalia, le abrió la bata para empezar una comida de senos que fue diferente a lo que conocía Erika, de hecho en el cine solo se besaron, se fajaron y se la mamo a su amiga, la primera de su vida…ahora estaba ya prácticamente desnuda, ya que la batita solo estaba siendo algo simbólico…la boca femenina de Natalia le daba sensaciones muy distintas, la suavidad de los lengüetazos, lamidas, succionadas, chupetones, la fuerza que a veces imprimía era diferente a lo tosco que había sido con Luis y a la casi ternura de Rodrigo, y a lo amoroso que sentía con Roger.
Natalia: ¿Qué sentías cuando esos hombres te culeaban, parecía que estabas disfrutando mucho por la carita de perra caliente que ponías? ¿Verdad, chulita?
Erika no contesto, ya que sin proponérselo se arremolinaba en la cama, lo que fue aprovechado por la otra para de plano aventar la bata a un rincón del cuarto. Ahora ya estaba por completo desnuda, salvo por sus zapatillas altas que aún calzaba, por los movimientos el minivestido de Natalia también estaba arremangado hasta su cintura por lo que ya puntilleaba con una notoria virilidad a la otra que recostada y relajada dejo que se lo pasará por su humedecida vagina que recordaba todos los movimientos oscilatorios y de aparente penetración que diferentes hombres le hicieron hace apenas unas horas. Esto lo aprovecho Natalia, para bajarse su minivestido y quitarse su diminuto brasier para dejar unas portentosas chiches que realmente asemejaban a las de una mujer. La cabrona había sido agraciada por la naturaleza, quien quita que desde niño ya tenía un cuerpo más femenino que masculino, sus senos eran producto de las hormonas, no de la silicona o de operación alguna, la canija se puso así tal vez a fuerza de proyectarse, ciertamente se había operado pero no esas que hacen muy evidente que se trata de algo artificial. En definitiva, Dios le había dado la cualidad de ser hombre pero parecer más mujer, ya después la tecnología se encargó de acompletar.
Erika había sentido en aquella vez en el cine los senos de ella, pero no alcanzo a tocárselos, en un acto de coqueta curiosidad poso una de sus manos en uno de los promontorios para acariciar con timidez en un inicio, pero al sentir como hasta palpitaban, sentía como corría la sangre en esas montañas de carne humana, como se erizaban los pezones, sintió que la adrenalina se le subía por completo y empezó a palparlos ahora con las dos manos.
Natalia: De verdad amiga, ¿Qué sentías?, ¿te gusta mirar? Vi cómo te ponías cuando el guardia me la dejo ir…¿te encantaría que te la deje ir como él? ¿Querías que tu suegro te cogiera? Lo que vi en el video y como ya estabas abiertita dispuesta a recibirlo en el salón de espejos, me lo dice, ¿No contestas querida?, Cabroncita, si todas somos bien putas y tú lo eres más de lo que crees, lo siento Darling pero te la voy a dejar ir….me tienes loco, pinche putona.
Erika: Nooooo, noooo, cooomooo creeessss, huuuummm,, aayyyyyy, siiiiiiiiii, asisisiisiisiis
Mientras Natalia aprovecho para quitarse el minivestido del todo. Su tanga era especial, no tenía que quitárselo para dejar ver su extraño pene. La oscuridad y nerviosismo de la experiencia del cine, no habían hecho consciencia en Erika, que el miembro era tamaño promedio. De hecho el más pequeño de los que ya conocía a plenitud: Roger, Rodrigo, Luis y mucho mayor que el del pequeño miembro de su esposo. Pero lo raro, es que era como curvo.
Estando así, Natalia volvió a bajarse para pasar sus senos encima de los de la rubia que vio también como le despojaban de la peluca peliroja quedándose con su rubio pelo perfectamente recogido. Siguieron besándose, Erika ya no protestaba, solo gemía quedito. Natalia le empezó a pasar sus dedos por su pelo que gustoso recibía el masaje, llegaba el momento en que ya no aguantaba más la peluca y se sentía al fin libre.
Centímetro a centímetro Natalia fue bajando poco a poco por todo el cuerpo de la diosa rubia  que se dejaba. Con boca, manos y senos fue recorriendo la piel extremadamente sensible y erizada al máximo de la mujer, especial trato y cuidado fue en el ombligo y ahora en la encharcada fuente de fluídos de la gloriosa intimidad, de la rajadura sagrada receptora de mieles y de leches…
Ahhhhh Nataaaliiiaa que meeee haceeessss….ahhhhhh
Chiquita, no soy Natalia, ahora soy Mario…ese es mi verdadero nombre.
Ugggggg, MAriiiioooooo
El transexual estaba como loco, se comió, se bebió, se sorbió entera de frente a la mujer, cuando llego a los tobillos, ya de plano Erika arañaba, abrazaba, se convulsionaba y llegaba a un bestial y liberador orgasmo que le hizo gritar….ahhhhhhhhhhahahhhhhhhhhhh
Natalia: asiisisisi, asisisisi eress unaaa veradderrraa perrraaa caliennetettee  dándole una pequeña bofetadita al bello y sudoroso rostro de la rubia hembra que ya ladraba de brama.
Con una brusquedad que le hizo ver a Erika que ahora si se trataba de un hombre y no de su amiga Natalia, la volteo para iniciar ahora el mismo trato pero de los chamorros o pantorillas hacia arriba. La rica diosa regia seguía gimiendo como toda una puta y revolviéndose en la cama. La desgraciada o desgraciado de Mario no le había quitado las zapatillas lo que la hacía sentirse rara, ya que había visto en películas pornos que casi siempre las mujeres que copulaban como locas en las escenas estaban desnudas solo conservando precisamente sus zapatillas…se sentía como toda una actriz de película de XXX y más que en todo momento en el Zanzíbar tampoco se los quito, cuando el cabron de Ricardo la cargo, las llevaba puestas, cuando su suegro estuvo a punto de dejársela caer, también y ahora…..hummmmmmmmm
Sin querer, y dando evidencias contundentes de su fuerte estado de eroticidad, exhalo: sisisisisi Marririooo, acordándose del personaje seductor, el viejo maestro que alecciona a Emanuelle, donde la actriz ya muerta Sylvia Kristel pasó a la inmortalidad, casi grita: hazzzz lo queuuee quierrass, siiiiiiiiiiiii
Cuando llego a su cintura y una vez que a su antojo se atraganto con esas nalgas que eran un centro de nervios palpitantes, su hoyito rosado y perfumado, la viro y él se viró para poner cerca de los labios de la hembra que ya sabedora de la técnica del 69 como en un acto reflejo puso sus labios en ese pene erecto al cien por ciento. Iniciándose así una azarosa pelea, batalla, un rico y atractivo intercambio de gemidos y movimientos. Mario ya no fingía la voz, ahora era una voz rasposa, aunque con tintes femeninos, ese contraste de tener frente a sí un cuerpo eminentemente de mujer pero con una verdadera verga frente a sus labios y al cual le estaba practicando una felación, le tenían en una sorpresiva y maravillada reflexión. El rico 69 continuó por varios minutos más, ya Erika fluía una vez más de su rajadura cósmica. Esa lengua invasora le estaba prodigando sensaciones nuevas, placenteras y extremadamente sensuales.
Eso querías chiquita, esto es lo que te hace falta. Lo que tú necesitas es esto, es puro bien exclamó Mario-Natalia. ¿De verdad le hubieras dado las nalgas a cualquiera de los sujetos del bar y hasta a tu suegro, di la verdad ya, puta? Siendo ya áspera. Es bien sabido que los transexuales cuando están calientes en su rol como activos suelen ponerse medio agresivos, ya que su misma temperatura les hace cambiar de improviso su personalidad normal.
Erika no contesto de inmediato, seguía acariciando los glúteos del otro(a) y chupando camote como desposeída, sin embargo en un acto de honestidad paró de hacer su comida de carne sin hueso para casi susurrar: si le hubiera dado mis nalgas a cualquiera que me hiciera calentar, como ahora lo estás haciendo tú, para detenerse asustada de su propia sinceridad. Nunca pensó en hacer tal declaratoria.
Al ver esto, el bello transexual se separó y se volvió a acomodar frente a la mujer en la clásica postura del misionero. Erika se reacomodo por pura inercia, pero en sus ojos proyectaba cierto temor, musitando: Noo….esto no es correeeccctooooo, un beso furioso le impidió seguir hablando.
Mira chiquita, claro que quieres verga y eso es lo que te voy a dar. Puro y autentico vergazo es lo que te hace falta, pasándole su grueso capullo por la humedecida vagina que hasta parecía se amoldaba a ese extraño falo curvo, de largo promedio, pero un tanto más ancho y con una punta de las más gruesas de las que ya se  había comido antes.
En un acto que hasta sorprendió al enardecido Mario, denotando una gran flexibilidad Erika misma se metió de un fuerte empellón ese vergón, casi gritando: Siiiiiiii….esoooooo eeeees looooo queeeee quieeeeero, quiero que me culeessss. Cogeeememeeee como me lo merezcocoooooooooo….ahhhhhhhhhh comomomo la putttatata que quizasss seaaa.
Sonriendo triunfal el bello transexual inicio un mete saca furioso, al ser delgada (o) y muy flexible era una cogida más rítmica, más extraña, como decir entre masculino y femenino al mismo tiempo, eran sensaciones muy placenteras pero muy confusas las que la bella rubia con sus piernas abiertas al máximo recibía gustosa los vergazos que ese curvo miembro le prodigaba, ya se dejaba por completo, estaba vencida, una vez más su calentura, su erótica mente, su caliente cuerpo, su humedecida vagina, sus senos erectos, sus sentidos a mil, su mente afiebrada  le jugaban una partida hasta ahora desconocida, su amiga, su confidente, la persona de la que menos pensaba le ayudaría con su suegro y con quien menos se le hubiera ocurrido le estaba dando un gustazo de madre. Simplemente le estaba pegando una cogida de dios padre…Hummmmmm, hummmmm, ayyyyyyyy, ayyyyyyyyyyyyyyyyy
Al ser un miembro curvo, Erika reconoció algo nuevo para ella. Aprendió lo que en un relato erótico había leído y que en ciertos artículos se comentaba: No importa el tamaño del pene, es más puede ser pequeño, pero si es curvo, llegará a dar sensaciones indescriptibles a la mujer o incluso hombres (por eso Natalia era uno de los mejores escort de travestismexico.com) que reciba en sus entrañas y en su ser este tipo de miembros, los llamados “rinconeros” o “ratoneros”…ahhhhhhhh, peroroororo queeee meeee haceesssss. Ayyyyyyyyyy Natalliiiaaaaaaa
Una pequeña bofetada que sorprendió a la rubia, más bien era como un suave reproche y con coqueto puchero que la otra(o) hizo: Que no soy Natalia, hoy soy Mario, tu macho, tu hombre, tu cogedor, tu perro fiel…..
Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, perrdodoododonnnnnn papppaaaaiiiii…..ahhhhhhhhhh Marriiiioooo
Siguieron copulando en esa clásica posición por un buen rato, a Erika le maravillaba algo más, en sus anteriores encuentros la música o la voz de la naturaleza acallaban el sonido de la copula humana y el evidente ruidito de las camas que rechinan cuando dos cuerpos entran en fragorosa batalla….rriiririr, rirnrnnrnr, rinnnnn el rítmico movimiento que en este momento imprimía y dominaba Mario y sus propios gemidos de mujer enculada, penetrada, cogida como Dios manda la tenían al borde del paroxismo: Ahhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhh, hummmmmmmmmmm, MAriooooooo, asiiisisiis, siiiiiiiiiiiiiiiiiii graacacccciaassssss
Ahora su cogedor nuevo dejo de penetrarla, pero sin sacarle el envarado miembro, la flexiono, tomándola de sus tobillos, cargo sus bellas piernas en sus hombros, con lo cual se la siguió culeando en la forma de “patitas al hombro”….al ser flexibles, el encuentro de sus senos era de una exquisitez tremenda….plaaacccc, palcccc, rinnnn, ruunnnn, cccchiiiinn, ttootcc, tocococ, tocc,cc, los ruiditos de cama, los gemidos de hembra y la voz rasposa y rara de Mario contribuían a esta nueva experiencia……ufffffff….cuanto seguía aprendiendo. El encuentro de esos senos sudorosos le daba una experiencia nueva y enriquecedora. Se resbalaban, se frotaban, se aplastaban unos a otros, se los ponían en medio para formar cuatro monumentales y exquisitos senos pegados en hilera como si estuvieran en una lata de sardinas.
Mario: ¿así querías?, verdad amiguita, si sabes que querías, ya sabes cuando quieras verga yo estoy para darte verga todos los días, como  una cabrona puta como tú se merece, verga diaria es lo que necesitas y yo te la voy a dar.
Otro buen rato, Erika no había estudiado que los transexuales al tomar ciertas hormonas logran tener erecciones que pueden durar mucho tiempo, que tardan más del tiempo normal promedio en venirse, así que en realidad este Mario se la cogería por largo tiempo sin venirse aún.
Placc, placcc, palacc, palcccc, rrrriiiiiiim., tocoocc, tocoococ, hummmmm, ayyyyyy Papppppiii, MArririrroooo que mmemee haceesssss….
Asiiii cabrocncitattaa, asiiii te queuueririia desde el primeerrr díiaiaia, tteee queieirororor, tee ammmmiiiiooo, tee ammmoooooo decía un enervado Mario que así declaraba lo que en el fondo sentía y que sabedora de su condición y de su propia ambivalencia como transexual difícilmente se da en el medio en el que se desenvuelve. Realmente sentía querer y amar a esa bella y rica mujer regiomontana.
Ugggggg, ufffffff, ahora era Erika la que con la fuerza de cintura, cadera y piernas se clavaba ese rinconero pene que llegaba a pliegues, lugares e intimidades que los otros hombres que ya habían conquistado sus montañas sagradas no habían llegado. Era ella la que reculeaba en busca del paraíso de ese miembro que le hacía ver la luna y las estrellas. Siiiiiii, asisisiisisisis, ayyyyyy Marririroooo ayyyyyyyy papppppitotototototot
En un alarde de la posición dominante que Mario lideraba en el acto, tomo las dos largas y finísimas piernas para juntarlas  poniéndolas al  aire con sus dos manos para ser ella o él quien dirigiera las fuertes embestidas que hacían que la otra virara su bello rostro de lado a lado ya de manera demencial, revolviéndosele aún más su pelo rubio ya suelto, parte del cabello cubría sus ojos amielados que hasta refulgían en la tenue oscuridad de ese cuarto de hotel céntrico de Monterrey.
Mario; asisisiis, asisiisis, te gustattataa , te gsurararrarata?
Erika: ssisiisisisis, sisisisisi, asisiisisisis, fuerrttetetette, damemmememe, damememmemee…hazzz lo que quierarasss cabrrrronnnnnn.
La cama se movía a mil, ya incluso la cabecera pegaba sobre la pared haciendo otro ruido, otra sinfonía que combinaba las palabras ya altisonantes, ya subidas de color, los choques de piel, los gemidos y palabras que estos dos se daban.
El dominante paro sacando su pene, con lo cual la otra sorprendida y aún más de sus propias palabras: ¿Por qué paras, papi? , dame , cógeme, por dios santo sígueme cogiendooooo, metemeeee tu vergagga poooor doooonde quierassss dejando a flor de piel su oscuro inconsciente.
Claro, me adivinas el pensamiento mamita, haber cabrona nalgona, ponte en cuatro…jejejee es mi especialidad, ahora si prepárate porque en realidad vas a ir al cielo. Jejjee bueno eso dicen mis clientes, jejeje
Erika que ya era presa de ese insano deseo, ya toda convulsionada y afiebrada y obedeciendo tal como lo venía haciendo, descubriendo que también le encantaba obedecer se viro hacia la cabecera para ponerse en cuatro a una velocidad de rayo.
Mario pasó sus dedos por los fluidos de la vagina de su amiga y sin más se los embarro en el ojete en medio de ese monumental nalgatorio. Con  sus manos separo los cachetes gloriosos y dando un fuerte escupitajo que la otra recibió como si fuera una descarga de agua caliente reaccionando de manera tal que paro sus nalgas al máximo para recibir sin previo aviso la metida directa del pene de su perro copulador del momento….ayyyyyyyyyyyyyyy cabroooooomnnmmmmmm, sacacacacac duelelelelellele, ayyyyyyyyyyyyyyy
Actuando sin obedecer al grito espeluznante que lanzo la rubia yegua que estaba siendo montada como la más vil de las putas en sus cuatro patas inicio un frenético, duro, constante y rápido mete y saca de esa curvatura que Dios le regalo…..tommma, tomammama puttatataaa, recibe mi podeerrrr, ahhhhhh Placcc, plaaac,c pllalalaccccc
Lagrimas corrían por los ojos de Erika, el avasallamiento la había sorprendido, el mareo producto de la alta tomadera de alcohol que había ingerido se le bajo al más bajo nivel. Seguía asustada, ya que su cuerpo dominaba su razón, sin entenderlo paraba aún más sus nalgas para casi imperceptiblemente empezar a moverse tal y como lo hiciera con esos sujetos del bar…..hummmmmm, ayyyyyyyyy, el dolor realmente había sido solo al inicio, rápido se adaptó y ahora era  ella quien con su sabiduría e incipiente experiencia movía su culo como si fuera una experta consumada y lo era, ya que su potro le grito:
Assiisisis, queririririrdsdaaa, UFFFFFFF, la mejorrrr hembraaaa del mundodododo…..ayyyy
Erika, en un clímax, sabedora de que esta experiencia sexual se tendría que dar entre el sábado o el domingo, pero azarosa por estarla ejecutando con quien menos hubiera pensado y recordando al suegro, las imágenes de los videos y todo lo vivido en el bar, en donde debía con un miedo de los mil demonios reconocer que le había gustado ser puta por un rato, solo exhalo, casi como orando en voz baja: ssiisisisi, sooyyyy unnaaaa redomadadada putatattaaa….ayyyyyy Donnn Josseeeeee me estas volviendo una putaaaaa….y se asustó poniéndose una mano en la boca de inmediato, con lo que los movimientos acrobáticos que estaban realizando se desestabilizaron ya que Mario la culeaba con gran fuerza.
Cayeron cuan largos eran en la cama, pero el vergón no se salió, así que ya acostados, éL encima de ella, se la siguió cogiendo con esa fuerza inusitada para su condición pero expresando de esa manera su real y original condición de varón. Erika también alzaba con fuerza sus nalgas para ir al encuentro de ese pedazo de carne humana sin hueso que le estaba dando tanto placer.
La enculada era fuerte, parecía que la cama se rompería, otra vez en un alarde de superioridad y dominio, sin sacarle la verga, jalándola de la cabellera rubia que ya había desmadejado hace buen rato para pasar sus manos por la cabeza para impulsarse aún con más fuerza, la fue levantando como si fuera una yegua fina de grupa alzada. La otra en su descubrimiento que le encantaba la trataran con dominio y liderazgo se dejó hacer haciéndose para atrás para volver a quedar en cuatro en la infaltable posición de “perrito” que no debe faltar en todo buen “entierro”.

Ahora Mario jalándola a un ritmo constante de sus rubios cabellos se la seguía enculando por su ojete de antología. La fuerza del ruido que hacían las nalgas de Erika al ser taladrados competía en igualdad de calidad con sus gemidos, los del hombre, las de las patas de la cama, el rechinar del colchón y el golpeteo de la cabecera de la cama con la pared.
Mientras ese cuarto era testigo de un nuevo aprendizaje, de una nueva decisión no tan calculada por la rica mujer de clase alta, afuera del cuarto el detective privado Ricardo no daba crédito a lo que escuchaba ya en su casi éxito de abrir despacio la puerta….Carajo, se están pegando una cogida de perros en brama de aquellos….uffff….a seguir grabando.
Estaban los otros tan entretenidos y como estaban de espaldas a la entrada no vieron ni escucharon la ágil maniobra del panzón y chaparro cabrón que se introdujo furtivamente al cuarto y que seguía filmando.
Ricardo sabe su negocio, está atento y concentrado, por eso se hace hacia el closet sigilosamente cuando escucha que la puerta se abre de nueva cuenta dejando entrar la figura imponente  y atlética del negro que llevaba puesta la máscara del legendario luchador Santo en el lugar en donde el empresario Don José Treviño lo quiso fregar.
Trastabillando un tanto, el negro se llegó a la cama, sin que los cuerpos que en fragoroso mete y saca y gemidos de locura  en su copula infinita lo notaran.
El negro Luis con vidriosos ojos, se quitó su pantalón y camisa, ya no traía trusa, las cabronas suripantas con quien supuestamente se agasajaría lo esquilmaron pretendiéndole robar el escaso dinero que tenía, pero no tuvieron suerte, ya que ni gozaron del buen sexo que les podía proveer, ni lo pudieron asaltar, eso sí, el negro quedo “picado”, cuando escucho como el viejo Don José bajo con alma que lo lleva el diablo las escaleras y empezó a interrogar como enajenado al otro negro americano en el bar, salió con las tipas por piernas y ya en la calle se dio dicho suceso, por lo que no podía volver al bar por otras putas.
Las cabronas con el pretexto de hacerle un oral en una callejuela cercana al estacionamiento, en el mismo acto quisieron pasarse de listas, pero no contaban con la astucia del jarocho Luis, como dijera el chapulín colorado.
Estaba caliente de a madres, ya que todo lo que vio y vivió en el sitio lo tenía a mil. En realidad no sería la primera ni la última vez que se cogía a un transexual, en Veracruz abundan y unos muy buenos, por cierto. Solo que no había notado que Natalia lo fuera y mucho menos pensaria que la cabrona se estuviera cogiendo a la rica Erika.
Sin más el negro se llegó a donde arrodillada en la cama, la tal Natalia le estaba dando una cogida de campeonato a la rubia hembra que agitaba como desesperada su cola y su cabellera, bamboleando sus senos al ritmo de las embestidas.
De un fuerte escupitajo a su pene el negro tomándolo con una de sus manos que se la deja ir con todo a Natalia…ayyyyyyyyy…..hummmmmmmm , la cual acoplándose de maravilla, sonriendo y meneándose para atrás y para adelante: Ajjaaa….ese es mi machote, ya sabía que esas gordi buenas putas no eran suficientes para ti, dándose ella misma una palmada en su glúteo izquierdo, “Esta si es carne de primera y no como las de esas pendejas gordas”…y esta es de primer nivel, dando un buen azote a la nalga derecha de la rubia que volteándose abrió los ojos como de plato al ver como el negro se estaba cogiendo a Mario….la sensación que experimento fue tal que le llego en ese instante otro orgasmo, su cara fue captada con claridad por la fina cámara de un extasiado Ricardo que ya hacia planes mentales de como sacaría provecho de esta fenomenal orgía que iniciaba.
Continuara.

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Relato erótico: “Diarío secreto de una Suicide Girl” (POR GOLFO)

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CAZADORAntes de nada quiero explicaros que no soy una loca ni una perturbada sino la típica mujer de mi tiempo. Con dieciséis años perdí sin pena ni gloria mi virginidad en una fiesta. Siendo una mocosa veía en ese rostro repleto de granos al amor de mi vida. Manuel, mi novio por entonces, era todo para mí. Cuando me miraba sentía que me derretía y por eso, le entregué mi cuerpo sin pensar que a los dos meses, le cazaría con la niña que me había sustituido en su corazón.
 
 
No me arrepiento de haberlo hecho. Para mí, el himen no es más que un estorbo del que hay que desembarazarse cuento antes. Lo que sí me lamento son los tumbos que dio mi existencia a partir de entonces.  Buscando un ansiado ideal, me fui entregando a cuanto hombre me prometía bajarme la luna. En mi fuero interno, necesitaba encontrar a ese príncipe azul que me hiciera subir a los cielos. Desgraciadamente, lo que siempre me ocurrió es que una vez había dejado el suelo, mi pareja de turno me soltara de la mano y sin excepción, la realidad se estrellara contra mi rostro.
Disfruté y mucho. El sexo para mí siempre fue importante pero si no va acompañado de magia se convierte en algo vulgar y aburrido. Un día como otro cualquiera, en el que me lamía las heridas de mi último amor, cansada de tanta mediocridad; decidí poner un anuncio en internet.
Tratando de definir que era los que ansiaba, fue Joaquín Sabina quien me sugirió parte del texto:
 “Ando en busca de un hombre que me haga soñar. Absténganse brutos y obsesos en busca de orgasmo. A estas alturas quiero alguien que sea capaz de satisfacerme. Necesito que me den un revolcón al corazón. Firmado…..Sola y necesitada”

Mi llamada de auxilio tuvo un éxito relativo, porque aunque recibí multitud de emails, lo cierto es que la gran mayoría provenían de cerdos que solo deseaban echar un polvo. Usando el sentido común fui borrando de mi correo a todos aquellos que no supieron encontrar la esencia de lo que pedía y cuando ya creía que había sido inútil y que ninguno había sabido leer y entender lo que decía, abrí uno que me enganchó: 

“La verdadera esencia de un hombre es la inteligencia y saber captar los deseos de la mujer que tiene a su lado. Con muchos años sobre mis espaldas, soy lo que necesitas. Conmigo encontrarás lo que ningún hombre puede darte. Si me he equivocado y no eres una mujer deseosa de experimentar el placer que otorga la complicidad de una historia escrita, tira este mail a la basura. En cambio si eres una mujer que sabe interpretar la belleza que se esconde en las palabras, con más razón borra ahora mismo mi contestación. No te aconsejo establecer este juego conmigo, soy adictivo.
Si aun así quiere correr el riesgo, contéstame.
Un abrazo.” 
Debí de hacer caso de su aviso porque “Adictivo” no era precisamente la cualidad que buscaba. Desgraciadamente, esa forma sutil de expresarse siempre fue irresistible para mí. Todo mi ser sabía que ese sujeto sería  mi perdición pero sin embargo no pude resistirme y busqué las palabras idóneas que trasmitieran mis ganas de catar y saborear sus palabras. No obstante también no demostrar demasiado interés, no fuera a ser que lo confundiera  con ansiedad.
 Y respondí: 
“La verdadera afinidad no viene de la edad. Aunque tengo solo veintiséis años y ni siquiera había despertado cuando tú ya recorrías los caminos oscuros de la vida, sé que soy la idónea para ti y que tú eres lo que necesito. Deseando ser la coprotagonista de tu destino,  estaría encantada en seguir recibiendo tus mensajes llenos de erotismo y  amor.”
Todavía no sé qué fue lo que me llevó a contestarle. Quizás su tono lleno de seguridad, puede que la masculinidad que transpiraban sus frases o con mayor seguridad el seguro peligro que conllevaba. Lo cierto es que no tardé en recibir un mail plagado de imágenes sensuales, en el que me decía que llevaba mucho tiempo esperándome.
Si de por sí, mi experiencia con los hombre me había dejado un poco mosca, el establecer una relación por internet me dio miedo no fuera a ser que al cabo del tiempo ese desconocido, resultara  un niñato jugando a ser un hombre. No hacía mucho que una amiga me había contado que, tras más de dos meses carteándose con un tipo, al final resultó que el macizo con el que hablaba no había terminado secundaria.
Tardé un buen rato en elegir las palabras, no quería que sonara duro, pero después de mandar mi respuesta, la releí y me di cuenta que no lo había conseguido, y que mi email, era bastante rudo porque le exigía una prueba de que era quién decía ser.  Supuse que ni siquiera se iba a dignar a contestar por lo que esa tarde, no abrí mi correo y en vez de ello me fui a topar unas copas con unas amigas.
Ya en un bar, le confesé a mis acompañantes que había puesto un anuncio en internet y que me había puesto en contacto con uno de los tipos que lo contestaron. Una de ellas,  María, se pasó toda la noche tomándome el pelo, llamándome loca por buscar pareja de ese modo:
-¿Tú sabes el tipo de maniático con el que te puedes encontrar?,  nadie normal responde a eso, ¡Debe de ser un puñetero friki!.
 
Fue tal su insistencia, que me convencí que tenía razón y deseché la idea de continuar en búsqueda de mi ideal por esa vía, jurándome que aunque contestara, no pensaba hacerle caso.
-Linda– insistió – Aunque te haya ido mal en el pasado, eres una mujer guapa, con un buen culo, que puede conseguir  un hombre cuando quiera. ¡Déjate de tonterías!.
Cabreada conmigo misma, volví a casa. Sobre la mesa del comedor seguía encendido el portátil.
-¡Que desastre soy!- pensé al acercarme a apagarlo, pero fue entonces cuando vi que tenía correo nuevo.
Aunque soy una mujer que difícilmente se altera, algo en mi interior provocó que me pusiera nerviosa al ver que me había contestado. Temblando y sabiendo que no debía leerlo, lo abrí. Era un mensaje corto con una foto. El texto era lo de menos, la foto era lo que me interesaba.
Mi supuesto candidato se había fotografiado de cuerpo entero en la popa de un velero antiguo. Me quedé tiesa al comprobar que era un cuarentón de buen ver. El bañador que llevaba era de esos largos que tan de moda habían estado la temporada pasada. Con entradas sin llegar a ser calvo, su cara transmitía confianza. Quizás fue eso, su serenidad, o mi enfermiza afición a los hombres  de mar, lo que me excitó. ¡Ya me veía surcando las olas en sus brazos!

No respondas, qué te conoces-, susurró mi conciencia, esa pequeña arpía que tan a menudo me molestaba

 

Siempre he sido una inconsciente, y con mi edad no iba a dejar de serlo. Por eso, rebuscando entre mis fotos, elegí una muy sensual, donde estaba  totalmente desnuda pero  sin mostrar nada que me pudiera avergonzar,  y sin medir las consecuencias se la mandé.
Al meterme en la cama, ya me había arrepentido.
“Estoy loca”, pensé al temer que había mandado esa imagen a un desalmado que la hiciera circular por la red.
Intentando olvidar ese error, busqué en el sueño la expiación de mi pecado pero continuamente retornó a mi mente el recuerdo de ese hombre.  Por mucho que intenté borrarlo y dormir, no pude porque mi imaginación me traicionó trayendo secuencias en las que juntos recorríamos el mar. Poco a poco, se fue convirtiendo en una fijación y antes que me diese cuenta, estaba excitada.
La calentura que recorría mi entrepierna provocó que  involuntariamente dejara que mis manos acariciaran mis pechos mientras pensaba en ese tipo. Como si fuera una película, me vi en mitad de su camarote y a él, desnudándome lentamente. Esa imagen me hizo separar mis rodillas y soñar que era el cuarentón quien me estaba tocando.
Al sentir mis yemas separando los pliegues de mi sexo y mis propios dedos dentro de mi vulva, comprendí que estaba perdida si alguna vez llegaba a conocerlo y descubría en él, la masculinidad que manaban sus escritos.
Aunque fui consciente que nada de eso era real, os juro que sentí un latigazo en mi entrepierna al notar su caricia. La forma tan sensual con la que en mi sueño pellizcó mis aureolas, asoló mis defensas. Como era solo producto de mi imaginación, pensé en que no había ningún peligro en dejarme llevar por mi calentura y por eso no tardé en sentir su lengua recorriendo los bordes de mis pechos mientras sus manos bajaban por mi espalda. 
Entre mis sábanas, la temperatura de mi cuerpo subía por momentos. La imagen de ese lobo de mar me estaba volviendo loca con sus besos y aunque os parezca imposible, los sentí tan reales que rendida a sus encantos, gemí al sentir que sus dedos se hacían fuerte en mi trasero.
Excitada como pocas veces, traté de despertarme al notar que si ese sueño se prolongaba iba a correrme:
-No quiero- grité temiendo las consecuencias si seguía soñando con él y por mucho que sabía que era irreal, tuve miedo.
La seguridad de que no estaba a mi lado  no consiguió tranquilizarme y por eso cuando en mi mente me mordió en la oreja,  me estremecí. El que sabía que era solo un amante ficticio no se quedó ahí y bajando sus labios por mi cuello, lo recorrió lentamente poniéndome cada vez más nerviosa pero también más excitada.
Mi claudicación se  aceleró al notar que su mano había vuelto a apoderarse de mi pecho y lo acariciaba rozándolo con sus yemas. Fue entonces cuando puso mis manos en su cintura y me empezó a desnudar. Reconozco que me cautivó la lentitud con la que me despojó de mi vestido y me mordí los labios al ver  su masculino rostro lleno de deseo.
En mi sueño, el cuarentón  me agarró y me obligó a sentarme sobre él en una silla. Sin casi poder respirar, le miré pidiendo una tregua.
-Lo estas deseando- me soltó – Desde que viste mi foto, deseas ser mía.
-¡No es cierto!- exclamé a la defensiva.
-Te voy a follar, putita- susurró a mi oído mientras sus manos se apoderaban de mi culo.
Os juro que intenté rechazar su contacto pero mis manos, desobedeciendo a mi mente, desabrocharon su pantalón y sacando su miembro, me lo quedé mirando con deseo.
“¡Qué maravilla!”, pensé al disfrutar por anticipado del placer que ese enorme aparato me iba a dar y tragando saliva, esperé su siguiente paso. El maduro me devolvió la mirada  y cogiéndome de la cabeza,  acercó su boca a la mía mientras mientras volvía a poner su mano en mi pecho.
-Tienes unas buenas ubres- dijo con una sonrisa en los labios.
Acto seguido, su lengua  volvió a apoderarse de mi erecto pezón, provocando que una descarga eléctrica por todo mi cuerpo.  Al verle que no se quedaba contento con mi pezón, comprendí cual iba a ser su siguiente paso y por eso sabiéndolo me puse aún más nerviosa.
– Vas a disfrutar la zorra que eres- me soltó.
Su insulto lejos de enojarme, exacerbó mi ánimos.
– ¡No es real!- exclamé al sentir noté su mano bajando por mi estómago mientras la otra me acariciaba los muslos.
Fue  entonces cuando sentí que sus dedos acariciaban el interior de mis muslos. Totalmente entregada, temblé de placer.  Ese cuarentón al que ni siquiera conocía, anticipando su victoria, separó los pliegues de mi sexo y acarició mi humedad. De mi garganta brotó un sordo aullido. Mi amante al escucharlo sonrió sin que sus dedos  no dejaran de torturar mi clítoris.
Intenté nuevamente despertar. Necesitaba volver a mi habitación y dejar ese camarote pero en vez de ello, separé mis muslos ofreciéndome a él por completo.
El hombre, al ver mi entrega, besó los bordes de mis pliegues  mientras volvía a recoger mi botón entre sus dedos. Un gemido aún más ardiente surgió de mi garganta cuando sin dejarme descansar, agachándose entre mis piernas lo mordió.  Completamente excitada, le pedí que me tomara moviendo mis caderas. El lobo de mar hizo caso omiso a mi súplica y acelerando el ritmo de su lengua, consiguió llevarme desbocada hacia el orgasmo.

Sintiendo mi cuerpo al borde del colapso, cerré mis manos y con el puño golpeé las sábanas. Entonces mi dulce agresor metió con suavidad dos dedos en mi coño,  provocando que todo mi ser se derritiera. Disfrutando de sus imaginarias caricias, me corrí sobre el colchón.

Cuando ya creía que todo había terminado y que la cordura volvería a mí dejándome dormir, le vi incorporarse y cogiendo su pene entre sus manos, acercarlo a la entrada de mi chocho:
-¡Eres solo un puto sueño!- grité acojonada por la intensidad de mi sensaciones.
Mi insulto espoleó su lujuria y colocando la punta de su enorme glande en la entrada de mi cueva, la fue forzando lentamente. Mas encantada de lo que me gustaría reconocer, sentí el paso de su gigantesca extensión a través de mis pliegues mientras invadía mi estrecho conducto.
¡Dios! ¡Cómo me gusta!- aullé  al notar que su pene chocaba con la pared de mi vagina.
A partir de ahí, me dejé llevar y dominada por el placer que estaba sintiendo, disfruté como una cerda de sus huevos rebotando contra mi culo al ritmo marcado por sus embestidas hasta que, de improviso, su verga explotó en mi interior. Lo creáis o no, sentí su semen como si fuera real rellenando mi conducto. Cada una de las explosiones con las que regó mi interior, me provocaron un placer indescriptible y temblando sobre el colchón grité a los cuatro vientos mi placer.
Agotada desperté para descubrirme a cuatro patas sobre la cama y con mi chocho chorreando. Era tanto el flujo que brotaba de mi interior que me parecía imposible. Todavía aturdida, llevé mis dedos hasta mi sexo y cogí un poco de ese líquido viscoso que recorría mis piernas.
-¡No puede ser!- exclamé al comprobar que no parecía flujo y que por su color, lo que salía de mi coño, ¡Era semen!
Ese descubrimiento, me dejó aterrorizada y por eso durante toda la noche fui incapaz de conciliar el sueño, no fuera a ser que se repitiera.
Recibo un nuevo mail:
Sin haber casi descansado, me levanté con la sensación de que mi mente me había jugado una mala pasada y que todo lo ocurrido había sido producto de mi perversa imaginación. Aun así no podía dejar de pensar en ello y aunque me costara aceptarlo, estaba cachonda.
Al recordar el placer que había sentido la noche anterior, mi sexo se llenó de humedad:
-Estoy loca- exclamé en voz alta combatiendo las ganas de masturbarme.
Luchando contra lo que me pedían todas las células de mi cuerpo, fui a desayunar. En mi mente, seguían presentes todas y cada una de las sensaciones que habían asolado mi anatomía la noche anterior. El placer que había experimentad había sido tal que todavía  me seguía obsesionando sus secuelas y sabía que una leve brisa, podía convertir los rescoldos de esa hoguera en un incendio de incalculables proporciones.
El agradable calor de ese café con leche matinal me terminó de calmar y olvidando ese perturbador sueño, encendí mi ordenador  y revisé mi correo. Al encender mi Outlook, comprobé que tenía uno de él. Aterrorizada y excitada por igual, tardé un buen rato en abrirlo.
Me daba miedo pero aun así algo me impelió a hacerlo. Temblando, clickeé el mensaje y lo abrí. Solo con leer el encabezado, el sudor empezó a recorrer mi asustado pecho:
“Relato de nuestra primera noche”.
Deseando y temiendo leer su contenido, me puse a leerlo.
Desde el principio, me percaté que era una recreación de mi sueño. Letra por letra, mi desconocido amigo recreaba  en su escrito mi sueño. Si en un principio me había parecido casualidad, al leer de su mano mis propios sentimientos me empezó a perturbar y cuando terminé, la perplejidad se había convertido en miedo y el miedo en terror.
“¿Cómo es posible qué sepa lo que soñé?”, pensé mientras intentaba dar un sentido a ello.
Recordando la forma tan extraña con la que entró en contacto conmigo, la palabra “Adictivo” llegó a mi mente. La certeza de lo extraño que era todo aquello me golpeó en la cara y tratando de recobrar algo de cordura, decidí no contestar a su mensaje. La sensación de ser un juguete en sus manos me obligó a mandar a la basura su email y cerrando el ordenador, salí a correr a un parque cercano.
A través del cansancio, conseguí que su recuerdo se fuera diluyendo poco a poco de forma que al final del paseo, lo había dejado apartado en un rincón de mi memoria de donde nunca debía volver.

Ese sencillo ejercicio de disciplina solapó las brasas pero no pudo apagar y por eso, nada más ducharme, cogí mi bolso y salí de mi casa. Mi hogar se había vuelto opresivo y costándome hasta respirar, llamé a Itxiar.

 

-¿Comes conmigo?- le pregunté.
Afortunadamente, no tenía nada que hacer y por eso, aceptó ir conmigo a un restaurante.  En cuanto la vi, me abracé a ella y llorando le expliqué lo que me había ocurrido. Mi amiga escuchó con escepticismo mi relato y solo cuando acabé de relatárselo me dijo:
-Hay una explicación lógica- su seguridad me hizo aferrarme a ella y por eso permanecía en silencio mientras me decía:- Ayer bebimos bastante y aunque no lo recuerdes, debiste de leer su mensaje antes de irte a la cama…- esa explicación tenía sentido, tuve que aceptar:…-Tu sueño solo fue una recreación de lo que habías leído.
Aun no convencida, mostré mis reticencias diciéndole:
-Pero es que esta mañana, el mensaje aparecía como no leído.
Soltando una carcajada, Itxiar me soltó:
-Debiste de marcarlo ser tu quien lo marcara como no leído pero no lo recuerdas porque estabas borracha.
Su sensata respuesta me convenció porque de no ser así, le estaba otorgando a ese supuesto amigo de unos poderes más allá de lo razonable.
-Tienes razón- respondí quitándome un peso de encima y ya totalmente tranquila disfruté con ella de una comida agradable donde la única consecuencia de la noche anterior, fue que no probé el alcohol.
Mi segunda pesadilla.
Esa noche al llegar a casa, me negué a abrir el ordenador. Aunque mi mente me decía que no me preocupara, seguía teniendo miedo de ese sujeto y de sus mensajes y por eso, antes de meterme en la cama, escribí en un papel:
“No he bebido y no he leído ningún mensaje”, tras lo cual guardé ese mensaje en el portátil y me fui a dormir.
La seguridad de tenerlo escrito me hizo conciliar el sueño y aunque en un principio dormí a pierna suelta, enseguida volví a soñar con él. Me vi en su compañía recorriendo un paraje boscoso. El sol calentando mi piel me informó que estaba desnuda. .
“Joder, estoy cachonda”, pensé en sueños.
La sensación placentera se transformó en una siniestra pesadilla, al ver que mi acompañante iba vestido con las gruesas ropas de cazador. Sin saber que se proponía, intenté tapar mi desnudez con las manos pero entonces le oí decir:
-Corre por tu vida.
Fue su tono frio lo que me obligó a salir corriendo. Completamente aterrorizada, hui a través de la maleza. Las ramas me arañaron sin piedad pero el terror a lo desconocido, me hizo seguir tratando de alejarme de él. Nunca había pasado tanto miedo, me veía muerta y descuartizada si llegaba a alcanzarme y por eso, seguí sin descanso recorriendo las cuestas de ese hasta entonces paradisiaco lugar.
Mi falta de forma provocó que a los pocos minutos me faltara el resuello y cuando estaba a punto de parar a descansar, escuché un disparo y a él gritando que venía  a por mí. Azuzada por el miedo, incrementé la velocidad con la que luchaba con alejarme. Jamás en mi vida me había visto en una situación semejante y con la respiración entrecortada, empecé a subir una cuesta.
En mi fuero interno sabía que ese desalmado a darme caza, mi única duda era cuanto tiempo podría mantenerme a salvo. Deseando despertar y volver a la comodidad de mi cama, alcancé la cresta para descubrir desde ese punto alto que no se veía rastro de civilización.
“Mierda”, exclamé reiniciando la marcha.

A mi espalda, escuchaba sus pasos porque recreándose en mi búsqueda, a voz en grito, me decía lo mucho que iba a disfrutar cuando me capturara.  Con nuevos brios corrí por mi vida. Olvidando el cansancio que se acumulaba en mis músculos, bajé por una vereda llena de olmos. Ya abajo, mi propia desesperación me hizo cometer un error del que pronto me arrepentiría. Al ver un hueco entre unas rocas, decidí esconderme a su amparo, creyendo que mi perseguidor pasaría de largo.

Con la piel erizada, al cabo de unos minutos, escuché que se acercaba. Tratando de taparme cogí unas ramas y tras ellas, me puse a rezar. Sin moverme, le vi llegar al olmedo. Me aterrorizó comprobar que cuchillo en mano, miraba el claro rastro que había dejado a mi paso.
“Estoy perdida”, me dije al ver que se agachaba y revisando unas hierbas recién pisadas, sonreía. La frialdad de esa mueca hizo que me meara encima sin moverme. Curiosamente el calor de mi orín me resultó reconfortante y suponiéndome a salvo, me quedé observando a ese cabrón.
“Esta bueno”, con disgusto confirmé al ver la fuerza que manaba de su cuerpo. “No puede ser que me ponga bruta”, me quejé al percibir que la situación me tenía alborotada.
Involuntariamente separé  los pliegues de mi sexo y cogiendo entre los dedos mi botón de placer, me empecé a masturbar. Estaba a punto de correrme cuando de pronto, ese capullo se levantó y miró hacia donde estaba escondida, diciendo:
-“Zorra, ya sé dónde estás”.
La seguridad de haber sido descubierta, me hizo reaccionar y saliendo de mi inútil escondrijo, salí nuevamente despavorida. Mi huida lejos de molestarle, le agradó porque así haría más larga mi captura.  Viéndome desaparecer tras unos matorrales, soltó una carcajada mientras gritaba:
-Corre, puta, corre.
Al escuchar su risa, me di la vuelta y descubrí que sin prisa, seguía mi pista. Temblando de terror, di un grito y me seguí moviendo a través de la espesura. Supe que paso a paso, ese cabrón me iba ganado terreno y aunque entonces me parecía inconcebible, su cercanía iba acumulando tensión en mi entrepierna.
“No piense y huye”, tuve que repetirme para acelerar mi paso.  
Sin saber que cuanto más acelerase antes me cansaría, intenté abrir un hueco de él. Mis intentos resultaron infructuosos y con el sudor recorriendo mi frente, al girarme comprendí que estaba aún más cerca.          
Desde veinte metros de distancia, oí su nueva amenaza:
-Guarra, ¡Pienso disfrutar de ti!
Desfallecida y totalmente agotada me dejé caer sobre la hierba. El malnacido prolongó mi debacle, acercándose despacio. En sus ojos descubrí la satisfacción del triunfo y nada mas llegar a mi lado, me dio violentamente la vuelta.
-Por favor, ¡No me mates!- imploré mientras ese cerdo me ataba las muñecas.
Intentando zafarme, le lancé una patada que sin dificultad evitó. Mi resistencia le satisfizo y muerto de risa, terminó de inmovilizarme los tobillos. Sabiéndome en sus manos y llorando a moco tendido, le rogué que me liberara jurándole que no diría nada a la policía.
Estaba totalmente vencida. Mi agresor me tenía en su poder y esa sensación me resultó terriblemente excitante. Fue entonces sin dignarse a responder, el cuarentón, me puso a cuatro patas y separándome las nalgas, rozó  con sus yemas mi ojete mientras se reía de mí diciendo:
-Ves cómo eres una sucia puta, mírate… estás cachonda- y antes de que pudiera contestarle, metió uno de sus dedos en mi  interior.
Su brusca caricia me hizo daño pero  temiendo su reacción, ahogué la queja y me quedé quieta esperando a ver mi suerte. Mi total entrega le azuzó a seguir  y poniéndose tras de mí, cogió su miembro y lo acercó hasta mi entrada trasera.
-¡No lo hagas!- chillé indefensa.
Haciendo caso omiso de mi ruego, me desfloró en plan salvaje. Esta vez no pude evitar que un alarido saliera de mi garganta al sentir forzado de esa forma mi esfínter y con lágrimas en los ojos, traté de relajarme. Mi agresor, entusiasmado por mi claudicación, se puse a cabalgar mi culo olvidando mis chillidos hasta que mi resistencia inicial se fue relajando y al poco de empezar a moverse, su pene campaba libremente. Sintiendo mi culo violado no paré de gritar.
-Cállate, zorra- ordenó sin dejar de tomarme.
Paulatinamente mis  gritos de dolor fueron increíblemente transformándose en  gemidos de placer al verme apabullada por el cúmulo de sensaciones. La ferocidad con la que violó mi trasero, me hizo descubrir mi lado masoca y por eso cuando lo terminé de asimilar, me vi desbordada por un siniestro gozo. Al percatarme de que me gustaba ser usada, pegando un berrido, le imploré que continuara.
Disfrutando como el hijo de perra que era, no hizo falta que se lo repitiera dos veces y cogiéndome de los hombros, incrementó aún más la profundidad de sus cuchilladas.
-¡Dios!- aullé en voz en grito por el gozo que estaba asolando mi cuerpo.
Mi imprecación fue el banderazo de salida para que decidido a someterme  azuzara mis movimientos con un azote. Al sentir el escozor en mis nalgas, como si hubiera abierto un grifo, mi sexo se llenó de flujo, dando como resultado  un arroyo de placer que empapó mis muslos.
-¿Estás disfrutando? ¡Guarra!- increpó sin dejar de machacar mi esfínter con su verga.
-¡Sí!- Tuve que reconocer anunciando de esa manera mi rendición.
Hasta ese momento, nunca había experimentado la sensación de ser poseída en  cuerpo y alma por ese tipo y eso elevó mi calentura hasta extremos impensables. Sometiéndome a sus dictados, moví mis caderas y me dejé conducir hacia el orgasmo. Tras unos segundos de agonía y retorciéndome entre sus piernas, me corrí pegando berridos mientras el cuarentón explotaba  llenando mi culo con su lefa, tras lo cual caí derrumbada sobre la hierba.
Aterrorizada por lo que había sentido, me desperté y solo cuando me vi en la seguridad de mi cama, conseguí relajarme. Durante largos minutos me quedé paralizada hasta que no pudiendo aguantar más en el colchón, me levanté.
Mis miedos se convirtieron en  franca desesperación cuando mirándome al espejo, descubrí los arañazos que me había provocado huyendo de él…
-¡Estoy perdiendo la razón!- exclamé al ver lo hilos de sangre seca sobre mi piel.
No pudiendo volver a la cama, deambulé toda la noche por mi casa sin saber qué hacer.  
 
Nuevamente leo mi email y descubro aterrorizada  su contenido.
 
Al amanecer, reuní el valor suficiente para encender mi ordenador. Los dos minutos que tardó en arrancar me parecieron una eternidad y temblando descubrí que en esa ocasión, me había mandado dos mensajes.
El título del primero decía lacónicamente:
-Tu sueño de esta noche.
Mientras que en el segundo pude leer:
-El futuro de mi zorra.
Sabiendo de ante mano que el contenido del más antiguo iba a ser una repetición de mi sueño, decidí directamente leer el último en llegar.
 
Con lágrimas en los ojos, lo leí detenidamente varias veces sin llegármelo a creer:
 
Para mi incrédula putita:
Como ya has experimentado en carne propia desde que aceptaste mi contacto, te has convertido en mi marioneta y aunque te alerté de que no me contestaras, pudo más la guarra que llevas dentro. Ahora no me puedes echar la culpa de tu desdicha, fue tu elección y por lo tanto voy a seguirte usando a mi antojo.
Jamás me verás en persona, pero todas las noches acudiré a tu lecho para disfrutar de ti sin que puedas hacer nada por negarte.  Jugaré contigo como nunca nadie lo ha hecho y pronto te darás cuenta que tu vida sin mis visitas no tendrá sentido.
Ese día dejaré de acudir a tu lado y desorientada, irás en mi busca.
Atentamente
 
Lucifer
Epilogo:
 
Han pasado ya tres meses desde que el diablo me hizo su primera visita. Cumpliendo su promesa, ese engendro me usó como le vino en gana. En su perverso modo de amar, me entregó a un grupo de violadores, me hizo probar el látigo de una dominatriz, fui sodomizada por un caballo e incluso me vi envuelta en una orgía de dolor y sangre en la que estuve a punto de morir.
Pero lo peor es que lleva una semana sin venir a verme. Las noches sin él no tienen fin… ¡Me siento terriblemente  sola!
Tal y como me informó, no resisto su ausencia y necesito volver a  verle. Me urge estar entre sus brazos y sentir sus rudas caricias.  
Sé cómo ir a su lado y por eso llevo dos días despidiéndome de mis amigos y familiares.
Ninguno ha entendido que les llegara  y les diera un abrazo como si esa fuera la única vez. No pude explicarles a nadie que esta noche, después de escribir estas letras como testamento, voy a reunirme con mi amado.
Tengo todo preparado: la copa de vino en la que he disuelto el bote entero de pastillas, sus cartas impresas que me han servido de compañía desde que desapareció y por eso, deseando estar presentable cuando llegue a su reino, me he puesto el último camisón que él me destrozó.
 
Adiós a todos. Cuando leáis esto, no lloréis por mí.
 
¡Estaré en el  infierno!
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Relato erótico: “Trabajando en la Expo Seguridad” (POR INDIRA)

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Indira en la Expo Seguridad
Hola chicos y chicas, gracias por sus comentarios, regalitos, deseos, y hasta invitaciones. Hoy les traigo un nuevo relato lindo, esto me paso recién este 10 de abril del 2014 y me gustó mucho por eso lo escribo.
Como muchos ya saben soy una chica con gustos digamos diferentes, soy ninfómana, me encanta el sexo a todas horas, mamar vergas es mi delirio y que me la chupen a mí también lo es, sentir un pene bien duro dentro de mi es lo máximo y también me encanta sentirme deseada, manoseada y si estoy lo suficiente caliente me encanta sentirme usada.
Actualmente trabajo en una agencia de MKT pero en los días que puedo también trabajo como edecán, aquí en México se hace cada año la Expo Seguridad y es aquí donde estoy trabajando ahora y es de aquí donde les contaré mi anécdota.
El proceso de selección para la empresa que me contrato fue algo diferente puesto que un amigo me “recomendó”, este amigo ya me ha cogido varias veces así que imagino que le se le fue la boca con el gerente de la empresa, jiji. La entrevista fue muy directa, era un señor como de 40 años nada feo y fue directo al grano,  fui con un pantalón pegado, una blusa escotada y tacones. Hizo que me parara, que me diera la vuelta, me estuvo comiendo con la mirada un buen rato y me dijo: Estas bien buena y sonrió. Le agradecí con la cara de putita más linda que pude poner y comenzamos a platicar acerca del trabajo, me explicó todos los pormenores y el sueldo que era bastante bueno, pero me dijo que si accedía a ser “complaciente” con un par de clientes importantes y dos extranjeros que vendrían representando unas marcas podría ganar el doble o hasta el triple de eso. Ahí me di cuenta que mi “amigo” si le había contado mis “virtudes” de puta fácil, así que sin más le dije que no había problema: “puedo ser muy complaciente”, el solo pensar que andaría de putita pagada me hizo sentir cosquilleos en la panzita y mi puchita sintió también muy rico.
Me dio su tarjeta y me dijo que nos veríamos dos días antes de la expo para comprarme ropa, ropa que por supuesto me iba a quedar, fue un gran día para mí, ganaría muy buen dinero solo por sonreír, pasearme en mini vestido o pantalones pegaditos para atraer posibles interesados en nuestros productos y escanear los gafetes de los miles de hombres que visitan expos, uf el trabajo perfecto para mí: “zorrear”.
Llegó el día y era caluroso así que me llevé un short blanco chiquito y pegado, unas zapatillas de tacón alto y una blusa café, llegue a la plaza comercial donde nos citaron a otra chica y a mí, esperamos un ratito, nos presentamos, ella se llamaba Jessica, “Jess” para las amigas. A los 5 minutos aparece Miguel, el amigo que me había recomendado y Jorge el Gerente.
Nos saludamos con unos besos en cada cachete y Miguel se fue todo el camino platicando conmigo, me iba diciendo marranadas, yo solo sonreía y me le quedaba viendo con ojos de pistola, me decía cosas como:
–          Que rica se te ve ese short mamita, quiero olerlo …
–          Seguro andas mojadita putita, sé que te encanta que te vean …
–          Préstame tu calzoncito y lo lleno de lechita, para que andes toda babosa en lo que compramos cositas.
–          ¿No te gustaría mamarmela en el baño?
En fin, esas cosas me ponen muy mal y la verdad ya estaba mojadita, soy muy cachonda y muy húmeda, cuando me caliento de verdad puedo llegar a empapar un calzón sin siquiera tocarme o que me toquen.
Nos probamos vestidos, pantalones, blusas, tacones, etc. En fin, el sueño de toda mujer.
En un probador me quite el calzoncito para probarme un vestido blanco pegadito con rayas negras precioso, me encantó, y al quitármelas le hable a miguel y se las di, quería romper el hielo.
Este las olió con descaro y se las aventó a Jorge el cual también las olió y ambos rieron, uf, me puse muy caliente de ver como olían mis pantys.
Salí con el vestido a donde estaban ambos y traía las correas de mis tacones sueltas así que le pedí a Jorge que me ayudara, subí la pierna a su asiento y obvio pudo verme toda la conchita, él tenía mis pantys guardadas en la bolsa del pantalón así que solo traía la tela del vestido.
Me ayudó y no quitaba la vista de mi entre pierna mientras yo bailaba una canción que sonaba, Miguel se acercó detrás de mí y saco la lengua, traía una pastillita del amor… uf, en fin la acepté gustosa con un beso de lengüita.
Miguel también le dio una a Jess que al igual que yo se probaba ropa, el chico de la tienda estaba sacado de onda, nos probábamos ropa sin cerrar las cortinas de los probadores y salíamos a que nos vieran a veces sin nada arriba o nada abajo si eran blusas, andábamos muy putitas, más por la pastilla ….
Compramos bastante ropa, solo eran 3 días de expo y nos compramos como 5 vestidos, pantalones y blusas, se portaron muy lindos nuestros hombres ese día. La condición fue que nos dejáramos un vestido ese día para ir a tomar algo.
Ellos me escogieron un vestido corto de abajo completamente blanco y escotado que adorné con un cinturón, Jess calzó un pantalón negro de tela elástica y una blusa muy corta rosa, enseñaba el ombliguito, Jess tenía unas nalgas muy paradas, era delgada y con una carita de putita increíble.
Así vestidas levantábamos miradas descaradas de todos, la pastilla comenzó a  hacer efecto en mí y me puse muy caliente, sentía como se escurrían entre mis piernas mis jugos, recuerden que mis calzones los traía Jorge en su bolso, podía sentir mojada mi entre pierna, al caminar sentía mi humedad, estaba ardiendo y me prendía más cuando de repente uno que otro tipo al verme se agarraba el paquete como ofreciéndomelo.
Fuimos a un bar por Polanco, me divertí bastante, eran muy buenos bailarines ambos, bebimos una botella entre los 4 y nos pedían bebidas “raras” a nosotras, en fin en menos de 3 horas ya estábamos pedísimas y muy calientes, al bailar nos metían mano, y cuando ellos se cansaban nos sacaban a bailar otros tipos de una mesa contigua y gustosas bailábamos, los nuevos también nos metían mano y nos dejábamos hacer de todo, estábamos muy salidas, al final terminamos bailando en la pista Jess y yo cachondeándonos, nos dimos un beso muy cachondo Jess y yo, ella acarició mis tetas sobre el vestido y yo le agarré las nalgas y le pasaba mi mano sobre el pantalón en su panochita.
Miguel pidió la cuenta y nos dijo que nos íbamos antes de que nos encueráramos ahí en el bar, los otros dos chicos chiflaron y nos aplaudían, pero como ellos no se iban a ir con nosotras les quisimos dar su despedida, bailamos una última canción con ellos y nos metieron mano descaradamente, a mí me embarraba todo su pene y yo paraba la cola para sentirlo más, me tomó de espaladas y le empecé a “perrear” como dicen aquí, sentía su verga dura en mis nalgas, nos pusimos atrás de una barrita que había ahí y me arrinconó, yo baje mi mano a su pene y lo masturbé sobre el pantalón mientras el me acariciaba las nalgas lo más discreto que podía, fue solo un ratito pero lo suficiente para hacerlo venir, estaba muy caliente tanto él como yo, al sentir sus espasmos voltee a ver si no nos veían y le abrí la bragueta para tomar su lechita, metí mis dedos y recogí lo más que pude, me despedí de él chupándome los dedos, se quedó con cara de asombro.
Jess no sé qué hizo pero cuando yo termine ella ya estaba con Miguel, me estaban esperando en la mesa, tomé mi bolso y nos fuimos de ahí.
Al subir al coche dijo Miguel, bueno ahora si a quitarnos esta calentura que ya no aguanto, todos reímos y nos dirigimos  a un motel cercano.
Jess se fue adelante con Miguel manejando y yo con Jorge atrás, tenía el vestido bastante subido y la cabeza me daba vueltas.
–          Estas bien, Pregunto Jorge.
–          Volteo y lo miro directamente a los ojos y le digo: estoy muy caliente.
Uuhhhh gritaron todos y el no esperó más para besarme en los labios, yo solo descrucé las piernas para responderle el beso, me metía la lengua muy rico y sus manos empezaron de juguetonas en mis piernas, yo estaba ardiendo, me empezó a besar el cuello mientras su mano subía por el interior de mis piernas para llegar a mi panochita, abrí las piernas como la putita que soy para permitir que me dedeara.
Plash, plash se escuchaba de lo encharcada que estaba mi panochita, estaba escurriendo y él lo hizo notar, sacó de mi cuevita los dedos y se los mostró a Miguel, Jess le tomó la mano y le chupo los dedos mientras yo desabrochaba el pantalón de miguel para sacar su verga y mamarla, tenía muchas ganas de mamar verga ese día.
La saqué y me incliné a mamar como poseída, mientras el me alzó el vestido y por atrás me metía los dedos en mi panochita y de vez en cuando al culito un dedo, uy, estaba en la gloría.
Miguel acomodó el retrovisor para no perder detalle pero Jess le dijo, tú apúrate a manejar que yo estoy igual de caliente mientras se alzaba la blusa en señal de querer ser manoseada.
Me aferré a su verga, rica, babosa, jugosa, como me gustan, quería que alguien me cogiera en ese momento pero como solo podía hacer una cosa a la vez decidí coger, me levanté, pase una pierna encima de él y me ensarté solita hasta el fondo.
Uuffff dijo él, que mojadita estás, le sonreí y comencé a besarlo de frente mientras bajaba mi vestido para dejar mis tetas al aire, el no desperdiciaba mis jugos vaginales y los arrastraba hasta mi culito, me metía un dedo, luego la punta de dos en el culito.
Me estaba moviendo muy rico encima de él cuando de repente llegamos al motel, no me importó que el chico de la entrada me viera las tetas y que ya estaba cogiendo, nos dio la habitación y al entrar Miguel nos dijo, ya bájense que les voy a echar agua fría.
Me zafé sin ganas de esa verga gorda que me estaba dando muy buenas metiditas y me acomodé el vestido.
Entramos al cuarto y me moría de sed así que tomé agua mientras Jess se besaba muy cachondo con Miguel, Jorge no perdió el tiempo y se desnudó completamente, estaba un poco panzón pero lo normal, no exagerado, me hinqué y le empecé a mamar la verga de nuevo.
Pasaba mi lengua en su cabeza, lamía sus huevos, subía con la lengua hasta la cabecita nuevamente, el bajó mi vestido para sobarme las tetas, le hice una rusa con ellas y me jaló, ya me quería coger.
Me puso en la cama de a perrito, quedé con el vestido en la cintura, puso su pene en la entrada de mi culito, lo lubricó con los jugos de mi panochita que ya estaban escurriéndome por los lados, yo me acosté completamente en la cama parando el culito, esperando el momento.
Primero metió la cabecita, entró fácil puesto que ya me había dilatado antes, inmediatamente después me cogió muy rico, me la metía completamente y la sacaba de golpe.
A Jess la pusieron frente a mí, también estaba siendo penetrada y nuestras caras estaban a escasos 10 centímetros, mis quejidos y los de ella eran muy fuertes.
Ahmmmm, ahhhh, ahhhh, ahhhhhhh, ahhhhhhhh se escuchaba en todo el cuarto, Jess me miró a los ojos y solo abrí los labios y ella ya estaba pegada a mí, lamía con lujuria mi boca y yo le correspondía.
Miguel la puso boca abajo y se la metió de nuevo en la panochita, ella y yo nos pudimos besar mejor, con las caras encontradas pero de frente, nos lamiamos todo, ella me masajeaba las tetas y las empezó a morder, uy, qué rico, solo de acordarme en este momento tengo un charco en mi pantaleta (si alguien la quiere que me pague el envío y se la hago llegar, toda mojada de mis jugos y a lo mejor con una foto de esa tanga puesta)
Miguel tenía una verga muy grande y curva, lo sé porque varias veces me ha cogido ese hombre por lo que podía entender perfectamente a Jess que gemía de dolor, pero seguramente estaba disfrutando de la cogida como loca.
A mí me seguían dando por el culito y Jorge le dijo a Miguel, quiero su panochita (refiriéndose a Jess), se la sacaron a Jess y cambiaron posiciones, mientras ellos se movían Jess y yo nos besábamos con lujuria.
Sentí la verga de Miguel en mi culo y recordé su tamaño, iba a voltear a decirle que me la metiera despacio cuando me la empujo de un solo golpe hasta el fondo, ahhhhh grite de dolor, y el también gritó, ¡que rico culo putita, ya lo extrañaba!
Jess recibía también a Jorge con las piernas abiertas, tenía un vientre plano hermoso, lo empecé a lamer y ella quedo debajo de mí, me lengüeteaba el vientre y llegó hasta mi panochita, Miguel me cogía por atrás así que estaba libre mi puchita, la empezó a lamer muy rico, con los dientes capturaba mi clítoris y me hacía llegar al cielo.
Jorge regresó conmigo y se acostó a mi lado pidiéndome que me ensartara en su pene, como pude sin sacarme la verga de Miguel me ensarté en él, Jess se acomodó frente a mi poniendo su panochita en la cara de Jorge, uff, delicioso, me estaban cogiendo dos tipos y Jess me acariciaba, lamía y mordía las tetas, las tenía hinchadas, rojas, estaba en la gloria.
Los que no han probado eso no saben de lo que se pierden es lo más rico del mundo, sentir como dos vergas chocan en tu interior, solo separadas por la delgada piel del ano y la vagina, es lo máximo.
Miguel me empezó a dar nalgadas, me dejó las dos nalgas rojas y marcadas de sus manos, ay dios maldito cabrón pensé bien sabe lo que me gusta, no aguante más la calentura y empecé a gritar como puta, me vengo, me vengo, Jess mordió mis tetas muy fuerte y exploté en un orgasmo delicioso, ahhh, ahhhhh, ahhhhh, me dejé caer sobre el macho del frente casi desmayada, muy floja, mientras ellos literalmente me seguían usando.
Jess reclamó y les digo falto yo mientras le comía la boca a Miguel, este se zafó de mí y acostó a Jess para metérsela de frente, se movió muy muy rápido y Jess gemía como loca, mas, mas, así papi, delicioso, mas, mas, mas.
Como yo estaba a su lado aún siendo cogida sacábamos las lenguas y nos besábamos de vez en cuando.
Jorge me digo, “Me voy a venir, ¿la saco?”.
–          NOOOOO grité, déjalos adentro papi.
Ahggg, ahggg gritó Jorge inundándome de leche la panochita al mismo tiempo que Miguel lo hacía con Jess, esta si le grito: adentro no que no estoy tomando la pastilla pendejo y le empezó a pegar débilmente en el pecho pero era más su calentura así que al final solo se aflojó y recibió con satisfacción los chorros de leche que entraban en su vagina.
Terminamos cansados, acostados los 4 desnudos en la cama, pensando, relajándonos.
A los 10 minutos de estar descansando yo comencé a besar las tetitas de Jess, tenía ganas, las besaba rico, no con lujuria, despacio, tierno, lindo, ella cerraba los ojos y abría las piernas, no me resistí y la empecé a dedear, le sacaba tímidos gemidos, tenía ojos grandes y negros, se abrían como platos, y me veía directamente a los ojos, yo me empecé a mojar de nuevo, sacaba lechita y mis jugos, era un verdadero batidero.
Comencé a lamer su panochita y ella la mía en un rico 69 mientras ellos de cada lado ponían su verga para que se las lamiéramos, así me turnaba lamiendo la panochita de Jess y la verga de Jorge, ellos estaban en la gloria, dos putitas, de  lo más putas que se puedan imaginar para ellos solos.
A  veces Jorge se la metía a Jess y luego la sacaba para que se la limpiara, como me encanta el semen, me encantaba que se la metiera por que salía llena de semen de Miguel, era muy loco, estaba tomando el semen de Miguel de la verga de Jorge.
De repente dice Miguel, quiero verlas coger, comencé a mamar la panochita de Jess con locura y ella se retorcía, me alcé y me acomodé entre sus piernas para sentir sus labios vaginales con los míos, es una sensación muy rica, dos cuevitas húmedas escurriendo chorros chocando entre sí, es diferente a coger con un hombre pero también se siente muy rico.
Nos jalamos una a la otra con las manos para sentir la presión de su puchita en la mía, estábamos en el cielo, gemíamos mucho y nuestros jugos y olores se mezclaron, ellos pusieron sus penes en nuestras bocas y mamamos como si el mundo se fuera a terminar.
Ahhh, ahhh, que putas son, decían ellos, ahh, ahhhh gemíamos nosotras al sentir nuestras panochitas chocar, el clítoris hinchado, y sus vergas en nuestras bocas, no aguantaron mucho y primero Miguel se vino en mi boca pero me la saco llenando de leche mis tetas y mi panzita, no tardó mucho y lo mismo paso con Jorge.
Teníamos la boca, tetas y panzita llenas de leche, comencé a lamerle el cuerpo a Jess para recoger toda la leche sobre su cuerpo, ella estaba como asombrada porque me estuviera comiendo eso.
¿No te gusta?, pregunté. No me contesto pero con mis dedos tome un chorro de semen de mis tetas y se lo di a probar ella saco la lengua y me chupó los dedos, hizo un gesto de asco pero la bese apasionadamente y nos tragamos el semen entre las dos.
La limpié completita con la lengua y luego me recogí los chorros de semen sobre mí ya hechos agua, lamí las cabezas de ellos dos para dejárselas limpia, me encanta la higiene del pene jiji.
Ahora si estábamos agotadas, Jorge dijo que se tenía que ir, Miguel se vistió al igual que Jorge y nos dijeron que si nos íbamos, Jess me abrazó y les dijo: nosotras nos quedamos. Ups, pensé pero no me negué.
Nos tapamos y nos dormimos desnudas y entrelazadas, eran ya las 4 am. Ellos pagaron la habitación por 12 horas así que aún teníamos tiempo.
A la mañana siguiente nos bañamos juntas, esto era nuevo para mí, si bien ya he tenido relaciones lésbicas, esto fue diferente, parecíamos ¡novias!
Nos vestimos y salimos del hotel caminando de la mano, justo entraba una pareja de chavitos y al vernos el chavo se quedó de a 6, nosotras solo sonreímos, paso un taxi y le hice la parada, me despedí de Jess con un beso cachondo en la boca ante la mirada lasciva del taxista.
Llegué a mi casa y descansé todo el día, conteste algunos mails y me preparé para el siguiente día que tenía que “trabajar”.
Continuará …
PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:
indira2bebe@gmail.com

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

Relato erótico:” Mi madre y el negro III: Tentación” (POR XELLA)

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Alicia bajó a desayunar bastante despejada pero, en cuanto vio a su madre, se acordó de lo ocurrido el día anterior.
– Hola cariño. ¿Que tal has dormido? – Preguntó ésta.
– Bueno, podría haber dormido mejor…
– Pues espero que te recuperes rápido, que todavía tenemos cosas que hacer.
Alicia la contestó con algo parecido a un gruñido y la observó mientras ponía el desayuno. Sabía que su madre era atractiva, pero nunca había tomado consciencia de lo atractiva que era. Llevaba puesto un ligero pijama, algo transparente, que se ajustababa sus curvas. Todavía no se había puesto sujetador, al igual que ella, y se veía que aun así, sus pechos se mantenían en su sitio de manera mas que aceptable para su edad. ¿Como había pensado que esa mujer no iba a haber buscado pareja desde lo de su padre? Que ingenua…
Pero… ¿Por que con él?
– Hola cariño, ¿ Que tal has dormido? – Preguntó Elena a Claudia, que acababa de entrar.
– Puff… Me costó mucho dormirme… Estaba sonando algún ruido… Como resoplidos o algo así… – Alicia se ruborizó al darse cuenta de que esos ruidos eran sus gemidos. – Menos mal que cesaron pronto.
– Pues te digo lo mismo que a tu hermana, espabilate, que en cuanto venga Frank tendréis que ayudarle a colocar las persianas.
– ¿Queeee? ¿Va a venir otra vez? – Exclamó Alicia, visiblemente molesta.
– Deberías estarle mas agradecida. Además, no se que problema tienes con él, es un chico majisimo.
Alicia iba a replicar pero entonces (“Ya tienes la merienda preparada”) las palabras se atravesaron en su garganta.
DING DONG
Mierda. Acababa de llegar el chico majisimo.
– Venga, daos prisa y acabareis antes. – Dijo Elena levantándose a abrir la puerta.
A Alicia le entraban ganas de vomitar al pensar en los dos solos. ¿Como se habrían saludado?
Su madre entro riendo en la cocina, seguida de Frank.
– Hola chicas, ¿Listas?
– ¡Casi! – Dijo Claudia. – ¡Voy a hacer pis y empezamos!
Un nuevo gruñido salió de la boca de Alicia.
– Vamos Alicia, id subiendo que tu hermana ahora va. 
– Esta bien…
Todo lo que tenia que hacer era pasarle a Frank las herramientas, o sujetarle lo que necesitara, así que era un tanto aburrido. Nada mas llegar Frank se quitó la camiseta.
– ¿Tienes que hacer eso? ¿Por que tengo que verte medio en bolas?
– Es un país libre, tu puedes hacer lo mismo. Ademas, muchas mujeres matarían por verme así. – Contestó, guiñando un ojo.
– Anda, cállate y empieza, que no quiero estar aguantandote toda la mañana.
Frank se subió a una silla y comenzó a marcar la pared para hacer unos taladros. La diferencia de altura dejó a la chica una vista perfecta de las abdominales del chico y de su…
– ¡Ya estoy aquí! – Exclamó Claudia al entrar. Alicia rápidamente apartó la mirada, roja como un tomate, y comenzó a rebuscar en la caja de herramientas como si fuese lo mas interesante del mundo. – ¿Que necesitáis que haga?
– Pues de momento animar el ambiente, por que tu hermana esta de un humor de perros… – Contestó el chico.
– O mas bien de perras. Lo que le hace falta es que le den un buen meneo.
– ¡Claudia! – Replicó Alicia, enfadada. – Si vas a venir aquí a tocar los cojones ya te estás yendo.
– Vale vale… No me muerdas…
– Acércame el taladro, anda. – Cortó Frank. 
Alicia, mientras ignoraba la charla entre el chico y su hermana metiéndose con ella, echaba miradas furtivas al cuerpo que tenía enfrente. Realmente podía llegar a entender que su madre se hubiese fijado en él, aunque no le gustase reconocerlo. Tenía un cuerpo musculoso y fibrado, alto, atlético… Seguramente se había aprovechado de ella en algún momento de debilidad…
¿Cuando había sido la primera vez? ¿Cuantas veces lo habían hecho? ¿Cuanto tiempo llevaban haciéndolo? Por lo que les escuchó ayer, habían repetido varias veces, por que según Frank su madre había mejorado…
– ¿…me escuchas? ¿Ali?
Volvió a la realidad.
– ¿Eh? S-Si… ¿Que quieres ahora?
– Sujeta aquí.
Alicia se levantó poniéndose a su altura para sujetar la persiana. Le llegó el olor corporal del chico, mezcla de su gel de baño y sudor. Contrariamente a lo que podía pensar, era bastante agradable.
– ¡Claudia! – Sonó desde el piso de abajo. – ¡Ven a echarme una mano!
La chica salió de la habitación corriendo.
Volvían a estar solos.
Alicia no podía ni mirarle a la cara.
– Mas arriba.
– ¿Que?
– Que sujetes mas arriba. ¿Que te pasa? Estás en babia.
– Yo… – Veía los musculosos brazos haciendo fuerza con el taladro. Las palabras se le atragantaron.
– A ver si va a ser verdad que necesitas un polvo, como dice tu hermana.
Eso fue la gota que colmó el vaso. Verle follando con su madre, llamándola su “zorrita”, haber llamado a Gonzalo desesperada, follar con el y, a diferencia de otros tiempos, haberse quedado a medias. Sus juegos con “Manolo”, correrse pensando en…
Dejó caer lo que estaba sujetando.
– ¡¿Pero que haces?! 
– ¡Cállate! !Yo no soy una zorrita!
– ¡¿Que?! – Frank no entendía nada. – ¿De que me estás hablando?
– Ayer os vi. A ti. Y… A mi madre. Eres un cerdo, ¿Como has podido…?
La cara de Frank cambiaba a medida que escuchaba, pasó de sorpresa a mostrar una socarrona sonrisa.
– ¿Asi que nos viste? ¿Cuando fue? ¿Ayer? Me dio la impresión de haber oído algo, pero estaba bastante ocupado como para preocuparme por ello.
Alicia le soltó una fuerte bofetada que casi le hace caer de la silla.
– Como se te ocurra volver a tocar a mi madre…
– ¿Que? ¿Que vas a hacer? Tanto tu madre como yo somos lo suficientemente mayorcitos para saber lo que hacemos. Y te aseguro que tu madre sabe muy bien hacerlo.
Nuevamente Alicia se lanzó contra él, pero ahora estaba prevenido. La agarró y bajaron los dos al suelo, forcejeando. Era demasiado fuerte, la chica no tenia nada que hacer. Frank la cruzó los brazos ante el pecho y, de espaldas, la apretó contra él para inmovilizarla. Alicia se quedó paralizada, podía notar perfectamente contra su culo el enorme rabo del chico.
– Vale ya de comportarte como una niñata, no tienes ni idea, así que no hables sin saber. Tu madre y yo vamos a seguir haciendo lo que queramos, quieras tú o no.
Entonces, casi imperceptiblemente, Frank notó como Alicia movía ligeramente el trasero.
Guardó silencio.
Dio la vuelta a la chica y la agarró del cuello.
– ¿A lo mejor lo que tienes es envidia?
– S-Sueltame, no digas tonterías.
– Dime, ¿Te pusiste cachonda viendo como me follaba a tu madre? – Alicia apartó la mirada. – ¿Te gustaría haber estado en su lugar? – La sonrisa del chico se hacia cada vez mas grande. – Viste como me la comía, como le gustaba, estaba disfrutando como una perra. ¿Eres una perra tu también?
– No… Dejame… 
Frank llevó su mano a la entrepierna de Alicia y apretó ligeramente su sexo.
– ¿Estas cachonda ahora? – La chica tenía la boca entreabierta y dejó escapar un leve gemido. – No puedes ocultarlo, lo llevas en la sangre, eres una zorra al igual que tu madre.
Aunque Alicia sabía que debía enfadarse por ese comentario, extrañamente la calentó mas aún. Quería abandonarse al placer, dejarse llevar y quitarse la obsesión que crecía en su mente desde su pequeña sesión de voyeurismo.
Frank la soltó y la empujó suavemente el hombro hacia abajo y Alicia se dejó caer de rodillas. Era como si estuviese fuera de su cuerpo y no tuviese ni la capacidad ni la voluntad de frenar sus actos. Vio como Frank desabrochaba sus pantalones y mostraba ante ella una enorme polla aún sin estar empalmado.
– Vamos Ali, seguro que sabes bien lo que tienes que hacer.
Tímidamente atrapó el monstruo entre sus manos y lo miró absorta. Podía notar como reaccionaba al contacto, como sus venas se remarcaban poco a poco y, mientras comenzaba un ligero movimiento de vaivén, como empezaba a ponerse más y más dura.
Usaba las dos manos y aún así no podía agarrarla entera. En unos pocos segundos tenía el enorme falo apuntando a su cara en toda su extensión.
“¿Mi madre se tragó esto entero?” Fue lo único que pasaba por su cabeza. Estaba absorbida por la negra piel que tenía entre manos. Sacó la lengua y se acercó lentamente, notando el olor de la polla mientras se acercaba. Lamió ligeramente el glande una vez y luego otra, humedeciéndolo con su saliva, viendo como relucía debido a ello.
Tenía un sabor parecido a la polla de Gonzalo y a la vez distinto, no sabría explicarlo. Miró a Frank a los ojos mientras lamía y vio la sonrisa de satisfacción en su boca. Y su mirada…
Era una mirada de superioridad, como sabiendo que la chica que tenía ante él estaba a su merced. Era su zorrita.
Alicia se estremeció al pensar en ello y comenzó a introducir el rabo en su boca. Comenzó un rítmico movimiento con el cuello, intentando tragar un poco mas en cada acometida, sentía que iba a ahogarse si continuaba, pero no deseaba parar.
Cuando vio que era imposible introducirla más, acompañó la mamada con sus manos, masturbando mientras tragaba. Aumentó la velocidad, veía como la miraba Frank y eso la ponía todavía más. Se sentía sometida, era su zorrita, era su puta.
– Eres una chupa pollas de primera, igual que tu madre. – Frank agarró la nuca de la chica y acompañó sus movimientos. – No te preocupes, poco a poco acostumbrarás la garganta hasta que te la puedas tragar toda. Vas a disfrutar notando mis huevos rebotar en tu barbilla.
Alicia separó la boca y se dispuso a replicar pero, en vez de eso, levantó el rabo del chico y comenzó a lamerle las pelotas. Estaba desatada, ¿Como había llegado a tal punto?
Llevó su lengua desde los huevos a la punta y se la metió de golpe de nuevo, acelerando sus movimientos.
– Eso es puta, eso es. Siempre he sabido que detrás de esa actitud de mierda se escondía una verdadera guarra. Sois todas iguales, lo lleváis en la sangre. Pufff…. No pares ahora, ya viene la merienda putita, no dejes escapar nada.
Las manos de Frank se aferraron con fuerza a la nuca de la chica, impidiéndola separarse. Alicia podía notar como el rabo palpitaba, anunciando la inminente corrida que tendría que tragar sin remedio.
– ¡¿Como vais chicos?! – Se oyó a la madre de Alicia desde el piso de abajo. – ¡¿Os falta mucho para acabar?!
– ¡No! – Contestó Frank, descargando en la garganta de Alicia. – ¡Ya estamos acabando!
Alicia no esperaba la cantidad de semen que recibió. Casi se atraganta. Los primeros chorros fueron directos a su garganta pero después Frank la separó lo suficiente como para llenarle la boca de leche. La chica tenía los ojos llorosos y después de tragar comenzó a toser. Rápidamente Frank sacó el móvil y, antes de que la chica pudiera reaccionar, le hizo una foto.
 
 
– Mas vale que te recompongas, putita. Creo que sube alguien.- Dijo Frank mientras se abrochaba los pantalones.
 Rápidamente se levantó y Frank volvió a subirse a la silla.
– ¿No deciais que ya habíais acabado? – Preguntó Claudia cuando entró. – ¡Estais igual que cuando me fui!
– Os entendí mal. – Se excusó Frank. – Me refería a que ya había acabado con tu hermana. – La cara de Alicia se tornó roja y bajó la vista al suelo. – Lleva un rato tocandome los huevos y hemos discutido, pero ya se va a portar bien, ¿Verdad? 
– S-Si… – Asintió Alicia, esperando que su hermana no sospechase nada. – Aunque ahora me encuentro un poco mal… Creo que me ha sentado mal el desayuno… Si me disculpais…
Comenzó a salir de la habitación.
– ¡Pero si al final con las prisas no hemos desayunado nada! – Exclamó Claudia confusa.
Alicia se paró en seco, viendo que la había cagado. Balbuceó algún tipo de excusa y se fue a su cuarto.
Estuvo un par de horas sola, hasta que su hermana entró a la habitación.
– ¿Que tal estás? – Preguntó. – Ya hemos acabado todo y mamá ha ido a llevar a Frank a su casa. Ha dicho que tiene que hacer unos recados, así que no la esperemos para comer…
Alicia se puso pálida. Sabia perfectamente los “recados” que tenia que hacer su madre… 
“Ese cabrón…” pensó “¿No tiene suficiente con una?”
– En serio, ¿Te encuentras bien? ¿No te ha venido bien desahogarte?
– ¿Como? – Alicia se puso en tensión. – ¿De que hablas?
– ¿Te crees que soy tonta? – Claudia mostraba una insultante sonrisa de suficiencia. – Se perfectamente lo que has hecho, ¿Y aun así tienes esa cara de acelga? 
Alicia no sabia como reaccionar, su hermana la había pillado con Frank. ¿Se lo diría a su madre? ¿Como reaccionaría ésta?
– Por favor… No se lo digas a mamá…
– ¿A mamá? ¿Por que se lo voy a decir? ¿Te crees que cuando yo lo hago voy corriendo a contárselo?
– ¿Tu… Tu también? 
El mundo de Alicia se vino abajo. ¡Aquel cabrón iba a follarse a toda la familia!
– ¿Eres tonta? ¡Pues claro! ¡Si te lo di yo!
– ¿Que?
– ¡A Manolo! La próxima vez que lo uses, al menos cierra la puerta…
Todas las preocupaciones de Alicia desaparecieron. Su hermana “solo” la había visto masturbándose…
– ¡Ah, si! – Contestó. – L-Lo tendré en cuenta…
Casi no habló en el resto de la mañana, estaba como ida, con una mezcla de sentimientos y sensaciones abrumadora, pero la bomba llegó mientras comía el postre.
Bip Bip.
Era su teléfono móvil. Era Frank.
Cuando miró la pantalla la sangre le desapareció de la cara de la impresión, solo para volver a subir de forma mas intensa debido a la vergüenza.
Era la foto.
Se la veía arrodillada, con la boca abierta y llena de lefa. La polla de Frank estaba ante su boca, rozando sus labios, y su mirada… Sunmirada de lascivia no dejaba lugar a dudas de que estaba disfrutando de ello.
– ¿Quien es? – Preguntó Claudia.
– Nadie. Publicidad.
Bip Bip.
Otro mensaje. Otra foto.
Nuevamente se puso pálida, pero esta vez no recuperó el color. Era su madre.
Estaba en la misma posición que ella, sólo que su madre estaba completamente desnuda. La boca llena de lefa y la polla del chico ante su boca. Sus ojos lucían la misma mirada que los de su hija. 
– Sois como dos gotas de agua. – Le escribió Frank.
Alicia se disculpó ante su hermana y se fue de la cocina, las lágrimas asomaban en sus ojos.
– Cabrón. ¿No has tenido suficiente esta mañana? – Le escribió.
– Cariño, no te preocupes, hay polla para todas. Y además, tu sólo me la has mamado. A tu madre la he follado como la perra que es.
– Eres un cerdo
– No te pongas celosa, que ya te llegará el turno…
Alicia tiró el móvil a un lado y se echó a llorar.
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Relato erótico: “Desafio extremo” (POR ALEX BLAME)

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Debe ser mi pasado como deportista, pero cuando veo un desafío soy como Jesús Calleja, no cejo hasta que lo conquisto y la primera vez que la vi, acompañada de su vigilante madre, sabía que era gordo como los catorce ochomiles.
Cuando me crucé con ella por primera vez, el pañuelo blanco severamente ajustado al delicado óvalo de su  cabeza no impedía que un pequeño mechón negro y brillante como el ala de un cuervo escapase por el borde superior. Aprovechando mis gafas de espejo, disminuí un poco el ritmo de mis pasos y me dediqué  a observar a la joven.  Durante los escasos segundos que tardo en pasar ante mí, pude apreciar unos ojos grandes redondos y expresivos de color caramelo  enmarcados por unas cejas finas y unas pestañas largas y rizadas. Su nariz era pequeña y respingona, sus labios gruesos y rojos  y su cutis era pálido y suave,  sin ninguna mancha aparte de un pequeño lunar en el pómulo izquierdo, todo sin una  gota de maquillaje.
Me aparté para dejarlas pasar por la estrecha acera y aproveché para echarle un último vistazo a su cuerpo, tan rotundo y voluptuoso que el vestido largo y basto como un saco no era capaz de disimular.
A partir de aquel día comencé a acecharlas, y digo bien acecharlas porque la madre,  un esperpento pelirrojo y de malignos ojos verdes la vigilaba como un halcón y no se separaba de ella ni veinte centímetros.
Salían todos los días a caminar con aquella especie de hábitos. La única concesión que hacían en su indumentaria era un paraguas negro y grande como una carpa si llovía y unos abrigos gruesos de lana en lo más crudo del invierno.
Al principio me limité a observarlas de lejos con ropas discretas y sin quitarme las gafas de sol, pero cuando me sentí un poco más seguro,  me puse un sobrio traje negro,  me afeité  la perilla y comencé a coincidir con ellas y a saludarlas amablemente en la calle, en el supermercado o en la iglesia de santo Tomás Apóstol a la que acudían casi todos los días a oír misa a las ocho de la tarde. Cuando me las encontraba me mostraba exquisitamente solícito y jamás olvidaba saludar antes a la madre,  de dirigirme a ella cuando charlaba sobre cualquier fruslería y nunca me paraba más de dos minutos.
Poco a poco y con el paso del tiempo la relación fue afianzándose pero el avance era desesperantemente lento así que decidí  darle un empujón al asunto. Para ello le pedí un favor a mi amigo Dani que participó con mucho gusto previo pago de treinta euros y una birra.
Cuando  entraron las dos del brazo en la plaza de la iglesia,  puntualmente como todas las tardes,  se pararon en seco embargadas por el espectáculo. Allí estábamos Dani y yo discutiendo a grito pelado. Como habíamos quedado le llamé desalmado, pecador y asesino de bebes y el me propinó un izquierdazo al que yo respondí cayéndome al   suelo como un saco intentando hacerme el menor daño posible. A continuación Dani escapó corriendo con cara de gran satisfacción.
Las mujeres finalmente reaccionaron y se acercaron a mí. Yo fingí estar mareado y necesitar auxilio para levantarme y entre las dos me ayudaron a incorporarme. Por primera vez,  en cuanto la joven me tocó, ignore a la vieja harpía y le dedique una mirada de profundo agradecimiento. Enseguida  aparté la mirada y me dediqué a darle las gracias a la vieja pero no antes de comprobar en su mirada y en el ligero temblor de sus labios  la profunda emoción que había conseguido despertar en la jovencita.
Intentando no desaprovechar el momento y con una pose de profundo desaliento les conté la historia que había preparado minuciosamente.
Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada  les conté a las dos mujeres cómo mi hermano Dani había traicionado y deshonrado el nombre de la familia yéndose a vivir con una mujer divorciada, practicando el sexo con preservativo y usando la píldora del día después en repetidas ocasiones. Tras el relato y fingiéndome algo más recuperado les dejé ir a misa. Esperé un cuarto de hora y entre en la iglesia. Me senté en uno de los últimos bancos y  aguardé.

Cuando terminó  el cura y sabiendo que madre e hija se quedaban unos minutos reflexionando me acerque a él  y le pedí confesión. El cura, que no me conocía, puso cara de  escepticismo pero accedió.  Una vez arrodillado en el confesionario  y vigilando por el rabillo del ojo que era objeto de atención por parte de las dos mujeres le conté la escena de ira que había tenido lugar momentos antes así como varios pecadillos bochornosos pero sin importancia y con mi carga de avemarías y padrenuestros me dirigí al banco más cercano para hacer penitencia mientras las dos mujeres se iban de retirada sin apartar los ojos de mi atribulado personaje.
El empujón había surtido efecto y ahora cuando me encontraba a las dos “monjitas” nos parábamos a hablar durante un buen rato. A estas alturas ya me atrevía a soltar alguna mirada de casto interés a María, que así se llamaba la joven, ruborizándola y provocando miradas de fingido reproche por parte de la astuta madre.
Finalmente un día de abril, después de Semana Santa, contando con la subida de hormonas primaveral y con la prolongada separación que suponía el haberme ido a esquiar a Baqueira (para ellas una semana de profunda meditación alternada con largos periodos de ayuno en Santo Domingo de Silos) le pedí permiso a la madre para salir con su hija a pasear.
Después de cinco días de deliberaciones familiares obtuve permiso para pasear  por el parque e ir a misa, eso sí, cogidos de la mano y  vigilados estrechamente por Casilda que así se llamaba la vieja bruja.
Debíamos de ser un espectáculo de lo más chocante, incluso notaba algunas risas a mis espaldas…  también se reían de Juanito Oiarzabal cuando decía que iba a subir los catorce ochomiles.
Lo que no sabía Casilda es que como a Messi,  si me los dejan,  dos metros me bastan para hundir cualquier defensa y más si se trata de una joven de veintipocos totalmente inocente en lo que al juego amoroso se refiere.
El primer paso era hacerla reír, lo cual conseguía contándole  inocentes chistes para niños que sacaba de internet. Luego poco a poco fui elevando el tono y la seriedad de mis relatos eso si manteniendo la vista al frente y simulando total naturalidad, pero notando como la mano de la chica ardía, sudaba y se estremecía.
El domingo, después de misa  invité a Casilda y a su hija a cenar un potaje de garbanzos y un poco de pescado para agradecerles su paciencia conmigo. Ellas aceptaron sin sospechar para nada que una peligrosa trampa se estaba cerrando entorno a ellas.
Las invité a entrar,  entré cortésmente tras ellas y con discreción di dos vueltas a la cerradura  y guarde la llave en el bolsillo.
La mesa estaba puesta en el salón comedor y sin dejar a Casilda rechistar la senté delante del televisor a ver el DVD que había regalado El Progreso  con la toma de posesión del nuevo obispo, mientras me llevaba a María a la cocina con la excusa de que me ayudase a freír los jureles.
En cuanto entramos en la cocina la agarré por el cuello y utilizando mi cuerpo para inmovilizarla contra la pared  la besé.  María respondiendo a años de adoctrinamiento ultracatólico reaccionó intentando debatirse, pero en cuanto  solté su cuello e introduje  mi lengua en  su boca la sorpresa se convirtió en excitación.
Con las mejillas ruborizadas y la respiración agitada me abrazo y me devolvió el beso, primero con timidez, sin saber muy bien que hacer, luego dejándose llevar por su deseo y su instinto. Sabía a canela y clavo.
Desde el comedor llegó la voz de su madre preguntando si necesitábamos ayuda rompiendo el hechizo. Separé los labios para decirle  que estaba todo controlado y aprovechando el momento María se escurrió y se dirigió hacia el frigorífico para sacar el pescado.
Aparentando haberme calmado saqué la sartén y el aceite mientras ella enharinaba el pescado. Le deje la iniciativa y enseguida se adueñó de los fogones con una sonrisa, consciente de que le miraba el culo con descaro. Me acerqué y le quité el pañuelo, una suave cascada de pelo negro y brillante se derramó por su espalda hasta casi rozar su cintura. Tiré suavemente de el para descubrir su cuello y poder besarlo, ella soltó el mango de la sartén y se dobló dócilmente gimiendo de placer. Mientras acariciaba su pelo con una mano, ceñí su cintura con la otra apretando mi incipiente erección contra su culo. El pescado crujía, chisporroteaba y se doraba  lentamente igual que mi entrepierna. Incapaz de contenerme agarre sus pechos con fuerza.  María se puso rígida un momento pero se dejó hacer. Sus pechos, grandes como cantaros me resultaron blandos y acogedores incluso a través del basto tejido del vestido.
Con una disculpa me separe de ella y aparentando turbación por mi osadía cogí la fuente del pan y la llevé al salón. Como me había imaginado, Casilda pudiendo elegir entre varios cómodos butacones, escogió una silla pesada y de respaldo recto, sin cojín y con unos reposabrazos labrados, incómodos y duros como piedras. Totalmente abrumada por la ceremonia que estaba viendo en la tele no se dio cuenta como me acercaba por detrás. Con dos movimientos rápidos y repetidamente ensayados le até con unas bridas los brazos a los reposabrazos y antes de que se le ocurriese protestar,  estaba amordazada con un  trozo de sábana. La mujer intentó debatirse pero la silla de madera de castaño vieja y maciza apenas se movió. Con una sonrisa y un guiño la dejé y fui a la cocina.
Cuando volví a la cocina María estaba sacando los peces de la sartén. Con suavidad la aparte del pescado frito y maloliente mientras le acariciaba la cara, le besaba suavemente y le susurraba palabras de amor.
Cogiéndola de la mano y tirando suavemente de ella la llevé al salón. Cuando vio a su madre atada se sobresaltó pero un nuevo beso largo, húmedo y profundo acabó con su voluntad. Sin dejar de mirarla a los ojos le quite el burdo vestido y la sencilla ropa interior de algodón.
María,  avergonzada y temblorosa por la mirada reprobadora de su madre, intento tapar su cuerpo  rotundo y voluptuoso pero yo, tranquilizándola con palabras suaves y arrulladoras, le aparte los brazos hasta que se quedó allí, en el medio del salón, quieta como una estatua, con los brazos inertes a los lados mientras yo disfrutaba  admirando su cuerpo turgente y juvenil.
María bajo la cabeza y esperó. Yo me limite a disfrutar del momento y a observar sus pechos grandes y pesados con los  pezones rosados y pequeños, su vientre liso y sus piernas largas y torneadas. Avance unos pasos y la rodeé rozando su pubis con la punta de mis dedos provocándole un estremecimiento.
Tuve que contenerme para no dar un tremendo estrujón a ese culo y tomarla en ese mismo momento pero conteniéndome a duras penas,  me acerqué a la madre, la cual no paraba de moverse intentando liberarse.
-¿Verdad qué es una auténtica belleza? ¿Verdad que parece haber sido creada para pecar? –Le susurre a Casilda al oído –El hecho de haber esperado durante tanto tiempo la hace aún más apetitosa.
-¿Te acuerdas de tu primera vez? –Continué mientras observaba como María esperaba pacientemente con la mirada baja –seguramente tenías tan poca idea como la tiene ella ahora mismo. Igual que tú se asustará y temblará de miedo como un pajarillo cuando vea mi cuerpo desnudo y mi verga empalmada. Para cuando entierre mi miembro en su coño seguirá temblando, pero será de placer.
La vieja harpía se debatía e intentaba gritar atragantándose con la tela que tenía alojada en su garganta, tosiendo y moqueando. Sin hacer caso de su furia me quité toda la ropa hasta quedar totalmente desnudo y me acerqué a María. Ésta, acobardada por mi miembro erecto balanceándose obscenamente, dio un paso atrás.
Cuando me acerqué la tome por la nuca y la besé dejando que mi  polla rozara su vientre. El contacto con su piel suave y cálida fue exquisito. Le cogí la mano y la guie hacia mi polla. María la agarró, primero con dudas y luego con curiosidad. Al descubrir el glande se inclinó para ver mejor. Su boca estaba a escasos centímetros de mi polla y aprovechando el momento acerque mi glande a sus labios y lo metí en su boca.  Acostumbrada a obedecer María no opuso resistencia y arrodillándose empezó a chupar y a lamer siguiendo mis instrucciones mientras yo miraba malévolamente a los ojos desorbitados de su madre.
María, olvidada toda vergüenza, se incorporó y subiéndose a la mesa abrió sus piernas dejando a la vista su sexo excitado y anhelante. Me acerqué y acaricié con mis manos la mata salvaje de pelo que cubría su pubis y su sexo. Con mis dedos acaricié su vulva que reaccionó inmediatamente congestionándose y los metí en el interior de su vagina hasta chocar con el himen. María suspiro y levantó levemente las caderas intentando incitarme a seguir adelante.
Me incliné y le besé los muslos que olían a agua de rosas. Poco a poco mi lengua fue avanzando hasta que todo su sexo estuvo en el interior de mi boca.  María abrió más las piernas y tirando de mi pelo y gimiendo acompañó los movimientos de mi lengua con sus caderas. Me erguí y dejé que mi miembro erecto y brillante por la saliva de María descansase sobre su vientre  golpeando su vulva  suavemente  con mis testículos.
Tiré de ella para besarla y mi polla quedo aprisionada entre nuestros vientres. Cuando noto que mi polla superaba ampliamente la altura de su ombligo se asustó un poco y tuve que tranquilizarla. La besé y estrujé sus pechos disfrutando esta vez sin impedimentos de la suavidad de su piel. Con mis labios agarre sus pezones y se los chupe arrancándole nuevos gemidos.
Con la voz ronca por el deseo se volvió a tumbar y me pidió que fuese dulce con ella. Excitado como un burro le separé las piernas y lubricando mi pene a conciencia lo introduje en su vagina. Casi inmediatamente la punta de mi glande chocó con su virginidad. Tomándome mi tiempo y preparando a María lo tanteé un par de veces para comprobar su resistencia y luego con un movimiento seco  atravesé su himen.  María soltó un breve grito, yo continúe empujando poco a poco hasta que toda mi polla estuvo enterrada en su coño. Con suavidad empecé a entrar y salir, disfrutando de su sexo estrecho caliente y suave. María gemía y loca de placer me suplicaba que le diese más. Mi ritmo se fue acelerando,  abriéndome paso sin piedad en su interior , “citius altius fortius” hasta inundar su vagina con mi corrida.
María, al notar como mi pene escupía  el semen en su interior  paro de moverse, creyéndose satisfecha pero  tiré de ella y poniéndola de pie le di la vuelta y la penetré por detrás. Con cada embestida su culo temblaba y sus piernas vacilaban. María gritaba cada vez más fuerte a medida que iba acercándose al climax hasta que el orgasmo la dejó totalmente muda y sin aliento. Con el cuerpo temblando y paralizado por las descargas del orgasmo no pudo impedir que yo continuase penetrándola esta vez con una furia salvaje.  Enseguida note que tras un leve momento de duda separo las piernas y poniéndose de puntillas, levanto las caderas para hacer más profunda mi penetración.  Ahora ambos jadeábamos con el esfuerzo y nuestros cuerpos estaban cubiertos de sudor como dos purasangres.
Le pregunté si le gustaba y girando la cabeza con los ojos empañados por el deseo me respondió afirmativamente y me dijo que me amaba. Yo aprovechándome sin escrúpulos de su inocencia le dije que me tenía que dar una última prueba de su amor.
Sin esperar su respuesta  acaricie su culo y separe los cachetes dejando a la vista la diminuta abertura de su ano. Con firmeza pero con suavidad fui introduciendo mi pene poco  a poco hasta que estuvo dentro en su totalidad. María se limitó a adoptar una  postura más cómoda mientras soltaba un largo y quedo gemido.
Su culo era aún más estrecho y delicioso, y mientras la penetraba lentamente notaba como se contraía involuntariamente estrujándome aún más la polla. Con mis manos rodeé  su cintura y le acaricié el clítoris mientras aumentaba la fuerza de mis penetraciones.  Enseguida noté  que se relajaba y comenzaba a disfrutar.
En ese momento María me aparto y me sentó en una silla. Poniéndose de espaldas a mí, se agachó enseñándome su sexo ardiente y el interior de sus piernas por el que resbalaban sangre sudor y semen.  Sin esperar a que yo tomase la iniciativa pasó su mano entre las piernas y agarrando mi pene volvió a metérselo por el culo. Con todo el peso de su cuerpo se dejaba caer sobre mi verga cada vez más rápido mientras con las manos se acariciaba el clítoris. Mis manos recorrían su cuerpo a placer estrujando sus pechos, tirando de sus pezones  y explorando con mis dedos su boca y su coño húmedos y calientes.
Momentos después María se corrió, sin darle tregua me levanté,  con mi polla aún en su culo la guie contra la pared y tirando de su pelo con fuerza empuje salvajemente hasta  que, sacando mi polla de su culo me corrí sobre su cuerpo contraído y palpitante por el placer y la incómoda postura que le obligaba a adoptar.
Cuando la solté María calló en el suelo desmadejada. Su cara surcada por un reguero de lágrimas me miraba con sacrílega adoración.
-¿Verdad que hacemos buena pareja suegra? –Dije acercándome a Casilda y poniendo mi miembro aún erecto y  a la altura de sus ojos.
La mujer echaba fuego y relámpagos por los ojos, yo ignorándola me acerqué a María y le ayude a levantarse. Al  ver la mirada acusadora de su madre María se puso a temblar arrepentida    pero  yo  le abracé con ternura y la tranquilicé diciéndole que todo estaba bien, que no había hecho nada malo.
A continuación me la llevé a  mi dormitorio donde le esperaba un regalo.
María abrió la caja de cartón más sorprendida que ilusionada. Cuando vio el vestido de tirantes y las bailarinas a juego se quedó mirándolos sin saber muy bien que hacer. La animé a ponérselos y a mirarse al espejo. Había acertado con la talla y estaba fantástica. La luz proveniente de la ventana atravesaba el vaporoso vestido veraniego  perfilando la sinuosa silueta de la  muchacha.
-Ahora vamos a charlar con tu madre.
Cogí su mano y tiré suavemente de ella para que me siguiese, cosa que hizo a regañadientes. Cuando entramos de nuevo en el salón Casilda estaba un poco más calmada.
-Ante todo no quiero  gritos ni escándalos. Con esto sólo conseguirás perjudicarte a ti y a tu hija. – comencé mientras le quitaba la mordaza.
-Has convertido a mi hija en una Jezabel –dijo Casilda con voz áspera.
– Te equivocas la he dado a una mujer de veintitrés  años la capacidad de elegir. De sentirse, independiente, hermosa y deseada.
-Es demasiado joven y tú te has aprovechado de ella. La has mancillado y ahora es una mujer vulgar, una puta a la que todo el mundo mirará con desprecio. –Dijo Casilda intentando que María se encogiese con cada palabra.

-Despierta, ya no estamos en el siglo diecinueve, la gente que os encontráis por la calle ya os mira con desprecio, -repliqué rodeando los hombros de María para darle valor. – y María tiene derecho a decidir con su vida…
-¡Basta ya! –Estalló María deshaciéndose de mi abrazo. –Madre, ya soy mayor de edad. Puedo hacer con mi vida lo que quiera. Te quiero y también amo a Dios, pero no estoy dispuesta a vivir como una monja el resto de mi vida, ni a vestir como un esperpento, ni a someterme a normas absurdas.
-Y tú, cerdo, -se dirigió a mí clavándome el dedo en el pecho -¿Cómo te atreves a atar a mi madre como un fardo y obligarla a presenciar todo esto? Eres un cabrón y quiero que sepas que me están entrando ganas de denunciarte por secuestro y violación.
Las cosas se estaban poniendo feas y un sudor frio comenzaba a recorrer mi espalda.
-Yo no…
– ¡Tú te callas!
-Bien dicho hija vamos ahora mismo al juzgado. –dijo la vieja oliendo la sangre.
-¡Y tú también! Aquí nadie va a ir al juzgado a menos que me vea obligada. Lo que vamos a hacer es ir a hablar con el cura inmediatamente y después de confesar todo lo que hemos hecho mañana mismo nos casamos…
-Un momento… -intenté objetar  acorralado.
-¿Prefieres ir a la cárcel mi amor? Si quieres llamamos ahora mismo a la policía y arreglamos esto. –dijo María mientras cortaba las bridas y soltaba a su madre.
Casilda y yo nos miramos compungidos, aquella chica supuestamente inocente nos había vencido a los dos. No sé cómo se sentiría la vieja pero yo me sentí igual que Mallory al perder el pie después de haber estado en la cima del mundo.
María me cogió de la mano y agachándose para recoger su antigua ropa salió de casa con su madre pisándonos los talones.
Cuando salimos a la calle María se dirigió con paso decidido al contenedor y tiro la ropa que  había aborrecido durante tanto tiempo.
-Tranquilo mi amor –dijo mirando mi atribulado rostro, pegando su cuerpo contra el mío y cogiéndome los huevos por encima del pantalón –si hace falta iré a confesarme todos los días, pero voy a hacerte muy feliz.

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“UNA EMBARAZADA Y SU DINERO, MIS MEJORES AFRODISIACOS” Libro para descargar (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Descubrir que una embarazada y yo somos herederos de una fortuna, reavivan mi alicaído libido. Con 42 años, las mujeres habían pasado a un segundo plano hasta que me enfrenté a ese cuerpo germinado. Los pechos, el culo de Ana y su dinero se convirtieron en mis mejores afrodisíacos

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:
 
Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

Capítulo uno

Como a muchos hombres de mi generación, el estrés continuado durante años producto del trabajo me había llevado a una inapetencia sexual. Aunque sea duro reconocerlo, no me considero un bicho raro al confesaros que, con cuarenta y dos años, las mujeres habían pasado a segundo plano en mi vida. Sin ser un eunuco, ya no eran mi prioridad y prefería una buena comilona con un grupo de amigos tras un partido de futbol a un revolcón con la putita de turno. Siendo heterosexual convencido y probado, era consciente de la belleza de determinadas mujeres que revoloteaban a mi alrededor pero me consideraba inmune a sus encantos. Simplemente no me apetecía perder mi tiempo en la caza y captura de una de ellas.
Lo más curioso de asunto es que todo lo que os he contado antes cambió con la persona menos indicada y en las circunstancias más extrañas. Os preguntareis cuándo, cómo y con quién se dio ese cambio. La respuesta es fácil:
“Con mi prima Ana, al verla embarazada y en Filipinas”.
Como en tantas historias, todo comenzó por un hecho fortuito y en este caso luctuoso: la muerte de un tío. Evaristo, el difunto era un familiar que después de la guerra había organizado las maletas y se había ido al extremo oriente en busca de fortuna. En mi caso, solo lo había visto una vez y eso hacía muchos años. Por eso me sorprendió la llamada de un abogado, avisándome de su muerte y de que me había nombrado heredero.
No creyendo en mi suerte, le pregunté cuanto me había dejado. El letrado me contestó que no lo sabía porque esa encomienda era un encargo de un bufete de Manila del que ellos solo eran representantes. De lo que sí pudo informarme fue que al lunes siguiente se abriría el testamento en sus oficinas con las presencia de todos los beneficiarios.
―¿Hay más herederos?― molesto pregunté.
El tipo al otro lado del teléfono notó mi tono y revisando sus papeles, respondió:
―Son dos. Usted y Doña Ana Bermúdez.
Así me enteré que mi prima Ana era la otra afortunada.
«Es lógico. Somos sus parientes más cercanos», pensé al recordar que ese hombre era el hermano de nuestro abuelo.
A pesar de haber perdido el contacto con ella, me tranquilizó saber con quién iba a tener que compartir lo mucho o lo poco que nos había legado ya que Ana siempre me había parecido una persona bastante equilibrada. Por ello, confirmé mi asistencia a la apertura del testamento y anotándolo en mi agenda, me desentendí de ello.

La cita en el bufete.
He de reconocer que una vez en casa, fantaseé con la herencia y me vi como un potentado a cargo de una plantación de tabaco al hacer memoria que el tal Evaristo se vanagloriaba de la calidad de los puros que elaboraba en esas tierras mientras gastaba dinero en el pueblo sin ton ni son, con el objeto de restregar a toda la familia su éxito.
«Quién me iba a decir que iba a disfrutar del dinero que ese viejo ganó con tanto trabajo», ilusionado medité al caer en la cuenta que el bufete al que iba a ir era uno de los mejores de Madrid y por ello asumí que el legado debía de ser importante.
Por ello, intenté contactar con Ana para conocer de antemano cuál era su sentir en todo ello, pero me resultó imposible porque increíblemente nadie que conocía tenía su teléfono.
«¡Qué raro!», me dije tras darme por vencido, «es como si hubiese querido romper con todo su pasado». No dando mayor importancia a ese hecho, la mañana en que iba a conocer cuál era mi herencia, ve vestí con mis mejores galas y acudí a la cita.
Tal y como era previsible, las oficinas en que estaban ubicado ese despacho de abogados destilaban lujo y buen gusto. Quizás por ello, me sentí cortado y tras anunciarme con la recepcionista, esperé sentado que me llamaran tratando de pasar desapercibido. Al salir de casa creía que mi vestimenta iba acorde con la seriedad de la reunión pero, al llegar a ese sitio, deseé haberme puesto una corbata.
«Esto está lleno de pijos», mascullé cabreado asumiendo que me encontraba fuera de lugar. Si ya me consideraba inferior, esa sensación se incrementó al reconocer a mi prima en una ricachona que acababa de entrar por la puerta. Envuelta en un abrigo de visón y con peinado de peluquería, Ana parecía en su salsa. Si yo había dado mi nombre y poco más, ella se anunció exigiendo que la atendieran porque tenía prisa.
«¡Menuda borde!», pensé al escuchar sus malos modos.
Levantándome de mi asiento, me dirigí a ella y saludé. La frialdad con la que recibió mis besos en sus mejillas me confirmó que en esa altanera mujer, nada quedaba de la chiquilla inocente que había sido y por eso volví a sentarme, bastante desilusionado. La diferencia de trato, me quedó clara cuando a ella la hicieron pasar directamente a un despacho.
«A buen seguro, Ana es la beneficiaria principal y yo en cambio solo recibiré migajas», sentencié mientras intentaba mantener la tranquilidad.
Enfrascado en una espiral autodestructiva esperé a que me llamaran. Afortunadamente la espera duró poco ya que como a los cinco minutos, uno de los pasantes me llamó para que entrara a la sala de reuniones. Allí me encontré con cuatro abogados de un lado y a mi prima del otro. No tuve que ser un genio para leer en su rostro el disgusto que le producía mi presencia.
«Debió pensar que ella era la heredera universal de Evaristo», comprendí al ver su enfado.
No queriendo forzar el enfrentamiento que a buen seguro tendríamos en cuanto nos leyeran el testamento, pregunté cuál era mi sitio. El más viejo de los presentes me rogó que me sentara al lado de ella y sin dar tiempo a que me acomodara, comenzó a explicar que nos había citado para darnos a conocer el legado de nuestro tío.
―Corte el rollo, ¿cuánto me ha dejado?― fuera de sí, le recriminó mi prima.
Su mala educación no influyó al abogado que, con tono sereno, le contestó que no sabía porque antes tenía que abrir el sobre que contenía sus últimas voluntades.
―Pues hágalo, no tengo tiempo que perder.
El sujeto, un auténtico profesional, no tomó en cuanta la mala leche de mi familiar y siguiendo los pasos previamente marcados, nos hizo firmar que en nuestra presencia rompía los sellos de ese paquete. Os juro que para entonces se me había pasado el cabreo al ver el disgusto de esa zorra y gozando a mi manera, esperé a que el abogado empezara a leer el testamento.
Tras las típicas formulas donde se daba el nombre de mi tío y el notario declaraba que a pesar de su edad tenía uso pleno de sus facultades, fue recitando las diferentes propiedades que tenía en vida. La extensa lista de bienes me dejó perplejo porque aunque sabía que mi tío era rico nunca supuse que lo fuera tanto y por ello, cuando aún no había terminado de nombrarlas, ya me había hecho una idea de lo forrado que estaba.
«¡Era millonario!», exclamé mentalmente y completamente interesado, calculé que aunque solo recibiera un pequeño porcentaje de su fortuna me daría por satisfecho.
Ana se le notaba cada vez más enfadada y solo pareció apaciguarse cuando el letrado empezó a leer las disposiciones diciendo:
―A mi adorada sobrina, Doña Ana Bermúdez, en virtud de haber dedicado sus últimos años a cuidar de mí…― la cara de mi prima era todo satisfacción pero cambió a ira cuando escuchó que decía― …le dejo el cincuenta por ciento de mis bienes.
Durante unos segundos, mantuvo el tipo pero entonces fuera de sí empezó a despotricar del viejo, recriminándole que ella era la única que se había ocupado de él.
El abogado obviando sus quejas, prosiguió leyendo:
―A mi sobrino, Manuel Bermúdez, como único varón de mi familia le dejo el otro cincuenta por ciento siempre que acepte cumplir y cumpla las condiciones que señalo a continuación…―os juro que mi sorpresa al saberme coheredero de esa inmensa fortuna fue completa y por eso me costó seguir atendiendo― …Primero: Para hacerse cargo de la herencia, debe vivir y residir en mi casa de Manila durante un mínimo de dos años desde su aceptación. Para ello, su prima Ana deberá prepararle la habitación de invitados o cualquier otra de la zona noble.
«La madre tendré que vivir con esa engreída», pensé.
El abogado siguió diciendo:
―Segundo: Deberá trabajar bajo las órdenes de la actual presidenta de mis empresas durante el mismo plazo.
No me quedó duda de quién era esa señora al ver la cara de desprecio con la que Ana me miraba.
―Tercero: La aceptación de su herencia deberá hacerse ante mi notario en Manila dando un plazo de quince días para que lo haga. De negarse a cumplir lo acordado o no aceptar la herencia, el porcentaje a él asignado pasará directamente a su prima Doña Ana Bermúdez.
Esas condiciones me parecieron fáciles de cumplir teniendo en cuenta que estaba hasta los huevos de mi trabajo como simple administrativo en una gran empresa y por eso, nada más terminar el abogado dije:
―¿Dónde hay que firmar?
El sujeto se disculpó y me recordó que según el testamento debía hacerlo en Filipinas y ante la ley de ese país. Dando por sentado que tenía razón ya me estaba despidiendo cuando escuché a mi prima que con tono duro decía:
―¿Nos pueden dejar solos? Manuel y yo tenemos que hablar.
Los abogados previendo que iba a producir una confrontación entre nosotros, desaparecieron por arte de magia.
Al quedarnos únicamente ella y yo en esa habitación, Ana se quitó el abrigo de pieles y dejándolo sobre uno de los sillones, se dio la vuelta y me soltó:
―¿Cuánto quieres por renunciar a todo?
La dureza de sus palabras me pasó desapercibida porque en ese momento mi mente estaba en otro planeta porque al despojarse de esa prenda, me permitió admirar la sensual curvatura de su vientre y la hinchazón de su busto.
«¡Está embarazada!», concluí más excitado de lo normal al recorrer con mi mirada su preñez.
Aunque siempre me habían parecido sexys las barrigas de las mujeres esperando, os tengo que confesar que cuando descubrí su estado, algún raro mecanismo subconsciente en mi interior se encendió y puso a mis hormonas a funcionar.
«¡Está buenísima!», pensé mientras por primera vez la contemplaba como mujer. Olvidando su carácter, me quedé prendado de esos pechos que pugnaban por reventar su blusa y contra mi voluntad, me imaginé mamando de ellos.
Mi “querida” prima creyó que mi silencio era un arma de negociación y sacando la chequera, con la seguridad de alguien acostumbrado a las altas esferas, me preguntó:
―¿Con medio millón de euros te sentirías cómodo?
Ni en mis sueños más surrealistas hubiera creído que de esa reunión saldría con esa suma pero para desgracia de esa pretenciosa, mi cerebro estaba obcecado contemplando el erotismo de sus curvas y nada de lo que ocurriera en esa habitación podría hacer que me centrara tras haber descubierto unas sensaciones que creí perdidas.
«Esta puta me pone cachondo», alucinado determiné al notar que mi sexo se había despertado tras meses de inactividad y que en esos momentos lucía una erección casi olvidada.
―Entonces, un millón. ¡No pienso ceder más!― subrayó cabreada.
Su ira, lejos de hacerla menos deseable, incrementó su erotismo y ya sumido en una especie de hipnosis, fui incapaz de retirar mis ojos de los pezones que se podían vislumbrar bajo su blusa.
«Debe de tenerlos enormes», medité mientras soñaba en el paraíso que significaría tenerlos a mi alcance, «daría lo que fuera por mordisquearlos».
―¡Solo un idiota rechazaría mi generosa oferta!―chilló ya descompuesta.
Su insulto exacerbó mi fantasía e imaginando que era mía, me vi sometiéndola. Ninguna mujer me había provocado esos pensamientos y por ello me intrigó que tras años de sexualidad aletargada, esa preñada me hubiese inyectado en vena tanta lujuria.
«¡Me la ha puesto dura!», sonreí.
Mi sonrisa nuevamente fue malinterpretada y tomada como una ofensa. Ana, dio por declarada la guerra y llena de ira, me soltó:
―No tienes idea de lo hija de puta que puedo ser. Te conviene aceptar mi oferta. Filipinas es mi terreno y si vives conmigo, ¡te haré la vida imposible!
Esa nada sutil amenaza tuvo el efecto contrario. Mi prima me la había lanzado con la intención de acobardarme pero al saber que viviría con ella, hizo que todas las células de mi cuerpo hirvieran de pasión.
―Ya veremos― respondí y dando por zanjado el tema, me acerqué a ella.
Ana se quedó de piedra cuando ya a su lado y mientras me despedía, susurré en su oído:
―Por cierto, nunca me imaginé que mi primita se había convertido en una diosa.

Quemo mis naves.
Saliendo de los abogados, decidí irle a decir adiós a mi jefe. Tras diez años de esclavitud y explotación en sus manos, ese capullo se merecía que alguien le cantara las cuarenta. A muchos os parecerá una locura quemar las naves de esa forma pero, asumiendo que lo mínimo que iba a sacar era el millón de euros que me había ofrecido, me parecía obligado hacerle saber a mi superior lo mucho que le estimaba.
Por eso cuando llegué a la oficina, sin pedir permiso, entré en su despacho y subiéndome a su mesa, me saqué la polla y le meé encima. Tras ese desahogo y mientras ese mequetrefe no paraba de chillar, recogí mis cosas y dejé para siempre ese lugar.
«¡Qué a gusto me he quedado!», pensé ya en la calle al recordar la cara de miedo que lucía ese cabronazo mientras le enchufaba con mi manguera. Acostumbrado a ejercer tiránicamente su poder, Don José se había quedado reducido a “pepito” al verme sobre su escritorio verga en mano.
Ya más tranquilo me fui a casa e indagando en internet, confirmé con la copia del testamento en mi mano que las posesiones de mi tío Evaristo se podían considerar un emporio:
«Estoy forrado», resolví tras verificar que formaban el segundo mayor holding de ese país.
Curiosamente mientras pensaba en esa fortuna que me había caído del cielo, no fueron solo mis neuronas las que se pusieron como una moto sino antes que ellas, mis hormonas. Dentro de mis calzones, mi pene se había despertado con una dureza comparable a la sufrida al ver las tetas de mi prima.
―¡Me pone cachondo la pasta!, muerto de risa, exclamé.
Juro que solo el saber que apenas tenía dinero para comprarme el billete de avión a Manila, evitó que saliese corriendo a un putero a descargar mi tensión con una hembra de pago. En vez de ello, abriendo mi bragueta, saqué mi hombría de su encierro y me puse a pajear pensando en Ana, en esas tetas que no tardarían en tener leche y en su estupendo culo.
―¡Esa puta será mía!― determiné en voz alta al recordar su sorpresa cuando le comenté lo buena que estaba.
Soñando que el desconcierto con el que recibió mi piropo fuera motivado por una debilidad de su carácter que me diera la oportunidad de seducirla, me imaginé poniendo mi verga entre las tetas de esa soberbia. En mi mente, mi adorada prima se comportó como una zorra y actuando en sintonía, me hizo una cubana de ensueño mientras soportaba mis risas e insultos.
Estaba a punto de sucumbir a mi deseo cuando de improviso sonó el timbre de mi puerta. Disgustado por la interrupción, acomodé mi ropa y fui a ver quién había osado interrumpirme. Al abrir, me encontré con una oriental. La desconocida, al verme, se presentó como la secretaría de mi prima y sin mayor prolegómeno, me informó que su jefa le había pedido que se pusiera a mis órdenes para que me ayudara con los preparativos de mi marcha.
Con la mosca detrás de la oreja, la dejé pasar. Esa criatura debía tener instrucciones precisas porque nada más pisar mi apartamento, me preguntó dónde tenía las maletas y qué ropa quería llevarme.
―¿A qué se debe tanta prisa?― pregunté.
Sin mostrar ningún signo de preocupación, la filipina contestó:
―Como futuro vicepresidente tiene a su disposición el avión de la compañía y Doña Ana ha preparado todo para que usted salga rumbo a Manila en tres horas.
Ese cambio de actitud y que esa guarra sin alma facilitara mi ida, me mosquearon. Sospechando que quizás buscaba un acercamiento como estrategia de negociación, interrogué a la muchacha donde recogeríamos a mi prima.
―La señora ya está de vuelta en otro avión. No quería esperar a que termináramos con su equipaje y me ha pedido que sea yo quien le acompañe.
Su tono meloso despertó mis alertas. Tratando de encontrar un sentido a todo aquello, me fijé en la muchacha y fue al percatarme de su exótica belleza cuando caí del guindo:
«Mi prima la ha mandado para que me seduzca».
Ese descubrimiento en vez de molestarme, me hizo gracia y sin cortarme en absoluto, me dediqué a admirar a la cría mientras recogía mi ropa.
«Hay que reconocer que tiene un polvo», zanjé tras recorrer con la mirada su esbelto cuerpo. Teresa, así se llamaba la mujercita, parecía sacada de una revista de modas. Guapa hasta decir basta, sus movimientos irradiaban una sensualidad que no me pasó inadvertida.
«¡Más de uno!», decreté al descubrir que tenía un culo con forma de corazón cuando la vi agacharse a cerrar la primer maleta. «Joder, ¡cómo estoy hoy!», protesté mentalmente mientras trataba de ocultar la erección entre mis piernas.
La incomodidad que sentía se incrementó exponencialmente al notar que esa cría se había dado cuenta de lo que ocurría entre mis piernas y se ponía roja.
«Parezco un viejo verde», refunfuñé en silencio avergonzado y desapareciendo de mi habitación, fui a la cocina a tomar un vaso de agua aunque no tenía sed.
Consideré esa huida como una sabia retirada porque era consciente que en el estado de excitación en que estaba, cualquier acercamiento por parte de ella terminaría en mi cama. Lo que no sabía fue que Teresa usó mi ausencia para revisar los cajones de mi cuarto y que durante ese examen, encontró mi colección de películas porno.
«Menudo pervertido», me reconoció posteriormente que pensó al deducir por su contenido que las asiáticas eran una de mis fantasías.
Curiosamente ese hallazgo, la satisfizo aunque su jefa le había prohibido expresamente cualquier acercamiento conmigo. Sus órdenes eran únicamente el convencerme de acudir cuanto antes a filipinas.
―Es un muerto de hambre. Fuera de su entorno conseguiré que firme la renuncia― fueron las escuetas explicaciones que le dio.
Para desgracia de Ana, esa muchachita era ambiciosa y al conocer mi debilidad por su raza, no tardó en decidir que la iba a aprovechar a su favor. De forma que ajeno a las oportunidades que se me estaban abriendo sin saberlo, la mente de Teresa se puso a elucubrar un plan con el que seducirme.
«Maduro, soltero y solo, no tardará en caer entre mis piernas», sentenció mientras se veía ya como mi futura esposa. «Si consigo enamorarle, me convertiré en una de las mujeres más ricas de mi país».
Por mi parte, en la soledad de mi cocina, mi excitación no me daba tregua y a pesar de mis intentos, seguía pensando en esa jovencita.
«Aunque está buenísima», sentencié al sentir mis hormonas en ebullición, «no debo caer en la red que Ana me ha preparado».
Desconociendo que iba a producir un choque de trenes, y que mi deseo se iba a retroalimentar con su ambición. Levanté mi mirada al oír un ruido y descubrí a Teresa apoyada contra el marco de la puerta. La perfección de sus formas y la cara de putón desorejado de la muchacha echaron más leña al fuego que ya consumía mis entrañas.
―Ya he terminado― comentó con tono dulce al tiempo que hacía uso de sus impresionantes atributos femeninos en plan melosa.
Reclinando su cuerpo contra el quicio, esa cría se exhibió ante mí como diciendo: “soy impresionante y lo sabes”.
Reconozco que mis ojos estaban todavía prendados en su piel morena cuando ella incrementando el acoso a la que me tenía sometido, me dijo:
―Todavía faltan un par de horas para que salga nuestro avión. ¿Le importa que me dé una ducha?
No tuve que quebrarme mucho la cabeza para comprender que se me estaba insinuando y por un momento estuve a punto de negarle ese capricho, pero entonces y ante mi asombro, Teresa dejó caer uno de los tirantes de su vestido mientras insistía diciendo:
―Me siento sudada y me vendría bien para refrescarme.
Os juro que antes de darme tiempo de reaccionar, ese bellezón de mujer deslizó el otro tirante e impresionado solo pude quedarme admirando cómo se me iban mostrando la perfección de su curvas mientras su ropa se escurría hacía el suelo.
«¡Es una diosa!», exclamé mentalmente mientras todo mi ser ardía producto de la calentura que esa criatura había suscitado en mi cerebro.
Si su rostro era bello, las duras nalgas que pude contemplar mientras la muchacha salía rumbo al baño me parecieron el sumún de la perfección.
«Tranquilo, macho. ¡Es una trampa!», me tuve que repetir para no salir detrás de ella.
Todo se estaba aliando en mi contra. Si esa mañana alguien me hubiera dicho que estaría en ese estado de excitación solo cuatro horas después de haber despertado, lo hubiera negado. La preñez de mi prima había avivado el deseo que creía olvidado, la pasta de la herencia lo había intensificado pero lo que realmente me convirtió en un macho en celo fue esa cría cuando, llevando como única vestimenta un tanga negro, me preguntó desde el pasillo:
―¿No me va a acompañar?
Mis recelos desaparecieron como por arte de magia y acercándome a ella, me apoderé de sus pechos mientras forzaba los labios de esa joven con mi lengua. La pasión que demostró, me permitió profundizar en mi ataque y olvidando cualquier tipo de cordura, le bajé las bragas.
―¡Qué maravilla!― clamé alucinado al encontrarme con su depilado y cuidado sexo.
Su sola visión hizo que casi me corriera de placer, Teresa no solo estaba buena sino que de su coño desprendía un aroma paradisíaco que invitaba a comérselo. Estaba todavía pensando que hacer cuando esa filipina pegando un grito se abalanzó sobre mí e me bajó los pantalones.
Sobre estimulado como estaba, no hizo falta nada más y cogiéndola entre mis brazos, de un solo arreón la penetré hasta el fondo. La cría chilló al sentirse invadida y forzada por mi miembro, pero en vez de intentarse zafar del castigo, se apoyó en mis hombros para profundizar su herida, diciendo:
―Hazme el amor.
Cabreado por mi rápida claudicación y por el hecho que mi adversaria creyera que me había vencido, la contesté:
―No voy a hacerte el amor, voy a follarte― tras lo cual moviendo mis caderas, hice que la cabeza de mi pene chocara contra la pared de su vagina sin estar ella apenas lubricada. Mi violencia y la estrechez de su conducto hicieron saltar lágrimas de sus ojos pero su sufrimiento solo consiguió azuzar mi deseo.
Sin importarme su dolor ni siquiera esperé a que se relajara antes de iniciar un galope desenfrenado. Sus aullidos al sentirse casi violada con cada incursión, me alebrestaron y ya convertido en un animal, seguí machacando su coñó con mi verga. Durante largos minutos, su cuerpo fue presa de mi lujuria hasta que contra toda lógica, Teresa consiguió relajarse y comenzó a disfrutar del momento.
Supe que algo había cambiado en su interior cuando el cálido flujo que brotó de su sexo me empapó las piernas. Fue entonces cuando me percaté que esa cría se arqueaba en mis brazos con los ojos en blanco. Su rostro ya no mostraba dolor sino placer e involuntariamente colaboró con mi infamia abrazándome con sus piernas.
―Eres un salvaje― musitó saboreando ya cada una de mis penetraciones.
No me podía creer la excitación que me corroía, siendo ya cuarentón no di muestra de serlo al tener izada entre mis brazos a esa mujer sin dejar de aporrearla con mi miembro. Con renovada juventud, continué follándomela en volandas mientras en su cuerpo se iba acumulando tanta tensión que no me cupo duda que iba a tener que dejarla salir con un brutal orgasmo. Sin estar cansado pero para facilitar mis maniobras, la coloqué encima de una mesa, sin dejarla descansar. La nueva posición me permitió disfrutar con sus pechos. Pequeños como el resto de su se movían al ritmo que imprimía a su dueña. Teresa, cada vez más abducida por el placer, olvidó sus planes y berreando, imploró mis caricias. Respondiendo a sus deseos, los cogí con mi mano, y extasiado por la tersura de su piel morena, me los acerqué a la boca.
La oriental aulló como una loba cuando notó mis dientes adueñándose de sus pezones y totalmente fuera de si, clavo sus uñas en mi espalda. Sé que buscaba aliviar la tensión que acogotaba su interior pero solo consiguió que esos rasguños incrementaran mi líbido y ya necesitado de derramar mi leche dentro de ella, me agarré de sus tetas y comencé un galope desenfrenado, usándola como montura.
Para entonces, mis huevos rebotaban como en un frontón contra su cuerpo. El brutal ritmo que adopté hizo que mi verga forzara en demasía su interior de forma que cuando exploté dentro de su cueva, mi semen se mezcló con su sangre y mis gemidos con sus gritos de dolor. Agotado y ya satisfecho, me desplomé sobre ella pero Teresa, en vez de quejarse, siguió moviéndose hasta que su propia calentura le hicieron correrse brutalmente, gritando y llorando por el tremendo clímax que le había hecho tener.
―No puede ser― chilló dominada por las intensas sensaciones que recorrían su cuerpo y con lágrimas recorriendo sus mejillas, me reconoció que le había encantado antes de quedarse tranquila.
―Vamos a la cama― dije en cuanto se hubo recuperado un poco.
La muchacha, al oírme, sonrió pero tras pensárselo me dijo con voz apenada:
―Me encantaría pero tenemos que coger un vuelo.
Sintiéndome Superman, besé sus labios y le pregunté:
―¿Cuántas horas tarda el viaje?
―Catorce― respondió alegremente al intuir mis intenciones.
«Tiempo suficiente para seguir follando», me dije y dando un azote sobre su trasero desnudo, le comenté que se había quedado sin ducha.
La cría muerta de risa, contestó:
―No me importa, en el avión hay un jacuzzi ¡para dos!

Relato erótico: “Mi jefe me entrega a una jovencita como esclava” (POR GOLFO)

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Sin título1

Nunca creí verme en una situación semejante. El mito de que en el siglo XXI se podía uno conseguir una esclava me había parecido siempre eso, ¡Un mito!. Siempre había pensado que era ridículo pensar que una muchacha europea por muchos motivos que tuviese se vendiera al mejor postor y comprometiera su vida  a servir a su dueño.  Pero…
¡Me equivoqué!
La historia que os voy a contar es la muestra clara de mi error.
 
Lydia entra en mi vida.
Un ascenso en mi trabajo provocó que me trasladaran a Madrid como director de área. Mi empresa para que aceptara ese puesto puso a mi disposición entre otras cosas un espléndido chalet en Majadahonda. Siendo soltero, los trescientos metros de esa casa me parecían excesivos. Al expresarle mis reticencias a Arturo, el dueño de la empresa, este me dijo:
-Chaval, todo es imagen.
Según él, las apariencias eran importantes y si quería que tanto mis subordinados como mis clientes me tomaran en serio, debía de llevar un estilo de vida acorde con mi salario.
-Nadie compraría una instalación tan cara como las nuestras a un tipo que vaya en un Renault de quince años.
La indirecta era todo menos indirecta. Mi automóvil por aquel entonces era un Megane del dos mil. Educado en la austeridad, me parecía un despilfarro el cambiar de vehículo pero asumiendo que era una orden disfrazada de comentario, esa misma tarde fui a comprarme un BMW. Al escuchar el precio estuve a punto de echarme atrás pero tras pensarlo dos veces me dije:
“Macho, ¡Date un capricho!”.
Mi nuevo sueldo me permitía unos lujos que nunca hubiese creído llegar a disfrutar y contraviniendo mis  normas, salí de ese concesionario con un descapotable azul.
Otro de los cambios que mi jefe me impuso fue sobre mi forma de vestir. Desde que salí de la carrera, me había acostumbrado a comprarme los trajes en las rebajas y por eso eran baratos. A la semana de llegar a la capital, aprovechando que iba a su sastre, Arturo me obligó a acompañarle y ya allí a hacerme varios a la medida.
-Son carísimos- me quejé al enterarme que costaban casi mil   euros.
-Necesitas al menos tres- respondió haciéndome sentir un pordiosero.
Os preguntareis porque os cuento esto. La respuesta es sencilla, sin darme cuenta, ese viejo me fue modelando a su gusto. Años después me reconoció que una de las razones por las que me había ascendido es que había visto en mí una versión suya de joven. Mi trasformación fue tan paulatina que me pasó inadvertida.
En un principio estaba centrada en mi modo de trabajar y en mi apariencia exterior pero al cabo de los tres meses, dio un salto cualitativo cuando se presentó en mi casa un sábado a tomar una cerveza. La sorpresa de encontrármelo en la puerta se incrementó hasta límites insospechados cuando  con una sonrisa en sus labios, me dijo:
-Por cierto, ayer te compré una criada. Mañana te la traen.
-¿Qué me has comprado el qué?- respondí pensando que había escuchado mal, ya que era impensable que realmente me hubiera dicho eso.
-Una criada- insistió- he pensado que no tienes tiempo para buscar ni  pareja ni a alguien que limpie esta casa y por eso te he conseguido una mujer que cumpla ambos cometidos.
Sé que debí de haberme negado de plano pero ese sujeto me tenía cogido de los huevos por el dineral que me pagaba y por eso solo me atreví a contestar:
-¿Y si no me gusta?
-¡La devuelves y te mandan otra!- descojonado respondió y aumentando mi espanto, me comentó: -Esa agencia nos asegura la virginidad de las chavalas para que las eduquemos a nuestro gusto pero si no estamos satisfechos o simplemente nos cansamos, podemos pedir que  nos las cambien cada cierto tiempo.
Tratando de acomodar mis ideas, pregunté:
-Arturo, ¿Tú tienes una?
-Claro chaval, actualmente tengo dos y te puedo asegurar que no me falta de nada.
El descaro de mi jefe reconociendo ser un cliente de una trata de blancas, me indignó pero asumiendo que tenía que mantener ese trabajo hasta que al menos pagara mis deudas, me hizo aceptar su proposición. Satisfecho se terminó la cerveza y tal y como había llegado se marchó, dejándome a mi totalmente confundido y sin saber que pensar.
Como supondréis esa noche no pude ni dormir. Continuamente llegaban a mi mente imágenes en las cuales la policía entraba en casa y me detenía por tener una esclava.  Esa pesadilla se repitió tantas veces que a la mañana siguiente apenas había descansado.
Con una puntualidad británica,  un mercedes llegó a mi casa a las diez. De él se bajaron un par de tipos con una joven. Ya antes de dejarles pasar, me apabulló descubrir la juventud de la chavala.
“¡No debe de tener más de veinte años!” pensé mientras les conducía hasta el salón y les sentaba en la mesa.
 El mejor vestido de los sujetos, nada más acomodarse en la silla, me informó que era notario y que su papel allí era dar fé que libremente tanto la muchacha como yo aceptábamos el contrato que íbamos a firmar, tras lo cual me extendió unos papeles.
Cogiendo el dossier, me puse a leer su contenido. Me quedé alucinado al comprobar que era un contrato privado por medio del cual tanto yo como la cría reconocíamos que libremente firmábamos un contrato de esclavitud, amparado bajo la forma de un reconocimiento explícito de practicar un juego de dominación-sumisión.
-¿Esto es legal?- pregunté.
-No- reconoció el notario- pero si hay problemas, con él puede demostrar que ninguno de los dos  se vio forzado.
Comprendiendo su propósito firmé y separándome de la mesa, me quedé mirando como la muchacha lo hacía. Lo creáis o no, la sonrisa que lucía mientras estampaba su firma en ese contrato, me tranquilizó aunque en mi fuero interno no tuviese claro de su esa cría venía por su propia voluntad o forzada por esos hombres.
Acabábamos de terminar con el papeleo cuando el otro hombre se levantó y me dijo:
-Le hago entrega de su esclava. A partir de que me vaya, usted será responsable de su existencia. Puede hacer uso de ella como y cuando desee pero debe velar por su seguridad.  Nuestra organización tiene una fama que mantener y por eso castigamos duramente que se rompan nuestras reglas.
-¿Cuáles son esas reglas?- pregunté.
-Léalas en el contrato pero básicamente son dos: En primer lugar, no aceptamos el uso extremo de la violencia y en segundo, cómo le estamos entregando una virgen que desea ser esclava, usted deberá ejercer como su  mentor y adiestrarla para que si llegado el caso, se cansa de ella, podamos colocarla con otro amo ya como sumisa experta.
Fue entonces cuando comprendí que había caído en una trampa. No podía aceptar a esa muchacha para liberarla y mucho menos para no hacer uso de ella:
“¡Me había comprometido en ser su amo!”
 Antes de darme tiempo a reaccionar, los dos tipos salieron de mi casa dejando en mitad del salón a la muchacha.  Una vez solos, me tomé mi tiempo para observarla. La cría, siendo casi una niña, tenía una belleza innegable. Alta y delgada, su anatomía se veía compensada con unos pechos grandes y bien puestos.
La serenidad que vi reflejada en su rostro me permitió preguntarle su nombre:
-Una esclava no tiene nombre, Amo- contestó bajando su mirada.
Su sumisa respuesta me hizo reír pero como no me apetecía inventarme un nombre, insistí:
-¿Cómo te llamabas antes?
-Lydia, amo.
“Servirá mientras le busco otro” me dije sin percatarme de que ese modo de pensar era el de un amo mientras la cría permanecía de pie sin moverse.
-¿Qué esperas? – pregunté extrañado.
-Que mi amo exija a su sumisa que le demuestre su virginidad.
Os juro que no se que me sorprendió mas. O su contestación o mi reacción al oírla porque dominado por el morbo de ser testigo de como pensaba justificarme que nunca había sido usada, le ordené:
-Hazlo, ¡ahora!
 La alegría con la que me miró al escuchar  mi orden, consiguió espantar los últimos resquicios de vergüenza por mostrar mi lado dominante.  “¡Esta cría necesita un amo!”, pensé al verla retirar los tirantes que sostenían su vestido. Dejándolo caer con infinita sensualidad, su cuerpo menudo se me fue revelando lentamente.
“¡Que buena está!” sentencié al comprobar que como había supuesto esa mujercita tenía un par de pechos dignos de un monumento.
Su belleza quedó francamente demostrada cuando sin levantar su mirada, admiré su cuerpo casi desnudo. La coqueta ropa interior que todavía llevaba, lejos de minorar su sexualidad, la incrementaba y por eso antes de que se despojara de eso también, decidí darme el gusto que me modelara con ella. La muchacha se ruborizó al oír mis deseos y dándose la vuelta, me dejó admirar la perfección de su trasero.
-¡Menudo culo!- exclamé en voz alta al contemplar las dos duras con la que estaba compuesta esa parte de su anatomía.
Lydia al escuchar mi piropo, sonrió y antes de que se lo mandase, se desabrochó el sujetador, dejándolo caer sobre la alfombra. Al verla con el dorso desnudo, se me hizo agua la boca.
“Dios, ¡Qué par de tetas!” mascullé entre dientes, obsesionado por los negros pezones que las decoraban.
Con alborozo, observé que sus senos se mantenían firmes sin la sujeción de esa prenda y que sus areolas se iban empequeñeciendo al contacto de mi mirada. Ya con sus pezones erectos, tampoco esperó a que se lo ordenara para despojarse del diminuto tanga que llevaba. De manera que no tardé en verla completamente desnuda esperando a  ser inspeccionada.
-Acércate.
La rubia se arrodilló y gateando se acercó hasta mí. Ya a  mis pies, esperó mis órdenes.
-Eres una sumisa muy guapa.
-Gracias amo-, contestó.
-No te he dado permiso de hablar-, recriminé y ejerciendo ese poder que nunca creí en disfrutar, le dije,: -date la vuelta y muéstrame si eres digna de ser usada por detrás.
Contrariada por mostrarme primero su entrada trasera, se giró y separando sus nalgas, me enseñó su ano. No tuve que hacer uso de mi experiencia para saber que nunca nadie había hoyado ese rosado esfínter y recorriendo sus bordes,  comprobé tanto su flexibilidad mientras mi sumisa se mordía el labio para no demostrar su deseo. Satisfecho y más cachondo de lo que me gustaría reconocer, dándole un sonoro azote, le exigí que exhibiera su sexo ante mí.
Increíblemente serena y orgullosa  de haber superado la prueba con su trasero, se volteó y separando sus rodillas, expuso su vulva a mi escrutinio. Con genuino interés, estudié su sexo. Completamente depilado, parecía el coño de una quinceañera.
-Separa tus labios-, ordené ya sumido en mi papel y deseando que se confirmara la virginidad de la que hacía mención.
Obedeciendo, usó sus dedos para mostrarme lo que le pedía. Al hacerlo, me percaté que brillaba a raíz de la humedad que brotaba de su interior. No tuve que ser ningún genio para comprender que el rudo escrutinio la estaba excitando.
-¡Estás caliente! ¿Verdad?
-Sí, amo- me reconoció con un breve gemido.
Su sumisión era tal que disfrutando de su dominio, le ordené que se masturbara.  Sin dudarlo, Lydia abrió sus piernas y comenzó a  acariciar su clítoris. Olvidándome de que era su amo, me concentré en observar si realmente era virgen.
“Coño, no ha mentido”, exclamé mentalmente al advertir entre sus pliegues una delgada tela. Sabiendo que era su himen, el saber que iba a ser yo quien la desvirgara, me empezó a calentar.
La muchacha al comprobar con sus ojos que mi pene reaccionaba, suspiró y llevando una mano a su pecho, lo pellizcó mientras aceleraba su masturbación. Poco a poco la excitación fue dominándola y dejándose llevar, comenzó a gemir de placer.
Recordando que era mi obligación el adiestrarla, esperé que estuviera a punto de correrse y entonces ordené que parase. Su expresión contrariada me gustó y acercándome a ella, la obligué a ponerse en posición de perro. Entonces y solo entonces, le exigí que continuara.
La muchacha obedeciendo, volvió a masturbarse mientras yo, actuando como un ganadero evaluando a una res, me puse a examinarla. Con tono profesional fui describiendo las distintas partes de su cuerpo:
-Para ser una puta barata, tengo que  tengo que reconocer que tienes un buen par de tetas- dije mientras acariciaba sus pechos.
Aunque sabía que mi propósito era humillarla, Lydia al sentir el contacto de mi palma en su piel, suspiró excitada. Al comprobar que eso avivaba su deseo, decidí forzar el morbo de la joven cogiendo  entre mis manos sus melones diciendo:
-Pareces una vaca. Si en vez de tetas tienes ubres, temo que cuando te preñe sean demasiado grandes- y sin cortarme, no pude resistir la tentación de darle un lametón a una de esas areolas.
La rubia, ya sin disimulo, incrementó la tortura de su sexo mientras meneaba su culo ante mis ojos. Al percatarme de la forma en que me demostraba la necesidad que sentía por ser usada, separando sus glúteos, deje al descubierto su rosado y todavía sin usar orificio trasero.
-¿Te apetece que primero te use por detrás? – pregunté muerto de risa.
-Lo que decida mi amo me parece bien- respondió con la voz entrecortada.
Como no era mi intención el hacerle daño, fui hasta el baño y cogí un bote de crema. Ya de vuelta y echando una poco entre sus nalgas, fui recorriendo las rugosidades de su ano, hasta que sin previo aviso, introduje un dedo en su interior.
-Dios- gritó por la incursión pero no hizo ningún intento de separarse.
Al contrario, completamente descompuesta, me rogó que la dejara correrse. Comprendiendo que de nada serviría prohibírselo porque estaba a punto de explotar, la autoricé a hacerlo.
-¡Me encanta!- berreó mojando sus muslos con el flujo que salía de su sexo y reptando por la alfombra, apoyó su cabeza en el suelo mientras levantaba aún más su trasero. 
La posición  que tomó me permitió observar que los muslos de la joven temblaban cada vez que introducía un dedo en su interior y ya más seguro de mí mismo, decidí dar otro paso y dándole un azote, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.
-Ahhhh- aulló mordiéndose el labio. 
Su gemido fue un aviso de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. La muchacha moviendo sus caderas me informó, sin querer, que estaba dispuesta. Esta vez, tuve cuidado y moviendo mis dedos alrededor de su cerrado músculo, fui dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 
-¡Qué placer!- gimió al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.
Tratando de colaborar conmigo, mi sumisa se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Era tanta su calentura que no tardé en comprobar como esa zorrita se corría y sin dejarla reposar, decidí hacerla mía. Por eso, embadurnando con su flujo mi pene, me puse a su espalda y mientras jugaba con mi glande en su entrada, le pregunté si estaba lista. 
Lydia, ni siquiera esperó a que terminara de hablar y tomando por primera vez la iniciativa,  llevó su cuerpo hacia atrás y lentamente fue metiéndoselo. La lentitud con la que se empaló, me permitió sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro.
En silencio pero con un gesto de dolor en su rostro, siguió sumergiéndolo en su interior hasta que sintió la base de mi pene chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse:
-¡Me duele mucho!- exclamó con lágrimas en los ojos.
Sus palabras hicieron que me apiadara de ella y venciendo las ganas que tenía de disfrutar de su culo, esperé que se acostumbrara a tenerlo dentro. Decidido a que su primera vez fuera placentera, llevé mi mano hasta su clítoris y lo acaricié para conseguir que esa cría no se enfriara mientras tanto.
Al notar mi caricia, pegando un nuevo berrido, Lydia me informó que se había relajado y girando su cabeza, me rogó que comenzara a cabalgarla. 
La  expresión de genuino deseo que descubrí en su rostro, no solo me convenció que había conseguido mi objetivo de hacerla sentir placer sino que me reveló que a partir de ese día esa putita  estaría a mi entera disposición. Haciendo uso de mi propiedad, fui extrayendo y metiendo mi sexo de su interior.
-¿Quién eres?- pregunté cogiéndola de la melena mientras aceleraba el ritmo de mis embestidas.
-Su puta, mi amo- respondió con la voz entrecortada por el placer,
A partir de ese momento,  nuestro tranquilo trotar se fue convirtiendo en un desbocado galope. Machacando sus intestinos con mi pene, fui demoliendo sus defensas poco a poco. En un momento dado, la calentura de la cría  la hizo berrear, diciendo:
-Amo, ¡Deme un azote!
Su confesión me hizo gracia y por eso la complací descargando un doloroso mandoble sobre su trasero.
-¡Me encanta!- aulló satisfecha al ver cumplido su sueño.
-¡Serás puta!- contesté descojonado al oírla y estimulado por su entrega, le di otro azote. 
-¡Que gusto!- gritó al sentir mi mano y comportándose como una zorra,   me imploró más. 
No tuvo que repetirlo, alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoras cachetadas marcando el compás con el que la penetraba. Esa ruda forma de amar la llevó al borde de la locura y con su culo completamente rojo, se corrió llorando de alegría.
Reconozco que me cautivó verla estremecerse temblando de placer mientras no dejaba de rogar que siguiera azotándola:
-¡No pare!, ¡Por favor!- aulló al sentir que el placer desgarraba su interior. 
Con mi papel cumplido, di la tarea por  hecha y concentrándome  en mi propio placer, reanudé la tortura de su esfínter con un movimiento de caderas. La rubia que nunca había imaginado sentir tanto placer, aulló pidiendo un descanso  pero no le hice caso y seguí violando su intestino sin parar.
-Ya viene- grité al sentir que estaba a punto de correrme.
Mi orgasmo fue total. Cada uno de mis neurona se estremeció de placer mientras  mi pene vertía rellenaba con semen el estrecho conducto de la mujer. Al terminar de eyacular, saqué mi pene de su culo y agotado, me dejé caer sobre el sofá. Lydia entonces hizo algo insólito en una sumisa. Subiéndose sobre mis rodillas, me besó mientras  no dejaba de agradecerme el haberla hecho sentir tanto placer y acurrucada en esa posición, se quedó dormida.
Mientras ella descansaba, me puse a pensar en lo sucedido. Supe que de algún modo mi jefe había descubierto mi faceta de dominante aún antes de que yo mismo tuviera conciencia de ella y como amo experimentado, me había regalado una mujer con la que desprenderme de los complejos y tabúes aprendidos desde niño.
Lo que no me imaginé fue que, al despertar, esa criatura me mirara con ternura y me dijera:
-Aunque mi padre me había asegurado que con usted iba a ser muy feliz, nunca lo creí.
-¿Quién es tu padre?- pregunté totalmente confundido.
Supo que había metido la pata pero aleccionada de que una sumisa no podía mentir a su amo, en silencio señaló una foto de la librería.
-No puede ser. ¿Don Arturo es tu padre?
-Sí, pero no le diga que se lo he dicho.
La sorpresa de que mi esclava fuera en realidad la heredera de mi jefe, me hizo comprender que de algún siniestro modo, Don Arturo me veía como su sucesor y por eso me había hecho entrega de su más valiosa posesión.  Estaba todavía pensando en cómo actuar cuando escuché los sollozos de la mujer.
-¿Por qué lloras?- pregunté.
Limpiándose las lágrimas que surcaban sus mejillas, contestó:
-Porque ahora que lo sabe, no me va a querer como sumisa.
-Te equivocas putita mía. No pienso dejar que otro tipo, disfrute con lo que es MIO- y recalcándole mis intenciones, le ordené: -¡Prepárame el baño!

 

Pegando un chillido de alegría, Lydia salió corriendo rumbo a la habitación, sabiendo que después de bañarme, haría nuevamente uso de ella.
Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

Relato erótico “La aventura de Mónica”. (POR MARIANO)

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Mónica atravesó apresuradamente el vestíbulo que daba acceso a la sala de proyecciones. Tal y como esperaba el documental de arte había comenzado y lamentó que el atasco de tráfico y las dificultades para encontrar aparcamiento le hubieran hecho retrasarse y perderse el principio. La sala estaba llena y no encontrando lugar para sentarse se situó de pie en uno de los laterales del local, detrás de la última fila de asientos.
Dando descanso a su cuerpo aun fatigado por la carrera, se concentró en la gran pantalla donde se sucedían las imágenes y comentarios sobre pinturas de la época del impresionismo francés.
Seguía entrando gente en el local y toda la zona posterior del mismo se fue poco a poco abarrotando. Mónica no se había percatado del grupo de jóvenes que se situaba justo alrededor de ella, hasta que, mientras se exponía una pintura de Edgar Degas, notó un ligero roce en su trasero, y poco después algo que se apoyaba mas firmemente en él. Inicialmente no dio importancia al hecho, pensando que se debía a la aglomeración de gente a su alrededor, y adelantó un poco su posición, lo suficiente para evitar el contacto.
No había transcurrido un minuto cuando volvió a notar, ahora con toda claridad, como una mano se aferraba a sus posaderas y empezaba a palparlas con suavidad. Sorprendida e incrédula, Mónica giró la vista en busca del atrevido manoseador descubriendo justo detrás de ella a Toñete, que contemplaba con semblante serio y concentrado la pantalla.
Desconcertada se movió de nuevo hasta apoyarse sobre la silla que tenía justo delante, notando como la mano intrusa no solo la acompañaba en el desplazamiento sino que incluso aumentaba descaradamente la presión ejercida. Una nueva y airada mirada hacia atrás le permitió descubrir la sonrisa taimada de Toñete que ahora la observaba ya sin disimulo alguno y, pasándose la lengua lentamente por sus labios, le daba a entender lo que estaba disfrutando tanteándole el culo.
Sin espacio ya para escapar se quitó la mano del chico de encima con un limpio manotazo esperando acabar así con su osadía. La tranquilidad de los siguientes minutos parecían haberle dado la razón y ya había conseguido concentrarse en las extensas explicaciones de la obra de Monet, cuando de nuevo sintió en esta ocasión los dedos de Toñete acariciarle directamente la carne de los muslos que su falda corta dejaba al descubierto. Mónica pensó que aquello era ya demasiado, pero no queriendo molestar a la gente allí reunida, decidió que era mejor abandonar esa zona de la sala dejando para más adelante la adopción de las medidas necesarias para castigar al chico.
Cuando iba a iniciar la retirada se percató de que todo el grupo de chavales estaba demasiado concentrado a su alrededor, impidiendo un natural movimiento de huida, y que el que más se había acercado a ella era Toñete. Podía sentir su aliento justo sobre su hombro y su repugnante olor a sudor mientras las yemas de los dedos de su mano le recorrían los muslos como una araña, aproximándose lentamente y sin reparo alguno hacia sus nalgas.
Indecisa entre la inoportunidad de montar allí un escándalo o dejar que el chico siguiera metiéndole mano, su gesto instintivo y disimulado fue de nuevo apartar de un manotazo la mano agresora pero, ante su sorpresa, él le paró el movimiento agarrándole el brazo con la mano libre. De nada sirvió que ella repitiera el gesto con su otro brazo, éste fue igualmente atenazado con habilidad por el chico. De repente Mónica se encontró indefensa, igual que si estuviera esposada, con las muñecas sujetas a su espalda, por la fuerza de una de las manos de Toñete mientras que la otra seguía abriéndose paso por los muslos y alcanzaba sus bragas.
La inmovilización fue breve, el tiempo necesario para que él le recorriera un par de veces el trasero en toda su extensión y para que ella, en su forcejeo por desasirse de la sujeción, apoyara las palmas de sus manos sobre la entrepierna de Toñete y frotara involuntariamente el bulto provocado por su erección. Luego él la soltó y se retiró hacia atrás.
Mónica, presa de un enfado mayúsculo, se contuvo para no darle el merecido bofetón allí mismo y, tras lanzarle una mirada desafiante, se abrió paso a empujones entre los demás chicos para buscar un lugar mas tranquilo donde terminar de ver la proyección. No lo consiguió, su mente repasaba una y otra vez lo sucedido y se encendió de tal modo que se fue de allí antes del final con el firme propósito de tomar al día siguiente las medidas oportunas.
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Noelia se sentó en su mesa de estudio y tras encender el ordenador, sacó de un libro una foto en la que posaban, perfectamente escalonadas, unas 30 personas, la mayoría de ellas sonrientes. Se ajustó las gafitas para contemplar la foto durante unos minutos, la colocó en el scanner y apenas unos minutos después ya tenía la imagen en la pantalla de su ordenador. Emocionada comenzó a manipular sobre el zoom ampliando la imagen, concentrándola en un único y bello rostro. Cuando consideró que el tamaño y el enfoque eran adecuados cogió un lápiz, abrió su cuaderno de pinturas y en una hoja en blanco comenzó a dibujar los primeros trazos.
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Los rayos del sol de la tarde pugnaban por atravesar las persianas laminadas de las ventanas de la sala de profesores. Eran cerca de las 8 de la tarde y a mitad de Junio los días eran los más largos del año.
Fuera, en la calle, había una temperatura inusualmente alta para esa época del año, pero allí dentro el aire acondicionado mantenía el ambiente agradablemente fresco.
Mónica sin embargo estaba muy acalorada. Junto a la máquina de bebidas sostenía un vaso de agua en una de sus manos y mantenía fija la vista en una de las ventanas de la habitación. Sobre la mesa, bien apilados, se veían los trabajos de fin de curso de sus alumnos de 4º de la ESO cuya propuesta consistía en el dibujo de un paisaje en el que se valoraría la combinación de colores y la correcta dimensión de objetos a distinto nivel.
Mónica acababa de analizar el trabajo de Toñete y sus sentimientos hacia él después de su sucia osadía de la semana anterior le hacían dudar entre aplicar correctamente los cánones deontológicos de su profesión o castigarle sin más con un cate en la asignatura que ella impartía. Tenía casi olvidado el episodio, pero al contemplar el paisaje dibujado por él, un valle rodeado de altísimas montañas, no pudo evitar recordar las manos del chico paseándose sobre su trasero y el contacto de su verga apoyada sobre sus manos inmovilizadas. Le llevó al día siguiente al despacho del director del instituto pero Toñete argumentó que si la había tocado había sido sin querer y por culpa de la aglomeración de gente en la sala. Antonio, el director, no pudo sino aconsejarle que tuviera más cuidado en el futuro, lo que no contentó para nada a Mónica.
En realidad aquella no había sido la primera vez en la que Toñete se había sobrepasado, pero hasta entonces todo se había reducido a alguna que otra palabra más o menos desagradable cuchicheada a sus oídos. Era uno de los alumnos más problemáticos del instituto, había repetido curso dos veces y por eso su edad era superior a la del resto de los chicos de su clase. Era hijo de una familia gitana y, como para otros muchos chicos en iguales circunstancias, el desarrollo de su madurez personal no estaba siendo nada fácil. Era un chico corpulento, tirando a grueso y en la clase interrumpía continuamente las explicaciones y lideraba una camarilla de chavales del instituto más jóvenes que él.
Mónica volvió a revisar el trabajo de Toñete, sabedora de que el dibujo era más que aceptable y no podía calificarlo negativamente. Al final le dio un aprobado justo, algo menos de lo que se merecía, y pasó al análisis de los siguientes dibujos. Mientras centraba su atención en examinar el paisaje campestre expuesto en el trabajo de su mejor alumno sonó el móvil.

 

Hei profe ¿Cómo le va? ¿Corrigió ya mi trabajo?

 

 

Mónica se lo pensó unos instantes antes de contestar a Toñete y mintió.

 

Todavía no, ¿Qué te pasa Toñete? ¿Crees que te voy a suspender por lo del otro día?
Vamos profe, usted sabe que fue una broma, tal vez fui un poco atrevido, pero no por ello me cateará el examen ¿Verdad?
Te pasaste de la raya, lo sabes, la próxima vez no saldrás tan bien parado.
¿Habrá una próxima, profe?

 

 

Tras lanzar la pregunta Toñete colgó de inmediato dejando a Mónica inquieta y pensativa. El comportamiento del alumno había sido tan directo, que ella se quedó convencida de que si existía otra oportunidad el chico probablemente intentaría algo de nuevo y sus últimas palabras al teléfono parecían confirmarlo. Por suerte el curso estaba prácticamente acabado y ella esperaba no encontrarse el año siguiente con él, al menos en su clase.
Mónica cogió los trabajos y los guardó en un carpetón. Se le habían quitado las ganas de corregir, tenía todo el fin de semana para hacerlo y prefería llegar a casa pronto y si era posible salir a cenar con su marido, tomarse una copa y terminar ese día con un buen polvo.
Al salir al vestíbulo vio a Antonio acudir hacia ella con buen paso.

 

Mónica, espera, no te vayas. – Antonio le instó a distancia a detenerse.

 

 

Mónica esperó a que él la alcanzara antes de preguntar.

 

¿Pasa algo Antonio?
Acaba de llamarme Ricky, le ha surgido un problema y le es imposible ir mañana a la visita programada.
¿Y? – Mónica no estaba muy segura de querer seguir escuchando.
Pues quería pedirte que fueras tú en su lugar. – Antonio, como director del instituto, podía habérselo impuesto pero prefirió solicitárselo como un favor.
¿Queeeé? ¿Quieres que yo me ocupe de esa pandilla de degenerados?
Vamos Mónica, no te dejes llevar por lo del otro día. Sabes que algunos chicos son un poco problemáticos, pero la mayoría son estupendos y a ti te quieren mucho. Aquello fue un hecho aislado.
¿Problemáticos dices? ¿Hecho aislado? Creo que alguno supera con creces ese calificativo. Toñete me metió mano descaradamente, no se trataba de un juego, sobrepasó los límites y no le importó un pimiento hacerlo. Y sus compis estaban allí con él, encubriéndole.
Oye, lleváis Ricky y tú todo el año dándome la lata con organizar un viaje cultural. Ahora que nos sale esta oportunidad ¿vas a poner pegas? ¿qué quieres? ¿que mande a un profesor de matemáticas a acompañarles? Sabes que lo ideal es que vayas tú, pero bueno, no quiero obligarte a ir contra tu voluntad. Tú decides, pero dímelo pronto para buscar a otra persona.

 

 

Mónica vio cómo Antonio mantenía su vista fija sobre ella, esperando la contestación, y no tuvo más remedio que asentir. Lo hizo con un leve gesto, pero manteniendo el rictus de disgusto que le había producido la noticia. Luego se dio la vuelta y sin mirarle se despidió lacónicamente de él.
Todos sus proyectos para esa noche se vinieron abajo. Cenó en casa, preparó la pequeña maleta de viaje y se acostó temprano, dejando a su esposo con las ganas.
******************************
Noelia había empezado su dibujo fijando su atención en el ordenador, pero apenas estuvo definido el contorno no le fue necesario seguir mirando la imagen. Lo que quería pintar lo tenía grabado en su mente de tal modo que los lápices dibujaron por si mismos un hermoso rostro de mujer, de figura ovalada y contornos muy dulces, pelo castaño oscuro salpicado de algunos tonos cobrizos y que caía por debajo de sus hombros con largas ondulaciones, ojos marrones del color de la miel encumbrados por unas espesas y arregladas cejas, labios simétricos y mentón redondeado. Su sonrisa remarcaba característicamente sus pómulos y creaba unos pequeños hoyuelos que hacían que el rostro fuera bello y atractivo a la vez.
Dio los últimos retoques de color y por fin lo terminó. Tras contemplar su recién terminada obra cogió una tachuela y lo colgó en la pared sobre la almohada de su cama, justo al lado de otro retrato dibujado por ella años antes. Mientras se alejaba de la pared, Noelia se fijó en ese otro retrato y se preguntó de nuevo porqué diablos él se había tenido que marchar.

 

******************************

 

 

El viaje en el autocar había sido tranquilo al igual que la comida campestre a base de bocatas y bebidas. El lugar donde se iban a alojar esa noche era un pequeño hotel muy coqueto en un pueblo en la serranía de Cuenca rodeado por la florecida naturaleza de la primavera y con un pequeño lago cercano. Mónica se afanaba en la pesada tarea de registrar correctamente a los cerca de 20 alumnos a su cargo, cuando sintió en el costado de su cintura la suave presión de unos dedos. No le hizo falta girarse para saber que Toñete estaba allí, justo detrás de ella, sentía su proximidad como el día de la proyección, y sobretodo el característico hedor que desprendía. Antes de que pudiera protestar escuchó sus palabras al oído.

 

Hey profe, es realmente genial que usted se ocupe de nosotros ¿Que le parece el lugar? Guay ¿eh? ¿No le entran ganas de …? ¡Ya me entiende!

 

 

Mónica se volteó y con una falsa sonrisa le replicó:

 

Toñete, quita esa mano de ahí, ni se te ocurra tocarme. No hagas que tenga que ocuparme especialmente de ti.
Vamos – contestó Toñete retirando su mano – yo no quiero incordiarla, usted es mi profe preferida y me alegraría mucho que quisiera prestarme una atención especial.

 

 

Mónica notó como le subía la sangre mientras empezaba a arrepentirse de haber accedido a aquel viaje. Sin demasiada convicción volvió a dirigirse a Toñete ahora con su real e indignado semblante:

 

– Yo no he dicho eso, no tergiverses mis palabras. Si vuelves a intentar algo te arrepentirás.

 

 

Toñete ya no tuvo ocasión de contestar, pues en ese momento se organizó un gran revuelo en el pequeño hall del hotel. Al principio Mónica no entendió el motivo de tanta algarabía, pero luego, fijándose en la figura masculina que había aparecido allí desde la escalera y alrededor de la cual se arremolinaban todos sus alumnos entre gritos y risas, empezó a comprender. Aquel hombre alto, moreno, de pelo algo rizado y de vestuario tan informal como hortera, le resultaba familiar, aunque le veía sólo de espaldas.
Sus sospechas se confirmaron cuando él se giró y pudo verle el rostro. Era Juanma, ¿Que diablos hacía él allí? Hacía unos dos años que había abandonado el instituto en el que, como ella, era profesor de dibujo, y desde entonces no había vuelto a saber nada de él.
Casi todos los chicos le hablaban a la vez y él a duras penas podía atenderles, pero como siempre, derrochaba su simpatía natural que era arrolladora para ellos. Cuando cesó la inicial expectación y el bullicio comenzó a apagarse, Juanma la vio y, entre extrañado y gratamente sorprendido, se dirigió hacia ella en medio de la muchedumbre. Conforme se le iba acercando, inexplicablemente Mónica comenzó a sentir un nerviosismo desconcertante, un calor interior que sin lugar a dudas no era provocado por el caldeado ambiente del hall e incluso notó un ligero temblor de piernas.

 

¡Vaya, vaya! Quién me lo iba a decir, Mónica, me alegro mucho de volver a verte.
Hola, Juanma, yo también me alegro, es toda una sorpresa.

 

 

Un prolongado silencio siguió a los saludos. Ambos se miraban sonriendo pero con la típica timidez de aquellos que de repente no saben qué decirse. Fue el recepcionista del hotel quién, llamando la atención de Mónica para finalizar los trámites del registro, rompió el encanto del reencuentro.
Mónica se excusó ante Juanma y volvió su atención hacia el encargado de la recepción. Cuando, antes de marcharse, Juanma le preguntó si podían verse después y tomarse un refresco, Mónica le lanzó una mirada de falsa desconfianza adornada por la mejor de sus sonrisas para terminar citándole en el bar del hotel una hora más tarde.

 

******************************

 

 

Noelia no podía creerlo. La noche anterior había puesto juntos los dos retratos dibujados por ella en épocas muy distantes en el tiempo y hoy se había encontrado con la sorpresa de verles a ambos, uno junto al otro. La magia existía, no había duda, y seguía porque ahora tenía que hacer un dibujo muy especial, antes de la noche, para el concurso. Sin dudarlo comenzó a trabajar en ello, iba a ser un trabajo genial.

 

******************************

 

 

En su habitación Mónica se encontraba extrañamente contenta. Después de los últimos sinsabores vividos, encontrarse de nuevo con su compañero profesional era algo positivo que podía amenizar ese indeseado viaje. No es que Juanma fuera un personaje con el que hubiera tenido una armoniosa relación mientras compartieron su tiempo enseñando en el instituto, en realidad tenía unos sentimientos contradictorios hacia él. Por un lado apreciaba sus conocimientos profesionales que unidos a su fácil diálogo y su perenne buen humor le hacían ser un compañero de charla excepcional. Además físicamente estaba muy bien, era alto, esbelto y fibroso, de pelo moreno rizado. Sus ojos saltones predominaban en un rostro en el que no desentonaba nada.
El problema de Juanma es que era un auténtico arrogante cada vez que se ponía a hablar, y lo hacía a menudo, de las excelencias de su vida personal, basada siempre en el amor a lo natural y en la plena libertad para hacer todo lo que quisiera, respetando sólo lo justo las normas convencionales de convivencia impuestas por la sociedad. Una especie de hippy de los 60, pero adaptado al nuevo siglo.
Esa fanfarronería alcanzaba los puntos más álgidos cada vez que relataba su disipada vida sentimental. Estaba casado desde muy joven y, según sus palabras, tanto él como su esposa se amaban pero los dos tenían plena libertad para tener aventuras sexuales puntuales de cualquier índole. Lo que mas le molestaba a Mónica cuando él abordaba ese tema era el pote que se daba como amante, remarcando que era capaz de satisfacer a cualquier mujer, entre otras cosas, porque tenía un gran aguante producto de la vida natural que llevaba. Cuando Juanma abordaba esa faceta de enorgullecerse de si mismo, rompía todo su encanto natural y entonces aparecía como un auténtico cretino.
Lógicamente Juanma le había tirado los tejos bastantes veces, pero normalmente eso siempre había sucedido mientras le hablaba de las excelencias de su forma de vivir, justo cuando más le molestaba a Mónica. Cuanto más se indignaba ella con sus aventuradas proposiciones más parecía gustarle a él ese comportamiento suyo de chiquilla modosa y enrabietada.
Mónica se arregló para la ocasión y bajó al bar del hotel esperando encontrarse al encantador parlanchín Juanma y no al odioso petulante. Allí estaba él, sentado en uno de los sillones, con las largas piernas estiradas y el rostro agachado sobre la mesa intentando encender un cigarrillo. Llevaba puesta una camisa blanca que, en su opinión, le quedaba grandísima y unos pantalones vaqueros descoloridos y con más de un siete a la altura de los muslos. Remataba su vestimenta un par de zapatos negros alargados de suela y horma baja, más parecidos a unas alpargatas que a unos auténticos zapatos. Mónica de inmediato pensó que Juanma vestía tan hortera como siempre aunque, en el fondo, ese día hasta le parecía graciosa su indumentaria.
Se le acercó con cierto sigilo mientras él seguía pugnando por encender el cigarro, que desprendía continuas ondas de humo. El olorcillo que invadía el ambiente conforme se aproximaba a él no dejaba lugar a duda alguna. ¡Se estaba preparando para encenderse un canuto, allí en pleno bar! ¿Cómo era capaz de hacer algo así? Fue directa a él.

 

¿Qué diablos estás haciendo, Juanma? ¿estás loco?

 

 

Juanma, sobresaltado por el tono reprendedor de ella, dio un respingo y la china, a medio encender, se le fue al suelo. La miró y contestó:

 

¡Joder, Mónica, vaya susto que me has dado!
¿Susto? Ibas a encenderte un porro ¿o no?
Bueno, sí, ¿qué pasa? Aquí se puede fumar, y además no hay nadie.

 

 

Juanma, ya recuperado del susto inicial, le sonreía abiertamente y Mónica tuvo la impresión, como le sucedía a menudo en el instituto, que él se regodeaba ante su arrebato. Con la boca pequeña y medio susurrando le objetó:

 

Pero no se puede fumar eso. No intentes volver a encenderla o me iré.

 

 

Y le desafió con otra sonrisa, no tan abierta como la de él, pero indudablemente cautivadora.

 

De acuerdo, seré bueno – y guardándosela en un bolsillo se quedó contemplando fijamente a la bella hembra que tenía frente a él.

 

 

Comenzaron a charlar sobre cómo les había ido en los últimos años. Mónica fue más bien parca en detalles, al fin y al cabo su vida tenía pocos sobresaltos que no fueran los derivados de la enseñanza en el instituto y que el propio Juanma ya conocía perfectamente. Estuvo tentada de contarle lo de Toñete, pero prefirió dejar dormido de una vez ese asunto.
Juanma en cambio se extendió en contarle que tras dejar el instituto se había trasladado con su esposa a una pequeña aldea de no más de 20 habitantes en la sierra oeste de Guadalajara. Se había tomado un año sabático en las tareas de la enseñanza dedicándose exclusivamente a cultivar su pequeño huerto y a disfrutar de la naturaleza que allí se le ofrecía en todo su esplendor. Al siguiente año había retomado la enseñanza de dibujo en Guadalajara capital, pero seguía viviendo en su coqueta aldea.
Mónica seguía atentamente la pormenorizada narración de la forma de vida natural de Juanma, intentando imaginar si ella sería capaz de llevar una vida similar, ajena a las comodidades de la sociedad consumista actual. Se hizo una idea tal de esa forma de vida que, en un momento en que él dejó de hablar para beber su refresco, comentó, casi sin pensarlo:

 

O sea, que vives en una especie de comuna.

 

 

Juanma, esbozando una sonrisa menos natural, permaneció unos momentos en silencio, el tiempo justo para que ella se diera cuenta del error cometido con semejante observación que abría las puertas para que él le mostrara el lado que más le desagradaba. Obviamente él mintió:

 

Pues claro, ya sabes, los habitantes de la aldea lo compartimos todo, todo, todo: casa, comida, enseres. Y por supuesto, compartimos sexo. ¿No te parece perfecto? Piénsalo, ¿no te gustaría una vida así?

 

 

Mónica empezaba a sentirse atrapada. Intentó torpemente rebatir:

 

Ya, claro, maravilloso, una vida estupenda, mi esposo follando con tu mujer y yo follando contigo.
Yo me refería al modo de vida, no a quién se tira a quién.
Juanma empezó a pasear su mirada por toda la figura de Mónica, deteniéndose en los muslos que su falda corta dejaban bastante al descubierto, y añadió:
Claro que eso último que has dicho no estaría nada mal. Me resulta curioso que lo que más te haya llamado la atención de lo que te he contado sea el sexo.

 

 

Sintiéndose desnudada por él, Mónica cerró instintivamente sus piernas todo lo que pudo y escondió su ruborizado rostro en la bebida. Tenía que evitar seguir por esa vía, de modo que buscó la salida fácil cambiando de tema.

 

Tengo que ocuparme de los chicos, no les veo desde que hemos llegado y tenía pensado pasear por la zona y que dibujaran un paisaje.
No te preocupes por ellos, todos están ya ocupados – Juanma contestó sin dejar de mirarle ahora los pechos que realzaban la fina camiseta blanca de Mónica.
Cómo que están ocupados, ¿Cómo sabes tú lo que están haciendo?
Bueno, antes de que bajaras he hablado con ellos. Querían alguna actividad para entretenerse por la tarde, de modo que les he propuesto tanto a tus alumnos como a los míos un concurso de dibujo. Apropiado ¿no?
¿Qué tipo de concurso? – Conociendo a Juanma Mónica no se temía nada bueno.
Les he propuesto que dibujen una postura sexual a su propia elección y sin limitación alguna.
¿Queeeé? ¿les has empujado a dibujar sexo explícito? ¿pero en qué mundo vives? ¡si son casi críos! – Mónica empezaba realmente a indignarse y Juanma se regocijaba viéndola tan escandalizada.
Venga Mónica, de críos nada, sabes que están en una edad en la que el sexo comienza a ser lo más importante para ellos. De hecho todos, sin excepción, han estado encantados por la idea y se han ido corriendo a empezar a trabajar en ello.

 

 

A pesar del mal humor, Mónica se dio cuenta de que Juanma estaba en lo cierto. ¡Mierda! El episodio con Toñete seguía ahí, vivo, y ella, de forma estúpida, había vuelto a creer que todos los alumnos eran como él. No pudo evitar contarle a Juanma lo que le había sucedido con su alumno más problemático y éste la escuchó atentamente. Luego se acercó a ella y, mientras acariciaba con ambas manos sus mejillas, intentó convencerla de que no le diera importancia, que era normal que una mujer bella como ella levantara algo más que pasiones entre su alumnado. Cuando Mónica se sintió mas serena, recibió de él un tierno beso en la frente. Juanma quiso animarla aún más:

 

Por qué no nos unimos al concurso, nosotros también podríamos participar, aunque claro, nuestros trabajos deberán calificarlos ellos. Venga, nos vemos después, antes de la cena.

 

 

Y tras dar un último sorbo al refresco abandonó el bar dejándola confundida y sin saber qué contestar.
De nuevo en su habitación Mónica tenía la sensación de haberse comportado como una tonta, escandalizándose por estupideces y consiguiendo que Juanma se sintiera plenamente en su salsa. Sin embargo en su interior había algo más, ese último gesto de Juanma antes de despedirse, tan cálido, tan natural, le había afectado y ahora, incomprensiblemente, no podía quitárselo de la cabeza.
Se dio una ducha fría y decidió salir al exterior y concentrar su atención en dibujar algo, por supuesto nada que tuviera que ver con el absurdo juego en el que estaban involucrados sus alumnos. Cogió su pequeño maletín de dibujo y se adentró por un camino rural hasta llegar a un pequeño claro atravesado por un riachuelo. Allí abrió el caballete y dispuso el resto de utensilios para iniciar el trabajo. Cuando estaba a punto de comenzar se sintió mal pensando que todos sus alumnos y Juanma estaban de acuerdo en abordar el mismo tema, por escabroso que fuera, y ella, asumiendo una actitud totalmente puritana, iba a retratar árboles y flores. Un repentino calor interior volvió a invadirla hasta transformarse en un impulso incontrolable. ¡Qué diablos!, ella también iba a participar en ese peculiar juego artístico.
Con la única ayuda del carboncillo dibujó muy rápidamente, sin apenas definición, los contornos del torso desnudo de una figura femenina apoyada en el suelo, boca arriba, sobre sus codos, para continuar con las caderas y acabar con las piernas ligeramente abiertas y combadas. La imagen aparecía, en perspectiva, como la prolongación en el lienzo del propio pintor, o sea de ella misma. Antes de perfilar a la mujer prefirió situar la figura de un hombre agachado sobre los muslos de la hembra y con el rostro a escasos centímetros del sexo de ésta. Mientras definía una alargada y sonriente cara masculina, coronada de rizados cabellos negros, y cuyos expresivos ojos miraban directamente a los de la mujer invitándola a gozar antes de comenzar a trabajarle el coño con su lengua, Mónica intentaba evitar, con escaso éxito, repasar de nuevo su charla con Juanma y los extraños sentimientos que le habían provocado.
Cuando su atención volvió al dibujo contempló estupefacta el rostro de Juanma en el papel dibujado mecánicamente por ella mientras sus pensamientos revoloteaban una y otra vez alrededor de él. Una reacción instintiva, fruto del miedo a que alguien pudiera ver el dibujo y del enfado propio ante la dificultad de auto-controlarse, hizo que arrancara bruscamente el papel de su soporte y lo guardara, hecho una bola, en su maletín. Decididamente ese concurso era una estupidez, y su inventor más estúpido todavía.
Recuperada la calma se propuso pintar algo bastante más bucólico. Al rato de iniciar un retrato paisajista del bosque que la rodeaba, sintió por detrás de ella una mano que la agarraba por la cintura y otra mano que se posaba sobre la que sostenía el lápiz y empezaba a guiarla por el papel.

 

¿Te das cuenta cómo a ti también te inspira la naturaleza?

 

 

Mónica escuchó las palabras serenamente susurradas por Juanma y un inesperado estremecimiento recorrió todo su cuerpo. No contestó, no se quejó, no se rebeló contra él cómo hubiera hecho en cualquier otra circunstancia, simplemente dejó que el lápiz vagara libremente por el cuadro empujado con suavidad por las dos manos unidas que empezaban a dar realce al paisaje dibujado. Tampoco protestó cuando él le aproximó su cuerpo y ella notó que algo le apretaba molestamente la parte alta de su trasero. Fugazmente recordó un viejo comentario que le hizo una compañera suya sobre una clase de dibujo para profesores en la que, al parecer, Juanma se ofreció a posar desnudo. Ella había reído divertida por el escándalo que aquello debió suponer, pero la amiga rió aún más indicándole que lo que realmente llamó la atención de los presentes fue el tamaño de su rabo.
Ahora no le cabía duda alguna sobre la procedencia de la presión que sentía en su cuerpo, y aunque de Juanma era posible cualquier cosa, no le parecía probable que ante tan poca cosa él pudiera tener una erección. Inevitablemente su imaginación le traicionó desnudando al hombre que estaba junto a ella y concentrando la atención en su presunto gran miembro viril.
De vuelta a la realidad, sintió como él paseaba los labios sobre su cuello sincronizando con un largo beso el baile del lápiz sobre el lienzo. Un conflicto en su interior comenzó a abrirse paso entre detener el comportamiento del hombre que, besándola, la envolvía con su alto cuerpo o permanecer inmóvil, disfrutando de la sensualidad de ese mágico momento. Sólo cuando Juanma subió lentamente la mano que tenía en la cintura de Mónica hasta alcanzar el nacimiento de su pecho, ella comprendió que se estaban acercando peligrosamente al límite de lo permitido. Sin tratar de obstaculizar sus movimientos, giró levemente su cara, lo justo para no tener que mirarle a los ojos, y con voz entrecortada le dijo:

 

Basta ya, Juanma, por favor.

 

 

Juanma siguió unos instantes más besándole el cuello y acariciándole suavemente el pecho sobre la tela de la camiseta, antes de retirarse.

 

De Acuerdo. Creo que está suficientemente terminado.
Sí. Gracias por tu ayuda – contestó ella, ahora sí, mirándole.

 

 

Mónica agradeció realmente su correcto comportamiento, y es que en apenas pocas horas estaba descubriendo en ese hombre una sorprendente faceta totalmente ajena a lo que ella conocía o creía conocer de él.
Mientras regresaban juntos al hotel Juanma no paró de hablar de la exposición que verían al día siguiente con los alumnos. Mónica caminaba sorprendida por la naturalidad que él demostraba después del episodio, con la extraña sensación de que a él no le había afectado en absoluto mientras que su turbación era tan notoria, que estaba deseando refugiarse en su habitación para intentar poner en orden sus ideas.
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Noelia les vio pasar junto a ella, sin que ninguno de los dos notara su presencia. Hacía un rato que había terminado su dibujo y necesitaba un poco de aire libre. Se preguntó si se enfadarían con ella al ver su trabajo, cayendo rápidamente en la cuenta de que nadie iba a saber quien era el autor, pero estaba convencida de que al día siguiente su cuadro sería el elegido como ganador del concurso.
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La cena se desarrolló en un merendero cercano al pueblo, cerca del pequeño lago, donde tanto Mónica como sus alumnos compartieron una gran mesa pasándolo en grande gritando y bromeando. Mónica también se divirtió con todos los chavales y además la cena le vino muy bien para desviar, aún sin amortiguarlos totalmente, sus pensamientos de Juanma y de lo que había sucedido en el claro del bosque. Lo único negativo de la cena fueron las furtivas miradas de Toñete que descubrió en varias ocasiones, y que le hicieron sentirse algo intranquila.
Cuando, de vuelta al hotel, fue a recoger la llave de su habitación, el recepcionista le entregó un pequeño sobre cerrado. Le bastó leer la escueta nota, en la que Juanma le invitaba a pasarse por su habitación con el fin de enseñarle algo, para sentir que el corazón se le aceleraba, el nerviosismo volvía a hacer presa en ella y sus dudas se multiplicaban, no ya sobre la oportunidad o no de acudir a esa cita, sino sobre su propia capacidad de mantener la cordura y no dejarse llevar por unos sentimientos que incomprensiblemente tendían a conducirla hacia el camino de la prohibida infidelidad.
Intentando apaciguar su inquietud, llamó a su esposo y conversó con él durante unos minutos sobre asuntos banales de la excursión y de los chicos, evitando cualquier referencia al inesperado reencuentro, con su colega de profesión, no por la posible reacción de él ante la noticia de que su mujercita volviera a ver a un hombre con el que ella más de una vez, femeninamente, le había dado infundados celos, sino por una propia necesidad interna de no citarle.
La charla mantenida con su esposo sirvió de bálsamo para su agitación y, antes de que pudiera arrepentirse, se acercó a la habitación de Juanma. No pudo evitar lucir su encantadora sonrisa cuando el anfitrión la recibió vestido con un atuendo negro de estilo oriental, salpicado de pequeñas lunas amarillas y atado con un enorme cinturón, una especie de Kimono que no llegaba a cubrirle la totalidad de las pantorrillas. Juanma, percatándose de la mirada guasona de Mónica le obsequió con un pequeño remolino al viento de su cuerpo que provocó las risas de ella, y la invitó a sentarse.

 

¿Y bien? – dijo ella – ¿Qué es eso que tienes que enseñarme?
Quería que vieras los trabajos de los chicos. Me los entregaron antes de ir a cenar.

 

 

Con cierto resquemor Mónica cogió los dibujos eróticos de los chavales y comenzó a repasarlos muy deprisa, sin encontrar nada que destacara particularmente. Cuando terminó de verlos los dejó a un lado.

 

No están mal – dijo sin demasiado convencimiento.
Vamos Mónica, no has puesto nada de atención, ¡Joder! ¿Tanto te molesta ver este tipo de cosas? – y esbozando una maliciosa sonrisa, continuó:
Quiero que te fijes en éste.

 

 

Mónica echó un primer vistazo al dibujo que le había entregado Juanma. Mirando hacia el dibujante aparecía una mujer arrodillada, con las piernas algo separadas, las palmas de las manos entrelazadas y apoyadas sobre unos cojines y la barbilla sobre éstas, mientras que un hombre también arrodillado, pero detrás de ella, la tenía sujeta por las caderas y le hacía el amor. Conforme se fue concentrando en los detalles, un sentimiento primero de incredulidad y después de rabia se fue adueñando de ella, al observar el inmenso parecido a Juanma y a ella misma de los rostros de los dos protagonistas y, sobretodo, la perfección con la que se expresaba la tensión y el disfrute sexual de ambos mientras el hombre penetraba a la mujer. Un último detalle que captó de la pintura, y que llamó su atención, fue el tamaño del pene masculino, la mitad de cuyo tronco permanecía fuera del cuerpo de ella mostrando un orgulloso grosor. No pudiendo contenerse por más tiempo se dirigió a Juanma con una mirada asesina:

 

¿Qué demonios es esto? ¿Cómo se te ha ocurrido dibujarnos a los dos…… de ese modo? ¿Qué crees que vas a conseguir con este tipo de estúpidas estratagemas? ¿Follarme? ¡Pues ni lo sueñes!

 

 

Juanma le contestó sin dejar de esbozar esa perenne sonrisa que podía ser tan encantadora como hiriente, según el estado de ánimo de quien estuviera frente a él:

 

Ya está de nuevo la escandalizada señora haciendo el numerito. Debo admitir que el parecido es asombroso y la postura está genialmente dibujada, pero el autor no soy yo.
¡Y una mierda! Quien si no tú, con esa mente calenturienta propia de un arrogante y obseso sexual, podía haberlo hecho.
Fíjate en los detalles, y sobretodo en las proporciones – esto último lo dijo Juanma con retintín y sin hacer caso del último comentario de ella – Son perfectas.

 

 

Mónica mantenía la vista fija en el dibujo que, muy a su pesar, había cobrado vida en su imaginación, y la estampa de ella follando con él y siendo penetrada por su gran verga, se le hizo tan viva, tan real, que en su cuerpo asomaron los síntomas de una excitación desconocida, algo insólito que, irracionalmente, la impulsaba a querer abalanzarse sobre el alto hombre que tenía a su lado. Él, como en el bosque, se había arrimado de nuevo a ella y, aprovechando su confusión mental, la había envuelto con su largo brazo, le acariciaba el pecho con una mano por encima del vestido de tirantes y con la otra, tras recorrer sus pantorrillas, se adentraba bajo la falda buscando sus redondos y calientes muslos.
Sólo un último arrebato de cordura hizo que Mónica se separara de él y, tras tirar al suelo en su huida, todos los trabajos de los alumnos, saliera de allí, no sin antes escuchar a Juanma decirle:

 

Mónica, de verdad que yo no lo he pintado.

 

 

Ya en su habitación meditó sobre las últimas palabras de Juanma, llegando a la conclusión de que el dibujo sin duda había sido una maniobra suya para engatusarla y llevársela a la cama. Sólo conocía a una alumna capaz de pintar algo con tanta perfección, pero le parecía imposible, no ya que se hubiese atrevido a dibujar a los dos profesores, sino que incluso hubiese participado en ese disparatado juego, y además, como podía saber ella que Juanma tenía un pene de gran tamaño. Esta última reflexión la desconcertó. ¿Es que acaso lo sabía ella misma? No podía evitarlo, su mente había estado jugando con la imaginaria gran polla de él hasta hacerla real, tanto que ahora en sus pensamientos empezaba a ir más allá situándola dentro de ella, llenándola por completo, follándola salvajemente. Tuvo el impulso primario de aliviar su desazonada excitación tumbándose en la cama y masturbándose, pero apenas había introducido sus dedos bajo las bragas y recorrido un par de veces de arriba a abajo la húmeda raja de su sexo, la lucha existente en su interior entre continuar, lanzarse al pecado regresando al aposento de Juanma o recuperar la sensatez perdida, se decantó por esto último.
Se incorporó, se ajustó su vestido de tirantes, salió al exterior y, bajo la luz de la luna llena, echó a andar por el conocido caminito de la tarde, atravesó el claro junto al riachuelo y, tras caminar algo más, alcanzó el final del mismo junto al pequeño lago. Sentada sobre una piedra, en la silenciosa noche rota solo por los sonidos de los grillos, y contemplando el reflejo de la luna sobre las calmadas aguas de la laguna, su desazón se fue templando. El calor de la noche y la quietud del entorno invitaban a refrescarse en la laguna y Mónica, tras pensárselo un rato, se soltó el vestido y decidió aventurarse en un baño nocturno cubierta solo por su ropa interior negra.
Se mantuvo cerca de la orilla agradeciendo sobre su piel el agua fresca mientras nadaba o caminaba sobre el lodo. Cuando se disponía a salir escuchó el sonido de unos pasos acercándose por el camino y apareció Juanma. Dudando si lo suyo era mala suerte, si era el destino o si realmente él la estaba siguiendo, decidió adoptar la actitud de un cocodrilo al acecho, arrodillándose sobre el fango, sumergiéndose hasta el cuello en el agua y alejándose con lentitud, esperando ocultar su presencia.
Él llegó a la orilla, miró hacia el agua y sin pensárselo dos veces se despojó de las prendas que llevaba encima, realizó dos pequeños ejercicios gimnásticos de brazos y cintura y, totalmente desnudo, se metió en la laguna. Mónica, morbosamente atraída por la posibilidad de confirmar las proporciones de su verga, asumió el rol de mirona afanándose en poder conseguir ver la desnudez del hombre. Admiró el cuerpo atlético y fibroso de Juanma, pero la distancia y rapidez de sus movimientos le impidieron, muy a su pesar, apreciar lo que tanto deseaba aunque a la altura del pubis sí notó el contraste entre una densa mancha negra de vello y su piel blanquecina iluminada por la luna.
Mientras permanecía inmóvil lo vio nadar y chapotear e incluso, en un momento en que él se puso de pie, su vista pudo recrearse con las prietas formas de su trasero. Pese a empezar sentir los gélidos efectos de la prolongada estancia en el agua su mente volvió a dispararse y sus sentidos a calentarse imaginando ser una presa pescada por él, abrazada por sus largos brazos, acariciada por sus expertos dedos, devorada por sus risueños labios y sobretodo penetrada por su imponente polla. La excitación provocada por sus prohibidos pensamientos le llevó, casi sin querer, a introducir sus dedos bajo la mojada braga y reanudar ferozmente la masturbación iniciada en el hotel, hasta perder la noción de lo que realmente sucedía a su alrededor.
La repentina emersión la sacó de sus infieles imaginaciones. Juanma estaba de nuevo ante ella, de pie sobre el fondo de la laguna, al descubierto de cintura para arriba y sonriendo abiertamente. Mónica se sintió avergonzada no tanto por su condición de espía descubierta o por el hecho de estar bañándose en ropa interior, sino sobretodo por la incertidumbre de desconocer si él se había percatado de sus juegos masturbatorios.

 

¿Que haces aquí? – le dijo presa del nerviosismo – ¿Cómo sabías que estaba aquí? Me has seguido ¿no?
No te seguí, yo ya conocía este sitio, esta tarde regresaba de aquí cuando te encontré pintando. Tu vestido y sandalias están en la orilla.
Yo… estoy en ropa interior – Mónica, desconcertada por la cercanía de Juanma, se había cubierto instintivamente con los brazos pese a que él no podía distinguir su silueta bajo las oscuras aguas.
En la aldea donde vivo – esta vez Juanma no mentía – es frecuente en los días y noches calurosas acudir a una charca cercana y refrescarnos sin ropa alguna. Un baño en bolas es uno de los mayores placeres que podemos darle al cuerpo. Deberías imitarme, pero, en fin, tratándose de ti ya es todo un éxito que no te hayas metido en el agua vestida.
Piensas que soy una reprimida ¿verdad? – Mónica contestó molesta, más por sus incontrolables reacciones que por las palabras de él.
Pienso que tienes demasiados tabúes personales y sexuales que liberar.
Pues te sorprenderían algunas cosas que no sabes de mí
Pues no me importaría en absoluto averiguarlas.

 

 

Juanma se fue acercando a Mónica, mientras ella, en perfecta sincronía, iba dejando asomar del agua su cuerpo mojado hasta quedar ambos muy juntos, sin tocarse, mirándose fijamente a los ojos. Una suave caricia de él sobre el rostro de ella sirvió de preámbulo a la unión de sus labios, mientras él la rodeaba con sus brazos ofreciendo calor a su frío cuerpo recién emergido del agua.
Mónica, aturdida por los contradictorios sentimientos de culpabilidad y deseo, se sintió esta vez incapaz de separarse. Estaba mojada, no ya por el agua que aun la cubría de cintura para abajo, sino por un alto grado de excitación que se agudizó cuando los labios dejaron paso a las lenguas en un largo e intenso beso y llegó a su máxima intensidad cuando al unir sus cuerpos sintió la piel de su vientre invadida por una barra de carne caliente que parecía hacer realidad todas sus fantasías sobre la magnitud de la virilidad de él.
Mientras seguían besándose con pasión, Mónica sintió como Juanma posaba las manos sobre sus nalgas, atrayéndola y haciéndola retroceder lentamente hacia la orilla, buscando un lugar más cómodo y menos húmedo para dar rienda suelta a todos sus deseos carnales. Llena de deseo iba a llevar sus manos a la erótica molestia que le hervía sobre el vientre, cuando empezaron a oírse unos gritos aún lejanos que se iban acercando.
Juanma reaccionó bruscamente separándose de ella y exclamando:

 

¡Son los chicos!, ¡y vienen hacia acá!

 

 

Mónica, aún aturdida, tardó algo en darse cuenta de la delicada situación, aunque se movía al lado de él en dirección a la orilla.

 

¡Coge tu ropa, escóndete y vuelve al hotel en cuanto pasen! Yo veré como les entretengo. – y dicho esto Juanma se volvió a meter en el agua.

 

 

Ella apenas había tenido tiempo de ponerse el vestido y esconderse entra los arbustos, cuando una docena de chicas y chicos pasaron a su lado riendo como locos y alcanzando la orilla. No quiso ver más, temerosa de ser descubierta se alejó entre la maleza hasta poder de nuevo tomar el camino y regresó al hotel con paso apresurado y esperando no encontrarse con algún alumno rezagado.
Mientras aliviaba con una ducha caliente la fría humedad de su cuerpo, tras el baño en la laguna, pensó en su marido y en su inacabada traición. En varias ocasiones los dos habían leído relatos eróticos que les habían puesto muy cachondos y les habían hecho disfrutar de momentos de sexo gloriosos. Siempre era su marido el que la incitaba a la lectura, siendo además frecuente que los relatos elegidos por él fueran sobre infidelidad. Ahora se preguntaba cual sería la reacción de él si lo que siempre habían tratado como pura fantasía se convertía en algo real y más aún si ésta se producía con el único hombre con el que, veladamente, había tratado de darle celos.
Por muy absurdo que fuera, en ese momento deseaba meterse en la cama con Juanma, sentir de nuevo el contacto de su cuerpo, poder tocarle y sentir directamente entre sus manos y luego dentro de ella ese pene de cuyo enorme volumen ya casi no tenía duda alguna. Tras una larga ducha se acicaló y, evitando la ropa interior, se puso un pijama compuesto por una estrecha camisola, bajo la que se dibujaban perfectamente sus senos, y un corto pantalón que dejaba los muslos al descubierto y remarcaba significativamente las formas de su pubis y de su trasero. Con los nervios a flor de piel por el suspense y la excitación ante lo prohibido intentó leer mientras esperaba, deseosa de que Juanma, antes o después, no la decepcionara y volviera a presentarse ante ella.
Apenas una media hora después unos golpes sonaron en la puerta. Con el corazón en vilo fue a abrir sorprendiéndose al encontrarse uno de sus alumnos con semblante serio que, antes de que pudiera hablar, le dijo:

 

Señorita Mónica, corra, por favor, a Toñete le pasa algo malo.

 

 

No se lo pensó y siguió a toda prisa al chaval por el corredor hasta llegar a la habitación del alumno. Al entrar se encontró con Toñete, aparentemente sin problema alguno, y junto a él a Alvaro, uno de los de su cuadrilla. El chico que la había ido a buscar, ya había cerrado la puerta detrás de ellos.
Confundida, Mónica tardó un tiempo antes de preguntar:

 

¿Qué diablos significa esto? ¿Por qué me habéis llamado de esta forma?

 

 

Ninguno de los tres contestó, y ella se percató de que allí no pasaba nada malo, aunque por la forma en que Toñete recorría con la mirada su cuerpo que sin duda se mostraba más que sugerente bajo la fina y apretada tela de su pequeño pijama, sí cabía la posibilidad de que pudiera suceder algo, y no bueno para ella.

 

¡Quiero una explicación inmediatamente! – gritó ella intentando hacer valer su autoridad.
Cálmese, profe – Toñete, como buen cabecilla de su banda, fue el que se dirigió a ella – ahora no pasa nada, pero imaginemos que hubiera pasado hace una hora. ¿hubiera usted podido acudir en auxilio de sus alumnos?

 

 

Mónica captó enseguida el mensaje del alumno. Ocupada en tratar de resolver sus propios enredos personales había cometido un gran error alejándose de los alumnos, es más, recordando a los chicos que habían acudido al lago, sabía que debía haber hecho lo posible para no haberles permitido a ellos salir del hotel. Hondamente preocupada no supo replicar y Toñete prosiguió:

 

Creo que no. Estaba muy ocupada en el lago retozando con su amigo el profesor ¿verdad?

 

 

Fue como una cuchillada trapera. Estaba claro que los tres chicos la habían visto con Juanma, probablemente ellos habían sido más espías que ella misma. Mónica empezaba a irritarse:

 

¿A donde quieres ir a parar?
Bueno, allí, en el laguito, aparecía bastante excitante sin su vestido, pero con tan poca luz y a tanta distancia…… nos quedamos con las ganas – Toñete sonrió burlonamente y siguió – Nos gustaría verla mejor ¿me comprende?

 

 

Mónica no podía dar crédito a lo que había escuchado. La estaba diciendo, con todo el descaro del mundo, que se desnudara delante de él y de los otros dos mocosos. La preocupación ya había dejado paso a una indignación que crecía por momentos y que acabó haciéndola explotar gritando:

 

¡Vosotros no estáis en vuestros cabales! ¿Me estáis pidiendo que me quite la ropa? No os dais cuenta de que os puedo meter un puro por esto ¿Qué creéis, que por haber abandonado un rato la guardia podéis obligarme a hacer algo así?
Vamos, seño, solo queremos verla en esa ropita interior oscura que llevaba allí. No le pedimos mucho – contestó de nuevo Toñete que ni la miraba a la cara, ocupado en recorrer su cuerpo con ojos libidinosos.
¿Qué no me pedís mucho? ¿Qué no me pedís mucho? – Mónica, cada vez más ofendida y enfurecida, se repitió incrementando el volumen de sus chillidos – ¿Entonces qué es mucho para vosotros? ¿Qué os la chupe o qué?

 

 

Toñete, al oír esa última pregunta, amplió su sonrisa y contestó, ahora sí, cruzando sus ojos con los de ella:

 

Eso sí que estaría bien ¿verdad chicos? –

 

 

Pero los chicos, más que asustados por lo que allí estaba pasando, no habían dejado de mirar al suelo durante toda la conversación. Mónica ya se había inútilmente arrepentido de su salida de tono, pero la habían sacado completamente de sus casillas y ahora buscaba la forma de contemporizar y acabar con esa incómoda situación.

 

Mirad, vamos a imaginarnos que esto no ha sucedido ¿vale? Yo me vuelvo a mi cuarto y vosotros os quedáis en el vuestro – y dicho esto se giró hacia la puerta de salida mostrando su apretado y respingón culito.
Y a esperar allí a Juanma ¿no? Creo que al director de la escuela no le va a gustar nada que le contemos lo que hemos visto hace un rato…… y a su marido seguramente le hará mucha menos gracia.

 

 

Toñete había vuelto a atravesarla con sus palabras y se volvió de nuevo hacia ellos con el rostro lleno de cólera. Era increíble, la estaban chantajeando por todo el morro y lo peor era que, ante su delicada situación, si ellos insistían en seguir adelante con aquello, no veía la manera de esquivarles. La reacción de su marido no le asustaba tanto, al fin y al cabo tampoco había pasado nada demasiado malo y él tenía un talante relativamente liberal. Lo que sí le preocupaba eran las consecuencias en su trabajo si llegaba a conocerse en el instituto su desliz y despreocupación hacia sus alumnos. Tuvo que contener sus ganas de coger al cabecilla por el cuello y estrangularlo, y con un fingido sosiego se dirigió a Toñete.

 

Supongo que te has dado cuenta de que hay un problema.
¿Cuál? – dijo Toñete un tanto perplejo.

 

 

A Mónica le parecía increíble que él, con sus continuas miradas a su cuerpo, no se hubiera percatado de que bajo su fino y ajustado pijama no llevaba ropa alguna. Contestó tranquilamente:

 

No llevo ropa interior.

 

 

Toñete se quedó callado pensativo hasta que uno de los dos azorados alumnos que le acompañaban se dirigió a él:

 

Oye, esto empieza a no gustarme, vamos a dejarlo.
¡No! Si no lleva ropa interior peor para ella, y mejor para nosotros – y sonriendo de nuevo lascivamente a Mónica siguió – Ahora que lo pienso me apetece más verla desnuda. ¡Vamos! ¡Fuera la ropa! Luego la dejaremos en paz.

 

 

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Noelia había oído los gritos en la habitación de al lado. No entendía que podía estar haciendo ella allí, con esos salvajes y salidos ocupantes, pero era evidente que las cosas no iban bien. Debía hacer algo, y pronto, y se le ocurrió que lo mejor era buscarle a él. No tenía ni idea de donde encontrarle, pero ya se las arreglaría
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Mónica había tenido finalmente que ceder a las pretensiones de su asqueroso alumno y acababa de despojarse del pequeño pantaloncito del pijama exponiendo su cuerpo totalmente desnudo a la vista de los tres chicos, bueno mejor dicho a la de Toñete porque los otros dos, al igual que ella misma, se mantenían cabizbajos, ella por vergüenza y ellos por la timidez propia de su edad y de la extraña aunque excitante situación en la que su “capo” les había metido. Estaba confusa, con la enorme duda de si estaba haciendo lo que debía o si tenía que terminar de una vez con ese absurdo strip-tease, pasara lo que pasara. Miró a su chantajista y le vio completamente absorto recreándose en su esbelta figura, en sus bonitas y torneadas piernas que invitaban al tacto, en sus pechos firmes, no muy voluminosos pero con aureolas y pezones oscuros y bien proporcionados, en su estrecha y delgada cintura bajo la que se abrían unas caderas perfectas, en su sobresaliente monte de venus en el que escondido bajo una densa y rizada selva de pelo negro latía intranquilo su sexo.
No sabía muy bien la causa, pero viendo al corpulento chaval tan ensimismado en observarla, como si jamás hubiera visto a una mujer desnuda, empezó a valorar la posibilidad de que en el fondo todo hubiera sido un farol, de que jamás se habría atrevido a ponerla en un aprieto, ni ante su esposo ni ante el director del instituto, y de que había obtenido un premio absolutamente inesperado para él mismo.
Había decidido dar por terminada esa incoherente sesión cuando a sus espaldas se abrió la puerta de la habitación y vio a Toñete, sorprendido, retroceder y a sus dos compañeros de panda y de habitación ocultarse, asustados, tras el corpulento cuerpo del cabecilla. Antes de que pudiera girarse Toñete exclamó en voz alta:

 

¡Coño! Es Juanma y la pardilla de Noelia. ¡Joder!.

 

 

Al darse la vuelta Mónica observó, tan sorprendida como los demás, a Noelia quedarse paralizada junto a la puerta de entrada, y a Juanma acercarse, con absoluta extrañeza pero con decisión, hacia la cama en cuyo borde se encontraba ella de pie, impúdica y deliciosamente desnuda.
De inmediato se tapó con brazos y manos tanto los pechos como su sexo mientras el rostro se le enrojecía por la vergüenza. Juanma por su parte no quitaba ojo del cuerpo de ella, aunque miraba también de soslayo a los tres chicos:

 

Que curioso y contradictorio, te muestras desnuda y sin tapujos ante tus alumnos y ahora te tapas ante mí. ¿Qué está pasando aquí? Al final va a resultar que no eres tan reprimida como pensaba y que hay cosas de ti que realmente debo conocer.

 

 

Mónica se sentía tan aturdida que ni podía pensar ni supo qué contestar. Se sentó en la cama esperando poder ocultar mejor sus vergüenzas mientras intentaba encontrar una explicación a todo lo que le estaba ocurriendo en ese desdichado viaje. Fue entonces cuando Juanma soltó el cinturón de su simpático Kimono, ese que por la tarde le había hecho tanta gracia a ella, y despojándose de él quedó ante todos tan desnudo como ella misma.

 

Así estaremos los dos maestros en iguales condiciones, ¿no crees, Mónica?

 

 

Pero Mónica casi ni había escuchado lo que él le había dicho. Ante ella aparecía en todo su esplendor lo que durante toda la tarde y noche había sido el objeto de su ferviente imaginación. Miraba fijamente la entrepierna de Juanma admirando cómo la realidad superaba a la fantasía. Tenía un miembro enorme, con unos testículos de tamaño superior al de una pelota de tenis y un pene que en estado aún fláccido era muy grueso y debía medir unos 15 centímetros.

 

¡Jooooder, que pollón! – exclamó Toñete incapaz de contener su admiración.

 

 

Era impresionante y Mónica se sentía incapaz de quitarle el ojo a la gran verga que reposaba aún tranquila sobre los huevos. Su blancura resaltaba entre el negro vello del que parecía nacer y el glande sobresalía ligeramente de su envoltorio natural, dando la impresión de que al formarse no hubiera habido suficiente piel para cubrir su tamaño.

 

Parece que te gusta lo que ves – le dijo orgullosamente Juanma con un tono de voz irónico que a ella no le pareció tan encantador como el que había mostrado en otros momentos del día.

 

 

Mónica observó como él se le acercaba aun más y se sintió empujada suavemente por su mano hasta caer semi-tumbada sobre la cama. Manteniéndose de pie él se situó a la altura de su cabeza y señalando la verga con una mano le dijo:

 

¿Te apetece tocarla? ¿Te gustaría sentir como crece entre tus manos?

 

 

Y sonreía mientras Mónica seguía sin poder apartar la mirada de su polla.

 

Vamos, anímate – y cogiendo la mano izquierda de Mónica la acercó a su miembro.

 

 

Mónica, indecisa, inicialmente no reaccionó, pero una creciente curiosidad hizo que finalmente se atreviera primero a acariciárselo ligeramente y después a cogérselo entre dos de sus dedos y levantarlo. Tras tantear durante unos instantes el peso de la magnífica verga de Juanma, la cogió también con la otra mano y cada vez más hipnotizada siguió acariciándola hasta que la encerró entre sus dos manos y lentamente empezó a mover la piel de arriba abajo.
Miguel empezó a suspirar diciéndole:

 

Bien, muy bien, sigue, sigue meneándomela.

 

 

En cuanto Mónica comenzó a masturbarle, sintió la polla de Juanma crecer y no hizo falta mucho para que pronto su mayor grosor y longitud hiciera que sus manos no pudieran abarcarla por entero. Extasiada con el enorme rabo al que estaba haciendo despertar siguió moviendo la piel para deleite del hombre que con la boca entreabierta seguía suspirando mientras sonreía a los alumnos que contemplaban anonadados la caliente escena.
Finalmente Juanma decidió pasar a la acción y agachándose le puso las manos sobre sus mejillas y tras acariciarla unos instantes acercó su boca sobre la de ella con ánimo de besarla. Por un instante Mónica pensó en advertirle de la presencia de los chicos, pero ante la posibilidad de romper de nuevo el hechizo en el que estaba sumida, decidió continuar pasara lo que pasara. Cuando los labios del hombre se posaron sobre los suyos cerró los ojos y esperó a que Juanma la besara primero en los labios y luego buscara con su lengua la de ella. Mónica entreabrió la boca y dejó que la lengua de su amante se introdujera en ella explorándola por completo.
A estas alturas Juanma ya había bajado sus manos por su cuello y había alcanzado con sus grandes manos los pechos, recorriendo inicialmente sus formas redondeadas mientras continuaba besándola con intensidad. Cuando sus atenciones manuales se centraron en sus pezones, rozándolos con las yemas de los dedos para y pellizcándolos después suavemente, con mucha maestría, Mónica reaccionó a las caricias respondiendo al beso, intentando conocer a su vez la boca del hombre que la estaba enloqueciendo, y sin soltar de sus manos el enorme falo que lentamente seguía creciendo entre ellas, replegando de forma natural aún más la piel y dejando al descubierto el rosado glande.

 

¡Mirad cómo le menea la picha! ¡Esto es la hostia! – Toñete, tan asombrado como los demás, y cada vez más caliente, radiaba el acontecimiento – ¡Mirad como crece, la va a hacer estallar!

 

 

Pero Mónica, embriagada de placer, no oía nada, solo sentía las manos y la lengua de Juanma sobre ella y empezó a necesitar sentir también, pero ahora dentro de su cuerpo, la grandeza del inmenso pene, una vez ya conocido éste visualmente y al tacto, por lo que tiró suavemente de él atrayendo al hombre, que seguía de pie, incómodamente agachado, hacia ella. Juanma dejó de besarla e incorporándose de nuevo se pegó a la cama y cogiendo con sus manos las de Mónica, que seguían aprisionando su pene, las dirigió hacia los pechos de ella. Dejándose guiar, notó como él dirigía la cabeza de su verga hasta golpear suavemente uno de sus pezones y después apoyarla con más firmeza dibujándolo con los primeros líquidos de su excitación.
Mónica quería más y por unos momentos liberó sus manos del preciado juguete y agarró las duras nalgas de Juanma, instándole a subirse a la cama y a acercar la gran verga a sus labios, ya impacientes de probar el manjar. Como si quisiera hacerla sufrir, él rehuyó la espléndida invitación y agachándose de nuevo se apoderó de nuevo de sus tetas y las manoseó brevemente, apoyó sus labios sucesivamente en los dos pezones y tras dedicarles la atención suficiente para endurecerlos, éstos continuaron su viaje hacia el estómago escoltados por las hábiles caricias de sus manos.
Mónica sintió un estremecimiento al adivinar las intenciones de Juanma y conforme sus besos bajaban del estómago al vientre acercándose a la oscura selva que servía de antesala a su sexo ardiente, comenzó a abrir lentamente las piernas que, hasta ese momento había mantenido púdicamente juntas, y agarró de nuevo con ambas manos la enhiesta polla que, pese a la notable erección, seguía colgando por el peso de su volumen.

 

¡Uaaaff! ¿Habéis visto el chocho de la profe? – Toñete volvió a dirigirse a sus dos agazapados compañeros cuando el sexo de Mónica apareció frente a ellos, completamente abierto y enseñando buena parte de sus rincones más ocultos- ¡Mirad qué raja! ¡Joder, me está poniendo a mil!

 

 

Esta vez Mónica sí escuchó las burdas palabras del alumno, pero en lugar de molestarla sintió una morbosa sensación excitando al chaval y abrió sus piernas completamente para calentarle aún más. Juanma ya había alcanzado con sus labios el vello de su pubis y sus manos recorrían el interior de sus suaves muslos levantándolos y preparando el terreno para el asalto de su coño. Presa de la excitación Mónica se incorporó ligeramente y volvió a tirar hacia ella de la verga intentando acercarla a su boca inútilmente pues Juanma, extrañamente, no colaboraba, manteniéndose de pie, aunque agachado, y arrastrando la verga con sus movimientos lejos del objetivo de Mónica.
Cuando Juanma le asió con sus grandes manos los cachetes de sus nalgas y abandonó las ingles que besaba con deleite, Mónica supo que había llegado el momento y se concentró en disfrutarlo, despreocupándose del mástil caliente que a duras penas mantenía entre sus manos. En efecto Juanma apoyó suavemente su nariz sobre los mojados labios de su sexo, aspirando el aroma de hembra caliente que desprendía, y unió sus labios con los de su vagina haciéndola gemir de gusto. Sus gemidos se intensificaron cuando le recorrió repetidamente el sexo con la boca, chupando y pellizcando suavemente con los labios sus más recónditos lugares.
El punto álgido llegó cuando él empezó a utilizar su lengua para continuar su trabajo y Mónica, soltando la enorme presa, llevó sus manos a la cabeza del hombre y la empujó hacia su coño como queriendo evitar que él pudiera abandonar la maravillosa tarea que estaba llevando a cabo, aunque pronto se dio cuenta de que Juanma, de momento, no tenía intención alguna de dejar de comerle el sexo, al contrario, cimbreaba su lengua por toda la raja y la introducía repetidamente tanto en su orificio vaginal como en el anal, que también se había convertido en objetivo de sus atenciones.
Mónica sabía que si Juanma la seguía lamiendo tan maravillosamente acabaría por correrse, pero prefería sentir todas las sensaciones del orgasmo con la gran polla en el interior de su sexo y manejando ella la situación. Cambió el sentido de la presión de sus manos sobre la cabeza de Juanma, separando de su cuerpo la boca, que relucía impregnada de la sexual humedad de su coño. Con rapidez se incorporó de rodillas sobre la cama, cogiendo a la vez de los hombros al sorprendido hombre e instándole a tumbarse boca arriba sobre la misma, deseo al que él complació obedientemente de inmediato.
Mientras acomodaba su posición moviéndose sobre sus rodillas para situarse frente a Juanma, Mónica pudo ver fugazmente a Toñete a los pies de la cama, sacando una de sus manos apresuradamente de los pantalones e interrumpiendo la paja que evidentemente se estaba haciendo. Esa imagen en la que se mezclaban la excitación que ella estaba provocando en el corpulento chico y la avergonzada maniobra de éste al haber sido descubierto por sorpresa, le produjo una placentera y extraña sensación de dominio sobre el alumno.
Mónica se empezaba a encontrar cada vez más a gusto siendo el centro de atención y disfrute de los allí presentes y decidió sacar el máximo provecho posible a una situación insólita apenas unas horas antes pero irreversible. Situó la entrada de su vagina justo por encima de la polla de Juanma que la sujetaba apuntando al cielo, cambió las manos de éste por la suyas propias para agarrar de nuevo el gran pedazo de carne y con lentitud comenzó a hacer bajar su cuerpo sobre el del excitante macho al que ahora tenía a sus anchas.
No pudo evitar lanzar una exclamación de placer cuando la cabeza de la gran verga se alojó en su interior. Se alzó sobre sí misma y volvió a bajar, introduciéndose un poco más la longitud del palo y mezclando ahora sus gemidos con los primeros de Juanma a quien obviamente le debía encantar la estrechez de su húmeda vagina mientras se acomodaba al tamaño del pollón que la estaba invadiendo.
Tras varios intentos, cada vez más profundos, Mónica consiguió por fin aclimatar su sexo al pene de Juanma y lo hundió por completo dentro de ella notando perfectamente la invasión de su gran volumen en sus entrañas. Permaneció inmóvil durante unos instantes, deleitándose con esa sensación de plenitud, antes de agacharse sobre él para besarle y comenzar a follárselo moviéndose pausadamente de arriba abajo y gimiendo quedamente de gusto.
Toñete se había acercado tímidamente al lateral de la cama, con la mano metida de nuevo bajo sus calzones y dudaba sobre qué hacer a continuación, hasta que su antiguo profesor le ayudó a decidirse instándole a subirse a la cama.
Mientras Mónica incrementaba el ritmo de la cabalgada y, a la par el de su placer, con la ayuda de las manos de Juanma, que se habían apoderado de sus pechos y los acariciaban expertamente, sintió sobre su trasero un roce diferente, más tosco, más torpe, no sabía definirlo. Giró el rostro y vio de rodillas junto a ella a Toñete que, como el día de la proyección, le sobaba el culo con mucho menos atrevimiento que aquel día.
En medio de una creciente excitación, Mónica se sometió al morbo de intentar dominar sexualmente al alumno que tantos sinsabores le había proporcionado últimamente. Irguió su cuerpo y agarrando de la cintura al chaval le hizo ponerse de pie sobre la cama y situarse frente a ella dando la espalda a Juanma que permanecía tumbado. Miró fijamente a Toñete, cuyos soeces comentarios hacía rato que no oía, apreciando en su cara la inquietud propia de quién desea muchas cosas y a la vez teme poder o no poder conseguirlas.
Ante la sorpresa del chico le bajó de un tirón los pantalones e hizo lo mismo con los grandes calzones, dejando a la vista sus duros testículos, tapizados de cortos pelos negros, y su erguido pene de color aceitunado oscuro, en total estado de erección. No le desagradó demasiado el olor que despidió la verga de Toñete, y continuó con sus maquiavélicos proyectos cuando, tal y como él le había hecho a ella, comenzó a pasearle las manos por el voluminoso culo para luego pellizcárselo con sus largas uñas. Después cogió sus cojones por entero con una de las manos y, tras acariciarlos brevemente con taimada dulzura, tiró de ellos suave pero firmemente hacia abajo.
Mónica se regodeaba con la cara de estupor del chaval que permanecía inmóvil pugnando por mantener el equilibrio cuya estabilidad dependía de la intensidad con que ella tiraba de sus huevos, una estabilidad que perdió casi por entero cuando ella acercó los labios a su polla y con un ligero chupetón desenfundó el glande reteniéndolo dentro de su boca y manteniendo el resto fuera de ella con una precisa presión de los dientes.
El estupor de Toñete se torno en auténtico pánico ante la embarazosa situación de peligro en el que se encontraba su miembro viril, cuya erección comenzaba a decaer, a merced de los dientes de su profesora. Juanma decidió en ese momento retomar las riendas de una follada cuya intensidad había reducido Mónica con su perverso juego, y comenzó a aplicar rítmicos movimientos con su pelvis, que provocaron la subida y bajada al unísono de los cuerpos del alumno y la maestra. Durante un par de minutos los tres ocupantes de la cama mantuvieron sobre ésta una curiosa especie de danza en la que Juanma llevaba el ritmo con sus fuertes golpes de riñón, Mónica se movía al compás del gran pollón que se abría paso y retrocedía en el interior de su vagina y Toñete se esforzaba, entre el temor y el morbo de la situación, por evitar que un movimiento suyo mal acompasado pudiera acabar con un señor mordisco en su virilidad.
Por suerte para el alumno la situación duró poco y cambió drásticamente. Mónica, cada vez más concentrada en las sensaciones que le estaba provocando la magnífica cabalgada sobre la verga de Juanma, olvidó sus malvados planes, quiso gozar plenamente de la situación de inimaginable sexo en la que estaba sumida y la polla que mantenía entre sus dientes pasó a ser toda una invitación a lamerla, a gozarla y exprimirla. De repente la engulló por completo y, sujetando firmemente a Toñete por el trasero, empezó a mamársela recorriéndola repetidamente con sus labios desde la cabeza a la base. El chico, tambaleándose ahora por el inesperado placer, no pudo evitar soltar un “uffff” cuando sintió todo su miembro en el interior de la boca de su bella profesora. Conforme ella incrementaba el ritmo con el que le comía la polla, ésta recuperó el tamaño perdido minutos antes y él ganó la suficiente confianza para tomar y acariciar los bonitos pechos de su profesora de dibujo.
Mirando a sus dos colegas, que empezaban a aclimatarse a lo que estaban viviendo, Toñete volvió a lanzar al aire sus exclamaciones, mucho mas ahogadas por la excitación.

 

¡Hooostiaaaa! ¡Chicos, mirad esto! Me está comiendo la picha, se la mete entera en la boca. ¡Esto es acojonante! ¡Joooder como me gusta!

 

 

Las palabras de Toñete calentaron más aún a Mónica que comenzaba a vislumbrar un cercano orgasmo y soltando el culo del chico agarró el cuerpo del pene que sobresalía de su boca y comenzó a masturbarle con fuerza mientras con su lengua recorría ávidamente la cabeza del mismo y todo ello sin dejar de acariciar sus pelotas.

 

¡Joder, no puedo aguantar mas! ¡Cómo me la chupa!

 

 

Mientras decía esto Toñete, consciente de su inminente corrida, intentó recular para sacar su verga de la deliciosa boca de Mónica y lanzar su semen fuera de ella, pero la maestra, también al límite de su propio placer por la fuerza de las embestidas de Juanma, le sujetó de nuevo por el trasero y volvió a engullirla por completo, moviendo la lengua en toda su extensión.

 

¡Ay, profe, no puedo frenarme! ¡Voy a correrme dentro de su boca!

 

 

Mónica sintió cómo Toñete, ya maravillosamente resignado a lo que iba a pasar, la cogía por la cabeza y se apoyaba en ella para follarle la boca unas cuantas veces antes de pararse y, con un entrecortado aullido, empezar a soltar su juvenil esperma. Notar la salida de los abundantes chorros de semen del chico fue el detonante para que ella misma alcanzara su propio clímax con grandes gemidos que quedaron ahogados al tener ocupada su boca por la polla de Toñete dejando escapar las últimas gotas del final de su extraordinaria corrida.
Recuperándose de su orgasmo Mónica notó como Juanma había dejado sabiamente de moverse mientras Toñete, sacando su mojado y goteante miembro del glorioso recinto en el que había vomitado su esencia, volvía a mostrar su orgulloso logro a los otros dos alumnos.

 

¡Chicos, esto ha sido la hostia! ¡Miradla, miradla, aún guarda toda la lefa que le he echado en su boca!

 

 

Incapaz de tragarse la leche del chico, y sin un kleenex a mano para limpiarse con él, como hacía con su marido las veces que él se corría en su boca, Mónica pensó por un instante en escupirlo pero finalmente decidió dejarlo caer sin más por las comisuras de sus labios. Con Toñete acercando de nuevo y frotando el decadente pene entre sus labios, ella fue dejando escapar poco a poco, con premeditada lentitud, la totalidad del espeso líquido blancuzco que, resbalando por su barbilla, goteó hacia abajo mojando sus senos y aterrizando en el abundante vello negro del pubis de Juanma.
Éste último contemplaba, con auténtico deleite, la caliente escena protagonizada por su “remilgada” amiga profesora y el alumno que mas repulsión le producía a aquella, hasta que pensó que era el momento de gozar él de la hermosa hembra a la que había conquistado casi sin proponérselo. Un rápido movimiento de incorporación, sin dejar que su verga abandonara el cálido recinto en el que se aposentaba, hizo que Mónica quedara tumbada boca arriba con la cabeza a los pies de la cama y él encima de ella dominando la situación. Toñete, aun tambaleante, se bajó de la cama y se acercó a sus dos excitados compañeros sin dejar de mostrarles una gran sonrisa de triunfo.
Antes de comenzar a follarla de nuevo, Juanma miró a Mónica y ambos, en voz muy baja, lejos de los oídos de los cercanos chicos, iniciaron un pequeño diálogo:

 

Tenías razón Mónica, hay cosas de ti que efectivamente no conocía, y aún me cuesta trabajo creerlas.
Yo no me refería a tanto, Juanma. Cuando estoy muy excitada me lanzo bastante a tumba abierta, pero lo de hoy es algo que aún no me explico. Esa sensación de dominio sobre Toñete, luego tener su polla entre mis labios y sentir tan en directo su brutal orgasmo mientras me penetrabas con esa inmensa cosa que tienes dentro de mí, ha sido de lo más excitante que me ha pasado jamás.
Te lo he dicho muchas veces, hay que dar rienda suelta a todos los sentidos y aprovechar el momento sin pensar en otra cosa que en gozar.
¡Si mi marido supiera lo que está pasando!
A lo mejor tu esposo disfrutaría tanto como tú y cómo pienso disfrutar también yo.

 

 

Mónica inmersa en lo que había pasado se dio ahora cuenta de que Juanma estaba aún dentro de ella, con el pollón ocupando todo su interior e indudablemente con ganas de culminar su propio placer. Cuando él empezó de nuevo a joderla y se apoderó de sus redondos pechos, Mónica sintió que el placer volvía a visitarla. Se aferró a la espalda del macho que tenía sobre ella y cruzó las piernas por encima de las de él para permitir la máxima penetración de esa gran estaca que se movía sin descanso.
Durante los siguientes minutos Juanma demostró a Mónica que ese aguante del que tanto presumía era cierto, y con sus acompasadas y profundas embestidas y un perfecto trabajo de sus manos y lengua sobre los adorables pechos de la mujer, la fue llevando de nuevo a las cercanías del placer, hasta que tuvo que suplicarle:

 

Por favor, saca tu polla, déjame verla, déjame tocarla.

 

 

Juanma extrajo su verga, completamente humedecida, del caliente sexo de Mónica, se desplazó hacia el pie de la cama y puso sus rodillas a la altura de los hombros de ella. Mónica observaba, cada vez más impresionada, cómo se acercaba a su rostro la plenitud de la erección de él. Durante un par de minutos Juanma jugó con su gran miembro colocándolo entre los pechos de la mujer, sin poder envolverlo con ellas por su tamaño, moviéndolo lentamente e incitándola a atrapar con sus labios el prepotente glande. En efecto Mónica se esforzaba en capturar el grueso cipote consiguiendo apenas rozar con la lengua la babeante punta sonrosada y excitándose cada vez más ante la inminente posibilidad de poder meterse eso en la boca.
Decidió que era el momento de darse ambos el gustazo y agarrando la polla de Juanma tiró de ella y se metió de golpe la cabeza de ésta en la boca, consiguiendo arrancar del hombre un gemido de gusto, al que siguieron varios más mientras ella, pajeándole con ambas manos, se regodeaba lascivamente con el tamaño y el sabor sexual del prepucio que llenaba su boca. Tirando del deseado juguete consiguió abarcar con sus labios cerca de la mitad del mismo, pero de ahí no pudo pasar y tampoco pudo usar su lengua para jugar mucho con él, de modo que pronto prefirió sacarlo al exterior y dedicarse mejor a lamer por fuera toda su extensión mientras sus manos se ocupaban de acariciar y pellizcar suavemente los peludos y duros huevos del excitado amante.
Juanma había bajado una de sus manos hasta su sexo ardiente y le acariciaba el clítoris con tal maestría que Mónica, perdida ya por completo en un absoluto descontrol sexual, volvió a pajearle con fuerza y llevó la lengua en sus lamidas a recorrerle los testículos y a continuar aún más abajo, alcanzando el orificio anal. Cuando empezó a besar el esfínter aplicando sus labios húmedos, oyó a Juanma suspirar profundamente antes de escuchar su voz.

 

¡Ohhhhh, Mónica! ¡Qué maravilla que me beses el culo! Es una de las caricias que más me calientan y que seas tú quien me lo haga aún mucho más. ¡Vamos, continúa así! ¡Eres soberbia!

 

 

Aún más arrebatada con las palabras de Juanma ella no se limitó a usar sus labios, sino que comenzó a jugar también con la lengua, circulando por los agrietados bordes del ano del hombre que tenía sobre ella, y a introducirla repetidamente por el orificio constatando cómo él se moría de gusto con su buen quehacer.

 

¡Buuuffff! ¡Esto es único Mónica! – exclamó Juanma mientras sustituía las manos de Mónica por las suyas propias para masturbarse mientras su orgasmo se aproximaba – Estás haciendo que me muera de ganas de correrme sobre ti.

 

 

Cuando Mónica notó que él se separaba y empezaba a arrastrarse hacia su sexo con evidente intención de terminar en él, puso sus manos sobre las nalgas de Juanma reteniéndole, intentando hacerle ver lo que ella realmente deseaba. Con satisfacción comprobó que él la había entendido y tras deshacer el escaso camino realizado, Juanma volvió a situar la imponente vara sobre su rostro, masturbándose con ambas manos cada vez con más fuerza.
Los suspiros de Juanma empezaron transformarse en furiosos resoplidos y Mónica, en un estado de máxima excitación pese a estar libre en ese momento de cualquier caricia sobre su cuerpo, concentró su mente en disfrutar al máximo con la inminente corrida de su amante. En efecto el orgasmo de Juanma no tardó en llegar con un grito gutural que resonó con fuerza en la habitación. En el momento en el que él detuvo los movimientos sobre su verga, ella pudo observar una pequeña gota desprenderse de la punta de su pene y de inmediato abrió su boca, justo a tiempo para recibir un imponente escupitajo de esperma que se coló hasta su garganta. Mientras quedaba sorprendida por la fuerza del inicio de la corrida, que se tragó sin apenas saborearla, un segundo chorro de leche se estrelló violentamente en uno de sus ojos, cegándola por completo, y un tercero fue a parar con igual intensidad al centro de su frente para de inmediato resbalar hacia sus labios bordeando la nariz. Antes de permitir que el pollón siguiera escupiendo al aire, ella lo cazó con su boca recibiendo el resto de la corrida de Juanma en ella. Entusiasmada con la abundancia de la leche recibida se recreó en mantenerla en su boca junto a la fuente de la que manaba, la saboreó y se la tragó sin pensar siquiera que era la primera vez que se tragaba el semen de un hombre.
Toñete volvió a dirigirse a sus dos colegas:

 

¡Que corrida! ¡Mirad a la profe, está pringada! ¡Que cantidad de leche tenía el cabrón en sus huevos! ¡Venga! ¿A qué esperáis, tíos?

 

 

Las soeces palabras del alumno, la excitante sensación de empape lácteo en su cara y el sabor del semen que todavía degustaba lascivamente, tenían a Mónica al borde de culminar su propio placer.
Juanma, recuperándose de su orgasmo, se dio cuenta de la situación y con su enorme verga aún lo suficientemente álgida la penetró por la vagina, sin dejar de estimularle el clítoris, e inició un fuerte bombeo al que ella respondió más con gritos que con gemidos, convencida de que se avecinaba un increíble orgasmo.
Justo antes de que éste llegara notó su rostro mojarse de nuevo. Al abrir los ojos contempló a los dos tímidos compañeros de Toñete aliviar la erección producida por la sesión de sexo recién vivida y eyacular sobre ella mientras, gimiendo, terminaban una masturbación no exenta de cierta desconfianza. Consiguió capturar entre sus labios algunos disparos del semen de los chicos antes de que el placer hiciera presa en ella de un modo muy superior a todas sus previsiones. Agarrada a la fibrosa espalda de Juanma y arañándole con violencia, Mónica disfrutó del orgasmo que más sensaciones placenteras le había producido jamás, y que sirvió de broche perfecto a su alocada aventura sexual.
******************************
Junto a la puerta de entrada a la habitación, Noelia había contemplado primero con incredulidad y luego con creciente excitación la maravillosa unión de sus dos más queridos profesores, salpicada por la morbosa presencia de los tres repulsivos compañeros de curso. Nadie parecía haberse dado cuenta de su presencia. Nadie se había percatado del juego de sus dedos en su caliente rajita. Nadie se había dado cuenta de que por primera vez en su vida había gozado del mayor de los placeres del sexo.
******************************
Mientras se aplacaban sus sentidos, Mónica tuvo la fugaz sensación de haber vivido un auténtico cuento erótico y por un breve instante volvió a acordarse de su traicionado esposo y de los relatos de infidelidad que leían juntos. Asaltándola un ligero sentimiento de culpabilidad, se preguntó si sería ella capaz de escribir su propia aventura y hacérsela leer a él.Escribirme a la dirección de correo:
Gracias a todos los que dejéis un comentario o una invitación.
 
 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!


Relato erótico: “Sexo duro con mi amante virtual, una casada infiel” (POR GOLFO)

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¿La infidelidad existe aunque no haya trasvase de fluidos? Esta pregunta lleva años torturando a muchos. Para el autor, los cuernos se manifiestan desde el momento que una mujer o un marido se entrega plenamente a otra pareja aunque sea de modo virtual. ¿Tú qué piensas? ¿Estás de acuerdo o no?

Hoy me has preguntado por mail qué es lo que quiero de ti. Tras pensarlo durante unos instantes, te contesté:
– Por querer, quiero muchas cosas. una noche recorriendo tus pechos con la lengua, un amanecer acariciando tu melena mientras me sumerjo en ti, una mañana con tus piernas entrelazadas con las mías….. Que me regales tus bragas sabiendo que te has masturbado con ellas puestas, Sentir tus labios mientras engulles mi miembro. Azotar tus nalgas y oír tus gemidos al ser poseída por mí.

Mi respuesta te satisfizo e interesada, tecleaste en tu ordenador:

– Dime que te caliento.

Al leerlo, supe que querías jugar y por eso ya excitado, escribí:

– Me pones bruto. Cuando enciendo el facebook, estoy deseando encontrarte y que pidas que te diga guarradas. Releo los relatos que hemos escrito mientras juntos mientras agarro mi pene y me pajeo. Me encantaría mordisquear tus pezones y oír tu acento chileno mientras me pides que te posea. Te juro que de estar frente a ti, mordería tu cuello y con mis dientes te bajaría los tirantes de ese bikini blanco para descubrir el color de tus pezones. En mi mente, son rosados y grandes y en este momento te los estás tocando mientras me imagino que tus pechos tienen el tamaño y la separación perfecta para hundir mi cara entre ellos.
Ya lanzado, recordé que habías dejado a tu marido en tu patria y que estabas sola. Aprovechándome de eso, te solté:
– Y ahora mismo, ¿no echas de menos a alguien que te
susurre en las orejas y que mientras lees mis palabras, te pida que cierres el ordenador y le acompañes al jacuzzi?
Reconociendo mis intenciones, muerta de risa, preguntaste:
– ¿Para qué me ensarte en el jacuzzi?

– Exactamente- respondí. –De ser yo quien te llevara a esa bañera, aprovecharía que las burbujas, acariciando tu sexo, te han puesto caliente para pedirte que te montaras sobre mí. Sé que aceptarías gustosa y cuando ya tuvieras mi pene dentro de tu coño, me apoderaría de tus pechos con mis dientes.

Al leer la descripción de mis deseos, juntaste tus rodillas instintivamente por la agitación que sentías en tu entrepierna y casi temblando, escribiste:
– No seas malo, recuerda que estoy casada…

– Sabes que eso nunca me ha importado. Tu estado civil lejos de cortarme, me excita por el peligro que un día mientras te estoy follando nos sorprenda tu marido.

Fue entonces cuando el morbo de poder ser descubierta, te impulsó teclear:
– Juguemos a que me dices eso mientras me ensartas y me metes un dedo por el culo.
Conociéndote supe que en ese momento, te estarías pajeando al otro lado de la red y queriendo incrementar tu calentura, contesté:
– Al oír cómo gimes al sentir mi dedo en tu culo, pellizco uno de tus pezones mientras junto otro dedo dentro de tu ojete.
Imbuida en tu papel, usaste la web para implorarme:
– ¡Apriétame las nalgas! ¡Enséñame quien manda!
Leí tu ruego sentado en la silla de mi despacho y sabiendo que te tenía a mi merced, letra a letra fui pulsando las teclas de mi computadora:
– No solo apretaría tus nalgas sino que sacando de una bolsa un enorme consolador, lo usaría par empalarte por el culo mientras mi verga campea en tu sexo. Y entonces con tus dos orificios asaltados por mí, me oirías decir: -Eres una zorrita.

– Me encanta- respondiste metida en el juego y mientras seguías torturando tu clítoris en la intimidad de tu habitación, te atreviste a preguntar: – ¿Te gustaría follarme?
Sacando mi pene de su encierro, respondí:
– Me enloquecería y más aún ver tu cara de puta mientras te penetro. Si algún día llegamos a conocernos, sé que no podrás aguantar tu calentura cuando te empiece a acariciar mientras cenamos en un restaurant.
Al leer que me había olvidado de la escena en la que ya te tenía en mi poder en una cama, me pediste que volviera a cuando te tenía ensartada con el consolador diciendo:
– Yo no pararía de gemir al sentir mis dos agujeritos rellenos por ti y disfrutando como una perra, lamería de un lengüetazo tu boca recordándote que estoy casada.
Tu insistencia en recordar al sujeto con el que te ataste en una ceremonia me hizo saber que te ponía la infidelidad y por eso proseguí incrementando tu excitación escribiendo:

– Mordiéndote esa lengua que busca mis besos, te agarraría las nalgas, putita mía. Conozco tus deseos y sé que tu mayor deseo es que te ponga en mis rodillas y azote tu culo mientras te digo que eres una golfa infiel.

– Aaaahhh, sigue…en el jacuzzi
Tu gemido aunque fuera a distancia, me obligó a seguir diciendo:
– Esperaría a que me lo pidieras en voz baja mientras hundes tus uñas en mi espalda. Al sentir el arañazo y sin solicitar tu opinión, te colocaría de esa forma y lanzaría una serie de mandobles sobre tu culo mientras meto dos dedos dentro de tu coño.

– Ahhhhhhhh.

– Tus quejas azuzarían mi lado perverso y separando tus bellas nalgas, hundiría mi lengua en tu esfínter a la vez que pido que te masturbes en mi honor

– Sigue, sigue… Estás haciendo cornudo a mi esposo….
Tu evidente excitación me indujo a meter mi dedo en tu herida diciendo:

– Si cazaras sabrías que tu marido es medalla de oro por la cornamenta que exhibe cuando hundo mi lengua dentro de tu culo. Y reconocerías muy a tu pesar que mi pene es la escopeta con la que oteas su reacción por dejarte tan sola.

– Ahhhhhhh.

– El sabor agrio de tu culo lejos de molestarme, me excitaría y por eso penetraría todavía más entre los músculos circulares de tu ojete, usando mi húmedo apéndice como instrumento.

– ¡Para! O me vas a convertir en tu puta……

Esa confesión escrita me hizo gracia y por eso te contesté:
– No te voy a convertir, ya eres mi puta aunque sea por internet. Jajaja- tras lo cual seguí calentándote al escribir: -Teniéndote abierta de piernas, acariciaría tus nalgas mientras te alzo en mis brazos para acto seguido llevarte con mi dedo dentro de tu culo hasta la cama donde pienso poseerte. La sorpresa no te dejaría reaccionar cuando te cogiera de tu rubio pelo y te sodomizara brutalmente mientras protestas por mi violencia.

– ¡Cómo me pones!- descompuesta tecleaste al sentir como si fuera realidad mi miembro rompiendo tu culo.
Tu entrega aunque fuera virtual, me permitió decirte:
– Cogiendo impulso, usaría mi pene para machacar sin pausa tu trasero mientras piensas que tu marido nunca se podría imaginar que su esposa es una puta en mi teclado. Con ello en tu mente, agarraría tus pechos y comenzaría a cabalgar sobre tu culo mientras me rio de tus sollozos.

– Eres un cabrón pero sigue…

Aunque no necesitaba tu permiso, me complació leer que estabas cachonda y tratando de dar todo el morbo posible a mis palabras, proseguí:

– Sabes que estás disfrutando poniendo cuernos a tu marido y aunque eso va en contra a la educación que recibiste en tu casa, no lo puedes evitar. Tu madre era una mujer dedicada a su esposo mientras tú aprovechas la ausencia del tuyo para dejar que un desconocido te use a su antojo. Por ello contra tu voluntad notas que tu coño te pica y llevando tus manos hasta tu clítoris te empiezas a masturbar mientras mi sexo campea libremente dentro de tu culo.
Tu respuesta no pudo ser más gráfica:
– Con tu pene mi trasero, me daría la vuelta y con mi cara sudada, te preguntaría: ¿te gusta encularme?

Muerto de risa, escribí:
– Es una sensación sin par sodomizarte mientras pienso que en Santiago tu marido se come los mocos creyendo que su mujer le es fiel. Tu orgasmo coincide con el mío y sacándola de tu culo te miro y te digo: ¡ya sabes que hacer! (¿Qué harias?)

– Abriría mi boca grande y me tragaría tu polla.

Siguiendo ese juego, respondí:
– Y yo te agarraría de las orejas y presionando tu cabeza la metería hasta el fondo de tu garganta mientras reprimes tus ganas de vomitar, sabiendo que de hacerlo te azotaría sin piedad. Al comprobar tu sumisión, como una muñeca sin voluntad, movería tu cabeza para follarte tu boca- momento en que te pregunté- ¿Qué estás pensando al sentir mi glande entrando y saliendo de tu garganta?

– Que soy tu puta, tu guarra.

– ¿Y qué dirías al saborear mi semen mientras mi pene golpea tus mofletes por dentro?

– ¡Dame más!

Tras lo cual, me sorprendiste, diciendo:

– Repentinamente dejo de mamártela y corro hacia la puerta intentando escaparme.

Comprendí que querías conocer mi reacción y poniéndome en esa situación, te respondí:

– Te persigo y tirando de tu pelo te exijo que sigas mamando mientras te amenazo con atarte durante toda una noche y llamar a tres amigos para que te follen uno detrás del otro.

– Uhmmmfff , te la volvería a mamar, jaja

– Tu rápida respuesta me confirma que deseas que lo haga realidad y por eso mientras oigo tus protestas, te llevo hasta tu cama y usando las corbatas de tu cornudo, te ato al cabecero.
Desde tu habitación leíste lo que había escrito y me pediste que volvieramos atrás diciendo:
– Quiero follar contigo por el chat. Acorrálame contra la pared y mientras me follas la boca con tu lengua, quiero que me estrujes el culo.
Mas excitado de lo que nunca me imaginé al estar chateando por internet, reescribí la escena diciendo:
– Persiguiéndote, te alcanzo en la puerta de mi piso y lanzándote contra la pared, te beso metiendo mi lengua hasta dentro de tu boca mientras estrujo tu culo. Mi violencia te excita y por eso usas tus piernas para abrazarme mientras intentas llevar mi pene hasta tu coño. Contigo en mi poder, te grito: – ¿No sabes que eres mía? Nunca podrás evitar ponerte cachonda conmigo. ¡Eres mi PUTA! ¿Lo entiendes?

– Sí…….soy tu puta.

– Y las putas ¿Que hacen?- pregunté mientras hundía mi verga entre los pliegues de tu sexo

– Son folladas por su macho.

– Y ¿quién es tu macho? ¿Tu marido o Golfo?- insistí y mientras respondías comencé a mamar de tus rosadas areolas.

– Suspiraría y acariciaría tu pelo mientras tu cara está en mis tetas.
Al sentir que estabas intentando evadir tu respuesta, indignado volví a la carga:
– Contesta puta. ¿Quién es tu macho?- insistí mordiendo uno de tus pezones de manera virtual pero no por ello menos brutal.

– Tú.

– Di mi nombre, ¿Quién es el hombre por el que estás ahora cachonda? Reconoce que me buscas en el face para sentir tu coño húmedo una y otra vez.

– Golfo….

Sabiendo que necesitaba tu completa claudicación y que de nada me valía ese mero reconocimiento, insistí:
– Confiesa que te gustaría hacer realidad todas nuestras aventuras mientras piensas en que sentirías mientras me empiezo a mover dentro de tu coño.

Comprobé tu rendición al leer:

– ¿Vas a follarme?

Y cómo queriendo saber si tus sentimientos eran compartidos, usando tu teclado, preguntaste:

– ¿Te caliento??

– Sí, y lo sabes. Me gustaría verte desnuda. Disfrutar de la tersura de tus pechos mientras separo los pliegues carnosos que escondes entre tus piernas.

No contenta con mi respuesta, escribiste:
– Dime con todas sus letras que te caliento y que eres mi macho.
No me costó reconocer en tí la urgencia de ser parte de mi propiedad y por ello te contesté sinceramente:
– Me calientas porque eres mi hembra y yo soy tu único macho. Sé que esta noche soñarás conmigo, con ese maduro que te dice guarradas y que hace sentirte mujer sabiendo que al otro lado tiene la verga parada esperando tus caricias.
Habiendo resuelto tus dudas, volviste a la escena idílica que estábamos narrando diciendo:
– Estás follándome contra la puerta….

Siguiendo tus deseos, describí tu entrega escribiendo:

– Mi pene está golpeando la pared de tu vagina mientras te follo con tu espalda presionando la misma puerta que quisiste cruzar al huir de la evidencia que eres mi zorrita.

Al leer escrito lo que ya sentías en la humedad de la gruta que tienes entre las piernas, nuevamente me imploraste:

– Dime que me follas a pesar de ser la mujer de otro.

– Te follo siendo la mujer de otro legalmente pero sabiendo que tu coño se mantiene caliente al pensar en mí y por eso incremento la velocidad con la que machaco tu interior con mi verga.

Habiendo obtenido tu capricho a través del monitor de tu ordenador, incrementaste la velocidad con la que te masturbas, mientras con la mano libre escribías en el chat:

– Aahhhhh. Muérdeme el cuello. Dame lametones. Hazme un chupetón.
«Mi zorrita está excitada», pensé mientras intentaba dar cauce a tu excitación a través de mi teclado:

– Sensualmente echas tu cabeza hacia la izquierda, insinuando lo que deseas. Obedeciendo tus deseos, abro mi boca y llevándola hasta tu cuello, la cierro sobre el mientras estrujo tu culo con mis manos. Tu chillido me excita y sacando la lengua lamo tu cara, tus ojos, tus mejillas y tu boca dejando el olor de mi saliva sobre tu rostro.

– Sigue….te deseo. Me has calentado.

– Mi lado perverso me obliga a decirte que abras la boca y al hacerlo dejo que mis babas se introduzcan dentro de ella mientras te sorprendes al notar que mi salivazo ha mojado aún más tu coño.

– Dime que soy tu hembra….

– Al notar su sabor me preguntas porque lo he hecho y mordiéndote la oreja, te digo: ¡Estoy marcando mi hembra!. Al igual que un lobo marca su territorio con su orina yo te he marcado con mi saliva. Y antes que me respondas, llevó mi boca nuevamente a tu cuello con la intención de dejarte un chupetón en la mitad para que mañana al volver al trabajo tus compañeros sepan que ya tienes un macho que te folla en España.

– Sigue…emputéceme.

– En ese momento me sorprendes al ponerte de rodillas y decirme: ¡Soy una loba!. Al escucharlo de tus labios, suelto una carcajada y metiendo un dedo en tu culo, te llevo ensartada con él hasta la cama. Una vez allí, te dejo un instante esperando y dejo la puerta de la habitación entre abierta. Al verlo, me preguntas el porqué. Muerto de risa, cojo el teléfono y llamando a la cocina del hotel, pido que nos suban unos sándwiches. ¡No tengo hambre!, protestas deseando volver a empalarte con mi pene pero entonces te contestó que es una excusa para que el camarero vea lo puta que eres mientras saltas sobre mi verga.

Durante unos segundos permaneciste callada. Conociéndote sabía que en ese preciso instante debías de estar retorciéndote en la silla. Por ello sin esperar tu respuesta, te pregunté:
– Dime princesa, ¿qué pasaría por tu mente al ver entrar al empleado con la bandeja? ¿Te pondría cachonda que trajera la cuenta para que yo se la firmara mientras miraba de reojo tus tetas botando a la vez que metes y sacas mi miembro de tu interior?

– Ay sigue…..

– Imaginate que queriendo forzar tu calentura, le digo que quiero pagar con mi tarjeta y que la agarre de mi cartera que está bajo tus bragas chorreadas en la mesilla.

– Me encanta- respondiste totalmente entregada a esa perversión,

– El tipo cortado, las coje con dos dedos y al hacerlo le llega el aroma a hembra que mana de ellas, Tus gritos y el olor le hacen preguntarme mientras me pasa el bolígrafo: -¿le importaría apuntar el teléfono de su puta en el recibo?. Está muy buena la rubia y se nota que es una zorra dispuesta.
Recreándote y todavía con ganas, me pediste que aclarara si te tenía en cuatro o en cambio permanecía tumbada sobre las sábanas en plan misionero.

– Misionero, para que disfrute el tipo del vaivén de tus melones mientras te follo

Visualizando en tu mente esa imagen, no pudiste evitar preguntarme si me gustaban tus melones:
– MUCHO- respondí – Estoy seguro que me enloquecería mamar de ellos mientras te estrujo el culo con mis manos y de tener una foto, me pajearía en tu honor para acto seguido mandarte una imagen con mi pene derramando mi simiente sobre ellas.
– Sigue, cabrónazo…… haz que se vaya el camarero.
– Soltando una carcajada, firmé la nota sin acceder a sus deseos pero poniendo en su mano una buena propina.
Interrumpiendo teclaste:
– Al verlo salir girándose continuamente para fijar en su retina cómo mis tetas se banbolean sin parar me rio y te insulto diciendo: Eres un hijo de puta, folla casadas.

– Tus insultos me hicieron gracia y por eso te tumbé sobre las sabanas y sin pedirte opinión agarré dos de mis corbatas y te até al cabecero con ellas.

Muerta de risa y excitada, me preguntaste qué iba a hacerte y cómo iba a seguir abusando de ti:
– La indefensión de saber que la puerta seguía abierta de forma que cualquiera que pasara por el pasillo, te vería en pelotas y atada sobre el colchón, te excitó y más cuando me viste llegar del baño con mi maquinilla de afeitar y un bote de espuma en la otra mano.
– Cabrón, se va a dar cuenta que me lo he afeitado- protestaste desde el otro lado de la línea.
– Haciendo oídos sordos a tu queja, lentamente, esparcí la espuma por tu sexo y mientras acariciaba tu clítoris mojado, susurré en tu oido: -Te voy a afeitar ese coño peludo que tienes. A ver que le dices a tu marido cuando vea que lo tienes depilado como una puta.
– Me pones a cien- confirmaste.
Sabiendo que no podía dejar que te enfriaras, proseguí;
– Cogiendo la guillete comencé a retirar el antiestético pelo púbico de tu coño. Cada vez que retiraba una porción de la crema de tu piel y con ello, una parte del bosque que cubría tu chocho, te daba un lametazo consolador sobre la fracción afectada.
– Dime que te caliento…cabrón….
No mentí al contestar:
– Tengo mi polla tiesa al pensar en tu coño. Me excitas putita.
Al leer que confirmaba lo que para mí era evidente me pediste que continuara.
– Poco a poco, las maniobras sobre tu sexo, hicieron que este se encharcara y sabiéndote indefensa, seguí arrasando con el rubio vello que enmascaraba tu coño. -Te lo voy a dejar como el de una quinceañera- murmuré en tu oreja mientras la mordía.
– Me haces sentir tuya….. maldito infiel…
– Tu calentura y la imposibilidad de moverte, hizo que meneando tus caderas me pidieras que te follara pero haciendo oídos sordos a tus deseos, pacientemente terminé de afeitar tu coño y tomando mi móvil, lo fotografié repetidamente mientras te amenazaba con mandar esas imágenes al cornudo de tu marido.
Atropelladamente me pediste que siguiera.
– Tus gemidos se hicieron gritos cuando recuperando el consolador, te lo incrusté a su máxima potencia, diciendo: -Sonríe que quiero dejar constancia del estreno de tu nuevo chocho, Tu cara de zorra fue un indicio del morbo que te daba ser inmortalizada con ese enorme aparato en tu interior y por ello comencé a menearlo sacando y metiéndolo de tu interior mientras pellizcaba tus tetas.
– Sodomízame duro. ¡Que me quede claro que soy tu hembra!
– No esperabas que liberando una de tus manos te diera la vuelta sin dejar de penetrar con el consolador tu sexo y volviéndote atar, te dijera: -¿estas preparada para que te dé por culo a pelo?
– ¡Estoy cachonda.
– No respondiste y comprendiendo que con tu silencio me dabas el permiso que necesitaba, separé las dos nalgas con mis manos y acercando mi glande a tu ojete, apunté y de un solo empellón, te lo clavé hasta el fondo.
– Cierra la puerta….deseo gemir mucho.
– Tu grito se debió de oir hasta la recepción del hotel pero no por ello me compadecí de ti y sin dejar que te acostumbraras a tenerlo campeando en tus intestinos, machaqué sin pausa tu culo mientras me pedías que cerrara la puerta: -Ahora, no. Primero quiero demostrarte que eres mi hembra y que yo soy tu dueño- respondí cogiendo tu melena y forzando tu espalda al tirar de ella.
– No pares- leí tu entrega en la pantalla.
– El dolor y el placer se mezclaron en tu mente mientras temías que en cualquier momento alguien entrara por la puerta, alertado por el volumen de tus gritos. De haber estado libre, te hubieses arrodillado ante mí y me hubieses pedido que te dejara levantarte pero en tu estado solo pudiste seguir gozando mientras rogabas que nadie apareciera.
– ¡Me corro!- reconociste desde la mesa de tu despacho.
Quise seguir zorreando pero saber que te habías corrido, azuzó mi muñeca y releyendo nuestra conversación durante un par de minutos me pajeé hasta que mi sexo explotó dejando pringada la pantalla de mi portátil.
– ¿Estás ahí?- preguntaste confundida por mi silencio.
– Sí- contesté todavía con la respiración entrecortada.
No fui capaz de reconocerte que justo en ese momento mi semen amenazaba con estropear mi ordenador, en vez de ello tecleé:
– Disculpa pero tuve que atender a un cliente.
Fue entonces cuando cruzando la barrera que nos habíamos auto impuesto me rogaste que querías verme en persona. Ni siquiera contesté, molesto apagué el ordenador pensando en que era imposible y que si lo hacía tú, mi querida amante virtual, descubrirías que te había mentido y que aunque muchas veces te había hablado de los veinticinco centímetros de mi verga, todo era mentira…
No soy GOLFO sino GOLFA y entre mis piernas existe un vacío que por mucho que intento llenar con mi imaginación sigue existiendo. No tengo pene, polla, ni trabuco ni nada…¡SOY UNA MUJER!

Relato erótico: “Erika Garza y los renglones torcidos de Dios (9)” (POR RAYO MC STONE)

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La difícil decisión de la rica Erika Garza. Parte 9
La primera vez que me engañes la culpa será tuya; la segunda vez, la culpa será mía.
Proverbio árabe
Las lágrimas seguían y seguían escurriendo por el bello rostro de la angelical rubia Erika. El juvenil rubio sacerdote Iñigo Cantú de la Garza se volvió a estremecer sin que ella lo notara y estuvo a punto de pasar sus manos por esa cara de ensoñación que representaba lo más hermoso que hubiera conocido, pero que a la vez dejaba salir por esa boquita de pecadora redomada culpas y decisiones que le proporcionaban sensaciones desconocidas e inminentemente peligrosas. Estaba sudando y tragando saliva como nunca en su vida había experimentado, pero esa rara curiosidad le hizo casi susurrar: ¿Cuándo empezó todo esto, Sra. Erika?
Erika que arrodillada se estaba confesando con el sacerdote en la oficina adjunta a la parroquia de su lujosa colonia en San Pedro Garza García, Nuevo León, alzo sus llorosos ojos para que también en un susurro continuará con esa catarsis, con ese desahogo que la tenía en un trance: Todo empezó en un viaje que hice al DF, sin yo pretenderlo me tocó ver a una amiga casada copulando con otro hombre. Nunca había visto ni escuchado algo parecido y fue en ese instante donde se fueron desencadenando muchas situaciones que me pusieron en tentación y yo tonta fui cayendo, cayendo. Erika volvió a bajar sus ojos para continuar sollozando quedito, uno que otro gemidito se le escapaba…con lo cual volvía a poner nervioso al Padre Iñigo que ocultaba una fuerte erección gracias a su sotana negra. Afuera de la oficina, en el templo, se celebraba una boda y en ese momento se escuchaba la Marcha Nupcial, con lo cual Erika se inquietó y se acongojó aún más, poniendo su mano derecha en la pierna del sacerdote que extasiado miraba como esta le apretaba con fuerza.
Desde la perspectiva del sacerdote se podía apreciar a pesar de lo austero y recatado del vestido de una de las más grandes benefactoras del templo, la rica y famosa  Sra. Erika Garza de Treviño, esposa de uno de los empresarios más reconocidos de la sociedad de Monterrey su espléndida figura, sus apetitosas carnes que temblaban al unísono de sus lágrimas y confesiones insospechadas. Al padre le maravillaba como hincada se le veía su trasero enorme, firme, suculento y que al parecer ya había probado varias carnes humanas.
Suspirando fuertemente el sacerdote Iñigo volvió a preguntar: ¿Por qué volviste a fallar al sagrado sacramento del Matrimonio? ¿Qué te impulso a pecar una y otra vez? Debes proponerte ya no volver a caer, que tus decisiones sean firmes en el camino recto del Señor y de la fidelidad. Iñigo pensó al instante que por un momento ni el mismo se creía que esto fuera a pasar y una ráfaga de deseo lo sorprendió al percatarse de que su virilidad por ningún momento se había logrado apaciguar en toda esta desquiciante confesión que le hacía esta tentadora hembra.
Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía.
Anaxágoras
Erika: Padre, es que usted no puede saber lo que se siente al estar… al estar…como decirle…pues con un hombre, padre, con un hombre que realmente sepa…   que sepa…..ayyyyy
Padre Iñigo: ¿Qué sepa que…hijaaa?
Erika: Pues que sepa…que sepa, pues hacer el sexo como Dios manda, perdón padre, ya ve…estoy muy confundida.
Padre Iñigo: Ayyyy hijaaaa…¿De qué te arrepientes?
Erika: Pues es que en el fondo me ha gustado,,ayyyyy…es que la última vez fue con dos hombres…
Padre Iñigo abriendo los ojos como platillos voladores: Hija, ¿con cuántos hombres has estado?
Erika que tenía en su mente tatuado las experiencias con Rogelio, Rodrigo, Luis y Mario: Aparte de mi marido ha sido con cuatro hombres más…pero esa última vez no fue con los dos, si no que estuvimos tres personas juntas pero solo estuve con uno, sin atreverse a confesar que ese uno era una persona anormal, es decir el transexual Natalia.
Padre Iñigo ya picado por una insana lujuria: ¿Qué fue lo que paso?
Una Erika que estaba plenamente consciente de que no estaba confesando toda la verdad, pero sintiendo de alguna manera confort empezó a narrar de viva voz su última aventura, su decisión del fin de semana anterior.
Mire Padre el sábado anterior tuve que tomar mucho en un evento social, no me quedo de otra. Estuve muy expuesta a la mirada y lascivia de muchos hombres, mi mente y cuerpo me jugaron una mala pasada, me empezó a dar mucho calor y debo reconocer, Padre, lujuria, me calenté, ayyy Padre eso significa que necesitaba de un hombre. El destino me puso a un amigo y fuimos a su Hotel y ahí se fue dando todo, yo no quería, pero es que ya había sido mucho. Es que mi esposo no me atiende como mujer, usted  debe saber, sé que esto es problema de muchas mujeres, mis amigas siempre me lo dijeron, pero yo no sabía hasta que esto se fue dando, pero estoy arrepentida. No es excusa Padre, pero soy de carne y hueso y una vez que lo probé, me gusto y me gusto….pero le juro que veré que no vuelva a suceder…si es necesario ir a un psicólogo iré….ahora quiero pedir el perdón de Dios…Y es que ese hombre, como le diré, me volvió a dar sensaciones distintas a las de los otros anteriores…tengo miedo, Padre, ayúdeme por favor.
Padre Iñigo: ¿Es todo? ¿Dijiste que habían sido dos hombres? Tienes que confesar todo para que realmente demuestres arrepentimiento
Erika no se atrevía a confesar del todo, ya había sido demasiado lo que había contado, se maldijo a sí misma, porque entendía que no estaba del todo convencida de sus decisiones, tampoco estaba del todo satisfecha con reconocer culpa alguna…es decir, por primera vez en su vida estaba en la ambigüedad y zozobra, quiso venir a confesarse para ver si de esa manera se aclaraba su perspectiva, aunque sentía descargo, seguía dudando, volvió a recordar a su querido profesor universitario Raymundo que siempre atizaba al grupo comentándoles que la verdadera valía de un hombre o de una mujer, era la de saber vivir con incertidumbre, ya sea económica o de otra especie, y que las que se catalogaban como de otra “especie” eran incluso más complicadas que las del dinero. Ah, como le hacía falta escuchar a ese viejo sabio y no a este juvenil sacerdote que no sabía nada de la vida.
Sin querer volvía a comparar la sapiencia del académico con la juvenil inexperiencia mundana del Padre Iñigo, dando un fuerte suspiro que casi parecía un gemido que  se lanza al ruedo pleno de gritarle a ese religioso todo: Pues resulta que el hombre que me estaba haciendo el amor, en realidad no es del todo hombre, es como decirle….
Padre Iñigo: Para empezar no estabas haciendo el amor, sino copulando, pecando y como de que no era hombre, ¿entonces?…
Erika: Pues, es que… es por decirlo marica y pues llego otro hombre y se lo empezó a coger a él…me entiende ahora…
Padre Iñigo: Pero que dices…
Erika: Pues sí Padre, parece ser que mi cuerpo enciende hasta a los menos pensados y al decir esto de manera natural como que dejo que su cuerpo se estirara luciendo imponentes sus senos de campeonato…no se percató de que el Padre con su lenguaje no verbal aceptaba como cierto lo que había dicho: “enciende hasta a los menos pensados”…Pues el otro hombre ya había estado conmigo en una sola ocasión antes, no sé realmente que hubiera pasado, si no es porque me pareció que me tomaban una fotografía en ese preciso instante poniéndome muy alerta y al volverme y estar los otros dos como si fueran perros y yo hasta adelante, escuche como si alguien salía de esa infernal habitación que reaccionando detuve esa copula pecadora para salir a mi casa. He pasado unos días terribles hasta que me decidí confesarme ante Dios y los hombres.
A la mente de Erika llego ese instante que narraba, volvió a sentir como ese curvo pene exploraba y llegaba a recónditos lugares que le prodigaban sensaciones nuevas y placenteras, sin querer apoyo sus dos manos en las rodillas del sacerdote que asombrado no pudo dejar de temblar.
Recordó cuando  escucho de pronto a Natalia, Mario en ese hecho con una voz distinta: aayyyyyyyyy…..hummmmmmmm , haciendo más profundo el enculamiento que le estaba metiendo: Ajjaaa….ese es mi machote, ya sabía que esas gordi buenas putas no eran suficientes para ti, dándose ella misma una palmada en su glúteo izquierdo, “Esta si es carne de primera y no como las de esas pendejas gordas”…y esta es de primer nivel, dando un buen azote a la nalga derecha de la rubia que  fue cuando se volteó y abrió los ojos como de plato al ver como el negro se estaba cogiendo a Mario….la sensación que experimento fue tal que le llego en ese instante otro orgasmo, uno largo, profundo y prolongado. De pronto como que vio una sombra en el rellano de la entrada y como que le tomaban una fotografía. El recuerdo de lo vivido con el suegro casi le enfrió y acalló el grito sensual que emitió: hummmmmmmmmm, ayyyyyyyyyy que riiiiicccoocoocoo.
Mario se la siguió bombeando con fuerza a la vez que recibía los fuertes embistes del negro Luis que solo alcanzaba a gruñir como bestia salvaje…Erika volvió a escuchar como si alguien saliera de la habitación, se puso muy tensa, nerviosa y mostrando su flexibilidad se desacoplo de esa verga que le había provocado tanto placer y dando excusas como niña tonta, de inmediato tomo la bata y salió disparada solo atinando a decir, recuperando su natural y encantador aplomo: Bueno,  by muchachos que les aproveche…luego me escribes Naty…chao Luis. Cuídate. Fue tan rápido e imprevisto el movimiento que los otros dos solo atinaron a gemir más ruidosamente y a seguir cogiendo como perros en leva. Solo Naty alcanzó a decirle: Bueno amigis, sabes que tenemos que terminar esto, así que en mi próximo viaje o cuando vayas al DF ya sabes que haremos, chao querida, cuídate y búscate un buen macho, chance y es tu sueeegroooo….ayyyyyyy, hummmmm, ayyyyy Negrrro no seass brusccoco, con cuiiidaadditoto que de esto vivooo.
Gran descanso es estar libre de culpa.
Marco Tulio Cicerón
A su regreso, no noto que los vigilantes ojos y una sonrisa socarrona se dibujó desde su posición vigilante fuera de la puerta principal a su residencia de su guardaespaldas Esteban…que musitaba para sí: Esta vieja no entiende, pero ya vera la suya….ya que era evidente que Erika solo entraba en una diminuta bata y zapatillas altas a su casa.
Una vez que se confesó, Erika sintió cierta liberación. Para centrarse en lo suyo y olvidar a plenitud los sucesos desencadenados desde su breve pero fructífera relación con Roger, los únicos encuentros con Rodrigo, Luis y Natalia-Mario. Se enfocó en su labor social. No acepto las invitaciones que Tío Alberto continuamente le lanzaba para ir a su estudio a posar. Se metió de lleno en el trabajo de sus clases entre semana. EL suegro tomo distancia prudente y en las ocasiones que tenían que coincidir hasta la evitaba. Al parecer la tormenta había pasado. Su mente estaba dominando su cuerpo, las ansías de sexo a plenitud al parecer las estaba mitigando, al no recibir presión alguna de nadie. Al fin había superado esta dura prueba, solo tenía breves recuerdos. El tiempo todo lo cura, así transcurrió un mes completo de actividades. Solo dos encuentros, como siempre fugaces, no duraderos, nada halagadores tuvo con su marido. Solo tuvo que masturbarse en dos ocasiones en que la sangre le empezó  a bullir de nueva cuenta al ver en Facebook lo bien que se la pasaba Rodrigo y como le presumía a sus amigas.
Se distancio sobremanera de sus amigas, inclusive de Marisa. En definitiva, consideraba que no le hacía nada bien relacionarse como antes con ellas.
Todo mundo pensó que su vida ahora giraría en las actividades de responsabilidad social empresarial que los negocios tanto de sus padres como de su esposo le facilitaban.
Una serie de obsequios inesperados volvería a prender las alarmas de angustia y los semáforos amarillos en alerta ya bordeando el rojo encendido. Solo era un animal salvaje tomándose un respiro.
Sobre todo que se engañaba ella misma, cuando le llegaba el llamado del deseo, que era de manera constante, lo que hacía era hacer más ejercicio o ponerse a trabajar aún más o poner a trabajar su mente a mil.
Los sentimientos de culpa son muy repetitivos,
se repiten tanto en la mente humana
que llega un punto en que te aburres de ellos.
Arthur Miller
                Inesperadamente cada tercer día le llegaba un hermoso arreglo de flores ya sea a su lugar de trabajo, ya sea en su casa, ya sea en una de las empresas en donde rutinariamente se presentaba. Pareciera ser que alguien conocía muy bien su rutina. La primera semana no traía ninguna información al respecto, en la segunda siempre venía una tarjetita con alguna frase encendida, tal como:
“Aún recuerdo cuando tus dedos impacientes jugaban con los botones de mi pecho, provocando un estallido de humedad en ese lugar cálido y ardiente de mi intimidad.
Y cuando las palomas de tus manos inquietas descendían al jardín del deseo, buscando tu boca beber la miel de ese pequeño océano donde se perdían tus labios y tu lengua inquieta hasta ahogar la fuerza de tu interior, naufragando en oleadas de placer y gemidos de pasión, muriendo poco a poco, piel a piel, en el eterno abrazo del amor…” Colaboración de Serenna, México
Extrañada le agradeció  a su distraído marido Carlos: Querido, Darling que lindo eres, muchas gracias por tantas flores que me has enviado.
Su marido no había prestado atención a que eran ya varios arreglos florales y pensó que solo era este último que veía: Ahh, querida, no fui yo, seguramente fue mi padre, que por cierto se ha expresado por primera vez muy bien de ti por tu recién desempeño  a cargo de la parte social de los negocios…déjame decirte que tienes impresionados a todos….
Erika: Tuuu padrreee…..
Carlos: Si ha de ser, lo he notado hasta más relajado ya, como ya no esta tan metido en los negocios como antes…que bueno.
Erika solo mascullo algo que no se entendió y se dijo para sí misma: carambas, con que el suegrito ya cambio su actitud, jajaja, ¿qué tramará el desgraciado viejo?
Tío Alberto seguía insistiendo, pero en definitiva Erika no lo consideraba ya, dado que no quería verse expuesta a estar casi desnuda frente a un hombre, quería acallar cualquier resquicio o posibilidad de verse en peligro.  Y a ciencia cierta, que no le agradaba la figura regordeta del Tío.
No fue necesario ir de nueva cuenta con el Padre Iñigo, aunque le causaba risa, las miradas ya no disimuladas que este le lanzaba los domingos en misa o en algún evento en donde coincidían…a los hombres, todos son unos calientes, se decía para sí.
El último arreglo floral la desmoralizo por completo, afortunadamente nadie estaba en la oficinita de la empresa en donde lo recibió junto a un sobre amarillo…al abrirlo, pensando que vendría otro bello y sensual poema, se sorprendió al borde del llanto, cuando vio varias fotos en donde se apreciaba como ella, Natalia, Luis y Armando manipulaban al suegro para obtener las tomas en donde se simulaba una gran orgía con el desmadejado Don José, pero la que le puso los pelos de punta fue la de ella de cara completa con las tetas casi al aire desnudas y altivas, con el pelo enmarañado como volteando y evidentemente jadeando como la perra caliente que en ese momento se la estaban cogiendo, ella sabía que se trataba de la habitación de ese hotelucho del centro de Monterrey en donde tuvo el último encuentro que ha valido la pena en su vida….¡Maldito Don José, la volvía a tener en sus manos!…solo venía una tarjetita con la siguiente frase:
“Después de haber besado sus cabellos de trigo, nada importa la culpa, pues no importa el castigo” José Angel Buesa
Evidentemente que era una frase copiada de otra persona, pero era el poder inimaginable del viejo suegro él que la volvía a poner en jaque. Aunque ahora ella, también tenía para acabarlo, sin duda alguna, las flores eran para apaciguar el contexto de una fuerte “negociación” que se vendría o de un vulgar “trueque”…dando y dando, pensó la rubia que estaba muy molesta.
No lejos de ahí, el bonachón y sonriente detective privado Ricardo, pensaba que ya habían sido suficientes arreglos florales para preparar el terreno para empezar a contactar a la bella, guapa y rica Erika Garza de Treviño y cogérsela como ya sabía nadie lo estaba haciendo bien. Ya sabía todo de su vida sexual actual, no por nada es bueno en su trabajo…jajaja esa palomita va a caer solita. Ahora viene lo bueno, pensaba el detective privado, que lejos estaba de pensar que estaban torciéndose los caminos. No cabe duda, que el hombre propone y Dios dispone.
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados una a arrollar, el otro a no ceder; la senda estrecha, inevitable el choque.
Gustavo Adolfo Bécquer
                Pero, ¿Qué era lo que molestaba en el fondo a Erika? En estos días había meditado todo lo que le confeso al Padre Iñigo, casi para terminar se dio cuenta que el Padre Iñigo estaba muy turbado y le noto la virilidad que tenía cuando se paró junto con ella a despedirla y  su temblor en los labios al besarla en la mejilla. Debía reconocer que le gustaba estar inmersa en medio del asedio, al centrarse en su vida social solo quería acallar lo que en el fondo su carne y su ser pedía.
Si había logrado medio sobrellevar todo esto, era porque estaba exagerando en sus actividades y se había alejado de Tío Alberto y de  Esteban su guardaespaldas, de los cuales ya no dudaba si irían a por ella al primer resquicio que ella permitiera y sobre todo de sus amigas ya que no deseaba caer en tentación, pero era eso lo que la molestaba….que sabía que quería correr riesgo, estar expuesta y ver qué sucedería, se sabía en el fondo hasta medio pasiva en el acto erótico, dejarse llevar, ser dominada, ser domada…y eso le molestaba ya que daba al traste con todo su estructurada planeación.
                Al final, ella había decidido buscarse un amante, encontró a Roger, pero le fue arrebatado. Los instantes con los otros fueron momentos de debilidad…había decidido buscarse un nuevo hombre, pero se quería dar su tiempo. Sin duda, que busco en su entorno, no queriéndose exponer a nuevas situaciones en ambientes distintos al suyo, pero los fue descartando, Tío Alberto no era opción, no le gustaba. Esteban le ponía inquieta, pero no quería ser flor de un día, sabía que se tendría que ir, como sucedió con el joven Rodrigo y con el negro Luis…al joven no quería arruinarle la vida atándose por un tiempo a ella y del negro sus prejuicios sociales se imponían. Por supuesto que Natalia no era elegible, era una prostituta en sí. Claro que se daba cuenta ya con claridad que tanto Tío Alberto como Esteban estaban sobre ella de manera sutil, ya había despertado, no era tan ingenua, pero simplemente no eran opción para ella. Ella quería alguien para ella solita, alguien que la satisficiera a plenitud y no andar brincando de hombre en hombre.
                Busco en su círculo de convivencia, el recién llegado de Argentina maestro de tenis, un nuevo compañero en su academia de clases, un nuevo ejecutivo en una de las empresas de su marido, les resultaron agradables y opciones pero resulto que eran gays (recordemos que está en la capital de los gays de México, no por nada le dicen Montegay, en lugar de Monterrey). No se sentía aún preparada para salir a buscar en otros ámbitos. Estaba como en stand by, como una fiera que de pronto se duerme y se apacigua. Una leona dormida.
                Ahora esto, con que su suegro quería otra vez pelear. Pues pelea le daría y de una buena vez lo pondría en su lugar. Tenía cartas a su favor y si el desgraciado viejo volvía a tener evidencias en su contra, estas no eran tan fuertes como las de él. Tendría que ver como “arrebatarle” esas pruebas.
                Al día siguiente día otro ramo de flores con una tarjeta, le decidió a ya ejecutar algo en concreto. La tarjeta simplemente decía: “Tiempo de espera, tiempo de encontrarnos”.
                Aja, con que esas tenemos, se dijo la preciosa mujer, pues que empiece el juego, sin querer reconocer que volvía a recobrar vida, que sentía que otra vez la sangre corría por sus venas, la adrenalina le hacía bien, pero aún en su recóndita mente no quería aceptarlo, se excusaba pensando que era causa de volver a poner las cosas en su lugar.
                Nada más apropiado que la reunión que tendrían esa misma tarde-noche entre diversos empresarios en casa de Don José y a la cual por supuesto estaban invitados Carlos y ella.
                Decidió ir de compras para estrenar un nuevo vestido, a efecto de darle a entender al viejo que abría el juego, se arreglaría en especial para él…de nueva cuenta, sin que ella se percatará su oscuro inconsciente trabajaba a mil, pensaba en él y quería verse guapa para él…pero aún no lo sabía del todo.
                Se fue con su estilista para que le arreglará el cabello con inserciones pelirojas y le aplicará un maquillaje especial, ese sería un mensaje muy implícito de que se iniciaba la negociación, estaba tan emocionada y excitada según ella por el peligro que no supo si perdió ahí su celular o en las tiendas que visito para comprarse el vestido que llevaría. El caso es que perdió su celular, por lo cual las llamadas que el detective Ricardo que ya había conseguido su número no fueron contestadas.
                Al estar siendo arreglada su mente no dejaba de pensar en las frases que su suegro le hacía en los momentos en que pensaba la tenía contra las cuerdas:
“Hola putita, como amaneció hoy mi reina”, o cuando en la parte alta del Bar Zanzíbar le dijo: “Que creías pendeja, que te dejaría así como así, jajaja, haber voltéate puta que te voy hacer algo que seguramente nunca has hecho en tu miserable vida de mujer recatada, jajajajaa.
“Ahora, si nuera putita, por fin, después de tantos años: Hacia el infinito y más allá”…le parecía casi estar escuchando la voz gruesa, ronca, viril de su padre político, el estilista se extrañó  cuando la adormilada Erika casi gimió como si estuviera haciendo el amor….y más cuando a su mente de manera lógica y secuencial se le seguían las frases de esa acalorada noche:
“Jejejejej, estás bien caliente, pinche cabrona, ya verás cómo verás el cielo y las estrellas, Erikita….mía, eres mía, siempre te desee, desde que eras una niña, me gustabas, cabrona….estas buenísima….
Ahora su propia voz se recreó en su ser: Hummmm,, hummmm, despacccittoootooo, ayyyyyyy, siiiii, asisisiiii
EL recuerdo del olor de la colonia de su suegro la enervaba, recreaba una a una las situaciones vividas, una vez más esa voz masculina similar a la del actor Sean Connery en sus películas de James Bond la molestaba sobremanera:
“Pinche Erika, bien que te hubiera gustado revolcarte con esos tipos. Hasta en cuatro te pusiste para que te la arrimaran, veras que arrimadota te voy a poner, ¿Verdad, putona?, contesta, Erikita”.
De nueva cuenta su desconocida voz ocupaba su reflexión: siiiiiiiii, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Esta vez el gemido fue ya muy evidente, casi como si estuviera cogiendo ahí mismo.
¡Ay manita!, el atildado estilista sonriendo le volvió un tanto a la realidad, ¡pues en que estás pensando!….ese comentario, lo único que hizo fue atizar la hoguera de las llamas del deseo en el baúl de esos recuerdos vividos…ahora a su mente con una nitidez que hizo que se reacomodara y volviera a exhalar un suspiro-gemido en la silla especial del salón de belleza se le vino a la mente la primera de las tres escenas tórridas en donde estuvo a punto de ser cogida por su familiar político:
 …Glupl, glup, glup casi volvía a escuchar en vivo y a todo color  cuando degulló el grueso dedo de su suegro que se hizo pasar por un tal español de nombre Sergio como si estuviera ante una verga, de hecho como si fuera la  verga paradita de su marido. Recreó lo que ella contesto:hummmm, yaaaaa, siiiii, poororr favoorrr, ahiiiii.
En estos atribulados pensamientos ya había recreado la última situación que vivió con él, la del Zanzíbar, por lo que de inmediato se le vino la segunda escena en su propia recamara:
Cuando el viejo le dijo después de habérsela fajado como quiso y donde quiso: Así me gusta, chulita, no hay vieja que se me resista, pero pídemelo como es debido, putita
Erika ya muy candente, porrr favooroorr Donnn Josseeee hagamemme su mujeerrrr, siiiiiiiiiiii?
Ufff….el gemido ahora fue más largo e intenso, incluso las otras mujeres que estaban también siendo arregladas en otras sillas voltearon hacia ella como si realmente estuvieran asustadas, aunque ellas mismas sabían que la bella rubia había de estar pensando en las cogidotas que se mete, seguramente con un hombre distinto al marido, tal y como varias de ellas lo hacían.
Erika recordó con mayor fuerza el comentario que Natalia le hizo la ocasión en que se reunieron en un céntrico restaurante de Monterrey: “Bueno, entonces te gusta lo que tu suegro te hace, te dio de placer, pero tu mente se resiste a aceptarlo como amante, te entiendo, ha de ser un desgraciado, digo para rechazar a alguien que te puede hacer vibrar…”, los comentarios de sus amigas que decían era un tigre en la cama. La voz de la infiel Clara, la pecadora que vio y escuchó copular en el DF se le reveló:
Clara: Esto lo tiene que saber Don José, pinche viejo nada más estaba esperando esto para irse sobre su presa…hay que reconocerle al viejo que ha esperado casi 13 años, vaya por fin tal vez se le va a hacer con su nuerita, Pinche vieja suertuda, no sabe las vergizas que pone el desgraciado. Te juro que nadie me ha hecho ver las estrellas como ese hijo de la chingada…
Otro recuerdo más se revelaba, el de la hermosa trigueña que le ayudo en la proeza del Zanzíbar, Cristina, a la cual si le había hablado por teléfono, aunque no habían coincidido en encontrarse, pero, que habían quedado de verse la siguiente semana junto con la famosa hermana Gabriela. Esas palabras de Cristina le retumbaban en la cabeza:
“Me gustaría que habláramos con mi hermana Gabriela, es que está bien buey. Suerte, te salvaste de esta, ten cuidado, no creo que tu suegro se quede así como así, aunque por el momento se aplacará, yo conozco muy bien a los de su calaña. Oye me dicen que se cargaba buena herramienta, a lo mejor vale la pena darle chance, no crees, gacha”….estas últimas palabras: a lo mejor vale la pena darle chance… se repetían sin pretenderlo.
Vaya que si el viejo estaba de regreso, pero le pondría en su debido lugar.
                El vestido que eligió era un entalladísimo traje de noche color turquesa con un generoso escote al frente,  aperturas en los costados de las piernas que al caminar o flexionarse dejaban ver buena parte de ellas, casi hasta la cintura y por atrás totalmente descubierta la espalda y aún un poco más de la cintura con lo cual su nalgatorio se dejaba ver en todo su esplendor.
                Uff….fiuuuu exclamo su marido Carlos al verla: Luces, luces muy, no se ….
                ¿Cómo  querido? Sonreía coqueta, traviesa, juguetona, saboreándose el juego que haría esa velada.
                Muy diferente, ¿a quién quieres impresionar?
                Sin pensárselo mucho Erika, casi gimió: A tuuu paddree, es que quierooo agradecerle personalmente los detalles que ha tenido para conmigo,  ha enviado muchas flores…
                Carlos noto por primera vez algo extraño, una punzada cruzo por su estómago y alma…ciertamente había visto muchas flores, a su pesar tuvo que responder: Si, mi padre anda muy raro, volvió al gimnasio, se ha separado mucho de los negocios, ha bajado de peso, pareciera que quisiera recuperar el tiempo para él mismo…es muy extraño….
                Tiene como tres semanas que no lo he visto, a poco en tan poco tiempo ha cambiado tanto, con esa insana curiosidad femenina, masculló una picada en su orgullo Erika.
                Si, fue la lacónica respuesta del marido que por alguna sensación rara se puso alerta. Él conocía de sobra a su padre, sabía de sus andanzas tanto en los negocios como en la relación con las mujeres. No comulgaba para nada con sus procederes, pero era su padre y aun así lo quería, aunque no lo respetaba en el fondo.
                Erika lucía radiante, simplemente a sus treinta y tres años estaba en el esplendor de su belleza…alta, sonriente, coqueta…la concurrencia extasiada se maravillaba con su transformación.
                En su impecable traje oscuro a la medida, de camisa blanca y corbata a tono, Don José Treviño no perdía de vista a su suculenta hija política. El viejo desde el evento desafortunado para él del Bar Zanzíbar, urdía un plan de venganza. En sus pesquisas ya había logrado saber que la bella mujer que ayudo a su nuera, es una tal Cristina. Que esta mujer también fue la que protagonizo semanas antes junto con otra bellísima rubia de nombre Gabriela que era su hermana otro relajito. Así que eran tres bellas féminas las que se la debían…de los otros sujetos, el negro y el otro que desactivo las computadoras aún no lograba tener información, pero esta no tardaría en llegar. Así como también el del transexual que intervino, acá estaba difícil le había comentado la agencia extranjera que contrato, ya que en esa fecha andaban como cinco transexuales del DF en la ciudad, pero había muchísimos más en Monterrey con las características del cuerpo que se apreciaba en el infame video que le habían tomado como si se lo estuvieran cogiendo entre varios.
                Cabe mencionar por cierto que dicha agencia extranjera tenía muchos tratos y convenios con el pobre detective privado Ricardo que tendría que esperar varios días para contactar a su investigada Erika ya que le salió un viaje por motivo de trabajo a la ciudad de Torreón, Coahuila muy cercana a Monterrey.
                Don José se impactó con la vestimenta y arreglo de su nuera, pero siendo hábil en los juegos turbios del poder y como buen estratega de pokar no denotaba nada en su semblante. Es más, excusándose con los hombres de negocio en el sentido de que ya su hijo Carlos manejaría absolutamente todo ya que decidía ya no intervenir nunca más, se dirigió a la barra de su lujosa cantina y solo ahí ver a la concurrencia…estaban los dueños de las principales empresas de la ciudad, las familias más adineradas estaban ahí juntas…muchas mujeres muy hermosas, pero sin duda alguna que Erika                 era la más imponente, ¿Cuál sería su juego? A Don José no le era inadvertido que la mujer continuamente lo miraba y le sonreía de una manera distinta a otras.
                La velada transcurría entre charlas de negocios en los grupitos de hombres que se formaron y de todo tipo de temas entre las de las mujeres, en una de esas, Erika disimuladamente se apartó para dirigirse garbosa, altiva, impresionante en ese vestido que por la espalda incitaba a arrebatárselo de un tirón, que por el frente a hundirse en esas carnes y en los laterales de las piernas a de plano hincarse ante tanta belleza para besarla, tocarla y penetrarla como salvaje….
                Erika: ¿Por qué tan solito y triste?, siendo super atrevida para arrebatarle  de las manos el trago que tenía Don José y darle un fuerte sorbo sin dejarlo de mirar traviesa a los ojos.
                Don José, sin perder la confianza en sí mismo: Ya vez aquí admirando tu belleza, tu inteligencia, tus huevos de cabro….Erika ya casi pegada a él, con sus deditos tapo la boca del hombre.
                Que palabras son esas, Don José…pues ¿Qué le pasó? Con un tonito como si no supiera tal cual la cosa…y con una mano acariciar sutilmente el fuerte pecho…Vaya con el suegro, le está sentando muy bien el gimnasio…luces muy bien, ya tuteándolo atrevidamente y retándolo con la mirada.
                Don José que no perdía ningún detalle de vista y al ver que por primera vez en su vida Carlos no dejaba de mirar hacia ellos y en una seña a un sirviente: ¡Mi preferida!…Su mente trabajaba a mil, afortunadamente su esposa no estaba en la velada ya que se sentía un tanto enferma, así que solo Carlos podría percatarse de algo, las amigas de la nuera no estaban, al no ser de su incumbencia la reunión. Los otros cabrones empresarios se doblegaban ante él, ya que era su protector y más fuerte acreedor.
                Sin dejar de mirar con dureza y un deseo cual si fuera caballo refrenado por su jinete, le mascullo a su nuera: Ven querida, vamos a bailar, estamos despertando sospechas o es lo que quieres putita, mira tú maridito ahora si se puso nervioso, si supiera lo cabroncita que eres en la cama…
                Erika: En este caso, no sé quién es más putita, ¿te dolió la del negro, querida? Con un tono socarrón, burlón, retador…
                El viejo no demostró el golpe duro, solo resistió apretando su mandíbula y apretándola fuerte de la cintura la atrajo hacia él…unas rítmicas notas que Erika reconoció de inmediato como la versión de Grace Jones de “La vida en rosa”, pinche desgraciado viejo, no sabía si aceptar en él buen gusto o maña de poner una canción eminentemente erótica y aún más larga de duración, casi 8 minutos.
                El sonido atrayente dura bastante antes de que la cachonda voz de la gran Grace Jones  se dejara oír, tal y como si estuviera copulando: Ahhhh, hummmm ….. La vie en rose,
                Mentalmente, Erika traducía, ella dominaba tanto el inglés como el francés, italiano, chino y alemán. Recordemos que es una mujer sumamente preparada:
“Des yeux qui font baisser les miens: Esos ojos que hacen bajar los míos
Un rire qui se perd sur sa bouche: una sonrisa que se pierde en sus labios
VoilĂ  le portrait sans retouche: ese es el retrato sin retoques
De l’homme auquel j’appartiens: del hombre a quien pertenezco”
                Don José: Con que, ¿Qué jueguito te traes entre piernas, putita?
                Erika, ya encendida, dispuesta a jugar como se le diera la gana con su suegro, pensando en que tenía todas las de ganar: Y tu…cabroncito perro: ¿Qué quieres?
“Quand il me prend dans ses bras: Cuando me toma en sus brazos
Il me parle tout bas: Y me habla en voz baja
Je vois la vie en rose: Veo la vida en tonos rosados”
                Don José: Eso ya lo sabes lindura, quiero poseerte, daría mi alma al diablo por hacerte mi mujer, abrazándola ya descaradamente, aprovechaba que su fiel sirviente sabedor de los gustos del patrón bajo las luces a unas muy tenues y que cambiaban de colores haciendo muy difícil que los pudieran apreciar de manera correcta. Su virilidad ya estaba a punto de piedra, ya se le hacía sentir a la intimidad de la mujer que la sintió tal cual, como un duro tubo que se enterraba en su intimidad, que sobra decir ya chorreaba humos candentes.
                Erika, juguetona, pasando una mano por el cabello gris pero fuerte y abundante de la cabeza del suegro y con la otra acariciando el fuerte hombro: En serio quieres eso…putito…en el Zanzíbar vibrabas como toda una mujercita y provocándolo aún más se le repego como si fuera la puta que el otro día se dejó hacer con los sujetos que se la ganaron en esa loca y turbia noche para agasajársela al menos por cinco minutos.
“Il me dit des mots d’amour: Él me dice palabras de amor
Des mots de tous le jours: Las palabras del día a día
Et ça me fait quelque chose: Y con ello me provoca”
                Don José: Mira cabroncita, no sé cuál es tu jueguito tonto, pero de que te gusta, te gusta, hasta siento como palpitas y como tus carnes tiemblan ante mí, pasando ya sus manos por las redondeces de las nalgas de la nuera, amparado por la tenue penumbra del gran salón, además ya querías esto empujándole el vergón, niégalo, y la que se irá al infierno serás tú, por no darte la oportunidad de conocer el cielo aquí mismo
“Il est entrĂŠ dans mon Coeur: Él ha entrado en mi corazón
Une part de bonheur: Una parte de la felicidad
Don’t je connais la cause: De la causa ya entiendo
C’est lui pour moi: Es que él es para mí
Moi pour lui: y yo para él
                Erika, que ciertamente temblaba y ya turbada ante la cadenciosa voz de la negra cantante, las palabras roncas del suegro que le quemaban el alma, las caricias que le volvía a prodigar, su fuerte olor a macho con su exquisita fragancia que también le sentaba, la oscuridad, la presencia de más gente que seguramente se imaginaban cosas y su marido ahí delante de ellos: Lo que quiero es un intercambio…pero aquí no, en un lugar seguro, neutral…donde ni tu ni yo queramos pasarnos de listos…te lo juro, dejando salir toda su feminidad para dejarse hacer, recostarse en el pecho del hombre y al terminar de decir eso, casi evidenciar un gemido…hummmm
“Dans la vie: De por vida
Il me l’a dit, l’a jurĂŠ pour la vie: Él me lo ha dicho, me lo ha jurado, Para toda la vida”
Et dès que je l’aperçois: Y por las cosas que percibo
“Alors je sens en moi: Ahora lo siento dentro de mí
mon coeur qui bat: En mi corazón que palpita
                Don José que no pierde la compostura que su privilegiada posición jerárquica de poder intuyo de inmediato que la hembra pensaba que aún tenía en su poder los videos que la comprometían: Pero de verdad Erikita crees que sería tan bajo para perjudicarte, si lo único que quiero es hacerte gozar, vibrar, hacerte sentir hembra, sé que tú lo quieres en el fondo, pero no te permites ser libre y sentirte en la gloria, si hasta siento que ya estas húmeda, me he repasado mil veces en mi mente y en mis ojos las tres ocasiones en que ya estabas lista para hacerte mía, a que no, putita…mamita, no sientes como te meneas al ritmo de mi verga, que es tuya…
                Ahora, la Jones empezaba a cantar en su versión de la famosa canción francesa, en inglés:
“When he takes me in his arms: Cuando él me toma en sus brazos
And whispers love to me: Y me susurra su amor por mí
Everything’s lovely: Me siento la vida”
It’s him for me and me for him: Es él para mí y yo soy para él
All our lives: toda la vida
                Erika ya casi en un murmullo-sollozo-gemido: eres un hombre muy malo, que atrevido eresss…
                Don José que sabedor de la psicología femenina pensaba la podía tener a punto de nueva cuenta: Erikita tierna, si yo lo único que hago es darle trabajo a mucha gente, lo único que me interesa es vivir la vida, gozar, si mi trabajo me lo ha permitido, pues que caray, déjate coger nuerita, no ves cómo me pones, durante 13 años he brincado de mujer en mujer pensando olvidarte, pero desde niña te tengo dentro de mí, que quieres por Dios, es que eres tan, tan mujer…ufff, déjame hacerte feliz…
“And it’s so real what I feel: Y es tan real lo que siento
This is why: Es por eso que
Et dès que je l’aperçois: Y por las cosas que percibo
Alors je sens en moi,mon coeur qui bat: Ahora lo siento dentro de mí, en mi corazón que palpita
La vie: La vida”
                Erika: Lo único que yo quiero es estar bien con tu hijo, deja de molestarme, respétame, yo nunca te he dado motivos
                Don José: Pero, ¿Cómo quieres que te crea? Ya viste como vienes vestida y como estas ahora pegada y meneándote como una cualquiera, yo creo que en el bar, ¿te hubieras realmente dejado coger por cualquiera? ¿verdad? ¿querida? Sin dejar de sobar con sus dos manos las nalgas que imperceptiblemente se paraban al mandato de esas manazas. Si bien qué quieres…vamos al jardín y acabemos de una buena vez con esto.
“La vie en rose,la vie en rose: La vida en tonos rosados
Ohhhhhhhh…..la vie: La vida
La vie en rose: La vida en tonos rosados”
                Erika recordando a que había venido: No José, necesito el intercambio, mañana en el  Hospital San José, ahí dando y dando…al rato recibirás mi llamada, tengo celular nuevo para que me busques a las 12 de la mañana ahí…se puntual, no tendré tiempo y quiero acabar con esto de una buena vez…deja, eres un tentón, volviendo a ser risueña muy a su pesar.
                Don José: Como quieras linda, ponte guapa, bueno tú siempre estas hermosa, déjate llevar, goza, siénteme, ¿me sientes putona?
“La vie en rose,la vie en rose
La vie en rose ,la vie en rose
La vie en rose , la vie en rose
La vie en rose, la vie en rose
Je t’aime voir toujours…”
                Erika, solo emitía gemiditos apagados al unísono que la caliente y sugerente música llegaba a su fin, se sentía desfallecer, estaba agotada, pero sintió que estuvo a la altura de la negociación, había podido enfrentar al temido enemigo.
                Chao putito, mañana, dando y dando, ehhh
                Erika ya no percibió la sonrisa de satisfacción que el viejo tenía, pensaría en el resto de la velada como capitalizar esta extraordinaria oportunidad que se le presentaba para hacer realidad por fin su meta más anhelada: poderse coger a su nuera.
                Carlos, seguía sintiendo un nudo en la garganta, su radiante y sonriente esposa ya estaba su lado, él no perdió de vista como ella y su padre se fundieron en un abrazo más allá de lo normal en ese baile larguísimo que se dio. Afortunadamente para Erika, su marido no vio como su padre le metió mano y le sobo las nalgas todo lo que quiso, ya que el juego de luces lo impidió, no así que se apreciaba casi como si fueran una sola persona.
                Carlos: ¿Qué quería mi padre?
Erika: Nada, nada, solo le daba las gracias, está muy contento con mis negociaciones de apoyo social…ya vez, ya va a dejar los negocios.
Carlos: hummmm
La velada transcurrió sin mayor novedad, más que las miradas retadoras denotando la rivalidad del juego que se traían entre manos Erika y su padre político.
En la madrugada, sabedora de que Carlos estaba en su oficina de la planta baja trabajando incansablemente, Erika sudorosa gemía y gemía: “aahhh, suspiró suavemente al introducir uno de sus dedos por entre sus acariciables muslos y encontrar la entrada de su cálida cueva, oohhh diosss, volvió a gemir arqueando la espalda al deslizar sus dedos por entre los delicados pliegues de la misma para luego sacarlos y localizar el semidormido botón de su clítoris, estoy que ardo, dios mío, ya ha pasado mucho tiempo.
                Estaba excitada…caliente…sin proponérselo o quizá sí, en un afán de erotizar más el momento, a su mente se vinieron en tropel las imágenes de los tres encuentros en donde casi se consumaba el enculamiento por parte de su suegro, en donde de alguna manera si la hizo delirar, gritar, de hecho en las dos primeras llegar al orgasmo, pero también sin poderlo evitar llegó una nueva escena, desconocida, ahora si ya se trataba de un sueño, ¿de una proyección? Lo sentía tan real, tan verdadero, que sus gemidos ya eran notorios, estaba semidormida y semiconsciente.
La escena era en el Zanzíbar, cuando sobre la cama de agua redonda el suegro le comía su culo, no entraba nadie de sus amigos en esta ocasión, siendo ella la que decía: Suegro, ya…ya por favor, métame su verga, hágame su mujer, yaaa, porrr pieddadaa….casi se despierta de la impresión que le causo en su ser esta exclamación.
 De pronto era otra escena, ahora ella por si misma que en un sofa del mismo infernal bar, se dejaba caer en el henchido miembro pero del tal Ricardo penetrándose hasta que sus  nalgas se estrellaban contra sus duros testículos…disfrutando de otra incalificable infidelidad, pisoteando su dignidad de mujer casada, ahora estaba en ese cuartito del Zanzíbar,  era ella misma que no dejó de cabalgarlo hasta que le exprimió la última gota del incestuoso esperma que le inundo las entrañas, ahhhh, llegó a un orgasmo liberador.
                …”aaahhhh…aahhh…aahh…!” seguía jadeando a la vez que incrementaba el ritmo de entrada y salida de sus dedos que le raspaban sus sensibles partes haciéndole sentir un placer delirante…
Las imágenes se distorsionaban…por segundos recordó el momento en que calentó a su suegro la noche anterior cuando estaban bailando en aquél salón al compás de “La vida en rosa”,   ahhhh,  Hummmm,  el alborada llegó y un nuevo día empezaba, día en que volvería a tomar decisiones, en su cabeza estaba destruir por completo a su suegro y en definitiva ya tendría que buscarse un nuevo hombre, ya había pasado suficiente tiempo para recomponer las cosas y ya necesitaba verga. Escucho pasos acercándose al cuarto.
                Carlos entró al cuarto haciendo ruido, lo que le dio tiempo en su semi letargo a recomponerse, necesitaba verga ya, así que modosa se le acurruco a su marido abrazándolo por la espalda para tomar su pequeño miembro y empezar a chaqueteárselo para ponerlo durito…
Carlos: Para, estate quieta, ¿Qué tienes? Estoy muy cansado, casi siendo brusco, ufff…Erika solo mascullo quedamente y se revolvió en la cama…Maldición, ni siquiera eso.
La regadera despabilo a Erika que parecía había estado en un maratón de sexo, se podría decir que casi sudaba sexo, la llamada del deseo no la podría refrenar en el día, ya que su agenda empezaba en una larga sesión en el hospital San José donde había citado a su suegro. Presidía la inauguración de un nuevo piso, aún no estaba por completo, pero los negocios son así, había que darle protocolo al evento de ayuda que sus empresas hacían a dicha Institución.
En realidad no se había puesto a reflexionar en el porqué estaba siendo tan cuidadosa y esmerada en su arreglo. Parecía que quería seguirse luciendo  con el hombre que se había portado como un pelado con ella, que la quiso chantajear, sin embargo meditaba  que todo esto lo estaba haciendo por alejarlo de ella para siempre y ponerlo en su debido lugar.
No dándole más importancia a esto,  se dispuso a relajarse, ya que había decidió darse un baño de tina a profundidad, con sales y esencias aromáticas , cerró los ojos gimiendo un suspiro, se veía como una reina, hermosa, guapa, pero también super cachonda, como para poseerla ahí en la tina, hacerla gemir, gritar, patalear, chillar, suplicar por más y más verga, hacerla orgasmar una y otra, la frase de su suegro: “Al infinito y más allá”, casi le arranca una carcajada de nervios. El baño no hizo más que adormilarla, hasta dejarla totalmente exhausta, agotada, quizá algo así estaba pasando por su mente, porque al estarse pasando la pequeña toallita por sus voluptuoso cuerpo, como dándose un rico masaje, ¡tendré que hacerme…ahhh!
…”aaahhhhggg…aahhh…aaahhhhhhggggmmm..!”…gimió largamente cerrando fuertemente las largas piernas con las dos manos entre sus carnosos muslos, volviendo a arquear la espalda y apoyándose únicamente con la cabeza en el duro borde de la tina, soportando los espasmos de placer que  como descargas eléctricas la sacudían…convulsionándola…dejándola completamente agotada.
                …”m-maldita sea…!”, exclamó aún con la respiración agitada a la vez que estrellaba furiosamente la toallita contra la puerta, “maldito Carlos!, maldito José!” agregó maldiciéndolos…al primero por la insatisfacción sexual a la que la tenía, y a su padre, porque a pesar de lo poco hombre que se había portado con ella, no se explicaba como minutos antes le había servido su recuerdo para llegar al portentoso orgasmo que acababa de tener y relacionarlo con el otro hombre que conoció en el bar y al cual estuvo a punto de darle sus nalgas como la más vil puta de Babilonia.
…”pero ahora va la mía José Treviño” susurró tratando de calmarse, cerrando los ojos y procurando relajarse, planeando su venganza, estaba decidida a desquitarse, no tenía nada en mente pero ya algo se le ocurriría.
                Tío Alberto estaba de temprano en su casa: Guauuuuu, eres una preciosidad de mujer, ufffff, ¿A dónde vas querida? Pareces distinta ahora, ya te compusiste chiquita, a quien vas a impresionar el día de hoy, no puedo evitarlo, mira como me tienes, mírame, presumiendo ya de plano su virilidad erecta por completo a través de su pantalón de jugador de golf…iría con Carlos a jugarlo con otros empresarios.
Recomponiendo la figura, ya que el comentario se lo hizo el Tío Alberto, mientras ella flexionada se agachaba a recoger algo que se le cayó de su bolso dando una maravillosa vista de su  nalgatorio, mientras sonreía por el comentario pícaro de Tío Alberto, recogió su lujoso bolso y con un retador paso felino se le acerco: A ver que tenemos Tíiitooo, ayyyy si esta durito, ya que en una actitud peleonera se lo palpo cuan largo y duro estaba con su manita a través del pantalón..
 Cuando un perplejo Tío Alberto planeaba tocar su rostro, este  se iluminó con una sonrisa malosa, sin querer su familiar le había dado una idea de cómo podría desquitarse con Don José…ayyy Tío,, eres como todos los hombres, un cabrón calenturiento, saliéndose de la habitación con un andar cadencioso, fue tal el impacto que su Tío ni siquiera alcanzo a contestar de lo maravillado que quedo. La mujer lucía un vestido elegante muy juvenil de una sola pieza que tenía un escote no tan discreto, pero tampoco vulgar dejando entrever sus senos duros y que le llegaba a la mitad de los muslos, al no ser tan ajustado, no se veía nada vulgar, al contrario por la altura de la mujer resaltaba más bien con clase.
                …”ok…aquí vamos…”exclamó minutos más tarde bajándose de su lujosa camioneta Audi y a la vez que exhalaba un suspiro se revolvía sensualmente el cabello, algo que tenía por rutina hacer, un viejo y gordo albañil que también ingresaba a trabajar al Hospital casi choca con su bicicleta por estarla baboseando al pasar junto a ella y susurrarle: Mamacita, que buena estas…
…”ay hombres, pinches calientes,  pero bueno, al fin hombres, ja ja menos mi marido, puta madre” pensó para sí misma ya que al ir pasando por el corredor que la conducía a la sala donde presidiría una recepción, los residentes, médicos, enfermeros y una que otra enfermera  del lugar que laboraban o caminaban por ahí, no disimulaban sus obscenas miradas hacia sus voluptuosas curvas, deseando seguramente poderse llevar a la cama a esa suculenta hembra y dejarla plenamente satisfecha, pero bueno, sueños guajiros de los simples “mortales”. El gordo albañil no le perdió la pista.
                Se dirigió al pulpito donde daría un breve discurso en ocasión de los trabajos para construir dos nuevos pisos en el Hospital sonriendo a toda la concurrencia, saludando de mano y beso a varios conocidos, el aplomo  y seguridad con que se conducía ocultaba ante todos su verdadero yo. Por alguna razón inexplicable se sentía inquieta, como de mal humor, un vacío se le había formado en el estómago. Estaba como distraída.
Cabe mencionar que las horas se le hicieron larguísimamente eternas, su amiga Marisa se encontraba en la concurrencia, ya que su marido Julio Alcocer es precisamente el Director del Hospital, cabrón médico, era aficionado a los Casinos, ya tenía saldada la cuenta deudora con Don José, pero ahora recibía un impulso fuerte de parte de este y su hijo Carlos para ampliar y modernizar el lugar. También estaba el Padre Iñigo que bendeciría las instalaciones y que no ocultaba ya los ojos de borrego a medio morir y el brillo que adquirían cuando sus miradas se cruzaban y más porque la bella mujer le sonreía a plenitud.
Marisa  la notó rara, estaba impaciente  por irse, parecía niña a la que se le hace imposible esperar para  hacer alguna travesura que tiene pensada, de hecho en este caso no sabía en sí que iba  a hacer, solo tenía la idea de “calentarlo” y dejarlo “picado” , pero en sí no tenía planeado nada, quizá como las veces anteriores dejar que el tomara la iniciativa y ya después ver qué pasaba, pero bueno, decidió concentrarse en el trabajo y ya en el transcurso del evento quizá la mente se le aclararía un poco y podría planear al siguiente paso.
                Un escalofrío le recorrió la espalda y un nuevo vacío le invadió el estómago cuando vio en su nuevo celular el mensaje de que Don José ya estaba por llegar al Hospital,  ya casi era la hora de dar por terminada la ceremonia social, por unos segundos deseó que a en ese momento se le hubiera ocurrido al Director o a alguien de su personal pedirle algún informe u otra cosa que la detuviera más tiempo, pero no, eso no sucedió, no era que se estuviera arrepintiendo o quizá sí, o tal vez deseaba darse unos minutos más para tomar mayor valor para saber que iba a hacer, aunque ya era tarde para esto.
 Totalmente decidida recogió su bolso y rápidamente se dirigió al baño para poderle decir al viejo en donde se reunirían, ya había decidido que sería en el piso nuevo ya casi terminado en donde había monitores en donde podía verificar el video que el desgraciado le tendría que entregar.
El evento de inauguración había durado realmente muy poco,  unos 50 minutos en los que Marisa le pudo contar de su nuevo amante, un Profesor de su maestría que radicaba en Saltillo, Coahuila, por ende entre bocadillo y bocadillo entre ellas mismas se ofrecían las copas de vino con el pretexto de que todo era en honor de ese nuevo amor que estaba satisfaciendo ahora si a plenitud a su amiga. Se dio cuenta que ya se había tomado tres copiosas copas de vino en ese lapso de tiempo, pero que de alguna manera le sirvieron para relajar sus nervios y tranquilizarse un poco, tranquilidad que le duro muy poco porque luego de despedirse y salir del piso hacia el baño,  conforme se acercaba  a llamar al viejo, los nervios le regresaron, se le hizo más agitada la respiración, estaba muy nerviosa, sentía ratones en el estómago, en fin que tratando de calmarse respiró profundo e hizo la llamada para esa posible infernal cita en donde buscaba darle una fuerte lección a su suegro, tenía que enfrentar el toro por los cuernos de una buena vez.
Tratando de denotar una seguridad que le estaba costando cito al viejo en el piso de hasta arriba del edificio: Chao…perro, ahí te espero, no seas impuntual, que llevo prisa y quiero acabar con esto ya…okey.
“ay no, está ese baboso y gordo albañil y con un guardia” pensó para sí misma al divisar al par de tipos que como fieles devotos vigilaban la puerta de las escaleras y del elevador que conducía a los  pisos de arriba. Ellos al verla venir se regocijaron ya que la verían de cerca para poderla gozar a plenitud.
“hola, buen día!” los saludó sonriente, tratando de controlar aquélla ansiedad que la estaba consumiendo…
“Bu-buenas, Señora Erika Garza “respondieron casi al unísono los aludidos que sabían de ella, ya que todo el personal murmuraba lo guapa que era en vivo y a todo color su benefactora económica, por ella estos tenían trabajo.
“Necesito un favor, es necesario que suba arriba, olvide algo” agregó con su sensual voz advirtiendo en los ojos de aquel par de miserables la lujuria que se los estaba carcomiendo, no podían ni disimular sus miradas lascivas, descaradamente observaban cada parte de su piel tersa, desnuda, radiante y blanca,  se veía fresca,  cogible, por seguro si se la hubieran encontrado a solas en algún lugar solitario no hubieran dudado en violarla a mansalva.
¡Tenemos prohibido dejar pasar a nadie!, pero tratándose de usted, adelante o prefiere que le traiga lo que anda buscando, respondió el oficial, ya que el albañil casi estaba babeando por sus porcinos labios.
“ok chicos, no es necesario, que tengan buen día” , terminó diciendo a la vez que les hacía un coqueto gesto que casi los hace venirse, para luego dándoles la espalda comenzar a subir los escalones con su cadencioso andar, mientras aquellos dos no parpadeaban mirándole su espléndido nalgatorio y sus piernas, les provocaba los deseos morbosos más puercos que pudieran imaginarse. Ya el viejo José vería la forma de llegar, pensó.
El Padre Iñigo tampoco perdió de vista que esa candente pecadora subía sola de nueva cuenta al piso recién inagurado.
Erika parada junto a una especie de gavinetero blanco aventó a la cama; “aquí te traje lo prometido, colocando una cinta y una usb sobre una de las relucientes camas de hospital que tenía una cubierta de plástico que juntos como si se hubieran puesto de acuerdo recorrieron para dejar lucir las impecables y relucientes sábanas blancas que la cubrían, así que por favor verifiquemos en el monitor” A su vez el viejo aventó un sobre amarillo voluminoso.
De pronto, un escalofrío le recorrió la espalda al sentir como parándose detrás de ella, rápidamente pasando sus manos por delante se apoderaba de sus carnosos senos y muslos, estrujándoselos mientras la atraía más hacia el con la finalidad de poder restregársele obscenamente, quería hacerle sentir su dureza.
                “Erikita, que ricas nalgas, se ve que las haz estado usando seguido eh” susurró Don José muy cerca de su oído con su agitada voz ronca llena de deseo insano.
“vamos a la cama, quiero estrenarte ya, agregó mientras seguía agarrándole con fuerza sus mórbidas extremidades, metiendo sus manos por entre estas como queriendo separárselas, advirtiendo la ligera humedad producto de todos los pensamientos calientes que la mujer estaba exhumando desde la noche anterior.
“estás bien mojadita, lista, como en el Bar, vamos a la cama, linda chiquita” volvió a exclamar sin dejar de moverse en forma circular y hacia tras y hacia adelante, restregándole su envarada virilidad, perreándosela a gusto.
                Por su parte, con los ojos cerrados la rica Erika  se dejaba hacer, soportando sus obscenidades, dejando que se excitara más, dejando que se le siguiera restregando lascivamente, haciéndole creer que lo estaba gozando, solo se limitaba a dejarse, no podía negar que su suegro todavía se encontraba en forma y se lo confirmaba la durísima verga que le tenía ligeramente separadas sus paradísimas nalgas, como queriendo traspasar la fina y cara tela de su vestido y luego de su mini tanga.
                Apoyada con ambas manos sobre el mueble blanco vacío pudo percibir el ruidito que hacia al estar vacío y recibir los fuertes empellones que le daba el viejo.  Sin decir nada seguía soportando que el la siguiera tratando de aquélla manera tan grosera…quería encontrar la oportunidad de darle un descontón.
                “anda putita o no quieres sentir todo esto dentro”…”aahh…q-que te creesss…” gimió al momento que sin poder evitarlo…o ¿sin querer evitarlo…?…su suegro tomándole una de las manos se la quitó del gavinete para ponérsela sobre su abultado miembro…instándola  a que se lo sobara…cosa que no le costó mucho trabajo ya que quizá como parte de su táctica o por puro reflejo…no puso barrera y dejando la mano donde él se la había puesto…por instinto dejó que la guiara como él quería que se lo sobara…para luego por ella misma seguir estrujando el henchido miembro bajo la delgada tela de su exclusivo y moderno pantalón de lino…palpando su dureza…por breves segundos llevada por una sensación que no pudo explicarse…apretó ligeramente la envarada virilidad proporcionándole un placer indescriptible.
                “e-espera” susurró Erika  en un tono meloso pero no por eso menos sensual quitándole las manos de su voluptuoso cuerpo, las cuales ya iban ascendiendo para seguramente apoderarse de sus jugosos pechos.
“p-porque no te acuestas, v-voy  a poner el seguro, no sea la de malas y alguien venga a este lugar” agregó con el mismo tonito cachondo a la vez que volteaba ligeramente a verlo mientras se dirigía a la puerta. Estaban en una amplia estancia en donde había muchas camas, aparatos, gavineteros, archiveros, todo nuevo, blanco e impecable, el piso era reluciente y olía a limpio, solo estaba desordenado ya que aún no se utilizaría ya que solo faltaban detalles del exterior.
Como un joven galgo, Don José casi hasta se tropieza en su trayecto a la cama al irse desvistiendo y una vez hecho esto rápidamente se puso boca arriba con su erecta virilidad apuntando al techo, mirándola parada en la puerta, saboreando el banquete que se iba a comer…exactamente…”se iba”…porque sonriendo traviesa…”b-bueno…que pase buen día…sue-gri-to…”exclamó repentinamente Erika tomando el paquete amarillo y el suyo propio abriendo la puerta, pero al ver que el gordo albañil venía hacia el sitio, pero sobre todo al suegro que le grito: ¡Tienes que escuchar esto, se quien fue Rogelio Bautista en tu vida ¡ la volvió a cerrar y escuchar otra vez al  viejo mascullar.
                “Maldita Erika, no juegues conmigo” bramo furioso todavía con su envarado miembro en la mano, “Cabrona perra, te vas  a arrepentir!” agregó casi gritando no importándole ser escuchado, cuando vio que su nuera le hacia una seña de que guardara silencio. Al ver que la hembra se regresó y que tenía los dos paquetes, opto por callarse y cubriéndose con la sabana ir a su lado para repegarse a la pared y ver como alguien intentaba abrir la puerta y pasos como asomándose por las ventanas, aunque después parecía que ya no había nadie cerca.
                Escucha esto pendeja, tomando quien sabe de dónde una pequeña grabadora de reportero, presionando el botón de “play”, le dedico una socarrona mirada mientras ella escuchaba incrédula su propia voz reproducida en donde con palabras cariñosas se ponía de acuerdo con Rogelio para verse en Veracruz, ¡Desgraciado! Y espera cabroncita, tomando su celular presiono para empezar a dialogar con su asistente: ¡Así es, quiero que la grabación que ahora te envió por celular aparezca en el podcast de los periódicos de la ciudad y súbelo también a youtube, te enviare un archivo de fotos e información digital para que lo relacionen y por favor que no se sepa quién lo difundió, cuento contigo, como siempre. Erika supo en ese instante que el juego lo empezaba a perder, él estaba a un solo click de perjudicarla y aunque no era evidencia contundente, esto acabo por derrumbarse, cuando su suegro saco y aventó unas fotos que tomo del sobre amarillo en donde estaba ella en el velorio de Roger, en una de esas fotografías se podía ver a Cristina, Gabriela y ella en la misma toma, aunque no estaban juntas. El suegro señalándole a Cristina le dijo: es esta la pendeja vieja que te ayudo en el desmadre del Zanzíbar, la puedo chingar también con un click ahora mismo, así que decide…Erika no razono por un instante si el viejo sabia de su amorío, era tanto su nerviosismo que no se percató de que lo único que le dijo: se quién es…
“m-maldito infeliz”, vocifero Erika al darse cuenta de la trampa en la que había caído de la manera más infantil y tonta y acercándose a él  con los ojos casi al borde del llanto….”p-por f-favor Don José….no envíes ese mensaje…espera un poco, yo también te puedo perjudicar….Si hubiera sabido que ella solita se entregó, ya que lo único que sabía el suegro era quien fue Rogelio Bautista y hasta ahí, sin mayores detalles o evidencias de que hubieran tenido un desliz, solo se lo imaginaba y por lo que se ve, el viejo sonreía para sí, le había atinado, estaba empezando a ganar la partida.
Pues si nuerita, pero como esto saldría primero, lo tuyo ya se vería como una venganza, cómo rencor y más cuando expertos demuestren que las escenas del video están truqueadas, ya consulte con expertos en comunicación y aunque me cobrarían una buena lana, no importa con tal de hacerte quedar mal.
                Erika se sentía auténticamente acorralada, ya no chisto cuando el hombre se despojó de la sábana cuando los pesados pasos del gordo albañil daban muestras de que se retiraba del lugar. Sin más el viejo tomo una de sus manos para ponérsela en su erecto pene.
“d-dios, es muy fuerte” exhaló suavemente al tener entre sus manos la enorme verga de su suegro que al contacto femenino se cimbró de placer…se envaró  aún más…de repente la soltó…le dio miedo ceder…pero el tranquilamente le volvió  tomar las manos y colocándoselas de nuevo sobre su venosa virilidad la insto a que se la frotara…¡Vamos, es mejor por las buenas! Por las buenas soy muy bueno, pero por las malas, saldrás perdiendo de todo a todo y no me detendré por ello, sabes que lo que quiero me lo gano a ley y a ti te he ganado a ley.
Todavía con cierta cautela…tratando de no hacer contacto directo con la palpitante barra de carne…la rodeó con la manita para luego iniciar un suave masaje…como si la estuviera apenas tocando  y seguía gimoteando: No….por favorrr,,nooo, pero no soltaba la verga.
                Por segundos apretaba la dura verga de su suegro que deliraba de placer, ella se empezó a excitar al  apretarla, a frotar de arriba hacia abajo, la mano de el en este punto ya había alcanzado la delgada tela del diminuto tanga para lo cual alzo el vestido que al ser holgado fácilmente rebaso el nalgatorio y estar arremangado en su cinturita y aunque seguía moviendo los dedos tratando de llegar a la entrada de la cálida vulva, por su posición le era difícil lograrlo, de cualquier manera Erika   sentía que se estaba excitando más de la cuenta y en un afán de sentir alivio cerraba con fuerza sus mórbidos muslos  la vez que frotaba vigorosamente la candente verga, la escena era de lo más caliente, solo se oía a lo lejos los ruidos de los carros, los gemidos callados de ella, la respiración agitada de él, la masturbada que la chantajeada mujer  le estaba haciendo a su suegro era de antología, su respiración agitada y unas pequeñas gotas de sudor en su frente divina la delataban del todo.
                Ahora el viejo empresario le detuvo la mano, se colocó así como estaba completamente desnudo, solo con sus calcetines puestos detrás de ella y tomándola con ambas manos de sus desnudos y bien torneados brazos, comenzar a frotárselos, .acariciándoselos, de tal manera que con las yemas de los dedos le rozaba ligeramente la parte lateral de sus manoseables pechos, repegandosele para hacerle sentir su envarada virilidad, restregándosele en forma circular contra sus carnosas nalgas.
                “Chiquita, quieres terminar lo que estábamos haciendo las otras veces? susurró   muy cerca de su oído, haciéndola estremecer.
“e-esto es no está bien”  replicó Erika haciendo un esfuerzo humano por sobreponerse, se suponía que ella tendría el control, pero al verse atrapada, el calorcito del lugar al no estar activado el aire acondicionado, el vino, pero sobre todo el envarado vergón que parecía querer penetrarla traspasando la delgada tela del tanga que aún la cubría y que minutos antes había estado en sus manos, le estaban haciendo perder la compostura, sus gemidos la delataban del todo: hummmmm…ayyyyyyy
                Erika: No haaaaay manera de arreglarrrr estotoo de otrrraa foormmmaa, Josseééeee
                Don José: Tu sabes que no, para que nos hacemos pendejos los dos, si bien qué quieres, te juro que serás ya la única mujer que tendré, de verdad que te lo juro, no perdía las esperanzas de estar así contigo antes de morir,  por eso abandone los negocios y empecé a cuidarme..dios, no sabes cuánto te deseo,,,,te deseoooo, te quiierroroo niñññañaa lindddaaa.
                A Erika le asusto, le maravillo, le impacto tal confesión, solo necesitaba un empujoncito para darle las nalgas a alguien, ese momento de la verdad estaba aquí y ahora. Era un auténtico cabrón su suegro.
“e-está bien, perrito acuéstate, he escuchado ruidos afuera” (lo cual si era cierto, había vuelto a escuchar pasos afuera, recordemos que la mujer suele estar en todo) susurró con su peculiar sensualidad, sonriéndole esperanzadora.
Todavía incrédulo, pero expectante por si se la jugaba, se recostó en la cama, la vio entreabrir la puerta, asomarse al corredor, con una sonrisa de satisfacción la miró cerrar la puerta y poner seguro. Vio que caminaba como con miedo hacia él y toda colorada de la cara.
Erika no alcanzó a ver que el gordo albañil estaba agazapado en un rellano, en su verificación la había visto por una ventana e intrigado quería ver que estaba pasando y por qué la mujer cerraba con seguro la estancia.
                Aunque se notaba el miedo, también estaba acercándose felinamente a él mirándolo retadora y provocativamente, aún albergaba en su consciente una forma de salir ganadora y bien librada de la ahora si inminente cogida que le pondrían.
Se sentó a su lado, en la orilla de la pequeña cama que era individual, viendo como su suegro proyectaba una mirada cargada de sexo y que  por anticipado ya saboreaba el delicioso platillo que tenía ahí enfrente y con el que se daría el festín de su vida.
                “¿Te hago una pregunta, cabroncito?”, susurró ella mirándolo dubitativamente.
“si, putita linda…?”, replicó intrigado su suegro.
“no te da, aunque sea un poquito de remordimiento pedirme esto, sabiendo que soy la esposa de tu único hijo. ¿Eres tan cabroncito?”
“Carlos no  tiene la culpa de tener a un mujerón como tú por esposa, ni de ser malo en la cama, ni yo tampoco por tener a una nuera tan buenota y caliente como tú” explicó sonriendo Don José.
“¿te parece que yo quiero?” musitó con un tono por demás duditativo, estaba empleando su psicología para ver cómo podía manipular al hombre, ya era totalmente sabedora del poder que tenía para poder manejar a su antojo a los hombres.
“Me parece que si quieres, me calienta la “fachada” de putita de lujo que tienes”…”Estoy seguro que en el Bar se las hubieras dado al primer sujeto si no es que paro la situación, “Te entiendo, nunca has sido bien “atendida”, no te preocupaba, pero lo descubriste de algún modo, y ahora lo que necesitas es un hombre que te surta bien y bonito, y ese soy yo, siempre lo he sido y lo seré, siempre te he esperado, yo seré tu verdadero maestro, tu hombre, tu macho, me tendrás a tus pies de ahora en adelante. No dejaba de ser un hombre al fin y al cabo, y ya estando a punto de lograr su sueño, pues quería asegurarlo.
“n-no puedo creer que me estés diciendo esto…”agregó sin dejar de sobarle la pierna…con una expresión de asombro…no sorprendida porque ya anteriormente la había tratado así…sino porque le estaba prácticamente confesando un futuro sometimiento a ella.
“eres el tipo de mujer que sin proponérselo calienta a los hombres…”… ” eres una maestra…sabes cómo calentar a un hombre…como provocarlo…”…”En el Bar sencillamente te luciste, en el fondo eres como toda mujer” “Te encanta lucirte, que te vean” “En sí, eres todo un putón”.
“jajajajaja…!…José, pero que pelado eres!…me estás hablando como si fuera una devoradora de hombres!…y sabes que nunca lo he sido y nunca lo seré, si llego a aceptar es porque quiero que no me perjudiques, entiende que todos saldríamos perdiendo, ten piedad de mí.
“Tú deberías tener piedad de mí, estoy prendido de ti”, “Tal vez no quieres reconocer que las otras veces estuviste ya a punto, no será que extrañas esto entre tus piernas…”exclamó el sarcásticamente a la vez que ponía otra vez una de sus manos en su verga totalmente erecta y fuerte.
“Pero te gusta que te provoque…?” musitó con cierta cachondez a la vez que lentamente subía y bajaba la mano para empezar a masturbar la henchida verga de su suegro…estaba tratando de recuperar terreno…no podía dejarse vencer y que fuera el quien tomara las riendas de la situación…era su juego!…ella ponía las reglas!…
“Me calienta como no tienes idea…mira nomás como me tienes, déjame tenerte por las buenas, en el Bar me la jugaste gacho…”respondió ansioso…
“eres como todos los hombres, super caliente” “Ja, menos tu hijo” y casi se maldice por reconocer eso ante él…te excita la idea de que es tu nuera…la esposa de tu hijo a la que tienes aquí… replicó la caliente rubia sintiendo que ya estaba adueñándose de la situación nuevamente al ver que su suegro  otra vez tomaba una actitud más conciliadora.
“Te agrada esto putín, ¿lo sientes?” agregó subiendo más la mano…rozando ligeramente sus testículos…los palpó…jugueteó con ellos…los sintió duros…llenos…
                No pudo evitar estremecerse, más sin embargo supo controlarse, no quería demostrar sus emociones, había planeado  jugar con su suegro, esa era la idea, enloquecerlo, quería verlo suplicar para que ella aceptara hacerle lo que él quisiera y luego dejarlo. Aún albergaba cierta esperanza de salir de esto, su mente racional no aceptaba que  su suegro se la enculara. Tomando de la base la envarada verga, la rodeó completamente haciendo que se cimbrara al sentir la delicada caricia femenina…también le estaba gustando el jueguito de tratar de atacar con el uso de palabras vulgares.
                “Todo esto es para ti preciosura, anda, vamos a culear, bien que quieres putona” agregó Don José a la vez que colocaba una de sus manos en las bien torneadas piernas de su hija política  y poco a poco al irlas acariciando la subía, tratando de separarle sus carnosos muslos los cuales ella por instinto cerró al sentir la mano intrusa que quería llegar más allá de lo que tenía pensado permitirle.
                “Tienes unas piernas deliciosas, pinche Erika, las has estado luciendo últimamente” susurró totalmente extasiado sin dejar de manosear los tersos muslos, esa fresca piel que lo enajenaba, que lo trastornaba.
“Te gustan mis piernas, perrón?” musitó como un suave gemido Erika, provocativa… mientras agarraba con fuerza el venoso miembro…sintiendo su dureza…para luego comenzar a frotarlo lentamente…de arriba abajo…apretándolo…como si hubiera querido exprimirlo en cada movimiento de subida y bajada…
                “abre las piernas, anda vamos a ponerle…”…”n-no, cabroncito…” replicó ella como queriendo ser muy enfática.
“solo un poco, pequeña…”insistió su suegro tratando nuevamente de introducir la mano…pero al encontrar resistencia…
“mamamela, putona…”le pidió a la vez que la jalaba ligeramente del brazo…instándola a que hiciera lo que le había pedido…
“n-no puedo…solo esto, ahí déjala ya perro”, “s-si puedes…quiero sentir las maravillas que haces con esa boquita de putita que tienes…”interrumpió tratando de convencerla…sabía que si quería pero solo estaba calándolo.
Las respiraciones entrecortadas de ambos…el sonido que como “chaca-chaca” hacía  la mano de la diosa rubia frotando vigorosamente la enorme virilidad de su suegro…hacían de este momento algo caliente…era un momento super morboso…una  voluptuosa mujer como Erika masturbando a su suegro en una sala vacía de Hospital…el cual seguía intentando profundizar con la mano en lo más recóndito de aquél par de mórbidos muslos que a cada momento se humedecían más y que en un afán por no delatarse ella los cerraba impidiendo que su suegro tuviera acceso…porque de haber sido así ser así habría tenido que aceptar que por sí misma estaba cayendo en su propio juego.
                Debido a su posición…a como estaba sentada por momentos cambiaba de mano mirándolo como a pesar de estar haciendo lo mejor que podía no notaba en el rasgos de que fuera a eyacular pronto…si lo notaba bastante excitado pero sabía que tenía que aplicarse a fondo si quería verlo retorcerse de placer…!…martirizarlo…!.
Ciertamente…ella no era de palo y la naturaleza de su fogoso cuerpo estaba reclamando su derecho de piso…veía a su suegro subir y bajar la mano por sus bien  torneadas piernas solo hasta donde ella se lo permitía…pero en un momento dado…unas  ganas incontrolables de sentir aquélla mano hurgando en su intimidad se apoderaron de ella…por lo que pensando que podría darle y darse un chance de hacer más candente el momento…de dejarlo avanzar un poco más y de paso disfrutar de aquéllas incestuosas caricias… entreabrió ligeramente las piernas de tal manera que cuando la traviesa mano iba de subida nuevamente…al no encontrar ningún obstáculo en su camino se siguió de largo encontrándose con la tibia humedad que provenía de los más recóndito de sus entrañas y que poco a poco iba emanando…mojando las paredes internas de sus carnosos muslos. A tal efecto, su suegro hizo bruscamente a un lado el tanga, que por lo delgado, ya no serviría para volverlo a usar…Erika no era materialista, al contrario, pero pensó en su atribulada mente: Allá van 2,500 pesos, que fue lo que le costó la minúscula prenda.
                “estás empapada putita linda…”murmuró Don José sonriendo triunfante…poco a  poco iba ganando terreno…sabía que poco a poco su apetitosa nuera iba cediendo…que su ardiente naturaleza le haría perder el control como sucedió con los tipos del Bar, sobre todo con el primero en el cuartito de privados y como en las ocasiones en que estuvo a punto de darle para sus tunas, ahora el momento de la verdad.
                Por toda respuesta…sin dejar de frotar el venoso y palpitante miembro…Erikaa solo lo miró con una carita de angustia…a leguas se le notaba que estaba caliente…el peligro estaba ahí…latente…pacientemente esperando…trataba de controlarse pero le era una labor casi imposible de lograr…
                “aahhhh, caaabrrónnn…”gimió al sentir los intrusos dedos de su suegro que ya en este punto habiendo hecho de lado de lado la empapada tela de su pequeñísimo tanga…se daba a la tarea de calentarla más moviendo sus dedos en el interior de su cálida vulva…jugueteando con los pliegues de sus sensibles labios vaginales…encontrando el delicado botón de su clítoris…el cual al contacto de aquellos dedos intrusos inmediatamente reaccionó como si hubiera recibido una descarga eléctrica…descarga que ella misma sintió porque como un resorte se enderezó cerrando por instinto las piernas…como queriendo impedirle que siguiera dedeándola de aquélla manera…la estaba empapando escandalosamente…y le dio miedo!…se atemorizó por unos momentos…no quería delatarse pero esto ya estaba casi fuera de su control…la situación se le estaba yendo de las manos!.
Dándose cuenta de esto…Don José sonriendo socarronamente…sonrisa que ella entendió como un acto de alguien que se siente ganador…”ven…dale a mi verga…”volvió a la carga de nuevo incorporándose un poco a la vez que la tomaba de la nuca instándola a que accediera…jalándola levemente…
                Por su parte todavía con cierta reticencia…”n-no…no puedo, no debo, noo estta bieen…”susurró como suplicando que no le pidiera aquello, claro está que el viejo al verla no muy convincente…supuso que no debía quitar el dedo del renglón por lo que haciendo un poquito de presión…mientras se recostaba prácticamente se la trajo consigo…y tratando de ya no pensar  en nada…en no hacerle caso a la razón pero si a los estímulos que su empapada vagina estaba recibiendo…en un movimiento reflejo…como si lo hubiera hecho antes que se arrepintiera…abrió los labios para de uno solo abarcar la reluciente cabeza en su interior…dándole ligeras lengüeteadas…como sacándole más brillo…
                Haciéndose de lado el cabello del cual él se encargó hasta con ternura para recogerselo para que no le estorbara…pudo observar con sumo placer como su venosa virilidad poco a poco iba desapareciendo dentro de la cavidad bucal de su apetitosa nuera hasta que luego de dos o tres intentos pudo albergar toda la barra de carne en su interior…hasta que sus testículos hicieron contacto con los bien delineados labios de ella…
                “aaahhhhh…”exhaló un suspiro al extraer el durísimo pene y poder tomar algo de aire…para luego con la presión que en su nuca ejercía la mano de su suegro volver a introducirse el goteante miembro ahora si de uno solo hasta que su boca tocó su vello púbico y sin dejar de sostenerla del cabello la comenzó a guiar en fuertes acometidas las cuales tuvo que soportar la aún indecisa Erika apoyándose con las dos manos sobre el colchón una a cada lado para no salir lastimada ya que dado el tamaño de su suegro en cada embestida de la venosa verga sentía como esta le llegaba al principio de su garganta…obstaculizándole momentáneamente la entrada de aire.
                El bochorno a cada instante se hacía más incesante…más agobiante…Erika estaba sudorosa…los fluídos  preseminales del hombre…la saliva de ella…el sudor…todo parecía mezclarse cuando extraía el miembro de su boca y sosteniéndolo con una mano se daba a la tarea de lengüetear…succionando todo lo largo de la majestuosa virilidad…restregándosela en la cara cuando intentaba introducirse por completo el par de testículos completamente llenos de leche que en cualquier momento estaba segura ya saldría expulsado.
                Erika ya estaba como energúmena, fuera de sí, dispuesta a hacerlo terminar, combinaba de vez en vez, ya frotaba vigorosamente la barra candente que le quemaba las manos, ya volvía  a chupar, con la punta de la lengua recorría desde la cabeza hasta la base del duro pene, prodigándole placer, haciendo a su suegro retorcerse de placer, quería hacerlo venir para librarse de este calor infernal que le agobiaba todo el cuerpo.
                “Hazme una rusa…”exclamó Don José jalándola suavemente del cabello con la intención de que parara.
                Incorporándose…y mirándolo con cierto suplicio y con  las mejillas húmedas…salpicadas por los fluídos de el que formaban delgados hilillos que lentamente escurrían por la comisura de sus labios y que algunos más se encontraban adheridos en parte de la cara y de su cuello y azarosa por volver a descubrir que le encantaba que le dieran órdenes, obedeció sumisa para  comenzar a bajarse los tirantitos del fino vestido, en eso sonó su celular nuevo, ¿Quién podría ser?
Entre alarmada y nerviosa se levantó para tomar su celular del mueble que estaba cerca de la puerta mirando el nombre que aparecía en la pantalla…pero bajándose ya el vestido hasta la cintura y quitándose el minúsculo y fino brasier para dejar lucir su torso desnudo.
                “e-es Marisa “susurró dirigiéndose a su suegro y disponiéndose a contestar quedándose de pie a un lado de la cama, escuchaba lo que su amiga le estaba diciendo…con sus senos majestuosos al aire…se veía realmente impresionante. La llamada concluyó y ese breve receso le sirvió para recuperar la compostura.
“m-mastúrbame con tus pechos…”…”n-no, deja ya…” decía una compungida Erika pero  sonriente y como asustada. La estabilidad emocional de las edades se notaba. Ella como una niña desprotegida, él como un tirano dominante.
“quiero regártelos con mi simiente…”volvió a insistir sin dejar de acariciarle las piernas…Es la mía pensó Erika, si se viene rápido ya no se podrá recuperar y la abre librado, pensando que por la edad su viejo suegro no podría ya reaccionar en una segunda ocasión.
“necesito meterte la verga, putona…”agregó Don José utilizando un tono que no fue del gusto de Erika ya que rayaba en lo prosaico.
“ya te dije que no…” recalcó nuevamente ella…”s-solo así…”concluyó sin dejar de frotar el henchido dardo que como fuera sentía que le quemaba la mano.
                En un momento dado…Don José que no quitaba el dedo del renglón…volvió a meter la mano entre los carnosos muslos de su nuera que en ningún momento se opuso…simplemente dejó que aquéllos intrusos dedos comenzaran a volver a hacer de las suyas mientras lo miraba sensual y provocativa, pensaba que así se vendría en cualquier instante y además eso la enervaba al máximo.
                “yaaaaaaa, teenntóonn” susurró dominada estremeciéndose al sentir como eran estimulados nuevamente sus delicados labios vaginales así como el pequeño botón de su clítoris que al contacto de los gordos dedos reaccionó de inmediato…comenzando a endurecerse…
                Sin soltar la dura herramienta pero deteniéndose unos segundos…enderezó su escultural cuerpo como una reacción a las descargas eléctricas que le producían los manoseos a su empapada intimidad.
                “Joseeee…n-no…” musitó levemente con una carita de angustia poniendo una de sus manos entre sus piernas…como tratando de detenerlo, que a decir verdad estaba causando estragos en todo su cuerpo y ser.
                Aparentemente los roles estaban cambiando…ya que de nueva cuenta sin darse cuenta estaba perdiendo el control sobre el provocativo “juego” y sobre ella misma…adoptando poco a poco otra actitud muy diferente a la que había tenido al principio…es decir…ahora su suegro era el mandón y ella…la víctima…y es que la excitación estaba haciendo presa de ella…y lo demostraba con cada frotada que le daba a la venosa verga de su suegro ya que al hacerlo la apretaba como si quisiera deshacerla entre su mano…agarraba con fuerza el envarado miembro subiendo y bajando la piel a un ritmo acompasado…por momentos lo frotaba vigorosamente y de repente despacio…como retardándole la venida…quería alargarla lo más que podía…supuestamente lo estaba haciendo “sufrir” pero inconscientemente no quería que ese momento terminara, esa sensación de escalofríos que le recorría la espalda sabiendo que en cualquier momento lograría su objetivo haciéndolo eyacular copiosamente la tenía expectante…y aunque quería  disimularlo…su respiración agitada así como el subibaja de sus prominentes y altivos senos que recibían pellizcos y frotamientos de vez en vez…la delataban…hummmmmm,haaaaa
                “estás bien lista potrita…”…”Joseeee…y-ya… estate q-quieto…”replicó volviendo a poner la mano entre sus formidables piernas… instándolo a que no siguiera con ese manoseo que le estaba haciendo perder el control de sus emociones…
“estás deliciosa…”susurró el moviendo más la mano…como si hubiera querido introducirla toda dentro de la cálida cavidad de su apetitosa nuera…
“¿q-que me haces…?”…susurró sensualmente ella que dejándose llevar por su instinto…sin pensarlo abrió ligeramente las piernas sin dejar de mirarlo con ese brillo que los ojos de una mujer proyectan cuando desean ser enculadas como Dios manda, casi en lugar de decir estaba gritando : yaaaa cogememee por lo que más quieras…
                Evidentemente Don José no esperó más…la luz verde se había encendido y no iba a perder la oportunidad de tirarse de una buena vez y para siempre a su musa por lo que haciendo uso de todas sus artimañas comenzó a mover los dedos de tal manera que Erika tuvo que controlarse para no gritar…
                Mirándolo totalmente excitada…con una carita que parecía suplicar…que denotaba angustia…una angustia placentera…soportaba los hábiles escarceos que la mano de su suegro  le estaba prodigando…elevándola a la gloria…con los ojos entrecerrados se mordía el labio inferior de un solo lado en un afán de apagar sus gemidos los cuales sin poderlo evitar salían desde lo más recóndito de su ser…poco a poco estaba cediendo y lo sabía…quería detener todo aquello pero una fuerza interior no la dejaba…le gustaba, le hacía sentir viva el sentirse a punto de ser mancillada, ya lo deseaba, ya lo quería, pero no quería dar su brazo a torcer, siendo ella evidente en pedir que se la encularan a la de ya.
                …”su-suegro…n-no sigas…p-por favor…t-te lo suplico…”gemía suplicante Erika sin dejar de frotar vigorosamente la envarada virilidad  que complaciente veía acercarse el momento que tanto tiempo había esperado…13 años ni más ni menos, es decir cuando ella tenía 20 años, él ya le había puesto el ojo y la bragueta.
                …”ven…”susurró su suegro tomándola del brazo…”q-que…”replicó ella un poco destanteada que en este punto podría decir que ya no era dueña de sus actos…
…” mastúrbame con tus pechos…”volvió a insistir el considerando que ya la tenía  a punto…a la vez que la instaba a que le pusiera sus dos montañas de vibrante carne humana.
“ohh…José…”exclamó Erika que sin dejar de mirarlo…con la mirada pérdida por la excitación… lentamente…sonriéndole provocativa…
“s-solo un poquito eh…”musitó mirándolo como si fuera su dueño ya, a la vez que se inclinaba sobre el… y sosteniéndose sus prominentes montañas con las manos…acaparó  el palpitante miembro colocándolo entre estas…abrazándolo…cobijándolo…y levantando nuevamente la mirada pudo observar la cara de satisfacción de su suegro que sonriendo socarronamente la veía dispuesta a iniciar su por lo visto primera “rusa” y efectivamente así era.
                Bajando la vista hacía su objetivo…comenzó a frotar despacio el fibroso mástil…con suavidad…como no queriendo lastimarlo…y como lo iba a lastimar si la envarada virilidad no podía encontrarse en mejor sitio que entre aquellos dos suculentos senos que  a pesar de su dureza…su misma calidez los hacía suaves…confortables…
                A pesar de su tamaño…la potente verga de Don José por momentos parecía perderse entre las majestuosas y perfectas protuberancias blancas de su nuera que empeñada en hacerlo acabar ponía gran empeño en esta su primera vez…sosteniendo firmemente sus pechos apretaba como tratando de deshacer el henchido miembro…luego aflojaba ligeramente como para que respirara para luego ejercer cierta presión…subiendo y bajando…amasándolo…exprimiéndolo…
                Sudorosa… Erika respiraba ansiosa…gemía suavemente no queriendo ser muy obvia…por momentos subía la mirada…lo veía caliente…excitado…extasiado…lo veía como un Dios omnipotente.
                …”ven…acuéstate…”exclamó de repente Don José jalándola levemente del brazo…
…”n-no, perrín malo…”replico ella que como si una “alarma” se hubiera prendido…la sacó de su letargo volviéndola por un instante a la realidad y darse cuenta que su suegro quería recostarla en la cama…
                Por unos segundos sintió miedo…aquello estaba llegando demasiado lejos!…quiso oponerse más sin embargo su cuerpo no le respondía…!…
                …”e-espera…”suplicó mientras que sin poder hacer nada o no queriendo hacer nada se dejaba llevar dejándose colocar prácticamente sobre el…que sin darle tiempo a reaccionar la recostó sobre el mullido colchón y de inmediato incorporarse para pasando sus piernas una a cada lado…quedar montado sobre ella a la altura de sus redondos senos perlados de sudor…
                …”ahh…papiii…”gimió suavemente mientras sentía como el enorme bruto le abría literalmente sus montañas de carne y deslizándose por el canal que las separaba… situarse cómodamente esperando ser nuevamente acariciado por la redondez de sus pechos…se sintió pérdida, le había llamado cariñosamente: papi. Su mente ya no trabajaba más, ahora era puro sentido, puro acto carnal.
                Sintiéndose un poco más tranquila al ver sus intenciones las cuales obviamente solo eran las de masturbarse con sus senos…pero no por esto debía de confiarse… colocó  sus manos una a cada lado de él apoyándose en sus piernas… ya que ahora su suegro era el que llevaba las riendas…y en realidad así era…en esa pose Don José parecía un jinete que bajo su cuerpo tenía a la más hermosa yegua que ya hubieran querido cabalgar muchos de los que la conocían como Esteban y Tío Alberto y afuera por una ventana de fisgón el gordo albañil del cual era evidente que estos dos no se percataban de su presencia.
                Ya con el control de la situación…imponente la veía ahí…sin oponer resistencia…por lo que no esperando más…respirando hondo…con ambas manos juntó los enormes pechos encerrando hasta donde podía la magnitud de su envarada daga…para luego iniciar un vaivén que en cada movimiento de avance…la reluciente cabeza casi le llegaba a  ella hasta sus carnosos labios…los cuales por inercia abrió para prodigarle ligeras lamiditas cada que esta se acercaba…y es que en esa posición la pobre rubia no podía hacer otra cosa…no podía moverse ya que el peso de su suegro sobre su voluptuosa anatomía se lo impedía.
                Por momentos sus miradas se cruzaban…no decían nada…solo se escuchaban sus gemidos…jadeos…quejidos…el ambiente tenía un carga sexual bastante alta…se podía respirar…
…”que ricos pechos putona…a cuantos ya les has hecho una “Rusa” eh…”exclamó Don José sonriendo socarronamente…
Es mi primera vez, susurró delicadamente, diciendo la verdad Erika.
Jajaja, no te creo, se ve que tienes mucha experiencia.
…”a-apúrate a t-terminar…”replicó un tanto ansiosa porque el ya eyaculara y terminara todo aquello que en este momento ya no le estaba pareciendo tan agradable sobre todo por la forma en que él se estaba expresando…
…”aahhh, pinche  perritoooo…”…volvió a gemir al sentir como ahora su suegro le pasaba su venoso miembro por toda la superficie de sus mamables pechos…recorriéndolos…delineando la redondez de los mismos…otra vez  él la estaba dominando a su antojo!…
Tratando de no ser muy evidente ya que no quería delatarse…seguía gimiendo suavemente…pero su suegro…todo un maestro en las artes de excitar a una mujer…con paciencia seguía repasando su enhiesto miembro sobre los turgentes senos de su apetecible nuera…
                …”aahhh, pppaiittooo…”gimió un poco más fuerte al sentir como sus sensibles pezones reaccionaron al contacto del enhiesto miembro…con lentitud… le daban ligeros toquecitos…como golpecitos con la cabeza de su palpitante verga…endureciéndolos…enardeciéndolos…
…”aaaaahh, cabrroonnn”…volvió a gemir a  la vez que arqueaba ligeramente la espalda…
Era un espectáculo verla retorcerse en pequeños espasmos de placer que le producían los toqueteos de su suegro, espectáculo que por cierto el gordo albañil estaba presenciando extasiado desde una de las ventanas que estaban descubiertas hacia el pasillo ya con su verga de fuera y prodigándose una autentica paja de aquellas.
Estrujaba la nueva y blanca almohada en la que prácticamente tenia sumida la cabeza…con los ojos entrecerrados…los labios semi abiertos emitiendo  ligeros gemidos que denotaban su estado de excitación… arqueaba su voluptuoso cuerpo en un afán de sentir alivio…el manoseo a sus erectos pezones le producían escalofríos que como descargas eléctricas le recorrían su escultural anatomía…parte de su sedoso cabello se le venía a la cara haciéndola ver más erótica…más deseable…más cogible!…
                En un momento dado, sintió que le chupaban vientre, pezones, hombros  con la punta de la lengua…momentáneamente Erika levantó la cabeza saliendo de su letargo pero fue cosa de solo segundos…ya que de nueva cuenta al sentir la maestría con la que sus pezones eran sensibilizados…”aahhh, parraaaa yaaaa…”jadeó volviendo a sumir la cabeza en la almohada…como arqueando la nuca…soportando las incestuosas caricias a sus pechos…a sus rosados botones, manoseándola…mancillándola.. acariciándola obscenamente…esperando el momento de poder penetrarla y descargar en lo más recóndito de su ser su incestuoso semen…
Don José abría la boca tratando de abarcar lo más que podía del par de majestuosos senos…se turnaba para mordisquear los rosados pezones…les pasaba la lengua por encima…alrededor…por toda la superficie de la tersa y empapada piel…no dejaba ni un milímetro sin mojarlo con su saliva…también usaba ya sus manos, sin olvidar que su pene erecto se lo seguía frotando a la entrepierna.
                …”aahhhh…d-despacio…”suplicó Erika como un gemido que más bien parecía decir, yaaa…yaaa métemela.
                …”mamacita…estás riquísima…”bramó Don José subiéndose un poco más sobre ella para besarla en el cuello…mordisqueárselo…empapárselo con su saliva, besarla por primera vez en la boca, a lo cual la caliente hembra sin percatarse de lo que hacía accedió comiéndose en un sabroso y prolongado beso que de vez en vez paraba para que pudieran tomar aire y continuar comiéndose a besos.
…”e-espera…p-por favor, yayaaa pappaitotoo yaaaa…”susurró  tratando de quitárselo de encima…y es que de repente ante el movimiento que el hizo le entró una especie de pánico…de ansiedad…de angustia…dedujo que se estaba preparando para penetrarla y se llenó de temor…
…”p-para…p-por favor…n-no…cabrrrónnnn” seguía gimiendo…pidiéndole que se detuviera…no estaba en sus planes que la penetrara…solo era provocarlo y aquello ya por decirlo así estaba fuera de su control…en un movimiento rápido y ágil su suegro la volteó para que adoptará la posición de “caballito” sobre el…a escasos centímetros del venoso miembro…solo tenía el vestido totalmente arrugado en su cintura y una tanga inservible que prácticamente ya no la cubría de nada a nada.
…”siéntate más arriba, metete mi verga, bien que quieres, no seas malita, solo la puntita…”…”no…” susurró con miedo ante la obscena invitación……”aquí estoy bien…”agregó sin dejar de sonreír nerviosa pero como ansiosa por que él tomará una decisión que no quería ella asumir aún del todo.
…”te vas a sentir como toda una reina sentadita sobre su trono…”…”¿tú crees…?” replicó pensando retarlo nuevamente.
…”nomás siéntate y compruébalo, soy tu Rey…”…”que quieres que compruebe…?”…inquirió ella acariciándole el ahora trabajado abdomen que lo hacía lucir mucho más joven con las uñas…como haciéndole cosquillas…
…”te gusta provocarme verdad, perrita…?…te encanta calentarme la reata, putoncita…”exclamó Don José viendo que estaba retomando las riendas del juego…pero aun así la dejó seguir…
…”que te calienta…pensar que te gustaría poseerme sabiendo que soy la esposa de tu hijo…que soy tu nuera…?”…inquirió en forma insinuante…
…”pensar que me gustaría…?…no putita…te voy a coger…nadie te ha dado una cogida como la que te voy a dar…”aseveró decidido …”mírame la verga…está ansiosa por estar dentro de ti…”agregó ansioso…y tu estas bien lista, mira niña, enseñándole los dedos totalmente mojados después de volvérselos a refregar en su humeante y caliente vaina.
…”anda…date tus sentones…haz de cuenta que me estás haciendo un privado a todo color y en vivo” continuó  hablándole de la manera más soez…
…”y…toda es y será para mí…? ¿Ya no habrá otras mujeres?” musitó provocativamente Erika sin dejar de acariciarle el abdomen a la vez que bajando las manos acariciaba delicadamente los duros huevos seguramente llenos de semen…para luego haciendo hacia adelante el envarado miembro hasta que este quedó pegado totalmente con el estómago de su suegro…levantarse un poco para subirse y quedar montada exactamente sobre la venosa barra de carne…pero en esa posición sin el peligro de que la fuera a penetrar ya que la estaba aplastando por así decirlo…más sin embargo…la sensación del palpitante miembro y su empapada intimidad…hicieron que por instinto…sin dejar de mirarlo con su vidriosa y sensual mirada…totalmente excitada…comenzara a moverse lentamente hacia adelante y hacia atrás…sintiendo en su húmeda cavidad vaginal parte del enhiesto dardo que se frotaba contra esta, cosa que sin poder evitarlo la excitaba cada vez más demostrándolo en cada movimiento de avance y  retroceso ya que se restregaba con más fuerza…con más vigor…constante.
                …”aahhh, esta durisiima”…exhalaba pequeños gemiditos Erika sin dejar de frotarse…moviéndose rítmicamente…mirándolo sensual…advirtiendo ya como él también lo estaba disfrutando…
                …”Suuegrrooo…n-no…”susurró en forma de súplica…sabiendo de antemano que lo que se vendría no tenía retorno alguno…no había forma de escapar…se había dejado llevar y ahora estando ella encima de él ya estaba dispuesta a todo…él por supuesto, dispuesto a darle la cogida que le había dicho le daría y nadie podría salvarla…es más…en este punto ni ella misma sabía si quería ser salvada…solo lo dejó hacer…que el decidiera…estaba demasiado excitada como para seguir negándose… sus pechos subiendo y bajando acompasadamente así como su vidriosa mirada lo decían todo…a gritos estaba pidiendo ser poseída…aquello era más fuerte…es más…podría decir que se encontraba impaciente hasta cierto punto…pero no quería demostrarlo…prefería que el llevara las riendas…
                …”ahh, despaciioooo, ppapappaiitooo…”gimió suavemente al sentir como la dura y reluciente cabeza de su venoso miembro hacía contacto con su húmeda intimidad.
                Fueron solo segundos en los que sus miradas se cruzaron…la de él era de deseo…de lascivia…de ansias por desbocarse en aquél suculento cuerpo…el voluptuoso cuerpo de la esposa de su hijo, de su adorada niña de siempre…la de ella era una mezcla de excitación…de nervios…también de ansias…pero ansias de ser penetrada ya!…se le veía dispuesta…estaba en su momento!…por eso con la mirada le pedía que no se tardara más…si la iba a llenar con ese mástil de carne que lo hiciera de una buena y puta vez!…antes de que se arrepintiera!…y esto él lo sabía…por eso…sin perder ni un segundo más…”aaahhhhh, yaaaaaaa…!” gimió placenteramente Erika mientras arqueaba hasta donde podía su voluptuoso cuerpo al sentir la enorme virilidad que rápidamente se abría paso por entre sus sensibles labios vaginales…deslizándose con la facilidad que la humedad de su intimidad le daba para colocarse de uno solo hasta el fondo…llenándola completamente…ella había casi imperceptiblemente abierto un poquito sus piernas, le lanzo una mirada que casi le gritaba, gimió como anunciándole: ya, conquístame, culéame, cógeme, púchame, jódeme, haz lo que quieras conmigo, pero hazlo ya, cabrón. Soy tuya, todo eso se lo decía sin palabras, ya sabemos ahora que la comunicación no verbal tiene más peso que las palabras. EL viejo lo supo, lo sabía, al fin la estaba haciendo suya y lo gozaría hasta la muerte.
                …”oohhh d-dios, te siento tan fuertteee, cabronazoooo…”volvió a gemir mirándolo expectante…sabía que venía un excitante mete-saca, no pudiendo evitar sentir un escalofrío que le recorrió su pecaminosa y otra vez infiel anatomía…en ese momento casi hubiera dado un brinco de saber que su confesor Iñigo estaría a punto de verla en unas horas más en vivo y a todo color copulando como fiera salvaje y nada menos que con su suegro…uffff.
…”esto era lo que querías verdad nuerita…”…”s-siiiiiiiiiiiiiiii, José…”replicó suavemente Erika con los ojos entrecerrados…ya no importándole delatar su estado y que él se diera cuenta…moviéndose ligeramente…instándolo a que comenzara la refriega…
…”estás impaciente verdad putita…”agregó su suegro a la vez que comenzaba sus embestidas frenéticamente desde su posición, aun estando abajo él y ella encima, demostraba con hechos su experiencia, su edad y su dominio sobre ella…haciéndole sentir toda su potencia y deseo de pecado que sentía por ella…
…”aahhhh…!aahhhh!, siiiiiiii esooo quierrrooo…!…”gemía Erika en cada embate…en cada movimiento de avance y retroceso…la fuerza con que la penetraba su suegro a pesar de  estar ella a horcajadas sobre él le maravillaban, le desquiciaba , en suma la volvían loca y una redomada puta. Ni siquiera la fuerza bruta del negro Luis se asemejaba a esto, simplemente era cierto lo que se decía de su suegro, no cabe duda que sabe más el diablo por viejo que por diablo, se lo estaba demostrando con creces, la calentó hasta el máximo y ahora le estaba recién pegando una cueriza de aquellas.
                La refriega se prolongó unos minutos más en los que Don José aceleraba el ritmo y por momentos lo disminuía…haciéndola estremecerse…haciéndola gozar…para luego dejar que ella misma fuera la que imprimiera el ritmo de la fenomenal e infiel copula que recién empezaban y que sin saberlo aún daban de escenario majestuoso a un extasiado gordo albañil que  seguía su  masturbada furiosamente desde su punto de observación y horas más tarde ya que se prolongaría por la tarde al juvenil sacerdote Iñigo.
                …”eres un forro de mujerón, eres la mejoorr, la número unoo…”bramó Don José atrayéndola hacia el para lamer, succionar, mamar los pechos suculentos.
…”aahhhh, yyaaaa  ppapiiii…!gimió sumiendo la cabeza entre la almohada al sentir la quemante boca de su suegro que abriéndola
lo más que podía se apoderaba alternadamente de sus rosados pezones succionándolos como si de un bebé se tratara…para luego con la punta de la lengua iniciar un recorrido alrededor de los mismos…endureciéndolos…sensibilizándolos…sabiendo que este era uno de los puntos más sensibles en cualquier mujer y por cómo veía como ella se retorcía…pues no cabía la menor duda que la estaba calentando apropiadamente…
                Erika gemía…se retorcía a la vez que estrujaba las sábanas en un afán de encontrar alivio…”ohh…aahhhh, tuutuu erress lo mejorrrrr tambiénnn…!”…volvió a gemir pero ahora crispando con más fuerza la sobrecama al sentir como de nueva cuenta su empapada intimidad era violentada con fuertes acometidas por parte del padre de su esposo que sin imaginar cómo su progenitor tenía en esos momentos  a su encamable esposa, trabajaba y trabajaba.
Afianzado al par de prominentes pechos…Don José arremetía sin perder el ritmo…concentrándose en brindarle el mayor placer y de la misma manera gozar el también con el suculento cuerpo de la esposa de su hijo…
                …”Ahora ponte a  cabalgar, ¿quieres chiquita?…”exclamó el deteniéndose momentáneamente pero sin salirse de ella…le había propinado un sinnúmero de fuertes y placenteros empellones, era un viejo de buena madera y muy bien conservado, la buena comida, el gozo de la vida que se prodigaba le permitían lucir esa fuerza inusual a su edad y en su país, pero él era un excepción, sabía gozar de la vida y la estaba haciendo gozar como si fuera una jovencita que recién descubre el placer de la carne con un gran maestro.
…”s-siiiiiiiiiiii, mi reyyyy…”replicó Erika que en este punto ya no era dueña de sus actos…ansiosa por complacerlo…y sobretodo porque esta es una de sus posiciones favoritas, por lo que para poder maniobrar ya mejor, de plano se quitó el vestido pasándoselo por arriba de la cabeza y dejarlo a un lado de la cama…y en seguida…sentándose y flexionando sus esculturales piernas… romperse con frenesí ella misma su diminuto tanga que ya estaba toda desmadejada y  el cual de la misma manera aventó a un lado quedando este sobre el borde del mullido colchón…toda la maniobra la hizo sin salirse de la penetración que su suegro le tenía, mostrando lo buena que ya era para los menesteres del colchón. Solo recordó que la última vez que hizo sexo como debe ser, igual que ahora, estaba toda encueradita, solo con sus zapatillas puestas.
                Totalmente desnuda…empezó a cabalgarlo pensando tontamente dejarlo agotado…iniciaba
lento, despacito, se saboreaba la enorme y gran dureza del miembro viril de ese su nuevo hombre, sabía ya que ahora lo quería solo para ella, que fuera él quien se la surtiera bien y bonito.
…”aaahhhh, hummmmmm, mi chiquiitoooo lindo…!” exhaló un quejido Erika al sentir la repentina invasión  a su delicada intimidad…y bajando la vista…lo miró esperanzadora de que la hiciera vibrar como es debido de aquí en adelante. Lentamente se dejaba caer sentándose por completo sobre la enhiesta barra de carne para luego comenzar a moverse hacia atrás y hacia adelante…restregándose con fuerza mientras lo miraba seductora…
…”aahhh, ppppaaapppppiiitooooo…”volvió a gemir cerrando los ojos…enterrando suavemente sus uñas en el fuerte pecho…haciéndole ligeras marcas con las mismas como pequeños surcos…
                Extasiado…Don José la veía …la sentía moverse en forma circular sobre su venosa verga…parecía querer deshacérsela…avanzaba y retrocedía…se levantaba y se dejaba caer…volvía  a hacer círculos…estaba masacrando por así decirlo a la envarada virilidad de su suegro que hacía esfuerzos por no derramarse y llenarla con su simiente…al menos no deseaba hacerlo todavía…toda su sabiduría la ponía en el trance, estaba gozando como un enano, lo mejor que le hubiera podido pasar, su sueño era ya una realidad. Estaba extasiado de lo bien que lo hacía, era un sabio, sin duda llevaba poco tiempo en esto, pero lo hacía muy bien, su vagina lo apretaba de lo lindo…ufffff, lo mejor de lo mejor.
                …”ah D-Dios, queee riccoooooo, siiiiiii, asiiiii…”gimió  en un momento dado en el que sintió ligeros escalofríos que le recorrieron la espalda como un pequeño aviso de lo que venía…por lo que sabiendo de lo que se trataba…aceleró vigorosamente sus movimientos mientras sentía en todo su voluptuoso cuerpo los espasmos que como descargas eléctricas en pocos segundos la invadían…el ruiidiitooo de la cama individual también era tremendo y se confundía con los lejanos ruidos de bocinazos y carros y con los avisos que en el hospital de vez en vez se dejaban oír.
                …”aaahhhhhggggg…!….aaoooggghhhh, semenentttaalll…!”volvió a gemir encajando con fuerza sus uñas…arañando con frenesí el fornido pecho de su suegro en un afán de sentir alivio…tuvo que detenerse…la serie de convulsiones que hacían presa de ella en ese momento le impedían moverse…
                Visiblemente agotada…esbozó una sonrisa traviesa…como de pena…el orgasmo que acababa de experimentar la tenía todavía temblando…sin fuerzas…por eso no pudo evitar que el la manejara a su antojo al  atraerla hacia sí…dándole la vuelta de manera que quedara el arriba…y saliéndose de ella instarla a que se colocara bocabajo…por un momento se atemorizó…sabía que intentaría penetrarla analmente…pero estaba demasiado débil como para oponerse…se dejó llevar…sintió como tomándola de las caderas se las levantaba para ponerla en posición de perrito…con las nalgas expuestas en su totalidad…la cara sumida en la mullida almohada…esperaba entre excitada y nerviosa…dispuesta a lo que él quisiera hacer ahora…estaba completamente a su merced…no pensaba poner resistencia…no deseaba hacerlo…movía ligeramente sus carnosas nalgas…expectante…no sabía porque él se tardaba…una parte de su cabello que se le venía a la cara le impedía ver con claridad…hasta que…”aaahhhhh, riicocoooo…!”gimió suavemente al sentir la magistral lengua de su suegro que comenzaba a hacer de las suyas en su todavía temblorosa intimidad…recordó la candente escena del Zanzíbar cuando le hizo la mejor comida de culo que le hubieran hecho, en definitiva de todos sus encuentros este era el mejor, tuvo que reconocer que el viejo era el mejor…
                Abriéndole con las manos sus curvilíneos glúteos…Don José prácticamente sumía la cara entre estos…lamiendo de punta a punta el canal que los dividía…pasando y repasando la lengua por cada poro…toqueteando con la punta de su paladar alrededor del pequeño orificio anal…calentándola más…ella seguía moviendo las nalgas impaciente…de alguna manera deseosa de ser ya penetrada…como incitándolo a que ya no la martirizara más…él lo sabía pero su plan era llevarla  a que perdiera el control de sí misma y lo estaba logrando…
                …”Pappaciitooo…”seguía gimiendo entre jadeos…sentía la boca reseca…trataba inútilmente de pasar saliva…la lengua de su suegro estaba desatada por así decirlo…se paseaba por todos los rincones de su palpitante intimidad…sorbiendo…chupando…mordisqueando…por momentos se apoderaba de sus delicados labios vaginales succionándolos…como queriendo exprimirlos…
                …”y-ya p-por favor, culeeaammme, cachhaaammeee…”suplicó como en un susurro mientras estrujaba las blancas sábanas…se sentía al borde de la locura…sentía que no aguantaría un segundo más sin que volviera  a derramarse…y como fue…ya que en un momento dado tensó su sudoroso cuerpo…como preparándose para recibir de nueva cuenta la desquiciante cascada que rápidamente la invadió por completo convulsionándola de placer…
…”aahhhggg…!…aahhh….ooohhhh…ci-celos…p-papitootooo…p-por favor…!”exclamó suplicante entre jadeos… soportando las indecentes caricias a sus partes íntimas mientras trataba de controlar los espasmos de placer que le recorrían el cuerpo como si fueran descargas eléctricas…
                Con la frente perlada de sudor…se sentía ya sin fuerzas…las piernas le temblaban…si no hubiera sido porque él la tenía agarrada de las caderas ahí mismo se hubiera desvanecido…
                En efecto…el viejo con la cara empapada por los flujos vaginales que en considerable cantidad derramó su nuera…se disponía a dar el siguiente paso…colocándose de rodillas detrás de ella…sin soltarla…dirigió su venosa virilidad a la entrada de la cálida cavidad vaginal…
                Sin percatarse ellos, el viejo, sucio y gordo albañil ya estaba en la ventana más cercana a esta cama, no podía tener una visión super completa como en la de la otra ventana en la que si estaba descubierta una pequeña parte, pero en esta haciendo malabarismo al subirse a un taburete lo podía ver todo y sobre todo escuchar las candentes frases, ruidos y gemidos que hacían al estar cogiendo como burros en primavera y eso lo tenía al borde del paroxismo.
                …”aayyyyyyyy, hummmm, yaaaaa…!”…gimió la aturdida rubia al sentir como  sus delicados labios vaginales se abrían para dar paso a la reluciente cabeza de la potente herramienta de su suegro…el cual se quedó quieto…sin moverse…por lo que ansiosa de sentir todo aquello que la amenazaba desde atrás…en un movimiento reflejo…por si misma se movió hacia atrás enterrándose al menos la mitad de la portentosa barra de carne…y exhalando otro suspiro…siguió retrocediendo hasta albergar por completo el enhiesto miembro en su interior…brindándole la calidez que ya necesitaba. Era ya una experta en comerse vergas y ahora se estaba comiendo una verga simplemente maravillosa, le hacía ver la luna y las estrellas.
                …”estás bien caliente putita…toma…!…esto es lo que te gusta golfita…”exclamó extasiado Don José arremetiendo con varias furiosas embestidas…impulsándola hacia adelante…
…”aahhh…aahhh…ohhhhh, ¿quuee mee haceess?…!” gimió entre jadeos…soportando los vigorosos embates…
La verga de su suegro entraba y salía despiadadamente…sin control…totalmente empapada con los fluidos vaginales de ella…los duros testículos chocaban ruidosamente contra sus curvilíneas nalgas…plac, pla,plac fuerte, constante…en cada embate él se restregaba como queriendo penetrarla más… movía su pelvis circularmente como horadando…como queriendo partirla en dos…y que prácticamente era lo que la mujer sentía en cada embestida dada la fuerza con que la estaba penetrando…
                Ya no tenía fuerzas para nada…parecía una muñeca de esas de plástico…sin voluntad propia…por eso no pudo evitar aunque si se desconcertó cuando sintió como teniéndola aún empalada se le echaba por completo encima obligándola a recostarse totalmente…el cuerpo de su suegro prácticamente la aplastaba…los dos cuerpos se encontraban pegados…sudorosos…temblorosos…
                …”Pappiiii…e-espera…”susurró suplicante…sabiendo de antemano que de nada le serviría porque ya nada la podría salvar de lo que se veía venir…más aun así tensó el cuerpo por puro reflejo…como un modo de defensa…la dura barreta de carne sin hueso que su suegro había sacado de su dilatada vagina y ahora se aprestaba a introducirla por el pequeño conducto que pareciera saber lo que le esperaba porque se veía como si se enjutara…como si se empequeñeciera más ante la cercanía de lo inevitable…
                …”ahh, hummmm…”exhaló un gemido anticipado  al sentir como su suegro se despegaba ligeramente de ella pero solo para acomodar entre sus carnosas nalgas su envarada virilidad la cual literalmente le abrió los glúteos quedando la majestuosa cabeza de nueva cuenta en espera de ser nuevamente introducida ahora por su chiquito…sabía que sería  placentero…
                …”relájate…para que no te duela…”susurró Don José en tono paternal…algo raro en el pero que de cualquier manera la hizo sentir bien…como protegida…dándole a entender que no quería lastimarla…pero antes de que pudiera relajarse…”aahhhhhhggg…!”gimió lastimeramente a la vez que sentía nuevamente todo el peso de su suegro sobre ella mientras le dejaba ir por completo su venosa verga hasta alojarla totalmente en su interior…para luego de unos segundos que compadecidamente le brindó para que asimilara todo lo que tenía adentro…levantando solo las nalgas mientras pasaba las manos por debajo de ella para apoderarse de sus jugosos pechos y usarlos como apoyo para poder moverse a gusto…comenzar a bombear repetidamente…rítmicamente…haciendo eco de las súplicas y gemidos por parte de ella de que fuera duro…¡asiiiii, duroroo, mássss, massss, dalleee putotooo… incluso para tener mayor palanca paso sus brazos por debajo de los hombros de la hembra uniendo sus manos atrás de la nuca, con lo cual hacía más fuerza para seguirla bombeando frenéticamente, simplemente era un día histórico, su sueño se hacía realidad y esta era mucho mejor de lo que hubiera podido imaginar, sentía como su nuera empujaba con fuerza su nalgatorio para recibir aún más dentro si esto es posible…simplemente era una cogida de aquellas, una verguiza en toda la extensión de la palabra y su hembra ya se había venido dos veces. La había domado, la había conquistado y se la estaba culeando en toda la extensión de la palabra.
                Las palabras de ella ahora concordaban y eran congruentes con su cuerpo: ¡asssiiii miii reyyyy, soyyy tutyyyyyaa, hazzz lo que quierras, perroo por tuu madree no me saauuuuquees esooo y siguuee danodddmemee biennnn….!
                La potente verga de Don José entraba y salía vigorosamente del cuerpo de su hija política…el “plash-plash, plac, plac” que hacía su pelvis al golpearse contra las carnosas nalgas de su nuera era rítmico…fuerte…el gordo albañil lo podía oír a la perfección, estaba maravillado, era un día de suerte para él, suerte que nunca imaginaría se multiplicaría hasta el infinito en unos días más.
…”aahhh…ahhhh…ahhhh…”gemía ella soportando las acometidas de su suegro que hasta  cierto punto eran furiosas…como si se hubiera propuesto partirla en dos…
…”esto es lo que necesitas verdad Erikita…?”exclamó su suegro en un tono por demás dominador, pero le gusto, le gustaba verse dominada y él lo estaba haciendo, sencillamente era muy bueno, era cierto lo que se decía de él, no lo podía comprender, el negro Luis tenía la verga más grande, Rodrigo mucho vigor, Natalia con su pene curvo le llego a profundidades, pero él, le estaba demostrando que aún no probaba nada, los cambios de ritmo, la extrema dureza, le estaban haciendo ver el sol, la luna y las estrellas. Ya Roger era un recuerdo lejano y vago, la realidad era ésta ahora…su suegro le estaba poniendo una cogida de dios padre. Era aquí y ahora.
…”que diría mi hijo si viera como te tengo…c-como tengo a la putita de su esposa…”agregó totalmente extasiado…
…”c-cállate…p-por favor…”replicó con un gesto de desesperación…de desacuerdo…completamente incómoda al oírlo hablar así…
                La escena era super erótica…a pesar de su edad él viejo se estaba portando a la altura…le estaba dando a su apetitosa nuera la cogida de su vida.
                En un momento dado…Don José tomó una de las almohadas y ante la sorpresa de la rubia que aún no se recuperaba del todo del salvaje ataque…se salió de ella momentáneamente pero solo para colocar la almohada bajo su vientre de tal manera que levantara un poco más sus carnosas nalgas dejándola así en una posición más fácil de penetración sin necesidad de recostársele totalmente…para luego sentándose sobre ella a la altura de sus glúteos…cerrar con sus rodillas las piernas de la despampanante y desnuda mujer que sin poder reaccionar solo lo dejaba hacer…luego para su sorpresa lo sintió agarrarle las manos para pasarlas por su propia espalda…(la de ella)…maniatándola… dejándola en estado de indefensión… así de esta manera Erika no podía hacer nada…no tenía manera de defenderse…de oponer resistencia…estaba a su completa merced…y no conforme con esto…”aahhh, cabrrrónn…!”…gimió lastimeramente al sentir como mientras con una mano le sostenía las de ella a la altura de su propia cintura…la otra la enredaba en  su sedoso cabello afianzándose como en “cola de caballo” para así tener un mejor control en el ritmo de sus movimientos…
                La escena era digna de una fotografía de concurso…con el cuerpo visiblemente perlado de sudor sobretodo en la parte del muslo y la cadera…con el arco que hacía su estómago al tener las nalgas levantadas debido a la almohada en su bajo vientre…su suegro cual jinete que se disponía a cabalgar a aquélla escultural yegua que en este caso era su propia nuera…con una mano sosteniéndole fuertemente las manos que simulaban ser el “cuerno” de una yegua en el cual se apoyaba para no caer… y con la otra jalándole el cabello simulando ser las riendas a grado tal que Erika gimiendo ligeramente soportaba el dolor que le producía tener la espalda arqueada debido a la fuerza con que él la tenía sostenida del pelo levantándole por consiguiente su hermosos rostro también completamente sudoroso…
                Pacientemente…Don José acomodó como pudo su dura herramienta exactamente en el canal que dividía las dos portentosas montañas de carne…de tersa piel…y arrimándose comenzó a frotarle su enhiesto miembro entre estas…
                …”aayyyyyy, bruttooo…!” gimió  al tiempo que apretaba los glúteos como un reflejo de defensa…presintiendo el nuevo ataque a su devastado orificio anal el cual ya había sido prácticamente masacrado…y no pudo evitar estremecerse al sentir como por segundos él le soltó las manos pero solo para abrirle nuevamente las nalgas y colocar la reluciente cabeza de su envarado miembro en la entrada de su pequeño ano…
…”aaahhh, siiiii, papppiii, riiicooooo…”volvió a gemir cuando la punta del erecto mástil logró colocarse dentro y antes que intentara defenderse su suegro de nueva cuenta la maniató impidiéndole cualquier movimiento que le permitiera defenderse…
                Las curvilíneas nalgas de la rica hembra parecían presentir que aquel hierro candente prácticamente las partiría al colocarse por completo en su interior…se veían temblorosas…las cerraba hasta donde podía como si así pudiera salvarse del inevitable ataque…pero le gustaba y mucho.
                …”aahhhhh…d-despacitooo…!”…exclamó Erika entre gemidos al sentir como su suegro inclinándose un poco sobre ella le dejaba ir en su interior casi la mitad de su virilidad incomparable…para luego retrocediendo unos centímetros…tomar impulso y ahora si dejarse ir con todo…penetrándola totalmente…
…”aaahhhhhhggggmmm…!”…gimió sintiendo dolor y placer al mismo tiempo…totalmente pegado a sus carnosas nalgas…arremetiendo con fuerza…su suegro le había colocado en su interior toda la longitud de su caliente barrenadora de carne sin hueso…la pobre no sabía dónde sentía más dolor…si al estar bien empalada por el padre de su marido o con los jalones de cabello que este le daba…
…”toma, acostúmbrate, porque desde ahora eres mi mujer!…”exclamó totalmente extasiado y excitado Don José comenzando un vigoroso mete saca…retrocediendo y dejándose ir con fuerza…repegándose con todo en las carnosas nalgas de su nueva yegua que en cada embate se cimbraban…la venosa verga completamente empapada por los fluídos tanto de él como de ella resbalaba con increíble facilidad llegando hasta el fondo…hasta que los duros testículos chocaban furiosamente contra la parte baja de los redondos glúteos de su jugosa nuera…
…”aahhh…s-iiii, ppppappiitttoo, perooooo…p-por favor…d-despacitttto…”suplicó Erika con los ojos llorosos…el rimel que se le corría por las mejillas le daban un toque más erótico…más deseable…estaba llorando y eso a Don José le excitó  sobremanera…por lo que sin hacer caso de sus súplicas arremetió con más fuerza!…el suculento cuerpo de ella  se cimbraba en cada estocada…su suegro estaba fuera de sí!…estaba como enajenado!…
.              ..”llora maldita pérdida, creías que me vencerías…!…putita de lujo!…”volvió a vociferar sin importarle seguirla lastimando…estaba gozando a más no poder y nada podía detenerlo…!…
                Pero para su buena suerte su vitalidad y las vigorosas embestidas comenzaron a bajar de ritmo…no quería venirse todavía…quería saciarse hasta el último segundo!…por lo que soltándole las manos lo cual ella le agradeció infinitamente porque ya las sentía dormidas…pudo colocarlas sobre el mullido colchón a manera de apoyarse…más sin embargo seguía con la cara levantada ya que él no la soltaba del cabello y tampoco se salía de su voluptuoso cuerpo…
                …”Paraaa tantiiotoo…s-suéltame…p-por favor…”susurró suplicante esperando un poco de piedad de su parte…accediendo este a darle gusto con una burlona sonrisa…por lo que soltándole el cabello sin perder su sarcástica risita la miró dejar caer la cara en la cama totalmente agotada…sin fuerzas…
…”date vuelta…todavía no terminamos…”exclamó el colocando sus manos en sus nalgas y dándole unas fuertes palmadas al grado que se las dejó rojizas…se salió de ella levantándose un poco…solo lo necesario para que la obediente y expectante mujer pudiera voltearse…extrañanamente se sentía relajada y muy bien, en definitiva su suegro la había hecho su mujer en toda la amplitud del concepto.
                …”que suerte tener un “mujerón” de nuera como tu putita…”exclamó Don José agarrándola de los tobillos……”eres un putón de lujo”.
…Siiii Joseeeé, pero “¿ya no abra más mujeres para ti…?”…replicó ella asumiendo ya su rol de amante de su suegro, ya no quería andarle dando vueltas al asunto, esto que estaba sintiendo lo quería más y seguido, se acomodó sensualmente, ahora pretendía dominar en lo mental al hombre, ya que se daba cuenta que aún tendría que aprender mucho a su lado y quería cambiar esos atisbos de crueldad y maldad que presentía en él.
 …”para mí no porque con esta verga puedo llenarte y quitarte las ganas…”…”¿l-las veces que yo quiera…?” volvió a interrumpir retadoramente Erika.
…”las veces que tú quieras putita…”respondió su suegro levantándole las piernas y colocándoselas sobre sus muslos varoniles y fuertes por el ejercicio, a la vez que dirigía su envarada virilidad hacia la entrada de su bien lubricada vagina…
…”pues aquí te va esto…cométela!”…exclamó de repente Don José impulsándose hacia adelante…dejándole ir de uno solo toda su majestuosa virilidad la cual se abrió paso cual pistón por entre los pliegues de su cálida vagina hasta que terminó alojándose por completo en su interior…
                …”aahhhh…b-bruto…!”…gimió Erika arqueando por inercia la espalda al sentir invadida su intimidad mientras estrujaba con fuerza las sábanas…sentía como aquél candente miembro la llenaba por completo…parecía querer partirla en dos…
…”muévete Erikita…!”…exclamó su suegro a la vez que sosteniéndola de las caderas comenzaba a penetrarla vehementemente…
…”aahhh…!…oohhh…eresss un semmenntalll, todo un hombreee…”jadeaba Erika con los ojos entrecerrados sintiendo como aquél embolo entraba y salía furiosamente de su empapada vulva…con las nalgas levantadas soportaba con un rictus mezcla de placer y dolor los embates del padre de su marido…y por la misma posición en la que se encontraba ella…para él era más fácil aparte de penetrarla…maniobrarla a su antojo medio subiéndola y bajándola de sus muslos a manera de alcanzar a frotar ligeramente con su miembro en cada entrada el delicado botón de su clítoris…haciéndole a ella más placentera cada estocada…amén de que también podía soltarle las nalgas …(ya que las piernas de ella se encontraban apoyadas en los muslos de él)…y así poder deslizar sus manos acariciando…amasando cada parte del voluptuoso cuerpo de su nuera…alcanzando la prominencia de sus mamables pechos…para luego darse gusto manoseándolos a su antojo…
…”aahhh…!…aahhhh…!ohh…dios!” gemía ella con una carita de dolor… que le provocaban los pequeños pellizcos que los dedos de él le daban a sus rosados pezones…retorciéndolos a propósito como midiendo la resistencia de ella que en un momento dado tuvo que colocar sus manos sobre las de el con la finalidad de que desistiera de su tortura…
                Los jadeos…gemidos…sonidos guturales…frases entrecortadas e inentendibles…el calor reinante que mantenía los dos incestuosos cuerpos completamente sudorosos…todo eso componía el ambiente sexual que se respiraba en aquél piso nuevo de Hospital, mientras afuera un gordo albañil seguía pajeándose con furia ante la candente escena y en el resto del Hospital las personas no podían imaginar que a unos metros de ellos…la guapa Señora de Sociedad que era su principal benefactora le estaban pegando una fenomenal copula…pues precisamente a ese “forro” de mujer como otros la habían denominado cuando la veían pasar…en ese momento su suegro la estaba poseyendo frenéticamente…la tenía como decimos vulgarmente…bien “ensartada”…haciéndola jadear…gemir…llevándola hasta el paroxismo del placer…
                Las embestidas que Don José le estaba dando a Erika parecían ser ya las últimas…la penetraba con furia salvaje…su rostro estaba desencajado…quería eyacular pero se resistía a hacerlo…todavía le quedaban bríos para un ratito más, de este primer round, su fuerza era tal que sabía le podía echar fácilmente de dos a tres palos bien dados…pero la que ya no tenía bríos para nada era la suculenta Erika  que sentía que en cualquier momento algo dentro de ella explotaría haciéndola orgasmar por tercera vez en esa tarde…movía la cabeza de un lado a otro…con los labios entreabiertos sin dejar de jadear…en cada movimiento de avance en que el la penetraba… ella también se repegaba contra el cuerpo de su suegro en un afán de encontrar alivio o bien de ayudarlo a terminar cooperando con sus movimientos porque sentía que ya no aguantaría más y terminaría empapando la candente barra de carne que la llenaba completamente…lo que no tardó en llegar ya que…el tercer orgasmo de muchos de esa memorable tarde llegó como un torrente de mar embravecido.
                …”aahhh…d-diosss…!…aahhhhhggg…!…aaahhhhhggggggmmmm., grraaaciiass, miii amoorrrrr..!”…exhaló ella un gemido bastante largo pero con una carga de placer sexual bastante clara…juntando sus rodillas y levantando más sus turgentes nalgas…se repegó lo más que pudo contra la pelvis de él que por un momento se detuvo para ver complacido el rictus de gozo que el rostro de su nuera, su ya mujer reflejaba mientras enterrando las uñas en el mullido colchón se convulsionaba en espasmos placenteros que uno tras otro se le venían estremeciéndola…agotándola cada vez más…haciéndola ser más expresiva porque aun cuando quiso evitar gritar le fue imposible cerrar su garganta ante la cascada que se había dejado venir desde lo más recóndito de su intimidad…
…”oohh…hummm,, miiii macchhoooo…”exclamó  una ya dominada y sumisa Erika sumiendo la cabeza en la almohada a la vez que una vez más se restregaba contra la dura envergadura de su suegro que aún la tenía empalada…como si hubiera querido extraer hasta la última gota de sus propios fluidos y terminar de empapar el venoso miembro que ansioso esperaba su turno para bañarla con su caliente y espeso semen…
                Lentamente bajó sus curvilíneas nalgas a su posición original tratando de calmarse…de controlar el ritmo de su respiración que hacía subir y bajar sus turgentes pechos completamente empapados de sudor…lo miró ligeramente tembloroso…en su interior sintió como el enhiesto miembro palpitaba…lo que le indicó que en cualquier momento su intimidad sería inundada.
.              ..”Quiero que me hagas lo que quieras…”musitó ya atrevida  a la vez que seguía ella misma reculeandose con un sensual movimiento de sus caderas y “quiero que esto ya se repita” si ya me tuviste, quiero que sea completo, ser tuya y tu mío, maravillándose a sí misma de haber pronunciado esas palabras.
                Don José se sintió en el cielo, queriendo quedar bien con ella, fue amable: Si querida, lo que tú quieras, chula, guapa, maja, mi cielo…pídeme lo que quieras…ahora tú pide como quieres que te siga haciendo mujer…mi putita…
                Siguiendo el jueguito, Erika, melosa: Recuerdas la primera vez, perrito….gustándole el hecho de estarse diciendo palabritas soeces…Pues esta perrita quiera que te la culees así, para lo cual se paró y cachondamente fue a ponerse al borde de la cama en sus cuatro patas y ponerle el nalgatorio para movérselo coquetamente y decirle: Ven putititooo, o que ¿no puedes coger como hombre? Ya retándolo.
Continuará
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Relato erótico: “Entrenador de putas 6” (POR BUENBATO)

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Era tal como me lo imaginaba, ahí estaban los tres sobre la cama de Ignacio y, para variar, teniendo sexo. La escena parecía saludarme, el culo completamente abierto de Lucia me apuntaba mientras, agachada encima de Ignacio, le practicaba una mamada bastante interesante. También Gina me mostraba sus preciosas nalgas mientras entre sus piernas la cabeza de mi buen amigo le provocaba orgasmo tras orgasmo con su lengua. Ninguno me vio, ni ninguno parecía haber notado mi presencia; el sueño, desde luego, se me quitó y aquella escena inevitablemente terminó por provocarme una erección inmensa, quizás por lo poco que me esperaba semejante y tan erótica situación.
Ambas eran muy pero muy lindas, con mucho mejor cuerpo que Rocío aunque sin aquel aire de ternura y simpatía que aquella daba. Eran, entre las dos, más bien, una especie de par de amigas tan hermosas como alocadas. Sabía que Ignacio se había acostado varias veces con una de ellas, Lucia, pero jamás me hubiese esperado esto.
Sin embargo, a pesar de ser muy amigas, ambas tenían marcadas y también, por qué no, atractivas diferencias.
Lucia era, por decirlo en una palabra, voluptuosa; debía medir casi un metro setenta y tenía unos senos enormes, realmente grandes que solía, por lo regular y como aquella noche, esconder en la mayor medida posible con camisetas grandes, también tenía un culo grande y redondo que en ese instante, completamente abierto, lucia precioso. Tenía piel clara y su cabello, castaño claro y hasta los hombros, era rizado y visiblemente descuidado, lo que le daba un aspecto verdaderamente sexy a mi punto de vista. Tenía unos ojos bonitos, negros, y unas cejas delgadas y remarcadas. Su boca parecía pequeña en aquel cuerpo pero me gustaba.
Gina, por su parte, era otra cosa. Parecía una especie de modelo de ropa para pubertas. Era bajita, como de un metro cuarenta. Ni siquiera nos llegaba a los hombros a Ignacio o a mí. Sin embargo eso no parecía afectarle para nada. Era delgada, y cualquiera hubiese dicho que se trataba de una niña de doce años de no ser por su par de tetitas bien redondas y marcadas y un trasero encantador escoltado por unas nalgas preciosas que difícilmente podía ocultar. Era morenita clara y su cabello oscuro le iba bien con sus ojos oscuros. Tenía la cara muy fina y un cabello largo y lacio. Esa era pues, la combinación que Ignacio se había conseguido, ¿cómo lo hizo?, no tengo la menor idea.
De primera no supe que hacer, me parecía una situación compleja. Por un lado tenía la verga bien erecta y el culo de Lucia parecía perfecto para saciarme. Por el otro lado me pregunté si mi repentina aparición no las pondría nerviosas o, peor aún, acabara con aquella situación. Sin más ni más decidí arriesgarme. Me saqué toda mi ropa y, antes de entrar en aquel grupo, pasé antes por un frasco de gel lubricante que tenemos para momentos como este. En este caso no me interesaba tanto follarme el coño de Lucia sino que quería ir directamente al ojo rosado de su ano que parpadeaba como sediento. Sabía de antemano, por parte de lo que Ignacio me había contado, que Lucia estaba bien acostumbrada a tragarse penes por el culo.
Sin mayor aviso me subí de un salto a la cama y solo hasta entonces advirtieron mi presencia. Mis manos directamente se dirigieron al culo de Lucia y lo alzaron.
– Mira nada más quien llego. – exclamó Pablo sonriendo, asomándose con las nalguitas de Gina sobre su frente.
Gina volteó sonriente sin dejar de restregar su coño en la cara de Ignacio que lucía feliz de la vida.
– Deja ahí malandrín – bromeó Lucia.
No le hice mucho caso, y comencé a manosearla desde el ano hasta su coñito. Me pregunté si aun continuaban en estado de ebriedad, parecía que si aunque también noté cierta señal de lucidez en sus voces que me hizo pensar en que ya no estaban tan influenciados por el alcohol. No pensé más en aquello, Gina seguía, con movimientos de lo más sensuales, rozando sus labios vaginales con la lengua y cara de Ignacio quien no perdía tiempo y apretujaba las nalgas de nuestra compañera de clases mientras Lucia, nuestra otra compañera, mamaba con cariño el pene de mi amigo. Me di a la tarea entonces de unirme de lleno a aquel inesperado banquete y dirigí mi boca al coñito ya húmedo de Lucia; comencé a chocar mi lengua con su coño y me concentré más que nada en su clítoris lo que la volvía loca, seguí así por un par de minutos hasta que le provoqué su primer orgasmo de la noche.
– Bien hecho Pablo – dijo Gina desde su posición, mientras nos miraba volteando la mirada – estás haciendo que mi amiga la pase bien.
Aquello de tener una espectadora me pareció muy lindo, así que para no aburrirla decidí pasar a lo siguiente. Succioné todos los jugos que pude del coño mojado de Lucia e inmediatamente posicioné mi boca junto a la entrada de su culo y escupí los fluidos ahí. Metí un dedo para probar y entró con facilidad, lo que dio a entender que aquellos eran muy buenos lubricantes. Seguí metiéndole el dedo y ella parecía entender muy bien porque la muy zorra elevó su culo y abrió no sé como el ojo de su ano.
– Dale Pablo – dijo Lucia totalmente jariosa – te estás tardando.
Volteé hacia Gina y comprobé que nos seguía mirando. Tomé mi ansiosa verga y apuntándolo hacia el culo de Lucia se lo inserté de un golpe; se tensó pero muy poco tomando en cuenta de que aquel era un esfínter acostumbrado a ser taladrado. Sentí cierta diferencia en aquel ano, era apretado como todos pero daba la sensación de ser más acogedor con mi pene, comencé a bombear y ciertamente era mucho más sencillo acribillar aquel culo.
– ¡Dale Pablo! – gritó Lucia y ciertamente no parecía la misma voz de ebria de hacia un rato y era también notable que, aunque acostumbrado a las vergas, aquel culito aun se volvía loco con cada embestida.
Lucía seguía mamando la verga de Ignacio pero de momento se detenía para intentar soportar el placer de mi falo que le taladraba el culo. Yo me sentía realmente cómodo en aquel ano y a Gina parecía llamarle mucho la atención pues, cuando no estaba al borde de un orgasmo causado por la lengua de Ignacio, volteaba de vez en cuando a observar cómo me follaba a su amiga.
De pronto Gina cambió su posición y se agachó sobre el cuerpo de Ignacio y comenzaron a besarse, yo seguía bombeando el ano de Gina. Con aquella nueva posición podía ver con mayor amplitud el culo de la pequeña Gina, tenía una vagina muy rosada, quizás por el contraste de su piel morena, y un ano muy apretado y con pliegues muy oscuros que enseguida comencé a desear. Seguía besando a Ignacio pero me deleitaba a mí alzando aquel culito tan encantador.
De pronto Ignacio pareció comentarle algo al oído de Gina y en seguida esta se enderezo y giro mirando hacia su amiga que seguía engullendo aquella verga. Entonces Gina detuvo la cabeza de Lucia, como evitando que escapara, mientras Ignacio comenzó a bombear su verga dentro de la boca de la chica, básicamente se estaba follando a Lucia por la boca y esta parecía extrañada pero no mostró mayor resistencia. De pronto el orgasmo de Ignacio rellenó la boca de Lucia con su semen.
– Idiotas – dijo Lucia con una ligera sonrisa – no tenían que hacer eso para tragarme esa leche.
Entonces Gina cambió su posición, girando y llevando su linda boca hacia el falo de Ignacio; este recibió el culo de Gina a lengüetazos mientras la chica le hacia una limpieza al pene que aun chorreaba un poco de semen.
Lucia y yo también cambiamos de posición, ella se recostó de lado y alzó una pierna de modo que yo, recostado de tras de ella, seguía bombeándola mientras mi verga era apretujada por sus nalgas; esto debía acelerar un poco el proceso porque momentos después mi leche estaba ya chorreándose por el ano de Lucia quien seguía tambaleando su cabeza con otro orgasmo más.
– Carajo Pablo – dijo Lucia, mostrándome sus dientes incisivos en su pervertida cara – tu leche está muy caliente.
Saqué mi verga de su ano y noté el coño mojado de la chica, seguía cansada de sus orgasmos pero con mi mano comencé a magrear su coñito lo que a la larga le provocó un orgasmo más, la chica estaba muy caliente y parecía encantada con aquella velada.
– ¡Dios Pablo! – dijo en pleno orgasmo – me estas volviendo loca.
Deje aquel coñito y entonces pensé en limpiarme mi pene para que Lucia le diera un buen masaje con aquella boquita. Caminé hacia el baño.
– ¿A dónde vas? – me detuvo la voz de Gina mientras gateaba hacia mí sobre la cama.
– Voy a lavarme – le respondí mientras ella se sentaba sobre la orilla de la cama.
– Espérate – dijo – todavía te falta algo – de pronto se recostó y alzó sus piernas hasta pegarlas lo más posible a su cuerpo, de modo que su culito quedó totalmente expuesto.
Mi verga se puso erecta de inmediato y más aun cuando un dedito de Gina señalaba directamente hacia el ojo de su esfínter.
– ¡Gina! – gritó Lucia – ¿tú?, creí que nunca lo habías hecho por ahí.
– Nunca lo he hecho – respondió Gina.
Toda aquella situación provocó que mi pene se erigiera de inmediato. Más aun cuando Lucía, recalcando lo zorra que podía llegar a ser, se agachó y dirigió su lengua al culo de su amiga y comenzó a lengüetear la entrada del ano.
Para contactar con el autor:

buenbato@gmx.com

 

 

Relato erótico: “Seducido por la niñera de mis hijos, una ex monja 1” (POR GOLFO)

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Sin título1

Tengo que reconocer que desde que murió mi esposa y aunque me había ocupado de mis dos hijos, también había llevado una vida bastante desordenada.  Durante la semana, los chavales vivían conmigo pero en cuanto llegaba el fin de semana los dejaba en casa de mis padres y me dedicaba a salir de juerga con mis amigotes.  Nunca había sido un adonis y con mis cuarenta y cinco años tampoco tenía el cuerpo de un tío de veinte, pero aun así era raro el sábado en el que una mujer no despertaba en mi cama.
Recuperando el tiempo perdido, me había lanzado a la desesperada a vivir la noche.  Visitaba los locales donde se congregaban las separadas y divorciadas de mi edad a encontrar compañía que me hiciera olvidar lo solo que estaba. Si en un principio me resultó difícil ligar, poco a poco, fui mejorando y al final con solo verla, sabía que historia necesitaba una mujer escuchar para poder llevarla a mi alcoba.
Mi desmadre llegó a tal punto que incluso recibí una sonora reprimenda de mi padre. El viejo me citó en su casa y después de decirme que comprendía que buscara una compañera con la que compartir mi futuro, me soltó una bronca por que ese no era el modo:
-Así no vas a encontrar una esposa, las tipas con las que te acuestas lo único que buscan es un revolcón.
Sus duras palabras, me indignaron y pegando un portazo, salí de su casa.
Mi madre en cambio, fue más sutil y un buen día, me llamó para hablar. Al igual que su marido estaba preocupada por mi “desubicación” y tocándome la fibra sensible me habló de mis hijos:
-Adela y Manuel necesitan una madre y viendo que tú eres incapaz de encontrarla, he decidido ayudarte y que al menos tengan una figura femenina decente en sus vidas y no las pelanduscas como con las que te diviertes.
Descojonado e incrédulo por igual, le pregunté:
-¿Me has buscado una esposa?
-Tú eres tonto- respondió- ¡Estoy hablando de una niñera!
Parcialmente aliviado, dejé que me explicara que tenía una candidata. Por lo visto le habían hablado de una monja que acababa de colgar sus hábitos y que andaba buscando un trabajo:
-Es perfecta. Mientras tú te dedicas a golfear, ella les dará los principios morales que los niños necesitan. Es una chica joven y sana, que creé en la familia y no como esas desvergonzadas con las que sales.
La idea me jodió desde un principio pero no pude negarme cuando mi querida vieja me informó que no volvería a recoger nunca más a los críos a la salida del colegio.
-Mamá, ¡No puedes hacer eso! ¡Son tus nietos!
La muy ladina con una sonrisa en sus labios, contestó:
-Teresa estará encantada haciéndolo…
Me trae a esa mojigata a casa.
Tal y como me había amenazado, mi vieja me trajo al día siguiente a esa mujer. En cuanto la vi entrar con sus ropas holgadas y su tono monjil, me di cuenta que era una mujer muy guapa. Sin rastros de maquillaje, su cara era bellamente dulce. Lo único que me preocupó fue su juventud porque al fijarme en ella, solo pude pensar que podría perfectamente ser mi hija.
“No me jodas”,  mascullé entre dientes, “ya tengo bastante con dos para tenerme que ocupar de una tercera”.
Llevando a mi madre a otra habitación, me quejé de su edad:
-Esa niña es incapaz de educar a mis hijos. Debería seguir en el colegio en vez de estar trabajando.
-Te equivocas- respondió- aunque no lo parezca, Teresa es licenciada en Pedagogía y es perfectamente válida para cumplir su labor. Es mayor de lo que parece…
Interrumpiéndola, pregunté:
-¿Cuántos? Veintidós, ¿veinticuatro?
Soltando una carcajada, contestó que nuevamente me había pasado de listo y que la ex monja acababa de cumplir los treinta.
-No lo parece- reconocí todavía no creyendo sus palabras.
La confirmación de mi error vino de la propia boca de la aludida. Sin que me hubiese enterado,  Teresa había llegado a la habitación llevando de la mano a mi hija. Desde la mitad del salón, me informó:
-Su madre tiene razón, nací en el ochenta y cuatro.
Aunque eso me dejó sin armas, lo que verdaderamente me convenció fue ver a mi chavala con ella.  Más que me pese, Adela es una cría huraña con los extraños. Le resulta difícil entrar en confianza y sabiendo sus pocas dotes sociales, que esa mujer se la hubiera ganado en cuestión de minutos, era una muestra clara de su capacidad.
No teniendo más que decir, le pregunté cuando empezaba. La mujer, sonriendo dulcemente, contestó:
-Había creído que podía empezar hoy. Me he traído toda mi ropa.
La ternura que manaba de su voz, me dejó alelado y ya completamente convencido, le di la bienvenida llevándola hasta la que iba a ser su habitación. La antigua religiosa al entrar, empezó a protestar diciendo que no podía quedarse allí. Creyendo que no le gustaba, me comprometí en pintarla y arreglarla a su gusto pero entonces la muchacha contestó:
-No me ha entendido. Es demasiado. ¿No tiene una habitación más pequeña?
 Me quedé de piedra al escucharla. Me parecía inconcebible que alguien prefiriera un sitio menor. Menos mal que mi vieja intervino y negándose de plano a que la niñera de sus nietos durmiera en el área de servicio.
-Tienes que estar cerca de los bebés.
Sus razones anularon las reticencias de Teresa y dando las gracias, se fue al piso de abajo por su equipaje.  En su ausencia, mi madre susurró en voz baja:
-Lo ves, es perfecta.
No pude contradecirla. Realmente estaba impresionado. Con solo recordar como mi hija huía cuando le presentaban a alguien nuevo, tuve que reconocer su valía. La tal Teresa no solo era podía resultarme útil para la educación de mis críos sino que y en contra de lo que había previsto, no era una amargada con la vida. Donde me había imaginado una solterona de gesto adusto, me encontré una joven dulce y cariñosa.
Por eso, a partir de ese día, Teresa empezó a vivir con nosotros….
Mi vida con Teresa.
La presencia de esa mujer fue cambiando mi vida sin casi darme cuenta. Al comienzo fueron cambios tan sutiles que me pasaron inadvertidos. Desde la muerte de mi esposa, el mero hecho de despertar a los niños resultaba una pelea diaria que provocaba que antes de salir de casa, ya estuviera cabreado.  Con Teresa, eso cambió. No solo se ocupaba ella de sacar de la cama a mis hijos sino que usando artes de magia, conseguía que los enanos se levantaran rápidamente y de buen humor.
Otro ejemplo aún más revelador, fueron las notas de los chavales. Aunque estaban en los primeros cursos de primaria, desde que me quedé viudo, no sobresalían en la escuela por buenos sino por todo lo contrario pero desde que esa monjita se ocupó de acompañarles en sus tareas, cambiaron por completo y empezaron a sacar excelentes calificaciones.
Como un virus, su influencia se fue extendiendo por mi casa sin que hiciera nada por evitarlo. Una noche cuando estábamos en la mesa, mi hijo me preguntó si podía bendecir la mesa. La pregunta del enano me hizo reír y como yo mismo fui educado así, le pedí que lo hiciera él mismo. Con siete años y sin que yo se lo hubiese enseñado, el pequeñajo bendijo la cena diciendo:
-Jesusito cuida de nuestra familia, de papá, de Adela, de Teresa y de mí, para que siempre nos queramos como ahora.
Esa fue la primera vez que oí que incluían a  esa mujer dentro de su universo cerrado pero no la última. A partir de entonces, cualquier plan que se nos ocurriera tenía ella que venir o de lo contrario no les apetecía. Si les preguntaba si querían ir al zoo, los dos pigmeos salían corriendo a buscar a Teresa para contarla que al día siguiente iríamos los cuatro a ese lugar. Si un día les llevaba a cenar a un burguer, rápidamente preguntaban a esa mujer si le gustaba ese tipo de comida. 
En menos de dos meses, esa recién llegada se hizo un lugar en sus corazones y cuando quise reaccionar tenía perdida la batalla. Sin misericordia, fui reemplazado por ella. Si antes corrían a darme un beso por las mañanas, ahora era a Teresa a la que colmaban de caricias. Si anteriormente cuando tenían un problema buscaban mi consejo, desde que esa dulzura llegó a nuestro hogar, ella era quien les resolvía sus dudas.  Daba igual lo que pasara. Si se les estropeaba la consola, acudían a ella. Si necesitaban ayuda para recoger un balón, llamaban a Teresa.
Reconozco que me dejé llevar por la comodidad que eso representaba. Con mis hijos a buen recaudo, me dediqué a mi negocio y a mis juergas. Si ya de por sí las cosas me iban bien en la empresa, al poder dedicarle más tiempo mejoraron y al tener las espaldas bien cubiertas, eso me permitió dedicar más dinero a mis conquistas.
Llevaba casi seis meses con nosotros cuando llegó el verano y teniendo que elegir un lugar donde pasarlo, se me ocurrió preguntar a esa muchacha cuando iba ella a querer que le diera las vacaciones.  Su respuesta me dejó anonadado. Os juro que me quedé de piedra cuando esa criatura, me contestó:
-Había pensado llevarme a los niños a casa de mis padres. Madrid es muy seco y caluroso, les vendría bien el clima de Asturias.
En vez de negarme de plano, su tono tierno y su preocupación por mis retoños, me desarmó y por eso solo pude preguntar donde vivían sus viejos.
-En Barres, un pequeño pueblo cerca de la ría de Ribadeo- contestó y antes de que me diera tiempo a buscar una excusa, prosiguió:  -He hablado con ellos y están encantados de recibirnos a los cuatro en su casa.
Mientras trataba de analizar ese “los cuatro”, llegó Adela y preguntó de qué hablábamos. Al contestarle Teresa que me acababa de decir que podíamos pasar el verano en Barres, mi cría con los ojos como platos, respondió:
-¿Es ahí donde aprendiste a ordeñar una vaca y donde hay esos bosques  que nos has contado?
-Sí- respondió con una sonrisa sin mirarme a la cara.
Mi hija dando saltos de alegría, me rogó que fuéramos hasta esa aldea perdida de la faz dela tierra y por eso, aunque sabía que poca diversión encontraría allí, acepté la invitación. No había terminado de dar mi brazo a torcer cuando ya me había arrepentido al escuchar que esa cría del demonio me lo agradecía diciendo:
– Manuel, ¡No sabes la ilusión que me hace que mis padres conozcan a mis niños!
Oír esas palabras junto con ese “los cuatro” me hizo sentir como un preso en el patíbulo. Lo quisiera o no, esa muchacha había tomado posesión de mi feudo  y sintiéndose parte  de nosotros, hacía y deshacía a su antojo.
“¿De qué va esta cría?”, maldije entre dientes, “es la niñera de mis hijos y se comporta como mi novia.
A raíz de esa noche, todo fue a peor. Teresa se había dado cuenta que me tenía agarrado de los huevos y eso le dio los arrestos suficientes para dar otro paso más en mi reeducación.  Lo creáis o no, eso sí, utilizando una sutil y manipuladora estrategia se puso a cortarme las alas y a recortar mis salidas. Os preguntareis cómo; la muy ladina  usó a mis hijos de un modo tan refinado y perspicaz  que no lo advertí.
Una clara muestra de su nueva táctica ocurrió a los dos días mientras me preparaba para irme de copas. Estaba afeitándome para salir cuando mis dos renacuajos entraron en mi baño con cara de tristeza. Al preguntarles que pasaba, la niña me contestó:
-Papá, como mañana es sábado queríamos que nos llevaras al parque de atracciones pero Teresa nos ha dicho que mejor lo dejemos para otro día porque hoy vas a llegar tarde.
La expresión de sus rostros me quitó las ganas de juerga y cediendo de mala gana, llamé a mis amigos y me excusé inventándome un dolor de cabeza. Desconociendo que era una batalla nuevamente ganada por esa arpía con cara de santa, accedí a llevarles al día siguiente a ese lugar.
Reconozco que me lo pasé como un enano con mis hijos en esas atracciones y creyendo que tendría una nueva oportunidad de desfogarme al siguiente fin de semana, no le di importancia.  El problema fue que a los siete días ocurrió lo mismo. Ya no me acuerdo siquiera de la excusa que esa  bruja usó para desbaratar mis planes, lo cierto es que ese viernes y los siguientes cuatro me tuve que quedar en casa para acompañar a mi parentela al día siguiente.
Acostumbrado como estaba a desahogar mi apetito sexual al menos una vez a la semana, resultó que después de cuarenta y cinco días de abstinencia estaba que me subía por las paredes. Solo veía tetas y culos por la calle. Estaba tan jodidamente caliente que incluso veía guapa a la gorda de mi secretaria.
“Dios necesitó una mujer”, me dije una mañana que me descubrí tratando de adivinar si, bajo la falda que le llegaba a los tobillos, Teresa  tenía un buen par de piernas. “No puedo más”, sentencié y aunque era un miércoles, rompiendo mi norma, decidí que esa noche saldría de marcha.
Habiendo tomado la decisión al terminar de desayunar, llamé a la niñera de mis hijos y le comenté que esa noche no me esperaran a cenar y que llegaría tarde. La muchacha me escuchó en silencio y aunque no dijo nada supe que le había molestado.
“¡Qué se joda!” pensé y sin dar importancia al gesto serio que lucía en su cara salí hacía el trabajo.
Ya en mi oficina, llamé a un par de amigotes y organicé una quedada. Mi llamada les cogió de improviso y ambos se mostraron sorprendidos porque pensaban que mi súbita desaparición solo se podía deber a que me había echado novia.
-¿Novia yo? ¡Qué va!- respondí al segundo, molesto de que me repitiera la misma cantinela- ¡Esta noche me voy a follar a dos!…
Al salir del trabajo me junté con ese par de cabrones y tras un par de copas, nos fuimos directamente a un club de alterne. Nada más llegar la madame hizo pasar a las muchachas y sin saber por qué elegí a una que me recordaba a Teresa. Tras tomarme un par de whiskies con ella, la sucedáneo de mi niñera resultó ser una sosa descarada y dopado como estaba por el alcohol, busqué el alegrar la noche llevándomela a un reservado.
Ya en ese oscuro y tétrico habitación, la putilla me hizo sentarme en la cama y cumpliendo con su trabajo se sentó sobre mis rodillas. Mis manos al recorrer su trasero descubrieron que esa minifalda no mentía y que bajo ella, había un culo duro y bien formado. No me hizo falta su permiso y tumbándola sobre el colchón, desabroché su blusa. Tras un sujetador de encaje negro, sus pezones me esperaban completamente erguidos mientras su dueña no dejaba de gemir como si realmente me deseara. Como un obseso, la despojé del resto de la ropa y separando sus rodillas, pasé mi mano por su entrepierna. Mis dedos completamente empapados dieron fe de la excitación que dominaba a esa cría y sin más prolegómenos, me terminé de desnudar.
Desde la cama, la zorra pellizcándose los pechos me pidió que la pagara antes, rompiendo cualquier encanto. Sabiendo que era justo, saqué mi cartera y pagué su tarifa. Entonces y ejerciendo como su momentáneo dueño, le ordené:
-Arrodíllate.
Ella se quedó pálida e intentó protestar, pero sin hacerle caso, llegué hasta ella y dándole la vuelta, le espeté:
-Te he pagado para follar, ¿no es verdad?-.
-Sí-, me contestó abochornada.
-Pues no te quejes-, le dije mientras me metía en su interior.
La muchacha gritó de dolor por la violencia de mi estocada pero no hizo ningún intento de separarse, al contrario, tras unos segundos de indecisión se empezó a mover buscando mi placer. Cuando se suponía que me iba a encontrar un dilatado y sobre usado chocho, sorprendido  me topé con un sexo estrecho que dio alas a mi pene y cogiéndola de sus pechos, empecé a cabalgarla. Acostumbrada a ese trato, la muchacha me rogó que la tomara sin compasión.
-Eres una putita pervertida-, susurré a su oído, penetrándola una y otra vez.
Cada vez que la cabeza de mi glande chocaba con la pared de su vagina, berreaba como loca, pidiendo más. Su completa entrega elevó mi erección al máximo y sin ningún reparo, azoté sus nalgas al compás de mis movimientos.
-Sigue, ¡Me encanta!- chilló al sentir la dura caricia.
Contrariamente a lo normal en alguien de su oficio, la joven se excitó al ser usada de ese modo tan canalla y pegando un gemido el flujo que manaba de su interior, anticipó un raro orgasmo. Al oírla, aceleré mis movimientos, de modo que no tardé en escuchar como esa putilla se corría. Con los cachetes colorados y gritando ordinarieces, me dio a entender que no tenía bastante. Eso fue la gota que colmó el vaso, y cogiendo su espesa cabellera como si de riendas se tratara,  forcé su cuerpo con fiereza. La dureza de mi trato consiguió perpetuar su clímax y totalmente desbocada, mi montura me exigió que continuara.
Su calentura era tanta, que no se quejó cuando cogiendo parte del líquido que anegaba su sexo, embadurné su esfínter y casi sin relajarlo, introduje en él mi extensión.
-¡Qué cabrón!- aulló de dolor al ver invadida su entrada trasera y reptando por las sabanas intentó separarse.
No la dejé y sabiéndome su dueño durante una hora,  la atraje hacia mí, rellenando con mi sexo su interior. El escarmiento con el que estaba castigando su culo se convirtió en desenfreno y bramando sin parar, se dejó caer sobre la cama. Nuevamente, la incorporé y metí mi pene hasta que sus nalgas no dieron más de sí y con mis testículos rebotando en su sexo, no paré hasta que sacándole un nuevo orgasmo, derramé rellenando con mi simiente sus intestinos.
Agotado, me tumbé a su lado. La zorra me recibió en sus brazos y pasando su pierna sobre las mías, me dijo:
-Si quieres repetir, tengo toda la noche.
-¿Cuánto?- pregunté sonriendo.
La cría muerta de risa me miró y cogiendo mi pene entre sus manos, intentó reanimarlo, mientras me decía:
-¿Trescientos?
Soltando una carcajada cogí nuevamente mi cartera y pagué mientras la chavala se embutía mi verga en su boca.
Todo se desencadena.
Esa  noche era tanta mi necesidad de un buen polvo que no solo me follé a esa guarra otras dos veces sino que al hacerlo me bebí media botella de su whisky y por eso aterricé absolutamente borracho en mi casa sobre las seis de la mañana.
Lo que no me esperaba fue que, sentada en el hall y envuelta en una bata que le parecería anticuada a mi anciana madre, me encontrara a Teresa al llegar. Al verla despierta a esa horas, me preocupé pensando que les había pasado algo a mis hijos y con la voz trabada por el alcohol, pregunté qué había ocurrido.
La muchacha comportándose como una esposa celosa, me contestó:
-¿No te da vergüenza llegar en este estado? ¡Menudo ejemplo para mis niños! ¡Un padre tan borracho que ni puede hablar! ¡Menos mal que están dormidos!
Sus gritos me sacaron de las casillas y cogiéndola del brazo le contesté fuera de mí:
-Mira niña. Lo  que haga yo no es tu problema. Tú eres solo su niñera y yo su padre- ya embalado, no me mordí la lengua y proseguí diciendo: – y mientras consigo una madre que se haga cargo de ellos necesito de tu ayuda, pero no te permito que me sermonees. Aunque me veas como un viejo, soy un hombre todavía joven con necesidades y si para satisfacerlas contrato a una puta es mi jodido asunto, ¡No el tuyo!
Teresa escuchó mi perorata con lágrimas en los ojos y al terminar, me contestó antes de salir huyendo:
-¡Nunca he dicho que sea un viejo!
Mi estado etílico impidió que asimilara el significado de sus palabras y completamente fuera de mí, subí hasta la habitación donde caí hecho una piltrafa sobre la cama.
Al día siguiente me levanté con un dolor de cabeza de los que hacen época pero sobre todo con un sentimiento de vergüenza total al darme cuenta que me había pasado dos pueblos con esa muchacha.
“Aunque se lo merecía, fui muy bestia”, reconocí mientras me duchaba, “solo espero que no me dimita. No sabría que hacer sin ella”.
Al bajar a la cocina, Teresa estaba dando de desayunar a mis enanos. Nada más entrar, me acerqué hasta ella y preocupado por las consecuencias de mi actos le pedí perdón. La niñera sin siquiera mirarme y con tono hosco, me respondió:
-No tiene por qué disculparse, solo me puso en mi lugar y me hizo ver cuál era mi verdadero papel en esta casa.
Sus palabras me dejaron acojonado y si antes creía que era posible que dejara su trabajo, al salir de casa estaba convencido que al volver de la oficina me encontraría con sus maletas en la puerta. Mi preocupación se vio incrementada cuando a la hora de comer, me llamó mi madre hecha una furia.  Sin dar tiempo a defenderme, me acusó de haberla maltratado y de tener muy poco sentido común:
-¿Qué te costaba ser discreto?- preguntó enfadada.
Por mucho que traté de explicarle mi versión, ni siquiera me escuchó y solo tras echarme otra bronca, soltó:
-Teresa quería irse hoy mismo pero he conseguido que te dé otra oportunidad. ¡Por el amor de Dios! ¡Sé un poco cariñoso con ella! ¡Se lo merece!
Aliviado porque no me dejara tirado, al salir de la oficina paré en una tienda a comprar una caja de los chocolates que le gustaban a modo de desagravio. Durante todo el día me había preparado para múltiples situaciones con las que me podría encontrar pero lo que nunca se me pasó por la cabeza, fue que al entrar en casa me encontrara a esa chavala vestida únicamente con un pantaloncito corto y un top jugando con mis hijos en mitad del salón.
Desde la puerta y sin atreverme a respirar, descubrí que Teresa no solo tenía unos pechos de campeonato sino que la naturaleza la había dotado con dos piernas espectaculares.
“¡No puede ser!”, exclamé mentalmente.
Petrificado, comprobé que no solo se había pintado sino que incluso se había cambiado el peinado.
“No parece ella”, sentencié al advertir que durante más de ocho meses me había ocultado su figura de modelo, “¡Está buenísima!”.
Desde el día que la conocí fui consciente que tenía una cara bellísima pero los siniestros trajes que había llevado durante todo ese tiempo, me habían impedido comprobar que además de una cintura de avispa, tenía un culo maravilloso. Sin saber que decir, toqué a la puerta antes de entrar.
Teresa al levantar la mirada y verme con el paquete en mis manos, se incorporó y con una sonrisa en los labios, preguntó:
-¿Son para mí?
Al escucharme decir que sí, se acercó y pegándome un beso en la mejilla, me los arrebató de las manos y dándose la vuelta, les dijo a mis chavales:
-Mirad lo que nos ha traído papá.
Como no podía ser de otra forma, los renacuajos se lanzaron sobre los chocolates mientras yo me sentaba en el sofá tratando de calmarme porque, al darme ese beso, esa condenada cría se había pegado a mi cuerpo dejándome comprobar la dureza de sus pechos.
“Manuel, ¡Tienes quince años más que ella!”, repetí continuamente buscando que se me bajara la calentura que su mero contacto me había provocado. “Encima no sabe nada de la vida. ¡Ha sido monja hasta antes de ayer!” me dije anonadado por la fuerza de mi excitación.
La actuación posterior de esa cría lejos de aminorar el terremoto que sacudía mi cuerpo, solo lo incrementó porque actuando como si fuera algo más que la niñera de mis hijos, se sentó a mi lado y cogiendo una de mis manos entre las suyas, con voz suave, me soltó tuteándome:
-He decidido perdonarte y por eso, he reservado para los cuatro un fin de semana en el hotel de la Manga.
La tremenda erección que dolorosamente crecía en mi entrepierna y el miedo que me daba que ella se percatara de ello, provocó que solo pudiera decirle “gracias” antes de salir huyendo hacia mi cuarto. Ya en mi habitación, decidí darme una ducha pero la acción del agua cayendo por mi pecho no solo no consiguió amortiguar mi desazón sino que la acrecentó hasta límites intolerables.
Todavía no estoy orgulloso de ello pero al salir de la ducha, seguía teniendo mi pene a su máxima expresión e intentando encontrar la tranquilidad que tanto ansiaba, me tumbé en la cama.
No sé cuánto tiempo pasó pero de repente, la imagen de Teresa a mi lado llegó a mi mente y sin poder retener mi imaginación, me vi abrazándola. En mi cerebro, mis dedos se fueron deslizando por su melena mientras ella seguía durmiendo. Con mi corazón bombeando a mil por hora, me vi pegando mi pene a esas dos nalgas que acababa de descubrir. Ella al notarlo se dio la vuelta y luciendo esa sonrisa que tan bien conocía, me soltó:
-¿Qué esperas para follarme?
Desde el primer momento supe que todo era producto de mi imaginación y que la muchacha seguía en el piso de abajo con mis chavales pero, aun así, cerrando los ojos me dejé llevar.
Visualizando  una quimera, la vi desnudarse y antes de que me diera cuenta, la niñera de mis hijos se puso sobre mí y cogiendo mi pene entre sus manos se empezó a empalar mientras me decía:
-¿Acaso no soy más guapa que las putas a las que te follas?
En mi sueño, sentí como mi extensión se hundía hasta el fondo de su vagina y sin poderlo remediar, me corrí dejando las pruebas de mi pecado sobre las sábanas…
Descubro su plan y el de mi madre.
A partir de ese día, la vestimenta de Teresa cambió por completo. Las faldas hasta las rodillas fueron sustituidas por minifaldas, las blusas holgadas por tops y por camisas escotadas, incluso cambió las sandalias tipo monja por zapatos de tacón. Reconociendo que esa transformación me debía haber alegrado, lo cierto es que me preocupó al no entender el motivo.
Pero lo que realmente me trastocó fue el modo de tratarme. Si antes era una mujer dulce pero distante, a partir de esa bronca, la muchacha no paraba de tontear conmigo. El colmo de su descaro ocurrió un día en que mi madre estaba visitando a sus nietos. Obviando su presencia, cuando llegué a casa, se levantó del suelo donde estaba jugando con mis hijos y con una sonrisa en su rostro, me besó en la mejilla mientras me decía:
-Mira lo que me ha regalado Doña Susana- y sin darme tiempo a reaccionar, me modeló el cinturón ancho que llevaba puesto.
Cortado miré a mi vieja, para descubrir en sus ojos el brillo de una extraña satisfacción. Os juro que me extrañó que el único escandalizado por semejante exhibición de piernas fuera yo y mirando de reojo sus adorables muslos, no pude más que preguntarme:
“¿Qué coño pasa aquí?”
La reacción de mi madre debía haber sido la contraria. Por lógica, se debía de haber indignado de semejante comportamiento, no en vano, había seleccionado ella a esa chiquilla por sus rígidas normas morales. Sabiendo que entre esas dos había gato encerrado, aprovechando que Teresa iba a preparar la cena de mis enanos, cogí por banda a mi madre y a bocajarro le solté:
-¿Qué te traes entre manos con la niñera?
En un principio intentó negar lo evidente pero al decirle que no creía que ese cambio de look fuera casualidad, soltando una carcajada, me espetó:
-Se lo dije yo y si te parece mal, te fastidias.
-No entiendo nada. ¿Por qué le has dicho que se vista como una guarrilla? Ese no es tu estilo.
Fue entonces cuando realmente se explicó:
-El otro día Teresa llegó llorando por tu amenaza de echarla de casa…
-¡No fue así!- interrumpí porque eso no fue lo que dije.
-Tú te callas y me dejas terminar- protestó de muy mala leche y como una ametralladora, prosiguió diciendo: -La pobre estaba destrozada porque se había dado cuenta que por primera vez sentía que tenía una familia y  no podía soportar la idea de perderos.
-¿Perder a quién?- pregunté interesado.
-Eso mismo pregunté yo- respondió- y soltándose a llorar, me reconoció que a los tres y que aunque en un principio se había encaprichado con mis nietos, al conocerte en profundidad, se había enamorado de ti.
-No te creo, ¡Es una cría para mí! La llevo quince años.
Bastante cabreada, mi vieja me llevó la contraria diciendo:
-Deja de decir tonterías que ya acabo. Viendo lo destrozada que estaba le pregunté porque no luchaba por ti. La pobre niña creía que nunca la verías como mujer y por eso tuve que acompañarle a comprar ropa. Sé que tuvimos un éxito rotundo o ¿Crees que no me he dado cuenta como la miras?
La confirmación que mi madre se había unido con esa chiquilla con el propósito firme que me sedujera, me terminó de indignar y dejándola con la palabra en la boca, salí del chalet. Durante dos horas, estuve meditando entre echarla de casa o pasar de ella y solo cuando estaba a una manzana de mi hogar, se me iluminó mi cara al decidir:
-Si quiere seducirme, me dejaré seducir. ¡A ver cómo responde cuando sus famosísimas reglas morales choquen contra mi lujuria!
Y siguiendo ese pérfido plan elaborado sobre la marcha nada más entrar, fui a la cocina y sin importarme que mis hijos estuvieran presentes, me acerqué a ella y con tono meloso susurré en su oído:
-Perdona pero no me atreví antes a reconocer frente a mi madre lo guapísima que estás- recalcando mis palabras con un suave magreo sobre su culo.
La pobre ex monja pegó un corto chillido al sentir mi mano recorriendo sus nalgas. Mi plan había sido retirarla de inmediato pero no pude porque al sentir bajo mis dedos su duro trasero, esa sensación me cautivó. “Menudo culo tiene la condenada”, pensé sin dejar de sobarla por lo que tuvo que ser ella, la que disimulando se zafara de mis caricias diciendo:
-Tengo que dar de cenar a los niños.
Había previsto que se enfadara pero contraviniendo mis ideas, advertí en su boca una ligera sonrisa mientras servía la cena. Su alegría lejos de hacerme cambiar de opinión, afianzó mi decisión y mientras miraba el profundo escote de sus pechos, pensé:
“Va a ser divertido jugar con esta mocosa. Si se espanta, será su problema y si consigo doblegarla, disfrutaré aún más”.
Curiosamente, mi insistencia en admirar sus tetas tuvo dos consecuencias, una previsible, la muchacha al percatarse de la caricia de mis ojos se puso como un tomate pero otra impensable: De improviso, vi emerger debajo de su top dos bultos que me hicieron saber que se le habían puesto duros los pezones.
“¡Vaya con la monjita!”, exclamé mentalmente y sabiendo que por esa noche, la pobre chavala tenía suficiente, me concentré en disfrutar de mis dos enanos.
Ya en mi cuarto, me puse a repasar lo sucedido. Aunque mi intención era planear mis siguientes pasos, tengo que confesar que la situación me sobrepasó al recordar el tacto de su culo. Recreándome en su dureza me puse a imaginar a Teresa cayendo en mis brazos durante ese fin de semana que junto a mi madre había planeado.
Sin poder reprimir mi calentura, me vi llevando a los críos a unas clases de natación para acto seguido, irme con ella en la playa. En mi perversa mente, la bella niñera dejaba caer su vestido sobre la arena, luciendo un diminuto bikini que me hizo reaccionar. “Viene con ganas de guerra”, me dije y actuando como tenía previsto, le solté:
-Eres una diosa- para acto seguido rozar con mis yemas uno de sus pezones.
En la vida real, Teresa se hubiese enfadado pero en mi sueño suspiró dejándose hacer y con la respiración entrecortada, se tumbó sobre la toalla a echarse crema. Ya medio excitado, me la quedé mirando mientras sus manos esparcían el  líquido por su escote. Sin retirar los ojos de esa sensual visión, sonreí mientras cogía de la nevera una cerveza. La ex monja fue entonces cuando debajo de mi bañador una enorme protuberancia producto de la excitación que me corroía.
-¿No te estás pasando? ¡Deja de mirarme así!
-No puedo- contesté. –Tienes unos pechos maravillosos.
En mi mente, no quiso o no pudo responder a mi insolencia y tratando de provocarme aún más, dándose la vuelta, me rogó que le esparciera la crema por donde ella no llegaba. No  que decir tiene que lo hice al instante y cogiendo un buen puñado del bronceador en mis palmas, me puse a frotar su espalda.
Teresa al sentir mis dedos recorriendo su cuerpo, cerró los ojos gimiendo calladamente cada vez que sentía que mis yemas se apoderaban de otra parte de su piel. Aunque estaba tumbado en mi cama, en mi mente, mi yo estaba retozando con esa cría en mitad de la playa y cogiendo mi pene entre mis manos, me puse a pajearme mientras soñaba que estaba a punto de llegar a su culo con la crema.
Al toparme con el obstáculo de la parte de abajo de su bikini, en mi sueño pregunté:
-Si sigo más abajo voy a mancharte el tanga. ¿Quieres que siga?
Fue entonces cuando debí caer en que todo era producto de mi imaginación porque en vez de seguir ella, quitándose esa prenda, me pidió que lo hiciera yo. Excitado hasta decir basta, me encontré con sus duras y desnudas nalgas a mi disposición y sin creerme la suerte, recomencé a untar su piel con esa crema.
-Dios, ¡Como me gusta!-berreó al sentir que mis manos se hacían fuertes en su trasero.
La calentura que demostró la cría me hizo ir más lejos y abriendo sus cachetes descubrí, un esfínter sin usar que me dejó impresionado con su belleza. Incapaz de soportar esa tentación recorrí con mis dedos sus bordes, Teresa al experimentar la sensación de sentir esa sutil caricia, comportándose como una puta, cogió sus nalgas entre sus manos y me rogó que no parara.
-Si sigo, no respondo- amenacé sin dejar de toquetear su ojete.
La imaginaria niñera recalcó su disposición poniéndose a cuatro patas sobre la toalla y diciendo mientras se empezaba a masturbar:
-Es todo tuyo.
Azuzando su deseo, terminé de introducirle mi dedo en su culo mientras usaba mi otra mano para pellizcarle un pezón. La muchacha impactada por lo que estaba sintiendo, rugió de deseo diciendo:
-Fóllame.
Al oír su ruego, cogiendo mi pene entre las manos, forcé su entrada de un solo empujón. Ni siquiera me hizo falta moverme: la monjita al sentir su conducto ocupado y mi glande chocar contra el final de su vagina, se corrió pegando gritos. La facilidad con la que mi pene entró en su sexo, me convenció que no era virgen y dando un sonoro azote en su trasero, le solté:
-Eres una puta que va de santurrona. ¡Has follado antes!
-¡No esperarías ser el primero- ladró convertida en perra.
Vengando mi decepción, di a mis caderas una velocidad creciente y mientras esa zorra me pedía más,  apuñalé sin descanso su sexo. Esa mujer respondió a cada incursión con un gemido, de forma que la playa se llenó de sus gritos al son de mis movimientos.
-¡Dios! ¡No pares!- chilló dominada por la lujuria.
La entrega que demostró, rebasó en mucho mis previsiones y cuando le informé que estaba a punto de correrme, me pidió que eyaculara en su interior porque quería quedarse embarazada.
-¡Serás guarra!- indignado le solté en mi sueño.
-Lo soy y ahora, quiero que me preñes.
Decidido a evitar que con eso consiguiera su propósito, cambié de objetivo y sacando mi pene de su sexo, lo coloqué en su culo y de un empujón, se la embutí por completo.
-¡Me duele!-chilló al sentir su ojete violado.

 

Sin compadecerme de ella, la cabalgué sin piedad hasta que derramé mi simiente por sus intestinos. Una vez saciado aunque fuera mentalmente, me di la vuelta en la cama y mientras pensaba en como castigarla, me quedé dormido…
 
 

Relato erótico “Mi esposa y la partida de póker”. (POR MARIANO)

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MI ESPOSA Y LA PARTIDA DE POKER
Cuando llamé a Silvia, mi mujer, para decirle que la tradicional partida de Póker del viernes la teníamos que celebrar en nuestra casa, sabía que no le iba a gustar. Siempre jugábamos en casa de Andrés, el dueño de le empresa en la que trabajo, pero ese día era imposible hacerlo allí.
Como me imaginaba, a mi esposa le disgustó que la sesión de cartas tuviera que celebrarse en nuestra casa, lo noté claramente en su voz cuando se lo anuncié, pero seguramente no quiso contrariarme y no puso pega alguna.
A Silvia no le gustaba Andrés. Habíamos coincidido con él en algunas salidas y ella me había dicho que en más de una ocasión le había pillado mirándola a escondidas, en especial a sus tetas, y que siempre le daba la impresión de que la desnudaba con la mirada. Yo nunca me había percatado de tal circunstancia, e incluso, en mi opinión, él había mostrado con frecuencia signos de galantería que mi mujer había cortado de raíz con una actitud altiva y hasta a veces grosera. Andrés no se había casado y a sus 47 años disfrutaba de una vida de plena libertad, apoyada por una buena economía. Además era un tío delgado y alto, cerca del 1,80, de ojos azules y pelo canoso. Físicamente se mantenía bien pues hacía mucho deporte.
A la hora convenida se presentó Andrés acompañado de los otros dos invitados. Uno de ellos, que ya había participado en alguna sesión, era Juan, un andaluz de unos 50 años, que ya lucía una notable calvicie y una gorda barriga, muy simpático y bastante campechano. El otro participante era desconocido para mí y Andrés me lo presentó como Lucas. Era un hombre muy delgado, de pelo algo largo y oscuro, nariz aguileña y ojos negros y penetrantes, en el que destacaba el color aceitunado de su piel, demostrando una ascendencia claramente de origen gitano.
Los tres saludaron a Silvia, Andrés con un beso, pues ya la conocía, y los otros dos dándole respetuosamente la mano. Ella devolvió el saludo y tras desearnos suerte en la partida se fue a la salita de estar a ver la tele.
El juego se iba desarrollando con normalidad entre vasos de whisky, bromas, chistes y el constante parloteo de Juan y Andrés, mientras que Lucas participaba poco de las risas y chirigotas manteniendo un rictus más serio y concentrado en el juego.
Tras casi tres horas de timba y cuando ya ésta tocaba a su fin tuve la suerte de ligar una escalera de color máxima y, emocionado por la suerte que había tenido, hice una apuesta considerable. Cuando Andrés contestó subiendo aún mas su apuesta los nervios se apoderaron de mí y sin dudarlo doblé la apuesta suya y él respondió aumentándola de nuevo. La situación se había vuelto tensa y todos estábamos concentrados en lo que estaba aconteciendo en la mesa.
En ese momento apareció Silvia para decirnos que se iba a dormir pero, detectando la emoción que allí se respiraba, se acercó a mi lugar. Yo acababa de lanzar una nueva y más fuerte apuesta. Andrés, tras pensárselo un poco sacó un cheque bancario y escribió en él una cifra: 30.000 Euros. La apuesta era demasiado para mi y comenté que no podría cubrirla.
En ese momento Silvia, que ya había visto mis cartas y también el cheque de Andrés, me susurró al oído:

 

No puedes abandonar ahora. Tienes unas cartas sin duda ganadoras.
Silvia, no tenemos tanto dinero. Si pierdo tendríamos que pedir un préstamo y luego pagarlo, y no estamos en condiciones de afrontar eso – le contesté, e iba ya a anunciar mi decisión final cuando ella, de nuevo al oído, me dijo:
Espera, ese dinero nos vendría de perlas, ya sabes, es una oportunidad única que no podemos rechazar.

 

 

Mi mujer se había metido de lleno en la partida. Ella en esos días andaba detrás de reformar varias zonas de la casa, algo a lo que yo siempre me había negado por cuestiones monetarias. Pero Silvia es una mujer perseverante, y busca siempre la manera de conseguir lo que se propone. En esos momentos veía la puerta abierta para conseguir su objetivo.
Como yo seguía dudando aunque me inclinaba por rechazar el envite, me dio un nuevo apretón en el hombro empujándome a aceptar. Cuando, con un mar de dudas, negué con la cabeza ella me miró enfadada y, tras unos segundos, se dirigió directamente a Andrés:

 

¿Aceptarías mi coche para cubrir la apuesta?

 

 

Andrés, sin inmutarse, contestó:

 

Silvia, yo ya tengo varios coches. ¿Qué interés puedo tener en el tuyo?
Ya claro, tú tienes mucho dinero. Dudo que tengamos algo que ofrecerte.

 

 

En ese momento Andrés concentró su mirada en mi esposa, primero mirándola directamente a los ojos y luego descendiendo la vista a su busto que se realzaba desafiante bajo la blusa encarnada. Por primera vez noté en él esa mirada lujuriosa que tantas veces me había señalado Silvia y que yo me negaba a creer.
Silvia captó lo que Andrés le decía con los ojos y, sin pensárselo, se lanzó al ruedo.

 

Está bien, para igualar tu apuesta estoy dispuesta a entregarme a ti. Si aceptas y ganas seré tuya durante el resto de la noche. Si pierdes nos quedaremos con tu cheque.

 

 

Los cuatro nos quedamos de piedra ante el anuncio de mi mujer.

 

Un momento – balbuceé yo, y cogiendo a Silvia del brazo la giré hacia mí y le dije al oído:
¿Estas loca o qué? Como se te ocurre hacer semejante apuesta.
Cariño, no hay peligro alguno. Tienes unas cartas imposibles de superar y sé que Andrés la aceptará aunque se arriesgue a perder ese dinero.

 

 

Reconozco que estaba confundido, mi mujer tenía razón en cuanto al hecho de que mis cartas eran maravillosas, pero en el póker que nosotros jugábamos, y desconozco si en el real es también así, no había una combinación de cartas insuperable. La escalera de color máxima, en teoría invencible, sólo podía ser superada por una escalera de color mínima. Es una regla que impide que nadie pueda sentirse seguro de ganar por muy buenas que sean sus cartas.
Andrés, ya repuesto de la sorpresa inicial y frunciendo el ceño, se dirigió a nosotros dos:

 

¿Estáis seguros de lo que acabáis de proponer? – y tras un breve silencio añadió:
Voy a hacer como que no he escuchado nada por si os lo queréis pensar mejor.

 

 

La patata caliente estaba de nuevo en nuestro tejado, pero Silvia estaba convencida, quizás demasiado, de la victoria y, mirándome fijamente, asintió levemente con la cabeza, lo suficiente para que yo me percatara de que quería seguir adelante. Su mente ya estaba planificando todas las cosas que iba a hacer con el dinero y yo sabía que si me negaba a seguir adelante me lo recriminaría en el futuro. Con un hilo de voz y un nudo en la garganta confirmé que mantenía la apuesta.
El envite estaba echado. Observé como Juan escondía la mirada hacia la mesa soltando aire, mientras que Lucas, serio e impasible como siempre, observaba a Andrés que era el siguiente que tenía que hablar.
Andrés repasó unos segundos sus cartas hasta que levantó la mirada hacia a Silvia que se mantenía a mi lado contemplando mis naipes. Debo reconocer que mi esposa es una mujer guapa, luce una melena lisa de color castaño natural, sus ojos son de color verde botella, con pestañas largas y cejas no demasiado pobladas, también de color castaño, como su pelo. Su boca, cuyo labio inferior es muy carnoso, y una nariz ligeramente achatada completaba unas facciones en su rostro dulces y redondeadas.
La mirada de Andrés era fija y penetrante y en ese momento si me pareció que la estaba desnudando con ella. Caí en la cuenta de que mi jefe ya tenía arriesgado su dinero antes de que nosotros contra apostáramos. No había para el riesgo añadido, pero se le ofrecía la oportunidad de gozar de un auténtico bombón y supe que no iba a rechazar semejante invitación.
Efectivamente, tras unos segundos que parecieron horas, Andrés se dirigió a mí:

 

Está bien, acepto. Si ganas te quedarás con el cheque y los 30.000 Euros. Si pierdes tu esposa será mía el resto de la noche y se someterá a mis deseos. Te toca enseñar tus cartas.

 

 

Silvia me acarició el hombro en señal de satisfacción y yo empecé a mostrar mi jugada: 10, J, Q, K y As de diamantes. Juan no pudo evitar soltar un “Guauu” de sorpresa y hasta Lucas hizo una pequeña mueca de admiración, pero Andrés se mantuvo impasible y empezó a mostrar las suyas: 2, 3, 4, 5 de corazones. Miró a Silvia una vez mas y pasándose la lengua por los labios enseñó la última carta que le quedaba, el As de corazones.
Mi corazón dio un vuelco mientras contemplaba, absorto, las dos tiras de cartas sobre la mesa. Juan observaba con incredulidad, Lucas se rascaba nerviosamente la nariz y Andrés me miraba con una media sonrisa. La baza era suya, su escalera batía a la mía. Entonces valoré el alcance de la apuesta. Silvia iba a ser suya y, de pronto, me vino la imagen de él follándosela. Me apareció una opresión en el estómago.
Cuando alcé la mirada hacia Silvia la vi sonriendo nerviosamente y sólo al ver mi rostro se dio cuentas de que algo iba mal.

 

¿Qué pasa? ¿Has ganado, no? Tu escalera es mayor que la suya – dijo con toda confianza y seguridad.

 

 

Yo ya no podía ni hablar, y fue Juan el que replicó a mi mujer:

 

La escalera mínima es la única que supera la máxima. Son las reglas del Póker. ¿No lo sabías? Andrés ha ganado la apuesta.

 

 

Silvia me miró y yo asentí con la cabeza confirmando las palabras de Juan. Cuando ella miró a Andrés, éste la contemplaba embelesado. Los ojos de él le decían que había ganado e iba a disfrutar de ella plenamente lo que quedaba de noche. Mi esposa no pudo evitar sonrojarse ante la fija mirada de Andrés y yo volví a imaginármelos follando.
El silencio se apoderó del salón hasta que la propia Silvia con claros signos de nerviosismo lo interrumpió:

 

Mira Andrés, te pagaremos los 30.000 euros de la apuesta y todo zanjado ¿De acuerdo?

 

 

Andrés contestó con toda la tranquilidad:

 

Os di la oportunidad de echaros atrás y no lo hicisteis: Apostasteis fuerte y tengo intención de cobrar. No te haré ningún daño, te lo prometo, pero a partir de este momento vas a estar a mi entera disposición. – y tomó su vaso de whisky, dio un sorbo y se puso a juguetear con las cartas que esa noche le habían obsequiado con un triunfo totalmente inesperado

 

 

Sus palabras me golpearon de nuevo pero sobretodo afectaron a mi esposa a la que sentía respirar junto a mí muy agitada. Fue Juan quien levantándose rompió la tensión que se mascaba en el ambiente:

 

Bueno chicos, creo que por hoy ya está bien, voy a llamar a un taxi y me vuelvo a casa; ¿Vienes Lucas? –

 

 

Antes de que Lucas respondiera intervino Andrés:

 

Donde vais a encontrar un taxi a estas horas de la noche. Os he traído yo y os volveréis conmigo – y dirigiéndose de nuevo a Silvia, añadió:
No vamos a tardar mucho en lo que tenemos que hacer ¿Verdad Silvia?

 

 

Apareció en ella un claro semblante de rabia, y dándose la vuelta se dirigió sin mediar palabra hacia la cocina. Andrés sonreía viendo la reacción de mi esposa. El enfado de Silvia le estaba dando sin duda un añadido morbo a lo que él ya tuviese pensado hacer con ella.
Me levanté y también yo fui a la cocina. La encontré ligeramente reclinada sobre el fregadero con un vaso de agua en la mano y muy pensativa.

 

¿Por qué no me dijiste que podíamos perder? – me dijo cuando me acerqué a ella.
Creía que conocías las reglas. Además fuiste tu quien hizo la apuesta sin consultármelo.
¿Y si me niego a cumplir lo pactado?
Es mi jefe y sabes que puede ponernos en problemas. Ya has oído que tiene que llevar a casa a los otros dos. Te echará un polvo rápido y todo habrá terminado.
Hablarle así a Silvia estaba siendo una pesadilla porque de mi mente no desaparecía la imagen de ella con Andrés follándola salvajemente.
Está bien, espero que tengas razón – y tras terminar el vaso de agua se dirigió de nuevo al salón. En su serio semblante se denotaba la turbación que le producía el saber que en pocos minutos estaría en los brazos de otro hombre.

 

 

Cuando regresamos al salón nuestros tres invitados se habían servido otra copa. Juan y Lucas estaban sentados en uno de los dos sofás, mientras que Andrés trasteaba junto a la cadena de música entre los Cds de música. Silvia, excusándose, se dirigió al aseo principal de la casa y yo, tras coger mi bebida me senté, cada vez más nervioso, entre Juan y Lucas.
Este último se me acercó y me dijo al oído:

 

No entiendo como has consentido en entregar a una mujer tan espléndida como tu bella esposa. No te enfades, pero reconozco que me hubiera gustado tener yo las cartas de él – y tras su comentario se echó un sorbo de whisky a la garganta.

 

 

No tuve ganas de contestarle en ese momento. Sabía que tendría que intentar conversar con ellos mientras Andrés se llevaba a mi mujer a una de las habitaciones para hacerla suya. La bebida no calmaba mi boca seca y sabía que la espera iba a ser interminable.
Andrés eligió finalmente un Cd y una música suave comenzó a brotar de los altavoces. Se sentó en el otro sofá y, con su copa en la mano, esperó el regreso de Silvia, el inesperado premio que le había ofrecido una inocente partida de póker.
Al cabo de un rato, en el que reinó un absoluto silencio, ella regresó al salón. Silvia es muy coqueta y se había arreglado para recibir a nuestros visitantes. Estaba preciosa con su falda beige tableada que le llegaba a la altura de las rodillas y la blusa color carmesí cuya apretura hacía resaltar sus pechos. Unos zapatos negros de medio tacón completaban su figura. No sabía la causa, pero me parecía mas guapa que nunca y a Andrés le debía parecer lo mismo pues se la comía con la mirada.
Silvia se quedó junto a la puerta de entrada al salón, quieta y avergonzada, esperando el temido momento en el que Andrés fuera a buscarla.
Finalmente él se levantó, nos indicó que cogiéramos de la mesa de centro nuestras copas y la apartó a un lado. Luego se aproximó al lugar donde ella estaba y le cogió la mano, pero cuando todos esperábamos que abandonaran el salón, apagó la luz principal dejando sólo la de la pantalla de mesa situada en la esquina de la ele que formaban los dos sofás de nuestro salón. Con la vista puesta en Silvia comentó en voz alta:

 

Vamos a bailar un poquito. La música nos relajará.

 

 

Agarrando a Silvia por la cintura, la atrajo hacia él y empezaron a bailar, justo delante de nosotros tres. Silvia le puso sus brazos en los hombros y, mirando hacia el suelo, empezó a moverse al compás de la melodía. El ambiente de luz tenue existente y la calidez de la melodía creaban realmente un efecto relajante y a todos nos vino bien, sobretodo porque Silvia y Andrés empezaron a bailar simplemente como amigos.
Pero a Andrés debía hacérsele muy difícil mantenerse bailando a distancia de Silvia sabiendo que ésta estaba a su entera disposición y poco a poco comenzó a arrimar su cuerpo al de ella. Mi mujer ya se lo esperaba y no puso obstáculos al acercamiento. Cuando los dos cuerpos se rozaron finalmente, Silvia encogió ligeramente su pelvis. Sin duda Andrés tenía su pene en erección y ella ya lo había notado.
La escena fue calentándose por momentos, buscando él la mayor proximidad a mi esposa y reculando ella para evitarlo. Me pareció que Andrés había perdido de vista el hecho de que estábamos nosotros allí contemplándolo todo y, sin reparo alguno, bajó sus manos de la cintura al trasero de mi mujer, apretándolo contra su entrepierna sin que ella pudiera ya separarse. Cuando les vi totalmente juntos pensé que era preferible marcharnos, pero tanto Juan como Lucas contemplaban embelesados el baile, de modo que no dije nada.
Cuando Andrés comenzó a recoger con sus dedos la tela de la falda de Silvia y está empezó a deslizarse hacia arriba ella paró e intentó apartarse para protestar:

 

¿Qué haces? ¡Aquí no, delante de ellos no!

 

 

Andrés la miró y sin contestar la atrajo de nuevo hacia él. Ella intentó rebelarse separándose de nuevo:

 

¡Basta ya! – le reprendió con seriedad.

 

 

La categórica respuesta de él nos sorprendió a todos:

 

Me apetece seguir aquí y no me importa que ellos estén delante, además así podrán ver como cobro mi apuesta. Si quieren irse que lo hagan. Tú sigue bailando.

 

 

Y apretándola de nuevo contra el comenzó de nuevo a recoger entre sus manos la falda que había caído cuando ella se había apartado. Cuando al girar Silvia nos ofreció la parte posterior de su cuerpo la maniobra de Andrés ya había dejado al desnudo la mitad de sus muslos. Medio giro después los ojos de Silvia se encontraron con los míos y noté en su mirada el ruego de que abandonáramos el salón.
Tanto Juan como Lucas me miraron esperando que me levantara para irnos, pero mi cabeza no hacía más que pensar en esos momentos en las palabras de Andrés. Lo lógico era abandonar el salón para no ver lo que se avecinaba, pero por otro lado era evidente que podía ser peor imaginármelo sin saber nunca la auténtica realidad. Además quedarme me ofrecía la gran ventaja de poder ver las reacciones de Silvia. Miré a mis dos acompañantes y luego giré de nuevo la vista al frente. El siguiente encuentro con los ojos de mi mujer reflejaban su despecho por mi actitud de mirón.
Andrés se iba excitando por momentos y no tardó en terminar de subir la falda enrollando la tela en la cintura. Apretándose aún más a Silvia puso sus dos manos sobre las bragas y empezó a recorrer su trasero por encima de ellas. La comenzó a besar en el cuello y en el siguiente giro sus manos trasladaban los extremos de las bragas hacia el centro de sus nalgas. Un giro más y éstas aparecían ya como si fueran un tanga, mientras que Andrés pellizcaba y manoseaba la suave piel de los cachetes desnudos de su trasero.
Él buscó besar la boca que se escondía en el rostro agachado de mi avergonzada mujer. Le costó conseguirlo pero ella, resignada, al final tuvo que ceder. Cuando sus lenguas se entrelazaron él se encendió aún más, pero, sorprendentemente, a los pocos instantes dejó de besarla y separándose un poco de ella se quedó quieto durante unos segundos. Luego se aproximó de nuevo a mi mujer y poniéndole las manos en los hombros la giró, lentamente, media vuelta. Volvió a apretarse contra ella y comenzó a bailar de nuevo haciendo notar a Silvia su erección, esta vez en el trasero. Ella sintiéndose frontalmente observada por completo por nosotros volvió a agachar avergonzada el rostro mientras que Andrés, tras pasarle sus manos por los pechos, sobre la blusa, las bajó y metiéndolas directamente bajo la falda, que frontalmente aún cubrían la mitad de los muslos, empezó a subir hacia su coño.
Cuando Silvia notó los dedos de Andrés pasearse por su vulva sobre la braga instintivamente se encorvó, lo que originó que el erecto miembro de él se apretara por completo al culo de ella. Andrés paró de nuevo y exclamó:

 

No puedo mas, me pones a tope, tengo que follarte.

 

 

Con celeridad se bajó la cremallera del pantalón sacando al exterior una polla erguida y de buen tamaño. Silvia, medio encogida y con un hilo de voz volvió a protestar:

 

Por favor, no lo hagas aquí. Vamos a una habitación.
No puedo esperar más, te deseo, tengo que metértela ya.

 

 

Y acercando su picha al trasero de mi mujer, comenzó a apartar la braga para poder abrirse paso hacia el coño de ella. Silvia le dijo entonces:

 

Ten cuidado, no tomo pastillas y podría quedarme embarazada.

 

 

Andrés dudó unos instantes y mientras con una mano se masturbaba bajó la otra al bolsillo trasero de su pantalón. Con habilidad maniobró en la cartera con una sola mano para extraer un preservativo que agarró entre sus dientes. Guardó de nuevo la cartera y tras romper el envoltorio ajustó el condón a su verga. Se la meneó un par de veces más y se arrimó de nuevo a Silvia apartando de nuevo la braga y buscando la entrada de su cueva. No le fue fácil por la posición de ambos y por tener ella las piernas cerradas, pero tras tantear varias veces le introdujo su inflamado cipote y apretó su cuerpo al de ella. Silvia no estaba excitada y se quejó por la rápida penetración que le dolió. Andrés bombeó un par de veces y se frenó en seco con claros rasgos de sufrimiento en su rostro. Tras mantenerse parado unos segundos dio un golpe de caderas hacia delante que empujó a mi esposa hacia el sofá vacío, haciendo que apoyara sus manos sobre el respaldo. Continuó follándosela unas pocas veces y resoplando se pegó a ella con un último empujón. Se estaba corriendo. Entonces entendí la causa de su urgencia y sus paradas. Su grado de excitación era tal, que no podía aguantar mucho tiempo sin venirse. Eso me extrañó, pues la idea que tenía de Andrés y de su forma de vida no coincidía con lo que acababa de pasarle.
Cuando sus espasmos terminaron Andrés se retiró de dentro de ella, exclamando que había sido maravilloso. Sin embargo, pese a sus palabras, le noté contrariado por lo que le había pasado. En el fondo los tres espectadores estábamos decepcionados. Todo había ido muy deprisa y en realidad él apenas había podido gozar del sensual cuerpo de Silvia. La calidez del ambiente y las expectativas que se abrían invitaban a una sesión de sexo morboso, pero la eyaculación precoz de Andrés parecía haber roto el encanto de la situación.
Andrés sacó su miembro de ella y se sentó en el sofá. Silvia abandonó su incómoda posición y se sentó junto a él. Sus expresiones eran muy distintas. Mi mujer escondía su cara entre las manos, avergonzada por haber sido jodida, y más aún en mi presencia y en la de los dos individuos que había conocido esa misma noche. Andrés por su parte con los brazos sobre el respaldo del sofá, y con la vista al techo, recuperaba el resuello tras su rápida corrida. La música seguía sonando pero ninguno teníamos claro que hacer a partir de ese momento. El propio Andrés fue el primero en reaccionar y quitándose el preservativo lo cogió por la abertura entre los dedos y se dirigió a Silvia, que estaba a su lado:

 

Toma Silvia, tira esto a la basura.

 

 

Ella apartó las manos de su rostro para ver a qué se refería él. Cuando vio el presente que le enseñaba hizo una mueca de repugnancia y dijo:

 

No pretenderás que sea yo quién lo haga. ¿Por qué no lo tiras tú?

 

 

Andrés la miró extrañado y con una maliciosa sonrisa alzó el condón que contenía su reciente eyaculación a la altura de los ojos de ella. Entonces comenzó a acercárselo lentamente.

 

¿Qué haces? – protestó -¡Para ya!

 

 

El ni se inmutó y continuó acercándole el globito. Silvia comenzó a recular en el sofá hacia el extremo mas cercano a nosotros a le vez que él se estiraba para acercarse cada vez más a mi mujer. Llegó un momento en que ella quedó medio tumbada y recostada sobre el brazo del sofá, sin poder retroceder más. Andrés amplió su sonrisa, situó el condón justo encima de su rostro y le preguntó socarronamente:

 

¿Qué pasa Silvia? ¿No te gusta?
¡Eres un asqueroso! – contestó ella
Vamos. No te enfades, al fin y al cabo esto es obra tuya.

 

 

Silvia cerraba los ojos, pero los abría de inmediato ante el desconocimiento de lo que pretendía hacer Andrés. Él movía con ritmo pendular a escasos centímetros de su cara el transparente envoltorio que contenía su leche recién derramada y cuya consistencia podíamos observar pese a la tenue luz de la pantalla que iluminaba la habitación.
Luego, mientras lo mantenía sujeto por la abertura, cogió la base con los dedos de lo otra mano y empezó a subirla para ponerlo en posición horizontal. Silvia adivinó la intención de Andrés y de inmediato se cubrió la cara con ambas manos, aunque eso no podía evitar, si era el deseo de Andrés, que la mojara.

 

Vamos Silvia ¿de verdad que no quieres tirarlo tú por el inodoro? Puedo manchar el sofá si se me derrama aquí mismo.

 

 

Andrés empezaba a mostrar un aspecto desconocido para mí. Se estaba mostrando soez y grosero con mi mujer, algo que no encajaba en la opinión que yo tenía de él. Estaba cada vez mas convencido de que su temprana corrida, y encima delante de nosotros, le había realmente afectado y lo estaba pagando con ella. Intenté librar a Silvia de su suplicio dirigiéndome a él:

 

El baño está junto a la puerta de entrada. – y con un gesto y una fingida sonrisa le di a entender que acabara con eso.

 

 

Andrés fijó su vista en mí durante unos segundos, con desafío, pero yo no cedí y finalmente se incorporó y salió del salón con su preservativo en la mano.
Tanto yo como mis dos acompañantes intuíamos que el polvo no había sido suficiente para Andrés y no nos movimos. Silvia, en cambio, debió pensar que la apuesta estaba cobrada y una vez recuperada del susto, adecentó su ropa y, sin atreverse a mirarnos, se levantó para irse. Al llegar a la puerta se topó con Andrés que regresaba, ahora ya con las manos vacías.
CONTINUARÁ
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