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Relato erótico: “Diario de George Geldof – 3” (POR AMORBOSO)

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verano inolvidable2Diario de George Geldof – 3

Sin títuloCuando me aparté de la cerradura, Desireé entendió que había terminado, se levantó, me tomó de la mano y me llevó a mi habitación. Allí me recostó sobre la cama, se desnudó y se puso a mi lado, siguiendo con su tarea anterior, es decir, chupando mi pene.

Ahora, con toda mi atención dedicada a ello, pude sentir lo que eran unos labios chupando, una lengua lamiendo y una mano acariciando mis testículos.

La sentía entrar y salir de su boca con una suavidad que nunca hubiese podido imaginar. Cuando llegaba a la punta, me daba unos lengüetazos en la punta que me hacían ver el cielo, para volver a introducírsela hasta dentro totalmente.

Yo gemía despacito disfrutando de esas nuevas sensaciones.

Se colocó sobre mí, a caballo y metió mi pene en su hendidura, comenzando a frotarse contra él. Yo notaba que entraba y salía de ella, así como el calorcito que emanaba. Al mismo tiempo, notaba cómo mis testículos se iban humedeciendo.

-¿Te estás haciendo pis? –le pregunté bajito.

– No, ¿por qué?

– Porque desde tu hendidura cae algo que moja mis testículos.

-¿Testículos?, llámelos huevos, mi hendidura se llama coño y su pene se llama polla. –eso me aclaró mejor el vocabulario que había escuchado anteriormente.

– Es mi flujo. Cuando las mujeres estamos excitadas, generamos este líquido para facilitar la penetración. A muchos hombres les gusta lamerlo. ¿Quiere probarlo? –yo negué con la cabeza.

Ella seguía moviéndose, alternando movimientos circulares con otros arriba y abajo, mientras me decía.

– ¡MMMMMMMM! ¡Cómo roza mi clítoris! Lo tengo ya como un garbanzo

– ¡AAAAAHHHHHH! –decía a mi oído- ¡Estoy apunto de explotar! Acarícieme las tetas y fróteme los pezones!

Procedí a hacer lo que me indicaba, según recordaba cómo lo habían hecho mi padre y mi hermano, hasta que:

-¡ASIII, ASIII, ME CORRRO! ¡MMMMMMMM! ¡AAAAAAGGGGGG! –cayendo sobre mi.

Se recostó a mi lado y me dijo:

-Ha sido uno de los orgasmos más morboso e intenso que he tenido. ¿Quiere que siga con usted, señorito?

-Ahora preferiría que no, la tengo un poco irritada.

-Si, será lo mejor, además, todavía es usted demasiado joven para llegar a tener un orgasmo. A partir de ahora, cuando el señor desee que pasemos un rato juntos, solamente tiene que hacerme una señal, y yo sabré lo que desea.-(¿Señal? ¿Mi hermano?)- Pero será mejor que nos juntemos en mi habitación, a la hora en la que sus padres descansan tras la comida.

– Si – asentí yo. Las habitaciones de los criados estaban en un piso bajo la buhardilla, por lo que era el sitio más alejado de todas las habitaciones.

Dicho esto, me dio un suave beso en los labios, se vistió y se fue. Yo me limpie los labios con la sábana y me dormí al instante.

Al día siguiente me desperté tarde, pero me encontraba feliz. Enseguida me vino a la cabeza la noche anterior y empecé a sentir la curiosidad de repetir otra vez.

En el desayuno, le hice una seña a Desireé, a la que respondió con un gesto de asentimiento. Después de eso, ya no recuerdo lo que pasó hasta después de la comida de medio día, cuando mis padres se retiraron a descansar. Fue entonces cuando me llamó y la seguí hasta su habitación.

Una vez metidos en ella, procedió a desnudarse completamente, permitiéndome comprobar cómo era a la luz del sol. Era una joven de unos 16-17 años, sus tetas eran puntiagudas y tiesas, no como las de mi madre, redondeadas y algo caídas. Su culo era muy redondo con los dos cachetes sobresaliendo. Las piernas normales, más delgadas que las de mi madre, y tan separadas en las ingles que mostraba (toda la hendidura) todo el coño con un montón de pelo, aunque mucho menos que mi madre.

-¿Le gusta mi cuerpo? -me preguntó mientras se contoneaba y pasaba sus manos por todas partes.

-Si. –le dije. Para que iba a decirle que no me decía nada, que solamente estaba allí por el gustito que había sentido cuando me la chupaba. Y que, además, no podía incluirla en mis juegos.

-¿Ha estado ya con alguna chica? –me preguntó.

-No, con ninguna, si no tenemos en cuenta lo de anoche.

-Pues no se preocupe, que yo le enseñaré.

Se acercó a mí y se arrodilló delante para estar a mi altura y comenzó a quitarme la ropa. Empezó a quitarme los zapatos y las medias. Soltó mis pantalones, que cayeron al suelo y los retiró de mis pies. Desabrochó mi camisa, la abrió y, mientras me la quitaba, comenzó a darme besos por mi pecho, y sobre todo, a darme lengüetazos en las tetillas. Ese tratamiento que me estaba dando……, empezaba a gustarme.

Siguió bajándome los calzones, de los que saltó mi pene polla totalmente tiesa y retirándolos, mientras me decía:

-¡Vaya, qué tenemos aquí! ¡Si hasta parece que se alegra de verme!

Yo creo que me sonrojé.

-Lo primero –me dijo- vamos a besarnos. ¿Sabe besar en la boca?

-No, no me gusta, me da asco

-Bueno, seguramente más adelante le parecerá otra cosa y tendrá más interés. Entonces le enseñare cómo excitar a una mujer. Yo te le iré diciendo y usted lo va haciendo.

-¡Pero a mi me gusta que me la chupes!

-Eso después. Para disfrutar con una mujer y que haga lo que usted quieras, tiene que excitarla primero, y luego podrá pedirle casi cualquier cosa.

-Valeee.-dije no muy convencido.

-Acérquese y vaya dándome besitos por el cuello, como se los da a su madre en la cara o a las señoras que vienen en la mano.

Yo comencé a darle besos, mientras ella me corregía cuando no lo hacía bien.

-Lámame y chúpeme el lóbulo de la oreja.

Tampoco me gustaba, pero ya lanzado, no me importó.

-Tome mis tetas con las manos, acarícielas y amáselas mientras sigue besándome.

Yo no sabía como acariciarlas, ni lo que era amasarlas pero ella me enseño.

-Vaya bajando con sus besos y chúpeme los pezones, acarícielos con la lengua…

-Chúpese bien el dedo medio ….

-Ahora páselo con suavidad por mi coño. Manténgalo siempre húmedo. Nunca se lo ponga a una mujer ahí si está seco y más si ella no está excitada.

Le pasaba el dedo muy suavemente, sin dejar de acariciar y chupar su teta y pezón. A ella debía gustarle, porque emitía algún que otro gemido.

Noté que conforme iba pasando el dedo la carne se separaba y ella gemía más. Yo me lo chupaba y volvía a la carga.

De repente, noté que en la parte superior había aparecido un botoncito, como uno de los pezones.

-¿Tienes otro pezón aquí?

-No, eso es el clítoris –me dijo entre tomas de aire mientras lo frotaba-, trátelo con cuidado, es uno de los puntos que más excita a una mujer.

Estuvimos mucho rato con estas enseñanzas. Nos acostamos en su cama. Me hizo repetir muchas de las acciones, hasta que me dijo:

-Chúpeme el coño y lama mi clítoris.

Yo, que en ese momento me encontraba chupando un pezón, me aparté y dije:

-Puagggg, que asco. Ni hablar. Me da mucho asco.

-Es algo que tendrá que aprender, no es nada malo y a las mujeres nos gusta mucho. Además, si quiere que se la chupe, tendrá que hacer lo mismo conmigo.

Así que no me quedó más remedio que hacerlo. Primero empecé a pasarle la puntita de la lengua por el clítoris, dando pequeños toques. Como no pasaba nada (sólo que ella gemía), empecé a bajarla, agitándola como me había enseñado con los pezones. Entonces empecé a notar un sabor extraño pero no desagradable, por lo que seguí recorriendo su coño de arriba abajo y de abajo arriba.

Hubo un momento que me pidió que metiese la lengua, pero no debió de gustarle mucho, porque me pedía ¡más adentro! Y yo ya no podía más, así que cambió de táctica y me pidió que chupara el clítoris y que metiera el dedo medio en el coño, con la yema hacia arriba y que frotase la parte superior.

Cuando lo hice, comenzó a gemir y a moverse como una poseída hasta que noté que soltaba una fuerte cantidad de flujo y dejaba de moverse, como si se hubiese quedado muerta, pero respirando fuerte..

Cuando volvió en si, me dijo:

-Ahora le toca a usted.

Y sin más, tomó mi (pen) polla y empezó a chuparla, acariciarla, lamerla, sin abandonar a mis (testi) huevos, que también fueron atendidos. (Tachados en el original)

A mi esto me gustaba, y recordando las escenas con mi hermano, le pedí que se colocase encima mío para comerle el coño otra vez, para lo que le faltó tiempo, por lo que, al momento, yo estaba lamiendo su coño y metiendo dedos en él y ella chupando mi polla y huevos con mucho interés, mientras me pedía que le diese fuertes palmadas en el culo.

Ya se me estaba haciendo largo y ella se había corrido (esto me lo explicó sobre la marcha) dos veces, cuando propuso cambiar de posición, tras aceptar por mi parte, se puso de rodillas, a cuatro patas y me pidió que se la metiera por el culo.

-¿Por el culo? –dije yo.

-Si, -me respondió- es lo bastante pequeña para no hacerme daño y lo suficiente para darme placer.

-¡No me gusta! – dije yo – me parece asqueroso.

-¡Todo le parece asqueroso y no le gusta!. ¡Si sigue así, tendrá que buscarse otra, y dudo que le aguante! ¡Estas cosas nos gustan a todas y también tendrá que hacerlo!

Así que no me quedó más remedio que ocultar mi vergüenza por tenerla tan pequeña y, de rodillas tras ella, meter mi polla en su culo, a pesar del asco que me daba, y empezar un suave meneo.

Ella se adapto a mis vaivenes y empezamos un mete-saca muy placentero para ambos, ya que los dos gemíamos casi a la par, hasta que ella debió tener un orgasmo, porque tras un fuerte gemido, quedó tumbada, dejándome con la polla al aire, toda tiesa.

-¡No puedo más! –me dijo- Dejémoslo para otro día.

-Como quieras, -dije yo- Yo también estoy cansado.

Se vistió, me ayudó a vestirme y que no se me notase nada y me acompañó hasta el cuarto de juegos, donde un rato después entró mi madre toda sofocada y pidiendo que le trajesen una jarra de agua.

El tiempo fue pasando. Cuando pasaban unos cuantos días volvíamos a quedar, aprovechando para enseñarme todo a cerca del cuerpo femenino y el masculino, en lo relativo a las relaciones sexuales. Con ella me convertí en un experto.

Desde los diez años, mi madre me cambió la habitación en el otro ala de la casa, donde se alojaban las visitas de hombres solteros cuando venían y tenían que hacer noche. Esto significaba que, habitualmente, no había nadie que nos oyese o pudiera darse cuenta de lo que ocurría, lo cual favoreció en mucho nuestra relación, ya que prácticamente, Desireé venía cada noche a “enseñarme” o a practicar cosas nuevas que oía del resto de la servidumbre, entre otras, el beso al que anteriormente me había negado y que me encantó.

Cuando tenía doce años aproximadamente, una de las veces en las que estábamos disfrutando de nuestra intimidad, se produjo un cambio importante en mi fisiología.

Ella estaba boca arriba sobre la cama, con el culo levantado con almohadas, con mi polla metida en su culo, el pulgar en su clítoris y dos dedos en su coño.

Yo entraba y salía, primero despacio, pero poco a poco, empezó a gustarme más, hasta que empecé un ataque frenético, mientras movía mis dedos al mismo tiempo, que incrementaba mi placer.

Ella gemía cada vez más fuerte. Me di cuenta que tuvo dos orgasmos, hasta que, de repente noté una extraña sensación que me recorría el cuerpo y se concentraba en mi polla, hasta que, de repente, sentí que algo se avecinaba. Empecé a temblar y una sensación como de mil hormigas corriendo por mi uretra y me fuera a orinar, llenó mi pene.

Lancé un largo gemido y caí sobre ella, permaneciendo un rato hasta que se calmó mi respiración.

Aparté la cabeza de Desireé nervioso, y ella me dijo:

– ¿Qué te ocurre?

– ¡He sentido una sensación muy rara pero agradable en mi pene!

– ¡No lo habías sentido antes!

– No, es la primera vez. –Y le expliqué mis sensaciones.

– Eso que has tenido es un orgasmo, y si tú quieres, en los próximos días tendrás muchos más.

– Pero no ha salido esa cosa blanca que les sale a los mayores

– Todavía tardarás un tiempo, pero ya saldrá. Tendrás que tener cuidado para no dejar a ninguna embarazada. Te convendrá terminar la boca o en el culo siempre que puedas.

– Yo encantado, pero …. Ya que estamos, ¿Podríamos volver a repetirlo? ………

**********************

Al mismo tiempo, las familias más importantes de la zona, e incluso las menos importantes, siempre que tuvieran hijas casaderas, empezaron a visitar a mis padres con más frecuencia, a raíz que las noticias que llegaban desde Londres informando de la carrera que mi hermano estaba haciendo allí, además de que se le auguraba un buen futuro en política y se comentaban las estrechas relaciones que mantenía con el rey y altos dignatarios de la corte.

Una de ellas eran los condes de Dankworth, con dos hijas: Mary Anne y Claudine, de 20 y 18 años respectivamente.

Por aquel tiempo yo sólo pensaba en disfrutar de las nuevas sensaciones que mi cuerpo me proporcionaba. Si no estaba con Desireé, buscaba un lugar apartado para disfrutar a solas, porque ya sabía que agarrando mi polla con la mano y dándole un movimiento de vaivén, crecía mi excitación y llegaba a un orgasmo. Así conseguía unos cuatro o cinco diarios.

Cuando venían, mi madre me tenía encargado entretener a las niñas, lo cual me obligaba a participar de sus juegos, ya que los míos no les gustaban. Además de dar grandes paseos alrededor de la casa. Me desagradan esas visitas, ya que no podía dedicarme a mi actividad relajante.

Cuando se iban, hacía la señal a Desireé y nos íbamos a mi habitación, donde empezaba con una mamada y terminaba con una enculada, solo para calmarme. Luego, por la noche, terminaba lo empezado hasta quedar ambos satisfechos.

Uno de los días de visita de los condes de Dankworth y sus hijas, mientras intentaba entretenerlas en el jardín, rogando para que se marcharan pronto y poder irme a disfrutar un rato, Mary Anne me preguntó:

-¿Ves mucho a tu hermano?

-Algunos domingos y las pocas veces que se toma un par de días de descanso. –le contesté.

-¿Y cuando viene, le hablas de nosotras?

-No. ¿Por qué habría de hacerlo?

-Pues, porque nos gustaría hablar con él también cuando venga, y así divertirnos todos juntos.

-¡No creo que tenga mucho interés! Cuando viene sólo habla de la vida de Londres, se interesa por las fincas y poco más.

-Bueno……. Verás ……… Es que ….. ¿Nos guardarías un secreto?

– Pues si, ¿Cuál es?

Después de hacerme prometer mil cosas y hacer cientos de tonterías, me dijo.

-Verás … a mi hermana y a mi nos gusta tu hermano.

-¿Y qué?

-Que nos gustaría que le hablases bien de nosotras.

(-Porqué tienen que ir detrás de mi hermano, teniéndome a mi aquí. A ver qué les puedo sacar. –pensé) y le dije:

-¿Porqué tendría que hacerlo? ¿Qué saco yo con eso?

-No sé…. Lo que quieras ….. ¿Qué … quieres?

Después de pensarlo un rato y varias veces a punto de decirlo, lo solté a bocajarro mientras el corazón se me salía por la boca de los nervios:

-Quiero que cuando vengáis nos vayamos a un sitio apartado, y pueda disfrutar de vuestros cuerpos desnudos.

-¡¡¡¡ Queeeeee!!!

-Lo que habéis oído. Eso o nada. –me atreví a decir. Y menos mal, porque ya no me salían más palabras.

-¡¡¡Eres un cerdo!!! ¡¡¡Se lo diremos a nuestros padres!!! ¡¡¡Grosero!!! ¡¡¡Pervertido!!! ….

Yo me di media vuelta (mas para que no viesen lo rojo y avergonzado que estaba) y me alejé hacia una casita de aperos cercana, donde me metí para ocultar mi vergüenza, mientras veía que ellas se dirigían a la casa.

Allí esperé a que viniesen mi padre y el de ellas a matarme. Pasó el tiempo y nadie vino, sin embargo al cabo de un buen rato, oí que montaban en el coche y que los caballos se ponían en marcha. Volví a la casa a cuya puerta todavía estaban mis padres y oí a mi madre que decía George, lávate y ponte ropa limpia para cenar, y se metieron dentro.

-De momento, no ha pasado nada.-me dije con un gran suspiro.

**********************

Al jueves siguiente, hicieron una nueva visita, pero yo, que los esperaba, vi a tiempo el carruaje y me refugié en las caballerizas, donde me puse a cepillar a mi caballo.

Cada una por separado buscó el momento de encontrase a solas conmigo para tratar de negociar. En cuanto vino la primera y me dijo “Podemos hablar …”, sola, sin los padres, me dije “Sigue interesada. No ha dicho nada”. Así que volví a jugármela y les dije que tenían que ponerse de acuerdo y venir las dos para exponerles la situación conjuntamente. Pero como ya era tarde, lo dejábamos para el próximo día, y que anunciasen que nos iríamos a merendar a la fuente. (fue lo primero que se me ocurrió, y parece que no fue una mala idea). Ambas aceptaron y se marcharon. Mientras yo me calmaba con Desireé, a la cual, con la excitación, no conté nada en ese momento, y luego pensé, egoístamente, ¿Y si no le gusta y me rechaza? ¿Y si lo de las hermanas no funciona? ¿Con qué me quedaba yo? Por tanto, decidí seguir sin contárselo.

Yo tuve varios días para pensar en mi propuesta concreta y qué era lo que les iba a exigir, llevándolas a donde quería pero sin forzarlas para que no se echasen atrás.

Volvieron a la semana siguiente y tal y como habíamos quedado, nos prepararon en la cocina una cesta con merienda y en las caballerizas un caballo muy tranquilo, con un coche descubierto, en el que nos subimos los tres y partimos camino de una fuente no muy lejana

Realmente no era una fuente, sino un pequeño salto de agua de un riachuelo, que con los años había formado un pequeño remanso, poco profundo, donde íbamos a bañarnos mi hermano y yo, a cuyo alrededor había crecido una alfombra de hierba blanda.

Durante todo el camino solamente hablamos del camino, del paisaje, de cómo era el lugar, su tranquilidad, su soledad, etc.. Cuando llegamos, bajé y ayudé a bajar a ellas, bajé también la comida, ellas extendieron una manta y colocaron un mantelito, comenzando a sacar la comida a base de pollo frío y similares, elogiando la buena pinta que tenía todo.

Nos sentamos, ellas una a cada lado mío, y les dije:

-Bueno, ya que estamos aquí, asumo que habéis aceptado mi propuesta. ¿Es así?

-Lo hemos hablado, y si tú nos das tu palabra de hablar con tu hermano a nuestro favor, ahora nos desnudaremos para ti.

-No lo habéis entendido. Lo que yo quiero es que vengáis a verme todas las semanas, nos vendremos aquí o a otro lugar, incluso en habitaciones de la casa, os desnudareis y permaneceréis desnudas hasta que nos vayamos, mientras tanto, os preocupareis de darme placer de todas las formas posibles y me dejareis disfrutar de vuestros cuerpos a mi gusto, mirando, tocando o como quiera. Yo, a cambio, hablaré muy bien de vosotras, sin exagerar para no levantar sospechas, y si accede, concertaría una cita con vosotras.

-Pero nosotras no podemos aceptar eso, queremos permanecer vírgenes hasta el matrimonio.

-Como podréis comprobar, hay muchas formas de disfrutar y permanecer vírgenes. –(Ya veremos), pensé yo- Pero no es necesario que vosotras disfrutéis si no queréis, basta con que lo haga yo.

Sin dar más tiempo a reflexionar, le dije:

-¡Venga, desnudaos deprisa, que no tenemos todo el día! ¡Vamos! ¡Vamos!

Ellas se miraron y comenzaron a descalzarse y quitarse las medias.

-Desnudaos siempre de pie. Quiero veros bien.

Ambas se levantaron y siguieron desnudándose. Iban a la par, se quitaron las faldas, seguidamente las enaguas, los corpiños, con los que tuvieron que ayudarse mutuamente, quedándose con una camisola y unas bragas. En este punto se detuvieron, totalmente rojas.

-¿A qué esperáis? –les dije- ¡Desnudas ya!

-Nos da mucha vergüenza.

-¿Queréis mi ayuda o no?

Como puestas de acuerdo, se quitaron la camisola. De inmediato, pude ver las tetas de Mary Ann, grandes, duras y tiesas, con unos pezones sobresalientes, mientras que Claudine presentaba un par de tetas más pequeñas, casi nacientes todavía, pero también con unos pezones sobresalientes y gordos.

Tras alguna duda y una mirada mía, procedieron a quitarse las bragas y quedar desnudas ante mí. Las examiné a conciencia, no en vano me había aprendido el cuerpo de una mujer hasta saber la ubicación de cada uno de sus poros.

Las dos eran preciosas, Mary Anne, la mayor, con 20 años, tenía los pechos grandes y puntiagudos, con un poquito de relleno, que le daba un tamaño y aspecto muy apetecibles, con los pezones sobresalientes, como deseosos de ser chupados. Rubia, de labios finos, con muy poco bello en el pubis y un par de piernas largas y delgadas, terminadas con un culo redondeado.

Claudine, la menor, con 18 años, tenía los pechos más pequeños, pero también en punta. Era rubia y de labios finos también, menos bello en el pubis y también con un buen par de piernas, pero su culo, totalmente redondeado, era espectacular.

-Sentaos a mi lado. –les dije, siguiendo cuando lo hicieron- y desnudadme.

Ellas empezaron, una a quitarme la camisa, y la otra los zapatos y medias, entre ambas, quitaron mis pantalones y calzones, dejando al aire mi polla.

Pude observar entre ellas una mirada, que luego volvió sobre mi polla. No dijeron nada, pero imaginé que sería por su pobre tamaño,

-No os preocupéis, con este tamaño ha sido capaz de dar mucho placer.

Ellas no dijeron nada, por lo que las agarré por los hombres y las acerqué a mí.

-¿Os apetece un baño?

-Si -dijeron a la par. Creo que más por evitar mi atención hacia ellas que por el verdadero interés de bañarse.

Nos metimos en el agua, que a pesar de ser verano, se notaba algo fría, y me acerqué a ellas con el fin de hacerles aguadillas, hasta que entraron al juego y estuvimos un buen rato jugando y disfrutando.

Yo procuraba acercarme a ellas y frotarles los pezones, acariciarles las tetas, tocar y acariciar su cuerpo, etc., con la intención de ir excitándolas. Cosa que poco a poco fui consiguiendo.

El agua realmente nos llegaba solamente a medio muslo y el fondo era de arena, por lo que resultaba muy agradable estar allí, y cuando me echaba encima de alguna, no se hundía hasta ahogarse.

En un momento dado, me puse de pie y le dije a Claudine:

¿Por qué no me la chupas?

-No se hacerlo, no lo he hecho nunca. Además me da mucho asco.

-Me da igual, métetela en la boca, que yo te enseñaré, o ¿quieres que terminemos aquí?

-No, no, no. Te la chuparé. –Y se aproximó a mí, se arrodilló en el fondo y se metió mi polla en la boca.

Tuve que darle unas instrucciones de cómo chupar y lamer la polla y los huevos, pero fue una buena alumna y enseguida estaba dándome una mamada como una experta.

Una ve estuvo lista, llamé a Mary Anne y presionándola contra mi costado, comencé a besarla mientras estrujaba sus pechos y acariciaba los pezones. Bajé mi mano hasta su coño totalmente empapado y no sólo por el agua de la fuente, donde hice un recorrido con mi dedo, no hice mención de meterlo, pero al pasar sobre su clítoris le hice unos movimientos circulares por encima de la piel que la hicieron cerrar los ojos y tomar aire.

Mientras Claudine seguía con mi polla en la boca, chupando y lamiendo según mis indicaciones, ayudada de vez en cuando también por mi mano sobre su cabeza que marcaba el ritmo cuando se despistaba.

Bajé mi boca a sus pezones y comencé a darles toques con la lengua, a chuparlos y acariciarlos, mientras la mano que la sujetaba contra mi, dejaba de ser necesaria para ese menester y la bajaba a su culo y metiéndola entre sus cachetes, acariciaba el ano.

Pronto empezó a gemir, sobre todo cuando pasaba mi mano acariciando su raja y hacía giros sobre su clítoris, que ya asomaba entre los labios.

Mientras tanto, la labor de Claudine hacía su efecto y estaba sintiendo acercarse mi orgasmo, por lo que aceleré mi ritmo sobre el coño de Mary Anne, metiendo el dedo entre los labios vaginales y recorriendo arriba y abajo, desde la entrada hasta el clítoris y viceversa.

Empezó a gemir y jadear cada vez más fuerte.

-¡mmmmm! ¡mmMMM! ¡MMMMMMM! ¡AAAAAAAAAA! -gritó mientras se convulsionaba.

En ese momento, retiré mi mano y la puse sobre la cabeza de Claudine y mientras la presionaba contra mi cuerpo, descargué toda mi leche en su garganta.

-¡AAAAAAAAAAAAAA! Trágatelo todo. Así, así, ¡OOOOOHHHHH!, que gusto….

A ella le dieron arcadas, por lo que retiré mi polla, que solamente había aflojado un poco, y le cerré la boca diciendo con voz fuerte:

-¡No se te ocurra escupirlo!

Ella me miró casi con miedo, pero no soltó nada.

-Ahora te toca a ti Mary Anne. Chúpamela hasta que me corra..

-¡Pero yo no quiero que me hagas eso!

-¡¡¡Tu harás lo que te diga, o nos vamos a casa y nos olvidamos de todo!!!

Se arrodilló delante de mí, tomó mi polla con la mano y se la metió en la boca. Todavía tendría el sabor a la saliva de su hermana y a los restos de mi corrida, por lo que se la sacó y echó un poco de agua sobre ella, para empezar a pasarle la lengua como había explicado a su hermana, y hacerme una mamada en condiciones.

Yo llamé a Claudine a mi lado, y, como había hecho con su hermana, comencé a besarla y acariciarla, ella, después de lo que había visto, estaba más receptiva y preparada. Sus pezones se pusieron duros inmediatamente. Los tenía grandes y gruesos, más que su hermana teniendo más pecho.

Los acaricié, chupé, mordí, haciéndola soltar fuertes gemidos de placer. Se retorcía frotándose contra mí, lo que me hizo buscar confirmación a mis sospechas, bajando mi mano a su coño y encontrando un auténtico río de flujo y un clítoris hinchado, a punto de reventar.

Prácticamente no tuve que hacer nada. Solamente con pasar mi mano por encima y darle una vuelta sobre el clítoris, se corrió en un estruendoso orgasmo.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! ¡MMMMMMM! ¡MMMM! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! No pares, no pares. ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!.

Eso casi me puso al borde del orgasmo. Tuve que sujetarla porque se le doblaban las piernas. Al mirar a su hermana, vi te tenía una mano metida en el agua, y estaba acariciando su chocho. Le metí la polla hasta adentro, sujetando su cabeza y le dije:

-Ahora solo tienes que darme placer a mi.

Ella retiró su mano y me acarició los huevos, mientras chupaba y lamía mi glande y masturbaba con la otra mano.

Yo volví a Claudine, que se recuperaba lentamente. Volví a besarla y acariciarla despacio. Acaricié su ano y probé su estrechez haciendo algo de presión, lo que la hizo soltar un breve gemido. Volví a sus pechos, sus pezones, su cuerpo. Todo fue recorrido o por mi boca o por mi mano.

Cuando volví a bajar a su coño, lo encontré receptivo, había vuelto a excitarse, señal de que quería más.

Como yo no tenía prisa, ya que acababa de correrme y no iba a llegar tan pronto, me dediqué a pasar mi mano por enciman de su coño, presionando ligeramente, mientras seguía con el resto de mis atenciones para con ella y corrigiendo a su vez, los movimientos de su hermana.

No tardando mucho rato, noté que se encontraba al borde del orgasmo, por lo que flojé en mis caricias, sólo para mantenerla en ese estado y yo, que también me encontraba cerca, apuré a la hermana para que acelerara la mamada. Teniendo que repetir, al momento, la escena anterior. Aceleré mis caricias sobre el coño de Claudine hasta que se corrió de nuevo.

-¡MMMMMMMMMMM! Más, más. ¡MMMMMMM! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!

Su orgasmo debió de ser más fuerte que el anterior, porque todavía le fallaron más las piernas y yo, casi le meto el dedo en su ano mientras la sujetaba.

Con la otra mano, sujeté la cabeza de Mary Anne y le follé dos o tres veces la boca, corriéndome nuevamente

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! Trágatelo tú también. Verás como, a partir de ahora, te gusta más ¡MMMMMMMMMMM!

-Cuando termine, le dije:

-Chúpala bien y déjala limpia.

Ella lo hizo, y tras terminar, tomó agua con la mano y me la lavó.

Tras esto, salimos del agua, dejamos que nuestros cuerpos se secaran, mientras dábamos buena cuenta de las viandas que nos habían puesto, mientras hablábamos de tonterías. Más tarde, nos vestimos, recogimos todo y nos pusimos en camino de regreso a casa.

Ambas iban sonrientes, sentadas una a cada lado mío, hasta que se pusieron serias y me preguntó Mary Anne:

-¿Lo hemos hecho bien? ¿Te ha gustado?

-Ha estado bien, pero os falta mucho que aprender para satisfacer bien a un hombre. ¿Y vosotras? ¿Lo habéis pasado bien?

Se miraron y pusieron coloradas a la vez y respondieron al unísono.

-Mucho.

-¿Habías llegado antes al orgasmo?

-Yo no, nunca. –dijo Mary Anne.

-Yo tampoco –dijo Claudine.

-¿Ni siquiera os habéis masturbado? –ambas negaron con la cabeza.

-¿Porqué no os levantáis las faldas y me enseñáis el coño?

Su color se acentuó del rojo al marrón.

-Nnnnnooo pppppodemos hacer eso. Nnno pppuedes pedírnoslo..

-¿Cómo que no podéis? Después de lo de esta tarde. ¿Cómo que no puedo? Entra dentro de mis exigencias.

Empezaron a subirse los ropajes hasta llegar a sus bragas. Les pedí que se las bajaran y abriesen las piernas, mientras sujetaban la ropa.

Sujeté las riendas con mis piernas (al fin y al cabo, el caballo conocía el camino) y puse una mano en cada coño, acariciándolas suavemente.

Cuando ya estábamos llegando, y con las manos totalmente mojadas pero sin haberlas hecho correrse, les dije que se colocasen bien todo, cosa que hicieron, no sin soltar un bufido de desagrado, a lo que les dije:

-El que disfruta soy yo, vuestro placer tendréis que ganarlo y pedirlo.

La verdad es que estaba más caliente que el hierro en la fragua.

Cuando llegamos a casa, sus padres ya esperaban para marchase. Bajé del carruaje y les di mi mano para ayudar a bajar a ambas, mientras ellas iban hacia sus padres, yo entregaba las riendas a un criado. Al volverme, desde mi posición lateral, observé un gesto extraño en la cara de la madre, como de interrogación, que fue respondido por Mary Anne con una leve afirmación de cabeza. Me pareció extraño, pero no le di importancia.

En la puerta me encontré con Desireé, a la que hice la seña de costumbre.

Esa noche, como todas, la estaba follando duro por el coño, y ella, entre gemidos, me hacía preguntas, sólo para tomarme el pelo, aunque nunca se puede saber con una mujer.

-¡MMMMM! ¿Qué pasa? ¡MMMMM! ¿No te han follado lo suficiente las hermanitas? ¡MMMMM!

-¡AAAAHHHH! No, solo me han hecho un par de mamadas, ya ves lo desanimado que vengo. ¡AAAHHH!. –Ella lo tomó como yo quería, como una mentira de broma, que a su vez, la ponía más y más caliente..

-¡MMMMM! ¡Pues no te las han debido hacer muy bien…..!

-¡AAAHHH! Es que nadie las hace como tú.

Se la saqué, me di la vuelta para meterle la polla en la boca y comerle el coño a la vez, hasta que terminamos con un tremendo orgasmo cada uno.

Ese viernes vino mi hermano. Después de los abrazos, saludos, etc. con toda la familia, busqué el momento más oportuno para hablar con él.

Le conté todo lo que me había pasado con las hermanas, lo que pretendían, lo que habíamos hecho, lo que observé con su madre, etc.

El me felicitó por lo bien que había llevado el asunto y aprovechó todo el tiempo que pudimos estar juntos para explicarme cosas que debía saber y lo que tenía que hacer.

En un momento dado me dijo:

-Eres muy espabilado para tu edad, más que cualquiera que conozco, incluso mayores que tú. Además estás tan alto como yo. ¿Cuánto mides?

-Unos 5 pies y 9 pulgadas (175cm) aproximadamente.

-Desde luego, también eres mucho más alto de lo normal. Te has hecho un hombre ya.

Por las noches, se iba a la taberna del pueblo cercano a beber con los amigos. A mí no me quería llevar porque decía que era muy joven para beber. Yo me iba a la cama con Desireé y follábamos como locos, luego se iba a su habitación y yo me dormía como un bendito.

Más tarde me enteré de que, cuando mi hermano volvía a altas horas de la madrugada, algo bebido, pasaba por la habitación de ella y también follaban a gusto.

Mi hermano se marchó y llegó el siguiente día de visita. Cuando llegó el carruaje, salimos a recibirlos, como siempre, mis padres y yo.

La primera en bajar fue la madre, que vino directa hacia nosotros, besó a mi madre, puso la mano para el beso de mi padre y, girándose hacia mí, tomó un pellizco de mi mejilla diciendo:

-¡Cada día estás más alto y más guapo!

Yo puse cara de desagrado, por lo que mi madre saltó inmediatamente.

-Si, se nos está haciendo mayor y ya parece que no le gustan las caricias infantiles.

-Habrá que buscar otras caricias que le gusten más.-Dijo la madre sonriendo, y creo que con algo de picardía.

Tras ella bajaron sus hijas, seguidas del marido. Ellas también besaron a mi madre y dieron la mano para que las besásemos mi padre y yo. Por su parte, su padre besó la mano de mi madre y estrechó las nuestras. Inmediatamente, la madre dijo:

-Bueno, basta de tanto saludo, que ya nos conocemos. George, ¿porqué no llevas a las niñas de merienda, como la semana pasada, que dijeron que lo habíais pasado muy bien?

-Si, señora, nos iremos ahora.

-No vengáis muy tarde, que luego se nos hace de noche en el camino.

-No, señora, no se preocupe.

El coche estaba preparado, así como la merienda, una manta grande que me había preocupado de esconder antes y alguna cosa más. Nos montamos como siempre, yo en medio de las dos y partimos hacia la fuente del bosque.

Cuando la casa estaba ya algo lejos, Mary Anne dijo:

-¿No te apetece nada?

-Bueno, ya que lo dices…. Sácame la polla y chúpamela.

Ella, con algo de desilusión en la cara, abrió mis pantalones y sacó la polla de los calzones, que ya estaba tiesa de las ganas que tenía.

Se la metió toda en la boca, para luego cerrar los labios entorno al tronco e ir sacándola despacio, hasta que solamente le quedó el glande dentro, al que empezó a pasarle la lengua por el borde y darle suaves chupadas, para volver a meterla y repetir la operación. Parece que recordaba las lecciones.

-Y yo, ¿no quieres algo de mí también? –dijo Claudine

-Por supuesto, bésame y acaríciame.

A lo que ella se puso de inmediato. Me besaba mientras me abría la camisa y acariciaba mis pezones, mientras decía.

-¡MMMM! ¿No quieres nada más?

Yo veía que estaban con ganas de que les hiciese lo mismo del otro día, pero preferí dejarlas con las ganas.

-De momento, no, sigue con lo que estás.

Poco rato después, anuncié a Mary Anne:

-Me voy a correr. Prepárate a tragarte todo si no te quieres arrepentir luego.

Ella afirmó con la cabeza, sin sacársela de la boca y acelerando el ritmo.

Eso hizo acelerar mi orgasmo y me derramé en lo más profundo de su garganta.

Ella tragó todo y me la dejó totalmente limpia.

-Sigue chupando hasta que te avise.-Le dije, y así seguimos el camino

Les fui contando que mi hermano había venido el fin de semana y que le había contado que ellas nos habían visitado. Que estaban muy guapas. Que él me había preguntado qué habíamos hecho y yo le había dicho que jugar y pasear alrededor de la casa. Que eran muy amables y todo lo que mi hermano me había dicho que les dijera.

Ellas escuchaban sin dejar su labor, aunque sus labios de estiraban en una sonrisa que querían ocultar.

Con esto, llegamos a la fuente, las ayudé a bajar y les dije que bajasen la comida y extendiesen el mantel. Mientras, yo, bajaba un par de sacos rellenos de paja que había preparado, tomaba la manta guardada y la extendía a pocos pasos, habiendo colocado debajo los sacos a una distancia determinada. De la cesta de la comida, extraje dos botellines, que dejé sobre la manta mientras me sentaba en ella para ver las evoluciones de las hermanas.

Ellas, que en ningún momento perdieron de vista lo que yo hacía, habían terminado también, y quedaron de pié esperando mis órdenes.

-Desnudaos ya. –les dije.

Ellas se quitaron sus vestidos y …. ¡Oh! ¡Sorpresa!. No llevaban nada más debajo.

-¿Y esto? ¿A qué fin?

– Es para desnudarnos y, sobre todo, vestirnos más rápido, no sea que aparezca alguien y nos pille desnudas.

-Je, je, je, je. Me parece muy bien.- Ahora entendía el interés por hace algo durante el viaje.

-Quiero que os acostéis una junto a la otra, con el culo sobre el bulto de la manta y las piernas bien abiertas.

Así lo hicieron, quedando acostadas juntas, con la cabeza a la altura de las rodillas de la otra.

-A vuestro lado tenéis un botellín de aceite, untaros los dedos y empezad a lubricar y meterlos en el ano de la otra. Primero lubricáis y luego metéis los dedos, primero uno hasta hacer sitio, luego dos, tres, así sucesivamente, hasta que entren tres o cuatro dedos con facilidad.

Tras algunos ajustes iniciales, ambas metieron el dedo índice en el ano de la otra, comenzando un movimiento circular, a la vez que de entrada y salida. Yo me desnudé, me arrodillé con una pierna a cada lado de la cabeza de Claudine y metí mi polla en su boca. Ella lo entendió enseguida, empezando una suave mamada. Me incliné sobre ella y me puse a lamer su coño.

Enseguida empezaron los gemidos, ahogados por mi polla.

-¡MMMMMMMMMMMMMM! ¡SIDDDDDDDD! ¡MMMMMMM!.

Su hermana me miraba deseosa, por lo que, después de un rato en esa posición, me levanté y me coloqué sobre ella igual que con su hermana. Me encontré con un coño totalmente empapado y deseoso, por lo que empezó a gemir más, de lo caliente que estaba:

-¡MMMMMMMMMMMMMMMMMM! ¡AMMMMAMMMM! ¡SIMMM! ¡SIMMMM!

Al poco tuvo su primer orgasmo de la tarde. Hubiese berreado como una cerda si no hubiese tenido mi polla en la boca. Dejo de mover el dedo dentro del ano de su hermana, quedando como ida.

Yo volví a cambiar de hermana y seguir con lo mío, mientras Mary Anne volvía en si y reanudaba su labor a instigación mía.

Claudine también estaba muy excitada, y metí mi dedo en su coño hasta encontrar su himen. Entonces comencé a frotar la zona junto a él, a lo que ella respondió sacándose mi polla de la boca y dando gritos de placer.

Enseguida me levanté y dándole dos bofetadas le dije:

-¡Que sea la última vez que dejas de chupar mi polla sin que yo te lo mande! ¡Estás aquí para mi disfrute, no para el tuyo, ya que fuisteis vosotras las que así lo quisisteis!

Volví a mi posición y seguí un rato más, hasta que noté que se encontraba cerca de su orgasmo, entonces, cambié de posición con la hermana, que ya se encontraba recuperada, volviendo a empezar el proceso.

Al poco rato, ya estaba excitada otra vez, gimiendo ante mis caricias y lametazos, entonces le metí el dedo como a su hermana, sintiéndola moverse en busca de su placer. Entonces volví a cambiar.

Así estuve hasta que ya no podía más, las penetraciones anales de los dedos iban en aumento. Cada una soportaba ya tres dedos dentro de su culo y parecía que les estaba gustando, así que, aprovechando que estaba sobre Mary Anne aceleré mis lamidas y chupadas sobre el clítoris y aumenté el movimiento de mi dedo en su interior. Al momento se le desencadenó un monumental orgasmo, que llenó mi cara y mi mano de su flujo.

-¡MMMMMMMMMMMM! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH! –dijo soltando mi polla. Esperé a que se relajara y cambié a su hermana que estaba expectante.

Volví a empezar a calentar a Claudine nuevamente, cosa que necesitaba poco, porque se mantenía caliente solamente de ver la corrida de su hermana y la manipulación de su ano. Repetí el proceso con ella, hasta que la sentí llegar a su potente orgasmo, aprovechando para dejar de contenerme, ya que no podía más, y correrme dentro de su boca, al tiempo que ella se convulsionaba

Después de esto, permanecimos unos minutos recostados sobre la manta, hasta que nos recuperamos totalmente. Ellas se levantaron primero y fueron a la fuente a lavarse, al verlas frotarse el cuerpo con el agua, me acerqué a ellas y les pedí que me lavaran la polla y los huevos, lo que parece que hicieron muy gustosas. Yo aproveché para comprobar la dilatación de sus anos.

-La próxima vez, haréis esto antes de venir, porque quiero estrenar vuestros culitos. Además, os interesará repetirlo durante la semana, para estar mejor preparadas.

-Lo que tu digas.-dijeron a la vez.

Salimos del agua y fuimos a merendar y, con el hambre que da el ejercicio, pronto terminamos con las viandas.

Nos vestimos y regresamos a casa. Por el camino les pregunté:

-¿Os ha gustado?

-¡¡¡Siii, mucho!!! –dijeron.

-¿Y todavía seguís interesadas en mi hermano? ¿No os gustaría seguir conmigo?

-¡¡Imposible!! .dijo Mary Anne- ¡Si hacemos eso, nuestra madre nos mata!

-¡¡Nos advirtió que hiciésemos lo que fuese para que una de nosotras se casara con él!! –dijo Claudine.

-¡¡Eso no deberías haberlo dicho!!-dijo su hermana

-Es igual, -dije yo- ¿Y una vez que mi hermano elija, la otra querrá seguir conmigo?

-Será imposible, mi madre ya tiene pensado quien será el candidato para la otra.

Yo me callé. No supe qué decir. Al fin y al cabo, mi interés por ellas era para follármelas e informar a mi hermano, no tenía pensado ni mucho menos casarme con ellas.

Llegamos a la casa, las ayudé a bajar y me fijé en la madre y ellas, la madre volvió a hacer el gesto interrogante y ambas sonrieron. Estaba claro. Como había insinuado mi hermano, la madre era la que las dirigía y a la que informaban de todo.

Agradezco las críticas constructivas y de apoyo, y no echaré en saco roto las destructivas. Gracias por vuestras valoraciones. Sugerencias en privado a:

amorboso@hotmail.com

 

Relato erótico. “Animando 2… mi prima embarazada me busca novia.(POR GOLFO)

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Sin título1

La Noticia

Esa mañana me desperté abrazado a María, con una mano agarrando su  pecho y con su culo desnudo pegado a mí. Empecé a acariciar sus pezones buscando despertarla, siguiendo la costumbre adquirida desde que, olvidándome de los prejuicios y que la sociedad consideraba nuestra unión contra natura, la hice mi mujer. Mi prima tardó en reaccionar y solo abrió los ojos cuando sintió la presión de mi pene contra su cuerpo.
-Hola mi amor-, me dijo mientras cogía entre sus manos mi sexo y se lo acomodaba entre sus piernas, -hoy te has levantado caliente-.
-Y cuando no-, le respondí penetrándola sin tener que forzar su entrada.
Eso era lo que más me gustaba de ella, siempre estaba dispuesta. Bastaba con que la tocara unos segundos para que sin poderlo evitar se calentara al instante. Daba igual donde fuera, mi perversa prima se derretía al sentir mis caricias e incapaz de aguantarse, me pedía que la tomase sin importarle el lugar. Habíamos hecho el amor durante esos seis meses en los lugares más inverosímiles, en un baño público, en un juzgado e incluso bajo la atenta mirada de unos ancianos del asilo del pueblo de al lado. Siempre que no hubiese nadie conocido cualquier sitio era lo bastante bueno para dar rienda suelta a nuestra pasión. Habíamos jugado muchos roles. A veces era ella la sumisa para acto seguido convertirse en una adusta institutriz. Nada nos estaba vedado. Todavía recuerdo la noche que poniéndole una máscara la llevé a un club de alterne y la obligué a bailar para el selecto público que atestaba ese antro. Desde entonces solo recordarle la sensación de ser observada por esos cincuenta paletos y sus miradas de lujuria hacía que se calentara y me pidiera que al igual que en ese lugar, la tomara por detrás mientras ella berreaba de placer.
Nuestra relación era perfecta pero en secreto. Nadie en Luarca suponía que el serio subdirector del banco y su prima, la amargada, compartieran algo más que las cuatro paredes en las que vivían. La realidad era diferente, al igual que esa mañana, no podíamos estar solos sin hacernos el amor. Nuestro repertorio de posturas haría palidecer al escritor del Kamasutra. Cada día buscábamos nuevas  formas de amarnos, de pie, tumbados, en un sillón, en la escalera. Su boca, su vagina o su culo eran únicamente instrumentos, lo importante es que nos teníamos uno al otro y con eso nos bastaba. No nos hacía falta nada más.
Desgraciadamente esa mañana, después de hacerle el amor y mientras me duchaba, oí a María vomitar. Ninguno dio importancia a ese hecho y tranquilamente nos sentamos a desayunar.
-No tengo hambre-, me dijo mi prima al tratar de terminarse la tostada, -Algo me debe de haber sentado mal-.
-Tienes mala cara-, respondí sin saber lo que se nos avecinaba y como siempre a esa misma hora, la besé despidiéndome de ella hasta la hora de comer.
Durante las siguientes horas el ajetreo de la sucursal no me dejó pensar en lo ocurrido y tengo que reconocer que cuando volví a casa se me había olvidado el mal rato que había pasado mi mujer esa mañana. Solo comprendí que algo iba mal, al entrar a la cocina y comprobar que, contra la norma que habíamos establecido, la comida no estaba preparada. Fue entonces cuando me acordé que se encontraba indispuesta y subiendo a nuestra alcoba, me la encontré llorando.
-¿Que te ocurre?-, pregunté sin dejar de acariciarle el pelo.
María, mi prima, mi mujer, mi amor, tardó en contestarme y cuando lo hizo, sin dejar de sollozar, me quedé petrificado:
-Estoy embarazada-, soltó hundiendo su cara en la almohada, -¿Qué vamos a hacer?-.
Ni siquiera se me pasó por la cabeza el abortar. Podíamos ser a los ojos de la sociedad unos amorales pero, cómo ella tenía unos solidos principios, tomar esa vía nos resultaba imposible. Comprendí que nuestro idílico mundo se nos venía abajo. Muchas veces habíamos hablado de que ocurriría si a nuestras madres les llegaban rumores de que sus hijos compartían lecho y ambos habíamos llegado a la conclusión que eso las mataría. Las pobres viejas eran buenas pero habían sido educadas en unos valores que harían que nuestro amor les resultara repugnante.
-Podemos irnos del pueblo-, le contesté pensando que así nadie se enteraría.
-Eres tonto. Y que iban a pensar los nuestros que dejáramos todo, nos fuéramos juntos y que a los nueves meses viniese con un crio. Sabrían que tú eres el padre-.
Tratando de tranquilizarla, le di un beso y acariciando su barriga, le dije que ya se nos ocurriría algo. Abrazados en la cama, rumiamos juntos nuestra desgracia y pasaron las horas sin que se nos ocurriera una solución. Como esa tarde no podía dejarla sola, llamé a un compañero y le dije que me sentía de pena y que no iba a ir a trabajar.
-No hay problema, cuídate-, me dijo sin sospechar nada.
Ya eran casi las seis cuando levantándose de la cama y comenzando llorar nuevamente me dijo:
-Tengo que agenciarme un novio y echarle la culpa a él-.
No pude reprimirme y soltándole un guantazo, me negué:
-Eres mi mujer y no pienso compartirte con nadie. Prefiero que se descubra todo a pensar que otro hombre te acaricie-.
Sé que no fue correcto pero pensar en que fuera otro el que compartiera con ella las noches, me había sacado de mis casillas. Al darme cuenta de lo que había hecho, la atraje hacia mí y pidiéndola perdón, la besé apasionadamente. Ella me respondió como solo ella sabe hacerlo. Sus manos me empezaron a desabrochar la camisa y dejándome desnudo, se quitó las bragas y poniéndose de rodillas en la cama, me pidió que le hiciera el amor.
Varias veces la había tomado vestida, pero en esa ocasión verla tan dispuesta sin haberla siquiera tocado, me enervó y pegándome a ella, le subí la falda y de un solo empellón, la penetré hasta el fondo. Convertido en un demente descargué sobre ella toda mi frustración y cabalgándola a un ritmo infernal, busqué limpiar mi pecado. María no tardó en demostrarme con sus gritos su excitación y animándome a continuar, me azuzó diciéndome que era suya y que nada ni nadie podrían evitarlo. Su orgasmo fue brutal, chillando me pidió que siguiera penetrándola mientras el placer corría por sus pantorrillas. Toda la tensión de lo ocurrido se concentró en mi sexo y descargué en su interior, ya germinado, simiente inocua pero repleta de cariño.
Exhaustos caímos en la cama, y llenándonos de besos, nos dijimos que lo importante éramos nosotros y el fruto de sus entrañas. Las caricias mutuas  volvieron a calentarnos y terminándonos de desnudar, volvimos a hacer el amor pero esta vez, suavemente. Yo no lo sabía pero mi prima había tomado una resolución y solo esperaba el momento oportuno para comentármela.
Fue tras la cena, cuando sirviéndome una copa me dijo que teníamos que hablar. Aunque no me apetecía comprendí que no podíamos postergar más el asunto y acomodándome junto a ella, le di entrada.
-Fernando, te pido que no me interrumpas y no te enfades con lo que te voy a decir-, me pidió casi llorando, -aunque me duela no puedo decirle a mi madre que tú eres el padre de mi hijo. Me voy a inventar una aventura de una noche y que a raíz de ella, me quedé embarazada…-.
Cabreado, saltándome mi palabra, la interrumpí:
-Y que quieres, ¿Qué mi hijo no tenga padre?, me niego, pienso educarlo-.
-No te he dicho que no le eduques, serás su padre aunque nominalmente sea un desconocido el que me preñó. Tú le llevarás a la escuela, le enseñaras a jugar al futbol y cuando sea mayor le diremos la verdad-.
Aunque esa solución  no me gustaba, comprendí que era la mejor pero aun así había un problema y tomando un poco de whiski, le dije:
-Está bien, pero eso no acabará con las habladurías. Cuanto tiempo crees que tardara el pueblo en chismorrear que María, la de Joaquín, se ha quedado embarazada del primo con el que vive-.
-Lo sé y por eso te voy a pedir algo que es dolorosísimo para mí-, me contestó llorando, -¡Quiero te busques una novia y que ella venga a vivir a nuestra casa!-.
-¡Tú estás loca!, no solo no quiero buscarme otra sino que al traerla a casa, se daría cuenta de nuestra relación y un chisme de pueblo se convertiría en certeza nada más enterarse-.
-Por eso tendremos que elegir con cuidado la persona, deberá de estar enamorada de ti y ser lo suficientemente manejable y sumisa para que al descubrirlo sea incapaz de traicionarnos-.
Indirectamente, me estaba proponiendo que formáramos un trio y aunque sabía que en la universidad había tenido un escarceo con una mujer, María no era bisexual. Tratando de rebatir su plan, le expliqué que era imposible hallar una candidata que reuniera esas características y menos en Luarca.
-Si existe y durante los últimos tres meses, no ha hecho otra cosa que tontear contigo-.
Me quedé de piedra al comprender a quien se refería.  La elegida en la que estaba pensando era Isabel, la hermana pequeña de mi amigo Rodrigo. Durante las últimas semanas, nos habíamos estado riendo de las maniobras de acoso y derribo que esa cría había intentado con el ánimo de seducirme. Aprovechando que trabajaba en la tienda de al lado del banco, venía a verme todos los días para que la invitara a desayunar.
-Estás de la olla, es una niña. No debe de tener más de veinte años-.
-Veintitrés para ser más exactos y tú mismo me has dicho que si no llegas a estar conmigo ya te la hubieses tirado. Lo que te propongo es que la seduzcamos entre los dos y que esa boquita de fresa cuando se dé cuenta no pueda echar marcha atrás-, me contestó mientras me bajaba la bragueta. -No podrá decir nada porque para entonces se habrá convertido en nuestra amante-.
Sin mediar palabra, sacó mi pene y meneándolo me preguntó:
-¿Te parece bien?-.

No pude negarme, María ya se lo había introducido en la boca y la idea de compartir ese culo juvenil con ella, no me parecía una idea tan desagradable.

Los preparativos


 

Al día siguiente, cuando llegué a comer María estaba contenta. Me sorprendió encontrármela bailando en la cocina mientras preparaba la comida y por eso le pregunté el motivo de su cambio de humor.
-Todo va sobre ruedas. Como te dije, me he encargado de todo, esta mañana he ido a ver a nuestra futura novieta y la muy tonta ha caído en la trampa-.
-¿Qué le has dicho?-, respondí alucinado por la rapidez que se había dado.
-Le he comentado que el banco te ha regalado tres viajes a Fuerteventura y que los íbamos a perder al no tener con quién ir-.
-No te entiendo-, solté al no comprender cuál era su plan.
-Estás a por uvas. Le puse en bandeja que debido a las habladurías no podía irme sola contigo porque ya era bastante el hecho que viviéramos juntos en la misma casa-.
-¿Y qué te dijo?-,
-La muy tonta vio la oportunidad de irse contigo, teniéndome a mí de sujetavelas y sin percatarse donde se metía, me insinuó que ella podía acompañarnos. Como podrás comprender, acepté al instante-.
-Cojonudo-, contesté sonriendo,-¿y cuando nos vamos?-.
-Pasado mañana, ya he comprado los billetes-, me informó mientras me acariciaba el trasero. -Por cierto, yo he sufragado el viaje pero tú me vas a pagar el bikini que he elegido-.
Soltando una carcajada, le pregunté cómo era y porque no me lo modelaba. Ella, muerta de risa, contestó:
-Es sorpresa, pero te anticipo que es muy, pero que muy, sexy-.
No me quedó duda alguna que si mi prima lo describió tan provocativo, era porque en realidad debía de ser indecente y anticipándolo mentalmente, la abracé mientras le intentaba desabrochar la falda. Pero María tenía otros planes y separándose de mí, dijo:
-Tienes que ahorrar fuerzas, hasta el sábado vas a estar a dieta-, y poniendo cara de picar, me  explicó: -Durante tres días seguidos vas a tener que contentar a dos mujeres-.
Esa misma tarde, al salir del banco, me encontré de frente con Isabel. La cría venía vestida con un provocativo vestido que revelaba la mayor parte  de su anatomía. Disimulando me fijé en ella, disfrutando por anticipado de sus contorneadas piernas y grandes pechos. Ella, nada más verme, se acercó y exhibiendo una sonrisa, dijo:
-¡Qué ganas tenía de verte!. Me imagino que ya sabes que me he acoplado al viaje-.
-Si, me lo comentó María-, contesté un tanto cortado, -me alegro que seas tú quien nos acompañe-.
-¿De verdad?-, respondió bajando la mirada, -temía que te enfadaras al enterarte-.
-¿Por qué me iba a enfadar?-, solté mientras le daba un repaso,- sería un idiota si me molestara que una preciosidad como tú nos acompañara-.
Se puso colorada al oír mi piropo pero rápidamente se repuso y mirándome a los ojos se despidió diciendo:
-Gracias, entonces nos vemos el viernes, ¿ok?-.
-No faltes, sino vienes, me aburriré al ir solo con mi prima-, dije, dando por entendido que con ella tendría algo de acción.
Isabel soltó una risotada tras lo cual  contestó a mi indirecta, diciendo:
-Aunque no fuera, nunca te aburrirías ya buscarías como entretenerte-.
Si no llega a ser imposible, de su respuesta se podría deducir que se barruntaba que entre María y yo había algo, por lo que, para evitar el tema me despedí y directamente me fui a casa.
El viaje.
Ese viernes hacía frio en Asturias. El termómetro marcaba seis grados, por lo que, al salir de Luarca los tres íbamos enfundados bajo gruesas capas de ropa. Al llegar al aeropuerto, nos quitamos los abrigos lo que me permitió descubrir que debajo de los mismos, María e Isabel iban vestidas igual. La indumentaria de ambas consistía en una escotada blusa de flores y una minifalda amarilla.
“No puede ser casualidad”, pensé al verlas.
Cuando ya iba a preguntar la razón de esa coincidencia, las dos mujeres preguntaron riéndose:
-¿Te gustan nuestros uniformes?, somos las Fernando´s girls-.
-No-, respondí, -en cambio me encantan los cuerpos que esconden-.
Mi prima y mi amiga buscando incomodarme me empezaron a modelar en mitad de la sala de espera. Una rubia y una morena pero ambas estupendos ejemplares de la raza autóctona de mi región. Asturianas de pura cepa que eran en sí un recordatorio de porqué, en España, la leche asturiana tiene tanta fama.  Si María con sus treinta y cinco años estaba buena, la juventud de Isabel la convertía en un bocado demasiado apetitoso para no ser catado y corriendo un riesgo innecesario, se los hice saber:
-Cómo sigáis tonteando, al llegar al hotel os violo-.
Obtuve como única respuesta más burlas y provocaciones, por lo que, haciéndome el enfadado me alejé de ellas y me senté en el otro extremo de la terminal. Alejarme, me dio la posibilidad de contemplarlas sin que ellas se percataran de mi examen. Mis acompañantes eran dos mujeres de bandera. El sector masculino de la sala las había catado bien y todos sin excepción estaban maravillados observando a  ambas haciendo el tonto mientras se reían de mí. Con unos culos perfectos y unos pechos que no les iban a la zaga, traían embobados a todo aquel con el que se cruzaban. Parecían dos colegialas haciendo travesuras, su desparpajo y sus risas provocaban sonrisas y babeos a su paso. Yo, por mi parte, me estaba empezando a excitar imaginándome mis próximos tres días en compañía de esas bellezas.
Recibí con gozo el aviso que teníamos que embarcar, no en vano tenía ganas de llegar a nuestro destino y que los planes que había  urdido María se llevaran a cabo. Lo que no me esperaba que corriendo hacia mí, mi prima e Isabel se pegaran como lapas y me abrazaran. Su actitud hizo que, tanteando el terreno, mis manos recorrieran sus traseros mientras entrabamos al avión. Ninguna de las dos se quejó, al contrario, compartiendo miradas cómplices las dos muchachas se rieron y charlando entre ellas, comentaron que si la calefacción del aeropuerto me había puesto tan caliente que sería cuando el sol de las Canarias tostase mi piel.
-Segundo aviso-, les dije,-si seguís cachondeándome, no respondo de las consecuencias-.
Mi prima forzando la situación, guiñó el ojo a la morena y acariciando mi pelo, me susurró al oído:
-Ya falta poco para que caiga-.

Ni que decir tiene que al sentarme, conseguí hacerlo entre esas dos bellezas. Con Isabel a mi derecha y María a mi izquierda era la envidia de todo el pasaje.  Nada reseñable hubiera ocurrido durante el despegue sino llega a ser que debido al aire acondicionado del avión, los pezones de mis acompañantes se erizaron y se me mostraron a través de la fina tela de sus blusas. Comprendiendo que era el momento de vengarme, acariciando las piernas de ambas, les dije:

-No soy el único que está caliente-, me miraron sin comprender a que me refería por lo que tuve que aclarárselo:-Tenéis los pitones pidiendo guerra-.
Al mirar hacia abajo y ver a través del escote los efectos del frio, María se puso roja pero Isabel, devolviéndome la caricia, soltó mientras su mano recorría sin disimulo mi entrepierna:
-Lo malo es que no conozco guerrero que pueda calmar mi calentura-.
-Te puedo decir de uno que, si le das una hora, hará que te rindas pidiendo tregua-, contesté siguiendo la broma.
 La morena, mientras pedía a la azafata una manta con la que taparse, me retó diciendo:
-Eso habrá que verlo-.
Sin darse cuenta, esa cría había abierto la veda y no pensaba dejar escapar la oportunidad que me había brindado, por eso cuando la empleada volvió trayendo consigo tres franelas con las que combatir el frio, decidí que era hora de comprobar si Isabel era tan mujer como vacilaba. Bajo el cobijo de la manta, mi mano fue acariciando su pierna, subiendo paulatinamente hacia su sexo. Ella, cortada, trató de impedirlo, retirando mi mano pero acercándome a su oreja, le dije:
-Me has dado una hora, así que te aguantas-.
Con un brillo en sus ojos, producto de la excitación que la embargaba, me dio permiso y tratando de disimular se puso a mirar por la ventanilla.  No sé cuánto tarde en llegar a su tanga, lo que sí me consta es que cuando mis dedos acariciaron la tela, esta se hallaba completamente empapada. Nada más sentir mis yemas centrándose en su pubis, la muchacha, totalmente entregada, separó sus rodillas permitiendo que mi exploración fuese completa. Al comprobar su disposición y siempre por fuera de sus bragas, mimé el clítoris de Isabel mientras ella se mordía los labios tratando de evitar un gemido que exteriorizara su placer.
Sin saber qué hacer o cómo reaccionar, en voz baja, me pidió que parara, a lo que me negué y cada vez más nerviosa, comprendió que no iba a cejar hasta que su cuerpo se liberara por lo que, cerrando los ojos, buscó lo inevitable. Dando la espalda a mi prima, que desde su asiento no perdía comba, usé mi otra mano para  rozar uno de sus pechos. Sus pezones, ya de por si erectos, me recibieron contrayéndose aún más y mientras sopesaba el volumen de sus senos, me dediqué a pellizcarlos suavemente. Sentir mis dedos, recorriendo su aureola, completó su derrota y presionando, con las suyas, la mano que acariciaba la indefensa vulva, se corrió en silencio. Buscando afianzar mi victoria, levanté su cara y dulcemente le di un beso en los labios mientras le decía:
-¿Quieres que siga?-.
-Aquí no-, respondió dándome por entendido que en otro lugar y con menos publico si quería.
Durante unos minutos se mantuvo callada, tras lo cual se levantó de su asiento porque quería ir al baño. Caballerosamente le cedí el paso, esos sí, aprovechando a tocarle el trasero mientras lo hacía. Ella, lejos de molestarse, posó su mano en mi sexo y apretando su presa, me susurró:
-¡Eres un cabrón!, pero me gustas-.
Mi prima esperó a que cerrara la puerta del aseo, para soltar una carcajada y pegándose a mi cuerpo, exclamó:
-Estoy celosa y cachonda. ¡No sabes cómo me ha puesto ver cómo la masturbabas!.- y cogiendo mis dedos impregnados en el flujo de su rival, se los llevó a la boca mientras me decía: -De esta noche no pasa que pruebe directamente el coñito de esa cría-.
Me sorprendió la lujuria de sus palabras, la caza y captura de Isabel había empezado siendo una solución a su embarazo pero se había convertido en un fin. Mi prima ansiaba tener a esa mujer entre sus piernas. Encantado por la transformación, pasé mis manos por sus pechos mientras le decía:
-No sé si será esta noche pero no debemos apresurarnos, tenemos un plan y habrá que cumplirlo-.
-Lo sé pero es que me ha puesto brutísima-.
La llegada de la morena nos impidió seguir hablando por lo que tuvimos que posponer la conversación. Durante el resto del viaje, los tres estuvimos charlando sobre lo que íbamos a hacer durante nuestra estancia en la isla, de manera que casi sin darme cuenta estábamos aterrizando.
Al salir y comprobar que en el exterior rondaban los veintiséis grados de temperatura, decidí que elegir Lanzarote había sido acertado porque no solo nos habíamos alejado del frio asturiano sino que podríamos darnos unos chapuzones en la playa.
“Tengo ganas de verlas en bikini”, pensé mientras cargaba el equipaje en el taxi que nos llevaría al hotel.
La llegada al Hotel.

El taxi tardó cerca de veinte minutos en hacer el trayecto entre el aeropuerto de Lanzarote y nuestro hotel. Durante ese tiempo, María e Isabel se encargaron de tomarme el pelo por medio de reiteradas insinuaciones e indirectas, todas ellas encaminadas a excitarme. Sin cortarse por la presencia del taxista y descojonadas de risa, me exigieron que me enterara donde estaba la playa nudista más cercana porque tenían ganas de comprobar si era cierto que calzaba una xl. Tratando de pasar el trago lo más rápidamente, les dije que si lo que querían era vérmela solo tenía que pedirlo.

La primera en contestar fue la cría, que poniendo cana de viciosa, comentó:
-No solo queremos verla, queremos disfrutarla-.
-¿Queremos?-, preguntó María, un tanto extrañada que la cría usara el plural.
-Quiero-, rectificó al darse cuenta del significado que escondían sus palabras.
Yo, por mi parte, me percaté que lejos de ser un error o una ligereza, Isabel había dejado claro que intuía que entre nosotros había algo más que el parentesco y que de ser así, no le molestaba.
“Quizás sea aún más sencillo desde lo que pensaba”, me dije mientras pagaba el taxi.
Aunque no nos lo había informado, María había reservado dos habitaciones contiguas con una puerta de comunicación entre ellas y por eso al entrar, me quedé agradablemente sorprendido:
-Nosotras dormiremos aquí-, me dijo mi prima señalando la habitación con dos camas, y el tuyo es el otro. Así que vete que tenemos que cambiarnos para ir a cenar y nos vemos en una hora-.
De mala gana, me fui a mi cuarto. No había terminado de deshacer la maleta cuando oí el ruido de la puerta. Al darme la vuelta, me encontré con María casi desnuda que corriendo hacia mí, me bajó la bragueta de mi pantalón mientras me decía:
-Tenemos cinco minutos para que me hagas el amor. No te imaginas como estoy. Esa niña me tiene loca. Nada más llegar se ha desnudado frente a mí y antes de meterse a duchar, exhibiéndose, ha empezado a contarme como te iba a violar esta noche -, me soltó mientras se bajaba las bragas, – la muy zorra me ha prometido que hoy mismo va a conseguir que le llenes todos sus agujeros-.
-¿Todos?-, respondí, metiendo mi pene en su sexo.
-Sí. Esa mosquita muerta quiere que la folles bien follada y que aunque nunca lo ha hecho, le apetece que le desvirgues el culo-.
Saber que ese hermoso trasero estaba a mi disposición hizo que me excitara más aún y dándome prisa, tomé a mi prima de sus hombros. Mi pene encontró su cueva completamente lubricada y de un solo empujón, lo incrusté hasta el fondo. María gimió al sentir mi glande chocando contra la pared de su vagina y como una posesa, me pidió que fuera brutal. Obedeciendo y con un ritmo infernal, mi extensión acuchilló su sexo mientras ella se masturbaba. María no tardó en correrse y sin pedirme opinión, se lo sacó para, a continuación, encastrárselo en su entrada trasera.
-Cuéntame como te la vas a follar-, me rogó fuera de sí.
Mordiendo la almohada para no hacer ruido, mi prima esperó que empezara a hablar:
-Pensando en ti, voy a dejar la puerta entornada para que puedas observar cómo me la tiro. Podrás verme desnudando a esa putita y disfrutar de cómo le voy a mordisquear sus pechos como si fueran los tuyos-.
Sus berridos quedaron amortiguados por la almohada pero estaba claro que mi relato la estaba llevando a unos extremos de excitación nunca antes alcanzados. Sabiendo que teníamos poco tiempo, aceleré mis penetraciones mientras le decía:
-Lo primero que voy a obligarla es que me haga una mamada y con su boca, limpie los restos de ti. Quiero que, entre tanto, te masturbes pensando en su boca, relamiendo tu clítoris y que cuando se trague mi semen, te imagines que es tu flujo el que está bebiendo-.
Al visualizar esa imagen, el cuerpo de mi prima se retorció derramando su placer por los muslos, momento que aproveché para darle un azote en el culo.
-Entonces, la voy a tumbar en la cama y abriéndole sus piernas, voy a tomarla como a ti te gusta. Sin prisas, mi pene va a llenar su cueva mientras mis dedos pellizcaran sus pezones y cuando la vea correrse, utilizaré su flujo para dilatar su ano y entonces sin consideración, la desvirgaré para ti-.
María desplomándose sobre el colchón,  se corrió coincidiendo con mi clímax y tras unos momentos de descanso, se levantó de la cama y mientras se volvía a poner las bragas, me susurró:
-Gracias, lo necesitaba. Me vuelvo a mi cuarto antes de que salga, no vaya a darse cuenta-.
Satisfecho, la vi marcharse tras lo cual terminé de acomodar mi ropa en los estantes y ya tranquilamente, me duché pensando que esa noche iba a ser vital para nuestros planes. Al salir envuelto en una toalla, descubrí que Isabel estaba sentada en un sofá de mi habitación. Me recibió con una mirada picarona y acercándose, me dijo:
-Aprovechando que Isabel se está cambiando he venido a comprobar si es verdad que calzas tan grande-, y antes que pudiera hacer algo, me despojó de la toalla, dejándome en pelotas.
Su cara se iluminó al verme desnudo y pegando su cuerpo al mío, besó mis labios mientras me decía:
-Llevo tres meses soñando este momento. No te imaginas las veces que me he masturbado pensando que hacías conmigo lo mismo que con tu prima-.
-No te entiendo-, respondí disimulando pero bastante excitado.
-No hace falta que lo niegues, acababas de llegar al pueblo cuando un día os descubrí haciendo el amor en una playa y desde entonces, os he seguido.  Cada vez que cogías el coche, con mi moto, os alcanzaba.  No sabes la cantidad de kilómetros que he hecho para veros-.
-No te creo-, contesté todavía inseguro.
La muchacha me miró y sacando unas fotos de su bolso, me las dio muerta de risa.
-Mira qué guapa estaba María mientras te la tirabas en ese asilo, o fíjate que buen plano de tu pene en su boca-.
-¿Qué quieres?-, pregunté totalmente acojonado por las pruebas que esa cría tenía de nosotros.
-Habéis despertado en mí sensaciones que no conocía y si no quieres que esto se haga público, tenéis que admitirme en vuestros juegos y que cada vez que te la cojas, también lo hagas conmigo-.
La muy hija de puta nos estaba haciendo chantaje sin saber que eso mismo era lo que habíamos pensado hacer con ella, por lo que, haciéndome el indignado, le solté:
-Si quieres eso, lo tendrás. Pero con dos condiciones: la primera es que esta noche entre tú y yo seduzcamos a María sin que ella se entere de nuestro trato y la segundas es que…me hagas una mamada-.
Sonrió al escuchar mi respuesta, y arrodillándose a mis pies, besó mi glande mientras con sus manos acariciaba mis testículos. Verla postrada y sumisa, hizo que mi pene se izara orgulloso y que antes que sus labios se abrieran, ya estuviera completamente erecto. Con sus ojos pidió mi aprobación y lentamente se lo fue introduciendo en su boca. La parsimonia con la que lo hizo, me permitió disfrutar de la suavidad de sus labios recorriendo cada centímetro de mi extensión y que su humedad lo envolviera.
Increíblemente, la cría no cejó hasta que desapareció en su interior, completamente introducida hasta su garganta y entonces usando su boca como si de su sexo se tratara empezó un movimiento de vaivén, sacándola y metiéndola sin pausa mientras sus dedos acariciaban mis nalgas desnudas. Con mis manos en su nuca, forcé tanto la rapidez como la profundidad de sus  mamadas y sin importarme la muchacha busqué, mi placer. Este no tardó en llegar y como si fuera un torrente, me derramé dentro de ella con una explosión de gozo que pocas veces había experimentado. Isabel, sabiendo que la primera vez era importante, se esmeró no dejando que ninguna gota de mi esperma se desperdiciara y con su lengua limpió todos los restos de mi pasión, tras lo cual, se levantó y acomodándose el vestido, me dijo:
-Ni esta noche ni ninguna otra, tendrás queja de mí. Seguiré todo lo que me ordenes, si lo que deseas es que ella no lo sepa, no lo sabrá. Usaré todos mis encantos para llevarnos a tu mujer a la cama-.
Alucinado por sus palabras, la vi saliendo del cuarto, pero antes que cruzara la puerta la agarré y forzando sus labios, la besé mientras mis manos acariciaban su trasero. Dejándose llevar, la muchacha respondió mi beso con pasión y gimiendo me rogó que la tomara.
-Ahora, ¡NO!. Quiero que sea mi prima la primera en hacerte el amor y cuando ya te hayas corrido en sus piernas, entonces entre los dos te tomaremos hasta que no puedas más-.
-¿Lo prometes?-, me preguntó con una sonrisa.
Por toda respuesta, recibió un azote en el culo, tras lo cual, me terminé de vestir, convencido que nuestros problemas se habían acabado y que Isabel nos iba a dar la cobertura que necesitábamos.
La cena.

“Son las nueve”, pensé al oir que las dos mujeres salían de su cuarto. Cogí mi chaqueta y salí al pasillo. Al cruzar el umbral de la puerta me encontré con una visión maravillosa, me esperaban ataviadas con unos escuetos vestidos de noche. Ambos lucían grandes escotes y solo se diferenciaban en la longitud de su falda, mientras María llevaba uno largo con una provocativa apertura en un lado, Isabel se había puesto uno cuya falda únicamente tapaba su culo, dejando al descubierto la mayor parte de sus piernas. Durante unos momentos, babeando su belleza, disfruté mirándolas. Ellas, lejos de sentirse incomodas por mi repaso, se sintieron halagadas y con desparpajo, me lucieron los modelitos.

-¿Te gustan?-, me preguntó mi prima.
-Estáis preciosas-, tuve que reconocer.
-Sobre todo María-, soltó la más pequeña de las dos,- está deslumbrante, si fuera hombre le comería esos preciosos pechos-.
-¡Coño con la niña!-, respondió la aludida.
-Tiene toda la razón, además ese vestido te hace un culo formidable. Sería mariquita si no me gustara verte con él-, intervine rozando con mi mano su trasero.
Mi prima, completamente cortada, nos dio las gracias y llamando al ascensor, dio por terminada la conversación. Lo que no se esperaba era que al entrar en el cubículo, Isabel, mirándola, dijera:
-Fernando, ¿te has fijado que se le han puesto duros?-
-¿El qué?-, contesté.
-Los pezones-, y antes que María pudiera decir algo, le pellizcó uno por encima de la tela.
-No me había dado cuenta-, respondí e imitando a la muchacha, cogí el otro entre mis dedos y lo apreté, diciendo: -La pena es que soy su primo que si no sería un placer metérmelos en mi boca-.
Nuestra víctima, alucinada, se quejó y separándose de nosotros, nos dijo que como broma ya tenía suficiente, pero entonces la cría le susurró al oído:
-Yo no soy tu prima y si lo necesitas, no me importaría hacerlo-.
Afortunadamente para María, en ese instante se abrió el ascensor y dos turistas entraron porque tuve claro que, anticipándose a lo hablado. esa cría le hubiera mamado ahí mismo sus pechos. Lo estrecho del habitáculo hizo que nos tuviéramos que pegar unos a otros, dejando a Isabel entre los dos. La muchacha, sin pensárselo dos veces, nos abrazó y pasando sus manos por nuestros traseros, empezó a acariciarlos. Al mirar a mi prima, me percaté que se estaba viendo afectada por los continuos magreos de nuestra amiga y que para evitar que se le notara la excitación, miraba al techo mordiéndose los labios.
Cuando llegamos a la planta baja, los tres salimos abrazados y de esa forma llegamos hasta el restaurante-discoteca del hotel.  Por lo que me había contado el conserje, hasta las once era un restaurante pero a partir de esa hora retiraban unas mesas y se volvía discoteca, por eso al entrar le di una propina al maître para que nos pusiera en alguna de las que no retiraran. Profesionalmente nos llevó a una de media luna, un poco alejada y oscura, tras lo cual, guiñándome un ojo me dijo:
-Aquí estarán tranquilos usted y sus acompañantes-.
Comprendí al instante a que se refería, desde esa mesa teníamos una perfecta visión de todo el restaurante y gracias al juego de luces, nuestros lugares estaban en penumbra, dificultando la percepción de lo que ocurriera allí. Satisfecho, puse a una mujer a cada lado, de manera que María e Isabel estaban enfrentadas. Esperé a que el camarero nos tomara la comanda para dar rienda suelta a lo planeado. Como si no fuera conmigo, le pregunté a mi cómplice que era lo que se comentaba de mi prima y de mí en el pueblo. La cría comprendió que era lo que quería que contestara y tomando un sorbo de vino, exclamó:
-¿Qué los dos estáis buenísimos?-.
Solté una carcajada al oírla, en cambio, María intrigada por su respuesta le pidió que se explicara:
-Creo que lo sabes, todas las mujeres del pueblo babean por Fernando y buscan cualquier excusa para ir al banco y te puedo asegurar que varias son las que aprovechando sus salidas a correr, le esperan para disfrutar viéndole con su cuerpo sudado-.
-Y ¿que se dice de mí?-, preguntó totalmente interesada.
-De ti, se habla del cambio que has dado. Hombres y muchachos están de acuerdo, todos se darían con un canto en los dientes por disfrutar de tu cuerpo aunque fuera solo un día. He llegado a oír de varias mujeres que contigo se harían lesbianas-.
En ese momento intervine diciendo:
-Yo mismo te he espiado en la ducha y puedo asegurar que tienes uno de los culos más impresionantes de todos los que he visto-.
Completamente colorada, mi prima se quedó callada, lo que le dio a nuestra amiga la oportunidad de decir:
-Nunca he estado con otra mujer, pero si tuviera que elegir a una para hacerlo, ten por seguro que te elegiría a ti-.
Nada más terminar de decirlo, noté que bajo la mesa Isabel se había descalzado y sin ningún recato, acariciaba con su pie la pierna de mi prima. Ésta, sin saber cómo reaccionar, me miró buscando ayuda pero en vez de auxiliarla, hice como si no me hubiese enterado. Mirando de reojo a ambas, descubrí en María una mezcla de confusión y excitación, y en su  agresora, la determinación de conseguir sus metas. Los pezones de la rubia no tardaron en demostrar la calentura que sentía y a través del escote, me percaté que se habían erizado por las caricias de la muchacha.  La ausencia de reacción de la mujer espoleó a Isabel y sin recato alguno, subió hasta su entrepierna y descaradamente empezó a acariciar su pubis mientras me decía:
-Ya que la has espiado en el baño, dime como tiene el coño, ¿lo tiene rasurado?-.
-Completamente, no tiene ningún pelo. Pero lo mejor son sus pechos. No te haces una idea; grandes, llenos, en su sitio y con unas negras aureolas que los convierten en irresistibles-.
-¿Tan bonitos como los míos?-, preguntó coquetamente mientras se ahuecaba el escote para que mi prima y yo disfrutáramos de su visión.
María, incapaz de contenerse, gimió de deseo y bajando su mano, acarició el pie que le estaba masturbando e inconscientemente, abrió más sus piernas y echando su cuerpo hacía adelante, facilitó las maniobras de la morena. Decidido a no darme por enterado, contesté:
-Diferentes, los pechos de mi prima son un vicio pero los tuyos piden ser tocados-, y sin pedir su opinión metí mi mano por su escote para acariciarlos.
Isabel al sentir las yemas de mis dedos pellizcando uno de sus pezones, aceleró las caricias de su pie mientras posaba su mano en mi entrepierna. Fue entonces cuando incremente la presión sobre su aureola y susurrándole, le pedí que se concentrara en María. Poniendo cara de pícara, obedeció retirando su mano y con toda la mala leche del mundo, preguntó a mi prima porque estaba tan callada. Para María le fue imposible contestar, en ese preciso instante se estaba corriendo, por lo que tuve que salir en su ayuda diciendo:
-Está avergonzada de nuestros piropos, pero verás que en unos minutos se repone-.
-Eso espero-, contestó la cría,-queda mucha noche y pienso aprovecharla-.
Completamente derrotada por la vergüenza y el deseo, mi prima, una vez se hubo repuesto del orgasmo, nos dijo que necesitaba irse al baño, momento que aproveché para decirla al oído que cuando saliera del mismo, quería que me diera sus bragas. Cabreada, no me respondió pero me dio lo mismo porque sabía que iba a obedecerme.
Nada más irse, Isabel se rio y pegándose a mí, me dio un beso mientras me decía:
-¿Te habrás dado cuenta que he cumplido?, ¿estás contento?-.
-Todavía no-, le respondí, -dame tu tanga y metete debajo de la mesa, quiero que cuando vuelva, te comas su coño-.
Intentó protestar arguyendo que era un local público y que jamás se lo había hecho a una mujer, pero fui inflexible y no tuvo más remedio que darme su ropa interior y disimuladamente, introducirse bajo el mantel. María volvió al cabo de los dos minutos y al ver que estaba solo me preguntó que donde estaba la muchacha.
-Se ha ido a hablar por teléfono-, le contesté.
Al oírme me dio sus bragas mientras me contaba que Isabel la había masturbado sin que yo me diese cuenta. Esperé a que terminara de hablar para preguntarle que había sentido. Sus mejillas se sonrojaron y bajando la mirada, me contestó:
-Me ha puesto brutisima. Pero eso no es lo acordado, tenías que ser tú quien la sedujera-.
-Por eso no te preocupes-, respondí satisfecho, -Aun te quedan muchas sorpresas. Quiero que te subas el vestido y abras tus piernas. Me apetece ver como lo tienes de excitado-.
Soltando una carcajada, me llamó pervertido pero haciendo caso a mi petición, se levantó la falda y abrió sus piernas para mostrarme la humedad de su sexo.
-Estoy chorreando-, me dijo abriendo con sus manos sus labios.
Isabel, creyó que ese era el momento y poniendo sus manos en las rodillas de mi prima, llevó su boca hasta la entrepierna de la mujer. Asustada por la sorpresa, María gritó pero al ver mi sonrisa, se relajó y dejándose hacer, me pidió explicaciones. Torturándola me entretuve bebiendo de mi copa, porque sabía que en ese momento la lengua de la morena estaba dando buena cuenta del inflamado clítoris de mi prima y era consciente que cuanto más alargara mi explicación más caliente estaría. Al comprender que de nada servía prolongar más su ignorancia, le expliqué que mientras se cambiaba, la cría había venido a mi cuarto y que después de hacerme una mamada, me había contado que sabía de lo nuestro y que quería convertirse en nuestra amante.
-Y ¿Qué le dijiste?-, preguntó mientras apretaba el mantel entre sus manos, presa del deseo.
-Que primero tenía que convencerte y que después de veros  disfrutando, entonces y solo entonces, la haría mía-.
Ya sin ningún pudor, gimió de placer y posando sus manos en la cabeza de nuestra nueva amante, disfrutó de las caricias de la jovencita y por segunda vez, se corrió sobre su silla. Disimuladamente, miré bajo el mantel y no me extrañó descubrir que Isabel se estaba masturbando mientras hacía lo propio con mi prima. Fue entonces cuando cambiándola de postura la giré de manera que su culo estaba  a mi disposición y metiendo mi mano en su entrepierna, busqué y encontré el botón que se escondía entre los pliegues de su sexo. Una vez localizado, comencé a acariciarlo con un dedo mientras con otro lo introducía en el estrecho conducto de su cueva. Sentir que mis dedos en su interior fue demasiado para Isabel y retorciéndose, el placer se derramó sus piernas. Satisfecho al comprobar que ambas habían obtenido su parte de gozo, dejé que saliera de su encierro y retornara a su silla.


Al salir de debajo del mantel, los ojos de la cría tenían un brillo especial y por eso le pregunté que le había parecido:

-Ha sido brutal. Nunca creí que fuera capaz de hacer algo tan pervertido y menos disfrutar como una perra haciéndolo-, me contestó,- No sabes el corte que tenía pero en cuanto probé tu coño-, dijo mirando a María,- me puse tan cachonda que no pude parar y cuando Fernando me tocó me corrí como una cerda-.
-Entonces, ¿te ha gustado?- le susurró mi prima cogiendo su mano.
-Sí- y guiñándole un ojo, prosiguió diciendo,-estoy deseando llegar a la habitación y perderme entre vuestros brazos-.
-Todo a su tiempo-, interrumpí,- primero tenemos que cenar y luego bailar para bajar la comida. No quiero que la vomitéis. Esta noche vuestros cuerpos van  a dar muchas vueltas en mi cama. -.
-¿Nos lo prometes?- dijeron ambas al unísono.
-Solo espero tener energía suficiente. Tengo dos coños y dos culos que rellenar y una sola polla-, respondí en son de guasa.
Muerta de risa, mi prima señalando a un grupo de muchachos de otra mesa, contestó:
-Eso es porque tú quieres, no creo que ni Isabel ni yo tengamos ningún problema en conseguir alguien que te ayude-.
-No voy a necesitar ayuda, si me canso, mis mujercitas pueden consolarse mutuamente-.

-No te preocupes que lo haremos. Esta noche cuando te hayamos dejado seco, te juro que tendré suficiente con María y si no es así, siempre podré utilizar uno de los juguetes que he traído en mi maleta-.

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

Relato erótico: “Abuso y extorsión a una virginal jovencita” (POR ROGER DAVID)

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En un principio Gina, una deseable y cándida jovencita, estaba muy contenta con su empleo de Sin títulocajera, y así lo notaba también don Rodolfo su padre, ya que con los aportes económicos por parte de ella desde que había comenzado a trabajar en una carnicería de barrio la calidad de vida de ambos fue mejorando notablemente, no como reyes, tampoco con lujos de gente acomodada, pero bastante mejor al fin y al cabo en comparación a los tiempos en que ella era solo una colegiala (de esto hacía muy poco).

Sin embargo a ello y al ya haber pasado más de un año en aquel trabajo, el pobre y honrado jubilado comenzó a notar que desde solo hace una semana su aun adolescente hija llegaba bastante nerviosa e intranquila de su trabajo.

Por aquellos días y mientras cenaban don Rodolfo se dio a intentar saber que era lo que le aquejaba a su nena:

–Gina… que ocurre hija…?, estos últimos días te noto bastante callada y pensativa…, -le dijo el progenitor a la chica mientras cenaban.

–Ehhh… nada papito, tú no te preocupes… es solo que hay bastante trabajo en la carnicería… solo eso…, -le contestó la hogareña adolescente quien casi no había tocado su plato, solo se daba a pensar y a esperar que su padre terminara su cena.

–O estas enferma…? Dime, mira que si es así yo puedo hablar con Ángel para que te de unos días de permiso… tu sabes que él es muy buen amigo mío.

–No, no papá, no es necesario que hables con don Ángel (don Ángel es uno de los dueños de la carnicería en que trabaja Gina, y amigo de años de su padre), tu solo preocúpate de tomar tus medicamentos, además que yo no podría faltar al trabajo, si así lo hiciera me descontarían esos días, y tu bien sabes que necesitamos ese dinero.

–Mmmm… a mi no me engañas Gina… yo se que a ti algo te tiene preocupada y me gustaría saber que es…, -le insistía don Rodolfo a su tierna chamaca.

–Papá, no pasa nada, y quédate tranquilo, solo… solo estoy algo estresada porque es mucha la gente que debo atender diariamente… hoy vas a ir a jugar a las cartas con tus amigos?, – la nena insistía en aparentar serenidad pero no se le notaba.

–Si, si iré, pero me preocupas niña, tú no eres así de callada.

–Siéntete tranquilo papá, ya verás que luego de unos días ya estaré normal como siempre, -luego de eso la jovencita se dio a poner de pie y a levantar los platos de la mesa para ir a lavarlos a la cocina, su padre por su parte no muy convencido de que su hija estuviese en estado normal se retiró a su habitación antes de irse a jugar a las cartas o al dominó con sus amigos jubilados, entre ellos los jefes de su hija.

……………………………………………………………………………………………………………….

Don Rodolfo era viudo y jubilado desde hacía ya más de una década. A sus 60 años vivía solamente con su adorada hija Gina, que por esos entonces ya debería haber iniciado la enseñanza preparatoria.

La jovencita era la menor de dos hermanas que le antecedían, y ella en los años que siendo ya una candorosa y alegre adolescente se había visto en la obligación de privarse de su tierna juventud y también de sus estudios para atender a su venerable padre quien luego de haber enviudado este cayó en una profunda depresión, tanto por su soledad como por su miserable y precaria situación económica.

Si bien padre e hija no vivían en lo que se pueda llamar pobreza extrema, el pobre viejo debía pagar las cuentas de su humilde morada, la alimentación de ambos y su diario vivir.

En forma lamentable ellos no contaban con la ayuda de las dos hermanas mayores de Gina, ya que estas una vez crecidas y terminados sus estudios se casaron y se olvidaron de la casa paterna, solo eran las típicas llamadas para fiestas de fin de año o navidad en que ellas se pronunciaban a la rápida y solo telefónicamente deseándoles felicidades, ambas pensaban que al estar la chica viviendo con el patriarca era su deber asistirlo y ayudarlo económicamente, ya que sabían que su hermana menor había dejado el colegio para trabajar y así poder llevar una vida más o menos decente junto a su padre.

No obstante a ello, padre e hija compartían muy buenos momentos juntos y se querían mucho. Gina era una joven de sentimientos nobles y muy cariñosa además de existir entre ambos una gran confianza, salvo de esto las acaloradas discusiones que tuvieron solo hacía un año atrás cuando la chica decidió alejarse de los estudios para ponerse a trabajar con la sola intención de ayudar en la casa y para poder comprarse sus cosas, ella era consciente que con lo que recibía su progenitor por parte del estado no alcanzaba ni para la mitad de los gastos reales que hay en un hogar, y al no tener los argumentos necesarios el ofuscado e impotente padre terminó por aceptar la situación.

A todo esto la esforzada y preocupada adolecente estaba bastante bonita, era de pelo castaño claro y casi rubio, este le llegaba hasta la altura en su espalda donde su cintura da inicio a las caderas, en su carita se veían unos preciosos ojos verdes cristalinos que le irradiaban una transparencia casi absoluta a su carismática personalidad, medía 1.67 de estatura aproximadamente, y su juvenil contextura llamaba a gritos a la lujuria sobre todo con aquellos del sexo opuesto, además que sus pechos sin ser grandes eran del tamaño apropiado como para llamarle la atención a cualquiera, pero lo que si era llamativo en su cuerpo ya casi terminado en desarrollo era el delineado y perfecto trasero que se gastaba, redondito y bien parado sobre todo cuando se ponía jeans de mezclilla o cualquier tipo de pantalón, con sus caderas bien pronunciadas, con unos fuertes muslos que estaban dibujados a mano, y al medio de estos ya se podía adivinar la diabólica curvatura en la cual existía una virgen y deliciosa panochita lista y apta para ya comenzar a acoger miembros masculinos, al menos así lo dictaminaría cualquiera que la tasara corporalmente.

En resumen la joven Gina no era una modelo de pasarela, tampoco una Miss Universo pero si tenía la belleza y el candor de toda chamaca que está en la flor de la vida, añadiéndole los deliciosos atributos antes señalados.

Su padre sanamente sabía de la hermosura de su nena, como también estaba al tanto que por la culpa de aquellos tentadores atributos físicos que se dejaban ver en su figura muy luego se dejarían caer por las cercanías de su casa muchos buitres hambrientos de carne fresca, por lo mismo daba gracias a Dios que su bella hija estuviese trabajando y no tuviera tiempo suficiente para fiestas con amigas(os) o noviazgos, aunque también y muy a su pesar habían momentos en que se lamentaba que su atractiva chamaca por querer esmerarse en atenderlo y ayudarlo económicamente se privara de lo que a ella le correspondía tanto en estudios como en su juventud.

Vivían en un barrio pobre pero de gentes decentes, o al menos así lo creían ellos, y como ya se dijo anteriormente, en forma seguida debían hacer malabares con el sueldo de ambos para poder vivir dignamente.

Gina llevaba poco más de un año trabajando de cajera en un negocio de venta de carnes que quedaba a unas cuantas cuadras de su casa, aparte de cumplir con otras pequeñas tareas de administración del mismo negocio.

Sus jefes y dueños de la carnicería eran don Ángel y don Carlos, un par de viejos usureros y sexagenarios, ambos hermanos, que eran amigos de años de su padre, ya que todos los días jueves y sábados por la noche se juntaban con otros vejetes a beber y a jugar al dominó en un boliche que la hacía de club para ellos, fue el mismo padre de la chica quien apelando a los años de amistad les había solicitado que le dieran trabajo a su linda hija en su negocio, lamentablemente desconociendo la lujuriosa calentura que predominaba en la mente de ambos.

Don Ángel y don Carlos (ambos casados, con hijos(as) mayores y nietos por doquier), tras analizar los pro y los contras con el padre de Gina terminaron por aceptar hacerle el favor, claro que con un sueldo mínimo ya que las ventas no eran del todo buenas, le habían dicho. Además (esto solo lo sabían ellos, el padre de Gina no tenía ni la más mínima idea de cuestiones legales) que al saber de tenerla empleada sin contrato de trabajo no estaban obligados a pagarle un sueldo alto, sumado de ahorrarse los seguros sociales, de salud y todo eso, añadiéndole también que desde que la joven comenzó a trabajar con ellos siempre le recordaban que solamente la tenían trabajando en su carnicería a modo de favor personal hacia su padre porque este era amigo de ellos desde ya hacían años.

Pero en el fondo el par de viejos tan calientes como aprovechados estaban encantados con los servicios de la dulce chiquilla, ya que ella al ser una alegre joven virginal y vestirse como lo hacen todas las nenas de su edad con jeans apretaditos con los cuales enseñaba las curvilíneas formas que ella poseía desde sus caderas para abajo combinándolos con ceñidos top escotados, o con falditas de mezclillas y de esas cortitas con las cuales les enseñaba sus buenas porciones de piernas cuando estaba sentada en el alto asiento detrás de la caja, o cuando también se embutía en esos semi ajustados vestiditos primaverales a medio muslo, y con sus castaños cabellos tomados y despejándoles su carita de tierna adolescente, con todo esto el par de miserables por nada del mundo deseaban que aquella dulce nena dejara de trabajar para ellos.

Los muy sinvergüenzas apenas contrataron a la joven habían mandado a sacar la puerta del mostrador de la caja con la sola intención de poder mirarle a plenitud las líneas que dibujarían su cuerpo en los momentos en que ella estuviera sentada pagándose de los pedidos; y premiándolos también con la directa visibilidad de donde ellos estaban ubicados tras el mostrador de carnes hacia las suavidades de sus piernas. O como en los ratos en que bajaba la clientela no se cansaban de morbosearla y casi comérsela entre ambos con sus lujuriosas miradas, comentando entre ellos con palabrotas de grueso calibre todas las cosas que le harían si tuvieran la oportunidad de tenerla desnuda.

Pasaron las primeras semanas en que la nena comenzó a trabajar con ellos, luego los meses, y así un año entero, y los toscos carniceros ya estaban como desesperados, soñaban con violársela, con cogérsela entre los dos, o de que les mamaba la verga en forma alternada al interior del local en los momentos en que mantuvieran las cortinas abajo, hasta imaginaban comprar una pequeña cama para ubicarla en la bodega del negocio para culearla por turnos en el día a día, y así muchas cosas más. Pero por ahora todo eso solo eran sueños, sueños de viejos calientes que comentaban y graficaban las muchas maldades que le harían, esto lo hacían en los momentos en que salían a beber cervezas antes de retirarse a sus hogares y vivir sus avinagradas realidades junto a las verdaderas morsas que tenían por esposas.

Y así ya había pasado más de un año desde que la hermosa chica trabajaba con ellos, y nos encontramos con los días posteriores a la cena entre padre e hija en la que se inicia esta historia, con don Rodolfo preocupado por el estado anímico de su atractiva nena, y con ella algo ensimismada cuando llegaba a la casa.

Fue un extraño día viernes en la mañana en que la jovencita mientras se preparaba para irse a trabajar a la carnicería su padre hacía lo mismo pero con la diferencia que él se alistaba para irse a ver a una hermana enferma que vivía en un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad, no llegaría hasta el domingo en la tarde.

–Papito… aquí tienes el dinero para tus remedios, no olvides pasar a comprarlos al centro antes de que vayas a abordar el bus, también alcanza para que le lleves algo de mercadería a la tía, -le dijo la jovencita a su papá dejándole los billetes en la mesa.

El casi anciano hombre algo avergonzado miraba de soslayo el dinero aportado por su hija, pensaba a la vez que Gina había sido una verdadera bendición de Dios, –que hubiera sido de él si no la tuviera?, -pensaba acongojado, ya que aquel par de mal agradecidas de sus hijas mayores brillaban por su ausencia y ahora más todavía que él estaba con las enfermedades y achaques de la vejez.

–Pierde cuidado Gina, que así lo haré como siempre, -le dijo finalmente a la vez que junto con tomar el dinero inocentemente también agradecía a su par de buenos amigos que le habían dado trabajo de cajera.

–Como a qué horas te irás?, -le consultó la nena quien estaba apuradísima arreglando sus cosas antes de salir para su trabajo. Su padre mirándola se daba cuenta que su hija se había esmerado mucho en arreglarse, ya que veía que sus claros y castaños cabellos semi ondulados los llevaba cogidos con una pequeña traba, con lo cual despejaba la totalidad de su carita la cual quedaba solamente ornamentada con unos bellos y locos mechones que le aportaban una sensualidad extra a su persona, su padre sabía que la chica esto lo hacía solamente en las oportunidades en que ella deseaba aparentar más edad, principalmente en las escasas ocasiones en que ella le había pedido permiso para ir a alguna fiesta con sus amigas.

–Son recién las 9 de la mañana, -le dijo finalmente, –y el centro aun debe estar cerrado, creo que veré televisión por un rato y luego me iré…, -el experimentado progenitor casi adivinaba que su hija estaba aun más nerviosa que días anteriores, aunque ella intentaba ocultarlo él se daba cuento de ello, por algo era su padre.

–No olvides de dejar todo apagado y bien cerrado, hoy atenderemos todo el día en la carnicería así que saldré algo tarde del trabajo, -le dijo Gina a su progenitor en los momentos que ya terminaba de arreglarse antes de salir de su casa.

–No te preocupes hija, yo cerraré la puerta y la reja, además de verificar que no quede ninguna luz encendida… Que buscas tanto?, -el viejito veía como su hija revisaba el pequeño perchero que había detrás de la puerta, luego buscaba en su bolso y en los cajones.

–No sé donde deje mis llaves… estaba segura que las tenía en el bolso… tu me las has visto?, -le preguntó la apurada nena mientras volvió a desocupar su pequeña cartera en la mesa para buscar las dichosas llaves.

–Hija… en que andas pensando?, si las tienes en tu mano!, -don Rodolfo la miraba extrañado.

–Ahhh…! que bruta…, -musitó la jovencita como regañándose a ella misma.

Sin títuloFinalmente Gina salió de su casa vestida terriblemente antojadiza y juvenil como ella estaba acostumbrada a hacerlo. Llevaba puesta una minifalda blanca no tan corta, pero sus piernas eran tan potentes y llamativas que era imposible no echar andar la imaginación con solo mirárselas, vestía también un ajustado top de color fucsia con tirantes en los hombros que hacían resaltar sus pechos bien paraditos y notoriamente duros. Su cutis lo llevaba maquillado como todas las nenas de su edad lo hacen, solamente lo suficiente como resaltar las partes más encantadoras de su fisonomía. En sus perfumados oídos llevaba un pequeño par de aros de argolla y bañados en oro, estos se los había regalado su padre cuando su nena había hecho la primera comunión, y finalmente en sus pequeños piececitos iban calzadas unas delicadas sandalias de mediano taco que mostraban la perfecta forma tanto de sus empeines como de sus finos deditos de los pies.

Don Rodolfo al verla salir tan apurada y nerviosa, en forma pensativa se dio a ordenar unas cuantas cosas al momento en que ya se vio solo en casa, su nena desde hacía ya casi una semana que se estaba comportando en una forma extraña, pero pensó que al fin y al cabo esto se debía a su trabajo, ella que debería estar ya casi en más de la mitad de la preparatoria tenía que trabajar para poder ayudarlo a él, así que ya sin querer sentirse más mal de lo que ya se estaba decidió ponerse a ver televisión por un rato antes de irse.

Una vez acomodado en el sillón se dio a buscar algo entretenido en los canales, hasta que dejó puesto un interesante documental sobre la segunda guerra mundial y sin darse cuenta se la pasó casi toda la mañana ensimismado en las estrategias, combates y atrocidades entre alemanes y aliados.

–¡¡Válgame Dios…!! ¡¡Si ya es casi medio día!!, -se dijo cuando al fin pudo ver la hora, por lo que apagando el aparato de televisión tomó su chaqueta, echó las llaves de la casa a su bolso y salió con la sola intención de irse al centro antes de tomar el bus interprovincial.

Don Rodolfo estaba sentado en el paradero que se encontraba en la esquina de la calle en que él vivía. Llevaba unos 20 minutos por lo menos esperando el taxi colectivo que lo llevaría al centro cuando de pronto vio que por la vereda de al frente y por la esquina contraria de donde estaba sentado venía de vuelta a casa su hija, estuvo a punto de hacerle señas, pero en el momento en que se percató de que ella venía acompañada de sus dos amigos, don Ángel y don Carlos, y que ambos traían en sus manos dos bolsas que según el observaba debían venir botellas en su interior, algo le indicó que lo mejor que podía hacer era observarlos, eso era bastante extraño, –¿Que andaba haciendo su hija con sus dos amigos (de él) a esas horas del día?, si ellos deberían estar atendiendo la carnicería.

Y más extrañado aun quedó cuando vio que los tres se detenían al frente de su propia casa y que su curvilínea hija tan bonita y arregladita como la había visto salir esa misma mañana con su minifalda blanca ahora en forma visiblemente apurada sacaba las llaves de su bolso para luego de abrir la reja del ante jardín y lo mismo con la puerta principal seguidamente hacer pasar hacia al interior de la casa a sus dos amigos (de don Rodolfo) que a la misma vez eran los jefes de ella, la chica rápidamente había cerrado la puerta cuando ya estuvo adentro.

–Don Rodolfo…! porque su hija vino a la casa a estas horas…!?, -el jubilado recién se percataba que a su espaldas y a la salida de un negocio de verduras estaban paradas dos viejas conocidas que en forma atenta también habían observado a Gina entrar a su vivienda con don Ángel y don Carlos, la que le consultaba era doña Beba, la vieja mas habladora y hocicona de toda la cuadra, esta usaba tubos en su cabeza igual que doña Florinda, pero era algo más gorda y más vieja.

–Ehhh… ni idea… a almorzar supongo… esta es hora de almuerzo no?, -el padre de Gina notaba las malas intenciones en las palabras de su vecina.

–Y siempre viene tu hija a almorzar con esos dos hombres…!?, -consultó ahora la otra ama de casa que era doña Carlota, una tremenda vieja de 50 años tan gorda como un elefante y de tetas descomunales que era la encargada oficial de todas las mañanas barrer las dos veredas de la calle tomando nota mental de todo lo que ocurría en ella y en sus alrededores.

–E… Ellos son mis amigos… trabajan juntos, eso ustedes lo saben… Gina es la cajera de la carnicería…, -el padre les respondía en forma consternada ya que sabía lo chismosas que eran esas dos señoras.

–Ahhh claro, ahora entendemos, -continuo diciendo la señora Beba, –O sea que la nena ahora que trabaja y que no está su madre para corregirla trae a sus dos jefes para la casa cuando tú no estás en casa, no es así…!?

–Ehhh… claro que Nooo…!, yo solo iba por un mandado, ellos… ellos me están esperando…, -mentía don Rodolfo intentando hacer parecer la situación no tan comprometedora como se veía, o como la querían hacer ver el par de viejas feas, además que por muy extraño que pareciera todo, el confiaba plenamente en la conducta de su hija.

–Pues no se nota Rodolfo, tú te vez tan sorprendido como nosotras, ¡por Dios…!, deberías estar más pendiente de lo que anda haciendo tu hija por ahí, si Carmen que en paz descanse estuviese viva no perm…

–¿¡Carmen!?, pfffff…!! Yo siempre lo he dicho…!! ¡¡“de tal palo, tal astilla…”!!, -volvió a replicar malvadamente la gorda apoteósica con sus manos cruzadas en sus mórbidas, descomunales y grotescas ubres que solo causaban susto y aversión a quien se las mirara y las imaginara colgando al aire libre.

–No sé a qué se refieren ustedes con sus palabras, pero no es lo que están pensando, -volvía a decirles el dolido padre, –Mi hija sabe que yo puedo llegar en cualquier momento a la casa… por lo que jamás haría algo indebido, además que ellos son mis amigos, nunca le faltarían el respeto a mi Gina, es mas… yo ya voy para la casa que como les dije antes… ellos me están esperando.

El jubilado caminó nerviosamente desde el paradero hasta su humilde pero bien conservada y limpia vivienda, en el momento en que abrió la reja que antecedía al jardín de reojo miró hacia la esquina en donde estuvo esperando el colectivo, desde su nueva ubicación en la entrada de su casa pudo ver que las dos viejas habladoras aun se mantenían observándolo desde la esquina mientras cuchicheaban entre ellas.

Una vez ya estando en su patio y dando gracias a Dios que toda la extensión de la reja incluyendo la de la entrada estaban forradas con un gran latón negro.

Con mucho cuidado se acercó al muro de su modesta morada, y sin saber el porqué en forma silenciosa se arrimó de espaldas a los ásperos ladrillos que lo separaban de lo que estaba ocurriendo al interior de su domicilio, las viejas extrañamente le habían sembrado una duda en su mente.

…………………………………………………………………………….

(Una semana antes en los momentos que la carnicería estaba en su hora pick)

–Póngale 1 kilo de guatitas, uno de osobuco, 3 patas de chancho y 2 de bistec…!!!, -le bufaba don Ángel a la chica desde atrás de los cristales del aparador.

El que gritaba el pedido era uno de los jefes de Gina, don Ángel, y el que lo acompañaba en la máquina para cortar huesos era su hermano, Don Carlos, el otro jefe de la chica. Don Ángel era un tremendo hombre de 63 años, casado, de una estatura cercana al 1’95, o quizás mas, de gruesos brazos corpulentos y tan ancho de espaldas como su tremenda panza caballuna, en su cabeza se notaban unas buenas entradas en su desmadejado pelo canoso, su cara era rojiza debido a que todas las noches antes de acostarse se mandaba el solo una jarra entera de vino tinto, y esto mas se notaba en su ancha nariz que se veía una tonalidad mas roja que la de su rostro, la típica de los hombres que ya están casi alcohólicos.

–Y sígale con 4 kilos de huesos carnudos, ½ de carne molida, 2 de prietas y 1 de costillar, para la señora Peta…!!!, -el que le gritaba ahora era don Carlos que estaba ubicado en la sierra eléctrica cortando huesos en forma desaforada, este ultimo tenía 59 años de edad, y era tan corpulento y obeso como su hermano, algo mas moreno y de cejas plomizas al igual que su escaso pelo que le iba quedando en su redonda cabeza, siendo un par de centímetros más bajo que su hermano. Ambos habían sido campeones distritales en la carga y descarga de vacunos recién faenados desde los camiones a los ganchos de refrigeración o viceversa en las fiestas que se llevaban a cabo en el matadero municipal.

Los dos viejos estaban vestidos con trajes supuestamente blancos, pero que debido a su negocio estos estaban todos ensangrentados y algo mugrientos, al igual que las peludas manos de ambos.

–Otro pedido…!!, anótese con 2 kilos de asado, 2 de pollo… y… y… tres de…

–¡Yaaa…! ¡¡Ya… más lento…!! Que aun me tengo que pagar de los dos pedidos anteriores!!, -le exclamaba Gina a sus jefes quien ese día vestía un floreado vestido blanco con pequeñas figuras primaverales. La nena intentaba marcar sin equivocarse en la máquina registradora, junto con recibir el dinero y dar los cambios de vuelto, sentada como estaba en la caja sus piernas se veían tan bellas como relucientes y exquisitas.

Así era la rutina diaria que vivía la jovencita en el día a día de su trabajo. Por las mañanas era don Ángel quien apenas subía las cortinas del negocio, la gente comenzaba a llegar en forma intermitente, mientras su hermano se encargaba de realizar los cortes de carne y llenar los mostradores con esta, por lo que las ventas diarias eran realmente buenas, pero ellos siempre se encargaban de llorar a viva voz de lo mal que les iba, diciéndole a Gina que ella era muy lenta en la caja, y que por su culpa los clientes se aburrían y se iban.

La chica por su parte le ponía todo el empeño del mundo, ella era muy hábil con sus manos para ingresar todos los pedidos sin equivocarse, y esto quedaba claro en la cuadratura que hacía al final de la jornada, aun así el par de usureros inventaban errores en los talonarios para hacerle creer que existían dineros faltantes, las cuales se las descontaban de su sueldo en forma sagrada.

–Ponle más talento chiquilla, que si no los clientes se nos van para el supermercado o para la otra carnicería que está más abajo, ya se nos han ido muchos, y eso es por tu culpa Ehhh…, -le había dicho don Carlos por esos días en los momentos antes de ella retirarse a su casa.

–Pero don Carlos, lo hago lo más rápido que puedo…, -le contestó la joven mientras elasticaba un fajo de billetes producto de las ganancias diarias.

–Pues lo haces mal, de nada nos sirve que seas rápida si te pasas equivocando, así terminarás por llevarnos a la quiebra,

–Pero… pero…

–Nada de peros niña… deberás dejar mas de lado tu celular y aplicarte solo en tu trabajo, mira qué sino terminaremos por botarte… nosotros necesitamos una cajera experimentada, no una principiante como tú, llevas un año trabajando para nosotros y aun no aprendes nada…

–Yo… yo… no ocupo mi celu cuando estoy en la caja, pero no se preocupe don Carlos… le juro que ya no me equivocare mas…. –y era verdad, la chiquilla era consciente de la responsabilidad que tenía al trabajar con dinero en efectivo y lo primero que hacía en las mañanas antes de tomar su puesto de trabajo era de poner su teléfono en silencio.

–Pues entonces demuéstralo chamaca, nosotros no nos equivocamos en tu remuneración, te la pagamos en forma puntual y nunca se nos ha olvidado hacerlo, sin mencionar los adelantos que nos pides seguidamente.

–Lo sé… y les estoy muy agradecida…

–Por lo mismo te digo que deberás ponerle más empeño mira que si no…, mi hermano ya ha pensado en buscarte una reemplazante, -le mentía el maquiavélico viejo intentando preocupar a la joven, cosa que logró al instante.

–Queeee…!? No…!, don Carlos, por favor dígale a don Ángel que ya no me equivocare mas… yo… yo necesito este trabajo, mi papá está enfermo y con lo que gana no nos alcanza para…

–Ese no es nuestro problema, -le cortó don Carlos mientras se limpiaba sus ensangrentadas manos con un mugriento y ensangrentado estropajo, para luego continuar, –Por muy amigo que seamos nosotros con tu papá… este es un negocio, y aquí todos debemos esforzarnos para que la cosa funcione, y el que no lo hace lamentablemente se tiene que ir, así que ya lo sabes.

Ese fue el día en que don Rodolfo notó extraña a su hija mientras cenaban.

Fue el jueves de esa misma semana en que la jovencita una vez que llegó a su trabajo, en forma preocupada se encontró que en la puerta chica que estaba ubicada al medio de las cortinas de latas del negocio había un grupo de 5 mujeres hablando con don Ángel quien ese día no andaba vestido de carnicero, sino que con unos gastados pantalones negros de vestir y una camisa blanca de mangas cortas, los botones de esta amenazaban con salir expulsados a la velocidad de la luz debido a la tremenda panza de caballo percherón que este se gastaba, las mujeres todas traían en sus manos una carpeta con documentación y se reían mientras hablaban con el que seguramente era el jefe de aquel negocio de carnes.

–Pásale… pásale… chamaca ve a tomar tu puesto…, -le dijo don Ángel una vez que Gina estuvo junto a la puerta de servicio, la nena notaba que su otro jefe no quería que ella escuchara lo que él hablaba con las mujeres.

–Que… que… está pasando aquí…?, -le preguntó la nena a don Carlos una vez que ya estuvo al interior del negocio.

–Te lo dije mija, aquí el que no funciona se va… esas mujeres son las postulantes para tu puesto, lo lamento pero solo trabajas hasta mañana… tu sueldo quedará en forma de pago por todos los errores que has cometido y por los adelantos extras que nos has solicitado.

A Gina en forma automática se le llenaron sus verdosos ojitos con lágrimas al recibir aquella nefasta noticia y por el impacto causado con solo pensar que al siguiente día debería decirle a su padre que la habían despedido, que ese fin de mes no podrían ir al supermercado como ya estaban acostumbrados a hacerlo en los días que a ella le pagaban, don Carlos se lo había dicho tan fríamente que ella no tenía las palabras necesarias para rebatir la decisión que el con su hermano ya habían tomado, por lo que en forma desganada caminó hasta la esquina en que estaba el cubículo mitad de vidrio y mitad madera que en su parte superior decía “Caja” con letras rojas.

Don Carlos con su corazón latiéndole a mil veía como la mocosa le regalaba un sensual meneo de caderas y trasero al andar embutida en unos ajustados jeans que daban la impresión de estar a punto de reventarse por cada movimiento que hacía al ir avanzando hacia su lugar de trabajo, junto con tener las insanas intenciones de ir a tomarla por detrás de su cuerpo y desde las tetas para agasajársela para él solo, en esos precisos momentos le rogaba a Dios que el siniestro plan puesto en marcha con su hermano surtiera los efectos esperados, ambos vejetes sabían por los labios de su padre en su última reunión de dominó que la chica estaría sola por todo el fin de semana en su casa.

A mitad de aquella misma mañana Gina ya más calmada vio como don Ángel entrevistó en la bodega a las 5 mujeres y como las fue despachando una por una.

Luego a las horas más tarde, con don Ángel ya vestido otra vez de carnicero, escuchaba también como en voz alta este último le hablaba a su hermano diciéndole lo muy hábiles que eran las postulantes que se habían presentado ese día, y de la gran experiencia que tenían sobre todo en supermercados, seguro que con la nueva cajera seleccionada por fin les podría empezar a ir mejor en el negocio, se decían entre palmadas en la espalda y miradas de reojo hacia donde estaba la cabizbaja jovencita, obviamente los viejos a propósito se encargaban de que ella escuchara todo lo que ellos decían.

Aquel día Gina decidió no ir a almorzar a su casa, estuvo toda la mañana pensando en el asunto, ella si o si debía hablar con sus dos jefes para que no la echaran de la chamba, se comprometería a ponerle más empeño y ganas en sus labores con tal de que no la cambiaran y de poder recibir su sueldo como todo los fines de mes.

–Lo siento jovencita, pero ya lo hemos decidido… -Le hablaba don Ángel a la vez que se devoraba un sanguchito de pernil con mayonesa sentado en la mesita al interior de la bodega, –Tu reemplazo empieza a trabajar este mismo lunes con nosotros, así que mañana una vez que cerremos, tú agarras todas tus cosas y te nos vas…

–Pero yo he intentado hacerlo bien…, no sé porque me equivoco si saco las cuentas dos veces y hasta tres en algunas ocasiones antes de dar el cambio…, -ahora la joven miraba a don Carlos, como si tal vez él pudiera de alguna forma hacer cambiar de opinión a su hermano.

–Como te dijimos antes… ya está decidido, mañana te vas…, -fueron las frías palabras de don Carlos quien confirmaba lo dicho por su familiar.

–Y como le haré para pagar el crédito que me prestó una vecina, aun no llevo ni la cuarta parte pagada…!!! Cuando les pregunté… Us… Ustedes me dijeron que lo consiguiera nada más…!!

–Ahora no es nuestro problema chiquilla…, ya puedes retirarte a tu hora de almuerzo, le volvía a decir don Ángel.

–Por favor se los pido… no me despidan, a parte de ese crédito las medicinas de mi papá son muy caras, si Usted mismo las compró la última vez que las necesitaba cuando se le acabaron…, -insistía la joven a don Ángel casi al borde del llanto.

–Que me importa… deberás buscarte otro trabajo y ya…!, -el viejo Ángel se mostraba implacable en los momentos en que ya terminaba de devorarse su merienda.

–Señores si quieren me arrodillo ante ustedes… pero por favor no me echen…, -la chica junto con decirles lo último desesperadamente se puso de rodillas y los miraba a ambos con cara suplicante, sus dos manitas las tenía puestas igual de cómo si estuviese rezando.

Don Carlos rápidamente quedó mirando a su hermano, como diciéndole que ese era el momento justo como para dar el segundo paso de su plan, por lo que al instante lo puso en acción.

–Oye Ángel… y si quizás le dijéramos eso que te dije la otra vez… si ellaaa… mmm… no se… si accediera tal vez podríamos…, -el viejo se daba vueltas en sus dichos solo para captar la atención de la chica. Por otro lado su hermano también estaba presto para colaborar y ver si la nena se confundía.

–No creo que quiera hacerlo…, -le dijo rápidamente don Ángel a don Carlos tal como lo habían acordado, la estrategia era causarle curiosidad con la idea que tal vez existía una solución para su desesperada situación laboral.

–Pero preguntémosle… si no perdemos nada…!, -insistía don Carlos, ya con un extraño brillo en sus ojos, a ambos ya se les estaba comenzando a parar debido al inmenso morbo que les causaba el estar intentando confundir a la dulce chiquilla. Al menos ya lograban captar su atención:

–Que… que… es eso que ustedes quieren que yo h… ha… haga…!, -les consultó la jovencita aun puesta de rodillas ante ellos.

–Nada… no le hagas caso a mi hermano y olvídalo, solo son cosas de viejos…, -el viejo Ángel le contestaba con cara de mal humorado, pero al estar sentado ya se masajeaba la verga por debajo de la mesa, creía notar cierto interés por parte de Gina en dejarse embaucar.

–Va… vamos… díganme… tal vez yo pueda hacerlo… existe alguna solución?

–De verdad estarías dispuesta a hacer lo que te pidamos con tal de conservar tu trabajo…?, -Ahora era el mismo viejo Ángel quien estaba por correrse de lo tan caliente que se sentía, nunca imaginó que llegarían tan lejos con la salida ocurrencia de su hermano.

–Tal vez… si…, es que aun no me lo dicen…, -Gina ya estaba puesta de pie nuevamente, algo en su mente le indicaba que debía tener cuidado con las solicitudes que sus aun jefes llegaran a proponerle, ya que por muy candorosa que fuera la chica no era ninguna tonta y algo sabía de los intereses masculinos que pueden existir en un hombre hacia una mujer, además que en muchas ocasiones les veía la cara de degenerados que ambos hermanos ponían cuando atendían a alguna damita de buen ver en la carnicería.

–Tal vez!?, esa es tu respuesta…!?, entonces no…!, no te lo diremos, porque sencillamente no lo aceptarías, ya te dije, son solo cosas de viejos, fantasías de hombres casados…, -le contestaba el mayor de los hermanos con sus cejas como de enojado y visiblemente sudoroso, –Así que lo mejor que puedes hacer mañana es terminar tu ultimo día como cajera y dedicarte a tus propios asuntos.

–Fantasías de hombres casados? A… a que se refiere…!?, -la chica ya estaba con los pelos de punta, aquella frase le sonaba realmente perversa, lo que en un principio solamente fue un fugaz y lejano pensamiento ya con esto se le acercaba mas, y ya más o menos entendía a lo que querían llegar los dos viejos.

–No te asustes Ginita…, ven siéntate en esta silla, -don Carlos notando que la nena se comenzaba a poner a la defensiva, intentó hacerla sentir más en confianza, ofreciéndole el asiento, para luego continuar con la acalorada propuesta, –Si no es nada malo lo que queremos pedirte, mira si tu aceptaras a hacerlo, tu sueldo estaría intacto mañana mismo y en tus bolsillos, ni siquiera te descontaríamos las diferencias de dinero… te parece justo nuestro acuerdo?

–No me descontarían…?, o sea, me pagarían el sueldo completo…!?, -le consultaba la jovencita ahora sentada y poniéndole más atención a lo que le ofrecían que a lo que ella debería hacer.

–Claro que si… si tu nos haces ese favor que te pedimos, hasta de pronto podríamos subirte un poquito la puntería en tus honorarios… que te parece?, -don Carlos se la estaba jugando, cada vez creía notar ver a Gina más interesada en el trato que estaban a punto de proponerle.

–Ya no le sigas, es inútil, ella no aceptará a hacerlo…, -don Ángel se imaginaba que él hacía el papel del policía malo, y don Carlos era el bueno.

–Tú no te metas, al menos deja que se la piense…,-le contestó su hermano en el acto, este último ya creía saber que la joven terminaría aceptando.

–Pero que quieren que yo haga…?, -les volvía a preguntar Gina preparándose sicológicamente para lo que ya estaba casi segura que le iban a pedir, obviamente ella solo preguntaba con una lejana esperanza de estar equivocada, y que la propuesta tal vez sería de cualquier otra índole.

–Mira, nosotros aquí con mi hermano, somos hombres casados, y nuestras esposas ya no nos llaman la atención… es por eso que queríamos proponerte un pequeño jueguito, si lo aceptas podrás seguir trabajando con nosotros, sin descuentos en tus honorarios… y si lo haces bien hasta te aumentaríamos el sueldo, que dices?

–Y de que juego se trata…?, -pero las vagas esperanzas de la chica cada vez se derrumbaban mas y mas.

–De que por lo menos una vez a la semana simules ser nuestra mujer…!!!, -termino diciéndole desfachatadamente don Ángel a su joven trabajadora.

–Q… que… que… c… co… saaaaa…?, -la cara de Gina en el acto fue de escándalo total.

–Ps… ya lo escuchaste pendeja, simplemente es eso… queremos que por lo menos una vez a la semana nos prestes la concha… vamos que dices? Nos dejaras aceitarte la pepa?, seguro que a ti también te encantará…, -ahora era don Ángel quien en forma desfachatada y ordinaria le decía sin tapujos lo que realmente deseaban ellos de ella.

Por unos momentos un extraño silencio reino en la carnicería que a esas horas se encontraba con las cortinas abajo. Los dos viejos sudaban de calentura al tener a la chamaca en tan lujuriosa conversación, ella por su parte solo se los quedó mirando en forma alternada a cada uno de ellos, don Ángel le acababa de decir literalmente lo que ellos deseaban de hacerle,

–N… no… no creo p… po poder h… ha… hacerlo… yo… yo no p… pue… dooo… no p…pue… doooo…, -les dijo Gina una y otra vez ahora mirando hacia el suelo y completamente sonrojada al verse a ella misma manteniendo semejante conversación con dos hombres mayores y que para rematarla eran amigos de su padre, si ella los conoció desde que era solo una niña.

Tras otro breve silencio, era el vozarrón de don Ángel quien nuevamente lo rompía:

–Te lo dije estúpido… esta zorrilla quiere que le den todo gratis, que sacas con intentar perdonarle todas sus equivocaciones si ella no quiere darnos nada a cambio…!?

–Esss… Ess es que don A… Annn Ángel… yo… no puedooo… yo no sé h…ha… ha… cerrr e… e… sooooo…, -el vivaz vejete en el acto analizó las palabras de la chica, ella estaba diciéndoles que no podía hacerlo porque simplemente no sabía cómo, y si supiera?, tal vez ahí si lo haría?, se preguntaba.

–Si que lo sabes hacer estúpida, – atacó al instante el perverso viejo tras su breve análisis, –si mírate nada mas, con esos pantaloncitos tan apretaditos que te embutes para que el culo se te vea más grande de lo que ya lo tienes, porque crees que haces eso?, vamos… dime?, -ante el silencio de la joven era el mismo viejo quien se daba a contestar sus preguntas, –Lo haces solo para que uno te lo mire, o sea, porque andas sedienta de vergaaa… si hasta en la cara se ve lo puta que debes ser a la hora de sacarte la ropa y meterte en una cama, o acaso crees que no nos hemos dado cuenta de cómo también te franeleas con el pendejo ese que a veces te viene a dejar…!? La sonrojada chica levantó su carita en el acto en forma de sorpresa, en las oportunidades en que la había venido a dejar Reynaldo su novio, nunca imaginó que alguno de sus dos jefes pusiera atención en ello, y menos don Ángel.

–El… el… es mi novio… se llama Reynaldo, y apenas nos damos un beso de despedida…!, -intentaba defenderse la ofendida criatura ante tan viles acusaciones.

–Pues harto maricon que te salió ese tal Reynaldo ya que tú misma estás diciéndonos que ese pendejo aun no ha sido capaz de rellenarte la almeja tanto como tú quieres que alguien lo haga…, -la jovencita en el acto abrió y tapó su boquita en forma escandalizada, nadie nunca en la vida se había dirigido a ella con tanta ordinariez, por su parte el salido viejo continuaba con su atrevido bombardeo de insultos y vulgaridades, –Viendo que por lo general te gusta andar parando vergas por la calle con esas faldas cortitas que comúnmente también te pones con la sola intención de mostrarle el culo a todo el mundo, y toda pintarrajeada como una verdadera puta en busca de que alguien se la culie en cualquier callejón de mala muerte…

Ahora la chica estaba con su carita desfigurada de angustia ante semejante vendaval de mentiras e insultos hacia su persona y actuar, por lo que don Carlos vio oportuno intentar serenarla, antes de que la chiquilla saliera corriendo de su carnicería y todo se les fuera a la verga.

–Tranquila… tranquilita, y no te nos asustes, solo escúchame… hagamos una cosa, mejor vete para tu casa y piénsalo, si decides no querer seguir trabajando para nosotros estás en tu derecho de hacerlo, pero si realmente necesitas este trabajo y el dinero que te ofrecemos solo debes presentarte a trabajar mañana, claro que con ello es de que aceptas nuestras pequeñas condiciones, jijiji, -le decía y reía nerviosamente don Carlos, el seguía apelando a la diplomacia, ya que su hermano con su actitud lo único que estaba logrando era espantar cada vez más a la joven.

La nena de pronto se les quedó pensativa, ella ya entendía tan claro como el agua la deshonesta y asquerosa proposición que le estaban haciendo el par de carniceros, obviamente si quería conservar su puesto de trabajo en la carnicería ella debía acostarse y tener relaciones sexuales con ellos, –¿valdría la pena tan grande sacrificio de su parte por solo un trabajo de cajera en una carnicería de mala muerte?, -obviamente que no, se respondía en el acto, pero luego recordaba el crédito que le habían prestado para comprarse ropa, los medicamentos de su padre, las cuenta de la casa, la comida y el pan nuestro de cada día, y obviamente hasta le estaban ofreciendo un aumento de sueldo si ella accedía a acostarse con ambos una vez por semana. Hasta que su mente le indicó cual era su real respuesta para ese par de degenerados:

–De… De verdad don Carlos que no puedo hacer eso… yo… yo… nunca lo haría… además que…, -la jovencita se quedó mirando al suelo mordiéndose el labio inferior, le daba mucha vergüenza estar en aquella situación con sus dos jefes.

–Además QUE…?! pendeja…!!!, –Vamos… termina la frase que ibas a decir…!, -bufó el mastodonte peludo de don Ángel quien se calentaba hasta la locura con solo estar asustando y hablándole guarramente a la curvilínea chamaca.

–Yooo… yo soy v… vir… gennn… por eso no puedoooo… como no lo entienden… no puedo… no puedooo…, -les volvía decir ahora con sus dos manitas puesta en la cara, Gina aun creía que los viejos se iban a compadecer de ella dejándola trabajar sin tener que darles algo a cambio.

–Mmmm… entiendoooo…!, -don Carlos aun no perdía la esperanza de que su joven y atractiva trabajadora cambiara de opinión, –Pero y que tal si solo jugaras a atendernos como si fueras nuestra esposa…!?, -le propuso nuevamente a la chica a la misma vez que en forma maliciosa le cerraba un ojo a su hermano, aprovechando que ella al estar totalmente compungida estaba con sus manitas tapando su cara y sus ojos.

–Cómo?. No entiendooo?, -le contestó nuevamente, ahora mirándolo y pensando en esta otra nueva y extraña proposición.

–Mira… aun existe la posibilidad que mantengamos nuestros ofrecimientos si accedieras a solamente vestirte bien buenota como comúnmente lo haces, ponerte unos trapitos que te compraremos, servirnos trago, unos cuantos besuqueos y corridas de mano, no sé… cosas así… todo esto una vez por semana y ya… así todo continuaría de la misma forma que hasta hoy, claro que con las nuevas mejoras que te ofrecemos, y nosotros estaríamos bien atendidos…, jijiji, que dices…?

Gina tras pensársela por unos breves segundos inocentemente entendió que esta otra nueva oferta no era tan comprometedora como la anterior.

–P… Pero… pero no me harían lo o… otrooo…?, -obviamente la joven les preguntaba a su forma de que acaso ellos con esta otra nueva propuesta se comprometían a no meterle sus vergas.

–A muy pesar nuestro, Nooo…!, no te lo haríamos… que dices?, -claro que el viejo Carlos solo lo decía de la boca para afuera, ya que con su hermano ya habían presupuestado esta reacción por parte de la chica, ellos solo esperaban un mínimo de aceptación por parte de ella para que cuando ya estén de una forma más intima simplemente violársela.

La jovencita de verdad que ya se la estaba pensando, esta nueva propuesta por parte de sus jefes ya no era tan aberrante como lo anterior, solo serían unos besos y unos cuantos toqueteos una vez por semana y ella podría seguir trabajando, y recibiendo su sueldo, sumándole que hasta le estaban ofreciendo un aumento si es que aceptaba, aun así su conciencia le gritaba a los 4 vientos que eso no lo hacía una chica de principios y bien educada como lo era ella, que si aceptaba esto algo en su persona la marcaría negativamente para siempre, sin embargo ante aquellos sensatos pensamientos desde sus exquisitos labios carmesí salió una frase que quizás decía todo lo contrario:

–M… me… me lo jurannn…?, -les consultó mientras los miraba, su carita tenía la expresión de un profundo pesar, ya que mas que estar preguntando ella estaba aceptando la enajenante propuesta, y así también lo entendió el par de vejetes.

–Claro que lo juramos princesita…, solo un par de besuqueos, manoseos varios y estaremos conformes, Jejeje… -aportó ahora don Ángel quien estaba al borde de un derrame neuro-cerebral, para luego continuar, –pero con una condición eso si…, -la cara del vejete estaba desfigurada por una severa ansiedad de calentura desenfrenada…

–C… Cual…!?, -preguntó la nena desde donde estaba ubicada al frente de ambos,

–El lugar para jugar por primera vez será en tu propia casa, y esto será mañana mismo en la tarde…, luego veremos cómo le haremos para nuestros futuros jueguitos…

–Mañana…!? P… pe… pero porque en mi casa?, -la chica otra vez dudaba ante esta nueva condición.

–Porque nosotros somos casados, y no podemos andar por ahí mostrándonos acaramelados con una chamaca tan buena como lo estás tú mi reina, te imaginas las mentiras que podría decirle la gente que nos viera a nuestras esposas!?, y aquí en la carnicería no tenemos las comodidades necesarias para pasarlo bien, además que sabemos que Rodolfo mañana no estará en tu casa, y que ya no llegará hasta el domingo,

–No… no lo sé… debo pensarloooo… mi papá no me deja llevar a nadie a la casa, ni siquiera mi novio me puede ir a dejar hasta la puerta cuando salimos.

–Pues tienes de aquí a mañana para pensarla…, -don Ángel otra vez se mostraba cabreado, la pendeja esa ya le estaba dando muchas vueltas al asunto, por lo que prosiguió: –Escucha niña, si tu palabra final es no, simplemente mañana no vengas… pero si decides mantener tu puesto de trabajo con las nuevas regalías que te ofrecemos, mañana sin falta te deberás presentar a trabajar en forma normal y bien arregladita como tú ya sabes hacerlo… así abriríamos solamente por la mañana y luego nos iríamos a tu casa a pasarlo bien… ya lo sabes, ahora es tu decisión… por hoy solo lárgate, te damos la tarde libre.

La chica limpiándose las lágrimas de sus ojitos dio media vuelta y pasó a buscar sus efectos personales a la “Caja”, su mente era un caos total al no estar segura de que determinación tomar finalmente, fue en el momento en que ya se retiraba que don Carlos le habló nuevamente:

–Espera…

La jovencita al girar su cuerpo vio el corpulento hombre estirar hacia ella el blanco sobre que contenía su sueldo del mes.

–Toma chiquilla… esto es en señal de que nosotros en parte si nos interesa tu situación… recuerda que si aceptas venir mañana trabajaremos solamente en la mañana, al medio día cerramos y nos vamos para tu casa, y tranquila solo serán besos y cosas superficiales, además que nadie lo sabrá, a nosotros también nos interesa mantenerlo en secreto, así que guárdalo es tuyo…, -le dijo a la misma vez que le tomaba la blanca manita a la nena casi obligándola a recibir el sobre con dinero. –Ahora solo vete chamaca… y te esperamos mañana, yo se que vendrás.

Finalmente la chica a sabiendas que ese dinero realmente lo necesitaba caminó en dirección a su casa, esa sería la noche más larga de su vida, debía tomar una decisión. Al siguiente día y en los momentos en que dejaba parte de aquel dinero marcado en la mesa para que su padre lo ocupara antes de irse a visitar a su hermana daba el real significado de cual había sido su decisión final.

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(Día viernes, en el momento en que el padre de la joven Gina recién hizo ingreso al ante jardín de su vivienda a sabiendas que su hija estaba al interior de la casa con dos viejos amigos de él)

Don Rodolfo se había acercado a la vivienda arrimándose contra uno de sus muros. Intentando no hacer ruidos rodeó su humilde casa hasta llegar a una de sus ventanas, sabía que por ahí existían fisuras que le permitirían comprobar en que andaba su hija con sus amigos (de él).

Una extraña nerviosidad lo invadía al querer saber que era lo que en realidad estaba sucediendo en su mismo hogar, aunque a veces en su mente se decía que él no tenía que porque estar haciendo eso, con toda seguridad Gina y los dos carniceros habían venido a buscar algo, quizás efectivamente su hija los había invitado a almorzar sanamente tal como él les dijo al par de viejas habladoras que lo increparon en el paradero de colectivos, pero a su vez también temía que la cosa no fuera tan así y que algo aun mas macabro de lo que su mente ya le dictaba podría estar sucediendo.

Desde su estratégica ubicación contra el muro y a un lado de la ventana estuvo por un par de minutos agachado y esperando que su hija saliera de la casa acompañada de los dos hombres, sin embargo eso no sucedió, por ahora no se atrevió a mirar por las grietas que existían en el carcomido concreto y el marco de la ventana, solo se mantuvo esperando, hasta que a sus oídos llegaban las primeras palabras de los que estaban al otro lado del muro, incluyendo a su hija.

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(Al interior de la vivienda en el momento en que Gina ya estuvo al interior de la casa acompañada de don Ángel y don Carlos)

La casa en que vivía Gina y su padre, don Rodolfo, no era muy grande. Era una más entre las muchas que habían en aquella humilde urbanización obrera ubicada en la periferia capitalina. Era solamente la salita en que estaban ubicados ellos, un comedor, la cocina, el baño, y dos dormitorios de los cuales solamente el de la chica contaba con una puerta, en la recamara del padre de Gina figuraba solamente una cortina en su entrada. No obstante a su modestia la casita era agradable a la vista de quien la viera, en su antejardín existían muchas flores todas plantadas por la chica y su progenitor en alegres jornadas en que se habían dedicado a ello.

El sector en que vivían y al ser una calle principal parecía todo muy tranquilo, aunque en las noches podía ocurrir cualquier cosa. Pero en los momentos en que nuestra protagonista se encontraba al interior de su casa con los dos carniceros y a pesar de ser ya más del medio día no se veía un gran movimiento de gente, solo lo normal, algunas viejas comprando en el almacén de la esquina, personas en los paraderos y grupillos de colegiales que caminaban por las veredas ya que a esas horas entraban o salían de la jornada de la tarde.

Sin embargo al interior de la casa que estaba al medio de la calle en cuestión una extraña situación se sucedía, la joven Gina acababa de cerrar la puerta por dentro y se encontraba extremadamente nerviosa acompañada de dos viejos calientes sin saber que estos no tendrían miramientos con ella al momento en que se les subiera la temperatura.

Los dos vejetes habían tomado ubicación en el sofá, mientras ella tímidamente se ubicó en una de las sillas, tenía ambas manitas cruzadas y apoyadas sobre las piernas, no dejaba de frotárselas levemente en forma temblorosa para secarse el sudor, la chica estaba muy alterada al estar en tal situación al interior de su casa.

–Bueno, ¿nos sirves algo para beber nenota?. –Era don Ángel quien se encargaba de romper el hielo. El viejo vestía con la misma ropa en que había entrevistado a las postulantes el día anterior, y al momento en que le hablaba a la chica se notaba su agitada respiración, claramente estaba con una ansiedad tremenda. Su hermano, en igual estado, era quien ahora le daba más instrucciones:

–En las bolsas que trajimos hay cigarros y cervezas, por ahora qué tal si nos pasas unas chelitas primor, antes de que comencemos a jugar contigo, jijiji

-Sí, claro que si… –respondió Gina con voz temblorosa. La chica tiritaba de un extraño miedo que poco a poco la había ido envolviendo, ahora pensaba que tal vez no había sido muy buena idea meter en su casa a sus dos jefes, por muy amigos que fueran ellos de su padre, pensaba. Hasta que como pudo se puso de pie y se acercó a la mesa en donde habían quedado las bolsas que traían los viejos, de una de ellas sacó dos botellas de cerveza para pasárselas una a cada uno. Los viejos se la recibieron con agrado y desde el sillón la miraban de pies a cabeza mientras ya comenzaban a beber, obviamente ya se la estaban devorando.

Desde su ubicación desde afuera de la casa don Rodolfo después de esperar unos instantes cambió de posición y estando en un alterado estado psíquico emocional puso uno de sus ojos en una de las grietas de la ventana, fijándose que efectivamente ahí estaba su hija acompañada por dos hombres que el muy bien conocía. El atribulado padre aun no entendía muy bien lo que pasaba, pero prefirió seguir escondido para ver cómo seguía la cosa. Fue ahí cuando escuchó la extraña conversación:

–Mira chicuela…, -escuchó don Rodolfo que decía don Ángel, –Espero que ahorita que estamos en tu casa y solitos no te nos vayas echar para atrás, has sido tú quien ha cometido bastantes errores en dar los cambios en la carnicería, errores que nosotros estamos dispuestos a pasar por alto, incluso ya habíamos tomado una determinación, la que tu muy bien ya sabes…, aun así hemos preferido darte otra oportunidad, claro que con ciertas condiciones, jejejeje…, condiciones que tu solita aceptaste…

–Tampoco es nada tan grave, -le cooperó ahora Don Carlos a su hermano, –Solo te queremos ver algo ligera de ropas y que hagas todo lo que te pidamos…

–Yo… Yo no me echaré para atrás…, -dijo Gina con un hilillo de voz, la chica estaba de pie ante ellos. Don Rodolfo desde el hoyo de la pared veía a su nena cabizbaja, y como él la conocía notaba la inseguridad en lo que estaba diciendo, el hombre se daba cuenta que lo que estaba haciendo su hija no era algo de su agrado, pero los viejos seguían presionándola.

–Pues entonces ya sabes lo que tienes que hacer pendeja, esta mañana ya te lo explicamos y tú te mostraste de acuerdo… -le vociferó don Ángel, que por lo general era el más prepotente de los dos. –Ve a tu habitación píntate de nuevo y ponte las cositas que te compramos.

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Don Rodolfo desde el otro lado del muro en forma escandalizada vio que Gina una vez que tomó otra de las bolsas que estaban sobre la mesa se fue de la salita hacia su habitación cerrando la puerta tras ella, y dejando a la espera a los dos carniceros.

El desesperado jubilado y padre de familia no se la podía creer, ya había caído en cuenta que sus dos amigos estaban chantajeando a su hija con no despedirla a cambio de algo por supuestos errores cometidos por ella, a eso se debía su alterado estado anímico en aquellos últimos días, reflexionaba, su corazón ya se aceleraba y su sub consciente ya le indicaba lo que podría darles su chamaca a ese par de aprovechadores a cambio de que no la despidieran, ya que escuchó claramente que ellos querían verla ligera de ropas y que hiciera unas cuantas cosas, -pero que cosas serían esas?, meditaba.

Don Rodolfo lentamente se dio vuelta hasta quedar sentado en el húmedo suelo de su patio, y ahora sí que su estado mental era un desastre, se sentía enfadado, tan defraudado y humillado por su insensata hija como por sus dos amigos, pero aun así no era capaz de levantase y entrar a su propia casa a poner las cosas en orden, y esto era por un solo motivo, y este era que desde que había entrado al ante jardín de su casa tras haber hablado con sus vecinas se vio asaltado por un extraño e inconsciente morbo que le impedía dejarse ver y poner fin a lo que se venía inminentemente, claro que ese morbo no era por desear a su hija ni mucho menos, inexplicablemente para él deseaba saber a ciencia cierta si las viejas habían tenido razón en sus salidas indirectas, ahora escudándose en que él esperaba ver a su hija echando dignamente a esos dos aprovechadores del interior de su hogar, decidió esperar a ver qué era lo que pasaba a continuación, su corazón latía aceleradamente.

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Gina tardó varios minutos en salir de su habitación, mientras los dos carniceros hablaban de sus cosas bebiendo y fumando, como si de verdad ellos estuvieran sentados en el mejor de los cabarets esperando ver un buen baile erótico. Fue por el sonido de la puerta que se abría en que los dos hombrones se quedaron boquiabiertos, al igual que don Rodolfo que al escuchar el ruido de la puerta otra vez ya estaba en su puesto de observación.

Cuando la adolescente volvió a paso lento a la salita los dos carniceros en forma inconsciente estiraron sus manos hacia ella moviendo sus dedos que las hacían de garras y muy parecido a como si ambos tuvieran tics nerviosos en ellos, como si de verdad ya quisieran abalanzarse sobre ella para hacerle entre ambos miles de cosas.

Los hermanos vieron el momento justo en que se abrió la puerta de la habitación de la chica, y la femenina imagen que observaron los dejó casi fulminados, ante ellos estaba la dulce jovencita descalza y haciendo gala del poderoso cuerpo que se gastaba. El negro portaligas con medias también negras y que a la chica le llegaban un poco más arriba de la mitad de sus muslos le hacían ver su figura más curvilínea y tremenda de lo que ya era, la veían tal cual como era ella, un verdadero prodigio de hembra joven, la ajustada y minúscula tanga le tapaban solamente lo mínimo al grado de que con solo verle esa erótica parte de su cuerpo tenía a los dos viejos balbuceando lujuriosidades incoherentes.

En el momento en que la candorosa nena que los embrujó ya estuvo a medio metro de donde estaban ellos sentados con su ligero atuendo de prostituta de las altas esferas, fue don Ángel a quien primero le salió el habla,

–Vaya…! vaya…!! vayaaa…!!!, -el vejete le hablaba como no creyendo lo que veía, –Si que te ves bien putita con esos trapitos que te compramos pendejaaa…!!!, te ves aun mas buena de cómo te vemos todos los días en la carnicería mamiiiii…!!!!, -le dijo con sus ojos bien abiertos y sin dejar de recorrerla.

Por su parte don Carlos solo gesticulaba con su bocota abriéndola y cerrándola, sus dos dientes principales superiores se mostraban amarillentos y bien separados uno del otro, al pobre no le salía ni el habla ya que hasta le faltaba el aire ante tan impactante y deleitosa visión que estaba plantada a solo medio metro de donde ellos estaban comiéndosela, sumándole que aquel pequeño triangulo de tela negra que se ubicaba a una cuarta y media más abajo de su ombliguito, esta apenas cubría lo justo para que a la nena imaginativamente no se le asomara el nacimiento de los primeros pelitos que ella debía poseer en la parte más intima de su persona, y esto era lo que tenía a los dos viejos casi babeando de calentura.

–Es… tas… estas… riquisimaaaa…!!!, -fue lo primero que le dijo a la nena el hermano de don Ángel una vez recuperado del primer impacto, sin dejar de devorársela una y otra vez, –T… ta… tal como lo dijo Ángel… pa… parecees una p… pu… puta de verdad…!!!

Los dos vejetes habían planeado toda la noche anterior lo que pretendían que ella les hiciera aquella tarde antes de violársela, le pedirían que les bailara con aquel enloquecedor atuendo, pensaban tomarle fotografías desnuda con ella acostada y puesta de costado sobre la mesa del comedor, después de cogérsela habían ideado darle de comer un tazón de cereal pero reemplazando la leche con sendas cantidades de su propio semen caliente y espeso para que ella con cuchara en mano lo revolviera con el cereal para luego servírselo, y así muchas aberraciones mas, pero el viejo Ángel quien ya no se aguantó más después de un año de calentura acumulada simplemente se levantó del sillón para sin darle aviso a nadie abalanzarse sobre su cuerpo y con sus dos manazas deshacerse del sujetador de la nena en un tiempo record de un segundo y medio exacto, a continuación de eso y en el acto la tomó desde su estrecha cintura con sus dos grandes manazas de carnicero para comenzar a comerle las tetas en forma desesperadamente hambrienta.

Para Gina todo eso que estaba viviendo era demencial, un rato antes y estando aun en la habitación solo se daba a pensar en su padre, sus hermanas, y en la memoria de su madre, no era justo para todos ellos lo que ella estaba haciendo, esto lo pensaba mientras miraba las negras medias que debía ponerse junto con los ligueros, esa ropa era de bailarinas eróticas meditaba tragando saliva, hasta que lentamente se dio a maquillarse suavemente tal cual como se lo habían pedido, y tras pensársela por varios minutos llena de dudas finalmente asumió que no le quedaba de otra, sino adiós trabajo, total serían solo un par de manoseos tal como ellos le habían dicho, por lo que procedió a quitarse su ropa para después ponerse lo que los dos viejos le compraron.

Luego de eso y ya estando en la salita fue que de un momento a otro se vio a ella misma atracada contra uno de los muros, sus sostenes ya no estaban y era don Ángel quien la sujetaba e inmovilizaba, este se daba a chuparle sus senos con una cara que llegaba a dar miedo, según ella veía en forma espantada.

–Slurppppssssss…! Slurpssss…! Slurpsss…!, -y otra vez Slurppppssssss…!, -se escuchaban los acuosos chupeteos en las tetas y en el silencio de aquella humilde casa, sumándose también los resoplidos animalescos por parte del caliente vejete en el momento justo en que tomaba aire para volver succionarle cualquiera de sus dos protuberancias de suave carne, incluyendo sus pezoncitos nunca antes lamidos por lengua alguna.

–Noooo… d… don… An…Angel… dejemeeee… e… estooo no e…raaa p… par… teeee del t… tra… tratoooo…!!!, -le reclamaba la alterada adolescente una vez que pudo reaccionar al ardiente asalto por parte de uno de sus jefes, temiendo además que al viejo se le ocurriera no cumplir con su palabra.

Simultáneamente al otro lado del muro de la sala y estando agachado don Rodolfo se preguntaba: -Pero qué tipo de trato es eseee…!!!???, -pensaba sin poder dejar de mirar la escena con su temblorosa mano puesta en la boca. Mientras tanto adentro de la casa la perversión recién comenzaba.

–No me interesaaaa…!!!!, -le gritó don Ángel a la chica en una oportunidad en que separó su babeante hocico de una de sus jóvenes chiches, –Te haremos esto y todo lo que se nos pueda ocurrir, jajajajaaa…!!!! Slurppppssssss…! Slurpssss…! Slurpsss…!, -volvía a la faena el vejete, seguidamente en leves intertantos continuaba corriendo la cortina de lo que realmente le harían, –De verdad eres tan pendeja que te creíste que solo te miraríamos…!? –Srpsssss…!!!

–Nooooo que diceeee…!? Ustedes lo juraronnnn…!!!, -les gritó Gina mirándolo con espanto al entender al instante que su jefe le estaba diciendo abiertamente que no solamente serían simples toqueteos, en tanto el viejo seguía confirmándoselo.

–Jajajajaaa…!!!, ni yo ni mi hermano vamos a la iglesia putillaaa, así que anda preparándonos la papaya, porque hoy te convertiremos en una verdadera mujer, jajajajaja…!!!!

–Noooo… don Ángel… ya pareee…!!!, don Carlos… p… por favor… dígale algooooo…!!!!, -la pobre nena estaba desesperada, ahora en forma infructuosa intentaba separar a ese tremendo viejo de su lozano y níveo cuerpo, sumado a que inútilmente buscaba protección en el hermano del animal que en esos momentos le lamía y succionaba sus pechos casi con devoción.

–Jejejeje… no te asustes princesita, pero es que lamentablemente mi hermano te dice toditita la verdad, simplemente te vamos a culear dulzura,

Gina veía como su otro jefe, don Carlos, mientras le contestaba semejante barbaridad se masajeaba la verga por sobre el pantalón no perdiéndose ningún detalle de cómo su propio hermano le magreaba y chupeteaba las tetas como un poseído.

–Noooo por favorrr…!!, se los pidoooo, no me lo hagannnn…!!! mi papá nunca me lo perdonaría…!!! Snifsssss…!!!, -comenzaba a llorar la aterrada adolescente al no tener dudas de lo que le harían sus dos jefes. Don Ángel quien la mantenía sujeta con sus dos brazos extendidos contra el muro solo se daba a succionar y lamer con sus dos ojos cerrados, ante las quejas de la chica.

–Tranquilita mija… únicamente será sexo, y Rodolfo tu papi no tiene por qué enterarse… Ayer nos dijiste que necesitabas tu sueldo, y que mejor forma de ganártelo con el sudor de tu frente…, -seguía confirmándole el menor de los hermanos.

–Yo diría que se lo va a ganar con el sudor y los jugos de su conchaaaa…!!!, jajaja…!!!, -Slurpssss…!!!, -el hermano mayor se había separado de una tetita solamente para opinar lo anterior, y luego volvió a la labor.

–Siiii…!!!, con el sudor de tu concha pendejaaa…!!!, jajajajaaaa…!!!! Y todo a espaldas de mi buen Rodolfo nuestro amigo, jajajajajaaa…!!!!

Don Rodolfo quien su estado en aquellos momentos era tan extraño como enloquecedor solo se daba a mantenerse agachado con la única finalidad de no ser visto por ninguno de sus dos amigos, su mirada a través de la grieta ya le daba cuenta que la hermosa hembra de cuerpo escultural que él había visto salir de una de las habitaciones de su casa vestida solamente en portaligas a la cual le estaban mamando las tetas era nada más y nada menos que su virginal y adolescente hija.

El alterado progenitor mientras veía la escandalosa escena en donde se estaba viendo envuelta su adorada chamaca solamente se daba a repasar en su mente una y otra vez la infame frase dicha por el viejo Carlos, uno de los que él tenía catalogado como uno de sus mejores amigos: –¡¡Simplemente te vamos a culear dulzura…!!, -le había dicho este a su hija, –¡¡Simplemente te vamos a culear…!!! –¡¡Simplemente te vamos a culear…!!!, y así sucesivamente.

El padre de la bella jovencita no podía explicarse todo aquello, pero estaba claro que si su hija había venido hasta la propia casa en donde ellos vivían (padre e hija) acompañada de los dos vejestorios que él tenía por amigos era para ella hacer algo con ellos. Es decir, Gina en un principio tuvo que haber estado de acuerdo con ellos, meditaba, –P… pe… pero ellos eran sus amigos, lo conocían a él desde que eran jóvenes, y a la nena la conocían de toda la vida y desde que era sola una bebita. –¿Serían capaces sus amigotes de trabarse a su propia hija en su supuesta ausencia?.

A don Rodolfo en su interior algo le incitaba a ponerse de pie e ingresar a la vivienda para poner fin a todo aquello que estaba a minutos de ocurrir, pero otra razón aun más poderosa le indicaba que se aguantara y que mirara lo que acaeciera, y esta misma razón estaba posesionada al interior del bulto de su entrepierna, como en años que no lo sentía su verga estaba bien parada y pulsante, sintiendo como esta derramaba líquidos desde su punta humedeciéndole el pantalón, la sensación que le producía lo anterior sumándose con el perverso morbo que lo envolvía era tan rico, que el contrito progenitor prefirió quedarse agazapado tras el muro como si nada. Él quien estaba tan lleno de sentimientos filiales y contradictorios que se mezclaban con las vilezas que se habían ido apoderando de su mente ya quería ver como sus dos amigos carniceros se lo hacían a su hija, por lo que intentando no hacer ruido continuó con su mirada puesta en la grieta del muro, mientras que con una de sus manos comenzaba a apretarse su endurecido pene, primero suavemente, pero esto iría en aumento a medida que se desarrollaban los acontecimientos dentro de su vivienda.

En tanto al interior de la casa una heroica lucha de cuerpos se libraba entre una virginal adolescente contra un asqueroso tiranosaurio rex, -era este quien otra vez le refregaba en su cara lo que le iban a hacer mientras la seguía manteniendo inmovilizada contra el muro luego de haberle soltado las tetas:

–Te vamos a coger toda pendeja…!!! Jajajajaaaa…!!! Te vamos a culear hasta hartarnosss…!!!!, por fin mi hermano y yo nos vamos a tirar a nuestra suculenta cajera, jajajaaa…!!!!, -el vejete mientras le decía todo esto ahora se daba a olerle su cuello y sus aromáticos cabellos.

Gina ya a sabiendas que los viejos cumplirían con sus palabras inevitablemente se largó a llorar desconsolada y audiblemente arrepintiéndose de haber creído en sus promesas, sentía tanto pavor en aquellos momentos que no se acordaba ni siquiera de rezar, cosa que hacía cada vez que se veía en problemas o necesitaba algo, por otro lado don Carlos animaba a su hermano a que consumara lo más rápido posible sus acaloradas y viles intenciones:

–Te lo dije Ángel… te dije que esta pinche putilla algún día nos iba a abrir esas tremendas piernotas que mirábamos desde detrás del mostrador de la carnicería, así que viólala rápido que a mí también me urge meterle la verga en la concha, jajajajaaaa…!!!

Con estas fatídicas palabras la jovencita lloraba con más amargura y miedo que antes, cosa que a los dos carniceros parecía no importarles, sus vergas ya a medio parar estaban enormes, y lo estarían aún más en los deliciosos momentos en que ya estuvieran adentro de aquel suculento y juvenil cuerpo de aquella linda chica.

Don Ángel al verla casi desnuda y llorando en la antesala de su desvirgamiento ya no se aguanto más y simplemente la tomó de un brazo para comenzar a llevársela casi arrastrando a una de las habitaciones, necesitaba urgentemente una cama.

–Nooooo…!!! don Angel…!!!, sniffssss…!!! que haceee…!!!??? sniffssss…!!! usted me lo prometió…!!!, lo prometioooo…!!!!

–Cállate zorraaaa…!!!! ya es hora que me des de probar de tu panocha, ha sido un año en que te has encargado de calentarnos sin convidarnos nada así que ahora tomaremos lo que nos pertenece, además que somos tus jefes por lo tanto debes obedecer, jajajajaaaaa…!!!

–Noooo…! No…!, yo no lo haré…!! Snifsss…!!, despídanme si así lo quieren pero no me lo hagannn…!!!, Sniffssss…!!! despidanmeee…!!! Despidanmeee…!!! Snifsssss…!!!!, -imploraba la adolescente mientras era arrastrada en dirección a la cama.

–Jajajajaaaa…!!!, muy tarde lindura, nos diste tu palabra y solo hace un rato nos dijiste que no te echarías para atrás así que camina perraaaa…!!!!, -el viejo Ángel de fuertes jaloneos la hacía avanzar.

–Para donde te la llevas we…?, -consultaba don Carlos desde el sillón mitad entretenido y mitad curioso a la misma vez que bebía cerveza.

–Ps…! me la pienso coger en la misma cama de su papá, jajajajaaaa…!!!

El padre de la chica con solo escuchar eso último rápidamente salió de su posición. Ante la enajenante situación que se estaba viviendo al interior de su vivienda cualquiera de nosotros creería que el viejo se dirigiría a la puerta de la casa para ingresar a ella y salvar a su hija, pero el lujurioso y nervioso progenitor hizo todo lo contrario, a gatas bordeó la casa hasta llegar por fuera de la ventana de su habitación, sabía que ahí también existían grietas que le permitirían ver lo que sucedería.

Ya estando en la misma entrada de la habitación del padre de Gina, don Ángel le devoraba a la jovencita sus sollozos con ardientes y desesperados besos en la boca con los cuales le robaba el aliento, mientras sus peludas manazas la recorrían entera, para luego de eso con fuerzas arrojarla sobre la cama a la misma vez que le iba notificando:

–Ahora si pendejaaaa…!! ahorita grita y llora todo lo que quieras…!!!

–Noooo don Ángel que haceeeee…!? Dejemeeee…!!!!, -le gritaba la jovencita desde la cama, aunque cada vez estaba más espantada la nena se veía muy rica tendida en el lecho donde dormía su padre, con su albo cuerpo perfecto y con las porta ligas parecía una joven debutante de película porno.

El viejo junto con lo ultimo simplemente se había dado a rodear la cama mirándola en forma sexualmente hambrienta, y don Carlos quien ya estaba al interior de la habitación hacía lo mismo.

–Te ves realmente exquisita con esos portaligas que yo mismito escogí y te compré, Jejeje, pareces una verdadera puta barata.

La jovencita solo se daba a llorar y a gemir en forma desconsolada por todos los insultos que le proferían, con sus ojitos verde-claritos rebosantes de lagrimas ahora veía a sus dos jefes de la carnicería sobarse sus bultos a un lado de la cama en donde ella estaba esperando a ser violada, mientras que las palabrotas por parte de don Ángel continuaban, este a medida que le hablaba se iba echando sobre la cama para al mismo tiempo comenzar a manosearla:

–Jajajaja… ese lloriqueo de putinga arrepentida no te va a servir de nada cosita rica, desde que llegaste a trabajar a nuestra carnicería con tus modositos vestidos algo cortos, o con esos pantaloncitos apretadísimos que te embutes para enseñarnos el culo, le dije a mi hermano que la hijita de nuestro queridísimo amigo Rodolfo iba a tener que ser nuestra algún día, ya que la cara de putilla que escondes detrás de esa de niña buena no te la quitan ni a palos, y mira tú que hemos tenido buena suerte, esperamos tanto tiempo por una oportunidad como esta y aquí te tenemos a un paso de cogerte con tal de mantenerte en la chamba, jajajjaaaa…!!!

Gina lloraba aun mas con lo que le decían, aun tenía unas vagas ilusiones de que algo o alguien llegara a salvarla, al mismo tiempo que con sus débiles manitas luchaba intentando hacer que el vejete no la tocara, cosa que no surtió efecto ya que el carnicero una vez que estuvo recostado en el lecho a un lado de ella rápidamente la sometió y ya la estaba besando asquerosamente en la boca, o literalmente se la estaba comiendo, mientras que su hermano sentado en una silla que el mismo había traído desde el comedor se daba a disfrutar de la desquiciante función.

Mientras el vil carnicero se daba a devorársela oralmente con verdadera desesperación este también le chupeteaba y le lamía el cuello y su cara, estrujándole sus tetas con rudeza, en tanto la chica ingenuamente y en forma desesperada les continuaba rogando que no le hicieran nada, ella ni se imaginaba que con las palabras usadas en sus ruegos lo único que hacía era calentarlos aun mas:

–P… Por f… fa… favor no me lo h… ha… hagannn… s… soy… soy v… vir… virgen…!!! soy virgennnn…!!!

Con solo escuchar aquellos ruegos los ojos de los viejos ya brillaban de lujuriosa excitación, ambos suponían que la chica estaba con su kilometraje en cero, pero al viejo Ángel al estar escuchando semejante poesía a un lado de sus peludas orejas fue y le dijo:

–Como me calientas con lo que nos cuentas mami, y si, te ves bastante apretadita, si hasta en tus pasos se nota lo cerrada que estas cuando caminas… a todas luces uno se da cuenta que te debe costar trabajo abrirte de patas…, jejejeeee…

Gina otra vez lloraba desconsoladamente ya que su jefe tras terminar su tanda de vulgaridades otra vez se lanzó a chuparle las tetas con desesperación y violencia, sus rosados pezoncitos sin ella quererlo ni notarlo aun en forma gradual comenzaban a endurecerse.

–Nooooo ya bastaaaa don Angellll…!!! ya no chupeeee…!!! yo no sé de estoooo…!!! dejemeeeee…!!!!

Pero los gritos de la bella adolescente mas prendían al par de degenerados, sobre todo a don Ángel que se estaba dando el festín de su vida…

–Solo aguanta y acéptalo pendeja… desde hoy día en adelante te haremos de todo, y tú te dejaras porque esto te encantará una vez que pruebes nuestras viejas vergas casadas… si ya hasta mandamos a comprar un catre que instalaremos en la bodega de la carnicería, así te culearemos todos los días o cuando sencillamente nos venga en ganaaaa…!! jajajajaaaa…!!!!

Gina con terror desde su posición en la cama vio como don Carlos ya tenía su verga al aire y se masturbaba mirándola a ella, esta era la primera vez que la chica veía un pene real de un hombre en vivo y en directo, y más espantada aun quedó cuando el mismo viejo Ángel ya hincado a un lado de ella procedía a sacar una enorme masa de carne peneana de entre medio de su pantalón, la jovencita en estado casi de shock caía en cuenta que ambos viejos la tenían bien parada, y ahora al estar tan llenos de lujuria y perversión era don Ángel el primero en enseñársela abiertamente:

–Así que nunca has visto una de estas…!? –Pues mírala bien pendejita rica… es toda tuya, desde orita pasa a ser tu nueva mamila de lechita caliente, beberás de su contenido a diario, jajajjaaaa…!!!

Gina ya estaba agotada, desde su ubicación solo se dedicó a mirarle la verga a don Ángel en forma atónita y con su cuerpo temblando de miedo, aquel instrumento que le enseñaban era enorme, nunca imaginó que un pene masculino fuera tan feo y grande, era muy grueso y largo, de un color café oscuro y lleno de pelos negros desde la mitad del tronco de este hasta su base en donde colgaban dos grandes testículos que parecían nueces gigantes.

Una vez que don Ángel con orgullo le enseñó su verga a su joven víctima, con total propiedad se la restregó por todo su rostro, la chica solo gemía en forma desfalleciente a la vez que movía su carita intentando esquivarlo, esto duró por lo menos dos largos minutos, luego de eso con una de sus manazas le agarró una teta para también frotarla contra esta, la suavidad que sintió en el despejado glande cuando lo hizo fue tan intensa que por poco casi se corre, la chica nuevamente estaba llorando al sentirse tan sucia y violada al estar ahora el vejete abiertamente masturbándose con sus dos virginales senos.

Don Ángel después que se dio por satisfecho inmediatamente se dispuso a terminar de desnudarla, la jovencita solo lloraba y a veces suplicaba, pero estas de nada le sirvieron, el carnicero incluso después de desproveerla de sus pequeños calzoncitos ya le estaba quitando también las medias del porta ligas, fue ahí cuando ella supo que estaba solo a minutos de que le ocurriera de todo, el viejo le estaba mirando su vagina con cara de desquiciado a la misma vez que se iba ubicando al medio de sus piernas:

–Que rica panocha es la que tienes putitaaaa…!!! tus pelitos castaños y casi claritos te forman un pequeño triangulito muy ricoooo… tal cual como a mí me gustannnnn…!!!, -junto con esto el viejo le asestó una serie de fuertes vergazos en la virgen vagina de la nena para luego de eso simplemente alargar su mano hasta sus claros cabellos, empuñarlos, y con violencia atraerla y ponerla forzosamente en 4 patas con su asustada carita a escasos centímetros de su grotesco aparato carnal, la chica en forma asustada veía como unos delgados hilillos de liquido trasparente muy parecido a la clara del huevo caían de la punta de esa cosa, fue ahí cuando supo que era lo que le tocaba hacer en aquella extraña posición en que la tenían:

–Bien pendeja… lo primero que harás para comenzar este juego será comerte mi herramienta, o sea, me vas a chupar la verga hasta que te tragues todo el liquido que salga de su interior cuando me este corriendo, está claro putita…!?

El viejo sin esperar respuesta por parte de la chica se afianzó su cabeza pasando una mano por la barbilla y con la otra puesta por detrás de su cabeza y simplemente de un solo empujón se la atravesó por sus labios hasta un poco más de la mitad de su gruesa longitud.

En el momento en que Gina la sintió entrar hasta su misma garganta fue víctima de unas fuertes arcadas, sus mejillas se hincharon, al igual que sus ojos que se abrieron como platos, y ríos de saliva y bilis se filtraron por entre sus labios y las rugosidades de la verga incrustada en ellos, en eso don Ángel comenzó a culearle la cabeza sin importarle el padecimiento de la chica,

–Eso… eso… eso… putita… así es… chupalaaa…!!!

El viejo carnicero le hablaba a la chica como si de verdad ella se la estuviese chupando por propia voluntad, esto no era así, él la estaba violando, pero seguía con sus ardorosas arengas:

–Vamos putingaaaa…!!! Ahora saca tu lengüita lo que más puedas, -le decía sin dejar de masturbarse el mismo con la cabeza de la jovencita.

Por otro lado, o más bien dicho desde el patio y por el hoyito de la pared el padre de la chica estaba al borde del ataque cardiaco, con su mano puesta en la verga y masajeándosela apretadamente veía como una hembra hecha y derecha se mantenía desnuda y puesta en la cama en 4 patas con sus muslos separados uno del otro, apoyándose con sus dos palmas en la cama aguantando una bestial cogida por la boca, pero su excitación se volvía cada vez mas deliciosa al tener en cuenta que a la mujer que con toda seguridad se la iban a salir violando era su propia hija.

En tanto adentro de la habitación el ardiente carnicero ya se la metía toda, la chica literalmente se estaba atorando con casi 25 centímetros de verga salada.

Gina casi no respiraba, solo se deba a retorcer su cuerpo en desesperados y arrítmicos movimientos en busca de un poco de aire, pero don Ángel no le daba tregua, al contrario de ayudarla estiró su manaza y le mandó tres fuertes palmadas en las nalgas para ver si con eso dejaba de moverse y morderle la verga.

–Plaffffffffff…!!! Plaffffffffff…!!!! Plaffffffffff…!!!!!, -retumbaron y sonaron las carnes de la chica una tras otra tras el abusivo tratamiento del carnicero, este mismo continuo metiéndole y sacándole su verga de la boca por un buen rato.

–Eso putaaa…! eso essss…!! así… así…!! Así es como se mama la vergaaa…!! Ahhhhh…!!! Ohhhhhh…!!!! Mmmmm…!!!!, -le bufaba el despreciable hombre a la jovencita mirándola con cara de degenerado a la misma vez que le seguía moviendo la cabeza de atrás y para adelante en forma acelerada.

El bello rostro de Gina en esos momentos era un desastre, de sus ojos caían copiosos ríos de lagrimas a raíz de la asfixia a la cual la sometían, sumándole que por su naricita le salían continuamente gruesos cordones de saliva mezclada con líquidos pre eyaculatorios, estos escurrían por las laterales de su carita y luego colgaban por su barbilla moviéndose al mismo ritmo en que el viejo le movía la cabeza.

Fueron varios minutos en que a la ultrajada adolescente en forma forzada la tuvieron chupando verga, el vejete en un principio había pensado en eyacular al interior de su boca para que se lo tragara, pero con solo ver lo buena que estaba al tenerla completamente encuerada y puesta en 4 decidió finalmente que ahora deseaba correrse dentro de ella:

–Muy bien zorra… ya seguirás aprendiendo a como mamar una verga, ahora voy a comprobar yo mismo si es cierto que tu concha está intacta como tanto nos dijiste, jejejeje… Si eso es así este mismo lunes te daré un bono en efectivo para que te lo gastes en lo que tú quieras, jejejeeee…!

Gina en forma automática cayó en pánico, el viejo ese le estaba diciendo abiertamente que le iba a introducir su tremendo aparato al interior de su cuerpo para robarle su virginidad a cambio de unos cuantos pesos, a la jovencita aun le colgaban vistosas cantidades de líquidos pre seminales desde sus labios y narices y en esas condiciones rápidamente gateo por la cama para ubicarse acurrucada en el respaldo de esta en señal de auto protección, mientras miraba aterrada como aquel mastodonte se comenzaba a sacar la ropa, para luego también observar como el hermano de este se mantenía en la silla masturbándose y mirándola con una extraña sonrisa en su rostro, la chica desconocía que aquella misma mañana en el momento en que los viejos la vieron llegar a la carnicería habían sido ellos quienes decidían cual de los dos iba a ser el dueño de su virginidad, esto lo habían hecho con una moneda apostando al cara o sello, y fue don Ángel el feliz ganador, el mismo que ahorita se estaba empelotando para con su verga romper el sello de garantía que la chica poseía al interior de su estrecha e intima hendidura.

Los dos viejos estaban mirándola con la calentura saliéndole hasta por los poros, sus ojos ya estaban inyectados en sangre, sabían que la chica estaba aterrada por lo que ahora iba a suceder y si como ambos estuviesen programados, comenzaron a decirle ellos mismos lo que le iba a pasar, claro que con groserías de grueso calibre:

–Tranquila dulzura… ya verás lo mucho que te va a gustar la verga después de que la pruebes… jejejeje…, -don Ángel tras decirle esto ya terminaba por sacarse los calzoncillos para quedarse completamente desnudo, una vez que lo estuvo tomó a Gina de las dos piernas y la arrastró hacia el centro de la cama para el acomodarse al medio de sus muslos.

La jovencita en el acto comenzó a lanzar patadas y a hacer movimientos de huida, sin embargo en el acto se sintió inmovilizada, era don Carlos quien rápidamente se había lanzado por el lado de la cama en donde estaban las almohadas, claramente era para prestarle cooperación a su hermano.

–Noooo…! que hace don Carlos…!! Suélteme…!! sueltemeeee…!!!!, -la jovencita ahora intentaba mover sus brazos, pero ya casi no tenía fuerzas, solo veía el enfermo rostro sonriente de don Carlos quien estaba detrás de su cuerpo inmovilizándola para que don Ángel pudiera hacer lo suyo, ahora era este mismo (don Carlos) quien le hablaba:

–Quédate quieta pendeja que ahora te vamos a convertir en una verdadera puta y aparte de quitarte lo mojigata… también serás nuestro receptáculo de semen, jajajjaaaa…!!!

La desnuda chica solo hacía fuerzas con todas sus extremidades con tal de liberarse pero era imposible, en tanto los viejos seguían diciéndole en forma ordinaria lo que le iba a ocurrir.

–Así es pendeja… Te acostumbrarás tanto a nuestras vergas que después que las pruebes nos andarás suplicando para que te culiemos a cualquier hora del día…, -el viejo Ángel mientras le hablaba le abría una y otra vez sus muslos ya que la chica en cuanto podía intentaba cerrarlos. –Vas a prestarnos todos tus agujeros, sobre todo el del culo una vez que te lo rompamos…

Ahora era el hermano menor quien le hablaba:

–Ya te lo dijimos… solo serás nuestra cosa para culear, jajajajaaaa…!!!!, -don Carlos había pasado los brazos de la chica por detrás de su cabeza para luego aprisionarlos con sus dos rodillas, y tras decirle lo ultimo con sus dos manazas la tomo de la cara obligándola a que abrirá su dulce boquita y una vez que lo logró inclinó su cuerpo para seguidamente escupir tres veces dentro de su boca. La nena desde su posición estando tendida de espaldas con repulsión recibió los tres escupitajos del vejete para en el acto y en forma más espantada aun ver que ahora era don Ángel quien estando casi encima de ella le mandaba otros tres sendos escupos tan copiosos y asquerosos como los tres primeros.

La fuerzas de Gina ya eran nulas, sus muslos estaban sin energías, abiertos y temblorosos, por lo que simplemente se dejó hacer por los dos carniceros, ya que después de haber sido obligada por don Carlos a tragarse los escupos cerrando y tapándole la boca con sus dos manos, este mismo se lanzo a ensalivarle y succionarle las tetas aprovechando la posición en que estaba, mientras que don Ángel se ocupaba desde su ombligo para abajo.

Fueron varios minutos que la jovencita estuvo aguantado el doble magreo a su cuerpo, mientras uno le besaba y mamaba sus pechos aplastándole sus brazos el otro con su gran manaza le masajeaba su vagina, claro que solo superficialmente y sin llegar a abrírsela con sus dedos, el viejo Ángel estaba guardando esa tarea para realizarla con su gruesa herramienta que ya en esos mismos momentos la tenía temiblemente bien parada.

Por primera vez en el transcurso de aquella tarde algo extraño sucedía en la joven sensualidad de la chica, tal vez se debió al intenso masajeo en su intima hendidura, o a las dolorosas succiones en sus tetas, la cosa fue que de un momento a otro Gina comenzó a mojarse, su vagina y su cuerpo en parte ya respondían al acalorado tratamiento por parte de los carniceros, junto con ello su verdosa mirada estaba puesta fijamente en la tremenda y descomunal erección del viejo que la masturbaba, la jovencita se la miraba sin parpadear ni quitar la mirada de ella, con esto su inocencia poco a poco se iba diluyendo, fue como si con la sola visión de esa terrible masculinidad que se envaraba cerca de su vagina hubiese hecho un click en alguna parte de su sistema nervioso haciendo que su cuerpo comenzara gradualmente a acalorarse.

Apenas don Ángel cayó en cuenta de lo que estaba sucediendo en el cuerpo de la chica rápidamente se dio a celebrarlo con su hermano:

–Jajajajaaaa…!!! Mira nada más…!!! Parece que nuestra perra ya está caliente, jajajajaaaa…!!!

Don Carlos separándose de las tetas de Gina miraba como su hermano le enseñaba sus dedos mojados con los caldos de la chica, para él eso tenía un solo significado y este era que la jovencita ya debía tener deseos de verga, para luego mirarla a ella y decirle:

–Ves putita ricaaaa…!? nosotros sabíamos que igual terminarías por calentarte… si ya estas toda mojada, jejejeje…

Gina tras escuchar lo que le decían aquellos dos enfermos mentales rápidamente volvió a la realidad y retiró su mirada de la parada verga de don Ángel diciéndose para sí misma que ella no estaba excitada, y que al contrario de ello únicamente se sentía asqueada, y tan dolida como asustada, no queriendo reconocer que su cuerpo estaba comenzando a sentir lo contrario y que este al parecer había respondido a la masturbación del carnicero en jefe.

Don Ángel se dio cuenta de la mirada de la chica a su verga, como también se percató de cómo la adolescente ahora retiraba su mirada como dándoles a entender que ella sentía lo contrario a lo que ellos decían por lo que se dio a otra vez bombardearla de groserías, ahora aprontándose a probarle la zorra, él quería degustar el verdadero sabor de la chica, para después de una vez por todas convertirla en su mujer:

–Bien… bien zorrita… se ve que te gusta lo que te hacemos, Jejeje, así que no te preocupes porque te haremos esto y mucho más, si hasta nos rogaras por mas verga, por mas carne salada, te meteremos el chorizo hasta que te desmayes, jajajjaaaa…!!!!, -junto con decirle lo ultimo el ardiente carnicero empezó a comerle toda la vagina, saboreando y sorbiendo con sus gruesos labios los jugos vaginales que aun chorreaban de aquella virginal abertura de carne femenina.

–Nooo… no por favor ya no lo hagaaaa…!!!, -le rogaba Gina a su jefe, pero el viejo ya se la estaba devorando como desesperado, mientras el hermano de este se jalaba la verga en forma compulsiva sobre el rostro de la chica aun manteniéndola inmovilizada con sus piernas sobre su brazos y mirando cómo le comían la vagina.

Don Ángel lengüeteaba toda la intima entrada de la chica, luego se la probaba con los dos labios bien abiertos comiéndosela como solo un verdadero depredador lo podría hacer, extrayendo con estos todos los jugos que ella sin saber el porqué otra vez estaba dejando salir, este se los bebía tal cual como lo haría con los jugos de un durazno maduro.

Esto ya había sido mucho para la jovencita, aunque ella no lo deseaba su cuerpo ya respondía deleitosamente a tanta masturbación, o en otras palabras Gina verdaderamente ya estaba conociendo lo que realmente era el sentirse caliente, los abusos hacia su anatomía ya eran demasiados, el mayor de los hermanos a sabiendas del estado de la dulce chiquilla rápidamente subió su obesa humanidad por sobre el curvilíneo cuerpo de su joven víctima, la iba a poseer ya.

Gina de un momento a otro se vio a ella desnuda y de espaldas en la cama en donde dormía su papá, con don Ángel montado sobre su cuerpo y con don Carlos ahora echado hacia un lado pero manteniéndole sujetos sus bracitos para que ella no se defendiera,

–Ya está mi hermosa puta virgencilla… por fin ha llegado la hora de que te tragues mi verga por ese lindo coño apretado que me acabo de comer, jejejeje…, -Gina sabiéndose perdida y aun intentando contener los cálidos caldos que fluían de su vagina lloraba por todo lo que le estaba ocurriendo y por los sueños que le estaban arrebatando, don Ángel continuaba con sus palabrotas, –Ahora sí que si mi zorritaaa… mi cajera de tiempo completo, ha llegado el día y la hora en que te vas a convertir en mi hembra, Jejeje no es una maravilla?

Ante estas palabrotas la chica solo lloraba con su carita puesta hacia uno de sus desnudos y relucientes hombros sintiendo como la inmovilizaban de los brazos para que no se moviera y ya sintiendo también la cabeza del pene de don Ángel juntarse con la intima entrada hacia su persona, el vejete había puesto sus fornidos brazos justo al medio de sus muslos doblados obligándola a abrírselos por completo.

–Mmmmm… esto se va sentir como a Dioses mijita ricaaaa…, estas piernotas tan cerraditas como siempre las veía cuando estabas sentada en la caja ahora te las tengo totalmente abiertotas, y ellas me darán esa ofrenda que me tienes guardada al medio de ellas, será un regalo que me darás y que no olvidare jamás…, -le decía el muy miserable a la misma vez que con su mano agarraba su verga y se la paseaba por toda su apretada rayita inexplorada hasta ese día, junto que con hablarle besarle sus relucientes rodillas las cuales las tenía una a cada lado de su grotesca humanidad. –Te la voy a meter putita, te la voy a embutir entera, te voy a taladrar toditita hasta que empieces a gozar y a pedir tu sola a que te den más verga, jajajaaa…!!!!, y luego de eso le daré el pase a mi hermano para que también te pruebe, jejejeeee…!!!

El viejo Ángel ya no aguantándose más cerró sus ojos y con fuerzas descomunales fue metiéndole su enorme verga sin contemplaciones.

Gina sintió la desgarradora abertura de su vagina con el grito más grande de toda su vida, al voluminoso miembro de don Angel que estaba tan duro como el acero no le había costado mucho trabajo hacer que las frágiles compuertas de la chica le cedieran el paso, claro que no por eso la chica no pudo de haber dejado de sentir dolor al estar siendo perforada por semejante herramienta masculina:

–Ahhhhhhhyyyyyyyyyyy…!!!! don Angellllllllllll…!!!! Ya no le sigaaaa…!!!! pareleeee…!!!!, Nooooooooo…!!!! No me entraaaaa…!!!! No me entraaaaaaaaaa…!!!! -le gritaba con su carita desfigurada de pavor al sentirse abierta por primera vez, al mismo tiempo que sacudía su cuerpo y sus piernas intentando que el viejo se le saliera de encima suyo, pero todo era inútil, eran casi 2 metros de una peluda y voluminosa masa de carne contra el 1.67 que medía la curvilínea chica, fácilmente del obeso cuerpo del carnicero podríamos sacar 4 Ginas juntas, incluso hasta era innecesario que don Carlos la estuviese sujetando de los brazos, ya que la nena jamás hubiera podido escapar de las garras de semejante animal.

–Ahhhhh… pu… ti… taaaaa…!!! que apretaditaaaa la tienessss…!!!, -le decía el iracundo vejete sin escuchar los ruegos del la nena, para después continuar diciéndole, –Mi verga está a punto de romperte el sello de garantía que tienes dentro de tu almeja lindura… y si te entrará… ya verás lo mucho que te va a gustar cuando ya la tengas adentrooooo…

La horrorizada adolecente ahora simplemente se largó a llorar por su desdicha, los viejos estaban cumpliendo con su palabra y simplemente se la estaban violando, pero al viejo Ángel poco le importaban los sentimientos de Gina, este antes de perforarla por completo bruscamente la tomó de su rostro obligándola a que lo mirara:

–Mírame zorraaaa…!!!, quiero que le veas a la cara a tu macho… al mismo que finalmente te va a convertir en su hembra justo en este momento…!!!

La aterrada chica quien se mantenía inmovilizada de brazos y con la manaza del viejo puesta en su barbilla y con los dedos enterrados en sus pómulos vio su rostro de viciosa satisfacción al momento en que este con mas fuerzas que antes y con mas concentración se la mandó a guardar hasta lo más recóndito de su persona, la joven fue testigo de cómo don Ángel había traspasado satisfactoriamente todas las femeninas barreras que la madre naturaleza había formado en aquella frágil parte de su cuerpo.

La adolescente tras mirarlo y al momento de sentir en carne propia la brutal abertura e irrupción hacia su persona en forma automática y por reacción natural enarcó su espalda todo lo que pudo, y junto con ello quedó con su fresca boquita abierta y con sus rojos labios moviéndolos en señal de angustioso grito ahogado, se acababa de tragar por la zorra los casi 25 centímetros de gruesa verga que le había embutido a la fuerza el carnicero, por el interior de sus muslos corrían sendos hilos de sangre virginal los cuales declaraban que la jovencita acababa de convertirse en mujer.

Hasta que luego de 5 segundos por lo menos en que el carnicero se la dejó enterrada sin moverse Gina mandó un gutural grito de dolor 5 veces más fuerte que el anterior:

–Ahhhhhhyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy…!!!!!!, -a la misma vez que con su boca completamente abierta tomaba bocanadas de aire en forma acelerada como si con eso fuese a dejar de sentir la dolorosa estocada en que la mantenían.

El viejo casi enloquecido al ya saber sido él quien acababa de abrir por vez primera a semejante chiquilla comenzó con un frenético mete y saca sin importarle el estado ni el dolor que sentía su víctima, mientras que la ajustada vagina de Gina luchaba por escupir de su interior a esa gruesa y resbalosa culebra que se había colado tan violentamente, pero eso era casi imposible, la verga estaba incrustada muy adentro de ella y cuando don Ángel se la sacaba lo hacía solo hasta la mitad de su longitud para luego volver a metérsela con más fuerzas que las veces anteriores, su idea era que a su joven empleada nunca jamás en la vida se le olvidara quien fue el hombre que se la había culeado por primera vez.

(Al otro lado del muro de la habitación)

Don Rodolfo, el padre de Gina desde el otro lado del muro y por una pequeña grieta lo había visto todo, vio como a su hija la habían extorsionado, de cómo la obligaron a vestirse tal como lo hacen las putas, luego fue testigo también de cómo la habían forzado a que le mamara la verga al más prepotente de los carniceros, este se había dado el lujo hasta de nalguearla, y ahora veía además que luego de haber entre ambos hombres mancillar las partes más intimas de su cuerpo junto con escupirla, ahora simplemente veía como se la estaban violando en su propia habitación.

El vacilante padre de familia quien se encontraba perversamente excitado recién asimilaba el espantoso infierno que debía estar viviendo su hija debido a sus gritos y como gemia de dolor cada vez que el viejo se dejaba caer sobre su cuerpo, pero a pesar de los muchos sentimientos que lo invadían y que otra vez le indicaban poner fin a todo aquello que estaba ocurriendo, hubo otra razón aun más poderosa que se lo impedían, el ya había visto como la violaban, pero al saber que había sido Gina quien voluntariamente los metió adentro de la casa, solo con esto ya quería saber si su hija en algún momento sería capaz de ponerse a culear por si sola con los dos hombres con los cuales estaba encerrada, don Rodolfo estaba perdido en una insana morbosidad, sencillamente otra vez no hizo nada a favor de su chamaca y prefirió seguir mirando y masturbándose a costillas del sufrimiento de su propia hija.

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Gina soportaba la brutal culeada con sus ojos fuertemente cerrados y se retorcía por cada dolorosa estocada que le mandaban en la zorra, su cuerpo estaba brillando por el esfuerzo del aguante, don Carlos ya le había liberado sus brazos y la nena con ellos extendidos hacia los lados solo empuñaba fuertemente la colcha de la cama.

–Mmmmmfssssss…!!! Mmmmmfssssss…!!! Mmmmmfssssss…!!!, -era todo lo se podía escuchar desde su boquita con sus blancos dientes apretados y sus labios carmesí moviendolos por cada mete y saca en que la sacudían. En los momentos en que abría sus ojitos solo podía ver y sentir como don Ángel le metía la verga con su cara desfigurada de satisfacción y desesperación al mismo tiempo por todo lo que debía estar disfrutando.

Por cada minuto que pasaba en la habitación se escuchaba claramente como la respiración del viejo se ponía cada vez más pesada, pero los jadeos y arremetidas continuaban, en eso don Carlos quien se la chaqueteaba impulsivamente parado a un lado de la cama comenzó a reclamar su parte de la torta:

–Ya Ángel dispárale luego tus mocos que yo también quiero rajarle el sapo…

La chica aunque escuchaba al hermano de quien la violaba no reparaba en ello, solo se daba a aguantar la cogida, su deplorable estado sicológico ya no daba para reclamos, y sabía que después de don Ángel le tocaría el turno a don Carlos.

–Vete a la mierda pinche Carlos…!!!, -don Ángel le contestaba a su hermano con todo su moreno rostro traspirado y sin dejar de aserruchar a la chica, –Esta perra es exquisita para culearlaaaa…!!! Si que es un verdadero manjarrrrrr…!!!!, ni te imaginas como me aprieta la verga con su ajustada panochaaaa…!!!!

–jejejeeee…!!! te creo, pero ya córrete de una vez por todas para que me la prestes…

–Naaaaaaaaaaa…!!!!, Rodolfo no llega hasta el domingo en la tarde… será mía hasta mañana sábado… luego la tendrás tu hasta el domingo…, le proponía el violador a su hermano.

–Pero habíamos quedado…

–Ya te dije… no te la pasaré hasta mañana… quizás más tarde la dejaré que te la chupe un rato…, pero no te la paso hasta mañana…!!!, -le cortó don Ángel a su hermano mientras no dejaba de meterle la verga a su víctima, la lujuria que sentía el carnicero mayor al estarse cogiendo a la atractiva chamaca hija de uno de sus amigos lo superaban, era como un perro montando a su perra y rugiéndole a otro de su raza para que este no se acercara a su perra (perdonen las repeticiones, pero es que sencillamente así había que decirlo), pero don Ángel no era tan mezquino después de todo, –Ya para mañana y cuando me aburra de cogérmela la mandaré a bañarse y te la podrás tirar todo lo que quieras y sin interrupciones…

–Jejejejejeee…!!! Eres un puto cabronnnn…!!! de acuerdo, pasas la noche con ella y luego me toca a mí, jejejeeeee…!!!!

Y así una vez que los carniceros cerraron este nuevo acuerdo don Ángel otra vez se dejó caer sobre Gina sin contemplaciones y comenzó a taladrarla rápidamente y con fuerzas descomunales, a la chica le dolía cada parte de su cuerpo y su conchita ya hasta se le había dormido de tanto dolor, el vejete de a ratos se detenía y secaba el sudor de su frente con su brazo, para luego otra vez comenzar a perforarla sin cesar.

Fueron más de 20 minutos en que en la habitación solo se oían los roncos resoplidos del macho tanto de placer como de energías que le ponía en la tarea, estos se mezclaban con los femeninos quejidos de dolor de la hembra asaltada, la cama crujía y su respaldo se azotaba rápidamente contra el muro el cual marcaba el acelerado ritmo de la tremenda culeada que se estaba llevando a cabo.

Esos fueron los largos minutos necesarios para que de un momento a otro la sensibilidad otra vez volviera a la vagina de la violada chica, pero esta vez no en forma dolorosa, aunque ensangrentada y todo, aquella frágil funda de carne ya estaba adaptada a las descomunales medidas vergales del aprovechador carnicero por lo cual esto mismo en forma caprichosa comenzó a otorgarle placer a la nena quien involuntariamente y sin saber el porqué se daba a intentar apretarle la verga al macho por cada vez que este se la dejaba ir hacia su interior, ni la chica supo cual fue el momento en que ya estaba gimiendo debido a esto, a la misma vez que tímidamente su cuerpo comenzó a buscar y seguir el mismo ritmo en que la penetraban para literalmente terminar culeando con el carnicero como solo una verdadera mujer lo hace.

Los dos vejetes repararon en el acto de la calentura que era presa la jovencita, por lo que en forma automática comenzaron a burlarse de ella en forma triunfante:

–Lo ves…!? lo ves pendejaaaa…!!?? te dijimos que iba a terminar por gustarte que te metan la verga…!!! Solo falta que en cualquier momento te pongas a rogarme como una perra para que no deje de metértela, jajajjaaaa…!!!!, -le grito don Ángel a un lado de su carita.

La chica ya casi no razonaba, como tampoco le daba importancia a los insultos de los viejos solamente se mantenía con sus ojos apretados y sus cejitas inclinadas hacia abajo como si realmente estuviese enojada, en aquellos momentos su único interés era hacia unas ricas sensaciones nunca antes sentidas que se habían apoderado de su persona, sus suaves carnes estaban erizadas, y su vagina se iba derritiendo cada vez más con las brutales estocadas que le asestaban, a don Ángel se le iba la vida con la tremenda culeada que le estaba pegando a su joven cajera quien en esos momentos se movía debajo de él como desesperada.

–Esooo…!! Esooooo…!!!! Esooooo…!!!! muevete zorraaaa…!!!!, menéate y grita todo lo que quieras perraaaa!!!, -bramaba el ardiente carnicero una vez que se supo que la chamaca se le había entregado.

–Ahhhhhhhhh!!! Mmmmmmmm…!!! Sssi…!!!! Ssssi…!!!, -gemía y balbuceaba la joven cajera de la carnicería quien en esos momentos y ya sin resistirlo más liberaba desde su conchita una buena dosis de sus juveniles energías convertidas en jugos vaginales.

El viejo Carlos desde su silla no perdía detalles de la erótica función que se llevaba a cabo a solo metro y medio de donde estaba el, y al caer en cuenta que la chica se estaba corriendo rápidamente le puso en conocimiento a su hermano:

–Ahoraaa…!!!! Ahora Ángel…!!!!, la pendeja ya esta mas que caliente y se esta meandooooo…!!!!

Pero don Ángel no necesitaba los datos de su hermano, el estaba sintiendo en su propia verga los apretones que le prodigaba la chica con su vagina, y como luego también vinieron los calientes caldos que ella le regalaba aportando con esto en aquel sabroso coito que se estaban pegando, por lo que el mismo viejo violador se dio a animarla para que la joven le pusiera más empeño.

–Seeeeeeeeeeee…!!!! Te estás corriendo perraaaaa…!!!! Gime…!!!! Gime malditaaaaaa…!!!! Tomaaaa…!!!! tomaaaaaa…!!!! tomaaaaaaa…!!!, -le gritaba don Angel en su misma cara mientras se dejaba caer con su gruesa lanza de carne ensartándola y agasajándola hacia adelante en forma furiosa.

–Siiiiiiiiiiiiiiiii…!!! Ahhhhhhh…!!!! Ohhhhhhhhh…!!!!, -seguía gimiendo la nena en forma entre cortada, y muy caliente por vez primera.

–Eres una perra exquisitaaaaa…!!!! Te estaré culeando toda la nocheee…!!!! jajajaja…!!!!!

La jovencita quien solo se mantenía moviéndose y disfrutando de todo aquello que le hacía sentir el más viejo y el más feo de sus jefes con sus groserías e insultos hacia su persona sintió gracias a estos que nuevamente su pepita se comenzaba a derretir en forma excitante, simplemente otra vez iba a comenzar a orgasmearse, pero ahora sería en forma más bestial que antes,

–Ohhhhhh siiiiiiiiiiiiiiii…!!!! Don Angel mi a… a…morrrrrr…!!!! si…!!!! siiiii…!!!! Hágamelo todo lo que quieraaaaa…!!!! Clávemela mas fuerteeeeee…!!!!, -le decía Gina al vejete entre gemidos y exclamaciones de calentura, y con cara de genuina excitación.

El viejo sintiendo en su verga todo el éxtasis que la jovencita le provocaba con su apretada conchita, empezó a tirársela como loco.

Gina desde su posición veía al viejo otra vez con sus ojos cerrados y resoplando de calentura moviéndose sobre su cuerpo, y animada por esas ricas sensaciones en las cuales estaba transportada simplemente con sus dos manitas se dio a acariciar el peludo pecho de este.

Y don Ángel al sentir esas suaves caricias la vio mirándolo con sus ojitos entrecerrados y con sus rojos labios entreabiertos, un hambre de hembra nunca antes sentido lo asaltaron por lo que le comió esa boquita con desesperación con la diferencia que esta vez sí fue correspondido por la deliciosa jovencita.

Entre besos con lengua y ahora abrazados, en forma apasionada fueron girando sus cuerpos, era la femenina naturaleza de la chica quien le indicaba a ella que el macho que la cogía ahora deseaba tenerla montada sobre su tranca, hasta que finalmente quedaron como el viejo quería.

Gina se resistía a moverse al principio de esta nueva posición, pero poco a poco se fue soltando y excitando con la situación por lo que empezó suavemente a moverse bien ensartada a la verga de su viejo jefe carnicero.

Don Rodolfo quien no perdió detalle de todo lo sucedido vio como su amigo se puso a chuparle las tetas a su hija al tenerla montada sobre su panza y bien clavada a su verga, lamiéndole sus pezones como si tuviera hambre y seguramente calentándola aún más, desde su posición podía verlo todo.

–Te gusta zorraaaa…!?, -le preguntó don Ángel a la chica mientras le apretaba las tetas una y otra vez, –Sientelaaaa… te estás tragando una tranca de casi 25 centímetros de largo por 6 de ancho, una verga que te va a estar culeando por todo el resto de la tarde y la noche completa, jajajaja…!!!!

Como respuesta por parte de la chica el viejo obtuvo una improvisada aceleración en sus movimientos, la nena subía y bajaba sus caderas en forma desquiciante para quien la viera.

Don Angel al sentirlo soltó un fuerte rugido de gusto y puso sus dos manazas en la carita de Gina, acariciándola y mirándola mientras ella lo cabalgaba.

–Arghhhhhh… Qué bien que culeas zorraaaaa…!!!! Así…!!!!, así…!!!!, muéveme la conchaaaa…!!!! Uffff…!!!! Ohhhhhh…!!! Puta pendejaaaa…!!!!, eres excelente a la hora de exprimir una vergaaa…!!! Arrrghhhhh…!!!!.

La cabalgada que le estaba dando Gina a la vergota del carnicero era de campeonato, la chica se refregaba todo lo que podía sobre aquel grueso instrumento, a pesar de la gran diferencia que existía entre ambas complexiones y que a todas luces cualquiera hubiera pensado que esa grotesca vergota no le cabría y que jamás hubiese entrado en su estrecha rajadura de carne ahí estaba la nena comiéndosela entera, desde el glande y hasta su base.

Don Ángel otra vez y ahora desde abajo inició un frenético mete-saca mientras bufaba de placer, estaba disfrutando como nunca antes lo había hecho, Don Carlos por su parte miraba la impactante escena masajeándose la tranca como un verdadero poseso, y con una maliciosa sonrisa dibujada en su rostro, ya que Gina sin poder evitarlo y con su espalda enarcada al máximo saltaba y gemía con cada feroz embestida de su jefe, su bello y sudado rostro estaba puesto directamente hacia el techo de la habitación con sus dos manitas apoyadas en las rodillas del viejo carnicero, fue ahí cuando la chica otra vez se encabritaba y quejaba deliciosamente mientras se corría bestialmente.

–Vaya con la putaaaaa…! Otra vez se acaba de correr como una verdadera zorraaaaa…!!!!

Don Ángel por su parte con su rostro contraído por la calentura y resoplando como bestia no bajaba la fuerza de sus rápidos embates, en la habitación ahora se podía escuchar perfectamente el chapoteo del coño de Gina con cada metida de tranca:

–Sropppfttss…!!! Sropppfttss…!!!! Sropppfttss…!!!!! Sropppfttss…!!!!!!, -se escuchaba cuando la núbil vagina y la base de la gruesa verga peluda impactaban entre si.

Don Rodolfo afuera de la habitación estaba caliente hasta más no poder y se la cascaba como un loco sin quitar su mirada por el hoyito de la pared, por este veía como don Ángel en ese mismo momento y después de afianzarse a su hija bien clavada a su verga este poco a poco empezaba a dar convulsivos espasmos al mismo tiempo que soltaba un gutural grito de verdadero placer, no habían dudas, su amigo se estaba corriendo como un autentico semental, y sin sacar su verga de la vagina de su hija, sus roncos rugidos así se lo confirmaban.

En forma simultánea y adentro de la habitación efectivamente el carnicero acababa de llegar a la gloria y así lo grito a los 4 vientos:

–Arggggggggggrrrr…!!!! Tomaaaaaa…!!!!!! Tomaaaaaaaa…!!!!! Hasta la última gota de semen dentro de tu vientre zorraaaaaaaa…!!!!! Ahhhhhhhhh qué buena cacha que nos pegamosssss…!!!!! Tomaaaaaaaa putaaaaa…!!!!! Tomaaaaaaaa…!!!!!, -le bufaba en la misma cara a la nena por cada gruesa inyección de esperma que le depositaba dentro de su vientre.

Por su parte la semi inconsciente chica recibía las calientes eyaculaciones con su cuerpo vibrante y siempre montada sobre el corpulento y obeso cuerpo peludo del carnicero, en su rostro y con sus ojitos semi cerrados se notaba claramente una leve sonrisa orgásmica con la que demostraba el delirante estado de éxtasis en que se encontraba mientras la fertilizaban por primera vez en su vida, la nena no era consciente de que fácilmente la podrían estar preñando.

………………………………………………………………….

Tras unos buenos minutos de relajación en que don Ángel con Gina se mantuvieron acoplados y tomando aire, fue el viejo quien sencillamente se la desclavó de su verga como si ella fuera un objeto dejándola a un lado de la cama toda sudada y con su conchita rebalsada de semen caliente, mientras él se ponía de pie y encendía un cigarrillo que le ofreció su hermano para junto con ello tomarla violentamente de sus cabellos bajarla de la cama y decirle.

–Para terminar por ahora quiero que le chupes la verga a mi hermano, mira que debe tenerla rebosante de mocos calientes dulzura y todo gracias a ti, así que una vez que él descargue en tu boca quiero que te los comas todos, jejejeje… entendido?

Gina quien por un momento creyó que los viejos después de haber sido violada por uno de ellos estos se irían se resignó nuevamente y empezó a chupársela a Don Carlos con la misma técnica que había aprendido hace un rato atras, este estaba visiblemente más caliente que don Ángel, y eso era obvio, con semejante espectáculo visto en vivo y en directo ya no daba más de calentura.

Una vez que el hermano de don Angel metió su tranca en la boca de la recién desflorada jovencita la agarró fuertemente de la cabeza y empezó a culearsela por la boca. Era increíble ver cómo ese viejo después de haber visto una escena mejor que una película porno aun aguantara y no se corriera.

Al final el arrebatado vejete acabó corriéndose copiosamente en la boca de Gina, algo que ella tampoco había probado jamás y que se vio obligada a tragárselo mas para no ahogarse que porque se lo hayan pedido, ya que su otro jefe no le sacó la tranca hasta que no le salió la última gota de sus 10 descargas de fuerte semen.

En el momento final de aquella escandalosa la cacha oral en que fue sometida don Carlos se la fue sacando lentamente de la boca hasta salir la verga expulsada resbalosamente desde los rojos labios de la chica esta quedó colgando feliz frente a su rostro, Gina solo tenía una cara de asco y repugnancia.

–Bien zorrita… Ahorita que ya has sido bien cogida y te has comido tu nutritiva merienda liquida, te irás a dar una ducha para que quedes limpiecita para cuando me bajen las ganas de culearte de nuevo, claro que envolverás tu cuerpo rico solo una toallita y te pondrás a prepararnos la cena mientras nosotros vemos televisión, -le ordenaba don Ángel aun desnudo y con una lata de cerveza en las manos, –Te has portado como una verdadera reina, así que ya no te preocupes, tu puesto de cajera en la carnicería está asegurado.

Tras eso los dos hermanos se fueron a la sala para ver un partido de las eliminatorias, mientras la chica se quedaba desnuda y arrodillada en la habitación de su padre con su vagina, útero y estomago rebosantes de leche que aun la sentía caliente. Lentamente se puso de pie para ir a ducharse y luego cocinar.

En el patio su padre sentado en el suelo y sin saber que hacer recién se le estabilizaba la respiración una gran mancha liquida y viscosa se veía notoriamente en su pantalón, su orgasmo había sido demencial en el momento justo en que veía nítidamente a su hija desnuda y arrodillada tragando las cantidades de semen que le depositaban directamente en su boca con una gruesa verga perdida entre sus labios.

(Continuará)

 

Relato erótico: “Al ayudar a la novia de mi hijo, la hice mi mujer” (POR GOLFO)

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El Abismo entre mi hijo y yo
La mía no es una historia al uso. Para explicar lo ocurrido, me tengo que retrotraer a cuatro años atrás, cuando el idiota de mi hijo y su pareja de entonces, creyendo que podían cambiar el mundo, se enrolaron en un partido de ultra izquierda. Este no era más que un grupúsculo de anti-sistemas que soñaban todavía en la revolución y la acción directa como método de tumbar las bases del capitalismo. Sus ideales eran legítimos, no así la actuación de ambos y que os voy a narrar.
Recuerdo, como si fuera ayer, la conversación con el puto crío:
-Papá, vengo a decirte que me voy de casa. Marta y yo hemos decidido irnos de ocupas. Es hora de aportar nuestro granito de arena en la lucha de las clases-.
Ese día, llegaba cabreado por lo que me había ocurrido en mi trabajo y por eso al oír semejante insensatez, le escupí mi verdadera opinión de su ideología, su modo de vivir y de su futuro:
-Vete con esa panda de porreros pero no vuelvas. Estoy hasta las narices de sacarte de tus líos y de toda esa mierda que proclamas. ¿Quién cojones te crees?. No eres más que un niñato mordiendo la mano que te ha dado de comer. Hablas mucho de la clase obrera, pero lo más cerca que has visto el andamio, es cuando te has fumado un canuto bajo uno para no mojarte. No te engañes eres un pijo disfrazado de anarquista-.
Fernando intentó defenderse gritando que si su padre era un maldito facha, él no tenía que seguir sus pasos. Aunque no lo soy, no di mi brazo a torcer y creyendo que en uno o dos meses iba a volver con el rabo entre las piernas, le solté:
-Ahora tienes veinte años y una vida por delante pero, antes de que te des cuenta, tu tren habrá pasado y no serás más que un resentido y un fracasado. Quizás la culpa haya sido mía y te haya educado mal al darte todos tus caprichos. Siempre intenté que no notaras la ausencia de tu madre y por eso te consentí-.
-¡No metas a mamá en esto!-, contestó alzando la voz, -que muriera fue tu culpa o crees que no sé qué fuiste, tú, el responsable de su accidente-.
Incapaz de contenerme al oír en sus labios la verdad que me llevaba reconcomiendo diez años, le solté un tortazo que le hizo caer al suelo. Al levantarse, ni siquiera me miró, recogió su maleta y dando un portazo, desapareció de mi vida.
No supe nada de él ni de Marta hasta un año y medio después cuando recibí una llamada de protección de menores. Por lo visto, mi hijo y su novia habían sido detenidos en el desalojo de un edificio y como el pariente más cercano, me llamaban por si quería hacerme cargo de mi nieta.
Como comprenderéis no es forma de enterarse que uno es abuelo y por eso tardé unos momentos en asimilar que con cuarenta y seis años, viudo y sin pareja, me tenía que ocupar de un bebé de tres meses. Horrorizado por el futuro de la cría, contesté a la asistente social que por supuesto que iba a acogerla pero que necesitaba saber dónde tenía que ir y que tenía que papeles tenía que firmar. La funcionaria suspiró aliviada al quitarse un problema de encima y rápidamente, me dio los datos de lo que tenía que hacer.
Dos horas después, acompañado de mi abogado, acudí al centro tutelar a por la niña. Después de una hora firmando papeles y autorizaciones, me dieron a mi nieta y la pude coger entre mis brazos.
-¿Cómo se llama?-, pregunté al verla tan indefensa.
-María-, me contestaron.
Al oír que mi hijo le había puesto el nombre de su madre, no pude contener las lágrimas y destrozado, salí de allí con el alma encogida.
Al día siguiente fui a visitar a mi hijo a la cárcel. Si nuestra última conversación nos había separado, esa visita demolió cualquier puente entre nosotros. No me entrevisté con el chaval que había criado sino con un fanático que exudaba odio por sus poros y que achacaba su condena al maldito sistema opresor. Tratando de mantener la cordura, le ofrecí costearle un abogado pero él se negó porque, según él, aceptarlo era colaborar con el gobierno homicida. Tanta locura me estaba sacando de quicio y por eso le espeté:
-¡Eres un gilipollas!, no te das cuenta que tu hija necesita un padre-.
-Como María, hay millones de niños indefensos. ¡Es solo una más!. No tendrá futuro si no triunfa la revolución. No tengo tiempo para ella-.
Mordiéndome un huevo, le dije que, si él no quería hacerse cargo, lo haría yo pero, para ello, le exigía que tanto él como su novia me cedieran la patria potestad. Obsesionado por su misión, me contestó que de acuerdo porque así se quitaba un lastre. Desolado por la actitud de mi hijo, no pude continuar hablando y sin despedirme, me fui dejando que mi asesor legal se ocupara de los trámites.  Si ya de por sí eso fue duro, más lo fue ir a ver a la madre de la criatura. Todavía antes de entrar creí que, con ella, gracias al instinto maternal, iba a ser diferente. Esa segunda visita fue un calco de la anterior. Marta llegó incluso a achacar al Estado la culpa de su embarazo y cegada por su ideología, tampoco puso impedimento en cederme la custodia.
Y de esa forma, dos días después de saber que era abuelo, me vi como el tutor legal de mi nieta. Al principio, tengo que reconocer que fue muy duro. Tuve que contratar una niñera y acomodar mi ritmo de vida al bebé pero todavía doy gracias a Dios por haber aceptado. Esa cría se ha convertido en mi razón de vivir. Desde entonces me he levantado con un propósito, que no es otro que hacerla feliz y no cometer con ella, los mismos errores que con su padre.  He disfrutado de sus primeras palabras, de sus primeros pasos  y la estoy educando como si fuera mi hija.
Sus padres fueron condenados a cinco años por agresión a la autoridad pero al cabo de los seis meses, obtuvieron la libertad condicional y al verse fuera de la cárcel, no se acordaron que tenían una hija y ni siquiera hicieron ningún intento por verla. Nada importaba para ellos más que su puñetera revolución.
Sé que es triste pero es la verdad. Mi nieta no ha conocido a su padre y no tuvo más  figura femenina que su cuidadora hasta que, hace seis meses, un viernes por la tarde al volver del parque conmigo, nos topamos con Marta en la entrada de mi chalet. Tardé en reconocerla, no era solo que estuviera hecha una piltrafa, sucia, mal vestida y con el pelo lleno de rastras, sino que no me esperaba encontrármela  en un avanzado estado de gestación.
-¿Qué coño haces aquí?-, le espeté al bajarme del coche.
Ella, hecha un mar de llanto, no pudo contestarme y pegando su cara al cristal de mi coche, se puso a mirar a su hija.
-¿Es María?-, me preguntó entre lágrimas.
-Sí-, le dije bastante cabreado.
-Solo quiero verla. No te voy a pedir nada-.
No comprendo por qué cedi pero me dio pena y metiendo el coche en el garaje, le dije que pasara. No me parecia bien que el primer contacto que tuviera con su hija fuera en mitad de la calle y a través de un cristal. Cogí en brazos a la niña y entré en la casa con la firme convicción de no permitir a esa mujer  ni siquiera un régimen de visitas, ¡María era mía! y de nadie más. Marta fue incapaz de mirarme a la cara y en silencio, me siguió.
Ya en el salón, le ordené que se sentara y poniendo a la niña en el suelo, le pedí que saludara a esa señora.  La cría, acostumbrada a hacerlo, puso una sonrisa y caminando torpemente se acercó a su madre y le dio un beso. Desde mi posición, vi como la emoción embargaba a la novia de mi hijo. Abrumada, la abrazó y con gruesos goterones cayendo por sus mejillas, se echó a llorar sin parar de besarla. Tengo que reconocer que esa tierna escena también me afectó y por eso dejé que durante cinco minutos madre e hija tuviesen su primer contacto sin entrometerme.
Al rato, Marta me miró y cogiendo su bolso, me dio las gracias y se dirigió a la salida. Fue entonces cuando le pregunté por mi hijo:
-Me ha dejado-, respondió con pena,-se ha ido con otra compañera a un campo de refugiados saharauis sin importarle que estuviera de seis meses-.
Oír que el insensato de mi chaval no hubiese madurado y que encima desechara a su novia embarazada como si de un kleenex se tratara, hizo que hirviera mi sangre.
“Que mal lo he hecho”, pensé con amargura, “he fallado como padre”.
La constancia de que mi hijo era un impresentable y un verdadero hijo de puta, me llevó a preguntarla que si seguía con ese grupo y si no, donde vivía:
-He decido salirme, ya una vez he perdido una hija y no pienso perder a la segunda-, me respondió volviendo a llorar. -Quiero buscarme un trabajo y algún sitio donde vivir para tener a mi bebé-.
-Y ¿tus padres?-, pregunté horrorizado al comprobar que esa muchacha no tenía donde caerse muerta.
-Les llamé pero no quieren saber nada de mí-.
“No me extraña, mascullé entre dientes, “está cosechando lo sembrado. Una madre que no se ocupa de su hija no puede esperar más que el mismo trato”.
En ese momento, María con su lengua de trapo, interrumpió mis pensamientos diciendo:
-Abuelito, ¿por qué llora la señora?, ¿le duele la pancita?-.
El cariño con el que mi niña me preguntó,  me obligó a mirar a Marta con otros ojos y percatándome que en un futuro, me podría echar en cara no haber ayudado a su madre, decidí ayudarla aunque solo fuera provisionalmente. Sin saber si iba a aceptar mi ayuda, le pregunté si quería acompañarnos a cenar. No debía esperárselo porque tardó en reaccionar y cuando lo hizo, se volvió a emocionar. Dando por sentado que su nuevo llanto era un sí, la cogí del brazo y la llevé a la cocina. Una vez allí, la obligué a sentarse en la mesa del antecomedor al lado de la sillita de su hija.
-¿Qué quieres de cenar?, tenemos pollo asado-, pregunté.
-Lo que usted quiera está bien-, respondió secándose las lágrimas con la manga de su camisa.
Ese sencillo gesto hizo que me percatara que, con seguridad, esa mujer no se había duchado en semanas y que la suciedad de su ropa debía de ser al menos comparable con la de su cuerpo. Por eso, le pregunté si no quería ducharse, sin saber las consecuencias que ese ofrecimiento tendría en mi futuro.
-Me encantaría pero no tengo ropa que ponerme-.
-Eso no es problema-, le respondí,- te puedo dejar un chándal-.
En sus ojos descubrí que deseaba hacerlo pero que le daba corte. Supe que tenía que forzarla y por eso, poniendo el gesto serio, le ordené:
-Sígueme-.
Pudo ser mi tono autoritario o quizás la recompensa de al fin poder comer algo decente y una ducha, pero la verdad es que Marta me siguió sumisamente por la casa y después de sacar de un armario la ropa, la llevé al cuarto de invitados y señalándole la ducha, le dije que ni se le ocurriera bajar a cenar sin haberse quitado toda la mierda de encima.  Sin decir nada más, abrí la ducha y la dejé sola.
Aprovechando que estaba en el baño, calenté dos raciones de pollo y me puse a dar la cena a la niña mientras no dejaba de reconcomerme la actitud de mi hijo, tanto con mi nieta como con su pareja. No me cabía en la cabeza que fuese tan insensible y desnaturalizado para dejarlas en la estacada. Echándome la culpa, concluí que tenía que hacer algo para paliar su falta de principios y por eso cuando escuché que la muchacha había terminado de ducharse y que bajaba por la escalera ya tenía decidido ofrecerle mi ayuda.
Marta me pidió permiso antes de entrar en la cocina. Su actitud tan resignada me sorprendió y con una sonrisa, le respondí que se sentara a cenar. En cuanto se acomodó en su silla, me rogó que la dejara terminar de dar de comer a María. No supe ni pude decirle que no y dándole el plato de puré y la cuchara, me levanté a observarlas. El ver a mi nieta cenando sin protestar de la mano de su madre hizo que se me encogiera el estómago, al percatarme que la bebe necesitaba una madre y no una cuidadora. La pobre todavía tenía dos años pero iba a seguir creciendo por lo que era importante una figura femenina. Al pensar en ello, me fijé en el embarazo de la muchacha y por primera vez, comprendí que el fruto de su vientre también iba a ser mi nieta. Siempre he sido un hombre duro pero en ese instante me dieron pena las tres, María, Marta y la niña no nacida.
Mientras pensaba en como plantearle que quería ayudarla, mi nieta terminó de cenar y siguiendo su costumbre, me pidió que le pusiera una película de dibujos.   Bajándola de su sillita, la llevé a la televisión y mecánicamente encendí el video con una película de Walt Disney. Al volver a la cocina, Marta no se había movido y seguía sentada en su lugar. Comprendiendo que lo primero era que saciara su estómago, le serví el pollo y sentándome en frente de ella, empezamos a cenar.
Tal como me había imaginado, la ex novia de mi hijo estaba hambrienta y sin hablar devoró en un santiamén lo que le había servido. Al comprender que seguía con hambre, me levanté y volví a volví con otro plato. Ella me lo agradeció en silencio. En esta ocasión, se lo comió con tranquilidad, lo que me dio el tiempo necesario de observarla. Marta seguía siendo una muchacha muy guapa y su embarazo en vez de afearla le confería una belleza innegable. Ataviada con un chándal excesivamente grande, mantenía una femineidad que haría suspirar a cualquier hombre que la viera. Su pelo rubio dotaba a sus facciones de una dulzura demasiado empalagosa pero sus enormes pechos, hinchados por su estado, hacían que el conjunto fuera enormemente atractivo.  Al darme cuenta que estaba mirando como mujer a la madre de mi nieta, tuve que hacer un esfuerzo para retirar mis ojos de su figura. No quería que se diese cuenta que su suegro la estaba observando con deseo.
Cuando hubo terminado, retiré los platos y en el café, decidí que era el momento de plantear su futuro.
-Marta-, dije para captar su atención,-¿tienes un sitio donde dormir?-.
Avergonzada, me contestó que llevaba durmiendo dos semanas en un albergue de indigentes. Me quedé alucinado de su precaria situación y aprovechándome en parte de ello, le solté:
-Mi nieta necesita a su madre. Te propongo que te quedes a vivir en mi casa pero para ello deberás cumplir una serie de condiciones-.
Al oírme no pudo contener su alegría y cogiendo mi mano empezó a besarla mientras me decía que le daba igual lo que tuviera que hacer, que ella quería estar con su hija. Sonreí al ver su disposición y antes que pudiese pensárselo dos veces, le dije:
-Si quieres quedarte tendrás que cumplir a rajatabla todas y cada una de mis órdenes… -.
-Lo haré-, respondió interrumpiéndome.
-Si es así, lo primero que quiero es que mi nieta tenga una madre como dios manda. Te cortaras esas greñas. No quiero que vayas con rastas a llevarla a la escuela… -.
-No hay problema-.
-Déjame terminar-, le solté bastante molesto por su nueva interrupción, -deberás ir vestida como mujer y no como perroflauta. Te quedan prohibidas las camisetas de protesta, las botas militares y los piercings. Si te veo con cualquier cosa que me recuerde a la vida que llevabas, te echaré de casa sin pensármelo dos veces-.
-No tengo otra ropa-, me contestó casi llorando.
-Por eso no te preocupes, te la compraré y por último, dos cosas: Como tú y yo pensamos diferente, no hablaras de política nunca y menos aleccionarás a mi nieta con tus ideas-. Y alzando la voz, continué diciendo: -En esta casa no quiero ver a ninguno de tus amigos y aunque no te lo puedo prohibir, sería deseable que no los frecuentaras. No te han traído más que desgracias-.
Echándose a llorar, agradecida, me prometió que no iba a darme motivo de queja y que comprendía los motivos que me llevaban a ordenarla que dejara atrás todo eso:
-Don Fernando, le juro que cumpliré todas sus órdenes y que intentaré no ser una carga. Mientras consigo un trabajo, permítame ocuparme de la casa y así al menos, usted podrá descansar-, contestó levantándose a recoger la cena.
Satisfecho, la dejé limpiando la cocina y con la conciencia tranquila, fui a ver a mi nieta. La cría, nada más verme, se acurrucó entre mis brazos y poniendo su carita en mi pecho, me dijo:
-Abuelo, esa señora está muy triste pero me gusta-.
Mi convivencia con Marta.
A la mañana siguiente, me despertó el olor a café recién hecho. No tuve que pensar mucho para comprender que la ex de mi hijo se había levantado antes, por lo que, decidí meterme a duchar antes de bajar a verla. Mientras me duchaba, concluí que aprovechando que era sábado podía llevar a mi nieta y a su madre de paseo. Era urgente que la cría supiera que esa mujer era su madre.
Con ello decidido, bajé a desayunar pero al entrar en la cocina, me quedé pasmado al comprobar que Marta se había cortado el pelo y que al no tener otra cosa que ponerse, había cogido el uniforme de la cuidadora de la niña. En silencio, la observé desde la puerta, parecía contenta. Con una fregona estaba limpiando el suelo al son de la música. Luchando contra el deseo, acepté a regañadientes que era preciosa. Verla, embutida en un traje excesivamente pequeño para su estado, era una visión tentadora. La tela no podía ocultar el tamaño de sus pechos e, incluso, al no poder abotonárselo hasta arriba, dejaba el escote gran parte de sus senos al aire. Por otra parte, el avanzado estado de gestación hacía que rellenara de tal modo el uniforme que se le marcaba completamente el trasero.
Mas excitado de lo que me gustaría reconocer, saludé y ella devolviéndome el saludo con una sonrisa, sirvió un café y trayéndomelo, me dio un beso en la mejilla. Respirar su aroma a jabón y a limpio junto con un cariño con el que no estaba habituado, terminó de excitarme y avergonzado, oculté bajo una servilleta el bulto de mi entrepierna.   En ese momento me pareció inconcebible y amoral el desear a la madre de mi nieta pero fui incapaz de dejar de observarla completamente embobado.
-¿Qué desayuna?-, preguntó sacándome de mi ensoñación. -¿le frío unos huevos?-.
Sé que no llevaba doble intención pero, en ese momento, su pregunta me pareció que llevaba un significado implícito, que no era otro que se había dado cuenta mis propios huevos estaban en un estado de efervescencia como no recordaba en muchos años.
-No, gracias-, le respondí, -con el café me basta—
La muchacha, coquetamente, me soltó:
-Se habrá dado cuenta que no llevo rastas. ¿Estoy guapa?-.
-Muy guapa-, reconocí mascullando mi respuesta.
-Le parecerá raro, pero anoche cuando me corté el pelo, me sentí liberada. Llevaba demasiado tiempo esclavizada a una imagen y al ver caer mi melena fue como si rompiera con mi vida anterior-.
-Me alegro que te lo tomes así. Era una pena que una mujer tan guapa como tú, fuera hecha una piltrafa-.
-No exagere-, me contestó soltando una carcajada. -No creo que vestida así y con esta panza haya mejorado-.
-Te equivocas. Estás guapísima y al menos para mí, una mujer embarazada no pierde nada de su atractivo-, dije sin darme cuenta del efecto que tendrían  mis palabras.
-Pues su hijo, opina diferente. Según él, parezco una vaca preñada-.
-¡Mi hijo es un imbécil!-, exclamé indignado. -No hay cosa más bella que  ver cómo crece un niño en el vientre de su madre-.
-Gracias-, escuché que me contestaba mientras salía corriendo de la habitación.
Sentado en la silla, fui testigo de sus lloros y combatiendo con las ganas de ir a consolarla, me terminé el café. La única razón por la que no salí corriendo detrás de ella fue que no sabía si iba a poder aguantar las ganas de acariciarla. Tratando de tranquilizarme, recogí los platos y metiéndolos en el lavavajillas, traté de buscar la razón por la que esa muchacha me atraía tanto.
“Debo de estar llegando a la crisis de los cincuenta”, pensé sabiendo que me faltaban dos años, pero no encontré otro motivo por el cual, una cría de veinticuatro años y que encima era la ex novia de mi hijo, me pusiera tan bruto. “Es ridículo, le doblo la edad. Para ella, además de un viejo, soy su suegro”.
Mirando el reloj, me di cuenta que era hora de despertar a mi nieta y subiendo por las escaleras, entré en su cuarto para descubrir a Marta sentada en su cama.
-No la despierte, por favor. Déjeme disfrutar de ella, dormida. No sabe la cantidad de veces que he soñado con este momento-.
Enternecido por sus palabras, le pedí que luego le diese de desayunar y  me retiré dejándolas solas. Como esa muchacha necesitaba ese instante de privacidad, decidí salir a correr. Durante dos horas, recorrí los alrededores de la urbanización donde vivía, de manera que el ejercicio me sirvió para olvidarme de la calentura que me dominaba. Al volver a casa, las oí jugando en el salón. Las risas de mi nieta me convencieron que, aunque esa muchacha me atraía y que no iba a ser fácil tenerla tan cerca, había hecho lo correcto.
Aprovechando que estaban ocupadas, fui a mi cuarto a ducharme. Bajo el agua caliente, volví a repensar la situación y decidí que debía de sacarme de la cabeza a Marta pero, por mucho que lo intentaba, la imagen de sus pechos volvía una y otra vez a mi mente. Cabreado y con mi pene medio erecto, salí de la ducha. Estaba secándome cuando mi nieta entró en el cuarto, diciendo:
-Abuelo, abuelo. No sabes lo que me ha enseñado Marta. ¡Mira!, hemos hecho una pajarita-.
Al darme la vuelta a mirarla, me encontré de frente con su madre. Ella había seguido a la niña sin darse cuenta que estaba desnudo. Completamente cortado, me tapé con una toalla.
-Perdone-, dijo  mi nuera, saliendo de la habitación despavorida.
No tuve tiempo de decirle que no había problema pero en cambio sí me fijé que se había quedado mirando mi sexo y que bajo la tela de su vestido sus pezones habían reaccionado.  En ese momento, pensé que mi propia lujuria había hecho que me imaginara que Marta se había visto afectada como mujer al ver mi desnudo y dando por sentado que me había equivocado, me agaché y cogí a la bebé entre mis brazos.
-¡Qué pajarita tan bonita!. Cuéntame: ¿Qué más habéis hecho?-.
La cría, emocionada, me contó que había desayunado cereales y que después habían jugado al escondite. Me alegró comprobar que se llevaban bien y entonces dejándola en la cama, me terminé de vestir. Una vez acabado, bajé al salón con mi nieta. Marta al verme, sonrojada me volvió a pedir perdón, diciendo que no sabía que estaba en la casa.
Quitándole importancia, le dije que se sentara y poniendo a mi nieta en mis rodillas, dije:
-María, tengo algo que decirte-, la niña poniendo cara de seria y concentrada, me escuchó: -¿recuerdas que te conté que tu mama estaba de viaje?-.
-Si- respondió con una sonrisa, mientras mi nuera se quedaba petrificada.
-Mira cariño, Marta es tu mamá y ha venido a quedarse a vivir con nosotros-.
La bebé se abalanzó sobre su madre y dándole un beso y un abrazo, le preguntó:
-Eso significa que ¿el abuelo y tú  vais a ser mi papá y mi mamá?-.
La cría me había malinterpretado, creyó con la inconsciencia que solo los niños tienen que lo que me refería es que esa señora que acababa de conocer era la pareja de su abuelo y que entre los dos iban a cuidarla. Estaba a punto de sacarla del error, cuando mi nuera acariciándole la cabeza, le dijo:
-Sí, mi amor, tu abuelo y yo seremos tu papa y tu mamá-, y mirándome, me suplicó con sus ojos que no la descubriera.
Incapaz de llevarle la contraria, me quedé observando a las dos abrazadas. Fue mi nieta la que rompiendo el silencio que se había formado entre nosotros dijo:
-Mañana le voy a contar a Rocío-, una amiguita,- que ya tengo papás-.
Marta sin poder contener su llanto, le juro que jamás iba a dejarla y levantándola en sus brazos, se acercó a darme las gracias. Anonadado, recibí  un beso en la mejilla de mi nuera, sin saber que mi nieta se había quedado mirándonos extrañada y con su voz ingenua, nos dijo:
-Así no se dan los besos los papás. ¡Me habéis engañado!, los papas se los dan en los labios-.
Marta, muerta de risa, le contestó:
-Tienes razón-, y sin pedirme opinión, se pegó a mí y cogiéndome de la cabeza, me besó en la  boca.
Alucinado, la dejé hacer pero, cuando con su lengua forzó mis labios, me intenté separar. Ella me lo impidió, susurrándome al oído:
-Por favor-.
Comprendí que no quería volver a fallar a su hija y colaborando en el engaño, la abracé prolongando el beso. Lo que no se esperaba fue notar mi sexo alzándose contra su panza de embarazada. Sé que lo notó pero no hubo queja alguna, sino todo lo contrario, restregándose contra mí y en voz baja, me dijo:
-Tengo que darle las gracias. No solo le ha dicho a mi hija que soy su madre, sino que gracias a usted me he vuelto a sentir mujer -.
Tratando de salir de esa situación tan vergonzosa, cogí a la bebé y le dije:
-Te parece que llevemos a mamá a comprarse ropa. Como acaba de llegar no tiene que ponerse-.
-Muy bien, papito-.
Marta me pidió que le diera cinco minutos para cambiar. Suspiré aliviado porque así me daba un respiro para acomodar mis ideas.  Mi nieta no quiso separarse de su recién estrenada madre y se fue con ella, dejándome solo. El maremágnum de mi mente se incrementó con la soledad. Me parecía inconcebible lo que estaba ocurriendo: en primer lugar no comprendía la actitud de la muchacha, era claro que no le parecía descabellada la idea e incluso le parecía atrayente y en segundo, no comprendía como me había dejado llevar, mostrándole a las claras que me atraía sexualmente.
“En menuda bronca me estoy metiendo”, recapitulé preocupado, “no sé qué voy a hacer cuando la niña se dé cuenta que todo ha sido mentira” y por vez primera, deseé que no fuera todo un paripé.
Al cabo de unos minutos, las oí bajar por la escalera. Acercándome al hall, vi que Marta se había vuelto a poner el chándal y que llevaba en brazos a la niña.
-¿Ya estáis listas?-, pregunté.
-Sí-, contestaron al unísono.
La alegría de la niña y de su madre por poder compartir por primera vez una salida en común era palpable y contagiado por su buen humor, abrí la puerta del chalet en dirección al coche. Al llegar, Marta quiso colocar a la cría en su sillita pero, tras unos intentos, me miró avergonzada por no saber ni siquiera cómo se cerraba el cinturón de seguridad.
-No te preocupes, ya aprenderás-, dije mientras le enseñaba los pasos, -es lógico que no sepas hacerlo, yo tampoco tenía ni idea cuando la compré-.
-Lo siento, sé que gracias a usted, la niña ha estado bien. Solo le puedo prometer que voy a hacer todo lo que pueda para resarcirle por cómo la ha cuidado-.
-A mí, no me tienes que agradecer nada, lo he hecho encantado. Es a tu niña a la que le tienes que dar todo el cariño-.
-Ya lo sé, pero también a usted-, me contestó, -¿me permite tutearle?-.
-Sí, respondí.
Poniendo su mano sobre la mía, me dijo:
-Eres un buen hombre. No sé qué hubiera sido de nosotras si no llegas a estar tú. Te quedaste con Maria y ahora me has acogido en tu casa sin pedir nada a cambio-.
-Eso no es verdad-, respondí en son de guasa,-te pedí que te quitaras esas horrendas rastas-.
-¡Eres bobo!-, me soltó justo antes de darme un beso en los labios, -te debo más que mi vida, gracias a ti tengo un futuro-.
No supe reaccionar. Con el recuerdo del roce de sus labios, la miré y separando mi mano, le contesté:
-No me debes nada pero cuando no esté la niña, tenemos que hablar. Cómo bien has dicho tienes un futuro y no creo que yo deba formar parte del mismo-.
-Te equivocas-, respondió con una determinación que me dejó helado, -si nos dejas y eso espero, tendrás el cariño de tres mujeres-.
Tratando de quitar hierro al asunto, exclamé:
-¿Tres mujeres?, ¿no son muchas?-
Soltando una carcajada, Marta, acarició mi cara, diciendo:
-Tus dos niñas y una mujer que ya te quiere-.
Sin ningún recato, la ex novia de mi hijo y  madre de mis nietas, me acababa de decir que sentía algo por mí y que daba por hecho que iba a cuidar también de mi nueva nieta. Arrinconado por su declaración, arranqué el coche sin saber que decir. Camino al centro comercial, mi cerebro iba a mil por hora, tratando de asimilar sus palabras. Convencido de que se estaba dejando llevar por un agradecimiento mal entendido y que todo eso era un error, resolví que yo tenía que aportar la cordura a nuestra relación.
Una vez allí, nos dirigimos directamente a una tienda de ropa pre-mama y en contra de la voluntad de Marta, le obligué a elegir cuatro vestidos.
-No seas tonta-, dije,-necesitas ropa. Cuatro trapos son pocos pero al menos es un apaño hasta que des a luz. No querrás llevar a tu hija como pordiosera-.
Mencionar a su niña para convencerla era una especie de chantaje, aún sabiéndolo, la utilicé para forzar que aceptara que le comprara tanta ropa. Ella, avergonzada, me dio las gracias prometiendo que me devolvería hasta el último céntimo en cuanto empezara a trabajar. Lo más complicado vino cuando tuvo que elegir lencería, mi nuera buscando la economía quería coger unas prendas horrendas que ni siquiera una recluta se pondría. Al negarme a aceptar que escogiera esas, le amenacé que si algún día le veía puesto algo tan feo, se las arrancaría.
La muy maquiavélica, poniéndose en plan coqueta, se rio y retando mi hombría, soltó:
-Si me prometes que las arrancaras, te dejo que las compres. Me encantaría que un día, me desnudaras en plan salvaje pero no creo que sea algo que deba ver tu nieta-.
-¡Que bruta eres!-, le respondí soltando una carcajada,- nunca se me ocurriría violar a una mujer y menos a mi nuera-.
Flirteando conmigo, susurró a mi oído:
-Ya no soy tu nuera y tampoco sería una violación porque yo me dejaría-.
-Marta, eso no va a ocurrir-, contesté,-para empezar te llevo veinticuatro años y encima, por mucho que quieras, siempre serás la madre de mi nieta-.
Al oírme, torció el gesto y cogiendo a su hija de la mano, se alejó de mí. Si pensaba que con mis palabras la había convencido, me equivocaba porque en sus ojos leí una determinación total que en ese instante no supe interpretar. No tardó en sacarme del error, al salir de la tienda vestida con uno de los trajes premamá, dándose la vuelta, me dijo:
-Fernando, ven-, y cogiendo mi mano la puso en su panza,-Siente… se está moviendo-.
Bajo el vestido, comprobé que la bebé presionaba su útero y que claramente se podía apreciar cómo se movía.
-Un padre no es el que engendra sino el que cuida. Aunque no quieras admitirlo, tú eres el padre de María y si quieres también lo serás de esta niña cuando nazca. Para mí no eres un viejo, sino un hombre bueno del que me estoy enamorando-.
Si su intención fue hacerme un piropo, había errado. Confundido y aterrado, me percaté que esa mujer había decidido que fuera realidad el paripé y sin cortarse lo más mínimo se me estaba ofreciendo como pareja.  Debí de cortar por lo sano  esa locura, pero al mirarla a los ojos, descubrí en ellos una ternura que me impidió hacerlo. Y en contra de lo que mi moral y mi razón me pedían, la cogí de la cintura y le di un beso. Ella respondió con pasión al contacto de nuestros labios y pegando su cuerpo al mío, me empezó a acariciar. Mi sexo me traicionó, irguiéndose bajo mi pantalón y sin poderlo remediar, inconscientemente, mis manos recorrieron su trasero sin importarme la presencia de mi nieta ni la del público que en esa hora atestaba el centro comercial.
Fue Marta, la que poniendo un poco de cordura, frenó la vorágine en la que nos habíamos instalado y separándose de mí, dijo entre risas:
-Será mejor que paremos-, y señalando su pecho, me soltó, -¡mira como me has puesto!, ¿tú crees que si te creyera un viejo, mi cuerpo reaccionaría así?-.
Fue entonces cuando me percaté que tenía los pezones totalmente erizados y que dos bultos debajo de su vestido, revelaban a las claras la excitación que la embargaba.
–Eres un hombre que me atrae desde que ayer descubrí que te gustaba. Aunque quieras negarlo, yo te agrado. Anoche me dijiste que mis hijas necesitaban una madre, ahora yo te digo que también requieren de un padre y que quiero que seas tú-.
-Es una locura-, protesté acojonado.
-Quizás pero no voy a dejar que te eches para atrás. Le prometí a María que seríamos sus padres y no pienso volverle a fallar-.
Afortunadamente para mí, mi nieta vio un payaso y soltándose de su madre, salió corriendo. Gracias a ello, nuestra conversación quedó postergada y riéndonos fuimos en su busca. Al salir del centro comercial y como no me apetecía volver a casa a enfrentarme con la realidad de la locura que era lo que esa mujer me proponía, las llevé al parque de atracciones. Allí tanto mi nieta como Marta se lo pasaron en grande y por eso, eran más tarde de las ocho cuando volvimos al chalet.
Nada más entrar, la mujer se llevó a la niña al baño y aprovechando que tenía un jacuzzi, se metió con la cría en él. No supe nada más de ellas durante una hora. Estaba preparando la cena cuando vi entrar a María en la cocina. Mi nieta venía ya con el camisón y acercándose a mí, me dio un beso mientras me contaba que había estado jugando en el agua:
-Papito, mamá me ha dicho que voy a tener una hermanita-.
-Sí, cariño-, le respondí cortado por el apelativo. Para ella siempre había sido abuelito pero desde esa mañana, había cogido la costumbre de llamarme papá y con placer, descubrí que me gustaba. Estaba pensando en ello, cuando Marta se nos unió. Me quedé embobado al verla. Se había puesto un pijama de los míos y lejos de enmascarar su belleza, la realzaba. La hechura de mismo hacía que su hinchado pecho pareciera que iba a romper los botones, mostrando a través del escote gran parte de las curvas de sus senos.
-Estás preciosa-, no pude dejar de decirle al darme un beso en la mejilla.
-Gracias-, dijo mientras me daba un mordisco en la oreja, -hoy ha sido el día más feliz de mi vida y espero que esta noche sea al menos igual. Te deseo, ancianito mío-.
-Vete a la mierda-, respondí dando un azote en su trasero.
Ese gesto de cariño, hizo que la mujer ronroneando se pegara a mí y restregando su culo contra mi pierna, me dijera:
-Si cada vez que te llamo viejo, me das un azote, voy a hacerlo a menudo-.
El desparpajo y la falta de recato de mi ex nuera, lejos de enfadarme, me divirtió porque una vez hecho a la idea, el tenerla entre mis brazos se estaba volviendo una necesidad y más aún cuando el recuerdo de la firmeza de su trasero seguía en la palma de mi mano.
“No me equivocaba cuando la vi vestida de criada, Marta tiene unas nalgas dignas de adoración”, pensé deseando que esa noche poder acariciarlas a conciencia.
Marta debió de darse cuenta del rumbo de mis pensamientos porque, sonriendo, me susurró que antes había que dar de cenar a la niña. Con una calentura cercana a la locura, le ayudé a poner la mesa y aprovechando cuando mi nieta no miraba, la acaricié disimuladamente. Un roce acá y una caricia allá, hicieron que, cuando nos sentamos a la mesa, ambos estuviéramos sobreexcitados. Sus pezones y mi pene nos delataban, tanto mi nuera como yo, deseábamos quedarnos solos para dar rienda a nuestra pasión.
La cría mientras tanto estaba feliz y por eso durante la cena, no paró de hablar contándonos con su parlotear infantil lo dichosa que se sentía por ser una niña normal con dos padres que la cuidaran. Su madre se afanaba en hacerle caso y yo, entre tanto, no podía dejar de observarla. Cuanto más la miraba menos comprendía la actitud de mi hijo. Su ex novia no solo era una mujer de bandera, era a mis ojos el sumun de la sensualidad femenina. Guapa y con un cuerpo estupendo, aún embarazada, era el morbo hecho mujer. Deseaba hundir mi cara entre sus piernas y como obseso, beber de su coño ya germinado. Marta, al percatarse del deseo que me dominaba, no dejó de tontear y con desfachatez, buscaba la posición en la cual su escote me diera una visión más amplia de sus pechos.
Creí que todos mis planes se habían ido al traste cuando al terminar, mi nieta nos pidió si esa noche podía dormir con nosotros. Estuve a punto de negarme, pero al ver en su cara la ilusión que le hacía, accedí a mi pesar. En cambio su madre cuando escuchó que le daba permiso, me dio las gracias, alborozada, y pasando mi mano por mi entrepierna, dijo en voz baja:
-Cuando se duerma, será nuestro momento-.
Su caricia me provocó una erección instantánea y ella al darse cuenta, se mordió los labios, tratando de contener su deseo. Juro que si no llega estar mi nieta presente, la hubiese tirado encima de la mesa y allí mismo, sin más preámbulo, hubiese tomado lo que ya consideraba mío. En cambio, vi como salía del comedor y subía con la niña hacia mi cuarto.  A regañadientes, terminé de recoger los platos, tras lo cual, fui a unirme con ellas. Al llegar a mi habitación, Marta estaba tumbada en la cama con su hija, esperándome. Un tanto cortado, saqué de un cajón un pijama y con él en mis manos, le dije que iba a cambiarme.
-Hazlo aquí. Te juro que no muerdo-, me soltó mi nuera.
Sin estar seguro de su afirmación y venciendo mi vergüenza, me quité la camisa con sus ojos fijos en mí. El morbo de la situación fue in crescendo al percatarme que sus pezones se ponían duros al observar cómo me desnudaba. Al comprender que mi nieta no se enteraría de nada, decidí hacerle un sensual striptease que no le pasó desadvertido. Inconscientemente cerró sus piernas al ver que me quedaba en calzoncillos y ya completamente alborotada pasó su mano por su pecho, cuando me despojé del mismo quedando desnudo sobre la alfombra. Con mi pene medio erecto, me di la vuelta para que ella pudiese comprobar en persona los efectos que su presencia producía en mi sexo. Su cara colorada y sus dedos acariciando uno de sus pezones, dejaron claro que estaba excitada.  Al sentirme deseado, dejé que se recreara al ponerme lentamente el pantalón del pijama.
Cuando las alcancé en la cama, mi nuera estaba visiblemente inquieta y profundizando en su calentura, pregunté a mi nieta que dónde estaba su hermana. La niña, poniendo cara de sabionda, me contestó que en la panza de su mamá y antes que su madre pudiese hacer algo para evitarlo, le abrió la camisola, dejando al aire tanto su embarazo como sus hinchados pechos. Me quedé de piedra al comprobar que era todavía más hermosa de lo que me había imaginado. Con unos pezones grandes y negros, sus enormes pechos se me antojaban más apetecibles y la curvatura de su vientre germinado, lejos de repelerme, me pedía que la acariciara. María, totalmente ajena a lo que estaban sintiendo sus mayores, pasó su mano por el ombligo de su madre y volviéndose a mí, me pidió que lo comprobara.
Al sentir mi mano recorriendo su estómago, Marta sintió un escalofrío y dando un suspiro, se quedó quieta mientras mis dedos reptaban por su piel. Cogiendo confianza, mis caricias se fueron haciendo menos paternales y más carnales. Estaba disfrutando mientras el objeto de mi ataque se mordía los labios para no gemir en presencia de su hija. Como quien no quiere la cosa, con mis manos sopesé el tamaño de sus senos y mientras la cría de dos años jugaba haciendo que hablaba con su hermana, profundicé en mi ataque recogiendo entre mis dedos uno de sus pezones. Marta no pudo evitar un sollozo cuando sintió que apretando un poco pellizqué con mis yemas su negra aureola.
-No seas malo-, me pidió con los ojos inyectados de lujuria.
-No soy malo-, le contesté mientras pasaba mi otra mano por su entrepierna,-¿Por qué no te quitas el pantalón?, aquí hace mucho calor-.
-Espera a que se duerma y seré tuya-, me rogó mientras involuntariamente separaba sus rodillas, dejando paso libre a mis caricias.
-María, tu mamá quiere que le des un abrazo-, dije poniendo a la cría encima de su madre de manera que no solo me pegué a ella sino, que aprovechando la abertura del pantalón, introduje mi mano bajo su braga.
Ella, tratando de que su hija no se enterara de lo que estaba experimentando, apretó sus mandíbulas al notar que mis dedos se habían apoderado de su clítoris. Totalmente indefensa, tuvo que sufrir en silencio la tortura de su botón mientras su niñita la colmaba de besos. No dejé ni de mirarla ni de sonreír sádicamente al comprobar que no solo estaba húmeda sino que poco a poco mis toqueteos estaban elevando el nivel de la temperatura de su cuerpo y no paré hasta que mis dedos recibieron el producto de su silencioso orgasmo.
-¡Me vengaré!-, me dijo con una sonrisa al recuperar el resuello.
No estaba enfadada. Luego, me reconocería que había enloquecido al no poder saltar sobre mi pene. Satisfecho por mi pequeña travesura,  le di un beso en los labios y abrazándolas, esperé a que mi nieta se durmiera. La pobre, agotada por el día que había tenido, tardó cinco minutos en quedarse dormida, momento que usé para llevarla a su cama.
Al volver, Marta se abalanzó sobre mí y, restregando su cuerpo contra el mío, exclamó:
-¡Eres un cabrón!. No podías haber esperado a poner tus sucias garras sobre mí hasta que no estuviera la bebé. Tendrás que compensarme el mal rato-, me dijo mientras se arrodillaba y me despojaba del pijama. Al ver mi sexo al descubierto, lo cogió entre sus manos y antes de introducírselo en la boca, en voz baja me informó que no iba a cejar hasta dejarme seco.
Creí que era una exageración, pero al percatarme de la manera que succionaba mi miembro, esperanzado comprendí que su amenaza iba a tener lugar y que esa noche no me iba a dejar descansar hasta que no se me levantase. Sus  manos colaborando con su boca, cogieron mis testículos e imprimiendo un suave masaje, buscó mi placer de la misma forma que yo había buscado el suyo. Fue impresionante experimentar como su lengua recorrió los pliegues de mi glande mientras no dejaba de decir lo mucho que gustaba.
-Me encanta-, exclamó al comprobar la longitud que alcanzaba en su máxima expresión, -serás un viejo pero tienes el pene de un negro joven-, soltó con el propósito de cabrearme y abriendo sus labios fue devorando mi polla lentamente hasta que acomodó toda mi extensión en su garganta.
Entonces usando su boca como si de su sexo se tratara, empezó a meterlo y a sacarlo de su interior con un ritmo endiablado. Alucinado por la maestría de su mamada, todo mi ser reaccionó y acumulando presión sobre mis genitales, estos explotaron en sonoras oleadas de placer. Mi nuera no dejó que se desperdiciara nada de mi simiente y golosamente fue tragándola a la par que mi pene la expulsaba. Una vez terminó la eyaculación, con su lengua limpió los restos de semen y sonriendo, me miró diciendo:
-Espero que mi anciano hombre se recupere rápidamente porque este cuerpo necesita que le den un meneo-.
Con todo el descaro del mundo, me estaba retando por lo que cayendo en su trampa, la desnudé violentamente y desgarrando sus bragas, la tumbé en la cama:
-Eran nuevas-, protestó soltando una carcajada.
-Te compraré una docena-, le respondí hundiendo mi cara entre sus piernas.
Su sexo me esperaba completamente mojado y al pasar mi lengua por sus labios, oí el primero de los gemidos que escucharía esa noche. El aroma a mujer necesitada inundó mi papilas y recreándome en su sabor, recogí su flujo en mi boca mientras mis manos se apoderaban de sus pechos. La ex de mi hijo colaboró separando sus rodillas y posando su mano en mi cabeza, me exigió que ahondara en mis caricias diciendo:
-Sigue comiéndole el coño a la puta de tu mujer. Te juro que esta noche seré completamente tuya-.
Oírla tan entregada me volvió loco y pellizcando sus pezones, introduje mi lengua hasta el fondo de su sexo.  Mi nuera chilló de deseo y reptando por la cama, me rogó que la penetrase. Haciendo caso omiso a su petición, seguí jugando en el interior de su cueva hasta que sentí cómo el placer la dominaba y con su cuerpo temblando, se corría en mi boca. Su clímax, lejos de tranquilizarme, me enervó y tumbándola boca abajo sobre las sábanas, puse la cabeza de mi glande entre los labios de su sexo.
-Tómame-, me exigió moviendo su culo y tratando de forzar mi penetración.
-Tranquila-, dije dándole un azote,-llevo muchos años sin una mujer y si sigues así, me voy a correr enseguida.
-Me da igual. ¡Úsame!, necesito sentir tu polla dentro de mí. Desde que estoy contigo, he vuelto a sentirme una mujer y ahora me urge ser tuya-.
Comprendiendo la inutilidad de mi razonamiento, de un solo arreón, rellené su conducto con mi pene. Ella, al sentirlo chocando contra la pared de su vagina, gritó presa del deseo y retorciéndose como posesa, me pidió que la cogiera los pechos.  Obedeciendo me apoderé de sus senos y usándolos como ancla, me afiancé con ellos antes de comenzar un suave trote con nuestros cuerpos. Marta, berreando entre gemidos, gritó:
-He sido idiota prefiriendo al niño en vez de al hombre. Quiero pertenecerte y que tú seas mío. No me dejes nunca-.
La mención a mi hijo, me hizo enloquecer y fuera de mí, incrementé mi velocidad mientras uno tras otro solté una serie de azotes alternos en sus nalgas. Ella respondió a mis correctivos con lujuria y sin importarle despertar a su niña, me chilló que no parara. El sonido de las nalgadas se mezcló con sus gemidos y estimulada por el castigo, se corrió nuevamente sin parar de moverse. No satisfecho,  mi galope se convirtió en una desenfrenada carrera que tenía como único objetivo mi propio placer pero, mientras alcanzaba mi meta, llevé a mi nuera a una sucesión de ruidosos orgasmos. Su completa entrega me tranquilizó y por eso cuando de mi pene empezó a surgir el semen, mi mente ya había olvidado el agravio y con un gritó, le informé que me iba a correr. Ella al sentirlo, contrajo los músculos de su vagina y con una presión desconocida por mí, mi pene se vació en su ya germinado vientre.
Agotado por el esfuerzo, me desplomé a su lado. Marta me abrazó llorando. Al percatarme de las lágrimas que recorrían sus mejillas, le pregunté preocupado que le ocurría y si me había pasado:
-Para nada, lo que me pasa es que me has hecho feliz y todavía no me creo que me haya ocurrido algo bueno. Llevaba demasiado tiempo en caída libre-.
-Menos mal-, le respondí,-pensé que te quejabas de la tunda de azotes-.
Ella se rio al escuchar mi respuesta y poniendo cara de pilla, me soltó:
-Lo tengo un poco adolorido, pero me ha enloquecido la forma en que me has hecho el amor. Eres un viejo verde y yo, una pobre chiquilla de la que has abusado. Y si te digo la verdad, a partir de mañana espero que abuses de mí todos los días y a todas horas-.
-Si crees que he terminado por hoy, ¡estás equivocada!-, exclamé, -todavía tengo que probar tu puerta trasera-.
-De eso nada-, contestó haciéndose la indignada,-por ahí soy virgen. Nadie lo ha usado-.
Saber que ni siquiera mi hijo había hoyado su culito, me puso a mil y acariciando sus nalgas, le dije:
 -¿No me dijiste que querías ser enteramente mía? y ¿qué harías todo lo que yo quisiera?, pues quiero ser el primero-.
-Lo pensaré-, respondió meditando mis palabras.
Soltando una carcajada, me levanté al baño mientras le contestaba:
-Pues piénsalo rápido porque estoy yendo a por crema, ¡mi amor!-.
 

Relato erótico: “Emputeciendo a una jovencita (4)” (POR LUCKM)

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LA OBSESION 2Al día siguiente amanecí bastante pronto, con la polla como un palo, mientras me servia un café Sin títulorevise las nuevas cámaras del piso de arriba. Se veía a la niña y a la madre durmiendo placidamente, ambas desnudas en sus camas. Cogi las llaves y subí, entre en su casa y me puse a hacer el desayuno. A los cinco minutos apareció Eva frotándose los ojos, iba completamente desnuda como le había ordenado. Me miro sorprendida pero me ayudo a prepararlo después de un largo y húmedo beso.

Eva – Iba a bajar en breve, tenia ganas de mi desayuno mañanero.

Yo – Jajaja, ya me imagino el hambre que tienes putita.

Empezamos a desayunar y apareció mama, tb iba desnuda, ella no se sorprendió, solo se acerco, me beso y me acaricio la polla suavemente. Fue hacia la cocina…

Yo – Donde vas mama puta?

Ana – Iba a coger una taza.

Yo – No, ponte en el extremo de la mesa, túmbate sobre la mesa con los brazos extendidos, cogiendo los bordes. Voy a encularte.

Ana – No, por favor, eso debe doler mucho.

Yo – Que va, bueno si, pero te acostumbraras, una buena puta tiene que usar todos sus agujeros.

Ana – Pero…

Yo – Pero nada, Eva, coge las bragas de anoche y méteselas en la boca.

Eva se levanto y se acerco al salón, las bragas que llevaba su madre la noche anterior. Volvió y después de darle un besito en la mejilla a su mama se las metió en la boca, costo un poco, eran muy grandes.

Yo – Ves mama, ya tienes desayuno, esas bragas tienen mi semen, los jugos del coño de tu niña y los tuyos de anoche, seguro que las empapaste bien antes de que te las quitara.

La mama gruño un poco pero mantuvo su posición mientras nos veía desayunar a su hija y a mi.

Yo – Y bien cariño? Como se te plantea el día?

Eva – Pues tengo un examen y mi novio va a darle por el culo a mi mama.

Yo – Y eso te gusta?

Eva – Mucho. No se por que pero si, me encanta. Cuando tenga un novio será tan guarro como tu?

Yo – No creo, pero todo es buscar. Dentro de poco te pondré a follar todos los fines de semana, te quiero muy usada.

Eva – Por que?

Yo – Simplemente me gusta la idea, veo esas adolescentes monísima todos los fines de semana, guapísimas. Siempre quise verlas follar como unas putas. Lo que me recuerda, en tu nuevo colegio, hazte amiga de las mas guapas, las usaremos mas adelante.

Eva – Claro, si lo hiciste con mama y conmigo seguro que puedes con alguna de las mojigatas de mis compañeras, y me encantaría verlas con una polla en la boca.

Yo – Ves, a mama tb le encanta, le da igual lo que le diga a su niña con tal de tener su ración de polla. Verdad mama?

Ana asintió con la cabeza, me levante y me acerque a ella, le acaricie el coño.

Yo – Joder, la puta de tu madre tiene el coño chorreando cariño.

Sonó el teléfono, Eva se acerco al aparato.

Eva – Es papa.

Yo – Quien?

Eva – El cornudo.

Yo – Pues cojéeselo.

Acerque mi polla al culo de Ana y empecé a apretar, tenia su agujerito muy cerrado. Me acerque a su oído.

Yo – Procura abrir el culo o te quito la mordaza y el cornudo de tu marido te va a oír aullar puta.

Ella se relajo un poco y mi polla empezó a entrar poco apoco, Eva hablaba con su padre

Eva – Hola papi, que tal? Y eso que llamas tan temprano?

Seguí empujando, mi polla iba ya por la mitad, era un gustazo desvirgar el culo de una mama. Agarre sus tetas mientras seguía clavando mi polla

Eva – No papa, esta en la ducha. Si, estamos muy bien, te echamos de menos, cuando vuelves?.

Eva me miraba mientras enculaba a su madre, ella se acariciaba su coño, me encantaba esa rajita adolescente, sin un pelo, se la veía sus jugos brillar desde donde estaba…

Eva – Esta noche? Que bien!!

Mi polla entro por completo, la madre emitió un jadeo se relajo, empecé a sacarla y meterla despacio para abrir bien su culo.

Eva – Si papa, estudie el examen de hoy.

Seguí empujando cada vez mas rápido, quería correrme, cuando note que la leche subía de mis pelotas la saque y se la clave en el coño de un golpe, mi leche salía disparada, notaba como me vaciaba dentro de su coño. Me acerque a su oído.

Yo – Joder, que puta eres, creo que te preñe con tu marido al teléfono, quieres que te preñe puta?

Ella movió afirmativamente la cabeza. Le di la vuelta, la tumbe abierta de piernas sobre la mesa, hice un gesto a Eva para que le pasara el teléfono, cuando Ana se vio con el aparato cerca se saco las bragas de la boca y empezó a hablar con su marido.

Ana – Hola cariño!, que tal el trabajo?

Ana – Si, nosotras también te añoramos.

Me acerque a Eva y le dije que acariciara a su madre, de arriba abajo.

Empezó tocándole las piernas, yo negué con la cabeza, me acerque y agarrre las tetas de Ana bien fuerte, las solté, Eva me imito, agarre su coño metiéndole un dedo dentro, Eva iba pillando la idea y ya no se cortaba.

Ana – Si cariño, rezamos todas las noches.

Se iba poniendo nerviosa con la sobada, Eva no tenia compasión, parecía fascinada con el coño de su madre, tras meterle un par de dedos se los llevo a la boca y los chupo. Ana la miraba con los ojos abiertos como platos.

Metí un par de dedos en el coño de Eva y se los acerque a su madre.

Ana – Si cariño, no para de estudiar.

Se los metí en la boca, ella intento girar la boca pero le di un pequeño bofetón y la abrió. Los chupo unos segundos y siguió hablando. Mi polla estaba dura otra vez, le dije a Eva que se tumbara sobre su madre, cuerpo con cuerpo, sus tetas se tocaban.

Ana – Cielo, tengo que dejarte para ayudar a Eva antes de ir al cole.

Metí mi polla en el coño de Eva, hasta el fondo, vi como su espalda se ponía tensa y aguantaba un gemido.

Ana – Si, yo también te quiero, besos.

Ana – Joder, que cabrón eres!!

Yo – calla puta y abraza a tu hija, quiero que sientas su cuerpo mientras me la follo.

Seguí hundiendo mi polla en su joven coñito, ella ya no paraba de gemir. Ana la abrazaba, muy fuerte, le gustaba sentir las tetas de su niña frotándose con las suyas, bajo una mano hacia su coño y empezó a masturbarse.

Yo – Eva, abre la boca, quiero que babees como una perra, vamos, babéale la cara a tu mami.

Ana se masturbaba cada vez mas fuerte, Eva gemía una y otra vez…

Eva – Te gusta mi novio mama? Es una maravilla verdad?

Ana – Si cielo, ojalá yo hubiera tenido uno así.

Eva – Por favor, correte en mi boca, necesito mi leche calentita por las mañana.

Saque la polla del coño de Eva y me senté en un sofá, tanto empujar me tenia molido.

Yo – Bien, putas, venir aquí. Ana, cojéeme los huevos con una mano y la polla con la otra, mastúrbame para alimentar a tu niña, tu Eva, pon la boca en mi capullo, tu mama me va a ordeñar los huevos para ti.

Ana puso todo su esmero, Eva succionaba fuerte mi capullo, se la veía hambrienta. Al final no pude aguantar, Eva trago, todo, y estuvo un par de minuto mas succionando para terminar de dejarla bien limpia.

Bien putitas, una a clase y la otra a trabajar. Ana, pasa por casa al volver, esta noche recibirás a tu marido con el culo bien abierto y lleno de leche.

Ana – Si amo.

Yo – Y tu putita, invita a tus amigas a subir después de clase, les daré un vistazo por cam y ya te diré cuales me gustan.

Eva – Me encantaría estar en misa y ver a varias de mis compañeras sabiendo que sus coños están chorreando tu semen.

Yo – Lo veras putita, y con sus papas al lado, como tu.

*******************

Bueno, espero que os gustara, por favor votar, es la manera de saber si voy bien o no… Sigo encantado de que me mandéis mail o me agreguéis.

Por alguna razón me agregan bastantes mujeres de sudamerica que españolas de pura cepa, no os gusta?, me gustaría saber que les falta para que os gusten tanto como a ellas.

Esto lo puse hace un par de semanas y me agregaron varias madrileñas, parece que si que gusta por aquí solo es son mas tímidas, encantado de descubrir a mis lectoras madrileñas.

skype luckmmm1000

luckm @hotmail.es

 

“MI ALUMNA SE ENTREGÓ AL PLACER” Libro para descargar (POR GOLFO) HISTORIA TOTALMENTE INÉDITA

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PORTADA ALUMNA2

Sinopsis:

El email de una desconocida despertó el instinto depredador que llevaba reprimiendo durante años y cómo no podía hacer mía a la causante, busqué a mi alrededor una sustituta. Contra toda lógica descubrí dentro del aula donde daba clases que Almudena, un cerebrito, era la sumisa que estaba esperando.

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:
 

Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos
 

Capítulo 1

Después de una temporada de relativa calma, me vi inmerso en una vorágine de sexo y perversión como nunca la había tenido. Todo empezó un día recibí un email de una joven de apenas veintitrés años que se declaraba fan de mis relatos.
Al leerlo, mis años de experiencia me hicieron ver que tras los sinceros elogios se escondía una petición de ayuda. En una lectura rápida cualquier otro destinatario solo se hubiese quedado con la fascinación de esa niña por la literatura erótica pero, a mí, me resultó evidente leer entre líneas que su fantasía iba más allá.
«Tiene alma de sumisa», comprendí pero lo que realmente picó mi curiosidad fue advertir por su tono que deseaba de alguna forma conocerme.
Como perro viejo en esas lides, decidí hacer un hueco en mis obligaciones y poniéndome frente al teclado, la contesté cordialmente mientras la regalaba un relato inédito para que fuera ella la primera en leerlo.
«¿Caerá en la trampa?», me pregunté nada más enviar ese mensaje porque si era como yo suponía, no podría evitar responder lo que me daría la oportunidad de lanzarle un anzuelo tras otro hasta que esa cría pasase a formar parte de mi harén.
Mientras esperaba su respuesta, me puse a indagar sobre ella. Cosa que me resultó fácil porque sin saberlo, me había dado mucha más información de la que en un principio estaba dispuesta a revelar al cometer involuntariamente varios errores.
Aprovechando su buena fe, o mejor dicho su inconciencia, busqué el mail desde el que me había escrito en Google. Os juro que al hacerlo no esperaba ningún resultado que me permitiera conocer quién era la remitente, pero fue entonces cuando descubrí que había usado su dirección “oficial”.
«Es mona», certifiqué cuando uno de los enlaces me dirigió directamente a su Facebook.
Así supe de primera mano que mi interlocutora vivía en Puerto Rico, que estudiaba trabajo social en una de las universidades de esa isla, que no había mentido respecto a sus años y que al menos en la red, no tenía pareja ya que en ninguna de las fotos que había colgado aparecía con un tipo que no fuera de su familia.
«Es curioso», pensé, «las personas de su generación han crecido con internet y aun así, no saben cómo proteger su anonimato».
Trasteando en la web, recopilé un montón de información sobre sus hábitos e intereses sin tener que desvelar que era yo quien investigaba. Así me enteré que medía un metro cincuenta, que era blanca de piel y que llevaba el pelo corto pero también salió a la luz su gusto por los animales y su afición a la literatura seria.
«Alguien tendrá que explicarle que no está bien ser tan poco cauto y que al menos debe de tomar precauciones antes de entrar en contacto con un extraño», me dije olvidándome de ella por la llegada de María, una profesora del claustro donde trabajo, la cual desde hace seis meses es mi más fiel servidora.
Aunque no viene a cuento, el caso de esta madura merece un inciso para explicaros de alguna forma que una de las principales características de un amo es ¡estar siempre a la caza!
Todavía recuerdo el día en que conocí. Fue durante una charla informal en la cafetería de mi universidad. Estaba tomando un café con el rector cuando ese buen anciano me la presentó como su última adquisición para el departamento de investigación. Ni siquiera tuvo que hablar, como un libro abierto leí en su actitud, en sus ojos esquivos y en su exagerado mal humor que el destino de esa rubia pasaba por lucir uno de mis collares.
Y así fue, en menos de dos meses, María me rogó de rodillas ser mi esclava y desde entonces, una o dos veces por semana, llega a mi casa, se desnuda y durante cuatro horas se afana en servirme. Da igual que esté casada y que su marido se haya convertido en mi amigo, cuando la llamo corre a cumplir mi voluntad al saber que al final se verá recompensada y obtendrá el placer que ha venido a buscar.
Si os preguntáis porque os cuento esto, la respuesta es sencilla:
“Quiero dejaros claro que todos aquellos que tengáis una faceta sumisa ¡corréis peligro!”. Ya que el primer dominante con el que os topéis sabrá quizás antes que vosotros exactamente que tecla tocar para sacar a la luz vuestra verdadera personalidad y solo dependerá de él, el tiranizaros o el haceros disfrutar sin límite.
Volviendo a la historia de “Pequeñita”, María estaba haciéndome la primera mamada del día cuando desde el otro lado del charco, esa puertorriqueña me contestó. Sin permitir que la zorra se sacara mi verga de su garganta, me puse a leer el mensaje de la desconocida.
Os confieso que no fue ninguna sorpresa que esa monada me explicara su evolución y que siendo apenas una adolescente comenzara a disfrutar con las historias románticas donde el protagonista fuera un hombre dominante.
Tampoco me extrañó que rápidamente se diera cuenta que a esas novelas rosas les faltaba algo ni que fue cuando cayó en sus manos un libro erótico cuando realmente se enteró que deseaba sentirse usada aunque fuera una vez. En plan confesionario, me contaba en el mail que se fue concentrando en relatos de maduros al creer que solo con experiencia podía ser capaz de sacar la ardiente mujer que tenía dentro. De allí pasó a los relatos de dominación y de esos a los de no consentido.
Nuevamente no tuve que ser un genio para saber que esa boricua estaba en cierta forma buscando un escultor que diera forma a su ser y con él descubrir la que yo considero más sublime forma de placer que es la sumisión. Reconozco que lo que realmente instigó a mi lado dominante a seguir con ese intercambio epistolar fue comprobar que era sincera porque sin que yo se lo tuviera que pedir, “Pequeñita” se describió exactamente como aparecía en las fotos sin tratarse de adornar.
― No hace falta ser una Barbie para gustar a un hombre― tecleé respondiendo a su mensaje, harto quizás de la impostura que puebla la red.
Agradeciendo su sinceridad, le pedí que me contara el momento más erótico de su vida para comprobar cuan acertado estaba sobre sus verdaderas inclinaciones. Tras releer mi escrito, di al SEND y me concentré en la sumisa que tenía entre mis piernas.
María había aprovechado que no la miraba para empezarse a masturbar. Me hizo gracia saber que lo había hecho a propósito para que yo tuviera un motivo para castigarla pero la perspectiva que se me abría allende los mares me tenía de buen humor y por ello únicamente esperé a que estuviera a punto de correrse para prohibírselo.
― ¿No me va a castigar?― incrédula me preguntó.
― No te lo mereces― respondí.
Tras lo cual la llevé sobre mi cama y le inserté sendos consoladores en cada uno de sus agujeros. La cuarentona creyó que iba a hacer uso de ella pero poniéndolos a toda potencia, me fui a merendar advirtiéndola que no iba permitir que en esa tarde, me volviera a fallar.
«Tengo vedados los orgasmos», comprendió y humillada esperó a que esos dos enormes falos de plástico cumplieran su labor.
Satisfecho con ese peculiar escarmiento, abrí la nevera y me preparé un bocadillo. Cuando os digo que estaba satisfecho, así era porque si bien los ajenos a este mundo, equiparan sumisión al dolor, eso es falso. Se puede ser el amo más dominante sin tener que torturar a nuestras princesas porque unas necesitan mano dura mientras a otras les basta con sentirse dirigidas.
Con una cerveza en una mano y el bocata en la otra, volví a donde estaba mi sumisa. No tuve que traspasar la puerta para saber que María me había obedecido al ver cómo intentaba a duras penas contener el placer que se iba acumulando entre sus piernas.
«Es una puta bien adiestrada», sentencié mientras me sentaba a observar su sufrimiento al no poder correrse.
La rubia suspiró al verme y con lágrimas en los ojos, me imploró que la perdonara. No le hice caso y masticando lentamente incrementé su zozobra al sentirse observada.
― Amo, ¡no aguanto más!― chilló descompuesta al ser consciente que desde mi asiento podía ver claramente que tenía su sexo anegado.
Disfrutando de su desamparo, metí y saqué el falo que tenía incrustado en su trasero un par de veces antes de humillarla, diciendo:
― Viendo lo gordas que tienes las tetas, es una pena que seas tan vieja. De ser más joven, te preñaría para que así asegurar que mi hijo tuviera leche suficiente con la que alimentarse.
Mi menosprecio caló hondo en ella y con un tono menos sumiso del que debería, protestó:
― Todavía puedo quedarme embarazada.
Su respuesta me sirvió para recordarle que entre los límites que ella misma me había puesto al convertirse en mi esclava estaba el no tener descendencia. María al oír mi réplica comprendió que tenía razón y dando una vuelta de tuerca más a nuestro acuerdo, contestó:
― Si usted lo desea, me gustaría quitar ese término. Sería un honor que usted me preñara.
― Lo pensaré― fue mi escueta respuesta y premiando la extensión de su confianza, le dije: ― mientras tanto, ¡puedes correrte!
Mis palabras desencadenaron su placer de inmediato. Tanta era la presión que llevaba acumulando que en cuando abrió la espita, todo su cuerpo se vio desbordado por un brutal orgasmo cuyos signos más evidentes fueron sus gritos pero como la conocía de sobra, para mí fue admirar su entrega hecha líquida en el charco de flujo que se formó sobre las sábanas.
― Me encanta ser su guarra― berreó al sentir que retiraba el consolador de su ojete.
Sacando mi pene de su encierro, formalicé el nuevo trato empalándola de un solo arreón mientras susurraba en su oído que a partir de ese día tenía la obligación de dejar de tomar anticonceptivos.
Todavía no sé si las lágrimas de sus ojos fueron por el dolor que sintió al romperle tan bruscamente el culo o de felicidad por saber que su vientre albergaría durante nueve meses una versión en pequeño mía. Lo cierto es que no llevaba sodomizándola más que unos pocos segundos cuando un geiser brotó hirviendo de su sexo, empapando mis muslos.
«¡Cómo me gusta que sea tan puta!», exclamé en mi mente para no revelar ante esa rubia esa intima apetencia.
Deseando que se sintiera mi montura y yo su jinete, agarré su melena a modo de riendas y dando una azote en sus ancas, incrementé el compás de mi galope hasta hacerlo desenfrenado.
María, agradeció el nuevo ritmo, relinchando de placer y ya convertida en yegua buscó desbocada otro nuevo orgasmo. Su enésimo clímax coincidió con el momento en que mi pene explotó regando con su simiente los intestinos de mi sumisa.
La felicidad que mostró, me hizo pensar que realmente le apetecía que mis genes sembraran su todavía fértil vientre pero también comprendí que si no conseguía que prendiera mi retoño, tendría que buscarme una sustituta. Recordando a la puertorriqueña, decidí que “Pequeñita” podría ser una buena sustituta…
Acababa de despedir a María cuando una campanilla me informó que acababa de recibir un nuevo mensaje. Al abrir mi Hotmail, sonreí al comprobar que era la chavala de uno cincuenta y pechos medianos quien me contestaba.
Mi sonrisa que se había acrecentado cuando de primeras leí que esa muñeca me confesaba sus deseos de profundizar en el mundo que consideraba mi forma de ver la vida, desapareció de golpe al continuar y enterarme por sus palabras que ya había entrado en contacto con otro amo. “Daddy” fue el término que usó para referirse a él.
«¡Mierda!», mascullé enfadado porque una de las reglas no escritas de la dominación es que uno puede comprar o vender a una sumisa pero nunca inmiscuirse en la relación con su amo.
Mi cabreo se convirtió en indignación al enterarme que tras una primera sesión que incluyó desde azotes, bondage hasta lluvia dorada, ese capullo no había querido volverla a ver por miedo a que sus otras tres sumisas se enteraran y le dejaran.
«Ese tipo no merece que nadie le llame daddy», sentencié al saber que un verdadero amo nunca dice cuántas sumisas tiene y menos, las tiene que rendir cuentas de lo que hace cuando ellas no están.
«Ni siquiera debió explicarle en que consiste el acuerdo de entrega y tampoco establecieron en común los límites que ninguno podía traspasar», hecho una furia comprendí.
Lo de menos era la horterada de “Daddy”, yo mismo a mis sumisas las considero y las llamo mis “princesas” porque al fin y al cabo, mi función es hacerlas gozar descubriendo hasta donde llegan las fronteras de sus tabúes. Lo que realmente me hacía tirarme de los pelos es que ese insensato hubiera podido dañar por ignorancia o maldad un brillante en bruto como parecía ser esa niña.
«De tenerlo enfrente, lo mataba a golpes. ¡Cómo se le ocurre forzar la máquina en la primera sesión!», cada vez más encabronado con el asuntó, señalé: «El primer día sirve para establecer la confianza sumisa― amo, ¡no para experimentar!».
Por mi mente pasaron unas cuantas candidatas que ni siquiera habían podido soportar verse frente a frente conmigo en un cuarto, sabiendo que la razón de estar ahí era entregarse a mí, a un cuasi desconocido.
«¡En qué coño pensaba ese inútil! De haber sido yo, “Pequeñita” hubiese modelado desnuda para mí y poco más. Exagerando al despedirme ¡la hubiese besado!», mi mente no dejaba de repetir mientras seguía leyendo.
La propia boricua confirmó mi opinión al explicarme tal y como se lo había pedido que el momento más erótico que había experimentado en su vida fue durante esa sesión cuando la empujó contra la pared y teniéndola indefensa, forzó su boca con la lengua mientras sentía su presencia.
― ¡Eso fue lo único que hizo bien!― en voz alta recalqué, un poco más tranquilo al darme cuenta que los daños en “Pequeñita” parecía no ser permanentes: ― La chavala es sumisa de corazón y por eso reaccionó al premio que le daba su amo.
Viendo que no todo estaba perdido y que con ese aprendiz de amo no me unía ningún tipo de cortesía “profesional”, decidí explicar a mi interlocutora por qué tenía que cambiar de Daddy y buscarse uno que realmente supiera como eran las cosas.
Ni que decir tiene que ¡me ofrecí a ser yo quién la enseñara!

Capítulo 2

A raíz de ese mail, la boricua desapareció de mi vida. Os confieso que interpreté su silencio cómo una oportunidad perdida. Estaba desilusionado porque me apetecía hacerme con esa carne fresca a la que someter a mi antojo. Para entonces la consideraba un trozo de mármol que mis manos podían ir cincelando poco a poco hasta convertirla en mi puta.
Para mí, “Pequeñita” no era una persona con sentimientos, era un objeto con el que saciar mi hambre de nuevas conquistas. Deseaba poner mis garras en ella y sin que se diera cuenta irla adoctrinando a mi antojo, de forma que al final, esa jovencita respirara, comiera e incluso defecara con un único objetivo: “Servirme”.
Su vida pasaría a ser mía. Por mis planes pasaba que su voluntad se fuera diluyendo como un azucarillo en el café con el objetivo de endulzar mi existencia. Deseaba anularla, convertirla en una zombi que solo deambulara por el mundo con el fin de adornar mi galería de trofeos.
Había previsto, exhibirla ante mis conocidos como un ganadero muestra orgulloso su mejor res. Dejar que mis colegas de perversión pusieran sus sucias manos sobre los pechos casi virginales de esa cría para comprobar lo bien que la había adiestrado.
Tenía muchas esperanzas puestas en esa puertorriqueña. En mi pérfida imaginación, iba a ser yo el que rompiera por primera vez su culo. Bajo mi mando, había planeado que esa angelical muchacha satisficiera solo porque yo se la mandaba a mujeres tan perversas como yo.
Y cuando me hubiese cansado de ella, vendería sus despojos al mejor postor para acto seguido buscar una nueva víctima que anotar en mi lista de éxitos.
Pero desgraciadamente, todo se había ido al traste o eso pensé cuando al tercer día, no había tenido noticias de ella. Interiormente me reconcomía el hecho de haberme excedido exigiendo que dejara a su “daddy”. Por muy inepto que fuera ese imbécil, si la había conseguido convencer de pasar el trance de esa brutal sesión, de alguna forma la tenía en sus manos.
«¡Qué desperdicio!», mascullé mentalmente al haber perdido esa gema, sobre todo porque estaba convencido que en mis manos cual cisne, pasaría de ser un patito feo al más bello de su especie.
Asumiendo mi error, llamé a María. Sin que yo se lo preguntara, esa cuarentona me informó que había dejado de tomar la píldora y que no veía el momento que me dignara a inseminarla.
― A las doce en mi despacho― contesté colgando el teléfono.
La idea de preñar a esa rubia y que el tonto del culo de su marido corriera con los gastos de su educación me alegró el día y terminando de desayunar, me dirigí como todos los días a impartir clases.
Curiosamente al entrar en el aula y enfrentarme a un público mayoritariamente femenino, me hizo recordar a “Pequeñita”.
«¿Cuantas de estas zorritas serán sumisas?», me pregunté mientras acomodaba mis papeles en el estrado, «¿La morena de tetas grandes quizás? o ¿la guarra con minifalda de la tercera fila?».
Una a una fui recorriendo toda la clase. “Pequeñita” había despertado mi instinto depredador y como el ave de rapiña que soy, dejé a un lado mi promesa de jamás buscar putitas entre el alumnado y mentalmente fui anotando candidatas.
Al terminar la clase ya había descubierto al menos media docena de jovencitas que mostraban signos de ser sumisas y cogiendo un bolígrafo, anoté sus nombres en la libreta que tengo para ese fin. No contento con ello, durante la segunda hora hice lo mismo pero en este caso, mi interés se centró en una de las de mayor edad pero no por ello de menor coeficiente intelectual. Al contrario, era un cerebrito que estaba cursando su tercera carrera.
Os preguntareis el porqué. Me resulta muy sencillo de explicar, estaba oteando entre las filas de pupitres cuando la descubrí mirándome embelesada. Al sentirse descubierta, su rostro se tornó pálido y bajó su mirada pero ya era tarde, bajo su blusa dos pequeños bultos me revelaron su excitación.
«¡Coño! No me había dado cuenta que Almudena es otro diamante en bruto», señalé sin margen de error.
Mi seguridad venía motivada porque antes que yo, ella había reconocido en mí a un dominante y siendo sumisa de nacimiento se había sentido atraída.
«Somos polos opuestos», comprendí, «amos y sumisas somos capaces de reconocernos».
Aun así debía constatar que esa cría había nacido para alguien como yo. Impartiendo la materia entre los alumnos, me fui acercando a ella. Su creciente nerviosismo hubiese sido suficiente pero queriendo confirmar sin duda alguna que Almudena terreno abonado donde arar, en un momento dado, puse mis manos a ambos lados de sus hombros. Tal y como había previsto esa castaña, al sentir mis garras sobre su piel, cerró sus piernas en un vano intento por evitar que advirtiera la excitación que recorría su cuerpo. Nadie en todo el aula se dio cuenta de lo que ocurría. ¡Miento! ¡Dos si éramos conscientes! ¡Mi presa y yo!
Recreándome en mi dominio, acaricié levemente su cuello con uno de mis dedos hasta que vi como cerraba sus puños sobre la mesa.
«Se ha puesto cachonda», sentencié y dejándola en paz, caminé hacia el estrado.
El resto de la hora paso sin pena ni gloria, reconozco que tan poco me esmeré en dar una clase magistral porque mi mente estaba ocupada en otras cosas.
¡Iba a cruzar los límites que me había auto impuesto!
Por eso cuando mis alumnos ya salían rumbo al descanso, llamé a Almudena. La chavala al oírme instintivamente tapó sus senos con una carpeta y totalmente colorada, llegó hasta mi mesa. Toda ella temblaba con el mero hecho de estar en mi presencia y hurgando en esa herida, con descaro recorrí sus piernas antes de decirla:
― Ando buscando una ayudante y he pensado en ti.
No era una pregunta, era una afirmación y por ello esa indefensa jovencita no tuvo oportunidad de librarse y ató su destino al mío al contestar:
― Será un honor servirle.
Esa respuesta me reveló que no me había equivocado al elegirla como futura sumisa, ya que su propia naturaleza la había traicionado empleando una frase que solo una puta consciente de sus inclinaciones usaría. En ese momento, me hubiese gustado dar inicio a nuestra primera sesión pero recordé que había quedado con María.
«Un amo debe cumplir primero con sus princesas», medité y asumiendo que al menos estaría una hora ocupado con la profesora ordené a la chavala que fuera a verme sobre la una.
― Allí estaré― contestó la incauta con una alegría que desbordaba todos sus poros.
Tras lo cual, la vi marchar meneando el pandero que no tardaría en usar. Ese sensual movimiento de nalgas fue una muestra más que esa cría era un proyecto de putita porque aunque todavía no lo supiera, involuntariamente su cuerpo mostraba la felicidad de una esclava al conocer a su dueño.
Para entonces mis hormonas habían tomado las riendas de mi voluntad y mirando el reloj, me di cuenta que llegaba tarde.
«Espero que ya esté caliente, ¡necesito descargar!», pensé del vientre que iba a germinar mientras enfilaba el largo pasillo que llevaba a mi despacho.
Felizmente, mis previsiones se vieron superadas porque al llegar a mi oficina, esa zorra de cuarenta tacos se lanzó sobre mí aún antes que pudiera cerrar la puerta con llave. Su hambre era tan grande que, sin ni siquiera saludarme, se arrodilló y sacó mi miembro de su encierro.
Al descubrir que mi pene estaba erecto su cara se iluminó e intentó hacerme una mamada. Como mis intenciones eran otras, agarré su rubia melena y la obligué a levantarse. El tirón de pelo fue doloroso pero no se quejó y permitió que girándola, le subiera las faldas.
«Viene lista», murmuré mentalmente al comprobar que no traía ropa interior y mientras metía un par de dedos en su vulva, forcé a mi sumisa a apoyarse en la mesa con su culo frente a mí.
Cómo ganado que va al matadero esperó que me pusiera tras ella, dando un pequeño grito cuando mi verga rellenó su sexo de un solo empujón. Su mojado conducto absorbió mi primera puñalada sin dificultad y eso me dio la seguridad que podía incrementar mi ritmo sin correr el riesgo de dañarla.
― ¿A qué esperas? ¡Muévete! ¡Puta!― exclamé al tiempo que daba mayor énfasis a mi orden con un sonoro azote.
María deslumbrada por la rapidez en la que se estaban desarrollando los hechos, esperó a notar la base de mi sexo chocando con sus nalgas para rogarme que le diera caña. Haciéndola caso cogí sus pechos entre mis manos y pellizcando sus pezones, le pedí que se masturbara.
No hizo falta que se lo repitiera dos veces, bajando su mano, empezó a acariciar su entrepierna a la par que empezaba a moverse. Moviendo sus caderas mientras el intruso de sus entrañas seguía apuñalándola, fue incrementando sus movimientos hasta que ya completamente cachonda, me pidió un nuevo azote. Al tiempo que rítmicamente iba sacando y metiendo mi pene de su interior, comencé a regalar una serie de nalgadas a sus cachetes mientras la zorra no dejaba de torturar su clítoris con sus dedos.
Sus gemidos se fueron convirtiendo en gritos y los gritos en alaridos de placer al sentir que incrementaba la velocidad de mis embestidas. Era tal mi calentura que con mi presa totalmente entregada le exigí que me contara lo que estaba experimentando.
― Devoción, amor y obediencia por mi amo.
Sus palabras inflamaron mi ego y atrayéndola hacía mí, la penetré sin contemplaciones. Completamente dominada por la lujuria, María chilló a sentir que se volvía a correr y soltando un largo suspiro, me pidió que no parara.
― ¿Te gusta putita?― dije dando el enésimo azote en su trasero.
― Me enloquece la idea que me embarace― contestó al sentir el calor de mi golpe.
Esa confesión había espoleado aún más su ardor y levantando su culo, mordió sus labios al tiempo que se corría. Su orgasmo coincidió con el mío y rellenando su interior con mi simiente, me desplomé en la silla de mi despacho. Exhausto, dejé que me besara. María sin dejar de acariciarme, esperó a que descansara, tras lo cual pasando su mano por mi pelo, me dijo:
― Mi amo me ha dejado el culo calentito pero mi coño sigue listo para recibir otra vez su simiente.
Un ruido fuera del despacho, me hizo sospechar que mi siguiente visita había llegado antes de tiempo y aunque me apetecía un nuevo asalto, le ordené que se vistiera. Como profesora de la misma universidad comprendió mis razones y por ello no puso objeciones. Lo que sí hizo fue cuando ya estaba lista para salir por la puerta, fue preguntarme si esa tarde se podía pasar por casa.
― Luego te llamo.
Como había supuesto, Almudena se había adelantado y permanecía sentada en la sala de espera. Tras despedirme de la cuarentona, me tomé unos segundos en hacer un rápido examen a esa chavala. Por lo coloreado de sus mejillas, comprendí que había escuchado parte sino todo el polvo con mi otra princesa.
Sonriendo de oreja a oreja, volví a mi sillón diciendo:
― Pasa y cierra la puerta.
Sentado tras la mesa de mi despacho, observé el nerviosismo de mi alumna con franco interés. Se notaba a distancia que Almudena apenas podía retener el temblor de sus rodillas. Disfrutando del momento, me quedé callado mientras leía su expediente.
«No parece tener veinticinco años», pensé ya que a pesar de su cara de niña, le había dado tiempo de terminar dos carreras y estaba cursando la tercera. Nacida en un pueblo del norte de España, supe al leer su dirección que vivía en un Colegio Mayor.
«¡Qué raro! A su edad, los universitarios suelen alquilarse con amigos un piso donde vivir», medité anotando ese dato por si resultara importante.
Aunque sabía que era brillante, repasando sus notas comprendí que la castaña era una especie de genio.
«No me extraña que esté becada. ¡Lleva todo matrícula!», dictaminé mientras levantaba mi mirada de los papeles y comprobaba que mi silencio la estaba poniendo histérica.
En su asiento, Almudena se retorció incómoda al saberse observada. Haciendo caso omiso de su turbación, esperé a que la castaña ya no supiera donde mirar o cómo sentarse para decirle:
― Mis exigencias son sencillas, demando una ayudante sin problemas de horario y dispuesta a cumplir mis órdenes tanto aquí como fuera de la universidad.
La castaña asintió con la cabeza. No me costó percibir en mi alumna una especie de satisfacción al escuchar de mis labios que su jornada se iba a extender más allá de lo académico. Indagando en ello, me permití inmiscuirme en su vida privada al preguntar:
― ¿Tienes pareja? ¿Novio? ¿Novia?
Sus ojos reflejaron su sorpresa ante ese interrogatorio pero se recompuso rápidamente y contestó:
― Todavía no he encontrado lo que busco.
No queriendo perder la baza de enterarme si al menos tenía un pretendiente, insistí:
― No quiero que luego me vengas con que no puedes cumplir una de mis órdenes por tener otras responsabilidades.
Mirándome a los ojos y con voz firme, respondió:
― Si usted me admite bajo su tutela, nada ni nadie me impedirá satisfacer sus exigencias.
La seguridad y la completa sumisión que traslucían sus palabras no hicieron más que confirmar mis esperanzas de haber encontrado un espécimen listo para ser pulido. Para entonces, el dominante que había en mí me azuzaba a comenzar de inmediato su adoctrinamiento pero el poco sentido común que me quedaba, me hizo recabar una última prueba sobre su naturaleza y por ello antes de entrar en materia me levanté y poniendo como en la clase mis manos en sus hombros, pregunté:
― ¿Cuánto tiempo llevas queriendo que yo sea tu mentor?
La putita se quedó paralizada al sentir mis dedos sobre su piel y con la respiración entrecortada, tuvo que hacer uso de toda su voluntad para contestar:
― Desde que asistí a una de sus conferencias.
― ¿Cuando fue eso?― insistí dejando que mis yemas recorrieran su cuello.
La muchacha no consiguió evitar un gemido al sentir esa caricia, tras lo cual, muerta de vergüenza, me confesó que hacía más de un año. Su respuesta me permitió profundizar y usando mis dos manos, comencé a darle un sensual masaje mientras le decía:
― No me mientas.. Dime que es lo que buscas en mí.
Tardó unos segundos en contestar. Almudena estaba aterrorizada por mis preguntas. Temiendo estar malinterpretando mi actitud, se giró hacia mí y con la angustia reflejada en su cara, me miró a punto de llorar:
― Su protección.
― ¡Explícate!― le exigí al tiempo que dejaba caer uno de los tirantes que sostenían su vestido.
Sus ojos brillaron al saber que no había sido producto del azar y llevando su boca hasta una de mis manos, depositó un beso en ella para acto seguido contestar:
― Desde que le vi, reconocí en usted a mi dueño.
Satisfecho, observé que al confesar esa cría se quitaba un peso de encima y recreándome en el poder que acababa de darme, mis yemas bajaron por su escote y por primera vez me apoderé de uno de sus pezones. Habiendo revelado su condición, Almudena gimió descompuesta al comprender que la aceptaba y mientras sus areolas eran objeto de mis mimos, directamente me preguntó:
― ¿Puedo llamarle amo?
La urgencia de esa putilla en convertirse en mi sumisa era tan evidente que intuí que había tenido una relación BSDM con anterioridad y por ello levantándola de su asiento, me permití el lujo de liberar sus pechos antes de decir:
― Eso depende de ti.
Aproveché el momento para disfrutar de sus tetas y tuve que reconocer que eran mejores de lo que me había imaginado. Grandes y duras estaban coronadas por dos rosadas areolas que pedían a gritos ser mordidas. Aguantando estoicamente el repaso que le di y sin necesidad que le explicara su significado de mis palabras, cogió mis manos entre las suyas diciendo:
― Soy una mujer libre y como tal, deseo depositar mi vida en sus manos.
Al escuchar que Almudena daba comienzo a la ceremonia de entrega, supe que no era el momento ni el lugar y por ello, corté de plano sus esperanzas, susurrando en su oído:
― Aquí no― y garabateando mi dirección en una hoja de papel, mordí su lóbulo mientras le decía: ― Te espero en mi casa a las seis.
Un tanto cortada por mi brusco rechazo, esa putita acomodó su ropa y con un deje de deseo en su voz, quiso saber cómo tenía que acudir a la cita. Me tomé unos segundos en contestar y recordando que era viernes, soltando una carcajada, contesté:
― Aunque en mi casa no la vas a necesitar, tráete ropa para todo el fin de semana.
― Así lo haré― me informó con una sonrisa de oreja a oreja, tras lo cual, pegando su cuerpo al mío, me besó diciendo: ― Estoy deseando ser suya.
Su descaro me hizo cautivó y acercándola todavía más a mí, correspondí a su arrumaco, dejando que mis manos se apoderaran de su espléndido culo y contento al descubrir que bajo su vestido esa niña tenía un par de nalgas dignas de una modelo, mis hormonas entraron en ebullición por lo que tuve que retirarla para evitar tomar posesión de ella en ese instante.
― Te veo a las seis― repetí despidiéndome de Almudena.
La castaña refunfuñó ante ese nuevo rechazo pero asumiendo que tenía razón, me dijo adiós y desapareció rumbo al pasillo. Acababa de despedirla cuando el sonido de mi Outlook me avisó que acababa de recibir un mail. Al mirar en la pantalla, vi que era “Pequeñita” quien lo había mandado.
Menos urgido de hacerla mía, al tener a mi disposición un nuevo juguete al que echar el diente, comencé a leer su mensaje. En él la boricua me pedía perdón por no haberme contestado antes, mostrándome sus dudas sobre cambiar a su “daddy” por mí pero que a pesar de eso, no quería que dejara de escribirla porque deseaba seguir en contacto.
Os juro que estuve a punto de dejar de leer pero algo me hizo continuar y fue a continuación, cuando contestando a la pregunta que le había hecho sobre cómo sería su encuentro ideal con su amo, leí que había escrito:
― Mi fantasía más recurrente es estar amarrada de las manos sobre mi cabeza y tener las piernas separadas inmovilizadas con un antifaz puesto para no saber qué me va a hacer mi amo. Que me acaricie todo el cuerpo disponiendo de él, que me bese posesivamente, que me chupe las tetas y muerda mis pezones hasta ponerlos duros. Que me masturbe el clítoris y me meta los dedos en el coño. Que no me deje correr hasta que se le antoje. Que me ponga a cuatro como una perra y juegue en la entrada de mi coño alargando el momento de la penetración. Hasta que decida clavarme (todavía no sé si lentamente o de una estocada porque de las dos maneras me excitan) y que siga con un mete y saca sin dejar lugar a dudas quien es el que manda.
Reconozco que aun sin saber si “Pequeñita” algún día sería mía, la elocuencia de sus palabras y la calentura que demostraban me hicieron albergar nuevas esperanzas. Sabiendo que no debía romper con ella antes de empezar por el mero hecho de no estar segura, cogiendo el teclado contesté a su email, diciendo que aunque no compartía su decisión, aceptaba sus motivos. Tras lo cual le pedí que a modo de juego, aceptara seguir mis órdenes sin comentar nada a su daddy.
La puertorriqueña debía estar frente a su ordenador porque casi de inmediato, respondió que la idea le gustaba.
«Será difícil pero todavía esta zorrita puede ser mía», pensé mientras le pedía que mi primer deseo era que se depilara por completo.
― ¿Para qué?― me preguntó.
Sin darle mayor explicación, respondí:
― Hazlo, confía en mí.
Esta vez, “Pequeñita” tardó unos minutos en contestar.
― Lo haré esta tarde.
Al leer su respuesta me despedí, citándome con ella para el día siguiente. Al apagar el ordenador y recoger mis bártulos, descojonado comprendí que tras un periodo de relativa calma ¡se me estaba amontonando el trabajo! No en vano, tenía una princesa que preñar, una que educar y un proyecto que si todo salía bien pudiera a llegar ser mi obra maestra. Pensando en ello, cerré mi despacho y decidí que tenía que darme prisa porque esa tarde iba a incrementar mi harén.

 

Relato erótico: “Las costumbres de mi novio 2” (POR MARQUESDUQUE)

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CAZADOR-Necesito tiempo

Sin títuloNo sabía qué hacer. Lo que había pasado me había desconcertado por completo.

-¿Por qué? ¿No te gustó?

Definitivamente no era eso. Me había gustado y mucho. Ese era el problema. Me había acostado con otro hombre delante de mi novio. Él se había acostado con otra mujer. Y me había gustado. Aquello no era normal, no podía estar bien.

-Necesito tiempo- repetí sin saber explicarme mejor. Miguel me miraba angustiado, como si estuviera abriendo la tierra bajo sus pies-Tengo que pensar, que reflexionar, que asumir lo que ha pasado.

-No tenemos porque volverlo a hacer si no quieres, creo que estas sacando las cosas de madre.- Posiblemente sería cierto. Pero eso era lo que sentía y no podía evitarlo. ¿Tenía futuro una relación después de haber participado en una orgía? ¿Tenía futuro con el chico que me había visto follar con otro complacido mientras él se tiraba a su mujer?

Recogí mis cosas y me fui a casa de mis padres. Miguel se quedó jodido, pero se tuvo que resignar. Poniendo las cosas en perspectiva, la verdad era que no había hecho nada que no quisiera hacer y que lo que había hecho me había gustado. Sexualmente había sido brutal, el orgasmo más feliz de mi vida. Entonces ¿Por qué me sentía tan mal?

-Lo sabía. Tu novio es un pervertido- era la vocecilla de Ana taladrándome el oído. No sabía porque se lo había contado. Para desahogarme, seguramente. Además de alguna manera tenía que explicar este impase.

-No digas tonterías. Además yo también lo hice, ¿crees que soy una pervertida?

-Entonces, ¿Cuál es el problema?-Eso era lo que llevaba yo preguntándome desde que pasó.

-No sé si es lo que quiero.- me eché a llorar y Ana me abrazó. Era un poco obtusa, pero una buena amiga. Apreté mi cuerpo contra el de ella y aspiré su aroma. Sentí nuestros pechos apretándose entre sí. Ella me daba besos en la mejilla, secando mis lágrimas. Uno de ellos me rozó los labios.

-Todo saldrá bien- me dijo. Asentí, algo azorada y me separé un poco de ella. ¿Nuestro inocente contacto me había excitado? ¿Tendría ella razón y me estaría convirtiendo en una pervertida?

Pase un tiempo sin ver a Miguel, pensando en nuestro futuro. No terminaba de aclararme. De vez en cuando salía de fiesta con Ana para despejarme. Un día estaba en su casa y empezó a preguntarme por mis experiencias con Julio y María. Se las conté con todo lujo de detalles y noté que se excitaba. ¿Con ella también?, me preguntó al referirle mis escarceos con María. Sí, ya te lo he dicho, le respondí. ¿Cómo es besar a una mujer?, preguntó ella de nuevo. Ya lo sabes, tu y yo nos hemos besado mechas veces, le dije evitando una respuesta más directa. Eso eran solo piquitos, digo un beso de verdad. Me acerqué lentamente hacia ella. Fui deliberadamente despacio para darle tiempo de recular sino estaba de acuerdo con lo que iba a pasar. Ella no se movió. Acerqué mis labios a los suyos. La verdad era que lo deseaba desde el día que Miguel mencionó nuestros bailes sensuales. Tal vez lo había deseado desde siempre. Nuestras bocas tomaron contacto y le succioné el labio inferior. Mi lengua se abrió paso entre mis dientes y tocó los suyos. La suya asomó tímidamente y las dos se rozaron. Ladee u n poco la cabeza para que nuestras bocas encajaran mejor y nuestras lenguas se acariciaron ya sin embozo a la vez que un poco de saliva pasaba de mi boca a la suya. Pasó sus brazos por detrás de mi cuello y la abracé con los míos mientras en su pasión me mordía los labios. Mi lengua hizo círculos en torno a la suya hasta que, como despertando de un sueño, nos despegamos. Guau, murmuró. Pediré una pizza, dije cogiendo el teléfono y rompiendo el embrujo.

Pase así un par de semanas más. Ana no volvió a comentar lo del beso ni yo tampoco. Un día recibí una llamada telefónica. “Hola, soy María”. No había vuelto a hablar con ellos ni, por supuesto, a verlos desde la noche de la orgía. “Hola”. Charlamos un rato sobre cosas intrascendentes hasta que me confesó que había hablado con Miguel. Finalmente quedé con ella para tomar un café y hablar en persona. Tal vez si alguien podía comprenderme era ella.

Llegué pronto a la cafetería. Aun así, ella ya estaba esperándome. Estaba guapísima, como siempre: elegante, segura de sí misma, sexy y oliendo a su perfume habitual, que no sabía cuál era, pero que embriagaba. Nos dimos un par de besos nerviosos. ¿Cómo se saluda a una compañera de orgía al día siguiente, o cuando se la vuelve a ver? Nos sentamos y nos pusimos a hablar de cosas intrascendentes. Finalmente ella sacó el tema. Me dijo que no me iba a intentar convencer de nada, que respetaba mi decisión fuera cual fuese. Me dijo también que estaba preocupada por Miguel, que estaba muy triste sin mí. Yo no soy como tú, le dije. He tenido una educación más clásica. Disfruté mucho con vosotros, pero no sé si quiero eso en mi vida. Volvió a decirme que lo entendía perfectamente, que nadie debía hacer nada con lo que no estuviera cómoda, que Miguel me respetaría. Y era verdad. Yo sabía que era verdad, que Miguel no me había obligado a nada. Pero también sabía que para Miguel el desenfreno sexual era lo normal, lo que conocía y lo que le gustaba, y que no iba a estar a gusto conmigo privado de él. Hablamos largo y tendido, me sinceré con ella y ella conmigo. Me contó como empezó, cuando su padre las abandonó a ella y a su hermana y a su madre, cuando se enrollaba con su marido, entonces noviete, y dejaba a su hermana mirar, como dejó luego que se enrollaran entre ellos, como propició que su novio flirteara con su madre para animarla, porque había quedado hundida después del abandono, como un día fueron algo más que flirteos, como a ella no le importó, como siguieron más unidos que nunca. Finalmente la invitó a cenar a su casa y no aceptó un no por respuesta.

Llegamos a su casa y nos recibió su marido. Me besó en la mejilla y me sonrojé al pensar que la última vez que lo vi estaba desnudo, que la última vez que lo vi hice el amor con él, delante de mi novio y de su mujer. En seguida vi unas carillas curiosas que me miraban de lejos, sin atreverse a acercarse por timidez. “Es una amiga de los papas”, dijo Julio. Venid a darle un beso. Una niña de unos 6 años y un niño de unos 5 se acercaron cuidadosamente. Me agaché y me besaron despacio en las mejillas. “Ya han cenado”, informó Julio. “Pues voy a acostarlos”, dijo María y se los llevó, dejándome a solas con Julio. Son nuestros hijos, comenzó a explicar este. Los otros días que hemos quedado estaban con sus abuelos. Después de tener a Sandra adoptamos a Javi. María había tenido problemas en el parto y preferimos no arriesgarnos a otro y, como queríamos más hijos, nos decidimos por la adopción.

Estaba alucinada. Nunca pensé que julio y María tuvieran hijos. Miguel no me lo había dicho y yo, simplemente, no lo había considerado. Parecía que, al fin y al cabo, eran un matrimonio normal. María regresó por el pasillo. “Así que tenéis hijos”. Ella sonrió y asintió con la cabeza. Durante la cena hablamos de sus hijos, de su boda, de su convivencia. Ciertamente y a pesar de sus extravagancias sexuales, eran un matrimonio normal y corriente. Tal vez eso era lo que María quería que viera. Que formaban una familia.

Después de la cena tomamos unos cubatas y me hablaron de Miguel, de la inverosímil relación que mantuvo con la madre de María, pese a la diferencia de edad, mientras su hermana bisexual estaba con su hermano Mario. De los juegos sexuales que mantenían y con qué naturalidad los llevaban a cabo, sin que sus relaciones de pareja se resintieran lo más mínimo. Los cubatas y la conversación me pusieron cachonda. Estábamos sentados en el sofá, muy juntitos los tres. A mí me habían dejado en medio. María me había cogido de la mano y Julio me acariciaba la pierna, envalentonado ante mi falta de resistencia. Al término de una anécdota sexual especialmente caliente y también algo graciosa, narrada a dúo por la pareja, en la que Julio repartía su esperma entre María y su hermana, besé a María en la mejilla mientras palpaba el paquete de Julio, como premiándoles por el buen rato que me estaban haciendo pasar. Un minuto después estábamos besándonos los tres. Antes de que la pasión se desatara me llevaron de la mano al dormitorio, sigilosamente y cerraron la puerta. “Están los niños”, explicaron. Follamos más discretamente, pero con el mismo ardor. Con ellos me sentía extrañamente protegida, como si entre sus brazos no me pudiera pasar nada. Tumbada en esa cómoda cama, con Julio penetrándome encima de mí y María abrazada a mi cuello besándome, metiéndome la lengua en la garganta, comiéndome los labios con delectación, creí morir del placer. Después María me comió el coño, mientras Julio se la metía a cuatro patas. Era la primera vez que una mujer me lo hacía. Nos habíamos besado y metido mano y hasta lamido los pezones, pero aquello era distinto. Me corrí en su boca casi a la vez que su marido se corría entre sus muslos.

Al día siguiente llamé a Miguel. Al pobre le temblaba la voz. Fui a su casa, la que había sido nuestra casa y la que iba a seguir siéndolo. Le pedí perdón y le abracé. Nos besamos como dos enamorados, que era lo que realmente éramos. Estuvimos un buen rato hablando y decidimos volver a estar juntos. Esa noche follamos como salvajes. Nos habíamos echado mucho de menos.

-Estas loca- era Ana la que de esta manera hablaba.

-Vamos mujer, no será para tanto.

-¿Cómo que no? ¿De verdad vas a volver con el pervertido? ¿Ahora te has vuelto una pervertida tu también?

-No digas tonterías- le repliqué un poco molesta- Ni Miguel es un pervertido no yo tampoco. Solo somos un poco liberales en materia de sexo. Por lo demás somos una pareja normal. Tal vez nos casemos y tengamos hijos en el futuro. No seas tan cerradita y tan mojigata.

-¿Mojigata yo? En fin, haz lo que quieras, yo solo me preocupo por ti.

-Ya lo sé- dije en un tono conciliador intentando rebajar la tensión- Por eso me molesta que me digas esas cosas. Tú eres importante para mí.

Nos abrazamos sellando la reconciliación. Pude sentir el calor de su cuerpo, sus pechos apretándose contra los míos, su perfume embriagador. La besé en la mejilla recordando el día en que nos besamos en la boca, aquel morreo inolvidable cuando me preguntó que se sentía al besar a una mujer.

Seguimos viéndonos con Julio y María, pero cada vez con menos frecuencia. También me presentaron a Rita, la hermana de María, la que había sido novia de Mario, el hermano de Miguel. Para desintoxicar de ese lio de familia, empezamos a salir con Ana y con su novio con cierta asiduidad. Así mi amiga vería que Miguel era un chico normal y no el sátiro que ella creía. En una de esas ocasiones cenamos con vino y luego nos fuimos de fiesta y tomamos algunos cubatas. Los chicos y yo los encajamos bien, pero Ana terminó como una cuba. En la discoteca nos pusimos a bailar las dos mientras nuestros novios hablaban de sus cosas. Como hacíamos a veces el bailecito se volvió muy sensual. Teníamos confianza para ello, pero, tal vez, en esta ocasión la temperatura subió más que de costumbre. Además yo no dejaba de acordarme de aquel beso, del que no habíamos vuelto a hablar. Después de unos cuantos bailes y cubatas más decidimos irnos. Los chicos fueron a por el coche y nosotras nos quedamos en la puerta. Ana estaba en ese momento de la borrachera en el que te dice lo mucho que te quiere y no dejaba de repetírmelo colgada de mi cuello. Yo la cogía por la cintura para evitar que perdiera la verticalidad. Me estaba dando besos en la mejilla y cuando me giré hacia ella me lo dio en la boca, pero esta vez no fue un piquito. Al notar mis labios contra los suyos abrió la boca y dejó salir su lengua que exploró entre mis dientes hasta tropezase con la mía. Estaba sorprendida pero no me resultaba desagradable, a pesar del sabor a ron de su aliento. Cerré los ojos y me dejé llevar. Estuvimos comiéndonos los labios un rato, nos mordimos, nos besamos, nos chupamos, nuestras lenguas juguetearon a gusto. En un momento dado se estremeció y, desasiéndose de mí, salió corriendo hacia el baño. Desde lejos la oí vomitar en la taza.

Como era de esperar la siguiente vez que vi a Ana no comentó el tema y fingió que no había pasado. Yo respete su silencio y tampoco lo mencioné. A quien sí que se lo conté fue a Miguel que se puso cachondísimo al imaginárselo.

-No adivinarás lo que ha pasado en la disco mientras traíais el coche

-¿Ha vomitado?

-Eso también. Pero antes nos hemos enrollado.

-¿De verdad?

Esa noche follamos como locos.

Unas semanas después estábamos las dos parejas cenando en mi casa y salió el tema del intercambio de parejas. El novio de Ana dijo claramente que él no dejaría que otro se follase a su novia. Nos pareció respetable. A partir de ahí hablamos sobre los celos. Les dije que a mí también me había parecido extraño al principio, pero que una vez estas en harina no sientes celos, sino excitación. Después de cenar nos fuimos a la discoteca. Esta vez Ana se moderó y fui yo la que bebí una copa de más.

-¿No me digas que no te parece guapo mi novio?- le dije algo achispada.

-Claro, y por lo que cuentas debe ser muy bueno en la cama.

-Así que has fantaseado con él…- sugerí

-Bueno, tanto como fantasear. Ricardo (su novio) también es bueno en la cama, pero se corre muy rápido y a veces me deja a medias.

-Miguel aguanta lo que haga falta, como un campeón.

-Ya lo sé. Me lo has contado muchas veces. Me gustaría que mi novio aguantase tanto como el tuyo, nada más. No quiere decir que fantasee con él.

-¿Y por qué no?- insistí- Has dicho que es guapo. A mí no me gusta Ricardo y ahora que has dicho que es un pichafloja menos.

-¡Yo no he dicho eso!- protestó indignada.

-Pero el novio que tuviste en el instituto-proseguí ignorándola- aquel morenazo tan guapo, oh, como me hubiera gustado follármelo. Me hacía unas pajas tremendas imaginándomelo, un día hasta me metí cuatro dedos soñando que eran su polla.

-¡Cállate!

-¿Me vas a decir que no te gustaría follarte a Miguel?

-Pues claro que no

-Ni siquiera un beso. No has pensado como sería que te besase.

-No. Además una cosa es pensarlo y otra es hacerlo. Tú no te tiraste a mi novio del instituto. ¿O sí?

-No- la tranquilice- pero porque sabía que eso te haría daño. ¿Y si yo te diera permiso para follarte a mi novio?

-Estás loca.

-Mira, por ahí viene.- Era verdad, Miguel venía hacia nosotras, no había rastro del novio de Ana- Bésalo.

-Estás loca.

-¿Y Ricardo?- pregunté a Miguel.

-Esta en el baño- respondió.

-Ana quiere que la beses.

-¿Qué?- contestaron los dos al unísono.

-Hemos estado hablando y me ha confesado que tiene esa fantasía y yo no voy a negársela. Bésala.

Miguel se dio cuenta de a lo que estaba jugando y se acercó a Ana. Esta solo balbuceaba, muerta de vergüenza, sin acertar a aceptar o a negarse. Le di un empujoncito por detrás que la desequilibró y la llevó directamente entre los brazos de Miguel, que tomándolo como una invitación, la besó. Ana estaba sorprendida pero no le hizo la cobra y pude ver como abría los labios y permitía a la lengua de mi novio explorar su boca. El beso se prolongó unos instantes eternos. Mi novio estaba besando a mi mejor amiga y me encantaba. Nada más separarse apareció el novio de Ana, ignorante a todo lo que había pasado. No les pilló por un segundo.

-¡Como pudiste hacerme eso! ¿Pero tú de qué vas?- era Ana al día siguiente recriminándome lo de la noche anterior- Ricardo casi nos pilla, me morí de la vergüenza- durante el resto de la noche, que ella pasó silenciosa y atribulada, no nos habíamos quedado a solas y no había podido decirme nada, pero ahora se estaba desahogando a gusto.

-Venga ya, si te gustó…

-¡Yo no soy tan guarra como tú!

-¡Pues bien que me morreaste el otro día!

-Estaba borracha, te aprovechaste de mí.

-Mira la virgen deshonrada… ¡y una mierda!

-¡Puta!- Y con ese grito de mi, hasta entonces, mejor amiga terminó la conversación.

Enseguida empecé a sentirme mal. Seguramente me había pasado de la raya. No todo el mundo tenía porque compartir mi visión liberal del sexo. Ni yo misma la compartía tan solo unos meses atrás. La llame varias veces para intentar disculparme pero nunca me cogió el teléfono. Pasadas unas semanas sin saber de ella me resigné a perder a mi mejor amiga. Un mes exacto después sonó el teléfono.

-Hola, soy Ana. Ya sé que las cosas están raras entre nosotras pero necesitaba hablar con alguien. Siento todas esas cosas horribles que te dije.

-No cielo, la culpa fue mía. Intenté disculparme varias veces pero no me hice contigo.

-Sí, bueno, he estado algo liada.

-¿Cómo está Ricardo?

-¡No tengo ni idea de cómo está ese cabrón!- y dicho esto estalló a llorar. Por lo visto habían reñido, esa era la causa de que me llamara.

Quedamos en su casa media hora después y me presenté allí contenta de recuperar a una amiga, pero preocupada por ella. Me recibió despeinada y en chándal, con los ojos rojos de haber llorado, pero preciosa de todas formas. Nos sentamos en el sofá apartando los pañuelos de papel mojados con sus lágrimas y conversamos. Ricardo había estado jugando a dos bandas un tiempo y al final se había decidido por la otra. Le cogí la mano y le dije lo mucho que lo sentía. Ella me respondió que lamentaba haberme llamado puta. Le dije que no tenía importancia.

-Debo confesarte algo- añadió- Cuando nos enrollamos en la discoteca, no estaba borracha. Bueno, sí lo estaba- se corrigió con una sonrisa- pero no tanto. Sabía lo que hacía. Quería besarme contigo.

-Yo también quería besarte a ti- le dije sincera.

Acercamos nuestros rostros y nos rozamos levemente los labios. Más animadas nos besamos en condiciones. “Debo estar horrible”, dijo con una mueca. “Estas preciosa”, la corregí y nos besamos ya sin tapujos. Me tumbé sobre ella en el sofá y le aspiré la lengua con mi boca despacio. Después de un rato comiéndonos las bocas la besé en el cuello. Como el chándal que llevaba me impedía avanzar se lo quité sin que ella opusiera resistencia. Para corresponderla me quité la blusa yo también, quedándonos las dos en ropa interior de la cintura para arriba. “¿Quieres que pare?”, le pregunté para asegurarme de no estar yendo demasiado lejos como la última vez. Negó con la cabeza y me atrajo para sus pechos, así que le quité el sujetador y se los besé. Tuve que admitirme a mi misma que había deseado esas tetas sin saberlo desde que la conocía y, sabiéndolo perfectamente, desde nuestro primer beso, tal vez incluso antes, desde las primeras insinuaciones de Miguel. Sus pezones se endurecían en mi boca mientras los rodeaba con la lengua, primero uno y luego el otro. Alcé la vista y la vi a mi merced, con los ojos entrecerrados, disfrutando como una perra en celo. Bajé mi boca por su tripa, le quité el pantalón y me detuve ante sus braguitas. Nunca le había comido el coño a una mujer. María me lo comió a mí y yo la masturbé a ella, pero nunca le metí la lengua ahí en todas nuestras sesiones. Sin embargo, ahora estaba decidida a hacerlo, sentía como una responsabilidad, como si lo que María me había hecho disfrutar a mi yo tuviera de deber de corresponderlo en Ana, como una especie de karma. La olisquee por encima de las bragas y el olor no me pareció desagradable. Deslicé mi lengua por la tela y la sentí estremecerse. Tenerla así, totalmente entregada, me encantaba, me daba una extraña sensación de poder, así que lo prolongué todavía un poco más besándola en las ingles y en la cara interna de sus muslos. Finalmente le quité las bragas que se deslizaron por su culo y sus piernas contraídas por el placer y busqué su clítoris con la lengua. Sus gemidos no se hicieron esperar. Le metí el dedo índice y después también el corazón mientras sujetaba su botoncito con los labios y lo empapaba en saliva caliente. Seguí masturbándola con los dedos mientras con la lengua le frotaba el clítoris. Ella me cogía del pelo y arqueaba la espalda y sus gritos eran ya una sinfonía de placer. Se corrió entre espasmos mojándome la cara y las manos.

 

Relato erótico: “¡Un cura me obliga a casarme con dos hermanas!”(POR GOLFO)

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El favor

Después de tres años trabajando para una ONG en lo más profundo de la India, había decidido volver a España. Recuerdo la ilusión con la que llegué a ese remoto lugar. Recién salido de la universidad y con mi futuro asegurado gracias a la herencia de mis padres, me pareció lo mejor unirme a Manos Unidas contra el hambre e irme como médico a Matin, una ciudad casi cerrada a los extranjeros en el distrito de Korba.
Pasado el plazo en el que me había comprometido, solo me quedaba una semana en ese país cuando el padre Juan, un capuchino misionero, vino a verme al hospital donde trabajaba. Conocía la labor de este cura entre los Dalits, conocidos en Occidente como los Intocables por ser la casta más baja entre los hindúes. Durante veinte años, este hombre se había volcado en el intento de hacer más llevadera la vida de estos desgraciados. Habiendo convivido durante ese tiempo, llegué a tener una muy buena relación con él, porque además de un santurrón, este vizcaíno era un tipo divertido. Por eso no me extraño que viniese a despedirse de mí.
Tras los saludos de rigor, el cura cogiéndome del brazo, me dijo:
-Vamos a dar un paseo. Tengo que pedirte un favor-.
Que un tipo, como el padre Juan, te pida un favor es como si un general ordena a un soldado raso hacer algo. Antes de que le contestara, sabía que no me podía negar. Aun así, esperó a que hubiésemos salido de la misión para hablar.
-Fernando-, me dijo sentándose en un banco, -sé que vuelves a la patria-.
-Sí, Padre, me voy en siete días-.
-Verás, necesito que hagas algo por mí. Me has comentado de tu posición desahogada en España y por eso me atrevo a pedirte un pequeño sacrificio para ti, pero un favor enorme para una familia que conozco-.

La seriedad con la que me habló fue suficiente para hacerme saber que ese pequeño sacrificio no sería tan  minúsculo como sus palabras decían, pero aun así le dije que fuese lo que fuese se lo haría. El sacerdote sonrió, antes de explicarme:

– Como sabes la vida para mis queridos Dalits es muy dura, pero aún lo es más para las mujeres de esa etnia-,  no hizo falta que se explayara porque por mi experiencia sabía de la marginación en que vivían. Avergonzado de pedírmelo, fue directamente al meollo diciendo: -Hoy me ha llegado una viuda con un problema. Por lo visto la familia de su difunto marido quiere concertar el matrimonio de sus dos hijas con un malnacido y la única forma que hay de salvar a esas dos pobres niñas de un futuro de degradación es adelantarnos-.
-¿Cuánto dinero necesita?-, pregunté pensando que lo que me pedía era que pagara la dote.
-Poco, dos mil euros..-, contestó en voz baja, -pero ese no es el favor que te pido. Necesito que te las lleves para alejarlas de aquí porque si se quedan, no tengo ninguna duda que ese hombre no dudará en raptarlas-.
Acojonado, por lo que significaba, protesté airado:
-Padre, ¿me está pidiendo que me case con ellas?-.
-Sí y no. Como podrás comprender, estoy en contra de la poligamia. Lo que quiero es que participes en ese paripé para que puedas llevártelas y ya en España, podrás deshacer ese matrimonio sin dificultad. Ya he hablado con la madre y está de acuerdo a que sus hijas se vayan contigo a Madrid como tus criadas. Los dos mil euros te los devolverán trabajando en tu casa-.
Tratando de escaparme de la palabra dada, le expliqué que era improbable en tan poco espacio de tiempo que se pudiera conseguir el permiso de entrada a la Unión Europea. Ante esto, el cura me respondió:
-Por eso no te preocupes. He hablado con el arzobispo y ya ha conseguido las visas de las dos muchachas-.
El muy zorro había maniobrado a mis espaldas y había conseguido los papeles antes que yo hubiese siquiera conocido su oferta. Sabiendo que no podía negarle nada a ese hombre, le pregunté cuando tenía que responderle.
-Fernando, como te conozco y sabía que dirías que sí, he quedado con su familia que esta tarde te acompañaría a cerrar el trato-, contestó con un desparpajo que me dejó helado y antes de que pudiese quejarme, me soltó: – Por cierto, además de la dote, tienes que pagar la boda, son solo otros ochocientos  euros-.
Viéndome sin salida, acepté pero antes de despedirme, le dije:
-Padre Juan, es usted un cabrón-.
-Lo sé, hijo, pero la divina providencia te ha puesto en mi camino y quien soy yo, para comprender los designios del señor-.
La boda
Esa misma tarde en compañía del dominico, fui a ver a los tutores de las muchachas y tras un tira y afloja de cuatro horas, deposité ciento treinta mil rupias en manos de sus familiares en concepto de dote.  Al salir y debido a mi escaso conocimiento del hindú, pregunté al sacerdote cuando se suponía que iba a ser la boda.
-Como te vas el próximo lunes y las bodas duran dos días, he concertado con ellos que tendrá lugar el sábado a las doce. Saliendo de la fiesta, os llevaré en mi coche a coger el avión. No me fío del otro pretendiente. Si no te acompaño, es capaz de intentar llevárselas a la fuerza-.
Preocupado por sus palabras, le pregunté que quien era el susodicho.
-El jefe de la policía local-, me respondió y sin darle importancia, me sacó otros quinientos euros para comprar ropa a mis futuras esposas: -No querrás que vayan como pordioseras-.
Cabreado, me mantuve en silencio el resto del camino hasta mi hotel. Ese curilla además de haberme puesto en peligro, haciendo cuentas me había estafado más de seiscientas mil de las antiguas pesetas. El dinero me la traía al pario, lo que realmente me jodía era que le hubiese importado un carajo que un poli del tercer mundo, me tomara ojeriza y encima por un tema tan serio como quitarle sus mujeres. Afortunadamente, vivía en un establecimiento para occidentales, mientras me mantuviera en sus instalaciones era difícil que ese individuo intentara algo en contra mía y por eso, desde ese día hasta el viernes solo salí de él para ir al hospital y siempre acompañado de un representante de la ONG para la que trabajaba.
Ese sábado, el padre Juan se acercó al hotel una hora antes de lo que habíamos acordado. Traía un traje típico que debía ponerme junto con un turbante profusamente bordado. Conociendo de antemano lo que se esperaba de mí, me vestí y saliendo del establecimiento nos dirigimos hacia los barrios bajos de la ciudad, ya que, la ceremonia tendría lugar en la casa de su tutor. Al llegar a ese lugar, el jefe de la familia me presentó a la madre de las muchachas con las que iba a contraer matrimonio. La mujer cogiendo mi mano empezó a besarla, agradeciendo que alejara a sus hijas de su destino.
Me quedé agradablemente sorprendido al verla. Aunque avejentada, la mujer que tenía en frente no podía negar que en su juventud había sido una belleza. Vestida con un humilde sari, intuí que bajo esas telas se escondía un apetecible cuerpo.
“¡Coño!, si la madre me pone bruto, que harán las hijas”, recapacité un tanto cortado esperando que el dominico no se diese cuenta.
Haciéndonos pasar a un salón, me fueron presentando a los familiares allí congregados. Busqué a mis futuras esposas pero no las vi y siguiendo la costumbre me senté en una especie de trono que me tenían preparado. Desde allí vi entrar al gurú, el cual acercándose a mí, me roció con agua perfumada.
-Te está purificando-, me aclaró el cura al ver mi cara.
Al desconocer el ritual, le mostré mi extrañeza de no ver a las contrayentes. Soltando una carcajada el padre Juan, me soltó:
-Hasta mañana, no las verás. Lo de hoy será como tu despedida de soltero. Un banquete en honor a la familia y los vecinos. Mientras nosotros cenamos, la madre y las tías de tus prometidas estarán adornando sus cuerpos y dándoles consejos de cómo comportarse en el matrimonio-.
Sus palabras me dejaron acojonado y tratando de desentrañar su significado, le solté:
-Padre, ¿está seguro que ellas saben que es un paripé?-.
El cura no me contestó y señalando a un grupo de músicos, dijo:
-En cuanto empiece la música, vendrán los primos de las crías a sacarte a bailar. Te parecerá extraño, pero su misión es dejar agotado al novio-.
-No entiendo-.
-Así se aseguran que cuando se encuentre a solas con la novia, no sea excesivamente fogoso-.

No me dejaron responderle porque cogiéndome entre cinco o seis me llevaron en volandas hasta el medio de la pista y durante dos horas, me tuvieron dando vueltas al son de la música. Cuando ya consideraron que era suficiente, dejaron que volviera  a mi lugar y empezó el banquete. De una esquina del salón, hicieron su aparición las mujeres trayendo en sus brazos una interminable sucesión de platos que tuve que probar.

Los tíos de mis prometidas me llevaron a su mesa, tratando de congraciarse con el extranjero que iba a llevarse a sus sobrinas. Usando al cura como traductor, se vanagloriaban diciendo que las hembras de su familia eran las más bellas de la aldea. A mí, me importaba un carajo su belleza, no en vano, no guardaba en mi interior otra intención que hacerle un favor al dominico, pero haciendo gala de educación puse cara de estar interesado y con monosílabos, fui contestando a  todas sus preguntas.
El ambiente festivo se vio prolongado hasta altas horas de la madrugada, momento en que me llevaron junto al cura a una habitación aneja. Al quedarme solo con él, intenté que me aclarara mis dudas pero aduciendo que estaba cansado, me dejó con la palabra en la boca y haciendo caso omiso de mi petición, se puso a rezar.
A la mañana siguiente, el tutor de mis prometidas nos despertó temprano.  Trayendo el té, se sentó y mientras charlaba con el padre Juan, ordenó a uno de sus hijos que ayudara a vestirme. Aprovechando que los dos ancianos hablaban entre ellos, pregunté a mi ayudante por sus primas. Este sonriendo me soltó que eran diferentes a la madre y que no me preocupara.
En ese momento, no comprendí a que se refería y tratando de sonsacarle el significado, pregunté si acaso no eran guapas. Soltando una carcajada, me miró y haciendo gestos, me tranquilizó al hacerme comprender que eran dos bellezas. Creyendo entonces que se refería a que tenían mal carácter, insistí:
-¡Que va!, son dulces y obedientes-, me contestó y poniendo un gesto serio, prosiguió diciendo: -Si lo que teme es que sean tercas, la primera noche azótelas y así verán en usted la autoridad de un gurú-.
Lo salvaje del trato, al que tenían sometidas a las mujeres en esa parte del mundo, evitó que siguiera preguntando y en silencio esperé a que me terminara de vestir. Una vez ataviado con el traje de ceremonia, pasamos nuevamente al salón y de pie al lado del trono, esperé a que entraran las dos muchachas.
Un murmullo me alertó de su llegada y con curiosidad, giré mi cabeza para verlas. Precedidas de la madre y las tías, mis prometidas hicieron su aparición bajo una lluvia de pétalos. Vestidas con sendos saris dorados y con un grueso tul tapando sus rostros, las dos crías se sentaron a mi lado y sin dirigirme la mirada, esperaron a que diera inicio la ceremonia.
Antes que se sentaran, pude observar que ambas crías tenían un andar femenino y que debían medir uno sesenta y poca cosa más. Habían sido unos pocos segundos y sabiendo que debía evitar mirarlas porque sería descortés, me tuve que quedar con las ganas de saber cómo eran realmente.
Gran parte de la ceremonia discurrió sin que me enterase de nada. Dicha confusión se debía básicamente a mi mal conocimiento del Hindi, pero también a mi completa ignorancia de la cultura local y por eso en determinado momento, tuvo que ser el propio cura quién me avisara que iba a dar comienzo la parte central del ritual y que debía repetir las frases que el brahmán dijera.
Vi acercarse al  sacerdote hindú, el cual cogiendo las manos de mis prometidas, las llevó  a mis brazos y en voz alta, pronunció los votos. Al oír el primero de los votos, me quedé helado pero sabiendo que debía recitarlo, lo hice sintiendo las manos de las dos mujeres apretando mis antebrazos:
-Juntos vamos a compartir la responsabilidad de la casa-.
Aunque difería en poco del sacramento católico en cuanto al fondo, no así en la forma y preocupado por el significado de mi compromiso, en voz alta acompañé a mis prometidas mientras juraban:
-Juntos vamos a llenar nuestros corazones con fuerza y coraje-.
-Juntos vamos a prosperar y compartir nuestros bienes terrenales-.
-Juntos vamos a llenar nuestros corazones con el amor, la paz, la felicidad y los valores espirituales-
-Juntos seremos bendecidos con hijos amorosos-.
-Juntos vamos a lograr el autocontrol y la longevidad-.
Pero de los siete votos el que realmente me desconcertó fue el último. Con la voz encogida, no pude dejar de recitarlo aunque interiormente estuviese aterrorizado:
-Juntos vamos a ser los mejores amigos y eternos compañeros-.
“¡Puta madre!, a mí me da lo mismo, pero si estas crías son practicantes, han jurado ante sus dioses que se unen a mí eternamente”, pensé mientras buscaba con la mirada el rostro del cura. “Será cabrón, espero que me explique que es todo esto”.
La ceremonia y el banquete se prolongaron durante horas y por mucho que intenté hacerme una idea de las muchachas, no pude. Era la madrugada del domingo al lunes y cuando ya habían acabado los fastos y me subía en un carro tirado por caballos,  fue realmente la primera vez que pude contemplar sus caras. Levantándose el velo que les cubría, descubrí que me había casado con dos estupendos ejemplares de la raza hindú y que curiosamente me resultaban familiares. Morenas con grandes ojos negros, tanto Dhara como Samali tenían unas delicadas facciones que unidas a la profundidad de sus miradas, las convertía en dos auténticos bellezones.
Deslumbrado por la perfección de sus rasgos, les ayudé a subirse al carruaje y bajo un baño de flores, salimos rumbo a nuestro futuro. El cura había previsto todo y a los pocos metros, nos estaba esperando su coche para llevarnos directamente al aeropuerto y fue allí donde me enteré que aunque con mucho acento, ambas mujeres hablaban español al haber sido educadas en el colegio de los capuchinos.
Aprovechando el momento, me encaré con el padre Juan y cabreado, le eché en cara el haberme engañado. El dominico, con una sonrisa, me respondió que no me había estafado y que él había insistido a la madre que les dijese ese matrimonio era un engaño. Al ver mi insistencia, tuvo que admitir que no lo había tratado directamente con las dos muchachas pero que confiaba en que fueran conscientes del  trato.
-Fernando,  si tienes algún problema, llámame- me dijo poniendo en mi mano sus papeles.
La segunda sorpresa que me deparaba el haberme unido a esas mujeres fue ver sus nombres en los pasaportes, porque siguiendo la costumbre hindú sus apellidos habían desaparecido y habían adoptado los míos, así que en contra de la lógica occidental, ellas eran oficialmente Dhara y Samali Álvarez de Luján.
El viaje
En la zona de embarque, me despedí del cura y entregando los tres pasaportes a un agente, entramos en el interior del aeropuerto. No me tranquilicé hasta que pasamos el control de seguridad porque era casi imposible que un poli del tres al cuarto pudiera intentar hacer algo en la zona internacional. Como teníamos seis horas para que saliera nuestro avión, aproveché para hablar con las dos hermanas. Se las veía felices por su nuevo estado y tratándome de agradar, ambas competían en quien de las dos iba a ser la encargada de llevar las bolsas del equipaje. Tratando de hacer tiempo, recorrimos las tiendas de la terminal. Al hacerlo, vi que se quedaban encandiladas con una serie de saris que vendían en una de las tiendas y sabiendo lo difícil que iba a ser comprar algo parecido en Madrid, decidí regalárselos.
-El dueño de la casa donde viviremos ya se ha gastado bastante en la boda. Ni mi hermana ni yo los necesitamos-, me respondió la mayor, Samali, cuando le pregunté cual quería.
“El dueño de la casa donde viviremos”, tardé en entender que se refería a mí, debido a que siguiendo las normas inculcadas desde niñas, en la india las mujeres no se pueden dirigir a su marido por su nombre y para ello, usan una serie de circunloquios. Cuando caí que era yo y como no tenía ganas de discutir, me impuse diciendo:
-Si no los aceptas, me estás deshonrando. Una mujer debe de aceptar los obsequios que le son ofrecidos-.
Bajando la cabeza, me pidió perdón y junto con su hermana Dhara, empezaron a elegir entre las distintas telas. Cuando ya habían seleccionado un par de ellos, fue la pequeña la que postrándose a mis pies, me informó:
-Debemos probarnos sus regalos-.
Sin entender que era lo que quería, le pregunté:
-¿Y?-.
-Una mujer casada no puede probarse ropa en un sitio público sin la presencia de su marido-.

Comprendí que, según su mentalidad, tenía que acompañarlas al probador y completamente cortado, entré en la habitación habilitada para ello. La encargada, habituada a esa costumbre, me hizo sentar en un sillón y mientras esperaba que trajeran las prendas, me sirvió un té:

-Son muy guapas sus esposas-, dijo en un perfecto inglés,- se nota que están recién casados-.
Al llegar otra dependienta con las telas, preguntaron cuál de las dos iba a ser la primera en probarse. Dhara, la pequeña, se ofreció de voluntaria y riéndose se puso en mitad del probador. Desde mi asiento y más excitado de lo que me hubiese gustado reconocer, fui testigo de cómo las empleadas la ayudaban a retirarse el sari, dejándola únicamente con una blusa corta y pegada, llamada Choli y ropa interior. No pude dejar de reconocer que esa cría de dieciocho años era un bombón. Sus piernas largas y bien perfiladas serían la envidia de cualquier adolescente española.
Mientras su hermana se probaba la ropa, Samali, arrodillada a mi lado, le decía en hindi que no fuese tan descocada. Al ver mi cara de asombro, poniéndose seria, me dijo:
-Le aseguro que mi pequeña es pura pero es la primera vez que se prueba algo nuevo-.
-No tengo ninguna duda-, contesté sin dejar de contemplar la hermosura de su cuerpo.
Habiendo elegido los que quería quedarse, le tocó el turno a la mayor, la cual sabiéndose observada por mí, bajó la mirada, al ser desnudada. Si Dhara era impresionante, su hermana no tenía por qué envidiarla. Igual de bella pero con un par de kilos más rellenando su anatomía, era una diosa. Pechos grandes que aun ocultos por la choli, se me antojaron maravillosos y que decir de su trasero, que sin un solo gramo de grasa, era el sueño de cualquier hombre.
“Menudo panorama”, pensé al percatarme que iba a tener que convivir con esos dos portentos de la naturaleza durante algún tiempo en mi chalet del Plantío. “El padre Juan no sabe lo que ha hecho, me ha metido la tentación en casa”.
-Nuestro guía no va a tener queja de nosotras, hemos sido aleccionadas por nuestra madre-,  me explicó Dhara sacándome de mi ensoñación, -sabremos hacerle feliz-.
Al oír sus palabras y uniéndolas con el comentario de su hermana, me di cuenta que esas dos mujeres desconocían por completo el acuerdo que su progenitora había llegado con el cura. Creían que nuestro matrimonio era real y que ellas iban a España en calidad de esposas con todo lo que significaba. Asustado por las dimensiones del embrollo en el que me había metido, decidí que nada más llegar a Madrid, iba a dejárselo claro.
Al pagar e intentar coger las bolsas con las compras, las hermanas se me adelantaron. Recordé que era la mujer quien cargaba la compra en la India y por eso, no hice ningún intento de quitárselas y recorriendo el pasillo del aeropuerto, busqué un restaurante donde comer. Conociendo sus hábitos vegetarianos y no queriendo parecer un animal sin alma, elegí un restaurante hindú en vez de meterme en un Burger, que era lo que realmente me apetecía.
“Cómo echo de menos un buen entrecot”, pensé al darme el camarero la carta.
Al no saber qué era lo que esas niñas comían, decidí que lo más sencillo era que ellas pidieran  pero sabiendo sus reparos medievales, dije a la mayor, si es que se puede llamar así a una cría de veinte años:
-Samali, no me apetece elegir. Quiero que lo hagas tú-.
La joven se quedó petrificada, no sabiendo que hacer. Tras unos momentos de confusión y después de repasar cuidadosamente el menú, me contestó:
-Espero que sea del agrado del cabeza de nuestra familia, mi elección-, tras lo cual llamando al empleado, le pidió un montón de platos.
El pobre hombre al ver la cantidad de comida que le estaba pidiendo, dirigiéndose a mí, me informó:
-Temo que es mucho. No podrán terminarlo-.
Había puesto a la muchacha en un brete sin darme cuenta. Si pedía poca cantidad y me quedaba con hambre, podría castigarla. Y en cambio sí se pasaba, podría ver en ello una ligereza impropia de una buena ama de casa. Sabiendo que no podía quitarle la palabra, una vez se la había dado, tranquilicé al empleado y le ordené que trajera lo que se le había pedido. Solo me di cuenta de la barbaridad de lo encargado, cuando lo trajo a la mesa. Al no quedarme más remedio, decidí que tenía que terminarlo. Una hora más tarde y con ganas de vomitar, conseguí acabármelo ante la mirada pasmada de todo el restaurant.
Mi acto no pasó inadvertido y susurrándome al oído, Samali me dijo:
-Gracias, sé que lo ha hecho para no dejarme en ridículo-, y por vez primera, esa mujer hizo algo que estaba prohibido en su tierra natal, tiernamente cogió mi mano en público.
No me cupo ninguna duda que ese sencillo gesto, hubiese levantado ampollas en su ciudad natal, donde cualquier tipo de demostración de cariño estaba vedado fuera de los límites del hogar. Sabiendo que no podía devolvérselo sin avergonzarla, pagué la cuenta y me dirigí hacia la puerta de embarque. Al llegar pude notar el nerviosismo de mis acompañantes, al preguntarles por ello, Dhara me contestó:
-Hasta hoy, no habíamos visto de cerca un avión-.
Su mundo se limitaba a la dimensión de su aldea y que todo lo que estaba sintiendo las tenía desbordadas, por eso, las tranquilicé diciendo que era como montarse en un autobús, pero que en vez de ir por una carretera iba surcando el cielo. Ambas escucharon mis explicaciones en silencio y pegándose a mí, me acompañaron al interior del aeroplano. Al ser un vuelo tan pesado, decidí con buen criterio sacar billetes de primera pero lo que no me esperaba es que fuese casi vacío, de forma que estábamos solos en el compartimento de lujo. Aunque teníamos a nuestra disposición muchos asientos, las muchachas esperaron que me sentara y entonces se acomodaron cada una a un lado.
Como para ellas todo era nuevo, les tuve que explicar no solo donde estaba el baño sino también como abrocharse los cinturones. Al trabar el de Dhara, mi mano rozó la piel de su abdomen y la muchacha lejos de retirarse, me miró con deseo. Incapaz de articular palabra, no pude disculparme pero al ir a repetir la operación con su hermana, ésta cogiendo mi mano la pasó por su ombligo, mientras me decía:
-Un buen maestro repite sus enseñanzas-.
Ni que decir tiene que saltando como un resorte, mi sexo reaccionó despertando de su letargo. Las mujeres al observarlo se rieron calladamente, intercambiando entre ellas una mirada de complicidad.  Avergonzado porque me hubiesen descubierto, no dije nada y cambiando de tema, les conté a que me dedicaba.
Tanto Samali como Dhara se quedaron encantadas de saber que el hombre con el que se habían desposado era un médico porque según ellas así ningún otro hombre iba a necesitar verlas desnudas. Solo imaginarme ver a esa dos preciosidades como las trajo Dios al mundo, volvió a alborotar mi entrepierna. La mayor de las dos sin dejar de sonreír, me explicó que tenía frio.
Tonto de mí, no me di cuenta de que pretendía y cayendo en su trampa, pedí a la azafata que nos trajera unas mantas. Las muchachas esperaron que las tapara y que no hubiese nadie en el compartimento, para pegarse a mí y por debajo de la tela, empezaron a acariciarme. No me esperaba esos arrumacos y por eso no fui capaz de reaccionar, cuando sentí que sus manos bajaban mi cremallera liberando mi pene de su encierro y entre las dos me empezaron a masturbar. Al tratar de protestar, Dhara poniendo su dedo en mi boca, me susurró:
-Déjenos-.
Los mimos de las hermanas no tardaron en elevar hasta las mayores cotas de excitación a mi hambriento sexo, tras lo cual desabrochándose las blusas, me ofrecieron sus pechos para que jugase yo también. Mis dedos recorrieron sus senos desnudos para descubrir que como había previsto eran impresionantemente firmes y suaves. Solo la presencia cercana de la empleada de la aerolínea evitó que me los llevara a la boca. Ellas al percibir mi calentura, acelerando el ritmo de sus caricias y cuando ya estaba a punto de eyacular, tras una breve conversación entre ellas, vi como Samali desaparecía bajo la manta. No tardé en sentir sus labios sobre mi glande. Sin hacer ruido, la mujer se introdujo mi sexo en su garganta mientras su hermana me masajeaba suavemente mis testículos.
Era un camino sin retorno, al sentir que el clímax se acercaba, metí mi mano por debajo de su Sari y sin ningún recato, me apoderé de su trasero. Sus duras nalgas fueron el acicate que me faltaba para explotar en su boca. La muchacha al sentir que me vaciaba, cerró sus labios y golosamente se bebió el producto de mi lujuria. Tras lo cual, saliendo de la manta, me dio su primer beso en los labios y mientras se acomodaba la ropa, me dijo:
-Gracias-.
Anonadado comprendí que si antes de despegar esas dos bellezas ya me habían hecho una mamada, difícilmente al llegar a Madrid iba a cumplir con lo pactado. Las siguientes quince horas encerrado en el avión, iba a ser una prueba imposible de superar. Aun así con la poca decencia que me quedaba, decidí que una vez en casa darles la libertad de elegir. No quería que fuera algo obligado el estar conmigo.
Tratando de comprender su comportamiento, les pregunté por su vida antes de conocerme. Sus respuestas me dejaron helado, por lo visto, su madre al quedarse viuda no tuvo más remedio para sacarlas adelante que ponerse a limpiar en la casa del policía que las pretendía. Ese hombre era tan mal bicho que a la semana de tenerla trabajando, al llegar una mañana, la violó para posteriormente ponerla a trabajar en un burdel.
Con lágrimas en los ojos, me explicaron que como necesitaba el dinero y nadie le daba otro trabajo, no lo había denunciado. Todo el mundo en el pueblo sabía lo sucedido y a que se dedicaba y por eso la pobre mujer las había mandado al colegio de los monjes dominicos. Al alejarlas de su lado, evitaba que sufrieran el escarnio de sus vecinos pero sobre todo las apartaba de ese mal nacido.
“Menuda vida” pensé disculpando la encerrona del cura. El santurrón había visto en mí, una vía para que esas dos niñas no terminaran prostituyéndose como la madre. Cogiéndoles las manos, les prometí que en Madrid, nadie iba a forzales a nada. No había acabado de decírselo, cuando con voz seria Dhara me replicó:
-El futuro padre de nuestros hijos no necesitará obligarnos, nosotras les serviremos encantadas, pero si no le cuidamos adecuadamente es su deber hacérnoslo saber y castigarnos-
La sumisión que reflejaba sus palabras no fue lo que me paralizó, sino como se había referido a mi persona. Esas dos crías tenían asumido plenamente que yo era su hombre y no les cabía duda alguna que sus vientres serían germinados con mi semen. Esa idea, que hasta hacía unas pocas horas me parecía inverosímil, me pareció atrayente y en vez de rectificarla, lo dejé estar. Samali que era la más inteligente de las dos, se dio cuenta de mi silencio y malinterpretándolo, llorando me preguntó:
-¿No nos venderá al llegar a su país?-.
Al escucharla comprendí su miedo, y acariciando su mejilla, respondí:
-Jamás haría algo semejante. Vuestro sufrimiento se ha acabado, me comprometí a cuidaros  y solo me separaré de vosotras, si así me lo pedís-.
Escandalizadas, me contestaron al unísono:
-Eso no ocurrirá, hemos jurado ser sus eternas compañeras y así será-.

Aunque eso significaba unirme de por vida a ellas, escuché con satisfacción sus palabras, tras lo cual les sugerí que descansaran porque el viaje era largo. La más pequeña acurrucándose a mi lado, me dijo al oído mientras su mano volvía a acariciar mi entrepierna:

-Mi hermana ya ha probado su virilidad y no es bueno que haya diferencias-.
Solté una carcajada al oírla. Aunque me apetecía, dos mamadas antes de despegar era demasiado y por eso pasando mi mano por su pecho le contesté:
-Tenemos toda una vida para lo hagas-.
Poniendo un puchero pero satisfecha de mis palabras, posó su cabeza en mi hombro e intentó conciliar el sueño. Su hermana se quedó pensativa y después de unos minutos, no pudo contener su curiosidad y me soltó:
-Disculpe que le pregunte, ¿tendremos que compartir marido con alguna otra mujer?-.
Tomándome una pequeña venganza hice como si no hubiese escuchado y así dejarla con la duda.  El resto del viaje pasó con normalidad y no fue hasta que el piloto nos informó que íbamos a aterrizar cuando despertándolas les expliqué  que no tenía ninguna mujer. También les pedí que, como en España estaba prohibida la poligamia, al pasar por el control de pasaportes y aprovechando que en nuestros pasaportes teníamos los mismos apellidos, lo mejor era decir que éramos hermanos por adopción. Las muchachas, nada más terminar, me dijeron que, si les preguntaban, confirmarían mis palabras.
-Sé que es raro pero buscaré un abogado para buscar la forma de legalizar nuestra unión-.
Dhara, al oírme, me dio un beso en los labios, lo que provocó que su hermana, viendo que la azafata pululaba por el pasillo, le echase una bronca por  hacerlo en público.
“Qué curioso”, pensé, “no puso ningún reparo a tomar en su boca mi sexo y en cambio se escandaliza de una demostración de cariño”.
Al salir del avión y recorrer los pasillos del aeropuerto, me percaté que la gente se volteaba a vernos.
“No están acostumbrados a ver a mujeres vestidas de sari”, me dije en un principio pero al mirarlas andar a mi lado, cambié de opinión; lo que realmente pasaba es que eran un par de bellezas. Orgulloso de ellas, llegué al  mostrador y al dar nuestros pasaportes al policía, su actitud hizo que mi opinión se confirmara. Embobado, selló las visas sin apenas fijarse en los papeles que tenía enfrente porque su atención se centraba exclusivamente en ellas.
-Están casadas-, solté al agente, el cual sabiendo que le había pillado, se disculpó y sin más trámite, nos dejó pasar.
Samali, viendo mi enfado, me preguntó qué había pasado  y al explicarle el motivo, se sonrió y excusándolo, dijo:
-No se debe haber fijado en que llevamos el  bindi rojo-.
Al explicarle que nadie en España sabía que el lunar rojo de su frente significaba que estaba casada, me miró alucinada y me preguntó que como se distinguía a una mujer casada. Como no tenía ganas de explayarme, señalando el anillo de una mujer, le conté que al casarse los novios comparten alianzas. Su reacción me cogió desprevenido, poniéndose roja como un tomate, me rogó que les compraras uno a cada una, porque no quería que pensaran mal de ellas.
-No te entiendo-, dije.
-No es correcto que dos mujeres vayan con un hombre por la calle sino es su marido o que  en el caso que estén solteras, éste no sea un familiar-.
Viendo que desde su punto de vista, tenía razón, prometí que los encargaría.
Al llegar a la sala de recogida de equipajes, con satisfacción, comprobé que nuestras maletas ya habían llegado y tras cargarlas en un carrito, nos dirigimos hacia la salida.  Nadie nos paró en la aduana, de manera que en menos de cinco minutos habíamos salidos y nos pusimos en la cola del Taxi. Estaba charlando animadamente con las dos hermanas cuando, sin previo aviso, alguien me tapó los ojos con sus manos. Al darme la vuelta, me encontré de frente con María, una vieja amiga de la infancia, la que sin percatarse que estaba acompañado, me dio dos besos y me preguntó que cuando había vuelto.
-Ahora mismo estoy aterrizando-, contesté.
-¡Qué maravilla!, ahora tengo prisa pero tenemos que hablar, ¿Por qué no me invitas a cenar el viernes en tu casa? y así nos ponemos al día.
-Hecho- respondí sin darme cuenta al despedirme que ni siquiera le había presentado a mis acompañantes.
Las muchachas que se habían quedado al margen de la conversación,  estaban enfadadas. Sus caras reflejaban el cabreo que sentían pero, realmente no  reparé en cuanto, hasta que oí a Dhara decir a su hermana en español para que yo me enterara:
-¿Has visto a esa mujer?, ¿quién se cree que es para besar a nuestro marido y encima auto invitarse a casa?-.
Al ver que estaba celosa, estuve a punto de intervenir cuando para terminarla de joder, escuché la contestación de su hermana:
-Debe de ser su prima porque, si no lo es, este viernes escupiré en su sopa-.
“Mejor me callo”, pensé al verlas tan indignadas y subiéndonos a un taxi, le pedí al conductor que nos llevara a casa pero que en vez de circunvalar Madrid, lo cruzara porque quería que las muchachas vieran mi ciudad natal. Con una a cada lado, fui explicándoles nuestro camino. Ellas no salían de su asombro al ver los edificios y la limpieza de las calles, pero contra toda lógica lo único que me preguntaron era porque había tan pocas bicicletas y que donde estaban los niños.
Solté una carcajada al escucharlas, tras lo cual, les conté que en España no había tanta costumbre de pedalear como en la India y que  si no veían niños, no era porque los hubieran escondido sino porque no había.
-La pareja española tiene un promedio de 1.8 niños. Es una sociedad de viejos-, les dije recalcando mis palabras.
Dhara hablando en hindi, le dijo algo a Samali que no entendí pero que la hizo sonreír. Cuando pregunté que había dicho, la pequeña avergonzada respondió:

-No se enfade conmigo, era un broma. Le dije a mi hermana que los españoles eran unos vagos pero que estaba segura que el padre de nuestros futuros hijos iba pedalear mucho nuestras bicicletas.

 Ante semejante burrada, ni siquiera el taxista se pudo contener y juntos soltamos una carcajada.  Al ver que no me había disgustado, las dos hermanas se unieron a nuestras risas y durante un buen rato un ambiente festivo se adueñó del automóvil. Ya estábamos cogiendo la autopista de la Coruña cuando les expliqué que vivía en un pequeño chalet cerca de donde estábamos. Asintiendo, Samali me preguntó si tenía tierra donde cultivar porque a ella le encantaría tener una huerta. Al contestarle que no hacía falta porque en Madrid se podía comprar comida en cualquier lado, ella me respondió:
-No es lo mismo, Shakti favorece con sus dones a quien hace germinar al campo-, respondió haciendo referencia a la diosa de la fertilidad.
“O tengo cuidado, o estas dos me dan un equipo de futbol”, pensé al recapacitar en todas las veces que habían hecho aludido al tema.
Estaba todavía reflexionando sobre ello, cuando el taxista paró en frente de mi casa. Sacando dinero de mi cartera, le pagué. Al bajarme y sacar el equipaje, vi que las muchachas lloraban.
-¿Qué os ocurre?-, pregunté.
-Estamos felices al ver nuestro hogar. Nuestra madre vive en una casa de madera y jamás supusimos que nuestro destino era vivir en una casa de piedra-.
Incómodo por su reacción, abriendo la puerta de la casa y mientras metía el equipaje,  les dije que pasaran pero ellas se mantuvieron fuera. Viendo que algo les pasaba, les pregunté que era:
-Hemos visto películas occidentales y estamos esperando que nuestro marido nos coja en sus brazos para entrar-.
Su ocurrencia me hizo gracia y cargando primero a Samali, la llevé hasta el salón, para acto seguido volver a por su hermana.  Una vez los tres reunidos, las dos muchachas no dejaban de mirar a su alrededor completamente deslumbradas, por lo que para darles tiempo a similar su nueva vida, les enseñé la casa. Sirviéndoles de guía las fui llevando por el jardín, la cocina y demás habitaciones  pero lo que realmente les impresionó fue mi cuarto, por lo visto jamás habían visto una King Size y menos una bañera con jacuzzi. Verlas al lado de mi cama, sin saber qué hacer, fue lo que me motivó a abrazarlas. Las dos hermanas pegándose a mí, me colmaron de besos y de caricias pero cuando ya creía que íbamos a acabar acostándonos, la mayor, arrodillándose a mis pies, dijo:
-Disculpe nuestro amado. Hoy va a ser la noche más importante de nuestras vidas pero antes  tenemos que preparar, como marca la tradición, el lecho donde nos va a convertir en mujeres plenas-.
“¡Mierda con la puta tradición!”, refunfuñé en mi interior pero como no quería parecer insensible, le pregunté si necesitaban algo.
Samali me dijo si había alguna tienda donde vendieran flores. Al contestarle que sí, me pidió si podía llevar a su hermana a elegir unos cuantos ramos porque era muy importante para ellas. No me pude negar porque aún cansado, la perspectiva de tenerlas en mis brazos era suficiente para dar la vuelta al mundo.  Al subirme en el coche con Dhara, ella coquetamente esperó a que le abrochase el cinturón, momento que aproveché para acariciarle el pecho. Al no haber público, la muchacha no solo se dejó hacer sino que despojándose de su blusa, me los ofreció diciendo:
-Son suyos-.
Su mirada inocente me hizo ser tierno y cogiéndolos en mis manos, los acaricié antes de llevar mi lengua a ellos. Su piel morena  realzaba la belleza de sus senos. Con el tamaño y la firmeza exacta, esperaron mis mimos. Al juguetear con mi lengua en su aureola, su dueña emitió un gemido confirmando su deseo y asiendo su pezón entre mis dedos, lo encontré dispuesto. Sin más dilación, me lo metí en la boca. La muchacha, completamente entregada, puso su otro pecho a mi alcance mientras acariciaba con su otra mano mi entrepierna. Mi sexo reaccionó irguiéndose, momento que Dhara aprovechó para, sin ningún recato, con su mirada pedirme permiso.
Le respondí acomodándome.
La joven se puso de rodillas sobre su asiento y deslizándose sobre mi cuerpo, pasó su lengua sobre las comisuras de mi glande antes de con una sensualidad imposible de describir, irse introduciendo lentamente mi sexo en su boca. La lentitud con la que lo hizo, me permitió sentir la frescura de sus labios recorriendo  cada porción de la piel de mi pene. Increíblemente, no paró hasta que su garganta absorbió por completo toda mi extensión y entonces usando su boca como si de su sexo se tratara, empezó con un suave vaivén que me hizo suspirar.
Al comprobar que me gustaba, aceleró su ritmo lentamente mientras con sus dedos masajeaba mis testículos. La cadencia de sus movimientos se fue convirtiendo en desenfrenada y sin poderme aguantar, eyaculé en su interior. La muchacha no se quedó satisfecha hasta que  consiguió exprimir la última gota de mi sexo y solo entonces, dándome un beso, me hizo probar el sabor de mi semen. Si no llega a ser porque nos esperaban y sobre todo porque cuando la poseyera debía de hacerlo siguiendo sus reglas, juro que allí mismo la hubiese hecho el amor. Menos mal que la poca coherencia que me quedaba me obligó a separarla y decirle que debíamos irnos.
Dhara, sonriendo, me susurró:
-Mi hermana y yo, ya estamos en paz. Estoy deseando contarle que tiene razón-.
-¿Razón?-.
-En el avión, después de probarla, me dijo que  el sabor de la simiente de nuestro marido era un manjar-.
Confuso por la confesión de la muchacha, encendí el coche. El camino hasta el centro comercial me sirvió para recapacitar sobre la actitud de las muchachas sobre el sexo. Por su educación, puertas afuera eran unas mojigatas, pero bajo el amparo del hogar, esas crías se estaban mostrando como unas amantes insaciables.
“A este paso, voy a tener que agenciarme una tonelada de Viagra”.
Ya en el centro comercial, la muchacha se agenció de todas las rosas que había en la floristería y al pasar por una frutería, me preguntó si teníamos comida en la casa. Como le contesté que no, cogiéndome del brazo, entró en el local y como niña con zapatos nuevos, lleno medio carrito con diferentes frutas y verduras.
Había pasado  una hora desde que salimos del chalet. Al llegar, Samali nos saludó en la entrada al modo tradicional, uniendo las manos y arrodillándose, tras quitarme los zapatos, me puso unas babuchas que había sacado de mi equipaje. Ese acto de sumisión inaudita a los ojos de una occidental, ella lo realizó con una sonrisa de satisfacción en su cara, no en vano la habían educado para servir y por primera vez se lo hacía a alguien que consideraba propio, su marido. Mirándola, descubrí que iba descalza.
Dhara, al entrar con las compras, se quitó sus sandalias dejándolas a un lado de la puerta y corriendo, se fue a la cocina. Sus movimientos denotaban una femineidad difícil de encontrar en las occidentales.  A su hermana, no le pasó desapercibida la forma en que miré a la muchacha cuando salía y un poco celosa, me dijo:
-Mi hermana es muy hermosa-.
Sabiendo que a las hindúes les encantan los piropos pero que no podía caer en la grosería de menospreciar a una para ensalzar a otra, respondí  mientras acariciaba su mejilla:
-Sí, pero ¿qué es más bello, una flor o un colibrí?-.
Al oírme, se sonrojó. En ese momento no caí en la cuenta que en la India, ese pajarillo era el ave del amor y que mis palabras, eran una declaración en toda regla. Al no estar habituada a ese tipo de galanterías, se puso nerviosa y tratando de devolverme el piropo, me soltó:
-Nuestro marido es un búfalo-.
Aunque sabía por mi estancia en ese país que ese animal era considerado casi un Dios al ser  el motor de su economía, ya que, se usaba para arar las tierras y sus excrementos eran el único abono que disponían, no pude evitar reírme y contestarle:
-Espero que no sea por los cuernos-.
La cría no me entendió y cuando, recalcándole que era broma, le expliqué el significado en español, se echó a reír pidiéndome perdón. Siguiendo con la burla, la cogí en mis brazos y sentándome en el sofá, empecé a darle azotes en su trasero. Samali, muerta de risa, empezó a dar gritos como si la estuviera matando. Su hermana al oírnos, vino corriendo y al enterarse del motivo del supuesto castigo, se unió a nosotros haciéndole cosquillas. Lo que había empezado siendo un juego se fue transformando y a los pocos segundos, se volvió un maremágnum de besos y caricias.  Nuestros tres cuerpos se fueron entrelazando en un ritual de apareamiento.  Cuando ya estábamos a punto de perder el control, Samali, susurrándome al oído, dijo:
-Vamos a nuestro cuarto-.
Cogiendo sus manos, las llevé a mi habitación donde me encontré que no solo olía a incienso sino, que decorando la cama, las sábanas  estaban  repletas de pétalos de rosa.
Nada más entrar, las hermanas a empujones me llevaron hasta el baño, donde habían preparado la bañera y con ternura, me desnudaron. Tras lo cual, me pidieron  me metiera en el agua. Ni que decir tiene que, en ese instante, me encontraba excitado. Las dos mujeres haciendo caso omiso a mi erección, disfrutando como niñas, me lavaron el pelo mientras no paraban de reír. Demostrando una alegría desbordante, se dedicaron a enjabonarme todo el cuerpo, dando énfasis a mi entrepierna. Una vez habían decidido que ya estaba limpio, me sacaron de la tina y se dedicaron a secarme, para acto seguido, ponerme una especie de camisola larga muy típica en su país.
Sabiendo que debía de seguir sus instrucciones, dejé que me tumbaran en la cama. Las hermanas despidiéndose, me dijeron que volvían enseguida. Durante cinco minutos esperé su vuelta. Cinco minutos que me parecieron eternos. Cuando ya estaba desesperado, las vi aparecer por la puerta. Se habían cambiado de ropa y volvían únicamente vestidas con un sencillo camisón transparente que me permitió ver sus cuerpos sin ninguna cortapisa. Me quedé sin aliento al comprobar que no sabía cuál era más atractiva, si la traviesa y delicada Dhara o la sensual y madura Samali.
Como los preliminares eran importantes, me levanté y las besé. La boca de la mayor me recibió con gozo mientras su dueña pegaba su pubis contra mi sexo. Envalentonado, atraje a la menor y uniendo sus labios a los nuestros,  nuestras tres lenguas se entrelazaron sin importar a quien pertenecían. Entre tanto, mis manos como si tuviesen vida propia fueron de un trasero a otro obligándolas a fundirse todavía más en el abrazo. Separando a Samali, deslicé los tirantes de su camisón, dejándolo caer al suelo. Sus pechos perfectos parecían llamarme y acercando mi boca,  jugueteé con su aureola. Ésta se erizó al sentir la humedad de mi lengua recorriendo sus bordes. Viendo que Dhara se quedaba aislada, le ofrecí el otro pecho. La muchacha, mirando a la mayor, le pidió permiso. Al concedérselo con un gemido, imitándome cogió el seno entre sus manos y metiéndose el pezón entre los dientes, lo mordisqueó suavemente y entre los dos, provocamos que un sollozo de deseo saliera de la garganta de nuestra víctima.
Comprendiendo que eran dos, mis mujeres, sin dejar de abrazar a Samali, besé a la pequeña. Ésta al sentir que le hacía caso, ella misma se bajó el camisón e izando sus pechos, casi adolescentes,  con sus manos, nos los dio como ofrenda. Sin pausa,  dos bocas mamaron de los negros pezones de esa cría, la cual, en contraste con la serenidad de la hermana, gritó su placer mientras restregaba su sexo contra el mío.
La excitación de los tres era patente y por eso llevándolas a la cama, las deposité lentamente en las sabanas. Completamente desnudas, mis mujeres me llamaron a su lado. Tardé unos instantes en desnudarme porque era incapaz de apartar la mirada de ellas. Nada de lo que me había ocurrido en la vida, podía compararse a la visión de ese par de bellezas hambrientas de deseo emplazándome a apagar el fuego de sus cuerpos.
Al despojarme de la camisola, las dos hermanas contemplaron mi pene erguido con una mezcla de temor y esperanza. Fue Samali la que, abriendo un hueco entre las dos, me rogó que lo rellenara con mi cuerpo. Deseando ser capaz de satisfacer las ansias de ambas, me tumbé a su lado. Las dos hermanas pegándose a mí, me colmaron de besos mientras sus manos recorrían mi piel. No es fácil de narrar, lo que ocurrió a posterior. Dhara y su hermana completamente embebidas de pasión y usándome como soporte, empezaron a restregar sus sexos contra mis piernas, tratando de calmar la calentura que les poseía.
Sus maniobras lejos de apaciguar su fiebre, la incrementó, mojando mis pantorrillas con su flujo. El roce de sus senos contra mi  pecho me estaba llevando a un grado de excitación que creí que iba a hacer que me corriera por lo que,separándolas, tumbé boca arriba a la mayor y mientras mis besos recorrían sus muslos, le pedí a Dhara que se ocupara de sus pechos. Ella, no solo se apoderó de sus pechos sino que separando con los dedos los labios de Samali, me ofreció su virginal sexo. Acercando lentamente mi lengua a mi meta, probé de su néctar antes de concentrarme en su clítoris.  Al sentir  mi apéndice sobre su botón, la morena se corrió en mi boca. No contento con su entrega, proseguí con mis caricias recorriendo los pliegues de su sexo.
Incapaz de contenerse, poniendo su mano sobre mi cabeza, forzó el contacto. Su sabor oriental impregnó mis papilas, reafirmando mi erección. Como si su cueva fuera una fuente y yo un náufrago, bebí del manantial que se me ofrecía, lo que prolongó su éxtasis. La pequeña de las dos, entretanto y sin dejar de acariciar sus pechos, llevó su mano a su propio sexo y   se empezó a masturbar.
Un chillido de placer de Samali, me confirmó que estaba dispuesta, por lo que, acerqué mi glande a su excitado orificio. Ella al experimentarlo, moviendo sus caderas, me pidió que la tomara. Sabiendo que no me bastaba con ganar la batalla sino que tenía que asolar sus defensas, me entretuve rozando la cabeza de mi pene en su entrada, sin meterla. Cuando la vi pellizcarse los pezones, decidí que era el momento y forzando su himen, fui introduciendo mi extensión en su interior.
La muchacha gritó por su virginidad perdida pero, reponiéndose rápidamente, violentó mi penetración con un movimiento de sus caderas. Con lágrimas en los ojos, volvió a correrse. La humedad de su cueva sobre mi pene facilitó mis maniobras y casi sin oposición la cabeza de mi sexo chocó contra la pared de su vagina, rellenándola por completo. Su hermana pegándose a mi espalda, siguió mis movimientos como si fuéramos los dos quienes estuvieran desvirgándola. Mi cuerpo me pedía que precipitara mis movimientos pero mi mente lo prohibió, dejando solo que paulatinamente fuese acelerando la cadencia. La lentitud de mis penetraciones llevaron a un estado de locura a la mujer y clavando sus uñas en mi trasero, me exigió incrementara el ritmo.  Dhara, tan excitada como la otra, tumbándose a un lado llevó mi mano a su sexo y gimiendo me imploró que la tocara.
Samali al oírlo, cambió sus pechos por el sexo de su hermana e imprimiendo  a su mano una velocidad endiablada, torturó su clítoris. Al ver que mi otra mujer estaba siendo consolada, agarrándola de los hombros, llevé al máximo la velocidad de mis embestidas. Fue entonces cuando al percatarme que el placer me estaba empezando a dominar, pasé una de las manos al pecho de la pequeña y estrujándolo, me corrí sembrando con mi simiente el interior de la mayor. Ésta al sentir que estaba eyaculando, nuevamente entre gritos, se corrió.
Dhara al confirmar que me separaba de Samali, cogiendo uno de los camisones, lo pasó por  la entrepierna de su hermana y satisfecha me lo dio, diciendo:
-Era niña y ahora es mujer-, y sin darme un minuto de pausa, arrodillándose frente a mí, intentó reanimar a mi adolorido sexo.
Cansado me tumbé al lado de la  mayor. Al verme,  su hermana aprovechó mi postura para acercar su sexo a mi cara. Sin hacerme de rogar separé sus hincados labios y sacando la lengua, jugueteé con sus pliegues mientras me reponía. La cría gimió al sentirlo y agachándose sobre mi cuerpo, acogió en su boca mi pene todavía morcillón. Envalentonado, mordí su clítoris mientras le daba un azote. Mi acción tuvo como resultado que como si fuera un grifo de su sexo manara su placer. Su sabor agridulce inundó mi paladar y buscando el placer de la muchacha, intenté meter la lengua en su interior. Ella al experimentar que había hoyado su secreto, no pudo más y se derramó sobre mi boca. Samali, ya repuesta e incorporándose, ayudó a su hermana en su labor.
Percatarme que eran dos bocas las que alternativamente se engullían mi pene, fue el último empujón que necesitó éste para erguirse a su máxima expresión.
La mayor de las dos, viendo que estaba ya preparado, ordenó a su hermana que cambiara de postura y cogiendo mi extensión entre sus manos, apuntó al sexo de Dhara. Ella, poniéndose a horcajadas sobre mí, fue lentamente empalándose sin dejar de gemir. Si el conducto de Samali era estrecho, el de ella lo era aún más y por eso tardé una eternidad en llenarlo por completo. La muchacha buscando conseguirlo, izaba y bajaba su pequeño cuerpo, consiguiendo que, en cada ocasión, un poco más de mi miembro se embutiera en su interior. Su hermana intentando hacer más placentero su tortura, comenzó a lamer sus pezones mientras masajeaba el clítoris de la cría.
No sé si fue a consecuencia de ello o que la muchacha al fin consiguió relajar sus músculos, pero fue entonces cuando la base de mi pene entró en contacto con su breve mata de pelos. Si hasta ese momento, la penetración había sido dolorosa, cuando se hubo acostumbrado a tenerla en su seno, Dhara se convirtió en una máquina y retorciendo su delicada anatomía buscó un placer que le fue dado una y otra vez.

Resultó ser multiorgásmica y unió un clímax con el siguiente. Samali viendo que su pequeña estaba disfrutando, aprovechó para darme de mamar. Como un obseso, me así a sus pechos mientras mi pene seguía siendo violado por la batidora en que se había convertido el sexo de la morenita. La excitación acumulada me venció e incorporándome sin sacársela, le clavé repetidamente mi estoque hasta lo más profundo de su cuerpo. Dhara se vio desbordada por el placer y soltando un grito, se corrió por última vez cayendo desplomada sobre las sabanas. Su desmayo no me importó, al contrario, al verla tirada, aumenté el ritmo de mis estocadas. No tardé en experimentar un gran orgasmo, bañando con mi semen la pequeña vagina.

Agotado por el esfuerzo, me dejé caer sobre la cama. Samali imitando a su hermana, me mostró el rastro de sangre sobre las sabanas y abrazándose a mí, susurró a mi oído:
-Éramos niñas y ahora somos TUS mujeres-.
Soltando una carcajada, las abracé mientras recordaba la razón por la cual esas dos jovencitas compartían mi lecho.
“Cuando se entere el padre Juan de lo que he hecho, me va a matar”, y riendo, pensé, “¡Que se joda!. Si quería alejarlas del prostíbulo, ¡lo ha conseguido! aunque ello signifique que las ha metido en mi cama”.
Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

Relato erótico: “MI DON: Raúl – Llenando huecos (37)” (POR SAULILLO77)

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verano inolvidable2El boom de mi aparición en TV se paso tan rápidamente como surgió, gracias a dios, las señoras por Sin títulola calle dejaron de pararme y en el mercado podía hacer cola en la carnicería sin que me acosaran, eso si, a la pobre Eli no la dejaban en paz, habían inventado en los programas rosas que yo era un monitor suyo, que me había seducido y que ahora habíamos discutido y por eso se había marchado de la capital, pero la historia dejó de tener gancho y pasaron del tema, menos mal, los ataques de risa que me daban en casa eran brutales, Teo y Manu se reían de mi cuando quedaba con ellos. Para mi sorpresa, Teo andaba ya con una chica rondándole, era mono y divertido, no era raro, la chica en cuestión era de su oficina donde trabajaba de informático, estaba rehaciendo su vida amorosa, algo que Alicia no hacia, seguía estudiando en la universidad que acababa de empezar el curso y de allí, a su casa, salvo salir con su hermana y el resto de las chicas del piso, no se sabia mas de ella.

Yo estaba disfrutando de los primeros días con Jeni, la deportista del parque que hacia unos días me había tirado, y desde entonces se convirtió en mi “zorra de las tardes”, cada día iba al parque sobre las 5 y media, hacíamos algo de ejercicio, y luego me acompañaba a casa, allí pasábamos un par de horas follando con gusto, Jeni se acostumbró rápido a mi polla y mis ritmos, y la bestia aparecía mas de una vez, pero al 2º polvo quedaba aturdida, la estaba enseñando a chupar bien una polla, pese a que sus mandíbulas casi no daban de si, ya se metía el glande entero, antes solo lamía y chupaba la punta, aunque el ritmo de sus manos era constante y muy erótico, aun sentía asco al correrme y hacerlo en su cara o su piel, pero era mas la impresión, ahora lo cogía con los dedos y lo chupaba con lujuria, del anal nada por ahora, pero ya se dejaba acariciar por encima, cuando la follaba de forma animal podría hacerla lo que quisiera, se corría tanto que dejaba todo perdido, luego se iba sobre las 20 o 21 horas y la pobre Dani recogía todo por la mañana. Al resto de chicas del parque las dijimos que Jeni me había pedido ir a mi casa a ducharse, para que no hubiera malos rollos, pero Lucy no era tonta y era madre, se lo olió a la 1º, y cuando se lo dijo a Lola, la menor, la furia de sus ojos fue inmensa. Me dio igual, pensaba tirármelas a ellas también, solo tenia que esperar que Lola fuera mayor de edad y encontrar un momento en la vida de Lucy en que no tuviera que ocuparse de sus hijos, de su marido no hacia falta, la dejó por una de 20 años cuando se divorciaron hacia 2 años, eso si, dejándola una pensión bastante buena, tan buena como para no tener que trabajar, me partí el pecho de risa cuando me dijo que la de 20 años le dejó al mes de enterarse que casi todo su gran sueldo se iba en la pensión y no podía seguir pagándole los detalles.

Pero era jueves ya entrada la noche, Jeni se acababa de ir, y los viernes no hacia deporte ni en el fin de semana Jeni estaba disponible, quería quedar con los amigos y salir a reírme y divertirme al ida siguiente desde bien pronto, así que tenia que planear mi siguiente víctima, y ya puestos a rellenar huecos en mi semana, mi objetivo, tenia que ser alguien para el fin de semana, entre semana ya tenia a Eli por la mañana, aunque ahora estuviera de viaje, y a Jeni por las tardes, pero el fin de semana estaba libre, demasiado. Miré entre los papeles del cajón, ¿quien podía ser? Si iba a salir de fiesta con los amigos necesitaba a una chica joven que no desentonara, y a su vez me espantara a las demás, sobretodo a Lara, que al verme tan recuperado insistía en que volviera entre sus pechos, me tentaban, pero era una apuesta segura, seria mi comodín cuando alguna de mi semana me fallara, así que fui haciendo una criba, demasiado mayores, indispuestas, ocupadas……….llamaba a algunas y aunque eran conversaciones subidas de tono no siempre es fácil encontrar a alguna libre, hasta que me encontré un papelito, era de Yasira, la hija de Luz, la ama de llaves de Eleonor, habíamos coincidido unas cuatas veces cuando venia con su madre a probar la piscina con el permiso de Eleonor, habíamos tenido nuestros cruces y su papel cayó en mis manos, la recordaba sensual, caribeña, con el tono color cacao en la piel, y su cuerpo en biquini frotándose con el mío en la piscina mientras jugábamos y yo la rechazaba con amabilidad, podría haber escogido a cualquier otra que no tuviera lazos con esa parte de mi vida, pero de pronto comprendí que seria el momento idóneo para demostrar una vez mas mi nueva faceta de cabrón, y llevarse de fiesta a bailar a una colombiana nunca es mala idea.

-YO: hola, ¿Yasira?

-YASIRA: si……..

-YO: ah, buenas, soy Raúl,…..no se si……..¿me recuerdas?

-YASIRA jajajaja claro que si, ¿que tal?

-YO: nada, todo bien, solo llamaba para preguntar que tal todo, no quiero que lo que pasó con Eleonor os afectara a tu madre y a ti.- me importaba un bledo en realidad, pero sonaba creíble.

-YASIRA: pues bien, muy bien en realidad, mi madre si que esta enfadada contigo, pero nos ha venido de lujo, ahora la ha hecho interna y vivimos en un chalet de lujo, a las afueras, ganamos mas dinero y vivimos mejor, aunque es un poco solitario.

-YO: ¿y eso?

-YASIRA: pues si, no se, es que esta algo apartado, y yo no tengo coche, aquí no hay nada con lo que divertirse y no me dejan traer a amigos.- de puta madre, parecía que el universo se alineaba a mi favor.

-YO: pues una pena………..- dejé un tiempo y cambié el tono como si acabara de recordar algo-……….oye, no se si te gustaría, mañana de noche unos amigos y yo salimos de fiesta a bailar y beber un poco, no se…… ¿te gustaría venirte?- se hizo un silencio sepulcral.

-YASIRA: no se……quizá no sea adecuado…….pero me apetecería……..

-YO: pues vente, te paso a buscar cuando quieras con el coche, y te llevó de vuelta cuando quieras, sabes que no bebo, será divertido y así charlamos y retomamos amistades, me quedé con muchas ganas de conocerte mejor.- podía notar su sonrisa a través de la línea telefónica.

-YASIRA: esta bien, no se, cuando puedes pasarte…….sobre las 19 horas mi madre y Eleonor salen de casa, puedo dejarlas avisadas que saldré y me recoges a la puerta de la urbanización.- me dio la dirección.- ¿te parece?

-YO: perfecto, pues allí estaré.

-YASIRA: tengo que ir de alguna forma especial……….no quiero hacer el ridículo.

-YO: como si yo te tuviera que decir a ti como una mujer debe de salir de fiesta a bailar……….sorpréndeme.

-YASIRA: jajajajaja pues nos vemos mañana……….. y muchas gracias.

-YO: de anda mujer, espero con ansias verte mañana.

Al colgar sentí un hormigueo en el estomago, como cuando ves algo en la nevera que no es para ti, pero que es tan delicioso que deseas comértelo, mas que por que fuera hermosa, que lo era salvo un mentón algo pronunciado, era un objeto prohibido, y eso me atraía aun mas. Yasira hablaba perfectamente el castellano, su madre la tuvo aquí y siempre había vivido en España, tenía 20 años y salvo algún acento, tenía una dicción perfecta, según recordaba un buen culo y tetas firmes sin exageraciones, pero sus pezones duros me habían hecho fijarme en ellos cuando sobresalían en nuestros juegos en la piscina.

Planeado ya el fin de semana, el problema era que era jueves de noche, y hasta, quizá la madrugada del sábado, no la tendría abierta de piernas, si es que lograba tal cosa, ¿un día y medio sin follar? De eso nada, estaba a punto de llamar a Lara cuando un mensaje me llegó, al leer el nombre sonreí, era de Mariluz, la presentadora MILF, por lo visto ser un carbón tenia premio, estaba mas pesada esos días que anteriormente, y ahora ya le daba igual todo, abrí el mensaje multimedia, un vídeo de ella masturbándose, “¿cuando me vas a follar?, me lo prometiste, quiero que tu enorme polla me folle así” metía un consolador bastante grande por su coño sin aparente dificultad, el universo me hablaba, yo obedecía. Cené y me acosté pensando cual seria la mejor forma de abordarla, tenia que ser por sorpresa, que la pillara desquiciada, como cuando la “ayudé” con la petaca del micro, aquella mujer era, o se creía, una tiburón blanco en busca de su presa, esas fotos y videos lo demostraban, lo suficientemente eróticos como para calentar a cualquiera pero sin llegar a verla nunca la cara, no era su 1º rodeo, lo hacia para que no pudiera usarlo en su contra al no reconocerla.

No recuerdo lo que se me ocurrió o lo que soñé esa noche, pero me levanté con una erección descomunal, solo una larga ducha fría me calmó los nervios, tenia tiempo, había madrugado, eran las 9 de la mañana, o al menos eso era madrugar para mi, desayuné un poco y me puse lo mas casualmente guapo y juvenil que podía, un polo rojo ceñido y solo un bañador azul marino, que a 1º vista disimulaba mi verga, pero en cuando me movía se marcaba, cogí el coche y me fui al plató donde se emitía su programa, estaba muy cerca, apenas 15 minutos, su programa ya había empezado, puse la TV antes de salir asegurando que estaba allí, como no, con un vestido ajustado, azul cobalto, sin mucho escote pero con la tela pegada a su piel marcando sus senos de forma sensual. Embobado casi tenia la polla morcillona al llegar al aparcamiento, temí por la seguridad de todos cuando pasé por el puesto de seguridad simplemente diciendo que venia con Eli a dar la clase de gim, ni se molestaron en saber que Eli estaba de viaje y que haría su clase en conexión en directo desde su nuevo centro en el norte. Me colé entre bastidores mirando como seguía el matinal hasta llegar las 10, y allí conectaron con Eli y todo pareció dejar de ser la TV por un segundo, gente hablando a gritos y moviéndose por el plató, unos de caterings, vestuario, sonido, era un caos, apenas divisaba a Mariluz entre el jaleo, charlaba con uno de los colaboradores mientras con gesto sensual se quitaba el micro del escote y lo dejaba caer por dentro del vestido hasta sacárselo por debajo de una falda ceñida que llegaba mas allá de sus muslos, pero no mucho mas, se sacó la petaca y lo dejó en la mesa mientras se dirigía hacia la zona de camerinos, algo mas despejada, donde la aguardaba agazapado tras un armario, Eli ya me había indicado donde estaba su camerino, mas grande y apartado del resto, paso a mi lado sin verme y cuando iba a entrar la sacudí en el trasero con la mano abierta, sentía vibrar mis dedos y ella dio un salto con los tacones enormes que casi la hacer caer hacia delante si no se agarra al marco de la puerta, un leve gemido quedó apagado por el ruido de la sala, se llevó la mano al culo frotándoselo por encima de la tela con brío y se giró con una mirada colérica cogiendo aire dispuesta a montar un pollo, con la otra mano en alto para golpear, pero al verme sonreír sacudiéndome la mano de dolor, tosió de frustración con una risa dibujada en los labios.

-MARILUZ: que animal eres, me has hecho daño…..- me miró esperando una disculpa que no llegó.-………. ¿que haces aquí? Hoy no esta Eli…….

-YO: no es a por ella a por quien vengo – mi pose directa y poco charlatana me había funcionado la 1º vez.

-MARILUZ: ahhhh si…..- su tono era de orgullo herido, pero sin dejarse de frotar el culo-……. por que llevo mas de una semana llamándote y no me haces caso…..

-YO: ahora estoy aquí.

-MARILUZ: eso ya lo veo, ¿que quieres?- se cruzó de brazos con gesto altivo.

-YO: a ti. – sonrió sin fijar la vista en nada.

-MARILUZ: ya supongo, pero es posible que a mi ahora no me apetezcas tu……- quería dominar la situación, era sutil pero yo la vi venir, si ahora me dejaba camelar seria un juguete mas del que se aburriría en unos días, así que saqué el móvil y, con el volumen a tope, le enseñé su vídeo metiéndose un consolador por el coño, gimiendo de gusto, su sorpresa la llevó a andar hacia mi con rapidez y cogerme el móvil trinado de el hacia abajo, aun en mis manos, pegando su cuerpo al mío.

-YO: ahora.

-MARILUZ: aquí no puede ser, loco.- sonreía al frotar sus manos en mi polla al estar pegadas al móvil.

-YO: ahora.- acaricié su estomago subiendo hasta sentir uno de sus pechos entre mis manos.

-MERILUZ: no, estate quieto- pero solo semmoviopara retirar su larga cabellera haca atrás con un gesto erotico.

-YO: ahora –mi otro brazo rodeó su cintura pegándola a mi y haciéndola reposar sobre mi cuerpo con aun sola pierna en el suelo, alzó la otra entre mis peinas lo que el ancho de la falda le permitía, echando la cabeza hacia atrás riéndose y apoyando una de sus manos en mi pecho.

-MARILUZ: dios, como sois los jóvenes, sois puro fuego- acarició con un dedo mi mentón mirándome con ojos tiernos.

-YO: ¿ahora? – fue la 1º vez que lo pregunté, mi mano seguía apretando su pecho mientras la otra bajó a aferrarse de su espléndido trasero, apretándola aun mas contra mi, elevándola medio palmo, lo justo para que aun la punta de los dedos de uno de sus tacones rozara el suelo, era alta, con esos zapatos pasaría del 1,85 fácil.

-MARILUZ: si, ahora.- me sujetó la cabeza y me besó con pasión – pero date prisa, en 20 minutos tengo que salir en antena.- metí mi mano de su trasero por dentro de la falda acariciando su tanga por encima.

-YO: me sobra tiempo para hacer que tiembles.- rió fuerte creyendo que estaba bravuconeando, de joven inexperto, pero a su vez se sujetó de mi cuello y de un salto se me subió encima rodeándome con las piernas cruzándolas a mi espalda, me agarré a su culo como si me fuera la vida en ello.

Pesaba bastante, era una MILF, corpulenta y con curvas, voluptuosa, no bajaría de los 70 kilos, pero no tenia ni rastro de carne sobrante, al entrar en su camerino la aplasté contra aun de las paredes mientras nos besábamos, ella tiraba de mi polo hasta sacármelo, al ver mi torso se mordió el labio mientras pasaba sus dedos por todo mi pectoral, yo a duras penas podía soltarla el culo, pero no estaba quieto, lamía su cuello, la hacia reír, tenia cosquillas, la dejé en el suelo y mis manos fueron a su cara, me pringué con el maquillaje excesivo que les ponen para salir en TV, aun así la besaba con lujuria, su lengua era lava, me quemaba en la boca, mis manos trataron de subir su falda, y hasta cierto punto lo logré, pero el vestido era tan ajustado y apretado que pasada sus caderas desistí de quitárselo entero, ya tenia acceso de su cintura hacia abajo, con un tanga diminuto, de color carne, la di la vuelta para dejarla apoyada en la pared y me agaché a besar su trasero, era enorme, caderas anchas y glúteos algo flácidos, me reía, ella se contorsionó para ver de que, tenia la marca de mi mano en el culo, roja en carne viva en la nalga derecha, se distinguían claramente la palma de mis 5 dedos, tiré del hilo del tanga hasta ponérselo a un lado y la encorvé la espalda para meter mi boca entre sus muslos, lamiendo un coño que chorreaba, lamía y chupaba de ella mientras arqueaba la espalda con su respiración, al levantarme me bajé el bañador, tenia la polla tan dura como por la mañana, y sin compasión alguna la penetré el coño por detrás, no me sorprendió nada que le entrara fácil y casi toda a la 1º, aunque su grito de sorpresa y lujuria si, lo habrían oído al otro lado de la puerta, seguro, tiré de los hombros de su vestido mientras su coño palpitaba sobre mi rabo, haciéndose sitio, saqué sus tetas por encima del ligero escote por que para mi regocijo no llevaba sujetador, y su tetas aun estaban tersas y juveniles, al tacto entendí que no solo eran operadas, si no que llevaban relleno, silicona, aun así las cogí con maestría notando sus pezones duros y rozándolos mientras comenzaba a follármela, era delicioso, el coño mas amplio que había tenido nunca, a las pocas embestidas ya la penetraba todo lo que la poción permitía, daba un respingo cada vez que entraba y un suspiro cuando salía, terminado con un “ohhh, que gusto”.

Sus gemidos estaban alcanzando un ruido ensordecedor, pero tuve que llamar a la bestia allí mismo, esa pedazo de hembra me estaba volviendo loco, pegaba a la pared mientras cerraba los ojos, pero su cuerpo acompasaba mis penetraciones, la bestia se cebó mas de 10 minutos en que su cuerpo temblaba ante mi continuidad, gemía y coceaba pero no se corría, la muy experta tenia aguante, así que tiré de ella para separarla de la pared, y con ella aun empalada me tumbé en el suelo con gran esfuerzo de tenerla en el aire, ella casi leyéndome la mente puso los tacones y sus 2 manos en el suelo y elevó su cuerpo un palmo, de espaldas a mi, tomé sus caderas y plantando bien los pies desaté mi ira contra su coño, se retorcía ante mi, sus piernas cedían por los tacones y bajaba el cuerpo solo para ser penetrada fuerte y más profundamente, se cansó rápido y se puso en pie con mi ayuda, se dio la vuelta y midiendo distancias me puso entre sus piernas y se arrodilló metiéndose mi miembro hasta el fondo, su boca era un túnel al sentir de nuevo como la abría, cuando movió sus caderas sabia que estaba ante una diosa del sexo, su cintura era rápida y elegante, y sus gesto de haberlos practicado mucho, mientras me acariciaba el pecho o la tableta con las manos, subía y bajaba deleitándose, gritando, jadeando y gritando más, y mas alto, en un arranque de ira y diversión cogí del tanga mal colocado, y tiré con tanta fuerza que ella se ladeó haca esa dirección,, al 2º tirón se rompió, lo hice un gruño en la mano y me alcé para agarrarla de la nuca y vencerla hacia mi pecho, la metí el tanga hecho una bola en la boca, y con una mano en su nuca y otra en la boca saqueé a la bestia, sus gemidos en la nuez eran música a mis oídos, y sus ojos, con el rímel corrido sollozando, pidiendo piedad, su espasmos me llamaban, sus cadera se derretía y cuando mas fuerte estaba dándola gritó, bueno, lo intentó, abrió tanto los ojos que me asusté al no ver el iris color grisáceo en ellos, luego los vi bajar y me tranquilicé, su orgasmos había sido esplendoroso, sus emanaciones me habían llenado la pelvis y las sentía calientes resbalar por mi piel, pero yo seguía zumbándomela, sentía que estaba cerca de correrme, y fue una gran idea continuar, descubrí que era multiorgásmica, y según seguía embistiéndola ella seguía corriéndose, fue maravilloso soltarla la mano de la boca y agarrar sus tetas para que dejaran de moverse, y que ella misma mordiera el tanga para apaciguar los sonidos de sexo. Eyaculé azotándola el trasero como a una montura camino de la batalla, los golpes retumbaban por la piel de su culo y por el camerino, al sentir mi leche caliente ella se venció a mi pecho, respirando de forma agitada y sonriendo.

La agarré de la nuca tirando de su pelo, su cara era de sadismo, lujuria y felicidad, la saqué el tanga empapado de babas y la besé con lengua hasta cortarla la respiración., “3 minutos” se oyó a alguien que había tocado en la puerta, ella ni se inmutó, trataba de recuperar el aliento. Fui yo quien la puso en pie, la arreglé el vestido mas o menos, cuando se fue a poner un tanga limpio la sujeté la mano y se la metí en su propio coño, cogiendo su corrida y la mía, luego se la llevé a la boca que chupó apasionada, la azoté el trasero un par de veces, pellizcándolo, entendió que iría sin bragas el resto del matinal, y salió de allí con gesto alegre y sin prestar atención a la miradas de los que estaban cerca de la puerta de su camerino, tuvieron que atrasar 2 minutos mas el regreso en directo para que los de maquillaje la adecentaran, y volvió en directo dando las gracias a Eli por su fantástica ayuda, no se si se refería a las clases o a mi, pero el final del matinal, hasta las 12, me lo pasé mandándola mensajes entre bastidores, Mariluz se mostraba distraída y poco centrada, metió la pata un par de veces, ahora comprendía sus videos de errores en Internet, se perdía por que me miraba a mi relamiéndose, rememorando el tremendo polvo que la había pegado, y me contestaba a los mensajes entre videos y reportajes.

-YO: ¿y si cuando acabes me invitas a comer?

-MARILUZ: no puedo, tengo que quedarme unas horas mas para preparan la semana que viene del programa.

-YO: una pena tengo libre hasta las 17 horas.

-MARILUZ: dios, no te quito de mi cabeza, siento como mojo mi entre pierna cuando me veo, y siento tu mirada acariciado mi cuerpo ummmmmmmmm –labia tenia, eso seguro.

-YO: tu misma, cuando acabe el programa me iré, tu decides sin vienes conmigo o no.

-MARILUZ: no me hagas eso, por favor, te deseo, quédate un rato………..- una serie de mensajes suplicandome llenaron mi móvil, pero no contesté a ninguno, y eso solo la puso mas nerviosa, mi miraba deseando que acabara el programa.

Tan despistada que hablando de un incidente en la fallas de valencia, en vez de decir “una buena falla” soltó un “una buena polla”, fue leve, y corrigió al instante, pero mientras en directo se pasó por alto salvo la cara de enfado de algún regidor, esas cosas en Internet se cotizaban, seria carne de programas de zaping, pero a mi me entró una carcajada que me tuve que apartar para que no me oyeran, el resto del programa lo pasé respondiendo a los continuos mensajes de Yasira, queriendo confirmarme la ”cita”, parecía mas inquieta que yo, sabia que quedar conmigo no seria del agrado de su madre y eso creo que la excitaba aun mas. Terminó el programa y di de margen 20 minutos, la veía corretear y hablar con mil personas, cuando la pillaba mirándome le hacia el gesto del reloj en la muñeca, sonreía y seguía intercambiando papeles con varios del equipo de producción, roznado el minuto 18 salió corriendo hasta mi y me cogió de la mano, riendo para meterme de nuevo en su camerino.

-MARILUZ: ya esta, podemos irnos.- lo dijo cerrando la puerta con el culo.

-YO: no me gusta esperar.- tenia que seguir siendo brusco y escueto.

-MARILUZ: ya lo supongo, pero aquí estas, y te lo tendré que agradecer de algún modo- se contoneó hasta abrazarme y besarme con sed de sexo.

-YO: ¿nos vamos ya?

-MARILUZ: espérate, me tengo que dar una ducha y quitarme el maquillaje y el hedor a sexo, dios, creo que lo han notado todos, apesto a sudor y semen.

-YO: es tu problema, date prisa o me voy de verdad.- ni de broma me iría, vaya descubrimiento acababa de hacer, esa mujer follaba casi tan bien como Madamme o Eleonor, o eso me pareció, y era la 1º vez que la tomaba, penetrarla era como a un oso de peluche, suave, tierno y cómodo.

-MARILUZ: bueno, ¿y si te duchas conmigo?- se abrió la escueta cremallera de la espalda del vestido mientras se frotaba por mi lado caminando hacia la ducha.

Al girarme se sacaba el vestido tirando de él con los pulgares rodeando su cuerpo, hasta sacarlo por los pies dejándolo caer, su cuerpo desnudo al darse la vuelta me gustó, sin duda hace 10 años aquella mujer era la definición de la belleza antigua, exuberante y llena de curvas con la piel tersa, ahora sus tetas habían caído y se notaba que su turgencia era mano del hombre, cierta piel de naranja en las caderas y los muslos y el cuerpo algo fofo, con algo de piel sobrante en los ante brazos, aun así era una visión agradable, con el coño rasurado al 0. Me llamó con el dedo mientras con una patada me tiró el vestido a la cara con gran puntería, cuando la alcancé desnudo en la ducha se había quitado los tacones, y era 10 centímetros mas baja, el maquillaje se perdía entre chorros mezclados con el agua tibia, y su espesa y larga melena perdía las formas onduladas ante la humedad, pero una mujer empapada era mucho para mi, la frote cada parte de su cuerpo, lamí de sus pechos, la besé mientras la penetraba de frente levantándola una pierna y la hice gritar de paisano mientras reventaba en su interior una y otra vez, la daba la vuelta follándola por detrás mientras mi mano la masturbaba con rapidez y su gemidos alcanzaban la gloria, me arrodillé a comerla el coño mientas pasaba una pierna por encima de mi hombro, se agarraba a mi pelo como si fueran las crines de un caballo salvaje, al levantarme ella hizo lo propio y soltando una sonora carcajada al agarrar mi polla con ambas manos, la chupó con habilidad, una vez degustado el uno al otro, la volví a penetrar con fuerza, era tan fácil y tan placentero que la bestia se deleitaba, la follaba tan salvajemente que cuando se corrió solo me enteré por su arañazos en la espalda, allí fui subiendo el ritmo hasta dar lo mejor de mi, todo, en unos 5 minutos finales en que sus multi orgasmos no cesaron y sus lamentos y gemidos tampoco, al correrme sentí un placer enorme, lamiendo y chupándole una de sus tetas, coronadas por pezones algo diminutos, no parecían acordes con su buen par de tetas, me di un agua rápida y me salí de la ducha para dejarla limpiarse a gusto, si mirada irradiaba deseo.

Me senté vistiéndome, a esperar, 10 minutos después de oír como se limpiaba el coño con tenacidad salió desnuda secándose el pelo con una toalla, me miró sonriendo y se sentó en mis piernas como si fuera papa noel, me besó con tensión mientras la metía mano por mil sitios.

-YO: tengo que avisarte, no te preocupes por que me haya corrido dentro de ti………

-MARILUZ: ni tu, tomo la pastilla a diario.

-YO: ¿y eso?

-MARILUZ: el medico me lo recetó por que dice que ayuda a regular mi cuerpo, además, nunca se cuando me van a entrar ganas de divertirme.

-YO: pues nada entonces, mi vasectomía no viene al caso.

-MARILUZ: ¿y ahora que hacemos?

-YO: ponte algo encima y me invitas a comer, luego vamos a mi casa y seguimos hasta las 17 horas.

-MARILUZ: ¿y por que tan pronto?- me besó con dedicación.

-YO: por que he quedado con otra a la que tirarme.- me abofeteó la cara, enfadada.

-MARILUZ: ¿como te atreves?

-YO: ¿que te pensabas?, ¿que vivo por ti?, follas bien pero no eres la única a la que me voy a tirar, si te parece mal dímelo ahora.

-MARILUZ: pues no me hace gracia, vete dejándolas……..- sonreí al meter mi mano entre sus mulos y acariciar su coño, se resistía pero luego se abrió de piernas.

-YO: no voy a dejar a nadie, ¿y yo te he pedido que dejes a tu marido?- me miró consternada.

-MARILUZ: creía que eso no te importaba……..- suspiraba al sentir mis dedos penetrándola.

-YO: y me importa una mierda, ya lo has visto, ni a mi y seguro que a todos los chavales que te has estado follando con tu marido lejos, tampoco – me miró como si aquello fuera un secreto. – así que no te hagas la pobre esposa afligida, eres una golfa en busca de sexo, como yo, y podemos seguir siendo eso, juntos o por separado.

-MARILUZ: no soy ninguna puta.- me besó al sentir como la frotaba el clítoris.

-YO: no he dicho que lo seas, follaremos cuando queramos, pero ni yo soy tuyo, ni tu eres mía, no como para pedirnos nada.

-MARILUZ: no eres un joven novato y nervioso, no como los anteriores……- me acariciaba al pecho mientras lamía mis dedos bañados en los jugos de su coño.

-YO: no, no soy como ellos……..

Se vistió delante de mí, de nuevo se fue a poner unas bragas y la azoté negándoselo.

-MARILUZ: ¿y que quieres que me ponga?- sonreí al ver lo colorada que tenia la nalga de mis golpes.

-YO: lo menos posible y lo mas fácil de quitar.

Cogió una falda hasta las rodillas, vaporosa, un sujetador de encaje y una blusa amplia de flores con los hombros al aire, unos zapatos cómodos y se pintó los labios y poco mas, si vierais una foto de ella en el programa y otra de ella sin el bote de pintura que la ponían encima no la reconoceríais, era guapa, pero tenia la piel mucho mas curtida y envejecida de lo que se ve en TV. Con unas gafas enormes de sol en su cara nos fuimos a mi coche, comimos en un buen restaurante, de esos caros pero que te ponen bien de comer, charlamos un poco de tonterías, mantenía cierta distancia emocional, si la dejaba acercarse intuía que caería en su trampa. Al contrario que con Eli, a ella casi nadie la reconocía, y era normal, sin el maquillaje nadie diría que era ella.

Cuando llegue a casa Dani estaba terminado de recoger lo que Jeni y yo armamos la tarde anterior, tampoco reconoció a Mariluz pese a que trabaja con su programa de fondo, saludó cortésmente, Mariluz con cara de asco al oírla hablar, y se retiró a la cocina, Mariluz no tuvo tiempo ni de hablar cuando vio la piscina, la levanté la falda y me saqué la polla para penetraba contra el cristal de la terraza, horrorizada por la presencia de Dani no muy lejos, se retorcía al inicio pero mi miembro la estaba matando creciendo dentro de ella antes de que pudiera hacer nada, a los pocos minutos jadeaba y pedía mas, vi a Dani mirar de reojo desde la puerta de la cocina, le quité la blusa a Mariluz y se la tiré a Dani que se escondió asustada ante mis carcajadas, le quité el sostén y en un hábil gesto la falda, ya estabamos los 2 desnudos cuando la cogí en brazos y me la llevé a la habitacion de invitados de abajo, la tiré a la cama y metí mi lengua en su coño, rebosaba de fluidos y lamía con sabiduría, su clítoris eran tremendo, enorme y sobresalía mas cada vez que lo chupaba, se cruzaba de piernas rodeando mi cabeza con las pantorrillas mientras se aferraba a mi cabello, luego la penetré de nuevo, dios, que sensación tan libre, tan placentera, echado sobre su cuerpo lamía y chupaba sus tetas mientras la follaba a gran velocidad, cuando me separaba acariciaba mi torso relamiéndose, se corrió tan fuerte que pingó las sabanas limpias, yo bombeaba sin parar hasta sacar a la bestia y correrme dentro de ella, aplastado sus tetas con la cara. Me tumbé boca arriba y ella se dedicó a chupármela hasta tenerla tiesa otras vez, veía con alegría como se estaba babeando sus dedos y abriéndose el culo ella sola, sin decirla nada ya estaba preparándose para que la follara por el culo, “donde has estado toda mi vida”, pensé, se acuclilló y con un facilidad similar a su coño fue metiéndose mi rabo por el culo, le temblaban las piernas cuando la tuvo toda dentro y se dejó caer sobre mi besando lasciva, allí la bestia reapareció y sentía como la abría un túnel entre las nalgas, sus golpes en mi pecho solo me marcaban que iba bien, sus gritos y movimientos de cadera era fuertes, pero se puso roja cuando el orgasmo anal la llegó, explotó, nunca mejor dicho, en una barbaridad de fluidos que me bañaron entero y gran parte de las sabanas, y siguió haciéndolo hasta que 10 minutos después me corrí en su culo con embestidas tan fuertes que notaba el dolor en su rostro.

La di otro azote brusco en el culo ante sus risas, brillaba de sudor y sus tetas rebotaban de la respiración, yo igual, sudando y asqueado lleno de fluidos, me la saqué de encima, lamía mi tableta como si fuera de chocolate, y me fui a la piscina, me tiré de cabeza y degusté el momento, solo unos minutos, los justos para oír algunos gritos en la casa, fui a ver que pasaba y estaba Mariluz tapándose con una sabana increpando a Dani, que se mantenía quieta de pie con las manos juntas por delante a la altura del vientre y la cabeza gacha, sonrojada.

-YO: ¿que pasa?

-DANI: sentir, señor, yo no querer……- la interrumpió.

-MARILUZ: tu no querer, tu no querer, tu ser lista – le hacia burla con el tono- aquí la mirona se ha metido a ver a quien te estabas follando, ¿verdad?- la acusaba con el dedo.

-DANI: no, yo solo querer limpiar sabanas, yo oír piscina y pensar que habitación vacía.- alzó la cabeza un poco pero se la agachó Mariluz de golpe.

-MARILUZ: una mierda, me has reconocido y quería asegurarse para ir a venderlo a la TV, como odio a esta chusma – ahora me miraba a mi – vienen de fuera a robarnos el trabajo o sacarnos el dinero como sea. – Dani estaba roja de ira o impotencia, casi la oía sollozar. – mándala a la mierda, pero ya, y no la pagues un duro, esta no tendrá ni papeles ni nada – se giró hacia ella – eh, ¿a que si? has visto a la Mariluz de la TV y ha pensado que podrías sacar un dineral para tus 30 hijos, ¡¡¡sanguijuelas, que sois todos parásitos!!!!- Dani la miró asustada al fijarse bien y reconocerla.

Me tomé unos segundos para pensar, joder, que bien follaba aquella mujer, pese al chapuzón aun olía a ella, estaba claro que la faltaba un cable si se ponía así con Dani, pero si follaba así, ¿que mas daba?

-YO: lo siento, pero voy a tener que echarte. – Dani levantó la cabeza casi llorando, suplicandome con los ojos mientras Mariluz se regodeaba.

-DANI: por favor, no, yo solo querer limpiar habitación antes de ir – me miró temblándole la barbilla.

-YO: lo se, y te creo – de hecho le había pedido que siempre que pudiera dejara las habitaciones hechas- por eso, y con gran dolor, te pido que te vayas…………… vístete y márchate.- Dani extrañada, casi podía verla pensar, ella iba vestida, la que iba desnuda era Mariluz, cuando lo entendió se giró a mirarla con la cara iluminada, viendo como Mariluz estaba blanca como la leche.

-MARILUZ: me………….me estas tomando el pelo, ¿no?

-YO: ya me has oído, nadie viene a mi casa a gritarle a mi gente, vístete y sal.- la cara de Dani era un poema, solo superada por la de Mariluz.

-DANI: yo………señor……….no hacer falta………….yo…….- no sabia ni que decir.

-YO: tú cálmate…………. y ponte aquí a mi lado – obedeció agachando la cabeza con una sonrisa incontrolada en la cara.

-MARILUZ: ¿pero tu estas mal de la cabeza? ¡¡¡¡Si acabamos de esta follando, me has abierto el culo carbón de mierda!!!- si no estaba seguro de lo que estaba haciendo, esas palabras me convencieron, en el fondo, quería ser un carbón, pero era un carbón sincero y leal, le prometí a Dani que cuidaría de ella por encima de las “visitantes”, y eso estaba haciendo.

-YO: no veas como lamento esto, follas como si fueras algodón de azúcar, pero vístete y vete, no te lo repito.- se recogió parte de la sabana con que se tapaba y se plantó delante de mi apuntándome con el dedo.

-MARILUZ: déjate de bromas pedazo de payaso, ¿te crees que puedes jugar con los mayores?, ¿que me puedes follar cuanto te plazca y luego sacarme de tu casa? No me tientes, te puedo destrozar la vida, mequetrefe, como te atreves……..- siguió gritando cosas similares, cuando se cansó, su cara parecía que iba a estallar.

-YO: ¿ya?- asintió con firmeza.- Dani……….su ropa – me miró buscando confianza, se la di, corrió y cogió su falda, su blusa y su sujetador, y me los dio.- gracias.

Me acerqué a Mariluz y le arranqué la sabanas de las manos quedando desnuda, le di la sabana a Dani, que tenia la boca abierta y sonreía, le di su ropa a Mariluz y la agarré del brazo con dureza, iba gritando y pataleando mientras la dirigía a la puerta, me soltó un bofetón fuerte cuando abría y amenazó una vez mas antes de que la diera un leve empujón que la hizo tropezar y caer al suelo del pasillo de los ascensores, me tiró un zapato que golpeó con la puerta al cerrarla.

Al girarme Dani se me echó encima llenándome de abrazos y besos en las mejillas, me daba las gracias y decía algunas palabras en rumano que no entendí, la dio igual que estuviera empapado de la piscina, y desnudo, reía al escuchar aun a Mariluz golpear la puerta y berrear.

-DANI. Yo gracias, yo gracias, no poder decir suficiente.- me sujetaba de las mejillas con lagrimas en los ojos.

-YO: no pasa nada, ya te lo dije, tu eres mi ama de llaves y confío e ti, ¿acaso tu no confiabas en mi?- la rodeé por la cintura con las manos.

-DANI: yo si, si, yo confiar mucho.- mentía, una cosa es lo que yo la dijera, quizá por acostarme con ella podria suponer, y otra que realmente cumpliera mi palabra, y lo había echo.- tu no deber, señora Mariluz de TV, poderosa, puede hacer daño tu.

-YO.: tu no te preocupes por ella, es cosa mía.- su mirada era de adoración, por un instante se vio en la calle con marido sin trabajo y un hijo, perdiendo no solo el único sueldo de su casa, si no un gran sueldo que con los extras les daba para vivir bien, no hacia falta que lo dijera, se leía en sus ojazos azules.

-DANI: yo gracias, mucho, yo…..yo……..yo follar tu ahora ¿si?- me volvía a reír, esta vez no era un caramelo, me quería ofrecer un premio por mi bondad.

-YO: no, estas agradecida, y eso no es deseo.

-DANI: si, si, si, yo deseo mucho tu, tu follárme bien – se alzó para besarme en los labios, sabían bien, pero la forma de hacerlo era sin cariño ni afecto, solo físico.

-YO: no, para, no me deseas, ¿solo quieres dejar de estar en deuda conmigo? – asintió con algo de rubor.- pues hazme un favor, mándale un mensaje a Eleonor, dila que hoy he quedado con una chica, que parezco mas alegre, pero no le digas con quien.

-DANI: si, yo no decir Mariluz a nadie, yo jurar- cruzó los dedos de una mano besándolos.

-YO: no, aunque eso tampoco, no se cuanto podrías sacar por vender esta historia a la prensa, pero piensa que cuando se acabe lo que te den, no tendrás mas trabajo, nadie te contrata si vas hablando de mas – me aseguré de que tuviera la boca cerrada, con lógica.- aquí tienes un sueldo bueno y fijo, mientras te comportes.

-DANI: si, yo entender.

-YO: perfecto, tu mándale un mensaje y dila que esta noche salgo de fiesta con una chica, y dime lo que te responda – asintió con una sonrisa enorme y me volvió a besar en la mejilla pero cerca de mis labios.

Se fue cogiendo el móvil para obedecer, no me hacia falta verla hacerlo, si no me había ganado ya su lealtad con el dinero de los extras, con aquella jugada maestra seria mía para siempre. Lo hice por cumplir mi palabra, claro que si, pero me haba costado un coño delicioso, aproveché la jugada para tener a Dani a mis pies, además quería saber si Eleonor seguía interesada en mi vida y como reaccionaria. Eran cerca de las 15 horas, mi siesta rutinaria, esa vez tomaba un cariz diferente, tenia que estas descansado y sin sueño, planeaba una noche larga de fiesta, y tenia que trabajar por la mañana del sábado, quizá me tocaría ir sin dormir a colocar aquel dichoso almacén, seguía trabajando allí para tener mi propio dinero, incluso al no pagar casa ni caprichos de mujeres, estaba ahorrando algo, sumándole a los 40.000€ que aun tenia en el banco, dormí pensando en mi vida de prostitución, en Madamme, en Zeus, en aquellas mujeres y la Geisha, en aquella fiesta de ricachones donde destrocé el culo del pobre David por internar jugármela, no, por internar jugársela a Zeus, en el fin de semana con la supermodelo, dios, todo lo que hice para nada, ¿para nada?, no había tenido 2 años, o año y medio, de felicidad con Ana, pura y sincera, había merecido la pena, y ahora pensaba que aun sabiendo como acabó, lo volvería a hacer todo, antes y después, cada minuto junto a ella fue un regalo y ahora lo sabia. Aun ese tipo de pensamientos llenaba mi mente cuando quería quedarme en blanco, solo la dulce voz de verbos sin conjugar despidiéndose me desveló, entre semana trabajaba pero el fin de semana no, no la volvería a ver hasta el lunes, me dijo que Eleonor la respondió un ”OK” sin mas, sonreí, y Dani se fue.

Me sonó el móvil, malditas alarmas, cometí el error de poner una canción que me gustaba de tono, ahora la detestaba, pero me sentía renovado y con fuerzas, comencé un completo en el baño, evacuaciones menores y mayores, baño relajante y concienzudo, repaso corporal de pelos sueltos y arreglarme la barba de 3 días, tenia un bote de gel fijador efecto mojado que nunca había usado, gracias a los genes de mi abuela tenia el pelo espeso, fuerte, sedoso y con un ligero inicio de remolino en la zona del flequillo, siempre que no me lo dejara crecer mas de 2 meses me quedaba de cine, si pasaba de allí se me empezaba a poner un cardado de abuela de pueblo mezclado con pelo afro hacia arriba. Higiene personal completa, oídos, pelo de la nariz, cepillarse los dientes, enjuague bucal, desodorante en abundancia y medio bote de colonia potente, me gusta la sensación de sentir como las mujeres me huelen y me preguntan por la colonia, joder, al mirarme al espejo me sentía el ser mas vanidoso de la tierra, me veía atractivo. Hora de vestirse, ¿silps ajustados? Que le den, a pelo, vaqueros ceñidos solamente, y colocando el paquete para marcar rabo como dios manda, para eso lo tenia, con un fuerte cinturón de cuero marrón, había sacado el traje de Eric, eso me hizo recordar a Paula y la “promesa” de mas trajes, pero ahora no tenia tiempo para ir hasta allí, pero me seria útil, una camisa blanca sin meter por dentro del pantalón, si levantaba los brazos se veía parte de mi ombligo trabajado, sin corbata y con varios botones del pecho desabrochado, sin marcar mas escote que las mujeres, eso lo detesto, cogí la chaqueta del traje y me la puse por encima, como un guante me la dejó Paula la ultima vez y así seguía, calcetines y una botas de montaña que se pusieron de moda, al verme en el espejo me enamoré a mi mismo, no sabia si aquello combinaba o no, pero yo me veía arrebatador, un poco mas de colonia en la ropa, sobretodo en el cuello y el pecho, por donde solían llegarme la nariz de las mujeres, y por hacer la gracia me eché unas gotas mas en el paquete abultado, “por si acaso”, llaves en un bolsillo de mano de la chaqueta, cartera con dinero en efectivo en el bolsillo del culo de los vaqueros y móvil bien cargado al bolsillo interior de la chaqueta, perfecto.

Cogí el coche apurado, eran casi las 18:15, y había quedado en recoger a Yasira a las 19, por suerte miré el camino en el PC y tenia mas o menos claro como ir, era a las afueras en la zona norte, de camino llamé a Eli por el manos libres y la expliqué con detalle lo ocurrido con Mariluz, no quería que la afectara, Eli se reía explicándome que no pasaba nada, Mariluz estaba como una abeja reina a la que le habían quitado su enjambre, Eli la estaba quitando el protagonismo y ya trataba de echarla, pero la cadena se lo negaba ante las buenas audiencias, y si se atrevían, tenia ofertas mejores de otros 2 canales de TV, la saludé y me dijo que me echaba de menos, pero aun estaría unas semanas de viaje, de gira por España, la dije lo mismo, que la echaba de menos, pero ambas sabíamos que mentía en parte, así tendría el tiempo necesario para cumplir mi reto de la semana completa. Yasira vivía en una urbanización de lujo, al llegar las carcajadas me desconcertaban de la conducción, era la misma donde las moles de Madamme me habían llevado cuando fui a su casa, pero era una pequeña ciudad en si misma, con parques, centro comercial, centros de golf y tenis, al llegar a la entrada y parar miré el reloj del coche, las 19 en punto, si había algo que me molestaba era llegar tarde cuando quedaba y solo me molestaba, incluso mas, llegar antes y esperar solo, ser rigurosamente puntual me producía cierta satisfacción, al no ver a nadie mas salvo un puesto de guardia con un gordo con gorra mirándome mal, le mandé un mensaje a Yasira.

-YO: ya estoy, ¿donde andas?

-YASIRA: ya salgo.

-YO: ¿espero fuera o entro a buscarte?

-YASIRA: no se, siento tardar……he tardado en convencer a mi madre de que me dejara salir.

-YO: coño, ni que fueras prisionera, sales de fiesta con amigos, no pasa nada.

-YASIRA: ya………. pero querían saber con quien – sonreí, sin duda Dani había cumplido su cometido.

-YO: ¿y que hago?, estoy en la entrada

-YASIRA: deja que llame al puesto del guardia y te deje pasar, así te voy guiando hasta la casa.

Accedí ansioso, el guardia me hizo un egos tras colgar un teléfono y entré, sus indicaciones eran precisas y rodeé la casa, cuando llegue allí convencido de que mi llegada la cortaría el aliento, bien arreglado y con el coche de lujo, al que se le cortó al respiración fue a mi, la vi correr lo que podía con unos zapatos negros de tacón enormes, una mini falda negra, que mas que minifalda era un cinturón grande, elástica y ajustada al mililitro, con un top dorado, apenas la cubría piel del torso, brazos y hombros al aire, al igual que toda de la espalda y los costados, dejando ver en algún gesto el nacimiento de sus senos, era una fina tela ceñida que la rodeaba el cuello y bajaba por sus senos con un amplio escote, la tela se abombaba un poco en su ombligo, y tapaba su vientre, una serie de finas tiras unían los lados de la tela de sus costados por la espalda, sin sujetador, con un colgante de bisutería que brillaba en su cuello, ya se lo había visto antes, seria un adorno personal, algunas pulseras que resonaban en su brazo al chocar unas con otras y unos ligeros pendientes, todo dorado, con un bolso de mano negro y dorado, al entrar en el coche su respiración era agitada, su tuvo que bajar la minifalda haciendo fuerza con la espalda en el asiento, por que al hacer el gesto de entrar la vi lo que sin duda era la parte del coño de un tanga negro, o al menos al agacharse para meter la cintura en el asiento no había ni rastro de marcas de bragas en su culo, cuando cerró la puerta y me miró apremiándome para salir disparados, me quedé mirándola como un idiota, su cara era preciosa, había relajado su marcada mandíbula con una línea de maquillaje en los pómulos que lo disimulan y con ahumado oscuro de sombra de ojos con purpurina dorada que resaltaba, más el blanco de sus ojos, que el iris color miel, con un suave pintalabios rojo oscuro que no destacaba, esa era la idea supongo. El pelo era largo, la recordaba con el pelo enmarañado y rizado de antes, pero ahora estaba liso, liso y brillante, le tapaba parte de la cara del lado derecho como una cortina de agua oscura y preciosa, y en la izquierda un par de horquillas, como no doradas, en el pelo se lo sujetaban por detrás de la oreja, cayendo alegremente en su hombro, era tan largo que se rozaba las piernas con el.

-YASIRA: ¡¡venga, vámonos!!- reía mientras me sacudía en el hombro con el tintineo de las pulseras.

-YO: esto…….si, perdona….joder……..estas…….- buenísima iba a decir-………espectacular.- sonrío complacida y torneando los ojos.

-YASIRA: muchas gracias, espero no haberme pasado, ¿estoy bien? – bufé conteniendo en mis labios la burrada que la iba a soltar.

-YO: estas perfecta.- volvió a sonreír y con su mano aun en el hombro sacó pecho acercándose a mi para darme los 2 besos de rigor del saludo, riéndose un poco y pasándome sus dedos por la mejilla, yo no podía apartar la vista de su escote, se veían gran parte de sus senos desde ese ángulo.

-YASIRA: jajaja mira como te he puesto – trataba de levantar mis ojos para ver los suyos, mientras me limpiaba algo de su maquillaje en la cara, me daba igual cual o que, me habría enamorado de ella allí mismo, su tono de piel era oscuro, mas que Ana, pero no negro, si no del color de la madera barnizada, pero mi mente estaba a otras cosas, quizá en otra vida.

-YO: me alegro un montón de verte.- una verdad distorsionada.

-YASIRA: y yo, aunque debo reconocer que esto es un poco raro, después de tanto tiempo…….

-YO: ya, pero ya que hablamos, y me decías que te aburrías, pues una noche de fiesta nunca va mal.- sonreí con mí caída de ojos, se sonrojó un poco.

-YASIRA: pues si, estoy harta de esas 2, necesito despejarme, ¿me llevas?- la cogí de la mano y la besé con cortesía.

-YO: este será vuestro carruaje, yo vuestro caballero y vos, si así me lo concedéis, mi princesa.- giró la cabeza halagada, se llevó una mano al pecho doblando la muñeca con gesto de realeza y sonrió torneando la vista, ante la broma que era mas que eso.

-YASIRA: llevadme, Sir Raúl.- tardamos unos segundos en separar nuestras manos.

Al arrancar se cruzó de piernas y se volvió a bajar la minifalda, lo iba a pasar mal esa noche, a nada que se moviera se le subía mucho mas allá de lo decente, pero yo y todo el que mirara se iba a deleitar con unos muslos firmes y si estaban atentos, de la visión de su ropa intima mas de una vez. Me fue indicando para salir de la urbanización, aquello era un puto laberinto, hasta creo que pasé por la casa de Madamme, una vez fuera me percaté de las cámaras, había en cada entrada y salida, y seguro que por dentro había mas que no vi, charlamos de camino de vuelta a Madrid, mi afabilidad y sus ganas de socializar eran buena combinación, odiaba vivir allí, no conocía a nadie y hablar con los vecinos casi era pecado, y sus pocas amigos se habían alejado de ella por que Eleonor se mostraba inflexible con el tema de meter en su casa a jóvenes, al parecer mi experiencia la tenia aun de los nervios, me estaba dando una mina de información sin pedírselo, no la prestaba mucha atención la verdad, cambiar de marchas era una delicia, rozaba con los dedos su pierna, ella no la apartaba, y el cinturón de seguridad la apretaba entre los pechos, se tenia que estar colocando la tela de la mini falda y el top de forma constante, con unas manos cuidadas, elegantes, con uñas largas y pintadas, para tapar su coño y que no se le salieran las tetas por los lados del top, parecía que se iban a salir en cualquier momento, pero no lo hacían, me pilló comiendo con los ojos varias veces mientras solo sonreía, por que ella hacia lo mismo, bajé una ventanilla un poco para airear el coche, entre mi colonia, su perfume a rosas y el ambientador de pino del coche, casi mareaba.

Hacinamos quedado con mis amigos sobre las 20:00 en un bar donde servían cubos de botellines de cerveza helada y tapas para picar, era barato y nos conocían, además de tener una terraza enorme en la calle que cerraban sobre las 12 de la noche, y no estar lejos de una zona de marcha, llegamos algo tarde, a las 20:15, aparqué dando un par de vueltas con bastante suerte, ¿un viernes a esas horas en el centro de Madrid?, milagro, quedó un poco retirado y Yasira se pegó a mi brazo cuando se lo ofrecí, aparte de por que me encanta la sensación de tener a una mujer agarrada de mi brazo, por que sus tacones eran de vértigo y un mal paso podía acabar con la fiesta antes de empezar, caminamos despacio pero firmes, sabia llevarlos, acaparamos las miradas de alguno y alguna por la calle, y aun así, fuimos los primeros en llegar. Saludé al dueño del bar que bromeó conmigo haciendo tiempo, en cuanto un hueco de la terraza quedó libre nos coló dándole igual que muchos se quejaran ya que estaban esperando antes y que unos se fueran, pero no era tonto, sabia lo que significaba que alguien de mi grupo estribera por allí, nos sirvió un 1º cubo, del que ella tomó una cerveza agradeciendo las palabras de cariño del dueño del bar, a mi me trajo lo de siempre, un par de colas y una tabla de fritos, calamares, croquetas, patatas y gambas, luego sacó una de boquerones y aceitunas gratis , y otra de patatas de bolsa, reitero no estaba loco, sabia lo que hacia, a los 5 minutos aparecieron Manu y Teo, las abracé con fuerza, y les presenté a Yasira, Manu se quedó mirándola tan bobo como yo antes, charlamos y con el paso de los minutos y las risas, iba llegando un goteo de gente, un par mas de amigos del instituto, amigos de Manu, algunos con sus parejas, la nueva novia de Teo, de su trabajo, bastante mona aunque no me llamó en absoluto, a mi entender bastante peor que Alicia pero lo cierto era que no tenia ojos para otra que no fuera Yasira, trataba de que no quedara desplazada ante tanto desconocido pero al poco tiempo ya había charlado con casi todos y Manu Teo y yo montamos nuestras discusiones entre bromas donde participaba ella con asiduidad, los cubos de botellines corrían y los paltos de comida. Se me estaba haciendo muy amena su compañía, disfrutaba su cuerpo, una visión preciosa, de su forma de arreglarse la minifalda o el escote, con clase, y era divertida, era muy fácil hablar con ella.

Sobre las 21:30 aparecieron las chicas del piso de estudiantes, había mas, algunas amigas o compañeras de la universidad, lo que los tíos llamaríamos un rebaño de ovejas, eso teniendo en cuenta que nosotros seriamos los lobos, y no ellas, todas bien arregladas y vestidas de fiesta, ninguna merece ser digan de mención salvo las ya conocidas.

Lara había desechado del todo su vida de “manporrera” y estaba preciosa con una melena que ya le pasaba de los hombros, con un escote abrumador, se llevaba por delante a todas, su delantera no tenia rival y ahora lo usaba con sabiduría y atrevimiento, Alicia iba como siempre, no necesitaba casi nada para ir bonita, o eso parecía, con un vestido vaporoso, acentuaba el vuelo de la falda pero sus increíbles caderas quedaban ocultas, con un ligero escote, sabia que era inútil competir en ese aspecto con Lara por allí, con una coleta muy agradable y su eterna sonrisa, se le atragantó al ver a Teo con su nueva novia, pero se forzó a soportar aquello, 10 meses no habían sido tiempo suficiente para ella, sus ojos eran casi tan tristes como los de Lara al verme acompañado de Yasira. Naira, la estudiante canaria, iba como siempre, le tenia un afecto enorme a la ropa amarilla chillona e iba con un vestido ajustado pero nada descocado, le tapaba desde lo hombros hasta por debajo de las rodillas, le quedaba de cine eso si, su cuerpo se lo permitía, Mara, la hermana de Alicia, llegó después, salió de trabajar tarde y tenia que irse a casa a arreglarse, tan presumida o mas que cualquier mujer, así que acudió cerca de las 10:30 hecha un pincel, zapatos de plataforma con tacón, leggins negros pegados a sus torneadas piernas y culo prieto lejos del nivel de su hermana, ella aprovechaba su cuerpo, con una camiseta blanca, sin escote, no tenia demasiados pechos para lucirlos y con Lara allí seria hacer el ridículo, enseñando un hombro y su tatuaje de una flor en el, con un montón de pulseras y colgantes, peinada con pelo corto de forma elegante y trabajada, no recuerdo haberla visto sin arreglar nunca.

Una vez reunidos todos éramos entre 12 y 17 personas, algunos acudían se tomaban algo y se iban, otros se quedaban, al final cuando llegábamos a media noche la cuenta del bar iba ya por 300€, entre tapas ya habíamos cenado y algunos ya mostraban síntomas de embriaguez, tanto botellín seguido no es sano, al levantarnos e irnos despidiéndonos del dueño del bar hice un análisis de las mujeres del grupo, por diversión, y Yasira ganaba, arrasaba mas bien, solo Naira, la canaria, le hacia sombra, sus ojos claros y pelo rubio eran muy llamativos, pero ese día iba muy recatada, Lara tenia solo tetas y Alicia iba demasiado normal como para lucirse, iba guapa, pero siempre me daba la sensación de que podría exprimir mas su cuerpo, y no lo hacia, unos leggins ajustados como su hermana o unos jeans ceñidos y tendría a medio bar pagándola copas por bailar junto a ella y sus caderas, pero es que hoy hasta parecía querer disimilar su figura.

Yasira se frotó los brazos, era media noche de finales de septiembre, y pese a que el sol calentaba aun de día, de noche refrescaba, la ofrecí mi chaqueta con caballerosidad, se rodeó con ella inspirando la colonia, preguntándome cual era y diciendo que olía muy bien, sonreí. Caminamos unas manzanas entre gritos y risas, nos quedamos unos 10 para ir a bailar y beber a la zona de marcha, entramos en varios sitios que conocíamos, donde te invitaban a chupitos para que te quedaras allí, pero eran sitios en que se entraba sin pagar, algo cutres y con música poco dada a bailar, los hit del momento y poco mas, eso si, Yasira se reía y charlaba con todos, no se alejaba de mi, pero Manu era gracioso y avispado, era fácil divertirse con el, con el paso de los minutos y las copas, la cosa se fue animando. Yasira era latina y cuando había algo mínimamente “bailable”, por poco que fuera, fluía como agua por la pista, algunas chicas la siguieron y no se movían mal, como siempre los tíos se quedaban en la barra pidiendo copas, yo como no bebo, podía irme con ellas, y estar con 5 mujeres preciosas bailando tu solo es una gozada, Lara , como no, me pegaba a su tetas y sus gestos eran mas atrevidos, mientras las demás hacina parejas entre ellas, Yasira le cayó bien a todas, menos a Lara claro, se frotaba y cantoneaba con ellas como si fueran amigas de toda la vida, aunque encontró en la nueva novia de Teo una pareja fiable, las demás ya se conocían y ellas 2 eran las nuevas, una era la ex de Teo y la otra un rollo mío que iba detrás de mi, así que hacían migas al sentirse un poco apartadas por el resto.

Mi acompañante se mostró hábil y sensual en el baile, sus movimientos eran eróticos y atrayentes, quedabas hipnotizado viéndola mover las caderas, debía ser agotador estar bajándose la minifalda constantemente, el top ya la daba igual, se la veían partes de los senos ampliamente, pero nunca del todo, las chicas insistían en bailotear entre ellas mientras tiraban de sus acompañantes para llevarles a bailar, pero generalmente los tíos forman grupos para charlas y reír con una copa en la mano, me parece de lo mas estúpido pudiendo ir a retozar con mujeres, así que cuando Yasira fue a por mi para llevarme con ellas, la seguí como una serpiente ante su encantador, al inicio hacia el tonto, bailaba de forma torpe, las imitaba sus gestos sensuales que en una mujer provocan erecciones pero en un tío queda ridículo, me iba riendo y ellas me intercambian alegres por tener compañía masculina, Teo me siguió rápido, y antes de que su nueva novia se me acercara la agarró del cintura y se la quedó para el solo. Lara se frotaba de forma grotesca acariciándome la polla con las manos por encima del vaquero, sus tetas apretujadas contra mi me alegraban al vista, pero era Alicia la que tenia mi atención, en parte por que siempre ha sido de las mas alegres al bailar, y otra por que al ver a Teo con su novia la tensaba, la distraje un poco entre risas y bromas con los bailes mas típicos y sencillos, pero entonces llegó el reggaeton, esa música para muchos maldita, pero que por alguna razón pone a las mujeres y hombres en modo “sexo” por que “como se baila así” así nos ponemos, (y si inventan una música que se baila cortándose una mano, lo haríamos “por que se baila así”).

Yasira se sintió en su salsa y casi como en una película apareció entre la gente contoneándose lasciva, caminando directa a mi, el resto se apartaron sintiendo que se había acabado la tontería, Yasira se pegó a mi cuerpo y metió mi pierna izquierda entre las suyas, comenzando a mover la cintura, aferrada a mi cuello, mis manos se desliaron por su cintura y una de sus piernas, y acompañaba con mi cadera sus gestos, aquella ya era otro nivel, era follar con ropa, su mirada despedía calentura y la mía deseo, alguna risa se nos escapaba, ella sentía mi polla en su pierna y yo su coño en la mía, la minifalda se subió y la dio igual, a mi no, 3 tíos detrás de ella la estaban señalando y frotándose el paquete por encima, así que mi mano bajó de su cintura a su trasero y tiré de la minifalda para bajársela y dejar la mano allí para evitar que se subiera, ella no se percató de que estaba siendo devorada con los ojos, o la daba igual, lo interpretó como una señal de calentura, y a los gestos de su cadera se sumaron unos arqueos de espalda demenciales, descolgó uno de sus brazos de mi nuca dejándolo caer colgando y levantó una pierna para que fuera sujetada mejor, la tela de su minifalda no cedía por mi mano, si la soltaba se levantaría hasta dejarla el culo al aire, allí me desinhibí de las miradas y comentarios de los demás, eran evidentes pero aquella pantera me estaba poniendo malo, y ella lo sentía en su muslo, con un enorme bulto en los vaqueros que era tapado por la parte interior de su pierna alzada, sin dejar de mover la cintura y el pecho, con nuestras miradas fijas una en los ojos del otro y siendo conscientes de la subida de temperatura de ambos.

No se cuanto tiempo paso así, varias canciones latinas, lo que puede ser desde 6 minutos a 15, luego ella bajó su pierna y golpeaba mi pelvis con su vientre, haciendo oleadas con su cuerpo, la sujetaba de la cintura acariciando sus caderas y su espalda por debajo del top con una mano, la otra seguía fija en el culo de su minifalda, al cambio de canción rompió a reír, era una canción pegadiza que reivindicaba de forma denigrante el movimiento del culo de la mujer, Yasira se giró rozando mi polla con todo su cuerpo y dejando mi rabo entre sus nalgas, estiró las piernas los mas posible arqueando la espalda agachándose, y sin decir nada su culo empezó a temblar, la descripción clara es que sin doblar las rodillas me estaba haciendo una paja con las nalgas, mi polla estaba ya dura como una piedra y había crecido hacia abajo apretada por los pantalones, me llegaba a medio muslo de la pierna izquierda, la agarraba de la cintura y el vientre mientras mi pecho y su espalda hacían un ángulo de 90º. Saludé a Manu que me hacia gestos claros de burla, pero no estaba para nadie, ni ver a Lara frotándose con la canaria me despistó, yo no estaba quieto, mi cadera ayudaba a su propósito, tenia 2 o 3 buitres al acecho esperando que me apartara de ella lo mas mínimo para ir a “bailar con ella”, pero no hubo opción, ella se volvió sin separarse de mi, ahora mordiéndose el labio, mi mano fue a su trasero de nuevo pero esta vez no para sujetar, elevé su cuerpo lo justo para pegar su cara a la mía, ella me sujetó la cabeza relamiéndose, acercando sus labios a los míos, rozábamos nuestras narices cerrando los ojos, al 4º amago nos besamos, sentí en la lengua el sabor agrio de la cerveza, pero la cereza de sus labios era mayor, la disfruté un par de veces hasta abrir la boca y meter la lengua hasta enterrarla en ella, apartó el pelo del lado cubierto de su rostro y acariciaba mi barba mientras nos besábamos, sin dejar de mover nuestras cinturas, allí ya si que perdí la noción del tiempo, cambiando de posturas siguiendo su cadera, su culo su pelvis frotados contra mi, su pecho casi saliéndose del top y viéndola las aureolas en algunos giros, eran negros y apetecibles, el sudor de su pecho resbalaba en su canalillo y el mío me hizo quitarme la chaqueta, al hacerlo se levantó la camisa mostrando el inicio de mi tableta, ella metió sus manos acariciando mi vientre mientras se mordía el labio, al dejar la chaqueta mi polla era tan evidente que me la miraron todos, tíos incluidos, a Lara fue la única a la que no la sorprendió, pero no por ello dejaba de mirarla, la camarera de escote abultado para llamar a mas clientes se mojó las manos al llenar demasiado una copa por que sus ojos eran para mi, me sentía poderoso y codiciado, Yasira fue alejándome de la pista hasta quedar atrapada en una pared, y allí nos deleitamos el uno con el otro, tenia la cara manchada de su carmín, brillantina por todo el rostro y el cuello de la camisa manchado de sus labios, probé su piel en la garganta, olía a rosas y sudor, acarició mi nuca pasando los dedos entre el cabello húmedo de mi transpiración, sin asco alguno al sentirlo, mis manos la repasaban entera, sus tetas y su culo se salvaron de un ataque directo, volvió a levantar una mi pierna que sujeté , amasé y pellizcaba en su muslo, mientras la otra se centraba en su trasero, era duro y firme, solo mi auto control y el sexo con Mariluz esa mañana evitó que la abriera de piernas y la follara allí mismo, me dolía la polla de estar retenida contra su voluntad, de ser acariciada por sus manos.

-YO: me vas a matar.

-YASIRA: me estas matando tu, madre mía, que verga, mi madre no mentía, las hacías chillar mientras las follabas, ¿verdad?- ella no me había visto ni tocado directamente la polla en el pasado, no como ahora, y su madre le habría contado como Ana y Eleonor eran atravesadas sin piedad, mas de una vez delante de Luz, su madre.

-YO: las hacían venirse hasta desmayarlas.- seguía son soltar mi polla.

-YASIRA: eso me han dicho ellas. – no fue consciente de lo que dijo, la calentura y el alcohol la tenían ida, al usar el plural no podía referirse solo a su madre.

-YO: ¿quien te lo ha dicho?- ataqué sin piedad, tenia que estar seguro, así que mi mano fue resbalando por sus muslos hasta llegar a su coño, la tela del tanga estaba empapada.

-YASIRA: mi madre………….dios………..mi madre y……y Eleonor……..dios – sentía mis dedos acariciándola con habilidad.

-YO: así que saben que estas conmigo ahora…….- frotaba hasta sentir como la tela cogía la forma de su coño.

-YASIRA: si……uf………se lo dije ………cuando me llamaste……me han pedido que viniera………dios….- me besó cerrando los ojos-………. y que te sedujera…….pero cuando fuéramos a follar, me fuera………….que te dejara a medias…………- sonreí.

Lo sospechaba, desde que la llamé sabia que podía pasar, y cuando tardó tanto en salir de su casa, y lo arreglada que iba, no había duda, Eleonor la había ayudado, su forma de vestir era la que a mi me gustaba, nadie se arregla de esa manera pasa salir con amigos si no cuando va de caza, y menos sola a escondidas en su casa sin que te vean y te pregunten, la facilidad con que había logrado meterla mano, pero la señal fue clara, lo supe cuando me habló de mi colonia al ponerla la chaqueta, ese detalle me gustaba y solo Eleonor y Ana lo sabían, se lo dije en una charla, podía ser una coincidencia pero no lo era, no cuando Eleonor no le preguntó a Dani con quien había quedado, ya lo sabia, y ahora yo conocía su plan.

-YO: vaya, ¿Eleonor sigue molesta?

-YASIRA: si…………mas que eso……….- jadeaba respirando al sentir mis dedos apartando su tanga y acariciando con las yemas su clítoris hinchado, – ….se paso 2 semanas gritando e insultándote……………uffffffffff…………luego hablaba con mi madre y planeaban cosas………..pero cuando les dije que me llamaste me obligaron……..yo solo quería divertirme una noche, pero………..Eleonor me ha llevado de compras y a la peluquería………..quería que estuviera preciosa ……….para ti.

Ya sabia lo que necesitaba saber, Eleonor me la había querido jugar otra vez, no se que ganaría con dejarme a medias, pero si era tan estúpida como para pensar que eso funcionaria no me paré a pensar su lógica. Así que ahora tocaba disfrutar de su esfuerzo.

-YO: ¿y por que me lo cuentas ahora?

-YASIRA: por que te deseo, y por que me dan igual………son 2 viejas estúpidas que no me dejan vivir………..es verdad que no me dejan salir ni llevar a nadie a casa……..las odio………mi madre se deja llevar………..se reían cuando me decían que me dejara meter mano hasta ponértela dura…………..para que luego te dejar así y me fuera……..¿que madre hace eso?- sus gemidos no tapaban cierta ira y pena en sus palabras.

-YO: entonces, ¿que hacemos? por que ya has cumplido tu misión, te deseo y quiero llevarte a casa y hacerte el amor hasta el amanecer, eres preciosa y ya lo eras sin tanta parafernalia.- un toque de auto estima para animarla, pero no hacia falta, mis dedos entraban en su coño cuando ella movía sus caderas, no era virgen ni mucho menos y se movía de escándalo.

-YASIRA: hazlo…………… llévame a ese palacio…………..fóllame cuanto quieras, …………….querían que te sedujera pero te deseo también, desde que te vi la 1º vez, por eso acepté, y ahora no quiero parar.- me besó con fuerza hundiendo su cadera en mi mano hasta sentir sus labios mayores en mis nudillos, saqué la mano de allí brillando de sus fluidos.

Los saboreé con gusto, estaba deliciosa, luego la agarré de la nuca y nos fundimos en un beso pasional, neutras lenguas bailaban al ritmo de nuestros cuerpos, la coloqué el tanga y lo acaricié con delicadeza antes de bajarla la pierna y arreglarla la minifalda mientras le comía el cuello. Ella se puso roja al ver como medio bar la miraba situarse el top, los pezones se le marcaban duros bajo la tela dorada, el otro medio me miraba la polla palpitar en lo vaqueros, la cogí una mano y la hice un paso de baile girándola sobre su eje para quedar recostaba sobe mi brazo, y fundirnos en otro beso, si iban a mirar que se deleitaran, Lara echaba fuego por la nariz, la incorporé y me fui a por la chaqueta, nos despedimos, Alicia se fue en algún momento en que estaba con Yasira, no la vi, y Lara me suplicó que me quedara un rato mas, eran cerca de las 4 de la mañana y no tenia intención de aguantar allí mas, así que la cogí de la cintura pegando sus enormes tetas a mi y la susurré que pronto la llegaría la hora. Eso la ruborizó, lo suficiente para dejar que me marchara.

El camino fue eterno y caliente, la puse la chaqueta ante el frío de la noche, ella iba delante mía y yo andaba torpemente pegado a su culo, metiéndola mano a cada instante, las sonrisas eran vagas, era lujuria lo que sentíamos, al llegar al coche ella se recostó sobre la puerta y me apretó contra ella, metí mis manos por debajo del top hasta alcanzar sus senos y acariciarlos, tenia los pezones duros, y el fresco de la noche ayudaba a sentir su piel tersa y vibrante, otra mano hico fuerza contra la cintura de la falda y se metió por dentro de sus nalgas tirando del tanga, sus suspiros eran todo lo que necesitaba, miré a la calle para saber si era lo suficientemente apartada y desierta para penetrarla allí mismo, pero había demasiada gente, aunque sus labios besándome el cuello y sus manos metidas por debajo de mi camiseta acariciando mi vientre hasta el pecho, indicaban que no la importaba mucho, subimos al coche y a duras penas podía apartar la vista de ella, se acariciaba y frotaba con lujuria, bien abierta de piernas se estaba frotando la vulva, por poco no tenemos un accidente en una rotonda, me centré en la calle, pero mi mano se deslizaba en su muslo, piel tersa y el brillo de sudor aun en ellos solo los hacían mas con su tono de ébano.

Al llegar al aparcamiento se me echó encima besando, se sentó encima y se contoneaba sin parar, hasta hizo sonar el claxon con su trasero, me costó salir del coche con ella acariciándome sin parar, en el ascensor fue igual, pegada a mi polla con una erección continua desde hacia un buen rato, pero ya la frotaba con ella, apenas me contenía acariciándola, si algún vecino hubiera llamado el ascensor al abrirse hubiera visto a Yasira de frente con mis manos en sus tetas agarrándolas desde atrás dando golpes de cintura en su culo con la minifalda subida enseñando el tanga, por suerte nadie llamó y entramos en casa abrazados y besándonos, su lengua era áspera y contundente, me quitó la chaqueta sin dejar de besarme y también desabrochó la camisa acariciando mi torso cuando ya estaba abierta, sus manos fueron a mi cinturón mientras lamía mi pecho, desabrochó sonoramente la tira de cuero y abrió la prenda vaquera para meter su mano y acariciar el tronco de mi polla aun dentro de los pantalones, sentí su mano buscando sitio hasta rodearme el miembro por completo, acariciando levemente, como un animal de forma brusca agarré la minifalda y tiré de ella hacia arriba, tan fuerte que la levanté del suelo medio segundo cuando hizo tope con el top, volví a tirar y la minifalda se adherió a la falda y obligándola a estirar los brazos hacia arriba, le saqué ambas prendas por la cabeza, ver caer su pelo una vez fuera sobre sus senos me calentó demasiado, la separé el cabello y me doble para lamer los 2 pezones mas oscuros y grandes que había visto nunca, las aureolas eran del tamaño de galletas, y los pezones anchos y duros, no muy largos, como botones de mando a distancia, los lamí oyendo sus gemidos al contacto, los sostuve con las manos, al no llevar sujetador no cayeron pero mi duda era si subirían con uno puesto, estaban firmes, tersos, bien colocados y duros, sus manos acariciaron mi cabeza mientras los degustaba, una mano fue a su trasero, estaba como aun piedra, lo azoté levemente para sentirlo temblar, sus nalgas abiertas por el hilo del tanga apenas se movieron, sin duda las mujeres de piel oscura tienen culis mas firmes de forma natural, esa fue mi conclusión, o al menos Yasmine, Eleonor, Yasira, o incluso Pamela, la negra africana del instituto, tenían traseros antinaturales al tacto. La cogí de los costados y me la subí encima, me rodeó con las piernas mientras apretaba sus pechos en mi cara, los iba lamiendo y chupando como un bebé mientras la llevaba a la habitación de abajo.

-YASIRA: no, súbeme arriba, quiero hacerlo en la cama de Eleonor.- sonreí asintiendo.

-YO: eres muy traviesa.- giró la cabeza apartando todo su pelo en una dirección despejando su cara.

-YASIRA: estas a puerto de descubrir cuanto.- mes besó sintiendo su deseo.

Al llegar arriba y entrar en la achicaron se bajó pasando un dedo desde mi barbilla hasta mis vaqueros, donde tiró de la prenda asomando la cabeza con picardía, mordiéndose el labio, acarició cuanto quiso de mi cuerpo, yo me aparté un segundo para bajar las luces, y poner algo de música erótica con el PC, volví a su brazos deleitándome con la visión de su cuerpo desnudo contoneándose, solo con el tanga marcando su coño y unos tacones de infarto, una mano se me fue a uno de sus senos y la otra a su trasero, mi boca recorrió sus labios, su cuello y el pecho agarrado, mientras ella abría del todo la cremallera del vaquero, sujetando mi polla y tirando hasta sacarla gran parte por encima del pantalón, masturbaba levemente con ambas manos mientras se dejaba lamer cada rincón que me apeteciera, luego le tocó a ella y besó mi cuerpo hasta quedar de rodillas y bajarme los pantalones del todo, quedó maravillada ante el saltó que dio mi polla ante ella una vez libre del vaquero, la sujetó con ambas manos y tiró de la piel hacia atrás abriendo los ojos con cara de apetito, notaba en su mirada como llevaba deseando ese momento mucho tiempo, abrió la boca lo mas que pudo, y por gracia divina o coincidencia, su mandíbula marcada ayudó a que metiera media polla en la boca de golpe, casi se atraganta pero su lengua se mostró mucho mas hábil de lo que esperaba, al sacarla chupó el glande con dedicación mientras su manos le apartaban el pelo de la cara dejándoselo caer todo sobre un hombro. No se si instruida por Eleonor o no pero sus manos comenzaron a pajarear sin descanso, mientras su boca apenas podía engullir mas de mi barra de carne, sus labios manchaban mi rabo de carmín, chupaba sin separar sus labios de mi glande y de vez en cuando lamía el tronco, yo solo la acariciaba el pelo, no necesitaba guía, esa mujer sabia lo que hacia, tendría 20 años pero la chupaba mejor que bastantes con las que había estado mayores que ella, al rato se levantó buscando mis labios, se los concedí con gusto, mientras una de sus manos seguía masturbando si parar, la otra mano se quitó las horquillas del pelo y lo dejó caer sobre su rostro, luego hizo uno de los gestos mas eróticos que me parecen, con una mano cogió todo su pelo y lo hizo caer sobre un hombro haciendo un tirabuzón en su cabello, eso provocó un beso largo y húmedo, al finalizar tiró de mi labio inferior con los dientes, el sabor a cereza era cada vez menos, tenia el cuerpo entero manchado de sus labios y purpurina, se dirigió hacia la cama andando de forma lenta y amplia, dejándome ver como su trasero se movía y su culo rebotaba con el sonido de los tacones haciendo aparecer y desaparecer el fino hilo del tanga negro, con los pulgares fue bajándose el tanga y cuando llegó a la cama lo dejó pare al suelo, tuvo que tirar para separar la tela de su coño, estaba tan empapado que mas bien lo despegó, cayó sobre la cama gateando con el culo en pompa, acariciándose el coño con una mano, mientras su cuerpo seguía una inercia de sexo que yo aun no la estaba dando, “joder con la hija de la criada”, pensé con una amplia sonrisa.

Directo a por ella la agarré del culo y separé las nalgas acercando mi cara a sus muslos, olí su interior, era abrumador, a humedad y sudor, al 1º lametón se le erizó la piel, y al chupar su coño tiritó, su cinética era constante de adelante a atrás, la estaba follando con la lengua, mis manos amasaban sus nalgas dando alguna palmada, sonaba como golpear mármol, tenia unos labios mayores enormes y oscuros y al abrirlos el rosa lo invadía todo, localicé el clítoris asomándose, chupé y jugué con mi lengua cuando mis dedos la penetraron otra vez, sus gemidos subían de inmensidad y movió el culo como cuando bailábamos, sintiendo como sus posaderas se apretaban contra mi, una serie de lametones largos hasta su ano me dejaron claro que no le hacia ascos al anal, así que lo lamí igual, sin dejar de meter mis dedos en ella, la sentía derretirse, fue cuando me arrodillé detrás de ella y golpeé mi polla en su coño de abajo a arriba, al sentirlo se arqueó la espalda.

-YASIRA: fóllame, fóllame por favor, métemela de una vez.

Soy obediente cuando me gustan las ordenes, acaricié con el glande abriendo los labios mayores hasta que se encajó en el hueco idóneo, apreté para sentir como se abría y como ella contenía el aliento, dada sus artes, no me extrañó meterla ¾ de rabo del tirón, con algo de dificultad pero se abría ante mi, tosía aire mientras gemía aguantando la sensación, pero sin dejar pasar un instante movió sus caderas con rapidez notando como su culo se contoneaba de forma sensual, imitando su gestos en la pista fue girando las caderas hasta sentir como la metía dentro de ella, mas bien fue ella la que se la metió, su respiración era lo único que denotaba que sentía el tamaño de mi verga, y me gustó su docilidad, la veía moverse de forma fluida, sus nalgas golpeaban en mi pelvis y usaba esa inercia para alejarse un poco y volver a por otro rebote, la sensación era de fuerza y presión, pero no paraba de moverse, sus gemidos se cortaban con algún grito pero me estaba haciendo bufar y disfrutar, acaricié se espalda rodeándola hasta agarrar sus senos y tirar de su cuerpo para ponerla de rodillas pegando su espalda a mi pecho, mientras seguía moviéndose sin parar, era un baile constante de placer, mientras la pellizcaba los pezones, otra mano se fue a su clítoris para frotarlo, fue cuando ella explotó con un orgasmo que para mi sorpresa solo la hizo girar mas rápido aun su trasero, “dios, que mujer”, me aferré a su cintura y decidí que ella estaba preparada para mas, saqué a la bestia, ni siquiera empecé normal para ir subiendo, su cuerpo se puso rígido estirándose unos minutos después cayó cobre la cama totalmente estirada boca abajo sacándose mi polla, me arrodillé en su piernas y metí mi rabo de nuevo separándola las preciosas nalgas, la bestia se desquitó provocándola varios orgasmos mas, ella empezaba a entender por que las hacia gritar, no era el tamaño si no la constancia, a los 15 minutos ella era la que gritaba, golpeaba la cama con fuera mientras gemía y jadeaba.

-YASIRA: ¡¡¡córrete, lléname de tu semen, hazlo, se que te operaste, fóllame y metete tu leche hasta el fondo de mi ser!!!

Aceleré hasta dar lo mejor, el sonido de humedad siendo deslazada en su interior y de mi polla abriéndola era delicioso, cuando los brazos me empezaron a flaquear sentí el golpe eléctrico en la columna y descargué una barbaridad de semen, metí una estocada y la dejaba cabecear dentro de ella, un azote en el culo fue la señal de que había terminado, me tumbé a su lado, acariciándola la espalda, estaba tumbada mirándome con los ojos brillando y una sonrisa enorme.

-YO: eres una chica traviesa – repetí.

-YASIRA: ya te lo dije…..

-YO: follas de cine.

-YASIRA: ayuda que mi novio la tenga grande, aunque no como la tuya.- bajé mi mano de su espalda a su ano jugando con el.

-YO: ¿tienes novio?- me importaba poco.

-YASIRA: si, bueno, algo así, nos acostamos pero últimamente casi no nos vemos por culpa de mi madre, ¿por que? ¿te molesta?

-YO: para nada, es asunto tuyo, yo me conformo con tu cuerpo.- empujé y la metí un dedo en el ano con algo de esfuerzo, su cuerpo se retorció un poco al sentirlo.

-YASIRA: esto no ha acabado, ¿verdad?

-YO: no.

Gateó hasta ponerse a 4 patas encima mía, besándome con lujuria mientras la follaba el culo con 1 dedo y luego 2, la otra mano masajeaba uno de sus pechos, su cintura se movía de nuevo, se abrió de piernas hasta meterse mi polla ya dura en su coño, vi como un escalofrío la recorría el cuerpo, no bajó del todo, pero no hacia falta para dejarla llena, y mis dedos en su ano la estaban matando.

-YASIRA: ¿me vas a follar por el culo?- sonreí ante su descaro.

-YO: si tu quieres, a algunas le da impresión que se la meta por detrás, pero me da que tu, traviesa mía, no eres de esas……..- se encorvó para ponerme las tetas en la cara, con sus blancos dientes resaltando en un carcajada.

-YASIRA: no, no soy de esas, me encanta el sexo anal, así que deja de jugar y ábreme el culo con la polla.

-YO: ¿donde hasta estado toda mi vida? – azoté su trasero al sacar los dedos de su ano.

Adelantó la cadera y saqué la polla de su coño para hundirla en su ano, fue tan fácil que mis dedos solos no podían haberlo provocado, esa tía tenia el culo abierto desde hacia mucho, de nuevo pasada ¾ se paró, giró sus caderas una y otra vez hasta tenerla toda dentro de su ano, sus gemidos aumentaron de intensidad aun mas, se apoyó con ambas manos en mi pecho arañando con las uñas y continuaba bailando, ¡que forma de moverse!, como si no la estuviera empalando, allí la demostré mis talentos, planté los pies y cogí de sus glúteos hasta levantarla medio palmo, allí la bestia volvió al ruedo y desaté mi fuego interior, su cara cambió a un asombro y placer indescriptible, golpeaba con fuerza haciendo sonar mis huevos en su culo, ella arañaba mi pecho con lujuria, luego se rindió sobre mi pecho, haciéndose una bola siendo penetrada sin piedad, rodé dejándola tumbada boca arriba y conmigo de rodillas, seguí follándola el culo mientras con el pulgar la acariciaba el clítoris, era glorioso verla acariciarse las tetas, como estrujaba los pezones y tiraba de ellos con violencia, le iba el sexo duro, así que caí sobre su pecho comiéndola las tetas sin dejar de follarla el culo, mordía sus pezones provocándola orgasmos continuos anales que no eran nuevos para ella, la fuente que se convirtió su coño con cada venida fue genial, cuando la besaba parecía que quería agradecerme el placer que la daba con cada embestida, luego jadeaba cansada, estaba exhausta y sudando, pidiendo a gritos que terminara, pero la bestia era incansable, al menos 20 minutos hasta que sentí que me corría, la llené el culo de mi semen, al sentirlo se retorció de gusto sobre las sabanas poniendo el cuerpo tenso unos minutos y al sentir el intenso placer evaporarse se relajo de golpe. Ahora caí rendido sobre ella que me rodeaba con las piernas y los brazos, acariciándome de forma suave y tierna con las manos y los muslos.

-YASIRA: dios…………ahora sé por que esta tan loca Eleonor, yo también perdería la cabeza si me follaran así.

-YO: que la jodan, tenía esto y más, trató de jugármela, aun trata de jugármela.

-YASIRA: es una retrasada, y se merece lo que la hiciste.- tenia mis dudas de si en realidad Yasira se acostó conmigo por orden de Eleonor y todo era una cortina de humo de un plan mayor, pero o era actriz profesional o su tono de ira con ellas era real.

-YO: supongo, aunque ahora mismo no pienso con claridad, eres una fiera difícil de domar.- rió contoneándose.

-YASIRA: jajaja pues tu no eres menos, ni mi novio en toda una noche me ha dado tanto placer.

-YO: ¿cuanto llevabas sin sexo?

-YASIRA: desde que nos mudamos, joder, como necesitaba esto, y contigo, ha sido increíble.- me dio un suave beso.

-YO: y puede volver a serlo.

-YASIRA: ¡¿ahora?! No por dios, me duele todo, no podría……..

-YO: no ahora, sino otros días, podemos quedar para salir de fiesta el fin de semana, como el hoy, y luego venir aquí.

-YASIRA: jajaja seguro que a mi madre y a Eleonor les haría mucha gracia…….- la ironía era evidente.

-YO: yo me ocuparía de Eleonor, tu madre es otro tema.

-YASIRA: es una payasa servicial, no puede hacerme nada.- odio que un hijo hable así de su madre, pero me daba lo que quería.

-YO: ¿y tu novio?

-YASIRA: a estas alturas ya se habrá buscado a otra disponible, como a ti, no le faltan pretendientes.

-YO: pobre, no sabe lo que se pierde………. ¿y ahora que haces? ¿Tendrías que volverte a casa o que habíais quedado?

-YASIRA: pues tenia que dejarte e irme en un taxi, no tenia hora, pero ya es tan tarde que tendré el móvil lleno de llamadas.- lamí una de sus tetas antes de bajarme a por el bolso, era fácil encontrarlo, estaba al final de la hilera de ropa tirada en el suelo.

Me senté con ella entre mis piernas y la vi leyéndome los mensajes de su madre y de Eleonor preguntado que tal estaba y como iba, los unimos mas insistentes, la contestó que le había costado mas de lo pensado pero que ya íbamos a casa, y allí me dejaría a medias, nos reímos al enviarlo, la besaba con lujuria.

-YO: date una ducha y te llevo a casa.

-YASIRA: ¿te duchas conmigo? Me han dicho que eso te pone.- suspiré al oler su cuerpo pegarse al mío.

-YO: ojalá, pero tengo que hacer algo, ¿la próxima vez?

-YASIRA: la próxima vez – me besó con detenimiento antes de levantarse y andar escocida al baño.

Me puse en el ordenador, paré la grabación de una de las camamas del dormitorio que aun tenia instaladas y que activé al poner la música, sonreía mientras con algo de habilidad fui copiando en un CD el vídeo de Yasira siendo follada por mi que acababa de ocurrir, preparé también uno de los videos que tenia de Eleonor siendo salvajemente follada por mi y uno mas siendo penetrada por otro de los que se tiró en mi estancia allí, la pixelé la cara, no fue difícil fueron videos cortos, y los subí a paginas porno de Internet, pegado las direcciones en el CD, junto a una nota en un sobre, “Para Eleonor, ver sola.”

“La próxima vez no envíes a una cría ha hacer el trabajo de una adulta.” Pegado junto al vídeo, luego los links a los enlaces porno que había subido.

“No habrá mas advertencias, la próxima vez no serán videos de 1 minuto, si no completos, y no te taparé la cara, ahora convencerás a Luz para que deje a su hija salir cuando le de la gana, me da igual si le enseñas o le dices a Luz que me he follado a su pequeña, es cosa tuya, pero me enteraré si le pasa algo a Yasira y te arruinaré la vida, por ahora esta afrenta solo te costará que me pagues la compra al completo.

Si vuelvo a saber de ti, de cualquier modo, le mando a tu ex todo lo que tengo.

Un saludo.”

Metí el CD en una caja, repasando mis palabras mentalmente, podía decirla que la afrenta le costaría subirla el sueldo a Dani directamente, pero eso la haría sospechar que la tenia en el bote, así que pagarme la compra seria mas dinero para Dani de forma indirecta, yo me pagaba lo mío, pero Eleonor no lo sabría, a su vez me aseguraba tener a Yasira los fines de semana que saliera, tal como “bailaba” no tenia que buscar a otra. Cuando salió de la ducha repasé su cuerpo desnudo y fresco, me di una ducha rápida y cuando salí Yasira se estaba vistiendo, la quité el tanga de las manos y lo guardé, como recuerdo.

-YASIRA: y si vuelvo a casa sin bragas ¿que pensará mi madre?

-YO: ya te inventarais algo, pero así siempre tendrás un motivo por el que volver.

-YASIRA: ya tengo un motivo por el que volver.- me agarró la polla.

-YO: bien, así serán 2.- la azote el culo, me encanta hacerlo.

Se vistió, bueno, si eso es vestirse, la minifalda que se le subía y el top que enseñaba casi todo, el camino de vuelta a la urbanización la fui metiendo mano y ella a mi, me puse los vaqueros sin cerrar y una camiseta, la mitad del camino fue haciendo una felación que me hizo parar en un descampado y reclinar los asientos para volver a follarla, vestida y todo, sin tanga fue sencillo, la daba con la cabeza en el techo del coche, montada a horcajadas sobre mi, la reventé el coño a orgasmos, cuando me fui a correr se desmontó y descubrí que aparte de chuparla de cine se tragaba el semen sin miramientos. Eso retrasó nuestro camino 30 minutos, al llegar tardamos otros 10 en separarnos entre besos y caricias delante de su casa, o bien dicho de su finca, la acompañé hasta la entrada y dejándola claro que solo seria sexo y que me llamara cuando quisiera quedar para salir de fiesta, no puso reparos y me besó con sabor a despedida, entró con unos sonoros azotes en su culo que resonaron por toda la calle. Cuando entró dejé el sobre con el CD en el buzón, y me fui sonriendo a casa.

Dormí un par de horas antes de ir a trabajar, no se como me mantuve en pie, menos cargar cajas, aun así me dio para tantear el terreno de las chicas de allí, pero estaba roto, volví a casa y me dormí hasta el atardecer, luego quedé en el piso de estudiantes con las chicas y algunos amigos, nos quedamos viendo un partido y luego jugando y riéndonos, Lara me miraba con odio del día anterior, me fui a casa solo cuando acabamos, el domingo no paso nada, si, de vez en cuando tenia esos dais, y hasta los agradecía, el lunes desperté con Dani llamando a la puerta.

-YO: buenos días, preciosa, ¿que tal?

-DANI: yo feliz, mucho, ¿tu saber?

-YO: no, dime.

-DANI: gran señora mandar mensaje, ella subir extra de compra, casi doble, ¿dinero para mi?- lo dijo con tanta ilusión que me sonrojé.

-YO: si, claro, es tuyo. – saltó a la cama dándome besos en la frente.- ¿no decía nada mas?

-DANI: si, ella decir que yo no informo mas, ella quitar extra pero con dinero de compra ser mucho mas. ¿Si?

-YO: si, supongo………. pues no lo malgastes.- sonreía al tenerla encima, tan feliz y ensimismada que no se había dado cuenta de que estaba desnudo con la polla tiesa de los empalmes mañaneros bajo las sabanas.

-DANI: yo encontrar esto en buzón.- me dio un sobre, lo reconocí enseguida, era el que le había dejado a Eleonor

-YO: gracias, ahora si me dejas……- me miró agradecida y se fue sin percatarse de mi rabo tieso.

El sobre era el mismo pero tenia el CD dentro roto, y su nombre tachado, con una nota dentro.

“Eres un carbón y un desgraciado, tu ganas, se acabó, le he dado mas dinero al mes a la sirvienta, que sepas que me ha estado informando, pero ya esta, borra esos videos de Internet, te lo pido como buena voluntad, adiós, que te vaya todo bien, mal nacido.”

CONTINUARA………….

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Relato erótico: “¡Un cura me obliga a casarme con dos hermanas! 2” (POR GOLFO)

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NUERA4

Sin título

Capítulo 2.

Mi hermano.
Estaba todavía abrazado a ellas, cuando escuché el timbre del chalet. Y antes que me diese tiempo de levantarme, vi a Dhara salir corriendo de la cama mientras se ponía una bata encima. Creyendo que sería un error porque no esperaba ninguna visita, me relajé acariciando a Samali, la cual, recibió con gozo mis mimos y pegándose a mí, buscó reactivar la pasión de la noche anterior. Mi pene salió de su letargo en cuanto sintió la presión de su mano recorriendo mi piel.
“Qué gozada”, pensé al leer en sus ojos el deseo y forzando con mi lengua sus labios, separé sus piernas y viendo que estaba dispuesta, la ensarté dulcemente.
No llevábamos ni medio minuto haciendo el amor, cuando su hermana entró en la habitación y poniéndose de rodillas junto a la cama, dijo:
-Esposo nuestro, un hombre que dice ser su hermano le espera en el salón-.
Me quedé helado al comprender que Javier se había enterado de mi vuelta y comprendiendo que cuando le contara que me había casado, se iba a cabrear, decidí bajar y enfrentarme a él. No en vano era mi hermano mayor y desde que nuestros padres habían muerto en un accidente, su mujer y él me habían acogido en su casa hasta que tuve edad de independizarme.
Al explicarle a las dos mujeres quien era y que no había tenido tiempo de informarle de nuestra boda, se quedaron aterrorizadas al no estar presentables ni tener nada preparado para ofrecerle y levantándose ipso facto, se pusieron a arreglar. Yo en cambio, solo me puse un pantalón y una camisa antes de bajar por las escaleras e ir al salón.
Javier, mientras me esperaba, se había calentado un café en el micro. Debía de estar extrañado que le hubiese abierto la puerta una muchacha hindú y por eso cuanto me vio entrar por la puerta, con una sonrisa, me soltó:
-No me puedo creer que te has traído una criada desde allá. No sabes lo difícil que va a resultar arreglarle los papeles-, en su tono descubrí que estaba preocupado por el poco criterio que su hermanito demostraba.
-No es mi criada-, contesté.
-Ah, ya me extrañaba. -, suspiró más tranquilo al pensar que era un ligue. -Tengo que reconocer que tienes gusto para las mujeres, esa cría está buenísima-.
Sin saber cómo plantearle el asunto, me serví otro café antes de aclararle la verdadera naturaleza de su presencia. Estaba a punto de empezar cuando las dos hermanas entraron en la habitación y sin darme tiempo a reaccionar, se arrodillaron a sus pies.
Mi hermano, completamente alucinado, me miró buscando respuestas a ese comportamiento, momento que aproveché para decirle:
-Javier, te presento a Dhara y a Samali mis esposas-.
-¡Me estás tomando el pelo!-, contestó sin acabárselo de creer.
Incrementando su estupor, Samali, la mayor, se levantó y besando su mano, le soltó:
-Es un honor, recibir en casa al hermano de nuestro marido. Solo espero que le disculpe por no haberle avisado de nuestra boda pero la urgencia de su vuelta a España, hizo que fuera imposible tener tiempo para hacerlo-.
-¡No me lo creo!-, exclamó indignado.
Dhara eligió ese momento para presentarse e incorporándose lo besó, diciendo:
-Comprendo su disgusto, pero si tiene que enfadarse con alguien es con nosotras.  A mi hermana y a mí nos resultaba imposible aplazar la boda y por eso, nos casamos este domingo-.
Que me hubiese casado, pase. Que fuera con dos mujeres, le cabreó. Pero saber que me había desposado con dos hermanas, le hundió y sentándose en un sillón, me pidió un whisky.
-Son la diez de la mañana-, respondí.
-¿Te extraña que necesite una copa después de lo que me habéis contado?-.
Sin esperar que se lo pidiera, Samali se dirigió al bar y poniendo dos, nos los trajo. Al ver que me sentaba al lado de mi hermano, las dos mujeres se arrodillaron frente a nosotros porque  querían ser testigos de la explicación y así no meter la pata.
Su presencia me obligó a mentir a Javier. No podía avergonzarlas en frente de mi hermano y por eso, sabiendo que se iba a enfadar no le hablé del engaño del cura sino que le dije:
-Siento no haberte avisado  pero si te lo hubiera dicho, hubieras intentado que recapacitara. En cuanto las conocí, me enamoré de ellas y supe que no podía elegir a una dejando a la otra. Como su familia estaba de acuerdo, me casé el mismo día que me venía. Sé que es difícil de comprender, pero antes de que hables quiero que sepas que nada de lo que digas va a hacerme cambiar de opinión-.
-Estás como una puta cabra-, me soltó y poniendo cara de angustia, dijo: -¿Cómo cojones le voy a decir a María lo que has hecho?-.

-Si usted lo prefiere-, intervino Samali,-deje que seamos nosotras quienes se lo digamos. Su mujer lo comprenderá mejor si lo oye de nuestros labios. Mi hermana y yo le explicaremos que nuestro amor es puro y que en modo alguno nos hemos visto forzadas. Haga como si no sabe nada y esta noche, buscaremos el momento mientras vienen a cenar. Usted solo debe decirle que su hermano ha aparecido en España con dos amigas-.

Viendo una salida, Javier aceptó y terminándose la copa de un trago, se despidió preguntando a qué hora era la cena:
-A las nueve les esperamos en esta, su casa-, contestó la pequeña de las dos, acompañándole hasta la puerta.
Nada más desaparecer mi hermano, las dos mujeres me preguntaron un tanto confusas porque me había inventado esa historia.
-Os quiero a las dos y según la mentalidad europea, si cuento que os conocí el día de la boda, pensarían que os he comprado-.
-Pero eso es lo que ha hecho. Pagó nuestra dote, liberándonos de un destino horrible-, preguntó extrañada Samali. -Su acción lejos de merecer reproche, le dignifica-.
-Según vuestra forma de pensar, sí. Pero según la española, nunca considerarían valido este matrimonio y os verían como algo digno de lástima-.
-Aunque no lo comprendo… entonces-, preguntó Dhara, -¿ha mentido para darnos un lugar y que nadie nos menosprecie?-.
-Así es-, respondí.
Tras recapacitar durante unos instantes, las dos hermanas sonrieron y cogiéndome del brazo, me llevaron escalera arriba.
-¿Dónde vamos?-, pregunté al ver su alegría.
-A intentar darle un hijo al mejor de los hombres-, respondieron mientras me bajaban la bragueta del pantalón.
Ni siquiera dejaron que me tumbara. Arrodillándose a mis pies, las dos hermanas compitieron con sus bocas a ver quién de las dos podía absorber más cantidad de mi pene en menos tiempo. No me cupo ninguna duda que Samali ganó, porque fue ella la que consiguió introducirse mi extensión obligando a Dhara a conformarse con mis testículos. La visión de esas dos preciosidades prostradas mientras buscaban mi placer, hizo que me excitara alcanzando una erección como pocas veces había experimentado. Ellas, al comprobar el resultado de sus caricias, como posesas, buscaron extraer el jugo de mi sexo.
Avergonzado, noté que el placer se acumulaba en mi interior y temiendo eyacular antes de tiempo, les pedí un respiro:
-Tranquilas, si seguís así, me voy a correr-.
-Eso queremos-, contestó la pequeña dejando por unos instantes sus mimos, -riegue con su simiente la boca de mi hermana, que luego ya tendrá tiempo de hacer germinar nuestros vientres-.
Su completa entrega fue la gota que colmó mi vaso y dando un suspiro, dejé que mi pene soltara la tensión que en ese momento me dominaba. Samalí aceptó la ofrenda con gozo y saboreando mi semen como si fuera un manjar, se lo bebió gimiendo de placer. Acababa de limpiar con su lengua mi última gota, cuando me vi forzado a tumbarme y desde esa posición, observé como mis dos mujeres se desnudaban sensualmente. La primera en terminar fue la pequeña que lanzándose sobre mí, restregó su delicado cuerpo contra mi piel, consiguiendo reactivar mi maltrecho pene. Ni siquiera esperó a que descansara, abriendo sus piernas, se fue empalando lentamente hasta hacerlo desaparecer en su interior.
-No es justo-, protestó su hermana, -soy la mayor y por lo tanto, debe ser a mí a quien posea en primer lugar-.
Dhara, moviendo sus caderas, le sacó la lengua y dirigiéndose a mí, dijo: -¿Verdad que me toca a mí?-.
No le contesté. No debía entrar en ese juego, por lo que, para evitar males mayores, cogí a Samali de la cintura y le dije:
-Quiero devolverte el placer-.
La muchacha se rio y pasando su pierna por encima de mi cabeza, puso su sexo en mi boca. Por mucho que lo viera, no podía acostumbrarme a su belleza y haciendo caso a lo que me pedía el cuerpo, separé sus labios y con la lengua, la penetré. Samali suspiró al ver hoyada su abertura y olvidándose de la afrenta sufrida, besó a su hermana mientras disfrutaba de mis caricias. Buscando alargar mi penetración, me concentré en el clítoris que tenía a mi alcance y con suaves mordiscos, fui torturándolo hasta oír los gemidos de su dueña. El sabor de ella recorrió mis papilas, impregnando mi paladar de un dulzor imposible de describir. De su cueva no tardó en brotar un arroyo espeso, antesala al clímax que se estaba gestando en su interior. Al notarlo, aceleré los movimientos de mi lengua, recogiendo cual cuchara el flujo que la muchacha me brindaba.
Samali frotando su sexo contra mi boca, se derritió dando gritos, consiguiendo adelantarse a su hermana en la carrera de ser la primera en correrse, tras lo cual, bajándose de mi cara, se acostó a mi lado, y cogiendo un pezón de la hermana, lo pellizcó entre sus dedos mientras me susurraba al oído:
-No se preocupe, nunca me pondré celosa de esta casquivana. Es parte de nuestro juego-, y poniendo cara de viciosa, prosiguió diciendo: -Pero si quiere castigarla por adelantarse, cuente conmigo-.
Solté una carcajada al comprender que esas dos hermanas se divertían inventando una rivalidad que no existía y lanzándole un órdago, le ordené castigara a Dhara por su osadía. Supo que estaba haciéndome partícipe de su travesura y poniéndose de pie, empezó a azotar el trasero de la pequeña mientras le recriminaba ser tan ligera de cascos. Esta al notar las nalgadas, gritó como si la estuviesen matando e incrementando el ritmo de su movimiento, cabalgó sobre mí, desbocada.
-Serás puta-, le recriminó bromeando la mayor.
-Sí, soy la puta de nuestro esposo-, contestó chillando mientras se corría. -Él sabe que me tiene con solo mirarme-.
Sus palabras hicieron que cambiando de postura la pusiera a cuatro patas y que de un solo empujón, la cabeza de mi glande chocara contra la pared de su vagina. La nueva posición prolongó su éxtasis y gimiendo, me pidió que la usara.

-Tomémosla juntos-, rogó Samali pegando su cuerpo al mío,  simulando que éramos uno, quien la poseía.
Alucinado escuché gemidos de placer a mi espalda porque,  en su fantasía, era ella quien estaba penetrando el cuerpo de su hermana. Tanta excitación hizo que pegando un grito, lanzara mi simiente en su interior de forma que si su vientre resultaba germinado seríamos tres los progenitores.

Al caer agotado, me acompañó Samali en mi caída. Apartándose hacia la izquierda, Dhara permitió que nos tumbáramos sobre las sábanas. Con una hermana a cada lado, descansé mientras pensaba en la oportunidad que ese cura me había brindado.
Los preparativos.
La tensión de las dos hermanas se fue incrementando con el paso de las horas. De un nerviosismo lógico fueron pasando a un terror patológico, producto de la necesidad de ser aceptadas. Les había contado que María, mi cuñada, era una persona importante porque ante la ausencia de mi madre, ella  había adoptado ese papel. Siendo joven, me llevaba solo diez años, me cogió siendo un crío de quince y no me soltó de debajo de sus faldas hasta que decidió que era lo suficiente maduro para valerme por mí mismo. Al yo quererla, les obligaba a llevársela a su orilla y convertirla en su defensora.
Al terminar de comer, me pidieron que me fuera de la casa porque, aunque no se atrevieran a decírmelo, comprendí que lo único que hacía era estorbar. En un principio pensé en ir a ver a un amigo pero lo reconsideré al saber que daba igual a quien fuera a ver, a cualquier de  ellos tendría que explicarle que me había casado con dos mujeres y por eso, poniendo ropa de deporte, salí a correr.
Tardé dos horas en volver. Al entrar por la puerta, me sorprendió comprobar que habían dispuesto la mesa al modo occidental y que junto a los platos, ¡había cubiertos!. A todo aquel que no haya estado en la India quizás no le resulte raro pero en ese país lo correcto es comer con las manos. Tratando de buscarle un sentido, adiviné que ese cambio se debía a las ganas de agradar y que nuestros invitados se sintieran cómodos durante la cena.
“Qué listas”, rumié para mis adentros, “se han percatado, sin necesidad de que se los dijera, que un español vería con irritación que su anfitrión metiera las manos dentro de la fuente de comida común”.
Satisfecho por su sentido común, subí a ducharme. Al no verlas por ningún lado, entendí que esas dos crías debían estar en la cocina ocupándose de que todo resultara perfecto y por eso, me metí en la ducha sin molestarlas. Acababa de terminar y estaba secándome cuando vi a  Samali mirándome desde la puerta. Curiosamente en su rostro se reflejaba un dolor enorme.
-¿Qué te pasa?, pregunté extrañado.
-¿Por qué no nos ha avisado de su llegada?, si no nos informa que está en casa, no podremos servirle como se merece-.
-Por eso no te preocupes, pensé que estabais ocupadas y preferí no molestaros-, contesté ingenuamente.
De improviso, sus ojos empezaron a poblarse de lágrimas. Y hecha un llanto, se arrodilló a mis pies diciendo:
-¿Qué hemos hecho mal para que nos castigue de esa forma?-.
-Nada-, respondí ignorando que regla había roto.
-Entonces porque nos niega el placer de ducharle. Piense que he dejado mi antigua vida atrás, con el único objetivo de cuidarle y si no puedo hacerlo, mi existencia carece de sentido-.
Asumiendo que desde su óptica la mujer tenía razón y que debía de aprender a comportarme, le acaricié la cabeza, diciendo:
-Perdona-.
-¿Puede su esposa al menos secarle?-.
-Por supuesto, pero te exijo que cuando acabes también me vistas. No querrás que tu marido reciba desnudo a sus familiares-.
-Sería imperdonable-, respondió con una sonrisa mientras cogía la toalla de mis manos, -pensaba hacerlo pero antes creo que el dueño de la casa debería castigar a su mujer-.

-¿Y qué crees que se merece?-, contesté percatándome del doble sentido de sus palabras.

-Un tigre marca a su hembra con un mordisco en el cuello mientras se aparea. Creo que con eso será suficiente para que esa malvada esposa entienda quien es su señor-, murmuró antes de con delicadeza llevarse mi sexo a la boca.
No dejé que continuara, cogiéndola entre mis brazos, volví a la habitación y la deposité sobre la cama. Con genuino deseo, fui desnudándola sin dejar de besar esos labios que me volvían loco. La mayor de mis esposas suspiró al sentir que mis dedos recorrían sus pechos y sin pedirme opinión, se arrodilló sobre las sábanas y girando su cabeza, pidió que le hiciera el amor.
Verla tan dispuesta, terminó de excitarme y poniéndome a su espalda, recorrí con mis dedos su vulva para descubrir que la humedad anegaba por completo su sexo. Ella, por su parte, al experimentar mi primera caricia, gimió, presa de deseo y forzando un contacto que necesitaba, cogió mi pene con su mano.
-Tranquila-, susurré mientras separaba sus nalgas, -voy a tomarte como te mereces-.
Comprendió que iba a desvirgarle su entrada trasera y asustada, me rogó que lo hiciera con delicadeza. Aunque no hacía falta que me lo pidiera, eso, reafirmó mi decisión de conquistar su último reducto. Recogiendo parte de su flujo con mis dedos, fui relajando su cerrado músculo con prudencia. Samali no pudo evitar que un quejido saliera de su garganta al sentir que una de mis yemas se introducía en su interior. Moviendo mi falange contra las paredes de su ano, aflojé su tensión gradualmente. Cuando comprobé que entraba y salía con facilidad, di mi siguiente paso introduciendo otro dedo en su estrecho conducto.
-Amado mío-, suspiró al sentir que lejos de ser desagradables, mis incursiones le estaban resultando placenteras.
Siempre había supuesto que era doloroso y por eso, al descubrir que su cuerpo reaccionaba con deseo, movió sus caderas demostrándome su aceptación. Como no quería hacerle más daño del necesario, seguí relajando su esfínter hasta que comprobé que se encontraba suficiente relajado y entonces llevando mi pene hasta él, introduje suavemente mi glande en su interior.
Chilló de dolor al experimentar que su entrada trasera había sido traspasada pero no hizo ningún intento de separarse, al contrario, esperó a que se rebajara su molestia para echar hacia atrás su trasero. Mi pene se introdujo lentamente en su interior de forma que pude sentir como mi extensión forzaba los pliegues de su ano al hacerlo. Contra toda lógica, el sufrimiento la estimuló y llevando su movimiento al extremo, no cejó hasta absorberlo en su totalidad.
-¿Te duele?-, pregunté.
-Sí, pero me gusta-, respondió con una pasión desconocida por mí y hecha una loca, retomó el vaivén con desenfreno.
Poco a poco ese ritmo alocado, permitió que mi sexo deambulara libre en su interior. La muchacha poseída por un salvaje frenesí, me pidió que no tuviese cuidado. Haciendo caso, usé sus pechos como apoyo y acelerando mis penetraciones, la cabalgué como si fuera una potra. Ella, totalmente descompuesta, gimió su placer e incorporándose me pidió que la castigara. Comprendí lo que deseaba y acercando mi boca a su hombro, lo mordí con fuerza. Su grito de dolor no me importó y clavando mis dientes en su carne, forcé su espalda mientras mis dedos acariciaban su excitado clítoris. El cúmulo de sensaciones hizo que su orgasmo fuera brutal y retorciéndose en mis brazos, se desmayó agotada.
Cuidadosamente la tumbé en la cama y tumbándome a mi lado, esperé a que reaccionara. Cuando lo hizo, me miró sonriendo y besándola le pregunté:
-¿Cómo estás?-.
-¡Feliz!-exclamó y poniendo cara de pícara, confesó: -Aunque me duele el cuello y el trasero-.
Comprendiendo la joya que tenía a mi lado, la abracé.
Estábamos aún tumbados cuando desde la puerta, Dhara, nos avisó que eran las ocho y que debíamos darnos prisa en vestirnos porque solo quedaba una hora para que mi hermano y su mujer hicieran su aparición. Samali se levantó al oírla y pidiéndome permiso, salió corriendo de la habitación. En cambio, la pequeña se acercó a la cama y poniendo un mohín, dijo:
-Ya que el esposo de mi hermana se ha olvidado de mí, ¿puedo ser quien le bañe?-.
Soltando una carcajada, le informé que ya lo había hecho y que no creía que necesitara otra ducha:
-Se equivoca. Después de haber hecho el amor con dos mujeres, cualquier hombre suda-.
-¿A dos?-, respondí.
-Sí, un buen marido no hace diferencias-, contestó mientras dejaba caer su vestido al suelo.
La cena.
Estaba en el salón, esperando a nuestros invitados cuando vi a parecer a las dos hermanas. Me quedé sin habla al contemplar su belleza. Comprendiendo la importancia de la visita se habían vestido con sus mejores galas, que no eran otras que los saris que les había comprado en el aeropuerto de Nueva Delhi.
-Estáis guapísimas-, les solté como piropo.
Coquetamente las muchachas me modelaron sus vestidos, dando una vuelta sobre sí mismas, lo que me dio la ocasión de volver a comprobar que me había casado con dos esplendidas mujeres. Era imposible determinar cuál era más hermosa, si Dhara o Samali. La dos individualmente me encantaban pero juntas se complementaban, volviéndome loco. No llevaba más que cuatro días con ellas y ya no me imaginaba mi vida sin su presencia.
-¿Desea tomar algo mientras espera?-, me preguntó la mayor.
-Lo que deseo ya lo he tomado, pero si insistes no me importaría repetir sobre la alfombra-, contesté cogiéndola de la cintura.
-Nuestro esposo me está tomando por tonta-, exclamó separándose de mí, -¡sabe que no tenemos tiempo!. Y  antes que lleguen, quiero pedirle dos favores-.

-¿Cuáles?-, respondí.

-Que durante la cena nos permita tutearle…-
-Hecho-
-Y que le diga a su hermano que se muestre arisco con nosotras y que en cuanto pueda nos lleve la contraria-.
-¿Y eso por qué?, ¿No sería mejor tenerlo de aliado?-.
Dhara, interviniendo, dijo alegremente:
-El futuro padre de nuestros hijos puede ser un buen hombre, pero no conoce a las mujeres. Háganos caso-.
-Vosotras sabréis-, contesté ignorando que tenían planeado.
Acababa de decirlo cuando escuchamos el timbre de la puerta. Ellas, arrastrándome, me llevaron hasta el recibidor y con una sonrisa, me pidieron que abriera. Haciéndoles caso, dejé pasar a las visitas.
Se notaba el nerviosismo de Javier, porque masculló entre dientes un saludo pero en cambio, mi cuñada me dio dos besos y regañándome, me advirtió que era la última vez que llegaba a Madrid sin avisar. Mirando a las dos muchachas, dijo divertida:
-No me vas a presentar a estas monadas-.
Al girarme, vi que empleando el saludo típico hindú, las crías mantenían sus manos unidas contra el pecho mientras lucían la mejor de sus sonrisas.
-María, te presento a Samali y a Dhara. Dos mujeres muy especiales para mí-.
-¿Mujeres?, si son unas niñas, ¡Pillín!-, contestó, y acercándose donde estaban ellas, les dio un beso.
Las hermanas sin dejar de sonreír, le devolvieron el saludo y cogiéndola del brazo, se la llevaron al salón, momento que aproveché para explicarle a mi hermano lo que me habían pedido. Al unirnos a las tres, Javier fue a saludarlas de un beso pero las hindúes se apartaron y le extendieron la mano a modo de saludo.
-El contacto físico está mal visto-, expliqué viendo su cabreo por lo que consideraba una falta de educación.
-¡Menuda gilipollez!- soltó mi hermano.
-Javier, ¡compórtate!-, le recriminó su mujer, -son diferentes costumbres-, y dirigiéndose a las dos hermanas, dijo: -Perdonarle, es un poco bruto-.
Samali, poniendo cara de angustia totalmente fingida, respondió:
-No se preocupe, estamos acostumbradas-.
Indignada con su marido, María le soltó cabreada:
-Ves, lo que has hecho. Pide perdón-.
-Disculpad-, oí decir a mi hermano.
Rompiendo el hielo, Dhara cogió a mi cuñada de la mano y dándole las gracias, dijo:
-Te has equivocado de hermano, es a Fernando al que tienes que regañar-.
-¿Por qué? ¿Qué os ha hecho este impresentable?-
-Nos dijo que eras guapa y claramente se quedó corto. Eres bellísima-.
María se sonrojó al oír el piropo, A toda mujer le encanta que admiren su belleza y más cuando el que lo hace es una muchacha tan hermosa como la pequeña de las hermanas.
“Uno a cero”, dije mentalmente siguiendo el marcador.  En los breves minutos que llevábamos se habían llevado al huerto a la esposa de mi hermano.
-¿Quieres beber algo?-, preguntó Samali.
-Un poco de vino-.
-¿Y tu marido?-.
-¡Un whisky!-, gritó desde el sillón en el que se había sentado.
María le acuchilló con la mirada y tratando de evitar que llegaran a las manos, rápidamente le puse su copa, sirviéndome yo otra. Aunque había descubierto el juego, me preocupaba el resultado.
-¿Y cómo conocisteis a mi cuñado?-, dijo intentando establecer una conversación.
-En el hospital del colegio capuchino. Todos en la aldea querían que el guapo doctor español los atendiera. No solo era por ser buen médico sino que no hacía diferencias entre castas. Como soy enfermera, cada vez que tenía que operar a una Dalit, me encargaban ayudarle en la operación -.
Fue entonces cuando comprendí porque me sonaban sus ojos, Samalí era la muchacha que atendía el quirófano, no la había reconocido porque nunca la había visto sin mascarilla. Alucinado por el descubrimiento, no dije nada.
-No comprendo-, respondió mi cuñada.
-Fernando era el único que no le importaba poner sus manos en uno de mi casta-.
-No sé qué eres-.
-Una intocable-, respondí interviniendo.
-¡Mi hermano y su sentido del deber!. Si en vez de estar jugando a salvar al mundo se hubiese quedado en España, ahora tendría plaza fija en un hospital decente-.
-¡Cállate!- le ordenó Maria, alucinada por su falta de humanidad de su marido, y dirigiéndose a las dos muchachas, preguntó: -Por lo que entiendo, ¿sois Dalits?-.
-Sí-, conteste adelantándome, -son un hermoso pueblo, injustamente tratado por milenios-.
-Pero, el sistema de castas…. ¿sigue plenamente vigente hoy en  dia?-.
-Sí, nuestro nacimiento marca en gran parte el futuro-.

-¡Salvajes!, si no llega a ser por los ingleses, seguirían quemando a las viudas-, espetó mi hermano exagerando su disgusto.

Mi cuñada sin ocultar su desazón, cogió a mi hermano del brazo y llevándolo a una esquina, le montó una bronca. Mientras tanto, acercándome a la muchacha, le dije:
-Con que eras, tú, mi ayudante-.
-Si-, respondió bajando su mirada.
-¿Y tenéis alguna otra sorpresa?-.
-Alguna hay, querido esposo-.
La vuelta de María evitó que le sonsacara a que se refería. Y aprovechando que las hermanas se llevaban a la mujer de mi hermano al comedor, me acerqué donde Javier y le dije:
-Te estás pasando-.
-¡Que va!, todo va sobre ruedas. María está enfocando su cabreo sobre mí, mientras sobreprotege a esas chavalas. ¡Has estado brillante!. No comprendía porque querías que fuera borde, pero me quito el sombrero. ¿Eres cirujano o psicólogo?, hermanito-.
-Cirujano, capullo-.
Sin más preámbulo, nos sentamos a cenar. Las hermanas habían dispuesto los sitios de manera que María quedara entre ellas dos. Sonreí al darme cuenta que lo hicieron para monopolizar su conversación. Inteligentemente, fueron encauzando a la misma hacía las forma de ver el amor en su cultura y en un momento dado, al salir el tema de los harenes de los antiguos pachás, mi hermano soltó que eso no era natural. Dhara le contestó, dirigiéndose a mi cuñada:
 -Eso es falso. En la india vemos a las personas como piezas de un puzle que se van integrando unas a otras. Por ejemplo, tú, María, por lo que nos han contado, eres como la pieza central de esta familia. Al casarte con Javier, él rellenó una de tus facetas pero, como te sobraba cariño, en cuanto viste a  Fernando y lo atrajiste a tu lado. No por ello, dejaste de querer a tu marido, tu amor era tan grande que daba para ambos-.
-Bueno-, contestó avergonzada mi cuñada, -fue fácil porque Fernando, además de un crío, era un encanto-.
-Lo ves. Fernando es igual-, intervino Samali, – En nuestra aldea, repartía su cariño a hombres y mujeres por igual. Salvó cientos de vidas y por eso cuando decidió volver a España, no tuvimos duda en acompañarle-.
Al oírlas, María se llenó de dudas y tomando un sorbo de agua, preguntó:
-¿Cuál de vosotras está enamorada de mi cuñado?-.
-Las dos-, respondieron al unísono las hermanas.
-Y ¿él?-.
-De ambas-, intervine sin saber si había actuado correctamente.
Menos mal que Samali acudió en mi ayuda.
-Déjame explicarte- dijo cogiendo la mano de la mujer que estaba perpleja, -Durante meses estuvo evitando sus sentimientos y por eso, mi hermana y yo hablamos entre nosotras y decidimos que no podíamos dejarle que se fuera-.
-Pero eso es inmoral-, exclamó mi hermano.
-Shhhhhhhh, déjalas que hablen-,  protestó su mujer que aunque estaba escandalizada, quería conocer la postura de las hermanas.
-Al igual que Javier nunca se ha puesto celoso de Fernando, yo nunca lo he hecho con Samalí-, dijo Dhara con gran acierto.
-Es diferente, Javier es mi marido y Fernando mi cuñado-.
-Sí, pero los amas a los dos-, contestó la pequeña.
-Pero es otro tipo de amor-.
-Lo mismo le ocurre a Fernando. Me quiere a mí de manera diferente que a mi hermana, pero no por eso me quiere menos-.
-Desde ese punto de vista, no tengo nada que decir pero, tú ¿qué opinas?-, me preguntó.
Tomé un buen trago de vino antes de contestar.
-Comprendo tus dudas, es más, son las mismas que yo tuve. Piensa  que era como si a un gladiador le preguntan qué prefiere si perder el brazo con el sujeta la espada o el que usa para defenderse con el escudo. Si se queda sin alguno, muere. Así me sentía yo-.
-¡Qué romántico!-, murmuró María dejando caer unas lágrimas.
-¿Romántico?, ¡Mis huevos! Este cabrón lo que quiere es beneficiarse a estas dos preciosidades. ¡Nos vamos! -, dijo mi hermano levantándose de la mesa.
-¡Siéntate inmediatamente!-, ordenó su mujer y cogiendo entre sus manos las de las dos muchachas, preguntó: -¿Qué vais a hacer?, sois conscientes que, esto, se considera amoral en España-.
-Sí, Fernando nos lo explicó, por eso, como en la India es legal, nos casamos allá-.
-¿Os habéis casado?-.
-Sí, siento no haberos avisado pero no sabía cómo ibais a actuar-, respondí con angustia.
-Pues como quieres que actuásemos-, soltó mi hermano, -con absoluta…-

-Tranquilidad-, intervino mi cuñada, -No es lo que deseábamos, pero confío en tu buen criterio y además estas dos muchachas son un primor-.

Las hermanas al oír que las aceptaba, se lanzaron a sus brazos y colmándolas de besos, le juraron que la tratarían como una madre.
-Hermana mayor-, respondió, -¡No soy tan vieja!-.
-Gracias-, respondí emocionado.
Con alegría vi que mi hermano, levantándose de la silla, las besó diciendo:
-Si habéis convencido a la arpía que tengo por mujer, no tengo nada que objetar-, y dándome un abrazo, murmuró a mi oído: -Cabronazo, ya me contarás… -.
El resto de la velada pasó sin ninguna novedad digna de ser narrada, solo os puedo decir que una vez que había desaparecida la tensión, fue muy agradable. María se lo pasó en grande metiéndose conmigo. Varias veces manifestó sus dudas acerca que fuera capaz de contentar a dos mujeres, las mismas que bien Samali o bien Dhara me defendieron alabando mi hombría. Mi hermano, por su parte, ya sin ejercer el papel de ladilla que le habíamos asignado, se comportó muy cariñoso con sus nuevas cuñadas, de manera que cuando los despedimos en la puerta, me felicitó por mi elección.
Al irse, cogí a mis esposas del brazo y sentándonos en un sillón del salón, les pedí que me explicaran que era eso de que me conocían de antes de la boda. Aunque sabía que Samali no había mentido cuando dijo que había sido mi asistente en esas operaciones, no  tenía claro si eso había tenido algo que ver con nuestra boda.
Ellas, viendo mi cara de enfado, se pusieron nerviosas antes de contestar:
-Yo también le conocía-, reconoció la pequeña casi llorando, -fui una de las alumnas que asistieron a un seminario que dio en la Universidad de enfermería-.
Me acordaba de esa clase pero al ser más de doscientas muchachas las que atestaban la sala magistral donde la impartí, realmente no me acordaba de ella. Con la mosca detrás de la oreja, me levanté a servirme un whisky. Samali, anticipándose a mi deseo, se levantó y corriendo rellenó un vaso con hielos y me lo pasó, con expresión de angustia. Cabreado no dejé que ella echara el licor y sin darles tiempo a reaccionar, les solté a bocajarro:
-Quiero saber TODA la verdad, ¡ni se os ocurra mentir!-.
Las hermanas se miraron asustadas y con lágrimas en los ojos, fue Dhara la que me contestó:
-Esposo nuestro. Todo empezó como un juego. Mi hermana me comentó que estaba ayudando a un doctor español guapísimo y al describírmelo, supe que era el mismo que había dado la conferencia-.
-¿Y?-, pregunté con un monosílabo.
La mayor de las dos, arrodillándose  a mis pies, implorando mi perdón, prosiguió diciendo:
-Al saber que a las dos nos gustaba y aprovechando que la ciudad era pequeña, cada vez que salía a un restaurante o iba a visitar a algún enfermo, decidimos seguirle. Perdónenos por no habérselo dicho, pero al verle tan a menudo, llegamos a apreciar el cariño con el que trataba a todo el mundo y sin darnos cuenta, nos enamoramos de usted… –
Dhara, acojonada, al ver que mi rostro era cada vez más cenizo, le interrumpió:
-Durante meses, al caer la noche, charlando en nuestras camas, Dhara y yo, nos masturbábamos imaginando que éramos sus esposas, de forma que el juego se convirtió en una obsesión. Un día Samali llegó llorando porque se había enterado que se volvía a España. Esa noche, mientras nos consolábamos una a la otra, decidimos que no podíamos perderle-.
-¡Y fuisteis a hablar con el padre Juan!-, afirmé al darme cuenta que todo era mentira.
-Nosotras no, convencimos a  nuestra madre para que fuera ella-, respondió la pequeña. -Mamá sabía que estábamos enamoradas y como el cura conocía su caso, aprovechó que, el mismo indeseable que la había violado, nos pretendía para pedirle que buscara el modo de mandarnos lejos-.
-¿Entonces al menos es verdad que ese cabrón quería casarse con vosotras?-, pregunté.
-Si- contestó Samali, -pero nuestro tutor se negó de plano. Como seguía existiendo el peligro que nos raptara, nuestra madre le insinuó al cura que como usted se volvía, podíamos venir en calidad de criadas a través de un matrimonio ficticio-.
-Por lo que me habéis confirmado, vosotras sabíais que mi intención no era casarme sino ayudaros-, les dije tratando de aclararme las ideas.
-Así es, amado esposo, pero esperábamos que, usted al conocernos, también se enamorara-.
-Sois una zorras, ¿sois conscientes de ello?-.
-Sí, somos conscientes-, respondieron al unísono.
-¿Y sabéis que es mi deber como marido el castigaros?-, les respondí con una sonrisa. Me habían dado un pretexto para realizar dos de mis sueños.
Al haberme dirigido a ellas como esposo y al no haber montado en cólera por el engaño, se tranquilizaron. Asumiendo que se tenían merecido un correctivo, Dhara me preguntó en qué consistiría:

-No os preocupéis, no voy a ser cruel. Ahora mismo quiero una tortilla y mañana me vais a preparar un chuletón-.

-¡Si acaba de cenar!-, soltó extrañada Samalí.
-El chuletón es para mañana, estoy cansado de tanta verdurita y demás comida para conejos. Como sé del asco que os da la carne, para comer me vais a freír un buen trozo de rica y sangrienta vaca-.
Venciendo su repugnancia, aceptaron. El castigo era doble, tenían que aguantar el olor de la fritura, sabiendo además que estarían cocinando a su animal sagrado. Si las muy cabronas habían usado la cultura local para conseguir ser mis esposas, qué menos que yo la usara para castigarlas. Y en relación a mi primer deseo, les aclaré:
-La tortilla que me apetece no está hecha de huevos, sino de coños-.
-¿No entiendo?-, respondió la pequeña.
Soltando una carcajada, expliqué el argot:
-Quiero ver como os consolabais esas noches. No me cabe duda que no solo os masturbabais, sino que os dabais placer mutuamente-.
-Amado esposo-, cayendo postrada a mis pies, Samali me confesó: -si lo hicimos, fue pensando en usted y no creo que sea correcto hacerlo, teniéndole presente-.
-Pues no creas más y actúa-, ordené poniendo su cabeza a la altura del sexo de su hermana.
Sin hacerse de rogar, fue despojando del sari a una perpleja Dhara. En su cara no solo observé confusión sino deseo, la pequeñaja se estaba excitando al pensar que iba a ser tomada en presencia y con el consentimiento de su marido.
-Déjame que te ayude-, le solté mientras le pellizcaba el pezón que había liberado.
Una vez hubo terminado, se puso en pie y dejó que su hermana, la desnudase. Para disfrutar de un mejor ángulo de visión, acerqué una silla y viendo que estaban desnudas, les pregunté a que esperaban.
-¿No vamos a la cama?-, me preguntó Samali, tapando con las manos sus pechos.
“¡Le da vergüenza!”, rumié encantado al ver el inútil intento de la muchacha y alzando la voz, les espeté: -¡No!, ¡vais a hacerlo aquí! y no te quejes, que si insistes, te obligo a tomar a tu hermana en medio de la calle-
Asustada por mi amenaza, abrazó a la morenita y totalmente abochornada, llevó sus labios a la boca de Dhara. Esta menos avergonzada, con la lengua forzó el beso y pasando su mano por el trasero de la mayor, me miró implorando instrucciones.
-Ámala como hacías cuando erais solteras y no teníais dueño. ¡No me defraudes!-,
Fueron todas las órdenes que consiguió sacarme. La pequeña vislumbró  que mis palabras tenían un doble significado: por una parte les aclaraba que no creía en su pureza, porque aunque  se me habían entregado vírgenes, sabía que sus cuerpos habían disfrutado del placer y por otra, les exigía que dieran todo de sí y que quería observar como llegaban al orgasmo. Sabiendo que era un peculiar castigo que no llevaba aparejado dolor sino sumisión, Dhara, tumbó a Samali sobre la alfombra y hablando en hindi, con la esperanza que no lo entendiera, le dijo:
 -Te quiero hermana pero amo más a nuestro marido-.
Separando las piernas de la mayor, se tumbó encima y con su boca se apoderó del pezón de la morena. Con lentitud y cariño, fue cubriendo de besos a la indefensa mujer que, dominada por la vergüenza, se dejaba hacer sin colaborar. Desde mi puesto de observación, fui testigo de cómo deslizándose por el cuerpo de Samali, la lengua de la pequeña dejaba un rastro húmedo en su camino. Las caricias se fueron acelerando poco a poco y cuando su boca estaba a escasos centímetros del sexo de su hermana, Dhara dominada por los acontecimientos y siguiendo mis instrucciones, se pellizcó los pechos mientras separaba los labios de la muchacha.
Con satisfacción, escuché el gemido quejumbroso de la abochornada Samali cuando sintió que con los dientes, su querida pariente, se apoderaba del hinchado clítoris que  escondía entre las piernas. Cerrando los ojos para no ver la invasión, involuntariamente separó las rodillas mientras sus manos intentaban arañar la alfombra. Su hermana buscó mi mirada en búsqueda de consuelo pero solo halló determinación y sin más, jugueteó con su lengua en el interior de la expuesta cueva que tenía a su disposición.
Con el ánimo de forzar aún más la vergüenza de la mayor y la sumisión de la pequeña, dije en voz alta:
-Tengo claro quien de las dos se merece mi cariño y quien mi repudio-.
Mis palabras sirvieron de acicate a Dahra que reanudando con más énfasis sus caricias, introdujo un par de dedos dentro del sexo de su hermana. No llevaba ni diez segundos sintiendo asaltado su interior cuando, con lágrimas en los ojos, Samalí me miró y con dolor reflejado en su rostro, me confesó:
-Amado, tiene razón en despreciarme, fui yo quien ideó el plan. Pero le pido que no me repudie, si lo hice fue porque anhelaba ser su esposa. He sido egoísta pero no volverá a ocurrir-.
Y levantando a Dhara, la besó mientras decía:
-Querida, nuestro marido quiere que nos amemos en su presencia, ¡hagámoslo!-.
7

Esta vez lejos de mantenerse pasiva, la mayor, tomando para sí los pechos casi adolescentes de su hermana, llevó su boca a ellos y con verdadera pasión, los fue chupando mientras  su mano izquierda se introducía calientemente en la entrepierna de su partenaire. La morenita, al sentir la pasión con la que la acariciaba, la obligó a tumbarse y poniéndose a horcajadas, puso su sexo a disposición de la madura. Esta no se hizo de rogar y mordisqueando el clítoris de su amada, consiguió sacarle los primeros suspiros de placer. Dhara, no siendo menos, con su lengua fue recogiendo el flujo que manaba del interior de la cueva de Samali mientras sus manos  se aferraban a su duro trasero.

Tengo que reconocer que me costó mantenerme al margen, mi más que excitado pene me pedía participar y dejar de ser testigo mudo de la unión de esas dos mujeres, pero comprendiendo que debían completar su castigo, me mantuve aferrado a mi silla mientras ellas se veían cada más subyugadas por el deseo. No tardé en escuchar salir de su garganta, los gemidos y sollozos de su pasión. Las muchachas olvidándose que a pocos centímetros de ellas, su marido las observaba, cambiaron de posición y entrelazando sus piernas, restregaron  sus hambrientos sexos, una contra la otra.
Contra todo pronóstico, fue Samali la primera en correrse y presa de un frenesí que daba  miedo, empezó a convulsionarse sobre la alfombra. Chocando coño contra coño, las mujeres se aparearon ante mi absorta mirada. Con la habitación inundada del olor a sexo, los chillidos de la morenita me anticiparon su clímax y derramándose sobre su hermana, obtuvo el orgasmo que le había exigido.
Cuando ya había supuesto que víctimas del cansancio ambas mujeres caerían desplomadas, la  más madura cogió a la menor y dándole la vuelta, le abrió las nalgas y sin atender a sus quejas, con la lengua exploró las rugosidades de su ano mientras le susurraba:
-Nuestro amado debe marcarte como hizo conmigo-.
Supe cuál era mi cometido y desnudándome, esperé sentado en mi silla mientras Samali preparaba a su hermana. Buscando que la experiencia fuera placentera, con sus dedos y con la ayuda del flujo que manaba del sexo de Dhara, fue relajando el inexplorado esfínter.  La pequeña presa de nuevas sensaciones no pudo evitar correrse dando sonoros gritos. Ambicionando mi perdón, la mayor de mis esposas levantó del suelo el cuerpo sudoroso de la otra y poniéndola a mi disposición, dijo entre lágrimas:
-Respetuosamente le imploro que centre su castigo en mí. Aquí tiene a su esposa, lista para ser marcada-.
Comprendí que Dhara estaba al corriente de su función cuando dándose la vuelta, cogió mi pene y acercándolo a su trasero, logró introducir la cabeza de mi glande en su interior. Aulló de dolor pero lejos de intentar separarse, forzó la penetración deslizando su cuerpo hacia atrás. Poco a poco, mi extensión fue adueñándose del estrecho conducto de su ano mientras su cuerpo se estremecía por el intenso contacto. Al completar su empalamiento, giró su cabeza y posando sus labios en los míos, me informó que estaba preparada.
Su hermana, consciente del dolor que la consumía, poniéndose de rodillas frente a ella, le pidió:
-Deja que te ayude-.
Y sin esperar mi permiso, empezó a masturbarla. La mezcla de sufrimiento y de placer provocaron que la pequeña suspirara calladamente, momento que aproveché para izar y bajar lentamente su delicada anatomía. La cría se fue relajando a la par que el malestar iba disminuyendo y tras unos minutos de lento cabalgar, tomó las riendas y rebotando sobre mi pene, buscó el placer. Desde el primer encuentro, había asumido que Dhara era una mujer fogosa pero no cotejé cuanto hasta que esa noche, la vi consumirse en una pasión desbordante mientras la empalaba.
-Estoy dispuesta-, dijo al percibir que su cuerpo mostraba signos de volverse a correr y poniendo su cuello en mi boca, me rogó que la marcara.
Mordiendo la unión con su hombro, apreté mis dientes para que la huella de su entrega permaneciera como recordatorio sobre su piel. Ella al experimentar mi violencia, dando un estremecedor grito se desparramó sobre mis piernas sin dejar de moverse. Mi propio pene no pudo soportar mas la tensión y explotando,  regó su interior con mi simiente.
Cuando me recuperé, cogí su cuerpo entre mis brazos y levantándome de la silla, susurré a su oído:
-Vamos a la cama-.
Estaba ya saliendo de la habitación y al girarme, vi que Samali, todavía arrodillada, lloraba. Dirigiéndome a ella, pregunté:
-¿Qué esperas?-.
Sin saber cómo reaccionar, la muchacha, sumida en el llanto, preguntó:
-¿También yo?-.
-Sí, también tú-, respondí, -no pienses que se me ha olvidado lo que has hecho, pero no puedo dejar a una de mis esposas tirada en la alfombra-.
Con un halo de esperanza, la morena insistió:
-¿Entonces no piensa repudiarme?-.
-Nunca fue mi intención, juré ser tu compañero eterno y cumpliré mi palabra-.
La muchacha se levantó del suelo y con una alegría contagiosa, me dio las gracias. Acercando su boca a la mía, la acaricié mientras le decía:
-Tengo toda una vida para castigarte-.
Samalí sin dejar de sonreír, asumió la amenaza y mientras me seguía por las escaleras, exclamó con tono pícaro:
-Amado esposo, en cambio yo, ¡Tengo toda una vida disfrutar de sus castigos!-.

Por respuesta, recibió con gozo un azote en su apetitoso trasero.

 

Relato erótico: “El gato y el ratón” (POR ALEX BLAME)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2La noche era fresca y oscura. La lluvia había caído toda la tarde y el césped húmedo mojaba la Sin títulopuntera de sus botas. Lady Godiva trotaba a su lado, tan rápido como lo permitían sus cortas patas, olisqueando aquí y allá y tirando obstinadamente de la correa extensible.

Eve vestía un escueto corpiño de cuero, una fina chaqueta sin abotonar que dejaban ver una buena porción de la pálida piel de su escote y una minifalda del mismo material, fino y flexible, que se adaptaba a su culo y sus muslos como una segunda piel.

Le encantaba exhibir su cuerpo. No era muy alta pero lo compensaba con los altos tacones que solía usar y sus pechos grandes, su culo prieto y respingón y su piel pálida y suave volvían loco a cualquier hombre.

Con una sonrisa giró a la derecha y se internó en la parte más oscura del parque. Los frondosos árboles impedían aun más el paso de la ya de por sí escasa luz, haciendo que la penumbra se hiciese más intensa. Eve tiró de la correa de Lady Godiva y se internó aun más, ignorando el gañido del yorkshire.

Entre las sombras pudo distinguir un pequeño sendero y lo siguió haciendo el paso más tranquilo y lento, disfrutando de la oscuridad y de los pequeños ruidos que hacían las criaturas de la noche. Cuando se dio cuenta se había alejado casi doscientos metros del sendero principal.

A su derecha una rama crujió, Lady Godiva se giró e irguió las orejas. Eve se paró, tensa, abriendo sus ojos grandes y oscuros, intentando penetrar la densa oscuridad. El ruido cesó y Eve tiró de la correa acelerando el paso y echando fugaces miradas hacia atrás.

Otro nuevo ruido la hizo detenerse y volverse:

—Hola, ¿Hay alguien ahí? —preguntó Eve con voz temblorosa— tengo un perro…

Se volvió dispuesta a dirigirse de nuevo al camino principal, pero su cuello se topó con el filo de una navaja. Intentó ver la cara de su agresor, pero este, con un gesto rápido, la cogió por el brazo, le dio la vuelta y le volvió a poner el cuchillo en el cuello.

Eve camufló su satisfacción con un suspiro y se dejó empujar contra la corteza de un arce mientras Lady Godiva ladraba y mordía la pantorrilla de su agresor.

—Maldito bicho. —dijo el agresor dando una patada a la perra para deshacerse de ella.

—Por favor no nos haga daño. —dijo Eve sintiendo como el calor que emanaba aquel hombre calentaba su cuerpo.

—Si te portas bien, putita, no os pasará nada. —Dijo el hombre apretándose contra su menudo cuerpo.

Eve sintió como la mano libre de su agresor tanteaba su cuerpo, acariciaba su espalda, subía por ella y tiraba de su pelo corto para girar su cabeza y darle un largo lametón que iba desde el cuello, por su mandíbula, hasta el canto del ojo.

Eve tembló fingiendo repugnancia, mientras disfrutaba de la saliva cálida de su agresor y percibía el apresurado latir de su corazón.

Olvidándose de la navaja y confiando en su mayor envergadura el hombre le levantó apresuradamente la falda dejando a la vista dos jugosos cachetes, redondos y blancos como la luna llena, recorridos por finas venas azuladas como las vetas del alabastro. El hombre soltó una exclamación de sorpresa y amasó con avaricia el culo de Eve, que se limitó a volver a suplicar que no le hiciese daño mientras hincaba sus dientes en la corteza para no mostrar su excitación.

Con dos tirones le arrancó el tanga. Eve gritó y cerró los muslos en un gesto defensivo consiguiendo excitar al violador aun más.

—No querrás que te haga daño, ¿Verdad princesa?—le preguntó el agresor apretando la navaja contra el fino cuello de Eve.

—No, por favor. —le suplicó ella soltando un par de lágrimas de cocodrilo.

Un nuevo apretón en su cuello le obligó a separar ligeramente las piernas. Con unos suaves cachetes en los muslos el hombre le obligó a abrirlas aun más. Inmediatamente sintió que dos dedos cálidos y nudosos se introducían entre ellas explorando y penetrando en su sexo.

—Estás fría, zorra. —dijo el hombre mientras Eve temblaba de la cabeza a los pies— pero tranquila que yo te calentaré…

Con todo su cuerpo temblando de deseo, Eve recibió el miembro duro y ardiente de su agresor en su coño. La joven se agarró a la corteza del arce mientras el desconocido la penetraba con violentos empujones que hacían que sus pies se separasen unos centímetros del suelo.

El hombre rodeó su cintura con las manos y las cerró sobre sus pechos. Eve sintió como un delicioso calor invadía su vagina e irradiaba calentando poco a poco su cuerpo. Mordiéndose el labio ahogó los gemidos de placer, estrangulándolos y haciendo que pareciera que el dolor y el horror la dominaban.

De un tirón el delincuente bajó el escote del corpiño liberando unos pechos grandes con unos pezones gruesos y tiesos. Sin dejar de follarla, el agresor retorció y pellizcó sus pezones hasta hacerla aullar de dolor.

Riendo como un loco mordisqueó y lamió su nuca, empujando cada vez con más fuerza, incansable.

—Te empieza a gustar ¿Eh? Sois todas unas zorras. —dijo él al ver que Eve dejaba de temblar y comenzaba a gemir quedamente.

El hombre agarró el cuello de Eve de nuevo, apretando un poco más, haciendo que su placer se intensificase. Sus gemidos se volvieron más roncos, pero sin duda eran de placer.

Sorprendiéndole Eve se separó y se dio la vuelta. Aun apoyada en el árbol levantó los brazos por encima de su cabeza y con una sonrisa lasciva lució su cuerpo voluptuoso, sus pechos redondos y tiesos, sus piernas realzadas por los tacones y su piel pálida y lisa como el alabastro, sin una sombra de vello en el pubis.

Su agresor era un tipo alto y desgarbado que vestía un gabán oscuro y de aspecto bastante raído. Por el cuello del gabán asomaba la capucha oscura de una sudadera que mantenía su rostro en las tinieblas. Lo único que se veía claramente era su polla grande y tiesa, ligeramente curvada hacia un lado, asomando de la bragueta de unos vaqueros sucios y gastados. Percibió sin dificultad como el hombre tragaba saliva, incluso desde debajo de la capucha de la sudadera, observando su cuerpo con ojos avariciosos. Eve bajó sus brazos y con sus uñas negras y largas se recorrió los pechos, los pezones y el pubis con una sonrisa malévola.

El hombre se acercó y levantándole una pierna le metió la polla hasta el fondo. Eve sintió el pubis de él chocando violentamente contra el suyo cada vez que el miembro de su agresor entraba con un golpe seco.

—Cabrón… hijo de puta. No eres más que un cerdo salido. —dijo ella con despreció entre gemidos.

Los gemidos y los insultos azuzaron al hombre que aceleró sus empeñones. Eve rodeó su cintura con las piernas y se apretó contra su cuerpo ávida de su calor…

Notó como la sangre corría aun más apresurada y turbulenta por las venas de aquel hombre. Sabía que estaba a punto de estallar. No podía demorarlo más.

Él estaba tan excitado que apenas se dio cuenta cuando Eve le quitó la capucha y comenzó a recorrer su cuello con la lengua. Rápidamente encontró la zona donde la sangre corría más cálida y superficial.

El agresor no aguantó más y estirando el cuello se corrió en el interior de Eve, llenándola con su calor poniéndole al borde del clímax. En ese momento ella clavó sus afilados colmillos en el cuello de su agresor. La sangre corrió, turbulenta y deliciosa, por la ávida garganta de Eve desencadenando una tormenta de sensaciones.

El violador tardó unos segundos en darse cuenta. Intentó liberarse, pero Eve estaba agarrada con una fuerza sorprendente para su tamaño y el hombre no podía librarse.

Eve sintió como el calor invadía su cuerpo, hasta la última de sus células y sus sentidos despertaban de golpe con el monumental orgasmo mientras los intentos del desconocido por liberarse se hacían cada vez más débiles hasta que caía al suelo con ella encima.

Cuando el hombre perdió el conocimiento se separó un instante, recuperándose de la avalancha de sensaciones y dejando que la herida del cuello formase un pequeño charco de sangre que Lady Godiva comenzó a lamer con fruición mientras meneaba alegremente el rabo.

Eve se volvió a inclinar sobre el cuello de la víctima y bebió hasta que el corazón del agresor dejó de latir. Con un suspiro se incorporó sintiéndose viva de nuevo. Se colocó la ropa apresuradamente. Sabía que el calor comenzaba a disiparse en su cuerpo desde ese mismo instante y en pocas horas volvería a ser el témpano insensible que había sido hacía unos minutos.

Tenía escasas horas para disfrutar de la vida que había arrebatado. Antes de irse cogió la navaja de su agresor y le hizo un corte que camuflaba las heridas producidas por sus colmillos y continuaba para abarcar toda la parte frontal del cuello. A continuación sacó la lengua por el corte, haciendo una bonita corbata colombiana. Otro trato de drogas que había salido mal. Últimamente los narcos centroamericanos estaban muy picajosos —pensó Eve con una sonrisa cruel.

Seguida por la yorkshire Eve se alejó de su víctima guardando la navaja para tirarla en una alcantarilla antes de aprovechar la vida que acababa de robar. Volver a tocar, a sentir, a saborear..

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Relato erótico; “Mi obsesión por el culo de la profesora de mi hija” (POR GOLFO)

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Sin título1

El culo de la profesora.

Sin títuloNo había padre que no volteara a ver el culo de esa profesora. Desde que mi hija entrara en la escuela, cada vez que iba a recogerla, no podía dejar de aprovechar la ocasión para echar una mirada a ese primor de trasero. Durante dos años, me había hecho multitud de pajas en su honor. No solo era  grande y duro, lo que en verdad enloquecía a los hombres era su manera de menearlo. Consciente y orgullosa de ser la dueña de semejante monumento, Patricia lo exhibía sin disimulo, vistiendo diminutas minifaldas y todavía más exiguos shorts.  Nadie era inmune. A todos, y yo no podía ser una excepción, se nos hacía agua la boca al disfrutar de la visión de esa morena cuando, con una sonrisa, nos entregaba a nuestros hijos.
Era joven, no tenía más que veinticinco años y aun así desprendía una madurez que te cautivaba. Con un culo espectacular, una cara preciosa, para colmo, la naturaleza le había dotado de unos pechos que te invitaban a meter la cabeza entre ellos. En resumen, esa muchacha era una mujer de bandera, de esas que adoran los padres y ponen celosas a las madres de todo el que tenga la suerte de ser su amigo.
Como mi niña era buena estudiante, nunca tuve que ir a verla, es más, creo que, si hiciera memoria, jamás hasta ese día, había cruzado cinco palabras seguidas con ella y por eso me sorprendió que, una tarde, la cuidadora de mi hija me entregara una nota suya. Extrañado, abrí el sobre donde me mandaba el mensaje. Al leerlo vi que lejos de ser una reprimenda a su  alumna, la profesora me decía que estaba impresionada de la capacidad de María y que quería saber si podía pasarme, por el colegio,  ese lunes a las tres.
Ni que decir tiene que le metí a mi chavala en su mochila una breve nota mía, confirmando la cita. Sin saber qué era lo que quería, no le di demasiada importancia, mandándolo al baúl de los recuerdos y no volví a pensar en ello hasta el día de la entrevista. Esa mañana al recordar que tenía que ir a verla, me vestí con mis mejores galas y hecho un pincel, fui a verla.
Al llegar, me dirigí directamente a la sala de profesores. Estaba cabreado conmigo mismo al darme cuenta que me estaba poniendo nervioso por el mero hecho de hablar con ella.
“Joder, Alberto, que no eres un crio”, me decía tratando de calmarme, “a tus treinta y cinco años no puedes ser tan idiota de alterarte por la idea de ver a esa mujer”.
Por mucho que lo intenté, seguía temblando como un flan, cuando toqué la puerta. Desde dentro, la profesora me pidió que pasara. Al entrar, me tranquilicé al ver que no se levantaba de la mesa, ya que así, no tendría que sufrir la tentación de verla en pie.
-Siéntese, por favor- dijo casi sin levantar la mirada del expediente que estaba leyendo. Su voz gruesa, casi masculina, era quizás más subyugante que su trasero y nuevamente excitado, tomé asiento.
Tardó todavía dos minutos en hacerme caso, ciento veinte segundos que solo sirvieron para incrementar mi deseo al darme la oportunidad de dar un rápido repaso a esa anatomía de película. Patricia se había puesto para la ocasión una escotada blusa que dejaba entrever las sensuales formas de su pecho.
“Mierda”, exclamé mentalmente al sentir que bajo mi pantalón, mi pene se empezaba a alborotar.
Afortunadamente, sus primeras palabras cortaron de cuajo mi entusiasmo.
-Es divorciado, ¿no?- soltó, haciéndome recordar el abandono de la zorra de mi mujer.
-Sí-
-¿Y tiene usted, la patria potestad de María?-
Bastante mosqueado por el interrogatorio, contesté afirmativamente y sin cortarme un pelo, me quejé de a que venía eso.
-Perdone mi falta de tacto, pero quería asegurarme antes de plantearle un asunto-, me dijo un tanto avergonzada, –Verá, el colegio ha seleccionado a su hija para que nos represente en una olimpiada de conocimientos y queremos pedirle su consentimiento-
No tuve más remedio que reconocerle que no tenía ni puñetera idea de lo que me estaba hablando. Ella, soltando una carcajada, me explicó que era un concurso a nivel nacional y que de aceptar mi niña, durante todo un fin de semana, competiría con los mejores expedientes del país.
-Le aconsejo que la deje ir, si gana se llevaría una beca-
Sin necesitar dicha ayuda, comprendí que además de ser un honor, era una oportunidad y por eso, no puse  traba alguna y casi sin leer, firmé los papeles que la muchacha me puso enfrente. Ya me había despedido, cuando desde la puerta recordé que no sabía cuándo ni dónde iba a tener lugar.
-El uno de marzo en Santander-
Alucinado que se tuviera que desplazar tan lejos, pregunté quien la iba a acompañar:
-Por eso no se preocupe- contestó sin saber lo que su respuesta iba a provocar en mí: -El colegio se hace cargo de mi estancia  y la de ustedes dos-
“¡Puta madre!”, mascullé entre dientes al pensar en la tortura que supondría pasar todo un fin de semana con ese bombón. Sabiendo que era inalcanzable, esos dos días serían una dura prueba a superar. De nuevo le dije adiós, pero esta vez, salí huyendo y ya en el coche, idílicas imágenes de esa mujer entregándose a mis brazos, poblaron mi imaginación.
Clases extra.
Quedaban dos meses para el concurso, por lo que, supuse que con el paso de los días, me iba a ir serenando. ¡Qué equivocado estaba!. Esa misma tarde, mientras estaba en la oficina, recibí una llamada suya al móvil. En ella, me informó que, como el director estaba muy interesado en ganar, había autorizado a que después del horario normal, María recibiera clases extra. Tal y como lo planteó, me pareció lógico pero tuve que negarme:
-Lo siento es imposible, la cuidadora de mi hija termina su turno a las seis y si se queda más tiempo en el colegio, no tengo a nadie que la recoja-
-Por eso no se preocupe- contestó, -había pensado en dárselas en mi casa y que usted, al salir de trabajar, la recogiera sobre las ocho-
Comprendiendo que aunque perdiera, ese refuerzo redundaría en beneficio de la cría, no pude negarme y aceptando, le pregunté qué días iban a ser:
-Martes y jueves- respondió y tras titubear un poco, me pidió que no hablara con los otros padres sobre ello – Sabe cómo es la gente, si se enteraran, se quejarían de que sus hijos no reciben el mismo trato-.
-No se preocupe- respondí y pidiéndole la dirección donde recoger a mi hija al día siguiente, colgué el teléfono.
“Hay que joderse”, pensé mientras volvía a concentrarme en mi pantalla del ordenador, “¿cómo coño voy a hacer para no ponerme bruto cada vez que la vea?”.
Gracias a que mi secretaria entró con unos cheques para firmar, no seguí reconcomiéndome con la idea. Tres horas más tarde, al llegar a mi apartamento, mi hija estaba encantada. Patricia le había explicado que dos días a la semana, iba a  darle clase en su casa.
Aproveché ese momento para preguntarle por ella. María, sin saber las motivaciones de esa pregunta, me contestó que le tenía enchufe y que era muy cariñosa con ella. Lo que no me esperaba es que la cría me soltara que su profesora llevaba todo el año preguntando por mí. Alucinado, tuve que indagar en su respuesta y sin darle importancia, dejé caer a que se refería:
-Papá, creo que le gustas- respondió soltando una risita -esta tarde me sonsacó si tenías novia- .
La confidencia de la niña de diez años me turbó y cambiando de tema, le dije que ese fin de semana íbamos a ver a la abuela. María adoraba a mi madre por lo que el resto de la cena, estuvimos planeando la visita. Aunque ella se había olvidado de la conversación, yo no pude. Y al meterme en la cama, no pude evitar imaginarme como sería ese estupendo culo al natural. Soñando que la poseía y derramándome sobre las sábanas, me corrí.
Al día siguiente, me levanté cansado. No había podido dormir, cada vez que intentaba conciliar el sueño, veía a Patricia desnuda susurrándome que la hiciera mía. No sé cuántas veces soñé con ella, esa noche, aunque fuera fantaseando, la tomé de todas las formas imaginables. Habíamos hecho el amor dulcemente, salvajemente e incluso, durante esas horas, había desvirgado ese trasero que me traía loco. 
Durante todo el día, estuve irritable. Saltaba como un energúmeno ante la más nimia contrariedad, mi propio socio, en un momento dado, me preguntó que me pasaba. Al contárselo, se descojonó de mí, diciendo:
-Macho, no te comprendo. Si está tan buena como dices, ¡qué haces que no le saltas al cuello!-.
-Ojalá pudiera. Ante ella, me quedo como un idiota, parado, sin saber que hacer-.
-Pues fóllatela, que falta te hace. Llevas demasiado tiempo sin tener a una mujer en tus brazos- respondió dando por zanjada la conversación.
“¿Follármela?, ¡si ni siquiera puedo hablar con ella, sin que se me ponga la piel de gallina!”, me recriminé dándolo por perdido. 
A las ocho, llegué puntualmente a su dirección y tocando al telefonillo, le dije que había llegado. Patricia me pidió que subiera, porque aún les quedaba diez minutos para terminar la lección. Cogiendo el ascensor, los nervios me atenazaban el estómago. Tratando de sosegar mi ánimo, me acomodé la corbata ante el espejo y al mirarme, comprendí que era inútil el soñar que esa mujer se fijara en mí. No solo era la diferencia de edad, mientras ella era un portento, yo era uno del montón.
Al salir, la profesora me esperaba en el zaguán. Vestida con un pijama de franela, lejos de menguar su atractivo, se incrementaba, al dotarle de un aspecto aniñado. Contra su costumbre de saludar con la mano, Patricia me dio un beso en la mejilla y sin más, me llevó a su salón:
-¿Quieres algo?- me preguntó tuteándome por primera vez, -María va a tardar un rato.
-No, muchas gracias. Estoy bien- respondí cortado.
Ella sonrió y dejándome, se marchó a terminar. Aprovechando que estaba solo, me puse a fisgonear las fotos de la habitación, buscando algún indicio que me permitiera conocer más a esa mujer. Pude averiguar poca cosa, porque la mayoría de ellas eran de la clase de mi hija. Solo cuando ya había perdido la esperanza, observé que, sobre una mesa camilla, había una en la que aparecía en bikini.
Incapaz de contenerme, la cogí en mis manos y totalmente excitado, disfruté al verla casi desnuda. Quien hubiese tomado esa instantánea, la había pedido que adoptara una pose sensual. Con los brazos alzados, la postura me permitió regocijarme en sus pechos. Tapados únicamente por un triángulo de tela, se podía comprobar la perfección de sus formas. Tan absorto me quedé, que no me di cuenta de que mi hija y su profesora habían terminado y me miraban desde la puerta. Abochornado, devolví la foto a su lugar y despidiéndome, cogí a mi cría y me fui.
“¡Qué vergüenza!”, pensé ya en el coche, “se ha dado cuenta  que me pone como una moto”.
Pensando que me había pasado y que de nada servía pedir perdón, porque eso solo empeoraría las cosas, decidí no repetir el mismo error. Ni que decir tiene que esa noche al meterme en la cama, volví a soñar con ella y dando vía libre a mi lujuria, me masturbé en su honor.
Me dejo llevar por su juego.
Dos días después, comprendí que esa mujer no solo no se había sentido molesta por el repaso que había dado a su anatomía a través de la foto, sino que se había sentido alagada. Os preguntareis el porqué de mi afirmación, pues, muy fácil:
Ese  jueves, al llegar a su casa, nuevamente Patricia me pidió que subiera y como si fuera un calco de lo ocurrido el martes, me dejó solo en el salón. Al mirar la mesa donde estaba en bikini, me percaté que dicha foto ya no estaba pero lejos de apenarme su ausencia, alucinado, descubrí que había dejado otras dos en su lugar.  Si ya era sensual la anterior, con gozo, disfruté de sus sustitutas. La primera de ellas era  un primer plano de su culo. Los granos de arena blanca pegados a las nalgas de esa mujer hacían contraste con lo moreno de su piel. Mi pene salió de su letargo al verla pero se irguió dolorosamente dentro de mi pantalón al regocijarme en la segunda. Esta era aún más explícita, ya que, era una pose artística donde la dueña de la casa aparecía completamente desnuda, tapándose con sus manos los pechos y la entrepierna.
“¿A qué coño juega?”, me pregunté sabiendo que no era fortuito el cambio y temiendo que me volvieran a pillar, volví a dejarlas en su lugar.
Cuando llegó con mi hija, lo primero que hizo al entrar fue mirar hacia las fotos y al ver que estaban descolocadas, sonrió. Acto seguido, me miró para comprobar con sus propios ojos si me había visto afectado. El bulto de mi cremallera me traicionó y ella sin hacer ningún comentario, nos acompañó a la puerta. Al despedirse de mí, rozó su cuerpo contra el mío mientras me informaba de los progresos de mi hija. Juro que estuve a un tris de acariciarla, pero la presencia de María lo evitó y completamente excitado, cogí el ascensor.
Durante el fin de semana no pude abstraerme de ella, cada vez que tenía un momento de tranquilidad, volvía a mi mente las sugerentes imágenes que esa mujer me había regalado.  Tenía que hacer algo, no podía dejar de pensar en cómo atacarla. Temiendo haberme equivocado y que fuera una coincidencia, decidí esperar y ver como se desarrollaban los acontecimientos.
La confirmación de que la profesora de mi hija estaba jugando con fuego, llegó al martes siguiente, porque al abrirme la puerta, me quedé de piedra al comprobar que llevaba un coqueto picardías casi transparente. No me cupo duda que se dio cuenta que me quedé observando sus negras aureolas porque estas se erizaron al sentir la caricia de mi mirada. Sonriendo, me besó en la mejilla y haciéndome pasar a la habitación, me soltó antes de irse:
-Que las disfrutes-.
No había cerrado aún la puerta cuando yo ya tenía en mis manos las fotos que habían sustituido a las anteriores. En esta ocasión, su regalo consistía en una serie de instantáneas donde aparecía luciendo un blusón aún más atrevido que el de esa noche.  De todas ellas, la que más me enervó fue una en la que sentada en una silla, con las piernas abiertas, se pellizcaba los pezones por encima de la tela. Sin llegar a ser porno, la serie de fotografías era francamente erótica y con ellas en la mano, me fui al baño a cascarme una paja.
Cinco minutos después, ya relajado, las devolví a su lugar y poniendo sobre la mesa una tarjeta mía, le escribí una nota en la que le decía que me habían encantado, dejándole mi dirección de correo electrónico. Dando un salto en nuestra relación, al despedirme, dejé durante unos instantes que mi mano se recreara en su trasero. Ella, al sentir mi caricia, no se apartó pero protestó, susurrándome al oído:
-Ahora, no. Está la niña–.
Ya en el coche, estaba sorprendido de haber tenido el valor de tocarle el culo pero más de su respuesta. Patricia me había dejado claro que solo le había molestado que lo hiciera en presencia de mi hija. ¡Ese pedazo de mujer claramente estaba tonteando conmigo!. Ajena a la consternación que sentía su padre, María me estaba contando que, gracias a Patricia, había sacado otro diez en matemáticas y que para compensárselo, la había invitado a cenar.
-¿Cuándo?- respondí temiendo que fuera esa misma noche.
-Este viernes, Papá. Patricia me ha pedido que le llames para confirmar-, me dijo alegremente-.
“¡Menos mal!”, suspiré aliviado pensando que no quiso contrariar a la niña y por eso, lo de la llamada, prefiere que sea yo quien le dijera que no podía ser.
Esperé que se metiera a la cama para llamar a su profesora, en parte, porque me daba corte que me echara en cara el magreo. Sin tenerlas todas conmigo, le marqué a su móvil.
-¿Si?-, dijo al contestar.
-Patricia, soy Alberto, el padre de María-.
-Ah, gracias por llamar, solo quería saber que querías que llevara. Me da vergüenza ir con las manos vacías-.
-No hace falta que traigas nada-, respondí tartamudeando por la sorpresa que quisiera venir.
-Vale, cómo pasado mañana tienes que recoger a la niña, ¿si te parece hablamos?-.
-¿Hablar de qué?-.

Riéndose, me contestó:

-Del correo que te acabo de mandar- y sin darme tiempo a preguntar, me colgó.
La curiosidad venció a mi pereza, sabiendo que podía ser importante, fui a mi portátil y lo encendí. Jamás me había parecido tan lento el puñetero ordenador. Me urgía ver que esa mujer me había mandado y desesperado, tuve que aguantar que el Windows se abriera. Tres minutos después pude, por fin, entrar en mi cuenta. Al desplegarse el correo de entrada, vi que no me había mentido al decirme que me había dado un mensaje.
Nervioso por lo que significaba, lo abrí para descubrir que me mandaba la dirección y la clave de un Dropbox.
“Joder”, farfullé mientras tecleaba la dirección.
Sin saber qué era lo que me iba a encontrar, vi que había tres archivos. Un video y dos documentos. La profesora había previsto el orden de apertura, de manera que tecleé el que tenía por nombre “Primero en abrir”.
Era una carta. Temblando hasta la medula, empecé a leerla:
Alberto:
He querido escribirte este mensaje porque me da vergüenza decírtelo en persona. Aunque todo el mundo piensa que soy una mujer sin problemas para conseguir el hombre que desea. Es falso, desde cría, les he dado miedo.
El más claro ejemplo eres tú. Llevo dos años enamorada de ti y por mucho que intenté que me hicieras caso, no lo conseguí. Al principio solo me reía cada vez que me comías con la vista, pero poco a poco fui cayendo en tu juego y ahora no puedo evitar estremecerme cada vez que me miras.
Eres todo lo que puedo desear. Maduro, guapo, rico y encima tienes buenos genes. Tu niña que me tiene  subyugada, es la hija que siempre he querido tener. No sabes las veces que he soñado que los tres formábamos una familia, por eso cuando me enteré del concurso, decidí aprovecharlo para conquistarte.
Supuse que sería lento conseguirlo, pero has cometido un error y no pienso dejarte escapar. Eres mío y estás en mis manos. Mira el video tan entretenido que te mando, no creo que quieras que llegue a los otros padres o a tus clientes, podrías perder hasta la patria potestad. Siento usarlo, pero estoy cansada de que no me hagas caso.
Para que no te enfades mucho, te envió en el otro Word, unas fotos mías. ¡Seguro que reconoces el camisón!
Un beso de tu novia
Patricia.
p.d. Me he corrido viéndote. Quiero tener  una foto tuya de cuerpo entero, a ser posible, desnudo y con una erección.
-¡Será hija de puta!- grité al suponer en qué consistía el video.
Mis temores se vieron confirmados al visionar el archivo. La zorra me había grabado masturbándome en su baño, incluso se había permitido acercar el enfoque y sacar un primer plano de mi cara, mientras daba rienda a mi lujuria.
“¡Me tiene cogido de los huevos!”, pensé al verlo. “cualquiera que lo vea, supondrá que la estoy acosando y que ella es una pobre víctima”. No en vano, ese video probaba que la escena se desarrollaba en su casa y que las fotos eran de ella. “Si no le sigo la corriente, o bien me monta una demanda o lo que es peor, se lo envía a la guarra de mi ex y pierdo a mi hija”.
Si la hubiera tenido enfrente, la hubiese matado. Hecho un energúmeno, me fui al salón y cogiendo una botella de whisky, me serví una copa, tratando de tranquilizarme. Apurando el vaso, busqué una vía de escape pero no pude encontrarla. No podía sustraerme a su chantaje, cualquier movimiento por mi parte en contra de ella, lo único que provocaría sería mi desgracia y  por eso, con la tranquilidad que da el saberse sin esperanza, volví a releer esa mierda de carta. La muy perra no se cortaba un pelo, después de confesar un supuesto enamoramiento, no solo me amenazaba, sino que haciendo uso del más infame chantaje, dejaba claras sus intenciones. Aunque sonase a una locura, ¡Patricia me quería de pareja! Con el orgullo herido, tuve que reconocer que yo soñaba con seducirla, pero  después de recibir ese correo, era odio lo que esa mujer me trasmitía. Podía ser bellísima pero era una arpía.
Sin ganas de saber que era el tercer archivo lo abrí.
Cómo me anticipó consistía en unas fotos eróticas de ella, vistiendo el camisón de esa noche. Mecánicamente y sin producirme ningún morbo, fui pasando de una instantánea a otra. Patricia me había enviado varias series divididas por secuencias. En la primera, con el rostro difuminado, miraba una pantalla donde se reproducía mi masturbación. La segunda serie consistía en striptease donde no aparecía su cara y la tercera era una imagen de ella con el camisón empapado.
“Se ha cuidado de no mandar nada que me pueda servir en su contra”, medité mientras cerraba el ordenador, “no tiene un pelo de tonta”.
Con la moral por el suelo, me metí en la cama, esperando que el nuevo día me inspirara y se me ocurriera cómo contrarrestarla.
Mi claudicación
Cómo es evidente, esa noche dormí fatal. Cada vez que intentaba conciliar el sueño, Patricia aparecía vestida de domina y fusta en mano me obligaba a cometer todo tipo de aberraciones. Bajo su mando, me tiré a una pastor alemán. Siguiendo sus órdenes, bebí sus orines. Fui sodomizado…
Pesadilla tras pesadilla, me vi envuelto en un ambiente de degradación y humillación que si, en vez de ser una invención onírica, fuera realidad, me hubiera llevado al borde del suicidio. Cansado, me duché y tras dar de desayunar a mi pequeña, me fui al trabajo. Es fácil de imaginar que esa mañana agradecí la llegada de la cuidadora. Aunque nunca fallaba, uno de los horrores que soñé consistió en llevar al colegio a María y que en la puerta de su clase, Patricia me obligara a arrodillarme a sus pies con todos los niños y padres riéndose de mí.
Estaba en el coche a punto de llegar a mi oficina, cuando escuché el sonido de un mensaje. Creyendo que era del curro, lo leí:
Cariño: He abierto mi mail y no tenía lo que te pedí. ¿No querrás que me enfade? Te doy hasta las dos para que me lo hagas llegar. Te quiere. Tu novia-
“¡Maldita zorra!”, me lamenté golpeando el volante con mi cabeza,  “no me va a dejar ni respirar”.
Si cedía, me tendría en sus garras pero sino lo hacía y me mantenía en mis trece, iba abocado hacia el desastre. Estuve a punto de pedir consejo a Gonzalo, mi socio, pero la vergüenza de reconocer que era un pelele ante ella, evitó que lo hiciera. Después de un rato encerrado en mi despacho,  entendí que lo mejor que podía hacer era ganar tiempo y por eso, entrando en mi baño, me desnudé y tomándome una foto de cuello para abajo, se la mandé. Estaba cumpliendo su exigencia a medias, sin comprometerme más de lo que ya estaba. Nadie podía reconocerme.
No tardé en recibir su respuesta:
-¡Eres malo conmigo! Quería tener una foto de tu pene erecto que mirar en mi teléfono, pero no te preocupes tenemos toda la vida para que me la mandes. Te echo de menos.  P. D. No sabes las ganas que tengo de conocer a mi suegra-.
“Menuda puta”, mascullé al terminar de leer, “¡Tengo que investigar su vida! Seguro que esto que me está haciendo, lo ha hecho antes”.
Esperanzado en averiguar algo de su pasado que me sirviera para sacudirme su presión, llamé al detective que usábamos en mi empresa para sacar los trapos sucios de los que queríamos despedir. José, acostumbrado a los peculiares pedidos de sus clientes, no puso objeción en investigar todo lo relacionado con esa profesora, ya se despedía cuando le expliqué que era importante y que no me importaba el coste sino los resultados.
-Comprendo- respondió desde el otro lado del teléfono.
Cómo no podía hacer otra cosa que esperar, me sumergí en el día a día y no volví a pensar en ella, hasta que comiendo con mi socio, este me preguntó:
-Alberto, ¿Qué tal tu cacería? ¿Alguna novedad?-
-No te entiendo- solté al no saber a qué se refería.
-Joder, pareces tonto. Esa profesora que te trae loco, ¿Ya le has pedido salir?-contestó muerto de risa.
Frunciendo el ceño, hice como si no hubiese oído. Gonzalo, suponiendo erróneamente que me había dado calabazas, cambió de tema al ver mi turbación. Mi irritación de ese momento, no venía del chantaje, sino que por primera vez me di cuenta que mi hija se pasaba con esa loca casi todo el día. A punto de ir al colegio a sacarla, tuve que aguantarme toda la tarde y que fuera su cuidadora quién lo hiciera.
Ya en casa, María sonrió al decirme que Patricia me mandaba saludos. Tuve que contestarle que se los devolviera de mi parte, no podía explicarle lo que esa zorra me estaba haciendo. No me costó percatarme que mi hija estaba encantada de ser la enchufada de esa mujer.
-Patricia me quiere mucho- se quejó cuando le hice ver que solo era la profesora. 
Sin saber cómo comportarme, le di de cenar. Estaba viendo la televisión, cuando escuche que esa zorra me había mandado otro mensaje:
-Que duermas bien, cariño. Tengo ganas de verte-
Hecho una furia me fui a dormir. Me había jodido la película.
A la mañana siguiente, me levanté con nuevos ánimos. Había conseguido descansar  y eso me permitió enfrentarme a ese día sin depresión, de manera, que durante toda esa jornada no pensé más en ella. Al llegar la hora de ir a recoger a mi cría, decidí mantenerme firme pero sin romper la baraja. Estaba convencido que, en pocos días, el detective me entregaría información con la que colocarla en su lugar. Increíblemente ese día no hubo tráfico y por eso llegué con antelación. Como de nada servía esperar, me bajé del coche y tocando su telefonillo, fui a enfrentarme con ella.
Patricia me recibió con una bata. Se la veía alegre y nada más verme, me dio un beso en los labios. No colaboré en su juego y separándola, le pregunté por María.
-Está estudiando, aún le falta media hora- me susurró al oído.
La ausencia de mi hija me dio los arrestos necesarios para plantarme y cogiéndola del brazo, le exigí que me dejara en paz.
-No pienso hacerlo- respondió con un brillo en  los ojos que no supe interpretar – pensarás que soy una zorra, pero estás equivocado. Desde que me enamoré de ti, no he estado con otro hombre-
-Y eso a mí qué me importa- protesté elevando la voz.
-Sssss, no querrás que tu hija se entere de nuestra primera discusión de pareja-  contestó con desparpajo y poniendo cara de viciosa, me soltó: -Para que veas que no estoy enfadada, tengo un regalo que hacerte. ¡Sígueme!-
Alucinado la acompañé hasta el baño. Una vez allí Patricia me hizo sentarme en la taza y cerrando la puerta, me informó:
-Voy a ducharme- sin darme tiempo a reaccionar, se desanudó la bata y mirándome a los ojos, se la fue abriendo mientras me decía –No te engañes, llevas años deseándome. Te hago un favor al forzarte-
No pude dejar de observarla. Coquetamente dejó caer la tela, quedando desnuda a mi lado. Por primera vez, la veía en cueros y tuve claro que no desmerecía a lo que me había imaginado. Con un cuerpo espectacular, sus pechos eran una locura. Grandes y bien colocados estaban adornados por unas aureolas negras que invitaban a llevárselas a la boca, pero lo que me dejó anonadado fue su culo. Sus nalgas fueron creadas para el deleite de los humanos. Ya fuera un hombre o una mujer quien tuviese la suerte de contemplarlas, no podría quedar indiferente. Duras y perfectamente contorneadas se me antojaron maravillosas.
Ella, sonriendo, se metió en la ducha y abriendo el grifo, empezó a enjabonarse. Aunque seguía encabronado, no pude evitar que mi pene reaccionara ante esa visión y más excitado de lo que me gustaría reconocer, seguí embobado cada gota de jabón que se deslizaba por su piel.
-Fíjate en como me pone que me mires- me espetó señalando sus pezones.
Sé que debería haberme ido de ese baño pero no pude. Ver a esa mujer pellizcándose los pechos mientras me miraba, era algo cautivador y   cayéndose mi baba, me quedé sentado. Hasta su sexo era bello, perfectamente recortado, el breve triangulo me pedía que lo comiera.
Patricia aprovechó mi debilidad y llevando su mano a la entrepierna, me dijo:
-Mañana en la cena, deberás explicar a tu hija que somos novios. María necesita una madre-.
Exasperado por sus palabras, no pude ni intentar huir. Aunque parezca una aberración, disfruté al verla masturbarse sin ningún pudor. Lo que había empezado como un suave toqueteo, se convirtió en un arrebato de pasión. Dejándose llevar, la profesora separó sus rodillas y sin dejar de observarme, torturó su ya henchido clítoris. Los suaves suspiros fueron transmutándose en profundos gemidos y completamente inmerso en la escena, no quité ojo de cómo el flujo fruto de su orgasmo se diluía con el agua jabonosa que recorría su piel.
“¡Que buena está!”, avergonzado, reconocí.
Patricia saliendo de la ducha, me pidió que le acercara la toalla. Como autómata, se la di sin poder retirar mi mirada de su piel. Deseaba dejar de fingir y hundir mi cara entre sus pechos. Ella, consciente del efecto que estaba provocando, se deleitó exhibiendo su hermosura.
-¿Te gusta lo que ves?- preguntó mientras comprobaba la dureza de mi pene por encima del pantalón.
-Si- confesé sin poder evitar echar una ojeada a su trasero.
-¡Será tuyo! Pero tienes que ganártelo- respondió soltando una carcajada.
Reconociendo mi derrota, vi cómo se ponía un albornoz y sin protestar, la seguí adonde estudiaba mi niña. Había llegado a su apartamento con el firme propósito de no ceder y en menos de quince minutos, esa mujer le había dado la vuelta a la tortilla y me volvía a tener en su poder. Si ya fue dura mi humillación, peor fue comprobar el cariño correspondido con el que trataba a María. Mi hija dándole un abrazo, se despidió de ella mientras su profesora le hacía una carantoña en la cabeza.
-¿Ves lo que te digo?, vamos a ser una familia- me susurró en voz baja mientras pegaba su pecho al mío. –Te veo mañana, ¡tengo ganas de conocer donde voy a vivir contigo!-
Con la moral por los suelos, cogí a mi niña y salí despavorido. No había llegado al coche cuando escuché el aviso de un mensaje. Sabiendo que era de ella, lo leí:
-Cariño: me has puesto brutísima, esta noche soñaré que me haces el amor –

Mi entrega

Me avergüenza reconocerlo pero esa noche, soñé con ella. No fui capaz de reprimir que mi mente divagara y que mi cuerpo se liberara pensando que compartía con Patricia una idílica velada. Su piel, su trasero y sus pechos fueron míos. Obviando su chantaje, fuimos dos amantes entregados a una mutua pasión que desbordaba lo meramente sexual y se nutría de un supuesto afecto que, de estar despierto, hubiera negado.
Cansado pero sobretodo abochornado por mi entrega, me levanté por la mañana. Quedaban pocas horas para que esa chantajista, durante la cena, tomara las riendas de mi vida y por eso, nada más llegar a la oficina llamé al detective.
-José, ¿tienes algo?-
-Jefe, no sé qué busca pero dudo que lo encuentre. La tipa está limpia. A simple vista parece la hija ideal que todo padre quisiera tener. Excelente expediente académico, bien considerada por sus jefes, nunca ha sido ni denunciada ni demandada. Para que se haga una idea, no tiene ni multas de tráfico-
-¿Has investigado sus finanzas?- pregunté pensando, quizás, que en el pasado su chantaje hubiese tenido un aspecto económico.
-¡Claro! pero tampoco. Hija de un abogado importante de Valladolid, he revisado los cinco últimos años y lo único destacable es que su padre la estuvo manteniendo hasta hace poco. Ya sabe, es la clásica niña bien de provincias-
Desesperado por la falta de resultados, le pregunté si al menos tenía constancia de algún hombre en su vida.  El investigador carraspeó antes de responder y sin estar seguro de cómo enfocarlo, me soltó:
-Alberto, desde que me avisó, el único varón con el que ha estado, ha sido usted. Disculpe mi atrevimiento: ¿Teme que le esté poniendo cuernos?. Comprendo sus dudas, es una mujer joven y guapa-.
Al no poder explicar que esa zorra me tenía agarrado de los huevos, por mucho que negué cualquier relación romántica, sé que no me creyó y dándome por vencido, le agradecí sus esfuerzos. Colgando el puto teléfono, comprendí que estaba solo. Tenía que resolver mis problemas sin esperar ayuda ajena.
En ese momento y como si fuera una premonición, me llegó otro mensaje:
-Cariño: Esta tarde quiero que, antes de ir a cenar, me acompañes a un sitio. Te espero a las siete en mi casa. Un beso apasionado de tu novia-
Haciendo tiempo,  dediqué todas mis energías a trabajar. Enfrascado en la faena cotidiana, el día se me pasó volando y sin darme cuenta, dieron las seis de la tarde. Cómo María estaría con la cuidadora hasta que llegásemos a cenar, al salir de la oficina me dirigí directamente al apartamento de Patricia. Tras estacionar en frente, toqué su telefonillo.
-Ahora bajo- me contestó. En su tono se notaba que esa puta estaba alegre.
Temblando como un crío, esperé a que saliera del portal y cuando lo hizo, me dejó pasmado. Mi extorsionadora se había vestido a conciencia. Enfundada en un entallado traje negro, sus curvas eran más atractivas que nunca y lo peor es que ella lo sabía.
-¿No me das un beso?- murmuró pegándose a mí.
No pude rechazarla y cogiéndola entre mis brazos, la besé. Su boca se abrió para recibir mi lengua y con una pasión desbordada, frotó su pubis contra mi sexo. Mi reacción fue coger entre mis manos el culo que tanto deseaba desde hacía dos años y sin importarme que nos vieran los viandantes que poblaban su calle a esa hora, amasarlo como si la vida me fuera en ello:
-Sigue, me excita- respondió bajando la cremallera de su pecho, dejándome recrearme en su generoso escote.
Sus palabras consiguieron el efecto contrario y separándome de ella, le pregunté dónde íbamos:
-¡Aguafiestas!- se quejó al comprender que no iba a seguir colaborando en esa diversión callejera. –Me vas a llevar a despedirme de unos amigos-.
Ya en el coche, al insistirle que me dijera nuestro destino, pasó de mí y sin revelar sus intenciones, me fue señalando el camino durante veinte minutos. Estábamos a punto de  llegar cuando comprendí adonde me llevaba:
-¿Qué coño quieres hacer en la Casa de Campo? A estas horas solo hay putas y pajeros- protesté parando el coche.
Patricia sonrió y pasando su mano por mi bragueta, se acurrucó sobre mi pecho al decirme:
-Recuerdas que te conté que desde que me enamoré de ti, ningún hombre me había puesto las manos encima, pues no te mentí.  He buscado sosegar mi sexualidad  de una forma poco ortodoxa-
-No te entiendo ¿De qué hablas?-
-Tú sigue mientras te cuento- respondió mientras se deshacía de mi cinturón. Horrorizado, me percaté de sus intenciones al abrirme el pantalón y acariciar con sus manos mi ya erecto sexo – Te vas a escandalizar pero no puedo evitar ser una calentorra. Vengo a despedirme de unos amigos que me han hecho más llevadera mi abstinencia. ¡Tuerce a la derecha y aparca cuando puedas!-
Tal y como me temía ese lugar estaba infestado de mirones, no llevábamos un minuto en ese claro cuando dos tipos se acercaron a ver a la pareja que acababa de llegar. Lo que no me esperaba fue que uno de ellos, dando un grito, dijera:
-Muchachos, ¡Es la morena buenorra!-.
Como buitres cayendo sobre una vaca muerta, una docena de esos ejemplares rodearon el coche. Estaba a punto de arrancar y salir despavorido cuando Patricia me quitó las llaves y se confesó:
-Esos son mis amigos, cada viernes durante un año, he venido a este sitio en busca de placer. Con las ventanas cerradas, me he desnudado y masturbado para ellos, pensando que era tu pene el que se descargaba contra el cristal. Vengo a despedirme de ellos, ya no los necesito. Te tengo a ti-
Y sin esperar a que asimilara sus palabras, se fue desnudando ante los ojos inyectados de lujuria de esos “sus” amigos.
-Tócame, ¡Qué vean que ya no estoy sola!- chilló mientras se quitaba el sujetador.
Me quedé paralizado al ver cómo se pellizcaba los pezones. Implorando mis caricias, gimió cogiendo mi mano y llevándola hasta una de sus negras aureolas. Sin dejar de estar cortado, mis dedos recorrieron sus pechos mientras ella suspiraba completamente excitada. Sus ruegos me estaban volviendo locos y venciendo a la vergüenza que me embargaba,  sopesé uno de ellos y apretando entre mis yemas el botón que lo coronaba, me quedé mirando su reacción.
Casi gritando, me pidió que continuara. Su entrega me cabreó y buscando que comprendiera de una puta vez que yo no era el tipo de hombre que ella necesitaba, incrementé la presión hasta convertir mi pellizco en doloroso.
-Te quiero- sollozó con lágrimas en sus ojos – Tómame-
Hecho una furia, desgarré su vestido y asiendo su tanga con mi mano, lo destrocé sin importarme sus gritos.
-Serás puta- dije llevando su cabeza a mi entrepierna.
Ella comprendió mis intenciones y sacando mi pene de su encierro, lo empezó a besar mientras me decía cuánto había deseado hacerlo. No me explico todavía por qué, pero al verla tan entregada, me tranquilicé y acomodándome en el asiento, dejé que se apoderara de él. Con una lentitud pasmosa, fue engullendo mi sexo hasta hacerlo desaparecer en su interior.
La calidez de su boca terminó de demoler mis reparos y pasando mis manos por su cuerpo, empecé a acariciarla. Me vi sorprendido por la fuerza de su orgasmo. Sin casi tocarla, Patricia se había corrido ante mis primeras maniobras. Creí que se conformaría con ello, pero la muchacha no esperó a reponerse e incrementando la velocidad de su manada, buscó devolverme el placer.
Los doce rostros pegados contra el parabrisas fueron testigos de cómo esa morena se afanaba con mi miembro. Nunca creí que pudiera ser coparticipe de algo semejante. Pene en mano, nuestra anónima concurrencia se deleitaba escudriñándonos en la oscuridad. Cualquier de ellos hubiera dado su vida por estar en ese preciso instante en mi lugar.
Patricia estaba en su salsa. Seducida por su papel, le encantaba sentirse observada y agradeciendo la fidelidad de esos hombres, se llevó su mano a su sexo y separando con los dedos los labios de su pubis, se empezó a masturbar. Su segundo orgasmo llegó de improviso y convulsionando, empapó la tapicería del vehículo. La audiencia contagiada de su fervor babeaba mientras sus vergüenzas se aireaban en el exterior.
El primer impacto de semen contra el cristal, me terminó de convencer de que ese no era mi lugar y cogiendo las llaves del suelo, arranqué el coche saliendo horrorizado por la carretera. La morena levantó la cabeza y con los ojos inyectados de pasión, me preguntó:
-¿Dónde Vamos?-
-A tu casa- contesté y cogiendo mi chaqueta del asiento trasero, le ordené que se tapara.
Llevando la contraria a mi razón y a cualquier norma de tráfico, la miré de reojo y al percatarme de que me había obedecido, le solté:
-¡Termina lo que has empezado!-
No se hizo de rogar, acomodándose el destrozado vestido, se agachó y mientras yo conducía, reactivó mi alicaído miembro con suaves besos. El túnel de la M-30 fue el decorado donde esa mujer dio rienda a mi deseo y cumpliendo su cometido, consiguió llevarme al borde del placer.
-Voy a correrme- avisé al sentir los primeros síntomas del orgasmo.
Patricia, al oírme, hizo que mi falo se introdujera aún más en su garganta y rozando con sus dientes la base de mi miembro, esperó a sentir que eyaculaba. Al notar mi explosión y que los chorros de mi simiente golpeaban contra su paladar, no dejó que nada se desperdiciara. Persuadida de no fallarme, con su lengua limpió cualquier rastro de mi pasión en mi sexo, antes de con una sonrisa en los labios, decirme:
-Te queda una hora y media para decirle a María que sales conmigo- y soltando una carcajada, me preguntó: -¿Qué quieres hacer?-
No la contesté. La muy perra seguía obstinada en ser mi pareja. Esa fijación era al menos tan perversa como su afición a exhibirse y comprendiendo que no pararía hasta que reemplazara esa fantasía por otra, aceleré hacia su casa. Era mi cabreo tan grande que al aparcar, le dije que se cambiara y que yo la esperaría fumando en el portal.
-Sube- me ordenó y sin esperar que le respondiera, me cogió de la mano y casi a rastras me llevó a su apartamento.
Ya en su interior, comportándose como si nada hubiese pasado, me devolvió la chaqueta y riendo me pidió que le pusiera una copa mientras se cambiaba de ropa. Sentir que me quería de criado, colmó mi paciencia y usando la violencia, la tiré en su cama mientras le decía:
-¿Quieres un macho? Pues macho tendrás-
Contra todo pronóstico, Patricia se echó a reír y llamándome a su lado, me contestó:
-¡Te estabas tardando!-
Ver a ese monumento de mujer, tirada en la cama, con su vestido desgarrado y sin bragas, fue más de lo que pude soportar y despojándome de mi ropa, me reuní con ella completamente desnudo. La chantajista y la exhibicionista desaparecieron en cuanto me tumbé y ante mi sorpresa, me cubrió de besos comportándose como una dulce amante. Contagiado por su pasión, llevé sus pechos a mi boca. Patricia gimió al sentir mi lengua jugando con su aureola y tratando de forzar que la tomara, llevó mi pene a su pubis.
Ni siquiera se había terminado de desvestir y ya quería que sentir mi pene en su interior. Comprendiendo que para ella era un capricho, decidí aprovechar la oportunidad y disfrutar de esa mujer. Deshaciéndome de su abrazo, le quité los restos del vestido. Patricia, sin saber cómo reaccionar, se mantuvo pasiva mientras mis manos recorrían su piel.
“Es preciosa”, pensé mirando sus grandes pechos y su sexo depilado.
En mis treinta y cinco años de vida, había disfrutado de decenas de coños y catalogándolo con la mirada, decidí que era el más bello que nunca había visto. Ante su entrega le separé las rodillas y pasé mi mano por sus bordes sin atreverme a tocarlo. Mi amante se mordió los labios cuando sintió que uno de mis dedos separaba sus pliegues y curioseando, iba en busca de su clítoris. Cuando lo descubrí, ya estaba esperando mis caricias. Duro y mojado, su dueña se retorció sobre las sábanas cuando le dediqué un leve pellizco. Satisfecho por su entrega, me deslicé por la cama y acercando mi boca a su sexo, probé por vez primera su néctar. Néctar que recorrió mis papilas, embriagándome y como alcohólico ante un botella, bebí de su flujo sin hartarme.
Su cueva se convirtió en un manantial inagotable, cuando más recogía, mas brotaba de su interior. Para entonces, Patricia estaba desesperada. Cerrando sus puños, me rogaba que la tomara pero venciendo mis ganas de hacerlo, proseguí horadando su agujero con mi lengua. No tardé en oír como se corría y buscando prolongar su éxtasis, metí un par de dedos dentro de ella. Absolutamente poseída, la mujer empezó a aullar de placer mientras sus cuerpo se convulsionaba.
-Por favor- me rogó casi llorando- ¡Fóllame!-
Al ver que no le hacía caso y que seguía enfrascado en mi particular banquete, Patricia se levantó y poniéndose a cuatro patas, me miró sin hablar.
Me quedé pasmado al ver la rotundidad de su trasero a mi disposición y pasando mis manos por sus nalgas, supe que era lo que realmente me apetecía hacer. No le di opción, separando sus cachetes descubrí que su entrada trasera nunca había sido conquistada y embadurnando mi dedo en su flujo, empecé a recorrer las rugosidades de su ano. Esperaba resistencia por su parte, pero en vez de quejarse, suspirando Patricia me confesó:
-Es mi mayor fantasía. Házmelo pero con cuidado-
Solté una carcajada al escuchar que su mayor anhelo coincidía con el mío. La de veces que había soñado con usar su culo y si me daba entrada, pensaba en explotar repetidamente su secreto. Alternando mis caricias entre su sexo y su ojete, conseguí relajarlo y con sumo cuidado, introduje una de mis yemas en su interior. Al no  retirarse, comprendí que realmente lo deseaba y tanteando sus paredes, fui aflojando su resistencia mientras, centímetro a centímetro y falange a falange, enterraba mi dedo en ese terreno vedado.
-Me encanta- escuché que decía al empezar a sacar y meterlo por entero.
Convencido de haberlo dilatado suficiente, repetí la operación con dos. La morena protestó con un quejido pero no se apartó, al contrario, meneando su cadera, buscó ayudarme en la labor. Agradecí con un cachete su disposición y colocándome a su espalda, le pregunté si estaba lista.
-Sí, mi amor-
Era la hora de la verdad y cogiendo mi pene lo embadurné con su flujo, antes de hacer cualquier intento de acercarme a su ojete. Ella al ver lo que hacía, poniendo cara de viciosa, me soltó:
-Estoy empapada, métemelo en el coño-
Me pareció una buena idea y colocándolo en su sexo, de un solo empujón lo embutí hasta el final de su vagina. Patricia se retorció como una loca, tratando que siguiera penetrándola de esa forma, pero haciendo caso omiso a sus deseos, se la saqué y puse mi glande en su orificio trasero. Con un breve movimiento, desfloré la virginidad de su ano.
-Me duele-, gritó sin moverse.
Sabiendo que debía dejar que se acostumbrara a tenerlo embutido, no me moví durante unos segundos. Cuando su dolor hubo menguado, le acaricié la espalda mientras lentamente enterraba mi pene en su interior. Poco a poco, sus intestinos terminaron de absorber mi extensión.
-Tócate- le ordené.
Patricia bajando su mano a la entrepierna, se empezó a masturbar con un frenesí que me dejó asustado. Chillando me pidió que comenzara. Imprimiendo un lento ritmo fui sacando y metiendo mi falo, mientras ella no dejaba de torturar su clítoris.
-¡Qué gusto!- me informó meneando sus caderas.
Sus palabras me hicieron comprender que el dolor había pasado y que en ese momento, era el placer lo que le estaba dominando. Vista su soltura, decidí incrementar mi vaivén y pausadamente, lo fui acelerando hasta que se convirtió en un loco cabalgar. Para aquel entonces, la respiración entrecortada de la muchacha me revelaba que estaba a punto de correrse y profundizando su excitación, cogí sus pechos con mis manos y usándolos de agarraderas, me lancé en caída libre. Lo forzado de la postura, elevó su calentura hasta límites insospechados y berreando, se quedó como muerta en mis brazos.
Al ver que se desplomaba le pregunté si estaba bien, sonriendo, me contestó que de maravilla y que siguiera. Su innecesario permiso me dio alas y apuñalando con mi escote su culo, prolongué su orgasmo. Nuevamente sus chillidos llegaron a mis oídos mientras mis piernas se llenaban del flujo que brotaba de su cueva pero esta vez, mi clímax coincidió con el suyo y acompañándola en sus gritos, eyaculé en su interior.
Agotado, me tumbé a su lado y mientras me recuperaba, empecé a temer en que el día que esa mujer se cansara de mí porque las iba a pasar putas.
-¿En qué piensas?- la oí decir.
-En la zorra de mi novia- contesté mientras le daba un azote, – ¿Y tú?-
Patricia se sonrojó antes de responderme:
-En otra de mis fantasías-
Interesado, pero a la vez temiendo su contestación, le pregunté cuál era.
-Quiero saber lo que se siente al hacer el amor… ¡embarazada de ti!-
 Aterrorizado comprendí que esa obsesiva mujer se había fijado otra meta y que no iba a cejar hasta conseguirla.
 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (22)” (POR ADRIANRELOAD)

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SOMETIENDO 2Los papeles se habían invertido, yo la perseguí para explicarle lo que pasó y ella huyo de mi… ahora Sin títuloella quería hablar y yo quería huir… en realidad no quería irme… solo darle una lección a mi manera… yo le pedí las cosas por las buenas y no acepto… ahora ella me rogaría que la atore, que la satisfaga…

No la iba dejar con el ano abierto, palpitante y las rechonchas nalgas aire en medio del bosque… se imaginan que la deje ahí y aparezca alguna culebra (poco probable) y se meta por donde yo debía… o que algún suertudo perdido en el bosque se aproveche de esa situación… ni hablar…

Yo solo quería aprovecharme de su desventura y arrechura… fui al otro lado del árbol, donde yacían sus senos a punto de reventar y su cara empolvada, cabellos desordenados y rostro enloquecido de éxtasis…

– Vamos Danny… me imploraba que volviera atrás a someterla cruelmente.

No la deje decir nada más, la jale de los cabellos y le clave mi verga hasta la garganta, casi ahogándose, hice que me la mamara… cuando recupero el ritmo de la respiración, se asió a mi verga con las dos manos, luego con una, mientras me jalaba por las caderas para que no me aleje… pero la deje…

– No ¿a dónde vas?… nooo… exclamo roja de pasión.

Sin hacer mayor ruido, me fui detrás suyo y volví a enterrarle mi verga hasta las tripas…

– Ayayayyyy…. Ouuuu…. me desgarraste el ano… ouuu… se quejó exagerando.

No preste atención a sus quejas, en poco tiempo volverían a ser gemidos de placer, agradecimiento, yo le jaloneaba sus las gordas nalgas, abriendo su culo para que mi verga entre sin obstáculos a su ano… mientras que por el ímpetu, caían las hojas de las ramas que la apresaban.

– Asiii… ohhh siii… … uhmmm… ohhhh… exclamaba enloquecida y me gustaba.

Llegue a pensar que hacía varios minutos que Mili pudo haberse liberado, pero no quiso, solo quería someterse a ese dulce martirio que tanto le gustaba. Antes su cuerpo se resignaba a que la violara, ahora ella se había acomodado mejor en el árbol para recibir mis embestidas, con la espalda arqueada y levantando el culo para recibirme mejor y hasta el fondo…

– No puedo más… no aun no… nooo… uhmmm… por más que se resistió, desfalleciente termino envuelta en un profundo orgasmo que la hizo temblar de pies a cabeza…

– ¿Qué?… ¿es todo?… le reclame aun molesto.

– Ay nooo… no doy más… ufff…. uhmm… resoplaba molida, disfrutando extasiada.

No llegue tan lejos para irme sin disfrutarla al máximo… me faltaba poco para satisfacerme, en parte seria caballero y no abusaría más de su culo criminalmente y analmente torturado, Me dirigí de nuevo frente a ella, que reventada de placer me miraba embobada, colorada y jadeante… entonces cometería la última vejación de la tarde…

– Ay… Dany… no sé qué… tiene tu verga… que me deja… sin aliento… resoplaba Mili.

– Ahora lo sabrás… le repuse.

Ella abrió la boca en expresión de asombro… lo que aproveche para nuevamente jalonearle la cabeza e incrustarle mi verga hasta la garganta, casi sentí sus labios en mis bolas… viendo que se ahogaba, la solté un poco porque aún no se reponía del orgasmo y respiraba con dificultad…

Cuando se repuso, otra vez Mili se asió de mi verga, dándole una succión cariñosa, hasta limpieza… pero yo no quería eso… yo quería completar lo que quedo a medias… así que tome su cabeza por los lados… los cabellos por encima de su sien y empecé a pajearme con sus húmedos y carnosos labios…

– Uyyy… cuidado… mierd… quise advertirle pero era muy tarde, mi leche inundo su boca.

Por lo placentero de aquella cogida, con Mili aprisionada dándome su culo para que lo disfrute, con todo el sabor a revancha que me supo esa cogida, sentirme resarcido de lo que me inculpaban… termine en una brutal descarga de semen… que la pobre Mili término tragando en parte…

Creo que en la excitación del momento ella quiso engullir todo… pero casi se ahoga y termino abriendo la boca, dejando escapar parte de mi leche, que se escurría entre sus labios y mentón… mi verga escupió otro poco de leche en su mejilla…

– Diablos!…. ¿tanto votas?… se quejó graciosamente cuando recupero el habla tras tragarse buena parte de mi leche.

Era la primera vez que se engullía mi leche, creo que si ya me la había mamado, conocía su sabor y no se le hizo tanto problema, ni se asqueo por hacerlo… lo que me pareció excitante también…

– Así me tienes… uno vota más cuando disfruta más… estoy exprimido al máximo… le respondí jadeante y satisfecho.

Ella lo sintió a halago, sin decirme nada, sin limpiarse la barba de mi leche ni las gotas de esperma en su mejilla… simplemente me jalo de las caderas, y tomo mi verga como si fuera su juguete y se dedicó a limpiármela con mucho cariño… parecía que la tormenta había pasado… sin embargo…

Escuchamos unos pasos… mierd… otra vez… ni en el bosque nos dejan tirar en paz… pensé.

Mili nuevamente petrificada, no era como antes… que te encuentre Vane, Javier o un profe… no es lo mismo a que te encuentren tus padres… ella ya llevaba mucho tiempo desaparecida desde que dejo a sus viejos en el restaurante… ¿habrían salido a buscarla?…

En ese caso, igual que en la cochera de sus padres, la situación seria chocante… Mili estampada contra un árbol, con el culo empinado, su ano palpitante y abierto, el short y la ropa interior en las rodillas… a todas luces parecería una violación… y hay que agregar que ella tenía mi verga en su mano y mi leche discurriendo por su boca, mentón y mejillas…

Que su viejo me maltrate y hasta que me entierre en el bosque estaba dentro del cálculo de lo posible, pero… ¿cómo reaccionaría su madre?… le daría un infarto tal vez… se le antojaría y terminaría en una orgia todo… pero eso era lo último que pasaría…

Forcejee con Mili para liberarla, pero en su nerviosismo, no colaboraba, se quedaba plantada… entonces opte por guardar mi verga y en mi desesperación intente volver a cubrirla con las ramas, camuflándola… una torpe idea viendo sus grandes nalgas al aire, enrojecidas por el maltrato que les di… incluso si nos encontraban otros padres, amigos o no del viejo de Mili, igual la situación era vergonzosa…

Pero dentro del susto de la situación, afine un poco el oído… mire por el camino tras Mili, por donde vinimos… ni los pasos ni el ruido venían de ahí… entonces ¿de dónde?…

Luego gire la vista al rio… Tras el desnivel frente a nosotros y las piedras, unos metros más allá, estaba la ribera del rio, una orilla arenosa, por donde venían dos jóvenes tomados de la mano y riendo… bueno, al menos no eran los viejos de Mili, pensé aliviado viendo que los jóvenes estaban lejos.

Agudizando más la vista los reconocí… caraj… eran Guille y Vane, ahora se veían más románticos y acaramelados… creo que este Guille más que venir a ayudarme con Mili quería un tiempo con Vane a solas… conquistarla como siempre imagino y no como había sucedido en el depa…

– ¿Son Vane y Guille?… pregunto Mili a mi lado…

Mierd… casi me da un infarto, ¿Cómo se liberó?… en vez de ponerse a luchar con las ramas sobre ella, esta vez opto por deslizarse de lado en sentido contrario al inicio de las ramas, y se liberó fácilmente. Luego me explicaría como llego a enredarse ahí…

Tras huir de mí, dejándome tirado en el suelo tras el rodillazo que me propino, ella tomo ese camino de bajada e instable, a medida que descendía al rio tomaba velocidad, de pronto volteo a ver si yo la seguía y ahí perdió el equilibrio, se fue de largo y termino contra el árbol… quizás por el impulso hizo girar el tronco y destrabo las ramas que terminaron apresándola para mi provecho.

En fin… siguiendo con los hechos… veíamos a Guille y Vane perderse por momentos entre los árboles y salir nuevamente a la orilla, quizás en cada escondida se prodigaban besos…

– ¿Ves?… te dije que Guille la había desflorado, no yo… le enfatice para que se convenza.

– Ay Danny… es que era difícil de creer… ponte en mi lugar… ¿Qué pensarías?… replico Mili como niña regañada, justificándose.

– Bueno ahora convéncete… dije calmado.

– Esos ahora ya están enganchados como nosotros… sentencio Mili.

No respondí, porque ya me daba cosa ver la leche cayendo de su cara, creo que el momento de placer había pasado. Saque de mi mochila agua y un pañuelo para que se limpie. Mientras abajo veía como la nueva pareja se sentaba al borde del rio viendo como el sol se perdía lentamente en el horizonte.

Ahora los fisgones éramos nosotros… yo me recosté contra el tronco, puse a Mili delante de mí, abrazándola para sentir su gran trasero y que no me tape el espectáculo. Ellos se besaban sin sospechar que los veíamos… luego Vane se recostó contra la arena, Guille se recostó de lado encima…

– ¿Lo van hacer?… dijo Mili sorprendida, porque Vane había rechazado mucho tiempo a Guille.

– Sip… creo que hemos sido un mal ejemplo para ellos… le dije.

– Jajaja… si, ahora nos imitan haciéndolo al aire libre sin temor de ser descubiertos… dijo Mili.

Luego vimos como Guille pugnaba por desabotonarle la blusa y ella por soltarle la correa, el cierre y bueno… se venía todo lo demás…

– Creo que ya vimos suficiente… démosle su privacidad… le dije.

– Sip… Me alegro por ellos… dijo Mili y pensé que al fin zanjaba su pelea con Vane.

– Si… yo también… agregue, pensando que ya se venía la tregua y la paz.

– Aunque no tanto por Guille… insistió Mili.

– ¿Por qué lo dices?… pregunte curioso.

– Se nota que Guille la quiere, desde antes, pero ella… no se… dijo Mili desconfiada

– Piensas que sea una ilusión temporal para Vane, y que Guille salga lastimado…

– No se Danny… esa chica es medio bipolar… no confió en ella…

– En realidad a mí no me da tanta buena espina… le confesé.

– Es que dudo que haya cambiado tan rápido… me explico.

– Bueno… es asunto de Guille… le dije.

Al final también podía ser que Guille usase a Vane para satisfacer su ego, su capricho de estar con una chica adinerada como el, pero de mejor posición social, de piel clara y demás… al final cada quien tiene sus motivaciones… pero no conocía tanto a Guille como para saber si lo suyo era amor o capricho.

– Tu eres su amigo… tienes que advertirle que esa chica es engreída, caprichosa, vengativa, chantajista, berrinchosa… decía Mili.

– Oye, me estas describiendo a una mujer promedio… le dije burlonamente.

– Ya, sabes a que me refiero, Vane no es de fiar… dijo Mili hablando en serio.

– Intente decirle a Guille, pero esta recontra enamorado, cree que al fin logro conquistar a Vane y no escucha razones, ni advertencias… le dije.

Tome de la mano a Mili y le dimos espalda al espectáculo que empezaba en el rio… bordeamos el árbol y del otro lado, Mili no me dejo avanzar… recostó sus infladas posaderas contra el árbol y me jalo para que la viera, con el sol ocultándose tras ella… Mili lucia más hermosa que nunca…

– Me perdonas por haber desconfiado de ti… dijo apenada.

– Está bien… pero aprende a controlar tus celos y tus berrinches… le dije.

– Prometo que lo hare… dijo, debí reírme en ese instante, pero quería creerle.

– Si queremos que funcione… dije enfatizando el sermón.

– Ok… si ya entendí… me regañas como mi papa… me dijo sonriendo.

– Si no hay comunicación… dije prosiguiendo, buscando molestarla.

– Ya basta… si… dijo entendiendo la broma, y me dio un golpe juguetón en el hombro.

Luego me tomo de los bordes del polo, mi pequeña pero mandona enamorada, se puso de puntitas y me jalo hacia abajo para que la bese… ahora si podía abrazarla y besarla con libertad, estábamos en medio de la nada… sin temor a ser descubiertos… tanto que los recatados de Guille y Vane tenían relaciones a pocos metros de nosotros, en la orilla del rio…

Luego Mili me soltó un momento… tenía ese brillo en los ojos y esa mirada pasional que ya le conocía:

– ¿Tú crees que tengas tiempo para mí?… ¿para qué me lo hagas otra vez?… pregunto la golosa.

– Claro amor… demostrémosles a esos principiantes… dije en alusión a la pareja del rio.

– Sí, pero, por ahí no… creo que me desgarraste o algo… me arde… se quejó por su ano.

– Está bien preciosa… le dije y empecé a besarla.

No tuve que decir o hacer mucho, Mili solita empezó a bajarse el short, pasándolo de bajo de sus piernas y pateándolo a un lado… yo solo debía aflojar un poco mi pantalón y bajar el cierre.

Ya me la había cogido en cuatro contra el árbol, ahora me provocaba otra cosa… ella había resbalado un poco en el árbol, su baja espalda se apoyaba contra el tronco, sus lindas piernas estaban abiertas y sus muslos desnudos me esperaban así como su nuevamente excitado y húmedo pubis…

– ¿Pero cómo…?… ahhh… exclamo sorprendida.

En rápido movimiento, pase mis manos debajo de sus muslos y la levante, eso iba respondiendo su pregunta de cómo sería esta vez… sus muslos fueron resbalando hasta que la parte posterior de sus rodillas quedaran apoyados en mis brazos, que le iban abriendo las piernas… y acercando su ansiosa vagina y mi erecta verga…

– Ohhh… si… ¡qué fuerte eres!… replico excitada.

Le invadió el morbo el notar que la levante sin mayor esfuerzo, como a una muñeca, algunas mujeres también responden al estímulo de un hombre alto y fuerte que las someta con vigor, al menos al inicio… en parte se sienten protegidas y en parte dominadas… me miraba con rostro ansioso…

– Uhmmm… soy tuya… ohhh… exclamo rendida al sentir mi verga incrustándose en su vagina.

Había entrado sin mayor dificultad en sus bien lubricados labios vaginales. Ella esta aprisionada entre el árbol y mi pecho… me tomaba del cuello, los hombros para no resbalarse… mientras yo empezaba a cabalgarla, embistiéndola contra el árbol.

En cada arremetida, su cuerpo saltaba, ella se había aunado a mi ritmo, haciendo equilibrio con sus piernas en mis brazos, con su espalda y cintura en el árbol, abrazándome… ella me veía por momentos con fascinación, cuando no soportaba me robaba besos jadeantes con su lengua…

– Como me gusta que me folles… uhmmm… exclamo lujuriosa.

En plena excitación, me deba besos en el cuello también, que me provocaban cosquillas y la solté un poco… ella resbalo… al intentar acomodarse, poso su vista en nuestros genitales… extasiada veía como mi mazo de carne aparecía y desaparecía rápidamente en su vagina, esto incremento su placer y locura quería disfrutarlo más…

– Métemela por el ano… uhmmm…. me suplico

– ¿Estas segura?… pregunte, ya que me había dicho que le dolía.

– Siii… por favor… hazlooo…. Reclamo la muy golosa.

Las palmas de mi mano, que se apoyaban en el tronco del árbol para hacer equilibrio con sus piernas, se cansaron y sufrí algunos raspones por la corteza del árbol… así que me di maña para pasar mis manos debajo de sus carnosas nalgas… la levante un poco más hasta que su palpitante ano estuvo a tiro de mi verga… sin mayor preámbulo, para evitar que se arrepienta… empecé a empujársela…

– Ouuu… me partiste el ano… uhmmm…. Exclamo en parte satisfecha y en parte adolorida.

Para transmitirme su dolor, me clavo las uñas en mi espalda… era justo, yo me la clavaba por el esfínter a Mili y ella me clavaba sus uñas… para esto, mis manos se habían acomodado mejor y jaloneaban sus pulposos glúteos… sin dar lugar a mayores reclamos, nuevamente empecé a embestirla contra el árbol…

– Uyyy… siempre dejare que me violes… uhmmm… gemía.

Quería que siempre la enganche por el ano, que siempre la esclavice, que la someta por ese estrecho agujero… sus gemidos, alaridos y frases me excitaban tanto como verla y cogerla… sus labios de nuevo buscaban mi boca, más aun mi lengua… luego me miraba como una viciosa… más aun veía mi verga entrar y salir por su maltrecho ano….

– Ay nooo… nooo… uhmmm…

Ella quería disfrutar más ese empalamiento, pero sumida en todo lo que veía, lo que sentía, termino desahogándose en un brutal orgasmo que hizo que se aferre a mí con fuerza, haciendo una rica fricción con mi verga y sintiendo sus grandes pechos presionándome, tampoco soporte más y le descargue mi leche en sus intestinos…

– Uyyy… que ricooo… ufff…. clamaba satisfecha.

Mili seguía agitada, contraída y aferrada a mi cuerpo, con sus brazos en mi cintura, parecía no querer soltarme… se dedicaba a besarme agradecida por la tremenda cogida que le di…

– Solo tú haces que me venga tan rico… me dijo jadeante.

– Y tú también me provocas lo mismo… le respondí y la bese.

Sentía que mi verga seguía escupiendo esperma dentro de ella, con cada descarga se contraía y su lengua me transmitía sus emociones. Era gratificante tenerla así… con mi verga aun anclada en su ano y sus labios, sus senos, sus brazos transmitiéndome todo su amor…

– Danny… yo… yo… dijo sollozante y jadeante.

– ¿Qué paso?… pregunte, en teoría todo estaba bien, pero con las mujeres uno nunca sabe.

– No te burles… pero yo… dijo a medias, antes no me dejaba hablar y ahora tartamudeaba.

– Vamos dime… le insistí, había que sacarle a cucharadas las cosas.

– Siento que… dijo y yo pensé que se resbalaba.

– ¿Que sientes?… pregunte, aparte de mi verga.

– Te amo… dijo con sus ojos vidriosos.

– Hey… yo también siento que te amo… le conteste.

– ¿En serio?… replico Mili alegre por mi respuesta.

– Claro… sino no hubiera venido hasta acá… le dije.

– Es que nunca sentí esto, es diferente a una ilusión… se siente acá en el corazón, es bonito pero también me da miedo… nunca se lo dije a nadie… me confeso abrazándome.

Yo no podía decir lo mismo, ya le había dicho a Viviana que la amaba. Recordé vagamente las circunstancias en que se lo dije y me dio cierta melancolía. Ella era especial pero de alguna forma no terminamos de complementarnos. La relación se había vuelto monótona y predecible, creo que me animaba más el hecho que mis padres la aceptaran, que hubiera cierta seguridad con ella, sin problemas ni temores respecto al futuro.

En cambio con Mili a pesar de las peleas y enredos me sentía más vivo, más cómodo con la relación. Había más adrenalina, más jovialidad, más energía de juventud, para ir a fiestas o conciertos… teníamos más cosas en común aparte del sexo… a mí también me daba miedo arriesgarme, pero eso es natural, es parte de toda relación… es parte de la vida…

Estaba filosofando tan bien… pero hablando de adrenalina… nunca hay paz… ni siquiera en el bosque…

– Milagrosss…. Hijaaaa…. se escuchó a lo lejos una voz femenina.

– ¿Quién es?… pregunte curioso.

– Mi mama… dijo asustada Mili.

– ¿Dónde estasss?… Miliii… era una voz masculina, la conocía.

– Mi papi… dijo avergonzada.

– Tu viejo… dije palideciendo.

Nos habíamos demorado mucho, ya estaba anocheciendo y como sospeche… sus viejos preocupados habían salido a buscarla por el camino que la vieron desaparecer…

Ya me había escapado una vez de él… espero que después de esta también pueda contarla…

Continuara…

 

Relato erótico: “Soy la puta de don Fernando, mi nuevo jefe.” (POR GOLFO)

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Sin título1

Sin títuloNunca pensé que caería tan bajo. Jamás se me había pasado por la cabeza el entregarme a un hombre de esa forma y menos que a uno que me doblara la edad pero, ahora, sé que difícilmente encontraré en uno más joven lo que él me ha dado. Soy una muñeca en sus manos. Ni yo misma me creo lo que ha pasado. Ese malnacido hace de mí lo que le viene en gana y lo peor es que a mí, me encanta.

La culpa es mía y de nadie más. Desde bien cría, había soñado con enrollarme a un ricachón y exprimirle hasta el último euro de su cuenta corriente y por eso, cuando me lo presentaron, creí que él era el salvoconducto que me sacaría de la tan manida clase media. No estoy orgullosa pero tengo que reconocer que en un principio solo me atrajo el color de su puñetero dinero.
Conozco a ese cabrón
Todo empezó el día que la casualidad hizo que la empresa, donde trabajaba, quebrara y un fondo buitre se hiciera con la mayoría de las acciones. Todavía recuerdo que una mañana mi antiguo jefe, casi llorando, me informó que había tenido que vender su empresa a un financiero afincado en Barcelona.
Asustada por la posibilidad de perder mi trabajo, le pregunté cuando íbamos a conocer al nuevo dueño:
-Mañana llega- contestó el buenazo de don Gabriel. – Ha exigido que me cambie de despacho porque quiere mandar desde el primer día-
Me dio pena el viejo, no en vano, siempre se había portado como un padre con todos sus empleados y ahora se quedaba relegado a un segundo plano.
Cómo os podréis imaginar, la noticia corrió como pólvora y todos en la oficina, estábamos aterrorizados por que la fama le precedía. Fernando Salvatierra, así se llamaba el susodicho, era conocido por ser un hombre inflexible, un maldito capullo que no tenía reparos en mandar a la gente a su casa por el mero hecho que le mirara mal o tuviera la desfachatez de llevarle la contraria.
Yo, en cambio estaba expectante, porque al meter su nombre en internet, había descubierto que además de millonario, era divorciado por cuarta vez y lo mejor de todo, ese ruin había dejado  a todas sus ex esposas forradas.  Revisando sus fotos, descubrí que todas tenían un padrón común, eran rubias y con mucho pecho. Me avergüenza reconocerlo pero esa tarde al salir del trabajo, fui a la peluquería a teñirme el pelo porque  quería causarle una buena impresión.
A la mañana siguiente, me puse un wonderbra que resaltara mi pecho y una falda por encima de la rodilla. Si a ese tipo le gustaban las pechugonas, no se iba a sentir defraudado. Al mirarme al espejo, me desabroché un botón para asegurarme de que la imagen que transmitía era la que estaba buscando y contenta por el resultado, me dirigí a trabajar.
Sabiendo que era conocido por su escrupulosa puntualidad, llegué media hora antes y acomodándome en mi sitio, esperé a que hiciera su aparición. El magnate entró exactamente a las nueve, venía acompañado de mi jefe. Al fijarme en él, me sorprendió su altura. En las fotos de las revistas se le veía un tipo de estatura normal y no esa mole de casi dos metros. Enorme es la palabra que definía a ese animal, sus brazos y sus hombros eran los de un luchador y no los de un financiero. Asustada por su presencia, me levanté a recibirles.
A don Gabriel le sorprendió  verme de rubia pero no hizo ningún comentario y presentándome a su acompañante, le dijo:
-Fernando, le presento a Mariela, su secretaria-.
Sin cortarse un pelo, el recién llegado dio un repaso a mi anatomía, deleitándose en mi escote. El ejecutivo me exploró con su lasciva mirada como un ganadero examina a una res, recorriendo no solo mi pecho sino mi cintura y recreándose en mi culo. Cuando ya creía que no podía sentir más vergüenza, le oí decir:
-Una buena potranca, espero que también trabaje-
Completamente ruborizada, le pregunté si deseaba algo.
-Un café- respondió y dando un azote en mi trasero, me exigió que me diera prisa.
Si no llega a ser por el rolex de diamantes que lucía en su muñeca ese día, le hubiese devuelto una hostia, pero comportándome como una jodida sumisa, sonreí como si me hubiese gustado su trato y meneando el pandero, fui rauda a conseguir uno recién hecho. Antes de cerrar la puerta, alcance a oír a mi antiguo superior recriminarle su comportamiento pero Don Fernando, lejos de estar arrepentido, le contestó:
-Si vamos a trabajar juntos, es bueno que me conozca cuanto antes-.
Reconozco que cuando lo escuché, se me mojaron las bragas pero no de gusto sino porque creí que la caza de ese cincuentón sería más fácil de lo que había planeado. Sirviéndole el café ya me imaginaba comprando pieles en Loewe y alternando con la jet-set y por eso, al volver mis pezones estaban excitados al pensar en mi nueva vida.
Sé que me comporté como una zorra, pero no pude evitar agacharme al ponerle la taza enfrente y con una sonrisa, dejar caer:
-Cuidado, está caliente-
El hombretón me miró y fijando sus ojos en mi escote, contestó:
-Todavía no, pero si me sigues mostrando los pechos, vas a hacer que me hierva la sangre antes de comer-
Encantada de cómo se iban desarrollando los acontecimientos, volví a mi escritorio y olvidándome momentáneamente de él, me puse a ordenar el correo. Durante dos horas, los dos hombres no salieron del despacho pero los gritos que se alcanzaban a oír con la puerta cerrada, me dejaron claro que ese energúmeno se estaba despachando a gusto con don Gabriel.
Terminaban de dar las once y media, cuando vi que salía el antiguo dueño de su interior y cogiendo su abrigo, me informó que acababa de dimitir y haciéndome una confidencia me advirtió que yo debería hacer lo mismo.
-Lo siento, necesito el puesto-  respondí mintiendo, no le podía decir que aunque no era rica, tenía ahorrado lo suficiente para aguantar un par de años y que lo que retenía era ver si cazaba a ese tipejo.
Nada más despedirme de don Gabriel, el señor Salvatierra me pidió que llamara a los jefes de departamento porque quería tener una reunión con ellos. Uno a uno, les fui informando que el nuevo mandamás les quería en su despacho y, todos y cada uno de ellos, dejaron lo que estaban haciendo, de manera que en menos de cinco minutos dio comienzo el improvisado comité.
Creyendo que no estaba requerida, cerré la puerta y volví a mi silla. No me había acomodado cuando escuché que a voz en grito me llamaba. Asustada, salí corriendo y pidiendo permiso, le pregunté que deseaba:
-Siéntate y toma nota de la reunión- me soltó indignado.
Por eso fui testigo del denigrante modo que los trató. Perfectamente informado de la vida privada de todos, don Fernando fue desgranando los defectos y  vicios ocultos de mis compañeros con una precisión insultante. Cuando terminó, se puso en pie y señalando la salida, les dio a elegir entre dejarse la piel en el trabajo o irse a la puta calle.
Reconozco que me sorprendió Aurelio. Fue el único que se levantó y cogiendo su cuaderno, le respondió que se podía meter el puesto por el culo porque valoraba más su dignidad. Nuestro jefe sonrió al escucharlo y llamando a recursos humanos, les pidió que le extendieran un cheque por el despido. Los demás nos quedamos acojonados en nuestros asientos, de modo que tuvo que ser don Fernando quien nos mandara a trabajar. La desbandada fue general y yo la primera, no me apetecía quedarme con ese salvaje. Desgraciadamente, cinco minutos después tuve que volver a entrar a que me firmara la liquidación del valiente.
Al ponerle los papeles para que estampara su lúbrica, el gigante me volvió a dar un buen repaso con la vista y tras firmar, me preguntó:
-¿No te ha extrañado que no revelara tus defectos ante los demás?-
-Si- respondí y queriéndome hacer la graciosa, proseguí diciendo: -Será que no tengo-
No había terminado de hablar cuando ese capullo ya se estaba riendo a carcajadas. Su burla me cabreó y encarándome a él, le solté:
-No soy consciente de mis fallos, ¿podría ilustrarme con lo que sabe de mí?-
Con lágrimas en los ojos, producto de la risa, me contestó:
-¿Por dónde quieres que empiece? – y sacando un dosier con mi foto, se puso a leer: -veinticinco años, soltera, personalidad manipuladora, interesada, egoísta,….-
-¿Algún defecto?-, le espeté interrumpiéndolo.
-Bocazas y bastante puta, en resumen, eres una trepa que no dudaría en humillarse por conseguir su objetivo-
-Como puta solo es un estigma para los payasos, todo lo que tiene es que no me muerdo la lengua- respondí bastante enfadada por la descripción que había hecho y cogiendo los papeles firmados, decidí irme de su presencia.
Su carcajada retumbó en mis oídos mientras me marchaba. Ya en mi mesa, sonreí al comprobar que ese ogro no se había molestado con mi altanería, al contrario, estaba convencida que se la había tomado como un reto. En lo que no caí, fue en que ese hombre se crecía ante las adversidades y que había decidido someterme.

Da inicio a su acoso.
La capacidad de trabajo de ese cretino era agotadora, sin darme tiempo a descansar, me tuvo redactando cartas y pasándole llamadas durante más de diez horas. Ni siquiera tuve tiempo de ir a comer. Cada vez que veía desde su oficina que acababa de terminar un tema, recibía una nueva orden con la única intención de tenerme ocupada.
Completamente agotada, eran más de las ocho, cuando con alegría me percaté que estaba recogiendo su mesa. Haciendo lo propio, cerré mi ordenador y esperé a que terminara para despedirme. Me equivoqué al pensar que iba al fin a perderle de vista porque don Fernando poniéndose el abrigo, me preguntó:
-¿Tienes coche?-
Al responderle afirmativamente, obviando mi vida privada, me ordenó que le llevara al hotel. No pude negarme quizás porque en mi interior esperara que me invitara a pasar la noche con él. Tengo que reconocer que si bien era un perfecto gilipollas, el conjunto de sus músculos se me antojaban muy atractivos. No solo era un gigante, a sus cincuenta años, ese patoso seguía siendo un atleta. Las canas que poblaban su pelo le dotaban del encanto que da la madurez, pero lo que más me atraía de él eran sus ojos negros. Cuando me miraba, sentía que me desnudaba.
Bastante nerviosa, bajé con él en el ascensor. Estar encerrada con esa bestia en escasos dos metros cuadrados, hizo que mi mente divagara y me imaginara que desgarrándome el vestido, me  violaba. Sé que se dio cuenta del rumbo que tomaban mis pensamientos porque, sonriéndome, me preguntó si estaba nerviosa. Al contestarle que no, el muy estúpido señalando mis pezones, me respondió:
-Entonces… te pongo cachonda-
Por segunda ocasión en un día, debí de darle un tortazo pero en vez de dar vía libre a mi enfado, disimulé acomodándome la camisa. Don Fernando disfrutando de mi turbación, aprovechó acariciar mi trasero mientras me decía:
-Me va a divertir doblegarte. Eres una putita calentorra, seguro que tienes las bragas empapadas-.
Eso fue el colmo e indignada le solté un bofetón. Desgraciadamente se lo esperaba y sujetando mi brazo, evitó que consiguiera mi propósito.  No contento con ello, me dio la vuelta y descaradamente pasó su miembro por mi culo.
-La gatita tiene garras- dijo muerto de risa.
Con un sofocón me separé de él y haciendo como si nada hubiera pasado, abrí mi coche. Estaba aún temblando cuando se sentó en el asiento del copiloto. Mi jefe en cambio estaba en su salsa, con toda tranquilidad, ajustó la altura del respaldo y poniéndose el cinturón, esperó a que encendiera el vehículo. Aterrorizada por tenerle a mi lado, salí del parking en dirección a su hotel.
Sabía que ese malnacido se quedaba en el Ritz y por eso enfilé la Castellana con ganas de desembarazarme cuanto antes de él. Si mi nerviosismo ya era evidente, se tornó casi en histerismo al escucharle:
-Tienes unos buenos pechos, seguro que disfrutarás cuando te los muerda-
-¡Será si yo quiero!- respondí hecha una furia.
-Querrás, no tengas ninguna duda-
Afortunadamente para mí, llegué a la puerta de su hotel y sin voltear mi cara, me despedí secamente. Mi nuevo jefe con una sonrisa en sus labios, me dio las gracias por acercarle y cuando ya cerraba su puerta, me soltó:
-Mañana ven a las siete, te espero a desayunar-
Ni me digné en contestarle, estaba completamente  enfurecida  por el modo ruin con el que ese tipo se había comportado y acelerando, salí despavorida rumbo a casa. El trayecto me sirvió para tranquilizarme y por eso cuando abrí mi puerta, gran parte de mi cabreo había desaparecido, dejando un poso de desprecio que creí que iba a ser imposible que se me fuera.
Me sentía humillada y tratando de quitarme esa sensación, me metí a duchar. El agua caliente lejos de espantar el recuerdo de ese abusivo, me lo trajo con más fuerza.
“Será cabrón”, pensé mientras me enjabonaba los pechos al recordar su comentario. “Soy una zorra pero con quien quiero y no su puto juguete. ¿Quién coño se cree para asegurar que va a morderme los pezones? Son míos y se los doy a quien me da la gana”, sentencié mentalmente mientras involuntariamente me los empezaba a acariciar.
Cabreada hasta unos límites inimaginables, recordé la sensación de su pene en mi culo. Ese idiota presuntuoso había osado a traspasar los límites de la decencia, posando su miembro en mi raja y yo se lo había permitido. Sin dejar de estrujar mi pecho con una mano, usé la otra para tratar de borrar su recuerdo de mis nalgas y mientras me aseaba, empecé cavilar en mi venganza.
“Le voy a exprimir toda su pasta. Cuando acabe con él, va a tener que pedir en una esquina”.
Soñando despierta, visualicé a ese mal parido a mis pies, rogando que no lo abandonara y a mí, apartándolo con una patada.  En mi mente, Fernando Salvatierra se comportaba como un pobre diablo dispuesto a recibir mis castigos. Me vi azotándolo con una fusta mientras me comía el coño, tras lo cual, usando el mismo instrumento lo sodomizaba.
La imagen de ese prepotente implorando mi perdón hizo que me empezara a excitar y ya totalmente consciente de mi calentura, me lo imaginé atado a una cama y a mí saltando sobre su pene, violándolo. Sin poderme reprimir, acerqué el mango de la ducha a mi sexo y dejé que el chorro acariciara mi clítoris. Poco a poco, mi cuerpo fue reaccionando al calor del agua caliente y acomodándome en la ducha, me empecé a masturbar.
“Cincuentón de mierda, primero te voy a usar y luego como si fueras un kleenex, te tiraré a la basura”, pensé con los dedos torturando mi botón. “no soy una muñequita imbécil cómo a las que estás acostumbrado. Vas a desear no haberme conocido”.
Mi liberación llegó en forma de orgasmo y dejando que mi flujo se fuera  por las cañerías, me corrí.
Va afianzando su dominio.
Esa noche me sirvió para recuperar confianza. Decidida en darle la vuelta a la tortilla y que ese gusano cayese en mis garras, me vestí a conciencia. Sabía de su gusto por las pechugas y por eso me puse un top rojo que realzara el tamaño de mi busto. Para terminarme de arreglar, busqué en mi armario una minifalda a juego y mirándome en el espejo, decidí que mi odiado jefe iba a suspirar al verme.
“No va a poder evitar ponerse cachondo”, sentencié mientras me pintaba los labios con un rojo intenso, “ayer me llamo puta, pues se va a encontrar con una puta cara”
Mi confianza fue incrementándose en el camino a su hotel, de manera que cuando entré en el restaurante de ese  establecimiento, estaba segura que ese petimetre caería rendido a mis pies. Por eso en cuanto lo vi, fui con paso firme a su encuentro. Don Fernando se levantó como un caballero y acercándome una silla, me saludó con un suave beso en la mejilla.
Creí que había conseguido mi objetivo hasta que, al sentarme, me soltó:
-¿Cuántas veces te has corrido pensando en mí?-
Llena de cólera, le miré con desprecio y arriesgando mi puesto de trabajo, le contesté:
-¿Y tú?-.
Descojonado de risa, cogió mi mano entre las suyas mientras me respondía:
-Unas seis pero no tiene mérito, tuve ayuda-
La fantasmada de su respuesta me terminó de sacar de mis casillas y sin morderme la lengua, le expuse mis dudas de que a su edad fuese capaz de tener más de una erección a la semana. Si creía que se iba a encabronar al oír mi respuesta, me equivoqué porque Fernando Salvatierra soltando una carcajada, me preguntó que quería desayunar.
Destanteada por el cambio de tema, le pedí un café al camarero y encarándome, le pregunté si no temía que le denunciara por acoso, por mucho menos, algunos jefes se habían vuelto inmersos en un largo proceso penal. Como si no fuera con él, se puso las gafas y mientras leía el menú, me contestó:
-Me vanaglorio de conocer a las personas, y tú jamás me denunciaras-
Parcialmente intrigada, le insistí en qué se basaba. Sin dar importancia a mis quejas, me miró a los ojos antes de contestarme:
-Mariela, ¿A quién quieres engañar? Estoy convencido que desde que supiste quien era, has soñado en compartir mi fortuna-
No sé cómo fui capaz pero dando un salto al vacío, le respondí:
-Te equivocas, no quiero compartir tu dinero. ¡Lo quiero todo!-
La franqueza de mis palabras le divirtió y  mirándome el escote, se puso a desayunar. Su actitud impasible me pareció irritante pero comprendiendo que había revelado mis intenciones, decidí no seguir tentando al destino. En silencio esperé que terminara. Ese hombre conseguía provocar mis más bajos instintos, de haber podido lo hubiese estrangulado por el pasotismo con el que se había tomado mi declaración.
Don Fernando apurando su café, me dio un sobre. Al abrirlo, vi que en su interior había más de mil euros.  Sin saber a qué venía ese dinero, le di tiempo a que se explicara. Picando mi curiosidad se levantó sin aclararme nada y solo cuando se dirigía a la recepción del hotel, me pidió:
-Toma las llaves de mi habitación, ve y paga-
Totalmente descolocada, le vi marchar y sabiendo mi misión, cogí el ascensor. Al llegar al cuarto, abrí la puerta para descubrir a dos mujeres derrengadas sobre la cama. Desnudas y agotadas, las dos rubias abrieron los ojos al verme entrar. Si ya fue duro encontrarme con esas prostitutas, más lo fue escuchar que una de ellas protestara:
-No le ha bastado con dos que tuvo que llamar a una tercera-
No le saqué de su error, únicamente las pagué y cabreada como nunca, bajé a encontrarme con ese pervertido.  A eso se refería cuando dijo que se había corrido seis veces pensando en mí, esas profesionales era dos copias vulgares mías. Aunque parezca raro, uno de los motivos de mi enojo era que hubiese malgastado “MI” dinero con ese par de furcias.
Don Fernando me esperaba en el hall del hotel con cara de recochineo. El muy mamón sabía de antemano que al mandarme que pagara a esas dos, me iba a percatar de su juego. Estaba disfrutando y por eso, sin darme por aludida para no complacerle, le pregunté si nos íbamos.
-Por supuesto- respondió pasando su brazo por mi cintura.
No me preguntéis porque le permití hacerlo, ni yo misma lo sé. Lo cierto fue que sentir su manaza alrededor de mi cuerpo, me encantó y con los pezones erizados, me dejé guiar hasta mi coche. Ese fue el principio de mi claudicación y lo peor es que mi jefe lo supo al instante. Luciendo una sonrisa en su rostro, me abrió la puerta y sin hacer ningún comentario, se sentó en su asiento. Encendí el coche sin mirarle, mi mente estaba divagando sobre cómo ese cincuentón había dejado exhaustas a dos mujeres. Era de tal grado mi concentración que tardé unos segundos en darme cuenta que ese cabrón había dejado caer su mano sobre mi pierna.
Sé que no es lógico pero al sentir su caricia, me quedé callada y mirando al frente, hice como si no pasara nada. Mi mutismo le dio alas y tomando confianza, fue subiendo por mi muslo sin pedir permiso. Sus dedos recorrieron  mi piel lentamente y mientras tanto, incapaz de oponerme, la temperatura de mi cuerpo fue subiendo grados. Con mis pezones traicionándome bajo el top, tuve que morderme los labios para no gemir cuando las yemas de mi jefe se aproximaron a mi sexo.
“Será un capullo pero sabe tocar a una mujer”, pensé mientras me trataba de concentrar en la conducción.
Todos mis intentos se fueron a la mierda cuando sus dedos empezaron a jugar con mi sexo sobre la tela de mis bragas. Separando involuntariamente las rodillas, facilité sus maniobras. Mi entrega no le pasó inadvertida y profundizando sus caricias, se puso a mimar el clítoris que tenía a su disposición. Sin poderme creer lo que ocurría, no pude evitar que el primer gemido surgiera de mi garganta. Don Fernando al oírlo, comprendió que tenía carta blanca y metiendo un dedo bajo el tanga, me empezó a masturbar ya sin disimulo. Me avergüenzo al recordar que dominada por el deseo, empecé a suspirar mientras colaboraba con él moviendo mis caderas.
El estrecho habitáculo del coche se llenó del olor que manaba de mi entrepierna y semáforo a semáforo, me fui calentando hasta que dando un gritó me corrí sobre la tapicería. Avasallada por el placer pero humillada por la sumisión a sus caprichos, fui incapaz de mirarle porque sabía que no podría soportar su cara de superioridad y por eso, sacando de mi interior los pocos arrestos que me quedaban, le pedí que me dejara en paz.
Mi jefe soltando una carcajada, me contestó:
-No pienso hacerlo. Aunque no lo sepas, eres mía-.
Su fría respuesta hizo que se me pusiera la piel de gallina, al percatarme que por primera vez se equivocaba: ¡Sí lo sabía! No podía negar lo evidente, ese desalmado había asolado mis defensas y el tremendo orgasmo que acababa de experimentar solo era la prueba de mi rendición. Con lágrimas en los ojos, aparqué el coche en mi plaza y como una corderita siguiendo a su pastor, le acompañé hasta el ascensor.
No sé si me dolió más saberme en sus manos o que no aprovechara que estábamos solos para tomar lo que era suyo pero la verdad es que cuando se abrieron las puertas y apareció mi oficina, me sentí como una jodida cucaracha esperando ser pisada. Hundida en mi sillón, encendí mi ordenador deseando estar a miles de kilómetros de mi captor.
Como el día anterior, don Fernando se lanzó de lleno en el día a día y sus continuas órdenes evitaron que me siguiera reconcomiendo con mi desgracia. El reloj de pared marcaba las doce cuando empecé a oír gritos que salían de su despacho, creyendo que me llamaba, abrí la puerta. Mi jefe estaba hablando por teléfono y por el tono no estaba muy contento. Al verme, me pidió que me sentara.
Durante cinco minutos esperé que terminara su conversación. Apretando mi cuaderno entre mis manos, me entretuve observándolo. Sin importarme que se diera cuenta de mi escrutinio, me quedé embelesada con su cuerpo. Sin un átomo de grasa, todo en él era energía. El carísimo traje que portaba no podía disfrazar que bajo la tela ese hombre tenía un abdomen plano ni que sus brazos eran lo suficientemente fuertes para  someter a cualquiera que le hiciera frente pero lo que realmente me cautivó fue su entrepierna. El grueso volumen que se escondía en su interior hizo que mi tanga se mojara solo con pensar en tenerlo entre mis labios.
Incómoda me retorcí sobre la silla al contrastar que me excitaba la idea de arrodillarme en frente de mi jefe. Tratando de evitar el curso de mis pensamientos, me puse a recordar el supuesto odio que sentía por ese ser, pero tras varios intentos infructuosos, me di por vencida. Deseaba ser suya, someterme a sus caprichos pero sobre todo complacerle.
No me había dado cuenta que había apagado el móvil y por eso tuvo que repetir que tomase nota. Saliendo de mi ensimismamiento, cogí el bolígrafo y me puse a escribir su dictado. No tardé en darme cuenta que seguía cabreado, varias veces tuve que tachar párrafos enteros porque no estaba contento con el resultado.  Hecho un energúmeno, se quejó de que no era eso lo que quería decir y reiniciando la carta, me soltó:
-Dame tus bragas-
Me quedé paralizada al escucharle. Don Fernando al ver mi turbación, me pidió perdón pero me exigió que me las quitara porque necesitaba inspiración. No pude negarme a cumplir su inusual pedido y con mis mejillas coloradas, me bajé el tanga y tras sacarlo por mis pies, se lo di. Mi jefe lo cogió entre sus enormes manos y llevándoselo a la nariz, lo olió. No sé si fue el aroma a perra sumisa o que solo fuera una pantomima suya para degradarme aún más, pero la verdad es que tomando impulso, me dictó sin equivocarse el escrito de un tirón. Al terminar me pidió que lo transcribiera en el ordenador y que se lo mandara. Sin ni siquiera despedirme, salí de su despacho con mi mente bloqueada por la imagen de su pene crecido bajo el pantalón y tras enviárselo por correo, no tuve más remedio que ir al baño a relajarme.
Sentada en el váter, abrí mis piernas y separando mis labios, me masturbé pensando en ese puñetero. Puede parecer inconcebible, pero en menos de veinticuatro horas ese cincuentón me había conquistado y hecha una loca torturé mi clítoris, soñando en algún día, preso de otro bloqueo, me tomara buscando a las musas entre mis muslos. El orgasmo que recorrió mi cuerpo fue completo y todavía temblando volví a mi puesto.
No puedo explicar la desilusión que me embargó al percatarme que mi jefe había salido y que su oficina estaba vacía. Casi llorando, recogí su taza de café y sin que nadie me lo pidiera acomodé su escritorio, deseando que a la vuelta se sintiera cómodo.
Ya no volvió en todo el día. Como perrita sin dueño, me pasé seis horas mirando hacia la puerta esperando oír sus pasos y como movida por un resorte imaginario, cada cierto tiempo al ver que no volvía, fui yo quien soñando en su llegada la que tuvo que ir al baño a confortarme. Cuatro veces mis dedos, usurpando su puesto, se introdujeron bajo mi falda y cuatro veces me corrí soñando que era él quien me lo hacía.
Al final de mi turno, cabizbaja, recogí mis cosas y me marché. Mi coche no era el mismo sin su presencia. Su habitáculo me parecía más triste y estrecho, de manera que aprovechando un stop, di rienda suelta a mi tristeza y a moco tendido, lloré su ausencia.
Toma lo que ya era suyo.

A la mañana siguiente, estaba hecha polvo, no había conseguido conciliar el sueño al recordar como ese hombretón había tejido una tela de araña en la me dejé caer sin remedio. La humillación que sentía por la forma que me trataba había pasado a un segundo plano y solo quería retozar entre sus brazos. Mi cama se había convertido en el escenario imaginario donde mi jefe se había propasado con su secretaria. Ficticiamente, mi sexo y mi culo habían sufrido sus embates mientras mis dedos se hacían fuertes en mi entrepierna. Mis continuos orgasmos eran una muestra clara de mi rendición y por eso mientras me vestía, solo pensaba en cual de mis conjuntos le gustaría más.

Acababa de ponerme un coqueto traje de chaqueta cuando escuché que alguien me llamaba al móvil. Al darme cuenta que era él quien me llamaba, descolgué completamente histérica.
-¿Estás lista?- le escuché decir.
Creyendo que quería que fuese a por él, contesté alegremente que en quince minutos le recogía en el hotel.
-No, boba. Hoy vamos en mi coche. Estoy aparcado en la puerta de tu casa-
Ni que decir tiene, que terminándome de arreglar, bajé ilusionada las escaleras para encontrarme que don Fernando me esperaba en un bmw tan enorme como él. Parecía una cría a la que su novio la recogiera para ir a una fiesta y sin darme cuenta, nada más cerrar la puerta, le di un beso en los labios.
El muy cabrón no dijo nada de mi particular modo de saludarle y viendo que tenía problemas con el cinturón, me ayudó pero también lo aprovechó para pellizcarme uno de mis pezones. No me importó, comportándome como una zorra, gemí al sentir el contacto de sus dedos en mi aureola y con una sonrisa en mis labios, le pregunté a que se debía el honor.
-Ayer no pude agradecerte que me sirvieras de inspiración y por eso te traigo un regalo-
Que se hubiese acordado de mí, me encantó y sin poder reprimir un grito, empecé a abrir el paquete que me había dado. En el interior de la caja descubrí un sensual conjunto de “La Perla” y sin impórtame que al estar en la calle la gente se quedara mirando, lo saqué para verlo mejor. Era precioso, al ser de encaje y de esa tienda, debía de ser carísimo por lo que con gusto se lo agradecí con otro beso.
Mi jefe soltó una de sus carcajadas al ver mi alborozo y en contra de lo que me ocurrió en el pasado cada vez que le oía, no me importó. Estaba ya guardándolo en su envoltorio, cuando escuché su voz:
-¿No te lo vas a probar?-
-¿Aquí?- respondí medio cortada.
Se me quedó mirando seriamente y entonces supe que no podría dejar de satisfacer sus bajos instintos. El rubor no tardó en subirme por las mejillas pero cumpliendo sus órdenes, me bajé las bragas que llevaba y cuando ya iba a meterlas en el bolso, don Fernando me las pidió. Su descaro me terminó de convencer y riendo, le susurré al oído:
-A este paso, ¡Me va a dejar sin ninguna!-
Reconozco que casi me corro al ver que, cuando se las llevó a la nariz, algo se alborotaba en su entrepierna. Por primera vez, noté que ese frio ser se excitaba conmigo y por eso tratando de provocar su deseo, me giré para que tuviera un mejor ángulo de cómo me ponía las que me acababa de regalar. Sus ojos fijos en mis muslos hicieron que mi sangre hirviera y sin importarme un carajo el tráfico de esa hora en Madrid, me desabroché la blusa para que disfrutara de mis pechos en libertad. Su pene cada vez más tieso bajo su pantalón me confirmó que iba en buen camino por lo que despojándome del sujetador, pellizqué mis pezones mientras le preguntaba si le gustaban.
-No sabes cuánto- respondió con la voz entrecortada.
N me llegué a ponerme la parte de arriba del conjunto porque sin preguntarle me agaché y bajando su bragueta, liberé el ansiado miembro con el que llevaba soñando dos días. Su tamaño era tan enorme como el de su dueño pero para mí era un alimento que necesitaba catar con urgencia. Abriendo la boca, fui introduciéndolo lentamente. Mis labios pudieron disfrutar de la suavidad de su piel mientras mi lengua se dedicaba a bañar con saliva tan adorado instrumento.
Me encantó escuchar que mi jefe confesaba en voz alta que había deseado que se la mamara desde que vio mi cara de puta en el dosier. Sin conocerme, me dijo que ya se había corrido varias veces soñando con mi boca. Sus palabras terminaron de calentarme y llevando mis dedos a mi entrepierna empecé a masturbarme mientras su pene se incrustaba en mi garganta. Sé que los automovilistas de nuestro alrededor se dieron cuenta de lo que ocurría pero lejos de cortarme, saber que estaban mirando espoleó mi deseo y deslizando mi cabeza hacia arriba y hacia abajo, fui absorbiendo en cada movimiento más porcentaje de ese portento. No comprendo como pude embutirme todo ese grueso tronco en mi garganta, pero antes que me diera cuenta mis labios besaron la base de su pene.
Mi jefe soltando una mano del volante, me empezó a acariciar.  La mezcla de sensaciones, su falo en mi boca, mis dedos en mi clítoris y sus yemas recorriendo mi ano, me provocaron un gigantesco orgasmo que coincidió con la explosión de semen en mi boca. Con mi cuerpo convulsionando sobre el sillón, comprendí que esa mamada era vital en mi futuro y con auténtica desesperación, usé mi lengua para recoger, cual cuchara, la simiente que puso a mi disposición.
Los gemidos de don Fernando me confirmaron que le estaba gustando y por eso, cogí con mi mano su formidable instrumento y no cejé hasta dejarle bien ordeñado. No os lo podréis creer pero fui la mujer más feliz del mundo cuando habiendo terminado, escuché:
-Menudo dinero más malgastado, las dos putas de ayer no se te comparan-
Cualquiera se hubiese indignado de que su hombre las comparara con unas profesionales pero, a mis oídos, sus palabras me sonaron como el mayor de los piropos. Saliendo de debajo del volante, le miré y sonriendo dije:
-No las necesita, para eso me tiene a mí-
Atisbé o creí atisbar un ligero cambio en su semblante. Ese adusto hombre, haciendo un esfuerzo, consiguió que en su cara no se reflejara la satisfacción que experimentó al oír mi confesión pero para su desgracia su pene le traicionó. Como si tuviera vida propia, se tornó inhiesto y duro al escucharme. Sabiendo que estábamos a punto de llegar a la oficina y que no tenía tiempo para hacerle otra felación, le di un beso a ese querido glande y tras ocultarlo debajo del calzón, le subí la bragueta.
-No quiero que se me enfríe- comenté al ver la extrañeza de su dueño.
Don Fernando sonrió y dándome las gracias, me empezó a hablar de trabajo. El amante había desaparecido, surgiendo entre sus restos el odiado jefe que tanto me atraía. Os parecerá una locura, pero observándole mientras me daba órdenes, no supe quién me gustaba más, el pervertido o el hijo de perra, lo único que saqué en claro era que estaba jodida. Uno me usaba y el otro me explotaba e incomprensivamente, yo me encontraba en la gloria con ambos.
Al llegar a la oficina, estaba entusiasmada. No solo todavía tenía el sabor de su semen en mi boca sino que estaba convencida que, a partir de esa mañana,  don Fernando iba a sacar punta a su lápiz muchas veces entre mis piernas.  El duro trabajo al que me sometió durante esa jornada, no perturbó en lo más mínimo mi buen humor porque cada vez que entraba a su despacho, la adrenalina me subía pensando que en cualquier momento ese maldito me pondría a cuatro patas.
Medio desilusionada, vi que eran las ocho y que mi jefe empezaba a recoger su mesa. Pensando que tendría que espera a otro día, apagué mi ordenador. Estaba cogiendo mi bolso, cuando escuché que me llamaba. Al entrar en su despacho, mi jefe me preguntó si quería cenar con él. Aunque los labios de mi coño aplaudieron como locos al oír su invitación, supe que no podía perder mi oportunidad y mirándole a los ojos, le solté:
-De acuerdo, pero con una condición-.
El hombretón me miró cabreado, quizás pensando que le iba a pedir un pellizco de su cuenta bancaria y conteniéndose las ganas de abofetearme, me preguntó cuál era:
-Quiero que antes de irnos, me folle sobre la mesa de su despacho-.
Aterrorizada vi que se dirigía a la salida, estuve a punto de caer de rodillas implorando su perdón pero cuando ya temía que me dejara con las ganas, cerró la puerta con llave y girándose, sonrió:
-Eres una puta- dijo mientras se despojaba de sus pantalones.
Sin darle tiempo a echarse a atrás, me quité las bragas y subiéndome la falda, me agaché sobre la mesa, dejando mi culo en pompa. Mi jefe al llegar a mi lado, puso la cabeza de su glande entre mis lubricados labios y de un solo golpe, me clavó todos sus centímetros en mi interior. Fue alucinante experimentar como ese maromo entraba en mis entrañas llenándolas por completo. Nunca en mi vida había sentido una invasión tan masiva de mis órganos genitales y aun así grité de placer.
-¡Qué gusto!- sollocé al ser penetrada por tamaño estoque y esperando que no quedase nadie en la oficina que escuchara mis gritos, comencé a berrear como una loca.
Don Fernando podía superarme en edad pero lo que realmente me estaba doblegando era su hermoso pene estrellándose una y otra vez contra la pared de mi vagina. Me creía morir, acelerando sus movimientos de cadera mi odioso superior me estaba llevando al cielo antes de tiempo. Era tan enorme su instrumento que con cada estocada me faltaba el aire y solo cuando lo sacaba, mis pulmones podian respirar. No sé las veces que me corrí ante sus avances, de lo único que soy consciente es que cada vez que llegaba al orgasmo, ese indeseable seguía con su falo castigando mi ya rozado sexo.
Si de por sí estaba disfrutando como una perra, no os podéis imaginar lo que sentí cuando mi jefe comprendió que se aproximaba su clímax y cogiéndome entre sus brazos, me pegó a su pecho. Como si no pesara ni veinte kilos, me empezó a empalar subiendo y bajando mi cuerpo con él de pie. Con todo mi ser convulsionando de placer, ese hombretón me levantaba con una mano mientras con la otra apoyada sobre la mesa, mantenía el equilibrio.
-Dios mío- aullé al temer que ese salvaje me estuviera destrozando por dentro pero temiendo aún más que dejara de hacerlo, le pedí que continuara.
Don Fernando contagiándose de mi pasión, me mordió el hombro mientras se desparramaba en mi interior. He hecho el amor con muchos hombres pero ninguna de mis parejas había conseguido darme lo que ese maldito y llorando me volví a correr al sentir su leche anegando mi sexo. Agotada y satisfecha, me desplomé en sus brazos.
Mi jefe depositándome en el sofá, se empezó a acomodar la ropa mientras me decía:
-Esto solo ha sido un aperitivo, te prometo que mañana cuando te deje no podrás caminar ni a la máquina de fotocopias-
-Se equivoca- le respondí encantada por su amenaza – mañana es sábado y no trabajo-
-Eso te crees tú, si quieres seguir siendo mi secretaria, trabajarás cuando yo lo diga-
Bajé mi mirada al comprender que por mucho que ese capullo fuese el mejor amante de mi vida, también era el mayor hijo de perra con el que me había topado y yo su juguete, por eso, le prometí que pasara lo que pasase en la noche, ese sábado a las nueve estaría en mi puesto trabajando.

!

 

Relato erótico: “Diario de George Geldof – 4” (POR AMORBOSO)

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verano inolvidable2Diario de George Geldof – 4

Sin títuloYo volví a mi rutina semanal, esa noche y las siguientes las pasé follando con Desireé, trabajando en la finca, atendiendo a mis clases, practicando con la espada y la pistola, y pensando en el próximo encuentro, el cual llegó sin casi darme cuenta.

Como siempre, fuimos despedidos con la sonrisa de la madre y su deseo de que lo pasásemos bien y nos fuimos a la fuente. Volví a extender la manta colocando los apoyos como la otra vez, mientras les pedía que se desnudaran. Iban como la vez anterior, solamente con el vestido.

Al ver la misma disposición que el día anterior, se colocaron en la misma posición, lo que tuve que corregir, diciéndoles que una tenía que poner la cabeza sobre el apoyo, lo que hizo inmediatamente Mary Anne, luego les informé de que la otra debería ponerse a la inversa sobre ella, y que deberían estimularse el coño y el clítoris mutuamente.

-Y espero que me hayáis hecho caso y os hayáis dilatado bien, porque os voy a encular hasta cansarme.

Claudine se colocó a cuatro patas sobre su hermana, puso su coño en su boca y se inclinó para hacérselo a ella. Ambas comenzaron a lamerse y chuparse, en principio con cara de asco, pero como no se atrevían a contradecirme, poco a poco comenzó a gustarles.

Yo saqué el aceite de la vez pasada, me embadurné bien mi polla, unté bien dos dedos y se los metí en el culo a Claudine, que gimió un poco por el dolor de la intromisión.

Los moví en círculo, comprobando que dilataba bien, aproximé mi polla a su entrada y la fui metiendo poco a poco.

Ella dejó el coño de su hermana, levantándose y gimiendo más fuerte:

-AAHHMM. Despacio, me hace daño.

Detuve mi avance para que se fuese acostumbrando, y fui metiendo y parando hasta que entró toda. La mantuve un rato para que se acostumbrara y dilatara.

-OOHH. Me siento llena por dentro. –dijo Claudine

-Sigue comiéndole el coño a tu hermana. –Le dije yo.

Empecé un bombeo suave que fui incrementando poco a poco, acompañado por suaves lametazos a mis huevos que me daba la hermana a indicaciones mías, mientras recorría el coño.

Pude sentir, por las contracciones de su ano, que tuvo al menos dos orgasmos.

Yo les animaba a seguir, mientras le daba azotes en el culo cuando casi sacaba mi polla, para seguidamente meterla con fuerza.

Cuando alcanzó su tercer orgasmo y aprisionó mi polla, no pude aguantarme más y me corrí abundantemente dentro de su ano.

Luego, tras sacarla, les hice rodar por el suelo y colocarse en el apoyo contiguo, pero esta vez con Claudine debajo, y les di la orden de seguir con lo que estaban.

Mi erección no había bajado del todo, y, tras limpiarla de algunos restos, me la estuve acariciando mientras veía lo que habían llegado a aprender en materia de darse mutuamente placer, lo que ayudó mucho para que se me pusiese dura otra vez.

Repetí la escena con Mary Anne. Unté bien su ano con aceite, probé con mis dedos el acceso, unté nuevamente mi polla procedí a meterla lentamente en su culo, con pequeños avances. Ella se tensaba y flojaba cada vez, soltando algún gemido

-HUUMMPF.

Pero al cabo de poco tiempo, la tenía toda dentro.

Estuve un rato quieto para que se acostumbrara.

-FFFFFFF. Tenías razón, hermana, también me llena completa.

Empecé mi mete–saca despacio y le pedí a Claudine que atendiera bien a mis huevos y tronco al salir.

Esta vez conté cuatro contracciones de su culo antes de que, a la quinta, le llenase también el culo, pero con menos cantidad.

De nuevo caímos derrengados sobre la manta, donde estuvimos un buen rato recuperándonos. Tras lo cual, nos fuimos a lavar, primero ellas y detrás yo, por lo que pude observar su andar incómodo y cómo manaba mi leche de sus culos y les caía por las piernas.

Mientras me lavaban, les dije:

-Quiero follarme a vuestra madre.

-¿Quéeeeeeee? –respondieron a una.

-Lo que habéis oido. Quiero follarme a vuestra madre. Ya que ella está también interesada en esto, quiero que participe en las tareas para conseguirlo.

-Pero ella no puede venir con nostras. Tiene que quedarse con mi padre y los tuyos.

-Me da igual otro día, el caso es que participe.

-Bueno…….. –dijo Mary Anne dudosa- Mi madre también ha comentado algo así.

-¿Ah sí? ¿Y que os ha dicho?

-Nos ha dicho que, si quieres, los martes por la mañana, sobre las 10, podría ir a una cabaña abandonada que hay cerca del linde de nuestras tierras con las vuestras, en el antiguo camino de la montaña. Es un sitio que cae cerca de ambas casas, solitario y no cuesta mucho llegar.

-(Jodeeer, estas tías van muy por delante de mí. –Pensé yo.)

-Conozco el lugar. Estaré allí el martes a las 10 de la mañana. Espero que no falte.

Di por terminada la conversación y salimos del agua.

Como siempre, dimos buena cuenta de la merienda, volvimos a casa con algunos problemas al sentarse, hubo un doble intercambio de señas y confirmaciones, aunque esta vez se movieron poco y despacio. No sé que dirían cuando las vieran moverse constantemente para encontrar acomodo a su culo. Ni se lo pregunté.

El martes siguiente llegó y yo aparecí por la cabaña unos minutos antes de las 10. Sin embargo, ya había un caballo atado a una cerca con abrevadero, donde até el mío también, procediendo a entrar en la vivienda.

Lo primero que observé al entrar era que no estaba muy abandonada, ya que no se observaba polvo ni suciedad por ningún sitio, constaba de una sola habitación, con un fogón en un lado y una cama grande en el otro, con una cortina de separación, que permanecía abierta, una mesa grande y tosca en el centro con varias sillas alrededor igual de toscas y un jarrón con flores encima. En un lado, había un altillo en el que se veía lo que parecía otra cama o catre. La puerta tenía una cerradura y las ventanas postigos y cortinas.

La ropa de la cama parecía nueva y se encontraba perfectamente hecha y se veía un aguamanil con su palangana, toalla y jarra de agua.

En la habitación había dos mujeres, Amanda Dankworth y una criada, que se volvieron al entrar yo.

-Vaya, eres muy puntual. –Dijo Amanda, la madre.

-Procuro serlo, máxime cuando una dama me espera, pero permítame una pregunta… ¿Esto no es una vivienda abandonada en medio de la nada?

-Entiendo a lo que te refieres. Permíteme que te lo explique. Como comprenderás, no iba a meterme en cualquier chamizo sucio y lleno de piojos, ratas y cualquier otro animal, por lo que he mandado que arreglaran esto. Además, te presento a Brigitte, una de las muchachas a mi servicio, que se encargará de que se encuentre limpio para cuando vengamos.

-Encantado Brigitte. –dije.

-No te molestes en entablar conversación con ella. Es muda desde que unos soldados invadieron su pueblo en Francia, la violaron y torturaron, metiéndole el palo de una lanza por la boca y destrozándole las cuerdas bucales, pero es muy servicial, trabajadora y lo mejor: no se va de la lengua, je, je, je. Espéranos fuera, Brigitte, y cierra la puerta al salir.

Ella salió, dejándonos solos. Inmediatamente Amanda me dijo:

-Espero que seas la mitad de bueno de lo que me han contado. Si es así, vamos a pasarlo muy bien.

-Creo que te equivocas. No he venido a entretenerte ni a darte gusto. Tu quieres una cosa y estás dispuesta a todo para conseguirlo, incluso utilizarme a mi, pero ya que soy el utilizado, soy el que impone las reglas. Como les dije a tus hijas, harás lo que te diga, cuando te lo diga y como te lo diga. Tu máxima será darme placer a mi. Solamente te dedicarás a ello. Y tendrás el placer que yo quiera darte. Aquí seré tu amo, tu la esclava. Si no te gusta, puedes marcharte ahora mismo y deshacemos el trato. ¿Lo has entendido?

-Si

-¿Si, qué?

-Si amo -dijo bajando su cabeza.

-Desnúdate. Rápido

Se quitó el vestido, mostrando que no llevaba nada debajo. Ante mi mirada dijo:

-Ya se que te gusta que las mujeres queden desnudas con rapidez.

Observé que no llevaba ni un solo pelo en el coño. Ante mi mirada de extrañeza, me dijo:

-¿Te gusta? Es una costumbre que aprendí cuando estuve viviendo en Francia. Es la última moda allí. Mis amigas de allí, con las que me carteo y visitamos, me mantienen informada de todo las novedades que se presentan.

-Me parece muy bien –dije sin darle importancia- pero ahora, desnúdame a mí.

Ella lo hizo despacio, recreándose con cada trozo de piel que descubría. Cuando bajó mis calzones dijo:

-¡¡Vaya lo que tenemos aquí!! No me habían engañado. No se si lo voy a disfrutar o a sufrir cariño.

-(Maldita puta, otra que me dice que la tengo pequeña. –pensé yo, y estuve apunto de marcharme, pero en cambio…)

Me acerqué a la mesa y me senté en una de las sillas, después de colocarla convenientemente.

-Ven aquí y recuéstate boca abajo sobre mis rodillas.-Le dije.

Obedeciendo, se colocó como había pedido. Puse una mano en su espalda y con la otra comencé a acariciar su culo con movimientos circulares hasta que oí un suave ronroneo.

ZAS. La sorprendí con una fuerte palmada que dejó mis dedos marcados en su culo y mi mano roja y dolorida.

-¡AAAAHHHGGG! ¿Pero qué te has creído, maldito niñato? ¿Cómo te atreves a pegarme? ¡Te voy a ………….!

-¡Cállate! Si no estás de acuerdo te vistes y te vas. Aquí has venido a hacer lo que yo diga y aguantar lo que te haga. –Dije con mi expresión más salvaje y dura que pude.- Pensaba darte dos azote por olvidarte de llamarme amo y decirme cariño, pero ahora serán seis por la falta de respeto añadida.

Se quedó callada un momento y empezaron a caerle lágrimas, pero al fin, volvió a recostarse en mis piernas, al tiempo que decía:

-¡Por favor, amo, tráteme con cuidado!

Volví a colocar mis manos en la espalda y culo respectivamente y comencé mis caricias de nuevo. Estaba tensa. No disfrutaba.

-Relájate y disfrutarás. Separa bien las piernas.

Ella las separó, yo seguí acariciando. Cuando me pareció que estaba ya algo relajada:

ZAASSS Nueva y fuerte palmada.

-AAAAYYYYYYY Duele mucho, amo.

Seguí acariciando su culo, pero esta vez bajando mi mano entre sus piernas y frotando su coño depilado con suavidad. Alternaba movimientos circulares en su culo con verticales sobre su coño.

ZAASSS Nueva y fuerte palmada.

-AAAAYYYY Duele, amo.

Parece que le dolía menos. Seguí acariciando su culo y alternando los movimientos circulares y los verticales.

ZAASSS Nueva y fuerte palmada.

-AAAAYYYY

Menos todavía. Seguí con mis movimientos.

ZAASSS Nueva y fuerte palmada.

-AAYY

Menos todavía. Seguí con mis movimientos.

Su coño se iba abriendo como una granada, estaba mojado, pero seguía sin tocarle los puntos que ella quería.

ZAASSS

ZAASSS

Seguí con mis caricias. Bajé a su coño que parecía una fuente. Coloqué mi dedo medio a lo largo de su raja y empecé un movimiento arriba y abajo, que terminaba chocando con su clítoris.

Empezó a jadear con fuerza y a clavar sus dedos en mi pierna y en la silla hasta que le saltó un orgasmo fuerte y largo que la hizo gritar como si estuvieran torturándola

-AAGG SIGUEEE. ¡ME CORROOO! ¡ME CORRO AMO SIGUEEE!

Se quedó como ida durante un buen rato, y comenzó a resbalar hasta el suelo, donde quedó tumbada durante un tiempo.

Cuando se recuperó, dijo

-¡Dios mío! ¡Nunca había tenido un orgasmo así! Realmente, no he tenido nunca un orgasmo.

Yo, que estaba totalmente empalmado, le dije:

-Estupendo entonces. Hemos terminado por hoy. Vístete y vete.

Ella, mirando mi erección, me dijo:

-¿Y te vas a quedar así? ¿No quieres relajarte conmigo?

-Hoy no te lo has ganado. Vete.

Ella sacó unas prendas de un bolso que no había visto y se las puso, eran unas bragas de extraño diseño y una camiseta también un tanto rara.

-¿Te gustan, amo? Son diseños de París. Mi ropa interior la traigo de allí.

-Me parece muy bien.-Dije mientras seguía mirando su cuerpo sin moverme.

Cuando terminó, dudó un momento, pero abrió la puerta y se fue.

Inmediatamente entró Brigitte dirigiéndose a la cama, probablemente con intención de arreglarla de nuevo, pero al ver que no la habíamos tocado, se dio la vuelta mirando alrededor.

Me miró, miró mi polla erecta, volvió a mirarme y volvió a mirar mi polla.

-¿Te gusta?

Afirmó varias veces con la cabeza.

-(Menos mal que hay una que no le preocupa el tamaño. –Pensé)

-¿Por qué no te desnudas y la disfrutas?

No tardó ni un segundo en quedarse totalmente desnuda. Tenía un cuerpo precioso, lleno de curvas cada una en su sitio, unos pechos generosos y un coño no muy peludo.

-Vaya, tu no te lo afeitas a la moda Francesa, como tu ama.-comenté.

Ella negó con la cabeza mientras se acercaba. Se arrodilló ante mi y se la llevó a la boca, comenzando una felación donde se no taba que tenía gran experiencia.

Empezó lamiendo desde la base hasta el prepucio, ensalivándola bien, para luego metérsela en la boca toda entera, hasta que le dio un amago de arcada, pero la tenía toda completamente dentro. No sé como lo hacía, pero al mismo tiempo me masajeaba con la lengua. No usaba las manos, solo su boca. No duré ni cinco minutos. Por primera vez en mi vida, fui eyaculador precoz.

Ella tragó todo, limpió bien mi polla y se enderezó siguiendo de rodillas.

Tenía la mano en su coño y se acariciaba.

-¿Nos has oido? –le dije.

Afirmo con la cabeza

-Estas excitada

Nueva afirmación

-Se ve que tienes experiencia en esto, ¿verdad?

Afirmó otra vez

-¿El conde?

Pareció dudar, pero afirmó.

-¿La condesa?

Negó

-¿Alguien más de la casa?

Afirmó

-¿Quién?

Hizo unos gestos con la mano.

-¿Intentas decirme algo? ¿Esos gestos quieren decir algo?

Afirmó

-Me gustaría saber que dicen, pero antes…. Vamos a solucionar lo tuyo.

La tomé de la mano y la llevé a la cama. La puse boca arriba y comencé a besarla. Sus labios, su cuello, lamí los lóbulos de sus orejas, acaricié sus pechos y lamí y chupé sus pezones, bajé hasta su coño, que me recibió empapado, con un clítoris exageradamente grande, que enseguida me puse a chupar y lamer.

Ella se retorcía, y era extraño no oírle emitir ningún sonido. No sabía si le gustaba o le hacía daño. Solo mi experiencia me decía que disfrutaba.

Su orgasmo llegó pronto y llenó mi boca de gran cantidad de flujo, hasta el punto que pensé que se estaba orinando.

Cuando se recuperó, me miró con una sonrisa e hizo unos movimientos con sus manos. Yo le sonreí también, me enderecé y le mostré mi polla otra vez enhiesta. Ella asintió y volví a mis besos por sus labios, cara y cuello, mientras se la metía poco a poco. Era tremendamente estrecha, la sentía tan aprisionada que pensé que se la había metido por el culo. Cuando llegó al final, hizo otros gestos con la mano mientras tomaba aire.

Tras una corta espera, comencé a moverme en su interior, lo que provocó que su respiración se acelerara nuevamente. Durante un buen rato estuve bombeando a placer, sintiendo sus corridas y volviendo a empezar. Cuando me sentí próximo a correrme, me incorporé y acompañé mis embestidas con una frotación circular con el pulgar sobre su clítoris. Cuando sentí que se había corrido, la saque, y en dos meneos, me corrí sobre sus tetas.

Nos acostamos juntos y abrazados. Ella se quedó dormida y yo estuve admirando sus pechos, su figura llena de curvas. Pese a que era algo baja de estatura, lo tenía todo muy bien colocado.

Mis pensamientos pronto evolucionaron a la situación que me había llevado allí, analizando a la madre, las hijas, incluso al padre, que tan honorable parecía.

Cuando despertó, parecía desorientada, pero pronto se centró y comenzó a darme besos y a gesticular con las manos.

-Hey, hey, hey. Para, para. Que no te entiendo. ¿Por qué no empiezas enseñándome lo que significan esos gestos?

Y comenzó a explicarme, con gestos, una libretita y un lápiz que llevaba. Cuando me marché, ya sabía decir los nombre con signos y alguna otra palabra tan sencilla como inútil por el momento.

Quedamos en que iría todos los días, excepto domingos y los días que quedase con ellas, ya que ella tenía que ir a revisar y limpiar la casa, debiendo tenerla en perfecto estado de uso.

Le pregunté si la señora traía a alguien más, pero negó tal hecho. También me enteré que vivía con un sirviente de los señores, el mayordomo, que la compartía con el amo a veces, y que a ambos les gustaba que se la chupase, pero nunca se preocupaban por su placer, por eso, cuando yo le di tan maravilloso orgasmo y luego la hice repetir hasta desfallecer, se sintió morir de felicidad. Después de esto no me extrañó que fuese tan estrecha.

Yo le dije:

-Se hace tarde, volvamos.

Ella me dio a entender que tenía que dejarlo todo recogido y que volvería más tarde. Yo me fui a casa a esperar mi hora con Desireé.

Al siguiente día con las hermanas, seguí profundizando en sus culos, que parece que no les molestaba tanto. La madre parecía más seria y no gastó bromas, solamente los saludos de rigor.

Los demás días, iba a la cabaña, donde Brigitte me enseñaba el lenguaje de signos, el cual aprendía con rapidez. Follábamos hasta que le sacaba un par de orgasmos y me volvía a mis quehaceres.

El martes siguiente, volví a la cabaña también unos minutos antes, encontrando fuera a Brigitte, sentada en un banco junto a la pared. El caballo de Amanda estaba atado en el mismo lugar de la otra vez. Pasé por delante de Brigitte guiñándole el ojo y entré en la cabaña.

Amanda me esperaba desnuda y de rodillas en el suelo.

-Veo que has aprendido la lección. Colócate boca abajo sobre la mesa, con los pies en el suelo y bien separados. –Le dije mientras me desnudaba.

Ella se puso, obediente

Acaricié su culo y su coño insistentemente.

-¿Me va a castigar otra vez, amo?

-Cállate. Ya te enterarás.

Enseguida empezó a moverse, informando sin querer de su excitación. Unas palmadas, no excesivamente fuertes en su culo, pero lo bastante para ponerlo rojo, fueron el preámbulo a la entrada de mi polla en su coño.

-Despacio amo, por favor! Me hace daño.

Yo que también la notaba estrecha, me dije (¡Vaya, otra mal follada! ¡Se ve que el conde tiene otras aficiones!)

Le pasé la mano por delante hasta llegar a su clítoris, cuya zona masajeé, mientras le iba dando un vaivén de entrada y salida, en el que, cada vez que entraba, presionaba un poco más, hasta que logré meterla completa.

-PFFFF ¡Qué gusto! –dijo soltando aire.

Empecé mi bombeo y ella sus gemidos.

-MMMM. ¡Siii!

La sacaba hasta que la cabeza quedaba en su entrada y masajeaba su clítoris, dejaba el masaje y la metía hasta adentro. Al momento, empezó a oírse el chapoteo de mi polla en su coño encharcado. Si notaba que iba a correrse, me detenía. Lo que le hacía soltar un bufido de decepción.

-BBFFFSS.

La tuve un rato al borde del orgasmo, hasta que la tomé por la cintura, la levanté del suelo y con ella empalada hasta el fondo, la llevé hasta la cama.

La coloqué igual que en la mesa y durante unos momentos más, seguí el “tratamiento”.

Me salí de ella, la acosté sobre la cama y me puse a su lado.

-¡Chúpamela!

-Si, amo. –dijo mientras se levantaba.

-¿A dónde vas? –Le dije

-A buscar la jofaina con agua y un paño para limpiarte, amo.

-¿Te he dicho que hagas eso?

-No amo, pero está manchada con mi flujo.

-¡Mira! –le dije cabreado- Me importa una mierda si tienes un flujo de guarra o no. Ponte inmediatamente a cuatro patas entre mis piernas y ponte a chupar. Y cada vez que vea una mala mueca, te cruzaré la cara con un bofetón.

No dijo nada más e hizo lo indicado. Empezó una felación con mucha menos técnica que Brigitte, lo que me confirmó que el conde no le prestaba las debidas atenciones.

-¿Te han follado muchos? –Le pregunté

-No, amo, después de mi marido, tú eres el único. –dijo levantando la cabeza y esperando.

-No te detengas, responde a lo que te pregunte y sigue con lo tuyo.

-¿Y porqué has querido que te folle?

-Les dije a mis hijas que hiciesen todo lo que fuese para que tu hermano se fijase en una de ellas y se casasen. Una de las ideas que les di fue que se hiciesen amigas tuyas y te pidiesen que le hablases bien de ellas.

Se metió mi polla en la boca, la sacó, y siguió:

-Cuando me contaron tus pretensiones, me encolericé, pero luego pensé que eras un joven en ebullición y que unos manoseos y unas pajas no hacían daño a nadie, y máxime si se conseguía el objetivo.

Nueva chupada

-Cuando volvimos el primer día, por la noche, después de la cena, las reuní en mi habitación y me contaron lo que les habías hecho y lo mucho que habían disfrutado. Eso me produjo una gran excitación, sobre todo el morbo de haberlas dejado excitadas, pero cuando intenté convencer a mi marido para que viniese a mi habitación, el decidió que estaba muy cansado y bebido y se fue a la cama. Casi no pude dormir.

Otra mamada.

-El segundo día, cuando me lo contaron, volví a excitarme más si cabe. Cuando fui a buscarle estaba roncando en su sillón favorito, por lo que me tuve que ir sola y frustrada.

Mamada

-Durante la semana, estuve buscando objetos para dilatar sus anos y lubricando y metiendo dedos para que se acostumbraran. Eso me mantuvo toda la semana excitada, por eso, el día que teníamos que ir de nuevo, les dije que intentasen que me aceptases en tus juegos, y que si lo hacías, te hablasen de esta casa.

Mamada

-¿He hecho bien, amo?

-(¡Maldita puta! Nos manipula a todos para que hagamos lo que ella quiere y encima nos creemos que lo queremos nosotros).

-Si, pero sigue, que quiero correrme, y no tires ni una gota.

Se puso a ello lo mejor que supo, hasta que sentí que me venía, con lo que sujeté su cabeza, se la metí bien adentro y le solté una abundante corrida.

Ella tosió y estuvo a punto de vomitar, pero aguantó bien el tirón y procedió a dejarla bien limpia.

-Veo que recuerdas mis instrucciones. Sigue a cuatro patas, pero ponte lo más arriba de la cama que puedas.

Una vez colocada, metí mi cabeza entre sus piernas y comencé a lamer su coño, mientras mojaba mi dedo en sus jugos y lo llevaba a su ano, frotando con movimientos circulares.

-Amo, como ya se de sus gustos, ya lo he traído dilatado. –Dijo ella.

Efectivamente, al hacer un poco de presión, mi dedo entró con facilidad.

Metí también el pulgar en el coño y comencé el movimiento oscilante, mientras atacaba su clítoris y aledaños.

La llevé varias veces al punto de orgasmo, deteniendo el avance y haciéndola gritar de la decepción

-¡Noooo! ¡Sigue amo, por favor!

Yo estaba disfrutando con su sufrimiento. Era la compensación a sus manipulaciones. Añadí alguna palmada en su culo para completar.

Cuando ya me pareció suficiente castigo (tenía la polla a reventar) aceleré los movimientos y me centré en su clítoris, lo que la hizo romper en un orgasmo tan fuerte como deseado, que la dejó sin fuerzas, cayendo sobre mi cara.

La aparté a un lado y me coloqué a la par de ella. Cuando se empezaba a recuperar, la hice ponerse de costado, dándome la espalda, mi mano bajo su cuerpo para alcanzar sus tetas, metí una pierna entre las suyas, obligándola a abrirse y le metí la polla en el coño, empezando a moverme. Mi otra mano, la pasé por delante para ir acariciando la zona del clítoris a la vez.

Poco a poco fue ganando en excitación hasta que tuvo su primer orgasmo. Seguí acompañándola mientras seguía gimiendo y diciendo:

-AAHHH. NO PARES. ES FABULOSO. SIGUE. SIGUE.

Con un nuevo estertor, volvió a correrse y yo saqué la polla de su coño y se la clavé en el culo, donde terminé corriéndome y provocándole un nuevo orgasmo.

Después de unos minutos de relajación, se levantó y comenzó a vestirse, diciendo:

-Tengo que volver. Mi marido llegará pronto.

Yo solamente asentí y la miré cómo se vestía. Cuando terminó, salió todo lo corriendo que su culo le dejó y se marchó, para dejar paso a Brigitte, que terminó de calmar mis ardores por el momento.

Esta situación se mantuvo durante mucho tiempo, con única diferencia de que al bajar las temperaturas, cambié la fuente por la casita cuando iba con las hermanas.

Mi hermano, cuando venía y estaban ellas, salía a pasear con ellas, unas veces con una de cada brazo cogida y otras con cada una por separado. Y cuando tenía oportunidad, probaba sus culos y bocas. Por las noches, antes de que se fuera a la taberna, comentábamos mis avances y averiguaciones y él me orientaba con nuevas ideas.

Mi madre, muy observadora como todas ellas, se dio cuenta de que algo pasaba casi desde los primeros días. Me preguntaba, pero siempre le daba largas, hasta que un día me habló seriamente y me preguntó que qué pasaba con las vecinas.

Yo no tenía inconveniente en ocultarle las cosas a mi madre, pero era incapaz de mentirle, por eso le dije:

-Está bien, mamá. Te lo contaré, pero has de prometerme que no dirás nada a nadie, incluso ni a papá.

-No puedo prometerte nada sin saber lo que me ocultas.

-No te preocupes por ello, pero yo no cuento nada si no guardas el secreto.

-Está bien. No diré nada a nadie.

-¿Ni siquiera a papá?

-Ni siquiera a papá.

Entonces le conté las maquinaciones de Amanda para conseguir que alguna de sus hijas se casara con mi hermano, mi propuesta y todo lo que hacía con la madre y las hijas (no dije nada de Desireé ni de Brigitte)

Cuando terminé pasó por todos los estados:

-TIENES QUE DEJARLO INMEDIATAMENTE.

-NO TIENES EDAD PARA ESO.

-¿INTENTANDO CAZAR A TU HERMANO CON MALAS ARTES?

-¿SERÁN ARPIAS?

Yo no me atrevía a abrir la boca.

-NO QUIERO VER A ESA GENTUZA EN MI CASA NUNCA MÁS.

-¡……. ! -Y siguió un buen rato, hasta que apaciguo un poco y empezó a cambiar.

-SE MERECEN LO QUE LES PASE.

-Y si tú y tu hermano os divertís con ellas, mejor para vosotros.

-PERO QUE NO SE OS OCURRA A NINGUNO CASAOS CON ALGUNA DE ELLAS, PORQUE OS MATO.

Se fue murmurando…

-¡SERan zorraaas…! ¡La madre que …..!

Y dejé de oírla.

Yo, que me estaba cambiando de ropa cuando me pilló, terminé y me dirigí a la calle. Al pasar por el salón, oí a través de la puerta entornada, que mi padre le decía algo exaltado:

-¿PERO ME QUIERES DECIR DE UNA VEZ QUÉ ES LO QUE TE PASA PARA ESTAR TAN ENFADADA? ¿HE HECHO ALGO QUE TE HA DISGUSTADO?

-No, tu no.

-¿ENTOCES, QUIEN HA SIDO, GEORGE? ¿HA HECHO ALGUNA TRASTADA?, PORQUE SI ES ASÍ, SE VA A ACORDAR.

Yo escuchaba nervioso.

-Mira, he prometido no decir nada, ni siquiera a ti.

-¿COMO? ¿SECRETOS EN MI CASA? ¡O ME LO CUENTAS O EMPIEZO A AZOTARTE HASTA QUE ME LO DIGAS!

Mi madre, asustada ante el genio de mi padre y de su violenta expresión, que hasta a mí me hizo temblar las piernas, dijo muy serena:

-Mira, como no quiero faltar a mi palabra, voy a ver si me acuerdo de la conversación, reproduciéndola en voz alta, pero tú no escuches.

-Haz lo que sea, pero cuéntamelo.

Y repitió la historia

Mi padre también montó en cólera y hablo de matarnos a mí, a mi hermano y a la condesa a sus hijas, al conde y a no se cuantos más. Pero mi madre le aconsejó:

-No podemos ponernos a mal con nuestros vecinos, e imagina el escándalo si esto se supiese. Nuestro hijo John podría resultar afectado en su futuro. Además ¡Deja que los niños se diviertan!, las más perjudicadas serán ellas.

Mi padre reflexionó un momento y dijo soltando aire.

-¡FFFFF! Tienes razón, como siempre. Pero anda, tira para el dormitorio que me tienes que contar por qué agujeros se las meten…

-Ja, ja, ja, ja. Si, querido, vamos, que yo no me acuerdo muy bien y también tengo interés en recordarlo.

Yo me alejé a toda marcha, satisfecho de que no hubiese pasado nada, de que hubiese sido perdonando y dando gracias a mi madre por su indiscreción.

Como he dicho, el tiempo fue pasando, con la complicidad de mi madre, a la que tenía que contarle mis aventuras, y mi cara de póquer ante mi siempre sonriente padre, como si yo no supiese que lo sabía.

No pasaba nada. De hecho, algún día, cuando yo salía a por mi caballo, ellos tomaban camino de su habitación. Y, por supuesto, después de contarle mis aventuras a mi madre.

Pero un día, el conde llegó al galope de los caballos de su carruaje, se bajó sin ayudar a su esposa y pidió al criado que salió a recibirle que tenía que hablar inmediatamente con mis padres. Yo me enteré por la noche, cuando Desireé me contó lo que había escuchado.

Al parecer, el conde llegó con un cabreo de aúpa porque había llegado a sus oidos que me acostaba con sus hijas, y eso era una afrenta que había que solucionar de inmediato.

Mi padre, le habló tranquilamente y le dijo:

-Mi hijo George es todavía demasiado joven para eso. Cuando vuelve de acompañar a tus hijas, nos cuenta todo lo que ha pasado, y confiamos plenamente en él. Por él, sabemos que tu mujer, Amanda, les ha dado instrucciones a tus hijas de hacer lo necesario para que mi hijo John se case con una de ellas, y que la misión de George era hablarle bien de ellas a mi hermano.

La madre estaba roja a más no poder.

-Si tus hijas ya no son doncellas, tendrás que buscar por otro lado –continuó mi padre mirando fijamente a Amanda- porque mi mujer se ha encargado de reiterarle encarecidamente cada día, que respete su virtud. Si tienes dudas, compruébalo tu mismo, o haz que lo compruebe un médico.

-Nosotros entendemos tu preocupación y queremos que sepas que nuestra boca estará sellada pase lo que pase, y nuestra puerta siempre estará abierta para vosotros. Lo único que no puedo garantizaos es que mi hijo John se case con una de vuestras hijas. Eso deberá decidirlo él.

El conde, más calmado, dijo:

-Perdona Richard. Me he dejado llevar por los impulsos. La verdad es que ni siquiera he hablado con mis hijas. Marcho avergonzado para hacer lo que tenía que haber hecho primero: preguntarles a ellas y comprobarlo. –Dijo el conde

-No te avergüences. Yo en tu lugar hubiese hecho lo mismo. –Dijo mi padre. Y le acompañó a la puerta con la mano sobre el hombro y dándole palmaditas.

La condesa, al pasar junto a mi madre, murmuró un gracias, que ambas sabían porqué era, pero que al conde debió parecerle que era por los consejos hacia mí.

Cuando se marcharon, ambos se echaron a reír y parece ser que mi padre llevó a mi madre a la habitación entre risas y palmadas en el culo.

Yo seguí visitando la cabaña, ya que Brigitte no le habían quitado la orden de mantenerla limpia.

Días después, Desireé vino a mi encuentro para decirme que mis padres me esperaban en la biblioteca y que fuese con rapidez.

Dejé mi trabajo y fui a ver qué pasaba.

Mi padre, estaba junto al aparador de las bebidas con una en la mano y mi madre sentada y con síntomas de haber llorado.

Me mandó sentar y me dijo:

-Hijo mío, ya es hora de que empieces a preparar tu futuro. Los últimos acontecimientos nos aconsejan que vayas fuera una temporada, y de paso que aprendas un oficio o una forma de ganarte la vida, porque como sabes, el ducado y las tierras que lo forman lo heredará tu hermano, como mayor y legítimo. Las tierras que tu padre te dejó, he conseguido ampliarlas, pero aún con todo no son suficientes para que puedas optar a matrimonios importantes que aumenten tu prestigio.

-Tu madre y yo hemos pensado –y mi madre volvió a llorar- que, aprovechando que mi primo Stephen, mayor del ejército de su majestad, viaja a la India para hacerse cargo del regimiento nosecuantos de lanceros, vayas con él y con su familia durante un tiempo, para que compruebes si puedes llegar a algo en el ejército, lo que te daría ya un importante prestigio, o si no, vuelves y buscaremos por otro lado.

-Lo que tu mandes, padre. Cuando será la partida.

-Pasado mañana. Prepara la maleta y despídete de quien quieras. Partiréis hacia Southamton, donde embarcareis para la India.

Yo me quedé sin palabras. Lo único que se me ocurrió fue:

-Gracias, padre. –Me abracé a mi madre y lloramos los dos. Mi padre se retiró discretamente frotándose el ojo.

Por la noche, acostados uno junto a otro, mientras acariciaba su coño despacio, pedí a Desireé que abandonara aquello y huyésemos, que nos fuésemos juntos a empezar nuestra vida en otro lugar, al fin y al cabo, tenía unas tierras que nos darían suficiente para vivir. Ella, que también estaba en ese momento acariciando mi polla, me dijo.

-¡Lo siento cariño, pero yo aspiro a algo más grande!

Yo me cabree, le dije que se fuera, que no quería volverla a ver, que mientras había estado a su lado, le había parecido bien, pero que ahora ya no, pues que se fuera a tomar por el ….

Luego me enteré de que no era por mi pene, sino por mi hermano. Pero estaba tan cabreado que cuando me fui, me despedí de toda la servidumbre, pero a ella, ni siquiera le dije adiós.

Solamente me había despedido anteriormente de Brigitte. Fueron, junto a mis padres, las dos únicas personas que echaría de menos.

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Gracias por vuestras valoraciones y comentarios. Sugerencias en privado a: amorboso@hotmail.com

 

Relato erótico: “Cinco días con la perturbada viuda de mi amigo” (POR GOLFO)

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NUERA4

 

Lunes

Sin títuloCuando recibí la llamada de su abogado, Pedro solo llevaba solo dos días muerto. Esa misma mañana, su esposa y un reducido grupo de amigos lo habíamos despedido en una sencilla ceremonia. Ni siquiera había tenido tiempo de asimilar que mi amigo, el gran triunfador, nos hubiera abandonado. Un accidente de avión había segado una vida de novela. Hijo de un científico y una contable, había heredado lo mejor de sus padres. Desde joven había sobresalido, sobre todos nosotros, gracias a su mente analítica y práctica. Con veinticinco años había creado una punto com y no había cumplido los treinta, cuando se la vendió a Microsoft, convirtiéndose en millonario. Guapo, atractivo y forrado, se había dedicado a vivir peligrosamente. Aunque se casó con una mujer de bandera, la velocidad y la adrenalina eran sus verdaderas pasiones. No hubo ningún deporte de riesgo que no tocara. En su despacho, estaba tapizado de fotos de él, practicando motociclismo, haciendo puenting, bajando en canoa un río, pero ni una de su mujer. No es que no la quisiera, creo que simplemente la consideraba  un trofeo que se exhibía por sí mismo.
Como amigo, era divertido y generoso, pero también  ególatra y pendenciero. Lo mismo podía invitar a cinco colegas a un crucero con todos los gastos pagados, que no volver a hablar a su primo por habérsele olvidado su cumpleaños. Yo, aunque tengo que reconocer que tenía envidia de su éxito, le quería como un hermano. Desde los veinte años, había vivido a su sombra y no me había ido del todo mal. No solo era mi amigo, también era mi jefe. Era su secretario  y con su desaparición, me enfrentaba a un futuro incierto. Por eso cuando  Manuel González me pidió que necesitaba verme esa misma tarde, no me extrañó porque creí que era parte de mis obligaciones laborales.
Al llegar a sus oficinas, estaba deprimido pensando que quizás fuese esa una de las últimas tareas que hiciera para Pedro. Había asistido a cientos de reuniones en ese lugar y por eso, con la familiaridad que da la costumbre, entré al despacho del abogado sin llamar.
-Manuel, ya estoy aquí. ¿Qué pasa?-, dije al verlo, no en vano había compartido con él multitud de veladas donde gracias a la cartera del difunto, el whisky y las mujeres habían corrido a raudales.
Desde detrás de su escritorio, se levantó y me rogó que me sentara. Tanta ceremonia me trastocó los esquemas, no era propio de su carácter y temiendo que tuviese órdenes de despedirme, me senté acojonado y hundido en el sillón, esperé a que hablara.
-Gracias por venir. Como sabes mañana se abren las últimas voluntades del Sr. León y como su abogado y depositario de las mismas, me fue encomendado entregarte este sobre con anterioridad-.
Temblando, lo recogí de sus manos y sabiendo que de nada servía prolongar esa situación, lo abrí para descubrir una carta manuscrita de Pedro. El abogado viendo mi indecisión, me preguntó si prefería que él me la leyera.
-Por favor-, le rogué-
Antes de empezar, González se puso las gafas y tomando aire, leyó su contenido:
José:
Si estás leyendo esta carta, es que estoy muerto. No tengo ni puta idea de cómo habrá sido pero estoy seguro que yo no la he cagado. Como seguro que  te imaginarás, lo que ocurra con la pandilla de parásitos que tengo por familia, me la suda. Solo me preocupa cual va a ser el destino de Lilith, mi mujer. Desgraciadamente, detrás de esa cara bonita, se encuentra una persona con fobia social que le cuesta relacionarse con personas que no son de su entorno. Si la dejo sola, caerán sobre ella cientos de aves de rapiña y en poco tiempo, habrá dilapidado mi fortuna…-.
 Aprovechando la pausa del abogado para tomar agua, pensé nada de lo que hasta entonces había leído me extrañaba. Era típico de él, el usar las palabrotas para desdramatizar los asuntos y más aún menospreciar a la gente de su entorno. Lo que no me cuadraba era que tenía que ver con ello.

-…Previendo ello,  he dejado toda mi herencia en un fideicomiso que se ocupe que no le falte nada a ella hasta el final de sus días. Tomar esa decisión fue fácil, lo difícil fue elegir alguien que gestionara dicho instrumento. Aun sin ser una lumbrera, de todos mis amigos, eres el único honesto y por eso quiero proponerte un trato que sé de antemano, no podrás desechar. Te he nombrado administrador único, con un sueldo de diez mil euros mensuales. Tu única función será que nadie la robe. Podrás disponer libremente de todos los bienes, pero te exijo a cambio que cubras todas sus necesidades y caprichos. Como es tan rara, esta buena y conmigo muerto, será millonaria, he dispuesto que durante los dos primeros años posteriores a mi fallecimiento,  si quiere seguir recibiendo mi dinero, no podrá casarse. Y para asegurarme que no haya moscones a su alrededor, deberás vivir en mi casa-.

 
 

Me quedé sin habla. Pedro, aún después de muerto, seguía siendo un puñetero ególatra. Le jodía pensar que su mujer rehiciera su vida y buscaba mi cooperación para seguirla teniendo atada. El cabrón sabía que no podría negarme a aceptar porque, además de ser una pasta, si no lo hacía, me encontraría en la calle. Pero no pensaba limitar a Lilith en nada. Si quería salir, que saliera. Si quería follarse al jardinero, que lo hiciera.

Manuel, me volvió a la realidad, dándome a firmar un montón de papeles.
-Es la aceptación del puesto y tus poderes-.
Aunque conocía casi todos los negocios de Pedro, el verlos relacionados me hizo darme cuenta de la magnitud de la herencia que debía administrar a partir de ese día. Por otra parte, me sorprendió descubrir que aunque mi amigo llevaba diez años casado con esa mujer, yo apenas había cruzado un par de frases con ella. Siempre pensé su retraimiento se debía a que no soportaba a los amigotes de su marido, pero este lo negaba y achacaba ese comportamiento a una cortedad patológica.
-Además de tonta, es tímida-, solía decir.
“Tendría que explicarle de antemano, las disposiciones de su marido”, pensé nada más salir del despacho. Esa casi desconocida iba a depender de mi gestión el resto de su vida y no quería que se enterara por el abogado.  Si ya sería duro saber que no podría disponer de su herencia directamente, sino a través mío, más lo sería enterarse que además tendría que compartir casa conmigo.
Nada más salir del despacho, llamé a la viuda y le pedí que me recibiera. A la mujer le extrañó mis prisas pero, aun así, me dijo que no había problema y que me esperaba. Era un Lunes en la tarde y la mujer vivía en Majadahonda, por lo que tuve, gracias al tráfico, casi una hora para preparar lo que le tenía que decir.
Al entrar en la casa que sería mi morada los próximos dos años, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Era como si el fantasma de Pedro, me diera la bienvenida. La criada me informó que la señora estaba esperándome en el salón y que por favor la acompañara.  En la casa se oía un piano. No tardé en descubrir que era Lilith, la que tocaba tan magistralmente.
“Toca bien”, me dije mientras me dirigía hacia ella. La mujer se levantó al verme. Vestida de riguroso luto, me pidió que le explicara qué era eso tan urgente que tenía que contarle. Viendo que de nada servía esperar, le expuse las directrices que su marido había diseñado. Tras lo cual,  le di mi opinión al respecto y le dije que, en lo que a mí se refería, en su vida ella podía hacer lo que quisiera.
En silencio, escuchó mi explicación. En su rictus nada mostraba que se sintiera indignada con mis palabras, al contrario, pareció tomárselas con satisfacción. Esperó a que terminara, y dijo como toda contestación:
-Si mi marido pensaba que es lo mejor para mí, así será. No encontrará en mí, queja alguna. Pedro creyó en su criterio, yo haré lo mismo. Desde ahora le aseguro que cumpliré con todas y cada una de las pautas que me marque-.
Oírla tan serena me tranquilizó, sobre todo porque no le había todavía explicado lo más difícil:
-Doña Lilith, su marido ha especificado que debo vivir aquí-.
Al ver mi incomodidad, sonrió:
-No se preocupe no me molestará su presencia. Será bueno que un hombre esté en la casa-.
Sin comprender, por qué esa mujer se tomaba tan tranquilamente todo, me despedí de ella prometiéndole que, al día siguiente, le acompañaría al abogado.
Martes.
La lectura de las últimas voluntades fue meramente burocrática, tanto la viuda como yo conocíamos el contenido de las mismas. Aun así al terminar, el abogado se había guardado una sorpresa, separándome de Lilith, me dijo que Pedro le había dejado otro sobre, pero que no me lo podía dar hasta el viernes. Al preguntarle por su contenido, me confesó que no tenía ni idea de que se trataba. Como no podía hacer nada más que esperar, decidí que me preocuparía por ese asunto cuando fuera su momento y saliendo al portal busqué a la mujer de Pedro.
Lilith me estaba esperando en la entrada. Al verme, preguntó si iba a acompañarle a la casa. Tardé en comprender sus palabras, ya que, ni siquiera me había mudado. Iba a hacerlo esa mañana. Comprendí que esperaba una contestación, por lo que le dije que iría más tarde, que no se preocupara. Bajando la cabeza, asintió y despidiéndose, se alejó por la acera. El chofer la esperaba en la esquina.
“¡Que tía más rara!”, pensé al quedarme solo. Hasta ese momento, creí que Pedro exageraba al hablar de su timidez, pero empezaba a dudar que no fuera verdad.
Pasé el resto de la mañana embalando mis pertenencias y cuando terminé, me dirigí directamente a la mansión de la viuda. Al llegar, la viuda recibiéndome en la entrada, me informó que la comida estaba preparada y que cuando quisiera podíamos pasar al comedor. Mirando mi reloj, descubrí que eran más de las tres y media y extrañado,  le pregunté:
-¿No ha comido?-.
-Nunca se me ocurriría empezar sin el hombre de la casa. ¿Por quién me ha tomado?-, me contestó, escandalizada.
Sin comprender su actitud, decidí no buscar problemas nada más llegar y pidiéndole perdón, la acompañé al comedor. Nada más sentarnos, entró el servicio con la sopa. Rutinariamente, la criada sirvió a la dueña de la casa y después a mí. Tratando de evitar cualquier enfrentamiento, esperé a que ella empezara, pero tras un minuto en el que ninguno de los dos había probado nada, Lilith me preguntó:
-¿No le gusta la sopa?-.
-Para nada, me encanta, lo único que estaba aguardando que usted empezara-.
Al escuchar mis palabras, sus ojos se abrieron alucinados:
-¡Esta es una casa decente!-. Dijo y antes que me diera cuenta de sus ojos brotaron dos gruesos lagrimones,- Me insulta si piensa que no sé cuál es mi papel. Mi padre y mi marido me enseñaron bien. Si lo que le ocurre es que no quiere comer conmigo, dígamelo-.
Completamente atónito y sin ser consciente de que norma moral había quebrado, decidí que lo mejor que podía hacer era tomarme la sopa y esperar que con eso se terminaran sus reparos. 
“Esta mujer debe de haber sido educada en algún tipo de secta”,  me dije al ver que al comenzar a comer, la mujer se había relajado y que había dejado de llorar. “El machismo que rezuman sus actos, es medieval. Nadie, hoy en día, piensa de esa manera tan arcaica”. Tratando de aprender a comportarme en su presencia, le pregunté que había hecho después de salir del abogado.
En el rostro de la viuda, se dibujó una sonrisa antes de contestarme:
-Fui al cementerio, a agradecerle a Pedro que no me hubiera dejado abandonada y que le hubiese elegido a usted como mi tutor. Después he venido a la casa y me he ocupado que en su habitación todo estuviese en orden, tras lo cual, he esperado que usted llegara-.
Analizando sus palabras, parecía como  si esa mujer creyera que de ahí en adelante, su vida consistiría en servirme. Tratando de reafirmar mis sospechas, traté de indagar sobre ese asunto y haciéndome el ignorante, le pregunté qué iba  hacer esa tarde:
-Eso depende de usted y de lo que necesite-.

No necesitaba más confirmación. Esa mujer estaba completamente alienada por sus creencias. “Seguro que ha sufrido abusos desde niña”, pensé al ver la naturalidad con la que tomaba su función. “esto tiene que cambiar”. Si Pedro me había encomendado cuidar de ella, eso era lo que iba a hacer. En ese momento alcancé a vislumbrar el significado de sus actos. Esa mujer que tenía enfrente era una presa fácil para cualquier desalmado y por eso su marido había buscado una solución alternativa. Confiaba en mí y que yo no iba a abusar de ella.

 
Observándola comer, me fijé por primera vez en su vestido. Aun siendo una mujer joven, no debía de tener los treinta, iba vestida como una vieja. Con la blusa abotonada hasta arriba y una falda muy por debajo de la rodilla, parecía una monja recién salida de la sacristía. Era tan grotesco su atuendo que, considerándome un buen observador, fui incapaz de determinar si su difunto marido tenía razón cuando se gloriaba de las virtudes de su cuerpo. Según él, esa muchacha era poseedora de las mejores curvas que había tenido la oportunidad de catar.

“Ya se verá”, murmuré mientras me tomaba el postre. Lo único que era evidente, es que esa mujer poseía una mirada extraña, parecía estar oteando contantemente su alrededor en busca de una presa. Prestando atención, era innegable su belleza pero, en contra de la lógica, nada en ella me atraía.
Al terminar de comer. Lilith me acompañó a mi habitación y sin que yo se lo pidiera, se puso a ordenar mi ropa colocándola en el armario. Tratando de familiarizarme con mi cuarto, entré en el baño. Me quedé impactado al encontrarme con una enorme estancia que tenía de todo, ducha, bañera, jacuzzi e incluso  una sauna. También noté que había una puerta en una esquina. Intrigado, la abrí y descubrí que el baño tenía comunicación con una coqueta habitación contigua. No tuve que preguntar a quién pertenecía, sobre un sillón, estaba el abrigo que esa mañana la viuda de mi amigo había llevado.
 “Están comunicadas”, cavilé mientras cerraba la conexión, “este cuarto debía de ser el de Pedro”.
No creí que fuera el momento de preguntar a su viuda, la razón por la que había optado a que, entre todas las habitaciones de la mansión, fuera esa su elegida.
“Ya tendré tiempo de hacerlo”, pensé. Algo en mí, me indicaba que no tardaría en averiguarlo. Entrando nuevamente a mi cuarto, Lilith me esperaba sentada en un sillón. Al verme entrar, me explicó:
-Ya he terminado y ahora, no sé qué espera que haga-.
-¿A esta hora que hacía con Pedro?-, contesté, pensando que así no metería la pata.
-Le servía un whisky en la biblioteca y mientras él leía, le acompañaba -, respondió con un brillo en los ojos que no supe identificar.
Deliberadamente intenté no cambiar el día a día de esa mujer y por eso acepté acompañarla hasta la sala de lectura y que me sirviera un whisky.  Aprovechando que estaba en la barra ocupada sirviéndome una copa, busqué entre los cientos de libros allí almacenados uno que me sirviera. No me fue difícil elegir, sobre la mesa, estaba la última obra de David Brown que no había leído. Cogiéndola  me senté en un sillón, a esperar que la viuda me trajera mi copa.
No llevaba leídas ni tres líneas cuando Lilith llegó con mi whisky. Agradeciendo sus atenciones, me concentré en el libro, pero entonces ocurrió algo que dio al traste todas mis intenciones. La esposa de mi amigo posando sus manos en mis hombros y sin avisar, empezó a darme un masaje. Estuve a un tris de levantarme pero, comprendiendo que mi lucha por cambiar la actitud de esa mujer era a largo plazo, dejé que continuara. Resultó ser una experta y al cabo de cinco minutos, me hallaba totalmente entregado a sus maniobras. No sé cómo lo hizo pero, cuando habiendo decidido que era suficiente, terminó, descubrí alucinado que no solo me había dejado llevar, sino que mi camisa se encontraba perfectamente doblada sobre la mesa y que estaba desnudo de cintura para arriba.
Aunque nada en sus actos había tenido ningún aspecto sexual, no pude dejar de pensar que si esa mujer era tan buena dando masajes, debía de ser una bomba en la cama y por primera vez, viéndola alejarse por la puerta, me fijé en su forma de andar. La mojigata había desaparecido y la mujer que en ese momento subía por la escalera, era una pantera que se contorneaba orgullosa de haber obtenido su primera presa.
Durante las siguientes horas, nada digno de mención ocurrió. Me pasé toda la tarde, leyendo y enfrascado en la lectura, no me di cuenta que había anochecido. Acababa de terminar un capítulo cuando tocando la puerta, la sirvienta me avisó que la cena estaba lista y que la señora me esperaba en el comedor.

Como no quería volver a meter la pata, cerrando el libró sin más dilación, me dirigí a su encuentro. Al entrar en la habitación, me quedé de piedra. Lilith me esperaba de  pie junto a mi asiento, enfundada en un vestido de encaje casi trasparente y adornada con joyas que harían palidecer a una reina. Sin saber que decir ni que hacer y sin comentar el cambio de aspecto tan brutal que había sufrido, me senté sin ser capaz de dejar de mirarla. Parecía una diosa. El delicado tejido completamente pegado a su piel sin enmascarar un ápice de su anatomía, realzaba su atractivo dotándolo de un aspecto seductor que hasta entonces me había pasado inadvertido. En su cuello, lucía una gargantilla de rubíes haciendo juego con unos impresionantes pendientes de la misma piedra.

 
La mujer consciente de mi mirada y de que mis ojos no podían  dejar de auscultar cada centímetro de su cuerpo, lejos de intentar taparse y así evitar la lujuria con la que la observaba, dijo:
-Disculpe, mi aspecto. Pero esta tarde me pidió que me comportara igual que cuando Pedro estaba vivo, y  él, no me permitía sentarme a cenar si no venía perfectamente arreglada-.
-Está usted, guapísima-,  tuve que reconocer lo evidente.
-Gracias-, me contestó bajando sus ojos. -Espero no resultar demasiado casquivana ante sus ojos, odiaría que me malinterpretara-.
Aunque sus palabras hablaban de recato, la mujer descaradamente estaba exhibiéndose ante mí. No era solo que llevase un escote exagerado, era ella misma y como se comportaba. Por ejemplo al servirme agua, se levantó de la mesa y acercándose a mi lado, se agachó de manera que pude disfrutar de un magnifico ángulo, desde el que pude contemplar su pecho en todo su esplendor. Era como si disfrutara, sintiéndose admirada. En su actitud creí incluso descubrir que ella misma se estaba excitando al reparar que bajo mi pantalón crecía sin control mi apetito. Tratando de evitar que el termostato de mi cuerpo saltara hecho pedazos, le pregunté por su dolor:
-Aunque Pedro nunca fue especialmente cariñoso, le hecho mucho de menos. Llevábamos casados nueve años y siempre que sus múltiples ocupaciones le permitían acompañarme, disfrutábamos de nuestra compañía-, contestó.
Involuntariamente, la viuda al rememorar las noches con su marido, llevó su mano a un pecho y sin darse cuenta, se pellizcó el pezón. Anonadado por lo excitante de esa imagen, no pude evitar que mi boca se abriera para decir:
-Teniéndola a usted, aquí, no comprendo a su marido. Yo no me separaría de su lado-.
Agradecida por mi piropo, se acercó y dándome un beso en la mejilla, me susurró que era tarde y que debía irse a la cama. No sé cómo pude evitar cogerla en ese momento y allí mismo hacerla el amor. Esa mujer anodina puertas a fuera de esa casa, me había subyugado en menos de doce horas. Aterrorizado, comprendí que si debía pasarme dos años compartiendo con ella la vida, irremediablemente caería rendido entre sus piernas, en cuanto ella me diese entrada.
“Por mucho que Pedro se jactaba de lo bella que era su mujer, siempre me había parecido una exageración hasta hoy”, pensé, mientras me terminaba el café.  Todo en ella rezumaba sexo. Sus piernas, sus caderas y sus piernas se habían convertido en mi obsesión. No podía dejar de soñar en cómo sería recorrer su piel con mis manos.  Intentando mantener un mínimo de sensatez,  reprimí mis oscuros pensamientos, recriminándome por mi falta de profesionalidad.
“ Es la dueña de todo, la viuda de Pedro”, repetía una y otra vez.
Pero seguía sintiéndome fatal.  Ver a su mujer como un objeto de deseo, sin siquiera esperar a que sus huesos se  enfriasen, no era propio de mí. Aunque no era un asceta,  nunca había perdido la cabeza por nadie. Por eso no conseguía asimilar  porqué la viuda de mi amigo me tenía trastornado.  Hecho polvo, subí a mi cuarto con la intención de descansar. Al entrar, escuché que Lilith estaba duchándose. La idea de tener a esa mujer desnuda a escasos metros era insoportable, tratando de evitar pensar en ella, me tumbé en el colchón. Al mirar a mi alrededor, asombrado me percaté que el cristal que había frente a la cama no era un espejo y que se veía con total nitidez la habitación de la mujer.
Aprovechando que seguía en el baño, salí al pasillo y entrando en su habitación, me percaté que desde el otro lado, si era un  espejo y que no se veía mi cuarto.
“¡Que raro!”, pensé, “debe de ser consciente que desde mi cuarto, veré todo lo que haga. ¡Es su casa!”.
Por mucho que traté de disculpar a mi amigo, no existía otra explicación a que Pedro fuese una especie de voyeur o que en su particular forma de ser quisiera tener controlada a su esposa hasta unos límites insospechados. Sabiendo que en ese instante no podía hacer nada para deshacerme de ese artilugio,  decidí dejarlo por esa noche y al día siguiente, arreglarlo. Esperando que la mujer saliera del baño para pasar yo, decidí cambiarme. No me había terminado de abrochar el pijama, cuando observé que salía del baño envuelta en una toalla. Aunque debía conocer que podía verla, Lilith, sin dar importancia al asunto, se sentó frente al espejo y empezó a peinarse su melena.
Avergonzado de mi comportamiento, me quedé mirándola ensimismado. Su belleza, al natural, era todavía mayor. Me sentía espectador de un peculiar reality que en contra de lo que ocurre en los de la televisión, si cruzaba la puerta que nos separaba, me toparía de bruces con la protagonista. No sé cuánto tiempo tardó en terminar de arreglarse el pelo, pero cuando terminó la situación se tornó todavía más incómoda. La viuda, dejando caer la toalla y quedando completamente desnuda,   cogió un bote de crema y comenzó a extendérsela por todo el cuerpo.  Ningún aspecto de su cuerpo quedó oculto a mi escrutinio. Sus manos, al recorrer sus pechos, los alzaron como sopesando el peso, antes de masajear descaradamente sus pezones.
Mi pene, cobrando vida propia, se alzó por fuera de la abertura del pantalón y yo, completamente subyugado por la visión que se me ofrecía, no pude más que acercarme para reducir la distancia que me separaba de ese portento de la naturaleza. Con mi nariz casi pegada al cristal, fui testigo de cómo esa mujer recorría con sus palmas su trasero. La mejor de las modelos de revista estaría envidiosa de la perfección del cuerpo de Lilith. Solo haciendo un gran esfuerzo, evité que mi mano diera rienda suelta a mi deseo, masturbándome. Pero el colmo fue cuando, dándose la vuelta, pude deleitarme con su sexo. Sexo perfectamente depilado, cuya desnudez llamaba a acariciar.
Tratando de evadirme de mis sentimientos, busqué en una ducha fría la tranquilidad que me faltaba. Pero no fue el agua helada, lo que calmó mi calentura. Lo que realmente cortó de plano mi lujuria, fue al salir del baño encontrarme a la viuda sentada tranquilamente en el sillón de mi cama. Sin comprender que hacía allí, esperé a que hablara. La mujer, aunque venía vestida únicamente con un picardías, parecía abochornada. Sus palabras me dejaron helado:

-Me imagino que mi marido le ha explicado mi problema-.

 
Mi cara debió reflejar tanta perplejidad que la mujer, mirando al suelo, prosiguió:
-Para que pueda dormir, debe de usted de atarme- dijo, mientras señalaba a través del cristal unas muñequeras adosadas a su cama.
Tardé en reaccionar y cuando lo hice, me negué en rotundo y sacándola de mi habitación, me despedí de ella.
-¡Usted no comprende!-, la escuché decir llorando, mientras le cerraba en las narices la puerta de su cuarto.
Indignado, volví al mío.
No era posible que mi amigo fuera un ser tan detestable que encadenara noche tras noche a esa pobre muchacha. “¡Que ser más despreciable!”, sentencié sobre Pedro. Hecho una furia, deshice la cama y cogiendo una sábana, tapé el falso espejo. Sabiendo que eso se tenía que terminar, traté de conciliar el sueño. Transcurrió largo rato hasta que la irritación se fue diluyendo y pude dormir.
No tengo conciencia de cuánto tiempo había dormido, cuando en mitad de un sueño, sentí que alguien acariciaba mi sexo. Todavía adormilado, abrí los ojos para descubrir a Lilith desnuda a mi lado. Comprendiendo lo delicado de la situación, intenté escapar de su abrazo pero la mujer, haciendo uso de una fuerza inhumana, me inmovilizó. Por mucho que quise liberarme, retorciéndome en la cama, no me fue posible y agotado, le grité que me dejara en paz.

No me hizo caso y con gran violencia, me desgarró el pijama, dejándome desnudo.  Asustado por su comportamiento, dejé de debatirme sobre las sabanas, momento que aprovechó la mujer para apoderarse de mi miembro. Tener mi sexo en las manos de una loca, me obligó a permanecer paralizado, temía que si la rechazaba me hiciera aún más daño. Al tenerme dominado, la perturbada de hacía unos instantes se convirtió en una máquina del placer y en poco más de un minuto, mi sexo había alcanzado su máxima longitud.

“No me puedo creer que esto me esté pasando a mí”, me dije mientras sentía que su boca engullía mi pene.
El miedo y la frustración fueron dando paso a la pasión y sin darme cuenta, empecé a colaborar con mi captora. Mis manos se posaron en su cabeza y marcándole el paso, dejé que la viuda devorara mi extensión.  Como si fuera la última vez que tuviera ocasión de tener la virilidad de un hombre en su garganta, Lilith consiguió introducírselo totalmente en su interior y alucinado experimenté como esa mojigata lo había engullido por completo y a sus labios recorriendo la base de mi pene. El placer no aplazó su llegada y cuando lo hizo, absorto, vi cómo se tragaba todo mi semen y en pocos segundos, como acababa con cualquier rastro de mi eyaculación con la lengua.
Si pensaba que ahí se había acabado todo, me equivocaba, porque sin darme tiempo a descansar, girando sobre sí misma, puso su sexo en mi boca. Todavía renuente a la forma que me trataba, tardé en responderla. La mujer, sin hablar y apretándome suavemente mis testículos, dejó claro que era lo que esperaba de mí y forzado por las circunstancias, comencé a acariciar su clítoris. Su aroma me embriagó y ya sin reparo, separé sus labios y usando mi lengua como si de mi pene se tratara, empecé a penetrarla mientras que con mis dedos torturaba su botón.
“Es maravillosa”, acepté en mi fuero interno.
No recuerdo cuantas veces llegó esa mujer al orgasmo solo con la acción de mi boca, pero tras media hora dándole placer, sentí que bajando por mi cuerpo, cogía mi sexo y sin pedirme opinión, se ensartaba de un solo golpe.
-¡Mierda!-, grité al sentir como la viuda de mi amigo lo forzaba hasta extremos impensables.
Me resulta imposible expresar con palabras, la manera en la que, usándome a mí, esa loca se apuñaló repetidamente la vagina con un ritmo infernal. Era como si su vida dependiera de ello y necesitara de mi simiente para sobrevivir. No paró hasta que por segunda vez, descargué en su interior.   
Fue entonces cuando dejándome descansar, me dijo mientras desaparecía por la puerta:
-Llevaba una semana sin sentirme mujer-.
Derrengado y nuevamente solo, lloré por la humillación de haber sido violado. Había sido un puto objeto en la lujuria de la viuda de Pedro. Y sin ser plenamente consciente de mi sentencia, deseé que los dos años de penitencia pasaran rápidamente.
También comprendí porqué, mi amigo, la ataba todas las noches.
“Esta mujer está loca”, sentencié y abrazando la almohada, intenté conciliar el sueño.
 

Miércoles.

Las horas de descanso me sirvieron para ver lo ocurrido bajo otra óptica. Al despertar y comprobar que seguía entero y que nada de lo ocurrido, me iba a dejar secuelas, empecé a ver el asalto sufrido como una anécdota más a contar.
La ducha me sirvió para limpiar los restos de infamia que podía albergar y más entero, me vestí y salí a enfrentarme con mi nueva vida. Los diez mil euros de salario de por vida, bien valían la noche de angustia que pasé en manos de esa mujer. Bajo los rayos de la mañana, lo absurdo de haber sido tomado contra mi voluntad por la mujer más impresionante que  hubiera soñado, me pareció en contra de la lógica y sobre todo porque pensándolo bien había sido mi culpa.
“Ella intentó evitarlo”, me dije al recordar que la noche anterior, fui yo quien se negó a atarla.
Pensando en ello, bajé por las escaleras de la mansión a desayunar. Ese día iba a ser mi toma de contacto con la herencia de  Pedro. Al entrar en el comedor, me encontré de frente con Lilith. La mujer al ver que entraba bajó la mirada y avergonzada ni siquiera me saludó.  Conociendo el grado de paranoia de la viuda, preferí hacer caso omiso  a su desplante y llamando a la criada, le pedí que me sirviera un café.
Al esperar que la criada me trajera mi desayuno, observé a la mujer.
Lilith, volvía a ser la apocada mujer que yo recordaba. Ataviada con una especie de túnica, parecía un ser asexual y no la hembra hambrienta que me había asaltado hace unas horas. Nadie me podía negar que esa muchacha que en ese momento, no podía levantar sus ojos de su taza, era una depravada sin valores que, ignorando el recuerdo de su marido muerto, se había dejado llevar por su instinto animal y sin ningún tipo de censura, se había lanzado en pos del placer sin importarle los sentimientos de su víctima.
Mirándola bien, no comprendí como era posible que usando la violencia esa mujer hubiera podido someterme. No podía pesar más de cincuenta kilos y yo, sin ser un adonis, con mi metro noventa, no era creíble que me hubiese comportado como un pobre cervatillo en manos de esa pantera.
Interrumpiendo mi reflexión, la oronda criada me sirvió el café.
-¿Desea algo más?-, preguntó rutinariamente.
-No, gracias-, le respondí de igual modo.
Quizás suponiendo por mi talante relajado que había olvidado la afrenta sufrida, la viuda de mi amigo me comentó:
-José, revisando los periódicos, creo que hoy debes invertir en Sun Microsistem. Me parece que si compras medio millón de acciones de esa compañía, debemos recuperar en un día al menos el veinte por ciento-.
 La insensatez de su consejo, me hizo levantar la mirada y enfrenté a ella:
-Pero, si esas acciones llevan tres meses de caída-.
-Por eso, hoy van a anunciar un nuevo producto. Si te adelantas, medio millón de acciones a cuatro setenta significa invertir dos millones trescientos cincuenta mil euros-.
-Es una locura-, respondí sin comprenderla.
-Hazlo y con los beneficios que obtengamos, quiero que me compres este collar de perlas cultivadas de Duran-, me contestó mientras me mostraba un folleto de esa joyería.
Como es lógico, tamaño disparate me agrió el café y sin responderle, salí rumbo a mi oficina.
Durante el camino, tratando de hallar un sentido a sus palabras, recordé las instrucciones de Pedro, donde específicamente me decía que debía cumplir todos sus caprichos.
“Puta loca, si quiere perder dinero es su problema. Yo, solo, soy un mandado”, recapacité recordando mi verdadero puesto, administrador de sus bienes.
Al llegar a la oficina, lo primero que hice fue cumplir a rajatabla semejante estupidez.
Durante toda esa mañana, no pude despegarme de la pantalla del ordenador y durante las primeras cuatro horas de funcionamiento de la bolsa londinense, la acción no hizo más que caer.
“Esto me ocurre por hacerle caso”, pensé al comprobar el desarrollo de la sesión.
Varias veces estuve a punto de deshacer las posiciones pero, al dar las doce, como si fuese un cohete, el valor de Sun comenzó a revalorizarse para acabar a las dos por encima de los seis euros. Sin comprender en absoluto, como esa mujer había adivinado el comportamiento de la bolsa, decidí en ese punto deshacer las posiciones, obteniendo un beneficio neto superior a los seiscientos mil euros.

“No me lo puedo creer”, dije al comprobar que en una sola jornada, había ganado más dinero que la suma de mis salarios de los últimos diez años. “Esta mujer es increíble”.

 
 

Entusiasmado, sin despedirme de mi gente, corrí a darle la noticia a Lilith.

Conduciendo hacia el chalet, cada vez que lo pensaba, la duda de que el éxito de Pedro se debía a su esposa fue haciéndose más patente. No podía ser casualidad que esa arpía hubiese dejado caer, como cualquier cosa, el mayor de los triunfos de mi carrera. Al llegar, la encontré tranquilamente sentada en uno de los salones de la mansión y sin poderme reprimir le comuniqué las buenas nuevas.
Ella, sin inmutarse, alzó su mirada y me preguntó:
-¿Dónde está mi regalo?-.
Desconcertado por su respuesta, le contesté que no sabía a qué se refería.
-Mi collar de perlas cultivadas-, completamente fuera de sí, me respondió-.
Cayendo en ese instante que me había pedido a cambio de su información esa joya, le pedí perdón. Lo que ocurrió a posterior es difícil de describir, levantándose de su asiento, la mujer se enfrascó en una locura destructiva, acabando en pocos segundos con el contenido de una vitrina de la habitación. Por mucho que intenté parar ese desastre no lo conseguí, hasta que reconociendo mi error, le prometí que iba enmendarlo comprándolo esa misma tarde.
-Le espero-, me dijo sentándose nuevamente en el sillón como si nada hubiese pasado.
Al no tener otra opción, llamé a la joyería y después de discutir con la empleada, conseguí que me abrieran la tienda a las tres.
Ya en el coche, no pude dejar de meditar sobre lo ridículo de la situación. Esa chiflada, quien sabe cómo, me había dado un soplo que nos había hecho ganar una fortuna y solo quería una décima parte del valor en un puto abalorio. Era un capricho caro pero, a fin de cuentas, era su jodido dinero y yo, su puñetero empleado.
En Durán, no pusieron ningún reparo a mi tarjeta de empresa y tras una breve transacción, me vi en la calle con un paquete valorado en sesenta mil euros. Al salir, no pude dejar de pensar en las palabras de la dependienta:
-Su mujer tiene un gusto magnifico. Lo que se lleva es una pieza única-.
Gracias a que durante los últimos años había servido de recadero de las excentricidades de Pedro, no me resultó fuera de lugar gastarme semejante cantidad de dinero en un capricho de su mujer, aun así, respiré aliviado al llegar y darle ese presente.
 Lilith, comportándose como una cría a la que le hubiesen concedido su mayor deseo, dando saltos de alegría, me dio un beso en la mejilla y como si nada hubiese ocurrido, me dejó patidifuso en el salón. Sin comprender lo ocurrido, me acerqué a la barra y poniéndome una copa no pude más que repetirme que cobraba una pasta inmensa por aguantar a esa loca.
Durante las siguientes horas, no supe nada de ella y aprovechando su ausencia, vacié el contenido de una botella. Con un porcentaje etílico superior a lo recomendable cuando me avisaron que la cena estaba servida, me acerqué al comedor para descubrir que la mujer de mi amigo me esperaba de pie en la entrada.  No pude evitar que la copa que llevaba en la mano se cayera, nadie está habituado a que le reciba un monumento casi desnudo con el único adorno de un collar tapando sus pechos.
-¿Le gusta su regalo?-, me preguntó, obviando que solo un delgado y transparente body recubría su anatomía.
Juro que fue un acto reflejo. Absorto en su hermosura, mis manos recorrieron el borde de su pecho antes de recalar en las cuentas del collar. Lilith no se retiró al sentir mi caricia, al contrario, sonriendo aceptó gustosa mi lisonja y pegando su cuerpo al mío, respondió pasando su mano por encima de mi pantalón.
Todavía hoy, no recuerdo que cenamos ni de qué hablamos. Lo único que me consta es que no pude retirar mis ojos de ella y que al terminar de cenar, esa mujer que solo unas horas antes se había comportado como una trastornada, se restregó sensualmente antes de despedirse. Dándole tiempo al tiempo, pedí que me sirvieran otro copa y con ella en la mano, subí a mi habitación.
Hirviendo de deseo, después de comprobar que estaba en la ducha, me tumbé en la cama soñando que repitiera puntualmente la misma rutina del día anterior. Ni siquiera me digné en cambiarme, desnudándome por completo, esperé a que esa joven saliera del baño y a través del cristal, poder contemplarla.

Lilith no se hizo esperar. Cumpliendo exquisitamente su ritual, salió enfundada en la toalla y sin perturbarse, comenzó a peinarse. Si la noche anterior, me había sentido apocado por mi examen, esta vez, cogiendo mi erección, me masturbé mirándola. Ajena a mis maniobras, esa muchacha terminó de desenredar su pelo y acto seguido, tranquilamente despojándose de vestimenta, se dedicó a pintarse las uñas de los pies mientras en el cuarto de al lado, dejaba que mi lujuria se desatara, observando obsesivamente el brillo de la humedad de su sexo.

 
Sabiendo que actuaba mal, eyaculé sobre el falso espejo sin importarme lo más mínimo. Esa mujer me tenía ofuscado y nada de lo que hiciera podía evitarlo. Conociendo los pasos que iba a dar, volví a la cama a esperarla. Ella, nada más acabar con su labor, sensualmente y mirando hacia mi habitación, se puso un coqueto conjunto de noche.
No tardé en escuchar que tocaba mi puerta, pero en esta ocasión sin salir de entre las sabanas, aguardé a que entrara.
-José, estoy lista-, me dijo recordándome que debía maniatarla.

-Hoy, no toca-, contesté esperando su reacción.
-¿Estás seguro?-, me respondió pasando la mano por su cadera.
Sin tomar en cuenta su consejo, la mandé a dormir, suspirando que no lo hiciera y sin apagar la luz, aguardé a que volviera. Observando a través del cristal, la vi tumbarse en su lecho e intentar ponerse las muñequeras que le servían de sujeción. Satisfecho comprobé que después de ajustarse una de las ataduras, le fue imposible cerrar la segunda y viendo frustrado su intento, se echó a llorar desconsoladamente.
Me mantuve impertérrito ante su sufrimiento y  completamente excitado, esperé su retorno. Los minutos se volvieron horas y mientras me debatía entre dormir o ir a su encuentro, la vi debatiéndose contra su deseo. Sus manos, separando sus piernas, se apoderaron de su sexo y retorciéndose, trató de evitar acudir a mi lado. Varias veces la vi desplomarse sobre el colchón a consecuencia de su orgasmo, las mismas que levantándose de la cama hizo un conato  de buscar el consuelo que mis caricias le podían ofrecer.
El reloj de mi muñeca ya marcaba las tres de la madrugada, cuando observé que, desesperada, se levantaba y salía de su cuarto. Abriendo mi puerta, sigilosamente, como un ladrón entra en una casa ajena, entró en mi habitación. Lilith se sorprendió al descubrir que seguía despierto. Indecisa, se mantuvo unos instantes en la entrada pero, al ver, que abriendo cama le daba cobijo entre mis sábanas, gateando por el suelo y maullando su deseo, acudió a mi lado.
La violadora de la noche anterior se transmutó en una dulce paloma al sentir que cogiéndola entre mis brazos, me apoderaba de sus labios. En esta ocasión iba yo a llevar la voz cantante, pensé mientras desabrochaba su sujetador de seda. Maravillado, no esperé que me diera permiso y tomando su pezón entre mis dientes, lo mordí cariñosamente. Su dueña, dominada por su naturaleza, gimió al sentir el mimo con el que trataba su aureola y cogiendo mi pene, empezó a masturbarlo.
Sacando fuerzas de mi flaqueza, la retiré a un lado y susurrándole al oído, le pedí que se estuviera quieta. La mujer refunfuñó al sentir que separaba sus manos pero al comprobar que deslizándome por su cuerpo, iba besando cada centímetro de su piel, se dejó hacer. Totalmente entregada, experimentó por primera vez mis caricias, mientras me acercaba a su sexo. El olor a hembra en celo inundó mis papilas al besar su ombligo. Disfrutando de mi dominio pasé de largo y descendiendo por sus piernas, con gran lentitud me concentré en sus rodillas y tobillos hasta llegar a sus pies.
Sus suspiros me hicieron comprender que estaba en mis manos y absorbiendo en mi boca los dedos que se acababa de pintar, alcé la mirada para comprobar que Lilith, incapaz de reprimirse, había hecho presa de su clítoris y poseída por la pasión, lo acariciaba buscando su liberación. Esa visión hubiera sido suficiente para que en otra ocasión y con otra mujer, hubiese dejado lo que estaba haciendo y escalando por su cuerpo, la hubiese penetrado, pero decidí no hacerlo y en contra de lo que me pedía mi entrepierna, hice caso a mi razón y prolongando su angustia, seguí incrementando su calentura.
La recatada viuda no pudo contenerse y al notar que mi lengua dejaba sus pies y remontaba por sus piernas, se corrió sonoramente. Yo, por mi parte, como si su placer me fuera ajeno, seguí lentamente mi aproximación. Deseaba con todo mi interior, poseerla pero comprendí que esa era una lucha a largo plazo y que de esa noche, iba a depender el resto de mi vida. Al llegar a las proximidades de su sexo, la excitación de Lilith era máxima. Su vulva goteaba, sin parar, manchando las sábanas mientras ella no dejaba de pellizcar sus pezones, pidiéndome que la tomara. Sin hacer caso a sus ruegos, separé sus labios, descubriendo su clítoris completamente erizado. Nada más posar mi lengua en ese botón, la muchacha volvió a experimentar el placer que había venido buscando.

-Por favor-, la escuché decir.

 
Sabiéndome al mando, obvié sus suplicas y concentrado en dominarla, la horadé con mi lengua. Saborear su néctar fue el detonante de mi perdición y tras conseguir sonsacarle un nuevo orgasmo, me alcé y cogiendo mi pene, lo introduje lentamente en su interior. Al contrario de la noche anterior, pude sentir como mi extensión recorría cada uno de sus pliegues y profundizando en mi penetración, choqué contra la pared de su vagina. Ella al sentirse llena, arañó mi espalda y me imploró  que me moviera. Nuevamente pasé de sus ruegos,  lentamente fui retirándome y cuando mi glande ya se vislumbraba desde fuera, volví a meterlo, como con pereza, hasta el fondo de su cueva. Lilith, sintiéndose indefensa, no dejaba de buscar que acelerara mi paso, retorciéndose. Pero no fue hasta que volví a sentir, como de su sexo, un manantial de deseo fluía entre mis piernas cuando decidí  incrementar mi ritmo.
Desplomándose sobre las sabanas, la mujer asumió su derrota y capitulando, mordió con fuerza la almohada. Como su entrega debía de ser total y sin apiadarme de ella, la obligué a levantarse y a colocarse arrodillada, dándome la espalda. Separando sus nalgas, unté su esfínter con su propio fluido. Tras relajarlo, traspasé su última barrera y asiéndome de sus pechos, la cabalgué como a una potrilla.
Gritó al ser horadada su entrada trasera pero permitió que siguiera violentando su cuerpo, sin dejar de gemir y sollozar por el placer que le estaba administrando. No tardé en llegar al orgasmo y eyaculando, rellené con mi semen su interior. Ella, al notarlo,  se dejó caer exhausta sobre el colchón. Haciéndome a un lado, la abracé y en esa posición, nos quedamos dormidos.
Jueves.
Me desperté sin ella a mi lado. Su ausencia sobre mis sabanas me resultó dolorosa. Esa noche no solo había disfrutado sino que había descubierto a una mujer tierna y cariñosa, a la vez que fogosa. Eran las ocho de la mañana y todavía me parecía oír sus gritos de pasión. Recordaba cada poro de su piel, cada caricia, cada beso y sobre todo su olor. Aroma dulzón de fémina regado de deseo. Había sido la noche soñada con la mujer más bella del planeta. Aunque había partido, al abrazar la almohada quedaba su rastro.
Con el ánimo recuperado, me metí a duchar. El agua, al caer cálida por mi cuerpo, me obligó a rememorar la humedad de su sexo y deseando verla, me sequé y afeité con rapidez. Al vestirme en mi cuarto, descubrí en el suelo uno de sus pendientes de perlas.    
“Lilith no debió darse cuenta que se le cayó”, pensé y recogiéndolo, me lo guardé para entregárselo, “con lo que es con las joyas, debe de estar sufriendo”.
Como los otros días, la encontré desayunando. Envuelta en una bata y sin peinar, seguía siendo preciosa. Acercándome a ella por detrás, le di un beso en la mejilla y enseñándole el tesoro que me había encontrado, dije sonriendo:
-Mira lo que perdiste anoche-.
Arrancando el pendiente de mi mano, me fulminó con su mirada. No comprendiendo su actitud, pregunté qué pasaba:
-No solo abusó de mi estado, sino que ahora, faltándome al respeto, me besa y para colmo se vanagloria de su acción, mostrando mi olvido como si fuera un trofeo de caza. ¿De cuantas mujeres decentes se ha aprovechado, usted?.
Como no me esperaba esa reacción, mi cerebro tardó en asimilar el sentido de sus palabras pero, tras unos instantes de indecisión, hecho una furia le contesté:
-¡Que yo abusé de ti!. Fuiste tú quien, como perra en celo, me violó la otra noche y la que ayer, maullando y de rodillas, se metió en mi cama-.
Incapaz de rebatir mi argumento, se levantó y dándome un tortazo, me soltó:
-¡Le odio! y ¡no le permito que me tutee!-.
-Disculpe la gran señora-, respondí haciendo una reverencia, tras la cual, salí de la habitación sin despedirme.

Ya en el garaje, liberé mi cabreo, pateando las ruedas del automóvil, mientras me recriminaba por haber creído que esa mujer sentía algo por mí. Cuanto más lo pensaba, la indignación lejos de disminuir se acrecentaba, al darme cuenta que era yo quien realmente albergaba sentimientos por esa mujer.

 
“No es posible que esté colado por esa chiflada”, torturándome, repetía una y otra vez, -¡Será guapa pero está como una puta cabra!-.
Al coger el coche, decidí parar en un bar a desayunar y a calmarme. No era bueno que, en la oficina, me vieran llegar hecho un energúmeno. Buscando el consuelo del anonimato, elegí un bar nuevo, y pidiendo un café, mojé mi frustración con un churro. No lo había terminado cuando escuché el sonido de mi móvil. Al cogerlo, leí en la pantalla el nombre de Lilith:
“¿Ahora que querrá esta petarda?”, pensé mientras lo descolgaba.
Sin pedir disculpas, la mujer me informó de los movimientos que quería que hiciera y tras hacer unos breves cálculos, me ordenó que debía de vender lo comprado cuando las ganancias superasen el cuarenta por ciento.
-¿Está segura?-, pregunté por la barbaridad que creía que representaba hacerlo.
-Lo sabría, sin que yo se lo dijera, si no dedicara toda su energía a pecar-.
-¡Váyase, USTED, a la mierda!-, contesté colgando la jodida llamada.
No me cupo ninguna duda que mi ofensa, aunque educado al no tutearla, debió hacer mella en ella y me arrepentí en el acto. Que la viuda estuviera trastornada, no me daba derecho a insultarla, no en vano era mi jefa o al menos la dueña de todo. Quizás ese sentimiento de culpa, fue lo que me llevó a hacer caso de su sugerencia e invertir un dineral en esa idea tan absurda nada más llegar a la oficina.
El día a día de la administración, no me permitieron seguir el desarrollo de la bolsa hasta la una. Al fijarme en el valor, alucinado, ordené a mi agente que hiciera liquida la inversión y que traspasara los fondos a la cuenta de la empresa.
-José-, me dijo al comprobar las ganancias, -como sigas así, vas a tener una inspección. Aunque lo niegues, estás usando información privilegiada.
-Si te dijera mi fuente, no me creerías-, le dije tomándome a guasa su comentario.
-No estoy bromeando-, me cortó en seco, -es un delito grave-.
-Lo sé-, contesté y despidiéndome de él, me quedé recapacitando sobre su consejo.
Tenía razón. El porcentaje de aciertos y el volumen de lo invertido podían llamar la atención del regulador. Aunque no me apeteciera, debía de comentar con Lilith ese asunto y si quería que siguiera haciendo caso a sus indicaciones, me tenía que confesar como obtenía unos soplos tan certeros.
Fue entonces cuando caí en que no me había dicho que quería a cambio, como seguía avergonzado y tampoco me apetecía que repitiera la rabieta, decidí ir directamente a la joyería y comprarle algo. Al llegar la dependienta me reconoció en seguida, y acercándose a mí, preguntó qué era lo que quería:
-Algo bonito y caro-, respondí.
Con la visa en la mano, al ir a pagar, no pude menos que sonreír:
“A este paso, antes que la inspección, me nombran socio honorifico de esta tienda”.
Gracias a que casi no había casi tráfico, tardé poco más de cuarto de hora en llegar. Encontré a Lilith en el jardín, tomando el sol. Tuve que hacer un esfuerzo para no recrear mi mirada en su figura. Ella, al verme me saludó como si no hubiésemos tenido una  bronca hace apenas unas pocas horas. Tratando de mantener la profesionalidad, le expliqué mi charla con el agente de bolsa y directamente, le pregunté quien le pasaba la información.
Al oírme, soltó una carcajada y cogiéndome de la mano me llevó a la habitación que usaba de despacho. Nunca había entrado a allí y pasmado, contemplé al menos una docena de monitores retrasmitiendo en vivo los diferentes parqués del planeta.
-Por lo que me ha preguntado, Pedro no le comentó que hacía antes de conocerlo-.
-Pues no-, tuve que reconocer.
-Era la más joven analista de la City. Estoy doctorada en Economía, Matemáticas, Políticas e Informática, además de haber desarrollado los modelos matemáticos que hoy usan en la Bolsa de Madrid-. 
-¿Entonces no existe tal fuente?-.
-¡Claro que no!. ¿Acaso ahora se da cuenta que, en casa, tiene una mujer inteligente?-, contestó pero al darse cuenta que podía malinterpretar su frase,  se sonrojó avergonzada.
Cortado por haberla minusvalorado, saqué el regalo y pidiéndole perdón, se lo extendí diciendo:
-Una joya para otra joya-.
Su cara mostró su felicidad y dándome un beso, lo abrió para descubrir una tiara de diamantes:
-¡Se ha acordado!. Me daba vergüenza pedirle nada después de la discusión de esta mañana-.

Volvía a ser la niña caprichosa que tanto me gustaba. Aunque fuera rara e insufrible la gran mayoría de las veces, era preciosa. O parafraseando a San Agustín: El placer de vivir con ella, bien vale la pena de soportarla.

 

Como debía volver a la oficina, pero quería alargar ese momento, le expliqué que debía de irme y no me podía quedar a comer, en compensación le invitaba a cenar en un restaurante. Lilith se me quedó mirando antes de contestarme. Algo en ella me dijo que no le apetecía la idea pero, cuando ya creía que iba a reusar, me preguntó a qué hora tenía que estar lista:

-¿A las nueve le viene bien?-.
-Perfecto-, me respondió, -así tendré seis horas para prepararme-.
Camino de la oficina y aunque me costó conseguirla, usando mis contactos,  reservé en Gaztelupe una mesa para  dos.
“Espero que le guste”, pensé.
Al querer jugar sobre seguro, elegí ese restaurante para ir a cenar porque está considerado uno de los mejores de Madrid. Tiene dos problemas, lo caro que es y lo difícil que es conseguir una reserva. Si no tienes amistad, te obligan a hacerla con dos meses de antelación.
La tarde fue eterna, no dejaba de pensar en esa mujer, múltiples preguntas se amontonaban en mi mente: ¿cómo ira vestida?, ¿qué pedirá?… pero sobre todo, ¿Cuál de las Lilith irá?. Mi principal duda era si me iba esa noche a encontrar a la mojigata, a la encantadora o la fiera. Dependiendo de la que acudiera, la noche podía ser fantástica o el mayor de los desastres. Por eso cuando abrí la puerta del chalet, ya de vuelta, estaba expectante. Sabiendo que no tardaría en salir de dudas, saludé en voz alta nada más entrar. Desde el piso de arriba, la escuché decir que ahora bajaba y por eso, la esperé en el recibidor.
Al verla aparecer, me quedé sin respiración. Llevaba puesto un espectacular vestido de noche de color negro y en su pelo lucía la tiara que le había regalado. Por mucho que ya debía de estar acostumbrado a sus cambios de humor y apariencia, la mujer que descendía por la escalera era el ser más seductor que había visto en mi vida. Agarrada a la barandilla, Lilith contoneaba todo su cuerpo cada vez que bajaba un escalón.
Cuando casi llegaba a mí, se trastabilló y si no llega a ser por que la sujeté en su caída, se hubiese pegado un buen costalazo. Al levantarla, comprendí el motivo de su tropiezo:
-¡Está borracha!-.
Con los ojos vidriosos por el alcohol, la muchacha lo negó diciendo:
-Solo he tomado un par de copas para tener fuerzas para acompañarle-.
-No le comprendo-, contesté.
Antes de responder, se sentó en un sofá y medio llorando, se trató de justificar:
-¡Coño!, ¡Me da miedo la gente!. ¿Se ha quedado contentó ya?-.
Mi enfado se diluyó al oírla y sentándome a su lado, acaricié su rostro diciendo:
-No tenía que haberlo hecho. Si me lo hubiera dicho no me hubiese importado-.
-Pero es que yo quería agradarle. Vi que le hacía mucha ilusión y por eso le dije que sí-.
Estuve a punto de besarla pero sabiendo que me iba a arrepentir, en vez de ello, la cogí en mis brazos y la llevé al sofá del cuarto de televisión:
-Nos quedamos-, y pensando en que entretenernos, le pregunté, -¿Le apetece jugar al póker?-.
-¿Quiere perder?, soy muy buena-.
Fue tanta nuestra concentración que la criada nos tuvo que traerla unos sándwiches, porque no nos apetecía levantar la partida. Tres horas después y con tres cientos euros de menos  en su bolsillo,  Lilith, medio picada, me dijo:
-Podía haberme advertido que era tan bueno-.
-¿Ahora se da cuenta que, en casa, tiene un hombre con muchas cualidades?-, contesté usando sus mismas palabras.
Al tanto de la burla, la muchacha, muerta de risa, susurró a mi oído mientras me acariciaba la pierna:
-¿Cuáles son sus otras cualidades?-.
-No empiece-, le respondí, -es usted una mujer maravillosa, pero no quiero que mañana vuelva a acusarme de abusivo-.
-Tiene razón, mejor vayamos a dormir. Pero le tengo que pedir un favor, ¿confía en mí?-.
-Si-.

-No me ate…-.

 
 

-No pensaba hacerlo- le interrumpí.

-Por favor, déjeme terminar-, protestó y mirando al suelo, prosiguió diciendo: -Quiero dormir en su cama. Prometo portarme bien-.
Estuve a un tris de negarme. Temía tanto a la noche con ella como a su reacción posterior por la mañana, pero mis defensas quedaron en nada al advertir que dos gruesos lagrimones corrían por sus mejillas.
-De acuerdo, con una condición, ambos lo haremos vestidos-.
Saltando de alegría y mientras  salía de la habitación, me pidió que le diera un cuarto de hora.
Sin saber si había hecho bien, me serví una copa. Fueron los quince minutos más eternos de cuantos he vivido. Siendo sincero, el problema era mutuo, no estaba seguro que teniéndola a mi lado, no fuera yo quien buscara algo más y por eso, iba francamente acojonado cuando subí por las escaleras.
Lilith me esperaba de pie en mi habitación. Sin pedirme permiso, había cogido de mi cajón un pijama y se lo había puesto:
-Perdona pero es que todos mis camisones son muy sugerentes-.
-No hay problema-, le respondí sin aclararle que, vestida así, parecía una niña traviesa y eso era si cabe todavía más excitante.
Entrando al baño, me cambié rápidamente y para cuando salí, Lilith se había metido en la cama. Tanteando el terreno, pregunté:
-¿Está segura?-.
-Nunca he estado más segura-.
Cruzando mi Rubicón particular, apagando la luz, me tumbé a su lado. Ninguno fue capaz de hablar durante cinco minutos. Ya estaba adormilado cuando escuché que me decía:
-Abrázame, por favor-.
Con mucho miedo, obedecí, tomándola entre mis brazos. Con su espalda contra mi pecho, evité que mi mano rozara sus pechos.
-Gracias-, dijo y posando su cabeza en la almohada, no tardó en quedarse dormida.
Viernes.
Cuando me dormí la noche anterior, supuse que al rayar el alba ella habría desaparecido pero no fue así. Esa mañana, amanecí con ella todavía entre mis brazos. Disfrutando del momento, acaricié su pelo y sin moverme, deseé que ojalá no se acabara nunca.
“Me podría acostumbrar a esto”, triste rumié al pensar que en cuanto se levantara, me iba a montar otro escándalo.
Lilith tardó todavía media hora en despertar y cuando lo hizo, se dio la vuelta mirándome sin hablar:
-Buenos días, bella durmiente-, susurré rompiendo el incómodo silencio.
-Buenos días, príncipe encantador-, contestó y acercándose a mí,  me besó.
Lo que en un principio fue un beso tierno, fue cogiendo intensidad y  antes que nos diéramos cuenta estábamos desnudos. A plena luz del día, era todavía más bella. Su cara irradió felicidad al sentir que bajando por el cuello, mi boca se apoderaba de su pezón.
-Lo necesitaba-, dijo dándome entrada.
Sin poderme retener, acaricié su trasero mientras mordía su otra aureola. La mujer respondió pegando el pubis a mi sexo sin parar de suspirar. “Es increíble, no acabamos de empezar y ya está empapada”, pensé al sentir la humedad que fluía de su entrepierna. Azuzado por su excitación, le separé las piernas y cuando me empezaba a deslizar para tomar posesión de su sexo con mi boca, me paró:
-Déjame a mí-.
 Lilith me obligó a tumbarme boca arriba y poniéndose encima, empezó a besar mi pecho. Cogiendo un pezón entre sus dedos, su otra mano me acarició mis testículos. Multiplicándose su boca mordisqueó mi torso en dirección a mi sexo. Éste esperaba erguido su llegada. Usando su larga melena a modo de escoba, fue barriendo mis dudas y miedos, de modo que, cuando sus labios entraron en contacto con mi glande, la seguridad de mis sentimientos era superior a mi pasión. Ella ajena a mi reflexión, estaba con su particular lucha e introduciendo a su adversario hasta el fondo de su garganta, no le dio tregua. Queriendo vencer sin dejar prisioneros, aceleró sus movimientos hasta que, desarmado, me derramé en su interior.  No permitió que ni una sola gota se desperdiciara, como si mi semen fuese azúcar y ella una golosa empedernida, se bebió mi néctar e incluso limpió cualquier rastro que todavía pudiese tener mi extensión.
 Sus labores de limpieza provocaron que me volviera a excitar. Ella, mirando mi sexo erguido, se pasó la lengua por los labios y sentándose a horcajadas sobre él, se fue empalando lentamente sin separar sus ojos de los míos.

-Si te mueves, te mato-, gritó mientras contorneando las caderas parecía succionarme el pene. Forzando y relajando después los músculos, daba la sensación que en vez de vagina esa mujer tuviera un aspirador.

 
Me había prohibido moverme pero no dijo nada de mis manos y por eso, cogiendo un pecho con cada una de ellas, los apreté antes de concentrarme en sus pezones. Al oír que los gemidos de mi compañera, recordé que le gustaban los pellizcos y apretando entre mis dedos sus aureolas, busqué incrementar su goce. Paulatinamente, su paso tranquilo fue convirtiéndose en trote y su trote en galope. Con un ritmo desenfrenado  y cabalgando sobre mi cuerpo, sintió que el placer le dominaba y  acercando su boca a la mía mientras me besaba, se corrió sonoramente sin dejar de moverse. Su clímax llamó al mío y forzando mi penetración atrayéndola con mis manos, eyaculé bañando su vagina.
Abrazados, descansamos unos minutos. Ya recuperada, me dio un beso y dándome las gracias, se levantó de la cama, dejándome solo. Sin comprender sus prisas, decidí ducharme. Había sido una noche maravillosa, una mañana perfecta y de pronto esa mujer me abandona a mi suerte.
Sabiendo que no había forma de cambiarla, abrí el agua caliente y me metí debajo. Estaba todavía enjabonándome cuando escuché que Lilith entraba y se sentaba en la taza.
-José, tenemos que hablar esto no puede continuar así-.
-No sé a qué te refieres, explícate- le dije, encabronado.
-Mira, desde bien joven he tenido una sexualidad extralimitada, pero siempre he conseguido controlarla gracias a una estricta moralidad. Con mi marido, durante el día la tenía apaciguada y solo por la noche, me dejaba llevar por ella. Pero contigo todo se me ha ido de las manos. Las primeras noches, te busqué aunque sabía que al día siguiente me iba a sentir mal, pero desde entonces me da igual  que sea mañana, tarde o noche, solo saber que estás cerca me hace mojarme sin control y si a eso le sumamos que eres el hombre más adorable que he conocido, no lo puedo soportar. ¡Esto se tiene que acabar!-
 -Y ¿Qué quieres hacer?-, respondí temiendo que me echara de su casa.
-Casarme contigo. Es la única forma de poder estar contigo sin martirizarme por ceder al deseo-.
-¿Lo dices en serio?, ¿me estás pidiendo que sea tu marido?-, respondí.
-Si-.
Sin pensármelo apenas, contesté:
-Acepto con dos condiciones: la primera es que me lo pidas de rodillas y la segunda es que me enjabones la espalda-.
-Eres bobo-, contestó metiéndose vestida bajo la ducha, -bésame-.
 Epilogo:
Esa tarde había quedado con el abogado para que me diera la segunda carta de Pedro. Al contrario que la vez anterior, no estaba nervioso. Nada de lo que dijera, me podía resultar extraño después de esos cinco días con su viuda. De todas formas, al abrir el sobre, tenía curiosidad:
José:
Como llevas viviendo con Lilith cinco días, no tengo que explicarte nada de sus rarezas, pero  aun así creo mi deber aconsejarte. Mi querida viuda es bipolar sexual, por las mañanas está dominada por su educación y por la noche por el sexo. Cuando la conocí, no era tan acentuado pero se le ha ido incrementando con los años. Ahora es incapaz de estar más de tres días sin follar, por lo que me imagino que tu primera noche en mi casa debió ser de antología. No te guardo rencor por ello, me haces un favor. Aunque la quiero, o mejor dicho la quería, no la soporto y por eso para descansar, la he convencido de dormir atada. La única forma de que lleve una vida medio normal es que un papel bendiga su lujuria y por eso a la semana de conocerla, le pedí que se casara conmigo.  Creo que tú debes hacer lo mismo, pero como soy un cabrón te he puesto en un brete. Si le pides que se case contigo, la arruinas ya que se quedaría sin un duro y si no lo haces, tendrás que soportar a una mujer completamente desequilibrada durante dos años.
Te preguntarás porque te elegí a ti. No fui yo, fue ella que hace menos de seis meses empezó a darme la barrila con que llevaba una vida de mucho riesgo y que ella necesitaba un hombre si yo faltaba. Al preguntarle si tenía un candidato, te eligió a ti. Según ella, porque eras honesto pero creo que su elección tiene mucho que ver con que un día, me escuchó reírme del enorme tamaño de tu miembro.
Ya que estaré muerto cuando leas esto, espero haberte hecho la puñeta.
¡Que te jodas!
Tirando la carta a la papelera, sonreí. Pedro podía ser rico pero sus actos me demostraban que la verdaderamente inteligente era ella. Lejos de conseguir su propósito que era hundirme, esa carta me hizo feliz, al darme cuenta que mi amigo fue un idiota que no consiguió entender jamás a su mujer. Ella lo único que necesitaba además de sexo era cariño y él no se lo había dado. Por lo que en vez de minorar su problema, no hizo más que incrementarlo.
Yo no iba a cometer ese error.
Saliendo del despacho del abogado, mi futura esposa me preguntó:
-Que decía-.
-Nada en particular, me aconsejaba que te pidiera en matrimonio aunque eso te dejara sin un duro-.
-Será cabrón-, contestó al oírme.
-Más bien, ignorante. No cayó en que te educaste como evangélica y que si nos casábamos por  tu iglesia, ese matrimonio no tendría validez legal en España-, respondí y soltando una carcajada, pensé:
“Pedrito, me quedo con la pasta y la mujer”.

 
 

Relato erotico: “Asediado por mi ahijada, la hija de mi mejor amigo” (POR GOLFO)

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Capítulo 1. LA CASA

Sin títuloEchando la vista atrás, tengo que reconocer que, en un primer momento, no llegué a comprender la magnitud de como me iba a cambiar la vida la llamada de Raúl. Todavía recuerdo que mi viejo amigo me llamó un domingo para pedirme un favor. Avergonzado, me explicó que su hija había conseguido una beca para estudiar un posgrado en la universidad de Politécnica y como andaba bastante corto de dinero, me preguntó que aprovechando que yo vivía en Madrid, si  podía ayudarla a buscar un alojamiento barato.
-Tú eres tonto-, le repliqué, recordando que su empresa le había echado hacia más de un año y que aunque no fuera capaz de reconocerlo, le costaba llegar a fin de mes, -Mi ahijada se queda conmigo y no se hable más. Además la casa es grande y como sabes desde que murió mi mujer, vivo solo-.
Cortado pero aliviado, agradeció mi ofrecimiento, porque eso supondría que no tendría que desembolsar mensualmente el coste del alquiler pero antes de confirmarme nada, me dijo que tendría que hablar con su hija, no fuera a ser que no quisiera. Colgando el teléfono, me di cuenta que hacía mas de tres años que no veía a la cría.
“Menuda mierda de padrino soy”, pensé por no haberla siquiera llamado por su cumpleaños. ”Ni a ella, ni a nadie”, mascullé.
Desde que murió María, me había convertido en un ermitaño, encerrado en mi concha y casi sin contacto con el exterior. Aparentemente mi vida seguía igual que antes de su fallecimiento, pero no era así. Para no caer en una depresión me concentré en el trabajo, cortando los lazos que me unían con los demás.
“Me he convertido en un amargado y a este paso voy a ser el mas rico del cementerio”.
Con cuarenta y cinco años, ejecutivo de una multinacional y sin ningún tipo de ataduras, me quedaba mucha vida por delante pero me sentía viejo.   Por eso cuando esa misma tarde recibí la llamada de Carmen aceptando mi oferta, su tono alegre consiguió sacarme del sopor que me embargaba e ingenuamente llegué a considerar el hecho de ocuparme de ella como una segunda oportunidad de tener en casa lo mas cercano a un hijo. La mala salud de mi mujer no nos había permitido tener descendencia, sin hermanos ni sobrinos, solo me quedaba una tía lejana de la que, mensualmente, me ocupaba de pagar su residencia.
Aunque quedaba una semana, para que la muchacha dejara Santander y se mudara a vivir a Madrid, ordené que adecentaran el cuarto de invitados. Como durante el mes de septiembre, la actividad de la empresa baja considerablemente, decidí tomarme tres días libres coincidiendo con su llegada, de forma que ese lunes, fui a recogerla personalmente a Barajas.
No me costó reconocerla a pesar del tiempo transcurrido sin verla. Carmen, aunque se había convertido en una mujer preciosa, seguía teniendo la cara de pilla de niña. Al verme,  soltando su equipaje, salió corriendo y se fundió conmigo en un abrazo.
-Padrino, no sabes la ilusión que me hace vivir en Madrid-, me dijo soltándose, -te juro que no te vas a arrepentir de haberme acogido-.
-Es lo menos que podía hacer-, contesté algo avergonzado por su efusividad.
La muchacha haciendo caso omiso a mi creciente incomodidad, me cogió del brazo y me llevó a rastras hasta donde estaban sus maletas.
-Deja que te ayudo-, le pedí cargándolas.
Me sorprendió que, por todo equipaje, solo trajera dos pequeñas bolsas de deporte. Si esa chiquilla se iba a quedar un año entero, traía poca ropa. Sobre todo al recordar que mi esposa, aunque fuera solo para un fin de semana, se llevaba medio armario. Estuve a punto de hacerle un comentario pero decidí que era mejor respetar su privacidad.
Nada mas entrar al coche, le expliqué que sabiendo que era su primera vez en Madrid, había preparado un pequeño tour por la ciudad pero si prefería antes podíamos ir a la casa a descansar.
-Padrino-, me contestó, -lo que tú prefieras-.
Como no me dio su opinión, recordé que cuando al igual que ella, llegué a la capital me impresionó ver el Palacio de Oriente, por lo que sin preguntarle y enfilando la autopista me dirigí directamente hacia ese lugar.  No hizo falta llegar hasta allí, para que alucinada me fuera señalando los distintos edificios emblemáticos que nos íbamos cruzando. Pegada a la ventana del vehículo, disfrutaba como la niña que era de las novedades que se le abrían al vivir en Madrid.
-¿No te pierdes?-.
-No seas paleta-, respondí soltando una carcajada.
Haciendo un puchero y en broma, me soltó:
-Eres malo con tu ahijada-.
-Y peor que puedo ser, si me desobedeces-.
Sosteniendo su mirada, seria, me contestó:
-Eso, nunca va a ocurrir-.
 

Comprendí inmediatamente que su padre la había aleccionado al respecto. Estaba seguro que, mi buen Raúl, le había ordenado que me obedeciera porque el ahorro que suponía el no tener que pagar alquiler era esencial para su economía. Para no incomodarla, cambié de tema y le pregunté por su viejo.

-Está muy jodido. No te ha dicho nada, pero el mes que viene se le acaba el paro y no  sabe que va a hacer-.
-Lo siento-, contesté apesadumbrado. No solo no era un buen padrino sino tampoco un buen amigo. Me traté de disculpar interiormente diciéndome que no sabía de la seriedad de la situación hasta que  esa niña me había abierto los ojos y sin caer en que estaba ella presente, llamé a la oficina de la empresa en Santander y pedí hablar con el Delegado.
-Manuel-, ordené a mi interlocutor,- te va a llamar Raúl Morata. Quiero que le des trabajo, busca donde te puede servir pero contrátalo-.
Tras colgar llamé a mi amigo y tras decirle que su hija había llegado perfectamente, le expliqué que le había concertado una entrevista de trabajo. Raúl, completamente anonadado por la noticia, casi se echa a llorar y prometiendo que llamaría en ese instante, se despidió pidiéndome que cuidara de Carmen.
-No te preocupes, lo haré-.
Al colgar, la muchacha me miraba con fascinación. En una llamada, había resuelto la mayor de sus preocupaciones y sin que ella tuviese que pedírmelo. Con lágrimas en los ojos,  cogió mi mano y llenándomela de besos, me agradeció lo que estaba haciendo por su familia.
-No te olvides que tú y tu padre sois lo más parecido que tengo a una-,  respondí y buscando romper ese ambiente, le pregunté si tenía hambre.
-Mucha-, me respondió.
Aprovechando que estábamos cerca del barrio de El Viso donde vivía, le dije que dejábamos el paseo por Madrid para otro día y que mejor íbamos a casa. Sin poner ningún reparo al cambio de planes, la cría se mantuvo en silencio todo el viaje pero al llegar al chalet, donde iba a pasar un año de su vida, me preguntó:
-¿Aquí vives?-.
-Si-, contesté viendo que estaba sobrecogida por su tamaño. Aunque suene vanidoso, en mi fuero interno me gustó que le hubiese causado tanta impresión y buscando que se sintiera cómoda, riendo le solté: – Como ves me haces un favor, viviendo conmigo. Son demasiados metros para que viva, solo, un viejo como yo-.
-Tu no eres viejo-, me respondió sonriendo, -y a partir de hoy, ya no vives solo-.
-Eso es verdad, ahora tengo una preciosa damisela conmigo-, repliqué devolviéndole el piropo.
Encantada por mi respuesta, me dio un beso en la mejilla y se bajó del coche. Si la casa la había maravillado, cuando vio su cuarto no cupo de gozo.
-Es enorme y la cama parece un campo de futbol-.
-Ya te acostumbraras, ahora vamos a comer-.
 
 

Capítulo dos. LA ROPA.

Durante las siguientes semanas, Carmen fue convirtiéndose en una parte primordial de mi vida. Al estar tanto tiempo solo, me había olvidado lo que era compartir mi tiempo con otra persona y aún mas cuando esta resultó ser alguien adorable. Sin que yo se lo pidiera, se levantaba antes que yo, para que al salir de la ducha, ya tuviese preparado el desayuno y por la noche, esperaba mi llegada para contarme su día en la universidad y cenar conmigo. Poco a poco, me fui acostumbrando a su compañía y dejó de resultarme raras, cosas tan nimias como que se emocionara viendo una película en la tele o que llegará cabreada porque un profesor había faltado sin avisar. Tras tres años de tristeza, en mi casa se volvieron a escuchar risas y todo gracias a ella.

Ese estado idílico cambió una noche en la que le dije que no iba a ir a cenar, porque tenía una fiesta:
-¿Y eso?-.
-Un coñazo. Me han invitado a un evento benéfico. Ya sabes, una reunión en la que a medio centenar de gerifaltes los engañan para que financien obras de caridad a base de lingotazos de ginebra-, y sin saber que era lo que me iba a acarrear, le pregunté: -¿quieres acompañarme?-.
-Sí-, me contestó, -pero no tengo nada que ponerme-.
No comprendo porque le dije que mirara en la habitación que le había servido como vestidor de mi mujer, por si había algo que le quedara.
-¿Seguro que no te molesta que use su ropa?-.
-María estaría encantada de que tu la usaras, no en vano eras también su ahijada-.
Satisfecha por mi respuesta, corrió al cuarto y durante toda la tarde se pasó probando los cientos de modelitos que ella había acumulado durante los años de nuestro matrimonio. No supe más de ella, hasta que ya vestido, toqué a su puerta, pidiéndole que se diera prisa porque íbamos a llegar tarde.
 Al salir de su habitación, me quedé sin habla. Carmen estaba impresionante. Enfundada en un coqueto traje de raso rojo, sus formas se mostraban con toda nitidez y por vez primera, me percaté que mi ahijada era una mujer de bandera.
-¿Te gusto?-, me preguntó.
Por mi expresión bobalicona supo que había acertado en la elección. La muchacha no solo tenía un cuerpo esplendido sino que además al ser mas estrecha que mi esposa, el vestido le quedaba muy entallado, dotando a sus pechos de una sensualidad que me había pasado completamente desapercibida.
-Estas maravillosa-, le contesté, completamente ruborizado al pensar que se había fijado en la forma tan poco paternal con la que yo, su padrino, la había estado contemplando.
Ella, lejos de molestarse, sonrió diciendo:
-Pensé que era demasiado sexy para ti pero,  ya que te gusta, te prometo que a partir de hoy, me vestiré más provocativa-.
No supe responderle. Debería haberle dicho que no era apropiado pero fui incapaz y cogiendo mi abrigo abrí la puerta, cediéndole el paso.
-Por cierto, tú también estas muy guapo-.
El trayecto hasta la fiesta fue una pesadilla. No pude dejar de mirar sus piernas de reojo, mientras mentalmente me recriminaba mi comportamiento. Ella, sabiéndose observada, disfrutó de lo lindo provocándome. Con gran descaro, sacó de su pequeño bolso un pintalabios y un espejo y sensualmente, se retocó echándose hacia delante, dejándome disfrutar del marcado escote. Mas excitado de lo que me hubiese gustado reconocer, llegué a la fiesta.
Mis colegas, al verme, se quedaron extrañados de que el viudo eterno llegase acompañado de un bombón semejante. Muchos de los presentes, llevaban tiempo animándome a dar un paso adelante y dejar mi auto impuesta reclusión atrás, pero fue una vieja amiga, la que acercándose, me dijo:
-Podías haberme avisado que volvías a estar en el mercado. ¿Me presentas a tu amiguita?-
El término tan despectivo con el que se refirió a Carmen, me hizo encabronar pero fue mi acompañante, la que dándose por aludida le respondió:
-Pedro no está en venta y menos para una antigualla como tú-.
Alicia se dio la vuelta, indignada, no en vano a sus treinta y cinco años era una mujer de muy buen ver. Al irse, no pude resistir la risa y soltando una carcajada, recriminé a mi ahijada su falta de tacto:
-Te has pasado. Ella no fue ni la mitad de borde que tu-.
-Esa puta no sabe quien soy yo-, soltó mientras una sonrisa iluminaba su cara,- nadie toca a mi hombre y menos en mi presencia-.
-Carmen, cuida esa lengua. No soy tu hombre sino tu padrino-.
-Si, pero ella no lo sabe, así que se joda-.
Su desfachatez me puso de buen humor y sin explicar a nadie nuestra relación, fui presentando a la muchacha a mis amigos.  El resto de la noche, mi querida ahijada se comportó como una dama sin sacar a relucir su mala leche, haciendo las delicias de los hombres y provocando celos en sus parejas. Acabada la cena, Carmen, que estaba animada, me pidió que en vez de volver a casa, la sacara a tomar algo.
No me pude negar por lo que la llevé a un pub cercano. Allí, quizás producto de las copas, le pregunté porque casi no salía con amigos, si era acaso porque había dejado un novio en Santander.
Ella, al escucharme, cogiéndome de la mano, me contestó que no me preocupara que no tenía novio y que si no salía con sus compañeros, era porque le parecían unos críos. En ese momento no me di cuenta pero me encantó saber que no tenía nadie esperándola. Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando llegamos a casa. Al despedirme de ella en la puerta de su cuarto, dándome un beso en la mejilla, me susurró al oído:
-Te quiero mucho, padrino-.
Me quedé de piedra, esa tierna despedida escondía un erotismo que no me pasó desapercibido y confuso, le respondí que yo también.
-Hasta mañana-, me dijo cerrando la puerta, dejándome solo en mitad del pasillo con mis remordimientos.
 
 
 

Capítulo tres. EL COCHE Y EL PELO.

 

Esa noche me costó conciliar el sueño, no dejé de darle vueltas a la fascinación recién descubierta que sentía por mi ahijada. El hecho que durmiera a escasos metros no ayudó a sacar de mi mente la visión de su cuerpo. Como si fuera una pesadilla, me imaginé besando sus pechos mientras mi mano recorría su cuerpo. Era como si un adolescente se hubiera adueñado de mi cuerpo, escena tras escena me vi haciéndole el amor mientras ella gemía de placer diciendo mi nombre. Por mucho que intenté apartar la imagen de sus piernas abrazando mi cuerpo mientras mi sexo campeaba libremente en su interior, no conseguí evitar que mi mano recogiendo mi lujuria, buscara la liberación corriéndome sobre las sabanas.

Al despertar, estaba agotado y avergonzado.  Aunque físicamente no me hubiese acostado con mi ahijada, cada poro de mi cuerpo había gozado amándola, cada uno de mis nervios había sentido el placer de penetrarla mientras que cada una de mis neuronas, me recriminaba el haberlo hecho. No solo era la diferencia de edad, los veintidós años que nos separaban no eran una barrera tan grande como el hecho que, hasta hacía escasas horas, siempre había visto a esa niña mujer como una sobrina. Me sentía sucio. Ni siquiera la ducha matinal pudo limpiar la degradación que sentía al haber gozado pensando en ella. Traté de convencerme que, esa mañana, dicha atracción habría desaparecido y que el supuesto interés en mí y que había apreciado en Carmen, era solo producto de mi imaginación.
Con esos pensamientos, bajé a desayunar. Nada mas entrar a la cocina, mis temores se hicieron realidad, al ver a mi ahijada preparándome el café. La muchacha llevaba puesto uno de los camisones de mi mujer. La tela, casi transparente, dejaba traslucir la desnudez de su cuerpo. Sin anunciar mi llegada, parado en la puerta, me quedé observando obsesivamente su trasero, perfectamente contorneado. Ni un gramo de grasa cubría ninguna parte de su anatomía. Era maravillosa.
Carmen, al darse la vuelta y verme en la entrada, me saludó.
Pero todavía hoy no se si le contesté, mis ojos se habían quedado prendado en sus pechos. El delgado tul que los envolvía, no conseguía cubrirlos, dejándome ver la perfección de sus pezones. La caricia de mi mirada no le pasó inadvertida pero, en vez de ruborizarse por mi examen, se acercó y pegándose a mí y me dio un casto beso. Beso casto, beso infantil que al sentir su aroma, hizo que mi hombría se irguiera sin pudor. Tratando de que no notara mi apetito, me senté en la mesa mientras ella me traía el café.
“No puede ser”, me dije, tratando de calmarme, “es una niña”.
Intento que resultó infructuoso porque, la muchacha obviando que estaba casi desnuda, se sentó enfrente y empezó a darme conversación.  Su voz juvenil tenía un tono desconocido para mí. Mi ahijada estaba coqueteando conmigo. Incapaz de prestar atención a sus palabras, me concentré involuntariamente en las rosadas aureolas de sus pechos, su dueña al notarlo lejos de taparse, parecía disfrutar de mi atención y con sus pezones ya erizados, me miraba retadora. No me podía creer lo que estaba pasando, esa cría se estaba excitando y sin ningún  pudor, se exhibía ante mis ojos. En un momento dado y cuando ya no sabía en que postura ponerme, para que ella no notara los efectos que estaba produciendo bajo mi pantalón, me preguntó si podía llevarla a la peluquería.
-Tenía pensado salir a correr, ¿Por qué no coges el coche?-, le contesté buscando una escapatoria. Necesitaba alejarme de ella, aunque solo fuera un par de horas.
-De acuerdo-, me contestó. –No te lo he dicho pero quiero cambiarme de look. Estoy segura que te gustará lo que tengo planeado-.
No me vi con fuerzas de decirle que difícilmente nada podía mejorar su melena morena y en vez de ello, salí huyendo de su presencia. Rápidamente, subí a mi cuarto y poniéndome ropa de deporte, salí de la casa sin despedirme.
Cogiendo Serrano en dirección al Retiro, empecé a trotar, buscando que el ejercicio consiguiera reducir mi desasosiego. Las calles se sucedían sin pausa y el sudor me cubría por entero pero en nada había conseguido aminorar mi estado.
“Tengo que hablar con Carmen. No es apropiado que vaya medio desnuda por la casa”, medité, evitando reconocer que esa cría me tenía subyugado.
Sin darme cuenta, habían transcurrido dos horas cuando volviendo del paseo, enfilé la calle de mi casa. En la puerta, estaba aparcado mi mercedes.
-Ya debe de haber vuelto-, pensé al verlo pero en cuanto abrí la verja, caí en mi error, Carmen se había llevado el coche de mi mujer. En ese momento, no le di importancia, no en vano, llevaba sin moverse al menos seis meses y le venía bien que alguien lo condujera.
Agotado por el esfuerzo, cogí una cerveza de la nevera y tumbándome en el salón, me puse a ver la televisión. No se cuanto tiempo tardé en que el sopor me venciera y me quedase dormido. Me desperté cerca de las tres con hambre, al acercarme a la cocina escuché ruido y comprendí que mi ahijada había regresado y que estaba cocinando.  Hasta mí llegó el olor de un guiso y acelerando entré, para llevarme el mayor susto de mi vida. Como si un fantasma de mi pasado hubiese vuelto para torturarme, vi a María enfrascada entre cazuelas.
“Me estoy volviendo loco”, pensé paralizado.
Cuando ya estaba a punto de desmayarme, se dio la vuelta y entendí que era Carmen con su nuevo look. Era una copia en joven de mi difunta esposa. No solo era que llevara uno de sus conjuntos favoritos sino que se había cortado y pintado el pelo a semejanza de ella.
-Buenos tardes, bello durmiente. ¿Qué te parece?, ¿estoy guapa?-, me soltó con una sonrisa en sus labios. Parecía entusiasmada por el cambio.
 

Debía de haberle montado una bronca pero, mi cobardía por una parte y lo entusiasmada que parecía por el cambio, me hicieron callar y comerme mi cabreo. Comportándose como una modelo de pasarela, se paseó por la cocina para que admirara su corte.

-Estás preciosa pero… te hace mayor-, contesté sin mentir pero perdiendo nuevamente una oportunidad de preguntarle a que se debía esa transformación y porque había elegido a mi mujer como espejo.
-Gracias, eso es lo que quería-, y con la inconsciencia que da la juventud, prosiguió diciendo: -Ayer, me sentó fatal oír a una maruja que le dijera a su marido que parecía tu hija-.
-No comprendo porque te enfadas, soy dos años menor que tu padre. Es lógico que la gente piense que eres mi hija-.
-Pero, ¡No lo soy!-, contestó y pidiéndome que me sentara a comer, dio por terminada la conversación.
Masticando mis ganas de decirle que su comportamiento me parecía absurdo, me puse a comer. La comida estaba buenísima y eso hizo que paulatinamente me fuera tranquilizando, lo que me permitió que la pudiese observar con un ojo crítico. Realmente, tenía que reconocer que su pelo teñido de rubio dulcificaba sus facciones y eso le hacía todavía más irresistible. Era una copia en joven y en sexi de Maria, pero ésta nunca había sido tan atractiva. Ahora que la veía con nuevos ojos, era incontestable que la nueva Carmen provocaría a su paso la admiración de todo aquel que se cruzase con ella.
-Por cierto, Padrino-, me dijo, tapándose la nariz, al ver que había terminado de comer,-deberías ducharte, estás sudado-.
Ese gesto infantil, me hizo recordar a mi anterior ahijada y, con un acto que juro que fue reflejo, le di un pequeño azote en su trasero. No acababa de darle la nalgada cuando interiormente ya me había arrepentido. Mi supuesta victima me miró extrañada pero, al segundo, riendo me soltó:
-Si cada vez que me meto contigo, me das un azote. Voy a hacerlo más a menudo-.
Mas tranquilo al escuchar de sus labios que no se había sentido ofendida, me fui a bañar. Ya bajo el agua, recapacité sobre lo ocurrido y comprendí que de todas formas debía de tener cuidado porque lo quisiera reconocer o no, esa nena estaba flirteando  conmigo y eso no era ni moral ni lógico.  Todavía desnudo, mirándome al espejo, me dije que la culpa era mía por llevar tanto tiempo de abstinencia, que debía salir mas y conocer a una mujer de mi edad. Seguía afeitándome cuando de improviso se abrió la puerta y apareció por ella, la muchacha.
-Perdón-, se disculpó por haber entrado sin llamar y pillarme en pelotas.
Alucinado por esa incursión en mi privacidad, rápidamente cogí una toalla y rojo como un tomate, porque la chica ni siquiera se había movido, le pregunté que quería:
-Acaba de llamar tu jefe, Mr. Stevens, me ha dicho que está en Madrid y que nos invita a cenar-.
Tardé en asimilar sus palabras. Que mi jefe estuviera en Madrid no era habitual pero entraba dentro de lo normal, lo que no era lógico es que NOS invitara a cenar. Al cuestionarle sobre ese punto y con su desparpajo habitual, me contestó:
-Le dije que como era tu novia, si la invitación me incluía-.
-Y ¿Qué te contestó?-, sin todavía magnificar el charco en el que me estaba metiendo.
-Se rio diciendo que por supuesto y que ya era hora que pasaras página. Quiero que sepas que no puedo estar mas de acuerdo con él-.
Si antes me había callado, esa fue la gota que colmó el vaso y encabronado, la abronqué por haberse presentado como mi pareja ante mi jefe y que aunque él fuera un viejo verde, me había puesto en un compromiso. Era la primera bronca que le echaba,  los ojos de Carmen se poblaron de lágrimas y se puso a llorar diciéndome que solo había actuado de la misma forma que la noche anterior y que si yo se lo decía, se quedaba en casa.
Nunca he sido un hombre duro con las mujeres y menos con una cría tan encantadora. Sus sollozos derrumbaron todas mis defensas y abrazándola, le dije que podía venir tratando de calmarla. Carmen al sentir mis brazos alrededor de su cuerpo, se tranquilizó inmediatamente y pegándose a mí, bajo su mano por la toalla que me cubría y tocándome el trasero, me largó:
-Vale, voy …. Y por cierto, Padrino, Tú también tienes un buen culo-.
El hecho de que sus lloros habían sido una pantomima era claro, pero aún mas cuando la cría poniéndose en posición, me insinuó que merecía otro azote. Cayendo en su juego y suponiendo que era una chiquillada, me senté en la taza y poniéndola en las rodillas, jugando le di al menos media docena.  Al levantarla, Carmen me sacó la lengua y muerta de risa, me dejó solo en el baño.
Al vestirme, en contra de lo que debía haber sido mi estado de ánimo, estaba preocupado por como se iban desarrollando los acontecimientos pero alegre por tener alguien con quien disfrutar de las pequeñas cosas que da la vida, y sin ser plenamente consciente del fregado en que esa niña me estaba metiendo. Ya vestido, bajé al salón para ver un rato la tele, pero ni siquiera me dio tiempo de encenderla porque, desde su habitación, escuché que Carmen me llamaba.
Contrariamente a lo que ella hizo, llamé a la puerta y desde dentro, me dijo que pasara. Frente al espejo, se hallaba mi ahijada vestida con un traje demasiado serio para su edad.
-Si lo que quieres es mi opinión, no te queda. Pareces una anciana-, le solté.
Ella, al oírme me dijo que ella opinaba lo mismo pero que como era una cena con mi jefe, creía que debía ir formal.
-Formal sí pero no hecha una monja-.
-Vale-, me contestó recapacitando,-no te vayas, ayúdame a desabrocharme la cremallera-.
Tonto de mí, no caí en sus intenciones y nada mas bajarla, la cría dejó caer el vestido, quedándose  en bragas y con sus pechos a menos de un palmo de mi cara.
-¡Tápate!-, le grité, espantado, no solo por la escena sino también porque su súbita desnudez me había excitado.
-No sabía que eras tan pudoroso-, dijo sin dar importancia al hecho, recogiéndolo del suelo, -si me has visto muchas veces desnuda, incluso me has bañado-.
Todavía con mi corazón desbocado, dándome la vuelta, le expliqué que entonces ella era una bebé y ahora era una mujer preciosa.
-¿Te parezco preciosa?-.
-Si, pero eres mi ahijada y no es correcto que te exhibas desnuda ante mí-.
 

-No estaba desnuda, tengo las bragas puestas-, me contestó a carcajada limpia, -Si quieres, me las quito-.

Ni me digné a responderle, cogiendo la puerta, salí huyendo y encerrándome en mi cuarto, me tumbé en la cama y busqué, en la lectura, la tranquilidad que me faltaba. Por mucho que intenté sacarla de mi mente, sus pechos juveniles volvían a torturarme. “Soy un viejo para ella”, repetía machaconamente buscando espantar mis sentimientos, “está jugando, en realidad, solo quiere flirtear para provocarme y nada más”. No debía llevar una hora leyendo cuando, Carmen entró en mi habitación y se acurrucó a mi lado mientras me pedía perdón por su broma.
-No hay problema, te perdono pero no lo vuelvas a hacer-, le dije sin separar la vista del libro que estaba leyendo.
La muchacha, sin moverse, permaneció pegada a mí. No percibí que se había dormido hasta que un breve ronquido me lo hizo saber. Dejando por un momento la novela, me fijé que dormida todavía se parecía mas a mi mujer. Su expresión serena remarcaba su belleza.
“Es guapísima”, pensé mientras la observaba con detenimiento. Mis ojos fueron recorriendo con lentitud, sus ojos cerrados, su boca recién pintada, su cuello. Sin darme cuenta, mi exploración fue más allá y pasando por sus hombros, sin miedo a ser descubierto, me entretuve deleitándome a través del escote con el inicio de sus pechos. Estuve a un tris, de acomodar su blusa para así disfrutar de sus pezones, pero gracias a que todavía tenía algo de decencia, me abstuve de hacerlo y en vez de ello, proseguí con  mi minucioso examen, estudiando como su estrechísima cintura era coronada por unas caderas de ensueño. Dejando correr mi imaginación, me vi acariciando sus glúteos mientras separaba sus piernas y mi pene se introducía en su sexo. Al sentir que estaba siendo dominado por la excitación, intenté separarme de ella pero me resultó imposible porque, protestando en sueños,  Carmen se abrazó a mi pecho, de manera que tuve que permanecer a su lado.
Sé que si hubiese querido, me podría haber levantado pero no tuve fuerzas de hacerlo y cerrando los ojos, me puse a pensar que era mi difunta esposa la que me abrazaba. Fue un error, excitado como estaba, no pude evitar que mi mente discurriera por unos derroteros que no me convenían y simplemente, me imaginé a María bajando por mi pecho y tras abrir mi bragueta, besar mi extensión. Dominado por la lujuria, la vi envolviendo con sus labios mi glande e introduciéndoselo en la boca. Debí de gemir al correrme porque, al volver a la realidad, vi que mi ahijada se había despertado y miraba sin ningún disimulo la mancha de mi pantalón.
Supe que se había percatado que había llegado al orgasmo teniéndola entre mis brazos, sin que ella hiciera nada por provocarlo. Completamente abochornado por la situación, me tapé con una manta.  Carmen, no queriendo entrar al trapo y mirando su reloj, dijo haciéndose la sorprendida que era muy tarde y que tenía que darse prisa o llegaríamos tarde. Sin hacer mención alguna a lo que acababa de ocurrir, se levantó de la cama y salió de la habitación
Durante cinco minutos estuve paralizado por la vergüenza, tras los cuales, comprendí que debía darle una explicación y haciendo un esfuerzo, me levanté a disculparme. Recorrí los escasos metros que me separaban de su cuarto como un buey va al matadero, cabizbajo, arrastrando los pies al andar y con la vergüenza reflejada en mi cara. La puerta estaba abierta y por eso pasé sin llamar.
En el quicio, me quedé helado. Sobre la cama, yacía mi ahijada completamente desnuda, masturbándose con los ojos cerrados. Hipnotizado por la escena, durante un minuto y como un espectador inoportuno, violenté su intimidad observando, alelado, como masajeaba su clítoris mientras con su otra mano pellizcaba sus pezones.
Por mucho que la cordura me aconsejara a salir corriendo, el morbo de contemplarla, mientras daba rienda suelta a su pasión, me retuvo de pie al borde de su cama. Sin saber que sus caricias estaban siendo observadas por mí, mi ahijada se contorneaba como una posesa. Coincidiendo con su clímax, gimió mi nombre mientras su cuerpo se retorcía de placer.
Aterrorizado al escuchar de sus labios que era, yo, el objeto de su deseo, me fui de su habitación. Esa atracción, además de inmoral, se estaba tornando opresiva. Tenía que sincerarme con ella y exigirle que dejara de tontear conmigo. Si antes era necesario, después de descubrirla era obligatorio, se tenía que dar cuenta que además de la diferencia de edad, era la hija de mi amigo.  
Temblando todavía, salí al jardín. Mi cerebro completamente acelerado, no podía dejar de rememorar el sonido de sus jadeos y desplomándome sobre una hamaca, mi desolación fue total  al entender que nada podía evitar, ya, que deseara hacerla mía.
Capítulo tres. EL NOMBRE.
 
 

El frio de la noche, me hizo volver a la casa. Quedaba media hora escasa para que tuviésemos que salir hacia la cena por eso y aunque no me apetecía nada enfrentarme a ella, comprendí que en ese momento, en el que se estaba desmoronando mi vida, no me podía permitir el lujo de ofender a mi jefe. No me quedaba mas remedio que ir a esa puta cena y ella tenía que acompañarme. Sabiendo que jugaba con fuego y que corría el peligro de quemarme, decidí que al día siguiente aclararía todo con Carmen. Tenía que dejar de jugar conmigo, no podría soportar mucho más sus coqueteos. No dejaba de rememorar como se separaba sus labios, como introducía un dedo en su interior, sin dejar de nombrarme. Era tan atrayente la idea de perderme en sus brazos que, por momentos, me parecía menos inmoral que un maduro se dejara seducir por una joven casi de su familia.

Mentalmente hecho polvo, me vestí y esperé que saliera de su habitación para marcharnos. Al verla bajar por la escalera, me pareció una diosa. Con un traje negro en exceso escotado, la seda del vestido realzaba, no escondía, sus esculturales pechos. Era como una segunda piel. Sus pezones se mostraban con desvergüenza, revelando a cualquier espectador que la dueña de ese cuerpo se había olvidado en el cajón el sujetador. La abertura de su falda, tampoco se quedaba atrás. Si llevaba ropa interior debía de ser un estrecho tanga de talle alto.
-¿Qué te parece?-, me preguntó.
-No sé que decirte, creo que a Mr. Stevens le va a dar un sofoco al verte-.
-A mí, él me da igual. A ti, ¿te gusta?-.
-Si-, asentí con un gruñido. Realmente, estaba maravillosa pero no me hacía ninguna gracia pensar que todos vieran esa belleza. La quería para mí.
Cuando salíamos por la puerta cogí las llaves de mi coche pero, quitándomelas de la mano, Carmen me dio las del golf, diciendo:
-Como seguramente vas a beber, es mejor que vayamos en mi coche. No me atrevo a conducir el mercedes-.
No me pasó inadvertido que esa muchacha se había apropiado del coche de mi mujer, pero como no tenía ganas de discutir y sobretodo como ya había decidido hablar con ella al día siguiente, preferí callar. Carmen era como un virus que habiéndose inoculado en mi vida, se extendía invadiéndolo todo. “La casa, el pelo, la ropa, el coche… esta cría quiere todo lo que perteneció a mi mujer”, recapacité sabiendo que entre las posesiones de María me encontraba yo.
Ajena a mis tribulaciones, mi ahijada me preguntó por mi jefe, a lo que contesté:
-Es un buen hombre, divertido, animado y sobretodo mujeriego, pero no te preocupes, no te va a atacar. Se acaba de casar con una mujer mucho mas joven que él y seguro que en este viaje, viene acompañado-.
-¿Cuánto mas joven?-.
“Mierda”, exclamé interiormente antes de contestar, -Mr. Steven debe rondar los setenta y la mujer debe de ser un poco mas joven que yo-.
Tardó un segundo en hacer los cálculos y al darse cuenta que se llevaban unos treinta años, sonrió, diciendo:
-Me va a caer bien, ese viejo-.
-No me cabe duda-, mascullé entre dientes y sin más dilación, encendí el coche.
Afortunadamente,  la cena era en el Hotel Villamagna, porque no se si hubiese aguantado la claustrofobia de estar encerrado, con mi oscura tentación, en un habitáculo tan estrecho mucho tiempo. Al llegar, salí primero y acercándome a la puerta del copiloto, la abrí:
-Un beso para mi caballero-, me susurró y cogiéndome desprevenido, posó sus labios en los míos.
No supe reaccionar, solo se me ocurrió no dar importancia al beso. “Fue un pico…solo un pico”, cavilé mientras entrabamos del brazo al restaurant. A Carmen se la veía radiante, no me cabía la duda que estaba disfrutando de su pequeña victoria.  “Maquiavelo se queda corto al lado de esta niña”. Saber que no se detendría ante nada, me convenció que debía adelantar la charla y que nada mas dejar al jefe, iba a aclarar cuatro cosas con esa lianta.
Mr. Stevens y su señora ya estaban sentados a la mesa. John, al acércanos, dio un repaso a mi acompañante. Por su cara, se le notaba a la legua que quedó impresionado por su belleza y como el viejo verde que era, no dejó un centímetro sin explorar con la mirada. Levantándose de su silla, llegó hasta nosotros y dándole un beso a la chiquilla, se presentó:
 

-Soy John-.

-Encantada de conócele, John. Mi nombre es Maria…-, le contestó pero al ver mi cara de espanto, remendó su error, diciendo: -…Maria del Carmen-.
De nada sirvió su rectificación, el daño ya estaba hecho. Mi jefe, como buen anglosajón, odia los nombres compuestos y para él, mi supuesta novia se llamaba María. Así se la presentó a Briggitte, su mujer y de ese modo tan doloroso para mí, la nombró durante la cena. Con el ánimo por los suelos, me acomodé en mi asiento. Meditabundo y en silencio, horrorizado tuve que soportar que mi ahijada, usando su simpatía y desparpajo, se metiera en menos de cinco minutos a ese matrimonio en el bolsillo. Tan poco conocía en realidad a Carmen, que no tenía ni puñetera idea que la muchacha era un hacha en los idiomas. Aunque Briggitte era francesa, eso no le supuso ningún problema, alternó el español, el inglés y el francés como si fuera algo habitual en su día a día.
Tanto John como su mujer, estaban embelesados con ella. Hasta tal grado que sin poderse aguantar, mi jefe me preguntó que donde y cuando había sacado esa joya. Antes que pudiese contestar, Carmen se anticipó diciendo:
-Nos conocemos hace años, pero entonces seguía casado. Hace menos de un mes, nos rencontramos y ese mismo día, me pidió que me fuera a vivir con él. Y como verás, acepté-.
La arpía no había mentido, pero había tergiversado la historia, haciéndome aparecer como un Don Juan y a ella como una pobre damisela que había sucumbido a sus encantos. El viejo al oírla, me miró y dijo:
-Menudo pájaro estás hecho y yo que te creía un poco parado. No me cabe duda que me has engañado y que tras ese aspecto estirado se esconde mi alma gemela-.
-La verdad, John. Es que hasta que llegué nuevamente a su vida. Pedro estaba un poco oxidado, pero gracias a un poco de ternura y de amor, voy lubricando su dañada maquinaria-, contestó Carmen anticipándose nuevamente.
Cabreado por los derroteros de la conversación decidí intervenir, diciendo:
-John, con este aceite-, señalando a mi ahijada, -¡Hasta el mas tonto, lubrica!-.
Mi burrada provocó que Mr. Stevens y su esposa soltaran una carcajada. Carmen me lanzó una cuchillada con la mirada pero, reponiéndose al instante, me susurró al oído:
-Eso habrá que verlo-.
No comprendí sus palabras hasta que sentí como, con su mano bajo el mantel, me empezó a acariciar la pierna. No haciendo caso a sus mimos, pregunté a Briggitte si era su primera vez en Madrid. Nunca llegué a escuchar su respuesta. Mi querida ahijada viendo que no me afectaba su descaro, cambió de objetivo y se concentró en mi miembro. Éste no tardó en reaccionar y completamente alborotado, recibió con gozo sus caricias. Miré de reojo a mi acompañante, nada en ella revelaba que en ese preciso instante me estuviera masturbando en público.  Disimulando, retiré su mano de mi entrepierna y la deposité suavemente encima del mantel.
-Tienes razón eres un tonto-, me soltó. Creí que se había terminado pero, entonces, cogiendo mi mano, la llevó a su sexo, y en voz baja me dijo: -Como veras, yo también soy una tonta-.
No lo podía creer, ¡la muchacha estaba completamente empapada!. Al tratar de retirarla, cerró sus piernas, dejando mi mano aprisionada entre sus muslos. No satisfecha, me robó otro beso, mientras me decía:
-Mastúrbame o le digo a tu querido jefe, que te estás acostando con tu ahijada y que llevas haciéndolo desde que era una niña-.
La muy zorra me tenía entre la espada y la pared. Si no hacía lo que ella decía, me podía olvidar no solo de mi trabajo sino de mi futuro, nadie me volvería a contratar con antecedentes de pederastia. Pero si lo hacía, habría sucumbido ante ella.  Sabiendo que no me quedaba otra salida, comencé a acariciar su sexo por encima del tanga. Carmen al notar que había cedido, haciendo que se acomodaba en la silla, se bajó las bragas hasta media pierna y con una sonrisa, me indicó que ya estaba dispuesta.
Humillado hasta lo indecible, pero tengo que reconocer que excitado, me fui aproximando a mi meta para descubrir que esa zorra, con aspecto angelical, lo llevaba completamente afeitado. Ni un solo pelo, entorpeció mis maniobras cuando separando sus labios, me concentré en el botón de su clítoris. Afortunadamente, la cría no tardó en llenar la silla con el producto de su orgasmo, momento que aproveché para levantarme e ir al baño.
-¡Hija de puta!-grité, mirándome al espejo. –¡Esta niña no sabe quién soy yo!-.
Mas tranquilo al haber tomado la decisión de vengarme, volví a la mesa y me metí en la conversación como si no hubiese pasado nada. Pero algo había cambiado en mí, ya que la niña se quería apropiar de todo, lo tendría pero a mi forma:
-María-, le dije, usando el nombre de mi esposa muerta y aprovechando que habíamos terminado de cenar, – vete despidiendo, que estoy cansado-.
Por mi tono autoritario, comprendió que estaba cabreado y que le esperaba una buena bronca. La muchacha obedeció al instante y en dos minutos estábamos recogiendo el vehículo.
Capitulo cuatro. LA CAMA
 
 

Nada mas salir del restaurant, aprovechando que tuve que parar por un semáforo en rojo, me volví y le solté un tortazo. A voz en grito, exigí que me explicara su comportamiento. La muchacha, llorando, me pidió perdón.

-Eso no me vale-, dije gritando, -crees que no me he dado cuenta de lo que pretendes-.
Totalmente desconsolada, me explicó que desde que se hizo mujer, me amaba y que sabiendo que me había quedado viudo, le pidió a su Padre venirse a vivir a Madrid para estar mas cerca de mí. Lo que no se esperaba es que yo la invitara a vivir conmigo pero viendo la oportunidad no la dejó pasar y convencida que iba a terminar enamorándome de ella, como ella de mí, esperó tranquilamente que sucediera. Pero todo se aceleró en el evento benéfico porque al sentir que otra podría ocupar el lugar que ella quería para sí, le obligó a precipitar los acontecimientos.
Viendo que no respondía y que su confesión no había servido para nada, me gritó:
-¡Soy Virgen!, he esperado que fueras tú quien me hiciera mujer-.
“Eso no me lo esperaba”, pensé y sin dar mi brazo a torcer, me mantuve callado durante todo el trayecto. Al llegar a casa, Carmen completamente desmoralizada, enfiló hacia su cuarto. Pero justo cuando iba a entrar, la llamé.
-¿Dónde vas?, esta noche me has obligado a masturbarte en público, ahora quiero que lo hagas tú, teniéndome de espectador-, le dije desgarrando su vestido y dejándola casi desnuda frente a mí.
Totalmente aterrada, no pudo reaccionar, quedándose parada. Sin ahorrar nada de violencia, la senté en el sillón frente a mi cama y le ordené que empezara mientras yo me desnudaba. Incapaz de negarse, empezó a acariciarse mientras unos gruesos lagrimones caían de sus ojos.
-No veo bien con el tanga, acerca el sillón y termina de desnudarte-, ordené cómodamente tumbado en la cama.
Desde mi privilegiado punto de observación, no quité  ojo a sus maniobras y vi como se quitaba el tanga y acercaba el sillón a escasos centímetros de mi cara.
-Empieza y compórtate como la puta que eres-.
Lloriqueando, abrió sus piernas y separando sus labios, comenzó a  acariciar su clítoris. Olvidándome de sus  lamentos, me concentré en observar si era verdad que el himen  se podía ver si la virgen en cuestión tenía el coño bien abierto.  Al confirmar que si se podía ver, verifiqué de paso que, por primera vez, esa zorrita no me había mentido. Nadie había hoyado su tesoro. Saber que iba a ser yo quien la desvirgara, me empezó a calentar.
Carmen al comprobar con sus ojos que mi pene reaccionaba, dejó de llorar y llevando una mano a su pecho, lo pellizcó mientras aceleraba su masturbación. Poco a poco la excitación fue venciendo la humillación que sentía y dejándose llevar, comenzó a gemir de placer. Sabiendo que tenía toda esa noche, y muchas más, para disfrutarla, esperé que estuviera a punto de correrse y entonces ordené que parase. Saliendo de la cama, la cogí y obligándola a ponerse en posición de perro, exigí que continuara.
Quería alargar su humillación y de paso bajar de golpe su calentura, de manera que tuviese que volver a reiniciar otra vez todo el proceso. La muchacha obedeciendo, volvió a masturbarse. Actuando como si estuviera evaluando la calidad de una res,  en voz alta, con la mano fui examinando las distintas partes de su cuerpo:
-Para ser una urraca tan dispuesta, tengo que reconocer que tienes un cuello de cisne-, le dije mientras acariciaba sus hombros. Aunque lo hacía para humillarla, la cría al sentir el contacto de mi palma en su piel, suspiró excitada. Viendo que eso avivaba su deseo, asiendo sus pechos, continué: -Buenas ubres, quizás un poco pequeñas, pero eso se soluciona preñándote-.
No me pude resistir a darle un lametón a una de sus aureolas. Ella, ya desbocada, incrementó la tortura de su sexo. Al percatarme de ello, decidí impedirlo y con la mano abierta, golpeé una de sus nalgas, mientras se lo prohibía. La dureza del azote, le gustó pero temiendo que me enfadara, ralentizó sus caricias e insegura, esperó mi siguiente paso.
Este no se hizo esperar, separando sus glúteos, descubrí su rosado y todavía sin usar orificio trasero. Como no quería dañar la mercancía, cogí un bote de crema, y echando una poco entre sus nalgas, fui recorriendo las rugosidades de su ano, hasta que sin previo aviso, introduje un dedo en su interior. Mi victima gritó por la incursión pero no hizo ningún intento de separarse. Al contrario, completamente descompuesta, me rogó que la dejara correrse. Comprendiendo que de nada serviría prohibírselo porque estaba a punto de explotar, la autoricé a hacerlo.
Mi ahijada se corrió sonoramente, manchando la sábana con su placer.
Haciéndole ver que había dejado todo empapado, la obligué a levantarse, ir al armario y cambiar la cama. Con el paso inseguro por el esfuerzo, rápidamente hizo lo que le había ordenado y en silencio, esperó mis mandatos.
-Por esta noche está bien, vete a dormir que mañana hablamos-.
Desde mi cuarto, oí como lloró desconsolada hasta que el cansancio provocó que se durmiera. Yo, en cambio, tardé en conciliar el sueño. Estaba sobre excitado, no podía dejar de pensar en ese cuerpo que el destino, había puesto en mi camino. No quedaba ningún rastro de remordimiento en mí. Había dejado de ser mi ahijada para convertirse en mi puta y satisfecho, cogí mi miembro y planificando mis siguientes pasos, descargué sobre las sabanas recién puestas.
Capitulo cinco. MARÍA.
 
Dormí profundamente aquella noche. Al despertar y oí que la muchacha se había levantado y como de nada servía esperar decidí continuar con mi venganza:
-María, ¡ven!-.
La muchacha  comprendió que me refería a ella, sin rechistar, vino a mi cuarto. Desde la puerta, me preguntó que deseaba.
-Tenemos que hablar, siéntate a mi lado-.
Asustada, se acomodó en el final del colchón y bajando la cabeza, esperó que hablara. Antes de empezar, me fijé en ella. El camisón de mi mujer que portaba, la traicionó. Habiendo recibido un humillante castigo, la muchacha seguía en sus trece y continuaba queriendo ocupar el sitio dejado por mi esposa.
-Después de lo de anoche, todo ha cambiado. Tienes dos opciones, o coges tus cosas y te vas de mi casa, hoy mismo,  o te quedas y te conviertes en mi juguete. Si te vas, volverás a ser mi ahijada Carmen y nadie sabrá lo que ha ocurrido, si te quedas, te llamaré María y me obedecerás en todo. Tomate el tiempo que necesites para decidirlo-.
-No necesito tiempo-, contestó firmemente,- soy María-.
-Entonces, María, prepárame el baño-.
Satisfecho, escuché como abría el agua de la tina. Al cabo de cinco minutos, me avisó que ya estaba listo y arrodillada, esperó a que entrara en la bañera. Una vez adentro. Le ordené que me enjabonara la espalda. La muchacha no se hizo de rogar y cogiendo una esponja con gel,  empezó a recorrer mi cuerpo. Tranquilamente me dejé hacer. En diez minutos me había lavado la cabeza, las piernas, y el tronco, solo faltaba mi sexo. Indecisa, me pidió si podía levantarme. Al hacerlo y ver, ella, que se erguía excitado, sonrió y pasando su mano por mi extensión, me empezó a masturbar.
-Ahora, no-, le dije.
Sin inmutarse por la demora, cogiendo el mango de la ducha, me enjuagó con agua limpia.  Viendo que estaba aclarado, fue por la toalla y esperó que saliera de la tina para empezarme a secar. Con cuidado, fue pasando la toalla por mi dorso y al llegar a mi pene, me miró pidiendo permiso.
-Ahora—
María, mi juguete, con su  boca fue absorbiendo el agua que todavía quedaba sobre mi piel, mientras con sus dedos acariciaba mis testículos, buscando que me excitara. No le hizo falta mucho tiempo para que mi sexo alcanzara su máximo tamaño, tras lo cual, recorriendo con la lengua mi glande, exploró su mayor anhelo. Como posesa, lamió su talle  como buscando retirar cualquier rastro de suciedad que con la ducha hubiera quedado. Ya convencida de su pericia, abrió los labios y usando su boca como si de una vagina se tratara, se lo introdujo hasta la garganta.
“Esta niña tiene práctica”, pensé al sentir sus labios en la base de mi órgano.
Acto seguido, empezó a sacarlo y a meterlo en su interior hasta que sintió que mi orgasmo se acercaba. Entonces y sin alterar su ritmo pero buscando coordinar nuestros clímax, se llevó una mano a su sexo y con un frenesí alocado, frotó su clítoris. Era tanta su calentura que llegó a su meta antes que yo, pero eso no fue óbice para que llegado el momento se atiborrara con mi semen, sin permitir que ni una sola gota se desperdiciara.
Satisfecho por su labor, la levanté en mis brazos y sin pedirle opinión, la tumbé sobre la cama.  La cría me miró con una mezcla de deseo y de temor, al ver que separando sus piernas acercaba mi cara a su pubis.  Dando rienda a mi curiosidad, saqué mi lengua y cuidadosamente empecé a jugar con su himen. Sería la única posibilidad que tendría de hacerlo porque, después de ese día, esa tela blanquecina habría desaparecido para no retornar nunca más. Su tacto suave pero sobre todo el sabor a hembra madura y dispuesta que saborearon mis papilas, obligaron a mi pene a salir de su sopor.
María del Carmen, Carmen o María, da igual como quisiera ser llamada, facilitó mi incursión abriendo sus labios con los dedos. Los primeros gemidos de la muchacha no tardaron en llegar a mis oídos. Retorciéndose como una anguila,  mi ahijada me rogó que la hiciera mujer mientras de su cueva, como si se hubiese soltado un tapón, brotaba su placer. Sorprendido de la cantidad de flujo que manaba de ese sexo todavía virginal, busqué sorberlo en su totalidad. Al hacerlo solo extendí su agonía, juntando su orgasmo inicial con el siguiente. Exhausta me pidió que la tomara, que ya no podía más.
Entonces, levantando sus piernas hasta mis hombros, acerqué la cabeza de mi pene a su sexo, y jugando con mi glande en su clítoris antes de penetrarla, conseguí que se volviera a correr entre sollozos. Sabía que estaba dispuesta  y por eso lentamente, rompí la única unión que le quedaba con la niñez, haciéndola mujer. El dolor que sintió al ser desgarrada fue intenso pero paulatinamente se fue diluyendo y al notar que estaba ya repuesta, inicié un suave vaivén en su interior.
Increíblemente, mi pene se vio embutido por la estrechez de su conducto, de modo que resultaba difícil  el penetrarla. Gradualmente dicha resistencia fue desapareciendo al irse relajando  sus  músculos y entonces fue cuando aceleré la cadencia de mis incursiones hasta ser un ritmo desbocado. María, por su parte, no se podía creer como el placer la estaba poseyendo y cerrando sus manos, comenzó a berrear su pasión al comprobar que aunque lo deseara todo su cuerpo se revelaba a un nuevo orgasmo y que le faltaba la respiración.
-Por favor, termina ya-.
Difícilmente podía hacerle caso, tras tres años sin poseer a una mujer, estaba poseído y sus palabras solo sirvieron para que poniéndola de  rodillas sobre la cama, la volviese a penetrar usando sus pechos como agarre. La nueva postura elevó todavía mas su calentura y gritando se corrió al sentir que regaba con mi simiente su sexo.  El esfuerzo fue demasiado y se desplomó sobre las sabanas mientras mi pene terminaba de eyacular en su interior. Agotado también, me tumbé a su lado.
Durante unos minutos ninguno de los dos habló. Ella había conseguido su objetivo y yo seguía debatiéndome entre el deseo que esa cría me producía y la inmoralidad que representaba.  Ese silencio fue roto por ella que, saliendo de su ensueño, soltó una carcajada. Al preguntarle el origen de su risa, dándome un beso, me dijo:
-No me había percatado que estoy en mis días fértiles. Y al pensar en que me puedes haber dejado embarazada, me imaginé la cara que pondría mi padre al saber que su mejor amigo ha preñado a su hijita-.
Debí haberla abofeteado en ese instante pero al visualizar,  yo también, esa imagen  no pude dejar de acompañarle en su risa.
 

Relato erótico: “Emputeciendo a una jovencita (5)” (POR LUCKM)

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LA OBSESION 2Eva se marcho a casa y yo me quede charlando con su madre.

Sin títuloYo – Bueno, te veo encantada con todo esto.

Ana – Si, debería sentir asco de mi misma pero me da igual, mi niña se lo pasa como una loca y yo también la verdad, mientras no se sepa.

Yo – Jeje, hoy subiremos el nivel.

Ana – No puede ser, me marido regresa justo hoy.

Yo – Exacto. Bueno, deja de hablar y ven a chuparme la polla.

Ella se acerco, se arrodillo y cogiendola con la mano empezó a lamerla.

Ana – Puedo preguntar algo?

Yo – Claro.

Ana – entiendo las cámaras en casa, es morboso que siempre te puedan ver, pero por que nos sigues grabando cuando follamos? Obviamente estamos sometidas, no necesitas chantajearnos.

Se metió la polla en la boca y la fue sacando despacio mientras sorbía bien fuerte.

Yo – Me gusta tener una colección porno de dos pijas como vosotras, y además se que cada video que hacemos os sentís mas putas. Cuando aparece la idea en vuestras cabecitas de volver a tener una vida normal pensáis en los videos y sabéis que el único camino es ser todavía mas guarras, verdad?.

Ana – Si, la verdad es que si.

Yo – Además tu ya eres una guarra, pero tu niña todavía no. Cuando se enamore me la follare mientras me lo cuenta, antes de su primera noche con el me la follare también, veré como lo hacen la primera vez. Cuando se case igual me la follo también la noche de bodas, igual hasta la preño yo.

Ana – Pensé que igual esperabas y te casabas tu con ella.

Yo –Tampoco es mala idea, pasaríamos unas navidades estupendas.

Ana – Ufff, si, no quiero ni pensarlo.

Yo – Bueno, va siendo hora de ir a trabajar, termina la mamada.

Ella empezó a chupar mas fuerte, acariciaba mi polla con una mano y masajeaba los huevos con la otra. No pude aguantar mucho, cuando noto que me corría pego sus labios a mi capullo como una ventosa y sorbió todo mi semen según salía. Luego me lo enseño con unos ojitos de guarra que eran increíbles y lo trago. Se levanto.

Ana – Joder, nunca pensé que llegara a gustarme tanto comer polla y tragar semen…

Yo – Si, la de cosas que aprendemos jeje.

Deje una cosa sobre la mesa y le di unas sencillas instrucciones para la noche.

Pase el día en la oficina de lo mas relajado, tener dos putas tan bien dispuestas la verdad resultaba una maravilla.

Llegue a las seis a casa y puse las cam para ver a mis putitas.

Ana estaba con su marido y otra pareja en el salón de su casa. Tenían la misma pinta que ellos, el algo mayor, trajeado, ella una señorona cubi$erta de ropa hasta el cuello y con unas perlas bastante gordas. Hablaban de las niñas. Sonreí, que poco había tardado mi putita en ponerse a trabajar. Puse la cam de su habitación. Estaba en su mesa estudiando con una chica morena, tenia una larga melena rizada y se intuían unas buenas tetas.

Estaban charlando.

Eva – Jo, que tostón de trabajo, esa profe y yo no vamos a llevarnos muy bien.

Laura – Jejeje, si, es un poco pesada. Bueno ya lo terminaremos. Que haces hoy?

Eva – Nada, mis padres no me dejan salir demasiado, tu?

Laura – Creo que nada, lo malo de vivir donde vivo es que salir es difícil, y mi padre no quiere que coja un taxi sola.

Eva – Pues estamos bien las dos. Oye, por que no te quedas a dormir. Están mis padres así que no pondrán pegas, y hay otra cama debajo de la mía.

Mientras decía eso miro fijamente donde estaba escondida mi cam, y sonrío.

Laura – No se.

Eva – Bueno, da igual, hace un mes que solo hablo con mis padres, estoy muy saturada.

Laura – Bueno, vale, preguntemos.

Las vi salir y escuche la charla, pusieron cara de buenas y tras prometer que saldrían a dar un paseo y que a las diez y media estarían en la cama ambos padres cedieron. Ana miro a su hija con curiosidad, sabia lo que tramaba.

Se dirigieron a la puerta y salieron de la casa. Escuche un rato la conversación de los padres pero me aburrí así que le mande un sms a mi putita para que me llamara desde cuando estuviera sola. No tardo ni diez minutos.

Eva – Te gusta amo?

Yo – Si, es muy mona, justo lo que quería, consigue que se duche y después…. Ah y antes de subir a tu casa…

Al cabo de una hora llamaron a la puerta. Entro con su amiga.

Eva – Hola Carlos – Y me dio dos besos- Esta es mi amiga Laura – ella se quedo en la puerta no muy segura de deber entrar en casa de un desconocido.

Eva – Tranquila Laura, es amigo de mis padres.

Laura – Ya, perdona, me tienen prohibido estar con hombres a solas y menos en su casa.

Eva – Bueno, no estas sola con el verdad? Estoy yo, además mis padres están justo arriba.

Ella la miro y se decidió a entrar, le di dos besos también a ella cogiendola por la cintura, note como se ponía tensa.

Eva me miro con cara de picara.

Eva – Necesito un favor.

Yo – Dime.

Eva – Nos darías algo de alcohol, Laura se queda en casa y vamos a hacer una fiestecita.

Laura – Pero yo no bebo.

Eva – Tranquila, arreglaremos eso.

Yo – ok, pero que no te pille tu padre.

Me acerque al mueble bar, saque una botella de tequila sin abrir y se la di. Ella la copio rápidamente y la metió en su bolso. Me dio un beso en la mejilla y salieron. Puse las cam del piso de arriba, las vi entrar en casa, los padres de Laura ya no estaban.

Jorge le dio un beso a su hija.

Jorge – Uff, como oléis a tabaco. Donde fuisteis?

Eva – A tomar una coca a un bar papa.

Jorge – Pues ducharos por favor, odio ese olor.

Laura – Lo siento, no me traje ropa.

Jorge – No te preocupes, Eva tiene ropa de sobra, mas de la que necesita la verdad.

Casi subo a besar al padre.

Entraron en la habitación de Eva, Laura puso el pestillo. Eva se acerco y lo quito.

Eva – No te preocupes, mi papa jamás entraría en mi habitación sin avisar diez minutos antes que iba a venir, me da que el tuyo tampoco.

Laura se rio.

Laura – Si, creo que se lo que dices, seguimos siendo su princesitas. No quieren ver que crecimos.

Eva – Exacto, y parece que las dos crecimos bastante bien.

Eva se saco el polo que llevaba.

Eva – A veces me parecen muy grandes – dijo mirándose el pecho.

Se acerco a un armario y lo abrió.

Eva – Coge lo que quieras, menos la ropa que hay al fondo del cajón de la ropa interior. Esa es mejor que no – Y le guiño un ojo-

Eva se quito la falda y en ropa interior se dirigió a su baño, dejando la puerta entornada.

Cuando se escucho el agua correr Laura se dirigió al armario y abrió el cajón de la ropa interior. Era una delicia ver a Eva ducharse, procuraba enjabonarse muy despacio, sus tetas, su coño, y siempre se metía un par de dedos en su coñito para mi deleite. Mientras, Laura sacaba la ropa que yo le compre a Eva y la examinaba con cara de sorpresa. Cuando escucho que el agua dejaba de correr volvió a guardarla rápidamente. Eva salio del baño con una toalla en su cabeza y otra envolviendo su cuerpo. En la habitación dejo caer la toalla y completamente desnuda empezó distraídamente a buscar que ponerse. Laura la miro sorprendida.

Laura – Te lo depilas?.

Eva – Si, es una gozada verlo así, y esta suavecito, me encanta. – Se paso un dedito por su rajita mientras lo decía.

Laura cogio la ropa que había elegido y fue al baño. Entro y cerro la puerta, me encantaba, iba a ver algo que ningún hombre había visto nunca. Ella se desnudo despacio, examinando el baño mientras lo hacia, miro con sorpresa la ducha, no había cortina, yo le había ordenado a Eva que la tirara días atrás.

Cuando se soltó el sujetador supe que me la tenia que follar, sus tetas eran mas grandes que la de Eva, en unos años se echarían a perder pero en ese momento eran una maravilla, grandes, duras, unos pezones oscuros, pequeños. Después vinieron sus bragas, grandes, y cutres, como las que Eva y su madre usaban antes. Asomo una mata de pelos negros, rizados. No se lo cuidaba mucho, se notaba, paso los dedos por la melena de su coño mirándose al espejo, comparando seguramente con el de Eva. Se hizo una cola en el pelo y se puso uno de esos gorritos para no mojarse el pelo, verla con los brazos arriba, sus grandes tetas me dio una imagen que tardare mucho en olvidar. A continuación se ducho. Se vistió antes de salir, Eva estaba desnuda, se estaba pintando las uñas de los pies. Al ver salir a laura se vistió a toda prisa, se puso una larga falda sin nada debajo un suje y una camiseta.

Laura – No olvidas algo?

Eva – Jejeje, nop, me gusta ir así, sobre todo con papa en casa.

Laura – Por?

Eva – Nunca eres mala? Tanta represión… tengo que escapar por algún sitio.

Laura – Estas loca.

Eva – Vamos, ahora me dirás que ni te masturbas cuando nadie te ve.

Laura – Nunca!

Eva – Jajaja, pues debes despertarte en mitad de la noche mojadita bastante a menudo.

Laura se puso roja y miro el suelo.

Eva – Vamos, quítatelas tu tb.

Laura – No.

Eva se acerco a ella, metió las manos bajos un falda, bastante mas corta que la que había elegido ella y se las bajo. Laura la miro sorprendida pero la dejo hacer. Nada mas quitárselas y tirarlas a un rincón llamaron a la puerta y entro la madre.

Ana – Vamos niñas, dejar de hablar y a cenar.

Salieron las tres Laura seguía roja. Durante la cena Eva forzó la cosa para que su padre hablara todo el rato con Laura, ella estaba azorada, se notaba que no paraba de pensar en su expuesto coño. Vi como Ana cumplía mis instrucciones y le echaba un par de pastillas machacadas a su marido en el postre. Las niñas se fueron a su dormitorio, Eva cogio una jarra de agua y unos vasos. Jorge no tardo en empezar a bostezar y se fue a su habitación, espere 15 min

Nada mas llegar a su habitación Eva Puso un par de copas, con la de Laura mucho mas cargada que la suya y se quito la ropa del todo, luego saco un par de minúsculos camisones y se puso uno tendiéndole el otro a Laura.

Laura se quito la ropa tratando de ocultar su coño.

Eva – Duermes con suje?

Laura – No, lo siento, me daba vergüenza.

Eva – Si quieres cambiarte en el baño – dijo sonriendo.

Laura la miro un poco desafiante.

Laura – No, no hace falta – Se quito el suje frente a Eva y a mi, todo sea dicho.

Eva – Jo, son preciosas.

Laura – Gracias.

Y se puso el camisón. Pusieron un poco de música y empezaron con las copas.

Eche un vistazo a la cam del dormitorios de los padres y viendo que estaba todo en orden subí entrando silenciosamente hasta su dormitorio. Una vez cerrada la puerta yo no se nos oía fuera. Instale el Portátil con sonido para ver a las dos zorras, una cámara extra de video y bese a Ana que estaba esperando con cara de nerviosismo.

Ana – Esto es muy fuerte.

Yo – Pues ya veras. Desnúdate y desnúdale a el.

Ella se quito la ropa a toda prisa, quitarle la ropa a el fue mas complicado, estaba nerviosa.

Ana – Seguro que no se despertara?

Me acerque, le di dos bofetadas a Jorge y le dije

Yo – Eh, Jorge, hace días que me follo a tu mujer y a tu niña, no te importa verdad?

Le cogi la cabeza moviéndosela como si dijera no e imitandos su voz – No, por favor, un placer, dales duro, son un par de zorras.

Yo – Ahora juega con su polla.

Ella se acerco y se puso a tocarla, al instante s puso dura como un palo.

Ana – Nunca se la había visto así, siempre lo hacíamos a oscuras tapados.

Yo – Tranquila, esta noche no se le bajara, aparte del somnífero le diste una viagra, la va a tener dura un buen rato. Ahora ven, te voy a enseñar a la nueva puta.

Le puse un par de fotos que había sacado del video de antes en las que se veía a Laura completamente desnuda.

Ana – Como esta la niña.

Yo – Ya te digo.

Ana – Te la vas a follar?

Yo – Si, Ahora chupame la polla delante del cornudo de tu marido, que vea lo guarra que es su señora mientras veo como trabaja la zorra de su hija.

Ana – Ummm, encantada. – Se arrodillo y empezó a chuparmela.

Eva estaba en la habitación con Laura, la botella había bajado bastante. Se reían como tontas, a Laura se le notaba bastante la borrachera, Eva disimulaba y le iba sacando las confesiones que me interesaban. Que si se despertaba caliente muy a menudo, que fantaseaba con un amigo, y al final que si, que se pasaba un dedito por su rajita de vez en cuando. Apenas quedaban un par de dedos en la botella.

Eva – Pues deberías probar con el coño bien depilado.

Laura – Ya, pero como lo hago, me da vergüenza ir a un sitio de esos, tu como te lo hiciste?

Eva – Jajaja, esa historia ya te la contare otro día.

Laura – Por?

Eva – hay secretos inconfesables

Laura – Pero yo ya te conté que a veces me masturbo, que puedes esconder?

Eva – Mucho, mucho mas, – dijo guiñándole un ojo.

Laura – No jodas, el vecino!!!! Carlos no? Pero es mucho mayor que tu.

Eva – Jajaja, si, mejor que sepan, digo yo, además no te confirme nada.

Laura – Vamos, cuéntamelo porfi,

Eva – No, ahora somos muy amigas pero si nos peleamos lo podrías contar en el cole y me meterías en problemas.

Laura – Pero quiero saberlo, como puedo hacer que me lo cuentes.

Eva – Ummm, coge tu móvil.

Laura lo cogio, y ahora?

Eva se levanto se quito el camisón y con los brazos detrás de la cabeza….

Eva – Hazme una foto.

Laura – Para?

Eva – Yo te hare otra, si alguna de las dos cuenta lo que se diga en esta habitación la otra podrá vengarse de la peor manera posible.

Laura se quedo pensando.

Laura – Mucho peligro.

Eva – Si, es como lo de la cena sin bragas, me excitan estos juegos, a ti no?

Laura – Ummm Así si que tendremos que ser las mejores amigas, vale.

Laura saco su foto y se levanto quitándose el camisón. Eva le hizo su foto y gruño.

Eva – No queda bien, con lo linda que eres ese matojo es horrible.

Laura – Ya, que podemos hacer?

Eva simulo pensar un momento dijo, – espera aquí.

Salio de su habitación y entro en la de sus padres encontrándose la escena de su madre chupandomela, su padre empalmado y yo viéndolas a ambas.

Eva – Joder, que morbo.

Se acerco y me beso.

Eva – Amo, te voy a entregar a esa puta para que te la folles bien follada.

Yo – No esperaba menos de ti, chupasela un poco a tu papi, mami esta ocupada con mi polla.

Eva – Joder!!

Se acerco a la cama, copio la polla de Jorge y se la introdujo en la boca acariciándole los huevos. Empezó a subir el ritmo, se notaba lo que quería, en un par de min logro se que se corriera, se trago toda su leche y nos miro.

Eva – No pude contenerme.

Ana – No me puedo creer que mi niña probara la leche de mi marido antes que yo.

Yo – Jajaja, por? Te falta mas de la que te doy?

Ana – Ni de broma, me gusta la tuya, es solo que….

Yo – Ya, bueno, Eva, a trabajar, tu amiga se aburre. – Miramos los tres el monitor, Laura estaba tumbada de espaldas en la cama con los pies en el suelo y se estrujaba las tetas.

Eva – Jo, parece que se va poniendo a tono, voy corriendo.

Entro en el baño de sus padres, copio unas cosas y se fue a su habitación. Al entrar pillo a laura en pleno magreo de tetas. Laura se corto y trato de levantarse, pero Eva de un suave empujón se lo impidió.

Eva – Tranquila, yo también acaricio las mías.

Laura – pero es que…

Eva – Es que nada, somos las mejores amigas recuerdas, lo que pase aquí no sale de aquí. Bebe un poco – dijo tendiéndole la botella.

Laura dio un largo trago y siguió tumbada. Eva metió una toalla bajo su culo.

Laura – jajaja, que haces?

Eva – Voy a dejarte el coñito como el mío.

Laura – No me puedo creer esta noche.

Eva – Ya veras que bonito queda.

Laura – Y me contaras lo de tu vecino?

Eva – Con pelos y señales, bueno, sin pelos jejeje

Eva se puso a trabajar. Unto de crema el coño de su amiga y empezó a afeitarla muy despacio, mientras la hacia acariciaba su coño delicadamente. Al poco laura solto un gemido.

Laura – De verdad no te importa si yo…

Eva – Jejeje, no, juega con ellas, tranquila.

Eva fue afeitándola y masturbándola, laura cada vez estaba mas caliente, jugaba con sus tetas y pezones mientras gemía. Eva termino de afeitarla pero siguió hasta que Laura se corrió.

Laura – Uff, ya?

Eva – No, espera.

Se levanto, fue al baño y copio una toallita, la mojo y volvió a su sitio, con mucha delicadeza la fue pasando por el coño de su amiga dejándoselo completamente limpio. Cogio su móvil y le hizo varias fotos desde distintos ángulos.

Laura – No era solo una?

Eva – Si, pero me encanta verte asi, estas preciosa.

Laura – Gracias.

Eva – Tengo que hacer algo, me dejas?

Laura – Ya a estas alturas que mas da, cuéntame lo del vecino….

Eva se sentó a sus pies y acariciándole el coño le contó una versión ligh de la historia, centrándose en la visita al corte ingles y en algunas cosas mas, la primer vez que se la metí… Mientras acariciaba el coño de su amiga. Laura se corrió pero Eva no paro, empezó a meterle los dedos, Laura gemía y gemía. En un momento Eva ya no aguanto mas y pego la boca a los labios del coño de Laura, Laura dio en respingo y trato de apartarle la cabeza pero Eva siguió chupando hasta que Laura cedió y volvió a tumbarse y dejarse hacer. Eva continuo chupando, haciendo que se corriera otra vez en su boca. En ese momento entro la madre haciéndose la indignada, con su gordo camisón de esposa decente.

Ana – Dios mío!! que pasa aquí!!?

Laura la miro con cara de pánico, intento taparse pero de un bofetón ana la dejo inmóvil, ni te muevas maldita zorra, pervirtiendo a mi niña!!!

Laura – No yo no! Fue ella!!

Ana – Mi niña no hace estas cosas pervertida – Cogio la botella de tequila y el móvil de Eva que estaban sobre la cama, examino las fotos. – Voy a llamar a tus padres ahora mismo, veras cuando vean esto –

Laura – No! Por favor! – empezó a llorar.

Ana – Como que no?, te invitamos como si fueras de la familia y tu conviertes a mi pobre niña en una puta.

Laura – No, mi padre no, me matara.

Ana – Pues espera a que le enseñe esto a Jorge, te echaran del colegio, todo el mundo vera tus fotos, te llamaran puta por la calle. Espera aquí y ni se te ocurra vestirte.

Laura lloraba en un rincón, Eva hacia como que ponía cara de preocupada.

Laura – Dios, que voy a hacer ahora?

Eva – Hay una solución, pero no se si te gustara.

Laura – Cual? Lo que sea, de verdad, lo que sea.

Eva – Estas segura? Será duro?

Laura – Pero que es?

Eva – Tiene que ver con o que te dije antes, lo que pase en esta casa no se sabrá, pero pasaran cosas, muchas.

Laura – No me importa, hare lo que sea para que mis padres no se enteren.

Eva – Bien, ven aquí, ponte de espaldas.

Eva rápidamente ato sus brazos a la altura de los codos, así su pecho salía mas.

Laura – Pero que haces?

Eva – Dijiste lo que sea no?

Laura – Si – bajo la mirada.

Bien, ahora ponte de rodillas con las rodillas separadas que se vea bien tu coño.

Laura – Pero esto para que?.

Eva – Calla, cuando venga mi mama dile que estas dispuesta a lo que sea.

Laura – Pero.. por favor…

Ana entro en ese momento.

Eva – Mama, laura reconoce que es una zorra y dice que hará lo que sea.

Ana – No puedo despertar a tu padre, tomo una pastilla para dormir.

Ana miro a Laura.

Ana – Tiene un buen cuerpo la zorra esta. Es fácil decir lo que sea pero luego se rajara y sabrá demasiado de nuestro secreto.

Laura – No, de verdad, lo que sea, no diré nada, nunca, pero por favor, mis padres no.

Ana – Seguro? Se acabara tu vida de niña inocente, pasaras a ser la hembra de un tio, su zorra, te follara cuando y por donde quiera.

Laura – Su marido?

Ana – Jajaja, esta no se entera de nada Eva.

Laura – El vecino, ud tambien se acuesta con el vecino?

Ana – Acostarse no es el termino exacto, ya lo averiguaras.

Laura – De acuerdo, me acostare con el si es lo que hace falta.

Ana – Haras bastante mas que eso. Véndale los ojos!

Eva se los vendo, la hicieron levantarse. Entraron en el dormitorio donde estaba yo, me acerque, agarre sus tetas.

Laura – Quien es? Es tu padre? Carlos?

Seguí estrujándoselas en silencio.

Eva – Dijiste que querías saberlo todo no?

Laura – Si, pero no me imagine esto.

Me senté y la hice sentarse sobre mi, notaba mi polla contra su rajita, estaba mojada de antes. Acaricie su coño y sus tetas, yo estaba desnudo, ella lo notaba y estaba nerviosa. Le hice una señal a Ana, se desnudo completamente se agacho y empezó a lamer su coñito mientras que yo lo habría con los dedos. Laura empezó a excitarse. Seguimos hasta que se corrió. Eva jugaba con la polla de su padre. Le quite la venda a Laura. Lo primero que vio fue a la madre de Eva comiéndole el coño.

Laura – Pero que es esto?

Luego miro hacia delante y vio a Eva jugando con la polla de sus padre.

Laura – Sois unos pervertidos!!

Eva – Si, y yo te engañe, no quería ser tu amiga, mi amo me dijo que quería una putita como yo y yo se la traje. Laura lloraba y se corría a la vez, Ana parecía poseída, tragaba y tragaba los jugos de la niña.

Ana – Joder, esta zorra no para de correrse.

Eva – Estas disfrutando verdad zorrita?

Laura – Si, cabrona.

Eva – Recuerdas lo que dijimos, que nos haríamos fotos para que tuviéramos que guardar nuestros secretos?

Laura – Si.

Mi novio es un poco mas perfeccionista pero servirá, el grabo toda nuestra charla, mira.

Puse el ordenador, salió ella en la ducha, sus confesiones, y Eva comiéndole el coño después de afeitárselo, salía revolviéndose en la cama, estrujándose las tetas, era indescriptible la escena.

Eva – Bien, ahora te cuento lo que va a pasar. Yo me voy a follar a papi y tu a mi novio. Después mama recogerá el semen de los dos de nuestros coños y te lo dará para que lo tragues.

Laura – Joder!

Yo – Pero tienes que decir que si quieres hacerlo, no te obligamos a nada, puedes vestirte y marcharte.

Laura – Y que pasara con las fotos y el video?

Yo – Todo el mundo lo ver, serás la virgen mas puta de Madrid,

Laura – No puedo dejar que eso pase.

Yo – Y que piensas hacer?

Laura – Follar!, todo lo que queráis!!

Levante a Laura y la acerque a Eva, de rodillas, hasta que casi se tocaban, me coloque en posición. Ana cogio mi polla y la puso justo en la entrada del coño de Laura. Después cogio la polla de su marido y la apunto a la raja de su niña. Eva miro a Laura.

Eva – Cogeme las tetas.

Solté a laura, ella levanto sus manos y agarro los pechos Eva con saña, eva dio un suspiro de gusto, la imito agarrando bien fuerte las tetas de Laura y apretando con fuerza. La miro y le dio un morreo. Ana había cogido la cámara y gravaba la escena buscando lo mejores planos.

Eva – Eres mi mejor amiga, te quiero.

Laura capto la señal.

Laura – Yo también te quiero, siempre seremos amigas.

Eva – Joder, me esta entrando Laura, la polla de mi padre, en mi coño, nunca pude ni imaginarlo.

Laura – A mi me la esta metiendo carlos, noto como mi coño se abre y su polla va entrando. Duele un poco pero su polla esta tan caliente.

Eva dio un fuerte empujón y se la clavo entera. Dio un grito, miro a su madre.

Eva – Mira mama, mírame, mira como me follo esta polla que nunca te hizo disfrutar.

Ana aguantaba la cámara como podía y se masturbaba como una loca.

Eva – vamos, ahora tu, clávatela tu misma, Carlos no empujara mas quiere que lo hagas tu, conviértete en su puta como mi mama y yo, seremos sus putas las tres, es nos dará toda la polla que necesitemos y nos convertirá en unas guarras.

Laura – No puedo, por favor. No se como paso esto.

Empezó a llorar.

Ana – Pues es simple, hasta hace unas horas eras un dulce de niña, estudiosa, adorada por sus padres y ahora eres una hembra salida y muy caliente, o crees que no vemos tu coño chorrear sobre la polla de Carlos?

Laura – Pero esto no esta bien!

Ana – Quizás, estas en una habitación viendo como Eva se mete la polla de su padre mientras te mete mano, estas sobre la polla de un tio que acabas de conocer, hasta las putas hablan mas con sus clientes antes de meterse sus pollas. Ah, y ese tio va a reventarte el coño y dejarte lista para ser follada como la hembra que eres.

Laura – Dios!

Ana – Jajaja, dios te dio ese cuerpazo, acaso creías que era para que un panolis como mi marido se lo follara durante 20 años a oscuras? Créeme, esto te va a gustar mucho mas.

Laura empezó a empujar lentamente, mi polla entraba, notaba la tensión de su coño pero iba abriéndose, su himen se rompió y al final di con mis pelotas en su culo, ella jadeo.

Laura – Ya esta, ya tienes lo que querías, Ahora follame.

Empecé a empujar y a empujar, ella jugaba con las tetas de Eva, Eva con las suyas, Eva botaba sobre la polla de su padre. Agarre el culo de Laura y empecé a empujar mas fuerte, quería correrme en ese coñito, Eva cabalgo mas fuerte a su padre. Note como me corría. Eva me miro.

Eva – Dios Carlos, noto su leche en mi coño, me esta preñando, dios!!

Ambas se corrieron devorándose las bocas, estrujando sus tetas y notando como nuestra leche llenaba sus coñitos. Caí a un lado, mi polla fue saliendo del coño de Laura, ella se quedo inmóvil. Ana corrió, puso los labios pegados al coño Laura y sorbió llenándose la boca con mi semen, Cuando se dio cuenta de que estaba todo le dio una palmada a laura en el muslo para que se apartara. Eva ocupo su lugar, me sonrío y note como hacia fuerza con los músculos de su coño, su madre hacia ruidos mientras sorbía. Cuando termino tumbaron a laura, ella me miro, y abrió la boca. Ana se inclino sobre ella, puso una mano sobre su pecho y la beso pasándole todo el contenido de su boca. Estuvieron besándose dos minutos, al final se separaron. Ana se tumbo de lado sobre ella jugando con su pecho. Eva se acerco y abriéndole las piernas puso su cara de lado sobre su coñito y lo acaricio suavemente. Las tres me miraron, sonrieron.

Ana – Amo, necesito una polla.

Yo – Pues ahí tienes la de tu marido. Follatelo como una puta, restriégale las tetas y el coño por la cara, insúltalo, diviértete mientras tu niña ve follar a sus padres.

Ana salto sobre su marido y se metió la polla de un golpe, jadeaba y babeaba sobre la cara de el, le decía que era una zorra, que le diera polla, que la preñara.

Laura los miraba sorprendida.

Ana – Que miras zorrita, este cabrón me dejo con las ganas durante años.

Eva se acerco a mi y se puso a jugar con mi polla. Laura la miro y se acerco también.

Eva – Mira Laura, esta es la polla que adoro.

Laura – Encantada.

Yo – Jajaja, cuando estés aquí debes olvidar tus modales, métetela en la boca.

Laura obedeció, Eva le fue dando indicaciones mientras veía a sus padres follar. Ana se corrió al cabo de un rato.

Ana – Joder, a este no se le baja la empalmada.

Yo – Laura, follatelo.

Laura subió a la cama, y de espaldas a nosotros empezó a apuntar a la polla de Jorge.

Yo – No, de cara a nosotros, que te veamos follarte a papi.

Laura se dio la vuelta, se puso en cuclillas sobre el y empezó a metérsela, poco a poco se la metió entera. Después empezó a botar, sus tetas se movían arriba y abajo, ella empezó a gemir. Eva se levanto, copio la cámara y la enfoco.

Eva – Que linda es mi amiga que se folla a mi papa. Te gusta la polla de mi papa Laura?

Laura – Si.

Eva – Si que?

Laura – Si, me encanta la polla de tu papa – dijo jadeando.

Eva – Eres muy guarra, es la segunda polla que te metes hoy.

Laura – Si, soy una guarra!

Me levante y me subí a la cama y me acerque a ella. Le metí la polla en la boca.

Yo – Vamos, ahora vas a saber lo que es que te llenen de leche por todos lados.

Ella empezó a chupar, no lo hacia muy bien pero lo intentaba. Ana se acerco por atrás y metiendo la cabeza entre mis piernas empezó a lamer mis huevos. Note que me corría, puse una mano en la cabeza de Laura para que no se la sacara y me corrí. Ella hizo algún ruido pero trago, un poco semen salio por sus labios, jorge se corrió al mismo tiempo. Y ella entre fuertes espasmos y gemidos, callo de lado sobre la cama y Eva y Ana se lanzaron a devorara cualquier resto de semen. La lamieron de arriba abajo, sobre todo sus grandes tetas, parecían fascinarlas.

Nos quedamos un rato tirados los tres, Eva consiguió que me empalmara otra vez y no paro hasta que me la folle mirando a su amiga y contándole las cosas que las solía hacer. Cuando me corrí se levanto, Ana se acerco a ella para comerle el coño los restos de mi corrida.

Yo – No.

Ana – Como?

Yo – Queda alguien que no trago todavía.

Eva – No te atreverás.

Yo – Yo no, tu si, Ana, ábrele la boca al cornudo. Eva, siéntate en cuclillas sobre su boca, y mastúrbate. Que pruebe los jugos del coño de su niña.

Eva tardo dos segundos en hacer lo que le pedía. Se masturbo con rabia hasta que termino, permaneció dos minutos haciendo fuerza con el coño para que saliera todo lo que tenia dentro. Al apartarse Ana ocupo su lugar.

Ana – Este cabrón nunca me lo comió, ahora se va a enterar a que sabe.

Ella tardo un rato, hasta que no se corrió dos veces no se aparto. Los tres miramos a Laura.

Laura – Supongo que no hay opción.

Se puso en la misma posición y mirándome fijamente se masturbo.

Di por terminada la sesión, vi como cambiaban las sabanas y le ponían el pijama a Jorge. Al terminar nada daba a entender lo que había pasado allí. Me fui a la habitación de las niñas, me metí en la cama de Eva, les indique que se ducharan y s metieran en la cama conmigo. Los tres desnudos nos dormimos. Por la mañana Eva me despertó con su habitual mamada. Ana entro a mitad de la mamada. No dijo nada hasta que me corrí. Laura se despertó en ese momento, tardo unos segundos en recordar la noche anterior, cuando le vi en la cara que había recordado le di un largo y húmedo beso mientras le tocaba las tetas, hasta que se relajo y acepto que era mía.

Ana – Jorge se esta despertando, se duchara y saldrá.

Yo – Bien, pon el desayuno para todos.

Cuando Jorge salio de la habitación me encontró desayunando con su mujer y las niñas.

Jorge – Carlos?

Yo – Hola, me comentaron ayer que llegabas hoy y subí a saludarte, un poco temprano me temo, lo siento, pero Ana insistió en que me quedara a desayunar, ya sabes que mi nevera no es comparable con la vuestra.

Jorge – Pues a ver si hay algo bueno, tengo un sabor de boca terrible.

Yo – No dormiste bien?

Jorge – Si, como una piedra. Pero no se, tengo mal sabor de boca.

Yo – Bueno, tomate algo a ver si se te quita.

Jorge – Vale, luego podemos ir misa, te vienes?

Yo – Que va, estoy cansado, yo dormí poco.

Jorge – Saliste?

Yo – No, – le guíe un ojo – tu me entiendes.

Jorge se indigno mirando a su mujer y las niñas.

Jorge – Bueno bueno, desayunemos.

Sonreí, mire a Laura, le guiñe un ojo y me puse un poco mas de café.

———––—————————————————————————

Encantado de ver que al final no es que los lean menos españolas solo que son más vergonzosas con estas cosas que las sudamericanas. Un saludo para un par de madrileñas que me agregaron y a una andaluza de lo más caliente. A las que me escribisteis y no conteste prometo hacerlo pronto.

ya sabéis como encontrarme, no me como a nadie y me gusta hablar con mis lectoras.

Skype: luckmmm1000

luckm @hotmail.es

 

Relato erótico: “La noche que conocí a Sonia” (POR GOLFO)

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COMO DESCUBRI

Estaba sentado, tomándome una copa, cuando me la presentaron. No comprendí, en un Sin títuloprimer momento, la razón por la que me afectó tanto su presencia. Sonia era una mujer atractiva pero soy un perro viejo que no se alborota fácilmente con un escote sugerente, por eso me resultó tan extraño que, al darle un cortés beso en la mejilla, todo mi ser reaccionara de esa forma. Era como si el reloj de mi vida, hubiera dado marcha atrás y volviera a ser un adolescente. Creo que incluso permanecí con la boca abierta mientras ella seguía saludando a mis amigos.

 
Confuso traté de analizar que es lo que me atraía de ella. Sin importarme que me pillara observándola, recorrí su cuerpo, fijándome en su piel, en su vestido, en la coquetería de sus movimientos, hasta que llegando a su cara, descubrí en sus ojos una mirada mezcla de picardía y curiosidad.
 
-¿Te gusta lo que ves?-, me preguntó echándose hacia delante para darme una mejor visión de sus pechos.
 
-Si-, le respondí descaradamente,- pero no es eso. Hay algo en ti que me provoca-.
 
Le debió hacer gracia mi comentario, por que levantándose de la silla, se dio la vuelta, y llamando mi atención, me dijo riéndose:
 
-¿Será esto?-, mientras sus manos recorrían su trasero, pegando la tela del vestido para que me fijara en la rotundidad de sus formas.
 
Tenía un culo perfecto. Duro y respingón, que en otra época hubiera sido suficiente para alterarme la hormonas, pero no para perturbar la tranquilidad de un cuarentón de esa manera. Debía haber algo más.
 
-Lo tienes precioso-, le dije galantemente. Realmente lo tenía, pero no podía ser esa la razón por la que tenía erizado todos mis vellos. Esa mujer me agradaba físicamente, incluso me resultaba atractiva la idea de poseerla, de levantarme de mi asiento y llevármela lejos para disfrutar de sus caricias, pero tenía miedo.
 
Miedo de saber que por primera vez en años, una mujer desconocida había hecho que mi sangre se alterara. Que sin casi haber cruzado con ella dos palabras, toda mi mente se replanteara mi vida de solterón, soñando con tenerla entre mis brazos. No me reconocía en el idiota que incapaz de soportar la tensión, tomó la decisión de marcharse.
 
Sin despedirme, salí del local. Ni siquiera aguardé como otras tantas veces que me trajeran el coche, sino que pidiéndole las llaves al aparca, lo saqué yo mismo del garaje. Todo me daba vueltas.
 
-¿Qué estoy haciendo?-, me preguntaba al detenerme en el semáforo. -¿Por qué huyo?-, trataba de comprender mientras esperaba que se pusiera en verde.
 
Esa mujer había derrumbado mis defensas. Con su sola presencia, mis muros alzados durante tantos años, habían caído hechos añicos, dejándome sólo la certeza de mi debilidad. La máscara de imbatibilidad que tanto me había costado forjar, se había deshecho en jirones, nada más verla.
 
Acelerando al llegar a la Castellana, una pregunta retumbaba en mis oídos, ¿por qué?, ¿por qué?…..
 
Mi propio apartamento, que siempre había sido para mí un refugio, me resultó deprimente. Los cuadros de las paredes, que hasta esa noche me recordaban mi éxito y que eran la envidia de mis conocidos, me parecían láminas sin ningún valor. Incluso el Antonio López, que era mi orgullo y que tanto me había costado adquirir, en ese momento me recordaba a una postal barata.
 
Cabreado, me serví un whisky. Con el vaso entre mis manos, traté de analizar mi comportamiento pero me resultó imposible. Nada me daba la clave que me hiciera comprender lo que me ocurría. Estaba a punto de caer en la desesperación, cuando escuché el telefonillo.
 
-¿Quién será?-, me pregunté al descolgar.
 
-Ábreme-.
 
Como un autómata obedecí. Era ella.
 
Nervioso, esperé, en la puerta del ascensor, su llegada. No sabía como me había localizado, ni siquiera que es lo que le había llevado allí pero supe mientras oía el ruido de la maquinaria subiendo que estaba hundido.
 
Convencido que tras esa noche, mi vida iba a tomar otro rumbo y que no podía hacer nada por librarme, abrí la puerta. Su sonrisa, al salir, no hizo más que confirmar mis temores. Sonia segura de si misma, entró en mi casa como si fuera suya y sentándose en el salón, me dijo riéndose que le había dejado a medias y que como estaba intrigada por saber que era lo que me atraía de ella, no se iba a ir sin descubrirlo.
 
-No lo sé-, tuve que reconocer y tratando de cambiar el tema, le ofrecí una copa.
 
No esperé su respuesta, huyendo por segunda vez de ella, fui a servírsela, pensando en que eso me daría tiempo de pensar. Pero de nada me sirvió porque al darme la vuelta, la encontré desnuda en el centro del salón y muerta de risa, me dijo:
 
-Volvamos a empezar, ¿Te gusta lo que ves?-.
 
Hipnotizado, me acerqué observándola. Estaba disfrutando de mi nerviosismo. Sin pensar en las consecuencias, acaricié sus pechos con mis manos, mientras ella sonreía. Sus pezones eran oscuros como mi futuro pero aún así acercando mis labios, no pude evitar el besarlos.
 
-¿Es esto lo que te atrae de mí?-, me dijo, mientras se los pellizcaba.
 
Absorto, vi como se erizaban sus aureolas. Convertidas en dos pequeños botones, me llamaban a su lado y, ya babeando, intenté volver a besarlas pero su dueña jugando se separó de mí, bromeando:
 
-¿O será mi espalda?-.
 
Levantó sus brazos y, ridiculizándome, me mostró su parte trasera. Con la respiración entrecortada, observé la perfección de sus curvas, su columna, su cintura y sus nalgas, sin atreverme a nada más.
 
-Tócame-, me ordenó.
 
Para aquel entonces, mi voluntad había desaparecido, la urgencia de mi deseo era mayor que mi reticencia a ser usado y por eso arrodillándome a su lado, mis labios y mi lengua recorrieron su trasero mientras ella no paraba de reírse. Mis dedos me ardían al tocar su piel, era como si una fogata se hubiera instalado dentro de mi cuerpo, quemándome.
 
Torturándome, me dejó hincado sobre la alfombra. Sentándose sobre la mesa, me llamó diciendo:
 
-¡Mira!-.
 
Había abierto sus piernas y, separando sus labios, me mostraba su rosado botón del placer. La lujuria con la que me ordenaba que me acercara, me transformó en su esclavo y gateando por el suelo, fui a su encuentro.
 
Su sexo perfectamente depilado y sus dedos ensortijados se unieron en una sensual danza de la que yo sólo era convidado de piedra. Teniéndolos a menos de un palmo de mis ojos, observé como sus yemas se hacían con su clítoris mientras yo era un espectador de sus maniobras. Quieto a su lado, vi como se licuaba, como temblaban sus piernas al ritmo de su orgasmo y como requiriendo mi presencia, me agarraba la cabeza acercando su vulva a su presa.
 
Saboreé sus pliegues. La penetré con mi lengua. Acaricié sus muslos. Bebí de su placer, hasta que cortando mi inspiración y dejándome sediento, me llevó a mi cama.
 
-Desnúdate-, me exigió, mientras se ponía a cuatro patas sobre mi colchón.
 
Mi ropa cayó al suelo. No hacía falta que insistiera. La visión de su desnudez era demasiado atractiva para oponerme y con mi pene totalmente excitado, me acerqué a ella.
 
-¿Qué esperas?-, me dijo moviendo sus caderas.-¿Necesitas ayuda?-, me preguntó mientras separaba sus nalgas, enseñándome el camino.
 
Recogiendo un poco de su flujo, le embadurné su hoyuelo tratando de no hacerle daño, pero ella agarrando mi extensión la puso en su entrada, gritándome que estaba lista. Sin voluntad, sentí como se clavaba mi miembro en su interior. Centímetro a centímetro lo vi desaparecer mientras sus músculos presionaban la piel de mi erección. Me pareció que estaba en el cielo y que sus chillidos eran alabanzas celestiales a mi virilidad.
 
La locura se desencadenó en cuanto sentí como se deshacía entre mis piernas y colocando mis manos en sus hombros, me di cuenta que la tenía en mi poder. Se había roto el hechizo, por fin sabía que era lo que me atraía de ella. Era su olor. 

La mezcla de su esencia natural de hembra necesitada con Dune, un perfume carísimo de Christian Dior, era lo qué me excitaba.
 
Ya sabiendo la razón de tan insana atracción, forzando sus caderas, empecé a apuñalarla con mi pene. Ahora era yo quien mandaba y ella la víctima. Sonia se dio cuenta del cambio al sentir mis manos azotando su trasero. Intentó protestar pero no le di opción al marcarle el ritmo infernal. Primero se quejó de la virulencia de mis embestidas, luego gimió desesperada por los golpes, para deshacerse entre mis piernas al percibir que bajo mi mando su cuerpo se retorcía de placer, pidiéndome más.
 
-¡Date la vuelta-, le ordené.
 
Indefensa, vio su sexo violado mientras me apoderaba de sus pechos. Sin compasión, me vengué pellizcándole los pezones. Sus gritos ahora hablaban de sumisión, la bella mujer que me había poseído, se retorcía pidiéndome perdón mientras su sexo se anegaba al compás que yo le marcaba.
 
-¿Te gusta?, Putita-, le susurré al oído.
 
Cuanto más bestial me comportaba, más se excitaba. Su mirada reflejaba la tensión de la entrega cuando mis manos se cerraron sobre su cuello.
 
-¿Sabes lo que es la anoxia?-, le pregunté mientras empezaba a apretar.
 
-No-, alcanzó a gritar antes de que su garganta se cerrara.
 
-Es la falta de oxígeno-, su tez se estaba amoratando por la ausencia de aire, – y resulta que incrementa el placer de quien lo sufre-.
 
Aterrada, intentó zafarse de mi abrazo pero cuando ya creía que iba a morir estrangulada, notó como su cuerpo reaccionaba y que el placer reptaba por su piel, consumiéndola. Su espalda, totalmente encorvada, se retorcía buscando profundizar en el abismo que la dominaba mientras de su cueva emergía como un riachuelo el resultado de su deseo. Al desplomarse sobre la cama, la solté dejándola respirar pero el oxigeno al entrar en sus pulmones, lejos de calmarla, maximizó su orgasmo y gritando se abrazó a mí con sus piernas mientras lloraba pidiéndome perdón.
 
-¿Por qué te tengo que perdonar?-, le respondí mientras regaba con mi simiente su interior, -Has venido a mí sin que yo te lo pidiera, intentando someterme, pero ahora la esclava es otra y así te voy a mantener-.
 
Sus ojos repletos de lágrimas me hicieron saber que la había descubierto y que desde esa noche en la que ella había salido de caza, iba a ser adicta a mis caricias. Había querido entretejer una tela de araña alrededor de su cuerpo, y ahora sabía que se había enredado en su propia trampa, que ya era incapaz de escapar.
 

Relato erótico: “Las costumbres de mi novio 3” (POR MARQUESDUQUE)

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CAZADORDespués del sexo nos quedamos un rato besándonos.

Sin título-¿Somos lesbianas?- preguntó Ana al fin. No puede evitar soltar una risa sonora.

-¿Qué ya no te gustan los chicos? ¿No te gustan las pollas, no quieres que te la metan nunca más?

-Bueno, yo…- titubeó ella, ante lo que me reí de nuevo

-No cielo, no somos lesbianas, solo buenas amigas.

Aclarado este punto, que parecía preocupar a Ana, nos arreglamos, nos vestimos y fuimos a mi casa. No quería que Ana se quedase sola en ese estado, aunque parecía mucho mejor después del sexo, y le dije que se quedase a dormir conmigo. Miguel saludó a Ana con un beso en la mejilla y no tuvo inconveniente. Cenamos, vimos un poco la tele y nos acostamos pronto. Miguel se quedó en nuestra cama y yo me acomodé con Ana en la habitación de invitados.

-¿A Miguel no le importa?- preguntó, no sé si tanto en referencia a que se quedara solo en la habitación como al hecho de que ella y yo compartiéramos cama.

-Claro que no- la tranquilicé. Nos acurrucamos en la cama y nos besamos.

-¡Que majo!-dijo

-¿Así que al final sí que te gusta mi novio?- dije entre risas, haciéndole cosquillas y fingiendo indignación. Ella se retorcía intentando librarse de mis cosquillas y también se reía.

-Un poco- contestó al fin- Al principio me parecía rarito, pero ahora me pone cachonda. El día que nos hiciste besarnos mojé las bragas. Tal vez por eso me cabree tanto, porque tenías razón.

-No te preocupes- le dije- Mi ofrecimiento de aquella noche sigue vigente. Cuando te sientas preparada, puedes follártelo- le susurré al oído mientras mi mano se perdía entre sus piernas.

Al día siguiente se fue a comer con su familia pero regresó a cenar con nosotros. Durante la cena estuvo risueña y coqueta. Inevitablemente salió el tema del beso en la discoteca. “En realidad me gustó”, volvió a confesar delante de él. “Pues aprovecha y dale un morreo”, la provoqué yo. Algo ruborizada se acercó a él y lo besó tímidamente. Miguel aprovecho y sacó la lengua, cosa que ella aceptó. “Ahora uno a mí, que me pongo celosa” dije y la besé a ella yo también notando aun el sabor de mi novio en su boca. El resto de la cena estuvo haciendo piececitos con Miguel, cosa que observé complacida. Cuando acabamos nos tomamos un cubata para ponernos a tono. Luego nos sentamos en el sofá muy juntitos dejándola a ella en medio. Besé a Miguel delante de las narices de Ana, luego la besé a ella. Nuestras lenguas bailaron contentas acariciándose. Después se besaron Ana y Miguel de nuevo. El beso fue más largo, mordiéndose los labios, batallando las lenguas. Mientras yo la besaba en el cuello y en el hombro y le acariciaba la pierna, cada vez más cerca de las bragas, hasta que mi mano se tropezó con la de Miguel, que le acariciaba el otro muslo. Me levanté y me cambié de sitio, poniéndome al lado de mi novio. Él giró la cabeza y me morreó, olvidando a Ana por un instante. Luego la volvió a besar a ella y luego otra vez a mí. Nos estuvimos besando alternativamente un buen rato, mientras yo le metía mano al paquete, hasta que me apiadé de él y liberé su miembro a punto de estallar. Me agaché para chupársela mientras seguía morreándose con Ana. Me encantaba su polla y me encantaba chuparla, saborear ese pedazo de carne que me daba tanto placer. Ana me cogió suavemente del pelo y las dos nos besamos. Bebí de su boca la saliva de mi novio y ella probaría de la mía el sabor de su miembro. Volvimos a centrar nuestra atención en él y se la mamamos entre las dos. Pasábamos nuestras lenguas por su tronco, cada una por un lado, le lamiamos la punta, ella le chupaba los huevos y yo me la metía en la boca, luego cambiábamos. Antes de que Miguel pudiera correrse con este tratamiento, desnudé a Ana y la senté sobre mi macho. Su pene desapareció engullido por la ávida entrepierna de mi amiga. Ella gemía extasiada. La abracé por detrás y la besé en el cuello y le estiré los pezones con los dedos y juntas comenzamos el bamboleo, arriba y abajo, cabalgando a mi novio, a nuestro novio esa noche. Él se incorporó y la besó a ella, luego me besó a mí y abrazados los tres siguió follándola. Así tuvo ella su primer orgasmo, temblando como una ramita azotada por el viento entre nuestros brazos.

A penas le di unos segundos para recuperarse y la puse a cuatro patas delante de mí. Miguel la penetró hasta que sus nalgas chocaron contra su pelvis. Yo la acariciaba y la besaba. Mi chico fue de menos a más, acelerando la velocidad y la profundidad de sus embestidas podo a poco. Conocía ese tratamiento porque lo había usado muchas veces conmigo. Cuando la vi a punto de caramelo le froté el clítoris y Ana se derrumbó en un orgasmo intenso, largo, agotador, un orgasmo que parecía interminable. Miguel había llegado al paroxismo y se la follaba lo más fuerte que podía, deseando estallar dentro de ella, cosa que finalmente logró, entre gemidos y gritos de placer de ambos. “Gracias, gracias” murmuró ella abrazada a mí. “Gracias a ti cariño”, le contesté.

*******

Después de aquello follamos muchas veces, tanto las dos solas como con Miguel. Ana aprendió a comerme el coño y terminó siendo una experta. Me encantaba que me lo comiera mientras Miguel se la follaba. Se tumbaba bocarriba y yo me sentaba sobre su cara mientras mi chico se la metía. Como quedábamos cara a cara a veces nos besábamos.

También nos veíamos de vez en cuando con María y Julio. En cierta ocasión se los presenté a Ana. Sobra decir que terminamos en su casa intimando. María se fue con Ana, encantada de tener otra amiguita con la que jugar, y yo me quedé con los dos chicos. Comencé a besarme con uno y con otro mientras que con sus cuatro manos me toqueteaban por todo el cuerpo. Nos desnudamos despacio. Yo estaba encantada de tener tanta atención masculina solo para mí. Miguel se puso a chuparme una teta y Julio la otra. Giré la cabeza y pude ver a María comiéndole el coño a Ana. Me arrodillé y contemplé los penes que se alzaban ante mí. Los acaricié, los besé y me los metí en la boca, primero uno y después el otro. Eran dos buenos miembros, algo más largo el de Julio, pero más grueso el de Miguel. Los masturbé y se las chupé hasta que me cansé. Miguel tomó la iniciativa y me puso a cuatro patas. Me la metió con facilidad porque estaba muy excitada. Frente a mi cara seguía levantándose imponente la polla de Julio. Me la metí en la boca de nuevo u se la mamé al ritmo de las embestidas de mi novio. La nariz me rozaba con el vello púbico de Julio, frondoso y desarreglado, y me hacía cosquillas. De fondo podía oír los gemidos de Ana mientras María le daba el tratamiento que yo tan bien conocía. Imaginaba la lengua de María jugueteando con el clítoris de mi amiga, llevándola al paroxismo. Sus gritos, de hecho, indicaban que estaba alcanzándolo. Acelerada por el placer de mi mejor amiga y con el coño y la boca ocupados por sendos cipotes no pude resistir más y me corrí yo también.

Después del brutal orgasmo, me tumbé rendida en el suelo. Ana vino arrastrándose hasta mí y me abrazó. Ni los chicos ni María se habían corrido todavía así que se juntaron y comenzaron a hacerse carantoñas. La besaron los dos, comiéndole la boca alternativamente, mordiéndole los labios y el cuello, succionando su lengua y chuperreteándole el hombro. Luego bajaron a sus tetas y se las repartieron, como habían hecho con las mías minutos antes. Me estremecí al recordarlo. Ana, mientras, me acariciaba, acurrucada a mí. Como si tuvieran una coreografía ensayada, María se sentó sobre su marido y Miguel se puso tras ella. Anonadadas comprobamos como la polla de mi chico iba entrando en el culo de nuestra amiga, que ya alojaba la de Julio en su coño. Era obvio que ya lo habían hecho antes, aunque hiciera ya tiempo. No tuvieron que hablar, conservaban la memoria muscular o, si se quiere, sexual, y no tardaron en acoplarse. Antes de que nos diéramos cuenta María ya estaba ensartada por los dos machos que se movían, aun lentamente, pero a un ritmo ascendente. Ana deslizó sus dedos entre mis piernas y comenzó a besarme la nuca y el cuello. La doble penetración que se desarrollaba ante nuestros ojos continuaba brutal, magnífica, excitante. Me encantaría que me hicieran eso algún día, me susurro mi mejor amiga al oído, desmelenada. A mí también, confesé, y sentí un estimulo de placer al hacerlo, ayudado por sus sabias caricias. Los gemidos de María iban en ascenso, ya eran gritos, que temí, alarmasen a los vecinos. El sonido de los miembros masculinos taladrando sus dos agujeros completaba la sinfonía y el olor a sexo invadía la habitación. Ana y yo seguíamos con la mirada clavada en el espectáculo, en los tres cuerpos jadeantes. Los chicos cada vez la follaban más fuerte y María parecía volverse loca de placer. Me pregunte si le dolería, sobre todo por detrás, pero su actitud denotaba que estaba disfrutando, así que debía ser que no, o no lo suficiente como para estropearle el placer. Finalmente los tres se corrieron. Primero Miguel empezó a acelerar sus movimientos llevándolos al paroxismo hasta que quedó desplomado sobre María. Esta comenzó a dar muestras de un ruidoso orgasmo mientras mi chico la taladraba, orgasmo que se prologó en el tiempo mientras Julio terminaba también. Ana me acarició con destreza y me corrí por segunda vez entre sus dedos. Giré el cuello y la besé para agradecérselo.

*******

Después de aquello volvimos a nuestra rutina normal. Ocasionalmente quedábamos con Ana o con Julio y María, incluso se que ellos quedaron alguna vez para hacer un trío, pero nuestra vida social se diversificó poco a poco. Tras unos meses Ana comenzó a salir con un chico y dejamos de verla íntimamente. A veces quedábamos con Mario, el hermano de Miguel, que seguía solo, en opinión de su hermano, porque no había superado la ruptura con Rita, la hermana de María, y la seguía echando de menos.

A lo largo de esos meses Miguel y yo habíamos estado practicando la penetración anal. Antes nunca lo habíamos hecho por ahí, pero desde que vi a María ensartada por mi chico y su marido me había apetecido probarlo. Cuando Miguel me desvirgó por detrás me dolió un poco, pero cada vez que lo hacíamos el dolor era menor y el placer más intenso.

Cierto día Mario llamó a Miguel deprimido. Había quedado con Rita y habían echado un polvo. Después, ella había vuelto con su amante lesbiana y él, que se había hecho ilusiones, se había quedado muy jodido. Por lo que me había contado Miguel no era la primera vez que ocurría. Me daban ganas de pedirle a María, con la que tenía confianza, que hablara con su hermana y le rogara que por favor dejase de jugar así con Mario, pero entendía que no era asunto mío y que no debía entrometerme, todos eran adultos en esa historia. Pero Mario me daba tanta pena, con su aspecto de amante romántico despechado, como un joven Werther de nuestros días…

Conocí a Mario al poco de salir con Miguel. Me pareció guapo, pero no tuve con él ningún pensamiento lascivo. Mis fantasías sexuales en aquella época eran bastante más convencionales. Cuando nuestra vida erótica se hizo más liberal, por así decirlo, y Miguel me empezó a contar historias calientes en las que participaba su hermano, sus intercambios de parejas, sus orgias y demás extravagancias sexuales, le empecé a mirar de otro modo. Lo que me ponía cachonda, sin embargo, era más el concepto de su hermano que la persona en sí, más las historias sobre él, que su aspecto físico o su personalidad. Sin embargo, cuando lo veía sufriendo por amor, con esa figura de héroe trágico, mojaba las bragas.

Aconseje a Miguel que invitara a Mario a cenar, para tratar de consolarlo y, sobre todo, para que no estuviera solo. Cuando llegó le abracé fuerte y mis tetas se clavaron en su pecho. Él me dio un beso en la mejilla, muy cerca de los labios. Primero hablamos de sus problemas, de lo que sentía por Rita y de sus decepciones. Miguel le aconsejó que se olvidara de ella o, cuanto menos, que asumiera que aquello se acabó por una buena razón, como él había asumido la ruptura con Sofía. Luego, para relajar el ambiente les pedí que me contaran anécdotas sexuales en las que ambos estuvieran envueltos. A esas alturas Miguel ya me las había contado prácticamente todas, pero quería volver a oírlas, en especial de labios de Mario. Al principio andaban un poco tímidos, pero a medida que avanzaba la noche y caían los cubatas se fueron soltando. En un momento dado estaban contando un trío con Rita en el que le hicieron una doble penetración, como la que había visto de Julio y Miguel con María. “¡Que envidia!”, dije sin poder contenerme. “¿Es una invitación?”, respondió en seguida Mario y los tres reímos. “Mira que te tomo la palabra”, añadió Miguel. “Pues cuando quieras y con permiso de mi hermano yo estoy a tu disposición”, continuó la broma Mario. Estábamos de risas y pasándolo bien, pero yo me estaba acalorando. Mario, por su parte, parecía que ya no se acordaba de Rita y que no estaba tan deprimido, incluso volvía a reír de nuevo.

-¿Y cuál fue la primera vez que os follasteis a una chica a dúo?- pregunté excitada. En seguida pude ver la cara de disgusto de Miguel antes de que Mario contestara.

-Fue con Rita.

-Lo siento cariño, no quería recordártela- y al decir esto le cogí la mano y le di un beso en la mejilla. Cuando le solté la mano, él la dejó caer sobre mi rodilla y yo no la retiré.

-Tranquila- dijo él- La verdad es que fue todo muy natural, ya habíamos hecho intercambios de parejas, así que un día que nos fuimos de fiesta los tres porque la novia de este estaba demasiado mayor para seguirnos el ritmo.

-¡Eh, no te metas con ella!- protestó Miguel- Bien que te la follabas cuando tenias ocasión.

-Al volver de la disco con unas copas- prosiguió Mario ignorando a su hermano- Rita me besó a mí, luego a él y terminamos en la cama los tres.

-¿Y todo por un besito?- dije yo dándole a Mario un piquito. Mis labios a penas rozaron los suyos, pero eso ya sirvió para ponerme a mil- ¿Así?

-No- respondió Miguel- Más bien así- y me calzó un morreo brutal, paseando su lengua por mi boca. Eso terminó de humedecerme.

-Vamos al sofá, para ponernos cómodos- dije, porque aun estábamos sentados a la mesa y la mano de Mario había estado avanzando por mi muslo y ya estaba muy cerca de mis bragas.

-Esto me recuerda a la primera vez que hicimos un trío con Sofía, la primera novia de Miguel- dijo cuando no sentamos- Ella se colocó en el centro del sofá, como tú ahora, y abrió los brazos para que cada uno nos pusiéramos a un lado.

Inmediatamente hice lo mismo y los dos me abrazaron y me besaron cada uno una mejilla, lo que me estremeció. Giré la cabeza hacia mi novio y nos besamos apasionadamente. Nuestras lenguas se acariciaron y sorbí un poco de su saliva. Lentamente, giré el cuello hacia el otro lado en el que su hermano esperaba mi atención. Miré de reojo un momento a Miguel como buscando su aprobación. De lo que hiciera en ese momento dependía el resto de la noche y, tal vez, de muchas noches más. Mario me miraba a los ojos con los labios entreabiertos, pero no se atrevía a dar el primer paso. Fui yo quien acerqué mis labios a los suyos y, con la mano que le acariciaba el pelo, lo atraje hacia mí. Oh, qué bien besaba. Recordaba a la técnica de su hermano pero con mayor firmeza y seguridad. Su mano había entrado en mis bragas y dibujaba círculos con los dedos índice y corazón en mi clítoris. Volví a besar a Miguel y luego otra vez a Mario. Mientras lo hacía, Miguel me mordió la oreja como sabía que me gustaba. Le morreé entonces a él y su hermano aprovechó para besarme el cuello. Estaba claro que sabían trabajar en equipo. Me quitaron la ropa despacio y me besaron los pechos. Allí estaba yo, con un hermano mamando de cada teta, como una madre magnánima. Los dedos de Mario entre mis piernas, que ya me masturbaban sin disimulo, y las bocas de ambos atrapando mis pezones, me pusieron al borde del orgasmo. Sin poder aguantar más le baje la bragueta al hermano de mi chico, le saqué la polla, que asomó firme y dispuesta, e hice ademán de sentarme sobre ella, pero él me detuvo.

-Las reglas son que el novio es el primero en metérsela.

-Ah, ¿pero hay reglas?- respondí balbuceante.

-Unas normas de cortesía que adoptamos consuetudinariamente- intervino Miguel colocándose detrás de mí. Contrariada miré el miembro que se me negaba, lo acaricié, lo meneé y, finalmente me lo metí en la boca, ya que entre las piernas aun no podía.

Miguel acudió en mi auxilio, me colocó a cuatro patas y me la metió mientras yo seguía chupándosela a su hermano. Empezó dándome duro desde el principio, pero estaba tan mojada que lo agradecí. No me era fácil mamársela a su hermano con las embestidas con las que mi chico me obsequiaba, pero lo hice lo mejor que pude. Tras unos minutos supuse la cortesía cumplida y desencajándome de Miguel me arrastré sinuosa hasta Mario y, esta vez sí, introduje su polla en mi coño húmedo y anhelante. Fue maravilloso sentirla dentro, por fin, pero no me moví, sino que puse el culo en pompa y miré a Miguel, que entendió en seguida lo que quería y se acercó a mi cultito. Al ser doblemente penetrada casi pierdo la respiración. A mi chico le costó un poco más que de costumbre metérmela por el culo, pero lo hizo con algo de esfuerzo. Me sentía llena, inmóvil, dolorida, pero rebosante de satisfacción. Fueron ellos los que se movieron por mí. Al principio despacio. Mario me agarraba la teta izquierda y Miguel la derecha, Mario me besaba en el cuello y Miguel en la nuca. Cuando ambos me metieron la lengua en la boca fue brutal. Sus penes apenas estaban separados por las paredes de mi vagina y mi ano y podía sentir sus movimientos pujantes, su competencia por estar más dentro de mí. Poco a poco fueron acelerando sus movimientos. Comencé a tener un orgasmo intenso y prolongado. Miguel sintió venirse y comenzó a embestirme con fuerza, como nunca lo había hecho cuando me daba por detrás. No parecía que nada pudiera detenerle. En el momento cumbre me mordió el hombro y se vació en mí. Unas sacudidas después su hermano inundó mi vagina mientras nos besábamos, mientras nos comíamos las bocas como posesos. Me tumbé en el sofá desfallecida y Miguel me besó tiernamente.

 
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