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Relato erótico: “Noche de putita.” (POR INDIRA)

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Antes que empezar mi relato quiero agradecerles infinitamente a todos aquellos que me han mandado sus fotos, mensajes, deseos, etc. Los invito a que valoren mis relatos si todos los que me escriben valoraran en la página ya tendría muchas valoraciones, me gusta, me prende saber de ustedes.
Este relato no tiene mucho que sucedió y fue con una persona que conocí por correo electrónico de aquí, de todorelatos.
Recibo al día muchos, mucho correos y no todos alcanzo a contestar como debiera, a veces me llaman la atención algunos comentarios y me detengo en ellos más que en otros pero siempre contesto todos.
Los que me han leído y seguido saben que no hay nada que más me excite en este mundo que sentirme muy puta, saberme puta, que me traten como tal, y esos mensajes que a veces parecen subidos de tono son con los que más me entretengo también quiero que sepan que detesto las faltas de ortografía, así que si un correo las tiene simplemente lo paso por alto.
Escribo aquí uno de los que recibo que me prenden de solo leerlos y aunque parece mentira esta persona en particular no ha querido conocerme en persona, ¿por qué? No lo sé, yo ya le dije que quiero conocerlo.
Hola putita linda espero te encuentres bien y que sigas igual de buena mamita, en verdad no me canso de ver tu culito y tus hermosas tetas y lo que buenísima estas putita mmmm que rica, me encantaría ver tu puchita ver si la tienes peludita o rasuradita, ver tu clítoris en fin toda tu panochita digna de una puta como tú.
Espero que tengas un buen inicio de semana lleno de sexo y que te dejen más que satisfecha de tanta lechita amor, que disfrutes como te maman el culito, que te cojan con la lengua tu culito wwuuuuaaauuuu seria fabuloso y me imagino que has de tener una boquita de mamadora que dejas las vergas brillositas de saliva mmmmm que rico putita
Este y muchos otros mensajes me llegan al correo, gracias por las fotos y las palabras de aliento, en verdad me prende mucho saber todo lo que harían, ahora si al relato.
Noche de puta.
Había recibido ya varios correos de él,  Jorge me escribía a menudo y lo que me gustó en él es su modo particular de decirme las cosas, dominante, sin faltas ortográficas y decidido, compartí mi teléfono y a veces me mandaba fotos de sus chicas, cuando se la mamaban en el preciso momento en que lo estaban haciendo, UFF, se antojaba como no. Mandaba videos y las hacia decir en ellos “Indira mira de lo que te estás perdiendo, mmmm, deliciosa, está muy rica, ¿quieres?”  Cuando decía todo eso la chica abría la boca y se devoraba la verga de Jorge, muy rico, me presumía que tenía una deliciosa verga en la boca, él daba, no pedía, eso me gusto y yo daba con mucho gusto, le respondía con fotos y correos subidos de tono.
Recuerdo que la primer semana de Diciembre me mantuvo caliente de lunes a viernes con mensajes y videos, este tipo cogía casi a diario y cuando no, se masturbaba y me mandaba fotos, algo que me gusto y les platicaré fue el Jueves 4 de Diciembre, recuerdo me mando fotos estando yo en la oficina, como me calenté bastante busqué algo para frotarme en él, tome un plumón gordo y lo puse en mi asiento, me movía sobre él para sentir algo, solo lograba calentarme más, cruzaba las piernas para sentir el roce “humano”.
Le comenté lo que sucedía por whatsapp a la vez que le enviaba una foto del plumón, él me hizo preguntas de mi lugar de trabajo, cuantos compañeros hombres había, como era mi oficina, etc. Por eso supo del nuevo chofer, un chico de unos 24 años flaco, muy atento y muy lindo.
El chofer estaba a la disposición de nosotras y de algunos empleados para realizar mandados de oficina además de poder llevarnos a algún lugar si no queríamos manejar o por lo complicado que es el tráfico y encontrar estacionamiento en esta ciudad enorme del DF.
Jorge me pidió que me tocará debajo de los calzones, que le mostrara mis dedos llenos de jugos, ay dios como me calienta recordarlo, estando en mi escritorio disimuladamente metí mi mano bajo mi vestido y me talle con los dedos sobre el calzón, me llevé los dedos a la nariz y olía bastante a sexo, a panochita, fresca, rica, ansiosa por ser devorada.
Me paré a acomodar algo de mi librero por lo que me di la vuelta y metí bajo mi vestido la mano, agarre completa mi panochita y me metí dos dedos, estaba muy húmeda, moví rápido mis dedos  produciéndome un placer increíble, el clásico sonido, plash, plash, plash de cuando se meten los dedos un una vagina abierta, mojada y caliente.
Es excitante tocarte en un lugar no permitido, me he masturbado varias veces en la oficina a la “vista” de todos, uff, me tengo que contener para no gemir como puta, este relato lo estoy escribiendo en mi oficina por ejemplo y cada qué puedo bajo la mano para sobarme la panochita o me acaricio las tetas con los antebrazos.
Saqué los dedos de mi interior, estaban mojados, oliendo a sexo, les tome una foto para mandársela a Jorge.
El me respondió.
–          Dices que eres muy olorosa ¿no es así?
  • Aja
–          ¿Cuantos dedos te caben en la puchita mami?
  • Ahorita como estoy la mano completa yo creo papi
–          Jaja, te metería el puño para sentir tus jugos putita
  • Hazlo, mándame foto de ti, estoy caliente
–          Mejor aprovechemos esa calentura, ¿harías algo por mí?
  • Lo que quieras, tu mandas.
–          Quiero que vayas al baño y te masturbes, con ambas manos, que saques jugos, que te los embarres en las manos, NO termines, solo te tocaras y calentarás al máximo, luego sales y tomas una carpeta con documentos para decirle a tu chofer que les saque copias, asegúrate de dejar muy impregnado tu olor en la carpeta.
  • Mmmm se le va a antojar
–          Es la idea, que tenga la duda si es olor a sexo o no, tú sabrás que seguramente olerá esa carpeta y sabrás que es tu olor, tus fluidos, posiblemente se haga una en tu honor, será el comienzo de la tortura hacia él, nunca sabrá quién eres en realidad, una puta.
  • Está bien lo haré pero aún haré algo mejor, lo llevaré al almacén, tengo que sacar unos documentos viejos, allí el podrá oler cuanto quiera y podrá ver un poquito, solo un poquito. Ya regreso …
Ese día me calenté mucho y no terminé, en la noche me masturbé pero eso nunca es suficiente para mí, el chico de la oficina es más atento conmigo, me lleva fruta, me trata muy bien y yo solo deje que me oliera un poco y le restregué mi culo y las tetas “accidentalmente” al mover cajas y al pasar por estrechos pasillos del almacén, quería que me cogiera pero me contuve, nadie conocido lo va a volver a hacer, nadie.
El sábado a las 4 de la tarde me llegó un mensaje de él con una foto al Whatsapp:
–          Tengo la verga parada, jugosa y deseando que la tuvieras entre tus piernas. Acompañada de una foto, se veía brillosa, larga, grande, UFF.
  • Se ve rica, le respondí.
–          ¿Qué harás hoy putita? Ya fueron muchos correos y fotos y creo que es tiempo de dar el siguiente paso.
  • Uff, mi entrepierna se mojó solo de imaginarlo, No sé, respondí, ¿quién te dijo que quiero llevarlo al siguiente nivel?
–          No me lo has dicho pero sé que se te antoja porque eres una mujer muy caliente y todo el día estás en busca de aventuras con gente que no te pueda reconocer. Además eres una putita deliciosa que merece ser cogida varias veces no por uno, si no por más tipos.
  • Llevaba 6 días exactamente sin que alguien me lo hiciera, 6 días para mi es mucho y tenía las ganas a flor de piel así que respondí lo más cuerdo que una mujer caliente puede responder ante algo así: ¡ Donde y a qué hora !
–          Así me gustan las mujeres, putitas, calientes y sin prejuicios, ¿por dónde estás?
Después de intercambiar algunas charlas respecto a nuestras ubicaciones nos quedamos de ver en el bar de una plaza cercana a donde vivo, ya había ido algunas veces allí, es un lugar bonito, oscuro, con cierta privacidad y hay mesas de billar para pasar el rato.
  • En tres horas te veo allí.
–          Sale, voy a llevar a unos amigos eh, para que te luzcas.
  • ¿Okeeeey? Mi entrepierna palpitaba de la emoción, manos a la obra.
Cuando quiero hacer locuras tengo que mantener mi mente ocupada pensando en sexo por lo que lo primero que hice fue abrir correos que recibo y calentarme leyéndolos, fantasías de algunos de ustedes que me hacen mojarme, no puedo evitar siempre que puedo meterme un dedito y tocarme los senos.
Me metí a bañar, me tocaba por todos lados, estaba ardiente, muy ardiente, me puse un vestido cortito apenas unos 5 dedos debajo de mis nalgas, era pegado de tela elástica color rojo, la parte de arriba era un poco holgada con un escote en triángulo que al agacharme se me verían mis tetas colgadas y parada con el ajuste del sujetador de encaje rosa se me veían muy ricas, soy talla 34B, tacones altos y unas bragas coquetas de encaje rosas (adoro el encaje y muchas gracias a los que me han enviado unos jueguitos coquetos y se los he regresado ¡olorosos!), dos pulseras en la mano derecha, un collar con un dije, aretes largos, me maquillé muy bien y metí dos tangas en mi bolsa.
Antes de salir me vi al espejo, me veía muy bien, toda una niña fresa y muy puta que va al antro en busca de algún macho que se la coja como lo que es, una puta.
Tomé un abrigo y vi una tarjeta en una mesita, una tarjeta de un taxista, de uno de los muchos que me han llevado y traído y que alguna vez he dejado que alguno me coja, me faje o me vea.
No recordaba bien quien era pero le marqué, en 25 minutos estaba allí por mí, era un vochito y como saben aquí en el DF les quitan el asiento de adelante para que el pasaje suba atrás al tener solo dos puertas, tenía en el centro el clásico espejo enorme con el cual veía completamente el asiento trasero.
Al subir volteó completamente para verme “pasar” al asiento trasero al sentarme la mini se subió y dejo ver por completo mis piernas y un triangulito coqueto, crucé las piernas y se me alzó más el vestidito y aunque no se distinguía del todo se podía ver un poco sombreado mi calzón.
–          Le di la dirección y me dijo, ¿te acuerdas de mí?
  • Ups, no, le dije, solo vi tu tarjeta y te marqué.
–          Ah, bueno yo te traje hace no mucho tiempo a tu casa, venías un poco tomada, te ayude a salir del taxi y a entrar a tu casa.
  • Ahh ¿sí? – Debió ser una de mis tantas salidas en que regreso un poquín tomada y muy cogida pensé.
  • No recuerdo la verdad pero gracias, porque eres de confianza te he marcado de nuevo, seguro que te fuiste después de dejarme en casa ¿verdad?
–          Claro, solo te lleve a la puerta, traías un vestido amarillo y no traías ropa interior.
  • WoW, – comencé a recordar vagamente ese día, recuerdo que me ayudaba y a la vez me tocaba las tetas accidentalmente pero también recuerdo que no pasó nada con él, solo eso, lo que no recuerdo es porque no pasó nada …
–          ¿Recuerdas?
  • Claro, no sé cómo agradecerte lo de ese día, – si es que había algo que agradecer porque con la sobada de tetas seguro que ni la dejada me cobró.
–          Ya lo has hecho al llamarme, con solo volver a verte me conformo, estuve esperando tu llamada durante casi un mes, después me resigne y hoy de la nada me marcas.
  • Qué lindo, me llamo Indira, – al hacerlo me voltee hacía el y pudo ver un poquito de mi calzón y obviamente todas mis largas piernas blancas las veía con lujuria por el retrovisor.
–          Mucho gusto Indira.
  • Lo recorrí, un poco más bajo que yo, calvo pero no viejo, como unos 37 o 40 años por mucho.
  • Estaba caliente, acaba de leer correos y sabía a lo que iba así que ¿por qué no empezar desde ahora? Me resbalé un poco en el asiento y eso hizo que mi vestido se subirá más aún, sentía mis nalgas en el asiento y por el frente obviamente se me veía todo y mi vista se posó en la ventana.
–          Indira, sabías que estas hermosa, sé que te lo han dicho muchas veces antes pero quería que supieras que desde ese día no puedo dejar de pensar en ti, estabas tan sexy, tan, mujer, no sé cómo decirlo, estabas como para comerte ese día.
  • Ah, ¿solo ese día? – Haciendo un movimiento como posando, él tuvo que voltear a verme y me vio todo, la falda arriba enseñando mi calzón de encaje, mis tetas paradas y grandes y una sonrisa de diablilla que sé que los vuelve locos.
–          No bueno hoy estás espectacular, pero yo tenía en mente ese día porque es el único que te he visto.
  • ¿Y qué me viste? – jaja lo ponía en jaque con mis preguntas.
–          No bueno, era inevitable no ver nada, puesto que no traías sostén y se transparentaba todo, además que tu vestido era muy pequeño, si vi, pero nunca me aprovecharía.
  • Pues que mal, – deberían ver su cara, como diciendo “puta madre que pendejo” jaja
–          ¿Tú me quieres volver loco verdad? Según yo actúe bien al no intentar nada contigo ese día puesto que estabas tomada, eran casi las 6 de la mañana y te veías muy cansada, y ahora me dices ¿QUE MAL?
  •  – jaja
  • La verdad no me acuerdo bien de ese día, me pudiste haber violado y seguro no te decía nada, pero que bueno que eres un chico respetuoso.
–          ¿Que bueno? Ya me arrepentí, jaja
  • Jaja, reí también.
Platicamos todo el camino de cosas sin sentido pero algo que me agradó mucho de él fue su sentido del humor, me hacía doblar de la risa con sus ocurrencias,  todo el camino estuvimos risa y risa, obvio nunca me cubrí por lo que todo el tiempo le enseñaba mi calzón, mis piernas y como me doblaba de risa veía la redondez de mis tetas. Nunca dejo de verme el retrovisor no sé cómo no chocamos.
Casi sin darme cuenta ya estaba en la plaza a donde iba, se metió y le dije que era en el tercer piso, subió por el estacionamiento techado, ya saben semi oscuros y solitarios, se estacionó en un cajón pegado a la pared muy cerca de la entrada, yo comencé a acomodarme la ropa.
–          Te ves hermosa así no la subas
  • Jaja, no me voy a bajar así
–          ¿A qué hora sales?
  • No sé, vine con unas amigas pero en caso de que me tenga que regresar a casa te prometo que te llamo.
Acomodé mi ropa y vi el taxímetro, 119 pesos creo, comencé a buscar en mi bolsa y me detuvo la mano diciéndome que no era nada. (Que lindos son los taxistas con mujeres exhibicionistas ¿no?, rara vez me cobran)
Sentí su mano sobre mi muñeca, rasposa, me encantan las manos rasposas, él no era feo y yo estaba caliente como casi siempre, acomodé mi pelo, le sonreí y le dije “gracias” a la vez que intentaba dar un primer paso para salir a la puerta.
Me vio a los ojos, era rara la situación, tensa ahora, como que ambos queríamos algo más pero él no daba el paso, ni la situación se prestaba.
Bajo rápidamente para abrirme la puerta, se pasó al frente y yo caminé hacia la puerta, él la abrió y tuve que salir semi agachada con el vestido acomodado pero de frente me vio bastante mis tetas, como se estacionó cerca a otro vehículo el espacio era reducido, la puerta no abría completamente y al salir quede muy pegada a él, casi me aprisionó con su brazo derecho, se pegó lo más que pudo al otro vehículo y al pasar le embarré las tetas y con su mano izquierda abajo pudo rozar mis piernas.
Me voltee y le planté un beso de despedida en la mejilla, su mano quedaba a la altura de mi puchita así que al pegarme a él pudo sentirla ligeramente, me había calentado un poquito la situación y le dije, te marco más tarde para que me lleves.
Caminé hacia la entrada moviendo mi culito sabiendo perfectamente que él me veía de espaldas, todavía antes de entrar voltee y el seguía allí parado, le dije “bye” con la mano y me metí.
Caminé hacia el bar, estaba 30 minutos retrasada, los que pasaban al lado mío se volteaban completamente para verme por atrás, eso me calienta mucho, que me vean con descaro, que se les antojen mis nalgas, mis tetas, mi boca.
Entré al bar, la “hostest” me pregunto si ya me esperaban, le dije que seguramente sí. En eso recibo una llamada al móvil, era él.
–          Hola mi amor, ¿Dónde andas?
  • En la entrada, ¿en qué mesa estás?
–          Ya te vi.
Alcé la mirada y estaba en la parte de arriba, subí a donde estaba y como me lo advirtió por teléfono estaba con dos amigos.
Hola le dije plantándole un beso en la mejilla e hice lo mismo con los otros dos que se pararon a saludar.
Eran unos tipos muy lindos, educados y muy simpáticos, tomamos varias copas, me preguntaron mil cosas, bromeaban, jugábamos a retos, preguntas o beber, en fin la verdad me la pase de lujo con ellos, en cada oportunidad que tenían me tomaban del antebrazo, ponían una mano en mí pierna, si nos parábamos por algo ponían su mano en mi cintura rodeándola, en fin me tenían a punto con tanto toqueteo.
En el bar había un billar y comenzamos a jugar, yo traía el pelo suelto y me estorbaba este para jugar correctamente, recordé una de mis películas favoritas donde una chica jugando billar se alza el vestido y se quita las pantie enfrente de dos chicos para amarrase el pelo con ellas dejando alucinados a los tipos, dejo aquí un link donde pueden ver la escena (https://www.youtube.com/watch?v=Cioh-bV6Ew8).
Mi cabeza pensó en el momento en que la chica de la peli lo hacía y se me ocurrió recrear la escena, me detuve, deje el taco recargado en la mesa y frente a mis tres chicos me alce el vestido lo suficiente para tomar de ambos lados mi pantie, al hacerlo se me veía más de la mitad de ella por él frente, la bajé seductoramente cuidando siempre que me vieran, uno de ellos no pudo evitarlo y se agarró el paquete, tomé mi pantie la moví en círculos con una mano y me dispuse a ponérmela de liga en el cabello, ahí estaba yo, en una vestido sexy sin bragas frente a 3 chicos, y ellos sabían que no traía nada debajo de la tela delgada del vestido.
Tomé de nuevo mi taco y me lo metí entre las piernas y le puse “tiza”, con el movimiento parecía que lo estaba montando, mis amigos no sabían que hacer, si mirarme con descaro o hacerse los desatendidos ya que en todo momento yo los veía a los ojos, mis tetas estaban hinchadas de la calentura y mi pezón se marcaba sobre el vestido, uffff.
Continuamos jugando un buen rato, me hice un poco la que no sabía mucho del juego, ya saben los chicos se ofrecen a enseñarle a una, hicimos equipos de dos y mi “pareja” en cuestión me “ayudaba” agarrando el taco conmigo y por supuesto refregándome su verga en mi vestido delgado sintiendo mis nalgas casi casi al natural, mi panochita estaba ya muy húmeda con esos arrimones, se peleaban el derecho de ser mi compañero puesto que me “ayudaban” muy bien.
Tenía a los tres con la verga bien parada, podía sentirlo a través de mi vestido, mis tetas casi se salían cuando me agachaba a realizar un tiro y así mantenía a todos contentos, el que me ayudaba por atrás y los que veían por el frente.
A veces los tiros me quedaban complicados y tenía que agacharme de más, al hacerlo sacaba las nalgas y el vestido se me alzaba mucho, si nadie me ayudaba se sentaban en las sillas de atrás para intentar verme el culo, imagino que alguna vez si me lograron ver el comienzo de la panochita con mis poses.
Tenía a mis amigos muy felices y yo estaba super caliente, ya tenía varias copas de más, pusieron música movida y uno de ellos me invitó a bailar, me solté el pelo dejando mi calzón en la mesa, bailamos en un rinconcito, yo bailaba muy sexy restregando mis nalgas a él y él obviamente agradecía poniendo su mano en mi vientre sin moverla, así cuando me agachaba sobaba mis tetas, de frente me le restregaba y el metía su pierna entre las mías, mi panochita y su piel solo estaban separadas por la tela de mi vestido y de su pantalón, su verga estaba durísima y al bailar hacíamos movimientos muy eróticos, un vaivén delicioso, si no hubiera tela entre nosotros fácilmente me pudiera ensartar su rica verga.
Los demás también bailaban conmigo, a veces uno por uno a veces de dos en dos, ya me metían mano descaradamente, siempre encima del vestido, sobaban mis nalgas, mi puchita, mis tetas, mi vientre, lamian mi oreja, mi cuello y yo tocaba sus vergas encima del pantalón, uno de ellos tenía una muy gorda, muy rica, ya estaba encharcada de abajo, los que han leído mis otros relatos saben que soy una mujer muy olorosa de muchos fluidos, sentía como escurrían mis jugos y como no traía calzones los sentía un poco en mi piel fuera de mi puchita, las escenas ya eran muy subidas de tono para el lugar por lo que Jorge propuso ir a otro lugar más “íntimo” para seguir la fiesta.
Pagaron la cuenta y salimos rápidamente, el lugar estaba bastante lleno y al pasar varios tipos me veían con descaro y otros más atrevidos me rozaban con los dorsos de las manos, me encanta ser el centro de atención así que me movía lo más puta que podía, en eso recordé que había dejado mi calzón en la mesa y les pedí que me esperaran un momento, ya estábamos en la puerta de salida y me regrese de nuevo pero esta vez sola por lo que muchos tipos se atrevieron a más sobre todo al darse cuenta que no decía nada.
Al pasar un negro alto me tomó de la cintura y me dijo: Pásale mamita al momento que me daba el paso tenía yo que restregarle mi culo en su verga, uff, que rico, otros se me embarraban, yo estaba realmente caliente y al llegar a la mesa ya estaban sentados dos tipos y estaban tomándole foto a mi calzón, los enfrente y les dije, lo olvidé con cara de pícara.
Ellos se quedaron con la boca abierta al ver mi atrevimiento y sin más me los puse frente a ellos que no dejaron de verme la entre pierna, al ponérmelos me embarre todos los flujos que tenía escurridos en mi panochita y eso me calienta mucho, sentirme mojada.
Intentaron invitarme una copa pero les dije que algún otro día, insistieron pero me di la vuelta y de nuevo pase por los toqueteos encantadores de desconocidos.
Por fin llegué de nuevo a la puerta de salida con mis tres amigos dispuesta a todo, estaba muy caliente y quería, necesitaba una buena cogida.
Al entrar al vehículo me abrieron la puerta y me senté atrás con Mario, era una camioneta muy bonita, amplia, avanzaron hacia un motel conocido de la ciudad,  en el camino Mario me venía fajando y nos besábamos de lengua muy rico, me metía mano y me sobaba las tetas, ya había bajado parte de mi vestido y me metía mano bajo el sostén, los otros dos estaban ansiosos y decían que se arrepentían de no haberse ido atrás.
En un semáforo se nos emparejó otro coche con 3 adolescentes que tocaron el claxon y aplaudieron al verme semi desnuda, todo reimos y ellos sacaban la cabeza de su auto para “ver”, Mario bajo el vidrio trasero y me presumió mientras me dedeaba sobre el calzón empapado, yo mordí mi labio y veía a los otros chicos quienes gritaban “chichis pa la banda” y sin más baje mi sostén y les mostré mis tetas, redondas, paradas, blancas y con mis pezones parados, Mario me hizo a un lado el calzón y me metía los dedos, y ahí estaba yo con mi cara de puta mostrándome a esos adolescentes, antes de que terminara el alto se me ocurrió regalarles mi tanga ya que me había excitado bastante que me vieran de puta, me la saque despacio, me limpié todos mis fluidos y extendí la mano para aventárselas.
Ellos agradecieron, la olieron y se la embarraron en el pantalón como cogiéndola, uy, estaba yo muy caliente, Mario también se calentó mucho ya que tenía la verga bien dura y el pantalón le estorbaba, como poseída le desabroché el pantalón y se la saque a través del bóxer, uy, se veía deliciosa, ya ansiaba una en mi boquita y sin más me agache a darle una mamada súper ensalivada, me la metía hasta adentro mientras él me dedeaba por atrás.
Me comí su verga un buen rato, me decía cosas que me excitaban como: que puta eres, Jorge nos había contado de ti pero nunca le creímos, te encanta la verga perrita, me daba nalgadas, me pegaba con su verga en la cara, me jalaba de mis cabellos para meterme su verga completa hasta hacer horcadas, como me encanta eso, sentir una verga hasta adentro de la garganta mientras me insultan, no sé porque me prende mucho que me digan guarradas.
Me zafe de su instrumento y sin más me le monté, a él ni tiempo de reaccionar le dio, cuando se dio cuenta ya estaba yo abierta de piernas encima de él intentando meterme su verga en mi puchita, cuando intentó reaccionar dijo: ehhh, espera puta me falta el condón, en ese momento yo ya tenía más de la mitad de su verga a dentro y me movía como putita, solo me agarró las tetas y me jaló hacia abajo ensartándome completa, yo le gemía en el oído diciéndole cosas:
–          que rico papi, cógeme, soy tu puta, ahhh, que grande, así así papi, métemela, ahhh, ay papi, si, si, dámela, estaba realmente muy muy caliente
El me respondía dándome nalgadas y diciendo que era una puta: ¿te gusta sentir la leche adentro verdad putita?, estas bien abierta pinche puta, mientras metía un dedo aparte de su verga en mi panochita.
Me encanta sentirme llena, el tamaño de su verga gorda más un dedo extra me hacían llegar al cielo, nos movíamos los dos muy rico, eso más la súper calentura que traía hicieron que me viniera por primera vez, ay, que rico, lo recuerdo y se me encharca
Gemí como puta, como perra en celo: si papi, lléname de tu lechita, ¡preñame! Soy una puta, me encanta la verga, soy una puta, siiii, asiiii, dame, ahhh, ahhhhh, ahhhhhh, movía me pelvis para meterme aún más todo, el mordía mis pezones fuerte y lamía mis tetas.
Eres bien puta, ¿cuantas vergas se ha comido esta panocha tan abierta puta?, no pude responder la pregunta con certeza puesto la verdad es que no sé, pero le respondí algo aproximado sabiendo que le calentaba mi putería: No sé papi, más de mil diferentes tal vez, me encanta coger con desconocidos, que me usen, que me llenen de leche así como tu…
El no aguanto más y me inundó literalmente de lechita, sentía una gran gran cantidad de semen, sentía como se inflamaba su verga y me aventaba los chorros de lechita adentro de mi mientras me decía: que puta, eres, que puta eres, te voy preñar zorra, siguió aventándome chorros de leche, conté más de 5, vaya que si venía cargado pensé.
Me seguí moviendo encima de él, con él rendido, su tamaño comenzó a encogerse y yo sentía mi pepa jugosa así que me zafé de él, puse mi mano en mi panochita para no manchar el asiento con el semen que salía de mí, recolecté lo que pude y me lo tragué frente a todos.
Los otros dos vieron la escena con lujuria, sus miradas decían todo, los bultos en sus pantalones más.
Mierda, dijo Jorge, hay retén adelante, tendremos que rodear, Emilio, que así se llamaba el otro tipo le dijo espera, me paso para atrás mientras, jaja rieron los otros dos.
Me senté en medio, Mario tenía la verga de fuera y estaba reposando su venida, Jorge continuó de chofer mientras Emilio me metía mano por mis tetas, me acosté hacia  atrás con Mario para limpiar su verga, nunca me ha gustado dejar mal arreglado el lugar de trabajo jaja.
Al recostarme sobre Mario de espaldas le entregué todo el frente a Emilio, subí mi piernas sobre él y el me empezó a dedear, al principio se cortó un poco porque sentía la lechita de su amigo, pero luego metía sus dedos y me los daba a lamer y yo gustosa lamía, después comenzó a lubricarme el culito con el semen, me volvió la calentura, tenía el vestido en la cintura, ya no tenía sostén ni calzones por lo que estaba prácticamente desnuda, la verga de Mario comenzó a reaccionar de nuevo y yo la lamía gustosa.
En eso sentí en mis piernas una nueva verga, larga, fresca, que rico, la quería adentro, me di la vuelta para mamar la de Mario poniéndome en 4 dándole total libertad al otro que hiciera de mi culito y mi panochita lo que quisiera, él no lo dudó ni un momento, se sacó el pantalón y se acomodó detrás de mí, sacó de un condón pero yo agarre su pito con mi mano y me lo metí de golpe, él se quedó con el condón en la mano mientras yo me movía hacia atrás metiéndome su verga en la panocha.
Vaya putita dijo, yo me movía hacía atrás para meterme toda esa verga en la puchita, sentirla, es delicioso, mamando y siendo penetrada es lo máximo, Emilio no duró mucho imagino que por la calentura que ya traía y se derramó dentro de mí, me llenaron de nuevo la panochita de leche rica, yo me sentía llena de adentro de tanta lechita que sacaba.
Con su pene aún duro, porque no se le bajo la calentura jalaba semen hacia mi culito y metía la cabeza de su pene en él, que rica sensación, por fin llegamos al motel, Jorge nos dijo, calmaditos que ya llegamos.
La camioneta tenía vidrios entintados así que imagino que no se veía mucho de afuera hacia adentro pero aún así nos quedamos sin movernos, yo con la boca llena de pito y con la cabeza de mi amante ocasional dentro de mi culito.
Al cerrar la puerta del garaje del motel Emilio me la metió completa por el culito, me tomó de sorpresa por lo que pegué un gritito, ayyy.
Rentaron una suite muy linda con alberca en el medio, yo bajé de la camioneta ensartada por Emilio, él era más chaparrito que yo pero hacía pesas por lo que me cargó sin problemas, me llevó literalmente ensartada de mi culito adentro, los demás rieron por la escena.
Al entrar me quite el vestido quedando completamente desnuda y me recargaron en el potro del amor que había en la habitación, Emilio ahora si me dio por el culo bien rico mientras Mario se sentaba en el potro poniendo su verga a la altura de mi boca y tetas por lo que le hice una rusa exquisita, tenía a los dos en el cielo, recibía nalgadas y bofetadas con verga bien rico, estuvimos así unos 5 minutos cuando Jorge suplico porque le dejaran algo mientras se metía a la alberquita.
Me zafé de mis machos y caminé hacia Jorge quien me esperaba jalándosela sentado en la alberca, yo me agache a mamársela hasta ponérsela muy dura, me abrí de piernas cosa que me encanta y me la metí en la panochita, me movía encima de él muy rico, en círculos, los otros dos estaban ya dentro de la alberca también sentados jalándosela viendo la escena.
Jorge me lamía las tetas y me mordía los pezones, yo gemía como perra en celo en su oído: ¿esto querías papi? ¿Querías tenerme encima de ti como una putita? Cógeme, dame más papi, soy tuya, estoy ardiendo, quiero más. En verdad estaba muy caliente, soy una nena muy muy putita que no se llena fácilmente.
Les propuse un juego, quería que me la metieran lo más que pudieran así que el que se viniera me pagaría, todos rieron y estuvieron de acuerdo, de esta manera los monté uno a uno y cuando ellos sentían que se iban a venir me zafaban y me iba con otro, el primero que se viniera tendría que pagar 500 pesos.
Pase por todos varias veces, me ponían de espaldas de frente, me la metían por el culo, me dedeaban, me nalgueban, se las chupaba, me golpeaban con su pene, uno por uno me cogían, estuvimos así como 20 minutos cuando Emilio comenzó a bufar dentro de mí, me vas a dejar seco mami, me decía mientras me apretaba las tetas fuerte y yo no dejaba de moverme encima de él y gemirle al oído, se vino bien rico y yo también, me zafé y me pase con otro, así con la pepa llena de lechita, a estas alturas ya no les daba asco simplemente me recibían y me la metían hasta el fondo, además eran amigos, pasé de nuevo por los otros dos y al regresar con Emilio para mi sorpresa aún la tenía muy parada, WoW, ¿dos venidas y aun como fierro?
Antes de montarme encima de él le dije que me pagara, señalo su pantalón y al esculcarlo encontré un paquetito de pastillas azules, jaja, descubrí su secreto pero no dije nada, me metí una a la boca con un trago de refresco y le di una a Mario y a Jorge, ellos se dieron cuenta de la pastilla pero lo aceptaron.
Ya estaba un poco cansada de cabalgar tanto así que me sequé y me acosté en la cama y les dije que quien quisiera podía pasar a visitarme y así lo hicieron, nuevamente recibí uno a uno pero esta vez yo recostada en la cama, era muy rico y placentero, solo cerré mis ojitos y sentía cuando uno entraba, se estaba un rato, me cogía, se movía me mordía las tetas, me lamia los pezones, me dedeaba y así hasta que se venía dentro de mí, luego se salía y entraba otro más, para mi esa es una experiencia única, me recuerda a la primer vez que hice eso con tres o cuatro amigos, estaba tomada por eso no me acuerdo muy bien cuantos, jiji, pero me cogieron toda una noche en la prepa, fue delicioso.
No sé cuántas veces se vinieron, tal vez 5 o 6 cada uno, pero fueron más las que se metieron en mí, perdí la cuenta pero fueron muchísimas, las pastillas fueron una excelente elección, mi panochita, mi culito y mis tetas ya me dolían pero como buena soldada mientras la lucha siga yo seguía poniendo de mi parte y sobre todo “mis partes” jaja.
A veces me daban dos al mismo tiempo o los tres, uno por atrás y otro por delante, ya nadie me besaba eso sí, mi boca debería oler a bastante semen de todo lo que tragaba y chupaba, mi panochita y mi culito eran un poema, escurrían semen, me escurrían por las piernas y mis nalgas, me sentía sucia, usada, una puta en toda la extensión de la palabra.
Nos dieron las 5 am, yo me quedaba dormida por ratos y me despertaba una verga en mi panochita, solo sonreía y aprisionaba con mis piernas el hombre que me la estaba metiendo, me tomaron videos, fotos, grabaron mis gemidos, etc.
De repente sentí mucho escozor en mi vagina, un ardor rico, y al darme cuenta me estaban metiendo dos vergas en mi panochita, me la abrían muchísimo y eso me calentó de inmediato, gemí como loca, me abrieron las piernas como nunca, sentir dos, es delicioso, me encantó muchísimo, se movían y se apretaban entre ellas  y al mismo tiempo hacían una presión muy grande dentro de mí, me vine delicioso, saque muchísimos fluidos, entre el mar de semen que tenía adentro y la extrema calentura que me hicieron sentir con sus dos penes dentro me vine muchísimo.
Ahora si estaba agotadísima, mis amantes igual, me quedé profundamente dormida, escuche que se iban pero yo preferí quedarme, se despidieron de mí y me dejaron dinero para el taxi.
Me desperté a eso de la 1 de la tarde, me dolía todo, la vagina la tenía hinchada, el culito me ardía, uf, vaya cogidota que me dieron pensé.
Me metí a bañar, me vestí nuevamente, no encontré mi sostén, pero si me puse un calzón puesto que siempre traigo en la bolsa. Mi vestido estaba hecho una piltrafa, arrugado y manchado de semen supongo.
Pedí un taxi, al verme el taxista me pregunto si estaba yo bien, imaginen mi cara de desvelo y resaca con un vestido en esas condiciones, marcando mis tetas ya que no traía sostén, creo que pensó que me violaron o algo así, jaja, todo de maravilla le dije con una sonrisa pícara.
En el camino me venía viendo las piernas y tetas, solo me recosté y deje que mirara, me quería hacer platica pero yo venía muerta y se lo hice saber, solo me dijo, ok, entiendo, hoy estas muy cansada pero ¿me podrás decir cuánto cobras?, la verdad me gustaste, no es muy común encontrar a prostitutas tan buenas me dijo, a lo mejor te marco y nos vemos.
Jaja, hasta puta pensó que era, respondí: 2,500, no me alcanza dijo, pero juntaré este fin de mes.
Ni modo, junta y me marcas le dije, vi un marcador de CD debajo de su estéreo, me saqué las bragas frente a él  pudo verme todo, apunté mi número en ellas y se las di.
Cuando gustes papi, obvio no me cobró la dejada.
 
Me sentía la más puta de todas las putas.
 
 
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Relato erótico: “Verano del 44” (POR ALEX BLAME)

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El bombardeo duraba ya cuarenta y cinco minutos. Los obuses caían cada vez más cerca rociándolos con tierra y metralla.

-Baja la cabeza idiota. –le dijo al chico a la vez que empujaba su casco hasta el fondo del pozo de tirador. –Y sigue practicando con el cañón de la MG, dentro de un rato nuestra  vida dependerá de lo rápido que lo hagas.
-A sus órdenes  Feldwebel  March  -respondió el chico cogiendo el arma y el cañón de repuesto con sus manos temblorosas.
-No, así no. Con los guantes ignífugos estúpido, y repite los pasos en voz alta.
El bombardeo seguía sin interrupción, cuando acabase, los rusos volverían a asaltar sus trincheras y un montón de tipos anónimos se masacrarían unos a otros  de nuevo por el capricho de dos cerdos bigotudos. Kurt intentó ponerse lo más cómodo posible en el fondo de la estrecha trinchera  e intentó relajarse un poco alejando su mente de aquel infierno, con los estallidos de los proyectiles y la  cantinela del  joven recluta de fondo:
-1º Abrir el cerrojo y bloquearlo.
-2º Girar cerrojo del cilindro hacia la derecha y hacia adelante.
-3º Coger el cañón y tirar hacia atrás y hacia fuera del revestimiento.
-4º Introducir el cañón nuevo hasta el fondo y colocarlo en el lugar de alineación.
-5º Tirar del cerrojo hacia atrás y a la izquierda.
Con el tiempo, se las había arreglado para poder aislarse de los estampidos,  el olor a cordita y  a carne corrompida. Sin mucha dificultad, su mente se alejó  y voló de nuevo a casa, a su último permiso. Una casa que con cada batalla estaba un poco más cerca de él, un poco más cerca de  la muerte.
 Está de nuevo, durmiendo entre  sábanas limpias, al lado de Greta, con Fritz gorjeando al lado en su cuna. Un agudo chillido les despierta, Kurt, descolocado se incorpora inmediatamente y busca un refugio entre las tinieblas de la habitación, su mente sólo piensa en Sturmoviks  y Katiushas. Greta se levanta y con una mano sobre su pecho le obliga  a acostarse de nuevo. Kurt obedece y la observa levantarse y acercarse al pequeño bulto berreante. Lo saca de la cuna con delicadeza  llevándolo entre sus brazos y sentándose en un pequeño sofá. Los ojos de Kurt ya habituados a la penumbra observan a Greta bajarse un tirante del camisón mostrando un pecho blanco, grande y tenso, cargado de leche. Fritz se agarra con ansia al oscuro pezón y chupa. Greta le sujeta la cabeza y levanta la mirada. Sus ojos  azules se sorprenden al cruzarse sus miradas. No está acostumbrada a tenerle a su lado. Sonríe y se ruboriza ligeramente. Fritz ajeno a todo chupa golosamente la vida que le proporciona su madre. Greta comienza a cantar suavemente  una antigua canción campesina. Aquella pequeña granja de Silesia es un  oasis en la guerra, por el momento.
Durante mucho tiempo habían deseado tener un hijo sin éxito, ahora  que lo habían conseguido se preguntaba qué sería de él con el enemigo cada vez más cerca. Había visto las burradas que habían cometido las SS y no se hacía ninguna ilusión de que el ejército rojo no fuese a vengarse.

Greta se baja el otro tirante y cambia al bebe de pecho sin parar de cantar, ajena a sus oscuros  pensamientos. Su cuerpo ya no es tan esbelto ni elástico como cuando se casaron, pero  la edad y la maternidad   han suavizado los ángulos de su cara y ha hecho que sus curvas sean más rotundas y femeninas. Kurt la desea,  no hacen falta palabras para que Greta se dé cuenta de ello y se incorpora dando a su hijo pequeños golpecitos en la espalda. Dos sonoros  eructos después Greta deposita al pequeño en la cuna. Está dormido antes de que Greta termine de arroparlo.

Greta se acuesta  de lado y apartando la sábana acaricia el pecho de Kurt distraídamente. Con una sonrisa mete la mano bajo el calzoncillo y coge su polla erecta masturbándole suavemente mientras le besa.  Kurt responde al beso mientras acaricia los suaves rizos de ella. Sus labios se separan el tiempo justo para mirarse a los ojos. La mirada de ella es dulce y apaciguadora, la de él es oscura y melancólica.
-¿Qué están haciendo contigo, mi amor? –pregunta ella sin esperar una respuesta.
Sin responder,  Kurt se quita los calzoncillos y se tumba sobre ella. La besa de nuevo con suavidad pero profundamente intentando fijar entre sus recuerdos el sabor a fruta y a especias de su boca. Greta separa ligeramente las piernas y se deja hacer sin apremiarlo, intentando reprimir su excitación. El suave tejido del camisón y los movimientos de las caderas de Greta acarician su polla devolviéndole a la realidad y haciendo a Kurt consciente del deseo de su mujer. Con lentitud, saboreando cada gesto, levanta la falda del camisón y la penetra lentamente hasta que todo su pene está envuelto por el calor y la suavidad húmeda del coño de Greta.
Greta suspira  y  abraza el cuerpo duro de Kurt mientras él se mueve dentro de ella.  Con cada penetración se muerde los labios para ahogar los gritos de placer. Recuerda como antes de la guerra el sexo era apresurado y escandaloso, pero no lo echa de menos, solo echa de menos los gestos despreocupados y alegres de Kurt.
Kurt disfruta tanto del sexo de Greta como de sus uñas hundiéndose en su espalda o el aroma de su cuerpo. Baja la cabeza y le besa los pechos a través del encaje de la combinación. Greta se baja los tirantes, Kurt se los lame con cuidado intentado no irritar aún más los pechos doloridos por el amamantamiento, pero Greta los estruja excitada y le acerca los pezones a la boca.  Kurt los chupa, unas pocas gotas de leche salen del pezón inundando su boca con un sabor denso y dulce.    Greta gime y aprieta su cuerpo aún más contra el de él.  Kurt empuja más rápido y más fuerte, los muelles del somier crujen y Greta jadea y le pide más.  Kurt se separa y con el sabor de su leche en la boca mete la cabeza entre las piernas de Greta.

El cuerpo de Greta se crispa entero al sentir los labios de Kurt sobre su sexo. Abre sus piernas y cerrando los ojos disfruta de la boca de su marido lamiendo y chupando su sexo haciéndola olvidarse de todo haciéndola olvidarse de un mundo en llamas.  A punto de correrse se da la vuelta y levantando el culo y separando las piernas le invita a entrar de nuevo  en ella. Kurt la penetra, esta vez con rudeza, azuzado por el deseo. Greta da un respingo pero aguanta firme las embestidas de Kurt  agarrándose a las sábanas y disfrutando de aquel miembro duro y caliente moviéndose en su interior. Kurt no puede aguantar y se corre dentro de Greta sin parar de empujar hasta que momentos después  ella se paraliza, tiembla y grita incapaz de reprimirse.

Agotados y sudorosos se acuestan y con su pene aun dentro de ella se quedan dormidos.
La mañana les sorprende en la misma postura en la que se acostaron rendidos, la luz se filtra por los postigos  iluminando tenuemente la habitación. Sobre una silla, en la esquina está el uniforme de artillero de Kurt.
-No vuelvas.
-¿Qué no vuelva dónde? –pregunta Kurt aunque sabe de sobra la contestación.
-Al frente, esta vez tengo un mal presentimiento.
-Como siempre que marcho tras un permiso. –rezonga Kurt.
-Escucha, podríamos irnos, ponte ropa de paisano, nos esconderemos en Dresde con mi tía Dora. La ciudad apenas ha sido bombardeada. Allí estaremos seguros hasta que termine la guerra.
-Por nada del mundo te pondría en peligro a ti o a la familia. ¿Sabes lo que os harían si me pillaran escondido? A mí solo me fusilarían pero vosotros acabaríais colgando de una farola con un cartel al cuello.
-¡Me da lo mismo!  -grita Greta con lágrimas en los ojos. –Te amo, no quiero que te vayas, no quiero que mueras,  no quiero que Fritz crezca sin padre, prefiero morir contigo…
Kurt la interrumpe con un abrazo, ella desesperada intenta soltarse. Kurt imperturbable la sujeta mientras ella le golpea y le araña hasta convertirse en un bulto inerte y sollozante entre sus brazos.
Fritz se ha despertado de nuevo  y vuelve a aullar pidiendo comida de nuevo…
El súbito y atronador silencio que se produjo al terminar el bombardeo le sacó de sus ensoñaciones.
-Vamos, coloca el arma en posición. –le ordenó al recluta. –empieza el baile.
El joven recluta aún impresionado de estar  todavía vivo tras el monstruoso bombardeo tiró de la MG, desplegó el trípode e intentó reparar el maltrecho parapeto. Mientras tanto Paul y Hermann se acercaban con más cintas de munición.
-Hijo, puedes mearte y cagarte encima pero no dejes de cambiar el cañón.
En ese momento los rusos salieron gritando de sus refugios, estimulados por el vodka y las Nagan de los comisarios, atacando las posiciones alemanas  oleada tras oleada. Kurt las segaba con su sierra circular, con eficiencia y profesionalidad. Ráfagas cortas de veinte disparos. Cada siete ráfagas  el joven recluta cambiaba el cañón a la vez que repetía de nuevo la  misma cantinela:
-Primero abrir el cerrojo y bloquearlo…
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Relato erótico: “Seducido por la niñera de mis hijos, una ex-monja 2” (POR GOLFO)

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Tal y como os relaté en el primer capítulo, mi  madre me buscó como niñera de mis hijos a una ex monja. Teresa que en teoría llegó a mi casa para que sus nietos tuvieran una figura femenina decente en su vida, tras una discusión cambia su forma de vestir y de comportarse conmigo. Cuando antes era todo discreción y rectitud, a partir de entonces se transmuta en una joven coqueta y desinhibida.
Al analizar los motivos de ese cambio, descubro que de acuerdo con mi madre ha decidido seducirme.
Ese fin de semana fue mi perdición.
Al día siguiente, Teresa lucía radiante. Se notaba a la legua que estaba contenta y queriendo que se le quitara ese gesto de la cara, la saludé con un beso en la comisura de los labios mientras mi mano repetía la misma operación que la noche anterior. Pero si hacía unas horas mi magreo la había sorprendido, esa mañana no hizo ningún intento de retirar mis dedos de su trasero y mientras yo seguía acariciándolo, me dijo:
-Cariño, ¿Qué quieres que te prepare de desayunar?
Su tierna respuesta y que para colmo se dirigiera a mí de esa forma frente a mis hijos, me cabreó al darme cuenta que iba a ser una presa dura de vencer y con tono duro, le pedí un café. La muy ladina no se dio por enterada y mientras me lo servía, con voz dulce, me soltó:
-¿Qué te pasó anoche? No parabas de dar vueltas en tu cama- y poniendo un tono pícaro, preguntó: -¿Acaso soñaste conmigo?
Ni siquiera contesté y cogiendo el puñetero café, salí de la casa cabreado por mis pobres resultados. Ya en el coche, decidí incrementar la presión y recordando que en dos días nos íbamos a la Manga, decidí hacer trampas y que la presa fuera ella. Nada más llegar a mi trabajo, cogí el teléfono y cambié la reserva. Teresa había reservado dos habitaciones con dos camas, suponiendo que ella dormiría con Adela en una y en la otra, Manolito y yo pero por la promesa de una buena propina, quedó registrada en el ordenador solo una y encima con cama de matrimonio.
Disfrutando de ante mano de mi venganza, pensé el bochorno que sentiría esa monjita al tener que dormir conmigo y creyendo que se negaría de plano, me puse a planear que le diría a mi madre cuando esa arpía me dimitiera.
Durante el resto de la semana, esperé con impaciencia que llegara el día de irnos. Ajena a lo que le tenía preparado, cada vez era más evidente que iba a la caza y captura mía. Acostumbrada a que aprovechara cualquier oportunidad para pasar mi mano por su cintura o su trasero, ponía su culo en pompa en cuanto me veía.  Cómo lejos de mostrar embarazo, cada vez se ponía más contenta al recibir mis caricias, comprendí que en su fuero interno pensaba que estaba a punto de caer en sus brazos.
Ese viernes, la recogí al medio día con mis hijos a la salida del trabajo. En cuanto la vi, supe que me estaba echando un órdago porque además de venir con un escote de lo más sugerente, me saludó con un breve beso en los labios. Al ver mi cara de sorpresa, se rio de mí diciendo:
-Perdona pero la culpa es tuya por mover la cara.
Asumí directamente que había metido directa y que en su inexperta mente, ya se consideraba casi mi novia.
“Lo lleva claro”, pensé, “menudo chasco se va a llevar”.
Al estar nuestro destino a cuatro cientos setenta kilómetros, decidí ir preparando el terreno y que cada vez estuviera más nerviosa. Por ello en cuanto se ató el cinturón y salimos rumbo a la autopista, posé mi mano sobre su pierna. Nuevamente su comportamiento me descolocó, porque en vez de quejarse, me sonrió y como si fuera algo a lo que estaba habituada, puso la suya sobre mi muslo.
No sé si fue el tacto de su piel desnuda bajo mis yemas o el sentir su palma sobre mi pantalón, pero lo cierto es que el que se puso incómodo fui yo al notar que me estaba empezando a excitar.
“Esta niña está jugando con fuego”, me dije cuando Teresa no contenta con ello, discretamente me empezó a acariciar la pierna.
Sobre estimulado mi pene se alzó bajo mi bragueta, Teresa al ver el enorme bulto que había hecho su aparición de improviso, aprovechó para decirme:
-No sabes lo feliz que soy desde que estoy contigo.
Sus palabras me recalcaron sus intenciones y por algún motivo, no cortaron de cuajo mi excitación sino todo lo contrario. Al imaginar mi vida con ella, sonreí y de pronto empecé a preocuparme por la trampa que le había preparado.
“No puede ser”, me dije al darme cuenta que podía estar enamorado de esa mojigata y acojonado por esos sentimientos, se me hizo eterno el viaje hasta el hotel.
Eran las ocho cuando aparcamos en su parking. Como no podía hacer nada para deshacer mi plan, le pedí que fuera a inscribirnos mientras yo me ocupaba de bajar el equipaje. Deliberadamente me retrasé y por eso cuando me uní a ellos, vi que Teresa discutía con el conserje.
Al llegar a su lado, me miró y supe por su expresión que me había descubierto pero en vez de tomárselo a mal, me soltó:
-Recuerdas que te enseñé la reserva, pues resulta que en el ordenador es diferente y solo tenemos reservados una habitación con cama de matrimonio.
-¿Y qué hacemos?- pregunté haciéndome el inocente.
Con una sonrisa, me contestó:
-Somos adultos y frente a los niños, no creo que intentes violarme.
Tras lo cual meneando su trasero cogió a mi hijos y fue hacía el ascensor dejándome, a mí con el equipaje. La desfachatez con la que se tomó la noticia, me alivió en parte pero también me preocupó porque nunca había previsto realmente compartir la cama con ella. Por eso respiré cuando llegamos a la habitación y comprobé que al menos era una King-size donde íbamos a dormir. Al menos no tendríamos que estar tan pegados.
Después de dejar la ropa, buscamos un restaurante donde cenar. Cómo dice Murphy todo es susceptible de empeorar, cuando íbamos rumbo al que nos habían recomendado, mi hija al ver a unos padres con sus hijos, con voz tierna me dijo:
-Papá, ¿Por qué no podemos ser una familia?
-¿A que te refieres?- pregunté.
-Van todos abrazados.
La bruja de su niñera cogió su sugerencia al vuelo y pasando su mano por mi cintura, le contestó mientras cumplía el deseo de Adela, pegando su cuerpo al mío:
-Cariño, por supuesto que somos una familia. No lo dudes, tu padre me quiere muchísimo- si de por sí su cercanía ya era excitante, ese engendro del demonio incrementó mi turbación llevando mi mano hasta su trasero y susurrando en mi oído, me soltó:-¿o no es verdad?
Conociendo su juego, no pude quedarme callado y murmurando  para que no lo oyeran mis hijos, le respondí:
-Te estás pasando. Luego no te quejes si me paso- y tratando de escandalizarla, proseguí diciendo: -Recuerda que esta noche dormiremos en la misma cama.
Lejos de molestarla mi insinuación, esta tuvo el efecto contrario y soltando una carcajada, contestó:
-A lo mejor soy yo quien te sorprende….
 Sus palabras me confirmaron que de no mediar la suerte, podía caer en mi propia trampa. La ex monja me estaba provocando descaradamente y tal y como se estaban viendo afectado mis neuronas, era previsible que se saliera con la suya. Defendiéndome como gato panza arriba, le di un suave mordisco en la oreja mientras le decía:
-¿Vas a violarme? O ¿Tendré que ser yo quien lo haga? 
Teresa luciendo la mejor de sus sonrisas y mientras dejaba caer su mano por mi culo, me respondió:
-Antes tendrás que pedirme que me case contigo.
La respuesta de esa mujer me dejó estupefacto y separándome bruscamente de ella, comprendí que aunque lo había soltado medio en broma que nos casáramos era su intención desde el principio y que para colmo tenía como socia a mi propia madre.
Durante la cena, tanto ella como yo nos mantuvimos en un incómodo silencio, solo roto brevemente por las preguntas de mis chavales. Se le notaba a la legua que al igual que a mí, la perspectiva de dormir juntos la estaba poniendo nerviosa. Poco a poco, me fue contagiando de su nerviosismo y por eso al llegar a la habitación estaba como un  flan.
Al entrar y aprovechando que Teresa estaba poniendo el pijama a mis hijos, me metí en el baño a cambiarme. Aunque os parezca imposible, me sentía profundamente perturbado por la idea de acostarme en la misma cama y tras asearme un poco salí a enfrentarme con ella.  La escena con la que me encontré no pudo mas que incrementar mi desasosiego porque aprovechando mi ausencia, la muchacha había conseguido que le subieran otro colchón y en vez de obligarme a mí a dormir en él,  estaba acostando allí a mis críos.
Al levantar la mirada y ver mi sorpresa, con voz pícara, me soltó:
-Éramos muchos para una sola cama.
Tras lo cual, cogió una bolsa y se metió con ella al baño. Reconozco que los cinco minutos que tardó en salir, fueron un suplicio para mí pero nada que ver con el estado en que me dejó al verla salir ataviada con un picardía rojo casi transparente.
“¡Diós! !Cómo está!”, exclamé mentalmente al comprobar que lejos de ocultar la belleza de su cuerpo, esa tela la realzaba. Aunque ya sabía que la ex monja tenía un buen par de pechos, nunca imaginé el tener la oportunidad de verlos tan claramente a través del encaje. Era tan tenue la barrera que creaba ese camisón que pude distinguir a la primera el color negro y el tamaño de sus pezones.  
“¡No puede ser!”, pensé babeando al percatarme que producto de la caricia de mi mirada esos dos botones se contraían excitados.
-¿Te gusta?- Teresa me preguntó coquetamente.
-Mucho- respondí  mientras seguía deleitándome con el resto de su cuerpo.
Si su delantera era de infarto, al bajar mis ojos por su anatomía, me encontré con un tanga tan pequeño que no dejó duda alguna de que se había depilado las ingles al completo. Mi curiosidad se vio recompensada porque dando una vuelta completa, la joven me lució su modelito.
“¡Menudo culo!”, me dije al admirar la perfección de sus nalgas.
Duras y respingonas eran el sueño de todo hombre y tenerlas al alcance de mi mano fue más de lo que pude aguantar y acercándome a ella, las acaricié brevemente mientras le preguntaba de qué lado prefería dormir. Teresa sin rehuir mi contacto, respondió:
-Te he espiado dormido muchas noches y como quiero que me abraces, dormiré a tu derecha.
El descaro con el que me reconoció que me había espiado me dejó perplejo por chocar directamente con la idea que tenía de esa mujer pero más aún que me admitiera que deseaba que yo la tomara entre mis brazos. Sin saber que hacer me acosté del lado acostumbrado y esperé a que Teresa se uniera a mí.
La joven se entretuvo tapando a los críos y con ellos ya medio dormidos, se acercó y me susurró mientras se tumbaba en la cama:
-Te doy permiso que me toques pero, si quieres algo más, ya sabes mi precio.
La seguridad con la que me hablo me indignó y sobre reaccionando a su afrenta, le solté:
-¡No estás tan buena!.
Soltando una breve carcajada, me dijo en voz baja:
-Mañana a estas horas estaremos comprometidos.
Cabreado apagué la luz y me dispuse a dormir sin siquiera tocarla. La niñera al notar que me apartaba de ella, se pegó a mí y en silencio, me empezó a desabrochar el pijama:
-¡Qué haces!- exclamé escandalizado de lo que esa bruja con cara de ángel estaba haciendo.
Muerta de risa, me contestó:
-Tu madre me dijo que a lo mejor necesitaba darte un empujoncito- tras lo cual empezó a acariciarme.
Tratando de mantener la cordura, cerré los ojos y me puse a pensar en el trabajo. Desgraciadamente me resultó imposible de concentrarme en otra cosa al sentir sus labios recorriendo mi pecho.
-¡Déjame!- supliqué en voz baja al notar que bajo el pantalón mi pene empezaba a reaccionar.
La maldita de ella  sonrió al percatarse de mi involuntaria reacción y levantando sus ojos me miró. No me costó reconocer en su mirada que esa mujer estaba resuelta a doblegarme pero también y por primera vez, descubrí deseo. Paralizado tuve que soportar el experimentar que obviando mis quejas, Teresa incrementara sus caricias mientras ponía una de sus piernas sobre mí. Al hacerlo, me quedé cortado porque era imposible que no se hubiese percatado de mi erección.
Sonriendo me confirmó que se había dado cuenta al decirme:
-¿No tienes algo que preguntarme?
“Será puta”, pensé al saber a qué se refería justo noté que me empezaba a pajear con su pierna: “¡No le importa que estén mis hijos en la misma habitación!”
Su acoso era tal que intenté separarla de mí pero al irla a empujar, Teresa aprovechó para llevar mis manos hasta su pecho mientras me decía:
-Pueden ser tuyos para siempre.
Os juro que intenté rechazarla pero al sentir la dureza juvenil de sus tetas bajo mis yemas me entretuve un poco más de lo necesario y eso fue mi perdición. La niñera gimió de gusto al notar que dando un suave pellizco a sus pezones firmaba mi claudicación.
-Tócame- ordenó metiendo mi mano bajo su camisón.
Como un zombi sin  voluntad cumplí su mandato recorriendo el borde de su areola. Esta al sentir mi caricia se contrajo poniéndose dura mientras su dueña pegaba su sexo contra el mío y lo empezaba a frotar contra mi erección.
-Ummm- escuché –  ¡No sabía que era tan agradable!
Supe por su cara que  nunca había sentido ese tipo de sensaciones y eso lejos de disminuir mi morbo, lo incrementó al saber que sería yo el primero. Enfrascado en un camino sin retorno, llevé mis manos hasta su culo y empecé a acariciarle las nalgas mientras la ex monjita sollozaba al restregar su clítoris contra mi pene.
-¡Me encanta!- exclamó en voz baja al sentir que su cueva se encharcaba.
Cada vez más rápido y olvidando cualquier recato se movió sobre mí buscando liberar esa rara tensión que se iba incrementando en su entrepierna. La urgencia con la que Teresa ansiaba descubrir el placer me volvió loco y sacando mi miembro de su encierro, le quité el tanga. La niñera haciendo un breve movimiento evitó mi ataque y aprisionando mi pene entre sus piernas, sollozó descompuesta por el placer que la invadía.
-Respétame- me imploró mientras seguía forzando con sus movimientos mi extensión.
Su doble discurso, pidiéndome cordura cuando su cuerpo buscaba exactamente lo contrario, consiguió enervarme y apretando sus nalgas con mis manos, le susurré al oído:
-Vas a ser mía.
Si para mí fue un suplicio el sentir su humedad recorriendo la base de mi pene, para ella, mis palabras fueron la gota que esa mujer necesitaba para correrse y restregando su coño con más fuerza contra mi  verga, se corrió regando con su flujo mis piernas. La fuerza de su orgasmo fue tal que su cuerpo empezó a convulsionar mientras Teresa se mordía los labios intentando no gritar. Supe en ese instante que de no estar mis niños durmiendo en la cama de al lado, esa mujer hubiese dejado salir su excitación con un berrido pero al recordar su presencia buscó mis labios diciendo:
-Amor mío, ¡Bésame!
Respondí con pasión a su beso y mientras mi lengua jugueteaba con la de ella en el interior de  su boca, mi pene no pudo más y descargó mi simiente contra sus muslos. Teresa, al sentir mi eyaculación, sonrió y poniendo su cabeza sobre mi pecho, murmuró:
-Gracias cariño pero, si quieres más, mañana le tendrás que decir a nuestros hijos qué te casarás conmigo.
-¡Jamás!- respondí hecho una furia.
Levantando su cara, me miró diciendo:
-Hasta tú mismo sabes que lo harás- tras lo cual acomodándose a mi lado, se quedó dormida…
El día de mi crucifixión.
Como comprenderéis y sobretodo disculpareis, esa noche apenas dormí. El tener a ese bombón a mi lado sabiendo que sería mío si le prometía unirme a ella de por vida, fue una tentación que impidió que conciliara el sueño. Por eso sobre las ocho de la mañana y viendo que me resultaba imposible seguir junto a ella, me levanté a dar una vuelta por el pueblo. Aunque intenté no hacer ruido, estaba a punto de salir cuando Teresa despertó y desperezándose sobre la cama me preguntó a donde iba.
Cabreado le contesté que a buscar una mujer. La muy guarra, quitando la sabana, me contestó:
-Tú mismo pero recuerda la que te perderías.
Si por la noche estaba preciosa, esa mañana su belleza era dolorosamente insoportable a plena luz y sin contestarla, salí huyendo de la habitación mientras llegaba a mis oídos el sonido de su carcajada. Con la imagen de su cuerpo casi desnudo torturando mi mente, tomé el ascensor.
-No pienso ceder- dije en voz alta sin importarme que dos alemanes viajaran conmigo en ese habitáculo.
Los turistas se miraron entre ellos creyendo que era un loco peligroso y apartándose de mí, buscaron el refugio de una esquina. Con mi sangre hirviendo de ira, me escabullí como pude y salí a la calle. Hoy sé que ya sabía en mi fuero interno que era cuestión de horas que cediera ante esa arpía pero entonces fui incapaz de reconocerlo y buscando que me diera el aire, me puse a desayunar en una terraza.
Ya en la mesa, no pude dejar de recordar el sabor de sus labios y la exquisitez de su cuerpo mientras me tomaba un café:
-Todas las mujeres son unas zorras- mascullé al recordar la actuación de mi propia madre.
Al  cabo de una hora ya me había tranquilizado y asumiendo que podía enfrentarme con ese mal bicho sin sucumbir a sus encantos volví al hotel. El desayuno me sirvió para hacerme la vana ilusión de creer que podría mantenerme firme en mi decisión de no claudicar ante ella pero mi supuesta resolución se desvaneció como un azucarillo al entrar en la habitación.
Nada más cruzar la puerta, oí las risas de mis dos críos en el baño y queriendo ver de qué se reían entré sin llamar a la puerta para encontrarme a Teresa con ellos en el jacuzzi jugando. La imagen de esa mujer desnuda muerta de risa mientras Adela y Manuel la mojaban me resultó además de atractiva, extremadamente tierna y por eso me quedé en silencio observándola. Ese demonio no solo era bellísimo sino que tenía de su lado a toda mi familia.
Teresa, sin ser consciente de que la estaba viendo, se reía mientras devolvía el ataque con el teléfono de la ducha. Desgraciadamente en ese momento, Manolito me descubrió y pegando un grito me pidió que me metiera con ellos dentro de la enorme bañera. La niñera se intentó tapar mientras, avergonzado de mi actuación, me excusaba con el niño diciéndole que estaba vestido. Aunque en realidad lo que me impedía acompañarlos, era que me veía incapaz de no excitarme con esa mujer en pelotas y desapareciendo del baño, les esperé en el cuarto.
Al cabo de cinco minutos, los tres salieron listos para ir a la playa. Fue entonces cuando la ex monja, divertida, me preguntó mientras me modelaba el provocativo bikini que llevaba:
-¿Encontraste lo que buscabas?
No pude ni contestar. Mi ojos se habían quedado prendados en su figura y mi mente solo podía soñar con tenerla a ella y a nadie más.  La visión de su cuerpo apenas cubierto por tres triángulos de tela era tan increíblemente provocadora que me quedé babeando ante ella y tuvo que ser la propia Teresa la que me despertara diciendo:
-Ponte el traje de baño para que podamos ir a la playa.
Mascullando una breve protesta, me fui a cambiar y ya con él, salimos los cuatro rumbo a la playa. La cabrona de la niñera sabiendo que no podía quejarme aprovechó para nada más salir a la calle, pedirme que le pasara el brazo por la cintura diciendo:
-Manuel, recuerda que somos una familia.
La mirada de mis retoños me impidió contestarle una fresca y refunfuñando la agarré de la cintura. Sabiéndome en su poder, llevó mi mano hasta su trasero diciéndome al oído:
-¿No lo echas de menos?
La dureza de su nalga y la suavidad de su piel elevaron mi temperatura de golpe y poniéndome la bolsa con las toallas tapando mi entrepierna, intenté ocultar mi erección. La risa de esa mujer me informó que a ella no había conseguido engañar y con tono sensual, me susurró:
-¿Con qué te vas a tapar en la playa cuando eches crema en mi culito?
Indignado contesté en voz baja intentando que mis chavales no se enteraran:
-Deja de comportarte como una zorra.
Alegremente, esa mujer educada en un monasterio me contestó:
-No soy una zorra sino una mujer que sabe lo que quiere- tras lo cual, disimulando cogió mi pene entre sus manos y dijo: -Seré tu esposa ante Dios y la sociedad pero también si quieres me convertiré en tu puta en la cama.
El breve apretón que pegó a mi miembro con sus dedos estuvo a punto de hacer tropezar. Descojonada, me miró a los ojos con picardía y me dijo:
-He contratado a los niños una clase de vela, así que tenemos toda la mañana para nosotros solos.
Si antes de conocerla alguien me hubiese dicho que recibiría con espanto la noticia de quedarme solo con ese pedazo de hembra, me hubiera reído de él pero os reconozco que en ese instante fue como si un jarro de agua fría cayese sobre mí. Sin nada que objetar, acompañé a mis hijos a sus clases sabiendo que sin ellos iba a ser presa fácil de ese engendro de los infiernos.
Ya una vez ella y yo solos, me preguntó que quería hacer. Temiéndome que si iba a la playa, Teresa cumpliría su amenaza de obligarme a echarle crema, sugerí dar una vuelta por la ciudad.
-¿Así vestida?- su tono jocoso me obligó a mirarla y ella sabiéndose observada se dio la vuelta para que admirara que el enanísimo tanga dejaba al desnudo todo su trasero.
-Comprendo- contesté pero para mi fortuna había a pocos metros un tenderete donde le compré un pareo con el que taparse.
Una vez resuelto ese problema no pudo ni intentó negarse a dar una vuelta y pegándose a mí, riendo me dijo:
-¿Dónde vamos?
La cercanía de esa mujer hizo que retornara mi excitación y tratando de zafarme de su acoso, comencé a andar por el paseo marítimo. Curiosamente el llevar a Teresa colgada de mí lejos de molestarme, me empezó a gustar y paulatinamente fui olvidando el rencor que sentía por ella. Al cabo de los diez minutos de caminata, la joven quiso entrar a una tienda a ver unos trapos. Viendo su sonrisa mientras revisaba la mercancía de ese local, no pude  dejar de pensar en cómo había cambiado esa mujer.
Cuando llegó a mi casa, no le importaba la moda e iba hecha un desastre pero desde la intervención de mi madre, disfrutaba viéndose guapa.
“Realmente está como un tren”, estaba pensando cuando vi que un dependiente se le acercaba y empezaba a hablar con ella.
Si en un principio me pareció normal, no tardé en darme cuenta que el muchacho estaba tonteando descaradamente con ella. Excediéndose en su labor, el maldito crio bromeaba sin parar con ella. Involuntariamente me empezó a cabrear pero el colmo fue cuando señalándome, le preguntó si era yo su padre.
“¡Será cretino!”, maldije mentalmente al muy capullo.
Mi humillación se vio incrementada cuando Teresa, muerta de risa, cogió una de las prendas y me llamó  diciendo:
-Papá, ¿Te gusta?
Ni me digné en contestarla y hecho una furia salí del local. Ya en la calle, me di cuenta que esa sabandija lo había dicho para molestarme y que mi reacción era una victoria más en su haber. Cuando ella salió, mi cabreo en vez de disminuir se incrementó por culpa de un montón de adolescentes que al verla, empezaron a decirle burrada y media mientras Teresa no dejaba de sonreír. Totalmente iracundo, la agarré del brazo y con tono serio, le solté:
-Deja de tontear con todos.
Sonriendo dulcemente, contestó:
-Todavía soy una mujer libre- e incrementando mi enfado se dio la vuelta y dirigiéndose a los chavales, les lanzó un beso.
Ese nutrido grupo respondió al beso con nuevos piropos mientras yo me la llevaba de allí casi a cuestas. La ira me nublaba la mente, me sabía y  reconocía en sus manos y eso no hacía más que incrementar mi enfado. Todo mi ser anhelaba disfrutar de sus caricias y lo que había empezado como un reto, se había convertido en una auténtica necesidad. Lo único que me retenía era la sensación de sentirme un pelele y que a partir de mi claudicación, esa hembra del demonio además de convertirse en mi esposa, se transformara también en mi dueña.
Mi silencio alertó a Teresa del sufrimiento que estaba asolando mi cerebro y cogiéndome de la mano, me llevó hasta el hotel sin que me diera cuenta. Al entrar al Hall, me la quedé mirando al no saber que se proponía. Entonces y imprimiendo un tono dulce a su voz, me dijo:
-Necesito hablar contigo a solas.
Sin quejarme, la seguí hasta la habitación. Una vez allí, me obligó a sentarme en la cama y poniéndose a mi lado, se echó a llorar. Hoy sé que esas lágrimas fueron la gota que colmó mi vaso y creyendo realmente que la cría estaba angustiada, la abracé mientras intentaba consolarla.
Teresa al sentir mis brazos y llorando a moco tendido, me confesó como mi madre la había convencido de seducirme y como al aceptar, no había previsto los problemas que esa solución le iban a acarrear:
-Perdóname que te haya presionado para casarte conmigo pero desde que te conozco, me has hecho sentir viva y necesito ser tuya.
Fue entonces cuando levantando su cara, llevó sus labios hasta los míos y me besó. Ni que decir tiene que respondí con ardor a sus besos y antes de que ninguno de los dos nos percatáramos de lo que estábamos a punto de hacer, nos tumbamos en la cama mientras nuestras manos recorrían sin pudor nuestros cuerpos. La urgencia con la que esa mujer buscaba mis caricias, demolió mis últimas defensas y quitándole la parte superior de su bikini, hundí mi cara entre sus pechos.
Aun sabiendo que me iba a excitar y que era un camino sin retorno, lo hice a un ritmo lento, disfrutando de la tersura de su piel y de la rotundidad de sus formas. Tanteando los acontecimientos, fui acercando mi boca a sus pezones mientras acariciaba con mis manos esos dos monumentos. Eran preciosos, duros al tacto, pero suaves bajo mis palmas. Sus negras aureolas se contrajeron al sentir la acción  mis dedos, de forma que cuando las toqué, ya estaban erectas.
Quizás debía haber recapacitado antes, pero al hacerlo, mi pene reaccionó irguiéndose debajo de mi traje de baño. Por eso, no caí en que la ex monja había apartado su cara para que no viera como se mordía el labio por el deseo.
-¡Qué bella eres!- exclamé al mamar por primera vez de esas maravillas.
Teresa gimió calladamente al sentir mi boca jugueteando con sus pezones y en voz alta, me rogó que la hiciera mía. La necesidad de sus gritos curiosamente me calmó y deslizándome por su cuerpo, me fui acercando hasta su pubis. Ni siquiera me hizo falta ser yo quien le quitara el tanga porque la niñera al experimentar la caricia de mis besos, se excitó de tal manera que fue ella misma la que se desprendió de esa prenda. Tal y como había anticipado, la mujer llevaba su sexo exquisitamente depilado.  
“¡Dios! ¡Qué maravilla!”, pensé al comprobar que su dueña se había afeitado todo el vello dejando solo un pequeño triangulo que parecía señalar el inicio de sus labios.
Pasmado ante tanta belleza, me entretuve acariciando los bordes de su cueva sin hollarla. Mis lento avance fue calentando de sobre manera a Teresa que no paraba de gemir. En un momento dado, cuando mis dedos rozaron su botón del placer como si fuera por accidente, La mujer no pudo más y golpeando con sus puños sobre el colchón me imploró que la tomara.
-Tranquila, mi amor- le dije sonriendo, tras lo cual reinicié mi ataque.
Reconozco que siendo consciente de que su falta de experiencia y de sus rígidos valores morales, me debía de haber detenido pero la tentación de acariciar a ese pedazo de hembra era algo que no pude aguantar y menos cuando al alzar la cara y mirarla, descubrí que la ex monja se estaba pellizcando los pechos mientras me devolvía la mirada con deseo. Esa visión fue el banderazo de salida, sin poderme ya retener, acerqué mi cara hasta su entrepierna y sacando la lengua, me apoderé de su clítoris:
-¡No puede ser!- chilló descompuesta mientras separaba las piernas para facilitar mis maniobras.
El sabor agridulce de su coño invadió mis papilas y mientras  recogía parte de su flujo, no tardé en escuchar sus gritos de placer.
-¡Cómo me gusta!
La humedad que manaba de su entrepierna me confirmó que esa ex monja  realmente estaba excitada y prolongando su tortura metí mi lengua dentro de su abertura con cuidado porque al separar sus labios me encontré con su himen intacto. La certeza de que era virgen y que sería yo el primero en hollar su interior, me indujo a ir más despacio mientras mi víctima se retorcía sobre el colchón, presa de una inusitada pasión. Lentamente mis húmedas caricias se hicieron más profundas y más rápidas al son marcado por la respiración entrecortada de la mujer.
Al sentir que se aproximaba su clímax, me concentré en su botón del placer y sustituyendo la lengua por los dientes, empecé a mordisquearlo suavemente. Teresa incapaz de retener el cúmulo de sensaciones que estaba asolando su cuerpo se dejó caer sobre la almohada y pegando un alarido se corrió. Satisfecho y deseando que fuera inolvidable esa primera vez, comí y bebí de su coño mientras ella unía sin pausa un orgasmo con el siguiente. No paré de saborear el flujo que manaba del ardiente río en el que se había transmutado su sexo hasta que su dueña pegando un último chillido se desplomó sobre la cama.
Reconozco que me asusté al ver que se había desmayado y temiendo que le pasaba algo grave intenté despertarla. Por mucho que lo intenté, Teresa tardó unos minutos en volver en sí. Cuando lo hizo, abrió los ojos y me dedicó la más maravillosa de las sonrisas diciendo:
-Ya puedo decir que soy mujer.
La alegría de su cara no disminuyó cuando llamándome a su lado, me pidió:
-Desnúdate, ¡Quiero ser tuya!
La rotundidad de sus palabras me destanteó al recordar que ella misma me había puesto como condición anteriormente el habernos casado y queriendo confirmar ese extremo, le pregunté:
-¿Estas segura?
-Sí, bobo. Para mí, ya soy tu mujer- y recalcando sus deseos llevó sus manos hasta mi pene para darle un pequeño apretón mientras me soltaba: -Sé qué harás lo correcto.
Tras lo cual sin mediar palabra, me besó la cara y sin dejar de hacerlo, bajó por mi cuello, recreándose en mi pecho. Comprendí que no me iba a poder negar y con mi pene totalmente erecto esperé su llegada. La delicadeza con la que se fue deslizando por mi cuerpo me terminó de excitar y babeando ya  totalmente dominado por sus caricias, sentí su aliento sobre mi extensión.  
La ex monja jugueteó con mi miembro unos segundos como indecisa. Supe que no estaba segura de lo que hacer. Cuando estaba a punto de explicarle como se hacía, sentí que sus labios se abrían y como si fuera un chupa-chups empezaba a lamer los bordes de mi glande. La satisfacción que leyó en mi cara, le dio nuevos ánimos y mientras con sus dedos acariciaba mis testículos, se introdujo mi polla en el interior de su boca.
Como comprenderéis, no hizo falta mucho tiempo para que mi sexo alcanzara su máximo tamaño. Al comprobarlo y actuando como posesa, se fue metiendo y sacando mi talle cada vez más rápido. Mis gemidos ratificaron que lo estaba haciendo bien y ya convencida de su pericia, abrió los labios y usando su boca como si de una vagina se tratara, se lo introdujo hasta el fondo de su garganta.
La placentera sensación  que sentí al ver absorbida toda mi extensión elevó mi excitación hasta límites insoportables y pidiendo que parara, la levanté en mis brazos y la tumbé sobre la cama.  Teresa comprendió lo que iba a suceder y con una mezcla de deseo y de temor, me miró al ver que separando sus piernas acercaba mi pene a su pubis.  
Al hacerlo, vi su himen todavía intacto y cuidadosamente empecé a jugar con él, al saber que esa sería la única posibilidad que tendría de hacerlo porque a partir de ese día, esa tela blanquecina habría desaparecido para siempre. Los primeros gemidos de la mujer no tardaron en llegar a mis oídos.
Retorciéndose como una anguila,  Teresa me rogó que la hiciera mujer. Entonces, levantando sus piernas hasta mis hombros, acerqué la cabeza de mi pene a su sexo y rozando con mi glande su clítoris antes de penetrarla, conseguí que se volviera a excitar entre sollozos. Sabiendo que estaba dispuesta, lentamente superé sin dificultad ese obstáculo, haciéndola mujer. El breve dolor que sintió al ser desgarrada fue intenso pero paulatinamente se fue diluyendo al experimentar el suave vaivén de mi pene en su interior.
Gradualmente fue desapareciendo al irse relajando  sus  músculos y entonces fue cuando aceleré la cadencia de mis incursiones hasta ser un ritmo desbocado. La ex monja, por su parte, no se podía creer como el placer la estaba poseyendo y cerrando sus manos, comenzó a berrear su pasión al comprobar que le faltaba la respiración.
-Por favor, ¡No pares!-.
Sus palabras solo sirvieron para que acelerase aún más mi ritmo y  usando sus pechos como agarre, me lanzara en galope en busca de mi placer. La nueva postura elevó todavía más su calentura y gritando se corrió al sentir que regaba con mi simiente su sexo.  El esfuerzo fue demasiado y se desplomó sobre las sabanas mientras mi pene terminaba de eyacular en su interior. Agotado y desgraciadamente totalmente subyugado por esa mujer, me tumbé a su lado.
Durante unos minutos ninguno de los dos habló. Teresa había cedido a ser mía sabiendo que aunque todavía no habíamos pasado por el altar, había conseguido su objetivo y yo me había olvidado de mis reparos a volverme a casar. Ese extraño silencio, se rompió cuando acercando su boca a mi oído me susurró:
-Cariño, ¿Te importaría la próxima vez usar un condón? No quiero que salir embarazada en las fotos de la boda.
Debí de sentirme ofendido al oírla pero reconociendo que estaba colado por esa mujer, la besé mientras la contestaba:
-¡Ni lo sueñes!, ¡Haberlo pensado antes de quitarte las bragas!.
 
 Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/

 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

“La princesa Maga y sus cuatro sacerdotisas”. Libro para descargar (POR GOLFO)

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Sinopsis:
 

Un negocio en Africa hace que nuestro protagonista entre en contacto con la realidad de una cultura y una gente que le eran desconocidas. Sin saber cómo ni porqué se deja llevar por su soberbia y cierra un trato con un reyezuelo local desconociendo que al comprar su heredad no solo estaba adquiriendo unas tierras sino que ese apretón de manos llevaba incluido su boda con su hija, la princesa.
Temiendo por su puesto de trabajo, es incapaz de rehuir es trato aunque ello lleve emparejado unirse de por vida con una mujer con la que siquiera ha hablado y sin conocer las consecuencias que eso tendría. Al ir conociendo a su esposa, Manuel descubre que sus paisanos le tienen un respeto desmedido y que bajo la apariencia de una bella joven se esconde una maga de inmensos poderes. Para terminar de complicar las cosas donde va ella, van las cuatro premières… sus sacerdotisas que tambien se consideran sus esposas.

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:
 
Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

PRÓLOGO.

Nunca me había creído una buena persona, es mas siempre me había considerado un cabrón insensible y carente de sentimientos que iba a lo suyo. Aunque había media docena de tipos que me tenían en buena estima, tengo que reconocer que pasaba de ellos y que lejos de considerarles amigos, para mí siempre habían sido meras herramientas para usar o desechar según el caso.
Nunca había tenido una verdadera relación y mis teóricas novias no pasaron jamás de coños donde descargar mis ganas. Aunque alguna de ellas llegó a enamorarse de mí y creer que yo le correspondía, todas y cada una de mis conquistas hoy ni siquiera me hablan. Para ellas soy un cerdo. Razón no les falta. A la gran mayoría les puse los cuernos y aquellas que tuvieron la suerte de no lucir una cornamenta a buen seguro tampoco me recuerdan con cariño porque en cuanto me cansaba de ellas, las echaba de mi lado sin contemplaciones.
Confieso que hijo de perra, capullo, maldito, egoísta y otras lindezas son apelativos que definían mi carácter y estaba orgulloso de ello. Es más siendo un trepa que no le importaba dejar cadáveres a su paso, subí rápidamente en la multinacional donde trabajaba y con menos de treinta años, ya era subdirector para España.
¡Joder! Me miraba al espejo y me ponía cachondo porque el cretino del otro lado era única persona que amaba en este mundo. Tenía pasta, era guapo, no me faltaban las tías… era un tipo afortunado.
Pero todo aquello cambió a raíz de un jodido ascenso, cuando revisando mi trayectoria los mandamases decidieron que podía hacerme cargo de llevar a buen puerto una enorme inversión que la empresa iba a hacer en África Central.
Allí empezó esta historia la cual dudo alguien se llegue a creer y todo ocurrió por un tonto del culo que creyéndose por encima del bien y del mal, actuó sin conocer antes la cultura de sus gentes….

CAPÍTULO 1

Mi llegada a ese país debía de haber advertido que no debía dar por sentado nada. Os confieso que hoy sé que a pesar de mis múltiples éxitos era un paleto con ínfulas de general y por ello no se me ocurrió pensar que en diciembre en esas tierras de Dios haría un calor insoportable. Todavía recuerdo que llevaba corbata al bajarme del avión, la cual tuve que quitarme aún antes de llegar a la terminal porque el termómetro marcaba más de cuarenta grados.
«Seré gilipollas», pensé mientras me quitaba el abrigo, la chaqueta, la bufanda y la corbata.
Mi segunda sorpresa fue verme rodeado de negros. Os reiréis pero a pesar de saber que el noventa y nueve por ciento de sus habitantes eran de esa raza, una cosa es saberlo y otra bien distinta es entrar a la terminal y ser el único blanco. La sensación de ser un bicho raro era una novedad lo suficiente incómoda para que al salir del aeropuerto con el traductor―chófer―hombreparatodo que la compañía había puesto a mi disposición estuviese cabreado.
«¡Quién cojones me creía al aceptar el puesto!», recuerdo que pensé al ir a por el coche con el sol africano golpeándome la nuca. Lo peor fue que al abrir la puerta del automóvil descubrí que el puñetero moreno no había tenido la precaución de guardarlo bajo una sombra y su interior era una sauna. Ni se me pasó por la cabeza meterme en ese horno sino que obligué al tal Pedro a encender el aire acondicionado y me encendí un cigarro mientras esperaba que se volviera habitable.
«¡Cómo me habré dejado convencer?», me lamenté mirando a mi alrededor y ver el lamentable estado del aeropuerto, «Solo hay pobreza».
Acostumbrado a la vida occidental y aunque me veía capaz de soportar cualquier prueba que el destino pusiera frente a mí, eché de menos mi apartamento de soltero, mis compañeros de juergas y mis putas.
«No tardaré en encontrarles un sustituto», sentencié apagando el pitillo contra el deteriorado asfalto.
Quince minutos después Pedro me avisó que ya podía subirme al todoterreno y para entonces, mi camisa ya estaba empapada de sudor pero no me importó porque vi como una liberación sentir el frescor que salía de los dispensadores del aire acondicionado, sin saber que tardaríamos tres horas en recorrer los cuarenta kilómetros que había entre la capital del país y el poblacho infecto donde tenía que terminar de negociar la compra de unos terrenos con el jefe tribal.
De haber sabido lo que se me avecinaba, me hubiese llevado al menos a un miembro de la embajada versado en la cultura de esa etnia pero como el exitoso ejecutivo que creía que era, no vi problema en enfrentarme a un iletrado subsahariano yo solo. En teoría iba a un mero trámite, mis jefes me habían puesto un precio máximo que podría pagar y no pensaba traspasar ese límite.
«Compro las tierras, vuelvo al hotel y mañana otra vez en España a esperar que empiecen las obras», me dije mientras miraba absorto la naturaleza de ese país.
Al llegar a esa aldea, a pesar del polvo de sus caminos y la miseria masticable de sus gentes, no pude de dejar de valorar el espectacular entorno donde la multinacional quería instalar la fábrica.
«Qué paraíso!», exclamé al ver la exuberante vegetación de esa franja de terreno pegado al lago Marahoue.
De buen grado me hubiese quedado horas admirando el paisaje pero como no tenía tiempo que perder si quería volver a dormir a la ciudad, azucé a Pedro para que me llevara con el tipo que íbamos a ver. Tal y como había previsto, el jefe del poblado resultó un viejo gordo, canoso y repugnante casi sin dientes que no paraba de gritar como si estuviera enfadado.
Extrañado por ese comportamiento, pregunté al traductor la razón de su cabreo y este me miró como si fuera un ser de otro planeta antes de contestar:
―Grita porque le considera un hombre importante y está demostrando con sus berridos la alta estima que le tiene.
«No se les pegó nada de los franceses», murmuré para mí y no queriendo que se sintiera menospreciado, a voz en grito saludé a mi oponente.
El gerifalte sonrió al oír la traducción de mi acompañante y llamándome, me pidió que me sentara a su lado mientras del interior de la choza nos sacaban unas viandas. Al interrogar al traductor cuando íbamos a hablar del asunto que me había llevado hasta allá, este contestó:
―La costumbre le obliga a honrar a su invitado antes de hablar de negocios.
Estuve a punto de vomitar al oler el hedor que manaba de varios de los platos que me pusieron en frente pero, no queriendo ofender a esa gente, probé de todos y cada uno de los guisos. Lo único que se salvaba era la bebida favorita de esa etnia, una especie de vino de palma que estaba realmente bueno. El sabor dulzón de ese brebaje escondía su alto contenido alcohólico y quizás por eso al cabo de dos o tres copas me atreví a piropear a las monadas que servían la comida.
El cretino de Pedro sin preguntar tradujo mis palabras al jefe y este soltando una carcajada, me dio las gracias diciendo:
―No le recomiendo tontear con las mujeres de nuestro pueblo, son todas brujas.
Su respuesta me hizo gracia y señalando a una diosa de ébano que se mantenía al margen mirándome fijamente y que era especialmente guapa, repliqué:
―No me importaría caer bajo su embrujo.
Ahora sé que debía de haberme mordido un huevo antes de decir tal cosa pero la realidad es que no mentía porque la muchacha en cuestión tenía todo lo que me gustaba como hombre. Era alta, delgada, con pechos duros y un culo de ensueño. Para mi desconcierto, soltando una carcajada el africano me contestó:
―Eso se puede arreglar― y despidiendo a todos menos al traductor y a mí, comenzó las negociaciones diciendo: ―cuánto está dispuesto en pagar por mi heredad.
Con la lección aprendida, dejé caer exactamente la mitad de lo que mis superiores habían marcado como límite, sabiendo que esa cifra no era despreciable en términos occidentales pero en ese lugar debía ser estratosférica.
El viejo no pudo disimular su impresión ante tanto dinero pero como avezado negociador empezó a comentar que además del terreno, tenía que pagar el ganado que pastaba en sus prados, la cosecha de piña que estaba a punto de ser levantada, etc…
Cortando de plano su discurso, cometí el mayor error de mi vida al manifestar:
―Comprendo su inquietud y por ello, en compensación por el dolor que le supone desprenderse de su heredad, le cedería con gusto todo el ganado y los frutos de su trabajo sin descontar nada de su precio, quedándome todo lo demás.
Mi interlocutor al oírme, sonrió y levantándose me dio un abrazo para acto seguido llamar a gritos a todo el pueblo. La gente se comenzó a arremolinar a mí alrededor mientras empezaban a cantar.
―¿Qué coño pasa?― pregunté.
―Al comprar la heredad del jefe, automáticamente se ha convertido en miembro de la tribu y lo están celebrando― contestó el inútil de mi traductor.
En ese momento, la joven a la que había piropeado se sentó a mi lado y me cogió la mano. Algo en su mirada me puso los pelos de punta y extrañado por esa actitud interrogué a Pedro los motivos:
―Está demostrando su consentimiento al acuerdo.
―No entiendo― casi chillando respondí.
El nativo malinterpretó mi nerviosismo y bajando la voz, me explicó:
―En esta etnia, las mujeres son libres de aceptar o no al hombre que su padre a elegido para ellas, pero no se preocupe la hija del jefe está contenta con la decisión.
―¿De qué hablas? Yo solo he comprado los terrenos.
La sorpresa de Pedro fue genuina y acercando su boca a mi oreja, me soltó:
―A eso veníamos pero usted no negoció solo eso, sino el conjunto de la heredad y eso incluye todo― y viendo mi cara de pavor, aclaró: ―como usted ha renunciado previamente al ganado y a la cosecha, además de los terrenos se lleva a su primogénita.
―¿Me estás diciendo que he comprado a esta muchacha?
Indignado el moreno, protestó:
―¡En mi país está prohibida la esclavitud! Lo que ha hecho es pagar su dote― y bastante nervioso, bajó la voz al decirme: ―le aconsejo que no se eche atrás porque esta gente es belicosa y no aceptaran que rompa el acuerdo.
Durante un segundo estuve a punto de salir corriendo pero al mirar a mi alrededor y ver que no había forma de huir, me quedé sentado mientras no dejaba de echarme en cara lo inepto que había sido al ir al culo del mundo a negociar con una cultura diferente sin tener a mi lado a un experto.
―No hay problema― respondí al traductor mientras pensaba en lo fácil que me resultaría ya en España el anular ese matrimonio― ¡cumpliré con mi palabra!
Para mi desconcierto en un correcto español, Thema, mi teórica prometida susurró en mi oído:
―No tenía ninguna duda que lo harías. Llevaba años esperando a mi compañero y desde el momento en que te vi supe que la diosa te había elegido para mí.
Su voz a pesar de su dulzura, no estaba exenta de autoridad y todavía alucinado porque hablara mi idioma, pregunté cómo era posible que lo hubiese aprendido en ese lugar.
―Estaba predestinada a ti desde que mi madre tuvo una visión en la que la Diosa le ordenó que me mandara al colegio de los Padres Blancos a estudiar.
Sus palabras me parecieron una memez pero aun así agradecí que esa chavala hubiese pasado por esos misioneros, cuyo apelativo venía del color de su hábito, porque así podría comunicarme con ella en mi propia lengua y echando un ojo a la morena no pude dejar de certificar mi primera opinión: ¡era preciosa!
Para entonces se había improvisado una fiesta y siendo el centro de la misma, estábamos siendo agasajados con regalos que esa pobre gente no podía permitirse pero aun así nos lo ofrecían. Reconozco que al ver la humildad de esos presentes carentes de valor monetario, pensé en rechazarlos pero entonces apretando mi mano, mi prometida murmuró en mi oreja:
―Levántate y muestra la ilusión que nos hace el recibir esas baratijas. ¡Son todo lo que tienen!
No sé si fue la dureza de sus palabras o el hecho que tenía razón pero la verdad es que me vi impelido a levantarme y aunque me sentía ridículo, respondí dando un gran abrazo de agradecimiento cada uno de esos regalos.
«¿Qué narices estoy haciendo?», me pregunté en un momento dado al percatarme que realmente sentía una gran gratitud con esa gente.
Leyendo mis pensamientos, Thema comentó:
―Estabas muerto pero con mi ayuda te volverás digno de ellos.
Cabreado por el significado que escondían esa frase, la repliqué:
―Soy un buen hombre.
Sonriendo y sin alzar la voz, esa belleza contestó:
―Eso no es cierto y lo sabes. Hasta hoy solo has pensado en ti mismo pero eso va a cambiar. Junto a mí, llegarás a lo más alto pero también te convertirás en mejor persona.
Que esa niñata se permitiera el lujo de opinar sobre mí sin conocerme, me encolerizó y mirándola a los ojos, me enfrenté a ella. Os tengo que confesar que al hacerlo, me sumergí en sus negros ojos y con el corazón encogido, la espeté:
―¿Y si no quiero?
―Querrás y tu esposa estará orgullosa de ti.
La seguridad de su tono me hizo palidecer al darme cuenta que tenía que tener cuidado porque esa jovencita quería convertirme en su esclavo.
―No te preocupes, no es esa mi intención. Deseo todo lo contrario.
―¿Qué quieres?― respondí molesto por la facilidad que tenía esa cría en leer mi mente.
―Un líder justo, un compañero leal y un amante ardiente.
Enfadado hasta la médula y sin saber por qué, vi en sus palabras una agresión y por eso, de muy mala leche, respondí:
―Puedo ser lo último pero si quieres alguien fiel, ¡búscate a otro!
Mi exabrupto no consiguió escandalizar a la morena y acercándose a mí, me hizo saber lo equivocado que estaba al decirme mientras se acariciaba los pechos que después de casarme no me apetecería estar con otra.
Mi reacción me dejó impresionado porque al ver a esa mozuela haciendo gala de sus dones para provocarme no me pude retener y cogiéndola entre mis brazos la besé con una pasión poco propia de mí. Os confieso que a pesar de la presencia de la mitad de ese poblado al sentir la perfección de ese joven cuerpo a través de su ropa, me volví loco y comencé a magrearla con una desesperación que decía poco de mí hasta que muerta de risa, Thema me separó diciendo:
―Ahora no es el momento de demostrarme lo buen amante que eres. Seré tuya pero antes tienes que casarte conmigo.
Humillado por esa jovencita, me juré a mí mismo que por mucho que insistiera me abstendría de tocarla y que al menos esa noche, esa bruja dormiría sola pero entonces pasando su mano por mi alborotada entrepierna, la morena me soltó:
―No me importa. Llevo muchos años esperando al hombre que me haga mujer y puedo esperar para dejar de ser virgen. Primero tendrás que venir a mí rogando.
Escuchar de sus labios que esa preciosa hembra se mantenía incólume, me excitó de sobre manera pero aun así me mantuve firme en mi decisión de evitar a toda costa que esa muchacha se saliera con la suya.
Nuevamente y como si realmente conociera mis pensamientos, Thema me miró pícaramente y viendo que se acercaba el chamán que nos iba a casar, murmuró en mi oído:
―Recuerda, llegará la noche que buscarás mis caricias.
Saber que esa preciosidad nunca había estado con un hombre y que estaba decidida a estrenarse conmigo, me dejó sin palabras y por su causa poco os puedo decir sobre la ceremonia que no sea que todo el mundo mostró una extraña devoción a la madre de mi novia y que compartimos un extraño guiso del mismo plato mientras el resto nos miraba con satisfacción. ¡Estaba demasiado ocupado pensando en el lío en que me había metido!
Mi turbación se incrementó a niveles insospechados cuando, al ritmo de los tambores, un grupo de jovencitas sacó a bailar a la que ya era mi esposa.
«No es posible», murmuré al quedarme hipnotizado por el modo que se movía en la improvisada pista. Incapaz de desviar mi mirada, mis ojos quedaron prendados al contemplarla bailando para mí mientras su séquito la animaba con las palmas.
Nadie me lo dijo pero comprendí que estaba ejecutando una danza ancestral en el que me ofrecía sus caderas, sus pechos y toda ella como tributo a nuestra unión. Es más reconozco que todo mi ser, todas mis neuronas se vieron afectadas por el erotismo de sus movimientos antes que me diera cuenta que bajo mi pantalón mi pene había despertado.
¡Ni siquiera lo pensé! Y pegando un rugido, me levanté a darle caza. En ese momento, me sentía un felino y dominado por el espíritu del león, supe que ella era mi hembra.
No me preguntéis como sabían que iba a verme subyugado de tal forma pero cuando estaba a punto de llegar a mi presa, dos gigantescos indígenas se pusieron enfrente e intentaron detenerme. Todavía hoy no lo comprendo pero al sentir que eran un obstáculo, los ataqué con saña. Usé mis manos, mis piernas, mis dientes hasta que atemorizados se retiraron dejándome vía libre para ir por mi botín.
Si creéis que Thema se había puesto nerviosa al ver mi agresividad, os equivocáis por que al llegar a su lado me sonrió y tomándome de la mano, me llevó frente a la esposa del jefe y le dijo:
―Madre, este hombre ha sido capaz de luchar por tu hija.
He de decir que no entendía nada pero también que cuando levantándose de su silla esa mujer me miró, me sentí pequeño en su presencia pero al oírla hablar comprendí el por qué todos ese pueblo la adoraba. Su voz tenía el poder subyugante de la de su retoño pero magnificado por mil.
―¿Qué ha dicho?― pregunté.
―Que la Diosa ha hablado y que te encuentra digno de ella. A partir de este momento, eres su elegido y ella encarnada en mí es tu mujer y tú eres su marido― emocionada tradujo la muchacha y saltando a mis brazos, me besó con pasión mientras repetía una y otra vez el mismo mensaje: ―Tuya y mío, nuestro por toda la eternidad.
El placer con el que recibí esa condena de por vida me dejó impactado porque no en vano jamás había entrado entre mis planes casarme y menos con una desconocida por muy buena que estuviera. No me reconocía en el imbécil que babeaba al lado de esa morena y por ello haciendo un esfuerzo sobrehumano, dejé de besarla y casi pidiendo perdón no fuera a verme demasiado ansioso, viendo que la fiesta había acabado, pregunté a mi ya esposa dónde íbamos a pasar la noche.
―¡Donde va a ser!― exclamó escandalizada― En la casa de mi marido.
Avergonzado, tuve que reconocer que no tenía ninguna porque había llegado ese mismo día a Costa de Marfil y no había tenido tiempo de alquilarla.
―Si la tienes― contestó: ― Al casarte conmigo y como mi madre sabía que íbamos a vivir en la capital, en calidad de dote te ha regalado una.
Imaginándome el tugurio, estuve a punto de decirle que no hacía falta, que podíamos ir a un hotel y que entre mis retribuciones, mi empresa se encargaría de pagarme una vivienda digna pero viendo su alegría preferí quedarme callado y solucionar ese tema a posteriori.
«Será solo una noche», sentencié sin advertir que quizás por primera vez en mi vida había pensado en otra persona en vez de en mí.
Por enésima vez en pocas horas, los hechos me sobrepasaron porque cuando ya estaba subiéndome el coche que me había llevado hasta ese remoto lugar, escuché a Thema decirme:
―¿Piensas dejar mi coche con mis cosas aquí?
Al girarme, vi un enorme todoterreno último modelo saliendo de detrás de las chozas. Si de por sí tamaño vehículo no me cuadraba con la supuesta humildad de esa gente, lo que realmente me dejó descolocado fue ver que en el que había venido se subían cuatro de las jóvenes que habían servido el banquete. No sabiendo qué narices hacían, se me ocurrió comentar que si las íbamos a acercar a algún lugar.
―Son mis damas de compañía. Donde yo voy, ellas vienen conmigo.
«Joder, con la señorita. No le basta con una chacha, ¡necesita cuatro!», pensé anotando ese detalle en la agenda de temas a discutir tras lo cual entré en la moderna bestia con ruedas propiedad de esa extraña y desconocida mujer.
La morena esperó a que me acomodara a su lado para ordenar al chofer que arrancara, tras lo cual se pegó a mí diciendo:
―Sé qué todo te resulta nuevo y que tienes dudas pero te aseguro que te haré feliz.
―¿Cómo lo sabes?― pregunté afectado al oler la fragancia natural que manaba de la muchacha mientras intentaba que no notara lo mucho que me atraía.
Muerta de risa y apoyando su cara contra mi pecho, contestó:
―Me lo ha dicho la diosa.
En el poco tiempo que la conocía, lo único que tenía claro de esa belleza es que veía en todo un designio religioso y aunque el ateo que había en mí se rebelaba ante tanta superchería, preferí quedarme callado y disfrutar de la grata sensación de tenerla entre mis brazos.
―Créeme cuando te digo que seremos dichosos juntos― murmuró cerrando los ojos.
Minutos después comprendí que se había quedado dormida cuando el conductor no pudo esquivar un bache del camino y tuve que retenerla con una mano. Mano que desgraciadamente se posó en su pecho, al darme cuenta no pude ni quise retirarla al saber que jamás había tocado algo tan perfecto.
«Esta niña me va a volver loco», reconocí mientras aprovechaba para acariciar esa belleza.
Aun sabiendo que me estaba sobrepasando, no fui capaz de parar y sopesé entre mis dedos su tamaño y dureza antes de dar otro paso.
«Dios, ¡cómo me gusta!», murmuré entre dientes al rozar con mis yemas su pezón, el cual no permaneció impávido y nada más sentir ese roce se irguió bajo su vestido.
Envalentonado, lo estuve toqueteando durante unos minutos hasta que ya excitado decidí que con eso no me bastaba y viendo que se le había subido la falda, bajé mi mano por su cuerpo hasta una de sus piernas. La suavidad de su piel fue el aliciente que necesitaba para continuar y mientras mi mente trataba de restablecer mi cordura, fui recorriendo sus muslos con mis yemas.
―Eres malo― ronroneó ya despierta al saber hacía donde dirigía mis caricias y lejos de recriminar mi osadía, la alentó separando sus rodillas mientras me decía: ―Tuya y mío, nuestro por toda la eternidad.
Que repitiera era frase como si fuera una oración, no consiguió desviarme de mi objetivo y posando mis dedos sobre el coqueto tanga que llevaba, localicé el botón escondido entre sus pliegues para acto seguido comenzar a acariciarlo.
―La diosa me ha bendecido― gimió en voz baja al experimentar quizás por vez primera el contacto de unos dedos que no fueran los suyos con esa sensible parte de su anatomía y cediendo a sus impulsos, empezó a mover sus caderas al ritmo que mis yemas mimaban su clítoris.
Para entonces todo mi ser estaba concentrado en darle placer y viendo su entrega, me permití el lujo de apartar con mis dedos el último obstáculo que me separaba de su sexo. Thema al sentir que esas caricias se repetían ya sin la presencia de la tela, suspiró calladamente y mirándome a los ojos, me rogó que continuara.
―Disfruta― susurré en su oído mientras reiniciaba el asalto sobre su erecto y empapado botón.
Estuve tentado de hundir mi cara y que fuera mi lengua la que recorriera esas tierras inexploradas pero la presencia del conductor me lo impidió y por eso tuve que contentarme con torturar dulcemente a esa extraña y bella mujer cómodamente aposentado en el sillón trasero del todoterreno.
«¿Qué me pasa?», me lamenté al saber que estaba haciendo exactamente lo que no debía mientras todas las células de mi cuerpo ardían por la lujuria.
Mi calentura era tan brutal que olvidando mis reparos, introduje una de mis yemas en el interior de su sexo y comencé a moverlo de fuera a adentro y de dentro a afuera como si me la estuviese follando.
«Se va a correr», adiviné al notar que Thema parecía sufrir los embates de una descarga eléctrica. Tal y como preveía, esa muchachita no tardó en retener las ganas de gritar al sufrir un gigantesco orgasmo.
Tampoco a mí me resultó fácil experimentar cómo mis dedos se impregnaban con la pringosa prueba de su placer e incrementando mis toqueteos, la llevé a la locura mientras mi pene se alzaba bajo el pantalón y me pedía que la tomara. En vez de ello, me tuve que conformar retirar mi mano de su entrepierna y llevándola a su boca, ordenar que lamiera mis dedos cuando en realidad deseaba que devorara otra cosa.
La morena no solo me obedeció sino que sacando la lengua, simuló que me hacía una mamada. Al verla comportándose como una puta, casi me corro y fue entonces cuando comprendí lo difícil que me sería evitar que esa noche fuera hasta su cama rogando porque me hiciera un sitio.
Una vez repuesta, se arregló la ropa y sonriendo, murmuró en mi oreja:
―Gracias, por hacer que yo disfrutara sin pensar en ti.
Si ya de por sí fue duro darme cuenta que tenía razón y que algo estaba cambiando en mi interior al anteponer su felicidad a mi lujuria, lo peor fue volver a oír de sus labios la puñetera letanía que me recordaba mi condena:
―Tuya y mío, nuestro por toda la eternidad.
«No habrá eternidad ni siquiera otra próxima vez, ¡tengo que librarme de esta loca!», sentencié y girándome, me puse a mirar por la ventana.
Nuestro todoterreno y el que conducía Pedro avanzaban lentamente sobre el camino de tierra. El polvo que levantaba el jeep que nos precedía me dificultaba y mucho la visión pero el paisaje que conseguía vislumbrar era sumamente agreste, montañas y valles escarpados, ausencia de humedad y pobreza por doquier.
Aunque había pasado por esa carretera al ir hacia el poblado, no la recordaba. Por la mañana me había parecido una zona olvidada por la civilización pero sin más. En cambio en ese momento cada paraje me parecía más duro que el anterior y sin saber porque me empecé a indignar, echando la culpa de su miseria a la dejadez de sus dirigentes.
«Esta gente necesitan un guía que se preocupe por ellos e inversiones. Si occidente invirtiera una mínima parte de lo que gasta en armamento, esta tierra podría ser un paraíso», pensé mientras las curvas se sucedían unas a otras sin pausa.
De pronto a la salida de una de ellas, el chofer tuvo que frenar para no atropellar a una mujer tirada en el suelo. Estaba todavía intentando comprender qué había pasado cuando abriendo su puerta, Thema salió a socorrerla.
―¡Qué haces! ¡Puede ser una trampa!― grité alarmado por si todo era una treta para que paráramos.
La insensata muchacha obvió mi protesta y auxilió a la herida sin darse cuenta que contra una valla había dos militares armados con Kalashnikov. Yo en cambio sí me fijé y temiéndome lo peor intenté llevarla de vuelta al coche.
―Déjame, ¡esta mujer necesita ayuda!― sollozó al sentir que la levantaba del suelo.
―Es peligroso, hay gente armada― comenté esperando que al verlo ella misma entrara en razón.
―Me da igual, es mi deber el cuidar de mi pueblo― insistió y zafándose de mí volvió junto a la mujer.
Para entonces Pedro ya se había bajado y quizás más asustado que yo, me avisó que no era bueno auxiliar a esa musulmana, no fuera a ser que los militares nos tomaran por unos rebeldes del norte. Yo ni siquiera había caído en su velo pero al recordar que había leído que existía un foco de rebelión islamista en esa zona, decidí que quisiera o no me llevaría a la muchacha de ahí y por eso cogiéndola en brazos, separé por segunda vez a Thema de la herida.
Ya la había metido en el todoterreno cuándo mirándome con los ojos plagados de lágrimas, me rogó:
―No podemos dejarla ahí, esos bestias la matarán.
Su insistencia me desesperó y siendo al menos tan majadero como ella, volví a por la mujer para subirla al coche. Afortunadamente para mí, los tipos con metralletas se tomaron a risa que un blanquito se dignara a manchar su ropa con la sangre de una de su clase y no tomaron represalias.
En cambio, yo al sentarme en el asiento del copiloto porque el mío estaba ocupada por la musulmana, me giré para pegarle una sonora bronca a la muchacha:
―¡Podían habernos matado! ¿En qué coño pensabas?
―Sabía que la Diosa me protegería y que tú me ayudarías― respondió levantando su mirada un instante para acto seguido volver a cuidar a la herida.
―Definitivamente estás loca― rezongué con un cabreo del diez mientras ordenaba al conductor que acelerara y nos alejara de esos dos indeseables…

Relato erótico: “Mis yeguas y yo” (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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Manoli vestía pantalón vaquero, que sin ser ajustado  le dejaba marcado el trasero. Una marca de carne bajo la tela, que en cambio era a fuego bajo mi bragueta.
Arriba lucía su escote. Su eterno escote, delicioso fruto de los Dioses; ¡oh!, ¡quien al probarlo sintiera el edén en sus labios!. ¡oh, libre de mí!.
Escote con más guerra que bandera a la que defender. Más insinuación que bulto. Más deseo de querer mostrar algo de lo que carecía. No muy pechugona es Manoli, como pueden imaginar mis queridos lectores. No muy pechugona, pero sí guerrillera. Y pongo a Dios por testigo que sus pechos siempre me parecieron más grandes. Diosa Manoli, que me hace jurar en vano. Maldita puerca presumida.
Siempre maquillada. Luchando contra la edad que tan mal consideraba. Pero a sus treinta y seis años la percibía como un delirio. Su imagen taladraba mi cerebro en el momento de correrme en la muchas de mis pajas.
Al despertar pensaba en ella y mi pene entraba en erupción. Cuando mi mujer no estaba en la cama siempre me follaba a la almohada pensando en Manoli.La Diosa, la puerca.
¿Qué quien es Manoli?. Es mi cuñada. Bueno, la cuñada de mi mujer. La mujer de uno de sus hermanos. Dicen que el morbo por las cuñadas es tan previsible como superficial. ¿Y qué quieren sus mercedes que le haga?. ¿Me coloco un cilicio?, ¡si ni siquiera sabrán qué es!, ¡Ignorantes!.
Sí, soy tan simple que a mis treinta años me masturbaba a menudo pensando en mi cuñada seis años mayor que yo. Sí, soy tan absurdo y predecible que imaginaba que era a ella a quien follaba cuando lo hacía a mi mujer.
Cuando llegue al infierno que Satanás me castigue, o lo que es peor, que me mande al cielo, donde no se hacen felaciones. Pero en vida hasta que no fui un cabrón no conseguí nada. Y la puerca,la Diosa, de Manoli es uno de mis mayores logros, y el primero. Y ahora mismo ni se pueden hacer una idea de lo que estoy queriendo decir. De todos modos, dudo mucho que lo cuente todo. Así que insúltenme, menosprécienme queridos borreguillos. Puede que sea un fantasma, puede que no. ¡Qué más da!. Si ven a Manoli díganle que he muerto, que no hay más después de lo que he experimentado a partir de ella.
Como decía: Manoli vestía pantalón vaquero y escotazo de color verde bajo su chaquetilla vaquera. Su pelo como siempre, media melena rubia y ondulada. Delgada, como las serpientes amantes del perro de Satanás. Algo digna, pues entró en casa con sus hijos y marido (hermano de la que siempre me follo pensando en otras).
Su dignidad es una de las primeras cosas que más me maravillaron. Manoli es bastante digna en apariencia y buena gente. No tiene una conversación inteligente pero no le hace falta. Suele ser agradable en el trato. Muchas veces hemos quedado las dos familias para cenar y tomar unas copas. Siempre me ha maravillado la facilidad con la que mi mente ha sabido descifrar y eliminar esa pequeña capa de dignidad que porta. Les juro que es tomar un par de copas cerca de ella y rápido dejas de verla como una madre y mujer. Y empiezas a verla como una hembra.
Los animales le llaman celo. Los humanos le llamamos pornografía. Pero Manoli siempre me soltó, intuyo que sin querer, gotitas de su ser carnívoro que se quedaron muy impregnadas en mi delirio.
Para colmo siempre con tacones. Para colmo siempre aparentando llevar tanga. Para colmo nos veíamos muy a menudo. Y encima yo soy un cabrón obsceno.
Muchas noches pasó lo que aquella. Mientras el alcohol corría yo me fijaba en ella y en su hija. Me imaginaba con ambas en la cama y me relamía. Pero me centraba más en ella, no quiero problemas con la justicia. En la falsa apariencia de sus pechos. En su pelo rubio. En su cara de putilla, no lo he dicho pero Manoli tiene cierta cara de putilla. En su forma de menear las caderas cuando andaba, algo incomodada por los tacones. ¿serás presumida? (pensaba). Si como mejor luce una hembra es a cuatro patas sobre la cama……
Aquella noche se fue con su familia. Y yo follé con desmesura a mi mujer. Le pedía coletillas y faldas de colegiada. Imaginaba a Manoli con la ropa de su hija.
Una de esas noches, animado por el calor del verano. Animado por la maldita forma en la que aquella mujer me provocaba ¿sin saberlo?. Animado por el alcohol que había ingerido hasta ese momento, entre las tres y las tres y media de la madrugada. Y, sobre todo, animado por un poco de cocaína comprada para la ocasión que había tomado en la clandestinidad del baño. Me acerqué a Manoli, la cual fumaba en la terraza del ático en el que vivimos. Mientras mi mujer, su hermano y su hija (los niños ya dormían) jugaban a gritos a un puñetero juego de mesa.
La noche era tranquila y agradable. La luna casi llena, en cuarto menguante. Ni una pizca de brisa. Manoli con pantalón pirata y camisa escotada. Mi polla congelada en su grandeza. Su cuerpo digno de ser mimado……
Le dije que cuando tenía pensado dejar de fumar. Ella me respondió que al acabar el verano. Mientras me reía falsamente me apoyé en la barandilla junto a ella.
Le dije que no podía estar dejando de fumar toda la vida, que si de verdad quería hacerlo, esa era el mejor momento. Ella sonrió y dio dos caladas fuertes al cigarro. Luego lo tiró a la calle encendido.
Me dijo que había sido testigo de sus dos últimas caladas. Yo me reí más falsamente aun, entre otras cosas porque no me lo creía. Me giré un poco hacia ella y le miré de arriba abajo y otra vez hacia arriba. Ella seguía más o menos sonriente cuando regresé a su cara.
Noté algo extraño en su semblante. Ella estaba bastante bebida, como yo. Noté que se abría una pequeña grieta en el cementado de mis puercas y desesperadas esperanzas de guapo pajillero. (porque, joder, soy guapote, no me vean como el gordo, gafado y feo pajillero).
Una pequeña ráfaga de brisa me empujó. Como el suicida que va hacia un puente tentado de tirarse y que lo hace sabiendo que lo mejor es no tirarse…..
Le dije que a ver cuando me dejaba darle la follada que tanto merecía y que tanto tiempo llevaba deseando
Ella se calló y se fue adentro. Ni rió ni se enfadó. Ni me habló ni me volvió a mirar. Volvió dentro, yo fui detrás. Seguimos jugando en familia un rato, apurando las últimas copas.
Cuando se fueron nos despedimos uno a uno, como es habitual. Al despedirme de ella, me metió algo en el bolsillo del pantalón.
Cuando la puerta del hogar, desmembrado hogar, se hubo cerrado, yo me introduje en el cuarto de baño y saqué del bolsillo un pequeño papel.
 “Llámameme el lunes por la mañana”
Salí del baño desnudo y muy empalmado. Mi mujer casi dormía. La desperté y sobé un rato. Me dijo que no tenía ganas. La azoté fuerte, me incorporé y le follé la boca. Hasta el final. Ella soltó varias arcadas de fatiga, pero empezó a mamar con ansia. Me corrí en su boca. Me acosté sin decir nada.
Me levanté con mi cuñada Manoli en mente. El domingo transcurrió con mi cuñadita Manoli en mente. Nunca un día se me hizo tan largo. Antes de acostarme no voy a decir quien tenía en mente cuando me masturbé; porque podría tener problemas con la justicia, a pesar de su casi legal edad.
Mi voz pudo sonar temblorosa. Despierto desde antes del amanecer, esperé hasta una hora más lógica para llamar.
Fue seca y directa. Me dijo que su marido trabajaba durante toda la mañana, que dónde podríamos quedar. La cité en casa de mis padres. Bueno, en casa de mi madre; pues se divorciaron años atrás. Mi madre trabajaba fuera de la ciudad y solo estaba de jueves a domingo.
En dos horas nos veríamos allí.
Aproveché para quemar energías en el gimnasio. Me duché y fui a casa de mis padres. Una casa céntrica y más o menos grande. Tomé algo de alcohol y puse música clásica de fondo para relajar mis sentidos. Manoli fue puntual.
Con la puerta abierta tardó varios segundos en entrar, como si se estuviera planteando arrepentirse. La saludé con la buena voluntad de siempre.
Vestía más recatada que de costumbre. Fuimos al salón y me senté en el sofá. Ella soltó el bolso sobre una silla y se sentó a mi lado.
Manoli – Creo que tenemos que hablar.
Asentí con una nerviosa sonrisa. Le hice señas a mi bebida, no me salían muchas palabras. Ella negó con la cabeza, rechazando mi invitación a tomar algo.
Manoli – ¿Qué pretendes?
Estaba guapa. Pantalón vaquero blanquecino y rebeca amarilla sobre camisa verde. Zapatos cómodos y el pelo sobre sus hombros, tipo casual.
Yo – No tienes por qué estar aquí. Puedes irte. Haremos como si no nos hubieramos visto. Sigamos como siempre.
Guardó silencio. Yo bebí lo que me quedaba. Mi polla empezaba a pedir fiesta. Me contuve en no saltar sobre ella y violarla si fuera necesario.
Manoli – No he traído nada para ponerme cómoda. Pensé que no acabaría entrando, pensé que no llamaría a la puerta siquiera; vine por una absurda curiosidad….
Yo – Si quieres ponerte más cómoda podemos ver en el armario de mi madre.
Respiró nerviosa al nombrar a mi madre.
Manoli – Tu madre es rubia como yo. ¿te atraigo por eso?.
Yo – Me atraes por muchas cosas.
Se incorporó hacia mí hasta que sus labios quedaron a las puertas de mis oidos.
M –  Tráeme lo que desees de su armario.
Seleccioné un antiguo camisón. Color naranja con ribetes blancos, algo dado de sí por el escote. Corto, a mi madre le llega una cuarta por encima de sus rodillas, y más o menos eran igual de altas. En alguna ocasión he pensado en cómo sería montármelo con la que me parió, vistiendo ella ese mismo camisón. Lo cogí sin dudar y se lo di a mi cuñada.
Y – Aquí tienes.
Ella lo cogió y entró en uno de los baños. Yo, con más nervios de los que hubiera deseado, bebí algo más de alcohol directamente de la botella. Al regresar al salón, desde la cocina, me la encontré de pié en mitad del pasillo.
Ante mi una Diosa. Descalza, mostrando su baja estatura que tan bien disimula con sus habituales tacones. Sin abultar el escote, con su caída natural de pechos bajo el camisón. Pequeñitos pero bien puestos. Con dos pequeñas aureolas sonrosadas asomando por el borde del escote del viejo camisón dado de sí. El pelo suelto y su mirada silenciosa y simpática. Ante mi Manoli en su verdadero esplendor.La Diosade carne que era, no la que ella intentaba mostrar engañándose.
M – ¿Me queda bien?. No relleno el escote.
Y – Mi madre las tiene mucho mayores. Pero a ti no te hacen falta, estás perfecta Manoli.
Rió deliciosa.
Manoli – Bueno nene, espero que seas un buen chico y no hagas enfadar a mamá.
Sonriente, vino lentamente hacia mí. Por lo visto le gustaba el juego de personajes, intentaba hacer de mi madre. Me dejé llevar. Me guió lentamente hacia la habitación de mis padres. Cuando llegamos a la cama de matrimonio me empujó. Me quedé sentado a los pies de la cama.
Se arrodilló a los pies de la cama. Yo me adentré un poco en ella, situándome en los medios. Ella me desvistió el busto y dejó deslizar su lengua por mi cuidado pecho. Sus pelos se interponían ante mis ojos. No podía verla, solo de vez en cuando su lengua lamer mis pezones y mi piel. Se deslizó lentamente y se detuvo en desabrocharme la bragueta. Se levantó y me sacó los pantalones. Luego retiró los calzoncilos.
M- Guau. ¿ya la tienes así?. Pobrecito que tiene pupita.
Se arrodilló de nuevo. Esta vez se cuidó de que su trasero quedara al aire. Para ello lo levantó muchísimo y dejó caer el camisón de mi madre hacia su cuerpo. Desde mi posición podía ver su hermoso culo con la misma ansia con la que un alpinista divisa la próxima, pero aun distante, cima del everest. Sus muslos eran más gruesos de lo que aparentaban vestida. El camino perfecto para el culo más sabroso que he probado jamás. ¿Adivinan de quien es el coño que más dulce y entrañable me ha resultado?. Una pista, no es el de Manoli ni el de mi mujer. ¿Otra pista?. Como sois…..en aquel momento aun no había probado ese coño por primera vez.
Agarró la polla, la cual estaba ya lista para entrar en acción. Sin apenas masturbarla la metió en su boca con celeridad. Como no queriéndome defraudar. Fue una mamada gustosa pero no muy relajante. No mantuvo bien el ritmo; sin duda estaba nerviosa. Tal vez más nerviosa que yo, la notaba agobiada por que me gustara. Ello me relajó y me infundó personalidad.
Cuando ya tuve bastante, decidí que había terminado esa mediocre mamada. Me incorporé y la besé de rodillas sobre la cama. La estrujé contra mi cuerpo. Dócil, su cuerpo se adaptó al mío con facilidad. Tenía un abrazo muy agradable y besaba bastante bien. Le estrujé las nalgas, algo blanditas, y las tetas. Pequeñitas. Las busqué, dejándole caer el camisón. Eran como dos pequeñas peras dulces y maduritas. Preciosas, a pesar de no ser grandes, y sobre todo deliciosas.
La coloqué boca abajo. La abrí de piernas y le lamí coño y culo. De nuevo coño, otra vez culo. Metí la lengua en el ano. Como les puedo resumir ese momento: Delicatessen.
No podía esperar más. Y ella supo entenderlo. Se clavó un poquito a cuatro patas sobre la cama y se abrió el coño con los dedos, extendiendo su mano por debajo de su cuerpo hasta llegar al sexo.
M – Vamos. Desahógate.
Entré con facilidad e inicié una buena follada. Fue una muy agradable sorpresa los agradables quejidos con los que acompañaba la penetración. Voz muy pornográfica y con el volumen justo para que pudiera escuchar algún vecino o vecina. Me encanta que alguien sepa que se está follando. Y si es vecina mucho mejor.
Se movía como buena perrilla. Sin duda quería agradarme, pues a veces resultaba exagerada. Sonreí contento por aquella hembra, que se esforzaba en agradarme. Le azoté en las nalgas a modo de premio, que ella me agradeció moviéndose con extrema calidad de adelante hacia atrás, golpeando su trasero contra mi vientre. Muy buena follada esa que me dio mi cuñada Manoli. Sin duda me demostró ser una hembra de calidad. Tal vez algo ansiosa. Se ve que solo folla con un hombre habitualmente.
Terminé corriéndome en su cara. Intenté no manchar su bello pelo. Pero creo que le entró un poco en los ojos.
Nos despedimos dándonos un besito en la mejilla. Como siempre.
Me asomé al balcón para ver como se iba calle arriba. Ahí va la manuelita, pensé. Con su andar de siempre, su pelo de siempre, su apariencia de siempre. Pero ya, por fin, habiéndomela follado. Y puedo jurarles que esta hembra vale mucho. Merece la pena conocer a mujeres así. Ante hembras como Manoli, uno se quita el sombrero y se saca el pollón.
Nota del autor:
 Este relato es la primera parte de una serie de aventuras que tuve en mi verdadero despertar sexual. Esta relación fue la primera. Pero no contaré todas las experiencias. Quien quiera algunos detalles que voy a omitir que me agregue al Messenger.
No obstante, creo necesario recordar que todo esto es ficción ante vuestros ojos. No trato mostrar la realidad de lo que cuento; entre otras cosas porque sería jugar con fuego.
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
caballerocapagris@hotmail.com

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

Relato erótico “Mi esposa y la partida de póker 2”. (POR MARIANO)

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MI ESPOSA Y LA PARTIDA DE POKER (2)

 

¿Dónde vas con tanta prisa? – Dijo Andrés.
¿Y lo preguntas? Ya has tenido lo que querías. Me voy a dormir – Silvia contestó con decisión.

 

 

Él cortó su retirada cogiéndola por el brazo. De nuevo esa sonrisa maliciosa, nueva para mí, volvió a mostrarse en su semblante.

 

No, no. ¿Crees que ya estoy satisfecho? Lo de antes ha sido sólo ha sido un aperitivo. Anda, ven conmigo – y llevándola del brazo la situó frente a nosotros y nos preguntó:
¿Qué os parece lo que he ganado esta noche? Bueno Mariano, tú ya lo sabes, no es necesario que me contestes, pero vosotros dos… ¿que opináis? ¿No os parece magnífica?

 

 

Lucas simplemente hizo un gesto de asentimiento. A Juan en cambio se le notaba muy incómodo. Ni se atrevía a alzar la mirada. Lo mismo le pasaba a Silvia, que permanecía ahora de pie inmóvil y expectante ante los desconocidos planes de Andrés sobre ella.

 

Juan, ¡mírala! ¿No es un auténtico bombón?

 

 

El hombre, viendo que comenzaba a ser el punto de atención de los presentes,
se sentía aún mas azorado.

 

Bien, creo que tendré que convencerte.

 

 

Andrés se situó detrás de Silvia y llevó ambas manos a su cintura. Luego las adelantó a la altura del botón mas bajo de su blusa. Soltó los botones, uno a uno, menos el más alto, el que entallaba sus pechos bajo la blusa carmesí. Luego deslizó sus manos hacia los laterales de su falda encontrando con una de ellas la cremallera que hizo descender con parsimonia para jugar después con sus dedos con el corchete que en esos momentos era lo único que sostenía la prenda adherida a la cintura de ella. La mano libre la llevó al botón aún sin desabrochar de su blusa.

 

Creo que deberías mirar esto, Juan – le reiteró esperando que prestara atención.

 

 

Ya teníamos todos claro lo que iba a suceder y observé que Lucas no perdía detalle esperando poder admirar en breve el cuerpo de Silvia mientras que ella temblaba ante la vergonzante inminencia de su desnudez.
Juan no pudo aguantar más tiempo la tensión y finalmente posó su mirada sobre mi mujer justo en el momento en que Andrés desabotonaba el único botón de la blusa que quedaba. La prenda, libre de toda sujeción, se desplegó dejando brevemente a la vista su sujetador de color crema, justo el tiempo que empleó ella para alzar sus manos y cubrirse. Pero Andrés también soltó el corchete de la falda y está resbaló sin piedad a los pies de Silvia que de inmediato también usó una de sus manos para tapar la zona de su sexo.
Pese a los esfuerzos de mi mujer por cubrirse todos podíamos ya admirar la belleza de su cuerpo casi al desnudo. Andrés la giró hacia si mismo obligándola a alzar la cara con un suave empujón en su barbilla. Le susurró algo y ella, bastante indecisa, bajó sus manos.
Mientras la miraba directamente a los ojos, le apartó la blusa y maniobró en el cierre de su sostén hasta liberar por completo sus pechos. Luego, sin dejar de mirarla a los ojos, agarró sus bragas y comenzó a hacerlas descender por los muslos hasta que éstas terminaron de caer por si mismas dejándonos ver de nuevo sus preciosas nalgas. Una vez que la tuvo desnuda, Andrés, embelesado, fue recorriendo con la mirada todos los rincones del cuerpo de ella que aparecían a su vista. Apaciguado su ardor inicial, ahora se tomó su tiempo para contemplarla tranquilamente en toda su desnudez. Después se dirigió a nosotros:

 

– ¡Ufff….! – ¡Tenéis que ver esto!

 

 

Sujetándola de los hombros la fue girando hasta situarla de cara a nosotros tres, para dejarnos contemplar la belleza de su cuerpo. Sus piernas eran firmes, fruto del trabajo de gimnasio que diariamente hacía, sus caderas voluptuosas y marcadas. Sus pechos, voluminosos, iniciaban a caer por el peso para después remontar hacia arriba con unas curvas pronunciadas culminadas por las aureolas y unos pezones rojos pequeños y puntiagudos. Su coño era prominente, tapizado por una hermosa y arreglada mata de pelo castaño oscuro que dejaba entrever los pliegues de su raja.
La belleza natural de su cuerpo, la inocultable vergüenza que seguía reflejándose en su rostro y el morbo de estar siendo el objeto de la encandilada mirada de los cuatro hombres que allí estábamos constituía el marco perfecto para producirnos una tremenda erección. Yo mismo nunca había visto a Silvia tan directamente desnuda, pues ella procuraba siempre evitarlo e incluso hacíamos el amor a oscuras.
Andrés seguía sonriendo orgulloso de mostrarnos lo que había ganado.
– Bueno Juan ¿Qué te parece?
Juan soltó un hondo suspiro antes de contestar:
– Yo….., no tengo palabras. – y pareciendo haber perdido de golpe todo la timidez antes demostrada y sin importarle que yo estuviera delante, se dirigió ya directamente a mi esposa diciéndole que era preciosa.
Pero ella ni miraba ni sentía. Estaba totalmente aturdida por el cariz que estaban adquiriendo los acontecimientos
Andrés dio un nuevo giro de tuerca a la situación y empezó a animar a Juan:

 

Vamos Juan, seguro que estás empalmado a tope. Deja que veamos lo que escondes bajo tus pantalones.

 

 

Juan miraba a un lado y a otro sin saber qué hacer. Estaba sumamente excitado y casi sin darse cuenta empezó a tocarse su entrepierna por encima del pantalón.
Andrés ya se lanzó directamente al ruedo y cogiendo a Silvia por la cintura la acercó hacia Juan instándola a arrodillarse sobre el sofá a ambos lados de las piernas de él. Aún reticente, Silvia obedeció los deseos del que esa noche era su dueño y se echó sobre Juan apoyando su desnudo coño justo sobre la oculta erección del hombre. Para él eso era demasiado y con dificultades se bajó la bragueta y extrajo su henchida polla al exterior. Tenía un buen tamaño, sin exagerar, y era de piel muy blanca lo que contrastaba con el rojo capullo que la coronaba.
Andrés ya había preparado otro preservativo, de un color verde llamativo, y se lo ofreció a su amigo. Juan torpemente se colocó la protección y de inmediato se escurrió en el sofá buscando la penetración de su verga en el coño de Silvia.
A los pocos instantes se volvía a representar una escena con altas dosis de morbo: tenía a mi mujer casi frente a mí mientras Juan, sentado a mi lado, se la empezaba a follar con rítmicos golpes de cadera hacia arriba. Y lo más curioso es que lejos de importarme mi excitación iba en aumento. Juan continuó sus movimientos un par de minutos más, ocultando y descubriendo alternativamente el verde envoltorio de su blanca verga mientras jodía con fuerza el coño de Silvia, que, manteniendo los ojos cerrados, se dejaba follar aceptando los designios de mi jefe. Entonces él aferró con sus manos los imponentes pechos de mi esposa y, mientras emitía una especie de quejido continuo, su cuerpo comenzó a convulsionarse de un modo tal que todos nos asustamos temiendo que le pasara algo malo, hasta que el mismo Juan nos sacó de dudas:
– ¡Ayyy, me corro, me corro, por Dios! – y mientras anunciaba con voz quejosa su corrida, sus convulsiones se incrementaron aun más, transformándose a continuación en un temblor, salpicado de espasmos, que se fue apaciguando conforme terminaba el brutal orgasmo que había obtenido tirándose a Silvia.
Juan salió entonces del estado medio hipnótico en el que se encontraba y, apartando a Silvia, se puso de pie tapándose su polla y exclamando:

 

¡Virgen de la Macarena! ¿Qué he hecho? Mi esposa no me lo va a perdonar jamás. ¿Qué le voy a decir?

 

 

Andrés intentó tranquilizarle y le pidió el preservativo para tirarlo. Juan le entregó el condón mecánicamente, mientras permanecía de pie, absorto en sus pensamientos, tanto como la propia Silvia que, incapaz de levantar la vista, permanecía a su lado con las manos cubriendo su pubis y sin tener claro que hacer a partir de ese momento.
Pero quien si debía tenerlo claro era Lucas. Sentí como el sofá se movía a mi derecha cuando él se levantó y con su habitual semblante serio se dirigió con decisión hacia mi esposa. Con una de sus manos le alzó la barbilla obligándola a mirarle a los ojos. Silvia, como yo, debió notar en los ojos de Lucas el deseo de éste de poseerla al igual que habían hechos los otros dos jugadores. Mantuvo la mirada hasta que Lucas, acariciándole las mejillas, acercó su rostro al de ella para besarla. Lucas paseó repetidamente sus labios por los de ella, y me pareció que fue mi propia mujer la que los entreabrió para dejarle paso, pero el beso fue interrumpido por Andrés a su regreso al salón.

 

Vaya, vaya, Lucas. Veo que a ti también te ha puesto cachondo mi premio. Silvia, no te quejarás, estás siendo la atracción de la noche.

 

 

Lucas interrumpió el beso y miró brevemente a Andrés esbozando una forzada sonrisa. De inmediato volvió a poner su atención en Silvia, la agarró de la cintura y la sentó en el sofá justo a mi izquierda. Se arrodilló a sus pies y tras cogerle las manos las apartó de su coño que celosamente cubrían. Daba igual mi presencia, estaba claro que todos habían asumido que Silvia estaba a disposición de ellos tres. Mi esposa y yo nos miramos brevemente, justo antes de que Lucas comenzara a separarle las piernas mientras acercaba el rostro a su sexo. El rubor volvió a aparecer en ella cuando los dedos de Lucas acariciaron suavemente su vello púbico antes de recorrer sus labios vaginales y separarlos para dejar asomar su clítoris. Lo masajeó unos instantes y acercó aun más su rostro al coño de Silvia hasta posar la boca en él. No me cabía duda de que era la primera vez que Silvia recibía semejante atención en esa parte de su cuerpo, a mí jamás se me había pasado por la mente practicar sexo oral con ella.
Juan y Andrés se habían acoplado de nuevo en el otro sofá y yo seguí observando a mi mujer notando como su inicial incomodidad se iba transformando mientras Lucas movía su lengua por toda la raja de su chocho, chupándolo y aprisionando con los labios el clítoris, hasta que observé cómo ella, aún esforzándose por no dar señal de excitación alguna, sufrió un par de sintomáticas contracciones de placer antes de que él abandonara su labor. Era evidente que las maniobras de Lucas habían hecho que ella, aún sin quererlo, se excitara.
Al ponerse en pie, Lucas recibió de Andrés el correspondiente preservativo, se bajó la bragueta de su elegante pantalón marrón y sacó una verga de color tan aceitunado como el resto de su piel, circuncidada y de un notable grosor. Apenas ajustado el condón, levantó las piernas de Silvia, separándolas, y se echó sobre ella introduciéndole sin dificultades su gruesa polla en el coño, que sin duda estaba mojado por la saliva de Lucas y por sus propios fluidos de excitación.
Apenas empezado el bombeo en el interior del sexo de mi esposa, Lucas le acarició las tetas con ambas manos mientras intentaba de nuevo besarla en la boca. Silvia debió darse cuenta de que besar a ese hombre mientras la follaba podía hacer que su excitación llegara a cotas peligrosamente evidentes, dada mi presencia, y le esquivó, procurando que el placer no se apoderara de ella, manteniendo los ojos cerrados y las manos sobre el asiento del sofá, mientras simulaba muecas y quejidos de fingido desagrado cada vez que él empujaba introduciendo su lanza en lo más profundo de su cueva.
Reconozco que, pese a que un tercer tío se la estaba follando esa noche delante de mí, los esfuerzos de Silvia por resistirse a gozar me agradaron y más cuando éstos concluyeron con éxito en el momento en que Lucas tensaba su cuerpo y con apenas un suave gemido se corría gozando del voluptuoso cuerpo de mi esposa.
Cuando Lucas abandonó el cuerpo de mi mujer, ella y yo intercambiamos una mirada que dejaba translucir su sentimiento de triunfo, con la creencia de que todo había terminado, y mi convencimiento de que eso no iba a ser así y de que algo iba a cambiar en nuestra vida sexual a partir de esa noche.
Al volver a prestar atención a mis invitados noté que Andrés no se encontraba en el salón, que Juan seguía perdido en sus pensamientos sentado en el otro sofá y que Lucas, relajándose, se había acercado al equipo de música y escudriñaba entre los Cds.
Silvia, intentando exponer lo menos posible su cuerpo desnudo, se deslizó del asiento del sofá en el que había sido follada consecutivamente por Juan y Lucas y, gateando, buscó su ropa que se amontonaba en la alfombra, allí donde la había dejado Andrés al desnudarla. Su movimiento mientras, arrodillada, se alejaba de mi posición en el sofá, me permitió contemplar su culo balanceándose y el nacimiento, asomando entre los pelos, de la raja de su coño allá donde terminaba la de su trasero. Fue la segunda visión para mí nueva, y excitantemente turbadora, de la desnudez de mi mujer.
Cuando estaba a punto de recoger su ropa, Andrés entró de nuevo al salón con una botella de champán en las manos. Al ver a Silvia en esa posición sonrió lascivamente y le conminó a sentarse, desnuda como estaba, y acompañarnos a tomar una copa de cava. Las protestas de mi mujer no sirvieron de nada y finalmente se sentó junto a mí intentando de nuevo proteger todo lo que podía, con sus brazos y manos, su cuerpo desnudo. Debo reconocer que el contraste entre ella, espléndidamente desnuda, y los cuatro hombres, que permanecíamos totalmente vestidos, ofrecía una situación altamente morbosa. Todos, menos ella, sabíamos que Andrés tenía más proyectos para esa noche.
Andrés propuso un brindis por Silvia y todos fuimos apurando nuestras copas mientras mi jefe seguía alabando a mi esposa y alardeando de la suerte que estaban teniendo todos esa noche. Después se acercó de nuevo a ella y, tomándola de la mano, la levantó y la atrajo hacia él. Le acarició con ambas manos el culo mientras su boca se dedicaba a lamerle alternativamente los pechos, centrándose en sus pezones que reaccionaron a las caricias endureciéndose. Silvia se mantenía quieta con la vista hacia el techo y los brazos colgando hacia el suelo, dejando que Andrés la manoseara de nuevo a placer.
Este cogió una de sus manos y la llevó hacia el bulto de su polla sobre los pantalones. Silvia reaccionó negativamente e intentó apartar la mano, pero Andrés se mantuvo firme y la apoyó de nuevo sobre su erección, apretándola e iniciando una suave frotación. Fue retrocediendo hacia el sofá hasta sentarse en él y obligando a Silvia a arrodillarse a sus pies, instándola a que continuara acariciándole el bulto de su polla. Con evidente torpeza ella siguió frotando un rato sobre el pantalón hasta que Andrés le pidió que le sacara la polla al exterior y le masturbara. Silvia negó con la cabeza, dándole a entender que no estaba dispuesta a seguir adelante, pero la fija y seria mirada de Andrés le convenció de que parar en ese instante, después de haber sido ya follada esa noche por los tres jugadores, era una tontería. Se aplicó en bajar la cremallera del pantalón, metió la mano en su interior y, tras maniobrar un rato, la sacó junto con la verga de Andrés a la que sujetaba con sus dedos índice y pulgar.
Andrés reiteró sus deseos de que se la meneara y Silvia inició el movimiento con los dos dedos con los que le asía la polla. Entonces él le cogió la mano y le mostró cómo quería que la envolviera con toda la palma de la mano. Silvia reanudó la masturbación mientras Andrés comenzaba a suspirar de gusto mientras su polla iba creciendo de tamaño. Era ya evidente lo que iba a pasar a continuación. Andrés se bajó los pantalones y slips hasta los tobillos y, agarrando con ambas manos la cabeza de mi esposa, fue acercando el rostro de ella hacia su entrepierna. Silvia luchó contra la intención de Andrés de que se la chupara, y es que mamársela era ya demasiado para ella.
Ambos porfiaron un rato, y parecía que Andrés iba finalmente a renunciar, pero en ese momento Lucas, completamente desnudo, se acercó a Silvia y se arrodilló detrás de ella, cogiéndola de las nalgas. Ella se giró observando al hombre gitano que la estaba de nuevo manoseando. Lucas acercó su cara al trasero de mi mujer y de nuevo su lengua se apoderó del coño de Silvia que reaccionó con un respingo al sentir la calida sensación sobre su vulva. Le chupó por completo no solo la raja del coño, sino también la del culo lo que de nuevo le produjo varias contracciones de placer mientras, inconscientemente, aceleraba la paja que le hacía a Andrés.
Lucas abandonó la maravillosa tarea y poniéndose en pie, introdujo por detrás su picha en el coño de Silvia que permanecía arrodillada masturbando cada vez con más énfasis a mi jefe. El gitano empezó un lento bombeo que se fue acelerando cada vez más, mientras sus manos se habían ya apoderado de las dos tetas de Silvia que colgaban al aire por la posición en la que ambos se encontraban. En esta ocasión mi esposa no pudo contenerse. La postura en la que se la estaba follando Lucas era la que mas le gustaba y estaba claro que el hombre debía agradarle o sabía excitarla muy bien. Silvia comenzó a gemir suavemente mientras sus piernas comenzaban a dar signos de debilidad ante la furiosa follada que Lucas le propinaba. Los síntomas de un cercano orgasmo de Silvia se fueron acentuando y Andrés aprovechó la calentura de ella para conseguir finalmente arrimar el rostro de mi mujer a su polla y, sustituyendo la mano de ella por la suya propia, dirigir e introducir el glande entre sus labios entreabiertos. Silvia, concentrada en el gusto obtenido por la impetuosa follada de Lucas, apenas se percató de que tenía en su boca un pedazo de polla y succionó el capullo de Andrés, quien sí comenzó a suspirar mas profundamente con la excitante sensación de sentir su picha en la boca de mi bella esposa.
Finalmente Silvia no pudo aguantar más y sus gemidos se convirtieron en una mezcla de quejidos y gritos hasta que sus rodillas se doblaron en el momento en que el orgasmo apareció en ella. Mientras se corría Silvia, inconscientemente, comenzó a chupar con frenesí la polla de Andrés quien, sorprendido, apenas tuvo tiempo de sacarla de tan estupendo agujero donde iba a correrse sin remedio si ella seguía mamándosela.
Consiguió a duras penas evitar la eyaculación y también Lucas se retiró sin venirse, dejando a Silvia hecha un trapo a los pies de Andrés mientras se serenaban sus sentidos después del orgasmo alcanzado.
Miré a Juan y observé en él claras muestras de incredulidad ante lo acontecido. Seguramente no esperaba que Silvia pudiera tener un orgasmo y debo admitir que a mí también me había sorprendido y, sobretodo, molestado que se corriera con un hombre al que ni conocía. Pero la más sorprendida era la propia Silvia que, confundida y azorada por lo que había pasado, ahora no se atrevía ni a levantar la mirada.
En cambio Andrés estaba en su salsa, había conseguido evitar una nueva e inesperada eyaculación precoz y, sonriente, se incorporó anunciando un nuevo brindis por el orgasmo de mi mujer. Se despojó de toda la ropa, tal y como había hecho Lucas, y cogiendo a Silvia la sentó en el sofá. Recibí una furtiva mirada de mi esposa en la que me quería dar a entender que le disculpara, que no había podido evitar lo que había pasado. Pero ella no sabía que yo mismo, pese a mi enfado, estaba totalmente empalmado y que también había estado a punto de correrme viendo como se la follaba Lucas mientras ella se la chupaba a Andrés.
Andrés comenzó a llenar de cava las copas dejando para el final la de Silvia. Apenas unas gotas cayeron en la de mi esposa antes de que se vaciara la botella. Juan se ofreció a compartir con ella el contenido de su copa, pero Andrés, que mantenía un rictus sonriente, le dijo que no se preocupara, que él lo arreglaría.
Salió del salón, ante la extrañeza general, volviendo al poco rato y escondiendo algo en una mano detrás de su espalda desnuda. Le dijo a Silvia que alzara su copa y entonces nos enseñó lo que escondía. Traía los tres condones que creíamos estaban en la basura y los mostraba orgullosamente. Con la otra mano acercó uno de ellos a la copa de mi esposa, que, estupefacta e incapaz de reaccionar, vio como derramaba el esperma recogido en el condón dentro de su copa de cava.
Hizo lo mismo con el segundo de los preservativos y cuando cogió el tercero, el de color verde que se había puesto Juan, nos lo acercó sin poder evitar dirigirse a él para preguntarle cuando se había corrido por última vez, y es que el preservativo mostraba una abundante eyaculación. Juan, ante la risa de Andrés, a duras penas pudo contestar que hacía más de seis meses. Cuando lo vació en la copa de Silvia, su contenido alcanzó una notable cantidad de semen, ya bastante licuado, que llenaba mas de dos tercios de la misma.
Andrés pidió brindar por el orgasmo alcanzado por mi mujer y todos levantamos nuestras copas menos Silvia que, aturdida, miraba su copa repleta de la lefa de los tres hombres que esa noche se la habían tirado consecutivamente. Todos dimos un sorbo a nuestras copas y Andrés se dirigió a Silvia animándola a hacer lo mismo. Yo estaba convencido de que ella no lo iba a hacer y en efecto ella reaccionó depositando la copa a sus pies. Entonces Andrés le dijo que si no lo hacía consideraría que la apuesta no estaría cobrada.
Silvia me miró suplicando que intentara sacarla de esa situación, como había hecho anteriormente, pero no fui capaz de decir nada. En realidad, y no se si por el propio cabreo que yo tenía después de su orgasmo, sentía una excitante comezón interior ante la posibilidad de observarla bebiéndose la leche de los tres varones que me acompañaban. Entonces ella, tras lanzarme una mirada llena de rabia, cogió la copa del suelo y, tras contemplar de nuevo su contenido, la aproximó a sus labios, dudando que hacer.
Andrés y Lucas, totalmente empalmados, se la meneaban ante la incertidumbre de Silvia en apurar el semen recogido en la copa. Juan también se tocaba sobre los pantalones y yo, totalmente excitado, prefería no tocarme por miedo a correrme.
Tras unos segundos de espera, Silvia posó sus labios sobre la copa y la inclinó lentamente, con lo que el líquido comenzó deslizarse en dirección a su boca. Cuando la leche alcanzó su labio superior, hizo una mueca de asco y puso de nuevo la copa en posición vertical. Volvió a contemplar lo que debía beberse y unos segundos después, tras obsequiarnos a todos los allí presentes con una mirada llena de ira, aproximó de nuevo la copa a sus labios y de un solo trago, sin saborearlo, se echó a la garganta todo el semen allí acumulado. No pudo evitar un par de arcadas que la obligaron a toser varias veces, pero, una vez repuesta, puso la copa sobre la alfombra y volvió a mirarnos, esta vez de una manera desafiante.
Nuestra sorpresa era total, sobretodo la mía, pues aún no podía creerme que mi escrupulosa esposa se hubiera llevado a la garganta la leche de los tres invitados. Pero Andrés no tardó en reaccionar y, sonriendo aun más lascivamente, se aproximó a ella sin dejar de menarse la polla. Cuando estuvo justo frente a ella le dijo:

 

Vaya Silvia, creo que nos has desconcertado a todos. No pensaba obligarte a beberte la copa, era sólo un juego. La pregunta que ahora me hago es hasta donde eres capaz de llegar.

 

 

CONTINUARA
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¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

Relato erótico: “Mi prima venía a preñarse y salió con el culo roto” (POR GOLFO)

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La vida te da una campanada cuando menos te la esperas. Aunque la mayoría de las veces esas sorpresas suelen ser una putada, en otras ocasiones son experiencias inolvidables. Ese fue el caso que os voy a narrar.
Hace cinco años estaba en la clínica de fertilidad que fundé con otros socios cuando de pronto recibí una llamada de mi santa madre en la que tras las típicas preguntas de cómo estaba y si había engordado, me soltó que mi prima Luisa necesitaba de mi ayuda.
-¿Qué le pasa?- pregunté un tanto molesto porque al mencionarla recordé al estafador con el que se había casado y por eso asumí que me iba a pedir dinero.
Pero resultó que estaba equivocado. Por lo visto, no podía tener hijos y como los tratamientos de fertilidad eran caros, había pensado que al ser familia le haría un precio especial.
-No te preocupes, mamá- respondí- le haré un buen descuento.
Mi respuesta lejos de tranquilizarla,  sacó de las casillas a mi progenitora que echándome una típica bronca materno-filial, me prohibió que le cobrara ni un euro.
-Es tu prima y a la familia no se la cobra- sentenció bastante de mala leche.
Por mucho que le expliqué que un tratamiento llevaba acarreado una serie de costosas pruebas, no conseguí convencerla.
-Ganas mucho dinero y ella no.
La cerrazón de mi vieja fue tal que me hizo prometerla que iba a hacerla caso.
-Tú ganas, mamá- respondí enojado pero incapaz de llevarle la contraria a la que me había dado la vida.
El resto de la tarde me la pasé refunfuñando  y de mal humor. Ni siquiera el día a día consiguió sacarme de la cabeza que el siguiente lunes tendría a Luisa y a Manuel de okupas en mi consulta.
 
La pareja aterriza en la clínica.
 
Tal y como habíamos quedado, ese par llegó a la clínica a las diez de la mañana. Como deseaba terminar el asunto cuanto antes, nada más informarme mi secretaria de su presencia, les hice pasar a mi despacho. La primera en entrar fue mi prima y tras ella el imbécil de su marido.
“Sigue estando buena”, me dije al comprobar que llevaba los treinta y cinco con entereza y que los años no habían hecho mella en su estupendo trasero. En cambio, Manuel parecía un cerdo cebado. Con más de cien kilos, ese capullo estaba tan avejentado que me hizo suponer un consumo desmesurado de alcohol.
Tras los saludos habituales, entré directamente al trapo  explicándoles que antes de nada debíamos averiguar el motivo por el que no podían tener descendencia y que para ello debía de hacer una serie de pruebas.
-La estéril es Luisa. Los Sánchez-Puello somos muy machos-  protestó ese idiota al pensar que ponía su hombría en cuestión.
Mordiéndome un huevo, le expliqué que por estadísticas no había diferencia entre hombres y mujeres a la hora de problemas de infertilidad y que por eso tenía que obtener una muestra de su semen para ser analizados.
-Joder, haber empezado por que la prueba era en que me hiciese una paja. Había pensado que me ibas a meter un dedo por el culo.
“Más quisieras”, pensé  molesto y en vez de expresarle mi disgusto, sonreí y le di un botecito para la muestra.
Para que os hagáis una idea precisa de lo gilipollas que es ese majadero, al coger el recipiente, soltó una carcajada diciendo que necesitaba al menos otros dos para recoger toda su cosecha. Haciendo como si no lo hubiese oído, me dirigí a mi prima y le expliqué que lo primero que iba a hacer era hacerle un reconocimiento físico.
-¿Vas a ser tu quien me lo haga?
-Sí, ¿Por qué lo preguntas?
Bastante avergonzada, Luisa me confesó que le daba corte quedarse en pelotas frente a mí. Por lo visto su ginecólogo era mujer y no había caído  que en mi clínica, yo era el que hacía las revisiones. 
“Esto es el colmo”, pensé y tratando de tranquilizarla, le dije: -Si quieres que se quede Manuel-.
Al estúpido no le hizo gracia quedarse pero aceptó cuando mi prima se lo pidió casi llorando. Siguiendo, mis instrucciones, Luisa pasó tras el biombo que había en la consulta y se desnudó para la revisión. Debió de resultarle difícil porque tardó más de lo acostumbrado en salir con la bata.
Al levantar la mirada de mis papeles, descubrí alucinado que sus pezones se marcaban bajo la tela azul.
“¡Menudos pitones!”, exclamé mentalmente aunque de mi garganta solo salió un “Siéntate aquí”.
Venciendo su timidez, se acomodó  en su silla mientras su marido leía el periódico en el móvil.
-Necesito que te abras la bata para explorarte los senos- le dije profesionalmente.
El rubor que apareció en sus mejillas fue una muestra clara de su sofoco pero como no podía negarse, sin ser capaz de mirarme a los ojos, desabrochó la tela dejándome contemplar por primera vez en mi vida esos dos monumentos.
“¡Tiene unas tetas de campeonato!” sentencié en silencio mientras me ponía los guantes de látex.
Siguiendo estrictamente el protocolo, le expliqué que iba a examinar su pecho en busca de algún problema.
-¿Te parece bien Manuel?- preguntó a su marido pero este ni siquiera la contestó al estar enfrascado leyendo un diario deportivo por internet.
Al no recibir respuesta, me dijo que continuara. Lo que no me esperaba fue que al palpar sus pechos, Luisa se mordiera los labios para no gritar.
-¿Te duele?- pregunté al verle la cara.
-No- contestó ya totalmente colorada.
Extrañado pero siguiendo la rutina, incrementé la presión buscando algún tumor. Mi prima emitiendo casi inaudible gemido, respondió al toqueteo de mis dedos mientras el atontado de su esposo seguía fijamente leyendo el último traspaso del Real Madrid. Fue entonces cuando la miré y descubrí en sus ojos una mezcla de deseo y de vergüenza.
“¡Se está poniendo cachonda!”, medité al ver que involuntariamente separaba sus rodillas.
Como todavía no estaba convencido y mantenía un poco de cordura, me repetí que debía tener cuidado y no hacer ninguna tontería. El problema vino cuando dando por terminado el examen de sus pechos, debía comenzar a reconocerle la vagina pero al levantar la sabana que cubría su sexo,  me encontré que lo tenía totalmente encharcado.
“¡Mierda! ¡Se va a armar!”, me dije temiendo que Manuel se diera cuenta del estado de su mujercita.
Afortunadamente el muy imbécil estaba a por uvas y por eso me atreví a explicarle que debía hacerle una ecografía pélvica. La reacción de mi prima me hizo dudar porque separó sus muslos sin dejar de sonreír.
Tratando de parecer que no me había enterado, deslicé mis manos por su vientre para intentar encontrar alguna molestia en la zona de la matriz. Desgraciadamente, Luisa al sentir que mis dedos se acercaban a su vulva, pegó un gemido.
-Lo siento- le dije tratando de enmascarar con esa disculpa el sonido que emitió -¿Quieres que pare?
Nunca escuché su respuesta porque su marido intervino diciendo:
-Tú sigue… Si le duele es que tiene algo mal.
Sin dejarme otra opción, decidí continuar con la exploración y cogiendo el ecógrafo, puse un preservativo en él. Aunque sabía que mi prima estaba suficientemente lubricada, apliqué generosamente el gel sobre su superficie tras lo cual llevando mi otra mano hasta su vulva, separé sus labios y con suavidad introduje en su interior.
-Ahhh- gimió descompuesta.
Aunque os parezca absurdo, Manuel le recriminó ser tan quejica y de muy mal tono, le ordenó que se callara.
“Será capullo” pensé y queriendo compensar de algún modo a mi prima, susurré en su oído: -Tranquila, esto queda entre nosotros.
Tras lo cual, moviendo mi silla, me coloqué de modo que mis maniobras quedaran ocultas a sus ojos y olvidándome de la función de ese instrumento, lo empecé a sacar y a meter del interior de su coño mientras con dos dedos estimulaba su clítoris también.
-Como es doloroso, no te cortes. Si te duele, chilla- comenté al percibir que Luisa estaba a punto de correrse.
Mi prima usó esa absurda excusa para enmascarar su placer y en vez de decir, “¡Como me gusta!”, berreó diciendo: ¡Me duele!
Su entrega lejos de calmarme, me excitó y sabiendo que caminaba en el filo de la navaja, decidí que esa putilla se corriera otra vez. Incrementando la velocidad con la que metía y sacaba el aparato de su coño, busqué nuevamente su placer.
-¡Arde un montón!- dijo disfrazando su gozo de dolor.
Reconozco que aunque tenía una vasta experiencia, me calentó de sobremanera reírme de ese cretino abusando de la zorra de su mujer en su presencia y forzando al límite su estupidez, le llamé a mi lado y señalando el flujo que manaba el chocho de su mujer, le solté:
-Luisa tiene una infección. Mira la cantidad de pus que sale de su vulva.
El pazguato, no reconociendo ese líquido incoloro y creyéndose a pies juntillas mi explicación, respondió:
-¡Qué barbaridad!
Al no tener límite su estupidez y aprovechando que su esposa se había corrido por segunda vez,  volví con él hasta mi mesa y haciéndome su colega, le solté en voz baja:
-Eres un cabrón. Le has pegado a tu mujer una candidiasis.
Ni siquiera intentó negarlo y acojonado por las consecuencias, me preguntó que podía tomar. Sin dudarlo le prescribí un medicamento que le dejaría la verga inservible durante al menos tres meses, tras lo cual y viendo que mi prima ya se había vestido, los cité para el viernes siguiente:
-¿Tengo que volver?- preguntó Manuel con ganas de escaquearse.
-No hace falta siempre que tu mujer traiga la muestra.
En ese momento, ese malnacido me soltó:
-¿Y si me hago ahora la paja en el baño?
-Tú mismo- respondí. –Al terminar, dásela a la enfermera
La alegría que leí en los ojos de Luisa cuando comprendió que vendría ella sola,  me confirmó algo que ya sabía. Aunque había prometido a mi madre que no le cobraría ni un euro, pensaba compensar la cuenta con carne y para que le quedara claro a ese pendón, al despedirme de ellos le magreé el trasero.
La muy puta dejándose hacer, me soltó mientras se marchaba:
-De saber que eras tan bueno, hubiera acudido antes a tu consulta.
 
La segunda vez en mi consulta.
Pasado el tiempo os reconozco que esa semana se me hizo larguísima. Contantemente llegaban a mi recuerdo, anécdotas de nuestra juventud en las que mi prima tenía el papel de protagonista así como imágenes  de lo sucedido en mi consulta. Rememorando mis años mozos, recordé que toda mi panda estaba enamorada de ella. Todos mis amigos e incluso yo no podíamos dejar de babear cada vez que nos la encontrábamos en el pueblo.
-¡Que buena está!- era el comentario más oído sobre Luisa en esa época.
Si a esos retazos de mi memoria les sumaba el hecho incontestable de que sin importarle la presencia de su marido se había excitado con mi exploración,  el resultado fue que durante esos cinco días, me trajera trastornado su próxima visita.
Al vivir solo, cada noche permití que su recuerdo acudiera a mi mente y olvidándome de que era de mi familia, me pajeé en su honor. Por eso al llegar el día de su cita, estaba ansioso de que apareciera por mi puerta. Para colmo la suerte me volvió a favorecer porque esa mañana mi enfermera me pidió la tarde libre. Su ausencia supondría que cuando Luisa llegara a mi consulta estuviéramos ella y yo solos.
Luisa llegó sobre las seis, como la paciente anterior ya se había marchado, tras saludarla con un beso en la mejilla, la hice pasar a mi despacho. Supe que venía preparada para la guerra porque venía vestida con un sugerente vestido de lino transparente que más que ocultar, ensalzaba sus atributos.
“Está tía quiere acción” pensé y sin más prolegómeno, la hice sentarse.
Actuando como un buen profesional, me puse a revisar su expediente y fue al leer los resultados del análisis del semen de su pareja cuando comprendí cual era el problema. Manuel sufría de azoospermia, es decir, la muestra que nos entregó carecía de espermatozoides.
“Es un eunuco”, me dije descojonado.
Conteniendo las ganas de soltarle a bocajarro la noticia de que ese cretino era estéril de nacimiento, le pregunté:
-Luisa, antes de seguir con las pruebas, ¿Quién de los dos desea un hijo?
Mi pregunta la destanteó y tras pensárselo durante unos segundos, respondió:
-Manuel no quería hijos pero le he convencido de tenerlos.
Al saber que era ella quien realmente lo deseaba, con una sonrisa, le solté:
-Aunque tenemos que esperar el resto de las pruebas, te puedo adelantar que creo que he descubierto el por qué no te has quedado embarazada – y haciendo un inciso, esperé unos segundos para continuar- Tu marido es incapaz de procrear por lo que si los demás análisis me dan la razón, mediante inseminación en menos de un mes puedes quedarte preñada.
Luisa tardó unos momentos en reaccionar. Minusvalorada por su esposo, siempre había creído que la culpa era de ella y por eso le costó asimilar que era de Manuel. Cuando lo hizo el que se quedó sorprendido fui yo puesto que sin decir nada, se levantó y dejando caer su vestido al suelo, me soltó mientras apoyaba sus codos en la camilla:
-¿A qué esperas para inseminarme?
Verla totalmente desnuda y con el culo en pompa, fue el acicate que necesitaba para olvidarme de que además de su primo, era su ginecólogo y con prisas, me desnudé mientras me acercaba a donde ella me esperaba. Al llegar a su lado, separé con mis manos sus dos estupendas nalgas y descubrí un ojete bastante dilatado. El descubrimiento de que Luisa estaba habituada a hacerlo por detrás despertó mi lado perverso y embadurnando mis dedos con el flujo que ya encharcaba su coño, me puse a juguetear con él.
-¡Eres malo!- berreó satisfecha de lo fácil que le había resultado convencerme y moviendo sus caderas buscó que me la follara.
Su calentura era tal que al sentir mis dedos jugueteando con su esfínter, empezó a gemir sin cortarse pidiéndome que la hiciera suya pero obviando sus deseos, decidí que ese trasero iba a ser mío antes. Por eso le introduje uno de mis dedos en su entrada trasera mientras le decía:
-Si quieres que te preñe, primero me tienes que dar tu culo.
-¡Es todo tuyo!- respondió pegando un grito.
Os reconozco que tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no rompérselo a lo bestia . Aunque mi prima se merecía eso y más, decidí hacerlo con cuidado. Usando mis yemas no tardé en relajarlo y entonces decidí embadurnar mi pene con su flujo. Para ello, de un solo golpe la penetré hasta en fondo de su vagina. Luisa al sentirse llena, comenzó a moverse buscando su placer pero dándole un azote le dije que se quedara quieta.
-Perdón pero es que hace mucho que no follo- dijo tratando de disculpar su excitación.
Su confesión hizo que me apiadara de ella y mientras untaba de flujo su ojete, permití que disfrutara con mi verga en su interior. Mi prima al sentirse llena, no dejaba de buscar que acelerara mi paso. Pero cuando sentí su flujo discurriendo entre mis piernas, se la saqué diciendo:
-Me encanta tu culo.
Luisa comprendió mis intenciones y usando sus manos para separar sus nalgas, respondió:
-Úsalo.
Ni siquiera esperé a que terminara de hablar, llevando su cuerpo hacia atrás lentamente fui metiéndoselo lentamente, permitiéndome sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro.
-Ahh- gimió al notar mi estoque acuchillando sus intestinos.
Venciendo las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que fuera que se acostumbrara a tenerlo en su interior. No llevaba ni diez segundos dentro de su trasero cuando girándose, me miró y me rogó que comenzara a cabalgarla. 
La expresión de deseo de su rostro me terminó de convencer y con ritmo tranquilo, fui extrayendo mi sexo de su interior mientras mi prima no dejaba de berrear que me diese prisa. Su calentura le llevó a volvérselo a meter hasta el fondo con un movimiento de caderas.
-Fóllame, ¡Lo necesito!- bramó con desesperación.
La urgencia que escuché en su tono me hizo reaccionar y comencé a galopar sobre ella con un ritmo alocado en el que sus pechos se bamboleaban hacia adelante y hacia atrás al compás con el que yo forzaba su ojete.
-No pares cabrón- gritó al sentir que disminuía la velocidad de mis acometidas-
-¡Eres una puta calentorra!- le solté a la vez que le daba un fuerte azote en su culo. 
Mi ruda caricia lejos de molestarla, la excitó mas y comportándose como una perra en celo, contestó:
-Lo soy y mi marido no lo aprovecha.
Sus palabras azuzaron el morbo que sentía por estar dando por culo a esa infiel mujer y  alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoras palmadas en su trasero cada vez que sacaba mi pene de su interior. Para entonces, mi prima ya tenía el culo completamente rojo y dejándose caer sobre la camilla, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo.
-¡No dejes de follarme!- aulló al sentir que el placer asolaba su interior. 
Su actitud sumisa fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su precioso culo como frontón.  Al gritar de dolor, perdió el control y agitando sus caderas se corrió.
Los alaridos que sirvieron de música de fondo a su orgasmo, me hicieron concentrarme en mí y  forzando su esfínter al máximo, seguí violando su intestino mientras Luisa no dejaba de gemir. Fue entonces cuando no pude más y compartí con ella su placer, vertiendo la semilla que había venido a buscar en el interior de sus intestinos.
Agotado y exhausto, la hice a un lado y me senté sobre la camilla para descansar. A los cinco minutos, mi prima se sentó en mis rodillas y luciendo la mejor de sus sonrisas, me preguntó:
-¿Tienes algo que hacer este fin de semana?
-¿Por qué lo preguntas?- contesté.
Soltando una carcajada, respondió:
-Cómo no va a estar mi marido, he pensado que me podrías repetir este tratamiento… ¡En mi cama!

 

Relato erótico: “Erika Garza: secuestro y descenso al Infierno” (POR RAYO MC STONE)

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Siguiendo el jueguito, Erika, melosa: Recuerdas la primera vez, perrito….gustándole el hecho de estarse diciendo palabritas soeces…Pues esta perrita quiera que te la culees así, para lo cual se paró y cachondamente fue a ponerse al borde de la cama en sus cuatro patas y ponerle el nalgatorio para movérselo coquetamente y decirle: Ven putitooo, o ¿Qué? ¿No puedes coger como hombre? Ya retándolo.
Don José presto de pie detrás de ella se la volvió a ensartar con todo, ahhhhhhh, asiiiiiiii fue la exclamación de la pérdida Erika que se reculeaba y movía como locomotora…el frenético mete-saca inicio de nueva cuenta: plac, plac,plac, plac el choque de pieles era tremendo, los gemidos de ella y la voz ronca de él emitiendo especies de gruñidos, los senos se bamboleaban maravillosamente, la cama crujía con todo…así siguieron….
Cerca de ahí, el Padre Iñigo ya quería terminar con su recorrido al piso de enfermos terminales dando los últimos oleos, quería ver a solas a la exquisita y elegante Erika, no sabía el motivo, pero algo de corazonada y de inquietud  tenía, de porque ella se había dirigido de una manera muy evidente para él, con nervios al piso nuevo, además de que no le gusto la manera en que el oficial y el tipo desaliñado que estaban al pie de las escaleras se le quedaron viendo como babosos extasiados cuando aquella subió las escaleras de manera cadenciosa luciendo su tremendo nalgatorio. Todavía tenía tiempo para largo en sus diligencias, guardaba esperanza de encontrarla, aunque no era muy probable, seguramente se le olvido recoger algo y ya se habría retirado del Hospital. Cerca estaba de acertar en su intuición.
El gordo albañil no daba crédito a la culeada que le estaban y se estaba propinando esa rica mujer, él no sabía quién era en realidad, era ignorante por completo de su identidad, así que mucho menos sabía quién era el viejo canoso, pero fuerte, que le estaba dando la ensartadota de pie y de a perrito a esa rubia imponente…ya se había venido desde hace rato atrás, pero ya recuperado seguía jalándole el pescuezo al ganso.
¿Quierrresss venirrtttee yaaaa? Uffffffffm, hujmmmmm,,dalllee perrrooo….dammeme fuerrttte, esooo querriiiass cabrrrónnn , soyyy tuyyayaa…ahhhhhh, hummmmmm Erika ya movía de lado a lado su hermosa caballera, estaba a punto de llegar a un orgasmo más….el viejo José se la siguió culeando con todo, tal como hace aproximadamente una hora y media atrás cuando se pusieron de acuerdo, sin palabra de por medio cuando descorrieron el plástico que cubría esa cama que era testigo ruidoso de su primer copula infernal, infiel  e incestuosa.
Ambos llegaron a un glorioso éxtasis juntos y aunque pareciera increíble por primera vez para la agraciada hembra llegar junto a su hombre  al orgasmo…era su primera vez de esta manera, siempre ella era la que llegaba a la cúspide del acto y luego el varón en turno. Ufffff seguía aprendiendo.
El grito que puso su suegro y las palabras que musito acabaron por derrumbar cualquier atisbo de arrepentimiento: graccacciaassss, errresss unnnn cabrrrónnnn.
Ambos cayeron cuan largos eran en la cama para empezar a besarse con furia, como queriendo aprovechar aún las mieles de ese éxtasis momentáneo, de ese instante feliz que proporciona el orgasmo. Se fundieron en un abrazo apasionado, ya libres de todo atisbo de arrepentimiento súbito.
Mientras eso pasaba, el Padre Iñigo, terminando ya sus labores sacerdotales se dirigió a la escalera que conducía al piso nuevo, una vez que llego a la estancia escucho una radio prendida en una especie de oficina que se encontraba semi abierta.
Toc,toc, toc sus nudillos inmaculados que no habían conocido trabajo humano de carácter manual, tocaron con ligereza la puerta, nadie contesto, por lo que atreviéndose abrió la puerta, no había nadie en la estancia, solo el ruidito que hacían varios monitores de control en los cuales se podían ver diferentes lugares del Hospital. El sacerdote curioso paso su mirada por cada uno de los monitores. Su habilidad para los equipos modernos se notó al empezar a manipular para ir pasando de estancia en estancia, para casi dar un brinco y gritar cuando el monitor con una claridad increíble le dejaba ver como su rica rubia benefactora estaba en una cama individual en un impúdico e infernal abrazo con un hombre que no alcanzo a ver de primera instancia. Estaba completamente desnuda, solo sus zapatillas negras sobresalían en ese curvilíneo y sudoroso cuerpo de diosa nórdica, en un momento dado que los azarosos y combativos cuerpos giraron casi se desmaya de la impresión al ver que el hombre, no era otro, que el suegro de esa infiel pecadora.
A punto de desfallecer, pero con una actitud que no entendió, manipulo poniéndose unos auriculares para escuchar como si el mismo demonio le susurrará en sus castos e ingenuos oídos, como una voz ya no angelical, ni de arrepentimiento, sino una voz femenina caliente, eminentemente sensual que casi le quemaba: Ayyy, dioosos, Josseeee eres un semenntalal grande, ya esttass listtoo?…la tecnología lo ponía en la misma situación que le narro esa hembra de cuando empezó su calvario sexual, ahora deseosa, ….él mismo sintió como su pene se erectaba con una fuerza que incluso le dolió…reaccionando regreso a cerrar con seguro la puerta y aún más orando porque nadie llegara a este lugar que asemejaba al inframundo, pero del cual estaba deseoso de observar y escuchar.
Escucho como el suegro Don José: Claro que si gatita, ya vez de lo que te habías perdido, aunque no creo que sea tu primera vez, putona…yo soy muy fuerte, estoy muy sano, jajaja
Erika con una calma voz y denotando una sinceridad pasmosa: Darling, para mí fue la primera vez que me vengo con mi hombre, ¿Por qué? ¿Ya eres mi hombre? Recuperando un tanto la compostura de estar hablando con groserías, ¿Te gusto?, Realmente ¿soy tan hermosa para ti?
Un experto viejo como Don José sabía que era el momento de afianzar su conquista definitiva y sabedor de la psicología femenina, fue coherente en su acto tierno de pasarle su mano por el bello rostro de su nueva mujer, no era tiempo de ser vulgar ante semejante monumento, sino de denotar elegancia y clase: Claro que sí, si bien sabes que eres mi delirio, mi todo, no habrá ya hombres para ti, para eso me tienes a mí y yo ya no tendré otra mujer más en el mundo…prepárate, porque este segundo round será más intenso…los hombres maduros a estas alturas duramos más, pero es mejor, jejeje
Erika, pensó para sí: si en el primero mostro una dureza y firmeza de joven, además de durabilidad, reconoció que se volvía a sacar la lotería en este terreno, en esta demanda nueva que su cuerpo y su ser le exigía.
Pero claro, que te caliente que te diga lo putita que eres, ¿verdad, culona? ¿cierto? ¿Erika?
¡Si mi cielo, mi rey!, pero no abuses, que ya platicaremos largo y tendido de tu forma de negociar y de ser, la rubia no quitaría el dedo del renglón en querer modificar la fuerte, pero áspera y en algunos puntos turbia personalidad de su verdadero “marido”, pero dime…¿Qué me vas  a hacer, ahora?, Por favoorrr enseñanmmmeee, sorprenddemeeee…ahora si melosa, coqueta, caliente, cachonda, suspirando y exhumando sexo por todos los lados e incluso haciendo que ese sentimiento cristalizará la emoción recóndita de otro voyeur, además del albañil, el sacerdote Iñigo estaba a punto de iniciar una nueva carrera sin retorno, la carrera del pecado y la desesperanza por la lucha entre lo que aprendió que es bueno y lo que no.
El viejo José, sin esperar más se sentó boca arriba en la cama, recargando su espalda en la pequeña estructura metálica del respaldo de la misma y en parte en la pared para lo cual se colocó las almohadas atrás y hacer un perfecto ángulo de 90°: Ven chiquita, siéntate de frente a mí y cabalga a tu señor, se una furiosa amazona…
Erika felina, obediente, sumisa, vencida, conquistada, pero feliz, plena, gozosa fue a sentarse frente a él pasando sus bellas y largas piernas a los costados y de un seguro sentón meterse la fuerte virilidad de su macho cabrío, empezando un nuevo suave sube y baja, así como un movimiento ondulatorio con su sagrado nalgatorio, giraba y se sentaba con seguridad, la seguridad que ofrece la certeza de saber que va a gozar y él otro también: hummmmm, riccoocooo, as´siiiiisss, cabrrrrónnnn  macchhioooo, nunca había probado esta variación de la monta, de esta manera sus senos que se bamboleaban se rozaban y friccionaban con el fuerte y viril pecho de su nuevo domador, que usaba manos y boca para no dejar milímetro de piel y sobre todo de sus senos de erotizar al extremo.
Iniciaba de nueva cuenta, el segundo “palo”, las palabras, murmullos y gemidos tenían al gordo albañil en su segunda furiosa puñeta y en un trance en donde no sabía ni donde estaba ya, no cuidándose de que en cualquier momento su compañero, el guardia podría aparecer y al juvenil sacerdote Iñigo con los colores subidos y la verga a punto de estallar.
Ayyyyyy, hummmmmm, gluppp,,pacccc,paacc, ttocccc, toocccc Erika estaba otra vez en ese su vicio nuevo, sentía con claridad en su intimidad como ese glorioso trozo de carne sin hueso le prodigaba mil sensaciones, en sus pezones , en sus nalgas, en sus muslos, brazos, en fin en cada una de las partes que ese pulpo humano le exaltaba.
Su sentido del tacto estaba a mil, ya que era tocada por todos lados, nalgas, muslos, pies, pantorillas, cara, brazos, espalda, todo lo que ese hombre sentado y que con agilidad y sapiencia excitaba y lo sentía muy bien: ayyyyyy que ricocoooooo, siguueee Joseee, papppitotol, sooooyyyyy tuyyyaya, hazammemee lo queueu quierrrasss….pero no dejes de hacer estoooooo.
El sentido del gusto lo tenía en nivel alto,  cuando se besaba con furia con ese exquisito sabor a menta y a hombre superior que proyectaba el viejo José…el ssabor de su propio sudor, un sudor diferente a cuando se ejercita, este en definitiva sabía muy bien…ayyyyyy, hummmmm, ppapapapiiii, yaaaaaa. Este sabor, este  gusto, cuando sin querer intercambiaba su saliva con la de él. Ahhhhhh, mmmaiiaiaaamiiitaaa queee bienenen te mueeveess, ereress unnaa yeguuaaaa calienenenteee, el hombre ya también estaba fuera de sí, simplemente el mejor palo de su vida, nadie lo había cabalgado de esa manera, simplemente porque era una mujer que lo había conquistado desde hace muchos años y por la cual había esperado toda su vida.
Erika estaba exaltada en el sentido de la vista al ver la cara de su suegro en un éxtasis y en un atisbo de ¿gratitud?, como cuando metes gol y sabes que tuviste mucha fortuna, al verse ella misma cabalgando ya como una experta y mover su cabeza de un lado a otro ante el influjo poderoso de esta droga, del sentimiento de sentirse mujer, de sentirse deseada, ella misma se maravillaba de lo fuerte de sus muslos y de la agilidad de cintura que denotaba, se veía sus pezones totalmente erectos, hasta veía como sus vellitos rubios estaban como hojas de trigo que se mecen ante un fuerte viento. No había nadie que los turbara, estaba tan concentrada que perdió de vista que en una esquina de la estancia había una cámara, a ella, la visual, la que siempre se preciaba de revisar todo, la experta en diseño, se le paso de largo ese pequeño detalle, la adrenalina de jugar con fuego, le hacía cometer errores básicos. Un error que más tarde pagaría con creces.
Su sentido del oído estaba a más no poder, le gustaba la voz quebrada de su macho que le decía más que las palabras que emitía, que era ella la diosa para este hombre, descubría que tenía un ego grande, le gustaba ser alabada y sentirse la reina…ese hombre con sus palabras, pero más con su lenguaje no verbal le gritaba: eresss mi diossaaa….mi ciiielellooo, seguía aprendiendo…le gustaba obedecer, sentirse sometida, pero una vez que actuaba lo que le pedían, le gustaba saberse dominadora al fin, ese hombre había esperado 13 años…y ahora ahí estaban ellos dos, familiares políticos poniéndose una refriega de aquellas….palaccc, placcc, pllaccccc, sus sollozos, gemidos y las palabras de él hacían un todo coherente,,,,este era el mejor sexo, todos los anteriores lo fueron, pero este es aquí y ahora….uffff, ¿cómo sería ahora su vida como amante de su suegro? Se propuso hacerlo un buen hombre, un mejor hombre, que no tuviera esos rasgos que le desagradaban, su sentido de intuición no llego a atisbar pero ni de cerca, la lección que Dios estaba a punto de darles a los cinco involucrados en esto: ellos dos, el albañil, el sacerdote y también el guardia de piso.
Su sentido del olor completaba el juego de los seis sentidos…el sudor suyo y el de él, su perfume y la colonia de él se intercalaban en una mezcla perfecta, armoniosa, como la jineteada que le estaba dando a ese primero odiado hombre y ahora en una resignación dichosa el tan anhelado amante que necesitaba, el tan buscado potro, varón que la tomara y le hiciera la faena como es debido.
Ya su cara tenía cabellos pegados de su rubia cabellera producto del sudor, del calor que emanaban esos cuerpos. De pronto le volvió a sorprender como este hombre con una fuerza inaudita era el que se la metía hasta el fondo, estando así mostraba la potencia de sus piernas y de su cintura para ser ahora él quien la levantara incluso:ayyyyyyy, ppppaaapiiii, darrrliiiiingggg queueee meeee haceeesss…..
Excusa decir que el albañil sentía que estaba bajando de peso a un ritmo de la velocidad de la luz, ya había intentado entrar, moviéndose sigilosamente, pero la puerta tenía seguro, no quería violentar, tenía varios negocios en el Hospital, por lo que no quería perder su chamba de albañil, que solo era una “tapadera” a sus verdaderos y siniestros negocios con medicinas, médicos, enfermeras, pacientes y con todos lo que se dejaran.
Mientras que el sacerdote Iñigo ya se había derramado por primera vez en su vida de manera consciente, ya que suele tener sueños húmedos, de los cuales nunca quiso indagar de qué venían, sin tocarse expulso una buena cantidad de semen que por la vestimenta que usaba quedaba oculta y ya su pene amorcillado empezaba de nueva cuenta a ponerse duro….el sacerdote sintió una fuerte descarga y un alivio tal que se asustó de esta experiencia carnal. Era tal su nerviosismo que prefirió salir ya despavorido de ese lugar, su remordimiento inmediato es comprensible, por lo cual no razono que debía borrar el grabado automático que se hace en esos equipos y que de no pasar nada se va borrando de día a día…no tomó esa precaución para proteger en un momento dado a la rubia pecaminosa, pero su estado de shock era tal que solo pensó en salir corriendo de ese lugar, su mente y su alma estaban en el caos total.
Ya no vio que el suegro Don José tomaba un respiro con sutileza y le decía a su nuera: Linda, potra, nalgona date ahora vuelta y ensártate tú misma por atrás. Erika ya había intuido eso, su sexto sentido estaba preparando, sabe que la monta por atrás es aún más rica, la fuerza y rapidez con que el pene entra a su intimidad es más profunda de esa manera, ya lo intuía y había fácilmente acertado.
¿Asiiiiiiiií?…la sumisa y ladina Erika se giró para estar en la misma posición pero dándole la espalda a su viejo y meterse ahora muy lentamente el envarado palo de su suegro y dejarse caer muy despacito, saboreando milímetro a milímetro como ese prodigador de encantos le entraba y como ya otra vez en su habilidad de pulpo humano le tomaba con sus dos manazas sus senos para de ahí impulsarla en una forma acompasada respetando su decisión de meterse de a poquito su pico, lo cual enervo a la hembra que buscando darle placer se lo acabo de meter y pasar de inmediato a un enculamiento propio con más fuerza, era otra nueva posición para ella….ahhhhhhhh, asiiii entrrraaaa mpasssssss, quueueue diablloooo uuyy  pillllooooooe ereesssss, cabrororonciiioootot.. yayyaayayayyyy
La hembra estaba a punto de llegar a otro orgasmo pleno…mientras a las afueras del hospital…
El sacerdote ya estaba en la calle, casi corriendo dándose un buen golpe de frente con el oficial de piso, lo reconoció de inmediato…como buen orador en eventos masivos, era un muy buen fisonomista: ¿Qué le paso padre? Jajajja reaccionando con humor el policía, que hasta la gorra de oficial perdió…¡Parece que hubiera visto usted al Diablo en persona!, Perddooonn,  es que llevo prisa…el sacerdote Iñigo se fue caminando despavorido, no usaba carro, tratando de dar la imagen sincera y bien intencionada de su parte de ser coherente con su ministerio religioso, tal cual el Papa Francisco actual.
En el piso nuevo del hospital ardía la infidelidad, infidelidad que como llegó terminaría, cosas de la vida, del destino, de Dios o del diablo, quien sabe…Erika noto un cambio casi imperceptible en la voz de su suegro que le estaba pegando una culeadota de campeonato, solo alcanzo a escuchar: graccciasss  diooss y de pronto se apagó esa viril voz, así como las manazas cayeron de inmediato en la cama al lado de sus muslos, sentía la dureza del pene, pero ya no hubo movimiento alguno, se le hizo raro, siguió ella misma metiéndose esa poderosa daga, pero después de unos largos segundos  también sintió que ya no tenía la misma firmeza…por lo que preguntando: ¿Darlinngg? El silencio fue la respuesta…se viro para asustada ver que su suegro estaba como desmayado…lo empezó a mover, pero no obtuvo respuesta, su capacitación en esos casos, dada su condición de mujer rica y candidata a ser secuestrada o violentada surgió para de inmediato proceder ya toda nerviosa a revisarle los signos vitales, sin embargo, su nuevo hombre, su antes “odiado” rival, su padre político estaba muerto, así es, muerto por completo, murió con las botas puestas, en plena faena…cumpliendo su tan anhelada meta, meta que alcanzo pero que de manera efímera se le fue…¿Castigo divino? y ¿para los dos? Ya que ella conocía el cielo y placer y lo perdía de súbita forma y él, pues él, ya no está más…gritando, más de angustia y de no saber qué hacer, puso a temblar al único testigo, el albañil, que en su aparentemente limitada mente no supo que hacer de momento, más que asomarse por lo inesperado del hecho, ya de pie por completo y asustado cruzar ahora si su mirada perdida por los momentos de lujuria vistos a todo color, con la de la mujer que horrorizada lo veía, la cual en ese acto visualizo también el pequeño haz de luz que tintilleaba en la cámara de la esquina, signo evidente de que estaba en funcionamiento….Noooooo….el grito que dio es porque se le vino todo encima, su mente privilegiada le hizo ver que ahora el peligro es que se supiera su infidelidad a todas luces….no por el gordo sujeto que de inmediato capto no sabía ni que pasaba, pero sí de la evidente grabación que se hizó….Pendejjajjaa, fue el grito que ahora exhalo, mismo que el gordo escucho….Disoosososo, noooo otra vezzzz…supo que tenía que recuperar la grabación y que su suegro no se podía quedar en este lugar, sería mucha coincidencia que la podía relacionar con su estancia en el lugar…esto último ya no lo razono tanto, así que tenía que decidir rápido…para así desnuda como estaba hacerle señas al gordo para que entrara…
El otro, evidenciando su patrón cultural de clase baja, obedecer de inmediato…ella se vistió rápido y fue a abrir el seguro de la puerta.
¿Qué paso?, para cuando llego a la estancia, la rubia ya se había calzado su vestido y su brasier, su tanga estaba inservible y se la guardo en el bolsillo, al revisar el pantalón de su suegro, se dio cuenta que este tenía un frasco de viagra, cabrón viejo, seguramente se había tomado una, con razón a su edad tenía tanto aguante. Ciertamente, el suegro había adquirido el hábito de tomarse de vez en vez una de las famosas pastillitas azules, para potencializarse aún más, pero en sí, pues el destino ya había elegido su momento de partir de este mundo. Lo estaba vistiendo de manera rápida y segura. Tenía que salir bien librada de esta circunstancia cruel y paradójica.
Mira, me tienes que ayudar, tenemos que llevarlo a su carro y llevarlo a otro sitio, sin que nadie se dé cuenta…
Faltaba más jefecita, claro que si….esta el  elevador del personal que no se usa todavía, por ahí me lo puedo bajar, a que cabrón viejo, murió de puro gustazo…perdón, pero es que te puso una cogidota bien a gusto, a que no patrona, lo bueno es que murió bien feliz…Si es re bonito culear así, yo tuve una morrita llamada Evelin, que vieras, es tan parecida a ti y le ponía unas que si vieras …hasta parecen hermanas, pero ella mucho más joven, ejemmm…no es que estés muy grande, pero ella era una chiquilla…y tú eres toda una mujer.
Erika supo que este no sabía quién era el viejo, por lo que se aventuró: Es mi esposo pobrecito, pero necesito que este en otro lugar, ya vez trámites de seguros y esas cosas, que seguramente no entiendes, ¿verdad?, ¿Señor…?
Bien dicen que las apariencias engañan, ese albañil, era el de los llamados mexicanos multi habilidades o multi oficios, no sabía quién era ella, ni él, pero de algo estaba seguro, este muerto no era su esposo…esta suculenta y monumental vieja estaba mintiendo….
Claro, claro,,  pero me tienes que decir dónde está el carro, me tendrás que ir guiando…Erika hacía cálculos, en cualquier instante podía llamar a Esteban el cual había sido asignado a otra actividad junto al guardia de su marido por ser varios empresarios lo que irían a jugar golf,  ella no sabía acerca del guardia personal de su suegro, ojala se haya aventurado a dejarle libre a este, el día o la tarde, no estaba para minucias, tenía que tomar decisiones ya…
Si claro, claro,,,¿Señor….?, ¿señor…?
Disculpa linda, soy Don Pedro…mucho gusto, perdón no puedo evitar decirte que eres todo un mujerón…ya vez en suerte me tocó verlos en su último quite, jaja…tu disculparás, jajaja…Sin más, sorprendió a la confusa Erika que vio como con facilidad para su estatura y gordura, se lo coloco en sus hombros como si fuera un costal de azúcar…te sigo preciosa…
A Erika no le quedo de otra que acomodar el lugar, procurando limpiar con su exquisita pañoleta todos los signos de que hubiera estado en el sitio y sin dejar de mirar a la cámara, gesto que no pasó desapercibido para Don Pedro cuya mente trabaja a mil para sacar partido de este inusitado evento de todas a todas. Una vez que termino paso al lado del gordo, se dio cuenta que en realidad no era tan chaparro como aparentaba, más bien su postura lo hacía ver así, casi estaba de su pelo, solo que ella con zapatillas le sacaba altura.
Empezó a caminar delante de él, volteando a ver y preguntarle: ¿Hacia dónde está el elevador…? Tu sigue caminando hacia donde termina el pasillo…te sigo…Erika sintió de inmediato la mirada del tipo y solo en ese momento se le prendió el chick de que este ya la había visto como Dios la trajo al mundo y en pleno agasaje con el difunto…Ufffff…que increíble experiencia…no entendía como no sentía gran pesar, pero rápido proceso y entendió que en el calor del sexo, no discernía que en realidad no es que odiara al suegro, pero tampoco era de su agrado, solo había sido sexo y al calor de ello, ya no razonaba, una vez enfriada se dio cuenta que por eso no sentía lo que experimento con Roger con quien si convivio y a quien llego a amar.
Bajaron al estacionamiento, la mujer manipulo la llave maestra del lujoso auto del suegro para darse cuenta que si se encontraba abajo, primer punto a favor, al parecer la suerte empezaba a correr de su lado….lo pusieron, de tal manera que no se podía ver, esos grandes y largos autos permiten eso y más…El guardia personal de su suegro, no estaba por ningún lado, uf otro punto a su favor.
Ok, otro detalle importante, tenía que resolver y el más importante: el video que seguramente estaba en la sala de control…
Estaba dudosa, no quería pedirle más ayuda al sujeto…pensaba irse en el auto del suegro y de ahí irse a su casa, ya le pediría a Esteban que viniera por su coche argumentando que se había retirado de lugar con alguien más…pero el sujeto se puso a su nivel intelectual:
¿Necesitas recuperar la grabación diaria de la sala, chiquita? Las palabras le entraron una a una en su cabeza, tal y como si un pene le penetrará lentamente en su intimidad, este Don Pedro estaba en todas, no sería tan fácil deshacerse de él.
Tu sola  no podrás, a esta hora el guardia, un tal Felipe que se las da muy muy porque su anterior chamba era ser el prestanombres de un empresario dueño del famoso Zanzíbar, haciéndole creer a medio mundo que él era el dueño de ese y otros turbios negocios…menudo tipejo, engaño un buen tiempo a muchos, ja pero no a mí…estará en la sala de control, pero pierde cuidado, mi reina, él nunca revisa nada, ha de estar en su siesta…regresa a esta hora de su comida y ya está cerca de salir de su horario. Pero tendré que distraerlo para recuperar el video, necesitare de tu ayuda. Él no va a dejar la caseta a no ser que sea una poderosa razón, le encantan las viejas, perdón las mujeres, así que tu serías una muy buena razón para que se saliera, pero si no es así, tendrías que ver como tu solita entrar y quitarle la grabación. Chiquita, por eso necesitas ayuda…el viejo parecía super convencido de lo que dijo.
Don Pedro capto de inmediato que esa diosa rubia se puso más nerviosa al escuchar el nombre del Zanzíbar, ¿será que lo conocía?
Una duditativa Erika: Entonces, ¿vamos a la cabina de control?, ¿cuál es el plan?
Mira linda, vamos, con cualquier pretexto sacas al buey de Felipe de la caseta, mientras yo obtengo el video, me llevo el coche con el muertito, mientras tú me sigues y ya está…ahí te entrego la grabación y todos contentos, ¿no crees?
A Erika ya le empezaba a chocar el tonito que empleaba el tal Don Pedro y más cuando le decía: “linda, chiquita”…Pues sí, vamos, vamos.
Oiga y muchas gracias por todo esto.
No te preocupes ya veremos, ya veremos, seguro de llevar el control Don Pedro le dijo: Sígueme preciosa, pensando ya que era lo que le diría a su compinche, ya que vivían juntos temporalmente en casa de Felipe y eran socios de turbios negocios en este Hospital. Don Pedro era lo que se dice un nómada, ya que encontraba trabajos temporales, incluso había estado trabajando con una feria de juegos que viajaba por todo el país.
Hola Felipe, ¿Qué te has hecho?, Mira aquí la Sra. quiere que un oficial la acompañe a revisar su carro en el estacionamiento de abajo…es que tiene problemas, ¿verdad linda? Yo no puedo porque no se de esas cosas y se me ocurrió que tu podías ayudarla en todo.
Si Sr. Don Felipe, ¿me puede acompañar para revisar?…
Carajo, Pedro, si ya sabes que casi es mi salida, demostrando su falta de espíritu de cooperación, aunque recomponiendo ante la posibilidad de estar cerca de esa hermosa hembra, aunque se extrañó de que su compinche le hablará con tanta familiaridad y que no quisiera pegárseles, ya sabía que a ese desdichado le encantaban las viejas y más una como estas…sin duda había gato encerrado, pero acepto, para ver que le sacaba al viejorrón.
Adelante estimada Sra.  Erika, vamos al estacionamiento, en silencio se dirigieron al lugar…una vez que llegaron, la suerte se le volteó por completo a la rica mujer, ya que sus nervios la traicionaron cayéndosele al suelo las llaves del auto de su suegro haciendo que se activara la alarma, por lo cual queriendo verse amable y diligente el oficial Felipe las recogió y se dirigió hacia el lujoso Mercedes pensando que era el auto del mujerón rubio, para que al llegar e intentar apagar la alarma viera que en el asiento trasero se encontraba el cuerpo inerte de un hombre…Oiga, ¿Qué le paso?
Nada, nada, está un poco mal…
¿Qué quiere que le cheque? Ehhhhh, pues es que precisamente no estaba funcionando la alarma, pero ya ve, ya funciono, jejeje…muchas gracias Don Felipe, ya puede regresar a su trabajo.
Bueno Sra. Erika, pues fue un gusto poder ayudarle.
El tal Felipe estaba muy extrañado de todo este comportamiento, así que se retiró, pero solo subió un piso por el elevador, para bajar por otras escaleras y observar cómo llegó su gordo camarada casi corriendo al auto Mercedes que por alguna extraña razón no había abordado la mujer que además nerviosa volteaba para todos lados.
Hablo por la radio con su oficial del siguiente turno para notificarle que todo estaba tranquilo y ya se retiraba.
Vio que la mujer se retiraba hacia otro lado, por lo que decidido se lanzó al Mercedes para abordar al albañil. Pudo ver que la mujer se dirigía hacia una camioneta Audi…
Mostrando agilidad, ya que él estaba en forma física, llego de improviso ante su socio de turbios negocios en el Hospital, subiéndose de manera sorpresiva en el carro, al notar el nerviosismo de Pedro, ¿Qué onda? ¿Qué está pasando aquí? …y este Sr…al voltearlo, casi brinca de la impresión, se trataba de su viejo patrón, Don José Treviño, trabajó muchos años con él, de hecho llegó a ser hasta su prestanombres, del último trabajo lo corrieron por culpa de dos viejas buenísimas que armaron un desmadre en su bar, era el Gerente del Zanzíbar…había quedado dolido con su jefe y ahora aquí delante de él, indefenso, pero no reaccionaba ante las zarandeadas que le daba, ¿está muerto?
Es que su esposa me pidió ayuda para moverlo de aquí, por lo del seguro…no pudo evitar que su socio tomara  la caja del video, ¿Y esto? ¿Es un video? ¿Qué está pasando aquí, Pedro? Y esa vieja no es su esposa, es su nuera, es la famosa y millonaria Erika Garza.
¿Quuueee? La respuesta de Pedro todavía inquieto más  a Felipe, que ya por radio hablaba con el otro oficial, preguntando si todas las grabaciones en tiempo y en forma estaban en la grabadora.
¿Por qué hay un espacio que se borró de la memoria, Pedrito?, ya Felipe se olía que algo chueco estaba pasando, ¿Qué es lo que trae este video? ¿Tiene que ver con el suegrito muerto?
Mira Felipe, podemos beneficiarnos de esto, la cabrona vieja estaba culeando con su suegro cuando este se murió…ya no tenía caso ocultar la información. Sabía que en un enfrentamiento el violento Felipe le pondría en su madre con facilidad.
Don Pedro: Lo que ella quiere es que llevemos el carro con el muertito fuera de aquí para que no se le relacione con su visita al Hospital y que le devuelva el video.
Don Felipe: Jajajja, si serás buey Pedro, de esta nos vamos a hacer millonarios, mira, tú síguele la corriente, vamos a dejar el carro más o menos cerca de mi casa, a la vieja la secuestramos y le metemos caña hasta cansarnos, claro que su familia va soltar billete por ella…jajajaja nos hemos sacado la lotería, si serás pendejo, me hubieras dicho desde un principio, esta vieja se caga de dinero.
Mira tú pégale pa´l barrio, yo me voy con ella en su carro, luego te vienes al carro y nos encargamos de llevarla a la casa, uno de los dos se tendrá que quedar con ella, mientras el otro se lleva el carro para otro lado para destantear y hacer la llamada a su familia…no va haber de otra, tu eres muy buey para eso, así que te quedas con ella y esperas mi regreso…pa que veas que soy cuate, tú serás el primero en culeartela, pero después ya seré yo solito eh…jajajaj me la dejas lista, cabrón. Jálale para el cerro, no debemos quedar tan cerca de la casa, jajaja ya te decía yo que fue bueno correr a los pinches vecinos de al lado y de frente, así nadie se percatara de que metemos a este viejón a la casa. Ahora acompáñame para que les expliques que los voy a ayudar.
Erika prefirió no manejar, el tal Don Felipe, le causo un temor inmediato, además se veía muy dominador sobre el otro sujeto, no sabía que tendría que hacer una vez que dejarán el carro en otro lado y como recuperar el video que ya traía este sujeto. Sabía que algo le pedirían, ojala el dinero lo pudiera resolver, estaba metida en un gran pedo y no sabía que pasaría. Tenía muy oculto su celular en su bolso para que en determinado momento le marcara la señal clave a Esteban en caso de peligro inminente. El celular estaba preparado para casos extremos. Tenía que jugar con cuidado, rápido vio que eran dos tipos de cuidado. Aunque tendría que ver en qué momento lo podía utilizar.
Pues que le paso a tu suegro, lindura.
Otra vez, le choco a Erika la forma en que este sujeto se refería a ella, pero no tenía de otra más que soportarlo y ver en que instante podría tener el video. Sabía que un buen dinero lograría el silencio de ellos, y que no se atreverían a ir contra ella sin pruebas en firme. Sería su palabra contra la de ellos, por eso la importancia de dejar el carro con su suegro en otro sitio y no hubiera relación con su estancia en el Hospital.
Una vez que llegaron a un sitio despejado, sin casa alrededor que se le hizo conocido cuadras atrás, ya que era una colonia después de donde vivía Roger, solo que más cercano a las montañas que rodean el Río Santa Catarina que surca a través de la ciudad de Monterrey, vio que el gordo sujeto llamado Don Pedro acomodo a su suegro en el sitio del chofer y limpio todas las posibles huellas y corriendo llego a donde estaban ellos.
Bien, bien Don Peter…le dijo un regocijado Don Felipe, que se había salido del carro teniendo en su mano el video.
Bueno mamita, ya está el primer encargo, ahora tu pinche Pedro amarra a esta vieja muy bien…
¡Pero que se creen pendejos, que pretenden!, una asustada y nerviosa Erika se replegó, pero no pudo evitar debido a lo sorpresivo del mensaje que el tal Pedro la sujetara con fuerza de sus brazos.
¡Mira pendeja!, ¡No estamos para juegos!, ¡Te estamos secuestrando!, ¡óyetelo bien, tu esposo o se entera de todo el desmadre este o suelta el billete por ti!, y para darle mayor realce al hecho darle una fuerte bofetada a la hembra que medio alcanzo a esquivar, plaaaaccc se escuchó en ese sórdido paraje…Erika en su estado de medio shock por la muerte del suegro había bajado la guardia en demasía, nunca le paso por su mente aún con rastros de ingenuidad, que estos dos querrían sacar partido de todas a todas.
Así que subiéndote al carro y tu buey tápale los ojos y llévatela atrás, que no se vea, tu sabes cómo hacerle, órale cabrón a trabajar que de esta dejamos de trabajar en los pendejos negocios que podemos hacer.
Don Felipe con sus dedos le indicio a su socio que guardara silencio, prendió el equipo de sonido, Erika venía escuchando su canción favorita de la película Verano del 42…uttaa madre que es esto, pinches gringos me tienen hasta la madre…de un manotazo el tal Felipe cambio a la radio para poner una estación de narcocorridos, que son canciones de estilo norteño alabando las peripecias de esos desgraciados malvivientes, pero que desafortunadamente son del gusto de muchas personas en el país e incluso en otros países.
Mientras tanto Erika estaba amarrada de sus brazos por detrás, con su misma pañoleta tapándole los ojos y sintiendo de inmediato como el otro desgraciado le empezaba a meter mano de lo lindo en todos sus muslos, en su privilegiado nalgatorio, su vestido ya estaba muy arrugado, el sujeto emitió un pequeño gemido de excitación al darse cuenta que no llevaba panty por lo que también le empezó a dedear en su vagina.
El trayecto se le hizo largo a ella, corto a él, que maravillado sentía la firmeza, blancura y delicia de esa piel blanca dorada, de esas curvas, le metió mano a placer…Erika estaba realmente asustada y al parecer había dormido sus sensaciones ya que en ningún momento sintió placer alguno, aunque presentía que eso no podía mantenerse de esa forma. Su mente ágilmente elucubraba el cómo podría llegar a su celular y enviarle el mensaje a Esteban o como desactivar a estos dos, sabía que aunque son hombres y son dos los podía someter.
Sale cabrón, llegamos, que bueno que está oscureciendo, así fácilmente metemos a la vieja, mira ahí viene la pinche chismosa de la esquina…deja que entre a su casa. Primer punto para Erika, el lugar no tenía cochera. Estaba equivocada, si tenía, pero el viejo Pedro se tenía que bajar para abrir la puerta manualmente.
Sale pendejín, ya abre la puerta…Erika pensó que la meterían cargándola, pero con zozobra se dio cuenta que el auto entraba a una cochera. Escucho como se cerró.
Orale, cabrona, a bajar esas nalgotas, placcc, el cabrón de Felipe le metió dos sonoras nalgadas.
Ella ya había manipulado la atadura de sus manos que al ser con una de sus pañoletas era fácil de quitar para alguien capacitado como ella, rápido accionó una de sus manos para atinarle un fuerte puñetazo al rostro de Felipe que sorprendido reculo hacia atrás, cabrona vieja era fuerte…pero al voltear para tratar de también de descontar al otro, Don Pedro la recibió con un fuerte golpe al abdomen y un fuerte bofetadón al rostro que le entró de lleno, con lo cual trastabillo para que Don Felipe la sujetará de los brazos…Don Pedro demostró que también estaba dispuesto a todo, por lo que le soltó otro fuerte golpe a mano abierta al rostro, placccc…la cabellera rubia de la hembra se movió al fuerte impacto.
Quieta perrita, no te quieras pasar de lista, no estamos jugando, entiéndelo somos expertos en esto. Eso no era cierto, pero tenían que demostrar que estaban a cargo.
Don Felipe la soltó pero le apunto con su pistola: Bien zorra de lujo, te vas a quedar con Don Pedro y tu cuidado y la lastimas, jejeje ya sabes a que me refiero…Haber dame los teléfonos de tu marido…y tú quítale todas sus pertenencias y júntalas. Voy a llevar el carro al centro de Monterrey y a hacer la primera llamada. Esto ira de a poco, así que acostúmbrate a tu nuevo macho, porque de aquí  sales muerta o viva, pero bien cogida…el tal Felipe se le acercó y le planto un beso amasando con sus dos manos las nalgas. Erika no correspondió para nada, pero no podía hacer nada por el momento. Esperaría que él se fuera para ver que podía hacer con el viejo gordo de Don Pedro, por un lado estaba bien que se quedará con él, parecía ser el más débil de los dos. Ah y me llevo el video conmigo, es mi seguro, cuidadito y si la dejas escapar he pendejete, dándole una especie de coscorrón a Don Pedro.
Don Felipe se fue de inmediato con su camioneta Audi. Don Pedro con una voz que de verdad le causo frío: Ahora si lindura, vamos a acabar lo que no terminaste con el muertito…jajaja
Ni se te ocurra tocarme, viejo asqueroso.
Jajaja, mira o me las das por las buenas o te voy a poner una madriza que no te vas a poder levantar ni para ir a cagar.
Ya dijo tu jefe que no me lastimaras.
Jajaja, ese buey no es mi jefe, a poco crees que lo voy a obedecer, mientras te entreguemos viva o muerta y recibamos el dinero, me vale madre si te tengo que matar para al menos echarte un palo como dios manda, por vida de Dios que buena estas…
Y tú crees que yo me voy a dejar buey, poniéndose en guardia Erika
Jajajaj, no es necesario que peleemos, crees que soy tan pendejo como parezco…jajaja a poco creías que solo tendría un video, yo sabía que corría riesgo de que el pinche metiche de Felipe se involucrará, créelo que lo quise evitar, pero en realidad estaba difícil, para recuperar el video teníamos que pasar sobre él. Es más a mí no se me había ocurrido lo del secuestro, porque no sabía quién eras, el dinero nunca me ha importado, pero ya estando en esto, pues qué caray. Mira, enseñándole su celular, en donde se veía como el gordo sujeto guardaba en un cuartucho del Hospital en un locker que tenía otro celular con fotos de ella copulando con Don José, él cabrón le había tomado fotos y también se veía como con mucho cuidado guardaba un video. Jajaja a ese cuarto solo entra un verdadero idiota, el pobre Chido  que en realidad si es albañil y nunca abriría ese locker…así que ese es mi as bajo la manga, jajaja ni el pendejo de Felipe se imagina esto y no sabe la sorpresa que le espera cuando regrese, jajajaja. Tú podrás, si eres lista, regresar  sana y salva a tu casita, pero bien cogidota como se ve que te encanta, , pero si no, te voy a destruir, lo que está en ese video es suficiente hasta para que te relacionen con la muerte del viejo y toda tu vida se desmoronaría…jajajaja Ya le hable a la pendeja chiquilla de Evelyn que hará las llamadas necesarias en cuanto yo se lo indique o no sepa de mí…jajajaja…Te acuerdas que te dije que me ando cogiendo un mujerón como tu pero más joven…pues ella misma es mi seguro de riesgo, jajaja
Así que por las buenas o por las malas, ¿Cómo prefiere la Sra. elegante que me la coja? Anda si bien que te encanta la verga, bien que te vi como gemías como putona con el viejo, nadie sabrá de esto y yo te devuelvo tu vida y todos contentos, eso sí cogeremos como conejos estos días, ¿Qué tal? Mira si me ayudas desmadramos al Felipe y así solo te tendrías que acostar conmigo…
Erika tragaba saliva, pinche cabrón si tenía evidencia, aunque el video no fuera copia, las fotos del celular eran muy evidentes, pinche viejo panzón si la tenía agarrada de las manos y contra la pared. Tenía que ganar tiempo. ¡Bueno! Así con esos datos, la cosa cambia. Pero dame chance de comer algo y de bañarme, estoy muy sucia. Evito hablar de la ayuda para que Felipe quedará fuera de la jugada, pero atisbo que en el divide y vencerás, tendría un rayo de esperanza para salir de este problemón.
No le hace, pero ni creas que te voy a dejar a solas, así que vente vamos a bañarnos juntos y luego comemos, jaja no nos vayamos a poner mal. Aquí vivimos los dos, pero ese pendejo no sabe cocinar, ni nada. Aquí el chingón soy yo…mira vamos pa el cuarto, ahí está el baño…Erika obediente, resignada a su suerte siguió al ufano gordo. Una vez que llegaron el tipo le paso una toalla toda rancia, raída y húmeda…uffff que asco se dijo para si la elegante y rica hembra…Mira pobrecita tu vestido ya está todo arrugado, uta mira lo único que puedo darte es un uniforme de las chivas de un cabrón sobrino que dizque juega futbol…le aventó un short color oscuro, entre azul marino y negro ya desgastado y una playera a rayas verticales rojas y blancas y un promocional  de Bimbo, al parecer el sobrino era delgado, ya que las prendas eran pequeñas, al menos estaban limpias…vente chiquita vamos pa la regadera, vamos entrando en calor, jejeje
Erika pensaba que podría descontar a este sujeto y esperar al otro para también librarse de él y en la primera oportunidad que tuviera marcar de su celular en la llamada clave a Esteban. Calculaba que ya serían como las 8 de la noche y que el tal Felipe tardaría unas tres hora y media en regresar…a esa hora había mucho tráfico hacia el centro de Monterrey y en lo que regresaba…tiempo suficiente para desarmar al gordo.
Sabedora del poder de su cuerpo y ya con la cabeza fría lentamente se empezó a despojarlo, así como de su brasier y zapatillas para enervar al sujeto, su magnetismo haría que el otro sucumbiera, se descuidará y ella lo descontaría.
Fiuuuu, fiiuuu estas buenísima cabrona…el gordo ya también desnudo y dejando ver que su herramienta viril ya estaba totalmente erecta…Erika de soslayo primero se asqueo del enorme vientre que el sujeto tenía, nunca había visto un cuerpo de esas características, además de estar muy velludo, pero sin evitar un sorpresivo susto al ver que el pene de ese sujeto era gordo, largo y curvo como el de su amiga Natalia, pero de mejores proporciones…un escalofrío le recorrió por la espalda, sabía que un miembro de ese tipo mucho más delgado y menos largo le había hecho ver el cielo y las estrellas, este le podría dar aún más, ¿quizás? Se puso colorada, por el solo hecho de pensar en eso…
Todo esto no pasó desapercibido para el zorro de Don Pedro que intuía que esa mujer buscaría que se descuidará para someterlo, pero le tenía sorpresitas para ese posible evento.
El gordo con  unas viejas chanclas fue a por ella, la cargo con facilidad y le susurro con calentura al oído: No tengo otras chanclas, así que en la regadera no te puedes mover mucho o te resbalarás, el piso es viejo y muy traicionero, no queremos que salgas lastimada, plantándole un beso, ella con tibieza reacciono, quería dejar que se confiará.
En la regadera, el debidamente calzado y ella ciertamente se resbalaba, por lo que decidió que allí no podría hacer nada, tuvo que dejar que el sujeto prácticamente la bañara y le metiera mano por todos lados, desgraciado tipo sabía usar sus manos muy bien…sus pezones además del agua fría, ya que no había caliente, por los magreos de él, estaban ya paraditos, le serrruchó con ganas la vagina, le metió sus dedos gruesos llegando de inmediato a su clítoris que también ya estaba durito…tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no gemir…ese viejo gordo la estaba calentando, ella en una decisión más bien de higiene que de calentura, le lavo a profundidad la verga, pensaba que si se la manipulaba manualmente quizás eyaculara precozmente, lejos estaba de eso, en el fondo le agrado palpar esa dureza y bajar y subir con su mano por la grosura y largura del pene …supo en ese momento que tenía que pararlo antes de que quisiera encularla, ya que de lo contrario acabaría por sucumbir ante el deseo de su cuerpo. El gordo no ocupo mucho tiempo, sabía que la vieja estaba retrasando el momento inminente en que se la cogería, pero sonrió triunfal cuando ella no pudo reprimir un leve gemidito…ayyyyy y mucho menos un sonoro hummmm, pero muy cachondo cuando la puso contra la pared y le dio unas cinco nalgadas bien puestas en ese nalgatorio imponente.
La volvió a cargar, toda escurriendo de agua y la aventó en la cama, presentía lo que vendría.
Erika: Okey, está bien, déjame darte un masajito, para ponernos más cómodos, ahora que estas limpio, hueles muy bien…
Don Pedro, sabedor por donde venía la cosa: Claro mamita y se puso boca arriba.
Erika: Ponte boca abajo para que te de masajito en la espalda, ¿cómo ves?
Don Pedro: Claro, lo que tú quieras putita.
Erika empezó a darle un masaje en los hombros, estaba a horcajas y desnuda sobre el desnudo cuerpo del sujeto…cuando vio que el otro con los ojos semicerrados y con una sonrisa porcina que dejaba salir salivilla de sus labios, busco aplicarle una llave en uno de sus brazos, pero no pudo, él otro de inmediato reacciono y con una fuerza no entendible a su anatomía, más bien fue él quien la desarmo volteándola de inmediato.
Don Pedro: Sabía que intentarías esto, y le planto un fuerte bofetadón que si llego a lastimar a la mujer que sintió de inmediato el calorcillo de su propia sangre, pero yo también soy muy bueno para los chingadazos y eso que nunca que fui a clase de Karate y esas mamadas, mi escuela es la calle, cabrona…así que si quieres por las malas, por las malas será, te lo advertí pendeja…con una maestría inusitada la inactivo de sus brazos con sus propias piernas, por lo cual el pene curvo ondeaba fuerte en la cara de la hembra que vio como de debajo de las almohadas el tipo sacaba unas cuerdas…Jejejeje siempre estoy preparado, no serás la primera ni la última, pero eso si tú, la gran Erika Treviño y Evelyn serán mis trofeos mayores a la fecha, por cierto, ¿Qué edad tiene tu hija o hijo?, porque tienes hijos, ¿verdad?
Erika forcejeaba, se maldecía, no había podido llevar a la práctica tanta teoría y entrenamiento en defensa personal.
El tipo le amarro las manos a los barrotes de la cama, esa cama crujía a cada movimiento y mas ya que la cabecera era de esas viejas que tienen barrotes como de metal dorado que golpeaba contra la pared. Ya estaba inmovilizada, ahora ni siquiera tendría chance de hacer la llamada de su celular.
Jajaja, que bonita te ves toda encueradita…ni modo chulita, ¿no que querías comer?, pues vas a comer pero verga, y ahora le empezó a dar de bofetadas pero con su virilidad…el fuerte olor que desprendía esa herramienta masculina le causo un extraño sentimiento de agrado a la mujer…pero se resistiría.
Al ver que seguía pataleando, Don Pedro con su propio cuerpo se posó sobre ella, con lo cual inmovilizaba a la rubia de sus piernas con sus propias piernas, ya que ciertamente era más fuerte que ella, y le empezó a succionar cuál si fuera bebe recién por amamantar esos enormes senos y duros pezones que de inmediato se erizaron y se pusieron más grandes y duros ante el diestro trabajo que le prodigaban…el gordo no hablaba solo mamaba como becerro…la mujer solo emitía quejas ya que seguía luchando, así estuvieron buen rato.
El hombre se fue bajando poco a poco para prodigar mismo tratamiento en el plano y bello vientre de la mujer que ahora estaba dominada de sus piernas por los brazos del sujeto que no perdía el tiempo para pasar sus manotas por las partes de pierna que podía tocar.
Erika acostumbrada a comer y no malpasarse, ya sufría los estragos de no ingerir alimentos, la sesión con su suegro y todo esto, le empezaban a bajar la guardia, ya no tenía fuerzas para seguir pataleando o quitarse de encima al viejo gordo, estaba casi de su mismo tamaño, pero a pesar de su obesidad era más fuerte.
Ahhhhhhhhh, no pudo refrenar el fuerte gemido cuando su secuestrador le introdujo su lengua en su vaina que ya empezaba a ponerse muy húmeda…ahora el sujeto la tenía presa de sus piernas con sus fuertes brazos y tenía hundida su cara en su intimidad.
Un rato largo le pareció a Erika la mamada que le estaban poniendo, tuvo que cerrar fuertemente su boca y tragarse algo de su sangre que escurría aún por su boca para refrenar los gemidos que su ser le pedía, empezó a llorar en silencio ya que se daba cuenta que sería violada por primera vez en su vida, pero sabía que lo gozaría…su mente no aceptaba que su cuerpo se viera vencido…gran paradoja.
Sin que se diera cuenta dejo de patalear, relajando sus piernas con lo cual implícitamente aceptaba que ahí se la encularían….hummmmmmmmm, ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy, ayyyyyyyyyyyy, quueeeeeeee
Un fuerte orgasmo le llego, le habían chupado sus senos a más no poder, le habían practicado un oral a más no poder, le habían metido mano a más no poder,  lo lógico era que llegará a ello…quedo desmadejada, dejándose hacer por el turbo hombre que la tomo de su espalda.
Ven siéntate, déjame atenderte como la reina que eres, le dijo el viejo, ayudándola a ponerse sentada, para lo cual tuvo que manipular el amarre, pero sin soltarla, se ve que era hábil con ello.
Erika quedo ahora sentada, pero amarrada de sus puños a los barrotes de la cama, con lo cual su espalda no quedaba por completo repegada a la cabecera.
¿Tenías hambre? Pues ahora vas a comer ñonga…haber abra su boca pendeja y a mamar y cuidadito con que salgas con una mamada, porque no te la acabas.
Erika tenía ante sí esa enorme verga, el sujeto ahora estaba de pie frente a su boca, sin remedio abrió su boquita para tratar de mamársela, pensó que si le metía ganas podría hacerlo venir y ganar tiempo, por lo que empezó a hacer su trabajo lo mejor que podía.
Asiiiii, perriiitaaa biennn que te encanntta la reattaaaa….ahhhhhhh, putttaaaaa a mmmarrmmmamaarrrr
Erika estuvo así un buen rato, al estar recién limpiada la verga, no le desagrado en nada su sabor, al contrario el sentir esa dureza le mantuvo la calentura, afortunadamente no podía gemir al estar ocupada en tan noble tarea para las mujeres, de lo contrario Don Pedro se hubiera ufanado aún más y sus palabras serían más contundentes…
Ahhhhh, eresss una experta mamadora….te encanta la reata, ya verás que tu solita vas a pedir verga.
Un buen rato estuvo mamando caña de ese viejo gordo, el primer sujeto que contra su verdadera voluntad tenía que realizar tal faena.
Ahhhh….quietecita, ya….es momento de dártela.
Una sollozante Erika: No por favor, por favor no me hagas nada….mira yo puedo ver que  te den todo el dinero que quieras, pero no me hagas nada.
Jajja, de esta nadie te va a salvar, así que chilla y grita con todo, nadie te va oír, no hay vecinos cerca.
Erika pensando que podría aún desarmarlo: Pero desamárrame, me duelen mucho los brazos, ¿sí? Te juro que ya no intentare nada.
Cierto, es incomodo como estás, déjame ver…El viejo Don Pedro ya desamarraba una de las manos pero se la paso por detrás a la mujer y se la amarro a la otra mano por detrás, misma operación a efectuar con la otra, por lo que de todos modos quedo aún más desprotegida…mami, ni te creas por un momento que creo en tus palabras, pinches viejas son bien ladinas y claro que tú lo eres…pero de qué vas a pedir verga, de eso me encargo yo.
Acto seguido la acostó boca abajo colocándole una gran almohada por debajo a la altura del nalgatorio, quedando totalmente expuesta a lo que quisiera el sujeto hacer.
Estando así las cosas, empezó a darle una mamada de culo y vagina de dios padre, la lengua avasalladora, caliente, rasposa, larga e intrusa invadió con todo los dos recintos sagrados de toda mujer…las manos y boca  tampoco estaban quietas, ahora con mayor libertad dada la posición Don Pedro se estaba dando un verdadero festín de carne femenina, los senos ya mostraban visibles huellas del manoseo y de las caricias llenas de lascivia, los pezones estaban que estallaban de lo excitados que estaban, los fluidos de la rubia eran bastantes y vastos…la boca del hombre dejaba escurrir parte de ellos, cuando metía sus dedos estos salían empapados…aun así, la hembra mordió las sucias sabanas para no evidenciar que ya jadeaba con todo, simplemente era un tratamiento que tarde que temprano lograría despertar todo su animal sexual.
Ahora Don Pedro pasaba su erecta virilidad por ambas rajaduras…ahí ya la hembra no pudo aguantar más el olor a humedad y suciedad que las sabanas proyectaban a su fina nariz y ya prefiriendo respirar mejor separo su boca, pero más que nada para gemir a todo pulmón, ya no podía soportar más el calentamiento que con maestría ese viejo y feo sujeto le estaba haciendo, el hecho de no verlo cara a cara en lugar de disminuir su calentura, la aumento al no ver al feo tipo, ya no le importo nada y empezó a gemir y sollozar con todo…gemir de calentura y sollozar por reconocer que no podía separar su cuerpo de su mente, era una violación inminente pero la gozaría cual si fuera una verdadera puta hambrienta de carne…..hummmmmmm, ayyyyyyyyyy, hummmmmmmm, hummmmmmmm, hummmmmmmmm, hummmmmmmm, ayyyayayyayyayya
Su mente prevalecía al no emitir palabra alguna, pero sus gemidos ya eran de que estaba lista para ser empalada, pero el sabio viejo de Don Pedro la seguía atormentando con su pene, manos, boca, su misma panza que se la refregaba en todo el cuerpo y que resultaba del agrado de la hembra ya que  sentía como si la estuvieran masajeando con rodillos, hasta eso, la protuberancia del hombre debido al exceso en el comer y en el beber resultaba un afrodisiaco tangible….hummmmmmmm, ayyyyyyyyyy la hembra gemía con todo, sus sollozos ya disminuían, pero no daba su brazo a torcer.
Unas cuantas palabras soeces y una  pregunta fue el detonante de lo que seguiría: Ya vez mamacita, bien que te gusta, te mueves, retuerces y gimes como la vil callejera que eres, pinche vieja rica, todas son iguales, les encanta la reata, mamita, ¿Quieres que te la meta? ¿Quieres que te coja? Y seguía pasando su gruesa verga por los pliegues del hoyito del culo abriéndolo y por el de la humedecida vagina que hasta parecía quererlo succionar ya.
Una vencida, humillada, lagrimeante Erika en una voz susurrante solo alcanzo a decir: siiiiiiiii.
¡Si, que! pendeja, cambiando de actitud el hombre dominador para pasar con furia el pene por esos orificios femeninos…no te escucho, pídelo como toda hembra caliente.
Siiiiii quiieirrooroo queee meee laaa metaasssssss
¡Que te meta que!
Metemememee tu   verggoootttaaaaa, yayaaaaaaa
Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy, brutootoooooooooo el cabrón se la dejo ir por el hoyo negro chiquito de un solo golpe…..ayyyyyyyyyyyyyyyyyy Ella pensaba que se la iba a meter por su vaina, pero el desgraciado se fue por el otro lado, aunque estaba dilatado, pero no como para recibir tremendo monstruo de víbora….ayyyyyyyyyyyyyyyyyy saacaccaaaaaa dueleleleeel, arddeeeeeeee
Placcc, palcccc las nalgadas sonoras que un desquiciado y furibundo Don Pedro le puso a ambos cachetes de la hembra resonaron en el cuarto….el sonido de las arremetidas era muy fuerte haciendo golpear con todo los barrotes metálicos  de la cabecera…clarito vio Don Pedro como su pene salía con restos de sangre, le había roto unos vasitos sanguíneos del recto a la mujer…ella lloraba y gemía de dolor, pero de a poco sus gemidos cambiaron de tono por unos evidentemente de placer y hasta le pareció sentir como se arremolinaba y empezaba a mover sus caderas al ritmo salvaje de la copula que le estaban metiendo…..ayyyyyyyyyyyyyyyyy, hummmmmmmmmmm, hummmmmmmmmmmmmmm
¿Te gusta nalgona?, Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Jajaja, ya vez nos la vamos a pasar bien rico….
Se la estuvo empinando un buen rato…pero dejo de culearla en un momento dado, se salió del cuarto sin decir nada, Erika escuchaba que algo hacía en la otra estancia. La casa era pequeña y podía oír que algo manipulaba, seguramente le tendería una trampa a su socio, luego regreso y vio como atrancaba el cuarto por dentro. Prendió la radio, era una vieja estación de amplitud modulada (AM) que de inmediato reconoció como la preferida de Roger…con tristeza se acordó cuando escuchaba dicha programación con el negro Luis…esto no se asemejaba en nada a ello, estaba siendo violada y aunque estaba gozando con ese pene grueso, largo y curvo era contra su voluntad, con miedo vio que Don Pedro la volteo para ponérsela ahora de frente a la cama y como con parsimonia se colocaba sus piernas en sus hombros, le empezó a pasar de nueva cuenta el vergón ahora por su rajadura…así estuvo buen rato y de repente le magreaba los senos e incluso la besaba, besos que le quemaban y a los cuales muy a su pesar correspondía con pasión salvaje.
Lo peor es que el tipo ni siquiera hablaba mucho como para convencerla, solo como ahora que le preguntaba una torturante ocasión más: ¿Qué quiere la rica Sra. Erika Garza? Heeee
Erika volvía a sollozar quedamente, pero ya sin fuerza de voluntad, gemir cachondamente: Piiiincheeee caaaabroooooón sígueeeeeme coooogieeeendoooo con esa cosoooota queeee tieeeeenes…
¡Qué cosas dice la Sra. elegante! Pida las cosas con decencia…jajaja
Erika que ya estaba cerca del orgasmo, suplicando le dijo: Porrr favorrr Donnn Pedrrroo metammee su vergagaa
Jajajaja, ya vez te dije que tu solita pedirías verga, pues ahí te vaaa…..que se la deja ir con todo por su rajadura, en esa posición el curvo, ancho y largo pene le entro con todo a la rubia…de nueva cuenta y por primera vez ese gordo y feo sujeto se la estaba beneficiando a base de bien por su intimidad….placa, plac, palccc,,,,le estaban dando con todo, duro y constante….calculo que apenas había transcurrido unos cincuenta minutos, todavía tardaría en llegar el otro sujeto….los ruidos de la violación se conjugaban con los de la canción…Mijares y Lucero entonaban “El privilegio de amar”….Continuara
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Relato erótico: “Mis yeguas y yo. Madre no hay más que una.” (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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Lo reconozco, tengo un problema con la bebida. Con la bebida y con Chopin. El alcohol porque me ha hecho follar más que un sí quiero, Chopin porque me relaja antes y después de casi todo.
Nos hicimos amantes casuales. La casa de mis padres sirvió de cuartel general; y las prendas de mi madre se acabaron convirtiendo en el testigo tangible de una fantasía que acabó siendo enfermiza. La puerca de Manoli me acabó empujando a un abismo del que no quise saber demasiado en el pasado; y al que solo me asomaba en los sueños secretos de alguna paja mal parida.
Ella se me adelantó. Tardé en atreverme en nombrar a su hija, aunque a veces me mordiera la lengua. Pero ella empezó a nombrarme a mi madre bastante a menudo. Se pensó que era mi gran fantasía secreta, y su insistencia acabó consiguiendo que lo fuera. Muchos de los polvos que echamos acabaron siendo sesiones fantasiosas de madre-hijo; en la que ella proponía escenas cotidianas, para cada cual seleccionaba ropas diferentes de su armario. Muchas de las cuales no solían quedarles bien, pues es más delgada y menos pechugona.
Sin yo quererlo se hizo brotar un deseo oculto en mi interior, como si de una sesión psicológica se tratara. Lo cierto es que consiguió que deseara follar con mi madre. Empecé a pensar bastante en ella. Curiosos días: cuando follaba con mi mujer imaginaba a Manoli y cuando follaba a Manoli imaginaba a mi madre. Ni el cuerpo de mi mujer se parece al de Manoli, ni el de mi cuñada se asemeja al de la que me parió.
¿Aun se preguntan por qué tengo un problema con el alcohol?. Me hace canalizar mi mente cabrona y obscena. Pero sin la ayuda de mi cuñada no podría jamás haber montado a la segunda de mis yeguas, en este caso más jaca que yegua: La jaca de mi madre.
No se me ocurre mejor forma de continuar el relato que describiendo a mi madre con más o menos profundidad. Ruego perdón a mis inmejorables y orgullosos lectores por la simple redacción de un científico metido a escritor por culpa de su polla.
Con todos ustedes la yegua de mi madre:
“ Mechas rubias sobre fondo castaño oscuro. Pelo un poco más allá de los hombros. En el momento de catarla por primera vez, no hace demasiado tiempo, contaba con cincuenta y cuatro años.
Guapa, siempre lo fue. La madurez le fue transformando su aspecto sin dejar nunca de serlo. Caderas amplias, sensación producida en parte por su estatura de en torno al metro sesenta. A pesar de sus caderas y sus amplios pechos, piensen entre una cien y una ciento diez, no es una mujer gorda. Enemiga de la báscula siempre trató de mantener su peso en una cifra lógica. El relleno que produce en su imagen sus caderas y trasero, así como sus grandes senos, le otorgan un aura de voluptuosidad importante. Con lo que su porte de hembra hace de ciertas imperfecciones manifiestas virtudes.
Además es una mujer gustosa de captar cultura, simpática sin excesos y algo reservada.”
Una copa de Ron y la polonesa número 5 de Chopin, me hicieron decidir que quería intentarlo, a pesar de todo lo que tenía que perder, mientras esperaba a Manoli para otra de nuestras sesiones.
Cuando le dije a Manoli que quería que me ayudara a intentar algo con ella, se emocionó de la mejor forma que se puede emocionar un ser humano: excitándose de sobremanera. Cuando acabamos de follar empezamos a idear un plan.
Teníamos claro que ella nunca aparecería como tal, es decir como mi cuñada Manoli. A pesar de que se sentía muy excitada con la idea de provocar que un hijo se lo montara con su madre, tenía una dignidad social y familiar intachable y AUN sin mancillar. Le preocupaba mucho la discreción. Maldito de mi que quería perderla con alguien así. Saliese bien o mal, estaba destinado a cambiar mi relación con mi madre para siempre.
Con lo que decidimos que su ayuda, sin la cual no me plantearía nada, sería desde el más absoluto anonimato. Todo sonaba a alocado pero poco a poco le fuimos dando forma al plan.
Decidimos que la mejor forma es entrar de lleno en materia, al fin y al cabo no queríamos rodear la fortaleza, sino buscar la mejor forma de saltarla. Manoli agregaría a mi madre a una red social privada, de la que yo sabía que mi madre formaba parte.. Para ello se crearía una cuenta nueva para una personalidad inventada. Ella sería Sofía, una mujer de cincuenta años. Amante del incesto; la cual lo practicaba ocasionalmente con uno de sus hijos.
Tirábamos la caña sin cebo y éramos conscientes de ello. Queríamos preservar el anonimato y ver si mi madre moría el anzuelo o no. Si el pez tenía hambre, bingo, en caso contrario recogeríamos lentamente la cuerda dando opción al pez de poder morderlo, hasta que no la molestáramos más, haciendo desaparecer la caña para siempre.
La idea es que Manoli, o mejor dicho Sofía, habría visto la dirección de correo de mi madre en un foro sobre incesto, y le agregaba para compartir ideas, experiencias y deseos.
Ese era el inicio del plan, ni más ni menos. La caña tirada sin cebo. A partir de ahí a improvisar. A soñar.
Manoli se iría encargando de mandarme por correo todas las conversaciones que tuviera con mi madre. Delegaba en ella toda la iniciativa. Ella me haría el trabajo previo; si funcionaba me tocaba actuar a mí.
Un lunes de octubre por la mañana recibí el primer correo de mi cuñada. Asunto: “M”. como habíamos acordado.
La conversación había sido la tarde-noche del domingo. Mi mujer y yo habíamos estado almorzando en casa de mi madre. Ella se fue hacia su ciudad de trabajo tras la merienda. Sin duda al llegar a su casa se habría conectado a Internet y ahí había visto a Sofía por primera vez.
Por motivos básicos de privacidad llamaré a mi madre Leonor. Las conversaciones, eso sí, las trascribo tal cual me las envió mi cuñada:
Sofía: Hola. Buenas tardes.
Leonor: Buenas tardes. ¿Nos conocemos?.
S: Lo siento, antes que nada debería haberme presentado. Me llamo Sofía. Parece ser que frecuentamos el mismo foro en Internet. Si no te importa, te he agregado para poder charlar con alguien en concreto. No conozco a nadie en este mundo, me vendría bien una amistad.
L: Lo siento, no sé de qué me hablas. Debes haberme confundido con otra persona.
S: Imposible agregué el correo que vi.
L: Pero, ¿de qué foro me hablas?, no estoy subscrita a ninguno.
S: Vaya, pues esto es embarazoso. Tal vez alguien te gastó una broma. Lo siento no quería molestar….
L: Tranquila. Dime, ¿por qué te supone una situación embarazosa?
S: Verás, es un foro sobre Incesto. Ya sabes…..
L: Sí. ¿Acaso eres un crío con ganas de hacerse el gracioso?.
S: No, lo siento. Te juro que soy sincera, es tu dirección de correo la que está en ese lugar. No pretendía molestarte. Ahora mismo te dejo en paz. Mil perdones.
L: No pasa nada…… ¿pero acaso estás interesada en esos temas?.
S: Bueno,…. Sí,…….bastante. De hecho desde hace algún tiempo mantengo una relación…
L: ¿Con quién? Si puede saberse.
S: Con uno de mis hijos.
L: Dios mío.
S: Lo siento no pretendo ofender a nadie. Ya te dejo en paz.
L:……………espera.
S: Dime.
L: No quería ser maleducada, pero me has sorprendido. Mi nombre es Leonor, tengo cincuenta y cuatro años. ¿Y tú?.
S: Sofía, cincuenta. Mi hijo tiene veintiséis. Dime Leonor, ¿tienes hijos?.
L: Uno, de treinta. Pero no creas que puedo ayudarte mucho en lo que quieres. Jajaja. No tengo esas experiencias.
S: jejejeje. Guau tienes un yogurín en casa.
L: No vive conmigo.
S: ¿Y tu marido?.
L: Tampoco, hace tiempo que afortunadamente no tengo marido. Tengo una curiosidad. ¿Por qué te fijastes en tu hijo?.
S: Es el único que sigue en casa de los tres. Yo también soy divorciada. Supongo que siempre me sentí atraída por el amor en familia. Le he dado una educación abierta, él lo ve como algo normal; una filosofía de vida. Por eso entré en ese foro, para compartir experiencias. Soy consciente de que es algo mal visto por la sociedad, pero no le hacemos daño a nadie.
L: Muy normal no es, ¿no crees?.
S: Depende de cómo se mire.
L: ¿y cómo hay que mirarlo para que algo tan antinatural parezca normal?.
S: Bueno, Leonor, como te he dicho es una filosofía de vida; todo en esta vida es según se mire. Para mí es una forma más íntima y sincera de expresarme ante mi hijo. Una forma de compenetrarme, de seguir sintiéndolo carne de mi carne. Somos muy discretos, no lo sabe absolutamente nadie, porque a nadie le importa. De puertas para fuera somos solo madre e hijo, pero de puertas para adentro somos algo más. Nos conocemos y compenetramos a la perfección. Yo le doy todo el amor que tengo dentro y él me corresponde dócil y fiel. Además, que leñe, ¿no es verdad que siempre nos preocupamos de lo que puedan encontrar fuera de casa?, pues antes de que prueben cualquier carne en mal estado por ahí yo le doy solomillo del bueno en casa.
L: jajajaj, amiga Sofía, estás muy mal. Pero no me acabas de convencer ¿eh?.
S: Bueno, además es sexo fácil y del bueno. Con un joven fogoso. Y cuando yo quiera.
L: por ahí vas mejor, jajajajajaja
S: jejejejeje. No pretendo convercerte, solo te trasmito mis sensaciones y gustos. Pero oye que si quieres experimentar y ver si te atrapa como a mí, tienes un hijo en una edad perfecta.
L: nooooo. Tengo que irme; al final me voy a reir contigo ya verás. Saludos y hasta otra.
S: Adios.
Sonó el teléfono, era Manoli. “qué haces?”. Le respondí que masturbarme con su hija, que era lo más justo después de sus intenciones de adulterar a mi madre. Se quedó sería, tuve que decirle que era broma.
“Creo que hay opciones, joder creo que puedo conseguirlo. La única pena es no poder asistir a ese espectáculo madre-hijo”.
Reí y reí, nervioso y excitado. Me comentó que la primera toma de contacto había sido positiva, al menos no había salido corriendo. Yo le di la enhorabuena por su disertación sobre las bondades del incesto; como si fuera una ciencia oculta el tirarse la polla (o el coño, según se vea) que se tiene más a mano. Realmente es volver a las cavernas.
Pero ella estaba ilusionada y excitada ante la perspectiva. Tanto que me hizo ir a recogerla con el coche y acudir de nuevo a casa de mis padres. Donde me hizo un pase de modelitos de mi madre, antes de pincharse en mi tranco y botar como una perra desquiciada.
El alcohol me hacía preso de sus cadenas ramificadas.  A veces bebía en el silencio de la madrugada, con mi mujer dormida, y alucinaba como queriendo escuchar los acordes del polaco universal, estando el tocadiscos apagado.
Los días transcurrían vacíos. A veces me llegaban correos de los progresos que Manoli hacía con mi madre y yo me masturbaba con mi mente en nubes de miel y sal. Decidí que necesitaba desconectar un poco, necesitaba dejar el hogar durante unos días. Así que me inventé un curso sobre física cuántica en una ciudad lejana, el cual era pagado por la universidad para formar un poco más a sus investigadores, de los cuales yo soy uno.
De hecho acudí a esa ciudad, con el billete de avión y la estancia en un lujoso hotel ya reservada. La única diferencia es que solo necesitaba desconectar; sentirme preparado para algo difuso; sin duda mi mente empezaba a prepararse para el sexo con mi madre: yo no era consciente de ello pero algo en mi interior conectó un extraño botón para ello.
Se lo dije a Manoli la cual me sorprendió que no le sentara bien eso que hacía.Pero me daba igual, las yeguas están para obedecer al dueño. Y yo, le guste o no a mi cuñada, soy su dueño; y doy fe que es buena Yegua, tanto en el campo de trote como en la cuadra. Y ahora la necesitaba en la cuadra, trabajando ampliar el consorcio equino en un ejemplar más. Y vaya ejemplar.
Estuve de miércoles a domingo. Cuatro noches en un hotel de cinco estrellas. Me seguían llegando correos de Sofía. El proceso era lento, apenas hablaban de incesto. Pero conversación tras conversación se iba notando el final que irremediablemente se aproximaba. Tengo que reconocer que mi cuñada se lo estaba currando muy bien, y con mucha inteligencia iba predisponiendo a mi madre a tener sexo conmigo. Me sorprendía como mi madre iba entrando en el aro poco a poco. Me sentía bien y nervioso.
Me dediqué a pasear por la ciudad por las tardes y dormir por las mañanas, cuando se suponía que estaba en el curso. Las primeras noches, tras haber hablado con mi casa, pedía la cena y luego estaba hasta el alba bebiendo y navegando por Internet. Para la noche del viernes decidí buscarme una puta por la red. La necesitaba madura, para imaginar que era mi madre, aunque el cuerpo me la pedía jovencita como la hija de Manoli. Encontré a un encanto de mujer rusa, Aliana, de unos cincuenta años. Bastante cara para no ser de lujo. Pero me sirvió. Pedí sus servicios las dos últimas noches. Desde las dos de la madrugada, para darme tiempo a estar bien bebido, hasta las ocho de la mañana.
Tengo que reconocer que lo pasé en grande con ella. Era muy simpática y le gustaba mucho hablar. Además era bastante guarreta y eso lo agradecí, a veces superaba mis exigencias; aprendí bastante de esa profesional del amor. Hay que entrenar fuerte para que nada sorprenda durante el partido.
Ya en casa me sentía mejor con las pilas recargadas. El ritmo de ver a mi amante cuñada disminuyó, también porque ella se estaba volcando de sobremanera en lo que la tenía ocupada en sus ratos de ama de casa.
Nunca olvidaré el momento en el que, un sábado de primeros de diciembre por la tarde, me llegó un mensaje al móvil. “Ya tienes a la puta de tu madre disponible. Cuando estés solo lee el correo. De nada, Manoli. Borra este mensaje.”
Mi primera reacción fue de enfado. Mucho hablar de discreción y me manda este mensaje al móvil. La segunda reacción fue de excitación. Si me lo había mandado era porque necesitaba decirlo cuanto antes. Y eso daba muy buenas perspectivas de que efectivamente habría hecho muy bien su trabajo. Durante la cena, sin haber leído aun el correo electrónico, experimenté, por primera vez en mi vida, la verdadera sensación de que en pocos días podría estar follando con mi madre. Me sentía extraño pues mi relación con ella era la misma de siempre, nunca habíamos hablado nada. ¿Cómo se suponía que podría tirármela más temprano que tarde?.
Un intenso ardor en el vientre me hizo dejar de cenar. Me disculpé diciendo que me encontraba mal del estómago. Me levanté, cogí el portátil y me encerré en el despacho con la excusa de trabajar un poco antes de acostarme. Pasados unos quince minutos desde que entré, permanecía de piedra ante el portátil. Era plenamente consciente de que el trabajo de la perra de mi cuñada había finalizado, y que sí yo no la cagaba, en unos días el nombre de mi madre figuraría el segundo en la lista de mis yeguas verdaderas.
Esta es la conversación que mi cuñada tuvo con mi madre; y tras la cual me dejó a mí el peso de la operación y el camino bastante allanado:
L: Hola.
S: Hola Leonor, cariño. ¿Cómo te va?.
L: Mal, tendría que haberte dejado ir el día que nos conocimos.
S: jajajaja. ¿Por qué?.
L: Me has hecho fijarme en chavales de la edad de mi hijo.
S: Eso es normal, mujer. Con nuestra edad aun estamos en plena forma para satisfacer a jóvenes. Nuestra experiencia, además, es un grado que les gusta. Pero oye, que a mi hijo no te lo presto.
L: jaja, tranquila mujer. Ya ves, todo se une en la vida. A lo mejor eres una especie de ángel mandado desde el cielo para hacerme abrir los ojos y no enterrarme con cincuenta y cuatro años. Desde que me divorcié no he tenido ninguna aventura con nadie; y no me he planteado siquiera conocer a hombres. Y una tiene sus necesidades. A lo mejor, intento tener algún amigo.
S: Te invito a ello, estás en una posición inmejorable para disfrutar de la vida.
L: El problema es que no sé cómo conocer a chicos así. Por Internet es más difícil de lo que pensaba, y no me veo entrando en discotecas.
S: Quien algo quiere algo le cuesta. Tira de hilos, a lo mejor atraes un pececillo fogoso.
L: Muy graciosa, no es fácil.
S: No creo que haga falta que te diga que tienes a un hijo de treinta….
L: ¡Pero qué dices!, yo no podría….
S: No digo que hagas nada. Te digo que indagues. Me consta que a muchos jóvenes les atraen sus madres, estoy descubriendo que es algo más habitual de lo que parece. Leonor, si de verdad quieres algo así yo creo que es perfecto; mi experiencia así me lo dice.
L: ¡Qué fácil lo ves todo!
S: Mi consejo es que si verdaderamente quieres, pruebes a ver qué opciones tienes. Invítale a cenar solo a él, ponte guapa…. Algo provocativa, utiliza tus armas. No te lances a ciegas, tantea el camino. Si ves que él está por la labor acelera un poco más, pero sin llegar nunca a decir nada para que no haya arrepentimientos en caso de negativa. Déjale claro, sin decirle nada, que si él quiere te tendrá. No tienes nada que perder y mucho que ganar.
L: ufffff no puedo creerme que me plantee hacer esto. Tengo que irme.
Me vi el lunes con Manoli. La cosa estaba clara, ella seguiría hablando con mi madre habitualmente bajo el personaje de Sofía, pues además se estaban haciendo amigas. Pero poco más podía hacer por mí. Ahora dependía de que mi madre diera el siguiente paso.
Tras hacer un rato el amor, Manoli me pidió poder estar presente de alguna forma. No físicamente, pero si podría grabar algo en el caso de que mi madre diera el primer paso. Yo le dije que ni de coña, que era jugar con fuego. Ella me perjuró que solo sería para verlo en mi compañía. Que yo podría guardar las grabaciones en secreto y encriptadas.
Solo necesitó una mamada gloriosa y el dejar que la meara encima para convercerme. Cuando una de mis yeguas se porta bien yo soy bueno con ellas.
El jueves, mientras trabajaba, recibí una llamada. “mama”, descolgué nervioso.
“Hola hijo, te pillo ocupado?”.
“No mamá, dime”
“he pensado que puedes venir a cenar el sábado a casa”
“Perfecto, se lo diré a …..”
“no, prefiero que vengas tú solo. Es acerca de la herencia de mi padre. Tengo una pequeña duda legal…”
“pero no se si podré ayudarte”
“No quiero que venga nadie más porque es cosa familiar. Tu ven y dame tu opinión sobre algo, no me acaba de cuadrar”.
“Está bien, estaré allí sobre las diez”
“Hasta el sábado”
Aturdido dejé de hacer lo que estaba haciendo. Me fui al baño y me masturbé. No daba crédito, me sentía algo mareado, necesitaba una copa.
Compré tres pequeñas cámaras. Coloqué una en el salón camuflada en la lámpara, apuntando al sofá. Por si acaso. Las otras dos estarían en el cuarto de matrimonio de mis padres. Una tras una muñeca de porcelana de la mesilla de noche, apuntando hacia la cama. Y la otra la tendría en mi abrigo, el cual dejaría sobre un pequeño escritorio que hay al lado de la ventana; desde el que se tiene una perspectiva inmejorable de la amplia cama.
A continuación llamé a mi cuñada y le pedí que fuera a verme allí.
Cuando se lo conté me abrazó y me dio un largo morreo. Estaba emocionada y excitada. Se sentía útil, la puerca dela Manoliútil… quien se lo iba a decir. Me despedí de ella, no quise follarla. Necesitaba estar muy caliente el sábado, no haría nada hasta entonces.
Decidí no hacerme ilusiones y andar con pies de plomo. “Joder”, pensé, “es algo personal. Necesito tener una buena sesión de sexo con mi madre”. Decidí no dudar en el momento que lo viera claro. Pero me prometí no dar un paso en falso antes.
Lo tenía todo preparado, todo menos yo. Nunca se está preparado para algo así. No me lo acababa de creer y hasta que no sucediese no sería verdad. Todo o nada, el sábado a partir de las diez tendría la respuesta a ello.
Le dije a mi mujer la mentirosa verdad: que iba a cenar con mi madre y a solucionarle un problema legal familiar. Añadí que luego tomaría algo con algún amigo y que llegaría tarde. Ella quedó conforme.
Pantalón vaquero y camiseta blanca de manga corta, ceñida al busto de gimnasio. Y un abrigo para el frío de diciembre. Así me presenté en la puerta de la casa de mi madre. Tras respirar profundamente pulsé el timbre.
Al abrir, mi madre me recibió con una dulce sonrisa. Un beso en cada mejilla. Me quité el abrigo y lo dejé sobre el perchero de la entrada. Ella me acarició el brazo, hice fuerza para que lo encontrara duro y fuerte.
Madre – Vienes muy fresco, vas a resfriarte. Subiré un poco el aire acondicionado.
Me ofreció una cerveza, ella tomaba otra, se quedó en la cocina acabando de ultimar la cena, me ofreció que esperase en el salón.
Me senté ante la tele algo decepcionado. Vestía en chándal, cómoda de estar por casa. Quizá llevaba demasiadas expectativas, quizá mi mente había hecho el tonto. De repente oí su voz desde la puerta del salón, asomaba su cabeza.
Madre – La cena ya está lista, cenemos y luego te comento lo de la herencia. Antes voy a cambiarme. Hasta ahora.
Hijo – No hay problema, aquí espero yo. Si me quieres dejar esos papeles mientras les puedo ir echando un vistazo.
Madre – No te preocupes, eso luego, ahora disfruta de la cerveza.
A penas pude escuchar el taconeo por el pasillo cuando de repente entró en el salón. Cualquiera con gusto por las maduras se hubiera quedado perplejo ante lo que vieron mis ojos. Tuve que reaccionar, se e había comprado ropa nueva para la ocasión, y había tenido un exquisito gusto en elegir algo sexy y elegante a la par; sabiendo aprovechar sus virtudes a la perfección. Si Manoli hubiera estado presente me habría hecho señas de a por ella. Sin duda buscaba guerra. Sin duda se había vestido para acabar follando; y solo estábamos ella y yo.
Tuve que pestañear y beber un buen trago de cerveza para despertar del shock.
Mi madre aparecía ante mí con zapatos de tacón rojos y medias negras. El color negro de las medias parecía no acabar nunca; justo al final un dedo de carne en la zona superior de sus muslos. Justo ahí empezaba la parte inferior de un minúsculo traje de una sola pieza. Color rojo con estampados en gris y verde. No exagero si digo que solo había menos de una cuarta de tela entre su cintura y las medias, las cuales no iban con encaje y se divisaba perfectamente el final de ellas en la parte superior de los muslos.
El traje le abarcaba bien todo el ancho de caderas, sin quedársele más apretado por ningún sitio, como si se lo hubieran hecho a medida para la ocasión. La cintura no se apretaba, dejando a sus caderas mejor ubicadas. Y se remataba en un escote monumental. Con los pechos muy levantados y un escandaloso canalillo apretado entre los dos melones.
Vestía pidiendo guerra de tal manera que lo más correcto era habernos puestos a follar sin mediar palabra. Pero el miedo de ser madre e hijo y la vergüenza que en ese momento teníamos ambos de estar deseando algo tan prohibido, hizo que tomáramos al menos la decencia del teatrillo previo que nuestra vida merecía.
Cenamos poco y sano. Algo de pescado y verduras. Con vino blanco. Tras la cena nos sentamos en el sofá del salón y bebimos algo mientras ella sacaba los papeles.
Se puso justo a mi lado y se cruzó de piernas. Ahora el trozo de muslo entre las medias y el vestido había crecido, sentía su coño respirar a mi lado, estaba justo ahí. Me preguntaba de qué color serían las bragas.
Empezó a hablar, no sin antes colocarme el escote bien a vista, para cerciorarse si me fijaba en él.
Madre –  Es una tontería, pero como ves….. aquí. No dice claramente que entre los hermanos nos dividimos la finca del pueblo.
Hijo – Hace casi un año que murió el abuelo. Creo que es hora que lo abordéis. No creo que el tito y las titas pongan pegas. Lo mejor es que vayáis a un abogado y zanjéis el tema. Os recomiendo vender y repartir. Tengo entendido que es lo más lógico y justo; sobre todo en un caso como este en el que el testamento no zanja el asunto de forma clara.
Su cuerpo olía a la colonia de siempre. Perfume de mama, el que tengo en la pituitaria desde niño. Pero su cuerpo se me presentaba como algo novedoso; sin duda nunca visto así. Era un cuerpo que se hacía necesitar, la necesitaba. Necesitaba a mi madre, de una forma en la que nunca la había necesitado. Ella nunca me falló, así que tenía claro que tampoco iba a fallarme esa noche. Es una sensación extraña que no se muy bien explicar, pero que la percibí esa noche por primera vez. De repente no tuve nervios, de repente no me sentía excitado de la forma obscena con la que abordo a Manoli. Es como si entre ambos se hubiera extendido una cubierta química de seguridad y confianza. Además percibía que mi madre sentía lo mismo. No hacía falta decir nada. No había miedos, ni temor. Había amor. El amor que se empezó a gestar cuando yo era parte de ella; y ahora llegaba a nuestros corazones de la forma animal más natural y pura.
Ella dejó los papeles sobre la mesa y me estrechó en sus brazos. Me colocó la cabeza entre sus pechos, sobre el canalillo, y me acarició la mejilla y el pelo. Yo la abrazaba por la cintura.
Madre – ¿Estás bien cariño?
Hijo – Estoy mejor que nunca mamá.
Entonces ella bajó la cremallera del vestido y se desabrochó el sujetador que sostenía muy altos los pechos. Yo estuve algo apartado mientras lo hacía. Ante mí cayeron las sandías más dulces y perfectas del jardín del edén. Con pezones oscuros y exageradamente grandes. Ella me acunó de nuevo en sus regazos. En esta ocasión aproveché para lamer los pechos de mamá. Los acaricié y ensalivé. No había prisas, el tiempo se había detenido; el tiempo, mejor dicho, no existía. Porque el amor materno filial es atemporal, eterno, único, divino y profundo.
Madre – Antes de irte, ¿acompañarías a mama un rato en su cama?
Hijo – No hay prisas. Si quieres duermo contigo esta noche. Mi mujer no sabrá nada, muchos sábados duermo en casa de un amigo. Me tiene dicho que si dan las seis de la mañana ni me moleste a aparecer por casa.
Madre – Esa mujer tuya. Creo que no sabe entenderte.
Hijo – A veces pienso que no. No me merece ¿no crees mama?
Madre – Estoy segura de ello. Ven a mi cama hijo. En ellas estarás a gusto. Mañana es otro día, ¿vale?
Hijo – Ojalá tarde mucho en llegar mañana, te necesito.
Como pueden ver mis estimados lectores, soy un cabrón de aupa. Capaz de hacerme el corderito más inocente del mundo para follarme a mi madre y grabarlo. Con la excusa de coger el móvil y apagarlo coloqué la chaqueta sobre la mesita de escritorio de la habitación de mis padres. Aproveché que mi madre entró un momento en el baño para colocar las dos cámaras a gusto. Grabarían unas cuatro horas, y serían silenciosas al terminar. Todo un lujo de quinientos euros cada una. Todo sea por tener feliz a mi yegua Manoli. Aunque ahora me disponía culminar toda una pieza de caza de coleccionista. La jaca de cincuenta y cuatro años de mi madre.
Sonó la puerta del baño, mi madre venía a mi encuentro. Me senté en la cama y puse otra vez la cara de niño bueno, de corderito que nunca ha roto un plato. De marido incomprendido………….
Se sentó a mi lado y se quitó los tacones. Una tenue luz de esquina iluminaba toda la habitación. Sus pechos seguían al aire, eran inmensos. Me contuve en no propasarme, todo a su tiempo, ahora a ser buen nene.
Ella me abrazó y me atrajo otra vez hacia sus senos. Yo los volví a lamer de forma detenida y suave. A lo más que me atreví fue a agarrarlos apretándolos un poco, y sopesarlos.
Madre – ¿te gustan los pechos de mama?
Hijo – Son muy grandes y dulces.
Madre – Son tan tuyos como míos. Tu único alimento durante ocho meses.
La abracé y le besé la mejilla. Luego deslicé un poco la lengua por su cuello, ella gimió.
Madre – Métete en la cama. ¿Quieres?
Asentí con la cabeza. Antes de hacerlo me quité la camiseta y los pantalones. Me acosté solo con los calzoncillos. Ella me miró complaciente, sonriendo dulce y queda. Con mirada de madre y pupilas de tigresa en celo.
Se puso en pie ante la cama ya conmigo dentro. Lentamente levantó las piernas y se quitó las medias ante mis narices. Luego dejó caer el vestido, debajo no tenía nada. Se quedó unos segundos de pie para que pudiera verla. Su triángulo parecía cuidado y con pocos pelos. Sus caderas y traseros eran muy amplios y mucho más bellos de lo que hubiera jurado.
Apartó las mantas y se tumbó a mi lado.
Madre – Ahora mama va a hacerte algo con mucha dedicación y cariño. Espero que sepas entender el amor y devoción que voy a derramar en mis actos. Espero no molestarte, solo se trata de pasar un buen rato. ¿Estás seguro que quieres que sigamos?. Este es el momento de echarnos atrás, hijo mío.
Hijo –  Deseo estar en esta cama hasta el amanecer. Deseo sentir tu calor. Mama te deseo.
“Esta perra no me conoce, me habla como si tuviera quince años”. Pensé.
Me acarició y metió su mano bajo el calzoncillo. Me besaba los bíceps, el cuello y el pecho. Su mano empezó a moverse algo torpe bajo mi ropa interior. Su mano estaba sobre mi polla erecta. Cuando la agarro me miró algo sorprendida, tal vez no la esperaba en ese estado. Estuve tentado de decirle que suelo tenerla así cuando una hembra de semejante calibre me metía en su cama, pero prefería seguir siendo el niño bueno de mamá, al menos de momento.
Le facilité la labor, eso sí, quitándome los calzoncillos. Mi polla, enorme, quedó suspendida en el aire entre las sábanas. Ella, ahora con mejor acceso, la empezó a masturbar lentamente mientras seguía besándome.
Madre – ¿Así voy bien?. ¿te gusta?.
Hijo – Me encanta el calor de tus manos.
Siguió así demasiado rato. Empezaba a pensar que no iba a ir mucho más lejos. Tal vez estaba aun atemorizada por que me sintiera molesto. Yo estaba repleto. Con su cuerpo pegado al mío, su piel me resultaba suave y flexible. Su lengua me daba mucho calor. Temeroso de que todo quedara en una paja y un beso de buenas noches, decidí tomar cartas en el asunto. Había que empezar a pasarlo en grande. Madre e hijo, mujer y hombre, en la misma cama. La hembra merecía la pena.
Me incorporé y me coloqué a los pies de la cama. La abrí de piernas sin decir nada. Ella se acomodó, respiraba agitada. Le abrí el coño con las manos, era bonito, grande y cuidado. Le pasé la lengua de arriba abajo. Noté como ella respondía estremeciéndose. Lo lamí así durante un rato, como un león que lame la piel de su presa antes de comerla. Luego busqué el clítoris y meneé la lengua con desparpajo y constancia. Ella gemía queda, y me agarraba la cabeza. Ninguno decíamos nada, pues no hacía falta. Le metí uno, dos y hasta tres dedos mientras mi lengua continuaba su trabajo. No era un coño delicioso pero estaba por encima de la media.
Al rato me incorporé y nos miramos a la cara. Joder, es mi madre. Mitad vergüenza, mitad excitación. Ella me miraba seria, aparentemente excitada y sorprendida por mi cambio de actitud e iniciativa. Ahora estaba bajo mi dominio, lo sentía. Era una presa fácil al fin y al cabo: una mujer de edad y necesitada. ¿Cómo no me había percatado de eso antes?. Eternamente agradecido a Manoli.
Le sonreí, ella me correspondió con otra sonrisa. Su cara me lo decía todo, estaba en mi poder. Siento cuando eso es así y me gusta la sensación de superioridad. Estaba confiadísimo y el hecho de que la perra de turno fuera mi madre no hacía más que aportar un extra de excitación.
Me levanté sobre la cama y me agaché en cuclillas sobre su cara mientras me masturbaba. Le agarré un poco por la mejilla.
Hijo – veamos lo bonita que tienes la boca por dentro, mamá.
Ella la abrió mostrándome los dientes y la campanilla. Yo saqué todo el capullo y se lo metí en la boca. No quise de momento ir más adentro, esperé a ver cómo respondíala Yegua.Ella, mansa, movió la lengua alrededor del capullo. La saquñe y la metí de nuevo, ahora ella ya la recibió con la lengua fuera. De nuevo otra vez, ahora más profunda. Mi polla estaba considerablemente grande. Esta vez la metí entera y toqué con la garganta habiendo metido tres cuartas partes de ella. Ella resistió estoicamente el taladro de carne que le llegó, aunque tuvo ciertas arcadas.
Luego se libró de esa postura y se incorporó. Me tumbó en la cama y me agarró de nuevo la polla. Esta vez no se lo pensó ni media vez. Fue hacia ella y se la metió en la boca, dejándome el culo a su alcance. Yo se lo azoté repetidas ocasiones hasta dejarlo muy rojo. Ella, mientras, lo movía lentamente en un movimiento de balancín. Se estaba empezando a soltar, sabía que esta yegua iba a responder así. Casi lloro de la emoción; me emociona que me salgan bien las yeguas. Y madre no hay más que una.
El resto de la mamada, bastante buena por cierto, estuve metiéndole el dedo índice de mi mano derecha en el ano, lentamente. Cuando se levantó y dejó de mamar, lo tenía casi entero dentro. Se lo saqué y ella se apresuró a lamerlo. Tras lamerlo se me quedó mirando.
Madre – ¿va todo bien amor?
Hijo – Irá mejor cuando mi mama se suba a cabalgarme un rato.
Madre – Si amor. Espero estar a la altura.
Hijo – Te quiero mama. Yo también espero que lo estés.
Me miró algo avergonzada, sin duda no esperaba mi respuesta. Mi tono de voz habñia cambiado por completo. Sin duda le estaba dejando claro que era su hijo y mi amor hacia ella siempre será infinito. Pero en ese momento era un hombre muy caliente, con una grandísima hembra (todo hay que decirlo) en la cama. Y quería tener una follada grande e inolvidable.
Se subió y se agarró a mis manos sobre la almohada. Medio me tenía prisionero en esa postura. Se clavó y empezó a moverse lentamente. Su cuerpo, maduro y voluptuoso, se movía con mucha naturalidad. Al subir, dejaba sus pechos en mi cara, momento que acostumbraba para lamerlos cuanto podía. Al bajar, los restregaba por mis pechos y luego los lamía con su pequeña lengua cálida y húmeda.
Estuvo así un rato. Luego me soltó las manos y las apoyó en mis costillas. Ahí empezó una follada sostenida a medio ritmo. Menos gustosa pero muy agradable, y ante la que me podía sostener mejor sin correrme. Lo hacía considerablemente bien, gemíamos al compás. Cuando nos mirábamos me sonreía de forma cómplice y dulce. Pero cuando dejaba de hacerlo su cara se transformaba en una más viciosa y excitada.
Metió una marcha más. Se colocó erguida, con su cuerpo formando un ángulo de noventa grados con el mío. Ahí empezó a refregarse muy fuerte. Yo, desde abajo, hice lo que pude moviéndome hacia arriba en cada envestida suya. Me estaba viendo superado y no me quería correr tan pronto, detuve la follada.
Se vino hacia mi y nos acariciamos un rato. Volví al montañoso mundo aparte de sus melones. Ahora, al sabor dulce de su piel se le sumaba el salado del sudor. Otorgando a mis sentidos toda una sesión de aromaterapia madre-hijo.
Hijo – mamá, estas muy rica
Madre – que cosas más bonitas me dices amor. Te quiero.
Hijo – Eres la mejor mujer con la que he estado nunca. Quería que lo supieras.
Madre – Me alegro. No sabes lo que me llena de orgullo oírte decir eso.
Hijo –  Quiero follarte a cuatro patas, mamá
Madre – Pensé que no ibas a pedírmelo nunca. Vamos mi niño.
Se colocó a cuatro patas. Los muslos amplios y el culo grandioso. Las rodillas bien clavadas y su cara apoyada en la almohada. Se le veía un cuerpo muy pequeño desde atrás. Me quedé un rato observándola, mientras me masturbaba lentamente y le daba unos azotitos.
Ella empezó a moverse ansiosa.
Madre – Vamos nene, enséñame que eres capaz de hacerle a tu madre cuando se pone así.
Guardé silencio, de nuevo la azoté. Ella gemía como si ya la estuviera follando.
Madre – Vamos cabrón. Fóllame.
Sonreí placentero. La tenía justo donde quería.
Hijo – Así me gusta, buena jaca. Eso es mamá.
Madre. Ummmmm si. Soy tu jaca. Mátame hijo de puta, clávamela hasta matarme.
Hijo – Buena yegua eso es. Antes prométeme que serás mi yegua de aquí en adelante.
Madre – Seré tu yegua. Fóllame ya nene.
Hijo – Así me gusta mamá, que seas buena hembra. Estoy orgulloso de ti.
Me coloqué detrás y la taladré con fuerza y velocidad. Me concentré en darle una follada monumental. Y tengo que decir, no sin orgullo, que lo conseguí. Aguanté más de lo que hubiera firmado antes de follarla así. Ella gemía como una loca y arqueaba su espalda de arriba abajo, y hacia los lados; como poseída por el demonio. Era le prueba definitiva, la doma oficial de mi nueva yegua. La azoté fuerte y terminé agarrándola por los hombros, literalmente encima de ella, corriéndome con fuerza dentro de su coño.
El chorro de semen fue brutal. Cuando acabé de escurrir la última gota me tumbé a su lado. No dijimos nada. En parte por pudor por lo que había pasado.
Desconozco en qué momento me quedé dormido. Cuando me desperté olía a café y tostadas. Mi madre estaba en la cocina preparando el desayuno.
Hijo – Buenos días.
Madre – Buenos días amor.
Me besó en la mejilla. Desayunamos en silencio, no sabía muy bien qué decir. Ni siquiera sabía si arrepentirme de todo.
Cuando desayunamos ella recogió los restos y vino hacia mí. Dejo caer el viejo camisón naranja que se había puesto al levantarse. Ante mí de nuevo toda su desnudez y su belleza. Pero más bellos y dichosos fueron mis oídos cuando ella abrió la boca.
Madre – Hijo mío, aquí tienes a tu yegua, móntame un rato antes de irte.
Nota del autor:
Al final he contado más detalles de los que en principio pensaba acerca de la doma y conquista de mi segunda yegua. Como pueden ver es ni más ni menos que mi madre.
Sigan pendientes, mis queridos pajilleros, porque próximamente os presentaré a la tercera de las yeguas a las que he tenido la suerte de follar lo más cabronamente que he podido. Aunque también narraré algunas nuevas aventuras con las yeguas que ya conocéis.
Recordad:
Yegua número 1 : Manoli. Mi cuñada (mujer del hermano de mi novia)
Yegua número 2 : Leonor. Mi madre.
¿Alguna idea de quien puede ser la tercera?.
Os quiero, tontines.
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
caballerocapagris@hotmail.com

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

Relato erótico: “el Mister” (POR ALEX BLAME)

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Te preguntas por esta racha de éxitos que parece no tener fin y te contaré que todo empezó aquel  día hace cinco años  gracias a aquel viejo cuervo gritón.

Nadie que no haya estado  ahí abajo recibiendo una soberana paliza lo entendería. Al final del primer tiempo nos ganaban por tres  a cero, no nos habíamos acercado al área contraria ni una sola vez y si no llega a ser por el portero que paro varios goles cantados, hubiese sido la debacle.

Cuando entramos en el vestuario  cabizbajos y arrastrando los pies el viejo ya estaba allí, de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho. Vestía unos vaqueros desteñidos por el uso y  un jersey de lana grueso de cuello alto y color verde botella horrible, pero lo que más destacaba de su atuendo eran unas vetustas gafas de carey con unos cristales más gruesos que los del papamóvil y que hacía que sus ojos pareciesen tan grandes como los de una piraña.

-¡Miradme a los ojos, coño! –grito el entrenador  con todas sus fuerzas. – ¿Se puede saber que puñetas habéis estado haciendo hay fuera?  

-Lo siento míster, hacemos lo que podemos –intento defendernos Julio, el capitán.

-¡Si hicieseis lo que os he indicado ahora estaríais machacando a esos macacos! –Dijo el entrenador encendiendo un cigarrillo, haciendo caso omiso de los cientos de carteles repartidos por todo el estadio –A esos inútiles les ha caído la lotería con vosotros.

– ¿Qué podemos hacer? –pregunto Julio, el único que se atrevía a hablar.

-Podría daros una nueva táctica. Podría llenar esa pizarra que tengo detrás de mí de garabatos y flechas, pero la verdad es que no hay nada que corregir porque ninguno de vosotros y tú el que menos, se ha ajustado a lo que os había ordenado que hicierais. –Respondió el entrenador señalando con el pitillo humeante al capitán –Todos tenéis culpa de lo que está pasando pero tú el que más. Tú tienes que ser la prolongación de mis gritos en el campo. Corrige posiciones y grita, cojones. Que todos te escuchen y te respeten.

-Y vosotros malnacidos –se volvió dirigiéndose al resto – dejad de lloriquear como eunucos y echadle un par de cojones. Es vuestra primera final y por mis santos huevos que la vais a ganar.

-Pero míster eso es imposible…

-¡Imposible! – Le interrumpió el entrenador con un gesto de enojo–También creeréis que es imposible cuando meéis sangre después de los próximos entrenamientos que os voy a programar como perdáis este partido.

-Son tres goles…

-Os contaré una historia que quizá os convenza de que nada es imposible, pandilla de nenazas:

Corría el año 61,  yo acababa de cumplir los diecisiete años y Pamela los veinte. Era hermosa y digo hermosa de verdad, no como los espantapájaros de ahora, todo morros y huesos. Su piel mulata era de color caramelo y sus ojos eran grandes y oscuros.  Vosotros diréis vaya mierda de historia pero dejad que os cuente que Pamela era la hija de un Capitán de la base aérea americana de Torrejón. Yo la veía todos los días, desde el campo de futbol improvisado,  pasear al otro lado de la valla de la base. Normalmente ni me hubiese mirado, pero aquel día  acabábamos de meter un  gol y el barullo que montamos le sacó de sus pensamientos y nos miró con curiosidad. Y dio la casualidad de  que ahí estaba yo, en primera fila, alto y delgado como un esparrago con la pelota debajo del brazo y la mirada de trascendencia que pone un delantero cuando acaba de meter un gol que sabe que le conducirá irremisiblemente a la victoria.

Cuando cruzamos nuestras miradas noté en ella un destello de interés. Dejando caer la pelota para que los compañeros siguieran jugando me acerqué a la valla que nos separaba.

-Hola, soy Luis ¿y tú? –dije encendiendo un Peninsular para hacerme el interesante.

-Yo… soy Pamela. –respondió ella con un español vacilante y cargado de acento yanqui.

-¿Te gusta el futbol? –pregunté yo más para evitar que se fuera que por verdadero interés.

-No sé, en mi país… no juegan al football así.

-¿De dónde eres?

-Nací en Mobile, Alabama pero mi padre es piloto de aviones de…  ¿Cómo se dice? ¿Cargo? 

-Aviones de carga,  -respondí yo mientras paseábamos uno a cada lado de la valla.

-Eso,  aviones de carga –repitió ella para sí misma – hemos cambiado tanto de destino que no sé muy bien de dónde soy…

 El caso es que estuvimos charlando y caminando hasta que  un muro de hormigón de tres metros y medio de alto que nos obligó a separarnos.

Al día siguiente, como todos los días Pamela paso por delante de nosotros pero esta vez se paró un rato y estuvo estudiando nuestras evoluciones por el campo con mucho interés. Cuando  no pude contenerme más  abandoné el juego y me acerqué a ella. Iba a encender mi Peninsular cuando ella me pasó medio paquete de Luckys a través de la valla. A pesar de intentar disimular, ella no pudo evitar reírse ante la cara de adoración que puse al ver aquellos cigarrillos, los mismos  que Rick fumaba mientras pensaba en Paris. Cogí uno, lo encendí, aspiré el humo suave y aromático y echamos a andar.

Así pasaban los días,  jugaba al futbol mientras la esperaba, ella aparecía y luego paseábamos cada uno a un lado de la alambrada. Cuando llegábamos al muro nos despedíamos y cada uno iba por su lado.

Finalmente una semana después a base de vender parte de los cigarrillos que ella me daba conseguí reunir lo suficiente para invitarla a un refresco en una cantina cercana. Fue entonces cuando ella me dijo que no podía salir del recinto de la base y que yo no podía entrar sin una autorización previa que ninguno de los dos podría conseguir.  Yo le repliqué,  totalmente convencido, no como vosotros,  que tenía ganas de ver la base por dentro y que ya me las arreglaría para entrar.

La verdad es que no fue tan complicado.  Pronto averigüé por mis propios medios que la base se dividía en dos partes, la zona militar en la cual ni necesitaba ni podría entrar con los medios de los que disponía y la zona residencial con la seguridad mucho más relajada y a la que entraban algunos españoles para proporcionar a los americanos ciertos servicios que necesitaran. Un cartón de Marlboro del economato de la base para que el repartidor de periódicos habitual contrajese una oportuna gripe y otro para que su jefe me contratara, permitió conseguir un pase de acceso restringido a la zona residencial. El pase era sencillo tenía mi nombre y una foto y no especificaba ni la tarea a desarrollar ni el tiempo que podía quedarme en el recinto, así que el mismo día que conseguí  el pase quede con Pamela para ir a la última sesión  del cine de la base.

 La zona residencial era un pequeño pueblo de calles dispuestas en forma de damero con una treintena de casas unifamiliares con jardincito para los oficiales y varios bloques de pisos de cinco alturas para el resto de la tropa y el personal administrativo. En el centro rodeada por los bloques de pisos había una plaza con un  cine, una bolera, la cantina y el economato.

Cuando llegué a las puertas del cine Pamela ya me esperaba con una sonrisa y una falda de tubo oscura, en la marquesina había un gigantesco cartel con el perfil de hitchcock y la carátula de Psicosis.

Los americanos tenían la costumbre de acostarse muy temprano así que en la sala había media docena de personas. Nos sentamos en la última fila y esperamos en un silencio incómodo a que se apagasen las luces.

Curiosamente la única parte que recuerdo de aquella proyección es la escena de amor del principio, escena que los españoles tardarían diez años en poder ver.  Acostumbrado a la censura,  aquella corta escena que no revelaba apenas nada me puso como una moto, y por la mirada de Pamela a ella también.  Consciente de que era mi oportunidad y sobreponiéndome a la intimidante presencia de Pamela, la miré a los ojos y le acaricié la cara con mis manos. Ella sonrió de nuevo haciendo resplandecer sus dientes como perlas en la oscuridad de la sala. Con lentitud, disfrutando del momento,  acercamos nuestros rostros y nos besamos.

No era la primera vez que besaba a una chica, en realidad eso de ligar se me daba bastante bien en aquella época,  aunque no os lo creáis, pero nunca había estado con una mujer mayor que yo y evidentemente con mucha más experiencia y eso era a la vez excitante y turbador. Pamela segura de lo que hacía introdujo su lengua en mi boca explorándola y dejando en la mía un ligero sabor a Coca Cola. Yo, un poco intimidado al principio, le devolví el beso un poco incómodo sin saber muy bien qué hacer con mis manos. Pamela juguetona se separó y aparento ver la película con interés. Anthony Perkins estaba dando la bienvenida a la protagonista evidentemente en un inglés que yo no entendía. De vez en cuando le hacia una pregunta a Pamela para enterarme un poco de la historia y  poco a poco nos fue absorbiendo. La verdad es que ya no recuerdo muy bien quien abrazó a quien cuando el cuchillo de Norman atravesó la cortina de la ducha , lo único que recuerdo de aquel momento eran los generosos pechos de Pamela apretándose contra mi mientras la volvía besar. En esta ocasión ni siquiera el genio de Alfred ni los chirridos de los violines de Bernard Hermann consiguieron distraer nuestros labios ni nuestras manos.

Cuando salimos del cine entre el magreo y el inglés no tenía ni puñetera  idea de lo que le había pasado a esa nenaza llorona de Norman. Intente invitar a Pamela a tomar una Coca Cola pero como pude ver con evidente desilusión la cantina ya estaba cerrada.

Ya estaba resignado a irme a casa a pelármela como un mono cuando cogiéndome de las manos Pamela me pregunto si quería que la tomáramos en su casa.

La casa de Pamela era uno de los pequeños chalets de la zona de oficiales,  blanco amplio y con un coqueto jardín. La casa por dentro era la más limpia y moderna que jamás había visto pero cuando entramos a la cocina y vi la gigantesca nevera Westinghouse  me quedé de una pieza. De aquel gigantesco armario saco Pamela un par de Coca Colas heladas. Yo que nunca había visto cosa igual, me acerqué al  infernal ingenio y con un gesto divertido Pamela me invitó a saciar mi curiosidad. En la parte de abajo había una serie de baldas de plástico llenas a reventar de carne,  lácteos,  pan de molde, refrescos y cerveza y arriba había un cajón herméticamente cerrado. Cuando lo abrí y una corriente ártica salió de aquel cajón tuve que recurrir a todo mi autocontrol para no parecer un memo. Pamela, que ya se había divertido bastante cerró la puerta de la nevera y con el descorchador de la puerta abrió los dos refrescos. Mientras me daba una a mí cogió la suya e inclinando la cabeza comenzó a beberla de un trago. Yo, hipnotizado, me quede mirando su cuello largo y moreno  tragando el refresco, sin poder evitar acercar mi mano y acariciarlo. Ella paró y me sonrió ahogando un chispeante eructo.

Con un suave empujón me sentó en una silla mientras encendía la radio. Tenía sintonizada la emisora de la base y la voz de Sinatra se filtraba entre crujidos y crepitaciones. Pamela comenzó a tararear la canción mientras se desabrochaba los botones de la blusa.

Yo en la silla me revolví expectante, sin poder creer en mi suerte.   Incapaz de quedarme quieto un segundo más, me aproxime y la ayudé a despojarse de la ropa interior hasta que estuvo totalmente desnuda ante mí. Contrariamente a lo que me esperaba se paró allí, delante de mí, orgullosa de su cuerpo y satisfecha del efecto que provocaba en mí. Yo no podía apartar los ojos de sus pechos firmes y exquisitos con los pezones pequeños y negros, ni del triángulo de suave vello rizado que cubría su pubis.  Se giró con deliberada lentitud, dejando que mis ojos se deslizasen por su larga melena negra su culo firme y potente y sus piernas esbeltas.

Cuando me acerque por su espalda y la abracé noté como todo su cuerpo hervía y vibraba de deseo. Me apreté contra ella y besándole el cuello aproxime mis manos a sus pechos sopésanoslos y acariciando los pezones con suavidad.

Pamela dándose la vuelta me dio un largo beso mientras me quitaba la camisa y me desabrochaba los pantalones. Cuando deslizó su mano en el interior de mi pantalón y palpo mi gigantesca erección sonrió satisfecha.  Después de desnudarme se apartó y disfrutó de mi incomodidad dando una vuelta completa a mí alrededor y rozándome con la punta del dedo.

Cuando terminó, sin mediar palabra, se arrodillo y se metió mi polla en la boca.  Yo no era virgen de aquellas pero jamás me habían hecho nada parecido así que, cuando ella empezó a acariciarme la polla con sus labios jugosos y su lengua inquieta no pude contenerme y apenas me dio tiempo a apartar mi miembro de su boca antes de correrme. Impotente y avergonzado vi como mi leche se derramaba  entre sus pechos y resbalaba poco a poco por su cuerpo.

Estaba a punto de salir corriendo como vosotros ahora pero ella divertida cogió un poco de mi corrida con un dedo y sin dejar de mírame a los ojos se la llevó a la boca juguetona. 

Yo totalmente descolocado no sabía muy bien que hacer pero consciente de que lo único que no debía hacer era quedarme parado  la levante en volandas y la senté sobre la mesa besándola con una furia vengadora y magreando y pellizcando todo su cuerpo.

¡Bendita juventud! En tres minutos volvía a estar empalmado mientras que ahora necesito un par de pastillas azules para que se me ponga morcillona…

 Mmm ¿dónde estaba? ¡Ah, sí! Sin miramientos, aún un poco enfadado conmigo mismo la tumbe sobre la mesa. La botella de Coca Cola vacía rodo y calló al suelo sin llegar a romperse mientras introducía mi mano entre sus piernas. Su sexo ya estaba húmedo y caliente y cuando mis dedos entraron en su interior Pam dio un respingo y gimiendo de placer abrió sus piernas anhelante. El contraste de color oscuro de su piel con el del interior de su vagina era espectacular y nunca ningún coño me ha vuelto a parecer tan bonito. Excitado por la visión empecé a meter y sacar mis dedos de su sexo cada vez más deprisa mientras con mis labios acariciaba y besaba su pubis.

Entre jadeos y exclamaciones tipo ¡Oh my god! Pamela estiro el brazo y me indico uno de los cajones de la encimera. A regañadientes me separé de ella y lo abrí, sin saber que quería saque varios objetos mientras ella negaba divertida hasta que finalmente acerté al coger una caja de condones. Yo un adolescente de un país ultracatólico no tenía ni idea de que era aquello, así que se la di y la deje hacer. Pam, incorporándose,  arrancó el envoltorio con los dientes y con suavidad cogió mi pene y deslizó el preservativo por toda su longitud. 

Sin darme tiempo a pensar cogió mi pene y me guio hasta su coño. Mi polla se deslizó en su interior acompañada de un largo gemido de satisfacción de la muchacha.  Durante un instante nos quedamos parados, mirándonos a los ojos con mi polla caliente y dura como una estaca alojada hasta el fondo en su vagina. Sin apartar los ojos empecé a moverme en su interior con golpes duros y secos. Ella respondía apretándose contra mí, gimiendo y arañando mi espalda como una gata en celo. Recuperada la confianza seguí penetrándola con fuerza mientras manoseaba sus pechos y exploraba todos sus recovecos con mi lengua haciéndola gemir y gritar desesperada.

Me separé y con un tirón la saque de la mesa y le di la vuelta. Me aparté un poco para admirar aquel cuerpo oscuro, brillante y jadeante. Pam apoyó sus brazos en la mesa y poniéndose de puntillas comenzó a balancear el culo grande y prieto lentamente intentando atraerme. No me hice esperar y separando sus piernas le metí de nuevo mi polla hasta el fondo.

-Mmm, me gusta –dijo ella jadeando y poniéndose de puntillas. –dame más, please.

Consciente de que Pam estaba casi  a punto de correrse la cogí por las caderas y empuje con todas mis fuerzas hasta que note como todo su cuerpo se tensaba y vibraba mientras soltaba un gemido largo y  primitivo cargado de placer y satisfacción.

Con delicadeza Pam me cogió la polla,  se la saco de su coño aún vibrante y rebosante de los jugos producto del orgasmo y me quito el condón. Mi polla aún estaba dura y se movía en sus manos espasmódicamente cuando se la metió de nuevo en la boca. Esta vez estaba preparado y disfruté del interior cálido y aterciopelado de su boca y su lengua. Pam sorbía y lamía mi miembro  subiendo y bajando a lo largo de él sin darme tregua. Cuando intenté apartarme de nuevo para correrme ella mantuvo mi polla dentro de su boca. Loco de placer le metí la polla hasta el fondo de su boca y me corrí salvajemente.  Cuando aparté mi pene ella tosió y escupió parte de mi leche. 

Con un movimiento casual le acerqué mi refresco mediado que ella apuró de un trago.

-¿Qué pasó luego? –Preguntó  Rubén –rompiendo el silencio que se había adueñado del vestuario.

-Lo importante no es que pasó después mono salido –respondió el Míster –lo importante es que después de un inicio desastroso, me recuperé le eché huevos y terminé follándomela cuatro veces aquella noche. Y eso es lo que tenéis hacer  vosotros ahora cuando salgáis al campo. –Dijo mirando el reloj –Quiero que los once salgáis al campo y deis por el culo a esos maricones al menos cuatro veces. ¿Entendido? Ahora a jugar.

Cuando saltamos al campo  más que enchufados, estábamos empalmados. Nos dirigimos al centro de nuestro terreno y nos abrazamos formando una piña. Cuando nos separamos nos fuimos cada uno a nuestro puesto y nos plantamos exudando una tranquilidad  y una confianza que desconcertó al equipo contrario.

A los tres minutos el capitán, con un tiro desde fuera del área les metió el primero. Cuando los contrarios colocaron el balón en el centro del campo su gesto era de contrariedad.

Cuando a los diez minutos les metimos el segundo, su gesto era de incertidumbre. Su capitán, el mejor jugador del equipo contrario, intentó calmarlos y hacerles tocar la pelota para  cambiar el ritmo del partido, pero nosotros respondimos con dos tiros al palo y un balón que consiguió rechazarlo el portero in extremis cuando toda la grada ya cantaba el gol.

Entonces  nos dimos cuenta. Casi a la vez,  miramos todos hacía la grada, donde la multitud hervía con la emoción de la remontada. Cualquiera diría que en esos momentos sólo veíamos rostros de niños emocionados, pero lo único que veíamos en realidad era mujeres en éxtasis… jóvenes saltando haciendo que sus pechos subiesen y bajasen…

Fue Julio el que con un par de gritos nos sacó de ese estado de despiste general para seguir asediando la portería contraria.

El empate llegó en el minuto setenta y dos y con él los nervios y los reproches en el equipo contrario. Nosotros nos dedicábamos a presionarlos contra su portería y a rondarlos como  lobos alrededor de un ciervo herido. Ellos impotentes rechazaban balones e intentaban salir a la contra sin ningún éxito.

En el minuto ochenta y tres, Rubén,  con una internada de  por la banda derecha penetró  en el área y me dio el pase de la muerte a dos metros escasos de la portería. El estadio se caía con el cuatro tres. El equipo contrario era el que miraba al suelo ahora. Su capitán y su entrenador desesperados, intentaban poner orden y animar a un equipo que ya se había rendido.

La batalla estaba ganada pero no estábamos dispuestos a hacer prisioneros y con el enemigo rendido fusilamos otras dos veces al portero contrario dejando el marcador en un humillante seis a tres.

La recogida de la copa fue apoteósica, los aficionados gritaban y cantaban extasiados el himno del Club haciendo temblar los cimientos del estadio. El presidente de la federación nos felicitó y comentó alguna de las jugadas con nosotros mientras repartía las medallas. Cuando el entrenador recibió la medalla, le preguntaron cómo había conseguido levantarnos la moral, él, con la colilla medio apagada colgando del labio inferior sonrió y se encogió de hombros sin decir nada.

 

Relato erótico: ¿Harías un trio con un par de putas como nosotras? (POR GOLFO)

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verano inolvidable2Una de las fantasías que más se repite entre los hombres es la de realizar un trio con dos mujeres pero, si las candidatas son encima dos Sin-t-C3-ADtulo32compañeras de trabajo, se convierte en una obsesión. Aunque suene a sueño masturbatorio de un adolescente y sea difícil de creer: ¡A mí me ocurrió!
Antes de explicaros cómo llegué a realizar esa fantasía, debo presentarme. Soy Manuel Astorga, un tipo normal. Cuando digo que soy normal, quiero decir que no soy un modelo de revista ni un culturista lleno de músculos y  tampoco puedo vanagloriarme de poseer un miembro de veinticinco centímetros. Con dos o tres kilos de más, mi cintura tiene algún que otro Michelin  pero como nunca he podido ni querido vivir de mi cuerpo, eso es algo que me la trae al pairo.  Ni siquiera puedo deciros que poseo una melena cojonuda porque la realidad es que estoy bastante calvo. De lo único que si puedo estar orgulloso es de tener una mente sucia y lujurienta que unida a una profusa labia, me ha permitido acostarme con la gran mayoría de las mujeres que me han interesado.
Llevo dos años trabajando para una empresa y es justamente entre las paredes de sus oficinas donde me he encontrado con dos mujeres que rivalizan conmigo respecto al sexo.  Lidia y Patricia son lo que usualmente llamamos los hombres un par de ninfómanas. Abiertas a experimentar con el sexo, no dudan en traspasar los límites de la moral si ello les reporta placer. Tampoco tienen tabú alguno, con gracia y maestría practican todo tipo de sexo ya sea en solitario, en pareja o en cualquier otra modalidad. Desde que las conozco me han demostrado que nada les está vedado.
¡Le entran a todo!
Pero volviendo al tema que nos atañe, ya me había acostado con ambas con anterioridad a esa pregunta. Para que os hagáis una idea del tipo de mujer que son, os voy a contar mi primera vez con cada una:
Primera vez con Lidia:
Descubrí que esta rubia es una fiera en la cama, un día que la invité a cenar en mi casa. Aunque hasta ese momento nunca nos habíamos enrollado,  esperaba que tras la cena el hacerlo porque no en vano era clara la química que había entre los dos. Lo que no me esperaba fue que una vez vencida la timidez inicial y quizás gracias al vino, Lidia empezara a contarme las distintas anécdotas que le habían ocurrido en su vida desde el punto de vista sexual.
Sin cortarse un pelo y muerta de risa, me explicó sus gustos por el sexo salvaje y las buenas pollas. Aunque no la tenía por una mojigata, hasta ese momento no supe el tipo de zorrón desorejado que era y por eso, a la vez que ella se iba revelando como una rapaz sexual, la empecé a catalogar como francamente apetecible. Es decir, a los pocos minutos de estar charlando, ya tenía ganas de echarla un buen polvo.
Medio en serio y medio en broma, tanteé que de verdad había en lo que me estaba contando, diciendo mientras pasaba sin disimulo una mano por su culo:
-La verdad es que cualquiera que te vea, desearía ponerte mirando a Cuenca.
Sin quejarse por esa caricia no pedida, me respondió:
-¡Ten cuidado! ¡Me caliento rápido!
Su respuesta me dio alas y subiendo por su cuerpo empecé a acariciar uno de sus pechos con mis dedos.
 
Lidia me respondió con una pasión arrolladora y pegando su cuerpo al mío, dejó que siguiera tocándola. Habiendo recibido su permiso, no tardé en descubrir que debajo de esa falda larga, había un culo duro y bien formado. Los gemidos con los que contestó a mis avances, me dieron la razón y cogiéndola en mis brazos, la llevé hasta mi cuarto. Sin  darle opción a negarse, desabroché su blusa. Bajo un sujetador de encaje rojo, sus pezones me esperaban completamente erguidos. Como un obseso, la despojé del resto de la ropa y separando sus rodillas, pasé mi mano por su entrepierna. Mis dedos completamente empapados dieron fe de la excitación que dominaba a esa cría y sin más prolegómenos, me terminé de desnudar.
 
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Desde la cama, la rubia, pellizcándose los pechos, me dijo que esa no era forma de tratar a una dama. Al ver la cara de deseo que tenía, comprendí que era lo que esa mujer necesitaba y olvidándome que era su compañero de trabajo, le ordené:
-Ponte a cuatro patas-
Lidia se quedó pálida e intentó protestar pero, obviando sus reparos, llegué hasta ella y dándole la vuelta, le espeté:
-Has venido a follar, ¿No es así?-.
-Sí- contestó, en absoluto avergonzada.
-Pues entonces relájate y disfruta- le dije mientras jugueteaba con mi glande en la entrada de su sexo.
La humedad de sus labios me indujeron a forzar su vulva de un solo empujón. La rubia gritó de dolor por la violencia de mi estocada pero no hizo ningún intento de separarse, al contrario, tras unos segundos de indecisión se empezó a mover buscando su placer. Lo estrecho de su sexo dio alas a mi pene y cogiéndola de sus pechos, empecé a cabalgarla. Dominada por la lujuria, la muchacha me rogó que la tomara sin compasión.
-Eres una guarra-, susurré a su oído, penetrándola una y otra vez.
Cada vez que la cabeza de mi glande chocaba con la pared de su vagina, berreaba como loca, pidiendo más. Su completa entrega elevó mi erección al máximo y sin ningún reparo, azoté sus nalgas al compás de mis movimientos.
-Sigue, ¡que me encanta!-, chilló al sentir la dura caricia.
El flujo, que manando de su interior, recorría mis muslos, anticipó su orgasmo y acelerando aún más si caben mis movimientos, no tardé en escuchar como la mujer se corría. Con los cachetes colorados y gritando ordinarieces, me dio a entender que no tenía bastante. Eso fue la gota que colmó el vaso, y cogiendo su espesa cabellera como si de riendas se tratara,  forcé su cuerpo con fiereza. La dureza de mi trato consiguió perpetuar su clímax y totalmente desbocada, mi montura me exigió que continuara.
Su calentura era tanta, que no se quejó cuando cogiendo parte del líquido que anegaba su sexo, embadurné su esfínter y casi sin relajarlo, introduje en él mi extensión.
-¡Qué cabrón!-, aulló de dolor al ver invadida su entrada trasera y reptando por las sabanas intentó separarse.
No la dejé y atrayéndola hacia mí, rellené con mi sexo el interior de la mujer. El sufrimiento  de su culo se convirtió en desenfreno y bramando sin parar, se dejó caer sobre la cama. Nuevamente, la incorporé y metí mi pene hasta que sus nalgas no dieron más de sí y con mis testículos rebotando en su sexo, no paré hasta que sacándole un nuevo orgasmo, me derramé rellenando con mi simiente sus intestinos.
Agotado, me tumbé a su lado. Lidia al ver mi estado, me abrazó y pasando su pierna sobre las mías, me dijo:
-¿No estarás cansado? ¡Para mí esto solo ha sido el aperitivo!-.
-No-, le confesé sonriendo.
La cría me miró muerta de risa y cogiendo mi pene entre sus manos, intentó reanimarlo, mientras me soltaba:

-¡Te voy a dejar seco!-.

Primera vez con Patricia:
Si la forma en que me follé a Lidia, da una idea de lo caliente que es, esperad a leer mi vez primera con Patricia. Esta compañera es morena y gordita. Dotada por la naturaleza de unas curvas generosas, para colmo, está permanentemente en celo. Como ambos estábamos en el mismo departamento, solíamos comer juntos pero no fue hasta que un día se me ocurrió contarle que ese fin de semana había triunfado y me había tirado a una negrita, cuando descubrí el furor uterino que escondía.
-¿En serio?- me preguntó y antes que pudiese contestarla, me pidió que le contara como me había ido.
Recreándome en mi conquista, le expliqué que la había conocido en una discoteca y que tras media hora tonteando en mitad de la pista, nos habíamos dejado llevar por la lujuria en los baños del lugar. Sin ahorrar ningún punto y con todo lujo de detalles, le narré nuestro encuentro en ese habitáculo.
-¡Dios! ¡Cómo me gustaría hacerlo algún día!- respondió sin darse cuenta mientras sus pezones la traicionaban bajo la tela de su blusa.
Descojonado y sin saber a ciencia cierta si me iba a llevar una bofetada, la cogí de la cintura y mientras la pegaba a mi cuerpo, le susurré en su oído:
-Vamos al baño-
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Al principio creyó que estaba bromeando pero al darse cuenta que no era así, sus reservas iniciales trasformaron en gozo en gozo al percatarse que, si la llevaba al servicio, era para que cumplir su fantasía. Mientras íbamos hacia allí, todavía no sabía lo hambrienta que estaba esa mujer. Os juro que no me esperaba que esa gordita pegándome un empujón, me metiera a la fuerza al baño de mujeres y que nada más cerrar la puerta, se arrodillara a mis pies.
Actuando como una posesa, me abrió la bragueta y sacando mi pene de su encierro, se lo metió de un golpe hasta el fondo de su garganta. Sus ansias no me dieron ni tiempo de prepararme y por eso, para no perder el equilibrio, tuve que sentarme en el váter.
Si creéis que eso la detuvo, os equivocáis de plano porque siguió mamando mi verga como si no hubiese pasado nada mientras yo la miraba alucinado. No  tuve ninguna duda de que estaba más que acostumbrada a hacerlo, ya que, imprimiendo una velocidad endiablada a su boca, fue en busca de mi semen como si de ello dependiera su vida. No contenta con meter y sacar mi extensión, usó una de sus manos para acariciarme los testículos mientras metía la otra dentro de sus bragas.
-Me encanta- chilló del placer que experimentaba al experimentar la tortura de sus dedos sobre su clítoris.
 

El reducido espacio del baño produjo que en poco tiempo llegara hasta mis papilas el olor a hembra hambrienta que manaba de su sexo. Aspirar su aroma elevó mi calentura hasta unos extremos nunca sentidos y sin poderme retener me vacié en su boca. Patricia, al sentir mi explosión de semen, se volvió loca y gritando descompuesta, bañó su cara con los blancos chorros que manaban de mi pene mientras se corría.

Durante unos segundos vi como todo su cuerpo convulsionaba de placer, pensando que había calmado su deseo, pero de pronto la vi levantarse y poniéndose frente al espejo, se levantó las faldas y bajándose las bragas, me miró mientras me decía:
-¿A qué esperas? ¡Necesito que me folles!
Levantandome del wáter, me puse a su espalda y sin más prolegómeno, la ensarté violentamente. La gordita chilló al disfrutar de mi miembro abriéndose camino por su sexo y facilitando mis maniobras, movió sus caderas mientras gemía de placer. De pie y apoyando sus brazos en espejo, se dejó follar sin quejarse. Si en un principio, mi pene se encontró con que su conducto estaba semi cerrado y seco, tras unos segundos, gracias a la excitación de la mujer, campeó libremente mientras ella se derretía a base de pollazos.
 
No os podéis hacer una idea de lo que fue, gritando en voz alta se corrió cuando yo apenas acababa de empezar y desde ahí, encadenó un orgasmo tras otro mientras me imploraba que no parara. Por supuesto queda que no me detuve, cogiendo sus enormes pechos entre mis manos, forcé mi ritmo hasta que su vulva se convirtió en un frontón donde no dejaban de rebotar mis huevos.
-¡Joder!- aulló y encantada con mi brutalidad, me dijo: -¡Fóllame duro!-
No hacía falta que me lo dijera, retirando la tela de su vestido, levanté su trasero y llevando hasta el extremo su deseo, la seguí penetrando con más intensidad. Fue entonces cuando dominada por el cúmulo de sensaciones, se desplomó mientras su cuerpo, preso de la lujuria, se retorcía estremecido. Satisfecho por haberla llevado hasta esas cotas, me dejé llevar y derramando mi simiente en su interior, me corrí pensando que esa gordita estaría saciada.
Patricia no tardó en sacarme de mi error. Al cabo de unos escasos minutos, la vi incorporarse y sin esperar a que yo me recuperara, bajó por mi pecho y dejando un surco húmedo con la lengua, se aproximó a mi entrepierna. En cuanto tuvo a su alcance mi pene todavía morcillón, se lo metió en la boca y con auténtico vicio, lo fue reactivando mientras se volvía a masturbar.
“Esta tía es una ninfomana” sentencié cuando de un empujón, me obligó a sentarme nuevamente en el wáter y poniéndose a horcajadas sobre mí, se volvía a ensartar. Ya empalada, se quitó el vestido dejándome disfrutar por primera vez de su cuerpo al desnudo y moviendo su trasero, buscó reanudar su celo. Yo mientras tanto, absorto en la perfección de sus pezones, llevé mis manos hasta sus pechos y recogiendo sus dos botones entre mis yemas, los pellizqué suavemente. Mi involuntario gesto fue la señal de inicio de su salvaje cabalgar. La morena, usando mi pene como si fuera un machete, se asestó fieras cuchilladas mientras berreando como una loca me gritaba su pasión. Inspirado por su entrega, cogí entre mis dientes sus aureolas mientras le marcaba el ritmo con azotes en su culo. Ella al sentirlo me gritó:
-¡Dame duro!-
Sus palabras me confirmaron lo que ya sabía y por eso tratando de incrementar su morbo, le solté:
-Esta tarde al salir de la oficina, ¡me darás todos tus agujeros!-
La gordita al oír que entre mis planes estaba el darle por culo, rugió de lujuria y sin esperar a que yo tomara la iniciativa, se levantó y poniéndose a cuatro patas, me exigió que la tomara por detrás. Al verla separando con sus manos sus nalgas, me puse a su lado y recogiendo un poco de flujo de su sexo, embadurné con él su ojete.
-¡Cómo me gusta!- bufó mientras colaboraba conmigo, llevando una mano a su sexo.
Viendo la facilidad con la que su trasero aceptaba mis dedos, decidí no esperar y acercando mi glande a su esfínter, con un golpe de mi cadera, la penetré:
-¡Cómo me gusta!- suspiró al sentir a  mi extensión rellenado su conducto.
 
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No me lo podía creer lo puta que era. Desde el primer momento, esa zorra estaba disfrutando y retorciéndose en el estrecho baño, me rogó que no tuviera cuidado:
-¡Rómpeme el culo!
Su confesión abolió todos mis reparos y forzando mi penetración al máximo, me puse a disfrutar bestialmente de la entrada trasera de esa mujer. Sabiendo que no iba a lastimarla, usé, gocé y exploté esa maravilla con largas y profundas estocadas. Mi compañera, que de por sí era una mujer calientea, se contagió de mi ardor  y  apoyándose en el lavabo, gritó vociferando lo mucho que le gustaba el sexo anal. Fue al cogerme de sus pechos para acelerar mis embestidas cuando llegó a mis oídos su orgasmo. Aullando Patricia se corrió pero lejos de estar satisfecha me reclamó que siguiera.
“Es incansable” pensé al saber que con mucho menos la mayoría de las mujeres se hubiese rendido agotada y en cambio esa gorda seguía exigiendo más. Temiendo no estar a su altura, comprendí que debía ser todavía más salvaje y por eso azotando duramente  su trasero, me reí de ella diciendo:
-¡Guarra! ¡Mueve tu puto culo!-
La gorda, completamente dominada por el placer, aceleró el movimiento de sus caderas mientras no dejaba de bramar cada vez que sentía que mi estocada forzaba su esfínter.  La violencia de mi asalto hizo que casi sin respiración, me imploró que la dejara descansar. Su rendición me sonó a gloria bendita y negándome a hacerla caso, le grité:
-¡Primero quiero correrme!-
Que no la hiciera caso y siguiese a lo mío, la sacó de sus casillas y haciendo un esfuerzo sobrehumano, levantó su trasero para facilitar mis penetraciones. Para aquel entonces, era tal el flujo que manaba de su sexo que cada vez que la base de mi pene chocaba contra sus nalgas, salpicaba en todas direcciones mojando mis piernas.
-¡Córrete! ¡Por favor!- gritó.
Aunque deseaba seguir, mi cuerpo me traicionó y descargando mi semilla en su interior, eyacule en su interior mientras le declaraba mi triunfo con un mordisco en su cuello.
-Ahh- chilló mientras se dejaba caer sobre mí.
Satisfecho y exhausto, la senté en mis rodillas y abrazándola, la besé mientras con una sonrisa en los labios, la invitaba esa misma tarde a continuar con nuestro asunto al salir de la oficina. Muerta de risa, me soltó:
-¡Espero que tengas en casa viagra! ¡No soy fácil de contentar!
 
Como comprenderéis, el hecho de que me estuviera acostando con las dos fue algo difícil de mantener en secreto. Lo curioso fue que una vez se enteraron que mi relación con cada una de ellas no era la única, ninguna de esas dos mujeres se enfadó sino que empezaron a competir entre ellas, para ver cuál de las dos era más fogosa en la cama.
Tanto Lidia como Patricia tomaron como un juego el explorar los límites de su sexualidad para luego durante las comidas, reírse entre ellas, contando lo que habían experimentado. Lo creáis o no, ese par sin darse cuenta se fueron introduciendo en un camino sin retorno que llegó a su culmen un día en que al salir de la oficina, estábamos tomándonos unas cañas en un bar.
La rubia estaba contando a la morena que el día anterior, habíamos follado en un cine mientras veíamos una película. Lo erótico de la escena, sacó de quicio a la gordita que excitada por las palabras de su compañera y sin pedirle permiso, me preguntó:
-¿Harías un trio con un par de putas como nosotras?
Os juro que estuve a punto de dejar caer mi copa al oírla pero más aún cuando soltando una carcajada, Lidia insistiendo en la idea soltó:
-Aunque no lo había pensado, me encantaría probarlo.
Más excitado de lo que me gustaría reconocer, creí que me estaban tomando el pelo y por eso en plan de broma, contesté:
-Si queréis, podemos ir a mi casa.
Contra todo pronóstico, pidieron la cuenta de forma que en menos de diez minutos, estábamos entrando por la puerta de mi piso. Aunque ambas sabían a qué íbamos y lo deseaban, se mostraron cortadas en un principio. Mientras les servía una copa, me fijé en mis dos amantes.
Rubia y morena, delgada y gordita, ambas eran dos ejemplares diferentes de mujer y no sabía cuál me gustaba más.
Al comprobar mis sentimientos y descubrir que esa era mi fantasía más que las de ellas, sonreí. Mi sonrisa fue el detonante, acercándose a mí, Lidia empezó a acariciarme la entrepierna. Mi pene respondió a sus maniobras y ya totalmente excitado, las llamé diciendo:
-Venid aquí.
Mis dos niñas respondieron pegándose a mí. Con sus dos coños rozando sensualmente mis piernas, las muchachas empezaron a tocarme con sus manos. Las risas se sucedían, las bromas, los recuerdos de cuando nos conocimos y el calor del alcohol en nuestros cuerpos, terminaron de caldear caldearon el ambiente y acariciando sus traseros, me recreé en ellas mientras les decía:
Que suerte que tengo!, ¡Dos pedazos de mujeres para mí solo!
 
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La mirada pícara de Lidia me avisó que había llegado la hora, por eso no me extraño, que poniendo música la oyera decir:
-¿Quieres vernos bailar?-.
No dejó que contestara y dándole la mano a Patricia,  la sacó a mitad del saló que se convirtió en improvisada pista de baile.
Observé como con su mano, la obligaba a pegarse a ella. Su cuerpo soldándose con el de la gordita, inició una sensual danza. Sus pechos se clavaron en los  de la morena mientras sin ningún pudor recorría su trasero. Excitado por la escena, la ví besarla en los labios antes de quitarle los tirantes que sostenían su vestido mientras, coquetamente me miraba al desprenderse los corchetes que mantenía el suyo. Piel contra piel bailaron mientras con su pierna tomaba posiciones en la encharcada cueva de su compañera. Sabiéndome convidado de piedra no intervine cuando bajando por el cuello, vi la lengua de mi amiga acercándose a la rosada aureola de la morena. Patricia no pudo reprimir un gemido cuando sintió unos dedos colaborando con la boca de la rubia, pellizcar su pezón, e impertérrita aguantó sus ganas al experimentar  que Lidia seguía bajando por su cuerpo, dejando un húmedo rastro sobre su estómago al irse acercando al tanga que lucía entre sus piernas.
Arrodillándose, le quitó la tela mojada y obligándola a abrir las piernas se apoderó de ese sexo que tenía a su disposición. Con suavidad, la vi retirar los hinchados labios del sexo de la morena, para concentrarse en su botón. Fue entonces cuando con los dientes y a base de pequeños mordiscos, la llevó a una cima de placer nunca alcanzada. De pie, con sus manos en su larga cabellera, mirándome un tanto cortada , se corrió en la boca de la rubia. Lidia, al notarlo, sorbió el río que manaba de ese sexo y profundizando en su tortura, introdujo dos dedos en la vagina. Sin importarle que pensara, gritó su deseo y olvidándose de su papel, levantó a la mujer que le estaba comiendo el coño mientras le decía:
-Eres preciosa.
Desde mi sitio, no pude mas que darle la razón. La piel blanca de Lidia resaltaba su belleza y dominada por la pasión lésbica, su boca disfrutó de un pecho de mujer por primera vez. Aunque para ella  era una sensación rara el sentir en sus labios la curvatura de un seno,  lejos de asquearle le encantó y ya envalentonada, siguió bajando por el cuerpo de su compañera. La rubia dejo que le abriese las piernas y al hacerlo, pude contemplar su pubis perfectamente depilado que dibujaba un pequeño triángulo con si fuera una flecha que me indicara el camino.
Nuevamente el sabor agridulce de su coño, era una novedad, pero en este caso fue un acicate para que sin meditar que estaba haciendo usara sus dedos como si fueran un pene y penetrándola buscara el fondo de su vagina. La rubia recibió húmeda las caricias de la lengua de la gordita sobre su clítoris, y sin pedirle su opinión me exigió que la follase, diciendo:
-Manuel, ¡Quiero ver como penetras a Patricia!.
Los primeros gemidos de Lidia coincidieron en el tiempo con mi llegada a su lado. Mientras la gordita seguía chupando el clítoris de mi amiga, abrí sus nalgas y satisfecho al escuchar un aullido de deseo, le solté un duro azote. Excitada por mi duro trato, pegando un grito, me exigió:
-¡Tómame! ¡Quiero sentir tu verga en mi interior!
Su lenguaje soez espoleó mi lujuria y colocando la punta de mi glande en la entrada de su cueva, fuí forzándola de forma que pude sentir el paso de toda la piel de mi miembro, abriéndose paso por los labios de su sexo mientras la llenaba.

Lidia exigiendo su parte, tiró del pelo de Patricia y acercando su cara a su pubis obligó que su lengua volviera a introducirse en el interior de su vagina, al mismo tiempo que mi pene chocaba con la pared de la de la gordita. Patricia gimió desesperada al sentir mis huevos rebotando contra su culo. Dotando a mis embestidas de un ritmo brutal, empecé a cabalgarla mientras su boca se llenaba con la riada que emergía sin control de la cueva de la rubia.
Éramos un engranaje perfecto, mi embestidas obligaban a la lengua de Patricia a penetrar más hondo en el interior de su amante y los gritos de Lidia al sentirse bebida, forzaban a un nuevo ataque por mi parte. La rubia fue la primera en correrse retorciéndose sobre la mesa y mientras se pellizcaba sus pezones, nos pidió que la acompañáramos. Al oírla, aceleré y cayendo sobre la espalda de la otra mujer, me derramé regando el interior de su vientre con mi semilla. Lo de Patricia fue algo brutal, desgarrador, al sentir mi semen en su interior mientras seguía penetrándola sin parar, hizo que licuándose al sentirlo, chillara y llorara a los cuatro vientos su placer.
Durante unos minutos, nos mantuvimos en la misma posición hasta que ya descansado me levanté y tomándolas de la cinturas, las llevé entre sus fuertes hasta mi cama.
-Lo teníais preparado, ¿no es verdad?- afirmé mientras las depositaba sobre el colchón.
No, ¡Cómo crees!-, rio descaradamente Lidia mientras besaba los labios de la morena.
Sabiendo que era mentira y que antes de ir esa tarde al bar, ese par de zorras ya lo tenían planeado, les solté:
-¡Sois un par de zorras ninfómanas!.

Muertas de risa, no me contestaron y cambiando de posición, las dos mujeres, se pusieron a hacer un delicioso sesenta y nueve.

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“DE LOCA A LOCA, ME LAS TIRO PORQUE ME TOCAN” (POR GOLFO) SERIE SIERVAS DE LA LUJURIA VOL. I LIBRO PARA DESCARGAR

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Sinopsis:

Un universitario al entrar a vivir en una pensión que le eligió su madre, descubre que las únicas personas que viven ahí son la dueña y su hija. La primera es una viuda estricta y religiosa mientras que la segunda es una rubia preciosa. Lo que no sabe es que ambas creen que su llegada a la casa es un regalo de Dios y que su misión será sustituir al difunto en la cama de la primera.

TOTALMENTE INÉDITA, NO PODRÁS LEERLA SI NO TE LA BAJAS.

ALTO CONTENIDO ERÓTICO

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo 1.

Mi vida dio un giro de ciento ochenta grados cuando me mudé a Madrid a estudiar la carrera. Acostumbrado a la rutina de un pueblo de montaña, me costó asimilar el ritmo de esa gran ciudad pero sobre todo cuando el destino quiso que cayera en esa pensión regentada por una cuarentona y una hija de mi edad.
Como cualquiera en su lugar, al saber que me pasaría cinco años estudiando fuera de casa, mi madre se ocupó de seleccionar personalmente donde iba a vivir. Aunque os parezca increíble se pasó una semana recorriendo hostales, residencias y hasta colegios mayores sin encontrar nada que fuera acorde a sus rígidos conceptos morales y ya cuando creía que se iba volver de vacío, visitó una coqueta casa de huéspedes ubicada muy cerca de mi universidad.
-No sabes la suerte que hemos tenido- recalcó mi vieja al explicarme las virtudes del lugar. –Resulta que acaban de abrir y son muy selectas a la hora de elegir quien se puede alojar con ellas. Para aceptarte, tuve que aguantar un largo interrogatorio, durante el cual se querían asegurar que eras un muchacho de una moralidad intachable.
-¿Y eso?- pregunté extrañado que se pusieran tan exigentes.
En eso, mi queridísima progenitora se hizo la despistada al responder:
-Creía que te lo había comentado. La dueña de la pensión es una señora que se acaba de quedar viuda y que debido a su exigua pensión se ha visto obligada a alquilar cuartos para llegar a fin de mes.
Oliéndome la encerrona, insistí:
-¿No me estarás mandando a un campo de concentración?
Ni se dignó a contestar directamente a la pregunta sino que saliéndose por la tangente, me soltó:
-Un poco de disciplina no te vendrá mal.
Sus palabras junto con la religiosidad de mi madre me hicieron saber de antemano que mis sueños de juerga aprovechando los años de universidad se desvanecerían si aceptaba de buen grado vivir ahí. Por eso, intenté razonar con ella y pedirle que se replanteara el asunto amparándome en que necesitaba vivir cerca de la facultad.
-Por eso no te preocupes, está a una manzana de dónde vas a estudiar.
Sin dar mi brazo a torcer, comenté mis reparos a compartir cuarto con otro estudiante:
-Te han asignado un cuarto para ti solo- y viendo por donde iba, prosiguió: -La habitación es enorme y cuenta con una mesa de estudios para que nadie te moleste.
«¡Mierda!», mascullé pero no dejándome vencer busqué en el precio una excusa para optar por un colegio mayor.
-Es más barato e incluye la limpieza de tu ropa…
Mi llegada a “la cárcel”.
Cómo supondréis por mucho que intenté zafarme de ese marrón, me resultó imposible y por eso me vi maleta en mano en las puertas de ese lugar el día anterior a comenzar las clases. Todavía recuerdo las bromas de mis amigos sobre el tema. Mientras ellos iban a residencias “normales”, a mí me había tocado una con toque de queda.
-Recuerda que me he comprometido a que entre semana, llegarás a cenar y a que durante los fines de semana la hora máxima que volverás serán las dos de la madrugada.
-Joder, mamá. Si en casa llego más tarde- protesté al escuchar de sus labios semejante disparate.
A mis quejas, mi madre contestó:
– Vas a Madrid a estudiar.
Cabreado pero sobre todo convencido en hacer lo imposible para que esa viuda me echara en el menos tiempo posible, miré el chalet donde estaba ubicada la pensión y muy a mi pesar tuve que reconocer que al menos exteriormente, era un sitio agradable para vivir. Desde fuera, lo primero que pude observar fue el coqueto jardín que rodeaba la casa.
Aun así, la perspectiva de convivir con una mujer tan mojigata como mi vieja seguía sin hacerme ni puñetera gracia.
«Menudo coñazo me voy a correr», pensé mientras tocaba el timbre.
Al salir la dueña a abrirme y a pesar de ser una mujer atractiva, mis temores se vieron incrementados al salir vestida con un traje completamente de negro y cuya falda casi le llegaba a los tobillos.
«¡Sigue de luto!», titubeé durante un segundo antes de presentarme.
La mujer ni siquiera sonrió al escuchar mi nombre. Al contrario creí ver en su gesto adusto una muestra más de la incomodidad que para ella representaba que un desconocido invadiera su privacidad. Asumiendo que mi estancia sería corta, decidí no decir nada y cogiendo mi equipaje la seguí al interior. Apenas traspasé el recibidor, me percaté que ese lugar denotaba clase y lujo por doquier, lo que afianzó mi idea que en vida de su esposo a esa bruja no le había faltado de nada. Y en vez de alegrarme por las aparentes comodidades que iba a tener, me concentré en los aspectos negativos catalogando a esa señora como “una ricachona venida a menos”.
Tampoco pude exteriorizar queja alguna de mi habitación porque además de su tamaño, estaba decorada con muebles de diseño de alto standing pero fue la cama lo que me dejó impresionado:
«Es una King size», me dije nada más entrar.
Mi sorpresa se incrementó cuando la cuarentona me enseñó que por medio de una puerta tenía acceso a un lujoso baño con jacuzzi pero entonces bajando mis expectativas, Doña Consuelo me informó que tendría que compartir ese baño con ellas. No queriendo parecer un caprichoso, me abstuve de informarle que según mi madre iba a tener baño propio.
«No creo que eso sea problema», me dije al ver que tenía pestillo mientras me imaginaba disfrutando de esa enorme bañera llena de espuma.
Fue entonces cuando con tono serio, mi casera me informó que la comida estaba programada a las dos y que se exigía un mínimo de decoro para sentarse en la mesa. Asumiendo que no era bueno causar problemas desde el primer día, pero como desconocía a qué se refería con ello, se lo pregunté directamente:
-Somos una familia clásica y por ello deberá llevar corbata.
Comprenderéis que para un muchacho actual esa prenda era algo que jamás se pondría para comer y por eso comprendí medio mosqueado que mi madre hubiese insistido en meter una en la maleta.
«¡La jefa lo sabía y se lo calló!», maldije en silencio mientras me retiraba ya cabreado a mi habitación.
Me sentía estafado al no saber qué otras cosas me había ocultado para que aceptara a regañadientes vivir allí. Cómo comprenderéis me esperaba cualquier otra idiotez y reteniendo las ganas de mandar todo a la mierda, me tumbé en la cama a descansar.
«Al menos es cómoda», murmuré al disfrutar de la suavidad de las sábanas de hilo y lo mullido del colchón.
Sin darme cuenta y quizás porque estaba cansado por el viaje, me quedé dormido. Durante casi una hora disfruté del sueño de los justos hasta que un pequeño ruido me despertó. Al abrir los ojos, me encontré con la que debía ser la criada de la pensión deshaciendo mi maleta y colocando mi ropa en el armario.
«No debe haberse dado cuenta que estoy en la habitación», pensé mientras disfrutaba del estupendo cuerpo que alcanzaba a imaginar tras el uniforme que llevaba. «Tiene un culo de infarto», sentencié ya espabilado al contemplar las duras nalgas que involuntariamente exhibió frente a mí mientras se agachaba a recoger uno de mis calzoncillos. Fue entonces cuando de improviso, vi que esa rubita se llevaba esa prenda a la nariz y se ponía a olerla con una expresión de deseo reflejada en su rostro.
«Joder con la cría», me dije al comprobar que bajo la tela de su camisa dos bultitos reflejaban la calentura que le producía husmear mi ropa interior. Reconozco que me pasé dos pueblos al querer aprovechar ese momento:
-Si quieres te dejó oler uno usado- le solté señalando mi entrepierna.
La muchacha, al oírme, se giró asustada y al comprobar que no solo el cuarto estaba ocupado, sino que el huésped había descubierto su fetiche, huyó sin mirar atrás. Esa reacción me hizo reír y por primera vez pensé que no sería tan desagradable vivir allí si todo el servicio se comportaba así…

Conozco a Laura, la hija de la dueña de la pensión.
Sobre las dos menos cuarto, decidí que ya era hora de cambiarme de atuendo y ponerme la dichosa corbata. Había pensado en seguir vestido igual y anudármela sobre la camisa que llevaba pero la visita que había recibido en mi habitación, cambié de opinión y deseando dejar un regalito a la criada, me puse otra muda dejando el calzón usado colocado en una silla.
«Espero que le guste», murmuré, tras lo cual, bajé al comedor a enfrentarme con la siguiente excentricidad de Doña Consuelo.
La señora se estaba tomando un jerez en el salón, haciendo tiempo a que yo bajara. Al verme entrar, me preguntó si deseaba algo de aperitivo antes de comer.
-Lo mismo que usted- respondí.
Luciendo una extraña sonrisa, abrió un barreño y sacando una botella, rellenó una copa mientras por mi parte, echaba una ojeada a las innumerables fotos que había en esa habitación. La presencia en todas ellas de un tipo, me indujo a pensar que era el difunto marido de esa cuarentona. Siendo eso normal, lo que me extrañó fue que en ninguna aparecía nadie más.
«Parece un homenaje al muerto», resolví y no dándole mayor importancia, recogí de sus manos la bebida que me ofrecía.
Curiosamente al llevármela a los labios, la viuda se quedó mirando fijamente a mi boca y creí vislumbrar en sus ojos un raro fulgor que no comprendí. Medio cortado al sentirme observado, alabé la calidad del vino.
-Era el preferido de mi marido. Juan siempre se tomaba una copa antes de comer. Me alegro que sea de tu gusto, es agradable tener nuevamente un hombre en casa que disfrute de las pequeñas cosas de la vida- contestó saliendo de su mutismo.
La inesperada expresión de felicidad que leí en su hasta entonces hierática cara, despertó mis dudas del estado mental de esa mujer pero cuando estaba a punto de preguntar a qué se refería, vi entrar a la criada al salón. Las mejillas de esa chica se ruborizaron al advertir que aprovechaba su llegada para dar un rápido repaso a su anatomía. No queriendo que su patrona me descubriera admirando las contorneadas formas con las que la naturaleza había dotado a esa cría, dirigiéndome a Doña Consuelo comenté:
-Aunque mi madre había alabado esta casa, tengo que reconocer que nunca creí que iba a vivir entre tanta belleza- ni siquiera había terminado de hablar cuando me percaté que mis palabras podía ser malinterpretadas. Había querido ensalzar el buen gusto de la decoración pero, aterrorizado, comprendí que podía tomarse por un piropo hacia ellas.
No tardé en advertir que la cuarentona lo había entendido en ese sentido porque, entornando en plan coqueto sus ojos, me respondió:
-Gracias. Siempre es agradable escuchar un halago y más cuando llevaba tiempo sin oírlo.
Sabiendo que había metido la pata, me tranquilizó comprobar que no se había enfadado, me abstuve de aclarar el malentendido. Justo en ese momento, la uniformada rubia murmuró:
-Mamá, la cena ya está lista.
Mi sorpresa fue total y mientras trataba de asimilar que una madre humillara a su hija vistiéndola de esa forma, la cuarentona respondió:
-Gracias- y pidiéndola que se acercara, me presentó diciendo: -Laura, Jaime se va a queda a vivir con nosotras.
La cría, incapaz de mirarme a la cara, bajó sus ojos al contestar:
-Encantada de tenerle en casa.
«¡Qué tía más rara!», reflexioné al notar que se dirigía a mí de usted siendo más o menos de mi edad. «Debe de estar cortada al saber que conozco su secreto».
No queriendo parecer grosero, fui a darle un beso en la mejilla pero retirando su cara, alargó su mano y por eso no me quedó más remedio que estrecharla entre las mías, mientras le decía:
-El placer es mío.
La reacción de la chiquilla poniéndose instantáneamente colorada me indujo a pensar que me había malinterpretado y que veía en esa fórmula coloquial, una velada referencia a su fetiche. No queriendo prolongar su angustia, pregunté a la madre si pasábamos a comer.
La cuarentona debió ver en esa pregunta una galantería porque, luciendo una sonrisa de oreja a oreja, me cogió del brazo como antiguamente se colgaban las damas de su pareja al entrar a un baile y sin mayor comentario, me llevó al comedor.
«¡No entiendo nada!», mascullé sorprendido.
Si estaba pasmado por el comportamiento de esas mujeres, realmente no supe a qué atenerme cuando ya sentados a la mesa, Doña Consuelo bendijo la comida diciendo:
-Señor, te damos las gracias por los alimentos que vamos a tomar y por haber escuchado nuestras oraciones al permitir nuevamente la presencia de un hombre en nuestro hogar.
«¿De qué va esta tía?», me pregunté al notar sus ojos fijos en mí al decir “hombre”.
Su tono escondía un significado que no alcancé a interpretar y más nervioso de lo que me gustaría reconocer pronuncié “amen”, mientras todos los vellos de mi cuerpo se erizaban. Si no llega a ser imposible, hubiese jurado que esa señora me estaba mirando con deseo y no queriéndome creer que fuera verdad, esperé a que comenzaran a comer antes de atreverme a coger los cubiertos.
Afortunadamente, Laura rompió el silencio que se había instalado entre esas cuatro paredes al preguntar qué iba a estudiar. Agradeciendo su intervención, le contesté:
-Ingeniería Industrial.
Al oírme, dio un suspiro diciendo:
-¡Cómo me hubiese gustado estudiar esa carrera!
Desconociendo que iba a pisar terreno resbaladizo, cortésmente, le pedí que me dijera porque no lo hacía pero entonces de muy mal genio, su madre respondió por ella:
-Esa no es una carrera para una dama. Laura debe centrarse saber llevar una casa para así conseguir un buen marido.
«¡Menuda bruja!», exclamé en mi mente al ver en esa respuesta un grotesco machismo pasado de moda pero sabiendo que no era un tema mío, me abstuve de hacer ningún comentario y mirando a la muchacha, le informé con la mirada que no estaba de acuerdo.
Al darse cuenta, la cría sonrió y al pasarme la panera aprovechó para agradecérmelo con una caricia sobre mi mano. La ternura de sus dedos recorriendo brevemente mi palma tuvo un efecto no deseado y bajo mi bragueta, mi pene se desperezó adquiriendo un notorio tamaño. De no estar sentado, estoy seguro que la hinchazón de mi entrepierna me hubiese delatado.
«¡Está tonteando conmigo!», pensé excitado.
Doña Consuelo, o no vio la carantoña o no quiso verla y llamando mi atención, empezó a enumerar las costumbres de esa casa:
-Como ya sabes, somos una familia tradicional. Comemos a las dos y cenamos a las nueve. Si algún día no puedes venir, deberás avisarnos para que no te esperemos…
-No se preocupe- dije molesto al recordar el estricto horario que debería cumplir durante mi estancia allí. –Si por algún motivo me retraso, se lo haré saber con tiempo.
La mueca de la cuarentona me informó que no le había gustado mi interrupción y me lo dejó meridianamente claro al seguir diciendo:
-Tu madre me informó que tus clases empiezan a las ocho y media de la mañana por lo que diariamente, te despertaremos a las siete para que así te dé tiempo de darte un baño y desayunar antes de salir de casa…
«¡Qué mujer tan pesada!», sentencié mientras escuchaba las reglas por las que se regía esa casa.
-Todas las mañanas, Laura recogerá tu ropa y arreglará tu cuarto para que al llegar, encuentres todo listo.
Acostumbrado a valerme por mi mismo, le expliqué que no hacía falta y que desde niño me hacía la cama pero entonces casi gritando, la cuarentona me soltó:
-En esta casa, ¡Un hombre no realiza labores del hogar!- y dándose cuenta que había exagerado, cambió su tono diciendo: -Queremos que te sientas en familia y no nos gustaría que pensaras que somos de esas feministas que no saben ocupar su lugar.
«Esta mujer sigue anclada en el siglo xix», me dije alucinado por lo rancio de sus pensamientos justo cuando ya creía que nada me podía sorprender, Doña Consuelo exigió a su hija que se pronunciara al respecto:
-Laura, ¡Dile a Jaime qué opinas!
La rubia, mirándome a los ojos, contestó:
-Don Jaime, lo que mi madre quiere decir es que mientras viva en esta casa, nos ocuparemos gustosamente de satisfacer todas sus necesidades.
Os juro que fui incapaz de contestar porque mientras la hija hablaba, un pie desnudo estaba recorriendo uno de mis tobillos.
«¡Cómo se pasa teniendo a su madre enfrente!», rumié mientras mis hormonas se alborotaban al sentir que esos dedos no se conformaban con eso y que seguían subiendo por mis muslos.
«Va a conseguir ponerme bruto», temí cuando noté que se hacían fuertes entre mis piernas y comenzaban a rozarse contra mi pene.
Preocupado por las consecuencias de tamaño descaro, retiré ese indiscreto pie y mientras lo hacía, devolví la caricia regalándole un cómplice apretón con mi mano. Laura debió decidir que había captado la idea porque no volvió a intentar masturbarme durante la comida.
Ya resuelto el problema y tratando de disimular mi erección, miré a Doña Consuelo. No tuve que ser un genio para comprender que se había dado cuenta de lo ocurrido al ver que, bajo la tela negra de su vestido, los pezones de la viuda mostraban una dureza que segundos antes no tenían.
«¡Lo sabe y no le importa!», proferí en silencio una exclamación mientras pensaba en lo extrañas que eran esas dos mujeres. «Exteriormente se comportan como unas mojigatas pero algo me dice que son un par de putas», sentencié ilusionado. Ya creía que sin saberlo mi madre me había colocado en mitad de un harén cuando la cuarentona pidió a Laura que bajara el aire acondicionado porque tenía frio.
«Era eso», mascullé mientras me recriminaba lo imbécil que había sido al pensar que Doña Consuelo se sentía atraída por mí.
Asimilando mi error, todavía me quedó la certeza que al menos la hija era un putón desorejado y sabiendo que tendría muchas oportunidades de calzármela, decidí tomármelo con calma:
«¡Ya caerá!».
El resto de la comida transcurrió sin nada más que reseñar y por eso al terminar el postre, pidiendo permiso, me levanté de la mesa. Ya estaba en la puerta cuando recordé las normas de la casa y girándome, informé que en media hora me iba de la casa.
-Señora, he quedado con un amigo pero no se preocupe, volveré antes de la nueve.
-Te estaremos esperando- contestó la viuda mientras ordenaba a su hija que recogiera los platos.
Y en mi habitación, vi el calzoncillo que había dejado en la silla y recordando las caricias de la rubia decidí premiarla con otro regalo.
«Estoy seguro que le gustará», sonreí y cogiéndolo, me puse a pajearme mientras me imaginaba a la muchacha entrando en la habitación maullando como una gata en celo.
Era tanta la excitación que me había producido su magreo durante la comida que no tardé en descargar mi simiente sobre la prenda. Satisfecho cogí un boli y un papel para escribir una dedicatoria:
“Zorra, dejo mi leche para tu boquita”.
Tras lo cual la escondí en su interior y devolví el calzón a la silla de donde lo había cogido. Sin nada más que hacer, me quité la corbata y salí a recorrer Madrid como el muchacho de dieciocho años que era….

Relato erótico: “Running” (POR SARAGOZAXXX)

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Running

LSin título1as primeras oleadas de buen tiempo comenzaban a hacer presencia en mi ciudad, señal de que debía comenzar a poner en marcha mi particular operación bikini. Al contrario que en otros años opté por ir a correr al parque en vez de apuntarme a un gimnasio. Estaba cansada de los moscones habituales de esos centros, y preferí practicar running al aire libre.

Por suerte en mi ciudad existe un parque bastante bien equipado para estos menesteres, al que acude gran cantidad de gente dispuesta a practicar y entrenar sus deportes favoritos al aire libre. Además, al estar relativamente cerca de una universidad, es habitual ver entrenar a mucha gente y numerosos equipos de muy diversas modalidades.

Sin duda el escenario ideal para mis pretensiones, puesto que además de ponerme en forma, me gustaba ver hombres correr en sus pantaloncitos cortos y ropa deportiva. Si hay algo que me pone es un tío enfundado en sus mallas marcando un buen paquete. A veces no puedo evitar fijarme en cómo se desplazan sus miembros de un lado a otro dentro de sus mallas. Es algo hipnótico para mi. Para colmo, esta clase de hombres suelen cuidar sus cuerpos, y cada uno en su estilo tienen su puntito que me pone.

Supongo que a ellos les pasará lo mismo, por eso me compré alguna que otra malla bien ceñida a mi cuerpo, pantaloncitos cortos, junto con camisetas ajustadas en la parte superior que resaltasen mis pechos. Ya os imagináis como os digo.

Recuerdo cuando me probé las prendas deportivas frente al espejo que me hicieron sentir divina. Incluso llegaban a marcarse algo mis labios vaginales a través de las apretadísimas mallas. Sabía que más de uno se fijaría en esa parte de mi cuerpo a la menor oportunidad, y sólo la idea de andar provocando al personal de esa manera hacía que comenzase a mojar mis bragas.

Para los que no me conozcan decir que me llamo Sara, tengo treinta y un años, y estoy felizmente casada desde hace varios años con mi marido. Tenemos un niño en común al que adoro por encima de todas las cosas en este mundo, sin duda es lo mejor que me ha dado mi querido esposo, con el que últimamente nuestras relaciones sexuales son más bien escasas. Él se mata a trabajar para que lleguemos a final de mes, viaja mucho, y cuando regresa a casa dice estar muy cansado. Yo en cambio me considero una mujer muy “curiosa” sexualmente  hablando, y a veces no encuentro en mi marido lo que deseo.

Si quieres, puedes saber más sobre mí si consultas mi blog, allí hay colgada alguna foto mía, espero que te guste:

saragozaxxx.blogspot.com.es

A lo que íbamos…

Recuerdo la primera tarde que acudí al citado parque. Como estaba algo lejos de mi casa decidí desplazarme en coche, de esta forma podía dejar en el interior del auto todo aquello que no me fuese imprescindible para hacer ejercicio, y tan solo debía guardar la llave del coche en el bolsillito del interior de mis mallas. Como digo no tenía que llevar objetos innecesarios salvo el móvil que amarraba a mi antebrazo y los cascos para escuchar música mientras corría.

Me lo tomé como una primera toma de contacto, no quise forzar la máquina y me propuse disfrutar de las sensaciones y del esfuerzo. Incluso me bajé una aplicación para el móvil que te decía los kilómetros recorridos, la velocidad media, las pulsaciones, las calorías gastadas…, vamos que estaba como una niña con juguete nuevo.

Reconozco que me costaba respirar y encontrar el ritmo al principio, pues estaba algo desentrenada de un largo invierno sedentaria en casa. Aún así las primeras sensaciones fueron muy agradables. Podía notar las miraditas de cuantos hombres me cruzaba en mi camino, e incluso podía sentir algunos que otros ojos como si los tuviese clavados en mi culo. Me hizo gracia, y debo reconocer que todo ayudaba a continuar y esforzarme un poco más.

Tras la primera ronda al parque, unos veinte minutos corriendo a una media de diez kilómetros por hora según el móvil, pude ver que había un par de zonas habilitadas con aparatos como si de un gimnasio se tratase. Había espalderas, bancos para hacer abdominales, bicicletas estáticas, bancos de pesas, máquinas de remo,…etc., y sobre todo elípticas.

Siempre me han gustado mucho las elípticas, pues además de modelar mis piernas realzan mis glúteos. Así que decidí probar con esta máquina, una sesión de otros veinte minutos y luego vuelta a realizar otra tanda de running antes de retirarme a casa. Para primer día no estaba nada mal, total una horita de entreno.

Al día siguiente me dolía todo, pero no estaba dispuesta a renunciar. Esos días hacía buen tiempo para la fecha del año en la que nos encontrábamos y quería aprovecharlos al máximo. Además, al igual que el día anterior no quería perder la oportunidad de recrearme la vista contemplando a una treintena de machos atléticos sudados y marcando paquetorros en sus mallas. ¡¡Hay que ver cómo me ponen!!.

Los primeros días parecía un partido de tenis, que si mira ese que paquete marca, que si mira el otro que piernas mas peludas en sus pantaloncitos cortos, que si mira ese el ritmo que lleva, debe follar como los conejos,… y cientos de pensamientos semejantes que abordaban mi mente con mi marido lejos de casa mientras corría por el parque.

De nuevo regresé a casa con la satisfacción de saber que conservar y lucir tipo bien merece un esfuerzo para el cuerpo y un regocijo para la vista.

Con el paso de las tardes me dí cuenta que la mejor hora sin duda para satisfacer mis expectativas era al final de la tarde, justo antes del anochecer. Era cuando más machos aparecían sudando en la misma calzada que yo, moviendo sus paquetes de un lado a otro al ritmo de sus piernas. Supongo que por qué era la hora en que terminaban de salir de sus trabajos, de las oficinas, o de las clases en la universidad en el caso de los más jóvenes.

Recuerdo una tarde en la que sin darme cuenta pasé corriendo al lado de un grupo de muchachos que al parecer entrenaban a rugby.

.-“Que no me entere yo que ese culito pasa hambre” gritó uno de ellos mientras se giraba al verme cuando pasé al lado suyo.

“Si tú supieras” pensé yo nada más oírlo.

Me pareció algo vulgar y a la vez muy halagador, la situación más parecía propia de un obrero de la construcción que de un universitario. Me hizo pasar algo de vergüenza porque el resto del grupo se detuvo a contemplarme, pero aún con todo debo reconocer que le sentó muy bien a mi autoestima el piropo recibido.

Como estas se sucedieron alguna que otra anécdota más, que contribuían a que cada tarde saliese más contenta a correr. De hecho esperaba durante todo el día que llegase el momento de ir a hacer running con impaciencia. Creo que incluso llegué a obsesionarme con la idea.

Por otra parte cada día mejoraba mis tiempos y mi estado de forma. Pocos hombres podían seguirme el ritmo. En numerosas ocasiones pude adivinar como más de un gallito que otro trataba de seguirme a unos metros de distancia para disfrutar de la visión de mi culo, y a los que me encantaba dejar atrás para mayor de mi satisfacción.

Me decía a mi misma que aguantarían lo mismo follando que corriendo, y sentía cierto orgullo al descartarlos como amantes por su poco aguante.

El caso es que una tarde, mientras realizaba mi sesión diaria en la elíptica, no pude evitar fijarme en un hombre más o menos de mi edad, que comenzó a realizar ejercicios en las espalderas situadas prácticamente enfrente de la máquina en la que yo estaba.

Marcaba un paquete impresionante, sobretodo cada vez que doblaba las piernas haciendo sus ejercicios. Me quedé embobada como una tonta contemplando el bulto de su entrepierna. Además el tipo tenía un puntazo que estaba para hacerle un favor. Vestía como me ponen los tipos que salen a hacer deporte, con mallas y camiseta ceñida que le marcaban abdominales. Tampoco tenía pintas de ser el típico chulito de gimnasio, pero estaba claro que le gustaba cuidar de su cuerpo.

Estaba absorta en mis pensamientos cuando nuestras miradas se cruzaron un par de veces. Al principio no le dí mucha importancia, supuse que era normal que se fijase en mí. Pero con el paso del tiempo advertí que sus miradas eran tan insistentes como las mías. Yo no soy de las que reculan y continúe mirándolo descaradamente mientras él practicaba sus ejercicios y yo los míos.

La alarma del móvil sonó avisándome de que había concluido mi tiempo de preparación en la elíptica y que debía ponerme a correr otra vez según mi entrenamiento diario.

Me sonreí cuando advertí que aquel hombre al que no le faltaba atractivo dejaba sus ejercicios y se incorporaba a correr detrás de mí manteniendo cierta distancia.

Estaba claro que quería verme el culo. En esos momentos pensé:

.-“Tendrás que sudar para disfrutar de la visión de mi culo” y tratando de retarlo reconozco que aceleré cuanto pude el ritmo.

La gran mayoría de tipos se habrían quedado atrás hacia tiempo con el ritmo que me impuse, y sin embargo podía comprobar en cada curva, que mi eventual perseguidor se mantenía a la misma distancia detrás de mí. A los diecinueve minutos, el móvil comenzó a avisarme de que entraba en el último minuto de entreno, justo cuando iniciaba la mayor recta del circuito, así que decidí esprintar todo cuanto mis piernas daban de sí. Para mi sorpresa nada más acelerar el ritmo mi perseguidor comenzó a hacerlo también, incluso me pasó como una exhalación cuando yo me paré tratando de respirar totalmente exhausta por el esfuerzo.

Pude ver como se perdía en la distancia. Y tuve que reconocer que además de un buen paquete, el tipo tenía mucho más aguante que yo.

“Ese sí que debe follar bien” pensé al verlo alejarse en la distancia.

Al día siguiente sucedió prácticamente lo mismo que el día anterior, cuando llegó la hora de mi sesión en la elíptica, reconocí al mismo tipo de ayer que ya estaba realizando sus ejercicios, esta vez sobre el banco de abdominales. No supe que pensar, lo cierto es que no lo miré mucho. Tenía cierta vergüenza por haberlo mirado tan descaradamente el día anterior. No pensé que pudiéramos coincidir otras veces, tal vez me pasé. Al abandonar la tanda y comenzar a correr, de nuevo me siguió detrás a unos metros. Estaba desconcertada. ¿Qué se proponía?, pensaba mientras corría.

Esta vez decidí reducir el ritmo, lo lógico sería que me pasase, pero no fue así, el tipo continuaba detrás de mí todo el rato prácticamente a la misma distancia. Decidí correr a mi ritmo y no darle más importancia, pero lo cierto es que logró ponerme algo nerviosa, pues siempre me seguía manteniendo la distancia.

La escena se sucedió igual durante unos pocos días más. Al llegar a la zona de gimnasia él ya estaba allí como esperándome. No dejaba de mirarme. Llegué a la conclusión de que le gustaba y me esperaba intencionadamente. De alguna forma se convirtió en un pequeño admirador. Me costó un par de días atreverme a mirarle de nuevo a los ojos, pues he de decir que por primera vez en mucho tiempo me sentía intimidada por sus miradas. No suelo ser mujer que se amedentre en este tipo de situaciones, pero debo reconocer que aquel hombre me atrapaba con sus ojos. Por suerte la cosa no pasaba de miradas el uno al otro, y he de decir que enseguida fui yo también la que quise disfrutar de la visión del cuerpo de aquel tipo y de su llamativo paquete. Además con el paso de los días incluso me gustó exhibirme un poco para él. Se convirtió en una especie de juego para mí.

Así se sucedieron los días, todo transcurrió igual durante un par de semanas hasta que un día pude comprobar cómo se incorporaba a correr detrás de mí durante la primera sesión de running. Supongo que ya se habría percatado que no uso ropa interior bajo mis mallas. Ese día para mi asombro, tuve que contemplar como transcurridos los primeros veinte minutos del tiempo de correr, y llegado el momento de dirigirme hacia la zona de gimnasia, el tipo me adelantó en los últimos metros al sprint para llegar antes que yo a la elíptica. Se me quedó cara de boba contemplando incrédula como practicaba los ejercicios que me tocaba realizar a mí en su lugar sobre la máquina.

.-“Perdona, ¿vas a estar mucho tiempo?” le pregunté algo enfada por su actitud infantil cuando llegué a la máquina.

.-“Será un placer cedérselo, señorita” apuntilló con un particular acento sudamericano mientras descendía de la máquina para ofrecérmelo entre gestos de galantería.

Era la primera vez que intercambiábamos dos palabras y para nada me esperaba ese acento en su voz. Me quede francamente sorprendida. El tipo se puso a realizar sus ejercicios de abdominales mientras me devoraba de nuevo con la vista. Esta vez me fijaba en él tratando de adivinar su procedencia. No parecía ni cubano, ni argentino, ni mexicano por el acento. ¿Qué más acentos podía conocer?. No sabría muy bien precisar. Me fijé en su aspecto, su apariencia me despistaba, ¿de dónde podía ser con ese acento?.

El caso es que se me pasó el rato tratando de adivinar su misteriosa procedencia mientras nos observábamos mutuamente. Lo que no me sorprendió es que cuando transcurrieron los veinte minutos de mi entrenamiento en la máquina, se incorporase a la carrera unos metros detrás de mí como todos estos días atrás.

Yo me lo tomaba como un juego, aceleraba o aminoraba el ritmo a mi antojo, y él siempre permanecía detrás como un guardaespaldas. Sin quererlo ese día nuestra relación había dado un pequeño salto, pues a partir de entonces llegado el momento de la gimnasia siempre intercalábamos alguna que otra palabra.

.-“Buenas tardes” me decía al verme.

.-“Buenas tardes” le respondía sin mucha más conversación.

.-“Hoy hace buen día” otras veces me hablaba del tiempo.

.-“Si, más calor que ayer” le contestaba con pocas palabras.

Desde luego se mostró un tipo totalmente educado y correcto para conmigo en todas las ocasiones.

Así transcurrieron algunos días más sin mucho más que señalar. Aunque reconozco que cada vez pensaba más en él, incluso antes de salir de casa escogía mi ropa de deporte tratando de llamar su atención. Me miraba más en el espejo, y mimaba cada pequeño detalle tratando de captar las miradas de mi guardaespaldas particular. Nunca pensé en serle infiel a mi esposo, simplemente me gustaba coquetear y sentirme deseada. Una pequeña travesura y nada más. Hasta que un día…

Lo recuerdo perfectamente, amenazaba lluvia y viento cuando salí hacia el parque, la humedad ambiental hacía más difícil el piso y la visibilidad. Las inclemencias del tiempo no lograron aún con todo que desistiera de mi particular operación bikini y del esperado encuentro con mi admirador.

Al dar la primera vuelta al parque ya pude advertir que era menos gente que otros días los que practicaban sus deportes. Comenzaban a caer unas tímidas gotas de lluvia que hacían que la práctica del deporte al aire libre no fuese tan agradable.

Al llegar la hora en la zona de gimnasia no hubo sorpresas, y como todos los días seguía aguardándome  mi particular guardaespaldas como yo lo llamaba. El caso es que al ser una zona de tierra y no asfaltada, debí llenarme la suela de las deportivas de barro. Cuando comencé a correr las sensaciones eran molestas y desagradables, por lo que ese día quise terminar cuanto antes. Así que recortaba cada esquina y el recorrido de mi vuelta. Al llegar a una zona de césped no fue menos y también quise acortar un poco el recorrido.

.-“Con esa rubia me iba a correr yo todos los días” escuché que gritaba el simpático tipo de otras ocasiones del equipo de rugby, con acento de recochineo en sus palabras, cuando pasé a su lado recortando recorrido.

Ese día no estaba de humor, y para mi desgracia me volteé con la intención de lanzarle una mirada intimidatoria al gracioso de turno, con tan mala suerte que entre el barro, el césped húmedo por la lluvia, y el mal giro, el destino quiso que resbalase y cayese al suelo provocando encima las risas estúpidas del resto del equipo que contemplaban la escena.

.-“La rubia ha caído rendida a tus encantos” escuché decir a otro gracioso.

Todo sucedió en un momento. Yo estaba airada y enfadada conmigo misma por haberme caído de forma tan torpe, pero sobretodo cabreada por haber hecho caso del estúpido comentario. Debía haberlo ignorado. Ahora estaba medio magullada en el suelo, pero sobretodo dolorida en mi orgullo por las risas que escuchaba.

.-“¿Estás bien?, ¿puedo ayudarte?” escuché el particular tono de voz de mi guardaespaldas que se ofreció a ayudarme a ponerme en pie. Sin duda había contemplado toda la escena al correr detrás mío.

.-“Gracias” dije mientras le daba la mano para incorporarme con su ayuda.

Al ponerme en pie pude darme cuenta que llevaba un raspón en la rodilla, mis mallas se habían roto en esa zona y además sangraba ligeramente. Para colmo al intentar andar  me dolía el pie una  barbaridad. Trataba de caminar pero me punzaba bastante en el tobillo cuando lo intentaba.

Mi guardaespaldas advirtió mi dolor al tratar de andar y me dijo:

.-“Calma, vayamos despacito hasta ese banco” dijo señalando un asiento de madera que había a unos metros al otro lado de la calzada. Me hizo indicaciones para que pasase mi brazo por encima de su hombro al mismo tiempo que él me cogía de la cintura y me ayudaba a caminar.

Yo en esos momentos solo podía pensar en el dolor que sufría cada vez que apoyaba mi pie. Con cierta dificultad logramos alcanzar el banco en el que pude sentarme a serenarme y calmar mis nervios.

.-“Gracias” le dije de nuevo al que apodaba de guardaespaldas mientras me sentaba en el banco.

.-“No hay de qué mujer” respondió de nuevo con su particular acento mientras se situaba con una rodilla postrada en el suelo delante de mis pies, y hacía el propósito de quitarme la deportiva del pie dolorido.

.-“¿Qué haces?” le pregunté al ver sus intenciones.

.-“Tranquila, soy fisioterapeuta” dijo tratando de transmitirme cierta confianza “déjame que le eche un vistazo, me temo que se te está inflamando el tobillo”. Yo contemplé sin ser capaz de reaccionar como me quitaba la deportiva y procedía a extraer también mi calcetín.

.-“Tienes unos píes muy bonitos” dijo nada más vérmelos.

Me desconcertó su comentario acerca de mis píes, pues estaban sudados e incluso algo malolientes. Ni tan siquiera me había pintado las uñas. Tras sus palabras mi guardaespaldas comenzó a mover a un lado y al otro el tobillo observando mis gestos de dolor al hacerlo.

.-“¿Te duele cuando hago esto?” me preguntó al tratar de mover de una forma concreta mi articulación.

.-“Si, bastante” dije realizando evidentes muecas de dolor que se reflejaban en mi rostro.

.-“En cambio dime que no te duele si hago esto otro” preguntó al tiempo que cambiaba el tipo de movimiento.

.-“No, así no tanto” dije algo más relajada.

.-“Me temo te has hecho una luxación en el maléolo, la cosa parece algo seria. Deberías ponerte hielo cuanto antes” pronosticó mirándome a los ojos desde su posición.

Yo no supe qué hacer ni que decir en esos momentos.

.-“Un esguince de tobillo” dijo tratando de aclarar los tecnicismos. Yo continuaba cariacontecida. El tipo en cambio me devolvía la mirada arrodillado a mis pies.

.-“Ohps” dijo incorporándose justo delante de mí “no me he presentado todavía, mi nombre es Rafael, pero puedes llamarme Rafa si lo prefieres”.

Juro que al quedar en pie justo delante mía mientras yo permanecía sentada en el banco, y a pesar de la situación, no pude fijarme en otra cosa que ese inmenso paquete bajo sus mallas a la altura prácticamente de mis ojos y a apenas unos centímetros de mi boca. Quedé como embobada a pesar del dolor.

Creo que él se dio cuenta de a donde se dirigía mi mirada.

.-“Si quieres puedo acercarte hasta dónde quieras” se ofreció caballerosamente interrumpiendo mi embelesamiento.

.-“Gracias, te lo agradezco, me duele muchísimo” dije tratando de ponerme en pie “tengo el coche aquí cerca” le dije señalando la dirección.

.-“Aún no me has dicho tu nombre” me preguntó una vez estuve incorporada.

.-“Perdona. Soy una desconsiderada. Mi nombre es Sara” dije acercándome a él para intercambiar los rigurosos besos de presentación.

.-“Encantado Sara” dijo al tiempo que me daba los dos besos para acto seguido agacharse a recoger mi zapatilla y mi calcetín. Se apresuró a meter éste dentro de la deportiva casi al mismo tiempo que me la entregaba en la mano.

Acepté que se hubiese agachado a recoger la zapatilla pues todavía estaba descalza de un pie en medio del parque.

Una vez le retiré mi deportiva, Rafael me levantó inesperadamente pasando un brazo por detrás de mis hombros y el otro por detrás de mis rodillas, alzándome en volandas entre sus brazos sin que pareciese que mi peso le supusiese el menor esfuerzo. Desde luego el Rafa estaba fuerte en comparación con mi marido que apenas podía levantarme.

.-“¿Dónde te llevo?” me preguntó una vez me acomodó entre sus brazos.

.-“Oh, es hacía allí” dije algo acomplejada aún por su maniobra, señalando el parking dónde había aparcado. Me agarré rodeando su cuello con mis brazos temerosa de caer.

.-“No quisiera causarte ninguna molestia” le dije después de que diese los primeros pasos conmigo en brazos.

.-“No es ninguna molestia, es todo un placer” me dijo sonriente con su misterioso acento.

Durante el trayecto en volandas pude comprobar la fuerza de sus biceps, la rigidez de sus abdominales, pero sobretodo pude apreciar el olor de su cuerpo. A pesar de estar evidentemente sudado desprendía un olor corporal que me resultó agradable. Creo que todas mis feromonas de hembra en celo estallaron nada más olerlo como macho. Además, era lo más romántico que habían hecho por mí en mucho tiempo. Por unos momentos recordé las escenas de la película “El guardaespaldas” en que la Whitney Houston era rescatada por el Kevin Costner de forma similar.

Estaba claro que el tipo no era tan guapo como el Costner, pero me daba igual en esos momentos. El caso es que se había portado como un caballero, había sido atento conmigo, amable y educado. Había pasado de ser mi guardaespaldas a ser una especie de superhéroe, de salvador particular.

Como el coche estaba algo lejos, y con el transcurso del tiempo, el cansancio en Rafael hizo que sus brazos decayesen un poco, y para mi sorpresa la parte más baja de mi culo comenzaba a rozarse con sus partes en cada paso. Yo estaba colorada de vergüenza por el particular roce entre nuestros cuerpos. Su miembro rozaba con mi culo sin que él pareciese percatarse de nuestro contacto. Quise pensar que se hallaba concentrado en el esfuerzo que le suponía llevarme en brazos.

.-“Ya está, hemos llegado” dije algo nerviosa en cuanto llegamos al parking, “mi coche es ese de ahí” pronuncié apuntando a mi pequeño utilitario.

.-“¡Qué casualidad!” exclamó Rafael, “está aparcado justo enfrente del mío” dijo señalando con la vista un lujoso mercedes estacionado frente al mío. Y tras pronunciar sus palabras me dejó junto a la puerta del copiloto de mi coche.

Sus ojos se clavaron en mi cuerpo cuando comprobó el lugar del que sacaba las llaves para abrir la puerta. Seguramente trató de adivinar el color de mi ropa interior, pero no la encontró a pesar de su atenta mirada, y creo que tuvo en ese momento una primera sospecha de que no llevaba ninguna prenda más en mi cuerpo salvo  mis mallas. Eso sí, enseguida se apresuró a ayudarme para que pudiera sentarme sobre el asiento del copiloto.

Antes de que pudiera hacer o decir nada alienada por el dolor, pude contemplar como Rafael se dirigía hacia el maletero de su coche y rebuscaba algo en su interior.

Regresó con un botiquín de esos de emergencia y de nuevo se arrodilló a mis pies con la intención de sanar mi tobillo. Al abrir su botiquín pude comprobar que llevaba un montón de utensilios con propaganda de laboratorios y cosas así. Entre otras cosas llevaba lo que al parecer y según me explicó era una bolsa de frío instantáneo de un solo uso.

Yo flipaba con el invento, pues al presionar en el centro de la bolsa se activaba el frío, que lograba alcanzar hasta diez grados bajo cero de temperatura según sus explicaciones cuando le pregunté. Sentí alivio cuando Rafael la ajustó a mi tobillo. Luego procedió a vendármela, empleó para cortar las gasas unas tijeras de esas tipo quirúrgicas, y me transmitió la confianza suficiente al pensar que se trataba efectivamente de un fisioterapeuta bastante profesional y muy bueno por cierto.

.-“Será, mejor que te cure esa herida también cuanto antes” dijo observando mi raspón en la rodilla mientras permanecía agachado a mis píes, “podría infectarse” dijo al tiempo que extraía un bote de iodo de su botiquín con la clara intención de desinfectar la herida.

Mis mallas estaban rasgadas a la altura de la rodilla e incluso comenzaban a pegarse con mi sangre y alguna piedrecita. Rafael me hizo señas para que me subiese las mallas por encima de la articulación a medio muslo despejando la zona, supongo que tratando de no mancharme, pero estas no cedían más y me era imposible recogerme las mallas como pretendía.

Tras varios intentos, ni corta ni perezosa opté por coger las tijeras quirúrgicas con las que Rafael cortase antes las vendas, y realicé una pequeña incisión en la parte inferior de mis mallas con la intención de que estas se abriesen un poco, y cediesen por encima de la rodilla. Pero para sorpresa de ambos, mis mallas se abrieron de par en par como la carrera de una media, desnudando el muslo de mi pierna por completo hasta que alcanzó la única costura en el elástico superior en la cintura, evidenciando que no llevaba ropa interior y dejando a la vista gran parte mi ingle en ese lado.

Los ojos de Rafael se abrieron como platos sorprendidos por la inesperada carrera de mis mallas que además de demostrar que no llevaba prenda interior, dejó adivinar que llevaba bien depilada la zona más íntima de mi cuerpo. Por suerte reaccioné a tiempo tapándome yo misma con las manos en zona tan comprometida mientras se me escapaba una risa tonta.

Rafael por su parte tomo el iodo y unas gasas, y procedió a lavar y desinfectar la rodilla afectada como si nada hubiera visto, aunque sus manos reflejaban el nerviosismo que de repente invadió su cuerpo.

.-“Ya está” dijo tras vendarme ligeramente también la rodilla, y acto seguido se incorporó enfrente mío.

De nuevo su abultado paquete quedó a escasos centímetros de mis ojos. Era inevitable por mi parte no mirarlo. Rafael, volvió a darse cuenta de mi inexcusable miradita a sus partes, todavía nervioso se retiró de nuevo hasta su coche y regresó con lo que parecía un pantalón de chándal de esos de algodón, tipo unisex.

.-“Ten, será mejor que te pongas esto por encima” dijo ofreciéndome la prenda.

.-“Gracias” dije sin haberme percatado antes de ponerme en pie de que a poco se me ve todo de nuevo, pues mis mallas habían quedado desechas. Rafael se volteó gentilmente al adivinar que en algún momento de recolocarme el pantalón de su chándal se me abrirían las mallas de par en par. Y de hecho así fue, al ponerme el pantalón tuve que soltar la tela de las mallas y estas se abrieron del todo desnudando mi zona pélvica, menos mal que Rafael estaba vuelto de espaldas y creo que no vio nada.

.-“No creo que puedas conducir así hasta tu casa” me dijo mirándome por el retrovisor lateral del coche mientras yo me ponía su chándal. Esta vez, no tuve tan claro que no me hubiese visto, de nuevo me puse colorada como un tomate.

.-“Ya me las apañaré como pueda” le dije tratando de evitar que se molestase en ofrecerme más ayuda.

.-“Deberías dejar que te lleve a casa” insistió por su parte.

.-“No hace falta de verdad, muchas gracias” traté de hacerle desistir.

.-“Insisto, no es ninguna molestia” y mientras decía estas palabras cruzaba por delante del morro de mi coche en dirección al asiento de mando.

.-“No tienes porque molestarte” le dije una vez más resignada a lo evidente mientras me acomodaba en el asiento de copiloto de mi propio coche.

A decir verdad no me hacía mucha gracia que se tomase tantas molestias, ni que supiese donde vivo y muchos otros detalles que seguramente deduciría durante el trayecto.

.-“Usted dirá” dijo el tal Rafael en plan taxista una vez se sentó al volante, puso el coche en marcha, y me miró expectante. No me quedó más remedio que indicarle mi dirección.

Así supo que vivía en un adosado en una zona residencial de la ciudad relativamente pudiente, a que se dedicaba mi marido y a qué me había dedicado yo antes de quedar en paro. Supo que mi marido viajaba mucho por su profesión y averiguó de esta manera que no habría nadie en casa cuando llegásemos. Supongo que también dedujo que pasaba largas horas sola en casa, aburrida, sin más entretenimiento que disfrutar y cuidar de mi cuerpo.

Por su parte me dijo su procedencia y de dónde venía su acento. Tal y como pensaba venía del otro lado del charco, sus abuelos eran españoles que emigraron para allá. Eso lo explicaba todo. Lo cierto es que parecía muy buena persona y la conversación durante el trayecto transcurrió de lo más amigable.

También me comentó que se vino para España a realizar sus estudios como fisioterapeuta, aquí se enamoró de una chica durante su época universitaria, y que luego lo dejó partiéndole el corazón. Aunque según me dijo sirvió para darse cuenta de que en realidad estaba enamorado de España en general y de las españolas en particular.

Antes de acabar la carrera encontró trabajo en prácticas en una prestigiosa clínica, y desde entonces no había dejado de trabajar.

Todo cuanto decía de las españolas eran alabanzas, que si somos muy buenas cocineras, que si somos muy guapas, que si muy ardientes y apasionadas en la cama… y como de tonto no tenía un pelo, aprovechaba la más mínima ocasión para piropearme y tratar de adivinar cómo era yo en realidad. Aunque creo sinceramente que le daba más o menos igual el cómo fuese, me miraba como si lo único que le importase fuese mi cuerpo, y todo lo demás fuera una excusa para cortejarme y llevarme a la cama, cosa que por otra parte digamos que  me agradaba e incluso lograba ponerme un poco.

.-“Las españolas suelen tener una mirada muy profunda y cautivadora” comentó en una de las ocasiones.

.-“Supongo que habrá de todo” le respondí yo haciéndole ver que no todas éramos iguales.

.-“Mírate tú misma, por ejemplo, tienes unos ojos muy bonitos” aprovechó la conversación para hacerme sentir halagada mientras conducía mi auto.

.-“Gracias” le dije “tú también los tienes muy bonitos” traté de devolverle el cumplido.

Al fin llegamos a casa, no me quedó otra que indicarle dónde estaba el mando a distancia que abría la puerta del garaje para que metiese el auto dentro de la cochera. Fue inevitable que me acompañase hasta el salón, aprovechó para agarrarse a mi cintura con la excusa de ayudarme a caminar. No paró hasta dejarme con el píe en alto, en reposo, en el mismísimo sillón de mi casa.

.-“Gracias estoy muy bien así” le dije una vez estuve acomodada en el sillón.

.-“¿Dónde tienes algún calmante?” me preguntó por los medicamentos que pudiese tener por casa.

.-“Oh, en el cajón del armario del baño” le dije indicándole la puerta del aseo en la misma planta baja de mi casa.

Luego se excusó retirándose al servicio señalado. Debo reconocer que estaba algo nerviosa por meter a un extraño en casa de manera tan inesperada. Una oye muchas cosas en las noticias y siempre mantienes la alerta y cierta tensión en estos casos. Sobretodo cuando escuché que zarceaba con el grifo del baño y se demoraba en salir.

.-“¿Ocurre algo?, ¿estás bien?” pregunté a gritos desde el sillón en el salón algo tensa por la situación.

Fue entonces cuando pude escuchar que se abría la puerta del baño y Rafael se presentaba en medio del salón con su camiseta empapada y con el torso desnudo.

.-“Creo que la he hecho buena” dijo con cara de apenado “la camiseta estaba manchada de sangre y he tratado de aclararla un poco, pero me temo que ha sido peor el remedio que la enfermedad” concluyó enseñándome su camiseta totalmente mojada entre sus manos.

Yo apenas pude reaccionar, estaba totalmente embobada contemplando su torso desnudo que marcaba unas tabletas de chocolate por abdominales como nunca había visto antes a un hombre. Al menos nunca tan cerca, y así en vivo, al alcance de la mano. En esos momentos era como un dios griego en mi salón. Creo que incluso hice el ademán de intentar acariciárselos. Se los hubiese tocado con mucho gusto, pero aguanté la tentación.

.-“Siento haberte manchado” dije excusándome nerviosa por la visión de su cuerpo, “veré si te puedo dejar alguna otra camiseta de mi esposo. No puedes salir así a la calle, pillarás un pasmo”, y dicho esto me dirigí renqueante en dirección al cuarto de la lavadora a ver si le podía prestar alguna camiseta de mi marido.

.-“Creo que ésta te podrá estar bien” dije acercándole la camiseta elegida cuando regresé al salón.

.-“Está bien gracias” dijo nada más ponérsela a pesar de que le estaba algo pequeña y le marcaba un poco las formas de su cuerpo. “Por cierto, tenías algún que otro antiinflamtorio en el cajón, me pareció ver diclofenaco, sería conveniente que te tomases uno” dijo mientras yo lo miraba embobada como movía sus sensuales labios al hablar mientras se vestía, yo bajaba mi vista a la vez que él su camiseta hasta su concluir la acción simultánea en su tremendo paquete.

Tras la maniobra y su recomendación se produjo un tenso silencio entre ambos durante unos segundos. Yo lo contemplaba anodadada de que un cuerpo pudiese tener tantos músculos, y él en cambio no dejaba de devorarme con la vista.

.-“Bueno pues nada” dije nerviosa y algo sonrojada.

.-“Bueno pues nada” repitió él como un tortolito.

.-“Será mejor que te vayas” dije evidentemente nerviosa por la situación “aún tienes un rato hasta que llegues hasta tu coche y se te hará tarde” traté de disimular mi estado.

.-“Si eso es, será mejor que me vaya” dijo dirigiéndose hacia la puerta de salida.

.-“Espero que pronto volvamos a correr juntos” dijo por última vez al despedirse bajo el umbral de la entrada.

.-“Ya también espero volver pronto a corrernos juntos” me traicionó la lengua trabándose evidenciando mis pensamientos “perdón, quería decir que también espero que volvamos pronto a correr juntos” corregí mi error articulando a duras penas a la vez que me ponía roja como un tomate.

Nada más cerrarle me apoyé de espaldas contra la puerta. “¿Qué me estaba pasando?” pensé, “¿qué son todas esas mariposas revoloteando en mi estomago?”.

No daba crédito a lo que me estaba sucediendo, me acababa de comportar como una adolescente en pleno estallido de hormonas. Aquello era una tontería carente de todo sentido. Yo era una mujer casada, aquel tipo  no dejaba de ser un autentico desconocido del que apenas sabía nada, y debía alejar de mi mente a toda costa todos los pensamientos impuros que se amontonaban en mi cabeza, impidiendo que pensase con cierta lucidez y coherencia.

Los días se sucedieron como una auténtica condena durante el tiempo que el doctor me recomendó reposo. Permanecía encerrada en casa sin poder salir ni siquiera a la calle, sobretodo los primeros días. Hasta la compra tuve que hacer por internet y pedir que me la trajesen a casa. Vamos, un completo aburrimiento.

Aproveché para leer unos cuantos libros que había empezado y que no había terminado. Me aburría de ver la tele, escuchar la radio, y navegar por internet.

Al menos tenía más tiempo para cuidar de mi cuerpo, ya sabéis, bañitos de espuma relajantes, con música e incienso, velitas, sales de baño y aceites esenciales en el agua y en el ambiente. Tuve tiempo de hacerme la manicura y la pedicura, de exfoliar mi piel, de combatir a base de cremas sus defectos, de hidratar mi cuerpo, hacerme la cejas, mimar el pelo, los dientes, dar volumen a los labios,… en fin, todas esas cosas que nos gusta cuidar a las mujeres.

Debo confesaros que entre tanto aburrimiento, solita en casa, con mi marido de viaje, y el hecho de prestar más atención a mi cuerpo que de costumbre, hizo que durante esos días me tocase en más de una ocasión. Al principio ocurría sin querer, sin buscarlo, por aburrimiento, comenzaba mimando mi cuerpo y la cosa terminaba como si nada, pero con unos ricos y ansiolíticos orgasmos. Con el paso del tiempo y el hastío de estar tanto tiempo sin salir de casa hizo que acariciarme surgiese casi como una necesidad diaria para evadirme.

No podía evitar pensar en mis sesiones de running, en la visión de los paquetes de los tíos moviéndose de un lado a otro dentro de sus mallas, en las piernas peludas y fuertes que veía, pero sobretodo terminaba pensando en Rafael y su poderoso cuerpo. Era inevitable que en algún momento que otro se colase en mis fantasías más secretas.

Imaginaba que me poseía en pie entre sus brazos. Era algo con lo que siempre había fantaseado, que un hombre fuerte y musculoso me hiciera, poseerme suspendida en el aire. Supongo que debido a que es algo imposible de que suceda con mi marido dada su complexión física. Ahora en cambio, era muy fácil ponerle cara a mi poseedor en tan sufrida postura.

También fantaseaba con la posibilidad de hacerlo en algún que otro banco del parque. Era curioso, las primeras veces que lo imaginaba el banco estaba oculto a la vista del resto de transeúntes, pero con el paso de los días esta fantasía fue evolucionando y al final me gustaba imaginar que me poseía expuesta en un banco a la vista de cuantos paseaban por el parque, y que incluso algún que otro anciano y deportista se masturbaba delante de mí tal y como había visto en días anteriores en cientos de videos circulantes por internet de esos de playas nudistas y parques.

Otra de las fantasías que más o menos me gustaba repetir era imaginar que Rafael me ataba a alguno de los árboles y me poseía de esa manera. Algo tipo bondage y cosas así, y con lo que tanto me gusta fantasear desde siempre. Solo que esta vez, supongo que cansada y aburrida de ver páginas de internet convencionales, buscaba algo nuevo con lo que estimular mi mente. No sé vosotras chicas pero a mí siempre me ha ido un poco el rollo bondage, exhibicionista y porque no decirlo también el tema voyeur, al menos en fantasías. Así que inevitablemente durante estos días navegaba por páginas con estos y otros temas fetiche.

Pero como digo, gracias a estos pequeños ratos se pasaron los días en las ausencias de mi esposo. Habrían transcurrido unos cuantos días desde el fatídico accidente cuando recuerdo perfectamente aquella mañana. Salía de darme mi ducha diaria y me embadurné el cuerpo de las correspondientes cremas hidratantes, reafirmantes, anti estrías, revitalizantes, y demás. Yo misma me sorprendí de encontrarme tan dispuesta  esa mañana, sobre todo tras lo ocurrido la noche anterior en la que comencé a navegar de madrugada por internet y terminé masturbándome otra vez como una loca. Esa mañana sabía que sería algo especial nada más darme crema por los pechos,  estos estaban muy sensibles debido a la traca de la noche anterior. Me fijé en que mi pubis llevaba un tiempo algo descuidado y decidí rasurármelo por completo.

“Así está mucho mejor” pensé tras examinarme frente al espejo totalmente afeitada sentada sobre la tapa del bidé. Cuando llegó la hora de hacerme la pedicura creí entender los estímulos de mi cuerpo…

Tenía las piernas flexionadas sobre la misma tapa para alcanzar a verme los píes. Lo cierto es que mis pies nunca me habían parecido especialmente sexys, es más, creo que como a todas las mujeres es la parte que menos nos gusta de nuestro cuerpo.

Sin embargo la noche anterior comencé navegando por internet curioseando páginas que tratasen acerca de la dolencia en mi tobillo. Cosas del estilo como recuperarse antes de una lesión de este tipo y temas parecidos. Buscaba ejercicios para favorecer el movimiento del tobillo, y consejos al respecto. Pero ya sabéis como son estas cosas que una página te lleva a otra, y esta a otra, hasta que alcanzada la madrugada terminé visionando páginas acerca del fetiche que tienen algunos hombres sobre los píes de las mujeres.

Era algo que nunca había logrado entender, pero esa noche cientos y cientos de imágenes de hombres adorando los pies de hermosas y no tan hermosas señoritas, martillearon mi mente logrando penetrar en mi subconsciente.

Sonreí al recordar como comencé acariciándome la noche anterior, como tantas otras veces sin querer al principio, sentada en el sillón del despacho de mi marido, frente al ordenador. Sucedió más o menos como siempre, al principio me toco los pechos por encima de la tela de mi pijamita mientras veo las imágenes que ponen a trabajar mi imaginación. Con el paso del tiempo y los estímulos, mis manos buscan el contacto directo de mis pechos. Si la cosa va por buen camino termino deslizando mi mano por debajo de los pantaloncitos del pijama, por el interior de mis braguitas, hasta masajear mi clítoris y hacerme algún dedo. La mayoría de las veces me corro algo aprisa de esta manera sentada frente al ordenador. En cambio otras, si la imaginación ya está disparada siento la necesidad de tumbarme sobre la cama a culminar lo empezado.

Anoche mi imaginación no solo estaba disparada, sino que estaba desbordada. Tuve la imperiosa necesidad de tumbarme en la cama a estimular con inusual frenesí  mis zonas más erógenas.

Recordé el momento en el que Rafael me desnudó el pie de mi deportiva tras la caída, el instante en el que arrodillado a mis pies en el banco del parque se deshacía de mi calcetín, venerando mis pies, tal y como acababa de ver en cientos de imágenes en la pantalla del ordenador. A esas alturas dos de mis dedos entraban y salían de mi coñito a toda velocidad mientras con la otra mano torturaba mis pezones, temblando y chillando de placer al ritmo de mi imaginación.

La noche anterior tuve uno de los mejores orgasmos de mi vida imaginando que acariciaba el paquete de Rafael con mi píe desnudo por encima de sus mallas de deporte mientras él me inspeccionaba la zona dolorida. Podía sentir con toda precisión en mi mente, cómo mis dedos del pie palpaban su polla a través de la tela. La visión de su hermoso paquete enfundado en sus mallas se repetía una y otra vez en mi cabeza. Pero cuando de verdad me corrí fue cuando imaginé que a través de la tela de sus mallas apreciaba un miembro tan grande como mis píes. Yo calzo un treinta y nueve, lo que serían más de veintitantos centímetros de polla.¡¡Madre mía!!. Me corrí tan solo de pensar que la situación podía darse de verdad, ni tan siquiera había necesitado imaginar que me penetraba para correrme, y todo gracias a la recién sensibilidad explorada en mis pies.

En tiempo real y fuera de imaginaciones, esa mañana estaba sentada totalmente desnuda recién salida de la ducha sobre la tapa del bidé, y con el recuerdo de la noche anterior recorriendo mi mente, así que fue inevitable que mi cuerpo reaccionase al mimar cada dedo de mis pies. Además de mis manos, el mismo frio de la tapa estimulaba las sensaciones que percibía mi cuerpo en esos momentos. Como estaba con las piernas flexionadas, me recliné un poco más hacia delante para buscar nuevos estímulos y rozar mis pechos contra mis propias piernas. Me gustó jugar con la punta de mis pezones y mis rodillas, rozándose de esta manera dos partes de mi anatomía que nunca antes habían estado en contacto de manera tan juguetona, y todo ello a la vez que me acariciaba la planta de uno de mis pies extendiendo la crema hidratante.

Había leído que algunas mujeres son capaces de conseguir el clímax estimulando adecuadamente la planta de sus píes. Creo que lo llamaban el síndrome del píe orgásmico. Estudios científicos aseguran que algunas mujeres pueden alcanzar el orgasmo a través de sus píes. Consultando libros de reflexología oriental corroboraban que las teorías occidentales podían ser correctas, y yo, que soy muy dada a experimentar cosas nuevas quise probar. Además, leí un artículo en una revista que decía que siete de cada diez hombres eran atraídos por los pies femeninos. Mi marido sin duda era de los tres que faltaban en el estudio.

Advertí que a la vez que mantenía mis piernas flexionadas podía estimular mi clítoris con el talón de mis pies. Todo ello provocaba sensaciones nuevas en mi cuerpo. Era raro para mí estimular el clítoris con mi talón, era como un dedo gordo, torpe y áspero de la mano de un hombre, lo que lograba excitarme aún más. A la vez mis pechos se rozaban contra mis rodillas, y aún tenía libres mis manos para acariciarme por el resto de mi cuerpo. Inevitablemente una fue a parar a mis pechos y la otra a mi entrepierna.

Podía verme desnuda frente al espejo del baño sentada sobré la tapa del bidé, con una pierna flexionada tratando de estimular mi clítoris con el talón del píe, a la vez que refrotaba un pecho contra la rodilla y pellizcaba el otro con una de mis manos. Los dedos de la mano restante comenzaban a entrar y salir de mi interior. Podía verme con una cara de zorra frente al espejo en esa posición que lograba excitarme hasta límites desconocidos, al contemplarme a mi misma en posición tan indecorosa frente al espejo. Pensé en el imbécil de mi esposo, en qué pensaría si me viese de esa manera, no sería capaz de entenderlo, sería una pérdida de tiempo tratar de explicárselo. Nunca comprendería que estaba tan, tan, tan necesitada. Porque en el fondo era eso lo que veía reflejado en el espejo, una mujer desesperada hasta el punto de excitarse al más mínimo roce.

Enseguida los dedos que hurgaban en mi interior se aceleraron paralelamente a la proximidad de mi orgasmo. Mi mente y mi cuerpo ya estaban desbordados, de nuevo me imaginaba acariciando con mi pie la polla de Rafael a través de sus mallas. Incluso tuve que morderme en la rodilla para no chillar y alertar a los vecinos debido al placer que experimenté en los primeros espasmos de mi orgasmo cuando…

¡Ding, dong! Llamaron a la puerta.

“Maldita sea no puede ser” pensé.

¡Ding, dong, ding dong, ding dong! insistían en llamar al timbre de la puerta.

“No, ahora no, por favor, justo ahora no” el sonido del timbre logró interrumpir mis pensamientos y las sacudidas de mi cuerpo.

¡Ding, dong, ding, dong!. Continuaban llamando al timbre enérgicamente.

Ya no podía concentrarme, y tuve que parar lo que estaba haciendo, aplazando muy a mi pesar mi orgasmo para otra ocasión.

Por la hora supuse que sería mi madre. ¿Quién si no podía ser tan inoportuna a media mañana?. Además solo ella solía llamar de esa manera tan insistente a la puerta. Así que me anudé el albornoz a la cintura, y bajé a abrirle la puerta tal y como estaba, con el pelo aún húmedo, bueno… el pelo y algo más.

Para mi sorpresa nada más abrir la puerta de casa me encontré un tipo de traje y corbata. Yo me esperaba muy segura a mi madre, y no me lo podía sospechar.

.-“Hola” dijo el personaje, “tenía una visita  aquí cerca y pensé que podría pasar a entregarte esto” dijo ofreciéndome una camiseta entre sus manos. Su particular acento al hablar me puso en alerta.

Era la camiseta de mi esposo y que le presté a Rafael el día del accidente. Entonces lo reconocí por su tono de voz, se trataba del mismísimo Rafael. No lo había reconocido hasta entonces con el traje y la corbata puestos, estaba tan distinto a como lo recordaba. No me lo esperaba y me costó reaccionar.

.-“Perdona si te he molestado” dijo esperando a que reaccionase y temiendo que me hubiese pillado en un mal momento al verme con el albornoz puesto.

.-“¿Guardaste mi camiseta?” preguntó con su característica entonación sudamericana, como tratando de recuperar su prenda.

.-“Oh no, no molestas, para nada, simplemente acabo de salir de la ducha, pasa, pasa, pasa un segundo, enseguida te la bajo” le dije titubeando sin salir de mi asombro, y abriéndole la puerta de casa para que pasase al interior.

.-“Puedes esperarme aquí bajo, la tengo arriba” le dije mientras le hacía indicaciones para que pasase hasta el salón de casa en la planta baja y me diese tiempo de subir por su prenda.

Al subir las escaleras me percaté que sin querer me había puesto de nuevo colorada como un tomate. No era para menos, el tipo que hace unos segundos  me estaba proporcionando uno de los mejores orgasmos de mi vida tan solo con la imaginación, estaba ahora de cuerpo presente en el salón de mi casa.

Cuando regresé del piso de arriba, Rafael me esperaba sentado tímidamente en el tresillo del salón.

.-“Ten, me tomé la molestia de lavarla y plancharla” dije al tiempo que le entregaba su camiseta.

.-“Oh, muchas gracias, no tenías porque haberte molestado” replicó él.

.-“No ha sido ninguna molestia, todo lo contrario” dije mostrándole agradecimiento.

.-“Veo que andas mucho mejor de cómo te dejé” pronunció acto seguido tras observar como había subido y bajado las escaleras.

.-“Mucho mejor” le sonreí al recordar el fatídico día “por cierto…, no te he ofrecido nada ¿quieres tomar algo?, no sé… ¿un café, una cerveza, un refresco…?” le pregunté por educación, aunque realmente lo que trataba era de retenerlo un poco en mi casa. Creo que inconscientemente quería estar un rato más con él, su presencia me era agradable, y la educación al ofrecerle algo un simple pretexto para gozar de su presencia.

.-“Pues mira, sí, un refresco me sentaría bien, si no es inconveniente” replicó aflojando levemente el nudo de su corbata “está haciendo mucho calor hoy” trató de justificarse, aunque los dos sabíamos que se trataba de una excusa por parte de ambos para estar un ratito juntos.

Yo marché a la cocina por un par de refrescos, a mi regreso me senté junto a él en el tresillo dejando las bebidas sobre los posavasos de la mesita central. Rafael le dio un largo trago a su coca cola, se notaba que tenía la garganta reseca, luego me dijo:

.-“Se me hacía raro no verte haciendo ejercicio por el parque” pronunció sin mirarme a los ojos, evitando la mirada.

.-“A mí también, no creas, tengo unas ganas locas por volver a correr, aunque no te lo creas he engordado” dije imitando a mi invitado y dando otro trago a mi refresco.

.-“Mujeeer, tú estás muy bien. No necesitas adelgazar, se te vé muy hermosa. Ya quisieran otras.” Se le notó entusiasmado hablando de mi cuerpo, y dicho esto trató de cambiar de conversación. ”Pero dime… ¿Qué te ha dicho tu médico?” me preguntó interesado en desviar el tema.

.-“Mañana tengo hora en su consulta, me dijo que pasase a los quince días y cumplen mañana. Lo cierto es que me vinieron muy bien tus recomendaciones, sin duda han ayudado a recuperarme.  Espero que me dé el alta médica” traté de explicarme emocionada ante la idea de volver a correr a su lado.

.-“¿Me dejas que le dé un vistazo a ese tobillo?”  preguntó al tiempo que se levantaba del sillón para quitarse la chaqueta y recogerse los puños de la camisa casi a la vez que se aflojaba del todo el nudo de su corbata.

Con tanta decisión por su parte me fue imposible contrariarlo.

.-“¿Por qué no?” murmuré, y antes de que pudiera negarme Rafael estaba a mis pies observando detenidamente el tobillo, igual que cuando me atendió en el coche en el parking.

.-“Dime si tienes alguna molestia al hacer este movimiento” me preguntó a la vez que estiraba mi pie.

.-“No, ya no” le dije orgullosa de mi recuperación.

.-“¿Y ahora?” preguntó de nuevo a la vez que forzaba la posición a un lado y al otro.

.-“La verdad es que ya no me duele” dije observando a Rafael que acariciaba mis pies con suma delicadeza arrodillado ante mí. Me llamó la atención el mimo y el cuidado que ponía cada vez que sus manos entraban en contacto con mi piel.

.-“Esto tiene muy buena pinta, pronto volveremos a correr juntos por el parque”. Pronunció con su particular acento a la vez que acercaba su maletín para extraer lo que parecía una pomada de su interior.

Yo lo miraba embobada, la situación se estaba desarrollando muy parecida a como tantas veces había imaginado en mis momentos más íntimos. Cambiaba un poco el escenario y los ropajes, pero el acto era prácticamente el mismo.

Aproveché esos momentos de desconcierto para observarlo detenidamente. No podía explicarme lo que ese hombre provocaba en mí, pero lo cierto es que me gustaba tenerlo allí, con su cuerpazo y su acento postrado ante mis pies. No pude evitar fijarme en su paquete tras el pantalón de tela. Lástima que ahora no llevase las mallas, le sentaban tan, tan, tan, pero que tan bien.

Su mimo, su cuidado, su atención al tocarme, provocaban que de alguna manera me hiciera sentir especial. Y aunque yo era una mujer casada y decente, era inevitable que su presencia me fuese algo más que agradable, despertando en mí sentimientos que creía adormecidos. Quise retener esos momentos en mi memoria sabiendo que luego me traerían tan buenos recuerdos como los que ya había disfrutado. Al menos esa era mi única intención.

Rafael por su parte puso un poco del gel terapéutico en sus manos y comenzó a darme la pomada en el pie accidentado, el pie izquierdo. Era como una de esas cremas relajantes con efecto refrescante. Agradecí con una sonrisa que estuviera dispuesto a darme un pequeño masaje, aunque al mismo tiempo una sensación como de vergüenza se apoderaba de mi. Aparte de estar aún tan solo con el albornoz puesto, como la gran mayoría de las mujeres considero que los pies no es una zona espacialmente sexy de mi cuerpo, y a la hora de la verdad estaba un poco abochornada. Menos mal que había tenido tiempo de dedicarles cuidados y estaban presentables.

Además me sentía algo intimidada ante el hacer de Rafael. No era habitual en mí dejarme llevar por las circunstancias, siempre me ha gustado dominar la situación, y en cambio, aún en mi propia casa Rafael estaba llevando con resolución la iniciativa. Él por su parte, como leyendo mis pensamientos dijo:

.-“Tienes unos píes muy bonitos” y una vez terminó de expandir la crema en el pie izquierdo pasó a extender más crema sobre el otro pie.

.-“Gracias” dije algo cohibida por sus caricias y la situación.

Reconozco que era la primera vez en mi vida que un desconocido me acariciaba lo pies de esa manera. Además Rafael no mostraba ningún tipo de pudor a la hora de extenderme la crema, como si disfrutase de lo que estaba haciendo. Muy parecido a como había imaginado tan solo hace unos momentos antes de la interrupción.

.-“Posiblemente los píes más bonitos del mundo” dijo esta vez mirándome fijamente a los ojos desde su posición como queriendo decir algo más. Yo no me podía creer lo que escuchaba, incluso pensé que sería fruto de mi imaginación y que aquello no podía estar sucediéndome. Unas mariposas comenzaban a revolotear de nuevo en mi estómago. ¿Pero qué me estaba pasando?.

.-“Eso se lo dirás a todas” quise coquetear con él mientras cerraba meticulosamente los laterales de mi albornoz sobre mis piernas tratando de llamar su atención  y él permanecía arrodillado a mis pies.

.-“No en serio, tienes unos píes muy bonitos, y mira que veo unos cuantos al cabo del mes” hizo un breve silencio para tragar saliva y luego continuar diciendo “además ahora con esta crema te olerán muy bien” dijo al tiempo que acercaba ambos píes a su nariz inhalando su aroma, como quien no quiere la cosa, con mucha naturalidad y simpatía, pero sin duda en un gesto osado por su parte, que interpreté como toda una declaración de intenciones.

Hace tan solo unos días que acababa de leer “El Alquimista” de Paulo Coelho, y lo que decía su autor, eso de que todo el universo conspira para que suceda aquello que deseas. No podía creerlo pero estaba sucediendo. ¿Tanto lo había deseado?.

.-“No sé cómo te pueden gustar los píes” le pregunté jugueteando y tratando de adivinar sus intenciones mientras observaba cómo procedía a masajear mi píe lastimado.

Sin habérselo pedido me estaba dando un quiromasaje relajante en toda regla.

.-“Dicen mucho de una mujer” pronunció al tiempo que comenzaba a acariciar mi pie desde el tobillo hasta la punta de los dedos.

.-“Ah siií, ¿y qué dicen los míos?” pregunté dejándome llevar por la curiosidad y sus caricias.

.-“Por ejemplo, veo que no tienes durezas, eso quiere decir que usas el zapato adecuado. Seguramente porque te gusta cambiar de zapatos con frecuencia” me dijo mientras continuaba masajeando el primer pie arrodillado ante mí.

.-“Es verdad”, dije yo “si pudiera tendría una habitación llena de zapatos” le confesé una de mis debilidades entre alguna risa por parte de ambos.

.-“Es normal” dijo ahora él, “todas las mujeres suelen sufrir de los píes y por eso os gustan tanto los zapatos” dijo concentrado en su tarea.

.-“Nunca lo había visto de esa manera” le respondí dejándome llevar en cada movimiento de sus manos.

.-“Por eso es difícil encontrar una mujer a la que le guste que le adoren los píes” dijo levantando la vista para mirarme una vez más fijamente a los ojos.

Sabía que me quería transmitir algo con su mirada y no podía creérmelo. “Tranquila Sara, seguro que son imaginaciones tuyas, estás tan alterada que te gustaría que sucediese de verdad, pero no son más que imaginaciones tuyas” pensaba mientras me dejaba llevar por las sensaciones del masaje. “Además, eres una mujer casada que se debe a su marido, y una cosa son las fantasías y otra muy distinta la realidad. Así que olvídate de hacer o de decir ninguna tontería. Deja que termine y se vaya cuanto antes” trataba de razonar en mi cabeza. “Una vez fuera de casa te imaginas lo que quieras, y continúas con tu vida” pensaba, y llegué a la conclusión que lo mejor sería cerrar los ojos y  recostarme un poco sobre el sillón tratando de relajarme.

Pero su última mirada continuaba martilleando mi mente impidiendo que me relajase del todo. Una lucha entre mis pensamientos y mis sensaciones  comenzaba a librarse en mi interior. Yo hacía todo lo posible por abandonarme a sus caricias y tratar de relajarme.

Aún con los ojos cerrados como estaba, no podía dejar de darle vueltas a la cabeza. Estaba casi segura de que pretendía decirme algo más, y que por el contrario le daba como vergüenza. Como dudando de dar un primer paso del que luego arrepentirse. Trataba de adivinar lo que me quería decir al mismo tiempo que sus manos lograban que cada pasada me relajase un poco más. De nuevo concluí que  lo mejor sería dejar de pensar, relajarme y aprovechar el masaje que me regalaba aquel pedazo de profesional que tenía arrodillado ante mí.

Rafael friccionaba ahora con energía en el lateral de mi pie. Lo cierto es que poco a poco, caricia a caricia, estaba rebajando mi tensión. Luego realizó movimientos circulares con su puño en la planta. Yo continuaba con los ojos cerrados abandonada a las ricas sensaciones que me producía. Rafael continuaba masajeándome el pie a la vez que yo me relajaba cada vez más y más con sus maniobras.

Hacía un rato que el silencio se había adueñado de la situación. El hacía y yo me dejaba hacer. Ya no pensaba en nada, mi mente hacía un rato que estaba en blanco, abandonada por completo a las sensaciones que transmitía mi cuerpo.

Desperté de mi estado de ensoñación cuando Rafael cambió del pie lastimado al pie derecho, comenzando a acariciar con sus manos mi otra extremidad. Aunque ese píe estaba perfectamente, advertí que repetía los mismos movimientos que hizo anteriormente y de nuevo me relajé dejándole hacer. Era la primera vez en mi vida que me masajeaban los píes a conciencia y desde luego era muy placentero.

.-“Sabes…” me dijo ahora a media voz. ”Existen diversos tipos de técnicas”. Pero aunque él trataba de hablar, era yo quien forzaba un silencio entre los dos, tan solo de vez en cuando afirmaba con la cabeza por simple educación.

.-“Mm, mm” asentía, dándole a entender que me gustaba lo que hacía.

.-“Existe el llamado masaje maya, el masaje tántrico, también están el masaje japonés, el masaje brasileño,…” sus palabras quedaron en suspense al hacerse totalmente evidente que apenas lo escuchaba en mi estado.

Y es que era inevitable no abandonarse ya del todo a sus caricias. Al principio me acariciaba el pie desde el tobillo hasta la punta de los dedos, luego se centró en el talón durante un buen rato. A continuación le dedicó tiempo a cada uno de los dedos de mi píe. Presionaba en su base para luego estirarlos. De nuevo hizo presión con su puño sobre el arco para acto seguido buscar con sus dedos en los puntos clave de mi planta.

.-“Uhhhm” que rico gemí esta vez con los ojos cerrados sin poderlo evitar mientras Rafael continuaba con sus caricias. Era evidente que estaba ya entregada, rendida a su masaje.

Fue el turno de pasar de la planta del pie al tobillo. Realizó pequeños movimientos circulares alrededor de la articulación. A esas alturas yo estaba en la gloria. Realizó unos cuantos movimientos más que apenas recuerdo debido al estado de relajación en el que me encontraba. Mi mente hacía tiempo que estaba en blanco.

De esta forma se entretuvo un rato más antes de pasar a masajearme el gemelo comenzando desde detrás de mi rodilla. Fue en el momento de notar sus manos acariciando mis piernas, cuando abrí los ojos un instante alertada por su tacto en esa zona de mi cuerpo.

Creí morirme de vergüenza al regresar de mi estado de ensoñación y cruzar por unas décimas de segundo nuestras miradas.

Sin querer había estado abriendo y cerrando mis piernas inconscientemente al son de las caricias de Rafael, y aunque era un leve movimiento fruto de la relajación en la que había caído, había sido lo suficiente como para dejar que las puntas de mi albornoz resbalasen por mis piernas y dejar que éste estuviera confusamente entreabierto. Sorprendí a Rafael desde su posición a mis píes mirando descaradamente en dirección a mi pubis.

Abrí mis ojos apenas un instante y los cerré de nuevo muerta de vergüenza, sin saber cómo reaccionar, ni qué hacer, ni qué decir.

“¿Me estará viendo algo?” pensé mientras me refugiaba de sus furtivas miradas cerrando los ojos con fuerza tratando de disimular mi estupor.

“Sara, deberías cerrar las piernas” pensaba abochornada.

“Ya pero si lo haces ahora te dejarás en evidencia” trataba de pensar en encontrar una solución honrosa a la situación.

“Tranquila mujer, no hagas nada que te delate, además, llevas el albornoz abrochado, seguro que son imaginaciones tuyas, seguro que no ha visto nada” trataba de consolarme mientras mi mente se debatía sobre el correcto proceder en ese tipo de situaciones.

“Ya, pero… ¿y si me está viendo todo desde su posición?, ¿qué pensará de mi?. Pensará que soy una descarada”, mi cabeza no dejaba de dar y dar vueltas a lo que me había parecido ver y no me resignaba a aceptar.

“Piensa Sara, piensa” me repetía mentalmente “piensa una excusa para parar toda esta locura”.

De nuevo me sorprendió el contacto de las manos de Rafael en mis piernas interrumpiendo mis pensamientos.

Sin poder hacer nada para impedirlo las manos de Rafael sobrepasaron mi rodilla para comenzar a extenderme crema sobre el muslo de mi pierna. Había estado tan concentrada en mis temores, que apenas había prestado atención a las caricias de Rafael. Ya había concluido con mi gemelo, y ahora pretendía continuar masajeando mi muslo. Para colmo podía notar como comenzaba a humedecerse mi entrepierna. Yo misma podía reconocer el olor procedente de mi zona más íntima y personal. Sin querer, me estaba poniendo cachonda con sus caricias, mis temores y su presencia.

Inevitablemente mi cuerpo se tensó al contacto de sus manos en mi piel en esa zona de la pierna, tan solo reaccioné cerrando los ojos con más fuerza, aprisionando los cojines del sillón entre mis puños, y muy contraria a mi voluntad dejándole hacer. Rezando porque terminase de una vez y se marchase de casa.

Rafael al ver mi reacción aprovechó para subir un poco más con sus manos embadurnadas en crema por toda la parte alta de mis muslos. Yo me refugiaba  tras mis ojos cerrados con fuerza, hasta el extremo de quedar reflejada una mueca de resignación en mi rostro. Los cojines del sofá estaban ya deformados de la fuerza con la que los estrujaba.

Él aprovechó a esparcir la crema de sus manos deslizándolas incluso por debajo de la tela de mi albornoz. Cada vez que repetía la maniobra lo hacía un poco más arriba, despacio, sin prisa, observando mis reacciones ante su osadía. Cada vez más atrevido dada mi pasividad. Yo consentía en silencio cada centímetro que avanzaba. Estaba segura de que podía notar mi tensión, mis dudas y mis súplicas. Lo sabía y así me lo hizo saber.

.-“Tranquila, relájate, si estas incómoda por la posición puedes apoyar tu pie en mi” dijo al tiempo que cogía mi pie derecho sutilmente en su mano, y lo dejaba descansar en sus pantalones sobre su mismísima entrepierna, como quien no quiere la cosa, como siempre, con naturalidad. Dejándome muy claro que le agradaba el contacto supuestamente involuntario entre mi pie y sus partes aún por encima de la tela de su pantalón.

¡Dios mío aquello no podía ser cierto!. Podía apreciar la dureza de su miembro con mi pie a través del pantalón. ¡Era tal y como había imaginado!. La sentía tan solo en estado morcillona y ya podía notarla desde mi talón hasta la punta de mis dedos.

“No, no, no, no, no, no, no esto no puede estar sucediendo” me repetía en mi cabeza una y otra vez como un mantra.

Creo que dí un respingo y todo sobre el sofá al notar el inesperado contacto de mi pie y su entrepierna. Es que era tal y como había fantaseado tantas veces con anterioridad, y aún con todo continúe inmóvil con los ojos cerrados y estrujando absurdamente entre mis manos los cojines del sillón. Estaba desesperada tratando de relajarme inútilmente.

“Dios mío por favor que termine todo esto”. Rezaba mentalmente porque todo aquello llegase a su fin.

Rafael aprovechó mi desconcierto para deslizar sus manos hasta la parte más alta y tierna de mis muslos, dónde la piel es más suave, rozando incluso de una sutil pasada con el torso de sus manos mis labios vaginales.

Los labios de mi boca se entreabrieron al unísono de la caricia, dejando escapar un tímido suspiro, a la vez que mi pelvis comenzaba a describir pequeños circulitos acompasando la maniobra de Rafael. Estaba claro que en esos momentos era incapaz de parar la situación.

“No por favor, que se pare, que se pare, que se pare…” repetía mi cabeza paralizando mi cuerpo.

Estoy segura de que Rafael me observaba y disfrutaba del momento, y así aprovechó para deslizar sus manos de nuevo por toda mi pierna, hasta rozar otra vez en una nueva pasada con el torso de sus manos mis labios vaginales. Ya no quedaba ninguna duda,  me había acariciado en mi parte más íntima y yo permanecía inmóvil, impasible ante los hechos, incapaz de negarme a nada, aferrada al sillón como única salvación, estrujando inconscientemente los cojines de alrededor como si eso fuera a detener las claras intenciones de Rafael. Para colmo mi humedad y mi olor me delataban.

Antes de que pudiera suspirar de nuevo si quiera, Rafael aprovechó para deslizar sus manos de nuevo por toda mi pierna hasta rozar esta vez con la yema de sus dedos por mis labios vaginales. La búsqueda del contacto por su parte fue totalmente intencionada.  No me quedó otra para disimular que morderme los labios conteniendo los gemidos de placer inevitables.

La maniobra se repitió un par de veces más. Rafael pudo comprobar mi estado de dejadez antes sus incursiones, creo que incluso pudo apreciar la humedad  y el calor que desprendía mi parte más íntima. Estaba siendo todo ya muy descarado.

De repente se detuvo en sus caricias sorprendiéndome de nuevo.

Juro que sucedió todo muy deprisa para mí.

Continuaba postrado a mis pies, y en esa posición aprisionó con una de sus manos mi pie que descansaba en su entrepierna contra su miembro, mientras con la otra mano levantaba mi otro pie hasta su boca.

Pude comprobar sin ninguna duda ya la dureza de su miembro aplastado contra mi pie izquierdo, mientras abría los ojos para contemplar incrédula como Rafael introducía el dedo gordo de mi pie derecho en su boca y comenzaba a chuparlo con auténtico fervor.

Quise chillar, pararlo, detener tan extraña situación, todo era raro y complejo a la vez, y en cambio… no hice nada, estaba completamente alucinada.

Para colmo en su maniobra, tiró de mi cuerpo de tal forma que quedé sentada en el borde del sillón, al subir mi pierna hasta su boca mi albornoz se abrió de par en par descubriendo ante su vista mi pubis rasurado, quedando mi zona más íntima totalmente expuesta ante él en esa posición.

Sus ojos se abrieron como platos al advertir mi desnudez, aunque para mayor aún de mi sorpresa los cerró enseguida tratando de concentrarse en el aroma que desprendía  mi pie y en chupar con auténtica devoción cada uno de mis dedos.

Yo lo miraba estupefacta, no sabría cómo describir la situación. ¿Qué clase de pervertido era?. Por una parte me sentía deseada hasta límites insospechados antes para mi, por otra no sabía que pensar de todo lo que estaba sucediendo.

Creo que era esto último lo que paralizaba mi cuerpo, una situación tan inesperada como deseada.

Una cosa estaba clara, aquel personaje estaba más interesado en lamerme el pie que en devorar otras partes expuestas de mi cuerpo, y eso que comenzaba a acariciarme levemente tratando de fijar su mirada en otra zona muy distinta de mi anatomía. Debo confesar que me sorprendía cada uno de sus movimientos más que el anterior, logrando que permaneciese inmóvil, observando y dejándome hacer. No podía creer que aquel hombre estuviese más interesado en chupar mis pies, que mis pechos, mi culo, la boca, o mi conejito. Ciertamente era desconcertante y de eso se aprovechaba.

Al fin parece que se dio por satisfecho y comenzó a besarme por el empeine y alrededor del tobillo sin dejar de mirarme a los ojos, se recreó subiendo por mi pierna con tímidos besitos, me besó por el interior del muslo hasta llegar a mi coñito. Se entretuvo en besarme alternando de una pierna a otra, pasando por el pubis. Se deleitaba besando mi rasurada zona y respirando mi aroma más profundo de mujer. Todo ello sin prisa, con calma, sin perderse mi rostro de vista, disfrutando de mi pasividad y gozando con mi desesperación que iba en aumento.

Yo estaba ansiosa porque sucediese lo inevitable ya a esas alturas. Mi pubis se movía en tímidas circunferencias al ritmo de su provocación. Mis pechos subían y bajaban al ritmo de mi respiración entrecortada. Un calor sofocante inundaba mi cuerpo. Mi corazón latía acelerado. Ambos sabíamos que habíamos superado el punto de no retorno, y ya no había vuelta atrás. Suplicaba mentalmente porque terminase con esa tortura a la vez que mi cuerpo respondía cada vez más a sus estímulos.

Rafael parecía adivinar mi lucha interna tras mis ojos cerrados a cal y canto, y al fin pude notar su lengua recorriendo de abajo arriba mi parte más íntima, separando mis labios vaginales, a la vez que su saliva se mezclaba con mis fluidos que esperaban impacientes por manar al exterior. Mí perfume más íntimo se apoderó de la estancia. Pasó su lengua muy despacio, observando mi reacción, degustando mi sabor y mi aroma. Mi cuerpo tembló de excitación.

Aunque en esos momentos me hubiera gustado sentirme la única mujer en el mundo a la que hubiese poseído ese portento de hombre, por su habilidad y por sus maneras, no tuve ninguna duda de que lo había hecho un montón de veces con anterioridad.

.-“Uuuhmmm” no pude evitar gemir al notar su lengua explorando en mi interior a la vez que pensaba que Rafael era un autentico sinvergüenza. Era incuestionable que eso se lo hacía a muchas de sus clientes. Me agitaba inquieta por lo que pudiera hacerme. Temía perder el control. Estaba claro que aquel extranjero del otro lado del atlántico sabía proporcionar placer a una mujer.

“Menudo cabrón”, pensé “¡Qué bien lo hace!, seguro que esto se lo ha hecho a otras muchas” deduje de su maestría. Pero en esos momentos me importaba un carajo, es más, por alguna extraña razón lograba que acrecentase mi excitación. Supongo que era parte de su encanto. Estaba inmersa en una nube de placer y me daba todo igual, llegados a ese punto tan solo quería acabar con el malogrado orgasmo de hacía un rato en el baño había sido interrumpido.

“Este cabrón se ha sabido aprovechar” pensé antes de cerrar los ojos y acomodarme en el sillón dispuesta a disfrutar lo mío. A esas alturas tenía claro que él quería complacerse con mi cuerpo y yo exprimir el suyo. Quise que mis piernas descansasen cada una sobre los hombros de Rafael. Estaba decidida a gozar lo máximo posible de aquella aventura. Seguramente nunca tendría otra oportunidad igual. Así que lo agarré del pelo y retuve su cabeza entre mis piernas. Lo necesitaba, necesitaba correrme fuese como fuese.

.-“Eso es, uuuhmm me gusta, me gusta mucho lo que me haces cabrón, cómemelo” susurré mientras le revolvía el pelo entregada a disfrutar del cunnilingus que me estaba haciendo.

Rafael por su parte se esmeraba en su proceder. Al principio recorría de abajo arriba mis labios vaginales, lamiendo mis fluidos que emanaban a borbotones. Luego localizó mi clítoris con la punta de su lengua y procedió a estimularlo de abajo arriba, de un lado a otro y con movimientos circulares. Su lengua tililaba alrededor de mi clítoris sin parar. Aquel tipo estaba logrando emputecerme como nunca antes hubiera imaginado que me dejaría llevar.

No os lo vais a creer pero lo que más morbo me daba en esos momentos era notar el contacto de sus orejas y su barba prisionero entre mis muslos. Bueno eso, y el hecho de que mi marido nunca me había devorado antes de esa manera.

Ya no aguataba más, estaba a punto de correrme y así se lo hice saber a Rafael.

.-“Para Rafael, me corrroooh” grité a la vez que aprisionaba aún más su cabeza con fuerza entre mis piernas y me aferraba con mis manos al pelo de su cabeza. Nada más informarle de mi estado Rafael me dio un par de mordisquitos en mi clítoris que me enloquecieron hasta límites insospechados para mí.

.-“Para, para, para por favor, quiero que me folles” dije totalmente fuera de mi, deseosa por correrme siendo penetrada. Pero Rafael no hizo mucho caso y continúo afanado degustando mi esencia de mujer más profunda.

.-“Para por favor, quiero que me folles, oyes. Quiero que me la metas” imploré esta vez tratando de impedir que continuase agitando mi cuerpo a un lado y a otro.

Rafael se detuvo, me miró a los ojos desde su posición, y sin dejar de tener en todo momento contacto visual entre los dos se incorporó y se puso poco a poco en pie. Se sonreía y se relamía en todo momento sin dejar de observarme de manera lasciva.

Yo lo miraba muerta de vergüenza, en mi interior sabía que lo que acababa de pedirle no estaba nada bien, era una mujer casada. No debía haberle pedido tal cosa, es más, debería pedirle que se marchase, pero en esos momentos necesitaba correrme, mi cuerpo tenía urgencia, estaba desesperada y él lo sabía.

Rafael me leía siempre el pensamiento, y se incorporó para ponerse en pie justo delante mío. Se sonrío al comprobar el pánico que reflejaba mi rostro mientras se desabrochaba el pantalón  a escasos centímetros de mi cara. Se tomó su tiempo. Se regocijaba con la expresión angustiada de mi rostro. Yo en cambio me mordía los labios temerosa por lo que estaba a punto de suceder. Se quitó deprisa la camisa antes de dejar caer sus pantalones  y colocarlos a mi lado en el sillón. Creo que con esta maniobra buscaba intencionadamente la proximidad de su entrepierna a mi cara.

¡Dios mío! Mostraba un bulto insultante escondido tras sus calzoncillos de Kelvin Clain. Creo que llegué incluso a babear con la boca abierta. Y era eso precisamente lo que él quería: que mantuviese la boca abierta.

.-“Quieres verla, ¿verdad?” pronunció disfrutando al comprobar mi impaciencia.

Asentí con la cabeza al tiempo que yo misma tiraba hacia abajo de sus calzoncillos desnudando ante mis ojos su descomunal miembro, el cual rebotó como un resorte ante mi vista.

Juro que nunca había visto nada igual. En esos instantes me pareció la más hermosa del mundo, me pareció gruesa, larga, dura, bien descapullada. Podían verse sus venas entre el poco pelo a su alrededor. Seguramente se depilaba o recortaba los pelillos. Su piel era algo más clara en esa zona que en el resto del cuerpo, lo cual centraba mi atención. Me llamó la curiosidad el color morado-rojizo de su capullo.

No pude resistirme, deseaba tenerla en mis manos, sopesar su tamaño entre mis dedos, necesitaba acariciarla e inevitablemente así lo hice. Rafael miraba orgulloso como relucía el anillo de compromiso en mi mano alrededor de su verga. Sabía perfectamente de mi lucha interna entre el deseo y la razón, y se sentía ganador.

Nada más asirla pude comprobar cómo daba un pequeño respingo y aumentaba aún más si cabe en su tamaño. Me costaba rodearla entre mi dedo pulgar e índice, Sin duda mucho más grande que la de mi marido. Una bocanada de su olor penetró por mi nariz, y de repente supe que quería tenerla dentro de mí. Sentí un deseo irrefrenable por gozarla en mi interior.

Rafael en cambio tenía otras intenciones, y antes de que volviese a suplicarle que me follase, me sorprendió sujetando mi cabeza entre sus manos y haciendo fuerza por restregar mi cara por su polla. Estaba claro lo que pretendía y lo que quería.

Hubiese preferido que me penetrase de una maldita vez, y sin embargo accedí a introducirme aquella monstruosidad en la boca. Debo decir que nunca había sido muy partidaria de practicar sexo oral con mi marido, era algo que no me complacía especialmente con mi esposo. En cambio en esta ocasión estaba decidida a darme a mi misma una oportunidad para tratar de disfrutar de la felación e intentar satisfacer a mi amante, así que no opuse resistencia, abrí mis labios para recibirla.

Después de saborearla como un cucurucho le dí un beso mientras lo miraba desde mi posición a los ojos. Luego la lamí de abajo arriba unas cuantas veces sin perder en ningún momento el contacto visual entre los dos.  Deduje de su expresión que le gustaba que lo mirase mientras se la chupaba y así lo hice en todo momento. Tras un rato en esa postura decidí introducírmela de nuevo en la boca para jugar con la punta de mi lengua en su glande.

.-“Joder Sara que bien la chupas” exclamó Rafael al comprobar los movimientos de mi lengua en su miembro. Saqué en claro por su comentario que tenía motivos para compararme con otras amantes. Posiblemente serían más de las que me gustaría saber.

Quise demostrarle que era la mejor y me esmeré todo lo posible. Se la devoraba ensimismada en mi posición. Todavía estaba sentada sobre el borde del sillón y Rafael en pie enfrente mío. Perseguí llevar la iniciativa, así que agarré su miembro con una de mis manos y comencé a meneársela a la vez que mi boca chupaba tratando de acompasar el ritmo. Rodeé con la otra mano su cuerpo hasta agarrarme a la musculosa nalga su culo. Era la primera vez en mi vida que tocaba el culo desnudo de un hombre que no era mi marido, y hasta el trasero de este tío me parecía duro y poderoso a mi tacto.

Me aferré a su nalga notando como lo apretaba con cada espasmo que experimentaba su polla en mi garganta. Quedaba claro que estaba a punto de correrse en mi boca, y eso era algo que no deseaba. Así que me detuve para mirarlo a los ojos desde mi asiento.

Menuda carita de zorra que debí poner al interrumpir la maniobra. Esta vez era Rafael quien mostraba desesperación en su rostro y me gustó saber que era yo quien tenía la sartén por el mango, nunca mejor dicho.

.-“Pero ¿qué haces zorra?. No pares. ¡Continúa!” espetó Rafael al tiempo que hacía fuerza con sus manos por sujetar mi cabeza y restregar mi rostro contra su polla tratando de que continuase chupándosela.

Resonó en mi mente el hecho de que me llamase zorra, fue como la voz de alarma en ese momento de lo que sucedería más tarde, pero ni tan siquiera mi instinto de mujer podía detener en esos momentos las prioridades más urgentes de mi cuerpo.

.-“Fóllame” supliqué contemplando su rostro desde mi posición al borde del asiento con su polla de por medio.

Rafael dejó de sujetarme la cabeza.

.-“Fóllame, por favor” imploré de nuevo al tiempo que abría mi albornoz de par en par exhibiéndome enteramente desnuda ante él, y reclinándome sobre el sillón.

.-“¿A qué estas esperando?, campeón” dije abriendo mis piernas todo cuanto pude, y acariciándome los pechos ante él “quiero que me la metas” dije al tiempo que trataba de chuparme yo misma uno de mis pezones con la lengua intentando provocarlo.

Rafael se sacudió la polla ante mí un par de veces antes de arrodillarse en el suelo.

.-“Joder Sara, menudo cuerpazo tienes” pronunció al tiempo que apuntaba la punta de su polla contra mis labios vaginales.

.-“Eso es, métemela”, dije al tiempo que yo misma cogía su polla con mi mano y la acoplaba entre mis pliegues más íntimos ayudándole en la labor.

No se lo pensó dos veces, Rafael empujó antes de que le dijese nada. Me la clavó de un solo empentón, sin miramientos, sin esperas ni contemplaciones.  Incluso me lastimó un poco.

.-“Aaaayyy” tuve que chillar de dolor al sentir como me penetraba de manera tan brusca. Aún no había ni lubricado ni dilatado lo suficiente.

Por un momento creí desgarrarme por dentro al notar cómo semejante polla se abría camino a la fuerza dentro de mí, podía apreciar toda su dureza friccionando acaloradamente mi interior, barrenando y separando literalmente mis paredes vaginales.

A Rafael pareció agradarle lo ceñida que podía notar su polla en mi interior, empujó de nuevo en un segundo golpe de riñón, y esta vez pude concebir como alcanzaba las paredes más profundas de mi interior.

.-“Aaaaayy” grité de nuevo al sentirme profundamente penetrada.

Supongo que Rafael confundió mi alarido de dolor con placer, y por eso se agarró con ambas manos a mi cintura comenzando a moverse a un ritmo frenético en busca de su propio placer. A mí en cambio me estaba costando dilatar y disfrutar.

Pretendí detener su ritmo imperante, lo rodeé con mis piernas en su cintura tratando de evitar ese ímpetu tan violento contra  mi cuerpo. Incluso lo arañé en la espalda, cosa que aún lo excitó más. Por unos momentos era todo como un forcejeo en silencio, yo trataba de acompasar los ritmos y él de imponer el suyo.

No dejábamos de mirarnos a la cara el uno al otro. Él gozaba con mi resistencia, mis ganas, mi desesperación y mi cara de súplica que le gritaba en silencio que no, que así no, que no lo estaba disfrutando. Le imploraba con los ojos porque me esperase. Se me notaba concentrada en tratar de extraer el máximo placer alcanzable con cada embestida suya. Placer que por otra parte me costaba arrancar y el muy cabrón lo sabía.

No lograba entender su actitud y eso me desesperaba aún más. Era como si se tratase de una absurda competición entre los dos por alcanzar primero el orgasmo. Rafael se sabía con ventaja, y yo le suplicaba con la mirada que por favor me esperase, que necesitaba algo más de tiempo. Resignada por alcanzarle, comencé a acariciarme mientras él me penetraba. Rafael me observaba orgulloso.

No podía creer que aquel cabrón buscase correrse en mí y punto. Tenía que haber algo más. Hasta ahora siempre se había comportado como un caballero y uno como un auténtico hijo de puta, y pese a todo, Rafael no dejaba de mirarme a la cara en todo momento disfrutando tanto de mi cuerpo como de mi desesperación.

Yo trataba de acariciarme exasperada por su actitud ambicionando alcanzar mi orgasmo antes que él. Mi clítoris estaba encharcado de fluidos y mis dedos resbalaban al tratar de mimarlo como merecía. Para colmo, el furor de sus asaltos golpeando mi cuerpo impedían el estímulo de mis dedos en los momentos más precisos. Era prácticamente imposible masturbarme con ritmo.

Hubo un momento en el que acepté con resignación que todo aquello no había salido como esperaba, me sentí derrotada, mal conmigo misma, e incluso llegué a retirarle la mirada a mi amante girando la cabeza.

Rafael me agarró de la barbilla con su mano y me giró el cuello para establecer de nuevo el contacto visual entre ambos.

.-“Mírame Sara, quiero que me mires” dijo al tiempo que me sujetaba por el cuello y embestía con más intensidad, más fuerza y más violencia. Entonces lo entendí todo perfectamente.

En ese instante podía leer en sus ojos claramente sus pensamientos: “Menuda puta más buena que me estoy tirando”. Porque eso es lo que era en esos momentos para él: una puta, un cuerpo en el que correrse y nada más. Para nada le importaban en esos momentos mis sentimientos, ni todo lo que estaba arriesgando en mi vida, ni mis necesidades como mujer. Cosas elementales para mí como el sentirme amada y querida, y cosas por el estilo. Tan solo era otra puta con la que acostarse. Una más en su lista. ¡Qué tonta había sido!. Me había engañado como a una adolescente. Mis ojos se enrojecieron a la vez que mis pensamientos.

Pude apreciar su mirada clavada en mis pechos que rebotaban al ritmo con el que él me cogía. Yo en cambio no podía dejar de pensar: “vamos cabrón, córrete cuanto antes y acaba con esto”. Así lo expresaba el brillo lacrimoso de mis ojos.

No me lo podía creer, mi sueño se estaba convirtiendo en una pesadilla. Tuve que aguantar unos veinte o treinta embistes más humillada de esa manera ante su atenta mirada. Y pese a todo, no podía evitar acariciarme yo misma tratando en vano de consolarme.

Hasta que pude comprobar los espasmos de su polla en mis entrañas. Inevitablemente abrí unos ojos como platos.

.-“No, dentro no” dije alarmada ante la posibilidad de que se corriese en mi interior. “Lo que me faltaba” pensé.

Pero mi amante hizo caso omiso a mis palabras y continuó culeando en busca de su propio placer.

.-“No, no, no, no, no, no, no, no, noooh” traté de hacerle entender que la situación no me estaba gustando.

Empecé a retorcerme con el cuerpo y las caderas tratando de que se saliese de mi interior, pero era un tipo bastante fuerte que me retuvo bien sujeta. Incluso lo golpeé un par de veces con mis puños en su pecho, pero era todo en vano.

Me detuve al notar las sacudidas de su pene en mi interior y como un líquido caliente y espeso me inundaba por dentro al mismo tiempo que mi amante bufaba como un mulo sobre mis pechos.

Tras un par de golpes de riñón más Rafael dejó de moverse. No me lo podía creer. No solo el hijo de puta no me había dado placer y esperado, sino que además se había corrido dentro.

Él en cambio me miró a la cara satisfecho por doble motivo. Por una parte había alcanzado su orgasmo con mi cuerpo, y por otra parecía regocijarse con mi enfado por lo que acababa de hacer.

.-“¿Ya?” le pregunté cabreada.

.-“Ya” respondió él satisfecho al tiempo que ambos podíamos apreciar como su polla perdía dureza en mi interior.

Yo lo miré expectante esperando por ver lo que se hacía. Esperaba que me sorprendiese de alguna manera. Todavía tenía la falsa esperanza por que volviese a ponérsele dura.

.-“Joder Sara, que suerte tiene tu marido” dijo al tiempo que salía de mi.

Yo lo miré indignada. Era un auténtico imbécil.

.-“¿Qué haces?” pregunté incrédula sin acertar a entender que todo hubiese terminado de esa manera y con la ilusión aún en mi alma de que hiciese algo por ayudar a que me corriese.

.-“Tengo una visita y no quiero llegar tarde” dijo al tiempo que recogía su pantalón de mi lado en el sillón y comenzaba a vestirse.

.-“¿Y yo qué, cabrón?, ¿piensas dejarme así?” le supliqué a la vez que comenzaba a acariciarme evidenciando mi desesperación y necesidad por correrme como fuese.

.-“Tal vez en otra ocasión preciosa, pero ahora tengo prisa” respondió a la vez que se ponía la camisa observando cómo me tocaba delante de él.

.-“No me lo puedo creer. ¿Te vas a marchar?” le pregunté a la vez que me masturbaba desesperada tratando de hacerle entender que tan sólo necesitaba una pequeña caricia por su parte.

.-“Tengo prisa, ya me he entretenido bastante” pronunció al tiempo que comenzaba a abotonarse la camisa y contemplaba con satisfacción como me masturbaba en su presencia totalmente exasperada.

.-“Eres un autentico hijo de puta” le increpé al escuchar su cínico comentario.

.-“Lo siento” dijo, “espero que pienses en mi cuando termines con lo que estás haciendo” pronunció regocijándose por la situación tan humillante a la que me estaba sometiendo.

.-“Eres un cabrón que no sabes follar como es debido” le espeté  en vano tratando de herirlo en su orgullo masculino, y con la intención de que regresase. Pero él continuaba impasible abotonándose la camisa.

.-“Maricón, no eres más que un maricón de mierda” Trataba de ridiculizarlo a la vez que lo insultaba, pero la que realmente estaba siendo vejada y humillada por la situación era yo y ambos los sabíamos.

.-“Caray Sara, no decías eso hace un rato” dijo con una sonrisa de oreja a oreja en su cara contemplándome.

.-“Quédate, tócame al menos, haz algo por favor” supliqué abandonada con los ojos cerrados y dispuesta a proporcionarme yo misma el placer que tanto necesitaba.

.-“Tal vez otro día” dijo mientras terminaba de abotonar su camisa.

Esta vez cerré los ojos concentrada en masturbarme y correrme de una maldita vez. Me importaba un bledo lo que ese imbécil pudiera hacer o ver, necesitaba correrme y en eso estaba. Introduje un dedo en mi interior, pero apenas podía notarlo. Necesité introducir un par de dedos en mi dilatada vagina para apreciar la fricción.

.-“Estas preciosa” dijo observando con asombro como extraía mis dedos y ambos podíamos contemplar atónitos el viscoso líquido blanquecino resbalando por mis dedos.

.-“Otro día probaré tu culito” pronunció ahora al tiempo que se daba la media vuelta y se despedía.

.-“Ni lo sueñes” espeté indignada por su actitud al tiempo que volvía a introducirme los dedos para agitarlos desesperadamente.

.-“Me quedaría a ver cómo te masturbas, pero tengo prisa” dijo ya de espaldas en dirección a la salida. Me costó escuchar sus palabras ahogadas tras el chapoteo de mis dedos entrando y saliendo.

.-“Ven aquí y folláme cabrón” grité por última vez al escuchar cómo abría la puerta de mi casa.

.-“Otro día preciosa, otro día” pronunció medio burlándose al tiempo que cerraba la puerta tras de sí.

Me sentía humillada, utilizada, engañada, y mal conmigo misma. Y en cambio no podía dejar de masturbarme pensando en lo que acababa de pasar. Para mi propia sorpresa, mi cuerpo comenzó a convulsionarse de placer. No sabría como describir la situación, pero mi gozo era mayor cuanto más pensaba en lo humillante que había sido todo para mí. Era como si me sintiese más mujer cuanto más habían abusado aquel macho de mi cuerpo para satisfacerse. Ineludiblemente mi cuerpo explotó en un maravilloso orgasmo. Incluso tuve que gritar de placer y morderme la boca para apaciguar mis alaridos que seguramente se oirían desde el exterior de la casa. Creo que nunca había experimentado nada igual. Un breve instante, que puso todo  mi cuerpo a temblar de placer.

Así terminó todo. Cuando mi cuerpo se recuperó mi alma no pudo evitar llorar. No sabría concretar si de gozo o de tristeza, pues estaba confundida por lo que me acababa de suceder.

Al día siguiente cuando acudí al médico tuve que pedirle la pastilla del día después por si acaso, y me alegré enormemente cuando me comunicó el alta para poder hacer running de nuevo. Estaba impaciente por volver a correr por el parque.

Besos,

Sara.

 

Relato erótico: Entre mi esposa y yo, nos follamos a la inquilina (POR GOLFO)

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no son dos sino tres2
Si alguien me dijera hace dos meses que se podía sacar algo bueno de esta puta crisis, con seguridad le hubiera sin-titulomandado a la mierda. No solo había perdido el trabajo sino que, debido a lo exiguo del paro, me estaba quedando sin ahorros.  Previendo que de seguir así la situación no íbamos a poder pagar la jodida hipoteca, me senté con mi mujer para decidir qué hacer.
-Deberíamos ir pensando en vender la casa- con dolor le informé.
Maite, consciente de nuestra pésima situación económica, se echó a llorar. El dolor por perder ese piso era mutuo, a mí tampoco me apetecía desprenderme de nuestra única posesión pero no se me ocurría nada más. Afortunadamente cuando ya habíamos acordado la venta, mi esposa llamó a su hermano y él le dio otra solución:
-¿Porque no alquiláis la habitación del fondo?
En un principio, Maite se negó en rotundo porque meter a un desconocido en casa significaría perder nuestra privacidad, pero entonces Javier le hizo cuentas:
-Por lo que me dices os faltan cuatrocientos euros al mes pues, antes de malbaratar la casa, alquila ese cuarto por esa cantidad y cuando las cosas mejoren, lo echas y sigues manteniendo tu hogar.
Visto desde esa óptica, tenía toda la puñetera razón por lo que antes de colgar el teléfono, Maite estaba convencida. A mí en cambio, la idea me gustó desde el principio por lo que al día siguiente colocamos una serie de carteles por el barrio. Durante una semana, nadie se interesó y cuando estábamos a punto de perder la esperanza, una mañana recibimos la llamada de una muchacha.
Recién llegada a Madrid por motivos de trabajo, necesitaba un sitio donde vivir y como no podía pagarse un piso para ella sola, cuando leyó nuestro anuncio decidió llamarnos. No que decir tiene que quedamos con ella ese mismo día. Al aparecer, nos quedamos de piedra:
¡La tal Rocío era un bombón!
Con veinticinco años y un metro setenta de altura, parecía sacada de una revista y para colmo su acento andaluz, le confería un gracejo que difícilmente pasaba desapercibido. Asumiendo que meter una preciosidad semejante en casa, no era buena idea, separando a mi mujer, le dije:
-Podemos esperar a otro inquilino.
Maite se me quedó mirando y extrañada, me preguntó el motivo de mis reticencias. Al escuchar que la única razón es que estaba demasiado buena, me contestó:
-Si lo que te preocupa son mis celos, olvídate. Confió en ti- tras lo cual cerró el trato con la morena.
Mientras lo hacía, no pude evitar comparar a esas dos mujeres. Ambas eran atractivas a su manera. Aunque mi futura inquilina era una autentica belleza andaluza, alta, guapa y dotada por un par de pechos de locura, mi esposa no tenía nada que envidiarle. Mas baja y con unas caderas mas prominentes, tiene un culo cojonudo y unas piernas todavía mejores. Aun así, al observarlas, preví problemas. Dos hembras semejantes con un solo macho no serían fácil de sobrellevar.
Mientras las miraba, llegaron al acuerdo y dándose un beso de despedida, quedaron en que al día siguiente traería su ropa.
-Te estaremos esperando- le contestó mi esposa mientras cerraba la puerta.
Nada más hacerlo, me soltó:
-¡Esa zorra te ha puesto cachondo!
La cara de viciosa que puso me recordó nuestra única experiencia en un lugar de intercambios donde conocimos a una pareja que tras una breve charla, acordamos irnos con ellos a un reservado. Una vez allí, mientras el marido nos miraba, nos follamos entre los dos a su mujer. Aunque Maite nunca le habían gustado las mujeres, al terminar me confesó lo mucho que había disfrutado viéndome follar con una extraña y si nunca repetimos, no fue por ganas sino porque nunca se dio otra oportunidad.
Estaba todavía rememorando esa escena, cuando acercándose a mí, se arrodilló a mis pies y sin mas prolegómenos, me bajó la bragueta. La necesidad que mostró, me calentó de sobremanera y cogiéndola en brazos, la llevé hasta nuestra cama.  Ni siquiera tuve que desnudarla, al verse sobre las sabanas, mi querida esposa comportándose coo una verdadera puta se quitó la ropa, mientras me decía:
-¡Estas deseando follarte a esa guarra!
Sin pensar en las consecuencias, le contesté que sí. Contra todo pronóstico, se echó a reír y llamándome a su lado, me contestó:
-¡Tendrás que conformarte conmigo!-
Ver a mi mujer, tirada en la cama y totalmente desnuda, fue más de lo que pude soportar y despojándome de mi ropa, me reuní con ella de inmediato. En cuanto me tumbé y como si lo tuviese programado, me cubrió de besos comportándose como la dulce amante a la que estaba habituado. Contagiado por su pasión, llevé sus pechos a mi boca. Maite gimió al sentir mi lengua jugando con su areola y tratando de forzar que la tomara, llevó mi pene hasta su pubis.
No llevábamos ni un minuto sobre el colchón y ya quería que sentir mi pene en su interior. Comprendiendo que para ella era morboso el imaginarme con otra, decidí forzar su ilusión y mientras mis manos recorrían su piel, le dije al oído:
-¡Qué ganas tenía de follarte! Rocío.
Al oir que la llamaba con el nombre de la otra, ni pudo reprimir un gemido de placer. Ante su entrega, le separé las rodillas y pasé mi mano por sus bordes sin tocarlo. Mi mujer se mordió los labios cuando sintió que uno de mis dedos separaba sus pliegues y que lentamente iba en busca de su clítoris. Cuando lo encontré, el botón ya estaba esperando mis caricias. Duro y mojado, su dueña se retorció sobre las sábanas cuando le dediqué un leve pellizco. Satisfecho por la calentura que demostró, me deslicé por la cama y acercando mi boca a su sexo, probé su néctar.  Sacando mi lengua, tanteé sus pliegues y al ver su respuesta, bebí de su flujo sin hartarme.
La cueva que tanto conocía, se convirtió en un manantial inagotable. Inbuida de una pasíon desbordante,  cuanto más bebía, más brotaba de su interior. Para entonces, Mi mujer estaba desesperada y cerrando sus puños, me rogó:
-Fóllate a tu Rocío.
Venciendo mis ganas de hacerlo, proseguí horadando su agujero con mi lengua. No tardé en oír como se corría y buscando prolongar su éxtasis, metí un par de dedos dentro de ella. Maite al notar la caricia, empezó a aullar de placer mientras su cuerpo convulsionaba sobre las sábanas.
-Por favor- me imploró: ¡Lo necesito!-
Al ver que no le hacía caso y que seguía enfrascado en mi particular banquete, Mi esposa se levantó y poniéndose a cuatro patas, me miró. La rotundidad de su trasero me terminó de convencer y pasando mis manos por sus nalgas, supe que era lo que realmente me apetecía hacer.
Aunque no era lo que mas le gustaba, no le di opción y separando sus cachetes descubrí que esa entrada trasera que tanto me gustaba y tan poco visitaba. Al observar que no se quejaba, embadurnando mi dedo en su flujo, empecé a recorrer las rugosidades de su ano. Juro que me extrañó que no hubiera resistencia por su parte y más  cuando suspirandoy con la voz entrecortada, me rogó:
-Házmelo pero con cuidado-
Solté una carcajada al escucharlo. Las otras veces que había hecho uso de su culo le había dolido y por eso en esta ocasión, decidí ir con mucha lentitud. Alternando mis caricias entre su sexo y su ojete, conseguí relajarlo y solo cuando estuve convencido que no le iba a doler, introduje una de mis yemas en su interior. Al no  retirarse, comprendí que había conseguido mi objetivo y tanteando sus paredes, fui aflojando aún más su resistencia mientras, centímetro a centímetro y falange a falange, enterraba mi dedo en ese terreno tantas veces vedado.
-¡Dios!- escuché que decía al empezar a sacar y meterlo por entero.
Convencido de haberlo dilatado suficiente, repetí la operación con dos. Maite protestó con un quejido pero no se apartó, al contrario, meneando su cadera, buscó ayudarme en la labor. Agradecí con sonoro azote su entrega y pegándome a su espalda, le pregunté si podía empezar.
-Sí, mi amor-

Cogiendo mi pene lo embadurné con su flujo, antes de hacer cualquier intento de acercarme a su ojete. Mi esposa al ver lo que hacía, poniendo cara de puta, me soltó:
-Mételo antes en mi coño-
Como su sexo estaba empapado, me pareció una idea cojonuda de un solo empujón lo embutí hasta el final de su vagina. Maite se retorció como una loca al sentir mi verga en su interior y me pidió que siguiera penetrándola de esa forma.
-Ni de coña- respondí y haciendo caso omiso a sus deseos, se la saqué.
Tras lo cual, puse mi glande en su orificio trasero y con un breve movimiento, lo desfloré.
-Ahhhh-, gritó sin moverse.
Sabiendo que debía dejar que se acostumbrara a tenerlo dentro, no me moví durante unos segundos. Cuando observe que su dolor había disminuido, le acaricié la espalda mientras enterraba mi pene en su interior. Poco a poco, sus intestinos terminaron de absorber mi extensión.
-Rocío, quiero verte masturbando- susurré.
Obedeciendo, bajó su mano a la entrepierna y se empezó a masturbar con un frenesí que me dejó asustado. Aullando como loba, me pidió que comenzara. Imprimiendo un lento ritmo fui sacando y metiendo mi falo, mientras ella no dejaba de torturar su clítoris.
-¡Cómo me gustaría que te follaras a esa puta!- me dijo totalmente descompuesta mientras movía sus caderas.
Sus palabras me hicieron comprender que se le había en la cabeza que nos tiráramos a nuestra inquilina. Vista su calentura, decidí incrementar mi vaivén y lo fui acelerando hasta que se convirtió en un loco cabalgar. Para aquel entonces, la respiración entrecortada de mi mujer me confirmó que estaba a punto de correrse y profundizando su excitación, cogí sus pechos con mis manos. Usándolos como punto de apoyo, me lancé en busca de mi propio placer.
-Dame duro
Su permiso me dio alas y apuñalando con mi pene su culo, prolongué su orgasmo. Nuevamente sus aullidos llegaron a mis oídos y mientras mis piernas se llenaban del flujo que brotaba de su cueva, eyaculé en su interior. Agotado, caí sobre ella. Maite nada más recuperarse, me besó y abrazándose a mí, me soltó:
-¡Esa niña no sabe dónde se mete!
 
Rocío empieza a vivir en casa.
A la mañana siguiente, nuestra nueva inquilina llegó a la hora acordada. Tal y como había quedado trajo con ella su ropa y demás enseres de forma que a partir de ese día empezó a vivir con nosotros. Nada me hacía presagiar que su estancia en un principio provisional se iba a convertir en definitiva. Por otra parte os tengo que reconocer que en cuanto le abrí la puerta y la vi vestida con ese top y esa falda, recordé la fijación de mi esposa con que hiciéramos un trío con ella.
“Mira que está buena”, pensé mientras le cedía el paso.
La morenaza ajena a que su casero le estaba mirando el culo, alegremente se dirigió a su habitación. Maite, mi esposa, tratando de agradar la ayudó a desembalar sus cosas aunque por la expresión de sus ojos supe que en realidad la estaba estudiando. No me cupo ninguna duda de que en esos momentos estaba analizando a esa cría buscando alguna debilidad para explotarla. Cómo yo solo podría estorbar, decidí darme una vuelta por el barrio para hacer tiempo hasta la comida.
“Tengo que conseguir trabajo”, me dije mientras salía de casa, “me estoy convirtiendo en una seta”.
La falta de actividad me estaba pasando factura. Mis días eran la mera repetición de los anteriores. Me levantaba, daba un paseo, comía, tele, cenaba, más tele y a dormir. Por eso aunque no fuera más que por la novedad, la presencia de esa monada me alegró y digo esto porque tenía el convencimiento de que mi esposa se iba a quedar con las ganas de tirarse a esa cría.
“¡Tiene que tener novio!”, sentencié al ser imposible que nadie le hubiese echado el lazo.
Dos horas después y con un par de cañas y un pincho de tortilla en mi interior, volví a mi piso. En él, me encontré a mi mujer y a mi inquilina charlando animadamente en su interior. La camaradería que parecía existir entre ellas, me hizo dudar si al final mi señora tendría razón y más cuando después de comer y mientras echábamos un polvo vespertino, me informó:
-Creo que al final va a ser fácil, la he pillado mirándote el culo.
Muerto de risa, contesté:
-Y yo, devorando tus tetas con los ojos.
Desgraciadamente, durante las siguientes dos semanas, la realidad nos bajó los humos. Por mucho que tanto mi mujer como yo intentamos un acercamiento a esa mujer, nos chocamos con su indiferencia y eso que en cuanto se sintió en confianza, Rocío comenzó a lucir noche tras noche una serie de sensuales camisones que nos hacían desearla cada vez mas.
Era alucinante, a la hora de cenar, esperábamos con ansia verla aparecer porque olvidándose de que no éramos más que unos desconocidos, esa cría se ponía unos modelitos que más que ocultar, realzaba su estupenda anatomía. Si algo tenían en común, era que nos obligaban a observarla con creciente desasosiego. Os juro que me resultaba difícil no saltarle encima y violarla sobre la mesa del comedor cuando llegaba moviendo su pandero con sus tetas apenas cubiertas mientras disfrutaba luciéndose ante nosotros dos.
-¡Es una calientapollas!- le dije  a mi mujer después de que una noche, la andaluza nos hubiese deleitado con la versión mas porno de sus camisones.
Sin ningún tipo de recato, se había sentado a cenar con un picardías traslucido a través del cual podíamos claramente distinguir los negros pezones que decoraban sus enormes pechos. Era una cosa tan descarada que, bajo mi pantalón, mi miembro se levantó como un mástil y lo peor es que nuestra inquilina se percató y luciendo su mejor de las sonrisas, me pidió que le pasara la jarra de agua, diciendo:
-¿No tienes calor?
Maite dándome la razón y mientras recogía entre sus manos mi dureza, me contestó:
-Lo sé y si se cree que puede jugar con nosotros, ¡Va jodida!
Al escucharla, comprendí que había decidido dar otro paso pero nunca imaginé que al día siguiente le tuviese preparada una encerrona.
 
Maite la droga:
Aunque era evidente que mi mujer había planeado algo, os juro que no creí que fuera algo tan brutal y menos que fuese tan pronto. Todavía recuerdo que la noche siguiente a nuestra conversación, Maite se comportó especialmente cariñosa durante la cena con nuestra inquilina, llegando incluso a servirle ella misma el café. Os confieso que creí que estaba intentando nuevamente seducirla pero no tardé en darme cuenta de lo que equivocado que estaba porque no debíamos llevar ni cinco minutos de sobremesa cuando Rocío se disculpó diciendo que estaba cansada y que se iba a dormir.
La reacción de mi mujer me dio la primera pista de que algo había hecho, porque sin ningún motivo la acompañó hasta su cuarto. Aún estaba limpiando los platos de la cena, cuando Maite volvió a la cocina con una sonrisa en sus labios:
-Ven –dijo con tono misterioso.
Sin saber a qué atenerme, la seguí por el pasillo. Y cuando ya creía que íbamos a nuestra alcoba, la zorra de mi mujer me metió en la habitación de la muchacha.
-¿Verdad que está guapa?- me soltó señalando a la andaluza que dormía plácidamente en la cama, totalmente tapada por las sábanas.
En voz baja respondí que sí. Fue entonces cuando soltando una carcajada, Maite me preguntó:
-¿Te gustaría verla desnuda?
Sin darme tiempo a responder, se acercó donde la cría dormía y lentamente empezó a destaparla. Os juro que me quedé petrificado al ver lo que hacía pero más al comprobar que la morena estaba en pelotas.
-¡Menudos pechos tiene la jodía!- soltó mi mujer al dejar al aire los senos de la muchacha.
Absorto contemplando esa dos maravillas, no estaba preparado páralo que vino a continuación. Maite, agachando su cabeza, cogió unos de esos melones y sin hablar se lo metió en la boca.
-¿Qué haces?- pregunté angustiado al darme cuenta de que la cría estaba sedada.
Mi querida esposa sonriendo contestó:
-Lo que debíamos haber hecho hace tiempo. Vamos a follárnosla.
Aunque debía haberme negado a hacerlo porque no iba a ser más que una violación, no pude evitar ponerme como una moto cuando bajando un poco más la sábana, Maite me mostró el sexo totalmente depilado de la muchacha:
-¡Fíjate qué coño tiene la puta!- dijo separando sus rodillas.
La visión de su entrepierna  ya de por sí era algo morboso pero incrementando mi calentura, mi señora me miró diciendo:
-Quiero que te la folles.
Reconozco que debí hacerla entrar en razón pero estaba demasiado excitado para intentarlo y por eso, en vez de oponerme, lo único que pude decir fue:
-No seas bruta. Si me la follo sin que esté lubricado su coño, mañana amanecerá escocida.
Mi mujer, con un brillo malvado en los ojos, me respondió:
-Eso se puede arreglar.
Y sin esperar mi respuesta, se agachó entre sus piernas. Como loca, sacó la lengua recorriendo la raja de la morena mientras con dos dedos  retiraba los labios del inerte sexo de la cría y suavemente se concentró en el bulto semi-erecto que descubrió. Al principio, lo hizo con pequeñas aproximaciones pero luego le dió una lamida profunda con la que poco a poco fue lubricando ese coño. Ya totalmente convencida de violarla, buscó prepararla metiendo un dedo en su vagina mientras seguía con la lengua torturando insistentemente su clítoris. Supe que mi esposa estaba disfrutando de la indefensión de la rubia, cuando empezó a gemir totalmente excitada.
-¡Qué rico lo tiene la muy puta!- exclamó poseída por la lujuria al percatarse de que aunque estaba sedada, su vulva estaba respondiendo a su mamada.
Como si fuera consciente, su coño se empapó al ser estimulado. Mi esposa al saborear su fluido, comprendió que estaba lista.
-Fóllatela.
No estoy orgulloso pero no pude negarme y bajándome la bragueta, saqué mi miembro de su encierro. Maite se rio al ver que estaba erecto y saliendo de la cama, me dejó en su lugar. Ni que decir tiene que poniéndome entre sus piernas acerqué mi polla hasta su sexo y de un solo empujón se lo clavé hasta el fondo. Os confieso que me encantó sentir lo estrecho de su conducto y olvidándome de que era un delito, me empecé a follar a esa preciosidad sin parar.
Estaba a punto de correrme cuando al notarlo Maite, me obligó a sacarla diciendo:
-Ni se te ocurra eyacular dentro de esta guarra.
Comprendí que de hacerlo dejaría un rastro, por lo que en contra de lo que me pedía el cuerpo, se la saqué. Mi mujer al verla totalmente erecta y empapada, no pudo esperar y arrodillándose frente a mí la buscó con desesperación. Como una obsesa, se dedicó a recoger el flujo de la muchacha con su lengua mientras me decía:
-¡Me ha puesto brutísima verte con ella!- tras lo cual se la embutió hasta el fondo de la garganta.
Excitado, disfruté de cómo mi mujer se metía y se sacaba mi falo de su interior mientras con la lengua presionaba sobre mi piel. Era tal su maestría que logró que pareciera que en vez de su boca fuera su sexo en el que se lo encajaba.
-Eres una zorra- le dije acariciando su melena.
Mis palabras le sirvieron de acicate y cómo si su vida dependiera del resultado, aceleró su ritmo de forma tal que mis huevos empezaron a rebotar contra su barbilla. No contenta con ello, llevó la mano a su entrepierna y sin ningún tipo de recato, se masturbó ante mi atenta mirada.
-¡Qué guarra eres!- le espeté al comprobar que metiéndose tres dedos, mi esposa buscaba correrse antes que yo.
Decidido a que no me ganara en esa loca carrera, la cogí de la cabeza y forzando su garganta, la empecé a usar sin contemplaciones llevando mis penetraciones hasta el límite. Sé que debía de haber tenido más cuidado pero actuando como un perturbado, follé su boca salvajemente hasta que explotando dentro de ella, me corrí. Por lógica, Maite debería de haberse indignado por el trato pero mi brutalidad le encantó y acompañándome en mi orgasmo, se dejó llevar por su pasión mientras se bebía con auténtica ansia el semen que estaba esparciendo dentro de su faringe.
Todavía no satisfecho y muy excitado, la levanté del suelo y llevándola hasta la cama, la tumbé sobre las sábanas. Sin pausa, me desnudé y mientras lo hacía, al mirarla, me di cuenta que mi mujer me miraba hambrienta desde el colchón.
-¡Estoy verraca!- me soltó y poniéndose a cuatro patas, me pidió: -¡Fóllame!-
Ni que decir tiene que acercándome hasta ella, se la metí hasta el fondo. Maite, al sentir su interior hoyado por mi herramienta, gimió de placer y sujetándose a una columna del dosel, me pidió que la tomara sin piedad. Su entrega me volvió a ratificar que mi mujer se había sobreexcitado con y por eso, usando su melena como rienda, la cabalgué con fiereza. Mi pene la empaló una y otra vez llevándola al borde del abismo pero ella, lejos de quejarse, bramaba como una yegua al ser cubierta por un semental.
-¿Te ha gustado ver cómo la violaba?- pregunté dejando caer un sonoro azote en sus glúteos.
-¡Sí!- chilló y alzando todavía más su trasero, soltó: -¡Pero ahora necesito que me folles!
Al oirla, incrementé aún más e mis embiste siguiendo el compás de los azotes. Nalgada tras nalgada, fui asolando sus defensas hasta que con su trasero enrojecido mi esposa se dejó caer sobre la cama aullando de placer.

-¡Me corro!- gritó al sentir que  se licuaba por dentro.

 

Azuzado por su lujuria, la cogí de sus pechos y despachándome a gusto, la seguí acuchillando con mi pene pero debido al cúmulo de sensaciones de esa noche, no aguanté más y pegando un grito, eyaculé en el interior de mi amada.
Una vez saciada nuestra mutua calentura, nos quedamos tumbados en silencio, sabiendo que a partir de esa noche íbamos a seguir aprovechándonos de nuestra incauta inquilina.
 
Violarla se convierte en una rutina.
 

A partir de esa noche, confieso que nos comportamos como unos drogatas. Sin darnos cuenta, la sensación que sentimos al violar a esa cría se convirtió en una obsesión y por eso a los tres días, Maite no pudo aguantar más y volvió a drogarla. Nuevamente, nos la follamos aprovechando su estado pero esta vez ni siquiera llegamos a nuestro cuarto. Sin importarnos en lo más mínimo que fuera su habitación dimos rienda a nuestra locura, fornicando como salvajes junto a ella.
No sé si fue el saber que, de descubrirnos, podíamos acabar en la cárcel pero lo cierto es que el morbo que nos daba nos hacía ser cada vez mas imprudentes. Si entre la primera vez y la segunda habían pasado tres días, la tercera fue al día siguiente. De forma que al cabo de una semana, era rara la noche en que no nos la follábamos.
Nuestra obsesión era tal que un domingo, llegamos incluso a drogarla durante la comida y aprovechando la siesta, dimos rienda suelta a nuestros bajos instintos. Rocío, por su parte, parecía que no era consciente de ser usada, llegando incluso, durante una cena, a decirnos que era increíble lo bien que dormía en nuestra casa.
Cuando la escuché decirlo, se me pusieron los pelos de punta y menos mal que mi mujer entrando directamente al trapo, le contestó que se debía a que llegaba muy cansada del trabajo.
-Eso será- respondió la morena cambiando de tema.
Lo lógico es que esa conversación nos pusiera en alerta pero lo único que consiguió fue que durante dos noches, no nos la folláramos pero comportándonos como unos inconscientes, a partir de la tercera, reiniciamos nuestras fechorías.
El mes siguiente, por lo menos cuatro veces a la semana, drogamos a nuestra inquilina, de forma que llegamos a ver como algo natural, que después de cenar la forzáramos una y otra vez. Desgraciadamente todo tiene un final. Un viernes en la tarde, Rocío llegó a casa con dos botellas de champagne, diciendo que tenía algo que celebrar pero por mucho que Maite intentó sonsacarle que era, no lo consiguió.
Todavía recuerdo, mi cara al verla salir esa noche de su habitación. No pude reprimir una exclamación al verla aparecer vestida con un picardías negro super sensual, el mas indiscreto hasta esa fecha. Aunque estaba acostumbrado a sus modelitos, me puso cachondo el observar sus negros pezones a través de la tela. Tampoco ese camisón le pasó desapercibido a mi esposa que aprovechando un momento en que nos quedamos solos, me soltó:
-¿Has visto como viene la zorra? Te juro que estoy deseando ver cómo te la follas- dando por sentado de que esa noche iba a drogarla nuevamente.
Pero tal y como se desarrollaron los acontecimientos, ni siquiera tuvo la oportunidad de hacerlo porque mientras estábamos terminando la cena, Rocío se levantó y descorchó una de las botellas que había traído, diciendo:

-Ya es hora que os cuente porque estoy tan feliz, pero antes quiero que veáis algo- tras lo cual se acercó a la tele y puso un dvd.

Juro que me quedé aterrorizado en cuanto empezó, pues la película no era otra cosa que una grabación de lo ocurrido ese lunes en su habitación. Si poder casi ni respirar, vi a mi mujer descojonada decirme que la zorra ya estaba lista y para demostrarme que estaba totalmente dormida, pegarle un doloroso pellizco en uno de sus pezones. No me hizo falta ver nada mas. Rocío nos tenía en sus manos, por lo que antes de que en la televisión me viera violando su inerte cuerpo, le pregunté cómo se había enterado.
La muchacha soltó una carcajada y sirviéndose una copa, me soltó:
-Habéis sido unos imbéciles. Desde el primer día me di cuenta que os atraía y que ambos querías llevarme a la cama, pero de pronto dejasteis de acosarme y eso unido a la forma en que dormía me dio las pistas de que algo estabais haciendo. Por eso decidí grabar mis noches….- para entonces mi mujer intentó disculparse llorando pero la morena soltándole un guantazo, la obligó a callarse tras lo cual prosiguió diciendo: -Os podréis imaginar que me 
enfadó ver que me violabais… pero tras ver varias veces la grabación decidí sacarle provecho.
La expresión de su cara delataba una seguridad tal que me puso la piel de gallina y mas cuando, terminando su copa, le exigió a mi esposa que la rellenara diciendo:
-Putita mía, sirve un poco más de champagne a tu dueña.
Maite se la quedó mirando y sumisamente, se la rellenó. La andaluza soltando una carcajada, la cogió de la melena y obligándola a arrodillarse a sus pies, separó las rodillas y dijo:
-Quiero sentir como me comes el chocho, puta.
Sin levantar la voz, su orden no pudo ser más enérgica y excitado vi a mi esposa obedecer. Juro que me pareció excitante ver el modo en que acató sus exigencias y mientras lo hacía, pregunté:
-¿Qué vas a hacer?
Muerta de risa, me contestó:
-Disfrutar. Si no queréis ir a la cárcel, a partir de hoy seréis mis juguetes. Viviréis para darme placer y desde ahora os aviso: Si no estoy satisfecha, iré a la policía con la película.
-No tendrás queja, mi ama- contestó mi esposa desde el suelo.
Aunque debía de estar aterrorizado, contra toda lógica me excitó el ser suyo y con mi pito tieso, pregunté que deseaba de mí.
-Por ahora, vete desnudando. ¡Quiero ver en persona mi mercancía! 
 
 
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Relato erotico: “Un yate repleto de mujeres (1 y 2)” (POR BUENBATO)

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Kimberly no la pasaba tan mal. A sus 22 años ya era conocida por todo el mundo, desde París a Nueva York comSin títuloo la Bella Australiana, la joven rica cuyo padre había hecho una fortuna en el negocio ganadero. La particularidad de Kimberly era que, en lugar de las fiestas y los convivios sociales, prefería arrear el ganado por los pastizales australianos.

A su padre le molestaba que su hija peligrara en aquellos largos viajes pero, dado su amor de padre, no se atrevía a contradecirla. Tras dos semanas de pastoreo, Kimberly leía una novela romántica en su tienda de campaña, ella y sus dos capataces se encontraban a solo un dia de la ciudad, el fin del viaje, cuando de pronto un deseo recorrió el cuerpo de la chica. Sin pensarlo dos veces salió de su tienda y respiro el aire frio de la noche y miró las estrellas, la noche era tan luminosa que podía ver claramente al capataz en turno que, montado en su caballo, cuidaba tranquilo al ganado que dormitaba apacible.

Kimberly sonrió y se dirigió a la tienda de campaña de los capataces, entró sin hacer el menor ruido y miró al otro capataz que dormía profundamente. La chica, rubia y hermosa, comenzó a desvestirse, siempre andaba en pantalones de cuero y camisas; ni siquiera con la vestimenta masculina podía esconder su belleza femenina. Totalmente desnuda se agachó y comenzó a desabrochar el pantalón del capataz. Comenzó a bajarlo hasta que este se despertó, se asustó un poco pero no pudo contener una erección inmediata provocada por la lengua de la chica que mojaba hábilmente su verga.

– ¡Señorita Kimberly! – dijo el capataz – estamos muy cerca de la ciudad, alguien podría vernos.

– No te preocupes – dijo Kimberly , sonriente mientras lengüeteaba el pene erecto del capataz – te aseguro que nadie nos vera.

El capataz no pudo más que ceder y comenzó a desabrocharse la camisa, Kimberly terminó de sacarle el pantalón y, apenas este se acomodó, se abalanzó sobre él. La verga del capataz entró con suma facilidad en el excitado coño de la chica. Kimberly disfrutaba cada embestida y se dejaba caer para insertarse hasta el fondo aquel falo. Ofrecía sus senos enormes al capataz que no dudaba en besarlos y chuparlos. Las nalgas de la Bella Australiana retumbaban en cada movimiento y su ano comenzaba a dilatarse, muy a tiempo porque el segundo capataz ya se había cerciorado de aquel evento y no dudo en unirse. Al poco rato, el segundo de los capataces se deshacía rápidamente de su ropa mientras Kimberly separaba sus nalgas, ofreciéndole su rosado esfínter.

El primero de los capataces no paraba de follarse a su patrona mientras el segundo de ellos lambia y babeaba el ano de la muchacha; sin más, dirigió su verga a la entrada y la insertó hasta la mitad, provocando que Kimberly se retorciera de placer. Poco a poco siguió entrando aquella verga hasta que por fin pudo tomar el mismo ritmo que el primer capataz y ambos se unieron de manera sincronizada en llenar de placer a la rubia. La chica se llenaba de orgasmos mientras sus capataces manoseaban su suave piel. Siguieron algunos minutos hasta que ambos capataces descargaron su semen en los orificios de su patrona.

Kimberly estaba tan satisfecha como fuera de si; embriagada de placer pidió al capataz que se pusiera de pie y les provocó a ambos una nueva erección. Arrodillada, comenzó a chupar las vergas de sus capataces mientras sentía el semen, aun caliente, chorrear entre sus nalgas y piernas, masajeó y chupó aquellos penes hasta que les provocó una nueva descarga de semen que succionó y tragó con gusto y así, sin mediar palabra alguna, tomó sus prendas, se puso de pie y salió a la fría noche hacia su tienda; Kimberly sonreía feliz de la vida.

A la tarde siguiente por fin arribaron a la ciudad y Kimberly saludó a sus padres y a sus hermanas y se dirigió inmediatamente al baño. Durante la cena, uno de los mayordomos recordó las cartas que le habían llegado a Kimberly durante su viaje y al finalizar la cena se las entregó. Kimberly busco entre esas la única que le interesaba: la de Madame Rosé; la encontró y la leyó. Como todas las cartas de Madame, esta era igual de corta y directa:

“Kimberly, querida, el velero está listo y las invitadas han recibido ya esta carta. ¿Es acaso que ya no nos acompañaras? Espero tu respuesta, mi niña, te esperamos. Con amor, Madame Rosé.”

Kimberly sonrió, no lo pensaría dos veces. A la mañana siguiente se alistaba ya, se embarcó en un buque y se dirigió a Estados Unidos. Algunas semanas después arribó a California, Estados Unidos, y fue recibida por, justamente, las tres principales organizadoras de aquel viaje que seguramente marcaria historia. Ahí estaban Madame Rosé, por supuesto, y la Baronesa Michelle y Miss Jennifer.

El proyecto del que tanto se hablaba fue sintetizado por Miss Jennifer: “lo que queremos dar a conocer, querida, es que, ese viejo mito de que causa mala suerte una mujer en el mar, desaparezca, y que mejor que un viaje transpacífico en velero tripulado solo por mujeres para dejarlo claro, ¿no crees Kimberly?”

A Kimberly le entusiasmaba aquel viaje y no tuvo que decirlo para dejar claro que aceptaba participar. Aun faltaba una semana para que el velero estuviese listo. Las tres mujeres eran viudas y adineradas y habían decidido aquel proyecto como algo simple; ahora, sin embargo, tenían en su tripulación a la valiente Kimberly; a Gina, una experta en navegación alemana y a Tiffany, una conocida viajera estadounidense que conocía varios idiomas y cultura. Por las demás se encontraban las hijas de Madame Rosé; Maggie, la dulce sobrina de la Baronesa y las hijas de Miss Jennifer. Desde luego también irían algunas sirvientas.

A la semana siguiente el viaje estaba listo y, sin importarles el escándalo provocado por aquel “patético viaje”, como era llamado entre la alta sociedad, las mujeres subieron al enorme velero de veinticuatro metros de eslora que conduciría Gina, suficientemente grande para un viaje de hasta un mes. Otro velero más pequeño, con más provisiones, acompañaría al velero grande durante todo el viaje.

La ruta que se seguiría era un viaje hacia la ciudad australiana de Brisbane, con una única escala en las islas Hawái para recoger provisiones. Los veleros partieron a principios del año de 1914 y el viaje prometía ser relativamente sencillo.

El velero más grande, Women, tenía un aspecto hermoso y era bastante muy veloz para su época, había sido financiado por las tres señoras y era bastante cómodo para transportar a sus doce ocupantes. El velero más pequeño, Little Girl, media tan solo diez metros de eslora y llevaba provisiones tanto de alimentos como agua. Tan solo llevaría a cuatro tripulantes: Kimberly, Tiffany y a las ayudantes de esta ultima: Susan y Kayla.

Kimberly se sentía fascinada por el porte de Tiffany, acompañada siempre por sus extrañas pero ciertamente bellas ayudantes, quizás por lo poco usuales que eran las personas de color para ella; por otro lado, Tiffany le parecía una rubia muy impactante además de hermosa, sentía una gran admiración por aquella mujer que había decidido viajar por todo el mundo. De cierta forma Tiffany le parecía un gran ejemplo a seguir y era un gran honor para ella el hecho de viajar juntas. Y así, alejándose de la costa, Kimberly sonreía al saber que era parte de una gran aventura.

Susan y Kayla prepararon con gran maestría el velero, no solo eran obedientes sino que mostraban una gran disciplina. Mientras Kimberly las miraba de reojo escuchaba la plática de Tiffany; ella le contaba de los grandes viajes que había hecho y esto le fascinaba a Kimberly.

En el otro yate, Charlotte y Juliete, las hijas de Madamé Rosé, no paraban de platicar con Maggie; del otro lado, Paula y Sandy, las hijas de Miss Jennifer, no paraban de preguntarle a las gemelas hindúes acerca de los rasgos y pormenores de aquellas lejanas tierras.

Mientras tanto, la Baronesa Michelle, Miss Jennifer y Madame Rosé, disfrutaban del viaje. Conduciendo se encontraban la hermosa alemana, Gina, y Lionel, la sirvienta africana de Madame Rosé.

La tarde cayó y, en el Little Girl, Kimberly disfrutaba manejando por fin el yate. Afuera le acompañaba Susan. Kimberly se sentía al principio incomoda por que una chica negra tan joven le estuviese guiando en manejar el yate pero pasado un rato comenzó a sentirse en confianza con la muchacha de apenas diecisiete años.

Kimberly sintió sed y dejo encargado el timón a la muchacha. Bajó las escaleras verticales y se dirigió hacia la recámara del yate, bajó los escalones pero antes de abrir la puerta alcanzó a escuchar un ruido y guardo total silencio. Se asomó por la ventanilla y alcanzó a ver las figuras de Kayla y Tiffany pero la figuró increíble lo que había sospechado ver; sin hacer ruido se dirigió a estribor y se agachó para poder ver a través de una ventanilla.

Kimberly se sorprendió, sobre el camastro se encontraba hincada, y completamente desnuda, Tiffany mientras bajo su vientre se guardaba la cabeza de su sirvienta negra, Kayla. La joven de diecinueve años mordía y lambia el coño de su patrona mientras esta, completamente excitada, restregaba su panocha húmeda sobre la cara de la negra. Tiffany se retorcía de placer y acariciaba extasiada sus tetas; Kayla, por su parte, se metía discretamente un dedo en su coñito rosado.

Tiffany se puso de pie y, recargándose en la cama sobre sus brazos, abrió sus piernas lo más que pudo. Kayla se puso inmediatamente de pie y busco algo en un buró. Kimberly pudo advertir entonces la belleza de ambas, especialmente el fascinante cuerpo de la chica negra. Kayla tenía un culo respingón y redondo, tal y como había escuchado hablar sobre las mujeres de color; además, sus tetas firmes y redondas, coronadas con unos pezoncitos rosas y tiernos, destacaban aun más la figura de la hermosa chica de diecisiete años.

Del buró Kayla extrajo una especie de roca o mineral muy liso, color negro. Kimberly estaba extrañada y no entendía nada, pero de pronto comprendió: aquel objeto tenia la forma de una larga y gruesa verga. La australiana jamás había visto una escena como aquella y se ruborizó al sentir que todo eso le excitaba. Se sintió extraña al sentirse atraída por la escena pero lo estaba disfrutando. Dentro, Kayla se puso de rodillas y dirigió sus carnosos labios a la entrada del ano de Tiffany quien despegaba sus nalgas con sus manos, ofreciendo su esfínter.

Kayla besó apasionadamente aquel asterisco mientras su mandamás mientras esta se tambaleaba su cabeza por el placer de sentir aquellos labios en esa zona tan sensible. Tiffany sonreía extasiada cuando de pronto sintió el placentero lengüeteo de Kayla, la negra empujaba su musculo lingual abriéndose paso por entre los pliegues de aquel cada vez más dilatado ano. Afuera, Kimberly estaba completamente mojada, su coño parecía rogarle por unos labios que lo chuparan y masajearan. No tardo en llevar su mano a su entrepierna y comenzar a escarbar entre la tela de su ligero vestido hasta lograr masajearse su húmeda panocha.

Kayla seguía explorando con su lengua el ano de Tiffany. De pronto su mano se dirigió al suelo y exploró debajo del camastro de donde saco una cubeta. Al escuchar el ruido de la cubeta, Tiffany subió al camastro y abrió sus nalgas lo más que pudo, ofreciendo completamente su ano. Kayla sumergió objeto negro en forma de verga, que en realidad se trataba de una poca común pieza de muy bien pulida obsidiana, en la cubeta. Con el dildo de obsidiana húmedo, la negrita dirigió la punta hacia el ansioso ano dilatado de Tiffany. Aunque el dildo entraba con relativa facilidad, la rubia no paraba de gritar de placer; también Kayla estaba muy excitada pues los dedos de su mano izquierda no paraban de entrar y salir de su coño. Afuera Kimberly también se masturbaba mientras la noche caía. Adentro, Kayla ya realizaba el ir y venir de aquel dildo mientras la rubia se retorcía de placer.

Tras unos minutos de alocados orgasmos, Tiffany se puso de pie, totalmente satisfecha y puso de pie a la negrita para después acostarla sobre el camastro y, sin más, dirigió su cara directamente al urgido coño de Kayla. La negrita pareció respirar de alivio al sentir los labios de Tiffany en su excitada concha. La raja rosada de la negra estaba tan mojada que la rubia aprovechó para beber sus ricos jugos. Kayla estaba totalmente entregada a su patrona que la llenaba de placer con su hábil lengua y sus experimentados labios. De vez en cuando la negrita se retorcía de placer mientras sus jugos resbalaban entre sus nalgas y su clítoris era besado apasionadamente por los labios de Tiffany. Afuera, Kimberly se había provocado ya dos orgasmos y solo entonces comprendió la situación y se puso de pie inmediatamente para regresar con Susan. Subió las escalerillas y llego con Susan que seguía guiando apaciblemente la embarcación, ignorante de lo que sucedía abajo. Kimberly no solo se quedó con sed sino que también quedo un tanto excitada pero, más que nada, impresionada por lo que había presenciado aquella noche


Relato erótico: “Mi esposa y la partida de póker (y 3)” (POR MARIANO)

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Sin títuloMI ESPOSA Y LA PARTIDA DE POKER (y 3)

Andrés, sin dejar de masturbarse con una de sus manos, agarró con la otra uno de los hombros de mi mujer. Manteniéndola sentada, la separó del respaldo del sofá y la atrajo hacia él, hasta que su rostro estuvo a escasos centímetros de su rabo. Silvia observó brevemente la polla babeante de Andrés y luego dirigió su mirada a los ojos de mi jefe, con el mismo aire de desafío mostrado con anterioridad. Andrés aceleró los movimientos de su mano sobre la polla y por unos instantes pareció que iba a terminar de hacerse la paja sobre el rostro de ella, pero la mirada altiva de Silvia debió hacerle recapacitar y se paró. Acercó la punta de su capullo a los labios de Silvia y lo restregó suavemente por ellos, impregnándolos de líquido preseminal. Silvia se limpió con la mano los labios y levantó de nuevo su fría mirada a Andrés, quién meditaba qué hacer a continuación.

Mi jefe le tomó la cara con las manos y, tras acariciarle repetidamente las mejillas, se dispuso a besarla. Andrés tanteó con su lengua sobre los labios de mi esposa, hasta que ella los abrió permitiéndole el paso y él aprovechó para besarla con pasión, moviendo la lengua con fuerza en el interior de su boca. Echó su cuerpo hacia el de ella obligándola a recostarse de nuevo sobre el respaldo del sofá y le separó las piernas lo suficiente para dejar al descubierto la raja de su coño y dirigir allí su tranca. No tardó demasiado en acoplarse e introducirle el nabo en su totalidad moviéndose despacio, tomándose el tiempo necesario para no incurrir de nuevo en el error de una corrida prematura.

Luego dirigió sus besos a las tetas de Silvia que, pese al disgusto que le provocaba ser jodida por Andrés, notó como sus pezones se erizaban con el jugueteo de la lengua del macho sobre ellos. Cuando Andrés llevó sus dedos al clítoris de mi mujer y lo frotó repetidamente, acompañando la follada, ésta tuvo que esforzarse en reprimir la creciente excitación que iba sintiendo. La suerte para ella era que Andrés también estaba próximo al climax y por ello, al poco rato, él le sacó la polla, se medio incorporó y empujó a Silvia por los hombros hacia abajo, arrastrándola desde el respaldo al asiento del sofá.

Cuando la tuvo incómodamente tumbada de cuerpo para arriba sobre el asiento, se arrodilló sobre éste y llevó su picha al perfecto canal que separaba sus dos grandes tetas. Las agarró con ambas manos, ocultó entre ellas su miembro y moviendo de arriba abajo los dos globos mamarios comenzó de nuevo a masturbar su polla con ellos.

 

Joder Silvia, vaya par de tetas que tienes. Me dan ganas de echártelo todo entre ellas, pero aún no ha llegado el momento.

¡El momento de qué, cerdo! – Silvia le contestó – ¿Aún no has tenido bastante?

Pronto lo verás, querida, y los demás también.

 

Andrés abandonó el desfiladero en el que su polla estaba a punto de explotar y agarrando a Silvia de las caderas tiró aun más de ella hacia abajo, mientras él se arrodillaba en el suelo. Con esta maniobra consiguió que ella quedara sentada en el suelo con la espalda apoyada en la base del sofá y la cara recostada sobre el asiento. Acercó su verga al rostro de Silvia y comenzó a restregarla por todos los rincones de éste. Luego le acercó a la boca la punta del nabo y con tres pequeños golpecitos le invitó a abrirla. Vi cómo mi esposa le miraba con rabia y sin ánimo de obedecer, pero otros tres golpes más fuertes sobre sus labios le convencieron de que era estúpido negarse.

Cuando Silvia entreabrió la boca, Andrés empujó y le metió más de la mitad de su aparato, iniciando una nueva masturbación, meneándose la parte de la polla que aún sobresalía. Silvia puso de manifiesto su desagrado cuando sintió las gotas de líquido preseminal que desprendía el capullo de Andrés conforme este se pajeaba cada vez más rápido, pero en ningún momento se la mamó, dejando que todo lo hiciera él, a quien parecía no importarle la actitud pasiva de ella

Tras unos minutos de continuada masturbación, acompañada de suspiros y gemidos por parte de Andrés, él saco la picha de la boca de Silvia y sin dejar de pajearse, se dirigió a ella.:

 

Sabes Silvia, desde que te conocí tu belleza me dejó prendado, pero siempre has tenido conmigo un comportamiento altivo y grosero. Esa forma de tratarme hizo cambiar mis iniciales e inocentes fantasías sexuales contigo hasta desear cosas bastante más perversas que un simple polvo. Últimamente mis mejores pajas me las he hecho pensando en que me la pelaba sobre tu cara hasta correrme sobre ella. Nunca pensé que esto pudiera ocurrir, pero aquí estamos los dos, haciendo realidad mis fantasías.

Eres un cerdo asqueroso y salido.

Tienes razón Silvia, soy un guarro y un salido que te va a llenar la boca y la cara de lefa caliente. Vamos, ¿a qué esperas? Abre la boca.

¡Adelante cabrón, termina de una puta vez!

 

Silvia abrió su boca y Andrés le metió de nuevo buena parte de la polla acelerando el movimiento de su mano sobre la parte que aún sobresalía y suspirando cada vez con más intensidad. Tras un minuto de furiosa masturbación y medio gimiendo exclamó:

 

Joder, te voy a embadurnar de leche. Voy a disfrutar de la mejor corrida de mi vida.

 

Un ronco grito acompañó el inicio de su eyaculación que, pese al anuncio hecho por Andrés, pilló por sorpresa a Silvia que en cuanto sintió el esperma en su boca apartó la cara hacia un lado escupiéndolo con fuerza y liberándose de la polla. A Andrés no le importó, sujetó la cabeza de Silvia con la mano libre y dirigió cada nuevo chorro de leche hacia una parte distinta del rostro de mi esposa. Una vez culminada la eyaculación restregó con su propia verga el semen acumulado esparciéndolo por la cara de Silvia: Luego, tambaleándose, se incorporó y se sentó en el otro sofá sujetándose el pene, aún chorreante y con el semblante repleto de satisfacción. Había completado una deliciosa venganza y era evidente que había disfrutado muchísimo con lo que le había hecho a Silvia.

 

Increíble, ha sido increíble, mucho mejor de lo que esperaba. Y tú ¿qué tal Silvia? ¿Te ha gustado mi leche?

 

Silvia, con la cara toda pringosa, se sentó de nuevo en el sofá, a mi lado y le objetó con sorna:

 

Seguro que es tan asquerosa como tú. ¿No has visto que la he escupido? Apenas he tenido que probar su sabor.

 

Andrés replicó:

 

¿No quieres reconsiderarlo? Aun puedes hacerlo, tienes la cara llena de esperma.

 

En ese momento Juan, que estaba en el sofá junto al exhausto Andrés, se levantó torpemente y se dirigió hacia Silvia. El bulto en sus pantalones era tan evidente que cuando ella le vio acercarse saltó con brusquedad:

 

– ¿Qué? ¿Tú también quieres hacerme lo mismo?

 

Pero Juan sacó un pañuelo de su bolsillo y balbuceó:

 

No. Yo sólo venía a ofrecerte un pañuelo para que te limpies la cara.

 

Silvia hizo un gesto como pidiendo perdón y le dejó que él mismo le limpiara todos los restos de semen. Una vez terminada la tarea Juan se quedó parado frente a ella admirando su cuerpo desnudo, pues Silvia ya ni se preocupaba por taparse.

De inmediato Andrés retomó la voz cantante de la situación, dirigiéndose a mi esposa:

 

¿Has visto lo galante que ha sido Juan? ¿No crees que deberías recompensarle de algún modo?

 

Silvia lanzó primero una furiosa mirada a Andrés, para concentrarse después en el hombre que tenía ante ella, y que inconscientemente, mientras se deleitaba observando sus curvas, se frotaba con la mano en la entrepierna. Andrés intervino de nuevo:

 

– ¿Tu que crees, Juan? ¿No te mereces un premio? ¿Una mamadita?

 

Juan, cada vez más turbado, contestó con un hilo de voz:

 

– No se. Jamás me lo han hecho y no estoy seguro de que me guste.

– ¿Nunca te la han chupado? Eso no puede ser. Tienes que probarlo. Te aseguro que es delicioso.

– Pero yo estoy a cien y podría venirme en su boca y eso es algo que no quiero hacer, es demasiado… sucio. Yo prefiero hacerlo cómo antes, en su coño.

– Pues ya no hay condones, pero tú no te preocupes, deja que te la mame y si notas que te vas a correr, te la follas por el coño y te sales cuando te llegue.

 

Andrés se dirigió de nuevo a Silvia:

 

Vamos Silvia, chúpasela un poquito. Dale esa satisfacción, deja que lo pruebe.

 

Silvia me miró, cómo no dando crédito a lo que oía, pero yo, deseoso en el fondo de que se la mamara también a Juan, asentí levemente, cómo dando la razón a Andrés. Con un pequeño gesto me dio a entender que todos estábamos locos, pero era evidente que ya ni mi esposa tenía tabúes y acercó sus manos a las del tembloroso Juan y las apartó del bulto de sus pantalones. Maniobró con el cinturón, el cierre y la cremallera de sus pantalones para permitir bajárselos hasta la mitad de los muslos. Sus largos calzoncillo de líneas verticales azules fue la siguiente prenda que Silvia le bajó a la misma altura. La polla de Juan apareció, entre una despoblada mata de pelos muy largos y completamente tiesa, ante sus ojos. Me pareció bastante más gruesa que la primera vez que la vi esa noche, seguramente porque su excitación en ese momento era mayor. Volvió a sorprenderme el contraste entre el blanquecino color de su tronco y el rojizo de su glande medio descubierto.

Juan permanecía quieto, sin saber muy bien qué hacer, y fue la propia Silvia la que cogió su polla y con mucha suavidad terminó de descapullarlo, mientras él se estremecía al sentir el contacto de la palma de la mano de mi mujer sobre su dura verga. Cuando ella echó su cuerpo hacia atrás, para apoyar su espalda en el respaldo del sofá, tiró de la polla de Juan obligándole a acercarse y finalmente a poner sus rodillas sobre el asiento a ambos lados de los muslos de ella. Silvia deslizó un poco su cuerpo por el respaldo hasta que el cipote de Juan estuvo a la altura de su boca y luego con un nuevo y ligero tirón la acercó a sus labios.

Cuando engulló el glande en su boca el hombre cerró los ojos, pero cuando se metió en la boca la mayor parte de la picha y, esta vez sí, empezó a mamársela, Juan emitió un gruñido de satisfacción y empezó a suspirar. Era, sin duda, la primera vez que Silvia hacía una mamada, pero también era la primera vez que Juan la recibía. Se la estuvo chupando un rato hasta que empezó a mover rítmicamente los labios subiendo y bajando por el tronco de su cipote cuyo grosor hacía que la piel se moviera al mismo compás, originando un efecto masturbatorio que posiblemente ni la propia Silvia quería, pero que Juan seguro que agradecía, pues le estaba produciendo un gusto impensable, tanto que, instintivamente, apoyó sus manos sobre la parte alta del respaldo del sofá y comenzó a mover su cuerpo, al principio muy ligeramente, siguiendo el vaivén de la mamada de mi mujer.

Las sensaciones placenteras de Juan se fueron incrementando y eso hizo que sus movimientos de riñones de adelante a atrás a se intensificaran y que él comenzara a olvidarse de sus opiniones morales ante la posibilidad de correrse entre los labios de Silvia, mientras su polla asumía el mando de la situación, follándose a mi esposa por la boca, con creciente ímpetu.

Llegó un momento en que la fuerza de la follada era tal que Silvia, intuyendo lo que podía pasar, intentó apartarle poniendo sus manos sobre el pecho del hombre que ya estaba fuera de sí. El intento de mi mujer fue inútil y las exclamaciones de placer de Juan inundaron el salón hasta que su cuerpo empezó a sufrir las convulsiones que ya habíamos visto antes y que anunciaban su inminente orgasmo.

 

¡Ay Dios, esto es increíble! – pudo exclamar justo antes de que los temblores de su cuerpo aparecieran al empezar a correrse.

 

Silvia se dio cuenta de que Juan le iba a inundar la boca de esperma e intentó zafarse del pollón pero esta vez no tuvo escapatoria. El temblor de Juan empujaba sin parar su grueso cuerpo contra el rostro de Silvia aplastándolo contra el respaldo del sofá y mi esposa comenzó a recibir en su boca la eyaculación del hombre. Como el grosor de la polla de Juan impedía a Silvia escupir la leche que el vomitaba, intentó retenerla entre sus mofletes que se fueron hinchando. Dado el tiempo de abstinencia de él, y pese a haberse ya corrido una vez, la corrida fue larga y copiosa y en medio de la misma, entre tosidos y arcadas, ella tuvo que tragarse el líquido mientras Juan seguía soltando leche.

Finalmente cesaron los temblores y Juan culminó su éxtasis, pero mantuvo su cuerpo aún apretado sobre mi mujer un buen rato hasta que ella le empujó y él se retiró con su pene ya en clara decadencia. Los aplausos de Andrés resonaron en el salón.

 

¡Sí señor! ¡Ha sido genial! Ya te lo advertí Juan. Una buena mamada es deliciosa y veo que la has disfrutado de verdad.

 

Juan retrocedió hasta el mueble, intentando recuperar la compostura y la cordura.

 

¡La virgen! Ha sido la corrida mas intensa que he tenido en mi vida – y mirando a Silvia se excusó:

Lo siento Silvia, ha sido superior a mí, no he podido evitarlo. Cuando empezaste a pajearme con los labios me descontrolé. Te agradezco el maravilloso momento que me has hecho pasar.

 

Silvia sonrió sinceramente a Juan y le dijo:

 

No te preocupes, no pasa nada. Me alegro por ti que lo hayas disfrutado.

 

Luego se levantó y, tras mirarme brevemente con una expresión que nunca antes había visto en ella, se dirigió, contorneándose como una puta, hacia la silla en la que Lucas había contemplado el espectáculo sin dejar de acariciarse su oscura y circuncindada verga. Aunque prácticamente ya no había nada que pudiera sorprenderme esa noche, no me esperaba las palabras que dirigió al hombre gitano mientras le miraba fijamente a los ojos:

 

¿Y tú qué, Lucas? ¿No quieres que también te la chupe?

 

Y se acercó aún más a Lucas mirándole la polla con descaro y claras muestras de deseo, inclinando su cuerpo con clara intención de metérsela también en la boca, pero él se levantó y la alzó también a ella, puso sus dos manos sobre el trasero de mi mujer atrayéndola hacia él. Sus manos se pasearon por las nalgas de Silvia, abrieron sus cachetes y sus dedos se introdujeron repetidamente por la raja del culo, acariciando el agujero de su ano. Lucas y Silvia se besaron con auténtica pasión.

Ella no se mantuvo quieta y, mientras seguían besándose, acarició con una mano la espalda tersa del gitano y con la otra le imitó palpándole y pellizcándole repetidamente el delgado trasero aunque sin rozarle la raja del culo.

Yo ya había asumido que ese hombre producía un efecto devastador en la sexualidad de mi esposa y no me importaba, al contrario me excitaba, aún más si cabe, el abierto comportamiento de ella hacia él.

Lucas puso una vez más a mi esposa a cuatro patas, justo frente a mí, y empezó a lamerle una y otra vez el orificio anal, acudiendo, de vez en cuando, al vaginal. Se incorporó y apuntó con su sable totalmente tieso al trasero de ella. Cuando su polla empujó sobre las paredes de entrada de su ano, Silvia, sorprendida, se giró, pero pese al dolor que la penetración le producía, no rechistó e intentó disfrutar de algo que sexualmente era para ella totalmente novedoso.

Lucas consiguió, con mucho esfuerzo, introducirle buena parte de su cipote en el ano y se movió lentamente, sin llegar a conseguir al principio que Silvia se relajara lo suficiente para gozar de la sodomización. Sin embargo el gitano mantuvo pacientemente durante bastantes minutos la lentitud de sus embestidas hasta que su polla se acopló al canal del recto de mi mujer y empezó a entrar y salir de él sin dificultades. Los gemidos de Silvia le indicaron que ella empezaba a gozar de la verga en su culo y para excitarla aún más llevó una de sus manos a su coño acariciándole el clítoris, mientras incrementaba la fuerza con lo que le taladraba el culo.

Cuando parecía inminente el orgasmo de Lucas, y puede que también el de mi esposa, Andrés se les acercó, de nuevo con la polla en completa erección y le susurró algo al hombre. Lucas se salió, alzó a Silvia y ocupó su lugar tumbado en el suelo. Sin dejarla mirar hacia atrás, donde Andrés esperaba masturbándose, la instó a cabalgarle. Silvia bajó su cuerpo sobre el de Lucas y escondió la polla dentro de su coño. No tuvo ya tiempo para subir. El capullo de Andrés la sorprendió abriéndose paso con ímpetu en su ojete que tan abiertamente, y sin saberlo, había dejado expuesto a la vista del odiado hombre. Mi jefe empujó y le metió la tranca sin muchos problemas, tomando el mando de la follada/enculada con enérgicos golpes de riñón. Ensartada entre los dos hombres y follada duramente por ambos, Silvia ya ni protestó por la rudeza de Andrés, abandonándose al placer que le producían los movimientos de las pollas en sus dos canales. Andrés, en medio de los jadeos y gemidos de los tres, no quiso reprimirse:

 

¡Joder Silvia! Darte por culo es lo único que me faltaba estaba noche. Y ya veo cómo disfrutas mientras te partimos en dos. Estás hecha una auténtica zorrona.

 

Andrés no aguantó mucho tiempo sintiendo la estrechez del canal anal de Silvia y anunció su corrida:

 

Me voy a correr otra vez. Toma mi leche. Guardátela en ese precioso culo.

 

Jadeando, Andrés se corrió por tercera vez esa noche dentro de mi esposa y luego, medio desfallecido, abandonó el cuerpo de Silvia y volvió a sentarse junto a Juan.

Parecía que era lo que Lucas esperaba, pues apenas se quedó sólo con ella, la volteó girándola boca arriba, se agarró a sus pechos y le penetró de nuevo por el coño, iniciando un furioso mete-saca que mi esposa sin duda agradeció mientras todos sus sentidos se revolucionaban para llevarla a la cima del placer.

Una mezcla de gritos y gemidos acompañaron el orgasmo de Silvia que aprisionaba con sus piernas y brazos el cuerpo de Lucas sobre ella mientras éste se la follaba a placer con potentes embestidas y sin parar de acariciarle y chuparle los pezones. Fue una corrida brutal de mi esposa, pero ella, fuera de sí, quería más y separó la boca de Lucas de sus pechos y de nuevo le besó con furia y pasión. Lucas respondió acelerando aún mas sus envites mientras el sudor recorría la mayor parte de su cuerpo, hasta que sintiendo la proximidad de su venida se incorporó y abandonando el coño de mi mujer empezó a meneársela dispuesto a correrse sobre aquel.

Entonces Silvia le agarró con ambas manos de la cintura y le instó a reptar hacia su pecho. Lucas aceptó la invitación y, arrodillado, se movió hasta colocar ambas rodillas a la altura de sus pechos. De inmediato envolvió su polla entre las tetas de Silvia y se masturbó con ellas durante un par de minutos. Silvia volvió a instarle a subir su cuerpo aún mas arriba y Lucas, a regañadientes, abandonó la cubana que se estaba haciendo, situando ya sus rodillas a la altura del cuello de ella. Cuando mi mujer tuvo la estaca de Lucas a su alcance, se apoderó furiosamente de ella y bajándola la restregó repetidamente sobre su cara sin cesar de pajearle, luego la observó con detenimiento, cómo si quisiera descubrir todos los secretos, para ella desconocidos, que pudiera tener una polla. Su lengua se concentró sobretodo en la base del capullo, pasándola con reiteración sobre la zona del frenillo, algo que, a tenor de los gestos de su cara, a Lucas le debía resultar maravilloso. Luego se la metió en la boca y se la mamó con ganas, acariciándole con una de sus manos los huevos. La mamada era tan enérgica que iba a llevar a Lucas a correrse sin remedio, pero él no debía querer hacerlo aún, pues consiguió sacar la verga del húmedo recinto que la albergaba y, reptando un poco más, tapó con sus cojones la boca de Silvia.

Mi mujer, cada vez más encendida no se lo pensó y empezó a chupar con frenesí las pelotas del gitano que ahora se masturbaba más lentamente. Lucas bajó su otra mano hacia el chocho de Silvia y volvió a acariciarle el clítoris con su habitual maestría. Las lamidas de Silvia comenzaron a ser acompañadas por gemidos de placer e inconscientemente sus manos se posaron de nuevo sobre las nalgas de él, empujándole aun más hacia ella. Lucas, viendo el estado de frenesí de ella, decidió aventurarse aún más y reptando nuevamente puso su ojete a la altura de la boca de mi esposa, permaneciendo quieto y esperanzado en una reacción positiva de ella, mientras le masturbaba el coño con más intensidad. En efecto no tuvo que esperar mucho, pues Silvia subió su rostro lo suficiente para apoyar sus labios en el esfínter de Lucas quien al sentirlos sobre su ojete se estremeció y empezó a moverse de arriba a abajo consiguiendo que los labios de Silvia se pasearan por toda la raja de su culo. Cuando ella empezó a manipular con la lengua su ano, Lucas se derritió y empezó a pelársela con más fuerza.

Desde mi posición, con incredulidad, veía perfectamente los vericuetos que la lengua de mi esposa efectuaba entre los pelos negros del culo del gitano y como se introducía repetidamente en el interior de su oscuro agujero.

A punto de correrse, Lucas bajó su posición y Silvia aprovechó para apoderarse de inmediato de su polla, metiéndose la mitad en la boca mientras le pajeaba con fuerza. Lucas comenzó a gruñir sintiendo como la leche estaba a punto de subirle por el tronco de su picha. Cuando el cuerpo del hombre se tensó, Silvia le soltó la polla y la engulló por completo dentro de su boca dispuesta a ordeñarle toda la leche que tenía en los cojones. Lucas finalmente aflojó la tensión y empezó a descargar su semen en la boca de mi mujer, entre continuos espasmos de placer. Al sentir la leche caliente Silvia, con un gemido gutural acentuado, pues tenía la boca ocupada, también se corrió. De nuevo fue un orgasmo pronunciado mientras recibía, esta vez con auténtico deleite, la lefa de nuestro invitado.

Cuando Lucas pudo incorporarse volvió a sentarse en la silla, dejando a Silvia tumbada sobre la alfombra. Todos nos dimos cuenta de que el esperma que había escupido Lucas seguía en su boca y ella jugaba con su lengua moviendo el preciado líquido por todos los rincones. De repente se puso de rodillas sobre la alfombra justo frente a mí, mirándome con una sonrisa llena de lascivia. Entonces abrió la boca y me mostró por unos instantes la nata de semen que había batido saboreando el esperma de Lucas, tragándosela a continuación. Se relamió, abrió la boca y permaneció inmóvil, suplicando con la mirada lo que yo, en el fondo, estaba deseando hacer.

 

¿Será posible? ¡Esta mujer es una auténtica furcia! Vamos Mariano, ¿Qué estás esperando? Creo que tu mujer no ha tenido bastante y necesita más.

 

La voz de Andrés me hizo reaccionar. Notaba el dolor en mis testículos originado por la prolongada erección que me había causado la sesión de sexo de mi esposa con mis tres colegas de juego. Me levanté y saqué al exterior mi endurecido cipote y lo posé sobre la lengua que Silvia, golosamente, apoyaba sobre su labio inferior, esperando una nueva ración de leche. Apenas tuve que meneármela un par de veces para que el placer se apoderara de mis sentidos y dejara escapar, a borbotones, toda la leche que tenía acumulada en mis huevos. Silvia la recibió, la saboreó como había hecho antes con la de Lucas y se la tragó, dando así por concluida una noche de inimaginable sexo para ella y todos nosotros.

Éramos conscientes de que todos, esa noche, de una u otra forma, habíamos ganado la apuesta. Los tres hombres se habían tirado y habían gozado de mi esposa a placer, y Silvia y yo habíamos descubierto una faceta en nuestra vida sexual que seguramente nos iba a marcar positivamente para siempre.

Por cierto, el lunes siguiente Andrés me entregó el cheque de 30.000 euros, aunque no me correspondía, y yo, por supuesto, lo cogí. Mañana viernes hay una nueva timba de póker, esta vez en casa de Andrés, y yo estoy convencido de que, enseñándole el cheque a Silvia, no tendré muchos problemas en convencerla de que me acompañe a la partida.

FIN

Relato erótico: “Mi prima venía a preñarse y la cedí a otra mujer” (POR GOLFO)

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Mi prima venía a preñarse y la cedí a otra mujer.

Segunda parte de “Mi prima venía a preñarse y salió con el culo roto”

Como os narré en el capítulo anterior, Isabel, mi prima vino a verme para someterse a un tratamiento de fertilidad. Aunque en un principio me negué porque no la soportaba ni a ella ni al imbécil de su marido, al examinarla esa rubia resultó más puta que las gallinas y me entregó su culo. En este capítulo os voy a narrar mi visita a su casa y como mi parienta me demostró ser una máquina sexual sin parangón.
Había quedado con ella ese mismo viernes al salir del hospital, aprovechando que el inútil de Manuel iba a pasar el fin de semana con unos “inversores”. Reconozco que cuanto me invitó y me dio esa escusa peregrina, pensé sin temor a equivocarme que su marido se la había vuelto a dar con queso y que en realidad serían unas putas, las personas con las que iba a pasar esos días. Como estaba seguro que su mujercita iba a darme otra vez sus nalgas, no la saqué de su error y me preparé para disfrutar de ella sin la presencia de ese corneador cornudo.
Haciendo honor a mi fama de hombre puntual, estaba llamando a su puerta a las ocho de la noche. En mis manos llevaba un ramo de flores para agradecer sus “atenciones” pero ocultos en el interior de mi mochila cargaba un arsenal de instrumentos sexuales que pensaba usar durante mi estancia allí.
Tal y como había previsto, la zorra de mi prima me recibió vestida para matar. Obviando que éramos familia, se había puesto un vestido casi transparente que realzaba la rotundidad de sus curvas. Isabel tras saludarme con un beso en la mejilla, cerró la puerta y llevándome al salón, me pidió que me acomodara mientras ella iba a terminar de hacer la cena.
“¡Menudo culo tiene la condenada!”, me dije al observar mientras se iba a la cocina sus impresionantes nalgas.
Su evidente coqueteo quedó confirmado por el vaivén que imprimió a su trasero y por eso, babeando, descubrí a través de la tela que esa putilla solo llevaba un escueto tanga bajo su ropa. En ese momento, dudé si seguirla y follármela contra la encimera o esperar y seguir con mi plan. Al ver un mueble bar repleto de buen whisky, decidí aprovechar la “gentileza” de Manuel y darme un homenaje con su bodega.
Acababa de servirme un Chivas con hielo cuando la oí que me decía:
-Pon algo de música para crear ambiente.
 






Aceptando su sugerencia, busqué entre sus cd que poner y os confieso que se me iluminó la cara cuando entre  centenares de discos horteras, hallé medio escondido la banda sonora de 7 semanas y media. Reservando mi descubrimiento para el momento oportuno, inserté en el aparato de música un disco de baladas.

-¡Qué romanticón!- gritó la guarra de ella cuando escuchó los primeros acordes.
Dando un sorbo a mi bebida, me reí pensando:
“Te vas a llevar una sorpresa, ¡So puta!”
Mi plan era enseñar a esa rubia que mis servicios eran caros y ya que no podría cobrarle mis honorarios de la forma habitual, iba a resarcirme con su cuerpo. Haciendo cálculos, mi querida primita tendría que entregarse a mí durante años para saldar esa deuda y por eso, para mí, ese fin de semana solo sería el anticipo.
Ajena a todo ello, Isabel volvió trayendo la cena. La sensualidad con la que se comportó al percatarse de la forma que la miraba, me indujo a suponer que la mujer no pondría demasiados reparos a lo que le tenía preparado. Su disposición quedó de manifiesto cuando acercándose a mi lado, me rogó que le pusiera una copa.
-¿Qué te apetece?- pregunté poniendo hielos en un vaso.
Mi prima sin cortarse en absoluto, contestó mientras me acariciaba el trasero:
-Algo muy frio para calmar mi calentura.
Haciendo caso omiso a sus manoseos, terminé de servirle el copazo y solo cuando le dio el primer trago, cambié de música y puse la canción de Joe Cocker: “YOU CA LEAVE YOUR HAT ON”. Isabel al reconocer esa melodía y saber que era la de la famosa escena del striptease de Kim Basinguer, me miró muerta de risa y preguntó:
-¿Y eso?
Lanzando un órdago a la grande, contesté:
-Quiero que te desnudes lentamente para que pueda valorar mi mercancía-.
-¿Por dónde empiezo?-, me dijo melosamente mientras se desprendía del primer botón.
Ni siquiera me digne en contestarla, fueron mis manos desgarrando su vestido las que respondieron su pregunta. Mi prima no se lo esperaba y tras unos momentos de incredulidad, sonrió diciendo:
-Me encanta que seas rudo- tras lo cual y siguiendo el ritmo de la música, se fue quitando el sujetador sin dejarme de mirar a los ojos.
El erotismo y la entrega con la que me obedeció, me reveló que esa zorra deseaba que la hiciera mía y por eso, trataba de descubrir por mis gestos, si me gustaba cómo se estaba desnudando. Confieso que me satisfizo ver que obedecía pero aún más observar que sus pezones lucían inhiestos, producto de la excitación que la embargaba. Decidido a incrementar su ardor, me acerqué a ella y con una mano levanté su barbilla.  Luisa creyó que quería besarla pero entonces como si estuviera tasando un animal en una subasta, le di la vuelta y comencé a estimar en voz alta su valor.
-No creo que pudieras conseguir más de cien euros por polvo en la calle- comenté hiriendo su autoestima.
Mi prima lejos de escandalizarse, se dio la vuelta y mostrándose en su plenitud, me respondió:
-Te equivocas. Hay mucha gente con buen gusto que pagaría una fortuna por mi culo. ¡Tú entre ellos!
Me cabreó darme cuenta que desde su punto de vista era verdad. Esa cabrona había conseguido que todo el tratamiento le saliera gratis. Por eso y sacándola de su error, cogí entre mis manos una de las negras areolas que adornaban su pecho y regalándola un duro pellizco, respondí:
-Estás hablando antes de tiempo. Todavía no sabes lo que tendrás que hacer para que considere saldada tu deuda.
Fue entonces cuando Inés, recreándose en su supuesta superioridad, me contestó:
-¿Ser tu amante? – y recalcando sus palabras con hechos, comenzó a desabrochar mi cinturón.
-Te equivocas- le solté. –Te haré mi esclava.
Tras lo cual dando un sonoro cachete en su culo, solté una carcajada. Isabel debió pensar que era un juego porque arrodillándose frente a mis pies e imprimiendo un tono sumiso a su voz, me dijo:
-Si ese es el precio, úsame…
Ni siquiera le di tiempo a terminar y retorciéndola el brazo, la llevé hasta su cama. Tirándola sobre el colchón y mientras ella no paraba de reír, le solté:
-¡Zorra! Si gritas tus vecinos sabrán que le pones los cuernos a tu marido.
Mi prima todavía en la inopia del destino que le tenía reservado, me gritó:
-¡No me violes! ¡Por favor!-
Disgustado porque no se tomara en serio mi actuación,  decidí darle un escarmiento y soltándole un tortazo, le grité:
-No se viola a una puta, se le paga y como yo ya lo he hecho solo voy a tomar lo que es mío- y sin esperar su reacción, le di la vuelta y cogiendo la cuerda la até.
-¡Me haces daño!- se quejó cuando apretando los nudos, la inmovilicé con los brazos atados a los barrotes de la cama.
Sin compadecerme de ella, le tocó el turno a sus tobillos y con ella ya maniatada, la cogí del pelo y pregunté:
-¿Cuántos consoladores crees que eres capaz de albergar?-
La rubia me miró asustada por primera vez e intentando comprender lo que ocurría me dijo casi llorando:
-Libérame,  ¡No me está gustando!
Aproveché su desconcierto para darle otro guantazo mientras me reía. Isabel ya  histérica me ordenó que parara pero entonces sacando u bozal de mi mochila se lo coloqué en la boca, teniendo únicamente cuidado de no asfixiarla. Incapaz de asimilar lo que le estaba ocurriendo, se retorció sobre las sábanas intentando zafarse pero tras unos minutos de vanos esfuerzos, se quedó quieta mientras sus ojos brillaban de ira.
Disfrutando de mi dominio, saqué unos dildos de diferentes tamaños y sin importarme que pensara, los fui introduciendo uno a uno dentro de su sexo como decidiendo cual era el mejor. A esas alturas, la rubia ya estaba convencida de que la iba a violar y por eso, empezó a derramar lágrimas mientras trataba de evitarlo.
Al verla al borde de la desesperación, decidí que era la hora de incrementársela y extrayendo un enorme falo de plástico del interior de la bolsa, se lo mostré diciendo:
-Mira lo que tengo aquí- tras lo cual embadurnándolo de glicerina, se lo incrusté hasta el fondo de su coño.
La expresión de dolor con la que me regaló, me reveló su angustia y que había obtenido mi propósito. Satisfecho y no queriéndola forzar más de lo necesario, le metí otro más pequeño en su ano. Ya ensartada por sus dos agujeros, puse los aparatos a la máxima potencia y la dejé sola. Acto seguido me puse a cenar.
“Cocina bien la hija de perra”, pensé mientras daba buena cuenta de los platos que esa puta había preparado.
Con la tranquilidad que da el saber que cuanto más tardara, más tiempo tendrían esos artefactos para sacarla de las casillas, me lo tomé con tranquilidad y habiendo acabado, me preparé un café. Con la taza entre mis manos, volví a su habitación. Allí descubrí que el sudor cubría su cuerpo y que mi “querida” parienta estaba a punto de caramelo.
“Está buena” me dije valorando positivamente el estupendo cuerpo que se podía retorcía sobre el colchón.
Pequeña de estatura, mi prima era dueña de un par de peras dignas de un banquete.  Si sus pechos eran cojonudos, el resto no tenía desperdicio. Dotada por la naturaleza de una exquisita anatomía, comprendí que la mujer había dedicado muchas horas de su vida a mantener en un estado perfecto. Por eso y descubriendo mi presencia, empecé a acariciarla mientras le decía:
-Esta noche vas a experimentar nuevas sensaciones.
Inconscientemente, mi prima se relajó al sentir mis manos en su piel y antes de que se diera cuenta el cumulo de excitación que llevaba sufriendo, desencadenó un tremendo orgasmo que la asoló por completo.  Al percibir que su chocho rebosaba de flujo, le solté:
-Ves perrita como te gustará lo que te tiene reservado tu amo.
Fue entonces cuando de improviso sonó el timbre de su casa. Mi prima fue la primera sorprendida y más cuando sonriendo le informé:
-Acaba de llegar tu visita.
Su rostro reflejó incredulidad y miedo. Sin darle a conocer a quien había citado fui a abrir la puerta. La tortura de verse atada en una habitación, al alcance de la persona que había entrado en supuso, le aterrorizó y por eso cuando volví acompañado, Isabel llevaba el rímel corrido producto de un padecimiento espantoso.
-¿Es esta tu perra?-, me preguntó mi acompañante al ver a mi victima postrada en la cama.
-Sí- respondí.
Admirando la belleza de la mujer, mi visita se relamió los labios y me pidió permiso para irse a cambiar. Descojonado señalé el baño de la habitación y aprovechando su marcha, me acerqué a Isabel y quitándole la mordaza, le pregunté si le gustaba mi primera sorpresa:
-¿Quién es esa zorra?- contestó con su voz cargada de ira.
-Tu primera experiencia lésbica- respondí mientras volvía a colocarle el bozal.
Sacando fuerzas de su desesperación, intentó nuevamente zafarse de sus ataduras y solo se quedó quieta cuando al abrirse la puerta del baño, vio que la morena que la había estado observando venía totalmente desnuda. Alicia, así se llamaba mi invitada, era un portento de mujer de raza negra. Dotada con  una belleza casi masculina, tenía a gala ser una domina bisexual y por eso cuando le expliqué que le daría una sumisa que jamás había estado con una mujer, no se pudo negar y se mostró ansiosa de ser ella quien la estrenara.
Acechando a su regalo, la mujer se acercó a la cama y con su mano, comenzó a examinarla. Mi experimentó por primera vez la suavidad con la que una mujer tocaba a otra. Aunque sus ojos parecían que iban a salirse de sus órbitas, me quedó claro que en su interior, no le disgustaba porque dejó de debatirse y se relajó. Fue entonces cuando llamándome a su lado me besó tiernamente mientras se apoderaba disimuladamente del clítoris de la muchacha.
-Gracias, es preciosa- la morena me soltó justo antes de dedicarse por completo a la mujer postrada.
Esta creyó estar en el paraíso cuando sintió que los labios de mi amiga acercándose a su sexo. Os tengo que reconocer que me excitó ver que la rubia había cedido y que esperaba ansiosa descubrir esa nueva experiencia. Estaba tan fascinada con la negrita que sus ojos brillaron de felicidad al sentir que la recién llegada, sacaba el consolador de su coño y lo sustituía con su lengua.
-Tu perrita está cachonda- me señaló mi conocida al saborear el flujo que desbordaba el sexo de mi prima.
-Lo sé- respondí mientras me sentaba tranquilo en una silla a observar la escena, no en vano la había elegido porque además de ser una experta tenía esa rara cualidad de dar confianza a los novatos.
 
Tras varios minutos de continuos toqueteos y acercamientos, mi amiga decidió que Isabel estaba ya preparada toqueteos y desatando la correa que sostenía la mordaza, la besó en los labios. Fue un beso posesivo al que mi prima inducida por una pasión desconocida respondió con ardor. Se notaba a la legua que a Isabel le había encantado Alicia.
“No tiene mal gusto”, me dije.
Era alta, negra clara, de un tono que contrastaba con la blanquísima piel de mi mi prima.; cabello negro rizado y largo; con unos rasgos finos y unos ojos felinos, mi amiga era bellísima. Su cuerpo no se quedaba atrás. Tenía unos perfectos pechos redondos y un abdomen plano era el anticipo de una cintura de avispa y de un culo impresionante. En ese momento, os tengo que reconocer que viéndola me dieron ganas de ser yo quien estuviera atado.
La negra controlando la situación, desató a mi prima. Ya libre, lejos de huir, se entregó totalmente de forma que los besos continuaron por un buen rato. Después de un tiempo, mi amiga bajó poco a poco por el cuello de esa rubia hasta sus pechos. Los besó, los lamió, los succionó y los mordió haciendo que su dueña perdiera la razón gimiendo como una loca. 
Desde mi asiento me estaba perdiéndome gran parte de la escena.
“¡Mierda!” exclamé mentalmente y para solucionarlo cambié la silla de lugar para observarlas en todo su esplendor sin perder detalle de los acontecimientos.
No tardé en ver como Alicia llevaba sus dedos hacia la entrepierna húmeda de la otra. La agitada respiración de mi prima era muestra elocuente del terremoto que estaba asolando su mente. Isabel al sentir esos intrusos hurgando en su intimidad, abrió los ojos como platos.
-Disfruta  putita- le dijo al oído mientras la besaba, tras lo cual reanudó los lentos movimientos dentro de la inundada cueva en que se había convertido el sexo de la rubia.
Los gemidos de ambas llenaron la habitación cuando la boca de la negra se adueñó del hinchado clítoris de mi prima. Esta la miró alucinada al comprobar que lejos de asquearla, le encantaba que esa mujer la estuviera devorando y ya sin poder aguantar más, gritó mientras se corría.
-¡Dios! ¡Qué gozada!
Al oírlo, Alicia introdujo dos dedos dentro del coño de mi parienta y muy lentamente comenzó el mete y saca. Esa excitante escena se prolongó durante unos minutos hasta que viendo la morena que su “victima” se había visto liberada por segunda vez por el placer decidió dar el siguiente paso.
-Pásame mi bolsa- me ordenó.
Parcialmente molesto por su autoritario tono, me levanté y se la di. Con una sonrisa en el rostro, metió su mano en el bolso y sacó una caja de cera para depilar mientras le decía:
 
-Una puta como tú no puede llevar un coño tan peludo- tras lo cual cogió dos tiras de la cera y cuidadosamente se la colocó encima del pelo que le sobraba. Una vez paso el tiempo necesario, de un solo jalón, se las arrancó.
-Arggg, Me hiciste daño- la rubia se quejó.
-Tienes prohibido hablar, perra- le recriminó mi amiga y brocha en mano empezó a extender la crema de afeitar alrededor de su pubis. Isabel, más tranquila, empezó a disfrutar del leve toqueteo de la brocha sobre sus labios. El frescor de la misma se enfrentaba con el calor que ella estaba sintiendo en su interior. Yo, mientras tanto, convidado de piedra, seguía absorto todos sus movimientos.
Con mucho cuidado y con una cuchilla, Alicia afeitó ese monte y dando el último retoque me preguntó mientras con movimientos circulares jugaba con su clítoris, dándole suaves golpecitos con el dedo:
-¿Te gusta?
Reconozco que se veía hermoso y apetecible pero lo que realmente me encantó fue pensar en qué le diría a su marido cuando descubriera el cambio. Una vez acabó, se agachó y mordisqueando el interior de sus muslos, se fue acercando poco a poco a su objeto de deseo, Al llegar, sacó la lengua recorriendo su raja, y se concentró en el bultito erecto.  Primero con pequeñas aproximaciones, luego con una lamida profunda que tumbó nuevamente las defensas de mi prima.
-Sigue- gimió ya descompuesta al sentir que su enésimo orgasmo se acercaba.
Al escucharla, Alicia que  estaba disfrutando de la indefensión de la rubia, le dijo mientras sacaba un enorme arnés de su bolsa:
-Ahora te voy a echar un polvazo.
Isabel miró extrañada el instrumento al no haber nunca visto uno parecido y asustada por su tamaño, gritó:
-Me vas a destrozar.
La negra poniendo cara de sádica, le respondió:
-Es lo que quiero. Tu dueño me ha pedido que te enseñe como folla una mujer y eso es lo que voy a hacer- tras lo cual lo encendió y de un solo movimiento se lo insertó en su coño.

La penetración fue brutal. De los ojos de la rubia brotaron  unas lágrimas de dolor pero eso no detuvo a Alicia que, viéndola indefensa, aceleró su ritmo moviendo sus caderas en un movimiento frenético. Esa escena donde dos mujeres amándose formaban un mecanismo perfecto terminó por decidirme y acercándome  a ellas,  use mis manos para abrir las nalgas a la mulata. Su gemido me confirmó que era bienvenido y por eso ya sin reparo alguno,  introduje mi lengua en su ojete. Alicia, encantada con la caricia que estaba recibiendo su ano, me dijo:

-Ya era hora.
Su sabor agridulce me enardeció y  con un dedo fui relajando el esfínter, el cual rápidamente reaccionó, ablandando su tensión. Al comprobar que estaba lista, introduje mi pene lentamente mientras ella no dejaba de bramar de gusto. Ya con todo la extensión de mi miembro en su ano, sintiéndose llena prosiguió con sus penetraciones. A cada embiste mío, respondía Alicia con uno suyo sobre su hermosa montura. Esa doble estimulación al sentirse poseída y posesora, hizo que en pocos segundos, el placer la dominara y pegando un chillido, se corrió. Su cuerpo al desplomarse insertó cruelmente el arnés en la vagina de Isabel, la cual sobreexcitada, pedía más como si le fuera la vida en ello.
Fue entonces cuando nuevamente la zorra de mi prima me sorprendió porque pegando un alarido, me gritó:
– ¡Dale duro!
Su palabras fueron el empujón que necesitaba y explotando dentro del trasero de la negra, llené con mi semen sus intestinos. Ya exhausto dejé caer mi cuerpo sobre el de ellas mientras Isabel se retorcía buscando que el pene de plástico la llevara nuevamente al orgasmo.
Quizás fue entonces cuando se dio cuenta que acostumbrada a un matrimonio fallido, el entregarse a mí la iba a descubrir nuevos horizontes y por eso buscando mis labios, me besó diciendo:

 

-Espero no haber saldado todavía mi deuda…
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 
 Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
 
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!


Relato erótico: “Erika Garza, el infierno compartido (11)” (POR RAYO MC STONE)

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Erika Garza, el infierno compartido con otras 3 diosas de la lujuria
El detective Ricardo había dejado su auto en el Aeropuerto de Monterrey ya que solo había salido un par de días al DF para unas diligencias de uno de sus tantos trabajos actuales. Lo abordo y activo el GPS que de manera oculta había colocado en la camioneta  Audi de la exquisita y rica Erika Garza, ya quería contactarla para empezarla a chantajear y sobre todo beneficiarse con su escultural y monumental cuerpo de diosa.
A esa hora el tráfico es incesante del Aeropuerto al centro de Monterrey, que es donde tiene su pequeño pero muy bien acondicionado departamento. Casi brinca de gusto cuando después de unos quince minutos de conducción, el indicador le muestra que está cerca de dicha unidad. Se extrañó por el hecho de que estuviera cerca, ya que es una zona que no debiera estar frecuentando la rica hembra y más por el día y la hora.  Agradeciendo su fortuna, se dispuso a seguirla. Unos diez minutos más de conducción fueron suficientes para estar ya cerca de la lujosa unidad. Se sorprendió aún más de que el conductor fuera el anterior Gerente del Zanzíbar a quien conocía sobradamente al ser cliente asiduo y confidente de algunas investigaciones que tenía que  realizar por su trabajo. ¿Qué lo conectaba con Erika Garza? Avispado se propuso seguirlo hasta donde llegará.
Mientras tanto en la afiebrada mente de Felipe que ya pensaba donde dejar la camioneta varada, se maquinaban mil y una cosas, sabía que de esta operación se volvería prácticamente rico, ya no tendría que volver a empezar desde cero, ya tendría una muy buena base para catapulsarse.
En ese momento el demonio le dictaba venganza, venganza hacia las dos mujeres que le habían hecho perder su privilegiada posición como prestanombres del ahora muerto empresario Don José Treviño. Sabía dónde vivían y como se llamaban. Eran unas suculentas y exquisitas hembras, las hermanas Cristina y Gabriela. El relajo que semanas atrás le habían endilgado en su añorado Zanzíbar fue de tal magnitud que hasta su viejo compinche de Cipriano también salió muy raspado. Podría aprovechar esta coyuntura para ver como  vengarse de estas buenísimas viejas. Sabía que debía tener cuidado con Pedro, su ambición por el dinero podría hacerle pensar que él solito podía con lo del secuestro, en ese sentido Cipriano no era tan materialista, sin duda que tendría que invitarlo a su plan. Una razón de ello es para tener una defensa en caso de que se quisiera pasar de listo Pedro y otra para poder desquitarse de las hembras, sobre todo le tenía ganas a Cristina, buenísima la trigueña que se ve fue la que ideo todo el tinglado y que según sus fuentes seguía frecuentando el bar como si fuera la gran estrella. La última noticia que recibió le hablaba de que había tenido otra noche de éxito en su show al lado de una espectacular extranjera pelirroja. Sabía que podía controlar más a Cipriano que a Pedro. Aunque en realidad cada uno de ellos era un tipo de cuidado.
Aparco el auto en una callecita  aparentemente tranquila y semivacía en el llamado Barrio Antiguo que en antaño era un lugar que la gente solía frecuentar, pero con los actos de inseguridad, ahora lucía desolado. Solos unos novios a lo lejos se estaban metiendo en un zaguán un faje de aquellos. Así que ni cuenta se darían. En el extremo unos niños aun con la luz de las farolas jugaban una cascarita. Se bajó para hablarle por celular a Cipriano y ver si lo podía venir a recoger en un Centro Comercial cercano… un auto se acercaba.
En otra colonia muy parecida a esta, cercana a la casa del difunto Rogelio Bautista, en un taller mecánico llamado “Pie Grande”, un taciturno viejo, ya a medios chiles, meditaba y recordaba momento a momento como la desgraciada hermana de su Gabriela le armo el desmadre que la alejo de ella para siempre…Pinche vieja y cabrona de Gaby, bien que me la hicieron, hasta al buey de Felipe lo desgraciaron…como me gustaría desquitarme de ellas. Esa pinche hermanita me la debe, pensaba para sí…
Mientras todo eso pasaba, en otra colonia un poquito más alejada del “Pie Grande”, pero por el mismo rumbo…de patitas al hombro Don Pedro le estaba poniendo una fenomenal copula a una desmadejada Erika que ya solo gemía como ramera en celo, pero sin entregarse por completo con sus palabras, solo había pronunciado las necesarias para dar su reconocimiento tácito al enculamiento. Su cabellera rubia junto con su carita cuya expresión de gozo es imposible de describir se movía de un lado a otra de la sucia cama: ayyyyyyyyyyyyyyyy, hummmmmmmmmmm, yaaaaa sueltammeeee me duelleenenn las manosss y brazoss…..fueron las únicas palabras que prodigo.
Te voy a soltar para que nos agasajemos mamacita chula, pero al primer intento de querer pasarte de lista, te pongo una madriza de aquellas….ehhh cabronnna putaaaa….vocifero el gordo y fuerte macho que se la estaba cogiendo.
La desamarro  pero estando en esa posición, a la mujer le resultaría difícil librarse, amén de que con la salvaje copula que estaba recibiendo no se le había pasado ya por la mente hacer alguna acción, esperaría a terminar.
Ufffffff, hummmmm…Erika suspiro al sentir ya libre sus manos y brazos, no teniendo de otra y sin querer entregarse por completo, estrujar con sus manos las viejas y sucias sabanas de la cama que se hundía al peso de ellos, crujiendo junto con los barrotes de metal golpeando la pared.
Don Pedro la estaba talandrando con todo, Erika ya estaba en el séptimo cielo, pero estaba consciente de que era una violación, por ello no cedía en cuanto hacerle ver al desalmado que prácticamente se las estaba dando con todo.
Mientras la rica rubia estaba siendo empalada….
Ricardo: ¡Qué tal Felipe! ¿Qué haciendo? ¿Quieres un raid?
Felipe a punto  de hacer la llamada por su celular a Cipriano, bajo la guardia un tanto, por ello brinco de susto y extrañado de ver quien le llamaba frente a su cara con familiar tono por su nombre.
¿Qué onda mí Richy? ¿Qué haciendo?
Pues aquí no más, y ¿tu?
Pues nada, vine a visitar a alguien de por aquí, pero ya estoy por ir a ver a otro cuate en su taller está cerca de aquí…se llama “Pie Grande”.
Al detective Ricardo, no le pasó inadvertido el leve nerviosismo que denoto su colega: Anda súbete, yo te llevo allí, de hecho lo conozco.
A Felipe le pareció bien, así le caía al Cipriano y de ahí ponerse de acuerdo para salir rumbo a su casa. Así no perdería el tiempo, ya que estando en el taller le pegaban duro para donde Pedro.
Bueno, okey, déjame marcarle a mi cuate de que le voy a caer. Felipe le marco al taciturno viejo diciéndole que lo visitaría para una buena movida.
Ricardo: Entonces que….¿de que se trata esa movida?
Felipe: Nada, nada,  una cosa de arreglar un carro, mi cuate es mecánico.
Ricardo: Ahhhh….se tratará de la lujosa camioneta que dejaste estacionada atrás.
Felipe: ¿Cuál?….
Ricardo: Vamos, no te pases de listo conmigo, te vi estacionar la Audi…
Felipe: Ahhh, pues si es de un cliente mío
Ricardo: Entonces, ¿Por qué la dejaste estacionada allá? ¿ Por qué no la llevas directo con tu cuate, el mecánico, el tal Cipriano que mencionaste.
Felipe: heeeee , es que el cliente me pidió que esperaría en la camioneta, siendo lo primero que se le ocurrió decir….pendejo, se estaba poniendo nervioso y más que este cabrón de Ricardo si se podía chingar si quería a él, a Cipriano y al Pedro juntos…éste si era un cabrón de miedo. Todos estos sujetos sin entrañas, en el fondo eran simples cobardes, vividores, aprovechados de las circunstancias, sin entrañas.
Ricardo, ya sabedor de su oficio se mascullaba algo truculento en esto, así que decidido lanzo su as de inmediato: Así, que mi protegida Erika Garza te pidió eso…
Felipe casi da un brinco en el asiento del copiloto y más cuando vio la pistola que su acompañante saco y que apuntándole repetía: Haber, pendejo, como esta esto, ¿dónde está la Sra. Erika?
Mira Ricardo, lo que pasa es que…no sé cómo decírtelo…
Espera buey ya llegamos al Pie Grande…Felipe había escogido un lugar para abandonar la Audi de la secuestrada rubia muy cerca del taller de su compinche…craso error.
Bájate con cuidadito.
Toc, toc, toc..¿Si…? la apagada voz de Cipriano se dejó escuchar…
Soy yo, Felipe, abre…
Al abrir la puerta, Ricardo empujo a Felipe y encañono a ambos hombres.
Haber buey, ahora si explícame como si fuera un niño todo esto….jajajaja Oye, este buey fue el pendejo del otro día en el Zanzíbar que fue humillado por la tal Cristina, cabrona vieja que chinga les acomodo a ustedes dos, jajajaja fueron el hazmereir de todos, jajajajajajaja Semejante viejón que se le puso y no se le paraba,, jajajajaja pobre buey…ayy que darl un frasco de viagra…jajaja
Esa cabrona de Cristina se volvió la reina del lugar, jajajajaja miren, miren, que está pasando, ¿Dónde está mi protegida Erika?
Felipe: Mira compadrito, lo que pasa es que un camarada la tiene en mi casa, ese cabrón la secuestro y por eso…vine por mi cuate porque es muy peligroso y pensaba liberarla. Felipe sabía que con el detective Ricardo no se podía andar con jueguitos…ni hablar la suerte de Pedro ya estaba hechada, se lo tendrían que chingar.
Jajajaja, eso ni tú te lo crees, no será que venías por refuerzos…y cuidadito de andar jugando con Erika, juegas con gente de verdadero nivel, su suegro es terrible…heeee, esperen…su celular empezó a sonar…
Rinnnn, rinnnn Siiii, no me digasss….hummmm
Haber,  acaban de encontrar al poderoso José Treviño muerto en su carro. Es el suegro, ¿Qué onda? ¿Qué me dices, Felipe? Es la noticia del momento en todo Monterrey y de México.
Mientras tanto el cerebro de Erika maquinaba y lograba separar sus pensamientos profundos de sus sensaciones y sentimientos, la estaban violando y a pesar de que gozaba, no se entregaba….como carambas había caído en esto…una mentira tras otra, el caer en las garras de su suegro orillo esto…ahora estos sujetos que la secuestraban, sabía que eran de peligro y no dudarían en matarla…De una cosa era consciente, una cosa era gozar, sentir como se la cogían y otra muy distinta era aceptarlo tal cual…no era tan pendeja e ilusa como otras mujeres que sin ton ni son se entregan de manera indiscriminada. Esto era el infierno, porque quieres y no quieres.
Yaaaa….me cannnsseee, dejajjjammee montartteee….siiiiiiii? Realmente lo estaba, la posición era incomoda al soportar el peso del otro y haber estado flexionada sobre sí misma.
Jajaja, ya vez bien que querías…tomándola fuertemente de sus muñecas y bajándole las piernas de sus hombros, el gordo hombre se volteó para que ahora la mujer lo cabalgara…todo esto sin salirse de su envainada pucha, demostrando una vez más su fuerza.
Erika estaba gozando a su pesar, así que lentamente se fue metiendo ese viril y erecto miembro para de inmediato pasar a moverse cadenciosamente sobre el sujeto…estaba la suerte a punto de favorecerla con todo, ya que para mayor fuerza al sentir como ese hombre le estaba llegando a lugares recónditos que no había experimentado, se agarró con fuerza de sus dos manos de la cabecera de metal. Ahora la copula ya era totalmente con su consentimiento corporal, era ella misma la que se estaba clavando con todo….hummmmm, ayyyyyyy, pappppaitototooto fueron las primeras palabras de varias que pronunciaría.
Mientras tanto, una vez que Felipe tuvo que explicarle a Ricardo como estaba el asunto, este se ofreció a apoyarles siempre y cuando tuviera tajada económica más grande que la de ellos, los tipos eran inexpertos en esos menesteres, pero no así él…para el sería el 70 % del monto del secuestro y el restante 30 % se lo tendrían que repartir Felipe, Cipriano y Pedro. Aprovecharían aún más el descontrol que seguramente ocasionaría en la familia la súbita muerte del suegro empresario.
Queriendo hacer más grande el asunto en cuanto a lo económico, valentonado ya por contar con el apoyo de un verdadero experto, además de ambicioso como ellos y en su sed de venganza Felipe le propuso involucrar a las hermanas  Cristina y Gabriela…fácil asunto para Ricardo. Así el festín, la orgía de sexo sería completa y el pastel de marmaja a repartir sería mejor. Todos saldrían ganando. Aunque por estas dos hembras claro que pedirían mucho menos dinero, jajaja que la tirada de la piedra fuera de acuerdo al sapo, como dice el refrán popular mexicano. Ellos conocían a las mujeres y ya se les había metido el pingo por completo para armar una orgía en toda la extensión de la palabra.
La idea era ir a casa de Cristina, por el horario tal vez contarían con la suerte de que no estuviera el marido, un tal Pablo que solía trabajar de noche, por eso las salidas nocturnas de esa bella hembra…Ricardo la tenía bien checada también y de ahí jalar a la juvenil y despampanante rubia hermana. Someter a las dos hembras y llevársela para la casa de Felipe. La tenía vigilada porque también se había impresionado de como desenmascaro a Felipe y Cipriano el otro día en el Zanzíbar, aunque no imaginaba que estaba también ligada al desmadre en el mismo lugar con el suegro y la rubia Erika. Esa canija de Cristina se había fácilmente maquinado dos home runs en el mismo lugar. Pero su impresión era mayor por lo suculento de su cuerpo y más por su fuerte eroticismo y sensualidad que proyecto en sus shows ofrecidos. A este cabrón de Ricardo cuando una vieja o algo se le metía entre ceja y ceja, con sus artimañas y su oficio investigaba a fondo.
A tal efecto, Ricardo se las sabía muy bien, así que dejaron su auto en el “Pie Grande” y tomando un taxi se fueron para otro rumbo, en donde la idea era robarse una camioneta y en ella hacer toda la maniobra. En una raída y sucia maleta que le facilito el mecánico Cipriano, coloco varios implementos que saco de su auto. Eran máscaras de luchadores, algunas de ellos, pistolas, navajas, esposas, y cosas de esas. Aunque les aclaro a los otros dos que él guardaría el parque para las pistolas.
A Ricardo le fue fácil llegar a la casa de Cristina, con habilidad inusitada hacerse pasar como un representante de la empresa del marido y ver que solo estaba ella…no tenía aún hijos, a diferencia de su hermana Gabriela, que tenía un niño que más bien parecía mujercita.
La sometió con cierto grado de dificultad, pero al final logro su cometido y la obligo a llamar a la hermana con un pretexto cualquiera para que acudiera de inmediato a la casa. En eso hizo pasar a los otros sujetos, que se admiraron una vez más de la belleza y escultural figura de la desprotegida y temerosa mujer que no sabía quiénes eran los sujetos, ya que los dos entraron con máscaras y por lo que se ve el otro sujeto, el primero que la sometió entro disfrazado ya que también se había colocado otra máscara. Aunque ya razonando con más calma, al tranquilizarse, pensó que las conocían ya que el primer sujeto pidió de inmediato trajera a su hermana, y hasta la conocía de nombre. Cristina estaba en una batita y abajo solo tenía un coqueto conjunto de bikini y brasier, inclusive estaba en liguero. En una parte entre su pierna y cintura logro ocultar un celular.
La hermana no tardó mucho en llegar, a esa hora ya no había tanto tráfico entre las dos colonias en donde habitaban las mujeres. Gabriela llego toda asustada, en una bermuda ceñida que le llegaba un poco más arriba de la mitad de sus poderosos y torneados blancos muslos y una blusita ajustada con generoso escote  que le llegaba al ombliguito. Gabriela, una vez más había superado con mentiras sutiles a su marido Cesar de tener que salir a esa hora de su casa para ir con su hermana Cristina. Con ella ya fue fácil la operación. Muy orondos se dirigieron a la casa de Felipe con esas dos suculentas hembras sometidas en la parte trasera de la camioneta en donde Ricardo y Cipriano se estaban dando un festín metiendo mano como tiburones, como pulpos humanos, mientras Felipe era el que mascullando manejaba hacia su casa. Él se tuvo que quitar la máscara del “Místico” para poder manejar sin levantar sospechas, pero se puso un sombrero y gafas grandes. Atrás sus colegas estaban a sus anchas. La camioneta que eligieron robar lo permitía, además de que como suele ser en las unidades del norte de México, llevaba vidrios polarizados que impedían al externo ver que sucedía dentro. Además llevaba en las ventanillas cortinillas.
Cipriano no podía delatarse ante Gabriela, por lo que con su máscara del “Santo” no hablaba ni un segundo dedicándose a magrear a Cristina, por su parte Ricardo atendía diligentemente, pero sin descuidarse a Gabriela que era la más asustada y no atinaba a adivinar que el otro sujeto que acariciaba toscamente las piernas y nalgas de su hermana no era otro que su viejo valedor y cogedor de Don Cipriano, al que por cierto muy a su pesar extrañaba sobremanera. La recatada forma de ser de Gabriela no le había impulsado aún, a pesar de los intentos de Cristina por buscarse en definitiva un nuevo amante a la altura de su elegancia y distinción y no un palurdo patán, interesado y sin escrúpulos como el tal viejo y cuyo único mérito era saber coger como dios manda. Amén de que en el fondo aún amaba a su esposo Cesar, lo único que le faltaba como a muchas mujeres casadas era ser bien atendida, bien cogida, como debe ser.
Por su parte Cristina aún mantenía su infiel relación con Armando, el amigo de la juventud de Cesar, el marido de su hermana. Pensaba en la primera oportunidad marcarle a su celular, mantenía aún la calma y ya creía adivinar que esos sujetos eran muy conocidos de ella, sin duda alguna eran del Zanzíbar, eran el antiguo Gerente y el viejo amante de su ingenua y candorosa hermana…sin duda buscaban venganza por lo del otro día.
El sujeto que llego a su casa, ahora con una máscara de “Blue Demon”  y que le metía mano a su hermana con total descaro le era también conocido, pero aún no lo asociaba del todo. Por ello guardaba calma, porque sabía los podían someter fácilmente, al ser tan solo unos cobardes en el fondo.
Estaba a punto el universo de juntar diversos egos, intereses, objetivos y anhelos en donde el posible agasajo de sexo y dinero, sería trastocado quizás por uno de sangre y muerte. Otra vez la mano invisible de Dios todo poderoso colocaría a cada quien en su lugar, en su justo contexto, en una lógica en donde ni todo es bueno, ni todo es malo, sino todo lo contrario. Un amasijo de encuentros, de vanidades en donde este tránsito por la vida a veces es de lo más paradójico, pero que al final de cuentas transcurre normal.
¿Cómo puede una bella mujer “enamorarse” de un torvo sujeto? ¿Solo porque es buen amante? Es posible, aunque en otros casos no. ¿Cómo es posible que una hermosa hembra que en su pasado era indiferente al sexo, ahora fuera una desquiciada, que con un solo botón dejara sacar su más lado oscuro?
¿Cómo puede a un sujeto torvo salirle todo bien? En el corto plazo es posible, aunque en el mediano y largo, por lo general no. Es como los políticos o embaucadores de todo el mundo, ¿Será posible que siempre se salgan con la suya? Nadie sabe el fondo de la olla, ni lo que viven, tal vez no son felices del todo y la vida y Dios les cobra de otra manera.
¿Cómo tres mujeres bellas y bien ubicadas en la vida, pueden solo pensar en su sexo? Tal vez por lo que mencionaba Freud, el sexo es un poderoso motor en la vida del ser humano. Al tener aparentemente lo demás controlado, esa poderosa arma se vuelve más necesaria.
Todos estos cuestionamientos ya pasaban en mayor o menor grado por la mente de las tres mujeres, siendo dos de ellas ya madres, una de las misiones más fundamentales en la vida de toda fémina.
Erika ya musitaba palabras cachondas alentada por el placer que le daba ese viejo y feo hombre…ayyyyy cabrrrronnnnnn fuerrrtttetee,, asisisisi, asiisisiissi, siiiiiiiiiiiiiiiiiii, hummmmmmmmm, ppapappaaciiiittooooooo y por las palabras soeces, burlonas que le daba su nuevo enculador.
En eso vio que uno de los barrotes de metal ya estaba muy flojo, sin pensar y más por curiosidad lo tomo de la mano derecha para ver que ya de plano lo tenía en su poder, a través de su pelo ya enmarañado y sudoroso pudo ver que ahora si el gordo estaba por completo descuidado, así que sin dudarlo que le mete un buen golpe con todas sus fuerzas con la barra, que le reventó el oído lanzando un gran chorro de sangre, que le alcanzo a salpicar todos sus senos y vientre. De inmediato le puso otro aún más fuerte mandarriazo a la cara del sujeto que ya descuidado, sorprendido y desmadejado recibió de lleno ese segundo golpe. A ese golpe le siguió otro, otro y otro, ahora ya desenchufada la hembra de ese pene de gloria, siendo presa del cúmulo de todo lo vivido en ese largo día…Don Pedro sangrando de cara y dorso se desmadejo en su cama quedando inmóvil, pero evidentemente respirando.
Rápido la mujer se fue a limpiar la sangre y sobre todo su vagina, no teniendo de otra que ponerse el uniforme de las gloriosas y actualmente alicaídas “Chivas” del Guadalajara, ya que su vestido estaba muy arrugado y no era apto para moverse a plenitud en esta casa para huir. Uno de los detalles que no se ha conocido de la vida de esta mujer es que una de sus extrañas aficiones dada su cultura y posición es precisamente el futbol soccer nacional. Su equipo favorito, obvio son los “Rayados” del Monterrey, pero sabía a detalle que los malos manejos tanto administrativos como de dirección deportiva de ese otro equipo, el más popular de México, lo tenían en ese lastimoso lugar actual. Ese tipo, su dueño, el tal Vergara era un buey en toda la extensión de la palabra para las cosas del futbol.
El uniforme “pirata” de las chivas le quedaba muy estrecho haciéndola lucir ante un pequeño espejo de uno de los despintados muros de esa recamara tal cual si fuera una de las “porristas” o “vedetes” que lucen en posters de cualquiera pared de algún aficionado, pero necesitaba moverse con rapidez.
Destrabo la puerta, para ver de inmediato que el cabrón viejo desmayado había colocado una trampa para que en la puerta principal al entrar alguien se le clavara un gran puñal que estaba colocado en una ingeniosa forma, así mismo al lado de la puerta estaba un bat de beisbol. Seguramente el viejo pensaba apostarse en la puerta y con ello descontar aún más al otro. Lo que hace la ambición desmedida a las personas, pensó Erika, asociando ese pensamiento una vez más a los de su profesor preferido de la Universidad, el Maestro Raymundo. No sabía porque extraña sensación desde que todo se desencadeno en DF, sus pensamientos volaban una y otra vez hacía ese gran ser humano que tuvo como mentor en el Tec de Monterrey y que en su pasado reciente ya ni recordaba.
Ágilmente busco por todo el lugar cuerdas con las cuales amarrar al sujeto de la cama. Procedió diligentemente, ahora sí, aplico todo su entrenamiento para hacer unos amarres que ni el mismo Mago Houdini hubiera podido librar. El sujeto aún no se despertaba de su desmayo, así que también procedió a amarrarle la boca para que no pudiera emitir sonido alguno.
Luego busco las llaves para poder ver si abría la puerta principal pero ahí si no tuvo suerte, sin embargo si encontró su celular. Le marco a Esteban, pero no contesto. Por lo cual, sin dudarlo le marco la señal clave que indicaba que se encontraba en peligro, que había sido secuestrada. De inmediato recibió la indicación en su lujoso y exclusivo celular, un Samsung Galaxy S4, el más avanzado del mundo, de que el equipo de su guardaespaldas personal ya lo había recibido. No quiso marcar al marido, seguramente ya se sabía de la muerte de su padre y no quería enfrentar tal situación con Carlos.
Busco salir del lugar o algún indicio que le indicara donde estaba, pero nada. Los minutos se le hicieron largos, de pronto su celular sonó…era Esteban, le explico lo que pasaba. El profesional le dio algunas indicaciones y le comento que lo más rápido que se imaginaba llegaría a salvar la situación.
Mientras tanto, la hábil Cristina, sin que se dieran cuenta los hombres en la camioneta ya  activa su celular privado que ocultaba muy bien para mandarle un mensaje a su amante Armando, incluso desactivo el sonido. Para tal efecto, lo que hizo fue acomodarse en las piernas de su secuestrador, pararle de plano su glorioso y majestuoso culo al mecánico Cipriano para que este se aplicara en esas carnes de campeonato y gemir ya cachondamente, con lo cual el otro no se dio cuenta cómo maniobraba. Esta Cristina era muy segura de sí misma y por ningún motivo permitiría que estos tipos se salieran con la suya. También sus celulares estaban enlazados para ubicarse en la ciudad. En estas épocas de violencia e inseguridad, los ciudadanos del norte de México han tenido que extremar sus cuidados y tomar providencia ayudándose de cuanta tecnología hubiera. La clase media y alta cuenta en su mayoría con seguros, equipos de vigilancia, más de un celular, protocolos, capacitación, juntas de vecinos, etc.
El celular que le habían quitado a la mujer no era el único que tenía, este otro era el privado para sus “movidas”. La doble vida que llevaba la tenía super controlada. Armando le envió un mensaje mencionándole que no se preocupara, que iría a por ella y su hermana.
En una de las más lujosas residencias de todo San Pedro Garza García, Nuevo León, un pensativo y  desolado Carlos, al lado de su madre, solo contesto con un monosílabo cuando su especializado empleado  Esteban le menciono que su esposa hablo para decirle que la recogiera en el centro de Monterrey, ya que su camioneta se había descompuesto, que salió tarde del evento del Hospital San José. Esteban había decidido al escuchar la narración de Erika de que él solo podría con la fácil situación de su fallido secuestro. A todas luces, se trataba de gente inexperta, como muchos pendejos de la clase baja que se meten a eso, pensando que es fácil. No quería dar más tribulaciones a la familia que ya velaba el cuerpo del empresario que lo contrato. Tío Alberto siguió sigilosamente al joven Esteban que en un apartado de un pasillo exterior discretamente saco su celular.
Esteban hizo una llamada más, con indicaciones que si alguna persona las hubiera escuchado se hubiera dado cuenta  de que se preparaba para un rescate.
Todo esto lo escuchaba el ladino de Tío Alberto, que también era un psicólogo y conocedor de la especie humana. Él también era experto en comunicaciones y tenía aparatos colocados por toda la casa de su sobrina Erika y Carlos, de su cuñado, el muerto Don José Treviño. Esos aparatos ni los más expertos de seguridad los habían podido detectar. Así que se dispuso a seguir a discreción al guardia y ver que estaba pasando en todo esto. Nadie notaría su ausencia, la familia y allegados estaban como en un trance, en donde cada quien estaba sumergido en sus pensamientos y tribulaciones. Era un extraño velorio, poco usual en el país, en donde se suele estar hablando, hasta contando chistes, comiendo y bebiendo. No, aquí no, todo era silencio.
Al mismo tiempo, hacia la casa de Felipe, llegarían los ambiciosos y lujuriosos hombres con las dos suculentas mujeres, Armando, Esteban y el Tío Alberto. ¿Quién llegaría primero, que pasaría?
Los primeros en llegar, fueron los viejos secuestradores y el detective Ricardo, que sabedor de estos menesteres, procedió a tener a las hembras en la camioneta. Ordeno que los otros dos abrieran el portón. Para hacer esto, primero hay que abrir la puerta principal, ya que la de la cochera no tiene acceso en sí.
Igual, Felipe sabía que su compinche Pedro se la jugaría, así que mañosamente al abrir, dejo que Cipriano entrara…entrando este, lo primero que sintió fue un calorcito fuerte en el abdomen y ver como salía sangre de su abultado vientre y luego un batazo que le entró de lleno en la cara trastabillando hasta caer. Su máscara lucia ensangrentada. Felipe entro y logro parar con su brazo el siguiente batazo. Con el impulso sorpresivo al ser dos personas, Erika trastabillo para caer con el obeso cuerpo del otro sujeto que yacía en el piso.
Felipe saco una navaja que tenía oculta y sometió a Erika. Ricardo vio todo esto. Así que al ver que no había nadie en la calle, arriesgo para apuntar discretamente a las dos hembras para que se bajaran.
En ese momento Cristina lo recordó, había escuchado varias conversaciones acerca de él en el bar Zanzíbar, no dudo de que las fuera a matar en ese instante, así que viendo que ya solo eran dos sujetos y una mujer más las que estaban en la casa, obedeció jalando incluso a la temblorosa Gaby.
Ya dentro, Cristina con asombro vio que la otra mujer con el minúsculo uniforme de las Chivas era su recién conocida Erika Garza. El otro viejo seguía en el piso con leves movimientos, el madrazo fue durísimo y bien colocado.
Aún no se reponían, cuando el timbre sonó, brincando todos. Ricardo con la mirada le indico a Felipe que fuera a ver quién tocaba.
Siiii?  Una voz de niño se escuchó…Dice mi papa que vive más adelante que tiene que salir ya que unos chavos se están robando nuestras llantas y luego van a ir sobre la de ustedes, tiene miedo y sabe que usted es una persona muy valiente…que los asuste, no importa que se pierdan nuestras llantas.
Esto avispo a Ricardo que ya no estaba tan seguro, otra vez con los ojos le indico a Felipe que se asomara.
Felipe se asomó con cuidado, recibiendo de lleno un fuerte golpe experto de arte marcial que lo logro derrumbar, Armando había llegado, asestando un buen primer ataque, una de sus habilidades es imitar voces, la del niño le había salido de maravillas, pero en su apresuramiento, entro a la estancia para ser apuntado por Ricardo que tenía ahora encañonado a las tres mujeres y a él.
Ricardo: Muy bien palomitas y palomo, pegaditos si no me los quiebro. Con cuidado cerró la puerta, empujando a Felipe que yacía ahora junto a Cipriano, pegándoles levemente con el pie para ver si reaccionaban. A ver, tú, dirigiéndose a la rubia Erika, amarra a estas viejas y al cabrón este con esas cuerdas que están ahí…eran las que habían sobrado, de las que ocupo para amarrar a Pedro, que ya estaba despierto para descubrir que había sido sometido.
Erika procedió pero sin hacer un amarre fuerte en Gabriela, guiñándole a ella y a los otros dos. Esa voz se le hizo conocida.
Ricardo: no me hagas enojar culona, dándole un fuerte manotazo en su casi desnuda nalga por el shorcito que tenía, haz bien los amarres.
Erika, descubierta empezó pero lentamente. Esa voz era la del hombre del Zanzíbar que fue el premiado. Sin duda alguna.
Cristina ya analizaba con calma  la situación, así que muy segura empezó a hablar: Ya sé quiénes son ustedes…son el antiguo Gerente del Bar Zanzíbar, tu eres un detective privado al que le dicen Richard o Richy, el otro es un….
Ricardo: ya, mamita, ya sabes y ¿qué?  Nada te va a servir, le cruzo la cara de una bofetada y ya no le dejo terminar. Yo sé más cosas de ti que te pueden destruir, pero en su momento lo platicamos. Tu esposo se llama Pablo y nada sabe de tu doble vida, así que cálmate reinita.
Afuera de la casa ya estaba Esteban que analizaba la situación al ver una camioneta que inspeccionaba con esmero. Emitió una señal de su celular para ver cuál era la situación dentro. Si no recibía respuesta, sin duda, algo pasaba. Tío Alberto, estaba como a dos cuadras. Ya lo había localizado.
Erika vio cómo su celular emitía la luz violeta que indicaba que Esteban había llegado. Sus protocolos de seguridad son muy detallados.
AL zorro de Ricardo no le paso de largo ello, por lo cual la apresuro y con gritos ya buscaba que sus dos tirados colegas se aprestarán. Todo se estaba complicando.
Como pudo Felipe fue el que se medio enderezo. Ricardo le pido que tomara una de las pistolas del maletín y le paso un cargador. Ya más recompuesto, eran ahora Ricardo y Felipe quienes encañonaban a las dos mujeres ya amarradas.
De pronto la puerta fue proyectada hacia adentro con una leve explosión que incluso no hizo mucho ruido. El humo era espeso y no dejaba ver, se oyeron varios disparos y los gritos de las tres mujeres e incluso se escucharon voces masculinas gritando de dolor.
Cuando el humo se disipo, después de que esos angustiantes minutos eternos terminaron, lo primero que Erika, Gabriela y Cristina vieron, fue que eran ellas las únicas personas en pie y demasiada sangre en el piso.
Afuera ya estaba Tío Alberto que apresurado al escuchar balazos llego lo más rápido que pudo. Se dirigió sin meditar hacia la derrumbada puerta.
Erika desamarro como pudo a las otras dos mujeres. Cristina se dirigió a Armando que caído, dejaba ver que tenía un balazo en el hombro izquierdo. Erika hizo lo propio para con su empleado Esteban y ver que en esa acción temeraria había recibido un balazo en la sien y otro en el brazo, pero también vivo.
En eso estaban cuando una vez más fueron encañonados por Ricardo que era el que había salido bien librado de todo esto. Felipe también tenía sangre en una de sus manos y estaba medio de pie ya.
Tío Alberto fue recibido por un golpe de Ricardo que de inmediato lo descontó. A lo lejos se escuchaban patrullas. Ya se había desmadrado todo.
Ricardo: rápido busca a tu otro compinche y ayuda a levantarse al Cipriano que ya medio se despertaba.
Al escuchar Gabriela, sin saber porque corrió hacia el gordo sujeto y le quito la máscara casi gritando al ver quien era.
Hola…culona, mamita…mira lo que me haces hacer…
Felipe ya sacaba todo maltrecho a Pedro. Sabía que en estos casos no se podía andar perdiendo el tiempo.
Ricardo: Muy bien, todos afuera y tú elimina todo rastro de tu nombre aquí…
Felipe: Pierde cuidado, el contrato de renta está bajo otro nombre.
Ricardo: Ustedes dos, jalen con las tres viejas…vámonos pero a la de ya….
Quedaron en la estancia el desmayado Tío Alberto y los heridos Armando y Esteban.
Ahora sí, tanto Erika como Cristina no llevaban nada consigo ya que Ricardo las reviso a fondo. Gabriela en si no llevaba nada de cuidado.
Una vez en la camioneta, quitándose ya las máscaras los que las tenían, no tenía caso seguir, ya habían sido identificados por la trigueña Cristina, Ricardo maquinando a mil, le pidió a Felipe hiciera la llamada del rescate, le paso un celular de muchos que había en la maleta. Tenían que buscar un lugar para esconderse a plenitud. ¿Dónde coños podremos ir?
Felipe obedeció poniendo al tanto al marido de Erika, después se haría la de las otras dos mujeres.
Cipriano y Pedro no podían hablar ni intervenir, ya que evidentemente estaban seriamente heridos y lastimados. Su labor solo era encañonar a las mujeres.
Ricardo: ¡Ya!…Ahora que estemos seguros, los curo…no chillen, pinches maricas.
Fue Felipe el que dio la aparentemente brillante idea: Hace unas semanas atrás Don José Treviño cerró el Zanzíbar. La última noche fue cuando esta cabrona hizo su show junto a una pelirroja extranjera. Con lo de su muerte, es un lugar que su familia nunca sabrá que es de su propiedad. Je, je, je, quedo por decir sin dueño.  Por lo tanto nadie se acercará por ahí…que mejor que estar en ese sitio. Tal cual si fuera un caballo de Troya.
Las tres mujeres con escalofríos recordaron situaciones vividas en ese lugar. Las tres lo conocían de sobra y nunca en sus remotos sueños, al menos Erika y Gabriela pensarían que pudieran regresar.
Belcebú jugo a favor de los torvos sujetos ya que hasta eso, no tardarían en llegar.
Lo que no contaban es que  Esteban ya curándose a sí mismo y recuperado,  jalándose al Tío Alberto y a Armando, al cual le aplico un buen torniquete  estaban ya  listos para salir en su búsqueda y sobre todo porque al inspeccionar la camioneta le coloco un dispositivo de seguimiento. Esteban había calculado bien su jugada, pero fue Armando el que la rego, ya que sin saberlo fue el que le disparo…pero en fin, ya estaban prestos a seguir en el rescate, con la salvedad de que Esteban ya activaba otro código de seguridad para solicitar refuerzos.
Armando actuó temerariamente tal vez confiado de que en la ocasión que conoció a Cristina en el Zanzíbar su actitud fue muy valiente, atrevida y luego cuando la repitieron al rescatar a la millonaria Erika Garza de Treviño.
Eso era lo que transcurría. Sin embargo, en esta ocasión no sería tan fácil para Esteban…ya que Ricardo sabía muy bien su negocio…así que llegando a una esquina freno de inmediato e hizo dos llamadas que los demás no entendieron…a los pocos minutos, de pronto llegaron dos taxis Nissan que aparentemente salieron de la nada…
Ricardo: jálenle todos para los carros…las viejas en uno solo y tú Cipriano vas a manejar. Felipe y Pedro váyanse en el otro. Otro  sujeto se subió con ellos…llevaba una bata blanca, era un Doctor que trabajaba para el crimen organizado. Ricardo se las sabía del todo…los curaría en el trayecto. Todavía restaba un poco de tiempo para llegar a la zona roja de Monterrey que se encontraba en otro extremo. Tiempo necesario para curarlos. Cipriano si tenía una herida en un costado de su abdomen, producto del cuchillo que se le enterró, pero nada de cuidado, unos puntos de sutura y antibióticos, así como limpieza era todo lo que requería. Por su parte Pedro, no requería de sutura, pero sí de vendajes en las partes contusionadas de su oreja, cara y torso.
Esteban se maldijo, la señal los condujo a una calle en donde la camioneta lucia abandonada. El rescate se había vuelto una encrucijada.
Ricardo: Doctorcito llévate los taxis, ya sabes, todavía me debes dos…así que acuérdate…
Entraron todos al Zanzíbar, una vez que Felipe sin necesidad de nada, ya que uso un juego de llaves que tenía.
Ricardo: Muy bien, jajaja ya ven tuve que componer la plana. Haber quien jija de su chingada madre fue la que avispo a aquellos pendejetes, dirigiéndose amenazante a las tres mujeres que veían sus posibilidades de rescate ya minimizadas a cero.
De pronto se volvió y le puso un bofetadón a Pedro: Pendejo, como fue que una vieja te sometió, el pobre ya lucía un vendaje en su rostro y en la parte media de su torso, esto va para todos, no estamos jugando aquí, lo que nos estamos jugando es más allá de unos días de sexo y festín con estas viejotas, es la vida misma, he bueyes, pinches inexpertos…quieren lana, pues va a costar, así que de ahora en adelante ni un solo error, ya que yo mismo los mando al infierno, oyeron pendejos, para darle otro madrazo, pero ahora a Felipe….queda claro, aquí el jefe soy yo…
Volviéndose a las ahora si asustadas, por lo inédito del hecho (yo creo que cualquier persona ante un secuestro no sabe actuar, por más entrenamiento que haya recibido): Ustedes, cuidadito y se quieran pasar de listas, además a ti  y a ti, señalando a Erika y a Cristina, les tengo buenas noticias, pero eso será en privado, jejeje…ándele, váyanse a asear y vístanse como putas, que eso es lo que son, unas pinches putas que en este putero se van a comportar como eso, como putas…tu Felipe llévalas a los vestuarios que ya debe empezar la primera función…ustedes, o se recuperan ya o quedan fuera de la fiestecita, ándele vaya a ayudar al otro cabrón y tú vas hacer las otras llamadas….jejejeje y Felipe, que se vistan como verdaderas pirujas…
Una vez que hicieron las llamadas a los pobres concuños de Pablo y Cesar que todos asustados y azorados recibieron el impacto del secuestro, dándose a la de ya buscar reunir la cantidad de dinero solicitada. Les costaría trabajo reunirlas, pero de que lo harían, lo harían.
Carlos Treviño por su parte ya estaba notificado por Esteban y Tío Alberto, la jauría por rescatar de manera discreta eso sí, se desataba ya. La cantidad solicitada no era problema, pero se sabe que en estos casos, las negociaciones pueden durar meses, inclusive años. Mientras no encuentren a los secuestrados el proceso sigue abierto. La presencia de muchos soplones y traidores tanto en el crimen como en la policía misma, hace que esos eventos se den de esa manera. Por lo tanto, tal vez el confinamiento de Erika que acarreaba el de las otras dos diosas del amor sería para largo.
En algunos casos, la víctima llega sana y salva, eso sí lo más probable mancillada, tal cual el caso de las hermanas de la actriz mexicana Thalia; pero en otros caso no es así, tal cual la muerte del hijo del empresario de tiendas deportivas Martí y del exdirigente deportivo Nelson Vargas. Acuérdense del famoso: ¡Si no pueden, renuncien! Que lanzo el enojado empresario Martí al gobierno de Felipe Calderón.
Las hermosas mujeres secuestradas estaban en una especie de vestidor como en el de los estadios, que tienen regaderas comunes. Se bañaban ya, el agua caliente mitigaba sus nervios crispados…su conversación no podía estar exenta de dudas. Era el área de limpieza destinada a las teiboleras del otrora antro. Las mujeres no podían evitar en su innata competencia femenina comparar sus desnudos cuerpos, encontrando que simplemente no existía diferencia alguna en cuanto a la calidad de sus figuras, de sus carnes firmes. Las diferencias de edades, Erika de 33, Cristina de 29 y Gabriela de 27 no se notaba. Eran unas diosas del amor tomando su ducha juntas, como si estuvieran en un gimnasio, solo que estaban contra su voluntad y muy alteradas.
Cristina: Pinche Richard, todos aquí sabían que es un cabrón de primera. Esta super contactado con lo peor del país…no podemos jugar con él, oye gacha, se ve que me tiene “agarrada” con información para mi Pablito…no puedo permitir eso…y a ¿tí?
Erika estaba impactada, ya que antes de entrar a bañarse, el sujeto solo le enseño las tarjetitas que recibía cada vez que le llegaba un arreglo floral y esa foto en donde siendo enculada en un cuarto de Hotel céntrico de Monterrey por su “amiga” Natalia volvía el rostro…entonces, entonces, su suegro no era el….Carajo…una vez su compleja vida sexual le hacía estar en todo este enredo…Solo atino a casi musitar…siiii también me tiene bien “agarrada”….es un cabrón, en un tonito como si no se lo creyera aún y azorada del todo.
Gabriela, solo suspirando alcanzo a intervenir: Pero y Don Cipriano, ¿qué hace aquí?  Sé que tenía deudas, pero porque esta con esos sujetos…ella sí, no conocía de nada a Ricardo y a Pedro lo conocía de vista. Era un sujeto que a veces acompañaba a su joven vecina Evelin. Solo a Felipe si lo conoció como el dueño de este lugar, pero nunca supo que el vejete de Cipriano la otra noche tenía la intención de “venderla” a ese sujeto en saldo a sus deudas con él…pero con la intervención de la hermana todo se trastoco.
Cristina le contesto: Ayy hermanita, no te conté todo lo del otro día, porque deje que te “liberaras” con tu “cliente”, esa “experiencia” fue demasiado fuerte para ti, hacer el sexo delante de toda la gente, ufff hermanita de acordarme se me pone la piel chinita, en el fondo tal vez si somos putas, porque esa vez…ufff…tú estabas que lanzabas fuego. Pero ese viejo de Cipriano te vendería con el tal Felipe, ya que tenía sus deudas con él…no seas tan ingenua, ese cabrón lo único que te enseño fue a coger como se debe….pero es un mal tipo, igual que los otros, pero el de temer es Richy, ese si se dedica a chingar a quien se deje. ¿Te acuerdas Erika? Tú también te luciste.
Una vez que se bañaron las mujeres sabían que tenían que obedecer, se dirigieron al amplio closet que tenía un sinfín de ropa, aunque toda era de puta, de vedete, de cabaretera, de teibolera…sin más y en un extraño silencio las tres desnudas mujeres empezaron cada una a elegir su atuendo. No había de donde sacar al menos verse no tan así, como una suripanta, todas las piezas dejaban ver su anatomía haciéndola lucir con todo, ya que empezaron a probarse como toda buena mujer diversas opciones de vestimenta.
Mientras tanto, reunidos los cuatro incipientes secuestradores se ponían de acuerdo, abriendo aparentemente ya todas sus cartas.
Ricardo: miren ya se complicó esto, lo más seguro es que van a buscarnos como “locos” por mar y tierra. En este lugar le doy a lo sumo dos o tres días.  En el fondo ya no albergo esperanzas de salir bien librados de esto, tal vez el dinero de las dos viejas si se pueda tener, pero la tajada principal ya se nos cebó…estamos jugando con el poder verdadero en México y ahí si no nos podemos meter, hasta el pinche Peña Nieto va estar enterado de esto, pero el de temer es el esposo al desatar a lo peorcito que existe en el país…Vamos a necesitar ayuda de alguien de afuera para la lana de las otras dos…ya ni modo, nos tendremos que dividir a partes iguales. Tengo información de cómo Erika y Cristina se tendrán que dejar de todo a todo y no hacernos nada saliendo de esta. No pondrán en peligro sus matrimonios, ni su doble vida, eso está claro y es nuestra única verdadera carta contra ellas, lo demás, lo del secuestro, créanlo ya no cuenta, se chingo feo esto. Conozco a su guardaespaldas y créanlo es el mismo diablo y está muy conectado con puro gallo fuerte. Si nos agarran no nos la vamos a acabar.
Tú, Cipriano, ¿puedes o tienes evidencia contra la otra viejota? Había captado que esa otra mujer estuvo ligado a este.
Cipriano: Pues sí, tengo manera también de mandar al demonio su matrimonio e incluso de traumar a su hijito de por vida. A lo mejor hasta con eso, se vuelve ya marica desde ahora. Al fin de cuentas parece una niñita más que un hombrecito.
Jejejejejm los otros tipos solo se rieron como lunáticos.
Pues bien, no habrá de otra, nos las agasajamos, mientras vea yo como está el negocio afuera con la búsqueda y las tendremos que liberar aquí mismo y nosotros pelarnos de aquí. De llamar al empresario ya nada, no podemos andar jugando con ellos, si queremos salir bien librados de esto y no tener que huir hasta del país, solo los grandes carteles o grupos bien planeados pueden hacer este tipo de negociaciones, nosotros la neta no….entienden cabrones. Debemos estar bien unidos, nada de pendejadas de querer sacar partido cada quien, estas viejas no tan fácil las vamos a tener, tendremos que empedarlas o drogarlas o algo así. Cada quien podrá gozar a cada una, a placer y si queremos darle entre todos a cada una, pues también. Por ese lado no debe haber pedo.
Pedro que es muy ambicioso todavía intento disuadirlos, pero los otros no se la quisieron jugar.
Incluso Felipe le comento a Cipriano: Mira con esto ya que quede todo saldado, al fin de cuentas no era mi deuda, era la del difuntito…mejor salir con lana y con vida que nada.
Ricardo: Eso es lo que complica, nos pueden relacionar con esa extraña muerte. Felipe y Pedro, en ese instante, casi al unísono: Es cierto, mejor que ahí muera, al fin sacaremos una buena lana y nos cogeremos a estos mujerones, eso sí lo bailado nadie nos lo va a quitar, ay que armar una orgia y aquelarre de poca madre.
Ricardo: “Bien, bien, bien”  imitando al famoso luchador lagunero “Dr. Wagner”, yo no puedo meter a nadie de afuera, porque corro el riesgo de que me chinguen, tiene que ser alguien muy limpio, ingenuo que nos sirva de “mula” para traer la lana y que incluso nos de una mano aquí…necesitaremos alguien que pueda salir y entrar sin levantar sospechas, de preferencia una vieja, ya que estarán buscando a alguien de nuestras características. Entienden, que terminando esto, se deberán “perder” por un buen tiempo, ¿he? ¿Tienen candidatas? Tiene que ser alguien a quien también tengan “amarrado” por alguna cuestión para que la podamos manipular a placer.
Cipriano: No pues esta mi sobrina, pero ya no quiero pedos con mi familia, con esta lana ya es seguro que mejor me largue de aquí para el otro lado. Esta el Chango, que es mi ayudante, pero es muy buey.
Felipe: No pues menos yo, quede bien quemado con todo este desmadre que me provoco perder esta chamba, me costó trabajo entrar al hospital, albergaba esperanzas de acercarme a Don José, pero muerto este, tal vez solo me quede la opción de pedirle ayuda a su cuñado, el Sr Alberto que ya sé que me metería de guardia en Le Barón, el mejor putero de super lujo de todo el país. Tal vez me convenga guardarme un buen rato en ese lugar y empezar desde abajo, ni pedo, pero con lana.
Pedro: Jajaja no se preocupen yo tengo una viejota igual de buenota que esas otras tres putonas que manejo a mi antojo, así ya también serían cuatro viejas y nosotros cuatro. Así nos rolamos a todas las viejas, tú me prestas a la tuya y yo a la mía y todos vs todos….jajajaja buen desmadre que se va armar. Igual, esta Evelin que es mi quelite, me la puedo chingar con su familia, la tengo bien cogida con varias evidencias.
Bien, bien, bien…volvió a musitar Ricardo como si fuera el “Dr. Wagner”…vamos organizando esto mejor, ya ven cabroncitos, todo se puede componer, nada más debemos cuidarnos. Déjenme hablar a solas con Cristina y Erika, tú Cipriano habla con tu mujer Gabriela y tu Pedro jálate de inmediato a esa morra. Nos juntamos a ver como reaccionaron las potrancas y que les parece que empiezan con un show privado para nosotros, ¿he?
Ricardo: Otra cosa, me quiero chingar primero a Erika, de acuerdo bueyes? Ya le traigo muchas ganas
Felipe: Yo quiero joderme a  Cristina, esa vieja me la paga.
Pedro: Bueno, Don Cipriano creo que nos toca intercambiar mi cuate, para variar no? Ya verás que te vas quedar con el ojo cuadrado cuando veas a Evelin. No le pide nada a esas hembras. Seguro que serás su segundo hombre. Gabriela esta que se cae de buena, vas a ver que te la voy a dejar bien calibradita.
Cipriano que también es un lujurioso de primera acepto de inmediato: Ja, pues tú serás también casi el segundo de mi Gaby, ya que su maridito no cuenta. Bueno, bueno, pero yo quiero acostarme con todas, para que vean que soy cuate les presto a mi Gabriela y me la dejan al último para que le recuerde que yo soy su verdadero macho, a ver de qué cuero salen más correas.
Ricardo: a poco, a poco, una apuesta bueyes, a ver quién se culea mejor a su vieja.
Pedro: jajaja no saben con quien se meten, me los voy a fregar a todos…soy una verga en esto de culear.
Felipe: va pendejos, apostemos un 10 % de cada uno, sobre el valor de la recompensa. Que les parece…que sean las mismas viejas quienes decidan quien se las cogió mejor…¿no se rajan, culeros?.
Ricardo ya escribía en una hoja de libreta, haciendo una matriz:
COGEDOR/MUJER
Erika
Cristina
Gabriela
Evelin
Ricardo
Felipe
Pedro
Cipriano
Miren bueyes, aquí cada vieja después del acostón pondrá una calificación del 1 al 10, jajaja solo debe haber un ganador.
Cipriano: Oigan y si escogemos que vieja fue la que mejor culeo…Solo para picarles el orgullo y pues le daremos un premio como la mejor vieja del Zanzíbar.
Ya Felipe traía botellas de licor, refrescos , hielo…el lugar se había quedado tal cual, Don José pensaba reabrirlo, inclusive en sus oscuros pensamientos pensaba poner a trabajar a su nuera en venganza por todo lo que le había hecho pasar…ufff, todo quedo en pensamientos, ya no era nadie en esta vida.
Ricardo: Bueno vamos a cenar primero, no queremos que estas mujeres se nos debiliten, vamos a prepararles algo, al fin, que vean que no somos tan culeros, yo sé lo que les digo, con lo que voy a platicar con ellas, solitas van aflojar las nalgas, sin que las presionemos, eso si hay que ponerles un poco de alcohol en su sangre para que no se nos agüiten.
Mientras eso pasaba, en el vestuario las mujeres indecisas no atinaban a seleccionar algo, todo lo que se habían probado en definitiva era muy sensual, casi no dejaba nada a la imaginación y las hacía lucir como verdaderos putones, por lo que dejando de lado eso, mejor se estaban maquillando y arreglando el pelo.
Erika, ya más relajada, les decía a las otras mujeres: Miren por dinero no se preocupen, el chiste es no correr riesgos de más y estar en peligro de que nos maten. Yo no quiero perder mi prestigio, ese desgraciado de Ricardo me tiene con posibilidades de chantajearme. Esperare a ver que quiere, pero me imagino ya que será. No veo como pueda salvarme de que se quiera meter conmigo, pero no quisiera estar con los otros, ocultando que ya Pedro se la había estado cogiendo.
Cristina: ay mana, pues a mí también me tiene agarrada ese cabrón. A ver que nos dice. Si descubre que el otro día también lo fregué, más la va a agarrar conmigo…se ve que te siguió el hijo de la chingada…
Gabriela: a mí Cipi es el que me puede perjudicar, de hecho me había estado chantajeando, hasta que paso lo del otro día, pero no creo que sea capaz de querer algo así…
Cristina solo se le quedo viendo como diciéndole mentalmente: Ay manita, tu sí que no aprendes, eres bien pendeja e ingenua, ese es un pedazo de mierda, igual o peor que los otros.
Ellas no sabían aún que los otros tipejos ya en consenso habían decidido su suerte.
Todavía tardaron un buen en arreglarse, tiempo en que Ricardo tomando el liderazgo volvió a llamar a los pendejos e incrédulos maridos de Cristina y Gabriela manejándoles aún más la trama e ideando como sería el detalle de recoger el dinero. Les dieron de plazo 3 días.
De igual manera, Pedro llamo a Evelin y bajo amenazas intimidatorias hizo que la pobre muchacha tuviera que urdir un plan para salirse de su casa a esa hora tan avanzada ya de la noche. Otra vez, lucifer jugo a favor de los degenerados sujetos, ya que se encontraba sola en su casa. El abuelo y la madre habían visitado a una Tía en otro extremo de la ciudad. Incluso a instancias de Ricardo le mando un taxi ya pagado. La hembra sería citada en el bar que se encontraba más delante de este y de ahí la harían llegar aquí.
Las mujeres salieron del vestuario, simplemente era maravilloso ver a esas tres diosas blancas. Dos rubias, una trigueña de pelo negro.
Las tres son altas, la más alta es Erika pero no le saca mucho a Cristina y a Gabriela, en ese orden.
Obedientes, sin una razón clara, las tres se maquillaron más de lo que suelen hacer, por lo cual sus bellos rostros lucían de otra forma, por decir, más sensuales, lujuriosos. Coincidían en unos labios rojos intensos que invitaban a besarlos con furia y desenfreno. El pelo largo de las tres estaba también peinado de tal manera que caía sobre sus hombros de una manera coqueta, arrebatadora y que cualquier hombre en sus cabales hubiera querido tener de crin a la hora de estar cabalgando esos enormes, parados, perfectos, simétricos, curvilíneos culos 100 % naturales. También se asemejaban en las zapatillas altas que las hacían lucir imponentes. Otra igualdad era que habían elegido conjuntos de dos piezas, es decir sus planos y bien trabajados vientres lucían desnudos como invitando a esos hombres a tomarlas de ahí para impulsarse sobre ellas o detrás de ellas cuando las estuvieran empalando en unos momentos más. Estos pedazos de suertudos que casi babeando no se la creían de tener a su libre disposición a esas beldades y que con los ojos a punto de salirse de sus orbitas proyectaban un deseo insano, de una vitalidad que hizo que las tres ligeramente temblaran, incluso a la más experimentada que era Cristina.
Gabriela lucía un minúsculo tanga de esos que tienen moñitos a los lados que se medio ocultaba por unos olancitos que asemejaban a las bailarinas del viejo oeste, de igual manera la parte superior que medio cubría sus melones perfectos y erguidos, de los cuales ya se adivinaba las aureolas. La combinación era en rojo y negro. Su blanca piel, su rubia melena, la  cara expectante que buscaba una y otra vez la de Cipriano como buscando auxilio le daba un aire de desprotegida y más cuando buscaba la de su hermana o la de la otra mujer que reconoció identificar en el velorio de su amigo y del de su hermana, el profesor Rogelio Bautista. Pero aquellas también estaban en lo suyo. Al parecer su hermana la conocía mejor.
Cristina era la más segura, con la mirada y la pose retaba ya a esos hombres, lucía imponente. Imagínense estar entre dos rubias, claro que destacaba y más porque era la más atrevida de todas. Su ajuar era simplemente otro tanga de brochecito a los lados, color azul cielo, así como un minúsculo aditamento en sus senos, dejando ver que estos eran también la obra de un escultor de primera. Evidentemente se depilaba su vello púbico ya que en esa parte  solo se veía como los muslos se le juntaban como representando un buen logro el separarlos y hundirse en ese paraíso que se adivinaba.
Erika se vistió como colegiala. Una minúscula faldita que al igual que la de Gabriela solo medio tapaba el tanguita blanco que tenía. La faldita es la típica de cuadritos rojos, grises y en otros tonos afines. Una blusita blanca que también medio tapaba el minúsculo brasier blanco.
Fiuuuuuu, fiuuuuuu guuuauauauuaa…como si fueran jauría de lobos o coyotes. Aplausos y vivas salieron de la garganta de esos desaforados que se darían un festín de carne humana como tal vez nunca ya lo tendrían en su mísera vida.
Los canijos ya habían dispuesto una mesa bien servida. Copas y vino tinto. Los canapes y bocadillos que prepararon evidenciaron la experiencia en esos menesteres de Felipe. Pedro había mentido en el sentido de que no cocinaba, era todo lo contrario.
Muy diligentes los tipos las condujeron a esa mesa en donde estaban 4 sillas. Ricardo se sentó con ellas y de una manera clara, concreta y sencilla les hizo ver a Cristina y Erika que tenía con que destruir su matrimonio y sobre todo a la rica mujer toda su imagen. Gabriela era testigo como esas dos mujeres, siendo una su hermana, al igual que ella, habían caído en las garras del chantaje. Ricardo se paró para avisarle a Cipriano que era su turno. Este no tan diplomáticamente, le hizo saber a Gabriela su misma situación que las otras. El trato era sencillo, nada de grabar lo que sucediera en esos tres días, todos los hombres se pasarían por las armas a cada una de ellas y se valdría de todo, ellas tendrían que obedecer,  les darían todas las evidencias a ellas, prometiendo nunca más chantajearlas y las liberarían. Nada les dijeron del dinero.
Una vez que las dejaron cenar a gusto e incluso poner música orquestal. La gran orquesta de Paul Muriat empezó a amenizar la velada, Erika y Gabriela comentaron que por ningún motivo querían perder sus matrimonios, no así Cristina, que al no tener hijos se la estaba pensando, aunque quería seguir así con Pablo, le ponía a mil llevar una doble vida, quería a su esposo, pero sentía que sería un gran precio meterse con estos fulanos por su estatus de casada infiel. Al ver el miedo, sobre todo de su hermana, ese sentimiento filial le gano más y pues aceptando ese destino en esos tres días, de cualquier manera comento que había que estar atentas y concentradas por si podían zafarse de ellos. Las tres mujeres hicieron un tácito acuerdo, de seguirles la corriente y ver que se podía hacer.
Pasado un cierto tiempo, vieron que uno de los tipos abría una puerta para dejar pasar a una bellísima y asustada joven que al ver a Don Pedro fue a su encuentro cual si fuera su jefe. Hablaron unos minutos, en los cuales, pudieron ver que la jovencita casi lloraba como suplicando, pero toda cabizbaja irse al vestuario.
Al poco tiempo, ya casi terminando de cenar,  reconociendo que la comida y el vino estaban deliciosos vieron entrar a la otra mujer vestida como si fuera una sensual enfermera. También el atuendo era de una suripanta.
Ahora Felipe desde la sala de control, puso otro tipo de música y con una voz cual si fuera el responsable del sonido invitar a las tres mujeres a juntarse con la otra jovencita que temblando y muy nerviosa se encontraba en el área de tubos en donde las teiboleras daban sus shows jugando con ese artificio.
Al llegar a los tubos,  Gabriela reconoció a Evelin.
Evelin: Sra. Gabriela, su esposo debe estar muy preocupado. Malditos, como fue que la secuestraron.
Gabriela: ¿Y tú chiquita? ¿Qué haces aquí? ¿De que conoces al tal Don Pedro? ¿Tú abuelo sabe dónde estás? ¿Qué quieren de ti?
Evelin: ayy Gaby si supieras, ese desgraciado me ha hecho mucho mal. Oiga, esa es la Sra. Erika Garza, soy un admirador de ella…también es secuestrada?
Gabriela: siii y esa otra es mi hermana Cristina.
Cipriano: yayyaya muchaa pláticaa, que empieccee el showwwww
Pedro: Asisisi ess aa  moverrseeeeee
Felipe: por el altavoz….y el Zanzíiiibabaaaaarrrr en una exclusivaaaaaa de miiiiil, tiene en su pasarela a estas cuatro beldades, órale a bailar “La Reta” (amigos americanos, españoles, sudamericanos y del Centro y Sur de México, aquí en el Norte de México, hay un programa regional de TV en un canal local, “Las noches del futbol” en donde el locutor Ernesto Chavana se la pasa haciendo puro desmadre, invitando conjuntos musicales típicos norteños, haciendo juegos, concursos, hablando de futbol, de todo, pero al relajo, sobre todo sacando unos mujerones de atractivo visual, “Las chicas de las noches”, en youtube podrán ver varios cortos de dichos programas y el tipo de hembras que salen, “La reta” es una de sus canciones que utiliza con un bailecito muy característico).
Las cuatro conocían la citada canción y el bailecito, sobre todo Evelin y Cristina. Una porque al ser joven es de las preferidas en los bailes estudiantiles y la otra al ser la más desmadrosa de ellas y frecuentar fiestas. Gabriela si veía de vez en vez ese programa y la identificaba. Erika, solo en una ocasión la vio en TV y una más cuando sus pequeñas alumnas se pusieron a bailar en su trabajo.
Las notas empezaron: “La reta, ella lo que quiere, ella lo que quiere,   ella lo que quiere que le den,  la reta…Dale , dale, dale, duro, duro…Por arriba, por abajo…por arriba, por abajo…Por delante, por detrás, por delante, por detrás….brincan las nenas, brincan las nenas…las chiquitas, las nenotas, chiquititas o  grandotas, las flaquitas o las gordotas, naturales o plasticotas”.
Las cuatro beldades sabían bailar muy bien, así que sin llorar se pusieron a realizar el cachondo y caliente baile al son de esa repetitiva, calenturienta y pegajosa canción y de los aplausos de los cuatro hombres que ya se aprestaban a una larga noche, a un encerrón de locura orgásmica.
Era maravilloso ver a esas cuatro estatuas femeninas bailar pegadas una atrás de la otra, repegarse en sus culos, que la de adelante sintiera los senos grandes y duros de la de atrás. Ver como brincaban coquetamente para ver balancearse esos senos de campeonato y más que son naturales 100 %.
A la mitad de la canción, Felipe paro…Ricardo en una bandeja se acercó a ellas para que se empinaran un vaso jaibolero de un trago que les preparo. Estaba cargado. Por el altavoz: vamoooss, vamos, muchaachass esto es para que se relajen un poquito.
Continuaron con el baile hasta terminarlo y una vez más les dieron de beber.
En este punto, ya Felipe estaba abajo, dejando una pista musical interminable de música electrónica en el sonido. Junto con los otros dos tipos sacando sendas pistolas que ya Ricardo había distribuido, dichas pistolas con las que las amenazaban sumados al recordatorio de las evidencias que el detective, Don Pedro y Don Cipriano tenían, les hacía una rara combinación en donde sentían que se les subía y se les bajaba al mismo tiempo el alcohol ingerido.
Los tipos amenazantes se acercaron también: Más vale que se pongan flojitas y coopereeennn, sino de una buena vez nos las entumbamos.
A las pobres imitantes de vedetes no les quedo de otra que tomarse ese otro trago de Hidalgo (chingue su madre el que deje algo) bajo la inquisidora y lujurienta mirada de los cuatro.
Ricardo encendió aún más el acalorado sentimiento que ya fluía por las venas de esas mujeres al sentir correr el fuerte licor…vamos que se les ocurre a esta honorable audiencia para estas diosas del sexo….vamos, vamos, pidan.
Los cuatro como si se hubieran puesto de acuerdo al ver el bailecito de la Reta gritaron: Que se perreen entre ellas…como las putas gringas lo hacen…vaaamoosss…
Otra vez, las únicas que sabían a qué se refería ello, eran Evelin y Cristina, por lo que sin remedio alguno, Cristy tomo a su Gaby de su breve cintura y empezó a simular como si se la estuviera cogiendo. Mismo acto que realizaba ya Evelin con la estupefacta Erika que sintió como la chiquilla que era alta como ella le repegaba su vacía ingle, pero sintiendo con claridad la suavidad de sus piernas y los senos que se le pegaban de vez en vez en su espalda…
Los tipos reían y animaban aún más: ráaaapidddooo, mmmáaasss fuerrrtetee, dallelee, dallelee, dalleleee….cammmmbiiooooo
Ahora Erika era la que se culeaba a Evelin y Gabriela  a su hermana Cristina…..
Caammmbiooo….cambbioooo, empinenessee más, assssíiii, binenenen cabrroonansss puttatssss
Así estuvieron un buen jale, en donde todas se dieron a todas. Ya sudaban dándoles a sus cuerpos un brillo aún más candente.
Fue Pedro, el que dio la idea de que se dieran un faje entre ellas…que iniciaran un acto lésbico. Siempre había querido ver uno en vivo y a todo color.
Cipriano rugió como fiera…siiiii….las hermanitas juntas y la experta con la jovencita….guuauauuauua
Ricardo se puso a aplaudir como desaforado, siiiiii, vamooosss Erikkakaa con Eveliiiinn y Gabrielallaa con Cristttiinnanaa…..vamooososs besenssseee
Tímidamente las mujeres obedecieron para medio abrazarse y solo atinar a mirarse con miedo y un poco de ¿asco?…pero los viejos no se quedarían con eso, así que Ricardo le puso una seguidilla de nalgadas tanto a Erika como a Evelin, mismo acto que realizaban Felipe y Pedro con las hermanas. Cipriano de inmediato reacciono y se fue sobre Erika para nalgearla a placer. Del otro lado, ya Felipe se tenía de encargo a Cristina y Pedro a Gabriela…el sonido era fuerte, ya que las palmadas de plano eran con todo. Ayyyyyy, ayyyyyyy, bruuuttooosss, cabronneess, espeerrenenenen, esperrreeen, desppacciiiittotoo, yyyayaaaa, pororrr favroorororr, noooo, yaaaaaa, yayayaaa,  las palabras, frases, gimoteos se confundían en las angelicales vocecitas de las cuatro beldades.
El desquiciado de Felipe fue el que grito a pleno pulmón: Putas, pónganse en hilerita y empinen el culo que les vamos  a poner una buena zurra para que obedezcan a la primera e incluso se jalo a las hermanas y las puso una junta a la otra….Ricardo por inercia hizo lo mismo. Ahora los cabrones como en un carrusel se pasaban de una a otra mujer para hacerles sentir la dureza de sus palmadas, parecía que estaban compitiendo por quien se zurraba mejor y con mayor fiereza a las nalgotas paradas de esas hembras que ya no veían lo duro sino lo tupido, incluso Evelin y Erika tomadas de sus manitas y que estaban juntas casi se desmoronan cuando voltearon a ver y apreciar que Cristina ya lloraba a lagrima viva y es que era a ella a quien más fuerte le serruchaban, sobre todo Felipe que era  quien más ganas le tenía.
Después de unos buenos empalmes en esos culotes que ya lucían rojizos y de darles de beber otro trago grande que les quemo la garganta y las entrañas…casi al mismo tiempo los cuatro demonios gritaron, yaaaaa, entendieronnn, ahorraa a fajarseee…ya sabennen quien con quieeeenn
Las hembras obedecieron. De igual forma, como ellos les ordenaron, ellas se abrazaron fuertemente. Como por inercia se empezaron a sobar sus nalgas. Pronto descubrirían que al ser manos femeninas, suaves, dulces y estar tratando de aliviar el dolor de su pareja, empezaban a sentir hormigueo por todo el cuerpo, haciendo que el tímido beso que se empezaron a darse de piquito, se empezara a convertir de a poco en una batalla de lenguas, de labios, de chupetones, de sorvidas de saliva. Esto se acrecentaba con los gritos de los hombres, el juego de luces, en donde a veces se veían a plenitud y en ocasiones solo se adivinaban las figuras de las hembras besándose y comiéndose, ya sus respiraciones eran totalmente agitadas. Para las cuatro era la primera vez que besaban a otra mujer. Su figura se compenetraba al ser casi de la misma estatura. La belleza de sus labios hacía más fácil la labor. La dulzura y quizás la proyección del temor que tenían les hizo jugar una mala pasada, ya que aunada a las caricias que solo una mujer puede hacer hizo que hasta empezaran a meterse mano por todo el cuerpo…e incluso los gritos por inercia las llevaría hacia lo desconocido, hacia una escalada de nuevo placer que descubrirían delante de esos hombres. También el alcohol ingerido, ya que al terminar de perrearse les dieron a beber otro vaso completo, jugaba a favor de ese lésbico acto.
Vamos….vaaammmosss metansee mano bieeenn, mettelelele el dedooo, chiquitteeeattellaa
Ya Erika amasaba las nalgotas de su amante joven y está ya dedeaba a la otra, solo susurrándole al oído con cachondería: Perdon, Sra Erika, yo la admiro mucho, es usted una mujer muy elegante y guapa, pero es queee esososo tipos me dan mucho mieedodoo
Ya chiquita, cálmate, tienes un cuerpo estupendo y eres muy bonita, pierde cuidado, tenemos que obedecer, si no nos pueden matar, adoptando de inmediato un rol de mayoría de edad, recordando una vez a su querido profesor de la Universidad.
Las hermanas no se quedaban atrás ya furiosamente se dedeaban, obedeciendo a los gritos y mandatos. Incluso Cristina ya se estaba encuerando a su hermana para maniobrar mejor, incluyendo que bajaba incluso a mamar sus pechos que ya erguidos recibían los lengüetazos y caricias que con su boca fina le prodigaba.
Las otras al ver, con esa competencia innata que se da en las hembras se empezaron a encuerar y a chupar una a la otra de manera extraordinariamente coordinada.
Los gritos y vítores de los otros no se dejaron disminuir y al contrario enardecidos por la iniciativa de esas calenturientas diosas, las invitaban a seguir en ese camino de lujuria y deseo.
Sin saberlo o sentirlo ya las cuatro hembras estaban encueradas y ya sus gemidos eran evidentes, parecía que se ponían de acuerdo y competían las parejas por hacer un nuevo movimiento, una nueva caricia, sus manos, bocas, inglés, piernas, brazos, cabezas, pelo entraban en juego para darle placer a la otra…incluso las palabras empezaron a brotar. La música electrónica pegajosa, repetitiva, sonora, llamativa no hacía más que contribuir a ese acto de 100 para esos afortunados cabrestos que aplaudían y que ya también se habían quitado su ropa de poco a poco para empezar a compararse con sus virilidades totalmente erectas y que se las estaban pelando, cascando, delante de ellas. La orgía que se avecinaba era de pronóstico reservado.
Cristy: Hummm,, ayyyyyyy Hermmammiittatat queuue buennnnaa estttassss
Gaby: Ricccooooo, asiisisisi,asiisisisis
Evelin: Ayyyyyyyyyyyyyy, hummmmmmm
Erika: Chiiiiquiiiiittaaaa herrmoooossaaaaaa
Esas y otras tantas palabras, eso si dentro de la cordura de ser mujeres, sin nombrar grosería alguna.
Los ayyyyyyy, hummmmm, chiquiiittaaa, mmammamitttatatat, perororo queuee ricococoo ess essosotooooo enardecían a los cuatro que ya desesperados se jalaban sus fuetes fuertes y listos para entrar en acción al primer llamado, al primer grito que surgiera….pero esperaban pacientes, ya que la escena ante sus ojos de pronto cambio.
Con una inercia que la  fiereza con que ya se estaban fajando esas hembras, sin estar tan conscientes de ello y ayudados por todo el contexto: alcohol, gritos, miedo, asombro, música y lo que se les pueda ocurrir las hembras ya estaban en el suelo metiéndose un cachondeo de aquellos, sus cuerpos giraban, a veces una estaba arriba de la otra y viceversa.
EL detonador para el 69 que se darían lo activo un maravillado Cipriano que veía como su Gabriela gemía y se encendía con su hermana y es que de plano ya estaba junto a ellas jalándole el pescuezo a su grande ganso. Felipe estaba cerca de Cristina, de alguna manera cada lobo estaba acercándose a su presa elegida.
Don Pedro muy cercano a ellos se había acercado a donde Gabriela estaba ya a punto de orgasmar y es que quería verla de cerca y a todo color. En sí, las dos parejas de hembras estaban casi pegadas una a otra. En su cerebro hacía cuentas: ya se había chingado a Erika y  a Evelin y ahora le tocaría esta rubia de infarto. Sabía que sería el ganón, ya que los demás aún no probaban a dos viejas de estas y él ya, es decir repetiría, al menos en eso ganó, ya que era más el afectado físicamente por la madriza que le metió Erika.
A si mismo Ricardo ya estaba cerca de Erika y se sobaba las manos por el festín que se avecinaba.
Una vez más los cuatro como si se leyeran la mente: Orrallllee a chuppaparrr vagginnananaa, hagannn unnn 69.
Las hembras ya estaban a punto del orgasmo y obedientes ya que los tipos seguían con sus sendas pistolas viraron sus cuerpos para entrar al quite…de nueva cuenta en esa noche de descubrimiento, iniciaban un nuevo aprendizaje, mamarle la vaina a otra hembra…..el instinto puro les hizo hacer el acto con maestría inusitada….ahora si las contorsiones y malabarismos que se hacían con sus cuerpos era de temerse….los gemidos estaban a millllll…..
Yyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, ayyyyyyyyyyyyyyyyy, hummmmmmmmm
Ricardo fue el cabrón que les pidió ahora cambiarse: que las rubiass se dennn ahora y Cristina con Evelin….
Ese fue un descanso que interrumpió abruptamente el inminente orgasmo al que estaban llegando. Al pararse para irse a acoplar a su nueva pareja, los hombres no perdieron la oportunidad de meterle unas buenas nalgadas a cada una de ellas.
En su nueva pareja, la batalla continuo primero de pie un tanto y luego al suelo….ya que los hombres luego, luego empezaron a gritar: suelelelo,,suuueleleoo, sueleleleo.
Ayyyyyyy, hummmmmmm, aahhhhhhhhhh, hummmmmmmmmmm
Sin saber quién fue la primera y tal vez en una catarsis integral que abarcaba sus miedos y ansías de hembra empezaron a pedir verga….
Yyyaaaaa neececececsiiiiitoooo uuuunnn hommbreee, verggggaaaaaaa
Quiieerrrroooo vergggaaaaaa
Piittttototoo dammmeeee pittootooot
Yyaaaa metanlllalalla, cabrroorooneesss
Las palabras altisonantes empezaronnnnn
Igual los hombres como con un resorte en sus labios y burlones lo cual sabemos a las cuatro les enerva aún más la lujuria: ¿Quéee quieireenn?
Vergagaaaaaaaaaaaaaa, las cuatro como si también gritaran bingo o lotería en un juego de azar….y es que ya llevaban buen tiempo siendo sometidos a este lésbico juego y ya estaban calientes, listas para hornearse.
La verdad es que estas beldades se merecen una historia cada una, se asemejan en lo escultural de sus cuerpos, en la belleza de sus rostros, en su voz angelical, en su sexo subido a mil, pero cada una de ellas tiene un perfil propio con identidad específica, aunque se asemejen en algunos puntos, sin embargo, el destino les tenía deparado esta aventura en conjunto.
¿Por qué se habían calentado tanto? Primero, la vestimenta que tuvieron, el bailar para ellos, el vino y el alcohol, el lugar y saber que estaban jugando el rol de putas, muy en el fondo les sacaba esa esencia de mujer a plenitud en el terreno sexual y luego los besos, caricias, lamidas, palabras que se dijeron una a otra, estaban a punto del orgasmo y ya sus cuerpos demandaban más allá de las sabias caricias de otra mujer, necesitan lo que estaban pidiendo ya a gritosssss
Fue Ricardo el que en su rol de jefe de la manada tomando de los pelos a Erika se la jalo para otra mesa con rudeza, diciéndole:
Entonces que, ahora si vamos a ponerle y a completar lo que me gane la otra noche, ¿quieres vergaa?
Ese lapso fue como un remanso que las saco de la desquiciante locura que estaban pidiendo
Nooo…por favoroorr,, nooooo
Jjjajaja, ahora te amuelas….poniéndola con sus manos sobre la mesa, y accionando sus piernas regordetas pero fuertes para abrirles las piernas y acomodarla a su estatura le empezó a pasar su pene erecto y gritar: orrralllee cabroonness cada quien agarrree a suuu viejjaj y a darlrllee, recuerreeen que  hayayy premmmiioooo
Don Cipriano  tomo de un brazo a una asustada Evelin que empezó a gritar: Donnn PEdrrroo no me  dejejej con estttee viejejjooo. Don Cipriano fue a sentarse en una silla en  otra mesa, sabía que tenía que guardar fuerzas para no quedar en mal con sus colegas para jalarse a la niña que gimoteaba ya a pecho abiertooo.
Don Pedro a viva voz: Sabiiaiss Evelinn que  tarde que temprano esto pasaría, además ese viejo me está regalando a su noviecita santa y le tengo que devolver el favor, jajjaja
Gabriela a su vez: Cipiii no me hagasss  esttooo, yyooo te dijjjee que sollo contigogogoo, Donnn, Donnn y es que el canijo de Don Pedro que también deseaba empezar la refriega con calma, había juntado dos mesas cuadradas, colocado varios manteles y acostado se había colocado a Gabriela encima de él. ¿Qué cómo le había hecho para que la otra fuera tan dócil? Porque seguía encañonándola y se había aprovechado de que estaba más reclamando que no se la enculara y hablándole a un Don Cipriano que ya enajenado y enervado por el mujerón que probaría con la chiquilla no la escuchaba más.
Don Cipriano ya no le contesto ya que le estaba dando un tallón y repasón sentado con su vergota a la palpitante vaina de una sollozante Evelin que ya solo gemía quedamente.
Gabriela veía con ojos desorbitados como ya estaba encima de ese viejo panzón y como ese pene le apuntaba directo en su jugosa vagina que le empezaba a jugar la mala pasada de querer ella metérselo, sus ojos todavía se abrieron aún más cuando noto el leve movimiento de caderas que hacia Erika como invitando que por detrás su hombre por fin se decidiera a metérsela. También observo que la chiquilla de Evelin respiraba agitadamente sudando y que como hipnotizada veía y se dejaba hacer por Don Cipriano que a risa y risa le tallaba su pene, viro su rostro para ver que su hermana se encontraba acostada en el área de tubos con el otro sujeto encima de ella también repasando con una fuerte virilidad. Su hermana se agitaba y sus gemidos también le retumbaban los oídos.
A Erika le quedaba de frente toda la acción, ver a sus amigas en desgraciada gimiendo, vencidas, como hechizadas ante el influjo de todas esas vergas, fuertes, paradas, en sí, todas estaban cerca una de las otras y todas en su mente estaban empatando al apreciar que los cuatro sujetos coincidían en que eran feos, con panza, pero con una potencia de erección, con una grandeza de sus penes, que en sus parejas formales, incluyendo el noviecito de la para ellas niña no tenían pero ni de cerca.
Cristina quería no doblegarse, pero su calentura era mucha y sin más remedio empezó a relamirse ante los toqueteos de ese vergón.
Felipe gritaba, calienteelllas como los putoneess que son, que nunca se les olvide quienes serán sus macchoosoos cabrrriosos.
Cipriano vociferaba:…UUUuuaaaattta se vvveee queue estta apreeetaaadiittat, pinche Pedro pues ¿no que ya te la habías cogido? Pinche pitiiitotoot que has de tener, veo que con dificultad le va entrar la puntita.
Respondiendo un ufano y seguro Pedro: a tu vieja no las vas a poder reconocer de lo abierta que la voy a dejar, pinche bueyyy..
Buen rato estuvieron tallándole, amasando, acariciando y magreando sus carnes. De a poco los gemidos de las mujeres competían entre sí en volumen, intensidad y calor.
Las palabras locuaces de minutos atrás que las mujeres mencionaron volvieron a escucharse opacando la música electrónica que seguía y seguía…yaaaaaaaa, yayyayaya, metteteeelllala, cabrrrrponnn, pinnccnhhheee perrrorooro, yayayaya pappappiitotooootot,, yayyayayaya hazzzz lo quueuue quierrasss peroror yyyayaya metetteteellala, Donnnnnn yayyaayaaaaa
Palabras más o menos, pero cada una de ellas en su estilo y en su propia historia lo decían…Erika que se había habituado a las malas palabras junto con Cristina eran las que más utilizaban. Evelin la de papito, papi que en su aun inocencia utilizaba y Gabriela, el consabido Donn
Finalmente el jefe de la pandilla, Ricardo grito: órale cabrones, a la de tres…..unannana, dosoosos, treessss
Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy, hummmmmmmmmmmmmmmmmm
Paaaaaapppppiiiiiiitooooo
Riiiiiicoooooooooooo
Asisiissssssssssssssssssssssssiiiiiii caaaabrrooooonnnnnnnnn
Y es que las cuatro por la posición podían verse una a la otra, las cuatro empezaron a recibir caña de manera fuerte, constante, seguida, intensa, haciendo que el plaaaacc, palalalallcc, plaaccc, plaaaccc de sus carnes se combinara con la rítmica música…iniciaba con todo su cautiverio…¿Qué pasará? ¿Seguirá esa orgía con todo?
Ya nada podían pensar, solo coger y recibir y empezar a moverse.
Erika paraba ya sus nalgotas y se removía al unísono de los fuertes embistes que por detrás le ponía Ricardo. Las otras al verla supieron que era igual de caliente que ellas.
Evelin ya se daba sus sentones y se movía con maestría. Las otras al verla supieron que esa chiquilla era igual de experta que ellas.
Gabriela se tallaba con fuerza, se movía como odalisca, haciendo lucir su cabellera, sus senos sobre esa mesa en donde el acostado Don Pedro le hacía sentir su curvo pene. Parecía que la mesa se podría caer en cualquier momento, pero el viejo con maestría la conducía cual jinete que amansa a una corriosa yegua. Las otras al verla supieron que la noche sería larga y que indudablemente gozarían como cerdas.
Cristina con sus piernas en los hombros de Don Felipe se agitaba y ella misma se impulsaba para recibir el embiste de su hombre. Cada vez que su carita se agitaba y se volteaba para ver a sus amigas las veía copular con todo. Las demás al verla supieron que habían sido conquistadas. Que la Ley del Deseo que tanto usa Pedro Almodovar en sus películas les había jugado una vez más y de alguna manera también gozarían.
Las cuatro vencidas y ganadoras supieron que esa experiencia juntas las uniría de por vida y las llevaría a caminos insospechados. Sin embargo, una vez más el giro del destino les tenía deparado a todos unas últimas jugadas que nadie en sus cabales hubiera podido imaginar.
Ayyyyyyyyyyyyyyy, hummmmmmmmmmm, pppapappapppiitootototot, cabrororornn, perrorororo,mdqallelellele, dalellelle, asiiiiiiiiii, riciocococooco
Las palabras y el empalme continuaba, las cuatro se veían y se escuchaban. Los cuatro se envidiaban y competían, gozaban y daban con todo.
Continuara
 
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Relato erótico: “Hermana… mia ” (POR ALEX BLAME)

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El trabajo que habían hecho con Maya había sido perfecto, apenas se notaban las terribles heridas que había sufrido en el accidente. Lamentablemente nada podría devolverla a la vida. Ahora estaba disfrutando de la gloria de Dios. En ese momento, deseaba estar con ella más que cualquier otra cosa en el mundo, pero tanto ella como su hermana gemela tendrían que esperar para volver a estar juntas.

Siempre habían hecho una pareja chocante, parecían las dos caras de una estatua de Juno, ella siempre contenida, paciente y reflexiva mientras que Maya que siempre se autoproclamaba, medio en broma, medio en serio, como la gemela mala, era impulsiva y extrovertida.

Aún recordaba el día que le dijo que había sentido la vocación. La muerte de sus padres en un plazo de seis meses,  en vez de alejarla, le acercó aún más a Dios y a su misericordia, pero Maya no lo entendió así y estalló como una erupción volcánica, le llamo idiota santurrona y dejo de hablarla durante meses, pero finalmente lo aceptó y estuvo presente el día que tomó los votos. Desde ese momento, aunque apenas se veían, mantenían contacto diario por  email. Así se enteró de su primer novio, el aviador, de su segundo novio el submarinista, de su tercer novio el geo… Ella le felicitaba cuando se enamoraba y le consolaba y daba gracias a Dios porque su querida hermana se hubiese librado del patán de turno.

Hasta que una vez perdida la cuenta y la esperanza, apareció Salva. En un principio le pareció otro zumbado más. Piloto profesional, corría en carreras de resistencia y conducía un corvette en las 24 horas de Le Mans. Pero a pesar de la velocidad y el riesgo, el primer día que lo conoció en un pequeño restaurante cerca del convento, resulto ser sorprendentemente equilibrado, inteligente y sensible. Además era un hombre extremadamente atractivo, incluso ella sintió una ligera sensación de apremio en las ingles cuando lo vio por primera vez. Dieciocho meses después estaban casados; aquel día, Dios le perdone, se emborrachó con el vino blanco y lloró como una magdalena. Fueron años felices, la carrera de Salva iba viento en popa, en el campeonato del mundo de resistencia conducía un Ferrari oficial y había logrado ganar dos veces Le Mans en la categoría LMP-2. Maya, mostrando un fino olfato para los negocios, se había convertido en su representante y hacía poco le había conseguido una plaza en el segundo equipo de Le Mans  de Audi mientras escurría el bulto cada vez que la hermana le preguntaba cuando iba a ser tía.

La entrada de Salva en el tanatorio interrumpió el hilo de sus pensamientos. Su robusto cuerpo se apoyaba en una muleta y su rostro magullado reflejaba un profundo dolor, tanto físico como espiritual.

Todos los presentes se callaron y le miraron fijamente, unos con compasión, otros acusadoramente. Antes de que la situación se volviese incomoda de verdad, ella se adelantó y le abrazo con fuerza. Aquel cuerpo  fuerte y decidido intento resistir pero enseguida se puso a temblar y le devolvió el abrazo en medio de profundos sollozos.

-Lo siento Mía… perdón… hermana Teresa, -dijo sin soltarla –es mi culpa, yo conducía, no sé cómo pudo pasar, yo, yo…la niebla…  debí ir más despacio…

La inconexa explicación se vio interrumpida por un nuevo acceso de llanto, ella no pudo contenerse y ambos lloraron abrazados ante los ojos tristes y anegados en lágrimas de los presentes. Podían haber pasado unos segundos o mil años. El tiempo permanecía suspendido mientras los brazos magullados la rodeaban con tenaz desconsuelo. Finalmente se dio cuenta de la situación y le separó suavemente mientras Salva se disculpaba con torpeza.

-No tienes que pedirme perdón Salva, un accidente es un accidente. –dijo la monja sin soltarle las manos para no perder el contacto –y no debes torturarte pensando en lo que podrías haber o no haber hecho. El pasado no se puede cambiar y es la voluntad de Dios que ahora mi hermana este junto a él en el cielo. –continuó intentando que no le temblara demasiado la voz. –Conozco… conocía a Maya tan bien como a mí misma y sé que lo que desearía es que la recordases pero también que continuases con tu vida y con tu carrera. Tienes que ser fuerte, tienes que amarla y recordarla, pero la mejor forma de honrarla es rehacerte y no dejarte caer en la depresión. La vida también es una carrera de resistencia y debes  rezar y confiar en que Dios te ayudará. Él siempre tiene un plan para todo, aunque lo parezca, la muerte de Maya no es una muerte sin sentido.

-Quizás tengas razón pero ahora mismo no puedo pensar en nada y cada vez que cierro  los ojos sólo veo su rostro  ensangrentado e inerte… ¿Por qué no fui yo? ¿Por qué no se llevó a mí? –dijo Salva comenzando a sollozar de nuevo. –Soy yo el que se juega la vida todos los días a trescientos kilómetros por hora…

-Ya sé que es una perogrullada, pero los caminos del Señor son insondables… -replicó la monja volviendo a darle un corto abrazo.

La conversación entre los cuñados contribuyo a rebajar la tensión y la incomodidad entre los presentes que se acercaron a ambos ya sin ánimo de juzgar nada ni a nadie.

El resto del velatorio, la ceremonia y la cremación transcurrieron en un ambiente de dolor y recogimiento. Salva se mantuvo en pie, estoico, aguantando el dolor apoyado en su muleta y ayudado por Sor Teresa en los momentos en que tenía dificultades para desplazarse.

Finalmente  dieron sepultura a sus cenizas y la gente fue despidiéndose y alejándose discretamente hasta que quedaron ellos dos solos frente a la tumba cubierta de flores. La niebla, la misma niebla que había contribuido al accidente se movía por efecto del viento creando sombras y difuminando el paisaje en la creciente oscuridad.

-¿Te vas esta tarde? –Pregunto Salva rompiendo el silencio.

-No, tengo un billete de tren para mañana por la noche. Tengo una habitación reservada en el centro…

-Oh, no, de eso nada, quiero que vengas a casa, aún sigo considerándote de la familia. Además querría pedirte un último favor. No sé muy bien qué hacer con la ropa de Maya. Me preguntaba si podrías ayudarme a empaquetarla y supongo que tú sabrás como darle  buen uso.

-De acuerdo, que haríais los hombres sin nosotras –dijo Sor Teresa mientras comenzaban a caminar lentamente en dirección al coche abrazados por una densa niebla que lo cubría todo.

La casa de Salva era una pequeña edificación sin pretensiones en las afueras de la ciudad. Constaba un edificio principal de una planta y cien metros cuadrados con enormes ventanales y un garaje casi tan grande como la casa con espacio para tres o cuatro coches.

Al entrar en el jardín Ras salió a recibirles moviendo la cola alegremente ajeno al drama que le rodeaba. Olisqueó a Sor Teresa con curiosidad y tras informarse detenidamente se dirigió al coche y dio varias vueltas alrededor como esperando que saliese alguien más. Salva le llamó y después de recibir unas caricias, el joven labrador se alejó de ellos sin dejar de mover el rabo.

Sor Teresa nunca había estado allí y cuando entró en la casa, le maravilló la luminosidad de su interior que contrastaba con la frialdad de la piedra y la oscuridad del convento. El pequeño hall daba paso a un enorme salón dominado por un ventanal y una enorme chimenea. A la derecha se abrían dos puertas, que,  por lo que le había contado Maya en sus correos, debían ser la cocina y el baño, quedando la única habitación de la casa tras la última puerta al fondo del salón.

-Dormirás en la habitación, ya he cambiado las sabanas –dijo Salva indicándole la puerta del fondo –yo dormiré en el sofá.

-No te preocupes por mí, yo dormiré en el sofá.

-De eso nada, eres mi huésped, además ahí está la ropa de Maya. Así podrás empaquetarla sin que te moleste. –replicó Salva cogiendo el ligero equipaje de la monja con la mano libre e hincando la muleta en la moqueta mientras se dirigía al dormitorio.

El dormitorio era amplio y luminoso con una enorme cama, una mesita y un sofá de lectura de cuero donde descansaba su bolso y  una novela de un escritor alemán que no conocía. A la derecha, un vestidor daba paso a un baño moderno y de colores discretos.

La monja entro en la habitación y sin darse cuenta de lo que hacía se sentó en la cama. Inmediatamente sintió que la calidez y comodidad del colchón le envolvían y le invitaban a tumbarse y descansar tras aquel día tan duro. A la vez, saber que era allí donde su hermana muerta dormía, reía, lloraba y hacía el amor, le producía una intensa tristeza. Entendía por qué Salva le había cedido la habitación.

Finalmente tras unas cortas explicaciones Salva le dejó allí mientras iba a cocinar algo para cenar.

Cuarenta minutos después Salva le despertó. Se había quedado dormida sin darse cuenta. El largo viaje desde el convento y las emociones del día le habían dejado exhausta. Con un pelín de desconcierto se levantó del edredón y siguió el renqueante cuerpo del hombre hasta la cocina.

El color blanco de los muebles salpicado con toques de colores vivos en los tiradores y encimera le daban a la cocina un aire alegre y desenfadado. Se sentó a la mesa en la que Salva había dispuesto dos servicios separados por una ensalada de aguacate de un aspecto delicioso.

-Como ya es algo tarde supuse que te apetecería algo ligero –dijo salva sirviéndole ensalada –espero que te guste.

-Muchas gracias me encantan las verduras, las comemos en el convento casi constantemente, estas también son caseras como las nuestras. ¿También tenéis un huerto?

-En realidad viajamos tanto que, aunque nos lo planteamos, no podíamos atenderlo adecuadamente así que se las compramos a unos vecinos. Son un matrimonio de ancianos que  consiguen un pequeño sobresueldo para complementar su pensión vendiendo huevos y hortalizas. Todo delicioso y superfresco. Creo que somos sus mejores clientes, nunca regateo los precios con ellos y ellos siempre apartan para mí los mejores productos. Lo único que hay de supermercado es la ensalada es el aguacate.

-Por cierto, ahora que estamos solos ¿Cómo debo llamarte? Teresa, Sor Teresa, hermana Teresa…

-Basta  con que me llames hermana. –replicó ella mirándole a los ojos.

La cena transcurrió en un apacible silencio. Tras la ensalada, a pesar de sentirse satisfecha se permitió el pecadillo de comer un poco de helado de chocolate que Salva le ofreció de postre. Hacía más de un lustro que no probaba algo tan delicioso. La cara de la hermana fue tan expresiva que por un momento Salva sonrió.

-Es curioso ella ponía exactamente la misma cara cuando comía algo sabroso. –dijo Salva con la mirada perdida.

-A pesar de esto –replicó Sor Teresa cogiéndose el hábito –seguíamos siendo hermanas gemelas, teníamos multitud de gestos y manías comunes. No sé si te has fijado alguna vez la peculiar manera que teníamos de lavarnos las manos, levantándolas hacia arriba como cirujanos antes de coger la toalla, el ser diestras para todo menos para hablar por teléfono… en fin siempre creímos parecernos tanto que cuando empezamos a pensar en chicos  temíamos  enamorarnos del mismo tipo… y ya ves, al final no fue así y yo me quede con el mejor -dijo tocándose la sencilla alianza que le habían dado al tomar los votos.

Salva no contesto y se quedó mirándola, a pesar del hábito podía ver en aquella mujer los ojos oscuros, la fina línea de la mandíbula, los dientes blancos y regulares, los labios rojos y gruesos que tantas veces había besado… Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no alargar la mano y acariciar la cara de la monja… la cara de Maya. Consciente de repente de la incomodidad de la hermana se levantó y se apresuró a recoger la mesa. Ella también se levantó y le ayudó a meter los platos en el lavavajillas. Trabajaron en silencio y terminaron rápidamente.

-Bueno, creo que me voy a retirar. –Dijo ella mientras se secaba las manos –mañana me espera un día muy agitado si quiero tenerlo todo listo antes de coger el tren.

-¡Oh!  Por supuesto, tu como si estuvieras en tu casa. Y una vez más gracias por todo. No sé cómo hubiese podido sobrellevar todo esto sin ti. –dijo Salva dándole un corto abrazo – Que descanses.

-Si Dios quiere. –dijo la monja mientras se dirigía a la habitación.

Cuando entró finalmente en la habitación se sentía emocionalmente exhausta, afortunadamente cuarenta y cinco minutos de oraciones y meditación le ayudaron a relajarse y seguramente el mullido colchón haría el resto. La ensalada estaba rica pero como en el convento no usaban sal sentía la boca seca así que  fue hacia la cocina para tomar un vaso de agua fresca. La casa estaba oscura y en silencio así que se desplazó a tientas suponiendo que Salva ya estaría durmiendo, pero al llegar al salón le vio a través de los ventanales sentado en las sillas del porche acariciando al perro y con una botella de glenfiddich mediada y un vaso con hielo al lado.

Se quedó parada mirando a su espalda, estuvo a punto de acercarse y soltarle un sermón sobre el alcohol y sus peligros, pero decidió que no era el momento y se retiró a su habitación con su vaso de agua en silencio.

Se desnudó, se puso el tosco camisón que usaba a diario y se acostó. Después de una hora de dar vueltas en la cama se dio cuenta de que aquella noche no iba a dormir mucho, así que decidió levantarse y ganar tiempo empezando a  empaquetar la ropa de su hermana.

No sabiendo por dónde empezar abrió el primer armario de la derecha  y comenzó a sacar ropa de invierno. La clasificaba en montones listos para empaquetar la mañana siguiente cuando Salva le diese las cajas.

Cuando llegó al zapatero no pudo dejar de preguntarse cómo sería su hermana capaz de pasar un día entero encaramada en aquellos tacones. Picada por la curiosidad cogió unos zapatos negros con unos tacones particularmente altos y se los puso. Cuando se puso en pie, casi perdió el equilibrio. Instintivamente enderezo la espalda y tenso sus glúteos para adaptarse al cambio del centro de gravedad. Dio dos pasos cortos y quedo frente al espejo, de repente su culo y su busto destacaban a pesar del informe camisón. Ruborizada aparto la mirada y continuó con el trabajo.

Siguió sacando prendas. Maya siempre había tenido un gusto exquisito para la ropa, todo lo que sacaba de los cajones era precioso y de excelente calidad. De vez en cuando cogía un vestido o un jersey y lo apoyaba contra su cuerpo mirándose al espejo e imaginándose con ella puesto.

Cuando abrió el cajón de la lencería se quedó parada meditando. Finalmente pensó que sería la última vez en su vida que podría sucumbir a la vanidad y se quitó el camisón y la sencilla ropa interior que llevaba puesta. Sin dejar de pensar en cómo se lo iba a explicar al cura que la confesaba desde hacía casi diez años escogió un sencillo conjunto de corpiño y tanga de raso negro. El conjunto le apretaba un poco. A pesar de ser prácticamente iguales, la relativa inactividad del convento hacía que sintiera los pechos un poco aprisionados en el conjunto que, por lo demás, era increíblemente cómodo  y suave. Recordó el bolso y revolviendo en su interior encontró rimmel y pintalabios. Se volvió hacia el espejo y se pintó los ojos y los labios. Estaba ensimismada observando como el conjunto y  su pelo negro, largo y encrespado contrastaba con su piel extremadamente pálida y sus labios gruesos y rojos cuando oyó un fuerte golpe proveniente del salón.

Sin pensarlo se puso una bata de seda que colgaba del armario y anudándola descuidadamente en torno a su cintura salió tan rápido como los tacones se lo permitían en dirección al salón.

En el suelo del salón Salva se debatía intentando levantarse sin dejar de agarrar la botella de whisky casi vacía en su mano izquierda. La monja se apresuró en la oscuridad a echarle una mano a Salva. Estaba acostumbrada a lidiar con personas enfermas y disminuidas físicamente así que la mayor dificultad consistía en mantener el equilibrio con los tacones mientras tiraba de un poco cooperativo Salva.

En cuanto lo puso en pie se dio cuenta del problema; Salva estaba bastante borracho. Antes de que volviese a caer se hecho un brazo de Salva sobre sus hombros, mientras le quitaba con habilidad la botella de la mano. En tres rápidos pasos acabaron cayendo blandamente sobre el sofá. El cuerpo de salva cayó encima del suyo inmovilizándola. Al intentar moverse para salir de debajo de aquel cuerpo, la ligera bata de seda resbalo abriéndose y dejando la parte inferior de su cuerpo a la vista. Salva se quedó mirando sus piernas largas y esbeltas y cuando sus ojos subieron hasta su entrepierna la monja se sintió tremendamente vulnerable, primero porque por primera vez en su vida un hombre le  observaba  con lascivia y después porque fue consciente de como los pelos rizados, largos y negros de su pubis superaban incontenibles  la escueta capacidad del tanga.

Antes de que pudiese taparse, Salva ya tenía su mano entre sus piernas. Su primer instinto fue sacudirle un bofetón, pero en vez de eso soltó un gemido y se puso rígida cuando las manos de él avanzaron y le rozaron el tanga con suavidad.

-¡Oh, Dios! –Exclamó Salva súbitamente consciente -¿Qué estoy haciendo? Lo siento tanto… Yo no… -dijo intentando retirar las manos.

Pero algo en el cuerpo de Teresa había despertado finalmente y relámpagos de placer irradiaban de entre sus piernas hacia todos los puntos de su cuerpo electrizándolo. La monja cerró sus piernas para impedir que él retirase sus manos y mirándole a los ojos deshizo el nudo del cinturón abriendo poco a poco el resto de la bata.

-No, no puedo. –Dijo Salva sin retirar la mano del cálido sexo de la mujer –eres la hermana teresa…

-Hoy no soy sor Teresa, hoy soy Mía. –se oyó decir la monja a si misma mientras le besaba.

Fue como si las compuertas de un embalse cedieran ante una tormenta. La lengua de Salva se introdujo en su boca abrumándola por un momento con el fuerte aroma a roble y vainilla del whisky pero el deseo volvió abrirse paso y le devolvió el beso con violencia mientras con su mano le acariciaba la mejilla magullada.

Sin dejar de besarle se sentó a horcajadas. Salva metió sus manos por debajo de la bata para abrazarla y apretar su cuerpo contra él.

Era como si estuviese en terreno conocido, era el cuerpo de Maya pero no lo era. Era más pálido, más generoso, más blando. Sus pechos pálidos y grandes surcados por finas venas pujaban por escapar del corpiño. Atraído por ellos, bajo un tirante y tirando de la copa hacia abajo dejo uno de ellos al descubierto para acariciarlo. Los pezones se erizaron inmediatamente arrancando a Mía un gritito de sorpresa. Salva le estrujo el pecho con la mano y se metió el pezón en la boca chupando con fuerza.

Mía grito de nuevo y arqueó la espalda retrasando las manos para desabrocharse el bustier. Con un gesto de impaciencia se quitó la bata y el corpiño, quedándose totalmente desnuda salvo por el minúsculo  tanga.

Salva se paró y se quedó mirando. La luz de la luna atravesaba el ventanal y le daba al cuerpo pálido y sinuoso de Mía una textura casi fantasmal. Salva acercó sus manos al cuerpo de Mía recorriendo las marcas que había dejado la ropa interior en su piel.

Consciente del deseo de Salva, se levantó y dejó que él la observase a placer. Mía siempre había sido consciente de la belleza de su cuerpo, así que después de lustros intentando disimular sus curvas, se sentía un poco rara exhibiéndolo de esa manera. Por otra parte, por primera vez veía en los ojos de un hombre un deseo salvaje por poseerla que le excitaba tremendamente. Con todo su cuerpo palpitando, sus pechos ardiendo por los chupetones de Salva y el tanga húmedo por su apremio, se inclinó y le quitó los pantalones dejando a la vista, lo que a ella le pareció una erección enorme. Intentando no parecer intimidada, Mía aparto el calzoncillo y cogió el pene entre sus manos. Estaba húmedo y caliente como su sexo pero duro como una estaca.

Las manos de Mía acariciando su polla  sacaron a Salva de su ensimismamiento y con un movimiento brusco la cogió entre sus brazos y la deposito en el sofá bajo él. Mía le recibió separando sus piernas para acogerle, besándole de nuevo y desabotonándole la camisa.  Salva se quitó la camisa con un leve gesto de dolor mostrándole a Mía un aparatoso vendaje en torno a las costillas. Mía no pudo evitar recorrer con sus manos las vendas y el oscuro verdugón que le había hecho el cinturón de seguridad en el amplio pecho.

-Debe de doler –dijo Mía notando la cálida presión del pene de Salva sobre su tanga.

-La vida es dolor –replico Salva apartando el tanga y aprovechando el despiste de ella para romper su virgo. –pero también es placer.

Mía apenas noto el  ligero tirón y el   escozor. Solo sentía el miembro de Salva deliciosamente duro y caliente moviéndose en su interior. Nunca había sentido nada parecido. El peso del cuerpo desnudo de Salva sobre ella cada vez que se dejaba caer para penetrarla. Su pene abriéndose paso en su interior, hasta el fondo de su vagina, provocándole un placer tan intenso que no era capaz de reprimir los gemidos.

Dándose un respiro Salva se apartó un poco y con dos fuertes tirones le quitó el tanga a Mía.  Aparto  con las manos el abundante vello púbico y acarició su sexo con los labios. Mía, grito y alzó su pubis deseando aquellas húmedas caricias. Entre jadeos no paraba de pedir más a lo que Salva respondió introduciéndole los dedos en su coño y masturbándola hasta que llego al orgasmo.

La descarga del orgasmo cortó los jadeos de Mía hasta dejarla sin respiración, todo su cuerpo se crispo y tembló durante unos segundos mientras una intensa descarga de placer lo recorría. Toda su piel ardía y se contraía mientras Salva seguía masturbándola haciendo que el efecto se prolongase. Finalmente los relámpagos del orgasmo pasaron aunque aún seguía excitada.

Salva no necesitaba preguntárselo, sabía perfectamente que ella seguía excitada y agarrándola por la cintura le dio la vuelta de un tirón y le separo las piernas. Cogiendo la polla con la mano empezó a acariciar su sexo con la punta del glande. Con suavidad recorría la abertura de su sexo rebosante de los jugos del orgasmo y continuaba hacía delante presionando su clítoris haciéndola estremecer.

Mía separo aún más sus piernas y se agacho un poco más intentando atraerle de nuevo a su interior. Salva reacciono retrasando su pene y acariciándole el ano con él. Mía se asustó  un poco, aunque la caricia era placentera no estaba segura de querer hacerlo, pero confiaba totalmente en Salva así que cerro los ojos le dejo hacer.

Salva con una sonrisa notó el placer y la incomodidad de la mujer así que se demoró un poco más en sus caricias antes de volver a penetrar su coño con un golpe seco. Al notar el pene en su vagina Mía gimió y se relajó acompañando los embates de Salva con el movimiento de sus caderas.

No sabía si estaba en el cielo o en el infierno. En esos momentos sólo sentía como Salva le penetraba cada vez más rápido y con más fuerza mientras sus manos parecían multiplicarse acariciando sus pechos y sus caderas hasta llevarle de nuevo al éxtasis.

Segura de que Salva estaba a punto de correrse también, se separó y se arrodilló ante el tirando de su pene. Con timidez empezó a acariciarlo con sus manos y sus pechos arrancando roncos gemidos de la garganta de Salva. Torpemente se metió la punta de la polla en la boca y la chupó  hasta que Salva la apartó en el momento en que notaba como un jugo caliente y espeso salpicaba sus pechos y escurría entre ellos hasta quedar atrapado por la maraña de su pubis.

Satisfechos se tumbaron abrazados y desnudos  en el sofá. Cuando Mía se durmió aún sentía el calor de la semilla de Salva sobre su vientre.

Por el interior sin airbag ni cachivaches electrónicos sabía que estaba en un coche antiguo aunque el salpicadero de madera y la palabra fulvia que destacaba cromada en la parte del acompañante no le decía nada. Al volante estaba Salva que conducía el coche con gesto sereno en una noche oscura y con una espesa niebla. Maya parecía dormir con la cabeza apoyada en el cristal. Salva conducía por aquella carretera estrecha y revirada con prudencia y aplomo, sin salirse de su carril ni siquiera en las curvas más cerradas. Tras unos minutos llegó a una curva especialmente cerrada y sin visibilidad y tirando del freno de mano dejo el coche cruzado en medio de la estrecha calzada. Con el brusco movimiento del coche la cabeza de Maya oscilo bruscamente y fue entonces cuando pudo ver el gran golpe que tenía en la cabeza y los ojos de su hermana que la miraban sin ver. Sus labios temblaron un poco justo antes de que Salva le pegase de nuevo la cabeza contra el cristal, pero –Mía ya sabía lo que su hermana quería decir ¡AYUDAME!

Apenas repuesta de la sorpresa vio como unas luces pugnaban por rasgar la espesa cortina de niebla que cubría la carretera mientras se acercaban a la curva. El conductor del autobús, sin tiempo para reaccionar sólo pudo cruzar los brazos en una postura defensiva mientras impactaba contra el lateral del coche con un estrepito de cristales rotos.

El autobús, un viejo cacharro pintado de color verde casi había partido el pequeño cochecito por la mitad pero lo peor se lo había llevado la zona del acompañante, su hermana yacía muerta atrapada entre los hierros con una mano extendida hacia ella, suplicando…

Despertó bruscamente jadeando y cubierta de sudor. Salva ajeno a todo aún dormía y roncaba suavemente. Mía se levantó escalofriada y se dirigió a la ducha, confusa por la pesadilla.

Mientras el agua caliente resbalaba por su cuerpo llevándose con ella las esencias de la noche anterior Mía intentaba quitarse de la mente las imágenes de la pesadilla pero en vez de eso una sombra de duda comenzaba a crecer en su interior.

Ni la ducha, ni volver a vestir el hábito, ni la hora y media de rezos y meditación lograron terminar con aquel estremecedor desasosiego.

Cuando Salva despertó incómodo y resacoso la hermana Teresa le recibió en la cocina con un abundante desayuno. Él intentó disculparse por lo pasado la noche anterior pero ella le respondió que la culpa no era sólo suya y  era ella la que estaba sobria y la que podía haberlo parado y no hizo nada para hacerlo. Salva más tranquilo pero aún incapaz de mirar a los ojos a la monja termino el desayuno y le dio las cajas a sor Teresa para que empaquetase la ropa.

La mañana transcurrió apaciblemente, ella doblando y embalando ropa mientras él trasteaba en un jardín bastante descuidado.

Cuando se sentaron a comer la monja incapaz de contener más su desasosiego le pregunto:

-Sé que es muy duro para ti, pero también era mi hermana y necesito saber cómo murió. Cuéntame lo que pasó, por favor.

-No hay mucho que contar en realidad. Era una noche un poco aburrida con la niebla y el frio así que decidimos ir a una fiesta que había en un pueblo a diez quilómetros, al otro lado de ese monte. –Empezó Salva con evidente desgana – Subíamos tranquilamente el pequeño puerto, ni siquiera iba deprisa por culpa de la niebla así que no puedo explicarme todavía como perdí el control. El caso es que  a punto de coronar hay una curva a la izquierda, la más cerrada de todas y cuando la tomé note como la parte de atrás derrapaba y evitando todos mis intentos de enderezarlo el coche se quedaba cruzado en la carretera y se me calaba. Íbamos en un Lancia antiguo sin ayudas electrónicas y con todos los sentidos puestos en intentar arrancarlo sin ahogarlo no me di cuenta lo que se nos acercaba y … sólo me di cuenta del autobús un par de segundos antes de que impactara contra la parte derecha del coche.

-A partir de ahí todo se vuelve negro y lo siguiente que recuerdo es la cara de incomodidad del médico justo antes de decirme que Maya había muerto. –termino Salva con un hilo de voz.

La hermana Teresa escuchó con atención sin interrumpirle y recurriendo a toda su fuerza de voluntad para  contener el escalofrío que recorría su espalda. Mientras comía los últimos bocados intentaba racionalizar inútilmente todo aquello.

Tras terminar y ayudar a recoger la cocina a Salva se retiró a la habitación y se puso a rezar como nunca lo había hecho. Jamás se había sentido tan confusa y desconsolada. ¿Era el sueño un mensaje de su hermana o era sólo una casualidad? ¿Era Salva un asesino? No  podía creer que ese hombre aparentemente tan dulce fuese capaz de asesinar a nadie a sangre fría.

Rezó toda la tarde esperando una respuesta pero Dios no habló.

Terminó de empaquetar las cosas de su hermana y llamó un taxi. A pesar de los intentos de Salva por llevarla, la hermana se negó y le recomendó que descansara. Cuando se despidieron Salva confundió con incomodidad el miedo y la confusión de la monja.

-A la estación –le dijo Teresa al conductor mientras se despedía.

Cuando diez minutos después llegaron a la estación de autobuses estaba tan ensimismada que casi no se dio cuenta de la confusión del chofer.

-Perdone, quizás ha sido culpa mía por no especificarlo, pero me refería a la estación de trenes.

-¡Oh! Disculpe madre. Yo también debí preguntar. Enseguida estamos allí, no se preocupe. –dijo el chofer engranando la primera marcha.

-¡No! Espere, déjeme aquí de todas formas. –dijo la monja sintiendo que al fin Dios le había contestado.

Sor Teresa se apeó del taxi y cogiendo su pequeña maleta y agradeciendo a Dios se dirigió a información.

-Disculpe señorita, sé que no es frecuente pero puedo hacerle algunas preguntas sobre uno de sus choferes.

-Depende de cuales sean las preguntas –respondió la azafata con un guiño cargado de rimmel.

-Sólo quería hablar con un chofer que se vio envuelto en un accidente mortal hace un par de días.

-¿Para qué? –pregunto la azafata frunciendo el ceño. –no parece periodista.

-No, no creo que este sea su uniforme –replicó la monja intentando romper el hielo.

-Desde luego –dijo la azafata con una sonrisa rojo chillón. –Manolo, andén nueve. Si se da prisa podrá pillarlo antes de que embarquen. Yo no le he dicho nada madre.

Cuando llego al andén vio a un tipo gordo con un espeso mostacho al pie de un vetusto autobús pintado del mismo verde que el del sueño. Después de que pasase el escalofrío la monja se acercó al hombre que fumaba su puro abstraído.

-Si va a Grajales equipaje a la izquierda, si va a Vilela por la derecha. –dijo el hombre sin apartar el puro de sus labios.

-¡Oh! Perdone, pero no es eso, sólo quería hacerle un par de preguntas sobre el accidente que tuvo.

-Disculpe madre pero ¿Cuál es su interés? –preguntó el chofer más afligido que mosqueado.

-Soy hermana de la víctima.

-¡Ah! Lo siento madre, ¿Qué es lo que quiere saber? –dijo el hombre temiéndose la respuesta.

-¿Cómo ocurrió el accidente?

-Fue haciendo el recorrido. -comenzó apagando el puro contra la carrocería del autobús – Era de noche y la niebla era bastante espesa. Iba puntual así que me lo estaba tomando con calma, pero me encontré el cochecito en el medio de la peor curva y aunque intente reaccionar los frenos de estos cacharros no son precisamente de última generación así que les embestí con bastante fuerza para volcarlos de lado. Salí inmediatamente del autobús e intenté ayudarlos pero estaban atrapados y no pude hacer más que llamar a emergencias. Al conductor no lo veía pero la chica murió en el acto, tenía un fuerte golpe en la cabeza y no respiraba ni tenía pulso. No sabe cuánto lo siento. Le acompaño en el sentimiento madre.

-Muchas gracias. Ahora está en un lugar mejor. Una última pregunta, ¿sabe que coche conducían?

-Mejor que eso, le voy a enseñar uno igual –dijo el chofer cogiendo su Smartphone y tecleando furiosamente. –Era un Lancia Fulvia de principios de los setenta. Ahí tiene –dijo alargándole el teléfono.

Cuando la monja miró la pantalla vio un pequeño y bonito deportivo de dos plazas y tracción trasera. Fue pasando las fotos hasta que una foto del interior la dejo helada. El mismo salpicadero de madera y las mismas letras cromadas del sueño estaban ante ella…

-Una pregunta más ¿Se fijó en los ocupantes antes del accidente?

-No sé, ocurrió todo muy rápido, fue apenas un suspiro…

-Cierre los ojos y vuelva a aquel momento. ¿Que vio a través de la ventanilla del Lancia?

-Mmm… Sólo pude ver a la pasajera que era la que estaba de mi lado. Estaba dormida, con la cabeza apoyada contra el cristal. Ahora recuerdo que pensé que debía estar bastante incómoda con el cuello tan estirado. Es terrible, tienes un accidente mortal y lo que piensas en ese momento es en torticolis. –dijo el hombre visiblemente azorado.

-Ya sé que es difícil, pero no se sienta culpable, son accidentes porque son imprevisibles e inevitables, que Dios le bendiga y no le haga pasar nunca más por un trago semejante.

-Gracias madre –respondió el hombre sintiéndose extrañamente reconfortado.

Cuando salió de la estación tuvo que sentarse un momento en un banco abrumada. Como era posible que todos los detalles que había comprobado del sueño coincidiesen con lo que había pasado. ¿Por extensión podía dar por hecho el resto de detalles que no podía comprobar o todo esto era una broma del diablo? Mientras más información obtenía, más confundida estaba. Pensar en Salva como en un asesino le parecía inconcebible pero mientras más datos obtenía más culpable parecía. Tenía la sensación de estar aún dormida envuelta en una terrible pesadilla.

Pero ahora que había llegado hasta allí no iba a detenerse hasta conocer toda la verdad. Se levantó del banco y se puso a caminar sin rumbo fijo mientras meditaba cual debía ser su siguiente acción. Sus pasos la llevaron ante una iglesia y sin pensarlo entró. La atmosfera fresca y silenciosa enseguida le envolvió serenándola. La iglesia estaba completamente vacía salvo por la  La Virgen que le miraba con el Niño en sus brazos desde lo alto de un sencillo retablo cubierto de pan de oro. Se sentó en uno de los bancos y rezó a La Virgen durante unos minutos ajena al mundo exterior.

Al salir de la iglesia, una hora después, ya tenía un plan.

Buscar a una persona era  más difícil que antes. Cuando era adolescente sólo tenía que coger una guía telefónica y conseguía los datos sin problemas pero ahora había poca gente con línea fija y había tantas empresas proveedoras que no era práctico tener una guía por cada uno. Lo que sí seguía siendo igual es que nadie se atreve a negarle una respuesta a una mujer con hábito.

Afortunadamente sus padres aún vivían en el mismo sitio que cuando eran amigas y le proporcionaron la dirección de Vanesa aunque ya no se acordaban de ella. Recordaban las dos simpáticas gemelas que eran las mejores amigas de su hija, pero después de tanto tiempo no recordaban sus caras.

Vanesa era una adolescente alta, desgarbada y extremadamente inteligente. Durante aquellos años las tres habían sido inseparables y por las cartas de Maya la monja, sabía que seguían siendo intimas amigas y mantenían una estrecha relación.

Con la esperanza de que Maya le hubiese contado algo a Vanesa que le ayudara a comprender un poco mejor aquella situación se plantó ante la puerta de   la vieja amiga.

Cuando Vanesa abrió la puerta le costó reconocer a su vieja amiga. La chica alta y desgarbada se había convertido en una mujer elegante y atractiva ayudada por unos pequeños retoques quirúrgicos aquí y allá. Vanesa en cambio la reconoció al instante y le dio un fuerte abrazo mientras rompía a llorar incapaz de contener sus emociones. Una vez hubo pasado el acceso de llanto Vanesa le invitó a pasar y se sentaron en la cocina delante de sendos vasos de té verde.

-Siento mucho lo que le ocurrió a tu hermana –comenzó Vanesa –desde que éramos niñas era mi mejor amiga. Era un gran apoyo y con su eterno optimismo me ayudaba siempre en los peores momentos.

-Sé que manteníais una relación muy estrecha y que es una gran pérdida para ti –replicó sor Teresa –pero quiero que sepas que a pesar de la distancia que imponen mis obligaciones sigo considerándote mi amiga y que si me necesitas te ayudaré en todo lo que este en mis manos.

-¡Uf! ¡Que tonta! Tu pierdes a tu hermana y en vez de consolarte me dedico a llorar y a contarte más penas –dijo Vanesa limpiándose con un clínex.

-Ambas hemos sufrido una gran pérdida. No será fácil vivir sin Maya. Fue todo tan repentino que apenas me lo puedo creer.

-Tienes toda la razón, apenas puedo creerlo, la semana pasada estábamos riendo y contándonos banalidades  en esta misma cocina y ahora está…

-Con Dios –terminó la monja cuando a Vanesa se le corto la voz por la emoción.

-Sí, eso, con Dios.

-Perdona si me meto donde no me llaman, pero no pude evitar ver que ayer en el tanatorio no te acercaste a Salva en ningún momento…

-Ese tipo no me cae bien. –Le interrumpió Vanesa tajante – Al principio me pareció el marido perfecto pero luego vi que no era trigo limpio. Tiene algo que hace que cualquier mujer se sienta automáticamente atraída por él. Y él se aprovecha de ello. Incluso intentó liarse conmigo y cuando se lo conté a Maya se enfadó muchísimo y casi nos cuesta nuestra amistad. Aún a estas alturas no sé si lo hizo porque le atraía o porque  quería separarnos. Afortunadamente, Maya al fin abrió los ojos y nuestra relación no se resintió.

-¿Cuándo ocurrió aquello?

-Fue hace ocho meses aproximadamente. –respondió Vanesa percibiendo el súbito interés de la monja.

-¿Notaste algo raro en la pareja desde aquel momento?

-Claro que sí. Maya no iba tan a menudo a las carreras con Salva. Hasta aquel día eran inseparables pero últimamente se quedaba los fines de semana en casa y aprovechábamos para ir juntas por ahí de compras, al cine, lo que fuese. Se la veía preocupada y por lo que me contaba los fines de semana eran un oasis de paz en medio de una tormenta de discusiones continuas.

-¿Estaba muy deteriorada su relación con Salva?

-Bastante, Maya sospechaba de sus constantes salidas Después de meses de continuas discusiones y gritos, hace quince días Maya me dijo que iba a divorciarse, que no aguantaba más.

-¿Alguna vez mostró alguna herida o contusión? –pregunto Sor Teresa intentando parecer casual.

-No, pero hubo dos ocasiones en las que dejamos de vernos durante diez días. Según ella por culpa de una gripe, pero cuando me ofrecí a visitarla y llevarla un caldo de pollo ella me rechazo nerviosa, como si tuviese algo que ocultar.

-Entiendo.

-¿Sabes algo que yo debería saber?

-Yo…

-No lo intentes las monjas no tenéis suficiente práctica en eso de mentir.

-Aún no tengo ninguna prueba…

-Lo sabía, quién puede creer que un tipo acostumbrado a conducir bestias de setecientos caballos no pueda controlar un cochecito que tiene desde su juventud –le interrumpió Vanesa de nuevo. –y que casualidad que ocurre en la peor curva de todo el puerto en el momento en que pasa el autobús de una línea regular.

-El destino…

-El destino, ¡Una polla!… Perdón madre. –exclamo Vanesa inmediatamente arrepentida.

-Sea o no una casualidad, con Maya incinerada no tengo ni una prueba sólida.

-De todas maneras déjaselo todo a la policía y no intentes ninguna tontería, Salva es un tipo peligroso…

Tras unos momentos de silencio Sor Teresa decidió cambiar de tema y mientras apuraban el té ya casi frío recordaron viejas anécdotas de su infancia. Antes de despedirse con un fuerte abrazo Vanesa le hizo prometer que no haría ninguna tontería y la monja se lo prometió con la certeza de que era una promesa que no iba a poder mantener.

Cuando salió de la casa de Vanesa sólo le quedaba una cosa que hacer. Cogió un autobús que le llevó al centro y tras preguntar a tres personas finalmente dio con la jefatura de tráfico.

Las oficinas estaban situadas en el entresuelo de un edificio de los años setenta. Unas escaleras estrechas y oscuras conducían a unas oficinas enormes pero aun así atestadas de gente.

Se dirigió a información y un amable funcionario le señalo la ventanilla correspondiente recordándole que debía sacar un número en una pequeña máquina dispensadora.

Afortunadamente las colas más nutridas eran la de los permisos y la de las multas. Tras veinte minutos de espera le llego su turno y se acercó a la ventanilla.

-Buenos días, ¿En qué puedo ayudarle hermana? –le preguntó una funcionaria de aspecto cansado.

-Buenos días hija, vera uno de los ancianos de la residencia era pasajero en un autobús que se vio implicado en un accidente hace unos días. El caso es que en un primer momento estaba perfectamente pero  ha empezado a quejarse del cuello y cuando hemos ido al médico nos ha dicho que todo es consecuencia del accidente. El hombre está empeñado en reclamar a la aseguradora y quiere  una copia del atestado. Me da a mí que es más por aburrimiento que por otra cosa, pero me resulta tan difícil negarles nada…

-Rellene esta solicitud y abone treinta euros en caja. Necesito la fecha y la vía y el punto quilométrico del accidente. –dijo la mujer interrumpiendo la bonita historia que había estado elaborando durante la travesía en autobús.

Cumplimentó el formulario y tras abonar los treinta euros se puso de nuevo a la cola. Tras otros veinticinco minutos de espera la mujer sacó unos cuantos folios de la impresora los selló y se los entregó recibiendo un “Dios le bendiga” a cambio.

El atestado era bastante detallado. El informe de la guardia civil no aportaba nada nuevo. Aparentemente el accidente había ocurrido tal como  le habían contado y como el suelo estaba húmedo no había apenas marcas de frenazos que pudieran contradecir lo que Salva le había contado. Pero lo que realmente le interesaba era el informe judicial. Como había sido mortal, un juez se había personado en el lugar y había realizado un informe detallado. En esencia se limitaba a certificar lo que los guardias habían plasmado en su informe, pero afortunadamente aquel juez, no sé si por rutina, o llevado por una corazonada había hecho un registro del automóvil siniestrado. En la lista de objetos que habían encontrado no estaba , tal como esperaba. Para cerciorarse decidió hacer una visita al teniente de la guardia civil que firmaba el atestado.

El cuartel de la guardia civil era aún más viejo. Cuando entró le informaron de que el teniente Ribas estaba de servicio y no volvería hasta la tarde. Como disponía de tiempo y se dio cuenta de que no había comido nada desde el desayuno decidió comer algo. Enfrente del cuartel había una pizzería en la que dio buena cuenta de una pizza prosciutto una ración de pan de ajo y una coca cola light.

Con el estómago lleno, se dirigió a un parque cercano y sentándose en un banco se dedicó a meditar y a observar las palomas.

Cuando volvió de nuevo al cuartel el teniente ya había sido avisado y estaba esperándola. El guardia la recibió vestido de calle e impecablemente afeitado. Era un tipo alto y fuerte, pelirrojo y de ojos claros fríos y duros pero la trato con una educación que hacía tiempo que no veía.

-¿En qué puedo ayudarla madre? Preguntó el guardia con curiosidad.

-Es por el accidente del autobús el otro día, según el atestado fue usted el que realizó la investigación.

-En efecto madre, un desgraciado accidente, no pudimos hacer nada por su hermana.

-¿Cómo sabe que era su hermana? –pregunto la monja.

-No se los demás compañeros, pero la cara de una mujer muerta no la olvido de un día para otro y usted es su viva imagen. –respondió el guardia.

-Tengo entendido que el juez realizó una investigación…

-En efecto, ya había empezado cuando llegó el juez.

-¿Había algo que le diese mala espina? –preguntó la hermana Teresa.

-No y sí. En realidad estaba todo en orden, demasiado en orden. El coche en la peor curva en la situación perfecta, en el momento exacto… Lo hice por precaución, por instinto y finalmente no encontré nada que me hiciese sospechar que no había sido un accidente.

-¿Puedo hacerle un par de preguntas?

-Por supuesto hermana, dispare.

-Hizo una lista de todos los objetos que había encontrado en el coche y en la cuneta. –Dijo la monja mostrándole el atestado – ¿Encontró el  bolso de mi hermana?

-Ahora que lo dice no lo encontré por ninguna parte.

-Una última cosa; ¿Estaba mi hermana maquillada?

-No la examiné a conciencia pero por lo que recuerdo ni siquiera llevaba los labios pintados. –Respondió el guardia frunciendo el ceño  –Madre, ¿Hay algo que deberíamos saber?

-¡Oh! No, simple curiosidad. Es sólo que no encontramos el bolso de mi hermana por ninguna parte. –replicó sor Teresa intentando ser convincente.

-No le voy a robar más tiempo, muchas gracias por todo y que dios le bendiga. –dijo la monja intentando cortar la conversación ante el súbito interés del guardia.

-Gracias hermana, ¿quiere que le llamemos un taxi?

Cuando subió al taxi ya no le quedaba ninguna duda. Sólo le quedaba una última pregunta y sólo Salva podía contestarla. Con un plan perfectamente delineado en la cabeza le dijo al taxista que la llevase al centro.

No entraba en Zara desde que tenía catorce años. El aspecto de la tienda no había cambiado demasiado; las mismas paredes blancas, los mismos colgadores metálicos, la música suave, las dependientas discretamente uniformadas y las mismas colas quilométricas en las cajas. Cuando entró, empleados y clientes le dedicaron una corta mirada de curiosidad y enseguida volvieron a sus quehaceres contribuyendo a mantener la sociedad de consumo. La ropa sí que había cambiado y ahora también vendían zapatos y todo tipo de accesorios.

Sin perder tiempo escogió un traje sastre de color negro y unos zapatos de tacón del mismo color y una blusa blanca semitransparente con escote en uve. Camino de los vestuarios se encontró con la sección de lencería donde cogió un sencillo conjunto lycra negro. A pesar de los años transcurridos no había perdido el ojo para la ropa y todo lo que probó le sentaba como un guante.  Antes de dirigirse a la caja eligió un pequeño bolso plateado y se dispuso a hacer cola.

Sobre el mostrador al lado de la caja había una serie de artículos de cosmética, estuvo a punto de pasarlos por alto pero un pintalabios de color azul petróleo oscuro llamó su atención y le dio una idea. Pagó y le pidió permiso a la cajera para cambiarse en los probadores, a lo que ésta accedió un poco alucinada. De camino paso por la sección masculina y cogió una camisa y aparentando observarla con detenimiento le quitó los clips que la mantenían sujeta y doblada en torno al cartón.

Por segunda vez en veinticuatro horas estaba desnuda frente a un espejo, pero esta vez no se paró a contemplarse, se vistió rápidamente y se puso los vertiginosos tacones introduciendo el uniforme en la bolsa. Se perfiló las pestañas con rimmel  y se pintó los labios. El color azul oscuro destacaba en la tez pálida y limpia de la hermana dándole un aspecto casi sobrenatural. Termino su cambio de look recogiendo su melena en un apretado y tirante moño que sujeto con los clips que había cogido de la camisa.

Cuando la mujer salió del probador el único rastro que quedaba de la hermana Teresa era una bolsa llena de ropa gastada abandonada en una esquina.

A pesar de estar frente a la puerta, casi se esfumo ante sus narices. De no ser por que como hombre que era, se paró a hacerle una radiografía completa, no se hubiese dado cuenta de que era ella. Mientras la seguía por el centro comercial hacía la salida se preguntó como una monja podía caminar  con tanta naturalidad y estilo con aquellos tacones. A pesar de que  había comprobado los datos de la hermana, le costaba pensar en ella como en una monja cada vez que su culo se  meneaba y vibraba  al ritmo de aquellos tacones.

Mientras se acercaba a la  salida, Mía no podía evitar pensar en la ropa que había dejado en el probador. Cada paso que daba y se alejaba de ella sentía que se alejaba un poco más de sor Teresa, del convento, de sus hermanas… de Dios. Dándole vueltas  a la sobria alianza que le unía a Dios y a la congregación repasaba todo lo que le había ocurrido en su vida y sentía que había llegado a un punto de inflexión en su vida. Desde que se enteró de la muerte de su hermana y salió del convento, en lo más profundo de su alma sabía que  que iba a ser  muy difícil que volviera. No es que hubiese perdido la fe en Dios, pero la temprana muerte de su hermana a la que estaba indisolublemente unida le apremiaba  a experimentar y a vivir la vida por las dos, para las dos.  Hurgando en el pequeño bolso sacó la cartera y conto el dinero que le quedaba; Aún tenía para una última cena.

Eligió un bar restaurante de aspecto discreto y semivacío y se sentó en una mesa dispuesta a cenar y dejar pasar el tiempo hasta que llegase el momento adecuado. Cenó una menestra de verduras bastante buena y una zarzuela de pescado bastante congelado, mientras masticaba lentamente notaba como todos los parroquianos que entraban se le quedaban mirando un par de minutos y luego se volvían hacia su plato. Tras dar cuenta de una porción de tarta de chocolate y una menta poleo de dirigió a la barra y pidió un gin-tonic. Nunca lo había probado pero el calor de la ginebra le reconforto y le tranquilizo los crispados nervios.

Un tipo se le acercó y decidió charlar con  él para pasar el rato, cuando le preguntó a que se dedicaba y después de pensarlo le dijo que trabajaba para una O.N.G. Por suerte llegó la hora justo antes de que se pusiese demasiado pesado, así que se despidió rápidamente y salió a la calle a buscar un taxi.

La noche era clara pero muy fría, el conductor le aconsejó que cerrase las ventanillas pero después de un tercer intento infructuoso se limitó a encogerse de hombros y conectar el asiento calefactable del Mercedes. Mía se limitaba a acercar la cabeza y las manos a la corriente de aire helado que entraba por la ventanilla trasera sin decir nada.

Cuando llegó a la casa de su hermana la cancela estaba abierta y sólo Ras apareció silenciosamente a saludarla. Llamó al timbre y esperó sin resultado alguno. Tuvo que volver a hacerlo tres veces para conseguir oír algún ruido en el interior. Cuando apareció Salva ante la puerta con la mente nublada por el estupor alcohólico Mía se le echo encima:

-¿Por qué? –preguntó Mía entrando en la casa.

-¿Maya? –dijo Salva reculando confundido sin cerrar la puerta siquiera.

Salva adelantó su mano incrédulo sin poder dejar de mirar la tez pálida y los labios azules de la mujer. Cuando su mano tocó la cara helada de Mía la retiró como si quemara y ella aprovechó para cogerle la cara con sus manos heladas e imitando la voz de Maya volvió a preguntar:

-¿Por qué?

-Yo, no, no quería, fue un accidente…

-Así que un accidente que parece un asesinato y un asesinato que parece un accidente…

-No lo entiendes cuando empezamos a discutir y tú me lanzaste el florero –replico Salva con la lengua pastosa. –yo reaccione instintivamente y te lance el trofeo, con la intención de romper algo y descargar tensión pero te di con el justo en la sien. El crujido del hueso fue horrible e inequívoco.

-Y en vez de llamar a emergencias lo resolviste tú sólo.

-Compréndelo. –Dijo asustado –No podía permitirme un escándalo y un juicio, no ahora que estoy tan cerca de…

-Que Dios se apiade de tu alma. –dijo Mía arrepintiéndose inmediatamente.

-¡Mía! ¡Eres tú! ¡Puta! –dijo Salva súbitamente despejado.

Con un rápido empujón la acorraló contra la pared y le agarró por el cuello. Con la mano libre metió su mano por dentro del pantalón de mía y le apretó su sexo con fuerza. Los dedos de Salva resbalaron sobre la lycra que cubría su sexo despertando en la mujer flashes de lo ocurrido la noche anterior.

-Nunca había oído de un fantasma con el chocho caliente.

-Entrégate Salva –dijo Mía con un hilo de voz –permite que mi hermana descanse en paz…

Salva apretó un poco más el cuello de mía y la levanto a pulso contra la pared. Mía, con la punta de los zapatos apenas rozando el suelo y estrellas en el fondo de sus ojos, alargo el brazo y le dio  un flojo golpe en el tórax.

Salva se dobló por el dolor en las costillas rotas y dio un paso atrás permitiendo a Mía tomar una deliciosa bocanada de aire.

-Zorra acabaré contigo como lo hice con tu hermana –dijo propinándole un bofetón tan fuerte que acabo con Mía por el suelo y manando sangre de sus labios.

Sin darle tiempo a levantarse Salva cogió el pesado de trofeo de bronce y lo enarbolo por encima de su cabeza como un leñador, dispuesto a terminar su trabajo de un golpe…

-¡Teniente Ribas de la Guardia Civil! ¡Salvador Peña queda detenido por el asesinato de Maya Vela! –Gritó el teniente sosteniendo su Beretta reglamentaria en la mano derecha –suelte eso y apártese de esa mujer o le pego un tiro.

Aprovechando el desconcierto de Salva Mía se apartó a gatas para ver como este se quedaba quieto y miraba el trofeo en su mano durante unos segundos para finalmente dejarlo caer en la moqueta.

Envuelta en una manta y sentada en la parte trasera de una ambulancia mientras una enfermera le curaba la herida del labio, Mía no podía dejar de pensar en cómo su vida había cambiado en cuarenta y ocho horas… para siempre.

-¿Cómo se encuentra? –preguntó el joven teniente mientras se acercaba.

-Algo magullada, pero gracias a usted perfectamente.  Apareció en el momento justo, un segundo más y estaría muerta.

-En realidad la he estado observando todo el día desde que me hizo aquellas dos preguntas. Parece mentira que no cayese en ello, pero en fin ya sabe cómo somos los hombres, a pesar de verlo continuamente, hasta ahora no había sido realmente consciente de que ninguna mujer saldría de fiesta sin su bolso y menos sin un mínimo de maquillaje.

-Deberían tener más mujeres en el cuerpo.

-¿Me está pidiendo trabajo? Porque por lo que veo a dejado su viejo uniforme…

La conversación se vio interrumpida por el paso del coche que llevaba a Salva a comisaría. Del  otro lado del cristal no vio culpabilidad, sólo ira y resentimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Relato erótico: “Preñé a mi madrastra durante una noche de verano” (POR GOLFO).

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Si habéis entrado  en este relato por el título esperando un relato de infidelidad, buscando a un hijo maltratado por su padre o a una mujer parecida a la madrastra de Blanca Nieves, os habéis equivocado.
Para empezar no tengo queja de mi viejo. Viudo desde que yo era un niño, se dedicó en cuerpo y alma a cuidarme. Padre cariñoso y atento usó todo su tiempo libre para que, yo, su hijo fuera un hombre de provecho. Nada era suficiente para él; si creía que para mi futuro era necesario un verano en Inglaterra, me lo pagaba aunque eso supusiera que en su vida personal tuviese que aguantar estrecheces. Si por el contrario, veía que me estaba descarriando, no dudaba en llamarme al orden. Fue un padre con mayúsculas y un ser humano todavía mejor. Solo y sin pareja durante la mitad de su vida, esperó a que cumpliera dieciocho años para empezarla a buscar. Si ya de por sí eso es raro, ¡Primero me pidió permiso!
Creo necesario contaros la conversación que tuvimos para que os hagáis una idea del tipo de persona que fue.  Recuerdo que ni siquiera fue él quien sacó el tema, sino yo…
Estábamos tirados en una playa de La Manga cuando en un momento dado me percaté que mi padre no perdía ojo a una rubia que estaba tomando el sol en topless. La mujer en cuestión estaba buenísima y encima lo sabía. Acostumbrada a las miradas de todos los hombres de su alrededor, no solo no le molestaban sino que las buscaba. Por eso,  sintiéndose observada por mi viejo, con gran descaro empezó a tontear con él con las típicas sonrisitas. Fue entonces cuando viendo que progenitor reaccionaba a su ataque bajando la cabeza y poniéndose rojo, le solté:
-¿Porque no vas a hablar con ella? Se nota que le gustas.
Don Raúl, poco acostumbrado a ese tipo de conversación, contestó:
-No me parece apropiado. Soy viudo.
-Papá, ¡No jodas!- reaccioné diciendo- Mamá murió hace mucho tiempo y sigues siendo joven. Tienes que rehacer tu vida porque en pocos años ya no viviré contigo.
Durante un buen rato, se quedó callado. Comprendí que aunque sabía que llevaba toda la razón, estaba tan oxidado que no se atrevía a dar el primer paso y por eso, lo di yo. Levantándome de mi tumbona, me acerqué a ese monumento y le pregunté si quería acompañarnos a tomar el aperitivo. Contra todo pronóstico, la rubia aceptó y cogida de mi brazo, fuimos hasta mi padre, el cual viendo mi jugada solo pudo sonreír y acompañarnos hasta el chiringuito. Ya en ese local, me tomé una cerveza con ellos y viendo que sobraba, los dejé solos y me largué con mis amigos. Esa noche, mi padre triunfó y por primera vez en mi vida, llegó más tarde que yo al hotel.
A partir de ese verano, nuestra vida en común cambió para bien. Mi viejo aunque siguió siendo el padre ideal, empezó a salir con amigos y a alternar. Fui yo también el que viendo como a los dos años que derrochaba buen humor, el que directamente preguntó:
-Papa, ¿Tienes novia?
Colorado como un tomate y tartamudeando, me respondió que sí. Al oírlo, sinceramente me alegré por él y sin pensármelo dos veces, le pedí que me la presentara.
-Es demasiado pronto- contestó- solo llevo saliendo con Carmen un par de meses.
Descojonado porque lo hubiese mantenido en secreto, me cachondeé de su timidez y forzando al extremo su confianza, le espeté:
-No me la presentas porque es un cardo.
Herido en su orgullo, mi viejo respondió:
-Al contrario, es una belleza.
Su respuesta me divirtió y en plan de guasa, le dije que era imposible que siendo así se hubiera fijado en él.
-No soy tan mal partido- protestó muy enfadado y para demostrármelo, prometió que al día siguiente la conocería…
Papá me presenta a su novia.

 

Tal y como había prometido me la presentó ese día. Mi viejo eligió un restaurante de lujo para hacerlo. Como había quedado  en pasar por ella, fui directamente desde la universidad. Al llegar antes, pregunté por la mesa y pidiendo una cerveza al camarero, me senté a esperarlos. Llevaba menos de cinco minutos en ese local cuando vi entrar a una morenaza unos cinco años mayor que yo.
Confieso que me fijé en ella pero en mi descargo, el cien por cien de los hombres presentes hicieron lo mismo, cautivados por el espectáculo que suponía verla andar.  Embutida en un pegado vestido azul, los dones que la naturaleza le había otorgado se veían magnificados y por eso no pude mas que sorprenderme cuando llegando hasta mí,  se sentó frente a mí.
-Perdona, estoy esperando a mi padre- solté totalmente cortado.
Ese pibón sonriendo contestó:
-Lo sé, vengo con él.
Cayendo en la cuenta que era la novia de mi viejo, tuve que pedirle perdón y metiendo la pata nuevamente, me excusé diciendo:
-Disculpa pero me esperaba otra cosa.
Soltando una carcajada, contestó:
-Te comprendo, a mi misma me sorprende haberme  enamorado de un hombre veinte años mayor que yo.
Me agradó que fuera ella la que sacara el tema y medio mosqueado, le dije:
-Sinceramente, me parece imposible.  
La muchacha con una naturalidad que me dejó alelado aceptó mis dudas diciendo:
-Por eso le pedí a Raúl que llegara media hora tarde. Creo que debía exponerte sola mi versión sobre lo nuestro.
Tras lo cual, me narró que le había conocido hacía más de un año en un congreso de la empresa donde ambos trabajaban. Al escucharlo, creí erróneamente que esa belleza sería una secretaria pero ella me sacó del error cuando me dijo:
-Pero fue hace seis meses cuando me nombraron directora de su departamento cuando realmente empecé a conocer a tu padre y me enamoré de él.
-¿Me estás diciendo que eres su jefa?
Muerta de risa al ver mi cara, respondió justo cuando entraba el aludido:
-Sí, ¡Tu padre tiene buen gusto! ¿O no?
Como comprenderéis no quedé satisfecho pero  comportándome como persona educada  nunca volví a sacar ese tema en su presencia, sobre todo porque los hechos posteriores me terminaron de convencer de la sinceridad de esa mujer.
Curiosamente  mi padre que se había mantenido célibe durante dos décadas, cayó rendido ante Carmen y en menos de tres meses, le pidió que se casara con él. Esa morena le rogó que le dejara pensárselo durante unos días.
¿Os imagináis la razón?
¡A buen seguro os equivocáis!
Nada de inseguridades de última hora, ni la presencia de un tipo mas joven. Lo que retuvo a esa mujer fui yo. Pero no porque secretamente estuviera colada por mí sino porque antes de contestar quería conocer mi opinión.   Ella sabía que debía contar con mi aprobación si quería que mi viejo fuera feliz y por eso quedó en secreto conmigo.
Para entonces, mi aversión a esa unión contra natura había menguado y creyendo que si me oponía eso iba a distanciarme de mi padre, accedí. Mi “permiso” aceleró las cosas y justo el día que hacían un año de novios, se casaron.
A partir de esa fecha, mi vida cambió y no porque esa muchacha se convirtiera en una arpía sino porque con el trascurso del tiempo, la madrastra mala de los cuentos nunca apareció y en cambio gracias al roce diario, la comencé a considerar  una buena amiga que además hacía inmensamente feliz a mi padre.
Paralelamente, su gran sueldo sumado al de mi viejo nos permitió vivir mejor. Nos trasladamos a un chalet de las afueras, cambiamos de coche e incluso entre los dos se compraron una casita de veraneo donde años después ocurriría algo que nos uniría aún más.
Mi  padre fallece.
Cinco años estuvieron juntos, cinco años durante los cuales, terminé mi carrera, conseguí trabajo y me independicé. Su idilio no parecía tener fin, enamorados uno del otro, parecían unos quinceañeros haciéndose continuas carantoñas en público y en privado.
Solo puedo manifestar que fueron felices hasta el día que desgraciadamente un ataque al corazón, separó ese matrimonio. Fue algo imprevisto, mi padre era un hombre sano que se cuidaba y aun así, sufrió un infarto masivo del que no pudo salir.   
Al morir, Carmen estaba deshecha. Según ella, su vida no tenía sentido sin mi viejo y por eso se hundió en una brutal depresión. Viendo cómo se dejaba ir por la tristeza no me quedó más remedio que apoyarla y actuando más como un amigo que como un hijastro, hablaba con ella todos los días y al menos una vez a la semana, quedábamos a comer.
Poco a poco, su destino quedó en mis manos. Con treinta y tres años y siendo una ejecutiva de prestigio, mi madrastra dependía de mí para todo. Yo era quien la llevaba de compras, quien la sacaba a comer e incluso con el tiempo, dejó de frecuentar a sus conocidos y  mis amigos se convirtieron en los suyos.
No pocas veces, tuve que soportar estoicamente los recochineos de mis colegas que, sin faltarles razón, se reían de nosotros diciendo que parecíamos novios. Pero os juro que aunque era consciente de su belleza, nunca se me pasó por la cabeza tener un rollo con ella.
Carmen, era mi amiga y ¡Nada más!
Confiaba en ella y ella en mí. Nuestra extraña relación cada día se hacía más fuerte. Compartía con ella el día a día, las cosas nimias y las importantes pero cuando realmente me demostraba su cariño era  cuando tenía problemas. Entonces esa mujer lo dejaba todo  y acudía rauda en mi ayuda. Daba igual el motivo, ante cualquier flaqueza por mi parte, Carmen se ponía al timón y me rescataba.
Reconozco que también tuvo que mucho que ver el hecho que solo nos lleváramos seis años porque al ser de la misma generación, teníamos puntos de vistas parecidos.
Todo cambió un día del mes de junio que mientras tomábamos unas copas en un bar, mi madrastra me preguntó que iba a hacer ese verano.
-No lo tengo todavía pensado- respondí.
Mi respuesta le dio la oportunidad para decirme:
-Necesito que me hagas un favor. Desde que murió Raúl, no me atrevo a ir a Marbella. ¿Te importaría acompañarme?
Me quedé alucinado al escucharlo ya que hacía dos años que mi padre había fallecido y realmente pensaba que Carmen ya lo había superado. Por eso sin pensar en las consecuencias, prometí acompañarla…
El viaje a Marbella.

 

Dos meses más tarde, exactamente el primero de agosto, pasé por ella a su casa.  Mi madrastra me esperaba en la puerta con tres enormes maletas. Nuestra relación era tan asexual que en un primer momento no me fijé en ella sino en su equipaje.
-¡Dónde vas! ¿Te mudas?- protesté al temer que no cupieran en el maletero.
Carmen, muerta de risa, respondió a mi exabrupto con una sonrisa mientras me decía:
-Después de los años que me conoces, ¿Te sorprende que sea coqueta?- y dándose la vuelta, me modeló su vestido- ¡Es nuevo!
Fue entonces cuando al contemplarla, cuando realmente empezaron mis problemas porque por mucho que fuera la viuda de mi padre no pude dejar de admirarla. Enfundado en un vaporoso tul, su cuerpo era una tentación para cualquier hombre. Por eso aunque de reojo, me quedé maravillado con su escote. El profundo canalillo de sus pechos no dejaba lugar a dudas:
“Carmen  tenía un par de tetas de ensueño”.
Para mi desgracia, cuando todavía no me había recuperado de la impresión de descubrir que mi madrastra me atraía, entramos en el coche y mientras se ponía el cinturón, observé que la falda se le había subido mostrando con descaro la casi totalidad de sus muslos.
Medio cortado, intenté retirar mi mirada pero era tanta la atracción que producía en mí que continuamente volvía una y otra vez a  deleitarme con sus jamones.
-¿Qué te ocurre?- un tanto extrañada me preguntó al percatarse que estaba en silencio.
Luchando con todas mis fuerzas contra ese descubrimiento, molesto  le solté:
-¡Tápate! ¡Que no soy de piedra!
La morena creyendo que era broma, sonrió y siguiendo la teórica guasa, me contestó mientras incrementaba mi turbación dejando más porción de sus piernas al aire:
-¿No fastidies que te molesta que las enseñe? ¿Acaso no las tengo bonitas?
Hoy comprendo que nunca se hubiera atrevido a tontear de esa forma si hubiera sabido lo que su acción provocaría porque al contemplar el principio de su tanga, mi pene reaccionó con una gran erección. Fue algo tan imprevisto y evidente que mi madrastra no pudo más que cubrirse. A partir de ese instante, se formó una barrera entre nosotros que unos segundos antes no existía. Sé que tanto yo como ella, fuimos por primera vez conscientes que el otro existía, cayendo el velo que nos había mantenido tan alejados como unidos.
En completo silencio, recorrimos los primeros trescientos kilómetros. Silencio que tuve que romper para recordarle que habíamos quedado en visitar a mi abuela aprovechando que pasábamos por cerca de Linares. Creo que mi madrastra agradeció esa parada porque recordando el cariño que su suegra siempre le había mostrado, me preguntó:
-¿Cómo sigue la viejita?
-Un poco ida pero bien. A veces confunde las cosas pero gracias a Dios mantiene su buen humor.
Siguiendo lo planeado, salimos de la autopista y entramos en el pueblo del que salió mi padre siendo un niño. Al llegar a la casa familiar, Doña Mercedes nos estaba esperando sentada en el salón. Nada más vernos me saludó diciendo:
-Ya te vale, ¿Hace cuánto tiempo que no vienes a ver a tu madre?
Me quedé de piedra al comprender que me había confundido con su hijo y no deseando hacer que recordara su muerte, lo dejé estar y con cariño la besé mientras le decía:
-¿Te acuerdas de Carmen?
La anciana sonriendo, respondió:
-Por supuesto que recuerdo a tu novia.
Mi madrastra haciendo caso omiso a la confusión, la abrazó como si nada sin saber que durante la comida, el principio de demencia senil que sufría la viejita nos volvería a poner en un aprieto.
Tal y  como era costumbre en ella, Doña Mercedes se mostró afable y divertida durante toda nuestra visita pero cuando ya estábamos en el postre, de improviso empezó a quejarse del peso de los años y a tenor de ello, comentó:
-¿Sabes Carmen lo único que me mantiene con vida?- la aludida contestó que no, cogiendo la mano de la anciana entre las suyas. Fue entonces cuando mi abuela le soltó: -Me gustaría conocer a mi nieto antes de morir.
Interviniendo exclamé:
-¿Qué nieto?
Muerta de risa, la viejita respondió:
-¡Cual va a ser! ¡El vuestro! Estaré chocha pero no me creo que estéis tan anticuados que no os hayáis ya acostado y dirigiéndose a la viuda prosiguió diciendo: -Cariño, sé lo mucho que le quieres así que olvídate de lo que piense la gente  y ten un niño.
Con una sonrisa, mi madrastra prometió pensarlo aunque interiormente estaba pasando un mal rato. Mal rato que se incrementó cuando mi abuela le pidió que le acompañara a su cuarto dejándome solo en el comedor. Aproveché la ausencia de las dos mujeres para recoger los platos y llevarlos a la cocina. Aun así tuve que esperar cinco minutos a que volvieran. Cuando lo hicieron, Carmen tenía los ojos rojos, señal de que había llorado.
-¿Qué ha pasado? – pregunté extrañado.
Aunque la pregunta iba dirigida a Carmen, fue mi abuela la que contestó:
-Se ha puesto tierna cuando le regalé el broche de mi madre.
Confieso que la creí y tratando de evitarle otro disgusto, cogí a Carmen de la cintura y nos despedimos de ella. En ese momento, me pareció natural ese gesto pero mientras nos dirigíamos hacía el coche fue cuando comprendí aterrorizado que nos estábamos comportando como si fuéramos pareja y que curiosamente, me alegraba que mi madrastra no pusiera ningún impedimento.
Tres horas más tarde, llegamos a la coqueta casa que había compartido con mi padre. Al aparcar, empezaron sus nervios y comprendiendo su angustia, no dije nada mientras bajaba las maletas. Cómo conocía el chalet, directamente llevé su equipaje hasta su habitación dejando el mío en la habitación de invitados. Al terminar, la busqué y me la encontré muy triste en el salón.
“Pobre”, pensé al comprobar su dolor y con ganas de consolarla,  me senté a su lado y la abracé.
Carmen me recibió entre sus brazos y apoyando su cabeza en mi pecho, se desmoronó llorando a moco tendido. Sin moverse y entre mis brazos, esa morena se desahogó durante largo rato hasta que ya más tranquila, limpiándose las lágrimas me rogó que la sacara a cenar.
-¿Estas segura? – pregunté un tanto extrañado.
Con una determinación que no supe interpretar en ese momento, respondió:
-Tu abuela tiene razón, tengo que seguir adelante- y saliendo de la habitación, me informó que iba a cambiarse.
Os confieso que me sorprendieron sus palabras y tratando de asimilarlas, me fui a arreglar:
“¿Qué coño habrá querido decir?”, continuamente me repetí al recordar que de lo único que había sido testigo había sido de la confusión senil de la viejita y suponiendo que debía referirse a algo que le había dicho en su habitación.
El galimatías de mi mente se incrementó al verla bajar por las escaleras ya que la mujer triste había desaparecido dando paso a una versión espectacular de mi madrastra.
-¡Dios!- exclamé admirado.
Carmen sonrió al escucharme y llegando ante mí, se recreó modelando su vestido. Reconozco que babeé mientras daba un buen repaso a su anatomía.
-¡Estás preciosa!- tartamudeando mascullé al admirar el erotismo que manaba esa mujer embutida en ese negro vestido.
Prendado y confundido, me quedé mirando tanto sus pechos como su culo. Mi desconcierto no le pasó inadvertido y soltando una carcajada, me espetó mientras cogía mi mano entre las suyas:
-¡Vámonos de farra!
Su alegría contrastó con el caos de mi cerebro porque al sentir la caricia de sus dedos, mi corazón empezó a palpitar con rapidez mientras bajo mi pantalón, mi pene traicionándome se alzaba dispuesto para la acción.
“Es la viuda de mi padre”, indignado conmigo mismo porfié en un vano intento de espantar la atracción que sentía por esa morena.
Como su restaurante favorito estaba a cinco minutos, dejamos el coche en el chalet y nos fuimos caminando. Carmen comportándose como una chiquilla se pegó a mí durante ese trayecto, acrecentando mi desasosiego al llegar hasta mis papilas su aroma.
“Tío, ¡Tranquilízate!”, rumié entre dientes mientras entrabamos en el local.
Una vez allí, mi madrastra impelida por un renovado fervor no paró de bromear y beber mientras cenábamos. Sus risas consiguieron poco a poco diluir mi turbación y al terminar, nuevamente éramos los dos amigos de siempre, o eso creí, porque ya en la calle, Carmen insinuó que le apetecía ir a bailar.
Aceptando su sugerencia, la llevé a una discoteca donde sin esperar que nos dieran mesa, se puso a bailar. El camarero viendo que mi pareja estaba  en la pista, nos acomodó justo al lado de forma que al sentarme, pude contemplar el baile de mi madrastra sin impedimento alguno.
La sensualidad con la que se movía reavivó los rescoldos nunca apagados de la atracción que ejercía en mí y por eso en cuanto llegó el empleado con las copas, me bebí medio whisky de golpe. Mi exceso no le pasó inadvertido a Carmen, la cual  llegó a mi lado y con una enigmática sonrisa, me soltó:
-Yo también lo necesito- y ratificando lo dicho, vació su vaso sin  respirar.
Tras lo cual, llamó al camarero y pidió otra ronda. Confieso que malinterpreté su deseo de emborracharse y asumiendo que quería ahogar sus penas, permití que  en una hora, diera buena cuenta de otras cinco copas.
Ya evidentemente alcoholizada, me sacó a la pista y mientras ella se dedicaba a mover su trasero con desenfreno, para mi desgracia una rubia se fijó en mí y comenzó a tontear conmigo acercando su cuerpo al mío. Mi madrastra al reparar en las intenciones de la muchacha, se cabreó y pegándole un empujón, la sustituyó  pasando una de sus piernas entre las mías.
-¡Qué haces!- exclamé al sentir sus pechos mientras sus pubis rozaba mi entrepierna
-No digas nada y déjate llevar- me susurró al oído sin para de moverse con descaro.
Como comprenderéis y aceptareis, mi pene reaccionó a sus caricias con una erección. Asustado por que se diera cuenta, traté zafarme pero entonces Carmen con un brillo desconocido en mis ojos, me soltó:
-Por favor, ¡Lo necesito!
Anonadado por su actitud, me quedé paralizado al comprobar que notando mi dureza, lejos de cortarla, la azuzó a seguir frotando sensualmente su sexo contra el mío. Os juro que si no llega a ser ella, la mujer que con descaro estaba calentándome de esa forma, la hubiese llevado al baño y me la hubiese tirado, pero con la poca cordura que me quedaba rechacé esa idea y sacándola de la pista, la llevé  a casa.
Al llegar y al amparo de la intimidad que nos ofrecían esas paredes, mi madrastra incrementó su acoso mordiendo mi oreja mientras con voz suave me decía:
-¿Adivina que fue lo que me dijo tu abuela en la habitación?
No contesté porque era incapaz de articular palabra.
-La astuta vieja me confesó que sabía que no eras tu padre y que nos había soltado lo del nieto para obligarme a reconocer lo que para ella era evidente.
-¿El qué? – pregunté escandalizado.
Cambiando de actitud, se puso a llorar y con lágrimas en los ojos, respondió:
-¡Que estoy enamorada de mi hijastro!
Por si no fuera poca esa confesión, buscó con sus labios los míos. No sabiendo a qué atenerme, respondí con pasión a su beso y olvidando nuestro parentesco, mis manos recorrieron la tela que cubría sus pechos. Carmen al sentir mi caricia, dejó caer los tirantes de su vestido, permitiendo por primera vez que observara su torso desnudo.
La belleza de sus negros pezones me obligaron a acariciarlos, los cuales como si estuvieran asustados se contrajeron mientras su dueña emitía un dulce gemido.
-¡Hazme el amor! – me imploró levantándose del sofá y llevándome hasta su cuarto.
Aturdido por la profundidad de los sentimientos que descubrí al seguirla por el pasillo, no pude reaccionar cuando al llegar a su habitación dejó caer su vestido, dejándome contemplar por entero la belleza de mi madrastra. Tal y como me había imaginado, Carmen tenía un cuerpo espectacular. Sus pechos daban paso a una estrecha cintura, bello anticipo del maravilloso culo con forma de corazón que lucía la treintañera.
Viendo mi indecisión, tomó ella la iniciativa y arrodillándose a mis pies, comenzó a desabrochar mi cinturón. Sentir sus manos abriendo mi bragueta fue el acicate que necesitaba mi verga para conseguir su longitud máxima y por eso cuando mi madrastra la liberó, se topó con una dura erección.
-¡Que bella!- suspiró justo antes de besarla, para acto seguido, sacar su lengua y usándola como un pincel, comenzar a embadurnar mi extensión con su saliva.
El morbo que sentía en ese momento al tener a esa morena a mis pies, fue tal que no dije nada cuando observe a Carmen relamiéndose los labios antes de antes de metérsela en la boca. De rodillas y sin parar de gemir, se fue introdujo mi falo mientras sus dedos acariciaban mis huevos.
Deseando esa mamada, observé como la viuda de mi viejo abría su boca y  engullía la mitad de mi rabo. No satisfecha con ello, sacó su lengua y recorriendo con ella la cabeza de mi glande,  se lo volvió a enterrar en su garganta.
-Joder- gruñí de satisfacción al sentir dicha caricia  y olvidando quien era, presioné su cabeza con mis manos y le ordené que se la tragara por completo.
La morena obedeció y sín ningún recato, tomó en su interior toda mi verga. Entonces mi dulce y bellísima madrastra apretó sus labios, ralentizando mi penetración hasta que sintió que la punta de mi pene en el fondo de su garganta.
-Me encanta- le dije completamente absorto
Dejándose llevar por la calentura que la domina, Carmen separó sus piernas y metiendo una mano dentro de su tanga, se empezó a masturbar mientras me confesaba:
-¡No sabía lo mucho que te necesitaba!- berreó y antes de proseguir con la mamada, me suplicó que la tomara.
Su entrega y mi calentura hicieron imposible que permaneciera ahí de pie y por eso llevándola hasta la cama, la dejé tumbada mientras terminaba de desvestirme. Desde el colchón, la morena no perdió detalle de mi rápido striptease y viendo que ya estaba desnudo, me llamó a su lado diciendo:
-Quiero ser tu mujer.
Al llegar a su lado, empezó a besarme mientras intentaba que la penetrara pero entonces, le susurré que se quedara quieta. La mujer se quejó al sentir que separaba sus manos pero al comprobar que bajando por su cuerpo iba besando cada centímetro de su piel, cumplió mi capricho. Totalmente entregada, experimentó por primera vez mis caricias mientras me acercaba lentamente hasta su sexo. El aroma de una hembra en celo inundó mis papilas al besar su ombligo y disfrutando del momento,  pasé de largo descendiendo por sus piernas.
-No- refunfuño al notar que me concentraba en sus piernas y que mi lengua recorría  sus muslos hasta sus pies.
Sus gemidos me confirmaron que estaba en mis manos y antes de subir por sus tobillos hacia mi verdadero objetivo, alcé la mirada para comprobar que Carmen había separado con sus dedos los labios de su sexo y sin disimulo se masturbaba presa de la pasión. Esa erótica escena había sido suficiente para que con otra mujer me hubiese lanzado contra su clítoris, pero Carmen no era cualquiera y por eso y en contra de lo que me reclamaba mi entrepierna, seguí lentamente  incrementando su calentura. La que había sido durante años  había sido primero  la esposa de mi padre y luego mi mejor amiga no pudo aguantar más y en cuanto notó que mi lengua reiniciaba su caminar por sus piernas, se corrió sonoramente.
-Te amo- soltó gritando.
Su afirmación lejos de acelerar mis pasos, los ralentizó. Habiendo dejado mis prejuicios, todo mi ser deseaba poseerla  pero comprendí que si no quería que a la mañana siguiente se arrepintiera y me echara en cara el haber abusado de su borrachera, debía esa noche usar todas mis artes.
Al aproximarme a su sexo, la excitación de Carmen era más que evidente. Desde el interior de su vulva brotaba un riachuelo mojando las sábanas mientras  su dueña no dejaba de pellizcar sus pezones, implorando a base de gritos que la tomara. Haciendo caso omiso de sus ruegos, separé sus labios para descubrir su clítoris completamente erizado.
-No aguanto más- berreó en cuanto posé mi lengua en ese botón.
Sabiendo que estaba ganando la batalla pero deseando ganar la guerra, me concentré en conseguirlo y por vez primera probé con la lengua su néctar. Su sabor agridulce me cautivó y usando mi húmedo apéndice como si de un micro pene se tratara, penetré con él su interior.
-Me corro- gritó descompuesta.
Durante unos minutos, disfruté de su entrega y solo cuando mi madrastra ya había encadenado un par de orgasmos, me levanté y cogiendo mi pene, lo introduje lentamente en su sexo. La lentitud con la que lo hice, me permitió sentir como mi extensión forzaba cada uno de sus pliegues hasta que  chocó contra la pared de su vagina. Carmen al sentirse llena, arañó mi espalda y me imploró  que me moviera.
Obedeciendo,  lentamente fui retirándome y cuando mi glande ya se vislumbraba desde fuera, volví a meterlo como con pereza, hasta el fondo de su cueva. La morena totalmente entregada, me rogaba que acelerara a base de gritos. Pero no fue hasta que noté su flujo recorriendo  mis piernas cuando decidí  incrementar el ritmo.
Desplomándose sobre las sábanas, mi madrastra clamó su derrota y capitulando, nuevamente obtuvo su dosis de placer. Como su entrega debía de ser total y sin apiadarme de ella, la obligué a levantarse y a colocarse dándome la espalda. Teniéndola a cuatro patas, volví a meter mi pene en su interior y y asiéndome de sus pechos, la cabalgué como a una potrilla. La nueva postura magnificó su gozo y le permitió disfrutar de sensaciones hasta entonces desconocidas.
-Soy tuya- aulló asolada por un nuevo clímax.
Sus chillidos fueron el estímulo que necesitaba y dejándome llevar, me uní a ella explotando y regando su interior con mi simiente. Carmen al sentir mi semen rellenado su cueva, buscó con sus caderas ordeñar hasta mi última gota y solo paró cuando habiéndome dejado totalmente seco, se dejó caer exhausta sobre las sábanas. 
Agotado yo también, la abracé y juntos en esa posición nos quedamos dormidos…
A la mañana siguiente descubro que fui víctima de un engaño.
 
Aunque nos habíamos acostado tarde, acababan de dar las nueve cuando me desperté todavía abrazado a mi madrastra. Con la luz del día, lo ocurrido la noche anterior me parecía despreciable porque en cierta medida me había aprovechado de una mujer borracha. Acomplejado por mis remordimientos, no pude moverme porque temía que al despertar Carmen descubriera haber sido objeto de la lujuria de su hijastro y que por ello, me echara de su lado. El imaginar mi vida sin ella fue tan doloroso, que involuntariamente un par de lágrimas brotaron de mis ojos. Al darme cuenta de mis verdaderos sentimientos decidí que llegado el caso no dudaría en humillarme para evitar que me dejara.
Estaba todavía pensando en ella cuando de pronto, sonó su teléfono y abriendo los ojos, Carmen me miró con ternura diciendo:
-Buenos días cariño.
Tras lo cual contestó la llamada. Su interlocutor debió de preguntarle algo porque soltando una carcajada, esa morena contestó:
-No te preocupes, te hice caso y todo ha salido perfecto. Tengo a Miguel desnudo en mi cama.
Como podréis imaginar, me quedé pálido y por eso en cuanto colgó, le pregunté con quien hablaba. Muerta de risa, mi madrastra, contestó:
-¡Con tu abuela! Quería preguntarme si había seguido su consejo.
Sus palabras me dejaron alucinado y por eso tuve que preguntar cual era. Carmen poniendo cara de puta mientras aprovechaba a subirse encima de mí, respondió:
-Lo mismo que voy a hacer ahora, ¡Violarte!
 
 
Esa mañana y todos los días durante ese mes, mi madrastra me violó cuantas veces quiso. Por supuesto que no solo me dejé sino que colaboré con ella y  nueve meses después, otra vez en Linares fuimos a ver a mi abuela con nuestro hijo entre los brazos.
Nada más depositar al crío en sus brazos, la que hoy es mi esposa dándole un beso, susurró en su oído:
-Gracias por todo pero ¡No hace falta que te mueras!
 
 
 
 

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