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Relato erótico: “Al ayudar a la novia de mi hijo, la hice mi mujer” (POR GOLFO)

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El Abismo entre mi hijo y yo
La mía no es una historia al uso. Para explicar lo ocurrido, me tengo que retrotraer a cuatro años atrás, cuando el idiota de mi hijo y su pareja de entonces, creyendo que podían cambiar el mundo, se enrolaron en un partido de ultra izquierda. Este no era más que un grupúsculo de anti-sistemas que soñaban todavía en la revolución y la acción directa como método de tumbar las bases del capitalismo. Sus ideales eran legítimos, no así la actuación de ambos y que os voy a narrar.
Recuerdo, como si fuera ayer, la conversación con el puto crío:
-Papá, vengo a decirte que me voy de casa. Marta y yo hemos decidido irnos de ocupas. Es hora de aportar nuestro granito de arena en la lucha de las clases-.
Ese día, llegaba cabreado por lo que me había ocurrido en mi trabajo y por eso al oír semejante insensatez, le escupí mi verdadera opinión de su ideología, su modo de vivir y de su futuro:
-Vete con esa panda de porreros pero no vuelvas. Estoy hasta las narices de sacarte de tus líos y de toda esa mierda que proclamas. ¿Quién cojones te crees?. No eres más que un niñato mordiendo la mano que te ha dado de comer. Hablas mucho de la clase obrera, pero lo más cerca que has visto el andamio, es cuando te has fumado un canuto bajo uno para no mojarte. No te engañes eres un pijo disfrazado de anarquista-.
Fernando intentó defenderse gritando que si su padre era un maldito facha, él no tenía que seguir sus pasos. Aunque no lo soy, no di mi brazo a torcer y creyendo que en uno o dos meses iba a volver con el rabo entre las piernas, le solté:
-Ahora tienes veinte años y una vida por delante pero, antes de que te des cuenta, tu tren habrá pasado y no serás más que un resentido y un fracasado. Quizás la culpa haya sido mía y te haya educado mal al darte todos tus caprichos. Siempre intenté que no notaras la ausencia de tu madre y por eso te consentí-.
-¡No metas a mamá en esto!-, contestó alzando la voz, -que muriera fue tu culpa o crees que no sé qué fuiste, tú, el responsable de su accidente-.
Incapaz de contenerme al oír en sus labios la verdad que me llevaba reconcomiendo diez años, le solté un tortazo que le hizo caer al suelo. Al levantarse, ni siquiera me miró, recogió su maleta y dando un portazo, desapareció de mi vida.
No supe nada de él ni de Marta hasta un año y medio después cuando recibí una llamada de protección de menores. Por lo visto, mi hijo y su novia habían sido detenidos en el desalojo de un edificio y como el pariente más cercano, me llamaban por si quería hacerme cargo de mi nieta.
Como comprenderéis no es forma de enterarse que uno es abuelo y por eso tardé unos momentos en asimilar que con cuarenta y seis años, viudo y sin pareja, me tenía que ocupar de un bebé de tres meses. Horrorizado por el futuro de la cría, contesté a la asistente social que por supuesto que iba a acogerla pero que necesitaba saber dónde tenía que ir y que tenía que papeles tenía que firmar. La funcionaria suspiró aliviada al quitarse un problema de encima y rápidamente, me dio los datos de lo que tenía que hacer.
Dos horas después, acompañado de mi abogado, acudí al centro tutelar a por la niña. Después de una hora firmando papeles y autorizaciones, me dieron a mi nieta y la pude coger entre mis brazos.
-¿Cómo se llama?-, pregunté al verla tan indefensa.
-María-, me contestaron.
Al oír que mi hijo le había puesto el nombre de su madre, no pude contener las lágrimas y destrozado, salí de allí con el alma encogida.
Al día siguiente fui a visitar a mi hijo a la cárcel. Si nuestra última conversación nos había separado, esa visita demolió cualquier puente entre nosotros. No me entrevisté con el chaval que había criado sino con un fanático que exudaba odio por sus poros y que achacaba su condena al maldito sistema opresor. Tratando de mantener la cordura, le ofrecí costearle un abogado pero él se negó porque, según él, aceptarlo era colaborar con el gobierno homicida. Tanta locura me estaba sacando de quicio y por eso le espeté:
-¡Eres un gilipollas!, no te das cuenta que tu hija necesita un padre-.
-Como María, hay millones de niños indefensos. ¡Es solo una más!. No tendrá futuro si no triunfa la revolución. No tengo tiempo para ella-.
Mordiéndome un huevo, le dije que, si él no quería hacerse cargo, lo haría yo pero, para ello, le exigía que tanto él como su novia me cedieran la patria potestad. Obsesionado por su misión, me contestó que de acuerdo porque así se quitaba un lastre. Desolado por la actitud de mi hijo, no pude continuar hablando y sin despedirme, me fui dejando que mi asesor legal se ocupara de los trámites.  Si ya de por sí eso fue duro, más lo fue ir a ver a la madre de la criatura. Todavía antes de entrar creí que, con ella, gracias al instinto maternal, iba a ser diferente. Esa segunda visita fue un calco de la anterior. Marta llegó incluso a achacar al Estado la culpa de su embarazo y cegada por su ideología, tampoco puso impedimento en cederme la custodia.
Y de esa forma, dos días después de saber que era abuelo, me vi como el tutor legal de mi nieta. Al principio, tengo que reconocer que fue muy duro. Tuve que contratar una niñera y acomodar mi ritmo de vida al bebé pero todavía doy gracias a Dios por haber aceptado. Esa cría se ha convertido en mi razón de vivir. Desde entonces me he levantado con un propósito, que no es otro que hacerla feliz y no cometer con ella, los mismos errores que con su padre.  He disfrutado de sus primeras palabras, de sus primeros pasos  y la estoy educando como si fuera mi hija.
Sus padres fueron condenados a cinco años por agresión a la autoridad pero al cabo de los seis meses, obtuvieron la libertad condicional y al verse fuera de la cárcel, no se acordaron que tenían una hija y ni siquiera hicieron ningún intento por verla. Nada importaba para ellos más que su puñetera revolución.
Sé que es triste pero es la verdad. Mi nieta no ha conocido a su padre y no tuvo más  figura femenina que su cuidadora hasta que, hace seis meses, un viernes por la tarde al volver del parque conmigo, nos topamos con Marta en la entrada de mi chalet. Tardé en reconocerla, no era solo que estuviera hecha una piltrafa, sucia, mal vestida y con el pelo lleno de rastras, sino que no me esperaba encontrármela  en un avanzado estado de gestación.
-¿Qué coño haces aquí?-, le espeté al bajarme del coche.
Ella, hecha un mar de llanto, no pudo contestarme y pegando su cara al cristal de mi coche, se puso a mirar a su hija.
-¿Es María?-, me preguntó entre lágrimas.
-Sí-, le dije bastante cabreado.
-Solo quiero verla. No te voy a pedir nada-.
No comprendo por qué cedi pero me dio pena y metiendo el coche en el garaje, le dije que pasara. No me parecia bien que el primer contacto que tuviera con su hija fuera en mitad de la calle y a través de un cristal. Cogí en brazos a la niña y entré en la casa con la firme convicción de no permitir a esa mujer  ni siquiera un régimen de visitas, ¡María era mía! y de nadie más. Marta fue incapaz de mirarme a la cara y en silencio, me siguió.
Ya en el salón, le ordené que se sentara y poniendo a la niña en el suelo, le pedí que saludara a esa señora.  La cría, acostumbrada a hacerlo, puso una sonrisa y caminando torpemente se acercó a su madre y le dio un beso. Desde mi posición, vi como la emoción embargaba a la novia de mi hijo. Abrumada, la abrazó y con gruesos goterones cayendo por sus mejillas, se echó a llorar sin parar de besarla. Tengo que reconocer que esa tierna escena también me afectó y por eso dejé que durante cinco minutos madre e hija tuviesen su primer contacto sin entrometerme.
Al rato, Marta me miró y cogiendo su bolso, me dio las gracias y se dirigió a la salida. Fue entonces cuando le pregunté por mi hijo:
-Me ha dejado-, respondió con pena,-se ha ido con otra compañera a un campo de refugiados saharauis sin importarle que estuviera de seis meses-.
Oír que el insensato de mi chaval no hubiese madurado y que encima desechara a su novia embarazada como si de un kleenex se tratara, hizo que hirviera mi sangre.
“Que mal lo he hecho”, pensé con amargura, “he fallado como padre”.
La constancia de que mi hijo era un impresentable y un verdadero hijo de puta, me llevó a preguntarla que si seguía con ese grupo y si no, donde vivía:
-He decido salirme, ya una vez he perdido una hija y no pienso perder a la segunda-, me respondió volviendo a llorar. -Quiero buscarme un trabajo y algún sitio donde vivir para tener a mi bebé-.
-Y ¿tus padres?-, pregunté horrorizado al comprobar que esa muchacha no tenía donde caerse muerta.
-Les llamé pero no quieren saber nada de mí-.
“No me extraña, mascullé entre dientes, “está cosechando lo sembrado. Una madre que no se ocupa de su hija no puede esperar más que el mismo trato”.
En ese momento, María con su lengua de trapo, interrumpió mis pensamientos diciendo:
-Abuelito, ¿por qué llora la señora?, ¿le duele la pancita?-.
El cariño con el que mi niña me preguntó,  me obligó a mirar a Marta con otros ojos y percatándome que en un futuro, me podría echar en cara no haber ayudado a su madre, decidí ayudarla aunque solo fuera provisionalmente. Sin saber si iba a aceptar mi ayuda, le pregunté si quería acompañarnos a cenar. No debía esperárselo porque tardó en reaccionar y cuando lo hizo, se volvió a emocionar. Dando por sentado que su nuevo llanto era un sí, la cogí del brazo y la llevé a la cocina. Una vez allí, la obligué a sentarse en la mesa del antecomedor al lado de la sillita de su hija.
-¿Qué quieres de cenar?, tenemos pollo asado-, pregunté.
-Lo que usted quiera está bien-, respondió secándose las lágrimas con la manga de su camisa.
Ese sencillo gesto hizo que me percatara que, con seguridad, esa mujer no se había duchado en semanas y que la suciedad de su ropa debía de ser al menos comparable con la de su cuerpo. Por eso, le pregunté si no quería ducharse, sin saber las consecuencias que ese ofrecimiento tendría en mi futuro.
-Me encantaría pero no tengo ropa que ponerme-.
-Eso no es problema-, le respondí,- te puedo dejar un chándal-.
En sus ojos descubrí que deseaba hacerlo pero que le daba corte. Supe que tenía que forzarla y por eso, poniendo el gesto serio, le ordené:
-Sígueme-.
Pudo ser mi tono autoritario o quizás la recompensa de al fin poder comer algo decente y una ducha, pero la verdad es que Marta me siguió sumisamente por la casa y después de sacar de un armario la ropa, la llevé al cuarto de invitados y señalándole la ducha, le dije que ni se le ocurriera bajar a cenar sin haberse quitado toda la mierda de encima.  Sin decir nada más, abrí la ducha y la dejé sola.
Aprovechando que estaba en el baño, calenté dos raciones de pollo y me puse a dar la cena a la niña mientras no dejaba de reconcomerme la actitud de mi hijo, tanto con mi nieta como con su pareja. No me cabía en la cabeza que fuese tan insensible y desnaturalizado para dejarlas en la estacada. Echándome la culpa, concluí que tenía que hacer algo para paliar su falta de principios y por eso cuando escuché que la muchacha había terminado de ducharse y que bajaba por la escalera ya tenía decidido ofrecerle mi ayuda.
Marta me pidió permiso antes de entrar en la cocina. Su actitud tan resignada me sorprendió y con una sonrisa, le respondí que se sentara a cenar. En cuanto se acomodó en su silla, me rogó que la dejara terminar de dar de comer a María. No supe ni pude decirle que no y dándole el plato de puré y la cuchara, me levanté a observarlas. El ver a mi nieta cenando sin protestar de la mano de su madre hizo que se me encogiera el estómago, al percatarme que la bebe necesitaba una madre y no una cuidadora. La pobre todavía tenía dos años pero iba a seguir creciendo por lo que era importante una figura femenina. Al pensar en ello, me fijé en el embarazo de la muchacha y por primera vez, comprendí que el fruto de su vientre también iba a ser mi nieta. Siempre he sido un hombre duro pero en ese instante me dieron pena las tres, María, Marta y la niña no nacida.
Mientras pensaba en como plantearle que quería ayudarla, mi nieta terminó de cenar y siguiendo su costumbre, me pidió que le pusiera una película de dibujos.   Bajándola de su sillita, la llevé a la televisión y mecánicamente encendí el video con una película de Walt Disney. Al volver a la cocina, Marta no se había movido y seguía sentada en su lugar. Comprendiendo que lo primero era que saciara su estómago, le serví el pollo y sentándome en frente de ella, empezamos a cenar.
Tal como me había imaginado, la ex novia de mi hijo estaba hambrienta y sin hablar devoró en un santiamén lo que le había servido. Al comprender que seguía con hambre, me levanté y volví a volví con otro plato. Ella me lo agradeció en silencio. En esta ocasión, se lo comió con tranquilidad, lo que me dio el tiempo necesario de observarla. Marta seguía siendo una muchacha muy guapa y su embarazo en vez de afearla le confería una belleza innegable. Ataviada con un chándal excesivamente grande, mantenía una femineidad que haría suspirar a cualquier hombre que la viera. Su pelo rubio dotaba a sus facciones de una dulzura demasiado empalagosa pero sus enormes pechos, hinchados por su estado, hacían que el conjunto fuera enormemente atractivo.  Al darme cuenta que estaba mirando como mujer a la madre de mi nieta, tuve que hacer un esfuerzo para retirar mis ojos de su figura. No quería que se diese cuenta que su suegro la estaba observando con deseo.
Cuando hubo terminado, retiré los platos y en el café, decidí que era el momento de plantear su futuro.
-Marta-, dije para captar su atención,-¿tienes un sitio donde dormir?-.
Avergonzada, me contestó que llevaba durmiendo dos semanas en un albergue de indigentes. Me quedé alucinado de su precaria situación y aprovechándome en parte de ello, le solté:
-Mi nieta necesita a su madre. Te propongo que te quedes a vivir en mi casa pero para ello deberás cumplir una serie de condiciones-.
Al oírme no pudo contener su alegría y cogiendo mi mano empezó a besarla mientras me decía que le daba igual lo que tuviera que hacer, que ella quería estar con su hija. Sonreí al ver su disposición y antes que pudiese pensárselo dos veces, le dije:
-Si quieres quedarte tendrás que cumplir a rajatabla todas y cada una de mis órdenes… -.
-Lo haré-, respondió interrumpiéndome.
-Si es así, lo primero que quiero es que mi nieta tenga una madre como dios manda. Te cortaras esas greñas. No quiero que vayas con rastas a llevarla a la escuela… -.
-No hay problema-.
-Déjame terminar-, le solté bastante molesto por su nueva interrupción, -deberás ir vestida como mujer y no como perroflauta. Te quedan prohibidas las camisetas de protesta, las botas militares y los piercings. Si te veo con cualquier cosa que me recuerde a la vida que llevabas, te echaré de casa sin pensármelo dos veces-.
-No tengo otra ropa-, me contestó casi llorando.
-Por eso no te preocupes, te la compraré y por último, dos cosas: Como tú y yo pensamos diferente, no hablaras de política nunca y menos aleccionarás a mi nieta con tus ideas-. Y alzando la voz, continué diciendo: -En esta casa no quiero ver a ninguno de tus amigos y aunque no te lo puedo prohibir, sería deseable que no los frecuentaras. No te han traído más que desgracias-.
Echándose a llorar, agradecida, me prometió que no iba a darme motivo de queja y que comprendía los motivos que me llevaban a ordenarla que dejara atrás todo eso:
-Don Fernando, le juro que cumpliré todas sus órdenes y que intentaré no ser una carga. Mientras consigo un trabajo, permítame ocuparme de la casa y así al menos, usted podrá descansar-, contestó levantándose a recoger la cena.
Satisfecho, la dejé limpiando la cocina y con la conciencia tranquila, fui a ver a mi nieta. La cría, nada más verme, se acurrucó entre mis brazos y poniendo su carita en mi pecho, me dijo:
-Abuelo, esa señora está muy triste pero me gusta-.
Mi convivencia con Marta.
A la mañana siguiente, me despertó el olor a café recién hecho. No tuve que pensar mucho para comprender que la ex de mi hijo se había levantado antes, por lo que, decidí meterme a duchar antes de bajar a verla. Mientras me duchaba, concluí que aprovechando que era sábado podía llevar a mi nieta y a su madre de paseo. Era urgente que la cría supiera que esa mujer era su madre.
Con ello decidido, bajé a desayunar pero al entrar en la cocina, me quedé pasmado al comprobar que Marta se había cortado el pelo y que al no tener otra cosa que ponerse, había cogido el uniforme de la cuidadora de la niña. En silencio, la observé desde la puerta, parecía contenta. Con una fregona estaba limpiando el suelo al son de la música. Luchando contra el deseo, acepté a regañadientes que era preciosa. Verla, embutida en un traje excesivamente pequeño para su estado, era una visión tentadora. La tela no podía ocultar el tamaño de sus pechos e, incluso, al no poder abotonárselo hasta arriba, dejaba el escote gran parte de sus senos al aire. Por otra parte, el avanzado estado de gestación hacía que rellenara de tal modo el uniforme que se le marcaba completamente el trasero.
Mas excitado de lo que me gustaría reconocer, saludé y ella devolviéndome el saludo con una sonrisa, sirvió un café y trayéndomelo, me dio un beso en la mejilla. Respirar su aroma a jabón y a limpio junto con un cariño con el que no estaba habituado, terminó de excitarme y avergonzado, oculté bajo una servilleta el bulto de mi entrepierna.   En ese momento me pareció inconcebible y amoral el desear a la madre de mi nieta pero fui incapaz de dejar de observarla completamente embobado.
-¿Qué desayuna?-, preguntó sacándome de mi ensoñación. -¿le frío unos huevos?-.
Sé que no llevaba doble intención pero, en ese momento, su pregunta me pareció que llevaba un significado implícito, que no era otro que se había dado cuenta mis propios huevos estaban en un estado de efervescencia como no recordaba en muchos años.
-No, gracias-, le respondí, -con el café me basta—
La muchacha, coquetamente, me soltó:
-Se habrá dado cuenta que no llevo rastas. ¿Estoy guapa?-.
-Muy guapa-, reconocí mascullando mi respuesta.
-Le parecerá raro, pero anoche cuando me corté el pelo, me sentí liberada. Llevaba demasiado tiempo esclavizada a una imagen y al ver caer mi melena fue como si rompiera con mi vida anterior-.
-Me alegro que te lo tomes así. Era una pena que una mujer tan guapa como tú, fuera hecha una piltrafa-.
-No exagere-, me contestó soltando una carcajada. -No creo que vestida así y con esta panza haya mejorado-.
-Te equivocas. Estás guapísima y al menos para mí, una mujer embarazada no pierde nada de su atractivo-, dije sin darme cuenta del efecto que tendrían  mis palabras.
-Pues su hijo, opina diferente. Según él, parezco una vaca preñada-.
-¡Mi hijo es un imbécil!-, exclamé indignado. -No hay cosa más bella que  ver cómo crece un niño en el vientre de su madre-.
-Gracias-, escuché que me contestaba mientras salía corriendo de la habitación.
Sentado en la silla, fui testigo de sus lloros y combatiendo con las ganas de ir a consolarla, me terminé el café. La única razón por la que no salí corriendo detrás de ella fue que no sabía si iba a poder aguantar las ganas de acariciarla. Tratando de tranquilizarme, recogí los platos y metiéndolos en el lavavajillas, traté de buscar la razón por la que esa muchacha me atraía tanto.
“Debo de estar llegando a la crisis de los cincuenta”, pensé sabiendo que me faltaban dos años, pero no encontré otro motivo por el cual, una cría de veinticuatro años y que encima era la ex novia de mi hijo, me pusiera tan bruto. “Es ridículo, le doblo la edad. Para ella, además de un viejo, soy su suegro”.
Mirando el reloj, me di cuenta que era hora de despertar a mi nieta y subiendo por las escaleras, entré en su cuarto para descubrir a Marta sentada en su cama.
-No la despierte, por favor. Déjeme disfrutar de ella, dormida. No sabe la cantidad de veces que he soñado con este momento-.
Enternecido por sus palabras, le pedí que luego le diese de desayunar y  me retiré dejándolas solas. Como esa muchacha necesitaba ese instante de privacidad, decidí salir a correr. Durante dos horas, recorrí los alrededores de la urbanización donde vivía, de manera que el ejercicio me sirvió para olvidarme de la calentura que me dominaba. Al volver a casa, las oí jugando en el salón. Las risas de mi nieta me convencieron que, aunque esa muchacha me atraía y que no iba a ser fácil tenerla tan cerca, había hecho lo correcto.
Aprovechando que estaban ocupadas, fui a mi cuarto a ducharme. Bajo el agua caliente, volví a repensar la situación y decidí que debía de sacarme de la cabeza a Marta pero, por mucho que lo intentaba, la imagen de sus pechos volvía una y otra vez a mi mente. Cabreado y con mi pene medio erecto, salí de la ducha. Estaba secándome cuando mi nieta entró en el cuarto, diciendo:
-Abuelo, abuelo. No sabes lo que me ha enseñado Marta. ¡Mira!, hemos hecho una pajarita-.
Al darme la vuelta a mirarla, me encontré de frente con su madre. Ella había seguido a la niña sin darse cuenta que estaba desnudo. Completamente cortado, me tapé con una toalla.
-Perdone-, dijo  mi nuera, saliendo de la habitación despavorida.
No tuve tiempo de decirle que no había problema pero en cambio sí me fijé que se había quedado mirando mi sexo y que bajo la tela de su vestido sus pezones habían reaccionado.  En ese momento, pensé que mi propia lujuria había hecho que me imaginara que Marta se había visto afectada como mujer al ver mi desnudo y dando por sentado que me había equivocado, me agaché y cogí a la bebé entre mis brazos.
-¡Qué pajarita tan bonita!. Cuéntame: ¿Qué más habéis hecho?-.
La cría, emocionada, me contó que había desayunado cereales y que después habían jugado al escondite. Me alegró comprobar que se llevaban bien y entonces dejándola en la cama, me terminé de vestir. Una vez acabado, bajé al salón con mi nieta. Marta al verme, sonrojada me volvió a pedir perdón, diciendo que no sabía que estaba en la casa.
Quitándole importancia, le dije que se sentara y poniendo a mi nieta en mis rodillas, dije:
-María, tengo algo que decirte-, la niña poniendo cara de seria y concentrada, me escuchó: -¿recuerdas que te conté que tu mama estaba de viaje?-.
-Si- respondió con una sonrisa, mientras mi nuera se quedaba petrificada.
-Mira cariño, Marta es tu mamá y ha venido a quedarse a vivir con nosotros-.
La bebé se abalanzó sobre su madre y dándole un beso y un abrazo, le preguntó:
-Eso significa que ¿el abuelo y tú  vais a ser mi papá y mi mamá?-.
La cría me había malinterpretado, creyó con la inconsciencia que solo los niños tienen que lo que me refería es que esa señora que acababa de conocer era la pareja de su abuelo y que entre los dos iban a cuidarla. Estaba a punto de sacarla del error, cuando mi nuera acariciándole la cabeza, le dijo:
-Sí, mi amor, tu abuelo y yo seremos tu papa y tu mamá-, y mirándome, me suplicó con sus ojos que no la descubriera.
Incapaz de llevarle la contraria, me quedé observando a las dos abrazadas. Fue mi nieta la que rompiendo el silencio que se había formado entre nosotros dijo:
-Mañana le voy a contar a Rocío-, una amiguita,- que ya tengo papás-.
Marta sin poder contener su llanto, le juro que jamás iba a dejarla y levantándola en sus brazos, se acercó a darme las gracias. Anonadado, recibí  un beso en la mejilla de mi nuera, sin saber que mi nieta se había quedado mirándonos extrañada y con su voz ingenua, nos dijo:
-Así no se dan los besos los papás. ¡Me habéis engañado!, los papas se los dan en los labios-.
Marta, muerta de risa, le contestó:
-Tienes razón-, y sin pedirme opinión, se pegó a mí y cogiéndome de la cabeza, me besó en la  boca.
Alucinado, la dejé hacer pero, cuando con su lengua forzó mis labios, me intenté separar. Ella me lo impidió, susurrándome al oído:
-Por favor-.
Comprendí que no quería volver a fallar a su hija y colaborando en el engaño, la abracé prolongando el beso. Lo que no se esperaba fue notar mi sexo alzándose contra su panza de embarazada. Sé que lo notó pero no hubo queja alguna, sino todo lo contrario, restregándose contra mí y en voz baja, me dijo:
-Tengo que darle las gracias. No solo le ha dicho a mi hija que soy su madre, sino que gracias a usted me he vuelto a sentir mujer -.
Tratando de salir de esa situación tan vergonzosa, cogí a la bebé y le dije:
-Te parece que llevemos a mamá a comprarse ropa. Como acaba de llegar no tiene que ponerse-.
-Muy bien, papito-.
Marta me pidió que le diera cinco minutos para cambiar. Suspiré aliviado porque así me daba un respiro para acomodar mis ideas.  Mi nieta no quiso separarse de su recién estrenada madre y se fue con ella, dejándome solo. El maremágnum de mi mente se incrementó con la soledad. Me parecía inconcebible lo que estaba ocurriendo: en primer lugar no comprendía la actitud de la muchacha, era claro que no le parecía descabellada la idea e incluso le parecía atrayente y en segundo, no comprendía como me había dejado llevar, mostrándole a las claras que me atraía sexualmente.
“En menuda bronca me estoy metiendo”, recapitulé preocupado, “no sé qué voy a hacer cuando la niña se dé cuenta que todo ha sido mentira” y por vez primera, deseé que no fuera todo un paripé.
Al cabo de unos minutos, las oí bajar por la escalera. Acercándome al hall, vi que Marta se había vuelto a poner el chándal y que llevaba en brazos a la niña.
-¿Ya estáis listas?-, pregunté.
-Sí-, contestaron al unísono.
La alegría de la niña y de su madre por poder compartir por primera vez una salida en común era palpable y contagiado por su buen humor, abrí la puerta del chalet en dirección al coche. Al llegar, Marta quiso colocar a la cría en su sillita pero, tras unos intentos, me miró avergonzada por no saber ni siquiera cómo se cerraba el cinturón de seguridad.
-No te preocupes, ya aprenderás-, dije mientras le enseñaba los pasos, -es lógico que no sepas hacerlo, yo tampoco tenía ni idea cuando la compré-.
-Lo siento, sé que gracias a usted, la niña ha estado bien. Solo le puedo prometer que voy a hacer todo lo que pueda para resarcirle por cómo la ha cuidado-.
-A mí, no me tienes que agradecer nada, lo he hecho encantado. Es a tu niña a la que le tienes que dar todo el cariño-.
-Ya lo sé, pero también a usted-, me contestó, -¿me permite tutearle?-.
-Sí, respondí.
Poniendo su mano sobre la mía, me dijo:
-Eres un buen hombre. No sé qué hubiera sido de nosotras si no llegas a estar tú. Te quedaste con Maria y ahora me has acogido en tu casa sin pedir nada a cambio-.
-Eso no es verdad-, respondí en son de guasa,-te pedí que te quitaras esas horrendas rastas-.
-¡Eres bobo!-, me soltó justo antes de darme un beso en los labios, -te debo más que mi vida, gracias a ti tengo un futuro-.
No supe reaccionar. Con el recuerdo del roce de sus labios, la miré y separando mi mano, le contesté:
-No me debes nada pero cuando no esté la niña, tenemos que hablar. Cómo bien has dicho tienes un futuro y no creo que yo deba formar parte del mismo-.
-Te equivocas-, respondió con una determinación que me dejó helado, -si nos dejas y eso espero, tendrás el cariño de tres mujeres-.
Tratando de quitar hierro al asunto, exclamé:
-¿Tres mujeres?, ¿no son muchas?-
Soltando una carcajada, Marta, acarició mi cara, diciendo:
-Tus dos niñas y una mujer que ya te quiere-.
Sin ningún recato, la ex novia de mi hijo y  madre de mis nietas, me acababa de decir que sentía algo por mí y que daba por hecho que iba a cuidar también de mi nueva nieta. Arrinconado por su declaración, arranqué el coche sin saber que decir. Camino al centro comercial, mi cerebro iba a mil por hora, tratando de asimilar sus palabras. Convencido de que se estaba dejando llevar por un agradecimiento mal entendido y que todo eso era un error, resolví que yo tenía que aportar la cordura a nuestra relación.
Una vez allí, nos dirigimos directamente a una tienda de ropa pre-mama y en contra de la voluntad de Marta, le obligué a elegir cuatro vestidos.
-No seas tonta-, dije,-necesitas ropa. Cuatro trapos son pocos pero al menos es un apaño hasta que des a luz. No querrás llevar a tu hija como pordiosera-.
Mencionar a su niña para convencerla era una especie de chantaje, aún sabiéndolo, la utilicé para forzar que aceptara que le comprara tanta ropa. Ella, avergonzada, me dio las gracias prometiendo que me devolvería hasta el último céntimo en cuanto empezara a trabajar. Lo más complicado vino cuando tuvo que elegir lencería, mi nuera buscando la economía quería coger unas prendas horrendas que ni siquiera una recluta se pondría. Al negarme a aceptar que escogiera esas, le amenacé que si algún día le veía puesto algo tan feo, se las arrancaría.
La muy maquiavélica, poniéndose en plan coqueta, se rio y retando mi hombría, soltó:
-Si me prometes que las arrancaras, te dejo que las compres. Me encantaría que un día, me desnudaras en plan salvaje pero no creo que sea algo que deba ver tu nieta-.
-¡Que bruta eres!-, le respondí soltando una carcajada,- nunca se me ocurriría violar a una mujer y menos a mi nuera-.
Flirteando conmigo, susurró a mi oído:
-Ya no soy tu nuera y tampoco sería una violación porque yo me dejaría-.
-Marta, eso no va a ocurrir-, contesté,-para empezar te llevo veinticuatro años y encima, por mucho que quieras, siempre serás la madre de mi nieta-.
Al oírme, torció el gesto y cogiendo a su hija de la mano, se alejó de mí. Si pensaba que con mis palabras la había convencido, me equivocaba porque en sus ojos leí una determinación total que en ese instante no supe interpretar. No tardó en sacarme del error, al salir de la tienda vestida con uno de los trajes premamá, dándose la vuelta, me dijo:
-Fernando, ven-, y cogiendo mi mano la puso en su panza,-Siente… se está moviendo-.
Bajo el vestido, comprobé que la bebé presionaba su útero y que claramente se podía apreciar cómo se movía.
-Un padre no es el que engendra sino el que cuida. Aunque no quieras admitirlo, tú eres el padre de María y si quieres también lo serás de esta niña cuando nazca. Para mí no eres un viejo, sino un hombre bueno del que me estoy enamorando-.
Si su intención fue hacerme un piropo, había errado. Confundido y aterrado, me percaté que esa mujer había decidido que fuera realidad el paripé y sin cortarse lo más mínimo se me estaba ofreciendo como pareja.  Debí de cortar por lo sano  esa locura, pero al mirarla a los ojos, descubrí en ellos una ternura que me impidió hacerlo. Y en contra de lo que mi moral y mi razón me pedían, la cogí de la cintura y le di un beso. Ella respondió con pasión al contacto de nuestros labios y pegando su cuerpo al mío, me empezó a acariciar. Mi sexo me traicionó, irguiéndose bajo mi pantalón y sin poderlo remediar, inconscientemente, mis manos recorrieron su trasero sin importarme la presencia de mi nieta ni la del público que en esa hora atestaba el centro comercial.
Fue Marta, la que poniendo un poco de cordura, frenó la vorágine en la que nos habíamos instalado y separándose de mí, dijo entre risas:
-Será mejor que paremos-, y señalando su pecho, me soltó, -¡mira como me has puesto!, ¿tú crees que si te creyera un viejo, mi cuerpo reaccionaría así?-.
Fue entonces cuando me percaté que tenía los pezones totalmente erizados y que dos bultos debajo de su vestido, revelaban a las claras la excitación que la embargaba.
–Eres un hombre que me atrae desde que ayer descubrí que te gustaba. Aunque quieras negarlo, yo te agrado. Anoche me dijiste que mis hijas necesitaban una madre, ahora yo te digo que también requieren de un padre y que quiero que seas tú-.
-Es una locura-, protesté acojonado.
-Quizás pero no voy a dejar que te eches para atrás. Le prometí a María que seríamos sus padres y no pienso volverle a fallar-.
Afortunadamente para mí, mi nieta vio un payaso y soltándose de su madre, salió corriendo. Gracias a ello, nuestra conversación quedó postergada y riéndonos fuimos en su busca. Al salir del centro comercial y como no me apetecía volver a casa a enfrentarme con la realidad de la locura que era lo que esa mujer me proponía, las llevé al parque de atracciones. Allí tanto mi nieta como Marta se lo pasaron en grande y por eso, eran más tarde de las ocho cuando volvimos al chalet.
Nada más entrar, la mujer se llevó a la niña al baño y aprovechando que tenía un jacuzzi, se metió con la cría en él. No supe nada más de ellas durante una hora. Estaba preparando la cena cuando vi entrar a María en la cocina. Mi nieta venía ya con el camisón y acercándose a mí, me dio un beso mientras me contaba que había estado jugando en el agua:
-Papito, mamá me ha dicho que voy a tener una hermanita-.
-Sí, cariño-, le respondí cortado por el apelativo. Para ella siempre había sido abuelito pero desde esa mañana, había cogido la costumbre de llamarme papá y con placer, descubrí que me gustaba. Estaba pensando en ello, cuando Marta se nos unió. Me quedé embobado al verla. Se había puesto un pijama de los míos y lejos de enmascarar su belleza, la realzaba. La hechura de mismo hacía que su hinchado pecho pareciera que iba a romper los botones, mostrando a través del escote gran parte de las curvas de sus senos.
-Estás preciosa-, no pude dejar de decirle al darme un beso en la mejilla.
-Gracias-, dijo mientras me daba un mordisco en la oreja, -hoy ha sido el día más feliz de mi vida y espero que esta noche sea al menos igual. Te deseo, ancianito mío-.
-Vete a la mierda-, respondí dando un azote en su trasero.
Ese gesto de cariño, hizo que la mujer ronroneando se pegara a mí y restregando su culo contra mi pierna, me dijera:
-Si cada vez que te llamo viejo, me das un azote, voy a hacerlo a menudo-.
El desparpajo y la falta de recato de mi ex nuera, lejos de enfadarme, me divirtió porque una vez hecho a la idea, el tenerla entre mis brazos se estaba volviendo una necesidad y más aún cuando el recuerdo de la firmeza de su trasero seguía en la palma de mi mano.
“No me equivocaba cuando la vi vestida de criada, Marta tiene unas nalgas dignas de adoración”, pensé deseando que esa noche poder acariciarlas a conciencia.
Marta debió de darse cuenta del rumbo de mis pensamientos porque, sonriendo, me susurró que antes había que dar de cenar a la niña. Con una calentura cercana a la locura, le ayudé a poner la mesa y aprovechando cuando mi nieta no miraba, la acaricié disimuladamente. Un roce acá y una caricia allá, hicieron que, cuando nos sentamos a la mesa, ambos estuviéramos sobreexcitados. Sus pezones y mi pene nos delataban, tanto mi nuera como yo, deseábamos quedarnos solos para dar rienda a nuestra pasión.
La cría mientras tanto estaba feliz y por eso durante la cena, no paró de hablar contándonos con su parlotear infantil lo dichosa que se sentía por ser una niña normal con dos padres que la cuidaran. Su madre se afanaba en hacerle caso y yo, entre tanto, no podía dejar de observarla. Cuanto más la miraba menos comprendía la actitud de mi hijo. Su ex novia no solo era una mujer de bandera, era a mis ojos el sumun de la sensualidad femenina. Guapa y con un cuerpo estupendo, aún embarazada, era el morbo hecho mujer. Deseaba hundir mi cara entre sus piernas y como obseso, beber de su coño ya germinado. Marta, al percatarse del deseo que me dominaba, no dejó de tontear y con desfachatez, buscaba la posición en la cual su escote me diera una visión más amplia de sus pechos.
Creí que todos mis planes se habían ido al traste cuando al terminar, mi nieta nos pidió si esa noche podía dormir con nosotros. Estuve a punto de negarme, pero al ver en su cara la ilusión que le hacía, accedí a mi pesar. En cambio su madre cuando escuchó que le daba permiso, me dio las gracias, alborozada, y pasando mi mano por mi entrepierna, dijo en voz baja:
-Cuando se duerma, será nuestro momento-.
Su caricia me provocó una erección instantánea y ella al darse cuenta, se mordió los labios, tratando de contener su deseo. Juro que si no llega estar mi nieta presente, la hubiese tirado encima de la mesa y allí mismo, sin más preámbulo, hubiese tomado lo que ya consideraba mío. En cambio, vi como salía del comedor y subía con la niña hacia mi cuarto.  A regañadientes, terminé de recoger los platos, tras lo cual, fui a unirme con ellas. Al llegar a mi habitación, Marta estaba tumbada en la cama con su hija, esperándome. Un tanto cortado, saqué de un cajón un pijama y con él en mis manos, le dije que iba a cambiarme.
-Hazlo aquí. Te juro que no muerdo-, me soltó mi nuera.
Sin estar seguro de su afirmación y venciendo mi vergüenza, me quité la camisa con sus ojos fijos en mí. El morbo de la situación fue in crescendo al percatarme que sus pezones se ponían duros al observar cómo me desnudaba. Al comprender que mi nieta no se enteraría de nada, decidí hacerle un sensual striptease que no le pasó desadvertido. Inconscientemente cerró sus piernas al ver que me quedaba en calzoncillos y ya completamente alborotada pasó su mano por su pecho, cuando me despojé del mismo quedando desnudo sobre la alfombra. Con mi pene medio erecto, me di la vuelta para que ella pudiese comprobar en persona los efectos que su presencia producía en mi sexo. Su cara colorada y sus dedos acariciando uno de sus pezones, dejaron claro que estaba excitada.  Al sentirme deseado, dejé que se recreara al ponerme lentamente el pantalón del pijama.
Cuando las alcancé en la cama, mi nuera estaba visiblemente inquieta y profundizando en su calentura, pregunté a mi nieta que dónde estaba su hermana. La niña, poniendo cara de sabionda, me contestó que en la panza de su mamá y antes que su madre pudiese hacer algo para evitarlo, le abrió la camisola, dejando al aire tanto su embarazo como sus hinchados pechos. Me quedé de piedra al comprobar que era todavía más hermosa de lo que me había imaginado. Con unos pezones grandes y negros, sus enormes pechos se me antojaban más apetecibles y la curvatura de su vientre germinado, lejos de repelerme, me pedía que la acariciara. María, totalmente ajena a lo que estaban sintiendo sus mayores, pasó su mano por el ombligo de su madre y volviéndose a mí, me pidió que lo comprobara.
Al sentir mi mano recorriendo su estómago, Marta sintió un escalofrío y dando un suspiro, se quedó quieta mientras mis dedos reptaban por su piel. Cogiendo confianza, mis caricias se fueron haciendo menos paternales y más carnales. Estaba disfrutando mientras el objeto de mi ataque se mordía los labios para no gemir en presencia de su hija. Como quien no quiere la cosa, con mis manos sopesé el tamaño de sus senos y mientras la cría de dos años jugaba haciendo que hablaba con su hermana, profundicé en mi ataque recogiendo entre mis dedos uno de sus pezones. Marta no pudo evitar un sollozo cuando sintió que apretando un poco pellizqué con mis yemas su negra aureola.
-No seas malo-, me pidió con los ojos inyectados de lujuria.
-No soy malo-, le contesté mientras pasaba mi otra mano por su entrepierna,-¿Por qué no te quitas el pantalón?, aquí hace mucho calor-.
-Espera a que se duerma y seré tuya-, me rogó mientras involuntariamente separaba sus rodillas, dejando paso libre a mis caricias.
-María, tu mamá quiere que le des un abrazo-, dije poniendo a la cría encima de su madre de manera que no solo me pegué a ella sino, que aprovechando la abertura del pantalón, introduje mi mano bajo su braga.
Ella, tratando de que su hija no se enterara de lo que estaba experimentando, apretó sus mandíbulas al notar que mis dedos se habían apoderado de su clítoris. Totalmente indefensa, tuvo que sufrir en silencio la tortura de su botón mientras su niñita la colmaba de besos. No dejé ni de mirarla ni de sonreír sádicamente al comprobar que no solo estaba húmeda sino que poco a poco mis toqueteos estaban elevando el nivel de la temperatura de su cuerpo y no paré hasta que mis dedos recibieron el producto de su silencioso orgasmo.
-¡Me vengaré!-, me dijo con una sonrisa al recuperar el resuello.
No estaba enfadada. Luego, me reconocería que había enloquecido al no poder saltar sobre mi pene. Satisfecho por mi pequeña travesura,  le di un beso en los labios y abrazándolas, esperé a que mi nieta se durmiera. La pobre, agotada por el día que había tenido, tardó cinco minutos en quedarse dormida, momento que usé para llevarla a su cama.
Al volver, Marta se abalanzó sobre mí y, restregando su cuerpo contra el mío, exclamó:
-¡Eres un cabrón!. No podías haber esperado a poner tus sucias garras sobre mí hasta que no estuviera la bebé. Tendrás que compensarme el mal rato-, me dijo mientras se arrodillaba y me despojaba del pijama. Al ver mi sexo al descubierto, lo cogió entre sus manos y antes de introducírselo en la boca, en voz baja me informó que no iba a cejar hasta dejarme seco.
Creí que era una exageración, pero al percatarme de la manera que succionaba mi miembro, esperanzado comprendí que su amenaza iba a tener lugar y que esa noche no me iba a dejar descansar hasta que no se me levantase. Sus  manos colaborando con su boca, cogieron mis testículos e imprimiendo un suave masaje, buscó mi placer de la misma forma que yo había buscado el suyo. Fue impresionante experimentar como su lengua recorrió los pliegues de mi glande mientras no dejaba de decir lo mucho que gustaba.
-Me encanta-, exclamó al comprobar la longitud que alcanzaba en su máxima expresión, -serás un viejo pero tienes el pene de un negro joven-, soltó con el propósito de cabrearme y abriendo sus labios fue devorando mi polla lentamente hasta que acomodó toda mi extensión en su garganta.
Entonces usando su boca como si de su sexo se tratara, empezó a meterlo y a sacarlo de su interior con un ritmo endiablado. Alucinado por la maestría de su mamada, todo mi ser reaccionó y acumulando presión sobre mis genitales, estos explotaron en sonoras oleadas de placer. Mi nuera no dejó que se desperdiciara nada de mi simiente y golosamente fue tragándola a la par que mi pene la expulsaba. Una vez terminó la eyaculación, con su lengua limpió los restos de semen y sonriendo, me miró diciendo:
-Espero que mi anciano hombre se recupere rápidamente porque este cuerpo necesita que le den un meneo-.
Con todo el descaro del mundo, me estaba retando por lo que cayendo en su trampa, la desnudé violentamente y desgarrando sus bragas, la tumbé en la cama:
-Eran nuevas-, protestó soltando una carcajada.
-Te compraré una docena-, le respondí hundiendo mi cara entre sus piernas.
Su sexo me esperaba completamente mojado y al pasar mi lengua por sus labios, oí el primero de los gemidos que escucharía esa noche. El aroma a mujer necesitada inundó mi papilas y recreándome en su sabor, recogí su flujo en mi boca mientras mis manos se apoderaban de sus pechos. La ex de mi hijo colaboró separando sus rodillas y posando su mano en mi cabeza, me exigió que ahondara en mis caricias diciendo:
-Sigue comiéndole el coño a la puta de tu mujer. Te juro que esta noche seré completamente tuya-.
Oírla tan entregada me volvió loco y pellizcando sus pezones, introduje mi lengua hasta el fondo de su sexo.  Mi nuera chilló de deseo y reptando por la cama, me rogó que la penetrase. Haciendo caso omiso a su petición, seguí jugando en el interior de su cueva hasta que sentí cómo el placer la dominaba y con su cuerpo temblando, se corría en mi boca. Su clímax, lejos de tranquilizarme, me enervó y tumbándola boca abajo sobre las sábanas, puse la cabeza de mi glande entre los labios de su sexo.
-Tómame-, me exigió moviendo su culo y tratando de forzar mi penetración.
-Tranquila-, dije dándole un azote,-llevo muchos años sin una mujer y si sigues así, me voy a correr enseguida.
-Me da igual. ¡Úsame!, necesito sentir tu polla dentro de mí. Desde que estoy contigo, he vuelto a sentirme una mujer y ahora me urge ser tuya-.
Comprendiendo la inutilidad de mi razonamiento, de un solo arreón, rellené su conducto con mi pene. Ella, al sentirlo chocando contra la pared de su vagina, gritó presa del deseo y retorciéndose como posesa, me pidió que la cogiera los pechos.  Obedeciendo me apoderé de sus senos y usándolos como ancla, me afiancé con ellos antes de comenzar un suave trote con nuestros cuerpos. Marta, berreando entre gemidos, gritó:
-He sido idiota prefiriendo al niño en vez de al hombre. Quiero pertenecerte y que tú seas mío. No me dejes nunca-.
La mención a mi hijo, me hizo enloquecer y fuera de mí, incrementé mi velocidad mientras uno tras otro solté una serie de azotes alternos en sus nalgas. Ella respondió a mis correctivos con lujuria y sin importarle despertar a su niña, me chilló que no parara. El sonido de las nalgadas se mezcló con sus gemidos y estimulada por el castigo, se corrió nuevamente sin parar de moverse. No satisfecho,  mi galope se convirtió en una desenfrenada carrera que tenía como único objetivo mi propio placer pero, mientras alcanzaba mi meta, llevé a mi nuera a una sucesión de ruidosos orgasmos. Su completa entrega me tranquilizó y por eso cuando de mi pene empezó a surgir el semen, mi mente ya había olvidado el agravio y con un gritó, le informé que me iba a correr. Ella al sentirlo, contrajo los músculos de su vagina y con una presión desconocida por mí, mi pene se vació en su ya germinado vientre.
Agotado por el esfuerzo, me desplomé a su lado. Marta me abrazó llorando. Al percatarme de las lágrimas que recorrían sus mejillas, le pregunté preocupado que le ocurría y si me había pasado:
-Para nada, lo que me pasa es que me has hecho feliz y todavía no me creo que me haya ocurrido algo bueno. Llevaba demasiado tiempo en caída libre-.
-Menos mal-, le respondí,-pensé que te quejabas de la tunda de azotes-.
Ella se rio al escuchar mi respuesta y poniendo cara de pilla, me soltó:
-Lo tengo un poco adolorido, pero me ha enloquecido la forma en que me has hecho el amor. Eres un viejo verde y yo, una pobre chiquilla de la que has abusado. Y si te digo la verdad, a partir de mañana espero que abuses de mí todos los días y a todas horas-.
-Si crees que he terminado por hoy, ¡estás equivocada!-, exclamé, -todavía tengo que probar tu puerta trasera-.
-De eso nada-, contestó haciéndose la indignada,-por ahí soy virgen. Nadie lo ha usado-.
Saber que ni siquiera mi hijo había hoyado su culito, me puso a mil y acariciando sus nalgas, le dije:
 -¿No me dijiste que querías ser enteramente mía? y ¿qué harías todo lo que yo quisiera?, pues quiero ser el primero-.
-Lo pensaré-, respondió meditando mis palabras.
Soltando una carcajada, me levanté al baño mientras le contestaba:
-Pues piénsalo rápido porque estoy yendo a por crema, ¡mi amor!-.

Relato erótico: “Novio en estado de coma 3” (POR MARTINA LEMMI)

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“El suero ya lo cambié yo… vos encargate de las sábanas”

           “Ah, ok”
            Reconozco las voces.  Son las dos enfermeras que habitualmente realizan el servicio de la habitación.  Debo haber estado “dormido”; suena extraño pero mi estado alterna momentos de sueño inconsciente con otros de sueño comatoso semiconsciente…
            “¿Estuviste en la guardia anoche?” – pregunta una, la que puedo identificar como de menor edad.
            “Sí, sí…” – responde la mayor con un deje de picardía.
            “¿Y? Jiji… contameeeee… ¿qué onda???”
             La otra ríe antes de contestar…
              “Y… mirá… lo que se dice ver no pude ver nada porque el guacho de Javier cerró la puerta, je… Pero escuchar se escuchaba bastante eh…”
               “Hmmmmm… jajaja… ¡No me digas!!!”
                “Jeje… sí… No te das una idea de cómo aullaba la putita ésa… Una perra en celo y no sé si no me quedo corta”
               “Jajajaja… nooooo…. Igual te digo eh…  ¡qué envidia eh! Jaja”
               “Jaaa… ¡Obvio nena! ¿Qué te parece?  Acá todas haríamos cola por tener la verga de Javi un rato en la boquita… pero bueno, él es bastante selectivo por desgracia… Y hay que decir que la turrita ésa, la mujer de este pobre infeliz, es muy linda”
              “Sí… lo es… Y bueno, hay que entenderla… ¿Estaría muy insatisfecha con éste? ¿A ver qué onda?”
              Mis sentidos no reconocen del  todo a lo que estoy siendo sometido, pero dado que el de la audición me funciona a la perfección puedo advertir que la joven está deslizando las sábanas hacia abajo… Y no sé si es mi imaginación o qué, pero me da la impresión de que ahora me baja el calzón, el pañal o lo que sea que tenga puesto… Me ha dejado en bolas…
             “Y… digamos que el pitulín es bastante chiquitín… – dice ella en tono de dictamen aunque notoriamente divertida -.  Se entiende que ella busque por otro lado siendo tan linda mujer… Nunca se lo vi a Javi pero me dijeron que lo tiene grande y hermoso…”
             “Sí… eso me dijeron un par de enfermeras que ya no están acá… y que pudieron disfrutarlo”
             “Hmmm… ¡qué envidia, guachas de mierda! Jaja… ¿Quiénes son?”
             “Como te dije ya no trabajan acá… fue poco antes de que vos vinieras”
             “Hmmm… ¿y qué tengo que hacer para conseguir yo también ese tipo de atención? Jaja…”
          “Estar buena, je… Esas dos perras lo estaban… Si estás apetecible Javi no perdona”
           “Tiene fama de no dejar títere con cabeza, ¿no?”
            “Sí, pero como te dije es muy selectivo.  Al menos por acá a toda esposa de internado o flamante viuda que estuviera buena, le dio como en bolsa”
            Por un momento me parece sentir el aliento de una de las enfermeras muy cerca de mi rostro; a juzgar por el hecho de que viene desde mi derecha creo que es la más joven de ambas.  Creo sentir un roce… no sé… quizás es la sensación una vez más, pero me parece como si me besara en la frente… En efecto, siento un “chuic”
            “Pobre cornudito… – dice en tono lastimero -.  Te convendría no despertar”
             No puedo describir cómo me siento… Como si no fuera suficiente ya con haber oído anoche a mi prometida gozando como una perra con un médico joven, ahora también me toca ser el hazmerreír de las enfermeras, puesto que en su aparente compasión detecto burla.
             Se marchan…, quedo solo… solo con mis pensamientos, con mi dolor, con mi angustia, con mi rabia y con mi impotencia… ¿Es que no hay nadie en la habitación?  ¿Dónde están todos?  ¿Acaso a nadie más le importo?  Y por otra parte, ¿dónde estará Liz?  Uno diría que en el trabajo, pero ya no sé qué pensar… No escucho al médico; no anda por aquí… ¿Y Gastón?  ¿En qué andará ese pendejo de mierda?  Sólo tengo ganas de levantarme de esta maldita cama, salir de esta clínica de porquería y estrangularlo con mis propias manos…
              Luego de una hora o algo así (es difícil la percepción del tiempo en el estado en que estoy) cae mi madre… Y luego de un par de horas más, llega Liz… La puta más puta de las putas… Charlan amablemente entre ambas y Liz busca imponer a sus palabras un tono compungido: maldita perra… Luego mi madre se marcha… Estoy en la habitación con quien iba a ser mi esposa pocos días después de aquel accidente… La escucho caminar por la habitación, de un lado a otro… Taconea, es decir que está elegantemente vestida… ¿Estará en el alto de su trabajo?  Por lo pronto, puedo darme cuenta de que está, una vez más, utilizando su teléfono celular…
            “¡Hola Javi! – saluda y alcanza con el tono de su voz para darse cuenta de que su rostro está encendido y luciendo una sonrisa de oreja a oreja – Otra vez la pesada molestando, jaja…”
            Así que “otra vez la pesada”…, dicho por ella misma; está bien obvio que lo ha llamado durante el resto del día varias veces y muy probablemente desde su trabajo…
            “Ja… y no sé, digo, bombón… Quizás te joda que te llame tantas veces”
             Una vez más, pareciera que sus palabras confirmaran siempre mis más desagradables sospechas.  Además, no tiene empacho en llamar “bombón” indistintamente a Gastón o al médico… Eso sí, a mí jamás me llamó de ese modo… Pero más allá de eso, pedazo de puta, ¿tan caliente  puede estar detrás de una verga como para andarlo llamando mil veces y hacer el papel de mina desesperada?
              “¿A qué hora vas a andar por acá?… – pausa -… Jiji…y sí, te extraño… Ah ok….sí, sí… dale…..dale…., listo… yo voy a estar acá… Hmmmm…. sí, bombón, jiji… Hmmmmmuack… No tardes eh…No está bien privar a una mujer durante mucho tiempo de una compañía tan linda como la tuya…Hmmm, jaja… besito, bombón…Sí, sí…Chau, chau…”
             Cortó.  ¿Cuánto tardará en llamarlo nuevamente a juzgar por lo que ha dicho?  No me extrañaría que si él retrasase su llegada, ella ya esté llamándolo como una hembra en celo rogando por su macho… Estamos solos en la habitación, ella y yo… Juro que me gustaría despertar y tener las fuerzas suficientes como para ahorcarla en este mismo momento sin que nadie pudiese defenderla… Suena el celular; es el ringtone de ella, con una canción de Joss Stone que es de gusto compartido por ambos y que, de hecho, yo también tengo en el mío.  Nadie puede darse una idea de cuánto me duele escuchar esa melodía con todo lo que para mí significa en relación con la historia de nuestra relación.  ¿Será ahora Javier quien la llama?  ¿No tuvo paciencia para esperar que lo hiciera ella o para verla más tarde tal como habían convenido?  Ella contesta…
         “¡Gasti!…”
          Me equivoqué… Casi me había olvidado de mi empleado con toda esta cuestión del doctorcito.  Es increíble lo rara que puede volverse nuestra mente cuando estamos en situaciones extremadamente insoportables… De pronto pareciera que me interesa y hasta me divierte saber cómo cuernos va ella a manejar la situación para atender a los dos… Creo que en parte tiene que ver con el sentimiento de venganza; es como que quiero, al menos, saber que ella está en apuros… Mi esperanza desde ya es bastante ilusa y vana: en estos días que llevo postrado sobre una cama hospitalaria ya he escuchado lo suficiente como para tener en claro que para Liz no hay situaciones difíciles de manejar en ese sentido…
         “Hmm… sí, lindo, ya sé… yo también te extraño.. perdoname pero ayer no pude… – pausa -… sí, bombón, lo sé, no te enojes… ¡Claro que tengo ganas de verte, tontito!!   Pero entendé mi situación; las cosas no me son fáciles con Lucas en la situación en que está…- otra larga pausa – Hmm, ¿hoy decís?… Mirá… hmm, no sé, tendría que ver cómo viene la mano y entonces te confirmo… ¿sí, bombón?  Ahora, así en el aire, no puedo decirte…”
            Todo más que claro… Está obvio que el doctorcito lo ha desplazado un poco a Gastón del lugar que tenía para ella… En parte (y extrañamente) me alegro: a ese pendejo de mierda le está bien hecho… Al menos el médico no tiene ninguna deuda de lealtad ni ningún código que respetar en relación conmigo; a lo sumo debería replantearse su ética profesional… Pero Gastón… le he dado trabajo, le he confiado el local, lo consideraba un amigo, un hermano menor o tal vez un hijo… y resulta que se estaba cogiendo a mi mujer… Así de simple, así de cruel…
            “Dale lindo… dale, yo te aviso… besito…”
             Qué mal te veo Gastón… Cuando una mujer dice “te aviso” es porque no tiene la más mínima intención de responder a una invitación tuya pero a la vez no quiere o no se anima a decírtelo en la cara… Ella ya está en otra historia; eso se nota.  El médico debe coger bastante mejor que vos y (aunque duela) mejor que yo que, a juzgar por cómo se vienen dando las cosas, estoy quedando relegado a un clarísimo tercer puesto.  ¿O será cuarto? ¿O quinto? ¿O sexto?  ¿Cómo puedo estar seguro ahora de cuántas vidas paralelas llevaría o lleva Liz cuando la realidad es que recién puedo decir que empiezo a conocerla a partir del hecho de que mis oídos se niegan a acompañar a mi cuerpo en el estado de comatosa indefensión en que se encuentra?
               No sé cuánto tiempo transcurre… Es difícil saberlo en este lugar y en este estado… Alguien entra; ya para esta altura reconozco sus pasos… Y aun cuando ella nada dice; está obvio que es él, que avanza hacia ella y que apenas instantes después sus bocas se están confundiendo en un largo beso, mucho más largo que cualquiera que les haya escuchado propinarse antes mutuamente.  Cuando por fin sus bocas se separan, es ella quien habla:
             “Te extrañé mucho”
             “Y yo… – dice él -.  ¿Tenés ganas de bajar a tomar un café?”
               Ella duda…
              “Hmm, no sé… ¿no es peligroso que nos vean?”
             “Por mí no… tal vez por vos sí…, tenés a tu novio en coma y la gente es rápida para hablar en estos casos… No quiero comprometerte, tenés razón…”
             “¿Ya te vas? – pregunta ella en tono suplicante y desesperado.
            “Acabo de llegar a la clínica, linda – explica él -.  Tengo que ir a ver a mi paciente que, por lo que me dicen, ya está en la última… y a algunos otros pacientes más, pero… ¿da para cenar en algún lado esta noche?”
            “¡Dale! – responde ella entusiasmada – ¡Estaría buenísimo!!!!”
            “Bueno, después hablamos para arreglar bien la hora porque no sé bien a qué hora salgo yo de acá… No te preocupes que iremos a algún lugar por las afueras, lejos de miradas indiscretas y comentarios bolu…”
             Él no logra terminar la frase.  No hace falta ser demasiado perceptivo para reconocer el sonido: ella le ha silenciado los labios estampándole un apasionado beso.
              Él se marcha finalmente… Volvemos a quedar solos en la habitación, ella y yo…: en otro contexto sonaría romántico pero en éste sólo puede sonar cruel.  El resto del día ella lo pasa caminando nerviosamente por la pieza; cada tanto se sienta en la cama, enciende el televisor y lo vuelve a apagar, a veces me doy cuenta que bailotea con sus dedos sobre el teclado del celular: es obvio que envía mensajes y no hace falta ser muy sagaz para adivinar el destinatario… Por supuesto que además cada tanto no se aguanta más y lo llama; cada vez que lo hace regresan las palabras y el tono de voz estúpidamente acaramelados.  Está loca con el doctorcito: no caben dudas… En algún momento entran las enfermeras y si bien con Liz no se intercambian más que los saludos y las palabras de rigor, se puede perfectamente adivinar en el ambiente lo que ellas están pensando al verla o bien, como ellas mismas lo han expresado, la envidia que les carcome por dentro sabiendo que ella está gozando de los favores del joven médico que tantos ratones les despierta…  Luego Liz llama a mi madre: le pide si se puede quedar a la noche… ¡Qué hija de puta!  Ya ni siquiera siento ganas de matarla porque eso sería poco…
            Cuando ella se va, paso la noche en el mayor de los ostracismos, del cual ni siquiera puede sacarme la presencia protectora de mi madre, tan ajena a todo lo que está ocurriendo… Mi cabeza no está aquí, mi cabeza está en algún restaurante de las afueras de la ciudad… o en algún hotel alojamiento… o en la casa del doctor… o en mi propia casa… Ya para esta altura es difícil saber por dónde discurrirán los caminos del perverso morbo de mi novia, quien quizás hasta disfrute de la situación.  Después de todo, si es capaz de gozar siendo cogida en esta misma habitación y junto a la cama en que yazco, ¿qué razón hay para pensar que no vaya a hacerlo en mi propia casa, cuya llave ella tiene en su poder y que pocos días después del accidente iba a ser nuestro hogar conyugal?  Incluso, ¿qué la detendría para dejarse montar sobre la que iba a ser nuestra cama matrimonial, recientemente comprada y aún no estrenada ya que habíamos decidido no usarla para tener sexo de tal modo de reservarla para la noche de bodas y para el resto de nuestras vidas de allí en más?
 

Durante todo el día siguiente no hay rastros de ella, ningún indicio de que se haya acercado hasta la clínica… Tampoco lo hay del doctor, por cierto… ¿Habrán decidido, ambos, tomarse el día libre?  ¿Faltar a sus obligaciones laborales?  O tal vez sea sábado o domingo, no sé… El hecho es que aparece recién a la noche: habla algunas palabras con la enfermera que está, en ese momento, haciendo el servicio de habitación y me parece detectar en su tono que está alegre, motivada, que viene de pasarla bomba… Apenas la enfermera se marcha, Liz casi no deja que entorne la puerta de la habitación que ya lo está llamando a Javier…

           “¡Hola bombón!  Ya estoy acá… – confirmado, el tono es alegre -… Ah, ok… dale, dale… te espero”
         No deben pasar ni cinco minutos que ya él está ahí; reconozco absolutamente sus pasos para esta altura.  Se besan una vez más; resulta obvio que se están abrazando, toqueteando y franeleando…
         “Hmmm doctor… – dice ella -.  Sólo un par de horas está usted ausente y esta paciente no sabe qué hacer…”
          “Je, je… Vamos a ver qué tenés puesto – dice él y reconozco el sonido del deslizarse de una prenda, aparentemente una falda que ha sido llevada hacia arriba -… Hmmm… qué ropita interior sexy que tenemos hoy, paciente… Así me gusta, que me haga caso y se ponga lo que le digo… Hay que seguir las instrucciones del médico…”
         No puedo creer que sea tan puta y sometida.  Él le dice qué lencería ponerse y ella, servilmente arrastrada, obedece para complacerlo…
      “Hmmm… me da mucho placer saber que le gusta, doctor – Liz le estampa claramente un beso en la boca como remate de sus palabras – ¿Qué tratamiento tiene pensado hoy para esta paciente?”
      “Bien – dice él, siguiéndole a ella en el tono de lasciva y cómplice juerga -.  Esta tanguita que tiene tan enterrada en el culito – al decir “ésta” me da la pauta de que se la está tocando – me hace recordar que aún no hemos tratado esa zona… ¿Qué tal si lo hacemos hoy?”
         “Hmmm…, ¿le parece, doctor?” – el entusiasmo de ella está bien claro en la forma sugerente de preguntar.
         “Sí me parece – responde él, lacónico y haciendo gala de su control de la situación -.  Así que nos damos la vuelta, apoyamos las manitos en la cama de su novio y entregamos la parte de atrás para ser revisada…”
         Ardo dentro de mí, sólo quiero estallar… ¿Puede tener tanto morbo ese tipo como para querer hacerle la cola a mi novia con las manos de ella apoyadas en mi cama?  Por un segundo me parece que la respuesta de Liz sólo puede ser negativa; no creo que lo siga en esta perversión… Iluso de mí: una vez más me equivoco… Claramente percibo que sus manos se apoyan a pocos centímetros de mi cuerpo así como siento su aliento muy cerca de mi rostro.  No sé si es mi imaginación o también lo oigo, pero hasta me da la impresión de escuchar los latidos del corazón de ella, acelerados por la emoción y la excitación del momento…
         Llegan a mis oídos los pasos de él como alejándose unos pocos metros e, inmediatamente, el picaporte de la puerta: la acaba de cerrar; ¡por Dios!, estuvieron todo este tiempo con la puerta abierta… ¡Cuánta desvergüenza!  Los pasos se acercan nuevamente; él está regresando y viene a buscar lo que, al parecer, le pertenece…, lo que yo, por cierto, nunca tuve…  Se producen unos instantes de silencio o, por lo menos, no logran mis oídos precisar qué es lo que está ocurriendo… El aliento de ella junto a mi rostro comienza a dar signos de excitación en aumento, evidenciado ello en lo entrecortado de la respiración.   No escuché que él se desabrochara el pantalón: ninguna hebilla, ningún cinto… Y casi de manera obvia puedo inferir qué es lo que está ocurriendo: él le está sobando el culo… y a ella le gusta…
            “Vamos a lubricar un poco ese culito” – anuncia él.  No llegué a escuchar que escupiera o algo por el estilo, así que no sé con qué se dispone a hacerlo; siendo médico, no es raro que haya venido preparado con vaselina o algo similar.  Lo cierto es que Liz suelta un quejido que es mezcla de dolor y placer en el momento en el cual parece ser que él le ha introducido el dedo.  Claramente se nota que se mueve, se retuerce; él le está escarbando dentro del orto y ella está totalmente entregada.
            “Ese culo ya está hecho” – dice él, del mismo modo que si estuviese dando un diagnóstico.
          Liz sólo suelta una risita nerviosa que se entremezcla con sus quejidos de placer y su respiración entrecortada, pero luego deja escapar un gritito.
         “Está hecho, ¿no?” – insiste él.
          Puedo adivinar a qué se debió el grito de Liz; él le ha introducido el dedo aun más profundo para compelerla a dar una respuesta.
        “S… sí” – responde ella sin dejar de jadear un segundo; casi a continuación un nuevo gritito: el dedo debe haber ido aun más hondo…
       “¿Quién?” – pregunta él, inquisidor.
       Ella calla por un momento; sólo jadea.  ¿Será la vergüenza lo que la amordaza?  Para esta altura resulta difícil creer eso aunque quizás no le guste mucho la idea de admitir delante de él sus aventuras: algo me dice que por este médico siente algo distinto que lo que pueda sentir por Gastón o por cualquier otro de quien nada me haya enterado… O tal vez sea que simplemente el doctorcito es la novedad y, como tal, se le entrega incondicionalmente.
           “¿Quién fue?  Le estoy preguntando, paciente… – insiste él y ella deja escapar un nuevo grito: el dedo va todavía más adentro haciendo de las suyas -.  Porque estoy seguro que tu novio no fue…”
           La putísima madre que lo parió… Encima se mofa de mí gratuitamente y me menosprecia… Pero creo que lo que más rabia me da es que tiene razón: yo no fui…
             “No… – responde ella casi en un débil balbuceo -.  No fue Lucas…”
             “Je, je… – ríe él -.  Obvio que no… Por lo general novias y casadas reservan esa parte del cuerpo para sus amantes y no podías ser la excepción… ¿Quién fue entonces?”
            “Un… chico” – balbucea ella.
            “¿Hace poco o hace mucho?” – inquiere el doctor.
            “Hace… relativamente poco…” – se ve obligada a admitir Liz.
            “¿Edad?” – pregunta él.
            Liz no contesta… luego un nuevo grito: el dedo inquisidor ha vuelto al ataque…
            “¡Diecinueve!” – responde.
             Una carcajada estruendosa brota de él; imposible pensar que no haya sido oído desde fuera de la habitación.
             “Jajaja… ¡ bien puta!… ¿Y te lo hizo bien?”
             Ella tarda unos segundos, pero contesta:
              “Sí… bien” – pareciera tratar de no sobredimensionar la experiencia anal delante de él a los efectos, quizás, de no generarle celos…
             “Así que sólo bien… – dice él -.  Ahora vas a saber lo que es que te lo hagan de verdad… Preparate para no sentarte durante varios días… Ah… y la entradita del culo te va a quedar como el doble de grande, jeje”
              No puedo creer que ella se deje degradar tanto; ahora sí: él está claramente desabrochándose el pantalón y luego lo desliza hacia abajo…
              “Refregame bien el culo por la pija” – le ordena él imperativo.
              Ella jadea; una vez más se mueve, se retuerce… Puedo percibir cómo la excitación sigue subiendo de nivel aun cuando parecía que ya no podía hacerlo… Pasan unos minutos…
               “Muy bien putita – le dice él, a la vez que acompaña sus palabras con una clara palmadita sobre la nalga como de felicitación -.  Hora de entrarle…”
                                                                            CONTINUARÁ

Relato erótico: “Mi madre, mi hermana y la fiesta de cumpleaños 2” (POR JULIAKI)

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CAPITULO 2 (El regalo)

Después de tanta tortura pero ¡bendita tortura!, al sentir de lleno los cuerpos de mi madre y de mi hermana, primero sus respectivos culos sobre mi regazo y después bailando con ellas aquella música tan seductora es algo que me tiene realmente loco. Aprovecho para acariciar zonas impensables días atrás en el cuerpazo de mi madre. No me atrevo a tocar el culo directamente pero sí que rozo muy cerca.

− ¿Qué tal te lo estás pasando hijo?, ¿Te gusta tu fiesta de cumpleaños? – me pregunta al oído juntando aun más su cuerpo al mío.

− Muy bien, mamá. Está todo genial.

Ella sonríe victoriosa por mi respuesta pero al tiempo parece disfrutar con la erección que yo intento disimular a toda costa y que le roza cada dos por tres.

Mamá dice de servir un café y para proceder, según comenta, ¡por fin! a la entrega de mi regalo, ese por el que antes estaba tan impaciente, aunque ahora mi mente está francamente en otro lugar, solo ve culos y tetas por todas partes.

Mi hermana, como siempre, se encarga en la cocina del café y mi madre se sienta a mi lado en el sofá cruzando sus piernas y pasando su mano por mi pierna. Comienza en la rodilla y va subiendo lentamente. Nuestras miradas se cruzan y mis ojos no pueden evitar perderse en ese sexy canalillo.

− ¡Qué mayor estás ya, hijo! – dice pellizcando con sus dedos mi muslo por encima de mi vaquero. – Ya tengo un hombretón en casa. No sabes cuánto he esperado este momento. Estoy muy orgullosa de ti. Bueno, estoy muy orgullosa de los dos.

Mamá siempre sabe como animarnos y halagarnos, pero además de una forma que estimula a cualquiera, porque lo hace siempre con tanto cariño… pero es que hoy además, la veo como muy cariñosona, muy melosa. Mi vista vuelve a recorrer esas curvas impresionantes que marcan su ceñidísimo vestido y sobre todo el escote, que es un hermoso valle de piel morena que forman sus dos prominentes pechos.

− Se te van los ojos – dice ella de pronto, descubriéndome.

− No, esto… no.- respondo cortadísimo al verme pillado en una de mis miradas libidinosas a sus tetas.

− No seas tonto, hombre, es normal. Eres un hombre ya.

− Es que…

− De verdad, Nacho, es normal. Ya no eres el niño que mamaba estos pechos cuando era un bebé – añade cogiendo sus dos tetas y amasándolas de forma que provoque un estremecimiento por todo mi cuerpo.

Ella lo dice como si en este día fuese el cambio de mi vida y hubiese pasado de niño a hombre en un instante. Es verdad que he cambiado en poco tiempo, pues hace bien poco que no había mirado a mi madre como una mujer, desde el punto de vida sexual, pero de un tiempo a esta parte, ya no es solo una madre, sino que irradia mil y unas sensaciones difíciles de controlar, gracias a su sensualidad y una belleza escultural, que me tiene idiota perdido.

Lo cierto es que mi madre está demasiado buena, ella lo sabe y sabe también como sacarse partido con su forma de vestir. Su gran altura le ha permitido mostrar sus piernas en ceñidísimos vaqueros o en vestidos ajustados como el que lleva hoy. Aun recuerdo la paja que me hice la semana pasada cuando la vi con una falda de cuero nueva. Estaba impresionante con aquellas piernas interminables. En casa también viste con ropa más cómoda, pero a mí me sigue pareciendo sexy, con sus vestidos veraniegos tan livianos, sus batitas, pero es que hoy, en esta noche tan especial, está resplandeciente, tan sexy, tan ceñida… y yo bastante salido, para qué engañarnos.

− ¿Estoy guapa? – me pregunta de sopetón.

− Esto… claro… – respondo titubeando.

− Vamos hijo, ya sé que te he puesto nervioso y que te has empalmado. No soy tonta.

Joder, con esa frase me deja pillado del todo. Ya imaginaba que ella se hubiera podido percatar de mi polla dura bajo su culo o pegada a su bajo vientre durante el baile, pero claro, otra cosa no podía ser. Lo extraño es oírla decir eso, con tanta jovialidad.

− Mamá, perdona, pero es que no pude evitarlo…

− No te preocupes, es normal. Estás en la edad. Además, me alegra despertar a esto.

Nada más decir esa frase, pasa su mano por mi paquete y lo agarra suavemente. Sí…. sí, estoy mirando su mano y no acabo de creerlo, pero sus dedos se aferran a mi polla por encima del vaquero y aprietan suavemente. Tardo en reaccionar y es que me parece increíble a pesar de estar viviéndolo.

− ¡Mamá! – digo yo más como sorpresa que como queja y ella retira la mano para no incomodarme más.

− No seas tonto, ya te digo que es normal que estés así, ya eres un hombre y te parezco una mujer atractiva ¿no?

− Esto… sí, claro mamá, estás guapísima.

− Gracias hijo, me gusta que me lo digas y por cierto, me lo dices muy poco.

− Bueno, pues eso. Eres muy guapa.

− Pero… ¿Estoy buena todavía?, ¿Soy una mujer follable?

− ¡Mamá! – reclamo.

− Vamos Nacho, no te cortes ahora. Solo dime si tu madre está buena o no.

− Sabes que sí. Los hombres están locos contigo.

− ¿Ah sí?

− ¿No me digas que no te das cuenta que levantas pasiones?

− Bueno sí que me doy cuenta que me miran pero no sé hasta qué punto eso puede levantar otras cosas – añade arañando levemente el dibujo que forma mi polla bajo el vaquero.

− No soy el único, cuando voy contigo todo el mundo se te queda mirando el culo, el escote, las piernas. Eres una madurita muy sexy.

Su blanca sonrisa sale otra vez a relucir contenta por ese comentario mío, pero es que es cierto, todos los tíos andan embobados con ella, desde sus compañeros de trabajo, nuestros vecinos, muchos familiares y amigos alucinan con esa belleza tan bien conservada de mamá.

− Bueno, estas tetas ya están algo caídas – añade sosteniendo en sus manos sus prominentes pechos. Aquello produce un cosquilleo raro en mi entrepierna que sigue teniendo una empalmada que creo que me va a durar toda la noche. Parece que ella adivina mis pensamientos y me sonríe mirando una vez más hacia mi paquete.

En ese momento aparece Carla en escena con la bandeja de las tazas y con la cafetera echando humo. Mi mirada va ahora a ese otro cuerpazo que tengo en casa. Sus andares me parecen tan sensuales y es que con ese ajustado vestido, sus largas y bien delineadas piernas, sus curvas un redondísimo culo, acompañado de un dulce rostro, la convierten en una mujer espectacular. Hoy, además, está aún más explosiva que nunca.

− ¿Y tu hermana? – me pregunta mamá.

− Mi herma, ¿Qué?

− ¿Qué si está buena?

Tardo en responder y Carla, mientras posa la bandeja sobre la mesita se queda un rato observándome a la espera de mi comentario al respecto. No sé, puede que el vino, que el ser ya un adulto o tener a mis chicas tan apabullantemente hermosas pero me lanzo por fin, dejando las dudas y miedos atrás.

− Sí que está buena, mamá… mucho además. – afirmo.

Ambas ríen, pero noto a Carla un rubor en sus mejillas impregnadas de ese tono rojizo que la hacen más deseable todavía.

− Tiene unas piernas de ensueño y larguísimas – añade mamá acercando su mano y subiéndola por sus muslos hasta colarse por debajo de la faldita de su vestido.

Carla se gira nerviosa y se siente algo cortada después de servir los cafés, pero lo que dice mi madre es cierto, mi hermana es un bellezón, con un culo redondo precioso y unas piernas largas y muy bien formadas.

− Mira que finas, Nacho. – me dice mamá invitándome a que acaricie las piernas de mi hermana.

Subo la mirada y veo que Carla no parece molestarle que lo intente y aun con cierto temor acerco mi mano a sus piernas. Acaricio su gemelo derecho y noto su suavidad de unas piernas finas y bien depiladas. Mamá me observa expectante y en su mirada noto que me incita a subir más. Lo hago temeroso y subo hasta la mitad del muslo percibiendo aun más suavidad en esa parte. Nunca antes había tocado así a mi hermana.

− ¿No son finísimas? – me pregunta mamá.

− Muchísimo – respondo alucinado mientras mi hermana sonríe allí de pie de espaldas a nosotros.

− Tócalas por dentro, verás que son aún más suaves.

Así lo hago y compruebo por primera vez, como puede llegar a ser una piel de terciopelo en la cara interna de los muslos de mi hermana, haciendo que mi polla pegue otro de sus espasmos bajo el pantalón. Me recreo tocando esa parte y subiendo hasta bien arriba, no llegando al “punto crítico” pero sí excesivamente cerca. Me parece oír un ronroneo por parte de mi hermana al tocarla ahí.

Ella se sienta de pronto a mi lado y me da un beso en la mejilla. Hoy está más cariñosa que nunca. Jamás la había visto así.

− Bueno, y ¿mi regalo? – digo de nuevo impaciente, intentando apaciguar los ánimos que los veo demasiado “calientes”. Lo cierto es que también estoy intrigadísimo con saber de qué se trata.

− ¡Qué impaciente! – apunta mamá – verás, es algo muy especial Nacho… y recuerda que es un regalo para los dos.

Lo primero que pasa por mi cabeza es que se trata de un portátil o algo así, y que tendré que compartirlo con Carla.

− Quiero que sea el regalo especial para vosotros. – dice señalándonos a ambos con su dedo. Aunque hoy sea la mayoría de edad de Nacho, es como si fuera la de los dos, porque para mí hoy habéis dejado de ser mis niños. – añade.

No entiendo nada, pero Carla sabe sin duda de qué está hablando y noto muchos nervios en su mirada y en su risita que diría, suena histérica.

− Bueno, ¿pero es algo para Carla y para mí? – pregunto.

− Sí, ella no tuvo un gran regalo en su cumple de los 18 ¿recuerdas?, fue algo de ropa, pero hoy que los dos sois mayores, tendréis vuestro regalo de adultos en conjunto. Aunque Carla ya lo sabe y le gusta, estoy segura de que a ti también.

− ¿Qué es? – le pregunto a Carla, para que me adelante algo, pero ella desvía la mirada nerviosa.

Por más que pienso, no adivino de qué demonios habla mamá. Por mi cabeza pasa la idea de que nos ha comprado un coche y lo compartiríamos una vez que saquemos el carnet, algo muy de adultos, ¿no?, pero me da que debe ser otra cosa.

Sonrío cuando mi madre estira su mano y saca un paquete de debajo del sofá.

− Aquí tienes – me dice.

Extiende el paquete, no muy grande, por lo que deduzco que para nada es la consola y mucho menos el portátil. Por su textura, parece algo de ropa. Me maldigo con mis imaginaciones, pero más todavía cuando rompo el papel nerviosamente para descubrir que me han regalado ¡un calzoncillo!, sí, uno tipo bóxer de color azul marino.

− Gracias – digo bastante decepcionado y con cierto retintín de protesta.

Mi madre se ríe a carcajadas, cuando ve mi cara de sorpresa. Y dirijo mis ojos a Carla que parece pasárselo también muy bien tapando su boca partiéndose de risa. Todavía no sé si es una broma o es realmente el regalo que han elegido.

− ¿No te gusta? – pregunta mamá sin dejar de reír.

− Sí, claro. – respondo con mi sonrisa más forzada

− Es de la marca esa que siempre me pides. Lo escogió tu hermana.

− Es muy chulo, mamá pero…

− ¿Esperabas otra cosa? – interviene mamá.

No respondo, pues en ese momento pienso que estoy siendo muy egoísta y un criajo caprichoso. La verdad es que con el homenaje que me estoy llevando tengo más que de sobra, para que me vea siendo un puto materialista. Sonrío.

− Vete a tu cuarto y pruébatelo. – añade.

− Bueno, ya me lo probaré mañana, mamá.

− No. Ahora. Vete a tu cuarto y te vienes con él puesto y te decimos como te queda. – impone seria.

− Pero, ¿Qué salga con él Ahora?

− ¿Te da vergüenza? Ya te hemos visto en calzoncillos o en bañador muchas veces.

Yo flipo, ¿pues no quieren que me ponga el slip y vuelva tan solo con él puesto para hacer un pase de modelo? Me levanto y voy a mi habitación pensando que quizá allí hay otra sorpresa y por eso mi madre está tan vacilona y tan intrigante. Una vez más me llevo la decepción cuando descubro que en mi cuarto no hay nada nuevo ni ningún tipo de regalo escondido.

En fin, me despojo de la ropa, la pongo sobre la cama y me miro desnudo al espejo. Joder sigo con mi erección de caballo y creo que no se me va bajar en toda la velada. Sin duda que las chicas lo han tenido que notar, pero realmente no parece importarles a ninguna de las dos. Acaricio una vez más mi polla, observándome frente al espejo y pienso que lo mejor es hacerme una paja y bajar esta calentura que me tiene torturado, porque si no, no podré calzarme ese bóxer azul.

− Venga, tardón. – oigo decir a mi hermana dando con sus nudillos en mi puerta.

Coño, no me la voy a poder pelar con tranquilidad. Bueno, lo intentaré esta noche y será una paja memorable recordando todo lo que ha acontecido esta extraña y maravillosa velada. Me pongo los calzoncillos que son bastante ajustados. Por un momento pienso que se han equivocado de talla, pero después al girarme frente al espejo me doy cuenta de que son unos bóxer muy marcados, que por cierto, me quedan bastante bien, todo sea dicho. Me miro de nuevo a la imagen del espejo y veo que mi polla está muy gorda. Ya no sé qué hacer para bajar tanta tensión. Decido pensar en otra cosa, en algo desagradable y tras varios segundos, me concentro y al fin salgo cortado al salón donde me esperan impacientes mis dos chicas. Me da corte que me vean en gayumbos, hoy sobre todo, porque no sabré reponerme de otra erección. Ambas están juntas sentadas en el sofá, extraordinariamente sexys, mostrando sus mejores atributos, labios ardientes por aquí, piernas interminables por allá, canalillo más que sugerente por otro lado… Aplauden nada más hacer yo la entrada, ataviado únicamente con aquel bóxer ajustado y mi polla morcillona remarcada bajo la tela.

− ¡Guau! – grita mi madre poniéndose en pie y aplaudiendo nerviosamente. Carla se pone a su lado y le dice algo al oído, probando la risa de ambas.

No sé lo que se han dicho, pero me gusta la forma en cómo me miran. Me siento realmente halagado y les sonrío a ambas, agradecido por ese regalo, que estaba seguro causaría sensación. Ellas están espectaculares y han conseguido impactarme desde el primer momento, ahora soy yo el que se siente admirado con mi prenda íntima.

− Te queda genial, Nacho. Como un guante- dice mamá – ¿verdad Carla?

− Sí, está muy bueno – añade tímidamente mi hermana.

Nunca antes me había dicho Carla tal cosa, incluso podría haberse reído de mí o decir alguna barbaridad de las suyas, sin embargo noto su sinceridad al decirlo. Me siento el centro de las miradas, corroborado por sus piropos.

− Bueno, ahora te vamos a enseñar los nuestros. – dice de pronto mamá.

− ¿Los vuestros? – pregunto intrigado.

− Sí, nosotras también nos hemos comprado ropa interior.

− ¿En serio? – vuelvo a preguntar intrigado no creyéndome que me vayan a enseñar sus conjuntos de lencería allí mismo. Me sonrío a mí mismo creyendo que eso sería otro sueño sin cumplir, pero intento ser realista pensando que eso no puede ser.

− Claro, amor, ya te dije que hoy hay regalos compartidos. – añade mi madre con su blanca sonrisa.

Ella pasa sus manos por los tirantes del vestido y de la forma más sensual que jamás haya podido imaginar, empieza a hacerlo correr hacia abajo lentamente y sin dejar de mirarme. Si no fuera mi madre, diría que el regalo es un striptease en toda regla. ¡Joder con mi madre! Estoy flipando pues está totalmente desconocida esta noche.

El vestido ha caído hasta el suelo y alucino al ver a mi madre con un tanga blanco minúsculo, cubriendo lo justo y mostrando la mayor porción de carne que le haya visto jamás. En la parte superior dos parches pequeños apenas cubren la aureola de sus pezones y cuando vuelvo a mirar a su entrepierna veo un triangulito que tapa un pubis en los límites más limitados. Decir impresionante es decir poco, es algo increíble, mamá es ahora una de esas tías con las que tantas veces me he pajeado en las páginas de internet, con tangas diminutos, pero coño, esta es mi madre y por cierto no tiene nada que envidiar con todos esos pibones con los que yo me divierto algunas noches en la pantalla de mi ordenador. Sus enormes tetas que parecen salirse y aquel triangulito que tapa lo mínimo… Con sus tacones, sus piernas parecen más esbeltas y torneadas. Esa imagen será difícil de olvidar mientras viva…

Se da la vuelta muy coqueta y muestra su grandioso culo con aquella braguita tanga que se cuela literalmente entre sus cachetes enseñando la redondez de un trasero que no ha perdido la forma en absoluto. Un culazo en toda regla que debe serla envidia de sus compañeras de gimnasio. Nunca jamás había visto el culo a mi madre, así, en vivo y en directo y ahora…

Vienen a mi mente los momentos en que he podido ver a mi madre en bañador, con algún bikini o incluso en casa cuando la he pillado fortuitamente con sus braguitas de algodón, pero es que ahora, ese conjunto de lencería es una invitación al pecado más absoluto. Muestra casi más de lo que cubre.

− Vamos Carla, ahora tú. – ordena mamá entonces.

Alucino. Mi hermana se pone en pie y tras sonreírme baja un tirante de su vestido por sus hombros, luego el otro y con cierta dificultad, pues la prenda está muy pegada a su cuerpo. Me mira y vuelve a mostrarme su blanca sonrisa, después giro la cabeza para volver a ver a mi madre que se está colocando el tanga para tapar algo que cualquier pequeño movimiento pueda dejar al aire. Vuelvo la vista hacia mi hermana que va deslizando ese vestido que siendo tan ceñido le obliga a tener que mover sus caderas para ayudarse a bajarlo. No lo hace con el erotismo de mamá, desde luego, pero estoy igual de alucinado ante ese extraordinario espectáculo.

Cuando por fin cae al suelo el vestido, vuelvo a flipar al descubrir ante mis ojos el hermoso y perfecto cuerpo de Carla que está cubierto por un minúsculo conjunto rojo de sostén y tanga, del mismo color que su vestido que está ahora está a sus pies. Al igual que mamá, esas mini prendas cubren escasamente sus pezones en la parte de arriba y por debajo es también tan reducido como el de mi madre, creo que incluso más, pues es un cuadrado que hace que se vean las ingles de Carla a la perfección, cubriendo únicamente su pubis o más bien su rajita, porque el pubis casi se adivina. El cuerpo de Carla es perfecto en su conjunto y aunque ya lo he visto en bikini un montón de veces y alguna vez en ropa interior, pero ahora, con ese conjunto tan sugerente, esas sandalias de fino tacón y una noche tan increíble, hacen que sienta un temblor por todo mi cuerpo. Me encanta su cintura fina, esas caderas tan bien puestas, sus pechos mucho más pequeños que los de su madre, pero igual de bonitos, me parece una imagen de la chica de mis sueños y creo que en este momento ambas lo son.

− Date la vuelta, cariño, que te vea bien tu hermano – propone mamá sosteniendo su mano en lo alto y obligándola a girar sobre sí misma.

Carla está roja como su tanga, pero preciosa, cuando se da la vuelta y veo su culo casi me da algo. El culazo de Carla, ese trasero perfecto que es la envidia de mis amigos y que en muchas ocasiones he podido admirar en vaqueros o en leggings, incluso en bragas, pero está ahora con un tanga de esos de tira fina que muestra su carne al completo. No tiene marcas, por lo que deduzco que toma el sol desnuda y eso me hace preguntarme, ¿Donde? ¿Por qué no me entero yo?

− ¿Qué tal? Te has quedado mudo – apunta mamá sonriente ante mi atónita mirada.

No puedo responder, primero porque no sé qué decir, pero segundo porque mi boca y mi garganta están secas, así que casi suelto un suspiro en forma de bufido.

− Veo que muy bien, jeje.- dice al fin ella señalando el bulto que muestra mi nuevo bóxer casi apuntándolas a ellas.

No me percaté en absoluto que durante la exhibición de mi hermanita, mi polla hubiera crecido a tope bajo la tela de mi nuevo slip. Me tapo como puedo la tremenda empalmada intentando ocultar algo que se ve a todas luces enorme, como si estuviera más grandiosa que nunca.

Mi madre se acerca hacia mí con esos andares me parecen súper eróticos cuando alza los pies con sus tacones altos y sus muslos y tetas botando a cada paso, en los que por cierto parece que sus tetas van a salirse de su prisión en cualquier momento. A todo esto mi polla sigue pletórica ante esa visión. Mamá retira mis manos de mi entrepierna y las coloca a ambos lados de mi cuerpo.

− Hijo, no te apures, eso que sientes es normal. Dos mujeres vestidas sexy con esta bonita ropa interior y tacones es algo a los que pocos se pueden resistir.

“Dos mujeres en ropa interior” es una expresión que no concuerda con la realidad. Yo diría que dos mujeres monumentales en dos reducidísimos conjuntos de lencería que cubren poco más de lo que la imaginación no pueda desvelar porque si se descuidan un poco acabarán enseñándolo. De nuevo mi polla saluda con un espasmo y ellas se miran y sonríen.

El tanga blanco de mamá realza todas sus curvas y exhibe un cuerpo moreno, pero es que el tanga rojo de Carla, es también una bomba de relojería. Ya no sé a dónde mirar, porque ambas me tienen trastornado.

Mi madre está muy cerca, tanto que casi puedo notar su calor y mi polla se resiste a bajar a pesar de que yo intento poner cordura, pensando que incluso aquello no está sucediendo realmente y pueda ser fruto de una alucinación. Ella sonríe y mis ojos vuelven a admirar ese cuerpo medio desnudo, cuando me dice:

− Mira Nacho, hoy ya no eres un crío, eres mayor de edad. Tienes a dos mujeres que se han vestido para la ocasión de forma muy atrevida y ahora las tienes delante con estas prendas, es lógico que tengas esa erección. No quiero que sientas vergüenza.

A continuación pasa su mano ligeramente por mi miembro acariciándolo por encima del calzoncillo. Ahora no es mi polla la que ha dado un respingo, sino yo por entero, casi cayéndome hacia atrás. Ella amplía su sonrisa al tiempo que acaricia suavemente mi pecho con sus manos.

− Quiero que hoy ambos experimentéis las sensaciones de ser mayores de verdad.

No puedo entender nada de lo que me estaba diciendo, tan solo veo que mi madre, medio desnuda, está a pocos centímetros de mí provocando unas sensaciones rarísimas.

− Vamos a abrir la botella de cava. Tráela de la nevera, Carla. – ordena mamá sin que yo pueda mover un músculo, salvo mi polla que está pletórica y juguetona bajo mi bóxer. Si me descuido saldrá el glande por la parte superior.

Me pasmo una vez más con mi hermana y sus andares cuando acude a la cocina en busca de la botella de cava y mi vista se pierde en ese cuerpo y en ese diminuto tanga que se cuela travieso por sus posaderas. No puede haber algo más sensual… yo sigo sin poder reaccionar, totalmente inmóvil. Es mamá la que se acerca, me da la mano y me lleva hasta el sofá. Voy tras ella sin poder despegar la vista de su culo que en armonioso movimiento oscila ante mí. Se sienta y dando una palmada en el sofá, me ordena que haga lo mismo a su lado.

− No te sientas mal, cariño, tú relájate – me dice, acariciando mi pecho con la punta de sus dedos.

Mi mirada se pierde en esas tetas que apenas son tapadas por el sostén tan pequeño y luego bajo la vista para ver esa braguita que tapa su pubis al límite. ¡Dios, mamá está increíble!

− Es que me siento raro, mamá. – le digo intentando disculparme de nuevo ante mi evidente erección.

− Eso no te tiene que turbar hijo mío, por eso hoy hemos organizado esta fiesta, para que seas el hombre de la casa y disfrutes de tu mayoría de edad.

La mirada de mamá se centra en mi polla que apunta como una montaña bajo mis nuevos calzoncillos. Ella estira la mano acaricia de nuevo suavemente mi bulto, haciéndome estremecer.

Carla se acerca con la botella y mamá ya ha colocado unas copas en la pequeña mesa que hay frente al sofá. Mis ojos van de nuevo a la entrepierna de mi hermana que hace que se forme ese huequito tan apetitoso entre sus muslos.

− Nacho, haz los honores – dice mi madre entregándome la botella para que la abra.

Mientras tanto, Carla, a la que no quito ojo, se sienta a mi lado y sigo sin creerme que mi electrizado cuerpo esté entre estos dos bellezones a los que mi vista no para de quitar ojo, una a la izquierda, otra a la derecha. Abro la botella y no puedo controlar que el gas contenido dentro haga que salga un chorro disparado que pone perdida la alfombra.

Mamá no se enfada, sino que dice un “alegría” aplaudiendo, como si aquello fuera hasta divertido. Reparto el cava en las copas y los tres brindamos ante una noche que se ha convertido en muy especial, tal y como predijo mamá. Estar entre ellas dos es mejor que si me hubiera tocado la lotería y algo que no hubiera ni podido soñar.

− ¿Cómo os sentís chicos? – comienza a hablar mamá tras los brindis y tomando un sorbo.

Observo como sus labios rojos se juntan para tomar ese pequeño trago y no dejo de pensar en si no fuera mi madre, con ganas una mano ya hubiera intentado alcanzar una teta. Es que está para morirse. Luego giro la vista al otro lado y veo otra hermosísima mujer sentada a mi lado con su piel pegada a la mía, sus muslos morenos, ese vientre liso, esos labios pintados que parecen más grandes que nunca.

Ninguno hablamos, supongo que yo estoy cortado, pero mi hermana a pesar de estar al tanto también parece estar llena de dudas.

− Venga, empieza tú Nacho, como me has dicho antes. – ordena mamá.

− Pues me siento muy raro mamá, ya te lo he dicho, no me esperaba esto. Estoy alucinando…

− ¿Quieres decir que te han gustado tus regalos?

− Vosotras dos habéis sido el mejor regalo. – lo digo inconscientemente pero totalmente convencido.

− Genial, ¿ves que fácil? Muy bien Nacho, así es como puedes conquistar a las mujeres. Puede que estés obnubilado, perdido, excitado, pero nunca olvides el caballero que llevas dentro. Eso nos vuelve locas a todas, pero sigue, sigue… ¿qué más te ha gustado de todo esta noche?

− Pues… ¡Me gustó todo! Ha sido una gran sorpresa, desde luego.

− Y eso que aún no has visto lo mejor – añade mamá guiñándole un ojo a Carla.

− ¿Todavía hay más?

− Por supuesto, hijo mío, hoy quiero que sea para los dos un día inolvidable, en el que ya sois adultos y podéis decidir por vosotros mismos. Hoy vamos a desnudarnos del todo.

− ¿Cómo? ¿desnudarnos? – pregunto alarmado.

− A ver, por dentro al menos y decirnos qué sentimos. – añade y vuelve a tener una mirada cómplice con mi hermana.

Después de dar un trago, vuelve al ataque:

− Quiero que nos sinceremos, como tres adultos que somos, ¿estáis de acuerdo?, ¿Os atrevéis?

No hay respuesta pero sí un gesto afirmativo de mi hermana que vuelve a dejarme alucinando. Ellas dos tienen un plan claro y yo estoy perdido a la vez que extraordinariamente sorprendido. Nuestra madre prosigue:

− Bueno, venga, empiezo yo, a ver, seré sincera, ¿vale? Me ha gustado mucho planear todo esto, hablar con Carla durante todos estos días, comentar todo lo que iba a pasar, ver tu cara de asombro. Los besos de esta mañana que te dejaron tan extrañado. Supongo que estarías alucinado…

− Y tanto, mamá, no me lo esperaba. – intervengo.

− Pues eso me hizo sentirme muy feliz y al tiempo rara, como juguetona de algo prohibido que no había podido hacer hasta ahora. Ahora tengo un hombre en casa y me gustó mucho que sintieras eso con el beso. Yo también lo sentí.

Estas palabras de mamá son algo que no me espero. ¿Acaso se excitó besándome esta mañana? ¿Disfrutaba con ese juego? Lo cierto es que fueron unos besos muy tiernos pero muy excitantes. Mamá continúa con su explicación:

− Me encantó sobre todo cuando entraste esta noche en la cocina y nos viste así vestidas. ¿Qué te pasó por la cabeza?

− Pues en la suerte que tenía. De teneros en casa. – respondo con sinceridad.

− Ya, eso lo sé, cariño, pero ¿en qué te fijaste?, ¿qué te hizo sentir algo especial?

− No te entiendo.

− ¿Qué te emocionó?

− Pues no sé, me gustó mucho tu vestido tan ceñido y que mostraba tus curvas.

Mamá no puede evitar una carcajada, pero incluso eso me parece erótico, lo mismo que los movimientos de sus piernas, creo que está excitada Yo continúo envalentonado, sabiendo que eso le gusta tanto a mamá:

− Me encantó la forma de tu pecho bajo ese escote y como tus tetas parecían querer salirse. Y ahora te tengo aquí al lado con ese conjunto, que ni soy capaz de asimilarlo…

Giro mi cabeza y miro a Carla que está expectante esperando algo sobre ella y sé que mamá también lo espera. Me lanzo a demostrar todo lo que me ha excitado de ella:

− Me quedé flipado de ver a Carla también con ese vestido rojo tan corto y ajustado. Estaba preciosa. Nunca la había visto tan sexy.

No puedo evitar hacer una pausa para ver la reacción de ambas y eso me excita más, tanto que mi polla da otro de sus avisos, pero es que en realidad no ha bajado su hinchazón ni un segundo. Me envalentono, bebo un sorbo de cava y continúo:

− Las piernas de Carla me parecen divinas y ahora que la tengo aquí al lado con ese tanga rojo estoy flipado.

Mi hermana sostiene mi cara cara con sus manos plantándome un piquito en la boca, al tiempo que su pecho se junta al mío. Ufff, no aguantaré mucho sin correrme encima.

− ¿Y tú, Carla? – pregunta mi madre a su hija.

Mi hermana me mira, da un pequeño sorbo a su copa y tras una cierta duda expone su visión:

− Bueno me sentí también muy rara todos estos días planeando esto. Tenía muchas dudas e imaginaba que Nacho se iba a sorprender, pero al verlo ahora, me encanta haberlo organizado. Esta mañana cuando te besé y cuando me mirabas las piernas y mi sexo con las mallas de gimnasia, me dio un cosquilleo extraño…

Ufff, no podía creer lo que decía, ¿se ha puesto cachondilla con el beso y mi mirada a su cuerpo? Luego saber que llevan días planeándolo también me resulta muy morboso, pues se que ambas cuando se juntan son inigualables, así que han debido prepararlo todo con dedicación absoluta.

− ¿Y qué has sentido cuando se ha empalmado al vernos con los tangas? – le pregunta a mi hermana.

− Me he excitado al verlo. – contesta apesadumbrada Carla y bebe otro trago.

Si me pinchan no sangro. Lo que tantas veces he soñado en mis innumerables pajas pensando en mi madre o mi hermana está sucediendo hoy, el día de mi cumpleaños. ¿Será que estoy soñando? Ahora, teniéndolas aquí a mi lado, las deseo más que nunca. Lo más alucinante es que mamá dice que todavía habrá más sorpresas…

Juliaki

CONTINUARÁ…

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juliaki@ymail.com

Relato erótico: “De plebeyo a noble 4 – La madre y las hijas” (POR AMORBOSO)

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Procuraba acariciar despacio pero manteniendo su excitación, lamí y chupé sus pezones, que crecieron hasta duplicar su tamaño.

-MMMMMMM Megustaaaa.

-Pues aún te va a gustar más. –Me atreví a decir a tenor de lo que me había contado, que me indicaba una falta total de experiencia.

Y fui bajando hasta su pubis besando y lamiendo. En ese punto, me giré para situarme entre sus piernas ya abiertas y me puse a rodear su clítoris con la lengua y lamer su coño.

-OOOOOOOOOHHHHHHHH No seas guarro. Como puedes hacermeeeeee eeeesooooo. Saaal de ahíiiiiiii. AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH NO PARES, SIGUEEE, SIGUEEE AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH.

Nada más dedicarle mi atención a su coño, que se encontraba empapado de las estimulaciones anteriores, se corrió con grandes gritos de placer en un potente orgasmo.

La dejé reposar un rato para volver a acariciar su cuerpo y besar y chupar sus pezones. Estaba más receptiva y pronto volvió a excitarse con mis caricias, por lo que volví a colocarme entre sus piernas y pasar mi lengua recorriendo su raja. No paraba de emitir fuertes gemidos:

-MMMMMMMMMMM. SIIIIIII. ME GUSTAAAAAAA –Repetía una y otra vez.

Cuando consideré que estaba suficientemente excitada, me incorporé para que mi polla rozase bien al entrar, puse la punta en su coño y se la fui metiendo poco a poco, mientras aumentaban sus gemidos.

-OOOOOOOHHHHHHH SIIIIIIII.

Aumenté mis movimientos, entrando y saliendo cada vez con mayor rapidez.

-SIIII, SIII, SIII. –Y de repente…

-NOOOOO. NOOOO. PARAAAAA. PARAAAAA. No puedo quedarme embarazada. No puedo ir embarazada ante mi maridooo.

-OOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHH AAAAAAAAAAAAHHHHHHHH.

Mientras se quejaba, un nuevo orgasmo la sacudió. Yo le di la vuelta, la coloqué de rodillas y se la metí por el culo. Todavía conservaba la elasticidad y con la ayuda del propio y abundante flujo de ella que lo impregnaba todo, entró con mucha facilidad.

Con una mano acariciando el clítoris y otra las tetas fui aumentando su excitación de nuevo, hasta que volvió a gemir y gritar.

-SIIIIII. SIGUEEEE. OOOOOOOHHHHHH.

Estuve un buen rato dándole. Intenté aguantar mucho, pero todo tiene un límite y acabé con una corrida que descargó abundantemente mis huevos en su culo, alargada por las contracciones del orgasmo de ella que le sobrevino cuando sintió mi corrida.

-OOOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHHHH. Me corrooooooo.

-SIIIII. TE SIENTOOOOOO. AAAAAAAAHHHHHHHH. YO TAMBIEEEN.

Después caí a su lado y me quedé dormido hasta el día siguiente, que con el sol ya alto, desperté, mientras Caitlin seguía dormida. Al salir de mi choza, vi que no había actividad, el fuego no había sido encendido ni se habían recogido las presas de las trampas, cosa que se hacía a primera hora.

Cuando me asomé a la otra choza, estaban las tres dormidas. Al tocar el hombro de Rachel, abrió los ojos y miró alrededor. Sorprendida, por la luz, se levantó rápidamente y salió a encender el fuego. Al salir tras ella, no me dejó hablar.

-Perdona, pero anoche armabais al escándalo que no podíamos dormir. Yo tuve que tocarme tres veces, incluso después de os callaseis, antes de poder dormirme. Ha sido una noche horrible, y todavía no ha acabado. ¿Podemos apartarnos un momento? Estoy otra vez excitada.

Mientras se iniciaba un buen fuego, nos internamos entre la arboleda hasta llegar a un pequeño claro que teníamos preparado con Peter para nuestros juegos con Judith. Cada pocos metros, parábamos para besarnos y poder acariciar su cuerpo, hacer presión con él contra mi polla semi-erecta, acariciar su culo y mordisquear sus pechos.

Cuando llegamos, pasado ya un buen rato, a pesar de la escasa distancia, nos dejamos caer sobre la hierba besándonos y acariciándonos. Besé sus pechos, chupé sus pezones y fui bajando hasta su coño, que estaba encharcado, pasándole la lengua por toda la raja y deteniéndome en su clítoris, que tomé entre mis labios para succionarlo y lamerlo.

Estaba tan caliente que se corrió al momento. Cuando se recuperó, me hizo dar la vuelta y se lanzó sobre mi polla.

Costó tiempo que se me pusiese dura, a pesar de la excelente mamada que me hizo, pero luego pude cumplir como un hombre proporcionándole tres orgasmos, aunque yo estaba seco y no conseguí alcanzar el mío.

El día transcurrió con normalidad. Mientras trabajábamos, Caitlin me contó que nunca había sentido sensaciones como esa noche, y que pensaba y creía con certeza, que sus amigas tampoco las habían sentido nunca, pues estaban contentas cuando sus maridos no se acercaban a ellas. Si ella hubiese sentido eso con su marido, ella misma hubiese ido cada día a buscarlo y me daba las gracias por ello, esperando repetir las siguientes noches.

Esa noche, una fortísima tormenta arruinó nuestros planes. Enormes truenos, múltiples relámpagos y rayos que caían con gran estruendo, acompañados por fuertes vientos y gran cantidad de lluvia, asustaron a las muchachas, que pasaron a nuestra choza asustadas, mientras me encontraba comiendo el coño de Caitlin y se corría por segunda vez.

Las tres se metieron entre nosotros y, aunque la cama estaba hecha holgada para tres, los cinco no cabíamos bien, por lo que tuvimos que ponernos de costado. Yo quedé en un lado y Jessy junto a mí. No sé si fue por azar o premeditado. En aquel momento pensé que fue el azar, pero hoy ya no estoy tan seguro. El caso es que todas se daban la espalda, y Jessy me la daba a mí. Estando tan apretados, mi polla, que ya estaba medio dura, terminó de ponerse como una piedra e instalarse entre los cachetes de su maravilloso culo.

Esa noche no pegué ojo, pero lo hice con gusto. La pasé frotándola despacio por la raja de ese culo divino cuando oía su suave ronquido, y parando cuando este cesaba.

De madrugada debió de sentirse molesta, pues alargó su mano, cogió mi polla como si nada y la bajó sacándola de sus cachetes, con el resultado de que quedó entre sus muslos juntos. En un momento, con ligeros empujoncitos, mi polla quedó rozando su perineo y tras moverme un poco, quedó rozando su coño. Me hubiese corrido en ese mismo momento.

El resto de la noche la pasé frotando mi pene en cortos movimientos por su coño. Durante el sueño llegó a excitarse, incluso creí detectar un par de orgasmos al hacerse más fuerte su respiración durante unos momentos.

A la mañana siguiente, las desperté a todas al salir el sol y las mandé a sus trabajos, para luego follarme a Caitlin por coño y culo hasta que terminé agotado. Ella no se las veces que se corrió también. Por fin, me quedé satisfecho y dormí hasta la tarde.

Por la noche, volvimos a follar, pero esta vez con calma, estuve disfrutando de sus grades tetas, conseguí que me hiciese una mamada, dirigiendo en cada momento sus movimientos porque no tenía ni idea de cómo hacerlo.

Al siguiente día tocaba Diana. La madre volvió a decirme que ella se sacrificaría con gusto para que sus hijas no perdiesen su virginidad. Me lloró y suplicó, pero no le hice caso.

-Esta noche quiero a tu hija en mi cama, u os vais todas fuera.

Aceptó. Estábamos en mi choza, dio media vuelta y salió.

Esa noche, cuando me levanté después de la cena entorno al fuego, Diana se levantó también, situándose ante mí, en dirección a la choza.

-¡Por favor…! -Dijo con voz quejumbrosa su madre.

Si algo me enseñaron mis madres, sobre todo Edwina, fue a respetar a las mujeres. Nunca me pasó por la cabeza deshonrar a las muchachas, pero si era mi intención que sufrieran el castigo de pensar que lo iba a hacer.

Una vez dentro, comencé a acariciarla igual que lo había hecho con su madre. Pegado a su espalda, acaricié su cuerpo que temblaba, sus pechos, sus pezones y llegué hasta su pubis, donde me entretuve frotando por encima hasta que su respiración se aceleró, entonces la hice sentar al borde de la cama y acostarse dejando los pies en el suelo. No colaboraba, pero se dejaba hacer.

Me arrodillé ante ella y le hice separar las piernas. Al principio se negó manteniéndolas juntas con toda su fuerza.

-¿Prefieres que lo haga con violencia y luego os eche a las tres del campamento o lo hacemos con tranquilidad? Tú decides…

Tras unos segundos de indecisión, fue cediendo a mi empuje, hasta que sus piernas se abrieron completamente y ella, en un último gesto de pudor, colocó las manos sobre su coño. Yo me acerqué y comencé a pasar mi lengua por ellas, mientras mis manos acariciaban sus pechos, comprimidos entre sus brazos.

Tomé sus pezones erectos y los froté presionando. Ella retiró sus manos para llevarlas a las mías y aproveché para darle unas pasadas de lengua en el clítoris lo que la desarmó por completo.

-MMMMMMMMM –Fue su respuesta. – Por favor, no… No sigas, respeta mi honor… Por favor…

Seguí atacando su coño sin piedad, chupando su botón, que cada vez era mayor, y pasando la lengua a lo largo de todo el recorrido. Ella puso las manos sobre su vientre, al no poderlas mover estando sujetos los brazos por los míos.

Pronto sus se empezaron a oír sus gemidos de placer

-MMMMMMMMMM. SIIIII.

Me subí a chupar sus gordos pezones y acariciar sus pechos con una mano, mientras con la otra recorría su raja y metía el dedo en busca de su himen, pero sin pasarlo. Sus pechos eran más bien pequeños, a diferencia de su madre y hermana, pero sus pezones destacaban por su grosor y tamaño cuando estaba excitada. Y en ese momento, lo estaba, ¡vaya si lo estaba!

-OOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHH SSSIIIIIIIIII. ME GUSTAAAAAAA.

Sus gritos, tan escandalosos o más que los de su madre, así lo anunciaban. Seguí un buen rato sacándole gemidos de placer, hasta que le llegó el orgasmo que no sé si esperaba.

-OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. MMMMMMMMMMMMMMFFFFFFFFFFFFSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS.

Después, cayó rendida. Subí sus pies a la cama y la coloqué en posición recta, pasando directamente al sueño. Yo dormí mal. Tenía una enorme excitación, tanto interior como exterior.

De madrugada sentí que estaba despierta y se movía frotando sus muslos, pero me hice el dormido porque no estaba seguro de respetar su virginidad.

A la mañana siguiente, no había dormido casi, pero nos levantamos juntos y desayunamos con las demás. Todas fueron a sus obligaciones y yo lo organicé para que Caitlin viniese conmigo.

Cuando llegamos a las rocas de playa, aprovechando que estábamos solos, me dijo:

-Estarás contento. Por lo menos, parece que no ha sufrido tanto como yo y lo ha disfrutado desde el principio…

-Voy a follarte. Dóblate, apoya las manos sobre esa piedra y abre bien las piernas.

Se quedó parada un momento, sin entender lo que le decía, hasta que vio la erección que tenía.

-¿Mi hija no te dejó satisfecho anoche? ¿La deshonraste para nada?

-¡Cállate y ponte como te digo!

Viendo mi mal genio, se colocó como le había dicho, poniendo a mi disposición su maravilloso culo, no tanto como el de su hija, pero muy excitante también, y dejando ver tanto su ano como la suave pelusilla dorada que decoraba su coño.

La admiré un momento, mientras me pajeaba con suavidad. La hija tenía a quién salir.

Iba a metérsela directamente de la excitación que tenía, pero no quise producirle dolor, por lo que empecé recorriendo su coño con la punta de mi polla, que resbaló rápidamente de lo mojada que estaba. Si yo estaba caliente, ella era un volcán en erupción

En el momento que empezaba el recorrido, ella también empezó a hablar:

-Si hubieses aceptado mi propuesta, ahora mi hija estaría intacta y tú satisfecho… MMMMMMMM.

Y se me ocurrió una maldad. Le dije:

-Sí, tienes razón. Además, el acuerdo es de tres días con cada una. Si tu hija no me satisface, me aguantaré.

Y me retiré de ella, que rápidamente se giró y me dijo.

-No por favor John, no te quedes así. Te prometí que podrías usarme y puedes hacerlo. Por favor, sigue. Si mi hija no es capaz de satisfacerte, yo estoy dispuesta a hacerlo.

-Vuelve a colocarte. –Le respondí.

Su coño estaba entreabierto y brillante, me acerqué e hice resbalar, nuevamente, mi polla por su raja. No pudo evitar o no quiso, un leve gemido.

-MMMMM

Hice el recorrido una y otra vez, haciendo que su gemido fuese haciéndose más fuerte y largo, hasta que se abrió totalmente y mi polla resbaló por sí misma y se metió directamente:

-OOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHH.

Su exclamación, mientras entraba a ritmo lento hasta el fondo, me confirmó su calentura. Mis movimientos fueron lentos, entrando y saliendo despacio para evitar correrme rápidamente.

-SIIIII. MAAAASSS. SIIII.

Repetía cada vez más fuerte.

-OOOOOOOHHHHHHH. CÓMO ME GUSTAAAAAA.

Mi excitación estaba en el límite previo al punto sin retorno, pero intentaba que fuese ella la primera en llegar al orgasmo.

Al tiempo que la sacaba, aprovechaba para meter el pulgar, bien ensalivado, en su elástico ano, lo que la debía calentar más, porque sus gritos de placer aumentaban con ello.

-OOOOOOOHHHHHHH. SIIIII.

-¿Te gusta, verdad?

-SIIIII. SIIIII. No pareeeees

-Así no te ha follado nunca tu marido, ¿eh? No te ha follado nunca como te estoy follando yo.

-Nnnnnooo. Mi marido no sabe follaaaaar. Me estas matandoooo.

Por suerte se corrió al poco rato con un fuerte alarido de una forma que me asustó:

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Resbaló hasta caer de rodillas en la arena. Yo puse mis manos a cada lado de su culo levantándoselo, lo que hizo que reposara su cabeza de lado también sobre la arena. Sus ojos estaban cerrados, disfrutando de los últimos retazos de placer. Yo aproveché y le metí la polla en el culo, aprovechando la lubricación anterior y su elasticidad. Allí no tuve que aguantarme le di una fuerte follada y anuncié mi orgasmo.

-OOOOOOAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH. Me corroooo.

Mi primer chorro entró en su culo, al tiempo de que una ola un poco más fuerte que las demás, alcanzaba la cabeza de ella, casi ahogándola, pues no nos habíamos percatado de que la pleamar estaba alcanzando su punto máximo. Eso hizo que se incorporase y mi polla se saliese de su culo, cayendo las siguientes lechadas sobre su espalda.

Unas fuertes carcajadas me hicieron mirar al borde de la playa. Allí, a la sombra, se encontraban Jessy, Diana y Rachel. Rachel se reía hasta caerse, Diana se reía con una mezcla de alegría y desilusión y Jessy lloraba. Debía de querer marcharse, pero las otras dos la sujetaban y nos señalaban para reírse más y más.

-¡FUERA DE AQUÍ! –Exclamé cabreado- Como no volváis a vuestro trabajo, os dejo una semana sin comer.

Eso las hizo callar y salir corriendo a sus obligaciones.

Yo recogí a Caitlin, que estaba llena de arena, esperma y con más arena y agua en los ojos y la acompañé hasta el hilillo de agua que llamábamos río en el que habíamos hecho una poza para acumular agua y donde pudo lavarse.

Yo la dejé allí y volví a la pesca para aprovechar la marea alta y hacer las capturas con arpón. Luego vino ella y me ayudó con la red que poníamos para recoger la pesca cuando bajaba la marea y atrapar más peces.

Recogido todo, la tomé en brazos y la subí en una roca en la que me había fijado, que tenía una zona en la parte superior bastante plana y la parte que daba al mar, que en algún momento debió de ser algo recta, había sido desgastada por las olas, formando un entrante, ideal para colocarle el culo, lo que me facilitaba mis intenciones. Le hice doblar las rodillas, colocar los pies en mis hombros y abrir las piernas, quedando entre ellas y colocando mi cara delante de su raja… Acerqué mi boca a su coño y me dediqué a darle lengüetazos y jugar con los bordes de los labios. Sacaba la lengua y le daba unos lengüetazos rápidos durante un par de segundos en cualquier parte de su coño, desde el clítoris hasta el perineo, para luego volverla a recoger y cambiar más tarde a un recorrido de arriba abajo y de abajo arriba.

-MMMMMMMMMMMMMMM ¡QUE BUENO! SIGUEEEE PERO DAME MAAAAASSSS.

Ella intentaba hacer presión con sus pies, o soltar alguna de sus manos con las que apoyaba su cuerpo para presionar mi cabeza contra su coño, pero la postura no le permitía hacer fuerza y las manos no le llegaban.

-ME ESTAS MATANDOOOOO.

Le metí dos dedos y la estuve follando con ellos, mientras seguía dándole golpecitos con la lengua en el clítoris.

-AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH. Más fuerte, más fuerte.

La mantuve al borde del orgasmo un buen rato, subiendo y bajando el ritmo, incluso parando, hasta que arto de sus gritos, le dejé que lo alcanzara. Cuando lo hizo, presionó mi cabeza entre sus piernas, cortándome hasta la respiración, mientras lanzaba un grito como salvaje.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH.

Al borde de la asfixia, aflojó la presión y pude respirar, recogiéndola entre mis brazos, bajándola y depositándola en la arena húmeda. La dejé mucho rato para que se recuperase, mientras miraba el bosque para comprobar que no estaban las chicas por allí.

Mi polla estaba nuevamente dura, por lo que me senté a su lado y la hice empalarse por el culo, pero sentada de espaldas a mí. En esa posición me presentaba su culo cuando sacaba mi polla, y me permitía darle fuertes palmadas en sus cachetes, dejándoselos completamente rojos mientras ella emitía gemidos de placer y pedía más.

Ella misma se estimulaba el clítoris, a indicación mía, y cuando le anuncié mi corrida, aceleró sus movimientos, alcanzando un nuevo y potente orgasmo, cayendo sobre mis piernas con los últimos restos del mismo.

Cuando se recuperó, se sentó en la misma arena y, sin darle tiempo a más, le coloqué polla ante su cara y le dije:

-Chupa.

Inmediatamente se la metió en la boca e hizo lo que pudo hasta que me corrí en ella.

La noche, empezó de manera algo similar. Acaricié a Diana para ir excitándola, pero ella me interrumpió.

-Todavía soy virgen, ¿verdad?

-Sí. Todavía lo eres.

-¿Y cuándo me vas a hacer lo mismo que a mi madre?

-Nunca, no voy a estropear tu futuro de una buena boda por eso.

-Pero yo quiero que me trates igual que a las demás. Quiero que me uses igual que a ellas.

-No. Tú harás lo que te diga. Disfrutarás igual y permanecerás virgen hasta que volvamos o hayamos perdido la esperanza. Por ahora me vas a hacer una mamada.

-¿Qué es eso?

-Chuparme la polla hasta que me corra.

-¿Cómo hizo Rachel el otro día?

-Sí, eso mismo.

-No, no puedo hacer eso, me da mucho asco.

-No te preocupes, que te acostumbrarás. Por ahora lo dejamos para más tarde.

Y me dediqué a acariciarla, lamer y chupar sus pezones y rozar su coño. Pronto respondió a mis acciones, empezando a gemir suavemente. Entonces nos acostamos, me metí entre sus piernas y le empecé a pasar la lengua suavemente hasta que sus labios se abrieron por si mismos de la excitación. En ese momento, me moví para ponerle mi polla ante su cara y le dije:

-Prueba a besarla y pasarle la lengua.

Entonces se decidió. Empezó a pasarle los labios, sacando la lengua tímidamente para luego ir metiéndose la punta poquito a poco. Yo me giré para posicionarme en un 69 conmigo encima y seguir lamiendo su coño. Ella mantenía el glande en su boca y no hacía nada, solamente emitía sonidos amortiguados por mi polla.

-Mmmmmmmm. Mmmmmmm.

Yo empecé a moverme para follarle la boca haciendo coincidir los tiempos para conseguir que cuando se la metía, le daba lengüetazos en el clítoris y cuando la sacaba, dejaba de hacerlo. Eso nos llevó un buen rato, hasta que ella empezó a gemir más fuerte y mi cara se llenó con su corrida. Seguí follándole la boca un segundo más y le advertí que me iba a correr y que tragase mi corrida.

Cuando lo hice, lo poco que eché, se atragantó y le salió por las comisuras y la nariz. Para la siguiente noche, pedí a Rachel que viniese cuando las demás estuviesen dormidas para enseñarle a hacer mamadas. Y aprendió. Ambas se hicieron expertas mamadoras.

Y llegó el día deseado y temido por mí. Hubo cambio de mujer y me tocaba con el objeto de mi devoción: Jessy.

Hacía días que no dábamos la vuelta a la isla, por lo que decidí dar una en compañía de ella.

A ninguna le gustó, y mucho menos a la madre, que intentó convencerme para llevarla a ella en lugar de a su hija, hasta que me dijo:

-Si luego no te satisface, no me tendrás a mí para hacerlo.

-Me aguantaré. Fue mi decisión cuando empecé todo esto. Podéis hacer lo que queráis. Pero si vienes tú ella se va, cuando volvamos ya no deberá estar aquí

Y dicho esto, tomé las cosas que había preparado para llevarme y me puse en marcha. Oía a alguien unos pasos detrás de mí, pero no volví la cabeza en todo el recorrido de nuestra playa de casi una milla. Cuando llegamos al primer grupo de rocas, empecé a subir y me volví para ayudar a quien fuese, pudiendo comprobar con placer que era Jessy. Me agradeció la ayuda y continuamos en la misma situación por el otro lado.

Cuando llegamos al primer lugar de descanso, al volverme después de dejar las cosas en el abrigo, vi como Jessy se retorcía las manos y daba pequeños saltitos.

-¿Qué te ocurre?

-N… Nada.

-¿Por qué estás tan inquieta?

-Tengo… una necesidad… -Dijo al tiempo que se ponía totalmente roja.

-¡Ah! Bueno. Métete entre los árboles, que no me voy a marchar.

-Es que… Tengo miedo de que me ataque algún animal.

En nuestro campamento habíamos preparado unas letrinas aisladas y protegidas para respetar la intimidad de las mujeres, pues a nosotros nos daba igual cualquier lugar.

-¿Quieres que vaya contigo?

-¡NOOOOO!

-Entonces, metete en el mar y hazlo allí.

-¡Pero ahí estaré a la vista de todos!

-Bueno… Todos, todos… No hay muchos, solamente yo.

-Pe..Pero ¡No puedo hacer eso delante de ti! Me da mucha vergüenza.

-Qué más te da. De cualquier forma, van a ser tres días. En algún momento vas a tener que hacerlo, y quizá la situación sea peor. Así que… ¡HAZLO YA!

Algo asustada por mi orden, se dio la vuelta y se dirigió hacia el agua. Su culo quedó ante mis ojos… ¡Que culo tan maravilloso! La concentración de todo el día sobre mi polla para que no se disparase, se fue inmediatamente al garete. Se me puso dura de golpe.

Avanzó hasta meterse en el agua y que esta le llegase a la cintura, entonces se agachó hasta que le llegó al cuello y se giró. Yo me retiré hasta los árboles para intentar que se bajase mi erección, saqué una de las prendas que llevábamos en previsión de frío y se la acerqué a la orilla, luego volví y estuve limpiando y preparando todo para comer. Poco después llegó ella ya vestida.

Comimos en silencio y casi sin mirarnos. Lo justo para pasarnos las cosas. Ella sonrojada y yo temeroso de que se me volviera a disparar. Tras descansar un rato reemprendimos la marcha igual que antes: yo delante y ella unos pasos detrás.

A media tarde apareció ante nosotros un barco encallado en el arrecife, totalmente desarbolado y partido en varios trozos. Me faltó tiempo para dejar las cosas en la arena y nadar hasta él e ir recorriendo los distintos trozos del mismo donde fui de sorpresa en sorpresa. Había toneles bien cerrados con contenido desconocido, pero que sería comida seguramente. Distintas armas, de entre las que me hice con una hermosa espada. Velas de repuesto y prendas de distintos tipos. En una bodega encontré 4 ovejas y un carnero vivos, además de varias más muertas. También había un caballo que estaba totalmente loco. No había forma de acercarse a él. Mordía, daba coces y no paraba quieto un segundo. Buscando el mejor momento, clavé mi espada en dirección a su corazón, muriendo por suerte rápidamente, pues había alcanzado a morderme en el hombro.

Recogí toda la madera que pude y armé una balsa bastante consistente, donde subí a las ovejas y el carnero atados de patas y bien sujetos. Aprovechando la luna llena fuera y la luz de una linterna dentro, estuve trasladando cosas a la playa hasta altas horas de la noche. Descuarticé el caballo y trasladé todos los trozos con gran esfuerzo a la orilla también. Utilicé alguna vela para cubrirlos. Cuando ya quedaba poco, una fuerte ola movió el barco y debió hacer caer la linterna, que se rompió y se inició un incendio. Todavía conseguí sacar un par de pesados toneles antes de que fuese imposible acercarse a las grandes llamas que se produjeron.

Me dormí agotado, viendo las llamas contrastando con el amanecer. Cuando desperté, unas pocas horas después, según la posición del sol, le dije a Jessy que quedase al cuidado de aquello y me fui en busca de ayuda para trasladar todo.

Poco después de mediodía, me encontré con las mujeres que venían corriendo. Al parecer, Caitlin se había levantado temprano y había visto la columna de humo. Pensando que teníamos problemas, se habían lanzado para ayudarnos, de modo que a última hora de la tarde estábamos de nuevo todos juntos. Como por unas cosas o por otras, estábamos cansados, dormimos como pudimos para empezar el traslado de las cosas a primera hora de la mañana siguiente.

Lo primero fue preparar parihuelas para transportar todo y luego organizar grupos para llevarlas, puesto que no todas tenían fuerza suficiente para moverlas.

Ellas se llevaron las cosas de menos peso, quedando yo solo para ahumar y preparar la carne y que no se nos estropease. Volvieron al día siguiente por la tarde, volviendo a cargar lo que les había preparado, sobre todo carne, que todavía quedó para un tercer viaje. Por último, el cuarto día se llevaron otra parte, quedando las cosas muy pesadas allí, con intención de volver para llevarlas por partes, siguiéndolas yo con las ovejas.

Llegamos ya de noche, porque el cansancio acumulado nos obligaba a frecuentes paradas y a viajar más despacio.

A la llegada, recogimos rápidamente, dejando para el día siguiente el hacerlo mejor, y nos fuimos a dormir. Yo fui a mi choza, sin decir nada por el cambio de pareja, siendo seguido por Jessy, después de un rato de susurros que no escuché. Me tumbé en la cama y semi en sueños me di cuenta de que ella se acostaba a mi lado.

Cuando me desperté, el sol ya estaba alto. Me levanté y fui a comprobar lo que habíamos traído. Entre los grandes de poco peso, había forraje seco para los animales, en otros había manteca, diversos cereales, etc. Había utensilios de cocina que nos vinieron estupendamente. Velas de lona que utilicé para proteger nuestras viviendas y hacerlas más impermeables a la lluvia y los vientos, además de otros útiles.

Había guardado unos buenos trozos de carne sin ahumar y ese día comimos carne asada hasta hartarnos. Fue una grandísima fiesta.

Por la noche, llamé a Rachel a mi cama, pues era su turno, cuando saltó Jessy.

-Me toca a mí. El turno es mío.

-No. Le toca a Rachel. Tu turno ha pasado con creces.

-Pero no me has usado…

-Eso no tiene nada que ver. Tú tenías que estar conmigo tres noches y has estado cuatro. Ahora le toca a Rachel.

Follamos como posesos hasta el amanecer, momento en que nos dormimos agotados, no sin antes agradecer a Rachel lo que me había hecho disfrutar.

-No tienes nada que agradecerme. Yo también disfruto mucho contigo y me tienes a tu disposición para lo que quieras durante todo el tiempo que estemos aquí. –Y me soltó de golpe:- Por cierto, no te has dado cuenta, pero Jessy está enamorada de ti.

No supe que decir. La mujer de mis sueños me correspondía. Y con ese pensamiento me quedé dormido.

Al día siguiente todos nos levantamos tarde. Nosotros por habernos dormido tarde y agotados, ellas por haberse dormido más tarde y excitadas.

Durante los dos días siguientes seguimos trayendo lo que quedaba. Una tenía que quedarse al cargo de los animales, para que no se fuesen y decidió quedarse Jessy, que no había dicho una palabra desde la noche del cambio, y solamente la había visto llorar, pero no estaba por la labor de aguantar sus problemas. Los dos días hubo que salir a recoger a los animales porque se le habían escapado.

Los días siguientes pasaron con normalidad organizando todo, volviendo a pescar, aunque ahora teníamos la alimentación muy mejorada, hasta que llegó el segundo día de estar con Diana, en el que, a la hora de la cena, hice el comentario de que al día siguiente comenzaríamos otra ronda alrededor de la isla, ya que la otra había quedado incompleta.

-¡No puede ser! –Saltó Jessy hablando por primera vez en los últimos días.

-¿Cómo? ¿Por qué no puede ser?

-Pueees. Porque mañana es el último día con Diana y al otro toca cambio de turno. Con el tiempo que cuesta dar la vuelta, van a ser muchos días sin tener a nuestra madre o a Rachel para desfogarte.

La otra noche, después de la confidencia de Rachel, llegué a dudar de que fuese cierto, pues su actitud hacia mí era de como que no me soportaba, pero en este momento me pareció que había algo de celos por su hermana, lo que me hizo pensar que quizá fuese cierto.

-Bueno, está bien, iremos cuando cambie el turno.

-Pero a mí no me importa ir. –Saltó inmediatamente Diana.

-Es mejor que te quedes tú. Tu hermana puede ayudarle mejor si lo necesita, como ocurrió el otro día.-Dijo la madre.

Me dio la impresión de que algo sabía o que tenía alguna otra intención. Mucho después me enteré de que sabía lo de su hija, que entre nosotros había distanciamiento y que no la había tocado para nada, a diferencia de la pequeña, por lo que prefirió enviar conmigo a Jessý, pensando que tenía menos posibilidades de “desgraciarla” (fue lo que me dijo) que con la pequeña, con la que había tenido más intimidad.

Así quedó la cosa. Al día siguiente, la madre hizo que nos apartásemos de todas para que la follara, “para que no vengas con tantas ganas”. Por la noche, estaba comiéndole el coño a la hija, cuando entró la madre.

-¿Qué quieres? –Le pregunté.

-Vengo a complacerte de nuevo para que tengas un viaje tranquilo.

-Muy bien. Sube a la cama y ponte fóllate tú misma. –Le dije mientras hacía dar la vuelta a Diana, quedando a cuatro patas y me colocaba entre sus piernas, bocarriba para seguir comiendo su coño y dejando mi polla a disposición de la madre.

-No sé si sabré. Nunca lo he hecho. ¿Por dónde me la meto?

-Seguro que sabrás. Haz como el otro día en la playa. Busca tu placer y todo irá estupendamente. Y métetela por donde más te guste. De momento, chúpamela un poco y pónmela bien dura.

Sin perder un segundo, se puso a mamarla y ensalivarla bien, para enseguida empalarse por el coño si esperar más. Lo tenía más mojado que mi polla recién chupada.

Se la fue metiendo despacio. Sus suspiros indicaban que disfrutaba de cada milímetro que entraba.

Yo me dedicaba a recorrer con mi lengua los labios del coño de Diana, mientras sujetaba su culo para evitar lo que ella quería: clavar su coño en mi cara y frotarlo bien para correrse.

La madre, una vez tuvo toda la polla dentro, comenzó a subir y bajar sobre mi polla, cada vez más rápido, hasta que se desequilibró en uno de los movimientos y lo hizo echando el culo para atrás, lo que hizo que mi polla rozase y presionase con fuerza el clítoris.

A partir de ahí, di gracias a que los hombres no tenemos hueso en la polla, porque estoy seguro de que me lo hubiese roto. Sus movimientos frenéticos atrás y adelante, doblando mi polla para que rozase bien, llegaban a producirme dolor, lo que hacía que aflojase la erección permitiéndole un mayor roce y más excitación para mí, con un nuevo dolor y nueva flojedad.

Se corrió con grandes gritos, como siempre, pero no por eso detuvo su marcha. Me estaba matando sin dejarme llegar a mí, pero estaba disfrutando como nunca.

Yo seguía castigando a la hija con mi lengua, dando vueltas a su clítoris, pero sin atacarlo a fondo, recorriendo su raja pero por los bordes, con algún suave latigazo con la punta en el centro. Poco después, la madre alcanzaba un segundo orgasmo, y coincidiendo con su grito, la hija alcanzó el suyo confundiéndose ambos.

La madre se detuvo un momento y la hija se dejó caer a mi lado. Yo le dije a la madre:

-Venga, haz que me corra de una vez, ¿O tendré que follarme a tu hija?

Se puso en marcha de nuevo, aunque esta vez seguía mis indicaciones para que se pudiese frotar sin hacerme daño y poder llegar yo.

La hice inclinarse sobre mí para poder coger los pezones de sus grandes tetas y estirarlos unas veces y acariciar otras, mientras ella imprimía un movimiento más rápido cada vez. Estaba frotándolos cuando volvió a lanzar un nuevo grito.

-ME CORROOOOOO. AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH.

Y yo ya no pude más.

-SIIIIII. Y YOOooooo.

Quedamos en la cama tendidos. Yo esperaba volver a empezar, pero me quedé dormido con ellas una a cada lado y así amanecimos.

Por la mañana me levanté temprano, preparé provisiones y agua, -aunque en el camino había tres sitios donde beber, siempre llevábamos agua en unos recipientes hechos con caña de bambú- y mientras se fueron levantando todas.

Desayunamos y di orden de partida a Jessy, saliendo yo primero y ella varios pasos detrás, como siempre, y sin decir ni una palabra. Llegamos al punto donde solíamos parar a medio día para comer. Yo mismo saqué las provisiones y preparé las raciones de ambos. Ella tomó la suya y fue a comérsela a la orilla del mar, mientras yo me quedaba a la sombra de los árboles.

Comidos y descansados reanudamos la marcha sin que la situación cambiase hasta el lugar donde dormimos. En todo el camino hice algunos comentarios que no recibieron respuesta. Encendí fuego y mientras ella preparaba algo para cenar, yo colgué las hamacas de los árboles, dejó mi cena a un lado y la comimos separados, acostándonos pronto sin que me dijese nada.

El segundo día amaneció nublado y empezamos temprano nuestro camino. Tras la comida, mientras cruzábamos un grupo de rocas, se desató un diluvio con fuerte viento que hacía imposible caminar al golpearnos las gruesas gotas de agua con mucha fuerza. La tomé del brazo y la arrastré hasta una oquedad junto al mar, donde nos pudimos guarecer del viento y la lluvia, pero no contaba con el mar. Una enorme ola entró en la pequeña oquedad, terminando de mojarnos y arrastrando nuestras pertenencias hacia fuera. Por suerte mi agilidad me permitió recuperarlas antes de que el agua se las llevase lejos, aunque no pude evitar que todo quedase tan empapado como nosotros.

El temporal duró toda la tarde, hasta casi el anochecer, que se convirtió un fuerte y frío viento. Aproveché la última luz para reunir un buen montón de madera frente a otra oquedad más segura y estrecha. El fuego quedo en la entrada, pero resguardado. Coloqué todo lo que llevábamos en la bolsa alrededor de las llamas, sujetando las telas con piedras para que no se las llevase el viento y se secase, vacié la bolsa donde llevábamos la comida y pertenencias, tirando la carne salada y mojada, separando la fruta y poniendo todo el resto, puesto que estaba hecho de tela, a secar también.

Jessy, sentada junto al fuego me veía hacer pero sin colaborar.

Cuando terminé, avivé bien el fuego y cenamos tranquilamente con parte de las viandas que nos habían quedado. Luego me dediqué a retirar a un lado toda la arena seca que pude, haciendo una cavidad en el suelo. Al terminar, la hoguera estaba baja, por lo que tomé gran cantidad de cenizas y rescoldos, las extendí por el hueco y puse nuevamente la arena encima.

Eso nos dejó un lecho caliente, que cubrí con hojas bastante secas que había recogido junto a la madera.

-Vamos a acostarnos antes de que tengamos más frío. –Le dije.

Ella se puso en un lado, de costado y espaldas a mí. Yo también tuve que ponerme de costado, pues el espacio no daba para mucho. Le hice levantar la cabeza y pasé mi brazo bajo ella.

-Recuéstate sobre mí y estarás más cómoda.

No dijo nada. Se quedó un rato pensativa, pero lo hizo, quedando uno de sus cachetes sobre mi polla.

Con la otra mano esparcí hojas prácticamente secas y algunas ramas para cubrirnos y terminé colocándola sobre su vientre y acariciándola con suave masaje mientras mi otro brazo cruzaba su cuerpo y mi mano tomaba posesión de su pecho y lo acariciaba.

No pude evitar el presionarla contra mí, para disfrute de mi polla.

-¿Me vas a hacer gritar?

-¿Por qué lo preguntas? ¿Quieres? –Le dije suavemente junto a su oreja.

-…

-Ssí. Bueno… No.

Retuvo mi mano que bajaba a su coño.

-Por favor, no. No quiero que sea así. Quiero que sea con alguien que me quiere y al que yo quiera. Y, además, ese hombre será solo mío. No quiero compartirlo con nadie.

-Entonces, ¿yo estoy excluido?

-Mientras sigas con mi madre, mi hermana y Rachel, sí.

-¿Por qué no les preguntas qué les parece a ellas cuando volvamos?

-Porque si quieres algo conmigo, debes ser tú el que decida no estar con ellas y dedicarte a mí en exclusiva.

No respondí a eso. Notaba los latidos de su corazón acelerados e imagino que esperaba que siguiese hablando y aceptar sus condiciones, cosa que no hice.

A pesar de tener mi mano sujeta, no dejaba de acariciar su vientre hasta el borde de su pubis, mientras mantenía la otra inmóvil sobre su pecho. Al terminar de hablar, me quedé quieto y poco después me dormí.

Al rato, me desperté por la bajad de temperatura como consecuencia de que se había ido consumiendo la madera, por lo que me incorporé para echar más leña al fuego y volví a mi sitio. Indudablemente, mis movimientos tuvieron que despertarla, pero no lo demostró, y eso que volví a meterme en el hueco, presionarla contra mí, pasar mi brazo bajo su cuello y coger su pecho.

Lo único que la delató fue el ligero movimiento que hizo para encajar mi polla en su culo.

Como si fuese sin querer, fui metiendo mi pierna entre las suyas, abriendo un ligero hueco poco a poco. Debía de estar impaciente, pues movió la pierna para facilitar mi objetivo. Estaba disfrutando como nunca.

Hice un movimiento de pelvis hacia atrás para cambiar la dirección de mi polla y que dejase de apuntar a sus riñones para pasar a apuntar al frente, rozando su coño. Una inspiración-expiración un poco más fuerte me indicó que iba por buen camino.

Una mano la llevé a su monte de venus, justo en el borde de su coño y la moví en círculos, presionando ligeramente para que se moviese su piel al tiempo que mis dedos e hiciese mover su clítoris encerrado entre los labios. Con la otra, acaricié su pecho y pezón, y con mi polla realizaba ligeros movimientos de frotación.

Al momento empecé a notar que mi polla resbalaba con mayor suavidad y un poco más tarde la tenía totalmente mojada. Entonces, hice un movimiento de pelvis hacia atrás, dejando mi polla fuera del roce con su coño y detuve todos los movimientos, buscando dormirme otra vez, y poco después simulé un breve ronquido que fue respondido por un quejido de ella.

La escena la repetí tres veces, hasta que el sol escasamente se había despegado del horizonte. Me levanté y comprobé que las prendas y la bolsa estaban secas y me la puse, también comprobé la de ella y la coloqué a su lado. Ella seguía simulando dormir. Avivé el fuego y salí a pescar algo y recoger fruta para desayunar.

Después de reponer fuerzas, partimos nuevamente para continuar nuestra ronda. A media mañana, otra vez estaba amenazando temporal lluvia comenzando a llover cuando comenzábamos a cruzar el siguiente bloque de rocas, por lo que aprovechamos la primera oquedad para guarecernos. Pensamos que sería algo breve, pero a cada momento era más fuerte, hasta el punto que se hizo de noche sin poder salir, bloqueados por la fuerza del viento y la lluvia que azotaba el cuerpo como si fuesen agujas, como pude comprobar cuando desnudo, intenté salir en busca de algo para comer y leña seca para encender fuego y no pude hacerlo.

En esa salida, los escasos cinco pasos que di fuera, me quedó el cuerpo cubierto de agua como si me hubiese metido al mar, además de aparecer gran cantidad de manchas rojas donde el agua había golpeado con dureza.

Empecé a secarme con cuidado para no sufrir más de lo necesario al tocar las zonas golpeadas.

-Deja que lo haga yo. –me dijo Jessy tomando de mis manos el paño que utilizaba.

Fue secándome con cuidado toda la espalda, bajó por mi culo y secó mis piernas, arrodillada. Entonces pidió que me diese la vuelta. Cuando lo hice, mi polla enhiesta quedó a la altura de su boca.

-¡Oh! –Exclamó

-Sí. Está así porque necesito una mujer, y como tú no quieres… Por lo menos, podías aliviarme un poco. Eso no te perjudicará y a mí me solucionará muchas molestias.

-¿Y qué tengo que hacer?

-Cógela con tu mano, así, y muévela adelante y atrás, así. –Le enseñé cómo hacerlo. – Puedes darle besos también, pasar la lengua o simplemente, dejar tus labios alrededor de esta parte mientras mueves la mano. –Le dije mientras señalaba el glande.

Resultó ser bastante torpe. Le estuve dando indicaciones todo el tiempo y si no hubiese sido porque estaba enamorado de ella y su cuerpo me excitaba de cualquier manera, la hubiese dejado allí mismo.

Por fin, después de un buen rato, sentí la llegada de mi orgasmo, por lo que le dije que metiese el glande en la boca y lo acariciase con la lengua, al tiempo que movía la mano.

-AAAAHHHHHH. Me corroooo. No te separeeess.

No me hizo caso y se la sacó de la boca con intención de decir algo. Por ello, la primera lechada se repartió entre el interior de su boca, sus labios y barbilla. Soltó mi polla y el resto cayó sobre su ojo, cara y pelo.

No pude evitar un juramento al sentir abandonada mi polla al principio de la corrida. Me separé bruscamente y me alejé de ella.

-Lo he hecho muy mal, ¿verdad?

Con cara y gesto de disgusto me volví hacia ella y le dije:

-Digamos que tienes mucho que aprender si quieres saber cómo complacer a un hombre. Y como no aprendas, llevarás el mismo camino que tu madre. Te encontrarás casada con alguien como tu padre, un hombre que pasará la mayor parte de las noches en el club, rodeado de putas y solo irá a tu cama para preñarte porque no encontrará otro aliciente en ti.

Reconozco que fui algo duro, pero tenía que convencerla para poder follarla. Se puso a llorar, y entre sollozos me dijo:

-Pero a mi madre la oigo gritar, y son gritos de placer…

-Eso es cuando está conmigo, que la he enseñado a disfrutar del sexo, y todavía tiene mucho que aprender. Creo que cuando volvamos iniciaré una nueva ronda con ella para comprobar si estos temporales han traído algo más que agua, y de paso resarcirme de ésta.

Esta vez, el hueco en que nos encontrábamos, no daba para acostarnos. Durante el día habíamos permanecido apoyados y sentados en rocas laterales, pero al llegar la noche, no podíamos descansar así, ni podíamos tumbarnos en el suelo, pues los pies quedaban muy afuera y estaba lleno de piedras, algunas puntiagudas.

Le propuse poner la bolsa en el suelo, sobre la que me sentaría yo y ella se pondría uno de los camisones y lo haría en mi regazo. Luego ambos nos envolveríamos con las hamacas para no pasar frío e intentaríamos dormir hasta el día siguiente.

Ella aceptó y así lo hicimos. Intentamos dejar las piedras más planas, quitando las puntiagudas, conseguimos una postura cómoda dentro de las posibilidades, y nos cubrimos bien, dispuestos a dormir.

Yo, sentado sobre la bolsa de viaje llena de distintas prendas de tela, con las piernas juntas y la espalda apoyada en la parte más lisa de la roca y con un buen rollo de hamaca entre medias. Ella sentada sobre mi pelvis, las piernas abiertas, una a cada lado de las mías, su espalda sobre mi pecho, su cabeza junto a la mía y mis manos sobre su regazo, sujetándola, y ambos cubiertos por la hamaca. De esa forma intentamos dormir.

Relato erótico: “Las Profesionales – Los deseos más secretos” (POR BLACKFIRES)

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Los días pasan lentamente y la ciudad continúa su vida cotidiana, calles llenas de personas y avenidas llenas de autos que avanzan al ritmo de los latidos de la ciudad. En una de las calles del sector norte un auto entra al estacionamiento de un modesto edificio de condominios de la avenida.

El auto se detiene, Elizabeth baja del vehiculo y con paso rápido recorre la distancia que la separa del ascensor que la lleva al quinto piso, donde entra en su pequeño departamento. No termina de llegar y va desvistiéndose rumbo a su recamara. Al pasar por el recibidor su gato intenta interceptarla pero no avanza mucho terreno, pues se encuentra de frente con la puerta que cierra Elizabeth al entrar en el dormitorio.

De una bolsa de compras extrae un video que coloca en el reproductor y en segundos de la pantalla de su televisor del cuarto le llegan las imágenes de una chica siendo sodomizada por un macho, que la penetra por el ano, mientras la chica gime y se aprieta los seno. Frente a la pareja otra mujer con un traje ejecutivo y lentes con aros de pasta negra, observa a la pareja mientras la chica sube y baja movida por las manos de su macho que la sostiene por la cintura, la mujer de lentes apunta cosas en un anotador rayado.

Elizabeth termina por sacarse las bragas y esta en la cama mirando el video solo vestida con la falda gris recogida en la cintura y su blusita de seda abierta completamente con sus senos descubiertos sin sostén. Mientras con una mano acaricia su seno izquierdo con la otra mano empieza a bombearse el coño con el vibrador que comprara hacia unos días en el sex shop, el mismo sex shop del cual se había hecho clienta y en el cual después de muchas dudas y remordimientos había alquilado un par de videos recomendados por el pícaro dependiente de la tienda.

Estos últimos días habían sido una locura, ella nunca habría pensado estar masturbándose de una forma tan descarada en medio de su alcoba, pero su apetito sexual había subido tanto que ella misma se desconocía. Hasta su trabajo se había visto retrasado pues los días los pasaba en la oficina buscando pornografía en Internet. Había empezado por cosas sencillas, parejas, hombres y mujeres teniendo sexo, pero poco a poco los temas fueron cambiando y en poco tiempo ya había olvidado los temas básicos y como atestiguaba el video porno que en ese momento captaba toda su atención, entraba a temas de intercambio de parejas y sexo en grupos.

La excitaba tanto que aquella chica de lentes se pareciera a Lourdes, y que la chica que estaba siendo sodomizada pareciera obedecerla al cambiar de posición. En su mente una palabra aparece al ver como la chica se colocaba sentada sobre el macho dándole la cara a la silla donde la mujer de lentes les observa, “buena chica… buena chica”

La mujer de lentes se levanta soltándose los cabellos que caen en cascadas de rizos dorados y desabotonándose la blusa, avanza al sofá donde esta la pareja, la mujer le ofrece un par de senos redondos y grandes con sus pezones argollados. Toma el rostro de la chica con ambas manos le planta un beso de lengua que acaba con los gemidos de la chica que reacciona a las embestidas de su macho.

Elizabeth casi no puede contenerse al ver como la mujer hace que la chica le lama, mame y acaricie los senos, y la chica se esmera en darle placer a la mujer. Los senos argollados excitan tanto a Elizabeth. Esta a punto de correrse cuando observa como la mujer levanta su falda y mostrándole el coño a la excitada chica esta última comienza a lamerla y mamarla con desesperación. Lo que más llama la atención a Elizabeth es el piercing de la mujer en el clítoris, en el momento en que la chica saca su lengua y la pasa sobre ese clítoris argollado, Elizabeth empieza a convulsionar al correrse una y otra vez al no soportar más…

La mañana la encuentra aturdida en la cama aun con el vibrador en el coño, aun adormilada se va al baño y la regadera termina por despertarla y con ella despierta su libido y sus manos acarician sus senos, su cara, sus coño, rápidamente su cuerpo sucumbe a sus propias caricias, volviendo a correrse.

– Debo estar volviéndome loca… no puedo dejar de tocarme… debo ir a trabajar

Las horas pasan y Elizabeth esta sentada en su oficina completamente distraída buscando pornografía en su computadora, sus bragas siguen empapadas y el su mente no puede dejar de pensar en Lourdes, en sus piernas, su rostro, en sus senos, en su trasero, en sus labios y en su coño… Es vergonzoso y humillante estar pensando todo el día en sexo, mucho más lo es pensar sexualmente en una mujer que casi acaba de conocer, nunca le contaría a nadie tal cosa. Seria tan vergonzoso que alguien se enterara de las cosas que ella estaba haciendo y pensando, jamás podría admitirlo. Ella no es una puta barata como las que observa en las imágenes de videos y fotografías del Internet, putas que son usadas como perras a las que nunca les faltan vergas en sus coños, sus culos y sus bocas. Ella es una joven educada en una buena universidad, una excelente profesional en su campo de trabajo, que gana su propio dinero de forma decente sin necesitad de abrir sus piernas y ser usada como un objeto sexual. Pero que humillante y excitante es sentir tantas ganas de ser esa chica que ahora observa ponerse en cuatro patas mientras dos machos usan su culo, su coño y su boca que con una verga dentro silencia sus gemidos de placer.

El sonido del timbre de su celular la vuelve a la realidad y al contestar reconoce la voz.

– “Hola Elizabeth soy Lourdes de la Sala de Estética Baxter… ¿me recuerdas?”

Elizabeth se siente como una adolescente tonta y nerviosamente contesta:

– “Ho… Hola Lourdes… sí, sí te recuerdo… ¿cuéntame como estas?”

– “Muy bien, Elizabeth solo te llamaba para recordarte nuestra cita de mañana… ¿vendrás verdad?”

– “Sí, sí claro que te veré mañana… quiero decir… iré a atenderme mañana…”

– “Entonces no se diga más querida… te veré mañana en la estética, tengo algunas ideas para un nuevo look que creo que te encantaran, ¿confías en mi verdad Elizabeth?”

– “Sí… Confío en ti Lourdes”

– “Buena chica… hasta mañana”

Una oleada de placer barre el cuerpo de Elizabeth y su coño se humedece mucho más si eso es posible, mientras sus pezones se ponen tan duros como rocas. En su mente aturdida las ganas de masturbarse terminan ganándola y al cerrar la llamada se dirige a los baños de la oficina donde tendrá que aplacar esos deseos.

A varios kilómetros de allí en la oculta oficina de Helen Bells en la Sala de Estética Baxter, una completamente desnuda Lourdes esta sentada en la pierna de Helen, que la sostiene con una mano en la nuca y con su otra mano aun bombea el húmedo coño de Lourdes. Lourdes aun sostiene el teléfono con que acaba de llamar a Elizabeth y con su mirada perdida sigue repitiendo.

– Soy una buena chica…. Soy aaaaagggg… una buena chica…

Helen aun tiene colocado el audífono con que escucho toda la conversación con Elizabeth y usando a Lourdes como una marioneta termino dándole las siguientes instrucciones a la chica. Aun su boca esta justo al lado del oído de Lourdes donde hacia un momento en susurros le decía que decirle a Elizabeth, sacando su lengua lame el lóbulo de la oreja y empieza a morder el lóbulo de Lourdes mientras sus dedos aceleran el bombeo en el coño de su marioneta.

– Claro que lo eres mi querida Lola has sido una muy buena chica… Colócate en Posición de Sumisión 6 como la puta que eres… entendiste…

– Si mi señora como la aaaggg puta que soy….

Lola se levanta y se va al medio del cuarto, separa sus piernas un poco para que su coño sea claramente visible, sus manos se entrelazan en la nuca lo que hace que sus senos queden erguidos y tentadores, su boca entreabierta remata la posición esperando la siguiente orden.

En un sillón colocado frente al escritorio de Helen, Robert Sagel vestido en un costoso traje ejecutivo y corbata de seda, termina su bebida en un vaso de cristal. Desde allí ha visto cada uno de los detalles de la llamada y el control que Helen ejerce sobre las sumisas esclavas. Lentamente se levanta y se coloca detrás de la desnuda Lola que sigue a la espera de nuevas instrucciones.

– Me parece que estas llevando muy bien el proceso de selección.

– Gracias Amo pero quisiera que esto fuero mucho más rápido, pronto requeriremos muchas más candidatas listas para el uso que usted disponga.

– Tranquila Helen, estoy trabajando en eso, recuerda que todo lo bueno siempre es cuestión de esperarlo, lo que fácil se obtiene fácil se va.

Diciendo esto Robert coloca su mano en la nuca de Lola y la hace caminar hasta el escritorio donde Helen aun se mantiene sentada, lentamente Robert inclina a Lola hasta dejarla de cara hacia el sobre del escritorio y lentamente empieza a acariciar el trasero de la chica y sus dedos juguetean en un principio con el coño para luego entrar fácilmente en el húmedo canal vaginal.

– Estamos cubriendo la demanda actual y no tienes por que preocuparte pues estas salas de estética nos están dando excelente material de trabajo para la Granja de Sussy, casualmente hoy recibimos tu paquete VIP. Solo me preocupan algunos detalles meramente administrativos pero en lo operacional lo estas haciendo excelente Helen.

Robert termina por sacarse la verga y lentamente empieza a bombear a la excitada Lola que empieza a recibir una tras otra las rítmicas embestidas de Robert en su húmedo coño. Helen observa complacida y excitada como su amo empieza a cojerse a una de las putas que ella ayudo a crear. Los gemidos de Lola se hacen más fuertes mientras Robert la coloca boca arriba en el escritorio y los senos de Lola se balancean al compás de las embestidas de Robert, Helen empieza a acariciar los enormes senos de la chica mientras observa a Robert con una mirada de lujuria desmedida.

– Me excita saber que ayudo a que todo salga según lo planeado Amo, solo que me gustaría hacer de estas mujeres unas excelentes putas en menos tiempo.

Diciendo esto Helen termina por subirse de rodillas en su escritorio y separando sus piernas, coloca su coño justo sobre la cara de la controlada Lola que sin ninguna orden inicia a mamarla con desesperación lo que logra acallar los gemidos de la chica.

– Paciencia mi querida Helen, paciencia todo a su tiempo solo es cuestión de esperar, ummm esta sumisa esta deliciosa…

– Aggg no es una sumisa Amo, es solo una puta perra deseosa de complacerte… Aggg justo como lo soy yo… Sigue mamando y moviendo tu lengua puta… has que me corra en tu cara perra.

Robert toma la cara de Helen y le planta un beso en los labios a lo que Helen responde moviendo su lengua que entabla una lucha contra la lengua de Robert, mientras este penetra más y más rápido a Lola y esta última sigue mamando con desespero el coño de Helen que no tarda en correrse llenándole la cara de fluidos a Lola.

Minutos después Lola termina por correrse acostada en el escritorio, mientras Helen le mama los senos y le acaricia el clítoris. Robert se aparte del escritorio y Helen toma a Lola por el brazo y la lleva de rodillas frente a Robert, Helen con una mano abre la boca de la chica y le ordena.

– Limpia tus jugos de la verga de tu dueño.

Lola empieza a mamar la verga de Robert mientras Helen lo besa apasionadamente.

– Vaya que estas muy bien entrenada… ummm sigue mamando mi perrita, asii, muy bien buena chica, asiii… y pensar que esta puta antes fuera una brillante enfermera…

– Ya no lo es más señor, ella solo es lo que nosotros queramos que sea, ahora ella es una perra, tu perra.

Diciendo esto Helen coloca un collarín de cuero negro en el cuello de Lola, y allí engancha la cadena a la argolla plateada. Robert observando a la arrodillada chica desnuda, que se esmera por tragar la verga con una boquita pequeña de labios sensuales, le ordena.

– Mírame

La rubia ex enfermera lo observa con sus hermosos ojos azules y con su lengua masajea el erecto miembro de su dueño que esta dentro de su boca. Robert termina por correrse en la boca de Lola que desesperadamente intenta contener en su boca cada gota del semen de su dueño.

Helen se arrodilla y lamiendo la verga de Robert termina de limpiarla y amorosamente la guarda en los pantalones negros a juego con el saco ejecutivo de Robert. Mirando a Lola la besa apasionadamente y ambas mujeres felices juegan en sus bocas con el semen de su dueño y señor.

Al día siguiente una radiante pero nerviosa Elizabeth entra a la Sala de Estética Baxter donde una sonriente recepcionista esta entregando un formulario de inscripción a una chica vestida con el uniforme azul de un banco local. Ambas chicas observa a Elizabeth entrar radiante con un par de zapatos de tacón medio, una minifalda gris y una blusa azul, su cabello castaño luce fabuloso y su sonrisa no oculta su excitación al volver a la sala estética.

– Bienvenida Srta. Hills.

– Hola Ángela, vine a atenderme con Lourdes…

– Todo esta listo Srta. Hills ya estábamos esperando por usted. Déme un momento para avisar a Lourdes que usted esta aquí.

Momentos después Ángela le entrega una tarjeta electrónica y Elizabeth le agradece con una sonrisa. En ese momento la cerradura de la puerta de cristal se activa y se abre, una radiante Lourdes aparece en la puerta de cristal que da acceso a las salas VIP.

Elizabeth avanza con paso ansioso hasta la puerta donde Lourdes la recibe con un beso en la mejilla que hace que Elizabeth se erice de cabeza a pies.

– Hola Elizabeth, me encanta volver a verte, te ves simplemente radiante.

– Hola… hola Lourdes… gracias.

– Pasa por favor, siéntete como en tu nueva casa.

Ambas chicas caminan por el corredor hasta la sala VIP designada para atender a Elizabeth, Lourdes toma la tarjeta electrónica de las manos de Elizabeth y abre la puerta del privado. Mientras Lourdes le da la espalda para abrir la puerta Elizabeth no puede evitar admirar el redondo y provocativo trasero de Lourdes, sus manos se ponen frías y su respiración se acelera.

– Bienvenida otra vez, ya sabes donde esta el vestidor, ponte cómoda y esperare por ti.

Elizabeth entra al privado dirigiéndose al vestidor y empieza a desvestirse hasta quedar solo en ropa interior. Empieza a ponerse la bata y mirándose en un espejo acaricia su cuerpo sobre la bata sintiéndose extremadamente sensual, abre un poco la bata en el escote y después de pensarlo dos veces se abre la bata y saca su sostén dejándolo sobre las ropas que acaba de quitarse. Camina a la silla de atención donde una sonriente Lourdes la espera ya lista para iniciar el lavado de su cabello. Mojando sus cabellos y acariciando su cabeza inicia la limpieza agregando los aromáticos químicos que empiezan a adormecer a Elizabeth. Poco a poco agrega más químicos y cuando todo esta listo coloca los audífonos en los oídos de la indefensa chica, que la mira con una mezcla de aturdimiento y adoración. Lourdes espera unos segundos dejando que los químicos sean absorbidos. Los ojos de la aturdida chica continúan mirándola, Lourdes le coloca unas gafas de realidad virtual donde inicia a ver imágenes relajantes de bosques y valles, y luego poco a poco las imágenes van cambiando a imágenes pornográficas donde aparecen mujeres siendo sometidas por hombres y mujeres de formas diferentes en diversos escenarios.

Lourdes coloca unas correas restrictivas en los brazos y piernas de Elizabeth y lentamente empieza a abrirle la bata a la chica. El aturdido cerebro de Elizabeth no logra reaccionar al sistemático ataque sexual al cual esta siendo sometida, sus senos y pezones erectos responden a las imágenes y mensajes que llegan a su cerebro y su coño empieza a mojarse más y más, mientras los dedos de Lourdes empiezan a acariciar su piel comenzando por sus senos y lentamente deslizándose hasta su entrepierna, donde sin ninguna resistencia hace a un lado las bragas húmedas, sacando un vibrador de una gaveta cercana inicia el ataque al coño de la excitada chica.

Insertando el vibrador en el coño inicia a masturbarla, lame y besa el coño mientras bombea más y más rápido con el vibrador. Ronda tras ronda de imágenes y mensajes martillean el cerebro de Elizabeth que en pocos minutos esta al borde del orgasmo mientras Lourdes sigue lamiendo y mamándole el coño. Lentamente la lengua de Lourdes se desliza por su vulva y sacándole el vibrador usa sus dos manos pasa separar las piernas de la chica y colocándolas en un par de soportes termina teniendo fácil acceso al ano de Elizabeth. La lengua de Lourdes recorre el poco camino que resta hasta el ano de la chica y con un rápido movimiento su lengua inicia el asalto al sensible punto. Elizabeth gime de placer al sentir la lengua entrar en su ano y no logra contenerse, corriéndose una y otra vez mientras los mensajes siguen martillando su cerebro.

Las caricias de Lourdes terminan por dilatar el hasta ahora virgen ano de Elizabeth y empieza a insertar un dedo, luego dos y finalmente inserta el vibrador que poco a poco va entrando acompañado de los gemidos de la chica que atada y drogada no logra controlar su cuerpo.

Lourdes deja el vibrador en su sitio y se aleja para observar un monitor oculto en uno de los muros de la sala donde, para su sorpresa, los niveles de respuesta marcan un inesperado avance:

“Segunda semana: Candidata N00104, Elizabeth Hills; 23 años; Arquitecta; Nivel de Libido: 8.2; Nivel de Condicionamiento: 8.5”

Volviendo al lado de la chica la observa atada y contorsionándose por la excitación a la que es sometida mientras ella delicadamente le acaricia los senos con sus manos, los minutos pasan y Lourdes retira el vibrador del ano, quita y oculta las correas restrictivas y lava los químicos de la cabeza de Elizabeth, que poco a poco vuelve a la realidad pero aun sintiéndose total y absolutamente excitada.

– Hola otra vez Elizabeth veo que estas muy a gusto con tu tratamiento.

– Siiii me siento… muy bien y tranquila.

– Buena chica, buena chica Lissy ¿No te molesta que te llame Lissy o sí?

– Nooooo no me molesta… que me llames Lissy.

– En ese caso tu puedes llamarme Lola, ¿cuéntame Lissy que opinas de un cambio de look?

– Los cambios son buenos…

– Dime una cosa Lizzy ¿por qué la última vez no aceptaste cambiar el color de tu cabello a rubio? ¿Qué pensabas?

– Pensaba que las rubias… son tontas, yo no soy tonta…

– Claro que los cambios son buenos, ¿que opinas de teñirte el cabello de rubio, que piensas del cabello rubio ahora Lissy, confías en mí?

– Confío completamente en ti Lola y me gustaría tener el cabello rubio, ser rubia es excitante y divertido.

– Muy bien Lissy, buena chica, pronto tendrás un cabello rubio y hermoso como el mío.

Al escuchar eso Elizabeth siente como su cuerpo es recorrido con una descarga de placer, pronto será tan bella como Lola y se sentirá mucho más hermosa y obediente, ella necesita obedecer. Ella necesita seguir al pie de la letra cada palabra de las instrucciones que ha recibido en esta sesión, instrucciones que obviamente incluyen el ser rubia y confiar ciegamente en Lola. “Buena chica, buena chica… obedecer es placer, obedecer es placer”

A los pocos minutos Lourdes esta por terminar de secar los últimos mechones de la rubia melena de Elizabeth. Se encarga de peinar los cabellos del frente de la chica que aturdida y excitada casi no logra controlar sus ganas, pues los hermosos senos de Lourdes están casi en su rostro. Se muerde los labios de ganas de besarlos y mamarlos. Mientras lucha por contenerse, Lola le indica.

– Listo Lissy hemos terminado y es hora de que veas que tal has quedado.

Lourdes acomoda la silla y la coloca frente a un espejo donde la nueva Elizabeth observa incrédula su cambio de imagen.

– Es increíble… soy tan… hermosaaa

– Te dije que te quedaría hermoso Lissy, ¿confías en mi verdad Lissy?

Diciendo esto Lourdes desliza sus manos por los hombros y los brazos de Elizabeth acariciándola, y la excitación de la chica aumenta.

– Siiii Lola confío en ti, soy tan hermosa… casi como… tu.

Eizabeth se levanta y se observa en el espejo de cuerpo entero su bata entre abierta y su nuevo look la hacen parecer una estrella de cine, pero lo más hermoso que ella puede ver es a Lourdes sosteniéndola por la cintura y contemplándola en el espejo. Al voltear quedan frente a frente y un silencio incomodo llena el lugar, Elizabeth rompe el silencio diciendo:

– No se como agradecerte…. yoooo

Lourdes la sostiene por la cintura y Elizabeth no lo resiste más, acercándose a Lourdes le planta un tímido beso en los labios que dura unos segundos. Luego avergonzada le da la espalda y agacha la cabeza. Lourdes se coloca a su espalda y le dice:

– No tienes por que avergonzarte Lissy, eres una chica hermosa, solo tienes que mirarte.

Lourdes la toma de la cintura desde la espalda y jalándole la cinta de la bata hace que la bata se abra completamente revelando la piel de Elizabeth que tiembla de pies a cabeza. Lentamente la mano de Lourdes sube por su vientre y le acaricia un seno, Elizaberth responde con un gemido el cual es apagado cuando Lourdes la voltea y tomándola de la cintura le planta un beso de lengua que inicia a explorar la boca de la temblorosa Elizabeth. El beso se hace más intenso y los cuerpos se van fusionando y las carias avanzan sin encontrar resistencia, ambas mujeres necesitan sentirse excitadas y ardientes, Elizabeth la observa y dice:

– Deseo…

– ¿Que deseas Lissy?

– Te deseo y haría cualquier cosa por ti Lola

– ¿Cualquier cosa?

– Sí, lo que me pidas…

– ¿Confías en mi Lissy?

Sin decir más Lourdes baja el cierre de su bata blanca la cual revela su cuerpo que solo queda cubierto por un par de medias blancas sostenidas por un liguero de igual color, sin sostén, sin bragas y zapatos de tacón de aguja. Lourdes coloca una mano en el hombro de Elizabeth y aplicándole una mínima presión la ve ir arrodillándose frente al desnudo coño que sin mediar palabras Elizabeth empieza a atender. Al separar los labios vaginales de Lourdes la excitación de Elizabeth aumenta sin control al encontrar el argollado clítoris de su nueva amante. Sin vacilación empieza a mamar y lamer como la más desesperada y hambrienta mujer consumida por sus deseos.

Los minutos pasan y desde un cuarto de control ubicado a varios kilómetros de la sala de estética, Helen observa el desarrollo del proceso de conversión de Elizabeth, a través de una pantalla de video que recibe la señal de alta definición proveniente de las cámaras ocultas en las salas de VIP, la imagen le trae las figuras de Lola siendo mamada por Lizzy que poco a poco empieza a subir por el vientre de Lola hasta apoderarse de los senos mientras Lola le acaricia el trasero y coloca una mano en el coño de Lizzy. La escena continua mientras Helen se levanta y abriendo una puerta entra en un pasillo que la lleva a un quirófano donde a través de un gran ventanal de cristal observa los movimientos del personal de cirugía, compuesto por 1 medico cirujano estético y 4 enfermeras, todos vestidos con el común uniforme verde. Lo único llamativo es que cada una de las 4 enfermeras utilizan un collarín de cuero con una argolla metálica plateada. En la mesa del quirófano una anestesiada María Patricia Zurita, no tiene la menor idea de lo que ha pasado con su cuerpo en las ultimas horas. A su ya espectacular cuerpo de modelo se le ha añadido una carga completa de nanobots en cada uno de sus senos los cuales aumentaran su busto en 2 tallas y entrando a su sistema conformaran una nueva red neuronal que albergara su nueva personalidad, previamente implantada en su mente. Adicionalmente dos implantes más, uno en su argollado clítoris y otro, un receptor inalámbrico en la base de su cráneo, terminan por hacer de ella un nuevo juguete sexual. Helen activa un intercomunicador y se comunica con el esterilizado interior del quirófano.

– “Cual es el estado de la candidata”

Una de las enfermeras se aproxima al intercomunicador y le informa.

– “Todo ha salido según lo agendado, no hay ninguna reacción adversa y los nanos de su cerebro han sido activados y la candidata ha respondido a su activación en un 100%”

– “Muy bien, me parece muy bien… lo has hecho muy bien Mitzuki, has sido una excelente chica, puedes correrte para mi”

Los alargados ojos asiáticos casi ocultos tras la mascarilla de quirófano se cierran y el cuerpo de la enfermera Mitzuki tiembla al correrse a la orden de su dueña Helen.

– “Gracias… Misstres Helen soy una buena chica y me encanta obedecer”

– “En cuanto este lista lleven a la candidata a la sala en incubadoras”

– “Así será Misstres Helen”

Patricia es conducida a una gran sala de recuperación donde el personal médico se encarga de colocarla en una especie de vaina cilíndrica metálica. Al cerrarlo terminara aislada de toda actividad sensorial. A su cuerpo es insertado intravenosas para nutrirla, inocularle un coctel de fármacos que ayudan a condicionarla y mantenerle levemente sedada. Una mascarilla de oxígeno en su rostro cubre lo que queda visible debajo del casco de realidad virtual por el que en el transcurso del tratamiento recibirá el audio sintetizado de su voz y las imágenes de ella misma, generadas digitalmente, imágenes en las que aparecerá siendo utilizada como una esclava sexual en una variedad inimaginable de situaciones y escenarios. Las más de 1,000 repeticiones por hora de los mensajes en video y audio harán que ella entienda perfectamente cual es su nueva actitud para con sus dueños. Varios cables conectados a su cuerpo darán información exacta de su actividad neuronal, signos vitales y su estado de actividad sexual. Adicional a esto esta atada de cabeza a pies por bandas restrictivas, sus pezones y su coño cableados eléctricamente y su culo y coño llenos con vibradores que responden a las imágenes que entran es su cerebro. Patricia Zurita comienza a despertar y empieza a recibir la primera ronda de miles de rondas de adoctrinamiento que recibirá en los próximos 3 días, en los cuales la última fase de su conversión será completada.

– “¿Donde estoy…?”

Patricia se ve a si misma caminando hacia uno de los cuartos de maquillaje del canal de Televisión donde labora.

– “¿Qué estoy haciendo aquí?”

Al entrar al cuarto de maquillaje encuentra sentado en una silla a un hombre de saco y corbata que la observa al entrar y con una mano le indica que se acerque a el. Al aproximarse Patricia puede ver a una chica que supone ella del personal de maquillaje arrodillada entre las piernas del hombre, mientras el hombre con una mano sosteniendo el largo cabello de la chica le marca el ritmo de la mamada que la chica le da.

– “¿Qué demonios es esto?… esto no…”

Patricia observa como aquella verga entra y sale de la boca de la chica que con desesperación aspira, mama y lame cubriendo con su saliva la verga del hombre. Patricia empieza a excitarse y sus bragas se empiezan a mojar mientras en su mente no puede contener las ganas de mamar esa verga y solo se escucha a ella misma decirse “eso es lo que deben hacer las puta, obedecer, necesitas obedecer, mamar, coger y obedecer, tú eres una puta como cualquiera”

– “No yo no… aaaaggg”

Una descarga de placer barre el cuerpo de Patricia mientras ve como la chica ahora sube la falda y el hombre sentado le empieza a meter los dedos en el coño. El hombre vuelve a observar a Patricia y le indica que se acerque, Patricia se excita al obedecer y quedar junto a la chica que ahora mueve sus caderas al compás que marcan los dedos del hombre. El hombre sin más le dice

– “Bésala”

Patricia se aproxima a la chica y sintiendo como sus propios jugos vaginales escurren por sus piernas, besa apasionadamente a la chica, la cual empieza a acariciarle sus nuevas, grandes y sensibles tetas. En su mente no deja de escucharse a si misma decirse “te encanta esto puta, eres una puta y te encanta que te usen”

Patricia rompe el beso y mirando al hombre le dice.

– “Siiiii, soy una puta”

A un lado de la vaina donde el cuerpo de Patricia convulsiona de excitación, Helen y Robert observan tres monitores donde en uno de ellos pueden leer todos los datos que llegan del cuerpo de Patricia, en el segundo monitor hay un colage de imágenes de varios puntos del cuerpo de Patricia atado dentro de la vaina y en el ultimo monitor pueden ver las imágenes generadas digitalmente del primero de miles de encuentro sexuales que Patricia tendrá en las próximas 72 horas y que invaden su mente en ese momento.

Robert observa como uno de los vibradores penetra el coño de Patricia y la desvalida chica mueve sus caderas y sus atadas manos intentan aferrarse a un imaginario hombre que la somete, mientras su respiración se acelera, lo cual es obviamente visible en la imagen de su pecho y es también registrado en el monitor de sus signos vitales.

– Me parece que en este caso esto será mucho más fácil de lo que esperábamos.

– Concuerdo con usted Amo, al parecer esta candidata siempre ha sido una puta por naturaleza.

– No me es de extrañar la rapidez con que llego a ser la presentadora estrella del noticiero, ha debido estar muy ocupada.

– Así parece, le mantendré informado de los progresos de esta perra.

– Me parece muy bien, quiero tener una prueba de campo con ella en cuanto este lista, ahora cuéntame Helen ¿qué más tenemos para hoy?

Diciendo esto Robert y Helen se alejan de la batería de monitores donde una excitada Patricia ahora aparece sentada subiendo y bajando sobre las piernas del hombre, que se mantiene sentado, el cual la penetra mientras le lame y muerde los senos, que la chica de maquillaje desde la espalda de Patricia, sostiene ofreciéndolos al hombre mientras ella besa la espalda y el cuello de Patricia que ahora cabalga en las piernas del hombre entre gemidos de placer.

Robert y Helen avanzan por la amplia sala donde de lado izquierdo pueden verse de 15 a 20 incubadoras exactamente iguales a la que ocupa Patricia. Casi la totalidad de las vainas están ocupadas con las nuevas candidatas. Varias profesionales, incluyendo a Mitzuki, vestidas en ajustados trajes de minifalda parecidos a los de la estética, que marcan sensualmente sus senos en un amplio escote y casi no logran cubrir sus hermosos traseros, atienden a las nuevas profesionales en la última fase de su conversión. Las medias sostenidas por ligueros, los tacones de aguja y los collarines de cuero negro en sus cuellos rematan los atuendos de las dedicadas entrenadoras, mientras supervisan los monitores y realizan ajustes al programa de adoctrinamiento.

En una de las salas VIP de la Sala de Estetica Baxter una agotada Lizzy que esta acostada en la silla de atención, intenta contener sus gemidos mientras Lola le realiza una mamada de coño que la hace ver estrellas y sentirse completamente entregada a la voluntad de Lola.

– Ummmm… sigue por favor… me siento tan…

Lola la observa contorsionarse con cada lenguetazo que da al sensible coño de la desvalida chica, detiene la mamada y le empieza a insertar dos dedos.

– ¿Cómo te sientes Lizzy?

– Aaaaggg… me siento… tan… docil

– ¿Docil? Eso me suena a como si fueras algún tipo de mascota entrenada Lizzy

– Asiiii… Así me siento contigo… como si fuera tu mascota… tu perra…

Lola aumente el ritmo de los dedos que penetran en coño de la chica y la escucha gemir más y más fuerte.

– Así que una mascota… ¿Te gustaría ser mi mascota Lizzy?

– No puedo contenerme de pensar… que soy tu mascota…

– Eso esta muy bien Lizzy, muy bien, buena chica, pero las mascotas no piensan solo obedecen, pensar les causa malestar, obedecer les causa tanto placer…

– Necesito obedecer… Aaaaaggg… no pensar más, no pensar…. Solo obedecer.

Abriéndole las piernas a Lizzy, Lola se coloca entre sus piernas y con su mano libre la toma del cuello y la atrae hacia si hasta que sin resistencia alguna empieza a besarla y lamerle los labios mientras le bombea el coño ahora con tres dedos. Lola saca los dedos del coño de Lizzy y acariciándose sus propios senos cubre estos con los jugos de Lizzy y sin siquiera ordenar nada Lizzy empieza a lamer cada milímetro de los grandes y hermosos senos de Lola. Finalmente ambas chicas se abrazan, besan y acarician. Continúan masturbándose una a la otra hasta que terminar corriendose y agotadas descansan sobre la silla de atención.

Minutos después ambas chicas se levantan y sin cruzar palabras se separan, Lizzy va al vestidor a cambiarse y Lola arregla su uniforme. Al salir Elizabeth del vestidor la vergüenza y la humillación de todo lo pasado vuelven a su mente y mirando el piso empieza a despedirse de Lourdes.

– Buenoooo… yo queria decirte gracias por….

No puede terminar de decir nada pues Lourdes la toma con ambas manos de los pechos y haciéndole presión la coloca contra la pared mientras le fulmina los pensamientos con un apasionado beso de lengua. Elizabeth siente como es aplastada contra la pared por el cuerpo de Lourdes y como la lengua de esta sondea su boca y sin la menor resistencia intenta corresponder al beso. Un segundo después Lourdes rompe el beso y mirándola con una sonrisa le dice:

– Te veré la próxima semana, toma esta tarjeta y ya sabes que hacer Lissy.

Elizabeth la observa aturdida aun y sin mas responde.

– Siiiiiiii…. hasta la próxima semana.

Lourdes la suelta y ambas avanzan hasta la puerta y al abrirla Lourdes le dice al oído a Elizabeth mientras le acaricia el trasero por encima de la minifalda.

– Me encantas, eres una buena chica, hasta pronto.

– Hasta pronto… gracias, por todo…

Elizabeth sale del privado aun sin creer todo lo vivido pero con una nueva forma de ver la vida, se siente y se ve hermosa, nunca se sintió tan excitante y tan feliz. Una lástima que no pudiera compartir lo que siente con nadie, bueno si lo puede compartir… con Lourdes.

Llega a la recepción y entrega la tarjeta a una sonriente Ángela, mientras la recepcionista crea en el sistema su nueva cita de la siguiente semana, Elizabeth no puede dejar de mirar el revelador escote del traje de la chica, el cual casi no puede contener el excelente par de tetas que a cada movimiento de Ángela se balancean provocativamente. Finalmente Ángela termina y poniéndose de pie acompaña a Elizabeth a la puerta, esta vez el es hermoso culo de Ángela el que capta la atención de Elizabeth y al despedirse ambas chicas con un beso en la mejilla Elizabeth lanza una rápida mirada a la entrepierna de Ángela. Al caminar a su auto un pensamiento la hace excitarse tanto, en su mente solo puede pensar para si misma.

– “¿Ángela también tendrá el clítoris argollado?… sería delicioso si así fuera, me encantaría tener el clítoris argollado, seria tan excitante de tenerlo argollado”

Elizabeth termina por llegar a su auto estacionado en la calle, pasando junto a un local comercial de productos electrónicos que anuncia descuentos en las pantallas gigantes de TV de alta definición, que en ese momento en uno de ellos proyectan las imágenes del inicio del noticiero estelar de la cadena local de noticias. Una joven de cabellos castaños y prominente escote saluda a los televidentes.

– “Buenas noches amigos soy Raquel Salinas y este es su noticiero estelar del canal 23. María Patricia Zurita continua de vacaciones, esperamos estés disfrutando tu merecido descanso Patricia… Comencemos con los titulares…”

Patricia se encuentra en una exclusiva fiesta de gala en la azotea de un edificio de la ciudad, donde hombres y mujeres elegantemente vestidos caminan y conversan con sus conocidos entre champaña y caviar, que es repartido por camareras en sexys trajes de empleadas francesas y tacones de aguja de 3 pulgadas. Esta tan contenta de estar allí en medio de la fiesta, como siempre siendo el centro de atención por su fama y belleza. Se encuentra casi completamente desnuda, solo unos zapatos de tacón de aguja y unas medias negras con liguero cubren algo de su cuerpo. Su cuerpo que esta atado de los tobillos en sus piernas y de sus muñecas en sus brazos a un dispositivo de correas negras. El dispositivo que con un juego de botones, la hacen arrodillarse, ponerse de pie o inclinarse al frente.

Es todo un espectáculo observarla en medio de la fiesta con su cuerpo colocado en forma de X. Ver sus torneadas y largas piernas, subiendo un poco más ver ese culo firme y de nalgas redondeadas al final de una espalda un poco arqueada hacia delante, donde se marcan justo en el inicio de la cadera un par de hoyuelos a ambos lados de su espina dorsal. Su cabello negro azabache se desborda en cascada de rizos suaves sobre casi toda su espalda y algunos mechones caen por el frente cubriendo en partes sus grandes y redondos senos que suben y bajan acompasados al ritmo de su respiración. Justo debajo de sus senos un abdomen tan plano y firme como una pared de granito pulido y un poco más abajo de su piercing del ombligo un carnoso coño totalmente depilado que a cada momento se humedece más y más. Para rematar esta aquel hermoso rostro de facciones angelicalmente finas que engalana con unos ojos verdes expectantes y una boca de labios rojos que solo esperan ser usados.

Un hombre de traje azul y corbata roja se aproxima hacia ella acompañado de una escultural hembra de piel blanca y cabellos negros, que usando un cortísimo vestido plateado a juego con sus zapatos casi no logra cubrir nada de sus hermosos senos, su cintura y trasero de avispa.

La pareja se coloca frente a ella y ella les sonríe mientras siente como sus pezones se ponen duros como rocas y su coño se va humedeciendo, el hombre conversa con su pareja mientras no dejan de mirar a Patricia, la cual no entiende nada de lo que hablan. La observan por un momento como si se tratara de una pieza de arte y sin más el hombre acercándose a Patricia se saca la verga de los pantalones, la toma de la estrecha cintura y la empieza a penetrar con fuerza. La chica del vestido plateado se coloca a espaldas de Patricia y arrodillándose le separa las nalgas y empieza a lamerle el ano.

Minutos después Patricia no logra contenerse más y empieza a correrse como una puta mientras observa como otras tres parejas se han acercado a mirar el espectáculo de la fiesta, dos de los hombres ya están sacando sus vergas. En la mente de Patricia solo puede escucharse decirse a ella misma “Eres la puta más famosa de la fiesta, eres la puta más famosa de la fiesta y eso te encanta, ser una puta”. Empieza a correrse otra vez y ya para este punto ha perdido la cuenta de las parejas que la han usado y las veces que se ha corrido en las últimas horas, pero una cosa si es cierta, le ha encantado ser una puta.

Continuara…

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blackfires@hotmail.com

Relato erótico: “¡Un cura me obliga a casarme con dos hermanas!”(POR GOLFO)

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El favor

Después de tres años trabajando para una ONG en lo más profundo de la India, había decidido volver a España. Recuerdo la ilusión con la que llegué a ese remoto lugar. Recién salido de la universidad y con mi futuro asegurado gracias a la herencia de mis padres, me pareció lo mejor unirme a Manos Unidas contra el hambre e irme como médico a Matin, una ciudad casi cerrada a los extranjeros en el distrito de Korba.
Pasado el plazo en el que me había comprometido, solo me quedaba una semana en ese país cuando el padre Juan, un capuchino misionero, vino a verme al hospital donde trabajaba. Conocía la labor de este cura entre los Dalits, conocidos en Occidente como los Intocables por ser la casta más baja entre los hindúes. Durante veinte años, este hombre se había volcado en el intento de hacer más llevadera la vida de estos desgraciados. Habiendo convivido durante ese tiempo, llegué a tener una muy buena relación con él, porque además de un santurrón, este vizcaíno era un tipo divertido. Por eso no me extraño que viniese a despedirse de mí.
Tras los saludos de rigor, el cura cogiéndome del brazo, me dijo:
-Vamos a dar un paseo. Tengo que pedirte un favor-.
Que un tipo, como el padre Juan, te pida un favor es como si un general ordena a un soldado raso hacer algo. Antes de que le contestara, sabía que no me podía negar. Aun así, esperó a que hubiésemos salido de la misión para hablar.
-Fernando-, me dijo sentándose en un banco, -sé que vuelves a la patria-.
-Sí, Padre, me voy en siete días-.
-Verás, necesito que hagas algo por mí. Me has comentado de tu posición desahogada en España y por eso me atrevo a pedirte un pequeño sacrificio para ti, pero un favor enorme para una familia que conozco-.

La seriedad con la que me habló fue suficiente para hacerme saber que ese pequeño sacrificio no sería tan  minúsculo como sus palabras decían, pero aun así le dije que fuese lo que fuese se lo haría. El sacerdote sonrió, antes de explicarme:

– Como sabes la vida para mis queridos Dalits es muy dura, pero aún lo es más para las mujeres de esa etnia-,  no hizo falta que se explayara porque por mi experiencia sabía de la marginación en que vivían. Avergonzado de pedírmelo, fue directamente al meollo diciendo: -Hoy me ha llegado una viuda con un problema. Por lo visto la familia de su difunto marido quiere concertar el matrimonio de sus dos hijas con un malnacido y la única forma que hay de salvar a esas dos pobres niñas de un futuro de degradación es adelantarnos-.
-¿Cuánto dinero necesita?-, pregunté pensando que lo que me pedía era que pagara la dote.
-Poco, dos mil euros..-, contestó en voz baja, -pero ese no es el favor que te pido. Necesito que te las lleves para alejarlas de aquí porque si se quedan, no tengo ninguna duda que ese hombre no dudará en raptarlas-.
Acojonado, por lo que significaba, protesté airado:
-Padre, ¿me está pidiendo que me case con ellas?-.
-Sí y no. Como podrás comprender, estoy en contra de la poligamia. Lo que quiero es que participes en ese paripé para que puedas llevártelas y ya en España, podrás deshacer ese matrimonio sin dificultad. Ya he hablado con la madre y está de acuerdo a que sus hijas se vayan contigo a Madrid como tus criadas. Los dos mil euros te los devolverán trabajando en tu casa-.
Tratando de escaparme de la palabra dada, le expliqué que era improbable en tan poco espacio de tiempo que se pudiera conseguir el permiso de entrada a la Unión Europea. Ante esto, el cura me respondió:
-Por eso no te preocupes. He hablado con el arzobispo y ya ha conseguido las visas de las dos muchachas-.
El muy zorro había maniobrado a mis espaldas y había conseguido los papeles antes que yo hubiese siquiera conocido su oferta. Sabiendo que no podía negarle nada a ese hombre, le pregunté cuando tenía que responderle.
-Fernando, como te conozco y sabía que dirías que sí, he quedado con su familia que esta tarde te acompañaría a cerrar el trato-, contestó con un desparpajo que me dejó helado y antes de que pudiese quejarme, me soltó: – Por cierto, además de la dote, tienes que pagar la boda, son solo otros ochocientos  euros-.
Viéndome sin salida, acepté pero antes de despedirme, le dije:
-Padre Juan, es usted un cabrón-.
-Lo sé, hijo, pero la divina providencia te ha puesto en mi camino y quien soy yo, para comprender los designios del señor-.
La boda
Esa misma tarde en compañía del dominico, fui a ver a los tutores de las muchachas y tras un tira y afloja de cuatro horas, deposité ciento treinta mil rupias en manos de sus familiares en concepto de dote.  Al salir y debido a mi escaso conocimiento del hindú, pregunté al sacerdote cuando se suponía que iba a ser la boda.
-Como te vas el próximo lunes y las bodas duran dos días, he concertado con ellos que tendrá lugar el sábado a las doce. Saliendo de la fiesta, os llevaré en mi coche a coger el avión. No me fío del otro pretendiente. Si no te acompaño, es capaz de intentar llevárselas a la fuerza-.
Preocupado por sus palabras, le pregunté que quien era el susodicho.
-El jefe de la policía local-, me respondió y sin darle importancia, me sacó otros quinientos euros para comprar ropa a mis futuras esposas: -No querrás que vayan como pordioseras-.
Cabreado, me mantuve en silencio el resto del camino hasta mi hotel. Ese curilla además de haberme puesto en peligro, haciendo cuentas me había estafado más de seiscientas mil de las antiguas pesetas. El dinero me la traía al pario, lo que realmente me jodía era que le hubiese importado un carajo que un poli del tercer mundo, me tomara ojeriza y encima por un tema tan serio como quitarle sus mujeres. Afortunadamente, vivía en un establecimiento para occidentales, mientras me mantuviera en sus instalaciones era difícil que ese individuo intentara algo en contra mía y por eso, desde ese día hasta el viernes solo salí de él para ir al hospital y siempre acompañado de un representante de la ONG para la que trabajaba.
Ese sábado, el padre Juan se acercó al hotel una hora antes de lo que habíamos acordado. Traía un traje típico que debía ponerme junto con un turbante profusamente bordado. Conociendo de antemano lo que se esperaba de mí, me vestí y saliendo del establecimiento nos dirigimos hacia los barrios bajos de la ciudad, ya que, la ceremonia tendría lugar en la casa de su tutor. Al llegar a ese lugar, el jefe de la familia me presentó a la madre de las muchachas con las que iba a contraer matrimonio. La mujer cogiendo mi mano empezó a besarla, agradeciendo que alejara a sus hijas de su destino.
Me quedé agradablemente sorprendido al verla. Aunque avejentada, la mujer que tenía en frente no podía negar que en su juventud había sido una belleza. Vestida con un humilde sari, intuí que bajo esas telas se escondía un apetecible cuerpo.
“¡Coño!, si la madre me pone bruto, que harán las hijas”, recapacité un tanto cortado esperando que el dominico no se diese cuenta.
Haciéndonos pasar a un salón, me fueron presentando a los familiares allí congregados. Busqué a mis futuras esposas pero no las vi y siguiendo la costumbre me senté en una especie de trono que me tenían preparado. Desde allí vi entrar al gurú, el cual acercándose a mí, me roció con agua perfumada.
-Te está purificando-, me aclaró el cura al ver mi cara.
Al desconocer el ritual, le mostré mi extrañeza de no ver a las contrayentes. Soltando una carcajada el padre Juan, me soltó:
-Hasta mañana, no las verás. Lo de hoy será como tu despedida de soltero. Un banquete en honor a la familia y los vecinos. Mientras nosotros cenamos, la madre y las tías de tus prometidas estarán adornando sus cuerpos y dándoles consejos de cómo comportarse en el matrimonio-.
Sus palabras me dejaron acojonado y tratando de desentrañar su significado, le solté:
-Padre, ¿está seguro que ellas saben que es un paripé?-.
El cura no me contestó y señalando a un grupo de músicos, dijo:
-En cuanto empiece la música, vendrán los primos de las crías a sacarte a bailar. Te parecerá extraño, pero su misión es dejar agotado al novio-.
-No entiendo-.
-Así se aseguran que cuando se encuentre a solas con la novia, no sea excesivamente fogoso-.

No me dejaron responderle porque cogiéndome entre cinco o seis me llevaron en volandas hasta el medio de la pista y durante dos horas, me tuvieron dando vueltas al son de la música. Cuando ya consideraron que era suficiente, dejaron que volviera  a mi lugar y empezó el banquete. De una esquina del salón, hicieron su aparición las mujeres trayendo en sus brazos una interminable sucesión de platos que tuve que probar.

Los tíos de mis prometidas me llevaron a su mesa, tratando de congraciarse con el extranjero que iba a llevarse a sus sobrinas. Usando al cura como traductor, se vanagloriaban diciendo que las hembras de su familia eran las más bellas de la aldea. A mí, me importaba un carajo su belleza, no en vano, no guardaba en mi interior otra intención que hacerle un favor al dominico, pero haciendo gala de educación puse cara de estar interesado y con monosílabos, fui contestando a  todas sus preguntas.
El ambiente festivo se vio prolongado hasta altas horas de la madrugada, momento en que me llevaron junto al cura a una habitación aneja. Al quedarme solo con él, intenté que me aclarara mis dudas pero aduciendo que estaba cansado, me dejó con la palabra en la boca y haciendo caso omiso de mi petición, se puso a rezar.
A la mañana siguiente, el tutor de mis prometidas nos despertó temprano.  Trayendo el té, se sentó y mientras charlaba con el padre Juan, ordenó a uno de sus hijos que ayudara a vestirme. Aprovechando que los dos ancianos hablaban entre ellos, pregunté a mi ayudante por sus primas. Este sonriendo me soltó que eran diferentes a la madre y que no me preocupara.
En ese momento, no comprendí a que se refería y tratando de sonsacarle el significado, pregunté si acaso no eran guapas. Soltando una carcajada, me miró y haciendo gestos, me tranquilizó al hacerme comprender que eran dos bellezas. Creyendo entonces que se refería a que tenían mal carácter, insistí:
-¡Que va!, son dulces y obedientes-, me contestó y poniendo un gesto serio, prosiguió diciendo: -Si lo que teme es que sean tercas, la primera noche azótelas y así verán en usted la autoridad de un gurú-.
Lo salvaje del trato, al que tenían sometidas a las mujeres en esa parte del mundo, evitó que siguiera preguntando y en silencio esperé a que me terminara de vestir. Una vez ataviado con el traje de ceremonia, pasamos nuevamente al salón y de pie al lado del trono, esperé a que entraran las dos muchachas.
Un murmullo me alertó de su llegada y con curiosidad, giré mi cabeza para verlas. Precedidas de la madre y las tías, mis prometidas hicieron su aparición bajo una lluvia de pétalos. Vestidas con sendos saris dorados y con un grueso tul tapando sus rostros, las dos crías se sentaron a mi lado y sin dirigirme la mirada, esperaron a que diera inicio la ceremonia.
Antes que se sentaran, pude observar que ambas crías tenían un andar femenino y que debían medir uno sesenta y poca cosa más. Habían sido unos pocos segundos y sabiendo que debía evitar mirarlas porque sería descortés, me tuve que quedar con las ganas de saber cómo eran realmente.
Gran parte de la ceremonia discurrió sin que me enterase de nada. Dicha confusión se debía básicamente a mi mal conocimiento del Hindi, pero también a mi completa ignorancia de la cultura local y por eso en determinado momento, tuvo que ser el propio cura quién me avisara que iba a dar comienzo la parte central del ritual y que debía repetir las frases que el brahmán dijera.
Vi acercarse al  sacerdote hindú, el cual cogiendo las manos de mis prometidas, las llevó  a mis brazos y en voz alta, pronunció los votos. Al oír el primero de los votos, me quedé helado pero sabiendo que debía recitarlo, lo hice sintiendo las manos de las dos mujeres apretando mis antebrazos:
-Juntos vamos a compartir la responsabilidad de la casa-.
Aunque difería en poco del sacramento católico en cuanto al fondo, no así en la forma y preocupado por el significado de mi compromiso, en voz alta acompañé a mis prometidas mientras juraban:
-Juntos vamos a llenar nuestros corazones con fuerza y coraje-.
-Juntos vamos a prosperar y compartir nuestros bienes terrenales-.
-Juntos vamos a llenar nuestros corazones con el amor, la paz, la felicidad y los valores espirituales-
-Juntos seremos bendecidos con hijos amorosos-.
-Juntos vamos a lograr el autocontrol y la longevidad-.
Pero de los siete votos el que realmente me desconcertó fue el último. Con la voz encogida, no pude dejar de recitarlo aunque interiormente estuviese aterrorizado:
-Juntos vamos a ser los mejores amigos y eternos compañeros-.
“¡Puta madre!, a mí me da lo mismo, pero si estas crías son practicantes, han jurado ante sus dioses que se unen a mí eternamente”, pensé mientras buscaba con la mirada el rostro del cura. “Será cabrón, espero que me explique que es todo esto”.
La ceremonia y el banquete se prolongaron durante horas y por mucho que intenté hacerme una idea de las muchachas, no pude. Era la madrugada del domingo al lunes y cuando ya habían acabado los fastos y me subía en un carro tirado por caballos,  fue realmente la primera vez que pude contemplar sus caras. Levantándose el velo que les cubría, descubrí que me había casado con dos estupendos ejemplares de la raza hindú y que curiosamente me resultaban familiares. Morenas con grandes ojos negros, tanto Dhara como Samali tenían unas delicadas facciones que unidas a la profundidad de sus miradas, las convertía en dos auténticos bellezones.
Deslumbrado por la perfección de sus rasgos, les ayudé a subirse al carruaje y bajo un baño de flores, salimos rumbo a nuestro futuro. El cura había previsto todo y a los pocos metros, nos estaba esperando su coche para llevarnos directamente al aeropuerto y fue allí donde me enteré que aunque con mucho acento, ambas mujeres hablaban español al haber sido educadas en el colegio de los capuchinos.
Aprovechando el momento, me encaré con el padre Juan y cabreado, le eché en cara el haberme engañado. El dominico, con una sonrisa, me respondió que no me había estafado y que él había insistido a la madre que les dijese ese matrimonio era un engaño. Al ver mi insistencia, tuvo que admitir que no lo había tratado directamente con las dos muchachas pero que confiaba en que fueran conscientes del  trato.
-Fernando,  si tienes algún problema, llámame- me dijo poniendo en mi mano sus papeles.
La segunda sorpresa que me deparaba el haberme unido a esas mujeres fue ver sus nombres en los pasaportes, porque siguiendo la costumbre hindú sus apellidos habían desaparecido y habían adoptado los míos, así que en contra de la lógica occidental, ellas eran oficialmente Dhara y Samali Álvarez de Luján.
El viaje
En la zona de embarque, me despedí del cura y entregando los tres pasaportes a un agente, entramos en el interior del aeropuerto. No me tranquilicé hasta que pasamos el control de seguridad porque era casi imposible que un poli del tres al cuarto pudiera intentar hacer algo en la zona internacional. Como teníamos seis horas para que saliera nuestro avión, aproveché para hablar con las dos hermanas. Se las veía felices por su nuevo estado y tratándome de agradar, ambas competían en quien de las dos iba a ser la encargada de llevar las bolsas del equipaje. Tratando de hacer tiempo, recorrimos las tiendas de la terminal. Al hacerlo, vi que se quedaban encandiladas con una serie de saris que vendían en una de las tiendas y sabiendo lo difícil que iba a ser comprar algo parecido en Madrid, decidí regalárselos.
-El dueño de la casa donde viviremos ya se ha gastado bastante en la boda. Ni mi hermana ni yo los necesitamos-, me respondió la mayor, Samali, cuando le pregunté cual quería.
“El dueño de la casa donde viviremos”, tardé en entender que se refería a mí, debido a que siguiendo las normas inculcadas desde niñas, en la india las mujeres no se pueden dirigir a su marido por su nombre y para ello, usan una serie de circunloquios. Cuando caí que era yo y como no tenía ganas de discutir, me impuse diciendo:
-Si no los aceptas, me estás deshonrando. Una mujer debe de aceptar los obsequios que le son ofrecidos-.
Bajando la cabeza, me pidió perdón y junto con su hermana Dhara, empezaron a elegir entre las distintas telas. Cuando ya habían seleccionado un par de ellos, fue la pequeña la que postrándose a mis pies, me informó:
-Debemos probarnos sus regalos-.
Sin entender que era lo que quería, le pregunté:
-¿Y?-.
-Una mujer casada no puede probarse ropa en un sitio público sin la presencia de su marido-.

Comprendí que, según su mentalidad, tenía que acompañarlas al probador y completamente cortado, entré en la habitación habilitada para ello. La encargada, habituada a esa costumbre, me hizo sentar en un sillón y mientras esperaba que trajeran las prendas, me sirvió un té:

-Son muy guapas sus esposas-, dijo en un perfecto inglés,- se nota que están recién casados-.
Al llegar otra dependienta con las telas, preguntaron cuál de las dos iba a ser la primera en probarse. Dhara, la pequeña, se ofreció de voluntaria y riéndose se puso en mitad del probador. Desde mi asiento y más excitado de lo que me hubiese gustado reconocer, fui testigo de cómo las empleadas la ayudaban a retirarse el sari, dejándola únicamente con una blusa corta y pegada, llamada Choli y ropa interior. No pude dejar de reconocer que esa cría de dieciocho años era un bombón. Sus piernas largas y bien perfiladas serían la envidia de cualquier adolescente española.
Mientras su hermana se probaba la ropa, Samali, arrodillada a mi lado, le decía en hindi que no fuese tan descocada. Al ver mi cara de asombro, poniéndose seria, me dijo:
-Le aseguro que mi pequeña es pura pero es la primera vez que se prueba algo nuevo-.
-No tengo ninguna duda-, contesté sin dejar de contemplar la hermosura de su cuerpo.
Habiendo elegido los que quería quedarse, le tocó el turno a la mayor, la cual sabiéndose observada por mí, bajó la mirada, al ser desnudada. Si Dhara era impresionante, su hermana no tenía por qué envidiarla. Igual de bella pero con un par de kilos más rellenando su anatomía, era una diosa. Pechos grandes que aun ocultos por la choli, se me antojaron maravillosos y que decir de su trasero, que sin un solo gramo de grasa, era el sueño de cualquier hombre.
“Menudo panorama”, pensé al percatarme que iba a tener que convivir con esos dos portentos de la naturaleza durante algún tiempo en mi chalet del Plantío. “El padre Juan no sabe lo que ha hecho, me ha metido la tentación en casa”.
-Nuestro guía no va a tener queja de nosotras, hemos sido aleccionadas por nuestra madre-,  me explicó Dhara sacándome de mi ensoñación, -sabremos hacerle feliz-.
Al oír sus palabras y uniéndolas con el comentario de su hermana, me di cuenta que esas dos mujeres desconocían por completo el acuerdo que su progenitora había llegado con el cura. Creían que nuestro matrimonio era real y que ellas iban a España en calidad de esposas con todo lo que significaba. Asustado por las dimensiones del embrollo en el que me había metido, decidí que nada más llegar a Madrid, iba a dejárselo claro.
Al pagar e intentar coger las bolsas con las compras, las hermanas se me adelantaron. Recordé que era la mujer quien cargaba la compra en la India y por eso, no hice ningún intento de quitárselas y recorriendo el pasillo del aeropuerto, busqué un restaurante donde comer. Conociendo sus hábitos vegetarianos y no queriendo parecer un animal sin alma, elegí un restaurante hindú en vez de meterme en un Burger, que era lo que realmente me apetecía.
“Cómo echo de menos un buen entrecot”, pensé al darme el camarero la carta.
Al no saber qué era lo que esas niñas comían, decidí que lo más sencillo era que ellas pidieran  pero sabiendo sus reparos medievales, dije a la mayor, si es que se puede llamar así a una cría de veinte años:
-Samali, no me apetece elegir. Quiero que lo hagas tú-.
La joven se quedó petrificada, no sabiendo que hacer. Tras unos momentos de confusión y después de repasar cuidadosamente el menú, me contestó:
-Espero que sea del agrado del cabeza de nuestra familia, mi elección-, tras lo cual llamando al empleado, le pidió un montón de platos.
El pobre hombre al ver la cantidad de comida que le estaba pidiendo, dirigiéndose a mí, me informó:
-Temo que es mucho. No podrán terminarlo-.
Había puesto a la muchacha en un brete sin darme cuenta. Si pedía poca cantidad y me quedaba con hambre, podría castigarla. Y en cambio sí se pasaba, podría ver en ello una ligereza impropia de una buena ama de casa. Sabiendo que no podía quitarle la palabra, una vez se la había dado, tranquilicé al empleado y le ordené que trajera lo que se le había pedido. Solo me di cuenta de la barbaridad de lo encargado, cuando lo trajo a la mesa. Al no quedarme más remedio, decidí que tenía que terminarlo. Una hora más tarde y con ganas de vomitar, conseguí acabármelo ante la mirada pasmada de todo el restaurant.
Mi acto no pasó inadvertido y susurrándome al oído, Samali me dijo:
-Gracias, sé que lo ha hecho para no dejarme en ridículo-, y por vez primera, esa mujer hizo algo que estaba prohibido en su tierra natal, tiernamente cogió mi mano en público.
No me cupo ninguna duda que ese sencillo gesto, hubiese levantado ampollas en su ciudad natal, donde cualquier tipo de demostración de cariño estaba vedado fuera de los límites del hogar. Sabiendo que no podía devolvérselo sin avergonzarla, pagué la cuenta y me dirigí hacia la puerta de embarque. Al llegar pude notar el nerviosismo de mis acompañantes, al preguntarles por ello, Dhara me contestó:
-Hasta hoy, no habíamos visto de cerca un avión-.
Su mundo se limitaba a la dimensión de su aldea y que todo lo que estaba sintiendo las tenía desbordadas, por eso, las tranquilicé diciendo que era como montarse en un autobús, pero que en vez de ir por una carretera iba surcando el cielo. Ambas escucharon mis explicaciones en silencio y pegándose a mí, me acompañaron al interior del aeroplano. Al ser un vuelo tan pesado, decidí con buen criterio sacar billetes de primera pero lo que no me esperaba es que fuese casi vacío, de forma que estábamos solos en el compartimento de lujo. Aunque teníamos a nuestra disposición muchos asientos, las muchachas esperaron que me sentara y entonces se acomodaron cada una a un lado.
Como para ellas todo era nuevo, les tuve que explicar no solo donde estaba el baño sino también como abrocharse los cinturones. Al trabar el de Dhara, mi mano rozó la piel de su abdomen y la muchacha lejos de retirarse, me miró con deseo. Incapaz de articular palabra, no pude disculparme pero al ir a repetir la operación con su hermana, ésta cogiendo mi mano la pasó por su ombligo, mientras me decía:
-Un buen maestro repite sus enseñanzas-.
Ni que decir tiene que saltando como un resorte, mi sexo reaccionó despertando de su letargo. Las mujeres al observarlo se rieron calladamente, intercambiando entre ellas una mirada de complicidad.  Avergonzado porque me hubiesen descubierto, no dije nada y cambiando de tema, les conté a que me dedicaba.
Tanto Samali como Dhara se quedaron encantadas de saber que el hombre con el que se habían desposado era un médico porque según ellas así ningún otro hombre iba a necesitar verlas desnudas. Solo imaginarme ver a esa dos preciosidades como las trajo Dios al mundo, volvió a alborotar mi entrepierna. La mayor de las dos sin dejar de sonreír, me explicó que tenía frio.
Tonto de mí, no me di cuenta de que pretendía y cayendo en su trampa, pedí a la azafata que nos trajera unas mantas. Las muchachas esperaron que las tapara y que no hubiese nadie en el compartimento, para pegarse a mí y por debajo de la tela, empezaron a acariciarme. No me esperaba esos arrumacos y por eso no fui capaz de reaccionar, cuando sentí que sus manos bajaban mi cremallera liberando mi pene de su encierro y entre las dos me empezaron a masturbar. Al tratar de protestar, Dhara poniendo su dedo en mi boca, me susurró:
-Déjenos-.
Los mimos de las hermanas no tardaron en elevar hasta las mayores cotas de excitación a mi hambriento sexo, tras lo cual desabrochándose las blusas, me ofrecieron sus pechos para que jugase yo también. Mis dedos recorrieron sus senos desnudos para descubrir que como había previsto eran impresionantemente firmes y suaves. Solo la presencia cercana de la empleada de la aerolínea evitó que me los llevara a la boca. Ellas al percibir mi calentura, acelerando el ritmo de sus caricias y cuando ya estaba a punto de eyacular, tras una breve conversación entre ellas, vi como Samali desaparecía bajo la manta. No tardé en sentir sus labios sobre mi glande. Sin hacer ruido, la mujer se introdujo mi sexo en su garganta mientras su hermana me masajeaba suavemente mis testículos.
Era un camino sin retorno, al sentir que el clímax se acercaba, metí mi mano por debajo de su Sari y sin ningún recato, me apoderé de su trasero. Sus duras nalgas fueron el acicate que me faltaba para explotar en su boca. La muchacha al sentir que me vaciaba, cerró sus labios y golosamente se bebió el producto de mi lujuria. Tras lo cual, saliendo de la manta, me dio su primer beso en los labios y mientras se acomodaba la ropa, me dijo:
-Gracias-.
Anonadado comprendí que si antes de despegar esas dos bellezas ya me habían hecho una mamada, difícilmente al llegar a Madrid iba a cumplir con lo pactado. Las siguientes quince horas encerrado en el avión, iba a ser una prueba imposible de superar. Aun así con la poca decencia que me quedaba, decidí que una vez en casa darles la libertad de elegir. No quería que fuera algo obligado el estar conmigo.
Tratando de comprender su comportamiento, les pregunté por su vida antes de conocerme. Sus respuestas me dejaron helado, por lo visto, su madre al quedarse viuda no tuvo más remedio para sacarlas adelante que ponerse a limpiar en la casa del policía que las pretendía. Ese hombre era tan mal bicho que a la semana de tenerla trabajando, al llegar una mañana, la violó para posteriormente ponerla a trabajar en un burdel.
Con lágrimas en los ojos, me explicaron que como necesitaba el dinero y nadie le daba otro trabajo, no lo había denunciado. Todo el mundo en el pueblo sabía lo sucedido y a que se dedicaba y por eso la pobre mujer las había mandado al colegio de los monjes dominicos. Al alejarlas de su lado, evitaba que sufrieran el escarnio de sus vecinos pero sobre todo las apartaba de ese mal nacido.
“Menuda vida” pensé disculpando la encerrona del cura. El santurrón había visto en mí, una vía para que esas dos niñas no terminaran prostituyéndose como la madre. Cogiéndoles las manos, les prometí que en Madrid, nadie iba a forzales a nada. No había acabado de decírselo, cuando con voz seria Dhara me replicó:
-El futuro padre de nuestros hijos no necesitará obligarnos, nosotras les serviremos encantadas, pero si no le cuidamos adecuadamente es su deber hacérnoslo saber y castigarnos-
La sumisión que reflejaba sus palabras no fue lo que me paralizó, sino como se había referido a mi persona. Esas dos crías tenían asumido plenamente que yo era su hombre y no les cabía duda alguna que sus vientres serían germinados con mi semen. Esa idea, que hasta hacía unas pocas horas me parecía inverosímil, me pareció atrayente y en vez de rectificarla, lo dejé estar. Samali que era la más inteligente de las dos, se dio cuenta de mi silencio y malinterpretándolo, llorando me preguntó:
-¿No nos venderá al llegar a su país?-.
Al escucharla comprendí su miedo, y acariciando su mejilla, respondí:
-Jamás haría algo semejante. Vuestro sufrimiento se ha acabado, me comprometí a cuidaros  y solo me separaré de vosotras, si así me lo pedís-.
Escandalizadas, me contestaron al unísono:
-Eso no ocurrirá, hemos jurado ser sus eternas compañeras y así será-.

Aunque eso significaba unirme de por vida a ellas, escuché con satisfacción sus palabras, tras lo cual les sugerí que descansaran porque el viaje era largo. La más pequeña acurrucándose a mi lado, me dijo al oído mientras su mano volvía a acariciar mi entrepierna:

-Mi hermana ya ha probado su virilidad y no es bueno que haya diferencias-.
Solté una carcajada al oírla. Aunque me apetecía, dos mamadas antes de despegar era demasiado y por eso pasando mi mano por su pecho le contesté:
-Tenemos toda una vida para lo hagas-.
Poniendo un puchero pero satisfecha de mis palabras, posó su cabeza en mi hombro e intentó conciliar el sueño. Su hermana se quedó pensativa y después de unos minutos, no pudo contener su curiosidad y me soltó:
-Disculpe que le pregunte, ¿tendremos que compartir marido con alguna otra mujer?-.
Tomándome una pequeña venganza hice como si no hubiese escuchado y así dejarla con la duda.  El resto del viaje pasó con normalidad y no fue hasta que el piloto nos informó que íbamos a aterrizar cuando despertándolas les expliqué  que no tenía ninguna mujer. También les pedí que, como en España estaba prohibida la poligamia, al pasar por el control de pasaportes y aprovechando que en nuestros pasaportes teníamos los mismos apellidos, lo mejor era decir que éramos hermanos por adopción. Las muchachas, nada más terminar, me dijeron que, si les preguntaban, confirmarían mis palabras.
-Sé que es raro pero buscaré un abogado para buscar la forma de legalizar nuestra unión-.
Dhara, al oírme, me dio un beso en los labios, lo que provocó que su hermana, viendo que la azafata pululaba por el pasillo, le echase una bronca por  hacerlo en público.
“Qué curioso”, pensé, “no puso ningún reparo a tomar en su boca mi sexo y en cambio se escandaliza de una demostración de cariño”.
Al salir del avión y recorrer los pasillos del aeropuerto, me percaté que la gente se volteaba a vernos.
“No están acostumbrados a ver a mujeres vestidas de sari”, me dije en un principio pero al mirarlas andar a mi lado, cambié de opinión; lo que realmente pasaba es que eran un par de bellezas. Orgulloso de ellas, llegué al  mostrador y al dar nuestros pasaportes al policía, su actitud hizo que mi opinión se confirmara. Embobado, selló las visas sin apenas fijarse en los papeles que tenía enfrente porque su atención se centraba exclusivamente en ellas.
-Están casadas-, solté al agente, el cual sabiendo que le había pillado, se disculpó y sin más trámite, nos dejó pasar.
Samali, viendo mi enfado, me preguntó qué había pasado  y al explicarle el motivo, se sonrió y excusándolo, dijo:
-No se debe haber fijado en que llevamos el  bindi rojo-.
Al explicarle que nadie en España sabía que el lunar rojo de su frente significaba que estaba casada, me miró alucinada y me preguntó que como se distinguía a una mujer casada. Como no tenía ganas de explayarme, señalando el anillo de una mujer, le conté que al casarse los novios comparten alianzas. Su reacción me cogió desprevenido, poniéndose roja como un tomate, me rogó que les compraras uno a cada una, porque no quería que pensaran mal de ellas.
-No te entiendo-, dije.
-No es correcto que dos mujeres vayan con un hombre por la calle sino es su marido o que  en el caso que estén solteras, éste no sea un familiar-.
Viendo que desde su punto de vista, tenía razón, prometí que los encargaría.
Al llegar a la sala de recogida de equipajes, con satisfacción, comprobé que nuestras maletas ya habían llegado y tras cargarlas en un carrito, nos dirigimos hacia la salida.  Nadie nos paró en la aduana, de manera que en menos de cinco minutos habíamos salidos y nos pusimos en la cola del Taxi. Estaba charlando animadamente con las dos hermanas cuando, sin previo aviso, alguien me tapó los ojos con sus manos. Al darme la vuelta, me encontré de frente con María, una vieja amiga de la infancia, la que sin percatarse que estaba acompañado, me dio dos besos y me preguntó que cuando había vuelto.
-Ahora mismo estoy aterrizando-, contesté.
-¡Qué maravilla!, ahora tengo prisa pero tenemos que hablar, ¿Por qué no me invitas a cenar el viernes en tu casa? y así nos ponemos al día.
-Hecho- respondí sin darme cuenta al despedirme que ni siquiera le había presentado a mis acompañantes.
Las muchachas que se habían quedado al margen de la conversación,  estaban enfadadas. Sus caras reflejaban el cabreo que sentían pero, realmente no  reparé en cuanto, hasta que oí a Dhara decir a su hermana en español para que yo me enterara:
-¿Has visto a esa mujer?, ¿quién se cree que es para besar a nuestro marido y encima auto invitarse a casa?-.
Al ver que estaba celosa, estuve a punto de intervenir cuando para terminarla de joder, escuché la contestación de su hermana:
-Debe de ser su prima porque, si no lo es, este viernes escupiré en su sopa-.
“Mejor me callo”, pensé al verlas tan indignadas y subiéndonos a un taxi, le pedí al conductor que nos llevara a casa pero que en vez de circunvalar Madrid, lo cruzara porque quería que las muchachas vieran mi ciudad natal. Con una a cada lado, fui explicándoles nuestro camino. Ellas no salían de su asombro al ver los edificios y la limpieza de las calles, pero contra toda lógica lo único que me preguntaron era porque había tan pocas bicicletas y que donde estaban los niños.
Solté una carcajada al escucharlas, tras lo cual, les conté que en España no había tanta costumbre de pedalear como en la India y que  si no veían niños, no era porque los hubieran escondido sino porque no había.
-La pareja española tiene un promedio de 1.8 niños. Es una sociedad de viejos-, les dije recalcando mis palabras.
Dhara hablando en hindi, le dijo algo a Samali que no entendí pero que la hizo sonreír. Cuando pregunté que había dicho, la pequeña avergonzada respondió:

-No se enfade conmigo, era un broma. Le dije a mi hermana que los españoles eran unos vagos pero que estaba segura que el padre de nuestros futuros hijos iba pedalear mucho nuestras bicicletas.

 Ante semejante burrada, ni siquiera el taxista se pudo contener y juntos soltamos una carcajada.  Al ver que no me había disgustado, las dos hermanas se unieron a nuestras risas y durante un buen rato un ambiente festivo se adueñó del automóvil. Ya estábamos cogiendo la autopista de la Coruña cuando les expliqué que vivía en un pequeño chalet cerca de donde estábamos. Asintiendo, Samali me preguntó si tenía tierra donde cultivar porque a ella le encantaría tener una huerta. Al contestarle que no hacía falta porque en Madrid se podía comprar comida en cualquier lado, ella me respondió:
-No es lo mismo, Shakti favorece con sus dones a quien hace germinar al campo-, respondió haciendo referencia a la diosa de la fertilidad.
“O tengo cuidado, o estas dos me dan un equipo de futbol”, pensé al recapacitar en todas las veces que habían hecho aludido al tema.
Estaba todavía reflexionando sobre ello, cuando el taxista paró en frente de mi casa. Sacando dinero de mi cartera, le pagué. Al bajarme y sacar el equipaje, vi que las muchachas lloraban.
-¿Qué os ocurre?-, pregunté.
-Estamos felices al ver nuestro hogar. Nuestra madre vive en una casa de madera y jamás supusimos que nuestro destino era vivir en una casa de piedra-.
Incómodo por su reacción, abriendo la puerta de la casa y mientras metía el equipaje,  les dije que pasaran pero ellas se mantuvieron fuera. Viendo que algo les pasaba, les pregunté que era:
-Hemos visto películas occidentales y estamos esperando que nuestro marido nos coja en sus brazos para entrar-.
Su ocurrencia me hizo gracia y cargando primero a Samali, la llevé hasta el salón, para acto seguido volver a por su hermana.  Una vez los tres reunidos, las dos muchachas no dejaban de mirar a su alrededor completamente deslumbradas, por lo que para darles tiempo a similar su nueva vida, les enseñé la casa. Sirviéndoles de guía las fui llevando por el jardín, la cocina y demás habitaciones  pero lo que realmente les impresionó fue mi cuarto, por lo visto jamás habían visto una King Size y menos una bañera con jacuzzi. Verlas al lado de mi cama, sin saber qué hacer, fue lo que me motivó a abrazarlas. Las dos hermanas pegándose a mí, me colmaron de besos y de caricias pero cuando ya creía que íbamos a acabar acostándonos, la mayor, arrodillándose a mis pies, dijo:
-Disculpe nuestro amado. Hoy va a ser la noche más importante de nuestras vidas pero antes  tenemos que preparar, como marca la tradición, el lecho donde nos va a convertir en mujeres plenas-.
“¡Mierda con la puta tradición!”, refunfuñé en mi interior pero como no quería parecer insensible, le pregunté si necesitaban algo.
Samali me dijo si había alguna tienda donde vendieran flores. Al contestarle que sí, me pidió si podía llevar a su hermana a elegir unos cuantos ramos porque era muy importante para ellas. No me pude negar porque aún cansado, la perspectiva de tenerlas en mis brazos era suficiente para dar la vuelta al mundo.  Al subirme en el coche con Dhara, ella coquetamente esperó a que le abrochase el cinturón, momento que aproveché para acariciarle el pecho. Al no haber público, la muchacha no solo se dejó hacer sino que despojándose de su blusa, me los ofreció diciendo:
-Son suyos-.
Su mirada inocente me hizo ser tierno y cogiéndolos en mis manos, los acaricié antes de llevar mi lengua a ellos. Su piel morena  realzaba la belleza de sus senos. Con el tamaño y la firmeza exacta, esperaron mis mimos. Al juguetear con mi lengua en su aureola, su dueña emitió un gemido confirmando su deseo y asiendo su pezón entre mis dedos, lo encontré dispuesto. Sin más dilación, me lo metí en la boca. La muchacha, completamente entregada, puso su otro pecho a mi alcance mientras acariciaba con su otra mano mi entrepierna. Mi sexo reaccionó irguiéndose, momento que Dhara aprovechó para, sin ningún recato, con su mirada pedirme permiso.
Le respondí acomodándome.
La joven se puso de rodillas sobre su asiento y deslizándose sobre mi cuerpo, pasó su lengua sobre las comisuras de mi glande antes de con una sensualidad imposible de describir, irse introduciendo lentamente mi sexo en su boca. La lentitud con la que lo hizo, me permitió sentir la frescura de sus labios recorriendo  cada porción de la piel de mi pene. Increíblemente, no paró hasta que su garganta absorbió por completo toda mi extensión y entonces usando su boca como si de su sexo se tratara, empezó con un suave vaivén que me hizo suspirar.
Al comprobar que me gustaba, aceleró su ritmo lentamente mientras con sus dedos masajeaba mis testículos. La cadencia de sus movimientos se fue convirtiendo en desenfrenada y sin poderme aguantar, eyaculé en su interior. La muchacha no se quedó satisfecha hasta que  consiguió exprimir la última gota de mi sexo y solo entonces, dándome un beso, me hizo probar el sabor de mi semen. Si no llega a ser porque nos esperaban y sobre todo porque cuando la poseyera debía de hacerlo siguiendo sus reglas, juro que allí mismo la hubiese hecho el amor. Menos mal que la poca coherencia que me quedaba me obligó a separarla y decirle que debíamos irnos.
Dhara, sonriendo, me susurró:
-Mi hermana y yo, ya estamos en paz. Estoy deseando contarle que tiene razón-.
-¿Razón?-.
-En el avión, después de probarla, me dijo que  el sabor de la simiente de nuestro marido era un manjar-.
Confuso por la confesión de la muchacha, encendí el coche. El camino hasta el centro comercial me sirvió para recapacitar sobre la actitud de las muchachas sobre el sexo. Por su educación, puertas afuera eran unas mojigatas, pero bajo el amparo del hogar, esas crías se estaban mostrando como unas amantes insaciables.
“A este paso, voy a tener que agenciarme una tonelada de Viagra”.
Ya en el centro comercial, la muchacha se agenció de todas las rosas que había en la floristería y al pasar por una frutería, me preguntó si teníamos comida en la casa. Como le contesté que no, cogiéndome del brazo, entró en el local y como niña con zapatos nuevos, lleno medio carrito con diferentes frutas y verduras.
Había pasado  una hora desde que salimos del chalet. Al llegar, Samali nos saludó en la entrada al modo tradicional, uniendo las manos y arrodillándose, tras quitarme los zapatos, me puso unas babuchas que había sacado de mi equipaje. Ese acto de sumisión inaudita a los ojos de una occidental, ella lo realizó con una sonrisa de satisfacción en su cara, no en vano la habían educado para servir y por primera vez se lo hacía a alguien que consideraba propio, su marido. Mirándola, descubrí que iba descalza.
Dhara, al entrar con las compras, se quitó sus sandalias dejándolas a un lado de la puerta y corriendo, se fue a la cocina. Sus movimientos denotaban una femineidad difícil de encontrar en las occidentales.  A su hermana, no le pasó desapercibida la forma en que miré a la muchacha cuando salía y un poco celosa, me dijo:
-Mi hermana es muy hermosa-.
Sabiendo que a las hindúes les encantan los piropos pero que no podía caer en la grosería de menospreciar a una para ensalzar a otra, respondí  mientras acariciaba su mejilla:
-Sí, pero ¿qué es más bello, una flor o un colibrí?-.
Al oírme, se sonrojó. En ese momento no caí en la cuenta que en la India, ese pajarillo era el ave del amor y que mis palabras, eran una declaración en toda regla. Al no estar habituada a ese tipo de galanterías, se puso nerviosa y tratando de devolverme el piropo, me soltó:
-Nuestro marido es un búfalo-.
Aunque sabía por mi estancia en ese país que ese animal era considerado casi un Dios al ser  el motor de su economía, ya que, se usaba para arar las tierras y sus excrementos eran el único abono que disponían, no pude evitar reírme y contestarle:
-Espero que no sea por los cuernos-.
La cría no me entendió y cuando, recalcándole que era broma, le expliqué el significado en español, se echó a reír pidiéndome perdón. Siguiendo con la burla, la cogí en mis brazos y sentándome en el sofá, empecé a darle azotes en su trasero. Samali, muerta de risa, empezó a dar gritos como si la estuviera matando. Su hermana al oírnos, vino corriendo y al enterarse del motivo del supuesto castigo, se unió a nosotros haciéndole cosquillas. Lo que había empezado siendo un juego se fue transformando y a los pocos segundos, se volvió un maremágnum de besos y caricias.  Nuestros tres cuerpos se fueron entrelazando en un ritual de apareamiento.  Cuando ya estábamos a punto de perder el control, Samali, susurrándome al oído, dijo:
-Vamos a nuestro cuarto-.
Cogiendo sus manos, las llevé a mi habitación donde me encontré que no solo olía a incienso sino, que decorando la cama, las sábanas  estaban  repletas de pétalos de rosa.
Nada más entrar, las hermanas a empujones me llevaron hasta el baño, donde habían preparado la bañera y con ternura, me desnudaron. Tras lo cual, me pidieron  me metiera en el agua. Ni que decir tiene que, en ese instante, me encontraba excitado. Las dos mujeres haciendo caso omiso a mi erección, disfrutando como niñas, me lavaron el pelo mientras no paraban de reír. Demostrando una alegría desbordante, se dedicaron a enjabonarme todo el cuerpo, dando énfasis a mi entrepierna. Una vez habían decidido que ya estaba limpio, me sacaron de la tina y se dedicaron a secarme, para acto seguido, ponerme una especie de camisola larga muy típica en su país.
Sabiendo que debía de seguir sus instrucciones, dejé que me tumbaran en la cama. Las hermanas despidiéndose, me dijeron que volvían enseguida. Durante cinco minutos esperé su vuelta. Cinco minutos que me parecieron eternos. Cuando ya estaba desesperado, las vi aparecer por la puerta. Se habían cambiado de ropa y volvían únicamente vestidas con un sencillo camisón transparente que me permitió ver sus cuerpos sin ninguna cortapisa. Me quedé sin aliento al comprobar que no sabía cuál era más atractiva, si la traviesa y delicada Dhara o la sensual y madura Samali.
Como los preliminares eran importantes, me levanté y las besé. La boca de la mayor me recibió con gozo mientras su dueña pegaba su pubis contra mi sexo. Envalentonado, atraje a la menor y uniendo sus labios a los nuestros,  nuestras tres lenguas se entrelazaron sin importar a quien pertenecían. Entre tanto, mis manos como si tuviesen vida propia fueron de un trasero a otro obligándolas a fundirse todavía más en el abrazo. Separando a Samali, deslicé los tirantes de su camisón, dejándolo caer al suelo. Sus pechos perfectos parecían llamarme y acercando mi boca,  jugueteé con su aureola. Ésta se erizó al sentir la humedad de mi lengua recorriendo sus bordes. Viendo que Dhara se quedaba aislada, le ofrecí el otro pecho. La muchacha, mirando a la mayor, le pidió permiso. Al concedérselo con un gemido, imitándome cogió el seno entre sus manos y metiéndose el pezón entre los dientes, lo mordisqueó suavemente y entre los dos, provocamos que un sollozo de deseo saliera de la garganta de nuestra víctima.
Comprendiendo que eran dos, mis mujeres, sin dejar de abrazar a Samali, besé a la pequeña. Ésta al sentir que le hacía caso, ella misma se bajó el camisón e izando sus pechos, casi adolescentes,  con sus manos, nos los dio como ofrenda. Sin pausa,  dos bocas mamaron de los negros pezones de esa cría, la cual, en contraste con la serenidad de la hermana, gritó su placer mientras restregaba su sexo contra el mío.
La excitación de los tres era patente y por eso llevándolas a la cama, las deposité lentamente en las sabanas. Completamente desnudas, mis mujeres me llamaron a su lado. Tardé unos instantes en desnudarme porque era incapaz de apartar la mirada de ellas. Nada de lo que me había ocurrido en la vida, podía compararse a la visión de ese par de bellezas hambrientas de deseo emplazándome a apagar el fuego de sus cuerpos.
Al despojarme de la camisola, las dos hermanas contemplaron mi pene erguido con una mezcla de temor y esperanza. Fue Samali la que, abriendo un hueco entre las dos, me rogó que lo rellenara con mi cuerpo. Deseando ser capaz de satisfacer las ansias de ambas, me tumbé a su lado. Las dos hermanas pegándose a mí, me colmaron de besos mientras sus manos recorrían mi piel. No es fácil de narrar, lo que ocurrió a posterior. Dhara y su hermana completamente embebidas de pasión y usándome como soporte, empezaron a restregar sus sexos contra mis piernas, tratando de calmar la calentura que les poseía.
Sus maniobras lejos de apaciguar su fiebre, la incrementó, mojando mis pantorrillas con su flujo. El roce de sus senos contra mi  pecho me estaba llevando a un grado de excitación que creí que iba a hacer que me corriera por lo que,separándolas, tumbé boca arriba a la mayor y mientras mis besos recorrían sus muslos, le pedí a Dhara que se ocupara de sus pechos. Ella, no solo se apoderó de sus pechos sino que separando con los dedos los labios de Samali, me ofreció su virginal sexo. Acercando lentamente mi lengua a mi meta, probé de su néctar antes de concentrarme en su clítoris.  Al sentir  mi apéndice sobre su botón, la morena se corrió en mi boca. No contento con su entrega, proseguí con mis caricias recorriendo los pliegues de su sexo.
Incapaz de contenerse, poniendo su mano sobre mi cabeza, forzó el contacto. Su sabor oriental impregnó mis papilas, reafirmando mi erección. Como si su cueva fuera una fuente y yo un náufrago, bebí del manantial que se me ofrecía, lo que prolongó su éxtasis. La pequeña de las dos, entretanto y sin dejar de acariciar sus pechos, llevó su mano a su propio sexo y   se empezó a masturbar.
Un chillido de placer de Samali, me confirmó que estaba dispuesta, por lo que, acerqué mi glande a su excitado orificio. Ella al experimentarlo, moviendo sus caderas, me pidió que la tomara. Sabiendo que no me bastaba con ganar la batalla sino que tenía que asolar sus defensas, me entretuve rozando la cabeza de mi pene en su entrada, sin meterla. Cuando la vi pellizcarse los pezones, decidí que era el momento y forzando su himen, fui introduciendo mi extensión en su interior.
La muchacha gritó por su virginidad perdida pero, reponiéndose rápidamente, violentó mi penetración con un movimiento de sus caderas. Con lágrimas en los ojos, volvió a correrse. La humedad de su cueva sobre mi pene facilitó mis maniobras y casi sin oposición la cabeza de mi sexo chocó contra la pared de su vagina, rellenándola por completo. Su hermana pegándose a mi espalda, siguió mis movimientos como si fuéramos los dos quienes estuvieran desvirgándola. Mi cuerpo me pedía que precipitara mis movimientos pero mi mente lo prohibió, dejando solo que paulatinamente fuese acelerando la cadencia. La lentitud de mis penetraciones llevaron a un estado de locura a la mujer y clavando sus uñas en mi trasero, me exigió incrementara el ritmo.  Dhara, tan excitada como la otra, tumbándose a un lado llevó mi mano a su sexo y gimiendo me imploró que la tocara.
Samali al oírlo, cambió sus pechos por el sexo de su hermana e imprimiendo  a su mano una velocidad endiablada, torturó su clítoris. Al ver que mi otra mujer estaba siendo consolada, agarrándola de los hombros, llevé al máximo la velocidad de mis embestidas. Fue entonces cuando al percatarme que el placer me estaba empezando a dominar, pasé una de las manos al pecho de la pequeña y estrujándolo, me corrí sembrando con mi simiente el interior de la mayor. Ésta al sentir que estaba eyaculando, nuevamente entre gritos, se corrió.
Dhara al confirmar que me separaba de Samali, cogiendo uno de los camisones, lo pasó por  la entrepierna de su hermana y satisfecha me lo dio, diciendo:
-Era niña y ahora es mujer-, y sin darme un minuto de pausa, arrodillándose frente a mí, intentó reanimar a mi adolorido sexo.
Cansado me tumbé al lado de la  mayor. Al verme,  su hermana aprovechó mi postura para acercar su sexo a mi cara. Sin hacerme de rogar separé sus hincados labios y sacando la lengua, jugueteé con sus pliegues mientras me reponía. La cría gimió al sentirlo y agachándose sobre mi cuerpo, acogió en su boca mi pene todavía morcillón. Envalentonado, mordí su clítoris mientras le daba un azote. Mi acción tuvo como resultado que como si fuera un grifo de su sexo manara su placer. Su sabor agridulce inundó mi paladar y buscando el placer de la muchacha, intenté meter la lengua en su interior. Ella al experimentar que había hoyado su secreto, no pudo más y se derramó sobre mi boca. Samali, ya repuesta e incorporándose, ayudó a su hermana en su labor.
Percatarme que eran dos bocas las que alternativamente se engullían mi pene, fue el último empujón que necesitó éste para erguirse a su máxima expresión.
La mayor de las dos, viendo que estaba ya preparado, ordenó a su hermana que cambiara de postura y cogiendo mi extensión entre sus manos, apuntó al sexo de Dhara. Ella, poniéndose a horcajadas sobre mí, fue lentamente empalándose sin dejar de gemir. Si el conducto de Samali era estrecho, el de ella lo era aún más y por eso tardé una eternidad en llenarlo por completo. La muchacha buscando conseguirlo, izaba y bajaba su pequeño cuerpo, consiguiendo que, en cada ocasión, un poco más de mi miembro se embutiera en su interior. Su hermana intentando hacer más placentero su tortura, comenzó a lamer sus pezones mientras masajeaba el clítoris de la cría.
No sé si fue a consecuencia de ello o que la muchacha al fin consiguió relajar sus músculos, pero fue entonces cuando la base de mi pene entró en contacto con su breve mata de pelos. Si hasta ese momento, la penetración había sido dolorosa, cuando se hubo acostumbrado a tenerla en su seno, Dhara se convirtió en una máquina y retorciendo su delicada anatomía buscó un placer que le fue dado una y otra vez.

Resultó ser multiorgásmica y unió un clímax con el siguiente. Samali viendo que su pequeña estaba disfrutando, aprovechó para darme de mamar. Como un obseso, me así a sus pechos mientras mi pene seguía siendo violado por la batidora en que se había convertido el sexo de la morenita. La excitación acumulada me venció e incorporándome sin sacársela, le clavé repetidamente mi estoque hasta lo más profundo de su cuerpo. Dhara se vio desbordada por el placer y soltando un grito, se corrió por última vez cayendo desplomada sobre las sabanas. Su desmayo no me importó, al contrario, al verla tirada, aumenté el ritmo de mis estocadas. No tardé en experimentar un gran orgasmo, bañando con mi semen la pequeña vagina.

Agotado por el esfuerzo, me dejé caer sobre la cama. Samali imitando a su hermana, me mostró el rastro de sangre sobre las sabanas y abrazándose a mí, susurró a mi oído:
-Éramos niñas y ahora somos TUS mujeres-.
Soltando una carcajada, las abracé mientras recordaba la razón por la cual esas dos jovencitas compartían mi lecho.
“Cuando se entere el padre Juan de lo que he hecho, me va a matar”, y riendo, pensé, “¡Que se joda!. Si quería alejarlas del prostíbulo, ¡lo ha conseguido! aunque ello signifique que las ha metido en mi cama”.

Relato erótico; “Mi obsesión por el culo de la profesora de mi hija” (POR GOLFO)

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El culo de la profesora.

No había padre que no volteara a ver el culo de esa profesora. Desde que mi hija entrara en la escuela, cada vez que iba a recogerla, no podía dejar de aprovechar la ocasión para echar una mirada a ese primor de trasero. Durante dos años, me había hecho multitud de pajas en su honor. No solo era  grande y duro, lo que en verdad enloquecía a los hombres era su manera de menearlo. Consciente y orgullosa de ser la dueña de semejante monumento, Patricia lo exhibía sin disimulo, vistiendo diminutas minifaldas y todavía más exiguos shorts.  Nadie era inmune. A todos, y yo no podía ser una excepción, se nos hacía agua la boca al disfrutar de la visión de esa morena cuando, con una sonrisa, nos entregaba a nuestros hijos.
Era joven, no tenía más que veinticinco años y aun así desprendía una madurez que te cautivaba. Con un culo espectacular, una cara preciosa, para colmo, la naturaleza le había dotado de unos pechos que te invitaban a meter la cabeza entre ellos. En resumen, esa muchacha era una mujer de bandera, de esas que adoran los padres y ponen celosas a las madres de todo el que tenga la suerte de ser su amigo.
Como mi niña era buena estudiante, nunca tuve que ir a verla, es más, creo que, si hiciera memoria, jamás hasta ese día, había cruzado cinco palabras seguidas con ella y por eso me sorprendió que, una tarde, la cuidadora de mi hija me entregara una nota suya. Extrañado, abrí el sobre donde me mandaba el mensaje. Al leerlo vi que lejos de ser una reprimenda a su  alumna, la profesora me decía que estaba impresionada de la capacidad de María y que quería saber si podía pasarme, por el colegio,  ese lunes a las tres.
Ni que decir tiene que le metí a mi chavala en su mochila una breve nota mía, confirmando la cita. Sin saber qué era lo que quería, no le di demasiada importancia, mandándolo al baúl de los recuerdos y no volví a pensar en ello hasta el día de la entrevista. Esa mañana al recordar que tenía que ir a verla, me vestí con mis mejores galas y hecho un pincel, fui a verla.
Al llegar, me dirigí directamente a la sala de profesores. Estaba cabreado conmigo mismo al darme cuenta que me estaba poniendo nervioso por el mero hecho de hablar con ella.
“Joder, Alberto, que no eres un crio”, me decía tratando de calmarme, “a tus treinta y cinco años no puedes ser tan idiota de alterarte por la idea de ver a esa mujer”.
Por mucho que lo intenté, seguía temblando como un flan, cuando toqué la puerta. Desde dentro, la profesora me pidió que pasara. Al entrar, me tranquilicé al ver que no se levantaba de la mesa, ya que así, no tendría que sufrir la tentación de verla en pie.
-Siéntese, por favor- dijo casi sin levantar la mirada del expediente que estaba leyendo. Su voz gruesa, casi masculina, era quizás más subyugante que su trasero y nuevamente excitado, tomé asiento.
Tardó todavía dos minutos en hacerme caso, ciento veinte segundos que solo sirvieron para incrementar mi deseo al darme la oportunidad de dar un rápido repaso a esa anatomía de película. Patricia se había puesto para la ocasión una escotada blusa que dejaba entrever las sensuales formas de su pecho.
“Mierda”, exclamé mentalmente al sentir que bajo mi pantalón, mi pene se empezaba a alborotar.
Afortunadamente, sus primeras palabras cortaron de cuajo mi entusiasmo.
-Es divorciado, ¿no?- soltó, haciéndome recordar el abandono de la zorra de mi mujer.
-Sí-
-¿Y tiene usted, la patria potestad de María?-
Bastante mosqueado por el interrogatorio, contesté afirmativamente y sin cortarme un pelo, me quejé de a que venía eso.
-Perdone mi falta de tacto, pero quería asegurarme antes de plantearle un asunto-, me dijo un tanto avergonzada, –Verá, el colegio ha seleccionado a su hija para que nos represente en una olimpiada de conocimientos y queremos pedirle su consentimiento-
No tuve más remedio que reconocerle que no tenía ni puñetera idea de lo que me estaba hablando. Ella, soltando una carcajada, me explicó que era un concurso a nivel nacional y que de aceptar mi niña, durante todo un fin de semana, competiría con los mejores expedientes del país.
-Le aconsejo que la deje ir, si gana se llevaría una beca-
Sin necesitar dicha ayuda, comprendí que además de ser un honor, era una oportunidad y por eso, no puse  traba alguna y casi sin leer, firmé los papeles que la muchacha me puso enfrente. Ya me había despedido, cuando desde la puerta recordé que no sabía cuándo ni dónde iba a tener lugar.
-El uno de marzo en Santander-
Alucinado que se tuviera que desplazar tan lejos, pregunté quien la iba a acompañar:
-Por eso no se preocupe- contestó sin saber lo que su respuesta iba a provocar en mí: -El colegio se hace cargo de mi estancia  y la de ustedes dos-
“¡Puta madre!”, mascullé entre dientes al pensar en la tortura que supondría pasar todo un fin de semana con ese bombón. Sabiendo que era inalcanzable, esos dos días serían una dura prueba a superar. De nuevo le dije adiós, pero esta vez, salí huyendo y ya en el coche, idílicas imágenes de esa mujer entregándose a mis brazos, poblaron mi imaginación.
Clases extra.
Quedaban dos meses para el concurso, por lo que, supuse que con el paso de los días, me iba a ir serenando. ¡Qué equivocado estaba!. Esa misma tarde, mientras estaba en la oficina, recibí una llamada suya al móvil. En ella, me informó que, como el director estaba muy interesado en ganar, había autorizado a que después del horario normal, María recibiera clases extra. Tal y como lo planteó, me pareció lógico pero tuve que negarme:
-Lo siento es imposible, la cuidadora de mi hija termina su turno a las seis y si se queda más tiempo en el colegio, no tengo a nadie que la recoja-
-Por eso no se preocupe- contestó, -había pensado en dárselas en mi casa y que usted, al salir de trabajar, la recogiera sobre las ocho-
Comprendiendo que aunque perdiera, ese refuerzo redundaría en beneficio de la cría, no pude negarme y aceptando, le pregunté qué días iban a ser:
-Martes y jueves- respondió y tras titubear un poco, me pidió que no hablara con los otros padres sobre ello – Sabe cómo es la gente, si se enteraran, se quejarían de que sus hijos no reciben el mismo trato-.
-No se preocupe- respondí y pidiéndole la dirección donde recoger a mi hija al día siguiente, colgué el teléfono.
“Hay que joderse”, pensé mientras volvía a concentrarme en mi pantalla del ordenador, “¿cómo coño voy a hacer para no ponerme bruto cada vez que la vea?”.
Gracias a que mi secretaria entró con unos cheques para firmar, no seguí reconcomiéndome con la idea. Tres horas más tarde, al llegar a mi apartamento, mi hija estaba encantada. Patricia le había explicado que dos días a la semana, iba a  darle clase en su casa.
Aproveché ese momento para preguntarle por ella. María, sin saber las motivaciones de esa pregunta, me contestó que le tenía enchufe y que era muy cariñosa con ella. Lo que no me esperaba es que la cría me soltara que su profesora llevaba todo el año preguntando por mí. Alucinado, tuve que indagar en su respuesta y sin darle importancia, dejé caer a que se refería:
-Papá, creo que le gustas- respondió soltando una risita -esta tarde me sonsacó si tenías novia- .
La confidencia de la niña de diez años me turbó y cambiando de tema, le dije que ese fin de semana íbamos a ver a la abuela. María adoraba a mi madre por lo que el resto de la cena, estuvimos planeando la visita. Aunque ella se había olvidado de la conversación, yo no pude. Y al meterme en la cama, no pude evitar imaginarme como sería ese estupendo culo al natural. Soñando que la poseía y derramándome sobre las sábanas, me corrí.
Al día siguiente, me levanté cansado. No había podido dormir, cada vez que intentaba conciliar el sueño, veía a Patricia desnuda susurrándome que la hiciera mía. No sé cuántas veces soñé con ella, esa noche, aunque fuera fantaseando, la tomé de todas las formas imaginables. Habíamos hecho el amor dulcemente, salvajemente e incluso, durante esas horas, había desvirgado ese trasero que me traía loco. 
Durante todo el día, estuve irritable. Saltaba como un energúmeno ante la más nimia contrariedad, mi propio socio, en un momento dado, me preguntó que me pasaba. Al contárselo, se descojonó de mí, diciendo:
-Macho, no te comprendo. Si está tan buena como dices, ¡qué haces que no le saltas al cuello!-.
-Ojalá pudiera. Ante ella, me quedo como un idiota, parado, sin saber que hacer-.
-Pues fóllatela, que falta te hace. Llevas demasiado tiempo sin tener a una mujer en tus brazos- respondió dando por zanjada la conversación.
“¿Follármela?, ¡si ni siquiera puedo hablar con ella, sin que se me ponga la piel de gallina!”, me recriminé dándolo por perdido. 
A las ocho, llegué puntualmente a su dirección y tocando al telefonillo, le dije que había llegado. Patricia me pidió que subiera, porque aún les quedaba diez minutos para terminar la lección. Cogiendo el ascensor, los nervios me atenazaban el estómago. Tratando de sosegar mi ánimo, me acomodé la corbata ante el espejo y al mirarme, comprendí que era inútil el soñar que esa mujer se fijara en mí. No solo era la diferencia de edad, mientras ella era un portento, yo era uno del montón.
Al salir, la profesora me esperaba en el zaguán. Vestida con un pijama de franela, lejos de menguar su atractivo, se incrementaba, al dotarle de un aspecto aniñado. Contra su costumbre de saludar con la mano, Patricia me dio un beso en la mejilla y sin más, me llevó a su salón:
-¿Quieres algo?- me preguntó tuteándome por primera vez, -María va a tardar un rato.
-No, muchas gracias. Estoy bien- respondí cortado.
Ella sonrió y dejándome, se marchó a terminar. Aprovechando que estaba solo, me puse a fisgonear las fotos de la habitación, buscando algún indicio que me permitiera conocer más a esa mujer. Pude averiguar poca cosa, porque la mayoría de ellas eran de la clase de mi hija. Solo cuando ya había perdido la esperanza, observé que, sobre una mesa camilla, había una en la que aparecía en bikini.
Incapaz de contenerme, la cogí en mis manos y totalmente excitado, disfruté al verla casi desnuda. Quien hubiese tomado esa instantánea, la había pedido que adoptara una pose sensual. Con los brazos alzados, la postura me permitió regocijarme en sus pechos. Tapados únicamente por un triángulo de tela, se podía comprobar la perfección de sus formas. Tan absorto me quedé, que no me di cuenta de que mi hija y su profesora habían terminado y me miraban desde la puerta. Abochornado, devolví la foto a su lugar y despidiéndome, cogí a mi cría y me fui.
“¡Qué vergüenza!”, pensé ya en el coche, “se ha dado cuenta  que me pone como una moto”.
Pensando que me había pasado y que de nada servía pedir perdón, porque eso solo empeoraría las cosas, decidí no repetir el mismo error. Ni que decir tiene que esa noche al meterme en la cama, volví a soñar con ella y dando vía libre a mi lujuria, me masturbé en su honor.
Me dejo llevar por su juego.
Dos días después, comprendí que esa mujer no solo no se había sentido molesta por el repaso que había dado a su anatomía a través de la foto, sino que se había sentido alagada. Os preguntareis el porqué de mi afirmación, pues, muy fácil:
Ese  jueves, al llegar a su casa, nuevamente Patricia me pidió que subiera y como si fuera un calco de lo ocurrido el martes, me dejó solo en el salón. Al mirar la mesa donde estaba en bikini, me percaté que dicha foto ya no estaba pero lejos de apenarme su ausencia, alucinado, descubrí que había dejado otras dos en su lugar.  Si ya era sensual la anterior, con gozo, disfruté de sus sustitutas. La primera de ellas era  un primer plano de su culo. Los granos de arena blanca pegados a las nalgas de esa mujer hacían contraste con lo moreno de su piel. Mi pene salió de su letargo al verla pero se irguió dolorosamente dentro de mi pantalón al regocijarme en la segunda. Esta era aún más explícita, ya que, era una pose artística donde la dueña de la casa aparecía completamente desnuda, tapándose con sus manos los pechos y la entrepierna.
“¿A qué coño juega?”, me pregunté sabiendo que no era fortuito el cambio y temiendo que me volvieran a pillar, volví a dejarlas en su lugar.
Cuando llegó con mi hija, lo primero que hizo al entrar fue mirar hacia las fotos y al ver que estaban descolocadas, sonrió. Acto seguido, me miró para comprobar con sus propios ojos si me había visto afectado. El bulto de mi cremallera me traicionó y ella sin hacer ningún comentario, nos acompañó a la puerta. Al despedirse de mí, rozó su cuerpo contra el mío mientras me informaba de los progresos de mi hija. Juro que estuve a un tris de acariciarla, pero la presencia de María lo evitó y completamente excitado, cogí el ascensor.
Durante el fin de semana no pude abstraerme de ella, cada vez que tenía un momento de tranquilidad, volvía a mi mente las sugerentes imágenes que esa mujer me había regalado.  Tenía que hacer algo, no podía dejar de pensar en cómo atacarla. Temiendo haberme equivocado y que fuera una coincidencia, decidí esperar y ver como se desarrollaban los acontecimientos.
La confirmación de que la profesora de mi hija estaba jugando con fuego, llegó al martes siguiente, porque al abrirme la puerta, me quedé de piedra al comprobar que llevaba un coqueto picardías casi transparente. No me cupo duda que se dio cuenta que me quedé observando sus negras aureolas porque estas se erizaron al sentir la caricia de mi mirada. Sonriendo, me besó en la mejilla y haciéndome pasar a la habitación, me soltó antes de irse:
-Que las disfrutes-.
No había cerrado aún la puerta cuando yo ya tenía en mis manos las fotos que habían sustituido a las anteriores. En esta ocasión, su regalo consistía en una serie de instantáneas donde aparecía luciendo un blusón aún más atrevido que el de esa noche.  De todas ellas, la que más me enervó fue una en la que sentada en una silla, con las piernas abiertas, se pellizcaba los pezones por encima de la tela. Sin llegar a ser porno, la serie de fotografías era francamente erótica y con ellas en la mano, me fui al baño a cascarme una paja.
Cinco minutos después, ya relajado, las devolví a su lugar y poniendo sobre la mesa una tarjeta mía, le escribí una nota en la que le decía que me habían encantado, dejándole mi dirección de correo electrónico. Dando un salto en nuestra relación, al despedirme, dejé durante unos instantes que mi mano se recreara en su trasero. Ella, al sentir mi caricia, no se apartó pero protestó, susurrándome al oído:
-Ahora, no. Está la niña–.
Ya en el coche, estaba sorprendido de haber tenido el valor de tocarle el culo pero más de su respuesta. Patricia me había dejado claro que solo le había molestado que lo hiciera en presencia de mi hija. ¡Ese pedazo de mujer claramente estaba tonteando conmigo!. Ajena a la consternación que sentía su padre, María me estaba contando que, gracias a Patricia, había sacado otro diez en matemáticas y que para compensárselo, la había invitado a cenar.
-¿Cuándo?- respondí temiendo que fuera esa misma noche.
-Este viernes, Papá. Patricia me ha pedido que le llames para confirmar-, me dijo alegremente-.
“¡Menos mal!”, suspiré aliviado pensando que no quiso contrariar a la niña y por eso, lo de la llamada, prefiere que sea yo quien le dijera que no podía ser.
Esperé que se metiera a la cama para llamar a su profesora, en parte, porque me daba corte que me echara en cara el magreo. Sin tenerlas todas conmigo, le marqué a su móvil.
-¿Si?-, dijo al contestar.
-Patricia, soy Alberto, el padre de María-.
-Ah, gracias por llamar, solo quería saber que querías que llevara. Me da vergüenza ir con las manos vacías-.
-No hace falta que traigas nada-, respondí tartamudeando por la sorpresa que quisiera venir.
-Vale, cómo pasado mañana tienes que recoger a la niña, ¿si te parece hablamos?-.
-¿Hablar de qué?-.

Riéndose, me contestó:

-Del correo que te acabo de mandar- y sin darme tiempo a preguntar, me colgó.
La curiosidad venció a mi pereza, sabiendo que podía ser importante, fui a mi portátil y lo encendí. Jamás me había parecido tan lento el puñetero ordenador. Me urgía ver que esa mujer me había mandado y desesperado, tuve que aguantar que el Windows se abriera. Tres minutos después pude, por fin, entrar en mi cuenta. Al desplegarse el correo de entrada, vi que no me había mentido al decirme que me había dado un mensaje.
Nervioso por lo que significaba, lo abrí para descubrir que me mandaba la dirección y la clave de un Dropbox.
“Joder”, farfullé mientras tecleaba la dirección.
Sin saber qué era lo que me iba a encontrar, vi que había tres archivos. Un video y dos documentos. La profesora había previsto el orden de apertura, de manera que tecleé el que tenía por nombre “Primero en abrir”.
Era una carta. Temblando hasta la medula, empecé a leerla:
Alberto:
He querido escribirte este mensaje porque me da vergüenza decírtelo en persona. Aunque todo el mundo piensa que soy una mujer sin problemas para conseguir el hombre que desea. Es falso, desde cría, les he dado miedo.
El más claro ejemplo eres tú. Llevo dos años enamorada de ti y por mucho que intenté que me hicieras caso, no lo conseguí. Al principio solo me reía cada vez que me comías con la vista, pero poco a poco fui cayendo en tu juego y ahora no puedo evitar estremecerme cada vez que me miras.
Eres todo lo que puedo desear. Maduro, guapo, rico y encima tienes buenos genes. Tu niña que me tiene  subyugada, es la hija que siempre he querido tener. No sabes las veces que he soñado que los tres formábamos una familia, por eso cuando me enteré del concurso, decidí aprovecharlo para conquistarte.
Supuse que sería lento conseguirlo, pero has cometido un error y no pienso dejarte escapar. Eres mío y estás en mis manos. Mira el video tan entretenido que te mando, no creo que quieras que llegue a los otros padres o a tus clientes, podrías perder hasta la patria potestad. Siento usarlo, pero estoy cansada de que no me hagas caso.
Para que no te enfades mucho, te envió en el otro Word, unas fotos mías. ¡Seguro que reconoces el camisón!
Un beso de tu novia
Patricia.
p.d. Me he corrido viéndote. Quiero tener  una foto tuya de cuerpo entero, a ser posible, desnudo y con una erección.
-¡Será hija de puta!- grité al suponer en qué consistía el video.
Mis temores se vieron confirmados al visionar el archivo. La zorra me había grabado masturbándome en su baño, incluso se había permitido acercar el enfoque y sacar un primer plano de mi cara, mientras daba rienda a mi lujuria.
“¡Me tiene cogido de los huevos!”, pensé al verlo. “cualquiera que lo vea, supondrá que la estoy acosando y que ella es una pobre víctima”. No en vano, ese video probaba que la escena se desarrollaba en su casa y que las fotos eran de ella. “Si no le sigo la corriente, o bien me monta una demanda o lo que es peor, se lo envía a la guarra de mi ex y pierdo a mi hija”.
Si la hubiera tenido enfrente, la hubiese matado. Hecho un energúmeno, me fui al salón y cogiendo una botella de whisky, me serví una copa, tratando de tranquilizarme. Apurando el vaso, busqué una vía de escape pero no pude encontrarla. No podía sustraerme a su chantaje, cualquier movimiento por mi parte en contra de ella, lo único que provocaría sería mi desgracia y  por eso, con la tranquilidad que da el saberse sin esperanza, volví a releer esa mierda de carta. La muy perra no se cortaba un pelo, después de confesar un supuesto enamoramiento, no solo me amenazaba, sino que haciendo uso del más infame chantaje, dejaba claras sus intenciones. Aunque sonase a una locura, ¡Patricia me quería de pareja! Con el orgullo herido, tuve que reconocer que yo soñaba con seducirla, pero  después de recibir ese correo, era odio lo que esa mujer me trasmitía. Podía ser bellísima pero era una arpía.
Sin ganas de saber que era el tercer archivo lo abrí.
Cómo me anticipó consistía en unas fotos eróticas de ella, vistiendo el camisón de esa noche. Mecánicamente y sin producirme ningún morbo, fui pasando de una instantánea a otra. Patricia me había enviado varias series divididas por secuencias. En la primera, con el rostro difuminado, miraba una pantalla donde se reproducía mi masturbación. La segunda serie consistía en striptease donde no aparecía su cara y la tercera era una imagen de ella con el camisón empapado.
“Se ha cuidado de no mandar nada que me pueda servir en su contra”, medité mientras cerraba el ordenador, “no tiene un pelo de tonta”.
Con la moral por el suelo, me metí en la cama, esperando que el nuevo día me inspirara y se me ocurriera cómo contrarrestarla.
Mi claudicación
Cómo es evidente, esa noche dormí fatal. Cada vez que intentaba conciliar el sueño, Patricia aparecía vestida de domina y fusta en mano me obligaba a cometer todo tipo de aberraciones. Bajo su mando, me tiré a una pastor alemán. Siguiendo sus órdenes, bebí sus orines. Fui sodomizado…
Pesadilla tras pesadilla, me vi envuelto en un ambiente de degradación y humillación que si, en vez de ser una invención onírica, fuera realidad, me hubiera llevado al borde del suicidio. Cansado, me duché y tras dar de desayunar a mi pequeña, me fui al trabajo. Es fácil de imaginar que esa mañana agradecí la llegada de la cuidadora. Aunque nunca fallaba, uno de los horrores que soñé consistió en llevar al colegio a María y que en la puerta de su clase, Patricia me obligara a arrodillarme a sus pies con todos los niños y padres riéndose de mí.
Estaba en el coche a punto de llegar a mi oficina, cuando escuché el sonido de un mensaje. Creyendo que era del curro, lo leí:
Cariño: He abierto mi mail y no tenía lo que te pedí. ¿No querrás que me enfade? Te doy hasta las dos para que me lo hagas llegar. Te quiere. Tu novia-
“¡Maldita zorra!”, me lamenté golpeando el volante con mi cabeza,  “no me va a dejar ni respirar”.
Si cedía, me tendría en sus garras pero sino lo hacía y me mantenía en mis trece, iba abocado hacia el desastre. Estuve a punto de pedir consejo a Gonzalo, mi socio, pero la vergüenza de reconocer que era un pelele ante ella, evitó que lo hiciera. Después de un rato encerrado en mi despacho,  entendí que lo mejor que podía hacer era ganar tiempo y por eso, entrando en mi baño, me desnudé y tomándome una foto de cuello para abajo, se la mandé. Estaba cumpliendo su exigencia a medias, sin comprometerme más de lo que ya estaba. Nadie podía reconocerme.
No tardé en recibir su respuesta:
-¡Eres malo conmigo! Quería tener una foto de tu pene erecto que mirar en mi teléfono, pero no te preocupes tenemos toda la vida para que me la mandes. Te echo de menos.  P. D. No sabes las ganas que tengo de conocer a mi suegra-.
“Menuda puta”, mascullé al terminar de leer, “¡Tengo que investigar su vida! Seguro que esto que me está haciendo, lo ha hecho antes”.
Esperanzado en averiguar algo de su pasado que me sirviera para sacudirme su presión, llamé al detective que usábamos en mi empresa para sacar los trapos sucios de los que queríamos despedir. José, acostumbrado a los peculiares pedidos de sus clientes, no puso objeción en investigar todo lo relacionado con esa profesora, ya se despedía cuando le expliqué que era importante y que no me importaba el coste sino los resultados.
-Comprendo- respondió desde el otro lado del teléfono.
Cómo no podía hacer otra cosa que esperar, me sumergí en el día a día y no volví a pensar en ella, hasta que comiendo con mi socio, este me preguntó:
-Alberto, ¿Qué tal tu cacería? ¿Alguna novedad?-
-No te entiendo- solté al no saber a qué se refería.
-Joder, pareces tonto. Esa profesora que te trae loco, ¿Ya le has pedido salir?-contestó muerto de risa.
Frunciendo el ceño, hice como si no hubiese oído. Gonzalo, suponiendo erróneamente que me había dado calabazas, cambió de tema al ver mi turbación. Mi irritación de ese momento, no venía del chantaje, sino que por primera vez me di cuenta que mi hija se pasaba con esa loca casi todo el día. A punto de ir al colegio a sacarla, tuve que aguantarme toda la tarde y que fuera su cuidadora quién lo hiciera.
Ya en casa, María sonrió al decirme que Patricia me mandaba saludos. Tuve que contestarle que se los devolviera de mi parte, no podía explicarle lo que esa zorra me estaba haciendo. No me costó percatarme que mi hija estaba encantada de ser la enchufada de esa mujer.
-Patricia me quiere mucho- se quejó cuando le hice ver que solo era la profesora. 
Sin saber cómo comportarme, le di de cenar. Estaba viendo la televisión, cuando escuche que esa zorra me había mandado otro mensaje:
-Que duermas bien, cariño. Tengo ganas de verte-
Hecho una furia me fui a dormir. Me había jodido la película.
A la mañana siguiente, me levanté con nuevos ánimos. Había conseguido descansar  y eso me permitió enfrentarme a ese día sin depresión, de manera, que durante toda esa jornada no pensé más en ella. Al llegar la hora de ir a recoger a mi cría, decidí mantenerme firme pero sin romper la baraja. Estaba convencido que, en pocos días, el detective me entregaría información con la que colocarla en su lugar. Increíblemente ese día no hubo tráfico y por eso llegué con antelación. Como de nada servía esperar, me bajé del coche y tocando su telefonillo, fui a enfrentarme con ella.
Patricia me recibió con una bata. Se la veía alegre y nada más verme, me dio un beso en los labios. No colaboré en su juego y separándola, le pregunté por María.
-Está estudiando, aún le falta media hora- me susurró al oído.
La ausencia de mi hija me dio los arrestos necesarios para plantarme y cogiéndola del brazo, le exigí que me dejara en paz.
-No pienso hacerlo- respondió con un brillo en  los ojos que no supe interpretar – pensarás que soy una zorra, pero estás equivocado. Desde que me enamoré de ti, no he estado con otro hombre-
-Y eso a mí qué me importa- protesté elevando la voz.
-Sssss, no querrás que tu hija se entere de nuestra primera discusión de pareja-  contestó con desparpajo y poniendo cara de viciosa, me soltó: -Para que veas que no estoy enfadada, tengo un regalo que hacerte. ¡Sígueme!-
Alucinado la acompañé hasta el baño. Una vez allí Patricia me hizo sentarme en la taza y cerrando la puerta, me informó:
-Voy a ducharme- sin darme tiempo a reaccionar, se desanudó la bata y mirándome a los ojos, se la fue abriendo mientras me decía –No te engañes, llevas años deseándome. Te hago un favor al forzarte-
No pude dejar de observarla. Coquetamente dejó caer la tela, quedando desnuda a mi lado. Por primera vez, la veía en cueros y tuve claro que no desmerecía a lo que me había imaginado. Con un cuerpo espectacular, sus pechos eran una locura. Grandes y bien colocados estaban adornados por unas aureolas negras que invitaban a llevárselas a la boca, pero lo que me dejó anonadado fue su culo. Sus nalgas fueron creadas para el deleite de los humanos. Ya fuera un hombre o una mujer quien tuviese la suerte de contemplarlas, no podría quedar indiferente. Duras y perfectamente contorneadas se me antojaron maravillosas.
Ella, sonriendo, se metió en la ducha y abriendo el grifo, empezó a enjabonarse. Aunque seguía encabronado, no pude evitar que mi pene reaccionara ante esa visión y más excitado de lo que me gustaría reconocer, seguí embobado cada gota de jabón que se deslizaba por su piel.
-Fíjate en como me pone que me mires- me espetó señalando sus pezones.
Sé que debería haberme ido de ese baño pero no pude. Ver a esa mujer pellizcándose los pechos mientras me miraba, era algo cautivador y   cayéndose mi baba, me quedé sentado. Hasta su sexo era bello, perfectamente recortado, el breve triangulo me pedía que lo comiera.
Patricia aprovechó mi debilidad y llevando su mano a la entrepierna, me dijo:
-Mañana en la cena, deberás explicar a tu hija que somos novios. María necesita una madre-.
Exasperado por sus palabras, no pude ni intentar huir. Aunque parezca una aberración, disfruté al verla masturbarse sin ningún pudor. Lo que había empezado como un suave toqueteo, se convirtió en un arrebato de pasión. Dejándose llevar, la profesora separó sus rodillas y sin dejar de observarme, torturó su ya henchido clítoris. Los suaves suspiros fueron transmutándose en profundos gemidos y completamente inmerso en la escena, no quité ojo de cómo el flujo fruto de su orgasmo se diluía con el agua jabonosa que recorría su piel.
“¡Que buena está!”, avergonzado, reconocí.
Patricia saliendo de la ducha, me pidió que le acercara la toalla. Como autómata, se la di sin poder retirar mi mirada de su piel. Deseaba dejar de fingir y hundir mi cara entre sus pechos. Ella, consciente del efecto que estaba provocando, se deleitó exhibiendo su hermosura.
-¿Te gusta lo que ves?- preguntó mientras comprobaba la dureza de mi pene por encima del pantalón.
-Si- confesé sin poder evitar echar una ojeada a su trasero.
-¡Será tuyo! Pero tienes que ganártelo- respondió soltando una carcajada.
Reconociendo mi derrota, vi cómo se ponía un albornoz y sin protestar, la seguí adonde estudiaba mi niña. Había llegado a su apartamento con el firme propósito de no ceder y en menos de quince minutos, esa mujer le había dado la vuelta a la tortilla y me volvía a tener en su poder. Si ya fue dura mi humillación, peor fue comprobar el cariño correspondido con el que trataba a María. Mi hija dándole un abrazo, se despidió de ella mientras su profesora le hacía una carantoña en la cabeza.
-¿Ves lo que te digo?, vamos a ser una familia- me susurró en voz baja mientras pegaba su pecho al mío. –Te veo mañana, ¡tengo ganas de conocer donde voy a vivir contigo!-
Con la moral por los suelos, cogí a mi niña y salí despavorido. No había llegado al coche cuando escuché el aviso de un mensaje. Sabiendo que era de ella, lo leí:
-Cariño: me has puesto brutísima, esta noche soñaré que me haces el amor –

Mi entrega

Me avergüenza reconocerlo pero esa noche, soñé con ella. No fui capaz de reprimir que mi mente divagara y que mi cuerpo se liberara pensando que compartía con Patricia una idílica velada. Su piel, su trasero y sus pechos fueron míos. Obviando su chantaje, fuimos dos amantes entregados a una mutua pasión que desbordaba lo meramente sexual y se nutría de un supuesto afecto que, de estar despierto, hubiera negado.
Cansado pero sobretodo abochornado por mi entrega, me levanté por la mañana. Quedaban pocas horas para que esa chantajista, durante la cena, tomara las riendas de mi vida y por eso, nada más llegar a la oficina llamé al detective.
-José, ¿tienes algo?-
-Jefe, no sé qué busca pero dudo que lo encuentre. La tipa está limpia. A simple vista parece la hija ideal que todo padre quisiera tener. Excelente expediente académico, bien considerada por sus jefes, nunca ha sido ni denunciada ni demandada. Para que se haga una idea, no tiene ni multas de tráfico-
-¿Has investigado sus finanzas?- pregunté pensando, quizás, que en el pasado su chantaje hubiese tenido un aspecto económico.
-¡Claro! pero tampoco. Hija de un abogado importante de Valladolid, he revisado los cinco últimos años y lo único destacable es que su padre la estuvo manteniendo hasta hace poco. Ya sabe, es la clásica niña bien de provincias-
Desesperado por la falta de resultados, le pregunté si al menos tenía constancia de algún hombre en su vida.  El investigador carraspeó antes de responder y sin estar seguro de cómo enfocarlo, me soltó:
-Alberto, desde que me avisó, el único varón con el que ha estado, ha sido usted. Disculpe mi atrevimiento: ¿Teme que le esté poniendo cuernos?. Comprendo sus dudas, es una mujer joven y guapa-.
Al no poder explicar que esa zorra me tenía agarrado de los huevos, por mucho que negué cualquier relación romántica, sé que no me creyó y dándome por vencido, le agradecí sus esfuerzos. Colgando el puto teléfono, comprendí que estaba solo. Tenía que resolver mis problemas sin esperar ayuda ajena.
En ese momento y como si fuera una premonición, me llegó otro mensaje:
-Cariño: Esta tarde quiero que, antes de ir a cenar, me acompañes a un sitio. Te espero a las siete en mi casa. Un beso apasionado de tu novia-
Haciendo tiempo,  dediqué todas mis energías a trabajar. Enfrascado en la faena cotidiana, el día se me pasó volando y sin darme cuenta, dieron las seis de la tarde. Cómo María estaría con la cuidadora hasta que llegásemos a cenar, al salir de la oficina me dirigí directamente al apartamento de Patricia. Tras estacionar en frente, toqué su telefonillo.
-Ahora bajo- me contestó. En su tono se notaba que esa puta estaba alegre.
Temblando como un crío, esperé a que saliera del portal y cuando lo hizo, me dejó pasmado. Mi extorsionadora se había vestido a conciencia. Enfundada en un entallado traje negro, sus curvas eran más atractivas que nunca y lo peor es que ella lo sabía.
-¿No me das un beso?- murmuró pegándose a mí.
No pude rechazarla y cogiéndola entre mis brazos, la besé. Su boca se abrió para recibir mi lengua y con una pasión desbordada, frotó su pubis contra mi sexo. Mi reacción fue coger entre mis manos el culo que tanto deseaba desde hacía dos años y sin importarme que nos vieran los viandantes que poblaban su calle a esa hora, amasarlo como si la vida me fuera en ello:
-Sigue, me excita- respondió bajando la cremallera de su pecho, dejándome recrearme en su generoso escote.
Sus palabras consiguieron el efecto contrario y separándome de ella, le pregunté dónde íbamos:
-¡Aguafiestas!- se quejó al comprender que no iba a seguir colaborando en esa diversión callejera. –Me vas a llevar a despedirme de unos amigos-.
Ya en el coche, al insistirle que me dijera nuestro destino, pasó de mí y sin revelar sus intenciones, me fue señalando el camino durante veinte minutos. Estábamos a punto de  llegar cuando comprendí adonde me llevaba:
-¿Qué coño quieres hacer en la Casa de Campo? A estas horas solo hay putas y pajeros- protesté parando el coche.
Patricia sonrió y pasando su mano por mi bragueta, se acurrucó sobre mi pecho al decirme:
-Recuerdas que te conté que desde que me enamoré de ti, ningún hombre me había puesto las manos encima, pues no te mentí.  He buscado sosegar mi sexualidad  de una forma poco ortodoxa-
-No te entiendo ¿De qué hablas?-
-Tú sigue mientras te cuento- respondió mientras se deshacía de mi cinturón. Horrorizado, me percaté de sus intenciones al abrirme el pantalón y acariciar con sus manos mi ya erecto sexo – Te vas a escandalizar pero no puedo evitar ser una calentorra. Vengo a despedirme de unos amigos que me han hecho más llevadera mi abstinencia. ¡Tuerce a la derecha y aparca cuando puedas!-
Tal y como me temía ese lugar estaba infestado de mirones, no llevábamos un minuto en ese claro cuando dos tipos se acercaron a ver a la pareja que acababa de llegar. Lo que no me esperaba fue que uno de ellos, dando un grito, dijera:
-Muchachos, ¡Es la morena buenorra!-.
Como buitres cayendo sobre una vaca muerta, una docena de esos ejemplares rodearon el coche. Estaba a punto de arrancar y salir despavorido cuando Patricia me quitó las llaves y se confesó:
-Esos son mis amigos, cada viernes durante un año, he venido a este sitio en busca de placer. Con las ventanas cerradas, me he desnudado y masturbado para ellos, pensando que era tu pene el que se descargaba contra el cristal. Vengo a despedirme de ellos, ya no los necesito. Te tengo a ti-
Y sin esperar a que asimilara sus palabras, se fue desnudando ante los ojos inyectados de lujuria de esos “sus” amigos.
-Tócame, ¡Qué vean que ya no estoy sola!- chilló mientras se quitaba el sujetador.
Me quedé paralizado al ver cómo se pellizcaba los pezones. Implorando mis caricias, gimió cogiendo mi mano y llevándola hasta una de sus negras aureolas. Sin dejar de estar cortado, mis dedos recorrieron sus pechos mientras ella suspiraba completamente excitada. Sus ruegos me estaban volviendo locos y venciendo a la vergüenza que me embargaba,  sopesé uno de ellos y apretando entre mis yemas el botón que lo coronaba, me quedé mirando su reacción.
Casi gritando, me pidió que continuara. Su entrega me cabreó y buscando que comprendiera de una puta vez que yo no era el tipo de hombre que ella necesitaba, incrementé la presión hasta convertir mi pellizco en doloroso.
-Te quiero- sollozó con lágrimas en sus ojos – Tómame-
Hecho una furia, desgarré su vestido y asiendo su tanga con mi mano, lo destrocé sin importarme sus gritos.
-Serás puta- dije llevando su cabeza a mi entrepierna.
Ella comprendió mis intenciones y sacando mi pene de su encierro, lo empezó a besar mientras me decía cuánto había deseado hacerlo. No me explico todavía por qué, pero al verla tan entregada, me tranquilicé y acomodándome en el asiento, dejé que se apoderara de él. Con una lentitud pasmosa, fue engullendo mi sexo hasta hacerlo desaparecer en su interior.
La calidez de su boca terminó de demoler mis reparos y pasando mis manos por su cuerpo, empecé a acariciarla. Me vi sorprendido por la fuerza de su orgasmo. Sin casi tocarla, Patricia se había corrido ante mis primeras maniobras. Creí que se conformaría con ello, pero la muchacha no esperó a reponerse e incrementando la velocidad de su manada, buscó devolverme el placer.
Los doce rostros pegados contra el parabrisas fueron testigos de cómo esa morena se afanaba con mi miembro. Nunca creí que pudiera ser coparticipe de algo semejante. Pene en mano, nuestra anónima concurrencia se deleitaba escudriñándonos en la oscuridad. Cualquier de ellos hubiera dado su vida por estar en ese preciso instante en mi lugar.
Patricia estaba en su salsa. Seducida por su papel, le encantaba sentirse observada y agradeciendo la fidelidad de esos hombres, se llevó su mano a su sexo y separando con los dedos los labios de su pubis, se empezó a masturbar. Su segundo orgasmo llegó de improviso y convulsionando, empapó la tapicería del vehículo. La audiencia contagiada de su fervor babeaba mientras sus vergüenzas se aireaban en el exterior.
El primer impacto de semen contra el cristal, me terminó de convencer de que ese no era mi lugar y cogiendo las llaves del suelo, arranqué el coche saliendo horrorizado por la carretera. La morena levantó la cabeza y con los ojos inyectados de pasión, me preguntó:
-¿Dónde Vamos?-
-A tu casa- contesté y cogiendo mi chaqueta del asiento trasero, le ordené que se tapara.
Llevando la contraria a mi razón y a cualquier norma de tráfico, la miré de reojo y al percatarme de que me había obedecido, le solté:
-¡Termina lo que has empezado!-
No se hizo de rogar, acomodándose el destrozado vestido, se agachó y mientras yo conducía, reactivó mi alicaído miembro con suaves besos. El túnel de la M-30 fue el decorado donde esa mujer dio rienda a mi deseo y cumpliendo su cometido, consiguió llevarme al borde del placer.
-Voy a correrme- avisé al sentir los primeros síntomas del orgasmo.
Patricia, al oírme, hizo que mi falo se introdujera aún más en su garganta y rozando con sus dientes la base de mi miembro, esperó a sentir que eyaculaba. Al notar mi explosión y que los chorros de mi simiente golpeaban contra su paladar, no dejó que nada se desperdiciara. Persuadida de no fallarme, con su lengua limpió cualquier rastro de mi pasión en mi sexo, antes de con una sonrisa en los labios, decirme:
-Te queda una hora y media para decirle a María que sales conmigo- y soltando una carcajada, me preguntó: -¿Qué quieres hacer?-
No la contesté. La muy perra seguía obstinada en ser mi pareja. Esa fijación era al menos tan perversa como su afición a exhibirse y comprendiendo que no pararía hasta que reemplazara esa fantasía por otra, aceleré hacia su casa. Era mi cabreo tan grande que al aparcar, le dije que se cambiara y que yo la esperaría fumando en el portal.
-Sube- me ordenó y sin esperar que le respondiera, me cogió de la mano y casi a rastras me llevó a su apartamento.
Ya en su interior, comportándose como si nada hubiese pasado, me devolvió la chaqueta y riendo me pidió que le pusiera una copa mientras se cambiaba de ropa. Sentir que me quería de criado, colmó mi paciencia y usando la violencia, la tiré en su cama mientras le decía:
-¿Quieres un macho? Pues macho tendrás-
Contra todo pronóstico, Patricia se echó a reír y llamándome a su lado, me contestó:
-¡Te estabas tardando!-
Ver a ese monumento de mujer, tirada en la cama, con su vestido desgarrado y sin bragas, fue más de lo que pude soportar y despojándome de mi ropa, me reuní con ella completamente desnudo. La chantajista y la exhibicionista desaparecieron en cuanto me tumbé y ante mi sorpresa, me cubrió de besos comportándose como una dulce amante. Contagiado por su pasión, llevé sus pechos a mi boca. Patricia gimió al sentir mi lengua jugando con su aureola y tratando de forzar que la tomara, llevó mi pene a su pubis.
Ni siquiera se había terminado de desvestir y ya quería que sentir mi pene en su interior. Comprendiendo que para ella era un capricho, decidí aprovechar la oportunidad y disfrutar de esa mujer. Deshaciéndome de su abrazo, le quité los restos del vestido. Patricia, sin saber cómo reaccionar, se mantuvo pasiva mientras mis manos recorrían su piel.
“Es preciosa”, pensé mirando sus grandes pechos y su sexo depilado.
En mis treinta y cinco años de vida, había disfrutado de decenas de coños y catalogándolo con la mirada, decidí que era el más bello que nunca había visto. Ante su entrega le separé las rodillas y pasé mi mano por sus bordes sin atreverme a tocarlo. Mi amante se mordió los labios cuando sintió que uno de mis dedos separaba sus pliegues y curioseando, iba en busca de su clítoris. Cuando lo descubrí, ya estaba esperando mis caricias. Duro y mojado, su dueña se retorció sobre las sábanas cuando le dediqué un leve pellizco. Satisfecho por su entrega, me deslicé por la cama y acercando mi boca a su sexo, probé por vez primera su néctar. Néctar que recorrió mis papilas, embriagándome y como alcohólico ante un botella, bebí de su flujo sin hartarme.
Su cueva se convirtió en un manantial inagotable, cuando más recogía, mas brotaba de su interior. Para entonces, Patricia estaba desesperada. Cerrando sus puños, me rogaba que la tomara pero venciendo mis ganas de hacerlo, proseguí horadando su agujero con mi lengua. No tardé en oír como se corría y buscando prolongar su éxtasis, metí un par de dedos dentro de ella. Absolutamente poseída, la mujer empezó a aullar de placer mientras sus cuerpo se convulsionaba.
-Por favor- me rogó casi llorando- ¡Fóllame!-
Al ver que no le hacía caso y que seguía enfrascado en mi particular banquete, Patricia se levantó y poniéndose a cuatro patas, me miró sin hablar.
Me quedé pasmado al ver la rotundidad de su trasero a mi disposición y pasando mis manos por sus nalgas, supe que era lo que realmente me apetecía hacer. No le di opción, separando sus cachetes descubrí que su entrada trasera nunca había sido conquistada y embadurnando mi dedo en su flujo, empecé a recorrer las rugosidades de su ano. Esperaba resistencia por su parte, pero en vez de quejarse, suspirando Patricia me confesó:
-Es mi mayor fantasía. Házmelo pero con cuidado-
Solté una carcajada al escuchar que su mayor anhelo coincidía con el mío. La de veces que había soñado con usar su culo y si me daba entrada, pensaba en explotar repetidamente su secreto. Alternando mis caricias entre su sexo y su ojete, conseguí relajarlo y con sumo cuidado, introduje una de mis yemas en su interior. Al no  retirarse, comprendí que realmente lo deseaba y tanteando sus paredes, fui aflojando su resistencia mientras, centímetro a centímetro y falange a falange, enterraba mi dedo en ese terreno vedado.
-Me encanta- escuché que decía al empezar a sacar y meterlo por entero.
Convencido de haberlo dilatado suficiente, repetí la operación con dos. La morena protestó con un quejido pero no se apartó, al contrario, meneando su cadera, buscó ayudarme en la labor. Agradecí con un cachete su disposición y colocándome a su espalda, le pregunté si estaba lista.
-Sí, mi amor-
Era la hora de la verdad y cogiendo mi pene lo embadurné con su flujo, antes de hacer cualquier intento de acercarme a su ojete. Ella al ver lo que hacía, poniendo cara de viciosa, me soltó:
-Estoy empapada, métemelo en el coño-
Me pareció una buena idea y colocándolo en su sexo, de un solo empujón lo embutí hasta el final de su vagina. Patricia se retorció como una loca, tratando que siguiera penetrándola de esa forma, pero haciendo caso omiso a sus deseos, se la saqué y puse mi glande en su orificio trasero. Con un breve movimiento, desfloré la virginidad de su ano.
-Me duele-, gritó sin moverse.
Sabiendo que debía dejar que se acostumbrara a tenerlo embutido, no me moví durante unos segundos. Cuando su dolor hubo menguado, le acaricié la espalda mientras lentamente enterraba mi pene en su interior. Poco a poco, sus intestinos terminaron de absorber mi extensión.
-Tócate- le ordené.
Patricia bajando su mano a la entrepierna, se empezó a masturbar con un frenesí que me dejó asustado. Chillando me pidió que comenzara. Imprimiendo un lento ritmo fui sacando y metiendo mi falo, mientras ella no dejaba de torturar su clítoris.
-¡Qué gusto!- me informó meneando sus caderas.
Sus palabras me hicieron comprender que el dolor había pasado y que en ese momento, era el placer lo que le estaba dominando. Vista su soltura, decidí incrementar mi vaivén y pausadamente, lo fui acelerando hasta que se convirtió en un loco cabalgar. Para aquel entonces, la respiración entrecortada de la muchacha me revelaba que estaba a punto de correrse y profundizando su excitación, cogí sus pechos con mis manos y usándolos de agarraderas, me lancé en caída libre. Lo forzado de la postura, elevó su calentura hasta límites insospechados y berreando, se quedó como muerta en mis brazos.
Al ver que se desplomaba le pregunté si estaba bien, sonriendo, me contestó que de maravilla y que siguiera. Su innecesario permiso me dio alas y apuñalando con mi escote su culo, prolongué su orgasmo. Nuevamente sus chillidos llegaron a mis oídos mientras mis piernas se llenaban del flujo que brotaba de su cueva pero esta vez, mi clímax coincidió con el suyo y acompañándola en sus gritos, eyaculé en su interior.
Agotado, me tumbé a su lado y mientras me recuperaba, empecé a temer en que el día que esa mujer se cansara de mí porque las iba a pasar putas.
-¿En qué piensas?- la oí decir.
-En la zorra de mi novia- contesté mientras le daba un azote, – ¿Y tú?-
Patricia se sonrojó antes de responderme:
-En otra de mis fantasías-
Interesado, pero a la vez temiendo su contestación, le pregunté cuál era.
-Quiero saber lo que se siente al hacer el amor… ¡embarazada de ti!-
 Aterrorizado comprendí que esa obsesiva mujer se había fijado otra meta y que no iba a cejar hasta conseguirla.

“El culo de mi tía, la policía” LIBRO CENSURADO POR AMAZON PARA DESCARGAR

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LIBRO QUE CENSURÓ AMAZON POR CONSIDERARLO DEMASIADO PORNOGRÁFICO. Por ello, mi editor ha tenido que publicarlo en BUBOK.

Sinopsis:

Desde niño, la hermana pequeña de su madre fue su oscuro objeto de deseo. El origen de esa obsesión por Andrea no era solo por su belleza, también radicaba en que era agente de policía.

Nuestro protagonista, un joven problemático se enfrenta a sus padres y ellos buscando reformarlo, ven en esa inspectora la única solución. Por ello durante un incidente con la ley, piden a esa mujer ayuda, sin saber que al obligar a su hijo a vivir con su tía desencadenarían que entre los dos nazca una relación nada filial.
Escrito por Fernando Neira (Golfo), verdadero fenómeno de la red cuyos relatos han recibido mas de 12.000.000 de visitas.

Bajátelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

http://www.bubok.es/libros/240894/El-culo-de-mi-tia-la-policia

Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo 1

Desde niño, la hermana pequeña de mi madre fue mi oscuro objeto de deseo. Hasta hoy no me atreví a contar la historia que compartí con Andrea, mi tetona y culona tía. Diez años menor que mi progenitora, recuerdo la fijación con la que la veía. El origen de mi obsesión era variado por una parte estaba su monumental anatomía pero también radicaba en que esa monada era agente de policía.

Era observarla vestida con ese uniforme que le apretaba sus enormes melones y que pensara en ella con sentimientos nada filiales. Para mí, no había nada tan sensual como verla llegar a casa de mis abuelos y que se dejara caer agotada sobre el sofá con su indumentaria de trabajo.

¿Cuántas veces me imaginé siendo detenido por ella?…..Cientos, quizás miles.

¿Cuántas noches soñé con disfrutar de esa bella agente?…. Incontables.

¿Cuántas veces me acosté con ella?…. Ninguna y jamás creí que pudiera darse el caso.

El carácter de esa morena era tan agrio como lo bella que era. La mala leche proverbial con la que mi tía Andrea trataba a todos, hacía imposible cualquier acercamiento. Y cuando digo cualquier, ¡era cualquier! Siendo una divinidad de mujer, nunca se le había conocido novio o pareja. Según mi padre eso se debía a que a que era tortillera pero según mamá, la razón que no había encontrado un hombre era por mala suerte.

―  Ya encontrará un marido y tendrás que comerte tus palabras―  le decía siempre defendiendo a su hermanita.

Mi viejo reía y como no quería  más bronca, se callaba mientras yo en un rincón, sabía que ambos se equivocaban.  En mi mente infantil, mi tía era perfecta y sin nunca había salido con nadie, era porque a ella no le interesaba.

« Cuando lo deseé, los tendrá a patadas», pensaba sabiendo que esa noche tendría que masturbarme con la foto que me regaló en un cumpleaños.

Han  pasado muchos años, pero aún recuerdo esa instantánea. En ella mi tía Andrea estaba frente a un coche azul con la porra en la mano.  La sensualidad de esa imagen la magnificaba yo al imaginar que ese instrumento era mi polla y que ella la meneaba cuando en realidad eran mis manos las que me hacían la paja.

En mis horas nocturnas, mi imaginación volaba entre sus piernas mientras me decía a mí mismo que tampoco me llevaba tantos años. Lo cierto es que eso si era cierto, por aquel entonces yo tenía quince años y mi tía veinticinco pero a esa edad,  esa brecha la veía como insuperable y por eso me tenía que contentar con soñar solo con ella.

Profesional eficiente y sin nadie que le esperara en casa, Andrea subió como la espuma dentro de la policía y con veinticinco años ya era inspectora jefe de la comisaría de Moncloa en Madrid. Ese puesto que hizo menos frecuentes sus visitas, fue a la postre lo que me llevó a cumplir mi sueño desde niño……

Toda mi vida cambia por un maldito porro.

Acababa de empezar la carrera de derecho y como tantos muchachos de mi edad, estudiaba poco, bebía mucho y fumaba más. Y cuando digo fumar, no me refiero a los Marlboro que hoy en día enciendo sino a los canutos con los que me daba el puntito cada vez que salía a desbarrar.

Llevaba un tiempo causando problemas en casa, discutía con mis viejos en cuanto me dirigían la palabra, sacaba malas notas y lo peor a los ojos de ellos, mis nuevas amistades les parecían gentuza. Hoy desde la óptica que dan la experiencia, los comprendo: a mí tampoco me gustaría que los amigos de mi hijo tuvieran una estética de perroflautas pero lo cierto es que no eran malos. Eran…traviesos.

Hijos de papa como yo y con sus necesidades seguras, se dedicaban a festejar su juventud aunque de vez en cuando se pasaban.

Lo que os voy a contar ocurrió una madrugada en la que habiendo salido hasta el culo de porros de una discoteca, mis colegas no tuvieron mejor ocurrencia que vaciar los contenedores de basura en mitad de la calle Princesa. Para los que no conozcan Madrid, es una de las principales vías de acceso a la ciudad universitaria, por lo que aunque era muy tarde, había suficiente tráfico para que rápidamente se formara un monumental atasco.

La policía no tardó en llegar y viendo que éramos un grupo de diez los culpables del altercado, nos metieron a golpes a una patrulla. Envalentonado con el hachís y cabreado por la brutalidad que demostraron, fui tan gilipollas de encararme con ellos. Los agentes respondieron con violencia de modo que al cabo de los veinte minutos, todos estábamos siendo fichados pero en mi caso la foto que me hicieron era una muestra clara de abuso policial.

Con los ojos morados y el labio partido, me dediqué a llamarles hijos de puta y a amenazarles con ir al juzgado. Fue tanto el escándalo que monté que el inspector de guardia salió de su despacho a ver qué ocurría.

La casualidad hizo que mi tía Andrea fuera dicho superior. Al reconocerme, pidió a uno de sus subalternos que me encerrara en una celda a mí solo.   Conociendo la mala baba que se gastaba su jefa, el agente no hizo ningún comentario y a empujones me llevó hasta esa habitación.

Yo, todavía no sabía que mi tía estaba allí por eso cuando la vi aparecer por la puerta, me alegré pensando ingenuamente que mis problemas habían terminado y alegremente, la saludé diciendo:

― Tía, tienes unos matones como subordinados, ¡Mira como me han puesto!

Mi  tía sin dirigirme la palabra me soltó un tortazo que me hizo caer y ya en el suelo me dio un par de patadas que aunque me dolieron no fue lo que me derrotó anímicamente sino el oírla decir a esos mismos que había insultado:

― Todos habéis visto que he sido yo quien se ha sobrepasado con el detenido, si hay una investigación asumo la responsabilidad de lo que pase.

Los policías presentes se quedaron alucinados que asumiera la autoría y si ya tenía a su jefa en un pedestal a partir de esa noche, para ellos no había nadie más capacitado que ella en toda la comisaría. Solo yo sabía, el por qué lo había hecho.

« ¡Nunca me dejarían mis padres denunciar a mi tía!».

De esa forma tan ruda, la hermana de mi madre cumplió dos objetivos: en primer lugar me castigó y en segundo, libró al personal bajo su mando de un posible castigo. Humillado hasta decir basta, me acurruqué en el catre del que disponía el calabozo y usando las manos como almohada, dormí la borrachera. 

Debían ser sobre las doce, cuando escuché que la puerta de mi celda se abría. Al abrir los ojos, vi entrar a mis viejos con mi tía. Mi estado debía ser tan lamentable que mi madre se echó a llorar. Mi padre al contario, iracundo de ira, comenzó a soltarme un sermón.

― ¡Vete a la mierda!―  contesté intentando que se callara. Sus gritos se clavaban como espinas en mis sienes.

Al no esperárselo y ser además un buenazo, se quedó callado. Fue entonces cuando la zorra de mi tía me agarró de los pelos y obligándome a arrodillarme, me exigió que les pidiera perdón.

Asustado, adolorido y resacoso por igual, no tuve fuerzas para oponerme a su violencia y les rogué que me perdonaran.

Mi madre llorando como una magdalena, se repetía con lágrimas en los ojos que no sabía que podía hacer conmigo. Mientras ella lloraba, Andrea se mantuvo en un segundo plano.

― ¡No ves lo que nos estás haciendo!―  dirigiéndose a mí, dijo―  ¡Vas camino de ser un delincuente!―  os juro que no lo vi venir, cuando creía que estaba más desesperada, dejó de llorar y con tono serio, preguntó a su hermana: ― ¿Serías tú capaz de enderezarlo?

Mi tía poniendo un gesto de contrariedad, le contestó:

― Déjamelo un mes. ¡Te lo devolveré siendo otro!

Mi padre estuvo de acuerdo y por eso, esa tarde al salir de la comisaría, recogí mis cosas y me mudé con mi pariente.

Me mudo a casa de mi tía.

Recuerdo el cabreo con el que llegué a su apartamento. Mi padre me llevó en coche hasta allí y durante el trayecto tuve que soportar el típico discurso de progenitor en el que me pedía que me comportara. Refunfuñando, prometí hacerlo pero en mi fuero interno, decidí que a la primera oportunidad iba a pasarme por el arco del triunfo tanto sus consejos como las órdenes que la zorra de mi tía me diera.

« ¡Ya vera esa puta! ¿Quién se creé para tratarme así?», pensé mientras sacaba mis cosas del maletero.

Mi pobre viejo me despidió en el portal y cogiendo el ascensor, fui directo a enfrentarme con esa engreída.

« ¿Cambiarme a mí? ¡Lo lleva claro!», me dije convencido de que aunque lo intentara no iba a tener éxito.

Tal y como había quedado con su hermana, Andrea me esperaba en el piso y abriendo la puerta, me dejó pasar con un sonrisa en la boca.

Supe al instante que esa capulla me tenía preparada una sorpresa pero nunca anticipe lo rápido que descubriría de que se trataba, pues nada más dejar mi maleta en el cuarto de invitados, me llamó al salón.

― Abre la boca―  ordenó―  quiero hacerte una prueba de drogas.

Os juro que al verla con el bastoncito en la mano, me llené de ira y por eso le respondí:

― Vete a la mierda.

Mi tía lejos de enfadarse,  con un gesto de alegría en su boca, me pegó un empujón diciendo:

― ¡Te crees muy machito! ¿Verdad?―  y sin esperar mi respuesta, me soltó un bofetón.

Su innecesaria violencia, me terminó de enervar y gritando le contesté:

― Tía, ni se te ocurra volver a tocarme o….

― ¿O qué?―  me interrumpió―  ¿Me pegarías?

Sobre hormonado por mi edad, respondí:

― Nunca pegaría a una mujer pero si fueras un hombre te habría partido ya tu puta cara.

Descojonada escuchó mi respuesta y antes de que pudiera hacer algo por evitarlo, me volvió a soltar otro guantazo. Fue entonces cuando dominado por la ira, intenté devolverle el golpe pero esa mujer adiestrada en las artes marciales, me paró con una llave de judo tirándome al suelo.

― ¡Serás puta!―  exclamé y nuevamente busqué que se tragara sus palabras.

Con una facilidad que me dejó pasmado ese bombón de mujer fue repeliendo todos mis ataques hasta que agotado, me quedé quieto. Entonces luciendo la mejor de sus sonrisas, me soltó:

― Ya hemos jugado bastante, ¿Vas a abrir la boca o tendré que obligarte?

― ¡Qué te follen!―  respondí.

Ni siquiera vi su patada. Con toda la mala leche del mundo, esa zorra me golpeó en el estómago con rapidez y aprovechando que estaba doblado, me agarró la cabeza y abriendo mi boca, introdujo el maldito bastoncito.  Una vez había conseguido su objetivo, me dejó en paz y metiéndolo en un aparato, esperó a que saliera el resultado del análisis:

― Como pensaba, solo hachís―  dijo y volviendo a donde yo permanecía adolorido por la paliza, me dijo: ― Se ha acabado el fumar chocolate. Todos los días repetiré esta prueba y te aconsejo que no te pille. Si lo hago te arrepentirás.

No me tuvo que explicar en qué consistiría su castigo porque en esos instantes, mi cuerpo sufría todavía el resultado de la siniestra disciplina con la que pensaba domarme.   Si ya estaba lo suficiente humillado, creí  que me hervía la sangre cuando la escuché decir:

― Tu madre me ha dicho que en  mes y medio, tienes los primeros parciales y le he prometido que los aprobarías. Ósea que vete a estudiar o tendrás que asumir las consecuencias.

Completamente derrotado, bajé la cabeza e intenté estudiar pero era tanto el coraje que tenía acumulado que con el libro enfrente, planeé mi venganza.

« Esa zorra no sabe con quién se ha metido».

Estuve dos horas sentado a la mesa sin moverme. Aunque me cueste reconocerlo, me daba miedo que mi tía me viera sin estudiar y me diera otra paliza. Afortunadamente, llegó la hora  de cenar y por eso tuvo que levantarme el castigo y llamarme. Ofendido hasta la médula ocupé mi sitio y en silencio esperé que me sirviera. Cuando llegó con la cena, descubrí en ella a una siniestra institutriz que no solo me obligó a ponerme recto en la silla sino que cada vez que me pillaba masticando con la boca abierta, me soltó un collejón.

« Maldita puta», mascullé entre dientes pero no me atreví a formular queja alguna no fuera a ser que decidiera hacer uso de la violencia.

Al terminar, le pedí permiso para irme a la cama. La muy hija de perra ni se dignó a contestarme, por lo que tuve que esperar a que ella acabara.  Fue entonces cuando me dijo:

― Somos un equipo. Nos turnaremos en lavar los platos y en los quehaceres de la casa… Así que hoy te toca poner el lavavajillas mientras yo acomodo el salón.

Sintiéndome su puto criado, levanté la mesa y metí los platos en el electrodoméstico. Ya cubierta mi cuota, me fui a mi habitación y allí cerré la puerta. Ya con el pijama dejé que mi mente soñara en cómo castigaría la insolencia de mi pariente.

Lo primero que hice fue imaginármela dormida en su cama. Aprovechado que dormía, ve vi atándola con las esposas que llevaba al cinto cuando salía de casa. Al cerrar el segundo grillete, mi tía despertó y al abrir los ojos y verme sonriendo sobre ella, me gritó:

― ¡Qué coño haces!

De haber sido real, me hubiera cagado en los pantalones pero como era MI sueño, le respondí:

― Voy a follarte, ¡Puta!―  tras lo cual empecé a desabrocharle su camisón.

Mi tía intentó zafarse y al comprobar que le resultaba imposible, me dijo casi llorando:

― Déjame y olvidaré lo que has hecho.

Incrementando su desconcierto, le solté un guantazo mientras le terminaba de desabotonar. Con esa guarra retorciéndose bajo mis piernas contemplé  sus pechos al aire y sin poderme aguantar, me lancé sobre ellos y los mordí. Su chillido angustiado me informó de que estaba consiguiendo llevarla a la desesperación.

« ¡Menudas tetas!», me dije recordando sus pezones. Ese par de peras dignas eran de un banquete pero sabiendo que lo mejor de mi pariente era ese culazo, deslicé mentalmente su camisón por las piernas.

Hecha un flan, tuvo que soportar que prenda a prenda la fuera desnudando. Cuando ya estaba desnuda sobre la cama, pasé el filo de una navaja por sus pechos y jugueteando con sus pezones, le dije con voz perversa:

― ¿Te arrepientes del modo en que me has tratado?

Mi tía, cuando  vio que iba en serio, se meó literalmente.  Incapaz de retener su vejiga, se orinó sobre las sabanas. Temiendo que le hiciera algo más que no fuera el forzarla,  con voz temblorosa, me respondió:

― No me hagas daño, ¡Te juro que haré lo que me pidas!

Satisfecho al tenerla donde quería, bajándome la bragueta, saqué mi miembro de su encierro y  la obligué a abrir sus labios para recibir en el interior de su boca el pene erecto de su sobrino.

― ¡Mámamela!

Tremendamente asustada, se metió mi miembro hasta el fondo de la garganta. Al experimentar la humedad de su boca y tratando de reforzar mi dominio, en mi sueño, le ordené que se masturbara al hacerlo. Satisfecho, observé como esa estricta policía cedía y llevando una de sus manos a su entrepierna, se empezaba a tocar.

― Te gusta chupármela, ¿Verdad?―  le solté para seguir rebajando su autoestima y cogiendo su cabeza entre mis manos, forcé su garganta usándola como si su sexo se tratara.

Unas duras arcadas la asolaron al sentir mi glande rozando su campanilla pero temiendo llevarme la contraria,  en mi mente, se dejó forzar hasta que derramándome en su interior, me corrí dando alaridos.

Tras lo cual me quedé dormido…

 

 

Mi primer día en casa de mi tía.

― ¡Levántate vago!

Ese fue mi despertar. Todavía medio dormido miré mi reloj y descubrí que todavía era de madrugada. Quejándome, le dije que eran las seis de las mañana.

― Tienes cinco minutos para vestirte. Me vas a acompañar a correr―  contestó muerta de risa.

Cabreado, tuve que levantarme y ponerme un chándal mientras mi tía me preparaba un café. La actividad de esa zorra en la mañana me desesperó y más cuando urgiéndome a que me tomara el desayuno, me esperaba en la puerta.

« Hija de puta», la insulté mentalmente al ver que empezaba a correr y que girando la cabeza, me pedía que la siguiera.

Curiosamente al correr tras ella, comprendí que tenía su lado bueno al observar el culo de esa zorra al trotar. Mi tía se había puesto un licra de atletismo, por lo que pude admirar sin miedo a que se diera cuenta esa maravilla. Os juro que disfruté durante los primeros diez minutos, mirando las dos preciosa nalgas subiendo y bajando al ritmo de su zancada.

El problema vino cuando me empezó a faltar la respiración por el esfuerzo. Sudando a raudales, tuve que pedirle que descansáramos pero esa puta soltando una carcajada me contestó diciendo:

― Necesitas sudar toda la mierda que te metes―  tras lo cual me obligó a continuar la marcha.

Para no haceros la historia larga, a la hora de salir a correr, volví a su casa absolutamente derrotado mientras esa mujer parecía no notar ningún tipo de cansancio. Dejándome caer sobre un sofá, tuve que aguantar sus bromas y chascarrillos hasta que, olvidándose de mí, se  metió a duchar.

El sonido del agua de la ducha cayendo sobre su cuerpo me hizo imaginar lo que estaba pasando a escasos metros de mí y bastante excitado me tiré en la cama, pensando en ello. Mi mente me jugó una mala pasada por que  rápidamente llegaron hasta mí imágenes de ella enjabonándose. 

« Está buena esa maldita», me dije y reconociendo que le echaría un polvo si pudiera, me levanté a ordenar mi cuarto.

A los diez minutos, la vi entrar ya vestida pero con el pelo mojado. Al observar que tenía la habitación ordenada y la cama hecha, sonrió y me mandó a duchar. La visión de su melena empapada, me excitó y antes de que mi pene se alzara traicionándome, decidí obedecer.

Cuando salí del baño, mi tía ya se había ido a trabajar y viendo que todavía no habían dado ni las ocho, decidí hacer tiempo antes de irme a la universidad. Como estaba solo, aproveché para fisgonear un poco y sabiendo que quizás no tendría otra oportunidad, fui a su cuarto a ver cómo era.

Nada más entrar, me percaté de que al igual que su dueña, era pulcra y que estaba perfectamente ordenada. Abriendo los cajones, descubrí que su pasión por el orden era tal que agrupaba por colores sus bragas. Deseando conocer su gusto en ropa interior, me puse a mirarlas sin tocarlas no fuera a descubrir que no estaban tal y como ella, la había dejado.

Como en trance, pensé que quizás hiciera como su hermana y tuviera un bote de ropa sucia en el baño. Al descubrirlo en un rincón, lo abrí y descubrí un coqueto tanga de encaje rojo y más nervioso de lo que me gustaría reconocer,  lo saqué y me lo llevé a la nariz.

― ¡Dios! ¡Qué bien huele!―  dije en voz alta al aspirar su aroma.

Mi sexo reaccionando como resorte, se alzó bajo mi pantalón.  Dándome el gustazo, me senté en el suelo y usando esa prenda, me pajeé. Solo tuve cuidado al eyacular para no mancharla con mi semen. Una vez saciado, devolví el tanga a su lugar.

 Al ser ya la hora de irme, cogiendo mis bártulos, salí del apartamento imaginándome a mi tía usando esas bragas.

« Definitivamente…. Esa puta tiene un polvazo».

 Ya en la universidad la rutina diaria me hizo olvidar a mi tía y solo me acordé de ella cuando entre clase y clase, un amigo me ofreció un porro. Estuve a punto de cogerlo pero recordando su amenaza, me abstuve de darle una calada, pensando:

« Es solo un mes».

Aunque ese día no caí en ello, mi transformación empezó con ese sencillo gesto. Mitad acojonado por ser cazado en un renuncio pero también deseando complacer a esa mujer, tomé la decisión acertada porque al volver a su apartamento, lo primero que hizo  al verme fue obligarme a abrir la boca para comprobar que no había fumado.

Esa vez, obedecí a la primera.

Mi tía muy seria introdujo el puñetero bastoncito y al igual que el día anterior, se puso a analizar la saliva que había quedado impregnada en ese algodón. A los pocos segundos, la vi sonreír y acercándose a mí, me dio un beso en la mejilla como premio.

Si bien de seguro no lo hizo a propósito, al hacerlo sus enormes pechos presionaron el mío. El placer que sentí fue indescriptible, de modo que el desear que se repitiera esa  recompensa me sirvió de aliciente y desde ese momento, decidí que haría lo imposible por no defraudarla.

Tras lo cual, me encerré en mi cuarto y me puse a estudiar.  La satisfacción de mi tía fue evidente cuando pasando por el pasillo, me vio concentrado frente al libro  y viendo que me empezaba a enderezar, se metió a hacer la cena en la cocina.

Debían de ser casi las nueve, cuando cansado de empollar, me levanté al baño. Al pasar por el pasillo, vi a mi tía Andrea bailando en la cocina al ritmo de la música. Sintiéndome un voyeur,  la observé sin hacer ruido:

« ¡Está impresionante!», me dije sorprendido de que supiera bailar sin dejar de babear al admirar el movimiento de su trasero: « ¡Menudo culo!», pensé deseando hundir mi cara entre esos dos cachetes.

Fue entonces cuando ella me sorprendió mirándola y en vez de enfadarse, vino hacia mí y me sacó a bailar la samba que sonaba en la radio. Cortado por la semi erección que empezaba a hacerse notar bajo mi bragueta, intenté rechazar su contacto pero mi tía agarrándome de la cintura lo impidió y se pegó totalmente  a mi cuerpo.

Aunque mi empalme era evidente, no dijo nada y siguió  bailando. Producto de su danza, mi sexo se endureció hasta límites insoportables pero aunque deseaba huir, tuve que seguirle el paso durante toda la canción. Una vez acabada y con el sudor recorriendo mi frente, me excusé diciendo que me meaba y me fui al baño.

Como sabréis de antemano,  me urgía descargar pero no mi vejiga sino mis huevos y por eso, nada más cerrar la puerta, me pajeé con rapidez rememorando la deliciosa sensación de tener a esa morena entre mis brazos.

Tan llenos y excitados tenía mis testículos que el chorro que brotó de mi polla fue tal que llegó hasta el espejo.

« ¿Quién se la follara?», y por primera vez, no vi tan lejos ese deseo.

Aunque parecía imposible, esa recta e insoportable mujer cuando la llevabas la contraria, se convertía en un ser absolutamente dulce y divertido cuando se le obedecía.

 

 

Mi segundo día en casa de mi tía.

Deseando complacerla en todo y que me regalara otro beso u otro baile como la noche anterior, puse mi despertador a las seis menos cuarto, de forma que cuando apareció en mi habitación para despertarme la encontró vacía.

Sé que pensó que me había escapado porque me lo dijo y hecha una furia entró en la cocina para coger las llaves de su coche e ir a buscarme. Pero entonces me encontró con un café. Sin darle tiempo a asimilar su sorpresa, poniéndoselo en sus manos, le dije:

―  Tienes cinco minutos para vestirte.

La sonrisa de sus labios me informó claramente que le había gustado mi pequeña broma y  sin decir nada, se fue a cambiar para salir a correr. Al poco tiempo, la vi aparecer con unos leggins aún más pegados que el día anterior y un pequeño top que difícilmente podía sostener el peso de sus pechos.

« Viene preparada para la guerra», me dije disfrutando del profundo canalillo que se formaba entre sus tetas.

Repitiendo lo ocurrido el día anterior, mi tía iba delante dejándome disfrutar de su culo. El único cambio que me pareció notar es que esta vez el movimiento de sus nalgas era aún más acusado, como si se estuviera luciendo.

« ¡Ese culo tiene que ser mío!», exclamé mentalmente sin perder de vista a esa maravilla.

Esa mañana resistí un poco más pero aun así al cabo del rato estaba con el bofe fuera y por eso no me quedó más remedio que pedirle que aminorara el paso. Mi tía se compadeció de mí y señalando un banco, me dijo que me sentara mientras ella estiraba.

Agotado como estaba, accedí y me senté.

Fue entonces cuando sucedió algo que me dejó perplejo. Aunque el camino era muy ancho, se puso a hacer sus estiramientos a un metro escaso de donde yo estaba.  Os juro que aunque esa mujer me volvía loco, me cortó verla agacharse frente a mí dejándome disfrutar de la visión de su sexo a través de sus leggins.

« ¡Se le ve todo!», pensé totalmente interesado al comprobar que eran tan estrechos que los labios de su coño se marcaban claramente a través de la tela.

Durante un minuto y dándome la espalda, se dedicó a estirar unas veces con las piernas abiertas dándome una espléndida visión de su chocho y otras con las rodillas pegadas, regalando a mis ojos un panorama sin igual de su culo.

Si de por sí eso ya me tenía cachondo, no os cuento cuando sentándose en el suelo se puso a hacer abdominales frente a mí. Cada vez que se tocaba los pies, el escote de su top quedaba suelto dejándome disfrutar del estupendo  canalillo entre sus tetas.

Olvidando toda cordura, incluso llegué a inclinarme sobre ella para ver si alcanzaba a vislumbrar su pezón. Mi tía al verme tan interesado, miró el bulto que crecía entre mis piernas y levantándose, alegremente, salió corriendo sin decir nada.

Mi calentura se incrementó al percatarme que no le había molestado descubrir la atracción que sentía por ella y por eso, con renovadas fuerzas, fui tras ella.

Al igual que la mañana anterior, nada más llegar a casa, mi tía se metió a duchar mientras yo intentaba serenarme pero no pude porque por algún motivo que no alcanzaba a adivinar, mi tía dejó medio entornada la puerta mientras lo hacía.

Al descubrirlo, luché con todas mi fuerzas para no espiar pero venció mi lado perverso y acercándome miré a través de la rendija. Mi ángulo de visión no era el óptimo ya que solo alcanzaba a ver su ropa tirada en el suelo. Debí de haberme conformado con ello pero al saber que mi tía estaba desnuda tras la puerta me hizo empujarla un poco. Excitado descubrí que el centímetro que había abierto era suficiente para ver su silueta a través de la mampara transparente de la ducha.

« Menuda mujer», totalmente cachondo tuve que ratificar al ver el modo tan sensual con el que se enjabonaba.

Tal y como me había imaginado, sus piernas eran espectaculares pero fueron sus pechos los que me dejaron anonadado. Grandes, duros e hinchados eran mejores que los de muchas de las actrices porno que había visto y ya dominado por la lujuria, me desabroché la bragueta y sacando mi miembro me puse a masturbarme mirándola.

― ¡Qué pasada!―  exclamé en voz baja, cuando al darse la vuelta en la ducha, pude contemplar tanto los negros pezones que decoraban sus tetas como su coño. Desde mi puesto de observación, me sorprendió que mi tía llevara hechas las ingles brasileñas y que donde debía haber un poblado felpudo, solo descubriera un hilillo exquisitamente depilado: « ¡Joder con la tía! ¡Cómo se lo tenía escondido!», pensé.

Mi sorpresa fue mayor cuando la hermana de mi madre separó sus piernas para enjabonarse la ingle, permitiendo que su sobrino se recreara con la visión de su vulva. Si no llega a ser imposible, por el modo tan lento y sensual con el que se enjabonaba, hubiese supuesto que sabía que la estaba observando y que  se estaba exhibiendo.

Completamente concentrado, tardé en percibir en el modo en que se pasaba el jabón por su sexo que se estaba masturbando. La certeza de que mi tía se estaba pajeando me terminó de excitar y descargando mi simiente sobre la alfombra, me corrí en silencio. Asustado limpié mi estropicio mientras intentaba olvidar su espectacular anatomía bajo la ducha. Por mucho que lo intenté me resultó imposible, su piel mojada y la forma en que buscó el placer auto infringido se habían grabado en mi mente y ya jamás se desvanecería.

Ya en mi cuarto, mi imaginación se volvió a desbordar y no tardé en verme separando esos dos cachetes e introduciendo mi lengua en su interior. Solo el hecho de que mi tía saliendo del baño me descubriera, evitó que me volviera a masturbar pensando en ella.

Estaba tan caliente que decidí que tenía que irme de la casa y cogiendo mis libros, me despedí de ella desde el pasillo. Mi tía Andrea que ya había terminado, me contestó que esperara un momento. Al minuto la vi salir envuelta en la toalla y pegándose como una lapa, me dio un beso en la mejilla mientras, como si fuera casual, su mano se paseaba por mi trasero.

Os juro que todavía no comprendo cómo aguanté las ganas de quitarle esa franela y follármela ahí mismo. Hoy sé que quizás fuera lo que estaba deseando pero en aquel entonces, me dio miedo y  comportándome como un crio, salí huyendo.

Durante todo el día el recuerdo de su imagen en la ducha pero sobre todo la certeza de que esa última caricia no había sido fortuita me estuvieron torturando.  En mi mente no cabía que esa frígida de la que todo el mundo hablaba pestes, resultara al final una mujer necesitada de cariño  y que esa necesidad fuera tan imperiosa que aceptara incluso que fuera su sobrino quien la calmara.

Al ser viernes, no tuve clases por la tarde por lo que sin nada que hacer, decidí dar a mi tía una nueva sorpresa y entrando en la cocina, me puse a preparar la cena para que cuando ella llegara del trabajo, se la encontrara ya hecha.

Debió llegar sobre las nueve.

El coñazo de cocinar valió la pena al ver la alegría en su cara cuando descubrió lo que había hecho. Con cariño se acercó a mí y me lo agradeció abrazándome y depositando un  suave beso cerca de la comisura de mis labios. Fue como si me lo hubiese dado en los morros, la temperatura de mi cuerpo subió de golpe al sentir sus pechos presionando el mío, mientras me decía:

― Es agradable, sentirse cuidada.

De haber sido otra y no la hermana de mi madre, le hubiese demostrado un modo menos filial de mimarla. Sin pensármelo dos veces la hubiese cogido en brazos y la hubiera llevado hasta su cama pero, como era mi tía, sonreí y tapándome con un trapo, deseé que no  hubiese advertido la erección que sufría en ese instante mi miembro.

Sé que mis intentos fueron en vano porque entornando sus ojos, me devolvió una mirada cómplice, tras la cual, me dijo que iba a cambiarse porque no quería cenar con el uniforme puesto. Al cabo del rato volvió a aparecer pero esta vez el sorprendido fui yo. Casi se me cae la sartén al verla entrar con un vestido de encaje rojo completamente transparente.

Reconozco que me costó reconocer en ese pedazo de mujer a mi tía, la policía, porque no solo se había hecho algo en el pelo y parecía más rubia sino porque nunca pensé que pudiese ponerse algo tan corto y sugerente. El colmo fue al bajar mi mirada, descubrir las sandalias con tiras anudadas hasta mitad de la pantorrilla.

Para entonces, sabiendo que había captado mi atención, me preguntó:

― ¿Estoy guapa?

Con la boca abierta y babeando descaradamente, la observé modelarme ese dichoso vestido. Las sospechas de que estaba tonteando conmigo se confirmaron cuando poniendo música se empezó a contornear bajo mi atenta mirada.

Dotando de un morbo a sus movimientos que me dejó paralizado, siguió el ritmo de la canción olvidando mi presencia. El sumun de la sensualidad fue cuando con sus manos se empezó a acariciar por encima de la tela, mientras mordía sus labios mirándome.

Estaba a punto de acercarme a ella y estrecharla entre mis brazos, cuando apagó la música  y soltando una carcajada, me dijo:

― Ya has tenido tu premio, ahora vamos a cenar.

Mi monumental cabreo me obligó a decirle:

― Tía eres una calientapollas.

El insulto no hizo mella en ella y luciendo la mejor de sus sonrisas, contestó:

― Lo sé, sobrino, lo sé―  tras lo cual se sentó en la mesa como si no hubiese pasado nada.

Indignado con su comportamiento, la serví la cena y me quedé callado. Mi mutismo lo único que consiguió fue incrementar su buen humor y disfrutando como la zorra que era, se pasó todo el tiempo exhibiéndose como una fulana mientras, sin darse cuenta, bebía una copa de vino tras otra.

Si en un principio, sus provocaciones se suscribían a meras caricias bajo la mesa o a pasar sus manos por su pecho, con el trascurrir de los minutos, bien el alcohol ingerido o bien el morbo que sentía al excitar a su sobrino, hicieron que se fuese calentando cada vez más.

― ¿Te gustan mis pechos?―  me soltó con la voz entrecortada mientras daba un pellizco sobre ambos pezones.

La imagen no podía ser más sensual pero cabreado como estaba con ella, ni me digné a contestar. Mi tía al ver que no había resultado su estratagema y que me mantenía al margen, decidió dar un pequeño paso que cambió mi vida. Levantándose de su silla, se acercó a mí y sentándose sobre mis rodillas, me preguntó:

― ¿Mi sobrinito está enfadado?

― Sí, tía.

Poniendo un puchero en su boca, pegó su pecho contra mi cara mientras me decía:

― ¿Y puede tu perversa tía hacer algo para contentarte?

Su pregunta hizo que mi pene se despertara del letargo y tanteando,  acaricié una de sus tetas para ver como reaccionaba. Mi caricia no fue mal recibida y sonriendo nerviosa, me preguntó:

― Verdad que lo que ocurra entre nosotros, no tiene nadie porque enterarse.

― Por supuesto―  respondí mientras le bajaba los tirantes a su vestido.

Bajo la tela aparecieron los dos enormes pechos que había visto en la ducha. El hecho de que los conociera lejos de reducir mi morbo lo incrementó y cogiendo una de sus aureolas entre los dientes,  empecé a chupar mientras la hermana de mi madre no paraba de gemir.

― Me encanta como lo haces―  masculló entre dientes totalmente entregada.

La excitación que asolaba a mi tía me dio la confianza suficiente para bajando por su cuerpo  mi mano se acercara a su pubis. Al tocarlo, la mujer que apenas dos días antes me había dado una paliza, pegó un respingo pero no intentó evitar ese contacto.  Ansiando llevar a la locura a esa mujer, introduje un dedo hasta el fondo de su sexo mientras  la excitaba a base de pequeños mordiscos en sus pezones.

No tardó en mostrar los primeros indicios de que se iba a correr. Su respiración agitada y el sudor de su escote, me confirmaron que al fin iba a poder cumplir mi sueño y  disfrutar de ese cuerpo.  Tal como había previsto, mi tía llegó al orgasmo con rapidez y afianzando mi dominio, le metí otros dos dentro de su vulva.

― Necesito que me folles―  sollozó con gran amargura y echándose a llorar, gritó: ― ¡La puta de tu tía quiere que su sobrino la desvirgue!

La confesión que ese bombón de veintiocho años, jamás había estado con un hombre me hizo recordar mis pensamientos de esa mañana:

« Aunque exteriormente sea un ogro, en cuanto arañas un poco descubres que es una mujer necesitada de cariño».

El dolor con el que reconoció que era virgen, me hizo comprender que desde joven había alzado una muralla a su alrededor y que aunque fuera policía y diez años mayor que yo, en realidad era una niña en cuestión de sexo.

Todavía hoy no sé qué me inspiró pero cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta su cama y me tumbé junto a ella.   Tratándola dulcemente, no forcé su contacto y solo abrazándola, abrazándola, la consolé dejándola llorar:

― Tranquila preciosa―  le dije al oído con cariño.

Mi ternura la fue calmando y al cabo de unos minutos, con lágrimas en sus ojos, me preguntó:

― ¿Me harías ese favor?

Supe enseguida a qué se refería. Un suave beso fue mi respuesta. Mi tía Andrea respondió con pasión a mi beso pegando su cuerpo al mío. Indeciso, llevé mis manos hasta sus pechos. La que en teoría debía tener  más experiencia, me miró con una mezcla de deseo y de miedo y cerrando los ojos me pidió que los chupara.

Su permiso me dio la tranquilidad que necesitaba y por eso fui aproximándome con la lengua a uno de sus pezones, sin tocarlo. Estos se irguieron esperando el contacto, mientras su dueña suspiraba excitada. Cuando mi boca se apoderó del primero, mi pariente no se pudo reprimir y gimió, diciendo:

― Hazme tuya.

Sabiendo que ese pedazo de mujer nunca había probado las delicias del sexo, decidí  que tendría cuidado y reiniciando las caricias, fui recorriendo su cuerpo, aproximándome lentamente a mi meta. Mi tía, completamente entregada, separó sus rodillas para permitirme tomar posesión del hasta entonces inaccesible tesoro.

Pero en vez de ir directamente a él, pasé de largo y seguí acariciando sus piernas. La estricta policía se quejó odiada y dominada por el deseo, se pellizcó  sus pechos mientras me rogaba que la hiciera mujer. Si eso ya era de por sí, excitante aún lo fue más observar que su sexo brotaba un riachuelo muestra clara de su deseo.

Usando mi lengua, seguí acariciándola cada vez más cerca de su pubis. Mi tía, desesperada, gritó como una perturbada cuando, separando sus labios, me apoderé de su botón. No tuve que hacer más, retorciéndose sobre las sábanas, se corrió en mi boca.

Como era su primera vez, me entretuve durante largo tiempo, bebiendo de su coño y jugando con su deseo. Poseída por un frenesí hasta entonces desconocido, me rogó nuevamente que la desvirgara pero contrariando sus deseos,  seguí en mi labor de zapa hasta que pegando un aullido me confirmo que la última de sus defensas había caído.

Entonces y solo entonces, me desnudé.

Desde la cama ella me miraba. Al girarme y descubrir su deseo comprendí que en ese instante no era mi tía sino mi amante. Cuando me quité los calzoncillos y me di la vuelta, observó mi erección y sonriendo, me rogó que la tomara.

Comprendí que no solo estaba dispuesta sino que todo en ella  ansiaba ser tomada, por lo que,  separando sus rodillas, aproximé mi glande  a su sexo y jugueteé con su clítoris mientras ella no dejaba de pedirme excitada que la hiciera suya.

Comportándome como el mayor de los dos y deseando que su primera vez fuera especial, introduje mi pene con cuidado en su interior hasta  que chocó contra su himen.  Sabiendo que le iba a doler, esperé que ella se relajara. Pero entonces, echándose hacia atrás, forzó mi penetración y de un solo golpe, se enterró toda mi extensión en su vagina.

La hermana de mi madre pegó un grito al sentir que su virginidad desaparecía y aun doliéndole era mayor el lastre que se había quitado al sentir que mi pene la llenaba por completo, por eso susurrando en mi oído, me pidió:

― Dame placer.

Obedeciendo gustoso su orden, lentamente fui metiendo y sacando mi pene de su interior. Mi tía que hasta entonces se había mantenido expectante, me rogó que acelerara mientras con su mano, se acariciaba su botón con satisfacción.

Sus gemidos de placer no tardaron en llegar y cuando  llegaron, me hicieron incrementar mis embestidas. La facilidad con la que mi estoque entraba y salía de su interior, me confirmaron más allá de toda duda que mi tía estaba disfrutando como una salvaje  y ya sin preocuparme por hacerla daño, la penetré con fiereza. Mi hasta esa noche virginal pariente no tardó en correrse mientras me rogaba que siguiera haciéndole el amor.

― ¿Le gusta a mi tita que su sobrino se la folle?― , pregunté al sentir que por segunda vez, esa mujer llegaba al orgasmo.

― Sí― , gritó sin pudor―  ¡Me encanta!

Dominado por la lujuria, la agarré de los pechos y profundizando en mi penetración, forcé su cuerpo hasta que mi pene chocó con la pared de su vagina. La reacción de esa mujer me volvió a sorprender al pedirme que la usara sin contemplaciones. Su rendición fue la gota que necesitaba mi vaso para derramarse, y cogiéndola de los hombros, regué mi siguiente en su interior a la vez que le informaba que me iba a correr, tras lo cual caí rendido sobre el colchón.

Satisfecha, me abrazó y poniendo su cabeza sobre mi pecho,  se quedó pensando en que esa noche no solo la había desvirgado, sino que la había liberado de sus traumas y por fin, se sentía una mujer aunque fuera de un modo incestuoso.

Al cabo de cinco minutos, ya repuesto, levanté su cara y dándole un beso en los labios,  le dije:

― Tía, a partir de esta noche, esta es también mi cama. ¿Te parece bien?

― Si pero por favor, no me llames Tía, ¡Llámame Andrea!

― De acuerdo, respondí y sabiendo que en ese momento, no podría negarme nada, le dije: ― ¿Puedo yo pedirte también un favor?

― Por supuesto―  contesto sin dudar.

Acariciándole uno de sus pechos, le dije:

― Mañana le dirás a tu hermana que te está costando educarme y que piensas que es mejor que me quede al menos seis meses contigo.

Muerta de risa, me soltó:

― No se negara a ello. Te quedarás conmigo todo el tiempo que tanto tú como yo queramos…―  y poniendo cara de puta, me preguntó: ― ¿Me echas otro polvo?

Solté una carcajada al escucharla y anticipando el placer que me daría,  me apoderé de uno de sus pechos mientras le decía:

― ¿Me dejarás también desflorar tu otra entrada?

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Relato erótico: “La nueva asistenta 1” (POR XELLA)

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Peter y su mujer, Silvia, tenían una vida acomodada. Él era directivo de una gran empresa informática y con su sueldo,

vivía
n cómodamente los dos. Además, debido a ciertos trapicheos con hacienda, se sacaban un sobresueldo, que nunca viene mal.
 
Llevaban casados 15 años, y aunque ya no eran muy jóvenes, se conservaban bien. Peter siempre había tenido buen físico
pero empezaba a notarsele la edad en las canas que iban asomando en su cabellera, en cambio, Silvia, aguantaba mejor el tipo,
entre que era unos años menor que Peter y que tenía el suficiente tiempo libre como para ir al gimnasio, mantenía
un cuerpo que ya quisieran para ella las muchachitas de 20.
 
Su vida sexual era normalita, Peter no era tonto, y era imposible desaprovechar a una hembra como Silvia. Lo hacían
siempre que podían, aunque normalmente de forma bastante conservadora. El problema era que Peter viajaba mucho, y Silvia no estaba dispuesta a quedarse
con hambre. Cuando Peter no estaba, Silvia se desfogaba con algún compañero del gimnasio, o incluso con algún empleado (el jardinero era su favorito)
Igualmente, en sus viajes de negocios, Peter cerraba muchos de sus acuerdos comeciales ayudado de la compañía de prostitutas de alto standing,
de las que el, por supuesto, también se aprovechaba. Peter tenía un pensamiento que no le venía bien a Silvia, hay cosas en la cama que no
son para hacerlas con una esposa…
 
– Cariño, hoy llegan las candidatas a sustituir a la señora Hopes – dijo Silvia en el desayuno – ¿podrás atenderlas tú?
– ¡Es verdad! Casi se me olvida… No te preocupes cariño, me hago cargo – contestó Peter. Así, también podría elegir a la criada
que más le gustase… Después de tantos años con la señora Hopes, no estaría mal contratar a una jovencita de buen ver
para que le alegrase la vista
– Está bien, entonces me voy al gimnasio
 
La señora Hopes era una mujer muy mayor que había atendido la casa como interina durante los 15 años que llebavan de casados,
pero ya tenía edad de jubilarse y se fué a vivir con su hermana.
 
 
Silvia llegó al gimnasio y fué al vestuario a cambiarse de ropa. Todas las mujeres la miraban allí, tanto jovenes como maduras,
era la envidia de todas. Le gustaba ser el centro de atención, le gustaba despertar envidia en las mujeres y deseo en los hombres,
la hacía sentirse poderosa, dominante… Y con esa sensación de superioridad era feliz. Así, contenta y decidida, se dispuso a realizar
sus ejercicio, sabiendose observada por los hombres, tonteando con alguno, buscando a su próxima presa para el siguiente viaje de Peter.
 
Silvia llegó a casa caliente, entre el tonteo y las miradas se había puesto cachonda.
 
–  Joder, y Peter no llega hasta la tarde… – Pensó
 
Al abrir la puerta y entrar en casa, se encontró con una jovencita vestida de sirvienta. Casi se olvida de ella. La joven acudió solícita
a presentarse ante ella.
 
– Buenos días señora. Me llamo Ivette y soy la nueva ama de llaves de la casa. ¿Necesita algo la señora?
– Buenos días Ivette. Voy a darme una ducha, sigue con tu cometido por favor. – Le dijo mientras la examinaba mejor
 
La chica, estaba de muy buen ver, Peter había estado espabilado… Ya hablaría con él… si no hacía bien su trabajo, no estaba dispuesta a
tener una cara bonita para que alegrase a su marido…
 
Ya en la ducha, Silvia empezó a acariciarse, estaba empapada, había acabado muy cachonda su sesión en el gimnasio… Comenzó a masturbarse
pensando en los objetivos que había visto aquella mañana, se imaginaba cuál la tendría más grande, cuál follaría mejor, cuál le daría más juego…
La encantaba follar con jovencitos… Tenían mucho ímpetu, pero eran meros juguetes en manos de una mujer experimentada como ella. Le encantaba
jugar con ellos y ponerlos a sus pies, que suspirasen por ella de deseo mientras obedecían todas sus peticiones… No pudo reprimir los gemidos
mientras se corría en la ducha.
Esa sensación de superioridad le encantaba…
 
Al salir de la ducha, se dió cuenta de que había una pila de toallas preparadas para ella, debió haber entrado Ivette… ¿La habría escuchado
masturbándose? No sabía porqué pero ese pensamiento hizo que volviese a humedecerse… Desechó la idea y fué a secarse y vestirse, tenía muchas
cosas que hacer ese día
 
 

Los días fueron pasando, Ivette se fué haciendo a su puesto y realmente hacía bien su trabajo. No pasaban desapercibidas para Silvia los

movimientos que Ivette dedicaba a su marido cuando creía que ella no se daba cuenta, ni las miraditas que su marido la echaba de soslayo.
También empezó a notar que le gustaba el riesgo de que Ivette la descubriera masturbándose… Ahora nunca cerraba la puerta del baño mientras se
duchaba. Esa nueva pasión por el voyeurismo la excitaba y la cabreaba… ¿Porqué le calentaba tanto?
Además, últimamente Peter estaba más frío en la cama que de costumbre, así que ese jueguecito de exhibicionismo era su válvula de escape.
 
Salvando eso, todo transcurrió normal hasta el siguiente viaje de Peter.
 
De los nuevos chicos del gimnasio, no veía ninguno que pudiese satisfacerla, así que, como tantas otras veces, llamó a Ian, el jardinero.
 
– Vamos chico, a ver si eres capaz de satisfacer a esta hembra -Le dijo desde la cama
– Creo que la señora no va a quedar decepcionada – Contestó Ian bajandose los pantalones.
 
Ian era un chico negro, de 27 años, que llevaba unos meses trabajando para ellos, y trabajándose a Silvia. Iba aprendiendo sus gustos, y Silvia
se desfogaba de vez en cuando con él.
 
Ian se arrodilló, separando las piernas de Silvia, dejando ver el trabajo de “jardinería” que había hecho ella, dejándose sólo un pequeño
triangulito de pelo. Acarició sus piernas, recoriendolas con sus manos, luego con su lengua, acercándose a su coño. Mientras se acercaba
le llegaba el dulce olor a sexo, Silvia estaba empapada. Lo pudo comprobar con su lengua mientras lamía cada uno de sus recovecos, poco a poco fué bajando
su lengua hasta el culo, comenzó a juguetear con su lengua en ese agujero rosadito.
 
Silvia le agarró de la cabeza y se la metió de lleno en su raja ¡Estaba super-cachonda! Empujó a Ian a la cama mientras ella se arrodillaba delante de él
y comenzaba a meterse su tranca en la boca. No se tomó tiempo de juguetear, en cuanto Ian la tuvo suficientemente dura, se montó sobre el y se
ensartó la polla hasta el fondo. Empezó a cabalgarle como una fiera, mientras ella misma se acariciaba los pezones, botando sobre su polla negra,
taladrandose con ella…
 
–  Vamos campeón, es hora de que montes a tu yegua – Le dijo mientras se ponía a cuatro patas
 
Ian no se lo pensó. Tener a esa hembra a cuatro patas abriendo su coño para que se lo folle era algo irresistible. Tanto, que no duró mucho en su
cometido, a los pocos minutos se corrió sobre ella.
 
– ¿Ya? Joder… Vete fuera de mi vista, no quiero verte en todo el día – Replicó Silvia cabreada, al no haber llegado ella al orgasmo.
 
Mientras Ian se vestía y se iba, Silvia creyó ver una sombra que se movía fuera de la habitación.
 
– Esa pequeña zorra… – Pensó
 
Tenía decidido descargar su frustración hacia Ivette, así que no perdió tiempo y salió directa a buscarla.
 
– ¿Quién te crees que eres para andar husmeando en mi habitación? – La espetó nada más encontrarla
 
PLAFF
 
La bofetada cogió a Silvia por sorpresa, la trastabilló, y cayó al suelo.
 
– No, ¿Quién te crees tú que eres para venir a hablarme de esa manera? – Contestó Ivette. – Si no quieres que nadie te vea
no dejes la puerta abierta. ¿Te crees que no sé que dejas el baño siempre abierto para que oiga cómo te masturbas? Y ahora querías que viese cómo
te lo montabas con el negro ¿eh?
 
–  Nn.. ¡No! – Gritó Silvia, mientras intentaba recomponerse
 
– ¿Te parece bien ponerle los cuernos a tu maridito? ¿Te gustaría que supiese que en cuanto sale por esa puerta te follas al primero que pasa?
 
– ¡Cómo digas una sola palabra de esto a algu ¡PLAFF! – La segunda bofetada tampoco la vió venir, esta vez Silvia se quedo en el suelo
 

– ¿Cómo diga algo que? ¿Me despides? Yo puedo encontrar otro trabajo, en cambio, ¿Tú soportarías un divorcio? – Esa replica dejó a Silvia descolocada

¿Soportarías la humillación pública de haberte estado follando al jardinero? ¿De haberte masturbado delante de la asistenta?
¿Qué diría tu circulo social al ver que eres tan guarra?
 
– Yo… No… No puedes hacer eso, ¡No te creerán!
 
– Claro que me creerán, y si no, tengo esto – Dijo Ivette pulsando un botón de su móvil
 
Lo que vió Silvia la dejó petrificada… ¡Era ella con Ian! ¡Les había grabado! Se la veía a ella a cuatro patas, pidiendole que montara a su yegua…
Eso no dejaba lugar a dudas… No podía permitir que eso viera la luz… Tenía que quitarle ese móvil. En un rápido movimiento, Silvia se lanzó hacia Ivette,
pero igualmente rápido, Ivette cargó el peso de Silvia hacia un lado y la arrojó contra el suelo, sentandose sobre su estómago.
 
¡PLAFF¡ Una nueva bofetada cruzó la cara de Silvia
 
– ¿Qué intentas zorra? ¿Quitarme el movil? ¿Crees que soy tonta? Ya he enviado este video a mi correo, no tienes nada que hacer
 
El miedo se reflejaba en el rostro de Silvia. No podía creer en la situación en la que se encontraba… Además, no se esperaba la fortaleza de la joven.
Se había desembarazado de ella con suma facilidad, a pesar de que Silvia estaba en forma.
 
– ¿Q-Que quieres? – Susurró Silvia – ¿Dinero? Te daré dinero por tu silencio.
 
– ¿Dinero? Claro que me vas a dar dinero, pero todo a su tiempo. Ahora vamos a poner las cosas en su sitio – Contestó la sirvienta, levantandose y liberando a Silvia.
!Vamos¡ !Levanta¡
 
Silvia se levantó lentamente.
 
– ¿Quién de las dos manda aquí? – Pregunto la sirvienta
 
– T-Tú
 
PLAFF
 
– ¡Dirigete a mí con respeto! Te dirigiras a mí como Ama o Mistress.
 
– Sss-Si… Mistress
 
– Eso está mejor. Entonces, ¿Quién debería estar vestida de sirvienta?
 
Silvia no se lo podia creer
 
– Y-Yo, mistress
 
– Entonces comienza a desvestirte, que vas a ponerte el uniforme
 
Silvia se quedó petrificada, pero en cuanto Ivette levanto la mano, no queriendo recibir otra bofetada, se apresuró a quitarse la blusa.
Una vez acabó con la blusa, comenzó a bajarse la falda. Cuando terminó, se quedó mirando a Ivette, con los brazos cubriendose los pechos y
la entrepierna.
 
– ¡Oh! ¡Vamos! ¿Te gusta que te oiga masturbarte pero no quieres que te vea en ropa interior? ¡Baja esos brazos!
 
– Si, mistress – Dijo Silvia, a la vez que obedecía. Llevaba unas bonitas bragas de encaje con un sujetador a juego.
 
Ivette le indicó que fuese a su habitación. Silvia iba delante, andando en ropa interior mientras Ivette la observaba. Se iba a divertir mucho con la
“señora” de la casa.
 
Ya en la habitación, Ivette trajo el unforme de sirvienta de su cuarto, dándoselo a Silvia para que se lo pusiera. Éste, que ya era corto y ajustado de por sí,
quedaba mucho más apretado en el cuerpo de Silvia, más voluptuosa que Ivette.
 
– Vaya vaya, te queda estupendo… – Dijo Ivette – Ahora, comienza a recoger la habitación. Limpia todo el desorden que has montado con Ian.
 
– Si Mistress
 
Silvia comenzó a recoger, primero estiró las sábanas y las mantas y luego, comenzó a recoger los cojines del suelo. Al agacharse, la falda se elevó
mostrando a Ivette una perfecta visión de su culo. Al darse cuenta de esto, Silvia se levantó inmediatamente, gesto que fué castigado por Ivette con
un sonoro azote en su culo.
 
– ¿Que pasa? ¿No quieres recoger?
 
– N-no digo ¡Si! mistress
 
– ¿Entonces a que esperas?
 
Silvia volvió a agacharse, tratando de taparse con las manos. De repente dió un grito cuando Ivette tiró de sus bragas hacia abajo
 
– ¿Pero qu PLAFF – La replica de Silvia fue cortada con otra bofetada
 
– Mira mira, la señora de la casa… ¿Que es esto? – Dijo Ivette, mientras avanzó hacia Silvia introduciendo un dedo en su entrepierna descubierta.
 

A Silvia se le escapo un gemido.

 
– ¿Estás cachonda? – Exclamó Ivette mientras acercaba el dedo a la cara de Silvia – ¡Te he hecho una pregunta!
 
– No mistress
 
– No me mientas perra, no me obligues a volver a pegarte
 
– Ehh Si
 
– ¿Si que?
 
– Si mistress, estoy cachonda…
 
Silvia no sabía lo que le ocurría, ¡Esa chiquilla la estaba poniendo a mil! no entendía como podía estar tan cachonda en esa situación
 
– Muy bien, las dos ganamos cuando dices la verdad – dijo Ivette mientras volvía a introducir los dedos en el coño de Silvia. Un nuevo gemido volvió a
salir de su boca. – Vamos perra, limpiame los dedos
 
Silvia se quedo pensando… entonces intentó limpiarle los dedos con parte del traje de sirvienta.
 
Una nueva bofetada volvió a cruzar la cara de Silvia.
 
– Así no, perra. Con la lengua.
 
Silvia, que nunca había probado sus jugos, hizo de tripas corazón y se metió los dedos en la boca. El sabor dulzón no la desagradó del todo. Cuando hubo
terminado, Ivette retiró los dedos.
 
– Quitate las bragas, según estás de humeda, lo mejor es que tengas el chocho al aire. Eso es. – Dijo Ivette cogiendo las bragas de las manos de Silvia. – Ahora
continúa tu trabajo.
 
Silvia siguió recogiendo el suelo de la habitación, esta vez sin taparse, no quería llevarse otra bofetada. Cuando se incorporó, se dió cuenta de que Ivette había
traído una bolsa… Tan ensimismada estaba en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que había salido de la habitación.
 
Ivette se acercó a Silvia, rapidamente metió los dedos de nuevo en su coño
 
Silvia no se lo podía creer, ¡Se estaba volviendo loca de placer! ¿Cómo era posible que le pusiese cachonda esa situación? Esa joven… Sabía como mover los
dedos… Además, después de la decepción con Ian.. Estaba a puntito de correrse. Ivette notó el grado de excitación de Silvia y retiró inmediatamente los dedos.
 
– ¡NO! – Gritó Silvia
 
– ¿No qué?
 
– Necesito correrme…
 
– Sólo te correrás cuando yo diga que te corras, perra
 
– Pero – PLAFF
 
– ¡Ya basta de responderme! A ver si te enteras, si no quieres que ese video salga a la luz, vas a hacer todo lo que yo te diga. Y ahora como castigo…
 
Ivette se dirigió a la bolsa, sacó unas cuerdas y ató las muñecas a Silvia por detrás de la espalda. Acto seguido, hizo que se arrodillara, apoyando sus
pechos sobre sus rodillas y, atando sus tobillos y pasando las cuerdas por debajo de su cuerpo, acabó el trabajo atando la cuerda al cuello. Silvia estaba
totalmente inmovilizada.
 
– Y ahora la penitencia – Dijo Ivette sacando una pala de ping pong de la bolsa. – 15 golpes. Tendrás que ir contandolos.
 
Silvia abrió los ojos de terror, comenzó a gritar que no lo hiciese, que no volvería a desobedecer. Ivette, ignorándola, comenzó a golpearla. Silvia no paraba de gritar, cuando
llevaban 5 golpes Ivette paró.
 
– Si no cuentas los golpes no valdrán, y seguire azotandote – Dijo Ivette. SIlvia, viendo que no tenía escapatoria empezó a contar
 
– ¡SeeEEis!
 
– No no, los primeros golpes no valen, no los has contado. Empieza desde el principio.
 
– ¡UnnOOO!
– ¡DDos!
– ¡Treeeees!

– ¡QUince! – Gritó Silvia, desfallecida cuando Ivette dió el último azote.

 
– Así aprenderás perra. Si no me obedeces, pagarás las consecuencias. ¿Vas a volver a desobedecerme?
 
– No mistress
 
– Muy bien, vamos a hacer una prueba. – Dijo Ivette, levantandose la falda que llevaba y, sentandose frente a Silvia, se apartó el tanga,
dejando su coño rosado frente a la cara de la sorprendida Silvia. – Es hora de ver como le comes el coño a tu ama.
 
Silvia, sin mucha opción, comenzó a acercar la lengua a la raja de Ivette, cerrando los ojos, evitandopensar en lo que hacía, hasta que entró en
contacto con su objetivo. Ivette estaba cachonda, muy cachonda. Su coño estaba muy húmedo y eso no se lo ponía más fácil a la asustada dueña de la
casa. Comenzó a lamer despacio, de abajo a arriba, evitando introducir demasiado su lengua. Ivette le dió unos toquecitos en la cabeza con la pala,
haciendo que Silvia levantase la cabeza.
 
– O lo haces bien o voy a tener que darte otros 15 azotes, a ver si así aprendes.
 
Ante la amenaza, Silvia hundió la cara en el coño de Ivette, comenzó a lamer, sorber, chupar, morder, pensando en lo que le gustaría a ella que le hicieran.
La verdad es que no sabía tan mal… Era distinto a sus jugos, pero al final no le daba tanto asco… Empezó a pensar en lo que estaba haciendo realmente,
imaginandose la situación desde fuera, estaba atada y arrodilla ante una joven mientras le comía el coño como una posesa… No sabía que le pasaba… Se estaba
volviendo loca de excitación. El culo le seguía molestando por los golpes, pero empezó a ser una sensación secundaria.
 
De repente, Ivette agarró la cabeza de Silvia y la apretó contra su coño, empezó a gemir y a mover sus caderas, hasta que, como un torrente, sus flujos inundaron
la cara de la mujer. No soltó la cabeza todavía, por lo que Silvia siguió lamiendo.
 
Unos minutos después, Ivette apartó a Silvia y se levantó.
 
– Muy bien perra, para ser la primera vez que comes un coño no lo haces nada mal… Aunque con la costumbre, irás mejorando…
 
Ivette rodeó a Silvia y metió dos dedos en su coño.
 
– Vaya vaya, ¡Si sigues chorreando! Incluso después de azotarte… ¿Quieres correte perra?
 
– ¡Si Mistress! Por favor, necesito correrme…
 
– Entonces vas a tener que tenerme contenta… Voy a desatarte y vas a hacer todo lo que yo te diga. ¿Verdad?
 
– Si mistress.
 
Cuando Silvia estaba desatada, Ivette se puso enfrente y comenzó a ordenarle.
 
– Quítate la ropa.
 

Silvia se despojó del uniforme de sirvienta.

 
– ¡La ropa interior también es ropa perra! Si quieres tu orgasmo tendrás que estar más atenta
 
Cuando se quitó el sujetador, sus dos grandes pechos quedarón al aire, Ivette se acercó a observarlos, y comenzó a acariciarlos, sopesándolos.
Su dedo rozaba ligeramente los pezones de Silvia, lo que hacía que saliesen suspiros de sus labios.
 
– Bonitas tetas… – Dijo Ivette. – Túmbate sobre la cama.
 
Silvia obedeció.
 
– Separa las piernas. Muy bien. Tch, no me gusta. Demasiado pelo… A partir de ahora te depilarás entera, ¿Has entendido?
 
– Si Mistress
 
– Ponte a cuatro patas. Arquea un poco la espalda. Esta bien. Ponte esto. – Dijo mientras le tendía un antifaz
 
Cuando lo tuvo colocado, Ivette realizó unas cuantas fotos con el móvil, procurándo que se reconociese bien a Silvia.
 
– Apoya la cabeza contra la cama y sepárate las nalgas. – Empezó a fotografiar el nuevo angulo que le enseñaba Silvia.
 
Se acercó a la cómoda y colocó el móvil allí para grabar en video el resto. Se acercó a Silvia por detrás. Comenzó a acariciarle la espalda, acercándose
levemente a sus nalgas, recorriendo los bordes de su coño y volviendo a alejarse.
 
– ¿Te gusta?
 
– Mmmm Si Mistress.
 
– ¿Porque me llamas Mistress? – Silvia estaba confusa, ¿Porqué le preguntaba eso ahora?
 
– Porque eres mi ama. – Contestó, esperando que fuese esa la respuesta que buscaba.
 
– Soy tu ama… Eso es, y si yo soy tu ama, y tu eres mi esclava, ¿Crees correcto seguir follando con el jardinero cómo estabas haciendo esta tarde?
 
– No Mistress.
 
– ¿Y con los chicos del gimnasio que te traes a casa a escondidas de tu marido?
 
– No mistress.
 
– ¿Y con tu marido?
 
Silvia dudó… Entonces Ivette le metió un dedo en el coño y empezó un ligero mete-saca
 
– No mistress.
 
– ¿Por qué dejabas la puerta del baño abierta mientras te duchabas y te masturbabas?
 
– Por – Porque me excitaba la idea de que me pudiese descubrir, mistress. – Ivette metió otro dedo. Silvia vió la relación, si la respuesta le gustaba, el ritmo
aumentaba
 

– ¿Quién el la sirvienta de la casa ahora?

 
– Yo mistress.
 
– ¿Quieres correrte?
 
– ¡SI! Mistress
 
– Pídemelo.
 
– ¡Déjeme correrme por favor! – Ivette bajó el ritmo y sacó un dedo – ¡Mistress! – Aumentó un poco el ritmo. – ¡Por favor! Seré su esclava,
¡Haré lo que me pida! – Ivette metió el dedo. – POr favor, haga que su esclava se corra, soy una perra.
 
– ¡Mas alto! – Dijo Ivette
 
– ¡SOY UNA PERRA! – Ivette le metió un dedo por el culo mientras aumentaba el ritmo. A Silvia le pilló por sorpresa, pero no le desagradó, al contrario,
fué el desencadenante de un tremendo orgasmo, mayor que todos los que había tenido. Se retorcía de placer sobre las sábanas, gimiendo y gritanto, hasta que
quedó desfallecida en la cama.
 
Ivette sacó los dedos, quitó el antifaz a Silvia y se los ofreció para que los limpiara. Silvia no se lo pensó, se llevó los dedos a la boca y notó un sabor extraño,
mas agrio que antes.
 
¡Mi culo! – Pensó. – Me ha metido el dedo por el culo. – Pero no dejó de chupar.
 
Cuando hubo terminado, Ivette avanzó hacia la cómoda, cogió el móvil y paro la grabación.
 
– ¡Lo has estado grabando! – Gritó Silvia. Ivette le lanzó una mirada gélida – m-mistress – Añadió. No se atrevió a decir nada más. Ahora tenía dos videos con los que
acusarla.
 
– A partir de ahora van a cambiar unas cuantas cosas. Eres mi esclava y, mientras no haya nadie más en la casa, me tratarás como te he enseñado hoy
y harás las tareas de la casa. En cualquier otro caso, guardaremos las apariencias.
 
Eso tranquilizó un poco a Silvia, parece que no tenía intención de difundir los videos…
 
– Me voy a tomar el día libre, no vendré hasta mañana por la tarde. Cuando llegue quiero ver tu coño presentable… Ni un sólo pelo, ¿Entendido?
 
– Si mistress.
 
– Ya iré aclarandote más cosas de aquí en adelante. Y, por supuesto, se acabaron los jueguecitos con el jardinero y los niñatos del gimnasio.
 
– Si mistress
 
Ivette, satisfecha, recogió sus cosas y se marchó de la casa, dejando a Silvia sola con sus pensamientos.
 
Lo primero que hizo Silvia, fue echarse en la cama y comenzar a masturbarse hasta correrse de nuevo, y así, entre convulsiones de placer,
se durmió, desnuda sobre la cama.
 
Para contactar a la autora:
Paramiscosas2012@hotmail.com

http://losrelatosdexella.blogspot.com.es/

 

Relato erótico: “Fitness para todas las edades. (4)” (POR BUENBATO)

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Pasé dos semanas sin volver a tocar siquiera a Mariana. El asunto con Katia fue peor; y comprendí entonces lo ruin que podía llegar a ser esa muchacha.

Me miraba con desprecio, como si el malo de la película fuese yo pero, al mismo tiempo me provocaba con miradas furtivas, con su precioso cuerpo deambulando de aquí para allá, mirándome fijamente cuando hablaba con mi hija y atrapándome con una sonrisa maliciosa en los momentos en que mi debilidad hacía que mis ojos se posasen sobre su cuerpo. No sólo nos había extorsionado, sino que ahora trataba de torturarme.

Andrea, por su parte, ya no aparecía en los videos, pero seguía asistiendo a las grabaciones de los videos. A veces llegaba a extrañar las veces en que Mariana y yo hacíamos aquello solos, y follábamos entre los aparatos de ejercicios. Ahora todo había cambiado, ella no se atrevía a mirarme, y cuando lo hacía era con un extraño dejo de temor. De Katia, ni hablar; de manera que sólo Andrea me rescataba del aburrimiento en las horas de grabación. Era claro que notaba que algo sucedía, pero no parecía capaz de comprenderlo.

“No lo entenderías nunca, Andrea”, pensaba. Pero sus conversaciones comenzaron a arrojarme indirectas extrañas que me hacían creer que sus sospechas se acercaban mucho a la realidad. Me preguntaba que tanto había platicado a aquellas alturas tanto con Mariana como con Katia, y una sensación de nervios me atrapó.

Los días pasaban, y comentarios fuera de tema, aleatorios, como “creo que un padre puede querer demasiado a su hijas” o “Mariana me ha contado sobre lo mucho que le gusta estar junto a ti”, me hacían pensar que Andrea sabía más de lo que su tranquila actitud reflejaba. A veces tenía ganas de preguntarle directamente a mi hija qué tanto le había dicho a Andrea, pero no era capaz de atreverme por temor a parecer molesto de nuevo. Tenía ganas de pedirle perdón, de volverla a tener en mis brazos y hacerla mía.

Pasaron las semanas, los días en los gimnasios me parecían eternos. Mi hija seguía yendo, pero yo sólo la miraba. Cuando Andrea y su hijo iban, era peor, porque Gael comenzaba a llevarse demasiado bien con ella y el hecho de que su madre y yo nos encerrásemos en mi oficina no disminuían los celos que me atormentaban de pensar que Mariana y él pudieran terminar en alguna especie de romance juvenil. ¿Qué me pasaba? ¿No era acaso esa la mejor solución? ¿No era esa la manera de dar por cerrado el asunto? ¿No me facilitaba aquello el olvidarme de mi hija?

Un día Mariana no apareció, y cuando llegó Andrea lo hizo sola. Aquello me hizo pensar en la peor de las posibilidades.

– ¿Cómo estás? – saludé, con unos ojos inquisitivos

– Bien – me dijo Andrea, con una reserva poco común

– ¿Pasa algo?

Ella me miró durante unos segundos, sus ojos parecían prepararse para observar mi reacción.

– He estado hablando con Mariana – dijo, con una seriedad que me puso nervioso al instante – y con Katia – agregó, al tiempo que sentía como el suelo se desplomaba para tragarme.

– ¿A qué te refieres? – pregunté, con una mal disimulada tranquilidad que hubiese matado de risa a cualquiera

– Lo poco que es por sí solo mucho – dijo

Saboreé sus palabras, confundido.

– En realidad no importa – agregó, poniéndose de pie – Las explicaciones me las darás después, antes tenemos que hacer algo.

– ¿Qué?

– ¿Podrías llamarle a Tomás? – dijo, refiriéndose al subgerente del gimnasio

Me subí a su camioneta, y avanzamos directo al departamento donde ahora vivía. Gael, incluso, se había inscrito en un colegio local. A veces me preguntaba cómo su esposo permitía eso. Hasta donde sabía, él era una especie de hombre de negocios que se movía mucho en el ámbito político. Era un hombre muy mayor, de más de sesenta años a quien por lo visto no le interesaba mucho si su esposa y su hijo se mudaban a otra ciudad de un día a otro.

Salimos del gimnasio, mientras las miradas de los usuarios se desviaban inmisericordemente hacía las perfectas curvas de aquella mujer, vestida con un apretado vestido de mezclilla sin nalgas. La gruesa tela cubría apenas la mitad de sus piernas debido al efecto que sus enormes nalgas tenían sobre el dichoso vestido. Para hacerlo más interesante, la prenda se cerraba y abría de principio a fin mediante un cierre.

Durante el viaje Andrea me habló de temas banales. Yo estaba desconcertado, seguía preguntándome dónde podía estar mi hija al tiempo que la curiosidad – y el temor – sobre las palabras de Andrea me martirizaban.

Había entendido que ella no me diría nada hasta que llegáramos a su departamento. Pero por momentos, durante los semáforos, tenía la sensación de que lo mejor era salir de auto y alejarme corriendo de ahí.

No me di cuenta que ya habíamos llegado hasta que su auto no descendió hasta el estacionamiento subterráneo de un precioso edificio de departamentos. Subimos por el elevador, donde un anciano casi muere de un infarto al estar encerrado con semejante ejemplar de mujer.

Al llegar al quinto piso, nos dirigimos directamente a su puerta. Debía ser un departamento, porque sólo había dos puertas por piso. En efecto, me invitó a sentarme en la sala y desde ahí pude contemplar la gran cocina al fondo, y pude imaginar el amplio tamaño de las tres recamaras que había.

Fue hacía su recamara, y regresó descalza. Yo estaba inmóvil, como un niño castigado. Ella, no obstante, parecía estarse tomando muy a la ligera el tremendo tema que estábamos tratando – o que debíamos tratar, porque ni siquiera habíamos llegado a tocar el tema realmente -.

Se acercó toda sonrisa. Su brillante y oscuro cabello, liso hasta la exageración, retumbaba en cada paso. Su imponente presencia hacía que no tuviera más remedio que mantenerme en mi lugar. La vi arrodillarse ante mí, y el único musculo que moví mientras desabrochaba mis pantalones fue el de mi verga alzándose. Tenía las manos frías cuando rodeó mi tronco con sus dedos, pero enseguida se templaron mientras comenzaba a bombear mi falo.

Si antes estaba confundido, ahora sí que no entendía nada. Parecía divertida y curiosa, mientras observaba mi expresión. Continuó mirándome aún cuando su rostro descendía, cuando su boca se abría y cuando sus labios se cerraban en el cuello de mi pene. Cerré los ojos cuando su lengua se deslizó hábilmente alrededor de mi glande.

Fue alejándose lentamente, y entonces dio un último beso a la punta de mi verga antes de incorporarse y girar ligeramente el cuello.

– ¡Pasa! – gritó entonces

Aquello me tomó completamente por sorpresa. ¿A quién le había dicho eso? Fue entonces cuando Mariana atravesó la puerta. Yo me quedé congelado.

Se acercó un par de pasos y sólo entonces reaccioné e intenté cubrir mi verga con las manos, como si ella no la hubiese visto así decenas de veces. Andrea sonrió dulcemente, tranquilizándome, y llevó su mano sobre las mías, para que yo volviera a descubrir mi pene. Obedecí sus movimientos, sin entender aún qué sucedía.

Con sus rubios cabellos recogidos en una coleta, mi hija vestía una pegada blusa negra de tirantes, que dibujaba perfectamente su silueta, abajo, llevaba un cortísimo y estrecho short para dormir, color rosa con puntos negros, que demostraban lo mucho que habían valido la pena las rutinas de glúteo. Despegué la vista de Mariana cuando escuché de nuevo a Andrea.

– Mariana me ha dicho que ustedes han tenido ciertos problemas – siguió diciendo Andrea, con toda tranquilidad, mientras tomaba el tronco de mi verga y comenzaba a masajearlo, asegurándose de no perdiera rigidez.

– No sé… – comencé a decir

– No vamos a hablar de eso por el momento, ¿de acuerdo? – continuó Andrea, mientras con un ademan invitaba a mi hija a que se arrodillara junto a ella – Creo que tú y yo tenemos más en común de lo que creíamos. Y me alegro de eso.

Yo no entendía nada de lo que decía, aquello era como un sueño y una pesadilla al mismo tiempo.

– Pero antes de continuar deberás prometerme algo – dijo, en el momento en que mi hija caía a su lado

– ¿Qué? – pregunté, ansioso de saber qué seguía

Se acercó a mi oído, sus cabellos lisos y sedosos acariciaron mi oreja.

– Me contaras todo – susurró – sin secretos.

– De acuerdo – respondí, suspirando

Entonces sentí los labios frescos de mi hija rodeando mi glande. Extrañaba de verdad sentir su boca húmeda alrededor de mi verga.

La traviesa risa de Andrea se despidió de mi oído, y entonces descendió. Llevó su boca a mi entrepierna y besó mis testículos en el momento en que Mariana se elevaba con mi verga dentro de su boca. Se separaron, y en sincronía volvieron a acercarse. Mariana a mi izquierda y Andrea a la derecha, besaron mi glande y se deslizaron sobre mi tronco hasta lamer ligeramente mis huevos. Era como si lo hubiesen estado practicando.

Era increíble, el gran amor de mi juventud y mi propia hija, me chupaban la verga al unísono. Mi mente flotaba en el placer que emanaban sus bocas cálidas y dulces. Los rubios cabellos de Mariana y los oscuros lisos de Andrea generaban un contraste espectacular. La mujer no sólo era más grande sino más experimentada, de modo que mi hija a veces se detenía a observar los movimientos de Andrea, para después intentar ella misma igualarlos.

Acariciaba sus cabellos, como si se tratara de mis fieles mascotas. Mariana evitaba verme, y cuando lo hacía parecía apenada de que mi mirada chocara con la suya. Andrea, en cambio, estaba más relajada, y me lanzaba miradas fugaces y cachondas. Me mostraba sus dientes mordiendo juguetonamente mi esponjoso glande o se metía mi verga hasta el fondo de su garganta sin despegar su mirada de la mía.

El sonido de alguien aclarándose la garganta me hizo girar la vista, y entonces me encontré a Gael recargado tranquilamente sobre el marco de la puerta.

Intenté levantarme enseguida, pero las manos de Andrea me detuvieron.

– ¡Tranquilízate! – me dijo – No hay problema.

– Andrea… – intenté decirle

– Vas a tener que ser paciente con las explicaciones – me dijo, en un tono más serio – No lo arruines, y disfrútalo.

Yo no entendía absolutamente nada, ¿Andrea pensaba seguirme chupando la verga así como así frente a su hijo? Y Mariana, ¿Mariana por qué seguía tan tranquila?

La presencia del muchacho me puso realmente nervioso. Vestía un pantalón de algodón blanco, de dormir, y una camiseta amarilla. Parecía recién levantado de la siesta, y miraba la escena como si se tratara de la repetición de un partido de futbol.

Su madre y mi hija seguían chupándome la verga en equipo. Eran un dúo dinámico y talentoso, Andrea lideraba y daba indicaciones concretas con pequeños menos de cabeza y miradas fugaces a Mariana, que obedecía sus instrucciones como si se tratara del ensayo de un baile. Cuando Andrea alzaba las cejas mirando hacía mis testículos, mi hija respondía bajando hasta mis huevos y llevándose cada una de mis bolas a su cálida boca.

Un ligero lengüeteo bastaba para que Mariana y Andrea deslizaran sus preciosas lenguas desde la base de mi tronco hasta la punta de mi verga; sus lenguas entrechocaban al final del viaje, y faltaba poco para que hubieran terminado en un acalorado beso.

Aquello me estaba poniendo realmente cachondo, me pregunté cuál sería la expresión de Gael cuando su madre se tragó completamente mi verga, tosiendo al borde de la asfixia antes de volverla a liberar, pero el muchacho se había movido de lugar. Entonces lo encontré sentado tranquilamente sobre uno de los sillones individuales. Sólo le faltaban un refresco de medio galón y unas palomitas para que pareciera un muchacho típico ante una película. Pero pese a su tranquilidad, su mirada fija en la escena comenzaba a tener repercusiones en su entrepierna, donde el volumen de su verga iba aumentando.

¿Qué rayos estaba pasando? ¿Y qué seguía?

Pude haber hecho un montón conjeturas acerca de lo que claramente se acercaba, pero la voz de Andrea invitando a mi hija a repetir su hazaña me sacó de mis pensamientos.

Mariana se mordió suavemente los labios; miró mi verga como quien mira el fondo de una piscina desde una plataforma de clavados y después me miró a los ojos como si estuviese pidiéndome permiso para proceder. Aquella mirada tenía tantos matices, tantos posibles significados para mí que no pude soportarla; llevé mi mano hacía su nuca y atraje su rostro contra mi entrepierna.

La hice tragarse mi erecto falo por completo, pude sentir su lengua luchando por abrir espacio a aquel pedazo de carne invasor que se clavaba en su garganta. Mantuve mi pesada mano durante unos segundos sobre la cabeza de mi hija, a pesar de las ligeras convulsiones de su cogote. Andrea miraba la escena con una sonrisa completamente fuera de lugar, casi mirando a Mariana con ternura.

Entonces hice a un lado mi mano y mi pequeña pudo por fin alzarse y respirar. Me dirigió una expresión que me hizo entender que todo lo demás podía enterrarse en el pasado. Y entonces tomó mi tronco y volvió a repetir lo mismo, aguantándose las gárgaras, demostrándome lo bien que podía mamar mi verga.

Como una asistente social satisfecha de otro buen trabajo, Andrea se puso de pie y se retiró lo más discretamente que su cuerpazo lo permitía. Iba a dirigir de nuevo la mirada al rostro de Mariana cuando de pronto el sonido de un cierre abriéndose llamó mi atención. Alcé la vista y vi cómo Andrea se acercaba a su hijo, lentamente, mientras dejaba caer tras de sí el vestido de mezclilla. Quedó ante él, con un conjunto anaranjado de lencería de lo más cachondo. Sus glúteos masticaban ya una buena parte de la tela de sus bragas.

Se acercaba lenta y sensualmente a su hijo, quien había comenzado a deshacerse de su ropa. Cuando su madre llegó, la verga erecta de Gael ya estaba más que lista.

– Necesito que me hagas un favor…después veremos, pero antes…tengo cierta urgencia… – fue lo único que alcancé a escuchar en los confusos murmullos de aquella mujer antes de que colocara sus rodillas sobre el sillón donde Gael la esperaba.

Entonces rodeó a su hijo con sus piernas. Él jaló de los tirantes laterales de las bragas de su madre, y estas cayeron, dejándome ver los perfectos glúteos de aquella mujer.

Regresaba a mirar de reojo a mi hija, de vez en cuando, pero esta no pudo sonreír con cierto placer mi sorprendido rostro. Supuse que, si ella sabía lo que yo estaba viendo, su sorpresa había sido igual al enterarse.

Andrea hubiera parecido una gigantesca belleza frente a su hijo de no ser por el fornido cuerpo que el muchacho había obtenido a base de ejercicio.

Miré cómo las nalgas de la mujer descendieron, haciendo desaparecer lenta pero progresivamente la gruesa verga de su hijo entre sus piernas. El muchacho acarició el culo de su madre una vez que esta se tragó su tronco, y ahí permanecieron sus manos, apretujando aquellos deliciosos glúteos una vez que la mujer comenzó a mover sus caderas.

Miré de nuevo hacía mi hija, como esperando que ella tuviera la explicación completa de lo que estaba sucediendo. Ella se sacó mi glande de su boca y sonrió graciosamente, alzando sus hombros. Parecía tan sorprendida como yo de aquello. Comprendí que no era entonces el momento para explicaciones, e invité a mi hija a que se levantara.

La desnudé, con la paciencia de alguien que juega a las muñecas. Retiré su blusa e hice descender su short. Debajo llevaba unas bragas rosas que desentonaban con su pequeño sostén amarillo. Antes de continuar desvistiéndola, mis manos acariciaron su cuerpo, recorriendo cada centímetro de su piel, deteniéndose en su cintura, su rostro, sus piernas y sus nalgas; parecían rememorar aquel cuerpo que alguna vez les había pertenecido y que hoy recuperaban.

Los gemidos de Andrea comenzaban a inundar dulcemente el departamento, como música de fondo mientras mis dedos desabrochaban los ganchillos del sostén de Mariana. Mis labios saludaron los oscuros pezones de mariana, mientras mis manos jugueteaban con la tela de sus bragas. Mi boca continuó su recorrido, mi nariz olió el natural aroma de su cuello y mis labios se encontraron entonces con los suyos. El tiempo pareció detenerse mientras nuestras bocas prometían no volverse a separar nunca.

Sin dejar de besarla, hice caer sus bragas. Ella dio un paso, y después otro. Otro liviano movimiento hizo que sus piernas rodearan mi cuerpo, y uno de mi parte colocó la cabeza de mi falo a las puertas de su concha.

Un espasmo agitó su cuerpo, y sus dientes mordieron mis labios cuando mi verga la penetró. La calidez de su interior llevaron la locura a mi mente, su mojado coño parecía acariciar con lentas fluctuaciones a mi tronco.

Mi sangre corría emocionada por las venas de mi falo, mientras Mariana comenzaba a moverse lentamente. Separó sus labios de los míos, para tener la suficiente libertad de cabalgar sobre mi verga mientras me miraba fijamente con deseo, con pasión, con amor.

Al inicio se movía con aquella gracia que la caracterizaba. Tenía aquella expresión que usaba en los videos durante la muestra de los ejercicios. Una sonrisa cruzó mi rostro cuando me imaginé uno de sus videos titulándose “Salto en cuclillas sobre la verga de mi padre”.

Sus saltos comenzaron a aumentar su intensidad y entonces también mi cuerpo comenzó a moverse. En seguida nuestros cuerpos se adaptaron uno al otro, entonces el placer fue tal que los gemidos de Mariana cubrieron por completo a los de Andrea. Sus gritos agudos escapaban cada vez que su clítoris se arrastraba sobre mi vientre y cada vez que mi grueso tronco se deslizaba dentro de su concha.

Poco a poco, ella se fue agotando, pero mis movimientos fueron sustituyendo a los suyos sin que se perdiera el ritmo. La ayudaba a subir a bajar empujando su colita hacía arriba. Y mis caderas habían tomado la suficiente velocidad para infligir en mi hija una tormenta de placer.

Entonces se corrió, sentí cómo su coño vibraba; percibí sus jugos siendo expulsados y vi sus ojos apretándose de placer. Su respiración se detuvo y su boca se abrió. Su cuerpo se desplomó sobre mi pecho pero yo seguí embistiéndola. Mi verga salía y entraba entre los temblores de su concha. Sus manos rasguñaron mi espalda, sus gritos se alojaron sobre mi oreja y su dientes mordisqueaban mis cabellos. Mis manos apretujaban sus glúteos, sudorosos, mientras mi falo seguía castigándola con embestidas duras y firmes.

Entonces me detuve, y ella cayó rendida sobre mi falo. Su cuerpo perdió solidez y sus manos se colocaron sobre mis pechos. Sudaba de la frente, y me regaló una dulce sonrisa antes de abrir la boca para respirar.

Apenas Mariana había comenzado a recobrar el aliento, la imponente escultura de Andrea apareció tras de ella.

– ¡Uf! – exclamó a mi hija, alzando las cejas – Eso debió haber estado bueno.

Mariana la miró, con una apenada sonrisa. Después bajó su rostro hacía mi pecho, aún agotada.

Andrea me miró con aquella típica cachondez. Abrió la boca, a punto de decir algo, pero se detuvo a meditarlo unos segundos. Finalmente pareció resolver sus pensamientos.

– ¿Cambio de pareja? – dijo entonces, con naturalidad.

Pero no funcionó de mucho, enseguida mi rostro debió ensombrecerse pues la sonrisa de Andrea se borró. Cambió entonces a una expresión más seria, y se lamió los labios antes de continuar con su oferta.

– Heriberto – me dijo, mirándome mientras mí hija, aun clavada en mi verga, descansaba sobre mi pecho – podemos discutir esto o podemos tomárnoslo con calma.

– O podemos olvidarnos de esto.

Suspiró.

– Yo no creo poder olvidarme de esto – llevó sus manos a los hombros de Mariana, y comenzó a masajear suavemente su espalda – Además, tenía pensado iniciar una bonita relación, ¿tiene eso algo de malo?

Yo arrugue los labios. Entendía perfectamente de lo que hablaba. Y efectivamente, lo que ofrecía era por demás atractivo, el sólo morbo de pensar que ambas parejas podríamos encontrarnos y repetir una orgía como aquella me parecía de lo más morboso y excitante. No era un problema moral el que me detenía, eso ya había quedado tan atrás que apenas y lo recordaba. No, era Mariana, eran mis celos, era la idea de pensarla en manos de otro hombre. ¿Sería realmente mía? ¿De verdad se olvidaría para siempre de la existencia de otros hombres para pertenecerme sólo a mí? ¿O aquello terminaría por alejarla de su padre? ¿No sería compartiéndola la mejor manera de conservarla?

Eran cuestiones que ya me habían quitado el sueño varias noches y que no me habían llevado a ninguna conclusión. Ahora la propuesta de Andrea me obligaba a tomar una decisión. Tragué saliva.

Bajé la vista, me encontré con los dulces ojos de Mariana. Me miraba con una expresión neutra. No parecía intentar convencerme de nada, sino simplemente esperaba cuál sería mi respuesta.

– No creo que tenga nada de malo – dije entonces – es sólo que…

– ¿Es sólo que qué? – preguntó Andrea, mirándome fijamente

– No sé si sea lo correcto.

Andrea lamió sus labios, pensativa. Entonces dejó los hombros de Mariana y acarició maternalmente mi rostro.

– Nunca lo sabrás…

Dejó mi rostro.

– …¿sabes? – continuó – Tú y yo nunca sabremos qué es lo correcto y qué no. Ya no podemos saberlo. Por eso para mí ha dejado de importar.

– No entiendo bien qué me quieres decir.

– Quiero decir que dejes de preguntarte por “lo correcto” y comiences a pensar en “lo bueno”. Si lo piensas, son dos cosas distintas.

Andrea terminó por convencerme, y un minuto después vi a mi hija avanzar hacía donde Gael la esperaba. La mano de Andrea desvió mi mirada hacía la de ella, y vi sus labios acercarse a mi rostro. Me besó en la frente, en la nariz y finalmente en los labios.

Los besos de Andrea me confundían. Estaban llenos de sensaciones extrañas que me hacían preguntarme cuales eran las verdaderas intenciones de aquella mujer. Su misteriosa belleza acentuaba aún más su extraño comportamiento y sus caricias y palabras dulces contribuían a volverme loco. Nuestros labios se separaron, y ella se acomodó de la misma manera en como lo había hecho con Gael hacía unos minutos. Sus piernas rodearon mi cintura y nuestras partes se acercaron peligrosamente.

A lo lejos, escuché murmurar a los muchachos mientras platicaban. Aunque Mariana ya tenía experiencia en estas artes, y Gael evidentemente también, ahora parecían un par de novios en su primera vez. Apenas y se atrevían a mirarse, y parecían apenados con lo que estaban a punto de hacer. Supongo que Mariana tomó la decisión, pues empujó al chico para que se sentase sobre el sillón. Jugueteó un momento con el falo erecto del muchacho, como si estuviese evaluándolo. El chico tenía una buena herramienta, y aunque no tenía las dimensiones de la mía, sí que le deparaba un buen futuro.

Mi hija se colocó de cuclillas sobre aquella verga, dándole la espalda al muchacho y ofreciéndonos el espectáculo de su morbosa desnudez. Su coño abierto y goteante se tambaleaba sobre aquel falo endurecido mientras terminaba de acomodarse. Gael la sostuvo por las caderas, apuntó su falo y preparó sus caderas.

Entonces la penetró. Con lentitud, pero con firmeza. Con el cuidado y determinación con el que se administra una vacuna. Un espasmo impulsó a mi hija hacía el frente, pero las manos del muchacho la sostuvieron con sus manos sobre sus tetitas. Los blancos dientes de Mariana aparecieron, mordiendo su labio inferior, saboreando la textura y el tamaño de aquel nuevo habitante de su coño.

Seré sincero. Alguna vez llegué a imaginarme a mi hija siendo follada por alguien más. Era una especie de fantasía que no dejaba de parecerme una mala idea, como algo que supuestamente no tendría que desear. No imaginaba ahora cómo aquello se volvía realidad, cómo tan rápido, y cómo de aquella manera.

Mi hija comenzó a saltar lentamente sobre aquel tronco. Aquella escena me causaba una extraña combinación de excitación y celos. Andrea debió notarlo, puesto que empujó mi barbilla para que la mirara. Tenía una cálida sonrisa de madre.

– Todo está bien – dijo

Moví la cabeza afirmativamente. Mi respiración se normalizó, y mi atención comenzó a concentrarse en su cuerpo. Se acercó a mí, ofreciéndome su pecho. Mis manos se apropiaron enseguida de aquellos preciosos melones; mi verga sentía el roce húmedo de su coño. Sus pechos firmes y voluminosos se acercaron más, y entonces mi boca comenzó a explorar la textura de sus oscuros pezones. Mi nariz rozaba la sus senos mientras mi lengua jugueteaba con aquellas tetillas que se endurecían en mi boca.

Cayó lentamente, y mi verga se instaló en su cálido coño. Comenzó a cabalgar enseguida, mientras yo guiaba sus caderas, aunque poca falta le hacía. Follaba con la profesionalidad de una estrella porno, y sus movimientos tenían esa capacidad de satisfacerse así misma al tiempo que enloquecía de goce a su acompañante.

Mis manos se divertían de lo lindo con sus formidables glúteos, sus movimientos hacían que sus tetas chocaran contra mi rostro y sus manos despeinaban mis cabellos. Su hermosa cabellera danzaba ligeramente al ritmo de sus movimientos. Su blanca piel se enrojecía de placer.

Sentía su coño contrayéndose contra mi verga; ella sonreía cuando miraba mi expresión complacida cuando aumentaba la intensidad de sus rebotes. Yo comencé a moverme más, embistiendo mi verga contra su coño. Entonces sus agitadas respiraciones se convirtieron en gemidos de placer que se combinaron con los agudos gimoteos que Mariana lanzaba a lo lejos, mientras saltaba como conejita sobre el agradecido tronco de Gael que, embadurnado con los jugos de mi hija, reflejaba los rayos de luz.

El muchacho besaba la espalda de Mariana, mientras sus manos se deslizaban sobre las tetitas de la chica. Aquella posición me dejaba ver a detalle el dilatado coño de mi hija. Podía ver su pequeño clítoris enrojecido, y los labios vaginales abriendo paso para engullir el falo del muchacho. Una sensación extraña se instaló en mi mente, y pronto comprendí que era cualquier cosa menos enojo. No me molestaba, ¿por qué no me molestaba?

Mariana cruzó por un segundo sus ojos con los míos, parecíamos vernos en cámara lenta, aunque en realidad ella vibraba por las embestidas que el muchacho le provocaba. Sus ojos parecían preguntarme si yo me encontraba bien. Supongo que los míos respondieron algo tranquilizador, porque ella sonrió satisfecha y cerró los parpados, entregándose al placer.

Andrea acercó sus labios a los míos, y me perdí no sé cuánto tiempo en aquella boca. A veces, mientras mis manos recorrían su figura, yo me preguntaba cómo un cuerpo era capaz de mantenerse en semejante estado. ¿Cómo se podía ser tan hermosa?

Los gemidos de Mariana de pronto me parecieron más cercanos, y lo estaban. Ahora los chicos habían cambiado de posición. Con la cabeza recostada sobre uno de los sofás grandes y con las piernas extendidas, Mariana recibía las embestidas del muchacho. Aquella escena parecía aún más guarra, porque de no ser porque todos sabíamos lo que sucedía, cualquiera hubiese dicho que Gael estaba violando a mi hija.

Aquello, lo admito, me calentó. Me hizo recordar la intensidad con la que antes me la había follado, y me hacían pensar en que sería cuestión de tiempo para que se repitiera. Me gustaba, de cierta manera, dominarla; me gustaba transmitirle esa sensación, de mi enorme cuerpo sobre su pequeña figura. Ver cómo aquel muchacho la tomaba de las caderas y la rebotaba sobre su verga como una muñeca de trapo, hizo que mi falo se endureciera aún más.

Andrea se puso de pie entonces, y se acomodó de la misma forma que Mariana. Sólo que parecía algo injusto, el tierno culito de Mariana apenas y se acercaba a el enorme culazo que aquella morena ostentaba. Pude ver el ojete de Andrea, no había que ser un experto para saber los kilómetros de verga que habían pasado por ahí. Debajo, su húmedo coño parecía susurrarme que me acercara.

No necesitaba una invitación para colocarme tras aquella yegua. Sus preciosas nalgas fueron conquistadas con las caricias de mis manos, mientras mi verga se enfilaba acomodándose en el canal entre sus glúteos. Entonces penetré hasta lo más profundo de su coño.

Cara a cara, a menos de quince centímetros, los enrojecidos rostros de aquellas preciosidades se compartían gemidos y suspiros al ritmo de los embates de nosotros. Andrea de vez en cuando giraba a verme, y me regalaba una sonrisa pícara que parecía preguntarme “¿te gusta todo esto?”. Sólo entonces entendía que, después de todo, aquella mujer era la gran ganadora de todo aquel embrollo. Era una tipa lista, más inteligente que bonita.

El placer se expandió por la sala. De alguna manera, la temperatura debió haber aumentado, y el aroma a sexo se notaba en cada respiración. Nuestras pieles brillaban por el sudor, y los gemidos y respiraciones agitadas habían dejado de tener un solo dueño. En todos mis años, aquella era la primera orgía en la que participaba, y no me imagino cómo alguna podría ser mejor.

Minutos después, los gritos de Mariana recorrieron toda la casa; fue un orgasmo tan magnifico que la propia Andrea se inspiró. Sentí su coño contrayéndose, y a ella misma ejerciendo fuerza contra mi verga. Su respiración agitada y sus nalgas vibrando invadieron la escena durante unos segundos, antes de que su cabeza cayese rendida sobre el sofá.

Cesé un poco mis embestidas, al igual que Gael. Las dos mujeres estaban recostadas, como desmayadas, sobre los asientos. Nuestras vergas seguían ensartadas en ellas.

Mi pollas estaba agotada y adolorida. Había estado conteniéndome pero cada vez era mucho más complicado. Mariana despegó su rostro del sofá, su sudor parecía lágrimas y una sonrisa agotada me explicó que estaba contenta.

Entonces sentí que estaba a punto de eyacular. Me detuve, mientras Andrea recobraba el aliento sobre el sofá. Bajé mis labios hasta su oído.

– Debo correrme dentro de ella – dije

Ella asintió. Alzó la vista y con la mirada le indicó a su hijo que se acercara. El muchacho sacó su verga de mi hija, y se dirigió hacía su madre, quien engulló su falo como compensación. Mirando aquella escena, me coloqué detrás de Mariana, que me esperaba pacientemente, como una vaquilla esperando a su toro. Mi verga sobó el exterior de su mojado coño, y sin más aviso la penetré.

Estaba tan húmeda que no hacía falta ninguna preparativa. La embestí a un ritmo acelerado, y sus gemidos no tardaron en presentarse. Giró el cuello y me miró con una expresión de feliz dominada. Juntamos nuestros ojos, recordándonos que yo la follaría y la protegería para siempre, y que ella estaría siempre ahí para recibir mi verga y saborear mi leche.

Mis manos rodeaban su cinturita, sus nalgas chocaban contra mi entrepierna, mi tronco se deslizaba entre sus labios vaginales al tiempo que mi respiración aumentaba su ritmo y sus gimoteos se transformaban en gritos de placer.

Vi cómo la verga de Gael salía de la boca de Andrea. Vi cómo se corría, embadurnando el rostro de su madre con su leche y salpicando el de mi hija. Vi como Andrea se llevaba a la boca, complacida, el glande del muchacho. Vi cómo su rostro se acercaba al de mi hija, y vi como se besaban, mientras se compartían con sus lenguas el esperma de Gael.

Entonces me corrí. Me corrí como no lo recordaba, mi verga se instaló hasta el fondo de aquel precioso coñito pero eso no evitó que por los costados mi leche se desembocara. Saqué mi falo, me incliné y besé sus nalgas, y su esfínter, y su coño derramando mi leche, agradecido por la bendición de poder follarme aquel precioso culito.

La casa tenía tres regaderas; yo me bañé sólo en una, y mi hija en otra. Madre e hijo se bañaron juntos. Vestidos y limpios, nos encontramos en la sala. Andrea y yo salimos primero. Estaba vestida con el mismo vestido, y actuaba como si nada extraordinario hubiera ocurrido. Me invitó a sentarme junto a ella.

– ¿Por dónde empezamos?

– ¿Puedo elegir? – pregunté

– Bien.

La miré, preguntando qué tanta sinceridad podría esperar de ella. Sus ojos no parecían tener la intención de mentir. Pensé que aquella tarde, ella me había mostrado una confianza que no dejaba espacio a dudas.

– ¿Cómo te enteraste? De lo de Mariana y yo.

– Una se las huele – dijo, acomodándose sobre el sofá – Platicando con Mariana y con Katia, fui confirmando mis sospechas. El caso de Katia me preocupa, pero después hablaremos de ella. Yo me di cuenta de que Mariana y tú estaban peleados, de una forma un tanto extraña. Una tarde se lo pregunté directamente a Mariana. Tu pobre hija se puso tan roja que sus mentiras pésimas daban risa. Finalmente lo admitió.

– Comprendo – dije, apretando los labios

– Por experiencia – me dijo, con un tono más serio – te puedo decir que esto es muchísimo más delicado de lo que crees. Mariana debe aprender a mantener esto en secreto. Pero Katia…

– ¿Qué sabes de Katia?

– Sé que lo sabe, sé que tuvo algo que ver contigo, sé que intentaste ponerla de tu lado y sé que fallaste. Entiendo que los tiene tomados por el cuello.

Yo respiré, incomodo. Andrea tenía razón, pero no me gustaba recordar aquello.

– Creo que sí lo sabes todo, ¿qué es entonces lo que querías que yo te explicara?

– Algo sencillo – sentenció Andrea, mirándome con una malicia que no le conocía – Quiero que me expliques cómo puedes permitir esto.

Relato erótico: “¡Un cura me obliga a casarme con dos hermanas! 2” (POR GOLFO)

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Capítulo 2.

Mi hermano.
Estaba todavía abrazado a ellas, cuando escuché el timbre del chalet. Y antes que me diese tiempo de levantarme, vi a Dhara salir corriendo de la cama mientras se ponía una bata encima. Creyendo que sería un error porque no esperaba ninguna visita, me relajé acariciando a Samali, la cual, recibió con gozo mis mimos y pegándose a mí, buscó reactivar la pasión de la noche anterior. Mi pene salió de su letargo en cuanto sintió la presión de su mano recorriendo mi piel.
“Qué gozada”, pensé al leer en sus ojos el deseo y forzando con mi lengua sus labios, separé sus piernas y viendo que estaba dispuesta, la ensarté dulcemente.
No llevábamos ni medio minuto haciendo el amor, cuando su hermana entró en la habitación y poniéndose de rodillas junto a la cama, dijo:
-Esposo nuestro, un hombre que dice ser su hermano le espera en el salón-.
Me quedé helado al comprender que Javier se había enterado de mi vuelta y comprendiendo que cuando le contara que me había casado, se iba a cabrear, decidí bajar y enfrentarme a él. No en vano era mi hermano mayor y desde que nuestros padres habían muerto en un accidente, su mujer y él me habían acogido en su casa hasta que tuve edad de independizarme.
Al explicarle a las dos mujeres quien era y que no había tenido tiempo de informarle de nuestra boda, se quedaron aterrorizadas al no estar presentables ni tener nada preparado para ofrecerle y levantándose ipso facto, se pusieron a arreglar. Yo en cambio, solo me puse un pantalón y una camisa antes de bajar por las escaleras e ir al salón.
Javier, mientras me esperaba, se había calentado un café en el micro. Debía de estar extrañado que le hubiese abierto la puerta una muchacha hindú y por eso cuanto me vio entrar por la puerta, con una sonrisa, me soltó:
-No me puedo creer que te has traído una criada desde allá. No sabes lo difícil que va a resultar arreglarle los papeles-, en su tono descubrí que estaba preocupado por el poco criterio que su hermanito demostraba.
-No es mi criada-, contesté.
-Ah, ya me extrañaba. -, suspiró más tranquilo al pensar que era un ligue. -Tengo que reconocer que tienes gusto para las mujeres, esa cría está buenísima-.
Sin saber cómo plantearle el asunto, me serví otro café antes de aclararle la verdadera naturaleza de su presencia. Estaba a punto de empezar cuando las dos hermanas entraron en la habitación y sin darme tiempo a reaccionar, se arrodillaron a sus pies.
Mi hermano, completamente alucinado, me miró buscando respuestas a ese comportamiento, momento que aproveché para decirle:
-Javier, te presento a Dhara y a Samali mis esposas-.
-¡Me estás tomando el pelo!-, contestó sin acabárselo de creer.
Incrementando su estupor, Samali, la mayor, se levantó y besando su mano, le soltó:
-Es un honor, recibir en casa al hermano de nuestro marido. Solo espero que le disculpe por no haberle avisado de nuestra boda pero la urgencia de su vuelta a España, hizo que fuera imposible tener tiempo para hacerlo-.
-¡No me lo creo!-, exclamó indignado.
Dhara eligió ese momento para presentarse e incorporándose lo besó, diciendo:
-Comprendo su disgusto, pero si tiene que enfadarse con alguien es con nosotras.  A mi hermana y a mí nos resultaba imposible aplazar la boda y por eso, nos casamos este domingo-.
Que me hubiese casado, pase. Que fuera con dos mujeres, le cabreó. Pero saber que me había desposado con dos hermanas, le hundió y sentándose en un sillón, me pidió un whisky.
-Son la diez de la mañana-, respondí.
-¿Te extraña que necesite una copa después de lo que me habéis contado?-.
Sin esperar que se lo pidiera, Samali se dirigió al bar y poniendo dos, nos los trajo. Al ver que me sentaba al lado de mi hermano, las dos mujeres se arrodillaron frente a nosotros porque  querían ser testigos de la explicación y así no meter la pata.
Su presencia me obligó a mentir a Javier. No podía avergonzarlas en frente de mi hermano y por eso, sabiendo que se iba a enfadar no le hablé del engaño del cura sino que le dije:
-Siento no haberte avisado  pero si te lo hubiera dicho, hubieras intentado que recapacitara. En cuanto las conocí, me enamoré de ellas y supe que no podía elegir a una dejando a la otra. Como su familia estaba de acuerdo, me casé el mismo día que me venía. Sé que es difícil de comprender, pero antes de que hables quiero que sepas que nada de lo que digas va a hacerme cambiar de opinión-.
-Estás como una puta cabra-, me soltó y poniendo cara de angustia, dijo: -¿Cómo cojones le voy a decir a María lo que has hecho?-.

-Si usted lo prefiere-, intervino Samali,-deje que seamos nosotras quienes se lo digamos. Su mujer lo comprenderá mejor si lo oye de nuestros labios. Mi hermana y yo le explicaremos que nuestro amor es puro y que en modo alguno nos hemos visto forzadas. Haga como si no sabe nada y esta noche, buscaremos el momento mientras vienen a cenar. Usted solo debe decirle que su hermano ha aparecido en España con dos amigas-.

Viendo una salida, Javier aceptó y terminándose la copa de un trago, se despidió preguntando a qué hora era la cena:
-A las nueve les esperamos en esta, su casa-, contestó la pequeña de las dos, acompañándole hasta la puerta.
Nada más desaparecer mi hermano, las dos mujeres me preguntaron un tanto confusas porque me había inventado esa historia.
-Os quiero a las dos y según la mentalidad europea, si cuento que os conocí el día de la boda, pensarían que os he comprado-.
-Pero eso es lo que ha hecho. Pagó nuestra dote, liberándonos de un destino horrible-, preguntó extrañada Samali. -Su acción lejos de merecer reproche, le dignifica-.
-Según vuestra forma de pensar, sí. Pero según la española, nunca considerarían valido este matrimonio y os verían como algo digno de lástima-.
-Aunque no lo comprendo… entonces-, preguntó Dhara, -¿ha mentido para darnos un lugar y que nadie nos menosprecie?-.
-Así es-, respondí.
Tras recapacitar durante unos instantes, las dos hermanas sonrieron y cogiéndome del brazo, me llevaron escalera arriba.
-¿Dónde vamos?-, pregunté al ver su alegría.
-A intentar darle un hijo al mejor de los hombres-, respondieron mientras me bajaban la bragueta del pantalón.
Ni siquiera dejaron que me tumbara. Arrodillándose a mis pies, las dos hermanas compitieron con sus bocas a ver quién de las dos podía absorber más cantidad de mi pene en menos tiempo. No me cupo ninguna duda que Samali ganó, porque fue ella la que consiguió introducirse mi extensión obligando a Dhara a conformarse con mis testículos. La visión de esas dos preciosidades prostradas mientras buscaban mi placer, hizo que me excitara alcanzando una erección como pocas veces había experimentado. Ellas, al comprobar el resultado de sus caricias, como posesas, buscaron extraer el jugo de mi sexo.
Avergonzado, noté que el placer se acumulaba en mi interior y temiendo eyacular antes de tiempo, les pedí un respiro:
-Tranquilas, si seguís así, me voy a correr-.
-Eso queremos-, contestó la pequeña dejando por unos instantes sus mimos, -riegue con su simiente la boca de mi hermana, que luego ya tendrá tiempo de hacer germinar nuestros vientres-.
Su completa entrega fue la gota que colmó mi vaso y dando un suspiro, dejé que mi pene soltara la tensión que en ese momento me dominaba. Samalí aceptó la ofrenda con gozo y saboreando mi semen como si fuera un manjar, se lo bebió gimiendo de placer. Acababa de limpiar con su lengua mi última gota, cuando me vi forzado a tumbarme y desde esa posición, observé como mis dos mujeres se desnudaban sensualmente. La primera en terminar fue la pequeña que lanzándose sobre mí, restregó su delicado cuerpo contra mi piel, consiguiendo reactivar mi maltrecho pene. Ni siquiera esperó a que descansara, abriendo sus piernas, se fue empalando lentamente hasta hacerlo desaparecer en su interior.
-No es justo-, protestó su hermana, -soy la mayor y por lo tanto, debe ser a mí a quien posea en primer lugar-.
Dhara, moviendo sus caderas, le sacó la lengua y dirigiéndose a mí, dijo: -¿Verdad que me toca a mí?-.
No le contesté. No debía entrar en ese juego, por lo que, para evitar males mayores, cogí a Samali de la cintura y le dije:
-Quiero devolverte el placer-.
La muchacha se rio y pasando su pierna por encima de mi cabeza, puso su sexo en mi boca. Por mucho que lo viera, no podía acostumbrarme a su belleza y haciendo caso a lo que me pedía el cuerpo, separé sus labios y con la lengua, la penetré. Samali suspiró al ver hoyada su abertura y olvidándose de la afrenta sufrida, besó a su hermana mientras disfrutaba de mis caricias. Buscando alargar mi penetración, me concentré en el clítoris que tenía a mi alcance y con suaves mordiscos, fui torturándolo hasta oír los gemidos de su dueña. El sabor de ella recorrió mis papilas, impregnando mi paladar de un dulzor imposible de describir. De su cueva no tardó en brotar un arroyo espeso, antesala al clímax que se estaba gestando en su interior. Al notarlo, aceleré los movimientos de mi lengua, recogiendo cual cuchara el flujo que la muchacha me brindaba.
Samali frotando su sexo contra mi boca, se derritió dando gritos, consiguiendo adelantarse a su hermana en la carrera de ser la primera en correrse, tras lo cual, bajándose de mi cara, se acostó a mi lado, y cogiendo un pezón de la hermana, lo pellizcó entre sus dedos mientras me susurraba al oído:
-No se preocupe, nunca me pondré celosa de esta casquivana. Es parte de nuestro juego-, y poniendo cara de viciosa, prosiguió diciendo: -Pero si quiere castigarla por adelantarse, cuente conmigo-.
Solté una carcajada al comprender que esas dos hermanas se divertían inventando una rivalidad que no existía y lanzándole un órdago, le ordené castigara a Dhara por su osadía. Supo que estaba haciéndome partícipe de su travesura y poniéndose de pie, empezó a azotar el trasero de la pequeña mientras le recriminaba ser tan ligera de cascos. Esta al notar las nalgadas, gritó como si la estuviesen matando e incrementando el ritmo de su movimiento, cabalgó sobre mí, desbocada.
-Serás puta-, le recriminó bromeando la mayor.
-Sí, soy la puta de nuestro esposo-, contestó chillando mientras se corría. -Él sabe que me tiene con solo mirarme-.
Sus palabras hicieron que cambiando de postura la pusiera a cuatro patas y que de un solo empujón, la cabeza de mi glande chocara contra la pared de su vagina. La nueva posición prolongó su éxtasis y gimiendo, me pidió que la usara.

-Tomémosla juntos-, rogó Samali pegando su cuerpo al mío,  simulando que éramos uno, quien la poseía.
Alucinado escuché gemidos de placer a mi espalda porque,  en su fantasía, era ella quien estaba penetrando el cuerpo de su hermana. Tanta excitación hizo que pegando un grito, lanzara mi simiente en su interior de forma que si su vientre resultaba germinado seríamos tres los progenitores.

Al caer agotado, me acompañó Samali en mi caída. Apartándose hacia la izquierda, Dhara permitió que nos tumbáramos sobre las sábanas. Con una hermana a cada lado, descansé mientras pensaba en la oportunidad que ese cura me había brindado.
Los preparativos.
La tensión de las dos hermanas se fue incrementando con el paso de las horas. De un nerviosismo lógico fueron pasando a un terror patológico, producto de la necesidad de ser aceptadas. Les había contado que María, mi cuñada, era una persona importante porque ante la ausencia de mi madre, ella  había adoptado ese papel. Siendo joven, me llevaba solo diez años, me cogió siendo un crío de quince y no me soltó de debajo de sus faldas hasta que decidió que era lo suficiente maduro para valerme por mí mismo. Al yo quererla, les obligaba a llevársela a su orilla y convertirla en su defensora.
Al terminar de comer, me pidieron que me fuera de la casa porque, aunque no se atrevieran a decírmelo, comprendí que lo único que hacía era estorbar. En un principio pensé en ir a ver a un amigo pero lo reconsideré al saber que daba igual a quien fuera a ver, a cualquier de  ellos tendría que explicarle que me había casado con dos mujeres y por eso, poniendo ropa de deporte, salí a correr.
Tardé dos horas en volver. Al entrar por la puerta, me sorprendió comprobar que habían dispuesto la mesa al modo occidental y que junto a los platos, ¡había cubiertos!. A todo aquel que no haya estado en la India quizás no le resulte raro pero en ese país lo correcto es comer con las manos. Tratando de buscarle un sentido, adiviné que ese cambio se debía a las ganas de agradar y que nuestros invitados se sintieran cómodos durante la cena.
“Qué listas”, rumié para mis adentros, “se han percatado, sin necesidad de que se los dijera, que un español vería con irritación que su anfitrión metiera las manos dentro de la fuente de comida común”.
Satisfecho por su sentido común, subí a ducharme. Al no verlas por ningún lado, entendí que esas dos crías debían estar en la cocina ocupándose de que todo resultara perfecto y por eso, me metí en la ducha sin molestarlas. Acababa de terminar y estaba secándome cuando vi a  Samali mirándome desde la puerta. Curiosamente en su rostro se reflejaba un dolor enorme.
-¿Qué te pasa?, pregunté extrañado.
-¿Por qué no nos ha avisado de su llegada?, si no nos informa que está en casa, no podremos servirle como se merece-.
-Por eso no te preocupes, pensé que estabais ocupadas y preferí no molestaros-, contesté ingenuamente.
De improviso, sus ojos empezaron a poblarse de lágrimas. Y hecha un llanto, se arrodilló a mis pies diciendo:
-¿Qué hemos hecho mal para que nos castigue de esa forma?-.
-Nada-, respondí ignorando que regla había roto.
-Entonces porque nos niega el placer de ducharle. Piense que he dejado mi antigua vida atrás, con el único objetivo de cuidarle y si no puedo hacerlo, mi existencia carece de sentido-.
Asumiendo que desde su óptica la mujer tenía razón y que debía de aprender a comportarme, le acaricié la cabeza, diciendo:
-Perdona-.
-¿Puede su esposa al menos secarle?-.
-Por supuesto, pero te exijo que cuando acabes también me vistas. No querrás que tu marido reciba desnudo a sus familiares-.
-Sería imperdonable-, respondió con una sonrisa mientras cogía la toalla de mis manos, -pensaba hacerlo pero antes creo que el dueño de la casa debería castigar a su mujer-.

-¿Y qué crees que se merece?-, contesté percatándome del doble sentido de sus palabras.

-Un tigre marca a su hembra con un mordisco en el cuello mientras se aparea. Creo que con eso será suficiente para que esa malvada esposa entienda quien es su señor-, murmuró antes de con delicadeza llevarse mi sexo a la boca.
No dejé que continuara, cogiéndola entre mis brazos, volví a la habitación y la deposité sobre la cama. Con genuino deseo, fui desnudándola sin dejar de besar esos labios que me volvían loco. La mayor de mis esposas suspiró al sentir que mis dedos recorrían sus pechos y sin pedirme opinión, se arrodilló sobre las sábanas y girando su cabeza, pidió que le hiciera el amor.
Verla tan dispuesta, terminó de excitarme y poniéndome a su espalda, recorrí con mis dedos su vulva para descubrir que la humedad anegaba por completo su sexo. Ella, por su parte, al experimentar mi primera caricia, gimió, presa de deseo y forzando un contacto que necesitaba, cogió mi pene con su mano.
-Tranquila-, susurré mientras separaba sus nalgas, -voy a tomarte como te mereces-.
Comprendió que iba a desvirgarle su entrada trasera y asustada, me rogó que lo hiciera con delicadeza. Aunque no hacía falta que me lo pidiera, eso, reafirmó mi decisión de conquistar su último reducto. Recogiendo parte de su flujo con mis dedos, fui relajando su cerrado músculo con prudencia. Samali no pudo evitar que un quejido saliera de su garganta al sentir que una de mis yemas se introducía en su interior. Moviendo mi falange contra las paredes de su ano, aflojé su tensión gradualmente. Cuando comprobé que entraba y salía con facilidad, di mi siguiente paso introduciendo otro dedo en su estrecho conducto.
-Amado mío-, suspiró al sentir que lejos de ser desagradables, mis incursiones le estaban resultando placenteras.
Siempre había supuesto que era doloroso y por eso, al descubrir que su cuerpo reaccionaba con deseo, movió sus caderas demostrándome su aceptación. Como no quería hacerle más daño del necesario, seguí relajando su esfínter hasta que comprobé que se encontraba suficiente relajado y entonces llevando mi pene hasta él, introduje suavemente mi glande en su interior.
Chilló de dolor al experimentar que su entrada trasera había sido traspasada pero no hizo ningún intento de separarse, al contrario, esperó a que se rebajara su molestia para echar hacia atrás su trasero. Mi pene se introdujo lentamente en su interior de forma que pude sentir como mi extensión forzaba los pliegues de su ano al hacerlo. Contra toda lógica, el sufrimiento la estimuló y llevando su movimiento al extremo, no cejó hasta absorberlo en su totalidad.
-¿Te duele?-, pregunté.
-Sí, pero me gusta-, respondió con una pasión desconocida por mí y hecha una loca, retomó el vaivén con desenfreno.
Poco a poco ese ritmo alocado, permitió que mi sexo deambulara libre en su interior. La muchacha poseída por un salvaje frenesí, me pidió que no tuviese cuidado. Haciendo caso, usé sus pechos como apoyo y acelerando mis penetraciones, la cabalgué como si fuera una potra. Ella, totalmente descompuesta, gimió su placer e incorporándose me pidió que la castigara. Comprendí lo que deseaba y acercando mi boca a su hombro, lo mordí con fuerza. Su grito de dolor no me importó y clavando mis dientes en su carne, forcé su espalda mientras mis dedos acariciaban su excitado clítoris. El cúmulo de sensaciones hizo que su orgasmo fuera brutal y retorciéndose en mis brazos, se desmayó agotada.
Cuidadosamente la tumbé en la cama y tumbándome a mi lado, esperé a que reaccionara. Cuando lo hizo, me miró sonriendo y besándola le pregunté:
-¿Cómo estás?-.
-¡Feliz!-exclamó y poniendo cara de pícara, confesó: -Aunque me duele el cuello y el trasero-.
Comprendiendo la joya que tenía a mi lado, la abracé.
Estábamos aún tumbados cuando desde la puerta, Dhara, nos avisó que eran las ocho y que debíamos darnos prisa en vestirnos porque solo quedaba una hora para que mi hermano y su mujer hicieran su aparición. Samali se levantó al oírla y pidiéndome permiso, salió corriendo de la habitación. En cambio, la pequeña se acercó a la cama y poniendo un mohín, dijo:
-Ya que el esposo de mi hermana se ha olvidado de mí, ¿puedo ser quien le bañe?-.
Soltando una carcajada, le informé que ya lo había hecho y que no creía que necesitara otra ducha:
-Se equivoca. Después de haber hecho el amor con dos mujeres, cualquier hombre suda-.
-¿A dos?-, respondí.
-Sí, un buen marido no hace diferencias-, contestó mientras dejaba caer su vestido al suelo.
La cena.
Estaba en el salón, esperando a nuestros invitados cuando vi a parecer a las dos hermanas. Me quedé sin habla al contemplar su belleza. Comprendiendo la importancia de la visita se habían vestido con sus mejores galas, que no eran otras que los saris que les había comprado en el aeropuerto de Nueva Delhi.
-Estáis guapísimas-, les solté como piropo.
Coquetamente las muchachas me modelaron sus vestidos, dando una vuelta sobre sí mismas, lo que me dio la ocasión de volver a comprobar que me había casado con dos esplendidas mujeres. Era imposible determinar cuál era más hermosa, si Dhara o Samali. La dos individualmente me encantaban pero juntas se complementaban, volviéndome loco. No llevaba más que cuatro días con ellas y ya no me imaginaba mi vida sin su presencia.
-¿Desea tomar algo mientras espera?-, me preguntó la mayor.
-Lo que deseo ya lo he tomado, pero si insistes no me importaría repetir sobre la alfombra-, contesté cogiéndola de la cintura.
-Nuestro esposo me está tomando por tonta-, exclamó separándose de mí, -¡sabe que no tenemos tiempo!. Y  antes que lleguen, quiero pedirle dos favores-.

-¿Cuáles?-, respondí.

-Que durante la cena nos permita tutearle…-
-Hecho-
-Y que le diga a su hermano que se muestre arisco con nosotras y que en cuanto pueda nos lleve la contraria-.
-¿Y eso por qué?, ¿No sería mejor tenerlo de aliado?-.
Dhara, interviniendo, dijo alegremente:
-El futuro padre de nuestros hijos puede ser un buen hombre, pero no conoce a las mujeres. Háganos caso-.
-Vosotras sabréis-, contesté ignorando que tenían planeado.
Acababa de decirlo cuando escuchamos el timbre de la puerta. Ellas, arrastrándome, me llevaron hasta el recibidor y con una sonrisa, me pidieron que abriera. Haciéndoles caso, dejé pasar a las visitas.
Se notaba el nerviosismo de Javier, porque masculló entre dientes un saludo pero en cambio, mi cuñada me dio dos besos y regañándome, me advirtió que era la última vez que llegaba a Madrid sin avisar. Mirando a las dos muchachas, dijo divertida:
-No me vas a presentar a estas monadas-.
Al girarme, vi que empleando el saludo típico hindú, las crías mantenían sus manos unidas contra el pecho mientras lucían la mejor de sus sonrisas.
-María, te presento a Samali y a Dhara. Dos mujeres muy especiales para mí-.
-¿Mujeres?, si son unas niñas, ¡Pillín!-, contestó, y acercándose donde estaban ellas, les dio un beso.
Las hermanas sin dejar de sonreír, le devolvieron el saludo y cogiéndola del brazo, se la llevaron al salón, momento que aproveché para explicarle a mi hermano lo que me habían pedido. Al unirnos a las tres, Javier fue a saludarlas de un beso pero las hindúes se apartaron y le extendieron la mano a modo de saludo.
-El contacto físico está mal visto-, expliqué viendo su cabreo por lo que consideraba una falta de educación.
-¡Menuda gilipollez!- soltó mi hermano.
-Javier, ¡compórtate!-, le recriminó su mujer, -son diferentes costumbres-, y dirigiéndose a las dos hermanas, dijo: -Perdonarle, es un poco bruto-.
Samali, poniendo cara de angustia totalmente fingida, respondió:
-No se preocupe, estamos acostumbradas-.
Indignada con su marido, María le soltó cabreada:
-Ves, lo que has hecho. Pide perdón-.
-Disculpad-, oí decir a mi hermano.
Rompiendo el hielo, Dhara cogió a mi cuñada de la mano y dándole las gracias, dijo:
-Te has equivocado de hermano, es a Fernando al que tienes que regañar-.
-¿Por qué? ¿Qué os ha hecho este impresentable?-
-Nos dijo que eras guapa y claramente se quedó corto. Eres bellísima-.
María se sonrojó al oír el piropo, A toda mujer le encanta que admiren su belleza y más cuando el que lo hace es una muchacha tan hermosa como la pequeña de las hermanas.
“Uno a cero”, dije mentalmente siguiendo el marcador.  En los breves minutos que llevábamos se habían llevado al huerto a la esposa de mi hermano.
-¿Quieres beber algo?-, preguntó Samali.
-Un poco de vino-.
-¿Y tu marido?-.
-¡Un whisky!-, gritó desde el sillón en el que se había sentado.
María le acuchilló con la mirada y tratando de evitar que llegaran a las manos, rápidamente le puse su copa, sirviéndome yo otra. Aunque había descubierto el juego, me preocupaba el resultado.
-¿Y cómo conocisteis a mi cuñado?-, dijo intentando establecer una conversación.
-En el hospital del colegio capuchino. Todos en la aldea querían que el guapo doctor español los atendiera. No solo era por ser buen médico sino que no hacía diferencias entre castas. Como soy enfermera, cada vez que tenía que operar a una Dalit, me encargaban ayudarle en la operación -.
Fue entonces cuando comprendí porque me sonaban sus ojos, Samalí era la muchacha que atendía el quirófano, no la había reconocido porque nunca la había visto sin mascarilla. Alucinado por el descubrimiento, no dije nada.
-No comprendo-, respondió mi cuñada.
-Fernando era el único que no le importaba poner sus manos en uno de mi casta-.
-No sé qué eres-.
-Una intocable-, respondí interviniendo.
-¡Mi hermano y su sentido del deber!. Si en vez de estar jugando a salvar al mundo se hubiese quedado en España, ahora tendría plaza fija en un hospital decente-.
-¡Cállate!- le ordenó Maria, alucinada por su falta de humanidad de su marido, y dirigiéndose a las dos muchachas, preguntó: -Por lo que entiendo, ¿sois Dalits?-.
-Sí-, conteste adelantándome, -son un hermoso pueblo, injustamente tratado por milenios-.
-Pero, el sistema de castas…. ¿sigue plenamente vigente hoy en  dia?-.
-Sí, nuestro nacimiento marca en gran parte el futuro-.

-¡Salvajes!, si no llega a ser por los ingleses, seguirían quemando a las viudas-, espetó mi hermano exagerando su disgusto.

Mi cuñada sin ocultar su desazón, cogió a mi hermano del brazo y llevándolo a una esquina, le montó una bronca. Mientras tanto, acercándome a la muchacha, le dije:
-Con que eras, tú, mi ayudante-.
-Si-, respondió bajando su mirada.
-¿Y tenéis alguna otra sorpresa?-.
-Alguna hay, querido esposo-.
La vuelta de María evitó que le sonsacara a que se refería. Y aprovechando que las hermanas se llevaban a la mujer de mi hermano al comedor, me acerqué donde Javier y le dije:
-Te estás pasando-.
-¡Que va!, todo va sobre ruedas. María está enfocando su cabreo sobre mí, mientras sobreprotege a esas chavalas. ¡Has estado brillante!. No comprendía porque querías que fuera borde, pero me quito el sombrero. ¿Eres cirujano o psicólogo?, hermanito-.
-Cirujano, capullo-.
Sin más preámbulo, nos sentamos a cenar. Las hermanas habían dispuesto los sitios de manera que María quedara entre ellas dos. Sonreí al darme cuenta que lo hicieron para monopolizar su conversación. Inteligentemente, fueron encauzando a la misma hacía las forma de ver el amor en su cultura y en un momento dado, al salir el tema de los harenes de los antiguos pachás, mi hermano soltó que eso no era natural. Dhara le contestó, dirigiéndose a mi cuñada:
 -Eso es falso. En la india vemos a las personas como piezas de un puzle que se van integrando unas a otras. Por ejemplo, tú, María, por lo que nos han contado, eres como la pieza central de esta familia. Al casarte con Javier, él rellenó una de tus facetas pero, como te sobraba cariño, en cuanto viste a  Fernando y lo atrajiste a tu lado. No por ello, dejaste de querer a tu marido, tu amor era tan grande que daba para ambos-.
-Bueno-, contestó avergonzada mi cuñada, -fue fácil porque Fernando, además de un crío, era un encanto-.
-Lo ves. Fernando es igual-, intervino Samali, – En nuestra aldea, repartía su cariño a hombres y mujeres por igual. Salvó cientos de vidas y por eso cuando decidió volver a España, no tuvimos duda en acompañarle-.
Al oírlas, María se llenó de dudas y tomando un sorbo de agua, preguntó:
-¿Cuál de vosotras está enamorada de mi cuñado?-.
-Las dos-, respondieron al unísono las hermanas.
-Y ¿él?-.
-De ambas-, intervine sin saber si había actuado correctamente.
Menos mal que Samali acudió en mi ayuda.
-Déjame explicarte- dijo cogiendo la mano de la mujer que estaba perpleja, -Durante meses estuvo evitando sus sentimientos y por eso, mi hermana y yo hablamos entre nosotras y decidimos que no podíamos dejarle que se fuera-.
-Pero eso es inmoral-, exclamó mi hermano.
-Shhhhhhhh, déjalas que hablen-,  protestó su mujer que aunque estaba escandalizada, quería conocer la postura de las hermanas.
-Al igual que Javier nunca se ha puesto celoso de Fernando, yo nunca lo he hecho con Samalí-, dijo Dhara con gran acierto.
-Es diferente, Javier es mi marido y Fernando mi cuñado-.
-Sí, pero los amas a los dos-, contestó la pequeña.
-Pero es otro tipo de amor-.
-Lo mismo le ocurre a Fernando. Me quiere a mí de manera diferente que a mi hermana, pero no por eso me quiere menos-.
-Desde ese punto de vista, no tengo nada que decir pero, tú ¿qué opinas?-, me preguntó.
Tomé un buen trago de vino antes de contestar.
-Comprendo tus dudas, es más, son las mismas que yo tuve. Piensa  que era como si a un gladiador le preguntan qué prefiere si perder el brazo con el sujeta la espada o el que usa para defenderse con el escudo. Si se queda sin alguno, muere. Así me sentía yo-.
-¡Qué romántico!-, murmuró María dejando caer unas lágrimas.
-¿Romántico?, ¡Mis huevos! Este cabrón lo que quiere es beneficiarse a estas dos preciosidades. ¡Nos vamos! -, dijo mi hermano levantándose de la mesa.
-¡Siéntate inmediatamente!-, ordenó su mujer y cogiendo entre sus manos las de las dos muchachas, preguntó: -¿Qué vais a hacer?, sois conscientes que, esto, se considera amoral en España-.
-Sí, Fernando nos lo explicó, por eso, como en la India es legal, nos casamos allá-.
-¿Os habéis casado?-.
-Sí, siento no haberos avisado pero no sabía cómo ibais a actuar-, respondí con angustia.
-Pues como quieres que actuásemos-, soltó mi hermano, -con absoluta…-

-Tranquilidad-, intervino mi cuñada, -No es lo que deseábamos, pero confío en tu buen criterio y además estas dos muchachas son un primor-.

Las hermanas al oír que las aceptaba, se lanzaron a sus brazos y colmándolas de besos, le juraron que la tratarían como una madre.
-Hermana mayor-, respondió, -¡No soy tan vieja!-.
-Gracias-, respondí emocionado.
Con alegría vi que mi hermano, levantándose de la silla, las besó diciendo:
-Si habéis convencido a la arpía que tengo por mujer, no tengo nada que objetar-, y dándome un abrazo, murmuró a mi oído: -Cabronazo, ya me contarás… -.
El resto de la velada pasó sin ninguna novedad digna de ser narrada, solo os puedo decir que una vez que había desaparecida la tensión, fue muy agradable. María se lo pasó en grande metiéndose conmigo. Varias veces manifestó sus dudas acerca que fuera capaz de contentar a dos mujeres, las mismas que bien Samali o bien Dhara me defendieron alabando mi hombría. Mi hermano, por su parte, ya sin ejercer el papel de ladilla que le habíamos asignado, se comportó muy cariñoso con sus nuevas cuñadas, de manera que cuando los despedimos en la puerta, me felicitó por mi elección.
Al irse, cogí a mis esposas del brazo y sentándonos en un sillón del salón, les pedí que me explicaran que era eso de que me conocían de antes de la boda. Aunque sabía que Samali no había mentido cuando dijo que había sido mi asistente en esas operaciones, no  tenía claro si eso había tenido algo que ver con nuestra boda.
Ellas, viendo mi cara de enfado, se pusieron nerviosas antes de contestar:
-Yo también le conocía-, reconoció la pequeña casi llorando, -fui una de las alumnas que asistieron a un seminario que dio en la Universidad de enfermería-.
Me acordaba de esa clase pero al ser más de doscientas muchachas las que atestaban la sala magistral donde la impartí, realmente no me acordaba de ella. Con la mosca detrás de la oreja, me levanté a servirme un whisky. Samali, anticipándose a mi deseo, se levantó y corriendo rellenó un vaso con hielos y me lo pasó, con expresión de angustia. Cabreado no dejé que ella echara el licor y sin darles tiempo a reaccionar, les solté a bocajarro:
-Quiero saber TODA la verdad, ¡ni se os ocurra mentir!-.
Las hermanas se miraron asustadas y con lágrimas en los ojos, fue Dhara la que me contestó:
-Esposo nuestro. Todo empezó como un juego. Mi hermana me comentó que estaba ayudando a un doctor español guapísimo y al describírmelo, supe que era el mismo que había dado la conferencia-.
-¿Y?-, pregunté con un monosílabo.
La mayor de las dos, arrodillándose  a mis pies, implorando mi perdón, prosiguió diciendo:
-Al saber que a las dos nos gustaba y aprovechando que la ciudad era pequeña, cada vez que salía a un restaurante o iba a visitar a algún enfermo, decidimos seguirle. Perdónenos por no habérselo dicho, pero al verle tan a menudo, llegamos a apreciar el cariño con el que trataba a todo el mundo y sin darnos cuenta, nos enamoramos de usted… –
Dhara, acojonada, al ver que mi rostro era cada vez más cenizo, le interrumpió:
-Durante meses, al caer la noche, charlando en nuestras camas, Dhara y yo, nos masturbábamos imaginando que éramos sus esposas, de forma que el juego se convirtió en una obsesión. Un día Samali llegó llorando porque se había enterado que se volvía a España. Esa noche, mientras nos consolábamos una a la otra, decidimos que no podíamos perderle-.
-¡Y fuisteis a hablar con el padre Juan!-, afirmé al darme cuenta que todo era mentira.
-Nosotras no, convencimos a  nuestra madre para que fuera ella-, respondió la pequeña. -Mamá sabía que estábamos enamoradas y como el cura conocía su caso, aprovechó que, el mismo indeseable que la había violado, nos pretendía para pedirle que buscara el modo de mandarnos lejos-.
-¿Entonces al menos es verdad que ese cabrón quería casarse con vosotras?-, pregunté.
-Si- contestó Samali, -pero nuestro tutor se negó de plano. Como seguía existiendo el peligro que nos raptara, nuestra madre le insinuó al cura que como usted se volvía, podíamos venir en calidad de criadas a través de un matrimonio ficticio-.
-Por lo que me habéis confirmado, vosotras sabíais que mi intención no era casarme sino ayudaros-, les dije tratando de aclararme las ideas.
-Así es, amado esposo, pero esperábamos que, usted al conocernos, también se enamorara-.
-Sois una zorras, ¿sois conscientes de ello?-.
-Sí, somos conscientes-, respondieron al unísono.
-¿Y sabéis que es mi deber como marido el castigaros?-, les respondí con una sonrisa. Me habían dado un pretexto para realizar dos de mis sueños.
Al haberme dirigido a ellas como esposo y al no haber montado en cólera por el engaño, se tranquilizaron. Asumiendo que se tenían merecido un correctivo, Dhara me preguntó en qué consistiría:

-No os preocupéis, no voy a ser cruel. Ahora mismo quiero una tortilla y mañana me vais a preparar un chuletón-.

-¡Si acaba de cenar!-, soltó extrañada Samalí.
-El chuletón es para mañana, estoy cansado de tanta verdurita y demás comida para conejos. Como sé del asco que os da la carne, para comer me vais a freír un buen trozo de rica y sangrienta vaca-.
Venciendo su repugnancia, aceptaron. El castigo era doble, tenían que aguantar el olor de la fritura, sabiendo además que estarían cocinando a su animal sagrado. Si las muy cabronas habían usado la cultura local para conseguir ser mis esposas, qué menos que yo la usara para castigarlas. Y en relación a mi primer deseo, les aclaré:
-La tortilla que me apetece no está hecha de huevos, sino de coños-.
-¿No entiendo?-, respondió la pequeña.
Soltando una carcajada, expliqué el argot:
-Quiero ver como os consolabais esas noches. No me cabe duda que no solo os masturbabais, sino que os dabais placer mutuamente-.
-Amado esposo-, cayendo postrada a mis pies, Samali me confesó: -si lo hicimos, fue pensando en usted y no creo que sea correcto hacerlo, teniéndole presente-.
-Pues no creas más y actúa-, ordené poniendo su cabeza a la altura del sexo de su hermana.
Sin hacerse de rogar, fue despojando del sari a una perpleja Dhara. En su cara no solo observé confusión sino deseo, la pequeñaja se estaba excitando al pensar que iba a ser tomada en presencia y con el consentimiento de su marido.
-Déjame que te ayude-, le solté mientras le pellizcaba el pezón que había liberado.
Una vez hubo terminado, se puso en pie y dejó que su hermana, la desnudase. Para disfrutar de un mejor ángulo de visión, acerqué una silla y viendo que estaban desnudas, les pregunté a que esperaban.
-¿No vamos a la cama?-, me preguntó Samali, tapando con las manos sus pechos.
“¡Le da vergüenza!”, rumié encantado al ver el inútil intento de la muchacha y alzando la voz, les espeté: -¡No!, ¡vais a hacerlo aquí! y no te quejes, que si insistes, te obligo a tomar a tu hermana en medio de la calle-
Asustada por mi amenaza, abrazó a la morenita y totalmente abochornada, llevó sus labios a la boca de Dhara. Esta menos avergonzada, con la lengua forzó el beso y pasando su mano por el trasero de la mayor, me miró implorando instrucciones.
-Ámala como hacías cuando erais solteras y no teníais dueño. ¡No me defraudes!-,
Fueron todas las órdenes que consiguió sacarme. La pequeña vislumbró  que mis palabras tenían un doble significado: por una parte les aclaraba que no creía en su pureza, porque aunque  se me habían entregado vírgenes, sabía que sus cuerpos habían disfrutado del placer y por otra, les exigía que dieran todo de sí y que quería observar como llegaban al orgasmo. Sabiendo que era un peculiar castigo que no llevaba aparejado dolor sino sumisión, Dhara, tumbó a Samali sobre la alfombra y hablando en hindi, con la esperanza que no lo entendiera, le dijo:
 -Te quiero hermana pero amo más a nuestro marido-.
Separando las piernas de la mayor, se tumbó encima y con su boca se apoderó del pezón de la morena. Con lentitud y cariño, fue cubriendo de besos a la indefensa mujer que, dominada por la vergüenza, se dejaba hacer sin colaborar. Desde mi puesto de observación, fui testigo de cómo deslizándose por el cuerpo de Samali, la lengua de la pequeña dejaba un rastro húmedo en su camino. Las caricias se fueron acelerando poco a poco y cuando su boca estaba a escasos centímetros del sexo de su hermana, Dhara dominada por los acontecimientos y siguiendo mis instrucciones, se pellizcó los pechos mientras separaba los labios de la muchacha.
Con satisfacción, escuché el gemido quejumbroso de la abochornada Samali cuando sintió que con los dientes, su querida pariente, se apoderaba del hinchado clítoris que  escondía entre las piernas. Cerrando los ojos para no ver la invasión, involuntariamente separó las rodillas mientras sus manos intentaban arañar la alfombra. Su hermana buscó mi mirada en búsqueda de consuelo pero solo halló determinación y sin más, jugueteó con su lengua en el interior de la expuesta cueva que tenía a su disposición.
Con el ánimo de forzar aún más la vergüenza de la mayor y la sumisión de la pequeña, dije en voz alta:
-Tengo claro quien de las dos se merece mi cariño y quien mi repudio-.
Mis palabras sirvieron de acicate a Dahra que reanudando con más énfasis sus caricias, introdujo un par de dedos dentro del sexo de su hermana. No llevaba ni diez segundos sintiendo asaltado su interior cuando, con lágrimas en los ojos, Samalí me miró y con dolor reflejado en su rostro, me confesó:
-Amado, tiene razón en despreciarme, fui yo quien ideó el plan. Pero le pido que no me repudie, si lo hice fue porque anhelaba ser su esposa. He sido egoísta pero no volverá a ocurrir-.
Y levantando a Dhara, la besó mientras decía:
-Querida, nuestro marido quiere que nos amemos en su presencia, ¡hagámoslo!-.
7

Esta vez lejos de mantenerse pasiva, la mayor, tomando para sí los pechos casi adolescentes de su hermana, llevó su boca a ellos y con verdadera pasión, los fue chupando mientras  su mano izquierda se introducía calientemente en la entrepierna de su partenaire. La morenita, al sentir la pasión con la que la acariciaba, la obligó a tumbarse y poniéndose a horcajadas, puso su sexo a disposición de la madura. Esta no se hizo de rogar y mordisqueando el clítoris de su amada, consiguió sacarle los primeros suspiros de placer. Dhara, no siendo menos, con su lengua fue recogiendo el flujo que manaba del interior de la cueva de Samali mientras sus manos  se aferraban a su duro trasero.

Tengo que reconocer que me costó mantenerme al margen, mi más que excitado pene me pedía participar y dejar de ser testigo mudo de la unión de esas dos mujeres, pero comprendiendo que debían completar su castigo, me mantuve aferrado a mi silla mientras ellas se veían cada más subyugadas por el deseo. No tardé en escuchar salir de su garganta, los gemidos y sollozos de su pasión. Las muchachas olvidándose que a pocos centímetros de ellas, su marido las observaba, cambiaron de posición y entrelazando sus piernas, restregaron  sus hambrientos sexos, una contra la otra.
Contra todo pronóstico, fue Samali la primera en correrse y presa de un frenesí que daba  miedo, empezó a convulsionarse sobre la alfombra. Chocando coño contra coño, las mujeres se aparearon ante mi absorta mirada. Con la habitación inundada del olor a sexo, los chillidos de la morenita me anticiparon su clímax y derramándose sobre su hermana, obtuvo el orgasmo que le había exigido.
Cuando ya había supuesto que víctimas del cansancio ambas mujeres caerían desplomadas, la  más madura cogió a la menor y dándole la vuelta, le abrió las nalgas y sin atender a sus quejas, con la lengua exploró las rugosidades de su ano mientras le susurraba:
-Nuestro amado debe marcarte como hizo conmigo-.
Supe cuál era mi cometido y desnudándome, esperé sentado en mi silla mientras Samali preparaba a su hermana. Buscando que la experiencia fuera placentera, con sus dedos y con la ayuda del flujo que manaba del sexo de Dhara, fue relajando el inexplorado esfínter.  La pequeña presa de nuevas sensaciones no pudo evitar correrse dando sonoros gritos. Ambicionando mi perdón, la mayor de mis esposas levantó del suelo el cuerpo sudoroso de la otra y poniéndola a mi disposición, dijo entre lágrimas:
-Respetuosamente le imploro que centre su castigo en mí. Aquí tiene a su esposa, lista para ser marcada-.
Comprendí que Dhara estaba al corriente de su función cuando dándose la vuelta, cogió mi pene y acercándolo a su trasero, logró introducir la cabeza de mi glande en su interior. Aulló de dolor pero lejos de intentar separarse, forzó la penetración deslizando su cuerpo hacia atrás. Poco a poco, mi extensión fue adueñándose del estrecho conducto de su ano mientras su cuerpo se estremecía por el intenso contacto. Al completar su empalamiento, giró su cabeza y posando sus labios en los míos, me informó que estaba preparada.
Su hermana, consciente del dolor que la consumía, poniéndose de rodillas frente a ella, le pidió:
-Deja que te ayude-.
Y sin esperar mi permiso, empezó a masturbarla. La mezcla de sufrimiento y de placer provocaron que la pequeña suspirara calladamente, momento que aproveché para izar y bajar lentamente su delicada anatomía. La cría se fue relajando a la par que el malestar iba disminuyendo y tras unos minutos de lento cabalgar, tomó las riendas y rebotando sobre mi pene, buscó el placer. Desde el primer encuentro, había asumido que Dhara era una mujer fogosa pero no cotejé cuanto hasta que esa noche, la vi consumirse en una pasión desbordante mientras la empalaba.
-Estoy dispuesta-, dijo al percibir que su cuerpo mostraba signos de volverse a correr y poniendo su cuello en mi boca, me rogó que la marcara.
Mordiendo la unión con su hombro, apreté mis dientes para que la huella de su entrega permaneciera como recordatorio sobre su piel. Ella al experimentar mi violencia, dando un estremecedor grito se desparramó sobre mis piernas sin dejar de moverse. Mi propio pene no pudo soportar mas la tensión y explotando,  regó su interior con mi simiente.
Cuando me recuperé, cogí su cuerpo entre mis brazos y levantándome de la silla, susurré a su oído:
-Vamos a la cama-.
Estaba ya saliendo de la habitación y al girarme, vi que Samali, todavía arrodillada, lloraba. Dirigiéndome a ella, pregunté:
-¿Qué esperas?-.
Sin saber cómo reaccionar, la muchacha, sumida en el llanto, preguntó:
-¿También yo?-.
-Sí, también tú-, respondí, -no pienses que se me ha olvidado lo que has hecho, pero no puedo dejar a una de mis esposas tirada en la alfombra-.
Con un halo de esperanza, la morena insistió:
-¿Entonces no piensa repudiarme?-.
-Nunca fue mi intención, juré ser tu compañero eterno y cumpliré mi palabra-.
La muchacha se levantó del suelo y con una alegría contagiosa, me dio las gracias. Acercando su boca a la mía, la acaricié mientras le decía:
-Tengo toda una vida para castigarte-.
Samalí sin dejar de sonreír, asumió la amenaza y mientras me seguía por las escaleras, exclamó con tono pícaro:
-Amado esposo, en cambio yo, ¡Tengo toda una vida disfrutar de sus castigos!-.

Por respuesta, recibió con gozo un azote en su apetitoso trasero.

Relato erótico: “Naufragio del negrero 1” (PUBLICADO POR ELMO)

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Día 1

Era el barco negrero la delfín el 18 de julio del 1855 yo era un joven oficial (hijo del capitán) debía ser mi octavo o noveno viaje primero con tantos problemas y como capataz de la carga 200 negros la mayoría jóvenes de 15 a 25 creo no estoy seguro más hembras que machos los teníamos débiles poca agua menos comida pero en condiciones medio higiénicas eran bañados con agua salada y tenían que vaciar los baldes si ensuciaban el piso eran castigados sigo recordando lo divertido que era castigarlos en el barco (pero hablare de como era antes de esto más adelante) según papa gracias a la limpieza no se le morían muchos por la falta de comida de los remeros tantos barcos de salvavidas no llegaron a la isla

volvamos a la tormenta

Papa siempre obligo a tener los salvavidas listos provisiones comida ron balas un arma cuchillos cuerda y un sistema que según el diseño desalaba el agua si fuera cierto eso ya no hubiéramos necesitado trabajar más la tormenta esa noche fue horrible rayos truenos centellas como capataz tenía que organizar los animales 25 en cada barco atados a los remos todo listo para emergencia 5 oficiales iríamos en cada barco si se hacía insostenible la situación 50 negros hacían todo el trabajo el resto esperábamos ya en los barcos pronto nos dimos cuenta que no sobreviviríamos a la tormenta si nos quedábamos en el barco y soltamos las amarras la tormenta separo los salvavidas dos pudimos ver como volcaron incluyendo el del capitán la tormenta duro casi toda la noche separándonos fue la primera vez que tuve no solo de la tormenta si no de lo que vendría pese a ser el del mayor rango era el más joven y dos subordinados podían ser amenazas realmente todo los negros mi tripulación pero estos dos eran prescindibles necesitaba al médico y al navegante y uno era mi amigo o eso creía ahí los negros que remaban eran 15 hembras y 10 machos tuvimos suerte al menos no faltarían mujeres 3 de las que me fije ya las había catado por dos lugares una promesa a mama que no pude cumplir era que su primer nieto no sería mulato

Día 2

el sol y el calor era horrible Tomas seguía azotando a los negros ellos no podían mas estaban en su límite tanto físico y mental le ordene detenerse y no lo hizo me dijo quién me creía ahora que mi papi murió nadie podría defenderme me dio un golpe sabía que algo así pasaría así que ya tenía la navaja en la manga escondida y lo apuñale con fuerza varias veces murió manchando de rojo mi camisa pero no podíamos tirar su cadáver al mar por los tiburones y dar un mensaje tanto a mi tripulación los esclavos que los mataría sin dudar luego de esto tome todas las armas y di la orden al médico Julián todavía me cae bien su pelo castaño y gris y gris cara amables ojos negros más bajo que yo 1.60 más o menos recibió la orden de atender a los negros el cocinero desalo el agua y la sirvió descansamos un rato permití que cada uno tomara una negra y se relaje mientras el navegante buscaba restos otros barcos o una la isla las negras que escogieron eran las más jóvenes casi sin desarrollarse tetas pequeña cintura pequeñísimas buen culo y labios gruesos y se veía que en el futuro serían muy caras por las incipientes formas que tenían le dije al navegante que cuando de la dirección el podría a la o a el que quisiera para su descanso yo tome a nasa una negra más alta que yo 90 60 90 hice que todos los negros miraran como la violaba jalaba el pelo golpeaba el rostro y escucharan el sonido de la cadena golpear la madera del barandal mientras la embestía debía demostrar que seguía en dominio por eso era tan rudo ella lloraba pedía piedad pronto la hice lamerle la suela de los pies y después le hice darme gracias luego de acabar con ella hice que le hiciera una mamada al navegante y baje así hacia los negros muchos ya no me miraban veían otros si me veían desafiantes en especial el más peligroso casi todos los hombres después de todo si fuera en igualdad de condiciones sabían que me matarían fácilmente pronto el navegante vio una isla creo que en ese instante se corrió en la boquita fina casi de blanca de nasa con un poco de semen que se le escapaba fui corriendo la vi en el telescopio una isla con una gran playa paradisiaca arena blanca en otra situación hubiera sido agradable el desvió a ella con nasa y las esclavas pronto el navegante fue a tomar su descanso el cocinero empezó a cocinar preocupándose menos del razonamiento hasta serviríamos algo de ron a los negros

el irlandés nuestro navegante pelos rojos y barba aún más roja ancho pero se sabía que era fuerte campeón de vencidas del barco escogió al ogro un negro enorme de 2.30 como 120 kilos de altura una verga grande de 21cm mas o menos pero no muy por delante ni de la mía ni de la de su verdugo rojo debo admitir nunca había visto a dos hombres juntos y empezó a ver el irlandés lo puso de 4 y empezó a masturbarlo el negro asumo que maldecía en su idioma no sé lo que decía el irlandés escupió y le metía un dedo ensalivado y lo sacaba lleno de mierda del ano sucio y lo limpiaba en la espalda y rostro del ogro estuvo así hasta que le pudo meter el tercer dedo y decidió que estaba vio que me estaba masturbando viéndolo y me dijo que empezaría lo bueno y empezó a metérsela de a poco al negro por atrás el negro gritaba más fuerte que nasa y no iba ni la mitad pronto el irlandés lo cabalgaba con furia más que la mía lo insultaba golpeaba con la mano me pidió la fusta se la di dio varios azotes hasta que se la metió toda creo que hasta los huevos dentro ya no lloraba ni gritaba habrá quedado sin lágrimas hasta que el irlandés se corrió dentro al salir su verga salía sangre mierda y semen del negro cosa que hizo que lo pruebe y se levantó a verme al ponerse los pantalones el negro lo derribo y empezó a ahorcarlo lo deje un rato hasta que estuvo totalmente rojo y dispare al ogro justo entre los ojos nasa fue la que lloro y grito en la isla supe que era su ex esposo el ogro

el viaje siguió hasta la isla sin más problemas todavía y más diversión no sé qué sentiría papa al verme así orgulloso por detener dos motines o decepcionado por los motines o sorprendido por que mate a dos personas

(continuara si quierenl

Relato erótico: “Grata Sorpresa 5 ” (PUBLICADO POR ALEX)

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Días más tarde había quedado nuevamente con Laura en la cafetería de siempre, al pasar por la tienda de ropa Sara estaba en la puerta fumándose un cigarro, a lo que me pare a saludarla.

Yo.- hola, dándole al vicio?

Sara.- si un poco, pero este es mas light que los tuyos jejejeje

yo.- pero los míos dan otros placeres aparte de la nicotina

Sara.- Podrías hacerme un favor?

yo.- depende cual sea, dime

Sara.- si no es mucho pedir podrías traerme un café con hielo por favor?

yo.- no hay problema, ahora vuelvo.

Al volver de la cafetería con el café, Sara ya estaba dentro de la tienda, entre en ella y mientras ella se estaba tomando el café yo me puse a mirar las faldas que tenia colgadas.

Sara.- Buscas algo en concreto?

yo.- que talla usas? la 40 o la 42?

Sara.- venga no empieces Alex …

yo.- esta es la 40 te servirá creo, toma y pruébatela, quiero ver cómo te queda.

Sara.- pero si yo no quiero probarme ahora ninguna.

Yo.- tú me has pedido un café, y yo a cambio quiero verte con esta falda (ella llevaba un traje chaqueta en ese momento).

Sara cogió la falda y entro en el probador, cuando quería correr la cortina, aguante esta y le negué con la cabeza “déjala abierta, quiero verte, y quítate también la chaqueta” Sara me miro fijamente como retándome a lo que yo le mantuve también mi mirada hasta que la aparto, se giro y quito la chaqueta, yo mientras me fui a sentar al banquito que había enfrente del probador, ella se puso de espaldas a mí y se quito el pantalón, cuando cogía la falda le dije “el tanga lo quiero también fuera” nuevamente giro su cabeza a mi viéndome sentado, se bajo el tanga y lo deposito en una percha, se subió la falda, se la ajusto y se giro hacia mi “buena chica, ahora quiero que te acerques aquí, quiero ver de cerca como te queda” al oír eso se le empezaron a subir los colores a la cara, se imaginaba lo que venía a continuación, se puso inquieta, pero se acerco a mí, cuando estaba más o menos a la altura de mis pies, le metí la mano debajo de la falda, notando que todo lo ocurrido hasta ese momento no le había molestado para nada, más bien todo lo contrario, estaba toda mojada, así que comencé a masturbarla, mientras nuestras miradas estaban entrelazadas, ella empezaba a gemir, a morderse el labio, empezaba a flexionar hacia abajo y hacia arriba un poco las piernas, de vez en cuando dirigía su mirada a la calle por si pasaba alguien que nos estuviera viendo, en un momento dado le mande ponerse de espaldas a mí, deje de acariciarle su clítoris para ponerme a follarla con mis dedos, sus movimientos y gemidos cada vez eran mayores, cuando note que estaba alcanzado ya un punto sin retorno, saque mis dedos de su interior, me levante y se los lleve a la boca, a la vez acerque mi polla a su culo para que notara lo dura que estaba, cuando estaba limpiando mis dedos con su boca, le susurre al oído “eres casi tan perra como Laura, deberías decirle a tu novio que te trate como tal, pues te gusta ser usada como una vulgar puta, y puedes decirle esta anoche que acabe con lo que yo he comenzado” una vez dicho esto saque mis dedos de su boca y me dispuse a irme diciéndome ella

Sara .- “no serás tan cabron de dejarme ahora así?”

Yo.- “Estaré en el bar más o menos una hora, si quieres puedes acompañarnos esta noche y quizás acabe lo que he comenzado, pero no quiero verte con ese jersey, quiero que aparte de la falda que llevas puesta ahora te pongas una blusa y no lleves ropa interior, por cierto ni se te ocurra lavarte o secarte ahí abajo y mucho menos masturbarte”

Sara estaba toda sofocada y acalorada, la había dejado a medias, se sentía impotente en ese momento.

Cuando llegue al Bar Laura ya me estaba esperando, tenía la mirada triste, por lo que supuse que me había visto en la tienda, por lo que le explique lo que había pasado, cuando acabe de explicárselo, le dije que si venia Sara seria ella quien debía aceptarla, pues yo solo tenía una perra, y esta era ella, y si Sara optaba por unirse a nosotros esa noche, solo sería posible si ella la aceptaba, de lo contrario continuaríamos solos.

Laura.- “si usted quiere que venga, yo también”

Yo.- “No Laura, esto no funciona así, yo propongo cosas, pero en realidad eres tu quien debe aceptarlas siempre, aunque seas mi perra sumisa yo siempre velare por ti, y tu siempre tendrás tu derecho a veto respecto a todo, por ese motivo tienes tus 2 palabras clave”

Laura estaba realmente celosa por la invitación que le había ofrecido a Sara de acompañarnos en esta sesión, pero acepto de buen grado lo que le estaba ofreciendo con mis palabras.

Sara acaba de entrar al Bar, al ver que estaba Laura también titubeo en acercarse, a lo que yo le indique que viniera, cuando llego a la mesa se sentó enfrente nuestro, venia con los nervios a flor de piel, y estaba hecha un flan en ese momento, una vez estuvo sentada le dije a Sara que si estaba allí, suponía que era porque quería unirse a nuestra sesión, pero que para ello debía pedirle permiso a Laura, puesto que ella era mi verdadera perra. Sara al oír esto se sintió como humillada, pues a Laura solo la conocía como clienta, pero nunca había cruzado palabra alguna con ella, por lo que se hizo el silencio en la mesa durante unos minutos.

Yo.- “Laura, supongo que recuerdas a Sara, es la chica de la tienda de al lado.”

Laura.- “si lo sé Amo”

Yo.- “Sara, quieres pedirle algo a Laura? este es tu momento” (mientras le decía esto Sara me miraba con odio)

Sara.- “Ejem. Laura, Alex me ha explicado que él es tu Amo y tu eres su sumisa, ejem. y me gustaría saber si me dejas que os acompañe esta noche”

Laura.-” Si vas a venir esta noche con nosotros, para ti el tampoco es Alex, será solo tu Amo, y tu serás una perra mas para él, deberás obedecerlo en todo lo que te pida, y si no estás de acuerdo siempre podrás irte, además recuerda que su única perra de verdad soy yo, si estás de acuerdo con esto, no tengo inconveniente en que vengas”

Al oír lo que acababa de decirle Laura a Sara no pude más que ponerme a aplaudir, me estaba sorprendiendo cada día mas, Laura seguía seria y celosa, Sara hacia una mueca con la cara como de agrado y miedo a la vez, y yo estaba sonriente y feliz, esa noche tendría a mi Laura y Sara para mis perversiones, me acerque al oído de Laura y le susurre “Ahora te pondré una cosa en el coño, y luego te sentaras al lado de Sara, mírale la blusa, va demasiado abrochada, debes soltarle algunos botones, luego cuando notes algo dentro de ti, quiero que le metas mano en su coño, quiero que la masturbes con disimulo, pero solo mientras lo notes, si para quiero que tu también pares, y bajo ningún concepto quiero que os corráis, ni tú, ni ella, pues ella ahora será responsabilidad tuya durante este juego”

Saque de mi bolsillo con disimulo un huevo vibrador a distancia, que había comprado esa misma tarde, acaricie un poco su clítoris con él, y deje que su coño lo absorbiera, ella mientras me estaba mirando como extrañada, “no hace nada me dijo” con un movimiento de mi cabeza se levanto y ocupo su nueva posición, empezó a desabrocharle los botones de la blusa, Sara la miraba sorprendida, solo le dejo 2 de ellos abrochados el resto fueron desabrochados, ahora se le podía ver perfectamente el canalillo de las tetas de Sara a través de la apertura de su blusa, Sara estaba roja como un tomate, Laura al verla en ese estado nos regalo con su primera sonrisa de la tarde, se sentía superior, las 2 se miraron nuevamente y echaron juntas a reír mientras yo le decía a Sara “Ahora si te pareces mas a una perra, no con lo que llevabas puesto esta tarde, Sara eres libre de irte cuando quieras, y estas aquí por tu propia voluntad, no sé si tienes experiencias lésbicas o no, pero como supongo sabrás, por los que estamos presentes, no solo te tocare yo, ni tu solo me tocaras a mí, hoy todos deberemos hacernos de todo, ¿estas dispuesta a ello?” Sara movió afirmativamente la cabeza, y yo puse en marcha el huevo vibrador, con el que sobresalte a Laura con ello pegando esta un pequeño saltito de la silla donde estaba sentada, mirándola sin saber que estaba pasando Sara, momento que aprovecho Laura para deslizar su mano en busca del sexo de Sara, siendo esta ahora la que se sobresalto al notarse tocada por Laura, Sara ahora estaba siendo masturbada por Laura, Sara miro abajo, a su compañera, al lado, detrás y luego dirigió su mirada hacia mí, yo pare la vibración, Laura paro su masturbación a Sara, yo aprovechando esa calma me acerque más a las dos, “están bien mis putitas? espero que no me deis un espectáculo ninguna de las dos, ni se os ocurra correros, o deberé castigaros por ello (mientras les estaba diciendo eso le volví a dar marcha al huevo)” era todo un poema verles la cara a las dos, sus caras reflejaban el placer que las invadía, llame al camarero para pedir algo más de beber, y pare nuevamente la vibración, dejando que las chicas se relajaran un poco.

Cuando nos habían ya servido las nuevas copas, bebimos de ellas, aprovechando yo para decirle a Sara

Yo.-“no te gusta lo que te hace Laura?”

Sara.- “si me gusta Amo, me está dando mucho placer”

Yo.- “entonces eres una egoísta, puesto que ella te está dando placer y tu ni la has tocado aun, seguro que Laura también quiere sentir como la tocas ¿verdad Laura?

Laura.- “Amo, todo esto es tan excitante que creo que si además me toca no podre aguantar”

Yo.- “pues como no me obedezcas y te corras me demostraras que no eres tan buena perra como pensaba, y quizás me replantee lo de ser tu Amo, Sara cuando ella te toque tú debes hacerle lo mismo, si ella para, tu también paras, quiero ver quien se llevara el premio esta noche y quien se llevara el castigo”

Volví a poner en marcha el huevo, ambas se estaban acariciando mutuamente, al cabo de unos minutos, eso se había convertido en una competición, cada una intentaba hacérselo mejor a la otra para ver si se corría, la compostura de las dos ya no existía, se movían, se agitaban, se mordían el labio, y me miraban a mí como pidiéndome clemencia, al pronto vi que Sara se estaba mordiendo demasiado el labio y le brotaba una gota de sangre, por lo que decidí parar el huevo, y las chicas me lo agradecieron las dos, les mande chupar sus propios dedos, para que así descubrieran a que sabia cada una.

Luego salimos del bar y le pregunte a Sara si le importaba que nos quedáramos en su tienda,

Sara.- “en mi tienda?”

Yo.- “tienes algún inconveniente Sara”

Sara.- “No, simplemente me ha sorprendido su propuesta señor, solo tengo un pequeño almacén atrás”

Yo.-”con eso nos conformamos verdad chicas?”

A lo que las 2 asintieron, desconecto la alarma y entramos, les dije que se esperaran en la zona de la tienda, quería explorar las posibilidades que me podía ofrecer ese local, y me sumergí en el trastienda, el ella había montones de cajas con ropa de temporadas anteriores, habían viejas estanterías, y había una estantería que estaba habilitada de la cual colgaban abrigos y vestidos supongo que del invierno anterior, comencé por hacer sitio en esa estantería, me daba la posibilidad de poder atar a las chicas en ella, luego seguí buscando, encontré un plumero de quitar el polvo, el cual lo cogí, cogí varios cinturones, varias bufandas, y un paquete de velas que tenia por si se marchaba la luz supongo, cogí una bufanda y salí nuevamente al local, las chicas estaban hablando entre ellas, mande a Laura que se desvistiera, cosa que hizo de inmediato, le tape los ojos y me la lleve a la trastienda, una vez allí, le ate las manos en la estantería, y con las piernas bien abiertas también se las até a las patas de la estantería, “ahora zorra vas a esperar a que prepare a Sara, no quiero oírte decir nada, ni tan siquiera quiero que hoy me pidas permiso para correrte, si te apetece, te corres, y una vez hayas acabado me das las gracias por haberte dejado hacerlo”

Salí nuevamente a la tienda a por Sara, le ordene desnudarse, le tape los ojos y le dije antes de entrar “Hoy vas a ser mi perra, no quiero oírte decir absolutamente nada, te quiero en absoluto silencio, cada vez que notes algo en tu cara quiero que lo chupes, lo lamas o lo que sea, pero quiero ver tu lengua moviéndose siempre, no podrás correrte de no ser que me haya corrido yo y Laura antes, sabrás perfectamente cuando será ese momento, ahora cuando entres te pondrás a 4 patas, como una perra, que es lo que eres hoy para mi” Sara al oír todo lo que le estaba diciendo se estaba acojonando, estaba muerta de miedo, no sabía que le esperaba, y eso le daba pánico, pero entre tembleques obedeció, le puse una cinturón al cuello, como si fuera un collar, y a 4 patas, con los ojos tapados, le tiraba para que me siguiera, cuando llegue enfrente de Laura, me pare, empecé a acariciarle sus glúteos, le metí la mano por la raja del culo, empecé a tocar sus labios, acariciar su bello, Sara empezaba a suspirar, Laura estaba expectativa intentando averiguar que le hacía a su compañera sin lograrlo adivinar, mientras seguía jugando con Sara, le metí una de las velas por el coño, aumentando de inmediato su respiración ya agitada, la acerque más a la entrepierna de Laura, al notar ella la presencia y las piernas de su compañera enfrente suyo levanto la cabeza y estiro la lengua buscando el coño de esta, Sara había empezado a comerle el coño a Laura, esta estaba disfrutando del placer que le estaba proporcionando su compañera, yo empecé un mete y saca con la vela, e intencionadamente le estaba lubricando a su vez el agujero trasero, cuando vi que este ya cedía a la presión de mi dedo, empecé un mete saca mixto, una por el coño y otra por el culo, Sara estaba como loca, no daba abasto a comerse el coño de Laura, estaba desatada, Laura había ya entrado en un punto sin retorno y empezó a correrse en la boca de Sara, y esta seguía chupando todo lo que podía, Laura me dio las gracias por haberla dejado correr, al darme las gracias Laura deje de follarle el culo y el coño de Sara con la velas.

Destape los ojos de Laura, dejándole ver la situación de Sara arrodillada a sus pies, y la desate, destape también los ojos de Sara, y le mande ponerse de pie donde había estado antes atada Laura, me desnude, mande poner a Laura de rodillas y a 4 patas, me coloque detrás de ella, y empecé a follarla mientras le daba azotes en sus nalgas, Sara en ese momento tenía los ojos abiertos como platos mirándonos, a lo que le pregunte “te gusta lo que ves? tienes ganas de correrte Sara, te gustaría poderte correr?” Sara con su cabeza me indico que así era, por lo que le mande acercarse a la cara de Laura para que esta pudiera empezar a comerle su coño, y también le dije que podía ayudarse ella misma, con lo que cogió con sus manos la cara de Laura no dejando que esta se separara de su coño, la escena en ese momento era encantadora, excitante y animal, y los 3 estábamos comportándonos como tal, los tres gimiendo como animales sudorosos, empecé a correrme dentro de Laura, esta al sentir como inundaba con mi semen su coño empezó a tensarse y a correrse, cuando lo hacia sentía como aprisionaba mi miembro con fuerza con sus músculos vaginales, le dije a Sara “déjate ir puta, déjate ir que ya te toca a ti y te lo has ganado” Sara soltó unos espasmos brutales, agarrando aun más si cabe la cabeza de Laura, metiéndola en su coño, y soltándole todo su flujo en la cara, había sido una sesión bestial, genial, animal.

Continuara …

Puntuar y comentar no cuesta nada, sin embargo yo almenos agradezco leeros y a la vez me anima a seguir contando la historia, gracias por leerme y por vuestros comentarios, tanto los públicos como los que me envias al mail.

Alex

Como siempre estoy a vuestra disposición tanto en el mail como en el msn, para lo que deseéis y sois bienvenid@s.

mar.lex.bcn@gmail.com

Relato erótico: “Gracias al padre, estuve con la hija y con la madre” (POR GOLFO)

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La ausencia de papeles amontonados sobre la mesa de mi despacho, engaña. Un observador poco avispado, podría suponer falta de trabajo, todo lo contrario, significa que 14 de horas de jornada han conseguido su objetivo, y que no tengo nada pendiente.
Contento, cierro la puerta de mi despacho y me dirijo hacia el ascensor. Son la 9 de la noche de un viernes, por lo que tengo todo el fin de semana por delante.
El edificio esta vacío, hace muchas horas que la actividad frenética había desaparecido, solo quedaban los guardias de seguridad y algún ejecutivo despistado. Como de costumbre, no me crucé con nadie, mi coche resaltaba en el aparcamiento. En todo el sótano, no había otro.
El sonido de la alarma al desconectarse, me dio la bienvenida. Siguiendo el ritual de siempre, abrí el maletero para guardar mi maletín, me quité la chaqueta del traje, para que no se arrugara, y me metí en el coche.
El sonido del motor, la radio encendida, el aire acondicionado puesto, ya estaba listo para comerme la noche. Durante los últimos diez años, como si de un rito se tratara, se repetía todos los viernes, ducha, cenar con un amigo y cacería. Iríamos a una discoteca, nos emborracharíamos y si hay suerte terminaría compartiendo mis sabanas con alguna solitaria, como yo.
Las luces de la calle, iluminan la noche. Los vehículos, con los que me cruzo, estan repletos de jóvenes con ganas de juerga. Al parar en un semáforo, un golf antiguo totalmente tuneado quiso picarse conmigo. Sus ocupantes, que no pasaban los veinte, al ver a un encorbatado en un deportivo, debieron pensar en el desperdicio de caballos, una piltrafa conduciendo una bestia. No les hice caso, su juventud me hacia sentir viejo, quizás en otro momento hubiere acelerado, pero no tenias ganas. Necesitaba urgentemente un whisky.
Las terrazas de la castellana, por la hora, seguían vacías. Compañía era lo que me hacía falta, por lo que decidí no parar y seguir hacia mi casa.
Mi apartamento, lejos de representar para mí, el descanso del guerrero, me resultaba una jaula de oro, de la que debía de huir lo mas rápidamente posible, además había quedado con Fernando y con dos amigas suyas, por lo que tras un regaderazo rápido, salí con dirección al restaurante.
El portero de la entrada, sonrió al verme, me conocía, o mejor dicho conocía mis propinas, solícito me abrió la puerta, ya estaban esperándome en la mesa.
-Pedro, te presento a Lucía y a Patricia
Todo era perfecto, las dos mujeres, si es que se les podía llamar así ya que hace poco tiempo que habían dejado atrás la adolescencia, eran preciosas, su charla animada, y Fer, como siempre, era el típico ser, que aún en calzoncillos seguía siendo elegante y divertido.
No habíamos pedido el postre, cuando sin mediar palabra, apareció por la puerta, una mujer y me soltó un bofetón.
¡Cerdo!, no te bastó, con lo que me hiciste a mí, que ahora quieres hacerlo con mi hija-
Estaba paralizado, aunque la mujer me resultaba familiar, no la reconocía. Fernando se levantó a sujetar a la señora, y Lucía que resultó ser la hija, salió en su defensa.
Disculpe pero no tengo ni idea de quien eres-, fue lo único que salió de mi garganta.
Soy Flavia Gil, ¿No tendrás la desvergüenza de no reconocer lo que me hiciste?-, me contestó.
Flavia Gil, el nombre no me decía nada:
Señora, durante mi vida, he hecho muchas cosas, y no la recuerdo-, la sangre me empezó a hervir, estaba seguro que estaba loca, si hubiera hecho algo tan malo me acordaría.
¡Me destrozaste la vida!-, me contestó saliendo del brazo de su hija y de su amiga.
Fernando se echó a reír, como un poseso, lo ridículo de la situación, y su risa, me contagiaron.
– ¿Quien coño, es esa bruja?, me preguntó, – ya ni te acuerdas de quien te has tirado-.
Te juro, que no sé quien es.
Pues ella, si, y te tiene ganas-, me contestó descojonado, – y no de las que te gustaría, ¿te has fijado que piernas?.
No te rías, cabrón, que esa tía está loca-, respondí mas relajado, pero a la vez intrigado por su identidad.
Decidimos pagar la cuenta, nos habían truncado nuestros planes pero no íbamos a permitir que nos jodieran la noche, por lo que nos fuimos a un tugurio a seguir bebiendo.
Estaba sonando un timbre, en mi letargo alcoholizado, conseguí levantarme de la cama. Demasiadas copas, para ser digeridas. Mi cabeza me estallaba. Mareado, con ganas de vomitar, abrí la puerta. Cual no sería mi sorpresa, al encontrarme con Lucia:
-¿Qué es lo que quieres?-, atiné a decir.
-Quiero disculparme por mi madre-, en sus ojos se veía que había llorado,-nunca te ha perdonado. Ayer me contó lo que ocurrió-.
No la dejé terminar, salí corriendo al baño. Llegué a duras penas, demasiados Ballentines para mi cuerpo. Me lavé la cara. El espejo me devolvía una imagen detestable con mis ojos enrojecidos por el esfuerzo, tenía que dejar de beber tanto, decidí, sabiendo de antemano la falsedad de mi determinación.
Lucía estaba sentada en el salón. Ilógicamente había abrigado la esperanza, que al salir, ya no estuviera. Resignado le ofrecí un café. Ella aceptó, esta maniobra me daba tiempo para pensar. Mecánicamente puse la cafetera, mientras intentaba recordar cuando había conocido a su madre, pero sobretodo, que le había hecho. No lo conseguí.
-Toma-, le dije acercándole una taza,- perdona pero por mucho que intento acordarme, realmente no sé que le hice, o si le hice algo-.
-Hermenegildo Gil-, fue toda su contestación.
Me quedé paralizado, eso había sido hace mas de 15 años, yo era un economista recién egresado de la universidad, acababa de entrar a trabajar para la empresa de auditoria americana, de la que ahora soy socio, cuando descubrí un desfalco. Al hacerlo público a mis superiores, estos abrieron una investigación. A resultas de la cual, todos los indicios, señalaban al director financiero, pero no se pudo probar. El directivo fue despedido, y nada más. Su nombre era Hermenegildo Gil.
-Yo no tuve nada que ver-, le expliqué cual había sido mi actuación en ese caso, como me separaron de la averiguación, y que solo me informaron del resultado.
-Fue mi madre, quien te puso bajo la pista, ella era la secretaría de mi padre. No te lo perdona, pero sobretodo no se lo perdona-.
-¿Su secretaria?-, por eso me sonaba su cara,- ¡Es verdad!, ahora caigo que todo empezó por un papel traspapelado, que me entregaron. Pero no se pudo demostrar nada-.
-Mi padre era inocente, nunca pudo soportar la vergüenza del despido y se suicidó un año después-, me contestó llorando.
Nunca he podido soportar ver a una mujer llorando, como acto reflejo la abracé, tratando de consolarla. E hice una de las mayores tonterías de mi vida, le prometí que investigaría yo lo sucedido, y que intentaría descubrir al culpable.
Mientras la abrazaba, pude sentir sus pechos sobre mi torso desnudo. Su dureza juvenil, así como la suavidad de su piel, empezaron a hacer mella en mi ánimo, mi mano se deslizó por su cuerpo, recreándose en su cintura. Sentí la humedad de sus lágrimas, al pegar su rostro a mi cara, sus labios se fundieron con los míos, mientras la recostaba en el sofá. Descubrí que bajo el disfraz de niña, había una mujer apasionada, sus pezones respondieron rápidamente a mis caricias, su cuerpo se restregaba al mío, buscando la complicidad de los amantes. La despojé de su camisa, mis labios se apoderaron de su aureola y mis dedos acariciaban sus piernas. Éramos dos amantes sin control.
-¡No!-, se levantó de un salto,- ¡Mi madre me mataría!-.
-Lo siento, no quise aprovecharme-, contesté avergonzado, sabiendo en mi interior que era exactamente lo que había intentado Me había dejado llevar por mi excitación, aun sabiendo que no era lo correcto.
Se estaba vistiendo, cuando cometí la segunda tontería:
-Lucía, lo que te dije antes, sobre averiguar la verdad, es cierto. Fue hace mucho, pero en nuestros almacenes, debe de seguir estando toda la documentación-.
-Gracias, quizás, mi madre esté equivocada respecto a ti-, me contestó, dejándome solo en el apartamento.
Solo, con resaca y sobreexcitado. Por segunda vez, desde que estaba despierto entré en el servicio, solo que esta vez para darme un baño.
El agua de la bañera esta hirviendo, tuve que entrar con cuidado para no quemarme. No podía dejar de pensar en Lucia. En la casualidad de nuestro encuentro, en la reacción de su madre, y en esta mañana.
Cerré los ojos, dejando, como en la canción, volar mi imaginación. Me vi amándola, acariciándola, onanismo y ensoñación mezcladas. Sentí que el agua era su piel imaginaria, liquida y templada, que recorría mi cuerpo, mi mano era su sexo, besé sus labios mordiéndome los míos, nuestros éxtasis explotaron a la vez, dejando sus rastros flotando con forma de nata.
Al llegar a la oficina, solo me crucé con el vigilante, el cual extrañado me saludó, mientras se abrochaba la chaqueta, no estaba acostumbrado a que nadie trabajara un sábado, algo urgente, debió de pensar. Lo primero, que debía de hacer era localizar el expediente, y leer el resumen de la auditoria. Fue fácil, la compañía, una multinacional, seguía siendo cliente nuestro, por lo que todos los expedientes estaban a mano. Consistía en dos cajas, repletas de papeles. Por mi experiencia, rechacé lo accesorio, concentrándome en lo esencial. Al cabo de media hora, ya me había hecho una idea, la cantidad desfalcada era enorme, y el proceso de por el cual habían sustraído ese dinero había sido un elaborado método de robo hormiga, cada transacción realizada, no iba directamente al destinatario, sino que era transferida a una cuenta donde permanecía tres días, los intereses generados que operación a operación eran mínimos, sumados eran mas de veinte millones de dólares. Luego esa cantidad, desaparecía a través de cuentas bancarias en paraísos fiscales.
La investigación, en ese punto, se topó con el secreto bancario, imperante en los años 90, pero hoy en día, debido a las nuevas legislaciones, y sobretodo gracias a internet, había posibilidad de seguir husmeando. El volumen y la complejidad de la operación, me interesó, ya no pensaba en las dos mujeres, sino, en la posibilidad de hacerme con el pastel. Me enfrasqué en el tema, las horas pasaban y cada vez que resolvía un problema aparecía otro de mayor dificultad.
Quien lo hubiera diseñado y realizado, debía de ser un genio. Me faltaban claves de acceso, por primera vez en mi vida, hice algo ilegal, utilicé las de mis clientes para romper las barreras que me iba encontrando. Cada vez me era más claro el proceso. Todo terminaba en una cuenta en las islas Cayman, y sorpresa el titular, no era otra que Lucía.
Su padre era el culpable, lo había demostrado, pero no iba a comunicar mi hallazgo a nadie, y menos a ella, hasta tener la ventaja en mi mano.
Reuní toda la información en un pendrive, y usé la destructora de documentos de la oficina para que no quedara rastro. Las cajas de los expedientes las rellené con informes de otras auditorias de la compañía. Satisfecho y con la posibilidad de ser rico, salí de la oficina.
Eran ya las ocho de la tarde, mientras comía el primer alimento sólido del día, rumié los pasos a seguir, al menos el 50% de ese dinero debía de ser mio, y sabía como hacerlo.
Cogí mi teléfono y llamé a Lucia. Le informé que tenía información, pero que debía dársela primero a su madre, por lo que la esperaba a las nueve en mi casa, ella por su parte, no debía llegar antes de las diez.
Preparé los ultimos papeles, mientras esperaba a Flavia.
Llegó puntual a la cita. En su cara, se notaba el desprecio que sentía por mí. Venía vestida con un traje de chaqueta, que resaltaban sus formas.
No la dejé, ni sentarse.
-Su marido era un ladrón y usted lo sabe-.
Por segunda vez, en menos de 24 horas, me abofeteó. De un empujón la tiré al sofá, donde había estado retozando con su hija. Me senté encima de ella, de forma que la tenía dominada.
¿Qué va a hacer?-, me preguntó asustada.
Depende de tí, si te tranquilizas, te suelto-, con la cabeza asintió, por lo que la liberé,- he descubierto todo, y lo que es mas importante, donde escondió su dinero, si llegamos a un acuerdo, se lo digo-
¿Qué es lo que quiere?-, me preguntó.
Su actitud había cambiado, ya no era la hembra indignada, sino un ave de rapiña ansiosa hacerse con la presa. Eso me enfadó, esperaba de ella que negara el saberlo, pero por su actitud supe que había acertado.
Antes de nada, me voy a vengar de ti, no me gusta que me peguen las mujeres-, y desabrochándome la bragueta, me saqué mi miembro, que ya estaba sintiendo lo que le venia, – Tiene trabajo-, le dije señalándolo.
Sorprendida, se quedó con la boca abierta, cuando se dirigía hacia aquí, en lo ultimo que podía pensar era en que iba a hacerme una mamada, pero vencí sus reparos, obligándola a arrodillarse ante mí. Su boca se abrió, engullendo toda mi extensión. Ni corto ni perezoso, me terminé de quitar el pantalón, facilitando sus maniobras. Me excitaba la situación, una mujer arrodillada cumpliendo a regañadientes. Ella aceleró sus movimientos, cuando notó que me venía el orgasmo, e intentó zafarse para no tener que tragarse mi semen. Con las dos manos sobre su cabeza, lo evité, una arcada surgio de su garganta, pero no tuvo mas remedio que bebérselo todo. Una lagrima revelaba su humillación, pero eso no la salvó que prosiguiera con mi venganza.
-Vamos a mi habitación-, como una autómata me siguió, sabía que habían sido dos veces las que me había abofeteado, y dos veces las que yo iba a hacer uso de ella, – Desnúdate-, le dije mientras yo hacia lo mismo.
Tumbado en la cama, disfruté viendo su vergüenza, luego me reconocería que no había estado con un hombre, desde que murió su marido. La hice tumbarse a mi lado, y mientras la acariciaba, le expliqué mi acuerdo.
Son 20 millones, quiero la mitad. Como están a nombre de Lucía, me voy a casar con ella, y tu vas a ser mi puta, sin que ella lo sepa: Tengo todos los papeles preparados para que ella los firme, en cuanto llegue-.
No tengo nada que decir, pero tendrás que convencer a mi hija-, me contestó.
Mis maniobras la habían acelerado, de su sexo brotaba la humedad característica de la excitación. Sus pechos ligeramente caídos todavía eran apetecibles, sin delicadeza, los pellizqué , consiguiendo hacerla gemir por el dolor y el placer. Era una hembra en celo, sus manos asieron mi pene en busca de ser penetrada. La rechacé, quería probar su cueva, pero primero debía saborearla. Mi lengua se apoderó de su clítoris, mientras seguía torturando su pezones, su sabor era penetrante, lo cual me agradó, y usándola como ariete, me introduje en ella con movimientos rápidos. Estaba fuera de sí, con sus manos sujetaba mi cabeza, de la misma forma que yo le había enseñado minutos antes, buscando que profundizara en mis caricias. Un río de flujo cayo sobre mi boca demostrándome que estaba lista. Con mi mano, recogí parte de el, para usarlo. Le di la vuelta, abriendo sus nalgas, observé mi destino, y con dos dedos relajé su oposición.

-¿Qué vas a hacer?, me preguntó preocupada.
-¿Desvirgarte, preciosa?, y de una sola empujón, vencí toda oposición, ella sintió que un hierro le partía en dos, me pidió que parara, pero yo no le hice caso, y con mis manos abiertas, empecé a golpearle sus nalgas, exigiéndole que continuara. Nunca la habían usado de esa manera, tras un primer momento de dolor y de sorpresa se dejó llevar, sorprendida se dio cuenta que le gustaba, por lo que acomodándose a mi ritmo, me pidió que eternizara ese momento, que no frenara. Cuando no pude mas, me derramé en su interior.
– Déjalo ahí- , me pidió,-quiero seguir notándolo, mientras se relaja-.
No le había gustado, le había encantado.
No, tenemos que preparar todo, para que cuando llegué tu hija, no note nada-, le dije satisfecho y riendo mientras le acariciaba su cuerpo, -¿estas de acuerdo, suegrita?.
Claro que sí, Yernito.

Relato erótico:” MI DON: Ana – Noches de estreno (27)” (POR SAULILLO77)

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Esto era demasiado ya, Ana estaba a un nivel que no creí posible para una mujer, que lejos de la cama, era la niña mas dulce y cariñosa que os podáis imaginar, una princesita adorable y risueña, una loba en la cama disfrazada de cordero ante la opinión publica, un regalo del cielo que disfrutaba en exclusiva para mi. El juego de ir provocándonos en publico tenia su punto, pero no era nada como cuando nos poníamos a follar en serio, eran una animalada, y ya no solo de mi parte, desde que acabó el curso Ana era capaz de follárme a mi, incluyendo a la bestia, casi 3 horas, era una barrera infranqueable, allí se desvanecía, pero ella sola, muchas veces sin que yo hiciera nada, o casi, pero cuando metía a aquel engendro del infierno en la partida, Ana y yo no podíamos aguantar mas de 1 hora y media, que no lo soportara ella era normal, ¿pero yo? No se como, Ana, había superado a mi leona, aquella hembra que soportaba 4 horas de bestia, casi quedaba atrás ante Ana, que no solo era capaz de aguantar un tiempo considerable, aunque no tanto como mi leona, si no que se peleaba con la bestia, no solo soportaba el vendaval, había batalla.

Ana me hizo el mayor regalo de todos, me demostró que una mujer muy bien entrenada y adiestrada, con tiempo y practica, podía, no solo sobrellevar a la bestia, si no ganarle la partida, yo , o vosotros, que podéis pensar a estar alturas que ese animal descontrolado era el máximo que se puede dar, pues no, resulta que aquella Granadina, mi prima que no era tal, aquella mujer que desvirgué apenas hacia 1 año y medio, y que llevaba 9 meses adiestrando follándomela a diario, era capaz de domesticar aquella abominación. Obviamente, eso dependía de las circunstancias, no siempre pasaba, y cuando rompía la cadena Ana casi siempre solía salir mal parada, pero podía soltar la cadena sin miedo alguno, no os hacéis una idea de lo que era, para mi, follar con la bestia desatada y ver a una mujer dando golpes de pelvis de igual o mayor intensidad, durante 20 minutos hasta que era yo el que tenia que rendirme ante ella, jamas me había pasado, con nadie, pero tampoco había estado tanto tiempo con nadie como para poder averiguarlo, a toda mujer con la que había estado no le había dado o tiempo o margen para hacerse con la situación, quizá, bueno, no, quizá no, seguro, que si durante 5 o 6 meses sin parar hubiera estado follando con mi leona, Madamme o Eleonor, ellas estarían a ese nivel o mejor, pero a todas las ventilé de forma desprevenida, a veces muy espaciada en el tiempo unas con otras, y siendo yo el dominante, incluso mi leona, la mujer que creía que no podía ser superada, me di cuenta de que en realidad, ella no hacia nada después de unas horas seguidas, era yo el que masacraba y ella la que se dejaba hacer, así lograba aguantar tanto, sin esfuerzo físico de su parte, sin presentarme lucha. Ana no era mi leona, como Mercedes, no era mi hembra sumisa como Eleonor, o Yasmine en su ida, ni mi obediente devota como Madamme, era mi igual, y desde ese estatus las había superado a todas, como siempre digo, no es una comparación justa, a ellas nos las di el tiempo que a Ana, pero ninguna se mereció nunca que las tratara de otra forma, Ana si.

Solo había algo que quedaba por probar, y era el sexo anal, y tal como escribí al final del ultimo relato, Ana esaba preparada para ello. Después de aceptar hacerlo, y de llevar nuestros sexo a niveles que no concebía, fui preparándola cada día, marqué unos plazos, mi mente racional no iba a dejar que, aquel diamante en bruto del tamaño de un melón que había estado tallando con mimo durante 10 meses, hasta convertirse en la joya mas grande de todos los tiempos, Ana, se fuera a estropear por no hacer las cosas con cabeza. A lo largo de las semanas ya era complicado tener a Ana en un momento de excitación tal que su mente se evadía, y solo ahí me permitía jugar con su ano, siempre eran roces y caricias, pero aumentando el numero de minutos dedicados, jugando a penetrar sin llegar a hacerlo.

Lo digo a cada relato de esta fase de mi vida, pero no podía ser mejor y mas feliz, la novia, amiga y amante perfecta todo en 1 sola mujer, vivía independizado con mis mejores amigos, tenia dinero ahorrado y un trabajo que me pagaba lo que necesitara pero que no absorbía mi vida.Con el extra de que Lara volvió a por mi, a Ana ya le daba igual cuando follábamos que nos oyeran, bastante teníamos con sobrellevarnos el uno al otro como para andar con remilgos, y eso Lara no lo soportaba, no se si era solo el oírnos, si estaba enamorada de mi, o solo quería lo que Ana tenia, o arrebatárselo solo por joder, ahí personas así en el mundo, lo cierto es que después de acabar el curso de la Universidad, Lara estaba mas tiempo en casa y aprovechaba cualquier resquicio de tiempo para ira a por mi, pero ya descaradamente, delante de Ana incluso, hacia comentarios llamandola mosquita muerta o la pincesa pomposa, siempre a tono de broma, eran amigas, pero las miradas que se dedicaban y las respuestas de una a la otra eran de enemigas, de esas amistades entre mujeres que los tíos no entendemos. Yo solo me reía cuando se ponían así, Ana me entendía, era irrisorio que aquella mujer, por muy golfa y calienta pollas que fuera, siendo virgen, me aguantara un solo polvo, y que se creyera mas preparada, o a mi nivel, que Ana, era gracioso, por lo tanto muchas veces la discusión terminaba entre risas y llevándome a mi novia a follar como condenados para demostrar quien mandaba. Eso no cambiaba nada, Lara era una coneja en celo, y buscaba mi rabo con desesperación, sabia cuando estabamos follando y que yo casi siempre salía a altas horas de la mañana desnudo a la cocina a reponer líquidos, esperaba en la cocina, en el salón por donde debía de pasar o directamente en la puerta, semi o completamente desnuda, muchas veces haciéndose un dedo, me acosaba y me seguía pidiéndome que dejara a esa frígida y me acostara con ella. Yo no podía evitar fijarme en sus enormes tetas, eran una delicia para al vista, pero no pase de eso, no me interesaba para nada, y sabia que a Ana le gustaba que diera portazos a sus intenciones. Volvió a meterse en mi cama cuando Ana salía y yo me quedaba durmiendo, mas de una vez me desperté con Lara intentando meterse mi polla en su cerrado coño, alguna otra besándome con ella, la muy zorra aprovechaba que estaba medio dormido para hacerse pasar por Ana hasta que me daba cuenta, generalmente al ir a agarrar sus pechos para seguir con el calentón, y notar la abrupta diferencia.

Uno de esos dais llegó, creo que era jueves, Ana había quedado temprano con Alicia para ir a comprarse biquinis para la temporada de piscina, Manu y Teo trabajaban por la mañana y nos quedamos Lara y yo solos en casa, Lara andaba despierta, no solía dormir mucho por la mañana, todo lo contrario a mi, que soy mas bien un ave nocturna, Ana y yo nos dimos algún achuchón antes de que se fuera, pero casi ni me entere cuando se fue, estaba profundamente dormido, serian las 11:30 mas o menos, cuando un sueño húmedo me recorría el cuerpo hasta darme cuenta de que no era un sueño, abrí un ojo para encontrarme a Lara haciéndome una paja, CON SUS ENORMES TETAS, era un espectáculo gigantesco ver mi tremendo rabo empalmado aprisionado entre aquellas 2 masas enormes de carne, debo reconocer que tarde unos segundos en reaccionar, y mi cabeza quería ceder a las peticiones y suplicas de mi cuerpo que la dejara seguir, pero logre hablar.

-YO: Lara, para.

-LARA: ¿por que?, ¿no te gusta?

-YO: claro que si, pero para.

-LARA: no quiero, y tu polla me dice que tampoco quieres.

-YO: lo que quiero yo y lo que quiere mi polla son cosas diferentes, apártate, o te aparto yo.- mi tono se volvió tan rudo que Lara paro en seco poniendo cara de desesperación sin entender que un hombre fuera capaz de rechazar aquello, pero se negaba a abandonar, subió su cuerpo recostándose sobre mi aprisionando mi rabo entre las piernas poniéndome sus tetas casi en la cara, no puede evitar atacar uno de sus pezones, a lo que ella se retorció de placer.

-LARA: ¿ves como en el fondo tú también quieres? – la muy zorra tenia razón, algo dentro de mi ser estaba queriendo follarsela de forma criminal, mientras me comía a duras penas esas enormes tetas y notaba como sus pezones eran mas sensibles que los de nadie a los que se los había comido, quizá por ello me quedé jugando con ellos unos minutos, no quería, o si, pero no podía evitarlo.

-YO: dios, que pedazo de tetas, me pasaría el día jugando con ellas.- estaba enajenado con ellas.

-LARA: son todas tuyas, solo tienes que hacer lo que yo te diga. – estaba logrando doblegarme, ese día, no se por que, me tenia temblando ante al idea de tirármela, pero cometió un error, si se hubiera callado o no hubiera dicho esas palabras, quizá no hubiera parado, quizá, no lo se, lo que se es que al oírla decir eso me sentí usado, manipulado y dirigido por alguien que no era yo, de pronto me vi en 3º persona como si acabara de entrar en la habitación, viendo la escena por 1º vez, mi cabeza se sacudió y me di cuenta de lo que estaba haciendo.

-YO: quítate de encima.- me incorporé un poco elevando mi cuerpo y el suyo a la vez con fuerza.

-LARA: ¿que dices?, no seas tonto, venga sigue….- se contoneaba mientras jugueteaba con sus tetas cerca de mi cara.

-YO: apártate.- mi expresividad facial es muy fácil de leer, y Lara leyó en mi cara que no habría otra advertencia, lo siguiente seria sacarla de mi habitación a la fuerza.

Se tumbó a mi lado mirándome sin entender nada, mirándome a mi, incorporado, con la polla como una estaca y aquella mujer de tetas enormes rogando que la desvirgara, y aun así, me había contenido, dios sabrá como. Me fui al baño y me di una ducha de agua fría, pero mi empalme no se bajaba tan fácilmente, por 1º vez en meses me tuve que hacer una paja, para que aquello bajara, tirando de imágenes de Ana en mi mente, negando recuerdos de otras y cerrando la puerta a volver a salir y terminar lo empezado con Lara. Sin haber consumado nada me sentía mal por Ana, era la 1º vez que sentía que le había fallado y que no me había controlado, ¿pero acaso se me podía culpar? Era un chico de 19 años, mi mente aun estaba sin amueblar, supongo, quizá no debí dejar que Lara se tomara tantas confianzas, en vez de tener confianza ciega en mi auto control. Salí a buscar mi teléfono y llamar a Ana, me encontré con Lara masturbándose a mi espera, la cogí del brazo y la ordené salir de allí, a las bravas la saqué, de forma brusca, mientras marcaba los números en el movil.

-ANA: dime amor.

-YO: hey peque ¿como estas?

-ANA: bien, aquí probándonos cositas, ¿tú eres más de verme con pareos o sin ellos?

-YO: por mi irías desnuda siempre, así que mejor haz caso en moda a Alicia.

-ANA: jajaja vale bobo, ¿querías algo?

-YO: si, veras…..no ha pasado nada, pero…..según te has ido, adivina….

-ANA: Lara se ha metido en la cama….

-YO: exacto.

-ANA: no me asustes Raúl.

-YO: no, tranquila, ya te digo, no ha pasado nada, pero ha estado a punto….

-ANA: ¿y te sientes tan mal que me tienes que llamar para decírmelo? ¿Hasta donde has llegado?

-YO: nada, me he despertado creyendo que estaba contigo y era Lara haciéndome una cubana, la he dicho que parara pero no se cuanto llevaría, la tenia dura ya….

-ANA: que mala puta…¡la habrás detenido!.

-YO: si, pero se me ha echado encima y me ha puesto las tetas encima, no se que me ha pasado pero he jugado con ellas mas de lo que quiero admitir.

-ANA: ¡¿y entonces?!

-YO: me la he quitado de encima y me he ido a la ducha, lo siento, no he podido evitarlo, al final entre el agua fría y una paja se me ha pasado y la acabo de echar del cuarto.

-ANA: ¿ya esta?- pregunto sorprendida.

-YO: joder que más quieres, si eso me la follo.- estaba indignado a mi me parecía relevante, y por su reacción, a ella no.

-ANA: no amor, pero eso no es nada, es mas, te quiero mas ahora.

-YO: chica no hay quien te entienda.- le contaba que casi la pongo los cuernos ¿y me decía que me quería mas?

-ANA: jajja soy una mujer complicada, pero me alegro de que te la quites de encima pese a sus grandes argumentos. – no se si lo dijo con doble intención o no- y que me lo cuentes por malo que te parezca, eres el hombre perfecto, tu tranquilo en un rato voy a casa y me dices como me quedan los biquinis, y ya si eso…….un besito muackk.- y me colgó, sin mas.

Me quedé atontado sentado en la cama, todo preocupado que estaba y ella logró minimízalo hasta el punto de convertirlo en algo bueno, con una llamada, de golpe no me parecía tan mal lo ocurrido, joder, que suerte tenia con aquella mujer. Salí convencido de mi seguridad impenetrable de nuevo, en pelotas buscando a Lara, que estaba en la cocina de espaldas a la mesa, con una de sus protocolarias bragas y una camiseta interior amplia de tirantes, dejando ver su tetas al aire por los lados, ataqué pegando mi polla a su trasero y metiéndole las manos por detrás agarrando sus tetas, masajeando sin descanso, acercando mis labios a su oído.

-YO: eres una puta, casi me doblegas esta vez.- la solté tal azoté de tal manera en el trasero que soltó un grito de dolor y se le borró la cara de lasciva que tenía, de casi haberlo logrado.

-LARA: lo haré, tú dame tiempo, uno de estos días serás mío y no querrás volver con Ana.- se dio la vuelta agarrándome del cuello y tumbandose sobre la mesa obligándome a caer sobre ella, rodándome con las piernas, la miré a los ojos amagando besarla.

-YO: en tu puta vida, soy de Ana, y tu, mala zorra, no estas a su altura en ningún nivel, te follaré, después de lo de hoy estoy seguro, pero será cuando yo quiera, y te demostraré que no eres nadie a su lado.

Me incorporé para alejarme de ella pero Lara se quedó pegada a mi a horcajadas, agarrada de mi cuello y frotándose la pelvis contra mi polla, sin yo hacer esfuerzo alguno salvo estar de pie, mi fuerza, mas que asustarla, la ponía mas cachonda aun, verme como sin esfuerzo la sostenía sin problemas, la separe las piernas queriendo sacármela de encima, me fui a la nevera con ella colgada de mi cuello, como una lapa, era casi denigrante para ella, ver como yo bebía algo para desayunar o me movía por la cocina como si ella no estuviera besándome el cuello o el pecho o se estuviera restregando contra mi, sin ningún resultado, me volví a la cama, seguía con sueño por su culpa, y ella detrás de mi, se acostó conmigo dejándome meterla mano entre sus tetas, para quedarme dormido mientras jugaba con uno de sus pezones.

Lo se, no tiene sentido, jugar con ella de esa forma, permitirla tantas confianzas y luego no tirármela, era antinatural, pero a mi me gustaba dormir abrazado a una mujer, sentir su cuerpo y mi calor cubriéndonos a los 2, a Lara le hacia parecer que avanzaba, y a Ana mas que no parcele mal, le encantaba ver así de humillada a su amiga.

No se cuantas horas pasaron, me despertó el sonido de Ana entrando en la habitación con unas bolsas, mirándonos en la cama como yo me despertaba y sacaba la mano de las tetas de Lara sin disimulo alguno. Casi en automático, Lara se ponía en pie y salía de la habitación, dedicandose ella y Ana alguna mirada asesina, si para mi era difícil entender la relación entre Lara y yo, la relación entre ellas ni lo intentaba comprender, amigas que se odiaban. Mientras se iba pude ver como las bragas de Lara estaba mojadas en su coño, solo con el roce continuo de mis dedos en sus pezones, según se fue me centré en Ana, que dejaba las bolsas en el suelo, de nuevo comprendí mi mundo, estaba vestida con unos jeans ajustadísimos, de esos de una talla o 2 menos, de antes de su ensanchamiento de caderas, su culo era demoniaco, con solo una blusa rosa vaporosa que dejaba ver su cuerpo a tras luz y su sujetador negro, me di un golpe en la cabeza por lo idiota que era, tenia a una diosa y casi pierdo la cabeza por un par de buenas tetas, me levanté y me fui a por su trasero, acariciándolo mientras Ana se incorporaba de dejar las bolsas, para ir rodeándola con mis brazos metiéndose por debajo de la blusa en su cintura, hasta abrazarla, y besar sus labios cuando giró su cara sonriente.

-ANA: hola amor, ¿y esto?

-YO: te he echado de menos.

-ANA: ya se ve, ¿estas bien?

-YO: ahora que te tengo entre mis brazos, si.

-ANA: mira que eres bobo.- la di la vuelta besándonos, entre tierna y apasionadamente, de forma espontanea sacándola su sonrisa de ángel.

-YO: no soy bobo, no me ha gustado casi caer, y que no te importe, más.

-ANA: no es que no me importe, solo confío en ti, ciegamente.

-YO: pues casi te fallo.

-ANA: pero no lo has hecho, y me has llamado para contarme que no lo has hecho, jajaja eres un cielo.- de nuevo rebajo el problema hasta no ser nada.- anda no te procures por esa fulana, ¿vale?- con tono de madre

-YO: vale, nada enséñame que has comprado.- se ilusionó al verme mas animado, y me besó con dulzura antes de quitarse la ropa, con mi ayuda, los jeans la obligaban a solicitarlo, su cuerpo con aquel sujetado negro de encaje y un tanga minúsculo del mismo color, espero que no la vieran así algún dependiente mirón, que los había, por que era provocación andante, mas con Alicia, imaginaba ver a aquellas 2 en un pequeño ropero, desnudas, probándose biquinis, si había algún depravado con cámaras de vigilancia, sin duda esa cinta iría a sus favoritos, no se muy bien por que, pero mirando como Ana iba sacando las prendas, pregunté.- ¿que tal con Alicia?

-ANA: genial, es un cielo de mujer, nos hemos estado ayudando con las prendas y probándonos juntas, jajja ha sido muy divertido- lo que me imaginaba- así la distraigo un poco.

-YO: ¿de que?

-ANA: ¿no te lo ha dicho Teo?- no me había comentado nada, aunque si era cierto que la relación de mejores amigos no era tal desde hacia tiempo, trabaja muchas horas y luego en casa estaba muy desanimado, bebía de mas y se ponía algo tonto con Alicia.

-YO: pues no, pero no he hablado mucho con el últimamente.

-ANA: ni tu ni nadie, ni Alicia, esta muy distante dice, esto de vivir juntos esta siendo muy duro para ellos.

-YO: joder, pues quien lo diría, eran la pareja perfecta.

-ANA: ya, pues eso se acabo, Alicia dice que están un poco hartos ya….

-YO: no van a irse de casa, ¿no?- me miro algo triste.

-ANA: ojalá fuera solo eso….han hablado de cortar y todo. – me pilló en fuera de juego, ya era raro que aquello ocurriera, eran ideales y felices juntos, o así les recordaba yo, mas raro aun es que Teo no me hubiera dicho ni palabra, pero si el estaba distante, yo aun mas, mi vida era Ana y poco mas.

-YO: joder, pues tengo que hablar con el, puffff que mal, y yo sin darme cuenta.

-ANA: y con ella, también es tu amiga, o como decías tu hermanita pequeña.- pues tenia razón.

-YO: pues si……- no terminé de hablar cuando salió disparada de la habitación, para volver con ella de la mano.

Conmigo en pelota picada, algo de lo que no me di cuenta hasta que la vi clavar sus ojos en mi polla, no era al 1º vez que la veía, pero con ella delante solía tener cierto decoro, pero si ahora corría a ponerme algo solo evidenciaría mi vergüenza, y la verdad, es que no tenia nada de lo que avergonzarme. No se si a Ana le pareció igual o ni se percató al ser algo natural y ordinario ya para ella, así que allí estaba yo, desnudo con mi cuerpo moldeado de follar como animales y mi polla enorme en reposo colgando, de pie, ante mi novia con el sujetador y en tanga, ofreciéndome a Alicia para saludarla, que venia solo con unos shorts de pijama elásticos y en sujetador, la cosa, vista desde fuera, no podía ser mas rocambolesca, pero para mi asombro, era de lo mas natural, era consciente de lo que ocurría, pero me parecía peor opción evidenciarlo con algún gesto, así que actúe como si nada.

-YO: hola hermanita, ¿que tal?- la abracé como me gustaba.(hago aclaración, no se vosotros, pero a mi esto de saludar con 2 besos, bien para romper el hielo con desconocidas, pero a las mujeres que merece la pena, se han ganado algo distinto, para mi, la mayor muestra de respeto y cariño hacia una mujer es que se ganara que la saludara con 1 solo beso y un abrazo, las distingo del resto)

-ALICIA: bien, aquí de compras que este trasto que tienes por novia.

-ANA: ya, claro, como que tu eres un angelito jajajaja- se dieron un abrazo cariñoso.- veras, siento si te molesto pero….- la paré en seco, si alguien iba a meterse sin permiso en su vida, seria yo, y la culpable no seria Ana por decírmelo.

-YO: ven reina, siéntate.- la deje sentarse al borde de la cama, mientras que Ana lo hizo a su lado, y yo con algo de disimulo lo hice en el suelo para evitar una línea directa de visión a mi rabo. – veras, últimamente os veo a Teo y a ti muy enfadados, que ya no sois iguales a como erais antes, y he preguntado a Ana y sin querer decírmelo me ha dejado ver que no estáis bien.- Ana me miro con una medio sonrisa entendiendo mi artimaña para dejarla bien a ella ante su amiga, Alicia en cambio cerró los ojos agachando la cabeza apesadumbrada.

-ALICIA: pues si, que quieres que te diga Raúl, lo estoy pasando mal, bueno, lo estamos pasando mal.

-YO: ¿pero que os pasa?, si sois la pareja perfecta

-ALICIA: lo éramos, nos hemos cansado de ello, al menos yo, no es por vivir juntos, es que llevamos mucho tiempo juntos, nos conocemos demasiado bien, y últimamente entre el trabajo y que solo esta conmigo para salir de fiesta y beber, ya no es el mismo.

-YO: es el mismo, solo que ahora tiene responsabilidades mayores y no puede dedicarte el tiempo que te mereces.

-ALICIA: eso quiero pensar, pero tu no vives con el en el mismo cuarto todos los días, ni has visto como ha cambiado, o quizá he cambiado yo, y ahora le veo de forma diferente, no se, yo le quiero, y se que me quiere, pero ya no basta con decirlo.

-ANA: ya Ali, pero no podéis seguir así.- la miré crucificándola, estabamos allí para ayudar, no para disolver.

-YO: no es eso mujer, no vais a perder todo lo ganado este tiempo, solo hay que tratar de arreglarlo.

-ALICIA: eso intento, he hablado con el, pero solo se enfada mas por que el no se da cuenta del cambio que ha dado, me culpa a mi de todo.- empezaba a llorar.

-YO: ¿de que te va a culpar? ¡¡¡Si eres un encanto!!!

-ALICIA: no lo se, me dice que soy yo quien cambia y que no le entiendo y que soy una tremendista, que me creo mejor que el o que si ya no le veo como un novio……- calmé sus lagrimas como pude mientas Ana ayudaba, joder, todo eso pasaba bajo mi techo y yo sin enterarme.

-YO: va, va, tu tranquila, será el estrés del trabajo o lo que sea, ya hablare yo con el.- me miró ilusionada.

-ALICIA: ¿en serio?, no quiero mal meter entre vosotros.

-YO que vas a mal meter tonta, si es Teo, mi mejor amigo, hablare con el hasta que nos peguemos como cromañones y luego le invitaré a una cerveza, así hacer hombres de verdad uh uh- con tono de broma, para sacarla una sonrisilla que echaba de menos.

-ALICIA: muchas gracias, no se que mas hacer, si hasta he ido a comprarme unos mini biquinis y ropa intima sexy, con Ana ayudando, a ver si le animo, eres un afortunado, no sabes el sol de mujer que tienes. – se abrazaron entre ellas consolándose, me avergüenzo de decir que mi gozo era ver sus tetas chocar entre si.

-ANA: oye, ¿y si le ensañamos a este tonto lo que nos hemos comprado? Así vemos sin nos queda bien desde el punto de vista de un cerdo salido- me guiñó un ojo, Alicia la miró algo confundida.

-ALICIA: pero….es ropa íntima….- la mirada de Ana era de no comprenderla.

-ANA: pero si llevamos meses lavándonos las bragas y calzoncillos unos a otros y nos hemos visto medio en bolas ya, ¿que mas te da?- y cogiéndola de la mano la arrastró hasta su cuarto a coger las bolsas de las compras, para volver riendo las 2.

Ni me mejor sueño o imaginación podían haber concebido que aquellas 2 mujeres me hieran un pase de biquinis y ropa inferior estando yo desnudo, cuando se fueron pensé en taparme, ¿pero para que? si ya estaba hecho, así me iba a quedar. Me senté en la cama y me prepare para disfrutar como un enano, volvieron y dejaron un montón de bolsas en el suelo, Ana se desnudó sin mas, quedándose mirando a Alicia, esta fue a coger una bolsa e irse para el baño, pero Ana la sujetó del brazo.

-ANA: ¿donde vas?

-ALICIA: hija, no me voy a cambiar aquí delante de tu novio.

-ANA: si anda, y vas a estar dándote paseos todo el rato, no seas cría, que es Raúl….- no se si lo estaba haciendo a posta o no, pero la dejé seguir a su bola, estaba logrando que Alicia, mi mujer perfecta de antaño, aquella por la que odiaba alguna vez por envidia a mi mejor amigo, me hiciera un pase de modelos de ropa intima y que se desnudara delante de mi.

Se quedó unos segundos pensativa, mientras Ana sacaba el 1º bañador, era 1 pieza entera, un bañador normal, de azul oscuro, elástico y dejándola la espalda al aire con un ligero escote, nada llamativo si no fuera por la figura de la mujer que iba dentro, dándose una vuelta y colocándose bien las tetas y el culo.

-ANA: ¿que tal?

-YO: hombre, de inicio, bien, pero….no se, es muy recatado.

-ALICIA: eso le he dicho yo, que es perder potencial, pero ha insistido y estaba de oferta.

-ANA: a mi me gusta, me hace ir segura, me recuerda a cuando iba a la playa de niña.- allí estaba mi tierna y cariñosa novia. – Venga ahora tu- azuzo a Alicia, que estaba roja.

Al final entre Ana y ella se quitó el sostén, dejándome su par de tetas a la vista, nada que no hubiera visto ya, sus pezones eran algo pequeños pero estaban tiesos, los shorts se los quitó ella sola, tan elásticos con su protuberante cadera que casi tuvo que desencajarlos, para mi sorpresa no llevaba nada debajo y medio tapándose se quiso poner un biquini de una bolsa, Ana la cogió de la mano y la dio un vuelta obligándola a pender la posición de sus manos y dejar de taparse.

-ANA: mira que cuerpazo, ya me gustaría a mi tener ese culo, ¿verdad amor?- la verdad era que si, pese a que Ana tenia un cuerpo 10 esas caderas y esas nalgas eran sobrehumanas, y mas aun desnudas.

-ALICIA: ya, claro, como tu andas tan corta ahora…..- bromeaba perdiendo el apuro que el daba, pero me constató que también se había dado cuenta del ensanche de Ana.

-YO: muy buen culo, de lo poco que tienes que envidiarla, peque.- quise adular a las 2.

Alicia se vio querida y femenina, con algo mas de salero se probó un biquini blanco de lo mas normal, de hecho parecía la parte de arriba mas un sujetador deportivo que un biquini, y la parte de abajo grande, tapándole gran parte de su maravilloso culo, mas un short que unas bragas. Mi aprobación la tenia, Ana saco una cámara de fotos y se lío a hacerse fotos juntas o por separado, era la época del boom del face y mas redes sociales así, y de mujeres colgando fotos en picado de su cara dejando ver cuanto mas escote mejor, luego Ana se quitó el bañador y Alicia la siguió con algo de rubor, pero seria la ultima muestra de tal cosa, se fueron probado ahora ya si biquinis las 2, mucho mas escuetos y atrevidos cada cual, de flores, rosas fucsia, amarillos chillones, con alguno que ya solo eran curdas con triángulos tapando las tetas, y luego solo cuerdas tapando los pezones y el coño, eran una delicia, verlas ponerse quitarse y hacerse fotos, hasta me dieron la cámara a mi para ir ganando tiempo. Ana saco la artillería, 1º con un biquini negro que apenas contenía sus pechos y con la parte de atrás de la braga siendo un medio culo, en su trasero como el que tenia antes, podía entenderse pero en el de ahora era un juego eterno, se tapaba una nalga y la otra quedaba al aire, mi polla empezaba a reaccionar, pero no llegó a ponerse dura hasta que no vi a Alicia en un minúsculo biquini, la parte de arriba eran solo cuerdas y unos diminutos triángulos que ni siquiera daban para taparla los pezones tan pequeños que tenia en comparación con Ana o Lara, pero el remate es que era un biquini de tanga de hilo, yo que estaba haciendo fotos y jugando con Ana, no pude evitar esa excitación del miembro al verla contonearse como una modelo, y agacharse con un paso de baile moviendo su melena, supuse que era parte del juego, Alicia era mi hermanita, pero mi hermanita me la estaba poniendo dura y se estaba dando cuenta, por 1º vez me vio la polla totalmente empalmada, y aunque quería disimular, no apartaba la vista.

Disimulé haciéndolas fotos de frente, de perfil y abrazadas mientras reían, Ana terminó con un biquini exacto al de Alicia, negro diminuto y de tanga de hilo, no le quedaba para nada pero que a Alicia, pero ella no tenia esas portentosas posaderas. Pero so mejores tetas.

-ANA: ¿que, te gustan?

-YO: increíbles, vais a arrasar este verano.

-ALICIA: pues eso espero, y aun falta lo mejor- sacó al última bolsa, de una famosísima marca de ropa interior que incluye secretos y ángeles.

Sin mas se puso una serie de bragas, sujetadores y medias que no rebajaron calentura, ya sentado con Ana encima mía tapándome la erección, pese a ser privado nos pidió que la fotografiaríamos así, para dárselas a Teo como regalo, luego se cambió y se puso un conjunto de encaje blanco con tanga que me volvió a poner a 100%, se agachaba y se separaba las nalgas de forma provocativa, no se con que intenciones pero me daba igual, su remate fue desnudarse y ponerse solo un corpiño elástico de tela transparente, de los de Ana, sin nada debajo, eso me permitió fijarme en su coño por 1º vez, con algo de bello cuidado.

-ANA: que dices amor, ¿como le queda?

-ALICIA: me ha dicho Ana que esto os pone a los tíos.- no se la veía muy segura.

-YO: no lo hagas por el, hazlo por que te gusta a ti, y si, bueno, esta bien, pero a ti no te hace brillar.

-ALICIA: ¿como?

-YO: veras, a Ana le queda de cine, por su tono de piel y por sus pechos y su figura, pero a ti … no, tu mejor parte es las caderas y ese culo de escándalo, y esa prenda no lo acentúa, debes aprovechar mejor tu trasero si quieres que Teo se vuelva loco.

-ANA: pues ahora que lo dices, es verdad, quizá unos leggins con tangas, o culotte con medias y tirantes…..- se puso a buscar como loca, y saco eso mismo.

Como a un maniquí la quito el corpiño y la calzó un tanga y unos leggins ajustadísimos, sin preámbulos, me dieron ganas de follármela allí mismo y si no estuviera Ana delante lo hubiera hecho, a pesar de que se empezaba a poner de moda ir solo con leggins sin faldas o vestidos encima, dios bendiga la moda, Alicia era mucho menos descarada, pero ante aquello no había discusión, era evocador, insuperable, o eso creía, Ana la desvistió de nuevo y la puso un conjunto con medias, una liga, y tirantes, para rematarla con una falda de vestir ajustada de medio muslo, puffffff la madre que la parió, sin disimulo alguno me fui a su trasero y lo “arreglé”, recibiendo un tortazo de parte de Ana con cariño, palpando por 1º vez el culo de Alicia, que se reía sin hacer mucho esfuerzo por apartarse de mi.

-ALICIA: jajaja casi no puedo ni moverme con esta falda pero mira que culo, esto es pecado.

-YO: ya te digo, si con esto Teo no reacciona, no lo hará con nada.

Me abrazó sin importarla que mi polla tiesa casi la atravesara el estomago, dándonos las gracias, y recogiendo las cosas se fue la mar de feliz, según se marchó cerré la puerta y cogí en volandas a Ana que gritó de sorpresa, la tiré a la cama, y la desnudé, por decir algo ante prendas tan minúsculas, a tal velocidad que ni le dio tiempo a decir nada antes de que la ensartara del tirón, vaya mañanita llevaba, necesitaba desfogarme y por fin tenia a mi extintor a mano. Tumbada boca arriba me recibió rodeándome con las piernas y besándonos apasionadamente.

-ANA: tranquilo toro, que me vas a matar.

-YO: lo voy a hacer, te deseo.

-ANA: a mi, ¿o a las teta de Lara?

-YO: a ti.

-ANA: ¿y a mi o al culo de Alicia?- sonreí al entender varias cosas, la 1º que Ana quería sentirse poderosa en la comparación, la 2º que quería que yo lo dijera para tratar de convencerme, y el 3º era que Ana había manipulado a Alicia para dejarme ese espectáculo, mi joven aprendiz estaba siendo una alumna aventajada y le había regalado a su maestro una de sus fantasías.

-YO: eres un peligro, casi la violo delante de ti.

-ANA: pues fóllame ahora a mi.

Encantando, arremetí con todo, sacando a la bestia y soltándola, si era lo que quería se lo iba a dar, acelerando mis embestidas fui metiendo mi largo en su interior hasta penétrala por completo y una vez allí, notando como sus paredes vaginales cedían ante mi, fui percutiendo en su pelvis con una violencia mayor a cada paso de los minutos, buscando su boca, su oído, su cuello y sus senos con mis labios, mientras mis manos se apoyaban en el colchón para dejar a mi cadera libre de presión y así matarla, sus gemidos fueron aumentando, escapándosele risas de emoción. Al ver venir un orgasmo, aprendí a tomarme descansos cuando se corría, paraba y con mis dedos la hacia venirse hasta que se pasaba, para volver a la penetración, debía tomar esos atajos si quería mantener el listón, Ana estaba a un nivel desproporcionado respecto a su inicio en el sexo. Después del 1º orgasmo la levanté una pierna para usarla de amarre, y así elevar el ritmo aun mas durante un buen rato, viendo como mi amada se pellizcaba los pezones y jugaba con sus senos mientras sus manos tenia control, las oleadas le hacían agarrarse a la colcha de la cama, y abrirse de piernas para tener menos fricción, ella también tenia su trucos, pero no evitó un 2º orgasmo que la sacudió el cuerpo y me hizo caer sobre ella, buscando sus labios y su lengua de forma desenfrenada, sus uñas se clavaban en mi espalda al notar como mi pelvis continuaba con movimientos dulces y largos. Tomó el control y me giró tumbándome a mi, boca arriba, era su turno, lo veía en su cara, en sus ojos y en su melena, se agachó para besarme, como cogiendo fuerzas para incorporarse apoyada en mi pecho, y mirando al techo, moviéndose al son de una música inexistente, se dejó acostumbrar a mi rabo en su interior, haciendo giros amplios de caderas, mientras mis manos acariciaban sus muslos e iba subiendo por su vientre, lo que la hacia morderse el labio de lujuria, hasta alcanzar sus pechos, duros y salientes, me incorporé para besarlos y chuparlos como un crío de teta, hasta que me empujó de nuevo contra la cama, se apoyó en mi pecho y empezó a subir y bajar su cadera, con mi polla entera dentro y sin sacar mas de la mitad, aun así eran gestos grandes para ella, que fue aumentando el ritmo, por decirlo de alguna manera, ella también saco a su bestia, y me cabalgó de forma brusca y agresiva mas de media hora, no podía aguantar mas de 5 minutos seguidos así, paraba por cansancio o por que se corría, para besarme y acariciarnos, hasta volver a empezar, cambiado apoyos de sus manos, en mi pecho, en el colchón, a los lados de mi cabeza , o bien echándose un poco hacia uno de los lados, dejándome atacar uno de sus pezones, pero ahora fui yo quien sin soportar mas se vació en su interior, con una serie de espasmos brutales, que la hicieron estremecerse y sacar una sonrisa picarona de logro alcanzado.

-ANA: ¿crees que ellos lo harán como nosotros? Teo y Alicia….

-YO: pues no lo creo, pero no lo se.

-ANA: yo tampoco, según me ha contado ella Teo no la tiene tan grande como tu, dice que algo mas de la mitad, y eso que solo te la había visto en reposo.- joder, no sabia que se habían fijado tanto.

-YO: bueno, pero no solo es el tamaño peque, lo mismo se mueve como un diablo en la cama.

-ANA: ¿mejor que tu?, ni de broma

-YO: no hace falta ser yo para ser bueno en la cama.- me empezaba a cabrear tener que defender al pobre Teo.

-ANA: ni eso, según dice Alicia……- la corté un beso y un cachete en el culo.

-YO. Deja que Alicia y Teo arreglen sus cosas, y no te metas, ahora termina lo que has empezado, por que ya tengo la polla dura de nuevo.

La saqué de encima poniéndola a 4 patas, viendo como se llevaba la mano al coño para acariciárselo y abrírselo, mientras yo me ponía detrás de rodillas, y la fui perforando con calma su conejito caliente, sacándola suspiros y gemidos de aguante hasta tenerla empalada de nuevo, la levanté poniéndola de rodillas también y comencé a follármela de forma animal agarrándola de las tetas mientras nos buscábamos con los labios, el sonido era atronado de mis golpes en su trasero, pero continuo, la atravesé hasta sacarla un orgasmo animal que manchó toda la cama y sabanas con su fluidos, pero no paré, ella aguantaba mas, solo la dejé caer a 4 patas de nuevo, para verla hacer fuerza contra mis embestidas, mas que eso, moverse en dirección contraria mientras la mismísima bestia la estaba matando ya en su carrusel de orgasmos, 1 hora después, hasta que su cuerpo dijo basta y se dejo caer dando con el pecho en la cama siendo un culo me pompa castigado sin piedad, aun así gritaba y gemía cada orgasmo, mordiendo las sabanas para no alertar a los vecinos, sollozando de gusto hasta que me fui a correr por 2º vez, como siempre regalé lo mejor para el final, un acelerón final que hizo que Ana volviera en si de su estado, manteniéndose en vilo en el aire solo con las piernas y la fuerza de su espalda y vientre, sin manos apoyadas que estaba separando sus nalgas, estaba en el momento oportuno.

-YO: peque, te voy a meter un dedo en el ano.

-ANA: vale, pero amor, ten cuidado.- asintió con la poca cordura que le quedaba.

Me chupé el dedo pulgar de la mano izquierda, y lo pase por el coño de mi amante hasta tenerlo bien mojado, luego hice lo mismo con su ano, jugando con el, apretando un poco sin llegar a entrar, sacándola gemidos, ahora previniendo mi corrida, fui bajando el ritmo un poco, necesitaba tiempo, fui amagando, apretando mas en su ano, notando como de estar completamente cerrado a ir cediendo ante mi dedo, mi otra mano se fue a su clítoris y la masturbó para no perder ese nivel de placer, para que cuando hice el golpe final metí, el principio del pulgar en su culo, soltó un alarido descomunal mientras mi mano aceleraba en su vulva, cuando se calmó volví a apretar para introducir ya con mas facilidad el resto del dedo, a pocos, sin forzar y sin hacer gestos raros, solo iba haciéndose sitio con calma, sin dejar de masturbarla a la vez que la penetraba, viendo como sus músculos del recto iban cediendo.

-ANA: ¡¡DIOS!! Duele, duele mucho.

-YO: ¿lo saco?

-ANA: ¡¡¡NO!!! Déjalo, no te muevas, solo sigue, pero no muevas ese dedo.

Haciéndola caso aceleré de nuevo mis embestidas un minuto mas, usando mi dedo como agarre para terminar matándola en otro orgasmo que baño mis piernas, y puso su cuerpo a convulsionar, eso no ayudó a mantener mi dedo quieto, y como un pescadilla que se muerde la cola, la volvía a hacerse correr por la sensación de ser doblemente penetrada, bastó para que mi semen la inundara de nuevo, haciéndola notar como los chorros de esperma la iban alcanzando hasta la pared del útero.

-ANA: madre de dios, no pares ahora, sigue – estaba poseída, roja y angustiada pero pedía mas, una vez que empezaba algo no lo terminaba hasta dominarlo.

Fui sacando el dedo despacio, hasta que Ana se recuperó dándose la vuelta de rodillas, besando alocada, llevando una de sus manos a mi polla y masturbando en busca de su 3º ronda, mis manos iban directas a su trasero, jugando con el dedo corazón por encima del ano, provocando que Ana se petrificara, mirándome con la boca abierta y mirada lasciva, le daban pequeños espasmos al notar mi dedo pasar por allí, tratando de bajar su cadera para que la volviera a penetrar, a la 4º le llevé un dedo corazón a su boca, el cual chupó entendiendo la idea, lo dejó bañado para que cuando lo bajé a su ano estuviera listo, me abrazó y sacó la cadera facilitando que volviera a apretar y penetrar su ano con el dedo, nada mas meter la punta volvió a temblar entre mis brazos, gimiendo, mirándome a los ojos, pegados frente con frente, abarcando todo el aire que podía con su boca, según mi dedo iba haciendo fuerza, saliendo para ganar empuje y volviendo a entrar mas profundamente, oyéndola gimotear cuando notaba como se iba abriendo.

-YO: ¿te duele?

-ANA: un poco, pero puedo soportarlo, sigue.

Con mucho cuidado seguí hasta meterle el dedo entero, obligándola a respirar con golpes de aire al expirar, jugando con en su interior, besando de vez en cuando, me ladeé un poco para que mi otra mano fuera a su coño, penetrándola también y acariciando su clítoris con el pulgar mientras el resto de dedos se hundían en su interior hasta encontrar su punto G. Lo estaba soportando por mi, por que sabia que yo quería, pero solo con el ano no estaba disfrutando, aun no, así que aceleré el proceso llevándola a un orgasmo con mi mano trabajando su vagina sin descanso, mientras mi dedo salía y entraba con cuidado de su ano, notando como acompasaba su cadera cuando entraba y salía, me estaba poniendo malo al ver a Ana poseída y dejándose masacrar por ambas hendiduras, la agaché para dejarla a 4 patas y atacar sus coño con mis labios, comiéndoselo como bien sabia, pero ahora, mientras una mano jugaba con su clítoris y mi lengua repasaba cada rincón, mi otra mano estaba en su ano siendo cruelmente placentera en su culo, se agarró a la almohada, para soportar aquel vendaval de sensaciones que la estaban martirizando, se corrió varias veces, y en ese estado logré introducir otro dedo en su ano, sin piedad ya que, ahora si, estaba disfrutando del placer del sexo anal, volvía a hacer fuerza contra mi, pidiéndome que continuara hasta meterla ya 3 dedos por el culo, era un espectáculo grotesco. Totalmente empalmado, me arrodillé detrás de ella, pasando mi rabo por todo su culo.

-YO: ¿estas preparada?

-ANA: si, pero en mucho cuidado.- asintió casi sin mirarme.

Con mimo coloqué puse la punta del glande en su ano abierto, y gracias al trabajo previó, metí la punta de forma continua pero despacio, Ana hizo el silencio, su cara reflejada en el espejo de enfrente era de dolor angustioso, pero se mantenía firme soportando que cada milímetro de mi polla fuera haciéndole un agujero enorme en el culo, con fuerza fui entrando, la presión era brutal, pero según pasaba la barra de carne ella cedía, me dolía la polla de la fuerza de sus músculos, pero al final metí mas de media polla dentro, arrancándola gemidos de lastima, gritos escandalosos, que sin duda Lara y Alicia estarían oyendo, sollozaba que la estaba partiendo el culo, que la abría en dos, y que lo hiciera con cuidado, quise ser rápido, y sin dar mucho tiempo la saqué y volví a meter un par de veces de forma calmada, hasta lograr algo de fricción, que devolvió aquello mas al sexo que a un castigo medieval que parecía por la mirada y los gestos de Ana, siendo mas fluido todo reaccionó volviendo a mi dimensión según iba penetrándola a una velocidad ridículamente lenta, hasta que ya no había tanta presión, agarrándose a lo que podía, la almohada o las barras de la cabecera de la cama, mientras mis penetraciones aumentaban en ritmo muy pausadamente, pero su cuerpo se vencía a mi fuerza, notando como su piel del ano se contraía y se expandía con los movimientos de mi pelvis, llegando a gemir de gusto, mientras una de sus manos se fue a su coño para seguir aumentando el placer, pero lo tuvo que dejar, solo tenia fuerzas para aguantar mis acometidas en su culo, fue una maravilla estrenarlo y ver como se volvía cada vez mas fácil y mas estimulante para ella. No me había dado cuenta pero mi rabo ahora la penetraba totalmente, la tenia que doler horrores, chocando con sus nalgas de forma rítmica y sacándola un par de orgasmos anales con palabras obscenas impropias de una señorita, una gozada que solo pude mantener 20 minutos hasta reventar de semen su interior, la presión, fricción y verla tiritar cuando la sacaba cogiendo aire para aguantar la siguiente usurpación de su virginal culo no me dio para mas, cuando Ana casi se desmayaba de hacer fuerza contra mi, los últimos goles de cadera derivados de mis sacudidas me hicieron vencerme sobre la espalda de ella, quedando dentro y notando como mi polla volvía a un estado flácida mientras el agujero de su ano se mantenía enorme, respirando a su vez, acompasando mi pecho a su espalda.

Había pensado en llevármela a un fin de semana de viaje o a el hotel donde la desvirgué, para hacer el estreno anal de forma romántica, pero me había puesto muy caliente entre Lara, Alicia y que mi novia las manipulara de esa manera, no pude contenerme y a Ana no pareció molestarle. Había un silencio sepulcral en la habitación, pasamos unos segundos, tratando de hacer que Ana volviera a respirar de forma natural.

-YO: ¿como estas princesa?

-ANA: me escuece, no me duele pero lo tengo resentido, joder, que burrada.

-YO: ¿te ha gustado?- tardo unos segundos en contestar.

-ANA: si, no se, me dolía al principio, me radia el culo, pero lo deseaba, luego se ha ido disipando, no es que no me doliera, pero solo notaba placer, ¿es normal?

-YO: creo que si, la verdad es que no se como te debes de sentir.- estaba intentando incorporarse, la ayudé.

-ANA: es que, no se, creí que me iba a doler todo el tiempo, y no, llegado un punto algo ha cambiado y me ha empezado a gustar, no podía casi moverme, pero bien, al final no ha sido para tanto jejeje- era increíble, perfecta en todos los aspectos.

La saqué de su interior admirando el agujero hecho, tenia semen y alguna gota de sangre brotando de su ano, y al mirarme la polla vi lo mismo mas algo de mierda en mi polla, (si chicos y chicas, cuando se folla por el culo en la vida real sin una lavativa previa, pasa alguna vez, el porno nos tiene mal acostumbrados.), Ana se dio la vuelta mirándomela con cierta cara de asco.

-ANA: dios, que guarrada, perdona.

-YO: tranquila, es normal la primera vez, no pasa nada.- se giró avergonzada, viéndose en el espejo de espaldas.

-ANA: ¡¡MADRE MIA!! ¿Has visto mi pobre culo?, ¡¡¡Mira que agujero!!!- sonreí ante su expresión, tan sorprendida y sincera, mientras se llevaba la mano al culo y palpaba encima, asombrada de cómo se iba cerrando poco a poco, y de como goteaba mi semen.

-YO: eso es culpa mía, jajaja, venga vamos a la ducha y nos limpiamos bien antes de que se te cierre y estés cagando sangre y semen 2 días……¿estas bien entonces?

-ANA: si, tranquilo, ya me conoces, solo me ha pillado de sorpresa, pobre de mi, vaya socavón….- se miraba de refilón sin prestarme mucha atención pero colocando sus manos como los niños para que la cogiera.

Me puse en pie y la cogí en brazos como recién casados, viendo en su cara gestos de escozor, la metí en la bañera y me pidió que saliera, no estaba como para poder apagar mi fuego si me encendía al verla duchándose, en el bidé me lavé un poco la polla, cuando salió Ana, tapándose lo mas que podía, me metí yo y terminé de asearme mientras Ana se secaba su larga melena. Me dio tiempo a salir de la ducha, darla un beso por la espalda, notando su gesto torcido al rozar mi polla su trasero y notar algo de crema que se había puesto en su culo, y salir a beber algo, de nuevo estaba seco, de nuevo iba en bolas, y de nuevo al salir estaba Lara en la puerta del pasillo, desnuda y masacrándose con una masturbación feroz, la ayudé llevando mis manos a sus tetas y dándola la vuelta para que notara mi polla en su trasero.

-YO: que sepas que acabo de desvirgar el culo a Ana, ¿aun te crees mejor que ella?- susurré a su oído y la solté un azote en un teta antes de estrujárselas y jugar con su aureolas, le hizo correrse al notar mis dedos en sus pezones, di por sentado que seria por su masturbación , no se cuento llevaría allí.

La sorpresa fue al soltarla e ir a al cocina por el salón ver a Alicia haciendo exactamente lo mismo, masturbándose tirada en el sofá aun con el ultimo modelo que la vi puesto, estaba tan ensimismada que ni se dio cuenta de que yo estaba allí, así que pase de largo, quedándome a mirar mas de lo precavido, como se metía 3 dedos en un coño totalmente brillante de fluidos. ”Pobres, ¿que les pasara?” pensaba sin darme cuenta que el problema, era yo, o mejor dicho, éramos Ana y yo follando, solo con oír como Ana era embestida por mi rabo ahora que ambas me habían visto desnudo con la polla tiesa las volvía locas, Alicia no era así para nada, y por estúpido que pareciera en ese momento, no me di cuenta de ese detalle, o si lo hice, lo ignoré, mi vida era Ana. Al volver de la cocina ya estaba Ana en el sofá hablando con Alicia como si tal cosa, no se si la había visto o no, o si Alicia me había visto a mi o no, me dio igual, me fui a ponerme unos pantalones cortos amplios sin mas, empezaba a apretar el calor y solo iba con eso habitualmente, pero desde ese día, siempre que estaba solo en casa con ellas, iba desnudo, mezcla de comodidad y morbo, la idea de acabar follándome a todas se pasaba por mi cabeza, pero me golpeaba en el melón, era un idea estúpida de cerdo salido, tenia a Ana y ahora tenia también su ano, y lo iba a aprovechar.

Sin ir mas lejos esa misma noche volvimos a follar, y la volví a abrir el culo, con muchísimos menos problemas, y con Ana algo mas activa, como siempre había hecho, con el paso de los días iba enseñando y practicando con ella hasta que dominaba bien el tema, para cuando empezamos a ir a la piscina Ana era una experta en el sexo anal, hasta busco como hacerse la lavativas ella sola, por Internet, para que no se repitiera lo de la 1º vez, ya casi no pasaba, y después de la 2º o 3º vez ya no sangró mas por el culo, todo ello llevó a que aumentara de golpe las horas de sexo seguido con ella, esas apenas 3 horas de solo sexo vaginal aumentaron a casi 4 y media con el, y pese a que lograba que se corriera con el sexo anal, un arte bastante difícil, (aclaración nueva, el sexo anal es diferente, algunos ya lo sabréis y otros no, pero mientras en la vagina las mujeres tiene las terminaciones nerviosas que generan el placer en los primeros 5-6 centímetros de su interior, en el Ano no lo hay, son terminaciones nerviosas normales, por lo tanto en el sexo anal el punto esta en que, a la mujer, ese nivel de dolor al sentir la fricción, la excite, algunas no lo soportan mas por miedo al dolor que por el dolor en si, pero están preparadas para parir y soltar un bebe con la cabeza de 19 centímetros de diámetro por el coño, están preparadas para soportar dolor, y a las que disfrutan del sexo anal lo saben bien, por eso muchas a la vez que son penetradas se masturban en clítoris), siempre terminaba matándola con la bestia por el coño, era colosal vernos follar, y mas de una sesión tengo gravadas para confirmarlo. Si atacar su coño desde atrás era un escándalo, metérsela por el ano era aun mejor, empezando una de las sesiones.

Creo recordar que fue el 1º día de piscina en que fuimos y pasamos el día allí, habíamos vuelto antes la chicas y yo en el coche, sobre las 7, Manu y Teo habían quedado para salir y charlar, a ver si Manu tenia mas suerte, mis intentos por hablar con Teo sobre su relación con Alicia no fueron nada bien, llegado a enfadarse conmigo y con Alicia, y ese día en la piscina no fue diferente, me las tuve que llevar para separarlos, pero la verdad es que fue una excusa, quería llevarme a Ana a casa y reventarla por culpa de su biquini escueto, era uno de los normales pero su cuerpo lo hacia demasiado, jugueteando con la gargantilla, y tonteando con caricias y roces en el agua. Incluyendo ver a Alicia con uno de los atrevidos coqueteando con Teo, sin éxito, y con Lara, bueno, a ella os podéis imaginar, sus enormes tetas se le salían mas de una vez del biquini, sin importarla demasiado ni hacer nada por evitarlo, lo llevaba mas suelto de lo normal y aprovechaba para restregarse conmigo jugando en el agua, o dándola crema, mas de una erección tuve que esquivar al notar sus manos bajo el agua masturbándome, Ana se percataba y me la sacaba de encima. Yo con mi cuerpo formado, marcando músculos con tableta incluida, y mi doble bañador para evitar aun más miradas de mujeres sobre mí. Ana estaba encantada pero tensa por que todas esas chicas se fijaban en mi y mas de una entabló conversación conmigo en la cola del puesto de helados o en el acceso a vestuarios, y mi actitud dicharachera las daba pie, por lo que no tardaba en echárseme encima y agarrarse de mi cuello para dejar claro que aquel hombre estaba pillado, a mi me pasaba igual con ella, sin duda era de las mas atractivas de la piscina, pero ninguno se arrimaba al verme junto a ella. Por eso al llegar a casa la destrocé en el 1º polvo, estando mas de 1 hora follándome su culo con ella en vilo por los aires, cuando se repuso me miró lujuriosa, saqué un consolador corto pero ancho que teníamos, en forma de huevo, y se lo metí en el ano, dejándoselo allí mientras la desmayé por el coño al 2º polvo mas de hora y media, haciendo gritar barbaridades y sacar de mi al animal que llevaba dentro, martirizándola contra la pared, era la 1º vez en varios meses que lograba que Ana se desvaneciera, pero apenas duro así unos minutos, logrando que terminara corriéndome en su boca con una de sus mamadas de cine, tragándose encantada todo mi semen acumulado de todo el día. Salimos a cenar algo, charlamos con Lara y Alicia un rato para calmarla, llamé a Manu y me dijo que iban a salir de marcha y que volverían tarde, así que volvimos a nuestros respectivos dormitorios.

-ANA: bueno, vale ¿y ahora que?- quería consejo sobre cual seria la siguiente travesura una vez dominado el anal, pero estaba en banco, había leído y repasado mil cosas ya y casi todas estaban completadas, todas las que puedan cumplirse entre 2, y sin sado que no nos gustaba a ninguno, algún cachete o bofetada llevada por la pasión, pero nada raro.

-YO: pues la verdad es que no lo se, me tienes agotando mi imaginación, queda poco o nada.

-ANA: la verdad es que a mi también, ¿no hay mas en Internet?

-YO: nada legal jajaja, todo lo que queda es con más gente.

-ANA: no se, me da cosa, yo te quiero a ti.

-YO: mujer, y yo a ti, es solo probar, y ver si se disfruta o no, te juro que para mi no significa nada.

-ANA: que no, no te pongas pesado, algo mas tiene que haber.

-YO: pues no se me ocurre nada, nada que no incluya a mas gente….., ya sabes tríos, orgías o intercambios de pareja.- se moría de celos con que me miraran mas de 2 chicas por la calle, a Lara se lo permitía para castigarla, pero dar vía libre a eso creía que era su punto débil.

-ANA: ainsss, no se, es que me da mucha vergüenza que me vean desnuda – aluciné al no oír una negación rotunda.

-YO: no seas boba, ya te ha visto mas de una, y sabes que los tíos matarían por estar contigo, no se, yo solo lo digo por que no hay mas opciones.

-ANA: pero yo no quiero, ni necesito tíos, te tengo a ti, pero si tu quieres……..alguna mujer…..- incrédulo con su disposición.-….podríamos……..- zanje su idea.

-YO: yo tampoco quiero ni necesito más mujeres – me miró sin creérselo – en serio, pero si quieres que sigamos jugando, no hay opción.- no lo necesitaba, Ana me colmaba y ya podía desatarme con ella, con cierto autocontrol, pero no sabia hasta donde estaría dispuesta a llegar.

-ANA: ¿y donde conocemos gente………..así?- ¡¡joder que se lo estaba planteando de verdad!!

-YO: bueno, no hay un número de envió de salidos a domicilio, ya viste como es de fácil encontrar gente que quiera lo que tu y yo tenemos, como la recepcionista del hotel en tu cumpleaños, los dependientes de las tiendas o cualquiera, son gente normal.

-ANA: ya, pero me muero solo de pensar que otra persona desconocida me vea, no ya desnuda, sino……ya sabes……….follando.

-YO: ¿de que hablas? hemos estado follando en sitios públicos, y Lara esta todo el día pegada a la puerta cuando lo hacemos – se le iluminó la cara.

-ANA: claro, Lara, ¿como no se me había ocurrido?, lleva meses tirándote ficha y la conozco de sobra, es perfecta, podemos jugar con ella como queramos, esta loca contigo y tu polla, lleva semanas rogándome que la deje que te folle, la hablé de como me desvirgaste a mi y quiere que se lo hagas a ella.- me abrume por su ímpetu y la cantidad de información dada.

-YO: coño, ¿y por que a ti y no a mi?

-ANA: yo que se, se habrá cansado de intentar convencerte a ti y lo intentaba conmigo de nuevo.- lo noté cierto tono raro.

-YO: ¿como que contigo……..de nuevo?- se puso roja como un tomate.

-ANA: bueno veras, es que Lara y yo, bueno…antes de lo nuestro y luego al volver a Granada pues eso….

-YO: ¿que?

-ANA: pues que nos liábamos y eso, ya sabes, rollo lesbianas, pero sin serlo.- me quedé patidifuso ante esa revelación.

-YO: joder que calladito te lo tenias, ¿y ahora las vas dejando que tonteé con tu novio?

-ANA: es una guarra pero era mi amiga y me sentía sola, no se, por probar…eso no importa, lo que importa es que esta aquí con nosotros, y podemos hacer con ella lo que queramos.- su cara era casi maquiavélica.

-YO: bueno podemos seguir jugando con ella…….- me cortó con un beso de nerviosismo.

-ANA: no, basta de juegos, va a ser nuestra………. putilla jejeje- se me echó encima masturbándome, no se si la idea la estaba calentando o si quería excitarme para que me pareciera mejor idea, cuando la verdad, ya me lo parecía.

No me atraía la idea de follar con Lara, si no, eso ya hubiera pasado hacia meses, era que Ana quería que lo hiera, y con su consentimiento, follárme aquel par de tetas de Lara no seria ningún problema, mas aun desvirgarla, algo que me parecía increíble, si tenia rollos con Ana, era una calienta pollas y llevaba meses provocándome, que su coño aun no hubiera sido profanado era un milagro. Lara se había urbanizado un poco, ya no era un guarra hippie porrera, se preocupaba de su estilo, y se compró ropa mas ceñida y atrevida, se arreglaba el pelo y esas cosas, supongo que con lo ligera de casos que era, su monumental escote, ahora si siendo bien trabajado y expuesto con vértigo, tendría a unos cuantos babeando tras ella, pero mi cabeza sabia que lo hacia solo por mi, muchos de los modelos que se compraba se los veía a Ana o los imitaba, quería ser ella, para tenerme a mi. Como no funcionó es cuando empezó a ir medio desnuda por la casa, luego desnuda y luego a meterse en mi cama e iniciar sus torpes y grotescos intentos por que me abalanzara sobre ella, para entonces tenia su cuerpo mas que visto, su culo no era tan malo, al igual que el resto de su cuerpo, su cara algo estropeada y su pelo corto no me gustaban, pero simplemente todo quedaba afeado por sus enormes tetas, sin sujetador casi ni caían pese a su peso, tenia unos pezones enormes y altamente sensibles, y su coño pasó de ir con bastante bello a ir completamente rasurada, lo se por que el día que se rasuró me lo fue a enseñar toda orgullosa.

-YO: esta bien, pero por que tu quieres, entiende que a mi esto me da igual, yo te quiero a ti.

-ANA: lo se, confío en ti, si no, no te lo pediría, llevamos meses aguantando a esa zorra desnuda en nuestra cama sin tirártela, pero ahora te pido que lo hagas, quiero que la próxima vez que te vea tiemble y no ande metiéndote mano.

-YO: esta bien, ¿como quieres que lo hagamos?

-ANA: no lo se, no tengo ni idea, ¿la llamo?- se refería a decirla que viniera al cuarto ahora.

-YO: jajajaja no, esa loca debe estar masturbándose en el pasillo o el salón, como hace siempre que sabe que estamos follando, así cuando salgo me busca para ver si tengo ganas de más y le toca a ella, o por si sales tú y se mete ella en la cama.

-ANA: que golfa es, pues lo va a pagar, me voy a salir a su cuarto, que tengo allí algo para ella, cuando se meta aquí contigo, haz como si no pasara nada, como siempre y cuando se despiste, usa las cuerdas y las esposas, átala y déjala bien abierta de piernas, como haces conmigo.- me gustó su serenidad y me asombró su determinación.

-YO: ¿y si se resiste?- sonrió bajando su boca hasta mi polla poniéndomela dura con sus labios.

-ANA: esa zorra quiere tanto este enorme falo, que no te pondrá pegas en el como si le dices que la vas a follar, así que cuando este así, no se, haz…… lo que sabes………… para tenerla de……..¿esclava?- sonreía malévolamente.

Le costó dejar de chupármela para irse de la habitación completamente desnuda, la oí hablar con Lara en el salón, y como de un portazo se metía en el cuarto de Lara. Al momento sentí como Lara se acercó corriendo, se metió en mi cuarto desnuda y viéndome boca arriba con la polla tiesa, se me echó encima como solía hacer cuando iba confiada.

-YO: hey, ¿que tal?

-LARA: aquí estoy para lo que necesites.

-YO ¿y que se supone que necesito de ti?

-LARA: no te hagas el tonto, Ana me acaba de contar que no puede mas contigo y se siente mal por que no es capaz de seguirte cuando la follas, que te quedas a medias, yo si soy capaz, déjame demostrarlo mientras ella llora en mi cuarto – que lista era Ana, se estaba volviendo una manipuladora nata, me la había servido en bandeja.

-YO: bueno, es cierto, Ana últimamente esta menos pendiente de mi, no como tu.- la pobre ilusa creyó que iba en serio, y sonrió creyendo que su plan había funcionado, que por fin yo me había dado cuenta de que ella era mejor que Ana, así que se lo hice creer.- y la verdad es que llevo unas semanas tirándomela pensando en ti y tus tetas- una mentira tan grande como sus senos, los cuales puso orgullosa en mi cara.

-LARA: ¿estos?- se los lamí gustoso, ahora si como había llegado a soñar hacerlo, agarrándolos con ambas manos y apretándolos entre ellos, chupando sus pezones, como había notado, eran tan sensibles que en pocos lametazos los tenia tiesos y el cuerpo le temblaba.

-YO: los mismos, necesito hacerte mía, pero me da miedo, eres virgen….

-LARA: da igual, no soy como la frígida de tu novia, a mi me puedes romper el coño a tu gusto sin miedo, aunque sea la 1º vez.

-YO: eso dicen todas, pero siempre salen huyendo….- puse la cara de tristeza más falsa que pude.

-LARA: yo no lo haré, déjame que te haga mío y me tendrás siempre.- su cuerpo era de gelatina, estaba frotándose con mi polla palpitando entre sus piernas y su tetas ahogándome en la cara.

-YO: esta bien, pero si empezamos ya no pararemos hasta que yo quiera, y para eso no puedo jugármela, déjame que te ate a la cama.- la petición era extraña pero Ana dio en el clavo, estaba tan desesperada que le daba igual como, le brillaban los ojos de felicidad.

-LARA: hazme lo que quieras.- por 1º vez probé sus labios, y su lengua, sin duda era habilidosa, su fama era merecida, y mis manos instintivamente se pusieron trabajar aquellas montañas que tenia por senos, a los que tenia ganas pese a haber jugado con ellos antes.

La di la vuelta tumbada boca arriba sobre la cama, y con mucho mimo fui colocándole las esposas en la barra de la cabecera de la cama, eso dejó sus pechos a mi entera disposición, los cuales castigué hasta sacarla un orgasmo no buscado, sus pezones eran puro fuego y con solo eso y frotarse los muslos, ya había cedido, me aguanté la risa, ya estaba así sin haberla tocado aun, y se las daba de hembra superior a Ana, ilusa. Fui bajando por sus piernas hasta atarlas a los laterales del somier, con unas cuerdas que Ana compró, asegurándolas bien fuerte y dejándola totalmente abierta y expuesta.

-LARA: fóllame ya carbón, me tienes loca, párteme el coño de una vez, quiero ser tu puta.- su palabras estaban dirigidas, serian las chorradas que les decía a los chicos para tenerlos comiendo de su mano como calienta pollas que era.

-YO: y lo ves a ser.- subí de nuevo por su cuerpo con mis labios, parándome en sus pezones, sus aureolas eran tremendas y sus pezones erectos como conos de carretera, hasta que llegué a su oído.- ¿vas a ser mi puta?

-LARA: si, haré lo que quieras y cuando quieras, pero métemela ya.

-YO: bien, por que vas a ser mi puta, y a partir de ahora eres mía, dilo.

-LARA: soy tuya.

-YO: no te creo.

-LARA: ¿que puedo hacer para que me creas?

-YO: ¿que tal una prueba?

-LARA: lo que sea.

-ANA: bien, Ana es mi chica y ahora esta triste por tu culpa, no logro disfrutar con ella por que te tengo en mi cabeza todo el tiempo – otra mentira mas- pero ella es mi novia, y tu eres mi…..

-LARA: soy tu puta.

-YO: correcto, ¿y que hace mi puta?

-LARA: lo que tu quieras.

-YO: perfecto, por que ahora quiero que seas mi puta…. y la de Ana.- su cara se movió, estaba ida aceptando sin saber de que iba aquello, confusa.

-LARA: ¿como que de Ana?

-YO: mis putas no me discuten, asienten o dejan de serlo, ¿quieres ser mi puta o no?- mi boca bajo a sus pezones y mi mano a su coño, tenia que trabajármela bien para que relacionara el placer con mis ordenes, seria la puta de Ana y mía, pero si quería completa sumisión de su parte tenia que hacerlo antes de que Ana entrara en escena para un resultado perfecto, no sabia si Ana estaría a la altura de aquello.

-LARA: si, quiero ser tu puta, pero…..- mis dedos entraron en su coño provocando otro orgasmo demasiado fácil para mi.

-YO: no hay peros, aceptas o me voy a por Ana y te dejo aquí atada…….- mi lengua experta y mis hábiles falanges la estaban matando, así que tardó en responder.

-LARA: dios, si, vale, seré tu puta y la de Ana, haré lo que queráis y seré vuestra.

-YO: bien por que esa será la prueba, voy a ir a por Ana, y te ofreceré como presente, harás lo que te ordene y serás lo que ella diga que seas, todo lo que haga Ana es como si fuera yo, y si faltas a tu palabra con ella, lo harás conmigo y volverás a ser la compañera de piso que no quiero tirarme ¿lo has entendido?

-LARA: si, hazla venir cuando quieras- su cuerpo eclosionó en un 3º orgasmo, tan rápido y fácil como los otros, pero esta vez en parte, su aceptación de la situación hizo mella, más que mis dedos y mi lengua.

-YO: no, quiero que la llames tú, grita a pleno pulmón, sabes cuanto para que se oiga desde tu habitación ¿verdad?

-LARA: si.

-YO: pues llámala y pídela que venga para que hagas lo que quiera contigo.- obedeció gritando mis palabras, mientras yo abría la puerta del cuarto, fue una tontería, Ana estaba en la puerta escuchándolo todo – ves, ya estas aquí, sabía que volverías, y tengo un regalo.

-ANA: dime amor.- me miró loca de pasión, si había oído todo entendía por donde iban los tiros y como la había domado, la cogí de la cintura, estaba desnuda y con una bolsa de plástico en la mano.

La coloqué a los pies de la cama viendo a su amiga temblado por los 3 orgasmos seguidos que le había sacado solo con acariciarla, totalmente expuesta y atada, me puse detrás de Ana y la forcé metiéndole mi polla del tirón en su coño por detrás, arrancándola un grito de pasión, sacándola lentamente y volviendo a meter con mas fuerza aun varias veces, nada que no aguantara pero haciendo que Lara nos mirara excitada.

-YO: te traigo este regalo, para saldar cuentas, siento que pienses que no eres suficiente para mí, y por eso te traigo a nuestra….

-LARA: su puta, soy la puta de los 2, y soy lo que quieran que sea y haré lo que quieran que haga.- su seguridad y firmeza hicieron que Ana se estremeciera, eso y que mi polla la seguía partiendo en dos y mis manso repasaban sus pechos y su vientre.

-ANA: muchas gracias amor, hacia mucho que quiera tener a esta puta, es una puta virgen, eso vale mucho pero no es muy útil, quiero desvirgarla ya.

-YO: lo que tu quieras, pero lo veo complicado, ¿que opinas tu? Puta

-LARA: será un honor que me abran el coño por 1º vez.

-YO: ¿como lo hacemos peque?

-ANA: traigo esto.- abrió la bolsa que traía dejando caer sobre Lara 3 consoladores, me resultaban familiares, y cuando los vi bien me di cuenta, eran los 3 con los que preparé a Ana para desvirgarla en fin de año, supuse que se habían quedado en la habitación, pero se los había guardado y conservado hasta ahora.

El 1º era fino y vibraba, el 2º era igual de corto y fino al inicio, pero iba aumentado su tamaño hasta la base, el 3º era un tamaño de polla normal, mas grande que los otros 2 y con estrías de forma natural

-YO: vaya con mi pequeña, ¿los has guardado?

-ANA: eso y mas, no veas lo bien que me venían en mis noches sola por culpa de esta puta que se llevaba a todos los chicos que se arrimaban a mi, ahora voy a abrirla el coño como me hiciste tu a mi, pero no vas a tirártela, aun no, la voy a desvirgar yo con el mas grande, ¿te parece bien? Puta.

-LARA: lo que usted quiera.- tenía la cabeza libre y elevada por la almohada, así que sus ojos podían observar el tamaño de las trancas, temblando al ver como Ana jugaba y chupaba el más grande mientras yo ya me la follaba a buen ritmo, con su cara algo desanimada al oír que no me la iba a tirar por ahora.

Ana se fue agachando y gateando hasta ponerse entre las piernas de Lara, y comenzar a comerle el coño, según parecía no era la 1º vez, pero no por ello dejé de penetrarla al ponerse a 4 patas, si mi ritmo en el trasero de Ana iba aumentado, los de la lengua y los dedos de Ana en el coño de Lara no eran menores, logró que se corriera un par de veces mas antes de correrse ella por mis arremetidas, eran tan fuertes que se puso encima de Lara, poniéndome de rodillas en la cama detrás de ella y acelerando el ritmo hasta matarla durante mas de 30 minutos, en los que Ana y Lara tenían un festival lésbico de besos y caricias, Ana sabia que su pezones eran volcanes y lo aprovechaba mientras aun podía ser dueña de su cuerpo, cuando me puse serio, los gritos de Ana por mis acometidas en su interior era bestiales, estaba sintiendo como se le abría el coño y me bañaban con sus orgasmos mientras Lara castigaba los pezones de Ana con su lengua. Terminé cogiendo a Ana del vientre subiendo su cuerpo y poniéndola de rodillas sin dejar de masacrarla para que Lara viera bien como Ana aguantaba de sobra aquello y mas, en aquel momento debió darse cuenta de la trampa, pero en el fondo lo deseaba tanto que le daba igual, solo disfrutaba de vernos follar sin puertas de por medio. Pasados 20 minutos mas, la situación me llevó a correrme dentro de Ana sacándola un orgasmo que la encendió, más que apagarla.

-ANA: así se folla, puta, no te creas que eres mejor que yo, por que este animal te destrozara mas que a mi, ya lo veras, pero ahora seré yo, ¿me ayudas amor?- se dobló para besarme alocadamente.

-YO: claro.

La saqué de su interior para dejarla sitio, se tumbaba sobre el coño de Lara que estaba rezumando fluidos, Ana cogió el mas pequeño de los dildos y lo puso a vibrar, para luego metérselo de golpe a Lara que casi se corre de nuevo solo con eso, no tuvo que moverlo dentro de ella mucho tiempo hasta que lo logró introducir sin problemas, aun así, con calma y sin prisa fue creando sitio, haciendo círculos, con mis indicaciones, al rato su coño aceptaba aquello, así que cambió al otro, que metió de forma violenta hasta al zona donde se ensanchaba, Lara gemía de placer pero se notó alguna mueca de dolor cuando fue sintiendo como su coño se abría ante el empuje de Ana que estaba con cara sádica, la tuve que pedir que fuera con mas calma y cuidado, aceptó a regañadientes, pero logró otro orgasmo del interior de Lara, llegó a rozar el limen, el cuerpo de Lara se removió de dolor.

-LARA: ¡¡¡por el amor de dios, hacedlo de una vez, me voy a morir!!!

-ANA: tú calla puta, eres mi regalo y lo haré como y cuando quiera.- esas palabras era impropias de mi dulce Ana, se había metido en el papel a conciencia, y estaba disfrutando.

Cambió de consolador y cogió el mas grande, lo pringó de vaselina que guardábamos de antaño, cuando su coño se irritaba, lo untó y lo fue metiendo hasta volver a notar el limen, eso martirizó a la pobre Lara, que pese a chorrear de placer sentía morirse por dentro, Ana tuvo compasión y haciendo la cuenta atrás, dio la estocada final, empujó tan fuerte que le metió el consolador casi entero, obligando a Lara a gritar y moverse de tal forma que me preocupó.

-ANA: ¡¡dios Lo siento, déjame que lo saqué!!- la paré.

-YO: déjalo, ya esta dentro, se tiene que acostumbrar.

Lara imploraba clemencia, pero no lo tendría, sujetaba a Ana para que no acudiera en su ayuda, se movía como un perro la 1º vez que lo atan a un poste, con la cara roja y compungida, poco a poco fue adaptándose, su gritos y sollozos disminuyeron, hasta que se quedo quieta, suspirando.

-LARA: dios, no es tan bonito como lo pintan, me arde el puto coño, no lo aguanto mas.

-YO: tranquila puta, esto es solo la primera vez, ahora veras como gozas.

Quité a Ana, y me puse al mando, cogí lo poco del consolador que quedaba fuera, casi con las uñas, y lo fui sacando lentamente hasta dejarlo casi fuera, Ana miró horrorizada como brotaba sangre del coño y goteaba alguna gota del consolador, le pedí que se centrara en comerle los pezones a Lara, la tenia que devolver al juego. Mientras ella cumplía, apenas pudiendo con una teta a la vez, yo volví a hundir el consolador en su interior de forma mas suave y circular, su gemido mostró escozor pero no dolor, llegando a un punto localizado de penetración optima, lo fui sacando y metiendo con un ritmo tranquilo y pausado, dando pequeños respiros, cambiando las muecas por suspiros y los quejidos por gemidos, el trabajo de Ana estaba ayudando y se volvió a correr, allí aceleré la mano y lamía su clítoris, arrancándola orgasmo tras orgasmo, estaba encantada y moviendo la cintura queriendo abarcar mas de aquel consolador que la estaba matando, Ana acariciando y lamiendo sus enormes tetas con sus pezones sensibles, mi lengua recorría todo su hinchado clítoris mientras el consolador la follaba sin descanso, no aguantó mas y rompió a llorar con un orgasmo final que me pringó toda la cara con una fuente de fluidos, tirando de las cuerdas y las esposas, culebreando extasiada. La dejé tranquila y descansando, recuperándose de un ligero temblor entre sus muslos, sacando el consolador bañado de fluidos, dándoselo a chupar y lamer a Ana, que lo cogió encantada y se le llevó a la boca, montándose encima de Lara, y jugando a besarse y chupar el falo las 2 a la vez, para probar sus jugos, hasta que quedó seco, Ana se incorporó riendo de forma endiablada. Lara nos miraba con los ojos abiertos y respirando con una celeridad desproporcionada, sus enormes tetas eran movidas con violencia.

-ANA: no ha estado nada mal para ser la 1º vez, puta, ¿quieres mas?- Lara estaba roja y avergonzada, el calentón había pasado y se daba cuenta de su humillante situación, era un momento clave para saber si seria nuestra puta o no para siempre, así que mi mano volvió a su coño y haciéndola un dedo, buscando su punto G, la obligué a contestar.

-LARA: si.- apartó la mirada cerrando los ojos, admitiendo que le gustaba aquello, aunque no era lo que esperaba.

-ANA: ¿quieres esta polla?- se retorció y me la agarró, tiesa de nuevo después de lo ocurrido.

-LARA: si.- ahora sus ojos se clavaron en mí, pidiendo que cumpliera mi palabra, con lágrimas en los ojos.

-ANA: pues vas a tener que ganártelo, mira – cogió el consolador y lo pegó a mi polla, era algo mas de la mitad que la mía, eso ayudo a Lara a comprender el lío en el que se había metido, pero no pudo evitar relamerse.- si quieres que mi hombre te posea, vas a entrenar muy duro y vas a ser mi puta particular, a partir de ahora no te acercarás a el, si yo no te lo ordeno, se ha acabado ir de espaldas a mi tonteando con el, soy tu ama, y me obedecerás ¿me has oído?

-LARA: si.

-ANA: si te portas bien te ayudare a follártelo, pero si no me haces caso, se acabo todo.- Lara asintió sin despegar sus ojos de mi polla tiesa.

-YO: ahora mira como se folla de verdad.- Ana me entendió.

Se movió, yo con ella, colgándose de mi cuello y me rodeó la cintura con sus piernas, cruzándolas, la pegué sobre mi pecho colocándome al borde de la cama, con Ana flotando encima de la misma, dejando que Lara tuviera un 1º plano descomunal, y allí mismo la ensarté entera, el grito de Lara por ver como Ana se metía aquella bestialidad sin inmutarse me excitó mas que si lo hubiera dado la propia ultrajada. Ana me miró con la boca abierta por mi poco cuidado, eso me llevó a follármela sin descanso mas de 20 minutos así, sin dejar de bajar el ritmo haciendo que los fluidos de Ana cayeran sobre Lara, sus corridas cada día eran mas abundantes y eso facilitaba que mis penetraciones fueran mas largas, se la metía y se la sacaba prácticamente entera cada vez y a gran velocidad, Ana cedió, no soportaba esa fricción y aprendió trucos para aguantar mas, abriéndose de piernas y estirándolas hacia arriba, mis manos en su culo era suficiente apoyo como para terminar corriéndome, poro la maté, bajándola y poniéndola a 4 patas sobre Lara, ensartándola por el culo dejando que viera el 1º plano de nuevo, regalé unos 10 minutos finales en que saqué a la bestia, Ana enloqueció, mientras que Lara temblaba solo de pensar que yo me la tirara así algún día, gritando que parara y pidiendo clemencia, mientras Ana sonreía halagada moviendo la cintura como una autentica profesional, luciéndose. En esos apenas 10 minutos de la bestia Ana quedó en blanco, a veces la bestia era controlada, y aguantaba mas mi dulce Granadina, y otras veces se me rompía la cadena, esa fue una de esas veces, era un muñeco de trapo, se tuvo que tumbar sobre Lara al no hacer ninguna fuerza para mantenerse erguida, corriéndome como un animal en un frenesí final matándola sobre el cuerpo de Lara y cayendo fundido sobre las 2, joder, me había quedado sin fuerzas, hacia mucho que no estaba así, pero me dio para comerle las tetas a Lara de nuevo, era un agravio comparativo, Ana las tenia de buen tamaño, normales y exquisitamente colocadas, pero las de Lara eran un prodigio de la anatomía femenina, un insulto a las leyes de la física. Mientras Ana se retorcía, tumbaba de lado sobre Lara, en un estado semi hipnótico, me quedé mirando a Lara y sus tetas, me puse de rodillas sobre su vientre y plante mi polla flácida y pringosa entre sus tetas, dándola en la barbilla con el glande.

-YO: dime, puta, ¿te crees que aguantarais esto que acaba de pasar?

-LARA: no.- lo dijo clavándome su mirada a los ojos, moviendo la cabeza de forma nerviosa diciendo que no.

-YO: me alegro de que por fin lo entiendas, eres inferior, en cualquier sentido, a Ana, y por lo tanto nuestra puta, solo podrás quitarte ese cartel si logras superarla.

-LARA: si, pero….quiero decir, no voy a poder hacerlo nunca.

-YO: eso queda en lo bien que te portes y lo rápido que aprendas.

Deshice los nudos y le quité las esposas, dejándola ir al baño, Ana supervisó su ducha, ya vuelta un poco en si, salieron desnudas y húmedas, por suerte estaba demasiado cansado para darme cuenta, me di una ducha fría, retomando sensaciones, volvía a tener un juguete roto, una mujer esclavizada para el sexo, pero ahora era compartida con Ana, mi verdadero amor, la mujer que siendo dulce y cariñosa, seguía mi ritmo sexual y se adaptaba o tomaba partido de aquellos juegos sexuales. Supuse que era la evolución lógica de una relación estable sin que se deteriorara, no podíamos seguir siendo la”parejita recién casada” siempre, estabamos madurando y aprendiendo juntos. En mis pensamientos estaba cuando Ana entró en el baño mientras me secaba, no sabia cuanto tiempo había pasado desde que me metí en la ducha, Ana estaba preparada para dormir, con uno de sus corpiños fosforitos transparentes, solo con el y un tanga a los que les había cogido el gusto, dejándome ver sus tetas a través de la tela con su espalda al aire solo tapada por unos tirantes elásticos, cerró la puerta y se acercó abandonando el papel de ama, cayendo a mis brazos con una de sus maravillosas sonrisas.

-ANA: dios, que gustazo, me acabo de quitar un yunque de encima con esa cerda.

-YO: vamos, ¿que no te parece mal?

-ANA: ¿que dices? Me encanta, ha sido un acierto, sobretodo con ella, tienes que verla, la he preparado para ti, la he ordenado que duerma con nosotros esta noche, solo dormir, y ni me mira a la cara, y obedece como un corderillo, nunca pensé que ver a alguien así me…..

-YO: ¿excitaría?- asintió algo avergonzada.- es normal, pasas de ver a una persona a un objeto, a tener poder sobre ella, y eso atrae, pero tienes que tener cuidado de no pasarte pero también de no parecer débil, si quieres mantenerla en este estado.

-ANA: vale, tu guía – me besó tiernamente, recordando que seguía allí mi novia perfecta, dios, era el hombre mas afortunado de la tierra, no hablo de una frase hecha, si no que no podía ser mas feliz con una mujer así a mi lado.

Volvimos juntos al cuarto y entonces vi a Lara de pie, mirándonos atenta y solo vestida con uno de los corpiños elásticos transparentes de Ana y un tanga, de los que no era asidua y mas que eso era en contra, siempre iba con grandes bragas discutiendo y alegando en contra de una prenda intima tan incomoda como el tanga, ufffffff, no os podéis hacer una idea, ver a Ana así era un pecado, y a Alicia no le quedaban bien, pero las tetas de Lara encerradas en esa tela eran un escándalo, se medio tapaba, le ordené que apartara las manos, dios, era groseramente obsceno, me recordó a Eleonor, la madre colombiana, saliendo a la piscina el 1º día con el biquini de su hija, pero mas grotesco aun, en Ana quedaba de frente como un vestido de noche algo descocado, casi ni se notaba que no había tela de los costados hacia atrás, pero en Lara la tela terminaba antes en el pecho, y se le salían las tetas por los lados y por encima, eran 2 balones de basket metidos en una de esas redes de medio kilo de naranjas o patatas. Estaba roja de vergüenza y caliente, si tenia los pezones tan sensibles el roce de aquella tela en ellos debían ser continuo y fuerte, no es que no se le cayeran y la tela las sostuvieran, ya sabia que desnuda y de pie no se le movían pese a la gravedad, es que las tenia pegadas al cuerpo como si estuviera boca abajo en el suelo, casi le nacían al final del cuello, no puede evitar ir a por ella y acariciar sus pechos, metiendo mi lengua hasta su laringe, acto que devolvió encantada, mas apasionada cuando mis manos fueron a su trasero y se metieron entre sus nalgas dando pequeños tirones leves del hilo del tanga, provocándole una fricción en el coño que la mojó al instante, lo noté, al ponerme detrás de ella y atacar su cuello mientras mis manos se apoderaban de sus senos sin poder abarcarlos, en mi polla al meterse entre sus muslos, como su calentura y su humedad iban aumentando, pero no se movía, solo se dejaba hacer, mirando en el espejo de enfrente toda la escena y mi estaca atravesándola de lado a lado. Ana se nos puso delante, y con suavidad me fue levantando la cara hasta hacerme mirarla.

-ANA: tranquilo amor, esta noche solo dormiremos.- me paró en seco separándome de ella por que me conocía lo suficiente como para saber que si seguía, Lara no salía de allí sin ser ensartada y ella quería enseñarla, poco a poco, como hice yo con ella.

Me acosté como siempre, metiendo mi polla entre las piernas de Ana y abrazándola dándola mi calor, aspirando su pelo y su olor a coco, dándole la espalda a Alicia, pero no tardé mucho en darme la vuelta y hacer los mismo con ella, era el juguete nuevo y quería probarlo, mis manos se centraron en sus tetas con los 2 salientes de los pezones, y su pelo corto, que no olía a nada, decidí probarla de nuevo, y ya de paso modificarla a mi gusto.

-YO: a partir de mañana quiero que tu y tu pelo oláis a vainilla, no eres una zorra barata, eres mía y yo solo tengo lo mejor. ¿Me has oído?

-LARA: dalo por hecho.

Me estaba costando conciliar el sueño con ellas 2 en la cama, las fui intercalando hasta que me quedé dormido, con sueños de futuro para esa nueva relación formada.

CONTINUARA………
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Relato erótico: “Gracias al padre 2, estuve con la hija y con la madre” (POR GOLFO)

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Llegó la hora de la verdad, estaba en juego no solo una enorme cantidad de dinero, sino la posibilidad de tener una preciosidad como mujer. Al abrir la puerta, no dejaba de pensar como iba a plantearle a Lucia, el acuerdo que había llegado con su madre (Yo me quedaba con el 50% del dinero y con ella). Tenía que hacerlo a solas, no quería enfrentarme a dos mujeres histéricas. Lucia entró con inseguridad al piso, quizás esperara que mi reunión con su madre hubiera terminado violentamente, razón no le faltaba, había habido violencia pero al final se había solucionado.
-Flavia, quiero hablar con tu hija a solas, puedes volver en media hora- le pedí, ella vió mi sugerencia como una salida, estaba aterrada de la reacción que pudiera tener la muchacha, por lo que cogiendo su bolso, salió hacia la calle.- Siéntate, bonita, tengo que explicarte lo que he descubierto-.
Me obedeció, sentándose en el sofá, lo que me permitió ver su magnifica silueta y contemplar sus piernas, la falda minúscula no podía tapar, y menos disimular la rotundidad de sus nalgas y la perfección de sus formas. Solo el pensar que podía ser mía elevó mi adrenalina.
-¿Quieres tomar algo?, ¿un café? o mejor como lo que te voy a contar es fuerte ¿prefieres un whisky?.-, al mirarle decidí elegir por ella, sirviéndonos dos Ballentines con coca cola, bien cargados.
-¿Qué has descubierto?, ¿es algo malo?-, estaba compungida, tenía idealizado a su padre.
-Vamos por partes, es malo y es bueno a la vez. Cuando me pediste que investigara el asunto, me dijiste que tu padre era inocente, que era un buen hombre y que la vergüenza lo mató-
-Así es, mi madre siempre me ha comentado que el no fue y que la desesperación de ver su nombre manchado, provocó que se suicidara, y es mas, nuestra mala situación económica, no se explicaría si tuviéramos ese dinero-, la fuerza con la que defendía a su padre, me afectó, tenía que ir con mucho cuidado, no fuera a ser que la desilusión de ver su figura derrumbada del altar, al que le había elevado, diera por traste todos mis planes.
-Déjame explicarte, por favor no me interrumpas-, asintió con la cabeza, todo en ella era tensión, pero pude adivinar que me iba a dejar terminar- Al salir esta mañana de la casa, me fui directamente hacia mi oficina, a tratar de averiguar como y quien había desfalcado todo ese dinero. Empecé a investigar el tema, no fue fácil, quien lo había realizado era un genio, la cantidad conseguida rondan los 20 millones de euros de hace quince años, por lo que al día de hoy debe de haber por los intereses unos 40 millones-.
 
Por su cara de sorpresa, deduje que no se imaginaba que hubiera sido un robo tan enorme, ella debía pensar en menos de un millón. Estaba cumpliendo su palabra, aunque notaba que quería intervenir, haciendo una acopio de coraje me dejó terminar.
– Mientras investigaba el destino de los fondos sustraídos, nada me demostraba quien lo había ideado, hasta que encontré el nombre del titular de la cuenta en la que está ese dinero-
Hice una pausa, en mi explicación, ella no pudo contenerse y me dijo llorando:
-Está a nombre de mi padre-
-No-, le contesté, -La titular eres tú . Tu padre era un ladrón , lo siento. Para lo que no tengo contestación es lo del suicidio, ya que era inmensamente rico, y no había forma de demostrarlo-.
La desesperación de sus llantos, me estremeció. Lucia lloraba, hecha un ovillo, con su cabeza entre las rodillas y las manos sujetando sus piernas. Permaneció así durante 10 minutos, mientras tanto lo único que podía hacer era acariciarle su cabeza, tratando de consolarla.
Poco a poco se fue calmando, el dolor seguía allí pero su cabeza debió estar asimilando mis noticias y decidiendo que iba a hacer.
Levantando la cabeza y mirándome a los ojos me dijo:
 
-Yo, en cambio, si tengo explicación a su muerte, mi padre era bueno, fue mi madre la que le empujó a ello, pero el no pudo soportarlo, todo es culpa de ella-, en su cara veía odio, pero también determinación.
-Puede ser, yo a tu madre, no la conozco-, no me gustaba por donde iban los derroteros de la conversación, podía quedarme sin negocio, – lo que tenemos que ver, es que vamos a hacer-.
Una sonrisa amarga de dibujo en su rostro, – Estamos en un brete, yo soy dueña de 40 millones y no sé donde están, y tu sabes donde se encuentran , pero no estan a tu nombre, por lo que no puedes hacer uso de ellos-
-Asi es-, empezaba lo difícil, si no andaba con cuidado podía estropearlo todo,- pero podemos llegar a un acuerdo-.
-Déjame pensar-, me dijo pero siguió hablando en voz alta,- mi madre te odia, para ella eres la persona que representa el fracaso de su plan y la mierda en que se convirtió su vida durante los últimos años, lo que odiara es tenerte en su vida, y yo mandando-.
En ese momento, se calló y cogiendome de la mano, me dijo:
-Pedro, te propongo un trato, si me ayudas el 50% es tuyo, vivamos juntos durante un año, un año que va a ser una pesadilla para esa mujer, al cabo de ese tiempo nos repartimos el dinero-.
No pude mas que aceptar, era mi plan en boca de ella, y encima creía que yo le hacía un favor. No cabía de gozo. Por el sonido del timbre, supimos que Flavia había llegado, así que la hice pasar al salón, Lucia tenia otros planes, nada mas entrar la cogió del brazo y la llevó a la habitación, encerrándose con ella. Por los gritos, supe que estaban discutiendo, lo menos que le estaba llamando era zorra, la madre callaba, no tenía defensa, tuvo que soportar los reproches de su hija, un sonoro bofetón terminó con la pelea.
Lucia abrió la puerta y me pidió que pasara, entré al dormitorio sin saber con seguridad que era lo que me iba a encontrar, las dos mujeres estaban desnudas.
-Mama, ya sabes lo que tienes que hacer-, la señora empezó a desnudarme, mientras la hija miraba sus maniobras, la excitación se apodero de mí, pero era un convidado de piedra, solo me dejaba hacer mientras mis ropas iban cayendo una a una.
Desnudo me tumbé en la cama, Flavia había terminado su labor, retirándose al píe de la cama se arrodilló, en posición servil, su hija se acerco.
-Bien hecho perra-, le dijo mientras se apoderaba de mi pene, con sus manos. –Ahora Pedro, demuéstrale a esa zorra como me amas-, su boca engulló toda mi extensión mientras ponía su sexo en mi boca.
Estaba afeitado, como a mi me gusta, separándole los labios me hice con su clítoris, con suaves mordiscos fui estimulándolo mientras con mis manos acariciaba sus pechos. Estaba mojadísima, de su gruta salía un torrente de flujo, que yo absorbía con fruición, lo recortada de su respiración, así como sus gritos, anticipaban la cercanía de su climax. Mi lengua se introdujo en su vagina coincidiendo con su explosión, ella olvidándose de mi, se incorporó para facilitar su goce, y con su manos apretó mi cabeza contra su sexo. Estaba poseída, mientras corría, no paraba de insultar a su madre y de decirla que ese era el futuro.
– ¡Házmelo por detrás!-, me pidió,-¡dame por culo!, ¡para que vea esa hija de puta, como disfruto!-.
 
Poniéndola a cuatros patas, mi mano se introdujo en su cueva para recoger una parte del fluido. Con la mano empapada, empecé a estimularle el ano, introduciéndole un dedo.
-¡Quiero que me hagas daño!- y con su mano acercó la punta de mi pene a su meta. Se lo encaje de un golpe mientras gritaba que no parara, de sus ojos salían lagrimas de odio, todas dirigidas a la mujer que la había engendrado. Mis embestidas eran sin piedad, cada vez que entraba en ella, lo hacia hasta que chocaba con su nalgas, y mis testículos rebotaban con su sexo. Era tal mi excitación que no dure demasiado, el estarme tirando a esa preciosidad en presencia de su madre era demasiado para aguantarlo, por lo que mi eyaculación explotó dentro de ella mientras con mis dientes mordía su cuello.
Exhausto me tumbé en su cama. Lucia no quería parar, bajándose se dirigió hacia Flavia y cogiendola de los pelos la llevo hacia mi, y con verdadera ira, le escupió:
-Ahora limpia mi sangre y mi mierda, que quiero que me haga el amor-
Flavia con lagrimas en los ojos, cogió mi pene dispuesta a limpiarlo.
-¡No le toques!, ¡Es mío!, ¡Utiliza tu boca, puta!.-
Sentí como su boca se abrió, para acogerlo en su interior, Lucia presionó la cabeza de su progenitora, introduciéndole de golpe todo, una arcada surgió de su garganta, pero no se quejó, era su castigo y lo aceptaba. No dejó rastro de nuestra primera sesión, con la lengua repasó todos los pliegues limpiando hasta el último resto de sangre y excremento. Estas maniobras consiguieron excitarme otra vez, cuando la mucha vio el resultado, de una patada, retiro a su madre, y tumbándose a mi lado, me dijo al oído.
-Ahora hazme el amor, despacio que tenemos un año-.
 
 

Relato erótico: “Descubriendo el sexo 3a PARTE” (POR ADRIANAV)

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Llegué a casa en pleno atardecer. En todo el camino pensé en lo que me estaba pasando. Esto había sucedido a una velocidad vertiginosa, casi que ni tiempo tuve de pensarlo. Mas bien solo me dediqué a disfrutarlo.

El pequeñísimo vecindario allí estaba como siempre. Los hombres reunidos en una mesa vieja y desvencijada jungando cartas y bebiendo vino. A mi paso, como venían haciéndolo últimamente, pausaban el juego para prácticamente desnudarme con la mirada. Antes me molestaba, ahora lo disfrutaba.

Luego me cruce con Don Jacinto que con una sonrisa me hace señas para que me acerque.

¿Qué tal Don como le va?

Bien m’ija, bien -dice sin levantarse de la silla.

Y cuando me doblo para darle un beso como todos los niños hacen con él, ni corto ni perezoso, siento su mano envolviendome una pierna.

Ya estas hecha toda una mujercita.

Gracias Don Jacinto -le digo poniéndome colorada y sin saber qué hacer con ese momento.

Estas muy linda… -mientras su mano me acaricia.

Al principio me quedo cortada, pero después me divierte y le sonrío con ternura. El pobre… está viejito ya. Y saliéndome suavemente de la situación le digo:

Bueno, hasta mañana, me tengo que ir a casa.

Y arranco antes de que me de mas charla. Recordé lo que me había dicho Rosa con respecto al crecimiento, a pasar de niña a joven con formas de mujer, a ser el centro de muchas miradas con intensiones sensuales.

Pero lo descarté otra vez pensando que era un poco exagerado ese pensamiento.

En mi casa me cambié. Tengo el interior manchado de los restos de Arturo y mientras lo miro me sonrío y me provoca recordar la imagen de él sobre mí. Me lavo el pelo y el cuerpo en la regadera de afuera, con paredes construídas de cañas de bambú, sin techo. Me gusta estar limpia, lo disfruto.

Paso otro rato acomodando mis cosas y finalmente emprendo camino hasta la casa de Rosa y Arturo. Vamos a cenar.

Charlo un rato con ella hasta que llega Arturo. Saluda a Rosa que se ocupa finalizando la comida y viene a mí plantándome un beso en los labios.

Qué bien hueles…

Gracias.

Le sonrío.

Me cambio y vuelvo -me dijo.

Regresó y preguntó por su hijo Julian, a lo que su esposa Rosa contestó de inmediato:

Le pedí que se quedara con los hermanos de Andreita otra vez para que ella pueda dormir sola esta noche.

Buena idea.

Pasamos la cena charlando y Arturo contó de que es posible que por los próximos tres días no venga a dormir porque tienen que empezar la cosecha. Luego la conversación pasó a otros temas y finalmente me levanté a ayudar a limpiar la cocina.

Arturo se fue a acostar y luego lo siguió Rosa.

Acuéstate cuando quieras Andreita. No te preocupes por nosotros.

Estuve fuera un rato. Seguía pensando en mis padres que todavía no llegaban con las noticias de la visa para ir al norte y en el deseo que yo tenía de viajar, de conocer la ciudad que apenas estaba a tres horas o de subir a un avión por primera vez para ir a otro país. ¡El día que lo lograra iba a ser muy excitante!

Sé que tenía un tío en el norte, y allí era para adonde mi familia apuntaba emigrar. Él se había ofrecido ayudarnos porque le había ido muy bien. Tuvo la fortuna de poner un negocio con el que le fue de maravillas.

La luz de las estrellas apagó mis pensamientos y volví a recordar lo pasado con Arturo. Un cosquilleo entre las piernas me hizo reaccionar. Y sin siquiera planearlo, me toqué. Estaba mojada. Seguí tocándome y con un dedo recorrí la vagina de abajo hacia arriba. Me acaricié el clítoris y mis labios se separaron para dejar salir una bocanada de aire mezclado con un tímido gemido. Pensaba que él estaba a pocos pasos. Que esta noche no iba a poder sentirlo cerca porque a lo mejor Rosa no se iba a dormir tan temprano como la noche anterior y descarté la posiblidad por completo.

Me levanté del tronco donde estaba sentada y entré. Me quité la ropa y dejé mis tetitas al aire para meterme en la cama. Cuando ya había acostumbrado la vista a la luz de la luna que entraba por la ventana, me dí cuenta que Rosa montada encima de Arturo y tapada con las sábanas, se estaban dedicando a mirarme sonrientes.

Uy, perdón! -dije medio atontada y me metí en la cama dandoles la espalda.

No mi chiquita, no te preocupes. Está bien. No sientas verguenza. Es que no nos dimos cuenta que entrabas -me dijo Rosa.

Ven -me dice Arturo- arrímate aquí.

La mano palmeaba su cama llamándome para que me acostara con ellos.

Dudé porque Rosa estaba allí, pero apoyó a Arturo diciéndome:

Ven. No sientas verguenza – y rodando al otro lado de la cama me dejó lugar al lado de Arturo.

Entonces reaccioné y dije:

No… yo, yo no quiero molestarlos. Puedo dormir aquí, no se preocupen -señalando la cama donde me encontraba.

¡No, no y no, mi linda! No te vamos a dejar solita! -dijo Arturo atrayéndome pasando el brazo por debajo de mi nuca.

Y sentí su piel cuando me giré hacia él. Me dí cuenta que estaba desnudo por completo. Y Rosa dijo:

Andreita, Arturo quiere hacerse nuestro protector esta noche. No quiere dejarte dormir solita. -me dijo apoyando su cara sobre el pecho de su marido.

Si -contesteo él- Y yo también me siento protegido rodeada de ustedes dos! Ja, ja, ja…

Su mano me araciaba la espalda.

Ven -dijo Rosa- vamos a usarlo de almohada!

Y empujándome la cabeza con cariño nos juntamos en su pecho. Yo me sonreía nerviosa. No sabía qué hacer, cómo reaccionar…

Sentí movimiento mas abajo de la cintura de Arturo y me percaté que la mano de Rosa lo acariciaba entre las piernas. Intenté hacerme la tonta, pero ella me sonrió. Suficiente para hacerme entender de que ella sabía que su mano no me había pasado desapercibida. Y sin dejar de mirarme a los ojos descendió hasta desaparecer entre las sábanas. Un movimiento de Arturo acompañado de un gemido daban por entendido de que se estaba haciendo cargo de su pija con la boca.

Él giro su cara hacia mí y pegó los labios a los míos. A pesar de los nervios, mis flujos vaginales no se aguantaron mas y comencé a ensoparme. La lengua penetró en mi boca.

Los únicos sonidos que se escuchaban eran los grillos afuera, la boca de Rosa chupando la pija a su marido y los ruidos que provocaban nuestros besos. Todo me parecía irreal. La rapidez con que seguían multiplicándose los hechos sexuales de mi vida en los últimos dos días parecía poco normal. Mas bien era algo mágico…!

Rosa apartó las sábanas y con una mano atrajo la mía para que le agarrara la pija a su marido mientras ella seguía chupando. Me gustó sentirla en mi mano. También sentía los labios de ella pegando contra mis dedos cada vez que se la hundía en la boca.

¡Que rico tenerlas a las dos en la cama asi! ¡Rosa, quitale el calzón a Andrea! -le ordenó.

Ella, abandonando su pija, vino hasta mi lado y me bajó el calzón despacio, como disfrutandol hasta quitarmelo. Me quedó mirando entre las piernas mientras Arturo no soltaba mis labios y seguía besándome.

Y fue entonces en ese momento en que sentí que la boca de Rosa me besaba entre las piernas al igual que la boca de su marido hacía lo mismo con mis labios!! Rosa me metía la lengua y me pasaba dos dedos por el clítoris.

Hasta ese momento había creído que, cojer como lo había hecho con él, era el sumun del sentimiento físico. ¡Nunca habría pensado en que había más cosas deliciosas por conocer!

Me envolvió un estado insoportablemente caliente que me pedía a gritos que me liberara y dejara escapar gemidos y retorcijones con total libertad. Y así lo hice…

Abrí las piernas tanto como la posición me dejaba y me aferré a los cabellos de Rosa que se había entusiasmado chupándome. Mi mano masturbaba a Arturo ahora sin piedad. Su boca bajaba y se apoderaba de mis pezones.

Por mi cabeza no pasaba otra cosa mas que el sexo que estaba sintiendo. Ni pensamientos, ni imágenes, ni ruidos… estaba en un estado de éxtasis total! Que delirio!

Rosa me levantó las piernas más en alto y ahora su lengua luchaba por entrarme por detras. Y Arturo al darse cuenta le dijo:

Si mi amor, asi. Mójaselo bien, abréselo porque por ahí quiero que la sienta.

Rosa se dió a la tarea que su marido le pedía. Me metió un dedo en mi culito virgen y cuando lo hacía, sus labios volvían a mi vulva. Me sentí incómoda al principio al recibir esa invasión por mi trasero, pero al ratito lo empecé a disfrutar. Luego dejaba mis vulva y volvía a mojarlos con saliva e intentaba dos! Nunca había creído que por ahí podía disfrutar también!

Mientras tanto Arturo se enderezó y se sentó en mi pecho con una rodilla a cada lado de mi cara. Cuando le tomé la pija con mis dos manos él se adelantó y mis labios se apoderaron de la cabeza.

¡Chúpala! -me pidió.

Ese era mi deseo y no me hice esperar. Me le metí como pude y comencé a saborearlo con mi lengua primero, luego me la metía hasta donde podía y volvía a sacarla. Continuaba en esa tarea mientras Rosa habilmente me hacía disfrutar su entregada labor que chuparme por debajo.

El olor a sexo y los gemidos invadieron el ambiente del pequeño cuarto. Me sentía insoportablemente deseosa. Quería disfrutar sin parar, no quería que esa noche tuviera final.

Los dos dedos de Rosa ya se habían acomodado dentro de mi culito y ya no me incomodaban. Al contrario, me estaba gustando.

Arturo se sale de mi boca y hace lugar para que Rosa abandonando lo que me hacía, se sube hasta montarse arriba mío. Intenta juntar su vulva con la mía. Estamos ensopadas! Me mira a los ojos de una forma que no había sentido hasta ese momento y bajando la cabeza lentamente junta sus labios con los míos.

Jamás había pensado en dos mujeres besándose de la forma que empezamos a hacerlo. En cuanto su lengua invadió mi boca, yo hice lo mismo y sentí un deseo impresionante de moverme para que nuestros sexos se restregaran con fuerza. Ella entendió mi deseo y cruzó un pierna por entre las mías quedando entrelazadas. Así la sentí. Mi clítoris era restregado por el suyo y no dejábamos de besarnos. Sentí un climax insoportablemente delicioso. La suavidad de nuestros sexos entremezclando la humedad acrecentaba ese olor insoportablemente delicioso. Y fue tanto el entusiasmo que moví con furia mi cintura hasta que sentí que Rosa gemía cada vez más alto hasta llegar a una pausa y finalmente otro grito que me hizo enloquecer. Las dos estábamos llegando a un orgasmo profundo.

Nos quedamos quietas por un minuto hasta que Arturo pidió a Rosa que giráramos me dejara a mí encima de ella.

Con ese movimiento quedé encima de ella con mi culito expuesto para él. Se acomodó detras mío y sentí el calor de la cabeza de su pija en la misma entrada.

Me acarició la espalda con sus manos. Rosa me acariciaba las tetitas y me besaba en los labios con sensualidad.

Todo parecía estar listo para mi primera vez por detras. Ya no podía arrepentirme. Entonces empujó un poco deslizandose lentamente dentro de mi culito virgen acompañando con salidas y entradas bien cortas. Me dolía un poco. Era más grande que los dos dedos de Rosa pero yo esperaba acostumbrarme como lo hice con ella. Mis expectativas fueron siendo suplantadas por un deseo increíble de ser cojida por él a como fuera.

Rosa había tomado mis nalgas y las abría para ayudar, empujándome mas hacia su marido.

Asi mi linda… asi… Tienes el culito apretadito. Es peligroso porque me puedes hacer acabar muy rápido. Muevete despacito por favor…!

Estas ensopadísima Andreita…. -me dijo Rosa sin despegar sus labios de los míos. -¿Te gusta que Arturo te la meta por el culo?

…aha… sss…sssiii! -en ese momento me metía todo lo que quedaba e hizo una pausa.

Todo me parecía hermoso! Me encantaba estar asi, atrapada entre los dos. Se ocupaban de hacerme disfrutar tanto…

El grosor de su pija dentro de mi culito me elevaba la temperatura de mi conchita que deseaba ser sobada. Como adivinando mis deseos, ella me pasó la mano, me acarició el clitoris por unos segundos y me introdujo un dedo. Poco a poco empecé a mover la cintura, no me aguantaba más estar tan quieta con eso tan rico adentro. Él entendió mi necesidad e hizo lo mismo.

Rosa me besaba otra vez y me decía:

Estas disfrutando mucho mi niña. Tu carita lo dice todo. Disfruta lo más que puedas. Grita si tienes ganas. Pídenos lo que quieras hacer.

No podía pedir algo específico. Todo me gustaba, no sabía elegir todavía, quizas porque seguía descubriendo más cosas que me gustaban demasiado.

Asiiiihh…. asihhh… -llegué a balbucear con mi lengua peleando con la de Rosa.

Otra vez Arturo me embestía con precisión de la forma que más me hacía sentir. Su pelvis golpeaba contra mis nalgas mientras se aferraba a mis caderas.

Ufff… que rico y apretadito tienes el culo Andreita…!

mmnhhh… sssiih?

Asi mi cielito, asi mueve las caderas que te voy a llenar de leche ese culito sabroso.

– Dale Arturo, acábale dentro ya porque esta niña se está desbordando!

Y en ese momento me vino un choque eléctrico por todo el cuerpo concentrándose en la entrada del culo y en los labios de mi vulva que apretaba los dedos de Rosa. Y soltándome de los labios de ella exploté sin aguantarme:

Aaaaghhh….! Aaaaghh! Asíiiiihhhh…. Sssiiiii!!!!

Métesela duro, dásela! -gritó Rosa mientras yo le ensopaba los dedos que me tenía metidos hasta que salió un poco rodando por su mano.

Toma!!! -me gritó Arturo aferrándose con fuerza a mi cintura y empujandola lo más adentro que pudo hasta que paró y quedó así, apretado mientras su pija no paraba de hacer convulsiones… mientras se vaciaba dentro mío!

Me quedé quieta. Qué rico sentía cuando me estaba echando su leche dentro!

Rosa, esta niña me ha sacado tanta leche como hace tiempo que no me sucedía. Es tan calentona… me encanta cojérmela!

No dejes de cojértela. Me gusta que nos cojas a las dos las veces que quieras. No me importa que se lo hagas, me gusta saber que se lo haces a ella. Me calientas mas!

De verdad no te molestaría? -le preguntó Arturo a su mujer.

No! Al contrario! Me fascinó chuparsela y restregarnos, besarnos las tetas y la boca. Yo también me quedo con ese deseo. No te asustes Andreita, es la primera vez que se lo hago a una mujer y me encantó. ¿te sientes bien?

Si -respondí mientras él me la sacaba lentamente. Me tiré a un lado de Rosa que me acarició la cara mirándome con ternura.

Yo la miré a los ojos y nos sonreímos. Eso me dió un impulso involuntario y me acerqué a besarla en la boca otra vez. Ella me acercó sus dedos ensopados de mi venida y lo puso entre los labios de ella y míos. Los chupamos juntas.

Arturo se levantó y fue al baño a enjuagarse. Se demoró. Y con Rosa aprovechamos para seguir besándonos.

Chúpame las tetas -me dijo.

Y sin hacerme esperar hice lo mismo que ella me había hecho hace unos minutos. Se retorcía ayudándome con las manos en mi nuca. No sé cuánto estuve haciéndoselo hasta que en un momento me pidió:

Chúpame la concha que quiero acabar en tu boca.

Bajé hasta encontrarme frente a su concha. Cuando arrimé mi boca ella se abrió los labios de la vulva y le planté un beso con mi boca totalmente abierta, para abarcar lo más que podía. El huequito de entrada quedó bien en medio y me provocó meterle la lengua.

Sus manos se crisparon en mi cabeza mientras sus caderas se elevaban con deseos y volvían a bajar en un compás continuado. Esas movidas fueron acrecentando la velocidad y apretándose más contra mis labios.

Asíiii mi niña, asssiiihhh. que te la estoy echando en la boca! Asiii… toma!!!

Y mientras se retorcía mi cara empezó a mojarse totalmente, en la boca un líquido sabroso encendía más los movimientos de mis labios y la lengua hasta que ella fue perdiendo la fuerza de sus embestidas y la presión de sus manos en mi cabeza.

Me quedé por un rato pasandole la lengua como un gato, oliendo lo que tanto me llamaba la atención, separándome de vez en cuando para mirarle la concha. Tenía un poco de bellos alrededor, no muchos pero eran bien suaves.

Entonces sentí las manos de Arturo que había regresado. Me acariciaba toda en esa posición. Minutos después se acostó y nos hizo poner a cada uno de cada lado suyo.

No sé cuánto habrá pasado de tiempo, pero me quedé dormida.

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adriana.valiente@yahoo.com

Relato erótico: “Teniente Smallbird 2ª parte” (POR ALEX BLAME)

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3

Smallbird se levantó al día siguiente acompañado por una respetable resaca. Entró en el baño tosiendo y descargó un escupitajo negro como su alma en la taza mientras meaba. Suspirando tragó un par de aspirinas y encendió su primer cigarrillo del día. Desayunó un café frío y se puso una camiseta limpia antes de ponerse la cazadora y el casco y salir de casa.

Entró en la comisaría precipitadamente y mientras le pedía a Gracia que preparase la sala de conferencias para una proyección se dirigió al despacho del comisario.

—Espero que tengas noticias, la alcaldesa está hecha un basilisco y me ha amenazado con arrancarme las pelotas si no resolvemos el caso para el fin de semana.

—Aun no tengo nada concreto pero creo que he dado con un posible móvil del asesinato. Ahora mismo vamos a analizar unos videos que la víctima hizo en casa de su vecina.

—¿La camarera?

—Sí, por lo que he podido averiguar la chantajeaba, al menos al principio, para poder acostarse con ella.

—Estupendo, sexo, violencia y cintas de video. —dijo Negrete resoplando— Por Cristo bendito, mantén todas las copias de esos archivos controladas. Si esos videos salen en alguna televisión o en algún canal de internet estaremos mañana todos en la calle.

—Descuida jefe, desde hoy esos archivos estarán únicamente bajo mi poder y solo se los dejaré a personal de confianza.

—¿Y qué vas a hacer ahora? —preguntó el comisario.

—Vamos a analizar el material y luego vamos a traer a tío y sobrina para aclarar alguna cosilla sin importancia, será entonces cuando les presionaremos con todo lo que tenemos a ver qué averiguamos.

—¿Crees que son los asesinos? —preguntó Negrete con desconfianza.

—La chica no creo que tenga nada que ver, pero el arquitecto, pese a su capa externa ligeramente afectada, es posesivo y manipulador, podría ser nuestro hombre. Cuando la chica llegó a la ciudad le faltaba poco para la mayoría de edad, aunque ningún juez lo condenará podemos apretarle las tuercas insinuando que si le acusamos esas pruebas podrían hacerse públicas.

—De acuerdo, adelante entonces, pero no te pases, estás jugando con fuego y toda la prensa está encima nuestro. Huelen la sangre.

Smallbird salió del despacho satisfecho y se dirigió a la sala de conferencias dónde Viñales ya lo tenía todo preparado.

Smallbird le dio las gracias y les explicó a todos los reunidos lo que había encontrado. Sin más dilación conectó el disco duro, seleccionó el primer archivo y lo reprodujo ante la mirada a veces interesada a veces asqueada de los investigadores.

—¡Joder! ¡Ya era hora! —exclamó Arjona— Después del trabajito de ayer necesitaba algo así. La noche pasada la pasé soñando con que era el compañero de celda de un Nacho Vidal hipersalido.

—¿Es realmente necesario ver todo esto? —intervino la agente Viñales.

—Buena pregunta. Necesitamos todos los detalles porque luego vamos a interrogar a tío y sobrina y mientras más sepamos de todo esto, más posibilidad habrá de sorprenderlos y hacer que hablen. —respondió Smallbird—¡ Ah! Y aprovecha, Arjona, porque en cuanto terminemos volverás a examinar esos archivos. Puede que encontremos más información oculta en esas carpetas.

Arjona hizo una mueca de asco y se concentró en el visionado del siguiente archivo. Smallbird ya los había visto todos la noche anterior pero imitó a todos los presentes concentrándose en la pantalla.

Vanesa pasaba de nuevo por delante de la cámara y se dirigía a la puerta tras haber sonado el timbre.

—Hola, ¿Necesitas algo?— Se oyó decir fuera de cámara a la joven con la voz nerviosa.

—Sabes por qué he venido. ¿Te ha gustado la película?

—Yo no sé a qué te refieres. —intentó disimular la joven.

—Sé perfectamente que has abierto tu correo y has examinado el archivo así que no te molestes en mentirme. —dijo Alex Blame que por primera vez aparecía ante la cámara mientras iba acorralando a la joven contra una de las paredes del salón.

La joven intentó revolverse y empujar al señor Blame para conseguir zafarse de él, evidentemente sin conseguirlo.

—¡Déjame en paz o empezaré a gritar! —dijo la joven no muy convencida.

—No creo que lo hagas —replicó Blame acariciando la suave piel de la joven con unos dedos gordos como morcillas— que iba a decir papá si descubriese que la putita de su hija protagoniza una sórdida película acompañada de su hermano.

—Eres un cabrón. —dijo intentando reponerse.

—No, soy un cabrón con suerte. —dijo Blame alargando la mano y sobando el cuerpo de la joven por encima del ligero vestido de algodón.

Vanesa reaccionó inmediatamente y le dio un fuerte bofetón. Alex Blame sonrió y se lo devolvió con desgana. La joven gritó y se echó una mano a la mejilla. El hombre la cogió por un brazo y de un empujón la tiró sobre el sofá con una sonrisa maligna.

—Ni se te ocurra volver a hacerlo putita. Ahora desnúdate para mí —dijo el tipo sentándose cómodamente en el sofá y echándose mano al paquete.

La joven lo pensó durante unos segundos y finalmente se puso de pie apesadumbrada.

—Vamos putita, no tengo todo el día. ¿O prefieres que cuelgue tus grandes éxitos en internet? Por cierto ¿Y esos sonidos tan raros que hace tu tío cuando folla? ¿A qué se deben? ¿Alguna de vuestras antepasadas se folló un aullador?

La joven no le hizo caso y se quitó el vestido sin ninguna ceremonia.

—Vamos, vamos. Sé que lo puedes hacer mejor. —dijo él poniendo música con un mp3 que llevaba consigo.

Vanesa suspiró, cerró los ojos y comenzó a moverse al ritmo de la música. Desde una nueva perspectiva, todos vieron como los pechos grandes y turgentes de la joven se balanceaban al ritmo de la música ante la mirada porcina y acuosa de Blame.

—Así está mejor —dijo él— ahora quítate las bragas, quiero ver ese chochito rubito en vivo y en directo.

La joven se quitó obedientemente las sencillas braguitas de algodón que portaba y se quedó totalmente desnuda ante la libidinosa mirada de aquel tipo.

En el silencio de la sala de conferencias se oyó como Arjona tragaba saliva audiblemente al ver el cuerpo pálido y el vello rubio adornando el sexo de la joven.

—Realmente deliciosa. —dijo Blame babeando ante la visión del cuerpo joven y turgente mecerse sugerente al ritmo de la música.

Alex gruño y revolvió con su manaza en el bolsillo del albornoz sacando una pequeña pastilla azul.

—Esto, cariño —dijo mostrándole a la joven la Viagra antes de tragarla—me permitirá hacerte volar durante horas.

La risa resonó por todo el piso mientras Blame se quitaba el albornoz que llevaba puesto y le mostraba a la joven un cuerpo gordo blanco y ligeramente sudoroso. Su polla erecta y congestionada se bamboleaba bajo su tripa dándole una aspecto estrambótico.

Con la mirada fija en los grises ojos de la joven, se acercó a ella y le dio un largo beso en la boca. La joven se quedó rígida con los brazos quietos a los costados y cerrando los puños impotente mientras el hombre repasaba su boca su cuello y sus clavículas con la lengua.

—Tranquila cariño. Mi fuerte con las mujeres no es la primera impresión pero pronto sabrás apreciar todo lo que te voy a dar. —dijo agarrándose la polla y restregándola contra los muslos tensos de la joven.

Blame cogió a la joven con suavidad por un hombro y la guio fuera del campo de la cámara. Un nuevo plano les enfocó mientras entraban en la habitación. Blame le empujó contra la pared y agarrando uno de sus pechos lo chupó con avaricia. Vanesa gimió y con un gesto de miedo y asco tensó todo su cuerpo incapaz de de decidir si gritar o dejarse hacer.

—¿Cómo conseguiste hacer la película? —preguntó ella tras un par de minutos de magreo y dolorosos chupetones.

—Muy sencillo. —respondió él sin parar de estrujar emocionado los redondos pechos de la joven— El día que me ofrecí para instalarte gratis internet aproveché y puse algunas cámaras en tu piso.

—Cerdo, y yo me fie de ti.

—No te flageles, no eres la única, en realidad vivo de eso. Tengo una página web donde ofrezco películas gratis, cuando cualquier idiota se baja una de ellas yo robo todos los datos que hay almacenados en su ordenador. Oro puro.

Alex no se extendió más y agarró a la joven lanzándola sin miramientos sobre la cama. Sin dejarla reaccionar se tiró sobre ella inmovilizándola con su peso. Con un suspiro de placer se cogió la polla con la mano y la enterró en el fondo del coño de la joven.

—Vamos putita, imagina que soy tu querido tío que viene a consolarte en tu soledad.

Vanesa soltó un breve grito al notar como la polla de aquel hombre entraba cuando su coño aun no estaba del todo preparado e intentó revolverse pero Alex sujetó sin miramientos sus muñecas contra el colchón.

Segundos después Blame comenzó a entrar y salir abriéndose pasó en el deliciosamente estrecho coño de la joven y no tardó en correrse resoplando y empujando como un elefante marino.

A pesar de todo, la joven vio como tras la eyaculación la polla de su agresor seguía dura y caliente como un hierro al rojo.

—Tienes un chocho precioso putita. —dijo Blame enterrando la cabeza entre las piernas de la joven y chuperreteándole su sexo.

Muy a su pesar Vanesa comenzó a excitarse y olvidándose de quién estaba entre sus piernas agarró su cabeza y tiró de ella gimiendo mientras agitaba su pubis y arqueaba su espalda.

Blame penetró en el cálido interior de la joven, en esta ocasión con sus dedos, mientras que con maestría golpeaba con fuerza el clítoris de la joven con la lengua haciéndole retorcerse de placer con cada impacto.

A continuación Blame cogió a la joven aun estremecida y sentándose en el borde de la cama la depositó sobre su regazo. Esta vez fue ella la que cogió la polla con sus manos y se la metió en su coño, ahora totalmente encharcado de deseo. Agarrándose a los hombros comenzó a subir y bajar empalándose con el miembro de Blame, cerrando los ojos y dejándose llevar por el placer.

—Muy bien, más rápido putita. —dijo Blame sudando y resoplando.

La joven siguió cabalgando hasta que agotada se dejó caer brillante de sudor, Blame la agarró entonces por la cintura y la alzó en el aire sin dejar de penetrarla a un ritmo salvaje. Jadeante por el esfuerzo la depositó sobre un aparador y siguió follándola hasta que la joven se corrió gritando e hincando las uñas en la espalda de su chantajista.

Sin dejarla reponerse la obligó a arrodillarse y le metió la polla en la boca. Vanesa chupó obediente la polla de Blame olvidándose de cualquier comedimiento, repasando el miembro de extremo a extremo con su lengua, chupando y mordisqueando.

—¡Sí putita! Eso es. —dijo Blame enterrando la polla en el fondo de la boca de la joven y eyaculando de nuevo.

Alex sacó la polla mientras la joven tosía y escupía semen y golpeó las mejillas de la joven con su miembro aun duro como una piedra.

Ante la mirada alucinada de los presentes aquel cabrón cogía a la joven y la ponía a cuatro patas en la cama y lubricando su coño con un poco de saliva volvía a penetrarla.

Los dos amantes se alternaron en sus orgasmos sin solución de continuidad hasta que finalmente tras más de hora y media de ejercicios gimnásticos se tumbaron en la cama agotados y jadeantes.

—¡Joder! —exclamó Arjona cuando terminó la proyección— ¡Qué gran pérdida para la humanidad! Este tipo era el Cecil B. De Mille de los videos caseros.

El resto de la mañana la pasaron viendo maratonianas sesiones de sexo y preguntándose cuanto debía comer aquel tipo para poder mantener aquella tripa realizando un ejercicio tan intenso.

Cuando volvieron de la comida, Smallbird llamó a Vanesa y a su tío citándolos por separado para “aclarar unos detalles en la comisaría”.

Mientras esperaban la llegada de ambos, Smallbird echó una mirada al informe preliminar de la autopsia sin que averiguase nada que no le hubiesen contado antes los periódicos.

Salvador fue el primero en llegar con diez minutos de adelanto, Camino lo condujo a la sala de interrogatorios dónde Smallbird le esperaba tranquilamente sentado y cerró la puerta a sus espaldas.

—Perdone que le recibamos aquí, pero están redecorando mi despacho y no tengo un sitio mejor para recibirle. —mintió Smallbird con total naturalidad— Siéntese, por favor.

Smallbird abrió una carpeta llena de papeles que no tenían nada que ver con el caso mientras esperaba a que el tío Salvador se pusiese todo lo cómodo que era posible en la silla metálica que el detective le había ofrecido.

—Vaya. Así que es aquí donde obtienen las confesiones de los asesinos. —dijo Salvador mirando a su alrededor e intentando no parecer nervioso.

—Ante todo gracias por venir, sabemos que es un hombre muy ocupado. —dijo el teniente entrelazando los dedos sobre la mesa.

—En efecto, así que le ruego que vayamos al grano, por favor.

—Por supuesto. ¿Podría decirme donde estuvo la anteanoche? Digamos desde las nueve hasta las seis y cuarto de la mañana.

—¿Está insinuando que soy sospechoso?

—Oh no, —respondió Smallbird poniendo una cara de inocencia digna de un óscar— es todo pura rutina. Pedimos la coartada de todas las personas relacionadas con la víctima para descartar a la gente y evitar que nos enredemos en falsas pistas. Ya sabe no debemos malgastar el dinero del contribuyente.

—Lo entiendo —dijo Salvador—¿Pero qué tengo que ver yo con ese tipo tan desagradable? Creo que cruzarme un par de veces con él en el ascensor no quiere decir que estemos relacionados de ningún modo.

—Sí, bueno, el caso es que follarse a la misma mujer suele ser una relación bastante comprometida.

Las pupilas del arquitecto se dilataron y se quedo rígido durante un momento. Un ligero temblor del labio inferior denotaba el tumulto de emociones que pasaban en ese momento por su cabeza. Smallbird sacó un cigarrillo del paquete y lo encendió exhalando el humo a los ojos de aquel mequetrefe.

—¿Qué está insinuando? —acertó a decir al fin el hombre en un susurro ahogado por la nicotina.

—No lo estoy insinuando. Sé que se ha estado follando a su sobrina, al menos desde que llegó a la ciudad y sé que la víctima, el señor Blame, le tomó el relevo entre las piernas de Vanesa.

—¡Esto es intolerable! ¡Voy a hablar ahora mismo con mi abogado y les voy a demandar por atentado contra el honor! ¿Cómo se atreven …?

—Tenemos pruebas documentales. —le cortó Smallbird mostrándole una memoria extraíble pero sin ninguna intención de mostrarle el contenido— Así que será mejor que nos diga donde estuvo anteanoche y sus abogados no se verán obligados a determinar cuántos delitos ha cometido al abusar de una menor y encima con estrechos lazos de sangre.

—¿Pruebas? —preguntó el hombre temblando.

—Sí, tenemos un video con el que la víctima chantajeó a su sobrina. ¿Sigue afirmando que no conoce a Alex Blame de nada? —dijo Smallbird dando una nueva calada al pitillo.

—De nada absolutamente, señor. —respondió el arquitecto repentinamente respetuoso.

O el tipo era un actor consumado o la sorpresa había sido total. Después de eso, Salvador se derrumbó y respondió a todas las preguntas sin oponer ninguna resistencia. Según su declaración estuvo trabajando hasta tarde aquella noche y tenía varios compañeros como testigos, con los que a continuación habían ido a tomar algo al centro. Como comprobaría más tarde hablando con ellos, Salvador tenía una coartada sólida hasta las cuatro y pico de la mañana con lo que era imposible que hubiese podido cometer el crimen en persona.

El teniente dejó a Camino con el viejo verde, convenciéndole de que si había dicho la verdad no emprenderíamos ninguna acción judicial contra él y salió de la sala de interrogatorios para recibir a Vanesa que estaba a punto de llegar.

Con la chica decidió ser más suave y la recibió en su despacho. En cuanto atravesó la puerta y vio la cara de circunstancias del detective, automáticamente supo que su secreto había quedado a la luz.

—Sabía que solo era cuestión de tiempo —dijo ella sentándose y poniendo el bolso en la silla que quedaba libre.

—Entiendes entonces que debo hacerte unas preguntas.

—Desde luego. —replicó Vanesa tragando saliva.

—¿Puedes decirme qué estuviste haciendo la noche y la madrugada del asesinato del señor Blame? —preguntó el teniente.

—Estuve trabajando en la cafetería hasta la una, después recogí el local con la ayuda de mi compañero y me derrumbé en la cama a eso de las dos de la mañana. Me levanté a las cinco y cuarto de la mañana para servir los desayunos y me fui a casa unos minutos después de que tú terminases tu tostada y te fueses, a eso de las once.

—Tienes un horario complicado —dijo Smallbird.

—Depende de lo que se entretenga la parroquia. Normalmente no llego tan tarde a casa pero la otra noche había partido y la gente siempre se lía.

—Entiendo. ¿Cómo conociste a la víctima?

—Llegó al edificio unos pocos meses después que yo. Me crucé con él un par de veces al principio y aunque solo le faltó meter su hocico debajo de mi falda se mostró educado y no me pareció especialmente peligroso.

—Con el tiempo fue cogiendo confianza y comencé a encontrármelo más a menudo en la puerta o en el ascensor. Un día le comenté lo mucho que me molestaba tener que ir a la cafetería para tener una conexión wifi decente y él me dijo que se dedicaba a eso y que podía instalarme un par de repetidores para que la señal de la cafetería llegase a casa.

—Ahí fue cuando te pinchó el piso… —dijo Smallbird para permitir a la joven coger aire.

—En efecto, aquellos dos días instaló seis cámaras y varios micrófonos en mi casa. Incluso me puso una en el baño y se mondaba de risa viéndome cagar cuando estaba estreñida. —dijo la joven rabiosa.

—Desde luego ese tipo era una joya. ¿Qué pasó a continuación? —preguntó el detective.

—Lo has visto en los videos. Me chantajeó y fue tal como él había dicho. El tipo es muy hábil en todo lo que hace y con el tiempo, tal como me había prometido, empezó a gustarme lo que me hacía y establecimos una especie de morbosa y retorcida relación únicamente basada en el sexo. Cuando quería algo llamaba a mi puerta me hacía lo que le apetecía y luego se volvía a su piso.

El teniente se recostó pensativo mientras la joven describía los pormenores de su relación con aquel degenerado. Estaba claro que los continuos abusos que había sufrido por parte de su tío, probablemente incluso antes de que llegara a la capital, le habían dejado la autoestima por los suelos y Blame había llegado en el momento justo para establecer con ella una relación de dominación que la joven había aceptado con naturalidad.

—¿Sabes si Blame tenía enemigos?

—Los coleccionaba. —dijo la joven con una carcajada exenta de toda alegría— Decía que mientras más éxito tuviese, más enemigos tendría. Según él, la última vez que los había contado tenía dos mil trescientos y pico. Yo creo que exageraba.

—¿A qué se dedicaba?

—Venta de información. De cualquier tipo, conseguida de cualquier manera. Páginas de bajada de archivos, espionaje industrial, intercambio de favores…

—¿Podría haber sido alguno de ellos el autor del crimen?—preguntó Smallbird con interés.

—No lo creo. Protegía muy bien su identidad cuando hacía negocios. Además supongo que ya estaréis investigando a los cuentistas.

—¿De qué hablas? —preguntó el detective sorprendido.

—¿De veras no habéis logrado averiguar nada? ¿No habéis descubierto lo del perfil de Alex Blame en guarrorelatos? ¿Ni sabéis nada de los ochenta y ocho relatos?…

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Relato erótico: “Gracias al padre 3, estuve con la hija y con la madre” (POR GOLFO)

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Llevábamos viviendo quince días juntos. Cada uno se había adaptado a su papel, Lucia seguía castigando a su madre, por cualquier motivo, su venganza era cruel e inhumana. La obligaba a estar desnuda en la casa, con una collar atado al cuello como única vestimenta, y a dormir en el suelo a los pies de la cama. Yo por mi parte, en mi papel de hombre de la casa, novio, esposo o pareja, me acostaba todas las noches con esa estupenda mujer, pero no podía participar mas que de los castigos a Flavia, pero no hacer uso de esa perra, en la que la estábamos convirtiendo.
Me desperté a las tres de la mañana, con ganas de ir al baño. Al levantarme como la mascota fiel, en que se había convertido, la que hasta hace dos semanas era una señora, me siguió a gatas, esperando cualquier recompensa, una caricia, una sonrisa, o unas buenas palabras. Sabía que de su hija, nada podía esperar.
La situación era dantesca, yo, de pié, con mi pene en la mano, orinando, y ella, a cuatro patas, esperando cualquier orden de su amo. Empecé a acariciar su cabeza, estaba dándole a entender, que agradecía su fidelidad. Ante esa actitud de cariño, me pregunto:
– ¿Le puedo servir en algo? -, por su actitud sumisa, supe que se estaba acostumbrando a su nuevo estado.
-Cuando termine, quiero que me limpies-, le respondí.
No esperó a que terminara, e introdujo en su boca mi sexo, de tal forma que tuvo que beberse los últimos restos de mi orín, antes de proceder a dejarlo inmaculado. Era una maestra, después de asearlo con su lengua, se concentró en mis testículos, lamiéndolos y mordisqueándolos. Mi reacción no se hizo esperar, poco a poco fue creciendo en mi interior la calentura, mientras mi cuerpo reaccionaba bombeando sangre hacia mi pene. En su cara, pude observar la satisfacción de mujer, que ha conseguido excitar a un hombre.
-Cierra la puerta-, le ordené.
Una vez que me había obedecido, me senté con las piernas abiertas, para facilitar mas sus maniobras. Se arrodilló en frente de mi, y volvió a meterse mi miembro, en su boca.
-Mastúrbate, tú, tambien- dije.
No se lo esperaba, ya que tenía prohibido obtener placer. Como una loca comenzó a frotarse su clítoris, mientras no dejaba de incrementar el ritmo de la mamada. Llevaba mucho tiempo siendo usada, excitada y controlada, por lo que al dejar salir toda sus emociones, se corrió en seguida. La suya fue una corrida silenciosa, no se atrevía a gemir, para no despertar a su hija. De sus ojos, salieron unas lágrimas de agradecimiento, mientras de su cueva manaban litros de flujo, que recorrían sus muslos. La obligué a levantarse, y a montarse encima de mi. Mi sexo la empaló con facilidad, y sus pechos quedaron a mi merced. Estaban firmes, acerqué mi boca a ellos, un suspiro surgió de su garganta, cuando sintió mi lengua jugar con sus pezones. Su movimiento que empezó siendo suave vaiven, se convirtió en el de un tren a punto de descarrilar. Fuera de si, clavó sus uñas en mi espalda, coincidiendo con su segundo orgasmo. El dolor que sentí, la humedad de su entrepierna, pero sobretodo el morbo de estármela tirando contra la voluntad de Lucia, hicieron el resto, como un volcan exploté, mientras con mis dientes mordía su cuello.
Un sabor dulce inundó mi boca, donde esperaba ver las marcas de mi mordisco, habia una pequeña herida de la que manaba sangre. Como un poseso, empecé a beberla, mientras ella, se deshacía en placer. Era una sensación nueva, jamás la había probado, pero su sabor, me gusto tanto que no pare de sorberla hasta que paró de salir.
-Gracias-, me dijo, quitándose de mis piernas, y volviendo a ocupar su puesto, a cuatro patas, a mi lado,-¡Por favor!, no se lo digas a Lucia, ¡me mataría!-. Todo en ella, denotaba preocupación, con su cabeza gacha mirando al suelo, estaba implorándome ayuda. Decidí aprovecharlo.
-De acuerdo, pero desde hoy, eres de mi propiedad, obedece a Lucia, siempre excepto si yo digo lo contrario-, le contesté. Al oirlo, levantó su cabeza, y en su mirada supe que lo haría.
Salí del baño, Lucia dormía ajena a lo sucedido. Estuve a punto de despertarla, para continuar con mi noche loca, pero prudentemente decidí no hacerlo, no fuera a imaginar que esa noche era el segundo plato. Relajado, me dormí en seguida.
Me despertó la alarma del reloj de la mesilla. Cansado por las pocas horas dormidas, me levanté de mal humor, tras una ducha rapida, salí de la habitación. Al llegar a la cocina, el olor a café recién hecho me relajó, pero sobretodo la escena con la que me encontré.
Lucia estaba desayunando, desnuda mientras su madre postrada a sus pies, le hacía la manicura. Al verme, me saludo, preguntándome que tal había descansado. –Bien, es fácil, acostumbrarse a lo bueno-, le contesté mientras le acariciaba un pecho, – y tu, eres lo mejor-. No hay cosa mejor, para una mujer que levantarse con un piropo, y ella no era la excepción.
-Gracias-, me contestó.
Divertido, pensé que en menos de cinco horas dos mujeres me habían dado las gracias, eso sí, por motivos muy diferentes. El resto del desayuno, fue rutinario. Después de preguntarme que iba a hacer ese día, me comentó que ella se iba de compras y después a comer con su amiga Patricia. Como no me sonaba, me explicó que era la muchacha con la que habíamos cenado cuando nos conocimos. –La morena de ojos verdes-, recordé. Algo en mi mirada, la enfadó.
-Que ni se te ocurra, tenemos un acuerdo, durante un año eres mío-, me espetó, celosa e indignada.
Como no tenía ganas de discutir, salí de la casa, cabreado, sin mediar mas palabras. Me estaba cansando de sus celos y de su dominación. Yo no era su esclavo y se lo iba a demostrar.
La propia actividad del día, los problemas de los clientes, y los pesados de mis socios, con sus interminables comités, terminaron por hacerme olvidar lo sucedido. Solo en el trayecto de vuelta, pude empezar a maquinar mi respuesta. -Lucia es una muchacha resentida, bellísima, pero resentida-, pensé, -el haber perdido a su padre, le ha marcado para siempre. Su necesidad de dominio, no es mas que un reflejo de esa necesidad de autoridad paterna-. Si necesitaba autoridad la iba a tener.
Convencido de mis pasos a seguir llegue a la casa. Lucia estaba sentada en el sofá de la sala, el mismo en el que habíamos tenido nuestro primer acercamiento, hablando tranquilamente con su amiga.
-Hola, cariño-, dije mientras me sentaba a su lado y le daba un beso, -Tráeme un whisky que llego cansado-. No se lo estaba pidiendo, se lo estaba ordenando. En su cara se reflejó el disgusto, pero no quiso montarla enfrente de la gente, y a regañadientes se levantó a servírmelo.
-Ah, y de paso, unas aceitunas. No te preocupes que mientras tanto, yo entretengo a Patricia-, mi alusión a lo sucedido en la mañana, fue como si un rayo la partiera en dos. Estaba jugando con ella, y lo sabía.
Mi conversación con su amiga divagó sobre temas triviales, pero el volumen de mi voz, parecía que estuviéramos hablando de temas íntimos. No dejaba de observarnos mientras localizaba la lata, y me servía la copa, por la tirantez de sus movimientos, supuse que se estaba enfadando . Yo, por mi parte, estaba disfrutando.
-Aquí lo tienes-, dijo al volver con la bebida, tratando de aparentar ser una novia cariñosa-.
-Ves, Patricia, me ha tocado la lotería, quien iba a suponer que iba a ser una mujercita de su casa-, y dirigiéndome a ella,-pero siéntate en mis piernas, al final de cuentas, es como de la familia. Que no te dé vergüenza-.
-Pedro, Patricia me acaba de comentar que se tenía que ir, la acompaño a la puerta y vuelvo a tus brazos-, me respondió con una sonrisa. Su amiga, percibiendo que algo pasaba, cortésmente cogiendo el bolso se despidió de ambos.

-No hace falta que me acompañes, quédate con él, que no le has visto en todo el día-, dijo saliendo de la habitación.

El silencio se apodero del salón, espero a que el ruido de la puerta al cerrarse, lo rompiera para estallar en cólera.
-Pero tu quien te crees-, me gritó, a la vez que intentaba abofetearme. Como era algo que tenía previsto, le sujeté la mano con fuerza, impidiendo sus movimientos.
-Tu pareja, al menos durante un año, si no te comportas como una buena mujer, tendré que enseñarte-, le contesté, mientras la ponía en mis rodillas, boca abajo y empezaba a darle unos azotes, los mismos que su padre podría haberle dado. Me gritaba que la soltase, pero lejos de parar, sus gritos eran un acicate para mí, cuanto mas berreaba, mas fuerte le pegaba. Tras unos minutos de castigo, su rebeldía había desaparecido, solo sus llantos respondían al sonido de mis manos al castigar sus nalgas. Cansado, por el esfuerzo, la solté.
-Tienes suerte, que no esté tu madre, sino ella, también me hubiera ayudado-
Se levantó y corriendo se encerró en el baño. A través de la puerta, se oían sus sollozos, cansado de ellos, puse la televisión con la esperanza de no escucharlos. En ese momento, llegó Flavia.
Su hija la había mandado a por la compra. Nada mas entrar, se despojó de su vestido, dejando solo el collar que mostraba su estatus. Al ver que no estaba su hija, se relajó, y acercándose a mi, andando, me preguntó que donde estaba. Como única respuesta obtuvo el mismo castigo que su hija, una tunda de azotes. Sus gritos, hicieron que Lucia saliera del baño, preguntándome la razón del correctivo.
-Se ha atrevido a andar como un humano, no a reptar como la serpiente que es-, le respondí.
Lejos de enfadarse, sacó una fusta de un cajón, y comenzó a ayudarme. Mientras, yo la sujetaba, ella con saña la castigaba. Sus palabras fueron bálsamo para mi:
-Pedro es tu amo, le mereces respeto-
La situación me había puesto cachondo, y retirando a su madre me levanté, abrazándola, la besé. Mis manos torpemente intentaron, liberar sus pechos de la prisión, a la que le tenían sometida la camisa y el sujetador. Lucia no podía esperar y rasgando su camisa, los libró de sus ataduras. Imitándola, la despojé de su falda, de sus bragas, dejándola desnuda. No tuve tiempo, de llevarla a la cama, alzándola, la deposité sobre la mesa del comedor. Sus piernas se abrieron, deseosas de recibirme en su interior. Su gruta brillaba por la excitación, de un golpe me introduje dentro de ella. Gritó de placer, cuando coloqué sus piernas en mis hombros, prosiguiendo con mis acometidas. La posición permitía que toda mi extensión fuera absorbida por su sexo y que mis testículos como en un frontón rebotaran contra ella. Su respiración entrecortada, el sudor que le corría por sus pechos, descubrían a mis ojos su excitación. Flavia no pudo soportar la calentura y con ansia desesperada empezó a masturbarse. –Tendré que aplicarla un correctivo-, pensé, mientras mordía la pantorilla de la muchacha, clavándole los dientes en su carne joven. Su grito coincidió con mi primera eyaculación, usando sus pechos como sujeción, proseguí en mi cabalgada, mezclándose su flujo con el torrente que salía de mi pene. Sus movimientos se aceleraron, sus músculos pélvicos se contraían rítmicamente. Me estaba, literalmente, ordeñando. Exhausto, caí encima de ella, coincidiendo con su propio climax, el cual prolongué castigando con mis caricias su botón del placer.
Era mía, todavía no era consciente pero lo era. Había aceptado mi autoridad, y yo iba a ejercerla.

Relato erótico: “La buena niña 1” (POR LUCKM)

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La buena niña:

Empezare presentándome, soy uno hombre de unos 30, moreno, delgado, lo normal supongo. Vivo en una pequeña urbanización al norte de Madrid, piscina, terracitas, un criadero vamos. Una noche regresando a casa después de una fiesta me apeteció un baño, la piscina estaba cerrada pero todos los vecinos nos colábamos a discreción. Los porteros rara vez salían de su garita. Así que allí me dirigí ligeramente borracho. Llegando a la piscina vi que había luz en los vestuarios, me escondí, si era uno de los vigilantes haciendo la ronda pasaba de que me viera. Tras un par de minutos viendo que no salía nadie me pico la curiosidad, la puerta estaba cerrada pero se escuchaban voces, trepe por un pequeño muro que había y me asome por una de las ventanas. La escena era estupenda, Ana, la niña del 3B, una criatura a la que todavía le estaban saliendo las tetas estaba con un chico bastante mayor que ella, tenia un top bajado hasta la cintura y el le magreaba las tetas mientras le chupaba el cuello. En el suelo estaba un pequeño tanga, el tenia la polla fuera e intentaba sin mucho éxito metérsela a la chica.

Eva – No, por favor…

Chico – Vamos,,,, tu quieres esto tanto como yo.

Eva – No, hoy no, voy muy borracha!

Chico – Vamos, solo un poco, veras como te gusta!

Y seguían con la pelea…

Yo viendo que aquello podía ser interesante saque mi teléfono y empecé a lanzar fotos. La cara de la chica oscilaba entre el gusto del magreo del chaval y su decisión de que no se la follaran allí mismo. Viendo que el chico al final iba a lograr su objetivo decidí interrumpirles, no podía dejar que ese patán se follara a semejante niña.

Yo – Que coño pasa aquí!

La cara de los dos era un poema.

Eva – Carlos!

Yo – quien creías que era? El amigo de este idiota a follarte también so puta!

Eva – No, no estábamos haciendo nada!

Yo – Pero que te crees niñata!?

Eva – No, de verdad!

Yo – Ahora mismo subimos los tres a hablar con tus padres.

Eva – No, por favor!

Yo – Y a este idiota le van a abrir la cabeza, eso si no le denuncian por abusar de chicas menores que el.

Yo me había apartado de la puerta de entrada, le veía calcular la distancia, no se terminaba de decidir, en un momento dado dio un bote y se precipito corriendo por la puerta, yo hice el amago de agarrarlo pero sin demasiado interés. Me asome a la puerta y lo vi atravesar el jardín como una bala, saltar un muro y perderse en la noche.

Cerré la puerta.

Yo – Menuda mierda de novio que tienes.

Eva – No es mi novio!

Me acerque a ella.

Ella cerraba las piernas y se tapaba los pechos.

Yo – Bien, subamos a hablar con papi!

Eva – No te creerán! Diré que intestaste abusar de mi!

Yo – Ah, claro, la buena niña no?

Eva – Si capullo, diré que baje a la piscina y que intentaste meterme mano!

Yo – Así que por tu putiferio me quieres mandar a la cárcel?

Eva – Si, así no me miraras en la piscina.

Yo – Jajaja, vamos, te encanta, o crees que no me doy cuenta de tus poses niñata.

Eva – Era divertido, pero me quieres joder, lo siento.

Yo – Ya, cuando estas con papa y mama y te pones hacia mi levantando la espalda para que vea esas bonitas tetas. Me gustaba tu cara cuando lo hacías.

Eva – Era un juego! Esto no lo es, mi padre me mata si te creyera, no puedo permitirlo!

Yo – No te dejan estar sola en la piscina no?

Eva – No, no les gusta como me miráis!

Yo – No me extraña. Pero a ti si.

Yo – Así que eliges joderme pese a que te gustara jugar.

Eva – Si, si subes contare otra versión.

Yo – Jajaja, ya, el problema es que no soy tan cándido como crees.

Yo – Veras que buenas fotos hace mi teléfono.

Ella me miro con cara de pánico, me puse a su lado y empecé a pasar el dedo por el teléfono.

Yo – Aquí la zorrita con cara de gusto.

Yo – Aquí el amigo agarrándote una teta, por cierto, son preciosas

Yo – Uy, aquí le agarras la polla

Yo – Ups! Dios, como me gusta tu cara cuando te mete los dedos.

Yo – Le gusta agarrarte las dos tetas a la vez.

Yo – No sabes coger una polla boba, no se coge con dos dedos.

Yo – Umm, aquí te libraste por los pelos, casi te la clava.

Ella soltaba una lagrimita. La recogí con un dedo y me lo chupe.

Yo – Vamos vamos! No es para tanto, con esto y un poco mas serás la estrella de tu colegio, la de papas de la urb que se la van a machacar contigo!.

Eva – No, por favor!

Yo – Si por favor, pero es mas divertido si eres tu misma la que las sube.

Agarre su teléfono, busque en mi face su nombre y la agregue aceptándome desde su terminal.

Eva – Que? No!

Me puse entre sus piernas inmovilizándola y manejando los dos móviles.

Yo – Tu querías mandarme a la cárcel, lo de contárselo a papi no es una opción lo suficientemente dura.

Eva – por favor, para, que quieres de mi?

Yo – Primero que pidas perdón por querer joderme so puta!

Eva – Esta bien! Lo siento de verdad, no sabia que hacer!

Yo – Lo segundo baja los brazos.

Ella me miro y comprendió lo que quería, tampoco tenia opción.

Los bajo, allí estaban sus bonitas tetas, jóvenes y duras. Puse el móvil en video y lo coloque en un extremo del lavabo, era de estos con dos lavabos, había distancia de sobra para que se grabara toda la escena. Ella debió pensar que lo estaba bloqueando.

Agarre una teta con cada mano, me volvían loco, la había visto crecer en los últimos años. Le agarre el top y se lo saque por la cabeza. Su cuerpo era una escultura, le saque la falda de un tirón, allí se quedo completamente desnuda, respirando nerviosa.

Le cogí los tobillos y se los subí al lavabo quedando completamente abierta.

Yo – Así es como deberías estar siempre zorrita.

Eva – Eres un cerdo.

Empecé a pasar los dedos por su raja con una mano y a agarrarle una teta estrujándosela.

Yo – Gracias.

Eva –Para por favor!

Yo – Claro, ahora mismo!

Sujete su clítoris entre los dedos y empecé a apretarlo suavemente. Ella estiro la espalda poniéndose tensa y mirándome fijamente.

Yo – que? Ya no quieres que pare?

Ella solo me miraba, abría la boca y la cerraba pero sin decir nada.

Yo – Ves! Esto es lo que el capullo de tu novio no encontraba.

Eva – No es mi novio, mi novio es otro.

Yo – Jajaja, que puta eres! Tienes otro novio?

Eva – Si, un chico de mi cole, ese era de las fiestas de…

Yo – Y donde esta ahora el pobre cornudo?

Eva – No le llames así!.

Yo – Veras, soy el segundo tío esta noche que te soba el coño, eso sin contar que quedaras al principio de la noche con el cornudo lo que harían tres, creo que le podemos llamar así sin problema!.

Eva – No, el no me lo toca!

Yo – Peor todavía, además de cornudo tonto?

Eva – No

Yo – Si, que pasa, no quiere que le diga a sus amigos lo guarra que eres?

Eva – Exacto, hay que tener cuidado, y no soy ninguna guarra.

Yo – Claro que lo eres, una niña muy puta y muy guarra, te gusta calentar a los vecinos y dejas que te soben desconocidos, casi se te follan bonita, seguro que tu papi me agradece que salvara tu coñito de esa polla mala! Jajaja

Eva – Si se lo dices así no creo.

Yo – Estas chorreando por cierto putita.

Eva – Es que me gusta como me tocas.

Yo – Ummm, ya ya veo.

Eva – Se nota no?

Yo – Si, mas bien, veamos, tienes el coño chorreando – le metí dos dedos hasta el fondo – los pezones como piedras – mientras le retorcía uno fuerte – me encantan tus tetas. Saque los dedos de su coño y deslice uno hasta su ano acariciándolo suavemente, ella se quedo quieta mirándome, introduje la punta del dedo muy despacio, ella abrió los ojos como platos.

Yo – Ves, toda una puta! Mi puta!

Eva – No! – dijo suspirando.

Yo – Te follaron ya o no te decidiste?

Eva – Todavía no!

Yo – Pero lo estas deseando!

Eva – No se, me da miedo, no quiero que se sepa…. No se…

Yo – Mira abajo putita.

Me había sacado la polla y la apoyaba en la entrada de su coño.

Eva – Dios! No! Por favor! Es demasiado, me vas a romper!

Yo – Jajaja, no es para tanto solo una polla.

La puse en la entrada de su agujero y empuje un poco. Entro la cabeza. Ella boqueo como un pez.

Eva – No, no me hagas eso.

Yo – Te voy a follar putita. Es lo que quieres.

Eva – No, no se!

Yo – No pienses – empuje un poco mas.

La agarre del cuello con una mano y con otra cogí una de sus bonitas tetas. Seguí empujando.

Yo – Tu primera polla, mírame, quiero que recuerdes quien te follo la primera vez. Cuando me veas en la piscina quiero que abras tus piernas hacia mi para recordar este momento –

Empuje mas.

Yo – Ummm, tu himen, que delicia.

Ella me miraba con los ojos muy abiertos jadeando suavemente.

Eva – No – dijo muy suave.

Yo – Claro que si!

Y de un ultimo empujón termine de metérsela.

Eva – Dios, que gusto.

Yo – Estabas empapada zorra, ni siquiera te dolió!

Eva – No! Ni un poco! ummmm

Empecé a meterla y sacarla. Ella jadeaba. Jugaba con sus bonitas tetas mientras la follaba.

De repente paro.

Eva – No! No llevas nada!

Yo – Que niña mas lista!

Eva – Sácala!

Yo – Ni de coña, te voy a llenar el coño de leche.

Eva – No, me embarazaras.

Yo – Mas bien te preñare, hace días que no descargo, te voy a llenar el coño de leche.

Eva – Sácala.

Yo – Tu primera follada y y ya preñada, que niña mas guarra!

Eva – No, por favor.

Seguí sacando y metiendo.

Eva – por favor!

Yo – Di todo lo que te diga y me correré fuera.

Eva – esta bien!, prometido?

Yo – Claro.

Yo – Abre mas las piernas – seguí metiendo y sacando la polla de su coño.

Yo – Pídeme que te folle puta!

Eva – Follame cabrón!

Yo – Mas

Eva – Follame mas cabrón!

Eva – Follate a tu vecinita cerdo! – Jadeaba como una loca.

Yo – Que puta eres!

Eva – si lo soy! Te gusta eso eh cerdo! Follame! Vamos!

Yo – Ummm, sigue.

Eva – te morías de ganas eh!!, te veía en la piscina mirándome!

Yo – Si, quería meterte la polla, ya lo conseguí.

Eva – Cerdo…. Me encanta tu polla!

Yo – Ah, ahora la niña quiere polla!

Yo – Y que pasa con el pobre cornudo?

Ella se paro un minuto y me miro.

Eva – Que se joda! sigue!

Le apreté los pezones! Y le clave la polla hasta el fondo, la saque completamente y se la volví a clavar.

Yo – Pero que guarra saliste!

Eva – Si, lo soy, una guarra que se lía con tres tíos la misma noche y se folla a su vecino, es lo que querías oír no?

Yo – Umm exactamente!, me va a encantar ver a papi por la mañana en la piscina protegiendo a su niña.

Eva –que harás? Mirarme las tetas?

Yo – No me pondré delante vuestra y mirare las fotos mientras te miro a ti tb, sabrás lo que estoy viendo, a medio metro de tu familia que piensa que eres un pedazo de pan.

Eva – pero que cerdo eres!, sigue!

Veré tus fotos con el idiota ese, abriéndote el coño e intentando meterte la polla.

Eva – Joder! Que puta soy!

Yo – Y el video de tu primera follada.

Eva – Serás tan cabrón de estar grabándolo.

Yo – Claro!

Paro de follar y me miro, a los 5 segundos volvió a empezar a mover su culito.

Eva – Ummm, podre verlo yo también? En la pisci? Delante de todos?

Yo – si, delante de papi! Y con cascos para que te oigas pedir polla!

Eva – Si, dame polla cabrón! – grito

Ella culeaba buscando mi polla, los dos sudábamos.

Yo – Me voy a correr putita!

Eva – Si!

Yo – voy a hacerlo dentro!

Eva – Si, me da igual, quiero sentirlo!

Yo – Jajaja, pero que guarra eres – La agarre del culo y seguí follandomela.

Yo – Que quieres sentir?

Eva – Tu polla!

Yo – Donde?

Eva – en mi coño, corriéndose!

Yo – Que mas zorra?

Eva – Tu leche! Quiero sentir como te corres y me llenas el coño de leche.

Yo – Como digas!

Eva siguió – Vamos! Mírame! Llena este coñito de leche cabrón! Joder! Ummm! Así, hasta el fondo!! Como me gusta tu rabo! Vamos!! Follate a tu vecinita!! Lléname de leche!!

Di dos empujones mas y sentí como la leche subía por mis pelotas, su coño ardía, cuando noto el semen inundándola empezó a correrse, no cerraba los ojos, me miraba mientras se corría.

Nos quedamos quietos un par de minutos. Saque la polla despacio, ella dio un quejido. Me gire y me senté en el lavabo.

Yo – Límpiamela!

Eva – Que?

Yo – Que te agaches, te metas mi polla en la boca y me la limpies.

Eva – Es asqueroso!

Yo – Me vas a discutir?

Ella se agacho y se metió mi polla en la boca.

Yo – Y con esto acaba tu vida de niña buena, notas el sabor del semen y de los jugos de tu coño zorra.

Eva – Ummmm

Yo – Contesta!

Eva se saco la polla de la boca.

Eva – Si, lo noto.

Eva – Es asqueroso!

Yo – Y te gusta eh!

Eva – Si. – dijo poniendo cara de guarra y metiéndosela otra vez en la boca.

Siguió un par de minutos, la pare y le tendí un cigarro encendiendo yo otro, mientras cogí el móvil y pare la grabación.

Lo miramos juntos.

Eva – Umm, no me reconozco.

Yo – Pues eres tu.

Eva – No, es una puta, mira que cara!

Yo – Jajaja, si, no parece mi vecinita.

Eva – Bueno, y ahora que, me vas a chantajear?

Yo – Te gustaría?

Eva – No, creo que no, claro que lo de hoy tampoco me gustaba y acabe…

Yo – Acabaste?

Eva – Corriéndome?

Yo – Solo corriéndote?

Eva – Corriéndome como una loca! Esta bien así!?

Yo – Mejor!

No te voy a chantajear, tu veras, puedes volver con tu cornudo o con el patán de antes.

Eva – Y eso te lo quedaras?

Yo – Si, para verlo en la piscina!

Eva – cerdo

Yo – Puta.

Eva – Me puedes haber dejado preñada lo sabes?.

Yo – jajaja, eso tiene solución.

Eva – ¿?

Yo – Pásate por casa por la mañana, te daré la pastillita de las 24 horas.

Eva – Y nada mas? Dijo mirándome mientras me acariciaba la polla.

Yo – 24 llenándote el coño el culo y la boca de leche te parece bien?

Eva – Ummm, no suena mal, pero me tendrás que enseñar.

Yo – Como lo hacemos con tu papi?.

Eva – Tardo una hora en ir a comprar el pan, si te acercaras antes de las 11 a comprarlo tu tendríamos tiempo.

Yo – Jajaja, que guarra eres, y por la tarde?

Eva – umm, estoy pensando en ir al cine y a tomar un helado.

Yo – jajaja, que zorra eres, buenas noches putita.

Me baje del lavabo, me vestí y guardándome su ropa interior…

Eva – A la una bajare a la piscina, bajaras después de mi visita?

Yo – Por supuesto, y los veremos juntos.

Eva – Los?

Yo – Clase de chupar pollas por la mañana.

Eva – ummm, será asqueroso?

Yo – Si

Eva – Y me gustara?

Yo – Tu que crees?

Eva se relamió pasando la lengua por sus bonitos labios

Eva – que si – dijo sonriendo.

Bueno, primer relato, opinar por favor, y votarlo, es la manera de saber si voy bien.

Si alguien quiere agregarme yo encantado.

luckm@hotmail.es

skype: luckmmm1000

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Los quite por que pense que alguien cercano habia descubierto una faceta mia que preferia mantener en privado, no fue así así que aqui los teneis otra vez.

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