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Relato erótico: “Marieta” (PUBLICADO POR DOCESTRANGE)

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Marieta por aquí, Marieta esto…Marieta lo otro. Como el lector ha adivinado, la protagonista de esta historia se llama Marieta. El motivo por el que se llama así es algo con lo que podemos vivir si lo conocemos. Marieta es la típica niña buena, de ir a misa los domingos, tener buenas notas y preocuparse por ser obediente, buena hija y mejor hermana. Trabajaba de funcionaria en la consejería de agricultura de una pequeña ciudad de provincias que tampoco viene al caso. Ella es buena compañera, ayuda a todo aquél que se lo pide de manera desinteresada, además de llevar a cabo su trabajo, nunca le han reprendido.

Tiene un novio formal con el que lleva saliendo desde el instituto, nunca ha tenido sexo, siempre ha decidido esperar al matrimonio como manda la iglesia. Tampoco sabe lo que es un orgasmo, porque masturbarse es pecado. Todo en su vida es orden, control y obediencia. En el aspecto físico, nuestra protagonista no es nada del otro mundo, bajita, pelo castaño, ojos color miel y no destaca ni por tener unas tetas de infarto ni por un culo rocoso, aunque no lo sabemos, siempre viste con ropa holgada y rara vez la han visto maquillada, es una mujer normal que pasa desapercibida por donde va. A excepción de una cosa, le encantan las motos. Su padre era un motero empedernido, recuerda cómo se escapaban los domingos a limpiar la moto, su padre le enseño a conducirlas y cómo estuvieron castigados los dos un mes cuando su madre se enteró. Quizá por eso ella se sacó el carnet de moto a escondidas y quizá por eso a su madre le dio un soponcio cuando su hermano se chivó que se había comprado una vespa de 250cc. La cual tuvo que vender por imposición materna pese a las súplicas, al final ella como hija obediente accedió. Poca gente sabe que esa es su pasión y que de vez en cuando alquila una para quitarse el gusanillo.

Nuestra historia sería anodina, si no fuera por una serie de catastróficas desdichas que afectaron y de qué manera a nuestra protagonista. Marieta, sufrió mucho ese año, su madre murió de manera fulminante mientras compraba naranjas en el Mercadona, su padre al que quería más que a nadie en el mundo sufrió un colapso durante el entierro y murió abrazado al féretro de su madre, ella siempre dijo que murió de pena. Marieta tenía dos hermanos que vivían fuera de España y decidieron vender la casa de sus padres,  que valía un buen dinero, con lo que ella en poco menos de un par de meses se vio sola, sin casa y sin familia. Con su parte y el dinero que tenía ahorrado, su novio que trabajaba en Bankia, la convenció para que invirtiera en acciones preferentes de su banco, con la intención de venderlas cuando saliera a bolsa y que de esa manera pudieran comprar un chalet adosado en aquella urbanización que a ella tanto le gustaba junto al campo de fútbol. Marieta cedió como buena niña obediente que era accedió pensando que su novio sabía bien lo que le convenía a ambos.  Mientras tanto ella se iría a vivir a un pisito que los padres de Pancho le alquilarían a un “módico” precio, estaba en su barrio y eso era lo que más le gustaba.

Aún se le erizan los pelos de la nuca cuando recuerda aquél día, esa misma mañana se había levantado con molestias en la garganta, no se encontraba demasiado bien y además notaba la cabeza muy embotada. No obstante, decidió que se iría a trabajar. Nada más verla su jefa de servició, le obligó a irse a casa, no quería una epidemia de gripe en plena campaña de tramitación de la P.A.C. Marieta como obediente que era accedió a irse a casa de mala gana. Nada más llegar a casa, la chica se tomó un paracetamol, una sopa caliente con tropezones de pan y se dejó caer rendida en la cama. Sudó tanto que tuvo que cambiar las sábanas y el pijama más de tres veces. La fiebre alta hizo que tuviera un sueño de lo más raro, ella iba montada en una moto, se notaba que disfrutaba como nada en este mundo, pero de repente el manillar de la moto se transformaba en una polla enorme, ella la lamía como en aquella película que vio a escondidas con su prima, dejando un reguero de esperma caliente en su boca, que no acababa y a Marieta no le importaba, succionaba y succionaba hasta que se le salía por las comisuras de los labios inundando su pequeño pecho cubierto por una chupa de cuero de lo más motera, momento en el que ella se despertó sobresaltada. Con la respiración entre cortada, decidió hacerse una infusión y darse un baño templado para bajar la fiebre. Eran las seis de la mañana y resultó que llevaba más de dos días seminconsciente en la cama. El baño templado, le gustaba, era una sensación de relajo que le hacía sentirse bien consigo misma, miró por debajo de su cintura y encontró un coño oscuro y lleno de vello. Sus tetas eran pequeñitas como manzanas pero firmes. Entonces se tocó y notó un ligero escalofrío que recorrió su espina dorsal hasta la nuca. Jugó con el pequeño botoncito que salía de su vulva, lo acarició suavemente en pequeños circulitos para intentar reproducir esa nueva sensación que tanto le había gustado, su respiración se fue entrecortando hasta que se produjo el milagro, Marieta había tenido su primer orgasmo, se había hecho de esperar porque ella ya había sobre pasado los treinta años, pero le dejó una sensación de relajo y de felicidad que nunca antes había experimentado. «Si eran así de buenos, había perdido el tiempo», pensó.

Nada más salir del baño, se secó y se hizo un buen desayuno, con zumo de naranja un café con leche y unas rebanadas de pan con aceite de oliva. Lo había decidido; ¡Ya era hora de que tuviera relaciones con su novio! Eran las siete de la mañana cuando decidió conectar la radio para saber que se había perdido, la noticia no podía ser más desalentadora. Bankia estaba siendo intervenida por el Banco de España, todas las noticias iban por ese palo, ella estaba preocupada porque había invertido toda su herencia en eso que se llamaban preferentes y que su novio le había dicho que era una inversión segura. Ni corta ni perezosa, se fue para la casa de su Pancho, pensando en que aún no había ido a trabajar. A pesar del gripazo, a ella le daba lo mismo, se vistió y salió corriendo para la casa de este que estaba muy cerca de su casa. Abrió la puerta con la llave que tenía. Nada más entrar, se encontró a su novio empotrando a una mujer contra la mesa del desayuno, se quedó ensimismada viendo cómo su novio totalmente desnudo la penetraba por detrás mientras ella decía “esto no te lo da la tonta de tu novia”. Ella se quedó atónita ante tal espectáculo, los amantes no se habían percatado de su presencia por lo que ella se fue dando un portazo, corrió escaleras abajo llorando como una niña.

Marieta deambuló como un zombi durante horas, sin rumbo fijo, cuando se quiso dar cuenta, estaba en un barrio de la periferia. Estaba anocheciendo y no se fijó hasta que alguien le preguntó si quería comprar coca. Entonces salió de su trance, cuando alguien le puso la navaja en el cuello, no tenía dinero, pero no sabía el motivo por el que no gritaba, y no lo hizo hasta que el agresor le echo la mano a la entrepierna y entendió que no era precisamente pasta lo que quería. Gritó como una condenada, nadie le hizo mucho caso, en esos barrios todos van a su bola, estaba a punto de desvanecerse cuando alguien acudió en su auxilio, fue rápido y efectivo dos sopapos y el tío salió huyendo en un mar de amenazas y maldiciones. Marieta se quedó flaseada cuando vio que la persona que lo había salvado era una mujer.

Su salvadora, se arrodilló junto a ella interesándose por su bienestar. No podía dar crédito, ¿cómo una mujer menuda como ella pudo doblegar a su asaltante?

        ¿Seguro que estás bien?, ¿te ha hecho algo ese cabrón?…

        Seguro, ahora sólo quiero ir a casa…no me encuentro muy bien la verdad.

        Si quieres te acerco, espero que no te de miedo ir en moto. Por cierto, soy Quina.

        Marieta, encantada y no, no me da miedo he tenido moto. De hecho tengo el carnet, pero hace mucho tiempo que no conduzco una. – Dijo Marieta mientras se subía en la moto de su salvadora.

El hecho de subirse de paquete en la moto de la chica hizo que recordara, con lágrimas en los ojos cómo su padre la subía en su vieja Sanglas 500 y se iban a dar una vuelta y tomar un helado, su madre siempre se enfadaba pero no mucho la verdad. La chica la dejó en el portal de su casa. Una vez en la casa, Marieta casi se desvaneció, lo que le hizo darse cuenta de que su estado había empeorado bastante, aún se sentía con fuerzas para calentarse un poquito de caldo para luego darse una ducha con agua tibia y descansar.

Durante su sueño intranquilo, volvió a tener el sueño raro muy parecido al de la otra noche, durante el cual, el asiento de la moto se convierte en una polla enorme sobre la que Marieta, bota y grita mientras se pellizca los pezones. Esta vez se despierta con la respiración entre cortada y con la respiración entrecortada. Todo su cuerpo está impregnado de un sudor frío, está desconcertada, no sabe cuánto tiempo ha pasado, el timbre de su puerta suena sin parar. Se pone un pijama seco y abre la puerta, desconcertada al ver que es su novio que fuera de sí le dice:

        ¿Cómo puedes estar durmiendo tan tranquila?… ¡De verdad que lo tuyo tiene cuajo!

        ¿Qué pasa?…

        ¿Aún preguntas? ¡Eres idiota!…Bankia ha sido intervenida por el Banco de España, ¡Lo he perdido todo!

        ¿Y mi dinero también?…

        Sobre todo tu dinero, la verdad es que yo no llegué a comprar preferentes. No me gustó mucho.

        Y a pesar de todo, ¿invertiste mi herencia?…

        Yo tenía el dinero en otras cosas, si hubiera tenido lo hubiese hecho…así son las inversiones…– Dijo su novio mientras se servía un café.

        ¿Y ya está?, ¿Sólo se te ocurre decir esto?… ¡Me has dejado en la ruina, hijo de la grandísima puta! No sólo eso, ayer supe lo que pasó…fui a tu casa y te vi…

        ¿Qué viste? – Dijo Pancho con cara de pocos amigos. – ¿Viste que me follaba a una mujer de verdad?, no me jodas, me voy a quedar en el paro y tú sólo piensas en tu puto dinero y en que me he follado a una mujer. Eso normal, estoy seguro que lo hacía hasta tu padre.

        A mi padre no lo mentes, para hablar de mi padre te lavas primero la boca ¡Hijo de  mala madre! –Hasta la misma Marieta se sorprendió de usar ese lenguaje, pero la suerte estaba echada.

        ¡Mira tía, Estoy harto de ti!…

        ¡Yo sí que estoy harta!… ¡Eres infiel, me estafas y encima te lo tengo que agradecer!… vete que no te quiero ni ver.

        ¡Te recuerdo que vives en casa de mis padres!, ¡La casa es mía!…

        No te preocupes, mañana me iré a una pensión…pero no quiero volver a verte en mi vida, así te podrás follar al putón verbenero sin tener que interrumpirte… ¡Desgraciado!…–Dijo Marieta antes de echarse a llorar.

        ¡Eso es mentira!….– Pancho viendo que se le acababa el chollo intentó cambiar de estrategia. –Marieta, mira cariño…estás enferma, no montemos un escándalo. Descansa un poquito, mañana lo hablamos, seguro que ha sido algo que has soñado con fiebre y te ha parecido un sueño…Vamos mi amor.

        ¡No!…no lo soñé. En cuanto me cure la gripe, me iré a vivir a otra casa, no quiero volver a verte. En cuanto al dinero, vete haciendo a la idea que te llegará una demanda al banco y a ti por estafa…Ahora si me permites, déjame tranquila, no quiero volver a verte.

        ¡Estúpida!… ¿De verdad piensas que te vas a salir con la tuya?, ¡Sal de mi puta casa ya!…eres una ocupa que te has quedado con ella… ¡FUERAAAAA!–Dijo Pancho mientras la empujaba a la puerta de la calle.

        ¡Y una mierda!…¡ZAS!…–Dijo Marieta mientras le daba una patada en los huevos una hábil maniobra para conseguir el propósito buscado por ella que no era otro que echarle a la calle mientras le empujaba con una fuerza sobre humana fuera del piso.

Marieta, sabía que tenía que actuar rápido, sabía que el padre de Pancho tenía buenos amigos en la policía, y más pronto que tarde la echarían de la casa. No tenía muchas cosas que guardar, su ropa, su portátil y poco más. Los recuerdos de casa de sus padres estaban almacenados en un trastero que había alquilado, cuando se quedó huérfana. En cuanto al dinero, lo tenía repartido en dos cuentas, una en el banco de su ex con unos cinco mil euros, en la otra, cerca de treinta mil. Esa era su hucha, cuando empezó a trabajar, su madre la convenció para que tuviera una cuenta a parte en la que ingresara unos trescientos euros al mes con la intención de poder atender casos de emergencia. El problema era la otra, y es que aun siendo ella la titular, su novio tenía firma y poder para bloquearla si fuera preciso. No se equivocó, cuando se metió en internet para trasferir el dinero a su cuenta “hucha”. El muy hijo de puta ya la había vaciado, demostrándole, una vez más,  que lo de hoy era algo calculado.

Se sentía estafada, ahora notaba cómo se reía con aquella tiparraca, de hecho no estaba segura de que toda su herencia se hubiera perdido con la mala inversión de la preferentes, no había firmado nada y la documentación de haber comprado esa mierda no estaba en su poder. La conclusión fue demoledora, su novio la había estado robando y ella no se había dado cuenta. Se sentó en la cama y lloró desconsoladamente. Su mundo se terminaba de derrumbar, ¿por qué? Se decía, ¡Soy buena persona!…

Después de la llantina, se fue a ver a su párroco, ¡Eso es!, ¡Don Eusebio le entendería! Después de recoger sus cosas, se fue para su parroquia con la intención de contarle al cura lo que había pasado. La conversación fue bizarra a más no poder, porque su párroco enseguida se puso de parte, que si eso era imposible, que era un error, que su familia era intachable, que no podía ser. Terminó la conversación llorando desconsoladamente, no tenía a nadie a quién acudir y no quería parecer una refugiada por lo que se alojó en un hotel, una vez en la habitación lloró desconsoladamente sola sin familia y amigos a los que acudir. ¿Qué había hecho ella? Se preguntaba sin parar. Se metió en la cama y lloró silenciosamente durante varias horas. Hasta que se hizo de madrugada. Se sentía mal, y se duchó por hacer algo, cuando estaba enjabonándose recordó las sabias palabras de su padre «Cuando te caes de la moto, sólo tienes que levantarte y subirte en ella otra vez, si no, le cogerás miedo y así no puedes ir por la vida. Lo único que tienes que hacer es analizar lo que has hecho mal en la trazada para intentar no volverte a caer». Esa frase le vino a la cabeza como una revelación, no puedo seguir así, tengo que ser más fuerte. Se notó que no tenía ganas de nada pero tenía que seguir adelante. Con las mismas se vistió y se fue para el trabajo.

Cómo había faltado sin avisar un par de días, su jefa le echó una bronca tremenda, que no pudo más que echarse de nuevo a llorar y contarle lo que había ocurrido. Pepa, que así se llamaba, no pudo más que abrazarle y ofrecerle su apoyo. Marieta se lo agradeció, era la primera vez que alguien se había puesto de su lado y declinó la oferta de coger una baja por depresión, sabía que caería en ella si no mantenía la mente más ocupada.

Al terminar su jornada, se acercó Pepa y le dijo que la acompañara, quería presentarle una persona, ella la acompañó un tanto extrañada, bajaron hasta el sótano donde estaba el departamento de informática. Aunque bajaba con frecuencia, no le gustaba ir. Los informáticos suelen ser bastante reservados y en la zona en concreto era donde controlaban que se cumpliera con los cultivos mediante imágenes de satélite. Sólo quedaba una persona allí. Era relativa alta, llevaba puesta una cazadora de cuero una camiseta de los Ramones, unos jeans rotos y botas militares. Todo ello aderezado con una ausencia de higiene bastante preocupante. Ella miró a Marieta de arriba abajo, fueron unos segundos incómodos hasta que Pepa, con cara divertida les presentó:

        Marieta, ella es Francisca, pero todo el mundo le llama Paka, con “k” ojo. Es la jefa del servicio de informática y una buena amiga mía.

        Encantada…–Dijo Marieta.

        Igualmente…¿Es lo mejor que me has encontrado?– Dijo Paka con muy mal estilo.

        Sí, Marieta, ¿Te estarás preguntando qué haces aquí? –Le preguntó Pepa.

        Pues sí la verdad…

        Como ya te he dicho, Paka es una vieja amiga mía, hace unos días me preguntó si conocía a alguien fiable para compartir su piso. Esta mañana cuando me has contado lo que ha pasado me he acordado y te ofrezco la oportunidad de conseguir un alojamiento barato. Y no conozco a nadie más honrada que tú, además te vendrá bien estar acompañada, tragos como el tuyo son difíciles de tragar y más si lo haces sola.

        Ya, entiendo. ¿Dónde vives?

        En el polígono sur, aunque imagino que es un sitio que a ti no debe gustarte mucho, pero no es mala zona.

        No es mala zona, un poco alejada, pero no me disgusta. ¿Cuánto cuesta?

        El piso es mío…por trescientos euros al mes puedes quedarte, como usuaria de pleno derecho, tengo WIFI de banda ancha. Hay dos habitaciones grandes con cuarto de baño individual cada una, salón y trastero. Puedes usar la cocina y los electrodomésticos a tu antojo, aire acondicionado y calefacción. Los gastos de luz y gas van a medias, el garaje lo uso yo, pero la zona es muy buena y puedes aparcar en la calle. ¿te interesa?– Preguntó Paka.

        Eso no es problema, me puede interesar la verdad… ¿Cuándo puedo trasladarme?

        Por mí hoy, mi antigua compañera se largó hace dos meses y tengo la habitación vacía. –Respondió Paka un pelín más relajada. –Si vienes recomendada por Pepa siempre eres bienvenida, ¿a las siete te viene bien?

        Pues no se hable más esta tarde a las siete me paso con mi maleta y me instalo. Si vienes recomendada por Pepa, para mí está bien. –Dijo Marieta mientras le estrechaba la mano a su nueva compañera de piso.

Al salir de la consejería Marieta se encontraba sorprendente bien, expectante ante los nuevos cambios. «No puede ser peor» se decía a sí misma. Marieta comió en un bar, estaba cansada y se fue a dormir un rato al hotel hasta la hora a la que había quedado. Tuvo otro sueño extraño en la que una vez más iba montada en la moto, una moto negra tipo custom, se sentía poderosa encima de ella, en un momento dado, la moto se paró y ella bajó del vehículo. Sorprendentemente, se convirtió como por arte de magia en un hombre totalmente desnudo con una polla enorme, ella incompresiblemente se arrodilló para chuparla. Marieta succionaba con gula, la polla se puso dura y más grande, tanto que a duras penas le cabía en la boca. El tipo le abrió la chaqueta de motera en un brusco movimiento y dejó sus pequeños pechos al aire con unos pezones marrones en punta debido a la excitación del momento. Para empezar a succionarlos, mientras ella se desabrochaba el pantalón. Su amante no era nada delicado pero a ella le gustaba que fuera así de rudo, tanto que la giró sobre sí y la empaló desde atrás. El macho, se la había ensartado de golpe, empujaba con fiereza mientras ella berreaba como una perra en celo sólo quería más ya a cuatro patas. Cuando ella se corrió en el sueño despertó de manera súbita. Estaba sudando y jadeando de excitación, notó como sus bragas estaban empapadas de puro sexo, había tenido un orgasmo de puro placer. Aturdida por esa nueva sensación se dio una ducha que la reconfortó en cierta medida.

Eran las cinco de la tarde cuando salió de la habitación para darse un paseo y relajarse un poco. Así que vagabundeó un rato por las calles alrededor del hotel. Entonces paró en una tienda de motos y la vio, no podía creerlo, era la moto de su sueño, una Kawasaki Vulcan S. Pasó a la tienda para verla más de cerca, era idéntica, en color negro mate. Se quedó muda nada más verla. El comercial de la tienda se acercó y le dijo:

        ¿Es bonita verdad?

        Sí…muy bonita, ¿Cuánto cuesta? –Dijo ella sorprendida por preguntarlo.

        Ahora la tenemos en oferta, lleva un motor de 650cc de dos cilindros y cuatro tiempos, está limitada para el A2 y trae el ABS. Por 6.999€ te la puedes llevar puesta y te regalamos el seguro y un casco de regalo.

        ¿Si te la pago con una transferencia bancaria, cuándo la podría tener?

        Pues si es del mismo banco yo recibo el dinero en el acto, me dejas la documentación y te la transfiero mañana, pero si quieres te dejo un certificado de la gestoría y te la puedes llevar ya. ¿Con qué banco trabajas?

        Con la Caja Rural…

        Con ellos tenemos cuenta…si quieres te dejo un ordenador y me haces ya la transferencia. –Dijo el vendedor en broma porque no pensaba que alguien de la pinta de Marieta le pudiera comprar una moto así.

        Vale…si me regalas una chupa, unas botas moteras y unos guantes, me la quedo, déjame el ordenador que te hago la transferencia ahora mismo. –Respondió Marieta sin pensarlo.

        ¿Seguro?…mira que esta moto es fácil de llevar pero requiere ciertos conocimientos.

        Si no la quieres vender, dímelo…

        ¡Nooo!, tranquila, déjame que lo consulte con mi jefe y te digo algo.

Al cabo de un rato, vino el jefe del concesionario, que enseguida reconoció a Marieta, era Luis, un viejo amigo de su padre de cuando iban a la sierra en moto los domingos. Se alegró de verla tanto de verla que aceptó las condiciones sin más. Mientras hacían el papeleo, recordó la venta de su vieja Sanglas y un par de anécdotas graciosas. De la ropa que tenía el señor eligió una Belstaff liberator lady cruzada de cuero y unas botas negras, el casco era un NZI modular negro mate, se portó bastante bien, porque lo que había elegido era bastante caro.

Una vez comprobado que estuviera el dinero ingresado en su cuenta, salió montada en su flamante moto, nada más arrancarla, sintió como la vida se reactivaba en su interior y la sangre fluía con más rapidez que nunca. Su maleta era muy grande para llevarla en la moto, pero no le importó, como no sabía dónde estaba la casa exactamente contrató un taxi para que se la llevara. El hecho de moverse con libertad por la carretera con su moto le hizo sentir poder, por primera vez en mucho tiempo era feliz y sentía como la independencia se apoderaba de ella. Marieta estaba satisfecha con la locura que había hecho.

Al llegar a la casa de Paka, le estaba esperando en el portal, no pudo dar crédito a lo que vio, cuando Marieta se quitó el casco y pagó al taxista. Se quedó alucinando viendo la moto y sólo acertó a decir.

        Jamás lo hubiese imaginado, ¡vaya moto!, no está mal para una mojigata.

        La acabo de comprar, sé que es una locura… ¿Subimos? –Dijo Marieta sonriente, pero pronto desapareció cuando abrieron la puerta de la casa.

        Sé que soy un poco guarra pero la verdad es que no había tenido mucho tiempo para limpiar. – Dijo Paka.

La casa estaba llena de mugre, la suciedad hacía que los pies se pegaran a su paso, «Esta tía no limpia la casa desde los noventa», pensó Marieta, que no sabía si vomitar o salir corriendo. A pesar de la mierda, era coqueta. Su habitación era amplia, el hecho de tener un cuarto de baño propio le convenció porque la verdad no le hacía gracia compartir cuarto de baño con esa gorrina. Una cocina llena de cacharros, restos de comida y grasa, el sofá y el salón parecía sacado de una película de torrente. Por último la inquilina llegó a una puerta que estaba cerrada con llave y que Paka la justificó como un trastero que no quería que tocaran, como era una especie de hacker, Marieta pensó en una habitación con ordenadores y pantallas. Después de meter la maleta en su habitación, su compañera le dijo que se iba al gimnasio de aquí al lado, para que se pudiera instalar tranquilamente, al tiempo que le daba un juego de llaves.

Marieta estaba hecha muy cansada, pero no podía vivir allí con tanta suciedad, aunque el precio era muy barato y estaría alejado de su temible novio. Revisó lo que había de limpieza, la verdad es que no había gran cosa, por lo que bajó a la droguería de al lado a comprar limpiadores, escobillas, estropajos, lejía y demás utensilios. Gracias a Dios que el piso era más bien pequeño. Se puso manos a la obra, para no ensuciarse se quedó en bragas y una camiseta de algodón y se puso manos a la obra, empezó con su habitación y su cuarto de baño. Eso fue relativamente sencillo, la cocina era más bien enana pero tenía más mierda que el rabo de una vaca. Frotó, llenó diez bolsas de basura y dejó para el final el salón. Serían las doce de la noche cuando apareció Paka y se encontró el culo de Marieta en primer plano que estaba frotando una mancha de algo irreconocible en el suelo. Pero lo que más le llamó la atención era la frondosa mata de pelo que asomaba por los flancos de su ropa interior de algodón. Pensó, «La monja esta debe de tener telarañas en el coño ¿Cómo puede hoy alguien llevar el coño rebosante de pelo». Pero también se sorprendió de ver cómo lucía su piso limpio y ordenado, nunca pensó que los azulejos volverían a ser blancos. Ver la panzada de currar le hizo sentir cargo de conciencia, por ver a la pobre chica enfangada en la limpieza nada más llegar. Con cara de pocos amigos, Marieta se volvió hacia ella y le regañó:

        ¿Cómo puedes vivir así?…

        Eso me pregunto yo todos los días, pero al final siempre lo voy dejando…, siento llegar tan tarde, pero es que me he liado en el gimnasio y al final se me ha ido el santo al cielo. ¿tienes hambre? Si quieres bajo al bar de la esquina y traigo unos bocadillos para cenar.

        No suelo cenar, la verdad, pero tanto trajín me ha dado hambre…mejor me ducho y bajamos para que no pongamos en medio, ¿te parece?

        Perfecto yo invito.– Contestó Paka que todavía no podía imaginar cómo se podía limpiar tanto en tan poco tiempo.

Marieta fue rápida se duchó, se vistió con unos pantalones y una blusa negra, a pesar de las ojeras se vio guapa. Tomaron unas tapas y poco más en el bar de Frasquito, se dieron una vuelta por el barrio cuando ocurrió algo inesperado, un asaltante quiso atracarlas, sin saber cómo, Paka agarró al tipo que cuando se quiso dar cuenta, estaba en el suelo con la bota de su amiga en el cuello, le dejó de regalo una fractura en uno de los dedos con la advertencia de que no volviera por ahí. La joven, había alucinado con la acción tan rápida y precisa de su compañera, aunque lo había visto la noche anterior, seguía pensando que era imposible que una mujer fuera capaz de hacer esas cosas, y la miraba con una mezcla de recelo e incredulidad, además, le había excitado en exceso lo que había visto. Una vez en casa y acomodadas en el sofá, su casera le preguntó:

        ¿Qué te pasa?, ¿te he asustado?…

        No, que va…estoy más bien impresionada. ¿Dónde has aprendido a hacer eso?…

        En la legión…

        ¡Venga ya!… – protestó. ¡No te burles de una tonta como yo!

        Es cierto, yo no vengo de una familia normal, mi vida no ha sido sencilla, me tuve que alistar en el ejército para escapar de la miseria de un padre borracho y una madre puta. Del primero aprendí a esquivar los golpes, de la segunda a controlar a los hombres. Con dieciocho años me largué de casa y nunca más he vuelto, no les debo nada, ni ellos a mí. No les guardo rencor, ni nada por el estilo, no tuvieron suerte en la vida. Aunque no te lo creas los sigo queriendo, están internados en una residencia de ancianos que pago yo, no les visito nada más que un par de veces al año, pero los gastos los pago yo, con mi sueldo no puedo mantener la hipoteca y la residencia por eso alquilo una habitación.

        Y el judo lo aprendiste en el ejército…

        No es judo, son ejercicios de defensa personal, es una mezcla de todo un poco, de hecho complemento mis gastos dando clases a en el gimnasio y en la parroquia los viernes a mujeres que son víctimas de sus parejas. Al agresor de esta noche, lo conozco y le tenía ganas…es un desgraciado que pega a su pobre madre.

        Alucino contigo Paka, legionaria, informática…eres una caja de sorpresas. –Dijo Marieta con verdadera devoción.

        En el ejército hay mucho tiempo libre, estudié ingeniería informática durante los diez años que serví. Podía haber accedido al cuerpo de oficiales al ser licenciada, pero estaba cansada y pero no quería perder el tiempo libre del que disponía, así que me preparé la oposición…mientras era stripper los fines de semana y me coloqué como informática en la junta.

        Espera…¿fuiste stripper?..–Preguntó una Marieta cada vez más alucinada.

        Sí, claro entiendo que para alguien tan mojigata como tú sea algo sucio, pero yo con veintiocho años estaba realmente buena, el sexo es algo normal tan necesario para el ser humano como el respirar o comer. – Dijo la ex-legionaria

        No lo sé, el día que me decidí a tener sexo con mi novio…lo pillé follándose a una rubia. No sé lo que se siente, aunque últimamente mi cuerpo no está para alegrías…–Contestó Marieta entre sollozos.

        Ahora entiendo todo, en mi departamento siempre hemos pensado que eras opusina o algo así, tus formas de vestir, tu eterno novio. No sé pero siempre pensé que eras una gilipollas estirada.

        Bueno, yo siempre pensé que eras una lesbiana castradora, o eso me dijo mi ex la primera vez que te vio.

        Soy bisexual, disfruto del sexo en todas las perspectivas posibles, soy ama, sumisa, amante, querida…puta. Cuando cumplí los quince, mi madre me llevó a su lugar de trabajo para que supiera lo que hacía. Al principio la odié, pero ella me dijo que no lo odiara, ella ganaba dinero y sustentaba a la familia mejor que si fuera limpiando escaleras. Me preparó para disfrutar del sexo, si le hubiese tocado vivir hoy sería una blogera de éxito y tendría millones de seguidores ávidos de aplicar las enseñanzas que tenemos hoy. Fíjate y una mujer así está en una residencia sometida al yugo del Alzheimer.

        Entiendo, yo me crie en una familia acomodada, mi madre era muy estricta en lo que a la moralidad se entiende, mi padre era el guay de la casa, me iba con él a montar en moto, la afición la heredé de él, con quince me dejó manejar su moto por primera vez, con dieciocho ya me iba a hacer rutas con él. Soy buena conduciendo motos, no me llevo bien con mis hermanos, ellos viven fuera de España, los veo cada cierto tiempo. Yo cuidé de mis padres, hasta que murieron casi seguidos hace ya tres años. Mi novio me estafó, me ha robado el dinero de la cuenta conjunta, me ha echado de la casa que alquilaba a sus padres y tengo mucho miedo…gracias a Dios, que tenía mi cuenta secreta. Hoy he cometido mi primera locura, me he comprado la moto. Siempre he sido la tonta de todo el mundo. –Se sinceró Marieta.

        Marieta, no puedes vivir con miedo, ¿Qué años tienes? ¿cuarenta?

        Noo que va, llevo trabajando en la junta desde los veintidós, me preparé las oposiciones mientras estudiaba la carrera y entré a la primera.

        Yo tengo treinta y cinco años, aparentas ser mucho mayor. Hoy es el primer día de tu nueva vida, hoy te pienso acoger bajo mi tutela para que seas una nueva mujer. Y de momento ahora vas a irte a dormir y a descansar. Mañana tenemos que madrugar, que tenemos muchas cosas que hacer. Te preparé una infusión que tomábamos en Ceuta para conciliar el sueño, al día siguiente verás las cosas con una perspectiva distinta.

Marieta no sabía lo que tenía la infusión, pero es cierto que hacía años que no se levantaba tan descansada y reconfortada, pero no había tenido sueños raros como los de estos últimos días, eso le desagradó más. Cuando despertó, se dio una ducha rápida y salió a elegir su ropa, de repente se dio cuenta de que toda ella era…digamos que viejuna a pesar de ser buena, sería lo que se pondría una señora de sesenta años. Paka la sorprendió mirando a su armario totalmente desnuda. Ella con una sonrisa, le dijo. –Tienes mucho potencial, sólo necesitas un par de retoques y serás una auténtica fulana, como yo. Marieta se dio la vuelta y se tapó con lo primero que vio. Paka, se quitó el albornoz delante de ella y le dijo mientras le que la puso delante de un espejo. –Aprende a quererte, los cuerpos desnudos son hermosos, a partir de ahora, iremos desnudas por la casa, ¡mírate y mírame!… ¿Qué ves?…

Paka totalmente desnuda era una mujer hermosa, tenía unas tetas bonitas redonditas, firmes y rematadas con unos pezones rosas preciosos, Marieta nunca antes había visto una mujer desnuda tan cerquita, sus piernas eran rocosas y marcaba unas abdominales impresionantes. Jamás pensó que debajo de toda esa ropa se escondía un cuerpo tan perfecto. Seguramente, debido su preparación militar. Cuando se dio la vuelta, tenía un culo perfecto con un tatuaje, pero hubo algo que le llamó más la atención, su pubis terso y ausente de vello, nada que ver con el de Marieta cubierto hasta la cintura de una espesa mata de color oscuro. En

        Tócame, sin miedo…eres muy guapa, hay que quitarte un par de capas de vello, cambiar ese look y comprarte ropa nueva. – Dijo Paka mientras ponía las manos de Marieta en sus pechos.

        ¡Son duras!…¿puedo tocarte ahí abajo?.

        ¡Claro, tontita! – Contestó Paka mientras se abría de piernas para le pudiera tocar mejor. –Se me ocurre algo…y tenemos mucho trabajo que hacer mientras salía corriendo y cogió el teléfono…marcó un número diciendo; – Pepa, Marieta y yo no vamos a ir a currar, danos cobertura porfa, la pobre está hecha una mierda y total hoy es viernes tampoco tenéis mucho que hacer…si ya lo sé, pero va, somos las más eficientes en nuestros departamento, ayer vi que ella lleva más de mil horas regaladas al estado y yo llevo otras tantas, va…no seas así, muchas gracias…adiós preciosa.

Paka colgó ante la mirada incrédula de su compañera de piso. ¿Ves como no es tan difícil?…ahora vamos a trabajar, que como te he dicho hoy tenemos mucho que hacer.

        ¿Qué vamos hacer?…

        Pues primero ir a comprar ropa, vamos a ir en mi coche porque en tu moto no puedes llevar tanta cosas que necesitas, pero antes, voy a raparte el chichi, tengo todo lo necesario yo me lo hago.

        No sé, eso de depilarme ahí abajo…me da cosa, no lo veo muy higiénico, además debe de doler bastante. No sé no me veo…

        Tú déjame hacer…te voy a cuidar con cariño, además mira que desastre tienes ahí abajo, ¿cómo puedes tener todo ese matojo?, ¿Qué haces en verano cuando vas a la playa?…¡mírate! si te rebosa por todos los lados…

        Yo me pongo en tus manos, pero no me lo recrimines más, demasiado mal estoy por lo mío para que encima me pongas a parir….¡jolines!…

        ¿Jolines?…¿Qué coño es eso? A ver, grita conmigo ¡JODER!…–Gritó Paka, de tal manera que no dejó lugar a dudas su paso por la legión.

        ¡joder!…–Dijo Marieta sin convicción alguna.

        ¡ASÍ NO! – Gritaba Paka.– ¡JODER!, ¡HOSTIA!, ¡ME CAGO EN LA PUTA!…¡ASÍ SE BLASFEMA!…Si no lo gritas así, nunca podrás salir del bucle en el que estás, la vida exprime a pringadas como tú, expuestas a que el primer listo le robe hasta el ajuar de sus padres…y ahora ¡GRITAAAAA!.

        ¡JODER!, ¡HOSTIA!….¡PANCHO ME CAGO EN TU PUTA MADRE!, ¡HIJO DE PUTA!, ¡CABRÓN!…¡CHORIZO DE MIERDA!…¡TE METERÍA UN PALO ROMO POR EL CULO Y TE LO SACARÍA POR LA BOCA, HIJO DE LA GRAN PUTA!….–Marieta se vino abajo después de decir esto y se echó a llorar, al tiempo que Paka la abrazaba con cariño, Marieta lloraba diciendo…–¡Enseñame!….¡quiero ser una mujer libre!.

        Por ahí se empieza cariño, hoy vamos a arreglar tu aspecto, acabas de realizar el primer paso de mi plan personalizado de defensa personal. No sólo hay que ser fuerte físicamente, nada de lo que aprendas de defensa física vale si tu mente es débil. Ahora, túmbate en la cama sobre una toalla, te voy a dejar el coño como el de una Nancy.

Su compañera resultó ser una esteticién bastante buena, según ella, fruto de su época de stripper, en vez de cera usó el sistema que usan las  mujeres de los países árabes y que había aprendido en su estancia en la Legión, es barato y menos agresivo que la cera. Primero recorto con paciencia todo el vello con tijeras, juntando una bola de pelo bastante grande. Luego volvió a lavar e hidratar la zona, otro truco que ella tenía era aplicar en las zonas más sensibles un gel anestésico para evitar los dolores típicos de la depilación, como ella dijo, –te dolerá pero menos. – Aun así dolió y mucho, pero nada, comparado con la humillación que Marieta sentía el ver a una mujer manipulando sus intimidades, sobre todo, cuando la puso a cuatro patas para dejarle el cerete limpio de polvo y paja. Cuando terminó, le lavó la zona con agua tibia y le puso una crema hidratante de manera abundante. Al absorberse, Paka le enseño el resultado con un espejo, la verdad es que tuvo que darle la razón a su compañera, era precioso lo que veía, ni punto de comparación con aquella mata de pelo inmunda que tenía. Una vez terminada esa parte, la legionaria, siguió con las piernas, axilas, cejas…Marieta pasó por un pequeño calvario, pero alabó los resultados positivos, se veía como una mujer nueva y feliz.

Después de este paso, Paka le eligió lo que según decía era lo menos malo de su vestidor, unos vaqueros y una camiseta blanca que con la cazadora motera le daban a Marieta un aire totalmente distinto a lo que ella pensaba, se vio como una mujer atractiva.

Una vez arregladas, bajaron al garaje para una vez allí encontrarse con una sorpresa, sabía que su amiga era una mujer distinta a todo, pero nunca pensó hasta qué punto cuando vio que su coche era un viejo pero impresionante Mitsubishi 3000GT. Se subieron y sólo el estruendo del arranque de su motor de seis cilindros con doble turbo, hizo que Marieta se estremeciera en lo más íntimo de su cuerpo. Paka por su parte, no dejó nada a la improvisación, había confeccionado una lista con todo lo necesario y desde luego no era en la ciudad donde iban a ir, encaró el coche hacia Madrid, a un famoso Outlet donde comprarían todo alejado de las miradas curiosas de la gente. En la lista había desde calzado, pasando por ropa íntima, así como ropa deportiva, algo para salir…De todo un poco, pero suficiente para una mujer de hoy día, lo peor fue convencer a su pupila de la necesidad de usar sujetadores con algo de relleno y lo imprescindible que es el uso del tanga, para que los comprara.

Llegaron casi a las doce de la noche a casa, el día había sido muy productivo, Marieta había gastado una cantidad importante de dinero en renovar su armario, pero no sentía ningún remordimiento al respecto. Se notaba que hoy había soltado parte del lastre que le había estado ahogando durante años. Cuando se desnudó, volvió a mirar en el espejo el cambio tan radical que había sufrido su cuerpo, pero sobre todo observó que había algo que había desaparecido totalmente, las ojeras de sufrimiento que había arrastrado durante los últimos días. Decidió probarse un conjunto de la perla, en color crema y bordados en negro que junto al liguero, le daban un aspecto de mujer fatal, se puso para realzar su culo unos zapatos de tacón que la hacían verse espectacular, se sentía poderosa como nunca antes.

De esa guisa se presentó en la habitación de Paka que solo pudo expresarse con un silbido de aprobación, se levantó de la cama totalmente desnuda como estaba y la agarró de los cachetes del culo mientras le besó en la boca metiéndole la lengua hasta la campanilla. –Eres bella…–Le dijo mientras le desabrochaba el sujetador. Marieta se quedó sólo con el liguero y las medias, mientras Paca se puso encima de ella para lamerle sus preciosas tetas, toda su cuerpo se estremeció cuando le succionó los pezones, pero nada comparado a cómo se los mordisqueaba mientras su dedo jugaba con un clítoris sin uso. La gloria la alcanzó con el orgasmo que le proporcionó cuando su lengua bajó a las profundidades del deseo. Marieta asió la cabeza de Paka con fuerza para que no dejara de comérselo todo, nadie antes había jugado. Con él con el tercer orgasmo se arrepintió de haber dejado escapar todos esos años de placer, entonces le rogó a su amante que la hiciera mujer de una vez.

Paka hurgó en su armario y sacó un Strapon que untó de un gel lubricante, se puso encima de ella y empujó con fuerza para atravesar la frontera entre la antigua y la nueva Marieta. Grito mezcla de placer y de dolor, pero su dolor se transformó en poco tiempo dándole una perspectiva de lo que siempre había denostado por ser algo sucio y pecaminoso. Los envites de su amada le llenaban sus entrañas con aquél artefacto de goma, las gotas de sudor que le caían encima de su cara y poder jugar con las tetas de su amiga mientras era follada como una mujer hecha y derecha, hasta que se corrió de una manera inimaginable retorciéndose como una culebra, sus piernas le temblaron, liberándose de todos los malos rollos de su mente.

Marieta quería corresponder a su amante y siguiendo sus enseñanzas le correspondió con una comida de coño si bien no tan espectacular como la de su compañera, lo suficientemente buena como para correrse en su cara, los jugos de su vagina le sabían a ambrosía celestial. Paka cogió esta vez un nuevo juguete un consolador dual enorme por el que se ensartaron mutuamente, se follaron la una a la otra hasta alcanzar la verdadera dimensión del placer muto. Terminaron tan complacidas que durmieron juntas hasta las tantas abrazadas en su amor recién descubierto.

A la mañana siguiente Marieta se levantó más radiante que nunca, necesitaba gritar a los cuatro vientos que era una mujer nueva, se visitó sigilosamente, dejó una nota a su querida Paka y salió a dar una vuelta en su moto. Se sentía bien, pero tenía una necesidad imperiosa de salir en la moto, necesitaba la sensación de libertad que le daba montar en moto. Lo de la noche anterior había sido genial, pero su cuerpo le pedía salir a dar una vuelta en la Vulcan.

Conforme empezó a recorrer kilómetros, su cuerpo empezó a integrarse en la moto como si fuera un centauro mecánico. Las curvas y las vibraciones de la carretera le aceleraban el corazón, sobretodo porque se dio cuenta de que la ausencia de vello, hacían que su coñito estuviera muchísimo más receptivo. Cuando llegó al fin del camino, estaba mojada de gusto. Paró en el viejo bar donde solía hacerlo con su padre. Al entrar todos se giraron hacia ella como si hubiese entrado una tía impresionante, le gustó el hecho de sentirse deseada, le hizo sentirse poderosa, entró al cuarto de baño para secarse el tanga con el secador de manos, rezando para que nadie entrara en ese momento.

Al salir, notó una punzada en el estómago, llevaba mucho tiempo sin comer como es debido, se sirvió una ración de huevos fritos, patatas a lo pobre y dos tajadas de tocino con un vaso de vino con casera, sabía que no puede beber alcohol pero con esa comida un vaso de casera con un dedito de vino tampoco le iba a perjudicar en exceso. La comida le supo a gloria, pero recordó que cuando era pequeña hacían postre que le llamaban pijama que era algo impresionante. Estaba pagando en la barra, cuando se le acercó un motero que estaba tomando algo, se le quedó mirando y le dijo:

        ¿Eres tú Marieta?…¡No puede ser!…–Dijo el motero extrañado.– Eres tú…¡Cuánto tiempo!…¿No me reconoces?…¡Soy Iván!.

        Sí te he reconocido enseguida, ¿Qué tal, cuánto tiempo no? – Dijo Marieta con desdén al reconocer al  amigo de Pancho.

        Demasiado, ¿Qué haces aquí?…

        Pues lo mismo que tú, dar un rulo con mi moto, es la Vulcan que hay aparcada fuera.

        Si, la hemos visto es una moto chula, nunca imaginé que tú ibas a ser capaz de manejar semejante monstruito.

        ¿Por qué? – Preguntó Marieta entre molesta y extrañada.

        No te ofendas, pero siempre has sido muy buena, demasiado quizás. Los amigos de la pandilla siempre pensamos que ibas para monja. Y Pancho, ¿Cómo está?…– Preguntó Iván.

        Pues, no lo sé, hace unos días que rompimos… ¿sabes una cosa?, tu viejo amigo no era tan buena gente como me pensé.

        Lo sé, yo me alejé de él por eso, hace más de diez años que no nos hablamos…le recriminé lo que te hacía y el me correspondió con una hostia y haciendo que la cuadrilla me hiciera el vacío. Imagino que nunca te lo dijo…¿pero mírate?…¡Veo que lo llevas bien!, ¿Sigues en la consejería?.

        Sí, ahí sigo… ¿Tú seguirás con tu bufete de éxito?…–Le preguntó Marieta deseando irse.

        No, vendí mi participación gané un buen dinero, pero al divorciarme de Matuca ella se llevó casi todo mi dinero, ahora tengo un pequeño bufete y soy feliz sin tanto ajetreo. El dinero está bien, pero cuando te das cuenta que para hacer bien tu trabajo tienes que atiborrarte de antidepresivos, es mejor dejarlo a un lado. Dejé de defender a traficantes y cosas así para dedicarme a defender a mujeres maltratadas, reclamar impagados y algún divorcio, vamos lo que viene a ser un bufete de provincias. Madrid está bien pero no me gustó nunca para vivir en él.

        Bueno, Iván tengo que irme, si eso ya te llamaré si necesito un abogado. Me alegro de verte…–Dijo Marieta mientras se despedía después de haber pagado.

El regreso fue tranquilo, recordó que de la pandilla de Pancho, Iván era el más cabrón de ellos, no tenía escrúpulos, o al menos eso le parecía, puede que fuera una coraza para aparentar algo que no era. Fue curioso encontrarse con él de esa manera. El viaje de vuelta fue una delicia, estaba tan contenta con su moto que el viaje se le hizo corto. Había salido relativamente temprano, la ruta no era excesivamente larga, cuando regresó a casa, todo estaba tal y como se lo había encontrado. Paka seguía durmiendo, entró en su habitación y la encontró dormida totalmente desnuda, era un ser hermoso además de divertido e inteligente y sobre todo bueno. Cerró la puerta y decidió hacerle una comida casera, después de la limpieza de ayer sacó una cosa en claro, su compañera llevaba demasiado tiempo a base de comida basura.

Compró en un súper cercano lo necesario para hacerle un arroz al horno, así como los ingredientes de su postre estrella, un monte nevado. Antes de ponerse manos a la obra se quitó los pantalones que estaban chorreando por culpa de las vibraciones del paseo en moto. Se quedó sólo con el delantal dejando el resto de su anatomía al descubierto. Al cabo de una hora, tenía su comida preparada, había abierto una botella de Viña Ardanza, de entrantes había preparado una tabla de ibéricos. Sabía que no había mucho de glamour en lo referente a la mesa, pero en la compra había añadido un mantel, servilletas, una vajilla, cubiertos y un set de vasos con copas para vino de una tienda de menaje cercana.

Había preparado todo con cariño, estaba terminando de limpiar la cocina cuando Paka apareció totalmente desnuda. El hecho de ver a Marieta vestida sólo con un delantal trajinando en la cocina, despertó en ella un deseo irrefrenable de meter su mano entre las piernas de esta, que enseguida se giró sobresaltada, para plantarle un beso de tornillo a modo de buenos días. La legionaria le deshizo el nudo del delantal, dejando ver a su compañera totalmente desnuda. Esta a su vez se arrodilló entre sus piernas para limpiarle el coño a modo de saludo. Terminando la dos liadas en el suelo de la cocina haciendo un sesenta y nueve.

Cuando terminaron con la sesión de sexo, el arroz se había enfriado, pero no pareció molestarle a ninguna de las dos, sobre todo después de haber disfrutado de un par de orgasmos tan agradables. Aun así, las dos estaban tan hambrientas que dieron buena cuenta de todos los manjares, en especial el postre, las natillas con la clara de huevo a punto de nieve le daban una textura tan rica que Paka repitió tres veces.

Marieta se fue a la ducha para asearse después de un par de jornadas de sexo tan intenso, pero no había empezado a enjabonarse cuando apareció Paka con el Strap on puesto y una sonrisa muy maliciosa,  la empujó contra la pared y le comió el culo con la intención de dilatarle el esfínter. La chica no se negó, a pesar de que le aterraba la idea de que le hicieran daño, le pudieron más las ganas de  experimentar. La polla de látex, le horadó las entrañas sin ninguna misericordia, ella aguantó como una valiente mientras se masturbaba hasta que se corrió berrando, pero estaba tan flojita de fuerzas que dejó que la mierda se le derramara entre las piernas. Estaba muy avergonzada, no se hacía caca encima desde que era un bebé. Su amante le restó importancia cuando le dio un morreo y salió con aires de John Wayne.

Marieta salió después de asearse completamente, un poco desconcertada por la actitud de Paka, había sido particularmente bestia esta última vez. Tenía todos los orificios de su cuerpo totalmente devastados por el ataque de la polla mutante de látex. Estaba jodida sobre todo porque le había gustado la experiencia, tener sexo está bien, pero no quería que se le fuera la pinza. Estaba secándose ensimismada en sus pensamientos cuando su compi le gritó. –Vístete con el chándal que te he dejado encima de tu cama.

Cuando salió al salón, Paka la esperaba vestida con un viejo chándal del ejército. No entendía las intenciones de esta pero ella sumisamente obedeció. La acompaño hasta el gimnasio donde ella daba clases y cuando pasaron al tatami, la legionaria le presentó a Nino, un muñeco de prácticas con voz severa le dijo:

        ¡Pégale una hostia!

        No sé, yo nunca….

        ¡Ahora! O te la doy yo a ti…eres una mierda de tía que se deja dar por culo por la primera que pasa, quieres ser una mujer o una funda para pollas. –Le dijo Paka con una voz propia de un sargento de la legión.

Marieta pegó al muñeco, pero este apenas se movió. Paka con cara de mala hostia le dio un empujón y le dio un puñetazo a la cara del muñeco que casi lo tira al suelo. Le volvió a exhortar a que le hiciera lo mismo, esta vez con un tono más cabreado si cabe. Pero el resultado era igual de lamentable. – Eres una putita débil, si quieres hacer daño piensa que debes pegar a alguien que está detrás del muñeco… ¡ASÍ! La hostia que le dio al muñeco tronó en la sala. Marieta volvió a repetir la acción, pero no sonó. – ¡MAL!, ¡REPITE!. Marieta repitió y repitió hasta que los nudillos le empezaron a sangrar. Empezó a llorar de pura impotencia, Paka se rio de ella, – No me extraña que un mierda seca de novio te haya hecho lo que te ha hecho, eres una guarrilla que no sabe defenderse, ¡te mereces lo que te ha pasado! –Marieta sacó una rabia impropia de ella al ver la cara de su ex reflejada en la del muñeco y le metió un puñetazo que esta vez sí le hizo sentirse bien. Había descargado toda la mala leche acumulada durante los últimos días por culpa del cabrón de Pancho. Entonces Paka le dijo…– ¡BIEN!…¡Repite! – Estuvo repartiendo estopa durante más de media hora, no sentía las manos por culpa del dolor, pero aun así Paka le obligó a repetirlo al menos diez veces más. Cuando terminaron le dijo:

        Tienes que aprender a defenderte. La defensa personal, te dará una confianza en ti misma que nunca antes has experimentado. Si mañana un tío quiere darte por culo y te garantizo que lo harán, debes saber zafarte de él. No debes dejarte hacer como hoy has hecho conmigo. Si follas es para darte el gusto a ti no a ellos. ¿lo entiendes?

        Sí…pero el tío no se estará quieto como el muñeco.– Contestó la chica.

        Es verdad, pero esto es sólo un pequeño aperitivo, a partir del lunes vendrás conmigo al gimnasio después del trabajo. Yo te daré clases de auto defensa, aprenderás a doblegar a un tío más grande que un toro. No soporto a la gente complaciente, las cosas las debes hacer porque te apetezcan, no porque te las pidan. Ahora ponte a hacer sentadillas.

Al terminar la tarde, Marieta tenía agujetas en partes de su cuerpo que nunca antes pensó que podían existir. Hizo sentadillas, flexiones, abdominales, saltó corrió, tenía que estar fuerte física y mentalmente. Al llegar a casa, para colmo, su entrenadora le hizo ir corriendo y que subiera y bajara las escaleras del edificio al menos tres veces. Vomitó nada más llegar, se duchó, curó sus nudillos y se cayó rendida sobre la cama.

Cuando se despertó, estaba con las manos hinchadas y a duras penas podía cerrar los nudillos. Pasó a la habitación de Paka, pero se quedó sorprendida cuando vió que estaba acompañada de otra mujer. Marieta se sintió engañada y frustrada por lo que había visto. Se sentó en el sofá y se puso a ver una vieja película en un canal local, hasta que el sueño le volvió a vencer y se quedó dormida de nuevo por culpa de un sollozo silencioso, una vez más se sentía víctima del desamor, no entendía el motivo. Sería medio día cuando Paka la despertó con un beso en la mejilla:

        Despierta cariño…–Le dijo su compañera con un susurro.– Es muy tarde, y tenemos visita.

        ¿Quién es?…–Dijo Marieta cuando vio a las dos mujeres vestidas sólo con un pantalón corto, dejando las tetas al aire.

        Tina, digo Ernestina…es una antigua compañera de armas, anoche llegó sin avisar, la muy cabrona y como estabas cansada no quise despertarte.

        Encantada Marieta, le dijo la chica, Paka dice que eres un encanto. Espero que no te moleste mucho el haber llegado sin avisar, pero es que me han echado de mi casa y no tengo donde quedarme.

        No, por favor, estoy encantada de conocerte Ernestina. – Dijo Marieta todavía más aturdida si cabe.

        Llámame Tina, espero que seamos buenas amigas.

        Estabas dormida cuando llegó, por eso ha dormido conmigo. Ahora íbamos a preparar el cuarto libre para ella. Es una legionaria acostumbrada a pocos lujos, no te preocupes es legal.

        Vale si tú lo dices, por mí vale.

Marieta se levantó del sofá tambaleándose y dolorida con agujetas. Quería darse una ducha y sus tripas zurrían del hambre que tenía. Su cuerpo estaba hecho trizas, pero mentalmente se sentía muy relajada a pesar de todo. Para su sorpresa, las chicas habían bajado a comprar algo de comida y estaba la mesa puesta. Se puso una nota mental en la que debía terminar la limpieza general que había dejado aparcada desde el día que vino. Por otro lado, le apetecía darse una vuelta con la moto, pero su maltrecho cuerpo le aconsejó lo contrario por lo que decidió guiarse por el sentido común. Ni siquiera se vistió, se sentó a comer con el albornoz puesto.

La comida fue tremendamente divertida, Tina era la mujer más graciosa que había conocido nunca. Contaba unas anécdotas increíbles, entre risa y carcajada, Marieta la observaba con sigilo, era una mujer muy guapa, pero curiosamente le notaba algo que no era excesivamente femenino, era muy alta, mediría más de metro ochenta, unas espaldas y brazos fuertes. Las manos eran grandes. Pero era muy guapa y sobretodo divertida, contaron anécdotas de la legión, sobre todo aquella vez que fueron de maniobras a Chinchilla  y se escaparon a Albacete para irse de copas con un URO y les pillaron al volver, Paka le tuvo que hacer una mamada al soldado de reemplazo que estaba en la garita para que no avisara al sargento de guardia. – Para ser un crío, tenía un buen rabo…– Reía Paka. Marieta se imaginaba la escena en la que un pobre chaval que no había salido de su pueblo, estaban en la garita comiéndole la polla y no podía más que sentir envidia por el morbo que le despertó la situación.

Después de terminar la comida, Tina sacó una botella Laphroaig que le había robado a su antiguo jefe, a modo de venganza cuando la despidió del bar en el que trabajaba. El cabrón no le había dado de alta en la seguridad social más que un par de días a la semana y pagaba una mierda, por eso se llevó la botella. Marieta, nunca antes había probado el wisky, pero este en concreto le supo bien, tenía un sabor mezcla a mitad de camino entre madera, ahumado y turba que le gustó bastante. Se lo sirvieron en una copa ancha con mucho hielo y lo disfrutó como nunca imaginó que le podía gustar este licor. Siguieron las anécdotas, pero después de la tercera copa, Marieta estaba bastante achispada como para distinguir nada. La desinhibición del alcohol, le hizo bailar totalmente desnuda y tuvieron que pararla porque quería salir de esa guisa a la calle. Le dio besos a Paka, diciéndole cuanto la quería, hasta que vinieron las arcadas y empezó a vomitar, sobre todo cuando se acostó y la cama le daba vueltas, vomitó hasta que echó la bilis, entonces su cuerpo estaba mal muy mal y por fin se quedó dormida.

Al día siguiente su cabeza le dolía, las agujetas le dolían, estaba echa una pena, para colmo de males, tenía que ir a currar esta vez sin escusas. Al despertarse, Tina le había preparado su remedio milagroso contra la resaca, o al menos ella lo definía así. El desayuno consistía en té de jengibre, una pasta rara que consistía en dos plátanos machacados con el zumo de un limón y miel y por último dos pastillas de ibuprofeno. La jornada laboral se le hizo eterna y gracias a Dios que sus compañeros pensaron que era por culpa de la ruptura, si no se hubiesen cebado con ella pero bien. Al final todo termina, y la jornada laboral también, pero lo peor estaba aún por llegar, después de comer Paka volvió a convertirse en el sargento de hierro. Esta vez practicaron las patadas y par de llaves que le serían útiles para autodefensa. Otra vez la obligó a subir y bajar escaleras, flexiones y demás historias. Terminó tirada en la cama una vez más, pero ha de reconocer que al día siguiente se sentía como fenomenal, estaba menos maltrecha y se fue en moto al trabajo. Algo que dejó a más de uno patidifuso, puesto que nunca imaginaron que debajo del casco se encontrara la “monjita”.

La semana, siguió con la misma rutina, trabajo y ejercicio. Algo a lo que poco a poco Marieta se iba acostumbrando, iba notando como su cuerpo se endurecía por el duro trabajo físico al que se sometía. El sábado, tenía pensado madrugar para darse una vuelta con la moto, pero se encontró a Tina limpiando a fondo la casa. Algo que la chica le dio cargo de conciencia y decidió ayudarla. Se quitó la ropa y se dejó una camiseta y una braguita para no ensuciarse mucho, se puso con los cuartos de baño mientras que Tina limpiaba los azulejos de la cocina vestida sólo con un pantalón de deporte y un delantal.

Estando las dos arrodilladas fregando  el suelo de la cocina, Marieta observó un bulto raro en la entrepierna de su compañera, lago que llamó la atención, algo sospechoso que le hizo levantar la cabeza y preguntarle:

        Tina, ¿Te ocurre algo?…

        No, ¿por qué?..

        No, es que tu…¡Nada déjalo!

        Nooo. ¿qué? ¡arranca! – le exhortó Tina.

        Que tu vulva, se ve abultada, ¿tienes la regla o estás enferma? – Le dijo Marieta.

        Joder Marieta, Paka me había advertido sobre lo poquito que sabes del mundo, pero veo que se quedó corta. Llevas viviendo una semana conmigo, ¡me has visto en ropa interior y todavía no te has dado cuenta de que soy trans!… ¡Eres la hostia! Jajajajaja.

        No, si algo raro te había notado, pero como habías estado haciendo ejercicio y tal, no pensé más que eras más bien del tipo marimacho. – Respondió la pobre mojigata, bastante avergonzada.

        Y tan marimacho, como que nací hombre. – Se descojonó Tina. – Ese bulto que ves entre mis piernas es mi pene, no me lo he operado porque francamente me da bastante miedo, tengo algunas amigas que lo han hecho y no han terminado bien que digamos.

        Entiendo, debe de ser una putada estar encerrado en un cuerpo de hombre una mujer tan femenina como tú.

        Bastante, imagina lo que era estar en la legión, con todos los rabos por ahí colgando en las duchas y yo soñando que eran todos para mí.

        Y ¿por qué te alistaste en la legión nada menos? –Le preguntó Marieta.

        Bueno, yo de jovencito ya tenía mis dudas, mi padre era un pobre hombre cargado de prejuicios y convencionalismos que había servido en la legión. Así que no sé quizá fuera mi última cesión ante él. Me alisté, serví en combate, me dieron un par de medallas por ser un soldadito valiente y cuando me licencié, de aquella época Paka y yo nos hicimos amigos inseparables, y más cuando ella supo mi secreto. Mi padre estaba totalmente orgulloso de su hijo, al año murió de un infarto. Ya no tenía nada que me retuviera como hombre y fue cuando empecé el tratamiento.

        Y tu madre…¿Qué dijo? – Preguntó Marieta.

        Mi madre se piró con un tío cuando tenía quince años, no he vuelto a saber de ella. He sido chica de compañía, tele operadora, vendedora del tuppersex y con la crisis me quedé en camarera de un bar. Como no quería hacer la calle,  llamé a Paka y le pedí ayuda.

        Tenéis unas historias impresionantes, yo en cambio ya ves he sido una pazguata gilipollas toda mi vida…que he sido virgen hasta hace cuatro días. Mi novio me estafó, toda la gente se ha reído de mí y todavía no sé ni lo que quiero. Me siento bien con Paka, pero no sé lo que es un hombre…de hecho no he visto una de verdad en mi vida.

        ¿Me estás vacilando?..– Preguntó Tina mientras se despojaba del delantal y se bajaba en short, dejando ante Marieta una de las imágenes más impactantes y bellas que jamás puede ver una persona.

        Eres realmente bella. – Dijo Marieta totalmente impactada por ver a su amiga totalmente desnuda.– Nunca antes había visto algo semejante, además es más grande de lo que nunca había imaginado.

        ¿En serio lo parece?…yo mataría por tener uno como el tuyo, joven y lozano pero con más uso desde luego. ¿Te gustaría probarlo?…Vamos, no seas tonta una polla así no se ve todos los días, no me gustan las mujeres pero contigo voy hacer una excepción. Reconoce que te gustaría tenerla entre las piernas.

        Bueeeeno…a lo mejor, no sé nunca he probado una de carne y hueso.

        Ni la vas a probar ¡So zorrona! –Tronó la voz de Paka sorprendiendo a las dos chicas.–Esta polla es un privilegio que tienes que ganarte y hasta que no me demuestres que eres merecedora de ella, vas a estar a pan y agua. ¡Vístete que nos vamos para el ginmasio!..¡A esta guarra le voy arreglar el cuerpo!

        ¡Cómo eres tan hija de puta!…¡Mira a mí como me has dejado! – Protestaba Tina mientras se señalaba a una polla dura de más de veinte centímetros.

        ¡Que se joda la mosquita muerta!…Vámonos si tienes ganas de follar, tienes ganas de pegarle al muñeco.

        ¡No!…¡yo me quedo con Tina! ¡Estoy hasta el coño de tus mierdas de defensa personal!, de que no limpies y encima de que me machaques en el gimnasio no seas capaz ni de recoger un plato. ¡Yo me quedo a follar con Tina!.– Dijo Marieta de manera firme, su cuerpo temblaba pensando en lo que estaba haciendo, sobre todo cuando vio que Paka iba para ella con cara de pocos amigos, sabía que le iba a caer una hostia pero supo evitarla con una finta que le había enseñado esa semana y había sabido contratacar con un golpe seco en los riñones, golpe que gracias a su formación la legionaria pudo esquivar, al tiempo que la mojigata decía. –Paka, no te enfad…– No pudo decir más, su compañera le estaba estampado un morreo bestial.

        ¡Enhorabuena cariño!…acabas de aprender a decir no y me acabas de poner brutísima. –Dijo Tina a una Marieta que no estaba para muchas enhorabuenas mientras Paka le estaba metiendo la lengua hasta la garganta.

Marieta, se encontró siendo el jamón del bocata, mientras Paka estaba comiéndole la boca, Tina estaba besándole el culo y jugando con su coño semi nuevo. La compañera la empujó contra el suelo, mientras le ponía el coño en la cara, Tina encaró el coño de Marieta con su estaca que previamente había enfundado en un preservativo. La sensación era lo más agradable que ella nunca había podido imaginar el rabo estaba caliente por la circulación de la sangre y por fin sabía lo que era una polla de verdad dentro de sus entrañas, en su vida podría pensar que pudiera entrar algo tan grande en un orificio tan diminuto, milagros de la naturaleza supongo.

La presión del pubis de Paka sobre su boca y los embites cada vez más fuertes de Tina sobre su cuerpo, así como la visión de la primera sobándose y besándose los pezones mientras disfrutaba de su lengua, le hacían estar al borde del climax, pero el travestí le hizo cambiar de postura y la puso a cuatro con el coño de su amada delante para que no perdiera ripio. Un par de azotazos la pusieron más a tono, como si eso fuera posible. No tardó mucho en derrumbarse entre berridos y respiraciones entrecortadas, «Qué lástima que no quiera saber nada de las mujeres», estaba pensando Marieta entre gemidos, cuando vio que Paka estaba ya encima de su otra amiga saltando como una bestia sobre su miembro. «Son realmente hermosas, -pensaba Marieta mientras se empezaba a tocar de nuevo. – ¡Dios, como las amo!».

Paka no tardó mucho en correrse y Tina reclamó el culo  de Marieta para rompérselo, petición que le aterraba porque, por un lado le apetecía, pero algo tan grande le aterraba por si le desgarraba. La cabrona de la legionaria había salido a mear y cuando volvío, lo hizo con el arnés puesto y un bote de lubricante dispuesta a todo. Con maestría lubricó la polla de Tina, mientras que Marieta iba adaptando tan pequeño espacio para el nabo descomunal del travelo.

La chica se puso a cuatro y Tina metió un poquito muy lentamente, pero un acto reflejo hacía que su ano expulsara el rabo de su amante. Ella quería pero no había manera, por lo que cambiaron de estrategia y volvieron al griego “clásico”, en la que ella se tumbó y puso un cojín para elevar sus nalgas. Y se obró el milagro, la chorra de la chica se deslizo suavemente y sin resistencia por el esfínter de Marieta, mientras se miraban mutuamente a los ojos y sin pensar en nada más que en lo guapa que estaba la monja cuando le petaban el culo. Tina dejó reposar un poco cuando la metió toda ella, esperando a que la anatomía de su compañera se adaptara, pero para su sorpresa notaba algo nuevo en ella. Paka estaba haciendo lo propio con el arnés puesto y la estaba sodomizando con el consolador King Size que ella misma le había regalado por su cumpleaños, ahora el travestido era el centro de la ecuación, consiguiendo lo que siempre ha definido como el placer máximo, penetrar y ser penetrado, era esta una de las razones por las que no había llevado a cabo el cambio completo. Le encantaba esta posición y Paka los sabía, con la polla a punto de reventar debido al masaje prostático que le había dado su amiga, y su polla libre de fundas había inundado el culo de esperma.

La sensación de tener algo tan espeso y caliente por su cuerpo excitó a la chica, era algo que nunca antes había visto, sabía la teoría pero ver como la lefa de su amante se salía por su culo dilatado la puso más cachonda si cabe, y más por el roce de las tetas de ambas. Se sentía como si se hubiese tomado la poción mágica de los galos, su cuerpo era fuerte, su mente ágil e incorruptible a los estúpidos convencionalismos con los que se había criado. Los dos se derrumbaron y veían con risas como Paka hacía un signo de victoria poniendo un pie sobre ellas y juntando las manos como si de un luchador se tratara.

Marieta tenía el ojete destrozado tras la experiencia, pero algo le decía que la cosa no iba a quedarse así, y que poco se equivocaba, con ganas de otro asalto, chupó y limpió la polla de su amiga, el sabor amargo de las heces no le asquearon en absoluto, al fin y al cabo era suyas.

Las chicas estaban durmiendo profundamente, pero Marieta estaba muy sobre excitada por todo lo que había ocurrido, las pollas de látex están bien pero ni punto de comparación con las naturales, estaba escocida de la sesión que había mantenido pero no podía descansar, necesitaba salir a tomar el aire, la mejor solución fue pillar el casco y darse una vuelta con la moto, encaró la primera salida que vio. No había nada que comparara esa sensación de libertad, su cabeza estaba confundida y el hecho de montar en moto le servía para poner en orden sus ideas. Paka le estaba llevando a unos límites que nunca antes había podido imaginar, le gustaba el orden en la vida, pero las sensaciones que había disfrutado estos últimos días eran grandiosas, había descubierto el sexo y la libertad de decidir por su cuenta sin importarle los demás. El problema era que todavía no lo había asimilado del todo y no dejaba de asustarle la celeridad de los cambios.

La moto se movía por iniciativa propia, cuando se quiso dar cuenta habían pasado más de dos horas y necesitaba repostar, no sabía era tal su desconcierto que hasta que no paró a repostar no se había dado cuenta de que estaba cerca del mar. Hacía mucho tiempo que no pisaba una playa, le preguntó en la gasolinera por una cala tranquila y el señor le indicó que no muy lejos había una que era virgen y que no tendría problema porque no solía ir nadie y menos en las fechas en las que estábamos.

El sitio le entusiasmó a Marieta, era un paisaje lunar con playa, la arena era blanca y no le habían engañado, no había nadie, en parte por lo alejada que estaba, había sido previsora y compró crema bronceadora para no quemarse, sabía que su piel sufría en exceso con el sol, aparcó la moto, se quedó en bragas. Nunca antes había hecho topless pero era algo que le apetecía, tomar el sol con el mínimo de ropa. Se sentó sobre la arena y tras mirar que había nadie, se despojó también de la braguita. Ahí se había quedado Marieta como su madre la trajo al mundo, decidió meterse en el agua, estaba fría, pero la sensación de bañarse desnuda en el mar lo mejor del mundo, el agua fluye por todo su cuerpo era tan buena la sensación de ver sus pezones reaccionando por culpa del agua y cómo se estremecía, era profundamente relajante y muy agradable.

Cuando salió del agua, habían llegado un grupo de jóvenes que estaban como ella desnudos, era algo genial, todo el mundo en pelotas sin que nadie le importara lo más mínimo lo que pensara el de al lado. Se secó con la camiseta de algodón que se había puesto y la dejó a secar al sol. Necesitaba protegerse del sol, se acercó al grupo de gente y les pidió que les echaran crema, eran alemanes, pero todos se pudieron apañar más o menos con el inglés. Había tanto hombres como mujeres, todos ellos en pelota picada, a ellas les chocó toda la anatomía depilada de Marieta, porque algunas de ellas llevaban los sobacos llenos de pelos. Ellas eran tetonas y grandes, ellos delgados atléticos muy rubios. Todos eran encantadores, generosos, habían terminado sus estudios y estaban pasando un año sabático, prácticamente con lo puesto y un billete de vuelta a casa. Marieta se integró con ellos como uno más, bailaron desnudos y cuando hubo que comer, ella se encargó de comprarlo y compartirlo. Estaba tan feliz que no reparó en la hora que era y la noche se le echó encima. Vestida únicamente con una cazadora se arropó con el resto alrededor de una pequeña hoguera donde se fumaron un par de porros. Marieta no quiso probarlo, a media noche todos se metieron en el mar, Hans, uno de los más divertidos cogió a Marieta y empezaron a hacer tonterías, cosquillas aguadillas y otras tontunas. Al salir, el chaval empezó a besarle el cuello mientras otro compañero le besaba la boca, le dijeron algo sobre una MILF. Algo que no entendió bien hasta que se lo explicaron sus amigas unos días después.

Marieta no quiso negarse, quería follar estar todo el día rodeada de gente desnuda le había vuelto a poner a tono, pero le daba miedo no tener a una chica cera. Alguna de ellas debió leerle la mente porque se había arrodillado para comerle el ciruelo a los alemanes. « From lost to the river»– Pensó Marieta, y la ayudo con las felaciones a la joven teutona, aunque más bien era tetona. Alrededor sólo veía gente besándose y follando, en relaciones hetero, bi y homsexuales. Era una orgía en toda regla, todos gritaban todos disfrutaban y ella no iba a ser menos, empujó al jovenzuelo para subirse a horcajadas de él y comenzó una cabalgada. Las comparaciones son odiosas, pero Marieta no podía evitar hacerlas, mientras que Tina era una amante experta, Hans era un joven impetuoso que suplía con su juventud y ganas la falta de experiencia. El chaval se corrió lazando una serie de exabruptos en su idioma, justo antes de que Marieta hicera lo mismo, pero no se vino abajo ni mucho menos, la colocó a lo perrito y siguió empujando, ahora sí, con cada embestida del chaval ella se sentía más cerca de conseguir su objetivo mientras el esperma resbalaba por su coño.

Marieta disfrutaba a lo que alcanzaba la vista y se encontró con una polla frente a su cara mientras el chavalín le perforaba, era una invitación más a comer, sabía cómo hacerlo le había enseñado su Tina. Chupó en una posición un poco incómoda para ella, es difícil comer pollas y ser follada a lo perrito, pero el sabor a mar que tenía la minga del chaval le hacía ser una experiencia jugosa. Le gustaba ser follada por dos hombres que la deseaban. El follador paró, de perforar, el cabrón le empezó a comerle el ojete como antesala de lo que estaba por ocurrir, Marieta quería follarse a otro chico. Lo tumbó y se subió otra vez a horcajadas, si bien su polla era más pequeña, el chaval era mejor amante que el otro, le agarró de los gajos del culo mientras el otro se lo seguía devorando, hasta que un momento notó como la abrazaba para decirle al oído, –Relax, baby. – El otro chaval le estaba metiendo su estaca lentamente por el culo, haciendo algo que ella no había imaginado en sus sueños más calenturientos: Una doble penetración.

Notar dos pollas jóvenes y fuertes dentro de su cuerpo era algo que es inusual, pero que no le gustó realmente, demasiado empacho de carne, pero había que seguir experimentando. No pudo más se corrió blasfemando contra las vírgenes y los santos que se sabía. La habían destrozado, estaba chorreando esperma por los dos agujeros. Marieta, no salió de su asombro cuando dos de las chicas le limpiaron con la lengua el más mínimo rastro de esperma de su cuerpo, mientras ella besaba al bueno de Hans.

Todos terminaron la juerga de madrugada durmiendo como angelitos, Marieta se despertó al amanecer, se lavó en el mar y se vistió sin avisar a nadie. Había hecho el amor con dos hombres de verdad, dos hombretones de armas tomar que le habían hecho que se sintiera deseada por chavales que podían elegir a otras más guapas y jóvenes. Su Vulcan arrancó como si nada y emprendió el regreso a casa.

Nada más llegar se encontró al par de golfas de sus amigas follando con dos tíos que habían conocido la noche anterior. Ella no dijo mucho, se limitó a ducharse y a quedarse dormida. No quería saber nada del mundo hasta el día siguiente. La semana concurrió normal, salvo por la llamada de Iván. No era difícil localizarla, bastaba con llamar a la consejería y preguntar por ella. En la misma, le pidió tomar un café con ella, necesitaba una cara amiga y en la ciudad no le quedaba ninguna le dijo. Marieta estaba a punto de declinar la invitación, pero noto un deje de amargura en su voz, tanto que le dio pena. Quedaron a comer en una cafetería cercana a su bufete. La mañana fue de locos cuando terminó, agradeció que al menos la jornada hubiera terminado sin mayores consecuencias. Aunque todavía quedaba la tarde con la práctica de defensa personal. Reconoció que al principio era una jodienda, pero esta mañana se había sorprendido de lo bien que se le estaba torneando la figura gracias a este. Después había que limpiar un poco aunque Tina en eso es bastante buena y deja la casa como los chorros del oro y por último se había comprometido con esta a que le iba ayudar a hacer un buen currículum. Algo que le sorprendió, habiendo sido ella furriel en la legión. –«¡Jó!, yo quiero volver a mi playa secreta». – Pensó Marieta con cierta amargura, las compañeras no le habían preguntado nada al respecto de su escapada, pero ella seguía teniendo ensoñaciones de esa playa, la gente en pelotas y comiendo el coño de las chicas mientras un jovenzuelo cachitas la penetra.  Sólo de pensarlo un escalofrío recorre su cuerpo, su culo sigue un poco magullado pero a ella le da igual, era una experiencia que no sabe si repetirá por lo doloroso, pero que a buen seguro recordará toda la vida.

La jornada terminó con la misma algarabía que montan los chavales al salir del colegio, ya era casi junio y se notaba. Salir con su moto era algo que no dejaba de llamar la atención, pero llegar a una terraza atestada de gente, ver como se bajaba de la de su vulcan luciendo un pantalón ajustado, era algo digno de ver, sobre todo cuando algunos de los parroquianos se dieron un codazo y siseaban entre ellos quién era la que había llegado. Era sencillo, el bar donde quedó con Iván, era una cervecería que solía frecuentar con Pancho. No había vuelto desde la movida que tuvo cuando la echó de casa, no le apetecía encontrarse con su ex, pero había resuelto a que era una mujer valiente y decidida. Además, en una ciudad tan pequeña, se iban a encontrar más pronto que tarde. Iván la saludó desde una de las mesas del interior, con una sonrisa, a Marieta se le cayó el alma al suelo, a él que siempre lo había recordado como un hombre que vestía de manera impecable y con buena percha, se lo encontraba con un traje pasado de moda y arrugado, una barba y un pelo descuidado y los zapatos sucios. No podía ser Iván, aquél que se llevaba de calle a todas las chicas, el más chulo, el más guapo y el más divertido de toda la cuadrilla. Se levantó con una sonrisa y le dijo:

        ¡Qué bien que hayas venido!– Le dijo a modo de saludo mientras le daba un beso en la mejilla.

        Bueno, has sido insistente, la verdad es que he estado a punto de no venir. No quiero saber nada de la gente, pero me ha inquietado tu llamada.

        Lo sé, estoy un poco jodido. Ayer recibí una llamada de Arturo, ¿Te acuerdas de él?.

        Sí, Arturo era otro de la cuadrilla.

        Pues, me ha llamado porque el cabrón de Pancho, ha cumplido con la amenaza que me hizo hace un par de años. – Dijo Iván llevándose las manos a la cara. – Tu novio me ha jodido pero bien.

        Ya no somos novios, ya no le tengo ningún afecto. Durante años me ha estado engañando, la última es que se ha quedado con casi todo mi dinero lo que me dejaron mis padres en herencia y no sé si lo voy a poder recuperar. Estoy en la calle gracias a él, tengo más cuernos que un miura y todos los sabíais. Para mí está muerto.

        Pues tu querido ex te va poniendo de puta y lesbiana para arriba, eso me dijo Arturo, pero lo peor es que el cabrón me la ha vuelto a jugar.

        ¿A ti también te estafó? – Le preguntó Marieta.

        ¡Claro!, como a todos. El caso es que yo no quería darle ni un duro, pero me enseñó esto. – Iván lloraba mientras le mostraba un vídeo en el que era enculado por un mulato guapísimo. – Fue durante la despedida de soltero de Santi, estábamos en Ibiza yo conocía al chaval del video de otras veces, digamos que era uno de sus clientes habituales.

        ¿Eres gay?…–Preguntó Marieta con cara de incredulidad.

        Sí, lo soy. Marieta, tu ex es una alimaña, me estuvo chantajeando con el dichoso vídeo por lo menos durante dos años. Cuando me planté, me destrozó la vida, le mandó el video a Julia mi ex mujer. Su padre era mi jefe, el dueño del bufete de abogados, me despidió. Se lo dijo a mi familia que también me han repudiado. Soy un buen abogado, me gano la vida no es como antes pero tengo una casa y el despacho en propiedad, trabajo no me falta, pero el cabrón me ha convertido en un paria, sólo me queda salir en moto como única distracción. Ayer recibí una llamada de un par de clientes que han cancelado mi relación con ellos, por lo mismo. Me está quitando la vida, esta noche la he pasado en vela pensando de qué manera le podía joder. Nunca le gustó que fuera mejor que él en todo, es un amargado y envidioso. ¡Soy buena persona! ¿por qué a mí? Yo sólo le he ayudado cuando le ha hecho falta, ¿sabías que defendí a su padre para que no fuera a la cárcel y no le cobré un duro?, y aquella vez que moví cielo y tierra para conseguir unas entradas para la final de la champions…son tantas y así me lo agradece el hijo puta.

        Estamos jodidos por el mismo cabrón, no sé cómo podíamos joderle, pero tiene que haber alguna manera de joderle…no sé, vamos a comer ya se nos ocurrirá algo, por cierto a ver si cuidas un poco más tu imagen que con lo bien arreglado que has ido siempre te estás abandonando…jajaja.

        Tienes razón Marieta, pero es que no tengo tiempo para nada, a pesar de los clientes que se han marchado, tengo que hacerlo todo y  a nadie que me arregle las cosas, necesito una secretaria y una mujer que me arregle la casa, si pudiera juntar las dos cosas sería la hostia, pero creo que eso es poco menos que imposible.

        ¿Sabes Iván? A lo mejor tengo la persona idónea para los dos puestos, pero le tienes que pagar bien y darle de alta en la seguridad social.

        Gano lo suficiente para poder pagar unos mil ochocientos euros netos con las extras ya prorrateadas. Y si es buena puedo pagar un bonus a final de año si ganamos lo suficiente.

        Vale llamo a mi amiga y si te gusta la contratas, ya verás es ideal. Ahora invítame a comer.

La comida fue bastante divertida para Marieta, recordaron anécdotas del instituto, de los antiguos profesores, de cómo se las llevaba de calle. Descubrió en Iván una faceta que no conocía, era encantador. Ahora que se había quitado la careta, salía a relucir una personalidad unas formas deliciosas. Al terminar Marieta le llevó a su despacho en su moto, él se quedó impresionado por la forma en que ella dominaba una moto de ese tamaño y que por su peso no era la mejor para conducir en ciudad. Pero como le había indicado era un amor a primera vista.

A la tarde ya en casa, Marieta le dio la buena noticia a Tina que celebró dando saltos de alegría ¡Un trabajo bueno!, con su ayuda le eligió una ropa adecuada para la entrevista de trabajo, entre sus obligaciones estaba en ser su secretaria y su asistenta, pero a Tina le daba lo mismo. Ella sabía de trabajo administrativo, había sido furriel en la legión y tenía un curso de contabilidad y auxiliar administrativo que había hecho en el INEM. Tras la alegría, Paka le dispensó una sesión doble de desgaste en el gimnasio. Por la noche durante la cena, Tina le dio una sesión de agradecimiento personalizado, dándole una comida de coño y una follada bestial, que terminó con el coño todo relleno de crema masculina. Había que pensar en ponerse algo que le evitara un embarazo no deseado. Por lo que anotó en la agenda mental que debía visitar a un ginecólogo para que le recomendara algún método efectivo.

La semana fue a mejor, al día siguiente, Tina entraba a trabajar con Iván. Marieta le había dicho la condición sexual de su jefe, por lo que su amiga fue sincera con él y le dijo la suya. A Iván le gustó mucho su sinceridad y enseguida la puso a trabajar. Paka y ella estaban todo el día currando y todas las tardes practicando artes marciales. El sábado Marieta preparó una pequeña mochila con algo de ropa y desapareció hacia su pequeño paraíso, pero esta vez no había nadie, pudo relajarse en la playa con su nueva afición el nudismo. Por la noche decidió volverse a casa un poco triste por no encontrar a sus amigos ya en ella. Llegó a casa cansada del ajetreo del viaje, pero no pudo ocultar su sorpresa cuando se encontró a sus amigas en mitad de una orgía en las que había al menos otras dos parejas. Paka con cara sonriente dijo – ¡qué sorpresa¡ chicos esta es mi compañera Marieta, anda lávate bien y únete. –nuestra protagonista estaba caliente por culpa de no haber colmado sus expectativas de sexo en grupo que no se hizo mucho de rogar. Nada más salir de su cuarto, había una mujer de mediana edad que enseguida reconoció como Pepa, su jefa y amiga. Estaba espatarrada comiéndole el rabo a un negrito que era amigo de su compañera, ella se acercó y sin disimulo le comió su almeja viejuna que ya babeaba por tener sexo.

La sesión fue divertida cuatro hombres y Tina para tres mujeres. Pero Marieta se quedó prendada del negro, se llamaba Félix y era un tío altísimo, guapísimo y tenía una sonrisa que le cautivó pero lo que más le dejó prendada era una polla que no le cabía en la boca. La levantó en vilo mientras la atravesaba con su lanza zulú, tener todo su coño que le tocaba el fondo de su vagina. Pepa estaba con su marido, Juan que era un semental de mediana edad, repartiendo la tarea de follarse a su esposa mientras Tina le taladraba su culo peludo. Al tiempo, Paka estaba dominando a los otros dos hombres que honestamente no se acuerda de sus nombres y tampoco le importó mucho. Ella tenía bastante con Felix. La juerga terminó todos durmiendo en una especie de cama redonda donde todos acabaron follando con todos. Afortunadamente, esa misma semana Marieta su ginecólogo le había colocado un DIU y bueno ya estaba en condiciones de poder usarlo, por eso quería ir a la playa a estrenarlo como por todo lo grande. Agradeció con creces que no hubiera nadie porque la verdad le hubiese privado de conocer al bueno de Félix.

Marieta se había quedado prendada de un tiparraco de casi dos metros de altura, al día siguiente, mientras limpiaban los desperfectos de la noche anterior, era incapaz de quitárselo de la cabeza, sólo pensaba en él, su voz grave su cuerpo fibroso y el olor corporal tan distinto al nuestro, mucho más fuerte, pero que le hacía una presencia varonil. Como diría un cursi, era un Dios de ébano. Quería conocerlo, por eso insistió a Paka durante todo el día, necesitaba saber cosas sobre ese hombre, durante la comida ella insistió tanto que su compañera de piso se dio por vencida y le contó lo que sabía. Se relajaron con un refresco y ella empezó a contarle lo que sabía.

Félix era de Liberia, por culpa de la guerra civil de finales de los ochenta se quedó huérfano enseguida, no sabe exactamente la historia, pero fue criado por unas monjas. Entre ellas había una que era española y fue como una madre para él. En vez cantar canciones religiosas y cuatro cosillas se dio cuenta de que era especial. Sobre todo porque al cabo de un año hablaba español correctamente, se encargaba de reparar todo lo que caía en sus manos, Sor Rosa había estudiado pedagogía y sabía que el chaval tenía sobredotación. Como pudo contactó con gente en España para que el muchacho tuviera una oportunidad que le llegó con catorce años. La orden salesiana le concedió una beca completa al chaval para que pudiera estudiar y alojarse en un seminario de una ciudad pequeña.

Allí enseguida asombró a sus maestros por la capacidad de aprendizaje, siempre sonriente, siempre era feliz desmontando y montando cosas. En el instituto destacó no sólo como cerebrito sino con sus dotes para el deporte, en especial el baloncesto. Con sus capacidades, no tardó en conseguir una beca para estudiar una ingeniería informática. Se pagó sus pequeños gastos dando clases particulares, programando y diseñando páginas web…al final fue seleccionado por una multinacional para trabajar con ellos, fueron cinco años viviendo en Estados Unidos, pero no era feliz y decidió salir de allí y montar una pequeña empresa para funcionar por su cuenta. Con sus capacidades, enseguida fue creciendo y desarrolló una serie de programas de gestión que enseguida fueron adquiridos por multinacionales. Ahora trabaja como asesor externo para mejorar procesos informáticos. Paka le conoció en una de esas reuniones de asesoramiento como jefa de la sección informática de la consejería, podría estar muy forrado, pero una buena parte de sus ganancias lo enviaba al orfanato de las monjas que lo criaron, se justifica que cuando uno se cría sin nada, necesita bien poco para vivir.

La primera noche se enrollaron y descubrió su otra gran pasión que desarrolló en América; el sexo en grupo. Desde entonces suelen quedar de vez en cuando. Son buenos amigos, pero no esperes que te coma el coño, dice que es la manera que tenemos las mujeres para arrebatar la hombría a los hombres. Por último, se asustó con lo que le dijo su compañera, sonó como una amenaza. – Marieta, Félix, al igual que tú sois amigos que quiero y respeto, si quieres tener algo con él,  seré la persona más feliz del mundo, pero no le hagas daño porque te juro que te arrancaré los ojos y te los haré comer.– Era una amenaza a tener en cuenta, porque el tono con el que la hizo no dejaba ninguna duda en que iba totalmente en serio.– Por otro lado, –dijo Paka,– Nada en el mundo me haría más feliz que veros juntos.

Marieta se quedó asombrada, digiriendo la historia tan grande que acababa de escuchar, lloraba silenciosamente, cuando siempre se había quejado de su mala suerte, lo suyo comparado con lo de Félix era una mierda. Estaba sumida en su tristeza cuando salió de la habitación en bolas y sonriendo, demostrando que a pesar de todo siempre hay salir adelante. Marieta, le devolvió la sonrisa y le preguntó si tenía hambre, la respuesta de él le sorprendió más aún si cabe, si pero tenía prisa por ir a la iglesia, al parecer era una persona bastante devota. Marieta se levantó de un salto y le dijo que si no tenía inconveniente le gustaría ir con él a misa. Cosa que divirtió bastante a Paka y a Tina que riéndose a carcajadas se metieron con los dos imitando los gestos de una bendición de un sacerdote.

Marieta, salió tan contenta del brazo de su nuevo amigo, querían ir dando un paseo hasta la iglesia, pero se les echaba la hora encima. Ella le invitó a ir en su moto, cosa que le dejó bastante atónito ver que una mujer tan pequeña manejaba una moto de una cilindrada grande con tanta habilidad. La iglesia estaba en una barriada más bien pobre, pero la misa no tenía nada que ver con la solemnidad que ella estaba acostumbrada. Al salir de la iglesia, él le invitó a tomar algo en una terraza del centro, Marieta quedó horrorizada cuando se quitó el casco y lo primero que vio fue a su ex tomando cañas tan ricamente con algunos de sus amigos. Se iba a ir, pero se dijo « ¡qué coño!, yo no he hecho nada malo» y se sentó en una esquina con Félix, mientras Pancho la miraba con cara de mala leche, lo que nunca pudo imaginar fue que el haber hecho eso destaparía una caja de truenos de terribles consecuencias.

Marieta, estaba enamorada locamente de su negrazo, pasó el siguiente mes flotando entre bambalinas, nunca antes había sentido algo tan fuerte por una persona. Era un buen hombre, generoso y amable, siempre se interesaba por sus cosas, estaba segura que habría hecho buenas migas con su difunto padre, incluso le habría hecho tilín a su pobre madre, nada en comparación con el cabrón de Pancho. Siempre quiso ser feliz y al lado de su nueva familia lo había conseguido, su hombre, sus nuevos amigos y su fiel moto. Nadie le importaba una mierda sus aficiones, de hecho volvió a reencontrarse con su fe. Pero con una visión distinta que le había dado el cura de la parroquia cercana, que era la antítesis del anterior. Su cuerpo había sido esculpido y sometido a una disciplina impuesta por compañera, gracias a todo esto había pasado de ser una mosquita muerta a un cañón de tía. No es que fuera el cambio del patito feo al cisne, ni mucho menos, todo estaba en su sitio, sólo había que sacarlo con una dosis de auto estima. Ahora os podéis imaginar, una tía montada en una custom con un pantalón ajustado y una chupa de cuero, o a una chica con ropa holgada, falda pantalón y con la cabeza gacha.

La filosofía de vida de la gente como nuestra protagonista suele ser bastante negativa, sabe que es imposible ser plenamente feliz en la vida y que cuando mejor estás, el destino te da una hostia que hace que tengas que empezar peor de lo que empezaste.

El ocaso de Marieta empezó con una de sus salidas a la montaña con su moto, quería a su novio, pero de vez en cuando necesitaba salir con su moto para sentirse más auténtica si cabe. Salir por la sierra era digamos la concesión que tuvo que hacer Félix a cambio de no comerle su almejita. Su moto es como montar a un caballo castrado con fuerza pero fiable. Sabe que no le va hacer ningún feo, de todas maneras está fabricada para disfrutar, no para llevarla al máximo, si hubiese querido, se hubiese comprado una deportiva pero esta fue amor a primera vista. Estaba absorta en lo suyo, pensando en el polvo que iba a echarle a su novio esa tarde después de comer, quizá podían hacer una pequeña orgía con Tina y Paka, o quizá podía tenerlo para ella sola. Su lascivia se interrumpió cuando vio que delante de ella, alguien pedía auxilio desde un lateral de la carretera.

Cuando una es buena persona, no puede hacer más que parar y ver cómo puede ayudar a la gente. Eso es lo ella que hace, parar su moto y preguntar en qué puede ayudar. La señora le dice que iban paseando y que su marido se has desvanecido. Marieta se quita el casco para poder ver mejor si el hombre respira, acto seguido lo que nota es un golpetazo en la sien y cae desmayada.

Se despierta en lo que parece ser un cajón, con sus agujeros para respirar, el traqueteo y el ruido sabe que va en un camión pero no sabe cuánto tiempo lleva allí, se tiene que hacer sus necesidades encima, está amordazada y tienen las extremidades encadenadas. Está asustada, tanto que su corazón le late a mil. El tiempo a oscuras y el sitio cerrado hediendo y revuelta en sus propia inmundicia, le hace estar peor si cabe, le pasa por la cabeza de todo desde la trata de blancas, pasando por tráfico de órganos, o peor una snuff movie. Esa es una experiencia que a ella le hace llorar amargamente, le vienen a la cabeza sus padres, sus amigos, está realmente jodida, reza todo lo que sabe, le pide a Dios que la ayude, aunque sabe que no va a ser así, intenta zafarse, pero lo único que consigue es lastimarse más si cabe. Con el tiempo en una nueva parada escucha a alguien rociando algo por uno de los agujeros de la caja, al cabo de un rato nota como su mente la abandona y se deja llevar por un letargo del que no saldrá hasta llegar a su destino.

Lo peor está todavía por llegar, cuando se despierta está atada a una cama de hospital, se nota rara, llora de rabia al notar como le han extirpado todos los dientes y no nota pelo en su cabeza, además siente como un hormigueo por debajo de su tripa, siendo una pista más de que han estado hurgando en su vagina, se ve una vía por la que se alimenta y nota una sonda saliendo de su uretra. Está desesperada y llora de puro dolor, grita, pide ayuda, pero nadie aparece hasta que no pasa un rato. Al abrirse la puerta aparece una mujer como ella con el pelo rapado y vestida con una especie de hábito de color pardo, no habla, sólo se limita en cambiar una botella del gotero en el que está asida y revisa los puntos de una cicatriz en su vagina, ella le pregunta donde está pero la mujer no le dirige ni una mirada. Lo que inyecta en el suero es un opiáceo que la vuelve a sumergir en un sueño que hace que tenga más pesadillas y le alteran más. Entra en un sueño lisérgico que le hace tener pesadillas duras, donde las es sometida contra su voluntad por gente vestida de blanco y con caretas blancas que parecen más bien androides. Aunque se resiste con todas sus fuerzas es imposible zafarse de ellos son muchos, la violan sin parar en lo que parecen ser horas, al final todo acaba como un bukake donde los asaltantes la cubren de esperma y de obligan a bebérselo.

Marieta se despierta gritando, se ve desnuda en la cama atada de pies y manos, nota un dolor intenso en la cara y como una especie de vendaje no le deja ver lo que ocurre. Grita tanto que se queda afónica. Al cabo de un buen rato alguien entra en la habitación y le retira los vendajes menos el de los ojos, escucha una voz masculina diciendo que todo va bien. No recuerda más porque volvió a sumergirse en un sueño en el que esta vez no veía nada se notaba carente de sentidos, como si estuviera suspendida, se sentía bien, pero sólo durante un rato, al cabo de un tiempo su cuerpo se tensó, como si de la vieja tortura del potro se tratara, quería gritar, pero una mordaza en la boca se lo evitaba. Su respiración se aceleraba pero sólo conseguía que se ahogara más por culpa de la dificultad que tenía para respirar. Entonces notó cómo algo le aprisionaba los pezones, fustazos en su pubis, en las plantas de los pies hasta que cayó desmayada por culpa de la ausencia de aire,

Se despertó de repente, estaba en una cama de hospital en una habitación con tal blancor que le hacía daño a la vista. Trató de incorporarse, pero se desmayó, poco a poco la sangre empezó a llegarle a la cabeza, se levantó aturdida, notó un picor en la cabeza y ser la rascó, no le molestó la ausencia de pelo, era como una autómata extrañada de estar ahí, cuando se vio en el espejo, simplemente no se reconoció, estaba delante de una extraña. En la imagen del espejo había una mujer con la cabeza rapada y sin dientes a la que nunca antes había visto. Trató de recordar qué le había pasado, pero no sabía nada, no recordaba ni su nombre ni cómo había llegado hasta allí. Estaba asustada, su corazón palpitaba, pero no sabía el porqué estaba tan aterrorizada, su instinto le quería decir algo pero ella no sabía leer a su instinto.  Entonces se abrió la puerta y una mujer sin pelo ya mayor y vestida con una especie de túnica en color marrón claro portando una bandeja a algo parecido a un puré, lo dejó en la mesa y salió de la estancia sin decir nada. Ella se sentó en la mesa, pero no había ningún cubierto, por alguna razón a la que se le escapaba, era incapaz de comer. No probó bocado, su estómago rugía preso del hambre, pero no probaba bocado hasta que escuchó tres toques de bocina, entonces como liberada de una especie de cadena invisible, Marieta comenzó a comer ese puré que le habían puesto, le hubiese gustado masticar algo pero al no tener dientes era algo impensable. Al cabo de diez minutos se escuchó una frase rara, ella guiada por alguna fuerza invisible, se puso a cuatro patas y ofreció su ano abriéndose bien las cachas de lo que le quedaba de su bonito culo. Estuvo así no sabe cuánto tiempo, pero fue bastante. Entonces sonó un sonido muy raro de un instrumento musical raro, cuando sonó esa melodía, notaba como el cuerpo se le incendiaba, mientras tenía un orgasmo tan intenso que la dejó temblando.

Salieron dos hombres de la habitación contigua, con cara de satisfacción uno de ellos decía:

        Nunca imaginé que con su cóctel de narcóticos pudiera conseguir semejantes resultados…

        El estudio de la mente es algo maravilloso, yo llevo haciéndolo durante más de cinco lustros y cada vez me asombro más de lo que descubro…Como puede ver, la individua está sometida totalmente a una terapia conductista, ahora mismo sólo responde a una serie de estímulos, es proceso muy largo y muy costoso, en esta en concreto hemos tardado algo más por tratarse de un favor hecho a un amigo de la organización, su umbral del dolor era demasiado alto, su grado de sumisión era una especie de cobertura para tapar algo más, una especie de complejo de Electra que hace su estudio más complejo si cabe. Al final podía haber salido por una ultra violenta versión femenina del Alex de la naranja mecánica, o lo que ha salido que es una Heidi sumisa – Decía el más alto de los dos.— Además del lavado de cerebro, le hemos quitado los dientes, por razones obvias, se le ha hecho una reducción de labios vaginales, le hemos puesto implantes mamarios y por supuesto, le hemos hecho una ligadura de trompas para evitar problemas.

        ¿ De veras aguanta bien el dolor?.

        Sí, es un caso curioso, casi se me cae la mano de tanto darle de hostias con la fusta y ella a penas se retorcía.

        ¿Puedo?…

        Comprenderá que no puedo dejarle que se me dañe la mercancía, con moretones me pagan bastante menos…bueno que me dice:  ¿hay o no hay trato?

        Es más vieja de lo que yo estaba buscando, pero por otro lado, usted está tan recomendado que puedo fiarme.

        Es vieja de edad, pero por el estado de sus genitales he de decir que no han sido muy usados están muy por debajo de la media de otras más jóvenes. Además está bien domada gracias a mi terapia lisérgico-conductual. Tener una esclava con tal nivel de adiestramiento lleva años de duro trabajo, ahora la podrá amoldar a sus gustos, es la parte dura y tediosa la que quitamos.

        Entiendo….pues no se hable más, ¿cómo le hago llegar el dinero?.

        Es muy sencillo, nosotros le haremos la entrega en dos semanas, ahora exigimos una fianza de cien mil, para la entrega será el resto. Sé que no es barato pero está bien empleada, tengo un ratio del 100% en cuanto a efectividad y obediencia ciega. Hago en un año lo que otros tardan más de cinco y no dejo marcas que afeen…sólo las propias del borrado de huellas dactilares. El reseteado de la memoria es completo aunque en un momento quisiera escapar, no sabría ir a ningún sitio, no recordaría nada de su pasado, tendría que ser algo muy metido dentro de su cabeza para poder salir del estado de olvido en el que se encuentra.

        Bueno, póngale una dentadura perfecta cueste lo que cueste…y otra cosa, ¿lo del pelo es reversible?..

        Claro, sólo le afeitamos la cabeza, lo del pubis no es definitiva pero puede serlo si lo desea. Ahora, si quiere podemos pasar a mi despacho y proceder con el papeleo de entrega, con el precio tendrá una semana de entrenamiento gratuito impartido por mí, para que pueda sacarle el máximo partido a su nuevo juguete. Una última cosa, se llama Marieta, pero si quiere le puedo incrustar el nombre que desee.

Marieta escuchaba la conversación ajena a todo, no le molestaba nada y su mente no luchaba por salir del estado en el que se encontraba, entre otros motivos por lo placentera que encontraba su vida ahora mismo, no entendía nada, no sabía quién era ni de dónde venía sólo sabía que debía portarse bien y hacer lo que su amo dijera en todo momento. Se había convertido en una especie de humanoide controlada por una inteligencia superior que le decía que hacer en todo momento. Lo peor de todo es que todo aquello que debería aterrorizarla, le reconfortaba de sobremanera. El cabrón del médico había hecho bien su trabajo, con la anulación de su libre albedrío, había que añadirle un añadido que era la nula constancia del paso del tiempo.

Cuando Marieta volvió a despertar, lo hizo en una habitación distinta no era tan blanca, pese a que no había ventanas, si notaba que había una ventilación constante que evitaba el olor a cerrado. Estaba muy limpia se notaba algo más grande y agradable. Sin ningún lujo pero estaba bien, la cama era grande y había un armario donde se encontraban tres vestidos sin ninguna gracia, una chaqueta de punto y ropa interior de color blanco y de algodón. Había un cuarto de baño pequeño con una ducha un inodoro y un lavabo todo de loza blanca. Se sentó en la cama y se quedó mirando a la puerta que había sin ningún picaporte, sin pensar en nada y fijando la vista, podía estar así por horas y no necesitar más entretenimiento, pero no fue el caso.

A los diez minutos de estar embobada, se abrió la puerta y ella por algún acto reflejo incomprensible se puso de rodillas y con la mirada hacia abajo. Entraron dos personas, a una de ellas la recordaba de haberla visto con anterioridad, la otra era una especie de monstruosidad, enorme lleno de pelo y olía fatal.

        Hijo este es tu nuevo juguete, espero que te dure un poco más que el último, no tengo ganas de volver a tener que trocear y alimentar cerdos.

        Gracias Papá, a esta la cuidaré mejor, te lo prometo.

        Te dejo solo con ella, acuérdate que responde a una serie de impulsos adquiridos, las órdenes han de ser tajantes y precisas.

        Padre soy un genio, aunque no lo parezca, te recuerdo que el dinero sale de mis patentes.

        Si, y por culpa de tus patentes te encuentras así que te pareces más a King Kong que a un científico.

        ¿Te ha costado muy cara Papá?

        No, no es una jovencita y el buen doctor quería quitársela del medio porque le había hecho un favor a un amigo de un amigo que le tenía una inquina especial a la muchacha…ahora puedes follarla sin miedo, he visto su aguante y es bastante alto.

El padre se largó por la puerta y la bestia se bajó los pantalones sacándose una polla que debía de medir como el antebrazo de Marieta. Y de gorda mejor no hablar, le colgaban dos pelotas grandes como bolas de tenis, prácticamente tenía vello corporal por todo el cuerpo, parecía un gorila más que un hombre. Con unos ojos que daban miedo, inyectados en sangre, por la lujuria que le transmitía el momento el humanoide se limitó a decir — Chupa. —La pobre chica se afanó como meramente pudo, su mente le obligaba a realizar algo que no le apetecía lo más mínimo, pero su cuerpo no le obedecía, parecía como si los hubieran dos personas en una. Era algo asqueroso no por el pelo, sino más bien por el olor, olía mal pero ese olor hacía que su coño estuviera bien encharcado, quizá por las hormonas o quizá por la enseñanza conductual a la que había sido sometida, sabe Dios durante cuánto tiempo. Luego la colocó a cuatro y la empaló durante tanto tiempo que tuvo que lubricarse la polla media docena de veces. Lo odiaba, era sucio y mal oliente, pero era peor con el misionero, al menos a lo perrito no tenía que verle la cara ni olerle siquiera. Generalmente era con el “gorila” con el que tenía que follar, alguna noche venía el anciano y la follaba aunque no más de media hora, luego el hombre se vestía y salía sin decir más. Al principio todo iba relativamente bien, además podía librarse del suplicio de ser follada por el mono durante algunas horas, porque la verdad es que el tío la reventaba cuando le venía en gana, hasta que descubrió otra faceta de él.

Como nuestro lector es inteligente, sabe ya que el velludo amante de Marieta debía de ser una especie de genio, de hecho lo era en química y vivía muy bien gracias a unas cuantas patentes. Que le habían proporcionado una pasta. De joven era pequeño y acomplejado por dos cosas, una era el tamaño de su polla, la otra, es que quedó calvo con veinte años. Nadie sabe bien lo que hizo, pero el genio consiguió superar sus problemas al principio, su polla fue incrementada químicamente, así como los problemas de alopecia. Pero como dijo Newton, toda acción lleva aparejada una reacción, en su caso fue una vellosidad excesiva por todo el cuerpo y una agresividad llevada al extremo que sólo controla cuando folla, pero cuanto más folla, más se relaja pero se vuelve más agresivo follando. Al principio podía hacerlo con prostitutas, pero ni las más yonkis quisieron yacer con él a pesar de lo que pagaba. Por ello empezaron a comprar esclavas cada vez más sumisas y más caras, el problema era que al cabo de un año estaban tan destrozadas que muchas de ellas debían ser “sacrificadas” para evitarles más sufrimiento. Cuando esto ocurría el viejo las descuartizaba y se las daba a comer a los cerdos que criaban en una explotación de su propiedad. El experimento de esta vez consistía en buscar a alguien con el umbral de dolor demasiado alto y alternarlo con alguna esclava para para que se pudiera recuperar físicamente de sus heridas. Ahí es donde entra nuestra protagonista, como había demostrado anteriormente, su resistencia al dolor era tan alta que hacía sospechar de si tenía o no terminaciones nerviosas en su cuerpo.

Por su parte, Marieta, seguía la vida como si nada, las relaciones salvajes con el monstruo de su amo, no le condicionaban en absoluto, a veces era algo más normal y otras simplemente se pasaba de tueste y veía como de la noche a la mañana su cuerpo estaba cubierto de moratones y arañazos sin que no sintiera la más mínima molestia. Tal era su resistencia que era el propio animal el que se daba los días de descanso. No es menos cierto que había días mejores y peores. Unos días se limitaba a tumbarse y el bombeaba por el agujero que había elegido ese día, otros, estaba desatado y la reventaba a base de puñetazos, arañazos o simplemente le destrozaba el ano al follársela sin lubricar. No sabía cuánto tiempo llevaba así, pero el paso este era algo que francamente le importaba poco. Descubrió que una rutina de ejercicios le hacía sentir bien, no sabía el motivo pero sentía que era algo que había hecho anteriormente. Su preocupación por su cuerpo alagó a la bestia, por lo que la trasladó a una habitación más grande donde le había hecho instalar un par de máquinas de pesas y una cinta para que corriera, haciendo que su cuerpo se volviera muy musculoso, algo que excitaba más al amo.

Al ser su dueño un científico, le pudo la curiosidad por encontrar el umbral del dolor de Marieta. A sus sesiones se le añadían azotes, arañazos, puñetazos y algún que otro garrotazo, pero ella nunca daba su brazo a torcer y no gritaba ni se quejaba. Otro día, le puso un hierro candente en las plantas de los pies, pero ni por esas. De hecho llegó a construir una réplica del potro de tortura de la inquisición, pero cuando vio que le iba a sacar los brazo y las piernas de cuajo, desistió y el fracaso le enfurecía cada vez más, le llegó a despellejar varias tiras de en la espalda. Marieta no se quejaba, no lloraba, nada…y le enfureció de tal manera que la arrastró de los brazos hasta una especie de taller, allí arrancó la moto que tenía sobre un banco de rodillos, fijó una velocidad  de giro. Cuando el primate le acercó la cara a la rueda girando, pudo ver una inscripción en la moto que decía “Sanglas”. Marieta lloró.

En un gesto de victoria el mono folló a la pobre por todos los agujeros posibles, golpeándola, mordiéndola, mientras ella lloraba en silencio, porque  empezaba a recordar y le venían a la cabeza cosas sobre ella. Por fin sabía cómo se llamaba, de dónde era, a qué se dedicaba, conocimiento que estaba allí y que nunca se había ido, simplemente había salido del estado semi-catatónico en el que se encontraba. Sabía que el monstruo le hacía daño, pero no entendía el motivo por el que no lo sentía y aunque lo sintiera hubiese sido mínimo en comparación con las, y el olor era tan desagradable que le provocó arcadas. Se sentía en la peor de sus pesadillas, tan realista tan duro, su cabeza volaba a la época en la que se iba con su padre en una moto idéntica, y Marieta volvió a llorar por el mismo motivo, que no era otro que acordarse de su querido padre. El cerdo se corrió llenándola de su pringue todo el cuerpo. Luego ella se dirigió a su cuarto como lo había estado haciendo hasta hacía bien poco. Se lavó a conciencia frotando todo su ser, se vistió con una especie de vestido de algodón más propio de una cárcel de Dickens y se miró en trozo de chapa que hacía de espejo, su cuerpo estaba lleno de cicatrices y moratones fruto de las ciencia empírica del mono, había marchas de hierros incandescentes, cortes, despellejamiento quemaduras, rozaduras y todo aquello que nuestro lector es capaz de imaginar. Había más zonas dañadas que sanas, su cara era un poema, curiosamente sus dientes no estaban rotos. Su pelo estaba rapado al cero de una manera grotesca por lo que pudo intuir que debía hacerlo ella misma durante su cautiverio. Pero estaba bien alimentada y bien ejercitada a tenor de su tono muscular.

Sus captores no debieron pensar en ella como una amenaza porque pudo ver que no se molestaron en cerrar su habitación con llave. Así que una vez vestida, salió a inspeccionar. La casa era más bien una pesadilla estilo 2001, porque la verdad tanto blanco y el diseño futurista de sus muebles, la hacían parecer muy anticuada o excesivamente hortera. Estaba en un sótano, no había ventanas ni nada que delatara su ubicación. Había más habitaciones pero estaban vacías algunas tenían muebles igual de espartanos y escuetos que los de ella. Encontró otra puerta cerrada con un pulsador de emergencia, la abrió sin problemas y se dio de bruces con la moto que le había hecho llorar. Efectivamente era una vieja Sanglas 500 de color negro, la moto más bonita que se fabricaba en la España de finales de los setenta, remataban el garaje algunas joyas como una Bimota, dos MV Augusta, una Benelli y una Guzzi MGX 21, un modelo que enamoró a nuestra chica. El taller, estaba tan pulcro que se podría operar a la gente en él. Todo en su sitio no había manchas. Las herramientas estaban colocadas y había un montacargas por el que se accedía a un piso superior.

Agarró un desmontable y se subió en el montacargas, con la idea de seguir con su exploración, nada más salir, se encontró un garaje lleno de todo tipo de automóviles, desde un sencillo dacia hasta un lujoso Hispano Suiza T56 torpedo de los años treinta, un Bugatti tipo 57 de los años treinta, un Talbot Lago y un Duesemberg j, lo más moderno era un Pegaso 102z. Todo en ese  garaje hacía suponer que la casa era habitada por un amante del motor multimillonario y muy mañoso a juzgar por el trabajo que había realizado con las motos. Al salir del garaje, se dio de bruces  con algo que no había visto en mucho tiempo, la luz del sol.

La luz solar es perjudicial si se toma en exceso, pero no lo es menos si no se toma, Marieta notaba cómo una especie de bienestar recorría su cuerpo al ser bañado por el sol. Por el ventanal enorme se distinguía una ventana enorme que daba a un jardín precioso rematado por una piscina en la que podía ver al enorme mono haciendo largos en ella. Nada más verlo en la piscina se dio cuenta de lo bestia que era. A pesar de las ganas que le tenía, no tendría una oportunidad con él si se enfrentaba cuerpo a cuerpo, necesitaba ser más lista y reconocer el terreno por el que se movía. En la planta en la que se encontraba, había un salón enorme todo ello rematado con ventanales que bañaban la estancia con iluminación natural. El salón tenía una televisión enorme un mini bar con todo tipo de bebidas y una mesa de comedor de cristal y sillas de cuero. Los sofás de cuero negro y una mesa de café, también rematada en cristal. Los suelos eran de madera seguramente algún tipo carísimo. Siguió con sus investigaciones, le llamó la atención que todo estuviera tan limpio, no había ni pelos ni dada por el estilo por ahí tirado, como pudiera imaginar.

Procuró evitar la cocina cuando escuchó voces en ella, pero pudo observar que habían dos mujeres de mediana edad cocinando. Siguió la incursión por la casa, en la parte de arriba se encontraban la mega suite del dueño, con todo tipo de caprichos, sauna, jacuzzi al aire libre, gimnasio, solárium, las vistas de la casa a un viñedo inmenso, siguió observando todo lo que había, nada reseñable. Marieta entró en pánico cuando salió por la puerta de la habitación y se dio de bruces con una de las señoras de la limpieza. Que le hizo una señal de silencio y le invitó a que le siguiera. Por una escalera angosta destinada al servicio, la llevó hasta la puerta del garaje. Al bajar otra vez a su habitación, pudo respirar con tranquilidad.

Estaba decidida a escapar, pero primero debía trazar un plan que le permitiera salir de allí de manera definitiva y que no le siguieran. Para ello, debía saber si se encontraba en España o no, desde luego el hombre viejo y el mono hablaban en español sin acentos extraños por lo que serían más bien castellanos, pero las señoras de la limpieza parecían asiáticas, no lo sabía a ciencia cierta. Los viñedos, no significaba nada, los había en Sudáfrica, Chile, Argentina, Francia, Alemania, Rumanía, etc…por lo que no significaba que estaba en España y si estaba en el extranjero iba a tener problemas para saber cómo cruzar las fronteras. Otra cosa era que tenía que curar las heridas, ponerse fuerte, coger pasta y conseguir un modo de transporte. Pero sobre todo saber quién le había hecho esto, sabía que la bola de pelo, no era más que el cliente final. Con rabia, sacó el colchón de la cama y empezó a golpear tal y cómo le había enseñado Paka, combinando piernas, rodillas, puños y codos. La saña con la que pega hace que sus nudillos se queden despellejados, se imagina a la cosa y busca dónde puede hacerle más daño. Combina sus golpes con gimnasia.

Durante al menos tres semanas siguientes se dejó vejar por parte de su captor, procuraba complacerle, además ya había logrado hacerle llorar y había dejado de tener interés en hacerle daño. En su entrenamiento, optó por amagar y golpear cuándo fuera preciso, a saber lo que le pasaría si el bicho le pillaba bacineando. Por eso se fijó un único objetivo, estar fuerte para poder escapar, cada vez soportaba menos la dieta a la que le sometían sus captores a base de quinoa, fruta, legumbres sólo cocidas, pescado y carne. Pero tampoco era cuestión de joderlo todo por comerse un helado, ya se hincharía cuando se pudiera.

Todo se precipitó la noche en la que el peludo apareció más cabreado que un mono (valga la redundancia). Marieta estaba durmiendo cuando él entró en la habitación aporreándolo, con la peor rabieta que había visto desde que tenía uso de razón. Agarrándola de la pierna la tiró al suelo, se puso sobre ella, de manera que se sacó la polla y empezó a mearle encima. Marieta, se dijo a sí misma «Ahora o nunca». Se desplazó poco ayudada por sus pies y sus codos, mientras la bestia seguía meándola, hasta que estimó que estaba bien colocada para una patada desde abajo sobre el escroto de la bestia. La patada le dio el tiempo necesario para incorporarse y darle un codazo en la garganta, para darle una última patada en la cara mientras se desplomaba en el suelo sin conocimiento. Ella corrió hasta el taller donde había preparado, desde hacía ya unos días, la cinta americana y una cinta de amarre hecha de nylon. Con la primera ató de pies y manos a la bestia y con la otra, movió la bestia hasta el radiador y lo amarró hasta que escuchó como le crujía una costilla.

Con mucha calma, Marieta se duchó y así sin taparse accedió por el pasadizo del otro día a la zona noble. No había nadie, síntoma de que las señoras del otro día sólo estaban durante el día. Ya sin miedo a ser descubierta, se permitió el lujo de hacer una incursión en toda regla por toda casa. Llegó a la suite de la bestia, al igual que el otro día no halló nada del otro mundo, había ropa de hacía tiempo y que dudosamente le podía venir a la bestia, eligió un pantalón vaquero y una camiseta blanca, nunca antes le había importado tanto buscar algo de ropa interior, un pálpito la llevó a la zona dedicada a las chicas de servicio, a lo mejor había suerte. Bingo unas bragas enormes y de algodón blanco estaban perfectamente limpias y dobladas en la taquilla de las señoras de la limpieza. Se las puso volviendo a tener una sensación de empezar a ser una persona. Buscó entre los armarios de la cocina y encontró una tableta de chocolate que trató como si hubiese encontrado un tesoro. Comiéndola a bocados, terminó dejó la ropa doblada sobre una silla y después de una inspección de la casa más a fondo, llegó a una conclusión: Marieta no sabía dónde estaba. Todavía desnuda decidió bajar y preguntar a la fuente.

El mono estaba despierto cuando ella bajó, todavía desnuda a la estancia. Se sentó delante de él y le quitó la mordaza que había hecho con cinta americana, ella esperó pacientemente a que terminara los segundos de improperios y amenazas. Mientras terminaba su jugosa tableta de chocolate. Entonces se levantó y le dijo:

        Bueno, voy a ser muy franca, quiero irme, pero para ello necesito saber un par de cosas…que me digas dónde estoy y cómo he llegado.

        ¡Vete a la mierda!

        Mala elección…te dejaré un par de minutos mientras lo piensas, creo que no estoy siendo muy convincente. —Dijo Marieta mientras salía de la habitación para buscar herramientas para convencer al bicho y daba la casualidad que había unas pocas en el taller, pero decidió hacer algo más en la cocina fundió unas velones que encontró en el comedor. Bajó a la sala con un cazo de cera hirviendo y sin más aviso lo echó por encima del pecho y los huevos de la bestia, mientras sin inmutarse le dijo — sé que no me tomas en serio, pero esto duele, pero más te va a doler cuando te lo quit….—¡ZAASSS! Marieta de un tirón seco y sin avisar había sacado la cera vertida en el cuerpo del peludo….—¿Duele? —Dijo ella con una media sonrisa en la cara.

        ¡Jódete, puta!, ¡no pienso decirte una mierda!…—Le dijo el mono con una respiración cortada.

        No lo entiendes verdad, a mí me han jodido pero bien, no tengo nada que perder, si eres un buen monito, te dejo y punto, no eres más que un peón de la historia. Si te pones en plan chulito como ahora puedo hacerte mucho daño, llevo acumulando la mala hostia durante demasiado tiempo. Lo de la cera es por pura gracia,—dijo mientras sin avisar, le dio un martillazo en la rodilla con toda su fuerzas. —Sé que duele, sé que tú has estado buscando mi umbral del dolor y por ello desperté de mi estado zombi, no sé ni dónde, ni cuándo y ni mucho menos cómo he aparecido por aquí. Por las marcas de mi cuerpo te lo has debido pasar de puta madre conmigo…empieza a hab…—Plas…no había terminado de hablar cuando Marieta ya le había dado un leñazo con el martillo en la otra rodilla y esta vez si que había crujido de verdad…

        ¡Está bien, está bien pero no me pegues más! por favor…—Decía el monstruo llorando. — Mi nombre es Héctor Gonzaga, soy ingeniero químico, durante muchos años me he dedicado a crear compuestos ilegales para todo el mundo, drogas sintéticas, sueros de la verdad, te juro que es verdad….hace unos años un proveedor de esclavas me pidió un inhibidor de voluntad, el resultado fue tal y como se esperaba, en vez de domar durante años tienes una esclava en cuestión de meses. Después de unos años acudí a él a comprarme una y así tener el sexo que quisiera sin más.

        Eso está muy bien…pero no me responde a casi nada…quiero saber más…— ¡Boom! Dijo ella al tiempo que le arreaba un martillazo en la tibia que debió romper algo.

        Tu dosier está en mi despacho en la caja fuerte que se oculta tras los paneles de madera junto al cuarto de baño…te lo juro…no me hagas más daño….

        Sabes que tienes un taladro y lo que podría hacer con él…dame la clave de la caja y dime dónde está la llave. —Dijo ella mientras le estampaba otro martillazo en la mano.

        Está en la mesilla de noche en un falso fondo que hay en el primer cajón.

        Sabes que si me mientes estás jodido, ahora dime, ¿dónde estamos?…y en qué fecha.

        Estás en la República de Georgia, en el valle de Alazani, es de los pocos sitios donde un tío con mis pintas y con dinero puede más o menos vivir. Aunque no salgo mucho, sniff— Decía Héctor sorbiéndose los mocos. — Hoy es día diez de octubre del año dos mil diecisiete.

        ¿Qué año?…

        Dos mil diecisiete…

        ¡Noooo!, ¿me dices que llevo aquí casi cuatro años?.— Grita Marieta, con rabia y desesperación.

        Aquí llevas tres, antes estuviste donde te recogimos mi padre y yo. Mi padre vivía aquí hasta que murió hace medio año.

        ¿Por qué tienes esta pinta de mono?…

        No soy un mono…

        ¡Hueles como ellos, follas como ellos y te comportas como ellos!…¡Eres un puto mono! — Gritó Marieta mientras le daba una patada tras otra en la cara hasta que le saltó un par de dientes y el primate volvió a perder el sentido. —Momento que ella aprovechó para ir a buscar algo de comida, encontró una par de refrescos, en el congelador helado y jamón en el frigorífico. Se dio una comilona refregando su coño en ese sofá tan caro que había en el salón. Una vez se dio el festín, bajó al taller a encontrar algo más que ayudara con su tortura y allí lo encontró…un soplete. Nunca antes había usado uno, pero la verdad tampoco debía de ser tan difícil, sería más bien como abrir un fogón en una concina de butano de toda la vida. Volvió a su habitación y se colocó encima del mono y le meó encima para que este volviera en sí lo antes posible.

        Ahora quiero me digas la verdad, ¿dónde guardas el dinero y las cosas de valor?…

        Aquí no tengo mucho, normalmente lo guardo en una caja de seguridad en el banco de Tiflis.

        Y yo me lo creo….díme donde guardas la pasta, te vas arrepentir si no me lo dices…

        Es verdad, aquí sólo tengo un par de millones para mis caprichos, lo demás está repartido por ahí y en una caja de seguridad.

        ¡Un millón!… ¿pero cuánta pasta tienes Amedio?…

        Mucha, como te he dicho hago de todo y vendo mis fórmulas, da igual que sean cárteles de droga que fertilizantes o como en tu caso…anuladores de la consciencia…

        Y si eres tan listo cómo coño vas así como si de un mono se tratara…

        Bueno, yo era mentalmente brillante, pero físicamente un desastre. Estaba gordo, con granos. Mi mente me daba el dinero pero las tías sólo me querían por la pasta, llega un momento en el que tú quieres al bombón pero también quieres una compañera, era muy feo y repulsivo, de hecho mi olor corporal sigue siendo el mismo. Una noche viendo la película “El profesor Chiflado”, se me encendió una bombilla, si conseguía una pastilla que a los gordos como yo nos pusiera atractivos, sería mucho más rico de lo que ya era. Poco a poco fui terminando los encargos y me retiré de mis negocios sucios, ya había ganado suficiente para vivir a todo trapo durante diez vidas. Investigué incansablemente durante un par de años hasta que di con lo que debía ser una fórmula infalible que alterara la secreción de testosterona. Los datos al principio eran impresionantes, pero quise correr más, sólo quería fuera una toma, la cosa se fue de madre y acabé así como si fuera la bestia de la patrulla X.

        Bueno, pues vas a ser un buen monito y me vas a decir donde guardas todo…y cómo desactivar las alarmas.

        No hay sistema…te lo juro.

        Claro y yo me lo creo— Decía Marieta, mientras sacaba el soplete que había encontrado y lo encendía. – No me mientas…no estás en disposición de mentirme o te depilaré como a los gorrinos. –Amenazó mientras acercó la llama a las piernas….Héctor gritó como un animal por el dolor. Un olor asqueroso inundó la habitación, pero Marieta no estaba dispuesta a ceder. Y una vez más acercó el soplete a la otra pierna…mientras él gritaba y lloraba como una nena. Marieta volvió a preguntar. –¿Dónde están las alarmas?…

        Hay que acceder a un teclado que está justo detrás del espejo del cuarto de baño, teclea la secuencia ÑASpt784z79. Entonces podrás abrir la caja fuerte, la combinación es cuatro vueltas a la derecha y ochenta y cuatro, tres a la izquierda  diecisiete, dos a la derecha y ocho. Prueba y verás que no te miento…

        No me lo creo, – Dijo Marieta accionando otra vez el soplete, y esta vez pasándolo cerca de las  pelotas…

        Te lo juro…por favor. No me hagas daño.

        Otra cosa, ¿Tienes tranquilizantes?…necesito descansar.

Marieta salió de la habitación, estaba alterada y excitada por lo que estaba haciendo, con los datos que le había dado, efectivamente pudo abrir la caja y encontró unos fajos de billetes nuevecitos de quinientos, cien y cincuenta euros y varias joyas. Al coger el primer fajo de billetes de cincuenta hizo algo que instintivamente hacía siempre, comprobó la rugosidad de una parte determinada. El billete era falso, probó todos y cada uno de ellos con el mismo resultado. No podía creerlo el idiota del mono había estado a punto de engañarle. Con muy mala leche, Marieta bajó al sótano y sin mediar palabra le metió una hostia con un cucharón de sopa en toda la boca que hizo que su rehén perdiera una vez más el conocimiento, poniendo al bicho sobre una silla con ruedas, lo llevó hasta al taller donde lo ató a un elevador de tijera con alambre. Acto seguido lo elevó de manera que estaba de pie y despertó a la bestia.

        ¡Monito, despierta!….¡Vamos monito!…– Mientras le pateaba le daba palmaditas en el culo.

        ¿Qué me vas hacer? – Dijo su prisionero mientras se intentaba girar sobre sí…–¡Te lo he dado todo!..

        No me lo has dado, me has querido engañar y sólo por eso, te voy hacer una pequeña demostración de mi nuevo poder. –Sin mediar aviso, Marieta hizo una pasada de soplete sobre la espalda de su cautivo mientras el lloraba y moqueaba pidiendo perdón. – Esto es sólo el principio… ¿Duele?…pues creo que nada comparado a cuando te alcance zonas digamos que sensibles. –Sin mediar más conversación, Marieta le quemó una oreja. – ¡Esto me duele más que a ti!…Dame lo que quiero, no lo quiero todo, sólo lo que creo que me pertenece… ¡Dime donde está la pasta!…– Chilló Marieta, mientras le taladró una rodilla al mono.

        ¡Te lo digo!…¡Pero, pero no sigas,  por favor…no sigas! ¡Diosss!…– Marieta había seguido echándole sal en toda la herida. – Sube al gimnasio, en el cuadro de luces encontrarás una palanca que pone activación jacuzzi, enciende y apaga seis veces…entonces se levantará una plataforma hidráulica que girará la sauna…allí está la caja del dinero, la tienes que abrir con una lectura de mi iris y una nota de voz junto a la palma de mi mano. Dentro está lo que quieres…

Marieta, realizó una simple estrangulación sanguínea que hizo que la bestia volviera a perder el sentido al no llegarle sangre al cerebro. Algo sencillo y rápido que había aprendido de sus prácticas con Paka. Al desatarlo cayó a plomo sobre la silla con la que lo había trasladado al taller. Lo ató con alambre y cinta americana. Con cuidado, como pudo hasta el gimnasio, fue un trabajo duro, porque se encontraba fuera de la casa y no era un camino de rosas. El mono tampoco fue de mucha ayuda aunque la verdad el pobre estaba para poquitas alegrías. Una vez dentro encontró la caja de luces que accionó seis veces hasta que la sauna giró sobre sí misma y mostrar el panel que el mono le había dicho. Con un sencillo “procede, por favor”. Héctor, que no debemos olvidar que así se llamaba el peludo, acercó su ojo al lector de iris, puso la mano sobre el panel y dijo la palabra “Salvany” (N.A. buscar el nombre del médico español y os sorprenderéis). Un ruido metálico y giró la manecilla para encontrar el gran tesoro que había dentro.

Una bolsa con diamantes de 6 quilates, fajos de billetes de quinientos euros que posteriormente sumaron cinco millones de euros. Bonos al portador, por valor de más de cinco millones de dólares y lo que más le gustó una agenda curiosa donde encontró todas las claves para acceder a las cuentas ocultas en paraísos fiscales con las cantidades en ellas, sumando más de cien millones, siguió indagando y se llevó una sorpresa mayúscula cuando encontró un pasaporte venezolano a nombre de Patricia Pardal, levantando las cejas preguntó – ¿y esto?, a lo que el hombre respondió – Me gusta viajar con mis “cosas”.

Entonces Marieta apuntaló la puerta con unas mancuernas, dándole unas palmaditas en la espalda y sin mediar palabra, le clavó un cuchillo en la yugular, y esperó pacientemente a que se muriera. Dicen que es difícil, pero Marieta encontró lo encontró sumamente fácil después de lo cabrón que había sido. Encontró varias bolsas de viaje donde metió el tesoro, se duchó y se quitó todos los restos de ropa, se terminó el helado de la cocina y se cocinó un buen filete de ternera. Se vistió, agarró el coche más discreto que había, que era un viejo pero fiable Lada Niva. Se quedó con las ganas de llevarse la Guzzi, pero llamaría demasiado la atención. Hacía años que no cogía un coche, pero no se le había olvidado. Intentaría llegar a Tiflis como fuera, el depósito estaba lleno, una vez cargado el vehículo, arrastró al muerto hasta uno de los coches y uno a uno les prendió fuego, no sin antes haber dejado abierto el gas en la cocina. Un error que casi le cuesta caro, porque se libró por los pelos de ser víctima de su propia chapuza. Pero dejó tras de sí los tres años que había estado cautiva en ese sitio tan repugnante.

La casa tenía un camino asfaltado hasta una carretera, la forma que tienen de conducir en ese país asusta hasta al más experimentado, pues os podéis imaginar lo que puede ser a alguien que no había conducido durante al menos diez años. Pero como ella se dijo «Esto no me va a detener». Justo a unos quince kilómetros, la carretera terminaba en una población llamada Telavi. Marieta estaba cansada necesitaba dormir y comer algo.  Tuvo un pálpito cuando vio lo que parecía una estación, Marieta aparcó en el parking y cogió las maletas. Su intuición no le defraudó, efectivamente había una oficina de cambio de moneda. Sacó del bolsillo mil euros que le cambiaron en Laris georgianos, tuvo que enseñar su pasaporte y  sin muchas más tenía el cambio en su mano. Compró una guía turística de Georgia en un quiosco, era una estación de autobús y nuestra protagonista no le apetecía lo más mínimo pasar tres horas en un autobús. Resolutiva como nunca, indagó en la guía mientras se tomaba un refresco. Salió a la calle en busca de un taxi, había un viejo mercedes ranchera de esos que se ven en las noticias de oriente medio y que andan a pesar de estar atados con alambres, pero era este o un viejo lada con la carrocería del SEAT 124.

Con la guía en la mano mostró al taxista lo que parecía, era el hotel más lujoso de la capital. El taxista un hombre mayor y bigotudo, le dijo con una sonrisa…–Radison is better. – A lo que Marieta accedió de buena gana no tenía ganas de discutir, sólo quería descansar. El conductor llevó por una carretera de montaña preciosa, en la que pudo ver a lo lejos viejos monasterios y algún castillo medieval, ella se hizo un una nota mental en la que se animaba a visitar el país cuando se hubiera calmado un poquito, entre otras razones porque le pareció hermosa la campiña y sobre todo lo amable que era todo el mundo. Georgia es un país que sin ser próspero se empeña en serlo y que todavía está curando las heridas de una guerra civil. Poco a poco, fue prisionera del sueño, no quería por la paranoia típica del llevar tanto dinero encima, pero estaba cansada y después de la tensión había dado lugar a un bajón que hizo que Morfeo triunfara.

Despertó sobresaltada cuando, cuando el hombre le zarandeó indicándole que había llegado a su destino. Marieta estaba aturdida, le había pedido el equivalente de cien euros, pero ella agradeciendo su honestidad, le recompensó dándole dos billetes de quinientos euros. El taxista alucinó de tal manera que casi tuvo que quitárselo de encima con fórceps para entrar al hotel. Sin separase de sus maletas, se registró en la mejor suite del hotel. Al principio con cierta reticencia por parte del recepcionista, pero todo se olvidó cuando pagó una semana por adelantado de la suite.

Cuando se instaló, pudo ver una perspectiva preciosa de la ciudad, ante ella. Marieta dejó el dinero en la caja fuerte menos un fajo con el que salió dispuesta a fundírselo, llevaba demasiado tiempo sin darse un capricho y el hotel tenía una galería comercial más que decente, se dio una ducha rápida y se metió en la primera tienda de ropa que vio. En ella se compró un pantalón vaquero elástico unas converse blancas, una camiseta, unas bragas y un sujetador deportivo. Pagó y volvió a la habitación del hotel.

En la soledad del hotel se desnudó por completo y se fijó en la cantidad de cicatrices que había en su cuerpo. Se palpó su ano, que gracias a Dios no había sido dañado hasta el punto de necesitar pañales durante el resto de su vida. Miró que estaba cubierta de vello corporal, su pelo, eso sí estaba rapado al cero y le hacía parecer un poema de sí misma. Se durmió, su sueño fue reparador, estaba muy cansada, demasiado para que los fantasmas le jodieran. Puso el cartel de no molestar en la puerta, no sabía ni la hora ni el día que era cuando se despertó por un retortijón de hambre.

Con un lápiz y un folio, empezó a trazar un esquema de todo lo que recordaba que le había pasado en los últimos diez años, desde la muerte de sus padres, la estafa de Pancho y cómo la echó, se acordó de Paka, de Tina y de su Félix, cómo le iba a querer así con este cuerpo hecho una pena, necesitaba tiempo para reponerse de sus heridas tanto físicas como psíquicas y por eso quería estar sola. Se aseó, pidió hora en el Spa para depilarse, pues se notaba que no lo había hecho desde su cautiverio, lo que no entendía el motivo por el que le rapaban la cabeza pero no le rasuraban el resto del cuerpo. Allí le hicieron un tratamiento precioso, seguía sin sentir el dolor corporal, cosa que agradeció. Desnuda ante el espejo, se arrepintió en un principio, sin vello sus cicatrices se notaban más. Pero se observó lo fuerte que estaba físicamente, podría presumir, diría a todo el mundo que se las hizo en un accidente de moto. Se echó a reir como una loca. Ahora con ropa decente de mujer y aseada parecía otra cosa, llamó a recepción y pidió que le contrataran un vehículo con conductor. Al bajar a recepción, le esperaba un tipo de dos por dos trajeado con el pelo cortado a cepillo, respondía al nombre de Boris. Hablaba un inglés bastante decente y Marieta le pidió que le diera un paseo por la ciudad.

La visita cultural fue rápida, sobre todo cuando vio una enorme calle comercial con tiendas de lujo que hizo las delicias de nuestra amiga, compró mucha ropa, sexy y menos sexi, además disfrutó cuando le pedía opinión a su acompañante y este se moría de vergüenza. Cuando terminó con las compras, invitó a Boris a cenar, pero él declino la oferta, –No soy un gigoló señora. –Se limitó a decir, ella lo entendió y le gustó que supiera cual era el sitio de cada uno, además a Marieta le empezó a gustar el estatus que le daba el dinero.

Entre sus compras incluyó un portátil, para realizar una serie de comprobaciones, entre ellas las cuentas que acaba de heredar de su captor. Todo estaba en su sitio, necesitaba comprender de qué manera podría disponer del dinero. Pero eso lo arreglaría otro día, se metió buscando datos de sus amigos. Se metió en su cuenta de Facebook y para suerte suya seguía activa, en ella pudo saber que Tina se había casado con Iván, que Félix también se había casado, eso le llenó de dolor, pero al fin y al cabo ella era una recién llegada a su vida. Lo que más le mosqueó fue una foto de Tina que decía “en la boda de Paka”, pero no se veía más que ella abrazada a Iván y este con cara de mala hostia. Entonces para su dolor, se encontró otra foto que le aclaró la postura, se había casado con Pancho. Estaba claro, ellos eran quienes le habían traicionado, la muy zorra hija de puta, tenía que calibrar su venganza.  Necesitaba tiempo, la foto era de hacía un par de años, por lo que no era cuestión de ponerse a correr. Quería preparar una venganza fría y severa contra el par de hijos de puta más grandes que pisan la tierra.

Lejos de amedrentarse, quería pensar un plan de venganza, pero primero, debía llegar a casa con todo el dinero y luego ya vería. Para solucionar una serie de problemas, para ello, ideo un sistema cuando menos hilarante de cómo salir con todo el dinero, los diamantes podría esconderlos dentro de un bote de crema, pero el dinero era más complicado. Podría alquilar un barco e intentar llegar a Grecia atravesando el Mar Negro. Otra opción era intentar hacerlo con el coche, podría jugármela atravesando Turquía, pero al final le obligaría a hacer alguna pequeña modificación en los coches, que además teniendo pasaporte Venezolano es un problema añadido. Pero cómo narices entras en una embajada y le explicas a la gente que has entrado en el país de incognito, que has estado retenida en contra de voluntad durante más de tres años. No se lo creerían ni locos. Por otro lado, está la posibilidad de simplemente ir y no dar mucha más información, a lo mejor si tienes suerte…

Marieta llamó a Boris, para que le recogiera en el hotel. Una vez allí, le pidió que le llevara  al consulado. Al llegar, pidió ser recibida por algún funcionario español. Marieta se identificó con su nombre completo y número de carnet de identidad ( N.A. para los lectores no españoles este carnet también es conocido como D.N.I. o documento nacional de identidad). Para su sorpresa, fue atendida por el cónsul. Nada más entrar al despacho, el señor fue tremendamente directo:

        ¿Qué has hecho con tu dueño?.

        No era mi amo, me tenía drogada, con lo que fui sometida en mi contra…pero digamos que el mono dejará de ser un problema. ¿Cómo es que conoce de mi existencia señor?.

        Eso es un tema jodido, si está muerto, bien hecho está. ¿Qué ha hecho con la documentación?

        La guardo… en una caja de seguridad. –Esto último fue inventado por Marieta.

        Digamos que ese hombre, tenía una documentación que me pertenece, unas fotos digamos que algo peliagudas, ¿Qué tendría que hacer para poder quedármelas?–Dijo el cónsul mientras Marieta veía el cielo abierto de par en par.

        Primero, quiero mi pasaporte. En segundo lugar, tengo entendido que a los diplomáticos no se les registra la llamada valija diplomática. ¿Es cierto?.

        Así es…

        Tengo unas cosillas que me llevé que tengo que introducir como sea…

        Vamos que se ha llevado el dinero en efectivo.

        Efectivamente, no hay mucho unos quinientos mil. –Mintió Marieta. –No tenía tanta pasta como pensaba.

        Bueno, además de la documentación que le pido, hacerle ese favor le costará un billete de ida y vuelta en primera y cien mil euros de ese efectivo.

        Si a lo primero, en cuanto a lo segundo diez mil y va arreglado. – Regateó ella.

        Setenta mil y lo dejamos. – Contra ofertó él.

        Le doy treinta más el valor del billete en efectivo, a cambio, quedamos en el aeropuerto, lleva la valija con todos los abalorios con sobres y papelotes, una vez allí me la da junto con una carta en la que me acredita como correo consular. Cuando vaya a subir al avión usted recibirá un sobre con su dinero y la documentación qué está buscando.

        Eso le costará cincuenta mil y no bajo ni un duro. – Volvió a decir el cónsul.

        Vale, cincuenta…no me la juegue o el matón de la mafia rusa que tengo abajo se encargará de que usted acabe como alimento de los peces.

        Señorita, yo soy un hombre de palabra, ahora mismo, le preparo la documentación para que usted misma pueda ser acreditada para llevar la valija y ejercer como correo diplomático, no le va a tocar nadie se lo garantizo. Espero que usted también lo sea.

Marieta regresó al hotel encantada de la vida, había conseguido la manera más eficaz de meter todo el dinero en efectivo sin levantar sospechas. No había revisado la documentación que se había llevado de la caja, y la conversación con el cónsul despertó en ella una curiosidad insana, abriendo una de las cajas con documentación variada que se llevó consigo. Se lo primero que se encontró fue una carpeta con su nombre, lloró de alegría cuando encontró un sobre con su D.N.I. y su carnet de conducir, no está todo perdido, junto a la documentación, estaba el dosier que debió adjuntar el cabrón que la convirtió en una autómata durante tantos tiempo. Lo dejó apartado a la espera de que tener la intención de hacer algo en un futuro. Siguió investigando, hasta que dio con la documentación de la que hablaba, era él siendo sodomizado por el peludo mientras ella le estaba chupando los huevos, ciertamente no era lo más atractivo para guardar, pero entendía el miedo del cónsul. Buscó y rebuscó en toda la documentación, encontró otro cuaderno, esta vez con las fórmulas químicas que había suministrado.

Había varias escrituras de propiedad, lo que la dejó alucinada es que tenía un ático en Madrid y una casa en Sotogrande que estaban a su nombre, no paraba de estar asombrada cuando vio un libro de familia en el que decía que estaba casada con el Monstruo. Significaba que ahora todo era de ella, o al menos eso pensó. Debía conseguir más información sobre el asunto, no quería hacerlo pero debía obtener la máxima información sobre el asunto. Llamó al cónsul y le invitó a cenar en su hotel.

Durante la cena, divagó un poco sobre el país y sobre España. Estaban degustando del postre cuando el invitado se destapó diciendo:

        Imagino que la invitación a cenar viene a colación de que acaba de descubrir un libro de familia. ¿Es cierto?

        Así es… ¿Es auténtico?

        Sí. Su difunto esposo, era muy meticuloso con ciertas cosas y descubrió que a veces, es mejor casarse por interés y así evitar preguntas innecesarias.

        ¿Folló usted conmigo?…–Preguntó Marieta a sabiendas de no querer saber la respuesta.

        No, como imagino que ya habrá visto mis fotos, lo habrá adivinado. Soy un hombre ambicioso, quiero ser embajador por eso me vine aquí. Pero si se descubre esa foto, me veo pegando sellos en alguna embajada cutre de por vida.

        Ha sido sincero y yo lo seré con usted. Él está muerto, si me hace un certificado de defunción, le puedo dar esto.– Dijo Marieta enseñando un Jaeger-Lecoultre de más de doce mil euros. – Como muestra de buena voluntad.

        Es usted muy amable, ahora estoy seguro que no me iré con las manos vacías. – Mientras se lo ponía en la muñeca.

        Ahora si me permite debo de terminar mis cosas, mañana tengo que coger un avión, otra cosa…el número de vuelo de la valija lo ha de ir en blanco así como los demás datos que serán rellenados por mí, mañana a las nueve le recogeré camino del aeropuerto y me realizará la entrega de todo. La valija será devuelta por UPS en un par de días.  Buenas noches y que descanse.

Marieta había comprado tres billetes de avión, uno que iba directamente a Ámsterdam, otro para Frankfurt y el último para Londres. No quería que le pasara lo de la última vez, estaba totalmente asustada de volver a la civilización. Pero no quería volver a España hasta que estuviera totalmente segura de poder afrontar con éxito el trabajo que quería realizar. No era fácil pero necesitaría trabajar duro para conseguir hacerlo, había pensado que debía entrenarse para terminar de aprender a defenderse y así evitar que le volvieran a coger y si lo hicieran que al menos se pudiera llevar a alguno por delante. Había rellenado un formulario para una escuela militar en Omaha, en ella le enseñaban desde el uso de armas de fuego, hasta conducción evasiva. Para el curso completo estaría durante más de tres meses en ese sitio. Tiempo suficiente para ir dando forma a su trama y conseguir alguna ventaja del dinero en las cuentas opacas.

Tal y cómo había quedado, Marieta recogió al cónsul en su coche, dentro de él le dio una especie de saco de lona identificado como tal un candado y su llave. Junto a él una hoja sellada con la documentación que había de ser rellenada. Así como la documentación que la certificaba como persona autorizada como correo consular. Marieta sacó una bolsa en la que se hallaba el dinero. Dejó al cónsul esperando en el coche, mientras que Boris le ayudó con su equipaje. Al despedirse, ella le volvió a ofrecer trabajo, pero él declinó la oferta de manera educada. Le regaló uno de los relojes y entró en la zona de viajeros sin ningún contratiempo, paseó un poco hasta estar segura de que no le seguía nadie y entró en el avión elegido.

De los tres aeropuertos que había elegido para salir Georgia, se decantó por el holandés. No sabía el motivo pero le agradaba la idea de ir a Flandes. Por supuesto había elegido viajar en primera y para no ir pensando mucho se tomó un par de somníferos que hicieron de su viaje un suspiro. Nada más aterrizar, pudo salir de allí sin contratiempos. Había hecho bien los deberes y ya le esperaba un coche para llevarle directamente a Luxemburgo donde había concertado una reunión en un pequeño banco de inversiones. No es que supiera de blanqueo ni nada por el estilo, simplemente es, que le llamó la atención que dicha entidad salía demasiadas veces en la documentación que había encontrado.

Antes de llegar la esperaban en el hotel, una ducha rápida y se vistió con arreglo a lo que debía ser ir a un banco de inversiones. El resultado un traje de chaqueta con pantalón en un color gris de cuadritos, una blusa de seda en color blanco roto y como colofón unos zapatos a juego con el cinturón que adornaba el pantalón y un bolso-portafolios. Como su pelo no había crecido lo suficiente, decidió cubrirse la cabeza con un sombrero negro y cubrir su cara con unas enormes gafas de sol. Finalmente remataba todo con una gabardina clásica, haciendo del conjunto algo bastante aceptable.

Justo en ese momento, avisaron de que había un conductor esperándola en recepción. Para su sorpresa el banco había mandado a un empleado a recogerla. El vehículo que utilizaron para el traslado, al contrario de lo que se puede pensar, es un discreto Mitsubishi. Durante el trayecto que no duró ni un cuarto de hora pudo observar el casco antiguo de la ciudad. Las oficinas del banco estaban en una calle adyacente a la Rue du Marché-Aux-Herbes, que es el centro del poder del ducado.

Como no podía ser menos, el edificio era uno más sin sobresalir con respecto al resto, sólo una placa en la entrada te decía que estabas en las oficinas del PPS Bank. Una vez entras por una antigua puerta de carruajes, un guardia de seguridad muy bien vestido te toma tus datos y te pide que esperes hasta que una secretaria de acompaña hasta una sala de juntas que está en la última planta del edificio, antes de dejarla sola en esa mole de acero y cristal le pregunta si quiere tomar algo. Marieta con educación le responde que no, mientras se queda mirando las vistas que le proporciona la sala, toda acristalada con muebles de cuero ultramodernos y una mesa de cristal al centro. Nada hacía presagiar que en un continente tan clásico podía albergar un contenido tan moderno y funcional. No se ve gran cosa desde allí, la gente va y viene no pudiendo evitar las miradas curiosas de los empleados desde su puesto.

No espera mucho hasta que entran la secretaria con una bandeja con vasos y una jarra de agua y detrás un señor de unos cincuenta años impecablemente vestido con un traje de raya diplomática, alto con el pelo blanco, con unas gafas y un bigote que le dan una imagen entre un descendiente de Bismarck y Gepetto, pero ella no se deja guiar por la imagen de este último, sabe que si trabaja aquí debe de ser cabrón de armas tomar. Es educado y presenta a su acompañante una chica grande, ahora les llaman “gordibuenas” si bien está entradita en carnes tiene una cara y ojos preciosos, viste elegante y sobria al mismo tiempo. Marieta imagina que el código de vestimenta debe de ser muy estricto en la empresa porque se da cuenta que todas las mujeres visten muy por el estilo, todas van con traje de chaqueta y apenas van enjoyadas un anillo, una cadena pendientes y desde luego si llevan maquillaje debe de ser muy ligero, a penas los labios y algo de sombra. Sobriedad ante todo.

La chica va cargada con un Ipad, mientras conecta una pantalla de televisión enorme, el hombre hace las presentaciones:

        Señora de Gonzaga, es un placer conocerla – Dice en un español más que correcto. –Soy Dieter Schmidt, vicepresidente ejecutivo de inversiones atípicas de este banco, me acompaña la Señorita Leopolda Venet, jefa de cuenta del señor Gonzaga. Antes de empezar permítanos darle nuestro más sentido pésame por la muerte de su esposo, era uno de nuestros mejores clientes.

        Muchas gracias, si no le importa y le agradecería que utilizara mi apellido, Maltés, en España es costumbre que las mujeres no pierdan su apellido cuando se casan.

        Por supuesto, como usted dese. Tal y como le he mencionado señora Maltés, la Señorita Venet es la persona que gestionaba la cuenta de inversión de su marido, imagino que estará aquí para ir transfiriendo a su nombre los bienes de él. Al no existir un testamento que corrobore lo contrario, todos sus bienes pasarán a formar parte de su patrimonio. Para ello, es obligatorio por parte de nuestros clientes que depositen una copia de este si lo hubiera. En el caso de su difunto marido, siempre rehusó a esta práctica, con lo que con la documentación aportada por usted, para nosotros pasa a ser nuestra cliente. Como primera toma de contacto le recomiendo que lea el dosier que le hemos preparado, en él se le dice donde se haya el dinero y los procedimientos para poder sacarlo.  Además de nuestros honorarios, claro está. Ahora si me disculpa le dejo con ella para que le soluciona las dudas, en cuanto al idioma no se preocupe, es española por parte de madre y creo que lo habla bastante mejor que yo. – Se acercó y haciendo una reverencia con una ligera inclinación de cabeza abandonó la sala.

        Bueno, al fin solas. –Dijo Leopolda para romper el hielo.– Como soy medio española, desea que le llame por su nombre o seguimos con las formalidades germanas.

        Marieta está bien, ¿Leopolda?…

        Mi padre era fan de Clarín, si quiere me puede llamar Leo como todo el mundo. Ahora si le parece bien empecemos con la reunión. Como ha dicho mi jefe, aquí tiene un dossier donde le explicamos nuestro modus operandi muy por encima. Lo más importante lo tiene conmigo, mi teléfono y mi dirección de correo electrónico, puede llamarme cuando lo desee, en cuanto al estado de cuentas….

        Leo, si me perdona, estoy cansada del viaje y la verdad con todo lo relativo a la muerte de mi marido estoy un poco mal, si no le importa podría echar un vistazo al dossier en mi hotel y tener una reunión cuando a usted le venga bien.

        Mucho me temo que hoy ya es viernes y que no podremos reunirnos hasta el martes, el lunes es fiesta aquí y no trabajamos.

        ¿No podríamos hacerlo durante el fin de semana?

        Lo lamento, pero mi hermano viene desde Alemania y se quedará en casa conmigo, entiéndalo llevamos más de seis meses sin vernos y eso es mucho para nosotros que somos gemelos.

        Ya veo, ¿hay algo interesante para hacer este puente?…– Preguntó Marieta, sonriéndose al pensar la de años que no había usado esa expresión. – Me refiero a algún sitio al que ir, no sé, se me ocurre alquilar una moto y salir de excursión, hacer algo por no estar encerrada en el hotel.

        ¿Es usted motera?…–Preguntó Leo con asombro.

        Hace un tiempo que no monto pero en España me movía con una Vulcan…no soy Pedrosa pero me apaño.

        ¿Una Vulcan?…¿está de broma?…yo tengo una, el plan de mi hermano y yo era hacer una ruta con algunos amigos…la idio..digo su…novia se ha caído de la lista. El concesionario de Yamaha es un buen amigo mío podría llamarle a ver que nos puede conseguir.

Leo hizo una llamada y habló durante más de media hora en francés, parecía que estuvieran discutiendo y colgó con un “Au-revoir”. Con una sonrisa de triunfo le dijo a Marieta,

        Le he conseguido una moto, la moto no es muy allá, es una vieja Sanglass 500S2. La mala noticia es que no la alquila, sólo la vendería el precio es algo caro, pero le garantizo que la ha restaurado de principio a fin. El precio es de cuatro mil euros, el papeleo corre de su cuenta. ¿le sigue interesando? Se me olvidó contarle que la ruta es en motos de época, yo por ejemplo iré en una vieja BMW R80 de mi tío y mi hermano irá en una Triumph de finales de los setenta. Si se atreve a ir con unos locos de las motos antiguas es bienvenida a la concentración.

        ¡Claro que sí! Acabas de hacerme una mujer feliz, llevo años queriendo comprar una Sanglas, mi padre tenía una y yo aprendí en su vieja 500. Dile que sí, necesitaré casco botas y ropa adecuada, ¿me da tiempo a comprarlo todo?.

        Marieta, ya he pensado en ello, mi amigo nos espera en su tienda, allí podrá encontrar de todo, ahora si quiere, podemos dejar todo aquí, ¿lleva bastante dinero en efectivo o debemos ir a algún sitio?.

        Pensé que podríamos hacer una transferencia desde aquí.

        Marieta, este no es un banco normal…ya se irá dando cuenta.

        Pues no se hable más y sí, llevo efectivo para comprar el equipo y mañana cuando recoja la moto le podré dar el resto si a él le parece bien. – Respondió Marieta con chulería.

        No creo que le suponga un problema.

Con las mismas, las dos mujeres salieron del banco, mientras eran observadas por Schmidt, quería quitarse de encima el marrón de Marieta a toda costa, y a lo mejor una buena amistad con alguien de dentro podría hacerlo mucho más fácil. A pesar de ello, sabía que Leo tenía un toro difícil de lidiar.  De momento había ganado unos días hasta que pudiera borrar las huellas que le estaban incomodando y a lo mejor si se portaba bien con ella podría dejar pasar la ocasión de tener que hacer algo peor, su antiguo mentor siempre le decía que la sangre mancha y que por mucho que se limpie siempre deja alguna salpicadura, pero que a veces también era no sólo inevitable, sino imprescindible.

Marieta y Leo llegaron a una tienda de motos donde le esperaba su bellísima burra, nuestra chica casi se ahoga de aguantarse el llanto cuando la vio, estaba prácticamente nueva. Eran las siete de la tarde, que para un Luxemburgués es casi trasnochar, pero vender una moto que tenían en stock de hace ni se sabe, más un equipo completo para el cual no se reparó en gastos. Digamos que al pollo le mereció la pena llegar a casa un poco más tarde de lo habitual.

Para la ocasión, nuestra chica fue una elección doble, por un lado un traje de agua por si acaso y bien aconsejada por Leo, pero la otra elección fue un conjunto en cuero negro que hacía de Marieta alguien muy deseable y lo notó en la mirada de su acompañante, sobre todo porque no pudo evitar mirarle el culo, mientras ella se reía viendo reflejada la imagen en el espejo del probador.

Marieta siguió las indicaciones de su nueva amiga y llegó al hotel en su nueva moto, no sin antes mirar de un lado a otro como si de una histérica se tratara, recordaba muy bien lo último que había pasado la última vez que subió, pero la pasión pudo más, además dudaba mucho que sus acompañantes le quisieran tender una trampa. No obstante, guardaba el regalito que había traído escondida en la valija diplomática. Boris le había conseguido un revólver Taurus, pequeñito y que le había enseñado a usar en un día de práctica, por lo menos para disuadir a alguien que se le acercara. La noche pasó volando, sobre todo debido al cansancio y la tensión que tenía de tantos días, Marieta se metió en la bañera, se miró las citarices, se las fue palpando una a una, la relajación hizo que probara a darse un chorro de agua en su coño, aunque debido al mal uso de los últimos años, no creyó que le volviera a dar gusto nunca más. Recuerda que cuando le vino la consciencia, estaba más pendiente de que el bicho no se diera cuenta que del placer que le proporcionaba el rabo que tenía. Ella se relajó y abriendo las piernas lo más que pudo, comenzó a acariciar su sexo con una mano, mientras con la otra enfocaba el chorro de agua tibia que salía del mango de la ducha. Poco a poco los músculos de su espalada se estaban destensando, sus dientes no apretaban su mandíbula y su respiración se iba acompasando con los movimientos circulares, lentamente su espalda se fue arqueando y su respiración se entrecortaba, sus movimientos eran más agresivos y los dedos que acariciaban su clítoris estaban entrando y saliendo de su ser a todo trapo con movimientos firmes y frenéticos. Chilló y se retorció de puro gusto, desde que aquella vez en la soledad de su casa, no se había sentido tan viva, ahora en una bañera de lujo había sentido como si su cuerpo hubiese vuelto a descubrir el placer carnal que por culpa de un hijo de puta había dejado de sentir. Se quedó relajadísima en su bañera, escuchando el rumor del agua correr, mientras que le dio una risa floja que le hacía sentirse viva, y cada vez que se acordaba se reía más todavía, salió del agua y se miró completamente desnuda, estaba físicamente muy fuerte, su cuerpo estaba cubierto de cicatrices y sus tetas eran algo más grandes de lo que recordaba.

Un retortijón le recordó que no había comido nada en muchas horas y desde luego nada decente desde el día anterior, descolgó el teléfono y al cabo de un rato tenía ante sí un plato típico de la zona un cordon bleu al estilo luxemburgués y una buena cerveza de la zona. Y de postre una tarta de manzana con una bola enorme de vainilla, su postre favorito.

Estaba todo bastante bueno tanto que se quedó dormida en la cama, con ese pijama de algodón tan cómodo que había comprado en la galería de Georgia. Se despertó sobresaltada por el sonido del teléfono, era la hora de despertarse. Siempre había sido muy previsora y había dejado todo preparado la noche anterior, se duchó y se vistió corriendo para poder desayunar a gusto. Como es la comida más importante, fue de lo más bestia,  a base de  tostadas con aceite de oliva y huevos revueltos con bacón y salchichas. Comió como una salvaje, dejando a todo el mundo atónito, cuando se puso como una cerda con los pasteles de canela y la fruta, además cogió unos panecillos con salchichas y los envolvió en servilletas por si tenía hambre.

Estaba chequeando la moto ya fuera del parking cuando vio llegar a Leo en su vieja BMW y a su hermano en una Triumph. Marieta sonrió cuando vio lo bien que le quedaba a Leo un traque de motera ajustado que a pesar de estar un poco gordita le quedaba bastante bien. Nada más apearse de la moto, se saludaron con un beso en la mejilla e hizo las presentaciones:

        Leo, este mi hermano gemelo, Jano.

        Encantado de conocerte, muchas gracias. – Dijo el melgo, mientras que se quitaba el casco y dejaba a la vista un hombre con una barba larga y pelo a lo vikingo, afeitado por los lados y el resto recogido en una coleta. Tenía una complexión muy fuerte, con barriga pero sus brazos enormes decían que estaba muy tocho. Al tiempo, a Marieta le entró la risa floja al escuchar el nombre y venirle la memoria la gracia que hacían sus amigas de niña…”¿qué es un jano?…una mierda como las dos manos”.

        Lo mismo digo, es una alegría que los dos seáis medio españoles, a veces me pierdo un poco con las conversaciones en inglés y eso no es muy agradable en mi situación.

        Bueno, salgamos…–dijo el vikingo, –no quiero que se nos eche la noche encima con estos cacharros, ¿has traído sólo este equipo?..

        Si, ¿hay algún problema?…–Preguntó nuestra chica.

        No, pero al sitio donde vamos, digamos que hay pocas comodidades. ¿Qué le has contando hermanita?

        Que nos íbamos con las motos de excursión.

        Desde luego, hermana, eres un genio dando explicaciones. Lo siento, pero no te ha dicho que íbamos de acampada…

        Hermanito de acampada vas tú, yo he alquilado una cabaña del camping para nosotras, tu vete con tu puta manía de ir Rambo por la vida, nosotras dormiremos en una cama.

        Uff, muchas gracias Leo, ahora si no os importa, mi cuerpo me está pidiendo marcha, me he tomado la libertad de encargar un refrigerio para el camino, espero que no os moleste.– Dijo Marieta.

        ¡Gracias a Dios!..– Exclamo Jano. – Mi hermana es una gran economista, pero como cocinera…Uff, la cena de navidad tardé una semana en digerirla…

        Eres un capullo, hermanito. – Dijo Leo dándole un golpe en el antebrazo. – ¡Vámonos antes de que….!– Le gritó leo mientras le daba una colleja.

Con una sonrisa en la cara, Marieta arrancó su vieja Sanglas y salió picando rueda con ganas de volver a experimentar algo de libertad y divertirse a cualquier coste, si algo le apetecía era hacer un viaje en moto. El viaje hasta Kiel duraría más de ocho horas, en parte a que no se puede forzar tanto unas máquinas clásicas y en parte porque había que disfrutar del viaje. La idea era hacer el primer día la etapa hasta el lago Constanza en la frontera con Suiza cruzando la Selva Negra. El viaje no podía ser más bonito, todo tan verde y bien organizado.

No llegaron al hotel del lago Constanza, porque en plena Selva Negra les cayó un turbión de agua bestial. De puro milagro, consiguieron una habitación para los tres en una fonda asquerosa. Estaban empapados y helados de frío, con los dientes castañeteando se desnudaron rápidamente y se metieron por turnos en una ducha enana, en la que poco apoco fueron entrando en calor. A los dos hermanos no les pasó desapercibido las cicatrices que marcaban todo el cuerpo de Marieta. Algunas eran verdaderamente escalofriantes.

La sensación de ver a una mujer que era muy guapa, pero con el pelo rapado y con cicatrices por todo su cuerpo, les hizo pensar en una prisionera Auschwitz. Pero en especial a Leo que estuvo toda la noche rumiando sobre lo que había estado sufriendo Marieta durante tanto tiempo. Sabía lo que le caería encima si no le avisaba, pero por otro lado, era consciente de lo que se jugaban tanto ella como su hermano. Marieta entretanto se despertó y vio cómo su amiga estaba hipnotizada la luz del amanecer. El reflejo de la luz de la calle hacía que se pudieran adivinar las curvas que había visto esa tarde mientras se desnudaron a toda pastilla. Sus anchas caderas y sus pechos carnosos, le habían despertado un deseo carnal que creía extinto.

        ¿No tienes sueño? –Le susurró Marieta al oído mientras le agarraba por la cintura.

        No…es que nunca imaginé…–Contestó Leo mientras empezó a sollozar.

        Está bien…está bien, tranquilízate. Mis cicatrices son recuerdos del pasado, pero son sólo eso. En cuanto me lleve la pasta, tengo decidido irme a vivir lejos del mundo y esperar mi muerte de manera tranquila.

        No lo has entendido. Tu dinero se lo quedará el banco, ya se guardará bien en mandarte más pronto que tarde un asesino a sueldo que acabe contigo antes de transferirte ni un céntimo. Es la operativa estándar. –Dijo Leo a sabiendas de que esto le podía costar un disgusto serio.

        Entonces que hago, ¿me voy por donde he venido sin reclamar el dinero?…

        Sería lo más factible la verdad. Tienes las propiedades, el dinero en efectivo y alguna cosilla más que te encontraras. Sé que hace unos años le gestionamos un cobro en diamantes limpios por valor de treinta millones, que a fecha de hoy deben de valer más de sesenta, si los malvendes puedo sacarte cincuenta millones y colocártelos en una cuenta opaca en Gibraltar en menos de una semana, tienes bastante dinero en efectivo y algo más. Para el banco eso es calderilla y no lo va a buscar, pero si insistes en quedarte con los más de mil millones que tenemos repartidos en cuentas de blanqueo te van a joder pero bien.

        Es lo factible, si renuncio a ello, pero me gustaría hacer un trato con tu jefe, dile que quiero una reunión con él de manera urgente, yo renuncio al dinero de las cuentas pero que debe hacerme un par de favores, veo que eres buena en lo tuyo, la reunión todo esto ha sido una encerrona para joderme más si cabe, dime estabas dispuesta a cualquier cosa con tal de conseguir cuanto de comisión dos, tres millones de euros. Por lo menos podrías agradecérmelo de una manera más placentera.

        Eres muy lista y observadora…, mi jefe quiere todo y por eso ha contratado a mi hermano, un accidente de moto y nos quedamos con todo. Si quisiera, lo hubiéramos hecho mientras dormías. De verdad pensabas que éramos tan amables. Te jodieron tus amigos vendiéndote a un tratante de esclavos y ahora te terminamos de joder nosotros. – Dijo la gorda con una sonrisa maliciosa.

Marieta noto la presión de algo puntiagudo en la base del cráneo, era Jano. La hermana hizo un gesto de decir no con la cara. Momento en el que al ceder la presión Marieta aprovechó para desarmarlo y romperle el brazo de un giro brusco. – Sois patéticos. – Dijo Marieta, mientras sacaba el revólver que había dejado escondido bajo su almohada. –Ahora  me gustaría que te desnudaras por completo tanto tu como tu hermano, si es que lo es. Si apartar la mirada, volcó el contenido de sus mochilas, – ¡Qué preparaditos veníais! Cinta americana, esposas y lo que parece ser una jeringuilla con algo poco recomendable. Con las esposas, ató y amordazó a los hermanos. Se aseguró que el dueño del hotel no estuviera allí dándole una buena propina, no hizo preguntas, pero le enseñó una especie de mazmorra, pensando que se trataba de algo erótico. Cuando se fue el hombre, los desató y los condujo hasta la habitación secreta, donde los amarró a una especie de equis de madera.

Aún tardaron un rato en volver en sí, tiempo que ella empleó en observar la anatomía de los dos hermanos, ella era bastante mona de cara y con muchas curvas, algo rellenita pero muy atractiva, su coño tenía un vello abundante y descuidado, de hecho hacía tiempo que no se depilaba ni siquiera sus axilas, algo que hizo que Marieta se acordara de cómo puteó al mono. Se le había ocurrido una idea para obtener información más rápido. En cuanto a Jano, era muy parecido a su hermana, solo que su sobre peso se reducía a una pequeña tripa cervecera que bien se disimulaba con una americana sin más problemas al contrario que su hermana, su cuerpo era muy lampiño, se nota que se arreglaba hasta las cejas. Un estudio más pormenorizado, reveló que su ojo del culo estaba bien dilatadito dando una buena información sobre su condición sexual. En cambio el de ella estaba cerrado a cal y canto.

Marieta cogió un cazo con el que había derretido la cera de unas velas y con una paleta, la extendió sobre una axila de la chica, esta con cara de espanto intentaba zafarse, pero estaba bien amarrada, ya no pudo ver más porque le tapó la cabeza con una funda de almohada. Mientras Marieta, con una calma escalofriánte, se limitó a decir –Estáte tranquila porque te va a doler. – Y Marieta, comenzó con un ritual parsimonioso donde al cabo de dos horas dejó a la chica sin un rastro de vello corporal en el cuerpo. Leo lo pasó mal, sobre todo, cuando la cera tocaba zonas tan sensibles como su pubis o su ano, fueron dos horas interminables. Su piel estaba levantada por todo su cuerpo, pero el miedo le impedía sentir nada. El no poder ver nada hacía que su atacante le pudiera pillar por sorpresa en todo momento. Cuando terminó, Marieta se sentó y le dijo, –Ahora que has recibido una pequeña dosis de dolor, puedes empezar a contármelo todo. O puedo seguir haciéndote daño, tu hermano puede que no tenga tanta suerte y que se muera ahogado en el lago por culpa de un accidente de moto. Ahora vas a empezar a hablar verdad, asiente con la cabeza si lo has entendido. – Leo Asintió con la cabeza y fue liberada de su máscara, la visión de los ojos llorosos y la cara llena de mocos contrastaba con el rictus frío de Marieta. Con gran serenidad, le soltó la mordaza de la boca y la prisionera empezó a gritar pidiendo auxilio. Algo que Marieta sabía a ciencia cierta que nadie escucharía, en parte por el aguacero que seguía cayendo. Pero el puñetazo que le soltó en la boca de estómago si lo noto y mucho, tanto que estuvo faltándole el aliento un buen rato.

Cuando se serenó, Leo miró alrededor y vio a Jano. Había esposado uniendo los tobillos a las muñecas de manera que si se portaba mal una patada en el escroto le haría pensarse las cosas de otra manera. Su captora adivinó su pensamiento y le dijo:

        Tu hermano está bien, de momento, pero si no colaboras dejará de estarlo. Ahora te vas a portar bien y empezarás a responder las preguntas. Esos cabrones no te deben nada y te garantizo que no se enterarán. Ahora dime, ¿por qué me querías matar? ¿Te han mandado ellos? Y lo más importante, ¿quién está detrás de mi secuestro y mi posterior venta como esclava?…empieza si no quieres que te aplique unos voltios.

        ¿Pero a ti que cojones te pasa?…es que no lo entiendo, ¿por qué me haces esto?…yo no te hecho nada.

        ¡Que no has hecho nada!, pero si me has intentado matar hace un rato, ¿te parece poco?

        Eso ha sido el imbécil de mi hermano. Pero te juro que el banco no tiene nada que ver con esto, es un banco que blanquea y nada más, no hay nada. Mi hermano tiene problemas, está enfermo y como tal no puede ver el cuello de una mujer sin intentar hacer algo al respecto. Te lo juro, en cuanto ve una zona libre de vello corporal se arranca a morderle. Acaba de salir de la cárcel y quería hacer una ruta con él para celebrarlo. Te juro que es un idiota, después de que lo violaran en la cárcel no pensé que volvería a las andadas. Ahora por favor suéltame y te contaré lo que sé.

Marieta salió de la habitación, estaba acabar con la ansiedad que le corroía, por eso se puso a subir y a bajar las tres plantas de la casa durante un rato muy largo. No había terminado de calmarse cuando entró en la habitación cogió al hermano y arrastrándolo del pelo lo llevó ante la otra Leo. Conectó las pinzas en los bornes de la batería y engancho una de las mordazas al escroto, algo de por sí doloroso. Cuando la pobre chica vio lo que le iba hacer a su hermano, empezó a gritar a chillar de una manera tal, que hizo que ese Marieta volviera a conectar el fusible que le hace ser una persona digamos que normal.

Marieta salió del trance en el que estaba sumida por culpa de la violencia y lo que vio no le gustó mucho la verdad, una chica desnuda con la carne irritada de sobre manera y que imploraba por la vida de su hermano, que estaba desnudo con una pinza de batería en el escroto. Y esas caras de pánico. Soltó a los hermanos, entre lágrimas y diciendo entre dientes –Lo siento, lo siento…. – El hecho de intuir el sufrimiento que les había infligido a esas personas, lo dolía más que cualquier otra tortura. Salió corriendo de allí, sin mirar atrás y  sin importarle lo más mínimo la lluvia torrencial que caía constantemente, tenía dinero en efectivo y joyas más que suficientes para pasar inadvertida el resto de su vida si sabía administrarse.

No miró atrás, y no paró hasta llegar a España, tres días de moto en los que sólo paró para repostar y poco más. Paró al encontrar su playa, a pesar de todo allí estaba sin cambios, se apeó de su moto y sintió la necesidad de bañarse al solo, volver a sentirse libre en un lugar que era sólo de ella y en el que podía estar a su aire. Por ese motivo, se desnudó completamente al Sol, no había sentido calor desde que recuperara la consciencia en Georgia. Y ese clima del mediterráneo árido del sur obró un pequeño milagro, poco a poco notaba como las vitaminas de la luz solar la invadían dándole una sensación de bienestar que había perdido desde hacía años. Estaba decidido, se quedaría allí por un tiempo mientras decidía que hacer. Así, desnuda sobre la arena meditó profundamente sobre la mierda de vida que había llevado, ella sólo había ambicionado tener un marido, un par de hijos que cuidar y un chalet adosado donde hacer barbacoas los domingos. Se había quedado sola, no tenía familia, ni amigos, además dudaba que fuera capaz de quedarse embarazada. Su alma estaba más cubierta de cicatrices que su cuerpo. Nunca sería ya una mujer inocente y temerosa de Dios. Además se había convertido en una psicópata incapaz de sentir empatía alguna. El haber confiado en la gente, le había traído consecuencias desastrosas. Una persona en su situación, se hubiese quitado la vida. Pero ella no era así, al final siempre afloraba una moral adquirida con el paso de los años que se lo impedía.

Los pensamientos se diluyeron por culpa de una tormenta de verano que la obligó a buscar refugio en un cortijo abandonado. A pesar de la suciedad y de estar como una sopa, se acurrucó en un rincón sobre un colchón lleno de mugre y se quedó profundamente dormida. Se despertó con las primeras luces, al ver la porquería que había allí acumulada se sintió muy sucia y bajó al mar a lavarse. Cuando llegó a la calita se encontró con una señora muy mayor y completamente desnuda en la posición del loto y con un rosario en la mano. Marieta se quedó sorprendida de ver a alguien rezar el rosario de esa guisa, se sentó a su lado y empezó a rezar con ella, las dos totalmente desnudas. Nada más terminar la señora se presentó:

        Me llamo Salustiana, ha sido un placer rezar contigo en este sitio, ¿Cómo te llamas?

        Marieta, ha sido un placer también además hacía tiempo que no rezaba y desde luego nunca he rezado el rosario de esta guisa.

        Soy demasiado excéntrica, quizá por ello me echaron del convento.

        ¿Eres monja?

        Así es…¿qué vas hacer ahora?

        Tenía pensado darme un baño, anoche me pilló la tormenta aquí y he tenido que pasar la noche en aquél caserón abandonado.

        Si hubieses levantado la vista, hubieses visto mi casa a cincuenta metros, hubieses dormido seca y caliente…pero no solemos ver más allá de nuestros pies.

        Lleva usted razón, pero está hecho, tampoco vamos hacer un drama de esto. ¿no cree?

        Eres una joven muy práctica, me gusta…te gustaría quedarte unos días conmigo, estoy sola y cada vez se me hace más cuesta arriba vivir así.

        Doña Salustiana…

        Salus, sólo Salus…mi madre se quedó descansando con el nombrecito…jajaja

        Doña Salus, no me conoce de nada lo mismo soy una asesina violadora de ancianas…

        No lo creo Marieta…pero no te voy a insistir te vienes o ¿qué?.

        Si…acepto, pero sólo por unos días.

        Sólo el tiempo que quieras.

La casita de Salustiana era preciosa, muy pequeña, pero adecuada a sus pocas necesidades. La casa tenía un buen porche con una del que colgaba una hamaca. Un viejo Galloper Santamo estaba estacionado en la puerta. Y una huerta al lado del aljibe. En el tejado de la casa había varias placas solares, las suficientes para la poquita electricidad que podía consumir una persona tan austera. Nada más entrar se veía un salón lleno de libros con una pequeña mesa camilla y un sillón junto a un enorme ventanal, la cocina era muy pequeña con lo meramente imprescindible y una habitación tremendamente austera con un armario enano y un cuarto de baño con ducha. Por una pequeña puerta se allegaba al piso de arriba donde se hallaba un desván lleno de más libros y con una pequeña cama – Aquí es donde vas a dormir, puedes leer los libros que quieras, pero por favor no me los desórdenes, ahora si quieres darte una ducha, puedo dejarte algo de ropa– le dijo Salustiana mientras le acompañaba nuevamente hasta el aseo.

A pesar de que caía un pequeño hilo de agua, la ducha fue la mar de reconfortante, hacía días que no se sentía tan limpia. Cuando salió de su aseo, su anfitriona le esperaba con café con leche y unas galletas maría a modo de desayuno. Marieta las devoró con gula, llevaba un día entero sin comer y hasta que no las vio no se acordó de no haber comido nada.

        Lo siento, no tengo nada más, si quieres podemos bajar al pueblo y compramos algo más de tu gusto. De todas maneras deberías comprarte alguna ropa más acorde. –Dijo Salustiana a modo de disculpa.

        Es más que suficiente, perdone los modales pero es que no he probado bocado desde ayer. Si quiere la invito a comer en el pueblo a modo de agradecimiento.

        Pues si no tengo que cocinar ni fregar me parece estupendo. Acepto la invitación. Ahora si quieres bajemos ya al pueblo que hoy hay mercadillo y podrás comprar algo de ropa si quieres.

Dejaron la moto aparcada y bajaron el coche de ella hasta el pueblo, si no estuviera cerca de la playa no dejaría de ser un pueblo como cualquier otro. Y el mercadillo más de lo mismo, con sus vendedores ambulantes ofreciendo sus productos, Marieta compró dos pares de bambas un par de pantalones vaqueros y multitud de bragas, sujetadores, camisetas de algodón y un par de bikinis unas chanclas, calcetines un pijama, vamos lo que vienen siendo un ajuar en toda regla. A la hora de comer, se fueron a un chiringuito que según Salustiana, hacía el mejor caldero del mundo, y bien seguro que lo era, un caldero de langosta, con un caldo tan rico que podía resucitar a cualquiera, todo ello regado con un vino blanco de la manchuela que estaba muy fresquito y rico.

Era una hora temprana y el restaurante estaba todavía medio vacío, pero no quitó que una pareja empezara a discutir, la discusión subió de tono y el hombre le dio una bofetada a la señora, cosa que hizo que Salustiana saliera en defensa de la chica. El maltratador empujó al pobre señor y la tiró al suelo. El resto quedó en blanco en la memoria de Marieta, cuando volvió en sí, estaba en el suelo con unas esposas y al maltratador se lo estaban llevando en camilla con un collarín y llorando como un bebé. La cara de su amiga lo decía todo, mezcla de miedo y preocupación por lo que acababa de ver. La guardia civil se la llevó al cuartelillo en el coche, una vez allí prestó declaración y le dijeron que figuraba en el listado de personas desaparecidas. Así que tenían la obligación de reportar su aparición, pero ella estaba a otra cosa. Allí le leyeron los cargos que le imputaban, al parecer le había roto dos costillas, un brazo y la mandíbula al maltratador y probablemente tendría que beber en pajita durante bastante tiempo. Al final el dueño del restaurante y cinco camareros la redujeron mediante una descarga eléctrica provocada por un taser.  Cuando llegó la guardia civil, estaba atada contra el suelo.

A la mañana siguiente, compareció ante el juez para que prestara declaración, momento en el que apareció Salustiana, acompañada por una abogada que había conseguido en una asociación en defensa de las mujeres maltratadas. La declaración se saldó con una puesta en libertad, la abogada alegó que la respuesta fue tan contundente porque Marieta también había sido víctima de abusos y que se estaba siendo tratada por Salustiana que presentó un informe como psiquiatra colegiada. El juez siendo consciente de la que le podía caer encima, dejó marchar a Marieta no sin antes decirle que no puede hacer esas cosas.

Al salir, se despidió de la abogada y le agradeció a Salustiana el haberle sacado de ahí. Indicándole que se iría hoy mismo de su casa. La anciana, miró a Marieta con cara muy apenada y le dijo:

        ¿Sabes que tienes un desorden muy grave?…tú no puedes ir así por la vida, en conciencia no puedo dejarte ir, quédate conmigo y al menos trataré de aliviarte la carga tan pesada que arrastras.

        No me fío de mí, temo por la vida de las personas, salí huyendo cuando me pasó algo por el estilo, mi mente está hecha una mierda…no creo que tenga arreglo.– le dijo Marieta mientras le caían dos lagrimones como puños de la cara.

        Si no lo intentamos no lo vamos a saber nunca…por lo que veo no tienes a nadie esperándote, por lo que no vas a perder nada. Te advierto que va a ser muy difícil, y que vas a escuchar cosas que no te van a gustar, pero que al final te va ayudar seguro…un año, sólo un año te pido. Ahora aséate y vamos a preparar tu habitación. – Dijo Salustiana ya con un talante totalmente distinto al de una anciana adorable.

Durante el resto del día, no volvieron a tratar del tema de la terapia. Marieta se limitó a instalarse en una casa. Después de comer, Salustiana, le entregó dos cuadernos en blanco y un bolígrafo. –Quiero que escribas en uno tu biografía, para mañana quiero que me hables de tus padres. El otro cuaderno es para que anotes tus sentimientos, cómo te sientes ahora. Mañana quiero que al menos me escribas tu biografía, por la mañana cuando te despierte quiero que la dejes encima de mi mesa camilla. Ahora ponte a ello.– Marieta tan diligente, empezó a contar su pequeña biografía, su infancia los recuerdos de su padre y su relación tan especial, la relación tan compleja que tenía con su madre y la forma tan castrante que tenía sólo con ella. Y cómo juntarse con su padre le suponía una auténtica liberación. Cuando quiso darse cuenta, su cuidadora le estaba subiendo una pequeña cena, miró con satisfacción que había escrito más de veinte páginas, aunque había bastantes tachones. En cambio en la otra libreta no había escrito nada. Algo que no le preocupó en exceso, pues era normal que la gente tan castigada como Marieta le costara abrir sus sentimientos.

A una hora indeterminada, las luces de la casa se apagaron en una clara alusión a que era hora de acostarse. Marieta se tumbó en la cama pero no consiguió ni siquiera un leve pestañeo. Su mente se inundó de recuerdos que quería recoger. Ayudada de una vela que había en la habitación siguió con su escritura hasta que alba. En el momento que Salustiana vino a despertarla, había completado el primer cuaderno de su biografía. Esta no dijo nada se limitó a decirle que se vistiera y que le acompañara. En ayunas llegaron a una cala abandonada donde la invitó a desnudarse y a meditar. Las dos desnudas empezaron con unos ejercicios de meditación, en los que iba poco a poco explicándole cómo debía controlar su respiración. Marieta se sintió fenomenal, al cabo de un rato relajada y sorprendentemente feliz como hacía mucho tiempo. Ya de camino a la casa, su compañera le acompañó al viejo caserón donde había dormido la noche anterior. En la casa había material de limpieza y albañilería. Con una sonrisa socarrona su  psiquiatra le dijo que ella era partidaria de tener la mente y el cuerpo ocupado para ser sometida a una terapia correcta, y por ese motivo iban a restaurar esta casa. Con un escueto “ora et labora”. Le tendió un mono azul y empezaron a currar.

Trabajaron durante varios meses en una incesante actividad, no le preguntaba nada, pero ella seguía escribiendo en sus cuadernos, el trabajo físico le sentaba bien. Con su dinero compró un viejo Volvo 850 ranchera, con un carro para su moto. Hizo varios cursos de formación a desempleados de mecánica de motos y se dedicaba a comprar viejos hierros y a restaurarlos, para luego venderlos. Con el tiempo, decidió comprar la vieja que había restaurado durante aquél verano. Salustiana, se apenó el día que dejó su casa pero al fin y al cabo eran vecinas, por la noche seguía escribiendo sus diarios y dándoselos a su amiga para analizarlos. El que no dijera nada, dejó de sorprenderle. Hasta que un día le dijo:

        Marieta, llevas aquí conmigo dos años y llevas demasiado alejado de tus amigos, ya va siendo hora de que te enfrentes a tus fantasmas y que termines tu proceso, hasta que no lo hagas, no estarás sanada.

        Tengo miedo…Salus.

        Lo sé Marieta, pero es preciso que lo hagas. Te necesito aquí conmigo, necesitas terminar esta mierda, necesitas echar un polvo y verlo como algo normal y para ello, tienes que salir esta rutina y enfrentarte a ellos. Si no lo haces, puedes dejar de hablarme, que no pienso estar contigo nunca más en la vida. Tú decides.

Esa noche Marieta salió de casa con una pequeña mochila, para ir a su vieja ciudad natal, cuando llegó, notó todo bastante raro, como si ya no perteneciese a ese sitio. Seguía con su pelo cortado muy corto y llevaba unas gafas de sol que le ocultaban la cara, cuando se quiso dar cuenta, estaba en el apartamento que compartía con Paka. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez. Cuando llamó a la puerta se encontró con que ninguna de sus amigas vivía allí. Buscó un hostal cercano a su antiguo trabajo y esperó a ver a alguien conocido.

La espera mereció la pena cuando apareció Paka por la puerta, estaba muy cambiada, tanto que le costó trabajo reconocerla, se había convertido en una mujer aburguesada, lejos de la imagen que recordaba de ella. Lo que le rompió el alma fue ver el conductor que la llevaba, era Pancho. Marieta, salió de allí llorando, eran los dos los que le habían jodido de verdad. Pero la terapia de Salustiana había hecho su efecto, en condiciones normales podría haber saltado sobre ella y haberle partido en dos a base de hostias, en cambio, se limitó a buscar el bufete de Iván. Sabía que él podría darle las respuestas.

El bufete ahora se encontraba en un edificio nuevo de oficinas y ocupaba una planta, cuando entró, se encontró a Tina de recepcionista. Iván había salido del armario y había resultado ser muy rentable para él puesto que su clientela eran todos del colectivo LGTB y confiaban en él para llevar sus asuntos. Cuando se quitó las gafas y saludó, Tina se quedó con la boca abierta y no daba crédito a lo que sus ojos veían. Se levantó de su silla y se fundieron en un abrazo sincero mientras que su amiga se la comía a besos, la agarró de la mano y entró en el despacho de Iván como un vendaval. El abogado cuando la vio lloró de la emoción y los tres se abrazaron llorando. Una vez más calmados, él pidió a su ayudante que le cancelara todas las visitas para poder hablar tranquilamente con su amiga desaparecida durante tanto tiempo.

Durante más de una hora, Marieta les contó todas sus peripecias ante la mirada aterrada de sus amigos. Tina e Iván lloraban ante la triste historia de su amiga. Al terminar, Iván le enseñó su expediente, cómo ellos se habían encargado de presentar la denuncia de desaparición y cómo había ganado el juicio de las preferentes y había recuperado su dinero que estaba depositado en una cuenta corriente. Demostrando una vez más que ellos sí habían portado como amigos. Marieta les preguntó por Paka, había pasado por el ministerio y había visto pasar a una mujer muy envejecida que se parecía bastante a ella pero no podía ser que ese trasunto de mujer anticuada fuera su amiga. Tras un breve e incómodo silencio, Tina le dijo:

        Nuestra Paka, se pasó al lado oscuro.

        No te entiendo…– Dijo Marieta.

        Paka…se casó.– Dijo Iván.

        Eso es una buena noticia…¿Por qué dices lo del lado oscuro? –Dijo Marieta.

        Se casó con tu ex…viven en un chalet adosado y digamos que es como eras tú antes de romper con Pancho. –Contestó el abogado.

        No puede ser posible, Paka era una mujer inteligente e independiente ¿Qué pudo pasar?…¿Cómo se ha jodido la vida de esta manera?…y vosotros, ¿cómo no le avisasteis? ¡En especial tú, Iván!..–Dijo Marieta.

        Marieta, Paka y Pancho se veían ya antes de desaparecer, al parecer…–Dijo Tina.

        ¡Calláte Tina! No le hagas sufrir más…– Le recriminó Iván.

        ¿Qué pasa?, por favor no lo ocultéis…necesito saberlo, me lo debéis. –Preguntó Marieta.

        Estaban ya liados antes de que secuestraran, no descartaría que fuera algo preparado por ellos dos. Tu amiga fue una idiota, se dejó vender a cambio de que Pancho moviera hilos para que sus padres fueran a una residencia de ancianos pública y no tuviera que gastar el dineral que se gastaba en la privada, a cambio…–Tina hizo una pausa para coger fuerzas. – A cambio, él cumplió su palabra y la obligó a acostarse con ella bajo la amenaza de que podía echarlos de la residencia cuando quisiera. Por eso se tuvo que casar con ella y mantener sexo a diario con él. Me consta que le ha prohibido vernos, al principio, nos veíamos en secreto, pero debió enterarse porque desde la última vez, que hace ya más de un año, no la hemos vuelto a ver.

        ¿Estás segura de eso Tina?…– Preguntó Marieta.

        Sí, además creo que la maltrata, le ha lavado el cerebro y tiene una dependencia hacia él fuera de lo corriente. La obliga a vestirse como una monja y creo que le hace mil tipos de perrerías. Sus amigos van a casa y juegan a las cartas mientras ella les tiene que servir la comida desnuda sólo cubierta con un mandil, otras veces le ha obligado a follarse a alguien para poder cerrar un trato. No me lo han contado, lo he visto yo, la he estado expiando un montón de tiempo. – Dijo Tina.

        Pancho se dedica ahora a ser una especie de conseguidor, todo lo que necesites de los políticos, él lo consigue. Es poderoso, hay que tener cuidado, tiene a toda la ciudad bajo su mando, es el poder en la sobra y lo ejerce con mano de hierro. Félix tuvo que salir de aquí por patas e irse a vivir a Londres ante el acoso de este cabrón. Lo mejor que puedes hacer es volver y no mirar atrás. – le aconsejó Iván.

        No quiero, es hora de enfrentarme a mi demonio particular, he necesitado muchas horas de terapia y mucho trabajo para darme cuenta que no me liberaré de mis problemas hasta que rompa del todo con mi pasado. Necesitaré el dinero para hacer una serie de pesquisas. – Dijo Marieta. – Y necesito que me acompañes a comprar ropa cara, debo de hacer un plan para que el bicho este pague de una vez por todas todo el mal que ha hecho.

        Ya veo…pero debes tener cuidado.– Dijo Tina.

        Yo ya no tengo nada que perder, pero Paka está bien jodida si le han hecho lo mismo que a mí. Gracias a una buena amiga he podido desprogramarme, pero ella está sola, se lo debo.– Contestó Marieta.– Por eso voy a necesitar de tu arte para poder acercarme al cabrón de Pancho, tengo una idea pero voy a tener que acercarme a él, ¿Dónde está el dinero?.

        ¡Estás loca…! – Le recriminó Iván. – No lo vas a contar…¡Olvídalo, no pienso ayudarte!

        No te necesito, sólo quiero saber dónde atiende sus chanchullos, tengo un plan interesante. Nos vemos en un par de días, necesito hacer preparativos.

Marieta agarró su viejo coche, y salió como alma que lleva el diablo hasta su vieja casa en la playa, desenterró el dinero en efectivo que aún le quedaba, los bonos al portador y su fiel pistola. Se vistió de motera y salió en una vieja Yamaha V-Max, aunque la moto tenía más de veinte años, era la más moderna y rápida que tenía. Dejó una nota a Salustiana, no sabía si a modo de disculpa o de despedida, pero tenía claro lo que iba a hacer, lo tenía claro, tanto que sabía que tendría que ir hasta las últimas consecuencias para poder salvar a su amiga.

Llegó al hostal casi por la noche, estaba rendida y se durmió justo al minuto siguiente de pedir hora para el día siguiente en una peluquería. Nada más llegar pidió que le pusieran extensiones y le tiñeran de rubia. Al terminar una compra de ropa esencial para la misión y salió para oficina del cabrón de Pancho con la intención de actuar de una vez por todas.

El despacho era más fachada que otra cosa, tampoco es que fuera nada del otro mundo pero para un cateto como Pancho sería lo máximo, era todo lo que él representaba un quiero y no puedo. Ciertamente había gastado dinero en él, pero al final…se notaba que rascando la superficie era cutre. Una secretaria, sorprendentemente muy mayor, le atendió y le pidió que le esperara. Marieta llevaba para la ocasión un traje ajustado que dejaba su escote a la vista y unos tacones con plataforma la mar de atrevidos, dándole en conjunto, el tipo de mujer que hacía perder la razón a su ex.

Lo tenía todo claro en la cabeza, pero cuando entró en el despacho y lo vio, había engordado bastante y el pelo lo estaba perdiendo a marchas forzadas. Lleva un traje azul marino que le estaba estrecho. En poco tiempo se había convertido en una sombra de sí mismo, quizá era el odio que le hacía ver todo más claro, o quizá fue la realidad sin más, pero lo cierto es que él estaba hecho una auténtica mierda. Al entrar él se levantó y le ofreció un asiento mientras que decía a modo de saludo:

        ¡Señora!, soy una persona ocupada, pero tratándose de una dama en apuros siempre estoy dispuesto a hacer una excepción. – Dijo el muy baboso.

        No esperaba menos de usted, pero necesito que alguien me aconseje que hacer con esto. – Dijo Marieta mientras abría su cartera y le enseñaba los bonos al portador además de una porción generosa de su escote.

        Es algo poco habitual, pero no es problema, puedo saber de dónde los ha sacado. –Preguntó él.

        Me los ha dejado mi viejo amante en herencia, yo le di bastantes cosas buenas y él correspondió con esto, necesito hacerlo efectivo, para poder tapar agujeros. Ya me entiende. – Respondió mientras se ponía una cara entre pícara e inocente, que le hacían francamente deseable, mientras se sentaba en el confidente dejando a la vista una buena parte de sus piernas.

        Claro, por lo que veo la tenía en un alta estima, entienda que tengo que hacer unas consultillas pero creo que puedo hacerlos convertibles, o bien si quiere conozco a gente que se lo pagaría en efectivo sin más siempre que no se declare nada, como puede entender…– Respondía él totalmente encendido.

        Claro que me interesa, –Dijo Marieta mientras pensaba hacia sus adentros, «te llevas  al menos un veinte por ciento seguro por blanqueo fijo».

        Permítame que la invite a cenar a mi casa esta noche si quiere.

El ofrecimiento pilló a Marieta en fuera de juego pero se arriesgó, sabía que un personaje de su estilo podría intentar llevarse todo y a ella volverle a joder, pero por otro lado se le abría la posibilidad de sacar a Paka de allí. Al menos necesitaba aclarar si le estaban haciendo lo mismo que le hicieron a ella. Aún había cierta esperanza, puesto que había visto que era bastante autónoma, no como ella que estaba totalmente catatónica.

        Acepto encantada, pero no quiero ser una molestia para su familia…

        No tengo familia, sólo una chacha que me cuida.

        Espero que sea guapa. – Dijo ella. –Me ponen mucho las chachas con el uniforme clásico.

        Sus deseos son órdenes para mí, le mandaré un coche a recogerla a su hotel.

        No hace falta, dígame la dirección yo siempre conduzco y no me gusta nada que me lleven. – Respondió Marieta, sabiendo que debía limitar al máximo la capacidad de él.

        Bueno si insiste….

        Hoy me entregan mi nuevo descapotable y quiero estrenarlo a toda costa, espero que lo entienda, quizá podamos estrenarlo en todos los “sentidos”. – Dijo ella giñándole un ojo.

        Por supuesto señorita…esta es mi dirección…, nos vemos a las diez. – Se despidió Pancho mientras le besaba la mano.

        Estoy deseando…– Le respondió sensualmente al oído.

Cuando Marieta salió, de allí asqueada. El cabrón de Pancho se la estaba machacando en el cuarto de baño. Había cosas que hacer, entregó una caja a Iván y un sobre para que lo abriera si a ella le pasara algo. Además les hizo comprometerse a no decir nada. Con un buen fajo de billetes de quinientos, fue a la boutique más cara de la ciudad y compró un traje tan sensual que a duras penas podía dejar indiferente a nadie, sea hombre o mujer. Se depiló todo su ser, y pasó por un compraventa de segunda mano, donde llevaban años vendiendo un Morgan plus 8 verde botella con la tapicería en color caramelo. Era el coche que él siempre  había ambicionado pero tan rastrero que sabía que nunca se lo compraría. Cuando lo pagó en efectivo sólo puso de condición que le pusieran a punto para llevárselo esa tarde a una cita.

Acto seguido, pasó por una tienda de defensa personal, donde compró un teaser y un espray pimienta, que metió en su bolso con una sonrisa. La hora había llegado, estaba preparada para salvar a su amiga y si todo salía como había planeado, podrían volver a estar juntas. Pero sabía que iba a ser difícil. Un repaso en la peluquería, un abrigo de visón precioso y un cochazo descapotable hacían la ecuación más sensual que un hombre podía imaginar. Sobre todo cuando Pancho la recibió en la puerta del chalet con un smoking blanco, que a ella le dio por pensar, «Míralo, parece un puto camarero». Mientras sonreían, ella le dio un beso sensual cerca del oído y le decía. – Está realmente deseable, –Mientras, deslizaba sobre el suelo del chalet su abrigo, dejando a la vista una espalda sin apenas ya cicatrices. Y un vestido de seda que le  marcaba un culo que daba por hecho la ausencia total de ropa interior.

Dicho esto, ella se quedó totalmente descolocada cuando vio a su amiga atada a una especie de cruz, totalmente desnuda y amordazada. Cuando se volvió, un tío enorme, la había ya inmovilizado, de manera que sólo podía ver la cara burlona de su ex novio, mientras decía – ¿De verdad pensabas que no me había dado cuenta que eras tú Marieta? Has sido muy tonta, en venir aquí. La verdad es que te creía muerta o algo por el estilo, ¿acaso no te gustó el marido que te busqué?

El gorila la colocó en una especie de potro que la dejaba totalmente vulnerable y el cabrito de su captor la desnudó por completo complacido de observar que no llevaba ropa interior alguna. Mientras desataba a Paka que paseó por la estancia como si fuera una perrita. Una vez delante de ella se bajó la bragueta y su amiga obediente le comenzó a comer la polla. El gorila a su vez se había sacado un pollón enorme. A la espera de poder recoger las migajas que el jefe dejara. Una vez tiesa la polla, acercó a la pobre mujer al culo de Marieta para que lo lubricara. Estaba más que claro que la idea de él era follársela por donde quisiera e iba a empezar por el culo. Notó como la polla de él entró de una sola vez, pero no gritó ni protestó aguantó estoicamente mientras Pancho le decía que gritara. Marieta se negó, sabía que lo estaba haciendo a posta, pero necesitaba que se desgañitara, para intentar conseguir una oportunidad, además era demasiado pequeña en comparación con otras que ya habían pasado por ahí. El seguía gritándole – ¡Puta de los cojones, quiero que grites!…– Al tiempo que le azotaba. Pero no se dejó vencer, él no sabía que eso era poca cosa para lo que había sufrido con su antiguo “marido”.  – ¡Vas a gritar por mis huevos! Pero Marieta se reía, porque, a pesar del dolor, sabía que eso a él le jodía mucho más. Y se reía, la risa se terminó de golpe cuando Pancho encolerizó de tal forma, hizo algo inesperado, en un ataque de cólera, agarró una porra que estaba allí y la mató a base de golpes en la cabeza. Cuando cayó al suelo Marieta entró en el trance.

Lo que pasó, sigue siendo un misterio, lo único que sabe es que el ruido de sirenas le hizo volver en sí. En la mano tenía una barra de hierro, y en el suelo yacía en gigante con los sesos esparcidos y Pancho abierto en canal con la polla del otro en la boca. Miró por la ventana del garaje y la casa estaba rodeada. Sabía que había sido ella, y sabía que no había nada que hacer. Miró alrededor y allí estaba, su vieja Vulcan. El cabrón de Pancho, no sólo no se había deshecho de la moto, sino que aparentemente estaba impecable y conectada a un cargador de baterías. Junto a la moto había una especie de vitrina con su ropa de motera, sabía que su ex era raro pero que guardara esto a modo de trofeo era el colmo. Se vistió con su vieja ropa y arrancó su moto….«Música celestial», pensó.

Dos coches de policía estaban apostados en la puerta principal del chalet, cuando la puerta del garaje se abrió. En ese momento, uno de los coches del garaje, salió disparado contra los “Z”  de la policía, siendo acribillado a tiros por estos. Cuando el viejo Mercedes los embistió, este siguió como tal cosa, debido  su empuje y peso. El coche paró cuando se estrelló contra un árbol. Al acercarse vieron que dentro sólo había una barra apoyada contra el acelerador y el volante sujeto por unas tiras de tela. Momento que aprovechó Marieta para salir rugiendo con su moto. Cuando estos quisieron reaccionar ya era difícil acertarle con sus pistolas. La persecución estaba servida, ella sabía que tenía el depósito lleno, la había sacado del depósito del vehículo usado como distracción.

Salió con todo lo que daba la Kawasaki, que a pesar de todo no era suficiente y pronto se vio perseguido por un par de  unidades de la Guardia Civil. Entonces al pasar por una sierra lo vio claro, serenamente se despidió mentalmente de Salustiana, Iván, Tina y Felix. Dio gas a su fiel compañera y salió disparada por el viaducto. Por primera y última vez había tomado una decisión por sí sola y se sintió feliz.

FIN 


Relato erotico: “Asediado por mi ahijada, la hija de mi mejor amigo” (POR GOLFO)

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Capítulo 1. LA CASA

Echando la vista atrás, tengo que reconocer que, en un primer momento, no llegué a comprender la magnitud de como me iba a cambiar la vida la llamada de Raúl. Todavía recuerdo que mi viejo amigo me llamó un domingo para pedirme un favor. Avergonzado, me explicó que su hija había conseguido una beca para estudiar un posgrado en la universidad de Politécnica y como andaba bastante corto de dinero, me preguntó que aprovechando que yo vivía en Madrid, si  podía ayudarla a buscar un alojamiento barato.
-Tú eres tonto-, le repliqué, recordando que su empresa le había echado hacia más de un año y que aunque no fuera capaz de reconocerlo, le costaba llegar a fin de mes, -Mi ahijada se queda conmigo y no se hable más. Además la casa es grande y como sabes desde que murió mi mujer, vivo solo-.
Cortado pero aliviado, agradeció mi ofrecimiento, porque eso supondría que no tendría que desembolsar mensualmente el coste del alquiler pero antes de confirmarme nada, me dijo que tendría que hablar con su hija, no fuera a ser que no quisiera. Colgando el teléfono, me di cuenta que hacía mas de tres años que no veía a la cría.
“Menuda mierda de padrino soy”, pensé por no haberla siquiera llamado por su cumpleaños. ”Ni a ella, ni a nadie”, mascullé.
Desde que murió María, me había convertido en un ermitaño, encerrado en mi concha y casi sin contacto con el exterior. Aparentemente mi vida seguía igual que antes de su fallecimiento, pero no era así. Para no caer en una depresión me concentré en el trabajo, cortando los lazos que me unían con los demás.
“Me he convertido en un amargado y a este paso voy a ser el mas rico del cementerio”.
Con cuarenta y cinco años, ejecutivo de una multinacional y sin ningún tipo de ataduras, me quedaba mucha vida por delante pero me sentía viejo.   Por eso cuando esa misma tarde recibí la llamada de Carmen aceptando mi oferta, su tono alegre consiguió sacarme del sopor que me embargaba e ingenuamente llegué a considerar el hecho de ocuparme de ella como una segunda oportunidad de tener en casa lo mas cercano a un hijo. La mala salud de mi mujer no nos había permitido tener descendencia, sin hermanos ni sobrinos, solo me quedaba una tía lejana de la que, mensualmente, me ocupaba de pagar su residencia.
Aunque quedaba una semana, para que la muchacha dejara Santander y se mudara a vivir a Madrid, ordené que adecentaran el cuarto de invitados. Como durante el mes de septiembre, la actividad de la empresa baja considerablemente, decidí tomarme tres días libres coincidiendo con su llegada, de forma que ese lunes, fui a recogerla personalmente a Barajas.
No me costó reconocerla a pesar del tiempo transcurrido sin verla. Carmen, aunque se había convertido en una mujer preciosa, seguía teniendo la cara de pilla de niña. Al verme,  soltando su equipaje, salió corriendo y se fundió conmigo en un abrazo.
-Padrino, no sabes la ilusión que me hace vivir en Madrid-, me dijo soltándose, -te juro que no te vas a arrepentir de haberme acogido-.
-Es lo menos que podía hacer-, contesté algo avergonzado por su efusividad.
La muchacha haciendo caso omiso a mi creciente incomodidad, me cogió del brazo y me llevó a rastras hasta donde estaban sus maletas.
-Deja que te ayudo-, le pedí cargándolas.
Me sorprendió que, por todo equipaje, solo trajera dos pequeñas bolsas de deporte. Si esa chiquilla se iba a quedar un año entero, traía poca ropa. Sobre todo al recordar que mi esposa, aunque fuera solo para un fin de semana, se llevaba medio armario. Estuve a punto de hacerle un comentario pero decidí que era mejor respetar su privacidad.
Nada mas entrar al coche, le expliqué que sabiendo que era su primera vez en Madrid, había preparado un pequeño tour por la ciudad pero si prefería antes podíamos ir a la casa a descansar.
-Padrino-, me contestó, -lo que tú prefieras-.
Como no me dio su opinión, recordé que cuando al igual que ella, llegué a la capital me impresionó ver el Palacio de Oriente, por lo que sin preguntarle y enfilando la autopista me dirigí directamente hacia ese lugar.  No hizo falta llegar hasta allí, para que alucinada me fuera señalando los distintos edificios emblemáticos que nos íbamos cruzando. Pegada a la ventana del vehículo, disfrutaba como la niña que era de las novedades que se le abrían al vivir en Madrid.
-¿No te pierdes?-.
-No seas paleta-, respondí soltando una carcajada.
Haciendo un puchero y en broma, me soltó:
-Eres malo con tu ahijada-.
-Y peor que puedo ser, si me desobedeces-.
Sosteniendo su mirada, seria, me contestó:
-Eso, nunca va a ocurrir-.
 

Comprendí inmediatamente que su padre la había aleccionado al respecto. Estaba seguro que, mi buen Raúl, le había ordenado que me obedeciera porque el ahorro que suponía el no tener que pagar alquiler era esencial para su economía. Para no incomodarla, cambié de tema y le pregunté por su viejo.

-Está muy jodido. No te ha dicho nada, pero el mes que viene se le acaba el paro y no  sabe que va a hacer-.
-Lo siento-, contesté apesadumbrado. No solo no era un buen padrino sino tampoco un buen amigo. Me traté de disculpar interiormente diciéndome que no sabía de la seriedad de la situación hasta que  esa niña me había abierto los ojos y sin caer en que estaba ella presente, llamé a la oficina de la empresa en Santander y pedí hablar con el Delegado.
-Manuel-, ordené a mi interlocutor,- te va a llamar Raúl Morata. Quiero que le des trabajo, busca donde te puede servir pero contrátalo-.
Tras colgar llamé a mi amigo y tras decirle que su hija había llegado perfectamente, le expliqué que le había concertado una entrevista de trabajo. Raúl, completamente anonadado por la noticia, casi se echa a llorar y prometiendo que llamaría en ese instante, se despidió pidiéndome que cuidara de Carmen.
-No te preocupes, lo haré-.
Al colgar, la muchacha me miraba con fascinación. En una llamada, había resuelto la mayor de sus preocupaciones y sin que ella tuviese que pedírmelo. Con lágrimas en los ojos,  cogió mi mano y llenándomela de besos, me agradeció lo que estaba haciendo por su familia.
-No te olvides que tú y tu padre sois lo más parecido que tengo a una-,  respondí y buscando romper ese ambiente, le pregunté si tenía hambre.
-Mucha-, me respondió.
Aprovechando que estábamos cerca del barrio de El Viso donde vivía, le dije que dejábamos el paseo por Madrid para otro día y que mejor íbamos a casa. Sin poner ningún reparo al cambio de planes, la cría se mantuvo en silencio todo el viaje pero al llegar al chalet, donde iba a pasar un año de su vida, me preguntó:
-¿Aquí vives?-.
-Si-, contesté viendo que estaba sobrecogida por su tamaño. Aunque suene vanidoso, en mi fuero interno me gustó que le hubiese causado tanta impresión y buscando que se sintiera cómoda, riendo le solté: – Como ves me haces un favor, viviendo conmigo. Son demasiados metros para que viva, solo, un viejo como yo-.
-Tu no eres viejo-, me respondió sonriendo, -y a partir de hoy, ya no vives solo-.
-Eso es verdad, ahora tengo una preciosa damisela conmigo-, repliqué devolviéndole el piropo.
Encantada por mi respuesta, me dio un beso en la mejilla y se bajó del coche. Si la casa la había maravillado, cuando vio su cuarto no cupo de gozo.
-Es enorme y la cama parece un campo de futbol-.
-Ya te acostumbraras, ahora vamos a comer-.
 
 

Capítulo dos. LA ROPA.

Durante las siguientes semanas, Carmen fue convirtiéndose en una parte primordial de mi vida. Al estar tanto tiempo solo, me había olvidado lo que era compartir mi tiempo con otra persona y aún mas cuando esta resultó ser alguien adorable. Sin que yo se lo pidiera, se levantaba antes que yo, para que al salir de la ducha, ya tuviese preparado el desayuno y por la noche, esperaba mi llegada para contarme su día en la universidad y cenar conmigo. Poco a poco, me fui acostumbrando a su compañía y dejó de resultarme raras, cosas tan nimias como que se emocionara viendo una película en la tele o que llegará cabreada porque un profesor había faltado sin avisar. Tras tres años de tristeza, en mi casa se volvieron a escuchar risas y todo gracias a ella.

Ese estado idílico cambió una noche en la que le dije que no iba a ir a cenar, porque tenía una fiesta:
-¿Y eso?-.
-Un coñazo. Me han invitado a un evento benéfico. Ya sabes, una reunión en la que a medio centenar de gerifaltes los engañan para que financien obras de caridad a base de lingotazos de ginebra-, y sin saber que era lo que me iba a acarrear, le pregunté: -¿quieres acompañarme?-.
-Sí-, me contestó, -pero no tengo nada que ponerme-.
No comprendo porque le dije que mirara en la habitación que le había servido como vestidor de mi mujer, por si había algo que le quedara.
-¿Seguro que no te molesta que use su ropa?-.
-María estaría encantada de que tu la usaras, no en vano eras también su ahijada-.
Satisfecha por mi respuesta, corrió al cuarto y durante toda la tarde se pasó probando los cientos de modelitos que ella había acumulado durante los años de nuestro matrimonio. No supe más de ella, hasta que ya vestido, toqué a su puerta, pidiéndole que se diera prisa porque íbamos a llegar tarde.
 Al salir de su habitación, me quedé sin habla. Carmen estaba impresionante. Enfundada en un coqueto traje de raso rojo, sus formas se mostraban con toda nitidez y por vez primera, me percaté que mi ahijada era una mujer de bandera.
-¿Te gusto?-, me preguntó.
Por mi expresión bobalicona supo que había acertado en la elección. La muchacha no solo tenía un cuerpo esplendido sino que además al ser mas estrecha que mi esposa, el vestido le quedaba muy entallado, dotando a sus pechos de una sensualidad que me había pasado completamente desapercibida.
-Estas maravillosa-, le contesté, completamente ruborizado al pensar que se había fijado en la forma tan poco paternal con la que yo, su padrino, la había estado contemplando.
Ella, lejos de molestarse, sonrió diciendo:
-Pensé que era demasiado sexy para ti pero,  ya que te gusta, te prometo que a partir de hoy, me vestiré más provocativa-.
No supe responderle. Debería haberle dicho que no era apropiado pero fui incapaz y cogiendo mi abrigo abrí la puerta, cediéndole el paso.
-Por cierto, tú también estas muy guapo-.
El trayecto hasta la fiesta fue una pesadilla. No pude dejar de mirar sus piernas de reojo, mientras mentalmente me recriminaba mi comportamiento. Ella, sabiéndose observada, disfrutó de lo lindo provocándome. Con gran descaro, sacó de su pequeño bolso un pintalabios y un espejo y sensualmente, se retocó echándose hacia delante, dejándome disfrutar del marcado escote. Mas excitado de lo que me hubiese gustado reconocer, llegué a la fiesta.
Mis colegas, al verme, se quedaron extrañados de que el viudo eterno llegase acompañado de un bombón semejante. Muchos de los presentes, llevaban tiempo animándome a dar un paso adelante y dejar mi auto impuesta reclusión atrás, pero fue una vieja amiga, la que acercándose, me dijo:
-Podías haberme avisado que volvías a estar en el mercado. ¿Me presentas a tu amiguita?-
El término tan despectivo con el que se refirió a Carmen, me hizo encabronar pero fue mi acompañante, la que dándose por aludida le respondió:
-Pedro no está en venta y menos para una antigualla como tú-.
Alicia se dio la vuelta, indignada, no en vano a sus treinta y cinco años era una mujer de muy buen ver. Al irse, no pude resistir la risa y soltando una carcajada, recriminé a mi ahijada su falta de tacto:
-Te has pasado. Ella no fue ni la mitad de borde que tu-.
-Esa puta no sabe quien soy yo-, soltó mientras una sonrisa iluminaba su cara,- nadie toca a mi hombre y menos en mi presencia-.
-Carmen, cuida esa lengua. No soy tu hombre sino tu padrino-.
-Si, pero ella no lo sabe, así que se joda-.
Su desfachatez me puso de buen humor y sin explicar a nadie nuestra relación, fui presentando a la muchacha a mis amigos.  El resto de la noche, mi querida ahijada se comportó como una dama sin sacar a relucir su mala leche, haciendo las delicias de los hombres y provocando celos en sus parejas. Acabada la cena, Carmen, que estaba animada, me pidió que en vez de volver a casa, la sacara a tomar algo.
No me pude negar por lo que la llevé a un pub cercano. Allí, quizás producto de las copas, le pregunté porque casi no salía con amigos, si era acaso porque había dejado un novio en Santander.
Ella, al escucharme, cogiéndome de la mano, me contestó que no me preocupara que no tenía novio y que si no salía con sus compañeros, era porque le parecían unos críos. En ese momento no me di cuenta pero me encantó saber que no tenía nadie esperándola. Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando llegamos a casa. Al despedirme de ella en la puerta de su cuarto, dándome un beso en la mejilla, me susurró al oído:
-Te quiero mucho, padrino-.
Me quedé de piedra, esa tierna despedida escondía un erotismo que no me pasó desapercibido y confuso, le respondí que yo también.
-Hasta mañana-, me dijo cerrando la puerta, dejándome solo en mitad del pasillo con mis remordimientos.
 
 
 

Capítulo tres. EL COCHE Y EL PELO.

 

Esa noche me costó conciliar el sueño, no dejé de darle vueltas a la fascinación recién descubierta que sentía por mi ahijada. El hecho que durmiera a escasos metros no ayudó a sacar de mi mente la visión de su cuerpo. Como si fuera una pesadilla, me imaginé besando sus pechos mientras mi mano recorría su cuerpo. Era como si un adolescente se hubiera adueñado de mi cuerpo, escena tras escena me vi haciéndole el amor mientras ella gemía de placer diciendo mi nombre. Por mucho que intenté apartar la imagen de sus piernas abrazando mi cuerpo mientras mi sexo campeaba libremente en su interior, no conseguí evitar que mi mano recogiendo mi lujuria, buscara la liberación corriéndome sobre las sabanas.

Al despertar, estaba agotado y avergonzado.  Aunque físicamente no me hubiese acostado con mi ahijada, cada poro de mi cuerpo había gozado amándola, cada uno de mis nervios había sentido el placer de penetrarla mientras que cada una de mis neuronas, me recriminaba el haberlo hecho. No solo era la diferencia de edad, los veintidós años que nos separaban no eran una barrera tan grande como el hecho que, hasta hacía escasas horas, siempre había visto a esa niña mujer como una sobrina. Me sentía sucio. Ni siquiera la ducha matinal pudo limpiar la degradación que sentía al haber gozado pensando en ella. Traté de convencerme que, esa mañana, dicha atracción habría desaparecido y que el supuesto interés en mí y que había apreciado en Carmen, era solo producto de mi imaginación.
Con esos pensamientos, bajé a desayunar. Nada mas entrar a la cocina, mis temores se hicieron realidad, al ver a mi ahijada preparándome el café. La muchacha llevaba puesto uno de los camisones de mi mujer. La tela, casi transparente, dejaba traslucir la desnudez de su cuerpo. Sin anunciar mi llegada, parado en la puerta, me quedé observando obsesivamente su trasero, perfectamente contorneado. Ni un gramo de grasa cubría ninguna parte de su anatomía. Era maravillosa.
Carmen, al darse la vuelta y verme en la entrada, me saludó.
Pero todavía hoy no se si le contesté, mis ojos se habían quedado prendado en sus pechos. El delgado tul que los envolvía, no conseguía cubrirlos, dejándome ver la perfección de sus pezones. La caricia de mi mirada no le pasó inadvertida pero, en vez de ruborizarse por mi examen, se acercó y pegándose a mí y me dio un casto beso. Beso casto, beso infantil que al sentir su aroma, hizo que mi hombría se irguiera sin pudor. Tratando de que no notara mi apetito, me senté en la mesa mientras ella me traía el café.
“No puede ser”, me dije, tratando de calmarme, “es una niña”.
Intento que resultó infructuoso porque, la muchacha obviando que estaba casi desnuda, se sentó enfrente y empezó a darme conversación.  Su voz juvenil tenía un tono desconocido para mí. Mi ahijada estaba coqueteando conmigo. Incapaz de prestar atención a sus palabras, me concentré involuntariamente en las rosadas aureolas de sus pechos, su dueña al notarlo lejos de taparse, parecía disfrutar de mi atención y con sus pezones ya erizados, me miraba retadora. No me podía creer lo que estaba pasando, esa cría se estaba excitando y sin ningún  pudor, se exhibía ante mis ojos. En un momento dado y cuando ya no sabía en que postura ponerme, para que ella no notara los efectos que estaba produciendo bajo mi pantalón, me preguntó si podía llevarla a la peluquería.
-Tenía pensado salir a correr, ¿Por qué no coges el coche?-, le contesté buscando una escapatoria. Necesitaba alejarme de ella, aunque solo fuera un par de horas.
-De acuerdo-, me contestó. –No te lo he dicho pero quiero cambiarme de look. Estoy segura que te gustará lo que tengo planeado-.
No me vi con fuerzas de decirle que difícilmente nada podía mejorar su melena morena y en vez de ello, salí huyendo de su presencia. Rápidamente, subí a mi cuarto y poniéndome ropa de deporte, salí de la casa sin despedirme.
Cogiendo Serrano en dirección al Retiro, empecé a trotar, buscando que el ejercicio consiguiera reducir mi desasosiego. Las calles se sucedían sin pausa y el sudor me cubría por entero pero en nada había conseguido aminorar mi estado.
“Tengo que hablar con Carmen. No es apropiado que vaya medio desnuda por la casa”, medité, evitando reconocer que esa cría me tenía subyugado.
Sin darme cuenta, habían transcurrido dos horas cuando volviendo del paseo, enfilé la calle de mi casa. En la puerta, estaba aparcado mi mercedes.
-Ya debe de haber vuelto-, pensé al verlo pero en cuanto abrí la verja, caí en mi error, Carmen se había llevado el coche de mi mujer. En ese momento, no le di importancia, no en vano, llevaba sin moverse al menos seis meses y le venía bien que alguien lo condujera.
Agotado por el esfuerzo, cogí una cerveza de la nevera y tumbándome en el salón, me puse a ver la televisión. No se cuanto tiempo tardé en que el sopor me venciera y me quedase dormido. Me desperté cerca de las tres con hambre, al acercarme a la cocina escuché ruido y comprendí que mi ahijada había regresado y que estaba cocinando.  Hasta mí llegó el olor de un guiso y acelerando entré, para llevarme el mayor susto de mi vida. Como si un fantasma de mi pasado hubiese vuelto para torturarme, vi a María enfrascada entre cazuelas.
“Me estoy volviendo loco”, pensé paralizado.
Cuando ya estaba a punto de desmayarme, se dio la vuelta y entendí que era Carmen con su nuevo look. Era una copia en joven de mi difunta esposa. No solo era que llevara uno de sus conjuntos favoritos sino que se había cortado y pintado el pelo a semejanza de ella.
-Buenos tardes, bello durmiente. ¿Qué te parece?, ¿estoy guapa?-, me soltó con una sonrisa en sus labios. Parecía entusiasmada por el cambio.
 

Debía de haberle montado una bronca pero, mi cobardía por una parte y lo entusiasmada que parecía por el cambio, me hicieron callar y comerme mi cabreo. Comportándose como una modelo de pasarela, se paseó por la cocina para que admirara su corte.

-Estás preciosa pero… te hace mayor-, contesté sin mentir pero perdiendo nuevamente una oportunidad de preguntarle a que se debía esa transformación y porque había elegido a mi mujer como espejo.
-Gracias, eso es lo que quería-, y con la inconsciencia que da la juventud, prosiguió diciendo: -Ayer, me sentó fatal oír a una maruja que le dijera a su marido que parecía tu hija-.
-No comprendo porque te enfadas, soy dos años menor que tu padre. Es lógico que la gente piense que eres mi hija-.
-Pero, ¡No lo soy!-, contestó y pidiéndome que me sentara a comer, dio por terminada la conversación.
Masticando mis ganas de decirle que su comportamiento me parecía absurdo, me puse a comer. La comida estaba buenísima y eso hizo que paulatinamente me fuera tranquilizando, lo que me permitió que la pudiese observar con un ojo crítico. Realmente, tenía que reconocer que su pelo teñido de rubio dulcificaba sus facciones y eso le hacía todavía más irresistible. Era una copia en joven y en sexi de Maria, pero ésta nunca había sido tan atractiva. Ahora que la veía con nuevos ojos, era incontestable que la nueva Carmen provocaría a su paso la admiración de todo aquel que se cruzase con ella.
-Por cierto, Padrino-, me dijo, tapándose la nariz, al ver que había terminado de comer,-deberías ducharte, estás sudado-.
Ese gesto infantil, me hizo recordar a mi anterior ahijada y, con un acto que juro que fue reflejo, le di un pequeño azote en su trasero. No acababa de darle la nalgada cuando interiormente ya me había arrepentido. Mi supuesta victima me miró extrañada pero, al segundo, riendo me soltó:
-Si cada vez que me meto contigo, me das un azote. Voy a hacerlo más a menudo-.
Mas tranquilo al escuchar de sus labios que no se había sentido ofendida, me fui a bañar. Ya bajo el agua, recapacité sobre lo ocurrido y comprendí que de todas formas debía de tener cuidado porque lo quisiera reconocer o no, esa nena estaba flirteando  conmigo y eso no era ni moral ni lógico.  Todavía desnudo, mirándome al espejo, me dije que la culpa era mía por llevar tanto tiempo de abstinencia, que debía salir mas y conocer a una mujer de mi edad. Seguía afeitándome cuando de improviso se abrió la puerta y apareció por ella, la muchacha.
-Perdón-, se disculpó por haber entrado sin llamar y pillarme en pelotas.
Alucinado por esa incursión en mi privacidad, rápidamente cogí una toalla y rojo como un tomate, porque la chica ni siquiera se había movido, le pregunté que quería:
-Acaba de llamar tu jefe, Mr. Stevens, me ha dicho que está en Madrid y que nos invita a cenar-.
Tardé en asimilar sus palabras. Que mi jefe estuviera en Madrid no era habitual pero entraba dentro de lo normal, lo que no era lógico es que NOS invitara a cenar. Al cuestionarle sobre ese punto y con su desparpajo habitual, me contestó:
-Le dije que como era tu novia, si la invitación me incluía-.
-Y ¿Qué te contestó?-, sin todavía magnificar el charco en el que me estaba metiendo.
-Se rio diciendo que por supuesto y que ya era hora que pasaras página. Quiero que sepas que no puedo estar mas de acuerdo con él-.
Si antes me había callado, esa fue la gota que colmó el vaso y encabronado, la abronqué por haberse presentado como mi pareja ante mi jefe y que aunque él fuera un viejo verde, me había puesto en un compromiso. Era la primera bronca que le echaba,  los ojos de Carmen se poblaron de lágrimas y se puso a llorar diciéndome que solo había actuado de la misma forma que la noche anterior y que si yo se lo decía, se quedaba en casa.
Nunca he sido un hombre duro con las mujeres y menos con una cría tan encantadora. Sus sollozos derrumbaron todas mis defensas y abrazándola, le dije que podía venir tratando de calmarla. Carmen al sentir mis brazos alrededor de su cuerpo, se tranquilizó inmediatamente y pegándose a mí, bajo su mano por la toalla que me cubría y tocándome el trasero, me largó:
-Vale, voy …. Y por cierto, Padrino, Tú también tienes un buen culo-.
El hecho de que sus lloros habían sido una pantomima era claro, pero aún mas cuando la cría poniéndose en posición, me insinuó que merecía otro azote. Cayendo en su juego y suponiendo que era una chiquillada, me senté en la taza y poniéndola en las rodillas, jugando le di al menos media docena.  Al levantarla, Carmen me sacó la lengua y muerta de risa, me dejó solo en el baño.
Al vestirme, en contra de lo que debía haber sido mi estado de ánimo, estaba preocupado por como se iban desarrollando los acontecimientos pero alegre por tener alguien con quien disfrutar de las pequeñas cosas que da la vida, y sin ser plenamente consciente del fregado en que esa niña me estaba metiendo. Ya vestido, bajé al salón para ver un rato la tele, pero ni siquiera me dio tiempo de encenderla porque, desde su habitación, escuché que Carmen me llamaba.
Contrariamente a lo que ella hizo, llamé a la puerta y desde dentro, me dijo que pasara. Frente al espejo, se hallaba mi ahijada vestida con un traje demasiado serio para su edad.
-Si lo que quieres es mi opinión, no te queda. Pareces una anciana-, le solté.
Ella, al oírme me dijo que ella opinaba lo mismo pero que como era una cena con mi jefe, creía que debía ir formal.
-Formal sí pero no hecha una monja-.
-Vale-, me contestó recapacitando,-no te vayas, ayúdame a desabrocharme la cremallera-.
Tonto de mí, no caí en sus intenciones y nada mas bajarla, la cría dejó caer el vestido, quedándose  en bragas y con sus pechos a menos de un palmo de mi cara.
-¡Tápate!-, le grité, espantado, no solo por la escena sino también porque su súbita desnudez me había excitado.
-No sabía que eras tan pudoroso-, dijo sin dar importancia al hecho, recogiéndolo del suelo, -si me has visto muchas veces desnuda, incluso me has bañado-.
Todavía con mi corazón desbocado, dándome la vuelta, le expliqué que entonces ella era una bebé y ahora era una mujer preciosa.
-¿Te parezco preciosa?-.
-Si, pero eres mi ahijada y no es correcto que te exhibas desnuda ante mí-.
 

-No estaba desnuda, tengo las bragas puestas-, me contestó a carcajada limpia, -Si quieres, me las quito-.

Ni me digné a responderle, cogiendo la puerta, salí huyendo y encerrándome en mi cuarto, me tumbé en la cama y busqué, en la lectura, la tranquilidad que me faltaba. Por mucho que intenté sacarla de mi mente, sus pechos juveniles volvían a torturarme. “Soy un viejo para ella”, repetía machaconamente buscando espantar mis sentimientos, “está jugando, en realidad, solo quiere flirtear para provocarme y nada más”. No debía llevar una hora leyendo cuando, Carmen entró en mi habitación y se acurrucó a mi lado mientras me pedía perdón por su broma.
-No hay problema, te perdono pero no lo vuelvas a hacer-, le dije sin separar la vista del libro que estaba leyendo.
La muchacha, sin moverse, permaneció pegada a mí. No percibí que se había dormido hasta que un breve ronquido me lo hizo saber. Dejando por un momento la novela, me fijé que dormida todavía se parecía mas a mi mujer. Su expresión serena remarcaba su belleza.
“Es guapísima”, pensé mientras la observaba con detenimiento. Mis ojos fueron recorriendo con lentitud, sus ojos cerrados, su boca recién pintada, su cuello. Sin darme cuenta, mi exploración fue más allá y pasando por sus hombros, sin miedo a ser descubierto, me entretuve deleitándome a través del escote con el inicio de sus pechos. Estuve a un tris, de acomodar su blusa para así disfrutar de sus pezones, pero gracias a que todavía tenía algo de decencia, me abstuve de hacerlo y en vez de ello, proseguí con  mi minucioso examen, estudiando como su estrechísima cintura era coronada por unas caderas de ensueño. Dejando correr mi imaginación, me vi acariciando sus glúteos mientras separaba sus piernas y mi pene se introducía en su sexo. Al sentir que estaba siendo dominado por la excitación, intenté separarme de ella pero me resultó imposible porque, protestando en sueños,  Carmen se abrazó a mi pecho, de manera que tuve que permanecer a su lado.
Sé que si hubiese querido, me podría haber levantado pero no tuve fuerzas de hacerlo y cerrando los ojos, me puse a pensar que era mi difunta esposa la que me abrazaba. Fue un error, excitado como estaba, no pude evitar que mi mente discurriera por unos derroteros que no me convenían y simplemente, me imaginé a María bajando por mi pecho y tras abrir mi bragueta, besar mi extensión. Dominado por la lujuria, la vi envolviendo con sus labios mi glande e introduciéndoselo en la boca. Debí de gemir al correrme porque, al volver a la realidad, vi que mi ahijada se había despertado y miraba sin ningún disimulo la mancha de mi pantalón.
Supe que se había percatado que había llegado al orgasmo teniéndola entre mis brazos, sin que ella hiciera nada por provocarlo. Completamente abochornado por la situación, me tapé con una manta.  Carmen, no queriendo entrar al trapo y mirando su reloj, dijo haciéndose la sorprendida que era muy tarde y que tenía que darse prisa o llegaríamos tarde. Sin hacer mención alguna a lo que acababa de ocurrir, se levantó de la cama y salió de la habitación
Durante cinco minutos estuve paralizado por la vergüenza, tras los cuales, comprendí que debía darle una explicación y haciendo un esfuerzo, me levanté a disculparme. Recorrí los escasos metros que me separaban de su cuarto como un buey va al matadero, cabizbajo, arrastrando los pies al andar y con la vergüenza reflejada en mi cara. La puerta estaba abierta y por eso pasé sin llamar.
En el quicio, me quedé helado. Sobre la cama, yacía mi ahijada completamente desnuda, masturbándose con los ojos cerrados. Hipnotizado por la escena, durante un minuto y como un espectador inoportuno, violenté su intimidad observando, alelado, como masajeaba su clítoris mientras con su otra mano pellizcaba sus pezones.
Por mucho que la cordura me aconsejara a salir corriendo, el morbo de contemplarla, mientras daba rienda suelta a su pasión, me retuvo de pie al borde de su cama. Sin saber que sus caricias estaban siendo observadas por mí, mi ahijada se contorneaba como una posesa. Coincidiendo con su clímax, gimió mi nombre mientras su cuerpo se retorcía de placer.
Aterrorizado al escuchar de sus labios que era, yo, el objeto de su deseo, me fui de su habitación. Esa atracción, además de inmoral, se estaba tornando opresiva. Tenía que sincerarme con ella y exigirle que dejara de tontear conmigo. Si antes era necesario, después de descubrirla era obligatorio, se tenía que dar cuenta que además de la diferencia de edad, era la hija de mi amigo.  
Temblando todavía, salí al jardín. Mi cerebro completamente acelerado, no podía dejar de rememorar el sonido de sus jadeos y desplomándome sobre una hamaca, mi desolación fue total  al entender que nada podía evitar, ya, que deseara hacerla mía.
Capítulo tres. EL NOMBRE.
 
 

El frio de la noche, me hizo volver a la casa. Quedaba media hora escasa para que tuviésemos que salir hacia la cena por eso y aunque no me apetecía nada enfrentarme a ella, comprendí que en ese momento, en el que se estaba desmoronando mi vida, no me podía permitir el lujo de ofender a mi jefe. No me quedaba mas remedio que ir a esa puta cena y ella tenía que acompañarme. Sabiendo que jugaba con fuego y que corría el peligro de quemarme, decidí que al día siguiente aclararía todo con Carmen. Tenía que dejar de jugar conmigo, no podría soportar mucho más sus coqueteos. No dejaba de rememorar como se separaba sus labios, como introducía un dedo en su interior, sin dejar de nombrarme. Era tan atrayente la idea de perderme en sus brazos que, por momentos, me parecía menos inmoral que un maduro se dejara seducir por una joven casi de su familia.

Mentalmente hecho polvo, me vestí y esperé que saliera de su habitación para marcharnos. Al verla bajar por la escalera, me pareció una diosa. Con un traje negro en exceso escotado, la seda del vestido realzaba, no escondía, sus esculturales pechos. Era como una segunda piel. Sus pezones se mostraban con desvergüenza, revelando a cualquier espectador que la dueña de ese cuerpo se había olvidado en el cajón el sujetador. La abertura de su falda, tampoco se quedaba atrás. Si llevaba ropa interior debía de ser un estrecho tanga de talle alto.
-¿Qué te parece?-, me preguntó.
-No sé que decirte, creo que a Mr. Stevens le va a dar un sofoco al verte-.
-A mí, él me da igual. A ti, ¿te gusta?-.
-Si-, asentí con un gruñido. Realmente, estaba maravillosa pero no me hacía ninguna gracia pensar que todos vieran esa belleza. La quería para mí.
Cuando salíamos por la puerta cogí las llaves de mi coche pero, quitándomelas de la mano, Carmen me dio las del golf, diciendo:
-Como seguramente vas a beber, es mejor que vayamos en mi coche. No me atrevo a conducir el mercedes-.
No me pasó inadvertido que esa muchacha se había apropiado del coche de mi mujer, pero como no tenía ganas de discutir y sobretodo como ya había decidido hablar con ella al día siguiente, preferí callar. Carmen era como un virus que habiéndose inoculado en mi vida, se extendía invadiéndolo todo. “La casa, el pelo, la ropa, el coche… esta cría quiere todo lo que perteneció a mi mujer”, recapacité sabiendo que entre las posesiones de María me encontraba yo.
Ajena a mis tribulaciones, mi ahijada me preguntó por mi jefe, a lo que contesté:
-Es un buen hombre, divertido, animado y sobretodo mujeriego, pero no te preocupes, no te va a atacar. Se acaba de casar con una mujer mucho mas joven que él y seguro que en este viaje, viene acompañado-.
-¿Cuánto mas joven?-.
“Mierda”, exclamé interiormente antes de contestar, -Mr. Steven debe rondar los setenta y la mujer debe de ser un poco mas joven que yo-.
Tardó un segundo en hacer los cálculos y al darse cuenta que se llevaban unos treinta años, sonrió, diciendo:
-Me va a caer bien, ese viejo-.
-No me cabe duda-, mascullé entre dientes y sin más dilación, encendí el coche.
Afortunadamente,  la cena era en el Hotel Villamagna, porque no se si hubiese aguantado la claustrofobia de estar encerrado, con mi oscura tentación, en un habitáculo tan estrecho mucho tiempo. Al llegar, salí primero y acercándome a la puerta del copiloto, la abrí:
-Un beso para mi caballero-, me susurró y cogiéndome desprevenido, posó sus labios en los míos.
No supe reaccionar, solo se me ocurrió no dar importancia al beso. “Fue un pico…solo un pico”, cavilé mientras entrabamos del brazo al restaurant. A Carmen se la veía radiante, no me cabía la duda que estaba disfrutando de su pequeña victoria.  “Maquiavelo se queda corto al lado de esta niña”. Saber que no se detendría ante nada, me convenció que debía adelantar la charla y que nada mas dejar al jefe, iba a aclarar cuatro cosas con esa lianta.
Mr. Stevens y su señora ya estaban sentados a la mesa. John, al acércanos, dio un repaso a mi acompañante. Por su cara, se le notaba a la legua que quedó impresionado por su belleza y como el viejo verde que era, no dejó un centímetro sin explorar con la mirada. Levantándose de su silla, llegó hasta nosotros y dándole un beso a la chiquilla, se presentó:
 

-Soy John-.

-Encantada de conócele, John. Mi nombre es Maria…-, le contestó pero al ver mi cara de espanto, remendó su error, diciendo: -…Maria del Carmen-.
De nada sirvió su rectificación, el daño ya estaba hecho. Mi jefe, como buen anglosajón, odia los nombres compuestos y para él, mi supuesta novia se llamaba María. Así se la presentó a Briggitte, su mujer y de ese modo tan doloroso para mí, la nombró durante la cena. Con el ánimo por los suelos, me acomodé en mi asiento. Meditabundo y en silencio, horrorizado tuve que soportar que mi ahijada, usando su simpatía y desparpajo, se metiera en menos de cinco minutos a ese matrimonio en el bolsillo. Tan poco conocía en realidad a Carmen, que no tenía ni puñetera idea que la muchacha era un hacha en los idiomas. Aunque Briggitte era francesa, eso no le supuso ningún problema, alternó el español, el inglés y el francés como si fuera algo habitual en su día a día.
Tanto John como su mujer, estaban embelesados con ella. Hasta tal grado que sin poderse aguantar, mi jefe me preguntó que donde y cuando había sacado esa joya. Antes que pudiese contestar, Carmen se anticipó diciendo:
-Nos conocemos hace años, pero entonces seguía casado. Hace menos de un mes, nos rencontramos y ese mismo día, me pidió que me fuera a vivir con él. Y como verás, acepté-.
La arpía no había mentido, pero había tergiversado la historia, haciéndome aparecer como un Don Juan y a ella como una pobre damisela que había sucumbido a sus encantos. El viejo al oírla, me miró y dijo:
-Menudo pájaro estás hecho y yo que te creía un poco parado. No me cabe duda que me has engañado y que tras ese aspecto estirado se esconde mi alma gemela-.
-La verdad, John. Es que hasta que llegué nuevamente a su vida. Pedro estaba un poco oxidado, pero gracias a un poco de ternura y de amor, voy lubricando su dañada maquinaria-, contestó Carmen anticipándose nuevamente.
Cabreado por los derroteros de la conversación decidí intervenir, diciendo:
-John, con este aceite-, señalando a mi ahijada, -¡Hasta el mas tonto, lubrica!-.
Mi burrada provocó que Mr. Stevens y su esposa soltaran una carcajada. Carmen me lanzó una cuchillada con la mirada pero, reponiéndose al instante, me susurró al oído:
-Eso habrá que verlo-.
No comprendí sus palabras hasta que sentí como, con su mano bajo el mantel, me empezó a acariciar la pierna. No haciendo caso a sus mimos, pregunté a Briggitte si era su primera vez en Madrid. Nunca llegué a escuchar su respuesta. Mi querida ahijada viendo que no me afectaba su descaro, cambió de objetivo y se concentró en mi miembro. Éste no tardó en reaccionar y completamente alborotado, recibió con gozo sus caricias. Miré de reojo a mi acompañante, nada en ella revelaba que en ese preciso instante me estuviera masturbando en público.  Disimulando, retiré su mano de mi entrepierna y la deposité suavemente encima del mantel.
-Tienes razón eres un tonto-, me soltó. Creí que se había terminado pero, entonces, cogiendo mi mano, la llevó a su sexo, y en voz baja me dijo: -Como veras, yo también soy una tonta-.
No lo podía creer, ¡la muchacha estaba completamente empapada!. Al tratar de retirarla, cerró sus piernas, dejando mi mano aprisionada entre sus muslos. No satisfecha, me robó otro beso, mientras me decía:
-Mastúrbame o le digo a tu querido jefe, que te estás acostando con tu ahijada y que llevas haciéndolo desde que era una niña-.
La muy zorra me tenía entre la espada y la pared. Si no hacía lo que ella decía, me podía olvidar no solo de mi trabajo sino de mi futuro, nadie me volvería a contratar con antecedentes de pederastia. Pero si lo hacía, habría sucumbido ante ella.  Sabiendo que no me quedaba otra salida, comencé a acariciar su sexo por encima del tanga. Carmen al notar que había cedido, haciendo que se acomodaba en la silla, se bajó las bragas hasta media pierna y con una sonrisa, me indicó que ya estaba dispuesta.
Humillado hasta lo indecible, pero tengo que reconocer que excitado, me fui aproximando a mi meta para descubrir que esa zorra, con aspecto angelical, lo llevaba completamente afeitado. Ni un solo pelo, entorpeció mis maniobras cuando separando sus labios, me concentré en el botón de su clítoris. Afortunadamente, la cría no tardó en llenar la silla con el producto de su orgasmo, momento que aproveché para levantarme e ir al baño.
-¡Hija de puta!-grité, mirándome al espejo. –¡Esta niña no sabe quién soy yo!-.
Mas tranquilo al haber tomado la decisión de vengarme, volví a la mesa y me metí en la conversación como si no hubiese pasado nada. Pero algo había cambiado en mí, ya que la niña se quería apropiar de todo, lo tendría pero a mi forma:
-María-, le dije, usando el nombre de mi esposa muerta y aprovechando que habíamos terminado de cenar, – vete despidiendo, que estoy cansado-.
Por mi tono autoritario, comprendió que estaba cabreado y que le esperaba una buena bronca. La muchacha obedeció al instante y en dos minutos estábamos recogiendo el vehículo.
Capitulo cuatro. LA CAMA
 
 

Nada mas salir del restaurant, aprovechando que tuve que parar por un semáforo en rojo, me volví y le solté un tortazo. A voz en grito, exigí que me explicara su comportamiento. La muchacha, llorando, me pidió perdón.

-Eso no me vale-, dije gritando, -crees que no me he dado cuenta de lo que pretendes-.
Totalmente desconsolada, me explicó que desde que se hizo mujer, me amaba y que sabiendo que me había quedado viudo, le pidió a su Padre venirse a vivir a Madrid para estar mas cerca de mí. Lo que no se esperaba es que yo la invitara a vivir conmigo pero viendo la oportunidad no la dejó pasar y convencida que iba a terminar enamorándome de ella, como ella de mí, esperó tranquilamente que sucediera. Pero todo se aceleró en el evento benéfico porque al sentir que otra podría ocupar el lugar que ella quería para sí, le obligó a precipitar los acontecimientos.
Viendo que no respondía y que su confesión no había servido para nada, me gritó:
-¡Soy Virgen!, he esperado que fueras tú quien me hiciera mujer-.
“Eso no me lo esperaba”, pensé y sin dar mi brazo a torcer, me mantuve callado durante todo el trayecto. Al llegar a casa, Carmen completamente desmoralizada, enfiló hacia su cuarto. Pero justo cuando iba a entrar, la llamé.
-¿Dónde vas?, esta noche me has obligado a masturbarte en público, ahora quiero que lo hagas tú, teniéndome de espectador-, le dije desgarrando su vestido y dejándola casi desnuda frente a mí.
Totalmente aterrada, no pudo reaccionar, quedándose parada. Sin ahorrar nada de violencia, la senté en el sillón frente a mi cama y le ordené que empezara mientras yo me desnudaba. Incapaz de negarse, empezó a acariciarse mientras unos gruesos lagrimones caían de sus ojos.
-No veo bien con el tanga, acerca el sillón y termina de desnudarte-, ordené cómodamente tumbado en la cama.
Desde mi privilegiado punto de observación, no quité  ojo a sus maniobras y vi como se quitaba el tanga y acercaba el sillón a escasos centímetros de mi cara.
-Empieza y compórtate como la puta que eres-.
Lloriqueando, abrió sus piernas y separando sus labios, comenzó a  acariciar su clítoris. Olvidándome de sus  lamentos, me concentré en observar si era verdad que el himen  se podía ver si la virgen en cuestión tenía el coño bien abierto.  Al confirmar que si se podía ver, verifiqué de paso que, por primera vez, esa zorrita no me había mentido. Nadie había hoyado su tesoro. Saber que iba a ser yo quien la desvirgara, me empezó a calentar.
Carmen al comprobar con sus ojos que mi pene reaccionaba, dejó de llorar y llevando una mano a su pecho, lo pellizcó mientras aceleraba su masturbación. Poco a poco la excitación fue venciendo la humillación que sentía y dejándose llevar, comenzó a gemir de placer. Sabiendo que tenía toda esa noche, y muchas más, para disfrutarla, esperé que estuviera a punto de correrse y entonces ordené que parase. Saliendo de la cama, la cogí y obligándola a ponerse en posición de perro, exigí que continuara.
Quería alargar su humillación y de paso bajar de golpe su calentura, de manera que tuviese que volver a reiniciar otra vez todo el proceso. La muchacha obedeciendo, volvió a masturbarse. Actuando como si estuviera evaluando la calidad de una res,  en voz alta, con la mano fui examinando las distintas partes de su cuerpo:
-Para ser una urraca tan dispuesta, tengo que reconocer que tienes un cuello de cisne-, le dije mientras acariciaba sus hombros. Aunque lo hacía para humillarla, la cría al sentir el contacto de mi palma en su piel, suspiró excitada. Viendo que eso avivaba su deseo, asiendo sus pechos, continué: -Buenas ubres, quizás un poco pequeñas, pero eso se soluciona preñándote-.
No me pude resistir a darle un lametón a una de sus aureolas. Ella, ya desbocada, incrementó la tortura de su sexo. Al percatarme de ello, decidí impedirlo y con la mano abierta, golpeé una de sus nalgas, mientras se lo prohibía. La dureza del azote, le gustó pero temiendo que me enfadara, ralentizó sus caricias e insegura, esperó mi siguiente paso.
Este no se hizo esperar, separando sus glúteos, descubrí su rosado y todavía sin usar orificio trasero. Como no quería dañar la mercancía, cogí un bote de crema, y echando una poco entre sus nalgas, fui recorriendo las rugosidades de su ano, hasta que sin previo aviso, introduje un dedo en su interior. Mi victima gritó por la incursión pero no hizo ningún intento de separarse. Al contrario, completamente descompuesta, me rogó que la dejara correrse. Comprendiendo que de nada serviría prohibírselo porque estaba a punto de explotar, la autoricé a hacerlo.
Mi ahijada se corrió sonoramente, manchando la sábana con su placer.
Haciéndole ver que había dejado todo empapado, la obligué a levantarse, ir al armario y cambiar la cama. Con el paso inseguro por el esfuerzo, rápidamente hizo lo que le había ordenado y en silencio, esperó mis mandatos.
-Por esta noche está bien, vete a dormir que mañana hablamos-.
Desde mi cuarto, oí como lloró desconsolada hasta que el cansancio provocó que se durmiera. Yo, en cambio, tardé en conciliar el sueño. Estaba sobre excitado, no podía dejar de pensar en ese cuerpo que el destino, había puesto en mi camino. No quedaba ningún rastro de remordimiento en mí. Había dejado de ser mi ahijada para convertirse en mi puta y satisfecho, cogí mi miembro y planificando mis siguientes pasos, descargué sobre las sabanas recién puestas.
Capitulo cinco. MARÍA.
 
Dormí profundamente aquella noche. Al despertar y oí que la muchacha se había levantado y como de nada servía esperar decidí continuar con mi venganza:
-María, ¡ven!-.
La muchacha  comprendió que me refería a ella, sin rechistar, vino a mi cuarto. Desde la puerta, me preguntó que deseaba.
-Tenemos que hablar, siéntate a mi lado-.
Asustada, se acomodó en el final del colchón y bajando la cabeza, esperó que hablara. Antes de empezar, me fijé en ella. El camisón de mi mujer que portaba, la traicionó. Habiendo recibido un humillante castigo, la muchacha seguía en sus trece y continuaba queriendo ocupar el sitio dejado por mi esposa.
-Después de lo de anoche, todo ha cambiado. Tienes dos opciones, o coges tus cosas y te vas de mi casa, hoy mismo,  o te quedas y te conviertes en mi juguete. Si te vas, volverás a ser mi ahijada Carmen y nadie sabrá lo que ha ocurrido, si te quedas, te llamaré María y me obedecerás en todo. Tomate el tiempo que necesites para decidirlo-.
-No necesito tiempo-, contestó firmemente,- soy María-.
-Entonces, María, prepárame el baño-.
Satisfecho, escuché como abría el agua de la tina. Al cabo de cinco minutos, me avisó que ya estaba listo y arrodillada, esperó a que entrara en la bañera. Una vez adentro. Le ordené que me enjabonara la espalda. La muchacha no se hizo de rogar y cogiendo una esponja con gel,  empezó a recorrer mi cuerpo. Tranquilamente me dejé hacer. En diez minutos me había lavado la cabeza, las piernas, y el tronco, solo faltaba mi sexo. Indecisa, me pidió si podía levantarme. Al hacerlo y ver, ella, que se erguía excitado, sonrió y pasando su mano por mi extensión, me empezó a masturbar.
-Ahora, no-, le dije.
Sin inmutarse por la demora, cogiendo el mango de la ducha, me enjuagó con agua limpia.  Viendo que estaba aclarado, fue por la toalla y esperó que saliera de la tina para empezarme a secar. Con cuidado, fue pasando la toalla por mi dorso y al llegar a mi pene, me miró pidiendo permiso.
-Ahora—
María, mi juguete, con su  boca fue absorbiendo el agua que todavía quedaba sobre mi piel, mientras con sus dedos acariciaba mis testículos, buscando que me excitara. No le hizo falta mucho tiempo para que mi sexo alcanzara su máximo tamaño, tras lo cual, recorriendo con la lengua mi glande, exploró su mayor anhelo. Como posesa, lamió su talle  como buscando retirar cualquier rastro de suciedad que con la ducha hubiera quedado. Ya convencida de su pericia, abrió los labios y usando su boca como si de una vagina se tratara, se lo introdujo hasta la garganta.
“Esta niña tiene práctica”, pensé al sentir sus labios en la base de mi órgano.
Acto seguido, empezó a sacarlo y a meterlo en su interior hasta que sintió que mi orgasmo se acercaba. Entonces y sin alterar su ritmo pero buscando coordinar nuestros clímax, se llevó una mano a su sexo y con un frenesí alocado, frotó su clítoris. Era tanta su calentura que llegó a su meta antes que yo, pero eso no fue óbice para que llegado el momento se atiborrara con mi semen, sin permitir que ni una sola gota se desperdiciara.
Satisfecho por su labor, la levanté en mis brazos y sin pedirle opinión, la tumbé sobre la cama.  La cría me miró con una mezcla de deseo y de temor, al ver que separando sus piernas acercaba mi cara a su pubis.  Dando rienda a mi curiosidad, saqué mi lengua y cuidadosamente empecé a jugar con su himen. Sería la única posibilidad que tendría de hacerlo porque, después de ese día, esa tela blanquecina habría desaparecido para no retornar nunca más. Su tacto suave pero sobre todo el sabor a hembra madura y dispuesta que saborearon mis papilas, obligaron a mi pene a salir de su sopor.
María del Carmen, Carmen o María, da igual como quisiera ser llamada, facilitó mi incursión abriendo sus labios con los dedos. Los primeros gemidos de la muchacha no tardaron en llegar a mis oídos. Retorciéndose como una anguila,  mi ahijada me rogó que la hiciera mujer mientras de su cueva, como si se hubiese soltado un tapón, brotaba su placer. Sorprendido de la cantidad de flujo que manaba de ese sexo todavía virginal, busqué sorberlo en su totalidad. Al hacerlo solo extendí su agonía, juntando su orgasmo inicial con el siguiente. Exhausta me pidió que la tomara, que ya no podía más.
Entonces, levantando sus piernas hasta mis hombros, acerqué la cabeza de mi pene a su sexo, y jugando con mi glande en su clítoris antes de penetrarla, conseguí que se volviera a correr entre sollozos. Sabía que estaba dispuesta  y por eso lentamente, rompí la única unión que le quedaba con la niñez, haciéndola mujer. El dolor que sintió al ser desgarrada fue intenso pero paulatinamente se fue diluyendo y al notar que estaba ya repuesta, inicié un suave vaivén en su interior.
Increíblemente, mi pene se vio embutido por la estrechez de su conducto, de modo que resultaba difícil  el penetrarla. Gradualmente dicha resistencia fue desapareciendo al irse relajando  sus  músculos y entonces fue cuando aceleré la cadencia de mis incursiones hasta ser un ritmo desbocado. María, por su parte, no se podía creer como el placer la estaba poseyendo y cerrando sus manos, comenzó a berrear su pasión al comprobar que aunque lo deseara todo su cuerpo se revelaba a un nuevo orgasmo y que le faltaba la respiración.
-Por favor, termina ya-.
Difícilmente podía hacerle caso, tras tres años sin poseer a una mujer, estaba poseído y sus palabras solo sirvieron para que poniéndola de  rodillas sobre la cama, la volviese a penetrar usando sus pechos como agarre. La nueva postura elevó todavía mas su calentura y gritando se corrió al sentir que regaba con mi simiente su sexo.  El esfuerzo fue demasiado y se desplomó sobre las sabanas mientras mi pene terminaba de eyacular en su interior. Agotado también, me tumbé a su lado.
Durante unos minutos ninguno de los dos habló. Ella había conseguido su objetivo y yo seguía debatiéndome entre el deseo que esa cría me producía y la inmoralidad que representaba.  Ese silencio fue roto por ella que, saliendo de su ensueño, soltó una carcajada. Al preguntarle el origen de su risa, dándome un beso, me dijo:
-No me había percatado que estoy en mis días fértiles. Y al pensar en que me puedes haber dejado embarazada, me imaginé la cara que pondría mi padre al saber que su mejor amigo ha preñado a su hijita-.
Debí haberla abofeteado en ese instante pero al visualizar,  yo también, esa imagen  no pude dejar de acompañarle en su risa.

Relato erótico: “MI DON: Ana, Eleonor y Lili – La verdad oculta(33)” (POR SAULILLO77)

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Habían pasado 3 días desde que me tiré a Liliana, Lili, la hermana de Eleonor, 3 largos y tensos días con sus noches, la situación en casa era tan asfixiante que pasaba gran parte del tiempo fuera de ella, con cualquier excusa, Lili se paso 1 día entero ida, recuperándose, casi se apartaba de mi camino o evitando una línea visual directa, no fuera a ser que me apeteciera mas sexo, apenas hablaba y siempre era con Eleonor y a solas. Eleonor por su parte, después de echar el resto y ofrecerme compartir su desorbitado patrimonio con ella, a cambio de dejar mi relación con Ana para ser suyo, y de rechazar dicha oferta, se mostró fría y distante, orgullosa e hiriente en su forma de expresarse, los únicos momentos de relax que tenia eran las llamadas de Ana, su dulce voz era un cálido abrazo entre tanta amargura, se la oía feliz y contenta, ajena a todo el remolino de ira que se cernía en casa, no le hizo ninguna gracia saber que me había tirado a Lili, pese a darme su permiso, no quería, solo la reconfortó saber que Lili aun estaba atontada de solo un par de polvos seguidos. La echaba de menos, dios, no sabéis cuanto, ni siquiera las advertencias de mi madre sobre aquellas mujeres ni las palabras llenas de odio de Eleonor en la discusión que tuvimos, “no sabes lo que te esta haciendo”, habían logrado turbar lo mas mínimo mi amor ciego por ella, Eleonor parecía mucho mas enfadada que sensata en el momento de gritarme esa frase, como para tomarla en serio. Saber que en una semana Ana volvería a estar en Madrid para celebrar mi 21 cumpleaños, me llenó el corazón de alegría, hacia casi 2 meses que Eleonor le había pagado el viaje adelantado a casa, yo creía que fue Ana la que lo precipitó ante la imposibilidad de convivir con Lili, y quiza fuera cierto, pero ahora Eleonor me dejó ver claramente que ella fue la que lo impulsó para ver si ante la distancia yo flaqueaba y caía en sus brazos.

La apuesta le salió mal y lo pagamos todos, Ana estaba lejos de mi, y yo de ella, yo ahora no tenia sexo con nadie, Eleonor sentía desprecio por mi y Lili pánico, me tenia que poner los slip y un pantalón por encima si quería tener una conversación de mas de 3 palabras con ella y siempre sin contacto físico, si lo hacia era como si al tocarla se empequeñeciera. Yo soy una persona social, abierta y con tendencia a la felicidad, y ese ambiente no me agradaba en absoluto, hasta ir a trabajar por las mañanas el fin de semana me despejó un poco la cabeza, tenia los músculos cansados de pasarme mañanas enteras corriendo o con la bici dando vueltas por los parques de Madrid, todo con tal de volver a esa casa lo mas tarde posible, me tiraba horas hablando con un grupo de chicas deportistas que, como no, me había echado el ojo, las primeras veces eran coincidencias pero muchas veces las veía a lo lejos, en grupos, buscándome, los nº de teléfono y papelitos con notas me llegaban a diario, directos al cajón, con el resto.

Llegó el lunes y al 5º día Lili salió a la piscina donde estaba tomándome un baño refrescante, se sentó en la hamaca bien lejos de mi y tapada de forma exagerada para el pleno verano en Madrid, pantalón corto de pijama, top ceñido sin sujetador, un blusa amplia y con un albornoz de ducha siempre cerca, esta vez sobre los hombros, sentía el calor abrasándola por dentro, su cara roja y el sudor en su frente la delataban, pero creo que tenia mas miedo a despertar mi apetito sexual que a que la diera un golpe de calor.

-LILI: hola Raúl, ¿como andas?- desde que tuvimos sexo siempre me llamaba Raúl, en vez de apodos cariñosos como solía hacer.

-YO: pues aquí, tomando un baño, me he cocido sobre la bici esta mañana, que calor…- el clima y Lucia, una de las deportistas que tuvo un “ligero accidente” delante de mi, la ayudé y llevé en mis brazos varios kilómetros hasta un centro medico donde le curaron unos rasguños apenas visibles, en el trayecto sus duros pechos exhibidos entre la licra elástica y sus leggins ajustados, unidos a mi falta de sexo, me provocaron una fuerte erección que ella sintió, y disfrutó, golpeando en su trasero-…….¿y tu?

-LILI: ¿yo……… que?- se cruzo de brazos defendiéndose de algo.

-YO: ¿que tu como andas?, mujer, que no te voy a hacer nada desde aquí, que estoy lejos.- quería romper el hielo.

-LILI: pues bien podrías con tu ”cosota” …..- sonrió un poco relajándose, apenas fue un susurro pero lo oí-……bien, algo tensa, pero mas animada.

-YO: me alegro llevas un par de días muy rara, siento si lo que pasó fue demasiado- chapoteaba sin el menor interés en salir del agua.

-LILI: no pasa nada, Raúl, es solo que……… me pillaste desprevenida.

-YO: ya me habías visto con Eleonor, no soy ningún blando, eso lo sabias.

-LILI: una cosa es verlo y otra sentirlo………..- dejó unos segundos de respeto, casi la podía ver sus pensamientos, recordando lo que debió de sentir al tenerme dentro, de lejos intuía como sus piernas cerradas se rozaban y su labio inferior era sujetado por sus dientes, como a tantas otras, después del susto inicial, mas tarde o mas temprano, volvían a por mas-………pero ya estoy mejor, solo espero no decepcionarte……..la próxima vez.- estaba claro ya estaba lista para mas.

-YO: no habrá mas veces……- ahora fui yo el que dejó unos segundos de cortesía, quería ver sus reacciones ante diferentes escenarios, con el paso del tiempo su rostro se iba haciendo más agrio y triste-……hasta que tu te veas preparada. – sonreí dejándola ver mi artimaña, su risa inundo su bello rostro.

-LILI: ¿entonces……..podremos seguir…….ya sabe…….?- me parecía estúpido su repentina vergüenza.

-YO: te partiré en dos siempre que gustes.- salto de la hamaca llena de alegría, dejando caer el albornoz al suelo, y corriendo de un movimiento hábil salto al agua, con el pantalón de pijama, la blusa amplia dejando ver un hombro y al caer el aire se la levantó dejándome ver su top rosa ceñido sin sujetador.

Emergió ante mi, a unos palmos de mi cara, el agua se esforzaba por bajarla la mata de pelo rubia de bote, abultada y rizada, mientras recorría su rostro, con una mano se apartó de la cara el liquido para ver mejor y localizarme, la blusa se infló hasta quedar como un nenúfar, una flor preciosa con su cara en medio nadando lentamente hasta mi, sus ojos negros como el carbón clavados en mi rostro, al alcanzarme se sacó la blusa y la tiró contra le muro que nos separaba de la caída de 10 pisos, me rodeó sensualmente con los brazos por la nuca, apretándome contra sus labios, la besé levemente, luego tiró de mi pelo con fuerza para besarme en los labios, de inicio besos cortos y dulces, elevada sobre mi sin tocar el suelo de azulejos con los pies, hasta que me llevó a una de las paredes de la piscina y allí su pasión fue creciendo, su lengua luchaba por abrirse paso en mi boca, acariciando con sus manos mis brazos y mi pecho, dejándome a mi su espalda y su trasero, tuvo que bajar una de sus manos entre risas para agarrar mi polla y ponerla mirando al cielo, de lo contrario no se podía acercar la suficiente para seguir besándome, era eso o penetrar por el ombligo, fue cuando se dio cuenta.

-LILI: eres un cerdo ¿y tu bañador?- sonreí al besarla.

-YO: no lo se, según he llegado de correr, me he quitado la ropa y me he metido aquí.- me besó con energía, usando una mano en mi espalda como apoyo para elevarse, y la otra mano en mi nuca jugando como mi pelo húmedo.- que tal si jugamos en igualdad de condiciones, desnúdate.- la susurré al oído antes de mordisquear y chupar su cuello, tembló solo de notarlo.

Se giró con sensualidad, la rodeé fuertemente hasta sentir mi polla abrirse paso entre sus mulos y sobresalir por delante de ella, ella movía la pelvis con un vaivén divino, mis manos buscaron la parte baja del top y fueron metiéndose por el separando la tela húmeda de su piel, para llegar a sus senos, no eran nada del otro mundo pero si tersos, jóvenes, estaban mojados y aprisionados por la tela del top empapada, casi se podía hacer un dibujo del calco de sus pezones en el top, me costó ante la fricción de la tela, pero llegué a ellos y los acaricie con dulzura, sin dejar de comerme su cuello, en un hábil gesto hice fuerza y del tirón salió la prenda de arriba, ahora mis manos fueron abajo, el pantalón de pijama era tan amplio y tenia la goma tan floja, aparte del agua, que mis dedos entraron sin oposición hasta su clítoris, donde empezaron un masaje lento y cordial, tan dentro llegaron mis dedos que acariciaba su ano con las yemas, su respiración se agitó, una mano fue a mi nuca para negarme alejar los labios de su cuello, la otra a uno de mis costados, apretaba mis costillas al ritmo de mis manos en su interior, la haba metido un dedo sin dificultad, el 1º igual y la masturbación llenó el agua de sus emanaciones, se corrió apenas unos minutos después, se alejó un poco para quitarse el pantalón, me lo tiro a la cara, al apartado la tenia de nuevo encima, me rodeó con las piernas y me besó con desenfreno, la giré un poco y cogiéndola del culo la alce hasta sacarla del agua y sentarla en el borde de la piscina, metí mi cabeza entre sus mulos y hundí mi lengua en su coño, me agarró del pelo como si fuera una cabeza cortada y me aferro a ella, lamiendo sus labios menores y chupando con suavidad su hinchado clítoris, mis dedos apretaban contra sus orificios de forma indiscriminada, 2 en el coño, 1 en el ano, de poco le servia tirar de mi pelo para alejarme, estaba dispuesto a que me arrancara la cabellera antes de dejar lo que estaba haciendo, el olor a humedad y hembra me llenaban las fosas nasales, y sus gemidos y movimientos tensos me la pusieron a reventar.

-LILI_ ay si papi, que rico, como me lo come, siga, no pare……- clamaba mientras repetía estas palabras, no siempre en ese orden ni concordancia.

Estaba muy cachondo, 5 días sin sexo, la bestia en mi interior era peligrosa, la tuve que encerrar en una mazmorra para asegurarme de que no saliera, por ahora. Terminé mis labores de sexo oral cuando se corrió por 2º vez, se pellizcaba los pezones, y trataba de contener los gritos, pero sin duda Eleonor, en el piso de abajo, debía de estar oyéndonos hacia rato. Tiré de su cuerpo hasta tenerlo en vilo sobre mis brazos, reía feliz antes los giros en el agua, la sujetaba de los sobacos casi 1 metro por encima de mi, con sus pies rozando mi verga, la fui dejando resbalar contra mi cuerpo, dejando que su cabello, algo mas seco que antes, acariciara mi rostro antes de besarnos y que ella notara mi polla rozarla desde los tobillos hasta la entrada de su cueva, me volvió a rodear con las piernas pero esta vez su mano agarró mi rabo y se lo metió con cuidado , solo la mitad, girando el cuello con los ojos cerrados saboreando el momento, me apretaba contra su pecho mientras lamía y chupaba uno de sus pezones, mis manos la acariciaban las nalgas mas como sujeción que como caricias, los “¡¡OHHH!! ”, que soltaba al notar cada centímetro de mi poderosa polla abriéndola era deliciosos, apenas rozar pubis con pubis se elevó para repetir toda la operación, una y otra vez, logrando un ritmo lento pero continuo, esta vez no se iba a dejar impresionar de golpe y fue abriéndose las paredes interiores poco a poco, hasta que ya follábamos a gran velocidad, su fuerza en los muslos la hacia elevarse y bajar con alegría mientras que mis brazos la mantenían en la posición, el agua burbujeaba y se traslada a nuestro alrededor, formando unas pequeñas olas de pasión, los varios orgasmos que tuvo los acompañaba de tirones de mi pelo, besándonos alocadamente, para después seguir aguantando entre gemidos y suspiros según la velocidad que ponía.

Lo estaba disfrutando pero tenia un problema, incluso en ese estado, Lili no era suficiente, llevaba mucho trote acumulado y aunque Lili soportara 3 de mis corridas, algo improbable, no me iba a ser su suficiente, solo me quedaba hacer participe a Eleonor, pero ella me tenia ……..asco esos días, y solo por oírme follar no podría ser suficiente, hacia cábalas en mi mente mientras Lili subía y bajaba de mi sin descanso, de poco le sirvió que me corriera dentro de ella de forma sorpresiva para mi, aunque teniendo en cuenta mi letargo, tampoco era raro bien pensado, una serie de besos y caricias me volvieron a poner a tono, la idea en mi cabeza era clara, la giré bajándola de mi y la llevé al borde en dirección a la puerta abierta de la terraza, puse a Lli de cara a esa puerta penetrándola el coño por detrás, besando su cuello, su hombro y su espalda, aferrándome al borde de cemento y comenzado a follar como mejor sabia, el sonido y la fuerza eran mayores a cada paso, Lili se contenía a duras penas pero logré que gritara, y cada vez mas, sus alaridos de pasión eran repetitivos y continuos. A golpe de cintura sacaba medio cuerpo de Lili del agua antes de volver a caer a plomo sobre mi verga llenándola, de vez en cuando descasaba haciendo giros totalmente empalada, mientras la susurraba al oído frases bien pensadas. ”que buen coño tienes” “que pedazo de hembra”, ”follas mejor que tu hermana”, ”ella no se mueve como tu”, ”eres la diosa de esta casa”……ella se reía y gozaba de mis palabras, la tenia convencida de que follaba mejor que Eleonor, cuando era una vil mentira, todo estaba planeado.

-YO: ¿quieres que te folle tu precioso culo? Llevo soñando con él varios días.- besaba su cuello como refuerzo.

-LILI: si papi, hágame lo que quiera, ábrame mi culito.- movía las caderas de forma amplia, deseaba follar mas que yo.

-YO: grítalo, fuerte, haz que lo oiga toda la calle, – dudo un poco, así que paré de moverme- hazlo. – sus gritos llenaron la estancia, el piso y creo que hasta los del 2º piso lo oyeron, fue una salvajada hiriente de sexom palabras groseras y halagos obscenos sobre mi y mi verga, volvía a follármela a un ritmo lento pero continuo, – llama a tu hermana – dudaba de nuevo y de nuevo paré, entendió que si hacia la que pedía aumentaba el ritmo y si no, paraba.

-LILI: Eleonor, ven, te necesito.- la susurraba al oído cada cosa que tenia que decir mientras la besaba el cuello – Eleonor ven, por favor, este semental es demasiado- aumente el ritmo- por dios, venga, no aguanto mas, ¡me esta matando!- la saque de su coño y la metí en su ano con una facilidad inhumana- ¡¡ ahhhhh….por favor apúrese………….dios!!…………. ¡¡¡QUE VERGA!!!- golpeaba el césped con fuerza al sentir como no llegaba a bajar de las acometidas en su ano- ¡¡¡dios mío, me esta abriendo el culo, por dios, ayúdeme!!!………….¡¡¡¡ELEONOR!!!!!.

Mas de 10 minutos se pasó gritando y como me obedecía solo podía seguir aumentando el ritmo, hasta que las suplicas de Lili ya no eran ordenadas, eran reales, clamaba un descanso que se le negaba , a cada orgasmo que le daba le propinaba un punto mas de velocidad temiendo que la bestia llegara a entrar en escena, fue cuando de la puerta salió Eleonor, mirándome vencida, apenas con un tanga acompañado de un pareo, un sujetador puesto y sus eternos tacones, al verla desaté a la bestia, sabiendo que estaba allí, mirando, y que me correría pronto, Lili salió despedida del agua, tuve que salirme y ponerme de rodillas detrás de ella, colocándose a 4 patas, para volver a follármela por el coño, el agujero de su ano era tan grande que la entraría un tren de golpe sin dificultad, Lili sollozaba entre lagrimas de placer y dolor, entre gozo y sufrimiento, clamando por que su hermana viniera, ni se había dado cuenta de que ya había venido, cerraba los ojos tan fuerte que parecía que no los volvería a abrir, al correrme sentí como el cuerpo de Lili acompasaba los espasmos de mi semen arqueando la espalda, abofeteé su trasero para salir de ella y dejarla allí, con el culo en pompa, clavada como una estatua, tosiendo el aire que lograba ingerir.

Me puse de pie, con la polla medio tiesa, y el cuerpo brillante del sudor y el agua, los músculos marcados de forma clara debido al ejercicio reciente, Eleonor me miraba con desdén, pero sus ojos eran para mi, y su rictus serio solo denotaba en sus labios mordisqueados que deseaba ser follada, me acerqué a ella con paso firme, al sentir mi cuerpo casi rozándola, y notar el calor que emanaba de mi lazó la vista con deseo, se le escapo un beso tierno y suave en mis labios, temblaba solo de mi sombra tapándola el sol.

-YO: veo que acudes a ayudar a tu hermana.

-ELEONMOR: eres un desgraciado, la has hecho gritar para hacerme venir.

-YO: que bien me conoces, pero aun sabiéndolo aquí estas……..- metí mi mano entre sus nalgas apretando su cuerpo contra mi, apartando el hilo del tanga, me agarró de la mejillas y me besó con pasión, mi polla rozaba en su vientre, pese a los tacones le saca 15 centímetros de altura, tiré del sujetador hasta sacárselo, sentir sus enormes y duros pezones clavándose me llevaron a meterle un dedo por el ano, suspiró negándose a disfrutar.

-ELEONOR: eres un mal nacido……….fóllame, carbón, fóllame como si no hubiera un mañana.

-YO: eres una mujer muy complicada.- sonreí al chupar de su cuello dado que había echado la cabeza haca atrás aferrándose a uno de mis brazos.

Se arrodilló sin decir nada, agarró mi polla y la chupó hasta ponerla tiesa de nuevo, tragando semen y fluidos de su hermana, la hice una coleta con la mano para llevar el ritmo, pero ella sabia muy bien que hacer, como lamer, y donde chupar, se metía mis huevos en la boca jugando con la lengua en ellos, sin parar nunca de masturbar, no vi como lo hizo pero al ponerse en pie ya ni llevaba el pareo ni el tanga, la acaricié los pechos apretándolos, llevándola a la hamácala resonando sus tacones en el suelo, la tumbé boca arriba y me metí entre sus piernas pegando las pelvis y dejando caer mi gruesa y larga polla desde su coño hasta por encima de su ombligo, era increíble que se la pudiera meter entera, me lamí los dedos y la forté el clítoris ligeramente, echándome para atrás iba hundiendo lentamente mi polla en su coño. Me sujetaba la cara para besarme cuando la lujuria le daba un respiro, la bestia había salido de su jaula y andaba suelta, lo pagó Eleonor con una media hora inicial donde se corrió 5 veces, cada una mas intensa y fuerte que la anterior, trataba de cambiar la postura y ladearse, metí un dedo en su ano para usarlo de ancla y me desaté otros 20 minutos, la hamaca se movía dando saltos, el sonido de mis huevos golpeando sus muslos interiores era hipnótico y Eleonor puso los ojos en blanco al notar mis 5 minutos finales, por poco se desmaya al sentir mis semen caliente manchando su útero, pero era mucha hembra como para eso, se recuperó tan rápido como yo, y se puso a 4 patas, metiéndose 3 dedos en el ano, se preparó para mi verga, que sin pausa la introduje hasta el fondo, gritó tato como su hermana, agarrándose a los reposa brazos de la hamaca, la agarré de las tetas y tiré de ella hasta dejarla de rodillas pegada a mi pecho, tirando de sus pezones y penetrando lentamente su culo, era mas hacer el amor que follar eso la quería hacer creer, cuando se movió lo mas mínimo disfrutando de la cama, desaté a la bestia de nuevo, ella abría la boca y luego se mordía el labio, pero al llegar al orgasmo anal casi se desvanece, solo tenerla sujetada la mantuvo erguida, mas de 40 minutos abriéndola el ano hasta que la solté, cayó rendida con al cara apoyada en la hamaca y el culo en popa siendo ultrajado por mi falo, planté los pies en el suelo, agarré sus amplias caderas y al correrme aceleré hasta un ritmo animal, la hamaca crujía ante cada envestida y Eleonor volvió en si de la impresión, levantó el torso que rebotó contra mi pecho y volver a estar a 4 patas, la di tan fuerte que me dolía el glande de percutir, pero sin dejar de hacerlo, entraba a matar, y la hamaca cedió, se partieron las 2 patas de delante , por suerte tenia a Eleonor cogida de la cadera, como una bisagra, y aguantaba su peso, pero ahora sin que ella se pudiera apoyar en nada, avasallé aquel ano hasta venirme entre gritos y tirones eléctricos por la columna. Solté a Eleonor con cuidado, no se sostuvo en pie y cayó torpemente al suelo, al rebotar su culo contra la madera casi se desmaya de la impresión, se vio reflejada en el cristal de la puerta corredera, el agujero en su ano era del tamaño de una naranja.

Eleonor desvariaba en sus movimientos, quería levantarse pero solo lograba gatear, había perdido uno de sus tacones y no se como, trataba de volver a poner las patas de la hamaca en su sitio cuando se habían partido de cuajo, me di la vuelta para ver a Lili tumbada de lado, en poción fetal, mirándome y riendo, alargó su mano para que la ayudara a levantarse, lo hice y la levanté en mis brazos hasta tenerla cogida como a una princesa, me besó con ternura, la metí en casa y la subí a su habitación, me agarraba para que me quedara con ella, pero la di un fuerte besó que la relajó, bajé a ayudar a Eleonor, que seguía intentando unir las piezas de la hamaca, “ya me he cargado 2 de estas, voy a tener que poner una queja al fabricante” pensaba entre risas, Eleonor me miró abstraída, aun no se había podido levantar, la ayudé y la metí en brazos hasta sentarla en el sofá, se movía inquieta, le ardía o le dolía el culo y el coño, la di algo frío de beber que al recompuso, yo me metí media botella de agua entre pecho y espalda, pensaba que, si Eleonor era la mujer que mejor follaba que había tenido ensartada, y estaba así, después de follármela con 5 días de abstención, dejando también rota a su hermana, la ex puta, ¿como seria tirarse a una novata después de 1 semana?, la idea me erizó la piel. Una vez Eleonor respondía con seriedad a mis cuidados, me fui a la cama de Lili y me acosté con ella para dormir, estaba exhausto, me recibió encantada y se rodeó con unos de mis brazos, pese al terrible calor del verano me mantuve así un tiempo hasta quedarme dormido.

Los siguientes días fueron raros, incómodos pero al menos tenia sexo, Eleonor parecía un perro al que habían puesto en su lugar con una reprimenda, acudía a mi llamada sin rechistar y follábamos con pasión, pero poco mas, Lili tardo 1 día en ponerse en pie, en cuanto lo hizo volvimos a follar, fui mas cortés y cariñoso, pero esa mujer no estaba entrenada, se corría tantas veces y era tan hipersensible en su coño y su cuello que no duraba mas de 2 corridas mías, daba igual como lo hiciera, tenia que ir a por Eleonor si quería mas, no querían hacerlo juntas, siempre por separado, no puse objeciones y así me mantenía activo. Eran como el sol y la luna, tan opuestas que costaba creer que fueran hermanas, una todo clase y glamour, la otra pura pasión y desenfreno, orígenes muy diferentes, pero de ambas sacaba placer y ellas de mí. Era ya fin de semana, trabajo por la mañana y por la tarde acudía al piso de estudiantes, necesitaba relacionarme con gente de mi edad, y volver a ver a Teo y Alicia en la misma sala sin que hubiera una guerra me gustaba, habían roto en Navidades, sabia de escarceos leves entre ellos, rescoldos de una vieja llama, pero se había acabado y lo entendieron como un paso mas en sus vidas, no como algo hiriente y reprochable. Cenábamos, jugábamos e íbamos a alguna discoteca de noche, el domingo fuimos a la piscina después de comer y pasamos al tarde entre risas y bromas, Alicia seguía con su espectacular trasero y sus caderas de cine, Lara algo mas descarada con sus enormes tetas, se me insinúo un par de veces sabiendo que Ana no estaba, y lo mejor fue ver a la estudiante canaria, Naira, una belleza de escandallo, rubia que brillaba con el sol, con melena hasta los antebrazos y de ojos azul cielo, su acento era cerrado de las islas, pero su cuerpo era de modelo, tetas bien colocadas sin ayuda, los biquinis eran de cordones que no sujetaban ni elevaban, y aun así estaban erguidos, una cintura fina y una cadera prominente, hacia algo de yoga o tai-chi, así que estaba tonificada sin exageraciones, de esas mujeres que no entiendes como no están ganando millones en pasarelas, y están allí, tumbadas a tu lado comiéndote con los ojos como hace tu con ella. Ya algo bebida la noche anterior fue mi pareja de baile hasta que Lara se apoderó de mi apartando a cualquiera que osara acercarse, a estas alturas ya ni me molestaba atraer de esa manera, estando gordo y el primer año después de la operación, me enfadaba ser tan popular y lo superficial de la sociedad, ahora, desde el otro extremo de la sala, todo parecía diferente.

Me mantuve sereno y no caí en las continuas tentaciones de muchas, tengo el dudoso poder de lograr que las camareras cachondas que suelen poner en los bares y se pasan la noche quitándose babosos de encima, me den su numero, al igual que otras tantas borrachas y salidas, todo al cajón de mi casa. Llegó el lunes y fui a buscar en coche a Ana al aeropuerto privado, Eleonor le había pagado la ida y la vuelta, y en camino hacia allí, recordé su advertencia sobre Ana, la oferta que me puso en la mesa y las palabras de alerta de mi madre, me sacudí la cabeza esperando a mi amada, eran cosas que ahora no tenían relevancia, estaba a punto de encontrarme con Ana, la vi salir por una de las puertas con otro grupo de gente, al verme soltó la maleta, las bolsas y salió corriendo hacia mi, estaba preciosa, un top blanco, una mini falda amarilla con algo de vuelo en el muslo y unos zapatos cómodos, acudí en su busca con un abrazo del cual se colgó en mi cuello dando vueltas como enamorados que éramos, me besó tanto, tan rápido y por tantas zonas que no podía acertar en sus labios, la tenia cogida por los sobacos con las piernas dobladas hacia atrás, en el aire.

-ANA: hola amor, ¿que tal?, ¿me has echado de menos?- por fin se estuvo quieta y la besé, admirando sus bellos ojos mezcla del marrón mas dulce y el verde mas liviano.

-YO: peque, cada segundo, de cada minuto, de cada hora, de cada día de estas largas semanas, te quiero.- sonrió de forma inocente, se aferró a mi cuello y me rodeó con las piernas sin importarla que se la viera medio culo por la mini falda.

-ANA: eres un bobo, eres mi bobo- me besó de nuevo, ahora con lengua, ahora de cerca pude apreciar el tono de su piel, ella de por si ya tenia un color acaramelado, casi como la miel, pero las vacaciones en Granada y el sol de Andalucía le hacia cambiar de raza, estaba negra como una africana.

-YO: discúlpeme, me he confundido, yo venia a buscar a mi novia, Ana, no se si al conoce, ¿habla usted mi idioma?- bromeé haciéndola forzar una pose entre ofendida y graciosa.

-ANA: oye, que me vuelvo……- amenazo con sorna, la rodeé con mis brazos y la apreté tanto que la oí suspirar.

-YO: tu no te alejas mas de mi, anda, vamos a por tus cosas que si las llegas a dejar así tiradas en un aeropuerto publico ya no estarían.- se bajó dándome otro tierno y suave beso, se dio la vuelta con un giro demencial que hizo que todo varón clavara los ojos en sus piernas con la esperanza de que el vuelo de la falda se levantara lo suficiente, la di un cachete fuerte en el culo para dejar claro al resto que esa “res” estaba marcada.

El viaje de vuelta fue como ir con radio Granada, Ana hablaba sin parar de su familia, de sus amigos y de las fiestas que montaron allí, de lo bien que se lo pasó y de lo que echaba de menos a su madre y a su abuela, se puso algo triste al recordar como se despidió de ellas, había entendido por fin al diferencia entre la universidad y en instituto, la familia pasa al 2º plano, una prueba de madurez que todos hemos de pasar, hasta que dejó de hablar, yo iba con el mute puesto pero al ver su cara sabia que algo me tenia que decir sobre su familia, y no sabia como empezar.

-YO: que te pasa, peque, ¿echas de menos a tu familia?- me miró agradecida por darle el pie.

-ANA: no es eso amor, es que………..veras, mi abuela ha estado todas las vacaciones buscándome “esposo”, dice que no puedo seguir siendo una solterona, con lo guapa y bonita que soy, y me ha estado buscando parejas, yo las rechazaba como podía, discutíamos un poco, pero un día volví algo borracha a casa, y me pillo con la guardia baja……….- se sonrojó.

-YO: ¿que la dijiste? – atendía claramente.

-ANA: pues que ya tenia novio, en Madrid, y que no quería que me buscara chicos, se puso tan pesada que al final……le he contado lo nuestro.- me quedé blanco.

-YO: ¿y por que no me has avisado por teléfono?- mi tono sonó mas rudo de lo que pretendía.

-ANA: no te enfades, fue sin querer, quería quitármela de encima y luego me daba pánico tu reacción.- me agarró la mano de la palanca de cambios, me miraba como un cachorrillo que quiere ser adoptado, pedía perdón, no quería enfadarme, y la verdad, pensando unos segundos, no tenia motivo alguno para estar enfadado con ella.

-YO: no pasa nada peque, ¿que te dijo?- se alivió su mirada.

-ANA: pues imagínate, despertó a mi madre a gritos y se lo contó, me echaron una bronca enorme, parecían fuera de si, no me hacían caso y solo me decían que era una loca y que tu eras un degenerado, trataba de decirles que en realidad no somos primos, pero eso solo las enfurecía mas.

-YO: pobre niña mía, tu sola allí, tenias que haberme avisado y te huebra apoyado, no tenias que pasar por eso sola.

-ANA: la verdad es que iba tan pedo que no me acuerdo de mucho – sonrió denotando una mentira piadosa- pero eso fue hace una semana, no saben que hacer ni como proceder, querían llamar a tu madre pero las convencí de que nos dejaran hablar a nosotros antes, mi abuela dice que o cortamos o me cierra el grifo de la universidad, jajajjaja como si eso me importara ahora……..en fin, que no se que hacer.- ese silencio me dio que pensar.

-YO: pues nada, hablaré con mi madre y que ella se encargué, tiene mucha mano izquierda, quizá les haga entrar en razón, pero tienes que prepararte.- me miró poniéndose seria- es probable que no traguen, y te presionen, puede ser duro y difícil, y tienes que tener claro hasta donde quieres llegar.

-ANA: hasta le final, me da igual todo, ellas, la universidad, el dinero, solo te quiero a ti y no lo perderé por nada, ahora lo se.- sentía que había tenido una revelación en ese viaje.

Aparqué el coche en el garaje del edificio de la casa del ático, Ana permanecía inmóvil y triste, me miró con oscuridad en los ojos.

-YO: ¿y ahora que te pasa?

-ANA: no quiero vivir mas aquí- me pilló de sorpresa.

-YO: ¿aquí? Pero si fuiste tu la que……- me cortó con un beso rápido.

-ANA: lo se, pero no me gusta, vayámonos, podemos volver al piso de estudiantes, ahora no esta Teo con Alicia, y no pondrán reparos, por favor.

-YO: es una locura peque, estamos a un mes de que empiecen las clases, no podemos hacer otra mudanza y si tu familia nos corta le grifo no podremos pagar la habitación del piso.- soltó un bufido de desesperación.

-ANA: esta bien pero prométeme que en cuanto podamos nos iremos de aquí, o echa a esas 2 “sudacas”, no las soporto mas.- su tono era de desprecio absoluto, no era habitual esa falta de respeto en ella, entendía el por que a Lili, al irse era un desastre de convivencia, pero con Eleonor siempre ese había llevado bien.

-YO: ¿que te pasa con ellas ahora?

-ANA: nada.- no hacia falta lince para saber que esos “nada” en una mujer significan mucho, apagué el coche, me giré hacia ella, acariciando su cara con mi mano para hacerla que me mirara.

-YO: no pasa nada, dime que te ocurre, buscaremos una solución juntos, te quiero, y nada cambiara eso, solo se sincera conmigo, confía en mi.- me miró deseando explicarme algo.

-ANA: nada……….. déjalo, son cosas mías.

-YO: por favor Ana, yo solo….- abrió la puerta del coche y salió bruscamente, tardé unos segundos en salir del coche.

El silencio se apodero de ambos al subir por el ascensor y al llegar a casa a Ana se le agrió el carácter, y el rostro, saludó con corrección a Lili, que la pidió disculpas por el pasado y la prometió un mejor comportamiento ahora que yo le había ayudado. A Eleonor casi ni la miró cuando la abrazó, la tensión se cortaba en el ambiente, fuimos a nuestro cuarto y ayudé a colocar las cosas a Ana, explicando detenidamente mis andanzas con Eleonor y Lili, las caras que ponía eran de desprecio, la dije que si me lo pedía no volvería a tocarlas, en silencio sopesó la idea, pero en vez de eso me dijo que no la importaba, una mentira. Cenamos, dormimos y follamos gran parte de la noche, Ana lo tenia algo cerrado de no estar conmigo, pero aun así aguantó 3 polvos ella sola, los 2 primeros fueron hacer el amor, de forma lenta y sensual, el 3º ya fue por el culo y un poco brusco, pero a Ana le gustaba tanto como a mi.

Por la mañana repetimos otros 2 aprovechando mi empalme mañanero, se montó sobre mi y me cabalgada durante 2 horas, demostrando que no había perdido sus facultades en el sexo, al salir a beber algo dejando a Ana algo magullada, fui a la cocina donde estaba Lili, totalmente desnuda agachada sobre la encimera, no se cuanto llevaría allí, pero seguro que la situación y la pose no fue casual, me dio igual, acudí a si trasero y riendo la penetré por el coño desde atrás, empotrándola contra la nevera y follándomela de forma salvaje, la destrocé, saltaron por los aires todos los imanes y notas del frigorífico, y al correrme, Lili se hizo un bola timorata en el suelo. Me bebí lo que encontré y dándonos una ducha rápida nos fuimos a la piscina Ana y yo solos, a la publica no a la de casa, en plan parejita, disfrutando de un día solos, Ana era dulce, cariñosa y amable, lejos de esa casa, disfrutaba de nuevo de la compañía de mi novia, y en el agua la pasión casi me lleva a follármela delante de media piscina, ni a ella ni a mi nos hubiera importado si no nos hubiera interrumpido un grupo de niños de 9 años con una pelota perdida, por la tarde acudieron Alicia y las demás chicas a la llamada de Ana, quería hablar con ellas y volver a sus amistades, también acudieron Teo y Manu, junto a un par mas de chicos del grupo, algunos con sus novias, otros a la caza de las chicas libres. Reía y bromeaba con ellos, pero solo tenia ojos para Ana, estaba enamorado hasta el tuétano de esa muchacha, me pillaba mirándola y ponía alguna pose sexi y tonta, se acercaba a darme un beso y se alejaba jugando, al volver fuimos a cenar a casa de los estudiantes, Ana quería alejarse el mayor tiempo posible de esa casa, así se mantenía feliz, pero al volver a casa se ponía un escudo imaginario y era un ser frío, distante y hosco. No se apartaba de mi y en cuanto podía me llevaba al cuarto, me alejaba de las demás, podíamos estar follando o no, no quería que saliera de esas 4 paredes, le tenia un pánico irreal a alejarse de mi, temía algo, no decía el que, quizá a perderme, quizá a que supiera algo, quizá a que sin ella a mi lado me pasara algo, no decía nada, pero se leía en sus ojos.

No me lo pidió, pero no hacia falta, no volví a tocar a Lili ni a Eleonor, eso la calmó, pero insistía en buscar la manera de irnos o que presionara para que Eleonor acelerara la cesión del piso a mi nombre, nos dijeron 6 meses y ya íbamos para 11, Eleonor me decía que los abogados le daban largas, mas de una vez venia a los 2 abogados por allí, notando el brillo de la lujuria en los ojos de la abogada clavados en mi, no era raro, iba en casa o desnudo o con unas bermudas, y su numero hacia tiempo que estaba en el cajón con el resto. Aun así la cosa se demoraba y llegó mi cumpleaños.

Por experiencias previas le tenia un miedo lógico a esa fecha, los 18 los pasé en el hospital recuperándome de la operación, los 19 fueron cuando dejé a Irene, mi 1º novia, los 20 fueron cuando Ana me quiso regalar a Alicia y estallé de collera rompiendo un armario y forzándonos a irnos del piso, al final para nada, con el ambiente tan caldeado no presagiaba nada bueno para los 21.La noche previa la pasamos con los amigos de fiesta, al día siguiente fuimos a comer a casa de mis padres y al volver a casa montamos una pequeña fiesta para celebrarlo, nada opulento pero si con bastante gente, durante todo ese día y el anterior Ana insistió en que no tuviéramos sexo, que me tenia una sorpresita para el día de mi cumpleaños. la miré con dudas, la ultima sorpresa en mi cumpleaños no fue muy bien, pero le concedí la petición, iba tan cargado y salido que solo con ver a Eleonor riéndose con las tetas botando me ponía como una moto, la fiesta pasaba y la gente iba abandonando la casa, los mayores primero y luego los que tenían pareja para quedarse los mas jóvenes y alocados, hasta altas horas de la mañana no se fueron todos, de las ultimas Helena Mara, la hermana de Alicia, que desde Navidades andaba muy preocupada de retomar nuestra vieja relación, pero se vio superada, casi como 3 leonas, Lili, Elonor y sobre todo Ana, la echaron con palabras dulces y ojos en llamas. Yo observaba a carcajadas como ocurría todo, tenia unas ganas enormes de partir a Helena por la mitad, no estaba mal físicamente pero solo por ver su cara al sentirme dentro y oírla gritar diría todo mi dinero, esa mujer había pasado de mi, y de mi forma de ser estando gordo, como de la mierda, y ahora era una mas del montón que jadeaba por tenerme entre sus piernas. Al irse, Ana se sentó a mi lado frotándose y besándome con dulzura.

-ANA: ¿ya estas listo para mi regalo?- asentí con un beso cariñoso.- súbeme a la habitación grande.- no cuestioné, sabia que le gustaba sentirse como una princesa en mis brazos, así que la cogí entre ellos y la llevé a la habitación de Eleonor, había perdido de vista a las colombinas, últimamente me importaban poco.

Al llegar se bajó y como una azafata de TV abrió la puerta, de lejos vi en la cama a Lili y Eleonor comiendose una a la otra, desnudas y brillando por un aceite corporal en que se habían bañado por completo, me acerqué un poco a la cama para ver mejor aquel espectáculo, sus cuerpos se movían al compás de una danza que sonaba de fondo en la cadena de música, ritmo hindúes, se movían como serpientes enroscándose una en la otra, besándose, chupando y acariciando cada centímetro de piel, con las luces apagadas y solo una velas aromáticas llenando el ambiente de una sensualidad asfixiante. Ana se abrazó mi espalda, no necesitaba darme la vuelta para saber que estaba ya desnuda, sentí sus pechos erguidos en mi espalda y el roce de sus muslos en mis piernas, me besaba un hombro y el brazo mientras su cabello me hacia cosquillas, sus manos me rodearon hasta donde pudieron, me acariciaba el vientre y el pecho por dentro de la camiseta.

-YO: ¿este es tu regalo?- la miré algo decepcionado, al fin y al cavo solo era sexo con mujeres a las que ya me tiraba.

-ANA: si, ¿no te gusta?- sujetó mi polla a través de a bermudas, algo tiesa ante las miradas furtivas de Lili y Eleonor cuando me llamaban a la cama.

-YO: creía que estabas furiosa con ellas- lo solté sin importarme que estuvieran delante.

-ANA. Hoy solo importas tu, y esta noche vas a tenernos a la 3 para ti solo.- alzó las manos para quitarme la camiseta, de repente la idea no me pareció mal, casi un reto, Ana y Eleonor ya me costaban solas, incluir a una inexperta como Lili, podría tener su punto, y después de 2 días sin nada, tenia ganas y energía para las 3.

De un tirón me sacó las bermudas para dejarme desnudo con una polla a la que le faltaba poco para estar tiesa, Eleonor le estaba comiendo el coño a Lili haciéndola jadear como si fuera yo mismo el que la devoraba, Ana se colocó delante de mi tirando de mi cabeza, para besarla, sabían de cine sus labios, y su olor a coco me incendiaba, podría haberme quedado solo con ella, me daba igual, aun así, ella sacó el bote de aceite y me lo dio para que la embadurnara como a las otras, arranque el tapón de plástico con el dosificador dejándolo abierto de todo, agarré de la cintura de Ana pegándola a mi y desde arriba fui dejando caer una cantidad enorme de aceite entre nuestros cuerpo, bañándonos la cara, el cabello, el pecho y dejándolo caer por el cuerpo, casi vacié un bote nuevo, una vez cubiertos las manos de ambos se afanaron en recorrer el cuerpo del otro, el tono de su piel, esa luz y el aceite la estaban embelleciendo a cada paso, mis manos jugaban entre sus piernas para lubricarla bien y ella masturbaba mi enorme polla para llenarla del liquido, al igual que mi vientre marcado de músculos y mis enormes pectorales, la di la vuelta para pegarla a mi y hacerla sentir mi verga, dura ya, abriéndose paso entre sus muslos, movía la cadera suavemente mientras mis manos recorrían todo su torso y sus senos, acariciar su vientre la hizo gemir. Al alzar la vista Lili rompía en un orgasmo de los suyos, tan sensible era que Eleonor se lo arrebató sin necesidad de malabarismos, se fundieron en un largo beso húmedo, para llevar sus ojos a Ana y a mi, gatearon adoctrinadas hasta nosotros, se tiraron al suelo, comenzaron a acariciar y besar las piernas de Ana, casi desde lo pies hasta su coño, allí mi polla sobresalía bastante, el glande y parte del tronco, acariciaron, besaron y chuparon la punta de mi verga a la vez que presionaban y jugaban con el coño de Ana, que a su vez estaba recibiendo un masaje en los senos de mi parte, suspiraba entre jadeos al tirar de sus erguidos pezones y al sentir la lengua de Eleonor entre sus muslos, la levantaron una pierna y Eleonor se comía su coño mientras Lili luchaba por meterse parte de mi polla en la boca, se iban intercambiado como si fuera una hidra de 2 cabezas, Ana gemía y se sonrojaba mientras que el placer que yo sentía era relativo, si, me gustaba, pero a mi sin una masturbación continua, podían estar chupándomela días sin correrme, como lo sabían pasaron a la acción, fueron subiendo, besando y lamiendo el cuerpo de Ana y el mío, Ana se dio la vuelta sacándose mi rabo de entre las piernas, y se pegó a mi cuerpo de nuevo, torciendo la polla hacia un lado sin dejar de masturbar, besándonos con lengua y saboreando sus labios, Lili se puso a un lado besándome el brazo y Eleonor al otro acariciando mi espalda y mi pecho, indistintamente fui intercambiando besos con las 3, Eleonor sabia muy bien como besar, era mucho mas paciente, daba varios besos largos, abriendo bien la boca y jugando con los labios, sin necesidad de babear con la lengua, Lili conocía como calentar, daba largos besos clientes y al acabar deba un lametón dejando la lengua como un gancho tirando de mi labio superior, Ana se sentiría aburrida así que se arrodilló para chuparme la polla como a mi me gustaba, cogió con ambas manos, lamiendo el glande y chupando con cuidado, masturbaba a buena velocidad, y eso ya me sacó los primeros jadeos, ahogados por los besos de las hermanas, que notaban mis manos hurgando en sus muslos, buscando el 1º orificio que encontraba y penetrándolos con las falanges. Pasados unos minutos Ana se elevó con la boca llena de semen, casi ni había notado mi corrida, era la 1º después de varios días y fue fácil para ellas, la compartió con los 3, nos besamos y compartimos ni simiente caliente, jugando con ella, Lili ya volvía a temblar de sentir mis dedos penetrándola el coño, era tan novata, tan delicada, que me daba pena, me cansé de preliminares, estaba ardiendo de sexo y los ojos y risas de esas 3 me estaban pidiendo guerra, abracé a la tras de golpe, elevándolas del suelo como si fueran niñas de colegio, rieron sorprendidas y sobrepasadas por mi fuerza bruta, me giré sobre el borde de la cama y me dejé caer con ellas tres encima, fue una delicia de tetas, aromas y risas, Ana quedó encima de mi aprisionándome la polla, besándome con descaro, Eleonor casi encima de ella, un poco de lado y Lili al otro lado totalmente.

-YO: quiero que sepáis, que no habrá piedad, voy a ir con todo y de aquí salgo con los pies por delante.- las colombianas rieron, Ana me miró y sonrío sabiendo que la amenaza era lo mas real que podía ser.

-ELONOR: a ver si puedes con las 3, o nosotros podemos contigo…..- fue una apuesta, mientras sacaba mi polla dura de entre las piernas de Ana para chuparla, masturbando con una mano.

Mis manos fueron al trasero de Ana, jugando con su ano y forzando hasta llegar a su coño empapado, Lili aprovechó que Ana se incorporó para pasar una pierna por encima y ponerme su vagina en la cara, lamí con fiereza, se apartó solo de notar mis labios, pero volvió a bajar y se dejo hacer. Estaba tan concentrado como para sacarme un graduado en ingeniería biomecánica, Eleonor me dedicaba una mamada de escalado masturbando con una mano haciendo resonar sus pulseras, y jugando con la otra en mis huevos, Ana se abría las nalgas para dejar que mis manos llegaran mejor para perforar su ano y su coño, y Lili se frotaba el clítoris cuando mi boca no lo estaba tapando, la que mas gemía y la que 1º se corrió, estaba al punto de nieve y solo con no parar se correría infinitamente, así que no pare, provocándole orgasmo tras orgasmo, comiéndome sus emanaciones como si fuera ambrosía. Noté como Eleonor dejaba de masturbar y chupar, lo agradecí, me estaba volviendo loco, pero apretó contra el coño de Ana y la penetré de golpe media polla, que al 2º esfuerzo entro toda, Ana se estremeció, pero al instante movió las caderas de forma circular dejando que me acoplara perfectamente, Eleonor se pegó como una lapa a su espalda, la acariciaba los pechos y la besaba el cuello, mientras acompañaba los giros de cintura de Ana, susurrándola cosas guarras suponía, Lili no sabia como ponerse, si a 4 patas o de rodillas, daba igual se corría cada 3 o 4 minutos, pero soportaba encima como de un toro mecánico, admirar sus giros de cabeza y sus rizos rubios goteando sudor y aceite me aceleraban mas la lengua que ya parecía dormírseme en la boca. Para cuando quise darme cuente Ana me estaba cabalgando como la mejor de las amazonas, entraba y salía de mi por competo ayudada por los brazos de Eleonor, Ana, ya castigada por mis manos, rompió en un orgasmo animal que la obligó a levantarse y bañar mi cintura, pero se arrodilló de nuevo metiéndosela entera y volviendo a cabalgar aun con mas fuerza, notaba las uñas de Eleonor en mi vientre de frotarle el clítoris a Ana, que gemía abrumada. Alguien le soltó un azote a Lili cuando se volvió a correr al sentir mis dedos, ahora libres, en su ano, esta vez levantó una pierna y se corrió como una fuente en mi cara, casi me atraganto, cuando acabó se negó a seguir siendo ultrajaba y se agachó para besarme y lamer sus fluidos, dejándome sus senos al alcance totalmente erectos y con la piel roja de la excitación, Ana se volvió a correr pasados unos minutos y de la fuerza salió dispara hacia mi vientre, mi polla fue engullida por la boca de Eleonor, mientras Ana seguía con el ritmo en la cadera como si aun estuviera teniendo sexo, agarré de la cintura a Lili, y la puse con el coño abierto de cara a Ana, que empezó a comérselo, acariciándola con sus dedos, yo a su vez giré el cuello y me comía su ano, rompió en 4 orgasmos seguidos que la hicieron desvanecerse, quedó de rodillas de nuevo con el coño en mi cara, siendo martirizado, pero ahora de cara a Ana que se puso igual, cara a cara, se besaron y se acariciaron como 2 quinceañeras. Sin saber como dio de si mi cuerpo, Eleonor se arrodilló detrás de Ana y se metió mi polla entera soltando un bufido de animal, follándome con su rítmicos gestos de cadera, tan hábiles y rápidos que esta vez si note como mi semen salía disparado a sus paredes vaginales, hecho que a su vez la sacó un orgasmo leve a Eleonor, yo mordía y besaba las nalgas de Lili de rabia, me habían sacado ya 2 corridas y aun ni había empezado a follar yo.

Era mi regalo, e iba a disfrutarlo, ya habían tenido suficiente “dulzura” de mi parte, azoté el culo de Lili hasta que se pegó tanto a Ana que sus senos se apretaba, quedó a la altura de mi pecho, Ana en el de mi vientre y Eleonor aun empalada en mi cintura, rodeé a las 3 con mis brazos y agarré las caderas de Eleonor, con una fuerza enorme planté los pies y elevé a la 3 por el aire, a Lili unos centímetros apenas, pero ella hacia de tope para que no se vinieran las 3 encima de mi cara ante la pendiente que hacia mi cuerpo, las 3 sabían que la bestia había llegado, la solté sin mas, como cuando en la películas sueltan al animal para que sea libre un rato y se divierta, fui aumentando el ritmo de las penetraciones en Eleonor mientras las otras sonreían entre besos y caricias, todo se volvió silencio cuando Eleonor rompió en un orgasmos descomunal que no dejé pasar, aumente de nuevo, y mas aun al notar su siguiente corrida, la bestia desatada se estaba cobrando a su 1º víctima, y Ana y Lili se miraban asombradas, Lili casi con pánico, al 3º orgasmo Eleonor se salió de mi cayendo de espaldas con las piernas abiertas y soltando chorros de su interior, sin dar tiempo a nada me erguí con las 2 chicas aun encima, tan fuerte que la inercia llevó a Ana a caer de espadas sobre Eleonor que a duras penas la logró recibir sin un golpe, y Lili cayó a 4 patas sobre ellas 2, conmigo de rodillas detrás de ella, la penetré el coño de tal forma que sentí como si la rompieran el himen otra vez , me aferré a sus senos y bombeaba con virulencia sacándola tantos orgasmos que no merecía la pena contarlos, se besaba con Ana, o se comía sus tetas mientras Eleonor acariciaba el coño de Ana, algo confundida aun, Lili no soportó mas de 10 minutos, me la folle por el culo un rato mas, pero fue casi peor, al 1º orgasmo anal se desvaneció en la nada cayendo semi desmayada sobre Ana, la apartamos entre los 3 y la dejamos en una esquina de la cama, tiritando y con temblores.

-YO: ¿una menos quien es la siguiente?- sonreí con autentica dedicación, Ana me miró con lujuria levantando un dedo a modo de orden.

Me eché para atrás su metro y tiré de los pies de Ana, la di la vuelta y la cuadré a 4 patas, Eleonor se colocó para que Ana pudiera comerla el coño, cosa que hizo encantada al sentir mi polla abriéndose en su útero, siendo Ana, me desaté ferozmente, de vez en cuando Ana se erguía ante al impresión para acariciarme retorciéndose pero sus orgasmos la tumbaban a la lona, para seguir comiéndose el coño de Eleonor que rezumaba fluidos, semen, sudor y aceite, sus orgasmos se hicieron mas rápidos, Ana sabia donde tocar y le penetraba el coño o el ano de forma alternativa o a la vez, sin dejar de lamer y chupar el clítoris enorme, creo que la localizó el punto G, y esto la llevó a una cadena de sensaciones que la revolcaba entre las sabanas gritando obscenidades, Ana hacia fuerza contra mi y su aguante sacó sus frutos, me dediqué en cuerpo y alma a meterle mi semilla lo mas dentro posible a una velocidad infernal, antes de venirme la saque´2 orgasmos mas antes de caer tumbada sobre la cama, riendo de pura congoja, se apartó y me deje caer sobre el cuerpo de Eleonor, comiéndome sus preciosas tetas y sus pezones casi deformes y erguidos, no eran naturales, pero atraían mis labios, mi polla se encendió ante las caricias de Ana, y penetré a Eleonor, parecía la mas entera, así que haciendo flexiones llame al animal indómito y me centré en hacer pedir clemencia a Eleonor, nada fácil, metía y sacaba mi rabo por completo para medir distancias y luego ir aumentando el ritmo hasta sacarla improperios con cada golpe de cadera ,se quería acariciar pero solo llegaba a taparse la boca con los puños al mordérselos, me besaba pero me mordía los labios de tensión, luego clavó las uñas en mi espalda haciéndome marcas y mordiendo mis hombros y mi pecho, trataba de que eso contuviera sus gimoteos pero tras media hora así se cayó como un castillo de naipes, casi rendida, la conocía bien, si la dejaba así, en 20 minutos estaría de nuevo en pie, la saqué de su coño, use sus fluidos para meter varios dedos en su ano, y eso al sacó del trance, antes de recobrar el sentido la empalé por el culo hasta el fondo de su ser, soltó un alarido que hizo reír a Ana, que permanecía a mi lado acariciando y besándome cuando le dedica algo de tiempo, estaba centrado en matar a Eleonor, las penetraciones eran tan largas y profundas que notaba la piel del recto estirarse y contraerse con cada una, Eleonor se acariciaba el coño mientras otra mano la tapaba la boca, estaba roja y con las venas hinchadas y la boca abierta con aspecto de soltar un alarido horrible, pero sin decir nada, respiraba entre jadeos y mi verga era alabada, como si tuviera orejas para sentirse halagada, abriéndola bien de piernas y follándola con placer. Otros 20 minutos así bastaron, y menos mal, nos estabamos quedando si cama de los empujones que la daba, tras el 3º orgasmo anal pidió clemencia entre susurros y me corrí dándolo todo en un sprint final que la lleno de semen el culo, su cara al saber que había terminado fue el alivio mas absoluto, se echó a un lado respirando tan agotadamente que las gotas de sudor la recorrían el cuerpo a zancadas.

-ANA: creo que Eleonor ya ha sacado la bandera blanca, solo quedo yo, ¿aun te ves con fuerzas?- la abracé besándola con pasión, mi gesto era de confianza y suficiencia, una mera fachada, iba a por el 5º de la noche, Lili era fácil, Eleonor difícil y aun me quedaba Ana, la mujer que amaba y con la que mas tiempo me había estado acostando, follaba pero que Eleonor, tenia menos aguante, pero aun así era de lo mas temible.

Saqué fuerzas de donde no tenia, me dejé caer para que Ana se abalanzara sobre mi, me la chupó un rato hasta ponerla bien dura, la verdad, le costó un poco, pero una vez tiesa me obligo a sentarme en el borde de la cama, ella se pusó en pie y dándome la espaldas se sentó sobre mi vientre, acariciando mi miembro para dirigirlo a la entrada de su coño, el cual penetré, y una vez dentro se dejó caer hasta sentirla toda dentro, con los pies en el suelo y la espalda arqueada, Ana comenzó un vaivén glorioso con sus caderas, un ritmo aprendido y bien aplicado, sus nalgas rebotaban contra mi y se movían en contra de la dirección que ella ponía, mi rabo aparecía y desaparecía entre sus muslos, agarré de sus pechos y tiré de ella hasta quedar tumbado boca arriba, con ella aun empalada, se apoyó en el borde de la cama con sus pies para ganar espacio y los mios en el suelo de palanca, fueron generando un ritmo alto que la hacia gemir y sollozar, ni hacia falta que se apoyara en la cama con los brazos hacia atrás, mis manos en su cadera la sostenían y mi polla frenética la martirizaba como para no dejarla bajar, se corrió un par de veces pero la posición era muy incomoda, se salió y buscando algo de ángulo, se apretó mi glande contra su ano, costó un poco pero entró al fin, sentir su calor y la presión me mataron, tenia un dulce escozor en la punta del pene, pero era ahogado por un placer inconmensurable, Ana dominaba el ritmo de la penetración hasta bajar del todo, sus pies dejaron de apoyarse y por unos instantes se mantuvo solo con mi polla entera como mástil, dando coces con una pierna y respirando entre impresiones, como al meterse en una piscina de agua fría poco a poco, se fue clamando hasta caer a un lado, la abracé por detrás, sujetándole del vientre y de un pecho, comenzando un vaivén lento y pausado, lo agradecía con una sonrisa, pero sus uñas se marcaban en mi muslo, apretaba tanto al sentir la penetración que me dejó otra marca, cuando salía me daba palmadas en el mismo sitio, todo repetido hasta que las penetraciones se volvieron fluidas y Ana gritaba de lujuria y pasión, me costaba físicamente mantener un ritmo pero ni hacia falta, 30 minutos follándomela mal, la sacaron 3 orgasmos anales que la ataron por completo, reía nerviosa, soltando despacio un moño que había formado al apretar las sabanas, babeado de usarlo como mordedor, sentir mi semen dentro la reconfortó, se giró como pudo para besarme, con un brillo en los ojos especial.

Supongo que quería decirme algo, lo buena amante que era, lo semental que demostraba, lo fuerte y grande de mi polla o mil cosas mas, pero no los necesitaba, solo con verla sonreír y mirarme así, me bastaba, era feliz, me olvidaba del mundo a nuestro alrededor, de Eleonor aun con espasmos en el culo, de Lili perdida hecha un bola en una esquina, de la cama, del lujo de esa casa, de su familia y de la mía, de mis amigos, abandonaría todo por tenerla así, entre mis brazos, sonriendo y clavando sus bellos y extraños ojos en los míos par siempre, quiero pensar que en ella la sensación era similar. La apreté un pecho mientras la besaba con rabia.

-YO: gracias por el regalo.- no pudo responderme con la educación típica ella, estaba exhausta, al igual que yo.

Bajé a la cocina tambaleándome, me fallaban las piernas, sentía que se me iba a subir un gemelo en cualquier momento y no conseguí mantener una respiración normal, como era habitual, me tragué una botella de agua entera y parte de otra, podía oír a mi madre en mi cabeza diciéndome lo peligroso que era eso, y su eterna historia del rey, que después de una larga jordana de cacería, pidió que le trajeran agua fresca, y de tanta y tan rápido que bebió, murió allí mismo. Subí la otra botella, Ana bebió un poco, y se tapó, tenia escalofríos pese a estar a 30 grados, y la verdad, hasta yo me sentía raro, Eleonor, algo mas en si, también bebió, pero Lili permanecía quieta, casi se podía notar aun los tirones en los músculos de su pelvis. Me acosté al lado de Ana, abrazándola y quedando detrás de ella, como cuando empezó toda aquella locura, eran cerca de las 10 de la mañana y la fiesta había terminado a casi las 7, estaba agotado, Eleonor gateó torpemente para quedar a mi espalda, sentí sus pechos pegados a mi columna dándome un suave beso en el cuello, y así nos dormimos todos, debo reconocerlo, con una sonrisa enorme en mis labios, feliz de que por fin, en un cumpleaños, no hubiera pasado nada malo, y mas que eso, por un ligero halo de esperanza en el futuro de la convivencia en esa casa, no era lógico que hicieran el amor así de bien juntas y luego no se soportaran, si yo debía ser su nexo, lo seria encantado.

Pase mala noche, o madrugada, todo sea dicho, amagos de rampas en las piernas, el calor asfixiante, tener a Eleonor y Ana rodeándome y un estado de nervios que no me dejaban conciliar el sueño, me palpitaba el corazón tan rápido que solo el paso de los minutos fue calmándome hasta que mi mente dijo basta y me dormí, cada cierto tiempo me despertaba sudando y alterado, pero me volvía a dormir, no se cuanto tiempo paso, serian cerca de las 3 o 4 de la tarde, en uno de los amagos de rampas me desperté y no vi a Eleonor, no le di importancia y seguí remoloneando un hora mas, Ana hacia lo mismo que yo, se movía levemente y soltaba un ronroneo de gatita, se levantó y fue al baño, su andar era tosco y torpe, evitando rozar los muslos, al volver se echó encima de mi pecho, acariciándome y besándome con ternura en el cuello, la mejilla y mas tarde, la boca, al mirar a mis pies allí seguía Lili, apenas se había movido desde que la folle. Tenia la polla dura de mis empalmes mañaneros, pero me dolía todo, tenia agujetas y Ana no se mostraba nada dispuesta a nada, me fui al baño, me di una buena ducha y los típicos rituales de un hombre, como mear y dejar irse un pedo al finalizar, o al menos eso hago yo cuando estoy solo o hay confianza, Ana se había vuelto a quedar dormida, era como un ángel, desnuda apenas cubierta por una sabana fina de verano, boca abajo con una pierna encogida y todo el pelo a lo largo de la almohada como un abanico, me agaché para besarla en la mejilla mientras le hacia cosquillas en su espalda al aire, se movió haciéndose una bola para que la dejara en paz. Me puse las bermudas y bajé con dificultad, sentía en los muslos y en la cintura un presión constante, al ir a la cocina me encontré a Eleonor de pie, de espaldas a mi no me había oído llegar, totalmente desnuda, apoyada con la cintura en la encimera, tomando una taza que olía a café recién hecho, se rascó un gemelo levantando una pierna y pasándose las uñas cuidadas de los dedos, me sacó una sonrisa, aun sin nadie mirándola y siendo lo mas burda que podía ser, destilaba sensualidad y clase en sus movimientos. Me acerqué apartándola el pelo hacia un lado y pegándome a su espalda, besándola el hombro y el cuello, ella sonreía al girar el rostro y llevar sus labios a mis mejillas, la abracé con fuerza rodeándola por la cintura y disfrutando del aroma de la taza, no bebo café pero su aroma siempre me ha gustado.

-YO: buenos días – le dio un sorbo a la taza.

-ELEONOR: buenas tardes ya, amor mío.- quise rebatirla, no era su amor, o mejor dicho, yo no la amaba, pero pretendía hacer que todo volviera a un punto de paz y tranquilidad, así que guardé silencio.

-YO: ¿que tal has dormido?- desvíe el tema.

-ELEONOR: como nunca, me siento renovada, creo que fue buena idea lo de esta mañana, ¿a ti te gusto?- se me escapó una carcajada.

-YO: apenas……- la ironía era clara, volví a besarla en el cuello, eso la provocó un escalofrío que la recorrió todo el cuerpo.-….me duele todo. – río nerviosa.

-ELOENOR: a mi igual, al despertarme no sentía nada de cintura para abajo, menos mal que se me pasó, eres un animal peligroso.- se movía levemente, casi nada, pero se frotaba un poco.

-YO: por favor, quieta, me duele hasta la polla de tanto meterla dentro de vosotras.

-ELEONOR: no creo que pudiera complacerte, me arde el interior he intentado ponerme algo de ropa interior pero me escuece, jajjaja no se que me pasa, pero es sentir tu cuerpo, tu calor, y me enciendo………..- se giró dejando la taza en la encimera, me agarró de la cara y me besó de forma lenta y pasional, sabia a café y lujuria, pero enseguida se apartó recordando algo-……..será mejor que nos vistamos, ¿podrías quedarte hasta que venga la abogada?.

-YO: claro, ¿a que viene?- la miré a los ojos con curiosidad.

-ELEONOR: ah……. es una sorpresa.- sonrío con gentileza, antes de coger la taza y salir de allí con un silencio cómplice.

Supuse que seria algún regalo, no me había dado nada por mi cumpleaños el día anterior, no la pedí nada, de hecho la sugerí que ya me había dado suficiente y no necesitaba nada, pero no era de las mujeres que no tenían detalles, en el de Ana le regaló una pulsera de oro blanco de la que no quiso decir el precio, y hacia un año me regaló un coche de alta gama como si fuera una bolsa de pipas, además, que necesitara a la abogada me hacia pensar que por fin el papeleo de la casa ya había acabado y por fin me cedería legalmente ese ático de sueño de hadas, en el que podría vivir con Ana a solas para siempre. Soñando en esos pensamientos me preparé algo de comer, un batido energético que solía hacer antes de salir a hacer ejercicio, y restos de la fiesta de noche, canapés y algo de ensalada, mientras comía Ana apareció apenas cubierta por una bata de seda abierta, sin nada debajo, bebió algo y picó de mi ensalada un poco, nunca había sido de comer demasiado, solo nos mirábamos, sin compartir palabras, no hacían falta. Hacia tanto calor que al terminar de comer salimos a darnos un chapuzón en la piscina y nos quedamos tumbados en el poco césped de la terraza, donde ya estaba Eleonor en una hamaca recién comprada después de haber roto la ultima hacia poco.

-YO: ¿y Lili?

-ANA: ahí estaba en la cama aun tirada, cuando me he levantado la he visto en el baño, pero se ha vuelto a acostar jajaja- su risa fue compartida por Eleonor, yo no le veía la gracia del todo.

-ELEONOR: esa muchacha tiene mucho que aprender.

-YO: pobrecilla, no es mas que la 4º o 5º vez que me la tiro y ya ha sentido a la bestia matándola, alguna no ha durado tanto.- mis palabras provocaron un silencio algo incomodo que duró un rato.

-ANA: Raúl, ¿por que no nos vamos ahora al piso de Alicia? iban a ver unas películas y nos invitaron anoche.

-YO: espera a que venga la abogada de Eleonor, y nos vamos.- se le cambió la expresión de la cara como si la hubiera dicho que se había muerto su perro.

-ANA: ¡¡¿que?!!

-YO: Eleonor me ha pedido que me quede para hablar con ella, dice que es una sorpresa……- quise rebajar su miedo con un tono de broma, pero no le cambio el rostro.

-ELEONOR: no se preocupe Ana, lo tengo todo bien pensado.- esa expresión sonó mucho mas temible en los iodos de Ana que en los míos.

-YO: si quieres ve tú con Alicia y luego voy yo.- Ana negó fuertemente con la cabeza, totalmente seria.

-ANA: ni de coña, yo me quedo contigo.- Eleonor se levantó de la hamaca entrando en el piso.

-ELEONOR: no se apuren, mañana acabará todo.- según se metió en casa Ana se pego a mi y me besó, sus ojos brillaban a punto de echar lagrimas.

-ANA: amor, por lo que mas quieras, no te quedes, vayámonos ahora.

-YO: ¿que te pasa?, ni que la abogada me fuera a matar……..

-ANA: no me gusta como Eleonor esta comportándose, quiero irme.- la acaricié la cara con dulzura.

-YO: no pasa nada, seguro que es algún regalo sorpresa o algo.

-ANA: sorpresa si, pero que nos guste…………. si quieres quedarte, de acuerdo, pero prométeme que no dejaras de amarme.- giré el cuello sin comprender del todo la unión de los hechos, ¿que tenia que ver que viniera la abogada con que dejara de amar a Ana?

-YO: peque, solo hay una persona que puede hacer que deje de amarte, tu, si eres complementaste sincera y leal conmigo no dejaré de amarte.

-ANA: es que me temo que no lo he sido.- una lagrima cayo por su mejilla.

-YO: dímelo, sea lo que sea, aun estas a tiempo, por feo y horrible que sea, puedo soportarlo todo, todo menos que me mientas.- mi vehemencia era clara, aun así Ana permanecía en silencio.- ¿tienes algo que contarme?

-ANA: ……..no…………es solo que……. me da miedo que Eleonor te aparte de mi. – mintió, yo lo sabia y ella sabia que lo sabia.

-YO: Eleonor no tiene poder para apartarte de mí, solo tú puedes evitarlo.- nuestras miradas se cruzaron fuertemente, hasta que Ana la apartó mirando al suelo, se secó las lágrimas y besándome se levantó y se fue.

Tarde unos minutos en volver adentro, Eleonor ayudaba a Lili a bajar las escaleras, Lili al verme casi se cae por las escaleras, la llevó a la cocina y allí volvió en si un poco, luego nos vestimos un poco mas seriamente, Eleonor y sus eternos vestidos ceñidos, Lili con vaqueros y camiseta blanca y Ana con unos shorts cortos amarillos y una blusa blanca, no dejaba de acariciar ala gargantilla en su cuello, aquella que le regalé en su ida y que dijo que era la muestra de nuestro amor. Yo con una camiseta de maga corta y las bermudas veraniegas hasta las rodillas me bastaba, para cuando llegó la abogada el ambiente en el salón era tenso, Lili estaba medio ausente, Ana miraba con odio a Eleonor y esta me miraba con una sonrisa que no denotaba nada, era fría e impenetrable, Eleonor la saludó cordialmente y la invitó a pasar y sentarse delante de nosotros en un sillón junto a una mesa rodeada de sofás donde nos colocamos los demás, iba arreglada, como abogada que era, con un traje de mujer, azul marino, con camiseta blanca algo escotada, chaqueta y una falda de vestir hasta la rodilla, con unos zapatos algo altos, fue sacando papeles hasta que haciéndole un gesto a Eleonor indicó que ya estaba todo.

-ELEONOR: bien, siento la intriga del momento, lo 1º es confirmar que por fin, soy la dueña y propietaria de todos los bienes de mi ex, el ultimo el piso de Tokio, así como de su cuentas bancarias, salvo una que no puedo tocar, de la cual se irá dando el dinero que a mi ex que le corresponde según el juez, todo es mío.

-YO: felicidades, os ha costado eh….- le guié un ojo a la abogada, que sonrío apenas un segundo…..- miré a Eleonor- ahora podrás invitarme a unas copas……….. – la broma cayó en el silencio, todos parecían saber algo horrible que yo desconocía.

-ELEONOR: y para mas que tengo, pero vamos por partes, y déjeme acabar – su tono fue el mas serio que la había oído jamas.- lo 2º es que ahora que tengo todo, he decidió sobre a quien conceder mis bienes, casi todo ira para mi y mi hija, como os dije mi intención era dar este ático a Raúl……….pero he cambiado de idea, ahora el piso es mío.

-ANA: ¡¡¿que?!! ¿¡¡¡Como eres tan zorra!!!?- Ana se puso en pie gritándola.

-ELOENOR: y no solo eso, si no que os voy a echar de aquí.- sonrió con seguridad, me miraba buscando algo, alguna reacción algún gesto, pero solo obtenía atención y poco mas.

-ANA: nos dijiste que nos darías el piso, me dijiste que si……-rectificó-…….que era nuestro.

-ELEONOR: digo muchas cosas mi niña, pero ahora tengo el control yo, y pienso tomar lo quiero.- Ana me miró atónita.

-YO: me parece justo, en el fondo es tuyo y tienes el derecho a decidir, ¿cuando nos tenemos que ir?- mi reacción la sorprendió, le pidió a la abogada la carpeta con los papeles y me los dio.

-ELEONOR: no es una broma, mira, el piso esta a mi nombre.- cogí y pase las pagina lentamente leyendo atento partes importantes, mire el nombre del titular del piso, sonreí, lo cerré y se lo devolví.

-YO: están perfectos, y no los cuestiono, como digo, eres la dueña, ¿cuando nos tenemos que ir?- de nuevo suspiro de impotencia, esperaba una reacción en mí que no obtenía.

-ELEONOR: no quiero que os vayáis.- fingí sorpresa, no era nada difícil adivinar que quería Eleonor, me quería a mi, y si tenia que chantajear con el piso, lo haría encantada.

-YO: entonces ¿por que haces esto?

-ELEONOR: por que te quiero, y deseo que seas mío.

-ANA: y una mierda so´ guarra, ¡¡RAUL ES MIO!!- sonó tan brusco que hasta me sacó una carcajada.

-YO: ya la has oído- me cruce de brazos.

-ELEONOR: sea listo Raúl, podrás quedarse a vivir aquí conmigo y con mi hermana, incluso Ana podrá venir y podrás tomarla cuanto quieras, pero has de cortar con ella, y ser mío, es lo único que pido, te daré todo lo que pidas, pero solo si dejas a Ana.- mi granadina la miraba con furia, con la boca abierta y apunto de echarse encima de ella.

-YO: una oferta así solo un loco la rechazaría- aludiendo a cierto película, Ana me miró consternada.- pero la respuesta es la misma, Eleonor, no te amo, nuca lo haré y esto solo sirve para que el poco cariño que te tengo, se esfume, ahora mismo prefiero estar solo que contigo y tu dinero, si tengo que irme con Ana debajo de un puente, lo haré.- Ana clavó sus ojos en mi con orgullo, y se cruzo de brazos ante Eleonor.- bien, ¿cuando nos vamos?- me puse en pie para iniciar cuanto antes la salida de allí, Eleonor puso cara de disgusto, pero aun tenia un AS.

-ELEONOR: bien, no quería llegar a esto, pero suponía que no aceptarais por el amor que le procesas a esta niña, ¿la amas verdad?- el tono era obvio, guiaba la conversación.

-YO: con locura.

-ANA: y yo a el.

-ELEONOR: y no hay nada que pudiera hacer que dejaras de amarla.

-YO: tu no, solo ella – agarré de la mano a Ana, ignorando a Eleonor- este es el momento, ¿tienes algo que decirme?, no podré hacer nada de aquí en adelante.- Ana me miró sollozando, miró a Eleonor de reojo.

-ANA: nada.

-YO: Ana, ¡¡por favor!!- apreté su mano.

-ANA: te lo juro, no es nada.- esta vez fui yo quien soltó una lagrima.

-ELEONOR: ¿seguro?- prosiguió con su estudiado dialogo mientras Ana lloraba mirándome a los ojos, sentía mi rabia y mi dolor, pero no sabia cuanto.- por que tengo aquí en el portátil unos videos muy llamativos- Ana la perdonó la vida con la mirada.

Nos puso el portátil delante me enseño videos, videos de Ana, videos de Ana con otros hombres, teniendo sexo oral, y alguno con penetración, se notaban que eran videos a escondidas, mal gravados sin consentimiento, pero se veía a Ana, llorando mientras se dejaba follar por uno o por varios hombres distintos. Cuando terminaron los videos Ana rompió a llorar desconsolada, gritaba y chillaba, maldecía a Eleonor y se volvió hacia mí, admirando mi frío y serio rostro.

-ANA: no es lo que piensas amor, te lo juro, ella me obligó.- señalo a Eleonor que admiraba la escena con gesto altivo.

-ELEONOR: yo no te obligué a nada cariño…….

-ANA: si, me ofreciste dinero, me dijiste que así pagaría mi universidad, que ayudaría a mi familia, que tendría dinero para cuidar de Raúl, me has dado mucho dinero por acostarme con esos hombres, dinero y promesas de este piso que ahora has incumplido- sus gritos entre sollozos penetraban hasta el oído interno.

-ELEONOR: yo solo te ofrecí el dinero, tu lo aceptaste- se giró hacia mi- ¿lo ves Raúl?, no te quiere, solo se aprovecha de ti, como lo hacia de mi, es una puta, cara pero un puta, me ha costado mucho dinero pero te lo he demostrado.- todas las de la sala me miraban en silencio, solo las lagrimas y sollozos de Ana rompían ese momento.

-YO: tenías que habérmelo dicho Ana, te lo dije, si me lo hubieras dicho le hubiéramos desplumado hasta el último euro, ¿por que no me lo has dicho?

-ANA: lo siento amor mío, se que hice mal, pero pensé que no te gustaría, que me rechazarais solo de decírtelo, no sabia como reaccionarias, tenia miedo y necesitaba el dinero, mi familia no es rica y la universidad es cara.- se sentó a mi lado tirando de mi cara, me negaba a mirarla directamente.

-YO: eso me duele aun mas, Ana, que no me conozcas lo suficiente como para no confiar en mi, yo me acuesto con varias mujeres por que tu me dejas, no me hubiera importado, o lo habría sabido llevar, pero tuviste que ser sincera conmigo, te lo dije antes y te lo dije cuando regresaste de Granada, pero no me has hecho caso………..- me levanté dirigiéndome a la puerta, Ana quedó sentada llorando sobre un gran cojín, Lili admiraba la escena sin llegar a comprender del todo lo que ocurría y Eleonor se me acercó como un serpiente.

-ELEONOR: ¿lo ves?, todo es mentira, ella no te quiere, no como tu a ella, pero yo si, mirra de lo que soy capaz de hacer………..por ti.- me giré con rostro feroz.

-YO: ¿por mí? ¡¡¿POR MI?!! Esto lo has hecho por ti – la señalé con ira, con tal energía que dio un paso atrás. – ¡¡POR TI!! Me deseabas, solo tenias envidia de lo que Ana y yo teníamos, ya te dije que no era tuyo, que no lo podías tomar, y aun así nos has destrozado la vida, eres una arpía cruel que odio.

-ELEONOR: se que duele, mi amor- solté un bufido al oírla esas palabras, trató de agarrar de mi rostro.- pero con el tiempo se pasará, será solo un recuerdo del que nos reiremos en el futuro, si te place se puede quedar con nosotros verdad- miro a Ana buscando ayuda.

-ANA: si, lo que sea, me apartare, pero déjame permanecer a su lado.- imploraba entre lagrimas.

-ELEONOR: claro que si, ¿que dice usted?

-YO: me da igual, me marcho de esta puta casa, quédatela, y quédate con la loca de tu hermana, y con Ana, con tu dinero y tu mísera vida llena de lujo.

-ANA: por favor Raúl, piénsalo, podemos seguir viviendo juntos y felices aquí, hazla caso.

-ELENOR: no se ira, te ama, se quedara aquí………..- se penso otra amenaza-………. y si no es por el será por ti, si se va echaré a Ana de casa, y la demandaré hasta sacarla el ultimo € que la di, y mas aun, arruinaré a su familia si hace falta, me da igual todo, será mío de una forma o de otra, quédate y no la haré nada.- me tensé como nunca, si no hubiera sido una mujer la hubiera pegado allí mismo, cerré el puño con energía y me calmé.

-YO: ¿estáis seguras de que queréis hacer esto?

-ELEONOR: SI.- asintió con firmeza, miré a Ana.

-ANA: por favor, hazlo, me da igual, que gane, si puedo quedarme a tu lado.

-YO: me duele mucho Ana, no que te hayas acostado con otros, si no tus mentiras, lo siento, no accederé a esto.

-ELEONOR: lo are, no dudes de mi, si no eres mío la destrozaré la vida.

-ANA: Raúl te lo ruego, por mi familia.- se arrodilló en el suelo.

-YO: no seré tuyo nunca Eleonor, pero no puedo dejar que la hagas daño, te lo advierto, si sigues adelante será pero para ti, sabes de lo que soy capaz.

-ELEONOR: lo se, y aun así me arriesgaré.

-YO: última oportunidad, por favor, te lo pido desde el fondo de mi corazón, para esto.

-ELEONOR: ya esta hecho.- agaché la cabeza rendido, rojo de rabia, dolor e ira, cerré ambos puños hasta hacerme daño en las palmas.

-YO: esta bien, pero recordada que todo esto, es culpa vuestra……-suspiré-……Isabel – alcé una mano llamando, las 3 se miraron extrañadas, la abogada se puso en pie y se acercó a mi, la rodeé con el brazo y la di un beso pasional y grotesco, obligando a doblar la espalda, su falda corta de vestir la impedía los movimientos.- bien, empecemos, esta es Isabel, me la estoy tirando desde hace 4 meses.

-ANA: ¡¡¡serás cabrón!!!

-YO: cállate, tu te has tirado a todos los mierdas que Eleonor te ha puesto en la cara, y desde antes de las fechas de los videos de Eleonor.- la verdad la cerró al boca.

-ELEONRO: bien, te tiras a mi abogada, nada raro, ¿y que?- sonreí con fuerza, mientras Isabel, la abogada, me acariciaba el pecho.

-YO: me ha estado informando de todos tus movimientos, Eleonor, de todos- se quedó blanca.

-ELEONOR: de ……¿de todos?- caminó hacia atrás hasta sentarse.

-YO: de todos, de hecho, ¿te has molestado en leer la cesión del piso que me has dado firmada por ti?

-ELEONOR: no yo solo lo firmé y…………..- sintió terror al comprenderlo, cogió la carpeta y se puso a leer en voz baja- …….El estado, por orden de Eleonor xxxxxx.xxxxxxxxx, en pleno uso de sus facultades le cede la propiedad del piso xxxxxxxxxx en la calle xxxxxxxxx desde el ida xxxxxxx a …..- aumentó el tono de su lectura – ¡¡¡¡RAUL XXXXXXX XXXXX!!!!! ¿¡¡pero como has podido?!!

-YO: el como no lo se, eso fue cosa de aquí mi amiga.- abracé ladeando a Isabel, la abogada.

-ISABEL: en realidad es fácil – sacó una grabadora y al ponerla se oyó la voz de Eleonor dando el lacrimógeno discurso el día que Ana le pido nuestro piso – entre esto, y el papeleo inicial que se inicio ese día, todo ha ido seguido, el estado no hace preguntas.

-ELEONRO: pero te fui a ver, te pedí que cambiaras la propiedad a mi nombre……- la interrumpió.

-ISABEL: si, además me pediste que hablaramos a solas, en una habitación apartada y que nadie mas supiera nada……- el rostro de Eleonor era indescriptible.-……te falto firmar en blanco, que tonta.

-ELEONOR: ¡¡¡pero no puedes hacer eso, eres mi abogada!!!

-ISABEL: si, por lo tanto nadie se cuestionará nada, incluso lo dijiste delante de otro abogado del bufete la 1º vez, que me confirmará tus palabras, fue sencillo, estando ya advertida por Raúl solo te puse un papel delante y lo firmaste sin leer, a escondidas y sin testigos jajajajajaja.- era tan despiadada en los juicios como en la vida real.

-ANA: pero eso es imposible- replicó ella por que a Eleonor no le salían las palabras.- ¿como podías advertir a la abogada antes de que hiciera el cambio?- sus palabras hicieron retomar el hilo a Eleonor.

-ELEONOR: eso, no se lo dije a nadie hasta ahora, ¿como podías saberlo?

-YO: en eso tenéis razón, es imposible que lo supiera, nadie podría sospechar nada, ahora mismo estaría en tus manos………….nadie lo vio, ni siquiera yo……nadie…..salvo mi madre.- me miraron como si estuviera loco.- mi buena señora madre en Navidades me advirtió, me dijo que se olía algo, deseché la idea, no podía entender que me la fuerais a jugar, pero mi madre nunca me había fallado, así que el día que volví de su casa, que follamos hasta el alba, y baje por la mañana, mientras dormíais, fui a mi cuarto, recogí parte del equipo de espionaje que use con el ex de Eleonor, y puse un par de cámaras y micros por la casa, nada ostentoso, solo por si acaso, si no había nada serio la confirmación de que mi madre se equivocaba, pero esta vez, para mi desgracia, no fue diferente.- me acerqué al mueble de la entrada y saqué uno de los micros de debajo de un jarrón decorativo, enseñándoselo.

-ELEONOR: pero entonces……..lo sabes………..todo.- se tapó la boca abstraída.

-YO: todo, desde tu llamada a la abogada hoy para montar el circo y tu plan maestro, no debiste traerla para hablar con ella, como has manipulado a Ana desde el día que puse micros para que cediera a tu dinero, supongo que desde antes de gravaras por como discutíais por que la pagaste para que empezáramos a acostarnos contigo, ya me olía que andabais aliadas, pero no sabia hasta donde, cada grabación me iba llenando de ira, si, lo tengo todo, hasta como llamaste para ofrecer 3 millones de € por Ana en nuestro viaje a Egipto, fingiendo ser un jeque, ¿que esperabas? ¿Que aceptara la oferta o que algún pobre desgraciado la secuestrara para vendértela y luego abandonarla? –Eleonor se echó a llorar mientras que Ana la miró asustada- he esperado pacientemente, no se si para saborear mejor este momento, o con la esperanza de que abandonarais esta locura, y de que Ana me revelara sus infidelidades, verla como se la follaba los tíos que traías cada noche de fiesta me partió el corazón – empecé a llorar mirando a Ana- pero ver como se vendía para que la follara el cerdo de Lili, ese tío que nos daba asco a todos, eso me mató.- Ana rompió a llorar, seguro que recordando cada momento que sintió a ese cerdo follándosela medio drogado.

-ANA: yo………….

-YO: tu nada, ¿cuanto dinero la has sacado?, espero que traicionarme así, y sobretodo venderte de esa forma, te haya sido lucrativo, ¿como?, ¿como pudiste ceder ante el camello drogado de Lili?…………..ahhhhhhhhhhh si, se me olvidaba, ¿Lili?, ¿o Carolina?- la cara de Lili se sumo al horror de las demás.- si, Carolina xxxxxxx xxxxxx, natural de Colombia, y del barrio en que naciste Eleonor, la abogada me contó que tu hermana falleció de sobredoras a los 21, y que toda la historia de tu pobre hermana y el circo del aeropuerto, todo era un montaje para darme pena y forzarme a ayudarte, ¿Cuánto te costó el pariré del avión y la policía en el aeropuerto privado? ¿Quien es en realidad? ¿Una amiga de tu infancia o solo una puta que contrataste?

El silencio llenó la sala, los llantos de Ana se agotaron y Eleonor y Lili, o Carolina, se quedaron blancas, mientras Isabel me besaba el cuello de forma lasciva ante los ojos de las demás. Isabel había sido la mas sencilla de todas, desde que destapé al ex de Eleonor me dio su numero, y pasé de ella hasta que vi el 1º vídeo de Eleonor chantajeando con dinero a Ana, entonces cogí su numero del cajón y la llamé para quedar un día en su despacho, no hizo falta mas, según llegué me llevó a un archivo cerrado con llave y allí mismo me besó, con lujuria al ver mi rabo tieso, se lanzó a chuparlo, casi ni le entraba en la boca mi glande, la alcé y la pegué de cara a la pared, la levanté la falda lo justo para echar sus bragas a un lado y penetrarla el coño con fuerza, ella misma se tapó la boca para no gritar, sollozaba al sentir la fuerza de mis embestidas, y para asegurarme un control total, a los 20 minutos y después de 3 corridas suyas, saqué a la bestia que desató hasta levantarla por los aires con cada golpe de cadera, gritando sin reparo alguno, para cuando me corrí Isabel ya era mía, “avísame con cualquier cosa que haga Eleonor y volverás a sentirme entre tus piernas, haz lo que te diga y te follaré cuando quieras, intenta engañarme y me iré para jamas volver.”- asintió entre temblores, desde ese día me llamaba avisándome hasta del detalle mas obvio y tonto, alguno se lo inventaba o lo repetía, solo para volver a follar conmigo, pero para tenerla contenta acudía encantado, mas de una vez al ir a hacer ejercicio por las mañanas iba a su oficina, o me recogía en el coche para ir a su casa. Era una mujer rubia de pelo rizado y corto, apenas le llegaba a los hombros, con los ojos color marrón, de unos 34 años, buen tipo, con un trasero de calidad y tetas algo pequeñas, su forma de vestir con faldas y de traje siempre me excitó, pero una vez que era mía me desahogaba con ella, cada vez que iba a casa y tenia que actuar con Eleonor o Lili, hasta con Ana, trataba de llevarlo lo mejor que sabia esperando que todo pasara de largo, que fuera un arma que nunca querría usar, pero no me habían dejado, al final quisieron llegar hasta el final, y gracias a la advertencia de mi madre ahora tenia el control.

-ELEONOR: es una vieja amiga de mi hermana, fue la que estuvo con ella………… hasta que murió, le debía sacarla de allí, al menos eso.

-YO: me alegro por vosotras, ahora, quiero que sepas que tengo montones de cintas de viendo y baudios sobre nosotros, con pruebas para encarcelar a Lili, o como coño se llame, por consumo de drogas, a ti por estafa, ofrecer dinero por otra persona o suplantación de identidad a la seguridad social , elige o todo junto – temblaba ante mis amenazas veladas- aparte de horas y horas de sexo salvaje conmigo y con otros hombres, que sin ser legalmente denunciable, destrozarán tu cara publica, incluso puede que tu ex quiera usar algo contra ti para recuperar ciertas propiedades………- Eleonor bajó los brazos derrotada, había jugado con fuego y se había quemado.

-ELEONOR: ¿Qué es lo quieres?- asumió que era dinero.

-YO: lo que yo quería era vivir feliz con Ana, y me daba igual donde, pero ahora no lo podré tener.

-ANA.: ¿por que no?, ahora la casa es tuya, podemos ser felices juntos, echarlas y será nuestra casa.- planificaba alegre poniéndose de pie, viendo una rendija de esperanza, pero la eché una mirada que la fulminó, viendo como las lagrimas me llenaban los ojos.

-YO: ojalá pudiéramos, te he dado la oportunidad todo este tiempo…………. si me lo huebras contado…………………. incluso ahora, antes de ver los videos, te hubiera perdonado, te amo tanto que me hubiera dado igual, pero no has podido ser sincera conmigo, no confío en ti, y tendré que aprender a dejar de quererte.

-ANA: Raúl por favor, te quiero……….- la corté dejando de mirarla.

-YO: ahora lo que ordeno es que hagáis el equipaje, y os llevéis vuestras cosas cuanto antes, Eleonor puede llevarse a Li…a esa, consigo a cualquiera de sus casas, no quiero volver a verlas nunca, y si quieres seguir manteniendo tu posición, seguirás pagando los gastos de esta casa, comunidad, seguro de hogar y desperfectos, ninguna locura para ti, yo ya se cuidarme solo, no necesito tu asqueroso dinero así que no temas mas chantajes en adelante, a Ana la dejarás en paz, creo que te ha sacado suficiente dinero para pagarse los estudios donde quiera, y no tomarás represalia alguna sobre ella o seré yo quien te hunda la vida a ti. Si sigues estos pasos, no volverás a saber de mi, ni yo de ti, es lo mejor para ambos, si no lo haces despídete de todo ¿queda claro?

-ELEONOR: como el agua………….pero podríamos………

-YO: no, se acabó, búscate a otro imbécil que te folle.- se levantó y se fue al piso de arriba, con Lili/Carolina detrás, que permaneció callada a riesgo de meter la pata y que la repatriaran.

-ANA: ¿y nosotros?- preguntó con miedo.

-YO: no hay un nosotros, lo dejamos aquí y ahora, preferiste el dinero a mi, así que coge todo ese dinero que con tanto esfuerzo te has ganado, y lárgate de mi vista, ni se te ocurra intentar ir al piso de estudiantes, no te quiero volver a ver en mi vida, seguro que con unos incentivos puedes volver a Granada y matricularte allí lo que te queda de estudios, supongo que eso agradará a tu familia ahora que ya lo saben y te lo exigieron, pero en el fondo, me da igual, haz lo que quieras, todo, menos ponerte en mi camino.

-ANA: pero yo te quiero………..- fue un lamento entre lagrimas, más que un argumento.

-YO: y yo a ti, pequeña, adiós.

CONTINUARA…………..
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Relato erótico: “Inmigrante 4” (POR AMORBOSO)

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Pasó el cuarto mes, el abogado me pagó el quinto y los días pasaron normales hasta que llegó el siguiente.

Era época de vacaciones. Hasta Ana se marchó, según me avisó el abogado, que también se iba. Todos tenían vivienda en la playa o en la montaña, y excepto el abogado que volvió al mes siguiente, las mujeres tardaron dos.

En vacaciones follaba menos. Se notaba la ausencia de gente. También había menos trabajo. Los días fueron pasando con normalidad, hasta que el último viernes del mes, aparecieron las cuatro amigas. A las que pregunté por sus vacaciones e invité como era habitual.

En un aparte, quedé con Marta para el siguiente sábado, que ya habría acabado todo.

Pocos días después habían transcurrido los seis meses, llegó el día uno y fuimos citados al notario.

Estábamos Ana, el abogado, una persona que había estado controlando el trabajo de Ana y yo.

-Bien. –Empezó el notario- Vamos a comprobar si se han cumplido las instrucciones previas a la lectura del testamento.

Preguntó si se había contraído matrimonio en este periodo, confirmándolo ella y presentando la documentación correspondiente el abogado. Pregunto su actuación en el trabajo, que fue valorada como buena y añadiendo que aprendía con rapidez.

Despidió al valorador y se centró en el testamento.

Una vez cumplidos los requisitos previos nos leyó los siguientes:

“Querida nieta. Si has llegado hasta aquí quiere decir que has cumplido las instrucciones previas, pero como sé que eres una rebelde y nada tonta, supongo que habrás inventando algo para salirte con la tuya.

Para evitarlo en lo posible, deberás cumplir tres condiciones más. Si te has casado por el procedimiento civil, deberás hacerlo también por la iglesia.

Además, en el plazo de dos años a partir de hoy, deberás ser madre de, al menos, una criatura, que no podrá ser adoptada y tendrá que ser obligatoriamente de tu marido, lo cual deberéis demostrar con pruebas genéticas.

Y en tercer lugar, no podrás interrumpir la convivencia con tu marido en todo este tiempo.

Cumplidos estos tres requisitos y cuando tu primogénito haya cumplido un año, podrás hacerte cargo de la herencia. Si por cualquier razón alguno de estos requisitos no se cumple, la herencia se repartirá entre tus primos segundos.

Quiero que sepas que lo hago por tu bien, para que sientes la cabeza.

Tu abuelo que te quiere bien.”

No voy a contar las palabras que soltó, acordándose de su abuelo. Yo la miraba curioso, hasta que vino a mi mente el problema al que nos podríamos enfrentar.

Cuando se calmaron nos fuimos al despacho del abogado, dos plantas más abajo. Allí tuvimos una reunión para hablar de las nuevas condiciones. Primero hicieron un aparte el abogado y Ana, y luego se reunieron conmigo. Habló el abogado.

-Bien Jomo, tu contrato está concluido y te estamos muy agradecidos. En este momento, podemos ofrecerte dos opciones. Dar por terminado todo, presentar los papeles del divorcio y volver a tu libertad anterior, o una ampliación del contrato con nuevas condiciones.

-¿Cuáles serían esas condiciones?

-Por tu parte, casarte por la iglesia con Ana. Hacer una donación de semen las veces que sea necesario para que ella quede embarazada y esperar hasta que el resultado del embarazo cumpla un año. Después podrás divorciarte, pero renunciarás a todos los derechos sobre el resultado de ese embarazo.

-Como contrapartida, seguirás disfrutando de la casa y tendrás el doble de sueldo y una prima de quinientos mil euros al terminar, manteniéndose el resto de las condiciones del contrato anterior en cuanto a vida independiente y ninguna obligación entre mi cliente y tú.

-Me parece muy bien, y hasta me serviría para afrontar mi futuro con la tranquilidad que da el dinero. Pero hay un problema: Mi bisabuelo era un guerrero Masái, y según me contaron, más negro que el interior de una mina de carbón sin luz. Según las leyes de Mendel, existe la posibilidad de que nuestro descendiente sea negro.

Todos nos quedamos callados. Al final habló Ana.

-Cualquier otro matrimonio blanco o con algún miembro algo moreno, que tenga un hijo negro, puede tener problemas para explicarlo, pero no olvidemos que en nuestro caso, habrá una comprobación genética que lo demuestre.

-Entonces, yo no tengo inconveniente.

El abogado preparó el nuevo contrato, que ambos firmamos, y quedé a la espera de que me avisasen para ir a la clínica para hacer la donación y que organizasen la boda eclesiástica. Todos nos fuimos a comer por cuenta de mi esposa, y de ahí, me fui a trabajar.

Me di cuenta de que tenía un problema. Era viernes, y el viernes anterior había quedado con Marta para este sábado, pero al prolongarse el contrato y las condiciones, me encontraba en una situación complicada.

Cuando las tres, sin Ana, vinieron a la sala, tuve que avisarles, tanto a ella como a Marisa, de las nuevas condiciones y que debíamos suspender las citas, hasta tanto encontrase una solución.

No me libré de follarme a Marisa en la oficina, dejando a Marta con cara de envidia, deseo y pena.

Cuando fue su hora de marchar, retuve a Marta mientras Marisa se iba con una sonrisa en los labios, la llevé a la oficina y la hice recostarse sobre la mesa. Llevaba unos pantalones negros, como de espuma, de cintura elástica, por lo que no me costó nada bajárselos.

Ante mi aparecieron unas bragas negras grandes.

Procedí a quitárselas, pudiendo observar que se había depilado el coño, por lo menos la raja.

-Marta, Marta. Veo que no me haces caso y me obligas a castigarte.

-Pero… voy depilada.

-Pero deberías ir con falda y sin bragas, y no solo las llevas sino que son tan grandes que podría hacerme un traje con ellas. Separa las piernas.

Me quité uno de los zapatos, y con él en la mano, le di un fuerte golpe en el culo. Se levantó a la vez que emitía un fuerte grito.

-No, no, no, no. Así no. Cuando yo te corrija, no debes gritar como una puta barata. Te limitarás a contar los golpes y a darme las gracias por corregirte. Los golpes no contados o no agradecidos, no cuentan y habrá que repetirlos. Y si te mueves, volveremos a empezar.

La coloqué de nuevo y volví a darle un fuerte golpe, esta vez en el otro lado.

-Humm. Uno, gracias por corregirme.

Un nuevo golpe con fuerza en el otro lado.

-Pfssss. Dos, gracias por corregirme.

Y así hasta 6 golpes. Cuando terminé recorrí su empapada raja con mi dedo, hasta llegar a su clítoris, todo endurecido ya, al que dediqué un poco de atención acariciándolo alrededor y frotándolo suavemente un instante, lo que le hizo soltar un gemido de placer

-Mmmmmmmm.

Subí mi mano para meter el dedo medio en su coño y buscar con la yema su punto de placer, moviéndolo en círculos y entrando y saliendo. Unos pocos minutos alternando entre su clítoris y los dedos en su coño, la hicieron estallar en un potente orgasmo.

-Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhh. Mmmmmmmmmmm Me corrroooo.

No dejé mis manipulaciones en su coño, pero ahora, chupe un dedo de mi mano libre y se lo fui metiendo en el culo sin dejar de tocar su clítoris. Terminé con el pulgar de una mano en su culo y el otro pulgar en su coño, frotando a la vez el clítoris con dos dedos, dejándolo resbalar entre ellos.

Unos minutos después, volvía a correrse como una auténtica cerda.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH SIIIIIIIII

Quedó un rato desmadejada sobre la mesa, después de retirar mis manos de su cuerpo. Cuando pareció recuperarse, la hice vestirse, sin las bragas, y la despaché de allí.

Cuando me levanté de la cama el sábado, encontré a Marga dejándome la comida en la cocina al entrar yo. La semana había sido dura. Había follado todos los días con distintas mujeres, en horario de trabajo y a la salida, además de haber hecho muchas gestiones por las mañanas, por lo que iba tan agotado como falto de sueño, así que le dije:

-Marga, hoy estoy de fiesta y no saldré. ¿Sería tan amable de traerme cualquier cosa para cenar?

-Por supuesto, a qué hora…

Acordamos todo y se marchó a la casa. Yo comí, me eché una siesta y salí a hacer unas compras, A la vuelta me puse con el ordenador mirando páginas de dominación y sumisión para recordar viejos tiempos.

Estaba viendo un vídeo, donde el amo educaba a su sumisa, mientras por los altavoces se escuchaba el ruido de los azotes y los gemidos de la esclava, cuando oí la puerta de comunicación de ambas casas.

Sin excesiva prisa, cerré el vídeo y lancé el apagado del ordenador. Al volverme, apareció en la puerta Ana con una bandeja llena de distintas clases de comidas.

-Hola Jomo. Marga me ha dicho que estabas de fiesta y que cenabas en casa. Me he permitido traer yo algo de comer y si te parece bien, cenamos juntos.

-Estaré encantado, Ana. Prefieres la cocina o aquí en el salón.

-Aquí mismo está bien.

Dejó la cena y preparó unas servilletas mientras yo iba a la cocina a por bebidas y vasos.

Mientras cenábamos, íbamos hablando:

-No lo habíamos hablado, pero me comentó Marga que habías preguntado por mí cuando me sentí indispuesta. Muchas gracias.

-Sí, me dijeron que no te encontrabas bien y pasé a preguntar, pero Marga me informó de que era una indisposición habitual y que te habías ido a trabajar.

-De todas formas, te agradezco el interés. También quiero agradecerte lo bien que te portaste con mi familia, a pesar de lo impertinentes que fueron.

-No fue para tanto. Lo pasé muy bien, a pesar de todo. Realmente estuvieron peor los maridos de tus amigas.

-Esperaba que no te hubieses dado cuenta. Tengo que hablar con ellas…

-No te preocupes. La vida va y viene y ya les llegará su hora.

Entonces no sabía cuánta razón tenían mis palabras.

-¿Y qué tal te va? El abogado me dijo que ya tenías la nacionalidad, que ya puedes conducir y que te has comprado un coche

-Sí, se nota dónde hay influencias. Me la han conseguido con mucha rapidez.

-¿Cuáles son tus planes? ¿Piensas seguir en la discoteca?

-No. Ya he empezado a enviar currículums a todos los laboratorios e incluso visitado algunos. Espero encontrar un buen puesto pronto. También estoy en contacto con una empresa de cosmética para distribuir sus productos. Como no necesito correr, voy asegurando pasos.

-Me parece estupendo. ¿Tienes ganas de que esto termine y divorciarte? Imagino que la prolongación de la situación te habrá trastocado mucho los planes

-No. Nuestro matrimonio no me afecta, al contario, me ayuda y como no tengo intención de casarme, tampoco tengo prisa.

-Y novia o pareja, ¿tienes?

-No. De momento no tengo interés tampoco.

-Pero siempre estás rodeado de mujeres, además, he oído que vas bien “armado”. A veces me preguntan si es cierto.

-¿Quién te ha preguntado eso? No hay muchas que puedan querer saberlo y las que lo saben, no creo que lo comenten.

-Fue Marisa, el mismo día de la boda. Bailando contigo se te notó el bulto. ¿No te dijo nada cuando te llevó a casa?

-Sí, pero estaba algo bebida. Y tú que tal. ¿Cómo te va en la empresa? Imagino que tú sí que tendrás interés en que esto acabe. –(Tuve que cambiar rápidamente de tema)

-No creas, a mí tampoco me molesta la situación. No me planteas problemas y tampoco tengo interés por buscar pareja, me preocupa más el engendrar un heredero. Eso no entraba en ninguno de mis planes futuros.

-¿Cuándo celebraremos la boda?

-Eso lo lleva el abogado. Por cierto, ¿de qué religión eres?

-De ninguna, no me han educado en ninguna creencia.

-Es probable que te tengas que bautizar. No todos los curas aceptan matrimonios, o tendré que solicitar un permiso para poder hacerlo.

-Me da igual, lo que resulte más sencillo.

Sonó mi teléfono con la llamada de un número desconocido. Al responder una voz bajita me dijo que era Marta.

-¿Marta? ¿Qué Marta? –No esperaba ninguna llamada de nadie, porque eran muy pocos los que tenían mi teléfono. Una de ellos era Marisa.

Le pregunté qué deseaba y me dijo que solamente era para darme las gracias por el placer que le había dado y lo bien que la había comprendido. Me preguntó si quería algo, que si quería que viniese al día siguiente, yo le dije que no. Que sería yo quien la citase, y que ya sabía que las condiciones eran que la quería bien depilada, con falda y sin bragas y que si no era así, que ni se molestara en venir. Ella me informó de que su marido iba a estar fuera el lunes, de viaje, pero que saldría el domingo por la tarde y que podríamos quedar.

-No. –Le dije. –El domingo noche trabajo y ya te he dicho que seré yo quien te cite.

Tras esto, corté la llamada.

-Veo que estás muy solicitado. –Me dijo Ana.- ¿Tienes relación con mis amigas?

-Sí. –Contesté sin dar más explicaciones.

-¿Te acuestas con ellas?

-Con alguna.

-La que te ha llamado era Marta. –Me pareció notar algo de celos en sus palabras.

-Si

-¿Te estás acostando con ella?

-No. Todavía no. Pero eso es cosa mía. El acuerdo solamente nos obliga a que nuestras aventuras no trasciendan. ¿Te has acostado tú con alguien en este tiempo?

-¡Yo no! -Exclamó ofendida.

-Sólo te devolvía la pregunta. No te estoy fiscalizando. Sabes que puedes irte con quien quieras. Quiero hacerte notar que también me molestan ese tipo de preguntas, sobre todo cuando afectan a otras personas.

-Se ha hecho muy tarde. Recojo esto y me voy.

Le ayudé y recogimos todo en silencio. Le llevé la bandeja hasta la puerta de separación y cuando se la fui a entregar, le pregunté mientras acercaba mí cara:

-¿Un casto beso de despedida entre marido y mujer?

Dudó un momento, y al tiempo que tomaba la bandeja, depositó un beso en la comisura de mis labios. Sin decir nada, pasó a su parte de la casa. Yo cerré la puerta y me fui a ver la televisión.

La conversación, y sobre todo la escena final, me había puesto caliente, por lo que llamé a una de las muy putas de la discoteca, a la que solía follarme a menudo, que no tardó más de 20 minutos en llegar a mi casa.

Nada más llegar, nos fuimos a la cama, desnudándonos por separado. Cuando se quitó el vestido, vi que no llevaba bragas.

-¿No llevabas bragas o te las has quitado por el camino?

-Cuando me has llamado me estaba comiendo el coño un gilipollas pichacorta en el baño de la discoteca. Lo he dejado con la lengua fuera, me he bajado el vestido, he cogido el bolso y he venido lo más rápido que he podido. Me las he dejado en el baño de la discoteca.

No perdimos el tiempo. Venía ya excitada y mojada y yo estaba con la polla dura. Nos tiramos sobre la cama y se la clavé de golpe

-Jodeer. Qué bruto eres. Con semejante pollón deberías tener más cuidado.

-Pero si lo tienes encharcado.

-Déjate de mierdas y fóllame, que llevo tiempo sin probarla.

Me movía despacio, pero ella me apremiaba, así que empecé a machacarle el coño con ganas, se corría casi uniendo un orgasmo con otro. Era (y es) una de esas mujeres multiorgásmicas que se excita con facilidad, se corre rápidamente y sigue lista para continuar.

Eso sí, los gritos que anunciaban su corrida tenían que oírse en toda la ciudad.

Ya cerca de mi final, la hice darse la vuelta y ponerse a cuatro patas. Con la polla bien mojada en su coño, la metí directamente en su ano, avanzando despacio pero sin parar, como había hecho muchas veces antes.

Ahora sus gemidos quedaban apagados por la almohada. Yo me lancé a follárselo con dureza, arrancándole un par de orgasmos más antes de correrme.

Tras un rato de relajo y una ducha, se vistió y marchó rápidamente para ver si llegaba a tiempo de encontrar sus bragas antes de que cerraran la sala.

La acompañé a la puerta para despedirla, y de regreso observé que la luz del salón estaba encendida, y la puerta entornada. Creía que la había dejado apagada, pero cuando entré, vi que Ana dormía en el sillón. Estaba con una bata y un pijama debajo.

Fui a la habitación, cambié las sábanas y volví al salón, la tomé en brazos sin que ella se despertase, lo que me extrañó un poco, la llevé a mi cama, retiré su bata, la acosté y yo lo hice junto a ella.

No pude dejar de observar la mancha de humedad en el pijama y otra más pequeña en la bata.

Cuando vivía en el otro piso, hacíamos apuestas para ver quién roncaba más fuerte y para comprobarlo, nos grabábamos por la noche. De esas grabaciones conseguí imitar muy bien mi sueño.

Me dio la impresión de que no estaba dormida, que solo estaba fingiendo, así que yo simulé dormir, notando al poco rato, un ligero movimiento de la cama muy regular y rítmico. Paralelamente, su respiración se fue acelerando, hasta que todo terminó con un gran suspiro.

Dormir fuera de mis horarios habituales me genera un sueño poco profundo, por eso me desperté de madrugada sintiendo nuevamente el movimiento de la cama.

Cuando me levanté por la mañana, fui directamente a la ducha, desnudo como estaba. Al salir, oí ruido en la cocina y fui a ver cubierto por la toalla, encontrando a Marga colocando el desayuno.

-Buenos días Marga. ¿Le importaría traer el desayuno de Ana? Ha pasado la noche aquí.

Con una sonrisa medio de complicidad medio vergüenza, asintió.

-Sí, señor, ahora mismo.

Volví a mi habitación a vestirme, con cuidado de no despertar a Ana, pero las 12 de medio día era muy tarde para alguien que se levanta normalmente a las 7.

Cuando me di la vuelta me estaba mirando.

-Buenos días, Ana. ¿Has dormido bien?

-Sí, muchas gracias. Y gracias también por traerme a la cama y no dejar que hoy me despertase con dolores por dormir en el sofá.

-No hay de qué. Si quieres, puedes ir a la ducha y luego desayunar conmigo en la cocina o desayunar conmigo en la cocina y luego te vas a tu casa a ducharte.

-Mejor voy a mi casa, me ducho y me cambio y luego vengo a desayunar contigo.

Fue lo mejor, porque olía a hembra desde lejos, y no sé si me hubiese aguantado.

Durante el desayuno me explicó que había vuelto para excusarse por su brusca despedida, y que me había encontrado “ocupado”, pero que como parecía que terminaba, se quedó a esperarme y por lo visto, se había dormido.

No le di importancia, desayunamos y nos separamos.

En los siguientes días, hablé con Marisa y Marta, explicándoles que había hablado con Ana y, sin haber contado prácticamente nada, la sentía celosa, y por el bien de nuestro contrato, les anuncié que no tendríamos contactos fuera de la discoteca hasta que encontrase una solución. No les expliqué que me había pillado follando y no quería que lo hiciese siendo ellas las folladas.

El sábado, aunque no tenía fiesta, pasó Ana con mi comida nada más. Venía con intención de hablar.

-Jomo, estaba pensando si no sería mejor la inseminación natural. Dicen que es más fácil el embarazo, y no resulta tan traumático y frío.

-Pero la inseminación artificial tiene la ventaja de que puedes seleccionar los genes y conseguir que la criatura sea blanca sí o sí.

-¿No quieres acostarte conmigo?

-No es eso. Te recuerdo nuestro contrato. Podrías llegar a denunciarme y perdería todo. Supongo que bastaría añadir una nueva cláusula que nos lo permita.

-¿Me crees capaz de denunciarte?

-Tú no lo sé, pero tu abogado es capaz hasta de inventar pruebas. No nos conocemos lo suficiente para imaginar lo que puede o no puede hacer el otro.

-Con mis amigas no te importa.

-Creo que estás tomando un camino equivocado. No me acuesto con tus amigas.

-Pero me dijiste que sí.

-Te dije que sí, pero ahora te digo que no.

-¿Qué vas a hacer a partir de ahora?

-Tengo que reorganizar mi vida. Este mes tengo concertadas varias citas para mejores trabajos y más acordes con mis conocimientos. Veremos lo que surge y hablaremos. Puede ser que me tenga que marchar a otra ciudad. Pero mantendré nuestro compromiso

-¡Pero no te puedes ir! Tenemos que vivir juntos hasta que nuestro hijo o hija cumpla un año de edad.

-Perdona, es verdad. Creo que me precipité al aceptar el contrato. Cancelaré todas las citas.

-¿Te arrepientes?

-En estos momentos no lo sé. No sé si será para bien o para mal. El tiempo lo dirá.

La invité a compartir mi comida, con el fin de cortar la conversación, y como esperaba, no acepto, marchando inmediatamente.

Esa misma tarde, al ir a trabajar, me fijé en que alquilaban un piso encima de la sala a muy buen precio, como consecuencia de los ruidos que inevitablemente producía. El lunes por la tarde lo visité y alquilé. Constaba de cuatro habitaciones. Dos vacías, una con una cama de matrimonio grande, mesita de noche y un armario y un salón con dos sillones, una mesa de centro, otra mesa alta con cuatro sillas y una tele vieja sobre un mueble aparte, además de baño, aseo y cocina.

Encargué la limpieza a una de las mujeres que hacían la de la sala y quedó todo listo para atender a las amigas.

El siguiente fin de semana festivo para mí, le informé a Marga que no iba a salir, para que me trajese cena, y dediqué el día a preparar papeles y rechazar las últimas ofertas informando la imposibilidad temporal de salir de la ciudad por causas familiares durante largos periodos y eliminar las desestimaciones de los laboratorios que habían respondido negativamente a mis currículums, así como también preparar mi trabajo alternativo como distribuidor de productos de belleza.

-¿No sales hoy?

Miré hacia la puerta, donde se encontraba Ana con Marga tras ella, y le dije:

-No. Me apetece más ver la película que echan por televisión y que no pude ver en el cine.

-¿Quieres que la veamos juntos mientras cenamos?

-Por mi encantado.

Le dijo a la sirvienta que trajese la cena para los dos y se fueron ambas. Mientras recogí todo y prepare mantel, vasos y bebidas.

Yo había dispuesto la mesa contando con ella en el sillón y yo en el sofá. Cuando volvieron ambas y trajeron la cena, Ana movió sus cubiertos y se puso a mi lado sin decir nada.

Venía ya en pijama y bata, yo llevaba una camiseta y un pantalón amplio. Mientras cenábamos, íbamos comentando las escenas de la película y le aclaraba cosas que no entendía, todo ello intercalado con anécdotas del trabajo.

Acabó la película y ninguno hicimos mención de levantarnos. Yo, como anfitrión, no debía, y ella… no lo sé.

Seguidamente comenzó un programa donde intervenían comentaristas políticos, tan interesante que a los pocos minutos, Ana se recostó sobre mí y poco después estaba dormida.

Esperé un poco más e hice la misma acción de la vez anterior. La llevé a mi cama, le quité la bata, la cubrí con la ropa y me aguanté la risa. Luego apagué luces, me desnudé y me metí en la cama también.

Esta vez me puse de costado hacia ella y pasé mi mano por su cintura. Minutos después, ella se giró de espaldas y quedó pegada a mí.

No lo puede evitar, su perfume que llenaba mi nariz, mi mano abrazando su cintura y su culo rozando mi polla a través de la fina tela del pijama, hicieron su efecto y empecé a excitarme.

Mi polla empezó a crecer y terminó presionado su culo con toda su dureza. Estaba seguro de que ella no dormía, pero no hacía movimientos para no delatarse.

Yo me giré hacia el otro lado, separándome de ella y haciendo un gran esfuerzo para dormirme.

Otra vez me desperté de madrugada. Me encontraba boca arriba. Esta vez ella se había girado hacia mí y su mano reposaba sobre mi vientre. Yo me hice el dormido nuevamente y la dejé hacer. Con un par de movimientos, alcanzó mi polla, que reposaba semi-erecta sobre el mismo vientre pero desviada a un lado, recorriéndola con su mano y consiguiendo que alcanzase su máximo esplendor.

Nuevamente me puse de costado, intentando parecer que lo hacía dormido, para quedar fuera de su alcance.

A la mañana siguiente, cuando me desperté empalmado como era lógico, me levanté intentando no despertarla, e iba a salir cuando la oí darme los buenos días. Me giré para deseárselos a ella también, mostrando, sin pudor, mi polla en erección.

-Buenos días Ana. Iba a ducharme. ¿Prefieres ir tú primero, hacerlo después o pasar a tu casa?

-No sé. –Dudó ruborizada. –Mejor paso a mi casa y pido a Marga que nos traiga el desayuno.

Más tarde, ya duchados y vestidos, estábamos desayunando cuando me lanzó la pregunta del terror:

-¿Te puedo hacer una pregunta?

-Por supuesto, dime.

-Jomo, ¿a ti te gusto?

“Jodeeer, y ahora que le digo”.

-Bueno, es algo que no me he planteado. Nuestro contrato me obliga a permanecer impasible. ¿Por qué me lo preguntas?

-Me da la impresión de que me ignoras y esquivas.

-Te recuerdo que ni siquiera este desayuno está incluido en nuestro acuerdo. Si te parece, podemos retomar la conversación cuando haya vencido.

Con eso di por zanjados los comentarios, aunque sé que ella quería seguir.

Me invitó a visitar una exposición, pero decliné la invitación aludiendo que tenía que trabajar. No me interesaba seguir con el tema.

Cuando nos separamos, hice una llamada a Marta para citarla en el piso a las seis de la tarde para estar hasta las ocho, hora en la que ese día entraba a trabajar, coincidiendo que su marido acababa de salir de viaje nuevamente para estar el lunes a primera hora en su destino.

Cuando llegué, ya me esperaba en la puerta. Lo primero que hice fue entregarle una llave del portal para que me pudiese esperarme dentro.

Durante el tiempo transcurrido desde que alquilé el piso, había ido reuniendo objetos que pensaba iba a necesitar con ella.

Fuimos directamente a la habitación, donde la hice desnudar. Nerviosa, fue quitándose el vestido que llevaba y el sujetador. Me había obedecido en todo. Su coño depilado relucía por su excitación.

Mientras terminaba de desnudarme yo, y solamente para ponerla nerviosa, la hice acostar, separar las piernas y doblar las rodillas, anunciándole que le iba a realizar una inspección y a castigarla si encontraba un solo pelo.

Una de las cosas que tenía preparadas eran almohadas gruesas, de esponja dura, con corte en forma de cuña. Coloqué una bajo su culo para levantarlo bien. Me coloqué entre sus piernas y fui pasando la lengua por su monte de venus, encontrándolo suave, a pesar de que se lo había afeitado en lugar de depilación a la cera o laser.

Conforme iba bajando hacia su raja, iba subiendo más su cuerpo.

En uno de los lados, cerca de su raja, había una zona un poco más rasposa.

-Esto no está bien depilado. Voy a tener que castigarte otra vez y seguiremos así hasta que hagas las cosas bien.

-Lo que tú digas.

Proseguí mí recorrido con la lengua, esta vez pasando por las ingles, de un lado a otro, cruzando por encima de su raja, lo que hacía que se excitase más.

-Aquí tampoco está bien depilado. Tendrás un segundo castigo.

-Mmmmmm. Sí, lo que tú digas.

Yo estaba que no podía más y ella era una fuente de flujos. Terminé de recorrer el camino hasta su ano y, aunque encontré más, no comente nada y la hice ponerse a cuatro patas para que no supiese lo que iba a hacer, si castigarla, metérsela por el culo o por el coño.

Una vez bien colocada, le metí la mitad de la polla por el coño, de un solo golpe.

-Oooooooh. Dios mío, qué me has metido. Me vas a romper.

-Solo te he metido la mitad de la polla y ahora te voy a meter el resto.

-Por favor, es muy grande, despaci…Oooooooh me estás partiendo en doooos. Despacio por favor.

-Ya ha hecho tope. Todavía queda un cuarto por meter, pero te habrá entrado antes de irnos.

Empecé a moverme a mi ritmo, sin preocuparme de ella, la sacaba completamente y la clavaba hasta el fondo, sin hacer caso de los gemidos de dolor de ella. Pronto se adaptó a mi tamaño y eso se notó al instante. Los gemidos de dolor se cambiaron por placer, sobre todo cuando mis huevos pegaban con su clítoris

Conforme veía que se excitaba más, fui disminuyendo a profundidad de mis clavadas y por tanto la estimulación del clítoris. No obstante, el roce intenso de su estrecho coño seguía excitándola, pero no más que a mí.

Estuve aguantando hasta que me pareció que se iba a correr, entonces le solté toda mi corrida bien adentro. No hice ningún movimiento hasta que perdió dureza. Entonces la saqué y le di una fuerte palmada en cada cachete.

Impedí que se moviera y me fui al armario donde guardaba las cosas, tomé un vibrador simulando una polla gorda, larga y venosa, muy similar a la mía, volví tras ella y se lo clavé en el coño. Otro más delgado, algo más grueso que un dedo, se lo metí en el culo y puse ambos a funcionar despacio.

Movía su pelvis atrás y adelante, como si estuviese follando a alguien. Yo tomé del armario una paleta y le di un golpe en medio de su culo.

Detuvo sus movimientos y se le escapó un leve sonido, que contuvo a tiempo. Tres golpes más, separados en el tiempo, siguieron al primero.

Me pareció que no era dolor lo que sentía, sino placer. Al contraer sus músculos, las sensaciones de los vibradores se acentuaban. No lo sabría decir, pero juraría que se corrió por lo menos una vez.

Volví a mi armario para recoger unas tiras de velcro que formaban una especie de tanga ajustable, para ponérselo y evitar que se le saliesen los vibradores.

Me metí delante de ella, poniendo mi polla ante su boca y lo entendió a la primera, poniéndose a hacer una mamada, en la que, al estar a cuatro patas y elevada, no podía hacer uso de las manos.

Cuando me di cuenta, faltaba poco tiempo para entrar a trabajar, por lo que le hice dejar la mamada, aceleré mi orgasmo, por otra parte cercano ya, con mi mano y le solté todo sobre su cara.

Fueron tres golpes, uno directo al pelo, otro en su ojo derecho y el tercero sobre sus labios.

Tuve el tiempo justo para salir corriendo, ducha rápida, vestirme y darme cuenta cuando iba a salir que Marta estaba todavía en la cama con los vibradores, emitiendo un gemido constante y babeando.

Le dije que se quitase todo, lo limpiase bien y se fuese a su casa. Si quería podía ducharse antes de irse. Era justo la hora cuando entraba en el local.

Relato erótico: “La noche que conocí a Sonia” (POR GOLFO)

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Estaba sentado, tomándome una copa, cuando me la presentaron. No comprendí, en un primer momento, la razón por la que me afectó tanto su presencia. Sonia era una mujer atractiva pero soy un perro viejo que no se alborota fácilmente con un escote sugerente, por eso me resultó tan extraño que, al darle un cortés beso en la mejilla, todo mi ser reaccionara de esa forma. Era como si el reloj de mi vida, hubiera dado marcha atrás y volviera a ser un adolescente. Creo que incluso permanecí con la boca abierta mientras ella seguía saludando a mis amigos.

 
Confuso traté de analizar que es lo que me atraía de ella. Sin importarme que me pillara observándola, recorrí su cuerpo, fijándome en su piel, en su vestido, en la coquetería de sus movimientos, hasta que llegando a su cara, descubrí en sus ojos una mirada mezcla de picardía y curiosidad.
 
-¿Te gusta lo que ves?-, me preguntó echándose hacia delante para darme una mejor visión de sus pechos.
 
-Si-, le respondí descaradamente,- pero no es eso. Hay algo en ti que me provoca-.
 
Le debió hacer gracia mi comentario, por que levantándose de la silla, se dio la vuelta, y llamando mi atención, me dijo riéndose:
 
-¿Será esto?-, mientras sus manos recorrían su trasero, pegando la tela del vestido para que me fijara en la rotundidad de sus formas.
 
Tenía un culo perfecto. Duro y respingón, que en otra época hubiera sido suficiente para alterarme la hormonas, pero no para perturbar la tranquilidad de un cuarentón de esa manera. Debía haber algo más.
 
-Lo tienes precioso-, le dije galantemente. Realmente lo tenía, pero no podía ser esa la razón por la que tenía erizado todos mis vellos. Esa mujer me agradaba físicamente, incluso me resultaba atractiva la idea de poseerla, de levantarme de mi asiento y llevármela lejos para disfrutar de sus caricias, pero tenía miedo.
 
Miedo de saber que por primera vez en años, una mujer desconocida había hecho que mi sangre se alterara. Que sin casi haber cruzado con ella dos palabras, toda mi mente se replanteara mi vida de solterón, soñando con tenerla entre mis brazos. No me reconocía en el idiota que incapaz de soportar la tensión, tomó la decisión de marcharse.
 
Sin despedirme, salí del local. Ni siquiera aguardé como otras tantas veces que me trajeran el coche, sino que pidiéndole las llaves al aparca, lo saqué yo mismo del garaje. Todo me daba vueltas.
 
-¿Qué estoy haciendo?-, me preguntaba al detenerme en el semáforo. -¿Por qué huyo?-, trataba de comprender mientras esperaba que se pusiera en verde.
 
Esa mujer había derrumbado mis defensas. Con su sola presencia, mis muros alzados durante tantos años, habían caído hechos añicos, dejándome sólo la certeza de mi debilidad. La máscara de imbatibilidad que tanto me había costado forjar, se había deshecho en jirones, nada más verla.
 
Acelerando al llegar a la Castellana, una pregunta retumbaba en mis oídos, ¿por qué?, ¿por qué?…..
 
Mi propio apartamento, que siempre había sido para mí un refugio, me resultó deprimente. Los cuadros de las paredes, que hasta esa noche me recordaban mi éxito y que eran la envidia de mis conocidos, me parecían láminas sin ningún valor. Incluso el Antonio López, que era mi orgullo y que tanto me había costado adquirir, en ese momento me recordaba a una postal barata.
 
Cabreado, me serví un whisky. Con el vaso entre mis manos, traté de analizar mi comportamiento pero me resultó imposible. Nada me daba la clave que me hiciera comprender lo que me ocurría. Estaba a punto de caer en la desesperación, cuando escuché el telefonillo.
 
-¿Quién será?-, me pregunté al descolgar.
 
-Ábreme-.
 
Como un autómata obedecí. Era ella.
 
Nervioso, esperé, en la puerta del ascensor, su llegada. No sabía como me había localizado, ni siquiera que es lo que le había llevado allí pero supe mientras oía el ruido de la maquinaria subiendo que estaba hundido.
 
Convencido que tras esa noche, mi vida iba a tomar otro rumbo y que no podía hacer nada por librarme, abrí la puerta. Su sonrisa, al salir, no hizo más que confirmar mis temores. Sonia segura de si misma, entró en mi casa como si fuera suya y sentándose en el salón, me dijo riéndose que le había dejado a medias y que como estaba intrigada por saber que era lo que me atraía de ella, no se iba a ir sin descubrirlo.
 
-No lo sé-, tuve que reconocer y tratando de cambiar el tema, le ofrecí una copa.
 
No esperé su respuesta, huyendo por segunda vez de ella, fui a servírsela, pensando en que eso me daría tiempo de pensar. Pero de nada me sirvió porque al darme la vuelta, la encontré desnuda en el centro del salón y muerta de risa, me dijo:
 
-Volvamos a empezar, ¿Te gusta lo que ves?-.
 
Hipnotizado, me acerqué observándola. Estaba disfrutando de mi nerviosismo. Sin pensar en las consecuencias, acaricié sus pechos con mis manos, mientras ella sonreía. Sus pezones eran oscuros como mi futuro pero aún así acercando mis labios, no pude evitar el besarlos.
 
-¿Es esto lo que te atrae de mí?-, me dijo, mientras se los pellizcaba.
 
Absorto, vi como se erizaban sus aureolas. Convertidas en dos pequeños botones, me llamaban a su lado y, ya babeando, intenté volver a besarlas pero su dueña jugando se separó de mí, bromeando:
 
-¿O será mi espalda?-.
 
Levantó sus brazos y, ridiculizándome, me mostró su parte trasera. Con la respiración entrecortada, observé la perfección de sus curvas, su columna, su cintura y sus nalgas, sin atreverme a nada más.
 
-Tócame-, me ordenó.
 
Para aquel entonces, mi voluntad había desaparecido, la urgencia de mi deseo era mayor que mi reticencia a ser usado y por eso arrodillándome a su lado, mis labios y mi lengua recorrieron su trasero mientras ella no paraba de reírse. Mis dedos me ardían al tocar su piel, era como si una fogata se hubiera instalado dentro de mi cuerpo, quemándome.
 
Torturándome, me dejó hincado sobre la alfombra. Sentándose sobre la mesa, me llamó diciendo:
 
-¡Mira!-.
 
Había abierto sus piernas y, separando sus labios, me mostraba su rosado botón del placer. La lujuria con la que me ordenaba que me acercara, me transformó en su esclavo y gateando por el suelo, fui a su encuentro.
 
Su sexo perfectamente depilado y sus dedos ensortijados se unieron en una sensual danza de la que yo sólo era convidado de piedra. Teniéndolos a menos de un palmo de mis ojos, observé como sus yemas se hacían con su clítoris mientras yo era un espectador de sus maniobras. Quieto a su lado, vi como se licuaba, como temblaban sus piernas al ritmo de su orgasmo y como requiriendo mi presencia, me agarraba la cabeza acercando su vulva a su presa.
 
Saboreé sus pliegues. La penetré con mi lengua. Acaricié sus muslos. Bebí de su placer, hasta que cortando mi inspiración y dejándome sediento, me llevó a mi cama.
 
-Desnúdate-, me exigió, mientras se ponía a cuatro patas sobre mi colchón.
 
Mi ropa cayó al suelo. No hacía falta que insistiera. La visión de su desnudez era demasiado atractiva para oponerme y con mi pene totalmente excitado, me acerqué a ella.
 
-¿Qué esperas?-, me dijo moviendo sus caderas.-¿Necesitas ayuda?-, me preguntó mientras separaba sus nalgas, enseñándome el camino.
 
Recogiendo un poco de su flujo, le embadurné su hoyuelo tratando de no hacerle daño, pero ella agarrando mi extensión la puso en su entrada, gritándome que estaba lista. Sin voluntad, sentí como se clavaba mi miembro en su interior. Centímetro a centímetro lo vi desaparecer mientras sus músculos presionaban la piel de mi erección. Me pareció que estaba en el cielo y que sus chillidos eran alabanzas celestiales a mi virilidad.
 
La locura se desencadenó en cuanto sentí como se deshacía entre mis piernas y colocando mis manos en sus hombros, me di cuenta que la tenía en mi poder. Se había roto el hechizo, por fin sabía que era lo que me atraía de ella. Era su olor. 

La mezcla de su esencia natural de hembra necesitada con Dune, un perfume carísimo de Christian Dior, era lo qué me excitaba.
 
Ya sabiendo la razón de tan insana atracción, forzando sus caderas, empecé a apuñalarla con mi pene. Ahora era yo quien mandaba y ella la víctima. Sonia se dio cuenta del cambio al sentir mis manos azotando su trasero. Intentó protestar pero no le di opción al marcarle el ritmo infernal. Primero se quejó de la virulencia de mis embestidas, luego gimió desesperada por los golpes, para deshacerse entre mis piernas al percibir que bajo mi mando su cuerpo se retorcía de placer, pidiéndome más.
 
-¡Date la vuelta-, le ordené.
 
Indefensa, vio su sexo violado mientras me apoderaba de sus pechos. Sin compasión, me vengué pellizcándole los pezones. Sus gritos ahora hablaban de sumisión, la bella mujer que me había poseído, se retorcía pidiéndome perdón mientras su sexo se anegaba al compás que yo le marcaba.
 
-¿Te gusta?, Putita-, le susurré al oído.
 
Cuanto más bestial me comportaba, más se excitaba. Su mirada reflejaba la tensión de la entrega cuando mis manos se cerraron sobre su cuello.
 
-¿Sabes lo que es la anoxia?-, le pregunté mientras empezaba a apretar.
 
-No-, alcanzó a gritar antes de que su garganta se cerrara.
 
-Es la falta de oxígeno-, su tez se estaba amoratando por la ausencia de aire, – y resulta que incrementa el placer de quien lo sufre-.
 
Aterrada, intentó zafarse de mi abrazo pero cuando ya creía que iba a morir estrangulada, notó como su cuerpo reaccionaba y que el placer reptaba por su piel, consumiéndola. Su espalda, totalmente encorvada, se retorcía buscando profundizar en el abismo que la dominaba mientras de su cueva emergía como un riachuelo el resultado de su deseo. Al desplomarse sobre la cama, la solté dejándola respirar pero el oxigeno al entrar en sus pulmones, lejos de calmarla, maximizó su orgasmo y gritando se abrazó a mí con sus piernas mientras lloraba pidiéndome perdón.
 
-¿Por qué te tengo que perdonar?-, le respondí mientras regaba con mi simiente su interior, -Has venido a mí sin que yo te lo pidiera, intentando someterme, pero ahora la esclava es otra y así te voy a mantener-.
 
Sus ojos repletos de lágrimas me hicieron saber que la había descubierto y que desde esa noche en la que ella había salido de caza, iba a ser adicta a mis caricias. Había querido entretejer una tela de araña alrededor de su cuerpo, y ahora sabía que se había enredado en su propia trampa, que ya era incapaz de escapar.

Relato erótico: “Memorias de una jovencita 3 Final” (POR ROGER DAVID)

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Memorias sobre una Jovencita 3 Final

Relato original Memorias de una Pulga

Tercera Parte

Desde su encuentro con el rustico mozuelo cuya simpleza tanto le había interesado, en la rústica vereda que la conducía a su casa, Bella no dejó de pensar en los términos en los que aquél se había expresado, y en la extraña confesión que el jovenzuelo le había hecho sobre la complicidad de su padre en sus actos sexuales con otras jóvenes.

Estaba claro que su recién conocido era tan simple que se acercaba a la idiotez, y, a juzgar por su observación de que “mi padre no es tan listo como yo” suponía que el defecto era congénito. Y lo que ella se preguntaba era si el padre de aquel simplón poseía, tal como lo declaró el muchacho, un miembro de proporciones todavía mayores que las del hijo.

Dado su hábito de pensar casi siempre en voz alta sobre todo si se trataba de una buena verga y sus exquisiteces, yo sabía a la perfección que a Bella no le importaba la opinión de su tío, ni le temía ya al padre Ambrosio.

Sin duda alguna estaba resuelta a seguir su propio camino, pasare lo que pasare, y por lo tanto no me admiré lo más mínimo cuando a los días, y aproximadamente a la misma hora, la vi encaminarse hacia la pradera.

En un campo muy próximo al punto en que observó el encuentro sexual entre el caballo y la yegua, Bella descubrió al mozo entregado a una sencilla labor agrícola. Junto a él se encontraba una persona alta y notablemente morena, de unos cuarenta y cinco años. Casi al mismo tiempo que ella divisó a los individuos, el jovenzuelo la advirtió a ella, y corrió a su encuentro, después de que, al parecer, le dijera una palabra de explicación a su compañero, mostrando su alegría con una amplia sonrisa de satisfacción.

–Este es mi padre…, -le dijo, señalando al que se encontraba a sus espaldas, ven y pélasela tal como lo hiciste conmigo el otro día.

–¡Qué desvergüenza es esta, picaruelo atrevido! —repuso la joven Bella más inclinada a reírse que a enojarse. –¿Cómo te atreves a usar ese lenguaje?

–¿A qué viniste entonces? —le preguntó el muchacho, –¿No fue para coger tal como te comprometiste? -En ese momento habían llegado al punto donde se encontraba el hombre, el cual clavó su azadón en el suelo, y le sonrió a la muchacha en forma muy parecida a como lo hacía el chico.

El hombre de campo era fuerte y bien formado, y. a juzgar por las apariencias, la chica pudo comprobar que si poseía los atributos de que su hijo le habló en su primera entrevista, este otra vez le habló.

–Mira a mi padre, ¿no es como te dije? —observó el jovenzuelo, –¡Deberías verlo coger!

No cabía disimulo. Se entendían entre ellos a la perfección, y sus sonrisas eran más amplias que nunca. El hombre pareció aceptar las palabras del hijo como un cumplido, y posó su mirada sobre la delicada jovencita. Probablemente nunca se había tropezado con una de su clase, y resultaba imposible no advertir en sus ojos el comienzo de una lujuria desmedida que se reflejaba en el brillo de sus ojazos negros.

La joven Bella comenzó a pensar que hubiera sido mejor no haber ido nunca a aquel lugar. Por su parte el joven campesino seguía hablándole:

–Me gustaría enseñarte la macana que tiene mi padre —le dijo, y, dicho y hecho, comenzó a desabrochar los pantalones de su respetable progenitor. La chica se cubrió los ojos e hizo ademán de marcharse. En el acto el hijo le interceptó el paso, cortándole el acceso al camino y tomándola del brazo.

–¡Me gustaría culearte! —Exclamó el padre con voz ronca acercándose a ella y también tomándola de su otro bracito, –A Tim también le gustaría hacerlo, de manera que no debes irte. Quédate y serás bien culeada.

Bella estaba realmente asustada.

–No puedo… –les dijo la preocupada chica al sentirse bien sujeta por esos dos osados campesinos, –De veras que no puedo, deben dejar que me vaya. No pueden sujetarme así. No me arrastren. ¡Suéltenme! ¿A dónde me llevan?

Había una casita en un rincón del campo, y se encontraban ya a las puertas de la misma. Un segundo después la pareja la había empujado hacia dentro, cerrando la puerta detrás de ellos, y asegurándola luego con una gran tranca de madera. Bella echó una mirada en derredor, y pudo ver que el lugar estaba limpio y lleno de pacas de heno. También pudo darse cuenta de que era inútil resistir. Sería mejor estarse quieta, y tal vez a fin de cuentas la pareja aquella no le haría daño. Advirtió, empero, las protuberancias en las partes delanteras de los pantalones de ambos, y no tuvo la menor duda de que sus ideas andaban de acuerdo con aquella excitación.

–Quiero que veas la verga de mi padre… ¡y también tienes que ver sus bolas! -Y siguió el muchacho desabrochando los botones de la bragueta de su progenitor. Asomó el faldón de la camisa, con algo debajo que abultaba de manera singular.

–¡Oh!, estate ya quieto, padre —susurró el hijo. –Déjale ver a la señorita tu macana. Dicho esto alzó la camisa, y exhibió a la vista de Bella un miembro tremendamente erecto, con una cabeza ancha como una ciruela, muy roja y gruesa, pero no de tamaño muy fuera de lo común, esta se encorvaba considerablemente hacia arriba, y la cabeza, dividida en su mitad por la tirantez del frenillo, se inclinaba mucho más hacia su velludo vientre.

El arma era sumamente gruesa, bastante aplastada y tremendamente hinchada. La joven sintió el hormigueo de la sangre a la vista de aquel miembro. La nuez era tan grande como un huevo, regordeta, de color púrpura, y despedía un fuerte olor.

El muchacho hizo que se acercara, y que con su blanca manecita lo apretara.

–¿No te dije que su verga era más grande que la mía? -siguió diciendo el jovenzuelo. –Véala, la mía ni siquiera se aproxima en tamaño a a de mi padre.

La notable jovencita burguesa se volvió hacia el cuerpo del joven campesino. El muchacho había abierto sus pantalones para dejar totalmente a la vista su formidable pene. Estaba en lo cierto: no podía compararse en tamaño con el del padre.

El mayor de los dos agarró a Bella por la cintura. También Tim intentó hacerlo, así como meter sus manos por debajo de sus ropas. Entrambos la zarandearon de un lado a otro, hasta que un repentino empujón la hizo caer sobre el heno. Su falda no tardó en volar hacia arriba. El vestido de Bella era ligero y amplio el cual también salió desprendido de su cuerpo, y la muchacha extrañamente ese día había ido sin ropa interior, luego entre ambos le desbrocharon sus pequeños zapatitos de cabritilla hasta quitárselos, todo esto ante los atónitos ojos de la joven que tampoco oponía mucha resistencia que digamos, es decir en muy poco tiempo ya la tenían completamente desnuda.

Tan pronto vio la pareja de hombres su esplendoroso cuerpo adolescente desnudo alojado en la alfombra de heno, con sus bien torneadas y blancas piernas temblorosas, que dando un resoplido se arrojaron ambos a un tiempo sobre ella. Siguió una lucha en la que el padre, de más peso y más fuerte que el muchacho, llevó la ventaja. Sus calzoncillos y pantalones estaban caídos hasta los talones y su grande y grueso carajo llegaba muy cerca del ombligo de Bella. Esta se abrió de piernas, ansiosa de probarlo. Pasó su mano por debajo y lo encontró caliente como la lumbre, y tan duro como una barra de hierro.

El hombre, que malinterpretó sus propósitos, apartó con rudeza su mano, y sin ayuda colocó la punta de su pene sobre los rosados y ansiosos labios del sexo de Bella. Esta abrió lo más que pudo sus juveniles miembros, y el campesino consiguió con varias estocadas alojarlo hasta la mitad. Llegado este momento se vio abrumado por la excitación y dejó escapar un terrible torrente de fluido sumamente espeso. Descargó con violencia y, al tiempo de hacerlo, se introdujo dentro de ella hasta que la gran cabeza dio contra su matriz, en el interior de la cual vertió parte de su semen.

–¡Ahhhhhh…! ¡Me está matando! —gritó la muchacha, medio sofocada. –¿Qué es esto que derrama en mi interior? —Es el semen, eso es lo que es —observó Tim, que se había agachado para deleitarse con la contemplación del espectáculo. –¿No te dije que mi padre era bueno para coger?

Bella pensó que el hombre la soltaría, y que le permitiría levantarse, pero estaba equivocada. El largo miembro, que en aquellos momentos se insertaba hasta lo más hondo de su ser, engrosaba y se envaraba mucho más que antes. El campesino empezó a moverse hacia adelante y hacía atrás, empujando sin piedad en las partes íntimas de Bella a cada nueva embestida. Su gozo parecía ser infinito. La descarga anterior hacía que el miembro se deslizara sin dificultades en los movimientos de avance y retroceso, y que con la brusquedad de los mismos alcanzara las regiones más blandas.

Poco a poco la joven Bella llegó a un grado extremo de excitación. Se entreabrió su boca, pasó sus piernas sobre las espaldas de él y se asió con sus desnudos brazos a las mismas convulsivamente.

De esta manera pudo favorecer cualquier movimiento suyo, y se deleitaba al sentir las fieras sacudidas con que el lujurioso sujeto hundía su ardiente arma en sus entrañas. Por espacio de un cuarto de hora se libró una batalla entre ambos. Bella se había venido con frecuencia, y estaba a punto de hacerlo de nuevo, cuando una furiosa cascada de semen surgió del miembro del hombre e inundó sus entrañas.

El individuo se levantó después, y retirando su carajo, que todavía exudaba las últimas gotas de su abundante eyaculación, se quedó contemplando pensativamente el jadeante cuerpo que acababa de abandonar. Su miembro todavía se alzaba amenazador frente a ella, vaporeante aún por efecto del calor de esa joven rendija que acababa de probar.

Tim, con verdadera devoción filial, procedió a secarlo y a devolverlo, hinchado todavía por la excitación a que estuvo sometido, a la bragueta del pantalón de su padre. Hecho esto el joven comenzó a ver con ojos de carnero a la desnuda jovencita, que seguía acostada en el heno, recuperándose poco a poco.

Sin encontrar resistencia, se fue sobre ella y comenzó a hurgar con sus dedos en las partes íntimas de la muchacha.

Esta vez fue el padre quien acudió en su auxilio. Tomó en su mano el arma del hijo y comenzó a pelarla, con movimientos de avance y retroceso, hasta que adquirió rigidez. Era una formidable masa de carne que se bamboleaba frente al rostro de Bella.

–¡Que los cielos me amparen! Espero que no vayas a introducir eso dentro de mí —murmuró Bella.

–Claro que si —contestó el muchacho con una de sus estúpidas sonrisas. Papá me la frota y me da gusto, y ahora voy a cogerte a ti. El padre conducía en aquellos momentos el taladro hacia los muslos de la muchacha. Su vagina, todavía inundada con las blancas eyaculaciones que el campesino había vertido en su interior, recibió rápidamente la roja cabeza. Tim empujó, y doblándose sobre ella introdujo el aparato hasta que sus pelos rozaron la piel de Bella.

–¡Ohhh, es terriblemente larga! —gritó la joven. –Lo tienes demasiado grande, muchachito tonto. No seas tan violento. ¡Oh, me matas con tu cosa! ¡Cómo empujas! ¡No puedes ir más adentro ya!, -en tanto el joven campesino seguía penetrándola en forma abrutada antes los seguidos reclamos de la chica. –¡Con suavidad, por favor! Está totalmente dentro. Lo siento en la cintura. ¡Oh, Tim! ¡Muchacho horrible!

–Dáselo —murmuró el padre, al mismo tiempo que le cosquilleaba los testículos y las piernas. –Tiene que caberle entero, Tim. ¿No es una belleza? ¡Qué coñito tan apretado tiene! ¿No es así muchachito?

–¡Ufff! No hables, padre, que así no puedo cógemela tranquilo.

Durante unos minutos se hizo el silencio. No se oía más ruido que el que hacían los dos cuerpos en la lucha entablada sobre el heno. Al cabo, el muchacho se detuvo. Su carajo, aunque duro como el hierro, y firme como la cera, no había expelido una sola gota, al parecer. Lo extrajo completamente enhiesto, vaporoso y reluciente por la humedad.

–No puedo venirme —dijo, apesadumbrado.

–Es la masturbación —explicó el padre. –Se la casca tan a menudo que ahora la extraña.

Bella yacía jadeante y en completa exhibición de su cuerpo, luego de unos segundo incorporándose a la situación gateo desnuda acercándose a los dos hombres quedando frente a la verga del joven. Entonces el hombre mayor llevó su mano a la verga de Tim, y comenzó a frotarla vigorosamente hacia atrás y hacia adelante. La muchacha esperaba a cada momento que se viniera sobre su cara.

Después de un rato de esta sobreexcitación del hijo y donde la chica otra vez esperaba de espaldas y con las piernas abiertas mirando esa inquietante masturbación, el padre llevó de repente la ardiente cabeza de la verga a la acuosa hendidura de Bella, y cuando el pene por fin pudo entrar en su totalidad quedando bien alojado en la matriz de la excitada jovencita un verdadero diluvio de esperma salió expulsado desde los testículos del muchacho, para anegar el interior de la hermosa muchachita.

Tim empezó a retorcerse y a luchar sobre el curvilíneo cuerpo que estaba fertilizando y terminó por morderla en el brazo.

Cuando hubo terminado por completo esta descarga, y el enorme miembro del muchacho dejó de estremecerse, el jovenzuelo lo retiró lentamente del cuerpo de Bella, y ésta pudo levantarse con la intención de recoger su ropa y vestirse. Sin embargo, ellos no tenían intención de dejarla marchar, ya que, después de abrir la puerta, el muchacho miró cautelosamente en torno, y luego, volviendo a colocar la tranca, se volvió hacia Bella para decirle:

–Fue divertido, ¿no? —Observó,-le dije que mi padre era bueno para cogerse a las muchachas.

–Sí, me lo dijiste, pero ahora tienes que dejarme marchar. Anda, sé bueno. –La ropa de la joven aún estaba en el suelo, por lo tanto se mantenía desnuda y de pie delante de los dos hombres. Una mueca a modo de sonrisa fue la única respuesta por parte del campesino más joven.

La joven Bella miró hacia el hombre y quedó aterrorizada al verlo completamente desnudo, desprovisto de toda prenda de vestir, excepción hecha de su camisa y sus zapatos, y en un estado de erección que hacía temer otro asalto contra sus encantos, todavía más terrible que los anteriores. Su miembro estaba literalmente lívido por efecto de la tensión, y se erguía hasta tocar su velludo vientre. La cabeza había engrosado enormemente por efecto de la irritación previa, y de su punta pendía una gota reluciente.

–¿Me dejarás que te culee de nuevo? —preguntó el hombre, al tiempo que agarraba a la desnuda damita por la cintura y llevaba la mano de ella a su instrumento.

–Haré lo posible… —murmuró Bella. Y viendo que no podía contar con ayuda alguna, sugirió que él se sentara sobre el heno para montarse ella a caballo sobre sus rodillas y tratar de insertarse la masa de carne pardusca para después cabalgarlo.

Tras de algunas arremetidas y retrocesos entró el miembro, y comenzó una segunda batalla no menos violenta que la primera. Transcurrió media hora completa en donde la ya sudada chica estuvo galopando aceleradamente la verga del campesino con pequeños intervalos en donde la joven enderezaba su cuerpo para quedarse ondulando suavemente sobre la verga que tenía ensartada, y luego de recuperar aliento reclinarse nuevamente sobre el cuerpo del hombre e iniciar la cabalgata.

Al parecer, era el de mayor edad el que ahora no podía lograr la eyaculación.

–¡Cuán fastidiosos son!, pensaba Bella sin dejar de subir y bajar sus caderas con el único afán de hacer llegar al orgasmo al campesino mas viejo.

–Frótamelo, chiquilla… —dijo el hombre, extrayendo su miembro del interior del cuerpo de ella, todavía más duro que antes. Bella lo agarró con sus manecitas y lo frotó hacia arriba y hacia abajo. Tras un rato de esta clase de excitación, se detuvo al observar que el enorme pomo exudaba un chorrito de semen. Apenas lo había encajado de nuevo en su interior, cuando un torrente de leche irrumpió en su seno. Alzándose y dejándose caer sobre él alternativamente, Bella bombeó hasta que él hubo terminado por completo, después de lo cual la dejaron irse.

————————————————————————-

Al fin llegó el día; despuntó la mañana fatídica en la que la hermosa Julia Delmont había de perder el codiciado tesoro que guardaba entre medio de sus piernas que con tanta avidez se solicita por una parte, y tan irreflexivamente se pierde por otra.

Era todavía temprano cuando Bella oyó sus pasos en las escaleras, y no bien estuvieron juntas cuando un millar de agradables temas de charla dieron pábulo a una conversación animada, hasta que Julia advirtió que había algo que Bella se reservaba.

En efecto, su hablar animoso no era sino una máscara que escondía algo que se mostraba renuente a confiar a su compañera.

–Adivino que tienes algo qué decirme, Bella; algo que todavía no me dices, aunque deseas hacerlo. ¿De qué se trata Bella?

–¿No lo adivinas? —preguntó ésta, con una maliciosa sonrisa que jugueteaba alrededor de los hoyuelos que se formaban junto a las comisuras de sus rojos labios.

–¿Será algo relacionado con el padre Ambrosio? —Preguntó Julia. –¡Oh, me siento tan terriblemente culpable y apenada cuando le veo ahora, no obstante que él me dijo que no había malicia en lo que hizo!

–No la había, de eso puedes estar segura. Pero… ¿qué fue lo que hizo?

–¡Oh, si te contara! Me dijo unas cosas…, y luego pasó su brazo en torno a mi cintura y me besó hasta casi quitarme el aliento.

–¿Y luego? —preguntó Bella.

–¡Qué quieres que te diga, amiga! Dijo e hizo mil cosas, ¡si hasta llegué a pensar que iba a hacerme perder la razón!

–Dime algunas de ellas, cuando menos.

—Bueno, pues después de haberme besado tan fuertemente, metió sus manos por debajo de mis ropas y jugueteó con mis pies y con mis medias.., y luego deslizó su mano más arriba…, hasta que creí que me iba a desvanecer.

–¡Ah, picaruela! Estoy segura que en todo momento te gustaron sus caricias.

–Claro que si… ¿Cómo podría ser de otro modo? Me hizo sentir lo que nunca antes había sentido en toda mi vida.

–Vamos, Julia, eso no fue todo. No se detuvo ahí, tú lo sabes.

–¡Oh, no, claro que no! Pero no puedo hablarte de lo que hizo después.

–¡Déjate de niñerías! —Exclamó Bella, simulando estar molesta por la reticencia de su aun angelical amiga. –¿Por qué no me lo confiesas todo?

–Supongo que no tiene remedio, pero parecía tan escandaloso, y era todo tan nuevo para mí, y sin embargo tan sin malicia… de eso si estoy segura, pero bueno después de haberme hecho sentir que moría por efecto de un delicioso estremecimiento provocado con sus dedos, de repente tomó mi mano con la suya y la posó sobre algo que tenía él, y que parecía como el brazo de un niño.

Me invitó a agarrarlo estrechamente. Hice lo que me indicaba, y luego miré hacia abajo y vi una cosa roja, de piel completamente oscura, con venas azules, con una curiosa punta redonda color púrpura, parecida a una ciruela. Después me di cuenta de que aquella cosa salía entre sus piernas, y que estaba cubierta en su base por una gran mata de pelo negro y rizado. Julia dudó un instante.

–Sigue —le dijo Bella, alentándola.

–Pues bien; mantuvo mi mano sobre ella e hizo que la frotara una y otra vez. ¡Era tan larga, estaba tan rígida y tan caliente! -No cabía dudarlo, sometida como estaba el arma de Ambrosio a la excitación por parte de la manita de aquella pequeña beldad. –Después tomó mi otra mano y las puso ambas sobre aquel objeto peludo. Me espanté al ver el brillo que adquirían sus ojos, y que su respiración se aceleraba, pero él me tranquilizó. Me llamó “mi querida niña”, algo que me gustó mucho en la forma que me lo decía, luego levantándose, me pidió que acariciara aquella cosa dura con mis senos y me la mostró muy cerca de mi cara.

–¿Eso fue todo? -preguntó Bella, en tono persuasivo.

–No, no. Desde luego, no fue todo; ¡pero siento tanta vergüenza…! ¿Debo continuar? ¿Será correcto que divulgue estas cosas? Bien. Después de haber cobijado aquel monstruo en mí seno por algún tiempo, durante el cual latía y me presionaba ardiente y deliciosamente, me pidió que lo besara. Lo complací en el acto. Cuando puse mis labios sobre él, sentí que exhalaba un aroma extraño pero muy rico. A petición suya seguí besándolo. Me pidió que abriera mis labios y que frotara la punta de aquella cosa entre ellos y lo hice. Enseguida percibí una humedad en mi lengua y unos instantes después un espeso chorro de un líquido blanco y caliente se derramó sobre mi boca del cual tragué una gran cantidad, también bañó con este mi cara y mis manos. Todavía estaba jugando con aquella cosa, cuando el ruido de una puerta que se abría en el otro extremo de la iglesia obligó al buen padre a esconder lo que me había confiado, porque dijo que la gente vulgar no debe saber lo que tú sabes, ni hacer lo que yo te he permitido hacer. Sus modales eran tan gentiles y corteses, que me hicieron sentir que yo era completamente distinta a todas las demás muchachas. Pero dime querida Bella, ¿cuáles eran las misteriosas noticias que querías comunicarme? Me muero por saberlas.

–Primero quiero saber si el buen padre Ambrosio te habló o no de los goces… o placeres que proporciona el objeto con el que estuviste jugueteando, y si te explicó alguna de las maneras por medio de las cuales tales deleites pueden alcanzarse sin pecar.

–Claro que sí. Me dijo que en determinados casos el entregarse a ellos constituía un mérito.

–Supongo que después de casarse, por ejemplo.

–No dijo nada al respecto, salvo que a veces el matrimonio trae consigo muchas calamidades, y que en ocasiones es hasta conveniente la ruptura de la promesa matrimonial.

Bella sonrió. Recordó haber oído algo del mismo tenor de los sensuales labios del cura.

–Entonces, ¿en qué circunstancias, según él, estarían permitidos estos goces?

–Sólo cuando la razón se encuentra frente a justos motivos, aparte de los de complacencia, y esto sólo sucede cuando alguna jovencita, seleccionada por los demás por sus cualidades anímicas, es dedicada a dar alivio a través de su cuerpo a los servidores de la religión.

–Ya veo —comentó Bella. –Sigue…

–Entonces me hizo ver lo buena que era yo, y lo muy meritorio que sería para mí el ejercicio del privilegio que me concedía, y que me entregara al alivio de sus sentidos y de los de aquellos otros a quienes sus votos les prohibían casarse, o la satisfacción por otros medios de las necesidades que la naturaleza ha dado a todo ser viviente. Pero Bella, tú tienes algo qué decirme, estoy segura de ello.

–Está bien, puesto que debo decirlo, lo diré; supongo que no hay más remedio. Debes saber, entonces, que el buen padre Ambrosio decidió que lo mejor para ti sería que te iniciaras luego en la misión que te ha encomendado, y ha tomado medidas para que ello ocurra hoy.

–¡No me digas! ¡Ay de mí! ¡Me dará tanta vergüenza! ¡Soy tan terriblemente tímida!

–¡Oh, no, amiga! Se ha pensado en todo ello. Sólo un hombre tan piadoso y considerado como nuestro querido confesor hubiera podido disponerlo todo en la forma como la ha hecho. Ha arreglado las cosas de modo que el buen padre podrá disfrutar de todas las bellezas que tu encantadora persona puede ofrecerle sin que tú lo veas a él, ni él te vea a ti.

–¿Cómo? ¿Será en la oscuridad, entonces? —De ninguna manera; eso impediría darle satisfacción al sentido de la vista, y perderse el gran gusto de contemplar los deliciosos encantos en cuya posesión tiene puesta su ilusión el querido padre Ambrosio.

–Tus lisonjas me hacen sonrojarme, Bella. Pero entonces, ¿cómo sucederán las cosas?

–A plena luz… —explicó Bella en el tono en que una madre se dirige a su hija. –Será en una linda habitación de mi casa; se te acostará desnuda sobre un diván adecuado, y tu cabeza quedará oculta tras una cortina, la que hará las veces de puerta de una habitación más interior, de modo que únicamente tu cuerpo, y como te dije… totalmente desnudo, quede a disposición de tu asaltante.

–¡¿Desnuda?! ¡Qué vergüenza!

–¡Ah, Julia… mi dulce y tierna amiga Julia! —Murmuró Bella, al mismo tiempo que un estremecimiento de éxtasis recorría su cuerpo. –¡Pronto gozarás grandes delicias! ¡Despertarás los goces exquisitos reservados para los inmortales, y te darás así cuenta de que te estás aproximando muy rápido a convertirte en una verdadera hembra gozadora, cuyos goces, como bien digo, estoy segura de que ya necesitas!

–¡Por favor, Bella, no digas eso!

–Y cuando al fin… —siguió diciendo su compañera, cuya imaginación la había conducido ya a sueños carnales que exigían imperiosamente su satisfacción, –termine la lucha, llegue el espasmo, y la gran cosa palpitante del padre Ambrosio dispare su viscoso torrente de líquido enloquecedor al interior de tu bello cuerpo… ¡Ohhh! entonces ella sentirá el éxtasis, y hará entrega de su propia ofrenda caliente y viscosa.

–¿Qué es lo que murmuras?, -le consulto la nerviosa Julia a su amiga. Bella se levantó.

–Estaba pensando… —dijo con aire soñador, –en las delicias de eso de lo que tan mal te expresas tú.

Siguió una conversación en torno a minucias, y mientras la misma se desarrollaba, encontré oportunidad para oír otro diálogo no menos interesante para mí, y del cual, sin embargo, no daré más que un extracto a mis lectores.

Sucedió en la biblioteca, y eran los interlocutores los señores Delmont y Verbouc. Era evidente que había versado, por increíble que ello pudiera parecer, sobre la entrega de la persona de Bella al señor Delmont, previo pago de determinada cantidad, la cual posteriormente sería invertida por el complaciente señor Verbouc para provecho de su querida sobrina. No obstante lo bribón y perverso que aquel hombre era, no podía dejar de sobornar de algún modo su propia conciencia por el infame trato convenido.

–Sí… —decía el complaciente y bondadoso tío, –los intereses de mi sobrina están por encima de todo, estimado señor. No es que sea imposible un matrimonio en el futuro, pero el pequeño favor que usted pide creo que queda compensado por parte nuestra, como hombres de mundo que somos, usted me entiende, puramente como hombres de mundo, por el pago de una suma suficiente para compensarla por la pérdida de tan frágil pertenencia.

En ese momento Verbouc dejó escapar la risa, principalmente porque su obtuso interlocutor no pudo entenderle. Al fin se llegó a un acuerdo, y quedaron por arreglarse únicamente los actos preliminares.

El señor Delmont quedó encantado, saliendo de su torpe y estólida indiferencia cuando se le informó que la venta debía efectuarse en el acto, y que por consiguiente tenía que posesionarse de inmediato de la deliciosa virginidad que durante tanto tiempo anheló conquistar.

En el ínterin, el bueno y generoso de nuestro querido padre Ambrosio hacía ya algún tiempo que se encontraba en aquella mansión, y tenía lista la habitación donde estaba prevista la consumación del sacrificio. Llegado este momento, después de un festín a título de desayuno, el señor Delmont se encontró con que sólo existía una puerta entre él y la víctima de su lujuria.

De lo que no tenía la más remota idea era de quién iba a ser en realidad su víctima. No pensaba más que en Bella. Seguidamente dio vuelta a la cerradura y entró en la habitación, cuyo suave calor templó los estimulados instintos sexuales que estaban a punto de entrar en acción, ¡Qué maravillosa visión se ofreció a sus ojos extasiados! Frente a él, recostado sobre una cama y totalmente desnudo, estaba el cuerpo de una jovencita.

Una simple ojeada era suficiente para revelar que era una belleza, pero se hubieran necesitado varios minutos para describirla en detalle, después de descubrir por separado cada una de sus deliciosas partes sus bien torneadas extremidades, de proporciones ya más que juveniles; con unos senos formados por dos de las más selectas y blancas colinas de suave carne, coronadas con dos rosáceos botones; las venas azules que corrían serpenteando aquí y allá, que se veían al través de una superficie nacarada como riachuelos de fluido sanguíneo, y que daban mayor realce a la deslumbrante blancura de la piel.

Y además, ¡oh! además el punto central por el que suspiran los hombres… los sonrosados y apretados labios vaginales en los que la naturaleza gusta de solazarse, de la que ella nace y a la que vuelve. Allí estaba, a la vista, en casi toda su femenina perfección.

Todo estaba allí menos la cabeza. Esta importante parte se hacía notar por su ausencia, y las suaves ondulaciones de la hermosa virgen evidenciaban que para ella no era inconveniente que no estuviera a la vista. El señor Delmont no se asombró ante aquel fenómeno, ya que había sido preparado para él, así como para guardar silencio. Se dedicó, en consecuencia, a observar con deleite los encantos que habían sido preparados para solaz suyo.

No bien se hubo repuesto de la sorpresa y la emoción causadas por su primera visión de la joven beldad desnuda, comenzó a sentir los efectos provocados por el espectáculo en los órganos sexuales que responden bien pronto en un hombre de su temperamento a las emociones que normalmente deben causarlos.

Su miembro, duro y henchido, se destacaba en su bragueta, y amenazaba con salir de su confinamiento. Por lo tanto lo liberó permitiéndole a la gigantesca arma que apareciera sin obstáculos, y a su roja punta que se irguiera en presencia de su presa.

Lector, yo no soy más que una pulga, y por lo tanto mis facultades de percepción son limitadas. Por lo mismo carezco de capacidad para describir los pasos lentos y la forma cautelosa en que el embelesado violador se fue aproximando gradualmente a su víctima.

Sintiéndose seguro y disfrutando esta confianza, el señor Delmont recorrió con sus ojos y con sus manos todo el cuerpo. Sus dedos abrieron con mucho cuidado la frágil vagina, en la que apenas había florecido un ligero vello, en tanto que la muchacha se estremeció y contorsionó al sentir el intruso en sus partes más íntimas, para evitar el manoseo lujurioso, con el recato propio de las circunstancias.

Luego la atrajo hacia sí, y posó sus cálidos labios en el bajo vientre y en los tiernos y sensibles pezones de sus juveniles senos. Con mano ansiosa la tomó por sus ampulosas caderas, y atrayéndola más hacia él le abrió las blancas piernas y se colocó en medio de ellas.

Lector: acabo de recordarte que no soy más que una pulga. Pero aun las pulgas tenemos sentimientos, y no trataré de explicarte cuáles fueron los míos cuando contemplé aquel excitado miembro aproximarse a los prominentes labios de la húmeda hendidura de Julia Delmont.

Cerré los ojos. Los instintos sexuales de la pulga macho despertaron en mí, y hubiera deseado… si, lo hubiera deseado ardientemente estar en el lugar del señor Delmont.

Mientras tanto, con firmeza y sin miramientos, él se dio a la tarea demoledora. Dando un repentino brinco trató de adentrarse en las partes vírgenes de la joven Julia, falló el golpe. Lo intentó de nuevo, y otra vez el frustrado aparato quedó tieso y jadeante sobre el palpitante vientre de su víctima.

Durante este doloroso periodo de prueba la casi violada joven hubiera podido sin duda echar a rodar el complot gritando más o menos fuerte, de no haber sido por las precauciones tomadas por el prudente corruptor y sacerdote, el padre Ambrosio. Julia estaba narcotizada.

Una vez más el señor Delmont se lanzó al ataque. Empujó con fuerza hacia adelante, de alguna forma afianzó sus pies en el blando lecho, se enfureció, echó espumarajos y… ¡por fin! la elástica y suave barrera cedió, permitiéndole entrar. Dentro, con una sensación de éxtasis triunfal. Dentro, de modo que el placer de la estrecha y húmeda compresión arrancó a sus labios sellados un gemido de placer. Dentro, basta que su arma, enterrada hasta los pelos de su bajo vientre, quedó instalada, palpitante y engruesando por momentos en la funda de ella, ajustada como un guante.

Siguió entonces una lucha que ninguna pulga sería capaz de describir. Gemidos de dicha y de sensaciones de arrobo escaparon de sus labios babeantes. Empujó y se inclinó hacia adelante con los ojos extraviados y los labios entreabiertos, e incapaz de impedir la rápida consumación de su libidinoso placer, aquel hombrón entregó su alma, y con ella un torrente de fluido seminal que, disparado con fuerza hacia adentro, bañó la matriz de su propia hija.

De todo ello fue testigo Ambrosio, que se escondió para presenciar el lujurioso drama, mientras Bella, al otro lado de la cortina, estaba lista para impedir cualquier comunicación hablada de parte de su joven visitante. Esta precaución fue, empero, completamente innecesaria, ya que Julia, lo bastante recobrada de los efectos del narcótico para poder sentir el dolor, se había desmayado.

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Tan pronto como hubo acabado el combate, y el vencedor, levantándose del tembloroso cuerpo de la muchacha, comenzó este a recobrarse del éxtasis provocado por tan delicioso encuentro, se corrió repentinamente la cortina, y apareció la propia Bella detrás de la misma.

Si de repente una bala de cañón hubiera pasado junto al atónito señor Delmont, no le habría causado ni la mitad de la consternación que sintió cuando, sin dar completo crédito a sus ojos, se quedó boquiabierto contemplando, alternativamente, el cuerpo postrado de su víctima y la aparición de la que creía que acababa de poseer.

Bella, estando descalza y cuyo encantador “negligée” destacaba a la perfección sus juveniles encantos, aparentó estar igualmente estupefacta, pero, simulando haberse recuperado, dio un paso atrás con una perfectamente bien estudiada expresión de alarma.

–¿Qué… qué es todo esto? —preguntó Delmont, cuyo estado de agitación le impidió incluso advertir que todavía no había puesto orden en su ropa, y que aún colgaba entre sus piernas el muy importante instrumento con el que acababa de dar satisfacción a sus impulsos sexuales, todavía abotagado y goteante, plenamente expuesto entre sus piernas y bañado de la sangre de su propia hija.

–¡Cielos! ¿Será posible que haya cometido yo un error tan espantoso? —exclamó Bella, echando miradas furtivas a lo que constituía una atractiva invitación.

–Por piedad, dime de qué error se trata, y quién está ahí —clamó el tembloroso violador, señalando mientras hablaba de la desnuda persona recostada frente a él.

–¡Oh, retírese! ¡Váyase! —gritó Bella, dirigiéndose rápidamente hacia la muerta seguida por el señor Delmont, ansioso de que se le explicara el misterio. Bella se encaminó a un tocador adjunto, cerró la puerta, asegurándola bien, y se dejó caer sobre un lujoso sofa, de manera que quedaran a la vista sus encantos, al mismo tiempo que simulaba estar tan sobrecogida de horror, que no se daba cuenta de la indecencia de su postura.

–¡Oh! ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho? —sollozaba, con el rostro escondido entre sus manos, aparentemente angustiada.

Una terrible sospecha cruzó como rayo por la mente de su acompañante, quien jadeante y semi ahogado por la emoción, indagó:

–¡Habla! ¿Quién es…? ¿Quién?

–No tuve la culpa. No podía saber que era usted el que habían traído para mí… y no sabiéndolo…, puse a Julia en mi lugar.

El señor Delmont se fue para atrás, tambaleándose. Una sensación todavía confusa de que algo horrible había sucedido se apoderó de su ser; un vértigo nubló su vista, y luego, gradualmente, fue despertando a la realidad. Sin embargo, antes de que pudiera articular una sola palabra, Bella, bien adiestrada sobre la forma en que tenía que actuar, se apresuró a impedirle que tuviera tiempo de pensar.

–¡Chist! Ella no sabe nada. Ha sido un error, un espantoso error, y nada más. Si está decepcionado es por culpa mía, no suya. Jamás me pasó por el pensamiento que pudiera ser usted. Creo… —añadió haciendo un lindo puchero, sin dejar por ello de lanzar una significativa mirada de reojo al todavía protuberante miembro, -que fue muy poco amable de ellos no haberme dicho que se trataba de usted.

El señor Delmont tenía frente a él a la hermosa muchacha. Lo cierto era que, independientemente del placer que hubiere encontrado en el incesto involuntario, se había visto frustrado en su intención original, perdiendo algo por lo que había pagado muy buen precio.

–¡Oh, si ellos descubrieran lo que he hecho! —murmuró Bella, modificando ligeramente su postura para dejar a la vista una buena porción de sus piernas. Los ojos de Delmont centellearon. A despecho suyo volvía a sentirse calmado; sus pasiones animales afloraban de nuevo. –¡Si ellos lo descubrieran! —gimió otra vez Bella. Al tiempo que lo decía, se puso de pie y se acercó para pasar sus lindos brazos en torno al cuello del engañado padre.

El señor Delmont la estrechó en un firme abrazo, la chica seguía con su actuación:

–¡Oh, Dios mío! ¿Qué es esto? —susurró Bella, que con una mano había asido el pegajoso dardo de su acompañante, y se entretenía en estrujarlo y moldearlo con su cálida mano. El cuitado hombre, sensible a sus toques y a todos sus encantos, y enardecido de nuevo por la lujuria, consideró que lo mejor que le deparaba su sino era gozar su juvenil doncellez. –Si tengo que ceder —dijo Bella, tráteme con blandura. ¡Oh, qué manera de tocarme! ¡Oh, quite de ahí esa mano! ¡Cielos! ¿Qué hace usted?

No tuvo tiempo más que para echar un vistazo a su miembro de cabeza enrojecida, rígido y más hinchado que nunca, y unos momentos después tras haber sido llevada al sofá el hombre ya estaba sobre ella.

Bella no ofreció resistencia, y enardecido por su ansia amorosa, el señor Delmont encontró enseguida el punto exacto. Aprovechándose de su posición ventajosa al estar encima de ella empujó violentamente con su verga todavía lubricada hacia el interior de las tiernas y juveniles partes íntimas de la muchacha. Bella gimió. Poco a poco el dardo caliente se fue introduciendo más y más adentro, hasta que se juntaron sus vientres, y estuvo él metido hasta los testículos.

Seguidamente dio comienzo una violenta y deliciosa batalla, en la que Bella desempeñó a la perfección el papel que le estaba asignado, y excitada por el nuevo instrumento de placer, se abandonó a un verdadero torrente de deleites.

El señor Delmont siguió pronto su ejemplo, y descargó en el interior de Bella una copiosa corriente de su prolífica esperma. Durante algunos momentos permanecieron ambos ausentes y todavía con sus partes íntimas unidas, bañados en la exudación de sus mutuos raptos, y jadeantes por el esfuerzo realizado, hasta que un ligero ruido les devolvió la noción del mundo, y antes de que pudieran siquiera intentar una retirada, o un cambio en la inequívoca postura en que se encontraban, se abrió la puerta del tocador y aparecieron, casi simultáneamente, dos personas.

Estas eran el padre Ambrosio, el señor Verbouc, quienes una vez que entraron en la habitación en el acto levantaron de la cama a una aun casi desmayada Julia Delmont.

Entre los dos hombres sostenían el semidesvanecido cuerpo desnudo de la muchacha, cuya cabeza se inclinaba lánguidamente a un lado, reposando sobre el robusto hombro del padre, mientras Verbouc, no menos favorecido por la proximidad de la muchacha, sostenía el liviano cuerpo de ésta con un brazo nervioso, y contemplaba su cara con mirada de lujuria insatisfecha, que sólo podría igualar la reencarnación del diablo.

Ambos hombres iban en desabillé apenas decente, y como se dijo la infortunada Julia estaba desnuda, tal como, apenas un cuarto de hora antes, había sido violentamente mancillada por su propio padre.

–¡Chist! —Susurró Bella, poniendo su mano sobre los labios de su amoroso compañero. –Por el amor de Dios, no se culpe a si mismo. Ellos no pueden saber quién hizo esto. Sométase a todo antes que confesar tan espantoso hecho. No tendrían piedad. Estese atento a no desbaratar sus planes.

El señor Delmont pudo ver de inmediato cuán ciertos eran los augurios de Bella.

–¡Ve, hombre lujurioso! —Exclamó el piadoso padre Ambrosio. –¡Contempla el estado en que hemos encontrado a esta pobre criatura! Y posando su manaza sobre el lampiño monte de Venus de la joven Julia, exhibió impúdicamente a los otros sus dedos escurriendo la descarga paternal.

–¡Espantoso! —Comentó Verbouc. –¡Y si llegara a quedar embarazada!

–¡Abominable! —Gritó el padre Ambrosio. –Desde luego tenemos que impedirlo.

Delmont gimió. Mientras tanto Ambrosio y su coadjutor devolvieron a su joven víctima a la cama en la cual había sido violada por su padre, y comenzaron a tentar y a acariciar todo su cuerpo, y a dedicarse a ejecutar todos los actos lascivos que preceden a la desenfrenada entrega a la posesión lujuriosa.

Julia, aún bajo los efectos del sedante que le habían administrado, y totalmente confundida por el proceder de aquella virtuosa pareja, apenas se daba cuenta de la presencia de su digno padre que todavía se encontraba sujeto por los blancos brazos de Bella, y con su miembro empotrado aún en su dulce vientre.

–¡Vean cómo escurre la leche desde su rendija! —Exclamó Verbouc, introduciendo nerviosamente su mano entre los muslos abiertos de Julia

–¡Qué vergüenza! —Si ha escurrido hasta sus lindos piececitos cuando la tuvimos de pie, -observó Ambrosio, alzándole de la cama una de sus bien torneadas piernas, con la pretensión de proceder al examen, sobre la que se podía ver el término de un rio de líquido seminal, al mismo tiempo que con ojos de fuego exploraba con avidez la rosada grieta que de aquella manera quedó expuesta a su mirada.

Delmont gimió de nuevo.

—¡Oh… Dios qué belleza! —Gritó Verbouc, poniendo a la chica de lado y propinándole una fuerte nalgada, –Ambrosio… proceda Usted para evitar cualquier posible consecuencia de un hecho tan fuera de lo común. Únicamente la emisión de un hombre vigoroso puede remediar una situación semejante.

–Sí, es cierto, hay que administrársela…, -murmuró Ambrosio, cuyo estado de excitación durante este intervalo puede ser mejor imaginado que descrito. Su sotana se alzaba manifiestamente por la parte delantera, y todo su comportamiento delataba sus violentas emociones. Ambrosio se despojó de su sotana y dejó en libertad su enorme miembro, cuya rubicunda e hinchada cabeza parecía amenazar a los cielos.

Julia, terriblemente asustada, inició un débil movimiento de huida en la cama mientras el señor Verbouc, gozoso, se ubicó rápidamente detrás de ella y ahora la sostenía abriéndoles los muslos exhibiéndola en su totalidad, sobre todo su aun ensangrentada almejita.

Una aterrorizada Julia estando en aquellas condiciones contempló por segunda vez el miembro terriblemente erecto de su confesor, y adivinando sus intenciones por razón de la experiencia de iniciación por la que acababa de pasar, casi se desvaneció de pánico.

Ambrosio, como sí tratara de ofender los sentimientos de ambos, padre e hija, se subió también a la cama y dejó totalmente expuestos sus tremendos órganos genitales, y agitó el gigantesco pene en el bello rostro de la jovencita a la vez que miraba en forma aborrecida al asustado padre.

Delmont, presa del terror, y sintiéndose en manos de los dos complotados, contuvo la respiración y se refugió tras de Bella, la que, plenamente satisfecha por el éxito de la trama, se dedicó a aconsejarle que no hiciera nada y les permitiese hacer su voluntad.

Verbouc, que había estado tentando con sus dedos las húmedas partes íntimas de la pequeña Julia, cedió la muchacha a la furiosa lujuria de su amigo, disponiéndose a gozar de su pasatiempo favorito de contemplar la violación.

El sacerdote, fuera de sí a causa de la lujuria que lo embargaba, se quitó las prendas de vestir más íntimas, sin que por ello perdiera rigidez su miembro durante la operación y procedió a la deliciosa tarea que le esperaba, “Al fin es mía”, murmuro.

Ambrosio se apoderó en el acto de su presa, pasó sus brazos por debajo de los suaves hombros de la frágil jovencita para lanzarse con su robusta contextura sobre su cuerpo desnudo, y se entregó en cuerpo y alma a darse satisfacción.

Su monstruosa arma, dura como el acero, tocaba ya la rajita rosada, la que, si bien había sido lubricada por el semen del señor Delmont, no era una funda cómoda para el gigantesco pene que la amenazaba ahora.

Ambrosio proseguía sus esfuerzos, y el señor Delmont sólo podía ver como la grotesca complexión del degenerado del cura se retorcía sobre el cuerpo de su hijita, como ondulante masa negra y sedosa.

Con sobrada experiencia para verse obstaculizado durante mucho rato, Ambrosio iba ganando terreno, y era también lo bastante dueño de sí para no dejarse arrastrar demasiado pronto por el placer, venció toda oposición, y un grito desgarrador de Julia anunció la penetración del inmenso ariete.

Grito tras grito se fueron sucediendo hasta que Ambrosio, al fin firmemente enterrado en el interior de la jovencita, advirtió que no podía ahondar más, y comenzó los deliciosos movimientos de bombeo que habían de poner término a su placer, a la vez que a la tortura de su víctima.

Entretanto Verbouc, cuya lujuria había despertado con violencia a la vista de la escena entre el señor Delmont y su hija, y la que subsecuentemente protagonizaron aquel insensato hombre y su sobrina, corrió hacia Bella y, apartándola del abrazo en que la tenía su desdichado amigo, le abrió de inmediato las piernas, dirigió una mirada a su orificio, y de un solo empujón hundió su pene en su cuerpo, para disfrutar de las más intensas emociones, en una concha ya bien lubricada por la abundancia de semen que había recibido.

Ambas parejas estaban en aquel momento entregadas a su delirante copulación, en un silencio sólo alterado por los quejidos de la semiconsciente Julia, el estertor de la respiración del bárbaro Ambrosio, y los gemidos y sollozos del señor Verbouc.

La carrera se hizo más rápida y deliciosa. Ambrosio, que a la fuerza había adentrado en la estrecha vagina de la jovencita su gigantesco pene, hasta la mata de pelos negros y rizados que cubrían su raíz, estaba lívido de lujuria. Empujaba, impelía y embestía con las fuerzas de un toro, y de no haber sido porque al fin la naturaleza la favoreció llevando su éxtasis a su culminación, hubiera sucumbido a los efectos de tan tremenda excitación, para caer preso de un ataque que probablemente hubiera imposibilitado para siempre la repetición de una escena semejante.

Un fuerte grito se escapó de la garganta de Ambrosio. Verbouc sabía bien lo que ello representaba, se estaba corriendo como un enajenado. Su éxtasis sirvió para apresurar a la otra pareja, y un aullido de lujuria llenó el ámbito mientras los dos monstruos inundaban a sus víctimas de líquido seminal.

Pero no bastó una, sino que fueron precisas tres descargas de la prolífica esencia del cura en la matriz de la tierna joven, para que se apaciguara la fiebre de deseo que había hecho presa de él.

Decir simplemente que Ambrosio había descargado, no daría una idea real de los hechos. Lo que en realidad hizo fue arrojar verdaderos borbotones de semen en el interior de Julia en las tres cogidas seguidas que le puso, en espesos y fuertes chorros, al tiempo que no cesaba de lanzar gemidos de éxtasis cada vez que una de aquellas viscosas inyecciones corría a lo largo de su enorme uretra, y fluían en torrentes en el interior del dilatado receptáculo.

Transcurrió casi una hora entera antes de que todo terminara, y el brutal cura abandonara su ensangrentada y desgarrada víctima. Al propio tiempo el señor Verbouc dejaba expuestos los abiertos muslos y la embadurnada ranura de su sobrina, la cual yacía todavía en el soñoliento trance que sigue al deleite intenso, despreocupada de la espesa exudación que, gota a gota, iba formando un charco en la tela del sofá, y entre sus desnudas piernas.

–¡Ahhh, qué delicia! —Exclamó Verbouc. –Después de todo, se encuentra deleite en el cumplimiento del deber, ¿no es así, Delmont? Y volviéndose hacia el anhelado sujeto, continuó: –Si el padre Ambrosio y yo mismo no hubiéramos mezclado nuestras humildes ofrendas con la prolífica esencia que al parecer aprovecha usted tan bien, nadie hubiera podido predecir qué entuerto habría acontecido. ¡Oh, sí!, no hay nada como hacer las cosas debidamente, ¿no es cierto, Delmont?

–No lo sé; me siento enfermo, estoy como en un sueño, sin que por ello sea insensible a sensaciones que me provocan un renovado deleite. No puedo dudar de su amistad… de que sabrán mantener el secreto. He gozado mucho, y sin embargo, sigo excitado. No sabría decir lo que deseo. ¿Qué será, amigos míos?

El padre Ambrosio se aproximó, y posando su manaza sobre el hombro del pobre hombre, le dio aliento con unas cuantas palabras susurradas en tono reconfortante.

Como una pulga que soy, no puedo permitirme la libertad de mencionar cuáles fueron dichas palabras, pero surtieron el efecto de disipar pronto las nubes de horror que obscurecían la vida del señor Delmont. Este se sentó, y poco a poco fue recobrando la calma.

Julia, también recuperada ya, tomó asiento junto al fornido sacerdote, que al otro lado tenía a Bella. Hacía ya tiempo que ambas muchachas se sentían más o menos a gusto. El santo varón les hablaba como un padre bondadoso, y consiguió que el señor Delmont abandonara su actitud retraída, y que este honorable hombre, tras una copiosa libación de vino, comenzara asimismo a sentirse a sus anchas en el medio de la escandalosa situación en que se encontraba.

Pronto los vigorizantes vapores del vino surtieron su efecto en el señor Delmont, que empezó a lanzar ávidas miradas hacia su hija. Su excitación era evidente, y se manifestaba en el bulto que se advertía bajo sus ropas.

Ambrosio se dio cuenta de su deseo y lo alentó. Lo llevó junto a Julia, la que, todavía desnuda, no tenía manera de ocultar sus encantos. Su padre la miró con ojos en los que predominaba la lujuria. Una segunda vez ya no sería tan pecaminosa, pensó.

Ambrosio asintió con la cabeza para alentarlo, mientras Bella desabrochaba sus pantalones para apoderarse de su rígido pene, y apretarlo dulcemente entre sus manos. El señor Delmont entendió la posición, y pocos instantes después estaba encima de su hija.

Bella condujo el incestuoso miembro a los rojos labios del sexo de Julia, y tras unos cuantos y firmes empujones más, el semi enloquecido padre había penetrado por completo en el interior del cuerpo de su linda hija.

La lucha que siguió se vio intensificada por las circunstancias de aquella horrible conexión. Tras de un brutal y rápido galope el señor Delmont descargó, y su hija recibió en lo más recóndito de su juvenil matriz las culpables emisiones de su desnaturalizado padre.

El padre Ambrosio, en quien predominaba el instinto sexual, tenía otra debilidad más, que era la de predicar. Lo hizo por espacio de una hora, no tanto sobre temas religiosos, sino refiriéndose a otras cuestiones más mundanas, y que desde luego no suelen ser sancionadas por la santa madre iglesia.

En esta ocasión pronunció un discurso que me fue imposible seguir, por lo que decidí echarme a dormir en la axila de Bella. Ignoro cuánto tiempo más hubiera durado su disertación, pero como en aquel punto la gentil Bella se posesionó de su enorme colgajo entre sus manecitas y comenzó a chupársela, el buen hombre se vio obligado a hacer una pausa, justificada por las sensaciones despertadas por ella.

Verbouc, por su parte, que según se recordará lo único que codiciaba era un coño bien lubricado, sólo se preocupaba por lo bien aceitadas que estaban las deliciosas partes íntimas de la recién ganada para la causa, Julia. Además, la presencia del padre contribuía a aumentar el apetito, en lugar de constituir un impedimento para que aquellos dos libidinosos hombres se abstuvieran de gozar de los encantos de su hija.

Y Bella, que todavía sentía escurrir el semen de su cálida vulva, era presa de anhelos que las batallas anteriores no habían conseguido apaciguar del todo. Verbouc comenzó a ocuparse de nuevo de los juveniles encantos de la bella Julia Delmont aplicándoles lascivos toquecitos, pasando impúdicamente sus manos sobre las redondeces de sus nalgas, y deslizando de vez en cuando sus dedos entre las colinas.

El padre Ambrosio, no menos activo, había pasado su brazo en torno a la cintura de Bella, y acercando a él su semidesnudo cuerpo depositaba en sus lindos labios ardientes besos. A medida que ambos hombres se entregaban a estos jugueteos, el deseo se comunicaba en sus armas, enrojecidas e inflamadas por efecto de los anteriores escarceos, y firmemente alzadas con la amenazadora mira puesta en las jóvenes criaturas que estaban en su poder.

Ambrosio, cuya lujuria nunca requería de grandes incentivos, se apoderó bien pronto del jugoso tajo de Bella. Esta se dejó ser acostada sobre el sofá que ya había sido testigo de dos encuentros anteriores, donde, nada renuente, siguió por el contrario estimulando el desnudo y llameante carajo para permitirle después introducirse entre sus muslos, favoreciendo el desproporcionado ataque lo más que le fue posible, hasta enterrar por entero en su húmeda hendidura el terrible instrumento.

El espectáculo excitó de tal modo los sentimientos del señor Delmont, que se hizo evidente que no necesitaba ya de mayor estímulo para intentar un segundo coup una vez que el cura hubiese terminado su asalto.

El señor Verbouc, que durante algún tiempo estuvo lanzando lascivas miradas a la hija del señor Delmont, estaba también en condiciones de gozar una vez más. Reflexionaba que las repetidas violaciones que ya había experimentado ella de parte de su padre y del sacerdote, la habrían dejado preparada para la clase de trabajo que le gustaba realizar, y se daba cuenta, tanto por la vista como por el tacto, de que sus partes íntimas estaban suficientemente lubricadas para dar satisfacción a sus más caros antojos, debido a las violentas descargas que habían recibido.

Verbouc lanzó una mirada en dirección al cura, que en aquellos momentos estaba entretenido en gozar de su sobrina, y acercándose después a la bella Julia la recostó otra vez en la cama en postura idónea para poder hundir hasta los testículos su rígido miembro en el delicado cuerpo de ella, lo que consiguió, aunque con considerable esfuerzo.

Este nuevo e intenso goce llevó a Verbouc a los bordes de la enajenación; presionando contra la apretada vagina de la jovencita, que le ajustaba como un guante, se estremecía de gozo de pies a cabeza.

–¡Oh, esto es el mismísimo cielo! —murmuró, mientras hundía su gran miembro hasta los testículos pegados a la base del mismo. –¡Dios mío, qué estrechez! ¡Qué lúbrico deleite! -Y otra firme embestida le arrancó un quejido a la pobre Julia.

Entretanto el padre Ambrosio, con los ojos cerrados, los labios entreabiertos y las ventanas de la nariz dilatadas, no cesaba de batirse contra las hermosas partes íntimas de la joven Bella, cuya satisfacción sexual denunciaban sus lamentos de placer.

–¡Oh, Dios mío! ¡Es… es demasiado grande… enorme vuestra inmensa cosa! ¡Ay de mi, me llega hasta la cintura! ¡Oh! ¡Oh! ¡Es demasiado… se mueve debajo de mi ombligo!; ¡no tan recio, querido padre! ¡Cómo me empuja! ¡Me matara de placer! Suavemente…, más despacio… Siento sus grandes bolas contra mis nalgas.

–¡Detente un momento! —Gritó Ambrosio, cuyo placer era ya incontenible, y cuya leche estaba a punto de verterse, –Hagamos una pausa. ¿Cambiamos de pareja, amigo mío? Creo que la idea es atractiva.

–¡No, oh, no! ¡Ya no puedo más! Tengo que seguir. Esta hermosa criatura es la delicia en persona.

–Estate quieta, querida Bella, o harás que me corra. No oprimas mi arma tan arrebatadoramente.

–No puedo evitarlo, la cosa suya me mata de placer. Ande, sigua, pero más suavemente. ¡Oh, no tan bruscamente! No empuje tan brutalmente. ¡Cielos, va a correrse! Sus ojos se cierran, sus labios se abren… ¡Dios mío! Me está matando, me descuartiza con su enorme máquina. ¡Ahhh! ¡Ohhh! ¡Córrase, córrase entonces! Córrase querido… padre… Ambrosio. Deme su ardiente semen… ¡Ohhh! ¡Empuje ahora! ¡Más fuerte…, más…, máteme si así lo desea! -Bella pasó sus blancos brazos en torno al bronceado cuello de él, abrió lo más que pudo sus niveos y hermosos muslos, y engulló totalmente el enorme instrumento, hasta confundir y restregar su vello con el de su monte de Venus.

Ambrosio sintió que estaba a punto de lanzar una gran emisión directamente a los órganos vitales de la criatura que se encontraba debajo de él.

–¡Empuje, empuje ahora! —Gritó Bella, olvidando todo sentido de recato, y arrojando su propia descarga entre espasmos de placer. –¡Empuje… empuje… métamelo bien adentro…! ¡Ohhh, sí de esa manera! ¡Dios mío, qué tamaño, qué longitud! Me está partiendo en dos padre mío. ¡Ohhh, Ohhh! ¡Se está corriendo… lo siento…! ¡Dios… qué cantidad de leche que me está dando! Ohhhh, qué chorros!

Ambrosio descargaba furiosamente, como el semental que era, embistiendo con todas sus fuerzas el cálido vientre que estaba debajo de él. Al fin se levantó de mala gana de encima de Bella, la cual, libre de sus tenazas, se volteó para ver a la otra pareja. Su tío estaba administrando una rápida serie de cortas embestidas a su amiguita, y era evidente que estaba próximo al éxtasis.

Julia, por su parte, cuya reciente violación y el tremendo trato que recibió después a manos del bruto de Ambrosio la habían lastimado y enervado, no experimentaba el menor gusto, pero se dejaba hacer de todo, como una masa inerte en brazos de su asaltante.

Cuando al fin, tras algunos empujones más, Verbouc cayó hacia adelante al momento de hacer su voluptuosa descarga, de lo único que ella se dio cuenta fue de que algo caliente era inyectado con fuerza en su interior, sin que experimentara más sensaciones que las de languidez y fatiga.

Siguió otra pausa tras de este tercer ultraje, durante la cual el señor Delmont se desplomó en un rincón, y aparentemente se quedó dormido. Comenzó entonces una serie de actividades eróticas.

Ambrosio se recostó sobre el sofá, e hizo que Bella se arrodillara sobre este con el fin de aplicar sus labios sobre su húmeda rendija, para llenarla de besos y toques de lo más lascivo y depravado que imaginarse pueda.

El señor Verbouc, no queriendo ser menos que su compañero, jugueteó de manera igualmente libidinosa con la inocente Julia estando ellos en la cama. Después la tendieron (a Julia) sobre una mesa, y entre los tres prodigaron toda clase de caricias a sus encantos, no ocultando su admiración por su lampiño monte de Venus, y los rojos labios de su coño juvenil.

No tardaron en verse evidenciados sus deseos por el enderezamiento de dos rígidos miembros, otra vez ansiosos de gustar placeres tan selectos y extáticos como los gozados anteriormente. Sin embargo, en aquel momento se puso en ejecución un nuevo programa. Ambrosio fue el primero en proponerlo.

–Ya nos hemos hartado de sus coños —dijo crudamente delante de ellas y volviéndose hacia Verbouc, que estaba jugueteando con los pezones de su sobrina. –Ahora veamos de qué están hechos sus traseros. Esta adorable criatura sería un bocado digno del propio Papa, y Bella tiene nalgas de terciopelo, y un culo digno de que un emperador se venga dentro de él.

La idea fue aceptada enseguida, y se procedió a asegurar a las víctimas para poder llevarla a cabo. Resultaba monstruoso. y parecía imposible el poderlo consumar, a la vista de la desproporción existente, sobre todo con muy apretado y virgen orificio posterior de la joven Julia.

Y así sin más, el enorme miembro del abominable cura quedó apuntando al pequeño y antes señalado orificio de Julia, en tanto que Verbouc amenazaba a su sobrina en la misma dirección.

Un cuarto de hora se consumió en los preparativos, y después de una espantosa escena de lujuria y libertinaje que duro por lo menos unos 20 minutos más, ambas criaturas recibieron en sus entrañas los cálidos chorros de las impías descargas.

Al fin la calma sucedió a las violentas emociones que habían hecho presa en los actores de tan monstruosa escena, y la atención se fijó de nuevo en el señor Delmont. Aquel digno ciudadano, como ya señalé anteriormente, se había retirado a un rincón apartado, quedando al parecer vencido por el sueño, o embriagado por el vino, o tal vez por ambas cosas.

–Está muy tranquilo… —observó Verbouc.

–Una conciencia diabólica es mala compañía… —observó el padre Ambrosio, con su atención concentrada en el lavado de su oscilante instrumento.

–Vamos, amigo, llegó tu turno. He aquí un regalo para ti —siguió diciendo Verbouc, al tiempo que mostraba en todo su esplendor, para darle el adecuado ambiente a sus palabras, los encantos más íntimos de la casi insensible Julia, –Levántate y disfrútalos. ¿Pero, qué ocurre con este hombre? ¡Cielos!, que… ¿qué es esto? -Verbouc dio un paso atrás.

El padre Ambrosio se inclinó sobre el desdichado Delmont para auscultar su corazón:

–Está muerto… —dijo tranquilamente. Efectivamente, había fallecido.

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La muerte repentina es un suceso comun, especialmente los casos de personas cuyos antecedentes han hecho suponer la existencia de algún trastorno funcional, de manera que la sorpresa pronto cede su lugar a los habituales testimonios de condolencia, y luego a un estado de resignación a un suceso que nada tiene de extraño.

La transición puede expresarse de la siguiente manera: –¿Quién iba a creerlo? –¿Es posible? –Siempre lo sospeché. –¡Pobre amigo!. Nadie debe sorprenderse. Esta interesante fórmula fue debidamente aplicada cuando el infeliz señor Delmont rindió su tributo a la madre tierra, como dice la frase común.

Una quincena después que el infortunado caballero hubo abandonado esta vida, todos sus amigos estuvieron acordes en que desde hacía tiempo habían descubierto síntomas que más tarde o más temprano tenían que resultar fatales. Casi se enorgullecían de su perspicacia, aun cuando admitían reverentemente los inescrutables designios de la providencia. Por lo que hace a mí, seguía mi vida más o menos como de ordinario, salvo que se me figuró que las piernas de Julia debían tener un saborcillo más picante que las de Bella, y en consecuencia las sangré regularmente para mi sustento, por la mañana y por la noche.

Nada más natural que Julia pasara la mayor parte de su tiempo junto a su querida amiga Bella, y que el sensual padre Ambrosio y su protector, el libidinoso pariente de mi querida Bella, trataran de encontrar el momento oportuno para repetir las anteriores experiencias con la joven y dócil muchacha. Que así fue puedo atestiguarlo bien, ya que mis noches fueron de lo más desagradables e incómodas, siempre expuesta a interrupciones en mi reposo por las incursiones de largos y peludos miembros por los vericuetos de las ingles en que me había refugiado yo temporalmente, y siempre en peligro de yerme arrastrada por los horriblemente espesos torrentes de viscoso semen animal.

En resumen, la joven e impresionable Julia estaba completamente ahormada, y Ambrosio y su amigo disfrutaban a sus anchas poseyéndola. Ellos habían alcanzado sus objetivos. ¿Qué les importaban los sacrificios de ellas?

Mientras tanto, otros y muy distintos eran los pensamientos de Bella, a la que yo había abandonado. Pero a la larga, sintiéndome hasta cierto punto asqueada por la demasiada frecuencia con que me entregaba a la nueva dieta, resolví abandonar las medias de la linda Julia, y retornar a la dulce y suculenta alimentación de la salaz Bella. Así lo hice.

Una noche Bella se acostó bastante más temprano que de costumbre. El padre Ambrosio estaba ausente por haber sido enviado en misión a una apartada parroquia, y su querido y complaciente tío padecía un fuerte ataque de gota, padecimiento que en los últimos tiempos lo aquejaba con relativa frecuencia.

La muchacha se había ya arreglado el cabello para pasar la noche, y se había también desprovisto de algunas de sus ropas. Se estaba quitando su camisa de noche, la que tenía que pasar por la cabeza, dejando al descubierto, frente al espejo, las hermosas protuberancias y la exquisita suavidad y transparencia de sus desnudeces.

Tanta belleza hubiera enardecido de excitación hasta a una estatua, pero no había en aquel momento ningún asceta a la vista susceptible de enardecerse.

En cuanto a mí, poco faltó para que me quebrara la más larga de mis antenas, y me torciera mi pata derecha en sus contorsiones en la busca de posiciones para poder admirarla de distintas posiciones.

Llegados a este punto debo explicar que desde que el astuto padre Clemente se había visto privado de gozar los encantos de Bella, renovó el bestial y nada piadoso juramento de que, aunque fuere por sorpresa, se apoderaría de nuevo de la fortaleza que ya una vez había sido suya.

El recuerdo de su felicidad arrancaba lágrimas a sus enamorados ojitos, al tiempo que, por reflejo, se distendía su enorme miembro.

Clemente formuló el terrible juramento de que se cogería a la joven Bella en estado natural, según sus propias y brutales palabras, y yo, que no soy más que una pulga, las oí y comprendí su alcance.

La noche era oscura y llovía. Ambrosio estaba ausente y Verbouc enfermo y desamparado. Era forzoso que Bella estuviera sola. Todas estas circunstancias las conocía bien Clemente, y obró en consecuencia.

Alentado por sus recientes experiencias sobre la geografía de la vecindad, se encaminó directamente a la ventana de la habitación de Bella, y habiéndola encontrado como esperaba, sin correr el pestillo y. por lo tanto, abierta, entró con toda tranquilidad y gateó hasta meterse debajo de la cama. Desde este punto de vista Clemente contempló con pulso palpitante el aposento privado de la hermosa Bella, hasta el momento en que comenzó a quitarse la camisa en la forma que ya he descrito.

Entonces pudo Clemente gozar de la vista de la muchacha en toda su espléndida desnudez, y mugió ahogadamente como un toro. En la posición yacente en que se encontraba no tenía dificultad alguna para ver de cintura abajo la totalidad del cuerpo de ella y sus ojos se solazaban en la contemplación de los globos gemelos que formaban sus nalgas, abriéndose y cerrándose a medida que la muchacha retorcía su elástico cuerpo en el esfuerzo por pasar la camisa por encima de su cabeza.

Clemente no pudo aguantar más tiempo; su deseo alcanzó el punto de ebullición, y sin ruido pero prontamente, se deslizó fuera de su escondite para alzarse frente a ella, y sin pérdida de tiempo abrazó el desnudo cuerpo con una de sus manos, mientras colocaba la otra sobre sus rojos labios.

El primer impulso de Bella fue el de gritar, pero este recurso femenino le estaba vedado. Su segunda idea fue desmayarse, y es por la que hubiera optado de no haber mediado cierta circunstancia.

Esta circunstancia era el hecho de que mientras el audaz asaltante la mantenía firmemente sujeta junto a él, algo duro, largo y caliente presionaba de modo insistente entre sus suaves nalgas, y yacía palpitante entre la separación de ellas y a lo largo de su espalda. En ese crítico momento los ojos de Bella tropezaron con la imagen de él en el espejo de la cómoda, y reconocieron a sus espaldas el feo y abotagado rostro del caliente sacerdote, coronado por un círculo de rebelde cabello rojo.

Bella comprendió la situación en un abrir y cerrar de ojos. Hacía ya casi una semana que se había desprendido de los abrazos de Ambrosio y su tío, y tal hecho tuvo mucho que ver, desde luego, en lo que siguió. Lo que hizo a partir de aquel momento fue puro disimulo de la lasciva muchacha.

Se dejó caer suavemente de espaldas sobre la vigorosa figura del padre Clemente, y creyendo este feliz individuo que realmente se desmayaba, al mismo tiempo que retiraba la mano con que le cerraba la boca empleó ambos brazos para sostenerla.

La irresistible belleza de la persona que sostenía entre sus brazos llevó la excitación de Clemente casi hasta la locura. Bella estaba completamente desnuda, y él deslizó sus manos sobre su pulida piel, mientras su inmensa arma, ya rígida y distendida por efecto de la impaciencia, palpitaba vigorosamente al contacto con la suave piel de la hermosa criatura que tenía abrazada.

Tembloroso, Clemente acercó su rostro al de ella, e imprimió un largo y voluptuoso beso sobre sus dulces labios. Bella se estremeció y abrió los ojos. Clemente renovó sus caricias.

–¡Ohhh…! —Exclamó lánguidamente la chica, –¿Cómo se atreve a venir aquí? ¡Por favor, suélteme en el acto! ¡Es vergonzoso!

Clemente sonrió con aire de satisfacción. Siempre había sido feo, pero en aquel momento resultaba verdaderamente odioso por su terrible lujuria.

–Así es… —le dijo. –Es una vergüenza tratar de esta manera a una muchacha tan linda, ¡pero es tan delicioso, vida mía que tu ni te imaginas! -Bella suspiró. Más besos y un deslizamiento de manos sobre su desnudo cuerpo. Una mano grande y tosca se posó sobre su suave monte de Venus, y un atrevido dedo, separando los húmedos labios, se introdujo en el interior de la cálida rendija para tocar el sensible clítoris.

Bella cerró los ojos y dejó escapar otro suspiro, al propio tiempo que aquel sensible órgano comenzaba a su vez a distenderse. En el caso de mi joven amiga era en un órgano diminuto, aunque a causa del lascivo masaje del feo Clemente este se alzó, se puso rígido, y se asomó partiendo casi los labios por sí solos. La joven estaba ardiendo, y el brillo del deseo se asomaba a sus ojos. Se había contagiado, y lanzando una mirada a su seductor pudo ver la terrible mirada de lascivia retratada en su rostro mientras jugueteaba con sus secretos encantos.

La muchacha se agitaba temblorosa; un ardiente deseo de proceder a los placeres del coito se posesionó de ella, e incapaz de controlar por más tiempo sus afanes, llevó con rapidez su mano derecha hacia atrás para asir la inmensa arma que amenazaba sus nalgas, aunque no pudo hacerlo en toda su envergadura.

Se encontraron las miradas de ambos; la lujuria ardía en ellas. Bella sonrió, Clemente repitió su beso sensual, e introdujo en la boca de ella su inquieta lengua. La muchacha no tardó en secundar con su lengua sus lascivas caricias, y dejó el campo libre tanto a sus inquietas manos como a sus cálidos besos.

Poco a poco el ansioso padrecito la atrajo hacia una silla, en la que se sentó Bella en impaciente espera de lo que el sacerdote quisiera hacer después.

Clemente se quedó de pie frente a ella. Su sotana de seda negra, que le llegaba hasta los talones, se alzaba prominente en la parte delantera; sus mejillas, al rojo vivo por la violencia de sus deseos, sólo encontraban rival en sus encendidos labios, y su respiración era agitada, como anticipo del éxtasis.

Por otro lado la valiente joven quien esperaba a lo que quisiera hacerle el buen padre Clemente, sabía que no tenía nada que temer y mucho que gozar.

–Esto es demasiado —murmuró Bella—, ¡Vallase!

–Imposible mi amorcito rico…, después de haberme tomado la molestia de entrar.

–Pero puede ser descubierto, y entonces mi reputación estará arruinada.

–No es probable. Tu bien sabes que estamos completamente solos, y que no hay probabilidad alguna de que nos molesten. Además, eres tan deliciosa, chiquilla mía, tan fresca, tan juvenil y tan hermosa, que… no retires la pierna; únicamente ponía mi mano sobre tu suave muslo. El hecho es que quiero cogerte, vida mía.

Bella pudo ver cómo el enorme bulto se enderezaba más.

–¡Qué obsceno es Usted! ¡Qué palabras emplea para hacerme saber eso!

–¿Lo crees así, mi niñita mimada? —dijo Clemente, tomando de nuevo el sensible clítoris entre sus dedos pulgar e índice, para masajearlo convenientemente, –Me nacen por el placer de sentir este coñito entreabierto que trata astutamente de esquivar mis toques.

–Vergüenza debería darle! —exclamó Bella, riendo, empero, a su pesar.

Clemente se aproximó para inclinarse hacia ella y tomar su lindo rostro entre sus manos. Al hacerlo, Bella pudo advertir que la sotana, casi levantada por la fuerza de los deseos comunicados al miembro del padre, se encontraba a escasos centímetros del pecho de ella, de modo que podía percibir los latidos que hacían que la prenda de seda negra subiera y bajara alternativamente.

La tentación resultaba irresistible, y acabó por pasar su delicada manecita por debajo de las ropas del cura y subirla lo bastante más arriba para agarrar una gran masa peluda y carnosa de la que pendían dos bolas tan grandes como huevos de una súper gallina.

–¡Ohhh, Dios mío! ¡Qué cosa tan enorme! —murmuró la muchacha.

–Toda llena de preciosos mocos espesos y calientes solo para ti dulzura… —suspiró Clemente, mientras jugueteaba con los dos lindos senos tan próximos a él.

Bella se acomodó mejor, y de nuevo atrapó con ambas manos el duro y tieso tronco del enorme pene.

–¡Qué espanto! ¡Este es un monstruo! —exclamó la lasciva muchacha a la misma vez que lo agitaba y lo hacía bambolearse al frente de su suave rostro mientras seguía dejando salir de sus labios lo que ella pensaba de semejante herramienta masculina, –¡De veras que es grande! ¡Qué tamaño el suyo!

–Sí; ¿no es un buen colgajo? —observó Clemente, adelantándose y alzando la sotana para poder mostrar mejor el gigantesco miembro.

Bella no pudo resistir la tentación, y alzando todavía más las ropas del cura dejó el pene en completa libertad y expuesto en toda su longitud.

Las pulgas no sabemos mucho de medidas de espacio y de tiempo, y por ello no puedo daros las dimensiones exactas del arma en la que la muchacha tenía en aquellos momentos puestos los ojos. Era, sin embargo, de proporciones gigantescas. Tenía una gran cabeza roma y roja que emergía en el extremo de un largo tronco parduzco. El agujero que se veía en su cima, que habitualmente es tan pequeño, era en el caso que consideramos una verdadera grieta humedecida por el fluido seminal acumulado ahí. A todo lo largo de aquel tronco corrían gruesas venas azules, y al pie del mismo crecía una verdadera maraña de hirsutos pelos rojos. Dos grandes testículos colgaban debajo.

–¡Cielos! ¡Madre santa hasta sus bolas son grandotas! —murmuró Bella, cerrando sus ojos al tiempo que les daba un ligero apretón.

La ancha y roma cabeza, hinchada y enrojecida por efecto del exquisito cosquilleo de la muchacha, se encontraba en aquel momento totalmente desnuda, y emergía tiesa, libre de los pliegues de la piel que Bella restiraba hacia atrás de la gran columna blanca. Ella jugueteaba gozosa con su adquisición, y cada vez retiraba más atrás la aterciopelada piel del objeto que tenía entre sus manos. Clemente suspiró.

–¡Qué deliciosa criatura eres! —Dijo, mirándola con ojos centelleantes, –Tengo que culearte enseguida o lo arrojaré todo sobre ti.

–¡No, no debe desperdiciar ni una gota! ¡Para eso está mi boca o cualquiera de mis otros dos orificios… —exclamó Bella, –Debe estar muy desesperado para querer correrse tan pronto.

–No puedo evitarlo. Por favor estate quieta un momento o harás que me vaya cortado.

–¡Qué herramienta tan grande! ¿Cuánta leche dará?

Clemente se detuvo y susurró al oído de la muchacha algo que no pude oír, en eso la chica le contestó:

–¡Verdaderamente delicioso, pero es increíble! ¿Cómo podría expulsar tanto?

–Es cierto, dame una oportunidad de probártelo. Estoy ansioso de hacerlo, lindura. ¡Míralo! ¡Tengo que cogerte! –El buen padre Clemente empuño su monstruoso pene colocándolo frente a ella. Después lo inclinó hacia abajo, para después soltarlo de repente. Saltó hacia arriba como un resorte, y al hacerlo se descubrió espontáneamente, dejando paso a la roja nuez, que exudaba una gota de semen por la uretra.

Todo esto sucedió cerca de la cara de Bella, que sintió un sensual olorcillo emanado del miembro, el que vino a incrementar el trastorno de sus sentidos. Continuó jugando con la verga y acariciándola.

–Basta, te lo ruego, mi niña, o lo desperdiciaré todo en el aire.

Bella se estuvo quieta unos segundos, aunque asida con toda la fuerza de su mano al carajo de Clemente. Entretanto él se divertía en moldear con una de sus manos los juveniles senos de la muchacha, mientras con los dedos de la otra recorría en toda su extensión su húmedo coño.

El jugueteo de aquel hombre en sus partes nobles la enloqueció. Su clítoris se hinchó y devino caliente, se aceleró su respiración, y las llamas del deseo encendieron su lindo rostro. La nuez se endurecía cada vez más, brillaba ya como fruta en sazón. Al observar a hurtadillas el feo y desnudo vientre del hombre, lleno de pelos rojos, y sus parduscos muslos, velludos como los de un mono, Bella devino carmesí de lujuria.

El gran pene, cada vez más grueso y más largo, amenazaba los cielos y provocaba en su ser las más indescriptibles emociones. Excitada de sobremanera, enlazó con sus brazos el vigoroso cuerpo del gran bruto y lo cubrió de sensuales y exquisitos besos.

Su misma fealdad incrementaba sus sensaciones libidinosas:

–No, no debe desperdiciarlo; no permitiré que lo desperdicie… todo esto que esta aquí es mío, -le dijo la ardiente chica sobándole los testículos al momento de hacerle ver lo que le pertenecía.

Después, deteniéndose por un instante, gimió con un peculiar acento de placer, y bajando su complaciente cabeza abrió sus rosados labios para recibir de inmediato lo más que pudo del lascivo manjar de carne salada que había estado deseando.

–¡Ohhh, qué delicia! ¡Qué bien me la chupas! ¡Qué… qué gusto me das!

–No le permitiré desperdiciarlo… me beberé hasta la última gota… —susurró Bella apartando por un momento su cabeza de la reluciente nuez. Después, bajándola de nuevo, posó sus labios, proyectados hacia adelante, sobre la gran cabeza, y abriéndolos con delicadeza recibió entre ellos el orificio de la ancha uretra.

–¡Madre santa¡ —volvió a exclamar Clemente, –¡Esto es el cielo! ¡Cómo voy a correrme! ¡Dios mío, cómo lames y chupas!

Bella aplicó su puntiaguda lengua al orificio, y dio de lengüetazos a todos sus contornos.

–¡Qué bien sabe… es muy rica su leche! Tiene que darme todavía una o dos gotas mas.

—No puedo seguir, no puedo… —murmuraba el sacerdote, empujando hacia adelante al mismo tiempo que con sus dedos cosquilleaba el endurecido clítoris de Bella, puesto al alcance de su mano.

Después Bella tomó de nuevo entre sus labios la cabeza de aquella gran vergota, mas no pudo conseguir que la nuez entrara en su boca por completo, tan monstruosamente ancho era. Lamiendo y succionando, deslizando con lentos y deliciosos movimientos la piel que rodeaba el rojo y sensible lomo de la tremenda verga, Bella estaba provocando unos resultados que ella sabía no iban a dilatar mucho en producirse.

–¡Ah, madre santa! ¡Casi me estoy corriendo! Siento… ¡Oh… chupa ahora! ¡Vas a recibirlo! -Clemente alzó sus brazos al aíre, su cabeza cayó hacía atrás, abrió las piernas, se retorcieron convulsivamente sus manos, quedaron en blanco sus ojos, y Bella sintió que un fuerte espasmo recorría el monstruoso pene.

Momentos después fue casi derribada de espaldas por el chorro continuo que como un torrente arrojaban los órganos genitales del cura y le corrían garganta abajo. No obstante todos sus deseos y esfuerzos, la voraz muchacha no pudo evitar que un chorro escapara por la comisura de sus labios cuando Clemente, fuera de sí por efecto del placer, empujaba hacia adelante con sacudidas sucesivas, con cada una de las cuales enviaba a la garganta de ella un nuevo chorro de semen.

Bella resistió todos sus empellones, y se mantuvo asida al arma de la que manaban aquellos borbotones, hasta que todo hubo terminado.

–¿Cuánto me dijo? —musitó ella. –¿Una taza de té llena? Fueron más de dos.

–¡Adorable criatura! —Exclamó Clemente cuando al fin pudo recuperar el aliento, -¡Qué placer tan divino me proporcionaste! Ahora me toca a mí, y tienes que permitirme examinar todas estas cositas tuyas que tanto adoro.

–¡Ahhhh, qué delicioso fue! Estoy casi ahogada por sus mocos…—comentó Bella—. ¡Cuán viscosos eran! ¡Dios mío, qué cantidad!

—Sí, lindura. Te lo prometí todo, y me excitaste de tal modo que de seguro recibiste una buena dosis. Me fluían a borbotones.

–Sí, efectivamente así fue.

–Ahora verás qué buena lamida te voy a dar en la concha, y cuán deliciosamente te cogeré después.

Uniendo la acción a la palabra, el lujurioso cura se colocó entre los muslos de Bella, blancos como la leche, y adelantando su cara hacia ellos introdujo su lengua entre los labios de la roja grieta. Después, moviéndola en torno al endurecido clítoris, la obsequió con un cosquilleo tan exquisito, que la muchacha difícilmente podía contener sus gritos.

–¡Ohhhh, Dios mío! ¡Me chupas la vida mi amor! ¡Ohhh…! Estoy… ¡Voy a corrermeee! ¡Me corrooooo! -Y con un repentino movimiento de avance vaginal hacia la activa lengua, Bella se corrio abundantemente en el rostro de Clemente, el que recibió lo más que pudo dentro de su boca, con epicúreo deleite.

Después el cura se alzó. Su enorme pene, que se había apenas reblandecido, se encontraba otra vez en tensión viril, y emergía ante él en estado de terrible erección. Literalmente resoplaba de lujuria a la vista de la bella y bien dispuesta muchacha.

–Ahora tengo que culearte…, —le dijo al tiempo que la empujaba hacia la cama, –Tengo que poseerte y darte una probada de esta gran verga en tu cuerpecito. ¡Ahhh, qué culeada te voy a dar!

Despojándose rápidamente de su sotana y sus prendas interiores, el gran bruto, cuyo cuerpo estaba totalmente cubierto de pelo y de piel tan morena como la de un mulato, tomó el frágil cuerpo de la hermosa Bella en sus musculosos brazos y lo depositó suavemente sobre la cama.

Clemente contempló por unos instantes su cuerpo curvilíneo tendido y palpitante, mitad por efecto del deseo y mitad a causa del terror que le causaba la furiosa embestida. Luego contempló con aire satisfecho su tremendo pene, erecto de lujuria, y subiéndose presto al lecho se arrojó sobre ella y se cubrió con las ropas de la cama. Bella, medio ahogada debajo del gran bruto peludo, sintió la tiesa y ancha verga entre sus piernas, y bajó la mano para tentarla de nuevo.

–¡Cielos, qué tamaño! ¡Nunca me cabrá!

–Sí, claro que si… la tendrás toda… entrará hasta los testículos, sólo que tendrás que cooperar para que no te lastime, mira que te puedo rajar de lo muy parada que la tengo. La joven se ahorró la molestia de contestar, porque enseguida una lengua ansiosa penetró en su boca hasta casi sofocarla. Después pudo darse cuenta de que el sacerdote se había levantado poco a poco, y de que la caliente cabeza de su gigantesco pene estaba tratando de abrirse paso a través de los húmedos labios de su rosada rendija.

No puedo seguir adelante con el relato detallado de los actos preliminares. Se llevaron 15 minutos, pero al término de ellos el torpe Clemente estaba enterrado hasta los testículos en el lindo cuerpo de la joven, que, con sus suaves piernas enlazadas sobre la espalda del moreno sacerdote, recibía las caricias de éste, que se solazaba sobre su víctima, y daba comienzo a los lascivos movimientos que habían de conducirle a desembarazarse de su ardiente fluido.

Veinticinco centímetros, cuando menos, de endurecido y grueso músculo habían calado las partes íntimas de la jovencita, y palpitaban en el interior de ellas, al propio tiempo que una mata de pelos hirsutos frotaba el delicado monte de la infeliz Bella.

–¡Oh, Dios mío! ¡Cómo me hiere! —se quejó ella, –Cielos! ¡¡Me está descuartizandooo!! – Clemente inició un movimiento brutal. –¡No lo puedo aguantar! ¡Realmente está demasiado grande! ¡Ohhh! ¡Sáquelo! ¡Ay, qué embestidas!, –el cura empujó sin piedad dos o tres veces.

–Aguanta un momento, diablita… aguanta sólo hasta que te ahogue con mi semen. ¡Oh, cuán estrecha eres! ¡Parece que me estás sorbiendo la verga! ¡Al fin! ahora está dentro, ya es todo tuvo.

–¡Piedad, por favor!

Clemente embistió duro y rápido, empujón tras empujón al mismo tiempo que giraba y se contorsionaba sobre el muelle cuerpo de la muchacha, y sufría un verdadero ataque de lujuria.

Su enorme pene amenazaba estallar por la intensidad de su placer y el enloquecedor deleite del momento, y tras una buena sucesión de minutos en donde ya ambos cuerpo sudaban por semejante combate en que estaba enfrascados, fue el sacerdote quien le hacía ver a su víctima de lo bien que se lo estaba pasando:

–Ahora por fin te estoy culeando como yo lo deseaba ricura… ¿te gusta?

–¡¡Culéeme!!—Exclamó Bella, abriéndose todavía más de piernas, a medida que la intensidad de las sensaciones se iban posesionando de su persona, –¡Culéeme bien! ¡Más duro!

Y con un hondo gemido de placer inundó a su brutal violador con una copiosa descarga femenina, al propio tiempo que se arrojaba hacia adelante para recibir una formidable embestida del hombre.

Las piernas de Bella se flexionaban espasmódicamente cuando Clemente se lanzó entre ellas, este siguió metiendo y sacando su largo y ardiente miembro entre las mismas, con movimientos lujuriosos. Algunos suspiros mezclados con besos de los apretados labios del lascivo invasor; unos quejidos de placer y las rápidas vibraciones del armazón de la cama, todo ello denunciaba la excitación de la escena.

Clemente no necesitaba incentivos. La eyaculación de su complaciente compañera le había proporcionado el húmedo medio que deseaba, y se aprovechó del mismo para iniciar una serie de movimientos de entrada y salida que causaron a Bella tanto placer como dolor. La muchacha lo secundó con todas sus fuerzas. Atiborrada por completo, suspiraba hondo y se estremecía bajo sus firmes embestidas. Su respiración se convirtió en un estertor; se cerraron sus ojos por efecto del brutal placer que experimentaba en un casi ininterrumpido espasmo de la emisión. Las posaderas de su rudo amante se abrían y cerraban a cada nuevo esfuerzo que hacía para asestar estocadas en el cuerpo de la linda chiquilla.

Después de mucho batallar se detuvo un momento:

–Ya no puedo aguantar más, me voy a venir mi dulce chiquilla. Toma mi leche, Bella. Vas a recibir torrentes de ella, ricura, -Bella ya lo sabía, sintió con su vagina que todas las venas de su monstruoso carajo estaban henchidas a su máxima tensión, le resultaba insoportablemente grande, al grado de asemejarlo con el gigantesco miembro de un caballo.

Clemente empezó a moverse de nuevo, de sus labios caía la saliva.

Con una sensación de éxtasis, Bella esperaba la corriente seminal. Clemente asestó uno o dos golpes cortos, pero profundos, lanzó un gemido y se quedó rígido, estremeciéndose sólo ligeramente de pies a cabeza, y a continuación salió de su verga un tremendo chorro de semen que inundó la matriz de la jovencita.

El gran bruto enterró su cabeza en las almohadas, hizo un postrer esfuerzo para adentrarse más en ella, apoyándose con los pies en el pie de la cama.

–¡Ohhh, la lecheeee!, -chillaba Bella, –¡La siento! ¡Qué torrente de semen Dios mio! ¡Ohhh, démela toda! ¡Padre santo, qué placer… que calentura es la que estoy sintiendo por Dios!

–¡Ahí está! ¡Tómalaaaa! -gritó el cura mientras, tras el primer chorro arrojado en el interior de ella, embestía de nuevo salvajemente hacia adentro, enviando con cada empujón un nuevo torrente de mocos calientes y blanquecinos.

–¡Ahhhh, qué Ricoooo! -Aun cuando Bella había anticipado lo peor, no tuvo idea de la inmensa cantidad de semen que aquel hombre era capaz de emitir. La arrojaba hacia fuera en espesos borbotones que iban a estrellarse contra su misma matriz. –¡Ohhh, me estoy viniendo otra vez!, -fue lo último que alcanzo a decir Bella antes de desmayarse bajo el robusto hombre gracias al infinito placer que estaba experimentando su persona, mientras el ardiente fluido del buen padre seguía inundándola con sus chorros viscosos.

Otras cinco veces, aquella misma noche, Bella recibió el contenido de los grandes testículos de Clemente, y de no haber sido porque la claridad del día les advirtió que era tiempo de que él se marchara, hubieran empezado de nuevo.

Cuando el astuto Clemente abandonó la casa y se apresuró a retirarse a su humilde celda, amaneciendo ya, se vio forzado a admitir que había llenado su vientre de satisfacción, de la misma manera que Bella vio inundadas de leche sus entrañas. Y suerte tuvo la jovencita de que sus dos protectores estuvieran incapacitados, porque de otra manera habrían descubierto, por el lastimoso estado en que se encontraban sus juveniles partes íntimas, que un intruso había traspasado los umbrales de las mismas. La juventud es elástica, todo el mundo lo sabe. Y Bella era muy joven y muy elástica. Si ustedes hubieran visto la inmensa máquina de Clemente, lo habrían aseverado conmigo. Su elasticidad natural le permitió admitir no sólo la introducción de aquel ariete, sino también dejar de sentir la menor molestia al cabo de un par de días.

Tres días después de este interesante episodio regresó el padre Ambrosio. Una de sus primeras preocupaciones fue buscar a Bella. Al encontrarla la invitó a entrar en un boudoir.

–¡Vela! —Gritó, mostrándole su instrumento, inflamado y en actitud de presentar armas. –No he tenido distracción alguna durante una semana, y mi verga está que arde, querida Bella.

Dos minutos después, la cabeza de Bella reposaba sobre la mesa del departamento mientras que, con la ropa recogida sobre su espalda, dejaba al descubierto sus turgentes nalgas, las que el lascivo cura golpeó vigorosamente con su largo miembro, después de haber solazado su vista en la contemplación de sus rollizas nalgas.

Tras otro minuto ya su instrumento se había introducido en el coño por detrás, hasta aplastar contra las posaderas el negro y rizado pelo de la base. Tras sólo unas cuantas embestidas arrojó borbotones de leche hasta la cintura de ella.

El buen padre estaba demasiado excitado por la larga abstinencia para que con sólo esto perdiera rigidez su miembro, por lo que retiró aquel instrumento propio de un semental, todavía resbaladizo y vaporoso, para llevarlo al pequeño orificio situado entre el par de deliciosas nalgas de su amiga. Bella le ayudó y, dado lo bien aceitado como estaba, se deslizó hacia adentro, para no tardar en obsequiar a la muchacha con otra tremenda dosis procedente de sus prolíficos testículos. Bella sintió la ardiente descarga, y recibió gustosa la cálida leche proyectada contra sus entrañas. Después la puso de espaldas sobre la mesa y le succionó el clítoris por espacio de un cuarto de hora, obligándola a venirse dos veces en su boca. A continuación la jodió en la forma natural. Acto seguido se retiró Bella a su habitación para lavarse, y tras un ligero descanso se puso su vestido de calle y se fue.

Aquella noche se informó que el señor Verbouc había empeorado. El ataque había alcanzado regiones que fueron motivo de alarma para su médico de cabecera. Bella le deseó a su tío que pasara una buena noche y se retiró a su habitación.

Julia se había instalado en la alcoba de Bella para pasar la noche, y ambas muchachas, para aquel entonces ya bien enteradas de la naturaleza y las propiedades del sexo masculino, estaban recostadas intercambiando ideas y aventuras.

–Pensé que iba a morir —dijo Julia, –cuando el padre Ambrosio introdujo su cosa grande y fea muy adentro de mi pobre cuerpo, y cuando acabó creí que le había dado un ataque, y no podía entender qué era aquella cosa viscosa, aquella sustancia caliente que arrojaba dentro de mí. ¡Ohhh!

–Entonces mi querida Julia, comenzaste a sentir la fricción en tu sensible cosita, y la caliente leche del padre Ambrosio, de mi tío y de tu propio padre brotaron a chorros, cubriéndolo todo.

–Si, y aún recuerdo aquella tarde, creo que fue memorable… cuanto semen derramaron en mi interior… Ufff

–Si tu padre… si tu padre aun estuviera vivo… te pondrías a hacerlo con el…

–Claro que sí, si todavía me siento inundada de su semen cuando me toco ahí abajo recordando aquel día y todo lo que sucedió. –¡Silencio! ¿No oíste?

Ambas muchachas se sentaron en la cama y se pusieron a escuchar. Bella, más habituada a las características de su alcoba de lo que pudiera estarlo Julia, concentró su atención en la ventana. En el momento de hacerlo el postigo cedió gradualmente, y apareció la cabeza de un hombre.

Julia descubrió también al aparecido y estuvo a punto de gritar, pero Bella le hizo una seña para que guardara silencio.

–¡Chist! No te alarmes —susurró Bella –No nos quiere comer; sólo que es indebido molestarle a una de tan cruel manera.

–¿Qué quiere? —preguntó Julia, semi escondiendo su linda cabeza entre sus prendas de dormir, pero sin dejar de observar con ojo atento al intruso.

Durante esta breve conversación el hombre se estuvo preparando para entrar en la alcoba, y habiendo ya abierto lo bastante la ventana para poder hacerlo, deslizó su amplia humanidad al través de la abertura. Al poner pie en el piso de la habitación quedaron al descubierto la voluminosa figura y las feas facciones del caliente padre Clemente.

–¡Madre santa, un cura! —Exclamó la joven huésped de Bella, –¡Y bien gordo por cierto! ¡Oh Bella! ¿Qué quiere?

–Pronto lo sabremos…, -susurró la otra.

Entretanto Clemente ya se había aproximado a la cama en donde yacían las dos beldades.

–¿Qué? ¿Será posible? ¿Un doble agasajo? —exclamó él, –¡Encantadora Bella! Es realmente un placer inesperado.

–¡Qué vergüenza, padre Clemente!

Julia había desaparecido bajo las ropas de la cama. En dos minutos se despojó el cura de sus vestimentas, y sin esperar a que se le invitara a hacerlo, se lanzó como rayo sobre la cama.

–¡Oh! —Gritó Julia, –¡Me está tocando!

–¡Ah, sí! Las dos seremos bien manoseadas, te lo aseguro —murmuró Bella al sentir la enorme arma de Clemente presionando su espalda. –¡Que vergonzoso comportamiento el de usted, al entrar sin nuestro permiso!

–En tal caso, ¿puedo entrar, preciosidad? —repuso el cura, al tiempo que ponía en manos de Bella su tieso instrumento.

–Puede quedarse, puesto que ya está dentro.

–Gracias… —murmuro Clemente, a la vez de subirle sus ropas de cama hasta mas arriba de la cintura, para luego apartar las piernas de Bella e insertar la enorme cabeza de su pene entre ellas.

Bella sintió la estocada, y mecánicamente pasó sus brazos en torno al dorso de Julia quien se había hincado en la cama a observar la operación aunque aún sin entender mucho lo que estaba sucediendo.

Clemente empujó de nuevo, pero Bella se escabulló de un brinco. Se levantó, y apartando las ropas de la cama dejó al descubierto el peludo cuerpo del sacerdote y la gentil figura de su compañera. Julia se volvió instintivamente y se encontró con que, apuntando en línea recta a su nariz, se enderezaba el rígido pene del buen padre, que parecía próximo a estallar a causa de la lujuria despertada en su poseedor por la compañía en que se encontraba.

–Tócaselo… —susurró Bella.

Sin atemorizarse, Julia lo agarró con su blanca manita:

–¡Cómo late! Se va haciendo cada vez mayor, a fe mía.

Ambas muchachas se bajaron entonces de la cama para proceder a desnudarse desesperadamente y por completo, y ansiosas por divertirse comenzaron a estrujar y a frotar el voluminoso pene del sacerdote, hasta que éste estuvo a punto de correrse.

–¡Esto es el cielo!, —dijo el padre Clemente con la mirada perdida, y un ligero movimiento convulsivo en sus dedos que denotaba su placer.

—Basta Julia, de lo contrario se correrá…, —observó Bella, adoptando un aire de persona experimentada en la materia, al que creía tener derecho, según ella, en virtud de sus anteriores relaciones con el monstruo.

Por su parte, el padre Clemente no estaba dispuesto a desperdiciar sus disparos cuando estaban a su alcance dos objetivos tan lindos. Permaneció inactivo durante el manoseo al que las muchachas sometieron su gran pene, pero ahora había atraído suavemente hacia si a la joven Julia que como bien ya se dijo estaba totalmente desnuda. Deslizó sus ansiosas manos en torno a los adorables muslos y las nalgas de la muchacha, y con los pulgares abrió después la rosada rendija que ofrecía, para introducir su lasciva lengua en su interior, y besarla en forma por de lo más excitante en la misma matriz.

Julia no podía permanecer insensible a este tratamiento y cuando al fin, tembloroso de deseo y de desenfrenada lujuria, el osado cura la puso de espaldas sobre la cama, abrió sus juveniles muslos y le permitió ver los sonrosados bordes de su bien ajustada hendidura.

Clemente se metió entre sus piernas, y adelantándose hacia ella mojó la gruesa punta de su miembro en los húmedos labios del coño. Bella prestó entonces su ayuda, y tomando entre sus manos el inmenso pene, le descubrió y encaminó adecuadamente hacia el pequeño orificio vaginal.

Julia contuvo el aliento y se mordió los labios. Clemente asestó una violenta estocada. Julia, brava como una leona, aguantó el golpe, y la cabeza se introdujo. Más empujones, mayor presión, y en menos tiempo que toma para escribirlo Julia había engullido totalmente el enorme pene del sacerdote.

Una vez cómodamente posesionado de su cuerpo, Clemente inició una serie de rítmicas embestidas a fondo, y Julia, presa de sensaciones indescriptibles, echó hacia atrás la cabeza, y se cubrió el rostro con una mano mientras con la otra se asía de la cintura de Bella.

–¡Ohhh, es enorme, pero qué gusto me da!

–¡Está completamente dentro! ¡Se ha enterrado hasta las bolas! —exclamó Bella.

–¡Ahhh! ¡Qué delicia! ¡Voy a correrme! ¡No puedo aguantar! ¡Su vientre es como terciopelo! ¡Toma! ¡Toma esto linda criatura! -Aquí siguió una feroz embestida.

–¡Ohhhh… Ahhhh! —exclamó Julia.

En aquel momento se le ocurrió una fantasía al libidinoso gigante, y extrayendo el vaporeante miembro de las partes íntimas de Julia se lanzó entre las piernas de Bella y lo alojó en el interior de su deliciosa vagina. El palpitante objeto se metió muy adentro de su juvenil coño, mientras el propietario del mismo babeaba de gusto por la doble tarea a que estaba entregado.

Julia veía asombrada la aparente facilidad con que el padre hundía su gran verga en el interior del blanco cuerpo de su amiga.

Tras de pasar un cuarto de hora en esta erótica postura, tiempo en el cual Bella oprimió al padre contra su pecho y rindió por dos veces su cálido tributo sobre la cabeza de la enorme vara, una vez más se retira Clemente, y buscó calmar el ardor que le consumía derramando su caliente leche en el interior de la delicada personita de Julia.

Tomó a la damita entre sus brazos, de nuevo se montó sobre su cuerpo, y sin gran dificultad, presionando su ardiente verga contra el suave coño de ella, se dispuso a inundarlo con una lasciva descarga.

Siguió una furiosa serie de estocadas rápidas pero profundas, al final de las cuales Clemente, al tiempo que dejaba escapar un hondo suspiro, empujó hasta lo más hondo de la delicada muchacha, y comenzó a vomitar en su interior un verdadero diluvio de semen. Chorro tras chorro brotaba de su pene mientras él, con los ojos en blanco y los labios temblorosos, llegaba al éxtasis.

La excitación de Julia había alcanzado su máximo, y se sumó al goce de su violador en el paroxismo final, a un grado de terrible enajenación que no hay pulga capaz de describir.

Las orgías que siguieron en esta lasciva noche fueron algo que excede también mis capacidades narrativas. Tan pronto como Clemente se hubo recobrado de su primera eyaculación, anunció con palabras de grueso calibre su propósito de gozar de Bella. Y, dicho y hecho, puso inmediatamente manos a la obra.

Durante un largo cuarto de hora permaneció enterrado hasta los pelos en el coño de ella, conteniéndose hasta que la naturaleza se impuso, para que Bella recibiera la descarga en su matriz.

El padre sacó su pañuelo de Holanda, con el que enjugó los chorreantes coños de ambas beldades. Entonces las dos muchachas asieron el miembro del sacerdote, y le aplicaron tantos tiernos y lascivos toques que excitaron de nuevo el fogoso temperamento del sacerdote, hasta el punto de lograr infundirle nuevas fuerzas y virilidad imposibles de describir. Su enorme pene, enrojecido y engrosado en virtud de los ejercicios anteriores, veía amenazador a la pareja que lo manoseaba llevándolo ora a un lado, ora a otro. Varias veces Bella chupó la enardecida cabeza y cosquilleó con la punta de su lengua el orificio de la uretra. Esta era, por lo visto, una de las formas favoritas de gozar de Clemente ya que rápidamente introdujo lo más que pudo la cabeza de su gran verga en la boca de la muchacha.

Después las hizo rodar una y otra vez, desnudas tal como vinieron al mundo, pegando sus gruesos labios en sus chorreantes coños, una y otra vez. Besó ruidosamente y manoteó las redondeces de sus nalgas, introduciendo de vez en cuando uno de sus dedos en los orificios de los culos.

Luego Clemente y Bella, ambos a una, convencieron a Julia para que le permitiera al padre meter en su boca la punta de su pene, y tras un buen rato de cosquillear y excitar al monstruoso carajo, vomitó tal torrente en la garganta de la muchacha, que casi la ahogó. Siguió un corto intervalo, y de nuevo el inusitado hecho de poder gozar de dos muchachas tan tentadoras y espirituales despertó todo el vigor de Clemente.

Colocándolas una junto a otra comenzó a introducir su miembro alternativamente en cada una, y tras de algunas brutales embestidas lo retiraba de un coño para meterlo en el otro. Después se tumbó sobre su espalda, y atrayendo a las muchachas sobre él le chupó el coño a una mientras la otra se enterraba en su verga hasta juntarse los pelos de ambos cuerpos. Una y otra vez arrojó en el interior de ellas su prolífica esencia.

Sólo el alba puso término a aquellas escenas de orgía. Mientras tales escenas se desarrollaban en aquella casa, otra muy diferente tenía lugar en la alcoba del señor Verbouc, y cuando tres días más tarde el padre Ambrosio regresaba de otra de sus ausencias, encontró a su amigo y protector al borde de la muerte. Unas pocas horas bastaron para poner término a la vida y aventuras de tan excéntrico caballero.

Después de su deceso su viuda, que nunca se distinguió por sus luces intelectuales, comenzó a presentar síntomas de locura, y en el paroxismo de su desvarío nunca dejaba de llamar al sacerdote. Pero cuando en cierta ocasión un anciano y respetable padre fue llamado de urgencia, la buena señora negó indignada que aquel hombre pudiera ser un sacerdote, y pidió a gritos que se le enviara “el del gran instrumento”. Su lenguaje y su comportamiento fueron motivo de escándalo general, por lo que se la tuvo que encerrar en un asilo, en el que sigue delirando en demanda del gran pene.

Bella, que de esta suerte se quedó sin protectores, bien pronto prestó oídos a los consejos de su confesor, y aceptó tomar los velos. Julia, huérfana también, resolvió compartir la suerte de su amiga, y como quiera que su madre otorgó enseguida su consentimiento, ambas jóvenes fueron recibidas en los brazos de la Santa Madre Iglesia el mismo día, y una vez pasado el noviciado hicieron a un tiempo los votos definitivos. Cómo fueron observados estos votos de castidad no es cosa que yo, una humilde pulga, deba juzgar. Únicamente puedo decir que al terminar la ceremonia ambas muchachas fueron trasladadas privadamente al seminario, en el que las aguardaban catorce curas.

Sin darles apenas tiempo a las nuevas devotas a desvestirse, los canallas, enfervorecidos por la perspectiva de tan preciada recompensa, se lanzaron sobre ellas, y uno tras otro saciaron su diabólica lujuria. Bella recibió arriba de veinte férvidas descargas en todas las posturas imaginables, y Julia, apenas menos vigorosamente asaltada, acabó por desmayarse, exhausta por la rudeza del trato a que se vio sometida. La habitación estaba bien asegurada, por lo que no había que temer interrupciones, y la sensual comunidad, reunida para honrar a las recién admitidas hermanas, disfrutó de sus encantos a sus anchas. Ambas jóvenes aquel día, desde tempranas horas y hasta altas horas de la noche, a lo único que pudieron optar por colación para reunir fuerzas fueron abundantes cantidades de semen y uno o dos vasos de agua. También Ambrosio estaba allí, ya que hacía tiempo que se había convencido de la imposibilidad de conservar a Bella para él solo, y a mayor abundamiento temía la animosidad de sus cofrades.

Clemente también formaba parte de su equipo, y su enorme miembro causaba estragos en los juveniles encantos que atacaba. El Superior tenía asimismo oportunidad de dar rienda suelta a sus perversos gustos, y ni siquiera la recién desflorada y débil Julia escapó a la ordalía de sus ataques. Tuvo que someterse y permitir que, entre indescriptibles emociones placenteras, arrojara su viscoso semen en sus entrañas.

Los gritos de los que se venían, la respiración entrecortada de aquellos otros que estaban entregados al acto sexual, los gemidos de las dos bellas víctimas, el chirriar y crujir del mobiliario, las apagadas voces y las interrumpidas conversaciones de los observadores, todo tendía a dar mayor magnitud a la monstruosidad de las libidinosas escenas, y a hacer más repulsivos los detalles de esta batahola eclesiástica.

Obsesionada por estas ideas, y disgustada sobremanera por las proporciones de la orgía, huí, y no me detuve hasta no haber puesto muchos kilómetros de distancia entre mi ser y los protagonistas de esta odiosa historia, ni tampoco, desde aquel momento, acaricié la idea de volver a entrar en relaciones de familiaridad con Bella o con Julia.

Bien sé que ellas vinieron a ser los medios normales de dar satisfacción a los internados en el seminario. Sin duda la constante y fuerte excitación sexual que tenían que resentir había de marchitar en poco tiempo los hermosos encantos juveniles que tanta admiración me inspiraron, sin contar de los continuos embarazos de distintos hombres de los cuales fueron víctimas. Pero, hasta donde cabe, mi tarea ha terminado, he cumplido mi promesa y se han terminado mis primeras memorias. Y si bien no es atributo de una pulga el moralizar, sí está en su mano escoger su propio alimento.

Hastiada de aquellas mujercitas sobre las que he disertado, hice lo que hacen tantos otros que, no obstante no ser pulgas, tal como lo recordé a mis lectores al comenzar esta primera narración, hacen lo mismo, chupar la sangre: emigré, con la nueva promesa a mis lectores de un segundo volumen, en el peregrinar por escoger mi propio alimento.

FIN

Relato erótico: “Celos de mi rival” (POR GOLFO)

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Celos de mi rival.
Celos:
Los celos son la angustia ante la posibilidad de que el objeto del deseo -que no necesariamente es el objeto amado- te sea sustraído por otra persona.
Rival:
Persona que compite contigo, luchando por obtener un mismo fin o por superarlo.
Amante:
“Lo que nos apasiona”. Lo que ocupa nuestro pensamiento antes de quedarnos dormidos y es también quien a veces, no nos deja dormir.
Hay veces que las definiciones no concuerdan, no casan con la idea preconcebida que uno tiene de ella, pero en otras ocasiones son un fiel reflejo de lo que sentimos en lo mas hondo de nuestra mente.
Hoy, tengo que reconocer que tengo celos de mi rival, ese que compite conmigo en la imaginación de mi amante.
Celos enfermizos, angustia brutal que me obliga a recrearme en una auto inflingida tortura.
Estocada hiriente en mi autoestima. Fue brutal oir de sus labios que le gustaba otro. Los cimientos de mi orgullo se tambalearon al escucharla.
Fue un comentario casual, que dejado caer dentro de una larga conversación, me ha hecho reconsiderar que siente ella por mí.
En la cama es un fiera, tigresa agresiva que busca el placer mutuo. Largas noches de excitación avalan su atracción. No tengo ninguna razón para dudar, que al desnudarse se siente atraída por mí. Sus pezones al igual que su sexo reaccionan en cuanto me acerco, les da igual si es en la oficina, en un restaurante, o en la intimidad de una cama de un hotel. Solo mi proximidad hace que se levanten duros de su letargo y se anegue su cueva.
Muchas veces lo he constatado e incluso jugado con esa debilidad.
Unas veces sirviéndome de la vergüenza que siente y aprovechando que su jefe está presente, la he piropeado sabiendo que invariablemente dos pequeños bultos van a aparecer emergiendo paulatinamente a través de la tela de su camisa.
Otras en cambio mi juego es mas intimo como cuando desde mi despacho, contemplando su figura sentada en su mesa, le mando un correo donde le recuerdo como me gusta verla desnuda mientras ella arrodillada rinde culto a mi extensión. No lo puede evitar, al leer mi mensaje, inconscientemente tiene que cerrar sus piernas en un intento de sofocar el incipiente fuego que le nace en su interior.
Entonces, ¿qué le ocurre?.
No sabe acaso, que aunque han pasado ya cinco años, desde que la tomé por vez primera entre mis brazos, es incapaz de evitar acudir a mi llamada. Que se vuelve loca, solo con que le diga que esa tarde tengo tiempo para ella. Que es adicta a mi cuerpo. Que solo yo entre los millones sé que debajo de su sujetador lleva un pequeño mechón de mi cabello.
Se olvida acaso, de la pasión desenfrenada que le provoca una caricia de mis manos. De lo mal que se siente, cuando estamos solos y no le hago caso. De cómo es la primera en ofrecerse voluntaria para acompañarme en un tedioso viaje de trabajo. De cómo nada mas traspasar mi puerta, se despoja de su ropa y busca el placer que sabe que yo solo le otorgo.
Entonces, ¿por qué su subconsciente la delató al acudir a esa exposición de arte?. ¿por qué se quedó petrificada al verlo?, ¿por qué solo con pararse a su lado, su pulso se acelera?. ¿por qué me obligó a permanecer a su lado, mientras con la boca abierta no dejaba de babear al contemplarlo?.
Tengo celos, celos brutales. Me gustaría con una tijeras agujerearlo de arriba abajo, apuñalarlo repetidamente hasta esparcir sus restos por toda la calle. Quemarlo, destrozarlo, pisotearlo, hacerle desaparecer de la memoria de mi amante.
Estoy loco, profundamente loco.
No es posible pero estoy celoso.

Celoso de un cuadro, metro cuadrado de lienzo que ha conseguido dejarme en un segundo plano. Ya no soy lo más bello, ya no soy lo único, al lado de ese Kandinssky soy una bazofia. Y lo peor, lo que mas me encorajina es que en cincuenta años, habrá otras amantes que babearan al contemplarlo, mientras a mí, si Dios me los da, solo mis hijos se acordarán que he existido.

Relato erótico: “Jane VIII” (POR ALEX BLAME)

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8

Jane se despertó al día siguiente con un ligero escozor en su sexo y la sensación de haber traicionado a Patrick. Sabía que estaba en lo más profundo de una selva que apenas conocía. No sabía el camino a casa y las probabilidades de volver a Inglaterra eran remotas, aun así no dejaba de pensar en que Patrick probablemente le seguía siendo fiel.

Tarzán se despertaba con el alba, así que cuando subió a tomar un poco el sol, él ya había conseguido algo de fruta y estaba comiendo un par de plátanos.

Se acercó a ella con una sonrisa y un sospechoso bulto en el taparrabos pero Jane lo rechazó con un gesto cansado. Estaba un poco enfadada con él. No por el hecho de haberla follado. El salvaje no había hecho nada malo. En tal caso ella había sido la zorra infiel, pero la forma tan bruta y egoísta de hacerle el amor le había enojado.

Sin embargo la reacción de Tarzán encogiéndose de hombros, dándole una fruta y quedándose a su lado tranquilamente sin decir nada la desarmó. Como un adolescente timorato fue acercándose poco a poco hasta que le paso un brazo sobre su hombro. La sensación de protección y de calor que le transmitió el salvaje fue tan intensa que no pudo evitar temblar ligeramente.

Para disimular su turbación Jane cogió un pequeño peine, lo único que había salvado de su vida anterior y comenzó a cepillarse su melena.

Tarzán observo a aquella deliciosa criatura atusarse el pelo. El sol de la mañana, aún bajo, arrancaba chispas de aquella melena roja como el fuego de la sabana. La deseaba tanto como la noche anterior. La sensación de poseerla, de unirse a ella, como hacían sus compañeros de tribu entre ellos, le hizo sentirse completo. No había dormido en toda la noche concentrado en el aroma a sexo que había dejado Jane en él y masturbándose varias veces para descargar la intensa excitación que le producía.

Jane notó como Tarzán se acercaba un poco más y le cogía el pequeño peine de las manos. Imitando sus gestos el hombre metió el peine en la melena y tiró hacía abajo. El peine tropezó con un nudo y Jane se quejó al sentir el tirón.

-Más suave Tarzán –dijo ella –con suavidad, poco a poco y cuando encuentres un nudo demasiado fuerte coge de la melena por encima antes de tirar más fuerte.

El hombre no respondió fascinado como estaba por el brillo que adquiría el pelo con las sucesivas pasadas. En pocos minutos le cogió el tranquillo a la tarea y Jane empezó a disfrutar, sintiendo como las manos del hombre dejaban rastros de fuego en su cuello y como los suaves y repetitivos tirones le producían una sensación de placer y serenidad.

Pronto hizo demasiado calor para permanecer allí arriba así que todos bajaron de las copas de los árboles y se pusieron a comer. A medida que avanzaba el día las malas sensaciones de la mañana se fueron disipando hasta quedar totalmente olvidadas. El encuentro con Blesa había terminado con su inseguridad a la hora de moverse por la selva, pero no se lo dijo a Tarzán que seguía acompañándola en su desplazamiento por las lianas abrazándola amorosamente.

Era tarde y el estanque ya estaba casi vacío, solo dos esquivos sitatungas, que desparecieron en cuanto ellos llegaron, estaban bañándose en el agua.

Tarzán se tiró sin ninguna ceremonia mientras que Jane, olvidado todo su pudor se desnudó y se metió poco a poco en el agua. Tarzán, no pudo evitar mirar y quedar hipnotizado al ver como los pezones rosados de Jane se endurecían por efecto del agua fría. Se acercó a Jane dispuesto a follársela como había hecho la noche anterior pero ella escapó nadando con una sonrisa.

Tarzán intentó atraparla, pero la fuerza de él, la suplía ella con una técnica depurada manteniendo las distancias. Cuando finalmente la atrapó, ella se dio rápidamente la vuelta impidiendo que la penetrase por la espalda y colgándose de su cuello le beso.

Tarzán abrió los ojos sorprendido cuando Jane le metió la lengua en la boca.

-Esto es un beso –dijo ella volviendo a besarle.

-A Tarzán gustar beso –dijo introduciendo violentamente la lengua en la boca de Jane hasta dejarla sin respiración.

-Buff ¡No seas bruto! -Dijo ella jadeando -¿recuerdas esta mañana con mi pelo? Pues esto es lo mismo. Si lo haces con suavidad es más placentero.

-Placen…tero. –repitió él besándola esta vez con más suavidad.

El beso fue largo, sus lenguas se acariciaron con suavidad y se exploraron sin tregua. Jane cogió una de las manos de Tarzán y la puso sobre su pecho. El hombre había aprendido la lección y se la estrujó con suavidad, acarició sus pezones y les dio suaves pellizcos haciéndola suspirar y gemir poseída por un deseo irrefrenable.

Cogiéndola en brazos, la llevó hasta la orilla del estanque. Jane se sentó en el borde y cogiendo la cabeza de Tarzán se la guio con suavidad hacia su sexo. El salvaje se sumergió entre sus piernas y le besó su sexo. Jane se mordió los labios y soltó un largo gemido. El hombre siguió acariciando y chupando el sexo de la joven y disfrutando con las contorsiones que provocaba en ella cada vez que descubría una parte especialmente sensible.

Jane sufrió en sus propias carnes lo rápido que aprendía Tarzán. En pocos minutos se encontró gritando y jadeando con todas sus fuerzas con un orgasmo descomunal crispando todos los nervios de su cuerpo.

Tarzán se detuvo y observo con curiosidad y excitación el cuerpo de Jane caliente y jadeante tensarse con el placer. Jane salió del agua y tumbándose en el suave césped de la orilla invitó a Tarzán a acercarse.

El hombre se acercó y siguiendo sus instrucciones se tendió sobre ella. El peso del hombre sobre su cuerpo menudo la excitó de nuevo y cogiendo el miembro duro y caliente del salvaje lo guio hacia su coño. Tarzán, como un alumno aplicado, le metió su polla y se fue abriendo paso lentamente en el húmedo coño de Jane, empujando con suavidad y acompañando sus penetraciones con suaves suspiros.

Con las piernas de Jane entorno a sus caderas Tarzán se deslizaba con deleite en el interior de la joven aprovechando para sobar y chupar los pechos de la joven.

-Más rápido… –dijo Jane jadeando-

Con suavidad Jane tiro del pelo de Tarzán para acercárselo a su boca y lo besó mientras los movimientos se volvían más urgentes. Cuando deshicieron el beso se miraron a los ojos y los movimientos de él se volvieron más rápidos y violentos hasta que eyaculó en su interior.

La sensación de correrse dentro de la mujer mientras ella le miraba y sonreía abrazada a él fue indescriptible y tan excitante que acentuó aún más su deseo. Olvidándose de lo aprendido comenzó a penetrarla rápida y violentamente haciendo saltar el cuerpo de la joven con cada embate, estrujando sus pechos y retorciendo sus pezones haciéndola chillar jadear y gemir a la vez.

Está vez Jane no se quejó, sólo podía gritar descontroladamente mientras él la follaba llevándola al orgasmo y llenando su coño con su leche de nuevo hasta hacerlo rebosar.

Cuando acabó, Tarzán se derrumbó sobre ella sin fuerzas para gritar. Jane se limitó a sonreír disfrutando con el peso del hombre sobre ella y su miembro mermando lentamente en su interior.

Lo primero que hizo Patrick fue alquilar una pequeña plantación en las afueras, lejos de las miradas curiosas de la gente. Sabía que un hombre con una hiena por mascota no debía exponerse en público así que se despidió de la señora Bowen dándole las gracias y prometiéndole que seguiría abasteciendo su cocina regularmente.

La mansión era más pequeña aún que la de Lord Farquar, pero era más que suficiente para él. Además los anteriores inquilinos se habían dedicado a cazar fieras para circos y zoológicos así que había un cercado bastante grande donde podía tener a la hiena sin llamar la atención.

A la noche siguiente de instalarse cogió un trozo de hígado de su última presa y se dirigió al basurero.

Del lugar emanaba una peste inmunda, pero cuando pasaron unos minutos el olor se volvió soportable y cesaron las náuseas. En cuanto encontró un lugar adecuado apagó la linterna y se quedó acuclillado esperando una señal de sus invitadas.

No tuvo que esperar mucho para que apareciese la primera atraída por el olor de la víscera fresca. La noche era oscura y tras acostumbrar sus ojos a la oscuridad apenas podía distinguir las esquivas siluetas de la hienas moviéndose en la distancia.

El no saber cuántos animales había y que era lo que querían, le resultaba desasosegante pero no estaba dispuesto a tirar la toalla tan fácilmente y palmeando el revólver que colgaba de su cadera llamo a los animales para que se acercasen.

El primero en aproximarse fue un joven macho. Le sorprendió su fuerte olor a carne podrida. Pegó un mordisco apresurado al trozo de hígado que Patrick le ofrecía y se largó rápidamente tragando su trofeo antes de que nadie pudiese reclamarlo.

Pasaron los minutos y parecía que no iba a acerarse ninguna hiena más hasta que se acercó por fin una hembra. Iba a coger un buen trozo de carne cuando un soberbio ejemplar le dio un fuerte mordisco en el cuello para ahuyentarla y hacerse con un gran trozo de hígado. Patrick no opuso resistencia y dejo que se llevase toda la pieza. Mientras, la hiena se separó unos pocos metros y devoró su premio con fruición.

Patrick ya sabía lo que quería.

La siguiente semana volvió puntualmente todas las noches al basurero a alimentar a las hienas. Aunque otros ejemplares se acercaban a comer la primera en hacerlo era siempre la gran hembra. Tras uno pocos días era capaz de acariciar su pelo áspero y mugriento mientras la hiena devoraba carne y trituraba huesos como si fuesen palos de cerillas.

La cercanía con esos animales le permitió descubrir que las hembras eran más grandes y fuertes y eran las que mandaban y mantenían la disciplina en el grupo que podía llegar a ser muy grande. También descubrió que veían perfectamente en la oscuridad y tenían un olfato finísimo ya que en cuanto llegaba al basurero tardaban unos pocos minutos en llegar.

Siguiendo las instrucciones de Subumba no le dio un pedazo de carne impregado con la poción que le había dado hasta que estuvo totalmente seguro de que la hiena confiaba en él. El animal olfateó la carne intentando descubrir el origen del extraño olor pero finalmente se lo tragó. En pocos segundos comenzó a tambalearse y en menos de un minuto la hembra estaba inconsciente en el suelo. Patrick desenfundó el revólver y se acercó al cuerpo dormido vigilando la reacción de las otras hienas. Un viejo macho gruño y les enseño los dientes, pero un disparo al aire y la falta de una líder que les guiase provocaron una rápida retirada.

Patrick cogió el cuerpo inerte y se lo echó al hombro, su cuerpo vaciló ante los casi setenta quilos que debía pesar el animal pero aguantó lo suficiente para poder depositarlo en una carretilla que había dejado fuera del vertedero. Con un suspiro de satisfacción empujó la carretilla y se dirigió a la casa de la hechicera.

Cuando Mili puso el pie en su amada Inglaterra lo hizo del brazo de Avery. Una fina llovizna les recibió recordándoles que estaban en casa. El tren resultó tres veces más cómodo y rápido que el africano y demasiado atestado como para tener un compartimento para ellos solos. Una vez en Londres Mili tuvo que mantenerse de nuevo en segundo plano para mantener las formas. El viaje empezaba a convertirse en un sueño lejano.

Pasaron la noche en casa de los Brown, una familia de ricos comerciantes que habían ganado su fortuna con la compañía de las indias y que le habían hecho ganar mucho dinero a Avery. James Brown no había perdido las esperanzas de casar algún día a su hija de mediocre belleza pero tremendamente joven y rica con él y cuando se enteró de la desaparición de Jane le dio su más sincero pésame y le ofreció solapadamente la compañía de su hija para consolarle.

Para alivio de Mili, Avery rechazó agradecido la oferta y se limitó a cenar y pasar la noche en casa de su amigo. Al día siguiente se levantaron pronto por la mañana y envió a Mili con su equipaje por delante a Hampton House mientras él iba a visitar el London Times y hacía todos los preparativos para hacer una discreta ceremonia por su hija desaparecida. Terminó con el tiempo justo para coger el último tren y llegó a la estación del condado de Lansing poco después de medianoche.

Cuando traspaso la puerta Mili le estaba esperando.

-El resto del servicio quería quedarse a esperarle –dijo ella dejando de tutearlo desde el momento que atravesó el umbral –pero les he dicho que entendías que debían levantarse pronto para cumplir sus tareas y agradecerías lo mismo que la recepción fuese mañana por la mañana.

-Has hecho bien –dijo el acariciando su cara –y sigo siendo Avery, para ti he dejado de ser el Conde de Lansing, por lo menos cuando estemos solos.

-El servicio también ha querido expresarte lo mucho que sienten su pérdida. –respondió ella suspirando con alivio –No son capaces de imaginarse Hampton House sin las risas y las carreras de la señorita Jane.

-Lo sé, a mí también se me va a hacer difícil.

-Quizás yo pueda hacer algo para aliviarte mi señor –dijo ella apretándose a Avery y acariciándole con suavidad la bragueta.


Relato erótico: “Se amplia el círculo” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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Como sabrán los que haya leído mis relatos anteriores me lié con tres de mis profesoras, Maricarmen de octavo, Nuria de octavo y Pili de párvulos pero sigamos como conté anteriormente follábamos todo lo que podíamos los 4. Eran demasiado viciosas y putas y estaban encantadas y listas para joder siempre, ya que Nuria se acostumbró a tomar por el culo y la encantaba al igual que las otras y follaban entre ellas y se metían varios consoladores por el chocho.
Yo quedaba con ellas algunas veces en su casa y le decía a mi madre que me daban lecciones para mejorar mis estudios ya que era un estudiante pésimo era en una de estas orgias cuando estábamos follando a tope a Maricarmen se le ocurrió:
-Oye -me dijo- y porque no perviertes a Charo, que dices.
Dije yo sí
Dijo ella: – y la incluyes en nuestra fiesta.
-Pero si es una mojigata solo como viste con gafas de culo botella y esas ropas que la tapan todo.
-Tte puedo decir que está bastante bien yo la he visto desnuda en el baño. Se puso colorada cuando entré y no está mal. Solo que es muy mojigata pero tú puedes espabilarla -me dijeron las demás -además nos pone cachondas-
Me dijeron que la perviertas eso dijeron todas: -Fóllatela como a nosotras, solo de pensarlo se nos pone el chocho echo agua.
Charo para los lectores lo sepan era un profesora de unos 47 años no estaba casada pelo recogido no era gran cosa por lo menos para mí con gafas de culo botella y no hablaba por no pecar yo creo que hasta los alumnos se reían de ella ya que daba segundo de EGB.
-Y como lo haremos- dije yo- no vas a echarle otra vez eso en el café.
-No tengo una idea como cual yo conozco a las mujeres -me dijo Maricarmen – y te apuesto a que no se resiste-
-Que dices- dije yo.
-Va a follar con nosotros porque quieras. Tu no lo entiendes ella es sumisa se la ve seguro- me dijo ella -la invitamos a una reunión con nosotras y la violas primero se resistirá como siempre pero ya verás que luego te chupara la poya y obedecerá tus ordenes. Nosotras te ayudaremos pondremos cámaras como siempre por si todo sale mal y nos quiere denunciar además mi casa- me dijo Maricarmen- esta insonorizada y por mucho que grite no se oye nada.
-Vale lo intentaremos- dije yo.
Osea que así quedo la , cosa las otras dijeron:
-Fóllanos solo de pensarlo que la vas a pervertir se nos pone el chocho húmedo.
Me dijo Nuria:- dame por culo bien rómpemelo si y déjanos chuparte la poya dijeron las demás.
-Menudas guarras estáis echas -dije yo.
-Sí pero a ti te encanta y a nosotras más.
Total terminamos la orgia y pensamos como follarnos a Charo.
Charo fue invitada a casa. Ella aceptó encantada ya que no tenía amigas y que contaran con ella la alegró mucho. Casi ni salía y estaba sola. Total que llego a casa donde estábamos nosotros. Allí las profesoras habían puesto un tente en pie para picar, vino, bizcochos, ginebra, wiskis y ron para hacer cubatas.
-Ponte cómoda -la dijeron- y tomate algo.
-Es que yo no bebo.
-Mujer un día es un día- la dijeron- hay tienes unos porros si quieres.
– Yo no fumo. Me voy- dijo- se me hace tarde.
Ella se sentía molesta, yo entre por la ventana tapada la cara ya que la ventana me la había dejado abierta Maricarmen y con una pistola que parecía de verdad pero que era una copia idéntica y dije alto:
-Darme lo que tengáis.
Las otras fingieron asustarse y Charo se puso a gritar.
-Calla hija de puta, si no te mato- dije yo.
Creo que Charo hasta se meo del miedo.
-Haber- dijo yo- desnudaos zorras. Quiero a todas desnudas y a la que haga un movimiento la mato.
Aunque tenía 14 años, estaba bastante alto para mi edad y espabilado.
Las otras fingieron tener miedo y se me despelotaron en seguida pero Charo se resistió y la dije:
-O te quitas la ropa o te la quito yo.
-No por favor.
-Ni por favor ni hostias. Quítate toda la ropa. Vosotras ayudarla.
Total que la quitaron la ropa-
-Joder tienes el chocho lleno de pelos. Será guarra. Depiladla zorras.
Vamos total que la cortaron el vello y la afeitaron el chocho. Parecía una muñeca yo la vi desnuda y no parecía tan mal incluso era potable para follársela era el arreglo que tenía.
-Vven aquí cómeme la poya.
-No por favor- dijo poniéndose colorada.
-Dime cuantas poyas has comido.
-Ninguna te lo juro.
-Entonces si es la primera te gustara, vamos empieza a chupar guarra.
Empezó a comerme la poya.
-Guarda los diente zorra, no me hagas daño, solo con la lengua y la boca como si fuera un helado y vosotras chupaos entre vosotras y follaos.
Las otras estaban encantadas. Charo empezó a chupar y empezó a coger el gusto joder.
-Y eso que no la habías mamado nunca. Ahora chúpame los huevos.
-Sí lo que mandes- me dijo.
Luego las dije: -Chupar el chocho a vuestra amiga.
La comieron el coño y se moría de gusto.
-Ahora te voy a follar.
-No nunca he follado, soy virgen.
-Joder- dije yo- una virgen. Mejor te voy a romper el culo y el chocho a pollazos.
La metí poco a poco la poya y a que no quería hacerla daño y se volvió loca de gusto.
– más mas fóllame, más- decía- quiero toda tu poya.
Las otras alucinaban, joder con la modosita dijeron igual que yo. Las dije:
-A partir de ahora soy vuestro amo y escribiréis mi inicial en vuestro cuerpo y si me denunciáis a la policía os buscare y os matare. Entendido. Sí, vosotras seréis mis putas y tu guarra ábrete el ojete que te la voy a meter por ahí. Siempre que quiera vendré a follaros entendido.
-Sii si si que seremos tus putas.
Las otras se estaban corriéndose a chorros Charo:
-Sii amo seré tu puta, jódeme todo lo que quieras, pégame si quieres, te pertenezco.
Joder me quede de piedra sí que era sumisa.
-Cómeme el ojete.
-Sii amo.
Me la folle todo lo que pude y luego salí por la ventana y desaparecí las otras luego me vieron en el colegio y me felicitaron por mi actuación, me dijeron que ella misma dijo que no dijéramos nada.
Me dijeron las amigas y que estaba deseando que vinieras otra vez para follarla de lo que había gozado. Con el tiempo supo la verdad y la encanto ser una más de mis putas profesoras.
Espero que le haya gustado este relato próximamente escribiré como termine mi harén con blanca la última profesora y muy hija de puta que era y el genio que tenía y terminare la serie de mis profesoras un saludo a los lectores
Com

Relato erótico: “yo vampiro” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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Me llamo charles y soy un vampiro y esta es mi historia.

Soy un vampiro muy viejo tengo más de mil años pero empecemos mi historia yo vivía en la pampa argentina con mis padres y mi hermana . Teníamos un rancho, mis padres eran agricultores. Vivian de la tierra y tenían animales caballos gallinas etc. que luego iban a vender los huevos a la ciudad y la cosecha. Vivíamos más o menos sin lujos pero bien yo tenía unos 20 años y ayudaba a mis padres y cuando tenía libre aprovechaba para explorar por el bosque.
Me gustaba meterme en cuevas y en sitios y haber lo que había mi madre siempre me advertía que un día me iba a pasar algo por meterme en sitios que no conocía o por si hubiese algún animal salvaje en las cuevas. Yo no le hacía caso, yo decía :
-Y si encuentro un tesoro.
-Allí no hay tesoros y un día lo vas a lamentar- dijo mi padre dando la razón a mi madre.
Y no sabe la razón que tenía pero sigamos, yo estaba explorando como siempre y me metí en una cueva era la primera vez que la veía era inmensa empecé andar y me perdí no sabía salir. Había túneles y túneles y todos me parecían lo mismo, llevaba una atocha que se me estaba consumiendo y rezaba a dios por encontrar la salida cuando de pronto oí un ruido a mi espalda. Estaba todo oscuro y iluminé con la antorcha y vi a miles de murciélagos a por mí.
Salí corriendo pero tropecé y se me echaron todos encima y empezaron a morderme yo quise espantarlos pero no podía eran demasiados y perdí el conocimiento. Cuando desperté me sentía raro veía perfectamente la cueva y me extraño me sentía raro incluso tenia pelo cuando yo tenía 4 pelos. Mis uña habían crecido como garras aunque las podía guardar como un gato rectráctiles.
Mi cuerpo era diferente, la musculatura había aumentado pero tenía mucha hambre salí de la cueva pero era de noche, corrí hacia mi casa por mis padres estarían preocupados. Al ir tan de prisa ya que parecía que corría mas rápido me caí por un barranco y grite, levante mis manos y parecía como si volase.
Era un barranco de 14 metros y aterrice suavemente como las aves. En tierra pase por el cementerio y vi mi nombre en la lápida no era posible se trataba de un error tenia fecha de varios años que me había pasado en la cueva de pronto vi a una muchacha iba bastante escotada y la pregunte por mi familia.
-Usted es nuevo verdad -me dijo- esa familia se fue de allí. Su hijo desapareció hace años y jamás le encontraron. Sus padres pensaron que se le había comido algún animal salvaje.
Me quede de piedra, de pronto me entro hambre y sin explicaciones la mordí en la yugular, ella suspiraba de placer como si la follara.
Me pedía:
– más y más – así decía- muérdeme, fóllame ,soy tuya.
Eempecé a chuparla mientras la metía mano en el chocho y la comía las tetas, yo nunca había tenido éxito con las mujeres siempre se reían o me plantaban. Ahora la tía se volvía loca por mí. La deje sin conocimiento después de haberla mordido y follado ya que no se me resistió, yo quería averiguar que me había pasado además como no había envejecido si había pasado varios años fui al rancho pero allí no vivía mi familia ya había otra familia y llamé.
M abrió un matrimonio muy simpático, él se asustó al verme y empezó a gritar: vampiro.
Salí casi corriendo que casi ni me vieron y comprendí lo que me había pasado había muerto y había despertado como vampiro por culpa de los murciélagos vampiros y después de muchos días buscándome mis padres abandonaron la casa y me enterraron.
Mi cadáver que nunca apareció, era inútil que los buscara o habían muerto después de muchos años o los mataría como vampiro que es lo que me había convertido o sea que intente vivir mi nueva vida lo mejor que pude.
Siempre las mujeres se habían reído de mi pues me iba a vengar de ellas, me fui a comprobar lo que podía hacer y mi asombre de mí mismo con mis poderes. Podía ver en la oscuridad, ninguna mujer se me resistía, podía volar o planear asea que aunque me tirara de un piso de mil metros aterrizaría como una pluma, podía oír a distancia y ver cosas que otros no ven, mis sentidos estaban muy desarrollados y me fui a la ciudad.
Llegué en un santiamén con lo rápido que era y esos que estaba a más de 50 km. Yo sabía dónde vivian las mujeres que se habían reído de mí en aquellos tiempos y me lo iban a pagar. Su casa estaba bastante alta pero que problema tenía yo si podía subir las paredes como una lagartija, empecé a subir por la pared sin problemas y la vi con otra amiga en la habitación. Las dos eran unas zorras se habían reído de mí y me despreciaron y me hicieron mucho daño ahora se iban a enterar, baje a su balcón y la llame ella.
Se asustaron cuando me vieron pero pose los ojos en ellas y me abrieron el balcón y me invitaron a pasar por supuesto las obligue. Las dije:
-Desnudaos a partir de ahora sois mis putas y solo viviréis para mí para cuando quiera follaros, me abrí la vena y las di mi sangre. Seréis chicas normales de día pero conmigo os comportareis como zorras que sois os he vinculado ósea que chuparme la poya las dos y quiero follaros.
Ellas no pusieron objeción estaban encantadas y empezaron a mamarme el rabo y a morrearse entre ellas mientras sus padres dormían en la casa y me pidieron que las follara y se la metí por el chocho mientras la otra la comía las tetas luego las dije:
– follaos entre vosotras.
E hicieron la tijera mientras les daba poya de comer.
-Ahora quiero vuestros culos.
Se pusieron de 4 patas y las di bien por culo a las dos, s ecorrieron más de una vez las muy zorras por la mañana no recordarían nada solo dolor de culo que no se podrían sentar en unos días y dolor de chocho ya que eran vírgenes por ambos lados.
Mi vida de vampiro había comenzado y no pararía hasta follarme a toda mujer que quisiera me vengaría y esto solo era el principio.
Espero que les haya gustado a los lectores y seguiré con la saga

“Herencia Envenenada” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:
No quería saber nada del hombre que me había dado la vida, lo odiaba. Nos había dejado a mi madre y a mí cuando era un niño. Por eso cuando me informaron que había muerto, no lo sentí. Me daba igual, Ricardo Almeida nunca fue parte de mi vida y una vez fallecido menos.
O al menos eso quería porque fue imposible. Si bien en un principio cuando me enteré que ese grano en el culo al morir me había dejado toda su fortuna la rechacé, al explicarme mi abogado que si hacia eso mi mayor enemigo se haría con mi empresa tuve que aceptar, sin saber que irremediablemente unidas a su dinero venían cuatro científicas tan inteligentes y bellas como raras. 
 Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

https://www.amazon.es/dp/B07KY3R719

 
Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

INTRODUCCIÓN

Inmerso en el día a día de la oficina, mi secretaria me preguntó si podía recibir a mi abogado. Conociendo al sujeto, comprendí que esa visita no programada debía ser urgente, de no ser así, Manuel hubiese pedido cita. Sabiéndolo, pedí a Lara que lo hiciera pasar.
― ¿A qué se debe este placer? –pregunté nada más verle.
Bastante nervioso contestó que venía a cumplir el deseo póstumo de un cliente y antes que pudiera reaccionar, me informó que mi padre había fallecido.
No supe qué decir ni qué hacer porque a la sorpresa de la noticia se unía un total desprecio por esa figura paterna que nos había abandonado a mi madre y a mí, siendo yo un niño. El rencor que sentía por él no menguó al saber que había muerto y por ello esperé sentado a que me informase de su encomienda.
―Tu viejo me contrató hace dos años para servir de albacea porque se temía que una vez supieras que te había nombrado su heredero renunciaras por despecho.
―Y tenía razón, no quiero nada de ese hijo de perra. Cuando lo necesité, no estaba y ahora que soy rico, no lo necesito― respondí con ganas de soltarle un guantazo por tener la osadía de haberle aceptado como cliente.
―Lo sé y además comparto tu punto de vista― contestó consciente del odio visceral que sentía por mi padre porque no en vano además de mi abogado, Manuel era un buen amigo― pero creo que antes de tomar cualquier decisión debes saber las consecuencias de ese acto.
Por su tono supe que era mejor escuchar qué tenía que decirme y deseando acelerar ese trámite, le pedí que se explicara:
―Aunque teóricamente don Ricardo os dejó cuando tenías apenas seis años y que según tú muchas veces me has comentado nunca hizo nada por ti ni por tu madre, tengo documentos que demuestran que eso no es cierto. Tu padre no solo financió tu educación, sino que sus compañías fueron las que te apoyaron cuando necesitabas un inversor para hacer realidad tus sueños.
―Desconozco que te traes entre manos, pero puedo asegurarte de que no tuvo nada que ver. Estudié con una beca de una farmacéutica suiza que fue la misma que entró como accionista cuando fundé esta empresa.
―Dolbin Farma, ya lo sé― replicó y sacando unos papeles de su maletín, me soltó: ―Aunque no era del conocimiento público, él era el dueño y se aseguró que recibieras toda la ayuda que necesitaras de su organización sin que nadie te revelara quien estaba detrás de ese conglomerado.
― ¿Me estás diciendo que ese malnacido era millonario y que maniobró a mis espaldas para que nunca me enterara?
―Así es… no me preguntes sus motivos porque no los sé, pero lo que si tengo claro es que también era el propietario de Manchester Investment, la compañía con la que te acabas de fusionar.
Impresionado por esas noticias, me tomé unos segundos antes de contestar:
―Aun así, no quiero nada, que se meta por el culo su herencia.
Tomando un sorbo de agua, Manuel respondió:
―Será mejor que estudies antes su testamento. Si te niegas a aceptar lo que te deja, Antonio Flores será su heredero y con ello se convertirá en el accionista mayoritario de todo lo que has creado.
«Nadie más que un ser retorcido podría haber planeado algo así», pensé al escuchar que mi mayor enemigo, el tipo con el que llevaba en guerra casi diez años se convertiría en mi jefe si me negaba a aceptar su herencia y con un cabreo de narices, arrebaté el testamento de las manos de Manuel.
«No puede ser», exclamé en mi mente al leer todos los bienes que poseía ese indeseable, pero también al comprobar que mi abogado no había mentido cuando me hizo saber que, en la sombra, mi viejo había sido mi mayor socio desde que fundé mi empresa.
Enfrentado al dilema de aceptar algo de ese maldito o verme en la calle, seguí leyendo y casi al final descubrí que había puesto como condición necesaria para heredar que me comprometiera a vivir durante seis meses en un rancho en el suroeste mexicano y hacerme cargo de por vida de su mantenimiento, ¡con la prohibición expresa de venderlo!
Asumiendo que era una especie de trampa de ese cretino, pregunté a Manuel si sabía algo de esa finca.
― Solo sé que tu viejo vivía ahí, pero nada más.
― ¿Cuándo tengo que contestar? ― pregunté asumiendo que no me quedaba más remedio que viajar allí en cuanto pudiera.
― Tienes de aquí a un año, pero antes que transcurra ese plazo si al final aceptas, debes cumplir la condición de vivir ahí el periodo estipulado. Mientras tanto seré yo quien administre todo en su nombre― dijo mi amigo mientras guardaba todos los papeles en su maletín…

CAPÍTULO 1

Soltero y sin cargas personales, un mes después había organizado mi partida hacía la trampa urdida por mi progenitor y digo progenitor porque me niego a catalogarlo como padre porque nunca ejerció como tal. Mi ausencia tan dilatada me había obligado a dejar todos los asuntos de mi empresa bajo la dirección de mi mano derecha y eso me incomodaba.
La noche anterior a mi viaje, me fui con un par de amigos de juerga y suponiendo que en el “exilio” tendía pocas ocasiones de disfrutar de los placeres de la carne, tras la cena insistí en ir a un tugurio de mujeres alegres.
Mis acompañantes apenas pusieron objeción a mi capricho, de forma que directamente fuimos a uno de los puteros más famosos de Madrid. Lo malo fue que ya una vez dentro del burdel, perdí todo el interés al preguntarme uno de ellos cómo me había afectado lo del difunto.
―Ese capullo no existía para mí― respondí.
Pero lo cierto fue que por mucho que las meretrices intentaron vaciar nuestras carteras, al menos con la mía no lo consiguieron. Ya en el avión que me llevaría a cruzar el charco, me puse a pensar en mi destino y tengo que reconocer que odiaba todo lo referente a mi viaje. Incluso el nombre que el difunto había elegido para el rancho me escamaba y me jodía por igual.
«Solo a un imbécil se le puede ocurrir poner “el futuro del hombre” a una finca», murmuré mientras revisaba el itinerario que me llevaría hasta allí.
La información que había podido recolectar sobre esa hacienda no era mucha, aparte de unas fotos sacadas de Google Maps donde aparecía una mansión típicamente indiana y de la descripción de las escrituras, no sabía nada más.
«¿Qué se le habrá perdido ahí?», me preguntaba.
Me resultaba difícil de entender su importancia, algo debía tener para que un hombre tan rico como había sido ese cretino lo pusiese como condición indispensable para aceptar su herencia.
Me constaba que no era el valor económico porque ciento cincuenta hectáreas de selva montañosa no era algo representativo del total de su dinero, por lo que debía ser otra cosa. Y considerando que ese malnacido era incapaz de albergar sentimiento alguno en vida, tampoco creía que tuviese un valor afectivo.
«Una puta encerrona, eso debe ser», sentencié cabreado al saber que no me podía escabullir, pero también que iba preparado para no caer en ella.
«Seis meses, acepto su herencia y vuelvo a Madrid», me dije mientras me abrochaba el cinturón de seguridad de mi asiento.
Durante las once horas de viaje apenas pude dormir porque, cada vez que lo intentaba, el recuerdo de las penurias que ese cabrón había hecho pasar a mi madre volvía a mi mente. Por ello, al bajarme del avión, tenía un cabreo de narices y dado que Manuel había organizado que una persona de su confianza me recogiera en el aeropuerto, tuve que hacer el firme propósito de no demostrar de primeras mi disgusto por estar en ese país perdiendo el tiempo cuando tenía mucho trabajo en España.
Acababa de pasar la aduana mexicana cuando de pronto escuché mi nombre. Al darme la vuelta, me encontré de frente con una impresionante morena que reconocí al instante por haber asistido a un par de conferencias suyas.
―Doña Guadalupe… ¡qué casualidad encontrarme con usted! ― exclamé bastante cortado por el hecho que esa eminencia en terapias génicas me hubiese reconocido, no en vano solo había cruzado un par de palabras con ella.
Para mi sorpresa, Guadalupe Cienfuegos respondió:
―No podía ser de otra forma. En cuanto me enteré de que el hijo de don Ricardo venía a comprobar el estado de nuestras investigaciones, insistí en recibirle en persona.
Totalmente fuera de juego, me la quedé mirando y molesto por haber mencionado mi relación de parentesco con ese capullo sin alma, contesté:
―No sé de qué habla. Mi intención en este viaje es cumplir con las directrices del testamento y me temo que eso no tiene nada que ver con sus investigaciones. Vengo a una finca que fue de él y que por alguna causa quiere que conozca antes de aceptar o no ser su heredero.
Con una enigmática sonrisa, ese cerebro con tetas replicó:
―El futuro del Hombre no es una finca. Es el laboratorio de ideas que su padre creó con la intención de explorar nuevas técnicas, alejado del foco de los periódicos y de la lupa de los gobiernos.
― ¿Qué tipo de estudios o ensayos hacen ahí? ― pregunté sintiéndome engañado.
Mirando a su alrededor como si comprobara que no había nadie escuchando, contestó:
―No estamos en un área segura. Espere a que estemos en el helicóptero para ser más explícita. Solo le puedo decir que de tener éxito la empresa ¡usted cambiará la historia de la humanidad!
Por lógica que envolviera sus estudios en tanto misterio me debía de haber preocupado, pero lo que realmente me sacó de mis casillas fue enterarme que íbamos a usar ese medio de transporte para llevarnos a nuestro destino. Hoy seguramente me hubiese negado, pero la vergüenza a reconocer mi fobia ante esa mujer fue mayor que el miedo cerval que tenía a ese tipo de aparato. Por eso dejé que me condujera sin decir nada a un helipuerto cercano mientras interiormente me llevaban los demonios.
Aun así, mi nerviosismo no le pasó inadvertido y al ver las suspicacias con la que miraba el enorme Eurocopter posado en tierra, comentó:
―Está considerado el más seguro de su especie.
Si intentó tranquilizarme con su sonrisa no lo consiguió y cagándome en el muerto por enésima vez, me subí al bicharraco aquel. Una vez dentro, tengo que reconocer que me impresionó tanto el lujo de su cabina como la sensación de solidez que transmitía, nada que ver con las cajas de zapatos en las que había montado con anterioridad.
Más calmado me senté en uno de los asientos y deseando que el mal rato pasara pronto, pregunté cuanto iba a durar el viaje.
―Casi dos horas― comentó Guadalupe mientras se ajustaba el cinturón de seguridad.
Ese sencillo gesto provocó que me fijara en ella y contra todo pronóstico me puse a admirar su belleza en vez de estar atento al despegue. Y es que no era para menos porque esa mujer además de tener un cerebro privilegiado poseía otros dones que eran evidentes.
«Está buena la condenada», me dije mientras recorría disimuladamente sus piernas con la mirada.
Morena de ojos negros y pelo rizado, la señorita Cienfuegos era una preciosidad de casi uno ochenta muy alejada del estereotipo que tenemos los europeos de las mexicanas porque a su gran altura se le sumaba unos pechos generosos, una cintura estrecha, con la guinda de un trasero duro y bien formado, todo lo cual la hacía ser casi una diosa.
«No me importaría darme un revolcón con ella», pensé mientras intentaba recordar quien me la había presentado en el congreso farmacéutico de Londres.
«¡Fue Manuel!», exclamé mentalmente al percatarme que era demasiada casualidad que mi abogado fuera también el de mi padre y que encima conociera a esa mujer.
Asumiendo que mi amigo me debía otra explicación al resultar que no había sido algo casual, sino que premeditado, me abstuve de comentarlo y en vez de ello le pedí que me explicara qué hacían en nuestro destino.
―Consciente que el futuro de la industria estaba en el estudio de los genes y sus aplicaciones en el ser humano, su padre reunió un conjunto bastante heterogéneo de científicos con los que buscar sin ninguna cortapisa las soluciones que siempre han acosado al hombre― contestó en plan grandilocuente.
Con la mosca detrás de la oreja, insistí en que fuera más concreta y entonces fue cuando esa mujer dejó caer la bomba en forma de pregunta:
― ¿Ha oído hablar de la “Turritopsis Nutricula”?
―Cualquiera que trabaje en la industria farmacéutica conoce esa medusa― respondí con los pelos de punta al saber por primera vez cual era el objeto de tanto secretismo.
―Entonces sabrá que es el único animal que no muere de viejo y que es técnicamente inmortal porque es capaz de revertir su envejecimiento.
«No puede ser que gastara su dinero en esa entelequia», sentencié convencido de que era imposible reproducir en el ser humano ese proceso en el que, al llegar a su madurez sexual, en vez de originarse un deterioro irreversible, los miembros de esa variedad se ven afectados por una adolescencia al revés y comienzan un proceso de rejuvenecimiento hasta que el sujeto vuelve a ser una especie de bebé.
Resumiendo, en mi cerebro lo que sabía de la medusa, pensé:
«De una forma similar en que una serpiente pierde su piel sin dejar de ser ella misma, los Turritos se renuevan completamente, ¡manteniendo su identidad como individuo!».
La expresión de mi rostro, mitad estupefacción y mitad recochineo, la hizo reaccionar y adoptando un tono defensivo, me soltó:
―Como comprenderá no queremos llevar al límite ese proceso, pero queremos aprender de él para alargar la vida humana.
―En pocas palabras quieren conseguir la inmortalidad.
Sin cortarse en lo más mínimo, esa doctora en medicina replicó:
―Ese es el fin último, pero nuestros objetivos son más humildes. Nuestra prioridad es ralentizar el deterioro neuronal y conseguir la regeneración de miembros amputados o enfermos.
Que reconociera el buscar esa quimera sin ruborizarse, me extrañó. De decirlo en un entorno académico hubiera sido tachada irremediablemente de charlatana o lo que es peor de estafadora.
Aun así, insistí en el tema:
―Me imagino que están estudiando como consiguen transformar sus células a través de la transdiferenciación, pero como sabrá en la naturaleza solo se da en animales que pueden regenerar órganos o extremidades.
―Así es y la razón de centrarnos en esas medusas se debe a que los Turritos son los únicos que lo aplican invariablemente a todo su cuerpo al alcanzar determinado punto de sus ciclos.
―Personalmente no creo en ello― confesé midiendo mis palabras― pero no puedo emitir una opinión hasta estudiarlo.
Guadalupe estaba tan acostumbrada a que la tildaran de loca que tomó mi rechazo como un triunfo al darle la oportunidad de mostrarme sus hallazgos y con una alegría fuera de lugar, contestó:
―Don Ricardo me dijo antes de morir que no tendría problemas en continuar mis experimentos porque si de algo se vanagloriaba era de que su hijo poseía una mente una mente abierta, no anquilosada por prejuicios morales. Desde ahora le aseguro que no se arrepentirá… no sé cuánto tardaremos en tener éxito en humanos. Quizás tardemos años, pero al final demostraremos a la comunidad científica que estaba equivocada y usted aparecerá en los libros de historia como el salvador de la humanidad.
Esa perorata destinada a ensalzar mi figura no cumplió su objetivo de elevar mi ego porque fui capaz de vaciarla de palabras inútiles y caer en la cuenta del desliz que había cometido: Al decir que tardarían años en tener éxito con humanos, implícitamente estaba reconociendo que habían tenido éxito con otras especies.
Espantado por las consecuencias que podría acarrear ese descubrimiento de ser cierto, me quedé callado y mientras rumiaba toda esa información no pude más que aceptar que la sonrisa de ese cerebrito era hasta pecaminosa.
«No me importaría hacer con ella un ejercicio de anatomía comparada», mascullé mientras me preguntaba cómo sería en la cama…

CAPÍTULO 2

Desde el aire, nada podía hacer suponer que esa finca no fuera la típica hacienda productora de café y por mucho que busqué señales que delatara su verdadera función me resultó imposible.
«El camuflaje es perfecto», pensé al ver que el helicóptero tomaba tierra en una explanada cercana a la mansión y que incluso la pista de aterrizaje podía ser confundida con un vulgar prado.
Un automóvil nos esperaba y decidida a que no perdiéramos el tiempo, Guadalupe ni siquiera esperó a que recogieran el equipaje para ordenar que nos llevaran hasta el edificio principal.
«Se nota que tiene prisa por enseñar sus logros», pensé cuando ya en la escalinata de la mansión me tomó del brazo para forzar mi paso.
Tal y como había previsto, no se paró a mostrarme el lujoso salón por el que pasamos, sino que directamente me llevó a un ascensor escondido tras una cortina. Tampoco me extrañó que como tuvieran como medida de seguridad un escáner de retina, pero lo que realmente me dejó acojonado fue que antes de abrirse la puerta, ese cerebrito me informara que como éramos dos también tenía que pasar yo el examen de esa máquina.
―No tienen mi registro― contesté.
―Se equivoca, su padre insistió en grabar su pupila cuando instalamos este sistema.
Asumiendo que era verdad y que de alguna forma habían conseguido escanearla acerqué mi ojo al sensor. La puerta abriéndose confirmó sus palabras y con un cabreo del diez, entré junto a la morena.
«Llevan años preparando este momento», comprendí molesto por haber sido manipulado de esa forma y no haberme percatado de ello.
Mi desconcierto se incrementó exponencialmente al llegar a nuestro destino porque al abrirse el ascensor me encontré con un enorme laboratorio instalado bajo tierra donde pude observar que al menos trabajaban allí unas cuarenta personas.
«Debió de tener claro que debía mantener el secreto, para asumir la millonada que debió costar escarbar estas instalaciones», refunfuñé para mí mientras trataba de calcular cual sería el precio de mantenerlas abiertas y operativas tal y como mi progenitor establecía en su testamento.
Guadalupe aprovechó mi silencio y haciendo uso nuevamente de su arrebatadora sonrisa, comentó:
―He concertado una reunión con las máximas responsables para presentártelas.
En ese momento no caí en el género que había usado y por eso me sorprendió que fueran tres, las jóvenes científicas que estaban esperándonos en la sala a la que entramos.
―Alberto, te presento a Lucienne Bault, experta genetista de la universidad de Lausanne.
La aludida se levantó de su silla y llegando hasta mí, me saludó con un beso en la mejilla. Ignoro que fue más perturbador si esa forma de presentarse o que esa francesa me dijera medio en guasa que habían salido ganando con el cambio de jefe porque yo era mucho más guapo que mi padre.
―Gracias― alcancé a decir totalmente colorado antes que Guadalupe me introdujera al siguiente cerebrito señalando a una increíble hindú de ojos negros.
―Trisha Johar es nuestra heterodoxa bióloga y una de las culpables con sus teorías de que estemos aquí.
Al oír su nombre y su apellido caí en la cuenta de un artículo que había leído hacía años donde se criticaba con violencia unos enunciados teóricos de una doctora del Delhi Tech Institute en los que sostenía que era posible forzar la protógina en los mamíferos.
―Conozco sus estudios sobre el cambio de sexo en los animales― contesté francamente escandalizado por el tipo de investigación que me debería comprometer a mantener si aceptaba esa herencia.
«¿Qué coño esperaba ese cabrón obtener de estas locas?», pensé mientras observaba que al contrario que su predecesora esa morena se abstenía de acercarse a mí y desde su sitio me hacía la típica genuflexión de su país.
La tercera y última especialista resultó ser una candidata a premio nobel de la universidad de Chicago por sus investigaciones en la reproducción basada en el desarrollo de las células sexuales femeninas sin necesidad de ser fecundadas, la llamada partenogénesis.
A ella no hacía falta que la presentaran porque no en vano la conocía desde que, hacía casi diez años, habíamos coincidido en un curso impartido en Tokio donde presentaba el nacimiento de una rata engendrada sin necesidad de padre.
―Julie, me alegro de verte― comenté mientras esta vez yo era quien la saludaba de beso.
La treintañera se mantenía en plena forma y a pesar del tiempo transcurrido seguía con el mismo tipo exuberante que había intentado sin éxito conquistar. Alta, rubia y dotada de dos enormes ubres había sido la sensación de ese simposio, pero enfrascada en su carrera no conocía a nadie que se vanagloriara de habérsela llevado a la cama, a pesar de que fueron muchos los que al igual que yo lo habían pretendido.
Manteniendo las distancias, contestó tomando la palabra en nombre de sus compañeras:
―Estamos deseando mostrarte los avances que hemos conseguido en nuestras áreas. Te aseguro que te van a sorprender.
Durante un segundo temí que se pusieran a exponer sus locuras en ese instante, pero afortunadamente Guadalupe saliendo al quite comentó que era casi la hora de cenar y que todavía no me había instalado. Tras lo cual las informó de que esa noche la cena se retrasaría media hora para dar tiempo a que me diera una ducha.
― ¿Dónde vamos a cenar? ― pregunté inocentemente al no haber visto ningún restaurante por las cercanías.
―En la casa― y sin dar importancia a la información, me soltó: ― No te lo he dicho, pero durante la reforma de la hacienda, tu padre se reservó la parte noble de la mansión para alojar tanto a él como a sus más estrechas colaboradoras y así no perder el tiempo con los desplazamientos.
― ¿Me estás diciendo que viviré con vosotras? ― pregunté alucinado.
Con una sonrisa pícara, la mexicana contestó:
― ¿Tan desagradable te parece la idea? Piensa en el lado práctico, nos tendrás a tu disposición a todas horas.
Podía haber malinterpretado sus palabras si no se refiriera a ella y a los otros tres cerebritos porque tomándolas literalmente me estaba ofreciendo compartir algo más que sus conocimientos. Rechazando esa idea por absurda, tomé su frase desde una óptica profesional y contesté:
―Normalmente suelo separar el trabajo de los momentos de esparcimiento, pero lo tendré en cuenta si me surge alguna duda.
Lucienne soltó una carcajada al escuchar mi respuesta y deseando quizás acrecentar mi turbación, se permitió el lujo de intervenir diciendo:
―Por eso no te preocupes, hemos prohibido hablar de trabajo en casa. Bastantes horas trabajamos en este zulo, para llevarnos tarea a la cama.
Nuevamente al mirarlas, mi impresión fue que de algún modo estaban tanteando el terreno y que sin desear ser demasiado explicitas, se estaban ofreciendo como voluntarias a sudar conmigo entre las sábanas.
«O bien llevan tanto tiempo encerradas aquí que andan cachondas o bien han decidido darme la bienvenida tomándome el pelo», mascullé para mí.
Asumiendo que era la segunda opción, decidí seguir con su broma y sin cortarme, respondí:
― En eso estoy de acuerdo… en la cama se duerme o se estudia anatomía comparada.
Mi andanada lejos de reprimir a la francesa, la azuzó y riendo mi gracia, replicó:
―Ten cuidado con lo que dices. Somos cuatro y tú solo uno para comparar. No vaya a ser que te tomemos la palabra.
Sin pensar en las consecuencias, respondí mirándola a los ojos:
―Mi puerta siempre estará abierta para el estudio.
Si esperaba ver algún signo de vergüenza en ella, me equivoqué porque lo único que conseguí fue que, luciendo una sonrisa de oreja a oreja, esa muchacha me regalara la visión de su perfecta dentadura.
Guadalupe debió pensar que había que cortar esa conversación no fuera a ser que se despendolara y llamando a la calma, me recordó que todavía no me había mostrado la oficina que iba a ocupar a partir de ese día.
―Soy todo tuyo― respondí mientras teatralmente le ofrecía mi brazo.
La mexicana aceptó mi sugerencia y tras despedirse de sus compañeras, me llevó por los pasillos del laboratorio hasta una puerta con el mismo sensor que el ascensor y por segunda vez tuve que escanear mi retina para que el puñetero chisme se abriera.
―Resulta raro entrar aquí sin tu padre― murmuró la morena con tono apenado.
Me resultó extraño que alguien pudiese echar de menos a mi viejo, pero no queriendo indagar en sus sentimientos pasé a su interior con una mezcla de desconfianza e interés porque no en vano ese sujeto era un completo desconocido para mí.
Juro que me sorprendió descubrir lo mucho que se parecía a mi propia oficina. El mismo tipo de decoración, muebles muy semejantes pero lo que realmente me dejó impactado fue comprobar que al igual que ocurría en la mía, una de sus paredes lucía llena de pantallas.
―Se nota que os habéis inspirado en la reforma que hice en mi empresa― comenté al ver las semejanzas.
Guadalupe me preguntó porque lo decía y al explicarle lo mucho que se parecía a la oficina que había estrenado hacía unos seis meses, contestó:
―Debiste contratar al mismo decorador que don Ricardo porque lleva así al menos tres años que es cuando empecé a trabajar aquí.
No dije nada y me quedé pensando:
«Es imposible, yo mismo la decoré».
Que esa mujer me mintiera en algo tan nimio, despertó mis suspicacias y para no provocar que se pusiera a la defensiva, me puse a chismear el resto del despacho mientras mi cicerone se quedaba sentada en una de las sillas de cortesía.
«El cabrón de mi progenitor quiso que me sintiera cómodo trabajando aquí», deduje al no aceptar que fuese fortuita tanta similitud.
Habiendo satisfecho mi curiosidad, volví donde estaba la morena y le dije si nos íbamos.
―Todavía no. Tu padre me dejó instrucciones de traerte aquí ― replicó y antes que pudiese hacer nada por evitarlo, se encendieron los monitores y la figura de mi odiado ascendiente apareció en ellos.
―Hola hijo. Gracias por estar aquí― fue su entrada.
― ¿Me dejó un mensaje grabado? ― escandalizado pregunté a la mujer.
En vez de ella fue la voz de mi padre quién contestó:
―Sí y no. Lo que estas escuchando es un programa resultado de años de desarrollo con el que he querido anticiparme a las dudas que te surjan sobre este proyecto en el que embarqué mi vida. Se puede decir que es un compendio de mis vivencias y opiniones.
Por si fuera poco, acto seguido esa especie de inteligencia artificial pidió a mi acompañante que nos dejara solos. Me disgustó ver que Guadalupe obedecía como si realmente hubiese sido su antiguo jefe quien le hubiese ordenado desaparecer de escena.
Tomando asiento, esperé a ver qué era lo que esa condenada máquina quería decirme. Nada más cerrar la puerta la mexicana, escuché que me decía:
―Antes de nada, nunca os abandoné, sino que fue tu madre la que me prohibió todo contacto bajo la amenaza de hacer público la que considero que es la obra de mi vida.
Indignado porque metiera a mi santa en la conversación, espeté a su imagen:
―No te creo. Fuiste un maldito egoísta toda tu vida… ¡me alegro de que estés muerto!
Nada más soltarlo, caí en la cuenta de que estaba enfadado con un programa de ordenador y que, al gritarle, me había comportado exactamente igual que su subalterna. Si ya de por sí eso era humillante, más lo fue cuando con tono monótono, ese personaje virtual me contestó:
―No creo que sea la mejor forma de empezar nuestra relación, pero te puedo ofrecer pruebas de qué no miento.
Ni siquiera aguardé a que terminara de imprimirse, en cuanto escuché que la impresora se ponía en funcionamiento, salí de su despacho jurando no volver jamás…

Relato erótico: !El diablo hecho mujer. Ilse, una morena cachonda” (POR GOLFO)

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Aunque parezca imposible, con  cuarenta y siete años y una larga experiencia en mujeres, estaba nervioso. Había quedado con una fan de mis relatos y eso era nuevo para mí. En todo el tiempo que llevaba escribiendo, nunca había llegado más allá de unos intercambios de correos más o menos picantes con mis lectoras pero, en el caso de Ilse, todo fue diferente.

Todavía recuerdo que estaba en la oficina cuando leí el email que me mandó a mi cuenta de Hotmail. El título no tenía desperdicio, esa muchacha  sin cortarse lo más mínimo al escribir a un desconocido, tecleó como encabezado de su correo “Mira que rico”.
Extrañado por esa sugerente frase, lo abrí temiéndome que fuera publicidad de una página porno, pero en contra de lo que había imaginado, me encontré con dos fotos del trasero de una joven trigueña. Me hubiese encantado el haberos anexado las imágenes para que también vosotros pudieses disfrutar de la visión de semejante monumento pero mi querida amiga me ha pedido que no lo haga y que las mantenga para mi uso personal. Solo puedo deciros que esa cría tiene un par de preciosas y poderosas nalgotas. Se nota a simple vista que Ilse ha modelado esas dos bellezas a través de largas horas en el gimnasio y que, en las dos instantáneas que me mandó, un tanga amarillo realzaba la sensualidad de esa mujer.
 
“Quien fuera su dueño”, pensé al observar con detenimiento ese trasero.
 
Incapaz de controlarse, mi pene no necesito nada más para alzarse inquieto bajo mi pantalón.
 
“Que buena que está”, me dije mientras veía las fotos en pantalla completa para no perderme detalle de esas maravillas.
 
Queriendo agradecer a mi fiel lectora el obsequio la contesté y esa muchacha que solo me conocía por medio de mis relatos, me regaló en otro correo otras dos fotos de su culo ataviado con una escueta minifalda contra un fregadero.  Al recibir su segundo email, todos los reparos a iniciar un diálogo por internet con esa desconocida desaparecieron y completamente alborotado, decidí que ese culo tenía que ser mío. Ningún hombre con su sexualidad bien definida podía ser inmune a los encantos de esa mujer y por eso tras unas cuantas conversaciones e intercambio de imágenes mutuas, decidimos vernos en persona.
 
El problema residía que ella vivía en México D.F. y yo en Madrid, por lo que tuve que tomar un avión y cruzar el charco para disfrutar de esa preciosidad. Al llegar a al aeropuerto Benito Juárez, sabía que Ilse me iba a estar esperando en la sala de espera y por eso al recoger mi equipaje, me sentía como un caballo de carreras en espera que dieran la salida.
 
Los trámites de la aduana mexicana son al menos curiosos para una mentalidad europea, lo creáis o no, hay un semáforo aleatorio que decide si los policías deben revisar o no tus maletas. Si os preguntáis la razón de ese despropósito no es otra que evitar la corrupción consiga que un individuo tenga asegurado que no lo van a registrar y por otra parte, también sirve para limitar los abusos sobre turistas inocentes. Aun sabiéndolo, no pude evitar ponerme tenso al tocar el botón que iba a determinar si pasaba sin revisión. Afortunadamente, me salió verde y por eso cogiendo mis bártulos me dirigí hacia la salida.
 
Nada más traspasar los controles de seguridad, la vi esperando. Saludándome con el brazo estaba mi amiga cibernética y lo que vi, no me defraudó en absoluto.  Las fotos no le hacían justicia, en persona esa chaparrita era todavía más atractiva. Saltando para asegurarse que la viera tras el montón de gente que esperaba a los viajantes, se la veía super sensual. Sus pechos botando y rebotando sin descanso, eran motivo suficiente para no perderse a esa monada.
 
Al comprobar que la había visto se tranquilizó, pero no sé qué fue peor porque se puso a escuchar la música de sus cascos y sin darse cuenta, empezó a bailar contorneando su cintura siguiendo el ritmo. La sensualidad que esa criatura trasmitía, dejó embobados a todos los presentes. Yo no fui una excepción, completamente absorto, fui recorriendo los metros que me separaban de esa joven de piel morena con la que tanto había soñado.
 
Mientras me acercaba no pude evitar el recordar las noches que me había liberado sobre mis sábanas, pensando en ese momento. Aunque me había preparado mentalmente para no parecer un payaso cuando la tuviese enfrente, os tengo que confesar que me resulto difícil porque esa cría era un peligro.
 
Era la lujuria hecha mujer.
 
Si el diablo hubiera decidido crear un ser que llevara a la perdición a todos y cada uno de los habitantes de la tierra, la hubiese tomado como modelo.
 
En un momento dado, ese portento  luciendo una sonrisa, se agachó para recoger su bolso y se acercó a mí. Si tenía alguna duda de que era Ilse, desapareció al observar su trasero. Era ella, ese culo perfecto era único y por eso, impaciente esperé que llegase a mi lado.
 
-¿Fernando?- preguntó un tanto indecisa.
 
Sus ojos color miel dejaban entrever una mezcla de curiosidad y de miedo. No en vano, nunca nos habíamos visto y la única información que tenía de mi carácter era la que relato tras relato había dejado caer.  Interiormente, Ilse sabía que lo que le había atraído de mí era mi carácter dominante. En sus mensajes, me había confesado que estaba cansada de las medias tintas y que lo que realmente la excitaba era la idea de ser la compañera de un hombre que la sedujera y consiguiera controlar su carácter pero aun así temía dejarse llevar por su pasión y ser incapaz de estar a mi altura.
 
Siendo consciente de su estado, la sonreí mientras pasaba una mano por su cintura y la atraía hacía mí:
 
-Eres preciosa- le solté mientras le daba un suave beso en los labios.
 
Ilse  no pudo reprimir una carcajada y pegando su cuerpo contra el mío, me dijo:
 
-Tú en cambio eres enorme. Me siento una muñeca en tus brazos-.
 
Tenía razón. Aunque llevaba unos tacones de aguja de más de trece centímetros, con dificultad me llegaba a los hombros. Quizás nunca había estado con un tipo de uno noventa como yo y por eso, deseando descubrir nuevas sensaciones me abrazó mientras me decía lo mucho que había deseado que llegase ese momento.  Su proximidad hizo que mi sexo se irguiera protestando por el encierro por lo que no deseando que todo el mundo se diera cuenta que estaba empalmado, agarré del brazo a la muchacha y sin darle opción, la llevé por los pasillos de la terminal hasta el Snack Bar. Ya dentro del local, nos sentamos en una mesa un tanto apartada, ubicada  en un rincón.
 
Se la veía encantada con mi presencia y caballerosamente, le pregunté si quería algo de tomar.
 
-Una coca cola- respondió sin dejar de removerse inquieta de su silla.
 
Llamando al mesero, pedí que le trajera su consumición y para mí, ordené una cerveza. Con la tranquilidad que da la edad, aguardé a que volviera con nuestras bebidas y entonces cogiendo la mano de la mujer, le dije:
 
-Espero que te hayas puesto las pantaletas que te pedí-.
 
No debía esperarse que mis primeras palabras fueran acerca de su ropa interior y poniéndose colorada, me confesó que me había hecho caso y que esa mañana se había colocado  las braguitas de encaje blanco que tanto me habían gustado cuando me mandó una instantánea de ella en el cuarto de su casa.
 
-¿Y qué esperas para enseñármelas?- le solté mientras apuraba mi chela.
 
Avergonzada porque estábamos en un sitio público, se debatió durante unos instantes sobre la conveniencia de mostrármelas pero el saber que si no me complacía podía enfadarme e irme sin más, la obligó a, mientras disimulaba, levantarse la falda y demostrarme que había cumplido con mi pedido. Para lo que tampoco estaba preparada fue que, aprovechando que había separado sus rodillas, llevara mis manos a su entrepierna y sin cortarme en lo más mínimo por estar en un lugar tan concurrido, le empezara a acariciar el sexo. Como accionada por un resorte, Ilse intentó cerrar sus piernas pero se lo impedí diciendo:
 
-¿Qué haces? ¿No has jurado que era mío?-
 
Humillada pero excitada a la vez, la chilanga estuvo a punto de llorar pero en vez de hacerlo, puso su bolso en sus piernas para ocultar al público que atestaba el lugar que la estaba masturbando. Con las mejillas ruborizadas y el sudor recorriendo el collar que rebotaba en su escote, la muchacha se dejó hacer mientras miraba a su alrededor, temiendo en cada instante que alguien se percatara de lo que estaba sintiendo. Sé que me porté como un verdadero cabrón pero os tengo que reconocer que disfruté de cómo su angustia se iba transmutando en deseo y el deseo en placer. El primer síntoma de su calentura fue que a tenor de mis caricias a la muchacha le contaba respirar.
 
-¿Te gusta?- susurré a su oído mientras mis dedos separando sus labios, se habían apoderado de su clítoris.
 
No pudo contestarme, pegando un grito ahogado se retorció al sentir que jugaba con su botón y removiéndose indecisa en el sillón, cerró los ojos para evitar que me diera cuenta que estaba a punto de venirse. Desgraciadamente para ella, al cerrar los parpados, se magnificaron sus sensaciones y sin poderse reprimir, se corrió calladamente entre mis yemas.
Sabiendo que estaba en mis manos, sintió que las cadenas que su educación había instalado en su mente iban cayendo una a uno rotas por la acción de mis dedos, de forma que cuando el orgasmo le nubló su razón, unas nuevas ataduras estaban firmemente anudadas en su cerebro pero curiosamente se sentía libre. El saber que esa noche, ese gachupín cuarentón iba a tomar posesión de todos sus agujeros le alegró y por eso una vez recuperada, me miró sonriendo, mientras me decía:
 
-¿Qué quieres que haga?-
 
-Vete al baño y mastúrbate mientras me  esperas-
 
No sabiendo a ciencia cierta cómo actuar, Ilse se levantó y sin protestar se dirigió hacia el servicio ubicado al final del local. Apurando mi copa, la observé mientras se marchaba.  Sus pasos eran inseguros, su mente protestaba por mi trato pero al sentir que la humedad anegaba su cueva, la mujer comprendió que deseaba con locura entregarse a mi juego y por eso, al cerrar la puerta se puso a cumplir mis órdenes sin más. Buscando ahondar su excitación, la dejé unos minutos sola y cuando comprendí que había llegado el momento, me acerqué donde estaba y tocando en su puerta, le exigí que me abriera.
 
Al ver sus ojos inyectados con una lujuria sin límite comprendí que estaba dispuesta. Sin hablar me bajé los pantalones y sacando mi miembro de su encierro, di la vuelta a la muchacha y comencé a jugar con mi glande en su sexo. Ilse estuvo a punto de venirse al sentir mi verga recorriendo sus pliegues. Agachada sobre el lavabo, solo podía imaginarse lo que ocurría a su espalda.
 
Me alegró comprobar que estaba empapada y por eso cogiendo un poco de su flujo, embadurné su esfínter. Ella misma me había escrito en sus mail que solo en dos ocasiones había tenido sexo anal pero que aunque le dolió, era algo que le encantaba y por eso no me extrañó que sin tenérselo que pedir, esa cría separara sus nalgas con sus manos para facilitar mi labor. No había metido ni medio dedo en el interior de su ojete cuando escuché sus primeros gemidos. Incapaz de contenerse, Ilse moviendo su cintura buscó profundizar el contacto. Al sentir su entrega, llevé otro dedo a su interior y durante unos instantes, recorriendo sus bordes relajé sus músculos.
 
-Cógeme, por favor- gritó fuera de sí.
 
No tuvo que repetírmelo dos veces, acercando mi glande lo puse sobre su entrada trasera y forzando con una pequeña presión de mis caderas, lo fui introduciendo lentamente a través de ese rosado ano.  Poco a poco, mi extensión fue desapareciendo en su interior mientras Ilse apretando sus mandíbulas hacia verdaderos esfuerzos para no gritar.
 
-Ufff- exclamó a sentir que finalmente había terminado -¡Es enorme! Creí que no iba a caberme-
 
Contra toda lógica, el culo de esa morena había absorbido tanto el grosor como la longitud de mi miembro sin quejarse y felicitándola con un pequeño azote, le pregunté si podía empezar a moverme.
 
-Papito, dame fuerte-
 
Ni que decir tiene que la hice caso. Moviéndome lentamente en un principio, fui incrementando el ritmo mientras la muchacha no dejaba de susurrar en voz baja lo mucho que le gustaba. Os tengo que reconocer que no me había dado cuenta que mientras metía y sacaba mi pene de su estrecho conducto, Ilse se las había ingeniado para con una mano masturbarse sin perder el equilibrio.
 
-Más duro- me pidió dando un grito.
 
Fue entonces cuando comprendí que esa mujer necesitaba caña y por ello aceleré mis caderas, convirtiendo mi tranquilo trote en un alocado galope. Ilse al sentir mis huevos rebotando contra su sexo, se volvió loca y presa de un frenesí que daba miedo, buscó que mi pene la apuñalara sin compasión.
 
-Me vengo- chilló al sentir que la llenaba por completo y antes de poder hacer algo por evitarlo, se desplomó sobre el lavabo.
 
Al caer, me llevó con ella, de manera que sin quererlo, mi pene forzó más allá de lo concebible su trasero. Ilse aulló al notar que su esfínter había sobrepasado su límite pero en vez de apartarse, dejó que continuara cogiéndomela sin descanso.  Afortunadamente para ella, no tardé en sentir que se aproximaba mi propio orgasmo y por eso sabiendo que tenía una semana para disfrutar de ese cuerpo, me dejé llevar  derramándome  en el interior de su culo.
Tras unos minutos durante los cuales estuvimos besándonos como si fuéramos novios mientras descansábamos, nos acomodamos la ropa y disimulando, salimos del servicio. Se veía a la legua que Ilse estaba encantada porque al recorrer los pasillos en busca de su coche, me cogió de la cintura y pidiéndome que bajara la cabeza, me susurró al oído:
 
-Eres un cabronazo, me da miedo pensar cuando tenga que ir al baño-
 
Solté una carcajada al oírla y muerto de risa, la besé mientras le decía:
 
-No te preocupes, cuando me vaya, te costará incluso andar-

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

 

Relato erótico: “MI DON: Alba – El ave fénix (34)” (POR SAULILLO77)

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Estado de shock, es lo mas parecido al estado en que me encontré los días siguientes al momento en que se descubrió todo, y como no, el día siguiente a mi cumpleaños, le estaba cogiendo asco a esa fecha, se descubrió, si, que Eleonor me iba a chantajear, para que dejara a Ana, con el ático, que Ana se había “prostituido” por grandes cantidades de dinero ofrecido por Eleonor, solo para demostrarme que Ana no me amaba, y que Lili no era la hermana de Eleonor, si no una amiga de su hermana fallecida, caída en desgracia por las drogas, todo eso sumado a que yo lo sabia desde casi el principio, desde que mi madre me advirtió, y por puro instinto la creí aun sin aceptar lo que me decía, puse cámaras y micros, lo vi todo, enterarme de que Eleonor le compró a Ana el derecho a follar conmigo desde el 1º día, de su treta con Lili para generarme una dependencia a mi que me obligara a ocuparme de ellas, de tomar a su abogada para poder esta bien informado de todos sus pasos, cada día, viviendo bajo el mismo techo de 3 mentirosas, manipuladoras y egoístas mujeres. Las “Hermanas” colombianas me importaban una mierda, la verdad, salvo sexo no me aportaban nada, pero Ana……..Ana era otro tema, realmente la amaba, y solo por ella me mantuve en silencio, tenia las sartenes por el mango o todas las cartas en la mano, y aun así aguardé, manteniendo una fachada tan falsa e hipócrita como las suyas, en el fondo de mi corazón esperaba un final diferente, que Ana se derrumbara, que me lo contara, que fuera sincera y me pidiera perdón, pero cada día que pasaba la mentira se hacia mas fuerte, y a mi me dolía mas, hasta el punto en el que cuando nos fuimos al piso de NY, planeé revelarlo todo, contárselo a Ana y ver la reacción, tenia tanto miedo a perderla que estaba dispuesto a descubrir su mentira solo para que supiera que la perdonaría, que me daban igual sus infidelidades, que la quería hasta el punto de ser el calzonazos que la seguiría hasta el fin del mundo. Pero la rabia y el orgullo me había puesto un limite, el sonido de mi corazón al quebrarse viendo la 1º sesión de sexo con uno de los hombres maduros que Eleonor se traía a casa, y que no era la 1º vez que lo hacia, forzó una marca en mi mente por la que ella debía pasar, tenia que ser sincera y contármelo por propia voluntad, solo así podría volver a amarla sin reservas, pero no lo hizo, pese a mis intentos mas tenues u otros mas obvios, cuando regresó de Granada y tardé unos segundos en salir del coche en el aparcamiento, lloraba, al igual que cuando se lo pedí en la piscina horas antes de la llegada de la abogada, y me quedé fuera llorando al ver su tozudez. Guardaba silencio y con el paso del tiempo se me hizo fácil no quererla, como el final de una pila en una linterna encendida, parpadeaba hasta que se apagó, con todo perdido sabiendo que Eleonor me iba a enseñar su traición en unos instantes, se negó a decírmelo, prefería vivir en su mentira unos segundos mas que ser feliz conmigo con la verdad, y si esa era su decisión, yo no podría hacer nada, nada salvo intentar dejar de amarla.

No recuerdo bien del todo esos días, se que esa noche la pasé discutiendo, o mas bien siendo increpado por Ana, que mas que mostrarse avergonzada, era un volcán de rabia e ira, trataba de darle la vuelta a la situación, de mil maneras, buscando algún argumento lógico, o no, por el que yo estaba equivocado, al principio buscaba mi perdón, al final, cuando mi pasotismo la enfadó, me echaba la culpa de todo a mi, que la obligaba a ser mi novia y aceptar que follara con otras, y que no lo había soportado, visto ahora, quizá tuviera razón, no lo se, Lara, Alicia, Eleonor, Lili, todas las mujeres que iban detrás de mi…… y ella lo tenia que sobrellevar, pero cuando un hombre se fijó en ella, el profesor de la universidad, monté en cólera…….. si, es posible que hubiera sido injusto con ella y que no fueran las bases de una relación normal y saludable, pero tenia 19 años, y era el amor de mi vida, un millar de sensaciones me nublaban, no era del todo consciente de sus sentimientos, y puede que por el hecho de que me los ocultara, hubiéramos acabado así, de todas formas cuando la veía llorando y gritándome por la habitación, solo pensaba que era un berrinche, palabras vomitadas por la ira y la impotencia. Llegó a amenazarme, con no alejarse, con seguir cerca de mi y hacerme la vida imposible, manipularía, mentiría, no me dejaría vivir en paz, “si no res mío no serás de nadie” aseveró con frialdad, usaría a mi familia y a la suya, le daba igual todo, gritaba que me amaba tanto que no me dejaría nunca.

No se si me quería o era solo por arrebatarle algo que creía suyo, pero tuve que ponerme duro, sin alzar la voz ni ponerla una mano encima, mi tono se puso rudo y firme, la hice ver que no podía hacer otra cosa que hacerme caso, alejarse de mi, tenia videos de ella aceptando dinero por follar, aparte de ser un delito, nada me impedía, si me provocaba, subir los videos a Internet, y enseñárselo a todos sus amigos, amigas, la universidad, su familia….¿que opinarían sus parientes gitanos de aquello?, eso la derrumbó, soltó toda su rabia en un sollozo sin fin, comprendió que si quería, si me daba motivos, la destrozaría la vida, era una brillante estudiante, muy inteligente y con una gran carrera en lo que le diera la gana, pero un escándalo como ese la hundiría, mi interpretación fue colosal, se creyó que seria capaz de eso, y hasta puede que si Zeus aparecía, lo hiciera, pero no Raúl, no le haría eso, solo la dejaría pensar que si, desde ese momento Ana cambió su amor por odio, poco a poco, hasta que la apatía la envolvió.

Hay un dicho que circula a raíz de una serie, en el cual se dice “Las mujeres nunca se equivocan, incluso cuando se equivocan, llega un momento de la discusión en la que sorprendentemente vuelven a tener razón.”, mas o menos es lo que pasó esos días, si Ana era un volcán, Eleonor no os podéis hacer una idea, un agujero negro que absorbía todo a su alrededor, su mirada oscura parecía arrebatar la energía del universo, mientras Lili era como una planta, siempre en 2º plano sin abrir la boca, al 3º día me largué de esa casa, me estaba consumiendo y hasta me veía yo como el culpable de todo, quizá lo era, pero sentía que estaban logrando minarme la moral, y mi férreo carácter no lo permitió.

-YO: cuanto tiempo necesitáis para sacar vuestras cosas de mi casa.

-ELEONOR: ¿ya tiene prisa por echáramos a la calle?

-YO: si, pobrecilla, lo mismo os veo durmiendo en un cajero con unos cartones…- tenia al menos otras 2 casas en Madrid y 7 por el mundo, mas una cantidad de dinero que calculé, ente 500 y 700 millones de €, sin contar propiedades, su ex marido era muy hábil con los negocios y yo la di todo eso.

-ELEONOR: no se como puede hacernos esto, yo creía que nos quería……

-YO: yo solo quiero a Ana…..solo la quería a ella, siempre te lo dije, a ti solo te tenía aprecio, además follas bien.- mi tono era de sarcasmo hiriente.

-ELEONRO: desgraciado.- soltó una bofetada que me alcanzó de lleno en la cara.

-YO: si has terminado, quiero saber cuando os vais, me voy a ir unos días y no os quiero en mi casa al regresar.- las palabras “mi casa” le sacaban humo por las orejas.

-ELEONOR: en 1 semana se llevaran todo, y no tendré que volver a verte nunca, de tu niña no se nada, no me habla.

-YO: bien, pues ojalá no volvamos a vernos, por tu bien, ya hablaré yo con Ana, y recuerda nuestro trato – me miró con desesperación.

-ELEONOR: no te entiendo, te ofrecí el mundo…..- solo obtuvo una sonrisa y silencio.

Estoy seguro de que cometí un error monumental, sin Ana de por medio solo tenia que irme con Eleonor, y vivir quemando su dinero el resto de mi vida, y aun me sobraría para 3 vidas mas, el sueño de todos en realidad, vivir como un rey sin dar palo al agua, o ni siquiera eso, si detestaba a Eleonor no tenia que ir con ella, podría chantajearla de por vida, pero no me habían educado así, para lo bueno y para lo malo, tenia un estilo de vida, un carácter, un honor y un orgullo inamovibles, ”estúpidos ideales”, pensaba a menudo, mi padre tenia la culpa de eso, el y su educación clásica y férrea sobre la integridad y ser un buen hombre. Ahora no solo rechazaba una vida de lujo, si no que perdía a Ana por exactamente lo mismo, ¿los millones o el amor verdadero?, me las había apañado para que ahora perdiera a ambos por mi estúpido orgullo, y aun sabiendo que me arrepentiría, lo hice ¿y eso se supone que era ganar?

Por lo que se Eleonor y Lili se fueron un día sin despedirse, yo me fui al piso de la abogada unas semanas, me alojó encantada de tenerme entre sus piernas cada noche, pero tampoco recuerdo mucho de aquello, era una marioneta entre sus manos. Regresé al conocer la partida de Eleonor, vi las maletas y las cosas de Ana en la puerta del piso, siendo recogidas por uno de sus tíos de Granada, reconocí el coche abajo, aquel que con tanta ansia había estado esperando en la mudanza en mitad de la calle, ahora solo era la confirmación de nuestra ruptura, al verme su tío soltó las maletas y fue directo a por mi, me agarró de la pechera y me estampó contra uno de los armarios, si hubiera querido, creo que podría haberlo reducido, le sacaba media cabeza y al menos 15 kilos, pero solo me mantuve quieto, Ana apareció corriendo por las escaleras.

-ANA: no por favor, tío, déjale.

-TIO: este mierda te ha hecho daño, si estuviéramos en Granada la ley gitana de tu padre me daría derecho a hundir mi navaja en su vientre.- su acento cerrado era evidente, tenia parte gitana, y la verdad, sus ojos me asustaron, parecía dispuesto a hacerlo.

-ANA: pero no estamos allí, por favor, suéltalo.- no se muy bien si quería protegerme a mi de el, o a el de mi, si seguía azuzándome contra el armario no me quedaría quieto mientras me apuñalan, pero logró que me soltara, cogiera las maletas y saliera del piso amenazándome, por lo visto, si paso por Granada me puedo dar por muerto.

-YO: siento la molestia, creí que ya no habría nadie.

-ANA: por poco, me voy ya, mi abuela me ha dicho que puedo volver a casa, he logrado plaza en la universidad de Granada, por lo visto no hay tantas peticiones como aquí jejeje.

-YO: me alegro por ti, espero que se te de bien el cambio.

-ANA: yo también, no puedo permanecer en Madrid, no con mi familia sabiendo lo nuestro y ahora esto, es lo mejor para todos, ya me despedí de todos, Lara se queda en el piso de estudiantes.

-YO: ¿que es lo que tu familia sabe exactamente?

-ANA: que rompemos, sin mas, por que no me he aclimatado bien aquí, y pese a que he tratado de no echarte la culpa de nada por nuestra ruptura, ya ves que no se lo han tomado muy bien, no saben nada mas, y creo que no quieren saber mas.

-YO: y así será –sin decir nada mi amenaza quedó clara, “así será…..si cumples tu parte”- entonces esto es el adiós.- la abracé con puro sentimiento, sintiendo su cuerpo, sus senos y su olor a coco por última vez, ella me correspondió.

-ANA: no tendría por que serlo…..- susurró en un último intento.

-YO: lo es, mi pequeña, lo es.- nos dimos un último beso, su boca y la mía se juntaron con una ternura horrible, antaño esos carnosos y tentadores labios ahora me sabían a dolor y despedida.

-ANA: adiós amor.- sollozó antes de agacharse a coger su bolso, una mochila y se alejó por la puerta.

-YO: adiós peque…..- mascullé entre dientes al ver su figura desvanecerse por el pasillo por mis lágrimas.

Fue la ultima vez que la vi en persona, mantuvimos el contacto, al principio frío y por 3º personas, nuestras familias que ya no eran tan cercanas, dejaron de venir en Navidades y salvo momentos importantes nada nos unía, luego algo mas directo con las redes sociales, Ana siguió sus estudios, se sacó un doctorado en ciencias medicas, con algunas parejas eventuales, al par de años se fue de Erasmus por Europa, volvió con un novio Danés, por lo que presumía iba para genio de la medicina, pero que dejó sus estudios, su país y su familia para venirse a España con ella, y por lo que se, aun siguen juntos, desde luego, si fuera Danés o de otro planeta, y me encontrara a una mujer como Ana y lo bien que hacia el amor, también hubiera abandonado todo para ir tras ella, ¿Por qué, si pensaba así, la dejé irse?. Obligué a Eleonor a borrar todo lo que tenia en contra de Ana, como parte del pacto, y yo hice lo mismo, aunque obviamente ella no lo sabe, jamas le dije a nadie nada, ni a mi familia, que me arroparon lo que pudieron.

Huía de mi madre, que durante un tiempo me culpó o mas bien se vanaglorió como solo una madre sabe hacerlo después de que el tiempo la de la razón, “ya te lo dije, esto no era buena idea”, después de la fase en que se echaba flores a si misma, llegó el interrogatorio, me conocía lo suficiente como para saber que si me fui con Ana por encima hasta de ella, fue por un fuerte amor, y que si cortaba con ella, era por algo igual de importante, como es lógico no se tragó lo de la aclimatación, aunque de cara a los demás lo aceptaba, sobretodo de cara a la familia de Ana, pero sabia que algo había de fondo, no me molesté en tratar de mentirla, era inútil, así que solo la dije la verdad. “La quería, la quiero y la querré siempre, pero me he sentido traicionado, hasta el punto en que no puedo perdonarla.”, una verdad a medias era mejor que una mentira elaborada, como os dije, mi padre me enseñó eso de mi madre hacia mucho, si ella me conocía, yo igual a ella. Llegado a ese punto, mi madre ya sabia que no sacaría mas de mi, sabia que había pasado algo gordo, y sus teorías fueron evolucionando hasta que al final se convenció ella sola de que yo había empujado a Ana a engañarme, por duro que parezca oírselo decir a tu madre, tenia sentido, Ana de cara a todos era un sol de mujer, dulzura y cariño, mientras que a mi ya me había visto con muchas chicas y tenia cierta fama ganada a pulso, era fácil pensar que yo era un mujeriego y las mujeres siempre tienden a 1º pensar mal del hombre que de la mujer, así que yo, de algún modo, lo había provocado todo. La dejé pensar eso, incluso siendo recriminado con su mirada y sus palabras, a mis ojos era mejor que pensara eso, a saber la horrible verdad.

Pase una semana solo en la casa, no me importa reconocerlo, llorando de rabia, de dolor y de amor, me descubría sentado en el sofá con el móvil en la mano y el numero de Ana marcado, pasaba tiempo ausente, tan pronto era de mañana, como al alzar la vista era noche cerrada, dejé de hacer ejercicio y de salir de casa, la compra seguía puntual llegando cada 2 días, y Luz, la criada de Eleonor, fue sustituida por otra, Luz se fue con su señora y a mi me puso a una Rumana, rubia de ojos claros, de unos 30 años, no sabia hablar mucho el español y su nombre me sonaba impronunciable, así que al final acordamos que se llamaba “Dani”, una abreviatura de su nombre. No me molesté mas en ella, yo era un fantasma que vagaba por la casa, negando lo ocurrido, aquello no podía ser real, no podía estar pasando, incluso falté un par de días al trabajo, aludiendo un resfriado, pero en realidad estaba descompuesto por dentro, sentía un dolor agudo en la boca del estomago que subía hasta el pecho, apenas comía nada, y las pocas veces era cuando pasaba por casa de mi madre, obligado por ella, descuidé mi imagen, la barba era poblada y el pelo de mi pecho creció un poco. Al enterarse de la ruptura, sin mas detalles, Teo, Manu, Alicia o Lara acudieron a distraerme, Lara fue con intenciones claras de aprovechar la salida de Ana para ocupar su lugar en mi lecho, aun sentía algo por mi, pero al ver mi estado se le pasaron de golpe. Mi madre, preocupada, llamó a Irene, mi 1º novia, por alguna razón seguían manteniendo una buena relación entre ellas al margen de mi, fue agradable volver a verla, y fue de las pocas que entendió por lo que estaba pasando, incluso Teo o Alicia, que habían cortado una larga relación hacia poco, no terminaban de comprenderme, aquello había sido amistoso y de mutuo acuerdo, lo mío fue un corte de raíz obligado por mi parte. Hasta Eli me llamó consternada, ni sabia como se enteró, pero nada me consolaba, o me hacia reaccionar, pasaba los días recordando a Ana, si, el sexo había sido genial, la 1º vez en Navidades, desvirgarla, la larga espera a su regreso, volver a tomarla, el fin de semana en el hotel de la sierra, el vestido negro, los corpiños elásticos, follárme su culo, ver como cada día mejoraba en el sexo, la inclusión de Lara, Eleonor, los aceites, sus labios, su larga melena y el olor a coco, si, todo aquello me pasaba por la cabeza, pero eran aquellos momentos dulces los que me hacían temblar de emoción, las primeras veces que dormimos juntos haciéndome el dormido mientras ella, inocente, se metía mi polla entre los muslos para buscar mi calor, los paseos por el parque, sus abrazos largos al encontrarnos después de mucho tiempo, su forma de agarrarse a mi brazo cuando tenia frío, como me comprendía casi sin mirarla, como llegó a conocerme mejor que yo mismo, y yo a ella. Todo para nada, ahora apenas eran recuerdos a los que me aferraba, todo eso me enfadaba, tenia ataques de ira, destrocé un sofá a puñetazos y patadas, hasta que me hice daño en una pierna.

Pasados unos días volvía a negar la situación, pero ahora realmente calculaba y pensaba, si llamaba a Ana podría volver con ella, estaba seguro, si le ofrecía volver y seguir donde lo dejamos, o puede que si Eleonor aun estuviera enamorada de mi le pudiera negociar unas condiciones para volver a sus brazos, pero todo eran elucubraciones en mi mente, nada reales o plausibles, lo había tirado todo por la borda, cuando comprendí el fracaso de mis acciones, que bien o mal intencionadas, me habían llevado a ese punto, simplemente me desvanecí, como un azucarillo en el café, caí en una depresión tan estúpida como real, nunca entendí a los que se deprimían, mi carácter, pese a malos tiempos, siempre era en contra de esa afección tan inútil, pero allí estaba, sentado delante de una TV apagada viendo mi reflejo, el de un persona deprimida y sola, era yo, comprendiendo que había perdido al amor de mi vida por mi vanidad. Mi padre insistió en que acudiera a un psicólogo, pero no me hacia falta, sabía perfectamente que me pasaba, había leído suficiente como para saber que estaba pasando por las fases de de una situación sin control, negación – ira – negociación – depresión, solo me quedaba el ultimo paso, la aceptación, y no necesitaba a un charlatán que me cobrara 200€ la hora para saberlo.

1 mes desde que Ana se marchó, me di una ducha fría que reactivó mi cuerpo, me planté delante del espejo con la maquinilla de afeitar y me di un buen repaso a la barba, era larga y espesa, con restos de comida y sarpullidos que siempre me salen cuando me la dejo larga, herencia de mi querido padre, el after safe me hizo soltar un grito de escozor, me dejé el pelo del pecho, me gustó como quedaba, sin ser tupido me parecía atractivo. Me puse algo de ropa de deporte que me quedaba justa, había ganado volumen por la vida sedentaria que llevaba, y salí a correr, odio correr, incluso cuando lo hacia a diario llevado por la dopamina del cerebro, el simple hecho de dar vueltas corriendo sin un objetivo mas allá que el de correr, siempre me pareció estúpido, pero era mejor que quedarme en casa lamentándome de mi mierda de vida, lo hice sin cronometro, sin aparato de música, ni pulsómetro, ni mirando una ruta en el PC, no me marqué metas, ni puse un tope estudiado, simplemente, corrí, 1º mi calle, la manzana, acudí a un parque cercano, lo atravesé, llegué al Manzanares, lo crucé, seguí corriendo hasta llegar a la casa de campo, no se como, debería de estar echando los pulmones por la boca de la inactividad, pero me sentía muy pesado y solo seguir corriendo parecía hacerme ligero, cada vez que mi cuerpo se resentía me forzaba un poco mas, sentía que si paraba me volvería a encerrar, la oscuridad me seguía y si paraba me alcanzaría, tenia que soltarlo todo y seguir corriendo. Lo hice mas de 14 kilómetros, hasta llegar a las afueras de Madrid, temía acabar como el pobre Forrest Gump y dar vueltas por España con una legión de seguidores subnormales sin anda mejor que hacer, pero no, llegando a la zona militar de la carretera de Extremadura, mi cuerpo dijo basta, caí cobre una barandilla en un paso elevado de peatones y vomité varias veces, me ardía el pecho y mi estomago parecía de lava, me senté en el suelo tratando de no perder la consciencia, volví a vomitar, todo eran restos de pizza, hamburguesas y comida basura, todo de un color anaranjado de los ganchitos de queso en que se había basado mi dieta esos días, y me quedé así, tirado en el suelo al lado de un charco asqueroso de los restos de mi estomago, mirándolo atónito como si eso no fuera mío. Alcé la vista al ver como un coche militar se paraba a mi lado, y salían un par de hombres uniformados, al verme me atendieron amablemente, no lograba soltar palabra alguna, así que me metieron en el coche y me llevaron al interior de la casa del aire, ubicada por esa zona, me llevarían a la enfermería y me dejarían allí, lo imagino por que no lo recuerdo, me dormí, creo que me dieron algo, pasaron un par de horas hasta que me desperté en una camilla de la enfermería, estaba totalmente solo, oía de fondo algo de ruido y palabras entre susurros, al moverme tiré de un cable y una maquina empezó a pitar, el sonido era irritante, pero enseguida acudió una enfermera a apagarlo y ponerme la mano en el pecho.

-ENFERMERA: tranquilícese, no se mueva, aun esta muy débil.

-YO: ¿donde estoy?

-ENFERMERA: esta en la enfermería de la base de entrenamientos del ejército del aire, dígame, ¿como se llama?

YO: Raúl xxxxx xxxx

-ENFERMERA: y dígame a que día estamos.- dudé, realmente no lo sabia, llevaba semanas sin mirar el calendario, sin darme tiempo a responder me abrió los párpados y me enfocó con una luz.

-YO: mediados de septiembre, no lo se exactamente, ¿que me ha pasado?

-ENFERMERA: los del puesto de guardia de la entrada te vieron en el suelo, vomitando y desorientado, te han traído aquí, has sufrido una deshidratación grave, te hemos puesto un suero y algo para estabilizarte, tenias el corazón a punto de reventar.- me recosté ahora mas tranquilo.

-YO: dios, lo siento, estaba……- tenia la boca seca y no me salían las palabras.

-ENFERMERA: ¿corriendo?

-YO: huyendo más bien.

-ENFERMERA: ¿de que? si puede saberse

-YO: de mis propias decisiones….. –soltó una carcajada.

-ENFERMERA: eres demasiado joven como para tener decisiones de las que huir así.- por fin pude enfocar los ojos, vi a una enfermera rechoncha, morena y con un par de tetas que resaltaban debajo de la bata, con gafas y la cara redonda, ocultaba su mirada en unas gafas de contacto, no debería de pasar de los 28 años.

-YO: pues así es, ¿tienes algo de agua? Estoy seco.- cogió un vaso una jarra de una mesa al lado de la camilla, bebí tanto que hasta ella me quitó el vaso de la mano.

-ENFERMENRA: tranquilo, no te pases, no es bueno para tu estomago, ¿como te encuentras?- puso el dorso de una mano en mi frente, y luego me cogió de la muñeca mirando su reloj de pulsera.

-YO: bien, algo mareado y el estomago me ruge de hambre, pero mucho mejor, gracias.

-ENFERMERA: bien, eso es buena señal Raúl – sonrió mirándome a los ojos, eran de un avellana muy tenue- y si no es indiscreción, ¿que hace que un joven como tu salga corriendo para terminar aquí, hasta le punto de desvanecerte?

-YO: lo único que hace correr a un hombre, el mal de amores.- volvió a soltar una carcajada.

-ENFERMERA: no creo que ese problema te dure mucho – me acarició la pierna por encima de las sabanas antes de retirarse diciéndome que me quedara tumbado una hora mas, y quitándome un frasco de suero vacío.

Fue entonces cundo me di cuenta, levanté las sabanas y estaba con un bata de la enfermería, SOLO con la bata, sonreí al darme cuenta de que aquellas palabras de fondo y la carcajada de la enfermera tenían un nexo, ya me había visto desnudo y mi polla era demasiado reclamo, aquella enfermera se había mostrado demasiado gentil para ser un desconocido que ha ido a molestar a su trabajo, sonreí levemente, de nuevo me encontraba en la camilla de un hospital, y de nuevo una enfermera me había visto la polla y se mordía el labio cada vez que pasaba por mi lado para preguntarme como estaba, los giros que da la vida me habían devuelto a una situación familiar, desde la que poder renacer cual ave fénix, de golpe lo vi todo claro, como podía haber sido tan necio, no iba a dejar que mi vida se fuera al garete solo por que Ana me hubiera traicionado, fue ella la que decidió, me conocía lo suficiente como para saber que esto pasaría, así que en el fondo no me quería, o no lo suficiente, no merecía mas tiempo de luto.

-ENFERMERA: bueno, ¿como vas Raúl?- su contoneo era inusual, poco profesional.

-YO: mucho mejor, gracias a ti preciosa, perdona mi falta de modales, no se como te llamas……- sonrió de forma agradable.

-ENFERMENRA: soy Alba, encantada.- extendió su mano la cual apreté con dulzura, pero sin soltarla, dándome un enjuague a menta para el mal sabor de boca.

-YO: eres mi salvadora, Alba, muchas gracias.- se sonrojó mientras hacia gárgaras con la garganta.

-ALBA: no es nada, pero has de tener cuidado, no puedes salir a correr así, sin agua y ese moretón en la pierna- lo tenia desde que partí una tabla del sofá a patadas, irrelevante ahora, ella tampoco hacia ademan de apartar la mano.

-YO: si tengo que hacerlo cada día para que me traigan a tus manos, lo haré encantado.- su risa sonó sencilla y alegre, sentía el frescor a menta en mi boca al echarlo de nuevo en el vaso y secarme con una servilleta.

-ALBA: jajaja no seas bobo, te ha podio pasar algo.

-YO: pero no me ha pasado nada, además, así te he conocido, y te he dado algo de trabajo, ¿esto esta siempre tan animando?- miré alrededor, había otras 7 camas, todas vacías, y salvo alguna sombra tras las puertas del fondo, no había rastro de nadie más.

-ALBA: pues la verdad es que si, gracias a dios solo trato resacas y peleas de bar, y eso los fines de semana, entre semana esta así, estamos solos….- esa afirmación sin ser pedida, era clara, quería que lo supiera, y que me hubiera dado un enjuague era mas claro aun, no quería besarse con sabor a acetona en su acompañante.

-YO: pues una pena como se malgasta tu talento, eres una gran medico, yo ya estoy como un toro, mira.- salté de la camilla y me puse en pie con la bata cubriéndome desde el pecho hasta las rodillas, y mi polla haciéndose notar entre los dobleces.

-ALBA: jajjaj anda ten cuidado no te hagas daño.

-YO: me siento vivo, podría irme a correr hasta casa, ¿donde esta mi ropa?- sin ningún rubor bajé los brazos y dejé caer la bata al suelo, quedando desnudo ante ella, intentó taparse con una carpeta que tenia en la mano- no seas boba, alguien me ha tenido que quitar la ropa, ya me has visto desnudo, y eres mi medico.

-ALBA: bueno…ya…pero esto es otra cosa, tápate por dios que te vas a coger un resfriado, y de correr nada hasta que este segura……- me acerqué a ella y la abracé con fuerza de la cintura, la pegué a mi cuerpo de forma que apartó la carpeta, sus senos se elevaron por mi pecho y su mirada se alzó para admirar mi cara – ¿que…que haces?

-YO: ¿a ti que te parece?, si no me dejas salir a correr, en vez de un resfriado, te voy a coger a ti.- bajé mis labios para besarla, no apartó la cara ni por un segundo y al sentir mi boca abrió la suya con gusto, sentir su lengua en la mía me hizo vibrar, soltó la carpeta que cayó al suelo junto a sus gafas y me acaricio el pecho y los brazos.

-ALBA: esto no esta bien, no debería….- se calló al ver como mis manos desabrochaban su bata blanca y masajeaban sus senos por encima de una blusa gris, eran realmente grandes, al alzarlos y apretarlos sus labios se mordieron con fuerza.

-YO: te voy a hacer mía, aquí y ahora.- la besé con furia, a lo que respondió con pasión, cerrando los ojos y acompasando su cuello con cada embestida en sus labios.

Fui bajando hasta meter mis manos por debajo de la blusa, se abrieron paso hasta su sujetador y acariciaron con suavidad, oyendo sus jadeos, mi polla estaba como una piedra, casi 1 mes sin follar, en secreto temía por lo que iba a ocurrir, me palpitaba en su falda, era larga hasta por debajo de la rodilla, al acariciar su vientre sentía la presión de la tela en su ombligo, sin duda la prenda era una o dos tallas mas pequeñas que las que tenia que usar, le sobraban algunos quilos pero no era relevante para mi, era mi pistoletazo de salida. Se arrodilló besándome el cuello, el pecho y acariciando mi vientre marcado de músculos que vieron mejores tiempos, se quitó la bata blanca de medica y agarró mi polla entre las manos, no se sorprendió, sin duda ya la había sentido entre las manos, pero ahora estaba tiesa apuntándola, casi nerviosa le dio un 1º lametón al glande, tiró de la piel de mi polla hacia atrás para descubrirlo entero y ahora si chupar la punta, con mas maestría de la que esperaba, fue engullendo mi rabo con ritmo, sus manos permanecían quietas, soportando el peso, dando pequeños lengüetazos al tronco y jugando con mi glande golpeándose la mejilla, sonaba contundente, como un martillo contra un yunque, luego volvía a chupar.

-YO: que bien la chupas Alba.

-ALBA: lo mismo dice mi marido.- siguió chupando como si nada.

-YO: ¿estas casada?

-ALBA: claro, mi marido es militar de esta base- lamió mi glande mirándome a la cara.- ¿quieres que pare?- continuó chupándomela, la noticia me pilló en frío, si se enteraba su marido me podían pegar un tiro allí mismo, y mi conciencia no estaba tranquila, pero ya estaba harto de ser un niño bueno, eso me había costado demasiado, y la verdad, me la estaban comiendo de cine.

-YO: continua- sonrió golosa, se hartó de comer polla cuanto quiso, pero sin masturbación, ni siquiera 1 mes después de follar a la abogada por última vez, me sacó un gemido.

La puse en pie, y la volví a besar, la cogí de la blusa y se la saqué por la cabeza, atacando sus senos con la boca, eran enormes, incluso sujetados por la copa de su ropa intima, rebosaban, se las saqué sin desabrocharle el sujetador quedándole por debajo de ellos, y chupé sus enormes pezones rosados con lujuria, mientras mis manos levantaban su falda hasta alcanzar sus bragas, tiré de ellas hasta dejárselas por los tobillos, la agarré del culo y la levanté para sentarla en la camilla, me eché sobre ella trabajándole la tetas mientras ella me aferraba la cabeza contra sus senos, una mano fue a su coño, peludo , caliente y choreando, metí mis dedos en su vagina sin piedad, al sentirlo se estremeció, tiró de mi pelo, pero sonreía viciosa, la masturbé frotando su clítoris, haciendo que su cadera siguiera el ritmo de mi mano, gemía levemente mientras seguía comiendo de sus tetas, no daba para tanta carne, cuando 3 dedos la follaban, sentí que ya no aguantaba mas, jugué con mi glande en su coño, notando como ella temblaba ante la idea de que mi verga enorme apuntando a su cueva la ensartara. Sentir la punta abriéndose paso, la forzó a taparse la boca, y menos mal que lo hizo, noté como la iba abriendo las paredes vaginales y ella gritaba ahogada entre los dedos, casi sin poder contenerse, su mano apoyada en mi espalda clavó las uñas con fuerza, mordí ese brazo por que me hacia daño, de inmediato llevó la mano a mi pecho para pararme y luego se tapó la boca con ambas manos, se retorcía mirándome a los ojos con impresión. Yo reía al ver que solo le había metido media polla, pero me fue suficiente, agarrando de su cintura comencé a follarla de forma lenta y suave, sintiendo su calor y la presión en mi miembro cada vez se hacia menor y el ritmo aumentaba, los gritos ahogados pasaron a ser besos lascivos y palabras calientes, gemía de placer al sentirme dentro y cada vez entraba mas, sus anchas caderas fueron abriéndose hasta tenerme casi entero dentro de ella por completo, a un ritmo frenético que la tenia en silencio, conteniendo la respiración sujetándose con ambas manos a mi cuello mientras la follaba de forma calmada, a mi Ana o Eleonor eso le parecería un insulto, pero a esa mujer le estaba derritiendo, se puso roja como un tomate y aguantó el aire en sus pulmones hasta que los soltó con un bufido enorme, se corrió como creo que nunca había sentido, su rostro se dibujaba confuso y tenso, pero se arqueó de espaldas dejando que la oleada de sensaciones la llenara, descansé un poco, ella lo agradeció.

-ALBA: ¡¡¡madre mía!!! ¡¡¡Que bien follas!!! El imbécil de mi marido nunca me ha hecho correrme follándome- jadeaba como hablándose a si misma, jadeando sobre la camilla.

-YO: no te asustes, aun tengo más para ti, tengo la vasectomía hecha, así que cuando te llene el coño de mi semen, disfrútalo con gusto.- me besó casi sin haber prestado atención, con lengua y de forma voraz.

La saqué de ella, la di la vuelta y la dejé echada sobre la camilla con el culo ofrecido, levanté la falda de nuevo y la penetré el coño desde atrás, soltó un alarido leve, cogió la almohada y se tapó la cara con ella, la agarré de la cintura y la follé a mas velocidad que antes, sacándola varios orgasmos, se retorcía como una anguila al sentir su interior chorreando de sus emanaciones, mientras yo seguía bombeando hasta que 20 minutos después me corrí con una cantidad enorme de semen, el frenesí final la sacó 2 orgasmos seguidos mas que la hicieron gritar dándola igual quien oyera, sentía los latigazos de mi rabo llenándola, la saqué de ella y seguí corriéndome en su culo y su espalda, ella cayó a mis pies y logró chupar y meterse en la boca las ultimas gotas de mi semen, lamiendo mi ya flácida polla hasta dejarla seca, estaba como hipnotizada, con los ojos cerrados y acariciando la parte interna de mis piernas.

-YO: ¿que haría tu marido si te viera así?

-ALBA: nos mataría, seguro, pero me da igual.

-YO: ¿a que hora sales?

-ALBA: puedo irme cuando quiera, solo estaba aquí por ti, duermo en los barracones pero mi marido esta fuera desde hace meses y no vendrá en mas de un mes.- ahora comprendía su necesidad y lo sola que se debía de sentir.

-YO: ¿que te apetece si te invito a cenar?, tengo hambre, así me llevas a casa y allí terminamos esto.- estaba famélico realmente.

Asintió encantada, la ayudé a ponerse en pie y metiéndola mano por mil sitios nos dimos una ducha rápida y nos vestimos, cogió su coche y la llevé a un restaurante chino que conocía, cenamos y hablamos, nos conocimos un poco, pero ella no podía apartar de sus pensamientos mi polla, la acariciaba con un pie por debajo de la mesa, jugaba con cualquier elemento de la mesa o comía con una sensualidad hilarante, descubrí que el cerdo agridulce se puede comer de forma sexi. Fuimos dando un paseo hasta mi casa, que raro sonaba “mi casa”, al ver el edificio Alba reía, subiendo en el ascensor se atrevió a hablar.

-ALBA: ¿vives aquí?

-YO: claro, ¿donde te voy a llevar si no?- no entendía su incredulidad.

-ALBA: pero esto es carísimo.- su mirada me indignó, pero ciertamente mi forma de hablar y comportarme no eran las de un niño rico, no casaba con el lugar – ¿vives con ….?

-YO: ahora vivo solo, he tenido una ruptura dolorosa hace un tiempo.- al llegar arriba la dejé pasar por cortesía, abrí la puerta y encendí las luces, ver su cara fue un poema, admiraba asombrada, como si fuera una cría en una noria, al ver la piscina corrió hacia la terraza, se giró indicándomela- si, ya se que tenemos piscina, vivo aquí, ¿recuerdas?

-ALBA: pero……… ¿eres rico o algo así?

-YO: que va, solo he tenido algo de suerte con……una herencia.- se me escapó una carcajada al decirlo, ella ni lo notó, salió disparada a mis brazos, a besarme con pasión.

Me estaba desnudando y antes de darme cuenta la tenia comiéndome la polla, la miré extrañado, que facilidad para calentarla, hasta que mi mente quiso darse cuenta, un ático en el centro de Madrid de 2 pisos con piscina en la terraza………..era un “abrepiernas” yo podría ser el gordo de antaño que solo con la casa ya me follaría a la mitad de las mujeres que entraran allí, y no me había dado cuenta, puede sonar machista o retrogrado, pero comprendí que cualquier mujer que viera ese piso se abriría de piernas tan rápido como la velocidad del sonido, y si es conmigo desnudo, a la de la luz.

Se desnudó también, esta vez por completo, y me hizo una gran cubana con sus grandes tetas, cuando se cansó se puso en pie y agarrando de mi rabo como una correa me llevó a la piscina, aquel lugar tenia algo mágico, nos quedamos en la orilla conmigo masajeando sus ubres con tenacidad, con la polla tiesa de nuevo, se lanzó al agua, y yo la seguí, ya en el agua se pegó a mi cuerpo, sintiendo mi miembro aplastarse contra su vientre, y sus pechos húmedos fueron a mis labios, los chupé y mordí hasta sacarla un gemido de placer, sus manos acariciaban mi torso y mi vientre en busca de mi rabo, que alcanzó sin dificultades y masturbó levemente mientras echaba la cabeza hacia atrás, gimiendo al sentir mis dientes en sus rosados y erectos pezones, al dejarlo llevó sus labios a mi boca, besando con energía, casi me arranca un mechón de pelo de tan fuerte que tiraba, de un salto se acopló a mi cintura rodeándome con las piernas, la sujeté de las nalgas mientras daba vueltas por la piscina, danzábamos al son de una música imaginaria, besándonos con lengua, jugando a ver quien llegaba mas lejos.

-ALBA: siempre he querido que me follaran en una piscina.

-YO: pues estas de suerte.- agarró de mi cara para volver a besarme, se elevó usando mi cuerpo como ancla y con una mano dirigió mi polla a su coño, fue bajando lentamente hasta sentir como la volvía a abrir, esta vez fue mas rápido.

Fue bajando lentamente, aguantando el esfuerzo con una cara rígida y bañada en placer, le abrí bien las nalgas para que sintiera cada milímetro penetrándola, cuando casi llegando abajo di un golpe de cintura fuerte que hizo meterla toda dentro, se retorció como una gata salvaje, se abrió de piernas y arañó mi espalda allí donde tenia apoyadas sus manos, pero me volvió a besar y rodearme con sus extremidades.

-ALBA: eres un bestia, que pedazo de polla tienes, no se quien era pero si te dejó escapar es una imbécil.- sus palabras, queriendo ser de animo, me llenaron la mente de recuerdos, en esa misma piscina me había follado a Ana tantas veces que había perdido la cuenta.

De forma brusca la llevé a una de las paredes y apoyándola contra ella, inicié el vaivén típico, con furia en los ojos, ella acompañaba cada embestida elevando su cuerpo hasta casi sacar la cintura del agua, al bajar sus pechos quedaban sumergidos, al salir empapados con ríos de agua surcándolos los lamía, fue aumentando el ritmo hasta que su enormes tetas cedían a la inercia y botaban ante mi, hacían un sonido muy peculiar al golpearse contra el torso y el agua a la vez, pero ella ya no se movía, los pocos giros de cadera que había empezado se acabaron cuando mi continuidad la mató, se puso roja otra vez y rompió a gritar con un orgasmo brutal, se echó para atrás tanto que casi se tumbó en el borde de la piscina, yo besaba su vientre y acariciaba su clítoris, aun bajo el agua, sin parar de perforar una y otra vez, sentía recobrar el sentido de mi vida con cada bufido de Alba, cada salpicadura que la bañaba su cuerpo me hacia retomar el control, para cuando se volvió a correr yo ya era dueño de nuevo de mi destino, agarré sus tetas y aumenté el ritmo hasta correrme mas de 30 minutos después, ella gritaba y se movía inquieta al sentir cada orgasmo, se corrió hasta sentir un chorro que noté golpeando en el vientre, su cara de incredulidad me llevó a pensar que también era la 1º vez que alguien la hacia correrse así, y al sentir mi semen goteando en el interior del útero, golpeó a su vez mi pecho con fuerza.

-ALBA: dios santo, ¿es que tu no tienes fin?

-YO: no lo sabes tú bien………. todavía…….

La sujeté por la cintura, y aun rodeándome con los pies, la saqué del agua, con una fuerza enorme que la sobrepasó, la dejé en el suelo cuando se hartó de besarme, se dio la vuelta y se pegó de cara a la puerta de cristal corredera entreabierta.

-ALBA: se que me dolerá, pero……… ¿que te parece follarte mi culo?- se abría de nalgas contoneándose.

-YO: ¿que me parece?- me fui a por ella empotrándola contra el cristal, sus tetas mojadas hacían marcas en el vidrio.- que te voy ha hacer pedir piedad- la sobé por donde quise sin dejar de empujarla contra el cristal.

Cuando ya la tenia dura de nuevo ella se giró sorprendida ante mi recuperación, pero la empotré contra el cristal de nuevo, apunté a su ano con mis dedos y fui jugando con el hasta penetrarla con varios dedos, sin duda no era su 1º vez, pero eso no cambió que al sentir mis dedos se estremeciera de gozo. Al verla lista y sacando la cadera puse mi polla en su ano, parecía desorbitado que entrara, pero de un estoque el glande entró, ella coceó con fuerza y se mordió el puño, la tomé del pelo y tiré de el, forzando su ano poco a poco, sollozaba al verse impotente ante tamaño desafío, pero aguantó como una jabata hasta tener medio rabo dentro, se acariciaba el clítoris con lujuria, pero al dar el golpe de cintura final dio un salto y un grito a la vez, apoyada contra el férreo cristal blindado se fue deslizando hasta volver a posar los pies en el suelo y sentir toda mi verga abriéndola, fui gentil y la dejé así unos minutos, hasta que ella se movió, la presión era brutal, era como tenerla rodeada de 200 gomas elásticas, al sacarla se venció hacia mi, la tuve que sujetar para poder sacar media polla y sin piedad volver a meterla, tosió entre risas.

-ALBA: ¡¡OH DIOS…..QUE GUSTO……FOLLAME CABRON………….. ÁBREME EL CULO COMO MI MARIDO NO SE ATREVE!! – arañaba el cristal con las uñas.

No tardé en empezar a follarla a gran velocidad, sus movimientos acompasaban los míos hasta que el ruido de mi pelvis golpeando en sus nalgas parecía mezclarse, el final de uno con el comienzo del otro, ella gimoteaba cosas lascivas, muchas relacionadas de la comparativa con su marido, mientras no sabia si acariciarse el clítoris o abrirse las nalgas, tan fuerte golpeaba que se puso de puntillas para recibir mejor mis acometidas, sujetándola de las caderas fui desatándome hasta oírla balbucear, tenia la boca abierta y soltaba aire por puro instinto, un hilo de baba la caía desde la boca hasta los senos, y solo repetía “auhhh……… sigue………. auhhhh”, eran como los sollozos de un bebé antes de romper a llorar, y con los golpes de mi cintura era como oír hablar a una oveja, balaba mas que hablar. Con el paso de los minutos se puso roja entera, no solo la cara, aguantó la respiración y con unas embestidas brutales la saqué lo que era seguro su 1º orgasmo anal, estalló con voces estrepitosas golpeando con la palma la pesada puerta de cristal, taconeando en el suelo aun de puntillas, usaba la puerta como apoyo para tratar de zafarse de mi, se lo impedí, la agarré de las tetas y tiré de ella hasta dejarla de pie en mitad de la terraza, en mitad de la nada, conmigo percutiendo sin descanso en su trasero, levantaba una pierna buscando algo de comodidad pero gimiendo de gusto, hasta que alzó ambas piernas, teniéndola agarrada de la tetas presionando su espalda contra mi pecho y con mi cintura de palanca fue sencillo segur follándome su culo con ella colgada del aire, dando patadas al vació, cuando volvió a suelo se echó hacia delante al romper en el 2º orgasmo anal, sollozaba aun cuando la sujeté de los brazos y tiré de ellos hacia atrás, como asas, con ella inclinada hacia delante saqué a la bestia, estaba desatado, la tenia medio esposada con las manos atrás usando sus brazos de riendas y follándome su culo, rojo de los golpes de mi vientre, la azoté con fuerza en las nalgas para que sintiera mi poder, pero no hacia falta, estaba con la cara congestionada, la boca abierta y llenando el suelo de saliva, mientras gimoteaba, al 3º orgasmo anal se desvaneció en mi brazos, la mantuve en pie aferrándome del vientre y del cuello, pegándola a mi pecho, me miraba abstraída girando la cabeza, mientras sus tetas y sus mejillas rebotaban aun al ritmo de mis penetraciones.

-ALBA: por favor…..para……….por….por favor…..no soporto mas…..córrete….lléname en culo de tu leche.- eran ruegos, mas que peticiones.

Tuvo suerte de mi falta de sexo, en otras ocasiones sus 20 minutos mas no me los hubieran quitado, pero ahora sentía mi polla ponerse tersa y mis huevos empequeñecerse, aun así la bestia se cobró su víctima, con un grito continuo sintió mi semen llenándola el culo, con sacudidas que podrían haberla hecho salir disparada si no la tengo sujeta, la besé en los labios casi inertes al sentir mi polla flaquear. No podía soltarla, se iría al suelo, así que la cogí en brazos, apenas hizo un esfuerzo para aferrarse a mi cuello, la llevé dentro y la acosté en la habitación del piso de abajo, me di una ducha leve y me tumbé a su lado, abrazando y anclándome a sus tetas. Dormí, dormí como nunca, como hacia mucho que no dormía, del tirón y sin preocupaciones ni sobresaltos en mitad de la noche sudando pensando en Ana y ver la cama vacía, como hacia casi 1 mes que no dormía.

Me despertó Alba moviéndose, se levantó torpe al día siguiente, la vi entrar en el baño y asearse, al volver se tumbó sobre la cama y se abrazó a mi pecho, la apreté contra mí hasta que su cara surgió de la maraña de pelo para besarme.

-ALBA: tengo que volver al trabajo, si no podrían sospechar y decirle algo a mi marido.

-YO: pues vete, no queremos que se entere.- espeté burlón.

-ALBA: ¿nos….nos volveremos a ver?- fue una suplica, no una pregunta.

-YO: coge tú móvil y apunta mi número, llámame siempre que quieras verme, y yo haré lo mismo, nunca viene mal tener cerca de una medico.- le brillaron los ojos al darme otro beso, esta vez más caliente y vibrante.

La solté un azote cuando se iba a vestir, tenia un empalme mañanero enorme, así que la tiré a la cama, dejándola de espaldas a ella, la abrí de piernas, bajé mi cabeza y me comí su coño peludo con brío, luego y me la follé así mismo, metiéndola de golpe, tan sencillo como un cuchillo caliente en mantequilla, a los 10 minutos se sujetó las tetas para que dejaran de golpearla la barbilla, a los 20 minutos se corrió otra vez, dejé de follarla y la puse a 4 patas hundiendo mi cara entre sus nalgas, chupando o lamiendo su coño y su ano, el cual penetré con un dedo, la volví a follar por el coño un rato provocando varios orgasmos y para cuando se iba a correr otra vez la penetré el culo, rasgó las sabanas con las uñas al sentir mi verga partiéndola, desaté a la bestia hasta que un cuarto de hora después me corrí en su culo sin dejar de azotarla una nalga dejando mi mano marcada.

-YO: para que me recuerdes mientras tu marido te mal folla.- caí rendido a su lado, sudando, agitado y con una sonrisa enorme en el rostro.

-ALBA: dímelo y le dejo, dime que seré tuya así para siempre y le llamo ahora mismo.- la cogí el teléfono de las manos y la agarré del pelo con fuerza, que patética me pareció.

-YO: esto no va así, yo no soy de nadie, ya no, ahora soy libre, si quieres venir a follar perfecto pero no serás la única, serás una de tantas, no tendrás trato especial, estoy harto de preocuparme por todos, de ser el imbécil al que acuden y de resolver los problemas de los demás, si quieres dejar a tu marido hazlo, o no lo hagas, a mi me la suda, pero ten claro que tan pronto puedo querer follarte como me canse de ti y no me vuelvas a ver.- asintió.

-ALBA: lo…………. lo siento, no pretendida……

-YO: ahora lárgate, si quieres follar llámame, pero no te daré más que sexo, tenlo presente y no vuelvas a mencionar el tema delante de mí, o se acabó.

Salí convencido de mis palabras de esa habitación, me despedí de Alba besándola desnudo en la puerta de casa donde Dani, la sirvienta rumana que Eleonor me había puesto al llevarse a Luz, estaba esperando para entrar, al verme desnudo se dio la vuelta, pero la cogí de la mano y la hice pasar, la llevé a la cocina y sin llegar a mirarme directamente la hablé.

-YO: hola Dani, se que no hemos empezado con buen pie, bien, veras, he pasado un momento jodido, pero ahora estoy bien, y tienes que saber varias cosas.

-DANI: yo no querer, no saber.- la pobre nunca sabia conjugar bien los verbos y el nerviosismo de verme desnudo ante ella dificultaba sus expresiones, pero entendía bien si hablabas despacio.

-YO: 1º me vas a ver desnudo a diario, de echo es posible que me veas mas tiempo desnudo que vestido, y hasta follando, así que acostúmbrate.- guardo silencio- venga, mírame- se giró lentamente, para no hablar bien el idioma aveces parecía muy despierta, me miró de refilón, sus ojos fueron directos a mi polla, se tapó la boca con los ojos como platos.

-DANI: enorme……ohhhh.

-YO: si, eso me dicen, bien, 2º paso, vamos a follar, mas tarde o mas temprano tu y yo follaremos……..

-DANI: yo no….casada….- me señalo su anillo- …..no poder.

-YO: y la que se acaba de ir tiene un marido militar – abrió los ojos confundida- pasará, así que cuando quieras, me avisas, si por algún milagro no quieres, no pasa nada, tranquila tengo coños de sobra, no te perjudicara en nada, solo te advierto que casi ninguna mujer me ha visto la polla y no ha terminado atravesada por ella.

-DANI: estar bien.- pareció conforme, mi tono era firme pero amable y sincero.

-YO: 3º, voy a estar follando a diario, con muchas y diferentes chicas, tu ten la boca cerrada de todo lo que aquí pasa, solo sonríe, se gentil y dales lo que te pidan, bebidas, comida o lo que sea, si alguna se pasa contigo, me lo dices y la mando a la puta calle.

-DANI: ¿a mi mandar puta calle?- se asuntó.

-YO: no…- suspiré de exasperación – a ellas, tu eres mi ama de llaves, así que si alguien te molesta me lo dices y la mando a paseo, a ellas, ellos o quien sea. – asintió con felicidad incrédula.

-DANI: de acuerdo, ¿si?

-YO: bien, por último, si no vas a ser capaz de soportarlo, dilo ahora, y me busco a otra.

-DANI: no, no, señora de piso paga bien.- el tono, pese a sus dificultades, fue demasiado obvio, Eleonor la había puesto allí, y si pagaba bien no seria solo por limpiar y cocinar.

-YO: yo soy el dueño del piso, ella solo te paga, y si me jodes te echo, pero si te portas bien seré bueno contigo.- torció el gesto algo confusa.

-DANI: ¿si yo follar tu, bueno conmigo?- me sorprendió el gesto, mas como para aclararlo que ofendida.

-YO: jajaja no, yo seré bueno si tú no me enfadas, follar o no depende de ti, a mí me da igual, eres guapa y tienes un buen polvo, pero solo cuando tu quieras, yo solo te advierto que es solo sexo, no busques mas. ¿Todo claro?

-DANI: si – sonrío feliz y se giró a colocar unas bolsas, no sin repasar mi polla otra vez.

Dani era tan guapa que parecía mentirá que estuviera de chacha y no del brazo de algún futbolista o ricachón, rubia natural, ojos claros azules y un cuerpo bastante apetecible, muy tapada no disimulaba un trasero de 1º, delgada y fina como una modelo de cintura, supongo que a una mujer así en su país la llovería ofertas, así que me puse algo de ropa y la ayudé a limpiar mientras charlábamos, me di cuenta de lo desordenado y guarro que estaba todo, ¿como podía haber vivido así? Dani y yo tardamos al menos 2 horas en dejar el salón y el cuarto de abajo limpios y arreglados, en ese tiempo mi afabilidad perdida, y recuperada, la encandiló. Descubrí que la habían traído a los 13 años a España, unos familiares lejanos, la habían puesto a robar por las calles hasta los 18, cuando ya podían juzgarla, entonces, viendo su belleza, la “vendieron” a un proxeneta que controlaba a las rumanas e hizo la calle hasta los 27 años, lloró un poco al contarme la 1º vez, era virgen y por ello pagaron una gran suma de dinero, por lo visto 3 hombres de negocios alemanes follaron con ella hasta que se hartaron, en la misma noche la desvirgaron, la estrenaron el ano, la hicieron chupar pollas y todo lo que se les ocurrió, cuando cogió cierta edad y ya no atraía tanto, tuvo un aborto de un cliente, la quisieron mandar de vuelta a Rumania, pero una redada de la policía la sacó de aquel mundo, y un cliente embobado de ella la ayudó a conseguir papeles como chacha de su casa, por lo visto a la mujer del susodicho no le pareció tan buena idea, aun así lograron mantenerla en la agencia de limpieza y había ido rebotando de un trabajo a otro hasta llegar a mi casa. Se había casado con un español, y tenía un crío de apenas 1 año, me enseño fotos en el móvil y todo.

Se sintió feliz o aliviada, no se decir, de contarme toda su historia y ver que la escuchaba, a mi me encanta oír la vida de los demás, es increíble lo fascinante que puede ser la vida de una persona que en principio no tiene nada que aportar, al terminar nos salimos a la terraza a tomar unos refrescos y hablar con ella sobre su sueldo y las condiciones en que había quedado la casa. Eleonor la pagaba y le daba un extra para comprar comida para la casa, eso no era lo que la dije, yo podía pagarme mis cosas, pero ya que pagaba, le dije a Dani que se quedara con ese extra para ella y su crío, sonrío y me abrazó con fuerza, era casi duplicar su sueldo, y de nuevo me preguntó que si tenia que follar conmigo para que se lo diera, y de nuevo sonó como aclaración y no con pesar, siendo puta mas de 9 años no creo que fuera un problema para ella, tentando de decirla que si, la aseguré que no, solo cuando ella quisiera, solo la pedía discreción, lealtad, que en la nevera no faltaran muchas cosas y que si alguna vez necesitaba ayuda en la casa, se quedara alguna hora mas, soy bueno, no tonto, aun así accedió encantada, eran unas peticiones mínimas, tal era su felicidad que me confirmó lo que me olí antes, Eleonor la daba otro extra por informarla de mi a través de SMS, sonreí al ser consciente, Eleonor aun querría jugármela o tenerme en el radar, pero ahora tenia ganada a su única baza, el extra que le daba por informar era una minucia comparado con el que le daba para el piso y que yo le acababa de regalar, y ahora ambos eran para ella, así que hicimos el pacto de que la informaría, si , lo que yo la dijera, por ahora que siguieran contándola lo mal y hundido que estaba, como me señaló que ya le había escrito. Luego la pregunté como una mujer de 30 años y viviendo en España desde los 13, hablaba tan mal el español, su respuesta fue contundente.

-DANI: mi familia solo ensañar frases que necesitar, siempre hablar en rumano, solo enseñar “Soy menor, suélteme”, ”chupar 15€, completo 30€”, ”si, cariño, que bien me follas” y ”por el culo son 50€”.- nadie se había molestado en enseñarla nada, solo su marido, pero tampoco le molestaba aquello, me dejó sin palabras, cosa nada fácil.

La dije que si quería un baño en la piscina, para mi desgracia no accedió, el calor aun reinante en esa época le había hecho abrirse un poco la camisa que llevaba y un buen par de tetas asomaban apretadas por el delantal, con una falda larga hasta los gemelos, verla mojada o semi desnuda me hubiera alegrado la mañana, pero aun no me tenia tanta confianza, me quité las bermudas y la camiseta sucia ante sus ojos, que admiraron mi cuerpo y mi rabo colgando, me metí en el agua y me quedé allí flotando.

Pensado en las palabras que le había dicho a Alba en un arrebato de ira, si, pero reales, durante casi 2 años había mantenido una relación con Ana, y luego con Lara y Eleonor y Lili, o Carolina o como mierda se llamara, me había ocupado de ellas, había sido bueno, me había metido en líos y me usaban como tierra firme en sus turbulentas vidas, estaba cansado y agotado del peso que eso suponía, apenas me había follado 2 veces a Alba ¿y ya iba a dejar a su marido por mi?, supongo que yo solo seria la excusa final para convencerse, no creo que fuera feliz del todo, pero ahora me daba cuenta, eso, no es problema mío, si no suyo, no, no se volvería a repetir la historia, yo ya estaba exhausto de salir perdiendo por asumir los problemas de los demás, tenia 21 años, un enorme piso y un polla gigante, se acabó ir de responsable y de buen chico, ahora tocaba disfrutar, me iba a follar a todas las que quisiera, cuando quisiera y como quisiera, estuvieran casadas, con novio, solteras o en medio de una misa, ahora tocaba mirar por mi y mi moral se derrumbaba.

Salí del agua como el viento, casi atropello a Dani por el salón, fui a la habitación de abajo donde hasta hace nada compartía con Ana una vida ficticia, y entré, la oscuridad llenaba todo, solo la luz del sol que entraba por la puerta y se reflejaba en el espejo del mueble dejaba ver dentro las figuras de la cama o el armario, avancé con frialdad hacia el mueble, quedaría genial haber andado en cámara lenta con pasos firmes y música de batería de fondo, pero la realidad es que me di en el meñique del pie derecho en una de mis zapatillas, solté un grito de dolor momentáneo, y cojeé hasta el mueble, levanté el pie y apreté el dedo con fuerza, pero había llegado a mi destino. Si iba vivir la vida, necesitaba mujeres, y sabia donde buscar, abrí un cajón, y ante mi salieron decenas, casi un centenar, de papelitos, con números de teléfono, notas y nombres, todos los que había estado guardando, mas como respeto que como útiles en un futuro, pero ahora los tenia delante, y al mirarme vi mi rostro reflejado, con la luz del sol rebotando del espejo en mi mirada, dejándome ver una sonrisa malévola.

CONTINUARA……….
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Relato erótico: “Jane IX” (POR ALEX BLAME)

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Aquel hombre, con su mezcla de ferocidad e inocencia, le volvía loca. Ahora se pasaba la mayor parte del día desnuda sólo para exhibirse y provocarle. Y a él le encantaba mirarla. Cuando Jane se movía Tarzán la miraba sin disimulo disfrutando del joven y elástico cuerpo de la mujer esquivando obstáculos o pegando pequeños saltos.

Tarzán no se separaba de ella y constantemente intentaba tocarla o acariciarla, al principio lo rechazaba pero poco a poco se iba excitando hasta que sus instintos más primarios se imponían y hacían el amor apasionadamente. Como con su salvaje familia, cualquier excusa era buena y Jane se veía follando varias veces al día en cualquier sitio y a cualquier hora. A veces Tarzán, en medio de la noche y sin dejar de abrazarla la penetraba y la follaba suavemente, ella se dejaba hacer y simulaba seguir durmiendo, soltando quedos gemidos que le volvían loco hasta que se corría en su interior llenándola con su calor y con su deseo.

La vida en Londres quedaba ahora muy lejos. Sabía que las posibilidades de volver a casa eran muy pocas y apenas pensaba ya en Patrick más que como un querido amigo. Deseaba con todas sus fuerzas que la olvidase y fuese feliz con otra mujer aunque conociendo el carácter ligeramente obsesivo de él, temía que esto nunca ocurriese. A quién echaba más de menos era a su padre. No podía imaginarse lo mucho que debía estar sufriendo. Esperaba que Mili le ayudase e hiciese su pérdida más soportable.

La temporada de lluvias estaba dando sus últimos coletazos. Por la mañana había caído un violento chaparrón pero a mediodía el viento arrastró las nubes lejos hacia el oeste dando paso a una tarde espléndida. Tarzán y Jane estaban jugando en la laguna salpicando a Idris y peleando con dos jóvenes chimpancés cuando en cuestión de segundos se vieron envueltos por un rio de mariposas que ascendían por el arroyo y desaparecía de su vista al remontar la cascada.

-¿Qué significa esto? -preguntó Jane asombrada por el espectáculo.

-Ocurrir todos los años por esta época. -respondió él -las mariposas necesitar campo despejado para poder exhibirse y aparearse y no poder hacerlo en la espesura de la jungla, así que remontar ríos y arroyos hasta que la tierra volverse roca donde arboles no poder crecer. En un pequeño claro juntarse más mariposas que gotas de agua haber en estanque.

Jane se quedó mirando las Mariposas maravillada. Eran bastante grandes y de color anaranjado con las nervaduras de las alas de un vivo color negro. No eran las más bonitas que había visto pero su número y su vuelo vacilante pero decidido la maravillaron.

-¿Queda muy lejos el claro? -Preguntó Jane.

-Si salimos ahora estar allí a media tarde. ¿Querer ir?

-Sí por favor…

La parte más difícil fue sortear la cascada luego se subieron a los arboles hasta que con la altura y la disminución del suelo fértil ralearon tanto que tuvieron que bajar y desplazarse por el suelo. Cada paso que daban y cada arroyo que se juntaba aumentaba el numero de Mariposas hasta que cuando llegaron a lo alto de la loma de piedra era tal la magnitud del numero que se sentía en medio de un torbellino aleteante.

Jane rió y bailó dando vueltas extasiada en medio de aquella nube de colores brillantes, que se le enredaba en el pelo, mientras Tarzán ajeno a todo aquello miraba moverse a la joven embobado. Poco a poco el marasmo fue calmándose a medida que las mariposas se posaban en el suelo para aparearse.

-¿No te parece maravilloso? -dijo Jane tumbándose al lado de Tarzán mientras apartaba un par de parejas de insectos que pretendían usarla como lecho nupcial.

-Sí, tu ser maravillosa -dijo el acariciándole un pecho con su mano callosa.

Jane detectó inmediatamente el deseo en los ojos del salvaje y no le hizo esperar. Incorporándose ligeramente se agarró a su cabellera y le besó dejándose llevar por la lujuria. El hombre reaccionó inmediatamente alargando sus brazos para acariciar su cuerpo pálido y turgente dejando marcas de fuego en su piel.

Con un brusco empujón que hizo levantar el vuelo a varios cientos de mariposas sorprendidas lo tumbó de espaldas y le sacó el taparrabos. Su polla ya estaba erguida y dura.

Con sorpresa Tarzán vio como Jane comenzaba a lamer y a chupar la punta de su polla. El salvaje gimió y se dejo hacer mirando a un cielo poblado de mariposas.

Jane agarró la verga de Tarzán y con suavidad fue metiéndosela poco a poco en la boca hasta que sólo los huevos asomaron de ella. Tarzán excitado comenzó a moverse con suavidad en la garganta de Jane soltando roncos gemidos hasta que ella no pudo más y se separó para coger aire jadeante. Tarzán tiró de Jane y la colocó sobre su regazo besando y recogiendo el hilo de saliva que había quedado conectando la boca de Jane con su polla.

Jane restregó su culo contra la polla que latía hambrienta bajo ella y dejó que el hombre magreara y chupase sus pechos y sus pezones hasta hacerla gritar, pero cuando él intentó penetrarla se separó y con sus labios fue recorriendo el cuerpo del hombre hasta llegar de nuevo a sus ingles. Desoyendo las torpes suplicas de Tarzán le cogió la polla y acariciándosela con suavidad comenzó a chuparle los huevos.

Cuando la respiración del hombre comenzó a hacerse más anhelante Jane levanto la cabeza un momento y le sonrió mientras le golpeaba la polla con sus pechos. Cuando la volvió a bajar se metió la polla en la boca y comenzó a subir y bajar por ella chupando con fuerza, deleitándose en el sabor del miembro de Tarzán que no tardo en correrse llenándole la boca con su semilla.

Cuando terminó se tumbó encima del salvaje exhausta y satisfecha sólo con el placer que había experimentado su hombre. Poco a poco sobre las dos figuras yacentes comenzaron a posarse mariposas buscando el sudor salado que exhalaban sus cuerpos hasta quedar cubiertos totalmente por una capa de insecto bullentes.

Cuando llegó a la cabaña con la hiena, no sabía cómo pero Subumba ya le estaba esperando. Había despegado la habitación principal y sólo persistía el hogar en el que estaba hirviendo el contenido de una olla. En el centro había dibujado una serie de tres círculos unidos en línea cada uno con otros dos círculos concéntricos en du interior. Sobre el suelo había dispuestas en las esquinas cuatro lámparas de aceite que iluminaban la sala con una luz cálida y vacilante.

Patrick depositó la hiena con delicadeza en el suelo y salió fuera para dejar la carretilla. Cuando volvió a entrar, Subumba le estaba esperando más majestuosa que nunca. Totalmente desnuda excepto por un minúsculo taparrabos su cuerpo brillaba con los afeites que se había aplicado como el bronce bruñido. Su pechos grandes y firmes, su fantástica figura en forma de reloj de arena y sus costillas marcándose en cada respiración excitaron a Patrick que casi inmediatamente se sintió culpable por verse seducido por una salvaje.

Subumba sonrió despectivamente al percibir la reacción de Patrick pero no dijo nada y se limitó a acercarse al hogar. Metió una cuchara de madera en la olla y olfateó su contenido haciendo un gesto de satisfacción.

-Acércate -dijo la hechicera con una voz ronca y sensual.

Patrick se aproximó a la olla y la mujer, le cogió la mano izquierda y con un movimiento rápido y fluido le dio un corte rápido en la palma con una daga de hueso. Patrick se quejó e intentó retirar la mano pero ella se la sujetó unos segundos dejando que la sangre escurriese y cayese dentro de la marmita borboteante.

Sin decirle nada mas cogió un pequeño tazón de arcilla y se puso a cantar mientras hacía también un pequeño corte en la pata de la hiena. Recogió la sangre en la taza y la añadió a la pócima.

Sin parar de cantar la salmodia le indicó a Patrick que colocase al animal a un lado del los tres círculos mientras que él se tuvo que tumbar desnudo en el otro.

En pocos minutos los cánticos se volvieron más sincopados y estridentes. Subumba se contorsionaba cubierta de sudor suplicando a los dioses que le ayudara a Patrick a controlar el alma indómita de la hiena.

Subumba cogió de nuevo el tazón de arcilla y bebió un pequeño sorbo. Luego le dio un poco a la hiena que permanecía inconsciente y finalmente le obligó a Patrick a apurar el resto.

El sabor era nauseabundo y el liquido hirviente le quemó la lengua. Con grande dificultades consiguió evitar vomitarlo justo antes de perder el conocimiento.

Patrick nunca supo cuanto tiempo permaneció inconsciente, las pesadillas febriles se sucedían casi sin solución de continuidad sólo interrumpidas por pequeños lapsos de agotada lucidez. Cuando finalmente despertó descubrió a la hiena despierta y alerta olfateándole. Un ruido desvió su atención y Subumba pudo constatar con satisfacción como hombre y animal movían la cabeza en su dirección totalmente sincronizados.

-Ella es Damu. Ahora es tu hermana. Aceptará todas tus órdenes y te será más fiel que cualquier ser humano. Nunca la traiciones y ella nunca lo hará.

Patrick hacia unos segundos que había dejado de escuchar a la hechicera, lo único que oía era el correr de su sangre apresurada y excitada por aquella mujer hermosa y brillante de sudor.

Ante la mirada atenta del animal, Patrick se abalanzó sobre la mujer que no pudo reaccionar sorprendida por lo fulgurante del ataque. La tumbó en el suelo y sujeto sus muñecas por encima de su cabeza. Le dio un beso salvaje y ávido. La mujer abrió la boca y la lengua de Patrick la exploró con violencia. Aún podía saborear el acre aroma de la poción que le había transformado. La mujer se mantuvo dócil y ni siquiera se quejó cuando Patrick le mordió el labio hasta hacerla sangrar.

El sabor de la sangre de la mujer inundó la boca enardeciendo aún más a Patrick que arrancó el taparrabos a Subumba de un tirón y la penetró.

Subumba no pudo reprimir el gemido cuando el miembro duro y caliente se alojó profundamente en su vagina. Con cada salvaje empujón, todo el cuerpo de Subumba se estremecía y ella se agarraba a aquel hombre disfrutando del poder que emanaba aquel hombre blanco que había sido capaz de domar a la jefa de un clan de hienas.

Patrick sentía como su lado animal le dominaba y mientras se follaba a la hechicera, cedía a la necesidad imperiosa de lamer pellizcar y morder su cuerpo. Subumba gemía y gritaba poseída por el mismo frenesí arañándole con sus largas y afiladas uñas.

Con dos últimos embates se corrió en el interior de la mujer, que se apretó contra él al sentir al hombre derramarse en su interior.

Patrick no se paró sino que siguió fallándosela tan duro como antes. Subumba jadeaba y clavaba sus ojos color miel en los de él incomodándole con su seguridad, demostrándole que no le tenía ningún miedo.

Con la polla aún dura y palpitante se separó contrariado. Subumba abrió sus piernas mostrándole su sexo húmedo y congestionado, mirándole sin miedo, con la vista cargada de deseo…

Con un grito de frustración la levantó en el aire y empujando su cuerpo contra la pared separó sus piernas y le hincó la polla en su culo.

Subumba pegó un gritó y todo su cuerpo se estremeció cuando Patrick le metió su miembro duro como la roca en su estrecho ano. Los primeros empujones casi no pudo resistirlos y gruesos lagrimones corrieron por su cara pero poco a poco el dolor empezó a ser acallado por el placer.

En pocos segundos notó como la joven separaba un poco más las piernas y se ponía de puntillas tensando su prodigioso culo. Patrick excitado la agarró por el cuello y sin poder contenerse más se corrió de nuevo en medio de los gemidos y gritos de placer de la mujer que se corrió a su vez al sentir el semen de Patrick inundando su culo.

Cuando finalmente se separó, Subumba se dejó caer jadeante, en posición fetal, acariciándose el pubis con sus manos y vertiendo finos hilillos de semen por sus aberturas.

Sin decir nada más Patrick se vistió y tiró unas monedas al lado de la mujer que yacía desnuda y desmadejada en el suelo y que le miraba con la misma seguridad y majestad con la que le había recibido.

Cuando salió, la luz del sol empezaba a insinuarse por el horizonte. La hiena soltó un corto aullido seguido de una risa. Patrick le dio unas palmadas en la cabeza y se llevó a su nueva amiga a casa.

5 meses después

El día era el típico de principios de verano en Inglaterra, húmedo, plomizo y oscuro, pero a Mili le parecía espléndido, estaba sentada en el comedor principal esperando a Avery para desayunar. Al descubrir su embarazo, Avery se había mostrado encantado y agradecido y no sólo le había proporcionado la seguridad que ella esperaba sino que, totalmente enamorado de ella compartía casi todos los aspectos de su vida con él como si fuese su esposa.

Sabía que nunca podría casarse con él, y sentía una pequeña punzada de insatisfacción pero era realista y se sentía feliz sabiendo que su hijo heredaría todo lo que le rodeaba.

Avery entró en el comedor con gesto serio y una carta en la mano.

-Hola querida. -dijo besando a Mili y acariciando su incipiente barriga.

-¿Qué ocurre querido? ¿Malas noticias?

-Me temo que sí. -dijo tendiéndole la carta a Mili.

Querido Amigo:

Espero que a la recepción de esta misiva te encuentres en buen estado de salud y recuperado en lo posible de la terrible perdida que has sufrido. Todos los días pienso en tu joven hija y rezo por su eterno descanso.

La temporada de lluvias a acabado este año antes de lo normal y creo que nos espera un año de sequia y privaciones, pero en fin no te he escrito para contarte mis problemas. Me dijiste que velara por Patrick y eso he tratado de hacer estos meses aunque confieso que sin demasiado éxito.

A los pocos días de irte tú, Patrick abandonó la mansión y se alojó en un hotel de Kampala, el resto de lo ocurrido lo conozco por medio de el señor Hart un funcionario de Kampala, viejo conocido que se vanagloria de estar al corriente de la vida de casi todos los habitantes de la ciudad.

Según parece Patrick ha abandonado el hotel y vive en una pequeña plantación arruinada a las afueras. No se relaciona con ninguno de los británicos de la colonia y se dedica a recorrer la sabana cazando, acompañado de una hiena gigantesca.

También me dijo que la única persona a la que visita con regularidad es un hechicera, según los nativos, la más poderosa de toda África. Los negros dicen que mantiene relaciones sexuales con ese súcubo.

Soy consciente de todo lo que has sufrido pero me temo que ese joven está perdiendo la razón y creo que tu eres el único que puede convencerle para que deje este ambiente malsano y vuelva a la civilización. Si aún le estimas como a un hijo debes venir y hablar con él.

Sé que es difícil pero creo que un alma está en juego. Espero tu respuesta y ya sabes que mi casa es tu casa.

Tu compañero y amigo:

Lord Farquar

-¿Vas a ir? -preguntó Mili temiendo la respuesta.

-No tengo más remedio, me siento responsable y no pienso consentir otra muerte en mi conciencia.

-Pero, ¿Y el bebe? -dijo Mili aterrada.

-Tú te quedarás y darás a luz aquí. Con un poco de suerte estaré de vuelta antes de que esto ocurra.

-No te vayas, por favor -dijo Mili tirándose a sus pies -tengo un mal presentimiento…

-Basta ya Mili, es mi deber de caballero. Ya lo he decidido y no pienso hablar más de ello, ahora desayunemos de una vez -repuso Avery untando una tostada.

Relato erótico: “Madre de alquiler o hembra hambrienta de sexo” (POR GOLFO)

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Cuando Enrique me llamó para que fuera su secretaria no supe decirle que no. Le conocía desde que el estudiaba en la universidad, y empezaba a salir con Laura, la que es ahora su esposa. Los tres formábamos parte del mismo grupo de amigos, que todos los fines de semanas nos reuníamos para salir de copas.

De eso hace mas de quince años, durante los cuales les perdí la pista, debido a que me casé con un hombre sumamente celoso. Paulatinamente Carlos me fue separando de mis compañeros, de mi familia, de todo lo que podía representar para él un peligro. Mi matrimonio fue un desastre. Lo que en un principio eran desconfianzas y celos se fueron convirtiendo en reproches e insultos, hasta que hace tres meses, una noche en la que mi marido había salido de juerga, llegó a casa totalmente borracho y con la excusa que no le había contestado al teléfono con la rapidez que él quería, me pegó una paliza, mandándome al hospital.
Fueron los propios médicos los que me convencieron que le denunciara, y al preguntarme que a quien podía llamar para que me fueran a recoger, les pedí que telefonearan a mi hermano José. Dio la casualidad que mi hermano estaba en una fiesta en casa de Enrique y de Laura, y en menos de veinte minutos estaban en la puerta de Urgencias de La Paz.
De esa forma tan traumática, reestablecí contacto con ellos. José, al que no veía desde hacía tres años, llegó acompañado del matrimonio. Venía fuera de sí, y al encontrarse en la puerta de la clínica con mi marido, se le lanzó al cuello. Desgraciadamente, mi hermano comparte conmigo no solo los genes, sino la baja estatura, por lo que casi sin despeinarse Carlos se deshizo de él. Pero lo que no se esperaba es que viniera acompañado, por lo que al entrar en la sala Enrique y ver como su amigo estaba siendo objeto de una paliza, intervino.
Quique es otra cosa, casi dos metros y mas de noventa kilos de músculos perfectamente entrenados. Su sola presencia impone, pero cuando Carlos le intentó pegar, se desató la bestia que tiene dentro y con solo dos puñetazos lo mandó a la habitación contigua de la mía, con la mandíbula y la nariz rota.
La policía, al llegar al lugar del altercado, se llevó detenidos a los dos, por lo que fue Laura quien obedeciendo a su marido, la que me sacó del hospital. Me extrañó que fuera ella quien me estuviera esperando en la salida. Al verla le pregunté por mi hermano, ya que los de servicios sociales me habían informado que era él quien me estaba esperando.
Tranquila, estaba aquí pero se han encontrado con Carlos y han tenido una pelea-, y sin inmutarse me contó lo sucedido, explicándome que se los habían llevado a declarar a la comisaria. –Pero no te preocupes, están bien y me han dicho antes de irse que te lleve a casa-.
-No, por favor, ¡a mi casa no!-, le respondí asustada.
-No, boba, a la mía. ¿Cómo crees que te íbamos a dejar con ese energúmeno?-, me dijo sin alterarse. Desde joven, me sorprendió la sensatez y la tranquilidad de Laura. Nada conseguía alterarla.
Era una mujer super atractiva, pero su mayor virtud era su dulzura. Y ayudándome a caminar, cogiéndome del brazo, me llevó hasta el coche.
Viven en un chalet de Pozuelo, por lo que tardamos bastante en llegar, casi treinta minutos durante los cuales estuve preguntándo por su vida. Supe que se habían casado dos años después que yo, y que debido a un accidente Laura se había quedado estéril, por lo que no podían tener hijos. Al enterarme le dije que los sentía, y en sus ojos vi que no se había repuesto de esa perdida.
-¿No has pensado adoptar?-, le dije apenada.
Quique quiere, pero yo no estoy convencida-, me contestó
secamente, por lo que decidí cambiar de tema.
Cuando entré en la casa, sentí envidia de mi amiga. Se notaba que eran felices, por todos lado había fotos de su boda, de sus viajes. En ellas quedaba claro que se querían y que no había problemas en su matrimonio. Al verlas, me di cuenta de mi fracaso y sin poderme aguantar me eché a llorar desconsolada.
-¿Qué te pasa?-, me preguntó, mientras acariciaba mi pelo para consolarme.
Que mi vida es un desastre, mi marido es un cabrón, estoy sola, sin amigos, sin familia, sin nadie-, le dije entre sollozos.
Eso no es cierto, aunque no nos hayamos visto, eres nuestra amiga, nos tienes a nosotros, y a tu hermano-, me contestó tratando de confortarme, –Ahora lo importante es que descanses-.
-Pero no tengo ropa, todo mis cosas están en un apartamento al que no pienso volver-, le repliqué llorando.
Sin hacer caso a mis objeciones, buscó un camisón que prestarme, y obligándome a meterme en la cama, me dio las buenas noches. Me quedé dormida al instante, debieron de ser los calmantes que me habían dado. Perdí la noción del tiempo, pero de pronto unas risas me despertaron. Eran José y Quique, que volvían de la comisaría, venían muertos de risa.
Pude oír como mi hermano le decía a su amigo:
No te quejaras, te he dado la oportunidad de entrenarte con un capullo-
-No te descojones, que te pienso cobrar la multa que me ponga el juez por partirle la cara-, escuché como le contestaba antes que Laura les pidiera que hablaran mas bajo para no despertarme.
Estuve a un tris de bajar y decirles que ya lo habían hecho cuando mi hermano respondió que tenía razón, que era mejor dejarme descansar, y que al día siguiente me iba a llevar a vivir con él. Quique le respondió bromeando que por fín había conseguido una mujer que le hiciera compañía. José haciéndose el ofendido le contestó:
No seas cabroncete, ¡es mi hermana!.
-Coño, que me refería a que vas a tener alguien que te cuide, y encima ¡Gratís!-
-Ya lo sé, era broma-, y dirigiéndose a Laura le dijo:-Gracias, por todo, no sabes como te agradezco tu ayuda. Mañana vendré a las ocho a por Isabel, ¿Te parece bien?-
-Claro, tu tranquilo, aquí estará bien-, y acompañándole hasta la puerta, se despidió de él.
Al volver al salón, su marido se estaba poniendo un whisky.
Estarás contento, te has comportado como un salvaje. A tu edad y pegándote como si fueras un chaval-, le dijo mientras le quitaba la copa de sus manos.
-¿Te has enfadado?-, le preguntó extrañado, -lo hice para defender a José-.
Si me ha cabreado, el verte rebajándote, pero también me ha excitado-, le contestó abriéndole la camisa.
Me sentí incomoda de espiarles, pero en vez de volver a la cama, busqué una posición donde observarles sin que me vieran. Vi como Laura se arrodillaba y desabrochándole los pantalones, sacaba de su interior un enorme sexo. No me podía creer lo que estaba viendo, la dulce mujer que parecía no haber roto un plato, estaba introduciéndose centímetro a centímetro toda su extensión en la boca, mientras con sus manos acariciaba el musculoso culo de su marido. Lo hizo con exasperante lentitud, mi propia almeja ya estaba mojada, cuando sus labios, se toparon con su vientre. Estaba viendo garganta profunda en vivo, siempre había creído que era mentira que una mujer se pudiera meter tamaño bicho en la boca, sin que le vinieran arcadas. Pero que equivocada estaba, mis amigos me acababan de demostrar mi error.
Desde el rellano de la escalera, pude observar como Enrique levantado a su mujer del suelo, le desgarraba el vestido y tras apoyarla sobre la mesa del comedor, la penetraba de un solo golpe, mientras le preguntaba:
-¿Te gusta esto?, putita mía-
Si, mi amor, dame fuerte, enséñame el macho que tengo en casa-, le contestó Laura, al sentir como su pene la llenaba por entero.
Su marido no se hizo de rogar, y sin piedad brutalmente la embestía, mientras que con sus manos castigaba su trasero. El ruido de los azotes, se mezclaba con los gemidos de la muchacha. Era alucinante, algo en mí, se empezó a alterar. Jamás pensé que observar a una pareja me pudiera poner tan bruta, pero sin darme cuenta mis dedos se habían apoderado de mi clítoris, al ver como mi amiga disfrutaba. Tenían unos cuerpos maravillosos. Desde mi punto de observación, podía distinguir cada uno de los músculos de la espalda y el culo de su marido, cuando la penetraba. Eran enormes y definidos, largas horas de gimnasio, le conferían un aspecto de guerrero medieval. Quique no hubiera resaltado en una película de gladiadores. En cambio Laura era femenina, pechos pequeños que rebotaban al compás de sus movimientos, y un cuerpo pequeño que me recordaba al mío. Por eso no me resultó difícil, el imaginarme que era yo quien recibía ese delicioso castigo de ese semental, y por vez primera no solo envidie a mi amiga, sino que también deseé a su pareja.
Mi cuerpo ya empezaba a notar los primeros síntomas de placer, cuando al oír el orgasmo de la mujer, disgustada tuve que volver a la cama, por miedo a que me descubrieran espiándolos.
Al meterme entre las sabanas, la calentura me había dominado y separándome los labios, empecé a torturar mi sexo, con creciente lujuria. Poco a poco me dejé llevar, ya no solo era mi amigo quién me poseía, en mi mente su mujer le ayudada a someterme a sus caprichos. Era una muñeca en los brazos de los dos. Me imaginé como invitándome a su cama, me ataban a la cama, separando mis piernas. Y totalmente fuera de mi, me corrí en brutales espasmos, de solo pensar que ella me besara en los pechos, mientras su marido llenaba mi interior con su miembro. Con sentimiento de culpa, me derramé cerrando mis piernas en un vano intento de no empapar el colchón.
No me había repuesto, cuando oí como tocaban la puerta de mi habitación. Pregunté que quien era, respondiéndome del otro lado, Laura que quería hablar conmigo que si podía pasar. Asustada, le respondí que si, y antes de que me diera cuenta, se había sentado en el borde de la cama. Traía sus mejillas coloradas, “por la excitación”, pensé. Por eso me sorprendió cuando me dijo:
-Isa, perdónanos, creíamos que estabas dormida, no era nuestra intención que nos vieras haciendo el amor-.
Mis temores desaparecieron al oírla, no solo no estaba enfadada que los hubiera estado observando sino que estaba avergonzada pensando que era su culpa.
-No tengo nada que disculparos, fui yo que al escuchar ruido, salí a ver que ocurría-, le dije.
Laura se tranquilizó con mis palabras. Una sonrisa apareció en su rostro, al observar que a mí tampoco me preocupaba lo ocurrido, y soltó una carcajada cuando bromeando le expliqué que ya me gustaría a mi tener ese marido y no la bestia con la que me había casado.
Una vez aclarado, se despidió de mí con un beso en la mejilla, yéndose a reunir con Enrique. Lo que no supo fue, que al besarme, pude oler su aroma a hembra hambrienta, y que en cuanto se fue, para poder dormirme tuve que hacerme otra paja, pero esta vez pensando solo en ella. Nunca me habían gustado las mujeres y menos había estado con ninguna, por eso me asombré de que me atrajera y me aterroricé al correrme soñando con estar entre sus piernas.
Dormí fatal, en cuanto me sumía en un sueño aparecía mi marido, y empezaba a golpearme, llamándome puta. Era repetitivo, muchas veces sentí su puño contra mis costillas mientras me insultaba porque me había acostado con otros hombres. De nada servía que le dijera que no era cierto, el proseguía con su venganza hasta que Quique me salvaba, llevándome lejos. Le veía como mi salvador, hasta que parando el coche, me destrozaba la falda y con ayuda de su mujer me violaban. En mi sueño, me obligaban a comerme el coño de Laura, mientras él me poseía por detrás, y siempre me intentaba defender en un principio, pero terminaba disfrutando como una perra, mientras le pedía que me follasen. Por eso, me desperté mas cansada y sobretodo mas caliente de lo que estaba al dormirme. Tratando de calmarme me fui a duchar, intentando sacar esos pensamientos de mi mente.
El agua tardó en calentarse, por lo que me entretuve mirándome al espejo. Tenía los ojos morados y la cara hinchada por la paliza del día anterior. Me dolía todo, pero lo peor no era mi dolor físico, sino la certidumbre que mi vida anterior había desaparecido por completo, estaba sola, sin pareja, sin hijos, dependiendo únicamente de un hermano y unos amigos que no había visto en años. Paulatinamente me fui sumiendo en una depresión, y sin poderme aguantar me eché a llorar desnuda, sentada en la taza del váter. Fue así como me encontró Paula, con la cabeza entre mis piernas mientras con mis manos golpeaba el suelo, totalmente enloquecida.
Al verme, me levantó y soltándome una bofetada, intentó hacerme reaccionar.
Isabel, ¿que te ocurre?-, me gritó mientras me zarandeaba.
-Me quiero morir-, sollocé mientras intentaba chocar mi cabeza contra la pared.
Sin saber que hacer, me abrazó para evitar que siguiera haciéndome daño, y tras unos minutos en los que seguía llorando en sus brazos, decidió meterse conmigo en la ducha para tranquilizarme. El agua y su cercanía me hicieron reaccionar pero no del modo que ella se esperaba, y sin pedirle permiso me apoderé de sus labios pidiéndole que me amara.
Su única respuesta fue darme otro bofetón, alejándose de mí. Pero después de unos momentos se acercó, diciéndome que no era lesbiana, que no me equivocara. Si estaba ofendida por mi actitud no lo demostró, y metiéndose conmigo, empezó a enjabonarme mi cuerpo. Con su boca me tranquilizaba diciéndome que era normal mi trastorno, que no me preocupara, que no me lo iba a tomar en cuenta, pero a la vez con sus manos recorría mi cuerpo excitándome. Lo que empezó mal, mejoró al llegar a mi sexo con el jabón. Separando mis labios, empezó a restregarme, diciéndome que estaba muy tensa, que me relajara. Sin dudarlo abrí mis piernas, permitiendo sus caricias. Sus dedos se apoderaron de mi clítoris en una deliciosa tortura, y sin poderlo evitar me corrí entre sollozos.
Vamos a secarnos-, me dijo sacándome del agua. Sin hablar me dio una toalla, y cuando vio que empezaba a secarme, me dijo:-Lo necesitabas, pero no va a volver a ocurrir-, y saliendo del baño me dejó sola.
Al bajar a la cocina, ya vestida, me encontré con José y Enrique, que estaban desayunando. En cuanto me vieron, mi hermano me preguntó, que cómo estaba. –Bien-, le contesté sin atreverme a levantar los ojos. Ellos debieron suponer que me avergonzaba de mi aspecto, ya que desconocían lo que había ocurrido. Fue una suerte, que Laura acudiera en mi ayuda y dándome su apoyo les pidió que no me atosigaran. Se lo agradecí diciéndole al oído , que sentía lo que había pasado. Pero ella guiñándome un ojo, dijo en voz alta que no era mi culpa sino de la del cabrón de Carlos. Por supuesto, que ni José ni Quique, tenían ni idea de lo a que nos referíamos, y ya que ella no dijo nada, quien era yo para sacarles del error.
Terminando de desayunar nos fuimos, José vive en un coqueto apartamento de soltero en la Castellana, que se convirtió en mi guarida. La pequeña habitación de al lado de la cocina, en mi refugio.
A partir de ese día, el terror desapareció de mi vida pero las largas horas solas entre esas cuatro paredes me agobiaban quería ser útil, vivir mi vida y dejar de cómo un parásito alimentarme de la yugular de mi hermano. El tenía una vida antes que se la truncara mi marido, y era mi deber dejarle en paz, debía permitirle retomar su propio rumbo. Por eso no me negué a ser la secretaria de Quique, y por eso, ese lunes me vestí con mis mejores galas para acudir a mi nuevo trabajo.
Estuvo muy atareado por lo que tuve que esperar pacientemente sentada mas de una hora hasta que se pudo liberar y atenderme diez minutos.
Aunque iba vestido de traje y con corbata, no pude dejar de recordarle como le había visto esa noche, con todos sus músculos marcados, su culo potente y ese pene que había hecho disfrutar a dos mujeres aunque el solo tuviera constancia de una. Cabreada conmigo misma, tuve que cerrar mis piernas en un intento de parar mi excitación, pero que no solo resultó vano sino que la propia fricción de mis mulos hizo que me corriera en silencio mientras el hablaba por teléfono. Ya no me parecía tan buena idea el trabajar para él. Sabía que cada vez que lo viera, me lo imaginaría poseyéndome, y cada vez que nuestros cuerpos se tocaran rutinariamente, todo mi ser se aflojaría mojándome y empapándome. Nada mas el hecho de dejar de ser una carga, evitó que me largara, huyendo de él.
-Perdona-, me dijo acercándose a mí,-Disculpa el retraso-, y mirándome de arriba abajo en una forma carente de morbo, me halagó diciendo:-Estas muy guapa-.
Nuevamente, de mi entrepierna surgió una llamarada. En ese momento pensé tratando de justificar que deseara al marido de mi amiga, que se debía a mi pésimo estado emocional, y que el tiempo apaciguaría el fuego, que me quemaba.
A partir de ese día, fui su humilde asistente, jamás me molestaba que me retuviera haciendo horas extras, nunca me quejaba de su mal humor y de sus malos modos al reprenderme, al contrario me gustaba oír que se dirigía a mí, que me hablaba aunque fuera de un modo rudo, pero de lo que realmente disfrutaba era de sus ausencias que me permitían encerrarme en su despacho y masturbarme mientras pensaba que me usaba.
En mi imaginación me veía a cuatro patas gateando a su encuentro, Quique me esperaba sentado en su sillón, y sin hablar me exigía que le bajara la bragueta y me apoderara de su sexo.
Mil veces, mi lengua recorrió mentalmente su capullo, mientras que con mi mano apretaba sus testículos buscando su placer. Mil veces los lápices con los que escribía los memorandos, fueron el pene, con el que pensando en él, me penetraba. Mi sumisión a sus deseos era total, soñaba que desgarrando mi falda me violaba, por haber redactado mal un informe, que sus manos azotaban mi trasero como le había visto hacer con su esposa solo por haberle derramado el café, y que desfloraba mi culo violentamente con la única excusa de haberme retrasado.
Pero la realidad era otra, nunca me miró durante meses como mujer, para él era su secretaria, y si acaso su amiga. Su trato era cordial, profesionalmente aseado, demasiado pulcro para mi que suspiraba y lamía el terreno que él pisaba. Todo ese tiempo, no vi a Laura, solo tuve contacto con ella cuando le informaba de las citas infructuosas con su ginecólogo. Seguían buscando el tener hijos, pero visita tras visita, irremediablemente llegaban los análisis y tenía que informar a mi amiga, que nuevamente su vientre no alojaba el tan añorado hijo.
Por eso, al escuchar a través de la puerta que Quique discutía con su mujer y que sin importarle que le oyera, la llamó loca por proponerle una madre de alquiler, tomé la iniciativa. Esperé media hora a que se calmase y después marqué el teléfono de Laura.
-Necesito verte-, le rogué, mi amiga suponiendo que había vuelto a tener problemas con Carlos, mi ex, accedió al instante, quedando citadas para ese sábado.
Era miércoles, toda la semana me fui preparando para que nada se torciera, planifiqué lo que le iba a decir, estudié la forma de rebatir cualquier objeción que ella pusiera y ansiosa espere que fueran pasando las horas y los días para verla.
Esa mañana me vestí con minifalda, y un top, estaba orgullosa de mi cuerpo y quería que ella lo viera que supiera que aunque tenía treinta y cinco años, mi piel se mantenía firme y mis pechos erguidos.
Laura me esperaba en su casa, había decidido que lo mejor era la intimidad de su hogar. Lo que no sabía era que al recibirme en el mismo sitio donde la había visto con Quique haciendo el amor, me había alterado.
-¿Qué te pasa?-, me dijo nada mas sentarnos en la salita.
Sin contestarle saqué los resultados de mis análisis, donde se demostraba que era fértil, prueba de mi compatibilidad con su marido. Documentos que era una forma de declararle que estaba dispuesta.
-¿Porqué me enseñas esto?, por qué eres tan cruel de vanagloriarte que tú si puedes
La lágrimas corrían por sus mejillas, me había malinterpretado creía que había venido a restregarle su esterilidad.
No, boba-, le contesté abrazandola, -Quiero que sepas que deseo ser tu madre de alquiler-.
Paulatinamente fue rumiando mis palabras, y mientras lo hacía sus sollozos se fuero calmando, al contrario que yo que solo por sentirla entre mis brazos, me estaba empapando. Su olor, su pelo, su frágil cuerpo me excitaba. Tuve que hacer un esfuerzo para no lanzarme sobre ella.
Harías eso por mí-, alcanzó a decir.
-Eso y mas, solo pídemelo-
Sonrió al escuchármelo decir, y agarrándome la barbilla depositó el mas dulce beso que nunca me habían dado. La tersura de sus labios, su tibieza al besarme desencadenó mi locura. Forcé sus boca con mi lengua, y jugando en su interior mientras mis manos buscaban sus pechos, conseguí excitarla.
Solo el sonido de la puerta del chalet abriéndose, consiguió separarnos y como si no hubiese ocurrido nada nos levantamos a saludar a Quique que llegaba de jugar al tenis.
No le digas nada-, me rogó Laura,- conozco a mi marido y si se lo decimos se negará-.
Llegaba sudoroso tras el partido, la camisa se le pegaba mostrando los enorme pectorales que decoraban su torso. El pantalón corto tampoco pudo evitar que me fijara en el bulto que nacía entre sus piernas. Caliente por ambos, busqué una excusa para irme.
Laura me acompañó a la puerta, y tras decirme al oído que fuera a cenar esa misma noche, sus labios rozaron los míos.
No sé como llegué a casa, no solo no se había negado sino que necesitaba que fuera su cómplice para engatusar a su marido. Perdí la noción de mi alrededor, las manzanas pasaban al lado de mi coche como fantasmas. Solo recuerdo el llegar a mi cuarto de baño totalmente alborotada, y que tras sumergirme en la tina caliente, las espumas de jabón que fueron los brazos de mis amantes al masturbarme.
Comí poco, mi estómago estaba tan cerrado como mi sexo abierto. Decidí hacer una hora de bicicleta con las esperanza de calmarme, pero el sillín al rozar la parte interna de mis muslos reavivó mi fuego. Se hundía inmisericorde constriñendo mi tanga contra mi sexo. Aceleré el pedaleo al sentir que me corría y sabiéndome sola, grité de placer sin miedo que nadie me oyera. Todo era lujuria, el cepillo de dientes se me antojaba su pene, y el dentífrico el fresco semen brotando a mi llamada, la caricía de la brocha al maquillarme, me recordaba a la mano de mi amada recorriendo mis mejillas.
Por eso, cuando habiendo terminado de vestirme y mirarme en el espejo, descubrí que bajo el pegado vestido negro, mis pezones se erguían duros y suplicantes de besos. No sabía si me había pasado, la raja que se abría a un lado, dejaba ver mi pierna en su conjunto, incluso se podía vislumbrar el inicio de mi negra braguita.
Eran las nueve y media cuando llegué a su casa, como colegiala en su primer cita eché de menos la carpeta que siendo niña tapaba pudorosa mis pechos. Quique fue quien abriendo la puerta, me cedió el paso. Y mi dicha fue enorme al oír que me piropeaba diciendo:
-Estas preciosa-.
Me sabía guapa, atractiva, pero nada que ver con el monumento que infundado en un vestido blanco hacía su entrada bajando las escaleras. Laura como una diosa, eternizaba los peldaños, y yo me vi incapaz de retirar mis ojos de sus pechos, rítmicamente se movían al vaivén de sus pies, pequeños, duros, bien hechos eran una invitación a tocarlos.
A mi lado, su marido babeaba, y no me extraña porque yo misma tuve que hacer un esfuerzo consciente para cerrar mi boca. Ella encantada de notar nuestra reacción se rió a carcajadas, y sin hacer mas comentario nos pidió que pasáramos a cenar, abrazándonos a los dos. Nuevamente susurrando a mi oído me dijo:
Tú, sígueme la corriente-.
Cenamos con champagne una cena frugal pero exquisita, Laura sin dejar que termináramos de vaciar nuestra copa ya estaba rellenándola, de forma que antes de llegar al postre ya habíamos dado buena cuenta de tres botellas.
Las risas se sucedían, las bromas, los recuerdos de cuando nos conocimos y el calor del alcohol en nuestros cuerpos, caldearon el ambiente. Quique un poco mas chispa, de lo que quería reconocer, nos soltó un piropo diciendo:
Que suerte que tengo, dos pedazos de mujeres para mi solo-.
La mirada pícara de Laura me aviso que había llegado la hora, por eso no me extraño, que poniendo música la oyera decir:
-¿Quieres vernos bailar?-.
No dejó que la contestara su marido, porque extendiéndome la mano me sacó a mitad del comedor, que se convirtió en improvisada pista de baile.
Sentí como con su mano, me obligaba a pegarme a ella. Su cuerpo soldándose al mío, inició una sensual danza. Sus pechos se clavaron en mis pechos, sus pezones acariciaron los míos, mientras sin ningún pudor recorría mi trasero. Me besó en los labios antes de quitarme los tirantes que sostenían mi vestido, y con mi dorso al descubierto, coquetamente me miró al desprenderse los corchetes que mantenía el suyo. Piel contra piel bailamos mientras su pierna tomaba posiciones en mi ya encharcada cueva, mientras su marido había pasado de la sorpresa inicial a la franca excitación. Sabiéndose convidado de piedra no intervino cuando bajando por mi cuello, sentí la lengua de su esposa, mi amiga acercándose a mi rosada aureola. No pude reprimir un gemido cuando sus dedos colaborando con su boca, pellizcaron mi pezón, e impertérrita observe como Laura seguía bajando por mi cuerpo, dejando un húmedo rastro sobre mi estómago al irse acercando a mi tanga.
Arrodillándose a mis pies, me quitó la tela mojada, y obligándome a abrir las piernas se apoderó de mi sexo. Con suavidad retiró a mis hinchados labios, para concentrarse en mi botón. Con los dientes a base de pequeños mordiscos, me llevó a una cima de placer nunca alcanzada. De pie, con mi manos en su larga cabellera, mirando un marido observador, me corrí en su boca. Ella al notarlo, sorbió el río que manaba de mi sexo, y profundizando mi tortura introdujo sus dedos en mi vagina. Sin importarme que pensara, grité mi deseo y levantándola la llevé a la mesa del comedor.
Era preciosa, su piel blanca resaltaba su belleza, y por vez primera mi boca disfrutó de un pecho de mujer, era una sensación rara el sentir en mis labios la curvatura de su seno, pero lejos de asquearme me encantó, envalentonándome a seguir bajando por su cuerpo. Dejo que le abriese las piernas, y por fin pude contemplar su pubis perfectamente depilado que dibujaba un pequeño triángulo con si fuera una flecha que me indicara el camino.
Nuevamente el sabor agridulce de su coño, era una novedad, pero en este caso fue un acicate para que sin meditar que estaba haciendo usara mis dedos como si fueran un pene y penetrándola buscara el fondo de su vagina. Ella recibió húmeda las caricias de mi lengua sobre su clítoris, y sin pedirle su opinión exigió a su marido que me follase.
Sus primeros gemidos coincidieron en el tiempo, con la llegada de Quique a mi lado. Su grandes manos abrieron mis nalgas, y como si tantearan el terreno sentí que me azotaba. Carlos me había pegado, pero esta violencia era diferente, cariñosa compartida y me excitaba. Por eso le exigí:
-Sigue, tómame, sin medirte, quiero sentir tu verga en mi interior
Mi lenguaje soez espoleo su lujuria, y colocando la punta de su enorme glande en la entrada de mi cueva, fue forzándola de forma que pude sentir el paso de toda la piel de su tranca rozando mis adoloridos labios, mientras me llenaba.
Laura exigiendo su parte, tiró de mi pelo acercando mi cara a su pubis y tras unos intentos fallidos por mi inexperiencia en comer coños, mi lengua consiguió introducirse en el interior de su vagina, al mismo tiempo que el magnífico pene chocaba con la pared de la mía. Sentir sus huevos rebotando contra mi culo, al ritmo de sus embestidas fue sublime, pero mejor sentir a la vez que mi boca se llenaba con la riada que emergía sin control de la cueva de mi dueña.
Éramos un engranaje perfecto, las embestidas de Enrique obligaban a mi lengua a penetrar mas hondo en el interior, y los gritos de Laura al sentirse bebida, forzaban a un nuevo ataque de mi amante.
Ella fue la primera en correrse, retorciéndose sobre la mesa, mientras se pellizcaba sus pezones nos pidió que la acompañáramos. Su marido aceleró el ritmo al escucharla y cayendo sobre mi espalda se derramó regando el interior de mi vientre con ansiada semilla. Lo mío fue algo brutal, desgarrador, su semen me quemaba, cada convulsión con la que me regaló, me producía un estertor y licuándome al sentirlo, chillé y lloré a los cuatro vientos mi placer.
Durante unos minutos, nos mantuvimos en la misma posición hasta que el semental que era su marido se levantó y tomándonos entre sus fuertes brazos, nos llevó en volandas hasta la cama.
-Lo teníais preparado, ¿no es verdad?- afirmó mientras nos depositaba sobre el colchón.
No mi amor, como crees-, rió descaradamente Laura tomándole el pelo, y acercándose a mí, me dijo en voz baja: -Cuando se de cuenta de nuestros planes, ya estarás embarazada-.

Esta vez fui yo la que se carcajeó, para conseguir que prendiera su semilla en mi vientre, tendría que practicar mucho, me dije pensando en las azules pastillas anticonceptivas que tenía en mi bolso. Y dándole un beso posesivo en sus labios, puse mis manos sobre sus pechos, al saber que “cuando se dé cuenta de mi juego, decidiré si quedarme o no, preñada”.Pero hasta entonces iba a disfrutar con esos atletas del amor, sus cuerpos serían míos y yo suya y eso era lo importante.


Relato erótico: “yo vampiro 2” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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Como le prometí al lector contínuo con mi historia. Como sabéis soy un vampiro, se sorprendería la gente si supiera las historias que oigo cuando me concentro ya que puedo oír a distancia historias de infidelidades o de engaños o de zorras que son algunas hijas con sus padres. Yo no soy un vampiro clásico de eso de las pelis que hay en el cine, visto según la moda y voy bastante elegante y buena ropa:

Como sabéis cambié bastante al ser vampiro y no soy aquel pobre chico que vivía en el campo con sus padres. Me gusta la marcha me gusta la disco y me encanta la noche.
Quería saber si era el único ser de mi especie o había más como yo pero primero me vengaría de cierta persona que descubrí que estaba casada y tenía una hija ya que ella se rio de mí primero por mi físico y segundo por no tener ni un duro.
No sabía lo que la esperaba no me costó mucho encontrarla ya que usé mis poderes de persuasión y me lo dijeron enseguida los funcionarios, luego les hice olvidar. Llegué a la ciudad donde vivía esa persona ya que como les he dicho soy muy rápido y puedo atravesar grandes distancias sin problema. Ella vivía en una zona moderna un piso bastante lujoso, un séptimo,
Estaba casada con un tío más viejo que ella pero forrado de dinero por lo que supe. Empecé a escalar sin problemas y me quede colgado en un balcón vecino cerca de ellos y escuche la conversación con su marido. El matrimonio no funcionaba nunca estaba en casa: Ella le acusaba de estar con unas y con otras él la dijo:
-Si no te interesa te vas pero me quedare con tu hija.
Ella se echó a llorar eso no lo consentiría jamás separarse de la hija.
Ella seguía estando buena. No estaba como antes cuando yo la conocí pero todavía estaba bien aunque los disgustos le habían hecho mella. Me di cuenta que el marido era un hijo de puta que le gustaban todas ni se preocupaba por su familia ni nada pero ella la estaba bien empleada por que buscó su dinero para vivir bien y me despreció por no tener un duro y vivir en una granja con mis padres.
Entro la hija al ver a la madre llorando y se puso a discutir con su padre, este les dijo que si no estaban contentas como vivían que se fueran. No las daría ni un duro y no las dejaría trabajar en ningún sitio ya que él era bastante poderoso.
La hija era una preciosidad con 17 años unas curvas de ensueño, se parecía a la madre cuando era joven. Yo me comprometería ayudarlas pero a cambio tendría las dos en mi cama cuando el padre harto de lloros de la hija y de la madre se fue. Ellas se quedaron llorando yo elabore un plan invitaría a la familia a un baile donde iría toda gente pudiente como ellos. No podrían negarse a conocerme ya que era el nuevo vecino rico, me rodee con gente de nobleza y dinero me hice llamar el barón Orlock.
Dinero no me faltaba solo tenía que doblegar la voluntad y me entregaban sus carteras y sus joyas y no recordaban nada. Me compré una mansión lujosísima y allí di una fiesta a mis invitados para conocerlos. Envié las invitaciones a gente de dinero y postín y nobles. Todos fueron con sus familias e hijas y mujeres a conocer a ese personaje que soy yo tan rico y por supuesto su marido y su hija y ella fueron. Todos con sus mejores galas, yo di un baile excepcional digno de un rey. Con comida de toda las clase de países, contraté a los mejores cocineros, camareros de todos ya que dinero tenia a espuertas .
Ellos se quedaron con la boca abierta cuando entraron todos en mi mansión y me presenté:
-Soy el barón Orlok, es un placer conocerles. Siéntense como en su casa.
Ella no me conocía aunque le parecía familiar mi cara. Todos empezaron a comer y a beber . Yo me disculpe diciendo que ya había comido pero que no se privaran que estaban en su casa. Las mujeres y las hijas de ellos estaban encantados conmigo, querían bailar todas conmigo pero yo soy un poco macabro sino no sería vampiro y después de la cena las puertas se cerraron y todos la servidumbre se fue sin recordar nada . Ni camareros ni cocineros.
Nadie podía salir de mi casa sin que yo quisiera entonces les dije:
-Voy a contarles una historia que les gustara. Se acuerdan de un joven del que todo el mundo se rio que vivía en el campo. En el que sus mujeres despreciaron y que su padre tuvo que irse a vivir al campo porque muchos de ustedes le arruinaron y tuvo que vivir plantando de la tierra para mantener a su familia.
Ellos se pusieron blancos no sabían que decir. Estaban pálidos.
-Bueno pues yo soy ese joven, que les parece. A partir de ahora sus mujeres y sus hijas me pertenecen a mí que les parece.
Ellos dijeron que estaba loco y quisieron largase. Pobre ilusos nadie podría salir de la mansión ya. Otros quisieron golpearme. Inútil también porque yo como vampiro, tengo la fuerza de 20 hombres y los tire como si fueran peleles y usando mi voluntad dije:
-Vosotras desnudaos.
Las hijas y las madres se desnudaron sin resistencia ninguna. Ellos estaban alucinados.
-Vosotros ataos unos a los otros y no podréis moveros. Mi venganza es esta: vosotros vais a haber cómo me follo a vuestras mujeres y a vuestras hijas delante de vosotros. En cuanto a ti que engañas a tu mujer y a tu hija como persona decente no me sirves. Suicídate.
Y se pegó un tiro. Que pena. Los hombres estaban aterrados sin poder moverse :
– vosotras follar y ser unas putas como dios manda.
Ellas empezaron a besarse y a chuparse entre ellas y a meterse mano y a follar, restregándose sus chochos
-Vosotros lo veréis pero no podréis hacer nada, solo pajearos mientras yo me follo a vuestras hijas y mujeres.
En cuanto a la mujer que ya sabéis que me hizo daño, la dije:
-Ven aquí con tu hija.
No la obligue y la dije:
-El dinero de tu marido será para ti y para tu hija, podéis comenzar una nueva vida y dejar esta que teníais.
Ella se echó a llorar y para agradecérmelo, se denudaron sin yo obligarla y me chuparon la poya y me dijeron que las follase que eran mías. Ella se acordó de mí y me pidió perdón por el daño que me había hecho. Me dijeron que querían ser para mí pero yo las dije:
-Yo tengo que recorrer un camino muy largo y tengo para toda la eternidad. Os follare pero quiero que mañana hagáis vuestra vida normal y que busquéis a un hombre que os merezca.
Me folle a la madre y a la hija. Las di por el culo a ambas e hicimos todas las posturas posibles. Hice que se follasen entre ellas y quedaron muy agotadas y felices En cuanto a las otras me las folle igual hice toda la clase de perversiones con ellas y luego las hice olvidar igual que a sus esposos.
Por la mañana puse la misión en venta y desaparecí como si no hubiera existido nada de lo que paso anoche. Mi venganza estaba completa pero yo quería saber si había más de mi especie y me dirigí a preparar el viaje para Rumania.
Transilvania como dicen allí es tierra de vampiros

Relato erótico: “jane V” (POR ALEX BLAME)

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5

Jane espero pacientemente en el agua hasta que Tarzán perdió momentáneamente el interés por ella y salió del estanque. La joven sólo tuvo unos instantes para admirar su cuerpo musculado e imaginar lo que escondía bajo el taparrabos. Se mordió el labio con un gesto de indecisión y se dirigió al arbusto donde había dejado la ropa. Cuando llegó descubrió a Idrís y otros dos colegas haciendo girones sus bloomers y poniéndose sus bragas de sombrero. Jane cogió el sujetador y se lo puso antes de que los chimpancés lo intentasen e intentó quitarle las bragas de la cabeza al compañero de Idrís, un joven macho, obviamente sin conseguirlo. El chimpancé la esquivó con facilidad y se subió al árbol más cercano sin dejar de hacerle muecas y tirándole pequeñas ramas y hojas. Afortunadamente Idrís estaba despistada observando las monerías de su compañero y se dejó arrebatar lo que quedaba de los bloomers con facilidad, de las botas no había ni rastro. Cuando se los puso, observó con desesperación que ambas perneras estaban rajadas y mordisqueadas y la izquierda estaba descosida casi hasta la cintura. Con un suspiro de resignación se puso la prenda y se arregló las perneras provisionalmente ciñéndoselas al muslo con los restos de la blusa. Con la cara roja de vergüenza se incorporó y buscó a Tarzán. Sorprendida vio como estaba peleando con un viejo gorila macho, bastante más grande que él. Tarzán lo azuzaba y le daba sonoros golpes en el pecho y la espalda mientras eludía los gigantescos puños del simio. Al principio se asustó, pero pronto se dio cuenta que tanto los golpes de uno como del otro eran controlados y no pretendían hacer daño de verdad. Tras unos minutos terminaron por abrazarse y espulgarse mutuamente ajenos a lo que pasaba a su alrededor.

Jane los observó largo rato, totalmente confundida, incapaz de asumir que la relación entre un hombre y un animal pudiese llegar a ser tan íntima. Jane había tenido perros y recordaba con especial afecto a Jack, un viejo terrier al que quería con locura. Era listo y parecía anticiparse a los pensamientos de su ama pero perro y ama sabían cuál era su lugar. Ella mandaba y el obedecía. Sin embargo, lo que estaba viendo en ese momento, era a dos individuos de especies distintas relacionándose en un plano de igualdad…

-¡Joder! –exclamo Jane por tercera vez en su vida dándose un golpe en el cuello.

Cuando se miró vio su mano decorada con los restos de un mosquito de considerables dimensiones. Tarzán levantó la cabeza y se acercó curioso a ella para ver lo que pasaba. Acercó su nariz al cuello de Jane y la olisqueó interesado. La joven notó como el suave vello que cubría su cuello se erizaba ante la sensual caricia del aliento del salvaje. Tras unos segundos Tarzán retiró su aliento y le indicó por señas que la siguiera hasta una zona fangosa cerca de la orilla sur del estanque donde estaban los elefantes. Con un gesto con los brazos y un par de gritos les hizo retirarse y acercó a Jane hasta el borde fangoso.

Cuando Tarzán cogió un buen montón de barro y se lo extendió por el cuello ella hizo el amago de protestar. El fango era de color claro, casi blanco y olía a vegetación en descomposición pero enseguida notó el frescor y un inmediato alivio de la picadura. El hombre no se limitó al cuello sino que empezó a untar el resto del cuerpo con el barro haciéndole entender a Jane mediante señas que evitaría la picadura de los mosquitos. Las manos de Tarzán acariciaron su cara dejando una fina capa de barro que rápidamente se endureció formando una costra impermeable a las picaduras de los insectos. Jane cerró los ojos disfrutando del cálido contacto de las manos del hombre. Tarzán cogió un poco más de barro y comenzó a bajar por el pecho untando sus hombros y sus clavículas y la parte del escote que dejaba al descubierto su sostén. Cuando Tarzán recorrió sus costillas y juntó sus manos en su vientre Jane no pudo contener un corto suspiro de placer. El salvaje pareció no advertirlo y siguió con su tarea lenta y metódicamente embadurnando su espalda hasta la cintura de los bloomers. A continuación continuó con sus pies. Untó su empeine y el puente, siguió con el talón y terminó en sus dedos donde se demoró acariciándolos uno a uno y recorriendo toda su longitud. Jane abrió los ojos respirando agitadamente. Tarzán la estaba mirando de una manera que la hacía temblar. Sin dejar de mirarla a los ojos comenzó a masajearle las pantorrillas y lentamente empezó a subir por las piernas arriba, electrizando todo su cuerpo, hasta introducirse en las perneras de los destrozados pantalones. Afortunadamente las manos chocaron contra el arreglo provisional que había hecho Jane y el hombre no pudo pasar de la parte baja de los muslos.

Contrariado, Tarzán intentó deshacer los nudos pero Jane se separó y cogió un puñado de fango con su mano –ahora me toca a mí –pensó mientras acercaba la mano al pecho del hombre.

Tarzán no se apartó y Jane pudo acariciar el pecho del salvaje. El pecho era amplio, duro y musculoso, mientras hacía dibujos en el con el barro que había cogido de la charca recordó el de Patrick más pálido, más blando y con más pelo y con una punzada de remordimiento apartó la mano y se retiró un par de metros confundida y arrepentida. Tarzán hizo el amago de acercarse pero pareció pensárselo mejor y terminó el sólo de cubrir su cuerpo de barro.

Avery se levantó tarde, la cabeza le estallaba y se sentía aún mareado por el efecto de los excesos de la noche anterior. Se dirigió al porche dónde ya le estaba esperando Henry con los restos de su desayuno, viendo como las nubes descargan sin piedad millones de litros de agua sobre la arrasada llanura.

-Dentro de un par de semanas, el paisaje habrá cambiado tanto que no lo reconocerías –dijo Lord Farquar con un deje de tristeza en la voz -¡ojalá estuviese Jane para verlo!

-¿Y Patrick? –preguntó Avery.

-Se levantó al amanecer y le dijo al mayordomo que iba a ver si encontraba algo de caza por los alrededores. Yo que las hienas me escondería, ese hombre está guardando mucha rabia en su interior.

-Me vuelvo a Inglaterra. Jane está muerta, no quiero saber nada más de este continente. En cuanto tenga listo el equipaje me iré.

-A la tarde sale un tren con dirección a la costa, me ocupare de que todo esté listo para que lo cojas.

-Gracias Henry. Patrick se quedará aquí, ¿Podrías hacerme el favor de acogerle en tu casa? –Preguntó Avery a su viejo amigo –necesito saber que hay alguien pendiente de él.

-Descuida, eso ya lo tenía en mente. –Respondió Henry –Lo que necesita Patrick es desahogarse. Los jóvenes son fuertes y poco a poco ese dolor se irá suavizando y podrá volver a su vida.

-Eso espero, Patrick estaba totalmente prendado de mi hija, pero su vida debe continuar, ya no puede hacer nada por… ella.

La visión de Mili con un traje oscuro y discreto pero incapaz de disimular sus generosas formas despertó en Avery vagos e inquietantes recuerdos de la noche anterior. Entre las brumas alcohólicas las imágenes de Mili desnuda cabalgando desaforadamente sobre él le provocaron una sensación de desazón. Por un momento se sintió un miserable pero la cara de Mili serena y su gesto de ternura hacia él le tranquilizaron un poco.

Intentando no pensar en todo lo que estaba ocurriendo, se inclinó sobre los huevos revueltos y el zumo de fruta y durante la siguiente media hora se dedicó a engullir comida sin decir absolutamente nada. Pasado un rato Henry se disculpó y los dejó solos y sólo entonces Avery se atrevió a apartar la vista de la comida y dirigirla a Mili.

-Respecto a lo que ocurrió anoche, espero no haber…

-Tranquilo –le interrumpió Mili aparentando serenidad –no ocurrió nada que yo no desease. Quizás te parezca un fresca al decir esto pero nunca comprendí eso que dicen de que la desgracia une a las personas hasta anoche.

-Me alegro, si te soy sincero anoche bebí demasiado y desde que apareciste por la puerta he empezado a recordar fragmentos de lo que pasó.Temí haber abusado de ti por la fuerza. Por experiencia sé lo que un hombre borracho puede llegar a hacer y temía haberme dejado llevar por mis impulsos más primitivos. –Replicó Avery aliviado –de todas formas este no es el lugar adecuado para hablar, durante el viaje tendremos intimidad suficiente y tiempo para pensar. Prepárate, nos vamos esta misma tarde.

Mili asintió sin decir nada pero obviamente parecía satisfecha. Probablemente esperaba que él la tratase como a una puta que le había seducido en un momento de debilidad con el cuerpo de su hija aún caliente pero Avery no era de esa clase de hombres. Si de algo estaba seguro era de que si se había cometido un error la noche pasada era un error compartido, una culpa compartida…

Avery apuró lo que quedaba del zumo y despidiéndose educadamente se retiró para ultimar su equipaje.

Afortunadamente Patrick ya estaba de vuelta de su excursión para el mediodía y pudieron despedirse. Llegó cansado y cubierto de barro pero con un aspecto más tranquilo después de haber abatido un par de impalas. Se despidieron con un abrazo no antes de recordarle que sus puertas siempre estarían abiertas para él. El joven lo agradeció educadamente pero sus ojos le decían a Avery que probablemente no lo volvería a ver.

La tarde empezaba a decaer cuando el tren llegó finalmente a la estación de Kampala con tan sólo un par de horas de retraso. Avery y Mili tomaron posesión del único vagón de primera clase que había en el tren y que estaba totalmente vacío.

Entraron en uno de los compartimentos y se sentaron uno frente el otro aliviados por estar al fin en movimiento. Protegida de los insectos y de la persistente lluvia, Mili se quitó la pesada capa que la cubría mostrando un vestido cómodo y sencillo de un discreto color beige. Avery intentó mirar el paisaje que se deslizaba ante él con desesperante lentitud pero no podía evitar mirar de vez en cuando a Mili con la que mantenía un incómodo silencio. Ella no demasiado incómoda se mantenía sentada en el asiento muy erguida mirando a través de la ventanilla. De vez en cuando una pequeña pela de sudor brotaba de detrás de su oreja y resbalaba despacio por su cuello abajo para terminar perdiéndose de vista entre los generosos pechos de la mujer.

En esos momentos Avery lamentaba no poder recordar nada más de la noche anterior, lamentaba no atreverse a seguir con sus labios el recorrido de la gota de sudor hasta que el escote de su vestido se lo impidiera…

Un camarero interrumpió sus pensamientos sirviéndoles una cena fría y poco apetitosa. Ambos comieron poco y en un obstinado silencio. El camarero terminó de servirlos rápidamente y se despidió deseándole que pasaran una buena noche. Ambos se recostaron en sus asientos y se acomodaron como pudieron para pasar la noche lo mejor posible. Con el rabillo del ojo vio como Mili metía la mano en su escote e intentaba aflojar un poco su corsé para estar un poco más cómoda.

Avery oyó un ligero suspiro de alivio y en pocos minutos la respiración de la mujer se tornó suave y acompasada. Cerró los ojos dejándose mecer por el movimiento del tren e intentando dormir, pero estaba demasiado turbado. Ahora que Jane no estaba con él su vida había perdido sentido. Al morir su esposa había dejado el ejército y se había dedicado en cuerpo y alma a la educación de su hija. Muchos de sus familiares le habían aconsejado que se casara con una mujer joven y guapa, y no le faltaron proposiciones de padres interesados por procurarle una buena situación a sus hijas, pero siempre se mostró reacio y al final le dejaron por imposible. Ahora que se había quedado sin ella, no se sentía con fuerzas para ir de fiesta en fiesta con una joven y activa esposa del brazo. Todo lo que deseaba era una tranquila vida en familia, pero lo único que le quedaba era un yerno loco de dolor y Mili. En cuanto pensó en ella los recuerdos de la noche le asaltaron, las imágenes del rostro de Mili crispado por el placer le excitaron y deseo tenerla de nuevo en sus brazos.

Cuando Jane alcanzó la adolescencia, Avery descubrió que había cosas de las que no podía hablar con su hija, así que habló con el padre de Mili un primo lejano que había arruinado a su familia con toda clase de excesos y le había sugerido que la joven, que tenía unos diez años más que Jane, fuese su dama de compañía. Las dos jóvenes congeniaron casi de inmediato. Mili resultó ser inteligente y avispada y constituyó una inestimable ayuda para Avery. Pero a pesar de su figura exuberante, sus ojos azules, su pelo negro y brillante, sus facciones suaves y su sonrisa dulce nunca había pensado en ella de manera lasciva.

Un relámpago sobresaltó a la mujer que abrió los ojos y descubrió a Avery observándola.

-¿No duermes? –Preguntó Mili.

-No puedo… -dijo Avery turbado sin saber que decir.

-Has estado muy callado durante el viaje.

-Sí, lo siento pero me temo que no soy una alegre compañía.

-Tranquilo, lo entiendo –dijo ella con dulzura –son demasiadas cosas en las que pensar. Quizás sea un buen momento para charlar sobre lo que te preocupa…

-Cómo traducir en palabras la confusión que se ha adueñado de mí. –replicó él – Hecho de menos a Jane y sé que hago bien en volver a Inglaterra pero a partir de aquí no sé qué más hacer. El futuro que tan claramente se mostraba hace unas semanas ahora es un vacío negro y turbador.

-Te entiendo perfectamente, yo he perdido a mi mejor amiga y confidente, ahora sólo me quedas tú –dijo Mili acercando su mano a la cara de Avery.

-Mili, no deberíamos… -dijo él sintiendo como todo su cuerpo respondía ante una sencilla caricia.

Mili se incorporó y sin hacer casó de la débil protesta del hombre deslizó su mano por su pecho mientras acercaba sus labios a los de él. El beso fue violento y húmedo, como la tormenta que había estallado en el exterior, pero mucho más placentero. Avery no podía apartar los ojos de los enormes pechos que se insinuaban bajo el escote del vestido. Mili se dio cuenta y desabrochándose la parte superior del vestido y aflojándose el corsé los liberó para que él pudiera admirarlos.

Avery los cogió entre sus manos y los estrujó con fuerza sin dejar de besarla, Mili gimió excitada, metió la mano por debajo de los pantalones de Avery y cogió su paquete. Está vez su polla se irguió inmediatamente. Mili le quitó los pantalones y los calzoncillos dejando el pene de Avery a la vista. Con una mirada traviesa lo agarró y lo enterró entre sus pechos. Su polla reaccionó palpitando con fuerza al sentir el calor y la blandura de los grandes pechos de Mili. Usando sus manos para apretarlos entorno a su verga comenzó a subir y bajar haciéndole estremecerse de placer. Mientras lo hacía, la mujer mantenía la vista baja con las mejillas arreboladas por el deseo y la vergüenza. Avery alargó el brazo y cogiéndola suavemente por la barbilla le hizo levantar la vista. Avery observó la cara de mujer, sus ojos azules y sus pestañas largas y rizadas unos segundos antes de besarla de nuevo. Con los ojos brillando de deseo, aparto sus labios y se concentró de nuevo en su miembro.

Empezó acariciarlo con sus manos y a besar la punta con sus labios. Avery gimió de placer y hundió sus manos en el largo y suave pelo de la mujer. Cuando Mili se metió el miembro en su boca creyó que su polla iba a estallar pero se contuvo y cerrando los ojos disfrutó de la boca y la lengua de la joven recorriendo su miembro con suavidad. Unos segundos después apartó a Mili con brusquedad y se derramó sobre sus pechos. Cuando abrió los ojos vio que Mili se estaba acariciando bajo el vestido. Sintiéndose un poco culpable por no haber pensado en él placer de la mujer le levantó la falda y apartándole la mano comenzó a acariciar su sexo por encima de las ligeras bragas de algodón. El tejido estaba empapado por una mezcla de flujos vaginales y sudor volviendo el tejido casi transparente. La visión del coño de la mujer junto con sus gemidos anhelantes hicieron que la polla de Avery se endureciese de nuevo. Con un movimiento rápido la levantó y la puso de cara contra el cristal. Apartando faldas y enaguas apresuradamente logro bajarle las bragas lo suficiente para poder penetrarla. Ante las súplicas de ella comenzó a penetrarla empujando con todas sus fuerzas y notando como llenaba su coño húmedo y caliente haciéndola vibrar. Mili apoyaba las manos en el cristal para aguantar las embestidas de Avery mientras observaba como la tormenta arrasaba la sabana. Avery levantó la falda de la mujer por encima de su cintura y hundiendo dos dedos en su ano le propinó dos salvajes empujones provocando que se corriese. El cuerpo de Mili tembló y ella gritó mientras Avery continuaba follándosela hasta correrse en su interior, llenando aquel coño ya rebosante de flujos con su leche. Con su polla aún en el interior de la joven tiro de su pelo para volverle la cabeza y le dio un largo beso mientras la luz de los relámpagos y el estruendo de los truenos les envolvía.

-Esta vez procuraré no olvidarlo –dijo Avery separándose jadeante.

Relato erótico: “Me follé a la puta de mi jefa y a su secretaria 1” (POR GOLFO)

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CAPÍTULO 1

Soy un nerd, un puto friky. Uno de esos tipos con pelo grasiento y gafas de pasta a los que jamás una mujer guapa se dignaría a mirar. Nunca he sido el objeto de la lujuria de un espécimen del sexo femenino, es mas sé sin lugar a dudas que hubiera seguido siendo virgen hasta los treinta, si no hubiese hecho frecuente uso de los favores de las prostitutas.
Magnífico estudiante de ingeniería, tengo un trabajo de mierda y mal pagado. Todos los buenos puestos se los dan a esa raza detestable de inútiles, cuyo único curriculum consiste en resultar presentables y divertidos. En las empresas, suben por el escalafón sin merecérselo, jamás de sus estériles mentes ha brotado una idea brillante. Reconozco que los odio, no puedo aguantar su hipocresía, ni sus amplias sonrisas.
Soy un amargado. Con un coeficiente intelectual de 165, no he conseguido pasar de ayudante del ayudante del jefe de desarrollo de una compañía de alta tecnología. Mis supuestos superiores no me llegan al talón de mis zapatos. Soy yo quien siempre resuelve los problemas, soy yo quien lleva dos años llevando bajo mis hombros el peso del departamento y nadie jamás me lo ha agradecido, aunque sea con una palmadita en el hombro.
Pero aún así me considero afortunado.
Os pareceré loco, cualquier otro os diría entre sollozos que desea suicidarse, que la vida no tiene sentido vivirla. Tenéis razón, hace seis meses yo era así, un pringado de mierda adicto a los videojuegos y a los juegos de roll, pero una extraña casualidad cambió mi vida.
Recuerdo que un viernes cualquiera al salir del trabajo, me dirigí al sex-shop que han abierto al lado de mi casa a comprar la última película de la actriz Jenna Jameson. Estaba contento con la perspectiva de pasarme todo el fin de semana viendo sus grandes tetas y su estupendo culo. No me da vergüenza reconocer que soy fan suyo. En las estanterías de mi casa podréis encontrar todas sus apariciones, perfectamente colocadas por orden cronológico.
Ya estaba haciendo cola para pagar cuando vi a la gran jefa, a la jefa de todos los jefes de mi empresa, entrando por la puerta. Asustado, me escondí no fuera a reconocerme. “Pobre infeliz”, pensé al darme cuenta de lo absurdo de mi acción. Esa mujer no me conocía, todos los días la veía pasar con sus estupendos trajes de chaqueta y entrar en su despacho. Estoy seguro que nunca se había fijado en ese empleaducho suyo que bajando la mirada, seguía su taconeo por el pasillo, disfrutando del movimiento de culo que hacía al andar.
Más tranquilo y haciéndome el distraído, la seguí por la tienda. El sentido común me decía que saliera corriendo, pero sentía curiosidad por ver que cojones hacía ese pedazo de hembra en un tugurio como ese. Resguardado tras un estante lleno de juguetes sexuales, la vi dirigirse directamente hacía la sección de lencería erótica.

“Será puta, seguro que son para ponerle verraco al presidente”, me dije al verla arramplar con cinco o seis cajas de bragas.

Doña Jimena salió de la tienda nada mas pagar, no creo que en total haya pasado más de cinco minuto en su interior. Intrigado, esperé unos minutos antes de ir a ver qué tipo de ropa interior era el que había venido a buscar. Al coger entre mis manos un ejemplar idéntico a los que se había llevado, me quedé asombrado al descubrir que la muy zorra se había comprado unas braguitas vibradoras con mando a distancia. No podía creerme que esa ejecutiva agresiva, que se debía desayunar todos los días a un par de sus competidores, tuviese gustos tan fetichistas.
Coño, ¡Qué gilipollas soy!, esto es cosa de Presi. Va a ser verdad que es su amante y este es unos de los juegos que practican”, pensé mientras cogía uno de esos juguetes y me dirigía a la caja.
Ese fin de semana, mi querida Jenna Jameson durmió el sueño de los justos, encerrada en el DVD sin abrir encima de la cómoda de mi cuarto. Me pasé los dos días investigando y mejorando el mecanismo que llevaban incorporado. Saber cómo funcionaba y cómo interferir la frecuencia que usaban fue cuestión de cinco minutos, lo realmente arduo fue idear y crear los nuevos dispositivos que agregué a esas braguitas.
Al sonar el despertador el lunes, me levanté por primera vez en años con ganas de ir al trabajo. Debía de llegar antes que mis compañeros porque necesitaba al menos media hora para instalar en mi ordenador un emisor de banda con el que controlar el coño de Doña Jimena. Había planeado mis pasos cuidadosamente. Basándome en probabilidades y asumiendo como ciertas las teorías de un tal Hellmann sobre la sumisión inducida, desarrollé un programa informático que de ser un éxito, me iba a poner en bandeja a esa mujer. En menos de dos semanas, la sucesión de orgasmos proyectados según un exhaustivo estudio, abocarían a esa hembra a comer de mi mano.
Acababa de terminar cuando González, el imbécil con el que desgraciadamente tenía que compartir laboratorio, entró por la puerta:

-Hola pazguato, ¿Cómo te ha ido?, me imagino que has malgastado estos dos días jugando a la play, yo en cambio he triunfado, el sábado me follé una tipa en los baños de Pachá-.

-Vete a la mierda-.

No sé porque todavía me cabrea su prepotencia. Durante los dos últimos años, ese hijo puta se ha mofado de mí, ha vuelto costumbre el reírse de mi apariencia y descojonarse de mis aficiones. Esa mañana no pensaba dedicarle más de esos cinco segundos, tenía cosas más importantes en las que pensar.

-¿Qué haces?-, me preguntó al verme tan atareado.

-Se llama trabajo, o ¿no te acuerdas que tenemos dos semanas para presentar el nuevo dispositivo?-.

Mencionarle la bicha, fue suficiente para que perdiera todo interés en lo que hacía. Es un parásito, un chupóptero que lleva viviendo de mí desde que tuve la desgracia de conocerle. Sabía que no pensaba ayudarme en ese desarrollo pero que sería su firma la que aparecería en el resultado. Por algo era mi jefe inmediato.

-Voy por un café. Si alguien pregunta por mí, he ido al baño-. Siempre igual, estaría escaqueado hasta las once, la hora en que los jefes solían hacer su ronda.

Faltaba poco para que la jefa apareciera por el ascensor. Era una perfeccionista, una enamorada de la puntualidad y por eso sabía que en menos de un minuto, oiría su tacones y que como siempre, disimulando movería mi silla para observar ese maravilloso trasero mientras se dirigía a su despacho.
Pero ese día al verla, mi cabeza en lo único que pudo pensar era en si llevaría puestas una de esas bragas. Doña Jimena debía de tener prisa porque, contra su costumbre, no se detuvo a saludar a su secretaria. Con disgusto miré el reloj, quedaban aún quince minutos para que mi programa encendiera el vibrador oculto entre la tela de su tanga.
En ese momento, me pareció ridículo esperar algún resultado, era muy poco probable que esa zorra las llevase puestas. “Seguro que solo las usa cuando cena con Don Fernando”, pensé desanimado, “que idiota he sido en dedicarle tanto tiempo a esta fantasía”.

Es ese uno de mis defectos, soy un inseguro de mierda, me reconcomo pensando en que todo va a salir mal y por eso me ha ido tan mal en la vida. Cuando ya había perdido toda esperanza, se encendió un pequeño aviso en mi monitor. El emisor se iba a poner a funcionar en veinte segundos.
Dejando todo, me levanté hacia la máquina de café. La jefa había ordenado que la colocaran frente a su despacho, para así controlar el tiempo que cada uno de sus empleados perdía diariamente. Sonreí al pensar que hoy sería yo quien la vigilara. Contando mentalmente, recorrí el pasillo, metí las monedas y pulsé el botón.

“Catorce, quince, dieciséis…”, estaba histérico, “dieciocho, diecinueve, veinte”.

Venciendo mi natural timidez me quedé observando fijamente a mi jefa. Creí que había fallado cuando de repente, dando un brinco, Doña Jimena se llevó la mano a la entrepierna. No tuve que ver más, recogiendo el café, me fui a la mesa. Iba llegando a mi cubículo, cuando escuché a mi espalda que la mujer salía de su despacho y se dirigía corriendo hacia el del Presidente.
Todo se estaba desarrollando según lo planeado, al sentir la vibración estimulando su clítoris, creyó que su amante la llamaba y por eso se levantó a ver que quería. No tardó en salir de su error y más acalorada de lo que le gustaría volvió a su despacho, pensando que algún aparato había provocado una interferencia.
Ahora, solo me quedaba esperar. Todo estaba ya previamente programando, sabía que cada vez que mi reloj diese la hora en punto, mi querida jefa iba a tener que soportar tres minutos de placer. Eran las nueve y cuarto, por lo que sabiendo que en los próximos cuarenta y cinco minutos no iba a pasar nada digno de atención me puse a currar en el proyecto.
Los minutos pasaron con rapidez, estaba tan enfrascado en mi trabajo que al dar la hora solo levanté la mirada para comprobar que tal y como previsto, nuevamente, había vuelto a buscar al que teóricamente tenía el mando a distancia del vibrador que llevaba entre las piernas.
Deja de jugar, si quieres algo me llamas-, la escuché decir mientras salía encabronada del despacho de Don Fernando.
Qué previsibles son los humanos, sino me equivoco, las próximas tres descargas las vas a soportar pacientemente en tu oficina”, me dije mientras programaba que el artefacto trabajara a plena potencia. “Mi estimada zorra, creo que esta mañana vas a disfrutar de unos orgasmos no previstos en tu agenda”.

Soy metódico, tremendamente metódico. Sabiendo que tenía una hora hasta que González hiciera su aparición, me di prisa en ocultar una cámara espía dentro de una mierda de escultura conmemorativa que la compañía nos había regalado y que me constaba que ella tenía en una balda de la librería de su cubículo. Cuando dieran las dos de la tarde, el Presi se la llevaría a comer y no volvería hasta las cuatro, lo que me daría el tiempo suficiente de darle el cambiazo.
A partir de ahí, toda la mañana se desarrolló con una extraña tranquilidad porque, mi querida jefa, ese día, no salió a dar su ronda acostumbrada por los diferentes departamentos. Contra lo que era su norma, cerró la puerta de su despacho y no salió de él hasta que Don Fernando llegó a buscarla.
Esperé diez minutos, no fuera a ser que se les hubiera olvidado algo. El pasillo estaba desierto. Con mi corazón bombeando como loco, me introduje en su despacho. Tal y como recordaba, la escultura estaba sobre la segunda balda. Cambiándola por la que tenía en el bolsillo, me entretuve en orientarla antes de salir corriendo de allí. Nada más volver al laboratorio, comprobé que funcionaba y que la imagen que se reflejaba en mi monitor era la que yo deseaba, el sillón que esa morenaza ocupaba diez horas al día.

“Ya solo queda ocuparme del correo”. Una de las primeras decisiones de la guarra fue instalar un Messenger específico para el uso interno de la compañía. Recordé con rencor que cuando lo instalaron, lo estudié y descubrí que esa tipeja podía entrar en cualquier conversación o documento dentro de la red. Me consta que lo ha usado para deshacerse de posibles adversarios, pero ahora iba a ser yo quien lo utilizara en contra de ella.

Mientras cambiaba la anticuada programación, degusté el grasiento bocata de sardinas que, con tanto mimo, esa mañana me había preparado antes de salir de casa. Reconozco que soy un cerdo comiendo, siempre me mancho, pero me la sudan las manchas de aceite de mi bata. Soy así y no voy a cambiar. La gente siempre me critica por todo, por eso cuando me dicen que cierre la boca al masticar y que no hable con la boca llena, invariablemente les saco la lengua llena de la masa informe que estoy deglutiendo.
No tardé en conseguir tener el total acceso a la red y crear una cuenta irrastreable que usar para comunicarme con ella. “Y pensar que pagaron más de cien mil euros por esta mierda, yo se los podría haber hecho gratis dentro de mi jornada”. Ya que estaba en faena, me divertí inoculando al ordenador central con un virus que destruiría toda la información acumulada si tenía la desgracia que me despidieran. Mi finiquito desencadenaría una catástrofe sin precedentes en los treinta años de la empresa. “Se lo tienen merecido por no valorarme”,sentencié cerrando el ordenador.
Satisfecho, eché un eructo, aprovechando que estaba solo. Otro de los ridículos tabúes sociales que odio, nunca he comprendido que sea de pésima educación el rascarme el culo o los huevos si me pican. Reconozco que soy rarito, pero a mi favor tengo que decir que poseo la mente más brillante que he conocido, soy un genio incomprendido.
Puntualmente, a las cuatro llegó mi víctima. González me acababa de informar que se tomaba la tarde libre, por lo que nadie me iba a molestar en lo que quedaba de jornada laboral. Encendiendo el monitor observé con los pies sobre mi mesa cómo se sentaba. Excitado reconocí que, aunque no se podía comparar a esa puta con mi amada Jenna, estaba muy buena. Se había quitado la chaqueta, quedando sólo con la delgada blusa de color crema. Sus enormes pechos se veían deliciosos, bien colocados, esperando que un verdadero hombre y no el amanerado de Don Fernando se los sacara. Soñando despierto, me imaginé torturando sus negros pezones mientras ella pedía entre gritos que me la follara.
Mi próximo ataque iba a ser a las cinco. Según las teorías de Hellmann, para inducir una dependencia sexual, lo primero era crear una rutina. Esa zorra debía de saber, en un principio, a qué hora iba a tener el orgasmo, para darle tiempo a anticipar mentalmente el placer que iba a disfrutar. Sabía a la perfección que mi plan adolecía de un fallo, bastaba con que se hubiese quitado las bragas para que todo se hubiera ido al traste, pero confiaba en la lujuria que su fama y sus carnosos labios pintados de rojo pregonaban. Solo necesitaba que al mediodía, no hubiera decidido cambiárselas. Si mi odiada jefa con su mente depravada se las había dejado puestas, estaba hundida. Desde la cinco menos cinco y durante quince minutos, todo lo que pasara en esa habitación iba a ser grabado en el disco duro del ordenador de mi casa. A partir de ahí, su vida y su cuerpo estarían a mi merced.
Con mi pene excitado, pero todavía morcillón, me puse a trabajar. Tenía que procesar los resultados de las pruebas finales que, durante los dos últimos meses habíamos realizado al chip que, yo y nadie más, había diseñado. Oficialmente su nombre era el N-414/2010, pero para mí era “el Pepechip” en honor a mi nombre. Sabía que iba ser una revolución en el sector, ni siquiera Intel había sido capaz de fabricar uno que le pudiera hacer sombra.
Estaba tan inmerso que no me di cuenta del paso del tiempo, me asusté cuando en mi monitor apareció la oficina de mi jefa. Se la notaba nerviosa, no paraba de mover sus piernas mientras tecleaba. “Creo que no te las has quitado, so puta”, pensé muerto de risa, “sabes que te quedan solo tres minutos para que tu chocho se corra. Eres una cerda adicta al sexo y eso será tu perdición”.

Todo se estaba grabando y por medio de internet, lo estaba enviando a un lugar seguro. Doña Jimena, ajena a que era observada, cada vez estaba más alterada. Inconscientemente, estaba restregando su sexo contra su silla. Sus pezones totalmente erizados, la delataban. Estaba cachonda aún antes de empezar a sentir la vibración. Extasiado, no pude dejar de espiarla, si llego a estar en ese momento en casa, me hubiera masturbado en su honor. Ya estaba preparado para disfrutar cuando, cabreado, observé que se levantaba y salía del ángulo de visión.

-¡Donde vas hija de puta!, ¡Vuelve al sillón!-, protesté en voz alta.

No me lo podía creer, la perra se me iba a escapar. No me pude aguantar y salí al pasillo a averiguar donde carajo se había marchado. Lo que vi me dejó petrificado, Doña Jimena estaba volviendo a su oficina acompañada por su secretaria. Corriendo volví al monitor.

“¡Esto no me lo esperaba!”, me dije al ver, en directo, que la mujer se volvía a sentar en el sillón mientras su empleada poniéndose detrás de ella, le empezaba a aplicar un sensual masaje. “¡Son lesbianas!”, confirmé cuando las manos de María desaparecieron bajo la blusa de su jefa. El video iba a ser mejor de lo que había supuesto, me dije al observar que mi superiora se arremangaba la falda y sin ningún recato empezaba a masturbarse. “Esto se merece una paja”, me dije mientras cerraba la puerta con llave y sacaba mi erecto pene de su encierro.

La escena era cada vez más caliente, la secretaria le estaba desabrochando uno a uno los botones de la camisa con el beneplácito de la jefa, que sin cortarse le acariciaba el culo por encima de la falda. Al terminar, pude disfrutar de cómo le quitaba el sostén, liberando dos tremendos senos. No tardó en tener los pechos desnudos de Doña Jimena en la boca. Excitado le vi morderle sus oscuros pezones mientras que con su mano la ayudaba a conseguir el orgasmo. No me podía creer que esa mosquita muerta, que parecía incapaz de romper un plato, fuera también una cerda viciosa. Me arrepentí de no haber incorporado sonido a la grabación, estaba perdiéndome los gemidos que en ese momento debía estar dando la gran jefa. Soñando despierto, visualicé que era mío, el sexo que en ese momento la rubita arrodillándose en la alfombra estaba comiéndose y que eran mis manos, las que acariciaban su juvenil trasero. Me encantó ver como separaba las piernas de la mujer y hundía la lengua en ese deseado coño. El clímax estaba cerca, pellizcándose los pezones la mujer le pedía más. Incrementé el ritmo de mi mano, a la par que la muchachita aceleraba la mamada, de forma que mi eyaculación coincidió con el orgasmo de mi ya segura presa.

“Que bien me lo voy a pasar”, me dije mientras limpiaba las gotas de semen que habían manchado mi pantalón, “estas putas no se van a poder negar a mis deseos”. Y por primera vez desde que me habían contratado, me tomé la tarde libre. Tenía que comprar otras bragas a las que añadir los mismos complementos que diseñé para la primera. ¡Mi querida Jenna tendría que esperar!.

 

CAPÍTULO 2

Nada más salir de la oficina, fui a comprar en el sex-shop las famosa braguitas pero cambié de opinión y compré dos coquetos conjuntos compuestos de braga y sujetador, por lo que mi trabajo se multiplicó exponencialmente al tener que añadir nuevos artilugios a los que ya tenía preparados. Especialmente difícil fue adaptar a los tangas unas bolas chinas y un estimulador anal, pero no me importó al saber lo mucho que iba a disfrutar viendo a mis presas corriéndose a mi merced.
Para estimular mi creatividad, puse en la pantalla de 42 pulgadas la escena que había grabado esa tarde. Me encantó ver a cámara lenta como esa zorra se corría, pero más descubrir que había apagado el monitor antes de tiempo, porque cuando ya creía que todo había acabado, la zorra de Doña Jimena subió a su secretaría a la mesa y quitándole las bragas, se dedicó a hacerle una comida impresionante.

“Esta guarra tiene dotes de actriz porno”, pensé al verla separar los labios de su empleada y con brutal decisión introducirle tres dedos en la vagina mientras con su lengua se comía ese goloso clítoris.

Anonadado, me relamí al observar que la jovencita se dejaba hacer y que facilitaba la penetración de la que estaba siendo objeto, sujetándose las piernas con las manos. Su siniestra jefa debía estar fuera de sí porque, mordiéndole los rosados pezones, forzó aún más el sexo de María haciendo penetrar toda su mano en el interior.
Vi a la muchacha gritar de dolor y como si fuera una película muda de los años 20 veinte, correrse ante mis ojos. Todavía insatisfecha, Jimena tiró todos los papeles de la mesa para hacerse hueco y subiéndose encima de su amante, buscó nuevamente su placer con un estupendo sesenta y nueve. Desgraciadamente, había programado que la grabación durara quince minutos y por eso no pude deleitarme más que con su inicio.

“No hay problema. Jimenita de mi alma tendrás que repetirlo muchas veces antes de que me canse de ti”, me dije mientras apagaba la televisión y me ponía a trabajar.

Me había pasado toda la puta noche en vela, pero había valido la pena sobre la mesa del comedor tenía los artilugios, productos de mi mente perversa, listos para ser enviados. Con paso firme, salí de mi casa rumbo a la oficina, pero antes hice una parada en un servicio de mensajería, donde pagué en efectivo y exigí que los dos paquetes debían de ser entregados sobre las doce.
Al aterrizar en mi puesto de trabajo, el orgullo no me cabía en las venas, gracias a mi inteligencia y a un poco de suerte, iba a tener un día muy entretenido. Haciendo tiempo, releí el mail que esa misma mañana le había mandado a mi deseado trofeo.

De: Tu peor pesadilla
Enviado el: jueves, 24 de junio de 2010 08:33
Para: “la zorra”
Asunto: Curioso video

 

Mi estimada zorra:

Te anexo un curioso video que por casualidad ha caído en mis manos, sino quieres que circule libremente por la empresa, deberás seguir cuidadosamente mis instrucciones:

1.- Como no tardarás en averiguar, he colocado una cámara en tu biblioteca. No la quites.

2.-Hoy antes de las doce, recibiréis un paquete María y tú. Debéis ponéroslo en tu oficina para que compruebe que me habéis hecho caso.

3.-Esperarás instrucciones.

Atentamente.
Tu peor pesadilla.
 
P.D. Me encanta tu culo, so guarra.
 

Sonreí al terminar, la puta acostumbrada a machacar a los hombres se iba a cabrear al leerlo, pero se iba a mear encima del miedo al visualizar su contenido. Desde que nació, se había ocupado solamente de satisfacer su ciega ambición, sin importarle que callos tuviera que pisar o que hombre tirarse para conseguirlo y por primera vez en su vida sentiría que todo eso por lo que había luchado se iba al garete.
Ni siquiera me importó esa mañana que González hiciera una de sus bromas al saludarme. Aunque no lo llegara nunca a saber, desde esa mañana, yo era el jefe. Cualquier cabrón que se me pusiera en mi camino sería despedido y todo gracias a que un viernes entré en un sex-shop a comprar una película porno.

“Te adoro mi querida Jenna Jameson”.

Al oír el sonido característico de sus tacones, encendí el monitor, minimizando el tamaño de la imagen para que nadie me fuera a descubrir. Me descojoné al comprobar que Doña Jimena cumplía escrupulosamente con su rutina. Besó en la mejilla a la secretaria, preguntó que tenía ese día tras lo cual, entró en su oficina y tras quitarse la chaqueta, encendió el ordenador. Se la veía tranquila, sacando un espejo de su bolso, retocó su maquillaje mientras se cargaba el sistema operativo.

“¡Que pronto se te quitará esa estúpida sonrisa!, puta”.

Con la tranquilidad producto de saberme seguro, esperé a que leyera mi e-mail. Su cara se transformó, pasó de la ira al desconcierto y de ahí a la profunda angustia. No pudo reprimir un grito al ver que le acababa de enviar la tórrida escena de ayer. María, al oír su grito, entró pensando que le había ocurrido algo, para descubrir a su amada jefa llorando desconsoladamente mientras en el monitor ella le estaba besando los pezones.

-¿Qué coño es esto?-, creí leer en sus labios.

Haciéndole un gesto la obligó a callar y sacándola del despacho se encerró con ella en la sala de juntas. No tuve que ser un genio, que lo soy, para imaginarme esa conversación. La zorra de la “Directora General” seguro que tuvo que convencer a su amante de que no tenía nada que ver con esa filmación y explicarla que eran objeto de un chantaje. Conociendo su trayectoria, Doña Jimena no se iba a quedar con las manos atadas, e iba a intentar atrapar y vengarse de quien le había organizado esa trampa. Tardaron más de un cuarto de hora en salir, al hacerlo el gesto de la jefa era duro y el de la secretaria desconsolado, por eso no me extrañó que nada más volver a su asiento, se pusiera a escribirme un mail de contestación. Pacientemente esperé a recibirlo, no tenía prisa, cuanto más tirara de la cuerda esa mujer, más sentiría como se cerraba la soga alrededor de su cuello.

De: “la zorra”
Enviado el: jueves, 24 de junio de 2010 9:45
Para: “Tu peor pesadilla”
Asunto: Re: Curioso video

 

Mi peor pesadilla:

No sé quién eres, ni qué es lo que buscas. Si quieres dinero dime cuanto, pero por favor no envíes este video a nadie más.

Atentamente.

Tu estimada zorra

P.D. Me encanta que te guste mi culo.

 

“¡Será hija de puta!, no esperará que me crea sus dulces palabras. La muy perra debe de estar planeando algo“, pensé al leer lo que me había escrito.

Estimulado por la sensación de poder que me nublaba la razón, empecé a escribir en mi teclado que esperando mis instrucciones, si quería podía darme un anticipo con un toqueteo de tetas frente a la cámara pero cuando estaba a punto de enviarlo, lo borré. No debía caer en su juego. Primero tenía que recibir mi regalo.
Durante diez minutos, esperó mi respuesta, poniéndose cada vez más nerviosa. Al ver que no le contestaba decidió ponerse manos a la obra y cogiendo su bolso, salió de su despacho. La vi dirigirse directamente hacia el departamento de personal. Su paso ya no era tan seguro, miraba a los lados buscando a alguien que la estuviera vigilando.
La reunión no duró en exceso y cuando salió su cara reflejaba su cabreo.

“¿Malas noticias?, pequeña zorra”.

Doña Jimena, en vez de volver a su cubículo, se metió nuevamente en la sala de juntas.

“No quieres que te vea, ¿verdad?”, estaba pensando cuando de repente sonó mi teléfono.

Al descolgar, oí su voz:

-¿José Martínez?-.

-Sí, soy yo-, respondí.

-Soy Jimena Santos, necesito que venga a verme. Estoy en la sala de juntas ejecutiva. Dese prisa y no le diga a nadie que le he llamado-.

-No, se preocupe señora, ahora mismo voy-, le contesté acojonado por enfrentarme a ella.

No podía creer que me hubiese descubierto tan pronto, no era posible que esa zorra hubiera adivinado el origen de sus problemas. ¿Cómo lo había hecho?, y lo peor, no tenía ni puta idea de que decirle. ¡No estaba preparado!. Derrotado entré a la habitación.
Sorprendentemente amable, me invitó a sentarme frente a ella y cogiéndome la mano, me dijo en voz baja:

-José, tengo un problema y según el director de recursos humanos, tú eres el único capaz de ayudarme a resolverlo-.

-¿Qué le ha pasado?-, le pregunté un poco más seguro, al ver que esa zorra estaba usando todas sus dotes de seducción.

Un hacker se ha metido en mi ordenador y me consta que ha puesto una cámara con la que espía todo lo que hago. Quiero que descubras quién es, sin que se percate, por lo tanto debes de tener cuidado, el tipo es bueno, trabajarás solo en el despacho que hay frente de mí. Te ordeno completa confidencialidad-, y entornando los ojos me dijo:-Sabré como compensarte-.

“Estúpida de mierda, estás poniendo al zorro a cuidar de las gallinas”, pensé mientras le prometía que haría todo lo posible y que la mantendría al tanto de mis progresos.

Al volver a mi estrecho cubículo, cogí todos mis papeles, las pruebas y los resultados y se los tiré encima de la mesa a González:

-¡Qué coño haces!-, irritado me gritó.

-Me acaban de asignar otro proyecto. Te quedas solo, tienes catorce días para terminarlo-.

Entusiasmado más por la venganza que por mi súbito ascenso, recogí mis bártulos y corriendo me fui a instalar en mi flamante despacho. Tenía que darme prisa ya que el mensajero no tardaría en llegar y debía de estar conectado cuando hiciera entrega de los paquetes, para dar a esas perras instrucciones precisas. Al sentarme en mi nuevo sillón, casi me corro del gusto, no solo era cómodo sino que desde ahí tenía una perfecta visión de la jefa y de su secretaria.
Acababa de ubicarme cuando María tocó mi puerta:
José, vengo a decirte que Jimena me ha pedido que te ayude en todo lo que necesites-.

-Gracias-, le respondí un poco acobardado.

-¿Quieres un café?-.

-No me apetece, otro día-.

Que servilismo el de esa puta. Necesitaban a un buen informático y como yo era el mejor disponible, no tenían reparo ahora en rebajarse a hablar conmigo, pero durante los dos últimos años, para la preciosa jovencita y la zorra de Jimena, yo no existía. “¡Eso iba a cambiar!”,sentencié justo en el momento que vi por el pasillo llegar al mensajero.
Completamente histérica, la secretaría firmó el recibí de la mercancía y cogiendo los dos paquetes, entró en el despacho de su amante. Encendí la cámara, para ver qué es lo que ocurría tras esa puerta cerrada.
María y la Doña abrieron sus respectivos paquetes para descubrir los coquetos conjuntos. Fue entonces cuando supo mi jefa que era lo que quería el chantajista, no tardó en descubrir los estimuladores de pezones, así como los demás artilugios y desnudándose mecánicamente frente a la cámara, se vistió con mi regalo, introduciéndose en su coño las bolas chinas y colocándose estratégicamente el estimulador anal, tras lo cual ordenó a María hacer lo mismo mientras ella escribía en su ordenador con el ceño fruncido un mensaje.
No tardé en recibirlo. En él, Jimena me decía que ya habían recibido el regalo y que esperaban instrucciones. Rápidamente le contesté, el juego no acababa más que empezar:

De: Tu peor pesadilla
Enviado el: jueves, 24 de junio de 2010 12:01
Para: “la zorra”
Asunto: Instrucciones.

 

Mi estimada zorra:

Tenéis diez minutos de relax, antes que ponga en funcionamiento los hábiles dispositivos que como ya has visto he incorporado. Tomároslo con tranquilidad. Si no quieres que todo se haga público, deberéis seguir al pie de la letra las siguientes instrucciones:

1.- Durante diez días, no os lo quitareis. He instalado un sensor que me avisará que lo habéis hecho.

2.- Quiero veros a las dos frente a la cámara diariamente a las cinco de la tarde.

3.-Disfrutar.

Atentamente.
Tu peor pesadilla.
 
P.D. Te tengo en mis manos. Si quieres mear o cagar, dispondrás solo tres minutos antes que me avise.

Creo que la puta se esperaba algo peor porque me pareció percibir alivio en su cara al leer mi mensaje. En cambio, María estaba super nerviosa, por sus gestos supe que estaba echándole en cara que ella tenía la culpa de la situación en la que ambas estaban inmersas. Todo estaba listo, solo debía sentarme a esperar a que el programa por mi diseñado diese sus frutos. “¡Soy un puto genio!”, pensé convencido del resultado que la serie de estimulaciones sexuales previamente programadas iba a tener sobre la libido de esas dos mujeres.
La primera en sentir que se ponía a funcionar fue la jefa. Sentada en el sillón, sus piernas se abrieron involuntariamente cuando su clítoris recibió las primeras vibraciones. Con un gesto avisó a su secretaría que ya venía. María se sentó en la mesa resignada. Poco a poco la potencia del masaje fue creciendo, encendiéndose además el mecanismo oculto en las bolas chinas. Fue cojonudo ver cómo ambas tipejas cerraban los ojos, tratando de concentrarse en no sentir nada. “Qué equivocadas estáis si pensáis que vais a soportarlo”, me dije disfrutando como un cerdo. El masaje continuado que estaba recibiendo se aceleró justó cuando sus pezones recibieron las primeras descargas. Las vi derrumbarse, lloraron como magdalenas al sentirse violadas. Sus cuerpos las estaban traicionando. Cada una en un rincón del despacho, se acurrucó con la cabeza entre sus piernas, temerosas que la otra viera que estaba disfrutando, de reconocer que se estaba excitando.
Con el vibrador, las bolas chinas y las pezoneras a máximo rendimiento, ambas mujeres intentaba no correrse cuando el estimulador anal comenzó a masajear sus esfínteres. Doña Jimena tumbada en el suelo se retorcía gimiendo mientras María tirada sobre la mesa no paraba de moverse y cuando ya creían que se iban a correr, todo acabó. Incrédulas se miraron a los ojos, incapaces de confesar a la otra que la sesión las había dejado mojadas e insatisfechas y que de no ser porque el chantajista se enteraría, se lanzarían una contra la otra a terminar lo que él había empezado.

“Ahora, otros veinte minutos de relax tras los cuales una suave estimulación intermitente que os va a tener todo el día excitadas”.

Las vi vestirse sin mirarse. Sus semblantes hablaban de derrota y de humillación. Se sabían marionetas, muñecas hinchables de un ser malévolo que desconocían. María salió de la habitación sin hablar y corriendo fue al baño a echarse a llorar desconsolada, en cambio Doña Jimena se tomó su tiempo, se pintó, se peinó y cuando ya se vio suficientemente tranquila, vino a mi despacho.
Se la veía tensa al entrar y sentarse frente a mí:

-¿Qué has averiguado?-, me preguntó.

Haciéndome el inocente, bajando la mirada le contesté:

-Más de lo que me hubiese gustado-.

-¿A qué te refieres?-.

Tomando aire, le repliqué:

-Usted me pidió que intentara averiguar quién se había colgado de su ordenador y al hacerlo no he tenido más remedio que leer sus mensajes y ver lo que acaba de pasar. Jefa, ¡Ese hacker es un verdadero cabrón!-.

Se quedó cortada al oírme, durante unos instantes se quedó pensativa. Poniendo un gesto serio, me dijo:

-Cierra la puerta-.

Obedientemente, me levanté a cerrarla. Al darme la vuelta, me sorprendió ver que la mujer se estaba desvistiendo en mi presencia. Viendo mi desconcierto, ruinmente se explicó:

-No creas que me estoy ofreciendo. ¡No estoy tan necesitada!, lo que quiero, ya que lo sabes todo, es que revises que narices ha hecho ese hijo de puta y si hay alguna forma de desconectarlo sin que él lo sepa-.

Profesionalmente me arrodillé frente a esa mujer casi desnuda y haciendo como si estuviera revisando los mecanismos, le pedí permiso para tocarla, ya que para cumplir sus órdenes no tenía más remedio que hacerlo.

-¡Hazlo!, no te cortes, no me voy a excitar porque me toques-, me respondió altanera, dejándome claro que no me consideraba atractivo.

“Cacho puta, en una semana vendrás rogando que magreé tus preciosas tetas“, pensé mientras retiraba suavemente la parte delantera de su mojada braga. Inspeccionando el vibrador llegó a mis papilas el olor al flujo que la pasada excitación había dejado impregnado en la tela.“Que rico hueles”, pensé y tirando un poco del cordón que llevaba a las bolas chinas, dije:

Señora, me imagino que el final de este cordón es en un juguete, ¿quiere que lo saque para revisarlo?-.

-Si lo crees necesario, no hay problema, pero date prisa, ¡es humillante!-.

Una a una, saqué las bolas de su sexo todavía humedecido. El adusto gesto de la perra me decía que consideraba degradante el tenerme ahí jugueteando con sus partes íntimas. Poniéndolas en la palma de mi mano, las observé durante un instante y, sin decirle nada, se las reintroduje de golpe.

-¡Qué coño haces!, ¡Me has hecho daño!-, protestó.

Riendo interiormente, le contesté:

-Lo siento pero al descubrir que llevaba un sensor, he creído que debía de volverlas a colocar en su lugar-.

A regañadientes aceptó mis disculpas, mordiéndose sus labios para no hacer evidente que la ira la dominaba.

-¿Puede darse la vuelta?-, le pregunté, -debo revisar la parte trasera-.

Sumisamente, se giró poniendo su culo a mi disposición, momento que aproveché para lamer mis dedos y probar, por primera vez, su flujo. Con bastante más confianza, puse mis manos en sus nalgas.

-Tengo que …-

-Deja de hablar y termina de una puñetera vez-, me gritó enfadada que le fuera anticipando mis pasos.

Separando sus cachetes, descubrí que la guarra además de tener perfectamente recortado el vello púbico, se depilaba el culo por entero.“Qué bonito ojete”, me dije mientras recorría los bordes de su rosado esfínter con mi dedo. El estimulador anal se introducía como había previsto dos centímetros en su interior. Tenerla ahí tan cerca, provocó que la sangre se acumulara en mi pene, produciéndome una tremenda erección que, cerrando la bata, intenté disimular.
Solo quedaba revisar el sujetador. Poniéndome en pié, la miré. Sus negros ojos destilaban odio contra el culpable de esa brutal deshonra a la que se veía sometida por tener que dejarse sobar por mí. Haciendo caso omiso a sus sentimientos, le expliqué que en el cierre del sostén tenía escondido un sensor y la batería, para que no saltar debía de inspeccionar el mecanismo sin quitárselo.
Ni siquiera se dignó a contestarme. Ante su ausencia de respuesta, palpé por fuera esos pechos, con los que tanta noches me había masturbado, antes de concentrarme en teóricamente descubrir cómo funcionaba las pezoneras. Seguía teniéndolos durísimos, como de quinceañera. Introduciendo un dedo entre la tela y su piel, estudié las orillas del mecanismo aprovechando para disfrutar de su erizada aureola.
Actuando como un médico que acaba de auscultar a su paciente, me alejé de ella y sentándome en mi asiento, le pregunté:

-¿Quiere que le haga un resumen?-.

-Eso espero, cretino-.

-Lo primero y más importante es que el hacker es un empleado o directivo de esta empresa-.

-¿Cómo lo sabes?-, me respondió por primera vez interesada.

-Es fácil, ha utilizado al menos dos dispositivos desarrollados por nosotros y que no están en el mercado-.

Se quedó meditando durante unos instantes, consciente que tenía el enemigo en casa y que sería mucho más difícil el sustraerse a su vigilancia pero que a la vez tendría más oportunidades de descubrirlo, tras lo cual me ordenó a seguir con mi análisis.

-Desde el aspecto técnico es un técnico muy hábil. El mecanismo es complejo. Consta sin tomar en cuenta a los estimuladores que usted conoce, con tres sensores, dos receptores-emisores de banda dual y baterías de litio suficientes para un mes de trabajo continuo-.

No acababa de terminar la breve exposición cuando pegando un grito, me informó que se acababa de poner en funcionamiento nuevamente. Yo ya lo sabía, habían pasado los veinte minutos de relax que el programa tenía señalado. Alterada al no saber que solo iba a ser un suave calentamiento, me pidió que agilizara mi explicación.

-Se controlan vía radio y GPS, luego les aconsejo que no visiten aparcamientos muy profundos, no vaya a ser que al perder la señal crea que los han desconectado-.

-Entiendo-, me contestó con una gota de sudor surcando su frente,- ¿y qué sabe de la cámara y del correo?-.

-Ahí tengo buenas y malas noticias. Las buenas es que es sencillo hacer un bucle a la imagen-.

-No entiendo-.

-No se lo aconsejo, pero si usted necesita estar en su despacho sin que la vea, puedo crear una serie de secuencias en las que no haya nadie en la habitación o por el contrario, algo anodino como que usted este sentada en la silla trabajando pero se corre el riesgo que si el hacker quiere jugar con usted, interactuando, se daría cuenta al no corresponder la imagen con lo que realmente está ocurriendo-.

-¿Y las malas?-.

-Bien se lo voy a explicar cómo se lo expondría a un profano. Si se pierde, me lo dice. Verá, desde el CPU de su ordenador ha establecido una compleja red por internet que va saltando de una IP fija a otra cada cinco segundos dificultando su rastreo. Para poder averiguar donde está ubicado, deberé de obtener muchos registros pero para ello debe forzar a ese tipejo a contactar con usted-.

-No le comprendo-, me contestó angustiada.

Déjeme exponérselo crudamente. La cámara, aunque está permanentemente funcionando, no emite nada, a menos que el hacker lo deseé. Es decir, solo iré acumulando registros mientras la esté observando en directo, por lo que si quiere rapidez, deberá provocarle y que se mantenga en línea lo más posible-, por mis cálculos, en pocos segundos su estimulación se iba a acelerar y la mujer iba a salir corriendo de mi oficina, por lo que siendo un bruto, le dije: -¡Tiene que ponerlo cachondo para que yo pueda localizarlo!-.

Lo haré. No se preocupe, tendrá sus registros-, me contestó, saliendo directamente de mi oficina.
Al verla irse, me reí:

“Lo que no sabes es que cuanto más te excites, más rápida será tu sumisión absoluta. Llegará el momento que solo con pensar en tu chantajista, te correrás como la perra que eres. Y no me cabe duda que para entonces, sabrás que yo soy el objeto de tu deseo”.

Libro para descargar: “Un verano inolvidable” (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Contra mi voluntad, mi madre me informa que su hermana pequeña, mi tía Elena, me va a hacer compañía ese verano en Laredo. Cabreado intento convencer pero no da su brazo a torcer por lo que salgo rumbo a la playa con ella, sin saber que ese verano cambiaría para siempre el rumbo de nuestras vidas. Junto con ella, seduzco a Belén y a su madre.

A partir de ahí, los cuatro juntos nos sumergimos en una espiral de sexo.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo EL  PRIMER CAPÍTULO:

Capítulo 1

La historia que os voy a contar me ocurrió hace algunos años, cuando estaba estudiando en la universidad. Con casi veintidós años y una más que decente carrera, mis viejos no podían ningún impedimento a que durante las vacaciones de verano, me fuera solo a la casa que teníamos en Laredo. Acostumbraba al terminar los exámenes a irme allí solo y durante más de un mes, pegarme una vida de sultán a base de copas y playa. Por eso cuando una semana antes de salir rumbo a ese paraíso mi madre me informó que tendría que compartir el chalet con mi tía, me disgustó.
Aunque mi relación con la hermana pequeña de mi madre era buena, aun así me jodió porque con Elena allí no podría comportarme como siempre.
«Se ha acabado andar desnudo y llevarme a zorritas a la cama», pensé, «y para colmo tendré que cargar con ella».
Mis reticencias tenían base ya que mi tía era una solterona de cuarenta años a la que nunca se le había conocido novio y que era famosa en la familia por su ingenuidad en temas de pareja. No sé cuántas veces presencié como mi padre le tomaba el pelo abusando de su falta de picardía hasta que mi madre salía en su auxilio y le explicaba el asunto. Al entender la burla, Elena se ponía colorada y cambiaba de tema.
―No entiendo que con casi cuarenta años caigas siempre en esas bromas― le decía mi vieja, ― ¡Madura!
Los justificados reproches de su hermana lo único que conseguían era incrementar la vergüenza de la pobre que normalmente terminaba yéndose de la habitación para evitar que su cuñado siguiera riéndose de ella.
Pero volviendo a ese día, por mucho que intenté hacerle ver a mi madre que además de joderme las vacaciones su hermana se aburriría al estar sola, no conseguí que diera su brazo a torcer y por eso me tuve que hacer a la idea de pasar un mes con ella.

Nos vamos a Laredo mi tía y yo.
Tal y como habíamos quedado, a mediados de Junio, me vi saliendo con ella rumbo al norte. Como a ella no le apetecía conducir en cuanto metimos nuestro equipaje, me dio las llaves de su coche diciendo:
― ¿Quieres conducir? Estoy muy cansada.
Ni que decir tiene que en cuanto la escuché acepté de inmediato porque no en vano el automóvil en cuestión era un precioso BMW descapotable. Encantado con la idea me puse al volante mientras ella se sentaba en el asiento del copiloto. Ya preparados, nos pusimos en camino. No tardé en comprobar que mi tía no había mentido porque al rato se quedó dormida.
Para los que no lo sepan, entre Madrid y Laredo hay unos cuatrocientos cincuenta kilómetros y se tarda unas cuatro horas sin incluir paradas y viendo que no iba a obtener conversación de ella, puse la radio y decidí comprobar si como decían las revistas, ese coche era una maravilla. Con ella roncando a pierna suelta y aunque había mucho tráfico, llegué a Burgos en menos de dos horas y como me había pedido parar en el hotel Landa para almorzar, directamente me salí de la autopista y entré en el parking de ese establecimiento.
Ya aparcado y antes de despertarla, me la quedé mirando. Mi tía seguía dormida y eso me permitió observarla con detenimiento sin que ella se percatara de ese escrutinio.
«Para su edad está buena», sentencié después darle un buen repaso y comprobar que la naturaleza le había dotado de unas ubres que rivalizarían con las de cualquier vaca, «lo que no comprendo es porqué nunca ha tenido novio».
En ese momento fue cuando realmente empecé a verla como mujer ya que hasta entonces Elena era únicamente la hermana de mamá pero ese día corroboré que esa ingenua era dueña de un cuerpo espectacular. Su melena castaña, su estupendo culo y sus largas piernas hacían de ella una mujer atractiva. La confirmación de todo ello vino cuando habiéndola despertado, entramos al restaurante de ese hotel y todos los hombres presentes en el local se quedaron mirando embobados el movimiento de sus nalgas al caminar.
Muerto de risa y queriendo romper el hielo, susurré en su oído:
―Tía, ¡Debías haberte puesto un traje menos pegado!
Ella que ni se había fijado en las miradas que le echaban, me preguntó si no le quedaba bien. Os juro que entonces caí en la cuenta que no sabía el efecto que su cuerpo provocaba a su paso y soltando una carcajada, le solté:
― Estupendamente. ¡Ese es el problema! – y señalando a un grupo de cuarentones sentados en una mesa, proseguí diciendo: ― ¡Te están comiendo con los ojos!
Al mirar hacía ese lugar y comprobar mis palabras, se puso nerviosa y totalmente colorada, me rogó que me pusiera de modo que tapara a esa tropa de salidos. Cómo es normal, obedecí y colocándome de frente a ella, llamé al camarero y pedí nuestras consumiciones.
Mientras nos las traía, Elena seguía muy alterada y se mantenía con la cabeza gacha como si eso evitara que la siguieran mirando. Esa actitud tan esquiva, ratificó punto por punto la opinión que mi viejo tenía de su cuñada:
“Mi tía era, además de ingenua, de una timidez casi enfermiza».
Viendo el mal rato que estaba pasando, le propuse que nos fuéramos pero entonces ella, con un tono de súplica, me soltó:
― ¿Soy tan fea?
Alucinado porque esa mujer hubiese malinterpretado la situación, me tomé unos segundos antes de contestar:
― ¿Eres tonta o qué? No te das cuenta que si te están mirando es porque estás buenísima.
Mi respuesta la descolocó y casi llorando, dijo de muy mal humor:
― ¡No me tomes el pelo! ¡Sé lo que soy y me miro al espejo!
Fue entonces cuando asumiendo que necesitaba que alguien le abriera los ojos y sin recapacitar sobre las consecuencias, contesté:
― Pues ponte gafas. No solo no eres fea sino que eres una belleza. La gran mayoría de las mujeres desearían que las miraran así. Esos tipos te están devorando con los ojos porque seguramente ninguna de sus esposas tiene unas tetas y un trasero tan impresionantes como el tuyo.
La firmeza con la que hablé le hizo quedarse pensando y tras unos instantes de confusión, sonriendo me contestó:
― Gracias por el piropo pero no te creo.
Debí haberme quedado callado pero me parecía inconcebible que se minusvalorara de ese modo y por eso cometí el error de cogerle de la mano y decirle:
― No te he mentido. Si no fueras mi tía, intentaría ligar contigo.
Lo creáis o no creo que en ese preciso momento esa mujer me creyó porque mirándome a los ojos, me dio las gracias sin percatarse que bajo su vestido involuntariamente sus pezones se le habían puesto duros. El tamaño de esos dos bultos fue tal que no pude más que quedarme embobado mientras pensaba:
“¡No me puedo creer que nunca me hubiese fijado en sus pitones».
Tuvo que ser el camarero quien rompiera el incómodo silencio que se había instalado entre nosotros al traer la comanda. Ambos agradecimos su interrupción, ella porque estaba alucinada por el calor con el que la miraba su sobrino y yo por el descubrimiento que Elena era una mujer de bandera.
Al terminar ninguno de los dos comentó nada y hablando de temas insustanciales, nos montamos en el coche sin ser enteramente conscientes que esa breve parada había cambiado algo entre nosotros.
«Estoy como una cabra», mascullé entre dientes, «seguro que se ha dado cuenta de cómo le miraba las tetas».

Durante el resto del camino la hermana de mi madre se mantuvo casi en silencio como rumiando lo sucedido. Solo cuando ya habíamos dejado atrás Bilbao y estábamos a punto de llegar a Laredo, salió de su mutismo y como si no hubiéramos dejado de hablar del tema, me preguntó:
―Si estoy tan buena, ¿Por qué ningún hombre me ha hecho caso?
Como su pregunta me parecía una solemne idiotez, sin medirme, contesté:
―Ya que tienes ese cuerpazo, ¡Muéstralo! ¡Olvídate de trajes cerrados y ponte un escote! ¡Verás cómo acuden en manada!
Confieso que nunca preví que tomándome la palabra, me soltara:
―¿Tú me ayudarías? ¿Me acompañaría a escoger ropa?
La dulzura pero sobre todo la angustia que demostró al pedírmelo, no me dio pie a negarme y por eso le prometí que al día siguiente, la acompañaría de compras. Lo que no me esperaba que poniendo un puchero, Elena contestara:
―No seas malo. Es temprano, ¿Por qué no hoy?
Al mirar el reloj y descubrir que ni siquiera era hora de comer, contesté:
―De acuerdo. Bajamos el equipaje en casa, comemos y te acompaño.
Su sonrisa hizo que mereciera la pena perderme esa tarde de playa, por eso no me quejé cuando habiendo descargado nuestras cosas y sin darme tiempo de acomodarlas en mi habitación, me rogó que fuéramos a un centro comercial a comer y así tener más tiempo para elegir.
―¡He despertado a la bestia!― exclamé al notar la urgencia en sus ojos.
Elena soltando una carcajada, me despeinó con una mano diciendo:
―He decidido hacerte caso y cambiar.
La alegría de su tono me debió advertir que algo iba a suceder pero comportándome como un lelo, me dejé llevar a rastras hasta ese lugar. Una vez allí, entramos en un italiano y mientras comíamos, mi tía no paró de señalar los vestidos de las crías que iban y venían por la galería, preguntando como le quedarían a ella. El colmo fue al terminar y cuando nos dirigíamos hacia el ZARA, Elena se quedó mirando el escaparate de Victoria Secret´s y mostrándome un picardías tan escueto como subido de tono, me preguntara:
―¿Te parecería bien que me lo comprara o es demasiado atrevido?
Cortado por que me preguntara algo tan íntimo, contesté:
―Seguro que te queda de perlas.
Elena al dar por sentada mi aprobación entró conmigo en el local y dirigiéndose a una vendedora, pidió que trajeran uno de su talla. Ya con él en su mano, se metió en el probador dejándome a mí con su bolso fuera. No habían trascurrido tres minutos cuando vi que se entreabría la puerta y la mano de mi tía haciéndome señas de que entrara. Sonrojado hasta decir basta, le hice caso y entré en el pequeño habitáculo para encontrarme a mi tía únicamente vestida con ese conjunto.
Confieso que me quedé obnubilado al contemplarla de esa guisa y recreando mi mirada en sus enormes pechos, no pude más que mostrarle mi asombro diciendo:
― ¡Quién te follara!
La burrada de mi respuesta, la hizo reír y mientras me echaba otra vez para afuera, la escuché decir:
―¡Mira que eres bruto! ¡Qué soy tu tía!
Por su tono descubrí que no se había enfadado por mi exabrupto ya que aunque era el hijo de su hermana, de cierta manera se había sentido halagada con esa muestra tan soez de admiración.
«No puede ser», pensé al saber que además para ella yo era un crío.
Al salir ratificó que no le había molestado tomándome del brazo y con una alegría desbordante, llevándome de una tienda a otra en busca de trapos. No os podéis hacer una idea de cuantas visitamos y cuanta ropa se probó hasta que al cabo de dos horas y con tres bolsas repletas con sus compras, salimos de ese centro comercial.
Ya en el coche, mi tía comentó entre risas:
―Creo que me he pasado. Me he comprado cuatro vestidos, el conjunto de lencería y un par de bikinis.
―Más bien― contesté mientras encendía el automóvil.
Ni siquiera habíamos salido del parking cuando haciéndome parar, me pidió que bajara la capota ya que le apetecía sentir la brisa del mar. Haciendo caso, oprimí el botón y en menos de diez segundos, el techo se escondió y ya totalmente descapotados salimos a la calle.
―¡Me encanta!― chilló con alegría,
La felicidad de su rostro mientras recorríamos el paseo marítimo, me puso de buen humor y momentáneamente me olvidé el parentesco que nos unía, llegando al extremo de posar mi mano sobre su muslo. Al darme cuenta, la retiré lo más rápido que pude pero entonces Elena protestó diciendo:
―Déjala ahí, no me molesta.
La naturalidad con la que lo dijo, me hizo conocer que quizás en pocas ocasiones había sentido sobre su piel la caricia de un hombre y por eso no pude evitar excitarme pensando que podía seguir siendo virgen.
«Estoy desvariando», exclamé mentalmente al percatarme que esa mujer que estaba deseando desflorar era mi familiar mientras a mi lado, ella había vuelto a poner mi mano sobre su muslo.
Instintivamente, mi imaginación voló y mientras pensaba en cómo sería ella en la cama, comencé a acariciarla hasta que la realidad volvió de golpe en un semáforo cuando al mirarla descubrí que tenía su vestido completamente subido y que podía verle las bragas.
«¡Qué coño estoy haciendo!», pensé al darme cuenta que estaba tocando a la hermana de mi madre.
Asustado por ese hecho pero no queriendo que ella se molestara con una rápida huida, aproveché que se ponía verde para retirar mi mano al tener que meter la marcha y ya no volví a ponerla sobre su muslo. Pasado un minuto de reojo comprobé que Elena estaba cabreada pero como no podía reconocer que estaba disfrutando con los toqueteos de su sobrino y más aún el pedirme descaradamente que los continuara.
Afortunadamente estábamos cerca de la casa de mis padres y por eso sin preguntar me dirigí directamente hacia allá. Nada más cruzar la puerta, mi tía desapareció rumbo a su cuarto dejándome con mi conciencia. En mi mente me veía como un pervertidor que se estaba aprovechando de la ingenuidad de esa mujer y de su falta de experiencia y por eso decidí tratar de evitar cualquier tipo de familiaridad aun sabiendo que eso me iba a resultar difícil porque estaríamos ella y yo solos durante un mes.
Habiéndolo resuelto comprendí que lo mejor que podía hacer era irme a dar una vuelta y eso hice. En pocas palabras, hui como un cobarde y no volví hasta que Elena me informó que me estaba esperando para cenar.
―Al rato llego― contesté acojonado que le dijera a mi vieja que la había estado tocando.
Aunque le había dicho que tardaría en volver, comprendí que no me quedaba más remedio que ir a verla y pedirle de alguna manera perdón. Creo que mi tía debió de suponer que tardaría más tiempo porque al entrar en el chalet, escuché que estaba la tele puesta.
Al acercarme al salón, la encontré viendo una de mis películas porno. No sé si fue la sorpresa o el morbo pero desde la puerta me puse a espiar que es lo que hacía para descubrir que creyéndose sola, se estaba masturbando mientras miraba como en la pantalla un jovencito se tiraba a una cuarentona.
“¡No me lo puedo creer!», pensé al saber que entre todas mis películas había ido a escoger una que bien podría ser nuestra historia. «Un veinteañero con una dama que le dobla en edad».
Ese descubrimiento y los gemidos que salían de su garganta al acariciarse el clítoris, me pusieron como una moto y bajándome la bragueta saqué mi pene de su encierro y me empecé a pajear mientras observaba en el sofá a mi tía tocándose. Elena sin saber que su sobrino la espiaba desde el zaguán, separó sus rodillas y metiendo su mano por debajo de su braga, separó sus labios y usando un dedo, lo metió dentro de su sexo.
Sabía que me podía descubrir pero aun así necesitaba verla mejor y por eso agachándome, gateé hasta detrás de un sillón desde donde tendría una vista inmejorable de sus maniobras. Para empeorar la situación y mi calentura, en ese momento, mi querida tía cogió uno de sus senos apretándolo con la mano izquierda mientras la derecha no dejaba de torturar su mojado coño.
“¡Está tan bruta como yo», tuve que admitir mientras me pajeaba para calmar mi excitación.
A mi lado, Elena intensificó sus toqueteos pegando sonoros gemidos. Os juro que podía ver hasta el sudor cayendo por el canalillo de su escote pero aun así quería más. Totalmente excitada, la vi cómo se arqueaba su espalda y como cerraba sus piernas con su mano dentro de ella en un intento de controlar el placer que estaba sintiendo. En ese momento, cerró los ojos cerrados y mientras disfrutaba de un brutal orgasmo, mi tía gritó mi nombre y cayó agotada sobre el sofá, momento que aproveché para salir en silencio tanto de la habitación como de la casa.
Ya en el jardín, me quedé pensando en lo que había visto y no queriendo que Elena se sintiera incómoda, me dije que no le contaría nunca que la había descubierto haciéndose una paja pensando en mí.
“Está tan sola que incluso fantasea que su sobrino intenta seducirla», sentencié tomando la decisión de no darle ninguna excusa para que se sintiera atraída.
La cena.
Diez minutos más tarde, no podía prolongar mi llegada y como no quería volverla a pillar en un renuncio, saludé en voz alta antes de entrar.
― Estoy aquí― contestó Elena.
Siguiendo el sonido de su voz, llegué a la cocina donde mi tía estaba preparando la cena. Nada más verla, supe que me iba a resultar complicado no babear mirándola porque se había puesto cómoda poniéndose una bata negra de raso, tan corta que apenas le tapaba el culo.
“¿De qué va?», me pregunté al observarla porque a lo escueto de su bata se sumaba unas medias de encaje a medio muslo. “¡Se está exhibiendo!».
La certeza de que Elena estaba desbocada y que de algún modo intentaba seducirme, me hizo palidecer y tratando de que no notara la atracción que sentía por ella, abrí el refrigerador y saqué una cerveza. Todavía no la había abierto cuando de pronto se giró y dijo:
― Tengo una botella de vino enfriando. ¿Me podrías poner otra copa?
Su tono meloso me puso los vellos de punta y dejando la cerveza, saqué la botella mientras trataba de ordenar mis pensamientos. Al mirarla, descubrí que ya se había bebido la mitad.
“Macho recuerda quien es», repetí mentalmente intentando retirar mi mirada de su trasero, “está buena pero es tu tía».
Sintiéndome un mierda, serví dos vasos. Al darle el suyo, mi hasta entonces ingenua familiar extendió su brazo y gracias a ello, se le abrió un poco la bata dejándome descubrir que llevaba puesto el picardías que había elegido esa tarde. Mis ojos no pudieron evitar el recorrer su escote y ella al notar que la miraba, sonriendo me soltó:
― Me he puesto el conjunto que tanto te gustó― tras lo cual y sin medirse, se abrió la bata y modeló con descaro a través de la cocina la lencería que llevaba puesta.
Por mucho que intenté no verme afectado con esa exhibición sentándome en una silla, fallé por completo. Sabía que estaba medio borracha pero aun así bajo mi pantalón mi pene salió de su letargo y como si llevase un resorte, se puso duro como pocas veces. El tamaño del bulto que intentaba ocultar era tal que Elena advirtió mi embarazo y en vez de hacer como ni no se hubiera dado cuenta, acercándose a mí, susurró en mi oído con voz alcoholizada:
― ¡Qué mono! A mi sobrinito le gusta cómo me queda.
Colorado y lleno de vergüenza, me quedé callado pero entonces, mi tía envalentonada por mi silencio dio un paso más y sentándose sobre mis rodillas, me preguntó:
― ¿Tú crees que los hombres se fijarían en mí?
Con sus tetas a escasos centímetros de mi boca y mientras intentaba aparentar una tranquilidad que no tenía, con voz temblorosa, respondí:
― Si no se fijan es que son maricas.
Mi respuesta no le satisfizo y cogiendo sus gigantescas peras entre sus manos, insistió:
― ¿No te parece que tengo demasiado pecho?
La desinhibición de esa mujer me estaba poniendo malo. Todo mi ser me pedía hundir la cara en su hondo canalillo pero mi mente me pedía prudencia por lo que haciendo un esfuerzo contesté:
― Para nada.
Mi tía sonrió al escuchar mi respuesta y disfrutando de mi parálisis, se bajó de mis rodillas y dándose la vuelta, puso su pandero a la altura de mi cara y descaradamente siguió acosándome al preguntar:
― Entonces: ¿Será que no me hacen caso porque tengo un culito gordo?
Para entonces estaba como una moto y por eso comprenderéis que tuve que hacer un verdadero ejercicio de autocontrol para no saltar sobre ese par de nalgas que con tanta desfachatez mi tía ponía a mi alcance. Como no le contestaba, Elena estrechó su lazo diciendo:
― Tócalo y dime si lo tengo demasiado flácido.
Como un autómata obedecí llevando mis manos hasta sus glúteos. Si ya de por sí me parecía que Elena tenía un trasero cojonudo al palpar con mis yemas lo duro que lo tenía no pude más que decir mientras seguía manoseándolo:
― ¡Es perfecto y quién diga lo contrario es un imbécil!
La hermana de mi madre al sentir mis magreos gimió de placer y con su respiración entrecortada, se sentó nuevamente sobre mí haciendo que su culo presionara mi verga. Entonces y con un tono sensual, me preguntó:
― ¿Entonces porque no tengo un hombre a mi lado?
Si cómo eso no fuera poco y perdiendo cualquier recato, mi tía comenzó un suave vaivén con su trasero, de forma que mi erecto pene quedó aprisionado entre sus nalgas.
― Elena, ¡Para o no respondo!― protesté al sentir el roce de su sexo contra el mío.
― ¡Contesta!― gritó sin dejar de moverse― ¡Necesito saber por qué estoy sola!
La situación se desbordó sin remedio al sentir la humedad que desprendía su vulva a través de mi pantalón y llevando mis manos hasta sus pechos, me apoderé de ellos y contesté:
― ¡No lo sé! ¡No lo comprendo!
Mi chillido agónico era un pedido de ayuda que no fue escuchado por esa mujer. Mi tía olvidando la cordura, forzó mi calentura restregando sin pausa su coño contra mi miembro. Su continuo acoso no menguó un ápice cuando la lujuria me dominó y metí mis manos bajo su picardías para amasar sus senos, Es más al notar que cogía entre mis dedos sus areolas, rugió como una puta diciendo:
― ¿Por qué no se dan cuenta que necesito un hombre?
Su pregunta resultaba a todas luces extraña si pensáis que en ese instante, mi verga y su chocho estaban a punto de explotar pero aun así contesté:
― ¡Yo si me doy cuenta!
Fue entonces cuando como si estuviéramos sincronizados tanto ella como yo nos vimos avasallados por el placer y sin dejar de movernos, Elena se corrió mientras sentía entre sus piernas que mi pene empezaba a lanzar su simiente sobre mi pantalón. Os juro que ese orgasmo fue brutal y que mi tía disfrutó de él tanto como yo pero entonces debió de percatarse que estaba mal porque levantándose de mis rodillas, me respondió:
― Tú no me sirves, ¡Eres mi sobrino!― y haciendo como si nada hubiera ocurrido, me soltó: ― ¿Cenamos?
Reconozco que tuve que morderme un huevo para no soltarle una hostia al escuchar su desprecio porque no en vano se podría decir que casi me había violado y que ya satisfecha me dejaba tirado como un kleenex usado. Pero cuando iba a maldecirla, vi en su mirada que se sentía culpable de lo ocurrido.
“Siente remordimientos por su actitud», me pareció entender y por eso, no dije nada y en vez de ello, le ayudé a poner la mesa.
Tal y como os imaginareis, durante la cena hubo un silencio sepulcral producto de la certeza de nuestro error pero también a que ambos estábamos tratando de asimilar qué nos había llevado a ese simulacro de acto sexual. Me consta que a ella le estaba reconcomiendo la culpa por haber abusado del hijo de su hermana mientras yo no paraba de echarme en cara que de alguna manera había sido el responsable de su desliz.
Por eso cuando al terminar de cenar, Elena me pidió si podía recoger la mesa, respondí que sí y vi como una liberación que sin despedirse mi tía se fuera a su habitación. Al ir metiendo los platos en el lavavajillas, no podía dejar de repasar todo ese día tratando de hallar la razón por la que esa mujer había actuado así, pero por mucho que lo intenté no lo conseguí y por eso mientras subía a mi cuarto, sentencié:
“Esperemos que mañana todo haya quedado en un mal sueño»…

Todo empeora.
Esa noche fue un suplicio porque mi dormitar se convirtió en pesadilla al imaginarme a mi madre echándome la bronca por haber seducido a su hermana borracha. En mi sueño, me intenté disculpar con ella pero no quiso escuchar mis razones y tras mucho discutir, cerró la discusión diciendo:
― Si llego a saber que mi hijo sería un violador, ¡Hubiera abortado!
Por eso al despertar, me encontraba hundido anímicamente. Me sentía responsable de la metamorfosis que había llevado a esa ingenua y apocada mujer a convertirse en la amantis religiosa de la noche anterior. No me cabía en la cabeza que mi tía me hubiera usado para masturbarse para acto seguido desprenderse de mí como si nada hubiera pasado entre nosotros.
«¡Debe de tener un trauma de infancia!», sentencié y por enésima vez resolví que no volvería a darle motivos para que fantaseara conmigo.
Cómo no tenía ningún sentido quedarme encerrado en mi cuarto, poniéndome un bañador bajé a desayunar. Allí en la cocina, me encontré con Elena. Al observar las profundas ojeras que lucía en su rostro comprendí que también había pasado una mala noche. La tristeza de sus ojos me enterneció y mientras me servía un café, hice como si no me acordara de nada y fingiendo normalidad, le pregunté:
―Me apetece ir a la playa. ¿Me acompañas?
―No sé si debo― respondió con un tono que traslucía la vergüenza que sentía.
Todavía no me explico por qué pero en ese momento intuí que debería enfrentar el problema y por eso sentándome frente a mi tía, le dije:
―Si es por lo que ocurrió anoche, no te preocupes. Fue mi culpa, tú había bebido y te juro que nunca volverá a ocurrir.
Mi auto denuncia la tranquilizó y viendo que yo también estaba arrepentido, contestó:
―Te equivocas, yo soy la mayor y el alcohol no es excusa. Debería haber puesto la cordura― tras lo cual y pensándolo durante unos segundos, dijo: ―¡Dame diez minutos y te acompaño!
Os reconozco que me alegró que Elena no montara un drama sobre todo porque eso significaba que mi vieja nunca se enteraría que su hijito se había dado unos buenos achuchones con su hermana pequeña. Aunque toda esa supuesta tranquilidad desapareció de golpe cuando la vi bajar por las escaleras porque venía estrenando uno de los bikinis que se compró el día anterior y por mucho que se tapaba con un pareo, su belleza hizo que me quedara con la boca abierta al contemplar lo buenísima que estaba.
«¡Dios! Está para darle un buen bocado», pensé mientras retiraba mi vista de ella.
Afortunadamente Elena no advirtió mi mirada y alegremente cogió las llaves de su coche para salir al garaje. Al hacerlo me dio una panorámica excelente de sus nalgas sin caer en el efecto que ellas tendrían en su sobrino.
«¡Menudo culo el de mi tía!», farfullé mentalmente mientras como un perrito faldero la seguía.
Ya en su BMW, me preguntó a qué playa quería ir. Mi estado de shock no me permitía concentrarme y por eso contesté que me daba lo mismo. Elena al escuchar mi respuesta, se quedó pensando durante unos momentos antes de decirme si me apetecía ir al Puntal. Sé que cuando lo dijo debía haberle avisado que esa playa llevaba varios años siendo un refugio nudista pero entonces mi lado perverso me lo impidió porque quería ver como saldría de esta.
―Está bien. Hace tiempo que no voy― contesté.
Habiendo decidido el lugar, bajó la capota y arrancó el coche. Como Laredo es una ciudad pequeña y el Puntal está a la salida del casco urbano, en menos de diez minutos ya estaba aparcando. Ajena al tipo de prácticas que se hacían ahí, mi tía abrió el maletero y sacó las toallas y su sombrilla sin mirar hacia la arena. No fue hasta que habiendo abandonado el paseo entramos en la playa propiamente cuando se percató que la gran mayoría de los veraneantes que estaban tomando el sol estaban desnudos.
―¡No me dijiste que era una playa nudista!― exclamó enfadada encarándose conmigo.
―No lo sabía – mentí― si quieres nos vamos a otra.
Sé que no me creyó pero cuando ya creía que nos daríamos la vuelta, me miró diciendo:
―A mí no me importa pero no esperes que me empelote.
Por su actitud comprendí que sabía que se lo había ocultado para probarla pero también que una vez lanzado el reto, había decidido aceptarlo y no dejarse intimidar. La prueba palpable fue cuando habiendo plantado la sombrilla en la arena, se quitó el pareo y con la mayor naturalidad del mundo, hizo lo mismo con la parte superior de su bikini. Ya en topless, me miró diciendo:
―¿Es esto lo que querías?
No pude ni contestar porque mis ojos se habían quedado prendados en esos pechos que siendo enormes se mantenían firmes, desafiando a la ley de la gravedad. Todavía no me había recuperado de la sorpresa cuando escuché su orden:
―Ahora te toca a ti.
Su tono firme y duro no me dejó otra alternativa que bajarme el traje de baño y desnudarme mientras ella me miraba. En su mirada no había deseo sino enfado pero aun así no pudo evitar asombrarse cuando vio el tamaño de mi pene medio morcillón. Por mi parte estaba totalmente cortado y por eso coloqué mi toalla a dos metros de ella, lejos de la protectora sombra del parasol.
Mi tía habiendo ganado esa batalla sacó la crema solar y se puso a embadurnar su cuerpo con protector mientras yo era incapaz de retirar mis ojos del modo en que se amasaba los pechos para evitar quemarse. Aunque me consta que no fue su intención, esa maniobra provocó que poco a poco mi ya medio excitado miembro alcanzara su máxima dureza. Previéndolo, me di la vuelta para que Elena no se enterara de lo verraco que había puesto a su sobrino. Por su parte cuando terminó de darse crema, ignorándome, sacó un libro de su bolsa de playa, se puso a leer.
«¡Qué vergüenza!», pensé mientras intentaba tranquilizarme para que se me bajara la erección: «Esto me ocurre por cabrón».
Desgraciadamente para mí, cuanto mayor era mi esfuerzo menor era el resultado y por eso durante más de media hora, tuve la polla tiesa sin poder levantarme. Esa inactividad junto con lo poco que había descansado la noche anterior hicieron que me quedara dormido y solo desperté cuando el calor de la mañana era insoportable. Sudando como un cerdo, abrí los ojos y descubrí que mi tía no estaba en su toalla.
«Debe de haberse ido a dar un paseo», sentencié y aprovechando su ausencia, salí corriendo a darme un chapuzón en el mar.
El agua del cantábrico estaba fría y gracias a ello, se calmó el escozor que sentía en mi piel. Pero no evitó que al cabo de unos minutos tomando olas al ver a Elena caminando hacia mí con sus pechos al aire, mi verga volviera a salir de su letargo por el sensual bamboleo de esas dos maravillas.
―¡Está helada!― gritó mientras se sumergía en el mar.
Al emerger y acercarse a mí, comprobé que sus pezones se le habían puesto duros por el contraste de temperatura y no porque estuviera excitada. El que sí estaba caliente como en celo era yo, que viendo esos dos erectos botones decorando sus pechos no pude más que babear mientras me recriminaba mi poca fuerza de voluntad:
«Tengo que dejar de mirarla como mujer, ¡es mi tía!».
Ignorando mi estado, Elena estuvo nadando a mi alrededor hasta que ya con frio decidió volver a su toalla. Viéndola marchar hacía la orilla y en vista que entre mis piernas mi pene seguía excitado, juzgué mejor esperar a que se me bajara. Por eso y aunque me apetecía tumbarme al sol, preferí seguir a remojo. Durante casi media hora estuve nadando hasta que me tranquilicé y entonces con mi miembro ya normal, volví a donde ella estaba.
Fue entonces cuando levantando la mirada de su libro, soltó espantada:
―¡Te has quemado!― para acto seguido recriminarme como si fuera mi madre por no haberme puesto crema.
Aunque me picaba la espalda, tengo que reconocer que no me había dado cuenta que estaba rojo como un camarón y por eso acepté volver a casa en cuanto ella lo dijo. Lo peor fue que durante todo el trayecto, no paró de echarme la bronca y de tratarme como un crío. Su insistencia en mi falta de criterio consiguió ponerme de mala leche y por eso al llegar al chalet, directamente me metí en mi cuarto.
«¿Quién coño se creé?», maldije mientras me tiraba sobre el colchón. Estaba todavía repelando del modo en que me había tratado cuando la vi entrar con un frasco de crema hidratante en sus manos y sin pedirme opinión, me exigió que me quitara el traje de baño para untarme de after sun. Incapaz de rebelarme, me tumbé boca abajo y esperé como un reo de muerte espera la guillotina. Tan cabreado estaba que no me percaté del erotismo que eso entrañaría hasta que sentí el frescor de la crema mientras mi tía la esparcía por mi espalda.
«¡Qué gozada!», pensé al sentir sus dedos recorriendo mi piel. Pero fue cuando noté que sus yemas extendiendo el ungüento por mi culo cuando no pude evitar gemir de placer. Creo que fue entonces cuando ella se percató de la escena y que aunque fuera su sobrino, la realidad es que era una cuarentona acariciando el cuerpo desnudo de un veinteañero, porque de pronto noté crecer bajo la parte superior de su bikini dos pequeños bultos que se fueron haciendo cada vez más grandes.
«¡Se está poniendo bruta!», comprendí. Deseando que siguiera, cerré los ojos y me quedé callado. Sus caricias se fueron haciendo más sutiles, más sensuales hasta que asimilé que lo que realmente estaba haciendo era meterme mano descaradamente. Entusiasmado, experimenté como sus dedos recorrían mi espalda de una forma nada filial, deteniéndose especialmente en mis nalgas. Justo entonces oí un suspiro y entreabriendo mis parpados, descubrí una mancha de humedad en la braga de su bikini.
Su calentura iba en aumento de manera exponencial y sin pensarlo bien, mi tía decidió que esa postura era incómoda y tratando de mejorarla, se puso a horcajadas sobre mí con una pierna a cada lado de mi cuerpo. Al hacerlo su braguita quedó en contacto con mi piel desnuda y de esa forma certifiqué lo mojado de su coño. El continuo masajeo fue lentamente asolando su cordura hasta que absolutamente entregada, empezó a llorar mientras sus dedos recorrían sin parar mis nalgas.
―¿Qué te ocurre?― pregunté dándome la vuelta sin percatarme que boca arriba, dejaba al descubierto mi erección.
Ella al ver mi pene en ese estado, se tapó los ojos y salió corriendo hacia la puerta pero justo cuando ya estaba a punto de salir de la habitación, se giró y con un gran dolor reflejado en su voz, preguntó:
―¿Querías saber lo que le ocurre a tu tía?― y sin esperar mi respuesta, me gritó: ―¡Qué está loca y te desea! – tras lo cual desapareció rumbo a su cuarto.
Su rotunda confesión me dejó K.O. y por eso tardé unos segundos en salir tras ella. La encontré tirada sobre su cama llorando a moco tendido y solo se me ocurrió, tumbarme con ella y abrazándola por detrás tratar de consolarla diciendo:
―Si estás loca, yo también. Sé que está mal pero no puedo evitar verte como mujer.
Una vez confesado que yo sentía lo mismo que ella, no di ningún otro paso permaneciendo únicamente abrazado a Elena. Durante unos minutos, mi tía siguió berreando hasta que lentamente noté que dejaba de sollozar.
―¿Qué vamos a hacer?― dándose la vuelta y mirándome a los ojos, preguntó.
Su pregunta era una llamada de auxilio y aunque en realidad me estaba pidiendo que intentáramos olvidar la atracción que existía entre nosotros al ver el brillo de su mirada y fijarme en sus labios entreabiertos no pude reprimir mis ganas de besarla. Fue un beso suave al principio que rápidamente se volvió apasionado mientras nuestros cuerpos se entrelazaban.
―Te deseo, Elena― susurré en su oído.
―Esto no está bien― escuché que me decía mientras sus labios me colmaban de caricias.
Al notar su urgencia llevé mis manos hasta su bikini y lo desabroché porque me necesitaba sentir la perfección de sus pechos. Mi tía, totalmente contagiada por la pasión, se quedó quieta mientras mis dedos reptaban por su piel. Su mente todavía luchaba contra la idea de acostarse con el hijo de su hermana pero al notar mis caricias, tuvo que morderse los labios para no gritar.
Por mi parte yo ya estaba convencido de dejar a un lado los prejuicios sociales y con mis manos sopesé el tamaño de sus senos. Mientras ella no paraba de gemir, recogiendo entre mis dedos uno de sus pezones lo acerqué a mi boca y sacando la lengua, comencé a recorrer con ella los bordes de su areola.
―Por favor, para― chilló indecisa.
Por mucho que conocía y comprendía sus razones, al oír su súplica lejos de renunciar me azuzó a seguir y bajando por su cuerpo, rocé con mis dedos su tanga.
―No seas malo― rogó apretando sus mandíbulas al notar que mis dedos se habían apoderado de su clítoris.
Totalmente indefensa se quedó quieta mientras sufría y disfrutaba por igual la tortura de su botón. Su entrega me dio los arrestos suficientes para sacarle por los pies su braga y descubrir que mi tía llevaba el coño exquisitamente depilado.
―¡Qué maravilla!― exclamé en voz alta y sin esperar su respuesta, hundí mi cara entre sus piernas.
No me extrañó encontrarme con su sexo empapado pero lo que no me esperaba fue que al pasar mi lengua por sus labios, esa mujer colapsara y pegando un gritó se corriera. Al hacerlo, el aroma a mujer necesitada inundó mi papilas y recreándome en su sabor, recogí su flujo en mi boca mientras mis manos se apoderaban de sus pechos.
―¡No sigas!― se quejó casi llorando.
Aunque verbalmente me exigía que cesara en mi ataque, el resto de su cuerpo me pedía lo contrario mientras involuntariamente separaba sus rodillas y posando su mano en mi cabeza, forzaba el contacto de mi boca. Su doble discurso no consiguió desviarme de mi propósito y mientras pellizcaba sus pezones, introduje mi lengua hasta el fondo de su sexo.
Mi tía chilló de deseo al sentir horadado su conducto y reptando por la cama, me rogó que no continuara. Haciendo caso omiso a su petición, seguí jugando en el interior de su cueva hasta que sentí cómo el placer la dominaba y con su cuerpo temblando, se corría nuevamente en mi boca. Su clímax me informó que estaba dispuesta y atrayéndola hacia mí, puse la cabeza de mi glande entre los labios de su sexo.
―Necesito hacerte el amor― balbuceé casi sin poder hablar por la lujuria.
Con una sonrisa en sus labios, me respondió:
―Yo también― y recalcando sus palabras, gritó: ― ¡Hazme sentir mujer! ¡Necesito ser tuya!
Su completa aceptación permitió que de un solo empujón rellenara su conducto con mi pene. Mi tía al sentir mi glande chocando contra la pared de su vagina, gritó presa del deseo y retorciéndose como posesa, me exigió que la amara. Obedeciendo me apoderé de sus senos y usándolos como ancla, me afiancé con ellos antes de comenzar un suave trote con nuestros cuerpos.
Fue cuando entre gemidos, me gritó:
―Júrame que no te vas arrepentir de esto.
―Jamás―respondí y fuera de mí, incrementé mi velocidad de mis penetraciones.
Elena respondió a mi ataque con pasión y sin importarle ya que el hombre que la estaba haciendo gozar fuera su sobrino, me chilló que no parara. El sonido de los muelles de la cama chirriando se mezcló con sus aullidos y como si fuera la primera vez, se corrió por tercera vez sin parar de moverse. Por mi parte al no haber conseguido satisfacer mi lujuria, convertí mi suave galope en una desenfrenada carrera en busca del placer mientras mi tía disfrutaba de una sucesión de ruidosos orgasmos.
Cuando con mi pene a punto de sembrar su vientre la informé que me iba a correr, en vez de pedirme que eyaculara fuera, Elena contrajo los músculos de su vagina y con una presión desconocida por mí, me obligó a vaciarme en su vagina mientras me decía:
―Quiero sentirlo.
Ni que decir tiene que obedecí y seguí apuñalando su coño hasta que exploté en su interior y agotado por el esfuerzo, me desplomé a su lado. Fue entonces cuando Elena me abrazó llorando. Anonadado pero sobretodo preocupado, le pregunté que le ocurría:
―Soy feliz. Ya había perdido la esperanza que un hombre se fijara en mí.
Sabiendo de la importancia que para ella tenía esa confesión, levanté mi cara y mientras la besaba, le contesté tratando de desdramatizar la situación:
―No solo me he fijado en ti, también en tus tetas.
Soltó una carcajada al oír mi burrada y mientras con sus manos se apoderaba de mis huevos, respondió:
―¿Solo mis tetas? ¿No hay nada más que te guste de mí?
―¡Tu culo!― confesé mientras entre sus dedos mi pene reaccionaba con otra erección.
Muerta de risa, se dio la vuelta y llevando mi miembro hasta su esfínter, susurró:
― Ya que eres tan desgraciado de haber violado a tu tía, termina lo que has empezado. ¡Úsalo! ¡Es todo tuyo!

Relato erótico: “se completa mi harén” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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Como les prometí a los lectores escribir sobre Blanca, la última profesora que había en mi escuela. Con esta historia termino mi saga de mis profesoras.

No hace falta que diga que mis profesoras y yo follábamos sin parar y que Charo cambió hasta su forma de vestirse parecía otra. No la mojigata que era antes. Estaba hasta buena. Claro esos cambios se notaron en el colegio y claro no se lo explicaban.
Incluso Blanca que muchas veces la hacía bromas de mal gusto y se reía de ella, lo notó. Por cierto voy hablar de Blanca. Ella tiene 45 años, esta buena la cabrona y lo sabe. Viste muy moderna. Es de media melena morena, tiene un genio de cojones y pobres de los alumnos a quien le pille fumando o tenga problemas con ella.
Pero sigamos ella había notado lo que había cambiado Charo como dije antes, se reía de ella y la hacía toda las clase de bromas de mal gusto mientras Charo no la decía nada y lloraba y se lo guardaba para ella.
-Que te ha pasado para cambiar, se te ha parecido tu príncipe o algo por el estilo- la dijo la cabrona a Charo- porque ese cambio no es propio de ti. Vamos cuéntame que pasa.
-No puedo cambiar- dijo Charo déjame en paz.
-Lo averiguare quieras o no -dijo la muy puta.
Charo en una de nuestras orgias cuando estábamos follando nos lo comento lo mala persona que era y bicho. No me parecía mal la idea y la gustaría vengarse ya que ella le había mucho sufrir. A mí me parecía bien ya que aparte de hija de puta que era Blanca, estaba bastante buena. Yo ya había tenido problemas con ella alguna vez pero como lo haríamos.
Solo se me había ocurrido una cosa hacerla chantaje, yo conseguiría unas papelinas de coca y se la metería en su bolso y las filmaríamos con las cámara y si nos denunciaba estaría perdida. La dije a Charo que quedara con ella en casa de Maricarmen y nosotros la ayudaríamos.
Blanca no sabía que nos reuníamos para tomar algo y al decírselo Charo acepto encantada y Charo la dijo que la contaría todo. Pero sigamos quedo como las otras en casa de Maricarmen y bueno llego allí y vio a todas las profesoras, las saludo y empezaron hablar.
Yo estaba escondido por supuesto, sin que nadie me viera en otra habitación secreta que solo sabían las otras. Después de varias copas ella dijo:
-Lo estoy pasando muy bien pero eso no implica nada porque has cambiado.
Como dejaron los abrigos y los bolsos en el perchero y en otra habitación, yo aproveche para meterla en el bolso las papelinas de coca.
-De verdad quieres saberlo.
-Pues claro, a qué viene tanto misterio.
– Veras- la dijeron las otras- nosotras nos reunimos aparte de beber y comer para follar.
-Que dices estáis de broma- dijo Blanca.
-No es ninguna broma mira esos videos.
Puso los videos ya que nosotros nos grabábamos algunas veces y se quedó de piedra. Allí se veían auténticas guarradas follando conmigo y chupando poyas.
-Todas estáis locas, yo me voy. S lo diré a todas a la dirección, os echara del colegio.
-No creo mira en el bolso.
Ella salió y cogió el bolso, lo abrió y había varias papelinas de coca.
-Estas siendo grabada, la casa está llena de cámaras y si dices algo o no te unes a nosotras, llegara un video a la dirección del colegio. Eso te pasa por zorra y querer saber todo sobre nosotras y hacer daño a Charo. Tú decides.
-No os saldréis con la vuestra.
-Cállate zorra- dije yo saliendo de la habitación.
Ella aunque me conocía, no se lo esperaba y entre mis profesoras y yo la cogimos y la desnudamos y la atamos.
-Grita todo lo que quieras, aquí no te va oír nadie ya.
Como sabéis la casa estaba insonorizada y empezamos a meterla mano:
-Déjadme cerdos.
La hicimos esnifar una raya de coca y poco a poco empezó a desinhibirse mientras Charo la comía el chocho.
-Ahora me voy a vengar de ti cuando te reías de mí.
-No por favor- lloraba- perdona.
-Nada cabrona, todo el mundo está hasta la poya de ti. Te vas a enterar.
Yo me saque la poya y las otras se desnudaron.
-Cómeme la poya.
-Ni hablar- dijo.
-Ya lo harás.
Cada vez estaba más desinhibida y se reía.
-Que me pasa.
-Cariño con lo que te has esnifado vas a ser un zorra de primera como nosotras- dijo Nuria.
Estaba ya como ida y se reía. La coca empezaba hacer efecto, yo la metí la poya en la boca y ya me dijo:
-Dame más biberón – y empezó a mamar mientras las cámaras de video grababan todo menos a nosotros.
La grababan a ella chupando polla y que un tío sin ver mi rostro la daba coca y ella lo aceptaba sin ver que estaba atada y obligada. Ya no podía resistirse, todas empezaron a chuparse el chichi y a meterse los consoladores. Nuria la metió a Charo un consolador por el culo y Maricarmen le comía el chocho a Nuria mientras Pili me chupaba a mí la poya.
Eso al ver a nosotros follando y la coca que la habíamos dado, la puso a mil.
-Por favor desatarme me uniré a vosotros, seguro si hare lo que decís.
-Si nos mientes habrá consecuencias, ya que estas siendo grabada con cocaína y esnifándote una papelina.
-No lo juro además estoy muy caliente, cabronas.
-Fóllatela a esa zorra Carlos mientras nosotros la follamos el ojete a esta guarra.
La metí la poya hasta los huevos, ella se volvió loca de gusto mientras las otras la chupaban el culo o la metían un consolador. Ella nunca había follado así, estaba en la gloria.
-Ahahahaha, me muero de gusto- decía ella,
Estaba tan caliente que ya no hacía falta obligarla. Charo quería chuparla el chocho y ella también se lo permitió ya que para ella era una experiencia nueva ya que ella con el genio que tenía no salía con nadie y se veía que estaba a falta de poya. Luego la prepararon el ojete para que yo la diera por culo.
-Va a ser una zorra como nosotras, ya verás que gusto vas a tener cuando te abra Carlos el culo.
-Sisissi, quiero probar todo.
Total que se la metí poco a poco hasta los huevos, no la hice mucho daño ya que como estaba esnifada no se enteraba del dolor toma hasta los cojones mientras las otras la comieron las tetas y el chocho.
-Si quieres que te siga follando y dándote gusto, dime que eres-
-Soy vuestra puta, no paréis por favor –decía.
-Y que quieren las putas.
-Mucha poya- decía ella.
-Pues toma poya, zorra.
-No pensaba que esto era así, que gusto, no paréis. No quiero parar, quiero ser una de vosotras- dijo la muy puta.
Se veía que era una tía sin una poya que llevarse a la boca, por eso de su mala leche y el genio que tenía.
Charo dijo:
-Quiero follármela yo.
Blanca la pidió perdón por lo mal que se había portado con ella y se pusieron a follar como leonas mientras las otras me chupaban el rabo o se metían mano entre ellas. Hicimos de todo y todas con todas y conmigo. Yo estaba feliz tenía mi harén y cuando quedaba follábamos como leones pero lo bueno no dura eternamente y el colegio se terminó. Lo cerraron y todas las profesoras y los alumnos fuimos a la calle, ellas tuvieron que buscase la vida en otro sitio e hicimos la ultima orgia para despedirnos, ya que no nos volveríamos a ver.
Fue apoteósico.
Tengo un video grabado, todavía recuerdo todas con todas, follando entre ellas, follando conmigo. Maricarmen vendió el piso y se cambió de lugar, ya no la volví a haber igual que a las otra. Fue el mejor recuerdo de mi juventud y así termina mi historia espero que a los lectores les haya gustado.

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