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Relato erótico: “Descubro que mi madre es tan puta como yo” (POR GOLFO)

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Mi historia con ese maduro comenzó de la forma más imprevista y para mi desgracia, cambió mi vida. Hasta que le conocí era una mujer preocupada solo por mi profesión y sin tiempo de buscarme una pareja.  No penséis por ello que era un bicho raro, al contrario siempre me he considerado bastante normal.
Antes de nada quiero  presentarme, me llamo Martha tengo 28 años y soy de la ciudad de Monterrey. Físicamente atractiva,  cuando ando por la calle soy objeto de las lisonjas subida de tono de los babosos. Especialmente atraigo a los albañiles y por eso cuando paso por una obra, es raro que no escuchar una serie de piropos. Sé que mi cabello negro junto con mi apariencia elegante despierta en esa gente sus bajos instintos y por eso, llego hasta cruzarme de acera para pasar por enfrente de esos pazguatos. Nunca he comprendido porque lo hago pero reconozco que me resulta reconfortante recibir sus alabanzas quizás porque como estoy soltera y sin novio no tengo quien me las diga.
Muchas veces mis compañeras de la clínica donde trabajo como odontóloga me han recriminado este comportamiento. No les parece sensato ni moral que una bonita flaca  disfrute alegrando la vista a esos trabajadores.   Siempre les había contestado:
-¿Qué hay de malo?
De tanto tentar a la suerte, un día que iba a trabajar un grupo de seis tipos decidió pasar un buen rato divirtiéndose a mi costa. Totalmente despistada no los vi llegar y cuando quise darme cuenta, los tenía encima.
-¿Dónde vas con tanta prisa?- preguntó el líder de esa panda cerrándome el paso.
Por su tono comprendí que estaba en problemas e intenté huir pero sus amigotes me lo impidieron. Muertos de risa, me rodearon mientras me manoseaban de arriba abajo, de modo que en solo unos segundos mi trasero y mis pechos recibieron más “caricias” que durante un par de años.
-¡Dejadme!- lloré sabiendo que si no conseguía que se apiadaran de mí, lo menos que me podía pasar era que esos cabrones me violaran.
El que me cortó el paso me agarró de la cintura y me obligó a pegarme a su cuerpo. Os juro que no sé qué fue más desagradable si su olor fétido o sentir su pene erecto rozando contra mi entrepierna. 
Cuando ya me daba por perdida, apareció un hombretón grande y maduro e interponiéndose entre ellos y yo, me protegió diciendo:
-¿Por qué no os metéis con alguien de vuestro tamaño?
La seguridad que manaba de su voz hizo que el grupo retrocediera, momento que él aprovechó para llevarme en volandas hasta su auto. La facilidad con la que cargó mis casi cincuenta kilos me hizo comprender que estaba ante un gigante y en vez de aterrarme, hundí mi cabeza en su pecho y me puse a llorar.
El moreno me acunó entre sus brazos sin importarle el hecho de no conocerme y durante unos minutos dejó que me desahogara sollozando. Poco a poco, fui tranquilizándome al saberme segura pero al mismo tiempo al oler su fragancia masculina me percaté de lo rara que era esa situación y por eso, le pedí que me dejara en el suelo.
Soltando una carcajada, obvió mis deseos y en vez de dejarme donde yo quería, me depositó en el asiento del copiloto de su carrazo.  Tras lo cual cerrando la puerta, se puso en el lado del volante.
-Niña, ¿Dónde te llevo?- preguntó mientras me ayudaba a abrocharme el cinturón de seguridad.
-Tengo que ir a trabajar- respondí muerta de vergüenza al notar que los botones de mi blusa estaban sueltos y que ese hombre podía ver en su totalidad el brasier de encaje que llevaba.
Muerto de risa, comentó:
-Tapate y dime dónde vives. Así no puedes aparecer en la oficina.
Comprendí que tenía razón y por eso le di la dirección de la casa donde vivía con mis padres. El enorme y guapo sujeto asintió y sin preguntar me llevó hasta allá. Me estaba bajando cuando caí en la cuenta que no sabía nada de mi salvador y por eso dándome la vuelta, le agradecí el favor y le pregunté su nombre.
-Fernando- contestó mientras dejaba en mis manos una de sus tarjetas de visita, tras lo cual me dio un beso en la mejilla y despareció entre el tráfico.
Todavía con los nervios a flor de piel, subí en el elevador y abrí la puerta. Pensando que no habría nadie en casa, directamente me fui a mi habitación mientras no dejaba de pensar en ese hombre que me había salvado. Tuve que reconocer que la virilidad que me transmitió, me había puesto cachonda y por eso abriendo mi armario, saqué de él una minifalda y un top color melón que sabía que me sentaba de maravilla.
Satisfecha me miré en el espejo. Allí descubrí que el pensar en ese moreno me había alterado y que la muchachita delgada  que devolvía ese cristal, tenía mis pechitos en punta. En ese momento decidí que iba a llamarle esa misma tarde y que intentaría quedar a cenar con él.
Fue entonces   cuando de pronto un ruido me hizo comprender que no estaba sola y fui a ver quién estaba a esas horas en mi casa. Imaginaros mi sorpresa cuando al llegar a la cocina me encontré a  mi madre con  Mario, el hijo del portero. Si por si eso no fuera poco, me quedé lívida  al comprobar que esa mujer educada a la antigua y de la que nadie nunca ha murmurado siquiera un chisme, estaba besando a ese chaval. Paralizada, me escondí y desde el quicio de la puerta, me quedé espiando la escena. Pegando mi cuerpo a la pared, saqué la cabeza para mirar sin ser vista.
En la habitación y vestida con un traje negro, mi madre llevaba su blusa medio abierta y lo sé porque pude ver como Mario metía su mano bajo la tela y cogía entre sus manos los enormes pechos con los que la naturaleza la había dotado. Dándole lo mismo,   no puso reparo a sus toqueteos y con un extraño fulgor en sus negros ojos, dejó que se los sacara dejándome admirar que la edad había hecho poco daño en ellos y que venciendo la gravedad, se mantenían duros u firmes.
Justo cuando el hijo del portero se estaba metiendo un negro pezón en su boca, mi madre buscó sus besos diciendo:
-¿No prefieres que te la chupe?.
La lujuria sin límite que proyectaba mi vieja convenció al muchacho el cual bajándose los pantalones, sacó su miembro del encierro y  le dijo:
-Cómetela, ¡Puta!.
Creí que mi madre iba a responder con una cachetada a semejante insulto pero completamente ruborizada, se arrodilló frente a él y obedeciendo, lentamente se la fue introduciendo en la boca hasta que sus labios tocaron su base. Satisfecho su amante le presionó la cabeza con sus manos forzándola a proseguir su mamada. No pude evitar quedarme petrificada al comprobar que ese pene se acomodaba perfectamente en la garganta de mi mamá.
-Eres una vieja mamona- alegremente Mario le gritó al sentir la humedad de su boca.
Su madura pareja incrementó la velocidad de la maniobra buscando como loca el conseguir el anhelado alimento  y no contenta con ello, con sus dedos comenzó a acariciar los huevazos del muchacho. Para entonces, mi sorpresa había menguado y viendo la maestría con la que estaba mamando esa verga, me empecé a calentar.
Todavía no estoy muy orgullosa, pero  la cachondez con la que mi amada madre la comía provocó que llevara una mano bajo mis propias pantaletas y sin perder ojo, me pusiera a masturbarme. Acariciando con delicadeza mi clítoris, disfruté de ese incestuoso espectáculo cada vez más alterada. Mi pubis me recibió lleno de flujo al admirar a la que siempre había considerado una mojigata mamando sin parar. Descubrir que era al menos tan caliente como yo, me excitó e introduciendo un dedo en mi coñito, gemí calladamente.
Para entonces, los mimos de esa felación había llevado a Mario al borde del orgasmo por lo que gritando le informó que se iba a correr. Mi madre sorprendiéndome nuevamente le pidió que lo hiciera en su boca y acelerara el  compás de su boca hasta que el hijo del portero explotó en su interior. Ella no le hizo ascos a ese semen y prolongando su mamada, consiguió beberse toda la blanca simiente del chaval sin que por ello ni una gota manchara su inmaculado traje.
La cara de deseo que descubrí en mi madre me llevó a un nada filial clímax y con mi entrepierna empapada, hui de allí mientras Mario la colocaba a cuatro patas y cogiéndole de su cintura, le levantaba la falda aireando un culo prieto y bien puesto. Solo me dio tiempo de observar su glande recorriendo los pliegues de mi vieja antes oír que le decía:
-Fóllame, por favor.
No me podía creer que mi madre le estuviese poniendo los cuernos a mi padre.
-Dame lo que mi marido no me da- insistió olvidando que era una señora casi de cincuenta años y que al menos le llevaba treinta al crio,
Cumpliendo sus deseos, Mario cogiéndole su lisa melena negra, la usó como riendas y metiéndosela de un golpe, empezó a cabalgarla. El modo tan brutal con la que apuñaló su sexo la hizo gemir y comportándose como si estuviera en celo, le rogó que no parara.
Ya no pude oír más porque salí del apartamento, incapaz de soportar la calentura que me producía el saber que mi padre tenía una cornamenta descomunal.
Ya en la calle, agarré un taxi que me llevara hasta la clínica odontológica en la que trabajo. Durante el trayecto, la imagen de la zorra de mi  madre y la de mi moreno salvador hicieron que me fuera poniendo aún más cachonda. Por eso al llegar a mi destino tras pedir perdón por mi retraso, entré directamente en el baño.
Sofocada y con mi respiración entrecortada, me senté  y bajándome el tanga, llevé mi mano hasta mi sexo.
“¡Que bruta estoy!”, me dije al recorrer los pliegues de mi vulva y descubrir que estaban húmedos y calientes.
Dejándome llevar, traté de visualizar que se escondía debajo de los pantalones de Fernando y a tenor de su tamaño, me imaginé que ese hombre tenía entre las piernas una hermosa verga coronada con un enorme glande.
No sé si fueron las extrañas circunstancias que me habían pasado pero en cuanto  puse forma a ese aparato deseé hundir mi cara en él y abriendo mis labios, dejar que me entrara hasta la garganta. Os reconozco que sentí como me licuaba con solo pensarlo y dando uso a mis deditos, intenté complacer mi calentura.
Muchas mujeres se niegan a mamar una buena herramienta pero a mí, os confieso que me pone burrísima. Hay pocas cosas que me gusten más que sentir una polla en mi boca mientras mi pareja me dice burradas al oído. Por eso me imaginé que al recogerme a la salida de mi trabajo, ese moreno iba conduciendo cuando sin más prolegómeno aprovechaba un semáforo para bajarle el cierre de su pantalón.
Y que al hacerlo, ese desconocido sonreía y sin dejar de conducir, me cogía de mi negra melena y llevando mi cabeza hasta su entrepierna, me decía:
-Flaca, ¿A qué estas esperando?
Su permiso me dio alas y retirando mi cabello, me permití contemplar su atrayente aparato. El aroma a macho que desprendía me hizo relamerme mis labios anticipando el banquete que me iba a dar en su honor y sacando la lengua me puse a lamer con sensual lentitud cada centímetro de su verga.
En mi imaginación, Fernando comportándose como un exigente amo, me ordenó que separara las piernas y que usara una de mis manos para masturbarme. Ni que decir tiene que fue el modo en que mi mente buscó una explicación para el par de dedos que ya tenía clavados hasta el fondo de mi sexo y por eso, todavía con más ardor, seguí pajeándome.
Cada vez más cachonda, me vi lamiendo dos sabrosos huevos antes de abriendo los labios, introducirme toda su extensión hasta el fondo de mi garganta. Ya sentía la acción de su pene contra mis mofletes cuando escuché que una compañera entraba en el baño. Con disgusto comprendí que debía dejarlo para otro momento y bastante acalorada, me vestí y salí del cubículo.
-Martha, ¿Te sientes bien?- preguntó mi amiga al ver mi cara totalmente colorada.
-¿Creo que me voy a poner enferma?- respondí buscando una exclusa creíble para el color de mis mejillas-
Lupe creyó mi versión y sin darle mayor importancia, me dijo que tenía que cuidarme y siguió maquillándose. Roja de vergüenza fui a mi  despacho, deseando que con el trabajo se me pasara el sofoco.
Desgraciadamente, durante toda la mañana, dejé que mi imaginación volara con cada uno de mis clientes. Si era una mujer la paciente a la que tenía que arreglar los dientes, me inventaba que era la zorra de mi madre la mujer que se sentaba en mi consulta y que los instrumentos de dentista con los que trasteaba en su boca, eran la verga de mi salvador. Si por el contrario era un hombre, le cambiaba de cara y me imaginaba que era ese moreno, quien descansaba esperando mis caricias.
De esa forma, al llegar la hora de comer, lejos de tranquilizarme estaba dominada por una brutal lujuria y sin tomar en cuenta las consecuencias, agarré la tarjeta de visita de ese desconocido y le llamé.
Reconocí su voz en cuanto descolgó y temiendo que no se acordara de mí, le dije:
-Fernando, Soy Martha. La boba que esta mañana salvaste.
-Sé quién eres- respondió y muerto de risa, me soltó: -No todos los días están a punto de partirme la cara y menos por culpa de una preciosa flaquita de largas piernas.
El piropo me encantó y más segura de mi misma, comenté:
-Quiero agradecerte el favor y he pensado en invitarte a cenar esta noche.
Mi petición le hizo gracia pero haciéndose el caballero, me respondió:
-Acepto si me dejas elegir el restaurante y pagar la cena.
Su respuesta me satisfizo y con mi coñito rebosando de humedad, le pregunté únicamente como debía ir vestida.  El maduro tonteando descaradamente conmigo, contestó:
– Quiero que esta noche te esmeres y cuando te recoja en tu casa, la mujer que entre en mi coche sea una diosa.
Como imaginareis,  prometí sorprenderle y colgando el teléfono, me puse a planear la forma en que me llevaría a ese gigante a la cama….
La cena donde realmente le conozco.
Tal y como habíamos quedado, Fernando pasó a por mí, lo que nunca me esperé fue que respetando unas costumbres que creía ya anquilosadas, tocara al timbre y se plantara en mi casa. No os podéis imaginar la cara de mi madre cuando vio que esa masa de músculos de más de uno noventa era mi pareja de esa noche. Alucinada por la diferencia de edad, me fue a buscar a mi habitación diciendo:
-Hija, abajo hay un tipo que dice que viene a buscarte.
Por su tono comprendí que estaba molesta pero recordando la postura en que la había pillado esa mañana, decidí castigar su maternal preocupación diciendo:
-Verdad que es impresionante. ¡Está buenísimo!
Cabreada por mi descaro, me exigió que guardase al menos la compostura frente a él y que no notara lo mucho que me atraía. Muerta de risa por su hipocresía, seguí profundizando en una nada inocua rebelión diciendo:
-No me esperes. Si todo sale como espero, ¡Mañana despertaré en sus brazos!
Ni se dignó a contestar mi impertinencia y dejándome sola en mi cuarto, bajó a hacer compañía a Fernando. Creyendo que había ganado esa batalla, tranquilamente terminé de arreglarme. Como deseaba conquistarle, me vestí con un escueto traje de negro bastante sensual y muy escotado que  dejaba también al aire la mayor parte de mis piernas. Encantada por la imagen sexi y elegante del espejo, me eché perfume y bajé a encontrarme con mi cita.
El guapetón que me esperaba recorrió con sus ojos mi cuerpo mientras me deslizaba por las escaleras meneando mi pandero. En su rostro descubrí que había acertado con la vestimenta pero cuando realmente confirmé que le atraía, fue cuando me dijo:
-Nunca creí que con mis años vería a un ángel recién caído del cielo.
Ese educado piropo tan diferente a los que estaba habituada, consiguió sonrojarme y devolviendo su lisonja, le respondí:
-Si yo soy ese ángel, tú eres mi Zeus.
Fernando soltó una carcajada y asiéndome de la cintura, me dio un suave beso en los labios mientras me decía:
-Me podías haber avisado que tu madre nos acompañaría.
La tersura de sus labios y el aroma a macho que desprendía no me dejó asimilar su queja hasta que vi en la puerta a mi vieja lista para salir. La muy pérfida con una sonrisa en su cara, comentó:
-Como tu padre está de viaje, me he auto invitado. ¿Verdad que no te importa?
“¡Será zorra!”, pensé, “¡No le basta con ponerle los cuernos a su marido que encima quiere chafarme los planes!”
Disgustada por partida doble con la mujer que me había traído al mundo, tomé mi bolso y abracé a mi pareja mientras mi madre nos seguía unos pasos atrás. Fernando debió notar mi encabronamiento porque susurrando me preguntó:
-¿Por qué estás tan enfadada con ella?
No pude confesarle la verdad y en vez de ello, pegándome a su cuerpo, respondí:
-Deseaba divertirme contigo esta noche.
Os juro que mi respuesta no tenía un sentido sexual pero mi  pareja de esa noche, me malinterpretó y rozando uno de mis pechos, me dijo al oído:
-No te preocupes, tu madre no tiene por qué enterarse.
Esa robada caricia hizo que mis dos pezones se pusieran como piedras y mi coñito se empapara mientras galantemente Fernando me abría la puerta del copiloto. Rápidamente me subí, no fuera a ser que mi vieja quisiera ocupar el lugar que por derecho tenía reservado. Al ver su gesto de disgusto, comprendí que esa había sido su intención y por ello, sonreí mientras se sentaba en la parte trasera.
Ajeno a ello, el enorme maduro cogió el volante y como si fuera algo normal en él, nos informó que había reservado una mesa en el mejor restaurante de la ciudad.
-¿Cómo has conseguido mesa?- pregunté porque era famoso por estar siempre lleno y que si querías ir al él tenías que pedirlo con dos semanas de anticipación.
Muerto de risa, contestó:
-Es mío.
Fue entonces cuando caí en el apellido de su tarjeta y descubrí que estaba con un afamadísimo millonario que no solo era dueño de una cadena de restaurantes sino que era el propietario del casino de mi ciudad.
“¡Dios!, es Fernando Legorreta.
Saber que muchas mujeres hubiesen dado la mitad de su vida por disfrutar de su compañía, me dejó alelada al no comprender que había visto ese hombre en mí. Mientras mi mente rulaba a mil por hora, ese don Juan charlaba animadamente con mi madre.
Un pelín envidiosa de las atenciones con las que trataba a esa zorra, agarré una de sus manos y la puse sobre mi muslo. El maduro no se mostró sorprendido por mi acción y antes de que me diera cuenta me estaba acariciando sin importarle que la mujer que tenía detrás fuera mi madre.
Azuzada por sus caricias, separé mis piernas y levantando mi falda, le dejé clara mi disposición. Él al percatarse de mi entrega, disimulando fue subiendo por mis muslos desnudos acercándose poco a poco a mi sexo. La sensación de estar siendo acariciada con ese público tan selecto, me terminó de excitar y moviendo mis caderas hacia delante busqué el contacto con su mano.
-Señora, ¿sabía que su hija en un poco aventada?- preguntó mientras uno de sus dedos se abría camino bajo mi tanga.
-¿Por qué lo dice don Fernando? – preguntó mi vieja sin saber que en ese momento su hijita estaba siendo gratamente recompensada.
Y mientras le narraba la difícil situación en la que me había conocido, se apoderó de mi clítoris con una de sus yemas. Os reconozco que me creí morir al sentir su dedo hurgando en mi sexo y mordiéndome los labios deje que ese casi desconocido me masturbara mientras a pocos centímetros mi madre conversaba con él, cómodamente aposentada en el sillón trasero.
“¡No puedo ser tan zorra!” pensé mientras todas las células de mi cuerpo ardían por la lujuria.
Mi calentura era máxima cuando sentí que como si fuera un pene, su yema se introducía en mi interior y comenzaba un delicioso vaivén de fuera a adentro y viceversa.
“Me voy a correr”, adiviné al notar que una maravillosa corriente eléctrica asolaba mi anatomía.
Reteniendo las ganas de gritar, sufrí un gigantesco orgasmo mientras mi madre me recriminaba el haberme puesto en riesgo con esos albañiles.
Al maduro no le resultó indiferente comprobar que sus dedos se impregnaban de la pringosa prueba de mi placer e incrementando sus toqueteos, me llevó a la locura mientras su propio pene se alzaba bajo su pantalón. No os tengo que decir que si no llegamos a tener compañía me hubiera lanzado golosa contra su verga porque en ese momento, lo que me hubiese apetecido hubiera sido incrustar ese manjar entre mis mofletes.

En vez de ello, me tuve que conformar con ver que Fernando retiraba su mano de mi entrepierna y llevándosela a su boca, lamía con gusto el flujo que había quedado entre sus dedos. Al verlo, casi me vuelvo a correr y fue entonces cuando decidí que de esa noche no pasaba que yo catara la simiente de ese macho.
Cinco minutos después llegamos a nuestro destino, como el caballero que es, ese maduro nos abrió la puerta y nos llevó a un elegante apartado dentro del restaurante. Al no estar habituada a tanto lujo, tanto mi vieja como yo nos quedamos impresionadas con el detalle de reservar la mejor mesa para nosotros.
Educadamente, nos hizo sentar a cada lado, de forma que yo quedé a su izquierda mientras mi madre se sentaba a su derecha. Comportándose como el perfecto anfitrión, nos preguntó que queríamos beber y en vista que tanto las dos queríamos vino, llamó a su sumiller y le pidió uno de los caldos de su bodega personal.
Al oír que su elección era un Petrus, me quedé nuevamente impresionada porque una botella de ese tinto francés bien podía costar los tres mil quinientos pesos. Al protestar porque me parecía muy caro, Fernando contestó:
-Los buenos vinos están para las grandes ocasiones y qué mejor que estar acompañado de dos bellezas.
La puta de mi vieja quedó encantada con el piropo y luciendo conocimientos, se puso a comentar con él las virtudes de los vinos de Francia contra los de origen español. No sabiendo nada sobre ese tema, me tuve que quedar en silencio y dándole vueltas al placer que ese hombre me había dado, despertó mi lado salvaje y por eso llevé mi mano bajo el mantel.
Mientras mamá y Fernando charlaban posé mis dedos sobre su musculoso muslo y viendo que no repelaba, fui recorriendo la tela de su pantalón hasta llegar a su bragueta. Al hurgar en su entrepierna, me encontré con una enorme verga que confirmó mis previsiones: ¡Fernando estaba magníficamente dotado!. Por eso importándome un carajo que mi vieja estuviera hablando con el, comencé a jalar de ese maravilloso instrumento, devolviendo parte de la vergüenza que me hizo pasar.
Mi maduro estaba aguantando estoicamente el tipo sin quejarse cuando mi madre afortunadamente preguntó dónde estaba el baño y tras recibir las indicaciones se levantó y salió del reservado. Ya solos, Fernando acomodándose en su silla, me preguntó si no prefería mamársela.
¡No me lo tuvo que pedir dos veces!
Cumpliendo mi sueño, me arrodillé bajo la mesa y al amparo del mantel, desabroché su pantalón y saqué de su encierro su aparato.
-¡Es enorme!- exclamé al coger por primera vez esa belleza entre mis dedos.
Larga, gorda y con un capuchón a modo de champiñón  me dejó extasiada y disfrutando como una perra, acerqué mi lengua a esa maravilla. La fuerza de su virilidad era evidente y no solo por los más que llenos huevos que con gozo absorbí sino por el tamaño de las venas que decoraban esa extensión.
Recreándome en la mamada, embadurné con mi saliva todo su pene antes de abriendo mis labios, meterlo hasta el fondo de mi garganta. Fernando al sentirlo, presionó mi cabeza con sus manos forzando aún más esa profunda felación e increíblemente noté que no solo era capaz de absorberla por completo sino que mis labios entraban en contacto con la base de su sexo.
-Supe en cuanto te vi que eras una putita y que te tendría en esta postura- satisfecho, mi maduro me informó.
Ese insulto lejos de cortarme, me azuzó y con más ímpetu, fui metiendo y sacando su miembro de mi boca a la vez que con mis dedos acariciaba la bolsa de sus gordos testículos. Los golpes de su verga contra mis mofletes y garganta, me indujeron un trance lujurioso donde el mundo desapareció y solo existía para mí,  esa polla que rellenaba todo mi ser. Necesitada de hacer la mamada de mi vida, cumplí sus deseos fielmente hasta que el placer se acumuló en sus huevos y pegando un grito, se derramó explosionando en mi boca.
Fue increíble, golpeando mi paladar ese semen se me antojó un manjar solo al alcance de los dioses y no sabiendo si tendría otra oportunidad, devoré su semen como si me fuera la vida en ello, no fuera a ser que nunca beber de ese alucinante manantial y por eso no desperdicié ni una gota. Recorriendo su piel con mi lengua limpié su falo hasta que quedó inmaculado y solo entonces, escuché que mi madre había vuelto y que preguntaba a Fernando por mí:
-Se encontró con un amigo y ahora vuelve- respondió salvaguardando mi honor pero sobretodo evitando el escándalo de que mi vieja se enterara que su hija era una zorrita mamona.
Increíblemente, la mujer que me había dado a luz aprovechando mi teórica ausencia, empezó a tontear con el maduro de una forma tal que apenas tuve tiempo de meter su verga dentro del pantalón y cerrar su bragueta antes que esa guarra pusiera su mano sobre el muslo de mi adorado mientras le decía:
– Don Fernando, ¿Qué ha visto en mi hija?, no le parece que es demasiado joven para usted.
“¡Maldita hija de perra!”, pensé al ver que con todo descaro los dedos de esa puta se acercaban a la virilidad del tipo. No me podía creer el marrón en el que estaba. Despatarrada y con mi coño encharcado bajo la mesa mientras mi madre manoseaba al hombre que me volvía loca.
Disfrutando del momento, el maduro le contestó:
-Piense que su hija es igual que usted pero con veinte años menos. Y viendo como de guapa es usted, me garantizó que con los años no pierda atractivo.
Mi vieja cogiendo ya su instrumento, contestó:
-¿Y no prefiere alguien con más experiencia?
La escena curiosamente me empezó a calentar pero temiendo que esa mujer quisiera también meterse bajo la mesa, pellizqué uno de los gemelos de Fernando para que buscara el modo de que pudiera salir de ese problemazo. Mi maduro comprendió el dilema y soltando una carcajada, le soltó:
-Me encantaría- y haciendo como si buscaba un anticipo, acarició uno de sus pechos, derramando “involuntariamente” la copa de vino sobre su vestido.
Pidiendo disculpas Fernando la ayudó a secarse. Mi madre un tanto molesta, le dijo que no importaba pero que tenía que limpiar esa mancha si no quería que le quedara un cerco y por eso, desapareció rumbo al baño.
Nada más irse, salí de  debajo del mantel mientras muerto de risa, ese Don Juan  se reía de mí diciendo:
-¡Menudo par de putas están hechas la madre y la hija!
Su vulgar exclamación me hizo gracia y siguiéndole la corriente, respondí:
-¿Te imaginas tirarte a la mamá mientras su hija os mira?
Mis palabras cayeron como un obús en su mente y tras pensarlo durante unos segundos, me contestó:
-Paso, tu vieja no me gusta. Pero te propongo otra cosa: ¿Qué opinas de que te encule mientras observas como otro tipo se la folla?
La idea me resultó cautivante y por eso no dudé en aceptar, diciendo:
-Me gustaría pero dudo que pueda ser. ¿Cómo vas a conseguirlo?
Descojonado, me respondió:
-Fácil, tu vieja va a creer que soy yo quien la folla cuando realmente mi verga estará incrustada en tu  culo- y recalcando sus palabras, me pellizcó un pezón diciendo: -Mientras cenamos la voy a poner tan cachonda que no va a poder negarse a que me la tire con una venda en sus ojos.
De esa forma y mientras mi coñito se anegaba de flujo, anticipando el placer que ese millonario me iba a dar esa noche, esperamos a que mi madre volviera del baño.
 
 Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 
 

 


Relato erótico: “la maquina del tiempo 7” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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Marco Antonio termino con los asesinos de julio cesar, pero prometió a julio cesar que cuidaría de ella y de su hijo. roma le mando allí para negociar con Egipto, pero al ver a la reina Cleopatra se enamoraron. la reina le recibió. él era muy apuesto. a ella le gusto enseguida y al igual.

cuando la vio vi su mirada sabía lo que iba a pasar no podía intervenir y cambiar la historia vi cómo se miraba una o al otro hasta que era inevitable. terminaron en la cama o en el lecho como dicen allí. fue un escándalo ya que Marco Antonio estaba programado por orden de Octavio el emperador para casarse con sus hermanas.
cuando se enteraron en roma desato la ira de Octavio a ella la acusaron de puta y a el de traidor roma declaro la guerra Egipto y Marco Antonio se unió a cleopatra.
– lo derrotaremos amor mio, verdad Ripeas. que me dices mi fiel consejero que todo lo sabe.
– no se mi señora- dije yo mintiendo- la cosa no pinta bien.
– vamos mi reina -dijo Marco Antonio – vas a creer a un consejero.
-él me ha ayudado mucho.
– no tiene magia ni ve el futuro- dijo Marco Antonio- pura casualidad.
a mí no me gustaba era muy prepotente.
– yo ganare esta guerra para ti y hare que Octavio se coma sus legiones -dijo Marco Antonio- ven aquí amor mío- dijo Marco Antonio a Cleopatra en el lecho y la beso.
ella enseguida fue a él y empezó a comerle la poya y empezaron a follar como animales yo me retiré por más que quise advertir a Cleopatra que los dioses no eran favorables y que no había buenos augurios, ella no me hacía caso. solo pensaba en estar con él y follar para ella.
él era su príncipe, un dios. a mí solo me quería por sexo nada más así lo comprendí yo me retiré con mis esclavas a follar en el lecho ya que Cleopatra no me hacía ya ni caso.
estaba yo follando con Cloe y zoo dos de mis esclavas mientas una me coma i la poya otra me chupaba el culo.
-así esclava mía así zorra.
– si mi señor. Os gusto como os doy placer.
– mucho esclavo.
luego me folle a zoo mientras Cloe me restregaba su coño por mi cuerpo.
– así mi señor que gusto. joderme hasta los huevos- decía una esclava- ahaja mi señor que poya tenéis.
luego di por el culo a Cloe mientras zoo la comía el coño.
– así mi señor. follarnos somos vuestras. hacemos disfrutar mi señor.
yo quería ver a Cleopatra y -por un agujero oculto que ella no sabía los oía a los dos follar. ellos no me oían a mí, pero yo sí. los oía follar a ellos. Marco Antonio la estaba dando por el culo a Cleopatra mientras ella le decía:
-así mi amor mi vida mi bien no paréis.
me di cuenta de que ello se querían de verdad y follaban con amor mientras mis dos esclavas me chupaban la verga hasta que me viene en sus bocas.
– a mi señor que rico néctar tenéis es deliciosos -me dijeron ellas mientras veía como cleopatra era follada por Marco Antonio y se corrieron juntos los dos se quedaron dormidos en el lecho. así que tape el agujero secreto y me quede juntos a mis esclavas dormido también. de pronto cuando estábamos dormidos viene un soldado egipcio llamando urgentemente a la reina.
– cómo te atreves a molestarme ahora- dijo ella.
– mi reina es urgente se aproxima un ejército contra nosotros de barcos de roma.
ellas se levantaron deprisa del lecho y marco Antonio se vistió de soldado. ella dijo:
– pongo mi ejercito a tu mando mi amor.
me hizo llamar lo cual respondí a su llamada:
– qué opinas Ripeas.
mi señora lo siento, pero los augurios no son propicios- dije yo.
– no hagas caso a este charlatán ya verás no dejare un barco de roma a flote -dijo Marco Antonio. así que partió. yo sabía lo que iba a pasar ya que venia del futuro como sabe el lector, pero no podía cambiar la historia, ya que tendría consecuencias en el futuro. cayó en una trampa, seguido a unos cuantos barcos de cebo y los destruyo cuando se creía que había vencido, el verdadero ejercito romano de Octavio con él a la cabeza le rodeo por dos fuegos y destruyo todo el ejercito Egipto y parte del romano de Marco Antonio.
los demás se rindieron y se pasaron al enemigo los romanos que quedaron él pudo escapar y llego al palacio Cleopatra le recibió:
– amor que ha pasado.
– ha sido una trampa del maldito Octavio. nos rodearon y destruyeron nuestro ejército. he perdido a mis hombres y tu ejercito esta destruido- dijo el -huye amor ya no me queda nada ni honor ni nada.
Octavio ya venía en camino y había entrado ya en Egipto.
Me quedo yo tu reina.
– vámonos juntos.
– nos encontrarían y nos matarían -dijo él.
– huir mi amor.
el cogió una espada y se atravesó el pecho sabía que era inútil huir. ella lloro desconsoladamente y me dijo:
– si te hubiese hecho caso Limpias.
– lo siento mi señora son los dioses el destino estaba sellado. no se podía hacer nada.
– he perdido a mi amor y he perdido a mi pueblo en poder de los romanos, solo me queda morir no se puede hacer nada.
– lo siento mi señora.
– antes quiero gozar contigo dentro de unas horas estará aquí Octavio para detenerme y ejecutarme. hazme el amor como tú sabes. hazme gozar.
llamo a su fiel esclava que también quería sacrificarse con ella y me dijo:
– ella y yo queremos pasar contigo las últimas horas que nos quedan.
así que nos desnudamos. ella estaba bellísima empezaron a chuparme la poya y empecé a podérmelas como nunca lo había echo antes ya que era su última voluntad.
– tomas zorras- y me follé a Cleopatra se la metí hasta los huevos.
ella se Moria de gusto mientras su esclava favorita la comía el culo luego me folle a su esclava ya que ella me pidió que la hiciera también disfrutar.
– así haznos disfrutar como nunca ya que pronto nos reuniremos con Osiris.
me folle a Cleopatra por el culo hasta mas no poder.
-ahahahaha pensare en ti en el más allá- dijo Cleopatra.
y luego a su esclava se la clave también mientras me decía:
– así mi señor hacerme gozar ahahahahah me corrroooooo mi señor.
luego ya las dije:
– comerme la poya.
me corrí en sus bocas lo cual se tragaron felices después me dijo Cleopatra:
– dejarnos solas. Ripeas tu podrás escapar. hay un pasadizo allí.
ella cogió un áspid una serpiente muy venenosa y se dejó morder en el seno mientras la esclava se degollaba ella misma. yo ya oía a los romanos llegar al salón del trono donde estaba así que cogiera reloj del tiempo y moví las manillas desaparecí de allí.
no me quedaba nada por hacer allí encontrarían a Cleopatra y a su esclava muertas desnudas suicidadas por ellas mismas.
no sé a dónde estaba así que oí voces y me escondí había hombres con espada y mallas me di cuenta de que estaba en la edad media CONTINUARA

Relato erótico: La señora (Jueves, el pago) POR RUN214)

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Estaba de pie frente a Zarrio, el encargado de las caballerizas y marido de su ama de llaves.
-Le di esto a Elise. ¿Por qué has obligado a tu mujer a devolvérmelo?
-Es dinero.
-Sí, es mucho dinero. Se lo di a ella por un favor que me hizo a cambio.
-Dejarse follar por su marido no es un favor, Señora Brucel.
Bethelyn se quedó de piedra. Sintió un calambrazo en el estómago como si acabase de tragar un vaso de amoniaco.
-¿Te ha contado Elise…?
-Por supuesto que me lo ha contado. Me pidió permiso para ir a su dormitorio. Me dijo que usted la obligó a hacerlo.
No estaba muy confundido su criado. Acosó a su mujer todo el día intentando convencerla. Como ella seguía reticente terminó por asustarla con el fantasma del despido. Nunca se desharía de su ama de llaves y no estaba orgullosa de haberla amenazado con aquello pero a veces situaciones difíciles requieren medidas desesperadas.
-¿Qué te ha contado tu mujer?
-Me lo ha contado todo. Incluido que usted y ella se lamieron el coño. ¡Vaya par de cerdas!
No se lo podía creer. Se supone que debía quedar en secreto. ¿Por qué cojones tuvo que contárselo al paleto de su marido? Además no era necesario darle ese tipo de detalles.
-Aun así, insisto. Quedaos con el dinero. –Titubeó.
-¿Es para aliviar su conciencia o para comprar nuestro silencio?
-Ambos. –Cortó Bethelyn tajante.
-Pues guárdeselo. A mi no me comprará con dinero.
-No quiero ofenderte ofreciéndote dinero, solo pretendo…
-Tendrá que comprarme con otra cosa.
-¿Q…Qué?
-Le dijo a mi mujer que usted no le pedía nada que no estuviera dispuesta a ofrecer. Pues bien, ofrézcamelo.
iró al hombrecillo como quien mira lo que acaba de caer del culo de un perro. No estaba segura de lo que le estaba proponiendo. ¿Aquel sucio empleado de cuadras quería follar con ella, su señora? Le señaló con el dedo antes de escupir sus palabras.
-¿Pretendes que me acueste contigo… en tu cama?
-¿En mi cama? No, no, de acostarse nada, lo que quiero es follarla a usted aquí, a 4 patas como una yegua.
Bethelyn parpadeó varias veces. Pasó la mirada por la cuadra donde había encontrado a su criado. Un establo de madera mal oliente con varios compartimentos para caballos. Se encontraban en uno de los compartimentos, un recinto cuadrangular con espacio para 2 animales con el suelo repleto de paja y olor a mierda. Arrugó la cara como si fuera a escupir.
Dio 2 pasos dejando tras de si la puerta que cerraba el habitáculo.
-¿Ponerme a 4 patas como una perra en un establo maloliente para que me monte un miserable criado que huele a culo de caballo? ¿Con quién coño te crees que estas hablando?
-Con una zorra que se lame el coño con mi mujer. Me limpio el culo con su alta alcurnia y la de su marido. Creen que pueden hacer lo que quieran con la gente humilde. Pues yo también puedo. Así que deje de hacerme perder el tiempo. Quítese el vestido o lárguese y aténgase a las consecuencias cuando cuente lo que sé de usted.
La boca abierta, las cejas levantadas, los ojos parpadeando sin cesar, a punto de mearse en las bragas. Ese hombrecillo no era un ser inteligente. Jamás había dado muestras de merecer ningún cargo de responsabilidad. “Encargado de cuadras” era un eufemismo para definir su cargo de “limpiador de estiércol caballar”. ¿Sería posible que el más insignificante de sus criados estuviera en disposición de chantajearla?
-No te atreverás… soy tu señora… -Titubeó -Te pido de rodillas…
-Pídamelo a 4 patas.
Bethelyn le rogó, le amenazó, le insultó e incluso le escupió, pero minutos más tarde su vestido caía al suelo dejándola en bragas y camisola.
-Joder que ancas tiene señora. Enséñeme las ubres, destápese.
Obedeció sacándose la camisola por la cabeza. Sus tetazas pendularon antes de ser atrapadas por las zarpas del caballerizo.
-Mmmmff, menudas ubres que tiene señora. Con esto sí que habrá alimentado bien a su potrillo, el señorito, ¿eh?
El señorito, el cabrón violador del señorito. Bethelyn se mordió la lengua, y la siguió mordiendo cuando la mano del criado se metió bajo sus bragas y rebuscó entre su bosque negro y cuando se las quitó de un tirón.
-Menudo coño que tiene usted señora. Esto si que es una yegua como Dios manda.
-Ten más cuidado, me haces daño.
-Vamos, póngase a 4 patas, potranca. Que ganas tengo de montarla.
-No seas tan cortés.
-¿Cómo?
-Nada.
-No se le ocurra soltarme una coz, ¿eh?
-¿También vas a mirarme los dientes?
-¿Cómo dice?
Tan espabilado para follarse a su señora y tan corto para todo lo demás. Sucio, mal oliente, haragán ¿Sabría leer aquel hombre? ¿Cómo era posible que una mujer de la valía de Elise hubiese acabado casada con ese gañán ignorante?
Se colocó a 4 patas sobre la paja y sintió la polla caliente del caballerizo deslizarse entre sus piernas y sus nalgas mientras sus manos la acariciaban más como una yegua que como una mujer. ¿Como había llegado a esto? Se iba a dejar follar por el limpia cuadras.
El metesaca no se hizo esperar. Al menos no le hacía daño al follársela. Lo peor era oírle.
-Cabalga jaca, cabalga. Vas a relinchar de gusto cuando acabe. Dios, si fuera tu marido.
La escena era de lo más dramática. El marido de Elise, la sostenía por las caderas mientras la follaba. En un momento de excitación la había agarrado del pelo como si de una rienda se tratase. Tiraba hacía él, obligando a la mujer a echar la cabeza hacía atrás. La polla del hombre entraba y salía sin parar, sus tetas se balanceaban adelante y atrás mientras soportaba el calvario estoicamente. Alguien dijo:
-Papá, ¿Qué haces?
El grito de la mujer se oyó en todo el establo. Dio un bote y se colocó con la espalda en la pared. Frente a ella, en el quicio de la puerta, acababa de aparecer un joven imberbe. Se acurrucó en el suelo intentando tapar su desnudez con las manos.
-¿Quién es esa mujer, papá?
El hombrecillo y padre del intruso miraba con asombro el lugar donde otrora se encontrara el cuerpo de su señora. Conservaba las manos en el aire en la misma posición que cuando la sujetaba por las caderas. Miró a su hijo, después a Bethelyn y después otra vez a su hijo.
-Quien va a ser. Pues la señora Brucel. ¡Me la has espantado!
El zagal abrió los ojos como platos y se puso colorado cuando la reconoció.
-¿S…Señora Brucel?
-¡Fuera de aquí! Vete.
-De eso nada. El chaval se queda que para eso es mi hijo. Además, el también tiene derecho a follar.
-¿Queeee?
La pregunta la habían formulado al unísono la señora y el hijo del caballerizo que miraban al hombre todavía de rodillas.
-Mira hijo, tú ya tienes edad de follar así que hoy te vas a estrenar.
-Ni hablar. No pienso dejarme follar por este mequetrefe.
-Mi mujer folló con usted y su marido. Ahora usted follará con nosotros 2.
-¿Q…Que mamá follo con “Los Señores”?
Bethelyn se golpeó la frente con la palma de la mano. Iba a matar al bocazas de su criado. Levantó la vista y miró de nuevo al zagal. No se parecía en absoluto a su padre. Pelo y ojos claros, espigado, nervudo. Todo lo contrario que su padre. Bajo, rechoncho, moreno de piel, pelo y ojos y sumamente estúpido. El chico no había heredado nada de su padre. ¿O tal vez sí? Sopesó la situación antes de tomar una decisión.
-Está bien. Está bien. Tú ganas. Me dejaré follar. Total, puestos ya. Pero acabemos de una vez, no quiero que se entere nadie más.
Se destapó las tetas y abrió ligeramente las piernas.
-Jodd…dder, que tetas más grandes.
-Sí, tu madre también las tiene así. –Contestó su padre ufano.
-¿Mamá también las tiene así de grandes?
-Y el coño. Son iguales. Mira.
Lesmo, el ayudante e hijo del encargado de cuadras, se acercó y miro a la mujer babeando. Se arrodilló frente a ella durante un rato, después estiró los brazos para acariciarle las tetas.
-Que calentitas. Y que blanditas.
Bethelyn se dejó hacer con la cara roja como un tomate mientras el adolescente le amasaba sus tetas como si fueran masa de pan.
-Tu madre y ella se lamiscaron el coño.
-¿Q…Queeé? ¿Por qué?
-No sé. Me lo contó tu madre. Creo que es para comprobar si están en celo. Las yeguas también lo hacen.
-Señora, ¿Mi madre y usted se lamiscaron el coño?
Abrió la boca formando una O de sorpresa. Ese bocazas limpiador de cuadras mejor estaba calladito. Se puso más colorada de lo que ya estaba pero no contestó. El muchacho por su parte miró el coño de la mujer con más detenimiento y tras una breve reflexión acercó su lengua al pubis. Lo olió, sacó la lengua y la pasó por encima del vello púbico.
-No entiendo como a mamá le gusta hacer esto. Me he raspado la lengua.
Volvió a lamer a su Señora mientras su padre le miraba fijamente, pensativo, con la cara contraída. Parecía que estaba resolviendo mentalmente una raíz cúbica de 6 dígitos. Su frente estaba tan arrugada que ambas cejas se juntaban en el centro.
-Hijo, creo que no lo haces bien. Me parece que debes lamer el botoncito.
-Ah,…
Realizó un nuevo intento. Esta vez se entretuvo mas tiempo lamiendo. Bethelyn le miraba atónita mientras el padre seguía con el mismo rictus facial. Había entrecerrado los ojos y apretado el mentón. Sus brazos estaban cruzados con las manos bajo las axilas. La raíz cúbica debía tener por lo menos 9 dígitos ahora.
-No hijo, ese botón no. Eso es el ombligo. Tienes que lamer mucho más abajo, donde está el agujerito.
El muchacho levantó la cabeza perplejo.
-¿Mi madre le lamió ahí? –Bethelyn tragó saliva y asintió con la cabeza sin mirarle a la cara.
Se puso tensa cuando el muchacho realizó un nuevo intento. El mozo vio su cara de horror, por lo que dedujo que algo no debía hacer bien. Su padre seguía observando paciente.
-Ese agujero no. Eso el es culo. Tienes que lamer dentro de la raja.
-¿Dentro de la raja? ¡No me jodas!
-Ande señora, dígale donde para que acabemos antes.
Roja como un tomate maduro. Colocó 2 dedos a cada lado de sus labios vaginales y los separó. Apareció entonces una zona rosada que provocó la cara de sorpresa del chico.
-¿Estas seguro papá?
Su padre dudó y miro a la mujer que asintió ligeramente con la cabeza. La iban a follar 2 patanes ignorantes.
Por fin el zagal lamía en el sitio correcto. En el sitio correcto y alrededor del sitio correcto. Dentro de lo humillante que estaba siendo al menos quedaría bien lubricada para cuando quisiera meterla, si es que acertaba.
-Sabe raro. ¿Esto le gusta a mamá?
-Les debe gustar si lo han hecho, digo yo. Si las yeguas también lo hacen… por algo será.
-¿El coño de mi madre sabe igual que el suyo, señora? –Ella sabía la respuesta pero no se lo iba a decir.
-Bueno señora, ha llegado el momento de que mi hijo aprenda a follar. Túmbate hijo.
-¿C…Como, no querrás que sea yo la que le mote a él como si fuera una fulana?
-¿No querrá que estemos aquí toda la mañana para meterla, verdad?
Touché.
Lesmo se tumbó boca arriba, desnudo con la polla dura como solo un adolescente puede tenerla. Su señora se le acercó.
-Chúpesela.
-¿Cómo?
-Es lo justo, él también la ha chupado a usted.
-Serás cabrón. ¿Quieres que se la chupe al ayudante de limpiador de mierda de caballo?
-Su madre se la chupó a su marido. Es lo justo.
Desvió la mirada y apretó los labios. ¿Era lo justo? Que más daba. Se arrodilló entre sus piernas, se agachó, asió su polla y la metió en la boca.
La cara del chico era un poema. Los ojos como platos y la boca formando una O. ¿Sentirían su madre y la señora en el coño lo que estaba sintiendo en la polla?
Poco después la mujer se colocó por fin sobre él. Aquellas tetazas y aquel coño le parecían lo mas bonito que hubiese visto nunca. Y eran de la señora de la mansión, la dueña. La jefa de todos y cada uno de los criados incluidos sus padres. ¡Iba a follar con ella!
Su polla de deslizó dentro de la mujer hasta desaparecer por completo. Volvió a verla de nuevo cuando la mujer comenzó a subir y bajar sus caderas. Las tetas botaban y no perdió tiempo en atraparlas y mamar de ellas.
Zarrio miraba la escena embelesado. Que grande se estaba haciendo el mozuelo. Que orgulloso estaba de él. Su primera mujer era nada menos que la dueña de la mansión. Nada parecido a la primera mujer con la que se estrenó en su juventud, una vecina fea del pueblo.
Lo mejor era que la muy noble señora se comportaba como una puta cualquiera. Su culo subía y bajaba como si fuera una yegua en pleno galope.
Bethelyn Sintió un dedo toqueteando su ano. Notó como presionaba por entrar a través de él. Estaba tan lubricado con saliva que no le costó mucho esfuerzo lograrlo. Era más grueso de lo normal. Cuando Bethelyn se dio cuanta de que lo que entraba por su ano era la polla del sucio criado quiso evitar su progresión saltando hacia adelante pero las zarpas del caballerizo la sujetaron por las caderas.
-Quieta jamelga, quieta.
-No, por el culo no.
-Te va a montar un verdadero semental.
-Dios, me estáis follando los 2 a la vez. Para de una vez. Hacedlo de uno en uno.
-Una jaca como tú puede con 2 jinetes al mismo tiempo.
Zarrio agarró a su señora por el pelo y le azotó el culo.
-Galopa, galopa.
Envestía a su señora con brío. Cada sacudida del hombre hacía que ella se bamboleara adelante y atrás a lo largo de la polla del muchacho provocándole una follada de campeonato.
-Joder…, joder… ¿Con mamá también follas así?
-¿Con tu madre? ¿Follar así?… eh… sí, claro.
Su madre, la disciplinada ama de llaves de la prestigiosa mansión de los Brucel, una mujer metódica y dedicada en cuerpo y alma a su trabajo. La madre que le educó con valores rectos y castos gustaba de lamerse el coño con otras mujeres tan estiradas como ella y follaba como una yegua en celo. Miraba las tetas de la distinguida señora que tenia encima y se imaginó a su madre en esa posición con su polla entrando y saliendo a través de su negro coño. Cerró los ojos y meneó la cabeza. No, mi madre no.
La corrida de los 2 hombres no tardó en llegar. Inundaron su coño y su culo a la vez. Los 3 mantuvieron la posición en la que estaban durante los instantes que tomaron aire para recuperarse del esfuerzo. La señora Brucel, todavía a 4 patas meneaba la cabeza incrédula, al borde del llanto mientras los hombres se apearon de ella de uno en uno y se tumbaron en la paja ufanos.
-¿Ves hijo, las cosas que aprendes de tu padre?
-Y de mi madre. –Susurró con hastío.
Mientras tanto su señora se vestía rápidamente para salir de allí cuanto antes.
-Confío en su silencio y discreción. No quiero que nadie sepa jamás lo que ha pasado. ¿Entendido?
-¿Esta loca? ¿Cree que voy a ir por ahí diciendo que me he follado a la mujer de mi señor por que antes él se follo a la mía? Nadie me creería, excepto en lo de que se tira a mi mujer. A la gente le gusta mucho murmurar. Bastantes bromas tengo ya que soportar por estar casado con ella. ¿No le parece increíble que una mujer como Elise me haya escogido a mí como marido? Si alguien dijera algo de lo que ha pasado pensarían que soy un cornudo. Por no hablar de mi hijo. Dirían que es hijo de una puta. No soy tonto ¿sabe?
Bethelyn le miró incrédula. No, no era tonto. La tonta era ella, tonta de remate. Había dejado que la follara el que limpia la mierda del establo y su ayudante. Un analfabeto que huele a culo de caballo y un imberbe ignorante por… ¿nada?
Soltó un bufido y salió del establo como una exhalación en dirección a su casa.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com

“La obsesión de una jovencita por mí” LIBRO PARA DESCARGAR

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Sinopsis:

Todo da comienzo cuando una admiradora de mis relatos me envía un email. Sin prever las consecuencias, entablo amistad con ella el mismo día que conocí a una mujer de mi edad. la primera de veinte años, la segunda de cuarenta. Con las dos empiezo una relación hasta que todo se complica. Relato de la obsesión de esa cría y de cómo va centrando su acoso sobre mí.

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo uno.

La primera vez que tuve constancia de su existencia, fue al recibir un email en mi cuenta de correo. El mensaje era de una admiradora de mis relatos. Corto pero claro:

Hola soy Claudia.

Tus relatos me han encantado.

Leyéndolos, he disfrutado soñando que era, yo, tu protagonista.

Te he agregado a mi MSN, por favor, me gustaría que un día que me veas en línea, me digas algo cachondo, que me haga creer que tengo alguna oportunidad de ser tuya.

Estuve a punto de borrarlo. Su nick me decía que tenía sólo veinte años, y en esos días estaba cansado de enseñar a crías, me apetecía más disfrutar de los besos y halagos de un treintañera incluso tampoco me desagradaba la idea de explorar una relación con una mujer de cuatro décadas. Pero algo me hizo responderle, quizás el final de su correo fue lo que me indujo a jugar escribiéndole una pocas letras:

Si quieres ser mía, mándame una foto.

Nada más enviarle la contestación me olvidé del asunto. No creía que fuera tan insensata de contestarme. Ese día estuve completamente liado en la oficina, por lo que ni siquiera abrí mi Hotmail, pero la mañana siguiente nada más llegar a mi despacho y encender mi ordenador, vi que me había respondido.

Su mensaje traía una foto aneja. En internet es muy común que la gente envié imágenes de otros para simular que es la suya, pero en este caso y contra toda lógica, no era así. La niña se había fotografiado de una manera imposible de falsificar, de medio cuerpo, con una copia de mi respuesta, tapándole los pechos.

Claudia resultaba ser una guapa mujer que no aparentaba los años que decía, sino que incluso parecía más joven. Sus negros ojos parecían pedir cariño, aunque sus palabras hablaban de sumisión. Temiendo meter la pata y encontrarme tonteando con una menor de edad, le pedí que me enviara copia de su DNI, recordando los problemas de José, que había estado a punto de ir a la cárcel al ligar con una de quince años.

No habían pasado cinco minutos, cuando escuché el sonido de su contestación. Y esta vez, verdaderamente intrigado con ella, abrí su correo. Sosteniendo su DNI entre sus manos me sonreía con cara pícara. Agrandé la imagen, para descubrir que me había mentido, no tenía aún los veinte, ya que los iba a cumplir en cinco días.

El interés morboso me hizo responderla. Una sola línea, con tres escuetas preguntas, en las que le pedía una explicación.

― Claudia: ¿quién eres?, ¿qué quieres? Y ¿por qué yo?

La frialdad de mis palabras era patente, no quería darle falsas esperanzas, ni iniciar un coqueteo absurdo que terminara cuando todavía no había hecho nada más que empezar. Sabiendo que quizás eso, iba a hacerla desistir, me senté a esperar su respuesta.

Esta tardó en llegar más de media hora, tiempo que dediqué para firmar unos presupuestos de mi empresa. Estaba atendiendo a mi secretaria cuando oí la campanilla que me avisaba que me había llegado un correo nuevo a mi messenger. Ni siquiera esperé a que se fuera María para abrir el mensaje.

No me podía creer su contenido, tuve que releerlo varias veces para estar seguro de que era eso lo que me estaba diciendo. Claudia me explicaba que era una estudiante de ingeniería de diecinueve años, que había leído todos mis relatos y que le encantaban. Hasta ahí todo normal. Lo que se salía de la norma era su confesión, la cual os transcribo por lo complicado que es resumirla:

Amo:

Espero que no le moleste que le llame así.

Desde que la adolescencia llegó a mi cuerpo, haciéndome mujer, siempre me había considerado asexuada. No me atraían ni mis amigos ni mis amigas. Para mí el sexo era algo extraño, por mucho que intentaba ser normal, no lo conseguía. Mis compañeras me hablaban de lo que sentían al ver a los chicos que les gustaban, lo que experimentaban cuando les tocaban e incluso las más liberadas me hablaban del placer que les embriagaba al hacer el amor. Pero para mí, era terreno vedado. Nunca me había gustado nadie. En alguna ocasión, me había enrollado con un muchacho tratando de notar algo cuando me acariciaba los pechos, pero siempre me resultó frustrante, al no sentir nada.

Pero hace una semana, la novia de un conocido me habló de usted, de lo excitante de sus relatos, y de la calentura de las situaciones en que incurrían sus protagonistas. Interesada y sin nada que perder, le pedí su dirección, y tras dejarlos tomando unas cervezas me fui a casa a leer que es lo que tenía de diferente.

En ese momento, no tenía claro lo que me iba a encontrar. Pensando que era imposible que un relato me excitara, me hice un té mientras encendía el ordenador y los múltiples programas que tengo se abrían en el windows.

Casi sin esperanzas, entré en su página, suponiendo que no me iba a servir de nada, que lo mío no tenía remedio. Mis propias amigas me llamaban la monja soldado, por mi completa ausencia de deseo.

Contra todo pronóstico, desde el primer momento, su prosa me cautivó, y las horas pasaron sin darme cuenta, devorando línea tras línea, relato tras relato. Con las mejillas coloradas, por tanta pasión cerré el ordenador a las dos de la mañana, pensando que me había encantado la forma en que los personajes se entregaban sin freno a la lujuria. Lo que no me esperaba que al irme a la cama, no pudiera dejar de pensar en cómo sería sentir eso, y que sin darme cuenta mis manos empezaran a recorrer mi cuerpo soñando que eran las suyas la que lo hacían. Me vi siendo Meaza, la criada negra, disfrutando de su castigo y participando en el de su amiga. Luego fui protagonista de la tara de su familia, estuve en su finca de caza, soñé que era Isabel, Xiu, Lucía y cuando recordaba lo sucedido con María, me corrí.

Fue la primera vez en mi vida, en la que mi cuerpo experimentó lo que era un orgasmo. No me podía creer que el placer empapara mi sexo, soñando con usted, pero esa noche, como una obsesa, torturé mi clítoris y obtuve múltiples y placenteros episodios de lujuria en los que mi adorado autor me poseía.

Desde entonces, mañana tarde y noche, releo sus palabras, me masturbo, y sobre todo, me corro, creyéndome una heroína en sus manos.

Soy virgen pero jamás encontrará usted, en una mujer, materia más dispuesta para que la modele a su antojo. Quiero ser suya, que sea su sexo el que rompa mis tabúes, que su lengua recorra mis pliegues, pero ante todo quiero sentir sus grilletes cerrándose en mis muñecas.

Sé que usted podría ser mi padre pero le necesito. Ningún joven de mi edad había conseguido despertar la hembra que estaba dormida. En cambio, usted, como en su relato, ha sacado la puta que había en mí, y ahora esa mujer no quiere volver a esconderse».

La crudeza de sus letras, me turbó. No me acordaba cuando había sido la última ocasión que había estado con una mujer cuya virginidad siguiera intacta. Puede que hubieran pasado más de veinte años desde que rompí el último himen y la responsabilidad de hacerlo, con mis cuarenta y dos, me aterrorizó.

Lo sensato, hubiera sido borrar el mensaje y olvidarme de su contenido, pero no pude hacerlo, la imagen de Claudia con su sonrisa casi adolescente me torturaba. La propia rutina del trabajo de oficina que tantas veces me había calmado, fue incapaz de hacerme olvidar sus palabras. Una y otra vez, me venía a la mente, su entrega y la belleza de sus ojos. Cabreado conmigo mismo, decidí irme de copas esa misma noche, y cerrando la puerta de mi despacho, salí en busca de diversión.

La música de las terrazas de la Castellana nunca me había fallado, y seguro que esa noche no lo haría, me senté en una mesa y pedí un primer whisky, al que siguieron otros muchos. Fue una pesadilla, todas y cada una de las jóvenes que compartían la acera, me recordaban a Claudia. Sus risas y sus coqueteos inexpertos perpetuaban mi agonía, al hacerme rememorar, en una tortura sin fin, su rostro. Por lo que dos horas después y con una alcoholemia, más que punible, me volví a poner al volante de mi coche.

Afortunadamente, llegué a casa sano y salvo, no me había parado ningún policía y por eso debía de estar contento, pero no lo estaba, Claudia se había vuelto mi obsesión. Nada más entrar en mi apartamento, abrí mi portátil, esperando que algún amigo o amiga de mi edad estuviera en el chat. La suerte fue que Miguel, un compañero de juergas, estaba al otro lado de la línea, y que debido a mi borrachera, no me diera vergüenza el narrarle mi problema.

Mi amigo, que era informático, sin llegarse a creer mi historia, me abrió los ojos haciéndome ver las ventajas que existían hoy en día con la tecnología, explicándome que había programas por los cuales podría enseñar a Claudia a distancia sin comprometerme.

― No te entiendo― escribí en el teclado de mi ordenador.

Su respuesta fue una carcajada virtual, tras la cual me anexó una serie de direcciones.

― Fernando, aquí encontrarás algunos ejemplos de lo que te hablo. Si la jovencita y tú los instaláis, crearías una línea punto a punto, con la cual podrías ver a todas horas sus movimientos y ordenarla que haga lo que a ti se te antoje.

― Coño, Miguel, para eso puedo usar la videoconferencia del Messenger.

― Si, pero en ese caso, es de ida y vuelta. Claudia también te vería en su pantalla.

Era verdad, y no me apetecía ser objeto de su escrutinio permanente. En cambio, el poderla observar mientras estudiaba, mientras dormía, y obviamente, mientras se cambiaba, me daba un morbo especial. Agradeciéndole su ayuda, me puse manos a la obra y al cabo de menos de medía hora, ya había elegido e instalado el programa que más se adecuaba a lo que yo requería, uno que incluso poniendo en reposo el ordenador seguía funcionando, de manera que todo lo que pasase en su habitación iba a estar a mi disposición.

La verdadera prueba venía a continuación, debía de convencer a la muchacha que hiciera lo propio en su CPU, por lo que tuve que meditar mucho, lo que iba a contarle. Varias veces tuve que rehacer mi correo, no quería parecer ansioso pero debía ser claro respecto a mis intenciones, que no se engañara, ni que pensara que era otro mi propósito.

Clarificando mis ideas al final escribí:

Claudia:

Tu mensaje, casi me ha convencido, pero antes de conocerte, tengo que estar seguro de tu entrega. Te adjunto un programa, que debes de instalar en tu ordenador, por medio de él, podré observarte siempre que yo quiera. No lo podrás apagar nunca, si eso te causa problemas en tu casa, ponlo en reposo, de esa forma yo seguiré teniendo acceso. Es una especie de espía, pero interactivo, por medio de la herramienta que lleva incorporada podré mandarte mensajes y tú contestarme.

No tienes por qué hacerlo, pero si al final decides no ponerlo, esta será la última vez que te escriba.

Tu amo

Y dándole a SEND, lo envié, cruzando mi Rubicón, y al modo de Julio Cesar, me dije que la suerte estaba echada. Si la muchacha lo hacía, iba a tener en mi propia Webcam, una hembra que educar, si no me obedecía, nada se había perdido.

Satisfecho, me fui a la cama. No podía hacer nada hasta que ella actuara. Toda la noche me la pasé soñando que respondía afirmativamente y visualizando miles de formas de educarla, por lo que a las diez, cuando me levanté, casi no había dormido. Menos mal que era sábado, pensé sabiendo que después de comer podría echarme una siesta.

Todavía medio zombi, me metí en la ducha. El chorro del agua me espabiló lo suficiente, para recordar que tenía que comprobar si la muchacha me había contestado y si me había hecho caso instalando el programa. A partir de ese momento, todo me resultó insulso, el placer de sentir como el agua me templaba, desapareció. Sólo la urgencia de verificar si me había respondido ocupaba mi mente, por eso casi totalmente empapado, sin secarme apenas, fui a ver si tenía correo.

Parecía un niño que se había levantado una mañana de reyes y corría nervioso a comprobar que le habían traído, mis manos temblaban al encender el ordenador de la repisa. Incapaz de soportar los segundos que tardaba en abrir, me fui por un café que me calmara.

Desde la cocina, oí la llamada que me avisaba que me había llegado un mensaje nuevo. Tuve que hacer un esfuerzo consciente para no correr a ver si era de ella. No era propio de mí el comportarme como un crío, por lo que reteniéndome las ganas, me terminé de poner la leche en el café y andando lentamente volví al dormitorio.

Mi corazón empezó a latir con fuerza al contrastar que era de Claudia, y más aún al leer que ya lo había instalado, que sólo esperaba que le dijera que es lo que quería que hiciera. Ya totalmente excitado con la idea de verla, clickeé en el icono que abría su imagen.

La muchacha ajena a que la estaba observando, estudiaba concentrada enfrente de su webcam. Lo desaliñado de su aspecto, despeinada y sin pintar la hacía parecer todavía más joven. Era una cría, me dije al mirar su rostro. Nunca me habían gustado de tan tierna edad, pero ahora no podía dejar de contemplarla. No sé el tiempo que pasé viendo casi la escena fija, pero cuando estaba a punto de decirle que estaba ahí, vi como cogía el teclado y escribía.

« ¿Me estará escribiendo a mí?», pensé justo cuando oí que lo había recibido. Abriendo su correo leí que me decía que me esperaba.

Fue el banderazo de salida, sin apenas respirar le respondí que ya la estaba mirando y que me complacía lo que veía:

― ¿Qué quiere que haga? ¿Quiere que me desnude? ― contestó.

Estuve a punto de contestarle que si, pero en vez de ello, le ordené que siguiera estudiando pero que retirara la cámara para poderla ver de cuerpo entero. Sonriendo vi que la apartaba de modo que por fin la veía entera. Aluciné al percatarme que sólo estaba vestida con un top y un pequeño tanga rojo, y que sus piernas perfectamente contorneadas, no paraban de moverse.

― ¿Qué te ocurre?, ¿por qué te mueves tanto?― escribí.

― Amo, es que me excita el que usted me mire.

Su respuesta me calentó de sobremanera, pero aunque me volvieron las ganas de decirle que se despojara de todo, decidí que todavía no. Completamente bruto, observé a la muchacha cada vez más nerviosa. Me encantaba la idea de que se erotizara sólo con sentirse observada. Claudia era un olla sobre el fuego, poco a poco, su presión fue subiendo hasta que sin pedirme permiso, bajando su mano, abrió sus piernas, comenzándose a masturbar. Desde mi puesto de observación sólo pude ver como introducía sus dedos bajo el tanga, y cómo por efecto de sus caricias sus pezones se empezaban a poner duros, realzándose bajo su top.

No tardó en notar que el placer la embriagaba y gritando su deseo, se corrió bajo mi atenta mirada.

― Tu primer orgasmo conmigo― le dije pero tecleándole mi disgusto proseguí diciendo. ― Un orgasmo robado, no te he dado permiso para masturbarte, y menos para correrte.

― Lo sé, mi amo. No he podido resistirlo, ¿cuál va a ser mi castigo. Su mirada estaba apenada por haberme fallado.

― Hoy no te mereces que te mire, vístete y sal a dar un paseo.

Casi lloró cuando leyó mi mensaje, y con un gesto triste, se empezó a vestir tal y como le había ordenado, pero al hacerlo y quitarse el top, para ponerse una blusa, vi la perfección de sus pechos y la dureza de su vientre. Al otro lado de la línea, mi miembro se alborotó irguiéndose a su plenitud, pidiéndome que lo usara. No le complací pero tuve que reconocer que tenía razón y que Claudia no estaba buena, sino buenísima.

Totalmente cachondo, salí a dar también yo una vuelta. Tenía el Retiro a la vuelta de mi casa y pensando que me iba a distraer, entré al parque. Como era fin de semana, estaba repleto de familias disfrutando de un día al aire libre. Ver a los niños jugando y a las mamás preocupadas por que no se hicieran daño, cambió mi humor, y disfrutando como un imberbe me reí mientras los observaba. Era todo un reto educarlos bien, pude darme cuenta que había progenitoras que pasaban de sus hijos y que estos no eran más que unos cafres y otras que se pasaban de sobreprotección, convirtiéndoles en unos viejos bajitos.

Tan enfrascado estaba, que no me di cuenta que una mujer ,que debía acabar de cumplir los cuarenta, se había sentado a mi lado.

― Son preciosos, ¿verdad?― dijo sacándome de mi ensimismamiento, ― la pena es que crecen.

Había un rastro de amargura en su voz, como si lo dijera por experiencia propia. Extrañado que hablara a un desconocido, la miré de reojo antes de contestarle. Aunque era cuarentona sus piernas seguían conservando la elasticidad y el tono de la juventud.

― Sí― respondí ― cuando tengo problemas vengo aquí a observarlos y sólo el hecho de verlos tan despreocupados hace que se me olviden.

Mi contestación le hizo gracia y riéndose me confesó que a ella le ocurría lo mismo. Su risa era clara y contagiosa de modo que en breves momentos me uní a ella. La gente que pasaba a nuestro lado, se daba la vuelta atónita al ver a dos cuarentones a carcajada limpia. Parecíamos dos amantes que se destornillaban recordando algún pecado.

Me costó parar, y cuando lo hice ella, fijándose que había unas lágrimas en mi mejilla, producto de la risa, sacó un pañuelo, secándomelas. Ese gesto tan normal, me resultó tierno pero excitante, y carraspeando un poco me presenté:

― Fernando Gazteiz y ¿Tú?

― Gloria Fierro, encantada.

Habíamos hecho nuestras presentaciones con una formalidad tan seria que al darnos cuenta, nos provocó otro risotada. Al no soportar más el ridículo que estábamos haciendo, le pregunté:

― ¿Me aceptas un café?

Entornando los ojos, en plan coqueta me respondió que sí, y cogiéndola del brazo, salimos del parque con dirección a Independencia, un pub que está en la puerta de Alcalá. Lo primero que me sorprendió no fue su espléndido cuerpo sino su altura. Mido un metro noventa y ella me llegaba a los ojos, por lo que calculé que con tacones pasaba del metro ochenta. Pero una vez me hube acostumbrado a su tamaño, aprecié su belleza, tras ese traje de chaqueta, había una mujer de bandera, con grandes pechos y cintura de avispa, todo ello decorado con una cara perfecta. Morena de ojos negros, con unos labios pintados de rojo que no dejaban de sonreír.

Cortésmente le separé la silla para que se sentase, lo que me dio oportunidad de oler su perfume al hacerlo. Supe al instante cual usaba, y poniendo cara de pillo, le dije:

― Chanel número cinco.

La cogí desprevenida, pero rehaciéndose rápidamente, y ladeando su cabeza de forma que movió todo su pelo, me contestó:

― Fernando, eres una caja de sorpresas.

Ese fue el inicio de una conversación muy agradable, durante la cual me contó que era divorciada, que vivía muy cerca de donde yo tenía la casa. Y aunque no me lo dijera, lo que descubrí fue a una mujer divertida y encantadora, de esas que valdría la pena tener una relación con ellas.

― Mañana, tendrás problemas y te podré ver en el mismo sitio, ¿verdad?― me dijo al despedirse.

― Si, pero con dos condiciones, que te pueda invitar a comer…― me quedé callado al no saber cómo pedírselo.

― ¿Y?

― Que me des un beso.

Lejos de indignarle mi proposición, se mostró encantada y acercando sus labios a los míos, me besó tiernamente. Gracias a la cercanía de nuestros cuerpos, noté sus pezones endurecidos sobre mi pecho, y saltándome las normas, la abracé prolongando nuestra unión.

― ¡Para!― dijo riendo ― deja algo para mañana.

Cogiendo su bolso de la silla, se marchó moviendo sus caderas, pero justo cuando ya iba a traspasar la puerta me gritó:

― No me falles.

Tendría que estar loco, para no ir al día siguiente, pensé, mientras me pedía otro café. Gloria era una mujer que no iba a dejar escapar. Bella y con clase, con esa pizca de sensualidad que tienen determinadas hembras y que vuelve locos a los hombres. Sentado con mi bebida sobre la mesa, medité sobre mi suerte. Acababa de conocer a un sueño, y encima tenía otro al alcance de mi mano, pero este además de joven y guapa tenía un morbo singular.

Aprovechando que ya eran las dos, me fui a comer al restaurante gallego que hay justo debajo de mi casa. Como buen soltero, comí sólo. Algo tan normal en mí, de repente me pareció insoportable. No dejaba de pensar en cómo sería compartir mi vida, con una mujer, mejor dicho, como sería compartir mi vida con ella. Esa mujer me había impresionado, todavía me parecía sentir la tersura de sus labios en mi boca. Cabreado, enfadado, pagué la cuenta, y salí del local directo a casa.

Lo primero que hice al llegar, fue ir a ver si Claudia había vuelto a su habitación, pero el monitor me mostró el cuarto vacío de una jovencita, con sus pósters de sus cantantes favoritos y los típicos peluches tirados sobre la cama. Gasté unos minutos en observarlo cuidadosamente, tratando de analizar a través de sus bártulos la personalidad de su dueña. El color predominante es el rosa, pensé con disgusto, ya que me hablaba de una chica recién salida de la adolescencia, pero al fijarme en los libros que había sobre la mesa, me di cuenta que ninguna cría lee a Hans Küng, y menos a Heidegger, por lo que al menos era una muchacha inteligente y con inquietudes.

Estaba tan absorto, que no caí que Miguel estaba en línea, preguntándome como había ido. Medio en broma, medio en serio, me pedía que le informara si “mi conquista” se había instalado el programa. Estuve a un tris de mandarle a la mierda, pero en vez de hacerlo le contesté que si. Su tono cambió, y verdaderamente interesado me preguntó que como era.

― Guapísima, con un cuerpo de locura― contesté.

― Cabrón, me estás tomando el pelo.

― Para nada― y picando su curiosidad le escribí,― No te imaginas lo cachonda que es, esta mañana se ha masturbado enfrente de la Webcam.

― No jodas.

― Es verdad, aunque todavía no he jodido.

― ¿Pero con gritos y todo?

― Me imagino, ¡por lo menos movía la boca al correrse!

― No me puedo creer que eres tan bestia de no usar la herramienta de sonido. ¡Pedazo de bruto!, ¡Fíjate en el icono de la derecha! Si le das habilitas la comunicación oral.

Ahora si me había pillado, realmente desconocía esa función. No sólo podía verla, sino oírla. Eso daba una nueva variante a la situación, quería probarlo, pero entonces recordé que la había echado de su cuarto por lo que tendría que esperar que volviera. Cambiando de tema le pregunté a mi amigo:

― ¿Y tú por qué lo sabes? ¿Es así como espías a tus alumnas?

Debí dar en el clavo, por que vi como cortaba la comunicación. Me dio igual, gracias a él, el morbo por la muchacha había vuelto, haciéndome olvidar a Gloría. Decidí llevarme el portátil al salón para esperarla mientras veía la televisión. Afortunadamente, la espera no fue larga.

Al cabo de media hora la vi entrar con la cabeza gacha, su tristeza era patente. No comprendía como un castigo tan tonto, había podido afectarle tanto, pero entonces recordé que para ella debió resultar un infierno, el ver pasar los años sin notar ninguna atracción por el sexo, y de pronto que la persona que le había despertado el deseo, la regañara. Estaba todavía pensando en ella, cuando la observé sentándose en su mesa, y nada más acomodarse en su silla, echarse a llorar.

Tanta indefensión, hizo que me apiadara de ella.

― ¿Por qué lloras?, princesa― oyó a través de los altavoces de su ordenador.

Con lágrimas en los ojos, levantó su cara, tratando de adivinar quien le hablaba. Se veía preciosa, débil y sola.

― ¿Es usted, amo?― preguntó al aire.

― Si y no me gusta que llores.

― Pensaba que estaba enfadado conmigo.

― Ya no― una sonrisa iluminó su cara al oírme, ― ¿Dónde has ido?

― Fui a pensar a Colón, y luego a comer con mi familia a Alkalde .

Acababa de enterarme que la niña, vivía en Madrid, ya que ambos lugares estaban en el barrio de Salamanca, lo que me permitiría verla sin tenerme que desplazar de ciudad ni de barrio. Su voz era seductora, grave sin perder la feminidad. Poco a poco, su rostro fue perdiendo su angustia, adquiriendo una expresión de alegría con unas gotas de picardía.

― ¿Te gusta oírme?― pregunté sabiendo de antemano su respuesta.

― Sí― hizo una pausa antes de continuar ― me excita.

Solté una carcajada, la muchacha había tardado en descubrir su sexualidad pero ahora no había quien la parase. Sus pezones adquirieron un tamaño considerable bajo su blusa.

― Desabróchate los botones de tu camisa.

El monitor me devolvió su imagen colorada, encantada, la muchacha fue quitándoselos de uno en uno, mientras se mordía el labio. Pocas veces había asistido a algo tan sensual. Ver como me iba mostrando poco a poco su piel, hizo que me empezara a calentar. Su pecho encorsetado por el sujetador, era impresionante. Un profundo canalillo dividía su dos senos.

― Enséñamelos― dije.

Sin ningún atisbo de vergüenza, sonrió, retirando el delicado sujetador de encaje. Por fin veía sus pezones. Rosados con unas grandes aureolas era el acabado perfecto para sus pechos. Para aquel entonces mi pene ya pedía que lo liberara de su encierro.

― Ponte de pie.

No tuve que decírselo dos veces, levantándose de la silla, me enseñó la perfección de su cuerpo.

― Desnúdate totalmente.

Su falda y su tanga cayeron al suelo, mientras podía oír como la respiración de la mujer se estaba acelerando. Ya desnuda por completo, se dedicó a exhibirse ante mí, dándose la vuelta, y saltando sobre la alfombra. Tenía un culo de comérselo, respingón sin ninguna celulitis.

― Ahora quiero que coloques la cámara frente a la cama, y que te tumbes en ella.

Claudia estaba tan nerviosa, que tropezó al hacerlo, pero venciendo las dificultades puso la Webcam, en el tocador de modo que me daba una perfecta visión del colchón, y tirándose sobre la colcha, esperó mis órdenes. Estas tardaron en llegar, debido a que durante casi un minuto estuve mirándola, valorando su belleza.

Era guapísima. Saliéndose de lo normal a su edad, era perfecta, incluso su pies, con sus uñas pulcramente pintadas de rojo, eran sensuales. Sus piernas largas y delgadas, el vientre plano, y su pubis delicadamente depilado.

― Imagínate que estoy a tu lado y que son mis manos las que te acarician― ordené sabiendo que se iba a esforzar a complacerme.

Joven e inexperta, empezó a acariciarse el clítoris.

― Despacio― insistí ― comienza por tu pecho, quiero que dejes tu pubis para el final.

Obedeciéndome, se concentró en sus pezones, pellizcándolos. La manera tan estimulante con la que lo hizo, me calentó de sobre manera, y bajándome la bragueta, saqué mi miembro del interior de mis pantalones. No me podía creer que fuera tan dócil, me impresionaba su entrega, y me excitaba su sumisión. Aun antes de que mi mano se apoderara de mi extensión ya sabía que debía poseerla.

― Mi mano está bajando por tu estomago― le pedí mientras trataba que en mi voz no se notara mi lujuria. En el monitor, la jovencita me obedecía recorriendo su cuerpo y quedándose a centímetros de su sexo. ― Acércate a la cámara y separa tus labios que quiero verlo.

Claudia no puso ningún reparo, y colocando su pubis a unos cuantos palmos del objetivo, me mostró su cueva abierta. El brillo de su sexo, y sus gemidos me narraban su calentura.

― Piensa que es mi lengua la que recorre tu clítoris y mi pene el que se introduce dentro de ti― ordené mientras mi mano empezaba a estimular mi miembro.

La muchacha se tumbó sobre la cama, y con ayuda de sus dedos, se imaginó que era yo quien la poseía. No tardé en observar que la pasión la dominaba, torturando su botón, se penetraba con dos dedos y temblando por el deseo, comenzó a retorcerse al sentir los primeros síntomas de su orgasmo.

Para aquel entonces, yo mismo me estaba masturbando con pasión. Sus gritos y gemidos eran la dosis que me faltaba para conducirme hacía el placer.

― Dime lo que sientes― exigí.

― Amo― me respondió con la voz entrecortada,― ¡estoy mojada! ¡Casi no puedo hablar!… 

Con las piernas abiertas, y el flujo recorriendo su sexo, mientras yo la miraba, se corrió dando grandes gritos. Me impresionó ver como se estremecía su cuerpo al desbordarse, y uniéndome a ella, exploté manchando el sofá con mi simiente.

Tardamos unos momentos en recuperarnos, ambos habíamos hecho el amor aunque fuera a distancia, nada fue virtual sino real. Su orgasmo y el mío habían existido, y la mejor muestra era el sudor que recorría sus pechos. Estaba todavía reponiéndome cuando la oí llorar.

― Ahora, ¿qué te pasa?

― Le deseo, este ha sido el mayor placer que he sentido nunca, pero quiero que sea usted quien me desvirgue― contestó con la voz quebrada.

Debería haberme negado, pero no lo hice, no me negué a ser el primero, sino que tranquilizándola le dije:

― ¿Cuándo es tu cumpleaños?

― El martes― respondió ilusionada.

― Entonces ese día nos veremos, mañana te diré cómo y dónde.

Con una sonrisa de oreja a oreja me dio las gracias, diciéndome que no me iba a arrepentir, que iba a superar mis expectativas…

Ya me había arrepentido, me daba terror ser yo, el que no colmara sus aspiraciones, por eso cerré enfadado conmigo mismo el ordenador, dirigiéndome al servibar a ponerme una copa.

 

Relato erótico: “Mi prima venía a preñarse y salió con el culo roto” (POR GOLFO)

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La vida te da una campanada cuando menos te la esperas. Aunque la mayoría de las veces esas sorpresas suelen ser una putada, en otras ocasiones son experiencias inolvidables. Ese fue el caso que os voy a narrar.
Hace cinco años estaba en la clínica de fertilidad que fundé con otros socios cuando de pronto recibí una llamada de mi santa madre en la que tras las típicas preguntas de cómo estaba y si había engordado, me soltó que mi prima Luisa necesitaba de mi ayuda.
-¿Qué le pasa?- pregunté un tanto molesto porque al mencionarla recordé al estafador con el que se había casado y por eso asumí que me iba a pedir dinero.
Pero resultó que estaba equivocado. Por lo visto, no podía tener hijos y como los tratamientos de fertilidad eran caros, había pensado que al ser familia le haría un precio especial.
-No te preocupes, mamá- respondí- le haré un buen descuento.
Mi respuesta lejos de tranquilizarla,  sacó de las casillas a mi progenitora que echándome una típica bronca materno-filial, me prohibió que le cobrara ni un euro.
-Es tu prima y a la familia no se la cobra- sentenció bastante de mala leche.
Por mucho que le expliqué que un tratamiento llevaba acarreado una serie de costosas pruebas, no conseguí convencerla.
-Ganas mucho dinero y ella no.
La cerrazón de mi vieja fue tal que me hizo prometerla que iba a hacerla caso.
-Tú ganas, mamá- respondí enojado pero incapaz de llevarle la contraria a la que me había dado la vida.
El resto de la tarde me la pasé refunfuñando  y de mal humor. Ni siquiera el día a día consiguió sacarme de la cabeza que el siguiente lunes tendría a Luisa y a Manuel de okupas en mi consulta.
 
La pareja aterriza en la clínica.
 
Tal y como habíamos quedado, ese par llegó a la clínica a las diez de la mañana. Como deseaba terminar el asunto cuanto antes, nada más informarme mi secretaria de su presencia, les hice pasar a mi despacho. La primera en entrar fue mi prima y tras ella el imbécil de su marido.
“Sigue estando buena”, me dije al comprobar que llevaba los treinta y cinco con entereza y que los años no habían hecho mella en su estupendo trasero. En cambio, Manuel parecía un cerdo cebado. Con más de cien kilos, ese capullo estaba tan avejentado que me hizo suponer un consumo desmesurado de alcohol.
Tras los saludos habituales, entré directamente al trapo  explicándoles que antes de nada debíamos averiguar el motivo por el que no podían tener descendencia y que para ello debía de hacer una serie de pruebas.
-La estéril es Luisa. Los Sánchez-Puello somos muy machos-  protestó ese idiota al pensar que ponía su hombría en cuestión.
Mordiéndome un huevo, le expliqué que por estadísticas no había diferencia entre hombres y mujeres a la hora de problemas de infertilidad y que por eso tenía que obtener una muestra de su semen para ser analizados.
-Joder, haber empezado por que la prueba era en que me hiciese una paja. Había pensado que me ibas a meter un dedo por el culo.
“Más quisieras”, pensé  molesto y en vez de expresarle mi disgusto, sonreí y le di un botecito para la muestra.
Para que os hagáis una idea precisa de lo gilipollas que es ese majadero, al coger el recipiente, soltó una carcajada diciendo que necesitaba al menos otros dos para recoger toda su cosecha. Haciendo como si no lo hubiese oído, me dirigí a mi prima y le expliqué que lo primero que iba a hacer era hacerle un reconocimiento físico.
-¿Vas a ser tu quien me lo haga?
-Sí, ¿Por qué lo preguntas?
Bastante avergonzada, Luisa me confesó que le daba corte quedarse en pelotas frente a mí. Por lo visto su ginecólogo era mujer y no había caído  que en mi clínica, yo era el que hacía las revisiones. 
“Esto es el colmo”, pensé y tratando de tranquilizarla, le dije: -Si quieres que se quede Manuel-.
Al estúpido no le hizo gracia quedarse pero aceptó cuando mi prima se lo pidió casi llorando. Siguiendo, mis instrucciones, Luisa pasó tras el biombo que había en la consulta y se desnudó para la revisión. Debió de resultarle difícil porque tardó más de lo acostumbrado en salir con la bata.
Al levantar la mirada de mis papeles, descubrí alucinado que sus pezones se marcaban bajo la tela azul.
“¡Menudos pitones!”, exclamé mentalmente aunque de mi garganta solo salió un “Siéntate aquí”.
Venciendo su timidez, se acomodó  en su silla mientras su marido leía el periódico en el móvil.
-Necesito que te abras la bata para explorarte los senos- le dije profesionalmente.
El rubor que apareció en sus mejillas fue una muestra clara de su sofoco pero como no podía negarse, sin ser capaz de mirarme a los ojos, desabrochó la tela dejándome contemplar por primera vez en mi vida esos dos monumentos.
“¡Tiene unas tetas de campeonato!” sentencié en silencio mientras me ponía los guantes de látex.
Siguiendo estrictamente el protocolo, le expliqué que iba a examinar su pecho en busca de algún problema.
-¿Te parece bien Manuel?- preguntó a su marido pero este ni siquiera la contestó al estar enfrascado leyendo un diario deportivo por internet.
Al no recibir respuesta, me dijo que continuara. Lo que no me esperaba fue que al palpar sus pechos, Luisa se mordiera los labios para no gritar.
-¿Te duele?- pregunté al verle la cara.
-No- contestó ya totalmente colorada.
Extrañado pero siguiendo la rutina, incrementé la presión buscando algún tumor. Mi prima emitiendo casi inaudible gemido, respondió al toqueteo de mis dedos mientras el atontado de su esposo seguía fijamente leyendo el último traspaso del Real Madrid. Fue entonces cuando la miré y descubrí en sus ojos una mezcla de deseo y de vergüenza.
“¡Se está poniendo cachonda!”, medité al ver que involuntariamente separaba sus rodillas.
Como todavía no estaba convencido y mantenía un poco de cordura, me repetí que debía tener cuidado y no hacer ninguna tontería. El problema vino cuando dando por terminado el examen de sus pechos, debía comenzar a reconocerle la vagina pero al levantar la sabana que cubría su sexo,  me encontré que lo tenía totalmente encharcado.
“¡Mierda! ¡Se va a armar!”, me dije temiendo que Manuel se diera cuenta del estado de su mujercita.
Afortunadamente el muy imbécil estaba a por uvas y por eso me atreví a explicarle que debía hacerle una ecografía pélvica. La reacción de mi prima me hizo dudar porque separó sus muslos sin dejar de sonreír.
Tratando de parecer que no me había enterado, deslicé mis manos por su vientre para intentar encontrar alguna molestia en la zona de la matriz. Desgraciadamente, Luisa al sentir que mis dedos se acercaban a su vulva, pegó un gemido.
-Lo siento- le dije tratando de enmascarar con esa disculpa el sonido que emitió -¿Quieres que pare?
Nunca escuché su respuesta porque su marido intervino diciendo:
-Tú sigue… Si le duele es que tiene algo mal.
Sin dejarme otra opción, decidí continuar con la exploración y cogiendo el ecógrafo, puse un preservativo en él. Aunque sabía que mi prima estaba suficientemente lubricada, apliqué generosamente el gel sobre su superficie tras lo cual llevando mi otra mano hasta su vulva, separé sus labios y con suavidad introduje en su interior.
-Ahhh- gimió descompuesta.
Aunque os parezca absurdo, Manuel le recriminó ser tan quejica y de muy mal tono, le ordenó que se callara.
“Será capullo” pensé y queriendo compensar de algún modo a mi prima, susurré en su oído: -Tranquila, esto queda entre nosotros.
Tras lo cual, moviendo mi silla, me coloqué de modo que mis maniobras quedaran ocultas a sus ojos y olvidándome de la función de ese instrumento, lo empecé a sacar y a meter del interior de su coño mientras con dos dedos estimulaba su clítoris también.
-Como es doloroso, no te cortes. Si te duele, chilla- comenté al percibir que Luisa estaba a punto de correrse.
Mi prima usó esa absurda excusa para enmascarar su placer y en vez de decir, “¡Como me gusta!”, berreó diciendo: ¡Me duele!
Su entrega lejos de calmarme, me excitó y sabiendo que caminaba en el filo de la navaja, decidí que esa putilla se corriera otra vez. Incrementando la velocidad con la que metía y sacaba el aparato de su coño, busqué nuevamente su placer.
-¡Arde un montón!- dijo disfrazando su gozo de dolor.
Reconozco que aunque tenía una vasta experiencia, me calentó de sobremanera reírme de ese cretino abusando de la zorra de su mujer en su presencia y forzando al límite su estupidez, le llamé a mi lado y señalando el flujo que manaba el chocho de su mujer, le solté:
-Luisa tiene una infección. Mira la cantidad de pus que sale de su vulva.
El pazguato, no reconociendo ese líquido incoloro y creyéndose a pies juntillas mi explicación, respondió:
-¡Qué barbaridad!
Al no tener límite su estupidez y aprovechando que su esposa se había corrido por segunda vez,  volví con él hasta mi mesa y haciéndome su colega, le solté en voz baja:
-Eres un cabrón. Le has pegado a tu mujer una candidiasis.
Ni siquiera intentó negarlo y acojonado por las consecuencias, me preguntó que podía tomar. Sin dudarlo le prescribí un medicamento que le dejaría la verga inservible durante al menos tres meses, tras lo cual y viendo que mi prima ya se había vestido, los cité para el viernes siguiente:
-¿Tengo que volver?- preguntó Manuel con ganas de escaquearse.
-No hace falta siempre que tu mujer traiga la muestra.
En ese momento, ese malnacido me soltó:
-¿Y si me hago ahora la paja en el baño?
-Tú mismo- respondí. –Al terminar, dásela a la enfermera
La alegría que leí en los ojos de Luisa cuando comprendió que vendría ella sola,  me confirmó algo que ya sabía. Aunque había prometido a mi madre que no le cobraría ni un euro, pensaba compensar la cuenta con carne y para que le quedara claro a ese pendón, al despedirme de ellos le magreé el trasero.
La muy puta dejándose hacer, me soltó mientras se marchaba:
-De saber que eras tan bueno, hubiera acudido antes a tu consulta.
 
La segunda vez en mi consulta.
Pasado el tiempo os reconozco que esa semana se me hizo larguísima. Contantemente llegaban a mi recuerdo, anécdotas de nuestra juventud en las que mi prima tenía el papel de protagonista así como imágenes  de lo sucedido en mi consulta. Rememorando mis años mozos, recordé que toda mi panda estaba enamorada de ella. Todos mis amigos e incluso yo no podíamos dejar de babear cada vez que nos la encontrábamos en el pueblo.
-¡Que buena está!- era el comentario más oído sobre Luisa en esa época.
Si a esos retazos de mi memoria les sumaba el hecho incontestable de que sin importarle la presencia de su marido se había excitado con mi exploración,  el resultado fue que durante esos cinco días, me trajera trastornado su próxima visita.
Al vivir solo, cada noche permití que su recuerdo acudiera a mi mente y olvidándome de que era de mi familia, me pajeé en su honor. Por eso al llegar el día de su cita, estaba ansioso de que apareciera por mi puerta. Para colmo la suerte me volvió a favorecer porque esa mañana mi enfermera me pidió la tarde libre. Su ausencia supondría que cuando Luisa llegara a mi consulta estuviéramos ella y yo solos.
Luisa llegó sobre las seis, como la paciente anterior ya se había marchado, tras saludarla con un beso en la mejilla, la hice pasar a mi despacho. Supe que venía preparada para la guerra porque venía vestida con un sugerente vestido de lino transparente que más que ocultar, ensalzaba sus atributos.
“Está tía quiere acción” pensé y sin más prolegómeno, la hice sentarse.
Actuando como un buen profesional, me puse a revisar su expediente y fue al leer los resultados del análisis del semen de su pareja cuando comprendí cual era el problema. Manuel sufría de azoospermia, es decir, la muestra que nos entregó carecía de espermatozoides.
“Es un eunuco”, me dije descojonado.
Conteniendo las ganas de soltarle a bocajarro la noticia de que ese cretino era estéril de nacimiento, le pregunté:
-Luisa, antes de seguir con las pruebas, ¿Quién de los dos desea un hijo?
Mi pregunta la destanteó y tras pensárselo durante unos segundos, respondió:
-Manuel no quería hijos pero le he convencido de tenerlos.
Al saber que era ella quien realmente lo deseaba, con una sonrisa, le solté:
-Aunque tenemos que esperar el resto de las pruebas, te puedo adelantar que creo que he descubierto el por qué no te has quedado embarazada – y haciendo un inciso, esperé unos segundos para continuar- Tu marido es incapaz de procrear por lo que si los demás análisis me dan la razón, mediante inseminación en menos de un mes puedes quedarte preñada.
Luisa tardó unos momentos en reaccionar. Minusvalorada por su esposo, siempre había creído que la culpa era de ella y por eso le costó asimilar que era de Manuel. Cuando lo hizo el que se quedó sorprendido fui yo puesto que sin decir nada, se levantó y dejando caer su vestido al suelo, me soltó mientras apoyaba sus codos en la camilla:
-¿A qué esperas para inseminarme?
Verla totalmente desnuda y con el culo en pompa, fue el acicate que necesitaba para olvidarme de que además de su primo, era su ginecólogo y con prisas, me desnudé mientras me acercaba a donde ella me esperaba. Al llegar a su lado, separé con mis manos sus dos estupendas nalgas y descubrí un ojete bastante dilatado. El descubrimiento de que Luisa estaba habituada a hacerlo por detrás despertó mi lado perverso y embadurnando mis dedos con el flujo que ya encharcaba su coño, me puse a juguetear con él.
-¡Eres malo!- berreó satisfecha de lo fácil que le había resultado convencerme y moviendo sus caderas buscó que me la follara.
Su calentura era tal que al sentir mis dedos jugueteando con su esfínter, empezó a gemir sin cortarse pidiéndome que la hiciera suya pero obviando sus deseos, decidí que ese trasero iba a ser mío antes. Por eso le introduje uno de mis dedos en su entrada trasera mientras le decía:
-Si quieres que te preñe, primero me tienes que dar tu culo.
-¡Es todo tuyo!- respondió pegando un grito.
Os reconozco que tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no rompérselo a lo bestia . Aunque mi prima se merecía eso y más, decidí hacerlo con cuidado. Usando mis yemas no tardé en relajarlo y entonces decidí embadurnar mi pene con su flujo. Para ello, de un solo golpe la penetré hasta en fondo de su vagina. Luisa al sentirse llena, comenzó a moverse buscando su placer pero dándole un azote le dije que se quedara quieta.
-Perdón pero es que hace mucho que no follo- dijo tratando de disculpar su excitación.
Su confesión hizo que me apiadara de ella y mientras untaba de flujo su ojete, permití que disfrutara con mi verga en su interior. Mi prima al sentirse llena, no dejaba de buscar que acelerara mi paso. Pero cuando sentí su flujo discurriendo entre mis piernas, se la saqué diciendo:
-Me encanta tu culo.
Luisa comprendió mis intenciones y usando sus manos para separar sus nalgas, respondió:
-Úsalo.
Ni siquiera esperé a que terminara de hablar, llevando su cuerpo hacia atrás lentamente fui metiéndoselo lentamente, permitiéndome sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro.
-Ahh- gimió al notar mi estoque acuchillando sus intestinos.
Venciendo las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que fuera que se acostumbrara a tenerlo en su interior. No llevaba ni diez segundos dentro de su trasero cuando girándose, me miró y me rogó que comenzara a cabalgarla. 
La expresión de deseo de su rostro me terminó de convencer y con ritmo tranquilo, fui extrayendo mi sexo de su interior mientras mi prima no dejaba de berrear que me diese prisa. Su calentura le llevó a volvérselo a meter hasta el fondo con un movimiento de caderas.
-Fóllame, ¡Lo necesito!- bramó con desesperación.
La urgencia que escuché en su tono me hizo reaccionar y comencé a galopar sobre ella con un ritmo alocado en el que sus pechos se bamboleaban hacia adelante y hacia atrás al compás con el que yo forzaba su ojete.
-No pares cabrón- gritó al sentir que disminuía la velocidad de mis acometidas-
-¡Eres una puta calentorra!- le solté a la vez que le daba un fuerte azote en su culo. 
Mi ruda caricia lejos de molestarla, la excitó mas y comportándose como una perra en celo, contestó:
-Lo soy y mi marido no lo aprovecha.
Sus palabras azuzaron el morbo que sentía por estar dando por culo a esa infiel mujer y  alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoras palmadas en su trasero cada vez que sacaba mi pene de su interior. Para entonces, mi prima ya tenía el culo completamente rojo y dejándose caer sobre la camilla, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo.
-¡No dejes de follarme!- aulló al sentir que el placer asolaba su interior. 
Su actitud sumisa fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su precioso culo como frontón.  Al gritar de dolor, perdió el control y agitando sus caderas se corrió.
Los alaridos que sirvieron de música de fondo a su orgasmo, me hicieron concentrarme en mí y  forzando su esfínter al máximo, seguí violando su intestino mientras Luisa no dejaba de gemir. Fue entonces cuando no pude más y compartí con ella su placer, vertiendo la semilla que había venido a buscar en el interior de sus intestinos.
Agotado y exhausto, la hice a un lado y me senté sobre la camilla para descansar. A los cinco minutos, mi prima se sentó en mis rodillas y luciendo la mejor de sus sonrisas, me preguntó:
-¿Tienes algo que hacer este fin de semana?
-¿Por qué lo preguntas?- contesté.
Soltando una carcajada, respondió:
-Cómo no va a estar mi marido, he pensado que me podrías repetir este tratamiento… ¡En mi cama!

Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Antonio) Parte 4” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

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Cuando volvimos pasado un tiempo la relación mejoro un poco ya Diana me permitía tocarla y meterle mano me dejaba tocarle su coño y masturbarla tocarle esas ricas tetas ella me cogía la polla y me masturbaba hasta hacerme acabar igual yo todo eso lo hacíamos cuando estábamos solos yo le pedía que me hiciera sexo oral pero decía que no que le daba asco meterse un pipi en la boca, después de que la vi hacer de todo con sus familiares a mí me decía que no eso me enojaba y pues penetrarla menos decía que no estaba lista para tener relaciones, eso me frustraba me hacía sentir mal.

En esa época empezaba hacerse popular los teléfonos celulares en el país yo ahorrando logre conseguir uno y a mi novia sus padres le regalaron uno para estar más pendiente de ella.

Un día Diana me había dicho que iba estar sola su casa para que fuera ella salía del colegio a las 12pm y yo no tenía clases en la universidad sabía que ella llegaría a eso de las 12:30pm a su casa a así que la llame a esa hora me dijo que llegaría en 5 min que me llamaba apenas estuviera en su casa para que fuera eran como las 12:45pm y no recibí llamada alguna decidí ir a ver cómo vivimos cerca me fui caminando en 5 minutos llegue afuera de su casa estaba el carro que le asigna la empresa al padrastro de Diana, me quede extrañado pues me dijo mi novia que no habría nadie, me acerque a la casa que tiene una reja con unos muros bajos y dentro de ellos un pino pequeño que casi cubre una de las ventanas del frente de la casa con cuidado me observe por ella entre las cortinas pude ver la sala a mi suegro junto a el sofá no veía a mi novia, de repente mi suegro se empieza a desabrochar e pantalón a quitárselo junto con su camisa y ropa interior quedando desnudo en medio de la sala en ese momento veo bajar a mi novia por las escaleras de la casa llevaba su uniforme del colegio zapatos negros, medias blancas hasta las rodillas, una faldita azul oscuro amplia más arriba de sus rodillas que le llegaba hasta la mitad de esos carnosos y deliciosos muslos una camisa blanca manga corta con todos los botones abiertos a excepción del que le queda cerca de su cuello toda abierta dejando ver ese par de tetas grandes bien paradas suaves al tacto con sus pezones rozados perfectos en punta, con su carita de niña buena e inocente, su par de trencitas toda una lolita que la naturaleza doto con un cuerpo de escándalo.

Diana: papi ya me quité el sostén y me dejé el uniforme como te gusta.

Padrastro: si mi nenita que linda adolecente tengo en la casa, ven que tu papá te va dar lo que te gusta.

Mi novia se acercó a su padrastro este la tomo de culote con una mano se lo amaso a gusto con la otra le cogió una tetota se la apretó le estiraba el pezón mientras la besaba y le metía la lengua en su boquita carnosa, la cual recibía gustosa con sus ojitos cerrados, su padrastro le dijo:

—ven.

Se sentó en el sofá desnudo con las piernas abiertas mi novia se arrodillo entre ella con su manita tomo la polla de su padre la empezó acariciar esta empezó a cobrar vida se puso toda morcillona hasta alcanzar sus 20cm dejando ver esos huevos grandes y peludos los cuales empezó acariciar mientras le lamia todo el tronco desde las bolas hasta la punta la cual empezó a darle besitos hasta que se metió esa cabezota en la boca y empezó a chupar, mi suegro empezó a retorcerse de placer estuvo un rato haciéndole una mamada de campeonato. Su padrastro la detuvo y le dijo….

—Para putica me vas hacer venir, ven quiero que te sientes en mi verga.

Mi novia se paró le dio la espalda se levantó la falda dejando ver ese maravilloso culo redondo grande con ese par de nalgas gorditas perfectas y firmes por su juventud, tenía puesta una tanguita blanca muy pequeña que se le metía por el culo, apenas le cubría chochito apretado carnocito que ya estaba empapado su tanguita estaba toda mojada, mi novia se la corrió a un lado dejando ver su vulva y se empezó a sentar sobre el tronco de su padre solo veía como se le empezaba a estirar su vaginita a todo lo que da mientras gemía metiéndose toda esa vergota de golpe….

—Aahhh putica me vas a matar como aprendiste a coger así….

—Te gusta papi….

—Si puta síguete moviendo.

Diana cabalgaba a su padrastro mientras este se aferraba a su cintura y su culo se lo apretaba le daba nalgadas estuvieron un rato así cogiendo, ver como mi novia se comportaba como una puta me excitaba decidí tomar mi celular y llamarla a ver que me decía, su celular se encontraba en la mesa de la sala solo timbraba, pero ellos seguían como si nada, le insistí varias veces hasta que mi suegro le dijo….

—Contesta de una puta vez que me tiene loco ese timbre…

—no papi es Antonio….

—Contéstale a ese cornudo y decile que estas ocupada….

—Entonces voy a dejar de cabalgar papá para poder hablar con el….

—No puta vos no paras seguí moviéndote.

En esas veo que mi novia estira su manita recoge el teléfono y me responde con vos agitada y disimulando….

—Hola amor….

—Hola mi vida como estas….

—Bien amorcito….

—No me llamaste….

—Es que mi papá vino a la casa a almorzar pues estoy ocupada con él por eso no te llame….

—Te encuentras bien….

—Si porque me preguntas….

—Es que suenas extraña como agitada…

—es que estoy atendiendo a mi papá con la comida, le estoy dando de comer….

—A ok me avisas cuando se vaya para yo ir….

—Hay amor lo siento creo que no voy a poder tengo mucha tarea estoy muy ocupada te hablo en la noche….

—Pero bebe yo quería estar contigo….

—Lo siento amor estoy muy ocupada no puedo más.

Me colgó justo en ese momento soltó un alarido de placer y se vino toda, mi suegro le dijo….

—Aaahh puta como te venís me exprimes la verga aaahhh.

Yo solo pensaba lo puta que es mi novia diciéndome que le daba de comer al papá y que comida se estaba pegando mi suegrito con ese suculento pedazo de hembra que se estaba comiendo, me sentía poco hombre con miedo, con el pene duro totalmente excitado de ver como mi amada novia me ponía los cuernos con mi suegro.

Siguieron gimiendo de placer luego estiro sus manos la agarro de ese par de tetas que se le hincharon de la excitación tenia los pezones brotados y la cara de puta perdida la trajo hacia el así ella con la espalda sobre su pecho con las tetas apretadas se empezaron a besar con lujuria, luego su querido papi la volteo y la hizo cabalgar de frente mientras le manoseaba las tetas y se las chupaba estirándole los pezones, mi novia solo gemía como una puta perdida, ya estando los dos alcanzando el éxtasis del placer la hizo descabalgar la puso en cuatro apoyando sus manos en el respaldo del sofá subiéndole la falda hasta la cintura y bajándole la tanguita a medio muslo le reacomodo ese delicioso par de nalgas dejándolas paradas ofrecidas con facilidad mi niña solo sonreía pícaramente mirándolo entonces este agarro su enorme polla y se la clavo toda por el coños que le empezó a chorrear la cogió con todas sus fuerzas le dio durísimo mi pobre novia solo gemía de placer pidiendo más que le dieran más duro ya su padrastro no pudo más y en medo de un grito le empezó a llenar el coño a mi novia mientras esta tenía un brutal orgasmo que le puso los ojos en blanco con la mirada perdida del placer que recibía mientras los testículos de mi suegra se movían en espasmos llenándola de leche….

—Aaahhh puta como te corres mucho mejor que tu mamá me estas exprimiendo toda la vega aaaahhh.

Luego cayeron sobre el sofá mientras mi suegro le sacaba la polla morcillona de su abierto y babeante vagina que le escurría una gran cantidad de leche….

—Gracias papi me dejaste muerta voy a tener que descansar un rato….

—Ok bebe yo voy a ducharme y a ir al trabajo no me puedo demorar mucho acá.

Le dio un beso apasionado el cual ella correspondió, cogió su ropa y subió al segundo piso mi novia quedo tirada en el sofá un rato luego se subió su tanguita y fue al segundo piso solo vi que iba con una cara de placer y una gran sonrisa.

Me fui a mi casa totalmente caliente la verga me dolía entre a mi habitación cerré la puerta con seguro, solo recordé la cogida que le metió mi suegro a mi novia y me vine a chorros sintiéndome el más cornudo de todos.

Antonio: ahí confirme que el padrastro de Diana se la estaba cogiendo cada vez que podía y tenía el fetiche de cogérsela con su uniforme de colegio.

Steven: no mi suegro se dio un gran festín con mi mujer cuando estaba en el colegio y quien sabe cuánto tiempo más, espero que no me la vaya a seguir cogiendo ahora que está conmigo.

Antonio: esperemos que no jejejeje.

Bueno les sigo contando lo que paso en otra ocasión esta vez la vi con un amigo supuestamente un muy buen amigo que me la cogió toda y creo que por un buen tiempo fueron amantes.

Yo estaba cerca de cumplir los 19 años nos reuníamos con los amigos a pasar el tiempo ir a cine de paseo o a tomarnos unas cervezas en la casa de alguien por lo general era en la caza de Fabián ya que la mayor parte del tiempo permanecía solo.

En una de esas ocasiones nos reunimos todos en casa de Fabián a tomarnos unos tragos y escuchar música, estábamos Dana, Leandro, Fabián y las parejas Alejandra, José y Diana y yo, mucha cerveza y música la pasábamos bien llego la media noche ya todos estábamos perdidos por el alcohol yo notaba a mi novia muy alegre y coqueta especialmente con José debo decir que él es una persona alta bien parecida a las mujeres les gusta mucho siempre con una actitud sobradora y de ser el alma de la fiesta tenía un ego muy grande y con su apariencia eso le daba más alas era de esas personas con esa personalidad arrogante era mi amigo porque nos conocimos desde muy niños creo que solo por eso lo aguantaba.

Notaba esa coquetería y creo que José se daba cuenta y no perdía oportunidad para coquetearle el también y hacerse lucir frente a ella Alejandra no se daba cuenta de eso estaba muy borracha para rematar Fabián saco una botellita de ron y la repartió entre todos eso fue el acabose eso dejo fuera de combate a más de uno José y yo lo resistimos bien sobre todo el yo quede muy mareado las mujeres quedaron sin poder parase Leandro quedo dormido y Fabián se puso mal como con ganas de vomitar.

Estábamos mal en una de esas Fabián no aguanto y como pudo salió corriendo al baño del primer piso de su caza, Dana fue tras de el a ayudarlo como estaba tan borracha solo cayo al lado de el sin poder pararse, Alejandra al ver eso también se descompuso como pudo llego al mismo baño a vomitar Dana solo la sostenía del cabello, los demás sonreíamos divertidos sin poder pararnos yo ya empezaba a cabecear y a quedarme dormido entre sueño y despierto alcanzo a escuchar a mi novia decirme voy al baño de arriba y José dice yo la ayudo alcanzo a ver que el la ayuda a levantar y la lleva por las escaleras ahí pierdo el conocimiento por 5 minutos me despierto algo alterado al recordar esa última imagen miro en la sala no estaba mi novia y José, solo veía a Leandro dormido en una silla y a Dana, Alejandra y Fabián tirados en el piso del baño dormidos, como pude me pare y subí hacia el baño no los vi ahí mire la habitación de Fabián y tampoco estaban ahí de repente escuche un gemido que venía de la habitación de los padres de Fabián el pasillo que da a la habitación estaba totalmente oscuro por lo cual no me vieron llegar mi novia estaba sobre la cama boca abajo con su jean y su tanga en los tobillos y José atrás de ella abriéndole esas apetitosas nalgas con las manos y metiendo su cabeza entre ellas lamiéndole el coño y el culo a placer, ya estaba chorreándose mi novia.

No podía creer lo que veía mi novia poniéndome los cuernos otra vez y con mi amigo que supuestamente nos conocíamos desde niños y ahora me traicionaba se estaba empezando a coger a mi novia lo maldije en mi mente, pero me quede quieto escondido en la oscuridad dejando que se beneficie de mi adorada y rica novia.

—José que rico me comes el culo y el coño Joselito seguí así….

—Que rica estas putota no puedo creer que seas novia del imbécil de Antonio estas muy buena como para estar con el….

—No te pongas celoso mi Josecito que podemos compartir cada que quieras te puedo dar todo mi cuerpecito, pero mi corazón es de mi Antonio a él lo amo….

—Bueno perrita, pero entonces todo ese delicioso cuerpo será mío cuando quiera….

—Siiii papacito.

José le termino de quitar el pantalón con su tanga, le quito la camiseta le quito el sostén apenas vio ese enorme par de tetas perfectas con esos pezones rosas parados se relamió los labios y le dijo…

—que tetas tan rica tenés mamacita ni comparación a los de Alejandra que los tiene chiquitos vos estas más buena que ella mil veces….

—En serio te gusto más….

—Si puta te voy a coger por siempre.

Le cogió ese par de tetas con las manos y se las empezó a chupar como recién nacido queriéndoles sacar leche, luego se separó se empezó a sacar la ropa cuando quedo en bóxer se le veía un bulto impresionante, mi novia solo le miraba ese bulto con cara depravada de puta sedienta por verga José se quitó el bóxer dejando ver una polla parada descomunal de 23cm gruesa como brazo de bebe con unas pelotas grandes como pelotas de ping pong toda depilada blanca con una cabeza grade rosada surcada por unas venas gruesas, mi novia al ver eso se le hizo agua la boca le dijo:

—ven que me muero de ganas por chupártela.

Mi amigo se acercó Diana la levanto dejándole al descubierto ese par de pelotas empezó a pasarle la lengua y a chuparlas glotonería dejado caer esa barra de carne sobre su linda carita, se veía descomunal ese pedazo de verga sobre el rostro de mi novia empezó a lamerle todo el tronco hasta llegar a la cabeza la cual se metió y empezó a chupar con un mete y saca acelerado se deleitaba con ese pedazo de carne en su boca….

—Como la chupas, puta, eres una puta profesional si seguís así me vas hacer acabar….

—No todavía no hasta que me la metas quiero sentir todo eso dentro de mí.

José la acostó en la cama la abrió de piernas las puso en sus hombros se agarró ese monstro de verga y se lo empezó a estregar sobre ese coño chorreante solo gemía hasta que le puso la punta cabezona en la entrada y empezó hacerle fuerza su cuquita apretadita se empezó abrir recibiendo ese invitado sus paredes se estiraban de manera impresionante mi novia solo se quejaba y gemía de placer cuando le había metido la mita de la verga en la concha paro y le dijo….

—Alejandra solo me deja meterle la mitad dice que le duele mucho si le meto más, pero yo creo que tú eres una grandísima puta y puedes con más….

—Siiii meeteemelaaa todaaa hastaaa laaass pelotaaass….

—Que puta eres pobre Antonio.

Luego de decir esto le enterró toda la verga de un solo empujón mi pobre novia solo se quedó muda con los ojos y la boca abierta al máximo con una expresión de sorpresa de una muy grata sorpresa y le dijo….

—Siiii mi amoooor que grande eres empezate a mover por favor….

—Toma puta.

Le empezó a bombear el coño a mi novia gozaban a gusto solo gemían se besaban, le besaba el cuello, le chupaba las tetas le apretaba el culo estuvieron un rato así hasta que José se acostó y mi novia como una campeona lo monto y lo empezó a cabalgar mientras este le apretaba las tetas le cogía el culo y le daba nalgadas, mi dulce novia solo sentía placer tenía la mirada perdida empezaba a tener un orgasmo se dejaba hacer….

—Que rico como me aprietas la verga ni comparación a la de Alejandra esto si es una delicia sentirla toda adentro de una concha tan apretada y jugosa, mierda siento esos espasmos como me la aprieta puta aaaahhh.

Yo solo veía en la oscuridad del pasillo con la verga afuera dura haciéndome una paja extremadamente placentera disfrutaba viendo lo que me hacían, sintiéndome engañado con miedo a perderla con una calentura y una excitación que no me cabían en el cuerpo mientras mi novia como la más puta de todas montaba como la mejor a uno de mis mejores amigos poniéndome unos grandes cuernos.

La tuvo un rato así hasta que se la saco la puso en cuatro le abrió esas redondas nalgas le puso la verga en su vagina babeante al sentir eso mi novia arque la espalda parando ese hermoso culo grande y José solo se la dejo ir toda mi novia solo metió un grito José solo se agarró a sus caderas y la empezó a clavar la bombeo duro como desquitándose con ella mi amorcito solo gemía de placer con la cara perdida sus ojos se empezaron a ir para atrás empezó a venirse otra vez José al sentir como le empezó a exprimir la polla no aguanto….

—Puta me estas ordeñando te voy a llenar el coño de leche que es bastante….

—Si lléname toda la quiero toda adentro aaaahhh.

José le empezó a llenar el coño a mi novia esas enormes pelotas se movían en espasmos surtiéndole leche a mi amorcito quien paraba ese culo para recibirla toda, se la dejo toda adentro ya por sus piernas empezaba a chorrear semen.

Yo me vine a chorros en medio de la oscuridad en el suelo de aquel pasillo oscuro sintiendo mucho placer total mente arrepentido de dejar que se cogieran a mi novia, pero en silencio sin hacer nada, José le saco el pene a mi novia y la levanto rápido le dijo…

—ven no vayas a manchar la cama.

La levanto rápido de ella le dijo:

—vístete que no nos vayan a ver…

—si amor que rico te sentí esto lo vamos a repetir cierto…

—claro putica me aguantaste toda la verga y estas muy rica claro que esto lo vamos a repetir muchas veces vas a ser mi puta favorita.

Baje a la sala sin hacer ruido todos estaban dormidos me senté en una silla y me hice el dormido 5 minutos después bajaron José le decía en voz baja:

—ves todos están dormidos tu cornudito también nadie se enteró.

Después escuche a Diana llamándome tratando de despertarme…

—amor ya despierta llévame a casa que ya es muy tarde.

Solo desperté y le dije que si vamos te llevo salimos de la casa no sin antes ver una gran sonrisa en la cara de José.

Diana ya empezó a cambiar en ocasiones se desaparecía me decía que estaba ocupada o me sacaba alguna excusa para no verme también me enteraba por Alejandra que José también se le perdía en ocasiones de seguro estaba con mi novia cogiéndosela.

La relación duro un año más aguantándome sus engaños con su tío, primo, padrastro, quien sabe con quién más.

Todos en medio de la sala escuchaban el final de lo que les contaba Antonio con unos bultos en los pantalones llenos de excitación y morbo por saber más.

Steven: uff que fuerte eso, solo espero que no me pase.

Antonio: si, pero ya eso es pasado y si fue duro.

Adrián: con José, a mí también me engaño con el cuándo salía conmigo.

Steven: no espero que no se meta con el ahora.

Adrián: pues no hay que darle oportunidad a que se queden solos jajajaja y si eso les parece fuerte déjenme contarles mi experiencia con Diana, solo espero que guarden el secreto porque no quiero que se enteren lo que paso conmigo.

Intrigados Steven y Antonio se miraron y todos estuvieron de acuerdo de que lo que se hablara ahí era secreto eso si no sabían si Leandro quien espiaba también lo haría.

¿Continuará?

Recibo críticas y comentarios.

Relato erótico: “Mi prima venía a preñarse y la cedí a otra mujer” (POR GOLFO)

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Mi prima venía a preñarse y la cedí a otra mujer.

Segunda parte de “Mi prima venía a preñarse y salió con el culo roto”

Como os narré en el capítulo anterior, Isabel, mi prima vino a verme para someterse a un tratamiento de fertilidad. Aunque en un principio me negué porque no la soportaba ni a ella ni al imbécil de su marido, al examinarla esa rubia resultó más puta que las gallinas y me entregó su culo. En este capítulo os voy a narrar mi visita a su casa y como mi parienta me demostró ser una máquina sexual sin parangón.
Había quedado con ella ese mismo viernes al salir del hospital, aprovechando que el inútil de Manuel iba a pasar el fin de semana con unos “inversores”. Reconozco que cuanto me invitó y me dio esa escusa peregrina, pensé sin temor a equivocarme que su marido se la había vuelto a dar con queso y que en realidad serían unas putas, las personas con las que iba a pasar esos días. Como estaba seguro que su mujercita iba a darme otra vez sus nalgas, no la saqué de su error y me preparé para disfrutar de ella sin la presencia de ese corneador cornudo.
Haciendo honor a mi fama de hombre puntual, estaba llamando a su puerta a las ocho de la noche. En mis manos llevaba un ramo de flores para agradecer sus “atenciones” pero ocultos en el interior de mi mochila cargaba un arsenal de instrumentos sexuales que pensaba usar durante mi estancia allí.
Tal y como había previsto, la zorra de mi prima me recibió vestida para matar. Obviando que éramos familia, se había puesto un vestido casi transparente que realzaba la rotundidad de sus curvas. Isabel tras saludarme con un beso en la mejilla, cerró la puerta y llevándome al salón, me pidió que me acomodara mientras ella iba a terminar de hacer la cena.
“¡Menudo culo tiene la condenada!”, me dije al observar mientras se iba a la cocina sus impresionantes nalgas.
Su evidente coqueteo quedó confirmado por el vaivén que imprimió a su trasero y por eso, babeando, descubrí a través de la tela que esa putilla solo llevaba un escueto tanga bajo su ropa. En ese momento, dudé si seguirla y follármela contra la encimera o esperar y seguir con mi plan. Al ver un mueble bar repleto de buen whisky, decidí aprovechar la “gentileza” de Manuel y darme un homenaje con su bodega.
Acababa de servirme un Chivas con hielo cuando la oí que me decía:
-Pon algo de música para crear ambiente.
 



Aceptando su sugerencia, busqué entre sus cd que poner y os confieso que se me iluminó la cara cuando entre  centenares de discos horteras, hallé medio escondido la banda sonora de 7 semanas y media. Reservando mi descubrimiento para el momento oportuno, inserté en el aparato de música un disco de baladas.

-¡Qué romanticón!- gritó la guarra de ella cuando escuchó los primeros acordes.
Dando un sorbo a mi bebida, me reí pensando:
“Te vas a llevar una sorpresa, ¡So puta!”
Mi plan era enseñar a esa rubia que mis servicios eran caros y ya que no podría cobrarle mis honorarios de la forma habitual, iba a resarcirme con su cuerpo. Haciendo cálculos, mi querida primita tendría que entregarse a mí durante años para saldar esa deuda y por eso, para mí, ese fin de semana solo sería el anticipo.
Ajena a todo ello, Isabel volvió trayendo la cena. La sensualidad con la que se comportó al percatarse de la forma que la miraba, me indujo a suponer que la mujer no pondría demasiados reparos a lo que le tenía preparado. Su disposición quedó de manifiesto cuando acercándose a mi lado, me rogó que le pusiera una copa.
-¿Qué te apetece?- pregunté poniendo hielos en un vaso.
Mi prima sin cortarse en absoluto, contestó mientras me acariciaba el trasero:
-Algo muy frio para calmar mi calentura.
Haciendo caso omiso a sus manoseos, terminé de servirle el copazo y solo cuando le dio el primer trago, cambié de música y puse la canción de Joe Cocker: “YOU CA LEAVE YOUR HAT ON”. Isabel al reconocer esa melodía y saber que era la de la famosa escena del striptease de Kim Basinguer, me miró muerta de risa y preguntó:
-¿Y eso?
Lanzando un órdago a la grande, contesté:
-Quiero que te desnudes lentamente para que pueda valorar mi mercancía-.
-¿Por dónde empiezo?-, me dijo melosamente mientras se desprendía del primer botón.
Ni siquiera me digne en contestarla, fueron mis manos desgarrando su vestido las que respondieron su pregunta. Mi prima no se lo esperaba y tras unos momentos de incredulidad, sonrió diciendo:
-Me encanta que seas rudo- tras lo cual y siguiendo el ritmo de la música, se fue quitando el sujetador sin dejarme de mirar a los ojos.
El erotismo y la entrega con la que me obedeció, me reveló que esa zorra deseaba que la hiciera mía y por eso, trataba de descubrir por mis gestos, si me gustaba cómo se estaba desnudando. Confieso que me satisfizo ver que obedecía pero aún más observar que sus pezones lucían inhiestos, producto de la excitación que la embargaba. Decidido a incrementar su ardor, me acerqué a ella y con una mano levanté su barbilla.  Luisa creyó que quería besarla pero entonces como si estuviera tasando un animal en una subasta, le di la vuelta y comencé a estimar en voz alta su valor.
-No creo que pudieras conseguir más de cien euros por polvo en la calle- comenté hiriendo su autoestima.
Mi prima lejos de escandalizarse, se dio la vuelta y mostrándose en su plenitud, me respondió:
-Te equivocas. Hay mucha gente con buen gusto que pagaría una fortuna por mi culo. ¡Tú entre ellos!
Me cabreó darme cuenta que desde su punto de vista era verdad. Esa cabrona había conseguido que todo el tratamiento le saliera gratis. Por eso y sacándola de su error, cogí entre mis manos una de las negras areolas que adornaban su pecho y regalándola un duro pellizco, respondí:
-Estás hablando antes de tiempo. Todavía no sabes lo que tendrás que hacer para que considere saldada tu deuda.
Fue entonces cuando Inés, recreándose en su supuesta superioridad, me contestó:
-¿Ser tu amante? – y recalcando sus palabras con hechos, comenzó a desabrochar mi cinturón.

-Te equivocas- le solté. –Te haré mi esclava.
Tras lo cual dando un sonoro cachete en su culo, solté una carcajada. Isabel debió pensar que era un juego porque arrodillándose frente a mis pies e imprimiendo un tono sumiso a su voz, me dijo:
-Si ese es el precio, úsame…
Ni siquiera le di tiempo a terminar y retorciéndola el brazo, la llevé hasta su cama. Tirándola sobre el colchón y mientras ella no paraba de reír, le solté:
-¡Zorra! Si gritas tus vecinos sabrán que le pones los cuernos a tu marido.
Mi prima todavía en la inopia del destino que le tenía reservado, me gritó:
-¡No me violes! ¡Por favor!-
Disgustado porque no se tomara en serio mi actuación,  decidí darle un escarmiento y soltándole un tortazo, le grité:
-No se viola a una puta, se le paga y como yo ya lo he hecho solo voy a tomar lo que es mío- y sin esperar su reacción, le di la vuelta y cogiendo la cuerda la até.
-¡Me haces daño!- se quejó cuando apretando los nudos, la inmovilicé con los brazos atados a los barrotes de la cama.
Sin compadecerme de ella, le tocó el turno a sus tobillos y con ella ya maniatada, la cogí del pelo y pregunté:
-¿Cuántos consoladores crees que eres capaz de albergar?-
La rubia me miró asustada por primera vez e intentando comprender lo que ocurría me dijo casi llorando:
-Libérame,  ¡No me está gustando!
Aproveché su desconcierto para darle otro guantazo mientras me reía. Isabel ya  histérica me ordenó que parara pero entonces sacando u bozal de mi mochila se lo coloqué en la boca, teniendo únicamente cuidado de no asfixiarla. Incapaz de asimilar lo que le estaba ocurriendo, se retorció sobre las sábanas intentando zafarse pero tras unos minutos de vanos esfuerzos, se quedó quieta mientras sus ojos brillaban de ira.
Disfrutando de mi dominio, saqué unos dildos de diferentes tamaños y sin importarme que pensara, los fui introduciendo uno a uno dentro de su sexo como decidiendo cual era el mejor. A esas alturas, la rubia ya estaba convencida de que la iba a violar y por eso, empezó a derramar lágrimas mientras trataba de evitarlo.
Al verla al borde de la desesperación, decidí que era la hora de incrementársela y extrayendo un enorme falo de plástico del interior de la bolsa, se lo mostré diciendo:
-Mira lo que tengo aquí- tras lo cual embadurnándolo de glicerina, se lo incrusté hasta el fondo de su coño.
La expresión de dolor con la que me regaló, me reveló su angustia y que había obtenido mi propósito. Satisfecho y no queriéndola forzar más de lo necesario, le metí otro más pequeño en su ano. Ya ensartada por sus dos agujeros, puse los aparatos a la máxima potencia y la dejé sola. Acto seguido me puse a cenar.

“Cocina bien la hija de perra”, pensé mientras daba buena cuenta de los platos que esa puta había preparado.
Con la tranquilidad que da el saber que cuanto más tardara, más tiempo tendrían esos artefactos para sacarla de las casillas, me lo tomé con tranquilidad y habiendo acabado, me preparé un café. Con la taza entre mis manos, volví a su habitación. Allí descubrí que el sudor cubría su cuerpo y que mi “querida” parienta estaba a punto de caramelo.
“Está buena” me dije valorando positivamente el estupendo cuerpo que se podía retorcía sobre el colchón.
Pequeña de estatura, mi prima era dueña de un par de peras dignas de un banquete.  Si sus pechos eran cojonudos, el resto no tenía desperdicio. Dotada por la naturaleza de una exquisita anatomía, comprendí que la mujer había dedicado muchas horas de su vida a mantener en un estado perfecto. Por eso y descubriendo mi presencia, empecé a acariciarla mientras le decía:
-Esta noche vas a experimentar nuevas sensaciones.
Inconscientemente, mi prima se relajó al sentir mis manos en su piel y antes de que se diera cuenta el cumulo de excitación que llevaba sufriendo, desencadenó un tremendo orgasmo que la asoló por completo.  Al percibir que su chocho rebosaba de flujo, le solté:
-Ves perrita como te gustará lo que te tiene reservado tu amo.
Fue entonces cuando de improviso sonó el timbre de su casa. Mi prima fue la primera sorprendida y más cuando sonriendo le informé:
-Acaba de llegar tu visita.
Su rostro reflejó incredulidad y miedo. Sin darle a conocer a quien había citado fui a abrir la puerta. La tortura de verse atada en una habitación, al alcance de la persona que había entrado en supuso, le aterrorizó y por eso cuando volví acompañado, Isabel llevaba el rímel corrido producto de un padecimiento espantoso.
-¿Es esta tu perra?-, me preguntó mi acompañante al ver a mi victima postrada en la cama.
-Sí- respondí.
Admirando la belleza de la mujer, mi visita se relamió los labios y me pidió permiso para irse a cambiar. Descojonado señalé el baño de la habitación y aprovechando su marcha, me acerqué a Isabel y quitándole la mordaza, le pregunté si le gustaba mi primera sorpresa:
-¿Quién es esa zorra?- contestó con su voz cargada de ira.
-Tu primera experiencia lésbica- respondí mientras volvía a colocarle el bozal.
Sacando fuerzas de su desesperación, intentó nuevamente zafarse de sus ataduras y solo se quedó quieta cuando al abrirse la puerta del baño, vio que la morena que la había estado observando venía totalmente desnuda. Alicia, así se llamaba mi invitada, era un portento de mujer de raza negra. Dotada con  una belleza casi masculina, tenía a gala ser una domina bisexual y por eso cuando le expliqué que le daría una sumisa que jamás había estado con una mujer, no se pudo negar y se mostró ansiosa de ser ella quien la estrenara.

Acechando a su regalo, la mujer se acercó a la cama y con su mano, comenzó a examinarla. Mi experimentó por primera vez la suavidad con la que una mujer tocaba a otra. Aunque sus ojos parecían que iban a salirse de sus órbitas, me quedó claro que en su interior, no le disgustaba porque dejó de debatirse y se relajó. Fue entonces cuando llamándome a su lado me besó tiernamente mientras se apoderaba disimuladamente del clítoris de la muchacha.
-Gracias, es preciosa- la morena me soltó justo antes de dedicarse por completo a la mujer postrada.
Esta creyó estar en el paraíso cuando sintió que los labios de mi amiga acercándose a su sexo. Os tengo que reconocer que me excitó ver que la rubia había cedido y que esperaba ansiosa descubrir esa nueva experiencia. Estaba tan fascinada con la negrita que sus ojos brillaron de felicidad al sentir que la recién llegada, sacaba el consolador de su coño y lo sustituía con su lengua.
-Tu perrita está cachonda- me señaló mi conocida al saborear el flujo que desbordaba el sexo de mi prima.
-Lo sé- respondí mientras me sentaba tranquilo en una silla a observar la escena, no en vano la había elegido porque además de ser una experta tenía esa rara cualidad de dar confianza a los novatos.
 
Tras varios minutos de continuos toqueteos y acercamientos, mi amiga decidió que Isabel estaba ya preparada toqueteos y desatando la correa que sostenía la mordaza, la besó en los labios. Fue un beso posesivo al que mi prima inducida por una pasión desconocida respondió con ardor. Se notaba a la legua que a Isabel le había encantado Alicia.
“No tiene mal gusto”, me dije.
Era alta, negra clara, de un tono que contrastaba con la blanquísima piel de mi mi prima.; cabello negro rizado y largo; con unos rasgos finos y unos ojos felinos, mi amiga era bellísima. Su cuerpo no se quedaba atrás. Tenía unos perfectos pechos redondos y un abdomen plano era el anticipo de una cintura de avispa y de un culo impresionante. En ese momento, os tengo que reconocer que viéndola me dieron ganas de ser yo quien estuviera atado.
La negra controlando la situación, desató a mi prima. Ya libre, lejos de huir, se entregó totalmente de forma que los besos continuaron por un buen rato. Después de un tiempo, mi amiga bajó poco a poco por el cuello de esa rubia hasta sus pechos. Los besó, los lamió, los succionó y los mordió haciendo que su dueña perdiera la razón gimiendo como una loca. 
Desde mi asiento me estaba perdiéndome gran parte de la escena.
“¡Mierda!” exclamé mentalmente y para solucionarlo cambié la silla de lugar para observarlas en todo su esplendor sin perder detalle de los acontecimientos.
No tardé en ver como Alicia llevaba sus dedos hacia la entrepierna húmeda de la otra. La agitada respiración de mi prima era muestra elocuente del terremoto que estaba asolando su mente. Isabel al sentir esos intrusos hurgando en su intimidad, abrió los ojos como platos.
-Disfruta  putita- le dijo al oído mientras la besaba, tras lo cual reanudó los lentos movimientos dentro de la inundada cueva en que se había convertido el sexo de la rubia.
Los gemidos de ambas llenaron la habitación cuando la boca de la negra se adueñó del hinchado clítoris de mi prima. Esta la miró alucinada al comprobar que lejos de asquearla, le encantaba que esa mujer la estuviera devorando y ya sin poder aguantar más, gritó mientras se corría.
-¡Dios! ¡Qué gozada!
Al oírlo, Alicia introdujo dos dedos dentro del coño de mi parienta y muy lentamente comenzó el mete y saca. Esa excitante escena se prolongó durante unos minutos hasta que viendo la morena que su “victima” se había visto liberada por segunda vez por el placer decidió dar el siguiente paso.
-Pásame mi bolsa- me ordenó.
Parcialmente molesto por su autoritario tono, me levanté y se la di. Con una sonrisa en el rostro, metió su mano en el bolso y sacó una caja de cera para depilar mientras le decía:
 

-Una puta como tú no puede llevar un coño tan peludo- tras lo cual cogió dos tiras de la cera y cuidadosamente se la colocó encima del pelo que le sobraba. Una vez paso el tiempo necesario, de un solo jalón, se las arrancó.
-Arggg, Me hiciste daño- la rubia se quejó.
-Tienes prohibido hablar, perra- le recriminó mi amiga y brocha en mano empezó a extender la crema de afeitar alrededor de su pubis. Isabel, más tranquila, empezó a disfrutar del leve toqueteo de la brocha sobre sus labios. El frescor de la misma se enfrentaba con el calor que ella estaba sintiendo en su interior. Yo, mientras tanto, convidado de piedra, seguía absorto todos sus movimientos.
Con mucho cuidado y con una cuchilla, Alicia afeitó ese monte y dando el último retoque me preguntó mientras con movimientos circulares jugaba con su clítoris, dándole suaves golpecitos con el dedo:
-¿Te gusta?
Reconozco que se veía hermoso y apetecible pero lo que realmente me encantó fue pensar en qué le diría a su marido cuando descubriera el cambio. Una vez acabó, se agachó y mordisqueando el interior de sus muslos, se fue acercando poco a poco a su objeto de deseo, Al llegar, sacó la lengua recorriendo su raja, y se concentró en el bultito erecto.  Primero con pequeñas aproximaciones, luego con una lamida profunda que tumbó nuevamente las defensas de mi prima.
-Sigue- gimió ya descompuesta al sentir que su enésimo orgasmo se acercaba.
Al escucharla, Alicia que  estaba disfrutando de la indefensión de la rubia, le dijo mientras sacaba un enorme arnés de su bolsa:
-Ahora te voy a echar un polvazo.
Isabel miró extrañada el instrumento al no haber nunca visto uno parecido y asustada por su tamaño, gritó:
-Me vas a destrozar.
La negra poniendo cara de sádica, le respondió:
-Es lo que quiero. Tu dueño me ha pedido que te enseñe como folla una mujer y eso es lo que voy a hacer- tras lo cual lo encendió y de un solo movimiento se lo insertó en su coño.

La penetración fue brutal. De los ojos de la rubia brotaron  unas lágrimas de dolor pero eso no detuvo a Alicia que, viéndola indefensa, aceleró su ritmo moviendo sus caderas en un movimiento frenético. Esa escena donde dos mujeres amándose formaban un mecanismo perfecto terminó por decidirme y acercándome  a ellas,  use mis manos para abrir las nalgas a la mulata. Su gemido me confirmó que era bienvenido y por eso ya sin reparo alguno,  introduje mi lengua en su ojete. Alicia, encantada con la caricia que estaba recibiendo su ano, me dijo:

-Ya era hora.
Su sabor agridulce me enardeció y  con un dedo fui relajando el esfínter, el cual rápidamente reaccionó, ablandando su tensión. Al comprobar que estaba lista, introduje mi pene lentamente mientras ella no dejaba de bramar de gusto. Ya con todo la extensión de mi miembro en su ano, sintiéndose llena prosiguió con sus penetraciones. A cada embiste mío, respondía Alicia con uno suyo sobre su hermosa montura. Esa doble estimulación al sentirse poseída y posesora, hizo que en pocos segundos, el placer la dominara y pegando un chillido, se corrió. Su cuerpo al desplomarse insertó cruelmente el arnés en la vagina de Isabel, la cual sobreexcitada, pedía más como si le fuera la vida en ello.
Fue entonces cuando nuevamente la zorra de mi prima me sorprendió porque pegando un alarido, me gritó:
– ¡Dale duro!
Su palabras fueron el empujón que necesitaba y explotando dentro del trasero de la negra, llené con mi semen sus intestinos. Ya exhausto dejé caer mi cuerpo sobre el de ellas mientras Isabel se retorcía buscando que el pene de plástico la llevara nuevamente al orgasmo.
Quizás fue entonces cuando se dio cuenta que acostumbrada a un matrimonio fallido, el entregarse a mí la iba a descubrir nuevos horizontes y por eso buscando mis labios, me besó diciendo:

 -Espero no haber saldado todavía mi deuda…

Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 

 

Relato erótico: Los compañeros de papá me cosieron a pollazos (POR ROCIO)

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Mi papá solía traer a nuestra casa a muchos de sus compañeros de trabajo, tras un día arduo en la oficina, para beber y pasar el rato. A mi hermano Sebastián le saludaban como si fueran colegas de toda la vida: chocaban los cinco, le preguntaban cómo le iba con sus conquistas y comentaban sobre su equipo de fútbol. Pero a mí en cambio siempre me trataban con mucho respeto, imagino que era así porque mi padre estaba allí.

Pero en una tarde me fui al baño para darme una ducha. Cuando terminé me di cuenta que no llevé conmigo mi bata, por lo que tuve que salir con una toallita muy pequeña remangada por mi cintura y con un brazo cubriéndome las tetas. Me topé con uno de sus amigos que quería entrar en el baño. Me miró de arriba para abajo sin mucha vergüenza, yo no sabía dónde meter mi cara porque estaba coloradísima.
Me dijo con una gran sonrisa:
-Hola Rocío. Soy el señor López, el jefe de tu padre.
Su propio jefe nada más y nada menos, pero yo no le hice mucho caso, me fui a pasos rápidos de allí pidiéndole disculpas.
Un par de noches después, mientras yo estaba hablando con mi novio por el móvil, ese mismo hombre entró en mi habitación. Fue muy rápido, se disculpó y dijo: “Así que aquí es tu habitación, yo estaba buscando el baño, perdón Rocío”. Y cerró la puerta inmediatamente. No le di mucha importancia pero más tarde entendería su extraño actuar.
Una tarde me fui a la casa de una amiga, y cuando volví, ese mismo señor me esperaba cerca de la entrada de mi casa, apoyado en su lujoso coche y con una tarjetita en su mano. A mí me daba mucho corte mirarle a los ojos.
-Hola señor López. ¿Vino con mi papá?
-No, Rocío, he venido por mi cuenta.
-¿Y por qué?
Yo me aparté un poquito para entrar en mi casa pero él me cerró el paso.
-Tu papá va a perder el trabajo a manos de un muchacho más joven y activo. ¿Lo sabías? Por eso nos ha estado invitando a su casa, para mostrarnos cómo se las arregla solo, con un hijo que pronto comenzará la universidad y una hija muy preciosa que comenzará ya su segundo año de la facultad.
-Eso es terrible, señor López. ¿Y por qué me lo cuenta a mí?
-Porque si tú quieres, puedo hacer que tu padre no solo siga en la empresa, sino que suba de puesto.
-¿Si yo quiero?
Me pasó su tarjetita y dijo que me esperaría con otros hombres en un departamento ubicado en el centro de Montevideo. Yo me quedé muda, arrugué la tarjetita y le solté un sonoro bofetón. Le grité un montón de cosas y me daba rabia que ese pervertido no borrara nunca la sonrisa de su cara. No quise armar más escándalo porque tengo vecinas chismosas y repelentes que ya estaban mirando el show que monté.
Esa noche discutí con mi papá al respecto, en su habitación, porque no quise que mi hermano escuchara. Me lo confesó todo, que su puesto apeligraba porque una persona que comenzó como auxiliar terminó escalando puestos y amenazaba con quitarle su lugar en la gerencia administrativa. Obviamente mi papá no sabía que su jefe me hizo una propuesta indecente, eso sí que le iba a enfurecer y ahí se iría al traste todo.
Le vi tan triste y preocupado, así que decidí abrazarlo y quedarme a dormir con él para tranquilizarle un poco. Me dije para mí misma que yo iba a hacer lo posible para salvar a nuestra familia, que iba a hacer un sacrificio y aceptar la propuesta indecente.
Al día siguiente le llamé a su jefe y tuve la conversación más surreal de mi vida:
-Hola señor López. Soy Rocío.
-Hola putita.
Me quedé cortada por unos segundos, vaya maneras del señor.
-Voy a irme esta noche al edificio que me dijo… Lo haré por mi padre, por mi familia, usted esta noche tendrá mi cuerpo pero nunca mi alma.
-¡Pfff! Me da igual, putita, la verdad. Ve junto a la señora Rosa en la portería a las cuatro de la tarde. Y trae unas almohadillas, que vas a pasar mucho tiempo de rodillas, ¡jajaja!
-Imbécil, no le da vergüenza hablar así.
-A las putas las hablo como quiero. Y tú eres una putita muy preciosa, cuando te vi salir del baño me dejaste muy caliente. Tengo unas ganas de ponerte de cuatro y reventarte el culo hasta que llores, marrana.
La verdad es que me calentó un poco pues de siempre he fantaseado con el sexo duro, pero nunca lo he admitido por temor a lo que diría mi novio, que seguro lo terminaría contando a sus amigos, que yo le conozco bien al cabrón. Y si bien con mis amigas soy muy abierta, hasta ese punto no llego. Así que dentro de mí, la cosa se puso algo ardiente.
-¡Marrano usted, viejo verde!
A la tarde me “preparé”. Es decir, me puse ropa holgada, me despeiné adrede, nada de maquillaje y hasta incluso me comí una cebolla entre lágrimas para que esos perros no disfrutaran nada conmigo. Llevé mi carterita con tan solo mi móvil y la camiseta de Peñarol de mi hermano, que si en ese edificio iban a llenarme de semen, qué mejor trapito para limpiarme toda que ese pedazo de tela de odiosos colores.
Envié sendos mensajes a mi papá y a mi hermano. Al primero le escribí: “Papi te amo un montón, no te preocupes por el trabajo que seguro lograrás demostrarle lo que vales. Voy a dormir en la casa de Andrea. TQM”. A mi hermano le envié: “Subnormal, ojalá te mueras”. En el fondo quiero mucho a mi hermano Sebastián y seguro que él lo sabe, pero no sé por qué me resulta más fácil insultarle antes de admitir que tiene un lugar en mi corazón.
Cuando llegué al edificio tras abordar un taxi, me quedé sorprendida: era de lujo y para colmo mi pinta no congeniaba con ese lugar repleto de hombres trajeados y mujeres con vestidos carísimos que me miraban por sobre el hombro. Por suerte la señora Rosa vino rápidamente hasta mí y me agarró del brazo para llevarme a uno de los baños para funcionarios.
-Así que tú eres la putita que va a hacerle la fiesta a esos hombres.
-No soy ninguna putita, me llamo Rocío.
-¡Joooo! ¿Pero y ese aliento que tienes, querida? Y menudas pintas tienes, no sé qué vieron en ti. Por suerte me han pagado para que te arregle un poco…
Me dijo que me quitara las ropas porque ella me iba a dar una ducha, yo le dije que eso lo podría hacer yo sola y en privacidad. La mujer me dijo que eso iba a ser imposible, porque le pagaron muy bien para asegurarse de que yo estuviera en condiciones, y que si me negaba, iba a traer a los de seguridad del edificio y entre ellos me iban a forzar a bañarme.
No tuve mucha opción realmente, me quité las ropas holgadas y me metí bajo la tibia ducha. Ella se encargaba de mirarme con los brazos cruzados y la mirada maliciosa. Me decía “Límpiate allí, te falta allá”, etc. Luego se soltó más y empezó a tirar dardos: “Qué lindo chochito tienes, ¿no te gustaría depilarlo?”, “Ese culito seguro que es apretadito, tras esta noche no vas a poder sentarte durante una semana, jajaja”.
Luego de la ducha, me dijo que me apoyara contra la pared y pusiera mi culo en pompa. Yo lo hice pero la verdad es que tenía muchísimo miedo, pensé que ella iba a tocarme, darme nalgadas o alguna perversión similar, pero no fue así:
-¿Rocío, ya practicaste sexo anal?
-No, Señora Rosa…
-Sé sincera, nena.
-Diosss… la verdad es que ya puedo aguantar hasta cuatro dedos, pero no más… ¿Por qué?
-Ay, por favor, como si fuera que no lo sabes.
Introdujo en el ano su dedito, hizo unos círculos allí para ensanchar un poquito pero yo aguanté, me mordí los labios y arañé la pared. Luego metió una manguerita especial y me dijo que me iba a limpiar el culo porque esa noche iba a debutar por detrás. La hija de puta me llenó las tripas tres malditas veces, yo parecía una embarazada de lo llena que me dejaba. Tenía unas ganas de metérsela yo misma en su trasero para que sintiera el mismo martirio que yo.
Cada vez que tenía las tripas llenas, debía evacuar en el inodoro como proceso de limpieza. Y así, a la tercera ocasión, ya solo salía agua limpia de mi culo. Yo estaba rojísima, fue súper humillante y cuando todo acabó pensé que por fin terminó lo peor de la noche. Pero qué burra fui al creer eso.
Le dije que me dolía la pancita pero me respondió que pronto me pasaría. Me mostró luego un trajecito de mucama francesa, me dijo que ese iba a ser mi uniforme, era demasiado corto y me desesperé. Me pidió que me tranquilizara y me sentara en el inodoro, porque iba a maquillarme. Arregló mi cabello en una coleta y le introdujo pernos de pelos con terminación en forma de rosas rojas. Me delineó los ojos con color negro para resaltar mis ojos café, delineó también mis labios con un lápiz rosa pálido y así coloreármelos con un labial del mismo tono. Cuando me vi en el espejo me quedé muda, yo lucía preciosísima, como una actriz de cabaret… lástima la ocasión no era la mejor de todas.
Me puso el collarcito de cuero, era bastante cómodo pues el interior estaba acolchado. Me ayudó luego a ponerme unas medias de red que llegaban hasta medio muslo, sin liguero. Y llegó lo peor, el trajecito de mucama: era de corsé, se iba a tardar su tiempo cosérmelo. Y por lo que se veía, era demasiado revelador, empujaría mis tetas para lucirlas en todo su esplendor, y por otro lado ni siquiera llegaría a cubrirme la mitad de mis muslos. Para colmo no iba a llevar ropa interior, nada de nada, con tan solo inclinarme ya se podía apreciar mis nalguitas y mi coño, fue demasiado vergonzoso al comprobarlo frente a un espejo.
Y así llegó por fin las ocho de la noche, mientras yo trataba de luchar contra esos malditos tacos altos, con la Señora Rosa sentada y fumándose un cigarrillo mientras me aconsejaba.

-Luces muy bien, Rocío. Estás perfecta, nada que ver con la campechana que eras hace unas horas.

-Señora Rosa, tengo miedo.
-¿Ah, sí? Pues no tienes por qué. Relájate, querida. Sírveles el champagne, los bocaditos, muéstrales tus encantos. Por lo que sé te van a pagar muy bien.
-Sí, un montonazo de dinero –mentí. Por lo visto ella no sabía que todo era un chantaje.
-¿Ya terminaste con el caramelito de menta? ¡Ese aliento era terrible!
-Sí, ya está todo, joder…
Me acompañó hasta el elevador, y antes de que se cerrara la puerta me dijo que todo lo que yo necesitaba estaba en el bar de ese departamento al que iba: la bandeja, las bebidas, las copas, los bocaditos… y los condones también estarían ahí. Con las piernas y manos temblándome, presioné el botón del último piso.
Cuando llegué y entré en la habitación que me indicaron, vi a ocho hombres maduros y trajeados en sillones que formaban un enorme círculo. En el centro había un colchón y un par de cámaras en trípode. La verdad es que por un momento pensé en salir corriendo de allí porque no me esperaba tanta gente pero me armé de valor por mi papá y nuestro futuro.
Todos y cada uno de esos hombres me comían con la mirada, murmuraron mucho cuando yo avanzaba hasta el bar para coger la bandeja. “¿Ella es la hija de Javier? Joder”, “No te puedo creer, Señor López, pensé que nos estabas mintiendo”, “Vamos a pasar una noche de lujo, por lo que se ve”. El Señor López carraspeó para silenciarlos a todos y me llamó:
-Oye, putita, ven aquí que te quiero presentar a los muchachos.
-No me vuelva a llamar putita, marrano.
-¡Es brava la nena! –dijo un señor.
-Así me gustan las mujeres, seguro es toda una guerrerita en la cama también.
-A pollazos te vamos a cambiar la actitud, Rocío, ¡jaja!
El señor López me ordenó que me sentara en su regazo. Yo estaba coloradísima y miraba solamente al suelo mientras ellos hacían comentarios obscenos acerca de mis tetas y mis piernas. Empezó a meter su mano bajo mi corto vestido de mucama. Gemí como cerdita cuando sentí sus enormes dedos jugar entre mis labios vaginales.
-Estás húmeda, putita.
-Ughhh… diosss… eso es porque me he dado una ducha, imbécil…
-¡Jaja, qué marrana es, cómo le gusta!
-¡Qué linda mucama tienes, pero parece que no tiene modales para hablar!
-No te puedo creer, Don López, si mi señora me pilla…
El señor dejó de manosearme: -Bueno, Rocío, me alegra tenerte aquí con nosotros. Quiero que empieces a servir los bocaditos y la cerveza, que ya va a comenzar el partido entre Peñarol y Nacional, ¡el superclásico! Sé buenita y nosotros vamos a portarnos también bien contigo.
-Está bien señor López –dije tratando de no gemir más porque el infeliz fue muy bueno tocándome y dejándome encharcada. Seguro que los demás podían ver en mi carita viciosa que aquello me gustaba, pero no les iba a dar el gusto de decírselos.
Me ordenó levantarme y que comenzara a trabajar. Me dirigí al bar y comprobé que, como Rosa me dijo, ya había bocaditos listos para ser cargados en la bandeja. Miré a los hombres y estos ya observaban la previa del juego por la TV, sonreí y aproveché para escupir en algunos sándwiches, con toda la rabia del mundo.
Al principio ellos estaban muy concentrados en la transmisión, así que realmente solo fue servirles cerveza y los bocaditos. Algunos que otros me daban cachetadas en el culo y me decían guarradas cuando estaba cerca, pero se nota que el fútbol corre por la sangre de los uruguayos porque aparte de eso, no me hacían mucho caso.
Todo comenzó a desmadrarse cuando terminó el primer tiempo. Un maduro muy gordo me pidió que me sentara en su regazo. Nada más sentarme, me metió mano y me hizo una fuertísima estimulación vaginal con sus expertos dedos, yo por un momento me dejé llevar, cerré los ojitos y gemí. Me gustó tanto que perdí el control de mis manos y la bandeja se cayó, con los bocaditos y alguna copa.
-¡Esta putita se corre rápido, Don López! Le falta más experiencia –dijo haciendo que sus dedos vibraran más y más fuerte dentro de mí.
-Ughhh… cabrónnnn… suficienteeee…
-Joder con la nena, es muy bocona. Sé obediente y recoge lo que has tirado…
-Ufff… sí señor –dije arrodillándome en el suelo para recoger lo que se había caído. Tenía que tirarlos al basurero pero buscaría una forma de servírselos de nuevo sin que se dieran cuenta.
Pero mientras recogía, el gordo tomó de mi collar y me atrajo hasta sus piernas, agarró mi mentón y me ordenó que abriera la boca porque me iba a dar de tomar cerveza. Vació media latita de cerveza que apenas pude tragar. Con los ojos cristalinos, con algo de la bebida escurriéndoseme de la boca y algo mareada, traté de reponerme pero él me sostuvo del hombro:
-Oye, putita, ¿de qué club eres?
-De Nacional, señor… pero no soy fanática…
-¿Sabes que mi señora no entiende una mierda del fútbol? Una vez festejó gol cuando la pelota se fue al lateral… ¡jajaja! Pero tú entiendes, ¿no?
No creo que le importara mucho mi respuesta porque metió mano entre mis tetas y empezó a magrearlas descaradamente. A mí me dolía un montón porque se notaba que era un bruto. Uno de sus amigos se levantó del asiento y, colocándose detrás de mí, levantó la faldita de mi vestido para revelar mis carnes:
-Hace rato que no tenía frente a mis ojos un culito como este, prieto, jugoso y con mucha carne –dijo dándome nalgadas.
-No puedo creer que la hija de Javier esté aquí, eres increíble don López.
Se arrodilló y metió un dedo en mi culo. Empezó a jugar, haciendo ganchitos y dibujando círculos adentro de mí.
-Uffff… por favor no muy fuerte señorrrr… -gemí mientras su dedo empezaba a follarme el culo con velocidad.
-Mira putita, será mejor uses esa boquita para otra cosa que no sea quejarte –dijo el gordo.

Se abrió la bragueta y sacó su tranca venosa y larga. Tomó un puñado de mi cabello e hizo restregar su glande entre mis labios. Era enorme y me iba a desencajar la mandíbula si me atrevía a dejarme follar por la boca. Como vio que yo no quería chupársela, tapó mi nariz y esperó a que yo abriera la boca para respirar. Me la metió al fondo cuando no pude aguantar más, y me folló la boca violentamente sin hacer caso a mi rostro coloradísimo y los sonidos de gárgaras. Su panza y su vello púbico me golpeaban toda la cara, la verdad es que ese señor me pareció todo un puerco y maleducado.

Repentinamente me soltaron, dejaron de macharme la boca y el culo, y me quedé tirada en el suelo tratando de respirar normalmente. Me sentía mareada y sobre todo, muy cabreada. Al parecer el segundo tiempo iba a comenzar y querían continuar viéndolo. El Señor López me ordenó muy rudamente que me levantara y que siguiera sirviendo. Me arreglé el vestido y, bastante cachonda, seguí sirviéndoles bocaditos sucios y bebidas escupidas sin ellos darse cuenta.
No sé cuánto terminó el juego, yo no estaba con muchas ganas de saberlo. Unos festejaron y otros se enojaron, y yo temblaba como loca porque el final del juego llegó y ellos se dedicarían a mí. Estaban borrachos, estaban eufóricos, se olía la testosterona en el aire y yo estaba a merced.
Tras servirles unas bebidas, otro señor me ordenó que me sentara en sus piernas para tocarme las tetas y culo tímidamente mientras veía las mejores jugadas del partido (así me enteré que ganó mi equipo por dos a uno). Mientras yo gemía y me restregaba contra él porque era muy gentil y sensual, el jefe ordenó que apagaran la televisión. Casi me caí al suelo del susto cuando dijo “enciendan ya las dos cámaras”, pues claro, me había olvidado que iban a filmar.
Temblando como una poseída, me levanté y les llené las copas de champagne a todos, y al terminar de servirle al último, el señor López me ordenó que me colocara en el centro del círculo, parada sobre el colchón. Uno de sus amigos se acercó a mí y me entregó una mascarilla veneciana para ocultar mi rostro (pero dejaría mi nariz y boca libres).
-Póntelo, putita, que si papi se entera que sus compañeros de trabajo te cocieron a pollazos…
-Diossss… Sois todos unos cabrones hijos de putas –dije poniéndomelo.
-Te juro que todavía creo que esto es un sueño, don López, ¡la hija de Javier!
-¡Ya está grabando!
Me ordenaron que me quitara las ropas. Yo temblaba un montón y realmente habrá sido patético cómo quedó filmado. Me costó demasiado deshacerme de tan ajustado traje, me ayudaron dos hombres a desatármelo, y al final me quedé solo con un collar, las medias de red y los tacos altos, parada en el centro.
-Vamos a comenzar un jueguito, Rocío.
-¡No diga mi nombre, que se va a grabar, viejo verde!
-Ah, pero putita, vamos a editar el sonido y ponerle música de fondo para que no se oiga. Escucha con atención. Somos ocho hombres, si logras que los ocho nos corramos en tu boca en menos de cincuenta minutos, tu padre va a obtener un aumento salarial del 50%. Solo puedes usar una mano, y desde luego tu boquita. Con la otra mano te vas a tocar tu chochito, ¿entendido? Cuando logres sacarle la leche a uno, beberás un traguito de cerveza y posteriormente deberás limpiar la polla recién ordeñada, usando solo tu lengua. ¡Cuidado, algunos tenemos mucho aguante, así que ponle empeño!
-¿Has traído las rodilleras, putita? ¡Jajaja!

Se bajaron las braguetas. Tragué saliva presa del desconcierto, no podía ser verdd lo que me dijo. Empezaron a hablar entre ellos, a beber de las copas. Cuando me dijo que el tiempo empezaba a correr, rápidamente me armé de valor. Me dirigí hacia el gordo pues ya se había follado mi boca y seguro que se quedó con las ganas de correrse, probablemente lograría sacarle la leche muy rápidamente.

Nada más me acerqué a su asquerosa polla, me tomó del cabello, bruto como siempre, y me folló violentamente hasta la garganta. Yo me retorcía como si estuviera poseída, me iba a matar, me iba a asfixiar, ni siquiera sabía dónde poner mis manos, instintivamente quise salirme pero el gordo era muy fuerte y me atajó hasta de mi collar. Por suerte, tal como sospeché, él ya estaba al borde del orgasmo. No tardé en sentir su leche en mi boca, y muy para mi mala suerte, llegó incluso a escurrirse la leche por mi nariz puesto que el maldito me la clavó hasta el fondo cuando se corrió.
Me quedé ahí, arrodillada y con la cabeza reposando en uno de sus muslos, tratando de recuperar la respiración. El gordo me tomó del mentón y me dio de beber un trago de algo fuertísimo que me quemó la boca y todas mis tripas. Pero hice fuerzas porque tenía que limpiar su tranca. Me dio un leve zurrón en la cabeza cuando toqué su polla:
-¡Solo usa la lengua para limpiar, putón!
-Ughh… Valeeee…
Fue ridículo, y de hecho ellos se reían mientras me veían limpiándosela a lengüetazos, con mis manos apoyadas en mi regazo. Como estaba morcillona, fue muy difícil que se quedara quieto ese pedazo de carne, y debía corregir constantemente mi cabeza y mi lengua para poder hacerlo bien. Tras poco más de un minuto, y con la lengua muy cansada, el gordo me acarició el hombro:
-Muy bien, Rocío, has cumplido conmigo. Te quedan siete más… ¡Arre!
-Joder… ¡son unos hijos de puta!
-Uy, la hija de Javier sigue con esa actitud peleona. En fin, tic tac, tic tac, ¡jajaja!
El hombre de al lado se inclinó desde su asiento y me agarró del collar para llevarme violentamente hasta su tranca. Se puso a masturbarse groseramente frente a mi atónita mirada, pero rápidamente su jefe le ordenó a todos que la única que iba a masturbarles era yo. Tragué saliva, puse mi mano en su polla y me la metí en la boca. No sé qué fijación tienen los hombres con metérmela hasta el fondo, pero por lo visto les gusta hacerlo. A mí me mareaba y apenas podía respirar, pero puse muchísimo empeño para poder ordeñarle rápido.
Con el correr de los hombres, perdí la noción del tiempo, perdí la sensibilidad de mi boca y hasta la de mi lengua. Me sentía tan sucia, una ramerita barata que buscaba pollas nada más ordeñar una. Les hacía una paja con mi mano mientras con la otra me tocaba mi coñito para poder excitarles más rápido, metí la puntita de mi lengua en las uretras de esos viejos, mordisqueé esos trocos y hasta aprendí que chupando los huevos, se corren más rápido. Bebí la cerveza, limpié las trancas solo con mi lengua. Me gradué de puta esa noche.
-La próxima vez te vamos a comprar un piercing para que te lo pongas en la lengua, la vamos a pasar de lujo contigo, Rocío.
-Escupe antes de chupar la polla, puta.
-No pongas carita fea cuando te tragas mi corrida, marrana.
Cuando llegué al séptimo hombre mi cara era una mezcla de sudor y semen. Respiraba por la boca porque mi nariz ya estaba repleta de leche, de la comisura de mmislabios se escurría semen sin parar, mi cabello antes bonito se había desparramado todo, uno de mis ojos lo tenía entreabierto porque una maldita gota de leche se fue allí, cuando un viejo se corrió violentamente. Mi cara estaba rojísima y me encontraba muy mareada de tanta cerveza.
-Hip… señññorrr… ¿cuánto tiempo me queda? –dije agarrando la carne del séptimo hombre.
-Pues lo siento Rocío, hace veinte minutos que perdiste.
-¡Jajajaja!
-Si es que… son unos cabronazos, les voy a matarrrr….
-Claro que sí, Rocío, claro que sí. Ahora vamos a jugar otro juego. Ponte de cuatro patas, trata de poner el culo en pompa. El Señor Mereles, al que no has podido llegar a chupársela, te va dar una rica pajita con sus dedos. Si logras aguantar diez minutos sin correrte, tu padre va a recibir…  ¡Un 70% de aumento!
-¡La puta, don López, por qué no me da a mí ese aumento!
-Hip… cabroneeeessss… quiero ir al baño para lavarme la cara…
-Nada de eso, putita. Vamos, que no tenemos todo el tiempo del mundo.
-Pues vale señorrrr…
Me coloqué de cuatro patas. Estaba muy mareada, me costaba mantener el culo en pompa sin balancearme. Por eso vinieron dos hombres y me sujetaron de la cintura. Otros pusieron la cámara justo frente a mi carita de cerda viciosa, seguramente para no perderse nada de mis expresiones.
Sentí que alguien me magreaba el culo mientras me decía guarradas. Algo de carne magra y yo qué sé, ya no podía entender nada de todos modos con lo borracha y cachonda que estaba. Me metió un dedo en el culo y empezó a jugar adentro. Con su otra mano se dedicó a masturbarme, pasando sus dedos entre mis abultados labios vaginales, tocando mi puntito de vez en cuando. Yo empezaba a gemir mientras los otros hacían comentarios obscenos. Se sentía tan rico y quería correrme pero tenía que aguantar por el futuro de mi padre, pero es que joder qué bien se sentía la mano del señor jugando ahí.
Aguanté muy bien, sin muchas quejas, incluso cuando metió un tercer dedo en el culo mientras dos entraban en mi coño. Tiempo atrás yo lloraba de dolor cuando me lo hacían, pero no sé si era porque yo estaba volada, borracha y muy cachonda, pero tampoco me dolió mucho cuando metió cuatro dedos hasta casi sus nudillos en mi culo. Sacaba y metía, sacaba y metía, su otra mano apretaba mi puntito y lo sacudía.
El señor dejó de darme tan rica pajita, y con sus dedos jugando en mi culo, le escuché hablar por su móvil:
-Hola querida, estoy aquí con mis amigos del trabajo.
-Uffff… señor por favor sea más gentil conmigo mmffff… -murmuré porque su mano era muy brusca follándome el culo.
Uno de los hombres cogió la cámara e hizo zoom apuntando mi cara. Dicha cámara estaba conectada al televisor HD de la sala, y de reojo vi mi carita de vicio, toda enrojecida y repleta de semen, viéndome gesticular del dolor porque los dedos del señor se ensañaban con mi culito.
-¡Jajaja! Deja de ser tan preocupada querida mía, simplemente estamos tomando una cervecita tras ver un buen partido de fútbol.
-Oohhhh diosssss… me va a romper en dos pedazos… díganle por favor que afloje el ritmo… uffff….
-Shhhh, silencio putita, no queremos que le descubran a nuestro amigo –me dijo uno de los dos hombres que me sujetaban.
-No soy ninguna putitaaaa… joderrrr…
-Vale cariño, trataré de no excederme con las bebidas. Te quiero mucho… Sí, adiós.
-¡Mffff… Uffff… Señor por favor, ¡va a romperme el culo! –grité cuando escuché que cortó la llamada.
-Mi señora casi te oye, furcia, te vamos a castigar.
-Noooo… no castigos… perdóooonnn… es que dueleee…
Me volvió a meter mano en el coño, jugando entre mis hinchadísimos labios vaginales, metiendo dedo y tocando mi puntito. Yo ya no disimulaba, me encontraba berreando y babeando del placer. Sabía que tenía que aguantar pero era imposible, para colmo los hombres que me sujetaban, empezaron a magrear mis tetas y a meter dedos en mi boca para que los lamiera.
Y me corrí, mordí el dedo de uno de los señores, que rápidamente lo quitó para que no le lastimara más. Arañé el colchón, vi de reojo en la tele que puse una cara feísima, abriendo mi boquita repleta de semen y gritando como cerdita mientras babeaba de placer. Me sentí tan decepcionada conmigo misma porque no fui capaz de aguantar más de cinco minutos. Los hombres me soltaron, se rieron de mí, viéndome retorcerme de placer en el colchón. Uno de ellos me tomó otra vez del mentón y vertió cerveza en mi boca, como castigo por volver a perder su maldito juego. Se fueron a sus asientos y el señor López, tras servirse de una copa de champagne, me habló:
-Perdiste, Rocío, te corriste en tan solo tres minutos… y treinta y dos segundos exactos, sí. Vamos a jugar a otra cosa, ¿vale?
-Tiempo… hip… ¡Tiempo de descanso, señor!
-Nada de eso, puta. Quítate la mascarilla un rato porque te voy a poner esta pañoleta para cubrir tus ojos. No te preocupes porque te va a gustar.
Se inclinó para cegarme con ese pedacito de tela negra. Me dijo que me iba a gustar, solo por eso me desesperé un montón.
-Muy bien. Ahora no puedes ver una mierda, y eso es bueno. Uno de los seis hombres a quienes se las has chupado te va a follar bien follada, y cuando termine de hacerlo, te quitaremos la pañoleta y vas a tener que adivinar quién fue. Si adivinas, le aumentaremos el salario a tu papá un… ¡100%!
-Joder don López, quisiera follarla yo –dijo uno, no sé quién.
-No, venga, don López, déjeme a mí, por fa, mi señora es una remilgada y no mojo desde hace rato.
-¡Te pago ahora mismo si me deja a mí, señor López!
-¡Suficiente, amigos! Van a sacar un palillo de estos seis que tengo. El más largo, se la monta, así de simple.
La verdad es que me sentía de todo menos afortunada, con tantos borrachos maduros con ganas de darme carne de la buena. Pasaron un par de minutos eternos para mí, pues estaba esperando al ganador, tirada en el colchón, tratando de que el alcohol, el olor a semen y el cansancio no me vencieran.
-¡Sí, putamadre, he ganado yo! –dijo un hombre con voz potente.
-Felicidades, pues comienza ya.
-Ayyy, diosss… por favor sea amable conmigo, señor…  -dije al desconocido ganador.
-A las putas las trato como se me antoja, ¿entiendes?
-Se nos está poniendo blandita la nena, ya no es tan respondona.

Como yo estaba acostada boca abajo porque estaba muy mareada, el hombre me tomó de la cintura y me dio media vuelta como si yo fuera una muñequita de juguete. Abrió mis piernas con una facilidad inusitada, me agarró de mis tobillos y las levantó. Luego reposó la punta de su pollón humedecido en mi rajita, restregándolo poco a poco para mi martirio, pues se sentía muy rico. Pero yo no iba a admitir que me estaba poniendo muy caliente.

Alguien, otra persona, o creo que fueron dos, me sujetaron nuevamente muy fuerte de la cintura, como para evitar que yo me retorciese mucho:
-Es por precaución, Rocío, verás, el que te va a follar es un auténtico toro. Es bien conocido por ser tan cascarrabias, y seguro que contigo se desquitará toda la rabia por el mal día de hoy en la oficina.
-Peeerooo… ¡yo no tengo la culpa de su mal día, señor!
-Hace años que no follaba con una chica tan linda como tú, con este chochito tan chiquito y apretadito como el que seguro tienes.
-Joooderrrr… -su polla cada vez se restregaba más fuerte por mi rajita -. Por favoooorrr… sea gentiiiillll….
-No me hables así, puta. Te voy a dar lo tuyo, por puta y por bocona.
Y me la clavó hasta el fondo. Chillé fuertísimo y me retorcí, arqueé la espalda y arañé el colchón. Ya supe por qué sus amigos me sujetaban tan fuerte, porque follaba muy rápido y violento. Por suerte yo estaba lubricada y ciertamente a gusto porque de otra forma sería un martirio para mí. Su enorme pollón entraba y salía con demasiada facilidad, y el cabrón gemía como un caballo o algo similar, era asqueroso. Me di cuenta de que tenía que adivinar quién me estaba metiéndola, así que traté de prestar atención a los detalles.
Sus amigos me soltaron y, casi inmediatamente, el hombre dejó mis tobillos y se acostó sobre mí,  aumentando el ritmo de sus envites, podía sentir su aliento a cerveza y escuchar sus bufidos asquerosos de animal. Me decía guarrerías y cosas terribles, vaya que era un maleducado, y cada vez que yo gemía por la forma brusca en que me follaba, me metía su lengua asquerosa hasta el fondo de mi boca para callarme.
Y se llegó, me la clavó hasta el fondo otra vez y se corrió dentro de mí. Vi las estrellas, grité muy fuerte y me retorcí como si estuviera poseída. Sentí toda la lechita desparramándose dentro de mis carnes, y para qué mentir, se sentía tan bien. Poco a poco fue bajando su ritmo mientras yo estaba tirada como un muñeco de trapo, dejándome hacer. Me besaba las tetas, me lamía la boca y mi nariz, ese olor a alcohol era muy fuerte pero me estaba acostumbrando.
-Mmmgg… ¡Se ha corrido dentro! No quiero quedar… hip… embarazada…
-Pues estás de suerte porque ya no puedo tener hijos, Rocío.
Se levantó y tras unos minutos en donde les oía moverse a mi alrededor, el señor López me quitó la venda:
-Adivina adivinador, Rocío. ¿Quién te folló de estos seis hombres sentados?
-Dios mío, señor…  ¿Cómo voy a saber?
-Pues trata.
-Joder… -vi a todos esos compañeros de trabjo de mi padre, sentados, sonriéndome -. Pues el viejo calvo, no sé…
-Me decepcionas, puta. Fallaste, te folló don Carlos –me señaló al tal Carlos, que me sonreía y levantaba su copa de champagne-. Como castigo, tomarás este vasito de cerveza. Abre la boca, puta.
-No quiero, así que gracias…
Tapó mi nariz y nada más abrir la boca vertió la bebida. Asqueada y cabreada, me tumbé en el colchón mientras uno de los hombres se dirigía a mí. Me puso la máscara veneciana y me dijo:
-Vaya, putita, no es hora de dormir aún.
-¿Y ahora… hip… y ahora quéee?
-Pues has perdido tres veces ya, Rocío. Creo que es hora de otro juego, ¿no? Ponte esta gabardina, iremos todos afuera para dar un paseo. Quítate la mascarilla, que esto no lo vamos a filmar. ¡Vamos a dar un paseo por la plaza frente al edificio!
Pensé que me iban a dejar vestir al menos, pero no. Me quitaron los zapatos de tacón porque no había forma humana de usarlas en mi condición, quedándome solo con las medias de red. Uno de los señores me prestó su gabardina, me la pusieron y de brazos me llevaron hasta el elevador. Bajamos hasta el primer piso y posteriormente nos fuimos a la plaza. Los hombres se sentaron en un banquillo más alejado, y me quedé sola con el señor López.
-Rocío, quiero que te ofrezcas a un muchacho que va a venir por este lugar. Es un chico con anteojos cuadrados, un auxiliar contable de nuestra oficina. Cóbrale unos dos mil pesos por follar.
-Hip… ¿Quéee? ¡Estás loco, viejo! –Dos mil pesos son como noventa dólares, para que se hagan una idea.
-400% de aumento salarial.
-Diossss… míooo… 400%.
-Yo y los demás estaremos viéndote desde el banquillo del fondo. ¡Ánimo, putita! –me dio una nalgada y se fue con sus compañeros.
Yo estaba hecha una calamidad. No sé qué hombre en este mundo querría estar conmigo, con mi cara hecha un desastre, borracha y sin ropas más que una gabardina y medias de red desgastadas. Ni siquiera  sabía cuánto tendría que esperar al chico. 400% de aumento salarial, madre mía, ya pensaba salir corriendo de ahí y arrastrar a mi papá hasta el centro comercial más cercano.
Vi a un muchacho de veintitantos, trajeado, proveniente de una oficina. No sabía si era él la persona con quien debía encontrarme, pero cuando vi los anteojos cuadrados lo confirmé. Me armé de valor para acercarme y hablarle, de todos modos con tanto alcohol en las venas no me fue difícil.
-Pss…. Pstttt… -le llamé.
-¿Me estás llamando a mí?
-Papi… ¿Te ha enviado el señor López?
-¿Pero qué cojones, cómo lo sabes?
-Dos mil pesos y soy tuya –le dije abriendo la gabardina y mostrándole mi completa desnudez. 400%. 400%.
-Joder qué asco –seguramente vio que estaba bañada en semen -. Pues ya veo, Don López me llamó por el móvil para que viniera a buscar una “sorpresa” en la plaza. Así que eres tú la “sorpresa”. Mira, marrana, resulta que tengo una novia que aún no quiere follar conmigo y por eso estoy con las hormonas reventando. Por lo visto don López lo notó. Así que mira nada más, me mandó a una putaca como tú. ¡Qué grande es mi jefe! ¿Vamos a mi coche?
Me llevó del brazo hasta su vehículo, estacionado cerca. Me introduje en el asiento trasero y me acosté. Estuve a punto de dormir hasta que el muchacho me dio un pellizco en una teta. Le mandé a la mierda porque no es forma de tratar a una chica, por más cansada y borracha que estuviera.
-Ya me quité las ropas, nena, y tengo puesto el forro. Ahora siéntate sobre mí que te voy a dar lo tuyo.
-Hip… vale papi… tranquilo y dulce, por favor…
-¡Ja! Una puta como tú merece ser taladrada sin piedad. Sube, que tengo que ir junto a mi novia dentro de unos veinte minutos.
Pobrecita la novia, porque su chico de follar poco sabía. Era el ser humano más torpe, brusco y grosero que he visto y oído en mi vida. No tardó más de cinco minutos, vociferando lo muy puta que soy. Yo bostecé para cabrearlo porque mucho habló de “taladrarme” y poco lo demostró. Realmente no creo que haya muchas cosas más interesantes que contar al respecto, salvo que vi a una chica que se tropezó en la calle mientras el muchacho esquelético me follaba. Cuando se corrió, me salí y le reclamé el dinero bastante molesta porque no gocé nada. Así pues, volví junto a los hombres trajeados que estaban charlando en el banquillo.
-Hip… el dinero, señor López… aquí está…

-¡Le has cobrado los dos mil pesos, jaja! Quédatelo para ti, Rocío. Lo prometido es deuda, tu papá tendrá un aumento del 400% y seguirá trabajando con nosotros. Volvamos al depa, que por si no lo has notado, yo aún no te he follado. Y necesito meterte la tranca hasta el fondo para cerrar este trato, ¿vale?

-Ojalá te mueras camino al edificio, cabrón.
-Me gustaba más cuando te ponías buenita. ¡Ahora volvió la puta perra, jaja!
-No  soy… hip… ¡ninguna puta! –vociferé mientras me tomaban de los brazos para volver.
De vuelta al departamento, me hicieron acostar en el colchón. Volvieron a ponerme la mascarilla, encendieron las cámaras, y el señor López con un amigo se empezaron a desnudar frente a mí mientras los otros miraban. Ellos fueron los dos únicos a quienes no se las he chupado en el primer juego, así que imagino que querían descargarse ya.
Se colocaron cada uno a sendos lados míos, desnudos y con sus enormes pollas morcillonas a centímetros de mí. Mientras, yo de rodillas, me quitaba el vello púbico y semen que se me había quedado pegado en mis labios por las marranadas que hice anteriormente.
-Cáscame la polla, puta, que me cuesta un poco “armarme”, jaja.
-Vale, don López.
-A mí también, y ponme un condón porque no te quiero preñar, puta -dijo tirándome un condón.
-Diosss… por favor sea gentil, señor.
Con cada mano en una polla, fui chupándoselas alternativamente mientras sus amigos se sentaban y se masturbaban a mi alrededor. No tardó la polla del jefe en armarse a pleno, pero me costó más ponérsela dura al otro, a quien tuve que chupar sus huevos y lamer el tronco de su polla para ponerlo a tope y forrarlo. Me sentía tan caliente, con el alcohol haciendo de las suyas, me dejé llevar por el deseo, mirando de vez en cuando la película porno que mostraba en la TV, una película porno en donde yo era la protagonista.
El amigo del señor López se acostó en el colchón y me ordenó que me acostara encima de él. Así lo hice, reposé mi cabeza en su velludo pecho mientras mis manos se clavaban en sus hombros. Me dijo que no me atreva a arañarle porque su señora le iba a pillar las marcas, y que yo me iba a arrepentir. Me dio un miedo tremendo cómo lo dijo así que muy sumisa le dije que no iba a arañarle si me follaba duro.
Y mientras su pollón entraba en mi encharcado agujero y me arrancaba un gemido, el señor López se arrodilló detrás de mí y me sujetó de la cadera. Pude sentir la cabeza caliente de su tranca queriendo entrar en mi culo, la verdad es que eso me alarmó, nunca he follado por el culo, y no quería que un hombre tan marrano y detestable como él fuera quien tuviera el privilegio.
-Te voy a romper el culo, puta.
-Señor… diossss míooo…. por favor no por atrás, aún no lo he hecho por ahí… ufffff…
-Pues ya se puede meter cuatro dedos en tu culo, no sé por qué te pones así, Rocío.
-Sepárale las nalgas, voy a filmar su agujerito.
-Ughhh… diossss…
-Mira la TV, puta, ¿ves ahí este hoyo que tienes? Está en alta definición, no te pierdas los detalles. ¿Ves cómo puedo meter mi dedo con facilidad? Y ahora dos… Ves qué fácil. Es tu ano, putita, y está bien ensanchado.
-Es asquerossssoooo… no miren, ¡dejen de ver la TV, apaguen esooo!
-Jajaja, qué cosas dices, es el culito más hermoso que he visto. Como verás, ya he metido tres dedos y tú apenas lo sientes. ¿Ves? Mira cómo agito…
-Ufff… ¡Ughhh joderrrr! Ojalá le metan dedos a usted, ya veremos si “apenas lo siente”, ¡cabrón!
Pero la verdad es que me ponía a cien ver mi culo sometido en la TV. Chillé cuando, tras retirar sus dedos, escupió en mi agujerito. Vi, mordiéndome los labios, cómo metía la punta de su polla muy forzadamente en la entrada. Poco a poco fue introdujendo el glande mientras yo me retorcía como una loca, si seguía así iba a arañar a mi amante que me follaba por el coño.
-Noooo….. uffff…. Duele… dueleeeee don Lópezzz…. –apenas podía hablar bien porque su socio era un buen follador.
-Joder qué apretadito tienes el culo, siento que me va a reventar el glande por la presión.
-Ughhhmm… es demasiado granddeeee…. Diossss santooooooo me voy a morir aquíiiiii….
-Vale, vale, marrana, no te pongas así, se ve que aún no estás lista para que te den por el culo, y no es plan de romper un juguete tan lindo como tú tan pronto.
-Uffff… uffff… gracias… ufffff…. –ya no pude hablar mucho porque su amigo me metió la lengua hasta el fondo, besándome por varios minutos. Yo estaba tan caliente y tan feliz porque mi culito estaba a salvo, que empecé a chupar la lengua del hombre mientras el señor López se conformó con follarme el culo con tres dedos.
-Mira cómo quedó de dilatado tu culo, puta. Mira la TV.
Casi me desmayé del susto, podía ver el enorme agujero que me hizo e incluso aprecié mis propias carnes interiores gracias a que quedó tan ensanchado y vejado. Me excitó muchísimo cuando vi, un poquito más abajo, la polla de su socio taladrándome sin piedad el coñito, enrojecido e hinchadísimo. Los otros hombres se levantaron y se acercaron para separar mis nalgas, quitando fotos, filmando, metiendo dedos y escupiendo adentro. Se sentía tan rico que pensé que me iba a desmayar del gusto.
Mis ojitos se pusieron blancos, empecé a gritar cosas inentendibles mientras poco a poco mis extremidades perdían la sensibilidad. Me corrí como una cerda mientras mi maduro amante seguía follándome con todo. A mi alrededor todos se masturbaban y me miraban con deseo, por primera vez en la noche me sentí la reina del lugar, siendo admirada por todos esos hombres, siendo la dueña de sus pajas.
Creo que terminé por desmayarme sobre el pecho del hombre que aún me follaba, con los dedos del señor López jugando dentro de mi culito adolorido, y el semen de los demás cayendo sobre mis nalgas. Uno me tomó del collar y me obligó a tragar la leche que se le escurría de su polla, y yo gustosa acepté antes de perder el conocimiento.
Cuando abrí los ojos, estaba sobre la hermosa y enorme cama del departamento. No sé cuánto tiempo pasó, pero allí estaban los ocho tíos hablando entre ellos, a mi alrededor. Todos ya vestidos como si no hubiera pasado nada. Había un par sentados en el borde de la cama, con sus manos acariciándome dulcemente. Uno de ellos era el señor López.
-Ha sido una gran noche, Rocío, la hemos pasado muy bien. Tenemos que irnos, nos esperan nuestras esposas en casa. Tú no te preocupes porque esta habitación tan bonita la hemos alquilado solo para ti. Duerme en la cama lo que resta de la madrugada, al amanecer vendrá Rosa con tus ropas y te acompañará hasta la salida, ¿vale?
-Señor López estoy demasiado mareada… madre mía…
-Tranquila, duerme ya. Y no te preocupes por tu padre, mañana le comunico de su aumento salarial. Le diré que lleve a su hermosa hija a pasear por el shopping y le compre lindas cosas, porque se lo merece. Por cierto, el jovencito con el que follaste en el coche, es el que pretende quitarle el puesto a tu padre… Pero ya no.
-Hip… ¿Ese esqueleto?… Pues folla como el culo….
-¡Jajaja! Qué marrana eres, Rocío. En fin, adiós bonita. Tienes mi número por si quieres repetir.
-En la puta vida volveré a repetir esta guarrada, viejos pervertidos… hip….
-Pues algunos de mis amigos aquí se quedaron con las ganas de montarte. ¿Piénsalo, vale? La recompensa será muy grande.
Me besó en la boca. Y los otros siete hombres hicieron fila también para meterme lengua, y yo muy cansada y tirada en la cama, poco hice para oponerme. Alguno me magreó el coñito, otro me mordió el muslo, uno me metió un dedo en la boca para que lo chupara. En fin, me alegró un montón saber que todo había terminado. Enredada entre las mantas, me dormí.
Al día siguiente me despertó Rosa. Me ayudó a cambiarme y me acompañó hasta la salida. Me dijo que pediría un taxi pero yo le dije que le llamaría a alguien muy especial para que me buscara. En menos de quince minutos, mi hermano Sebastián llegó en su coche de mierda (en serio, es feísimo) para recogerme.
-Rocío… ¿Qué haces en este lugar? ¿No iba a dormir en la casa de tu amiga?
-Cállate, ¿sí? Vayamos a tomar un café, que tengo resaca…
-Qué dices… ¿Resaca? ¿Estuviste aquí con tu novio, no es así, flaca?
-No te pongas celoso, Sebastián. Simplemente… arranca el coche.
-¿Ese trapito que llevas en la carterita es mi camiseta de Peñarol? ¿Por qué está tan sucio?
-¡Arrancaaaaa!
-Está bien, está bien, vamos a una cafetería… Pero no traje dinero conmigo.
-Pues yo invito el café, idiota. Mira, tengo dos mil pesos…
—————————————————
Gracias por leerme, queridos lectores de PORNOGRAFO AFICIONADO. Espero que les haya gustado el texto tanto como a mí me ha gustado escribirlo.
Besitos!
Rocío.
 
Si quieres hacerme un comentario, envíame un mail a:
rociohot19@yahoo.es

Relato erótico: “El ídolo 1: Mi compañera no es puta, es ninfomana”. (POR GOLFO)

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Os quiero aclarar antes de que empecéis a leer mis vivencias que sé que ninguno me va a creer. Me consta que os resultara difícil admitir que fue real y que en verdad me ocurrió. Para la gran mayoría podrá parecerle un relato más o menos aceptable pero nadie aceptará que un ídolo prehispánico haya cambiado mi vida. Reconozco de antemano que de ser yo quien leyera esta historia, tampoco me la creería. Es más si no fuera porque cada mañana al despertar mi antigua profesora de arqueología me trae desnuda el desayuno a mi cama, yo mismo dudaría que me hubiese pasado….
Para empezar, quiero presentarme. Me llamo José y soy un historiador especializado en cultura Maya. La historia que os voy a narrar ocurrió hace cinco años en lo más profundo de la selva Lacandona (para quien no lo sepa, esta selva está en Chiapas, un estado del sureste mexicano famoso por conservar sus raíces indígenas).
Por el aquel entonces yo era solo un mero estudiante de postgrado bajo el mando estricto de Ixcel Ramírez, la jefa del departamento. Esa mujer era una autoridad en todo lo que tuviese que ver con el México anterior a Cortés y por eso cuando me invitó a unirme a una expedición a lo más profundo de esa zona, no dudé un instante en aceptar. Me dio igual tanto su proverbial mala leche como las dificultades intrínsecas que íbamos a sufrir, vi en ello una oportunidad para investigar el extraño pueblo que habita sus laderas.
Desde niño me había interesado la historia de los “lacandones”, una de las últimas tribus en ser sometidas por los españoles  y que debido a lo escarpado de su hábitat nunca ha sido realmente asimilada. A los hombres de esa etnia se les puede distinguir por sus melenas lacias y sus vestimentas blancas a modo de túnicas, en cambio sus mujeres  suelen llevar una blusa blanca complementada por faldas multicolor. Se llaman a ellos mismos “los verdaderos hombres” y se consideran descendientes del imperio maya.
Me comprometí con Ixcell en agosto y como la expedición iba a tener lugar en diciembre para aprovechar la temporada seca,  mis siguientes tres meses los ocupé en estudiar la zona y prepararme físicamente para el esfuerzo que iba a tener que soportar en ese lugar. Pensad que no solo nos enfrentaríamos a jornadas maratonianas sino que tendríamos que sufrir más de treinta y cinco grados con una humedad realmente insana.  Previendo eso diariamente acudí al gimnasio de un amigo que comprendiendo mi problema me permitió, durante ese tiempo, ejercitarme en el interior de la sauna. Gracias a ello, cuando llegó el momento fui el único de sus cinco integrantes que toleró el clima que nos encontramos, el resto que no tuvo esa previsión lo pasó realmente mal.
Ahora me toca detallaros quienes éramos los miembros de ese estudio:
En primer lugar como ya os he contado estaba la jefa que con treinta y cinco años ya era una figura en la arqueología mexicana. Su juventud y su belleza habían hecho correr bulos acerca que había obtenido su puesto a través de sus encantos pero la realidad es que esa mujer era, además de una zorra insoportable, un cerebrito. Su indudable atractivo podía hacerte creer esa mentira pero en cuanto buceabas en sus libros, solo podías quitarte el sombrero ante esa esplendida rubia.
Como segundo, la profesora había nombrado a Luis Escobar, un simpático gordito cuyo único mérito había sido el nunca llevarle la contraria hasta entonces.
Para terminar, estábamos los lacayos. Alberto, Olvido y y yo, tres estudiantes noveles para los cuales esa iba a ser nuestra primera expedición. De ellos contaros que Alberto era un puñetero nerd, primero de mi promoción pero en el terreno, un verdadero inútil. Su carácter pero sobre todo su débil anatomía hizo que desde el principio resultara un estorbo.
En cambio, Olvido era otra cosa. Además de ser brillante en los estudios, al compaginar estos con la práctica del atletismo resultó ser quizás una de las mejor preparadas para lo que nos encontramos. Morena, cuyos rasgos denotaban unos antepasados indígenas, os reconozco que desde el primer día que la conocí  me apabulló tanto por su tremendo culo como por la fama de putón que gozaba en la universidad.
El viaje hasta el yacimiento.
Todavía hoy recuerdo, nuestro viaje hasta esas tierras. La primera etapa de nuestro viaje fue llegar a San Cristóbal de las Casas, pueblo mundialmente conocido tanto por su arquitectura colonial como por ser considerada la capital indígena del sureste. Esa mañana agarramos un avión desde el D.F. hasta Tuxtla Gutiérrez y una vez allí, un autobús hasta  San Cristóbal.
Haciendo noche en ese pueblo, nos levantamos y pasando por los lagos de Montebello nos trasladamos en todoterreno hasta el rio Ixtac donde tomamos contacto por vez primera con los kayaks que iban a ser  nuestro modo de transporte en esas tierras.
Todos nosotros sabíamos de antemano que esas canoas eran el modo más rápido de llegar a nuestro destino pero aun así Alberto no llevaba ni diez minutos en una de ellas cuando se empezó a marear y tuvimos que dar la vuelta para evitar que al vomitar volcara la barca.
El muy cretino había ocultado que era incapaz de montar en barco sin ponerse a morir. Como os imaginareis le cayó una tremenda bronca por parte de Ixcell ya que su enfermedad le hacía inútil para la expedición. Por mucho que protestó e intentó quedarse con el resto, la jefa fui implacable:
-Te quedas aquí. No vienes.
Sabiendo que entre los cuatro restantes tendríamos que llenar su hueco y que no había forma para reclutar otro miembro, le dejamos en tierra y tomamos los kayacks. Nuestro destino era una escarpada montaña llamada Kisin Muúl  . La traducción al español de ese nombre nos debía haber avisado de lo que nos íbamos a encontrar, no en vano en maya significa “montaña maligna”. Los habitantes de esa zona evitan siquiera acercarse. Para ellos, es un lugar poblado por malos espíritus del que hay que huir.
Tras seis horas remando por esas turbias aguas, nos estábamos aproximando a ese lugar cuando de improviso la canoa en la que iba Luis se vio inmersa en un extraño remolino del que se veía incapaz de salir. Esa fue una de las múltiples ocasiones en las que durante esa expedición Olvido demostró su fortaleza física ya que dejando su kayack varado en una de las orillas, se lanzó nadando hasta el del gordito y subiéndose a ella, remando  consiguió liberarla de la corriente.
Su valiente gesto tuvo una consecuencia no prevista, al mojarse su ropa, la camisa se pegó a su piel dejándome descubrir que mi compañera, además de un culo cojonudo, tenía unos pechos de infarto.
“¡Menudo par de tetas!”, pensé al admirar los gruesos pezones que se adivinaban bajo la tela.
Si ya de por sí eso había alborotado mis hormonas, esa morenaza elevó mi temperatura aún mas al llegar a la orilla y sin importarle que estuviéramos presentes, se despojara de la camisa empapada para ponerse otra.
“¡Joder! ¡Qué buena está!”, exclamé mentalmente al observar los dos enormes senos con los que la naturaleza le había dotado.
Como me puso verraco el mirarla, tratando que no se me notara desvíe mi mirada hacia mi jefa. Eso fue quizás lo peor porque al hacerlo descubrí que Ixcell estaba también totalmente embobada mirando a la muchacha. En ese momento creí descubrir en sus ojos el fulgor de un genuino deseo y por eso no pude menos que preguntarme si esa profesora era lesbiana mientras la objeto de nuestras miradas permanecía ajena a lo que su exhibicionismo había provocado.
Una vez solucionado el incidente, recorrimos el escaso kilometro que nos separaba de nuestro destino y con la ayuda del personal indígena, establecimos nuestra base a escasos metros de la pirámide que íbamos a estudiar. Para los que lo desconozcan, os tengo que decir que en el sureste mexicano existen cientos de pirámides mayas, toltecas u olmecas, muchas de ellas no gozan más que de una protección teórica por parte de las autoridades. Por eso la importancia de la de Kisin Muúl, su remota ubicación nos hacía suponer que nunca había sido objeto de expolio pero también era extraño que nuestros antepasados se hubiesen ocupado de esconderla ya que no aparecía en ningún códice ni maya ni español.
La ausencia de Alberto se hizo notar ese mismo día porque al no tener mas que cuatro kayacks para portar todo el equipo, tuvimos que dejar atrás tres de las cinco tiendas individuales previstas y por eso mientras las montábamos asumí que por lógica me iba a tocar compartirla con Luis. Nunca esperé que la jefa tuviese otros planes y que una vez anochecido y mientras cenábamos nos informase que como necesitaba repasar con su segundo las tareas del día siguiente, yo dormiría con Olvido en la más pequeña.
Ni que decir tiene que no me quejé y acepté con agrado esa orden ya que eso me permitiría disfrutar de la compañía de ese bellezón. Me extrañó que mi compañera tampoco se quejara, no en vano lo normal hubiese sido que nos hubiese dividido por sexos. Esa misma noche descubrí la razón de su actitud porque nada mas entrar en la tienda, la morena me soltó:
-No sabes cómo me alegro de dormir contigo- mi pene saltó dentro del pantalón al oírla al pensar que se estaba insinuando pero entonces al ver mi cara, prosiguió diciendo: -¿Te fijaste en cómo Ixcell me miró las chichis?
Haciéndome el despistado le dije que no y entonces ella murmurando dijo:
-Me miró con deseo.
Muerto de risa porque hubiese pensado lo mismo que yo, respondí tanteando  el terreno:
-Yo también te miré así.
-Sí, pero tú eres hombre- contestó y recalcando sus palabras, me confesó:  – No soy lesbiana y no me gusta que una vieja me observe con lujuria.
Sus palabras despertaron mi lado oscuro y acomodando mi cabeza sobre la almohada le solté:
-Entonces, ¿no te importará que mire mientras te desnudas?
Soltando una carcajada se quitó la camisa y tirándomela a la cara  respondió:
-Te vas a hartar porque duermo en tanga- tras lo cual, se despojó de su pantalón y medio en pelotas se metió dentro del mosquitero y sonriendo, me dijo: -Te doy permiso de ver pero no de tocar.
Su descaro me hizo gracia y cambiando de posición, me la quedé mirando fijamente mientras le decía:
-Eres mala- siguiendo la guasa, señalé mi verga ya erecta y le dije: -¿Cómo quieres que se duerma teniendo a una diosa exhibicionista a su lado?
Fue entonces cuando llevando una de sus manos hasta su pecho, descojonada, comentó mientras uno de sus pezones:
-¿Me sabes algo o me hablas al tanteo?
Como os podréis imaginar, me quedé pasmado ante tamaña burrada y más cuando con voz cargada de lujuria, preguntó:
-¿No te vas a desnudar?
De inmediato me quedé en pelotas sin importarme el revelarle que entre mis piernas mi miembro estaba pidiendo guerra. Olvido al fijarse, hizo honor a su nombre y olvidando cualquier recato, se empezó a acariciar mientras me ordenaba:
-¡Mastúrbate para mí!
Su orden me destanteó pero al observar que la mujer había introducido su mano dentro del tanga y que se estaba pajeando sin esperar a que yo lo hiciera. Aceptando que tal y como se decía en la universidad, esa cría era una ninfómana insaciable y que tendría muchas oportunidades de beneficiármela durante la expedición, cogí mi verga entre mis dedos y comencé a masturbarme.
-¡Me encanta cabrón!- gimió sin dejar de mirarme- ¡Lo que voy a disfrutar durante estos dos meses contigo!
La expresión de putón desorejado que lucía su cara me terminó de excitar y acelerando mis maniobras, le espeté:
-Hoy me conformaré mirando pero mañana quiero tu coño.
Mis palabras lejos de cortarla, exacerbaron su calentura y zorreando contestó:
-Tómalo ahora.
Como comprenderéis dejando la seguridad de mi mosquitero, me fui al suyo. Olvido al verme entrar, se arrodilló y sin esperar mi permiso, abrió su boca y se embutió mi verga hasta lo más profundo de su garganta mientras con su mano torturando su pubis. La experiencia de la cría me obligó a dejarla el ritmo. Su lengua era una maga recorriendo los pliegues de mi glande, de manera que rápidamente todo mi pene quedó embadurnado con su saliva. Entonces, se la sacó y me dijo:
-Te voy a dejar seco esta noche- tras lo cual se lo introdujo lentamente.
Me encantó la forma tan sensual con la que lo hizo: ladeando su cara hizo que rebotase en sus mofletes por dentro, antes de incrustárselo. Su calentura era tanta que no tardé en notar que se corría con sus piernas temblaban al hacerlo. Por mucho placer que sintiera, en ningún momento dejó de mamarla. Era como si le fuera su vida en ello. Si bien no soy un semental de veinticinco centímetros, mi sexo tiene un más que decente tamaño y aun así, la muchacha fue capaz de metérselo con facilidad. Por increíble que parezca, sentí sus labios rozando la base de mi pene mientras mi glande disfrutaba de la presión de su garganta.
La manera en la que se comió mi miembro fue demasiado placentera y sin poder aguantar, me corrí sujetando su cabeza al hacerlo. Sé que mi semen se fue directamente a su estómago pero eso no amilanó a Olvido, la cual no solo no trató de zafarse sino que profundizando su mamada, estimuló mis testículos con las manos para prolongar mi orgasmo.
-Dios, ¡Qué gusto!- exclamé desbordado por las sensaciones.
Sonriendo, la puñetera cría cumplió su promesa y solo cuando ya no quedaba nada en mis huevos, se la sacó y abriéndose de piernas, me dijo:
-Date prisa. ¡Quiero correrme todavía unas cuantas veces antes de dormir!
Hundiendo mi cabeza entre sus muslos, me puse a satisfacer su antojo…
El rutinario trabajo de campo tiene sus satisfacciones.
Esa mañana nos despertamos al alba y tras vestirnos, salimos a desayunar. Ixcell y Luis se nos habían adelantado y ya habiendo desayunado, nos azuzaron a que nos diéramos prisa porque había mucho trabajo que hacer. Los malos modos en los que nuestra jefa se dirigió tanto a Olvido como a mí me extrañaron porque no le habíamos dado motivo alguno o eso creí.
Alucinando por sus gritos, esperé que saliera para directamente preguntar al gordito que mosca le había picado.
-Joder, ¿Qué te esperas después de la noche que nos habéis dado?- contestó con sorna -¡No nos fue posible dormir con vuestros gritos!
“¡Con que era eso! Debe ser cierto que es lesbiana y me la he adelantado”, pensé temiendo sus represalias, no en vano era famosa por su mala leche.
Al terminar el café y dirigirme hacia la excavación, se confirmaron mis peores augurios porque obviando que había personal de la zona y que en teoría estaban ahí para esas tareas, esa zorra me mandó desbrozar la zona aledaña al área de trabajo. Queriendo evitar el conflicto, machete en mano, empecé a abrir un claro mientras dos “lacandones”, sentados sobre un tronco, me miraban y haciendo señas, se reían de mí:
-Menudos cabrones- murmuré en voz baja cada vez mas encabronado.
Uno de los indígenas al advertir mi cabreo, se acercó hasta mí y con un primitivo español, me dijo:
-Hacerlo mal. Mucho trabajo y poco resultado- tras lo cual me quitó el machete y me enseñó que para cortar las lianas primero debía de dar un corte en lo alto y luego irme a ras de tierra.
-Gracias- respondí agradecido al ver que esa era la forma idónea de atacar esa maleza.
El tipo sonrió y sin dirigirse a mí, se volvió a sentar junto a su amigo. Durante toda la jornada y eso que estaban a escasos metros de mí, ninguno de los dos me volvió a hablar. A la hora de comer, le conté lo sucedido a mi compañera, la cual me contestó:
-Pues has tenido suerte porque a mí esos pitufos directamente me han ignorado.
-Mira que eres bestia, no les llames así- recriminé a Olvido porque ese apelativo que hacía referencia a su baja estatura podía ofenderles.
Descojonada, murmuró a mi oído:
-El más alto de ellos, no me llega al hombro- y entornando los ojos, me soltó: -De ser proporcional, tendrán penes de niños.
La nueva burrada me hizo reír y pegando un azote en su trasero, le pregunté porque le pedía a uno que se lo enseñara y así lo averiguaba. Sabedora que iba de broma, puso gesto serio y pasando la mano por mi paquete, respondió:
-A lo mejor lo hago, si dejas de cumplir.
Solo la aparición de nuestra jefa, evitó que le contestara como se merecía y en vez de darle un buen pellizco en las tetas, tuve que tapar mi entrepierna con un libro para que Ixcell no se diera cuenta del bulto que crecía bajo mi pantalón. La arqueóloga tras saludarnos se sentó y desplegando un mapa aéreo de la zona, nos señaló una serie de montículos que le hacían suponer que había otras ruinas.
Al estudiar las fotografías, me percaté que de ser ciertas las sospechas de mi jefa, las estructuras estaban orientadas hacía un punto exacto de una de las montañas cercana.
-Tienes razón- contestó y dando la importancia debida a mi hallazgo, nos dijo: -Mañana iremos a revisar.
Una vez levantada la reunión, nos pasamos las siguientes horas haciendo catas en los terrenos con la idea de buscar la mejor ubicación donde empezar a escavar.  El calor y la humedad que tuvimos que soportar esa tarde nos dejaron agotados y fue la propia Ixcell la que al llegar las cinco, nos dijo que lo dejáramos por ese día y que nos fuéramos a descansar.
“Menos mal”, me dije dejándome caer sobre la cama.
Llevaba menos de un minuto cuando desde afuera de la tienda, me llamó Olvido diciendo:
-Voy a darme un baño a la laguna. ¿Te vienes?
Su idea me pareció estupenda y cogiendo un par de toallas salimos del campamento. Al tener que cruzar una zona tupida de vegetación, nos tuvimos que poner en fila india, lo que me permitió admirar las nalgas de esa morena.
-Tienes un culo precioso- dije sin perder de vista esa maravilla.
Mi compañera escuchó mi piropo sin inmutarse y siguió su camino rumbo a la charca. Cuando llegamos y antes de que me diera cuenta, Se desnudó por completo y se tiró al agua por lo que tuve que ser yo quien recogiera su ropa.
-¿Qué esperas?- gritó muerta de risa.
Su tono me hizo saber que nuestro baño iba a tener una clara connotación sexual y por eso con rapidez me desprendí de mis prendas y fui a reunirme con ella. En cuanto me tuvo a su alcance, me agarró por la cintura pegó su pecho a mi espalda. No contenta con ello empezó a frotar sus duros pitones contra mi cuerpo mientras con sus manos agarraba mi pene diciendo:
-Llevo con ganas de esto desde que me desperté.
No me costó ver reflejado en sus ojos el morbo que le daba tenerla asida entre sus dedos y sin esperar mi permiso, comenzó a pajearme. Mi calentura hizo que me diera la vuelta y la cogiera entre mis brazos mientras la besaba. Hasta entonces Olvido había mantenido prudente pero en cuanto sintió la dureza de mi miembro contra su pubis, se puso como loca y abrazándome con sus piernas, me pidió que la tomara.
Al notar como mi pene se deslizaba dentro de ella, cogí sus pechos con las manos y agachando la cabeza empecé a mar de ellos a lo bestia:
-Muérdelos, ¡Hijo de la chingada!
Sus palabras solo hicieron acelerar lo inevitable y presionando mis caderas, se la metí hasta el fondo mientras mis dientes se apoderaban de uno de sus pezones.
-Así me gusta ¡Cabronazo!
Reaccionando a sus insultos, agarré su culo y forcé mi penetración hasta que sentí los vellos de su coño contra mi estómago. Fue entonces cuando comencé a moverme sacando y metiendo mi verga de su interior.
-¡Me tienes ensartada!- gimió descompuesta por el placer.
Su expresión me recordó que todavía no había hecho uso de su culo y muy a su pesar, extraje mi polla y la puse de espaldas a mí.
-¿Qué vas a hacer?- preguntó al sentir mi capullo tanteando el oscuro objeto de deseo que tenía entre sus nalgas.
Sin darle tiempo a reaccionar y con un movimiento de caderas, lo introduje unos centímetros dentro de su ojete. Entonces y solo entonces, murmuré en su oído:
-¿No lo adivinas?
Su esfínter debía de estar acostumbrado a esa clase de uso por que cedió con facilidad y tras breves embestidas, logré embutir su totalidad dentro de sus intestinos.
-¡Maldito!- gimió sin intentar repeler la agresión.
Su aceptación me permitió esperar a que se relajara. Fue la propia Olvido la que después de unos segundos empezara a moverse lentamente. Comprendiendo que al principio ella debía llevar el ritmo, me mantuve tranquilo sintiendo cada uno de los pliegues de su ano abrazando como una anilla mi extensión.
Poco a poco, la zorra aceleró el compás con el que su cuerpo era acuchillado por mi estoque y cuando creí llegado el momento de intervenir, le di un duro azote en sus nalgas mientras le exigía que se moviera más rápido. Mi montura al oír y sentir mi orden, aulló como en celo y cumpliendo a raja tabla mis designios, hizo que su cuerpo se meneara con mayor rapidez.
-¡Mas rápido! ¡Puta!- chillé cogiéndole del pelo y dando otra nalgada.
Mi renovado castigo la hizo reaccionar y convirtiendo su trote en un galope salvaje, buscó nuestro mutuo placer aún con más ahínco.  Aullando a voz en grito, me rogó que  siguiera por lo que alternando entre un cachete y otro le solté una tanda de azotes.
-¡Dale duro a tu zorra!- me rogó totalmente descompuesta por la mezcla de dolor y placer que estaba asolando su cuerpo.
Desgraciadamente para ambos, el cúmulo de sensaciones hizo que explotando dentro de su  culo, regara de semen sus intestinos. Olvido al experimentar la calidez de mi semilla, se corrió con gritos renovados y solo cuando agotado se la saqué, dejó de chillar barbaridades.
Con mi necesidad saciada por el momento, la cogí de la mano y junto con ella salimos de la laguna.  Fue en ese instante cuando al mirar hacía la orilla, mi compañera se percató de una sombra en medio de la espesura y cabreada preguntó quién estaba allí.
-¿Qué pasa?- le dije viendo que se había puesto de mala leche.
Hecha una furia, me contestó:
-¡Alguien nos ha estado espiando!. Seguro que ha sido alguno de los lacandones- tras lo cual y sin secarnos, nos pusimos algo de ropa y fuimos a ver si lográbamos pillar al voyeur.
Pero al llegar al lugar donde había visto al sujeto, descubrimos que no eran huellas de pies descalzos las que hallamos en el suelo sino las de unas zapatillas de deporte.
-Ha sido Luis- dije nada más verlas.
-Te equivocas- me alertó y señalando su pequeño tamaño, contestó: -¡Ha sido Ixcell!
Las pruebas eran claras y evidentes. Como en cincuenta kilómetros a la redonda no había nadie calzado más que nosotros, tuve que aceptar que ¡Nuestra jefa nos espiaba!.
-Será zorra- indignada se quejó y clamando venganza, dijo: -Si esta mañana se ha quejado de mis gritos, ¡Qué no espere que hoy la deje dormir!
Su amenaza me alegró porque significaría que  esa noche me dejaría seco y por eso con una sonrisa en los labios, la seguí de vuelta a la base.
 
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

Conociendo a Pamela 2 (POR KAISER)

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Conociendo a Pamela
 
 

Tras llegar a la casa y saludar a su primo Pamela va a darse una ducha antes de irse a dormir, en su habitación Sebastián aun se mata a pajas, nunca pensó que ella podía llegar a ser así de ardiente.

Por la mañana Pamela actúa de lo más normal, como si nada hubiera sucedido. Sebastián se levanta temprano y ella le pide que la acompañe hasta el colegio hoy, él acepta de buen agrado y ambos toman el bus, que para variar esta atestado.
“Quédate cerca mió” le dice ella y Sebastián esta a su lado, sin embargo pronto el bus se llena aun más y él se percata de cómo unos tipos tratan de pasarse de listos con su prima. Él observa con atención como le soban el culo entre ambos y le suben un poco su ya corta falda de colegio, Sebastián se excita un poco al ver como manosean a su prima y ella no hace nada por evitarlo, al parecer le gusta al ver la expresión en su rostro. De pronto Pamela se mueve hacia él y se pone delante de Sebastián. “Espero que no te moleste, pero estoy harta que me agarren el culo todos los días” le dice ella.
Sebastián se siente algo incomodo al tenerla ahí, por más que trata no puede evitar quedar encima de ella a causa de los empujones y de pronto le pasa a dar una fuerte punteada en el culo, Sebastián tiene su miembro totalmente erecto y Pamela lo siente con claridad, “solo por ser a ti te lo permito” le dice al oído con una coqueta sonrisa, incluso Pamela se carga un poco hacia él poniendo a su primo aun más nervioso y excitado.
Él la acompaña hasta la entrada del colegio, Sebastián se sorprende por la cantidad de chicos que la saludan, sin duda ella es muy popular. Pamela lo lleva tomado del brazo y las miradas de envidia no se hacen esperar. “¿Pensé que te gustaban más crecidos?” le dice en ese instante una chica a Pamela, es una de sus compañeras de curso y amiga. “¿Y este quien es?” pregunta otra, Pamela les presenta a su primo a sus amigas las cuales lo molestan al ver su aspecto de cabro chico, pero ella lo defiende.
“¿Y dime ustedes ya han tenido sexo?” le pregunta otra, Sebastián se sonroja, como le gustaría que eso fuese verdad. Finalmente ellas lo dejan en paz cuando Pamela se despide de él. “Nos vemos en la tarde” le dice ella y lo despide con un beso.
Sebastián regresa a la casa y se dedica a su rutina, la de ordenar y ayudar en algo mientras los demás están fuera. Tras desocuparse él vuelve a la habitación de Pamela donde, tras revisar su velador, encuentra su diario de vida el cual esta cerrado con un pequeño candado. Sebastián se imagina la clase de secretos que ese diario puede contener y de inmediato se pone manos a la obra para tratar de abrirlo de alguna forma.
Le toma más de una hora poder abrir el dichoso diario, finalmente escondida entre unos libros, encuentra la llave del candado y lo abre. De inmediato deja la llave donde estaba para no ser descubierto, luego se tira encima de la cama de Pamela y comienza a leer los secretos que su prima a escrito ahí.
12 de Enero.
 

Fuimos a la playa con mis viejos, estaba ansiosa por ir pues hacia años que no iba, además quería estrenar el nuevo bikini que me había comprado, mi mama se escandalizo un poco al verlo pero finalmente acepto que lo usara.

Sebastián se adelanta unas páginas buscando algo más interesante.
Nos conocimos a la pasada, él era un estudiante universitario bastante guapo, tendría unos 19 o 20 años, en todo caso era menor que el tipo que me desvirgo, el nombre de este tipo era Diego. En cuanto me miro se me acerco y me invito a salir, quería que lo acompañara a beber con sus amigos pero le dije que no podía, que estaba con mis padres y que no me darían permiso. Ocasionalmente conversábamos a escondidas detrás de las cabañas o cuando yo iba a comprar, pero en cuanto me demoraba un poco mi viejo salía a buscarme o me llamaba por celular.
Finalmente una noche pude salir con él, mis viejos habían ido a una fiesta y volvieron bastante bebidos a la cabaña, así que aproveche mi oportunidad. Me puse una minifalda y peto, me escabullí por la ventana del baño y baje a la playa donde nos encontramos cerca de un kiosco.
Nos tomamos unas cervezas y después caminamos un rato por la playa, me tomaba de las caderas y en ocasiones bajaba sus manos buscando agarrarme el culo. Yo lo dejaba actuar.
Sebastián lee atentamente.
Llegamos cerca de la cabaña que él y sus amigos ocupaban, entonces me abrazo y comenzó a besarme apasionadamente, yo no me resistí ni nada, lo deje hacer lo que quisiera conmigo. Me subió la falda y me agarraba el culo mientras me besaba, metía su lengua en mi boca y yo sentía sus dedos deslizándose entre mis nalgas. Su miembro lo sentía duro y palpitante bajo sus shorts.
Me puso contra la pared de la cabaña, me subió el peto y comenzó a sobar mis tetas, se impresionaba que una chica de mi edad las tuviera así de grandes. Me las chupaba y lamía mis erectos pezones, yo le sobaba su paquete por encima de sus shorts, lo tenía tan duro, me moría de ganas por comenzar a chupársela, pero él estaba en control de la situación.
Rápidamente me subió la falda metió su mano entre mis piernas y me frotaba mi coño, me aparto mi calzón y hundió su rostro entre mis muslos, era increíble sentir su lengua moviéndose en mi sexo, me follaba con sus dedos mientras yo me acariciaba mis tetas, realmente sabia lo que hacia este tipo.
Sebastián esta verga en mano haciéndose una paja mientras lee el diario de vida de su prima.
Me ordeno que me hincara y saco su miembro de sus shorts, lo atrape entre mis manos y él de improviso me la metió en la boca. Casi me atraganta con su verga mientras la mete y la saca de mi boca, pero me las arreglo para atraparla entre mis labios y se la froto con ellos, sabe increíble y siento como derrama un poco de semen dentro.
Me puse encima de una banca y separe mis piernas, Diego se puso encima mió y apunto su verga directo a mi coño, cuando me la comenzó a meter casi me corrí ahí mismo, grande y dura tal como me gustan. Me bombea con todo, siento su miembro moverse dentro de mi, nos besamos y cruzamos nuestras lenguas en cada beso mientras él me penetra, cada acometida que me da me hace delirar, no haber follado antes con él.
 
Me monte sobre él, me empale bien firme en su verga y le comencé a cabalgar encima, le restregaba mis tetas en la cara mientras me dejaba caer una y otra vez sobre su verga. Mientras follabamos sentí que hurgaba mi culo con sus dedos, me besaba o chupaba mis pezones y sentía sus dedos meterse entre mis nalgas, hasta ese momento yo aun era virgen por el culo.
Sebastián esta más interesado que nunca, seguía leyendo y seguía masturbándose.
Quede en cuatro sobre la banca, me sujetaba de las caderas y me daba con todo, bien duro como a mi me gusta, mis pechos no dejaban de moverse al ritmo de cada embestida y al mismo tiempo sentía como me metía un dedo en culo, “te lo voy a partir” me dijo, yo estaba de lo más extasiada. “Prepárate” me dijo al oído, entonces sentí su lengua sobre mi ano, me metía la punta de ella y después sus dedos para abrirme el culo. Yo estaba algo temerosa acerca de esto, pero la sola idea de ser follada por el culo me calentaba de sobre manera.
“Solo relájate” me dice él, entonces me la empezó a meter, la sentía deslizarse entre mis nalgas y como se cargaba sobre mi estrecho ano. Diego me empujaba con más fuerza cada vez, me dolía, pero me gustaba la idea. Él seguía empujando hasta que poco a poco se fue abriendo paso en mi culo, me dolía bastante ahora y yo no dejaba de quejarme, pero él no me dejaba, “solo un poco más, tu culo es muy estrecho” me decía él mientras seguía bombeándome.
Luego de unas cuantas acometidas ya la tenia toda dentro, la sentía palpitar en mi trasero y Diego me daba cada vez con más fuerza, sentía que me iba a partir en dos, pero lo disfrutaba tanto que me aguantaba el dolor. Al cabo de un rato su miembro se deslizaba con toda comodidad, yo deliraba con su miembro bien metido en mi culo y me movía cargándome hacia él para recibirla mejor. “¡Córrete en mi culo, córrete dentro!” le decía yo en medio de mis quejidos mientras me follaba, yo ya no daba más y ambos estábamos por corrernos.
Sebastián ya no da más y siente que también esta por correrse.
De pronto sentí como mi culo se lleno de un espeso y calido semen, nos corrimos juntos y fue increíble y jamás pensé que el sexo anal fuese tan excitante. Tras sacar su verga de mi culo me la puso en la cara para descargar el resto, se la chupe hasta sacarle todo el semen que se escurre por mi boca y mis tetas.
En ese instante el miembro de Sebastián prácticamente explota esparciendo su semen por encima de sus ropas y la cama de Pamela.
Diego quería que me fuera a su cabaña con él y hacer una “fiesta” con otras chicas y chicos, la idea me gustaba pero le dije que no podía, así que me despedí de él y volví a la cabaña antes que mis viejos se dieran cuenta, al día siguiente nos vinimos y no lo volví a ver, pero ocasionalmente me masturbo cuando recuerdo esto.
Sebastián se limpia como puede, se ha corrido como nunca y el desastre que dejo es enorme. Del baño saca una toalla con la cual limpia lo que puede. En ese momento escucha que los sus tíos viene llegando, Sebastián deja el diario escondido bajo la cama dispuesto a seguir leyendo una vez que este solo de nuevo.
 

Relato erótico: “Dominada por mi alumno 4” (POR TALIBOS)

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DESCUBRIMIENTO:

Aún con el paso vacilante, guié a Jesús hacia el ascensor. Usé la llave (no había botón en el sótano, para impedir el acceso a los maleantes) y esperamos a que llegase. Cuando las puertas se abrieron, nos metimos dentro y pulsé el botón del octavo piso, mi planta.
El ascensor arrancó y comenzamos a subir, pero se detuvo enseguida en la planta baja, porque algún otro vecino lo había llamado.
Se abrieron las puertas y nos encontramos con un quinceañero que vivía un par de plantas por debajo de mí.
–          Buenas tar… – comenzó a saludar el chico, aunque la voz le murió en los labios.
Yo no entendía qué le pasaba al chaval, habitualmente muy educado, hasta que me di cuenta de que su mirada estaba clavada en mis pechos. ¡Claro! Era lógico. Excitada por los acontecimientos del día y aún insatisfecha, mis pezones seguían duros a más no poder, y al no llevar sostén, se marcaban contra mi ajustado jersey, provocando el aturrullamiento del muchacho.
Avergonzada, crucé mis brazos frente al pecho, simulando que no me había dado cuenta, pero Jesús negó silenciosamente con la cabeza, obligándome a bajarlos de nuevo.
El chico, muy colorado, se echó a un lado tras pulsar el botón del sexto, intentando no mirarme directamente, aunque se notaba sin problemas que, de reojo, no le quitaba la vista de encima a mis pezones.
El ascensor continuó su viaje, en un trayecto que se me hizo largo y corto a la vez, avergonzada y excitada al mismo tiempo.
Por fin, llegamos al sexto, las puertas se abrieron y el chico, tras balbucear una despedida, salió del ascensor atropelladamente, echándome un último vistazo, mientras sus orejas parecían estar a punto de arder de rojas que las tenía.
–          ¡Eh, chico! – le llamó Jesús haciéndole que se diera la vuelta.
El corazón me volaba en el pecho. Sabía lo que se avecinaba, pues Jesús mantenía pulsado el botón de apertura de la puerta, impidiendo que se cerrara.
–          ¿Quieres ver algo increíble? – le preguntó.
El chico, avergonzado, simplemente asintió.
–          Enséñaselas – me susurró Jesús al oído.
Y yo obedecí sin dudarlo. Me subí el jersey manteniéndolo arriba, enseñándole al afortunado chaval mis tetas al natural.
El chico, alucinado, se quedó con la boca abierta admirando mis mamas, que estaban tan duras que los pezones hasta me dolían.
–          ¿Qué te parecen? – le preguntó.
–          Preciosas… – respondió el chico sin pensar.
–          ¿Y esto?
Mientras pronunciaba esas palabras, Jesús me subió la falda hasta arriba, enseñándole al chico mi coñito desnudo. Al chaval, los ojos iban a salírsele de las órbitas mientras la puerta del ascensor se cerraba poniendo punto y final al espectáculo.
–          ¿Ves? – me dijo Jesús – Otro beneficio sensorial. Me he puesto cachondo.
–          Y, yo, Amo.
–          Estupendo. Dentro de un rato solucionaremos eso. Pero antes vamos a comer, que tengo hambre.
–          Claro, Amo. Le prepararé algo. ¿Qué es lo que te gusta?
–          No te preocupes de eso ahora. Estás cansada y no voy a ponerte a cocinar. Tengo otras cosas en mente. Nos preparamos un par de sándwiches y ya está.
–          Como quieras.
Llegamos a mi planta y entramos en mi casa. Estúpidamente, como si se tratara de un amigo que visitaba mi hogar por primera vez, me esforcé en enseñarle el piso a Jesús, mientras él fingía interés.
–          Muy bonito. Lo tienes decorado con muy buen gusto.
–          Me alegro de que te guste, Amo.
–          Oye, no es necesario que me llames Amo cada vez que abres la boca. Es cansino. Basta con que lo hagas de vez en cuando, pero procurando hablarme siempre con respeto. Si lo haces así, no me importa que me llames por mi nombre. Esa fase ya quedó atrás.
–          Va… vale… Jesús – asentí dubitativa.
–          Venga, vamos a comer.
Contrariamente a lo que yo esperaba, Jesús participó activamente en la preparación del tentempié, ocupándose de cortar el embutido mientras yo preparaba las demás cosas. Cuando acabamos, recogí lo poco que habíamos ensuciado y aguardé instrucciones.
–          Edurne, tengo que hacer unas llamadas. Prepara el baño con mucha espuma y espérame allí. Enseguida me reúno contigo.
–          ¿Le espero en la bañera, Amo?
–          No. Quiero ver cómo te desnudas. ¡Ah! Y el agua bien caliente.
Emocionada, corrí al baño y abrí el grifo de la bañera, deseando saber qué planes tenía Jesús en mente. Me senté en el borde y esperé, comenzando otra vez a mover frenéticamente la pierna, por el tic que tengo cuando estoy nerviosa.
Jesús tardó casi 10 minutos en aparecer y para ese entonces yo ya había tenido que vaciar la bañera y vuelto a llenarla para mantener el agua caliente al máximo. El vapor comenzaba a invadir el cuarto de baño.
–          Buen trabajo – me alabó – Ahora quiero que me quites la ropa.
Como un rayo, le obedecí, quitándole el jersey y la camiseta interior, contemplando por vez primera su torso desnudo. Era musculoso, bien formado y, aun sin llegar a los extremos del culturismo, se observaba una apetitosa tableta de chocolate en la zona abdominal.
 

Diez días antes, no me hubiera creído que semejante cuerpazo se ocultara bajo la ropa del tímido alumno que me miraba con ojos de cordero degollado durante las clases.

Continué con los zapatos, calcetines, el pantalón. Cuando estuvo solamente con los calzoncillos puestos, un latido de excitación azotó mi vagina, pues se notaba el bulto que su morcillona polla provocaba en los bóxer. Tratando de contenerme, le bajé los calzones mientras él levantaba alternativamente los pies para permitirme librarle de ellos.
Yo trataba de no mirar directamente su bamboleante falo, pero era superior a mí y lo observaba de reojo. Comprendí cómo había debido de sentirse el chico del ascensor, mirándome de refilón los pezones, aunque en su caso, sin posibilidad de hacerse con ellos y en el mío… deseando que aquel rabo se ocupara de mí.
Lentamente, Jesús se introdujo en el baño de espuma, permitiendo que el agua caliente borrara el cansancio de la intensa mañana. Su expresión me hizo comprender que a mi Amo le gustaba bañarse, con lo que algo teníamos en común.
–          En cuanto he visto esta bañera tan grande, me han entrado ganas de probarla.
–          ¿Activo el hidromasaje?
–          Espera un poco. Ya te avisaré. Ahora, desnúdate tú.
No había mucha ropa que quitarse y en un segundo, mi falda y el jersey estaban en el suelo, quedándome sólo con el liguero y las medias.
–          Lástima de medias – me dijo Jesús – Tenían pinta de caras.
Miré hacia abajo y me di cuenta de que las medias estaban destrozadas. No me había dado ni cuenta. No era extraño, debido a que había estado mucho rato de rodillas sobre una mesa de madera, donde me habían tratado con rudeza. Me encogí de hombros, qué se le iba a hacer.
–          Bueno – dije – Ya me compraré otras.
–          No lo hagas hasta que yo te lo indique – me respondió enigmáticamente.
–          Claro, Amo. Como ordenes.
–          Venga, quítate el liguero y métete conmigo. Tienes que lavarme.
Como un rayo, le obedecí, arrojando la prenda al suelo y metiéndome en la bañera. Iba a sentarme delante de Jesús (cabíamos perfectamente, la bañera es muy grande) pero él se puso de pié, con su espléndido cuerpo cubierto espuma.
–          Lávame – me indicó dándome la espalda.
Obediente. Cogí una esponja y me dediqué a limpiar su cuerpo. Le frotaba dulcemente, sin apretar, pues no veía nada sucio y mi Amo no me indicó otra cosa. Froté su espalda, sus piernas, su trasero hasta que quedó satisfecho y se volvió hacia mí.
Repetí el proceso con su pecho, sus brazos, su estómago, sus muslos… dejando lo mejor para el final.
Delicadamente, agarré su miembro y deslicé la esponja sobre él, aunque procuraba asearlo directamente con la mano desnuda, sintiendo cómo comenzaba a incrementarse su dureza.
–          No puedes más, ¿eh? – me preguntó sonriendo Jesús.
–          No, Amo… la necesito.
–          Espera un poco… Sé obediente y pronto te la daré.
Diciendo esto se sentó de espaldas a mí, dejándome de nuevo frustrada. Comprendía que a él le gustaba jugar con mi excitación, pero si seguía así, iba a ser yo la que acabara violándole.
–          Lávame el pelo… Con ese champú – me dijo señalando uno de los botes.
Me gustó que escogiera el que yo usaba. La idea de que su cabello oliera como el mío me agradaba.
Me arrodillé detrás de él para lavarle el pelo, pero entonces sucedió algo inesperado. Al agacharme, mi trasero quedó sumergido bajo el agua, con lo que el agua caliente rozó por fin mi torturado ano. Me dolió.
–          ¡Ay! – me quejé dando un respingo que salpicó agua fuera de la bañera.
–          ¿Qué te pasa? – me interrogó Jesús volviéndose.
–          ¡Mi culo! – gemí – ¡Me duele!
En la cara de Jesús se dibujó un gesto de comprensión.
–          Vaya, joder, me había olvidado. Ahora mismo tu ano está muy sensible y escocido. Debería haberte avisado de que podía dolerte el contacto con el agua caliente. Aguanta unos segundos, enseguida se te pasará.
Poco después el dolor pareció remitir, como si mi desflorado culito se acostumbrara a la temperatura del agua. Haciendo de tripas corazón, comencé a lavarle el pelo al Amo, poniendo especial cuidado en que la espuma no le llegara a los ojos.
–          Buena chica – me susurró.
Cuando estuvo satisfecho, me hizo enjuagarle con la ducha de teléfono, primero la cabeza y luego, poniéndose en pié, el resto del cuerpo.
–          Vacía la bañera de esta agua sucia y vuélvela a llenar.
Yo obedecí sin dudarlo, quitando el tapón y usando el chorro de la ducha para eliminar los restos de espuma de nuestros cuerpos y de la superficie de la bañera. Cuando estuvo todo limpio, volví a poner el tapón y abrí el grifo, para que, lentamente, fuera llenándose de nuevo.
Jesús, que seguía de pie, observaba mis manejos en silencio. Cuando abrí los grifos le miré en busca de nuevas órdenes. No me hizo esperar.
–          Métetela en la boca – me dijo – Sácala cuando la bañera esté llena.
Un nuevo estremecimiento me recorrió al escuchar sus palabras. Con ansia, me arrodillé frente a él y engullí la todavía blanda polla, comenzando juguetear con mi lengua sobre ella.
–          ¡No te he dicho que me la chupes! ¡Sólo que te la metas en la boca!
Obediente, dejé de lamerle el nabo y me limité a permanecer con él dentro de la boca, con mi nariz clavada en su ingle, mientras escuchaba el sonido del agua del grifo llenando la bañera.
 
Aquello bastó para que mi excitación se desbocase. El coño me latía de placer mientras el culo lo hacía de dolor, pero no me importaba, pues tenía allí a mi Amo conmigo. Y su polla crecía dentro de mi boca.
Cuando la bañera estuvo llena, Jesús me avisó y yo, con desgana, saqué su falo de entre mis labios y cerré los grifos. Jesús volvió a sentarse en el agua, mientras yo permanecía de rodillas frente a él, aguardando instrucciones.
–          ¿Confías en mí, putilla? – me preguntó.
Yo no dudé al responder.
–          Sí, Amo.
–          Bien. Buena chica. Puedes chupármela.
Al estar sentado, su polla quedaba debajo del agua, pero yo no dudé un instante en sumergirme entre sus abiertos muslos y volver a tragarme su cada vez más enhiesto falo. Comencé a chupársela aplicando todo mi arte, mientras cerraba los ojos y aguantaba la respiración bajo el agua.
Tras treinta o cuarenta segundos de mamada, saqué la cabeza un segundo para respirar y volví a sumergirme para reanudar mi tarea. Me encantaba sentir cómo su polla iba ganando vigor gracias a mi tratamiento; se la chupaba con la boca llena de agua caliente, jugueteando con mi lengua en la punta.
Entonces la cosa cambió. Tras haber salido varias veces a respirar, me quedé sin aire una vez más e intenté volver a emerger a por más oxígeno. Sin embargo, esta vez la mano de Jesús sobre mi cabeza me impidió salir, obligándome a mantenerme bajo el agua con su verga hundida hasta la garganta.
El pánico me asaltó y luché por escapar de su garra, apoyando mis manos en su muslos y tirando hacia arriba, pero su mano se mantuvo firme manteniéndome bajo el agua.
¿Qué pretendía? ¿Matarme? ¡No podía más! ¡No me quedaba aire en los pulmones!
Entonces recordé su pregunta de antes “¿Confías en mí?” y comprendí sus intenciones.
Dejé de luchar y, haciendo un esfuerzo supremo, reanudé decididamente la mamada, a pesar de que ya veía lucecitas a causa de la falta de aire. Pocos instantes después, la mano de Jesús me liberó y me ayudó a salir del agua, donde su sonriente rostro me esperaba para besarme tiernamente en los labios.
–          Buena perrita – me susurró mientras tironeaba de uno de mis pezones – Te has ganado tu recompensa.
Mientras yo boqueaba, tratando de recobrar el aliento, Jesús, muy dulcemente, hizo que me diera la vuelta, quedando a cuatro patas, arrodillada en la bañera de espaldas a él. Entonces, agarrándome por la cintura, me incorporó, haciendo que quedara sentada sobre su regazo.
Podía sentir su nabo, ya completamente duro, apretado contra mi culo, lo que me inquietó un poco, pero Jesús quería darme mi premio.
Con habilidad, levantó mis caderas y ubicó su polla a la entrada de mi vagina. Dándome una palmadita, me dio permiso para deslizarme hacia atrás y empalarme por completo en su erección.
Bastó aquello para que me corriera. La excitación de la jornada, las revelaciones experimentadas, las emociones, todo se concentró en un enorme y devastador orgasmo que azotó mi cuerpo, haciéndome salpicar agua por todas partes, mientras sentía cómo las manos de mi Amo se apoderaban de mis senos y los estrujaban con ganas.
Tras darme unos minutos para recuperarme, Jesús me obligó a comenzar a cabalgar sobre él. Dada nuestra posición, yo era la encargada de marcar el ritmo de la follada y pronto, sabedora de que al chico le gustaba bien duro, me encontré galopando desbocada sobre su verga, aullando de placer, olvidados ya el dolor de mi culo, los vecinos o la puta que los parió a todos. Todo mi mundo era mi Amo.
Me corrí nuevamente antes de que el joven alcanzara el clímax, así que éste, un poco harto de la posición, me hizo levantarme y ponerme de nuevo a cuatro patas. Colocándose a popa, Jesús volvió a clavármela desde atrás y enseguida me tuvo rendida frente a él, manteniendo a duras penas la cabeza fuera del agua, mientras se follaba sin piedad mi tierno chochito.
–          ¡AAAAAAAHH! ¡MÁSSSSSS! – gemía yo – ¡ASÍ! ¡FÓLLAME!
Y por una vez, mi Amo me hizo caso.
La tercera corrida fue igual de violenta que las anteriores, por lo que ya me quedé sin fuerzas. Derrotada, me derrumbé en la bañera, con la cabeza bajo el agua, pues me daba igual hasta ahogarme allí mismo, qué mejor manera de morir que empalada en la verga de mi Amo.
Medio desmayada, sentí que la polla de Jesús entraba en erupción, desparramando su semilla en mi interior. Su semen ardía como el fuego y yo apreté los muslos tratando de retenerlo dentro, de fundirme con él.
Si no me ahogué durante esa follada fue porque Jesús tuvo la precaución de tirar de la cadena del tapón, vaciando la bañera mientras me embestía. No me había dado ni cuenta.
Finalmente y una vez vaciadas sus pelotas, Jesús se apartó de mí y salió de la bañera, dejándome desmadejada dentro.
Desde mi posición, pude percibir cómo Jesús se secaba con una toalla. Una vez seco, salió del baño y me dejó allí, con las fuerzas justas para respirar. Me pareció escucharlo hablar por teléfono, aunque no entendí nada.
Sin embargo, cuando minutos después sonó el timbre de la puerta, me desperté un poco, asustada por quien pudiera ser. Reuniendo mis últimas fuerzas, me senté en la bañera y así pude oír cómo Jesús abría la puerta e intercambiaba unas palabras con alguien. Inquieta por lo que podía estar pasando, traté de incorporarme, pero las piernas no me sostenían, así que desistí.
Instantes después, Jesús, aún completamente desnudo, regresó al cuarto de baño y me miró.
–          Menudo desastre has montado aquí – me dijo mientras chapoteaba en el agua que inundaba el suelo.
–          Lo… lo siento – balbuceé.
–          No, si a mí me da igual. Vas a ser tú quien tenga que limpiarlo.
–          Lo haré… luego.
–          Sí, ya te veo. Ven aquí.
Diciendo esto, Jesús se inclinó hacia mí y, por segunda vez ese día, me encontré transportada por sus fuertes brazos.
Me llevó hasta el salón, depositándome cuidadosamente sobre el sofá, donde me acurruqué agotada.
Regresó al baño y poco después volvió con una gran toalla y mi albornoz, que había estado colgado tras la puerta.
Con delicadeza, dedicó varios minutos a secar mi cuerpo, poniendo especial cuidado en no dañar las partes de mi piel especialmente sensibles, como los pechos, la vagina y el culito. Una vez satisfecho, me colocó boca arriba sobre el sofá y se dirigió a una bolsa que había sobre una silla. Una bolsa que yo jamás había visto antes.
De su interior sacó dos botes. Uno era de la misma marca de crema anti hematomas que yo había usado en mi pecho la semana anterior, pero el otro no supe lo que era.
Con delicadeza, casi amorosamente, Jesús extendió por mi pecho una fina capa de la crema para los moratones, acariciando y masajeando mi seno con cariño. El pezón se me puso duro, no pude controlarme.
Ignorándolo, Jesús volvió a levantarme a pulso del sofá, como si yo fuera una muñeca y esta vez fue él el que se sentó, conmigo tumbada boca abajo en su regazo. Entonces, repitió el proceso sobre mis castigadas nalgas, haciendo que me estremeciera de dolor cuando rozó la zona en que me había azotado. El alivio fue inmediato.
–          Gracias, Amo – susurré amándole intensamente.
–          No es nada, Edurne. Te has portado muy bien y yo soy amable cuando me obedecen.
Me sentí feliz en su regazo, allí tumbada con el culo en pompa mientras se ocupaba de las contusiones que él mismo me había provocado. No tiene sentido, pero le amé.
–          Esto te va a doler un poco –  me susurró.
Volví a asustarme y le miré. Vi que había dejado a un lado el bote de crema y había cogido el otro. Debió leer el pánico en mirada, pues me explicó lo que pretendía.
–          Esta otra crema es para tu culito. Sirve para calmarte un poco el dolor y para ayudar a cicatrizar los desgarros que hayas podido sufrir en el ano. Te escocerá un poco al principio, pero pronto notarás el alivio. ¿Confías en mí?
Vaya si confiaba.
Más tranquila, volví a darme la vuelta y le dejé a cargo de las operaciones. Aún así me mis nalgas se tensaron cuando noté que él las separaba, pero me las arreglé para relajarme y dejarle hacer.
Cuando la punta de su dedo empapado del potingue me rozó el ano, vi las estrellas y los luceros por el dolor que me sacudió. Con un supremo acto de voluntad, intenté relajarme de nuevo, dejando que Jesús me aplicara la crema.
Lo hizo con mucho cuidado, extendiéndola por la parte de fuera. Poco a poco, fue introduciendo su dedo en mi interior, llevando la crema adentro. Repitió el proceso varias veces y, cuando estaba acabando, me di cuenta de que el dolor había remitido y una refrescante sensación invadía mi culo. ¡Ni que me hubiera metido un Happydent, coño!
Cuando hubo acabado, volvió a levantarme en volandas y, tras ayudarme a ponerme el albornoz, me depositó de nuevo en el sofá.
–          Jesús – le dije – Si quieres, puedes usar el albornoz de Mario. Estaba en la puerta junto a éste.
–          Mario es tu novio, ¿no? – me preguntó.
–          Sí, así es – respondí algo cohibida.
–          No, gracias, no quiero usar nada suyo. Hay una sola cosa de ese hombre que quiero y ya es mía.
Volví a estremecerme.
–          Por cierto, he puesto la calefacción. No quiero resfriarme por pasearme en pelotas por tu casa.
No respondí. Yo era suya, por lo que podía hacer en mi casa lo que le viniera en gana.
Nos quedamos sentados, charlando, o más bien conmigo respondiendo a todas las preguntas que Jesús me hacía. Algunas eran muy personales, que cuando había perdido la virginidad (a los 15), si me había enrollado con alguna chica (no), que a qué edad me había comido mi primera polla (a los 16)… pero otras eran más coloquiales, gustos en cine, literatura, televisión… Allí me enteré de que mi Amo era aficionado al fútbol, aunque no diré de qué equipo para no provocar polémicas.
Hablamos más de una hora y poco a poco, fui recuperando fuerzas. Cuando me encontré mejor, me senté en el sofá, enfrente de mi Amo, que seguía tranquilamente desnudo. Seguimos hablando y así se enteró de que el piso me pertenecía a mí y no a Mario, pues mis padres me habían pagado la entrada cuando acabé la carrera. Que llevábamos poco más de un año viviendo juntos y que, aunque no habíamos hablado de matrimonio, pensaba que antes o después Mario querría sentar la cabeza.
De pronto, Jesús, que había echado algunas miradas al ventanal que había a mi espalda, me dijo con voz firme:
–          Desabróchate el albornoz.
Yo obedecí con el corazón latiéndome en el pecho y le mostré mi cuerpo desnudo a mi Amo.
–          Hay que reconocer que estás buenísima – dijo mientras se acariciaba la polla distraídamente.
–          Gracias, Amo.
–          Oye, ¿quién cojones es el tipo ese que nos mira desde la ventana de enfrente?
El corazón me dio un vuelco y miré hacia atrás, hacia la ventana, notando que, efectivamente, el salido de mi vecino estaba espiándome de nuevo. Sin darme cuenta, me cerré el albornoz tapando mi cuerpo, pero eso a Jesús no le gustó.
–          ¿Acaso te he dicho que te tapes? – me dijo con dureza.
–          Perdón, Amo – respondí soltando los bordes del albornoz  y volviendo a revelar mi desnudez.
–          ¿Y bien? ¿Quién es ese?
–          Es un asqueroso salido que vive enfrente. Más de una vez le he visto espiándome. Por eso casi siempre tengo las cortinas echadas.
–          Ya lo noté antes. Pero a mí me gustan abiertas, por eso las abrí mientras descansabas en el baño.
No me había dado cuenta.
–          Por tu tono deduzco que no te gustan mucho los voyeurs – me dijo.
–          No – respondí.
–          ¿Y por qué?
–          Son asquerosos.
–          ¿Más asquerosos que una puta que le enseña las tetas a un crío? ¿Más asquerosos que una guarra que permite que le revienten el culo?
No supe qué responder.
–          Pues a mí me dan pena. Son tristes reprimidos que no se ven capaces de enfrentarse a una mujer y darle lo que necesita. Perdedores.
–          Es verdad.
–          Pero, como te digo, me dan pena.
Ya sabía lo que iba a pasar a continuación.
–          Así que vamos a darle un regalito a nuestro amigo. Ve a la ventana y quítate el albornoz.
Traté de obedecer, pero las piernas casi no me sostenían de puro agotamiento. Tambaleante, me acerqué a la ventana, pero mis temblores le restaban erotismo al asunto. Jesús lo solucionó
–          Espera – me dijo – Que te vas a caer.
Con su proverbial fuerza, agarró uno de los dos sillones individuales que había en el salón y lo colocó frente al ventanal, encarado hacia la calle. Con un gesto, hizo que me quitara el albornoz y que, completamente desnuda, me sentara en el sillón para ofrecerle un espectáculo al vecino.
Por los movimientos que aprecié en la cortina de su ventana, estuve bastante segura de que el asqueroso no se estaba perdiendo detalle.
–          Tócate – me ordenó Jesús.
Sin dudarlo un instante, me despatarré en el sillón, colocando una pierna en cada brazo. Así, completamente abierta hacia la ventana, recorrí mi vulva con mis dedos, que previamente había ensalivado en mi boca. Mi otra mano se dedicó a mis pechos, tironeando y pellizcando mis duros pezones.
Seguí masturbándome unos minutos, excitada más por el morbo de saberme observada que por las caricias que me estaba suministrando. Quien sí que estaba excitado era Jesús, que de pronto apareció a mi lado exhibiendo una gran erección.
–          Chúpamela – me exigió.
Y yo obedecí con rapidez, recibiendo entre mis labios su durísimo nabo. En pocos segundos, me encontré chupando decididamente la polla de mi Amo, mientras mi mano se movía con frenesí entre mis piernas. Tras un rato de intensa chupada, Jesús me detuvo y me hizo levantarme del sillón para sentarse él, atrayendo a continuación mis caderas hacia su regazo, con la indudable intención de empalarme de nuevo.
Cuando quise darme cuenta, estaba de nuevo ensartada en la gorda polla de mi alumno, cabalgando frenética sobre su hombría, sacando energías de no sé dónde.
Cada vez más excitada, alcé los ojos y miré por la ventana, encontrándome con que mi vecino, abandonada cualquier precaución de voyeur, nos miraba desde la ventana mientras se masturbaba con furia.
Me dio asco pero, al mismo tiempo, me excitó enormemente. El morbo de la situación era insoportable y, cuando quise darme cuenta, un nuevo orgasmo recorrió mi cuerpo, dejándome por fin completamente derrotada y sin fuerzas.
Jesús, próximo a su propio clímax, usó mi desmadejado cuerpo a su antojo, corriéndose por fin dentro de mí.
Medio desmayada, noté cómo Jesús me llevaba a mi dormitorio en brazos y me deslizaba entre las sábanas, arropándome a continuación. Después, salió del cuarto y regresó al salón, pero ya no sé lo que hizo, pues me quedé dormida.
Cuando desperté, era ya de noche. Miré el reloj de mi mesita y comprobé que eran cerca de las once. No sabía si Jesús se habría marchado pero, al escuchar ruido en el salón, comprendí que no era así. Me alegré.
Tras ponerme una bata de mi armario, entré renqueante en el salón, encontrándome con que Jesús estaba viendo la tele con el volumen muy bajo, supongo que para no perturbar mi sueño. Seguía descolocándome la aparente ambigüedad de su comportamiento, pues tan pronto se mostraba duro e inflexible, como atento y considerado. Era un misterio para mí.
Al notar que entraba en la habitación, levantó la cabeza hacia mí y me sonrió.
–          ¿Has dormido bien? – me preguntó.
Yo asentí con la cabeza.
–          Me alegro. Necesitabas recuperar fuerzas. ¿Tienes hambre?
Me di cuenta de que estaba hambrienta. Fue mencionarlo él y mi estómago comenzó a hacer sonidos bastante reveladores. Jesús se rió por lo bajo y me dijo:
–          Tomaré eso como un sí. Vamos. He pedido la cena y la he guardado en el horno. Te he esperado para comer.
Otra vez se mostraba considerado. Me desconcertaba.
–          He pedido comida fácil de digerir y con poca fibra, pues ahora mismo es mejor… que uses poco el inodoro.
Enrojecí como una colegiala estúpida.
–          Co… comprendo – balbuceé.
–          Durante unos días, es posible que en ocasiones sientas que tienes que ir al baño, pero una vez sentada en la taza no harás nada. No te preocupes, es completamente normal.
–          Vale.
–          Y sigue usando la crema durante unos días, hasta que ya no notes molestia alguna.
–          De acuerdo.
Mientras hablaba, Jesús había ido un par de veces a la cocina, colocando los recipientes con la comida en la mesa del salón, que había organizado antes. Justo entonces, me di cuenta de que ya no iba desnudo, sino que vestía una ropa distinta de la que trajo puesta. Intrigada, y confiada por lo amable que se estaba mostrando, me aventuré a preguntarle.
–          Perdona, Amo. Esa no es la ropa que traías puesta, ¿verdad?
–          No, no lo es. Ésta la he sacado de la bolsa en que estaban las cremas.
–          ¿Y de dónde salió esa bolsa?
–          Me la trajeron antes, mientras estabas en el baño.
Recordé el timbre sonando mientras yacía agotada en el fondo de la bañera. Quise saber más.
–          ¿Y quién la trajo?
–          Eso no te importa. Ya te enterarás si yo lo juzgo necesario. Ahora cenemos, que tengo hambre.
Como  no quería cabrearle (no me veía con fuerzas de soportar otra sesión intensa con Jesús esa noche) y además tenía mucha hambre, le obedecí y me senté a la mesa, disfrutando de una agradable cena.
Conversamos un buen rato, pero esta vez logré que la conversación girara un poco más en torno a él.
Descubrí así que vivía con su padre y su madrastra, que era mucho más joven que su padre. Jesús hablaba con cierto resentimiento sobre su progenitor, lo que me indicó que la relación entre ambos no era demasiado fluida. Aunque, por lo visto, eso no importaba mucho, pues el trabajo de su padre, comercial de una gran empresa, le mantenía fuera de casa la mayor parte del tiempo.
Tras la agradable cena, recogimos los platos entre los dos y entonces me di cuenta de que era tardísimo. Preocupada, me ofrecí a acercarle a su casa, pero él me contestó con una sonrisa sardónica.
–          ¿Acaso quieres que me vaya? – me dijo sonriente.
–          ¡No! ¡Por supuesto que no! – respondí de inmediato.
–          Pues entonces me quedo.
–          ¡Estupendo! ¿Pero no tienes que avisar en casa?
–          Ya lo hice antes, mientras dormías.
Me sentía feliz. Mi Amo se había dignado a pasar la noche en mi casa. Me estremecí de pensar en si tendría algún plan especial en mente, por más que no me viera con fuerzas de afrontar otra sesión con él.
Pero resultó que no era así y que su intención era simplemente descansar.
–          Edurne – me dijo de pronto.
–          ¿Sí?
–          Habrás visto que esta tarde he sido muy amable contigo.
–          Es verdad, has sido muy dulce – respondí sonriendo.
–          Me alegro de que lo pienses así. Has de saber que ésta es mi forma habitual de comportarme con mis chicas, siempre y cuando ellas se porten bien y me obedezcan en todo.
–          Comprendo.
–          Pero eso sí, en cualquier momento puede antojárseme cualquier cosa, ordenar lo que me parezca y espero una pronta respuesta por su parte. La menor duda o vacilación puede desatar mi ira y el castigo contra quien sea.
–          Lo entiendo.
–          Bien. Pues ahora vamos a dormir.
–          Estupendo.
Apagamos las luces de la casa y regresamos al dormitorio. Jesús se desnudó por completo y se metió bajo las sábanas. Pensé en ofrecerle un pijama de Mario, pero, recordando su comentario de por la tarde, no lo hice.
No queriendo ser más que mi Amo, me acosté también desnuda, acurrucándome junto a él. Jesús, que reposaba boca arriba, me dio unas palmaditas en el hombro, indicándome que podía recostarme en su pecho. Agradecida, así lo hice, mientras sentía que su brazo me rodeaba los hombros. Me sentí feliz.
–          Mañana por la mañana, quiero el desayuno listo a las nueve y media – me dijo.
–          Sin problemas – respondí mientras ponía la alarma del despertador a las 8:30.
–          Y debes recoger también el desastre del baño, que está todavía patas arriba.
–          Claro.
–          Después, ven a levantarme, y espero que lo hagas de forma agradable, pues tengo muy mal despertar.
–          De acuerdo.
–          Hoy ha sido un día muy largo, pero provechoso ¿verdad?
–          Ahá.
–          ¿No quieres preguntarme nada? – me dijo.
Dudé un instante antes de interrogarle.
–          ¿No le tienes miedo a nada?
–          No te entiendo.
–          Antes, con el voyeur de enfrente. Ese tío ha podido grabarnos en vídeo y buscarnos la ruina. Si se descubre que una profesora de instituto y un alumno…
–          No tienes que preocuparte de ese tío en absoluto – me dijo – Confía en mí.
Me sentí tranquila, pues pude sentir cómo él sonreía en la oscuridad.
–          He cumplido lo que te dije. Te has quedado satisfecha ¿verdad?
–          No sabes hasta que punto – respondí, ronroneando como una gatita contra su pecho.
Estaba ya medio dormida, cuando Jesús me hizo una última pregunta.
–          Por cierto, ¿tu novio no regresa mañana?
–          Sí, por la tarde.
–          Estupendo. Tendremos la mañana para nosotros.
Y me dormí.
…………………………..
Por la mañana estaba despierta antes de que sonara el despertador, cosa muy rara en mí, así que pude pararlo antes de que perturbara el sueño de Jesús.
Me levanté cuidadosamente y me eché la bata por encima, dirigiéndome silenciosamente al baño. Tras usar el inodoro (afortunadamente sólo para orinar, pues el ano me latía con un dolor sordo), me lavé un poco la cara y dediqué la media hora siguiente a limpiar el follón que había organizado en el suelo.
Por fortuna, esta vez el desastre había quedado limitado al cuarto de baño, así que pude arreglarlo con rapidez.
Tras acabar, y siguiendo las instrucciones recibidas, preparé el desayuno: café, leche, tostadas, zumo de naranja, jamón cocido, queso… todo lo que se me ocurrió quedó dispuesto sobre la mesa del salón, pues no sabía cuáles eran los gustos del chico.
Controlando la hora, cuando eran casi las nueve y media, regresé al cuarto, donde, dejando caer la bata, volví a quedar completamente desnuda.
Deslizándome bajo las sábanas, busqué en la penumbra la ansiada polla de mi Amo, que presentaba, divina juventud, una deliciosa erección matutina.
Sin dudarlo ni un segundo, engullí su pene con deseo, comenzando a practicarle una cadenciosa mamada, notando pronto cómo su volumen aumentaba todavía más entre mis labios.
Mi lengua bailaba sobre su carne, haciendo que mi cuerpo se estremeciera al sentir su dureza. Mis manos acariciaban sus rotundos huevos, palpándolos y sopesándolos con cariño.
Pronto noté que una mano de mi Amo se apoyaba en mi cabeza, haciéndome ajustar el ritmo de la chupada a lo que él le apetecía.
En el cuarto, bajo las sábanas, sólo se escuchaba el sonido de los chupetones que le estaba proporcionando a su verga y los quedos gemidos de placer del chico, señal inequívoca de que le estaba gustando lo que le hacía, llenándome de felicidad.
Finalmente, Jesús alcanzó el clímax y yo, sabedora de que no le gustaba mancharse de semen, lo engullí todo sin dudar, recibiendo la semilla del muchacho una vez más en la boca y tragándola sin perder un instante. Cuando hubo acabado, la agarré por la base y terminé de limpiarla con la lengua, dejándola aseada y preparada para la nueva jornada.
–          Buenos días, putita – me saludó mi Amo mientras nos destapaba a ambos.
–          Buenos días, Amo.
Desperezándose, me miró sonriente y me preguntó si el desayuno estaba listo.
–          Por supuesto, ¿quiere desayunar en la cama?
–          No, no… es mejor levantarse, que si me apoltrono aquí, luego no va a haber quien me saque.
Jesús se levantó, estirándose de nuevo voluptuosamente, permitiéndome admirar su cuerpo. Se dirigió a la puerta del dormitorio, haciéndome un gesto de que le siguiera.
Juntos, fuimos al baño, y él se paró delante del inodoro.
–          Quiero mear – me dijo.
Durante un segundo, no entendí qué quería, pero enseguida la luz se hizo en mi mente y acudí rauda a su lado. Levanté la tapa del váter y, agarrando su polla, esperé unos segundos hasta que el poderoso chorro de orina surgió, encargándome yo de dirigirlo convenientemente para no salpicar nada, hasta que hubo acabado.
–          ¿A qué esperas? – me dijo entonces – ¡Sacúdemela!
Sin tener una idea clara de lo que debía hacer, le sacudí el pene un par de veces, procurando que las últimas gotitas cayeran en la taza. Una vez satisfecho, Jesús salió del baño, mientras yo tiraba de la cisterna, bajaba la tapa y me lavaba las manos, pues no quería tocar el desayuno de mi Amo con las manos sucias.
Pero no hizo falta, pues, cuando llegué al salón, Jesús ya estaba sirviéndose café y tostadas y, para mi sorpresa, también me las sirvió a mí.
–          ¿No quieres que te unte las tostadas ni nada? – le pregunté.
–          Habrá ocasiones en que así será, pero esta mañana me siento muy bien. Tú simplemente obedece lo que te pida.
–          Por supuesto, Amo – respondí.
Desayunamos en silencio, con la mirada de Jesús clavada en mi desnudez. Me agradaba sentir los ojos del chico recorriendo mi cuerpo y pronto comencé a notar que los rescoldos de la excitación comenzaban a reavivarse.
–          Después tendré que salir un momento – me dijo mientras mordía una tostada.
–          ¿Te acompaño?
–          No, no tardaré mucho. Aprovecha para cambiar las sábanas de tu cama. No queremos que tu novio note el olor de otro macho…
–          Claro.
–          Y recoge toda mi ropa y la metes en la bolsa. Nos la llevaremos luego cuando me lleves a mi casa.
–          ¿Es que se va, Amo? – pregunté súbitamente alterada.
–          Pues claro. No voy a quedarme a vivir aquí. No tengo ganas de encontrarme con tu novio.
–          ¡Ah! Es verdad – dije, dándome cuenta de que me había olvidado por completo de Mario.
–          Pero antes… – dijo mirándome sonriente – Vamos a darnos una ducha. Me apetece follarte de nuevo en la bañera.
El corazón volvió a desbocárseme de alegría. ¡Menuda forma de empezar el día! Nerviosa, terminé de desayunar y esperé a que Jesús acabara, para recoger los platos con rapidez, deseando que nos metiéramos en la ducha.
Cuando todo estuvo listo, nos metimos en la bañera, donde repetimos el ritual de limpieza del día anterior, conmigo aseando el soberbio y juvenil cuerpo de mi alumno.
Esta vez no llenamos la bañera, sino que dejamos que el agua de la ducha limpiara nuestros cuerpos. De pronto, Jesús me atrajo hacia sí y me besó con intensidad, recorriendo por vez primera mi extasiada boca con su lengua.
Enseguida sentí cómo uno de sus muslos se metía entre los míos, apretándose vigorosamente contra mi entrepierna. Cuando quise darme cuenta, la excitación había hecho que me frotara como una perra contra su muslo, gimiendo y suplicando que me la metiera ya.
Bruscamente, Jesús apoyó mi espalda contra la pared y, mientras el agua de la ducha resbalaba por nuestros cuerpos, me la metió de un tirón, haciéndome ver las estrellas.
Con fuerza y poderío, comenzó a machacarme el coño a pollazos, mientras yo me abrazada a su cuello y apoyaba un pié en el borde de la bañera, para ofrecerme por completo.
Aquella máquina sexual logró hacer que me corriera dos veces antes de hacerlo él, con lo que la debilidad del día anterior retornó con intensidad. Pero Jesús no me dejó caer, sino que me sujetó con fuerza mientras descargaba los últimos culetazos en mi coño.
Cuando estuvo a punto, deslizó mi cuerpo hasta dejarme sentada en la bañera y, agarrándose el nabo, descargó una buena cantidad de leche en mi rostro, que estaba levantado hacia él, esperando recibir su cálida esencia.
Por fin satisfecho, Jesús nos enjuagó a ambos con la ducha, para a continuación, muy amablemente, ayudarme a salir y secar mi cuerpo y el suyo con la toalla.
Después, regresamos al salón, donde repetimos las operaciones del día anterior con las cremas.
Noté que el ano me dolía un poquito menos que el día anterior y así se lo hice saber.
–          Estupendo. Creo que en una semana estará lo suficientemente recuperado como para ser mío. Estoy deseándolo.
Sus palabras me hicieron estremecer. Sentí miedo, al recordar el doloroso desfloramiento del día anterior, pero también deseo y expectación porque fuera esta vez Jesús quien se encargara de mi culo.
Seguimos hablando mientras se vestía, poniéndose otra muda limpia que sacó de la bolsa, que ya quedó vacía. Eso me hizo volver a preguntarme que quien la habría traído, pero no dije nada. Ya me enteraría si mi Amo lo juzgaba necesario.
–          Bien, me voy – me dijo cuando estuvo vestido – Quiero que abras las cortinas de par en par y que hagas las tareas de la casa completamente desnuda.
Me estremecí al recordar al voyeur de enfrente, que, al parecer, iba a tener una nueva ración de espectáculo, pero ni se me pasó por la imaginación desobedecer.
–          Claro, Amo.
Jesús se marchó y yo me dediqué a las tareas del hogar. Encendí el lavavajillas, recogí su ropa y la guardé doblada en la bolsa, cambié las sábanas, limpié un poco el polvo… todo en pelotas como me había ordenado Jesús, mientras miraba de reojo por la ventana para ver si descubría al pervertido de enfrente espiándome. He de reconocer que estaba un poquito cachonda por la morbosa situación, pero, como me encontraba muy satisfecha y mi Amo no me había dado instrucciones al respecto, no hice nada para aliviarme.
Como una hora después sonó el timbre y, tras comprobar por la mirilla que era Jesús el que llamaba, abrí la puerta.
Pero la sonrisa con que le recibí murió en mis labios cuando, tras abrir, apareció desde un lado un hombre mayor, de cincuenta y tantos, que miraba mi desnudez con los ojos desencajados.
Jesús, como si fuera lo más natural del mundo, le hizo pasar al piso y cerró la puerta. Yo miraba asustada al tipo, recordando el episodio del día anterior y pensando que volvía a verme envuelta en uno similar. Me equivocaba.
–          Edurne, te presento al señor Roberto Ramírez, tu vecino de enfrente.
Entonces le reconocí. ¡Era el voyeur de enfrente! ¡El que se masturbaba mientras follábamos! Me asusté mucho.
–          Si recuerdas, ayer te dije que no tenías que preocuparte por este tío ¿verdad?
–          Sí – respondí yo con el corazón disparado.
–          Pues verás, he ido al bloque de enfrente para localizar la casa de este señor y, tras hacerlo, hemos tenido una charla muy interesante. ¿No es cierto, señor Ramírez?
El hombre, con los ojos clavados en mi cuerpo, sólo emitió un gruñido de asentimiento, mientras literalmente me follaba con la mirada. No pude evitarlo, pero mis ojos se desviaron para constatar que se apreciaba un notable bulto en su pantalón. Me dio asco y me excitó al mismo tiempo.
–          Bien, ambos hemos llegado a un acuerdo que será beneficioso para ambas partes.
¿Un acuerdo? Me temía lo peor.
–          Edurne, tú, por tu parte, te comprometes a darle periódicos shows a nuestro querido vecino desde tu ventana. No es preciso que sea todos los días ni mucho menos, pero sí de vez en cuando, para darle un poco de vidilla a la existencia de nuestro amigo.
Me tranquilicé. Parecía que, de momento, mi culo estaba a salvo.
–          Él, por su parte, se convertirá en tu recadero particular. Te dará su número de móvil y estará siempre a tu entera disposición siempre que lo necesites.
–          ¿Recadero? – pregunté dubitativa.
–          Para lo que quieras. Que te haga la compra, te haga recados, lo que se te ocurra.
–          Entiendo – asentí.
–          Y además, nuestro amigo Roberto, que es conductor de mercancías en el mercado central, se encargará de traerte “obsequios” de su trabajo, como esta deliciosa bolsa de manzanas que ha tenido a bien regalarnos.
Me fijé entonces en que Jesús llevaba en la mano una enorme bolsa con fruta. El susto que había pasado había hecho que no me diera cuenta de nada.
–          Bien, Roberto, eso es todo – dijo Jesús abriendo de nuevo la puerta – Recuerda nuestro acuerdo y lo que puede pasar si no lo cumples.
–          Sí, sí claro – dijo el tipo en voz baja, sin apartar la vista de mis tetas ni un segundo.
Sonriente, Jesús prácticamente tuvo que echarle fuera del piso, cerrando la puerta tras de él.
–          ¿Y bien? – me dijo – ¿Qué te parece?
–          No sé qué decir – respondí todavía nerviosa.
–          Te dije que no tenías que preocuparte del voyeur. Conozco a este tipo de gente.
–          Pero, Amo, ¿para qué quiero yo un recadero?
–          ¿No te dije que mis putitas también obtenían beneficio? Pues ahí tienes. Tu esclavo particular.
–          ¿Esclavo?
–          ¡Pues claro! Ese cerdo hará cualquier cosa que le pidas y a cambio sólo tendrás que pasearte desnuda por la casa de vez en cuando y a lo sumo hacerte alguna pajita.
–          Ya.
–          A cambio, lo tendrás comiendo en la palma de tu mano. Y tendrás frutas y hortalizas gratis, que, con esta crisis, un ahorro es un ahorro – dijo pragmáticamente.
–          Pero, ¿y si se va de la lengua?
–          ¿Qué crees? ¿Que no he pensado en todo? – me reprendió.
–          No, no es eso – dije compungida.
–          Ayer, mientras te follaba en el sillón, grabé con el móvil a ese cerdo pajeándose en la ventana. A pesar del movimiento, me ha salido un vídeo bastante bueno, ¿quieres verlo?
–          No gracias, ya lo vi en directo.
Aquello le hizo reír.
–          Muy graciosa. Pues eso, he ido a su piso y le he amenazado con enseñarle el vídeo a sus hijos (tiene dos, que ya me he informado con los vecinos) y ahora le tengo en la palma de la mano. Pero, como premio por haber sido una putita buena, te lo regalo a ti, para que lo uses como te venga en gana. ¡Ni siquiera tendrás que verle si no quieres, pues hemos acordado que te dejará los obsequios delante de tu puerta!
La idea empezaba a gustarme.
–          Gracias Amo.
–          Buena chica – dijo él dándome unas palmaditas en la cabeza, como si yo fuera un cachorrito.
Jesús entró en la casa y echó un vistazo, comprobando que había recogido su ropa y limpiado el baño. Le seguí hasta el dormitorio y entonces, inesperadamente, se puso a registrar los cajones de mi cómoda, hasta localizar el cajón que estaba buscando.
–          ¡Ah! ¡Aquí están!
El chico había localizado el cajón donde guardaba mis braguitas y el resto de la ropa interior. Sacándolo por completo del mueble, lo vació sobre la cama y parsimoniosamente, comenzó a arrojar al suelo todas las bragas y sostenes que no le satisfacían. Y por supuesto, todos los panties, prenda que no le gustaba lo más mínimo.
–          Mete todo esto en una bolsa, que vamos a tirarlo.
Obediente, fui a la cocina a por una bolsa de basura y me dediqué a recoger todas mis cómodas braguitas de algodón, pues, obviamente, Jesús sólo me iba a permitir conservar los tanguitas y la lencería sexy.
–          Tienes poca lencería – me dijo contemplando el género que había quedado sobre el colchón – Tendrás que comprarte más.
–          A la tarde iré – respondí.
–          No. Ya te avisaré yo cuando. ¿Dónde está tu maletín? – preguntó inesperadamente.
–          En el salón – respondí.
–          Tráelo.
Sin dudar, fui en busca del bolso y regresé, entregándoselo, sin saber para qué lo quería.
Jesús lo abrió y enseguida extrajo las bragas y el sostén que había llevado puestas el día anterior. Ya no me acordaba de que el chico las había metido allí cuando me sacó del instituto.
–          Toma, esto para lavar – me dijo alargándome el sostén.
Sin embargo, se quedó con el tanga. Con él salió del dormitorio hacia el salón, para guardarlo en la bolsa junto con su ropa.
–          Beneficios adicionales – me dijo misteriosamente mientras lo hacía.
No pregunté.
Después, regresamos al cuarto donde repetimos el proceso con la ropa de mi armario, aunque aquí no se mostró tan exigente y sólo me hizo librarme de una par de conjuntos bastante serios que, de todas formas, casi no me ponía.
–          Por cierto – me dijo entonces – Tu móvil sigue en el maletín.
Me había olvidado. Agitada, saqué el teléfono de la cartera, encontrándome con que estaba todo pegajoso, sin duda por haber estado metido el día anterior donde nunca debe meterse un teléfono.
Poco después, Jesús me observaba divertido desde la puerta del baño mientras yo me afanaba en limpiar como podía el teléfono con alcohol.
Cuando acabé, era casi la una de la tarde; hora de llevar a mi Amo a su casa.
Me vestí con la ropa que él me indicó, un juego de lencería celeste, con liguero y medias de color claro, falda por debajo de la rodilla, camisa blanca y una chaqueta. Un conjunto sorprendentemente sobrio para lo que yo esperaba.
Una vez lista, Jesús recogió la bolsa con sus cosas, haciendo yo lo mismo con la que contenía toda la ropa de la que debía librarme y salimos, tomando a continuación el ascensor. Hice girar la llave para poder acceder al sótano y el elevador se puso en marcha.
Me acordé entonces del episodio del día anterior, en el que suministré a mi vecinito del sexto material para pajearse durante una buena temporada. Jesús, como si me leyera el pensamiento, me interrogó al respecto:
–          Te estabas acordando del chaval de ayer, ¿verdad? – susurró.
–          Sí.
–          ¿Te pone cachonda?
Debía admitir que así era.
–          Sí – repetí.
–          Bien, buena chica. Me gusta que seas sincera – hizo una pausa – Se me ocurre una cosa…
Me estremecí.
–          De ahora en adelante… cada vez que coincidas a solas con el chico… le harás… un regalito.
–          ¿Qué clase de regalito?
–          Lo dejo a tu elección. Pero no te pases.
–          De acuerdo Amo – respondí mucho más excitada por la idea de lo que estaba dispuesta a admitir.
–          Y después, cuando estés conmigo, me lo cuentas con todo lujo de detalles. Ya sabes que esas cosas me ponen – me susurró al oído mientras me acariciaba el culo con la mano.
Llegamos al garaje y enseguida estuvimos a bordo de mi coche, con las bolsas de ropa en el asiento trasero. Conduje mientras charlábamos amigablemente, por una vez, de temas relacionados con el colegio. Me enteré de que Jesús deseaba ser maestro, lo que hizo que me echara a temblar al pensar en el futuro que esperaba a sus alumnas.
Pronto llegamos a su casa, pero, en vez de bajarse, Jesús me hizo estacionar el coche, indicándome que bajara.
Nerviosa, obedecí, presintiendo que la jornada con mi Amo no había terminado todavía para mí.
–          Tu novio no regresa hasta la tarde, ¿verdad? – me preguntó.
–          Sí, así es – asentí.
–          Bien.
Y me condujo hasta el portal de su edificio, aunque antes aprovechamos para echar la bolsa con mi ropa en un contenedor de beneficencia que había por allí cerca.
Tomamos el ascensor y subimos a su piso, encontrándonos pronto en su casa. Me sentía nerviosa mientras miraba a mi alrededor, estúpidamente sorprendida de lo normal que parecía todo. No sé qué esperaba, una mazmorra con látigos y cadenas o algo así.
De repente, escuché pasos en la habitación de al lado y una voz femenina preguntó:
 
–          Jesús, ¿eres tú?
Se abrió una puerta y entró en la estancia la que supuse era la madrastra de mi Amo. Era sorprendentemente joven, a ojo le calculé poco más de los treinta y he de reconocer que realmente bonita. Rubia, ojos claros, vestida con sobriedad, con falda ajustada por debajo de las rodillas y un suéter de algodón de color negro, que dibujaba sus sensuales formas.
Sentí un ramalazo de celos cuando Jesús se adelantó para saludarla, dándole un beso en la mejilla, sobre todo cuando noté que los ojos de la mujer estaban clavados en mí.
–          ¡Oh! – dijo con voz suave – Tenemos una invitada.
–          Sí. Señorita Sánchez, le presento a Esther, mi madrastra.
–          Encantada.
–          Esther, esta es mi profesora del instituto, la señorita Sánchez.
–          Por favor, llámeme Edurne – dije adelantándome para estrecharle la mano.
Mientras lo hacía, noté que, de pronto, la mano de Esther se ponía tensa y pude ver cómo sus pupilas se dilataban por la sorpresa. En ese instante no supe lo que le pasaba, pero la mujer pronto se recuperó y me dedicó una encantadora sonrisa.
–          ¡Oh! ¿Y qué haces con tu profesora en sábado? – preguntó la mujer.
–          Ya te he hablado de esta maestra – respondió Jesús – Es la que me cateó el primer trimestre. Pero ha sido muy amable y me está dando unas clases de “refuerzo”.
Me estaba poniendo nerviosa otra vez.
–          Como agradecimiento, la he invitado a comer. No hay problema, ¿verdad Esther?
Más por la fuerza de la costumbre que por otra cosa, intenté protestar por la inesperada invitación, pero una mirada de Jesús bastó para que la queja muriera en mis labios.
–          No, no… por supuesto que no es molestia – dijo Esther con voz dubitativa – Será un placer que almuerce con nosotros. Además, así podrá contarme qué tal va mi chico este trimestre y si cree usted que va recuperar la asignatura.
–          ¡Oh, encantada! Seguro que la aprueba sin problemas. De hecho está haciendo méritos más que suficientes para el sobresaliente – respondí juguetona, haciendo sonreír a Jesús.
–          Ven por aquí, Edurne. Quiero enseñarte donde estudio. Por cierto, Esther, ¿le queda mucho a la comida?
–          Como una media hora.
–          Avísanos.
–          Claro.
Tomándome de la mano, me condujo fuera del salón, llevándome a su dormitorio. Era bastante normal, propio de un chico de su edad, abarrotado de libros, discos y videojuegos.
Haciéndome un gesto, Jesús me indicó que me sentara en la cama. Él, por su parte, se ubicó ante su escritorio, encendiendo el ordenador.
Cuando estuvo arrancado, enchufó su móvil y procedió a descargar todos los archivos recopilados el día anterior. Mientras se realizaba la descarga, Jesús se dio una palmaditas en el regazo, indicándome que quería que me sentara allí.
Obediente, pero un poco nerviosa por si su madrastra nos pillaba, me senté encima suyo, apoyando mi culito en uno de sus muslos. Para entretenerse, Jesús me acarició un seno con aire distraído, mientras se completaba la transferencia de archivos.
Cuando hubo terminado, desenchufó el teléfono y ejecutó algunos de los ficheros, para que yo viese su contenido. El primero resultó ser el vídeo de mi vecino el pajillero, lo que hizo reír a Jesús al ver la cara que yo ponía, pero los demás eran fotos mías.
Así pude contemplarme en la pantalla de su ordenador desnuda con las bolas chinas en el culo, con el dolor dibujado en la cara mientras el director me sodomizaba, en pelotas sobre el sofá de mi casa o medio desmayada en el fondo de mi bañera. Ni siquiera me había enterado de cuando me hizo la mayor parte de ellas.
–          Ya las ordenaré luego – dijo mientras me daba unas palmaditas en el culo para hacerme levantar.
Un poco remolona, me levanté de su regazo y le seguí fuera del dormitorio. Fuimos a la cocina, donde Esther se afanaba entre los fogones.
Por cortesía, me ofrecí a echarle una mano y Esther, un poco agobiada, me pidió que pusiera la mesa. Acepté sin problemas, aunque me extrañó un poco que no le ordenase a su hijastro que me ayudara a ponerla.
Mientras preparábamos el almuerzo, Jesús se retrepó en el sofá encendiendo la tele para ver un programa deportivo que hablaba de los partidos que se celebrarían por la tarde.
Cuando todo estuvo listo, avisamos a Jesús, que se sentó a la mesa con nosotras, mientras yo me quitaba la chaqueta y la colgaba en el respaldo de la silla. Nos pusimos a comer, teniendo un almuerzo bastante agradable. Esther resultó ser una mujer moderna y culta, y descubrimos que teníamos bastantes cosas en común, lo que no era de extrañar pues sólo nos llevábamos 4 años, pues ella tenía 30.
Me interrogó sobre el suspenso de Jesús, pero yo la tranquilicé asegurándole que estaba tomándose mucho más en serio la asignatura y que, de hecho, había sacado muy buena nota en el examen de recuperación (aunque, en realidad todavía no los había corregido, mi idea era ponerle un sobresaliente a Jesús). Justo entonces, Jesús nos interrumpió.
–          Esther. El almuerzo estaba delicioso. Hoy te has superado.
Esther, que estaba hablando en ese momento, se calló bruscamente, mirando nerviosa a su hijastro. Yo, un poco despistada, me apresuré a alabar la categoría de la cocina de la mujer, pero ella ni siquiera me escuchó, mirando fijamente al chico.
–          Te has ganado un buen premio. Puedes tomártelo.
–          Gracias, Amo – respondió Esther haciendo que me quedara estupefacta.
Deslizándose de su silla, Esther se metió bajo la mesa y en pocos segundos escuché el característico sonido de una cremallera al bajarse.
Todavía en shock, me quedé con la boca abierta mirando el sonriente rostro de Jesús, que me observaba divertido. Cuando por fin reaccioné, me incliné bajo la mesa, encontrándome con la escena que ya esperaba: Esther estaba arrodillada entre las piernas de su hijo y le estaba comiendo la polla con una pasión y un deseo tales que volvieron a despertar mis celos.
–          Edurne, guapa – me dijo Jesús haciéndome sacar la cabeza de bajo la mesa – Me  apetece un flan de postre. Ve a la nevera a por uno.
Como un autómata y sin acabar de creerme lo que estaba pasando, fui a la cocina a por el flan y una cucharilla. Regresé al salón y se los entregué a mi alumno, mientras escuchaba de fondo los jadeos y chupetones que venían de debajo de la mesa.
–          Buena chica – me dijo Jesús – ¿Tú también quieres tu premio?
Estaba cachonda perdida. Por supuesto que lo quería, así que asentí con la cabeza.
–          Pues adelante, compartidlo como buenas hermanas.
En un segundo, estuve codo con codo con Esther bajo la mesa, disputando por el duro falo del chico que nos había cambiado la vida a ambas. Mirándonos a los ojos, descubrimos la una en la otra idéntico brillo de adoración, esclavas sumisas de aquella polla y de lo que ésta deseara.
Yo jamás había hecho un trío, por lo que no sabía muy bien cómo practicar una mamada a dúo, pero la lengua de Esther, que se enlazaba con la mía, me fue mostrando el camino, elaborando una complicada danza de lenguas con el enhiesto rabo de Jesús atrapado en medio.
En un momento dado, Esther, guiñándome un ojo, deslizó sus labios hacia abajo y empezó a chupetearle las pelotas al chico, absorbiéndolas por completo entre sus labios. Agradecida, no desaproveché la oportunidad que se me brindaba y me apoderé de la polla, hundiéndome un buen trozo en la garganta.
En ese preciso momento, mi móvil se puso a sonar en mi chaqueta, que seguía colgada en la silla. Nerviosa, no supe qué hacer y pensé en salir de debajo de la mesa para colgar rápidamente, pero Jesús, estirando el brazo, sacó el teléfono y, tras mirarlo, me lo pasó y me indicó que contestara.
El corazón me dio un vuelco cuando comprobé que era Mario quien llamaba. Haciendo de tripas corazón y nerviosísima, pulsé el botón verde, contestando la llamada de mi novio.
–          Hola cariño – dije titubeante mientras veía por el rabillo del ojo cómo Esther seguía chupando polla.
–          ¿Se puede saber dónde estás? – me dijo Mario.
–          Pues… – dudé sin saber qué decir.
–          Miéntele – oí que me susurraba Jesús.
–          Estoy… comiendo con una amiga – dije mientras miraba a Esther comiendo de verdad.
–          ¡Vaya! ¡Y yo que había pensado darte una sorpresa llegando antes de tiempo! – dijo él.
La sorpresa te la hubieras llevado tú si hubieras llegado todavía más temprano.
–          Lo siento cariño – respondí – No te esperaba hasta la tarde. Y he quedado para almorzar con Esther.
Mientras decía esto, la mano de Jesús se posó en mi cabeza y me atrajo de nuevo hacia su polla. Entendiendo sus deseos, volvía a lamérsela y chupársela mientras conversaba con el cornudo de mi novio.
–          ¿Esther? – dijo Mario – No la conozco.
–          Egh que haghcia muchof que no la feiiaff – le respondí como pude con la polla de Jesús entre los labios.
–          ¿Cómo dices?
–          Que hacía mucho que no la veía. Es compañera de la universidad – repetí sacándome el nabo de la boca un segundo.
Mientras, Esther, sin dejar de chupar, se reía a mi lado. Divertida, le di un codazo amistoso en el costado.
–          ¿Quieres saludarla? – se me ocurrió decirle – ¡Esther, saluda a Mario! – exclamé acercándole el móvil.
–          ¡Hofa, Maddio! – exclamó Esther con entusiasmo, con uno de los huevos de su hijo en la boca.
–          Ho… hola – respondió mi novio – ¿Tenéis poca cobertura? No os entiendo bien.
–          Sí – respondió Esther riendo – Ahora mismo estamos bajo techo y tampoco te escuchamos bien.
–          Oye, pues encantado. A ver cuando nos conocemos.
–          Cuando quieras – respondió Esther con aplomo – Podríamos quedar para comer un día de estos. Podríamos venir a este restaurante, ¡tienen unas salchichas estupendas!
–          ¡Es verdad! – asentí riendo, volviendo a ocuparme de la salchicha.
–          Bueno, pásatelo bien, cariño. Yo te espero en casa. Voy a darme una ducha y a echar una siesta…
–          Falef, cadiño – respondí concentrada de nuevo en mi tarea.
–          Adiof, Maddio – añadió Esther jovialmente.
–          Hasta luego.
Y se cortó la comunicación, permitiéndonos volver a centrarnos en lo que nos interesaba.
–          Menudo par de putas estáis hechas. Pobre hombre – oí que decía Jesús.
Me sorprendí. Era verdad. Apenas una semana antes, Mario era lo más importante para mí, todo mi mundo, y ahora estaba burlándome de él, conversando tranquilamente por teléfono mientras le comía la polla a uno de mis alumnos. Me dio exactamente igual.
Seguimos con la mamada un buen rato, hasta que nuestro Amo notó que se aproximaba su corrida. Apartando las silla, se puso en pié ante nosotras que esperábamos su bautismo arrodilladas frente a él.
–          Enseñadme las tetas – nos ordenó.
Y ambas obedecimos con presteza, subiéndonos la ropa y apartando los sostenes, con lo que pude constatar, con cierto orgullo, que mis senos eran algo más grandes que los de mi compañera de viaje.
Pronto ambas estuvimos empapadas de los lechazos que Jesús nos propinaba, haciendo que la piel nos ardiera al sentir su calor. Esther, más conocedora de los gustos del Amo, usó sus manos para extenderse la corrida por el pecho, mientras se relamía de gusto con expresión lujuriosa. Yo, deseosa de complacer, la imité enseguida, quedando las dos embadurnadas de semen.
–          Buenas zorritas – nos dijo Jesús sonriente.
–          Gracias, Amo – respondimos las dos al unísono.
–          Bueno, ahora recogedlo todo, que vamos a asearnos.
Debía reconocer que aquel chico sería muchas cosas, pero desde luego limpio sí que lo era. Aprovechaba la mínima ocasión para ducharse.
Mientras él volvía a su sofá, Esther y yo recogimos la mesa. Ella seguía con el jersey subido y las tetas al aire, pero a mí se me había desenrollado la camisa, cubriéndolas.
–          Ábrete la camisa – me susurró mientras recogíamos.
–          ¿Por?
–          Él no te ha ordenado que te las tapes. No le gusta que nos vistamos si él no lo dice.
Agradecida por el consejo, desabotoné por completo mi camisa, dejando los faldones colgando y mis tetas al aire.
–          Bonito colgante – me dijo Esther apuntando con la barbilla a mi corazón de acero.
–          Gracias – respondí – ¿Tú no tienes el tuyo?
–          Claro que lo tengo. Como todas – respondió con sonrisa enigmática.
Cuando hubimos acabado, nos reunimos con Jesús y entramos en el baño.
En la bañera repetimos la secuencia del aseo del Amo, pero esta vez con una chica a cada lado, ocupándome yo del frente y ella de la espalda. Pronto observé que Esther no usaba sólo la esponja para asear a Jesús, sino que, usando sus propios senos, los deslizaba jabonosos sobre la piel del muchacho, acariciándole con cuidado con sus duros pezones.
Tomando buena nota del sistema, volví a imitarla, y pronto Jesús se encontró rodeado de cuatro tetas, que le acariciaban y se deslizaban por su piel.
Cuando estuvimos limpios, salimos de la bañera y nos secamos, permaneciendo nosotras unos instantes más limpiando el baño.
Esther, tras acabar, me condujo su propio dormitorio, donde ya nos esperaba Jesús, desnudo sobre la cama y con la polla bastante morcillona por  el lavado que acabábamos de propinarle. Nos quedamos de pié, desnudas junto a la cama, esperando que el chico expresara sus deseos.
–          Besaos – nos ordenó.
Nunca antes había besado a una chica (exceptuando un rato antes, cuando teníamos una polla entre nuestras bocas), pero no dudé un instante en hacerlo. La excitación flotaba en el aire y aquella atmósfera cargada de sexo hacía que olvidara las pocas inhibiciones que pudieran quedarme… si es que me quedaba alguna.
Nuestras lenguas bailaron la una con la otra de nuevo y pronto me encontré con la de Esther metida en mi boca, recorriéndola hasta el último rincón.
–          Frotaos las tetas.
Agarré mis senos con las manos y los hice frotarse con los de Esther, que sujetaba los suyos de igual modo. Noté que mis pezones se endurecían y podía percibir que los de Esther también hubieran podido cortar el cristal.
Tras unos minutos de morreo, Jesús dio unas palmaditas en la cama, haciendo que nos tumbáramos en el colchón junto a él. Mientras me acercaba, pude constatar con alegría que su polla había recuperado completamente su vigor y nos contemplaba orgullosa.
–          Haced el 69. Pero no vayas a tocarle el culo, Esther, que lo tiene recién estrenado
Madre mía. Iba a comerme mi primer coño. Estaba un poco inquieta.
Me tumbé boca arriba y Esther se colocó sobre mí, colocando su bien depilada rajita al alcance de mis labios. La tenía muy cerradita, pues era chica de coño estrecho, así que yo, un poco titubeante, separé sus labios vaginales, encontrándome con una buena sorpresa.
–          ¡OH! – exclamé sin poder contenerme.
Entonces el rostro de Jesús apareció junto a mí y me susurró al oído.
–          Ya lo has visto, ¿verdad putita?
Asentí vigorosamente con la cabeza, mientras mis ojos seguían clavados en el pequeñito corazón metálico que la madrastra llevaba como piercing en el clítoris.
–          Aprendiz de esclava – me dijo Jesús – Te presento a mi esclava número uno. Ella fue la primera ¿no querías saber quién era?
–          Sí.
–          Desde los catorce años me estoy follando a la puta de mi madrastra. Aliviando su frustración porque el imbécil de mi padre no sabe satisfacerla…
Ahora lo entendía todo.
–          Bueno, pues ya que sois buenas amigas… dale un besito.
Con cuidado y un poco temerosa, mis labios se apoderaron del diminuto dije en forma de corazón y lo absorbieron, tirando suavemente de él, provocando que el cuerpo femenino se estremeciera sobre el mío.
Esther, agradecida, hundió su cara entre mis muslos y enseguida noté cómo su lengua se abría paso en mi coño con habilidad. Un ramalazo de placer azotó mi cuerpo y decidí darle las gracias a la chica de la forma apropiada.
Nos dedicamos a comernos el coño mutuamente durante un buen rato; Esther, con más práctica en estas lides, enseguida penetró mi coñito con dos dedos, masturbándome dulcemente mientras me lamía y chupaba por todas partes. Yo, por mi parte, aprendía rápido, pues me bastaba con aplicarle el tratamiento que me gustaba que me aplicaran a mí, aunque entreteniéndome especialmente a juguetear con el pequeño colgante, lo que provocaba continuos espasmos de placer en el cuerpo de la chica.
De pronto, noté que la cama se agitaba, pues Jesús se estaba moviendo encima del colchón. Se situó detrás de Esther, con sus rodillas a los lados de mi cabeza y comprendí que su intención era follarse a su madrastra desde atrás.
Deseosa de ayudarle, le agarré la verga y la coloqué en posición, provocándole a Jesús un gruñido de placer. De un solo viaje, se la clavó hasta el fondo, mientras yo contemplaba atónita, desde primerísima fila, cómo la polla de Jesús se hundía una y otra vez en el chorreante coño de la mujer.
Extasiada por el placer, Esther redobló sus esfuerzos en mi coño, pajeándome con velocidad y con su legua moviéndose por todas partes. Deseando devolver el placer recibido, estiré la lengua para poder chupar los labios vaginales de la chica y el nabo de mi Amo a medida que se lo enterraba una y otra vez.
Por fin, me alcanzó el orgasmo, obligándome a apretar los muslos, atrapando en medio la cabeza de Esther, a la que no le importó, pues continuó chupando y bebiendo todo lo que surgía de mi coño.
De repente, Jesús se la sacó de golpe del coño, sorprendiéndome. Agarrándosela  firmemente, la situó a la entrada del culito de la chica y se la clavó hasta los huevos, mientras yo lo miraba alucinada en primer plano.
–          Pronto ésa seré yo – pensé mientras veía cómo la verga de Jesús se enterraba en el culo de su madrastra.
En cuanto la enculó, Esther, se corrió como una burra, derrumbándose sobre mi cuerpo. Mientras, yo le daba besitos y lametoncitos en sus labios vaginales, notando perfectamente cómo se estremecían y temblaban por los estertores del orgasmo.
Tras bombearla unos minutos, Jesús se la sacó del culo y se bajó de la cama, rodeándola hasta quedar a mis pies.
–          Quiero acabar en tu coño – me dijo, llenándome de felicidad.
Con cierta rudeza, Jesús me quitó de encima el exangüe cuerpo de Esther, que quedó desmadejado sobre el colchón. Agarrándome por las caderas, me levantó el culo del colchón y, de rodillas, me la clavó de un viaje. A pesar de estar empapada, vi las estrellas por el zurriagazo que me endiñó, pero no me importó pues sentía que se aproximaba un nuevo orgasmo como una ola devastadora.
Nos corrimos casi al unísono, lo que me llenó de ilusión, mientras sentía cómo la leche de mi Amo volvía a derramarse en mi seno, llenándome por completo. El éxtasis.
Tardé un buen rato en recuperar las fuerzas para levantarme de aquella cama. Jesús no estaba en el cuarto y nos había dejado allí a las dos, desmayadas, descansando un rato.
Sentí un poco de frío, pero no me atreví a vestirme sin permiso de Jesús, así que me reuní con él en el salón completamente desnuda. Él estaba tumbado, leyendo un libro, también en pelotas, aunque la temperatura en el salón era más agradable, supongo que por la calefacción.
–          Siento que tengas que irte – me dijo apartando la mirada de su libro.
–          Yo también lo siento. Si quieres, me quedo.
–          ¿Y tu novio?
–          Me da igual – respondí.
–          ¿Le quieres?
–          Sí. Pero no tanto como a ti.
–          Si te lo ordeno, ¿cortarías con él?
Un pequeño aguijonazo de pena me sacudió. Pero no dudé.
–          Ahora mismo si hace falta – respondí con firmeza.
–          Buena perrita – me dijo sonriente – Creo que ya estás lista para convertirte en esclava.
Una sonrisa radiante se dibujó en mi cara. Me sentía feliz y emocionada.
–          ¿Estás segura de que quieres hacerlo? – me preguntó.
–          Segurísima.
–          Bien, entonces está decidido. La semana que viene iremos  a que te marquen.
Aunque no se explicó, entendí perfectamente a qué se refería.
–          ¿Dónde lo quieres? – me preguntó.
–          ¿Cómo?
–          El piercing. Puedes llevarlo en el clítoris, en los labios vaginales o en un pezón…
Me lo pensé unos segundos hasta que se me ocurrió una idea.
–          ¿Y qué tal un tatuaje? – le pregunté.
–          ¿Un tatuaje?
–          Sí. Un piercing se puede quitar, pero un tatuaje es mucho más difícil. Demostraría que soy tuya para siempre.
Jesús sonrió. La idea le gustaba.
–          ¿Y dónde te lo harías?
–          Donde tú quieras.
–          Me gustan en la base de la espalda, un poco por encima del culo.
–          Perfecto. Además, así podré seguir llevando este bonito colgante – dije acariciándolo.
–          Me parece bien.
Sonriente, me incliné y le besé suavemente en los labios.
–          Creo que ha llegado la hora de irte. Se hace tarde.
–          De acuerdo – asentí con tristeza.
Recuperé mis ropas y me vestí, comprobando que Esther seguía dormida. Regresé al salón a despedirme, pero Jesús aún tenía otra orden.
–          Tus bragas – dámelas.
Con torpeza, me libré del tanga y lo saqué de bajo la falda, entregándoselo. Él, las olió profundamente, haciendo que me sorprendiera bastante al descubrir que Jesús, que disponía de mujeres a su antojo, tuviera un fetiche como ese.
–          Bien – dijo entonces – Huelen a hembra cachonda.
Vaya si debían de oler a eso.
Volví a besarle y le dije adiós, pidiéndole que me despidiera de Esther.
Me marché con el corazón rebosante de alegría, satisfecha y con una sonrisa de felicidad en el rostro.
Conduje hasta casa y me reuní con Mario, que me esperaba muy solito, el pobre.
Cenamos e hicimos el amor, con la luz apagada, no fuera a ser que notase las marcas que tenía por todo el cuerpo.
Creo que quedó un poco insatisfecho, pues esperaba una nueva sesión con la tigresa de días atrás. Pero yo no tenía ganas.
El domingo se presentaba aburrido, pues pensaba que no volvería ver a Jesús hasta el lunes.
Craso error.
Continuará.
                                                                                TALIBOS
Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un E-Mail a:
Ernestalibos@hotmail.com

Relato erótico: “El ídolo 2: Las nalgas de la profesora fueron mías” (POR GOLFO)

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Tal y como había amenazado, Olvido se encargó que esa noche nadie durmiera en el campamento. Cabreada al descubrir que nuestra jefa había estado espiándonos mientras follábamos en la laguna, decidió vengarse y cómo le interesaba tanto nuestra actividad sexual, le regaló una sinfonía de gritos y jadeos que nunca olvidaría.
Polvo tras polvo, me obligó a acompañarla en su lujuria durante horas y solo cuando comprobó que me había dejado seco y que por mucho que lo intentara, se había convertido en un imposible el reanimar a mi alicaído miembro, solo entonces me dejó descansar aunque fuera por poco tiempo.
Agotado como no podía ser de otra forma pero alegre al haber pasado unas de las mejores noches de mi vida, me levanté a desayunar. La jeta con la que nos recibió nuestra profesora fue increíble pero no hizo ningún comentario. Su gesto enfadado me informó del éxito que había obtenido mi compañera.
“¡Qué se joda!”, pensé descojonado al recordar el volumen de los gritos de Olvido y conociendo su lujuria supe que se iba a repetir durante el tiempo que tardara esa expedición.
Por su parte, mi compañera estaba en su salsa.  Sabiéndose victoriosa, demostró su buen humor a todos repartiendo sonrisas y bromas por doquier, lo que hizo todavía más amarga la derrota de Ixcell.
Media hora más tarde y acompañados por nuestros ayudantes nativos, salimos rumbo al punto donde convergían las pirámides. Lo curioso es que si bien en un principio, los lacandones no mostraron su disconformidad en cuanto se dieron cuenta, empezaron a mostrar su rechazo. En un primer momento fueron susurros entre ellos pero, al irnos acercando su malestar, fue in crescendo hasta que en un  determinado lugar se negaron de plano en seguir adelante.
La doctora intentó dialogar con su jefe pero por mucho que lo intentó no consiguió convencerle. Decidida a seguir adelante, Ixcell les pidió que nos esperaran allí pero entonces el nativo le respondió:
-Ese sitio está maldito, ¡No deben de ir allí!
La arqueóloga asumió que sus creencias y supersticiones le hacían actuar así y sin hacer caso a sus avisos, nos llamó  a los miembros de la expedición y tras informarnos, nos preguntó si alguien ponía algún reparo en continuar.
-No- respondimos casi al unísono los tres.
Una vez de acuerdo cogimos nuestras mochilas y reiniciamos la marcha hacía la montaña. El lacandón haciendo su último intento, nos gritó mientras nos internábamos en la selva:
-Los que osan entrar en esa tierra, o mueren o ¡salen cambiados!
Haciendo oídos sordos continuamos sin variar un ápice nuestro rumbo. Si de por sí sus temores me parecían fuera de lugar, no pude dejar de sonreír cuando acercándose Olvido hasta mí, susurró en mi oído:
-Te imaginas que es cierto y al salir de aquí, me ha crecido una polla. ¡Te juro que sería tu culo el primero que desvirgaría!
La burrada de la muchacha diluyó el escaso resquemor que había en mi corazón y ya completamente seguro que habíamos hecho lo correcto, le contesté:
-A lo mejor te sale otro coño. Si es así, podré decir que también yo fui el primero.
Tras lo cual al darnos cuenta que Luis e Ixcell se habían adelantado un buen trecho, tuvimos que correr para alcanzarlos. Al llegar hasta ellos, de muy mala leche, la doctora nos regañó diciendo:
-No hay que echar en saco roto sus advertencias, puede que haya animales peligrosos o trampas por lo que es mejor que vayamos juntos.
Asumiendo que esa rubia estirada tenía razón, procuré a partir de entonces seguir su ritmo. Ritmo atroz que hizo que Luis no tardara en resoplar y nos pidiera que hiciéramos una parada. Nuevamente, nuestra jefa demostró lo zorra que era y olvidando el sufrimiento de su segundo, se negó y le obligó a reiniciar la marcha. Incapaz de rebelarse y sudando a raudales, el gordito intentó seguir su paso pero no pudo evitar pegar un traspié y caer redondo sobre un matorral. Los alaridos que pegó el tipo nos alertó del problema y al aproximarnos con cuidados, Fue Ixcell la que descubrió que había caído sobre una planta que no solo tenía afiladas espinas sino que era venenosa:
-Esperad, es una “Urera baccifera” y ¡Es peligrosa!
Una vez avisado, me obligó a ponerme guantes y con mucho cuidado, ayudarla a levantar al accidentado. El pobre Luis lloraba de dolor pero eso no fue lo que me dejó aterrorizado sino el observar que en los lugares donde se le habían clavado las púas, se había formado de inmediato una pústula.
-¿Qué hacemos?- pregunté preocupado por el estado del accidentado.
Tomando el mando, la jefa vio que a cien metros había un claro y llamando a Olvido, entre los tres conseguimos llevarle a rastras para atenderlo allí. Una vez en ese lugar, lo tumbamos y con mucho cuidado empezamos a retirar una a una las espinas, aplicando al hacerlo un antiséptico en las heridas. La selva fue testigo de los berridos que pegó nuestro compañero. Su dolor fue tal que en un momento dado se desmayó, lo que facilitó nuestra labor y al fin conseguimos extraerle todas.
Acabábamos de terminar cuando al otear el cielo, vimos que se acercaba una tormenta.
-¡Mierda! ¡Hay que buscar un refugio!- gritó la arqueóloga por primera ocasión preocupada.
Fue entonces cuando mi compañera descubrió lo que parecía una cueva en un montículo cercano y señalándosela a nuestra jefa, esta decidió que valía la pena llevar a Luis hasta ese lugar. Con él a hombros, fue una tortura el recorrer ese kilometro porque una vez despierto, no dejaba de llorar. Por eso fue una liberación llegar hasta la entrada de la supuesta cueva, pero justo cuando estaba a punto de entrar en ella, mi jefa me paró diciendo:
-No es una cueva. ¡Es parte de una pirámide!
Alucinado por la noticia, levanté la mirada para descubrir que lo que suponíamos que era una montaña en realidad se trataba de una pirámide de dimensiones colosales. Os juro que me quedé sin habla al verla porque si no me fallaban mis cálculos debía ser la más grande jamás descubierta en tierras mexicanas.
Depositando al accidentado en el suelo, corrí alrededor de la increíble construcción contando los pasos. Al terminar con la respiración entrecortada por el  esfuerzo, la informé:
-Ixcell, ¡Mide unos novecientos metros de perímetro!
La constatación de que estábamos ante el mayor descubrimiento arqueológico de los últimos cien años, la trastornó y olvidándose del herido, nos exigió que empezáramos a documentar todo. Cuando le recordé que debíamos antes de terminar de cuidar a Luis, me contestó:
-Esa planta es dolorosa pero no mortal y como lo único que podemos hacer por él es esperar: ¡Pongámonos a trabajar! – y recalcando su verdadera motivación, me soltó: -¡Pasaremos a la historia!
Por eso siguiendo sus instrucciones, empezamos a fotografiar y medir la pirámide con el conjunto de aparatos que habíamos traído desde el D.F.  De esa forma confirmamos que con sus 72 metros de altura y sus 926 metros de diámetro, ¡Era mayor que la Pirámide del Sol!
“¡Cómo es posible que no se haya descubierto antes!”, estaba pensando cuando de improviso un grito de angustia retumbó en la selva.
Al reconocer la voz de Olvido salí corriendo a auxiliarla pero cuando llegue hasta ella, la encontré llorando arrodillada ante el cuerpo de Luis:
-¿Qué ha pasado?- pregunté pero al fijarme en el herido comprendí, ¡Había muerto!
Fue entonces cuando llegó nuestra jefa y al constatar el deceso de su  ayudante, se permitió el lujo de soltar una lágrima tras lo cual dirigiéndose a nosotros dos, tuvo los santos huevos de soltar:
-Me equivoqué. Luis debía de ser alérgico pero aunque hubiésemos intentado evacuarlo, su destino estaba marcado. Ahora nuestro deber es enterrarlo y honrarlo con nuestro descubrimiento.
Si no llega a ser mi profesora y necesitar su nota para doctorarme, os juro que le hubiese saltado al cuello por hija de puta. Pero en vez de hacerlo, busqué un lugar donde darle sepultura y cogiendo una pala empecé a cavar. Ixcell al ver donde había decidido excavar la tumba, pegándome un grito me obligó a buscar otro sitio más alejado, diciendo:
-Ahí no, está demasiado cerca y puedes destrozar algún vestigio.
“¡Será malparida!”, pensé y en silencio, me puse a localizar otra ubicación. Para evitar que me hiciera parar otra vez, le pregunté:
-¿Te parece bien en el claro?
La muy zorra ni siquiera me contestó porque ya había vuelto a documentar la pirámide. Gracias a que el terreno resultó blando, en media hora tenía lista la tumba y volviendo hasta donde se encontraban ellas, comenté que necesitaba ayuda para trasladar el cadáver. De muy malos modos y quejándose de tener que abandonar su trabajo, me ayudó junto con Olvido a llevar a Luis hasta su sepultura. Una vez allí y tras un breve responso, lo enterramos sin mayor ceremonia tras lo cual y con una sonrisa en su boca, comentó:
-Ahora que hemos acabado, vamos a por nuestro nombre en la posteridad.
“¡Menuda hija de la chingada!”, mascullé en silencio cabreado por su falta de humanidad pero asumiendo que una queja caería en saco roto, las acompañé de vuelta hasta las ruinas. En ese instante la hubiese matado con mis propias manos pero me tranquilizó observar en los ojos de mi compañera que ella también miraba con rencor a  nuestra jefa. Ella misma me confirmó que  albergaba mis mismos sentimientos cuando aprovechando que Ixcell se había adelantado, se acercó a mí y murmuró:
-Esta tía es una completa zorra. Si fuera por ella, nos mataría a todos para llevarse todo el mérito por nuestro descubrimiento.
Dándole toda la razón pero queriendo quitar hierro al asunto, le dije al oído:
-Quizás se lleve una sorpresa y sea ella quién desaparezca.
Aunque era broma, mis palabras la hicieron recapacitar y tras unos instantes, me soltó:
-Dejemos antes que trabaje y cuando ya hayamos documentado todo, hablamos.
Os confieso que me quedé helado al comprender que esa morena se había tomado en serio mi sugerencia y que esa idea no le desagradaba en absoluto. Si ya de por si eso era macabro, más lo fue percatarme pensando en cómo me cargaría a esa puñetera rubia.
El resto del día lo pasamos estudiando el exterior de la pirámide ya que nuestra jefa había decidido que el interior de la gruta lo haríamos al día siguiente. Faltaban dos horas para anochecer cuando Ixcell dio por terminada la jornada y recogiendo sus notas, nos ordenó volver al campamento.
Al llegar al lugar donde en teoría nos esperarían los lacandones, descubrimos que no estaban y creyendo que nos esperarían junto a las tiendas, seguimos camino hasta la base. Cuando llegamos a donde debían de estar las tiendas, nos encontramos con que no solo no estaban sino que habían desvalijado  parte de nuestras pertenencias y lo peor que habían robado nuestros kayacks.
Curiosamente lo único que no tocaron fueron los víveres y el resto de nuestros instrumentos pero lo que respecta a ropa, herramientas y demás, todo había desaparecido. Desmoralizados, nos sentamos y comenzamos a discutir sobre qué hacer. La postura de Olvido y la mía era intentar volver pero entonces Ixcell, halló que no se habían llevado el teléfono satélite y sonriendo, comentó:
-No hay problema, llamaré a la universidad y nos mandarán suministros y ayuda.  
Y tal y como había anticipado, telefoneó a uno de los catedráticos de arqueología y consiguió que se comprometiera en apoyarnos con nuevos recursos pero que tardarían una semana en llegar. Una vez había colgado, nos ordenó volver a la pirámide porque en el interior de la gruta tendríamos refugio. Retornando con los escasos suministros que habían dejado y al recordar la conversación con su colega, caí en la cuenta que en ningún momento le había mencionado nuestro descubrimiento.
“Lo quiere solo para ella”, me dije.
El camino de vuelta fue penoso porque además del peso extra de nuestras mochilas, nos tuvimos que enfrentar con la oscuridad. Por eso si bien habíamos tardado antes una hora en hacer ese trayecto, esa noche perdimos dos en llegar hasta las ruinas. Ya en la pirámide, Ixcell montó el campamento a la entrada de la gruta pero se negó de plano a que encendiéramos la hoguera en su interior, diciendo:
-Podemos dañar los restos.
Sin faltarle razón, no vi que después de seiscientos años a la intemperie que daño podía hacer un poco de humo pero como no quería discutir la prendí al aire libre. La cena como no podía ser de otra forma, fue extraña por una parte estábamos tristes por la muerte de Luis pero también entusiasmados con la idea de conocer el alcance de nuestro descubrimiento. Fue al final cuando comportándose por primera vez como humana, la profesora sacó una botella de ron y poniéndose en pie, nos pidió que brindáramos por el difunto.
No os tengo que contar que tanto Olvido como yo aceptamos de buen grado el alcohol y rellenando nuestros vasos con esa bebida, brindamos por Luis. Lo cierto fue que una vez abierta la puerta, no solo acabamos con esa botella sino que dejándonos llevar dimos buena cuenta de otra. Ese ron nos unió y empezamos a conversar como si fuéramos viejos amigos. Tras media hora y bastante borracha, la jefa nos mandó a dormir.
Asumiendo que iba a disfrutar del cuerpo de mi compañera y sin importarme que Ixcell me viera, me desnudé y metiéndome en el saco de dormir, llamé a Olvido a mi lado. La morena no hizo ascos a mi sugerencia y quitándose la ropa se unió a mí en su interior.  En cuanto sentí su piel contra la mía, la besé. Fue un beso posesivo, mi lengua forzó su boca mientras mis manos se apoderaban de su trasero. Ella, mas alterada de lo quele hubiera gustado reconocer, frotó su pubis contra mi pene, mientras me decía:
-Mira a la zorra de la jefa, ¡No nos pierde de vista!
-Tranquila, quiero disfrutar de ti-, le dije mientras la despojaba del camisón.
Saberme espiado por esa rubia, me terminó de calentar y bajando por su cuerpo, saqué la lengua dejando un reguero húmedo en su piel. Sus pezones reaccionaron incluso antes de que los chupara, de forma que recibieron las caricias de mi apendice duros y erguidos. Olvido gimió cuando pellizcándolos le dije que eran hermosos.
Tener su botón en mi boca, mientras tocaba su culo, era una gozad por lo que prolongué largo rato mi estancia entre sus pechos. Esa noche quería poseerla lentamente pero ella necesitada de ser tomada, separando sus piernas, restregó su pubis contra mi sexo. No tuve que ser un genio para comprender que buscaba que mi penetración pero decidido a dar un buen espectáculo a la puta que desde su saco nos miraba,  la rechacé diciéndole:
-¡Tranquila zorrita!
Con lentitud, seguí bajando por su cuerpo mientras le acariciaba las piernas. Mi compañera gimió al sentir que me acercaba a su entrepierna y deseando que me diera prisa, me avisó que no podía más. El sexo de la morena olía a hembra hambrienta y viendo lo dispuesta que estaba le separé aún más sus rodillas. Estaba a punto de lanzarme sobre ella cuando escuché:
-¡Déjame a mí!
Al darme la vuelta, me encontré a Ixcell totalmente desnuda frente a nosotros.  Sus pechos eran aún mejores de lo que me había imaginado y sin pedir opinión a mi compañera, dejé que ella me sustituyera entre sus piernas. Haciendome a un lado, observé como la rubia separaba los labios a mi alucinada amiga y antes que se pudiese quejar, la ví sacar la lengua y tantear con ella el botón rosado de la morena:
-No quiero- gritó al sentir que la mujer se ponía a devorar su sexo, pero no hizo ningún intento por evitar sus caricias.
Os reconozco que me puso a mil, admirar con mis propios ojos el modo tan sensual con el que esa zorra se empezaba a comer el coño que tenía a su disposición. Alternado lametazos y mordidas, la profesora llevó a mi amiga al clímax en menos de un minuto.  La morena que llevaba gimiendo un buen rato, aferró con sus manos la cabeza  de su jefa en un intento de prolongar el placer que estaba sintiendo mientras de su cueva brotaba un pegajoso arrollo:
-¡Qué rica estás!- soltó Ixcell paladeando su flujo y sin dejar de beber de su entrepierna, me ordenó: -¿Qué esperas para follarme?
Cumplí su mandato, poniendo la cabeza de mi glande en su abertura. Al hacerlo tuve que admitir que esa zorra estaba buena y mientras jugaba con su clítoris, le pregunté:
-¿Estás segura?
-Sí-, me respondió  con la respiración entrecortada por su excitación.
“Seré idiota”, pensé mientras lentamente le metía mi pene en su interior, “¡me podía haber dicho que no y me hubiera quedado con las ganas!”.
Mi pausada forma de penetrarla, hizo que toda la piel de mi extensión disfrutara  de los pliegues de su sexo al hacerlo. La cueva de esa rubia demostró ser estrecha y suave como si casi no hubiera sido usada.  Ixcell sin dejar de dar placer a Olvido y levantando su trasero, me rogó que acelerara diciendo:
-¡Hazme gritar como a está puta!.
Tras lo cual empezó a meter y a sacar mi pene de su interior a una velocidad inusitada. Estaba como poseída, sus ganas de ser tomada eran tantas que incluso me hizo daño.
-Quieta- grité al sentir que si seguía a ese ritmo iba a dejar mi pene inservible durante semanas.
Al ver que no respondía y seguía descontrolada, le di un duro azote en su culo diciéndole:
-O me haces caso o tendré que castigarte.
Ixcell se quedó parada esperando mis órdenes. Al comprobar que se había quedado quieta, le pedí que siguiera comiendo el chocho de una más que excitada Olvido y reinicié mi cabalgata. La profesora relinchó al sentir que me asía a sus pechos mientras mi pene la apuñalaba sin piedad. Escuchar sus gemidos y los de la morena cada vez que mi sexo chocaba contra la pared de su vagina, fue el banderazo de salida para que acelerara mis incursiones. Comportándonos como un engranaje perfecto, mi pene y su lengua dieron cuenta de sendos chochos mientras sus dueñas no paraban de gemir.
-Me corro- escuché que Olvido gritaba cuando la rubia incrementando su placer metió unos de sus dedos dentro del culo de la morena.
Al comprobar que mi compañera había llegado al orgasmo, decidí ir en busca del mío y cambiando de postura, agarré la melena de la rubia y renovando mis azotes, la azucé a incrementar su ritmo. Eso, la cabreó y chillando me exigió que parara.
-¡No me sale de los cojones!- respondí sin dejar de castigar su trasero.
Con su respiración entrecortada por el placer pero todavía indignada, mi profesora intentó separarse de mí. Sujetándola con mi brazo se lo impedí y riéndome de ella, seguí cabalgando su cuerpo mientras mis manos castigaban sus nalgas.
Todavía no quería correrme, antes me apetecía humillarla y sacar de su cuerpo un orgasmo que recordar en el futuro. Por eso ejerciendo una autoridad que nadie me había dado exigí a Olvido que se apoderara de sus pechos y los torturara.  Mi compañera no se hizo de rogar y cumpliendo mi mandato pellizcó duramente los pechos de su profesora mientras yo seguía follándomela sin parar. El doble maltrato llevó a la rubia hasta el límite y obteniendo un placer no deseado se corrió empapando  mis piernas con su flujo.  Su evidente derrota fue demasiado para mi torturado pene y exploté en el interior de su cueva.
Mi jefa, al sentir que mi simiente bañaba su entrepierna, se zafó de nosotros y poniéndose en pie, gritó:
-Os habéis pasado. Cuando lleguen los suministros, ¡Os iréis de vuelta!
Solté una carcajada al oírla porque me daba igual, ya había tomado mi premio y nada se podía comparar con haber violado a esa estirada. Lo que no me esperé fue que Olvido, abrazándose a mí, murmurara en mi oído:
-Cuando lleguen los suministros, ¡Será su cadáver lo que se lleven!
 
 
 Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 

Relato erótico: “QUIEN SERA LA MEJOR LA MADRE O LAS HIJAS” (PUBLICADO POR JIHNM).

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QUIEN SERA LA MEJOR

LA MADRE O LAS HIJAS.

 

Era el año de 1981, un año muy violento para Centro América, dos países hermanos sufrían en carne propia un estado de guerra interna, producto de una revolución sandinista y el otro de una lucha fratricida en el país más pequeño de américa central.

Una cadena de televisión de Sudamérica, me contrato para cubrir los acontecimientos que se estaban desarrollando en esos países.

Estaba bien pagado en dólares, y hay que decirlo la televisión es un mundo apasionante, porque la rutina no existe, ya que todos los días se viven historias diferentes y es muy parecido al arte, porque todo es creatividad y tú tienes que imaginarte como se presentara la noticia, desde el principio hasta su final, además te codeas con la gente que maneja el poder detrás de un escritorio y eres bien recibido y a veces hasta cobras, porque salgan diciendo, una serie de mentiras y pendejadas y a ese servicio se le conoce como relaciones públicas.

Otro de los privilegios de la profesión, es que tu micrófono y tu cámara, te abren puertas que para muchos, solo sueñan con entrar.

Dicho de otra manera, el militar tiene poder a través de su uniforme, el político detrás de su curul o escritorio, el religioso por la sotana o la biblia en la mano y por último el periodista con sus herramientas de trabajo.

Todo lo anterior significaba, que cuando uno se movía en busca de la noticia, por lo general y no todas las veces, eres bien recibido cuando llegas a cubrir algún evento noticioso, y te vuelves el centro de la atención, porque muchos se creen importantes que hasta pagarían de cualquier forma por salir en pantalla.

Hice toda esta introducción, para darles una idea del porque y cómo sucedieron las cosas, en este relato, ahora entremos de lleno en la trama.

Me encontraba en mi oficina, cuando recibí una llamada del secretario de prensa, comunicándome que una enorme cantidad de personas se encontraban en una de las fronteras y que funcionarios del gobierno como también embajadores de gobiernos amigos llegarían al lugar para ser testigos de la marea de gente que en calidad de refugiados y otros como sobrevivientes de atrocidades  venían huyendo de sus perseguidores,

 Pedían asilo para entrar al país.

Busque a mi camarógrafo y tomamos una camioneta Toyota de doble tracción, que nos servía para movilizarnos por cualquier carretera.

Tras varias horas de jornada llegamos a nuestro destino, hicimos tomas, entrevistas y tratamos de buscar el interés humano para trasladarlo al público y para el final los representantes del gobierno nos dieron, logística, información y alimentos que también eran servidos a las delegaciones diplomáticas.

Estando en la frontera, y caminando a la par de mi camarógrafo le pido que caminemos en medio de la gente para captar en sus rostros, el  sufrimiento que vivió esa población al salir huyendo de su país,

En medio de esa cantidad de personas algo me impresiono de gran manera, la vi de espaldas y ante mis ojos vi, el cuerpo más curvilíneo y hermoso que se podía esperar de una mujer.

 Tenía el pelo muy largo de color castaño y su piel blanca. Vestía unos sensuales pantaloncitos cortos, con una blusa manga larga y su estatura cuando mucho 1.65 mts.

Además note como que temblaba porque la temperatura se sentía muy baja en esa hora y apenas comenzaba la noche.

Me acerque donde ella y al llamarla diciéndole señorita, se da la media vuelta y una cara de niña de lo más preciosa, me sonríe al verme,

¿Cómo te llamas?

KARLA

¿Qué edad tienes?

Voy a cumplir 17 el próximo mes

¿Estás sola?

No, estoy con mi madre y mi hermana, que andan buscando comida, ya que no hemos comido nada desde ayer,

¿Tienes frio verdad, estas temblando?

Mucho y no tengo suéter.

Era lindísima con una inocencia que te robaba el corazón con solo verla y escucharla.

Sígueme al carro y te daré algo de comer y creo que mi abrigo te servirá para el frio.

Íbamos en camino cuando se escucho

¿Karla adónde vas?

Eran la madre y la hermana.

Mama él es el periodista que vino a ver qué nos pasa.

Yo solo me reí  y me presente con ellas.

Yo soy Héctor y él es Luis mi camarógrafo, y queríamos ayudar a su hija con algo de comer y un abrigo para el frio.

Su madre, con lo mal vestida que andaba no parecía gran cosa, porque usaba unos pantalones que no eran de su talla y se cubría el pelo con una especie de gorro en punta, pero su cara era de rasgos finos, y una estatura de 1.70 mts,

Por su parte la hermana, estaba más desarrollada pero igual de preciosa y era la más alta de todas, y un cuerpazo, que mostraba un redondo y escultural trasero en unos jeans todo sucios

´Por favor síganme, nuestro carro que está a unos quinientos metros y luego veremos qué puedo hacer por ustedes.

Nos siguieron y les dije que subieran al automóvil por el frio, y les fui a buscar raciones de comida que habían sobrado en las oficinas de la aduana.

Muy amables me dieron lo que les pedí, incluyendo algunas bebidas para ayudar a digerir los alimentos, que realmente eran deliciosos.

Volví con ellas y verdaderamente devoraron lo que les lleve y al terminar  pedí que me contaran su historia.

Su odisea comienza así, según lo que me conto la madre.

Eran una familia, que tenían una buena posición económica ya que su esposo y padre de las niñas había sido un coronel activo de las fuerzas armadas que se encargaba de la contra inteligencia y además especialista en lucha contra insurgentes y era el que tenía a su cargo el interrogatorio y el destino de todo aquel que caía en su jurisdicción.

En una revuelta en la pequeña ciudad donde habitaban, todos los elementos del gobierno, fueron asesinados por las tropas rebeldes.

El coronel fue de los últimos en caer y fue colgado en uno de los arboles más altos del parque central de la ciudad.

El odio hacia la persona del coronel no tenía límites, porque era conocido como el principal responsable de muchas muertes y desaparecidos en la zona, como también de las peores atrocidades en sus interrogatorios, cuando una persona estaba en sus manos.

La venganza del pueblo fue salvaje y a su mujer e hijas tuvieron que salir huyendo, solo con lo que tenían puesto y hasta tuvieron que disfrazarse, para no ser reconocidas y huir con la multitud que salió en veloz carrera con rumbo desconocido, hasta llegar a la frontera.

Durante la fuga, recibieron ayuda de almas caritativas pero también habían soplones que deseaban una recompensa por descubrirlas ante sus perseguidores.

Tuvieron que esconderse y viajar de noche, algunas veces en automóvil y otras simplemente a pie.

Nos contó que su marido no tenía familiares en el país y que realmente ella creía que era un mercenario que trabajaba para el gobierno de turno.

Nos dijo también, que ella conoció a su marido en un país de sur américa, cuando este llego a estudiar a una de las academias de su nación. Ahí se conocieron y el la trajo a centro américa donde nacieron sus hijas.

Además nos explicó, que sentían mucho miedo de ser reconocidas, porque la vida de sus hijas como la de ella, estarían en gran peligro porque dentro de los exiliados venían familiares de insurgentes y eso les provocaba una enorme inseguridad y no sabían que hacer para seguir adelante o ese lugar se convertiría en su trágico final.

Realmente su historia me conmovió y me atreví a decirles que yo sería su amigo y protector y que las llevaría conmigo, y trataría que la pasaran más o menos, mientras se mejoraba la situación en su lugar de origen.

Me vieron al rostro con mucho agradecimiento y no se cansaban de darme las gracias por la ayuda que les estaba ofreciendo.

Fui a buscar al coronel que tenía el mando en esa región fronteriza y amablemente le expuse mi deseo de ayudar a esas mujeres y que yo me haría cargo y responsable por ellas y que deseaba llevármelas a la capital en vista de que su seguridad estaba en riesgo por ser hijas y esposa de un  coronel  que fue asesinado en una zona próxima donde se presentaron las contingencias.

El coronel al darse cuenta que eran familia de un ex compañero de armas, me dio todas las facilidades y me asigno un oficial para que aligerara los trámites para su ingreso legal al país.

Se hicieron todos los arreglos y con ellas abordo, iniciamos nuestro regreso.

Durante los primeros kilómetros confirme los nombres de las tres.

Katia la madre

Karen la hija mayor y

Karla, la más tierna y menor de las hijas.

Después de unos minutos se durmieron, como si no lo hubieran hecho en días y despertaron hasta llegar a ciudad capital.

Llegamos en la madrugada y las lleve a mi departamento para luego irme a la oficina y editar  las tomas  y pegarnos al satélite para enviar la información.

Quiero aclarar que el trabajo de corresponsal, no significa que tengas que reportear todos los días, el trabajo se hace cuando hay una noticia, que pueda trascender a nivel mundial o es muy importante para la región, donde se viven los hechos.

Regrese a mi condominio, pero al entrar me fui directamente a mi habitación donde dormían en un profundo sueño y no quise despertarlas por lo que me quede en el sofá.

Cuando me desperté, ellas velaban mi descanso y me sentí apenado por lo tarde y porque sabía que no habían comido.

Como solo traían lo que tenían puesto era imperativo comprarles una muda de ropa y les dije.

Vamos a organizarnos, y por favor hagan una lista para el súper mercado, para víveres y todo lo que falte en la cocina para la preparación de la comida, y recuerden que hay que llenar el refrigerador para que no falte nada, postres, carnes y todo tipo de vegetales y bebidas.

También necesitamos una cama para usar la segunda habitación, Otra cosa es que necesitan ropa  y algunos accesorios que es propio de mujeres, les daré mi llave para que saquen copia y puedan entrar y salir cuando yo esté ausente.

Vamos a ir al banco para darles dinero y ustedes hacen las compras y como el departamento está muy cerca del centro comercial compren lo más necesario y lo demás lo compramos por la tarde, como es la cama.

Pero primero vamos a desayunar y comprar su ropa.

Retire dinero, y les entregue una buena suma y les dije que lo supieran administrar.

El dinero lo iba a recuperar y con bastante ganancia y me fui a la secretaria de prensa para pedir ayuda al ministro, consistente en una donación para realizar el proyecto humanitario de proteger una familia, que venía huyendo de la guerra.

Las autoridades al saber que yo era el protagonista del cuidado de esas mujeres, me asignaron una partida de fondos para los próximos tres meses, con la promesa de que ellos me seguirían ayudando  con toda seguridad para no desamparar a esa gente.

Por otro lado hice varias llamadas a empresarios solicitando ayuda en especies  y de todos, recibí notas especiales para entregarlas en los almacenes de su propiedad y que me fueran entregados los  artículos de acuerdo a las cantidades apuntadas en las mismas.

Eso es parte del poder que ofrece la profesión cuando hay credibilidad o hay el respaldo de un medio de información muy importante.

Cuando regrese para ir a comprar la cama, me estaban esperando modestamente vestidas con pantalones jeans y camisas y me di cuenta que la madre también era un espectáculo con un soberano trasero sumando a eso, una cara con un poco de maquillaje, que la hacía lucir realmente atractiva.

Nos organizamos, me prepararon la cena que resulto apetitosa y les dije que al día siguiente tendríamos otra jornada de compras y que se prepararan porque compraríamos un guardarropa completo para cada una.

La más alegre era la pequeña Karla, que se acercó a mí para abrazarme y darme las gracias a nombre de todas ellas.

Fuimos de tiendas y todas me llegaban a modelar para ver si me agradaba lo que estaban escogiendo.

Terminamos y regresamos a casa.

Yo tuve que salir y les aconseje que fueran al cine, porque habían unos multicines muy cerca y yo me fui de juerga a buscar los colegas para enterarme de las últimas novedades.

Al regresar me encontré a Katia despierta que me estaba esperando a media noche por si se me ofrecía algo, porque eso era lo que hacía cuando su marido salía por las noches, ya que algunas veces regresaba con hambre.

Insistió por ofrecerme algo, y de tanto, le pedí unos huevos a la ranchera.

Mientras comía me relato su vida de casada, diciéndome que la pasión entre ellos había terminado, y que si seguía con él era simplemente por las hijas, pero que su matrimonio hacía tiempo que había acabado.

Me conto que su marido la conoció cuando ella hacia vida nocturna como vedette en su país, y que al principio lo que la atrajo de su persona, es que se miraba muy importante, porque siempre andaba acompañado de altos oficiales de las fuerzas armadas.

Gastaba mucho dinero y daba excelentes propinas, y cuando la empezó a enamorar le obsequiaba costosos regalos.

También me explico que una vedette, no era una prostituta sino que una bella mujer, que monta un show de baile, en poca ropa.

Con el tiempo descubrió que su marido era un verdadero déspota en la casa y que sometía a sus hijas a duros castigos especialmente si fraternizaban con cualquier muchacho de la vecindad porque era extremadamente celoso.

Es por eso del comportamiento de sus hijas, que no se sentían tan adoloridas por la muerte de su padre, en verdad lo querían, pero ahora se sienten con más libertad y no tienen que ocultar sus deseos o su forma de ser.

Me decía que de dos años atrás ella estaba pensando en abandonarlo y que sus hijas la animaban a hacerlo, pero por temor al poder que tenía, tuvo miedo de provocarlo y que le hiciera un daño.

Se acercó a mí y me dio un beso muy cerca de los labios para hacerme la siguiente promesa.

Héctor, usted es el hombre de nuestra familia y de parte de todas nosotras, cualquier cosa que usted desee solo tiene que pedirla que nosotras estaremos para atenderlo.

Mi hija Karla lo adora porque siempre está hablando de usted, de lo guapo y varonil que luce como hombre.

Por su parte Karen, dice que usted es  el hombre perfecto para casarse con ella y esas declaraciones hacen que se produzca una riña de niñas enamoradas del mismo hombre.

De mi parte, desde hace tiempo que nadie me hace la corte, y todavía tengo mucho que ofrecer  y como muestra me dio un beso en la boca que me dejo con las ganas locas de cogerla en ese instante.

Pasaron los días, las semanas y de pronto se cumplió el mes de su estadía en mi casa.

Terminaba el mes de febrero, y las oleadas de calor se hacían presentes en el ambiente con temperaturas que llegaban en promedio a los 35 grados Celsius y el único cuarto que tenía aire acondicionado era el mío.

 Cierta mañana entro mi preciosa Karla, con una taza de café como es mi costumbre de tomar en las mañanas y se puso a hacerme cosquillas para que me levantara, me senté en la cama para tomarlo y ella se tiro en mi cama, y aspiraba fuertemente las sabanas porque decía que mi olor lo sentía en ellas.

De repente se levantó y se puso de pie frente a mí y me pregunto.

Héctor tengo un fuerte dolor aquí y se levantó la falda enseñándome su ropa interior blanca y se podía ver muy fácil ese pequeño chochito con escaso bello y se observaba el canal que la seda hacia dentro de sus labios vaginales y tomo una de mis manos para que palpara su entrepierna.

Mi verga inmediatamente cobro una erección salvaje, que para mí era muy difícil de disimular y que me duro todo el día y era peor cuando estaba cerca de mí.

Sus provocaciones siguieron y lo máximo fue, cuando estábamos cenando que se sentó a la par mío y bajo su mano y busco mi bragueta y me estuvo sobando la tranca por encima de la tela,  por momentos la apretaba para calcular sus dimensiones y me miraba con  una sonrisa maliciosa, como preguntándome si me gustaba.

Me fui de farra otra vez y cuando regreso, Katia me estaba esperando despierta, esa noche estaba vestida con un minúsculo pantaloncito y una camiseta de algodón producto de la gran ola de calor que se movía en el interior del departamento.

Vestida así, observe que tenía unos pechos muy redondos y de gran volumen, que se miraban impresionantes porque no usaba sujetador y aun así  lucían excepcionalmente firmes sobresaliendo la punta de sus pezones.

Su trasero era divino, con unas curvas y unos glúteos que daban cuenta de lo perfectos que eran debido al ejercicio de largas horas de baile, lo mismo que sus robustas y largas piernas y todo ese cuerpo serbia de base, a una cara tan bella que confirmaba lo dicho por ella con respecto a su trabajo como vedette en su juventud.

Me ofreció que me apetecía y le conteste que una cerveza.

Me la trajo con un vaso, y ella se sentó frente a mí tomándose un refresco de cola.

Sabes una cosa Katia…

Tu hija Karla, ha pasado todo el día provocándome y recuerda que soy hombre y no sé hasta cuando pueda soportar.

Ella me quedo viendo y me dijo, yo perdí mi virginidad a los 16 y fue muy dolorosa, que pase mucho tiempo odiando al maldito por el daño que me causo.

Mi hija está en esa etapa, cuando está descubriendo todo su potencial de mujer y te ha elegido a ti para que le enseñes el camino, para hacerse una mujer completa.

Prefiero que seas tú y no que se tope con un energúmeno, como me tocó a mí.

Karen y yo, vimos tu cara y tu reacción y no dijimos nada, pero sabíamos que algo estaba sucediendo porque Karla tenía su mano abajo y la estiraba para tocarte.

Por favor trátala con ternura y no hables de esta plática con ella porque la podría acomplejar o dañarla psicológicamente.

¿Pero a poco, no es bellísima mi hija? ¿O es que no te gusta?

Si pudieras leer mis pensamientos. Sabrías de mis deseos por ti y tus hijas.

Se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla y se despidió sonriendo empinando su cuerpo para que viera su trasero en su máxima expresión al caminar.

Pasaron dos días y la ola de calor aumento de intensidad y cuando regrese muy noche de la oficina encontré nuevamente a Katia y me dijo que las muchachas no aguantaban el calor y se durmieron en mi cama.

Llegue hasta mi habitación y Katia las quiso despertar y le dije que no lo hiciera, por lo que me quite la ropa y me quede en bóxer y le dije a Katia que se quedara pero que no cabríamos los cuatro en la cama y ella escogió traer una almohada y tirarse al suelo muy cerca de mi lado.

Karen estaba en el extremo y vestía un pantaloncito igual a la madre y Karla quedo en el medio de nosotros vistiendo un coqueto camisón de jersey hasta la media pierna que apenas enseñaba sus preciosas nalgas.

Me dispuse a dormir y solo habían pasado una media hora cuando sentí la mano de Karla acariciando totalmente mi verga y la apretaba y  deslizaba su mano de arriba abajo como si estuviera masturbándome, acerco su pequeña boca y me dio un beso que duro una eternidad, para luego darse la espalda y acercar su trasero para pegarlo completamente a mí y jalar mi verga para colocarla entre sus piernas muy cerca de su chochito, usando los dedos de su mano para pegarlo lo más posible a su virginal entrada.

Lentamente se movía para provocar que mi glande hiciera fricción contra su clítoris que estaba protegido por una delgada y fina tela.

Pasamos como 20 minutos en esa deliciosa y erótica situación y fue cuando sus dedos separaron la  diminuta y delicada barrera de la tela y mi glande nadaba en esa conchita que estaba inundada a lo máximo de sus fluidos,

Karla trato de exponer más su bellísimo trasero arqueando su espalda , trataba como desesperada por sentir mi verga dentro de ella, le acaricie el pelo y quedamente le dije al oído que este no era el momento.

Me di la media vuelta y  pude ver a Katia que estaba en el  suelo a través de la  penumbra, que se estaba riendo y  acerco su mano para tocarme los labios   y llevar mi mano cerca de sus boca y chuparme uno de mis dedos para luego acercar uno de sus pechos para que se los tocara.

Parecía una tortura y solo me levante para ir al baño que estaba en el corredor y me di una ducha y al salir estaba Katia esperándome y solo se hinco ante mí y me pego una mamada que me hizo estallar en menos de tres minutos, para luego decirme…

Tenía unos deseos enormes de hacer esto  desde hace días, y es que tienes una tranca amorcito, que todas la hemos visto cuando estas vestido en tu bóxer por la mañana.

Ahora regresemos que Karla no se ha dormido por estar esperándote.

Me acosté nuevamente y Karla se acercó a mí para besarme de la deliciosa forma que solo ella podía hacerlo, luego se apretó lo más que pudo contra mí y busco conciliar el sueño.

Mientras tanto Karen que se hacia la dormida había estado observándonos a su hermana y  a mí en ese trance erótico, a la media luz de la penumbra.

Su mirada la tenía clavada en mis ojos y desabrocho el botón de su pantaloncito y levantando la pelvis se lo quito y metió su mano dentro de su braga como si estuviera masturbándose.

Con señas me indico que le extendiera mi mano y subió  su pelvis lo más que pudo para que estuviera a mi alcance y al no lograrlo se pegó más a su hermana y solo lograba ver en su rostro la promesa de mañana confirmándolo con señas, que la próxima noche seria de ella.

Pase la noche casi en vela, pero al final logre tomarme aunque fueran 4 horas y me levante más relajado, pero sintiendo los besos de Karla que me había traído el café.

Quiso desnudarme y la aparte y le dije…

Esto te voy hacer en la noche y le baje el jean que estaba usando y busque su chochito y lo descubrí y pase mi lengua por el varias veces hasta que casi se cae al sentir por primera vez ese tipo de emociones.

Cuando Salí, fui al comedor, y Karen y Katia me miraban pícaramente, como si hubieran sido cómplices de lo que pasó la noche anterior.

Llame a Katia y le pedí que me acompañara al centro comercial, para hacer un retiro en el banco y tuvieran suficiente dinero para sus gastos.

Íbamos saliendo cuando sus hijas dijeron que querían acompañarnos.

Cuando entramos al banco, me aparte con Katia y le murmure al oído, quiero que te compres la ropa interior más sexy, que esta noche llego a tu habitación, para que no me pase lo mismo que anoche.

Y lanzo una carcajada tapándose la boca.

Esa mañana me entere que habría una cumbre de presidentes y la misma se iba a realizar en un famoso balneario en el sur de México y toda la tarde pase acreditando mis credenciales para asistir al evento, y fui invitado a viajar en el avión presidencial,  dentro de la comitiva de prensa que lo iba a acompañar.

Llegue temprano al departamento para preparar mi equipaje y como estaban tristes por mi partida que duraría dos días, las invite a uno de los mejores restaurantes de la capital y luego al casino para que se entretuvieran en las traga perras, con el inconveniente que no querían dejar entrar a Karla por ser menor de edad y tuve que llamar al gerente quien me conocía muy bien y nos autorizó el paso y además nos obsequió una cortesía monetaria para que jugaran las damas.

Quiero agregar que las tres lucían como verdaderas bellezas y realmente era difícil escoger, pero yo siempre me quedaba con mi Karla, porque era la que no se apartaba de mí.

Regresamos al departamento y Katia se fue con sus hijas a su habitación y al cabo de media hora entraron Karla y Karen y peleándose por quien iba a estar a mi lado decidí que yo estaría en medio.

Como siempre Karla se pegó a mí y al  cabo de 15 minutos las dos quedaron en solo ropa interior,

Por primera vez siento los senos de Karla pegados contra mi pecho que decido  besarlos y tocarlos y realmente son extraordinarios con un volumen como si fueran de una mujer adulta, cuando aún les falta que desarrollar por su tierna edad

Por su parte Karen me aprisiona por la espalda y me quiere dar la media vuelta para darme un beso.

Llego donde ella y le doy un beso largo y le digo que en media hora  estaré con ella.

Se da la media vuelta y se hace al rincón contra la pared.

Karla me vuelve agarrar la verga como masturbándome y se baja la braga para que me monte en ella y coloca mi tranca en su mera entrada y se frota el clítoris  y empieza a subir y bajar su pelvis con un movimiento con mucho compas en su cintura y me jala contra ella porque se muere de las ganas de tenerla adentro.

En ese momento ya he perdido mi control y trato de meterla con un empujón. Pero ella al sentirlo retira su vagina diciéndome quedamente al oído que le duele.

Recupero mi lucidez, y bajo mis labios besando sus ojos, sus labios, su cuello, cada uno de esas deliciosas tetas para terminar hundiéndome en su pelvis que esta escasamente poblada ,continuo hasta llegar a la pequeña cereza, y la comienzo a besar, chupar y a rodearla en círculos con mi lengua.

Después de varios minutos suelta una pequeña vocecita con un tierno gemido …YAAAAAAAA

 Anunciándome que ha logrado su primer orgasmo.

 

Me levanto y voy al  baño a lavarme y untarme un poco de loción y regreso y veo a mi Karla como que ha encontrado el sendero a un sueño profundo

Busco mi lugar y Karen está esperándome, nos besamos apasionadamente y sus manos fueron a buscar el instrumento que todas querían tocar y que las tenía locas de deseo por sentir las notas que las harían calar hasta llegar al ansiado orgasmo.

Al igual que Karla, coloco mi verga muy cerca de su concha, pero no anduvo con muchos preámbulos y en un santiamén se quitó el panty  he hizo que me montara en ella y coloco mi tranca en la entrada de su virtuosa vulva.

Me imploraba que la hiciera mujer pero le pedí que se esperara porque deseaba disfrutar al máximo su virginidad.

Ella no estaba complacida con mi decisión y en un arrebato por la lujuria y el deseo, se montó encima de mí y quiso sentarse en ella para conseguir penetrarse por sí sola.

Te voy hacer una promesa, que tu primera noche como mujer, va a ser como nunca la has soñado.

Y decidí bajar al pozo para que ella también tuviera su orgasmo.

Les di tiempo suficiente para que se durmieran y Salí en dirección a buscar a KATIA,

Entre a su habitación y prendí la luz y  al verla tendida sobre la cama con una prenda de lencería de lo más sensual y erótico.

Me acerque a ella diciéndole…

En verdad ahora comprendo a tu difunto marido

, Porque en realidad  eres un espectáculo para la vista, el solo verte en poca ropa.

Katia, que ganas de cogerte tengo.

Ven aquí mi amor.

¿A cuál de mis hijas le hiciste el amor?

A ninguna cariño, las dos son vírgenes y quiero que su primera noche sea  algo especial.

Pero yo, quiero hacerte mi mujer, deseo tener mi verga en lo más profundo de ti.

Me acosté a su lado y la bese con toda la furia y pasión  resultante de la enorme excitación que sus hijas habían provocado en todo mí ser.

Palpe sus tetas, y su volumen y dureza me indicaron que eran grandiosas las libere del sujetador y eran perfectamente redondas y su pezones eran una delicia al mamarlos porque daban ganas de morderlos y entre más los acariciaba más erectos se exhibían.

Le miraba esos bellos ojos color miel, como también sus pequeños y delgados labios y una nariz perfecta de una belleza estética, que la hacían ver con rasgos de una  mujer, de la vieja Europa.

Ya no me podía contener y baje hasta su pelvis y deslice la sensual braga y un delicioso aroma de su concha llego hasta mi nariz, al mismo tiempo una fragancia de una loción muy dulce se impregnaba en toda ella.

Localice su delicado botón y lo acaricie y chupe con mis labios y mi lengua entro en acción lambiéndola  a la velocidad que me imponían sus movimientos de pelvis.

Tras unos breves minutos se llevo sus dedos a la boca para taparla y unos sordos gemidos salieron de su interior…

UUUUUUUUUUUUUMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM

Mi lujuria y deseo por esa mujer estaban en lo máximo y solo me acomode e introduje mi verga, hasta el fondo que pude alcanzar.

Amorcito, que riata más grande y hermosa tienes, es más grande que la de mi marido y solo se le parece al maldito que me desvirgo,

Métala mi amor, máteme con ella, que rico coges Héctor,  dios mío me vas hacer correr, más rápido amor, mas, mas, mas ahora

SSSSSSSSSSSSSIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

Y casi al mismo tiempo explote dentro de ella.

Estábamos completamente sudados, y me gano el deseo de lamer el sudor que había en sus tetas y mis dedos detectaron la gran cantidad de semen que salía y brotaba de su concha.

La tome de la mano y nos metimos al baño para ducharnos y estando parados bajo el agua, la pegue fuertemente contra mi pecho y le acariciaba sus nalgas, en ese momento le pido…

Eres hermosa y bella, en la completa extensión de las palabras,

Tu cuerpo es perfecto y todo él es una visión para recordar, pero lo más espectacular es tu trasero y lo quiero hacer mío.

No me pida eso Héctor, usted está igual a mi marido que por negarme se enojaba conmigo.

Está bien Katia, no voy a insistir más, al fin que solo cumples conmigo por agradecimiento y porque necesitabas que alguien te recordara que también eres mujer.

Me di la vuelta en dirección a la puerta, cuando ella se me tiro al cuello y me dijo…

Si es cierto que necesitaba que alguien me recordara que soy mujer,

Pero también necesitaba sentirme segura, admirada y deseada y sentir algo más importante que creí que ya lo había olvidado como es enamorarme de un hombre.

Mi marido me conquisto con dinero y yo creí que podría lograr amarlo, pero ese día nunca llego y solo la costumbre y el temor hicieron que lo aguantara tantos años.

Pero ahora te tengo a ti, solo con lo que me hiciste sentir hace un rato, casi tocaba el cielo de felicidad.

Hace varias noches te dije que tú eras el hombre de la casa y de la familia y que pidieras, que nosotras estábamos para atenderte.

Así que puedes tomarme cuando quieras que yo seré feliz si tú lo estas.

La bese tiernamente en los labios por un largo rato a la vez acariciando su precioso trasero y le propongo lo siguiente.

Como fuiste vedette, coloca un pie en mi hombro.

Fácilmente lo puso y pregunto…

¿Algo más?

Y aproveche para meterle la verga.

Al sentirse penetrada lanzo su cabeza hacia atrás y proclamando al aire…

Héctor mi vida       haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaagggggggg

La levante totalmente y me senté en la taza del inodoro y ella se enrosco en mi cintura y la tenía penetrada hasta el fondo y hacia palpitar mi verga dentro de ella. Que hacía que su locura aumentara y me comiera a besos, la mantuve así por un buen rato.

Para luego enterrarle el dedo medio en el ano y cuando iba por la mitad me empezó a jinetear logrando su tercer orgasmo de la noche.

Me quedo viendo con una mirada de alegría para luego mostrarse muy coqueta y dijo…

Que felices vas hacer a mis hijas con esa verga mi vida y ahora con lo que acabo de sentir mi culito es tuyo cuando quieras.

Salimos del baño y sus hijas nos estaban esperando y nos abrazamos los cuatro.

Nos fuimos a dormir y mis dos tiernas jamás se separaron de mi lado.

Ala mañana siguiente me levante a las 7am. Ya que el vuelo nuestro partía al medio día y había que preparar el equipo y la logística en México

La primera en llegar a saludarme con el café como siempre era mi adorada Karla.

Luego me fui al comedor y mis otras dos mujeres me esperaban con el desayuno servido y me recibían con un ardoroso beso.

Llame al encargado del condominio y le dije que necesitaba otro aire en la segunda habitación o que me consiguiera otro departamento con una central de aire y cualquier decisión quien tomaría la decisión final en mi ausencia seria mi familia, cuando dije esa frase, las tres se me tiraron para abrasarme y besarme.

Le di a Katia dinero, que eran parte de los viáticos que el gobierno me había asignado, y el número de la central oficial, que ellos tratarían de localizarme en caso de cualquier urgencia.

Como también hable en privado con cada una, tocándoles el chochito a excepción de Katia que le acariciaba el trasero y que los cuidaran para mi regreso en dos días.

Cumplida mi misión en México,

Hicimos el viaje de regreso tocando tierra  a las 5 pm, hicimos nuestro trabajo en la oficina, para luego conectarnos al satélite y enviar el reportaje.

Mi llegada al departamento fue como a las 10 de la noche y cuando abrí la puerta. Las tres se me tiraron encima para besarme y preguntarme si traía hambre, les conteste que sí y se pusieron a cocinarme a excepción de Karla que nunca se apartaba de mi lado.

Ya en la mesa comiendo, me preguntaban qué había pasado en México y yo les contaba la historia, las anécdotas y el volverse amigo de grandes personalidades como políticos, militares y colegas de la prensa internacional.

Ya para terminar de comer, mi pequeña Karla me lanza un comentario que casi hizo que me atragantara.

Dice mi madre, que ningún hombre la ha hecho sentirse tan feliz como tú lo hiciste la noche antes que te fueras.

Me quede sin palabras y esta vez fue Karen, quien me aclaro el comentario acercándose por mi espalda y dándome un tierno beso en la mejilla, me dijo…

Entre nosotras no hay secretos, porque además de ser nuestra madre, es también nuestra hermana mayor.

Nos pusimos a reír, pero Katia, lo hacía con carcajadas y con un movimiento afirmativo de su cabeza, me confirmaba  lo dicho por Karen.

¿QUIEN ES MEJOR, MI MADRE O UNA DE NOSOTRAS?

No puedo contestar esa pregunta, porque, solo he estado con Katia

Pero si les puedo decir que tiene un trasero y hace el amor como una real hembra,

Por parte de Karen es el vivo retrato de la madre que tiene un trasero y unas tetas pero corregido y aumentado y esos ojos color miel que son la marca registrada de todas mis mujeres.

Y yo, y yo, preguntaba Karla.

La miraba tiernamente  a los ojos y le conteste…

Tú, eres mi consentida, por ser la más pequeña y como dice el refrán la esencia no viene en barriles, viene en pequeños frascos y además son muy pero muy caros.

Tienes un trasero tan redondo y perfecto en sus curvas, al igual tus piernas y todo está repartido en una forma asombrosa que eres una maravilla cuando te veo desnuda.

Feliz y loca por mis palabras me colmo de besos por toda mi cara.

Katia se me acerco  acariciándome  y con un beso en la boca me dijo al oído…

Gracias por hacernos feliz a mí y a mis hijas.

Por su parte Karen hizo lo mismo con la diferencia que al susurrarme al oído dijo…

Nos contó mi madre que la volviste loca como ningún hombre lo había hecho, yo quiero lo mismo esta noche.

Miramos un rato televisión y de pronto de  nuevo  fue Karla la quien tomó el control remoto apagando el televisor y llamando a su madre le pidió que se desnudara como lo hacía cuando era vedette.

Busco  una música que por lo visto ya la habían usado para ensayar y marco play en la casetera.

Y una música de lo más erótica se dejó escuchar como lo es…

 “Je t’ aime… moi non plus”

Realmente la piel se me puso como de gallina y el show comenzó.

La cadencia de su cuerpo al ritmo de la música y lo sensual al desnudarse, más una ropa interior de lo más sexy me hizo ver una vez más, que Katia, cuando joven, fue de esas mujeres que paraban el tráfico y para comprobarlo solo tenía que ver a Karen.

Cuando termino, solo me levante del sofá y fui a darle un beso con todos los deseos de hacerla mía en ese lugar.  

Quedamente la escuche decir…

Cuando te suelten mis hijas, te acuerdas de mí, todavía tengo un regalo para vos.

Les pregunte si habían arreglado el problema del aire y me contestaron que sí, y pensé que por esa noche me dejarían descansar por el largo viaje.

Me fui a mi habitación y me quite la ropa.

 Estaba por apagar la luz, cuando entraron mis amores y me rasque la cabeza por lo que me esperaba.

Deje la luz encendida y camine a la cama y me tendí en medio de ellas dos y se pegaron una a cada lado utilizando mis brazos y mi pecho como almohada.

Y poco a poco sus manos iniciaron su labor en dirección de mi tranca, y en lo que termino esta frase, mostraba una enorme erección dentro de mi pequeño pantaloncillo, me lo quitaron y Karla se acercó para conocerlo a plena luz y abarcándolo con su pequeña mano dijo…

Que grande y gorda es.

Aspiro fuertemente para reconocer su olor y acerco su boca para darle un tierno beso en la punta del glande.

Bésalo más mi cielo.

Karen al  escuchar mi suplica, quiso tocarlo también y acerco sus labios y parecía que lo mordía con ellos.

De un momento a otro, ya lo chupaban y lambian y me hacían sentir su lengua alrededor y la calidez de su boca cuando trataban de disfrutar de él.

Al ver que pronto me harían explotar, llame a Karla, para besarle sus deliciosos senos.

El estado de excitación de mi criatura estaba al máximo, sus gemidos eran una súplica por llegar al orgasmo y fue entonces que le pedí que se sentara en mi boca.

Abrió las piernas para exponer su preciosa vagina en mi cara y al mismo tiempo separaba la tela que la cubría, esperando con ansia que mi lengua hiciera contacto con su clítoris.

Su chochito rebosaba de humedad y mi lengua como si fuera una serpiente con una veloz mordida se apodero de su solitaria presa y lo masacro a chupones y lambidas.

Esta vez, ya no reprimió sus quejidos y con un sonoro lamento me anunciaba su llegada al éxtasi             SSSSSSSSSSIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII  AAAAAAMMMMOOOOOOORRRRRRRRRR.

Y tiro su cuerpo hacia delante cubriendo totalmente mi cara  con su pelvis, la cual sufría de fuertes contracciones de su corrida al clímax.

 

Quedo casi desfallecida y le ordene que me dejara solo con Karen.

Alegremente se despidió de mí con un beso y salió por la puerta.

Aparte a Karen de mi verga y ella trato de montarse sobre mí  pero fue cuando, con un beso muy largo le anuncie que esa noche seria mi mujer, pero con la condición que tendría que darme el mismo regalo que Katia, porque ella era el mejor trasero de la familia.

Muy alegre me dijo que sí, porque además ella quería que yo supiera que su cuerpo y su corazón eran de mi propiedad.

Le quite el sostén y por primera vez pude ver esa enormes tetas en toda su majestuosidad.

Seguidamente la puse en cuatro y deslice lentamente su braga y en la medida que lo iba haciendo mis labios y mi lengua nunca se despegaron de sus nalgas, para  degustar cada rincón de ese hermoso y portentoso trasero.

Le di la vuelta y la acosté abriendo sus piernas, para conocer la virginal entrada que mi verga tenía que tocar para poder entrar.

Me quede observando su inmaculado chocho, y  lo único que estaba a la vista era su rosado botón, que parecía un soldado firme custodiando la puerta sellada.

Lo bese y lo chupe para limpiarlo de los jugos que lo bañaban y fui colocando mi tranca para acariciarlo con mi glande, ante la mirada curiosa y preocupada de mi Karen, que no sabía cuándo se llevaría a cabo el asalto al interior de su lugar más resguardado de su cuerpo.

Tras restregar ni verga contra su vulva por varios minutos, hice varios empujones para puntear su puerta, mientras mi Karen colocaba sus manos en mi cintura y me hacia la advertencia que fuera gentil y que lo hiciera despacio, midiendo su dolor que no fuera mucho.

Cuando la vi que estaba más relajada, di un fuerte empujón y una mueca de dolor se dibujó en su cara y lágrimas se desprendían de sus ojos y bese sus labios para acallar su llanto y me mantuve inmóvil por varios minutos, para que ella se acostumbrara al dolor y pudiera soportar la estocada final.

Al cabo de un rato, le pregunte si todavía le dolía y me contesto que solo un poquito.

La saque y le enseñe la cabeza de mi verga cubierta de su sangre y se sonrió y fue cuando le dije que ya era mi mujer y me beso tiernamente con sus manos en mi rostro.

Volví a colocar mi verga nuevamente a la altura del mismo lugar  volví a esperar que se relajara y se la clave hasta el fondo, me quede inmóvil, pero esta vez sus brazos me abrazaban  hasta tocar mi espalda y con suaves movimientos entraba y salía de esa concha que ya mi tranca recorría en toda propiedad.

Pase un corto tiempo en esa labor, cuando sus cantos de placer aparecieron surcando el ambiente.

Imprimí velocidad a mis movimientos de cintura y frases de gozo y placer se dejaron escuchar de su boca.

QUE RICO Y DIVINO LO QUE SIENTO AMOR…

AHORA SI SOY TU MUJER… CON RAZON A MI MADRE LA TIENES LOCA…QUE RICA VERGA TIENES AMORCITO…

MAS RAPIDO AMOR…  YA SIENTO QUE ME VOY A CORRER…MAS RAPIDO… MASS…MMMAASSS…  MMMMMAAAASSSSSSSS

SSSSSSSSSSLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLL.

Su orgasmo fue sonoro y las contracciones apretando mi verga, fueron el mejor premio de agradecimiento, que podía recibir mi verga, por un trabajo bien hecho.

Llena de felicidad me besaba por todas partes, en especial a mi pancho, (que todavía estaba erguido a más no poder), por todas las sensaciones que acababa de descubrir y sentir al convertirse en plena mujer.

¿Te gusto mi reina?

Héctor eres divino, me encanto y solo sentí dolor al principio pero después casi me volviste loca de placer.

Quiero más amor.

Recuerda que Katia me está esperando, ve a llamarla mientras voy al baño y me ducho.

Se despidió con mil besos y salió a buscar a la madre.

Cuando Salí del baño, me sorprendí que no encontré a Katia y espere a que apareciera.

Pasaron como cinco o más minutos y mi preciosa vedette apareció ante mí.

Desde que me vio, se lanzó sobre mí y me besaba dándome las gracias por lo feliz que había hecho a su hija en su primera vez.

Karen nos contó todo, como la trataste, lo delicado que fuiste y sobre todo lo contenta por no haber sufrido.

Porque nos confesó que sentía un terrible miedo de pasar por la misma experiencia dolorosa que yo pase.

Se quedó a dormir, pero su deseo por ti es insaciable, pero la más contenta es Karla, porque ahora que sabe lo que paso con Karen, dice que su miedo, también ha desaparecido y como ella es tu consentida, la trataras a ella como tu verdadera reina y que por eso la dejaste para el final.

Katia mi vida, estoy que exploto, porque me contuve durante toda la noche, para no terminar dentro de Karen, por temor a embarazarla.

Y solo se puso a reír.

Te cuento, que yo a las niñas, les compre las pastillas  contra el embarazo, que yo usaba, así que puedes correrte dentro de ellas sin ningún temor.

Y hasta ahora me lo dices, que tengo este gran dolor de huevos.

Y nos reímos a carcajadas.

Esta noche no te voy a cobrar mi regalo. Porque tengo mi propio plan contigo.

Mañana te daré dinero suficiente, para que vayan las tres al salón de belleza, se compran la mejor ropa interior y la ropa más sexy para que puedan usarla para una noche especial, pero Mañana concéntrate en Karla, porque le hago el amor por primera vez, o me mata.

Trata de vestirla de color blanco como, lo angelical que representa para mí.

Después de esa platica, le hice el amor como un loco y ella respondió de una forma magistral, articulando su esfínter que casi ella sola hizo todo el trabajo, de ordeñarme hasta la última gota.

Eran las ocho de la mañana, y la primera en entrar a mi habitación era Karla con mi taza de café.

Irradiaba de encanto y sensualidad, y su primera acción después de servirlo, fue sentarse en mi pierna y recostar su cabeza en mi cuello y garganta y decirme con una voz muy romántica que hoy, sería mi mujer.

 

Tomados de la mano nos sentamos en el comedor y Karen que traía mi desayuno, se sentó también a mi lado, dándome un tierno beso y con una sonrisa y una mirada me daba a entender lo feliz que estaba por lo de la noche anterior.

Después de salir del banco, me acerque a Karla para decirle que pasaría por ella a las seis de la tarde.

Cuando regrese y la vi, quede con la boca abierta.

Vestía un una licra de algodón muy pegada al cuerpo que hacían resaltar sus hermosa tetas coronadas con la punta de sus pezones que se erguían y eran remarcados claramente por la tela.

Su trasero era como una obra de arte, en el  que se podía apreciar la elegancia y la belleza de sus curvas en un culito respingón que solo verlo era un regalo a la vista de cualquiera.

Una estrecha cintura, la curva de sus caderas y unas piernas gruesas  en perfecta armonía a sus demás atributos,

Mas unos zapatos blancos de tacón alto, hacían que su caminar fuera elegante y majestuoso.

Su cara angelical, estaba adornada por una larga cabellera rubia que le llegaba al nacimiento de sus caderas.

Su maquillaje era sencillo y natural, sobresaliendo su recta y delicada nariz, unos tiernos labios remarcados en un color rosa y sus ojos color miel, La hacían verse como una niña que va a su fiesta de quince años.

La lleve a comer a uno de los mejores restaurantes, para después ir a una de las mejores discotecas de la ciudad.

A las dos horas de estar ahí, me pidió que nos fuéramos porque se sentía toda mojada de solo estar pensando que pronto estaría conmigo en la cama y que la haría mi mujer.

Tenía un serio problema en mis manos y ese también es producto que da la fama al salir en pantalla, que todo mundo te conoce.

Aunque quería llevarla al mejor hotel y pedir la mejor habitación, no podía hacerlo porque me reconocerían entrando con esta preciosura de mujer que aparentaba menor edad a la que tenía y hay que recordar que tu peor enemigo es tu compañero de profesión y más cuando son del sexo opuesto y te suben a sus crónicas de chismes.

Cambiando de idea la lleve a un motel y pedí la mejor habitación al cabo que solo estaríamos unas horas en ese lugar.

Al solo entrar,  me empujo a la cama y me beso apasionadamente como diciéndome que se quería fundir a mí, para no separarse nunca.

La acariciaba por todo el cuerpo, pero su trasero y sus tetas eran una sensibilidad, para recordar por toda una vida.

Se paró a la par de la cama y su vestido cayó al suelo, mostrándome una lencería blanca, que un fetichista de ese tipo de prendas, las hubiera guardado como la mejor pieza de su colección privada, por haber pertenecido a un ángel hecho mujer.

Se abalanzo sobre mi pecho y en una forma muy coqueta me pregunto…

Katia dijo que verme así te encantaría.

¿Es cierto?

Esto que te voy a decir, será un secreto entre los dos, porque si ellas lo supieran, les causaría un resentimiento que las tendría molestas contra mí.

Pero mi amor es solo para ti, tu eres la dueña de mi corazón, amo a tu madre y hermana, pero nunca como te amo a ti.

De la forma más tierna y cariñosa me beso y en una total entrega demando…

Hazme tuya mi amor.

La desnude lentamente, y sus redondos pechos estaban erectos y firmes y sus pezones eran su mayor debilidad que cuando coloque la punta de mi lengua en ellos, pude notar como su piel se erizaba y los botones de sus tetas cobraban una grandeza y firmeza para soportar mis lamidos y chupones en ese sector tan sensible.

Mi mano busco su virginal chochito, y mis dedos fueron recibidos con un completo baño por su abundante humedad.

Baje por su pelvis buscado su coñito, una tenue mata de bellos muy pequeños sobresalían de esa parte de su cuerpo, su rajita era bellísima con unos pequeños labios muy rosados, que al entreabrirlos,  su humedad era bastante notoria y su botoncito se mantenía firme, para no ahogarse por lo inundado que se encontraba el canal.

Su fragancia era la misma loción que usaba su madre, pero con la diferencia que su conchita transpiraba un olor fresco, suave y limpio, como cuando uno sube a un automóvil nuevo, por primera vez.

Saque mi lengua para acariciar mi  botón preferido y tras varios chupones mi tierna me toma del cabello y me aprieta contra su concha y ha tenido su primer orgasmo de la noche.

.Me levanto de la cama para quitarme la ropa y al hacerlo me sonrió con ella y me explica  que desde que se levantó, en lo único que ha pensado es en el hacer el amor conmigo y por eso estaba tan caliente, que solo sintió mi lengua y se corrió en el instante.

Con la verga en su máxima erección, me recuesto sobre la cama y la  atraigo hacia mí y la obligo a sentarse en mis huevos, quedando la punta de mi glande muy cerca de su coñito que ya se siente ansioso por estar dentro de él, como dueño de su gruta inexplorada, que pronto entrara a ser parte de su legítima propiedad.

Muy cariñosa me acerca sus labios para que se los bese y mis manos la abrazan para hacer un lento recorrido por su espalda hasta bajar a sus caderas y sentir la curva de sus nalgas para sentirlas en toda su perfección.

Acaricio sus delicados pechos extremadamente redondos y la graciosidad de sus pezones que me los brinda como un regalo para mi especial deleite.

Con la ayuda de mi mano derecha agarro mi verga que se ha convertido en un verdadero fierro y le pido que sea ella la que se siente sobre él y logre medir el grado de penetración que quiera lograr para no sentirme culpable al momento de su dolor cuando mi verga cruce el umbral de su virginal túnel que conduce a las profundidades del éxtasis.

Una de sus piernas la levanta para apoyar en ella uno de sus brazos y que además le sirva para levantar su cuerpo y con una de sus delicadas manos dirigí mi verga a su virginal entrada.

Por uno o dos minutos restriega mi glande por todo su chochito y con una mirada de decisión y valor se sienta sobre él, lanzando un pequeño gemido de dolor, pero también ha logrado que mi glande cruce la frágil barrera, y un cálido, jugoso y apretado recibimiento se cierna por todo el.

Mi tierna Karla, persiste con su mueca de dolor y para ayudarla a soportarlo mis manos van en su auxilio tomando sus pezones para acariciarlos y tomando más valor por efecto de mis caricias se decide y se lo ensarta totalmente dentro de ella y con lágrimas en su rostro baja su cabeza para descansar sobre mi pecho, yo quiero alcanzar sus labios pero casi no puedo y solo logro secar sus lágrimas que brotan de sus ojos con los besos de mis labios.

Después de varios minutos se incorpora y con leves movimientos mi verga se desliza en un ir y venir sintiéndose el amo y señor de esa gruta recién descubierta.

Sus facciones en su cara comienzan a cambiar y u gemido con canto de placer inundan la habitación, la niña temerosa ha desaparecido y una majestuosa hembra con hambre de sexo aparece en escena es una gata salvaje su ritmo  cobra velocidad, mi asombro es enorme al ver el cambio que ha tenido lugar al reconocer que una potranca de pura sangre ha venido a sustituir a una inocente criatura, muy atrás a quedado la niña y una putita se empieza a manifestar y entra en acción pellizcándose ella sola  sus  redondas tetas y sus pezones se exhiben en su máxima grandiosidad.

Su concha se revuelca contra el tronco de mi verga y pelvis buscando la máxima frotación contra su clítoris, sus caderas y cintura, se mueven en una increíble sincronía que en verdad la convierten por derecho propio en la reina de todas las putas habidas y por haber.

 Su maestría es natural, al igual de cualquier artista  y solo le falta un poco más de practica y estará lista para  hacer su obra maestra en la cama.

El manejo de su cadera y cintura me tienen anonadado y en un momento de locura me hace explotar y al mismo tiempo como queriendo ordeñarme su esfínter entra a escena con fuertes contracciones y en un acto de mucha técnica alcanza el orgasmo lanzando un quejido único que será su carta de presentación de aquí en adelante…

PPAAAAAAAAAAAAAAAPPPYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY

Medio muerto por la fuerte descarga, me levanto y quedo viendo perplejo a aquella inocente que de la noche a la mañana se había convertido sin lugar a dudas en la única mujer que me había vencido con mucha ventaja en quien aguantaba más en la cama y me di cuenta que esa niña era una verdadera artista a la hora de hacer el sexo.

Me fui al baño para recapitular en todo lo que había sucedido y lo primero que pensé es que tal vez por mi excitación sumado a lo frágil que se miraba, eso dio como resultado que me sacara de concentración y me provocara el orgasmo.

 

Tenía que repetirlo para satisfacer mi ego  y pedí unos tragos y

Emparedados mientras recuperaba fuerzas y esperaba mi segunda oportunidad.

 

CONTINUARA

 

JIHNM

Relato erótico: “la mujer de mi amigo se hace muy puta 2” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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María me llamo otra vez lo cual yo me enfade muchísimo, diciéndome que por favor que quería verme. yo accedí, aunque no quería. ya sabía para qué.

así que nos vimos después de dejar su hijo en el colegio ella me digo:
– mira quiero a mi marido, pero viene tan cansando que ni me toca. ya lo sabes tú y yo necesito sexo. si no tendré que buscar a un extraño y prefiero que seas tú, no una persona desconocida.
– sí, pero es mi mejor amigo.
– yo también le quiero, pero no puedo estar así. además, después de lo que me hiciste me gusto. nunca me lo había echo por ahí y me encanto. el viene y se queda dormido y he intentado hablar con él, pero nada.
-está bien, pero escucha esta será la última. te lo aseguro -dije yo.
así que fuimos a un hotel ella estaba muy caliente y con muchas ganas. enseguida la besé y empecé a desnudarla ella. enseguida me quito los pantalones y me bajo el calzoncillo y se metió mi poya en la boca como una mujer desesperada que no ha tenido sexo en muchos meses.
-que gusto que poya tienes como me gusta mamarla -me dijo- no puedo remediarlo. darme por el culo. todavía me acuerdo de la última vez y lo deseo.
así que se lo prepare se lo chupe y la metí los dedos ella ese Moria de gusto.
– que guarro eres. como me gusta. mi marido no es como tú.
y se la endiñe por el culo.
– así así rómpeme el culo. que cesación más rica. follaje bien me muero de gusto cuanto lo deseaba desde la última vez.
ella se corrió enseguida.
– ahahahaha me corooooooooo cabron como folla.
luego la di a mamar mi polla la cual se tragó sin miramiento alguna.
– que rica esta tu chorra- me dijo y me la puso duro.
la cual se la metí, pero esta vez por el chocho.
– aahahaha así cabron como me follas como una puta. me encanta- y se volvió a correr otra vez- aahhahha esto es increíble. me vengo otra vez. Ahahahahaha.
luego me la chupo y se tragó mi lefa.
– ahahaha que rica esta.
yo la dije:
– escúchame esta ha sido la última no quiero acostúmbrame a ti. te enteras. habla con él y di lo que te pasa y lo solucionáis, pero no cuentes más conmigo. te enteras.
después de unas semanas me llamo por teléfono. yo la dije:
– te he dicho que esto tiene que terminar.
cuando me dijo:
– escucha esto y se puso otra amiga mía. eres un cabron ella me ha contado todo lo que habéis echo se lo voy a decir a su marido y te romperá la cara. cómo has podido hacer esto después de tantos años siendo amigos.
-pero que dices si ha sido ella.
– vamos a vernos y vamos a hablar hablaremos, pero no va a convencerme. se lo diré a su marido ya verás.
así que me reuní con las dos con gema y María la dije:
– como se lo has dicho lo nuestro. es que te has vuelto loca.
María se echó a llorar:
– no pude contenerme tu no querías saber nada de mí y yo estaba desesperada. al final me desahogue contándoselo a ella.
– pues como sabrás yo no he tenido la culpa. fue ella la que me busco.
– sí, pero tú tampoco te negaste.
– no me vengas con esas ella se hubiese ido con otro si yo no lo he evito.
– claro menuda manera de evitarlo además me ha contado que la has roto el culo y que la encantado y que no puede vivir sin ello. no creo que sea para tanto -me dijo ella.
– tú lo has probado -dije yo.
– te Cres que soy una zorra como ella y tan guarra como tú.
– tú lo que pasa dije yo es que te mueres por probarlo y no te atreves. dime tu marido te da bien.
– él está trabajando y yo no soy capaz de ponerle los cuernos me aguanto hasta que podamos hacerlo de verdad.
yo la traje hasta mí y la metí mano.
– esta empapada zorra mentirosa.
ella me pego una bofetada por abrazarla y besarla yo seguí besándola y la dije a María:
-vamos a yódame a desnudarla.
– qué haces.
– evitar que se lo diga a tu marido y se arme la de dios.
entre los dos desnudamos a gema que estaba furiosa:
– se lo diré a tu marido zorra y a ti, mi marido y y suyo te romperán la cara.
sujetándola el dije:
-María cómela el chocho.
– que dices.
– haz lo que te digo. ella tiene que participar con nosotros sino se lo dirá a tu marido y se armara la de dios. eso quieres.
– no por supuesto.
– María empezó a comerla el chocho y gema empezó a resistirse:
– no no no- pero ya no se resistía tanto.
yo la comí la boca mientras Maréala comía las tetas ella empezó a disfrutar:
– lo ves y me dices que te aguantas cuando hasta que viene tu marido. puta mentirosa estas mojadas hasta mas no poder. cuanto haces que no follas tu también.
– dos meses ella- dijo llorando.
– chupa.
– no por favor.
pero yo no podía dejarla ir pues se lo diría a su marido y al de María y se almiararía la de dios. la metí la poya en la boca a gema. no quería, pero después la cogió el gusto.
-cabrón- y empezó a mamarla mientras María la comía el chocho ella se Moria de gusto.
– dala por el culo igual que a mí -dijo María- ya verás a ver quién es la zorra ahora.
así que la preparé el culo se lo lamí y la fui metiendo los dedos ella decía:
– por ahí no cabrán me haces daño.
pero yo no la hice caso cuando estuvo bien preparada le fui metiendo la poya despacio.
– ahí me haces daño cabrán. sácala me duele.
– tranquila zorra ya verás cómo te gusta.
poco a poco empezó a disfrutar y se volvía loca.
– así así follaje bien rómpeme el culo. que gusto. esto no lo había probado nunca ni con mi marido. tú tienes razón María, esto es divino. no pares de follarme hasta los huevos. méteme –mientras María la chupaba las tetas ella se estaba corriendo.
– joder que gusto.
luego la toco el turno a María las di por el culo y me la follé por el chocho. ella estaba en la gloria y se corrió sin pensárselo mucho:
– así así. que rico. cuanto necesitaba esto.
– follaos entre vosotras chocho contra choco.
estaban tan calientes que no pusieron reparos y lo hicieron y se corrieron las dos.
– ah esto es divino -dijeron- que placer.
– joder ahora quiero correrme zorras abrir vuestras bocas- y las solté la leche a las dos. la dos empezaron a pasarse la leche como buenas putas la una a la otra.
– y ahora que va a pasar -dije yo.
– nada seguiremos con nuestros maridos porque los queremos, pero cuando ellos estén de viaje o cansados tu serás su sustituto y nos follaras. no te quejes -dijo María- 0tendras a dos putas para ti solo.
-ya estoy deseando que nos des por culo otra vez y disfrutar- dijo ella.
– yo también- dijo gema- que rico solo pensarlo tenerla en mi culo me corro de gusto.
CONTINUARA

“La esposa de un narco y su hermana son mis vecinas” LIBRO PARA DESCARGAR

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Sinopsis:

Un buen día, el piso de al lado se ocupa. Marcos, un abogado, se sorprende al descubrir que sus vecinas son la esposa y la hermana de un narco que defendió. Todo se complica por la atracción que demuestran por él. Cuando ya no creía que podría sorprenderle, esas dos mujeres sacan los trapos sucios de su propia familia y para colmo, reconocen ser la jefas de una secta de fanáticos, llamada LA HERMANDAD.

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo uno.

Estoy jodido. Mi ritmo de vida se ha visto alterado por culpa de mis vecinas. Hasta hace seis meses, siempre me había considerado un perro en lo que respecta a mujeres y aun así, con cuarenta y tres años, me he visto sorprendido por la actitud que han mostrado desde que se mudaron al ático de al lado.

Todavía recuerdo el sábado que hicieron la mudanza. Ese día tenía una resaca monumental producto de la ingesta incontrolada de Whisky a la que estoy fatalmente habituado. Me había acostado pasadas las seis de la madrugada con una borrachera de las que hacen época pero con una borracha del montón.  

Estaba durmiendo cuando sin previo aviso, llegó a mis oídos el escándalo de los trabajadores de la empresa de mudanza subiendo y colocando los muebles. Tardé en reconocer la razón de tamaño estrépito, el dolor de mi cabeza me hizo levantarme y sin darme cuenta que como única vestimenta llevaba unos calzoncillos, salí al rellano a ver cuál era la razón de semejante ruido. Al abrir la puerta me encontré de bruces con un enorme aparador que bloqueaba la salida de mi piso. Hecho una furia, obligué a los operarios a desbloquear el paso y cabreado volví a mi cama.

En mi cuarto, María, una asidua visitante de la casa, se estaba vistiendo.

―Marcos. Me voy. Gracias por lo de ayer.

En mis planes estaba pasarme todo el fin de semana retozando con esa mujer, pero gracias a mis “amables vecinos” me lo iba a pasar solo. Comprendiendo a la mujer, no hice ningún intento para que cambiara de opinión. De haber sido al revés, yo hubiera tardado incluso menos tiempo en salir huyendo de ese infierno.

―Te invito a tomar un café al bar de abajo― le dije mientras me ponía una camiseta y un pantalón corto. Necesitaba inyectarme en vena cafeína.

Mi amiga aceptó mi invitación de buen grado y en menos de cinco minutos estábamos sentados en la barra desayunando. Ella quiso que me fuera a su casa a seguir con lo nuestro pero ya se había perdido la magia. Sus negras ojeras me hicieron recordar una vieja expresión: “ayer me acosté a las tres con una chica diez, hoy me levanté a las diez con una chica tres”. Buscando una excusa, rechacé su oferta amablemente prometiéndole que el siguiente viernes iba a invitarla a cenar en compensación. Prefería quedarme solo a tener que volver a empezar con el galanteo con ese gallo desplumado que era María sin el maquillaje. Ambos sabíamos que era mentira, nuestra relación consiste solo en sexo esporádico, cuando ella o yo estábamos sin plan, nos llamábamos para echar un polvo y nada más.

Al despedirnos, decidí salir a correr por el Retiro con la sana intención de sudar todo el alcohol ingerido. Tengo la costumbre de darle cuatro vueltas a ese parque a diario, pero ese día fui incapaz de completar la segunda. Con el bofe fuera, me tuve que sentar en uno de sus bancos a intenta normalizar mi respiración. “Joder, anoche me pasé”, pensé sin reconocer que un cuarentón no tiene el mismo aguante que un muchacho y que aunque había bebido en exceso, la realidad de mi estado tenía mucho más que ver con mi edad. Con la moral por los suelos, volví a mi piso.

Había trascurrido solo dos horas y por eso me sorprendió descubrir que habían acabado con la mudanza. Encantado con el silencio reinante en casa, me metí en la sauna que había hecho instalar en la terraza. El vapor obró maravillas, abriendo mis poros y eliminando las toxinas de poblaban mis venas. Al cabo de media hora, completamente sudado salí y sin pensar en que después de dos años volvía a tener vecinos, me tiré desnudo a la pequeña piscina que tengo en el segundo piso del dúplex donde vivo. Sé que es un lujo carísimo, pero después de quince años ejerciendo como abogado penalista es un capricho al que no estoy dispuesto a renunciar. Estuve haciendo largos un buen rato, hasta que el frio de esa mañana primaveral me obligó a salir.

Estaba secándome las piernas cuando a mi espalda escuché unas risas de mujer. Al girarme, descubrí que dos mujeres, que debían rondar los treinta años, estaban mirándome al otro lado del murete que dividía nuestras terrazas. Avergonzado, me enrollé la toalla y sonriendo en plan hipócrita, me metí de nuevo en mi habitación.

«¡Mierda!, voy a tener que poner un seto si quiero seguir bañándome en pelotas», me dije molesto por la intromisión de las dos muchachas.

Acababa de terminar de vestirme cuando escuché que alguien tocaba el timbre, y sin terminar de arreglarme salí a ver quién era. Me sorprendió toparme de frente con mis dos vecinas. Debido al corte de verme siendo observado, ni siquiera había tenido tiempo de percatarme que además de ser dos preciosidades de mujer, las conocía:

Eran Tania y Sofía, la esposa y la hermana de Dmitri Paulovich, un narco al que había defendido hacía tres meses y que aprovechando que había conseguido sacarle de la trena mediante una elevada fianza, había huido de España, o al menos eso era lo que se suponía. Sin saber que decir, les abrí la puerta de par en par y bastante más asustado de lo que me hubiese gustado reconocer les pregunté en qué podía servirles.

Tanía, la mujer de ese sanguinario, en un perfecto español pero imbuido en un fuerte acento ruso, me pidió perdón si me habían molestado sus risas pero que les había sorprendido darse cuenta que su vecino no era otro que el abogado de su marido.

―Soy yo el que les tiene que pedir perdón. Llevo demasiado tiempo sin vecinos, y me había acostumbrado a nadar desnudo. Lo siento no se volverá a repetir.

―No se preocupe por eso. En nuestra Rusia natal el desnudo no es ningún tabú. Hemos venido a invitarle a cenar como muestra de nuestro arrepentimiento.

La naturalidad con la que se refirió a mi escena nudista, me tranquilizó y sin pensármelo dos veces, acepté su invitación, tras lo cual se despidieron de mí con un “hasta luego”. De haber visto como Sofía me miraba el culo, quizás no hubiese aceptado ir esa noche a cenar, no en vano su hermano era el responsable directo de medio centenar de muertes.

Al cerrar la puerta, me desmoroné. Había luchado duro para conseguir un estatus y ahora de un plumazo, mi paraíso se iba a convertir en un infierno. Vivir pared con pared con uno de los tipos más peligroso de toda el hampa ruso era una idea que no me agradaba nada y peor, si ese hombre me había pagado una suculenta suma para conseguir que le sacara. Nadie se iba a creer que nuestra relación solo había consistido en dos visitas a la cárcel y que no tenía nada que ver con sus sucios enjuagues y negocios. Hecho un manojo de nervios, decidí salir a comer a un restaurante para pensar qué narices iba a hacer con mi vida ahora que la mafia había llamado a mi puerta. Nada más salir, comprendí que debía de vender mi casa y mudarme por mucho que la crisis estuviera en su máximo apogeo. En el portal de mi casa dos enormes sicarios estaban haciendo guardia con caras de pocos amigos.

Durante la comida, hice un recuento de los diferentes escenarios con los que me iba a encontrar. Si seguía viviendo a su lado, era un hecho que no iba a poderme escapar de formar parte de su organización, pero si me iba de espantada, ese hijo de puta se enteraría y podía pensar que no le quería como vecino, lo que era en la práctica una condena a muerte. Hiciera lo que hiciese, estaba jodido. «Lo mejor que puedo hacer es ser educado pero intentar reducir al mínimo el trato», pensé mientras me prometía a mí mismo que esa noche iba a ser la primera y última que cenara con ellos.

Recordando las normas de educación rusa, salí a comprar unos presentes que llevar a la cena. Según su estricto protocolo el invitado debía de llevar regalos a todos los anfitriones y como no sabía si Dmitri estaba escondido en la casa, opté por ser prudente y decidí también comprarle a él. No me resultó fácil elegir, un mafioso tiene de todo por lo que me incliné por lo caro y entrando en Loewe le compré unos gemelos de oro. Ya que estaba allí, pedí consejo a la dependienta respecto a las dos mujeres.

―A las rusas les encantan los pañuelos― me respondió.

Al salir por la puerta, mi cuenta corriente había recibido un bajón considerable pero estaba contento, no iban a poderse quejar de mi esplendidez. No me apetecía volver a casa, por lo que para hacer tiempo, me fui al corte inglés de Serrano a comprarme un traje. De vuelta a mi piso, me dediqué a leer un rato en una tumbona de la piscina, esperando que así se me hiciera más corta la espera. Estaba totalmente enfrascado en la lectura, cuando un ruido me hizo levantar mi mirada del libro. Sofía, la hermana pequeña del mafioso, estaba dándose crema completamente desnuda en su terraza. La visión de ese pedazo de mujer en cueros mientras se extendía la protección por toda su piel, hizo que se me cayera el café, estrellándose la taza contra el suelo.

Asustado, me puse a recoger los pedazos, cuando de repente escuché que me decía si necesitaba ayuda. Tratando de parecer tranquilo, le dije que no, que lo único que pasaba era que había roto una taza.

―¿Qué es lo que ponerle nervioso?― contestó.

Al mirarla, me quedé petrificado, la muchacha se estaba pellizcando su pezones mientras con su lengua recorría sensualmente sus labios. Sin saber qué hacer ni que responder, terminé de recoger el estropicio y sin hablar, me metí a la casa. Ya en el salón, miré hacia atrás a ver que hacía. Sofía, consciente de ser observada, se abrió de piernas y separando los labios de su sexo, empezó a masturbarse sin pudor. No tuve que ver más, si antes tenía miedo de tenerles de vecinos, tras esa demostración estaba aterrorizado. Dmitri era un hijo de perra celoso y no creí que le hiciera ninguna gracia que un picapleitos se enrollara con su hermanita.

« Para colmo de males, la niña es una calientapollas», pensé mientras trataba de tranquilizarme metiéndome en la bañera. «Joder, si su hermano no fuera quién es, le iba a dar a esa cría lo que se merece», me dije al recordar lo buenísima que estaba, «la haría berrear de placer y la pondría a besarme los pies».

Excitado, cerré los ojos y me dediqué a relajar mi inhiesto miembro. Dejándome llevar por la fantasía, visualicé como sería ponerla en plan perrito sobre mis sabanas. Me la imaginé entrando en mi habitación y suplicando que le hiciera el amor. En mi mente, me tumbé en la cama y le ordené que se hiciera cargo de mi pene. Sofía no se hizo de rogar y acercando su boca, me empezó a dar una mamada de campeonato. Me vi penetrándola, haciéndola chillar de placer mientras me pedía más. En mi mente, su cuñada, alertada por los gritos, entraba en mi cuarto. Al vernos disfrutando, se excitó y retirando a la pelirroja de mí, hizo explotar mi sexo en el interior de su boca.

Era un imposible, aunque se metieran en mi cama desnudas nunca podría disfrutar de sus caricias, era demasiado peligroso, pero el morbo de esa situación hizo que no tardara en correrme. Ya tranquilo, observé que sobre el agua mi semen navegaba formando figuras. «¡Qué desperdicio!», exclamé para mí y fijándome en el reloj, supe que ya era la hora de vestirme para la cena.

A las nueve en punto, estaba tocando el timbre de su casa. Para los rusos la puntualidad es una virtud y su ausencia una falta de educación imperdonable. Una sirvienta me abrió la puerta con una sonrisa y, cortésmente, me hizo pasar a la biblioteca. Tuve que reconocer que la empresa de mudanzas había hecho un buen trabajo, era difícil darse cuenta que esas dos mujeres llevaban escasas doce horas en ese piso. Todo estaba en su lugar y en contra de lo que me esperaba, la elección de la decoración denotaba un gusto que poco tenía que ver con la idea preconcebida de lo que me iba encontrar. Había supuesto que esa familia iba hacer uso de la típica ostentación del nuevo rico. Sobre la mesa, una botella de vodka helado y tres vasos.

―Bienvenido―, escuché a mi espalda. Al darme la vuelta, vi que Tanía, mi anfitriona, era la que me había saludado. Su elegancia volvió a sorprenderme. Enfundada en un traje largo sin escote parecía una diosa. Su pelo rubio y su piel blanca eran realzados por la negra tela.

―Gracias― respondí ―¿su marido?

―No va a venir, pero le ha dejado un mensaje― me contestó y con gesto serio encendió el DVD.

En la pantalla de la televisión apareció un suntuoso despacho y detrás de la mesa, Dmitri. No me costó reconocer esa cara, puesto que, ya formaba parte de mis pesadillas. Parecía contento, sin hacer caso a que estaba siendo grabado, bromeaba con uno de sus esbirros. Al cabo de dos minutos, debieron de avisarle y dirigiéndose a la cámara, empezó a dirigirse a mí.

―Marcos, ¡Querido hermano!, siento no haberme podido despedirme de ti pero, como sabes mis negocios, requerían mi presencia fuera de España. Solo nos hemos visto un par de veces pero ya te considero de mi sangre y por eso te encomiendo lo más sagrado para mí, mi esposa y mi dulce hermana. Necesito que no les falte de nada y que te ocupes de defenderlas si las autoridades buscan una posible deportación. Sé que no vas a defraudar la confianza que deposito en ti y como muestra de mi agradecimiento, permíteme darte este ejemplo de amistad.

En ese momento, su esposa puso en mis manos un maletín. Dudé un instante si abrirlo o no, ese cabrón no había pedido mi opinión, me estaba ordenando no solo que me hiciera cargo de la defensa legal de ambas mujeres sino que ocupara de ellas por completo.

«No tengo más remedio que aceptar sino lo hago soy hombre muerto», pensé mientras abría el maletín. Me quedé sin habla al contemplar su contenido, estaba repleto de fajos de billetes de cien euros. No pude evitar exclamar:

―¡Debe haber más de quinientos mil euros!

―Setecientos cincuenta mil, exactamente― Tania rectificó. ―Es para cubrir los gastos que le ocasionemos durante los próximos doce meses.

«¡Puta madre! Son ciento veinticinco millones de pesetas, por ese dinero vendo hasta mi madre», me dije sin salir de mi asombro. El ruso jugaba duro, si aguantaba, sin meterme en demasiados líos, cinco años, me podía jubilar en las Islas vírgenes.

―Considéreme su abogado― las informé extendiendo la mano.

La mujer, tirando de ella, me plantó un beso en la mejilla y al hacerlo pegó su cuerpo contra el mío. Sentir sus pechos me excitó. La mujer se dio cuenta y alargando el abrazo, sonriendo, me respondió cogiendo la botella de la mesa:

―Hay que celebrarlo.

Sirvió dos copas y de un solo trago se bebió su contenido. Al imitarla, el vodka quemó dolorosamente mi garganta, haciéndome toser. Ella se percató que no estaba habituado a ese licor y aun así las rellenó nuevamente, alzando su copa, hizo un brindis en ruso que no comprendí y al interrogarla por su significado, me respondió:

― Qué no sea ésta la última vez que bebemos juntos, con ayuda de Dios.

Es de todos conocidos la importancia que dan lo eslavos a los brindis, y por eso buscando satisfacer esa costumbre, levanté mi bebida diciendo:

―Señora, juro por mi honor servirla. ¡Que nuestra amistad dure muchos años!

Satisfecha por mis palabras, vació su vodka y señalándome el mío, esperó a que yo hiciera lo mismo. No me hice de rogar, pensaba que mi estómago no iba a soportar otra agresión igual pero en contra de lo que parecía lógico, ese segundo trago me encantó. En ese momento, Sofía hizo su entrada a la habitación, preguntando que estábamos celebrando. Su cuñada acercándose a ella, le explicó:

―Marcos ha aceptado ser el hombre de confianza de Dmitri, sabes lo que significa, a partir de ahora debes obedecerle.

―Por mí, estar bien. Yo contenta― respondió en ese español chapurreado tan característico, tras lo cual me miró y poniéndose melosa, dijo: ―no dudar de colaboración mía.

Su tono me puso la piel de gallina. Era una declaración de guerra, la muchacha se me estaba insinuando sin importarle que la esposa de su hermano estuviera presente. Tratando de quitar hierro al asunto, decidí preguntarles si había algo urgente que tratar.

―Eso, ¡mañana! Te hemos invitado y la cena ya está lista―, contestó Tanía, zanjando el asunto.

―Perdone mi despiste, señora, le he traído un presente― dije dando a cada una su paquete. La dependienta de Loewe había acertado de pleno, a las dos mujeres les entusiasmó su regalo. Según ellas, se notaba que conocía al sexo femenino, Dmitri les había obsequiado muchas cosas pero ninguna tan fina.

―¿Pasamos a cenar?― preguntó Tania.

No esperó mi respuesta, abriendo una puerta corrediza me mostró el comedor. Al entrar estuve a punto de gritar al sentir la mano de Sofía magreándome descaradamente el culo. Intenté que la señora de la casa no se diera cuenta de los toqueteos que estaba siendo objeto pero dudo mucho que una mujer, tan avispada, no se percatara de lo que estaba haciendo su cuñada. Con educación les acerqué la silla para que se sentaran.

―Eres todo un caballero― galantemente me agradeció Tania. ―En nuestra patria se ha perdido la buena educación. Ahora solo abundan los patanes.

Esa rubia destilaba clase por todos sus poros, su delicado modo de moverse, la finura de sus rasgos, hablaban de sus orígenes cien por cien aristocráticos. En cambio, Sofía era un volcán a punto de explotar, su enorme vitalidad iba acorde con el tamaño de sus pechos. La naturaleza la había dotado de dos enormes senos, que en ese mismo instante me mostraba en su plenitud a través del escote de su vestido.

«Tranquilo macho, esa mujer es un peligro», tuve que repetir mentalmente varias veces para que la excitación no me dominara: «Si le pones la mano encima, su hermano te corta los huevos». La incomodidad inicial se fue relajando durante el trascurso de la cena. Ambas jóvenes no solo eran unas modelos de belleza sino que demostraron tener una extensa cultura y un gran sentido del humor, de modo que cuando cayó la primera botella, ya habíamos entrado en confianza y fue Sofía, la que preguntó si tenía novia.

―No, ninguna mujer con un poco de sentido común me aguanta. Soy el prototipo de solterón empedernido.

―Las españolas no saber de hombres, ¿Verdad?

Esperaba que Tanía, cortarse la conversación pero en vez de ello, contestó:

―Si, en Moscú no duras seis meses soltero. Alguna compatriota te echaría el lazo nada más verte.

―¿El lazo? Y ¡un polvo!― soltó la pelirroja con una sonrisa pícara.

Su cuñada, lejos de escandalizarse de la burrada que había soltado la pelirroja, se destornilló de risa, dándole la razón:

―Si nunca he comprendido porqué en España piensan que las rusas somos frías, no hay nadie más caliente que una moscovita. Sino que le pregunten a mi marido.

Las carcajadas de ambas bellezas fueron un aviso de que me estaba moviendo por arenas movedizas y tratando de salirme del pantano en el que me había metido, contesté que la próxima vez que fuera tenía que presentarme a una de sus amigas. Fue entonces cuando noté que un pie desnudo estaba subiendo por mi pantalón y se concentraba en mi entrepierna. No tenía ninguna duda sobre quien era la propietaria del pie que frotaba mi pene. Durante unos minutos tuve que soportar que la muchacha intentara hacerme una paja mientras yo seguía platicando tranquilamente con Tania. Afortunadamente cuando ya creía que no iba a poder aguantar sin correrme, la criada llegó y susurró al oído de su señora que acababan de llegar otros invitados.

Sonriendo, me explicó que habían invitado a unos amigos a tomar una copa, si no me importaba, tomaríamos el café en la terraza. Accedí encantado, ya que eso me daba la oportunidad de salir airoso del acoso de Sofía. Camino de la azotea volví a ser objeto de las caricias de la pelirroja. Con la desfachatez que da la juventud, me agarró de la cintura y me dijo que estaba cachonda desde que me vio desnudo esa mañana. Tratando de evitar un escándalo, no tuve más remedio que llevármela a un rincón y pedirle que parara que no estaba bien porque yo era un empleado de Dmitri,

La muchacha me escuchó poniendo un puchero, para acto seguido decirme:

―Yo dejarte por hoy pero tú dame beso.

No sé por qué cedí a su chantaje y cogiéndola entre mis brazos acerqué mis labios a los suyos. Si pensaba que se iba a conformar con un morreo corto, estaba equivocado, pegándose a mí, me besó sensualmente mientras rozaba sin disimulo su sexo contra mi pierna. Tenía que haberme separado en ese instante pero me dejé llevar por la lujuria y agarrando sus nalgas, profundicé en ella de tal manera que si no llega a ser porque escuchamos que los invitados se acercaban la hubiese desnudado allí mismo.

«¡Cómo me pone esta cría!», pensé mientras disimulaba la erección.

Tania, ejerciendo de anfitriona, me introdujo a las tres parejas. Dos de ellas trabajaban en la embajada mientras que el otro matrimonio estaba de visita, lo más curioso fue el modo en que me presentó:

―Marcos es el encargado de España, cualquier tema en ausencia de mi marido tendréis que tratarlo con él.

Las caras de los asistentes se transformaron y con un respeto desmedido se fueron presentado, explicando cuáles eran sus funciones dentro de la organización. Asustado por lo súbito de mi nombramiento, me quedé callado memorizando lo que me estaban diciendo. Cuando acabaron esperé a que Tania estuviese sola y acercándome a ella, le pedí explicaciones:

―Tú no te preocupes, poca gente lo sabe pero yo soy la verdadera jefa de la familia. Cuando te lleguen con un problema, solo tendrás que preguntarme.

Creo que fue entonces cuando realmente caí en la bronca en la que me había metido. Dmitri no era más que el lacayo que su mujer usaba para sortear el machismo imperante dentro de la mafia y ella, sabiendo que su marido iba a estar inoperante durante largo tiempo, había decidido sustituirlo por mí. Estaba en las manos de esa bella y fría mujer. Sintiéndome una mierda, cogí una botella y sentado en un rincón, empecé a beber sin control. Desconozco si me pidieron opinión o si lo dieron por hecho, pero al cabo de media hora la fiesta se trasladó a mi terraza porqué la gente quería tomarse un baño. Totalmente borracho aproveché para ausentarme y sin despedirme, me fui a dormir la moña en mi cama.

Debían de ser las cinco de la madrugada cuando me desperté con la garganta reseca. Sin encender la luz, me levanté a servirme un coctel de aspirinas que me permitiera seguir durmiendo. Tras ponerme el albornoz, salí rumbo a la cocina pero al cruzar el salón, escuché que todavía quedaba alguien de la fiesta en la piscina. No queriendo molestar pero intrigado por los jadeos que llegaban a mis oídos, fui sigilosamente hasta la ventana para descubrir una escena que me dejó de piedra. Sobre una de las tumbonas, Tania estaba totalmente desnuda y Sofía le estaba comiendo con pasión su sexo. No pude retirar la vista de esas dos mujeres haciendo el amor. La rubia con la cabeza echada hacia atrás disfrutaba de las caricias de la hermana de su marido mientras con sus dedos no dejaba de pellizcarse los pechos. Era alucinante ser coparticipe involuntario de tanto placer, incapaz de dejar de mirarlas mi miembro despertó de su letargo e irguiéndose, me pidió que le hiciera caso. Nunca he sido un voyeur pero reconozco que ver a Sofía disfrutando del coño de Tania era algo que jamás iba a volver a tener la oportunidad de ver y asiéndolo con mi mano, empecé a masturbarme.

Llevaban tiempo haciéndolo porque la rubia no tardó en retorcerse gritando mientras se corría en la boca de su amante. Pensé que con su orgasmo había terminado el espectáculo, pero me llevé una grata sorpresa al ver como cambiaban de postura y Sofía se ponía a cuatro patas, para facilitar que las caricias de la otra mujer. Fue entonces cuando me percaté que Tanía estaba totalmente depilada y que encima tenía un culo de infarto. Completamente dominado por la lujuria, disfruté del modo en que le separó las nalgas. Mi recién estrenada jefa sacando su lengua se entretuvo relajando los músculos del esfínter. Sofía tuvo que morderse los labios para no gritar al sentir que su ano era violado por los dedos de la mujer.

Si aquello ya era de por sí alucinante, más aún fue ver que Tanía se levantaba y se ajustaba un arnés con un tremendo falo a su cintura. Le susurró unas dulces palabras mientras se acercaba y colocando la punta del consolador en el esfínter de su indefensa cuñada, de un solo golpe se lo introdujo por completo en su interior. Sofía gritó al sentir que se desgarraba por dentro, pero no intentó liberarse del castigo, sino que meneando sus caderas buscó amoldarse al instrumento antes de empezar a moverse como posesa. Su cuñada esperó que se acomodase antes de darle una fuerte nalgada en el culo. Fue el estímulo que ambas necesitaban para lanzarse en un galope desbocado. Para afianzarse, la rubia uso los pechos de su cuñada como agarre y mordiéndole el cuello, cambió el culo de la muchacha por su sexo y con fuerza la penetró mientras su indefensa víctima se derrumbaba sobre la tumbona. Los gemidos de placer de Sofía coincidieron con mi orgasmo y retirándome sin hacer ruido, volví a mi cama aún más sediento de lo que me levanté.

«Hay que joderse, pensaba que la fijación de Sofía por mí me iba a traer problemas con Dmitri, pero ahora resulta que también es la putita de su cuñada. Sera mejor que evite cualquier relación con ella».

 

 

 


Relato erótico: “El ídolo 3: la profesora y mi compañera, mis putas”. (POR GOLFO)

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Al amanecer, me despertó el ruido de Ixcell al levantarse. Zafándome del abrazo de Ol
vido, salí del saco de dormir y cogiendo un pantalón, me vestí al recordar que la noche anterior y motivado quizás por el alcohol, había medio violado a esa profesora.
La rubia al contemplar que me había despertado, ni se dignó a mirarme y obviándome se puso a preparar el desayuno, sin darse cuenta de la sorpresa que nos tenía preparada esa mañana.
En un principio tampoco yo, advertí que a escasos metros de la hoguera, alguien había dejado frutas y un pequeño cervatillo a modo de ofrenda.
-¡No comprendo!- exclamé al saber que quien lo había dejado allí no podían ser más que los lacandones. Que esos hombres que el día anterior habían robado nuestro equipo hubieran dejado todo eso, era algo que no me entraba en la cabeza. Era como si a su modo, nos estuvieran pidiendo perdón.
Mi exabrupto alertó a la arqueóloga de las viandas y acercándose a ellas, su cara mostró también su extrañeza pero tras pensarlo durante unos instantes, se dirigió a mí diciendo:
-Si hubieses estudiado en vez de andar violando mujeres, comprenderías que por alguna razón nos están reverenciando. Y ya que lo único que hemos hecho ha sido sobrevivir una noche en este lugar, deben vernos como seres superiores dotados con algún poder.
-¿Qué poder? ¡Estamos varados en mitad de la selva!- respondí pasando por alto la pulla que me había lanzado.
Con genuina tranquilidad, peló uno de los mangos que nos habían dejado antes de contestar:
-No tengo ni idea pero sé que no tardaremos en descubrirlo.
Confieso que me deslumbró su serenidad pero aún más su mente porque sin dejarse llevar por el pánico, había buscado una respuesta aceptable a ese cambio de actitud de los indígenas.
“Será una zorra estirada pero tengo que reconocer que sabe de lo que habla”, refunfuñé admirando además lo bella que estaba esa mañana.
Tratando de sacar de mi cerebro la imagen de las piernas de esa rubia, volví a donde seguía durmiendo mi compañera y la desperté. Debido a la resaca, Olvido tardó unos instantes en espabilarse y cuando lo hizo, me sonrió diciendo:
-¿Cómo está la lesbiana? ¿Está escocida?
Su burrada me reveló que al contrario que yo, ella no estaba arrepentida por haber forzado a nuestra jefa. Obviando su comentario, le expliqué lo sucedido y tras escucharme con atención, el único comentario que hizo fue al comerse un plátano y decir lo bueno que estaba.
Descubrimos el ídolo y sufrimos sus consecuencias.
Con el hambre saciada, nos pusimos a preparar nuestro equipo. Como esa mañana íbamos a explorar la cueva que se introducía en la ladera de la pirámide, comprobamos las linternas y sus baterías. Hallándolas en perfecto estado, Ixcell nos ordenó seguirla al interior.
La primera estancia que era la única que veíamos desde el exterior consistía en una cavidad sin ningún tipo de adorno. Eso calmó nuestra inquietud al creer que en contra de nuestras expectativas esa gruta no tendría valor arqueológico más que el de estar ubicada en el interior de esa monumento.
Pero nada más cruzar y vislumbrar la siguiente, pudimos observar que estaba profusamente decorada con símbolos mayas. Pero lo que nos dejó realmente impresionado fue un enorme monolito de más de dos metros en el que habían tallado la imagen del dios Kukulkan. Gracias a haber permanecido siempre en el interior de esa cueva todavía conservaba sus colores y por eso la “serpiente alada” mantenía el esplendor de cuando fue tallada.
-¡Qué maravilla!- exclamó la arqueóloga emocionada.
Dejándose llevar por la emoción de sus ojos brotaron unas lágrimas al contemplar tamaña belleza, tras lo cual, empezó a fotografiar la estancia mientras yo intentaba traducir los mal llamados jeroglificos porque en realidad se trataba de un sistema silábico. Centrándome en los esculpidos en el dintel de la puerta,  fui anotando el significado de cada uno pero no fue hasta que había acabado cuando caí en su significado:
-¡Es una amenaza!- grité consiguiendo obtener la atención de mi jefa.
Llegando a mi lado, la arqueóloga leyó:
“Solos los dignos de Kukulcan serán perdonados por perturbar su descanso”
En cuanto acabó, girándose buscó a Olvido con la vista y al no verla se preocupó:
-¿Dónde está esta pendeja?
La respuesta a su pregunta llegó a nuestros oídos cuando desde el fondo de la gruta, oímos gritar a la morena llamándonos. Sin pensar en la maldición cruzamos dos nuevas habitaciones antes de llegar a donde estaba mi compañera. La encontramos en una estancia mucho mayor que las anteriores señalando con la linterna un altar en honor a ese dios.
-Leed- gritó emocionada.
Al revisar el conjunto de grafías, Ixcell las leyó de corrido:
“KuKulcan elige a sus favoritos con gran sabiduría, solos los dignos podrán lucir su emblema mientras los indignos sufrirán su venganza. El poder sobre la vida y la muerte quedará reservado al elegido”.
-¿De qué emblema habla?- pregunté confundido.
La boba de la morena olvidando todas las precauciones y antes de que pudiéramos avisarle cogió del altar un colgante de oro con el rostro de ese dios. Inmediatamente empezó a sufrir convulsiones E Ixcell queriendo ayudar intentó quitarle la joya de sus manos pero por desgracia sufrió las mismas consecuencias.
Sin saber que hacer me las quedé mirando mientras las veía morir ante mis ojos. El dolor que sufrían debía de ser inmenso puesto que sus rostros se retorcían presos del castigo. En ese momento escuché en mi espalda:
-Si no quiere que mueran debe ponerse a KuKulcan en el pecho.
Al girarme, descubrí al jefe de los lacandones mirándome con respeto. Sus palabras me parecieron una locura y así se lo hice saber. No estaba dispuesto a morir por ellas.
-Si han sobrevivido a esta noche, se debe a que uno de ustedes es el elegido. Como podrá comprobar, ninguna de las mujeres ha sido aceptada por mi Dios, luego usted es su predilecto.
Os juro que fueron los estremecedores gritos de las dos los que me hicieron decidirme y temblando de terror, me agaché a coger el colgante.  Al agarrarlo, en vez de notar dolor solo fui capaz de percibir que estaba templado y ya más tranquilo me lo colgué del cuello.
De improviso, vi que se iluminaba toda la gruta y aunque os parezca una mera alucinación, me vi de frente con KuKulkan. Nuevamente aterrorizado, esperé mi final pero entonces esa gigantesca serpiente con la cabeza repleta de plumas me habló:
-Cinco siglos mi pueblo ha esperado un líder que le haga resurgir de sus cenizas. Sabiéndote digno, te ordeno que recuperes su antiguo esplendor.
Sin ser todavía consciente de los designios de ese Dios, KuKulkan desapareció y con el la luz que iluminaba la gruta, dejándome solo con las dos mujeres y con el indígena que permanecía arrodillado a mis pies.
Halach uinik, su pueblo le espera.
Al escuchar que se refería a mí usando el título que los mayas daban a su rey, me percaté también que me había hablado en ese idioma que llevaba teóricamente desaparecido casi medio milenio. Si ya de por sí eso era imposible, aún más el que yo lo comprendiera como si fuera mi lengua materna. Aturdido como estaba, estuve a punto de acompañarle fuera pero entonces recordando a las dos mujeres, le pedí que me ayudara.
Fue entonces cuando me contestó:
-Si es su deseo que vivan, tóquelas. Con ello, el aliento de la serpiente las sanará.
Haciéndole caso, agachándome a su lado las toqué y como por arte de magia, ambas se recobraron recordando lo que había pasado. Asustadas por lo que habían soportado pero sobre todo por lo que habían visto, me miraron con terror al temer que una `palabra mía haría volver su sufrimiento.
Su miedo me quedó claro cuando quise ayudarlas a levantarse y la propia Olvido se retiró asustada. Incluso la jefa de la expedición rehuyó mi contacto y viendo que ya se acostumbrarían salí de la cueva.
En el exterior me llevé una nueva sorpresa porque a la salida de la pirámide, me esperaban unos quinientos lacandones. Sabiendo que solo seguían vivos unos mil, comprendí que la mitad de todo ese pueblo esperaba en silencio mis palabras y dirigiéndome a Uxmal, el jefe, le pregunté cómo era posible.
-Ayer cuando usted entró en la tierra sagrada, llamamos a nuestros hermanos para que vinieran. Solo los viejos y los niños no han podido venir.
Como sabía que esperaban un discurso, me limité a repetir la misión que me había encomendado el dios. Al oírme se echaron a llorar y a reír agradeciendo el favor divino. Fue entonces cuando Ixcell, ya medianamente recuperada, se atrevió a echarme en cara que los mintiera.
La reacción de los indígenas no se hizo esperar y antes de que pudiera intervenir la despojaron de la poca ropa que llevaba y atándola a un poste me preguntaron:
-¿Qué quiere Halach uinik hacer con su ingrata concubina?
Estaba a punto de obligarles a que la desataran cuando la arqueóloga hecha una furia, me gritó que jamás sería mi esclava.
-Darle cincuenta azotes pero que no le quede marca- respondí y dirigiéndome a Olvido, le pregunté mientras dos mujeres lacandonas empezaban a cumplir con el castigo: -¿Aceptas servirme?
Tras unos segundos de indecisión al oír los gritos que pegaba la rubia, la morena se echó a mis pies diciendo:
-Tú me has salvado, tú eres mi dueño.
Su postración dio inicio a la fiesta y mientras en la selva se escuchaban renovados gritos de guerra, uno a uno los miembros de mi pueblo se arrodillaron ante mí reconociéndome como su rey….
Mi primera noche como Halach uinik
Los cánticos se sucedieron sin pausa y mientras las mujeres preparaban la fiesta, Uxmal y un consejo de ancianos me pidieron permiso para ponerme la túnica sagrada. Aceptando de buen grado, descubrí que lejos de ser algo ostentoso consistía en una espléndida camisola blanca muy parecida a la que portaban los lacandones pero confeccionada de un lino espectacular.
Sabiendo que los más viejos llevaban debajo solamente un taparrabos, me desnudé totalmente suponiendo que me entregarían uno. Lo que no me esperé fue ver llegar a Ixcell totalmente desnuda y con la espalda y el trasero enrojecidos portando esa prenda.
-Concubina, cubre la virilidad de tu amo- le ordenó uno de los ancianos.
La pobre arqueóloga sin poderse negar se arrodilló a mis pies pensando que su única función sería ponérmela, pero entonces recibió un nuevo varazo en la espalda y escuchó:
-Límpiala antes con la boca. Nuestro rey debe estar inmaculado para su fiesta.
Por el brillo de sus ojos comprendí que estaba a punto de llorar al saber que se esperaba que me hiciera una felación enfrente de todo el pueblo. Disfrutando del momento separé mis piernas para que facilitar la labor de esa rubia. Ella al advertir que iba a colaborar con semejante felonía, me lanzó una mirada cargada de odio pero viendo que era inevitable, abrió su boca y sacó su lengua para comenzar a despojarla del polvo acumulado durante el día.
Sus lamidas no tardaron en levantar una brutal erección en mi pene. Los presentes empezaron a murmurar sobre mi tamaño y viendo que ya la había embadurnado por completo con su saliva, aproveché para decirle:
-Métetela toda.
Enfurecida por mi orden, separó sus labios y lentamente fue introduciendo mi verga en su garganta. Al sentir que empezaba a sacársela sin haberla terminado de embutir, agarré su cabeza y presionando se la incrusté hasta el fondo. Sin compadecerme de sus arcadas, una y otra vez usé su boca como si su sexo se tratara y cuando estaba a punto de descargar mi semen en su interior, me dirigí a ella, diciéndole:
-Trágate toda mi lefa si no quieres un castigo.
Temiendo que cumpliera mi amenaza, la mujer buscó complacerme imprimiendo a su lengua nuevos bríos e incluso llegando a estimular a la vez con sus manos mis testículos. Su entrega fue el acicate que necesitaba y desbordándome dentro de ella, mi semen se fue directamente a su estómago. Aleccionada mi antigua jefa no cejó en su mamada hasta dejarme seco. Habiendo comprobado que no quedaba nada en mis huevos, supo que había llegado el momento de ponerme el taparrabos y sin levantar la mirada, me colocó esa prenda.
El único vestigio de su antiguo orgullo, llegó a mis oídos mientras los ancianos me ponían la túnica. En ese momento no supe que solo lo había pensado porque lo escuché como si lo hubiese gritado:
-Mataré a este cabrón.
Agachándome donde estaba ella, murmuré en su oído:
-Soy difícil de matar- y actuando como si fuera de mi propiedad, la levanté y lanzándola a los pies de Olvido y ordené a la morena: -Ata a esta furcia. Esta noche le demostraré quien manda, rompiéndole el culo.
Mi compañera asumiendo su papel de concubina y deseando ser mi favorita, agarró a Ixcell de la melena y mientras tiraba de ella, contestó:
-No tendrá queja de mí, me ocuparé personalmente de que esté preparada.
Solté una carcajada al oírla pero sobre todo cuando se la llevó a rastras. Tras lo cual y olvidándome de ambas me uní a la fiesta de mi pueblo, sentándome en un tronco como improvisado trono. Mis nuevos súbditos recibieron mi llegada con alborozo y con canciones me hicieron saber su alegría mientras un nutrido grupo de mujeres empezaba a repartir las viandas entre los presentes.
El banquete consistió en tamales de maíz con frijoles, hongos, venado y mucho pero que mucho balché (para los que no lo sepan es una bebida alcohólica hecha a partir de la corteza del árbol que le da nombre).  Tras varios vasos de ese brebaje sagrado, vi aparecer a Olvido vestida al modo lacandón y sentándose a mis pies, puso su cabeza en mi rodilla mostrando a todos que ella era la favorita de Halach uinik.
Muerto de risa, levanté su cara y le dije que estaba preciosa vestida así. Fue entonces cuando me respondió:
-Mi rey soy suya y por lo tanto lacandona, por lo que le pido que me dé un nombre de nuestro pueblo.
Tras pensarlo unos instantes y alzando la voz para que todos lo oyeran, contesté:
-Nombre me has pedido, nombre te doy. A partir de hoy todos te conocerán como Yatzil.
Emocionada porque hubiera escogido un nombre que significa “cosa amada”, puso nuevamente su cabeza en mi rodilla y empezó a llorar. En ese momento y de no haber estado en mi fiesta de coronación, la hubiese hecho el amor allí mismo pero haciendo honor a mi papel, seguí disfrutando durante horas del acontecimiento.
Ya en los estertores de la ceremonia, se acercó Uxmall y me dijo en voz baja:
– Halach uinik, usted es el primero que debe irse. Nadie se moverá de su asiento mientras no lo haga. Hemos preparado una choza para que usted y sus concubinas descansen.
Asumí de inmediato que tenía que marcharme y levantándome del tronco, dejé que el indígena me llevara hasta donde iba a pasar la noche. No tardé en ver que justo en la entrada de la pirámide, habían construido a marchas forzadas una típica vivienda lacandona. De forma circular y con el techo formado con hojas de platanero, era la más grande que había visto.
Al entrar en ella, vi que de alguna forma se habían agenciado un colchón y que a sus pies permanecía amordazada y atada mi antigua profesora. Satisfecho por la imagen, me acerqué a ella y mientras Olvido-Yatzil me desnudaba, me entretuve acariciando su sexo. Ixcell incapaz de moverse, tuvo que soportar mis toqueteos con lágrimas en los ojos y sin poder hablar.
-Quítale la mordaza-, ordené a la concubina.
Mientras la morena se dedicaba a soltar las hebillas que la mantenían muda, calmé a la rubia acariciándola el pelo. Con palabras dulces, le dije que no le guardaba rencor pero que ella era la culpable de lo que le había pasado. Totalmente aterrada,al sentir que ya podía hablar me imploró:
-Por favor, no vuelvas a violarme. Te juro que nunca te denunciaré.
Sonreí al escucharla y tirándola sobre el colchón, la contesté:
-Un rey no viola, toma lo que es suyo. Tu destino es servirme y eso harás.
Yatzil sabía en cambio que debía hacer y solo estaba esperando mis órdenes. Cuando le hice la seña, le separó las piernas y comenzó a besarle los pies sin importarle los gritos de su antigua profesora. Descojonado mientras mi concubina cumplía mis deseos, me entretuve acariciando sus pechos. Involuntariamente los pezones de la rubia se erizaron y profundizando en su desesperación, bordeé  con mi lengua su aureola.
-No quiero- la escuché decir con su boca pero en su mente descubrí que había despertado su deseo y por eso me entretuve en morderlos suavemente con mis dientes.
-¿Te gusta putita?
-No- me dijo con la respiración entrecortada pero su cerebro empezaba a cambiar.
Mi otra concubina ya estaba a la altura de sus muslos cuando pellizcando sus pechos, pasé mi mano por su trasero. Valorando que esa mujer tenía un culo, bien formado, sin apenas celulitis disfruté de su indefensión y forzando su entrega, le pedí a Yatzil que introdujera su lengua en su vagina.
-Os lo ruego, dejadme- gritó descompuesta al sentir que iba a ser incapaz de resistir mucho tiempo sin correrse.
Dejé que durante un minuto, la morena le comiese el coño hasta que pegando un grito no pudo evitar sufrir un largo e intenso orgasmo mientras derramaba su flujo sobre el colchón.
-Ves que no somos tan malos- me reí de ella.
Sin dejarla descansar, le di la vuelta y separando sus dos nalgas, le informé que iba a cumplir mi promesa:
– Hoy romperé este culito- y dejando mi lugar a la morena le ordené que me preparara ese virginal ojete.
Yatzil con un brillo en los ojos que nunca le había visto, se puso entre sus piernas y dando primero un sonoro azote a una de las nalgas de la rubia, le dijo:
-Será mejor que te quedes quieta.  Aunque no quieras, nuestro rey tomará lo que es suyo y te aconsejo que te relajes- tras lo cual introdujo un dedo en el rosado ano de la mujer.
Esta lloró y se quejó pero no sé si por la imposibilidad de evitarlo o porque las caricias de la morena le empezaba a hacer efecto pero lo cierto es que cuando Yatzil metió el segundo ningún lamento salió de su garganta. Poco a poco observé que la estirada rubia entraba en calor.  Por mi parte el sentirla en mi poder me excitó y cuando comprendí por el movimiento de sus caderas que estaba empezando a gozar, retirando a mi concubina me acomodé entre sus piernas. Tras lo cual, colocando mi pene en la entrada de su ojete, esperé…
La mujer al sentir mi glande, se quedó aterrorizada pero en vez de penetrarla, ordené a Yatzil:
-Pon tu coño en su boca.
La mujer me obedeció, colocando su sexo a la altura de la boca de Ixcell pero sin forzarla a que se lo comiera. Satisfecho al ver que estábamos listos, me agarré a las sogas que la tenían inmovilizada y tirando de ellas, metí la cabeza de mi pene dentro de su ano. La catedrática jadeó al sentir que su espalda se doblaba y que mi extensión tomaba posesión de su trasero.
-¿Quieres que siga?- pregunté sabiendo que me daba igual lo que respondiera.
Sin ser consciente de que eso significaba su entrega, echándose hacia atrás buscó que la penetrara. Su movimiento no por inesperado resultó menos placentero y tirando nuevamente de las sogas, forcé su entrada dolorosamente hasta que sumergí todo mi miembro en el interior de su intestino.
-¡Viólame!- gritó con una mezcla de dolor y placer.
Apiadándome de ella, no quise forzar aún más su ano y esperé a que se relajara, momento que Yatzil aprovechó para presionar la cabeza de la rubia contra su sexo. Ese fue el instante en que todo se desencadenó. Sus barreras cayeron y olvidando su papel de víctima, hizo que su lengua se apoderara del clítoris de la morena mientras yo penetraba su trasero sin piedad. La estirada rubia no tardó en correrse, y con ella, mi concubina. Los jadeos y gemidos de ambas mujeres fueron la señal que esperaba para lanzarme como un loco en busca de mi propio placer y agarrando firmemente las cuerdas a modo de riendas, inicié la cabalgada.
Mi pene apuñaló su culo impunemente mientras ella se retorcía gritando su sumisión. Disfrutando de mi poder, metí y saqué mi miembro cada vez más rápido, cuando de improviso sentí que mi mente se unía a la de ellas. Fue esa la primera vez que experimenté que el colgante que me regaló KuKulcan servía de amplificador y dominando mi cuerpo, empezó a apoderarse de mí algo que  me obligaba a seguir montando a Ixcell sin importarme su destino. Me dio lo mismo que en ese momento estuviera sufriendo y disfrutando de igual forma de una tortura sin igual.
Al estar atada, su espalda se dobló cruelmente pero el dolor se mezcló con el placer y  pegando sonoros aullidos  se corrió una y otra vez. Dominada por una lujuria suicida, se retorcía buscando sufrimiento al saber que eso acarrearía de igual forma un gozo sin igual. La propia Olvido-Yatzil sin saber por qué,  estaba igualmente dominada por la lujuria y se masturbaba con dedos de las dos manos.  
La escena era dantesca, mientras la morena reptaba por el colchón en busca de la boca de Ixcell, yo empalaba a la susodicha. Fue entonces cuando sin dejar de penetrarla, me vi dominado por el placer y explotando en su culo, derramé mi simiente en su interior.
Cayendo agotado, me desplomé sobre el colchón. Tardé un  buen rato en recuperarme y cuando lo hice, vi que mi concubina estaba desatando a la mujer, la cual permanecía postrada babeando y con la mirada perdida.
-¿Qué ha pasado?-, pregunté viendo su estado.
-No ha aguantado tanto placer – contestó la morena y sonriendo, me preguntó:  -¿Desea mi rey hacer uso de su favorita?

Recalcando sus palabras y abriendo su boca, se puso a reanimar mi alicaído miembro… 

Para comentarios, también tenéis mi email:

golfoenmadrid@hotmail.es

 

 

Relato erótico: Conociendo a Pamela 3 (POR KAISER)

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Conociendo a Pamela
Sebastián almuerza con sus tíos, conversan un rato y los acompaña después de comer, sin embargo no haya el momento para que se vayan, solo quiere volver a la habitación de su prima y seguir leyendo su diario de vida para saber que otra aventura ella ha tenido.
Ese día ellos se van a trabajar más tarde de lo previsto, Sebastián se encarga de lavar la loza y ordenar, no quiere ser molestado por detalles. Después se va al living y espera con unas ansias cada vez más crecientes que ellos se vayan. Apenas lo hacen sale disparado hacia la habitación de Pamela.
De inmediato busca el diario de vida y salta sobre la cama para seguir leyendo y pajeandose. Pronto encuentra algo interesante.
19 de junio.
Había prueba de ciencias y yo no había estudiado nada, nada en absoluto, pero si me ausentaba seria peor, así que decidí lanzarme así no más a ver como iba.
Para variar la prueba estaba muy difícil, respondí lo que podía, que no fue mucho, y después me quede haciéndome la tonta tratando de ver si le podía copiar a alguien. En ese momento cayo un papel en mi mesa y después otro. Discretamente los tome y los abrí, eran parte de las respuestas de la prueba. Mire en todas direcciones pero no puede ver quien me los había lanzado, lo importante es que contenían parte de las respuestas.
Ya llevaba casi la mitad de la prueba cuando me di cuenta de donde venían los papeles. Eran dos chicos que estaban sentados tras de mi, Braulio y Miguel, chicos a los cuales yo no les hablaba en absoluto pues son unos nerds, por ello me sorprendió que me ayudaran. No son especialmente guapos, Braulio usa lentes y Miguel parece que no se peinara nunca, en realidad yo los evitaba antes, así que me sorprendió que salieran en mi ayuda ahora en especial considerando las bromas pesadas que les hice antes.
Sebastián sigue con interés el relato de Pamela.
Tenia casi toda la prueba respondida cuando de pronto el profesor noto algo, yo juraba que me había sorprendido y avanzaba hacia mí, pero paso a mi lado y se detuvo, les pregunto a Braulio y Miguel acerca de los papeles que tenían escritos y para quien eran. Ellos no dijeron nada y el profesor les quito las pruebas a ambos, “nota máxima un 3” les dijo, ellos tomaron sus cosas y se fueron, yo me sentí miserable por lo sucedido, mal que mal fue por mi culpa, por querer ayudarme les fue peor.
26 de junio.
A la semana siguiente me entregaron la prueba, el profesor estaba sorprendido al ver mi nota, yo también pero me quede callada. Me di media vuelta y ambos me miraban, yo les sonreí de vuelta y se sorprendieron, quise acercarme a ellos para darles las gracias pero unos chicos se me acercaron antes y no pude pasar, en realidad quería darles las gracias por su ayuda desinteresada no como la mayoría que solo me pedía algo a cambio de cualquier cosa.
Sebastián se sorprende al ver esta faceta de su prima, él creía que por su popularidad era más selectiva con sus amigos.
Durante el recreo fui al patio trasero donde suelen estar, los vi leyendo una revista y les hable, “¡gracias se pasaron!” les dije, al principio ellos no sabían que decir pues normalmente yo nunca los saludaba, les pregunte por que me ayudaron y Miguel me respondió, “te vimos en problemas”, lo dijo con mucha franqueza y honestidad, algo que me agrado en ellos. Me senté entre ambos, claramente los ponía nerviosos con mi presencia, de reojo me miraban las piernas pues mi falda es bastante corta o mis pechos dado el escote de mi blusa, a mi me divertía ponerlos así, nerviosos y cachondos. Ambos resultaron ser bastante simpáticos y bien educados pues en ningún momento trataron de pasarse de listos.
Tras calentarlos por un rato una amiga apareció y me llamo, me puse de pie asegurándome que vieran bien mis piernas luego me di vuelta y les dije, “espérenme después de clases” ellos mi miraron sorprendidos y yo les hice un guiño, después me fui. Decidí darles un premio a los dos.
Sebastián esta más expectante que nunca y sigue leyendo con atención.
Llegado el momento al terminar las clases me separe de mi grupo y fui hacia el patio trasero, ahí estaban ambos con cara de no entender nada, que ingenuos, pensé en ese momento. Antes que me vieran me arregle un poco, solté mi cabello y me abrí un par de botones de la blusa para que mis grandes pechos se vean mejor. Luego me acerque y les hable, los tome por sorpresa y casi los mate del susto. La expresión de sus rostros me hizo reír, ya me imaginaba como estos se deben matar a pajas pensando en mí.
Les dije que me acompañaran a un rincón del patio donde habían unos viejos escritorios botados, durante los recreos los chicos se vienen a fumar aquí pero a esta hora ya no hay nadie cerca. Braulio iba a hablar pero yo lo tome por sorpresa y le di un tremendo beso en la boca, lo deje helado y sin reacción. Miguel nos mira con cara de no creerlo, luego lo tomo a él y también le doy su beso, busco cruzar mi lengua con la suya y le tomo sus manos y las pongo sobre mi cuerpo. Hasta ese momento mi intención era excitarlos, dejarlos que me toquen y hacerles una buena mamada, pero nada más.
Los jale a ambos para quedar atrapada entre ellos, les comencé a sobar sus bultos que ya estaban más duros que nunca, al principio ellos estaban incrédulos, no creían lo que sucedía, que yo estuviera ahí, pero poco a poco fueron ganando confianza y comencé a sentir sus manos en mi cuerpo. Me empezaron a sobar el culo y a levantarme la falda y a acariciarme mis pechos. Me empezó a llamar la atención la forma en que me metían mano, no era de una manera torpe y brusca, lo hacían con suavidad usando bien sus manos y sus dedos al punto que comencé a gemir con bastante intensidad cuando los dedos de Braulio se deslizaron entre mis muslos.
Sebastián ya esta verga en mano, el solo imaginarse a su prima entre dos tipos lo hace hervir.
Rápidamente Miguel me desabrocho la blusa, se lanzo como loco sobre mis pechos, me quito el sostén y comenzó a devorarlos, a lamer mis pezones y a chuparlos de una forma increíble, me sobresalte cuando sentí como se metía una lengua entre mis nalgas, Braulio se agacho detrás de mi, me subió mi falda y deslizaba su lengua entre mis nalgas mientras sus dedos hurgaban en mi coño, a estas alturas estaba más que claro que mi idea de solo hacerles con mucho una simple mamada se había ido al trasto.
Sobre unos escritorios abandonados ahí Braulio se recostó y me hizo ponerse encima de su rostro, así puede sentir mejor su lengua paseándose por mi ardiente sexo, ¡rayos realmente sabia usar su lengua! Miguel se abrió sus pantalones y saco su miembro, de dimensiones nada despreciables, de inmediato empecé a degustarlo con mis labios, se lo chupaba y le pasaba mi lengua por su deliciosa y roja cabeza, después lo puse entre mis tetas y lo empecé a pajear con ellas. Su verga se perdía entre mis pechos y se lo hacia con más cada vez, todo esto mientras mi coño no dejaba de ser lamido por Braulio, pero esto apenas comenzaba.
Ellos se pusieron de pie y le dije a Braulio que era su turno, le abrí los pantalones y saque su miembro para empezar a atenderlo como se lo merecía, me incline frente a él y le hice la mejor mamada de su vida, Miguel no se quedo de ocioso y tras hacerme delirar haciéndome sexo oral decidió usar su verga la cual sentí poco a poco como me la fue metiendo hasta recibirla toda. Me sujeta de mis caderas y me folla con fuerza, como a mi me gusta, siento su verga moverse dentro de mi sexo, lo hace tan bien, además me gusta esta situación, recibir un miembro en mi boca y otro en mi coño a la vez, si bien antes me había besado con dos chicos al mismo tiempo esta es la primera vez que tengo sexo con dos.
El miembro de Sebastián esta que explota, con una mano sujeta el diario de vida y con la otra se masturba.
Entre ambos me pusieron de espaldas sobre aquel escritorio, Braulio no tardo en empalarme con su miembro, puse mis piernas sobre sus hombros y comenzó a darme bien duro, mis gemidos se escuchaban por todo el lugar, si alguien nos descubría me importaba un cuerno, hombre o mujer me lo follaba igual. A Miguel no tuve que decirle nada, de inmediato me la metió en la boca hasta el fondo, casi no me deja respirar al principio pero pronto le tome el ritmo, ¡me daba rabia conmigo misma, tanto tiempo despreciando estas dos vergas solo por que ellos se veían raros!, que idiota de mi parte.
Mis pechos no dejan de agitarse mientras entre los dos me cogen, se turnaban para follarme, yo pasaba de verga en verga y eso me encantaba. No dejaban de follarme y yo de mamar sus vergas, follamos como animales, sin parar. Braulio me dijo que se quería correr en mi boca y Miguel en mis tetas, decidí concederles a ambos lo que quieren. Me acosté en el suelo para hacerlo más fácil, Miguel se puso encima mió y su verga entre mis pechos de inmediato comenzó a hacerse una paja con ellos aprentadolos con firmeza contra su miembro, Braulio se hinco a mi lado y recibí su miembro en mi boca, y con mis manos le estimulaba sus testículos.
Me excitaba de manera increíble no solo lo que hacia y lo que ya habíamos hecho, la expresión de placer en sus rostros me calentaba aun más, estaba decidida a sacarles hasta la ultima gota de semen. A Braulio se la chupaba con todo, recorría su verga con mis labios y de pronto sentí que palpitaba, que se convulsionaba, entonces un torrente de semen inundo mi boca hasta rebosarla, sabia delicioso, casi al mismo tiempo Miguel cubrió mis senos con su semen el cual chorreaba sobre ellos.
En ese momento Sebastián se corre sobre la cama de Pamela, la descarga fue tal que salpica sus sabanas y este se escurre en su mano.
Tras recuperar el aliento y limpiarme un poco me ayudaron a ponerme de pie, jamás me habían follado, así fue algo increíble y digno de repetir en otra ocasión. Pasamos al baño y aproveche de lavarme y ordenarme la ropa. Los tres salimos del colegio y ellos me dejaron en el paradero, les di las gracias por tan excitante momento y me despedí dándoles unos ardientes besos, desde entonces ya no los considero unos nerds y en realidad somos ahora íntimos amigos.
Sebastián respira profundo, entre extasiado y cansado después de pajearse de esa forma. “¡Sebastián, Sebastián ya llegue!” escucha en ese momento. Él abre sus ojos espantado al ver el desorden, “Pamela, ¿a esta hora? No puede ser” se dice a si mismo, además escucha otras voces, las amigas de Pamela también están aquí, si no hace algo pronto se meterá en un tremendo lió.
 

Relato erótico: Conociendo a pamela 4 (POR KAISER)

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Conociendo a Pamela
 

Las voces se hacen cada vez más fuertes, de inmediato Sebastián ordena la cama y esconde el diario arrojándolo bajo la cama. Pamela sigue acercándose, si ella lo sorprende saliendo de su habitación le hará muchas preguntas sin mencionar que será el objeto de burla de las amigas de ella. Rápidamente se esconde en su armario y guarda absoluto silencio.

“¡Sebastián, Sebastián estas aquí!” le llama ella a gritos, él mantiene silencio en su escondite, “se te perdió tu primo parece” le dice una de sus amigas, “donde se metió este, ya se lo voy a llamar a su celular”, al oír esto Sebastián desesperadamente se busca su celular, sin embargo en el armario esta bastante apretado y no lo encuentra. “¡Malditos pantalones!” dice él al no poder sacarlo de su bolsillo, alcanza a quitarle el sonido justo en el momento en que Pamela marcaba su número. “Que raro no contesta, debió ir a los videojuegos seguramente” dice ella.
Sebastián consigue observarla a través de una rendija en el armario, ella conversa con sus amigas y acuerda ir a la casa de una de ellas mañana por la tarde después de clases para terminar un trabajo bastante urgente. Pamela sale de la habitación un instante, Sebastián piensa en salir pero antes que pueda hacerlo ella vuelve a entrar y deja una botella de agua mineral en su velador y luego se tira en su cama.
Desde su escondite Sebastián observa como la corta falda de colegio de su prima se levanto bastante, sus piernas y esos muslos tan bien formados se aprecian en gloria y majestad. Ella suspira profundamente, el día esta bastante caluroso y ella se agita su blusa para ventilarse un poco, “en ocasiones ustedes son un verdadero problema” dice ella refiriéndose a su busto de notable tamaño para su edad. Sebastián esta boquiabierto cuando ella se desabrocha su blusa dejando sus pechos cubiertos solo por el sostén que da la impresión de contenerlos apenas. Los pezones se marcan en el sostén que usa y el sudor se escurre por su cuerpo.
Sebastián trata de no moverse pero esta muy incomodo, al tratar de ubicarse mejor pasa a golpear la pared lo que de inmediato hace reaccionar a Pamela que mira directamente hacia el armario. Sebastián se queda quieto, “malditos ratones” dice ella que toma una pequeña botella de agua mineral y comienza a beber. Desde su escondite Sebastián no le pierde la vista a su prima, bebe lentamente y cada vez que la botella llega a sus carnosos labios él ya se imagina su verga deslizándose entre ellos.

Pamela sigue bebiendo, el agua esta bien fría y ella se pasa la botella por su rostro, de pronto derrama parte del agua sobre sus pechos por accidente. Ella se sobresalta un poco pero después intencionalmente lo hace con la idea de refrescarse. Sebastián no pierde detalle alguno de lo que sucede. Para su asombro Pamela se abre su sostén y descubre totalmente sus pechos con sus pezones erectos y firmes. Ella se los vuelve a moja y después se pasa la fría botella de agua entre los mismos y sobre sus pezones. Pamela suspira delicadamente, “esto se siente super rico” dice en voz alta.

Ella se sube su falda descubriendo su ropa interior, desliza la fría botella por entre sus pechos y después la hace descender por su vientre hasta llegar a su entrepierna donde la pasa por encima de su coño cada vez con más fuerza. Pamela comienza a gemir mientras Sebastián atónito la observa. Con una mano ella presiona la botella sobre su coño y con la otra se masajea sus pechos, sus gemidos y suspiros inundan la habitación mientras su primo trata desesperadamente de abrirse sus pantalones, su verga ya no da más de dura y tiesa.
Con sus dedos Pamela se aparta su ropa interior, Sebastián ve su sexo por primera vez, esta cubierto con un poco vello algo oscuro. Pamela se acaricia su sexo y separa los labios de su vagina buscando su clítoris, cada vez que se lo toca ella se retuerce en la cama. Sebastián esta más caliente que nunca y siente una tremenda envidia de aquellos que ya han disfrutado de su prima. Nuevamente ella usa la botella para masturbarse, se frota con fuerza su sexo y ella se agita y retuerce descontrolada sobre la cama. La botella se la pasa sin cesar sobre su sexo y la carga usando ambas manos.
Pamela se saca su calzón y lo tira al suelo, ella coge la botella y comienza a chuparla y a lamerla como si de una verga se tratara. La lubrica bien con saliva y después ella se pone en cuatro sobre la cama dándole a Sebastián la mejor vista posible. Tomándola con fuerza Pamela guía la botella hasta su coño y comienza a metérsela lentamente. Con la boca abierta Sebastián la observa, su verga esta que explota mientras la botella se va perdiendo en el ardiente y húmedo sexo de Pamela.

“¡Oh siii!” exclama ella terriblemente excitada mientras se va metiendo la botella rítmicamente. Sus pechos se agitan cada vez que ella la empuja dentro de su cuerpo, no conforme con ello se chupa sus dedos y después busca ansiosamente su culo, ella se masturba de forma fanática gimiendo como loca. Sebastián esta atónito observándola mientras se masturba por ambos agujeros hasta que ella se corre varias veces sobre su cama, Sebastián le salpica parte de la ropa en el armario al correrse.

Pamela coge la botella y la lame lentamente, ella saborea los jugos de su sexo y suspira profundamente. Luego se pone de pie y se desnuda por completo y su primo admira con detenimiento cada una de las curvas de su magnifico cuerpo, “es perfecta” se dice Sebastián a si mismo, ella saca una toalla de un mueble y sale de la habitación. Sebastián escucha el sonido de la ducha en el baño y luego como se cierra una puerta. Él espera unos minutos y finalmente sale del armario, sobre la cama ve la botella y la olfatea, “esta impregnada con tu olor” dice en alusión a Pamela.
Como puede se arregla los pantalones y sale lentamente por el pasillo, va a comenzar a bajar por la escalera cuando Pamela lo ve, “¿vaya estabas aquí, no te sentí?”, “eh, vengo llegando, como me di cuenta que te estabas duchando decidí ir a preparar algo de comer” responde con algo de nerviosismo. Pamela esta envuelta en la toalla y se seca su cabello mientras le habla, “¡que rico, prepárate una pizza, mi vieja dejo una lista en refrigerador!”, “hecho”, “yo bajo enseguida me voy a arreglar y voy, necesitaba darme una ducha, quede exhausta con tanto… ejercicio” le dice ella sonriendo, Pamela entra en su habitación y cierra la puerta. “Ya creo que hiciste mucho ejercicio” dice Sebastián en voz baja.
 
 

Relato erótico: La mamá del colegio (POR CARLOS LOPEZ)

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Nuevo episodio de la saga de aventuras y juegos con la doctora Ortiz. Esta vez introducimos en nuestro juego a Olga, la madre de familia, elegante e irreprochable esposa, que nos encontramos en el restaurante. Verlas juntas fue bestial, como describo ahora.

Hola a todos, gracias por seguirme y gracias por los comentarios y el ánimo. Sigo con las aventuras con María, la doctora Ortiz, brillante psicóloga y guapa mujer. En mis relatos anteriores “Mi mejor conferencia”, “En el restaurante” y “La doctora Ortiz”, me aprovecho de situaciones morbosas para disfrutar del impresionante cuerpo de la doctora en distintos episodios y lugares… un aseo de un centro de conferencias (ella era la conferenciante!), mi propio coche, un restaurante de lujo, en la calle bajo la lluvia y, finalmente, en su propia consulta. Todos los casos han sido morbosos, pero el que más me impactó fue cuando nos encontramos en un restaurante de lujo a una conocida suya, Olga, y cómo ésta se quedó con ganas de verse envuelta en nuestros escarceos.
Siempre, en todos los episodios, María ha intentado dominar la situación, y yo siempre me he salido con la mía. Eso es lo que me tiene absolutamente enganchado a María. Su afán por imponerse a mí utilizando sus armas me fascina y me estimula. Al final, en todos los casos he sido capaz dar la vuelta a la situación, para que su propio morbo, generado por su propia mente sucia, la haya hecho someterse a mí. Entregarme su cuerpo para mí. Ella también ha salido ganando.
Mi última ocurrencia fue presentarme en su ciudad, y acudir a su consulta de psicología con nombre falso, en la distinguida clínica en la que trabaja. Tuve que tomar dos días libres en mi trabajo para pasar allí una noche. Mi hotel era céntrico y moderno, de esos con mesas tipo barra de bar y taburetes. En mi relato, “La doctora Ortiz” describo cómo aparecí por sorpresa en su consulta donde, después de un episodio sexual muy jugoso sobre su mesa, me fui tras darle un pequeño regalo en un paquetito con el nombre “María” y quedar citados para la noche… mis últimas palabras antes de salir de su consulta, mientras ella se vestía para atender al siguiente paciente fueron: “Luego nos vemos, María, en el paquete hay un pequeño detalle para ti, junto con una nota con el lugar y la hora de nuestra cita de esta noche. Puede que entonces tenga un regalo mejor. ¿Lo querrás probar? 🙂 …”
Había decidido hacerle un regalo. Había sido tan divertida la “lucha” en nuestros encuentros, que me había creado una enorme gran sentimiento de cariño hacia ella, además de una gran excitación cada vez que oía su voz, imaginaba su cuerpo, o su aroma estaba cerca. Es una mujer bella y sexy, de generosas curvas, pelo rubio y piel suave. En nuestras conversaciones morbosas, María me había confesado que, a pesar de ser heterosexual, tenía la fantasía de hacer el amor con una mujer, una mujer con curvas y el “culo redondo”. Según sus palabras “un culo como me gustan a mí”, y esa frase se me quedó grabada en la mente. A lo más que la doctora había sido capaz de llegar con otra mujer es a darse un beso largo en la boca en una noche de alcohol y carnaval. Y como sabía que ella no iba a atreverse nunca a propiciar algo así con una mujer, había decidido proporcionarle yo ese regalo.
Me faltaba un pequeño detalle para ello, otra mujer dispuesta. Y yo nunca he contratado ningún servicio sexual, ni pensaba hacerlo ahora. Pero estábamos en su ciudad. Es decir, también era la ciudad de la mujer con la que nos encontramos en el restaurante de Madrid el día de su conferencia… casada, elegante, impecable. Iba a intentar que fuera ella la elegida. Ya tenía pensada la maniobra para provocar toda la operación y estaba seguro de que me iba a salir bien. En el fondo, ya tenían alguna experiencia juntas. El día del restaurante, al vernos meternos mano bajo la mesa a María y a mí, Olga se excitó una barbaridad, hasta el punto que le entregó sus braguitas a María para mí en un episodio en el baño de señoras que aún no he aclarado. Aún las tengo, aunque hoy se las voy a devolver. Son suyas.
Antes de seguir, me gustaría contar lo que había en el paquete que acababa de regalar a María al salir de su consulta. Una muestra en un pequeño frasquito de la colonia que usaba yo. Por supuesto, de hombre. Un juego de ropa interior negra, que simulaba ser deportiva pero era muy exclusiva y sedosa. De la marca Chantal Thomass, me había costado un dineral, pero tanto ella como la ocasión lo merecían. Se lo había comprado porque me recordaba a los calzoncillos negros ajustaditos que uso a veces y mi objetivo, sin que ella lo supiese, era darle un cierto aire masculino esa noche. Y, por supuesto, una nota con unas breves instrucciones y comentarios. Decía así: “María, cielo, nuestros encuentros me han hecho muy feliz. Vale, reconozco que te he hecho pasar algún mal rato, aunque luego siempre te has divertido. Yo mucho, así que esta vez para compensarte, he decidido hacerte un buen y merecido regalo. Sabes que me gusta mucho jugar, y aún no te diré lo que es. Sólo quiero que esta noche, bajo tu ropa te pongas lo que va en el paquete (perfume incluido) y te espero en el restaurante japonés MIYAMA a las 21 horas. Besos, Carlos”.
Así que, como regalo para mi psicóloga, Iba a intentar un trío por sorpresa entre María, Olga y yo. No conocía a Olga bien, y había un cierto riesgo de que no aceptase, pero valía la pena correr el riesgo. Además, estaba claro que nuestros juegos la atraían y su aburrido marido no le hacía caso. Y ello pese a que Olga era mujer muy bella, morena, de pelo largo y liso, labios carnosos y bonitas curvas. María conocía a Olga porque tenía a un niño que iba al mismo colegio que sus sobrinos y, algún día que María los buscaba, coincidía con ella. Yo sabía dónde iba María al cole porque me lo había dicho, y estaba justo al lado de la clínica, así que ese día me presenté allí a la salida del colegio. Simulaba ser un padre más. Pantalones de pinzas y americana informal. Sin corbata.

Y sí allí, en la puerta del colegio estaba ella según lo previsto. Vaqueros claritos ajustados y botas de piel marrones con tacón. Cazadora marrón a juego con las botas. Impecable, como siempre. Me acerqué al corrillo de padres y madres en el que estaban esperando la apertura de la puerta del colegio. Al verme, la sorpresa fue enorme. Le cambió el color de su cara. No hay que olvidar que sólo me ha visto una vez en su vida, hacia pocas semanas, y en esa ocasión, en un restaurante de lujo, contempló como manipulaba a María bajo el mantel y se excitó tanto que quiso entrar simbólicamente en nuestro juego. Creo que el alcohol, y el poco caso que la hacía el imbécil de su marido, también la impulsaron a entrar en nuestro juego.

 

Yo me acerqué con mi mejor sonrisa al grupo de padres y, dirigiéndome a ella, dije “Olga! Qué sorpresa! Hacía tiempo que no coincidíamos…”. Ella, visiblemente nerviosa al reconocerme, correspondió a mi saludo con dos besos en las mejillas simulando también una vieja amistad, y se apartó un poco de su grupo. En ese momento, con una actitud amable y relajada, pero no insistente, le dije “es que tengo algo tuyo y te lo tenía que devolver… además, tú me hiciste un regalo precioso y yo tenía que corresponderte”. De su boca salían palabras un poco inconexas “pero… cómo has llegado… no…”. Yo, con mi mejor cortesía, contesté sus dudas “da igual cómo, no temas, no soy un loco ni nada parecido, estoy en esta ciudad circunstancialmente y sólo quería devolverte esto. Te escribí una nota también”. Y sin mucho más intercambio de palabras, le entregué el segundo paquetito que había preparado ese día (con el nombre Olga), y me alejé con una sonrisa. Había pretendido mostrar una actitud tranquila y amable, y creo que lo había conseguido Ya estaban abriendo las puertas del colegio y los padres se disponían a recoger a sus pequeños. Ella, seguro que con el corazón latiendo y una bolsita en la mano, también.

La suerte ya estaba echada.
El paquete de Olga contenía sus propias braguitas. Aquellas que llevaba y entregó a María para mí el día del restaurante. Granates y con bordados granates también. Junto con ellas, había un sobre grande que contenía un segundo sobre pequeño y una nota escrita por mí: “Perdona por no haberte devuelto la prenda lavada, me ha inspirado tu olor para lo que te voy a proponer en este mensaje. El día del restaurante en Madrid me quedé impactado con lo que pasó. Me encantaría tener un juego contigo. Por supuesto, sólo si quieres. No te preocupes, si no quieres, te prometo que no te volveré a ver y te deseo lo mejor. En caso de que quieras jugar, tienes que seguir unas reglas del juego. Son estas: 1. Sólo voy a estar un día en tu ciudad, me alojo en el hotel XXXX, y mañana me vuelvo a Madrid. A las 22:30 en punto tienes que estar en la puerta de mi habitación y sólo allí abres el segundo sobre que está dentro de éste. 2. Por supuesto, si vienes, tienes que hacer todo lo que yo diga, vas a experimentar sensaciones nuevas y yo voy a guiarte en ellas. 3. Si tu puntualidad no es absoluta, entenderé que no estás dispuesta a hacer lo que yo diga, entonces no habrá juego. 4. No temas, no habrá ningún daño físico ni sensación de dolor. Todo lo contrario, habrá placer y morbo. 5. A las 3 de la mañana, un taxi te devolverá a tu casa. 6. El vestido que traerás será el mismo que el que llevabas en el restaurante, jajajaja esta regla no es parte del juego y te lo puedes saltar. Sólo es un capricho mío.”
Ya tenía todo el juego preparado. María, la psicóloga, citada a las 21 horas en un restaurante japonés de esos en los en los que los platos de sushi circulan solos por la barra. Allí comeríamos algo, tomaríamos una copa, y la iría preparando para su regalo, aunque aún mantendría la sorpresa. En cuanto a Olga, ella debía aparecer a las 22:30 horas en la habitación de mi hotel y seguro que vendría enfundada dentro de su vestido granate. Esta petición era un capricho mío, pero me iba a servir para saber si estaba dispuesta a todo esa noche. El vestido era elegante, ajustado, ligeramente escotado con botones en la parte de delante, con tirante ancho y brazos descubiertos. Estaba loco por verla aparecer.
Algo me hacía estar seguro de que ella iba a venir. En el fondo, ya me había regalado sus braguitas el día de aquella cena, cuando la encontramos cenando con su marido y el jefe de él y su esposa. María nunca me contó lo que pasó en ese aseo de señoras. Sólo sé que María y Olga entraron juntas, y salieron con los colores subidos en las mejillas y sin ropa interior bajo el vestido. Cada vez que lo recordaba sentía excitación, y esta noche iba a tenerlas a ambas en mi habitación. No me podía sentir mejor.

La tarde era radiante, o eso me parecía a mí. Tras un breve paseo por la ciudad, volví a mi hotel y me di un largo baño relajante. Me vestí informal, con vaqueros, camisa y un toque de colonia, y a las 20:50 ya estaba en la barra del japonés esperando a María. Ella llegó con una falda de vuelo negra, zapatos de tacón negros, camisa blanca transparente bajo la que se adivinaba la lencería negra que le había comprado… ummmm estaba preciosa. Me acerqué a darla dos besos y puede percibir el olor de mi propia colonia. Era un aroma masculino, y todo iba sobre ruedas. Hasta sonrió cuando pedí al camarero un gintonic para ella sin pedirle permiso antes. Mi idea era calentarla poco a poco, empezando despacio y, cuando retornásemos al hotel, incrementar los estímulos. Así que la cena transcurrió tranquila. Ella me insistía en que le dijese su regalo, y yo le decía que fuese paciente, que era una sorpresa. Mientras, comíamos un poco de sushi y llegamos a tomar dos copas. Después de una hora, a las 22 horas, le di un largo y húmedo beso en la boca que me correspondió con pasión pegando su delicioso cuerpo al mío. Lo había conseguido, iba contenta y caliente.
Aún así, seguí con mi estrategia, y en el ascensor continué con besos y susurros cerca de su oído, que sé que la ponen a mil. Son justo las 22:15. Antes de llegar a la habitación, en el pasillo del hotel, la pongo pegada de cara a la pared y le hago un chequeo bajo su falda susurrando en su oído. Ummmmm el tacto de la ropa interior es impresionante. Digo “abre” y ella abre ligeramente las piernas, permitiéndome acceder entre sus braguitas a su sexo. Está empapado, no es sólo el juego que nos traemos, o los gintonics, o los susurros, el riesgo de poder ser sorprendidos en el pasillo del hotel también ayudan a ello.
Al entrar en la habitación, sin dar ninguna explicación, cojo un pañuelo negro de seda, grande, y lo pongo atado al pomo de la puerta, por fuera. Ella, que aún no sabe lo que va a pasar ni que está Olga implicada, me mira sorprendida y traviesa. Piensa que es para ella, pero se queda decepcionada cuando cierro la puerta y no hago más caso del pañuelo. Le digo “tranquiiiiiiiiila, María, tu regalo llegará pronto. Ven aquí!” y viene al instante… jajajaja me pone mucho verla así. Obediente y expectante. Es genial, no sé si aguantaré todo el juego sin participar.
Ya es casi la hora en la que Olga debe aparecer. María sigue sin saber nada, y yo estoy atento a los ruidos en el pasillo y parece que hay alguien al otro lado de la puerta. Ha llegado superpuntual. Estará leyendo lo que puse en el segundo sobre “Olga, si estás leyendo esto es porque quieres jugar conmigo. Verás un pañuelo de seda grande atado al pomo de la puerta. Pegado al pañuelo, hay una bolsita con unos tapones de oídos. Por favor, ponte los tapones y pliega el pañuelo y átatelo delante de los ojos. Llama a la puerta y ponte de espaldas a ella.”
Suenan sus nudillos sobre la puerta. Y observo la expresión de sorpresa en la cara de María. Ella no esperaba a nadie. Es mi momento de gloria y digo riéndome “Ha llegado tu sorpresa, a partir de ahora no puedes hablar ni emitir ningún sonido audible”. Me mira traviesa mientras me dirijo despacio hacia la puerta tomando nota mental de preguntarle más adelante a María qué esperaba. Abro y encuentro a Olga la puerta. De espaldas y temblando como un flan. Preciosa. Con su venda en los ojos. María tiene prohibido emitir ningún sonido pero su carita muestra sobre todo sorpresa, aunque también malicia. Le hago un gesto de silencio y de calma.
Con el dorso de mi mano acaricio el brazo de Olga, su carita, su pelo, le hablo al oído para que oiga. Los tapones que lleva puestos en los oídos no son demasiado efectivos. Mi pretensión es que oiga mi voz natural, pero no los susurros que intercambie con María. Mi tono es casi infantil, tranquilizador. Mientras, la guío andando hacia atrás dentro de la habitación y cierro la puerta.
– “Hola Olga, qué guapa estás, que pena que no pueda verte tus ojos, pero bueno, si te portas bien luego los liberaré y verás todo. De momento has sido muy buena… y voy a hacer que lo pases muy bien, ¿quieres?”
– “Sí” dice tímidamente
– “¿Vas a hacer todo lo que yo diga? ¿en nuestro juego? ¿con todas las reglas que había en el mensaje?”
– “Sí” aún más tímidamente, pero con algo de estremecimiento que me encanta… estoy alucinado, nunca pensé que tendría tanto poder y sigo con mi actuación de director del juego. Me aseguro de que no ve nada, y la volteo para que quede frente a nosotros. Sigo acariciando suavemente su cuerpo, brazos, espalda, pelo… despacio, tranquilizándola. Al cabo de dos minutos su respiración se nota más relajada. Continúo con el juego, mientras guiño un ojo a María.
– “Olga, desabróchate los botones del vestido, despacio, pero no te lo quites…
 

Mientras lo hace, voy hacia María que está sentada en un sofá de dos plazas frente a nosotros. Le hago un gesto de silencio y otro para que se levante y, como si fuera una niña, le despojo de la blusa y de la falda… está preciosa en ropa interior. Su cara es un poema. No puedo evitar detener mis dedos unos segundos sobre sus braguitas. Su sexo está hinchado, desprende mucho calor. La cojo de la mano y la acerco a Olga, pero todavía no la dejo actuar sobre ella.

Centrándome en Olga, está preciosa, con el vestido abierto sobre su pecho y el sujetador bordado sin tirantes ante mi vista. Su labio superior tiembla, introduzco mis manos en su vestido y acaricio directamente su piel. Ufffffffffff es brutal, acerco mis labios a los suyos y la beso despacio. Me corresponde con ansiedad y voy incrementando la intensidad cogiendo además su cabeza con mis manos. Ella coge la mía y me doy cuenta de que me he equivocado en algo.
Horror!!! No puedo dejar que use sus manos!! Mi diabólico plan es que María suplante mi papel ante Olga sin que ella lo sepa!!! Al menos sin que lo sepa inicialmente. Para eso he quitado la falda a María, para que el vuelo de la falda no roce a Olga y la haga sospechar. Entonces la hablo al oído de nuevo “Olga, eres preciosa, me muero por acariciar todo tu cuerpo, pero no quiero que uses tus manos. Quiero que tú sólo sientas lo que te hago, que lo esperes con ansiedad, pero que no dirijas nada. Voy a sujetarte las manos con una corbata, cielo. No te asustes”. No sólo no se asustó, sino que ella misma puso sus manos atrás. Y cuando llegué con mi corbata se dejaba hacer. Había entendido el juego. Su pecho se agitaba, ahora con excitación. Aún estaba de pié y até suavemente sus manos a la espalda.
Continué con mi beso con Olga, pero María ya estaba nerviosa y comenzó a rozar su cuerpo sobre mi espalda como una gata. Uffffff sabe que eso me vuelve loco. Sé que tengo poco tiempo sobre Olga, y meto de nuevo mis manos en su vestido, voy a su espalda y le desprendo el sujetador sacándolo y tirándolo sobre el sofá. Mis manos están sobre sus pechos. Son duros duros y los pezones parecen diamantes. Miran hacia arriba. Es hermosa. Mis deditos juegan con sus pezones y ella empieza a gemir… con movimientos muy leves tiro de ellos, los aplasto, los presiono con mis dedos. Estoy excitadísimo, no imaginaba que nunca fuera a tener a esta elegante mujer en este estado. A mi disposición.
Con cierto disgusto le doy la alternativa a María. Su carita de ansiedad es la de un niño esperando a que el dependiente de la pastelería le entregue su porción de tarta de chocolate. Con un gesto le pido suavidad, pero no hacía falta, sólo viendo las primeras caricias se nota claramente que, aunque nunca haya acariciado a otra mujer que no sea ella misma, sabe perfectamente lo que hay que hacer. Y lo hace.
Me siento en el sofá y contemplo. No puedo evitar pasar mi mano sobre mis vaqueros a lo largo de mi polla. Estoy muy excitado pero sé que me tengo que reservar para después. Cojo mi teléfono móvil y hago alguna foto sin que ellas se enteren. A María no le gusta mucho aunque alguna ya la he hecho. No pretendo nada raro con ellas, sólo recoger este momento. Dejo a María acariciarla… a su criterio. Va deteniéndose en distintos rincones de su cuerpo. Usa sus manos y sus labios. Tarda en introducirse dentro de su falda, pero cuando lo hace Olga esta gimiendo como si acabase de correr 5 kilómetros. Y aún no se ha metido en sus braguitas. Por cierto, Olga lleva las mismas braguitas que la devolví esta tarde y estaban sin lavar. Me produce una curiosidad extrema saber que pasa por la mente de una mujer así cuando, vistiéndose en su casa se las pone para venir con un desconocido. No sé si algún día se lo podré preguntar al ponérselas
María aún no ha besado sus labios y ese es el momento clave, en el que Olga puede sospechar que no soy yo quien la besa y descubrir el juego. Me levanto y observo de cerca los cuidados que proporciona María. Estoy alucinado, la situación me fascina, excitado al máximo sigo con mis ojos las manos de mi amiga a escasos centímetros. Ahora se centra en el entorno de su sexo, en la piel de sus muslos, pero sigue sin introducirse en el interior de sus ya húmedas braguitas. Con un gesto de besarme la palma de la mano, indico a María que bese a Olga, y ella me guiña el ojo incrementando el ritmo de su mano sobre el cuerpo de Olga, esta vez ya encima de su sexo sobre la ropa interior. Las caderas de Olga tienen vida propia sobre la mano de María, está casi fuera de sí.

A continuación María hace algo que me sorprende y me enardece más si cabe: con su otra mano toma a Olga del pelo tirando de él con suavidad y firmeza hacia atrás, y acopla su boca abierta sobre el cuello de su amiga… que gime y se agita con gran intensidad. No puedo aguantar más y yo mismo tomo la mano de María y la introduzco dentro de las braguitas de Olga, a la vez que me sitúo detrás de María y meto mi propia mano dentro de las braguitas de ella misma. Ha entendido mi juego y repite los movimientos de mis dedos sobre su sexo, con sus propios dedos sobre el sexo de Olga. Es como una correa de transmisión. No hace falta decir mucho más del estado de excitación de ella misma, su sexo está completamente encharcado.

Con un susurro sobre su oído, ordeno a María que bese la boca de Olga… y sujetando aún a Olga de su melena, se funden en un morreo brutal. No sé si Olga nota que esos labios no son los míos, pero si lo ha notado no parece importarle en absoluto. Poco a poco y moviéndose helicoidalmente, introduzco mis dedos más profundamente en María y ella hace lo propio sobre Olga, que sigue sus gestos con sus caderas. Es una grata sorpresa comprobar que María sabe lo que hace, tanto con sus dedos como con sus labios. En pocos segundos, Olga comienza a convulsionarse y a gemir en un volumen altísimo. Se será corriendo como posiblemente nunca ha hecho con su marido. La imagen es brutal. Ambas mujeres de pié, semidesnudas, una de ellas con los ojos vendados sin saber lo que está pasando, y la otra con una mirada diabólica haciéndola gozar.

Dejo que Olga acabe su largo orgasmo y, cuando noto que ambas se van relajando, yo Intensifico mis movimientos sobre el coño de María. Sigo situado detrás de ella, con los dedos de una mano dentro de su cuerpo, me centro en determinados rincones que ya voy conociendo, a la vez que con mi otra mano, humedeciendo mis deditos los deslizo con suavidad y rapidez sobre su clítoris. Acabo consiguiendo lo que pretendía. María, suelta el cuerpo de Olga separándose un paso de ella hacia atrás, agarra con fuerza mis muñecas sobre su sexo y experimenta su propio orgasmo profundo y silencioso. María está pendiente de todo, creo que el hecho de tener que guardar silencio potencia su clímax. Gira el cuello mirando tímidamente hacia atrás. Preciosa. De pié, con los colores subidos, y el cuerpo ligeramente encogido. Todo está saliendo de forma inmejorable. Dejo un minuto que se relaje, y con la mano aún en su sexo, la dirijo al sofá, dos metros más atrás. Digo “quédate aquí, tesoro”… y ella susurra “no te la folles aún, no sé si me gustaría verlo, al menos fóllame a mí primero”. “Ssssshhhh tranquila tesoro, aún tienes tú que jugar un poco más con ella, además, es tu regalo, no el mío”. Y su sonrisa la delata.

 

Olga, de pié, está a la espera de que yo le diga como seguir. Ha adoptado el papel de dejarse hacer y no emite ninguna protesta, pese a tenerla de pie ya un ratito. Voy hacia ella y no puedo evitar sólo rozar mínimamente su cuerpo con las yemas de mis dedos. Sus pezones responden al instante. Son morenos, con una aureola reducida y concentrada en su color café. Son largos y apuntan orgullosamente hacia arriba. Las palmas de mis manos se mueven como si estuvieran dejándose pintar una imaginaria línea por ellos. Deslizo los tirantes de su vestido hacia atrás, por sus hombros, y este cae al suelo. Me separo un metro y la contemplo. Está preciosa, aún un poco nerviosa y excitada. Con sus braguitas granates aún puestas y sin medias. Vino sin ellas.

La beso suavemente. Con mi mano en su brazo, la hago caminar “vamos preciosa, lo estás haciendo genial”, la siento en un taburete con la espalda apoyada en la mesa tipo barra de bar que hay en la habitación. La sensación de frío al apoyar su espalda la pone una vez más la piel de gallina. Uffffffffffffff otra vez los pezones duros. Dudo si soltar sus manos, pero no lo hago aún, me gusta tenerla así, obediente y expuesta. Y sigo acariciando sus hombros y sus brazos con mis manos. Bajando llego a sus caderas, la parte exterior de sus muslos, sus rodillas… las separo para ver su sexo. Es precioso, el vello es corto y presenta una forma triangular mayor de lo que es común ver hoy en día. Los labios son muy oscuros, bien marcados. Brillan semiabiertos. No puedo evitar comenzar un recorrido con mi boca y mi lengua sobre su piel. He empezado en su oído y sé perfectamente dónde voy a acabar. Lo hago despacio. Muy despacio. Concienzudamente.
Por la cara interna de sus brazos, entre sus costillas, la piel de sus muslos, o la zona de la clavícula… la parte inferior de sus senos, una curva perfecta… y bajo hacia su ombligo. Presiono ciertas partes aparentemente no erógenas con mis manos y noto su reacción excitada. Todo el cuerpo es sensible en este momento. Pero yo sigo mi camino a su sexo. Me agacho ante ella contemplando su precioso coñito que se muestra ante mí según abro más sus piernas con mis manos en sus rodillas. Se deja hacer. Se recoloca en el taburete deslizando su cuerpo hacia delante, para que tenga mejor acceso. Ella también se muere porque llegue al lugar que yo deseo llegar. Acabo mi disimulo y mi boca queda conectada a su vulva. Paso mi lengua suavemente. Está gimiendo otra vez, echa su cabeza hacia atrás y emite sonidos ininteligibles al ritmo de mi lengua en su interior. De nuevo estoy completamente empalmado pero sigo disfrutando este delicioso manjar. Concentrado en ella. Siento que goza con mis juegos.
Súbitamente, las palabras que salen de la boca de Olga me dejan paralizado “Uffffffffffffff mmmmm me encanta, pero quiero que me lo haga María… que lo haga ella, por favor”, y María estalla en una carcajada gigante “¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA nos ha pillado…!”. Yo, entre divertido y excitado simulo tomar de nuevo el control de la situación y digo secamente “Ahh síiiii? María, ven!”. Ella se levanta con parsimonia, y moviendo sus caderas al andar al estilo Marilyn se sitúa a mi ladito. “Si, jefe?” dice divertida, justo antes de recibir un azote de mi mano en su precioso culito “Venga, doctora, ya ha oído a su paciente de esta noche, y creo que es una urgencia”.
Y después de quitarse sensualmente las braguitas para mí, se inclina provocativamente sobre el cuerpo de su amiga queriendo pasar los labios por la cara interior de sus muslos para jugar con ella de nuevo. Pero yo no quiero ya juegos. Me hago el ofendido en mi amor propio por haber sido descubierto en mi “siniestro” plan, siempre actuando (por dentro estoy muerto de risa) y, en mi papel de director de orquesta disgustado con los músicos, la cojo del pelo y centro su boca sobre el sexo de Olga, que sigue sentada en el taburete con las piernas abiertas… digo imperativo “tú ahí, que es tu regalo”. María separa su boca, me sonríe golosa y vuelve a la labor encomendada.
A continuación, simulando decisión en mis movimientos, hago lo siguiente que me da morbo: soltar las manos de Olga, liberar sus ojos del pañuelo y sus oídos. Estoy loco por que se vean la una a la otra… salvo el día del restaurante en el aseo siempre sus relaciones y conversaciones han sido formales y educadas. Dos chicas de orden. Y ahora se encuentran en este registro totalmente diferente. Dando rienda suelta a sus deseos ocultos. Es delicioso contemplarlo y participar. Jo, y eso que nunca he sido un fan de las relaciones entre chicas, pero en el momento, estar dentro del círculo me tenía hechizado. Tomé una cierta distancia, más o menos un metro, y me puse a contemplar la escena. Habían juntado sus bocas otra vez y las manos de ambas recorrían el cuerpo ajeno con ansiedad. Dejé esto suceder durante unos minutos, recostado en el sofá y con la mano sobre mi polla, me sentía satisfecho con la obra creada por mi sucia mente.
 

Pero María era golosa. Y su boca volvía a recorrer el cuerpo de Olga. Ella también sabía perfectamente dónde terminaba el recorrido de sus labios. La meta estaba entre las piernas de Olga. Ahora Olga sujetaba la cabeza de María contra su cuerpo a la vez que impulsaba su pelvis hacia ella. Las manos de María, abiertas, abarcaban los maravillosos glúteos de Olga sobre el taburete. Por su parte, el precioso culo de María, redondo y firme, se movía ligeramente con la escena. Entre sus piernas, la imagen de la grieta de su sexo, hinchado, era grandiosa. Olga tenía sus ojos clavados en mí, me miraba sin hacer nada, pero la carga sexual de sus ojos no soy capaz de describirla con palabras.

Me fui acercando, mi miembro estaba completamente excitado y, como los pezones de Olga que continuaba mirándome, también apuntaba hacia arriba. Me situé detrás de María, y con una pequeña advertencia consistente en situar mi mano sobre su grupa acariciándola, fui introduciendo poco a poco mi polla dentro de esa húmeda y caliente gruta, que últimamente me alojaba en su interior gustosamente. Sí, tengo mil cosas que probar con María y al final tiendo a acabármela follando en esta posición, pero este día era distinto. Olga me miraba, se mordía su labio inferior en una imagen preciosa. Yo también le miraba a ella como indicando que esta penetración no era sólo para María. También para ella. María me confesaría después que esos momentos en los que estaba en el medio de nosotros dos se sentía también la mujer más feliz del mundo.
Y sí, empecé a acelerar el ritmo y a poner cara de salvaje. Ocasionalmente, apretaba yo mismo desde atrás la cabeza de María contra el sexo de Olga. Otras veces acariciaba su longitudinalmente su columna. O le daba un azote. En realidad, todo ello formaba parte de una especie de actuación que le estaba dedicando a Olga. Algo así como “mira como dispongo de María”. Y poco a poco, quizá más por el trabajo que la boca de María la hacía sobre su coño, que por la imagen que yo le proporcionaba, empezó a contraerse… cerraba los ojos y los volvía a abrir para mirarme, como rebelándose ante lo que su cuerpo la ordenaba en otro profundo orgasmo. Y yo, actuando para ella y su momento, y para María que me sentía directamente, aceleré el ritmo al máximo de mi cuerpo, en un polvo salvaje y brutal, pero que dio el resultado esperado cuando los músculos internos de la doctora Ortiz tomaron vida propia sobre mi polla y ella se puso a gritar. A gritar a milímetros del coño de su amiga.
La escena era impresionante. Me hubiera encantado tenerla en un vídeo. Tomé nota mental de buscar algo así en Internet y mandárselo a ellas para que fueran conscientes del momento que me estaban regalando. Y así, luchando también contra mi mente que me llevaba a la explosión de mis sensaciones, y contra el ritmo diabólico que me impulsaba, me mantuve todo lo que pude sintiendo los últimos estertores del orgasmo de María. Después, tampoco aguanté mucho más, y notaba como se acercaba mi propio orgasmo. Envuelto por un aroma completamente sexual, me dejé llevar, pero aún quería añadir una guinda al momento. Saqué mi polla de dentro de María para que Olga la contemplase, la apoyé longitudinalmente sobre el valle de sus glúteos y, mirando a Olga en sus ojitos estallé brutalmente. Me encantó ver cómo la primera gota de mi semen impactó contra el torso desnudo de Olga. Estábamos desatados. Sin el menor pudor, la recogió con un dedo y se la llevó a la boca sin dejar de mirarme a los ojos. Era el paraíso. María también experimentaba escalofríos al sentir los chorros de mi caliente fluido sobre la piel sudorosa de su columna. Lo prolongué todo lo que pude y luego me dejé caer suavemente sobre su espalda, cubriéndola. Olga acariciaba cariñosamente nuestras cabezas. Nuestros cabellos.
Esa misma noche, hasta las 3 de la mañana en que llegó el taxi prometido a recoger a Olga, probamos muchas cosas más. Casi siempre las contemplé, y sólo participé completando escenas cuando ellas me lo pedían. Aún guardo algunas fotos en mi teléfono móvil que me comprometí a convertir en archivos protegidos y ocultos y enviárselas. Reímos, nos entregamos y gozamos. Tomamos varias copas. Incluso me di el placer de tumbarme en medio de la cama con cada una de ellas enroscada a cada lado de mi cuerpo. Una fantasía que no tenía mucho peso en mi sucia mente, pero que no pude evitar en ese momento practicarla. Mientras estaba en ese paraíso pensaba cómo dar una vuelta de tuerca más a nuestra historia. Pero de eso hablaré en el próximo capítulo.

Muchas gracias por llegar hasta aquí. Carlos López. diablocasional@hotmail.com

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¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 

Relato erótico: La señora ( Viernes, la quiebra) (POR RUN214)

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VIERNES. LA QUIEBRA

                        Cuando Bethelyn llegó a la entrada de su casa, Elise acompañaba a un hombre hacia la salida. Éste se adelantó para saludarla.
-Buenos días señora Brucel, es un placer volver a verla.
-El placer es mutuo señor Janacec.
 El señor Janacec era el asesor financiero de su marido. En los últimos meses, su esposo, había pasado más tiempo con él que con ella misma. Era un hombre repelente, con el pelo aceitoso y muy pagado de sí mismo. Dirigía el banco en el que su marido tenía depositado gran parte de sus bienes.
-Es una pena que deba irme. Siempre es un placer verla pero el tiempo es tan escaso.
-Pues entonces no pierda más el tiempo. –Contestó lo más cortésmente que pudo.
 Elise estuvo todo el tiempo mirándola fijamente. Bethelyn pensó en ella con su marido y se la imaginó a 4 patas con su esposo galopándola como a una jaca en la intimidad de su alcoba.
 Sacudió la cabeza y borró esos pensamientos de un plumazo. Abandonó a ambos en la entrada y fue directamente a hablar con su marido a su despacho.
 Le encontró sentado tras su escritorio con los codos apoyados sobre la mesa y la cabeza entre sus manos. Abatido. La primera intención de confesarle lo ocurrido en el establo quedó aparcada de momento. Avanzó hacia él despacio.
-¿Que pasa Eduard? –No contestó.
-Ed ¿Qué ocurre?
-Estamos arruinados Bet.
-¿Qué?
-Acaban de decírmelo.
 Bethelyn recordó al petulante del señor Janacec. Eso era a lo que había venido ese pajarraco de mal agüero, para a comunicarle a su marido que estaba en bancarrota.
-Pero no puede ser. Somos la familia más influyente y poderosa de toda la región.
-El poder se consigue con dinero. Ya no tenemos dinero.
-Puedes vender algunas tierras o alguna casa.
-Está todo hipotecado. No tengo nada que canjear por dinero.
-¿Nada? Pero… al menos nos quedará esta mansión… ¿No? -Eduard Brucel negó con la cabeza.
-Pero… ¿Como es posible?
-He estado comprando todas las explotaciones de mineral de carbón de la región. El carbón es energía, quien posea la energía poseerá el poder y además obtendrá pingües beneficios. He hipotecado todo cuanto tenía para adquirirlas.
-Entonces… ¿por que estás arruinado? Explótalas, vende el mineral y recupera la inversión.
 Miró a su mujer con tristeza.
-Han aparecido varios yacimientos en países extranjeros. El precio dentro del país ha caído tanto que el coste de explotación es muy superior al de venta en el mercado.
-Pues…, pues…, véndelas todas y recupera tu dinero.
-Nadie las compraría.
 La mujer se sentó abatida en una de las sillas frente a él.
-¿Y ahora?
-Hay que sacar a nuestra hija de su internado. Despedir a nuestros criados y… recoger lo que nos quepa en un baúl. El resto está en manos de los acreedores.
-¿Sacarla del internado? ¿Y donde iremos? No pienso volver a casa de tus padres, y menos con Garse allí.
-Ya hablaremos de eso. De momento no tenemos otra opción, no hay a donde ir, no tenemos nada, menos que nada. Viviremos con ellos hasta que encontremos algún lugar. De momento he enviado recado para que Berta abandone la institución inmediatamente, mañana sábado podrá llegar aquí. Espero que seas tú quien se lo explique todo.
 

Berta era la hija de ambos. Estudiaba en el mejor y más refinado internado femenino del país. Muchacha educada y modesta pero con el mismo porte de dama señorial que su madre. Decirle que a partir de ahora formaría parte de la clase social más baja sería lo mismo que decirle a un jeque árabe que cambiara su palacio por un báter.

-Eduard, ¿No hay ninguna solución?
 Su marido la miraba con amargura sostenida.
-Una mínima esperanza. Se está debatiendo la posibilidad de gravar aranceles a las importaciones. Si se llevara a cabo, el precio del mineral subiría y haría viable la extracción en mis explotaciones. Pero es casi seguro que no se apruebe.
-Tú puedes influir en el consejo. Haz que se apruebe.
-Ya no puedo. He perdido el respeto. Lo único que se puede hacer es comprar el voto de algunos políticos ambiciosos. Sobornarlos.
-Hazlo, hazlo.
-Ya no tengo dinero Bet. Lo siento, quería conseguir algo grande pero… se ha convertido en humo.
-¡Janacec! Te debe mucho. Dile que su banco te preste el dinero. Estará dispuesto a hacerlo si se lo pides.
-Lo está Bet. Lo malo es el interés que pide a cambio.
-Ese usurero de mierda. Acéptalo, haz lo que sea para no perderlo todo. ¿Qué tipo de interés pide?
 Su marido la miraba con ojos tristes.
-Eres una mujer muy guapa Bet, Janacec no deja de recordármelo. ¿Sabes las pasiones que levantas en los hombres?
 No era momento de ponerse romántico. Le sostuvo la mirada largo rato hasta que cayó en la cuenta. Se levantó de la silla despacio mientras abría la boca incrédula.
-¿Qué interés pide esa sabandija, Ed? –Eduard no respondió. No hacía falta.
-¿A mí? ¿Me quiere a mí?
-Quiere lo que tienes entre las piernas.
-¡Que hijo de puta! ¿Quiere follarse a la mujer del hombre que le ha colocado donde está?
 El respetable señor Janacec. El ladino, falso y confabulador señor Janacec quería follarse a la mujer de su mentor. Un hombre de tez pálida y gestos amanerados. El típico hombre que saluda con la mano blanda y sudada. Un hombre que habla entre susurros y miradas de reojo.
 -¿Ese cerdo quiere follarme a cambio de prestarte calderilla? –Daba vueltas por el habitáculo, nerviosa. –Está bien. –Bufó. -Si el bienestar de todos nosotros pasa por mi coño, que así sea.
-Lo siento Bet. Odio que nadie te toque pero…
-Que más da. Acabo de dejarme follar por el encargado de las cuadras. Uno más que importancia tiene.
-¿Cómo dices?
-Lo que has oído. Había venido a decírtelo.
-¿Te ha follado el caballerizo?
-Te juro que he tenido que hacerlo, Ed. Me amenazó con contar lo que sabía. No tenía opción.
-¿Me estás diciendo que te acaba de follar el más mierdoso de mis criados?
-Y su hijo.
-¿También su… su…?
 
 

Eduard estaba nidrio. Miraba a su mujer a la que no conocía. Estaba metamorfoseando del abatimiento absoluto a una ira incontrolada. Las venas de su cuello se hinchaban a la par que las de sus ojos rojos como la sangre. Comenzó a gritar.

-¡Eres la señora de la mansión más importante de toda la región! ¿Como te puedes dejar follar por unos limpiadores de cuadras uno tras otro?
-En realidad lo hicieron a la vez. Mientras follaba con el hijo su padre me daba por el culo.
-¿Queee? ¿Pero es que todo el mundo le va ha follar el culo a mi mujer menos yo? Lo mato, juro que lo mato.
-¿Por qué? ¿Por follarse a tu mujer? ¿Acaso no te follaste tú a la suya? -Escupió sus palabras. -Mientras me obligabas a follármela yo también. Mientras nos obligabas a lamernos el coño.
 Mierda, tenía razón, y lo peor era que no podía montar un escándalo con eso. Y menos con la que se venía encima.
 Bethelyn se dio la vuelta y se dirigió a la salida. Su marido se calmó un poco y rebajó el tono.
-Espera, hay algo más que quiere el señor Janacec.
-¿También él quiere darme por el culo? –Dijo sin parar de andar.
-Es algo respecto a Berta.
 Casi se cae al suelo cuando le oyó nombrarla. Se paró en seco y se giró consternada hacia su marido ¿Que quería de su hija el cerdo de Janacec?
– · –
Berta, la hija de los Brucel, llego al día siguiente por la mañana. Su madre la abrazó con fuerza en cuanto bajó del carruaje. En otras circunstancias hubiese admirado su cuerpo de mujercita que abandona la adolescencia. Pero hoy su cuerpo le parecía una aberración. Estuvieron casi toda la mañana en su cuarto donde se lo explicó todo.
-No me lo puedo creer, entonces ahora somos… ¿Pobres?
-Hay una mínima posibilidad de pasar el bache.
-¿Cómo de mínima?
-Desesperada.

Berta estaba sentada en el borde de su cama con los ojos llorosos mientras retorcía un pañuelo de seda. Su madre la miraba apenada sin saber como comenzar lo que había venido a decirle.

-Dime Berta… tú… en todo el tiempo en el internado… ¿Has conocido varón?
-¿Como?
-Quiero decir, que si ya has intimado con algún hombre… a solas.
-Mamá, ¡que soy una señorita!
-Sí, bueno, verás… Es muy difícil explicarte esto Berta. A ver como te lo digo. Lo que quiero saber… lo que necesito saber, es si ya has follado.
-¿C…Comooo?
-Basta ya de rodeos hija. Mira, yo sé lo que se cuece dentro de un internado. Me he pasado más años que tú en uno de ellos. Sé de sobra que se pueden tener encuentros con un hombre si una quiere. Ahora dime la verdad porque necesito saberla. ¿Has follado ya o no?
 Se puso colorada como un tomate, bajó la mirada y asintió levemente con la cabeza. Su madre, en contra de lo que cabría esperar, respiró aliviada.
-¿Cuántas veces?
-Pero mamá…, pues…, no sé, varias.
-Dos, tres…
 Berta tragó saliva y no se atrevió a contestar.
-¿Diez? ¿Más de diez? ¿Cuántas?
-S…Sí… más de diez.
-¿Cómo la tenía de grande?
-¿Queeeé, pero, pero…, que preguntas son esas? ¿Y a ti que más te da como la tenía?
-Contéstame. ¿Cómo era su polla?
-Pues, pues…, normal, no sé.
 Bethelyn juntó la punta del índice y el pulgar formando un círculo.
-¿Era así de gorda?
 Berta estaba colorada de vergüenza. ¿Así eran las conversaciones madre e hija sobre temas sexuales? ¿Las madres preguntaban a sus hijas casaderas por el tamaño de las pollas de sus prometidos?
 

-¿Qué importancia tiene eso, mamá? Déjalo, por favor.

 Su madre separó ligeramente las puntas de los dedos haciendo el círculo un poco más grande.
-Tu padre tiene la polla así de gorda y a mi me entra sin problemas, sin dolor. Excepto por el culo. Por ahí no entra. ¿Cómo de grande te entra a ti una polla en el coño?
 Berta miró a su madre como quien mira a un leproso sacudirse la caspa.
-Me preguntas por el tamaño de la polla de mi prometido, me hablas de tus logros vaginales metiéndote pollas de tal o cual tamaño y lo peor, me cuentas como es la polla de papá. Mamá por favor, que asco.
 Su madre se masajeó las sienes con fruición.
-Mira hija, si te estoy preguntando todo esto es porque tu coño… y el mío, pueden ser los que nos devuelvan todo lo que hemos perdido. Podemos recuperarlo todo.
-¿C…Como? ¿Pero que dices?
-¿Te dejarías follar para recuperar todo lo que tienes?
-¿Dejarme follar?
-Sí, dejarte follar por alguien que te daría mucho asco. Dime ¿Lo harías?
– · –
El señor Janacec disfrutaba de la cena que le ofrecían sus anfitriones en su mansión. Había sido invitado a pasar una velada con ellos. Los sirvientes que rodeaban la mesa atendían prestos las necesidades de los comensales. Solo los asistentes sentados en aquella mesa conocían el propósito de tal invitación. La cena ofrecida era buena pero la noche iba a ser aun mejor para el ladino Janacec.
 Eduard Brucel apenas dijo nada durante la cena al igual que Berta, su hija. Bethelyn, en contra de lo que cabría esperar intercambió alguna frase hiriente con el que iba a ser otro crápula aprovechándose de ella. Siempre se creyó superior a aquel ser debilucho y lánguido pero a partir de esa noche sabía que se iba a rebajar a una miserable muesca en la cabecera de la cama de ese insecto.
 Cuando la cena acabó y las luces se apagaron, cada habitante de aquella mansión se retiró a su dormitorio. Una vez que todos estuvieron dormidos, el señor Janacec salió entonces de la alcoba de los invitados en dirección al dormitorio principal. Anduvo con paso sigiloso hasta alcanzar la puerta del dormitorio del gran Eduard Brucel.
 Cuando la abrió se encontró de frente con la señora Brucel que estaba sentada en el borde de la cama. Junto a ella estaba su hija que le miraba como una ardilla temerosa. El señor Brucel estaba de pie junto al ventanal observándole con gesto frío y distante.
-Acabemos de una puta vez.
-Claro, señor Brucel.
 Janacec se adelantó hasta situarse frente a las mujeres y se quitó las prendas de dormir que traía, quedando totalmente desnudo. Su polla estaba en erección, probablemente desde el momento en el que recibió la invitación de su mentor aceptando el trato. Ambas mujeres le contemplaban.
 Era un ser repelente, de aspecto blandito y contrahecho. Berta miraba su polla como quien está oliendo una mierda en el suelo. Su tamaño no le preocupó tanto como su aspecto. Janacec acarició a Bethelyn en la mejilla.
-¿Saben lo que tienen que hacer?
-Demasiado bien. –Contestó Eduard molesto desde la ventana.
-Pues a que esperan. Y usted, señora Brucel ¿Sabe cuanto tiempo he deseado esto?
-Sí, desde el día en que te cagó aquella mofeta.
-Se equivoca. Desde el día en que me abofeteó por piropearla.
-“Tienes unas tetas que te follaría por el culo” no es un piropo señor Janacec. Y menos el día de su propia boda con mi mejor amiga. La mujer que le ayudó a llegar donde está. Junto con mi marido, claro. Al que usted le va a convertir en un cornudo.
-Y algo más. Pero basta de hablar. Ahora chúpemela.
 Berta pestañeó varias veces para creerse lo que estaba viendo. Su madre abrió la boca y dejó que el hombre le metiera su polla dentro. Empezó a chupársela mientras aquel ser sobaba sus tetas por encima del vestido.
-Mire señor Brucel, mire como me la chupa su mujer.
 Había deseado tanto a Bethelyn, la mujer de aquel gran señor y cliente, pero sobre todo había deseado follarla delante de él. Por fin se hacía realidad. Le gustaba ver su polla entrando y saliendo de su boca pero sobretodo ver la cara de Eduard.
 Eduard estaba rojo de rabia. Apoyado en la ventana para no caerse o lanzarse a por ese gusano que mancillaba a su mujer y a él mismo. Pero había hecho un trato, necesitaba su dinero, su calderilla. Ya arreglarían cuentas a su debido momento.
-Menudas tetas que tiene su mujer señor Brucel. Estas sí que son ubres y no las de mi mujer.
 Janacec miraba a sus tres anfitriones ufano.
-Quítate el vestido, desnúdate tú también, vamos, todo el mundo desnudo, ya. Quiero ver los coños de tus 2 putas.
 Eduard cerró los ojos para no ver a su mujer y su hija.
-Mira Brucel, mira como le voy a follar el coño a tu puta. Jod…der, está muy calentito su coño. Vamos Brucel, mírame, cojones. Todo el mundo sabe lo que debe hacer, pues que se haga, vamos.
 Eduard miraba a su mujer. Seguía sentada en el borde de la cama pero ahora estaba desnuda y abierta de piernas con Janacec entre ellas follándosela mientras amasaba sus tetas. A su lado Berta, de pie y en paños menores, seguía con la cara desencajada por el asco, sin poder dejar de mirar a su madre humillada.
-Mira como la follo Brucel, mira como la preño para que tenga un bastardo mío. La voy a llenar de semen.
 Las tetas de Bethelyn botaban con cada sacudida de Janacec.
-Vamos muchacha, ahora te toca a ti. Quiero que hagas tu parte.
 Berta negó con la cabeza. No se atrevía. No podía.
-Vamos, ya sabes lo que tienes que hacer. Ya has visto como hay que chupar. Hazlo de una vez.
-Hazlo Berta. –Insistió su madre.
 

-N…No puedo.

-Sí que puedes. Todo el mundo puede. Sabéis lo que tenéis que hacer. ¡Hacedlo ya!
-Berta, hazlo, por favor.
-Y quítate toda la ropa, joder. Quiero verte las tetas y el coño.
 Miró a su padre y a su madre, después miró a la puerta. Podría salir corriendo pero la cara de angustia de su padre se lo impedía. Su padre estaba blanco como la leche. Tampoco para él iba a ser agradable ver a su hija haciendo lo que tenía que hacer.
 A regañadientes se deshizo de la camisola descubriendo sus tetas adolescentes. En un primer momento las tapó con las manos aunque terminó por descubrirlas a la vista de todos. Se deshizo de las bragas. Janacec babeaba.
 Tras unos momentos de duda se acercó a la cama y se subió a ella. Se colocó entre las piernas del hombre tumbado en ella con la cara a escasa distancia de su polla. Asió el miembro con una mano. La bilis le corroía el estómago que no paraba de dar arcadas.
-Piensa que es la polla de tu novio. –Dijo su madre.
 Cerró los ojos, abrió la boca y acercó la cara hacia aquella polla. Notó el sabor del glande cuando tocó su paladar. El tamaño era lo que más le llamó la atención. Empezó a chuparle metiéndose la polla adentro y afuera de su boca.
 Su padre no se hacía a la idea de lo que veía. Su mujer seguía sentada en el borde de la cama con los codos apoyados hacia atrás mientras ese mal nacido que no paraba de amasar sus tetas, Se la follaba. Su hija, a la que nunca había visto desnuda, mostraba su cuerpo esbelto. No había pensado que hubiera podido desarrollarse tanto. Estas tetas, esas caderas, ese bosquecillo entre las piernas. ¿Cuándo había empezado a cambiar su princesa?
 La había visto trepar a la cama donde él se había tumbado desnudo, tal y como había acordado en el trato con Janacec, y estaba chupándosela. Su hija, su princesa. Estaba chupando la polla flácida de su padre.
-Vamos Brucel. Tu polla dura en la boca de tu hija. ¡Vamos!
-No puedo Janacec. ¿No ves que es mi hija?
-Pues piensa en tu mujer, en la mía o en tu puta madre pero la tienes que tener bien dura.
 Eduard Brucel tenía la frente perlada de sudor. Si ya era humillante que su hija le viera con la polla al aire, tenerla dentro de su boca lo era aun más.
 Para ella no era menos humillante el hecho de chupársela. Para más INRI tenía que conseguir que se le pusiera dura a su propio padre…
-Acaríciale los huevos, hija. –Pidió su madre. –Utiliza tu mano libre.
-Sí, acaricia los huevos de tu padre pequeña putita. –Janacec no cabía en si de gozo.
 Berta obedeció y masajeó las pelotas de su padre. Sus testículos velludos, las ingles, el pubis y todo lo que se le ocurrió que fuera necesario para que su padre entrara en erección. Desgraciadamente los resultados eran escasos. Bethelyn sufría en silencio. El final de la tortura pasaba por su erección.
-El ano. –dijo entonces Janacec. –Métele el dedo por el culo.
 Berta escupió la polla de su padre. Éste a su vez levantó la cabeza y el cuerpo como un muelle.
-¡No! –Gritaron padre e hija a la vez.
-Hazlo de una vez, entraba en el trato, acabemos cuanto antes.
 Eduard cerró los ojos y se volvió a tumbar tapándose la cara con las manos; su hija contuvo una arcada de asco todavía con la polla de su padre en la mano; Janacec les miraba con la cara desencajada de excitación mientras Bethelyn retomaba de nuevo la tarea felatoria por orden de Janacec.
 Se chupó el dedo untándolo con abundante saliva. Su padre ya había abierto las piernas cuanto pudo. Puso la punta del dedo en la entrada del ano de su padre mientras sostenía su polla con la otra mano y apretó hacia dentro. De deslizó suavemente.
 Le hacía una mamada a su padre mientras le follaba el culo con el dedo. De vez en cuando acariciaba y masajeaba sus pelotas. La reacción no se hizo esperar. Se le estaba poniendo dura.
 Janacec sonrió. Contempló como crecía en el tamaño. La boca de la muchacha no era suficiente para abarcarla por completo.
-Te gusta ¿Eh, Brucel? Te gusta que te la metan por el culo.
 

Eduard Brucel se puso rojo de vergüenza. ¿Qué cojones estaba pasando? ¿Se le estaba poniendo dura por la mamada o por meterle un dedo por el culo?

 Berta notó las primeras secreciones seminales de la polla de su padre. No era la primera vez que ese tipo de lubricantes pasaban por su boca. También a ella le habían lamido el coño pero esto era distinto, era una aberración. Una hija lamiendo a su padre.
-¡Ahora! Señor Brucel, éste es el momento. Vamos muchacha, levántate.
 Berta sabía lo que debía hacer. Se colocó a horcajadas sobre su padre y colocó la punta de la polla en la entrada de su coño. Bajó lentamente su cuerpo hasta que entró por completo.
 La cara de su padre era un poema. No sabía si estaba más impresionado por estar penetrando a su propia hija o por el hecho de que su polla hubiera desaparecido por completo dentro de su coño. No era una polla pequeña ni mucho menos. Pocos eran los coños que alojasen su mástil. Su mujer era una de ellas. Al parecer, Berta había heredado el coño de su madre.
 Cuando su hija empezó a subir y bajar sobre él, la cosa empeoró aun más. Sentía placer, mucho placer. Eso ni era normal ni era sano. Cerró los ojos. Una cosa era follar obligado y otra muy diferente disfrutarlo. Cuando volvió a abrirlos lo primero que vio fueron las tetas de la fémina botar arriba y abajo. No eran grandes… aun. Si también heredaba las tetas de su madre, esa muchacha iba a dar más de un quebradero de cabeza a alguno que otro muchacho. ¿Cómo sería su hija con unas ubres así? Sacudió la cabeza y se maldijo por pensar en eso.
 Janacec había dado la vuelta a Bethelyn. Estaba apoyada con los codos sobre la cama mientras era follaba desde atrás. Janacec no podía estar más feliz. Se estaba follando a la mujer del gran Eduard Brucel, la altiva y señorial Bethelyn Brucel. Frente a él se encontraba el autoritario Eduard follándose nada menos que a su estirada hija. Babeaba de gusto.
-Se la está follando. –Pensaba. –A su propia hija. Se la está follando delante de mí.
 Eduard estaba pasando el peor y más humillante momento de su vida. Su mujer follada por un pusilánime mientras el se veía obligado a follarse a su princesa a la que le colgaban 2 tetas como 2 cántaros que no dejaban de menearse. Estaba a punto de correrse, no aguantaba más.
 Levantó sus manos y atrapó las tetas de su hija. Las sobó y lamió. Deslizó los pezones entre sus dedos sintiendo su cálido tacto. Se estaba corriendo. Se estaba corriendo mucho.
 Empujó a su hija dándole la vuelta y colocándose encima. La tumbó sobre la cama sin parar de follarla. Berta quedó boca arriba con su padre entre las piernas brincando y gimiendo como un mandril. Embestía como un loco contra su coño una y otra vez metiendo y sacando su polla mientras amasaba y lamía sus tetas. Parecía una morsa follándose a una muñeca.
 Berta no salía de su asombro. Su padre, empapado en sudor, la estaba follando salvajemente. Amasaba sus tetas y lamía sus pezones metía y sacaba su polla sin parar. Ese no era su padre, no le conocía. Pero lo peor es que ella se estaba corriendo también. ¿Qué coño estaba pasando?
 Detestaba a su padre. Había aguantado varias arcadas de asco mientras follaba con él. Ver su cuerpo desnudo y velludo era tan agradable como ver a un leproso tocando la guitarra. ¿Por qué le traicionaba su cuerpo? ¡Que alguien pare esto por dios!
 Cerró los ojos y apartó las manos del cuerpo de su padre y las apretó sobre el edredón. Rogó al cielo por que nadie se diera cuenta de su orgasmo. Se quedó inmóvil y apretó los dientes intentando no gemir.
 Cuando Eduard terminó de correrse se quedó sobre ella, extenuado. Su hija le miraba como un cordero asustado. ¿Habría sido muy cruel con ella? Dios santo. ¡La había violado!
 Berta estaba temblando de miedo. El peor y más desagradable orgasmo de toda su miserable vida.
 Bethelyn miraba confusa a su marido. Había follado a su hija como un poseso bramando como un búfalo mientras se corría. Ni en sus momentos más tórridos le había visto disfrutar así. Tras ella, Janacec daba los últimos estertores de placer contra su ano. Otro más que se la metía por el culo y se corría dentro.
 Janacec se apartó empapado en sudor, babeando de satisfacción.
-Bueno señor Brucel. Ha sido una noche estupenda. Su mujer tiene unas tetas y un culo maravillosos. Ha sido un placer follarla. Y por lo que veo el placer ha sido mutuo.
 Eduard no se atrevió a mirarle a la cara. Se giró de espaldas avergonzado, con las manos sobre la cabeza.
-Señor Brucel, señora Brucel, putita. Que tengan buenas noches.
 Recogió sus prendas de dormir y abandonó la habitación, ufano y satisfecho.
 Se hizo el silencio en el dormitorio. Berta fue la primera en reaccionar. Recogió sus ropas y abandonó el cuarto sin mirar atrás. Bethelyn estaba en la cama sentada con la mirada en el suelo.
-Te has follado a tu hija como un poseso.
-No sé que me pasó.
-Y te has corrido como nunca.
-Perdí el control, no era yo. Joder, no se que ha pasado. Lo juro.
-Yo sí lo sé. –Murmuró para sus adentros.
 Esa noche nadie durmió, excepto Janacec.
 
 
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 
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